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Full text of "Obras completas de don Andrés Bello"

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(JHRAS  COMPLETAS 


DE 


DON    ANDRÉS    «ELLO 


SaLíiUagOy  Setiembre  5  de  ISIJ. 

Por  cuanto  el  Congreso  Nacional  ha  discutido  i  aprobado  el  si- 
guiente 

PROYECTO  DE  LEÍ 

Art.  i.®  Kn  recompensa  a  los  servicios  prestados  al  país  por  el  señor 
don  Andrés  Bello,  como  escritor,  profesor  i  codificador,  el  Congreso 
decreta  la  suma  de  quince  mil  pesos,  que  se  inscribirá  pur  terceras 
partes  en  los  presupuestos  correspondientes,  para  que  se  haij^a  la  edi- 
ción completa  de  sus  obras  inéditas  i  publicadas. 

Art.  2.0  La  Universidad  nombrará  a  uno  o  dos  comisionados  quo 
se  entiendan  con  los  de  la  familia  del  ilustre  autor,  para  proceder  a 
la  edición  de  dichas  obras,  haciendo  las  contratas  con  los  impresores, 
obteniendo  en  virtud  de  recibos  los  fondos  que  se  decretaren,  invir- 
tiéndolos  i  respondiendo  do  su  inversión. 

Art.  3.<>  La  edición  no  será  dc'hiénos  de  dos  piil  ejemphircs,  i  do 
ellos  se  entregarán  quinientos  al  listado,  quien  no  podrá  venderlos  a 
menos  de  dos  pesos  cada  volumen.  Kl  resto  de  la  edición  correspon- 
derá a  los  herederos  respectivos. 

Art.  'i. o  Ll  texto  de  esta  lei  irá  impreso  en  el  reverso  de  la  primera 
pajina  de  cada  volumen. 

I  por  cuanto,  oído  el  Consejo  do  Estado,  lo  ho  aprobado  ¡  san- 
cionado; por  tanto,  promulgúese  i  llévese  a  efecto  como  lei  de  la 
república. 

Federico  Errázcriz. 

AnnON  ClFl'ENTES. 


OBRAS  COMPLETAS 


D£ 


DON  ANDRÉS  BELLO 


.*■-»    •  •xy  '»*  «^  fc^x.-*^-^  ^ 


EDicios  HEcnt  BAJO  L4  MREcaos  la  conuo  le  isRicaos  KlUCt 

EN  CL'MPLIMIENTO 

ÜI-:  LA  leí  de  S  de  setiembre  de  1872 


voLriEx  Tin 

OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

iii 


k  i  •  A 

SANTIAGO  DE  CHILE 


^'.*     ^  >  •     «  ^N./V.'    •v'x^^  '•    .- 


IMPRESO  POR  PEDRO  O.  RAMÍREZ 


1885 


lho951 


:  •  :  -  •• 


LXTRODUCGION 


I 

El  presente  tomo  contiene  siete  producciones  inéditas 
de  don  Andrés  Bello,  a  Kxber: 

Del  ritmo  i  el  metro  de  los  antiguos; 

Del  ritmo  latino  bárbaro; 

Del  ritmo  acentual  i  de  las  principales  especies  de  ver- 
so en  la  poesía  inoderna; 

La  rima; 

Sobre  el  orijen  de  las  varias  especies  de  verso  en  la 
poesía  moderna; 

Romances  del  ciclo  carlovinjio;  i 

Romances  derivados  de  las  tradiciones  británicas  i  ar- 
inoricanas. 

Todas  ellas  están  sacadas  do  borradores  descompaji- 
nados  i  casi  ilejibles. 

llago  esta  prevención  para  que  los  defectos  que  se 
noten,  so  imputen,  como  es  razonable,  ya  a  la  mala  in- 
telijencia  del  copista,  ya  a  la  imperfección  inevitable  do 
una  primera  redacción,  que  el  autor  habria  correjido  o 
mejorado  oportunamente. 

Cualquiera  que  recorra  esas  producciones  observará 
que  Bell^)  ha  insertado  en  otros  artículos  algunos  trozos 


Yl  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


íntegros  de  los  trabajos  recien  publicados;  pero  no  se  ha 
querido  hacer  en  ellos  supresión,  ni  variación  de  nin- 
gún jénero. 

Por  varios  motivos  fáciles  de  colejir,  se  ha  considera- 
do preferible  que  los  manuscritos  se  imprimiesen  tales 
como  se  hallaban. 

Es  evidente  que  la  memoria  relativa  a  la  rima  está 
incompleta. 

Entre  los  papeles  de  que  se  trata,  habia  dos  que  me- 
recen también  el  honor  de  la  estampa. 

El  primero  de  ellos  es  el  fragmento  que  sigue: 

«Descendiendo  del  Poema  del  Cid  a  las  otras  compo- 
siciones asonantadas  que  en  nuestra  lengua  se  usaron, 
nos  hallamos,  después  de  un  largo  intervalo,  con  nues- 
tros romances  viejos,  cuya  versificación  ofrece  a  prime- 
ra vista  una  novedad;  i  es  que  solamente  las  líneas 
pares  asuenan.  Pero  cualquiera  conocerá  que  esta  dife- 
rencia no  consiste  mas  que  en  el  modo  de  escribir  los 
versos;  porque,  divididos  cada  uno  de  los  del  Cid  en  dos, 
tendremos  versos  cortos  alternadamente  asonantes: 

Apriesa  cantan  los  gallos 
e  quieren  quebrar  albores, 
cuando  llegó  a  San  Poro 
el  buen  Campeador. 
El  abad  don  Sancho, 
cristiano  del  Criador, 
rezaba  los  matines 
a  vuelta  de  los  albores. 
III  estaba  doña  Jimena 
con  cinco  dueñas  de  pro,  etc.* 


*  Conviene  tener  presento  que  don  Andrés  Bello  sostiene  que,  tse- 
pun  la  práctica  do  los  poetas  en  la  primera  edad  de  la  lengua,  no  bo 
contaba  para  la  asonancia  la  e  de  la  úi^ima  sílaba  de  las  palabras 


INTnODI.'CCION  VII 


I  por  el  contrario,  reuniendo  cada  dos  versos  de  dichos 
romances  en  uno,  resultará  una  serie  de  versos  largos 
que  solo  se  diferenciarán  de  los  del  Cid  en  la  mayor 
regularidad  del  ritmo: 

No  lloredcs  vos,  condesa;  (ie  mi  partida  no  lia\aÍB  pesar. 
No  quedáis  en  tierra  ajena,  sino  en  vuestra  a  vuestro  mandar, 
<iue,  antes  quo  de  aquí  me  parta,  todo  yo  o.s  lo  quiero  dar. 
Podéis  vender  cua1((uior  villa,  i  empeñar  rualí(uier  ciudad; 
como  principal  heredera  quo  nada  os  pueblan  quitar. 
Quedareis  encomendada  a  Olivóro.-j  i  a  Roldan, 
al  emperador  i  a  los  doce  í|uo  a  una  mesa  comen  pan,  eU:. 

«Nuestros  romances  viejos  puodíMi  roparlirso  en  dí>.s 
clases:  los  unos  narrativ(^■',  como  la  mayor  parle  de  los 
que  comprende  el  Cnnrionero  de  Ambéres  de  1555;  i  los 
otros  líricos,  cuales  son  casi  todos  los  qne  se  hallan  en 
el  Cancionero  Jennrnl,  Acerca  de  Ion  sognndí>s,  solo 
observare  que  solían  escribirse  en  consonan  los,  i  que 
eran  de  ordinario  a)mposiciones  cortas,  en  que  se  guar- 
daba una  sola  rima  desde  el  primer  verso  hasta  el  úlli- 
mo.  Pero  los  otros  deben  mirarse  como  fraírmentos  ríe 
composiciones  largas,  do  jostas  o  poemas  históricos  í 
caballerescos,  cuya  mayor  parlo  ha  poreciílo  on  la  jene- 
ral  ruina  i  dilapidación  de  nuestras  antiguas  i'iquezas 
poéticas,  riroctivameiite,  aunque  presentados  como  obras 
inconexas  en  los  romanceros,  se  buscan  i  llaman  evi- 
dentemente unos  a  otros,  desenvolviendo  un  mismo  hilo 
de  historia,  de  manera  que  sucede  muchas  veces  acabar 
un  romance  anunciando  que  alguno  de  los  personajes 
va  a  decir  algo,  i  empezar  el  siguiente,  sin  mas  intro- 
ducción, con  las  palabras  mismas  que  el  tal  personaje 


p^raves.  sin  duda  porque  se  profería  de  un  modo  aljijo  débil  i  sordo, 
semejanza  de  la  e  muda  francesa,  t 


VIII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


se  supone  haber  proferido.  Estos,  pues,  que  ahora  se 
llaman  romances  distintos,  eran  estancias  de  un  solo 
romance  o  jcsla;  i  de  aquí"  tomaron  el  nombre.  Por  eso, 
cuanto  mas  antiguos  son  (juzgando  de  la  edad  en  que  so 
compusieron  por  el  lenguaje),  tanto  mas  se  asemeja  su 
versificación  a  la  del  Cid,  ya  en  lo  irregular  del  ritmo, 
ya  en  las  leyes  de  la  asonancia.  í) 

Don  Andrés  Bello  proyectó  escribir  una  obra  sobre  el 
ritmo  antiguo  i  el  ritmo  moderno;  pero  la  imposibilidad 
de  encontrar  un  editor  que  la  imprimiese,  fué  causa  de 
que  no  llevara  a  completo  término  ese  propósito. 

Cinco  de  los  artículos  inéditos  insertos  en  este  tomo, 
i  otros  publicados  en  el  VII,  son  sin  duda  capítulos  do 
ese  libro. 

Con  el  objeto  de  que  se  vean  las  dificultades  que  los 
españoles-americanos  tenían  para  encontrar  un  editor, 
copiamos  el  párrafo  siguiente  de  una  carta  dirijida  a 
Bello  desde  Bruselas  con  fecha  20  de  abril  de  1826  por 
un  señor  Cortes. 

«A  fuerzA  de  dilijencia  he  conseguido,  en  fin,  compo- 
nerme con  un  librero  para  que  emprenda  la  edición  de 
las  Carlas  do  Carli,  traducidas  por  nuestro  amigo  Loi- 
naz.  Todo  lo  que  yo  he  podido  obtener,  es  que  se  me  den 
cien  ejemplares  en  papel  que  yo  haré  cartonar  para  en- 
viarlos a  Loinaz.  También  he  estipulado  que  el  librero 
no  podrá  enviar  ningún  ejemplar  de  esta  obra  a  la  Guai- 
ra, para  quo  de  este  modo  pueda  nuestro  amigo  vender 
los  SUYOS  mas  fácilmente.» 

Es  claro  entonces  que  don  Andrés  Bello  no  habría 
descubierto  jamas  un  editor  quo  hubiese  consentido  en 
imprimir  una  obra  que  solo  habría  interesado  a  los  li- 
teratos i  a  loir  eruditos. 


INTRODUCCIOiV  IX 


El  segando  de  los  papeles  a  que  he  aludido  os  el  si- 
guiente: 

«La  palabra  hada  es  la  latina  /aía,  plural  do  fatum. 

«Aunque  esta  etimolojía  no  es  nuestra,  como  algunos 
han  dudado  de  ella,  la  comprobaremos  con  algunas  ob- 
senaciones: 

1.  Fala  es  el  nombre  italiano  de  hada. 

2.  Fata  se  convirtió  en  hada  por  una  conmutación  do 
letras  familiarísima  al  castellano. 

3.  Fata  se  convirtió  en  fée,  que  es  el  nombre  francés 
de  hada,  por  el  mismo  proceder  que  nata  en  ?iee,  amata 
en  aiméo,  probata  en  j)rouvce^  i  así  otro  número  infinito 
de  voces. 

4.  Los  plurales  neutros  latinos  pasaron  muchas  veces 
a  singulares  femeninos  en  las  lenguas  romances,  por  la 
semejanza  de  terminación  i  do  artículo.  lió  aquí  algunos 
ejemplos: 

■ 

Plural  neutro  latino.    Singular  fom.  castellano.        Italiano.         FrancoM. 


Aninialia Animalia,  alimaña 

CastcUa Cantiolla,  Castilla 

Cornua Cuerna Corno. 

Folia Hoja Fouillo. 

Gesta Jesta (lositü. 

Grana Grana (l^raino. 

Insií^nia Insip^nia Inscjj^na. .  .     lOnMoiíjfno. 

Labia Labia ..... 

Ligna Leña 

Luminaria Luminaria,  lumbrera.  .  Lumiera.  .     Luniii'^re. 

Mirabilia Marabilla Maravij^lia.     Morvcillo. 

Nomina Nómina Nómina. .  .         

Ova Hueva 

Pira Pera Pera 

Poma Poma.  .  .  , Poninio. 

Seminalia KemcÜh». 

Signa Seña 

Témpora  (tiempos).  Témpora 

Témpora  (slcaes) Tompia.  .  .     'IVmpo. 

Valla Valla 

Vela Vela.  .  .  .  : Vela Voilo. 

V-olatilia Volaillü. 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


5.  Las  hadas  son  los  hados  mismos  representados  en 
el  lenguaje  poético  como  unos  entes  misteriosos. que  go- 
bernaban el  universo  i  señalaban  a  cada  cual  su  destino 
futuro.  En  el  lenguaje  popular,  se  verificaba  otro  tanto; 
i  a  esto  me  parece  aludir  Cicerón  cuando  dice  (De  divi- 
natione  11.19):  Añile  sane  et  plenuin  suporstitionis  fati 
nomen  ipsum.  Sabido  es  que  las  expresiones  metafóricas 
de  ideas  íilosóficas  han  dado  oríjen  a  una  gran  parte  de 
la  mitolojía  de  todos  los  pueblos. 

fi.  Finalmente,  fiídas  en  el  castellano  antiguo  signifi- 
caba unas  veces  los  lindos,  i  otras  las  hadas: 

Asaz  qiicaicra  Darío  on  el  campo  fincar, 
mas  non  ^c  lo  4ii¡bierün  las  fadas  otorgar. 

[Ah'jandro,  1260.) 

Sonora  duna  líama,  \o  por  mi  mal  vos  vi, 
que  las  mis  fadas  negras  non  se  parlen  de  mi. 

(Arciprostc  de  Hita,  798.) 
Focieron  la  cami.'ía  duas  fadas  en  la  mar. 

íA/ejandro,  89.) 

O  vienno  ennas  nubes,  o  lo  adujo  el  viento, 
o  lo  adujo  la  fada  por  su  encantamiento. 

[Alejandro,  loO.)!) 

En  este  tomo,  se  publica  también  por  primera  vez  el 
discurso  que  el  rector  de  la  universidad  debió  leer  ante 
esta  corporación  el  año  de  1>*59;  pero  que  el  mal  estado 
de  su  salud  le  impidió  presentar. 

lia  costado  mucha  fatiga  descifrarlo. 

II 

Don  Andrés  Bello  procuró  el  fomento  de  la  instruc- 
ción pública  en  Chile  con  sus  textos,  con  sus  escritos, 
con  su  enseñanza  oral. 


INTRODICCION  XI 


Animado  de  un  celo  ardiente  por  la  difusión  de  las 
luces,  promo\ió  la  acción  del  gobierno  i  de  la  sociedad 
para  el  logro  de  tan  santa  empresa. 

Apenas  llegó  a  Chile,  sostuvo  de  palabra  i  por  la  pren- 
sa la  itecesidad  de  estudiar  las  ciencias  naturales,  i  la 
ventaja  de  ensanchar  o  reformar  las  demás  asignaturas, 
especialmente  la  de  la  gramática,  que  ^e  hallaba  en  un 
atraso  deplorable. 

A  su  juicio,  la  enseñanza  cientílica  debia  marchar 
conjuntamente  con  la  enseñanz:\  literaria,  si  se  deseaban 
un  progreso  sólido  i  una  gloria  cierta. 

Una  buena  parte  de  este  volumen  es  un  testimonio 
irrecusable  do  los  asertos  anteriores. 

El  ilustre  sabio  comenzó)  su  propaganda  en  favor  de 
las  ciencias  naturales,  indicando  en  el  niimero  3  de  El 
Araucancf,  correspondiente  al  3  de  octubre  de  1830,  las 
inmensas  ventajas  que  su  conocimiento  podia  proporcio- 
nar al  país. 

«Chile,  dotado  de  los  mas  proficuos  dones  de  la  na- 
turaleza, colocado  en  la  extremidad  austral  del  mundo 
de  Colon,  a  las  puertas  del  grande  occhno,  i  habitadi) 
por  una  población  deseosa  de  mejoras  i  exenta  do  añe- 
jas preocupaciones,  solo  necesita  que  una  mano  hábil  i 
laboriosa  descorra  el  velo  que  encubre  tantos  veneros  de 
riqueza.  La  espedicion  cicntíflca  contratada  con  el  profe- 
sor Gay,  realizará,  tan  importante  objeto:  ella  hará  que  la 
agricultura  i  mineralojía  sacudan  el  yugo  rutinero  que 
las  agobia  desde  los  tiempos  do  la  conquista,  que  so 
apoderen  de  los  descubrimientos  modernos;  que,  conoci- 
da la  jeolojía  del  país,  se  proporcione  a  la  naturaleza  do 
los  terrenos  la  cultura  de  las  plantas,  i  se  aclimaten 
otras  extrañas,  pues  casi  todas  prosperan  en  un  suelo 


'iPihUTJ'n-  unx&ijcif :  ajnsof 


jjvivikjiado.  q-'jí?  hnvj  la  zjna  lemp^.a-da  partíápa  de  va- 
riar tí-jjajxm'jü-rDtos  para  dar  vida  a]  cÍLÍriinc»yo  i  al  na- 
ra;j¡o»  al  lad-j  del  marizano  i  del  ciñaino,  i  alimeíata  los 
g^na'i'j^  ^rrjC'j-na  d*?  !>?  mas  p^rdci ■:»>.: ts  metales. 

i-L',»^  Irribaj'.'S  que  ?>e  emprendan  s-jbre  la  botánica  i 
cjujj/jjca  erjrijue'X-rán  a  lamtyJirina  í  a  las  arles,  descu- 
Lrieiido  nuevas  sustancias,  o  dando  a  conc^.er  las  va  des- 
c-iL;e:'ta*5  en  (.'"iras  parte-,  i  criandct  talvez  pingues  artícu- 
hjb  de  cajnljio.  Las  predicciones  q-uinjícas  en  un  país  que 
abunda  de  U>d'.H;  los  metales,  que  p:>see  vastas  minas  de 
alumbre,  de  fcu]fatos,  de  hierro  i  cobre,  de  cristales  de 
r.ca.  de  plantas  marinas  i  de  bosques  inmens-:*s  para  la 
C'xtjtjiccíon  de  álcajís  fij '  s,  p«roveerán  fácilmente  al  comer- 
cío  de  nuevos  artículos  en  el  srran  mercado  americano, 
en  que  ninguna  otra  nación  p«xirá  sostener  la  concu- 
rrencia. 

«Mucho  mas  fecundos  i  prodijiosos  deben  ser  los  resul- 
tados que  ge  obtengan  de  la  jeografía  i  estadística;  ellos 
manifestarán  a  nuestros  antiguos  opresores  el  país  que 
perdieron,  i  la  absoluta  imposibilidad  de  recuperarlo: 
mofi>trarán  a  nuestros  lejisladores  la  inmensidad  de  re- 
cursos que  poseemos  para  ser  una  nación  rica  e  inex- 
pugnable. 

<fSi  la  zoolojía  i  la  ornitolojía  no  presentan  en  Chile  los 
variados  primores  de  las  rejiones  equinocciales,  al  menos 
se  verá  que  tiene  todos  aquellos  animales  que  acompa- 
ñan al  hombre  en  sus  trabajos,  que  lo  alimentan  i  vis- 
ten, i  que  sus  razas,  lejos  de  dejenerar,  se  mejoran. 

ííFiSta  capital  se  adornará  con  un  gabinete  de  historia 
natural  a  cuya  vista  nacerá  en  nuestros  jóvenes  la  afi- 
ción a  una  ciencia  que  recrea  con  utilidad  del  jénero  hu- 
iM'  no  i  que  produce  ideas  sublimes.  Los  extranjeros  que 


INTRODUCCIÓN  XJII 


lo  \isiten  tendrán  que  admirar,  los  sabios  que  aprender, 
i  los  manufactureros  en  donde  encontrar  muestras  de 
las  materias  de  sus  establecimientos,  clasificadas  i  ex- 
presadas con  la  nomenclatura  técnica  i  su  corresponden- 
cia vulgar. 

«Sería  en  extremo  sensible  que  la  expedición  no  llenase 
todas  las  esperanzas  que  prometen  el  celo  i  talentos  del 
digno  profesor  que  la  dirijo,  por  la  pequenez  de  los  re- 
cursos que  se  le  franquean,  i  por  la  excesiva  delicadeza 
del  gobierno;  pero  es  de  esperarse  que  las  autoridades 
provinciales  i  los  ciudadanos  todos  cooperen  activamente 
i  segunden  las  benéficas  intenciones  de  Su  Excelencia 
para  que  no  se  malogre  esta  ocasión  de  corroborar  el 
crédito  que  disfruta  el  país  en  otras  partes  del  mundo, 
de  atraer  la  industria  extranjera  i  reanimar  la  nuestra.» 

Cuando  don  Andrés  Bello  vino  a  Chile,  solo  habia  tres 
carreras  en  auje:  la  de  abogado,  la  de  agrimensor  i  la  de 
eclesiástico. 

El  resultado  de  tal  situación  era  que  solo  so  estudia- 
ban con  detenimiento  la  jurisprudencia,  la  matemática  i 
la  teolojía. 

La  medicina  no  tenia  cátedras,  ni  adeptos. 

Don  Andrés  Bello  levantó  su  preslijiosa  voz  para 
estimular  a  la  juventud  a  que  abandonara  ese  retrai- 
miento injustificable  que  provenia  de  rancias  ideas  aris- 
•tocráticas. 

Decia  a  este  respecto  en  el  número  124  de  El  Arauca- 
no, fecha  25  de  enero  de  1833: 

«¿Por  qué,  siendo  tan  excesivo  el  número  de  los  jó- 
venes que  se  dedican  a  las  profesiones  legales,  se  ve 
casi  enteramente  abandonada  una  carrera  que  en  el  es- 
tado actual  del  país  conduciría  con  mucha  mas  facilidad 


XIV  OPÚSCULOS  LÍTEBARIOS  I  CRÍTICOS 


i  seguridad  a  la  reputación  i  a  la  fortuna?  ¿Por  qué  se 
mira  con  tanto  desden  la  nobilísima  profesión  de  la  me- 
dicina, tan  importante  a  la  humanidad,  i  cultivada  con 
tanto  ardor  i  esmero  en  todos  los  países  civilizados?  De- 
searíamos ver  combatida  esta  dañosa  preocupación  por 
los  padres  de  familia  ilustrados,  i  por  todas  las  personas 
que  tengan  algún  influjo  sobre  la  juventud;  i  desearía- 
mos sobre  todo  que  ésta  se  convenciese  de  la  necesidad 
en  que  se  halla  por  su  propio  interés  de  dedicarse  a  otra 
carrera  que  la  ya  excesivamente  sobrecargada  de  la  ju- 
risprudencia. Sabemos  con  placer  que,  gracias  a  la  soli- 
citud del  gobierno,  está  ya  organizado  en  el  Instituto 
Nacional  el  nuevo  ramo  de  ciencias  médicas  para  cuya 
enseñanza  se  abrirán  en  el  próximo  ano  escolar  cátedras 
de  anatomía,  medicina  i  farmacia,  servidas  por  profeso- 
res hábiles.  Lo  único  que  falta,  es  un  número  compe- 
tente de  alumnos.» 

I  en  EL  Araucano  número  283,  fecha  5  de  febrero  de 
1836,  Bello  agregaba: 

«A  principios  del  año  escolar,  se  abrirá  en  el  Instituto 
Nacional  una  clase  de  anatomía;  i  aprovechamos  esta 
ocasión  para  llamar  la  atención  do  los  jóvenes  a  este  ra- 
mo importante  del  saber.  Por  una  antigua  preocupa- 
ción, se  ha  mirado  con  desprecio  la  profesión  médica, 
i  ciertamente  sin  ningún  fundamento.  El  estudio  de 
las  ciencias  solo  puede  avergonzar  a  los  necios;  i  la 
medicina,  ademas  de  ocupar  entre  ellas  un  lugar  distin- 
guido, es  quizá  la  mas  útil.  Por  esta  razón  le  han  culti- 
vado todas  las  naciones  del  mundo.  Sin  ocurrir  a  los 
griegos  i  romanos,  ni  a  los  árabes  que  hicieron  de  ella 
un  estudio  detenido,  repararemos  que  en  Europa  es  tan 
estimada  como  las  matemáticas,  la  jurisprudencia,  etc., 


ixnoDzcziO^  XT 


según  lo  acreditan  las  machas  obras  que  salen  a  luz.  i 
las  memorias  presentadas  a  las  academias  i  cti\>s  cuer- 
pos litei^arios.  Estas  razones  bastarían  para  que  en  Chile 
se  la  mirase  con  menos  indiferencia:  pero  hal  otra  mas 
poderosa  i  es  la  falta  de  carrera  para  los  j 'venes.  Por 
ahora  solo  contamos  con  la  de  la  iglesia,  a  que  ¿e  dedican 
pocos,  i  la  del  foro,  que  se  considera  mas  ap»eíecible.  Sien- 
do tantos  los  alumnos  de  los  estaI»IecimienKs  públicos 
de  educación,  el  resultado  será  que  a  la  vuelta  de  diez 
años  tendremos  un  ejército  de  ab'Cgad.^s  que  nj  sabrán 
en  que  emplearse  i  que  maldecirán  de  su  suerte  viendo 
perdido  el  trabajo  de  tantos  afi.  s.  La  profesión  de  la  me- 
dicina suplirá  este  vacío  i  lo  suplirá  con  ventaja,  pues  a 
todos  consta  que  es  una  de  las  mas  lucrativas.  5i  el  moti- 
vo de  este  desprecio  ha  sido  ver  consagrados  a  ella  hom- 
bres oscuros,  este  inconveniente  ha  desaparecido  en  el 
dia;  i  en  íin,  abriendo  la  carrera  jóvenes  de  las  primei-as 
familias,  les  imitarán  otros  de  la  misma  clase  i  se  nota- 
rá al  cabo  una  igualdad  que  a  nadie  humille.  >» 


III 


El  Araucano  fué  para  su  principal  redactor  una  espe- 
cie de  cátedra  desde  la  cual  promovió  el  cultivo  do  la^ 
ciencias  i  do  las  letras  por  medio  de  artículos  propios  o 
traducidos  del  ingles  o  francés,  a  que,  de  cuando  en  cuan- 
do, solia  agregar  algunas  notas. 

Para  que  el  lector  pueda  contemplar  por  sí  mismo 
esa  enseñanza  continua,  voi  a  Iraacribir  un  artículo  tra- 
ducido por  Bello,  e  inserto  en  El  AraacanOy  número  541, 
fecha  8  de  enero  de  1841. 


XVI  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


REFUTACIÓN  DEL  ECLECTISMO,  POR  PEDRO  LEUOÍX 

parís,    1839 

Todos  los  jóvenes,  que,  como  nosotros,  terminaron 
sus  estudios  hacia  el  fin  de  la  restauración,  recordarán 
el  brillo  verdaderamente  extraordinario  con  que  lució 
por  dos  años,  en  la  facultad  de  las  letras,  la  enseñanza 
filosófica  de  M.  Cousin.  Mientras  que  M.  Guizot  ilustraba 
con  sus  doctas  lecciones  la  historia  de  la  civilización 
moderna,  i  rastreaba  la  jenealojía  de  aquella  clase  me- 
dia, cuyo  reinado  estaba  ya  cerca;  mientras  que  M.  Vi- 
llemain,  empleando  en  la  crítica  literaria  una  vasta  eru- 
dición, i  un  gusto  delicado  i  seguro,  tomaba  hábilmente 
su  rumbo  entre  dos  escuelas  rivales,  cuya  lucha,  tan 
ruidosa  entonces,  está  casi  olvidada  en  nuestros  dias; 
M.  Cousin,  a  su  regreso  de  Alemania,  reunia,  como  sus 
dos  colegas,  una  numerosa  juventud  al  rededor  de  su 
cátedra.  Una  elocución  brillante,  una  pantomima  expre- 
siva, que  parecia  revelar  el  trabajo  interior  del  pensa- 
miento, miras  históricas  que  llevaban  la  estampa  de  una 
elocuencia  real  i  de  una  aparente  osadía,  i  acaso  mas 
que  todo  cierta  tendencia  a  sacar  la  filosofía  de  las  arduas 
rejioncs  de  la  metafísica  para  hacerla  intervenir  en  los 
acontecimientos  contemporáneos,  era  tnas  de  lo  necesa- 
rio para  deslumhrar  a  una  juventud  que  la  universidad 
de  la  restauración  habia  mantenido  en  un  santo  retiro 
sin  conumicar  con  los  filósofos  del  siglo  XVIII,  i  a  quien 
se  leían  devotamente  todos  los  jueves  las  conferencias 
del  señor  abale  Frayssinous.  El  elocuente  profesor  anun- 
ciaba una  filosofía  nueva;  habia  encontrado  la  solución 
del  enigma;  se  colocaba  como  un  mediador  i  un  arbitro 


INTHOütCCJuN  XVII 


entre  las  doctrinas  extremas;  materialistas  i  espiritua- 
listas iban  a  deponer  sus  antiguos  rencores  i  a  darse  el 
ósculo  de  paz  sobre  el  altar  del  eclectif^mo.  No  pudimos 
resistir  a  tantos  alicientes;  el  entusiasmo  fue  grande. 
Desgraciadamente  sobrevino  la  revolución  de  julio;  i  la 
nueva  filosofía,  que  no  habia  previsto  semejante  g<>lpe, 
i  habia  saludado  algo  prematuramente  la  carta  de  1814 
como  el  tratado  de  eterna  alianza  entre  los  partidos, 
sorprendida  i  desconcertada  por  esta  tempestad,  aban- 
donó luego  la  dirección  espiritual  de  las  intelijenciaspara 
tomar  la  cuestión  política  de  los  intereses  naciente^.  Los 
apósl  )les  del  eclectismo  vinieron  a  ser,  el  uno  i)ar  de 
Francia,  el  otro  miembro  de  la  cámara  de  diputados:  i 
de  entonces  acá  el  eclectismo  ha  ido  a  parar  a  donde  va 
a  parar  todo,  a  donde  fueron  la  carta  de  1814  i  la  con- 
tienda entre  los  clásicos  i  los  románticos;  ha  sido  con- 
signado al  ohido,  i  ni  aun  se  habla  de  él.  Mas  el  eclec- 
tismo, aunque  desamparado  por  la  opinión,  no  habia 
sido  todavía  el  blanco  de  ningún  aíaque  especial  i  dog- 
mático: aun  reina  de  hecho  en  la  eiisoriaiiza  universUa- 
ria,  donde  tiene  patronos  poderosos;  i  si  otras  doctrinas 
mas  sustanciales  i  fuertes  salieron  a  luz  posteriormente, 
no  se  habían  presentado  con  los  arreos  de  la  filosofía,  i 
el  eclectismo  por  falta  de  competidores  quedaba  luiicí) 
heredero  de  la  metafísica  materialista  de  Condillac.  Bajo 
este  solo  punto  de  vista,  el  libro  que  acaba  de  publicarse 
por  M.  Pedro  Leroux  mereceria  ya  fijar  la  atención  de 
todos  los  espíritus  filosóficos,  como  punto  de  partida  de 
una  filosofía  nueva,  i  como  primer  combate  regular  de 
esta  filosofía  con  la  ecléctica;  pero  la  atención  será  toda- 
vía mayor  en  aquéllos  que,  como  nosotros,  han  podido, 
por  los  trabajos  de  M.  Leroux  que  han  apare*  ido  en  la 


XVIII  ÜPLSCL'LUS  LITIáKAhlUS  I  CltlTICU* 

Lnciclüpediri  A't/et*a,  apreciar  au  alcance  iiiental,  K»  ^ó- 
lidü  de  sus  cünücimienlos,  i  aquella  viva  claridad  c^ni 
que  ua  corazón  jeueroso  ilumina  hasta  la^  i^jiones  mas 
misteriosas  de  la  inlelijencia. 

Antes  de  instruir  directamente  el  proceso  del  eclec- 
tismo,  M.  Leroux  fija  desde  hxogo  de  un  modc»  rápido 
los  principios  con  que  va  a  juzgarle.  Toda  la  priineixi 
parte  de  su  libro  se  emplea  en  desenvolver  i^le  pensa- 
miento: «que  el  eclectismo  sistemático  Cb  contrario  a  la 
idea  misma  de  la  filosofía. »>  N'amos  a  reproducir  aquí  la 
trama  de  sus  raciocinios. 

Se  llaman  eclécticos,  según  el  diccionario  de  la  AcaiIe- 
mia,  los  filósofos  que,  sin  adoptar  un  sistema,  esC'»jen  las 
opiniones  mas  verosímiles.  Quitando  a  la  definición  la 
condición  de  no  adoptar  un  sistema,  el  eclectismo  es  lo 
que  Diderot  llamaba  la  filosofía  de  todos  los  bombines 
sensatos  desde  el  principio  del  mundo,  porque  claro  es 
que,  como  todos  los  sistemas  tienen  un  fin  i  un  sujeto 
común,  no  han  podido  menos  de  tocarse  en  multitud  de 
puntos.  Acostumbrados,  como  lo  hemos  estado  hasta 
ahora,  a  estudiar  separadamente  a  lo»  Hlóí>ofos,  sin  in- 
vestigar el  lazo  que  lob  une,  no  haconii  s  mas  qi!e  co- 
lumbrar esta  verdad:  «que  todos  los  espíritus  forman  en 
el  tiempo  i  el  espacio  una  cadena  indefinida,  de  que  cada 
jeneracion  i  cada  hombre  en  particular  es  un  eslabón.» 
Si  el  eclectismo  fuese  la  investigaci  n  de  este  vínculo 
misterioso  que  liga  unas  con  otras  todas  las  jeneracio- 
nes  pensadoras,  no  se  podria  menos  de  aplaudir  alta- 
mente una  empresa  tan  bella.  Pero  lo  que  es  impo- 
nible admitir  es  que  alguien  pueda  sor  filósofo  sin  tener 
un  sistema,  n  que  se  puedan  conciliar  sistemas  opuestos 
si  no  o  ab&orbiéndnlijs  en  un  sistema  mas  vasto,  i  some* 


INTKÜDLCCIU.X  XIX 


tiéndolos  al  imperio  de  una  verdad  mas  comprensiva. 
Todos  los  filósofos  que  han  merecido  este  noml)re,  han 
tenido  un  sistema;  p(»rque  el  filósofo  no  es  solo  el  secre- 
tario de  los  progresos,  el  anotadoi  de  las  operaciones 
ajenas,  sino  principalmente,  i  sobre  todo,  el  hombre  ins- 
pirado, que,  encarnando  en  sí  mismo,  bajóla  forma  mas 
jeneral  i  mas  elevada,  las  necesidades  de  la  humanidad, 
según  él  las  concibe  en  cada  tiempo,  busca  el  sentido  de 
este  eterno  enigma,  cuya  solución  progresiva  se  crea  i 
se  fija  de  siglo  en  siglo  por  el  trabajo  de  la  humanidad; 
pues  aunque  la  verdad  es  desnuda,  absoluta,  i  siempre 
idéntica  consigo  misma,  el  espíritu  limitado  del  hombre 
no  puede  percibirla  sino  de  un  modo  iniperfecto  i  relati- 
vo, que  varía  según  las  épocas,  i  según  el  desarrollo  do 
la  vida  colectiva  de  nuestra  especie.  Por  entre  el  desor- 
den aparente  de  los  sistemas,  como  por  entre  las  peripe- 
cias ccmfusas  de  la  historia,  el  jéncro  humano  camina 
sin  cesar  bacía  una  intelijcncia  mas  clara  i  una  práctica 
mas  completa  de  su  verdadero  destino.  El  sentimiento 
que  tiene  de  su  vida  propia,  enjcndra  en  caíla  ói)oca 
fórmulas  nuevas,  Címiio  enjendra  formas  políticas,  que 
rompe  i  renueva  en  cada  escala  de  su  vasta  jornada. 
Así  no  sería  mayor  insensatez  el  dejarse  llevar  al  escep- 
ticismo, a  vista  de  todos  esos  sistemas,  de  cuyos  iVag- 
menlos  está  sembrada  la  ruta  de  la  humanidad,  (|ue  el 
creer  que  la  humanidad  puede  vivir  sin  un  sistema,  sin 
creencias  relativas  a  ella  misma,  sin  una  solución  cual- 
quiera del  problema,  o  que  esta  solución  so  haya  dado 
ya  definitivamente,  o  se  halle  esparcida  en  los  libros,  i 
no  reste  otra  cosa  que  irla  a  buscar  i  recojer  en  cIImí?. 

Así  en  todas  las  épocas,  los  filósofob  (que  no  dolmen  se- 
pararse de  los  hombres  relijiosos)  no  se  han  c<m'iiíIo  a  ctj- 


XV  opi:si:l'los  literarios  i  críticos 


mentar  lu  pasado;  antes  bien  han  manifestado  lo  pre- 
sente. Ya  preparan  i  fundan  relijiones;  ya,  como  los 
padres  de  la  iglesia,  las  comentan  i  desenvuelven;  ya, 
como  los  Descartes  i  Leibniz,  exploran,  bajo  la  éjida  del 
dogma,  un  campo  que  ha  quedado  libre  i  neutral.  El 
escéptico  mismo  duda  en  nombre  de  una  creencia  vir- 
tual; duda  sobre  algo  i  contra  algo;  su  duda  tiene  un 
sentido,  una  dirección,  una  base;  i  es  en  cierto  modo 
una  afirmaciun.  Los  lilósofos  que  ^^c  pudieran  designar 
bajo  el  nombre  de  pensadores  libres,  aunque  no  tengan 
siempre  la  conciencia  de  la  dirección  de  sus  pensamien- 
tos, tienen  a  lo  menos  sobro  algunos  puntos  aií^lados 
doctrinas  propias,  por  las  cuales  se  han  hecho  dignos 
del  honroso  título  de  filósofos,  i  pertenecen  a  una  fami- 
lia cualquiera  de  pensadores.  Todos  ellos,  ademas,  han 
pretendido  traer  al  mundo  algo  nuevo;  i  hasta  ahora,  a 
nadie  habia  ocurrido  pensar  que  la  filosofía  fuese  ya  una 
obra  finalizada,  i  que  no  restase  mas  que  el  Irabajo  de  re- 
cojer  a  derecha  e  izquierda  sus  pedazos  dispersos.  Pero, 
dado  caso  que  la  obra  de  la  filosofía  estuviese  concluida, 
¿bajo  que  caracteres  reconoceremos  lo  cjue  hai  dfi  verda- 
dero i  do  falso  en  los  varius  sistemas  que  en  todos  tiempos 
han  repartido  entre  sí  el  dominio  de  los  espíritus?  ¿Cómo 
distinguiremos  el  trigo  de  la  cizaña?  ¿A  qué  medida  co- 
mún reduciremos  las  doctrinas  contradictorias?  Para 
escojer,  es  necesaria  siempre  una  razón,  un  motivo  de 
preferencia;  para  conciliar  dos  términos  opuestos,  es 
preciso  un  tercer  término  que  comprenda  a  los  dos  en 
lo  que  tengan  de  esencial,  es  decir,  que  cuando  fuese  tan 
cierto,  como  en  realidad  es  absurdo,  que  la  filosofía  está 
hecha,  i  que  solo  so  trata  de  recojer  i  reunir  sus  orácu- 
los esparcidos  en  los  libros  de  las  varias  escuelas,  sicm- 


INTHODUCCION  XXI 


pre  sería  necesario  un  sislema  para  elejir  i  conciliar.  Ha- 
bia,  pues,  bastante  razón  para  decir  que  el  eclccli.'smo 
sirilemático  era  contrario  a  la  idea  misma  de  la  filosofía. 

No  seguiremos  a  ^í.  Leroux  en  el  examen  do  las 
numerosas  contradicciones  que  señala  en  las  obras  de 
M.  Cousin,  i  que  explica  bastante  bien  por  Iq  sucesiva  in- 
fluencia que  han  ejercido  sobre  M.  Cousin  los  diferentes 
maestros  cuyas  banderas  ha  seguido,  como  Laromiguié- 
re,  Hoyer-Collard,  Fichte,  Kant,  Schelling,  Hegel;  con- 
tradicciones por  otra  parte  nada  extrañas  en  un  espíritu 
que,  no  apoyándose  en  ningún  sentimiento  propio,  solo 
puede  reflejar  i  no  combinar  las  soluciones  diversas  de 
los  problemas  filosóficos.  Solo  nos  detendremos  un  mo- 
mento en  la  refutación  que  hace  M.  Leroux  del  método 
psicolójico  de  Cousin,  llevado  aun  mas  adelante  por 
M.  Jouffroy. 

M.  Cousin,  en  el  acto  mismo  de  declarar  que  la  filo- 
sofía estaba  concluida,  i  el  eclcctismo  era  el  único  méto- 
do razonable,  incurrió  en  una  inconsecuencia  bastante 
natural  en  un  espíritu  tan  activo  como  el  suyo,  i  quiso 
innovar  a  su  vez.  El  método  psicolójico  fué  el  fruto  de 
esta  noble  ambición.  Fijémonos,  pues,  en  este  método, 
que  M.  Cousin  considera  como  su  título  mas  sólido  a 
los  ojos  de  la  posteridad. 

Hasta  aquí  todos  los  filósofos,  comenzando  por  Bacon, 
padre  de  la  filosofía  experimental,  habían  creído  que  la 
observación  directa  no  era  aplicable  a  los  fenómenos  de 
la  intelijencia,*  i  que  el  espíritu  humano  no  podía  cono- 


*  El  método  psicolójico  ha  sido  si^mpro  conocido  en  la  filosofía,  ni 
puode  haber  filosofía  sin  él.  Locke,  Rcrkcley,  Reid,  Ducrald  ?íte\vnrt. 
miraron  las  percepciones  do  la  conciencia  como  fnentc  de  todos  los 
conocimientos  que  el  alma  puedo  (onordg  sí  laisin.i.  iXnfn  do  Bello.) 


X\II  OfrSClILOS  MTEB ARIOS  I  CFÚTICOS 


cerse  a  sí  mismo,  sino  volviendo  sobro  sus  operaciones 
anteriores.*  Aunque  tocios  los  filósofos  han  reconocido 
esta  verdad,  Cousin  afirma  que  la  filosofía  no  se  distin- 
gue de  la  física  sino  por  la  naturaleza  de  los  fenómenos 
que  una  i  otra  observan.  De  aquí  dedujo  M.  Leroux, 
que  Cousin  no  ba])ia  comprendido  jamas  qué  cosa  era  la 
filosofía;  porque,  como  el  alma  humana  es  una  fuerza 
animada,  activa,  dotada  de  sentimiento,  no  se  trata  solo 
de  observarla  como  un  fenómeno  bruto,  sino  de  desen- 
volverla en  todas  sus  direcciones.**  Para  observar  el 
numdo  exterior,  el  no-yo,  tenemos  órganos  especiales: 
ojos  para  ver,  manos  para  palpar,  etc..  Pero  el  alma,  el 
foro  interno,  ¿porqué  medio  puede  observarse?  Cousin 
i  Jouffroy  responden:  por  la  conciencia.  Esto  merece 
atención.  Tenemos  sin  duda  conciencia  de  nuestra  vida 
propia;  pero  como  la  vida  en  nosotros  no  es  mas  que  la 
comunitjn  perpetua  del  yo  i  el  no-yo,  no  podemos  tener 
conciencia  de  nosotros  mismos,  sino  en  los  fenómenos 
que  resultan  de  esta  comunión.  Si  un  objeto  cualquiera 
nos  mueve  a  ira,  tenemos  conciencia  del  sentimiento  de 
ira  que  experimentamos;  pero  con  el  sentimiento  expira 
la  conciencia.  ¿Qué  haremos  pues?  Si  estamos  verdade- 
i:amente  irritados,   casi  no  podemos  pensar  en  lo  que 


*  No  parece  que  el  alma  pueda  volver  sobre  sus  operaciones  ante- 
riores, sino  recordándolas,  reproduciéndolas  hasta  cierto  punto  en  la 
memoria.  ¿I  qué  hace  entonces  sino  observarlas  con  el  instrumento 
que  Cousin  i  Jouffroy  llaman  conciencia,  como  lo  habían  llamado 
muchos  de  sus  predecesores?  Todo  lo  que  podria  deducirse  de  la  aser- 
ción de  los  señores  Leroux  i  Guéroult  sería  que  la  conciencia  no  pue- 
de observar  las  operaciones  orijinales  del  alma,  sino  solamente  los 
recuerdos  de  ellas,  despertados  por  la  memoria.  Pero  aun  esto  nos 
pxrece  inexacto.  (Nota  de  Bello.) 

**  I  esto  es  cabalmente  lo  que  no  puede  hacerse  sino  por  medio 
de  la  conciencia.  \Nota  d^  Relio.) 


INTHODUCCION  XXIII 


e<Uá  pasando  en  nosotros;*  i  si  dejamos  do  estarlo,  ya  no 
podemos  obsei*var  en  ncTsotros  el  fenómeno.** 

¿No  es  verdad,  dice  Jouffroy,  que  veis  el  mundo  ex- 
terior con  vuestros  ojos,  con  vuestros  sentidos?  Pues 
del  míAmo  modo  percibís  con  vuestra  conciencia  lo  que 
pasa  en  vosotros.  Hai  psicolójicamente  dos  naturalezas: 
la  del  físico  i  la  del  psicólogo.  El  físico  observa  con  sus 
ojos  i  sus  instrumentos;  el  psicólogo  tiene  una  especie 
de  ojo  i  de  microscopio  que  se  llama  coiicieyícia,  i  que  él 
dirije. 

— ¿A  qué  objeto?  preguntaremos  a  M.  Jouffroy. 

— A  su  propio  ser. 

— ¿Con  que  el  yo  por  medio  de  la  conciencia  conoce 
el  vo? 

— Seguramente. 

— Pero  donde  no  hai  mas  que  el  yo  observador,  i  el 
yo  observado,  no  hai  mas  que  el  yo,  ¿Qué  será,  pues,  la 
conciencia?  Seguramente  no  puede  ser  otra  cosa  que  el 
mismo  yo. 

— Sin  duda. 

— Con  que  lo  que  viene  a  decirnos  M.  Jouffroy  es  que 
el  yo,  por  medio  del  yo,  conoce  al  yo;***  o  variando  los 
términos,  que  la  conciencia,  por  medio  de  la  conciencia, 
conoce  a  la  conciencia.****  El   método  psicolójico   nos 

•  ¿Por  qué  nó?  ¿Cómo  habrían  descrito  los  poetas  i  los  moralistas 
los  efectos  do  la  ira,  i  de  las  otras  pasiones  en  el  alma,  si  no  los  hu- 
biesen observado  en  sí  mismos?  (Nota  de  Helio.) 

**  ¿Por  qué  nó?  ¿No  sobreviven  a  las  afecciones  orijinales  del  alma 
suá  recuerdos,  i  no  puede  el  alma  observarlas  en  ellos?  (Nota  de 
Bello.) 

***  T  nada  puede  ser  mas  cierto  qtie  esta  proposición  de  Jouffroy; 
qie.  por  otra  parte,  no  ea  una  verdad  nueva,  sino  antiquísiraa  en  la 
tUoMofia.  (Nota  dr  Uello.^ 

Solisma.  La  conciencia  os  <;1  alma  ol»r;iiido  de  cierto  modo  par- 


•♦**   s2..i:, 


l^'l^  OPI'SCIJLOS  MTERAniOS  I  CRÍTICOS 

fiuTAi  a  rcmivlar  la   historia  do  aquel  hombre  que  se 
ponia  a  la  ventana  para  verse  pasar  por  la  calle.* 

f'ii  niño  (le  diez  años,  añade  M.  Leroux,  echaría  por 
Horra  el  sistema  de  M.  Jouffroy  haciendo  esta  simple 
oliHorvíicion:  es  imposible  pensar  sin  pensar  en  algo,  i  si 
se  piensa  en  alj^un  objeto,  se  piensa  en  este  objeto,  i  no 
80  puedo  observar  el  pensamiento.** 

liopctíinos  que  no  es  posible  analizar  una  obra  como 
la  de  M.  I^croux.  Nos  basta  que  nuestro  rápido  bosquejo 
dé  a  conocer  la  importancia  de  esta  polémica.  En  cuanto 
a  las  i(h;as  propias,  emitidas  por  este  escritor,  sobre  la 
conv(jrj(Mic¡í>  (Iíí  los  trabajos  de  la  filosofía  desde  Des- 
(•arl(»s,  sobre  la  identidad  de  la  rolijion  i  de  la  filosofía, 
H')I)re  la  doctrina  del  progreso  combinada  con  la  de  lo 
id(íal,  i  sobre  la  confirmación  que  de  todos  los  trabajos 
modernos  han  recibido  la  teolojía  cristiana  i  el  dogma 
do  la  Trinidad,  estos  asuntos  nos  han  parecido  demasia- 
do graves  para  tratarlos  a  la  lijera.  Nos  contentaremos 
con  i*ccomendarlas  a  los  espíritus  meditativos,  aficiona- 
dos a  las  contemplaciones  relijiosas  i  filosóficas;  i  desde 


ticular.  Poro  por  oso  mismo  no  podemos  considerar  el  alma  i  la  con- 
cioiK'ia  romo  términos  sinónimos.  {Sota  de  Bollo.) 

•  Xo  ha  i  la  menor  analojí.i  entro  las  percepciones  de  la  concien- 
cia i  las  do  lo^  sentidos.  Siempre  nos  ha  parecido  impropia,  i  poco 
rilo^íólioa.  la  denominación  de  aontido  intimo  que  solia  darse  a  la 
facultad  con  que  el  alma  so  percibe  a  si  misma.  (Nota  de  Bello.) 

••  Años  há  quo  el  doctor  Brown  habia  hecho  este  arirumonto  para 
ne«jrar  l:i  existencia  de  la  conciencia,  como  facultad  distinta  de  las 
otras  do'  alma.  Poro  el  raciocinio  rueda  sobro  un  supuesto  falso: 
tquo  el  alma  no  puedo  pensar  en  dos  cosas  a  un  tiempo.»  Si  el  alma 
no  pu(lie<;o  pensar  on  u:ioo  mas  objetos  simultáneamente,  ¿cómo  por- 
ribiria  semejanzas  i  diferencias?  ¿Cómo  percibiría  relación  alsruna? 
¿(\Smo  jn/iraria?  ;Cómo  raciocinaría?  ¿(Juó  ideas  complejas  lo  seria 
posible  formar?  f.Yoía  de  Bello,) 


INTHODUCCION  XXV 


ahora  les  anunciamos  que  hallarán  en  el  libro  de  M. 
Leroux,  no  solo  doctrinas  jeuerosas  i  consoladoras,  sino 
un  vigor  de  estilo,  una  fuerza  de  discusión,  una  vida  i 
un  movimiento,  que  la  filosofia  parecía  haber  olvidado 
desde  la  edad  de  Rousseau. 

Adolfo  Guéroult, 

Las  notas  cortas,  pero  sustanciosas,  que  acompañaban 
el  articulo  copiado,  despertaban  la  curiosidad  sobre  la 
cuestión  propuesta,  i  hacian  meditar,  hablar  i  discutir 
acerca  de  ella. 

Don  Andrés  Bello  ha  refutado  victoriosamente  en  su 
Filosofía  del  Entendimiento  las  objeciones  de  Tomas 
Brown  contra  la  existencia  de  la  percepción  intuitiva. 

Sería  ocioso  repetir  sus  argumentos. 

Juan  Stuart  Mili  ha  sostenido  la  misma  doctrina  de 
T<jmas  Brown,  pero,  en  mi  humilde  concepto,  carece  de 
razón  en  este  panto. 

El  hecho  es  que  hai  fuerzas  que  experimentan  diver- 
sas modificaciones  sin  tener  conocimiento  de  ellas,  mien- 
tras que  ol  alma  posee  la  facultad  de  percibir  los  fenó- 
menos de  (jue  es  teatro. 

La  cuestión  esta  reducida  a  observar  lo  que  sucede,  i 
a  consií^'nar  fielmente  lo  que  se  observa. 

La  conciencia  (ilosóíica  no  es  una  vana  tautolojía. 


IV 


La  intelijencia  vigorosa  de  don  Andrés  Bello  se  aplico 
al  estudio  de  todo  lo  existente  desde  lo  infinitamente 
pequeño  hasta  lo  infinitamente  grande. 


XXVI  OPÚSCULOS  MTKíl ARIOS  I  CRÍTICOS 


Cuando  joven,  se  puso  a  examinar  las  costumbres  de 
las  hormigas,  i  consignó  sus  observaciones  en  una  pro- 
lija memoria,  que  destruyó  después  de  haber  leído  otra 
relativa  al  mismo  asunto,  redactada  por  el  naturalista 
suizo  Huber,  la  cual  quitaba  toda  novedad  a  la  suya. 

El  hombre  que  se  tendia  en  la  tierra  para  escudriñar 
un  hormiguero,  sabía  levantar  la  vista  al  cielo,  o  jirarla 
en  torno  suyo,  para  penetrar  los  innumerables  arcanos 
del  universo. 

Recordaré  que  ha  escrilo  sobre  la  realidad  del  mundo 
externo,  i  sobre  la  existencia  de  Dios. 

Una  feliz  casualidad  me  ha  hecho  descubrir,  i  una  lar- 
ga paciencia  ha  permitido  poner  en  limpio,  tres  artículos 
inétiitos  de  don  Andrés  Bello  referentes  a  la  Filosofía 
Fundamental  compuesta  por  don  Jaime  Bálmes,  los  cuat- 
íes vienen  a  completar  los  tres  publicados  en  el  tomo  VII. 

líelos  aquí- 


FILOSOFÍA  FUNDAMENTAL    POll  DON  JAIME  BALMES 


Si  en  algún  punto  el  sabio  i  profundo  autor  de  la  Fi- 
losofía Fundamental  ha  quedado  inferior  a  sí  mismo,  es, 
a  nuestro  juicio,  en  el  de  la  relación  del  mundo  interno 
de  las  sensaciones  con  un  mundo  externo.  Culpa  será 
de  nuestra  escasa  intelijencia;  pero,  hablando  franca- 
mente, nos  parecen  destituidos  de  toda  fuerza  los  argu- 
mentos de  Bálmes  contra  el  sistema  idealista  que  no  ad- 
mite, o  por  lo  menos  pone  en  duda,  la  existencia  sustancial 
(le  la  materia.    El   modo   en   que   propone  la  cuestión, 


iN'rnofirr.ciON  xxvii 


pudiera  hacor  creer  que  no   la  lia  considerado  bajo  su 
verdadero  punto  de  vista. 

«¿De  la  existencia  de  este  mundo  interno,  que  re- 
sulta del  conjunto  de  las  escenas  ofrecidas  por  las  sen- 
saciones, podemos  inferir  la  existencia  de  un  mundo 
externo?» 

«Para  la  inmensa  mayoría  de  los  hombres,  la  exis- 
tencia de  uñ  mundo  real,  distinto  de  nosotros,  i  en  co- 
municación continua  con  nosotros,  está  al  abrigo  de 
toda  duda.x) 

Bálmes  tiene  razón  hasta  cierto  punto;  pero  es  preci- 
so aclarar  qué  es  lo  que  se  entiende  jeneralmcnte  por 
realidnd  del  mundo  externo  o  de  la  naturaleza  corpórea. 

Lo  que  se  llama  reaí  en  esto  asunto,  es  la  regulari- 
dad i  la  consecuencia  de  los  fenómenos.  Creemos  que 
un  árbol  existe  realmente:  1."  porque  vemos  que  todos 
los  hombres  lo  perciben  como  nosotros;  2.'  porque  lo 
sometemos  al  examen  de  varios  sentidos  a  un  tiempo, 
principalmente  al  del  tacto,  i  el  testimonio  de  cada  uno 
de  ellos  apoya  i  confirma  el  de  los  piros;  3.**  porque,  re- 
petido esle  examen,  nos  da  constantemente  un  mismo 
resultado;  i  si  no  nos  lo  da,  si,  por  ejemplo,  notamos  que 
le  faltan  a  este  árbol  algunas  ramas,  o  que  ha  desapare- 
cido del  lugar  que  ocupaba,  podemos  explica.rnos  estas 
diferencias  por  medio  de  ciertos  accidentes  que  conoce- 
mos, o  conjeturamos,  por  cuanto  guardan  una  perfecta 
consonancia  con  las  leyes  de  la  naturaleza,  leyes  inde- 
pendientes de  nosotros,  i  a  cuyo  dominio  están  sujetas 
nuestras  sensaciones  i  las  de  todos  los  hombres.  En  una 
palabra,  suponemos  que  nuestras  sensaciones  son  pro- 
ducidas por  causas  que  no  están  en  nosotros,  que  exis- 
ten fuera  de  nosotros.  Ahora  bion,  la  realidad  del  mundo 


XXVIII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRITICOÍ^ 


corpóreo  así  entendida  solo  puede  ser  rechazada  por  el 
extravagante  escepticismo  que  duda  de  todo:  lo  que  nie- 
gan lüs  idealistas  a  la  materia,  es  cosa  diversa.  El  ver- 
dadero punto  de  la  cuestión  no  está  en  la  existencia  de 
causas  externas,  extrínsecas  al  yo,  independientes  del  yo, 
sino  en  el  de  la  naturaleza  de  esas  causas.  Los  idealistas 
reconocen  que  hai  causas  externas:  el  mundo  corpóreo 
es  para  ellos  el  conjunto  de  estas  causas;  lo  que  se  trata 
de  saber  es  qué  sean.  ¿Son  seres  concretos,  sustancias 
verdaderas,  como  lo  es  nuestro  espíritu,  aunque  desti- 
tuidas de  intelijencia  i  de  sensibilidad?  ¿O  son  leyes 
jenerales  que  determinan  el  encadenamiento  de  las  sen- 
saciones i  las  hacen  suceder  unas  a  otras  en  el  alma, 
según  reglas  constantes,  conocidas  en  gran  parte,  sujetas 
a  la  experiencia  i  al  cálculo;  leyes  que  el  supremo  autor 
de  la  naturaleza  ha  establecido  i  conserva;  leyes  que  no 
existen,  sino  en  su  voluntad  soberana,  i  que  obran  sobre 
los  espíritus  creados  inmediatamente,  i  no  por  el  inter- 
medio de  otras  sustancias  creadas  que  carecen  de  vida  i 
sentimiento? 

Dos  imájenes  groseras  pueden  servirnos  para  concebir 
la  cuestión . 

Supongamos  una  vasta  máquina,  compuesta  de  dife- 
rentes órdenes  de  teclas,  a  las  cuales  corresponden, 
según  ciertas  condiciones,  diferentes  órdenes  de  soni- 
dos; que  estas  teclas  se  mueven  por  sí  mismas,  i  com- 
binan i  armonizan  sus  movimientos  con  sujeción  a 
leyes  constantes,  procediendo  de  este  juego  de  las  te- 
clas las  respectivas  series  i  combinaciones  de  sonidos; 
i  que  ciertos  ajentes  extraños  a  la  máquina  pueden 
mover  algunas  de  las  teclas,  las  cuales  a  su  voz  mue- 
ven otras  en  conformidad  a  las  mismas  leyes  i  pro- 


INTRODUCCIÓN  XXIX 


ducen  dentro  de  ciertos  límites  alteraciones  en  el  juego 
natural  de  la  máquina,  de  las  que  resultan  series  i  com- 
binaciones parciales  de  sonidos.  Esta  máquina  es  una 
imájen  del  mundo  corpóreo,  según  lo  conciben  los  ma- 
terialistas (comprendiendo  bajo  este  título  a  todos  los 
que  reconocen  la  existencia  sustancial  de  los  cuerpos, 
sea  que  reduzcan  a  ellos  cuanto  existe,  o  que  admitan 
otras  clases  de  cosas);  las  teclas  son  los  cuerpos;  los  so- 
nidos son  las  sensaciones;  los  ajentes  extraños  son  las 
almas  a  cuyas  voliciones  es  dado  imprimir  movimientos 
parciales  al  mundo  material,  i  por  medio  de  ellos  hacer 
servir  la  materia  a  sus  necesidades  i  comunicar  entre  sí. 
Las  leyós  de  la  naturaleza  corpórea  están  encarnadas  en 
seres  reales,  sustanciales,  a  que  damos  el  nombre  de 
cuerpos  o  de  materia. 

Para  los  idealistas,  que  pudieran  llamarse  con  mas 
propiedad  espiritualistas,  no  existe  la  máquina  de  que 
hemos  hablado.  Esas  leyes  que  los  partidarios  de  la 
materia  sustancial  han  colocado  en  las  teclas,  las  colo- 
can ellos  directamente  en  los  sonidos.  El  universo  cor- 
póreo no  existe  para  ellos,  sino  en  las  leyes  primitiva- 
mente impuestas  por  el  criador  a  las  sensaciones,  leyes 
que  producen  directamente  los  encadenamientos  i  con- 
junto de  sensaciones  que  nos  atestigua  la  conciencia, 
leyes  cuya  actividad  puede  ser  hasta  cierto  punto  modi- 
ficada por  las  voliciones  de  los  espíritus  sin  intermedio 
alguno. 

La  razón  sin  la  revelación  nada  tiene  que  la  decida  a 
preferir  el  sistema  materialista  al  idealista  o  vice-versa. 
Ambos  son  igualmente  posibles;  i  ambos  explican  igual- 
mente bien  las  apariencias  fenomenales.  Pero  el  sistema 
idealista  es  ol  mas  sencillo  de  lo6  dos;  la  materia  suslan- 


XXX  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


cial  es  una  suposición  ociosa;  el  ser  supremo  no  necesi- 
taba de  su  instrunicntalidad  para  que  sintiésemos  lo  que 
sentimos,  para  que  se  desarrollase  la  vida  animal  con 
todas  las  modificaciones  i  vicisitudes  de  que  es  suscep- 
tible, para  que  existiese  la  sociedad  civil  con  sus  cien- 
cias i  artes,  i  para,  que  el  destino  del  hombre,  la  ver- 
dad, la  virtud,  fuesen  exactamente  lo  que  son.  Decimos 
la  razón  sin  la  revelación,  pues  el  dogma  católico  de  la 
transubstanciacion.  contradice  abiertamente  al  idealismo. 
Así  el  protestante  Berkeley,  que,  no  contento  con  la 
posibilidad  de  su  sistema,  se  aventuró  a  sostener  su 
existencia  actual,  lo  miraba  como  un  poderoso  argu- 
mento contra  las  doctrinas  de  la  iglesia  romana.' 

Premitidas  estas  consideraciouss,  continuemos  nues- 
tro examen. 

«Salta  a  los  ojos,  dice  Bálmes,  que  debe  de  ser 
errónea  una  ciencia  que  se  oponga  a  una  necesidad  i 
contradiga  un  hecho  palpable;  no  merece  el  nombre  de 
filosofía  la  que  se  pone  en  lucha  con  una  lei  que  somete 
a  su  indeclinable  imperio  la  humanidad  entera,  incluso 
el  filósofo  que  contra  esta  lei  se  atreve  a  protestar.  Todo 
lo  que  ella  puede  decir  contra  esa  lei  será  tan  especioso 
como  se  quiera;  pero  no  será  mas  que  una  vana  cavila- 
ción, cavilación  que,  si  la  flaqueza  del  entendimiento  no 
bastare  a  deshacer,  se  encargarla  de  resistirla  la  natu- 
raleza.» 

Todo  eso  está  mui  bien  dicho  contra  los  que  negaren 
o  dudaren  que  nuestras  sensaciones  deben  precisa- 
mente tener  causas  i  que  esas  causas  no  dependen  de 
nosotros,  que  no  podemoR  sustraernos  a  ellas,  sino 
dentro  de  una  esfera  limitadísima  i  valiéndonos  de  ellas 
mismas.    Pero  nada  vale  contra  el  sistema  idealisla   ra- 


INTROÜl'CCION  XXXI 


donal,  que  no  se  opone  a  ninguna  necesidad,  ni  contra- 
dice a  ningún  hecho  palpable.  ¿Qué  necesidad  sentimos  de 
suponer  que  las  sensaciones  son  producidas  por  seres  a 
parte,  i  no  por  leyes  jenerales  que  bajo  ciertas  condicio- 
nes las  eterminan?  Los  materialistas  suponen,  digá- 
moslo así,  dos  dramas,  de  los  cuales  el  que  pasa  en  los 
sentidos  es  una  traducción  de  otro  que  pasa  fuera  del 
alcance  de  éstos,  i  de  que  nada  sabríamos,  si  no  se  nos 
revelase  por  el  primero.  Pero,  si  basta  el  primero  para 
la  satisfacción  de  todas  nuestras  necesidades,  ¿en  qué 
acepción  es  necesario  el  segundo?  ¿Ilai  algún  instinto 
irresistible  que  nos  haga  figurarnos  bajo  cada  sensación 
nn  no-yo  que  existe  como  el  yo,  i  que  destituido  de  sen- 
sibilidad i  de  entendimiento,  apenas  puede  definirse  i 
concebirse?  La  naturaleza  no  nos  ha  dado  instintos  su- 
perfluos;  i  ninguno  lo  sería  mas  que  el  que  indicase  al 
hombre  una  verdad  metafísica  que  no  puede  servirle  de 
nada. 

El  idealismo,  repetimos,  no  contradice  a  ningún  he- 
cho palpable.  Palpamos  ciertamente  causas  externas, 
esto  es,  experimentamos  sensaciones  de  tactilidad  que 
tienen  causas  distintas  del  alma  que  siente;  sobre  esto, 
no  cabe  duda;  lo  que  la  admite  es  la  naturaleza  de  estas 
causas;  i  la  razón  humana  no  tiene  medio  de  explorarla. 
Decir  que  el  idealismo  se  opone  a  un  hecho  palpable,  es 
hablar  el  lenguaje  del  vulgo.  La  tactilidad  es  en  el  con- 
cepto vulgar  la  esencia  de  la  materia.  Decir  a  un  hom- 
bre que  la  materia  no  existe  realmente,  sería  como  de- 
cirle que  no  experimentamos  sensaciones  táctiles;  sería 
negarle  un  hecho  de  que  le  es  imposible  dudar.  Pero 
este  es  un  hecho  que  los  idealistas  no  niegan;  lo  que 
niegan  está  mas  allá.    Así  el  fondo  de  la  cuestión  entre 


XXXII  OPIL^CULOS  LITEIUniOS  I  CRÍTICOS 

materialistas  e  idealistas  es  una  quisquilla  metafísica, 
que,  no  solo  carece  de  todo  valor  en  la  vida,  sino  que 
tampoco  sirve  para  nada  en  la  ciencia.  Lo  que  importa 
en  este  asunto,  es  fijar  la  idea  de  lo  que  se  disputa.  He- 
cho esto,  se  percibirá  fácilmente  que  las  dos  escuelas 
contienden  sobre  una  cuestión  incomprensible,  cuya 
existencia  o  no  existencia  a  nada  conduce,  ni  teórica,  ni 
prácticamente. 

El  grande  argumento  de  Bálmes  es  la  diferencia  en- 
tre las  sensaciones  recordadas  por  la  memoria  i  las  sen- 
saciones actuales.  Sobre  las  unas,  tiene  imperio  la  vo- 
luntad; sobre  las  otras,  no  lo  tiene. 

aEstoi  experimentando,  dice,  que  se  me  representa 
un  cuadro,  o  en  lenguaje  común,  veo  un  cuadro  que 
tengo  delante.  Supongamos  que  este  sea  un  fenómeno 
puramente  interno,  i  observemos  las  condiciones  de  su 
existencia,  prescindiendo  de  toda  realidad  externa,  in- 
clusa la  de  mi  cuerpo,  i  de  los  órganos  por  los  cuales 
se  me  trasmite,  o  parece  trasmitirse  la  sensación.  Ahora 
experimento  la  sensación;  ahora  no:  ¿qué  ha  mediado? 
la  sensación  de  un  movimiento  que  ha  producido  otra 
sensación  de  ver,  i  que  ha  destruido  la  visión  primera;  o 
pasando  del  lenguaje  ideal  al  real,  he  interpuesto  la  ma- 
no entre  los  ojos  i  el  objeto.  ¿Cómo  es  que,  mientras  hai 
la  sensación  última,  no  puedo  reproducir  la  primera? 
Si  existen  objetos  exteriores,  si  mis  sensaciones  son 
producidas  por  ellos,  se  ve  claro  que  oslarán  sujetas  a 
las  condiciones  que  los  mismos  les  impongan;  pero,  si 
mis  sensaciones  no  son  mas  que  fenómenos  internos, 
entonces  no  hai  medio  de  explicarlo.» 

La  explicación  es  obvia.   Ha  mediado  una  volición:  la 
volición  ha  pr.  ducido  una  alteración  con  cierto  encade- 


INTROOrCClOM  XXXIII 


namiento  de  sensaciones.  ¿Xo  reconocen  los  idealistas 
que  las  voliciones  de  los  espíritus  modifican  a  las  leyes 
naturales,  alterando  las  condiciones  de  su  actividad^  i 
subordinándolas  dentro  de  ciertos  límites  (esti^echísímos 
sin  duda)  al  imperio  del  hombre? 

De  este  argumento,  elegantemente  amplificado,  con- 
cluye Balmes  «que  los  fenómoa()s  independioutes  de 
nuestra  voluntad,  i  que  están  sujetos  en  su  existencia  i 
en  sus  accidentes  a  leyes  que  nosotros  no  podemos  al- 
terar, son  efecto  de  seres  distintos  do  nosotros  mismos.» 
Si  seises  significa  sustancias  materiales,  negado:  las  pro- 
misas de  Bálmes  no  encierran  semejante  consecuencia, 
porque  todos  esos  fenómenos  en  su  existencia  i  sus  ac- 
cidentes pueden  ser  efecto  do  leyes  jcncralos  dictadas 
por  el  Ser  Supremo,  que,  dadas  ciertas  condiciones, 
produzcan  en  cada  punto  del  espacio  los  fenómenos  in- 
ternos de  que  las  almas  tienen  conciencia. 

cSi  el  sistema  de  los  idealistas  ha  de  subsistir,  dice 
el  autor  de  la  Filosofía  Fundamentnl,  es  preciso  supo- 
ner que  ese  enlace  i  dependencia  de  los  fenómenos  que 
nosotros  referimos  a  los  objetos  externos,  solo  exis^to  en 
nuestro  interior,  i  que  la  causalidad  que  atribuimos  a 
los  objetos  externos,  solo  pertenece  a  nuestros  propios 
actos. 

«Tirando  de  un  cordón  que  está  en  el  despacho,  hace 
largos  años  que  suena  una  campanilla,  o  eu  lenguaje 
idealista,  el  fenómeno  interno  formado  de  ose  conjunto 
de  sensaciones  en  que  entra  eso  que  llamamos  cordón  i 
tirar  de  ¿i,  produce  o  trae  consigo  oso  otro  que  apelli- 
damos sonido  de  la  campanilla.  Por  el  hábito,  o  una  loi 
oculta  cualquiera,  existirá  esa  relación  de  dos  fenómenos 

cuya  sucesión  nunca  interrumpida  nos  causa  la  ilusión 
opúsc.  5  * 


ixxnr  'iecs^xu^»  uts».^íus  c  camca» 


por  la  cual  traslaájamoe  al  orden  real  lo  que  es  para* 
mente  fantástico.  E^ta  es  la  explicación  ménoe  irradoDal 
de  qoe  pueden  echar  mano;  pero  coa  pocas  observa* 
eíones  se  puede  hacer  sentir  todo  lo  fiítil  de  semejante 
respuesta.:» 

Antes  de  discutir  las  obeerracíoaes  de  Bálmes,  haga* 
mos  alto  en  lo  que  precede.  Los  idealistas  no  llaman 
ilusorias  o  fantásticas^  sino  las  mismas  cosas  a  que  la 
jeneralidad  de  los  hombres  da  este  título.  E3  cordón  i  la 
campanilla  son  para  ellos  objetos  reales,  tomando  esta 
palabra  en  el  significado  que  antes  expusimos.  La  fi* 
gura  de  un  hombre  que  los  ojos  ven,  i  las  manos  no  pueden 
palpar,  sería  para  ellos,  como  para  los  demás,  un  espec* 
tro,  una  fantasma.  No  creen  ellos  que  las  sensaciones 
actuales  estén  encadenadas  por  hábitos  anteriores,  ni 
por  leyes  ocultas,  sino  por  leyes  jenerales  establecidas 
por  el  Criador,  de  las  cuales  conocemos  no  pocas.  Elste 
CB  a  lo  menos  el  idealismo  de  Berkeley,  filósofo  que  no 
Holo  rca>noció  la  certeza  de  las  leyes  naturales,  testifi* 
cadas  por  los  sentidos,  sino  que  él  mismo  contribuyó  a 
iluHlrar  algunas,  las  relativas  a  la  vista,  por  ejemplo. 
El  idealismo  que  confunde  la  vijilia  con  el  sueño  i  niega 
toda  fe  a  los  sentidos,  es  mas  bien  un  escepticismo  ab- 
surdo, que  no  vale  la  pena  de  refutarse.  Volvamos  a  la 
Filosofía  Fundamental, 

«Iloi  tiramos  del  cordón,  dice  Bal  mes,  i  cosa  extraña^ 
la  campanilla  no  suena...  ¿cuál  será  la  causa?  El  fenó- 
meno causante  existe;  porque  sin  duda  pasa  dentro  de 
nosotros  el  acto  que  llamamos  tirar  del  cordón;  i  sin  em- 
harfío  tiramos,  i  volvemos  a  tirar,  i  la  campanilla  no 
Huona.  ¿Qiiión  ha  alterado  la  sucesión  fenomenal?  ¿Por 
qni^  pfHV)  Autos  un  fenómeno  producía  el  otro,  i  ahora 


INTRODUCCIÓN 


nó?  Eq  mi  interior  no  ha  ocurrido  novedad:  el  primer 
fenómeno  lo  experimento  o)n  la  misma  claridad  i  viveza 
que  antes;  ¿cómo  es  que  no  se  pre:>enta  el  segundo? 
¿cómo  es  que  este  úUimo  lo  experimentaba  siempre  que 
quena  con  solo  excitar  el  primero,  i  ahora  no?  El  acto 
de  mi  voluntad  lo  ejerzo  con  la  misma  eGcacia  que  antes; 
¿quién  ha  hecho  que  mi  voluntad  sea  impotente?^ 

Este  es  un  raciocinio  que  cae  sin  fuerza  ante  el  idea- 
lismo de  Berkeley,  que  mira  el  encadenamiento  de  las 
sensaciones  como  independiente  de  la  voluntad  de  las 
almas.  Para  que  las  sensaciones  que  llamamos  tirar  el 
cordón  produzcan  las  que  llamamos  sonar  la  campanilla, 
son  necesarias  ciertas  conexiones;  i  llegando  a  faltar  una 
de  ellas,  el  primer  fenómeno  deja  de  acarrear  el  segundo. 

cEs  de  notar,  continúa  Bálmes,  que,  cuando  quiero 
explicarme  la  falta  de  la  sucesión  de  estas  sensaciones 
que  antes  iban  siempre  unidas,  puedo  recurrir  a  muchas 
que  son  mui  diferentes  como  fenómenos  internos,  que, 
como  tales,  no  tienen  ninguna  relación  ni  semejanza,  i 
que  solo  pueden  tener  algún  enlace  en  cuanto  correspon- 
den a  objetos  externos.  AI  buscar  por  qué  no  suena  la 
campanilla,  para  explicarme  la  razón  de  que  se  haya 
alterado  el  orden  regular  en  mis  apariencias,  puedo 
pensar  en  varias  causas,  que  por  ahora  consideraremos 
también  como  meras  apariencias,  o  fenómenos  internos. 
Puedo  recibir  las  sensaciones  siguientes:  el  cordón  roto, 
el  cordón  enzarzado,  la  campanilla  rota,  la  campanilla 
quitada,  la  campanilla  sin  badajuelo.  A  todas  estas 
sensaciones  puedo  yo  referir  la  falta  del  sonido;  i  el 
referirlo  a  ellas  será  lo  mas  irracional  del  mundo  si  las 
considero  Ci)mo  simples  hechos  internos,  pues,  como  sen- 
saciones, en  nada  se  parecen;  i  solo   discurro  i^cional- 


ZXZVI  OPÚSCULOS  LITBRARfOS  1  CRÍTICOS 

mente  si  a  cada  una  de  estas  sensaciones  le  hago  corres- 
ponder un  objeto  externo,  bastante  por  sí  solo  a 
interrumpir  la  conexión  del  acto  de  tirar  del  cordón, 
con  la  vibración  del  aire  productora  del  sonido.» 

Nada  mas  débil  que  semejantes  argumentos.  En  lo 
mismo  que  se  parecen  los  hechos  externos,  se  parecen  las 
sensaciones  correspondientes.  Todas  ellas  suponen  inte- 
rrumpida una  conexión  necesaria  entre  lo  que  llamo  íirar 
el  cordón  i  lo  que  llamo  el  aire  vibrante  en  los  oídos. 

Los  raciocinios  de  Bal  mes  prueban  bien  que  nuestras 
sensaciones  tienen  causas  distintas  del  yo,  independientes 
en  gran  manera  del  yo.  No  prueban,  como  él  pretende, 
que  existe  fuera  de  nosotros  un  conjunto  de  sustancias 
materiales  sometidas  a  leyes  necesarias,  i  que  sean  esas 
sustancias  lo  que  produce  sensaciones,  sino  que  hai 
leyes  necesarias,  o  mas  bien  constantes,  a  las  cuales, 
mediata  o  inmediatamente,  nuestras  sensaciones  están 
sometidas. 

Nosotros  miramos  el  sistema  idealista  como  una  hi- 
pótesis falsa,  porque  se  opone  al  dogma  católico,  pero 
cuya  falsedad  no  puede  la  razón  demostrar  por  sí  sola. 


u 


La  extensión  i  el  espacio  es  la  materia  en  que  mas 
discordes  están  las  opiniones  de  los  filósofos.  En  la  Fi- 
losofía Fundamental j  no  hallamos  nada  que  conduzca  a 
conciliarios. 

Bálmes  hace  consistir  la  extensión  en  la  multiplicidad 
i  la  continuidad,  i  la  juzga  absolutamente  inseparable 
de  la  idea  de  cuerpo:  proposiciones  admitidas,  según 
creemos,  por  todas  las  escuelas  de  fílosofía.  Observa  con 


IXTRODUCCION  XXXTR 


igual  fundamento  que  la  extensión  tiene  la  particulari- 
dad de  ser  percibida  por  diferentes  sentidos,  siendo  ella 
misma  en  sí  i  separada  de  toda  otra  calidad,  como  él 
color  o  la  tactilidad,  incapaz  de  percibirse  :>ensiti\'amen- 
te.  En  particular,  dice,  ninguna  calidad  es  necesaria  a 
la  perceptibilidad  de  la  extensión,  pero  disyuntivamente 
sí;  una  u  otra  de  estas  calidades  le  es  indispensable; 
si  alguna  de  ellas  no  la  acompaña,  es  imposible  perci- 
birla. 

La  extensión  considerada  en  nosotros  (continúa  Bál- 
mes)  no  es  una  sensación^  sino  una  idea.  Esto  merece 
aclararse. 

La  semejanza,  considerada  en  nosotros,  no  es  una 
sensación^  sino  una  relación  particular  entre  dos  o  mas 
afecciones  del  alma;  entre  dos  o  mas  sensaciones^  si  se 
trata  de  cuerpos.  Si  idea  quiere  decir  relación,  la  seme- 
janza corpórea,  considerada  en  nosotros,  no  es  una  sen- 
sación sino  una  idea;  no  pertenece  a  lo  meramente  sen- 
sitivo, sino  a  lo  intelijente.  Con  la  extensión,  sucede  lo 
mismo. 

La  extensión  es  una  relación  o  conjunto  de  relaciones 
de  una  especie  particular,  que  consiste  en  considerar 
dos  o  mas  cosas  materiales  como  extrapuestas  entre  sí, 
como  fuera  unas  de  otras,  de  manera  que  no  podemos 
sentirlas,  sino  separadamente;  i  reducido  el  órgano  a  un 
punto,  es  necesario  que  medie  entre  cada  dos  sensaciones 
una  sensación  del  escuerzo  que  se  requiere  para  pasar  el 
órgano  sobre  las  cosas  extrapuestas.  La  relación  de  ex- 
traposicion  es,  pues,  el  elemento  de  la  extensión,  como 
la  relación  de  sucesión  es  el  elemento  do  la  duración. 
Concebimos  la  primera  concibiendo  un  conjunto  do 
puntos  tanjibles  o  visibles  como  extrapuestos  uno  a  olro; 


XXXTIII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


concebimos  la  segunda  como  una  serie  de  afecciones 
espirituales  que  so  suceden  una  a  otra. 

La  relación  llamada  de  sucesión  es  simple;  es  imposi- 
ble descomponerla  en  elementos  diferentes  de  olla.  AI 
contrario,  analizando  la  relación  de  extraposicion  se 
echa  de  ver  que  no  es  simple,  sino  compuesta.  Supon- 
gamos, por  ejemplo,  dos  puntos  tanjibles  o  visibles  A,  B. 
La  extraposicion  entre  A  i  B  consiste  en  que  a  la  sen- 
sación táctil  o  visual  de  A  sucede  una  sensación  de 
esfuerzo,  i  a  la  sensación  de  esfuerzo  la  sensación  táctil 
o  visual  de  B,  Toda  extensión  es  un  conjunto  de  extra- 
posiciones  percibidas  de  esta  manera,  actual  o  potencial- 
mente. 

Concebida  la  extensión  de  este  modo,  no  suscribimos 
a  que  sea,  como  pretende  Bálmes,  un  hecho  primario 
de  nuestro  espíritu.  Todas  las  otras  relaciones  tendrian 
igual  derecho  para  ser  consideradas  como  hechos  pri- 
marios. No  la  produce  ninguna  sensación,  ninguna  afec- 
ción del  alma  por  sí  sola;  sino  que  nace  de  un  conjunto 
de  sensaciones  o  de  otras  afecciones  que  el  alma  compa- 
ra i  juzga. 

Pasemos  ahora  al  capítulo  VII  del  libro  III,  que  es 
uno  do  los  consagrados  al  espacio. 

«El  espacio  (dice  Bálmes):  hé  aquí  uno  de  los  profun- 
dos misterios  que  en  el  orden  natural  se  ofrecen  al  flaco 
entendimiento  del  hombre.  Cuanto  mas  se  ahonda  en 
él,  mas  oscuro  se  le  encuentra.  El  espíritu  se  halla  como 
sumerjido  en  las  mismas  tinieblas  que  nos  figuramos 
allá  en  los  inmensos  abismos  de  los  espacios  imajinarios. 
Ignora  si  lo  que  se  le  presenta  son  ilusiones  o  realida- 
des. Por  un  momento,  le  parece  haber  alcanzado  la 
verdad,  i  luego  descubre  que  ha  estrechado  en  sus  bra- 


ismoDLccjo^r  xznz 


IOS  una  vana  sombra.  Forma  discursos  que  en  otras 
materias  teadria  por  ooncluyentes.  i  que  no  lo  son  en  ésta, 
porque  se  hallan  en  oposídon  con  otros  qne  par&cen 
oonduyentes  también.  Diríase  qne  se  encuentra  C3n  el 
límite  que  a  sus  investigaciones  le  ha  puesto  el  Criador; 
i  que,  al  empeñarse  en  traspasarle,  se  des\'aneoe,  siente 
que  sus  fuerzas  flaquean,  que  su  vida  se  extingue, 
como  la  de  todo  viviente  al  salir  del  elemento  que  le  es 
propio... 

cEl  profundizar  este  abismo  insondable  no  es  perder 
él  tiempo  en  una  discusión  inútil.  Aun  cuando  no  se 
llegue  a  encontrar  lo  que  se  busca,  se  obtiene  un  resul- 
tado mui  provechoso,  pues  se  tocan  los  límites  señalados 
a  nuestro  espíritu... 

c¿Qué  es,  pues,  el  espacio?  ¿Es  algo  en  la  realidad? 
¿Es  solo  una  idea?  Si  es  una  idea,  ¿le  corresponde  un 
objeto  en  el  mundo  ertemo?  ¿Es  una  pura  ilusión?  La 
palabra  espacio,  ¿está  vacía  de  sentido? 

cSi  no  sabemos  lo  que  es  el  espacio,  fijemos  al  menos 
el  sentido  de  la  palabra,  que  con  esto  fijarem  js  también 
en  algún  modo  el  estado  de  la  cuestión.  Por  espacio, 
entendemos  la  extensión  en  que  imajinamos  colocados 
los  cuerpos,  esa  capacidad  de  contenerlos,  a  la  que  no 
atribuimos  ninguna  calidad  de  ellos,  excepto  la  exten- 
sión misma. 

«¿Será  el  espacio  un  puro  nada?... 

«Yo  creo  que  esta  opinión  enderra  contradicdones 
que  difidlmente  se  pueden  condiiar.  Quien  dice  exten- 
sion^nada,  se  contradice  en  los  términos;  i  sin  embargo 
a  esto  se  reduce  la  opinión  de  que  estamos  hablando.» 

Xo  vemos  que  el  espacio  considerado  como  un  puro 
nada,  olaextension-nada,  envueh-a  con tradicdon  alguna- 


XL  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


El  grande  argumento  de  Bálmes  para  pensar  así  es  aquel 
axioma  escolástico:  nihili  nullae  sunt  propietates;  axio- 
ma que  debe  ceñirse  a  las  propiedades  positivas,  que  en 
lo  material  se  reducen  todas  a  verdaderas  acciones  de 
los  objetos  entre  sí  o  en  el  alma. 

Ahora  bien,  ¿qué  es  la  extensión  del  espacio?  ¿Es 
acaso  la  extraposicion  de  puntos  reales,  tanjibles  o  visi- 
bles? Nó.  Es  la  extraposicion  de  puntos  imajinarios;  ex- 
traposicion tan  imajinaria,  como  los  puntos  entre  los 
cuales  la  concebimos.  Puntos  imajinarios,  porque  no 
ejercen,  ni  podemos  concebir  en  ellos,  ninguna  acción 
entre  sí,  ni  sobi^  el  alma;  i  entre  los  cuales  concebimos 
realmente  relaciones,  como  las  concebimos  entre  canti- 
da  'es  i  figuras,  que  no  existen,  sin  que  demos  por  eso 
realidad  alguna  objetiva  ni  a  ellos,  ni  a  las  relaciones 
que  concebimos  entre  ellos. 

La  capacidad  de  recibir  cuerpos  que  atribuimos  al 
espacio,  es  lo  que  a  Bálmes  ha  parecido  mas  incompati- 
ble con  el  espacio-nada.  Pero  esta  capacidad  ¿qué  es?  La 
no  resistencia  del  espacio  puro  a  los  cuerpos,  calidad 
tan  negativa,  como  la  absoluta  inercia,  como  la  intanji- 
bilidad,  como  la  jn visibilidad.  Aquí  encontramos  otra 
prueba  de  las  ilusiones  que  produce  el  lenguaje.  De  que 
la  palabra  capacidad  no  envuelve  ningún  elemento  ne- 
gativo, no  debe  deducirse  que  la  calidad  representada 
por  ella  sea  precisamente  positiva.  La  capacidad  de  vo- 
lar es  algo  positivo,  porque  es  el  poder  de  ejecutar  una 
acción  verdadera.  La  capacidad  de  sentir  es  positiva, 
porque  es  la  posibilidad  de  experimentar  afecciones  rea- 
les. Pero  la  capacidad  de  recibir  cuerpos,  que  es  la  im- 
potencia de  resistirles,  no  tiene  nada  de  positivo.  Si  el 
espacio  no  fuese  capaz  de  recibir  cuerpos,  les  resistiría; 


IXTROOUCCION  XU 


ejeroeria  necesariamente  una  especie  de  acción  sobre 
ellos;  contendría  la  fuerza  que  empleasen  los  cuerpt^^s 
para  penetrarle;  lo  cual  pugna  e\identeinente  con  la  idea 
de  espacio  puro,  precisamente  porque  el  espacio  puro 
es  nada,  o  nihili  nullse  sunt  pi'vpietates. 

Se  opondrá  probablemente  que  el  espacio,  recibidos 
los  cuerpos,  subsiste;  i  la  nada,  recibidos  los  cuerpos, 
desaparece.   Luego  no  es  lo  mismo   una  cosa  que  otra. 

Este  argumento  carece  de  fuerza.  El  espacio  puro  es 
la  capacidad  potencial;  i  el  espacio  lleno,  la  capacidad 
actual.  El  espacio  puro  es  la  nada;  el  espacio  lleno  es  la 
misma  nada.  Si  de  la  idea  del  espacio  lleno  deducimos 
los  cuerpos  que  lo  ocupan,  el  residuo  es  la  nada. 

Si  esta  explicación  no  pai*ecicse  enteramente  satisfac- 
toria, compárense  las  dificultades  que  ella  ofrece  con  las 
de  otra  cualquiei'a,  con  las  de  la  idea  de  Bal  mes,  sobre 
todo,  de  la  que  él  mismo  saca  consecuencias  quo,  a  mi 
juicio,  son  otros  tantos  argumentos  atí  absurditm  contra 
su  propia  doctrina,  como  veremos  mas  adelante.  Sigá- 
mosle ahora  en  las '  aplicaciones  que  hace  del  axioma 
nihili  nullsB  sunt  propietates  al  concepto  del  espacio- 
nada. 

cSi  en  un  aposento  se  reduce  a  la  nada  todo  lo  que 
en  él  se  contiene,  parece  que  las  paredes  no  pueden 
quedar  distantes.  La  idea  de  distancia  incluye  la  de  un 
medio  entre  los  objetos;  la  nada  no  puede  ser  un  me- 
dio; es  nada.j» 

Pero  ¿quién  no  ve  que  la  idea  de  un  medio  negativo 
no  repugna  a  la  nada?  Es  verdaderamente  asombroso  el 
prestijio  que  tiene  para  un  entendimiento  tan  perspicaz 
la  inmensa  vitalidad  del  lenguaje.  Mediar  la  nada  entre 
las  paredes,  o  como   decimos   en  castellano,    no  mediar 


XLII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

nada,  le  parece  atribuir  un  ser  a  la  nada^  como  si  esto 
significara  otra  cosa  que  no  mediar  cosa  alguna,  de  la 
misma  manera  que,  cuando  decimos  que  un  hombre 
descontentadizo  de  nada  gusta,  no  queremos  decir  que 
le  gusta  la  nada,  sino  que  no  le  gusta  cosa  alguna. — Si 
el  intervalo  es  nada  (añade),  no  hai  distancia, — porque 
apoyarle  en  la  nada,  hacerle  propiedad  de  la  nada,  es,  a 
su  juicio,  afirmar  la  posibilidad  del  ser  i  no  ser  a  un 
mismo  tiempo.  Pero  ¿a  qué  buscar  un  apoyo  en  que 
repose  la  distancia,  que  es  una  mera  relación  entre  las 
paredes? 

Otra  dificultad  parecida  a  la  precedente  es  la  del  mo- 
vimiento en  el  espacio.  «Si  el  espacio  es  nada,  el  movi- 
miento es  nada  también;  i  por  lo  mismo  no  existe.  El 
movimiento  ni  puedo  existir  ni  concebirse,  sino  reco- 
rriendo  cierta  distancia:  en  esto  consiste  su  esencia.  Si 
la  distancia  es  nada,  no  recorre  nada;  luego  no  hai  mo- 
vimiento.» El  movimiento  puede  existir  i  concebirse 
desde  que  los  cuerpos  varían  de  distancia  entre  sí;  des- 
de que  varía  entre  ellos  esta  delación  particular  que 
llamamos  distancia.  La  relación  es  entre  ellos,  i  no  per- 
tenece a  la  nada.  La  distancia,  a  la  verdad,  es  extensión; 
pero  ya  hemos  dicho  que  la  extensión  en  el  espacio  es 
la  extensión  de  los  cuerpos  que  actualmente  contiene,  o 
que  podemos  imajinar  en  él. 

No  seguiremos  a  Bal  mes  en  la  discusión  de  la  doctri- 
na de  Descartes,  Leibniz,  Clarke  i  Fenelon  sobre  el 
espacio.  A  nosotros  nos  parece  que  la  definición  de 
Leibniz  es  la  mas  satisfactoria  de  todas:  el  espacio  es 
una  relación,  un  orden,  no  solo  entre  las  cosas  existen- 
tes, sino  también  entre  las  posibles,  como  si  ellas  exis- 
tiesen. 


INTRODUCCIOIf  XLIH 


Examinemos  la  explicación  de  Bálmes. 

«Analizando  la  jeneracion  de  la  idea  del  espacio,  dice, 
se  encuentra  que  no  es  ma^^  que  la  idea  do  la  extensión 
en  abstracto.  Si  tengo  ante  mis  ojos  una  naranja^  puedo 
llegar  por  medio  de  abstracciones  a  la  idea  de  una  exten- 
sión pura,  igual  a  la  de  la  naranja.  Para  esto,  comenzaré 
por  prescindir  de  su  color,  sabor,  olor,  blandura  o  du- 
reza, i  de  cuanto  pueda  afectar  mis  sentidos.  Entonces 
no  me  queda  mas  que  un  ser  extenso,  el  cual,  si  le 
despojo  de  la  movilidad,  se  reduce  a  una  porción  de 
espacio  igual  al  volumen  de  la  naranja. 

«Claro  es  que  estas  abstracciones  puedo  hacerlas  so- 
bre el  universo  entero;  lo  que  me  dará  la  idea  de  todo 
el  espacio  en  que  está  el  universo. 

«Abstrayendo,  prescindimos  de  lo  particular,  i  nos 
elevamos  a  lo  común.  Si  en  el  oro  hago  abstracción  de 
las  propiedades  que  le  constituyen  oro,  i  atiendo  única- 
mente a  las  que  posee  como  metal,  me  (juedo  con  una 
idea  mucho  mas  lata,  lá  de  metal,  que  conviene  no  solo 
al  oro,  sino  también  a  todos  los  demás  metales.  «Con  la 
abstracción,  he  borrado  el  limite  que  separaba  el  oro  de 
los  demás  metales;  i  me  he  formado  una  idea  que  se 
extiende  a  todos,  que  no  especifica  ni  excluye  ninguno. 
Si  de  la  idea  de  metal  abstraigo  lo  que  le  constituye 
metal,  i  me  atengo  únicamente  a  lo  que  le  constituye 
mineral,  he  borrado  otro  límite;  i  la  idea  es  mas  jeneral 
todavía.  I,  si  subiendo  por  la  misma  escala,  paso  suce- 
sivamente por  la  idea  de  inorgánico,  cuerpo,  sustancia, 
hasta  la  de  ser,  habré  llegado  a  un  punto  en  que  la  idea 
se  extiende  a  todo. 

«Con  esto,  se  echa  de  ver  que  la  abstracción  sube  a  la 
jeneralizacioU;  borrando  sucesivamente  los  límites  que 


XLIV  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


distinguen  i  como  que  separan  los  objetos.  Aplicando  esta 
doctrina  a  las  abstracciones  sobre  los  cuerpos,  encontra- 
remos la  razón  de  la  ilimitabilidad  de  la  idea  del  espacio,» 

Todo  esto  (dicho  sea  con  el  respeto  que  nos  merece 
el  agudo  i  profundo  injenio  del  filósofo  español)  nos 
parece  mas  especioso  que  sólido.  La  idea  de  jénero  no 
excluye  ninguno  de  los  caracteres  de  las  especies;  no 
incluye  a  ninguno  en  particular,  pero  los  incluye  todos 
disyuntivamente.  El  hombre  en  jeneral  no  es  el  hombre 
europeo,  ni  el  asiático,  ni  el  americano,  ni  el  negro,  ni 
el  blanco,  ni  el  de  color  cobrizo;  pero  es  sin  duda  un 
hombre  que  pertenece  a  este  o  a  aquel  lugar  de  la  tie- 
rra, i  que  tiene  cierto  color.  Estos  conceptos  disyunti- 
vos entran  necesariamente  en  la  idea  del  hombre  en 
jeneral.  Prescindir  del  color  o  del  país  no  es  excluir  el 
€olor  ni  el  país,  sino  dejar  de  considerarlos  i  determi- 
narlos por  el  momento,  sin  que  por  eso  dejemos  de 
verlos  vagamente,  por  decirlo  así,  en  lontananza. 

En  la  extensión  jeneralizada,  sucede  lo  mismo.  Pres- 
cindiirK)s  del  límite,  pero  no  excluimos  la  idea  del  lími- 
te. Si  lo  excluimos,  concebimos  necesariamente  extensión 
infinita;  es  sin  duda  lo  que  sucede  en  la  capacidad  po- 
tencial que  atribuimos  al  espacio. 

No  es  cierto  que,  cuando  pedimos  la  idea  de  la  exten- 
sión en  abstracto,  i  sin  embargo  terminada,  pedimos 
una  cosa  contradictoria. — Un  límite  dado  quitaría  sin 
duda  a  la  extensión  la  jeneralidad.  Pero  un  límite  vago, 
un  límite  que  no  es  este,  ni  aquel,  ni  esotro,  pero  que 
por  fuerza  ha  de  ser  alguno,  es  absolutamente  necesario 
a  la  extensión  jeneralizada,  si  no  se  supone  infinita. 

Bal  mes  resume  su  doctrina  en  las  proposiciones  si- 
guientes: 


INTRODUCCIÓN  XLV 


«1/  Que  el  espacio  no  es  mas  que  la  extensión  misma 
de  los  cuerpos; 

2/  Que  la  idea  del  espacio  es  la  idea  de  la  extensión; 

3/  Que  las  diferentes  partes  concebidas  en  el  espacio, 
son  las  ideas  de  extensiones  particulares,  en  las  que  ne 
hemos  prescindido  de  sus  límites; 

4/  Que  la  idea  del  espacio  infinito  es  la  idea  de  la  ex- 
tensión en  toda  su  jeneralidad,  i  por  tanto,  prescindien- 
do del  límite; 

5/  Que  la  imajinacion  de  un  espacio  indefinido  nace 
necesariamente  del  esfuerzo  de  la  imajinacion  en  que 
destruye  los  límites,  siguiendo  la  marcha  jencralizadora 
del  entendimiento; 

6.*  Que  donde  no  hai  cuerpo,  no  hai  espacio; 

7/  Que  lo  que  se  llama  distancia  no  es  otra  cosa  que 
la  interposición  de  un  cuerpo; 

8/  Que,  en  desapareciendo  todo  cuerpo  intermedio, 
no  hai  distancia;  hai,  pues,  inmediación,  hai  contacto, 
por  necesidad  absoluta; 

9.*  Que,  si  existiesen  dos  cuerpos  solos  en  el  univer- 
so, es  metafísicamente  imposible  que  disten  entro  sí; 

10.*  Que  el  vacío,  grande  o  pequeño,  coacervado  o 
diseminado,  es  absolutamente  imposible.» 

No  nos  detendremos  en  las  cinco  primeras  proposi- 
ciones, porque  ya  queda  dicho  lo  que  pensamos  acerca 
de  ellas. 

Sobre  la  sexta,  notaremos  que  de  ella,  si  el  espacio,  co- 
mo  opina  nuestro  autor,  es  la  extensión  del  universo,  se 
sigue  necesariamente  que,  donde  cesa  el  universo,  cesa 
el  espacio;  pero  el  espacio  a*=ií  considerado  no  es  el  espa- 
cio, como  lo  considera  la  jeneralidad  de  los  hombres. 
Suponiendo  finito  el  universo,  mas  allá  de  sus  límites 


XLVI  OPÚSCULOS  LITBIIARIOS  I  CKITIGOS 


es  posible  la  existencia  de  otros  cuerpos,  de  otros  univer- 
sos; esa  posibilidad  es  en  otros  términos  la  capacidad  de 
recibir  cuerpos,  la  no- resistencia  a  los  cuerpos;  cualidad 
que,  como  hemos  dicho,  constituye  el  espacio  puro,  que 
no  se  diferencia  de  la  nada.  Decir  que  mas  allá  de  los 
límites  del  universo  no  hai  espacio,  es  decir  que  falta 
allí  todo,  i  que  falta  al  mismo  tiempo  la  carencia  de 
todo,  que  es  la  nada;  lo  cual  es  evidentemente  contra- 
dictorio. 

La  séptima  proposición  nos  da  también  una  idea 
turbada  e  inadmisible  de  la  distancia.  La  distancia  de 
dos  cuerpos  es  una  relación  particular  entre  ellos,  que, 
según  el  modo  de  pensar  de  todos  los  hombres,  subsis- 
tiría, aunque  se  aniquilara  todo  el  universo,  menos  ellos. 

De  la  novena  proposición,  nos  atrevemos  a  decir  que 
nos  parece  absurda,  i  que,  como  consecuencia  del  siste- 
ma de  Bálmes,  es  un  argumento  poderoso  contra  su 
teoría. 

Lo  mismo  decimos  de  la  décima.  En  la  idea  del  vacío, 
no  hai  nada  que  repugne  al  entendimiento;  i  el  presbí- 
tero Bálmes  no  lo  ha  concebido  así,  sino  porque  ha  dado 
una  extensión  excesiva  al  precitado  axioma  escolástico. 

No  objetaremos  a  la  teoría  de  Bálmes  la  necesidad  del 
vacío  determinado  que,  según  la  teoría  corpuscular,  es 
necesario  para  el  movimiento  de  los  cuerpos  en  el  uni- 
verso, porque  esta  teoría  es  una  hipótesis,  i  los  fenóme- 
nos de  la  raridad  i  densidad,  de  la  dilatación  i  conden- 
sación, pudieran  absolutamente  explicarse  sin  ella. 

De  la  íntima  constitución  de  la  materia,  no  sabemos 
nada.  El  mismo  Bálmes  se  espanta  de  la  extrañeza  de 
las  consecuencias  a  que  conduce  su  principio,  i  sospe- 
cha que  se  oculta  algún  error  en  él.    Las  del  capítulo 


INTRODUCCIÓN  XLVII 


XIII  son  aun  mas  repugnantes^  permítasenos  decirlo, 
al  sentido  común.  Creemos  que  basta  presentarlas, 
para  que  se  aprecie  el  principio  de  que  incontestable- 
mente se  derivan: 

Si  existiese  un  cuerpo  solo,. no  podria  moverse,  por- 
que se  movería  en  la  nada. 


III 


Los  argumentos  que  hace  Bálmes  contra  la  concepción 
dél  espacio-nada,  ofrecen  una  prueba  notable  del  impe- 
rio que  pueden  tener  los  hábitos  escolásticos  sobre  las 
intelijencias  mas  elevadas. 

Si  se  reduce  a  la  nada  todo  lo  que  se  contiene  en  un 
aposento  cerrado,  parece,  dice,  que  las  paredes  no  pueden 
ya  quedar  distantes,  porque  la  distancia  es  un  intervalo, 
i  la  nada  no  puede  ser  un  intervalo,  porque  la  nada  no 
puede  tener  cualidades;  i  si  el  intervalo  es  nada,  no  hai 
distancia. 

Pero  el  axioma  nihili  nullse  sunt  propietates  no  ¿e 
opone  a  que  atribuyamos  predicados  negativos  a  la  nada. 
Nadie  seguramente  condenará  por  absurdas  estas  propo- 
siciones: la  nada  no  tiene  color,  la  nada  no  puede  tocar" 
se,  la  nada  no  puede  producir  efecto  alguno;  i  el  que  diga 
que  la  nada  no  puede  hacer  resistencia  a  los  cuerpos  ni 
al  movimiento,  lejos  de  decir  un  absurdo,  expresará  una 
verdad  incontestable,  evidente.  Ahora  bien,  la  capacidad 
que  atribuimos  al  espacio-nada  no  es  otra  cosa  que  la 
imposibilidad  de  hacer  resistencia.  La  idea  de  distancia 
entre  las  paredes  de  un  aposento  que  supongamos  ente- 
ramente vacío  de  materia,  no  es  mas  que  la  idea  del  mo- 
vimiento necesario  para  que  un  móvil  cualquiera,  intro- 


XLVIH  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


d acido  en  el  aposento,  so  trasporte  de  una  pared  a  la 
pared  opuesta.  Decir,  pues,  que  en  la  nada  no  puede 
haber  movimiento,  porque  ese  movimiento  en  la  nada  es 
nada,  supuesto  que  nihili  nullae  sunt  propietates,  ¿no  es 
un  miserable  juego  de  palabras? 

Pero  el  mejor  modo  de  hacer  ver  hasta  qué  punto  ese 
axioma  ha  descarriado  a  Bal  mes,  es  presentar  al  lector 
los  corolarios  que  él  mismo  deduce  de  la  idea  que  le  ha 
parecido  mas  aceptable  entre  cuantas  se  puedan  formar 
del  espacio. 

«Donde  no  hai  cuerpo  no  hai  espacio.» 

«Lo  que  se  llama  distancia,  no  es  otra  cosa  que  la  in- 
terposición de  los  cuerpos.» 

«En  desapareciendo  todo  cuerpo  intermedio,  no  hai 
mas  distancia;  hai  una  inmediación,  Iiai  contacto  por 
necesidad  absoluta.» 

«Suponiendo  que  existan  dos  cuerpos  solos  en  el  es- 
pacio, es  metafísicamente  imposible  que  disten  entre  sí.» 

«El  vacío,  grande  o  pequeño,  coacervado  o  disemina- 
do, es  absolutamente  imposible.» 

«Un  cuerpo  solo  no  puede  moverse,  porque  el  movi- 
miento encierra  por  necesidad  el  correr  distancia,  i  no 
hai  distancia  cuando  no  hai  mas  que  un  cuerpo.» 

«Un  cuerpo  con  ángulos  salientes,*  existiendo  solo,  es 
un  absurdo;  porque  su  figura  exije  que  el  punto  A,  vér- 
tice do  un  ángulo,  diste  del  punto  D,  vértice  do  otro 
ángulo,  la  distancia  AD.  Esta  distancia  no  puede  existir, 
porque  donde  no  hai  cuerpo  no  hai  distancia.» 

*  Entrantes^  dice  el  autor;  poro  creo  que  ha  querido  decir  saliert' 
tnSf  porque  no  alcanzo  cómo  pueda  entenderse  su  raciocinio,  si  se 
aplica  a  los  que  se  han  llamado  comunmente  án&fulos  entranteSf  que 
so  internan  on  la  superficie  terminada  por  líneas,  o  en  el  sólido  ter- 
minado por  superficies. 


INTltODUGCION  ZLIZ 


El  universo  se  halla,  según  Bálmes,  en  este  caso.  La 
superficie  que  le  termina  carece  do  prominencias  i  cavi- 
dades aun  infinitísimas;  i  eso  en  virtud  de  una  necesidad 
metafísica,  de  manera  que  la  Omnipotencia  misma  no 
hubiera  podido  darle  otra  forma.* 

El  sentido  común  de  Bálmes  no  ha  podido  menos  de 
protestar  contra  tan  extrañas  aserciones.  aSi  el  lector, 
dice  Bálmes,  me  pregunta  lo  que  pienso  sobro  ellas,  i 
sobre  el  principio  en  que  estriban,  confesaré  injenua- 
mente  que,  si  bien  el  principio  me  parece  verdadero  1 
las  consecuencias  lejítimas,  no  obstante,  la  extrañeza  do 
algunas  de  ellas  me  infunde  sospechas  de  que  en  el 
principio  se  oculta  algún  error,  o  que  el  raciocinio  con 
que  se  infieren  las  consecuencias,  adolece  do  algún 
vicio,  que  no  es  fácil  notar.  Así  mas  bien  presento  una 
serie  de  conjeturas  i  de  raciocinios  para  apoyarlas,  que 
no  una  opinión  bien  determinada.»  A  mí  me  parece  que 
toda  la  armazón  dialéctica  de  Bálmes  va  por  tierra  des- 
de que  se  reconozca  que  la  capacidad  del  espacio  puro 
significa  no-resistcncia;  cualidad  que  nadie  querrá  dis- 
putar a  la  nada. 


Cualquiera  que  sea  la  opinión  que  nos  formemos  del 
sistema  idealista  no  menospreciado  por  Bello  como  una 
hipótesis,  siempre  se  leerán  con  mucho  interés  las  pajinas 
en  que  lo  ha  defendido  con  su  dialéctica  acostumbrada. 

La  discusión  referente  al  espacio  ofrece  igual  o  mayor 
interés. 

Un  viaje,   aunque  rápido,  emprendido  en  esas  rojio- 


*  Filosofii  Fundamental,  tomo  II,  pajinas  2ü0  i  sií^iiientos. 

0PÚ8C.  7  * 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICO» 


nes  misteriosas  de  horizontes  inmensos,  a  que  no  alcan- 
zan los  sentidos,  atrae,  ilustra,  fascina. 

Muchas  de  las  impugnaciones  del  filósofo  americano 
no  dejan  lugar  a  réplica. 


El  25  de  noviembre  de  1834,  la  Biblioteca  Nacional  de 
Chile  abrió  sus  puertas  al  público. 

La  instalación  fué  una  fiesta  a  que  asistieron  el  pre- 
sidente de  la  república,  los  ministros  del  despacho  i 
varios  empleados  i  particulares. 

El  establecimiento  debia  abrirse  todos  los  dias  desde 
las  diez  de  la  mañana  hasta  la  una  de  la  tarde,  excepta 
los  domingos. 

Don   Andrés  Bello  tachó  de  poco  cómodo  el  arregla 
indicado,   pues  no  era  fácil  que  pudieran  concurrir  a* 
tales  horas  casi  todos  aquellos  en  quienes  debia  supo- 
nerse mas  inclinación  a  leer  o  consultar  alguna  obra, 
o  mas  necesidad  de  hacerlo. 

En  cambio,  defendió  la  disposición  que  prohibía  que 
los  concurrentes  penetrasen  en  los  salones  donde  los 
libros  estaban  colocados. 

«Algunas  personas  de  lasque  han  visitado  la  Bibliote- 
ca, dijo  en  El  Araucano  número  221  de  5  de  diciembre 
de  1834,  han  extrañado  que  no  se  les  permitiese  entrar  a 
su  interior.  Estamos  seguros  de  que  los  que  han  pro- 
nunciado esta  queja  no  se  han  detenido  a  considerar  los 
graves  daños  que  de  semejante  práctica  se  seguirian  al 
establecimiento,  pues  no  sería  posible  conservarlo,  si  se 
dejase  entrar  a  las  piezas  donde  están  depositados  los 
libros,  i  sobre  todo  si  cada  cual  tuviese  la  facultad  de  ir 


INTRODUCCJO.M  Ll 


a  los  estantes  a  sacar  los  que  excitasen  su  curiosidad. 
Una  bibliotex^a  tiene  poco  que  ver.  Estantes,  pergaminos 
i  pastas  no  son  objetos  cuya  inspección  pueda  causar  el 
menor  deleite  a  la  vista.  Se  va  a  las  bibliotecas  a  leer. 
Si  se  necesila  un  libro  en  particular,  es  infínitamente 
mas  cómodo  pedirlo  al  que  sabe  donde  ¿e  halla  i  puede 
proporcionarlo  en  un  momento;  i  si  se  quiere  elcjir  entre 
las  obras  de  la  biblioteca,  con  hojear  el  catálogo  se  hace 
la  elección  en  pocos  minutos. 

«Para  adoptar  otro  método,  sería  menester  que  hubie- 
se una  tropa  de  celadores  en  cada  salón.  Sería  la  mayor 
insensatez  presumir  que  todos  los  que  visitan  un  esta- 
blecimiento público  lendrán  suficiente  probidad  para 
abstenerse  de  menoscabarlo  o  dañarlo;  i  la  posibilidad 
de  que  no  la  tenga  uno  sol»,  hace  ncco-sario  obser\'arlo3 
a  todos.  Las  precauciones  adoptadas  en  Santiago  no  son 
todavía  tan  estrictas,  como  las  que  se  hallan  estableci- 
das en  la  biblioteca  del  museo  de  Londres  i  en  otras  de 
Europa. 

«La  nuestra  presenta  ya  un  mediano  caudal  de  libros 
en  casi  todos  los  ramos  de  instrucción,  aunque  es  gran- 
de el  número  de  obras  mancas.  Esto  da  a  conocer  el 
abandono  en  que  se  ha  tenido  este  precioso  depósito  en 
años  anteriores,  i  la  necesidad  de  las  reglas  que  se  han 
puesto  en  práctica  para  evitar  nuevos  desfalcos.  Predo- 
mina en  ella,  como  era  de  esperar,  la  parte  eclesiástica; 
pero  tiene  un  buen  surtido  de  jurisprudencia  civil,  filo- 
sofía, jeografía,  historia,  viajes,  variedad  de  ediciones 
de  los  clásicos  latinos  i  griegos  (particularmente  de  los 
primeros)  i  sus  mas  afamadas  versiones;  i  no  le  faltan 
algunos  de  aquellos  objetos  curiosos,  que  mas  por  su 
rareza,  que  por  su  mérito  intrínseco,  llaman  la  atención 


LII  OPÚSCULOS  LITKHARIOS  I  CRÍTICOS 


de  los  aficionados  a  la  bibliografía.  Eii  los  ramos  de  cien- 
cias naturales,  matemáticas  i  medicina,  es  algo  escasa; 
pero  el  celo  de  nuestro  gobierno  por  el  cultivo  de  las 
letras  nos  alienta  a  esperar  que  dentro  de  poco  habrá 
desaparecido  este  vacío.» 

Posteriormente  don  Andrés  Bello  apoyó  coa  eficacia 
la  siguiente  circular  dirijida  por  el  ministro  de  instruc- 
ción pública  don  Manuel  Monft  a  los  intendentes  de 
provincia  para  que  los  dueños  de  imprenta  remitiesen  a 
la  Biblioteca  Nacional  dos  ejemplares  de  todas  las  obras 
que  publicasen. 

La  circular  i  el  artículo  de  que  hablo  aparecen  en  EL 
Araucano  número  610,  feolia  29  de  abril  de  1842. 

(íSantiagOj  abril  27  de  18í2. 

((El  gobierno  está  informado  de  que  los  administrado- 
res de  imprentas,  contraviniendo  a  lo  prevenido  en  la 
lei  de  24  de  julio  de  i834,  no  remiten  a  la  Biblioteca  Na- 
cional el  número  de  ejemplares  de  cada  uno  de  los  im- 
presos que  publican,  i  que,  a  excepción  del  Mercurio  de 
Valparaíso  i  de  la  Gaceta  del  Comercio  de  la  misma  ciu- 
dad que  se  mandan  con  exactitud,  apenas  se  le  pasa,  de 
tarde  en  tarde,  uno  que  otro  de  los  papeles  que  se  dan 
a  luz.  Con  el  objeto  de  evitar  esta  escandalosa  defrauda* 
cion  que  se  hace  a  la  Biblioteca,  me  ordena  el  presidente 
de  la  república  prevenir  a  V.  S.  dé  las  órdenes  conve- 
nientes para  que  los  impresores  residentes  en  su  respec- 
tiva jurisdicción,  remitan  puntualmente  a  dicho  estable- 
cimiento, dos  ejemplares  de  cada  una  de  las  obras, 
periódicos  o  papeles  sueltos  que  publiquen,  conforme  a 
lo  prevenido  por  el  artículo  13  de  la  enunciada  lei,  obli- 
gándoles asimismo  a  reintegrar  aquellos  impresos  que 


INTRODUCCIÓN  Lili 


hubieren  omitido  mandar  en  el  tiempo  pasado,  i  aperci- 
biéndoles^ finalmente,  que,  en  caso  de  contravenir  a  las 
resoluciones  anteriores,  se  procederá  contra  ellos  en  los 
términos  que  prescriben  las  diíiposiciones  vijcntes  sobi'c 
la  materia. 

cDios  guarde  a  V.  S. 

Manüfx  Montt.» 

«Debemos  señalar  una  omisión  culpable  bajo  varios 
aspectos,  i  principalmente  por  la  reiterada  infracción  do 
una  disposición  conveniente  i  benéfica:  tal  es  la  que  se 
menciona  en  la  circular  ministerial,  inserta  en  el  pre- 
sente número  de  El  Araucano^  respecto  de  algunas  im- 
prentas, en  las  que  no  se  cumple  con  las  leyes  vijonten 
acerca  del  depósito  en  la  Biblioteca  Nacional  de  toda 
clase  de  obras  i  papeles  impresos;  no  es  nueva  semejante 
omisión;  i  el  celoso  director  de  la  Biblioteca  Pública, 
después  de  muchos  pasos  infructuosos  cerca  de  los  ad- 
ministrad res  inexactos  de  aquellas  imprentas,  la  ha])ia 
hecho  notar  al  gobierno  en  diversas  ocasiones.  Citaremos 
solo  una  comunicación  de  este  funcionario,  datada  a  10 
de  junio  de  1839,  en  la  que,  después  de  indicar  las  in- 
mensas dificultades  que  habia  tenido  que  vencer  para 
formar  una  colección  de  impresos  eren  favor  do  los  que 
deseen  estudiar  la  historia  i  comparar  los  progresos  de 
la  ilustración  de  nuestro  país»,  se  hace  cargo  del  ar- 
tículo 10  de  la  Ici  de  24  de  julio  de  1834,  que  proveía 
para  lo  sucesivo  en  estaparte,  por  medio  del  depósito  en 
la  Biblioteca;  apero  desgraciadamente  (añade)  es  deso- 
bedecida esta  benéfica  disposición;  nadie  consigna  el  nú- 
mero de  ejemplares  prevenidos  por  la  lei;  se  tiene  un 
hombre  asalariado  para  que  recorra  las  imprentas  i  ro- 
coja  los  impresos  que  se  dan  a  luz,  i  ni  aun  así  se  con- 


LIV  OPÚSCULOS  LITBRARIOS  I  CRÍTICOS 


sigue  la  recaudación  de  todos  los  que  se  publican.»  El 
gobierno  no  debía  desentenderse  de  semejantes  reclamos; 
i  en  consecuencia  dictó  un  decreto  para  hacer  efectiva 
la  disposición  de  la  Jei,  i  perseguir  a  los  infractores. 

•«A  este  decreto  supremo,  de  fecha  18  de  junio  de 
1839,  se  refiere  principalmente  la  circular  ministerial 
de  que  hemos  hecho  mérito,  i  es  ciertamente  sensible 
que  tengan  que  emplearse  semejantes  medios,  cuando 
debería  ser  mas  que  suficiente  el  tenor  solo  de  la  lei, 
para  que  se  cumpliese  con  una  disposición  que  no  puede 
llamarse  onerosa,  i  de  una  utilidad  tan  demostrada  para 
el  público,  i  aun  para  los  mismos  impresores.  Sabida  es 
la  dificultad  que  hai  actualmente  para  formar  una  colec- 
ción regular  de  los  escritos  periódicos  de  la  época  de  la 
independencia,  i  aun  de  muchos  contemporáneos,  quo 
no  se  encuentran  en  las  mismas  imprentas  en  que  fue* 
ron  publicados,  i  que  apenas  existirán  en  el  país  tres  o 
cuatro  de  estas  colecciones,  recojidas  a  costa  de  mucha 
dilijencia  i  de  gastos  desproporcionados  por  unas  pocas 
personas  celosas  de  la  conservación  de  los  pequeños  mo- 
numentos nacionales  que  poseemos  en  esta  línea.  En  la 
BibHoteca  Pública,  al  menos,  si  !a  leí  fuese  cumplida 
con  e]^{jtü^  se'ehcontraria  un  depósito  arreglado  de 
estos  escritos,  que  serian  asegurados  contra  la  incuria 
de  los  indiferentes  i  contra  las  injurias  del  tiempo,  i 
donde  podrían  ser  consultados  por  todas  las  personas 
estudiosas,  tanto  nacionales  como  extranjeras,  que  de- 
seen instruirse  en  la  historia,  la  estadística  jeneral  o 
particular  do  un  ramo,  las  costumbres  i  el  estado  de 
civilización  i  cultura  del  país  cu  diferentes  épocas,  com- 
pararlas entre  sí,  etc.,  etc. 

«Se  ve,  por  lo  tanto,  que,  para  este  depósito,  no  solo 


INTIiODUCCION  LV 


son  indispensables  los  periódicos  políticos  i  literarios, 
sino  también  todas  las  obras  i  papeles  sueltos,  do  cual- 
quiera jénero,  científicas,  judiciales,  estadísticas,  etc., 
aun  cuando  conciernan  a  intereses  particulares,  como 
los  informes  en  derecho  u  otras  que  se  presentan  en  Iqs 
cortes  de  justicia;  las  que  se  refieren  a  un  ramo,  como 
las  listas  de  precios  corrientes,  los  prospectos  i  transac- 
ciones de  sociedades  industriales;  i  en  jeneral  todo  lo 
que  se  imprima,  por  transitorio  o  indiferente  que  apa- 
rezca; que  rigorosamente  nada  puede  serlo,  para  el  que 
busca  precedentes,  o  estudia  a  fondo  una  época  cual- 
quiera. 

«Así  también  la  lei  lo  ha  previsto,  i  comprende  justa- 
mente en  la  obligación  del  depósito,  sin  excepción  algu- 
na, todo  jénero  de  escritos:  ella  debe  ser  obedecida,  i 
estamos  seguros  que  se  exijirá  riguroRamenle  su  obser- 
vancia. Es  de  esperarse  que  no  llegue  este  caso,  i  que 
los  actuales  administradores  de  imprentas  se  apresura- 
rán a  mandar  a  la  BibUuteca  Nacional  todas  sus  publi- 
caciones, sin  necesidad  de  reconvenciones  de  parte  del 
establecimiento,  asegurando  de  este  modo  sencillo  al 
país  un  depósito  completo  de  todas  sus  producciones,  i 
en  el  que,  rejistrándose  lo  pasado  i  lo  presente,  se  au- 
mente el  caudal  de  nuestros  conocimientos,  i  puedan 
leerse  al  mismo  tiempo,  por  las  personas  sagaces,  los 
destinos  a  que  somos  llamados  para  lo  venidero.» 

El  ministro  de  estado  i  el  redactor  del  periódico  oficial 
querian  que  la  Biblioceca  de  Santiago  tuviese,  entre  los 
tesoros  acumulados  del  saber  humano,  un  archivo  a^m- 
pleto  déla  literatura  chilena. 


LVI  OPÚSCULOS  LiTfiflARIOS  I  CRÍTICOS 


VI 


Desde  que  vino  a  Chile,  don  Andrés  Bello  fué  uno  de 
los  mas  ardientes  partidarios  de  que  se  formara  una 
estadística  exacla,  que  suministrase  datos  precisos  sobre 
el  estado  del  país. 

Solo  ella  podia  proporcionar  una  base  firme  para  em- 
prender reformas  convenientes,  i  un  crisol  seguro  para 
aquilatar  la^  teorías  escojitadas  en  la  soledad  del  gabinete. 

El  9  de  enero  de  1835,  comenzó  a  insertar  en  el  núme- 
ro 226  de  El  Araucano  un  artículo  referente  a  estadística 
traducido  del  Foreign  Review^  el  cual,  según  su  opinión, 
encerraba  consideraciones  fáciles  de  aplicar  a  Chile. 

A  la  conclusión  anadia: 

«En  un  país  dado,  el  incremento  de  la  población  debe 
anivelarse  al  de  los  medios  de  subsistencia,  según  los 
desenvuelva  la  condición  intelectual  e  industrial  de  la 
sociedad.  Si  éstos  crecen  menos  velozmente  que  aquélla, 
como  sucede  en  los  países  en  que  el  principio  moral  no 
tiene  toda  la  fuerza  conveniente,  la  consecuencia  es  la 
miseria  de  las  clases  inferiores,  con  el  cortejo  de  vicios, 
delitos,  enfermedades,  pestes,  de  todos  los  medios,  en  fin, 
que  emplea  la  naturaleza  para  restablecer  el  equilibrio, 
disminuyendo  al  mismo  paso  la  duración  media  de  la 
vida,  indicante  segurísimo  de  la  debilidad  del  principio 
moral.  Se  engañarían  los  que  creyesen  que  esta  condi- 
ción mórbida  se  cura  radicalmente  multiplicando  las 
subsistencias;  la  población  crecería  sin  duda  con  ellas, 
pero  si  la  educación,  si  el  cultivo  mornl  no  inspirado 
hábitos  de  prudencia;  si  el  pueblo  no  se  hiciese  mas 
próvido,  ordenado  i   frugal,   seguiríamos   viendo    como 


INTHO  DICCIÓN  LTII 


antes  el  espectáculo  de  la  indijencia  i  la  depravación,  al 
lado  de  una  próspera  industria.  Este  desarreglo  puede, 
por  consiguiente,  encontrarse  en  todas  las  condiciones 
de  la  sociedad,  ya  ascienda,  ya  decline,  ya  se  mantenga 
estacionaria  en  la  escala  de  la  producción  económica;  i 
así  como  la  súbita  obstrucción  de  alguna  de  las  fuentes 
productivas  agra\'a  de  tiempo  en  tiempo  el  mal,  los  nue- 
vos recursos  creados  por  la  inlelijencia  humana  pueden 
también  ali\iarlo  i  paliarlo,  aunque  nunca  serán  sufi- 
cientes para  efectuar  por  sí  solos  una  curación  verdadera. 

«Mejorar  la  suerte  del  pueblo  debe  ser  la  primera  aten- 
ción del  gobierno,  no  solo  porque  su  fin  principal  es  la 
felicidad  del  gran  número,  sino  porque  los  objetos  se- 
cundarios de  riqueza  i  de  fuerza  exterior  no  pueden  ob- 
tenerse sólidamente  sin  ella.  Donde  se  corta  la  duración 
media  de  la  vida,  que  es  lo  mismo  que  decir,  donde  el 
el  pueblo  es  indijente  i  miserable,  \a  hemos  visto  que, 
tomando  un  término  medio,  la  utilidad  de  cada  indivi- 
duo es  limitada,  i  una  porción  enorme  del  capital  do 
la  sociedad  se  consume  en  el  mantenimiento  do  jencra- 
ciones  que  desaparecen  rápidamente,  dejándola  un  escaso 
retorno. 

cfMas,  para  mejorar  la  suerte  del  pueblo,  el  primer  paso 
es  conocerle  a  fondo,  i  p  r  desgracia  carecemos  de  dat^s 
estadísticos.  Tiempo  hace  que  el  gol)ierno  ?e  afana  en 
obtenerlos;  i  ¿se  creerá  que,  después  de  reiteradas  ói*de- 
nes  c  instancias,  no  han  podido  lograrse  listas  mofisuales 
de  los  nacimientos,  matrimonios  i  muertes,  i  que  faltan 
estas  tan  necesarias  noticias  aun  respecto  de  las  parro- 
quias de  la  capital?  A  los  estados  del  coniontori  ^  do  San- 
tiago, publicados  en  este  periódico,  se  rodnco  t'  do  lo 
que  en   materia  de   documentos   estadísticos   se   recibe 


LVIII  OPÚSCULOS  LlTBliAHIOS  1  CKITICOS 


hasta  ahora  con  precisión  i  regularidad.  Volveremos 
dentro  de  poco  a  este  importante  asunto.*) 

Efectivamente  volvió  a  tratar  la  cuestión  en  el  núme- 
ro 244  de  El  Ar¿iucano  de  8  de  mayo  de  1835,  en  el  cual 
decia  entre  otras  cosas: 

«Influye  principalmente  en  la  alta  mortalidad  la  des- 
proporción entre  el  incremento  de  la  población  i  el  de 
los  medios  de  subsistencia  que  están  a  el  alcance  de  la 
jeneralidad  de  los  habitantes;  i  esta  desproporción,  sea 
cual  fuere  el  estado  de  prosperidad  de  un  país  i  la  fecun- 
didad de  sus  recursos,  no  puede  reducirse  a  su  justo 
nivel,  si  no  se  difunden  en  las  clases  inferiores  los  hábi- 
tos de  aseo,  comodidad  i  buena  conducta,  que  tienden 
jeneralmente  a  disminuir  el  número  de  los  nacimientos, 
i  multiplican  el  de  los  que  sobreviven  á  los  peligros  de 
que  está  rodeada  la  infancia.  Bajo  este  aspecto,  no  pode- 
mos dudar  que  se  verifica  en  Chile  una  progresión  lenta 
que  hace  subir  el  término  medio  de  la  vida  humana, 
indicante  seguro  de  la  verdadera  felicidad  social.  Pero 
mucho  pudiera  hacerse  para  acelerar  este  progreso,  i  el 
primer  paso  es  procurarnos  datos  estadísticos  por  docu- 
mentos dignos  de  fe.» 

I  en  el  número  249  de  12  de  junio  del  mismo  año, 
publicaba  el  siguiente  editorial: 

ESTADÍSTICA  DK  GHII.E 
DEPARTAMENTO    DE     RANCAGIJA 

aEn  este  departamento,  hai  72,346  habitantes. 

ocHai  35,052  hombres  i  37,994  mujeres;  para  cada  1,000 
hombres  hai  1,065  mujeres. 

«Las  personas  casadas  ascienden  a  21,817;  de  cada  33 
personas  de  todas  edades  i  sexos,  las  10  son  casadas* 


INTRODUCCIÓN  Ul 


«Ix>8  párvulos  son  16^301;  de  cada  lOÍJ  perííonaíf,  las 
22  son  párvulos. 

«La  mitad  de  la  población  se  compone  de  individuos» 
que  pasan  de  21  anos  de  edad.  \jí  población  útil  crttíía- 
da  entre  los  15  i  60  años  compone  los  cinco  novenos  del 
total.  Ilai  un  septuajenario  por  cadrí  32  per--oní»s. 

«Este  departamento  c  nsta  de  d^ice  «¿iiUJr-l'-írfCíonefí: 
Santa  Cruz  (población,  3,71G;,  Hijuelas  (\,\hl),  ('Aikr^r^H 
del  Norte  (3,546),  Codegua  i6,Ü5S;,  IJndéroí^  HJM  , 
Maipo  (11,850),  San  Pedro  (8,5ÍJl),  Alhiié  4,201,  í'rnj- 
mo  (6,535),  Coltauco  (5,775),  Doñihue  '3,448',  Oiren 
(7,415). 

«En  lasubdelegaciondeSanfa  Cruz,  los-  párvnKn  '407) 
forman  solo  la  novena  parte  del  total,  circunstancia  que 
ofrece  un  indicio  muí  favorable  de  la  salubridad  del  aire 
i  de  la  condición  moral  del  pueblo,  fci  fce  tiene  prr-Hente 
que  en  esta  subdelegacion  el  núiriero  de  niatviwouUfH 
excede  al  término  medio  del  departamento,  pues  bal  28 
personas  casadas  por  cada  100  de  todns  edades  i  f-exos. 
La  mitad  de  los  habitantes  pasa  de  29  afios  de  edad;  la 
población  útil  comprende  casi  los  dos  tercios  del  total; 
i  hai  un  septuajenario  por  cada  19  personas. 

«La subdelegacion  de  Maipo  presenta  mui  diferente  aí" 
pecto.  Los  pár\'ulos  (4,442)  componen  ma.s  de  un  tercio 
del  total,  i  sin  embargo  no  hai  mas  que  10  pers<^*nns 
casadas  por  cada  54.  La  mitad  de  la  población  se  com- 
pone de  personas  que  solo  pasan  de  11  años  de  edad;  la 
población  útil  no  alcanza  a  los  dos  quintos  del  total;  i 
hai  un  septuajenario  por  cada  40  personas. 

«En  la  proporción  del  níimcr  >  de  párvulos  c^^n  el  total 
de  la  población,  influyen  dos  circunstarií.ins,  el  número 
de  nacidos  i  el  de  muertos.    De  dos  poblaciones   que 


LX  OPÚSCULOS  LITfiRAUIOS  I  CRÍTICOS 


crezcan  con  igual  rapidez,  en  aquélla  será  mayor  a  pro- 
porción el  número  de  párvulos,  en  que  fuere  mas  grande 
la  mortalidad;  i  vice  versa,  de  dos  poblaciones  en  que 
fuere  igual  la  mortalidad,  en  aquélla  será  mayor  el  nú- 
mero de  párvulos,  donde  fuere  mas  rápido  el  incremento. 
Por  consiguiente,  donde  vemos  gran  número  de  niños  i 
jóvenes,  podremos  inferir  una  de  dos  cosas:  o  que  crece 
con  mucha  celeridad  la  población,  o  que  la  mortalidad 
anual  es  considerable. 

«Es  de  creer  que  en  la  subdelegacion  de  Maipo  concu- 
rren ambas  causas  a  un  tiempo.  La  circunstancia  de 
ser  tan  grande  en  ella  el  número  de  párvulos  i  lan  pe- 
queño el  de  los  matrimonios,  ofrece  un  indicio  nada 
favorable  de  la  condición  moral  del  pueblo,  a  lo  que  son 
consiguientes,  como  todos  saben,  la  miseria  en  que  se 
cria  la  infancia  i  el  estrago  que  las  enfermedades  hacen 
en  esta  época  delicada  de  la  vida. 

«En  la  subdelegacion  de  Santa  Cruz,  es  sin  duda  mucho 
mayor  el  número  de  nacimientos  que  son  frutos  de  en- 
laces lejítimos.  Nacen  menos  a  proporción  que  en  el 
distrito  de  Maipo;  pero  el  número  de  niños  que  se  sal- 
van de  los  peligros  de  la  infancia  i  figuran  después  en 
las  otras  épocas  de  la  vida  es  a  proporción  mucho  mas 
grande  en  Santa  Cruz. 

«Estos  datos  nos  parecen  de  b:istanto  interés  para  fijar 
la  atención  de  los  observadores;  valuar  por  ellos  el  ver- 
dadero estado  del  pueblo  en  cada  sección  del  territorio 
do  la  república;  averiguar  las  causas  que  aceleran  o  re- 
tardan su  incremento  material,  su  civilización  i  felicidad; 
i  formar  un  juicio  exacto,  o  por  lo  menos  aproximado,  de 
la  constitución  moral  i  física  de  la  sociedad  en  que 
vivimos. 


INTRODUCCIÓN  ULl 


«Es  muí  sensible  que  no  tengamos  datos  algunos  sobro 
el  mo^imiento  de  la  población,  i  lo  peor  es  que  no  po- 
dremos adquirirlos  en  mucho  tiempo.  Del  número  do 
nacimientos,  nada  se  sabe  aproximadamente  por  la  cos- 
tumbre que  hai  en  Chile  de  bautizarse  los  recien  nacidos 
en  sus  casas  sin  participación  ni  conocimiento  de  los 
párrocos,  pues  muchos  de  ellos  crecen  o  mueren  sin 
pasar  por  el  rito  solemne  del  óleo,  i  sin  dejar,  por  con- 
siguiente, vestijio  alguno  de  su  existencia  en  los  libros 
parroquiales.  ¿Cómo,  pues,  p(  cha  saberse  la  diferencia 
entre  los  nacimientos  i  las  muertos  anuales,  i  la  razón 
en  que  se  halla  esta  diferencia  con  el  total  de  la  po- 
blación? 

«Hai,  fuera  de  éstas,  otras  causas  de  inexactitud  en  los 
libros  parroquiales;  i  no  podemos  menos  de  creer  que 
se  llevan  con  la  mayor  ncglijencia  i  abandono,  cuando 
vemos  que,  en  un  departamento  de  mas  de  setenta  mil 
almas,  la  suma  de  las  listas  do  muertos  presentadas  por 
los  curas  no  alcanza  a  seiscientos  en  el  espacio  de  un 
año,  debiendo  sor  por  lo  menos  triplo.» 

El  27  de  octubre  de  1843,  el  ministro  del  interior  don 
Ramón  Luis  Irarrazaval  dictó  un  decreto  para  fundar 
en  Santiago  una  oficina  de  estadística  que  acopiase  no- 
ticias sobre  el  aspecto  físico  i  producciones  de  la  repú- 
blica, sobre  el  número  de  sus  habitantes  con  distinción 
de  sexos,  edades  i  ocupaciones,  sobre  el  movimiento  de 
la  población,  etc.,  etc. 

Aunque  el  plan  era  demasiado  vasto  para  el  reducido 
número  de  empleados  asignados  a  la  nueva  oficina,  i 
aunque,  por  lo  tanto,  solo  podia  reputarse  como  un  mero 
ensayo,  don  Andrés  Bello  patrocinó  la  idea  en  el  núme- 
ro 658  de  El  Araucano  focha  3!  de  marzo  de  1843. 


LXII  OPÚSCULOS  LITBKAKIOS  I  CRÍTICOS 


«En  varias  ocasiones,  ha  llamado  el  gobierno  la  atención 
de  las  cámaras  a  la  necesidad  urjento  de  datos  estadís- 
ticos que  sirvan  de  fundamento  a  las  medidas  adminis- 
trativas, i  no  pocas  veces  hemos  tocado  también  esta 
interesante  materia  en  nuestro  periódico,  aunque  lamen- 
tándonos de  los  obstáculos  que  varias  causas  físicas  i 
morales  oponen  a  la  adquisición  de  noticias  exactas,  aun 
sobre  aquellos  objetos  que  son  el  cimiento  i  el  punto  do 
partida  de  la  ciencia.  Pero  es  preciso  dar  principio  a  la 
obra,  luchar  con  estos  obstáculos;  i  contentándonos  con 
el  partido  que  podemos  sacar  por  ahora  de  las  circuns- 
tancias, avanzar  gradualmente,  hasta  que  el  trabajo  su- 
cesivo  de  algunos  años  acumule  suficientes  conocimien- 
tos para  la  formación  de  una  estadística  que,  si  no  com- 
pleta, deje  al  menos  poco  que  desear  en  cuanto  a  la 
cerleza  de  los  resultados  que  obtenga. 

«No  es  nuestro  ánimo  inspirar  esperanzas  brillantes, 
que  solo  pudieran  realizarse  en  largo  tiempo  i  con  la 
extirpación  de  hábitos  profundamente  arraigados  en  la 
población,  no  solo  de  los  campos,  sino  de  las  ciudades  i 
de  la  capital  misma.  Las  dificultades  son  grandes  en  una 
materia  en  que  todo  está  por  crear;  i  no  debe  disimu- 
larse que  no  podemos  contar  con  los  recursos  de  todas 
clases  que  so  necesitan  para  superarlas  i  que  otros  go- 
biernos tienen  la  felicidad  de  hallar  a  la  mano. 

«Nuestro  objeto  por  ahora  es  dirijir  la  atención  de 
nuestros  lectores  al  decreto  de  27  del  corriente  expedido 
por  el  ministerio  del  interior.  Se  establece  en  la  capital 
una  oficina  compuesta  de  dos  empleados  que  servirán 
desde  luego  en  comisión,  i  de  los  cuales  el  que  va  a 
tener  la  dirección  del  ramo  es  ja  conocido  del  público 
por  trabajos  anteriores,  a  que  se  debe  el  primer  ensayo 


INTRODUCIOlf  LXIII 


sobre  la  estadística  de  Chile;  colección  metódica  de  todas 
las  noticias  que  a  la  fecha  de  su  publicación  pudieron 
recojerse  a  costa  de  prolijas  investigaciones.  El  decreto 
enumera  rápidamente  los  objetos  en  que  debe  ocuparse 
la  oficina:  jeografía  física  i  política,  número  i  movimien- 
to de  la  población,  estado  moral  i  relijicso  de  los  habi- 
tantes^ industria  indíjena  i  extranjera,  vias  de  comuni- 
cación, establecimientos  de  educación  primaria  i  científica, 
establecimientos  de  beneficencia,  etc.  El  jefe  de  la  oficina 
deberá  arreglar  sus  operaciones  a  las  órdenes  e  instruc- 
ciones que  se  le  pasen  por  el  ministerio  del  interior; 
para  llevarlas  a  efecto,  se  entenderá  directamente  con 
todas  las  autoridades  i  funcionarios  administrativos,  i 
pasará  cada  seis  meses  al  mismo  ministerio  un  resumen 
de  sus  trabajos,  expresando  las  dificultades  que  hayan 
ocurrido,  i  los  medios  que  considere  a  propósito  para 
vencerlas,  a  fin  de  que  por  el  supremo  gobierno  se  dic- 
ten las  providencias  convenientes.  El  gobierno,  en  fin, 
hará  dar  a  la  prensa  cada  año  un  repertorio  nacional 
que  contenga  todos  los  datos  estadísticos  adquiridos 
sobre  los  puntos  que  dejamos  indicados,  i  que  le  parez- 
can dignos  de  ver  la  luz  pública.  Tal  es  el  plan,  vasto  i 
laborioso  sin  duda,  pero  que  en  su  gradual  desarrollo 
promete  resultados  importantes. 

«De  una  buena  estadística,  depende  en  gran  parte  el 
acierto  de  las  medidas  administrativas,  pero  no  es  esto 
solo  lo  que  la  hace  preciosa.  Ella  da  antecedentes  segu- 
ros a  los  que  piensan  i  escriben  sobre  los  medios  de 
desenvolver  los  recursos  naturales  xlcl  país;  sin  la  luz 
que  ella  suministra,  solo  pueden  hacerse  hipótesis  aven- 
turadas, i  cálculos  que  no  merecen  confianza.  Ella  ofrece 
a  los  capitalistas  i  negociantes  extranjeros  una  base  sóli- 


LXIV  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICO? 


da  f)ara  dirijir  sus  especulaciones;  para  plantear  empre- 
sas que  rindan  utilidades  a  sus  autores  i  al  público,  cuyo 
ínteres  está  aquí  íntimamente  unido  con  el  de  los  parti- 
culares. ¿Cómo  puede  el  espíritu  de  especulación  indus- 
trial encaminarse  a  un  campo  inexplorado,  cuyas  cali- 
dades ignora,  de  cuyas  riquezas  i  aptitudes  físicas  i 
morales  no  tiene  idea?  Para  juzgar  de  la  escasez  de  las 
noticias  que  circulan  en  Europa  sobre  este  país,  basta 
recorrer  las  mejores  obras  de  jeografía,  los  mejores 
diccionarios  de  comercio  publicados  hasta  ahora  en  In- 
glaterra i  Francia.  I  lo  peor  de  todo  es  que  se  suplen 
a  veces  los  conocimientos  de  que  allí  se  carece  con 
pormenores  erróneos  i  aun  ridículos,  tomados  de  viaje- 
ros ignorantes  o  superficiales,  de  lo  que  pudiéramos  dar 
algunos  ejemplos  curiosos.  La  obra  del  señor  Gay  llena- 
rá en  parte  este  vacío;  i  no  dudamos  que  la  nueva  ofici- 
na hará  también  contribuciones  interesantes  a  la  jeografía 
i  la  estadística  de  nuestro  suelo.» 


VII 


El  predilecto  para  Bello  entre  los  establecimientos  de 
Chile  fué  el  Instituto  Nacional. 

Le  consideraba  en  El  Araucano  número  602,  fecha  4  de 
marzo  de  1842,  como  el  «precioso  plantel  de  nuestra  ju- 
ventud, primer  fruto  sustancial  de  nuestra  gloriosa  re- 
volución, que  debia  seguir  la  suerte  de  ella,  sucumbir 
cuando  sucumbió  la  patria,  renacer  mas  bello  el  dia  de 
la  restauración  de  esta  misma  patria,  i  dar  desde  poco 
tiempo  después  al  estado  los  varones  distinguidos  que 
debían  dirijirlo,  defenderlo  e  ilustrarlo.» 

Asistía  con  frecuencia  a  los  exámenes  para  interrogar 


INTRODUCCIUN 


a  los  alumnos  en  gramática  castellana,  latin,  filosofia, 
derecho,  sin  desdeñar  por  eso  los  colejios  pri\-ados,  i 
casi  siempre  daba  en  la  prensa  cuenta  de  sus  obsen'a* 
ibones. 

El  8  de  febrero  de  1839,  decia  en  El  Arauc*'ino  núme- 
ro 441: 

«El  último  año  escolar  ha  dado  resuUados  tan  satis- 
factorios, que  nos  creemos  obligados  a  felicitar  por  ellos 
a  los  amantes  de  la  civilización  chilena  i  de  los  buenos 
estudios.  El  Instituto  Nacional  ha  sido,  como  ei^  de  es- 
perarse, el  ({ue  mas  parte  ha  tenido  en  este  progreso  de 
la  educación  literaria.» 

I  así  en  otras  ocasiones. 

Don  Andrés  Bello  concurría  igualmente  a  las  distribu- 
ciones de  premios,  que  deseaba  se  hicieran  con  gran 
pompa  i  solemnidad. 

Léase  lo  que  escribía  en  el  número  59  i  de  El  Arauca- 
no correspondiente  al  7  de  enero  de  184?. 

«Los  exámenes,  distribuciones  de  premios  i  demás 
fiestas  de  colejios,  han  sido  a  la  conclusión  del  próximo 
año  pasado  mas  interesantes  que  en  ninguna  otra  época; 
porque  nunca  habíamos  poseído  tantos  establecimientos 
de  educación,  ni  jamas  habían  sido  tan  numerosamente 
asistidos.  Hace  quince  años  solamente  que  no.existía  en 
la  capital  otra  casa  de  educación  propiamente  dicha  que 
el  Instituto;  i  ni  ocurría  siquiera  la  idea  de  un  estable- 
cimiento para  niñas.  Hoi  contamos  con  ese  mismo  Ins- 
tituto, que  ha  crecido  cada  día  en  extensión  e  importan- 
cia, i  que,  por  las  numerosas  cátedras  i  distinguidos 
profesores  que  posee  actualmente,  se  ha  hecho  como  la 
escuela  normal  i  centro  de  los  estudios  del  país.  La  cupi- 

OPÚSC.  í)  * 


LXVI  OPÚSCULOS  LITKHAlilÜS  I  CIÚTICOS 


tal  contiene  ademas  cinco  colcjios  para  jóvenes  que  con- 
curren i  rinden  exámenes  en  el  Institulo  Nacional,  otros 
tantos  de  señoritas,  fuera  de  una  multitud  de  eslable- 
cimientos  subalternos  de  ambos  sexos  i  de  escuelas 
gratuitas  municipales,  conventuales,  etc.  para  hom^ 
bres.  Uno  de  aquellos  colejios  de  niños  i  otro  de  señoritas 
han  sido  formados  el  año  que  espira,  el  que  ha  visto 
también  dar  principio  a  una  institución  gratuita  para 
niñas  pobres,  protejida  i  auxiliada  por  el  supremo  go- 
bierno. 

(íAsí  también  los  papeles  públicos  en  todo  el  mes 
pasado,  i  aun  antes  de  él,  nos  han  dado  relaciones  mas 
o  menos  pomposas  de  los  exámenes,  de  exposiciones  de 
trabajo  de  los  educandos  o  educandas,  i  dé  las  distribu- 
ciones de  premios  en  los  diferentes  colejios,  excepto  en  el 
primero  de  lodos:  el  Instituto  Nacional.  Nos  es  satisfac- 
torio publicar  ahora  el  acta  de  profesores  del  Instituto 
sobre  los  jóvenes  que  se  lian  hecho  acreedores  a  los  pri- 
meros premios  i  una  lista  de  aquellos  que  han  merecido 
el  accésit,  o  se  han  distinguido  por  su  aplicación  i  buena 
conducta.  Del  mismo  modo,  hemos  sido  favorecidos  con 
algunas  observaciones  acerca  del  poco  interés  que  so 
nuiestra  por  el  público,  i  principalmente  por  los  padres 
de  familia,  en  los  progresos  del  Instituto,  a  vista  d0  la 
peíjueña  concurrencia  a  sus  exámenes  i  actos  públicos, 
de  personas  de  afuera.  Convenimos,  por  nuestra  parte, 
en  la  justicia  de  estas  o])servaciones,  principalmente  en 
cuanto  liendo  a  manifestar  que  el  mejor  estímulo  pai^a 
los  adelantamientos  de  la  juventud  consiste  en  el  aplau- 
H(i  que  reciben  de  sus  parientes  i  amigos,  o  en  aquel 
sentimiento  naciente  de  gloria,  o  de  amor  propio  racio- 
nal i  moderado,  que,  lejos   de  sofocarse  en  el  principio 


INTRODLCCION  LIVII 


de  la  carrera  del  joven,  debe  dirijirse  i  estimularse  como 
oríjen  de  la  elevación  de  ánimo  i  de  todas  las  bellas 
acciones.  A  esto  contribuye,  sin  duda,  i  mui  poderosa- 
mente, la  publicidad  de  semejantes  actos;  i  es  esencial 
al  mismo  tiempo  en  la  educación  de  los  jóvenes,  consi- 
derados como  ciudadanos  de  una  república,  i  llamados 
mas  tarde  al  ejercicio  aclivo  do  esta  ciudadarua,  o  como 
destinados  a  las  carreras  del  foro,  de  la  Universidad  i  la 
tribuiía  parlamentaria,  en  las  que  se  necesitan  los  hábi- 
tos, formados  desde  temprano,  de  presentarse  i  hablar 
en  público  con  cierta  soltura  i  facilidad. 

«I  si  tales  estímulos  de  gloria  o  semejante  publicidad 
los  consideramos  útiles  e  importantes  respecto  de  los 
jóvenes  educandos,  ¿con  cuánta  mayor  razón  no  se  ha- 
cen apetecibles  para  sus  diurnos  prí)fcsorcs,  consa^jrados 
a  una  carrera  ardua,  difícil  i  lai>oriosa,  sin  mas  premio 
por  ahora  que  la  conciencia  de  los  grandes  bienes  que 
proporcionan  a  la  sociedad  con  sus  laudables  esfuerzos, 
i  sin  ninguno  de  aquellos  alicientes  rio  honor  i  gloria 
que  hacen  soportables  las  privaciones,  i  que  alijeran  en 
cierto  modo  el  peso  de  ocupaciones  áridas,  monótonas  i 
sin  lucro  inmediato,  o  correspondiente  siquiera  a  la  fati- 
ga i  el  trabajo?  Tal  es  la  posición  de  la  clase  di^'na  i 
meritoria  de  los  profesores  del  Instituto  Naciruial:  feliz- 
mente el  gobierno  la  comprende  en  toda  su  extensión,  i 
trata  de  mejorarla.  Esperemos  que  se  le  abra  una  ca- 
rrera culeramente  nueva  en  la  futura  Universidad  do 
Chile,  llamada  a  dar  importancia,  publicidad  i  recompensa 
a  los  estudios  literarios  i  cientílicos,  a  ponerlos  en  honor 
en  todo  el  país,  i  a  servir  principalmente  c  >n  su  poder 
e  influencia,  al  primer  establecimiento  de  la  república, 
que  no  ha  cesado  desde  su  fundación  de  ílar  al  castado 


LXVIII  OPÚSCULOS  LITKRAAIOS  1  CHITICOS 

sujetos  (Je  un  mérito  esclarecido,  i  que  siempre  se  ha 
afanado  por  introducir  nuevos  métodos  i  mejoras  en 
la  enseñanza  moral,  social  i  científica  que  está  a  su 
cargo.» 

Bello  profesaba  al  Instituto  Nacional  un  afecto  pater- 
nal; bC  empeñaba  en  la  mejora  de  sus  textos  i  de  sus 
métodos;  i  se  regocijaba  con  sus  adelantamientos  i  sus^ 
triunfos. 

Se  fijaba  hasta  en  la  pronunciación  de  los  niños. 

Los  alumnos  del  Instituto  Nacional  no  hicieron  mas^ 
que  pagarle  una  deuda  de  gi'atitud,  cuando  acompañaroa 
en  masa  su  ataúd  a  la  última  morada. 


VIH 


Don  Andrés  Bello  pensaba  que  la  lacra  de  la  litera- 
tura chilena  era  la  incorrección  del  lenguaje. 

Fuera  de  pocas  i  honrosas  excepciones,  los  neolojis- 
mos  i  los  solecismos  abundaban  en  nuestras  obras, 
como  los  cardos  i  los  abrojos  en  un  terreno  sin  cul- 
tivo. 

Esa  literatura  se  anunciaba  tan  robusta  como  variada; 
pero  se  presentaba  al  mundo  bajo  un  traje  desaliñado, 
que  la  deslucía  i  afeaba. 

La  escuela,  el  colejio  i  la  prensa  suministraron  a  Be- 
llo medios  poderosos  i  adecuados  para  inculcar  a  la 
juventud  el  recto  uso  de  las  palabras  i  frases. 

Los  víilúmenes  anteriores  manifiestan  sus  esfuerzos 
incansables  para  que  nuestros  oradores  hablasen  i  nues- 
tros literatos  escribiesen  con  la  perfección  correspondiente 
a  las  brillantes  dotes  de  que  estaban  adornados. 

Los  hechos  han  venido  a  probar  con  evidencia  irrecu- 


INTRODUCCIÓN  LZIX 


sable   que   sus  consejos  no   fueron  vanos,    i  qnc  su.s 
esfuerzos  no  fueron  infructuosos. 

Voi  a  copiar  un  artículo  suyo  inédito,  que  entra  en  el 
orden  de  ideas  i  de  trabajos  a  que  me  refiero. 


CORRECCIONES   LKXICOanAFICAS 

Con  este  título,  se  ha  publicado  en  Valparaíso  por  el 
licendado  don  Valentín  Grormaz,  un  pequeño  cuaderno 
que,  a  nuestro  juicio,  es  una  apreciable  muestra  de  los 
conocimientos  i  laboriosidad  de  su  autor,  empleados  en 
un  objeto  eminentemente  patriótico.  Esta  publicación 
sería  de  mucha  utilidad  en  las  escuelas  i  colejios  como 
complemento  de  la  instrucción  gramatical  que  en  esos 
establecimientos  se  dispensa  a  la  juventud. 

A  primera  vista,  podría  juzgarse  que  en  estas  correc- 
ciones se  trata  de  los  vicios  i  faltas  en  que  solo  incurren 
el  ínfimo  vulgo  o  personas  que  no  han  rccil)ido  sino  la 
mas  escasa  educación;  pero  no  es  así.  Son  poquísimos 
los  que,  después  de  haber  frecuentado  por  algunos  «iños 
dichos  establecimientos,  no  tengan  algo  que  aprender  en 
el  modesto  opúsculo  del  señor  Gormaz.  Nosotros,  que 
hemos  hecho  un  largo  estudio  de  la  lenp:iia,  no  tenemos 
empacho  en  confesar  qiio  le  somos  deudores  do  algunas 
provechosas  advertencias. 

Debemos  decir,  sin  embargo,  que  hemos  ona)nlrado 
omisiones  notables,  i  aun  algunos  conceptos  que  nos  pa- 
recen erróneos;  lo  que  no  es  de  extrañar,  siendo  tanta  la 
multitud  de  voces  i  frases  impropias  de  que  está  plaga- 
do entre  nosotros  el  castellano. 

Daremos  algunos  ejemplos. 


LXX  OPÚSCULOS  LITERAIUOS  I  CRÍTICOS 


APOLOJIA 

Se  ha  falseado  casi  universal  mente  por  los  escritores 
sur-americanos  el  significado  de  esta  palabra,  haciéndo- 
la equivalente  a  elojio  o  panejírico.  La  Real  Academia 
la  define  así:  «Discurso  que  se  hace  de  palabra  o  por 
escrito  en  defensa  de  alguna  persona  u  obra.»  La  frase 
rayada  es  esencial:  hace  la  apolojía  de  un  persona  o 
cosa  el  que  refuta  los  hechos  o  vicios  que  se  le  imputan. 
Para  comprobar  la  exactitud  de  esta  definición,  bastaría 
recordar  la  célebre  apolojía  de  Sócrates;  esto  es,  el  dis- 
curso que  se  supone  pronunciado  por  este  filósofo  ante 
sus  jueces  en  el  proceso  criminal  que  le  habia  sido  in- 
tentado sobre  sus  opiniones  i  conducta;  discurso  de  que 
Platón  i  Jenofonte  nos  han  dejado  dos  diferentes  ver- 
siones. Recuérdense  también  las  apolojías  que  de  la 
relijion  cristiana  se  escribieron  en  los  primeros  siglos 
de  nuestra  era  por  San  Justino,  por  Atenágoras,  por 
Meliton,  obispo  de  Sardes,  por  Apolinario,  obispo  de 
Hierápolis,  por  Teófilo,  obispo  de  Antioquía,  por  Tertu- 
liano, por  Minucio  Félix,  por  Oríjenes,  etc.*  Todos  los 
diccionarios  que  he  consultado,  están  conformes  con  la 
definición  de  la  Academia  Española;  i  no  hai  necesidad 
de  citar  el  gran  número  de  r.polojías  que  con  este  título 
se  han  publicado  en  los  tiempos  modernos  i  en  España, 
entre  las  cuales  es  mui  conocida  la  del  padre  Sarmiento 
en  defensa  de  los  escritos  de  Feijoo.  Ni  es  dicífil  explicar 
la  corrupción  que  ha  sufrido  esta  palabra  en  América. 

*  Añádase  a  éstas Ma  Ápolojin  de  Apuloyo  contra  los  que  le  acu- 
saban de  majia,  i  que  está  oomprcndida  en  la  ooleccion  de  sus  obras. 


ly^ñjú'^cci'jy 


Uno  de  los  mejores  meiJi':»^  Je  j^i-tidoar  h  njüíj:::!.  ;^ 
una  persona,  es  alegar  <us  buena-  aoci.rieí  i  z'ijl:iiiir'^: 
i  por  tanto  es  natural ísimo  que  !a¿  apolojia-  c^ rr.^r.zr^r. 
frecuentemente  pacajes  IauJa:.,nos:  per-  e..  :al'í¿  :a^ -^. 
el  panejíríco  es  siempre  un  me«.iij  «ie  dere.i 


.!.-?•.. 


El  uso  que  se  hace  de  e¿ta  palabra,  e:?  err-'j^c^j.  Parece 
que  se  la  ha  querido  hacer  e«|uivaIor.íe  ?  la  palabra 
francesa  dévouement ,  que  ^iírniíica  una  cosí  difert-ate. 
Un  acto  de  abnegación  es  aquel  en  que  renunci '.m-^  un 
goce  o  interés  nuestro  en  provecho  ajen»',  i  s  »bre  todo 
por  un  motivo  relijioso  o  patriótico.  Pero  'ft^K*jnei'U2nt, 
según  la  Academia  Francesa,  es  el  abandono  qu?  hace- 
mos de  nuestra  voluntad  a  la  voluntad  J  ?  oW'},  estando 
dispuestos  a  sercirle  en  toda  ocisioyi:  i  denota  asimismo 
algunas  veces  el  acto  en  que  uno  se  expoa*^  a  v.n  gran 
peligro  en  defensa  de  una  ctm^t,  de  la  redjioi,  ii  patria, 
etc.;  lo  cual  ya  se  ve  que  signilica  algo  mas  que  renun- 
cia, desinterés  o  desprenvlimiento,  que  es  tud«»  lo  que  se 
encierra  en  abnegación.  C')mparando  a  abnegación  con 
dévouement,  encontraremos  en  aquélla  algo  de  mera- 
mente negativo,  al  paso  que  en  éste  se  presenta  al  espíritu 
la  idea  de  un  acto  o  de  una  serie  de  actos  positivis.  Si 
entre  varios  aspirantes  a  un  empleo,  el  que  tuviese  la 
seguridad  de  obtenerlo  no  entrase  en  concurrencia,  con 
el  objeto  de  que  por  su  desistimicuto  lo  ol)tuviese  otra 
persona  con  ventaja  del  servicio  público,  ejecutaria  un 
acto  meritorio  de  abneiracion.  En  la  historia  romana,  se 
cuenta  que,  declarada  la  guei'ra  a  los  latinos  i  acampa- 
dos los  dos  c<3nsulcs  Manlio  i  Decio   a  presencia  de  los 


LXXII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


enemigos,  tuvieron  ambos  un  sueño  misterioso  en  que 
se  les  reveló  que  aquel  jeaeral  que  se  sacrificase  a  los 
dioses  alcanzaría  la  victoria.  Empeñada  la  acción,  como 
Decio  notase  que  su  división  comenzaba  a  flaquear,  llamó 
al  pontífice  para  que  le  dictase  las  palabras  solemnes 
con  que  debia  sacrificarse  a  los  dioses;  después  de  lo 
cual  se  arrojó  a  lo  mas  denso  de  la  refriega  i  expiró 
sobre  un  montón  de  cadáveres  enemigos.  Con  este  sa- 
crificio (dévouement  en  francos),  se  alcanzó  efectivamente 
la  victoria,  merced,  sin  duda,  a  las  creencias  supersti- 
ciosas de  los  romanos.  No  creo  que  tengamos  en  caste- 
llano una  palabra  mas  adecuada  que  sacrificio  para 
denotar  la  misma  idea.  En  el  Diccionario  Francés-Espa- 
ñol de  don  Ramón  Joaquín  Domínguez,  se  explica  mui 
bien  dévouement:  «Acción  de  sacrificarse  o  inmolarse 
voluntariamente  en  las  aras  de  la  patria,  del  deber,  del 
honor,  de  la  relijion,  del  amor,  de  la  libertad,  etc.»  Es 
cierto  que  en  todo  sacrificio  hai  necesariamente  algo  o 
mucho  de  abnegación,  i  de  aquí  proviene,  sin  duda,  la 
confusión  que  se  ha  hecho  de  las  dos  ideas.  Entre  no- 
sotros, se  ha  llevado  el  abuso  hasta  formar  un  adjetivo 
abnegado,  que  la  lengua  no  reconoce  en  ningún  sentido, 
i  que,  si  pudiera  tener  alguno,  designaría  la  persona  que 
se  niega  perentoriamente  a  lo  que  de  ella  se  exije.  Nótese 
que  la  preposición  latina  ab  introduce  o  refuerza  en  los 
verbos  la  idea  de  desprendimiento  o  repulsa,  como  se 
ve  en  abdicar,  abjurar,  abrogar. 

ABROGAR 

Este  verbo   es   uno   de   los   que  suelen   usarse  mas 
impropiamente  entre  nosí^tros,  dándole  el  significado  de 


INTRODUCCID?!  LZXIIl 


arrogar.  Abrogar  es  anular,  revocar  lo  que  p«)r  lei  o  pri- 
vilejio  se  hallaba  establecido;  i  ai-rogar  es  atribuirse, 
apropiarse  lo  ajeno^  i  particularmente  el  acto  que  en  el 
derecho  romano  se  llamaba  arrogación.  Cuando  se  dic4'. 
pues^  que  alguien  se  a&roga  una  autoridad,  jurisdicción 
o  título  que  no  le  corresponde,  se  habla  mal;  se  debe 
decir  se  arroga. 

APERCIBIR 

Apercibirse  de  no  es  frase  castellana  en  el  sentido  de 
percibir.  No  será  inoportuno  copiar  aquí  el  siguiente  ar- 
tículo del  Diccionario  de  Galicismos  de  don  Hafael  María 
Baralt.  ^Se  apercibió  del  fraude.  Galicismo  grosero.  Aper- 
cibirse  no  significa,  como  en  francés,  advertir,  reparar, 
notar ^  conocer^  sino  prevenirse,  disponerse^  aparejarse 
para  alguna  cosa,  verbi  gracia:  Apercibirse  a  Za,  para  ía 
guerra;  a,  para  luchar;  de  armas.  Salva  (Gramática)  trae: 
Apercibirse  de  una  visión;  pero  este  es  precisamente  oí 
galicismo  que  se  censura.»  Se  incurre  en  el  cuando  se 
dice  que  una  cosa  pasó  desapercibida. 

RALEAR 

Balear  en  la  significación  de  fusilar  no  os  voz  capto- 
llana.  En  el  significado  de  pasar  por  las  armas,  tenemos, 
ademas  de  fusilar,  el  verbo  arcabucear,  como  puede  voi'se 
en  el  Diccionario  de  la  Academia. 

AFUSILAR 

Afusilar  tampoco  \n  es. 


LXXIV  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CIÚTICOS 


llONCHO 

Yo  no  sería  tan  severo,  como  el  señor  Gormaz,  con 
esta  palabra,  porque  sus  sustitutos  castellanos  borra^ 
*  broza,  hez,  tienen  el  inconveniente  de  prestarse  a  sen- 
tidos diferentes,  mientras  que  concho  tiene  siempre  una 
misma  significación.  Sedimento  convendría  mejor;  pero 
concho  es  la  raíz  de  aconchar,  aconchar¿=ie  i  aconchado,  a 
que  sedimento  no  se  acomoda. 

EQUÍVOCO 

T,^san  muchos  esti  palabra  en  el  sentido  de  equivoca^ 
don,  que  no  le  da  el  castellano.  Equívoco  es:  «Lo  que 
se  puede  entender  de  diversas  maneras.»  Así  una  con- 
ducta equívoca  os  aquella  que  se  presta  a  dos  conceptos: 
uno  de  aprobación  o  indiferencia,  i  otro  do  desaprobación 
o  vituperio,  que  es  el  que  mas  amenudo  se  sujiore;  un 
hombre  de  conducta  equívoca  es  aquel  cuyos  actos, 
aunque  no  declaradamente  malos,  parecen  no  confor- 
marse en  todo  a  las  reglas  del  honor  i  de  la  probidad. 
Equivocación  es  error  o  engaño:  se  habla,  pues,  pésima- 
mente cuando- se  dice  que  alguien  está  equívoco  por 
<lecir  que  está  equivocado. 


HOT. 


Nada  os  mas  común  en  todo  jénero  de  escritos,  i 
especialmente  en  nuestros  periódicos,  que  las  expresio- 
nes hacer  un  rol,  im  gran  rol,  un  rol  distinguido.  En 
cíistellano,  se  dice  que   hace  papel  el   sujeto   que  tiene 


IN  TRODL'CCK  «.V  LXXV 


alguna  representación  en  cualquier  línea,  en  la  repúbli- 
ca u  otra  parte  {Diccionario  déla  Academia^;  cnlrenct*  - 
res,  se  llama  papel  la  paite  de  comedia,  escrila,  que  ?o 
da  a  cada  uno  para  que  la  estudie,  según  la  pericona 
que  ha  de  representar  en  ella  nbidem¡,  lo  que  por  exten- 
sión se  aplica  al  carácter  que  alcruno  tiene  o  se  arroga 
en  la  sociedad.  Significa  propiamente  lista  o  catálogo,  i 
particularmente  la  nómina  de  la  marinería  de  un  buque, 
autorizada  por  el  respectivo  comandante  de  marina. 
Traducir  /a/re  un  grand  rol  por  hacer  un  gran  rol,  es 
imitar  al  que  traduciendo  la  frase  castellana:  a  El  duque 
N.  hacía  mucho  papel  en  Madrid»,  dijo  en  francés:  <rLo 
duc  X,  faiírsait  beaucoup  de  papior  á  Madrid. v 

ROLAR  I  ENROLAR 

Rolar  i  enrolar  no  son  palabras  castellanas,  i  para 
nada  se  necesitan;  aunque  bien  pudiera  usarse  la  segun- 
da en  sentido  de  introducir  a  una  persona  en  un  rol  o 
nómina  de  marineros. 

SENDOS,   SENDAS 

Es  notable  el  uso  que  de  este  adjetivo  suele  hacerse 
en  el  dia  por  los  que  no  han  percibido  su  primitiva  i  je- 
nuiña  significación  en  los  escritores  castellanos  anterio- 
res o  mui  cercanos  al  reinado  de  Carlos  III.  Si  hemos 
de  estar  a  las  definiciones  de  nuestros  modernos  lexi- 
cógrafos, sendos  es  un  verdadero  Proteo,  ([ue  se  presta 
a  significados  varios  según  el  paraje  en  que  so  encuen- 
tra, i  que,  en  lugar  de  contribuir  con  las  otras  palabras 
al  í-entido  de  la    frase,    nos   ofrece  un   ojeniplo  singula- 


LXXri  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


nsimo  de  lo  contrario,  pues  recibe  de  ellas  el  suyo. 
Principiaremos  por  el  que  tuvo  en  todas  las  épocas 
precedentes.  Decíase  antiguamente sennos,  i  asilo  encon- 
tramos en  el  poema  del  Cid,  versos  731  i  732: 

Trescientas  lanzas  son,  todas  tienen  pendones: 
sennos  moros  mataron,  todos  de  sennos  colpes; 

lo  que  quiere  decir  que  cada  lanza  mató  a  un  moro,  i 
cada  uno  mató  a  su  moro  de  un  golpe. 
En  el  Alejandro,  copla  1702: 

Trae  *  trescientas  duennas  vírjenes  con  caballos  lijeros, 
Que  darien  lide  a  sennos  caballeros; 

esto  es,  cada  una  a  un  caballero. 

Ábrase  por  cualquiera  parte  la  edición  de  Gonzalo 
Fernández  de  Oviedo,  déla  Real  Academia  de  la  Historia; 
í  no  tardará  en  salir  al  encuentro  algún  ejemplo  de  este 
mismo  uso  de  sendos,  siendo  en  muchos  de  ellos  inad- 
misible el  significado  de  buenos,  fuertes,  grandes,  fa- 
mosos, descomunales,  que  en  ciertos  diccionarios  se  le 
atribuyen,  bien  que  con  la  cautela  de  añadir  otros  tales, 
o  de  cerrarla  enumeración  con  un  etcétera,  que  da  cabida 
a  cuanto  se  quiera  imajinar  para  salir  de  toda  dificultad. 
En  un  pasaje  de  Gonzalo  Fernández  de  Oviedo,  se  dice 
que  el  emperador  Cárlójs  V  condecoró  con  sendos  hábitos 
de  Santiago  a  dos  individuos  que  se  hablan  distinguido 
en  su  servicio.  I  para  no  cansar  mas,  recórrase  la  mul- 
titud de  ejemplos  acumulados  en  mi  Gramática^  donde  se 
trata  de  los  numerales  distributivos;  todos  los  cuales 
ejemplos  se  explican  de  un  modo  uniforme,  que  es  el 
mismo  que  dejamos  apuntado,  sin  que  jamas  sea  nece- 
sario añadir  calificación  alguna  a  la  idea  de  unidad 

^  La  reina  de  las  Amazonas. 


UCTROOUCCION  LXXVIl 


distributiva.  Aun  en  este  siglo,  escritores  célebres  que 
se  han  esmerado  en  la  propiedad  del  loiiguaje,  como 
Clemencin.  el  duque  de  Rívas  i  Martínez  do  la  Rosa, 
han  autorizado  el  uso  que  llamo  propio  i  jcnuino.  La 
Academia  está  en  lo  cierto  cuando  da  a  sendos  por  equi- 
valente el  adjetivo  latino  singali,  que  siempre  tuvo  el 
sentido  de  unidad  distributiva,  como  en  esto  pasaje  do 
Tito  Li\io,  libro  40,  capítulo  4:  In  viduitíite  relicta* 
filice,  singulos  filias  parvos  habentes;  que  es  como  si 
dijéramos:  quedaron  viudas  sus  hijas,  que  tenían  sendos 
hijos  pequeños.  La  Real  Academia  Española  no  reconoce 
el  número  singular  de  sendos,  que  en  verdad  ¿c<')mo 
podría  tenerlo  sin  ponerse  en  contradicción  con  el  signi- 
ficado que  siempre  tuvo?  I  cuando  añade  este  sabio  cuer- 
po que  esta  unidad  se  toma  unas  veces  activa  i  otras 
pasivamente,  hace  una  observación  oportunísima:  así  so 
dice  activamente  les  dio  sendos  palos  cuando  es  uno  el 
que  los  da  i  mas  de  uno  los  que  los  reciben,  i  le  dieron 
sendos  palos  cuando  los  apaleadorcs  son  muclios  i  el 
apaleado  uno  solo.  Por  consiguiente,  le  dio  sondas  palas 
es,  atendiendo  a  la  propiedad  de  la  palal)ra,  un  harba- 
rismo,  supuesto  que  sea  uno  el  ajenie  i  uno  el  paciente. 
Acaso  fué  el  padre  Isla  el  primero  (jue  aventuró  en  cas- 
tellano esta  absurda  locuciím;  pero  tengase  presente  el 
juicio  que  hace  de  sus  obras  un  eminente  lilólogo  de 
nuestros  dias  (don  Pedro  Felipe  Monlau  en  el  tomo  XV 
de  la  Biblioteca  de  Rivadenoira)  (flsla,  dice,  no  es  on 
rigor  lo  que  se  llama  un   escritor  clásico.  Su  lenguaje 

no  siempre  es  terso  i  correcto en   sus   cláusulas, 

advertimos  harto  amenudo   faltas  de   relación , 

imperfecciones  de  sentido,  etc.n 


LXWni  OPÚSCULOS  LITKUARIOS  I  CKITICOS 


El  artículo  quedó  inconcluso. 

La  tarca  era  larga  para  una  persona  tan  ocupada  co- 
mo el  autor. 

Las  palabras  de  que  don  Andrés  Bello  il)a  a  tratar, 
después  do  las  mencionadas,  eran  chileno  i  putretencioii^ 
que  alcanzó  a  apuntar  en  el  papel  que  acabo  de  copiar. 

Ignoro  lo  que  pensal)a  escril)ir  acerca  de  ellas. 

El  Diccionario  de  la  Academia  Española  ensena  que 
chileño  es  el  natural  de  Chile,  i  lo  perteneciente  a  este 
país  de  América;  i  que  chileno  se  aplica  solo  a  las  per- 
sonas. 

Creo  (juc  osla  docta  corporación  habrá  de  convenir 
en  que  somos  los  habitnntes  de  Chile  los  llamados  a  de- 
cidir acerca  de  estas  dos  palabras. 

Pues  bien,  en  Chile,  i  se^un  entiendo  en  toda  la  Ame- 
rica Española,  se  usa  invariablemenle  el  vocablo  c//í7eno, 
ya  como  sustantivo,  ya  como  adjetivo,  ya  se  aplique  a 
las  personas,  ya  se  emplee  para  designar  lo  pertenecien- 
te a  nuestro  país;  ¡amas  se  usa  el  vocablo' c/¿/¿e/7o. 

Entretención  so  usa  vulgarmente  entre  nosotros  por 
entretenimiento. 


IX 


El  autor  de  la  Gratnática  Castellana  no  era  uno  de 
esos  puristas  meticulosos  i  exajerados  que  rechazan  toda 
innovación,  por  razonable  que  sea,  i  que  reducen  el 
lenguaje  a  una  especie  de  fórmula  sacramental,  en  que 
no  es  lícito  variar  una  tilde. 

No  caia  por  eso  en  el  extremo  opuesto. 

Cuando  hablaba,  o  escrij)ia,  no  encerraba  con  seis 
llaves  las  reglas  gramaticales,  como  Lope  de  Vega  los 


INTRODUCCIÓN  LXXIX 


preceptos  dramáticos,  bien  que  no  se  asemejase  a  un 
devoto  escrupuloso  que  considera  como  pecado  grave  la 
acción  mas  inocente. 

Indudablemente  quería  la  pureza,  la  regularidad  i  la 
fijación  del  castellano;  pero  se  sometía  al  uso  de  la  jente 
ilustrada  i  al  desenvolvimiento  inevitable  de  una  lengua 
viva. 

Sus  ideas  sobre  esta  materia  están  consignadas  con 
la  mayor  claridad  en  unos  apuntes  que  sacó  para  redac- 
tar una  crítica  minuciosa  del  Diccionario  de  Galicismos, 
escrito  por  don  Rafael  María  Baralt. 

Es  de  sentir  que  esos  apuntes  hayan  pasado  apenas 
de  la  letra  A,  i  que  no  hayan  sido  completados  i  revisa- 
dos por  su  eminente  autor,  pero,  así  i  con  todo,  serán 
leídos  con  interés  i  provecho. 


DICCIONARIO     DK     GALICISMOS 
Por  don  Rafael  María  Baralt 

Este  es  un  libro  que  hacía  falta  en  los  países  castella- 
nos de  uno  i  otro  hemisferio,  i  que  celebramos  haya 
tenido  aceptación  en  Santiago,  que  no  era  donde  menos 
80  necesitaba.  Predicadores,  abogados,  catedráticos, 
historiadores,  poetas,  periodistas,  este  libro  es  un  exa- 
men de  conciencia,  que,  si  la  vuestra  no  está  de  todo 
punto  extragada,  os  hará  mas  mirados  en  el  uso  del 
habla,  i  mas  cautos  contra  el  conlajio  de  los  malos 
ejemplos.  De  mí  puedo  asegurar  que,  leyéndolo,  me  ha 
sucedido  mas  de  una  vez  decirme  a  mí  mismo:  Peccavi, 

Tiene  el  Diccionario  dfí  Galirisnios,  entre  otras  reco- 
mendaciones, la  de  leerse  con  gusto  i  hacerse  perdonar, 


L2(XX  0PUSCULÜ8  L1TBHAH1U8  1  CHITÍC08 


por  la  tersa  i  luminosa  doctrina  que  contiene,  la  seve- 
ridad con  que  nos  echa  en  cara  nuestros  deslices  i  fraji- 
lidades;  si  bien  hallo  de  cuando  en  cuando  excesiva  la 
severidad,  no  •  enteramente  segura  la  doctrina,  i  algo 
arbitrarios  los  fallos.  Excepciones  hai  que,  en  igualdad 
de  circunstancias,  se  admiten  i  se  rechazan,  i  principios 
también,  ya  expresos,  ya  implícitos,  que  no  me  parecen 
fundados  en  razón. 

Prohibir  absolutamente  la  introducción  de  voces  i 
frases,  vocablos  i  modos  de  decir  cinctutis  non  exaudita 
Cethegis,  sería  lo  mismo  que  extereotipar  las  lenguas, 
sería  sofocar  su  natural  desenvolvimiento. 

Son  las  lenguas  como  cuerpos  organizados  que  se 
asimilan  continuamente  elementos  nuevos,  sacándolos 
de  la  sociedad  en  que  viven,  i  adaptándolos  bajo  la  forma 
que  es  propia  de  ellas  a  las  ideas  que  en  ésta  dominan, 
renovadas  incesantemente  por  influencias  exteriores, 
como  la  atmósfera  de  que  los  vejetales  se  alimentan. 
Pero  no  debemos  dar  demasiada  latitud  a  esa  semejanza, 
llevándola  mas  allá  de  lo  que  conviene  a  la  fácil,  breve 
i  lúcida  enunciación  del  pensamiento.  Es  una  condición 
reconocida  para  lejitimar  la  introducción  de  un  vocablo 
o  frase  nueva  su  necesidad  o  utilidad,  por  manera  que 
se  logre  con  ella  señalar  un  objeto,  expresar  una  idea, 
adecuadamente,  sin  aníibolojía,  sin  rodeos,  cuando  la 
lengua  no  tiene  otro  modo  de  hacerlo.  Figurémonos  lo 
fecunda  que  sería  de  incertidumbres  i  perplejidades  una 
lengua  caprichosa,  de  frases  i  modos  de  decir  exóticos, 
en  que  tropezase  a  cada  paso  el  lector,  obligándole  a 
una  atención  desacostumbrada  i  penosa.  El  lenguaje 
tiene  su  belleza  propia,  que  se  desluce  con  afectadas 
galas,  i  solo  consiente  aquéllas  que  le  sientan  bien  por- 


que  oonvieaen  a  su  conformación  i  Gsonomía  nativas. 

Pero,  do  todas  las  novedades,  las  quo  mas  daüo  hacen 
60n  las  accpciüncs  nuevas  que  se  dan  a  las  voces  cuya 
M'gniíicacion  ha  fijado  la  lengua.  Bajo  esto  aspecto,  me- 
reoon  tenerse  presentes  muchos  de  los  artículos  del 
Diccionario  de  Galicismos;  pero  hai  algunos  en  que  su 
sabio  autur  nos  parece  excesivamente  escrupuloso.  ¿Por 
qué  no  ha  do  poder  decirse,  por  qué  ha  de  ser  malo: 
ñbindonar  un  sistema  erróneo,  abanfíoiiar  un  método 
embarazoso, abandonarse  a  lavoluntadde  la  Providencia? 
Algunas  de  las  sustituciones  propuestas  por  el  señor 
Baralt  me  parecen  poco  felice».  Reimnciar  esperanzas 
es  admi-sible,  aunque  no  necesario;  pero  renunciar  sis- 
temas! renunciar  métodon!  Abandonarse  en  manos  de  la 
Procidencia  es  mas  caslizo  i  mas  expresivo,  sin  que  por 
eso  deba  condenarse  como  vicioso  abandonarse  a  la  üo- 
luntad  de  la  misma,  o  mas  frecuente  i  mejor  abando- 
narse a  ella,  i  si  pueiébcmos  eí  cíelo  en  lugar  do  la  Pro- 
ijidencÍ!i,¿\e  daríamos  también  manos  para  abandonarnos 
a  ellas?  No  estamos  obligados  a  decir  siempre  lo  mejor; 
basta  lo  bueno. 

En  jenoral,  lo  que  deja  mas  que  desear  en  este  libro 
es  la  conversión  de  frases  que  so  condenan  justa  o  in- 
justamente como  galicismos  a  frases  castellanas.  ¿A  quién 
ealisfacerá  que,  en  lugar  de  desilusionar,  se  diga,  no  ya 
deíengafiar,  que  se  le  acerca  ciertamente,  aunque  no 
alcance  a  signilicar  lo  mismo,  sino  ilustrar,  instruir, 
advertir? 

He  dicho  ({ue  loa  significados  nuevos  daílos  a  palabras 
conocidas  i  iitiualca  constituyen  imperdonables  noolnjis- 
mos.  Pero  téngase  presente  que  una  acepción  metafórí- 

oPünr..  1 1  ' 


ea,  8i  la  metáfora  es  lejítima,  no  es  una  acepción  nueva. 
151  primero  que  dijo  matar  la  luz  empleó  una  bella  me- 
táfora, sin  uso  alguno;  i  tan  feliz  pareció  este  uso  de 
inaíar,  (jue,  a  fuerza  de  repclirse,  tomó  et  carácter 
de  propio,  i  como  tal  lo  reconoce  la  Academia.  La 
metáfora  sujiere  simultáneamente  dos  ideas:  la  que  co- 
rresponde a  la  voz  propia  i  la  de  la  imájeii  presentada 
por  la  voz  metafórica;  i  si  no  es  grande  i  obvia  la  seme- 
janza entre  las  dos,  la  expresión  es  oscura,  i  por  consi- 
guiente, viciosa.  Apagar  la  vida  me  parece  hallarse  en  el 
mismo  caso  que  maíav  /a  luz,  aunque  no  mencionado 
ni  como  propio,  ni  como  metafórico  en  el  diccionario 
académico. 

Si  es  permitida  la  introducción  de  vocablos  nuev( 
convendrá  averiguar  ante  todo  qué  condiciones  los 
jitiman. 

La  primera  es  la  necesidad  o  utilidad.  Si  para  expre- 
sar una  idea  tenemos  que  valemos  de  una  perífrasis, 
nadie  negará  la  conveniencia  de  crear  o  adoptar  un 
signo  que  la  dé  a  conocer  concretadamente  i  sin  rodeo. 
Si  se  trata  do  un  animal  recientemente  conocido,  de  una 
planta  exótica  naturalizada  en  nuestro  suelo,  de  una 
máquina  o  de  un  utensilio  nuevo,  de  un  objeto  cualquie- 
ra que  hasta  ahora  no  ha  tenido  nombre  en  la  lengua, 
es  necesario  dárselo,  sea  que  lo  saquemos  de  otra  len, 
antigua  o  moderna,  sea  que  lo  formemos  sin  salir  de 
nuestra. 

La  segunda  de  dichas  condiciones  es  que  se  dé 
recién  formado  vocablo  una  fisonomía,  en  cuanto  posible 
fuese,  castellana;  bien  que  en  esta  materia  es  necesario 
dar  mas  libertad  i  amplitud  al  lenguaje  de  las  ciencias  i 
artes.  Las  ciencias  son  cosmopolitas;  i  en  ellas  impoi 


ado 
irio  •  ^ 

re- 
sis, 
un 
eo. 
ina 
ma 
uie- 


INTIlODfCCION 


mucho  que  lo  que  se  escribe  en  un  pa,is  se  entienda  per- 
fectamente on  los  otros,  de  matiora  que  una  voz  técnica 
haga  nacer  en  la  mente  del  lector,  a  cualquier  nación 
que  perlenozca,  la  ¡dea  que  le  tiene  asignada  la  ciencia, 
sin  diferencia  alguna,  lo  cual  lograríamos  sin  duda  mu- 
cho mas  fácilmente  empleando  la  misma  voz,  con  una 
nominación  castellana,  que  traducirla  por  otra  equiva- 
Icnle.  Asi,  aunque  aparasolado,  por  ejemplo,  significa 
de  un  modo  mui  castellano  i  muí  pintoresco  la  disposi- 
ción de  las  flores  de  ciertas  plantas,  en  obras  de  botánica 
destinadas  a  loa  que  cultivan  csla  ciencia,  me  parecería 
mas  conveniente  umbela  que  parasolarfo,  i  plantas  itmbe- 
laflns  que  plantas  aparasolada.:?,  para  indicar  esta  disposi- 
ción de  las  flores.  Por  la  misma  razón,  preforiria  yo 
hojas  o  flores  verticiladas  a  hojas  o  flores  de  añada  o 
rodaje.  Pero  es  preciso  que,  al  castellanizar  una  voz  téc- 
nica, lo  hagamos  con  el  debido  discernimiento.  A  cierto 
orden  de  reptiles,  llaman  los  naturalistas  en  latin  saurii, 
en  franfeasauríejis;  i  nosotros  debemos  llamarlos  saurios, 
tomando  la  voz  latina  (parce  detorta,  como  recomienda 
Horacio),  no  saurianoa,  ni  mucho  menos  sorianos  como 
ha  hecho  un  estimable  naturalista  de  nuestros  dias. 
Extiéndese  esto  mismo  a  los  nombres  propios. 

Presupuesta  la  conveniencia  de  un  vocablo  nuevo,  yo 
no  escrupulizaría  formarlo  de  una  raíz  castellana,  según 
los  modos  de  derivación  que  eo  usan  c  munmente  en 
nuestra  lengua,  i  a  que  se  desarrolle  su  organización,  co- 
mo la  de  las  plantas  en  sus  ramas,  vastagos  i  flores.  Una 
vez  admitido  impresionar,  como  verbo  activo  derivado 
de  ím;>re/«íori.  ¿por  qué  no  admitiríamos  a  impresionable, 
como  nombre  verbal  derivado  de  impresionar?  El  señor 
Barait  toma,  creo,   bajo  su  protección  a  imprasionable. 


OPUülitlLUS  LITBHAl 


(|ue  la  Academia  no  reconoce,  pero  no  en  el  significado 
que,  a  mi  juicio,  le  conviene  major;  i  sostiene,  como 
cowa  evidente,  que  pertenece  a  la  primera  clase  de  los 
derivados  en  able,  cuya  signilicacion  es  activa,  como 
ileluit&ble,  lo  que  deleitfv.  Yo  croo,  al  contrario,  que  debe 
clasificarse  con  los  que  signilican  posibilidad  i  pasión, 
impresionado,  que  os  la  significaoiou  ordinaria  de  los 
adjetivos  verbales  en  aí>ie  o  ible,  i  por  tanto,  la  que  mas 
fácilmente  ocurre  al  lector  u  oyente.  Crci>  que  a  pocos 
ocurriría  llamar  corazón  impresionable  al  que  puedo 
hacer  impresión  viva,  i  que  si  oís  que  una  peruana  es 
fácil,  líjei-a  o  pi^fundutnBiite  impresionable,  todo  el  que 
supiese  lo  que  quiere  decir  impresión  e  iinpresionar 
eiitendcria  que  se  trataba  do  una  persona  que  es  fácil 
o  lijera  o  pru  fu  [idamente  impresionada.  ¿Qué  importa 
que  en  Irances  se  diga  impresio/iabíe  en  el  mismo  sen- 
tido? ¿Debemos  abstenernos  de  una  derivación  caste- 
llana en  su  sentido  natural,  porque  los  franceses  tengan 
en  sn  lengua  una  derivación  semejante?  ¿Puedo  evitarse 
que  diis  lenguas  hermanas  se  asemejen  en  muchísi-nas 
cusasV  Es  que  tenemos,  dice  el  señor  Baralt,  un  adjetivo 
que  significa  exactamente  lo  mismo:  el  adjetivo  sensible, 
Pero,  si  es  así,  me  tomaría  la  libertad  de  preguntarle: 
¿podrá  decirse  en  castellano  que  una  persona  es  fácil~ 
mentü  sensible,  como  puedo  decirse  que  es  fácilmente 
impresionable?  Si  en  alguno  de  los  dos  sentidos  hai 
algo  que  no  es  conforme  a  la  indolo  de  njjestra  lengua, 
es  ciertamente  en  el  del  señor  Baralt,  porque  es  una 
excepción,  mientras  que  el  otro  ocurre  a  cada  paso, 
entra  en  el  proceder  ordinario  de  la  lengua,  es,  en  una 
palabra,  la  regla.  Lo  mismo  sucede  on  los  verbales  í 
bilis  latinoa. 


I  si  de  impresión  sale  rectamente  desimprenlonnr, 
reconocido  por  la  Academia,  ¿por  quó  nO  de  ilusión, 
desilusionnr?  El  Diccionario  (le  Gnlicitímos  In  i-uliiiHap(ir 
dos  razones:  primera,  porque  no  totioinofs  oí  Hiiiipl» 
itu»ion.tr,  comí»  ios  fraiicosew  a  iUuftioh<-r;  HPginida, 
porque  tenemos  ja  un  verbo  i|iil'  sífíriilica  lo  mismo, 
dtisengaíljir.  Ln  primero  nn  íinpurli».  TómeMO  el  Icclor 
ol  trabajo  de  rec-irror  la  lar^tiíhtina  lietln  dn  verbos  ipio 
comienzan  en  castellano  por  la  parlfciila  compOHltiva 
des;  i  se  verá  (juc  no  son  pocoa  Idh  que  pr'nwUMi  IninB- 
dialamonte  do  noml)re,  sin  el  Íntcrin«dio  Hh  vítIo,  \ii 
se  aiwjan  laa  colmenas,  i  sin  embargo,  »o  tlanahpjnn;  \ 
no  se  acerba  un  licor,  aunque  so  dmací^rltR-.  i  «e  denngiin 
un  terreno,  aunque  no  se  a^ita;  niponnile  lu  Icn^i'^i  "'mr 
a  un  hombre  {como  no  sea  m'ivi.'r|ü  en  irn);  ni  amornr 
a  nadie,  aunque  sí  deitumarnrla.  Esto  en  las  primeraa 
columnas,  i  sin  recurrir  a  la»  otras  del  ÍHccionnrio: 
descabezar,  descabritar,  d/^sgsifur,  despabilar,  etc.,  etc. 
Ademas,  yo  no  veo  por  qué  no  pudiera  usarse  en  oca- 
sionéis oportunas  iUisionar,  quo  do  seguro  sería  enten- 
dido de 'todos,  aunque  nn  hubienc  «taludado  el  francés. 
La  segunda  razón  es  todavía  mas  dííbil.  Entre  dasiiu- 
sionar  i  de/tentjnñar^  hai  la  misma  diferencia  que  entre 
ihmon  i  enfjHfío. 

Paréceme  igualmente  que  el  señor  Haralt  no  ealo 
una  que  otra  vez  de  los  límites  propios  do  una  obra 
Olmo  la  su>a,  i  eso  aun  dando  al  titulo  toda  la  extensión 
i  signilicadii  quo  no  tiene,  puesto  que  en  HIa  se  tratado 
señalar  los  vocahlus,  ¡iros  i  modos  de  decir  viciosos  quo 
hemos  tomado  recionlomonte,  no  solo  dpi  francés,  niño 
de  una  lengua  extranjera  en  jenoral,  o  quo  lalvez  hemos 
fonnadj  en  nuestra  prnpia  lengua  adulterando  las  na- 


turales  acepciones  o  conibineiciones  de  las  palahras  cas- 
tellanas. Entiendo,  pues,  que  el  señor  Baralt  ha  querido 
darnos  uu  dicciouario  de  neolojisinos  {viciosos,  se  en- 
tiende); i  en  esto  supuesto  he  diclio  que  traspasa  a  veces 
los  límites  que  corresponden  al  abunto  que  se  propuso. 
Una  repetición  prosódica,  por  ejemplo,  como  las  que  se 
notan  en  las  pajinas  578  i  siguientes,  no  es  un  vicio  de 
lenguaje,  sino  de  estilo;  es  el  abuso  de  una  figura  retó- 
rica, rió  un  ueolojisino.  Frai  Luis  de  Granada  hizo  fre- 
cuente uso  de  ella;  i  seguramente  nadie  le  contará  entre 
los  escritores  afrancesados.  Hé  aquí  uno  do  iníinitos  pa- 
sajes que  pudieran  aquí  citarse  de  sus  obras; — ¿Qué  com- 
paración puede  haber  entro  deleites  de  tierra,  i  deleites 
de  cielo?  ¿entre  deleites  de  carne  i  deleites  de  espíritu? 
¿entre  deleites  de  criatura  i  deleites  del  Criador?  Porque 
claro  está  que,  cuanto  las  cosas  son  mas  notables  i  mas 
excelentes,  tanto  son  mas  poderosas  para  causar  mayo- 
res deleites, — Dudamos  que  el  señor  Baralt  quisiera 
chapodar  este  ejemplo,  como  los  que  copia,  de  manera 
que  vienicse  a  decir: — ¿Qué  comparación  puede  haber 
entre  deleites  de  tierra  i  de  cielo,  de  carne  i  de  espíritu, 
de  criatura  i  del  Criador.'  porque  claro  está  que,  cuanto 
las  cosas  son  mas  notables  i  excelentes,  tanto  son  mas 
poderosas  para  causarlos  mayores — doacartando  un  mas, 
dos  entren,  seis  dfíleite.s.  La  repetición,  como  todas  las  fi- 
guras de  retórica,  puede  ser  expresiva  o  inoportuna;  pero 
esto  solo  no  bastarla  para  tildarla  como  afrancesada. 
Prescindo  de  los  casos  en  que  la  repetición  es  absoluta- 
mente necesaria,  como  este  mismo  ejemplo  lo  prueba. 
La  preposición  de  so  encuentra  seis  veces  en  el  primer 
miembro  del  ejemplo;  i  no  podríamos  suprimirla 
sola,  sin  decir  un  despropósito. 


Lo  mismo  digo  del  abuso  de  la  metáfora.  Almurdo 
sería,  i  no  pequeño,  imajinar  r|ue  los  vocablos  no  pue- 
den recibir  otras  acepciones  melafóricas  que  las  señala- 
das por  el  Diccionario  de  la  Real  Academia  Kapañola. 
Cuando  la  Academia  señala  tina  de  ellas,  Id  que  quiere 
decir,  si  no  me  engaño,  es  que  la  tal  acepción  se  ha  licc-Iio 
frecuento  ea  el  uso  común  de  la  lengua,  en  términos  de 
poder  usarse  como  propia.  En  cuanto  a  los  sentidos 
figurados  que  no  constan  en  el  ÍUcrionnrio,  su  lejítimo 
empleo  no  es  cosa  que  pertenece  a  la  jurisdicción  de  la 
gram&tíea  o  la  lexicografía,  sino  do  la  retórica,  c-sto  es, 
del  buen  gusto  en  la  elección  de  los  pensaniienfos  o  el 
estilo.  Cabalmente  la  novedad  de  las  imájeiies  es  una  de 
tas  calidades  que  realzan  su  lejítimo  empleo,  aun  en  el 
estilo  didáctico.  De  lo  cual  se  sigue  que,  cuando  se  toma 
una  palabra  en  sentido  metafórico  de  que  no  haga  men- 
ción la  Academia,  la  metáfora  puede  ser  inoportuna, 
puede  ser  violenta,  puede  ser  do  mal  gusto,  pero  no 
por  eso  será  un  neolojismo  (tomando  esta  palabra  en 
mal  sentido,  que  es  el  que  ordinariamente  le  damos);  i 
el  haberse  usado  en  otra  lengua  no  hace  al  caso.  Si  la 
metáfora  satisface  a  las  condiciones  que  se  requieren 
para  el  recto  uso  de  esa  especie  de  tropos,  no  hai  mas 
que  pedir;  i  el  haberla  tomado  de  la  lengua  francesa 
podrá  ser  una  imitación,  i  alo  sumo  un  plajio,  pero  nó  un 
galidsmo.  Trasparente  es  una  cualidad  quo  los  moder- 
nos críticos  franceses  atribuyen  al  estilo  cuando  pone  de 
maniriesto,  o  en  toda  su  luz,  los  pensamientos  del  autor, 
a  la  manera  de  un  cuerpo  diáfano  que  se  interpone  entro 
nucsti'a  vista  i  los  objetos  materiales.  La  iniájen  no 
puede  sor  ni  mas  adecuada,  ni  mas  expresiva,  ni  mas 
clara,  ni  mas  breve.  ¿I  m»  podremos  nosotros  emplear  en 


el  mismo  sentido  las  palabras  íi-aspareníe,    diafanidad, 
ein  que  se  nos  acuse  de  galiparlistas? 

Peur  rae  parece  todavía  cuando  se  repruelm  una  locu- 
ción por  el  solo  hecho  de  asemejarse  a  olra  que  los 
franceses  emplean  corrientemente  on  su  lengua,  porque 
tiene,  según  se  dice,  unsíbor  gnUrano.  Eslo  me  recuer- 
da el  cupit  ha^resim  do  que  tanto  abusó  el  santo  oficio. 
Si  en  la  tal  locución  todas  las  palabras  están  usadas  en 
el  sentido  propio  o  en  ei  metafórico  que  por  un  uso  fre- 
cuente ha  merecidi»  mirarse  como  lal,  i  si  la  construc- 
ción está  arreglada  a  los  preceptos  do  la  gramática,  nada 
significa  la  semejanza  que  tenga  con  otro  jiro  o  modo 
de  decir  francés,  ingles,  italiano  o  de  cualquiera  otra 
lengua.  Ni  veo  razón  por  qué,  en  igualdad  do  circuns- 
tancias, esté  mas  a  cubierta  la  adopción  de  un  jiro  latino, 
que  nó  la  de  una  expresión  francesa- 
No  parece  bien  que  la  lengua  francesa  sea  una  senti- 
na, de  donde  nada  bueno  puede  venirnos,  híuo  infección 
i  peste,  sin  que  haya  cuarentena  que  lo  purifique,  úni- 
camente por  existir  allí,  eso  en  medio  de  ostársenos 
colando  por  todos  los  poros  las  ideas,  las  doclrinas, 
costumbres,  las  modas  francesas.  Est  modus  in  robus. 


Á  USADA  POR  PAllÁ 


Con  mucha  frecuencia,  se  conmutan  una  por 
estas  dos  preposiciones  en  castellano;  i  no  siempre 
fácil  decidir  a  cuál  de  ellas  so  deba  la  preferencia. — 
«¿Kl  yugo  de  la  virtud  es  posado  al  hombro  o  para  el 
hombre'''»— El  seí\or  Baralt  reprueba  la  primera  deestas 
construcciones;  pero  creo  que  en  el  lenguaje  de  la  poe- 
sía, que  exije  amenudo  el  réjimen  latino,  sonaría  tali 
mejor  pesado  al  hombre:  grave  homini. 


I 

■e  e^^^ 


INTRODUCCIÓN  LXXXIX 

'En  lo  qiie  con  menos  desconfianza  difirrn  Hol  nícnit- 
Tiarío,  es  en  la  censura  de  la  frase:  kA  tales  lu'nibres, 
nada  puede  ser  iiiipüfible,«  p>.rqiie  el  ser  poniliU'  n  im- 
posible, agradaltto  o  iuolesl'j,  fácil  o  diriril,  rije  el  tinlivo 
de  loa  pronombres  doclinablcs:  «Te  es  Eoil,»  «nos  oh 
molesto,»  onu  parece  serlos  imposible;»  I  a  talos  hnmhves 
es  precisamente  eac  misinn  tlativo.  ¿A  quién  oFeiutc^ria 
que  se  dij*.'i-e  empleando  un  pleonasmo  que  c»  Trccuon- 
tísimo  en  castellano:  vi  tales  hombres  nada  puedo  Ksrlen 
imposible?  ¿I  no  sorúi,  solocisino  garrafat  para  tale*  honu 
bres  puede  serles?  Do  donde  me  parece  deducirse  que, 
en  el  ejemplu  cuestionado,  no  solo  es  lojílimo  «,  «iníi 
preferible  a  para. 

A  USADA  \'<m  ai\ 

Según  el  Diccionario,  es  galicismo  «vender  a  pérdida,» 
BÍn  embargo  de  la  analojía  de  esta  fraac  con  ivendor  a 
crédito,»  «vender  a  dinero,»  i  otras  cuantats  como  «ven- 
der a  prueba  o  a  plazo,»  «vendiT  a  vil  o  mal  precio,» 
«prestar  a  interés,»  «imponer  un  capital  a  fondo  perdi- 
do,» etc.  Pero,  pocas  Ifneas  mas  abajo,  se  admito  «reftir 
a  sable  o  pistola,»  porque  hal  on  castellano  otras  expre- 
siones idiomáticas  del  mismo  jénoro,  cí^nno  «ponorso  a 
brazos  con  alguno,»  «andar  a  estricadaH,»  etc.  Creo  que 
entre  estas  últimaíf  es  ménns  obvia  la  analojía,  queentre 
las  anteriore»;  i  con  todo  eso,  «vender  a  pérdida»  so 
ondena  como  afrancesado,  i  «pelear  a  Cíipatla,»  nó, 
Cur  tan  varíe? 

A  iWAn.v  pon  poñ 

LbA  lo  que  veo,  tan  malo  es   hoi  como  ayer.»  J'or  lo 
0 ueo (jiiicre  el  Diccionario  que  se  diga;  i  nsland')  a  esa 


LG  OPÚSCULOS  LITKHAltlOS  1  CRÍTICOS 


decisión,  es  preciso  que  sean  también  neolojisnios  «a  lo 
que  parece,»  cea  lo  que  conceptúo,»  cea  lo  que  preveo,»  de 
uso  comunísimo.  Pero  el  mismo  Diccionario  establece 
a  la  pajina  607  que  según  i  a  lo  que  son  expre§jiones 
equivalentes;  i  de  sus  ejemplos  se  deduce  que  tan  bue- 
no es  a  lo  que  creo^  a  lo  que  opino^  como  según  creo^ 
i  según  opino.  ¿Por  qué,  pues,  no  hemos  de  admitir  a 
lo  que  creo^  como  un  equivalente  propio  i  lejítimo  de 
según  creo? 

Copio  el  párrafo  siguiente  porque  la  doctrina  en  él 
enunciada  me  parece  abrir  la  puerta  a  un  modo  de  dis- 
currir ciertamente  laxo  en  materia  de  neolojismos,  doc- 
trina que  inutilizaría  mucha  parte  de  los  saludables 
avisos  del  Diccionario,  con  los  cuales  está  en  pugna 
abierta. 

— «I  a  esta  causa,  los  sabios  no  suelen  menospreciallos 
(los  refranes),  antes  llegarse  a  ellos,  como  a  buenos  con- 
sejeros.» (Gara.1,  Cartas.)  Hoi  pasaría  por  galicismo  la 
expresión  a  esta  causa  ^  frecuente  en  las  obras  de  nues- 
tros antiguos.  Ciertamente,  lo  mas  propio  es  por  esta 
causa,  a  menos  que,  cambiada  la  estructura  de  la  frase, 
no  se  dijese:  A  esta  causa  debe  atribuirse  el  que  los  sabios ^ 
lejos  de  meyíospreciarlos ^  se  hayan  llegado  siempre  a 
ellos,  como  a  buenos  consejeros.  La  expresión  de  Garai 
es,  pues,  una  elipsis. — 

Yo  convengo  en  que  hoi  se  preferiría  con  razón  a  la 
frase  anticuada  de  Garai  cualquiera  de  las  corrientes, 
por  esto,  por  esta  causa,  etc.  Con  lo  que  sí  estoi  mal,  es 
on  la  idea  que  el  autor  nos  da  de  la  elipsis.  Explican- 
do por  esta  figura  aquella  frase  (lo  que  de  suyo  siprni- 
ficaria  poco^,  apenas  habría  locución  viciosa  que  no 
pudiese  justificarse  a  la  sombra  do  una  elipsis  imajina- 


ría,  sobre  tndo,  ni  se  mirase  como  una  elipsis  la  qun  so 
nos  presenta  coimt  tal  on  el  prinajc  que  hemos  cnpiado. 

— La  elipsis  (dice  inui  bien  la  Aciticiiiia  en  la  cuarta 
edición  de  su  Grhmálica,  i  creo  i|ue  lo  repite  en  la  quin- 
ta) es  una  Tipira  por  la  cual  se  omiten  en  la  oración 
algunas  palabras  que,  hiendo  necesarias  para  completar 
la  construcción  gramalica!,  no  hacen  falta  para  el  sciili- 
do  i  su  intclijencia,  antes,  si  sq  expresaran,  quitarían  la 
gracia  de  la  brevedad  i  la  enerjía  a  las  expresiones. — 

Los  ejemplos  con  que  se  ilustra  la  detiiucion,  m»  pue- 
den ser  mas  adecuados.  Solo  me  permitiré  notar  que  im 
haí  para  qué  suponer  que  esté  incompleta  la  expresión 
Madrid  c.ijiHal  de  España,  subentendiendo  que  es  entre 
Mudrid  i  capital,  porquo  la  gramática  no  se  opone  a  que 
se  usen  dos  sustantivos  continuados,  que  os  un  proceder 
frecuentísimo  do  nuestra  lengua,  i  aun  de  todas  las  len- 
guas; i  no  hai  elipsis  donde  nada  hace  falta  a  la  cons- 
trucción rigorosamente  gramatical.  ¿Hai  alguna  raznn 
para  que  no  pueda  señalarse  un  mismo  objeto  por  medio 
de  dos  sustantivos  continuados,  cuandi»  ambos  son  pro- 
pios i  oportunos?  Si  no  debe  suponerse  elipsis  dondo  no 
se  necesita  para  la  integridad  de  la  oración,  mucho  me- 
nos admisible  será  cuando  se  funda  on  una  suposición 
que  la  lengua  desmiente.  Hai  muchos  nombres  propios 
que  reciben  artículo  por  el  uso  corriente  de  la  lengua;  i 
en  que,  por  lo  tanto,  no  lial  para  qué  concebir  elipsis 
alguna,  porque  la  gramátici  no  es  mas  que  la  exposi- 
ción de!  uso  Corriente.  Puede,  a  la  verdad,  habersi!  f»ri- 
jinado  este  uso  de  una  primitiva  elipsis,  que,  a  fvierzn  de 
repetirse,  dei6  al  (¡n  de  ocurrir  al  entendimiento.  Pero, 
en  el  caso  de  que  hablamos,  no  es  así.  Si  se  dice  el 
Tajo,  entendiéndpse  entre  el  articulo  i  el  nombre  propio  e) 


apelativo  rio,  ¿qué  es  lo  quo  se  entiende  en  In  Esgucva 
i  ía  Guama,  que  tarabion  son  rios?  Si  en  la.  Morea  se  ha 
suprimido  península,  ¿t¡uó  os  lo  que  se  ha  suprimido  en 
el  l'eloponcso,  que  es  precisamente  la  misma  península? 
Si  en  fií  Ferrol  t  el  Callao  se  subentiende  puerto,  /qué 
es  lo  que  se  subentiende  en  los  nombres  femeninos, 
como  ía  rjnaira?  Pero  ¿quién  no  ve  que  el  ¡enero  del 
artículo  de  nombres  propios  que  no  significan  macho  n 
hembra  es  sujeiñdo  constantemente  por  la  turminacion, 
i  que  se  dice  la  Francia,  /a  China,  ía  Grecia,  porque  la 
terminación  a  pide  ese  jcnero;  i  el  Pemil,  ol  Japón,  el 
IndoBtan,  porqno  estas  terminaciones  son  claramente 
masculinas?  prueba  perentoria  de  que  el  articulo  en  esos 
nombres  no  tiene  relación    con  ningún   apelativo  tácita<i| 

Pero  lo  mas  impurtanle  es  aclarar  í|uc!  la   repuesf 
elipsis  no  debe  hacer  variación  alguna   en  la  cxpresi<^ 
de  la  frase,  ni  en  el  número  i  nalurale^^a  de  los  elcmei^ 
tos  que  la  componen.  La  frase  elíptica  debo  sor  una  píM 
cion  integrante  de  la  frase  completa,  ¡  nada  mas.    Así,"" 
«concluida  la  función,  nos  volvimos  a  casa»,  no  es  elíp- 
tico el  ablativo  absoluto,  porque  en  él  se  suiíentiende 
luego  que  se  concluijó,  pues  osa  expresión    no  lo  llenayí 
sino  que  se  lo  sustituye  otra  expresión  do  naturaleza  ent«'J 
ramente  diversa.  Luego  que  se  concluyó  no  en  complemenfl 
to  de  mndtiida,  sino  una  explicación,  una  paráfrasis. 

E«te   modo   do   considerarla  elipsis  os  el    antiguo  i 
¡enuino.  Apelo  sobre  ello  a  todas  las  gramáticas  antí 
rioros  al  año  de  gracia   de  ISJí. 

Bástenos  citar  a  loa  lectores  de  cierta  edad,  la  que  e 
mas  manoseada   on   las    aulas   do  latinidad    hasta 
miestnifi  dias:  el  Arta  de  Nebrija. 

Segiin    este  principio,   la    expresión   de   Oarai,  no  c 


elíptica,  i  la  explicación  del  señor  Barait  no  la  cúmplela, 
eánu  la  paraírasea. 

He  dicho  que,  aceptando  la  doctrina  det  párraro  copia- 
do, sería  facilísimo  jusUlicar  muchas  locucinnes  iiidosas. 
Por  ejempNi,  «libei-al  al  exceso»  es  una  expresión  censu- 
rada justisiinaiiicnte  por  el  scñ'ir  Barallj  pero  se  podría 
lejitimar  subentendiendo  Uherai  hasta  llegar  aí  exceso. 
sAllí  fnó  el  deüoar  de  la  espada  de  Animlib»,  es  una 
locución  de  Corvantes  que  el  señor  Barall  desaprueba; 
entiéndase  el  auxilio,  la  posesión  de  la  espada,  i  la  locu- 
ción no  será  incorrecta,  sino  elíptica. 

«No  veo  aquí  a  leer,»  a\o  veo  aquí  a  coser,»  son  evi- 
dentc«>  galicismos,  segun  el  señar  Barait;  mas,  según  el 
mismo  señor,  personas  muí  competentes  miran  esas 
construcciones  como  lejitimas  en  virtud  de  una  elipsis; 
«No  veo,  pues/o  aquí  a  leer»  o  «a  coser.»  ¿Qué  puedo, 
sin  inconsecuencia,  oponer  a  este  modo  de  discurrir  el 
eeñor  Barait?  La  elipsis  imajinada  por  esas  personas 
carece  de  todo  fundamento  cierto  o  probable;  pero  al  fin 
80  parece  de  tmlo  a  indo  a  ]a  figura  que  los  gramáticos 
han  llamado  asi;  lo  que  en  verdad  no  puede  decirse  de 
la  suya  en  la  explicación  (.le  la  frase  de  Garai. 

A  USADA  POR  DE 


El  desprecio  a  ¡as  leyes  dice  e!  Diccionario  que  es  una 
mala  expresión,  i  ordena  so  diga  el  desprecio  de  las  leyes, 
o  el  desprecio  que  se  hace  de  las  leyes. 

Yo  creo  que  os  bueno  lo  uno  i  lo  otro,  i  en  jene- 
ral  mas  claro  a  que  de  en  las  frases  de  este  jénero.  Hai 
muchos  sustantivos  que  significan  afectos  del  alma  ha- 
cia  un  objeto  exterior,  i  que  se  hallan  en  relación  inme- 


diata  de  parentesco,  dígánioBlo  asi,  con  verbos  activi 
de  la  miema  sigiiificacion  i  raíz:  apreciar,  aprecio;  dea- 
preciar,  desprecio;  venernr,  veneración;  aborrecer,  abo- 
rrecimiento; odiar,  odio;  teiner,  temor;  etc.  Estos  sus^ 
tantívos  pueden,  por  lo  tanto,  uaarae  activa  o  pasivi 
mente;  en  «el  desprecio  a  las  leyes  o  de  las  leyes» 
BÍgnificado  es  pasivo,  porque  las  leyes  son  la  cosa  des- 
preciada; en  «I^os  primiíivus  cristianos  se  sometian 
heroicamente  a  las  persecuciones  i  al  desprecio  del 
mundo,»  el  sentido  es  activo,  porque  el  que  desprecia 
ea  el  mundo.  Por  conaiguienlo,  el  desprecio  del  viundo 
es  de  suyo  una  expresión  aníibolójica.  Así  «é 
del  raundo  era  la  gloria  de  los  primitivos  crisUan* 
admite  dos  sentidos:  los  primitivos  cristianos  se  glorii 
ban  de  despreciar  el  mundo,  o  de  ser  despreciados  por 
el  mundo.  Dígase  a  en  el  primer  sentido  i  de  en  el 
segundo;  i  ccaará  todo  peligro  de  duda.  Si  no  me  equi- 
voco, el  uso  del  dia  autoriza,  en  las  construcciones  de 
que  hablamos,  el  réjimen  a,-  i  no  importa  quo  este  uso 
sea  reciente,  si  tiene  a  su  favor  dos  cosas  nada  insigni' 
ficantes:  la  aceptación  jenoral  i  la  claridad.  ¿Será  inco' 
rrocto  decir  «el  desprecio  de  los  primitivos  cristianos 
las  vanidades  del  jnundo;u  i  deberemos  dar  la  preferí 
cía  a  la  inelegante  frase  ael  desprecio  de  las  vanidades' 
del  mundo  de  los  primitivos  cristianos,»  o  a  la  perífrasis 
■el  desprecio  de  las  vanidades  del  mundo  que  era  propio 
de  loa  primitivos  cristianos?»  El  réjimen  a  tiene,  pues, 
en  muchos  casos,  la  ventaja  de  la  brevedad.  Recromién- 
dalc  ademas  la  analojia,  porque  hai  sustantivos 
piden  precisamente  a;  «la  veneración  a  las  leyes, 
obediencia  a  los  majíatrados,»  ala  coní>agrac¡un  a  Dios, 
etc.,  frases  tudas  que,  pur  lo  luénus,  se  presienten 


m 

an 
del 
'ecia         || 
indo         1 

■:m 

)ri»^H 


ICO- I 

>sd^H 


obnas  i  natar-ilisiinas  elipsis,  ooinrt  la  \-eDcmcion,  i  la 
obediencia  que  se  debe,  la  coneogracioi)  que  se  hace,  elo^ 

En  resolución,  haí  casos  en  que  parece  indiferente  a 
o  de  en  el  sentido  pasivo:  «el  temor  a  la  muerto  o  de  la 
muerte;»  i  casos  en  que  la  claridad  de  la  sentencia  pide 
exclu-sivaniente  a  en  el  mismo  sentido:  «el  odio  a  los 
Uranos. B  Cuando  concurre»  ambos  sentidos,  deben  evi- 
tarse circunloquios  rastreros,  distinguiéndolos  con  las 
respeciivas  preposiciones:  «el  miedo  de  los  niños  a  la 
oscuridad.»  El  sentido  activo  pide  siempre  de.  Yu  croo 
representar  de  esle  modo  el  uso  corriente  del  dia.  Se 
recomendaran  otras  frases  como  mas  caslizas;  pero  ¿qué 
quiere  decir  castizo?  antiguo,  i  nada  mas.  ¿I  no  sería 
pormilido  a  las  lenguas  rtíjuvenecerso,  mientras  conser- 
ven su  organismo,  mientras  lo  nuevo  so  incorpora  a  lo 
viejo,  sin  hacer  violencia  a  sus  Iiábitos  conocidos? 

El  Diccionario  reprueba  (pajina  14):  "El  absoluto  i 
completo  abandono  de  nosotros  mismos  a  la  voluntad  do 
la  Providencia.»  ¿I  por  quó?  Porque  en  castclliino  se 
dice  aabandonarsíe  en  manos  de  la  Providencia»  i  no  «a 
manos.»  Pero,  si  no  se  le  ponen  manos  a  la  Providencia, 
no  vale  nada  el  argumento.  ;.Podríamüs  al)an(ionarnos 
a  los  vicios,  i  no  a  la  voluntad  do  la  Providencia?  VÓaae 
el  Diccionario  de  la  líeal  Academia  en  abandonar  i  aban- 
dono. 

Copio  del  Diccionario  de  Galicismos: 

— «¿A  Dido  huyes?»  se  lee  en  unaanligua  traducción 
déla  Eneida  citada  por  Garóes  en  su  obra  titulada  Fun- 
damento del  vigorieleQancia  do  la  lengua  ciislellano.  Este 
autor,  para  quien  todo  lo  antiguo  era  sagrado,  dice,  con 
tjd  propósito,  que  cuando  huir  significa  tener  odio  lleva 
la  preposición  a,   sin  tener  para   ello  mas    fundamento 


ZCVI  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


que  el  pasaje  citado.  Huir,  diga  Oarces  lo  que  quiera, 
no  rije  a,  sino  cuando  so  emplea  para  expresar  lugar 
hacia  donde  se  huye,  verbi  gracia:  «huir  o  huirse  a  ía 
ciudad». — 

Estoi  por  Garces.  Huir  a  por  huir  cle^  o  en  otros  tér- 
minos^ construir  este  verbo  en  un  sentido  activo  a  ma- 
nera de  latinismo,  no  es  tan  raro  en  nuestros  escrito- 
res clásicos,  como  el  señor  Baralt  imajina.  Ahí  está  frai 
Luis  de  León,  que  no  me  dejará  mentir. 

Qué  descansada  vida 
la  del  que  huye  el  mundanal  ruido. 

No  es  dado  al  que  alli  asienta, 
8i  ya  el  cielo  dichoso  no  le  mira, 
huir  la  torpe  afrenta. 

Recíbeme  en  tu  cumbre, 
recibeme;  que  huyo  perseguido 
la  errada  muchedumbre, 
el  trabajar  perdido, 
la  falsa  paz,  el  mal  no  merecido. 

I  Lope  de  Vega: 

¿X  dónde  vas  por  despreciar  el  nido 
al  peligro  de  ligas  i  de  balas 
i  el  dueño  huyes  que  tu  pico  adora? 

DIVERSOS  usos  DE  A 

Leemos  en  el  Diccionario: 

— «Sabía  hacer  una  jaula  de  pájaros,  que  solamente  a 
hacerlas  pudiera  ganar  la  vida.»  En  esta  frase  del  Qui- 


INTUOlilj'Cí'.ION  ICVII 


jofe  de  Cervantes  (prescindiendo  dol  Ira.^truequc  de  la 
concordancia  de  jaula  i  haan^las,  trastrueque  niui  co- 
mún en  los  autores  antiguos,  los  cuaIcH  hacian  muchas 
veces  la  concordancia  con  las  ideas  mas  bien  (|ue  con 
las  palabras);  en  dicha  frase^  repito^  acaso  verá  alguno 
calcada  la  locución  francesa  d  les  faire;  i  lo  está  en  efec- 
to.  Pero,  así  en  francés^  como  ea  castellano,  la  exprcHíon 
es  lejítima^  porque  es  elíptica,  i  quiere  decir  que  «o/a- 
mente  dedicándose  o  aplicándose  a  hacerlas  pudiera  ya- 
nar  la  vida.  Por  lo  demas^  fuera  de  este  caso  (no  men- 
cionadO;  que  yo  sepa,  en  ninguna  gramática  de  nuestra 
lengua);  a  no  se  usa  con  el  infinitivo,  sino  de  dos  mane- 
ras: una,  al  principio  de  la  oración^  a  la  cual  a^inunica 
sentido  condicional,  i  entonces  corresponde  a  la  conjun- 
ción si^  verbi  gracia:  «Que,  a  decii*me  el  peligro  en  riiic 
andaba....  sin  duda  creo  se  remediara. d  (Santa  Teresa.) 
«A  saber  yo  que  habia  de  venir;»  «A  decir  verdad;»  nA 
conocer  su  perfidia.»  La  otra  manera  es  cuando,  delan- 
te del  infinitivo,  se  le  junta  el  artículo  definido,  i  vale 
tanto  como  el  jerundio,  verbi  gracia:  <íAl  examinar  la 
obra,»  esto  es,  examinando  la  obra. — 

Con  perdón  del  señor  Baralt,  a  se  junta  en  muclios 
otros  casos  con  el  infinitivo:  asalgo  a  andar,»  «voi  a 
comprar,»  «me  puse  a  escribir,  etc'.» 

ABLE,  UiLE 

Según  el  señor  Baralt,  los  adjetivos  de  estas  termina- 
ciones, que  jeneralmentc  se    derivan  de  verbos,  enun- 
cian  meramente  una  cualidad,  como  deleitahle,  lo  que 
deleita;  o  significan  merecimiento  como  amahle,  lo  que  es 
opúsc.  13  * 


zcvín  OPÚSCULOS  utjsaaaios  1  críticos 


digno  de  ser  amado;  o  posibilidad,  como  durable^  lo  que 
puede  durar,  conciliable,  lo  que  puede  ser  conciliado. 

Nótese,  dice^  que  los  adjetivos  de  estas  dos  últimas 
clases  (la  última  mayormente)  tienen  significación  pasiva. 

No  es  exacto:  durable  (que  es  uno  de  los  ejemplos)  no 
tiene  tal  significación,  como  tampoco  estable^  espantable 
i  algunos  otros.  Pero, -como  regla  jeneral  sujeta  a  cier- 
tas excepciones  autorizadas  por  el  uso^  no  admite  duda 
que  el  significado  pasivo  es  el  que  en  estos  adjetivos 
prevalece. 

¿A  cuál  de  las  tres  clases  pertenece  el  adjetivo  afran- 
cesado impresionable?  A  la  primera  evidentemente,  res- 
ponde el  señor  Baralt^  es  decir^  a  la  de  aquellos  que 
enuncian  meramente  una  cualidad;  significaría,  pues^  si 
se  admitiese  en  castellano^  la  cualidad  de  conmover^  de 
hacer  impresión. 

Primeramente,  ¿se  puede  decir  en  castellano  impre^ 
sionar?  La  Academia  dice  que  sí,  aunque  limitándolo  al 
sentido  de  excitar  por  medio  de  la  palabra  impresiones 
vivas  en  los  ánimos.  Así  se  diría  con  perfecta  propiedad: 
«El  orador  dejó  profundamente  impresionado  al  audi- 
torio.» 

En  segundo  lugar,  ¿se  pueden  sacar  de  un  verbo  cas- 
tellano derivados  formados  en  able  o  ible,  i  no  es  esto 
perfectamente  conforme  a  la  índole  de  la  lengua?  El 
señor  Baralt  dice  que  sí,  con  tal  que  no  tengamos  vo- 
cablos con  que  se  signiAque  la  misma  idea,  i  da  por 
ejemplo  imprevisible,  lo  que  no  se  puede  prever. 

En  tercer  lugar,  aceptando  el  adjetivo  impresionable, 
¿cuál  sería  su  significación  conforme  al  jenio  de  la  len- 
gua? El  Diccionario  halla  que  pertenece  evidentemente 
a  su  primera  categoría  de  los  derivados  en  able  o  ible, 


INTRODUCCIÓN  XCIX 


es  dedr^  que  significa  meramente  una  cualidad^  califica- 
ción algo  vaga^  a  mi  juicio^  porque  tan  cualidad  es  ser 
capaz  de  producir  impresiones,  como  ser  capaz  .de  reci- 
birlas. Lo  que  hai  de  certísimo,  es  que  estos  verbales, 
cuando  nacen  de  verbos  activos,  llevan  jeneralmente  el 
sentido  pasivo:  peneírabíe  es  lo  que  puede  ser  penetrado; 
concebible^  lo  que  puede  ser  concebido;  inexplicable ,  lo 
que  no  se  puede  explicar;  imprevisible^  lo  que  no  pue- 
de ser  previsto.  Tal  es  la  regla  jeneral.  Las  excepcio- 
nes que,  como  deleitable  (lo  que  deleita),  tienen  sentido 
activo,  son  comparativamente  rarísimas.  Así,  al  nuevo 
derivado  iinprevisible,  el  mismo  señor  Baralt  concede 
sin  difícultad  el  significado  pasivo:  «lo  que  no  puede  ser 
previsto.»  Muí  lince  debe  de  ser  el  que  perciba  mayor 
conformidad  a  la  índole  del  castellano  en  el  sentido  pa- 
sivo de  imprevisible  que  en  el  de  im,presionable .  El  sig- 
nifícado  de  acción,  nuestra  lengua,  tan  rica  de  inflexiones, 
lo  tiene  asignado  a  otra  clase  de  derivados,  los  en  ivo, 
como  productivo,  lo  que  es  capaz  de  producir,  excitati^ 
vo,  aperitivo,  imajinativo,  etc.;  i  según  este  hábito  de 
la  lengua,  podríamos  mui  bien  llamar  impresivo  lo  que 
es  capaz  de  hacer  impresión  en  los  ánimos. 

Finalmente,  ¿hai  en  castellano  otro  vocablo  que  pudiera 
hacer  las  veces  de  impresionable  en  el  sentido  pasivo? 
— Nada  se  puede  expresar  con  él,  que  el  castellano  sen- 
sible no  reproduzca  exactamente, —  responde  el  señor 
Baralt.  No  somos  de  esa  opinión.  Sensible  es  jeneral  i 
vago,  i  un  si  es  no  es  aníibolójico.  Nada,  por  el  contra- 
rio, mas  definido,  mas  específico,  que  impresionable. 
«La  elocuencia  de  Mirabeau  no  podia  dejar  de  excitar 
vivamente  a  un  auditorio  tan  impresionable,  como  el 
suyo.»    ¿Pudiera  sustituirse  sensible? 


ÜPÚSGULOS  LlTfiRARiOS  I  CHITICOS 


ACAPARAR,   ACAPARADOR 


Esto  de  dar  un  término  jenérico  por  equivalente  de 
un  término  específico  ocurre  varias  veces  en  el  Diccio- 
nario. El  acaparamiento  es  una  especie  de  monopolio 
sin  duda,  pero  de  una  especie  que  se  puede  llamar  sin- 
gular, porque  enajena  sin  prohibición  de  la  autoridad, 
como  el  estanco,  i  sin  contrato  previo  con  otro  proveedor 
que  vende  ciertos  artículos  a  un  precio  fijo,  como  el 
asiento.  Así  ni  estanco,  ni  asiento  significan  precisa- 
mente lo  mismo.  Atravesar  es  interponerse;  i  se  apli- 
ca particularmente  a  los  que  so  interponen  entre  los 
vendedores  i  el  público  para  hacer  un  acopio  de  cierto 
artículo  i  venderlo  después  a  precio  exorbitante;  pero 
es  preferible,  porque  es  mas  determinado  i  preciso,  aca- 
parar. Acaparar,  acaparador  i  acaparamiento  no  son, 
pues,  galicismos  superfluos,  como  dice  el  señor  Baralt, 
sino  convenientes,  i  aun  necesarios.  Comprar  para  ha- 
cer monopolio  es  una  perífrasis. 


ACTA 


— El  que  toma  acta,  dice  con  razón  el  Diccionario,  bien 
puede  tomar  sin  escrúpulo  paja  i  cebada. —  Corro  el  pe- 
ligro de  ver  que  se  me  aplique  la  misma  vareta;  pero 
me  ocurre  una  duda,  i  desearía  verla  resuelta  por  un 
hombre  tan  perspicaz  en  esta  materia,  como  el  señor 
Baralt.  ¿Se  puede  decir  con  rigorosa  propiedad  que  un 
borrico  íoma  paja  i  cebada,  como  lo  supone  el  chiste? 
¿No  es  verdad  que  tomar  en  el  sentido  de  comer  o  be- 
ber lleva  envuelta  la  idea  de  tomar  con  la  mano  i  llevar 


INTRODUCCIÓN  CI 


a  la  boca  lo  que  se  come  o  bebe?  Así  a  lo  menos  me  pa- 
rece que  debe  ser,  atendiendo  al  oríjen  probable  de  esta 
acepción  de  tomar. 

ACUERDO 

Nada  se  gana  en  mi  humilde  opinión  con  sustituir 
conciliar  a  poner  de  acuerdo  en:  aSiempre  se  tarda  mu- 
cho en  poner  las  costumbres  de  acuerdo  con  las  leyes.» 
Ambas  expresiones  son  metafóricas,  i  significan  una 
misma  cosa;  pero  poner  de  acuerdo  es  menos  vulgar  i 
trillado,  i  por  lo  mipmo,  preferible. 

ADJETIVO 

«El  concurso  atónito  se  quedó  en  silencio.»  El  se  me 
parece  superfino.  Por  lo  demás,  no  veo  nada  en  esta 
frase  que  merezca  la  nota  de  impropio  o  de  afrancesado. 
El  señor  Baralt  sustituye:  «Atónito  el  concurso,  enmu- 
deció.» Pero  ¿qué  mas  tiene  enmudecer  que  quedar  en 
silencio?  Si  hubiese  de  reprocharse  toda  palabra  o  frase 
que  no  fuese  la  mejor  posible  en  un  caso  dado,  ¿a  dónde 
iríamos  a  parar? 

ADMINISTRACIÓN 

Casi  todas  las  censuras  de  las  acepciones  modernas 
de  esta  palabra,  me  parecen  demasiado  severas.  Cuan- 
do se  denota  con  ella  la  conducta  de  los  ministros,  no 
se  puede  poner  en  su  lugar  gobierno,  sin  faltar  a  la 
propiedad  constitucional  de  estos  vocablos.  Se  critica  la 
administración  de  un  medicamento,  i  se  manda  decir  en 


cu  OPÚSCULOS  LITBRAHIOS  1  CRÍTICOS 


este  caso  propinación,  ¿Por  qué,  si  es  permitido  admi- 
nistrarlo? (Véase  el  Diccionario  de  la  Academia  en  pro- 
pinar.) Ademas,  propinar  es  dar  a  beber;  i  en  rigor, 
las  medicinas  que  no  se  beben,  no  se  propinan.  ¡Pobre 
enfermo  a  quien  se  propinasen  cantáridas! 

AFECTAR 

Recibe  la  forma  refleja  por  mas  que  diga  el  Dicciona- 
rio. Si  en  buen  castellano  se  dice  activamente:  «Muchos 
afectan  jenerosidad,»  ¿por  qué  nó  en  sentido  pasivo: 
«Se  afecta  muchas  veces  la  jenerosidad»?  La  crítica  del 
señor  Baralt  es,  sin  embargo,  justísima,  limitada  a  las 
construcciones  en  que  afectarse  es  un  verbo  reflejo  de 
toda  persona:  yo  me  afecto,  tú  te  afectas,  nos  afecta- 
mos, etc. 

AFORTUNADAMENTE 

Creo,  no  obstante  la  autoridad  respetable  del  señor 
Alcalá  Galiano,  que  donde  se  puede  decir  por  fortuna, 
se  puede  decir  con  igual  propiedad  afortunadamente. 
No  puede  haber  mas  perfecta  sinonimia.* 

AGREDIR,  AGRESIVAMENTE,  AGRESIVO 

— Tenemos  agresión  i  agresor,  agresora;  ¿por  qué  no 
hemos  de  tener,  como  los  franceses,  agresivo,  agresiva 
i  agresivamente?  También  poseen  ellos  el  verbo  agresser, 

m 

*  El  Diccionario  de  la  lengtia  castellana  por  la  Real  Academia 
Española,  duodécima  edición,  da  la  razón  a  Bello,  puesto  que,  al  de- 
finir el  adverbio  afortunadamente,  dice  que  significa  por  fortuna. 


INTRODUCCIÓN  GIII 


que  entre  nosotros  podría  ser  mui  bien  agredir.  Todo 
ello  viene  de  la  fuente  común,  de  la  madre  latina,  que 
decia  aggressio^  onis;  aggi'essor,  oris;  aggredior^  edi, — 
Perfectamente  pensado,  si  algo  vale  mi  juicio.  Pero 
el  señor  Baralt  no  ha  sido  igualmente  graciable  con  otros 
vocablos  de  nuevo  cuño  en  circunstancias  análogas  a  las 
de  agredir  i  agresivo.* 

AISLAR 

— En  la  frase:  «Se  aislaron  de  todo  humano  comercio,» 
es  galidsmo,  porque  la  Academia  no  atribuye  a  nuestro 
verbo  acepción  metafórica.  No  creo  que  haya  inconve- 
niente en  dársela,  mayormente  teniendo,  como  tenemos, 
aislado^  da,  en  significación  de  solo,  retirado. — 

Así  dice  el  señor  Baralt,  aunque  protestando  que  por 
su  parte  preferirá  siempre  algunos  de  los  otros  verbos 
que  ya  tenemos:  separar^  secuestrar  i  otros.  Sobre  gus- 
tos, nó  hai  disputa.  Yo  por  la  mia  me  inclino  a  creer 
que  ninguno  de  esos  verbos  alcanza  a  la  fuerza  de  aísíar 
en  su  sentido  propio  equivalente  al  do  las  expresiones 
latinas  undique  dispecere^  circumsepire .  Aislar  es  un 
verbo  de  imájen.** 

ALARMAR 

■ 

En  el  sentido  de  inquietar,  turbar,  es  una  metáfora 
expresiva.  ¿Es  ésta  de  aquéllas  que  vulgarizadas  entran 

*  El  Diccionario  de  la  Real  Academia,  duodécima  edición,  acepta 
el  adjetivo  agresivo,  i  por  lo  tanto  implícitamente  el  adverbio  que  do 
¿8te  puede  formarse. 

**  La  última  edición  del  Diccionario  de  la  Academia  da  a  aislar  la 
acepción  fígurada  de  retirar  a  una  persona  del  trato  i  comunicación 
de  la  jente. 


CIV  OPÚSCULOS  LITBIIARIOS  I  CRÍTICOS 


en  el  dominio  público  i  se  consignan  en  los  diccionarios? 
El  señor  Raralt  dice  que  en  el  dia  se  da  con  bastante 
jcneraüdad  a  este  verbo  la  acepción  de  que  se  trata. 
Con  eso  basta.  La  Real  Academia  se  la  dará  también  el 
dia  monos  pensado,  como  lo  ha  hecho  con  tantos  otros 
vocablos.  Los  diccionarios  no  forman  el  uso  de  las  len- 
guas, sino  lo  verifican. 

Cuando  un  diccionario  anota  una  acepción  como  me- 
tafórica, quiere  decir  que  está  suficientemente  jenerali- 
zada  para  que  la  consideremos  como  propia,  aunque 
secundaria,  porque  de  otro  modo  no  pertenecería  a  la 
jurisdicción  del  diccionario,  sino  de  la  retórica,  la  cual 
prescribe  que  se  sostenga  la  metáf(^ra,  esto  es,  que  otras 
palabras  del  contexto  contribuyan  a  la  representación  de 
la  misma  imájen.  Así  sucede  en  uno  de  los  ejemplos 
censurados  por  el  señor  Baralt:  «Es  una  conciencia  a 
prueba  de  homha^  que  nada  ni  nadie  aíarma.»  Aunque 
alarma  hubiera  allí  aparecido  por  la  primera  vez  en  este 
sentido,  no  habría  justicia  para  censurarlo,  porqué  la 
metáfora  concertada  del  modo  dicho,  es  permitida  a  to- 
dos; i  las  que  por  su  novedad  nos  sorprendan,  son  pre- 
cisamente las  que  mas  nos  agradan.* 

ALCANCE 

No  veo  por  qué  sea  preciso  decir:  crEsta  aria  es  de- 
masiado  alta  para  mi  voz,»  en  lugar  de:  «Esta  aria  no 
está  al  alcance  de  mi  voz.»  ¿I  será  malo  decir  que  no 
está  a  nuestro  alcance,  que  está  demasiado  alta,  para 
que  podamos  llegar  a  ella  con  la  mano?  Porque  esa,  i 

*  Efectivamñnto.  el  Diccionario  de  la  Real  Academia,  da  a  alarmar 
la  acepción  figurada  do  que  se  trata. 


INTRODUCCIÓN  CV 


no  otra,  me  parece  haber  sido  la  idea  que  condujo  oriji- 
nalmente  al  uso  metafórico,  hoi  vulgarizado  de  aícance, 
alcalices, 

ALOüXO 

<^ Todos  los  extranjeros  no  son  bárbaros,»  es  cierta- 
mente una  colocación  que  ofende  por  desusada,  pero  no 
de  un  otro  modo.  «No  todos  los  extranjeros  son  bárba- 
ros,» puede  variarse  para  que  contente  el  oído.  El  mejor: 
«No  son  bárbaros  todos  los  extranjeros,»  sería  natural- 
mente claro  i  admisible,  aunque  no  inn  elegante. 

ALTERNATIVA 

En  el  sentido  de  alternación,  galicismo  que  me  acuso 
de  haber  cometido  muchas  veces,  i  propongo  firmemen- 
te la  enmienda.* 


ALTO 


Solo  un  ejemplo  de  los  que  se  censuran  me  parece 
justificable:  «Tiene  el  espíritu  alto  i  el  alma  baja.))  Alto 
me  parece  aquí  una  metáfora  elegante  sostenida  por  el 
contraste  de  los  dos  adjetivos. 


ALLÁ 


No  hago  alto  en  este  artículo,  sino  porque  en  él  me 
sale  al  paso  el  adjetivo  innoble,  que  sin  duda  se  puede 

*  Sin  embargo,  el   Diccionario  de  la  Acndemia  autoriza  ya  esta 
acepción. 


CVI  OPÚSCULOS  LfTBRARIOS  I  CRÍTICOS 


emplear  sin  escrúpulo  una  vez  que  corrientemente  se  le 
da  esta  forma.  Yo,  sin  embargo,  he  dicho  siempre,  i 
seguiré  diciendo  ignoble^  mientras  la  Real  Academia  le 
reconozca  como  lejítimo.  Innoble  me  suena  tan  mal, 
como  me  sonarían  innorante,  innominia,  innoto,  que 
proceden  de  la  misma  raíz  latina,  i  como  connacion^ 
connado  en  vez  de  cognación,  cognado  contra  el  oríjen 
latino. 

ANORMAX. 

Adjetivo,  como  normaL  El  Diccionario  que  repasamos, 
dice  que  se  toma  a  veces  sustantivadamente,  como  en  esta 
frase:  «Ciertos  sabios  parece  que  han  tenido  empeño  i 
firme  propósito  de  explicar  lo  normal  por  lo  anormal.  j> 
En  lo  cual  encuentro,  si  no  un  error,  una  advertencia 
superflua. 

Yo  miro  como  un  error  craso  considerar  al  adjetivo 
como  sustantivado  en  frases  como  lo  bueno,  lo  malo,  lo 
ritil,  lo  noi^naly  porque  en  ellas  el  verdadero  sustantivo 
08  lo,  como  lo  es  en  lo  de  ayer,  lo  de  dominio  público, 
lo  de  los  magos  se  les  creyó,  que  dice  Quevedo,  hablando 
de  ciertos  valentones  que  se  alababan  de  haber  pasado 
muchos  trances  i  riesgos,  a  no  ser  que  se  diga  que  de 
ayer,  de  dominio  público,  de  los  magos,  son  expresiones 
sustantivadas,  lo  cual  sería  trastornarlo  todo. 

No  tienen  nada  do  sustantivos  las  frases  de  ayer,  de 
dominio  público,  de  los  magos,  ¿Cómo  no  se  ve  que  se 
dice  lo  de  ayer  exactamente  como  la  cosa  o  las  cosas  de 
ayer;  que  una  palabra  que  envuelve  la  idea  de  cosa  o 
sustancia  es  precisamente  sustantivo;  i  que,  si  las  pala- 
bras se  distinguen  unas  de  otras  por  su  oficio,  ninguna 


INTRODl'CCION  CVII 


ejerce  el  del  sustantivo  mas  indudablemente  que  lo? 
Nada  de  esto  se  ve,  porque  la  censurable  rutina  pone  a 
los  sabios  una  venda  en  los  ojos. 

Los  neutros  ello,  lo,  esto,  eso,  aquello,  tienen  la  par- 
ticularidad de  significar  una  cosa  o  muchas  sin  determi- 
nación de  número,  i  por  lo  tanto,  sin  variedad  de  termi- 
nación, pero  construyéndose  con  el  singular  de  los 
adjetivos  i  de  los  verbos,  como  los  nombres  colectivos. 

Pero  sea  de  esto  lo  que  se  fuere,  no  hallo  para  qué 
se  nota  como  una  particularidad  la  construcción  de 
-normal  i  anormal  con  este  lo,  porque  de  cualquier  mo- 
do que  ello  se  explique,  es  propiedad  comunísima  de 
todos  los  adjetivos.  Otra  cosa  notaré,  i  es  la  etimolojía 
de  ariormsl  que  en  el  Diccionario  de  Galicismos  se  hace 
venir  del  griego,  viniendo  directa  i  -acertadamente  del 
latín  donde  tenemos  el  sustantivo  noi^ma,  que  se  conser- 
va sin  alteración  en  castellan  %  i  el  derivado  abnormis, 
donde  basta  la  letra  b  para  que  se  rechace  la  idea  de 
toda  derivación  i  composición  griega. 

ALUSIÓN 

No  se  dice  en  castellano  hacer  alusión,  según  el  señor 
Baralt,  porque  el  carácter  de  la  alusión  no  permite  que 
se  haga,  sino  que  se  dé  a  entender  o  se  indique.  Hé 
aquí  una  sutileza  metafísica  que  no  está  a  mis  alcances. 
¿Conque  el  que  solo  indica  no  hace  nada?  ¿La  indica- 
ción no  es  un  acto  tan  verdadero  i  positivo,  como  la 
manifestación,  aunque  de  distinta  especie?  La  Academia 
se  sirve  de  la  frase  hacer  referencia;  i  en  su  DiccionaHo 
parecen  una  misma  cosa  la  alusión  i  la  referencia,  o  si 
la  primera  se  distingue  de  la  segunda  es  como  la  especie 


CVlll  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


se  distingue  del  jénero.  Por  lo  demás,  de  la  diferencia 
que  señala  el  señor  Baralt  entre  ambos  vocablos  pudiera 
sacarse  un  excelente  artículo  para  un  diccionario  de 
sinónimos. 

ANTAGONISMO 

Antagonismo  i  antagorusta  son  vocablos  cognados  que 
se  derivan  de  una  misma  raíz  griega,  i  significan  literal- 
mente contralucha  i  contraluchadores;  pero  en  griego 
se  extendió  a  toda  especie  de  combate  o  contienda,  aun- 
que mas  particularmente  a  la  competencia  en  los  premios 
jimnásticos  conque  se  celebraban  los  juegos  solemnes 
i  los  funerales  de  personajes  distinguidos.  En  castellano, 
antagonista  es  lo  mismo  que  adversario,  contendor, 
rival . 

¿Se  puede  dar  la  misma  extensión  al  significado  de 
antagonismo?  Parece  que  sí  por  la  cognación  de  estos 
dos  vocablos. 

Creo,  con  todo,  que  esta  palabra  antagonismo  ha  sido 
tomada  del  lenguaje  técnico  de  la  anatomía,  en  que  se 
llaman  músculos  antagonistas  los  que  tienden  a  produ- 
cir movimientos  contrarios,  como  los  que  hacemos  para 
levantar  o  bajar  un  brazo,  i  antagonismo  esta  oposición 
de  tendencias,  de  donde  infiero  que  debería  limitarse 
esta  voz  en  su  sentido  metafórico,  a  la  contrariedad  de 
tendencias  que  depende  de  la  naturaleza  de  las  cosas,  i 
que  podría  mu  i  bien  concebirse  i  decirse  que:  «Hai  an- 
tagonismo entre  el  comercio  i  la  industria  fabril.» 

.VPAnECKU 

— «Entonces  fué  cuando  por  primera  vez  se  le  apareció 


INTRODUCCIÓN  CIX 


la  idea  del  mal,x>  leo  en  una  novela.  Como  para  los  es- 
pañoles, la  idea  del  mal  no  es  ímájen  milagrosa,  ni  alma 
en  pena,  sombra,  espectro,  ni  cosa  que  lo  valga,  dicen 
en  tal  caso:  <rEntónces  fué  cuando....  se  le  ocurrió  la 
idea  del  mal.» — 

No  concibo  cómo  se  pueda  preferir;  «Entonces  fué 
cuando  por  la  primera  vez  se  le  ocurrió  la  idea  del  mal,i> 
a  una  frase  tan  pintoresca  i  enérjica  como:  ocEntónces 
fué  cuando  se  le  apareció  la  idea  del  mal.)>  Precisamente, 
porque  el  aparecerse  se  dice  propiamente  de  las  sombras 
i  espectros  (como  supone  el  señor  Baralt),  la  idea  del  mal 
es  en  la  frase  criticada  como  una  sombra  o  espectro 
para  el  alma  a  quien  por  primera  vez  se  presenta.  Se  le 
ocurrió  es  aquí  lo  mas  prosaico  i  rastrero  que  podría 
decirse. 

«Reducida  de  este  modo  a  sus  verdaderos  elemento», 
aparece  la  relijion  como  un  poderoso  i  fecundo  principio 
de  asociación  i  cultura.»  Para  quitar  a  aparece,  sustitu- 
ye el  señor  Baralt  la  perífrasis  se  manifiesta  en  su  verda- 
dero punto  de  vista  de  poderoso ^  etc.  Si  aparecer  qs  nco- 
lójico  en  este  sentido,  debe  admitirse  como  necesario, 
tanto  mas  que  viene  inmediatamente  de  la  raíz  latina 
appare7-e. 

— «Su  vida,  como  la  vida  de  las  flores,  se  redujo  a 
aparecer  un  dia  para  morir  al  siguiente.»  ¿No  sería  me- 
jor: «Su  vida,  como  la  de  las  flores,  está  tan  unida 
al  morir,  que  brilla  un  dia  i  al  siguiente  desapa- 
rece?»— 

Es  una  linda  i  poética  sustitución  la  del  señor  Baralt; 
pero  nadie  está  obligado  a  decir  lo  mejor:  lo  bueno  bas- 
ta. Lo  que  yo  quisiera  quitar  del  ejemplo  es  el  árido  i 
al)Stracto  se  redujo.  Sería  mejor  como  una  flor,  i  conti- 


CZ  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

nuar  no  hizo  mas  que.  Ademas,  desaparecer  lejitima  a 
su  simple  aparecer. 

APARTK 

Parece  ser  una  regla  de  crítica  en  el  Diccionario  de 
Galicismos  que  una  frase  en  que  todas  las  palabras  se 
toman  en  su  sentido  propio,  i  su  construcción  es  clara- 
mente castellana,  no  es  permitida,  si  existen  palabras  i 
una  construcción  semejantes  en  francés. 

Dice  el  señor  Baralt: 

— aAparte  de  todo  lo  que  hai  de  desgracia  en  este  ac- 
cidento, ya  se  comprenderá  hasta  qué  punto  es  irrepara- 
ble la  pérdida,  etc.»  leo  en  un  periódico  flamante.  En 
pocas  palabras,  tres  galicismos. — 

Que  punto  significa  término,  extremo,  grado,  lo  con- 
vencen las  frases  castellanas:  ccSu  osadía  llegó  hasta  el 
punto  de....»  «Su  osadía  llegó  a  tal  punto  que....»  reco- 
nocidas como  lejítimas  por  el  señor  Baralt.  Que  se  cons- 
truye lejítiniamente  con  hasta,  estos  mismos  ejemplos  lo 
prueban;  i  si  es  así,  ¿por  qué  no  hemos  de  decir:  «Hasta 
•  qué  punto  es  capaz  de  cegar  a  los  hombres  una  deslum- 
brante prosperidad ,  las  alteraciones  de  la  vida  de  Napo- 
león lo  han  hecho  patente?»  ¿Qué  tiene  hasta  qué  punto 
para  que  hayamos  de  ponerlo  en  el  índice  del  expurga- 
torio? La  circunstancia  de  hallarse  en  francés  la  frase 
jusqu^  d  quel  point,  que  es  de  todo  a  todo  semejante: 
no  hai  mas.  Pero,  si  hubiéramos  de  desterrar  del  caste- 
llano toda  frase  que  pudiese  verterse  palabra  por  palabra 
de  otra  lengua  que  tiene  tanta  semejanza  con  la  nuestra, 
como  hija  de  la  misma  madre,  ¿qué  sería  del  caste- 
llano? 


INTRODUCCIOIV  i:XI 


APRBGIABLB 

Es  claro  que,  como  derivado  de  apreciar,  se  le  pueden 
aplicar  lejítimamente  todos  los  sentidos  de  su  raíz.  Por 
otra  parte,  apreciar  en  el  sentido  de  poner  precio  es  pa- 
labra autorizada  por  la  Academia,  que  también  la  reco- 
noce como  lejítima  en  la  acepción  de  califícar,  graduar, 
estimar.  A  esto  me  atengo.  Por  consiguiente,  es  aprc- 
ciable  un  sonido  cuando  se  puede  determinar  su  tono, 
el  lugar  que  ocupa  en  la  escala;  i  se  puede  mui  bien 
decir  que:  «La  razón  del  diámetro  a  la  circunferencia  no 
es  rigorosamente  apreciable;»  i  que:  ocLos  mínimos  tras- 
cursos del  tiempo,  como  un  décimo  de  segundo,  por 
ejemplo,  son  imperceptibles  a  los  sentidos,  i  solo  pueden 
apreciarse  por  medio  del  raciocinio  o  de  los  instrumen- 
tos injeniosos  de  que  se  sirven  los  astrónomos.»  Los 
equivalentes  propuestos  por  el  señor  Baralt,  o  son  vagos 
como  conjeturables  y  o  perifrásticos  como  lo  que  puede 
ser  medido,  o  ambas  cosas  a  la  vez,  como  lo  que  puede 
o  no  ser  discernido. 

¿Qué  podría  sustituir  el  señor  Baralt  en  el  sentido  de  . 
que  se  trata?  conjetura?  discernimiento?  posibilidad  de 
medirse? 

Apreciación  es  menos  castizo  que  aprecio,  i  preferible 
con  todo,  porque  aprecio  tiene  variedad  de  acepciones 
que  lo  hacen  algo  anfibolójico. 

ATENDIDO 

El  señor  Baralt  está  mui  mal  con  el  uso  del  participio 
atendido  en  estas  frases  de  Clemencin: 


CXII  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


«Es  mas  verosímil,  atendido  su  carácter  satírico  (el  de 
Cervantes)  i  poco  afecto  a  la  Mancha,  que  en  esto  quiso 
ridiculizar  a  los  níanchegos.» 

aAtendidas  las  ideas  comunes  de  los  de  su  linaje  i 
profesión,  mas  debió  serle  asunto  de  asco,  que  de  ri»a.]> 

Juicio  es  este  a  que  no  podemos  asentir.  Atender  es, 
según  la  Academia,  verbo  ya  neutro,  ya  activo:  prestar 
atención  a,  tomar  en  consideración,  de  lo  cual  se  sigue 
que  tiene  el  participio  atendido,  atendida  (tomado  en 
consideración)  i  el  derivado  atendible  (digno  de  tomarse 
en  consideración).  Siendo  esto  así,  ¿por  qué  han  de  ser 
galicismos  excusados  i  hasta  groseros  las  expresiones 
conocida  la  relación,  atendidas  las  ideas,  modo  de  hablar 
tan  jeneralizado  en  el  dia?  Porque  tenemos  las  expre- 
siones atento  a,  atendiendo  a  i  otras  varias.  Pero  el  que 
dice  atendidas  las  circunstancias,  atendido  el  caso^  no 
introduce  nada  nuevo  en  castellano,  si  se  ha  de  estar  al 
Diccionario  de  la  Academia,  pues  por  una  de  las  reglas 
mas  frecuentes  de  nuestra  lengua,  de  todo  verbo  activo 
nace  natural  i  lejitimamente  un  participio  pasivo,  como 
nace  un  jerundio,  como  naturalizado  un  extranjero,  na- 
cen después  ciudadanos  por  el  mismo  hecho  sus  hijos 
lejítimos. 

Pero  dice  el  señor  Baralt  que  el  caso  de  Clemencin 
no  es  el  de  los  ablativos  absolutos  latinos,  porque, 
— puesto  que  así  sea,  la  frase  completa  equivale  a  están- 
do  o  siendo  atendido  su  carácter,  estando  o  siendo  atendi- 
das las  ideas,  modos  de  hablar  que  no  son  castellanos. — 
En  castellano,  no  tenemos  ablativos  absolutos,  porque 
no  tenemos  ablativos,  ni  aunen  los  poquísimos  nombres 
que  se  declinan  por  casos.  ¿Cómo  podría  ser  ablativo 
absoluto,  ni  ablativo  ninguno  yo  testigo,  en  el   sentido 


INTRODUCCIÓN  CXII| 


de  siendo  yo  testigo  (que  es  uno  de  los  ejemplos  del 
señor  Baralt)^  una  vez  que  yo  no  se  usa  jamas  como  caso 
oblicuo,  sino  como  caso  nominativo? 

El  señor  Barait  llama  locuciones  bárbaras  las  que  se 
forman  con  los  jerundios  siendo  i  estando  i  los  llamados 
ablativos  absolutos.  Bárbaras  no  son  nunca,  sino  poco 
usadas  en  ciertas  construcciones  castellanas,  perfecta- 
mente admisibles  en  verso.  «No  siendo  suficientemente 
atendidas  las  circunstancias  de  un  hecho,  es  difícil  cali- 
ficarlo.» Puede  sin  duda  expresarse  lo  mismo  de  una 
manera  mas  elegante;   pero  ¿no  hai  medio  entre  lo  ele- 
pante  i  lo  bárbaro?    A  nadie  debe  exijirse  lo  mejor, 
repito;  basta  lo  bueno,  lo  que  carece  de  vicio.  I  téngase 
presente  que,  no  solo  son  los  jerundios  siendo  i  estando 
los  que  pueden  concebirse  entre  los  supuestos  ablativos 
absolutos,  sino  otros  varios,  como  serian  quedando,  ha- 
llándosey  pensando^   etc.,  i  los  respectivos   participios 
habiendo  sido^  habiendo  quedado^  etc.  Después  de  todo, 
es  el  uso  jeneral  el  que  decide.  Pero,  en  el  dia,  ¿cuán- 
tos serán  (no  siendo  tocados  de  purismo)  los  que  prefie- 
ran atento  a  al  participio  de  los  ejemplos  de  Clemencin? 
llágase  la  verificación,  i  juzgúese. 

En  cuanto  a  los  llamados  ablativos  absolutos  en  jene- 
ral, me  parece  mui  fundada  i  sensata  la  opinión  del 
señor  Barait,  que  los  mira  como  proposiciones  elípticas 
subordinadas  a  otra  principal.  Yo  no  diria,  con  todo, 
proposiciones,  sino  frases  elípticas,  tomando,  por  supues- 
to, la  elipsis,  no  en  el  sentido  peculiarísimo  del  señor 
Barait,  sino  en  el  antiguo  i  corriente  de  las  gramáticas 
de  todas  las  lenguas.  La  elipsis  se  tomará  unas  veces 
do  un  modo;otras,  de  otro:  «Fuimos  a  la  Merced;  pero, 
opúsc.  15* 


ClIV  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


estando  ya  acabada  la  función,  tuvimos  que  volvernos  a 
casa;»  uLuegoque  fué  destruida,  habiendo  sido  destruida^ 
hallándose  destruida  Cartago,  volvió  Roma  sus  armas 
contra  sí  misma. d  No  cuento,  entre  los  modos  de  llenar 
la  elipsis,  una  vez  destruida,  que  el  señor  Baralt,  acepta, 
porque  modificada  así  la  frase,  subsiste  el  ablativo  abso- 
luto. 

ATRAVESAR 

Es  una  expresión  metafórica:  «en  los  dias,  los  tiem- 
pos, las  circunstancias  que  atravesamos» ;  i,  si  como  se 
dice,  no  se  conoce  en  castellano  para  expresar  este  con- 
cepto mas  que  el  verbo  aicanzar,  no  tenemos  realmente 
ninguno,  porque  entre  los  dos  verbos  hai  una  diferencia 
obvia:  «Aicanzarona  la  revolución  francesa  todos  los  que 
la  vieron;  pero  ¿cuántos  de  éstos  la  aírauesaron?»  Hace, 
pues,  falta  la  acepción  metafórica,  i  de  seguro  se  jene- 
ralizará,  i  la  rejistrará  la  Academia,  que  siempre  lo  ha- 
ce en  tiempo  i  razón. 

^AUMENTAR 

«Las  disposiciones  del  gobierno  aumentaron  el 
descontento  popular;»  verbo  activo.  «El  descontento  po- 
pular so  aumentó;»  verbo  reflejo,  malamente  llamado 
recíproco.  Hasta  aquí  creo  que  estamos  conformes  el  se- 
ñor Baralt  i  yo.  Pero  pasa  a  criticar  como  galicismo  <rel 
descontento  popular  aumentó»;  verbo  neutro.  Sin  em- 
bargo, se  dice  correctamente,  según  el  mismo  caballero: 
«el  dia  ha  aumentado  do  calor» ,  donde  aumentar  es  evi- 
dentemente neutro.   Dícese,  es  verdad,  que  debe  enten- 


INTRODUCCIÓN  CXV 

derse  por  elipsis;  oel  dia  ha  aumentado  ía  fuerza  de  su 
caíor.»  Entiéndase,  pues,  adoptando  la  misma  elipsis;  ael 
descontento  popular  ha  auineiitado  su  fu^rza-n;  i  asunto 
concluido.  El  tránsito  de  los  vcrbny  activos  a  neutros 
e<t  virtud  de  su  jencralizacion,  es  un  hecho  frecuentísi- 
mo, i  pudiera  decirse  un  procedimiento  á)ntÍnuo,  aun- 
fjuc  gradual  de  las  lenguas.  Consulte  el  señor  Barall, 
por  vida  suya,  la  Minerra  del  iluslre  filólogo  capaiíol 
Francisco  S;inchez  de  las  Brozas,  i  lea  su  capítulo  Da 
verbis  nculris  vel  faLsoin  dictis,  i  escandalícese. 

ATENUANTE 

Como  adjetivo  sustantivado,  no  tiene  nada  que  sea 
contrario  a  la  índole  de  la  lengua  castellana,  en  que  son 
muchísimos  los  sustantivos  que  no  han  tenido  otro  orí- 
jen,  como  oyentes,  circunstantes,  asistentes,  delincuen- 
tes, vecinos,  advonediíos,  eclesiásticos,  seglares,  anti- 
guo», modernos,  los  Irájicos  {Epiíttuln  Moral  de  Rioja), 
los  afrancesados  (Diccionario  de  GaHcismos),  los  doctos, 
los  ignorantes,  nombres  apelativos  de  personas;  llanos, 
d^erlos,  yermos,  trópicos,  paralelos,  esferoide,  elipsoi- 
de, romboide,  tanjente,  secante,  móvil,  premisas,  antece- 
dentes, nombres  apelativondeconas.  En  el  U'iifíimJR  técnico 
delaestética,  Iciioinos  los  corrieiitcmcnte  usados fií  bello, 
e¡  sublima,  el  pntétíco.  En  el  uso  medical  de  aíenuafiíe, 
eo  entiende  obviamente  meíiío,  ■medicamunlo,  i  lo  mismo 
puede  aplicarse  a  excilante,  estimulante,  emoliente,  (fi- 
níante, etc.:  aSc  administraron  al  enfermo  los  mas  acti- 
vos eslimulantos.s  Desde  que  un  adjetivo  o  clase  do  ad- 
jetivos, a  fuerza  de  construirse  amonudo  con  un  sustan- 
tivo delorminado  lo  sujiere  de  suyo,  tarda  poco  la  len- 


CXVI  OPÚSCULOS  LITEKAniOS  1  CRÍTICOS 


giia  en  suprimir  el  sustantivo,  embebiéndolo,  por  decir- 
lo así,  en  el  adjetivo,  que  de  esta  manera  se  sustantiva; 
i  esto  en  muchos  casos  hasta  el  punto  de  ofendernos  co*- 
mo  redundante  i  desapacible  al  oído  la  frase  primitiva 
completa.  La  elipsis  es  uno  de  los  mas  positivos  i  pode- 
rosos ajenies  en  la  vida  de  las  lenguas. 

AÜTOmOÁD 

Se  califica  de  superfino  el  adjetivo  en  autoridades 
constituidas;  pero  confieso  que  no  entiendo  el  raciocinio 
con  que  el  señor  Baralt  pretende  probarlo. — Voz  super- 
fina (son  sus  palabras  textuales),  porque,  entre  nosotros, 
quien  dice  autoridad  entiende  i  da  a  entender  que  es 
autoridad  constituida ^  esto  es,  establecida  conforme  a 
las  leyes,  o  establecida  de  suyo,  pero  de  un  modo  eficaz; 
donde  no,  o  es  autoridad  ilejítima,  ilegal,  usurpada;  o 
no  es  autoridad  ninguna,  porque  carece  de  fuerza  i  efi- 
cacia.— Según  eso,  hai  autoridades  ilejítimas  i  autorida- 
des impotentes  que  carecen  de  la  fuerza  necesaria  para 
hacerse  obedecer.  ¿No  habrá,  pues,  ocasiones  en  que 
convenga  la  denominación  censurada  para  designar  las 
autoridades  establecidas  conforme  a  las  leyes  o  las  au- 
toridades que,  no  siendo  creadas  lejítimamente,  se  sostie- 
nen por  la  fuerza?  «Autoridades  ilegales (ilejible).... 

la  Ici  a  las  autoridades  constituidasi>  donde  es  de  ver  que 
una  misma  autoridad  puede  ser  consliluida  c  ineficaz. 


BAJO 


Se  admite  en  el  puntode  vista  de  la  justicia^  de  la  con^ 
veniencia;  i  se  critica  bajo  el  punto  de  vista.  Sea  en  hora 


INTRODUCCIÓN  CX  VI I 


buena.  No  encuentro  que  la  Academia  haya  reconocido  lo 

uno  ole  otro.  Observo  también  que  lus  equivalentes 

por  cuadrar  a  muchísimos  casos. 

Examinar  a  todas  luces  no  es  examinar  en  o  bajo  un 
punto  de  vista  determinado.  Examinar  un  asunto  a  la 
luz  do  la  razón  o  de  la  experiencia  se  refiere  a  los  me- 
dios de  que  se  sirve  el  entendimiento  para  juzgar  bien, 
i  no  al  termino  a  que  se  encamina,  o  al  tema  fundamen- 
tal que  se  propíme  establecer.  No  es  lo  mismo  estudiar 
a  la  luz  de  una  lámpara,  que  dirijir  a  ella  la  vista. 

Pero,  en  conclusión,  ¿se  debe  decir  en  o  bajo  el  punto 
de  vista?  Aunque  yo  he  diclio  siempre  bajo,  confieso 
que,  leído  el  Diccionario  de  GalicismoSy  me  encuentro 
algo  suspenso.  Después  áe  todo,  si  bajo  es  comunísimo 
en  eldia,  i  cuenta  ya  sus  cincuenta  años  de  antigüedad, 
como  testifica  el  señor  Barait,  podemos  emplearlo  sin 
escrúpulo.  Si  el  uso  lo  admite  hoi,  la  Academia  lo  san- 
cionará mañana,  según  un  modo  de  proceder  liberal  i 
circunspecto  a  la  vez. 

BASTANTE  I  BASTAR 

Bastardara  es  lo  corriente;  pero  bastarse  es  admisible, 
i  aun  tiene  la  ventaja  de  ocupar  menos  espacio  en  verso, 
cosa  no  tan  insignificante  como  pudiera  parecer,  porque 
el  castellano  es  una  do  las  lenguas  que  dicoii  inónos  en 
iírual  número  de  sílabas (ilejibhV) 


HAT  IR 


Batir  el  monte  no  es  •simplemente  explorarle  o  descu- 
brirle, sino  recorrerlo,  dando  gritos  i  haciendo  estrépito 


CXVIll  OPÚSCULOS  LITKUARIOS  I  CRÍTICOS 


para  que,  espantadas  las  reses,  salgan  de  sus  guaridas  i 
vengan  a  los  puestos  donde  las  aguardan  los  cazadores;  i 
en  este  sentido,  no  es  francés,  sino  purísimo  castellano. 
Véase  el  Diccionario  de  la  Academia  en  batida.* 


En  muchas  vidas  de  santos  i  de  varones  piadosos,  se 
lee  la  frase  estereotipada:  Pertransit  bene faciendo. 

Del  mismo  modo,  en  la  biografía  del  primer  rector  de 
la  Universidad  de  Chile  puede  escribirse  con  toda  exac- 
titud: Pasó  su  existencia  enseñando. 

El  majisterio  de  don  Andrés  Bello  ha  continuado  ejer- 
ciéndose aun  después  de  su  fallecimiento,  no  solo  por 
sus  obras  impresas  durante  su  vida,  sino  también  por 
las  producciones  publicadas  después  de  su  muerte. 

Miguel  Luis  Amunátegui. 


*  El  Diccionario   de   la  Roal  Academia  da  a  la  expresión  batir  el 
i)io?)¿e  la  acepción  sostenida  por  Bello. 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


§eeeea€>Q3Cw7iorrr uoooooocuc czzzzzzzzz^zzzz¿zz^::i,  •■^7. :.- 


•*    •  • 


DEL  RITMO  I  EL  METRO 


DE  LOS  ANTIGUOS 

Una  lengua  que  consta  do  sílabas  largas  i  breves,  cuyas 
cuantidades  se  acercan  sensiblemente  a  la  razón  de  2  a  1 ,  pue« 
de  sacar  del  orden  i  proporción  en  que  estas  varias  sílabas  se 
suceden,  diferentes  especies  de  ritmos,  desconocidos  en  las 
lenguas  modernas.  Por  ejemplo,  sucédense  las  sílabas  en  tal 
orden  i  proporción,  que  vayan  formando  pequeñas  cláusulas 
do  cuatro  tiempos,  divididas  en  dos  partecillas  o  incisos  igua- 
les: 

For-mo  |  sam-reso  |  na-ro  do  |  ees-Ama  |  ryl-lida  |  . 

Este  artificio  no  podia  menos  de  agradar  al  oído  familiari- 
zado con  la  pronunciación  i  valor  Icjítimo  de  las  sílabas;  pues 
el  placer  que  causa  todo  ritmo  no  proviene  de  otra  cosa  que 
de  la  percepción  de  cierta  regularidad  simétrica.  Lo  mismo 
sucedería,  si  en  vez  de  la  razón  de  igualdad  entre  las  parteci- 
llas o  incisos,  se  guardase  constantemente  la  razón  de  1  a  2, 
verbi  gracia: 

Li-cet  I  BU-por  |  bus-am  |  bu-lcs  |  po-cü  |  ni-a  \  ; 
At-ll  I  ía-brevi  |  bus-im  |  plT-ca  |  la-vi  |  po-rTs  |  ; 

o  la  de  3  a  2;  verbi  gracia: 

0PÚ8C.  1 


•  • 


•  •      • 

.  *'/•"*•  *  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

•  •     •• 


•  •  •, 


'• 


•  •        • 


O  piiáljtíicra  otra.  En  todas  estas  frases,  hai  verdadero  ritmo,  o 
CQiñeñsuracion  de  tiempo;  i  aquella  brevísima  pausa  que  solc* 
'%.mos  hacer  entre  una  sílaba  i  otra,  o  si  se  quiere,  el  tránsito  de 
►,  -'sílaba  a  sílaba,  es  la  acción  o  movimiento  que  señala  i  demar- 
ca los  intervalos  de  tiempo,  i  determina  el  ritmo. 

Pero,  en  una  lengua  cuyas  sílabas  sean  todas  de  igtial  cuan- 
tidad, no  hai  combinación  alguna  do  palabras  en  que  no  so 
puedan  concebir  cuantos  ritmos  se  quieran,  señalados  por  pau- 
sas silábicas.  Así  esta  línea: 

Ya  caminaba  fujitivo  Encas^ 
se  puede  reducir  o  al  ritmo  2/> 

Ya-ca  I  mi- na  |  ba-fu  |  ji-ti  |  vo  E-nc  |  as; 
o  al  ritmo  V? , 

Ya-cami  |  na-ba  fu  |  ji-ti  vo  E  |  nc-as; 

O  a  cualquiera  otro  imajinablc;  de  que  se  sigue  que  en  realidad 
no  tiene  ritmo  alguno  señalado  por  pausas  silábicas;  pues  lo 
que  se  acomoda  a  toda  especie  de  medidas,  claro  está  que  no* 
puede  ofrecer  movimientos  ni  proporciones  determinadas. 

Este  jénero  de  ritma  en  que  las  pausas  silábicas  ocurrían  a 
intervalos  determinados  i  comensurables,  era  el  fundamento- 
de  toda  la  versificación  antigua,  i  lo  que  so  llamaba  ritmo  por 
excelencia.  En  efecto,  ademas  de  las  pausas  referidas,  los  grie* 
gos  i  romanos  empleaban  otros  accidentes  de  las  palabras  para 
otras  medidas  de  tiempo,  que,  combinándose  con  la  primera, 
hacían  mas  compleja  i  artificiosa  la  estructara  del  verso;  pero 
estas  otras  medidas  constituían  lo  que  llamaban  metro.  Rit- 
mo, en  el  significado  jencral  que  le  hemos  dado  hasta  ahora, 
abraza  todos  los  medios  posibles  de  reducir  el  razonamiento  a 
períodos  i  cláusulas  comensurables;  i  por  consiguiente,  con 
igual  propiedad  puede  aplicarse  al  ritmo  que  al  metro  de  la 
antigua  poética,  o  por  mejor  decir, los  comprende  ambos.  Pero 
no  era  esta  acepción  jeneral  la  que  le  daban  los  gramáticos  í 
filósofos  de  la  Grecia  i  el  Lacio.   Lo  que  llamaban  estos  ritmo 


DEt.  niTMO  I  EL  METllO  liE  LOS  ANTIOL'OS 


en  SU3  versos,  ora  una  parto  sola  del  ritmo  con  quo  estaban 
cunstruiílos;  i  en  el  mismo  significado  parcial,  voi  a  tomar  esta 
voz  desdo  altura. 

En  el  pasaje  ánles  citado  de  Platón,  se  percibo  a  las  claras 
que  el  ritmo  no  tenia  nada  que  ver  con  cl  acento,  sino  con 
aquol  otro  accidente  de  las  palabras  quo  las  hacía  veloces  o 
tardas:  i  pjO;j.sj  ix  tsü  -rr/íoí  y.ú  ppaüsj...  y£y="'--  E^  ^^  notar  quo 
Platón  no  so  sirvió  aquí  cíe  laa  voces  comunes  breve  i  largo, 
^pr/ii;  XX.Á  ¡ji,iif):3;  i  la  razon  es  obvia.  Era  indiferente  al  ritmo 
que  todos  las  cláusulas  se  formasen  de  sílabas  brovcs,  o  quo 
on  ciertos  [Mirajes  se  sustituyese  a  dos  de  éstas  una  larga.  Pero 
le  era  indispensable  que  cada  cláusula  constase  precisamente 
de  cierto  número  de  tiemiKís,  i  que  los  dos  incisos  de  cada 
cláusula  tuviesen  entro  si  una  razon  determinada.  Importaba* 
le  la  velocidad  o  tardanza  de  toda  la  cláusula,  esto  es,  el  nú- 
mero de  tiempos  que  comprendía,  i  le  importaba  asimismo  la 
velocidad  respectiva  del  primer  inciso  al  segundo;  pero  mien- 
tras tales  dimensiones  fuesen  constantes,  no  se  cuidaba  de  quo 
esta  o  aquella  sílaba  particular  fuese  larga  o  breve.  El  ritmo 
computaba  solamente  los  tiempos,  i  salva  la  razón  do  éstos,  de- 
jaba en  plena  libertad  al  poeta  para  mezclar  a  su  arbitrio  las 
sílabas  de  una  especie  con  las  de  otra. 

Consideremos  una  cláusula  r^triica,  por  ejemplo,  la  quo 
consta  de  cuatro  tiempos  divididos  en  dos  incisos  iguales.  Po- 
demos formar  una  cláusula  de  esta  esj>eLÍo  con  un  pié  espon- 
deo, díictilo,  anapesto,  o  proscelousmátieo.  Por  consiguiente, 
una  cláusula  rítmica  es  como  una  fórmula  abstracta,  quo 
contieno  i  envuelvo,  si  so  permito  tlecirlo  así,  varios  pies.  En 
la  ctóasula  í/'j.  se  comprenden  kis  piós  que  acabo  de  nombrar; 
en  la  cláusula  '/i  se  comprenden  el  yambo  i  cl  tríbraco;  en  la 
cldusula  '/i  el  troqueo  i  cl  tríbraco;  en  la  cláusula  '/a  el  anfí- 
braco, el  anapesto  i  el  proscoleusmático;  etc.  Había,  pues, 
tanta  diferencia  entre  las  cláusulas  rítmii-as  í  los  píes  (aunque 
algunos  autores  han  confundido  lo  uno  con  lo  otro),  como  la 
quo  liai  entro  lo  determinado  i  lo  indeterminado,  entro  el  jé- 
nero  i  la  especie. 

Las  leyes  det  rilmo  dejul)an,  por  su  indeterminación,  cierta 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


libertad  que  el  rigor  i  severidad  del  metro  rehusaban  frecuente- 
mente al  ix)eta.   Las  leyes  particulares  que  daban  al  rihno 
cierto  aire  i  forma  determinada,  i  que  convertían  cada  «na  de 
sus  especies- en  innumerables  especies  de  metro,  se  reducian  a 
dos  clases,  determinación  de  cesuras,  i  determinación  de  pies. 
El  ritmo  era  de  suyo  indefinido:  las  leyes  irkétricas  era  lo  que 
le  ajustaba  a  períodos  de  un  número  fijo  de  cláusulas -^  i  para 
señalar  los  distintos  períodos,  como   también  los   distintos 
miembros  de  cada  período,  se  hizo  uso  de  otra  pausa  mayor 
que  la  de  entre  silaba  i  silaba,  es  a  saber,  de  la  pausa  entre 
dicción  i  dicción,  llamada  cesura,  i  reforzada  frecuentemente 
por  aquellas  otras  pausas  que  el  sentido  requiere.  El  verso 
anapósticadrmetro,  por  ejemplo,  era  un  período  de  cuatro  cláu- 
sulas 2/^,  en  que,  ademaí^  de  la  cesura  final  que  le  cerraba,  de- 
bía realzarse  con  cesuras  intermedias  el  fin  de  las  cláusulas,  o 
por  lo  menos  la  mitad  del  período.    Pero  las  cesuras  interme- 
dias no  siempre,  ni  aun  las  mas  veces,  dividían  el  período  o 
verso  en  partes  iguales:  por  el  contrario,  en  casi  todas  las  es- 
pecies de  m^etro  la  estructura  mas  agradable  era  la  que  cortaba 
el  períoda  en  miembros  de  desiguales  dimensiones.  Finalmen- 
te, asi  como  se  exijian  ciertas  cesuras,  se  evitaban  cuidadosa- 
mente otras.* 

La  determinación  de  pies  constituía  la  otra  diferencia  entre 
el  ritm.0  i  el  m.etro.  Por  ejemplo,  el  hexámetro  heroico  era 
un  período  de  seis  cláusulas  ^¡2,  pero  que  no  daba  lugar  ni  al 
anapesto,  ni  al  proscdeusmático,  i  en  la  sexta  cláusula  ni  aun 
al  dáctilo.** 


*  Ilhythniis  libera  spatia,  metrís  finita  sunt.  Quiíitiliano,  InstiluLio 
Oratoria,  XI,  4. 

**  Rhythnii  spatio  tomporum  constante  metra  etiam  ordino,  ideoquo 
alteruiu  cssc  quantitatis  videlur,  alleruin  qualitatis....  Rhythinus  aut 
par  ost,  iit  daetyhis....  aut  sescuplex,  ut  pajon....  aut  dúplex,  ut 
iarabus....  Sunt  hi  et  metrici  pedes;  sed  hoc  intorcst,  quod  rhythmo 
indifferens  est,  dactylusno  illo  priores  habeat  breves  an  sequentes; 
in  versu  pro  dactylo  poni  non  potest  anapa3sLus  aut  spondícus,  nec 
pajon  eadem  ratione  a  brevibns  inciplet  at  desinet.  Ib. 

Arislídes  Quintiliano  define  al  ritmo,  íóiTr^iJia  ir.  /y'j^toy  xará  T.va  lá^-.v 
>uYXc'.;jLfvo)v.    Hablando  de  los  metros,  dice  que  U  iwv  tíoowv  auvi'aiavTat,  i 


UBL  RITMO  I  BL  MSTRO  DE  1X18  JUmSTlOa 


Para  hacer  ovideijto  la  ilircroncia  entre  el  ritJno  i  el  metro 
de  Jos  autoroa  griegos  ¡  latinos,  analicemos  por  menor  el  hexá- 
metro heroico.  Las  leyes  rítmicas  pedían  solamente  una  serie 
de  cláusulas  '/í.  Las  leyes  íii(!ifjcas  preecribian,  en  primer 
lugar,  una  cesura  al  fin  de  ciwla  sext;i  cláusula,  mediante  lo 
cua!  resultaba  retlucido  el  ritmo  a  pcríüdog  de  determinada 
ejctensioi).  En  segundo  lugar,  pedían  que  de  los  cuatro  píes 
que  formaban  cláusulas  7í.  «olo  «9  admitiesen  el  espondeo  i  el 
dáctilo;  en  otros  tiirminos,  pedían  que  todos  los  primeros  in- 
cisos (que  sin  faltar  al  ritmo  (lodian  formarse  con  una  sílaba 
larga  o  con  dos  breves]  se  formasen  constantemente  con  una 
larga;  mediante  lo  cual  dobian  tener  todos  ellos,  no  solo  una 
misma  duración,  sino  un  mismo  aire  i  movimiento.  En  tercer 
lugar,  cxijian  í[Ha  la  última  cláusula  fuese  siempre  espondeo. 
1  en  cuarto  lugar,  que  de  las  varias  estructuras  que  podían 
dar  al  período  la.s  cesura?  intermedias,  se  profirieran  las  que 
le  cortasen  en  dos  o  tres  miembros  desiguales,  según  so  vo  en 
CEtos  vefsos; 


11. 


lu. 


Oderunt  peccara  boni  ]  virtutis  amore. 

10.  U. 

Ut  jugulonl  liomtncrn  |  surgunt  de  nocte  latrones. 

II.  13. 

Lalittur  ct  labetur  |  in  omnc  volubílis  a;vum. 
r.  8  10 

Ingentes;  |  vallomquo  bovos,  |  amnemquc  lonebant. 

8  C  10 

Impulit  in  latas,  1  ac  ven  ti,  j  volut  agmino  facto. 

Pero  si  el  poeta  violaba  alguna  de  estas  leyes,  introducien- 
do, por  ejemplo,  anapestos  o  proscelcusmátícos,  el  metro  de- 
jcncraba  en  mero  ritmo;  por  lo  cual  en  estos  versos; 

Capitibu'  nutantes  pinus,  roctosque  cupressoB, 
Helanurum,  turdum,  mcrulamque,  umbramquB 


define  al  metro  en  joneral,  t 


IV  o'jUx^v  ouYxi'iitvd 


<J  OPÚSCULOS  LITEIIARIOS  I  CnÍTICOS 


infrinjió  Enio  la  severidad  del  ynelro,  i  se  arrogó  una  licencia 
rítmica.  Lo  mismo  succdia,  si  se  colocaba  un  dáctilo  en  el 
isexto  lugar,  como  expresamente  lo  dice  Terenciano: 

IIoc  sat  erit  monuisso,  locis  quod  quinqué  frcquenter 
jugcm  V  ídem  US  invenir!  daclylum. 

Sed  non  el  sexlum  pcs  hic  sibi  vindicat  unquam, 
nisi  quando  rhythmum^  non  metnim  componimus. 

Namquc  metrum  ccrtique  pedes,  numoriquc  coerccnt, 
dimensa  rhijUimum  conlinct  lex  tcmporum. 

Cualquiera  percibirá  que  tanto  las  leyes  rítmicas  como  las 
métricas  tcnian  por  objeto  asimilar  las  cláusulas  a  los  perío- 
dos; i  aunque  es  verdad  que  las  varias  estructuras  del  hexá- 
metro heroico,  en  cuanto  dependientes  del  número  i  tamaño 
de  los  miembros  en  que  le  distribuían  las  cesuras,  no  se  suce- 
dían en  series  uniformes;  sin  embargo,  refiriéndose  en  cada 
estructura  a  cierto  modelo  que  existia  de  antemano  en  la  mente 
de  los  lectores  u  oyentes  ejercitados,  debía  producir  el  placer 
que  en  todos  casos  resulta  de  la  regularidad  do  dimensiones. 

Sabido  es  también  que,  aunque  una  sílaba  larga  i  dos  breves 
fuesen  una  misma  cosa  para  la  níedida  del  tiempo,  no  lo  eran 
en  cuanto  al  aire,  movimiento  i  expresión  que  daban  al  verso. 
Las  sílabas  breves  se  precipitaban;  las  largas  parecían  moverse 
con  sosegada  lentitud.  Aquellas  convenían  mejor  a  ios  modos 
de  ser  de  nuestra  alma  en  que  las  ideas  se  agolpan  í  se  suce- 
den unas  a  otras  rápidamente;  estotras  al  contrarío  decían 
.mas  bien  con  la  serenidad  del  espíritu,  con  los  asuntos  solem- 
nes o  melancólicos.  Debia,  pues,  la  constante  recurrencia  de 
sílabas  largas  en  los  primeros  incisos  de  las  cláusulas  dar  al 
verso  una  marcha  constantemente  gravo  i  majestuosa;  í  al 
mismo  tiempo  quedaba  al  arbitrio  del  poeta  formar  los  segun- 
dos incisos  con  largas  o  breves  para  producir  aquella  variedad 
de  aires  i  movimientos,  que,  sin  perjuicio  del  carácter  jeneral 
do  esta  especie  de  metro,  se  conformasen  con  la  variedad  do 
asuntos;  a  cuyo  efecto  contribuian  en  gran  manera  las  dife- 
rentes proporciones  do  los  miembros,  i  la  colocación,  a  veces 


DEL  nrraQ  i  bl  hetho  va  i.c»  AinietiDs 


nntural  i  esperada,  a  veces  extraña,  i  aun  irregular  de  las  ce- 
suras. 

Períodos  lialiia  también  que  se  componían  de  varias  especies 
(lo  ritmo.  El  verso  sáfico,  por  ejemplo,  constaba  de  cinco  cláu- 
sulas, de  las  cuales  (segan  1»  manara  de  Horacio)  la  primera, 
cuarta  i  quinta  eran  troqueos;  la  segunda,  espondeo;  la  tercera, 
dáotile;  i  por  coasiguiente,  el  riliiio  era  unaa  voces  do  la  espe- 
cie */i,  i  otras  veces  de  la  especie  ^¡2. 

En  lín,  habia  períodos  on  que  no  solo  variaba  el  ritmo  con 
arreglo  a  leyes  fijas,  mas  aun  se  dejaba  en  algunas  cláusulas 
al  arbitrio  del  poeta  el  escojer  entre  ciertos  ritmos,  de  lo  cual 
tenemos  ejemplo  en  el  Kenario  yámbico  de  la  trajedía,  que  en 
liis  cláusulas  parca  exijia  el  rihno  '/!,  i  íí"  Im  imparea  el  mis- 
mo ritmo  u  el  2/.j.  consintiendo  aun  mayor  libertad  el  de  la 
comedia. 

Conocíanse,  pues,  tres  clases  de  períodos.  En  los  primeros  (que 
»e  adaptaron  a  la  epopeya,  el  poema  didascálieo  i  la  elejta),el 
ritmo  tím  uno  mismo  en  todas  las  cláusulas.  En  los  segundos 
(que,  por  mas  apropiados  para  expresar  el  tumulto  de  las  pasio- 
nes, so  adjudicaron  principalmente  a  la  poesía  lírica),  variaba 
el  ñtmo,  pera  con  arreglo  a  Icyea  lijas,  que  determinaban  sus 
nutaciones  i  el  ¿nlen  preciso  en  quo  debían  verificarse;  lo  cual 
era  nuccsaríu  para  adaptarlos  a  la  música.  I  los  terceros  (que 
por  acercarse  mas  al  habla  común  se  creyeron  los  mas  a  propó- 
sito para  el  drama),  irernütían  cierta  variedad  irregular  de  T-ií- 
TttOS,  en  quo  so  dejaba  mas  ([ue  en  los  otros  jónoros  de  metro 
a  la  elección  o  uunvcnicneia  del  poeta. 

Pero,  adornas  de  estos  pc(]ucñon  períodos,  llamados  versos, 
había  utrof*  mayores,  llamados  sistomas  o  estroras,  en  que  en- 
tralKtn  grannúmeríi  de  aquéllos,  Los  sistemas  pueden  reducirse 
a  la»  mismas  tros  clases  que  loa  versos.  El  dístico  clejlaco,  por 
ejemplo,  es  un  sistema  en  que  el  rit  mo  es  invariablemente  Vi- 
El  tetrá-stico  sálico  es  un  sistema  compuesto  de  tres  versos  sá- 
fieos,  en  que  el  ritmo  pasa  de  ';'i  a  ^-j  i  de  í/i  a¡  ~¡\  en  parajes 
determinados,  i  do  un  ver.-íu  adónico,  quo  consta  de  dos  cláusu- 
las !/•  .  Finalmente,  unli-e  las  odas  de  Horacio  tenemos  siste- 
mas compuestos  enteramente  de  yámbicos,  i  alternativamente 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


de  seis,   i  de  cuatro  cláusulas,  las  pares  V2   i  las  impares  ^/2 

o  1/2. 

Cuanta  mayor  libertad  se  de  al  poeta  en  la  formación  del 
metro j  tanto  mas  ha  de  acercarse  el  verso  a  la  prosa.  Si  tene- 
mos, pues,  presente  que  los  conucos  latinos  usaban  de  mucha 
variedad  de  metroSj  que  frecuentemente  los  mezclaban  de  un 
modo  irregular,  que  en  muchas  de  las  cláusulas  podian  escojer 
entre  los  ritmos  2/2  i  1/2^  que  no  prestaban  una  atención  es- 
crupulosa a  las  cesuras,  i  que  aun  usurparon  no  pocas  veces  la 
licencia  de  usar  como  breves  las  sílabas  que  solo  eran  largas 
por  la  situación,  i  no  por  la  naturaleza  de  la  vocal,  no  extra- 
ñaremos que  Horacio,  juez  severísimo,  i  admirador  apasionado 
de  los  griegos,  censurase  tanta  laxitud  como  contraria  a  la  pre- 
cisión i  armonía  métrica j  ni  que  a  Cicerón  lo  pareciesen  los 
yámbicos  de  la  comedia  latina  desmayados.  Pero  el  mismo 
Cicerón  apunta  el  motivo  que  tuvieron  los  poetas  para  adoptar 
aquella  manera  de  versificación  en  la  comedia,  propter  simi^ 
litudinem  scrmonis;  i  aun  mas  claramente  el  delicadísimo 
gramático  Terenciano  Mauro: 

Sed  qui  pedestres  fábulas  socco  prcmunt, 
ut  qua3  loquuntur  sumpta  do  vita  putcs 
vitiant  lambón  tractibus  spondaicis, 
fidomque  fíctis  dum  procurant  fabulis, 
\n  metra  peccant  arto,  non  inscitia. 

La  causa  de  que  las  estrofas  líricas  pareciesen  prosa,  como 
lo  testifican  Cicerón  i  Dionisio  de  Halicarnaso,  era  diferente. 
En  los  períodos  monorritmicos  (verbi  gracia,  el  hexámetro  he- 
roico), la  semejanza  de  las  cláusulas  entre  sí  era  bastante  para 
distinguir  el  verso  de  la  prosa,  aunque  se  profiriese  uno  solo; 
pero  si  el  período  constaba  de  muchos  ritmos  que  no  forma- 
sen una  serie  simétrica  (verbi  gracia,  el  sáfico),  era  menester 
oír  muchos  períodos,  para  que  pudiese  encontrarse  aquel  orden, 
aquella  simetría,  de  que  dimanad  placer  de  toda  versificación. 
Semejantes  períodos,  para  el  que  no  se  había  familiarizado  con 
ellos  de  antemano,  i  que,  por  tanto,  no  podía  referirlos  a  un 
modelo  intelectual,  considerados  cada  uno  do  por  sí,  no  se  di- 


IffiL  Hiraa  I  BL  HKTHO  DB  LM  ANTtOtlOS 


foroncinban  do  la  prosa,  ApliciuemOH  esto  por  via  de  iluRlracion 
al  ritmo  accntiuil  de  los  modernos,  lín  cl  verso  octosílabo  de 
los  liricus  italianos; 

Meco  viéiii,  o  ascólta  il  qr:\l'} 
3\isurríir  dol  vontíc¿-tlo, 

oadft  liiiea  d«  por  sí  ticno  una  simetría  i[ua  no  se  puede  escapar 
al  oído  ménOH  cjci-citado;  al  paso  que  cu  el  verso  octosílabo  do 
los  dramáticos  españoles: 

Kn  ol  teatro  dol  mundo 
todos  son  rcproscnli'mtes, 

no  hai  mas  simetría  que  la  ([uo  resulta  de  ocurrir  el  aconto 
en  cada  séptima  sílaba;  i  por  consig:uicnte,  cada  línea  de  ¡mr  sí 
no  se  distingue  de  la  prosa;  de  manera  que  cl  ritmo  se  halla 
eolamonte  comparando  una  línea  con  otra,  o  lo  que  viene  a  sor 
lo  mismo,  con  un  modelo  que  de  antemano  exista  en  el  alma. 
En  este  caso,  pues,  no  es  la  semejanza  de  las  cláusulas  lo  que 
produce  placer,  sino  la  semejanza  de  los  períodos. 

Demos  ahora  un  paso  mas,  i  consideremos  una  estrofa  que 
no  sea  en  si  misma  simétrica.  El  [ilacer  resultará  entonces  de 
la  semejanza,  no  de  los  períodos,  sino  de  los  sistemas  enteros. 
Poro  cuanto  mas  larga  i  compleja  soa  la  cadena  de  ritmos 
i  de  movimientos  que  se  compara,  tanto  será  mas  diltcil  perci- 
bir la  comeasuracion.  Asi  la  semejanza  de  las  cliiiisulas  era 
obvia,  i  no  podia  menos  de  halagar  el  oído  mas  torpe;  la  do  loa 
periodos  no  lo  era  tanto;  la  de  las  estrofas  cortas,  como  las  quo 
Horacio  adoptó  en  sus  odas,  lo  era  monos;  t  la  de  las  estrofas 
largas,  como  las  do  Píndaro  i  las  do  los  coros  del  drama 
griego,  múnoa  todavía.  ¿Deberá,  pues,  parecer  extraño  quo 
Cicerón  i  Dionisio  no  pudiesen  sin  mucha  dificultad  percibir 
semejanzas  quo  consistían  on  la  repetición  do  seríes  larguísi- 
mas, compuestas  de  elementos  sumamente  varios?  Pero  los 
contemporáneos  de  Píndaro  i  Eurípides,  que  encontraban  en 
las  obi-ds  de  aquellos  poetas  combinaciones  métricas  con  quo 
estaban  familiarizados,  percibían  orden  i  hermosura  donde  el 
oído  de  los  griegos  de  eJades  posteriores,  i  con  mucha  mas 


10  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CUItICOS 


razón  el  de  los  romanos,  hallaba  solamente  un  caos  de  ritmos 
i  movimientos  diversos,  sin  gracia  i  sin  designio  alguno. 

En  los  ditirambos,  debía  de  suceder  en  parte  lo  mismo.  Los 
ditirambos  no  formaban  estrofas  o  sistemas  regulares;  pero 
probablemente  se  componian  de  períodos  i  de  pequeños  siste- 
mas que  eran  familiares  a  los  griegos,  i  que  su  oído  reconocía 
inmediatamente  en  la  declamación  o  en  el  canto. 

Creo  que  basta  lo  dicho  para  formar  idea  de  la  versifica- 
ción griega  í  latina.  Algunos  pretenden  que  era  el  acento,  así 
en  el  ritniOj  como  en  el  metro  antiguo,  lo  que  señalaba  las 
cláusulas,  a  la  manera  que  lo  hace  en  nuestra  poesía  moderna. 
Pero  es  difícil  conciliar  esta  opinión  con  la  doctrina  de  los 
antiguos  o  con  su  práctica.  Cuando  en  sus  obras  se  trata  de 
versificación,  de  ritmo  o  de  metros^  nunca  se  hace  mención 
de  acentos,  sino  de  cuantidades.  Los  retóricos  que,  como 
Aristóteles  i  Cicerón,  escribieron  sobre  el  ritmo  oratorio,  no 
hablan  jamas  de  dicciones  barítonas  u  oxítonas,  como  hubie- 
ra sido  natural  si  el  ritmo  hubiera  tenido  que  ver  con  la 
entonación;  sino  de  yambos,  troqueos,  dáctilos,  peones,  i  demás 
variedades  de  pies.  Lo  único  en  que  parece  aludirse  al  acento, 
es  la  división  de  las  cláusulas  rítmicas  en  ársis  i  tósis,  esto 
es,  elevación  i  depresión;  que  unos  quieren  se  entendiesen 
simplemente  del  pió  o  la  mano  para  compasear  las  cláusulas;  i 
otros  opinan,  apoyándose  en  la  autoridad  de  Prisciano  í  Maria- 
no Cápela,  que  se  entendía  también  de  la  voz,  señalándose  con 
aquellos  movimientos  externos  los  espacios  de  tiempo  entre  las 
inflexiones  de  ella.  Pero  ¿en  que  sentido  se  ha  de  tomar  esta 
elevación  i  depresión  de  la  voz?  ¿Diremos  que  el  acento  agudo 
de  las  palabras  debía  coincidir  con  el  ársis  de  las  cláusulas 
rítmicas?  La  práctica  de  los  griegos  i  romanos  lo  contradice. 
En  los  hexámetros  do  Homero,  por  ejemplo,  el  ársis  última 
carece  muchísimas  veces  de  acento.  En  los  de  Virjilio  i  demás 
poetas  latinos,  concurre  de  ordinario  el  acento  con  la  última 
ársis;  pero  en  el  hexámetro  latino  es  frecuentísima  la  cesura 
llamada  pentcmímeris,  que  divide  en  dos  partes  iguales  la 
tercera  cláusula,  cerrando  un  miembro  con  el  ársis,  i  dando 
princíi>io  al  otro  con  la  tesis;  i  como  en  aquella  lengua  no  p^ 


ÜEL  RITMO  1  EL  METKO  DE  LOS  AXTir.UüS  11 


acentuaba  la  última  sílaba,  i  los  miembros  del  ¡Kíríodo  métrico 
no  solían  terminar  en  monosílabos,  la  consecuencia  forzosa  de 
semejante  estructura  debía  ser  que  el  acento  se  hallase  c^asi 
siempre  en  la  tesis  do  la  segunda  cláusula;  verbi  gracia: 

Ar-ma  vi  |  rum-«iuc  cá  |  no, 
Ty-tirc,  I  lu-pátu  \  la», 
Vul-nus  a  |  lU-\v  ¡  nis 

Los  dos  parajes  principales  del  bexcunetro  eran  los  finales  de 
los  dos  miembros  en  que  lo  dividía  la  cesura.  Allí  era  donde 
importaba,  mas  que  en  ninguna  otra  parte,  contentar  el  oído. 
Allí,  pues,  menos  que  en  ninguna  otra  parte,  se  hubiera  deja- 
do de  proporcionar  al  ársis  una  sílaba  aguda,  si  este  acento  lo 
hubiera  sido  esenciarl,  o  si  la  concurrencia  de  ambas  hubiera 
sido  particularmente  agradable. 

Estas  dificultades  solo  pueden  salvarse  recurriendo  con  Vossio 
a  la  suposición  verdaderamente  triste  i  desesperada  de  que  las 
palabras  no  se  entonaban  en  el  verso  conforme  a  sus  acentos 
naturales,  sino,  según  lo  pedia  el  metro,  elevándolas  constan- 
temente en  una  mitad  de  la  cláusula  i  deprimiéndolas  en  otra. 
Pretendo,  pues,  Vossio  que  el  hexámetro  se  entonaba  así: 

Tytirc,  tu  patult-e  rccubáns  sub  tegmine  fagi, 

I  el  pentámetro  así: 

Labitur  ex  oculís  nunc  queque  guita  mcís; 

i  el  senario  yámbico  de  este  modo: 

Suís  ct  ¡psa  Roma  viribús  ruit. 

Pretende,  en  una  palabra,  que  la  estructura  del  metro  tenía 
por  objeto  poner  en  perixítua  contradicción  los  tonos  del  verso 
con  los  del  habla;  que  la  habilidad  del  poeta  consistía  en  cons- 
truir las  palabras  de  modo  que  al  declamarlas  o  cantarlas 
fuese  necesario  dislocar  sus  acentos;  i  que  el  placer  causado 
por  la  versificación  se  cifraba  en  hacer  una  guerra  perpetua  a 
los  hábitos  de  los  lectores  í  oyentes.  Porque,  sí  así  no  era,  ¿a 


OPÚSCULÜM  LITGnAHtaS  t  CHlTICOS 


qu¿  fin  evitar  con  tanto  empeño  en  el  pentámetro  olojiacofli 
terminarle  con  voz  monosílaba  que  no  fuese  enclítica,  cuandol 
uabalnicntó  una  voz  monosílaba  i|lio  no  fuese  encHtíca  ora  Idñ 
que  se  necesitaba  para  que  concurriese  el  acento  con  ol  áraiaf 
¿Qué  cosa  mas  desatinada  i  absiinla  pueJe  iijiajinarse  en  nín- 
giin  sistema  do  versificación,  qué  procurar  a  toila  costa  dividir 
el  hexámetro  heroico  en  la  mitad  da  la  torcera  cláusula,  cuan- 
do esta  estructura  debia  forzosamente  separar  el  ársia  i  el 
acento,  en  cuyo  consorcio  se  supone  que  estaba  vinculada  la 
armonía?  Que  los  poetas  no  pudiesen  siempre  unirlos,  aunque 
lo  procurasen,  lo  miraríamos  como  una  prueba,  o  de  su  poo&« 
destreza,  o  do  lo  incómodo  de  aquel  artificio;  pero  no  está  e 
esto  la  dificultad,  sino  en  que  los  poetas  procuraban  frecucn*'! 
temcnte  separarlos.  Con  que  os  menester  decir  que  el  mérit»  I 
del  \'erso  griego  i  latino  consistía  cabalmente  en  lo  conti'año'i 
de  lo  que  forma  la  belleza  iTcl  nuestro,  que  es  la  conservación 
de  los  acentos  naturales  de  las  palabras;  i  de  esto  modo  el 
empeño  de  acercar  dos  sistemas  rítmicos  diferentes  vieno  a 
parar  en  hacerlos  contraríos  e  irreconciliables.  No  se  puedo 
sufrir  la  idea  de  un  ritmo  quo  no  esté  fundado,  como  el  nues- 
tro, sobro  los  acentos,  i  se  admite  como  racional  i  filosófica  la 
idea  de  un  ritmo  fundarlo  en  la   total  subversión  de  loa 
acentos. 

Mas  vale  atrepellar,  como  hacen  otros,  por  la  autoridad  de 
Quintiliano  i  de  los  gramáticos,  i  sentar  desdo  lue^o  por  prin- 
cipio que,  en  materia  de  acentos  no  supieron  éstos  lo  que  se 
dijeron.  Bien  es  verdad  que  los  que  condenan  los  acentos  de 
las  escuelas  i  de  los  libros  sin  mas  motivo  que  el  no  poder 
ajustarlos  con  su  sistema,  deberían  indicarnos  otras  reglas  de 
acentuación,  aunque  fuese  por  via  de  hipótesis.  Veriase  enton- 
ces quo  la  perpetua  coincidencia  del  ársis  con  la  sílaba  aguda 
lio  solo  repugna  a  la  doctrina  recibida  de  acentuación,  sino 
también  a  cualquiera  otra,  en  que  los  acentos  sean  fijos,  como 
los  de  las  lenguas  modernas;  pues,  admitida  semejante  supo- 
sición, unas  mismas  sílabas  de  unas  mismas  palabras  debeu 
sor  agudas  en  un  verso  i  graves  en  otro,  según  coincidan  con 
el  ársis  o  con  la  tesis. 


DSL  IIITUO  1  EL  METIIÚ  US  LOS  ANTIGUOS  1-1 

No  Be  que  ninguno  do  los  eacritorca  antiguos^Jiaya'dichoquc 
el  ársis  trastornase  el  acento  natural  cíe  las  palabra»,  pasándole 
de  unas  silabas  a  otras;  ni  que  en  el  vasto  catálogo  {le  escolios 
i  comentarios  ile  poetas  que  nos  han  queilado,  se  i\¿  noticia  ilo 
un  solo  acento  agmlo  que  se  deba  a  la  mera  influencia  del 
ársis.  Quintiliano  i  otros  gratnáticofl,  que  nos  informan  de  la 
mutación  del  acento  en  las  palabras,  a  consecuencia  de  la 
agregación  de  enclíticos,  que  era  común  a  la  prosa  con  el 
verso,  i  lie  los  alargamientos  de  silabas  breves,  que  se  permi- 
tían en  ciertas  circunstancias  al  poeta,  no  íiubicran  dejado  do 
hacer  particular  mención  de  la  que  el  ársis  producía,  según  se 
(lícc,  tan  frecuentemente  en  toda  especie  de  ritmo  i  de  metro. 
Existo  un  pasaje  do  Quintiliano,  en  que  relierc  que  algunos  do 
sus  contemporáneos  acentuaban  la  sílaba  (¡nal  do  ciertas  pala- 
bras para  distinguirlas  de  otras  en  el  sonido;  i  el  ejemplo  do 
que  se  vale  es  notabilísimo.  Dice  que  en  estos  versos  do 
Virjilio: 

qu;i>  cii-cum  lUtorii,  L*ii-cum 

piscosoa  scopulos 

hacían  aguda  la  última  de  clrcum;  lo  cual  manilicsta  que  ni 
ellos  ni  Quintiliano  consideraban  el  tono  de  la  sílaba  anterior 
como  necesariamente  afectado  por  el  árais,  pues  una  palabra 
no  jwdia  tener  dos  acentos.  Mario  Victorino,  después  do  decir 
que  el  ársis  i  la  tesis  significaban  ciertos  movimientos  del  pié, 
aiktde:  Itcni  aráis  esí  elatio  icmporis,  sonÍ,  vocis;  Ihcsís 
depositio  et  quaidam  contractio  syllaburuvi.  Lo  que  do 
aquí  parece  colejirse  es  que  el  ársis  obraba  tanto  en  el  tiempo 
o  cuantidad  do  las  sílabas,  como  en  la  voz  o  acento;  i  pues  no 
vomos  que  abrazase  la  naturaleza  de  las  6Ílal>as  bajo  el  primer 
afecto,  convirtíéndoias  do  breves  en  largas  [prescindo  de  casos 
rarísimos  que  no  entraban  en  el  proceder  ordinario  del  arte), 
tampoco  so  lia  de  creer  que  alterase  sus  cualidades  tónicas. 

No  se  puede  dudar  que  el  ársis  de  los  antiguos  era  seme- 
jante a  a(]uoI  impulso  o  movimiento  que  en  la  música  moder- 
na señala  el  compás,  i  quo  no  exijo  de  necesidad  que  la  ñola 
herida  sea  mas  larga  o  mas  aguda  que  las  inmediatas,  consis- 


l'l  0PÍ;SCUL0S  LlTEKAIilOá  I  CIlíTICOst 


tiendo  mas  propiamente,  si  no  me  equivoco,  en  reforzar  o  arre- 
ciar los  sonidos,  que  en  extender  los  tiempos  o  elevar  los  tonos. 
El  ársis  cargaba  sobre  aquellas  parajes  del  verso  en  que,  o 
ixrrpetuamente,  como  en  los  primeros  incisos  del  hexámetro 
heroico,  o  mas  frecuentemente, [como  en  los  segundos  del  ver- 
so yámbico,  entral>an  sílabas  largas.  Pero  el  movimiento  mé* 
trico  no  alargaba  las  sílabas;  porque  era  obligación  del  poeta 
combinar  las  palabras  de  manera  que  su  prolacion  natural  se 
conformase  con  aquel  movimiento.  Sigúese  de  aquí  que,  si  la 
conexión  del  ársis  con  el  acento  hubiera  sido  tan  íntima  coma 
la  quo  tenia  con  la  cuantidad,  el  poeta  hubiera  puesto  igual 
cuidado  en  construir  las  palabras  de  tal  manera  que  sus  tonos 
naturales  formasen  las  modulaciones  que  el  metro  exijia.  Con 
arreglo  a  este  principio,  se  habrían  distribuido  las  cesuras;  i  la» 
formas  favoritas  del  hexámetro  hubieran  sido: 

Poeni  pervortontcs  omnia  -circumcursant, 
Sparsis  hastis  longis  campus  splendet  et  horret; 

las  cuales  no  eran  mas  dificiles  quo  las  otras.  I  pues  vemos 
que  esta  es  cabalmente  la  estructura  que  los  poetas  ponían  mas 
empeñó  en  evitar,  i  que  otro  tanto  sucedía  en  casi  todas  las 
demás  especies  de  versos;  lo  mas  que  puede  concederse  al  ársis 
en  favor  de  Prisciano,  Cápela,  i  Mario  Victorino  (que  no  son 
autoridades  de  primer  orden)  es  que,  por  un  efecto  del  impulso 
que  so  daba  a  la  sílaba,  se  levantase  un  poco  el  tono,  hacicn* 
dose  lo  agudo  mas  agudo  i  lo  grave  menos  grave;  pero  no 
tanto  que  saltase  la  voz  todo  el  intervalo  que  separaba  lo  gravo 
do  lo  agudo. 

Si  en  algunos  mcLvos  latinos,  como  el  hexámetro  heroico, 
el  pentámetro  elejiaco,  el  senario  yámbico,  el  sáfico,  el  glicó- 
nico  i  otros,  se  nota  una  cierta  distribución  regular  de  acentos, 
debe  tenerse  presente,  lo  primero,  que  estos  se  encuetran  tan 
frecuentemente  en  la  tesis  como  en  el  ársis;  i  lo  segundo,  que 
en  la  lengua  latina  eran  un  efecto  necesario  de  la  regularidad 
délas  cesuras.*  Los  griegos  diferían  casi  siempre  de  los  lati- 


*  Consideremos  cl  efocto  do  la  cesuras  cu  una  de  las  mas  comunes 


DEL  niTMO  I  EL  METRO  DE  LOS  ANTIGUOS  15 


nos  en  los  acentos,  i  sin  embargo  se  conformaban  amcnudo  con 
ellos  en  las  cesuras;  con  que  éstas  eran  do  la  esencia  del  metro, 
nó  los  acentos. 

Como  en  nuestra  pronunciación  latina  i  griega  no  se  con- 
serva la  diferencia  de  largas  i  breves,  que  era  natural  auna  la 
del  ínGmo  vulgo  de  Roma  i  de  Atenas;  como  el  ritmo  consistía 
en  la  medida  de  los  tiempos  que  se  gastal)an  en  pronunciarlas; 
i  como  las  leyes  del  metro  no  hacian  otra  cosa  que  imprimir 
cierto  carivcter  i  movimiento  al  ritmo,  que  era  su  fundamento 
i  la  materia  que  informaban,  claro  está  que  solo  podemos  per- 
cibir oscura  i  débilmente  la  belleza  i  armonía  de  la  versilíca- 
cion  antigua.  En  latin,  la  división  del  perío<lo  métrico  en  cier- 
tos miembros  por  medio  de  las  cesuras  acarrea,  como  hemos 
observado,  cierta  especie  do  uniformidad  en  la  acentuación, 
que  no  deja  de  agradar  al  oído,  pero  que,  en  todos  los  versos 
que  no  tienen  número  fijo  de  sílabas,  se  acerca  mas  a  la  me- 
dida informe  i  ruda  de  nuestro  poema  del  Cid,  que  a  la  regu- 
laridad exacta  a  que  estamos  acostumbrados  en  la  versificación 
moderna.  Contraigamonos  al  hexámetro  heroico.  El  acento  de 
la  sexta  ársis,  que  para  los  latinos  caia  casi  constantemente  en 
un  mismo  paraje  del  vci'so,  para  nosotros,  que  damos  a  todas 
las  sílabas  una  duración  scnsil)lemcnto  igual,  viene  unas  veces 
mas  temprano  i  otras  mas  tarde,  según  el  número  de  espondeos 
que  hai  en  él.  Lo  mismo  se  aplica  a  los  acentos  que  suelen 
ocurrir  en  otros  parajes.  En  suma,  lo  que  para  los  latinos  era 
exactamente  comensurable,  sin  dojar  por  eso  de  ser  vario;  para 
nosotros  no  puede  tener  regularidad  alguna,  sino  cuando  a  fuer- 


formas  dol  yámbico  trímetro,  que  los  romanos  Ilamnban  senario;  es  a 
sabcr: 

=:.  -1^-     :¿|-w-|í:-w-I 
iJcct  siipérbus  ámbiilcs  pecunia. 

Dada;)  estas  cesuras  i  pk's,  el  acento  latino  caia  necesariamente  sobro 
los  lugares  que  he  señalado;  pero  en  ^rieL'o,  con  los  mismos  datos, 
admitía  muchísimas  variaciones;  que,  si  no  me  eníraño  en  el  cálculo, 
suhiau  a  cincuenta  i  cuatro,  prcscrindiendo  de  las  diferencias  de  tono, 
indicadas  por  las  señales  /,  ^ ,  ~ ;  i  considerando  el  tono  >  como  ver- 
daderamente grave,  subían  a  ciento  cuarenta  i  cuatro. 


za  de  lectura,  nos  hemos  formado  un  gran  niimero  de  modelos 
o  tipos,  a  que  rcforimoa  laa  diversíaimaa  formas  de  que  es  sus- 
ceptible cada  metro;  en  las  cuales  no  puede  hallar  nuestro  oído 
aquella  uniformidad  de  ritma,  que  n.iL-ia  de  la  componsasion 
de  largas  i  breves.  En  estos  versos: 

Formoaam  resonare  doces  Aniaryllída  silvas, 
Constitit  akiue  oculis  Phrygia  agmina  circumapoxit, 
Amphion  Dircieus  in  Actieo  Aracyntlio, 

que  formaban  una  misma  especie  de  período  rnétrico,  i  lo  que 
C3  mas,  se  componían  do  c-láusulas  rítmicas  de  una  misma 
especie,  el  que  no  haya  estudiado  la  prosodia  i  versificación 
antigua  apenas  hallará  la  mas  Hjera  semejanza;  i  si  con  el 
tiempo  llega  a  hacerse  agradable  esta  íncomenaurable  variedad 
do  cadencias,  es  porque  el  lector  se  acostumbra  a  cada  una  do 
ellas,  i  adquiere  la  facultad  de  reconocerlas,  según  se  le  pre- 
sentan; de  la  misma  suerte  que  reconocería  cada  diferente 
especie  do  verso  en  una  composición  mezclada  de  rauclios,  quo 
lo  fuesen  de  antemano  familiares. 

Hablo  aquí  meramente  del  placer  del  oído;  i  no  pretendo  dis- 
putar el  grado  superior  do  deleito  que  experimentan  los  que  es- 
tán bastantemente  familiarizados  con  la  prosodia  griega  i  latina 
para  percibir  instantáneamente  si  las  cuantidades  que  entran 
en  un  período  métrico  son  todas  Icjitimas  o  nó.  Para  los  que 
poseen  esta  ventaja,  cada  silaba  tiene  su  carácter,  i  el  verlas 
figurar  conforme  a  él  en  combinaciones  artificiosas,  no  puetlo 
menos  de  causarles  placer,  tanto  porque  el  ententlimionto 
contempla  en  ello  regularidad  i  orden,  como  porque  so  ha- 
lla en  estado  de  avaluar  la  <lificultad  vencida.  Pero  esto  placer 
es  puramente  intelectual.  Sé  también  quo  el  conocimiento  de 
las  cuantidades  redunda  en  Ijeneíicio  del  oido,  haciendo  que  al 
leer  el  verso  retardemos  o  apresuremos  las  silabas  para  com- 
pensar en  algún  modo  el  peso  coa  el  número,  Pero  este  mismo 
partido  que  sacamos  de  las  cuantidades,  i  lo  que  gana  con  ól, 
aun  tn  nuestra  imperfecta  pronunciación,  la  armonía  do  los 
versos  antiguos,  es  una  prueba  experimental  de  la  doctrina 
común  de  los  gramáticos,  i  del  engaño  que  padecen  los  quo 


DEL  niTtfo  I  EL  vetuo  db  los  antiguos  17 

quieren  reducir  el  ritmo  griego  i  latino  a  la  regularidad  de  los 
acentos. 

Pasando  do  los  versos  latinos  a  los  griegos,  aquellas  vis- 
lumbres de  armonía  que  nacen  de  la  acentuación  nos  aban- 
donan, i  quedamos  enteramente  a  oscuras.  Entro  dos  hexáme- 
tros acentuados  a  la  griega,  no  hai  amenudo  mayor  semejanza 
por  lo  que  respecta  a  los  tonos,  que  entre  un  senario  i  un 
hexámetro  latinos.  En  estos  dos  hexámetros: 

'HÓT£  TTjp  á?BrP%cv  £:r.cXáYci  iz^t'Z't  5Xt¡v, 
'Q'í  apa  ^túHTiZx  r;xa7£v  y.aAAÍTf./.a;  í'jrrrsuí, 

las  cadencias  de  Homero  se  asemejan  a  las  de  Virjilio;  pero 
en  estos  otros: 

*Q'í  apa  9(i)*;r|7rr:£,  xoO*  Trrwv  üjavrc, 
XeTpa^  T*  aXXr^Xwv  AaJiTTjv,  y.a\  Tr.rrwTarrs, 

la  acentuación  es  parecida  a  la  del  senario  latino.  Para  evitar 
este  inconveniente,  se  sigue  en  muchas  escuelas  la  práctica 
de  entonar  el  verso  griego  a  la  latina,  que  es  en  realidad  enga- 
ñarse, i  querer  suplir  con  una  armonía  extranjera  al  idioma 
de  los  griegos  la  que  el  trascurso  de  los  tiempos  ha  hecho 
desaparecer  de  sus  obras.  Si  nos  acostumbrásemos  a  la  que 
resulta  do  la  regularidad  do  las  cesuras,  i  de  la  compensa- 
ción de  largas  i  breves,  acaso  no  sería  necesaria  semejante 
ilusión. 


OPisc.  3 


DEL  RITMO  LATINO-BÁHBAIK ) 


•■ .  .'^'VS'''»  •  — 


Harto  sabidas  son  las  causas  que  cuiTumpicron  el  idioma 
latino.  Su  perniciosa  iuílucncia  comenzó  a  sentirse  inmedia- 
tamente después  que  los  ilustres  injenios  del  siglo  de  Augusto 
elevaron  aquel  idioma  al  mns  alto  punto  de  perfección;  i  so 
manifestó  desde  luego  viciando  las  cuantidades,  estoes,  igua- 
lando la  duración  de  las  vocales.  Los  metros  latinos  vinieron 
entonces  a  ser  lo  que  todavía  parecen  al  oído  de  aquellos  quo 
no  están  familiarizados  con  la  prosodia  latina,  esto  es,  uno» 
períodos  de  duración  incierta  i  de  cadencias  poco  determinadas, 
en  que  las  graves  i  las  agudas  se  suceden  a  veces  con  una  oscura 
apariencia  de  regularidad  i  simetría.  Su  composición  continuó 
sin  embargo  ajustándose  a  las  reglas  antiguas,  pero  solamente 
en  las  escuelas,  o  por  los  que  solicitaban  la  aprobación  de  los 
intelijentes.  En  los  cantares  do  la  plebe,  o  en  las  oleras  de  los 
que  solo  aspiraban  a  contentar  oídos  vulgares,  ño  se  hizo  ma,s 
que  imitar  rudamente  los  versos  de  Virjilio,  Horacio  i  Teren- 
cio,  despojados  de  aquel  ritmo  fundamental  que  consistía 
en  la  compensación  de  las  largas  con  las  breves,  i  que  era  el 
alma  del  metro. 

La  mayor  parto  de  estas  composiciones  informes  perecieron; 
i  las  pocas  que  lograron  sobrevivir  a  tantos  siglos  de  barbarie 
i  desolación,  no  nos  hacen  mirar  la  pérdida  de  las  otras  como 
sensible.  De  las  mas  antiguas  que  se  conservan  son  las  Ins* 
Iruccioncs  de  Conmodiano,  escritas  a  imitación  del  hcxáme- 


*0  OPÚSCULOS  LITEHARIOS  I  CIlÍTICOS 


tro,*  i   el  salmo  .de  San  Agustín  contra   los  donatistas,   en 
trocaicos  octonarios,  sin  observancia  do  cuantidades.** 

No  pudiendo  ya  compensarse  una  larga  con  dos  breves, 
porque  no  habia  ni  breves  ni  largas,  el  número  de  las  sílabas 
vino  a  ser  la  única  medida  del  tiempo.  Redújoso  cada  metro 
a  número  determinado  de  sílabas,  para  que  la  cesura  o  pausa 
final  ocurriese  a  intervalos  iguales;  i  se  conservaron  como 
esenciales  a  la  nueva  versificación  aquellas  cesuras  intermedias 
i  aquellos  acentos,  que  solían  ocurrir  en  ciertos  parajes  do  la 
antigua.  Por  ejemplo,  en  los  autores  de  la  buena  edad,  el 
senario  yámbico  terminaba  frecuentemente  en  esdrújulo:  pues 
en  los  senarios  yámbicos  do  la  media  latinidad  vino  a  ser 
aquel  acento  de  la  antepenúltima  una  regla  invariable.  Por  un 


*  Instructiones  adversas  Gcnliuin  Déos.  lió  aquí  las  primeras 
lincas: 

Prícfatio  nostra  viam  erran  ti  demostrnt, 
res  pee  t  II  mq  lie  boniim,  cum  vcnorit  sccculi  mota, 
retcrnum  fiori,  quod  discredunt  inscia  corda. 
Kgo  similiter  erravi  tempere  multo, 
fana  proscquendo  parcntibus  insciis  ip5?is. 
Abstuli  me  tándem  ¡nde  Icgendo  de  lego. 
Tostificor  Domimín,  doleo.  Proh  cívica  turba! 
inscia  quod  penlit  pcrgens  dees  quajrero  vanos,  etc. 

Sobro  la  edad  do  Conmodiano,  que  so  cree  haber  vivido  en  Italia,  i 
aun  en  Roma,  están  discordes  los  eruditos.  La  opinión  mas  común  lo 
coloca  en  el  sii^do  IV  de  la  era  cristiana.  Sebastiano  Pauli,  en  su  Di- 
sertación sobre  la  poesía  de  los  Sanios  Padresi,  le  hace  subir  al  II. 
Lo  mas  probable  es  que  floreció  en  el  III.  Véase  Fabricio,  Biblioífieca 
latina  mediie  el  infimoi  xlatis. 

**  San  Agustín  destinó  esta  obra  para  el  vulgo,  como  él  mismo  lo 
dice:  tVoleiis  etiam  causam  donatistarum  ad  ipsius  humillimi  vulgi,  ct 
omnino  impcrilorum  atque  idiotarum  notitiam  porveniro,  psalmum 
qui  cis  can  tare  tur....  feci.»  (Retraclalio,  I,  '20.)  lié  aquí  algunos  versos: 

Modum  si  exccssit  Macarius,  conscriptum  in  christiana  lego, 
vel  loí^em  rcgis  reforebat,  ut  puíjnaret  pro  unitiite, 
non  dico  istum  nihil  pcccasso,  sed  vestros  pojores  cssc. 
Quis  enim  praícopit  illis  per  Africam  sic  saívirc? 
Non  C'hristus,  non  ¡mperalor  probatur  hoc  permisisse, 
fustes  et  igncs  prívalos,  et  insaniam  sino  lego. 


motivo  scmcjaiito,  el  yámliicj  tr'.r 'rr.otrj  ?.:;ilr-::j:-  !■:  la  me- 
dia latinidad  se  siií»?tj.  no  silo  a  la  ce-jr.i  •.:::  Iv  J:vi  lia  en 
dos  partes,  la  prini?ra  lo  vch  j  i  I.i  >:j".in  l:i  'le  siev?  >íl;il»as. 
mas  también  a  dos  a.-enlvs  í;  í_  i.  i.iri'i  :.rrn:r.Ar  o-  irimer 
miembro  en  dicción  eslríiiila.  i  oí  soj-jn  !.»  en  llann  •>  irrave, 
estoes,  acentuada  so!:ir».*  la  p-'-ii'iilínin.  K:i  reso'u  j::n.  liació  un 
nuevo  RITMO,  que  rolavo  en  lt-.t  ;.\rt?  lis  cesuras  i  acentos 

del  metro  anti^'^uj,   disírihuv'n  ;.ij:r  a  ínter. ?.1:'5  cuva  única 

-»      •  •  • 

medida  era  el  número  1j  las  -ilitL  :s. 

La  constante  retraían  lal  d-j  los  acentos  fuc  el  disiintivo  de 
aquel  nuevo  sistema  :ur"i«. :•.  a  lo  ni-.-nr-s  de:?  le  que  lleir«j  a 
tomar  un  carácter  lijo:  pues  al  prinjiíáo  no  pv\re?c  que  se  hizo 
mucho  caso  de  los  tonos.  En  efect-:».  se  conservan  algunas  poe- 
sías de  este  jénvro,  en  que  tudocl  a:'ii!KÍo  se  reduce  prescin- 
diendo de  la  rima  a  la  col  cacion  de  las  cesuras  a  intervalos 
iguales,  medi.los  por  el  número  de  .s¡lal.»a>.  sin  la  menor  consi- 
deración con  el  acento.  Así  está  com¡>uesto  por  no  citar  mu- 
chos otros  ejemplos,  el  ritmo  de  San  (.'olumbano,  fundador  del 
monasterio  Boviense,  sobre  la  vanidad  de  la  vida  mortal;  i  gran 
parle  de  los  versos  insertos  en  las  epístolas  de  San  Bonifacio 
Moguntino.* 

Aquellos  versos  de  nuevo  cuño,  que  eran  en  los  que  se  delei- 
taba el  vulgo,  se  llamaron  rítmicos,  para  distinguirlos  del 
metro,  esto  es,  do  aquellos  versos  que  todavía  se  componían 
en  las  escuelas  i  por  los  hombres  de  letras,  con  rigorosa  obser- 
vancia de  las  cuantidades-,  conservando  a  cada  silaba  el  mismo 
valor  que  le  habían  dado  los  poetas  del  síltIo  de  oro.  Pero  no 

*  Miindus  istc  docivscit,  |  et  quotidie  tránsit: 
nenio  vivens  ni.'uu'bit.  |  niilhis  vivas  rcmánsil. 
Totiim  hiinianum  Lvnus  |  ortii  utiturpúri, 
ct  do  simili  vita  |  fine  cadit  írqnáli. 
Dofcrcntibus  vítaní  |  niors  incerta  súbripít; 
omncs  supci'lms  víil^os  |  mrrror  mortis  córripit.... 
Líibricum  quod  lál)itnr  |  conantiir  colh'c^ore, 
ct  hoc  quod  se  scdúcit  |  niinus  linient  crédcrc,  etc. 

Asi  empieza  el  ritmo  do  San  Columbano.  í  \'/»/í'níní  Fpi'^tolnriim  //í- 
h^rnicanim  Sijllmjn,  a  Jacopo  l'sscrio.) 


no 


OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


debe  confundirse  el  ritmo  de  la  media  edad  con  el  ritmo  de 
Platón  i  Tcrcnciano  Mauro.  Los  antij^^uos  llamaron  versos 
rítmicos  aquellos  en  que,  desatendidas  las  leyes  del  metro, 
que  prescribían  determinados  pies,  se  guardaban  solamente  las 
del  ritmOy  que  so  contentaba  con  cláusulas,  en  que  los  tiem- 
pos se  ajustasen  a  ciertas  medidas  i  proporciones,  consideran- 
do siempre  una  larga  como  equivalente  a  dos  l)rGves.  Por 
ejemplo,  las  leyes  del  m(?.tro  llamado  hexámetro  heroico  pedian 
necesariamente  espondeos  i  dáctilos;  pero  el  ritmo  de  aquella 
edad  no  oxijia  tanto  rigor,  i  se  contentaba  con  cualesquiera 
pies  de  igual  duración  a  los  expresados,  dando  lugar  a  los 
anapestos  i  prosceleusmáticos.  Por  consiguiente,  este  ritmo 
procedía  sobre  el  principio  de  la  compensación  de  largas  i 
breves.  Pero  el  ritmo  latino-bárbaro  procedía  sobre  el  principio 
do  que  todas  las  sílabas  eran  iguales;  i  luego  que  llegó  a  la 
perfección  que  era  propia  de  su  naturaleza,  redujo  todas  las 
especies  de  verso,  ¡  todos  los  miembros  homólogos  de  cada 
especie,  a  determinado  numero  de  sílabas;  sin  lo  cual  es  claro 
que  no  hubiera  podido  haber  comcnsuracion  de  tiempos. 

En  todas  las  lenguas  i  en  todas  las  edades,  ha  habido  una 
poesía  vulgar  i  plelieya,  mas  licenciosa  en  su  practica  que  la 
culta  i  noble,  ejercitada  por  los  literatos.  La  poesía  vulgar  o 
menos  perfecta  de  los  ])Uciios  tiempos  de  la  lengua  latina  se 
llamó  rítmica^  porque  solo  se  ajustaba  a  la  medida  de  tiem- 
pos, que  se  llamó  antonomástícamento  ritmo;  i  la  poesía 
vulgar  de  los  siglos  bárl)aros  se  llamó  iu'tmica,  porque  la  anti- 
gua poesía  vulgar  se  habia  llamado  así,  i  porque  ella  también 
se  ajustaba  a  cierta  medida  do  tiempos,  que  el  oído  indicaba; 
violando,  por  consiguiente,  las  reglas  de  la  prosodia  escrita, 
que  habían  dejado  de  conformarse  con  el  idioma  viviente.  Bajo 
otros  respectos,  liabia  tanta  diferencia  entre  uno  i  otro  ritmo, 
como  hubo  entre  la  pronunciación  latina  de  la  corte  de  Augusto, 
i  la  de  los  monasterios  del  siglo  X. 

Sin  embargo,  el  marques  Maffei/  el  caballero  Muratorí,**  i 

*  Di.<<inrt!t:innf*  anpra  i  rcrsi  vilmici,  ni  fin  do  su  Stovia  /)íp/oí?í;i- 
tirn.  **  Anliqíitotes  ifaliiZ'-,  Dissnrfalio  VL. 


DEL  RITMP  LATTNO-DÁRBARO  23 


Otros  críticos  eminentísimos,  confundiendo  el  uno  con  el  otro, 
imajinaron  que  aquellos  versos  ajustados  a  número  fijo  de 
sílabas,  i  uniformemente  acentuados  que  estuvieron  en  boga 
desdo  el  siglo  IV,  se  habian  estilado  desde  la  mas  alta  an- 
tigüedad, i  que  en  ellos  se  compusieron  siempre  los  cantares 
plebeyos  i  rústicos  de  los  romanos.  Cita  MalTeí,  en  prueba  de 
ello,  los  versos  saliares  del  tiempo  do  Numa  i  los  versos  satur- 
nios. No  ignoro  la  diíicultad  de  reducir  las  reliquias  que  de 
ellos  nos  han  quedado  a  metros  regulares,  i  a  un  ritmo  fun- 
dado sobre  la  compensación  de  largas  i  breves;  pero  el  mismo 
erudito  verones  se  hizo  cargo  de  la  corrupción  del  texto;  i 
aunque  no  se  le  hiciera,  quedaría  siempre  por  vencer  la  no 
menos  grave  dificultad  do  reducirlos  al  ritmo  de  las  edades 
posteriores,  el  cual,  por  el  número  constante  de  sílabas  i  por 
la  regularidad  de  los  acentos,  tenia  un  carácter  decidido,  que 
no  es  fácil  equivocar  con  otro,  ni  se  puede  dejar  de  percibir 
donde  existe;  i  que  ciertamente  no  aparece  en  aquellas  anti- 
guallas romanas.  Los  versos  de  la  comedia  latina,  alegados 
al  mismo  propósito,*  tampoco  le  favorecen.  El  desenfado  i 
licencia  del  verso  cómico  se  parecen  mucho  monos  que  la  exac- 
titud rigorosa  del  trájico  al  número  fijo  do  sílabas  i  uniforme 
cadencia  de  la  poesía  latino-bárbara;  i  no  podía  satisfacer  al 
oído  en  sistema  alguno  que  no  estuviese  fundado .  sobre  la 
compensación  de  largas  i  breves.  I  on  cuanto  a  los  versos 
cantados  por  la  soldadesca  en  los  triunfos,  los  que  trae  Sueto- 
nio  se  sujetan  a  las  leyes  del  trocaico  tetrámetro  cataléctico.** 
También  se  han  buscado  en  el  griego  ejemplos  de  poesía  no 
sujeta  a  la  observancia  de  cuantidades;  i  se  cree  haberlos  en- 
contrado en  los  ditirambos,  i  en  las  odas  que  corren  bajo  el 
nombre  de  Anacreonte.  Los  ditirambos  se  componian  de  varios 
r'ihnoSj  i  en  el  orden  que  éstos  guardaban  se  sabe  que  se  dejaba 


*  Exposé  do  l^  rlnsse  d'hi<ifoire  (*.f  do  litt'}rntur(:  Ancicnno,  juillot, 

*•  Lon  \ovHOfi  Galliam  Cn'¡^nr  futbtyjit,  etc.  son  tan  rosTularos  como 
cuíilesquiora  trocaicos  de  Kurí pides.  Los  otros  quo  Irao  Suetonio 
siguen  las  leyes  del  trocaií?o  de  la  comedia  latina. 


t¿4  OPÚSCL'LOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


mucho  a  la  discreción  del  poeta,  como  que  era  una  es])cc¡e  de 
composición,  en  que  con  el  abandono  c  irroí^ularidal  so  solici- 
taba expresar  la  ajítacion  del  alma;  pero  discurrir  por  eso 
que  aquellos  versos  tcnian  alj^jo  do  común  con  el  ritmo  de 
que  habla  Boda,  es  confundir  cusas  diferentísimas.  En  fin,  el 
doctísimo  Godofredo  Ilermann*  ha  manifestado  satisfiíctoria- 
mentó  que  las  grandes  licencias  que  se  creia  encontrar  en  los 
versos  de  Anacreonto  provenian  o  de  las  erradas  lecciones 
de  los  códices,  o  do  la  no  menos  errónea  doctrina  que  liabia  con- 
fundido una  especie  do  verso  con  otra,  o  de  haberse  prohijado 
al  lírico  griego  composiciones  mo.lernas,  escritas  después  que, 
dejenerada  también  la  lengua  de  Homero  i  do  Demóstenes,  so 
introdujeron  en  ella  los  versos  llamados  -políticos^  esto  es, 
vulgares;  en  que,  a  semejanza  de  la  poesía  latina  de  la  media 
edad,  so  abandonaron  las  cuantidades. 

La  denominación  de  rítmicos  dada  a  ciertos  versos  por  con- 
traposición a  la  de  métricos,  envolvió  en  todos  tiempos  la  idea 
de  imperfección  i  do  vulgaridad.  Kl  moíro  fué  en  todos  tiempos 
el  tipo  o  modelo  a  que  so  referían  cuando  se  les  cahíicaba  de 
imperfectos,  i  de  aquí  ha  procedido  el  error  do  los  que  imaji- 
naron que  los  versus  inconcULi  en  que  se  deleitaba  el  rudo  vul- 
go en  una  época,  eran  los  mismos  que  regalaban  sus  oídos  en 
otra.  Mas,  para  desimpresionarnos  do  este  error,  basta  hacernos 
cargo  de  que  la  compensación  do  una  larga  por  dos  breves  era 
tan  necesaria  en  una  lengua  que  tenia  largas  i  breves,  como 
hubiera  sido  absurda  e  imposible  en  la  poesía  vulgar  de  otra 
lengua,  que  daba  igual  duración  a  todas  las  sílabas. 

La  variedad  de  acepciones  de  la  voz  ritmo  íque  creció  en  latín, 
cuando  se  extendió  este  nombre  a  la  rima)  hace  preciso  que  so 
tenga  algún  cuidado  en  su  uso.  lUtmo,  en  su  acepción  mas 
jeneral  i  antigua,  es  cualquiera  división  regular  i  simétrica 
del  tiempo.  Los  griegos  llamaron  particularmente  ritmo  la 
que  resultaba  de  la  sucesión  de  sílal)as  largas  i  breves,  produ- 
ciendo cláusulas  de  determinada  duración;  i  en  el  mismo 
sentido  usaron  esta  voz  los  romanos  hasta  la  edad  de  Teron' 

•  Klomcnta  doclrinx  metviciP,  II,  3y.  Edición  do  GIas<?ow. 


ÜEL  RITMO  LATlNO-IiÁUIiAH.*  '-íí» 


ciano  Mauro.  Pero,  en  los  siglos  medios,  so  llamó  hitmo  la 
medida  del  tiempo  que  resaltaba  del  número  do  sílabas  i  colo- 
cación de  los  acentos,  i  posteriormente  so  dijo  así  también  la 
rima.  Sería  de  desear  que  tuviésemos  una  palabra  distinta  para 
designar  cada  una  de  las  tres  primeras  acepciones,  como  tene- 
mos para  la  cuarta;  i  he  procurado  remediar  esta  falta,  repre- 
sentándolas de  diferente  modo  en  la  escritura.  En  lo  restante 
de  este  capítulo,  no  hablaré  de  otro  ritmo  que  del  acentual  o 
latino-bárbaro. 

Parece  natural  creer  que  cada  uno  de  los  metros  antiguos 
dioso  oríjen  a  una  especie  particular  de  iutmo.  El  hexámetro 
i  el  pentámetro,  no  obstante  su  celebridad  en  los  tiempos  felices 
del  latin,  no  siguieron  en  el  mismo  favor,  durante  la  decadencia 
de  esta  lengua.  Hexámetros  uítmicos  se  encuentran  pocos; 
pentámetros,  poquísimos.*  Tampoco  creo  que  fuese  mui  popular 
el  yámbico  tetrámetro  cataléctico.  Pero  el  senario  yámbico  so 
usó  muchísimo,  reducido  a  doce  síhibas,  con  una  cesura  entro 
la  quinta  i  la  sexta,  i  acentos  en  la  cuarta  i  dée-ima;  la  cual 
habia  sido  una  de  sus  mas  comunes  formas  antes  de  corrom- 
perse el  latin.  A  esta  especie  de  ritmo,  pertenecen  los  versos  a 
la  muerte  de  Cario  Magno,  que  trae  Muratori;**  los  que  rantó 
la  guarnición  de  Módena  en  921,  cuando  aciuella  ciudad  se 
defendía  contra  los  húngaros;***  los  de  San  Paulino,  patriarca 


*  Munitori  cita  ak'unos,  AiiliiiuUatos  ¿(al ico-,  Disr-.^rlnlin  XI.. 
**  ScriptoriDii  li'runí  IliilirOium,  Tomo  II.  T    H. 

A  solis  orLu  usíjmo  ;u1  occkliia 
littora  iiiiM'is  |)l?i!ictiis  pnls;it  pccfoi*:». 
hoi  iiiilii  nii^oro' 

l'Itrainririiia  ji'j'min.i  tri^lili.) 

lu'i  milii  inisoro! 

í'Vnnci.  roiiiaiii.  üt  [ue  cuiicli  cioiImIi 
luctii  pnri'JTiintiir  ct  iiia:ína  moK'sti.i. 
hei  iiiilii  misorol  ote. 

Obsérvese  que  en  estos  versos  no  so  coinoLo  jamas  la  siiiaK'fa. 
*•*  Miirntovi,  Ant i f¡uíl:\h*s  itnlirir,  í)iss''yt:ilin  XI.,  r\d  rnlconi. 


-iO  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CUÍTiOOS 


do  Áquila,  a  la  muerte  del  duque  Erico  en  799;*  los  que  se 
compusieron  a  la  del  abad  Hugon,  hijo  de  Cario  Magno;**  etc. 

Otra  especie  do  verso  yámbico,  que  los  poetas  rítmicos  ma- 
nejaron mucho,  fué  el  dímetro.  Los  himnos  mas  antiguos 
de  la  iglesia  se  compusieron  de  ordinario  en  esto  verso;  pero 
con  sujeción  a  las  leyes  métricas^  esto  es,  a  la  observancia  de 
cuantidades.  Posteriormente  se  abandonaron  éstas,  i  se  le  dio 
en  recompensa  el  número  fijo  de  ocho  sílabas  con  el  postrer 
acento  en  la  antepenúltima,  que  habia  sido  su  mas  ordinaria 
forma. 

Los  RITMOS  trocaicos  no  se  usaron  menos  que  los  yámbicos. 
Del  octonario  tenemos  una  muestra  en  el  salmo  antes  citado 
de  San  Agustin  contra  los  donatistas.  Pero  de  todos  ellos 
el  que  estuvo  en  mas  favor,  según  la  multitud  de  composiciones 
que  en  él  han  sobrevivido,  fué  el  tetrámetro  cataléctico,  divi- 
dido constantemente  en  dos  miembros,  el  primero  de  ocho 
sílabas,  llano,  i  el  segundo  de  siete,  esdrújulo.  En  esta  especie 
de  RITMO  escribieron  San  Isidoro,***  Ejinardo,**"  San  Pedro 
Damián,*"**  ol  autor  do  la  Descripción  de  V'erona,  publicada 


*  Lnhoiif.  Disi^nrlarlin  í,  iíO. 
**  Lcbeuf,  Recudí  de  divers  ccrils.  I,  349. 

A  csíos  últimos  so  interpone  en  cada  cuarta  linea  un  adónico,  de 
la  misma  suorlo  que  se  hacía  en  los  sáílcos,  vorbi  gracia; 

\am  rox  Pipi  ñus  lacrimasse  dicitur, 
rum  te  vidissct  ullis  absque  vcstibus, 
nudum  j acere  turpit^^r  in  medio 
piilverc  campi. 

En  efecto,  ol  verso  sáfico  i  4.^1  senario  }timbico,  aunque  mótricamonte 
diversísimos,  eran  casi  una  misma  cosa  para  los  poetas  rítmicos,  que 
solo  atendian  a  cesuras  i  acentos.  La  única  diferencia  estaba  en  la 
t'^rminacion,  siendo  la  del  yámbico  osdrújula,  i  llana  o  grave  la  del 
síflco;  pero,  en  una  versificación  acentual,  son  de  poca  importancia  las 
silabas  que  vienen  después  de  la  última  a?uda. 

***  FÁ  himno  Audi,  Christe,  tridem  fletum,  amnrumque  cantil 
i'ín)i.ílieyser,  Historia  poctarum  et  poematum  medii  ícüi,  soec.  VIII. 

•***  La  pasión  délos  santos  mártires  Marcelino  i  Pedro.  (Lcyscr, 
l\.j 

•'*•*  K\  hin)no,  Ad  pf*r(*nvin  rit  r  fonlem  mens^  sitivit  árida,  atri- 


BEL  RITMO  L.VTINO-liÁmURO  ¿7 

t>or  el  padre  Mabillon,*  el  de  las  alabanzas  de  Milán,  que  trae 
Muratori;**  i  otros  innumerables.  Aun  en  aquellos  versos  cuyo 
corrompidísimo  lenguaje  manifiesta  liaber  sido  compuestos  por 
hombres  iliteratos  para  el  uso  del  ínfimo  vulgo,  se  empleaba  a 
menudo  este  ritmo,  como  lo  acreditan  los  que  cantó  el  ejército 
del  emperador  Luis  II,  cuando  éste  se  hallaba  cautivo  en  poder 
de  Adelgiso,  duque  de  Bcncvento.*** 

Los  griegos  tuvieron  también  grande  afición  a  esta  especie 
<ie  trocaicos  rítmicos  que  llamaron  por  antonomasia  poií/i<:os; 
pues  esta  denominación  en  su  verdadero  sentido  era  tan  jeneral 
como  la  de  rítmicos.  Pero  lo  mas  digno  de  notarse  es,  que,  me- 
diante el  diverso,  i  en  algunos  puntos  opuesto  sistema  de  la 
acentuación  griega  i  de  la  latina,  los  ritmos  que  compusieron 
los  griegos  a  imitación  de  la  forma  métrica  mas  ordinaria  de 
fius  trocaicos  tetrámetros  catalócticos  vinieron  a  parecerse  en 
todo  i  por  todo  a  los  yámbicos  de  quince  sílabas  de  la  media 
latinidad;  es  decir,  que  se  dividían  en  dos  miembros,  el  pri- 
mero de  ocho  sílabas  terminado  en  voz  esdrújula,  i  el  segundo 
de  siete,  en  llana. 


*♦»♦ 


buido  erróneamente  a  San  Aprustin  por  Jorjo  Fabricio  (Colección  do 
poesías  cristianas),  i  por  Crescimbcni  (Comentara  1,  capítulo  9).  En- 
cuéntrase ciiel  tratado  délas  McdilacioneSj  que  ciertamente  no  es  del 
santo  doctor,  i  hai  fuertes  razones  para  sospechar  que  se  escribió  en 
el  siírlo  XII.  Véase  el  apéndice  del  tomo  VI  de  ia  edición  de  sus  obras 
por  los  benedictinos  de  San  Mauro. 

*  Véase  la  disertación  subrc  los  versos  hítmicos,  al  finde  la  líislo^ 
ria  Diplomática  del  marques  MaíTei. 

Muratori,  Scripnrns  rerum  Halirarum,  t.  II,  p.  IT. 
Muratori,  Antiqnitafps  ifnlirrr,  Dissf^rtnlin  Xfj,  nd  rnlcrm. 
Por  ejemplo: 

*aro-).r,sf  o  Jai  Ssáovt:;,  i'd;  Souao'.  tou  zo'j  xcaTOu;. 

roA'.T'.xo'.;  E^cáaaiiív,  ¿>;  5jvaTov,  svíyo»;. 

Trjv  Tfov  ii'jLXTwv  o-ivaatv,  £;T¡vr,7'v,  xa\  vvroi'.v. 

(Pscllo,  Paráfrasis  del  cánlico  de  los  cánticos.) 

Pero  conviene  observar  que  en  toda  la  versificación  rítmic.í  do  los 
griegos,  la  terminación  aguda  se  consideró  como  equivalente  a  la 


•í^  OPIJSCI.'LOS  LITIÍIIAUIÜS  I  CKÍTICO? 

A  los  RITMOS  trocaicos  me  parcco  que  clcl)c  referirse  o  Ira 
especie  de  verso  mui  socorrida  en  los  siglos  medios,  el  cual 
constaba  de  dos  miembros,  el  primero  de  siete  sílal)as,  esdrii- 

esdrújula,  i  asi  los  versos  que  -ÚLnirn  (con  que  priiuM])¡a  el  Libro 
histórico  do  Tzctzcs)  son  de  la  misma  especio  í[ue  ios  anlcriures: 

Mta;  £[i.fj;  srr'.aToX^;  aj;xna7av  laTOsiav,  etc. 

Digo  la  terminación afjudn,  compreudiendo  bajo  osle  título  la  que  se 
señalaba  con  los  acentos  grave  o  circunflejo:  la  ])i'imera,  porque, 
según  la  opinión  común  do  los  eruditos,  aun  en  los  buenos  tienq^os 
no  se  diferenciaba  do  la  aguda,  señalada  con  el  acento  de  este  nombre, 
sino  en  ser  menos  fuerte  a  causa  de  que  los  griegos  debilitaban  el  to- 
no de  todas  las  voces  oxitonas,  que  no  terminaban  sentencia;  i  la 
segunda,  porque  la  distinción  entro  lo  agudo  i  lo  circunflejo  supone 
la  varia  duración  o  cuantidad  de  las  vocales,  i  desapareció  necesaria- 
mente con  ella. 

Se  ha  disputado  mucho  si  los  versos  políticos  (hablo  siempre  de  los 
que  se  llamaron  mas  particularmente  así)  nacieron  del  metro  yámbi- 
co o  del  trocaico.  La  autoridad  de  Eustacio  es  decisiva:  xa\  oT,Xouai  tojto 
^aveoto;  oi  Sr^uoi'.xo:  aTi/ot,  oí  to  ;:aXa'Ov  [i£v  Tco/aixto;  ;:oo'.^o¡jl£vo:,  xaOx  xa\ 
Az-i'/uXo;  ev  lUpixi;  5r,XoT,  apT:  5:  noAtrtxoi  ovo;jLa^o;jL:vo'.  (It.  A.  p.  11.) 

En  efecto,  las  cesur.is  i  acentos  esenciales  de  los  versos  políticos 
son  en  todo  i  por  todo  los  mismos  que  se  observan  en  estos  trocaicos 
de  los  Persas  do  Esquilo: 

^Q  ¡JaOü^fóvfov  ava77a  Ihoiíofov  jTZZp'ivr^, 
Mfjtsp  f,  ¿.iz^oj  Y'?*'*.,  y.^'?-»  AaseVj  y'jyx'.. 

Los  poetas  latinos  do  la  media  edad  cultivaron  esta  misma  especio 
do  niTMO.  pero  derivada  del  yámbico  tetrámetro  catalccUco.  llamado 
comunmente  hiponacteo;  al  cual  soli^n  darse  en  latin  los  mismos 
acentos  i  cesuras  que  a  lo.«?  versos  políticos  en  griego,  verbi  gracia: 

Dixitque  «ese  illi  ánnulum.  dum  luctat,  detraxisse. 

{Te  rondo.) 
Inepto  thalle.  móllior  cuniculi  capillo, 
vel  ansoris  medúUula,  vel  imula  oricilla.... 
Idemque  thalle,  túrbida  rapacior  procella,  etc. 

('al  ido.) 

Do  esta  manera,  dos  metros  diferentísimos,  i  aun  contrarios  en  su 
naturaleza,  produjeron  una  misma  especie  de  uit.vü.  mediante  igual 
contrariedad  entre  la  acentuación  de  los  griegos  i  la  de  los  latinos. 


DEL  niTMO  LATINO-IÚnUAUO  '20 

julo,  i  el  segundo  de  seis,  llano,  i  se  usaba  ordinariamente  en 
coplas  de  cuatro  versos  de  una  sola  rima.* 

Pero  sería  inexcusable  detener  mas  al  lector  en  menudencias 
tan  áridas,  i  relativas  a  una  versificación  (¡uo  solo  merece  co- 
nocerse por  hal>er  dado  oríjen  a  la  que  aliora  se  estila  en  casi 
toda  Europa.  Concluiré  observando  que  los  versos  rítmicos 
nacidos  entro  la  plebe,  i  largo  tiempo  desdeñados  de  los  lite- 
ratos, fueron  poco  a  poco  ganando  terreno,  al  mismo  paso  que 
el  latin  iba  caminando  a  su  último  estado  de  corrupción,  i  que, 
descuidadas  las  letras,  se  hacía  cada  vez  mas  dificultoso  i  raro 
el  conocimiento  de  la  antigua  prosodia.  Los  literatos  mismos 
empezaron  entonces  a  cultivarlos,  i  de  la  dejenerada  jerigonza 
del  pueblo  pasaron  al  latin  de  las  escuelas  i  monasterios.   Asi 
que  una  gran  pa.rtQ  de  las  composiciones  rítmicas  que  se  con- 
servan tuvieron  por  autores  a  los  hombres  do  mas  instrucción 
e  injenio  que  florecieron  en  aquellas  edades  tenebrosas. 


*    Como  aquellos  do  Gualtcro   Mápes.    arcediano   do   Oxford,  en 
alabanza  del  vino: 

Mihi  cst  propositura  in  taberna  morí, 
vinuin  sit  apposituní  morientis  ori, 
iit  dicant,  cura  vcncrint,  angclorum  chori: 
Dcus  sit  propitius  huic  peccatori. 


DEL  RITMO  ACi:NT[jAr. 


I    DK    LAS    I'niNt;iPALE.S    1:í>1'K(:I  KS    DK    VK1\S('«S 

1:N  la  POLSÍA  MOliEIlNA 


rfi  huLicra  de  seijuií^sc  cscrupul().SctiiiuiitO  la  razón  de  los  lieni- 
pos,  debería  tratarse  aquí  de  la  rima,  que  apareció  en  la  poe- 
sía latina  a  la  época  misma  que  el  metro  dejenerabaen  el  ritmo 
de  los  siglos  medios;  pero  es  tan  íntima  la  conexión  entre  la 
materia  de  este  discurso  i  la  del  anterior,  que  juzgué  indispon- 
.sable  acercarlas. 

Prescindiendo,  pues,  por  ahora,  de  la  rima,  la  medida  de  los 
tiempos  se  hace  en  la  poesía  moderna,  como  en  la  de  los  sigfos 
medios^  por  cesuras  i  acentos.  La  cesura  final  viene  acompañada 
de  una  pausa  que  no  permite  la  sinalefa  entre  el  tin  de  un  verso 
i  el  principio  de  otro;  i  es  indiferente  para  el  ritmo  que  esta  ce- 
sura venga  inmediatamente  después  de  la  última  sílal>a  aguda, 
o  que  intervengan  algunas  sílabas  graves,  que  formen  con  la 
aguda  un  mismo  vocablo;  de  manera  que,  o  considerando 
dichas  sílabas  graves  como  necesarias,  podemos  suponer  que, 
cuando  faltan,  se  suple  por  medio  do  la  pausa  final  el  tiempo 
preciso  para  el  complemento  del  i)eríodo  rítmico;  o  mirándolas 
como  superfinas,  podemos  imajinar  que,  cuando  existen,  se  em» 
beben  en  la  pausa. 

Pero  convendrá  declarar  con  mas  presicion  qué  es  lo  que  se 
debo  entender  por  este  embebimiento  de  las  sílal^as  en  la  cesura 


3'2  OPÚSCULOS  LITERARIOíí  I  CRÍTICOS 


final.  El  oído  exijo  cierto  espacio  de  tiempo  entre  el  último  acen- 
to agudo  de  una  línea,  i  el  primer  sonido  de  la  siguiente;  i 
con  tal  que  se  le  do  este  espacio,  le  es  indiferente  que  se  le 
llene  de  sílabas  graves  en  todo  u  en  parte,  o  que  se  le  deje  ente- 
ramente vacío.  Bien  es  que  aun  con  estas  pequeñas  diferencias 
so  tiene  algunas  veces  cuenta;  i  en  el  dia  no  esta  bien  recibida 
entre  nosotros  emplear  promiscuamente  los  finales  agudo,  gra- 
ve i  esdrújulo,  cuando  se  componen  obras  serias  en  verso  ende- 
casílabo; pero  el  uso  jeneral,  que  los  reputa  por  equivalentes 
en  otros  estilos  i  jéneros  do  metro,  i  la  libertad  de  mezclarlos 
a  arbitrio  que  se  permitieron,  aun  en  las  estancias  heroicas,  los 
grandes  maestros  de  la  poesía  moderna,  nos  obligan  a  recono- 
cer, en  jeneral,  que  las  sílabas  graves  que  siguen  al  último 
acento  agudo,  no  son  esenciales  al  ritmo.  Digo  en  jeneral^ 
porque  en  realidad  no  hai  accidente,  por  pequeño  que  sea,  en 
la  prolacion  de  las  palabras,  de  que  no  pueda  hacerse  uso  para 
señalar  intervalos  de  tiempo,  i  que  por  tanto  no  pueda  entrar 
esencialmente  en  el  ritmo.  Supongamos  que  un  poeta  quisiese 
reducir  a  cierta  regla  constante  la  sucesión  de  los  finales  agudo, 
llano  i  esdrújulo.  ¿No  es  claro  que  resultarían  de  aquí  series 
análogas,  en  que  a  ¡guales  intervalos  de  tiempo  esperaría  i  en- 
contraría el  oído  unos  mismos  accidentes?  ¿i  no  nacería  de  la 
regular  repetición  de  estos  accidentes  un  ritmo  verdadero?  Esto 
es  cabalmente  lo  que  hacen  ahora  los  franceses,  sujetando  a  una 
alternativa  perpetua  las  rimas  aguda  i  llana,  que  llaman  mas- 
culina i  femenina;  alternativa  que  exijen  en  toda  especie  de  verso 
i  de  estilo,  i  por  consiguiente  se  debe  mirar  como  una  parte 
esencial  de  su  sistema  rítmico.  Pero  los  límites  que  me  he  pro- 
puesto no  abrazan  estas  modificaciones  particulares  del  sistema 
común  de  los  europeos. 

Sigúese  de  lo  dicho  que,  mientras  el  final  agudo,  llano  u 
esdrújulo  no  se  considere  hacer  diferencia  en  el  verso,  convir- 
tiéndole de  una  especie  en  otra,  es  un  error  contar  la  última 
sílaba  de  los  versos  llanos  en  el  número  do  las  esenciales;  i 
que  por  consiguiente  las  denominaciones  de  octosílabo  1  ende- 
casílalx)  dadas  por  los  españoles  e  italianos  a  los  versos  que 
tienen  el  último  acento  sobre  la  séptima  i  la  décima,  son  ab- 


t>£L  RITMO  ACENTUAL  33 


solutamente  impropias.  La  causa  do  computarse  diferente  el 
número  do  silabas  esenciales  a  cada  metro,  consiste  en  quo 
cada  nación  ha  mirado  el  fínal  quo  ocurria  mas  amenudo  en 
su  lengua,  como  el  único  natural  i  propio.  En  español  o  italia- 
no, las  rimas  llanas  son  mas  fáciles  i  comunes  que  las  agudas 
i  esdrújulas:  en  ingles,  al  contrario,  (i  lo  mismo  succdia  en 
francés,  antes  de  establecerse  la  alternativa  do  la  rima  feme- 
nina con  la  masculina,  quo  es  práctica  reciente),  si  so  abre 
cualquier  poema,  se  verá  quo  el  final  agudo  aparece  mas 
frecuentemente  que  ningún  otro.  Era,  pues,  tan  natural  a  un 
francés  o  a  un  ingles  el  considerar  como  superllua  la  última 
silaba  del  verso  grave,  como  a  un  español  o  italiano  la  del 
esdrújulo.  De  lo  cual  se  deduce  que  ambas  lo  son  igualmente. 
Esta  propiedad  de  rechazar  la  sinalefa,  i  de  hacer  indife- 
rentes la  presencia  o  ausencia  de  las  sílabas  graves  después  do 
la  postrera  aguda,  es  en  el  dia  peculiar  a  la  cesura  final,  i  lo 
que  la  distingue  de  la  otra  cesura,  que  en  algunas  especies  de 
versos  debe  ocurrir  en  medio  de  ellos;  de  manera  que  dondo 
quiera  que  se  presenta  una  cesura  con  este  carácter,  allí  es 
necesariamente  el  fin  del  período  rítmico.  Según  este  princi- 
pio, el  alejandrino  de  don  Gonzalo  de  Berceo,  en  que  la  cesu- 
ra media  goza  de  todos  los  privilejios  de  la  final,  parece  que 
se  debe  considerar  como  una  reunión  do  dos  distintos  hexasí- 
labos;  al  paso  que  el  alejandrino  mas  moderno  de  los  franceses, 
que,  si  hai  sílaba  gravo  en  la  cesura  media,  exije  que  termine 
en  vocal,  para  que  se  elida  con  el  hemistiquio  siguiente,  que  ha 
de  comenzar  asimismo  en  vocal,  se  deberá  reputar  por  un 
verdadero  dodecasílabo.  Pero  esta  diferencia  de  cesuras  no  fué 
conocida  de  los  fundadores  de  la  poesía  moderna.  Paradlos,  la 
cesura  final  i  la  media  venían  acompañadas  de  una  pausa  tal, 
quo  en  ambas  se  dejaba  do  cometer  la  sinalefa,  i  se  miraban 
las  graves  como  nulas;  lo  cual  no  parecerá  extraño,  si  se  tiene 
presente  que  no  reputaban  la  sinalefa  por  necesaria,  ni  aun 
cuando  concurrían  vocales  fuera  de  la  cesura;  de  que  tene- 
mos multitud  de  ejemplos  no  solo  en  los  mas  antiguos  poemas 
do  las  lenguas  modernas,  sino  también  en  los  versos  latinos 

de  los  siglos  medios.  En  efecto,  era  natural  que  la  pronuncia- 
opúsc.  5 


34  OPÚSCULOS  LITERAHIOS  I  CRÍTICOS 


cion  del  latin  se  acomodase  a  todos  los  hábitos  que  prevale- 
cieron en  el  habla  ordinaria.* 

Esta  práctica  se  explica  naturalmente  suponiendo  que  asi 
como  varía  de  una  nación  a  otra  la  duración  de  la  pausa  entre 
los  varios  vocablos,**  así  también  ha  variado  en  las  diferentes 


*  Com  \os  ozroiz,  se  je  onqucs  en  di. 

Como  vosotros  oiréis,  si  ¡jo  jautas  de  ello  hablo. 

(Gerard  de  Vienne.) 

Cil  li  conta  ce  que  i\  sot  de  fi. 

FA  le  contó  lo  que  él  Hupo  de  fijo. 

(Ib.) 

Era  ün  «implo  clérigo,  pobre  de  clerccra. 

(Milagros  de  Xuestra  SeTtora.. 

Quo  despierta  el  pueblo  que  siede  adormido. 

(Sacrificio  de  la  Misa  A 
Vatum  poli  oracula. 

{Breviario  Mozárabe.) 

Isto  clectus  Joannes  diligcndi  promptior 

ilb.) 

A  Solis  ortu  üsque  ad  occidua 

littora  maris,  etc. 

(Rhythmus  in  obitum  Caroli  Magni^ 

Miiratori,  Scriptores  rerum  italicarum,  t.  II,  p.  II.) 

Elsta  omisión  de  la  sinalefa  llegó  a  sor  frecuenlísima  en  latin,  sobro 
todo  en  los  versas  no  sujetos  a  la  observancia  do  cuantidades. 

**  Los  italianos  pasan  mas  rápidamente  que  los  españoles  de  una 
vocal  a  otra,  sea  en  uno  mismo,  sea  en  distintos  vocablos;  i  así  í-eo-, 
mío,  que  on  medio  do  un  verso  italiano  tienen  la  duración  do  una 
silaba,  para  los  españoles  valen  constantemente  dos.  De  aquí  proviene 
elidirso  tan  amonudo  las  vocales  fínales  de  los  italianos,  como  en 
quesV  ora,  pover*  itom,  quo  en  castellano  casi  nunca  sucede;  i  el  no 
parecerlos  a  ellos  duras  ciertas  sinalefas  quo  en  nuestra  versificación 
difícilmente  so  tolorarian. 

Los  españoles  respectivamente  hacen  mayor  uso  de  la  sinalefa  quo 
k>s  ingleses;  i  así  el  hiato  do  estos  versos: 

Tho  fairest  she  oí  all  the  fair  of  Troy, 

(Pope.) 

IIowl  o'cr  the  marts  and  sings  thro'  rv'ry  wind. 

(Id.) 
seria  desagradable  en  nuestra  lengua. 

De  aquí  nace  nn  defecto  harto  común  en  la  pronunciación  inglesa 


DEL  niTMO  ACENTUAL  35 


épocas  de  una  misma  lengua;  í  que  en  otro  tiempo  era  mayor 
que  en  el  día/ 

En  consecuencia,  debía  ser  menos  ofensivo  el  hiato,  i  la  si- 
nalefa no  tan  frecuente  como  ahora.  I  como  esta  pausa  se  exajera 
en  las  cesuras  métricas,  i  en  el  fin  mas  que  en  el  medio  del 

do  los  españoles,  que  os  pasar  coa  demasiada  velocidad  do  la  vocal 
final  de  una  dicción  a  la  inicial  do  otra,  profi riendo,  verbi  gracia, 
very  amiable,  como  si  solo  formaso  cuatro  sílabas.  Los  ingleses,  al 
contrarío,  pronunciando  el  castellano,  so  detienen  demasiado  entre  los 
vocablos.  El  saludo  ordinario  cómo  csli'i  usted,  en  que  para  nosotros 
no  hai  mas  do  cuatro  sílabas,  en  boca  do  un  ingles  suelo  tener  cinco 
o  seis. 

Parece  que  cuanto  mas  abundan  las  vocales  en  una  lencrua,  tanto 
mayor  es  la  volubilidad  con  que  se  pronuncia,  menor  do  consiguiente 
la  pausa  entre  dicción  i  dicción,  mas  frecuento  la  sinalefa  en  el  habla 
comim,  i  mas  necesaria  en  el  verso. 

*  En  favor  do  esta  su;)  )s¡cion,  so  puedo  observar  quo  cuando  la 
lengua  descarta  una  articulación  que  separaba  dos  sonidos  vocales, 
se  conserva  por  mucho  tiempo  una  pausa  enlro  las  vocales  contiguas. 
En  liar,  por  ejemplo,  acostumbramos  todavía  detonemos  entro  la  i  i 
la  a  tanto  espacio  como  si  so  conservase  la  fj  de  liíjarc.  Donde  hoi 
decimos  í*eina,  disilabo,  decian  nuestros  mayores  reina,  trisílabo,  en 
el  mismo  tiempo  quo  regina.  Nuestro  ser  era  sror,  de  sedero,  i  nues- 
tro siendo,  snyondo  do  sedt'ndo.  Volailln  era  volaille  do  volatilia; 
chantcur,  chantn.'ir  do  cantntore,  i  así  en  otras  innumerables  voces 
castellanas,  francesas,  etc.  El  proceder  de  las  len.Lfuas  en  las  mas  do 
sus  contracciones  i  abreviaciones  ha  sido  ahogar  primero  los  sonidos 
articulados,  sin  hacer  novedad  en  ol  tiempo  o  duración  de  las  sílabas; 
disminuir  Iuo'JTO  la  pausa  entre  las  vocales  vecinas,  reduciéndolas  a 
íliptongos;  i  convertir  en  soiriiida  los  diptoncros  en  sonidos  simples. 
IjO  mismo  quo  en  una  sola  ditrcion,  so  verilica  entre  dos.  Primero  se 
decia  la  fermosura,  díjoso  lue^'o  la  Onnosura  en  cinco  sílabas,  luego 
la  ermosura  en  cuatro;  i  en  italiano  so  hn])iera  dado  un  paso  mas 
diciendo  iennosura.  La  omisión  de  la  sinalefa  en  voces  que  comen- 
zaban por  h,  dio  motivo  a  quo  alí:,nnios  pensasen  quo  nuestros  poetas 
castellanos  del  siglo  XVI  aspiraban  esta  letra,  pronunciando  hermo- 
sura, jablo,  jasla,  etc.;  pero  si  así  fuese,  hubieran  omitido  siempre  la 
sinalefa  en  dichas  voces,  i  no  viéramos  <iuo  un  mismo  escritor  (frai 
Luis  do  León)  la  cometo  i  la  omite  en  una  nnsma  voz,  aunque  mas 
ordinariamente  lo  soL^undo. 

Si  consideramos,  pues,  el  eran  número  de  articulaciones  finales  que 
se  desvíinecieron  en  el  tránsito  del  latin  al  romaneo,  no  pnrecer.á  ex- 


36  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


verso,  la  cesura  media  de  los  primeros  versificadores  debía 
prolongarse  un  poco  mas  que  nuestra  cesura  media,  ¡  en  la 
misma  proporción  su  cesura  final  mas  que  nuestra  cesura 
final. 

Otra  causa  que  no  pudo  menos  de  contribuir  a  esto,  fué  la 
coincidencia  perpetua  do  las  pausas  de  la  sentencia  con  las  del 
ritmo.  En  nuestra  versificación,  el  período  lójico  suel©  ir  por 
un  camino,  i  el  período  rítmico  por  otro  distinto;  lo  cual, 
lejos  do  ser  un  defecto,  so  mira  con  razón  como  necesario  para 
dar  gracia  í  variedad  al  metro.  Pero  no  sucedió  así  en  la  pri- 
mera época  de  la  poesía  de  pueblo  alguno.* 

Los  versificadores  mas  antiguos  de  las  lenguas  modernas 
construían  las  palabras  de  manera  que  bastaba  el  sentido  para 
repartirlas  en  los  miembros  o  hemistiquios  del  verso,  i  el  lector 
menos  ejercitado  no  podia  menos  de  hacer,  al  tiempo  de  pro- 
nunciarlas, una  pausa  considerable  en  la  cesura  media,  i  otra 


traño  quo,  en  tiempos  tan  cercanos  a  la  lengiia  materna,  fuese  mas 
frecuento  el  hiato,  i  menos  desagradable  que  ahora. 

Naturalísimo  era  pronunciar  qufí  xl  de  quod  illCf  era  ün  de  eraC 
unus,  despierta  él  de  expcrreclat  Ule;  i  que  hecho  familiar  el  hiato, 
se  extendiese  a  los  casos  en  que  no  lo  autorizaba  la  ctimolojía,  i  aun 
a  la  pronunciación  del  latin.  Finalmente,  el  omitir  tan  amenudo  la 
sinalefa  supone  de  necesidad  el  hábito  do  hacer  entre  los  vocablos 
una  pausa  mayor  que  la  que  se  acostumbra  en  el  dia. 

*  A  buen  seguro  que  no  so  hallará  en  todo  Bcrceo  una  copla  coma 
la  siguiente  del  Arcipreste  de  Hita: 

Como  dice  Aristóteles,  cosa  es  verdadera, 
el  mundo  por  dos  cosas  trabaja;  la  primera, 
por  haber  man  tenencia;  la  otra  cosa  era, 
por  haber  juntamiento  con  fembra  placentera. 

En  todo  el  Poema  del  Cid,  creo  que  no  hai  mas  de  un  solo  ejemplo  de 
sentencia  terminada  en  principio  de  verso;  que  es  este: 

Vuestra  virtud  me  vala,  |  Gloriosa,  en  mi  egida,  | 
e  me  ayude:  ella  me  acorra  |  do  noche  o  de  dia.  | 

El  paralelismo,  si  es  lícito  decirlo  así,  del  sentido  con  el  metro, 
es  uno  de  los  caracteres  que  distinguen  nuestros  romances  verdade- 
ramente antiguos  de  las  imitaciones  del  siglo  XVI  o  XVII. 


OKL  RITMO  ACENTUAL  3' 


mayor  en  la  cesura  final.  Aunque  amibas  cesuras  absorl)ian 
igualmente  las  sílabas  prraves  i  rechazaban  la  sinalefa,  la 
respectiva  desigualdad  de  su  duración  distinijuia  sensible- 
mente el  fin  de  los  miembros  o  hemistiquios,  del  fin  de  los 
versos  enteros. 

Pasando  ahoro  do  las  cesuras  a  los  aírenlos,  la  primera  cues- 
tión que  se  présenla  es,  si  hai  éntrelas  modernas  alguna  lengua 
destituida  de  acento,  o  en  otros  términos,  si  hai  pueblo  que  no 
acostumbre  elevarla  voz  en  una  sílaba  invariable  i  fija  de  cada 
dicción.  Algunos  críticos  franceses  sostienen  que  no  hai  acento 
en  su  lengua.  A  mí,  sin  embargo,  confieso  que  me  hacen  fuerza 
los  argumentos  que  on  apoyo  de  la  opinión  contraria  alega  el 
señor  Scoppa  en  sus  Pruicipios  de  la  versificación.*  Las 
leyes  del  acento  francés  parecen  ser  mas  simples  i  uniforme» 
que  las  que  gobiernan  el  do  las  otras  lenguas,  elevando  cons- 
tantemente la  última  vocal  de  todas  las  dicciones,  salvo  que  esta 
vocal  sea  la  e  femenina  o  sorda.  Semejante  simplicidad  com- 
parada con  lo  vario  de  las  otras  lenguas,  i  aun  do  alguno» 
dialectos  de  la  francesa,  es  acaso  lo  que  ha  dado  motivo  a  pen- 
sar que  esta  última  carece  absolutamente  de  tonos.  Es  natural 
que  los  franceses  pronuncien  el  latin  conforme  a  los  hábitos  que 
han  contraído  en  el  habla  común;  i  ya  que  en  su  manera  de 
recitarle  percibimos  distintamente  que  elevan  siempre  la  voz 
en  la  última  silaba,**  ¿no  es  de  creer  que  esto  provenga  de  que 
así  lo  hacen  en  su  idioma  nativo? 

Pero  cualquiera  opinión  que  se  forme  respecto  del  acento 
francés  en  el  estado  presento  de  esta  lengua,  no  es  dudable  que 
en  el  francos  antiguo  se  conservasen  por  mucho  tiempo  aque- 


*  Parte  I,  capítulo  I,  i  siguientes. 

**  De  aquí  es  que  el  asclopiadeo  latino: 

Masconas  atavís  edite  rc<?ibús; 

licno  hoi  a  los  oídos  francotes  la  misma  cadencia  i  número  que  su 
alejandrino;  i  do  aquí  procede  también  que  los  hexámetros  i  pentá- 
metros con  que  los  franceses  han  querido  recientemente  imitar  en  su 
Icnt^ua  la  estructura  de  aquellos  versos  latinos,  parezcan  a  nuestros 
oídos  enteramente  destituidos  de  ritmo. 


38  OPÚSCULOS  LITKHAIUOS  I  CIÚTICOS 

Has  niovlulacioncs  (luo  las  oirás  lenguas  do  la  Europa  Meridio- 
nal heredaron  de  su  madre  la  latina.  La  supresión  de  las  sílabas 
finales  graves  de  los  vocablos  latinos,  salvo  las  que  tomaron 
la  e  femenina,  caracterizó  al  romance  francés  desde  mui  tem- 
prano; i  conservando  sus  vocablos  el  acento  agudo  en  la  misma 
sílaba  que  solia  elevarse  el  latin,  era  menester  que  fuesen 
oxítonos;  í  Sx>lamente  cuando  la  vocal  de  la  última  sílaba  era  la 
e  femenina,  barítonos.  Esto,  sin  em])aríi:o,  no  pudo  haber  sido 
tan  jeneral  en  los  primeros  tiempos  del  francos  como  ahora,  i 
debió  irse  estableciendo  gradualmente,  al  mismo  paso  que  so 
iban  ahogando  i  desvaneciendo  las  sílabas  graves  íinales  del 
idioma  latino;  porque  la  conversión  de  un  habla  en  otra  es 
necesario  que  se  haga  lentamente  i  por  grados  imperceptibles. 
El  acento  parece  obedecer  en  todas  las  lenguas,  i  en  todas 
las  épocas  de  una  lengua,  a  la  lei  fundamental  de  elevar  una 
vocal  en  cada  dicción,  i  no  mas  de  una.  Con  todo,  así  como 
antes  observó  que  esta  lei  no  era  tan  universal,  que  no  hubiese 
algunas  palabras  destituidas  de  acento  agudo,  así  también  debo 
observar  ahora  que  lo  de  no  haber  mas  de  ima  sílaba  aguda 
en  cada  vocablo  no  es  tan  rigorosamente  exacto,  que  no  pueda 
muchas  veces  reconocer  el  oído  en  una  misma  dicción  dos  ele- 
vaciones de  la  voz,  la  una  a  la  verdad  fuerte,  ¡  la  otra  débil, 
pero  ambas  suficientemente  perceptibles.  Para  que  esto  se  ve- 
rifique, es  necesario  que  la  dicción  tenga  tres  o  mas  sílabas, 
i  entonces,  a  mas  del  acento  principal,  se  percibirá  otro  secun- 
dario, que  en  ningún  caso  está  contiguo  al  primero;  verbi 

gracia: 

í       I  e         I  I  í     2  1 

Naturaleza,  faontecilla^  lágrima,  barbaridad . 

La  mejor  prueba  de  la  existencia  de  este  acento  os  la  que 
suministra  en  algunas  lenguas  la  práctica  de  los  poetas,  que 
comunmente,  i  por  un  proceder  ordinario  del  arte,  emplean  co- 
mo equivalentes  la  sílaba  aguda  i  la  última  sílaba  do  una 
dicción  esdrújula.* Así,  en  efecto,  lo  acostumbran  hacer  los  grie- 

*  Es  preciso  confosar  que  en  la  versificación  iUdiana  i  española  no 
flie  síica  ningún  partido  do  la  afinidad  do  estas  dos  especies  do  sílaba». 


DEL  niTMO  ACENTUAL  3'J 


gos  on  sus  versos  políticos/  i  los  ingleses/*  Sin  embargo  de 
esto,  cada  vez  que  se  hablare  de  sílabas  graves  en  esta  obra, 

<>xccpto  0!T  dos  cosos:  el  primero,  cuando  cu  los  versos  que  deben 
terminar  con  dicción  osdrújuLn,  se  emplcii  como  tal  la  reunión  de  dos 
vocablos,  el  uno  ffrave,  i  el  otro  monosílabo  agudo,  bien  que  el  últi- 
mo de  tal  naturaleza  que  sin  mucha  violencia  se  pueda  pronunciar 

como  enclítico;  verbi  gracia: 

Gustaste  il  piü  odorífero 

o  il  piíi  soave  giammai?  Non  sf*ntivi  tu 

come  picea  va? 

(Ariosto,  Cnssaria,  acto  III.), 

Fanciullo  in  casa  allevato  ed  avuto  Vho 

in  luogo  di  figliuolo. 

(Id.  /  suppositi,  acto  IV.J; 

i  el  segundo,  cuando  se  emplean  como  agudas  las  dicciones  csdrúju- 
líw,  que  terminan  en  pronombres  enclíticos,  verbi  gracia: 
Tirsi,  parnccme  que  estás  turbado, 

(Jáuregui,  Aminla,  acto  III.), 
Ora  conswHalo,  que  como  quiera 
que  el  desdichado  muera,  tú  le  matas. 

(Id.  acto  IV.) 
Es  verdad  que  la  conducta  de  los  poetas  en  uno  i  otro  caso  so  mira 
como  una  especio  de  licencia;  pero  no  hai  licencia  poética  que  no 
tenga  su  razón,  o  llámese  pretexto,  en  la  naturaleza.  ¿Por  que  se  per- 
mite alguna  vez  colocar  la  última  silaba  de  part}cemc,  i  no  la  de 
parecidmo,  bajo  el  acento  mótrico,  sino  porque  en  la  última  sílaba 
de  las  voces  sdrújulas  hai  un  acento  secundario,  que  falta  en  las 
graves? 

*  Verbi  gracia:        H't/.ojto;  toj  AxfxaAa. 

Mr¡T£  vo'j  [n[zz  ¡Ar,a),i, 

a  Á:va  ocv  r,ücAr;. 
Ti  ji£vá).a  v:cí¡5:;. 

El  obispo  (le  Damalá,  descontento  con  los  pequeños  peces  que  se  la 
traían,  quiso  ir  el  mismo  a  pescar.  Apresado  por  un  corsario  de  Ber- 
bería, como  fuese  inútil  para  otra  especio  de  trabajo,  se  le  ocupó  en 
mecer  la  cuna  de  un  niño.  A  esto  alude  el  epigrama  anterior. 

•Obispo  do  Damalá,  ni  cordura  ni  seso.  No  quisiste  lo  chico,  envi- 
diaste lo  grande.  Da  vueltas  a  la  cisríieña;  mece  al  hijo  del  árabe.» 

(Mitford,  Ilannovy  of  In-iignoge,  Sect.  XV,  art.  4.) 

**  There  are  four  minds,  which  like  tho  é/e?n<»n/^, 
might  furnish  forth  creation.  líaly! 


40  OPÚSCULOS  LITKIIAIUOS  I  CRÍTICOS 


y  se  designarán  con  est«i  denominación  todas  aquellas  que  no  se 

hallen  bajo  el  acento  primario. 

De  todas  las  especies  de  vei\so  ({uc  se  usaron  en  el  latín  de 
los  siglos  medios,  laque  tuvo  mas  boga,  principalmente  en  la 
poesía  eclesiástica,  fué  el  di  metro  yámbico,  ora  ajustado  a  la 
observancia  de  cuantidades,  ora  nó;  i  su  forma  ordinaria,  i 
casi  pudiera  decirse  invariable,  fue  la  de  ocho  sílabas  con  ter- 
minación esdrüjula: 

Arbor  decora  et  fúlgida, 
ornata  regís  púrpura. 

Time,  which  haih  wroiiur'd  thee  with  Un  thousand  rcnts 
of  thinc  imperial  ;;iinncnt,  shall  dcny 
aud  hath  dcniod  to  cvVy  othcr  sky 
spirits  which  soar  from  ruin.  Thy  docay 
is  still  imprégnale  with  diviniiy,  etc. 

(Lord  Byron,  Childe  Ilarold,  IV.) 
II  from  60C¿tí//y  we  learn  to  Uve, 
I  lis  solitadc  sliould  teach  us  how  to  dio. 

(Ib.) 

Es  una  observación  que  se  ha  hecho  antes  do  ahora  por  Mr. 
Mitford  fllnrmoiiy  of  iiiigua(jc  sect.  VII),  i  por  el  siciliano  Scoppa 
[Principios  de  la  versift'^acion,  tomo  III,  p.  355),  que  en  aquel  celebro 
cántico  nacional  de  los  ingleses,  God  sare  the  hing,  el  verso  es  fre- 
cuentemente aofudo  en  donde  la  música  lo  requiere  esdrújulo:  i  así  los 
italianos  han  adoptado  mejor  la  letra  a  la  música,  traduciendo: 

God  save  great  George  our  kin?, 
god  savo  our  noble  kinpf. 

god  save  the  kinsf. 
por 

(Mic  il  ciel  propizio 

sal  vi  il  mac^nánimo 
nostro  gran  re. 
La  existencia  de  los  dos  acentos  principal  i  secundario  está  reco- 
nocida por  los  ortoepistas  ingleses,  i  ambos  se  puede  decir  que  son 
do  igual  importancia  en  la  versificación  de  este  idioma;  i  así,  cuando 
el  verso  termina  en  voz  esdrújnla,  el  acento  secundario  final  es  el  quo 
dobo  coincidir  con  ol  último  acento  métrico.  Tan  natural  es  esto  a  los 
ingleses,  quo  Mr.  Hobhouse,  literato  profundamento  versado  en  la 
poesía  italiana,  parecia  tener  dificultad  en  concebir  quo  el  endecasíla- 
bo esdrújulo  se  redujese  al  mismo  ritmo  que  el  llano  u  c\  trunco. 
(Véase  su  Essay  on  the  presenl  literature  of  Ilaly,  impreso  con  sus 
Illustralions  of  Childe  Harold,  páj.  361.) 


DEL  RITMO  ACIiNTlAL  41 

Nació  (le  ellii  el  verso  hexasílaho,  que  solo  se  lo  diferencia 
en  no  serle  necesarias  las  sílabas  graves  finales.  Esta  especie 
de  verso  es  antiquísima  en  la  jioesía  moderna.  Usáronla  en  el 
romance  francés,  EverarJo,  abad  do  Kirkliam,  que  floreció  en 
la  primera  mitad  del  siglo  XII;*  i  Felipe  deThan,  que  escribía 
por  los  principios  del  mismo  sigilo;**  en  el  castellano,  el  Arci- 


*  Este  Everardo   tradujo  en   hoxa.silnbos  los  dípticos  de  Catoii.  Utí 
aquí  una  muestra  de  su  versificación  i  estilo: 

Or  proinz  pur  lo  móinc 
ke  Deeus  son  cucr  eslóino 
de  mal  e  de  pecchié. 
e  k'il  lui  doint  sa'írrá«'o 
ke  il  la  chose  face 
snlunc  la  vcritó. 

(Ahora  rojrad  por  el  monje. 
que  Dios  su  corazón  alejo 
do  mal  i  de  pecado, 
i  que  le  dé  su  Grracia. 
para  que  la  cosa  liai^a 
se;^un  la  verdad.) 

(Rücliefort,  Gloii^nirr,  II,  púj.  7G0.) 

**  Felipe  de  Than  fué  autor  de  dos  poemas  en  liexasílabos:  el  Lí- 
ber de  crcaturis,  que  es  un  tratado  de  cronolojía,  lleno  do  erudición; 
i  el  fíesfiario,  que  es  un  tratado  sobre  los  cuadrúpedos,  aves  i  piedras 
preciosas,  traducido  del  latín.  Hé  aquí  un  pasaje  del  Hestiavio:  des- 
críbese el  instinto  maravilloso  del  erizo  para  cojor  i  cargar  las  uvas: 

El  tens  de  vendengor 
lores  munte  al  palmer. 
La  ú  la  grappo  veit, 
la  plus  méiire  seit. 
S'in  abatió  raisin, 
mult  li  est  mal  veisin. 
Puis  del  palmer  descent, 
sur  les  raisins  s'estent. 
r*uis  de  sus  se  vulote, 
ruunt  cume  pelote. 
Quant  est  tres  bien  chargét. 
les  raisins  cmbrocét, 
eissi  porto  pul  turo 
a  sos  fils  par  n ature. 


ki  OPÚSCULOS  LITBftAniüS  I  CílÍTICOS 


preste  do  Hita,*  i  el  judío  Rabí  Don  Sanio;**  i  en  la  Iení]:ua 
inglcfra,  el  autor  desconocido  de  la  jesta  o  poema  histórico  del 
rei  Ilorn.*** 

El  yámbico  dímetro  dio  oríjon  a  otra  especie  de  verso  de 
íifrande  uso  en  la  poesía  francesa  e  inglesa.  En  efecto,  si  se 
pasa  de  la  sexta  a  la  octava  sílaba,  el  último  acento  de  aquel 
metro: 


(Kii  el  tiempo  do  vendimiar, 
entóneos  monta  a  la  vid. 
Allí  donde  el  racimo  ve» 
el  mas  maduro  cojo. 
Así  de  allí  derriba  la  uva, 
mui  mal  vecino  le  es. 
Luego  de  la  vid  desciende, 
sobro  las  uvas  se  tiende, 
luego  encima  so  rcí-uelca 
redondo  como  pelota. 
Cuando  esta  mui  bien  carinado, 
i  las  uvas  prendidas, 
así  lleva  alimento 
a  sus  hijos  por  instinto.) 

(Rochefort,  l'^tat  de  In  poésie  franca  i  fin 
dans  les  XII  ct  XIII  siécles,  páj.  07.) 

*  El  Arcipreste  de  Hita  mezcló  esta  medida  con  otras,  como  .«xc 
puede  ver  en  los  Gozm^  de  Santa  Maria,  pajina  208  del  tomo  IV  do 
la  colección  de  í^ánchez,  i  en  la  cántica,  pajina  277  del  propio  tomo. 

**  Ib'í  aquí  do.«?  coplas  de  sus  Consojos  i  documnnlo.^  ni  rf*i  don 
Ptulro: 

Por  nascer  en  espino 
la  rosa,  yo  non  siento 
que  pierde,  ni  el  buen  vino 
por  salir  del  sarmiento. 
Non  vale  el  azor  menos 
por  nascer  en  vil  nio, 
nin  los  exiemplos  buenos 
por  los  decir  judío. 

(Sánchez.  Colección  I,  páj.  180  i  182.) 

***   ElUs  (SpecimenSy  chapt.  II)  dice  que  ademas  do  la  jesta  del 

rei  líorn,  se   escribieron  en  verso  hexasílabo   muchas  otras  obras 

ingle.sas,  i  que  por  su  frecuente  aplicación  a  los  poemas  históricos  i 

caballerescos,  se  le  llamó  el  minulrel'metrr,  o  metro  do  los  juglares. 


ÜKL  RITMO  ACKNTl  AI,  h) 


Arbor  decora  el  fulgida 
ornat<a  regís  purpura; 

tendremos  exactamente  el  verso  ootosílaljo  francos, 

Si  criemos  Diou,  tu  ramenis. 
ot  servirás,  ct  honorrás, 
en  ierre  auras  a  grant  plenh'', 
jamáis  ne  seras  csgar\* 

Pero  ¿qué  es  lo  (juc  dio  motivo,  u  la  traslación  del  aconto  a 
la  última  sílaba,  traslación  tan  rcpnurnanto  al  jenio  d^í  la  l(»n- 
gua  latina,  como  opuesta  al  procedió'  común  por  donde  los 
metros  del  Lacio  i  los  ritmos  de  la  media  edad  se  convirtieron 
en  los  versos  modernos?  Yo  encuentro  la  causa  de  somejante 
anomalía  (que  ciertamente  lo  es)  en  las  modulaciones  que  se 
daban,  i  todavía  se  dan,  en  los  cánticos  do  la  iglesia,  a  los 
himnos  compuestos  en  aquella  especie  de  metro;  las  cuales 
observan  exactamente  una  medida  o  compás  tal,  como  si  so 
acentuase  cada  sílaba  par: 

Electa  digno  hlipitó 
íam  sancta  mómbra  tángoré. 

Debe  tenerse  presente  que  la  antigüedad  de  esta  especie  de  him- 
nos sube  a  los  primeros  siglos  do  la  era  cristiana;  que  las 
tonadas  con  que  los  juglares  entonaban  el  verso  eran  al  prin- 
cipio imitadas  del  canto  gregoriano;**  i  que,  a  lo  menos  en  el 
francés,  no  habia  modo  de  adaptarla  del  dímetro  yámbico  (me- 
dida cabalmente  la  mas  favorila  do  la  poesía  eídesiástica)  a 
ninguna  combinación  de  palabras  que  no  formase  versos  octosí- 
labos. 

Para  encarecer  la  gran  popularidad  de  este  verso,  basta  decir 
que  en  él  se  cantaban  regularmente  los  /a 6/ ¿a ux, •consejas  o 
cuentos  jocosos  que  formaron  uno  de  los  ramos   mas  favoritos 


*  Criemos,  temos;  honorr¿\s,  honorarás;  plPiiíi},  abundancia,  (f^as- 
toiement  d'un  pérn  a  .so?i  ///s*;  Barbazan,  fabliaux,  tomo  IV,  edición 
de  1808.) 

**  Lo  Bouf.  Disficrtatim}.^,  tomo  lí,  pajina  120;  i  íia  Borde,  Es^ni 
sur  U  Mw^iqufí,  IT,  l'iíi. 


U  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


de  la  poesía  vulgar  desde  el  siglo  XI;  i  que  también  se  lo 
solía  emplear  en  los  romances  o  poemas  históricos  hajio- 
gráficos  o  caballerescos,  do  los  franceses  i  pro  vénzales;  de  que 
se  pueden  citar  por  ejemplos  la  mayor  parte  de  los  que  escri- 
bió lloberlu  Wace,  poeta  famoso  del  siglo  XII;  la  historia 
do  los  reyes  aiiglo-sajone.s  pov  Jofre  de  Gaimar,  la  de  las 
guerras  de  Troya  i  la  de  los  duques  de  Normandia  por  Benoit 
de  Saint  More,  ambos  de  la  misma  edad  que  Wace;  el  viaje 
de  San  Brandan  al  paraíso  terrestre,  que  es  de  principios  del 
propio  siglo;  la  vida  de  San  Josafat  i  la  de  los  siete  durmientes 
por  Chardry,  que  floreció  en  el  siguiente.  También  se  escribie- 
ron amenudo  en  este  verso  la  oda  o  canción,  el  apólogo  (como 
los  de  María  de  Francia,  contemporánea  de  Chardry),  las  obras 
do  moralidad  (como  la  traducción  de  los  proverbios  por  San- 
son  de  Nantueil),  el  poema  didáctico  (por  ejemplo,  el  de  los 
Enseñamientos  do  Aristóteles,  o  Secreto  de  los  secretos  de 
Pedro  de  Vernon,  que,  como  Sansón  de  Nantueil,  floreció  en  el 
siglo  XII),  i  en  suma  todas  las  especies  de  poesía  que  se  cul- 
tivaban por  aquellos  tiempos. 

El  verso  octosílabo  tuvo  grandísimo  uso  en  el  idioma  proven- 
zal,  i  todavía  le  tiene  en  el  ingles,*  pero  entre  nosotros  apenas 
hai  vestijio  de  que  fuese  conocido.  Yo  a  lo  menos,  la  única 
muestra  que  he  visto  de  él  en  castellano  (anterior  a  don  Tomas 
de  Iriarte,  que  le  imitó  de  la  moderna  poesía  francesa  en  su 
fábula  de  El  Manguito^  el  Abanico  i  el  Quitasol)  ea  la  cántica 
que  don  Gonzalo  de  Berceo  introduce  en  el  Duelo  de  la  virjen 
María,  poniéndola  en  boca  de  los  soldados  que  custodiaban 
el  sepulcro  de  Cristo: 

Non  sabedes  tanto  descanto 
,         que  salgadas  de  so  ci  canto.... 

*  En  la  forma  qiio  le  dioron  los  ingleses,  acentuando  las  sílabas 
pares,  lo  han  hecho  recobrar  la  cadencia  i  aire  antiguo  del  yámbico 
dimotro,  que  el  jonio  de  la  Icní^ua  francesa,  i  la  libertad  de  los  quo 
vorsificaron  en  ella  habian  heclio  en  gran  parte  desaparecer: 

The  mástor  sáw  the  múdncss  rife, 
his  glówing  chéeks,  his  árdont  éyes. 

{Dnjdnn.) 


DEL  RITMO  ACKNTr.VL  45 


Vuestra  lengua  tan  palabrera 
haros  dado  mala  carrera.... 
Todos  son  homes  plegadizos, 
rio-aduchos,  mezcladizos. 

El  yámbico  tetrámetro  cataléctico  fué  también  imitado  en 
las  lenguas  modernas,  como  ya  lo  ob.servü  Mr.  Tyrvvhitt,  que, 
en  su  ensayo  sobre  la  versificación  de  Chaucer,  refiere  a  dicho 
metro  la  del  Ormu/inn,  paráfrasis  de  los  evanjelios,  por  un  tal 
Orm  u  Ormirij  que  se  cree  haber  existido  hacia  el  reinado 
de  Enrique  II  de  Inglaterra.  En  esta  obra,  el  verso  so  di- 
vide constantemente,  como  en  aquella  especie  de  yámbicos, 
en  dos  miembros,  el  uno  de  ocho  sílabas,  que  termina  en  voz 
aguda  o  esdriijula,  i  el  otro  de  siete  que  termina  constante- 
mente en  voz  grave;*  i  el  propio  mecanismo  se  puedo  observar 
en  una  parte  de  los  versos  del  idilio  o  canción  dialogada  de 
Ciullo  de  Alcamo,  poeta  siciliano  de  fines  del  siglo  XII, 
inserta  en  la  colección  de  antiguas  poesías  italianas  de  León  de 
Allacci.  Cada  estrofa  consta  de  cinco  versos,  los  tres  primeros 
de  quince  sílabas,  sujetos  al  artificio  que  acabo  de  explicar, 
si  no  es  que  la  terminación  esdriijula  del  primer  miembro  es 
constante;  i  los  otros  dos  al  parecer  decasílabos,  como  los  quo 
después  compusieron  Dante  i  Petrarca,  bien  que  mucho  menos 
regulares.  Hé  aquí  algunos  de  los  de  quince  sílabas: 


*  Do  aquí  aquella  medida,   tan  com\in  en    las  antiguas  baladas, 
aunque  representada  como  dos  versos  distintos: 

Earl  Douglas  on  a  núlkwhite  steed 

most  like  a  barón  bóld, 

ro  do  foremost  of  tho  cómpany 

whoso  armonr  shono  likc  gúld. 

Every  "vvhitc  will  hávc  its  black 

«ind  cv'ry  sweet  its  sóur. 

This  foud  tho  lady  Chrístabell 

iii  an  untimely  honr. 
Estos  versos,  en  efecto,  no  so  diferencian  do  los  del  Órmw/iun,  sino  en 
que  bold,  gold,  sour,  Jiour  son  monosílabos  aerados  debiendo  ser 
disílabos  graves,  lo  que  en  el  final  del  verso  importa  poco  para  el  ritmo 
acentual.  I^a  disposición  en  las  rimas  en  las  antiguas  baladas,  recuerda 
bien  claramente  quo  cada  dos  versos  formaban  al  principio  uno  solo. 


40  ÜPÚSCLLÜS  LITEUAllIüS  I  CRÍTICOS» 


llosa  fresca  aulentíssima,  clfappari  in  ver  réstate, 
le  donne  te  disíano  pulcelle  e  mariiále.... 
Tu  non  mi  lasa  vi  veré  ne  sera  nc  maitíno.... 
Mol  te  sonó  le  fómine  ch'hanno  dará  la  testa. 

El  Allacjci  cita  otros  versos  do  la  misma  especio,  sacados  de 
otras  antiguas  composiciones;  como  este: 

Virgo  beata,  ajútami.  ch'io  non  perisca  a  torio, 

i  los  cuatro  de  esta  copla: 

Vil  ben  quando  sé  gióvane,  che  poi  inveclierái 
lo  buon  fatti  e  ditti  óttimi  ad  altri  insegnerái, 
lo  bene  sempre  sóquíta,  quando  tu  fatto  Thái, 
e  di  te  quello  dícasi,  che  d'altri  tu  dirái. 

Ala  verdad,  puede  dudarse  si  los  sicilianos  quisieron  imitar 
con  tales  versos  los  trocaicos  griegos  o  los  yámbicos  latinos. 
Las  cesuras  i  acentos  de  los  unos  i  de  los  otros  eran  absoluta- 
mente semejantes;  pero  lo  que  hace  mas  difícil  do  resolver 
esta  cuestiones  que  los  sicilianos  tuvieron  casi  tanta  comunica- 
ción con  los  griegos  como  con  los  latinos.  En  los  otros  pue- 
blos meridionales  de  Europa,  no  puede  ofrecerse  la  misma 
duda,  porque  en  ellos  fué  infinitamente  superior  la  influencia 
do  la  lengua  i  literatura  del  Lacio. 

Si  comparamos  los  anteriores  hiponacteos  de  Ciullo  do 
Alcamo  con  el  antiguo  alejandrino  francos  i  español,  no  halla- 
remos otra  diferencia,  sino  que  en  el  alejandrino  las  sílabas 
que  venían  después  del  acento  métrico  de  la  sexta  se  conside- 
raban en  uno  i  otro  miembro  como  indiferentes  para  el  ritmo; 
pudiendo  de  consiguiente  constar  el  verso  entero,  ya  de  quinco 
sílabas,  i  entonces  ora  idéntica  su  estructura  con  la  del  hipo- 
nacteo  siciliano,  vorbi  gracia: 

Do  yerbas  et  de  árborcs  et  do  toda  verdura, 
como  diz  Sant  Joronimo,  manará  sangre  pura; 

i^Üerceo,  Signos  del  juicio.': 

Siempre  laudos»  anjcl¡c¿is  ante  mí  cantarédos; 

ílbidcm.) 


DEL  RITMO  ACENTUAL  kl 


ya  de  catorce,  terminando  ambos  hemistiquios  en  voz  grave, 
por  ejemplo: 

Mandez  a  Gharlemúine  le  bon  rol  radotó 
que  le  tréu  vous  rendo  do  France  lo  regné;* 
(Román  de  Charlemafjne,  manuscrilo,  Musco  nritánico. 

Bihliofhoca  Regia,  15.  E.  VI.) 
Tels  y  a  qui  vous  chanten t  de  la  reóndo  táblo;** 

(Román  clii  Chevalier  au  Cygiie,  manuscrilo  ib. 
Darlls  han  malas  cenas  et  peores  yantares, 
grant  fumo  a  los  ojos,  gran!  fedor  a  las  nares, 
vinagro  a  los  labros,  fiel  a  los  paladares 
fuego  a  las  gargantas,  torzón  a  los  ijares; 

(Bcrceo,  Signos  del  Juiriu.) 

o  el  primero  en  voz  esdníjula  i  el  segundo  en  aguda;  verl>i 
gracia: 

Ca  nunca  bobo  mácula  la  su  virginidát; 

(Bcrceo,  Milagros  de  Nuestra  Señora.) 

ya  de  trece  terminando  un  hemistiquio  en  grave  i  otro  en  agu- 
da; verbi  gracia: 

Ventelent  et  ondóyent  banieros  et  pennón.... 
En  palais  et  en  chambres  est  si  grant  la  clartéz, 
a  cil  qui  la  regánle  semble  tout  alumcz;*** 

(Román  de  Charlemagne,  manuscrilo  citado.) 
Mais  je  ne  vous  dirái  ne  mensongo  ne  fáble;    - 

(Román  da  Chevalier  aa  Cggne, 
manuscrito  citado.) 
Apareciór  la  madre  del  rci  do  magestiit; 

(Borceo,  ib.) 
Ca  desque  se  hombre  vuelve  con  ellas  una  vez, 
siempre  va  en  arriédro  e  siempre  pierdo  prez; 

(Poema  de  Alejandro.} 
De  la  parte  del  sol  vi  venir  una  seña; 

(Arcipreste  de  Hita.) 

*  Rfidoté,  lo  mismo  quo  radoleur;  tróu,  tributo;  regné^  reino. 
**  Reóndo  lo  mismo  que  ronde. 

**•  Ventelent,  tremolan;  pennon,  pendones;  en  elinmbres,  en  ls« 
cámaras. 


A8  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


ya  fínalinentc  do  doce,  siendo  ambos  hemistiquios  truncos, 
verbi  gracia: 

Richement  sont  servís  a  tablo  les  barones; 

(Román  de  Charlemagne^  manuscrito  citado.) 
el  veer,  el  oír,  el  oler,  el  gustar. 

(Bercco,  id.) 

Por  aquí  ochará  de  ver  cualquiera  que  el  verso  alejandrino 
(llamado  así,  según  se  cree  comunmente,  por  haberse  emplea- 
do, aunque  no  por  la  primera  vez,  en  la  jcsta  o  poema  his- 
rórico  de  Alejandro^  escrita  en  francos  a  los  principios  del 
siglo  XIII  por  Alejandro  de  Bernay,  Pedro  de  San  Cloot,  Juan 
le  Vencíais,  Lambert  U  Cors,  i  otros)  no  es  mas  que  un  hiponac- 
teo  latino,  en  que  las  sílabas  que  vienen  después  del  último 
acento  métrico  de  cada  miembro,  que  es  el  do  la  sexta  sílaba, 
no  se  reputan  necesarias  para  el  ritmo.  Si  alguno,  sin  embar- 
go, quisiere  considerarle  como  dimanado  de  la  reunión  de  dos 
yámbicos  dímetros,  no  le  pondré  embarazo.  La  cuestión  es 
enteramente  nominal,  una  vez  que  el  hiponacteo  no  es  mas 
que  un  dístico  de  yámbico  dímetros,  con  la  sola  diferencia  de 
faltar  al  segundo  verso  una  sílaba,  que  por  venir  después  del 
último  acento,  no  se  considera  como  necesaria  en  el  ritmo 
acentual  de  las  naciones  modernas. 


CwC'£'3Z'CC3ZC3  3~.C2íl'¿rl."..  .  w  "¿i  \1      .      ■         ■-■--.■   . "?■"■'  :■     ■      ■     ">,  a'j 


.» 


LA  RIMA 


-V.«^"NAs" 


SOBRE  i:t.  oiujen  de  i,a  rima 


Pocas  cuestiones,  (íiilre  las  nmcorniontos  a  la  historia  de  la 
literatura  moderna,  lian  ojorcitado  lant:»:^  i)lmna.s.  o  dado  mo- 
tivo a  tanta  variedad  do  oi)iinoncs,  como  la  dol  nríj«'n  do  nues- 
tra rima.  Lo  que  parece  indudable,  di.spnc.s  dí^  las  muestras  de 
antiguas  rimas  lalinas  aloL'adas  por  >[uratori,  Tvrwhitl  i  otros/ 

•  A  las  que  se  mencionan  en  el  lí»\lo  ni(.'  J'.'i  p:;iv(¡íl,)  nnridir  la 
lista  siíruicnle,  cpio  Cüinprendo  alLrunr.s  otras  do  las  mas  nolaljlcs  i 
autenticas. 

1.  Varias  poesías,  entre  ellas  una  bajo  el  nomnre  do  Ablclmo, 
insertas  en  las  epístolas  J,  í'.'i  i  •)',)  do  las  dv'  San  lM)ii¡facio  Mo^^'un- 
tino. 

*2.  AlíTunos  versos  del  mismo  Aldelmo  interpolados  en  su  lrat«'»do 
Dn  rii'rjinítntfj. 

3.  Varios  himnos  i  cánticos  dtd  anlifonario  Bencoron<;e,  que  fue 
publicado  por  Muratori  con  otros  manuscritos  de  la  bildioteca  ambro- 
siann,  i  le  parcela  <]el  *íÍLdo  VII.  o,  cuando  mas.  <lel  VIH. 

4.  Otros  cualrp  lumnos  del  nlíiio  de  Xuestra  í^efuírp.  que  corre  con 
las  crónicas  de  Monte  Casino  por  I.con  .>íar:icano  i  Pedro  Diácono  ¡ 
que.  s.»2run  Ánjelo  de  Nuce,  abad  de  a([uel  monastv^rio.  que  escribía 
por  lOGií,  contaba  ya  entonces  mas  de  mil  año*:  do  anti'_rüedad. 

r>.  VA  ritmo  de  San  Culumbano  sol)iv  la  vanidad  de  la  vida  mortal 
que  se  halla  en  la  colección  de  epístolas  hibérnicas  por  Jacobo  Usserio. 
6.  Los  himnos  O  lux  beata  Trinitas  de  San  Ambrosio,   Jesu  re- 
OPúsc.  7 


50  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


es  que  su  uso  era  frecuentísimo  en  Europa,  antes  de  la  irrup- 
ción (le  los  árabes.  Tres  de  ellas  merecen  particular  atención. 

Entre  los  acrósticos  de  Conmodiano,  liai  uno  (el  último)  cuyos 
versos  terminan  constantemente  en  o.  La  obra  toda  por  la  ru- 
deza del  estilo  i  versificación  debo  mirarse  como  una  muestra 
de  la  poesía  vulgar  del  siglo  III.* 

El  salmo  de  San  Agustín  contra  los  donatistas  esta  escrita 
con  el  mismo  artificio.  Todos  los  versos  (pasan  de  doscientos) 
acaban  en  la  letra  e;  i  es  de  advertir  que  este  cantar  se  desti- 

fulsit  omníum  de  San  Hilario  do  Arles,  Marttjris  ecce  dicí^  Aja- 
thse  do  San  Dámaso,  i  Rcx  Christc  factor  omnium  do  San  Gregorio 
Magno.  El  himno  ( íionis  novx  Jcrusalem,  que  Quadrio  cita  co- 
mo do  San  Ambrosio,  so  halla  en  la  colección  do  poesías  cristianas 
de  Jorjo  Fabricio  bajo  el  nombre  do  San  Fulberto,  obispo  de 
Chartrcs,  i  los  benedictinos  do  San  Mauro  no  hallaron  suficiente  fun- 
damento para  colocarlo  entro  las  obras  del  santo  obispo  do  Milán. 
Probablemente  es  uno  do  tantos  que  so  llamaron  ambrosianos  por 
haberse  compuesto  a  imitación  de  los  de  San  Ambrosio,  en  coplas 
de^  cuatro  versos  yámbicos  dímctros.  Tampoco  se  puedo  hacer  alto 
sobro  el  himno  Ad  percnnis  vítca  fonlam  quo  Crescimbeni  i  Jorjo 
Fabricio  atribuyen  a  San  Apfustin,  i  otros  con  mejores  fundamentos  a 
San  Pedro  Damiano.  Encuéntrase  en  el  tratado  do  las  Meditaciones, 
quo  ciertamente  no  es  del  santo  doctor,  i  hai  fuertes  razones  para  so.í- 
pechar  quo  so  escribió  en  el  siglo  XII. 

Otros  himnos  pudieran  citarse  en  quo  la  rima,  aunque  no  ro;;'ular  i 
constante,  es  frecuentísima,  comc)  el  Ma(jno  snlutis  gandío  do  San 
Gregorio,  los  dos  de  Venancio  Fortunato  que  einpiozan  Agnoscat 
nynne  sccculurn,  el  Vexilla  regís  2>rodeunt  i  c\  Tibí  laus  percnnis 
autor  del  mismo,  el  Jesu  quadragnnariie  i  el  lleata  nobis  gandía  do 
San  Hilario,  etc. 

Véase  Muratori,  Antíquilaíes  itálicas  r)ií^f¡erlalio  XL;  Tyrwhitt, 
Essay  on  Ihe  langnage  and  i'ersipcation  of  Chance r;  Mr.  Sharon 
Turnor,  On  thc  origín  of  rhijnie,  ArcJucolngía  or  Miscrllancous 
tracts  relating  to  antiquíties,  volumen  XIV;  Mr.  do  Roquefort,  De 
Vútat  de  la  poi^sie  franraise  dans  le  XII  et  XIII  sidcles,  pajinas  3ü  i 
siguientes;  etc. 

*  Sobro  la  edad  do  Conmodiano,  están  discordes  los  eruditos.  La 
opinión  común  le  coloca  en  el  si^'lo  IV.  Sebastiano  Pauli  en  su  Diser- 
tación sotn-c  la  poesía  de  los  Santos  Padres  le  hace  subir  al  II.  I.o 
mas  probable  es  que  ílorcció  en  el  ll(.  ('onsúlt?»se  a  Fabricio,  Iiíblio- 
thecn  latina  wediiv  et  in/iniu*  ivri. 


LA  niMA  51 


naba  a  la  ínfima  ])lcl)e,  i  a  los  que  no  tenían  ninífiuia  tintura  de 
instrucción,  como  lo  dice  expresamente  el  santo.  En  una  com- 
posición de  esta  especie,  era  natural  que  se  adoptasen  las  formas 
de  la  poesía  vulgar. 

Un  pasaje  de  la  Vida  de  Snn  Faron ,  obispo  de  ^íeaux,  la  cual 
se  atribuye  a  Ilildeí^ario,  obispo  de  la  misma  ciudad,  acredita 
lo  familiar  que  era  la  rima  a  los  fríuieoses  desde  los  principios 
ilel  siglo  Vn,  pues  la  usaban  en  las  cantinelas  populares  i 
rústicas.  El  histuriador  refiere  que,  en  cehibridad  de  la  victorio- 
sa expedición  de  Clotario  I  í,  rei  de  Francia,  contra  los  sajones, 
se  hizo  una  cantinela  a/  modo  rá.s//Vo,  la  cual  andaba  en  boca 
de  todos,  i  las  mujeres  mismas  la  repetían  a  coros.  Las  coplas 
do  esta  cantinela  que  cita  llildegario  son  rimadas;  i  en  ella  pa- 
rece que  so  observó  también  la  unidad  de  rima.* 

*  Dicen  así.  (adoptando  la  Krcion  <lc  Mr.  do  Roqucfort,  De  l'état 
de  la  poósie  fraiicnise,  pajina  ¿01): 

Do  Clotario  cst  oniicro,  roiro  franconnii, 
qui  ivit  puL,'naro  in  c^ontom  saxoiium. 
Quan  gravitar  proven isset  inissis  saxoninn, 
si  non  forot  inclytus  Faro  do  ícenlo  burgiindionuní!... 
Quando  veniunt  in  Icrram  frnncoruní, 
Faro  ubi  erat  princeps,  missi  saxonum, 
instinctu  Del  transeunt  per  urbem  mcldorum, 
nc  interíiciantur  a  rege  fraiicoriiin. 

• 

Para  entender  estos  versos,  es  necesario  tener  pre'>eiite  que  Clotario 
había  determinado  dar  muerto  a  ciertos  embajadores  do  los  sajones. 
San  Faron,  convirtiéndolos  a  la  fe  cristiana,  logró  apaciguar  la  ira 
del  rei. 

Mr.  Sharon  Turner  piensa  que  estas  coplas  fueron  traducidas  del 
dialecto  jerman ico  do  los  francos,  en  quo  supone  se  hizo  orljinalmon- 
te  la  canción;  porque  es  probable,  dice,  que  no  so  hablaba  entonces 
un  latín  tan  puro,  i  porque  aquélla  con  que  en  883  so  celebró  la  vic- 
toria del  rei  Ijuis  sobro  los  normandos  so  compuso  en  franco-tudesco. 
Pero  esta  suposición  repugna  al  texto.  Hildegario,  o  quienquiera  qao 
fuese  el  aulor  de  la  Vida  do.  San  Faron,  se  apoya  en  la  rusticidad  do 
aquellos  versos  para  probar  lo  célebre  que  era  el  santo  entre  toda 
clase  do  jcntes.  Por  otra  parte,  dudo  que  a  nadie  se  haga  creíble  que 
una  canción  teutónica  haya  podido  ser  entendida  i  repetida  por  la 
joneralidad  del  pueblo  francos  en  tiempo  alguno.  El  latín  de  aquel 


52  OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICOS 


Estos  i  otros  ejemplos  prueban  que,  antes  de  haber  oído  la 
Europa  el  primer  acento  arábigo,  le  eran  ya  famHiares  las  con- 
sonancias poéticas  en  una  lengua  de  que  a  la  sazón  estaban 
naciendo  nuestros  dialectos  vulgares,  i  ya  las  habían  consagra- 
do, por  decirlo'  así,  los  cánticos  que  resonaban  día  i  noche 
en  todas  las  iglesias  do  occidente;  No  hai  para  que  imajinarso 
que  los  españoles  aprendiesen  do  los  árabes  la  rima,  i  luego  la 
comunicasen  a  las  otras  naciones  do  Europa,  cuando  se  sabe 
que  en  todas  las  que  hablaban  latin  era  conocida  desde  los 
primeros  siglos  de  la  era  cristiana. 

Un  literato  francos  de  mucha  i  merecida  celebridad  dice  que 
los  proveníales  tomaron  ciertamente  de  los  árabes  su  afición 
a  la  poesía  acompañada  de  canto  i  de  instrumentos,  i  cree  pro- 
bable que,  pagados  principalmente  de  la  rima,  que  hasta  enton- 
ces solo  habían  oído  en  los  cánticos  severos  de  la  iglesia,  la 
comenzaron  a  usar  en  sus  versos.*  ¿Mas  por  ventura  ha  sido 
peculiar  a  los  árabes-  la  poesía  cantada  i  acompañada  de  ins- 
trumentos, i  no  se  conocía  en  Europa  antes  del  siglo  VIII, 
como  en  todos  los  otros  países  i  en  todas  las  otras  edades  del 

eantar,  i  aun  el  latin  de  las  escuelas,  era  mas  a  propósito  para  ello, 
como  que  so  usaba  todavía  en  el  pulpito,  i  por  largo  tiempo  continuó 
emploándosc  en  las  leyes,  juicios,  diplomas,  escrituras  i  toda  especio 
do  documentos  públicos.  Lo  Deuf  es  de  sentir  que  hasta  el  siglo  VIII 
no  dajó  do  entenderse  jeneralmen te,  en  Francia  el  latin  fácil,  como  el 
de  ciertas  vidas  do  santos,  que  todavía  se  conservan,  i  que  se  sabe  so 
compusieron  en  aquella  época  para  el  uso  del  pueblo.  (Memorias  de 
la  Academia  de  las  inscripcionesy  XVII,  720.) 

En  cuanto  al  epinicio  do  Luis,  no  están  de  acuerdo  lo» críticos  sobre 
la  persona  en  cuya  alabanza  so  cantó.  Por  880,  habia  dos  Luises  reyes 
do  Francia;  uno  i  otro  hablan  sido  vencedores  do  los  normandos;  uno 
i  otro  tenian  dos  hermanos  llamados  Carlomano  i  Carlos;  do  modo 
que  las  señas  que  da  el  poema  convienen  iu^ualmcnte  a  los  dos.  Los 
que  80  inclinan  al  Luis  do  la  Francia  oriental,  cuyos  dominios  eran 
en  mucha  parto  jormánicos,  alcpran,  enti*o  otros  arp^umcntos,  que  no  era 
probable  so  cantase  en  tudesco  doi\de  se  hablaba  jcnoralmonto  roman- 
ce. Pero  no  sabemos  que  esta  otra  canción  fuese  popular,  como  la  do 
dotarlo;  i  consta  que,  en  la  corte  de  los  reyes  francos  de  occidente,  se 
honraba  su  lengua  i  poesía  paterna. 

*  riiiin^ucné,  Ilístniro  littóraire  d'Halie,  P.  I,  cap.  5,  sec.  I. 


muiidor  Por  los  ejemplos  que  acabo  de.  citar,  parece  que  en 
Europa  los  cantai'eA  rimadas  do  la  plobe  pret^lieron  a  los  ecle- 
siásticos. Pero,  aunque  éstos  hubiesen  dado  la  primera  ¡dea  de 
la  rima  «qué  mgniricaba  la  severidad  de  la  iglesia  para  que  no 
se  imifatsc  su  estilo  en  tiempos  i  países  donde  todo  era  rclcai&a- 
Uco,  i  aun  pudiera  decii'se  monástico,  eilucacion,  leti'as,  poetas 
i  poesía»?"  Las  matt  antiguas  que  so  t-nnoccn  en  las  lenguas 
modornas  son  obras  de  ecloítiásticos,  i  ho  reducen  a  vidas  de 
santos,  relaciones  ilo  milagroS,  traducciones  de  algunas  parles 
de  la  s^^igrada  escritura  i  otros  asuntos  piadosos.  Las  modula- 
ciones mismas  do  los  juglares  no  eran  mas  quo  un  remedo  del 
uanto  gregoriano.**' 

II 

Monos  diTicuItad  liallanamos  on  ailniitir  que  los  pueblos  del 
norte  trajesen  la  rima  al  sur  de  la  Europa,  si  supiésemos  que 
la  usaban,  corno  los  árabes,  antea  do  su  comunicación  con  la» 
provincias  del  imperio  romano.  Pero  los  documentos  que  de 
«lio  se  alegan  no  tienen  la  antigüedad  necesaria."" 


*  <La  unión  del  canto  con  la  poesía  es  tan  antiírna  como  Iti  una  I 
el  Otro.  Los  pui^blos  bArbaros,  i  aun  Ina  Iribus  Ralvajcs,  ticaotí  cnncio- 
nos;  todas  lax  naciones  cultas  lian  tenida  cantos  recatares*,  utc.  Ifis- 
loire  Ítíí-Vaíre  d'IInlh.  P.  II.  cap.  36. 

«La  Itniia  las  hnbin  conncidn  sin  duda  (las  candónos)  bajo  la  domi- 
nación dolos  godos  i  las longobardos,  poro  no  queda ol  manorvGstijio 
de  ellas.»  ib. 

••  VóaimetosdoB primeros  capilulos  déla  citada /íísloii'c  liltéraire. 

"•  Lelt^uf,  dieseríflííoíi//,  líi);  i  La  Borde,  Essní  sur  la  mustqui?. 
II,  146. 

tTodos  osioa  cantares  (loa  úu\  si^do  XIIIl  derivados  por  la  mayor 
parte  de  los  do  In  ii^lesia,  oran  sin  duda  baalanCc  simples,!  etc.  ¡Us- 
tarie  Uttiraire  d'/íaííe.  P.  11.  cap.  20. 

*""  El  epinicio  cantado  a  Luis,  rei  de  Francia,  es  do  fines  dol  siglo 
IX.  Kl  poema  do  la  fitacia  o  Paráfrasis  Evanjélica.  i  otras  obras  do 
Ottrldo,  monje  wcísumburírueneo,  pertenecen  al  mismo  siglo.  El 
fragmento  del  Coloquio  de  Cristo  con  la  Snmarífaiía,  quo  trae  Fric- 
kio  en  BU  apáridjf^e  ni  Tesoro  de  Sohiltor,  so  dice  sor  antiquísimo,  sin 
espcciCicarsD  la  época  do  íu  composición;  pero  lo  mas  que  puede  subir 


!>'*  OPÚSCULOS  LITEIIAUIOS  I  CHlTICOá 


Para  probar  que  la  rima  ora  muí  antigua  éntrelos  francos, 
i  como  natural  a  su  lengua,  se  cita  un  i:)asaje  de  Otfrido  que,  a 
mi  parecer,  indica  lo  contrario.  Hállase  en  la  carta  a  Liutl)erto, 
arzobispo  de  Maguncia,  en  que  lo  acompaña  su  poema  evan- 
jólico;  i  no  es  otra  cosa  en  sustancia,  que  un  aviso  relativo  al 
modo  con  que  se  han  de  leer  sus  versos  para  que  se  perciba  el 
artificio  de  la  consonancia.*  Pero  las  monud(Micias  en  que  en- 
tra Otfrido  como  que  dejan  traslucir  la  solicitud  de  un  autor 
que  ensaya  un  jénero  de  composición  inusitado.  El  mismo 
Otfrido,  ponderando  la  barbarie  i  rudeza  de  su  lengua,  dice 
expresamente  que  en  ningún  tiempo  liabia  sido  limada 
por  medio  de  composiciones  escrilaf^^  ni  con  arte  ahpina. 

Otro  argumento  de  que  se  valen  los  partidarios  de  los  jer- 


cs  al  siglo  VIII.  La  caiUinela  íroLica,  insoria  por  Kstefanio  en  sn  co- 
mentario ala  Historia  Dañosa  de  Snjon  Graniático,  se  dice  también  que 
es  mui  antigua.  En  ella,  so  recorre  la  historia  de  los  longobardos  desde 
su  salida  do  la  Quersoneso  Címbrica  hasta  que  Carlomagno  puso  fin  a 
•BU  dominación  en  Italia;  i  de  aquí  se  deduce  que  es  posterior  a  esto 
suceso;  pero  cuánto,  no  es  posible  saberlo,  ni  hai  fundamento  para 
conjeturar  con  Estefanio  que  sea  de  la  edad  del  mismo  Carlomaorno. 
En  fin,  los  Nibelungcn  (poema  épico  en  que  figuran  los  jermanos  i  los 
hunos),  aunque  compuesto  sobre  otros  mas  antiguos,  debe  referirse 
bajo  su  forma  actual  rimada  al  siglo  XII  o  XIII.  Do  las  poesías  rúni- 
.<:as,  se  hará  mención  particular  mas  adelante. 

*  «Non  quo  series  scriptionis  hujiis  métrica  sit  subtilitate  oonscrip- 
In;  sed  schema  homceotelcuton  assidue  quínrit.  Aptam  enim  in  hac 
lectione,  ct  priori  decentem  et  consimilem  quícrunt  verba  in  fino 
Ronorilatem,  et  non  tantum  per  hanc  inter  duas  vocales,  sed  etiam 
Ínter  alias  litteras  sajpissime  patitur  conlisionem  sinaliphvc;  et  hoc 
nisi  fiat,  extensio  sa^piíis  litternrum  inople  sonat  dicta  verborum. 
Quod  in  communi  qnoque  nostra  locutionc,  si  solerter  intendimus, 
nos  acrerc  nimium  invcnimus.  Qua?rit  enim  liní^ua?  hnjus  ornatns  et  a 
leírentibus  sinaliphvc*  lenem  et  conlisionem  lubricam  priccanere,  et  a 
dictantibus  homoDoteleulon,  id  est,  consimilem  verI)orum  terminatio- 
nem  observare. »  Otfridus  nd  Liufhnilinn.  El  Jmmrpotoleulon  asiduo. 
q}ixrit,  que  dice  Otfrido  de  su  obra,  so  ha  citado  aplicándole  violen- 
tamente a  la  lenirua;  i  no  monos  violento  uso  se  ha  hecho  del  lingxive 
oniatus  qiixrit  hoiuo^ofntrulnn,  que,  si  se  atiende  al  contexto,  se 
hallará  que  solo  q\iiere  decir  tiiigunm  (hnclonns  nidom  ct  nullaarte 
oxpnlitamj  ornnr^  tlnhoDins  liowrp.ntolouton. 


LA  niMA  i}'} 


manos,  es  la  derivación  do  esta  misma  palabra  rima  y  que 
quieren  venga  de  las  antiguas  lenguas  teutónicas/  Yo  por  mí 
no  veo  qué  motivo  haya  para  separarse  do  la  vulgar  etimolo- 
jía  que  deriva  a  rima  do  ^u0;x¿^.  Sabemos  que  en  la  media  lati- 
nidad se  conocieron  dos  jéneros  do  composiciones  poéticas: 
unas  métricas  y  ajustadas  a  las  reglas  de  la  prosodia  antigua; 


*  Rim  era  número  en  el  dialecto  sajón,  i  lo  mismo  significaba  rimo 
«n  el  franco- tudesco;  de  donde  parece  derivarse  irrimcn,  que  se  ha- 
•ila  en  el  dístico  sij^uiente  de  la  Paráfrasis  Evaíijélica  1,  ^: 

I'ít  ira  lob  ioh  giuvaht 
thaz  thiu  irrimon  ni  maht. 

Quiero  decir  (hablando  déla  Santísima Vírjen):  «es  tanta  su  alabanza, 
que  no  puedo  numerarla,»  esto  es,  «ponerla  en  número  o  verso,»  no 
precisamente,  «rimarla.»  como  pretende  Mr.  Turner.  Haciendo  todo 
el  favor  posible  a  estas  \o?.c?i  teutónicas,  ofrecen  exactamente  la  mis- 
ma idea  que  la  voz  grie^M  ',ouO;jlo;,  adoptada  mui  temprano  por  los 
latinos  en  su  s¡ii:nificado  de  número  oratorio  o  poético,  i  tan  cercana 
a  riina  como  se  puedo  apetecer.  No  hai,  pues,  necesidad  do  ir  a  buscar 
entro  los  sajones  o  entre  los  francos  lo  que  nos  tenemos  dentro  de 
casa.  I  ¿quién  quita  que  irrimen  venga  también  de  'puOjxo;?  En  los 
escritos  mas  antiguos  sobre  que  se  han  formado  los  glosarios  teutó- 
nicos, se  encuentran  voces  de  oríjen  griego  i  latino.  Basta  citar,  por 
la  relación  que  dicen  al  asunto  presente,  las  voces  inatres  i  prnsun, 
metro  i  prosa,  que  se  hallan  contrapuestas  en  la  Paráfrasis  EraíijV- 

lica,  I.  I: 

Ist  iz  prosun  slihti 

thar  drenckit  thih  rihti, 

o  do  metres  kleini 

the  ist  gouma  filu  reini; 

que  se  interpreta  así  en  el  Tesoro  do  Schiltcr: 

Si  ve  est  prosa  simplex; 
boc  refocillat  te  in  rectum, 
sivo  nietrum  subtile, 
huic  est  attcntio  multum  pura. 

Otra  raíz  indicada  por  Mr.  Turner  es  la  palabra  sajona  drym(*, 
verso,  que  nace  de  drym  o  dream,  regocijo,  modulación,  música, 
órgano;  i  con  la  partícula  prepositiva  gn,  consonancia,  armonía.  Sin 
embargo,  en  gedryw  la  idea  de  correspondencia  o  semejanza,  está 
precisamente  afecta  a  la  partícula,  como  sucede  en  la  voz  conso^ 
vancia. 


50  OPÚSCULOS  LITKKAUIOS  I  CUITICOS 


i  otras  ríhiiicas,  cii  que,  desatendidas  las  cuantidades,  solóse 
prociirnljo  «ujotar  los  versos  a  un  número  constante  de  sílabas, 
i  a  lo  mas,  ¡milar  en  ellos  laacenluacion  i  las  cesuras  del  metro 
propiamente  dicho.  Sabemos  también  que  tanto  el  metro,  como 
el  ritmo,  admitia  el  artilicio  rciifular  i  sei^uido  do  las  consonan- 
cias; pero  ni  uno  ni  otro  lo  exijia  necesariamente.*  Pixrece, 
pues,  que,  en  cuanto  a  la  lení;;ua  Talina,  no  había  mas  razón  para 
asociiU'  con  la  voz  ritmo  que  con  la  voz  nwLro  la  idea  de  las 
consonancias.  Pero  otra  cosa  fue  en  las  len«^uas  modernas  de- 
rivadas de  la  latina.  La  poesía  que  se  cultivó  en  eUas  no  tuvo 
nada  que  ver  con  la  duración  o  cuantidad  de  las  síhd)as,  sino 
solamente  con  su  número  i  con  la  distribución  de  los  acentos 
i  cesuras;  en  una  palabra,  fué  toda  rítmica.  Ademas,  la  seme- 
janza de  terminaciones  vino  a  ser  en  ellas  una  compañera  inse- 
parable del  verso;  do  modo  que,  en  el  innumerable  catálogo  de 
poesías  en  romance  anteriores  al  siglo  X\'',  rarísima  so  hallará 
que  no  sea  rimada.  Llegó,  pues,  a  considerarse  aquel  artificio 
como  mía  parte  o  requisito  preciso  de  la  versificación;  i  7'únar 
o  hacer  ritmos  significó  desde  entonces  combinarlas  palabras 
por  tal  arte  que  a  un  mismo  tiempo  halagasen  el  oído  con  la 
regular  colocación  de  los  acentos  i  cesuras  i  con  la  semejanza 
de  los  finales;  nueva  acei)cion  de  la  voz  rhijthmiis,  quo  adop- 
taron los  escritores  de  los  últimos  tiempos  de  la  latinidad,**  i  a 


*  Asi  la  (.'".rloi'íi  de  Toodiilo  está  en  metro  ¡  rima;  la  Alrjnndreida 
de  Gualtero  oii  metro  sin  rima;  los  versos  canudos  por  los  soldados 
del  emperador  íiUis  II,  que  trae  >[uratori  en  la  disertación  XL  do  sus 
AnliqniLalos  itnliciü  en  ritmo  sin  rima;  i  los  opúsculos  arriba  cita- 
dos de  Son  (Joluml)ano,  San  Bonifacio  i  Aldelmo,  en  ritmo  rimado. 

**  Véase  la  terciara  parte  de  El  Laborínto,  poema  didáctico  de  Evo- 
rardo  Betuniense,  escritor  del  sicrlo  XIII,  inserto  en  la  Historia  poeta- 
rmn  rJ.  pofimatnin  laedii  ivvif  de  Leyser.  Iccaal  acepción  dio  a  la  voz 
rhytlnnns  Antonio  de  Tempo,  autor  do  una  Summa  artis  vhytli- 
micvc  vnlgaris,  del  ano  I3:i:2,  manuscrito  de  las  biblio.tecas  Estense 
i  Ambrosiana,  citado  por  Muratori  (Ariliquitates  ilalicoí  medii  acuí, 
disertación  XL).  Du  r.nrre.  verbo  rfnjttnnici  versus,  cita  pasajes  do 
Alvaro  de  Cói'doI)a,  de  San  Bonifacio  i  do  otros  autores  en  prueba  del 
antiguo  U'=ío  do  rlnjlhmicus  en  la  acepción  do  rimado.  Mr.  Sharon 
Turner,  en  la  primera  de  las  disertaciones  sobre  la  rima  [Archscolog  ia 


LA  UlMA  i> 


^'7 


la  cual  SO  apropió  en  romance  el  niisnio  sustantivo  con  termi- 
nación femenina.  I  con  esta  misma  siijnificacion  ocurro  muchas 
veces  la  voz  rimo  en  la  carta  (k'l  marques  de  Santillana  al 
condestable  (le  Portugal,  documento  prerioso  cuya  publicación 
deben  las  letras  a  don  Tomas  Antonio  Sáncliez. 

Pero,  volviendo  a  la  pretendidiv  extracción  jermanica  de  la 
rima,  no  deja  de  ser  reparable  ([ue  estén  desnudas  de  esto 
ornamento  las  poesías  que  so  conservan  de  los  anglo-sajones. 
Ni  en  el  fragmento  do  Cadmon,  ([ue  es  del  siglo  Vil,  i  acaso  el 
monumento  mas  antiguo  que  se  conoce  de  poesía  septentrional, 
ni  en  el  cantar  sobro  la  victoria  do  Krunanburgo,  compuesto 
en  el  siglo  X,  se  echa  de  ver  conato  algiuio  a  la  rima/  Mr. 
Tyrwhitl,  el  erudito  i  juicioso  editor  de  Cliaucer,  so  inclina  a 
creer,  en  vista  do  las  nniostras  recojidas  por  Hickcs,  que  la 
versificación  de  aquel  pucljlo  no  estaba  sujeta  ni  a  la  traba  de 
las  aliteraciones  o  consonancias  iniciales,  que  fué  el  carácter 
dominante  de  la  poesía  xiinica,  ni  menos  a  la  de  las  consonan- 
cias finales,  que  de  tiempos  atrás  se  ha])ian  frecuentado  en  la 
poesía  latina,  así  do  la  iglesia  i  de  las  escuelas,  como  del  vulgo. 

II 

di:  L  V   A  LITE  U  ACIÓN 

Tres  especies  de  rima  so  conocieron  en  la  media  edad:  la 

or  Misccllannons  IrarU,  volumen  XIVj  trae  otro  do  Aldclmo  al  mis- 
mo propósito.  Poro  no  osla  claro  si  rlnjlh)iiicu!>  ou  estos  pasajes 
signiiica  i'íuindn  o  no  siiJ<'fo  n.  cunnfidr.tl's.  lU  do  reparar  que  San 
Bonifacio  (Epístola  G'»)  dosÍL,qia  la  rima  con  osta  lari^^a  pcrílVasis;  una 
cadcmqno  littcra,  comparibus  lin«'arum  ti-aiisitibiis  aplata.  Otfrido  la 
llama  scJiívino  hohuvoleli^Jilu)i.  Mr.  TyrwlütL  cita  un  pasajo  curioso 
do  un  escritor  del  siirlo  XI  (Df*  MirnriUis  Sa)ici¿  Vulframní,  apud 
Dackcin  Acln  Sauchirum  ord.  /í(?)i.  III,  IJCDj  on  que  las  pocsms  france- 
sas do  Tibaldo  do  Vornon  so  dicen  compuestas  ad  quandam  tínnuli 
rhyíhmi  simílitudineil-i,  esto  es,  a  semejanza  del  ritmo  sonsonete. 
El  epiteto  tínnnlns  (observa  el  mencionavlo  anticuario)  prueba  que  la 
voz  rhythmns  por  sí  sola  no  sií^nificaba  rima.  [Essny  on  Chaucer, 
langunye  and  versi  peal  ion.) 

•  Hickos,   Tliesaurus  lingxiavum  vnteruní  septenlrionis,  tomo  I. 

Ellis,  Specimens  of  early  engtish  poets. 


TLv» 


.>S  OPÚSCULOS  LITEHARIOS  1  GíUTICO? 

-      -     -  .        .  .  é    • 

aliteración,  que  so  ha  desterrado  ya  do  la  poesía;  el  consonante, 
o  rima  propiamente  dicha,  que  sx^ue  empicándose  en  la  versi- 
ficación de  todas  las  lenguas  de  Europa;  i  el  asonante  o  rima 
vocal,  que  al  presente  solo  se  usa  en  nuestra  Península.  Em- 
pezare por  la  que  me  parece  mas  antigua  de  todas,  (juc  es  la 
aliteración;  como  ella  no  tiene  nada  que  ver  con  nuestra  lite- 
ratura, me  ceñiré  a  dos  o  tres  observaciones  sobre  su  mas 
probable  orí  jen. 

La  aliteración  consiste  esencialmente  en  la  semejanza  de 
las  articulaciones  inirjales  de  los  vocablos;  artilicio  que  per- 
feccionaron los  poetas  de  Dinamarca  e  Islanda,  levantándole 
a  un  grado  de  dificultad  i  complicación  increíble.  Pero  en  este 
discurso  me  propongo  solamente  considerarla  bajo  sumas  an- 
tigua i  simple  forma. 

Jencralmentc  se  piensa  que  la  aliteración  es  de  oríjen  teutóni- 
co. Aliterado  es  el  verso  en  que  está  escrito  el  fragmento  de  un 
antiquísimo  poema  alemán,  que  contenia  la  historia  de  dos 
guerreros  Hildebí^ando  i  Hadubrando,  i  que  se  cree  haber  sido 
compuesto  lo  mas  tarde  en  el  siglo  VIII  de  la  era  cristiana. 
Dicho  fragmento  se  publicó  en  Casel  el  año  de  181?,  i  es  el 
monumento  mas  temprano  que  poseemos  del  uso  jermánico  de 
esta  especie  do  rima. 

Pero  hasta  ahora,  que  yo  sepa,  no  se  ha  reparado  en  el  que 
de  ella  hicieron  los  escritores  latinos  de  la  media  edad.  En  la 
epístola  G9  de  las  de  San  Bonifacio  Moguntino,  que  floreció 
por  el  siglo  VIII,  se  introducen  cuatro  poemas,  el  uno  de  ellos 
atribuido  al  obispo  anglo-sajon  Aldelmo,  que  murió  en  709, 
i  cuyas  poesías,  tanto  latinas  como  sajónicas,  fueron  muí  cele- 
bradas de  sus  contemporáneos.  La  versificación  de  este  poema 
ofrece  al  mismo  tiempo  los  dos  artificios  de  la  aliteración  i  de 
la  rima,  i  apenas  se  encontrarán  en  él  dos  versos  de  seguida  sin 
unadol)le  i  a  veces  triple  i  aun  cuádruple  consonancia  inicial, 
como  el  lector  percibirá  en  los  pasajes  que  siguen: 

Spissa  stalim  íípiramina 
í/uelli  í/ucunt  agmina.... 
Ilorum  archon  atrocilor 
/"amaní  verrón s  /'crociter 


/"iiribundus  cum  /*lam ¡nc... 
IJnde  /ilanis  /iirbida 
/al)untur  luminaria..  . 
Tr^mebal  /ellus  /url)i(la.... 
Ñeque  r/ullíc  r/racililer 
i/2anabaiit,  hod  r/?inaciler. 
mundi  j'otam  roranlibus.  .. 
Turbo  /erraní  /crelibus 
grassabalur  furbinibus,  etc. 

Lo  mismo  se  ceba  de  ver,  aunque  no  con  tanta  frecuencia, 
en  los  otros  poemas  de  esta  i  de  las  epístolas  Gl  i  G4,  de  la 
colección  de  Serario.  En  el  antifonario  Bencborense  publicado 
por  Muratori,  i  que  este  erudito  cree  del  siglo  VII,  bailamos 
también  muestras  nada  equívocas  de  que  por  aquella  etlad  es- 
taba la  aliteración  en  mucbo  favor,  entre  los  versificadores 
latinos  menos  cultos,  que  ])robal)lemente  solo  asi)irarian  a  agra- 
ciar a  la  plebe  con  ella.  Aliterado  es  el  bimno  de  San  Conjilo 
en  dicho  antifonario;  i  el  propio  artificio  parece  que  se  pro- 
curó en  la  inscripción  que  se  puso  en  Homa  a  la  estatua  del 
sofista  griego  Procresio: 

/íegina  ?'cruni  Koma  rc'j;\  cloqucntia?. 

Pudiera  creerse  que  semejante  estilo  de  versificar  babia  sido 
introducido  en  Inglatín'ra  i  en  el  mediodía  de  Europa  por  los 
bárbaros  que  desmembraron  el  imj)orio  romano,  si  Donato  no 
liiciese  mención  de  esta  especie  de  sonsonete,  como  un  primor 
o  una  afectación,  que  se  percibia  de  cuando  en  cuando,  aun  en 
los  versos  de  los  mejores  poetas  latinos.  A  la  verdad,  los  ejem- 
plos que  se  citan  do  \'irjili()  i  do  otros  escritores  del  siglo  de 
Augusto  parec(;n  casuales;  pero  ¿qué  diremos  de  la  frecuencia 
con  que  ocurre  la  aliteración  en  los  fragmentos  do  Ennio? 
Entre  muchos  otros  versos  que,  en  pi'ueba  de  ello,  podría  su- 
ministrar de  lo  que  so  conserva  do  sus  obras,  que  es  bien  poco, 
trasladaré  solamente  los  que  sigtion: 

At  /liba  /erribili  sonltu  /aratantara  dlxit. 
Veluti  hiquando  rincleis  ronalica  relox 
apta  siiet  canis... 


00  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Oi'iitor  sino  paco  redit  rcgiíiuo  ?'efert  rcm. 

Rem  ro])etunt  regnumque  pctiint.... 

(>uíoquc  frclo  cava  coeruleo  cortina  reccptat. 

Neo  scse  dedit  in  conspectum  cordc  cupitus. 

África  /crribili  ¿rcmit  liorrida  /erra  íumultu. 

O  7'ilc  /ute  fati,  íibi  fanta,  ¿yrannc,  íulisti. 

Sevoritcr  siispcclionom  /erro  /"alsam  /"utiliuní  est. 

IJt  quod  /^actuin  est  /"utilo,  amici,  nos  /^oramus  /*ortitcr. 

Luniine  sic  h'cmulo  ¿erra  ct  cava  coerula  candent. 

El  mismo  estudio  se  percibo  en  algunos  fragmentos  do  No- 
vio; como  en  la  inscripción  que  compuso  para  su  sepulcro: 

Mortal is  ¡mmortalis  /"Icro  si  foroi  /"as, 
flercnt  diva}  camcníe  N?evium  poctam. 
ítaíjue  postíjuam  est  orcino  ¿raditus  ¿hcsauro, 
obliti  sunt  Komac  /oquier  ¿atina  üngua. 

Ilai,  pues,  fundamento  suficiente  para  creer  que  los  latinos 
se  deleitaron  en  la  aliteración,  a  lo  menos  desdo  la  edad  de 
Nevio  i  Ennio;  i  ya  qué  no  la  aprendieron  de  los  griegos,  se 
puede  conjeturar  que  era  propia  de  su  antigua  versificación 
nacional.  Posteriormente,  habiendo  prevalecido  en  su  litera- 
tura el  estilo  i  gusto  de  la  Grecia,  los  que  escribieron  para  la 
jento  culta,  se  desdeñaron  de  usar  un  aliño  que  tenia  cierto 
sabor  de  vejez  i  rusticidad;  poro  esto  no  quita  que  se  conser- 
vase mucho  tiempo  en  los  cantares  de  la  plebe,  i  que  do  allí  la 
tomaran  los  bárbaros  que  invadieron  el  imperio. 


III 


DE  LA  RIMA  PROPIAMENTE  DICHA 

Muratori  manifestó  en  la  disertación  XL  do  sus  Antigüedad 
tles  Itálicas  que  desdo  el  siglo  UI  o  IV  do  la  era  cristiana  em- 
pezaron a  verse  composiciones  latinas  en  que  la  rima  aparecía, 
no  como  adorno  accidental,  sino  como  leí  constante;  de  donde 
se  sigue  que  no  fuá  introducida  por  los  árabes,  ni  tampoco 
parece  que  lo  fué  por  las  tribus  jormánicas,  pues  vemos  que 


LA  ni. Ni  A  01 


están  destituidos  de  este  ornamento  los  mas  antiguos  poemas 
que  nos  quedan  de  los  alemanes  i  anglo-sa jones. 

Puedo  alegarse,  con  todo,  que  nuestro  surtido  de  literatura 
teutónica  i  céltica  es  demasiado  escaso  para  que,  s;)l)re  las  reli- 
quias que  poseemos  de  ambas,  se  pueda  formar  juicio  seguro, 
i  que  no  era  fácil  se  conservas;.Mi  las  proJucoioniís  de  atpiellas 
lenguas  bárbaras,  como  los  del  idioma  culto  de  occidente, 
medio  universal  do  comunicación  en  una  parte  tan  conside- 
rable de  Europa.  Es  cierto  que,  aun  con  esta  ventaja,  apenas 
nos  han  quedado  rimas  latinas  do  feclia  anterior  al  siglo  VIII, 
sino  en  las  comivjsiciones  qu  j  la  iglesia  recibió  entre  sus  cánti- 
cos o  que  sirvieíOíi  [rwa  la  instrucción  rolijiosa  de  los  fieles.  I 
a  primera  vista  no  parece  tan  verosíiuil  que  ocurriese  desdo 
luego  a  los  latinos  la  idea  de  rimar  sus  versos,  como  que  al- 
guno délos  recién  convertidos  citas  o  jormanos,  aeostíunl)rado 
en  su  lengua  nativa  al  artiíicio  d>  las  consonancia^,  hubiese 
querido  engalanar  con  ellas  la  versificación  eclesiástica. 

Tand)ien  se  uice  que  la  rima  es  antiquísima  entro  cliinos,  in- 
dios, persas  i  otros  puo]>los  del  Asia;  i  como  las  comunicacio- 
nes entre  la  Europa  i  el  Oriente  suben  a  la  antigüedad  mas 
remota,  i  los  hal^itantes  do  la  primera  son  do  oríjon  asiático, 
se  alega  que,  para  admitir  la  extracción  oriental  do  nuestra 
rima,  no  es  necesario  ([uo  nos  la  hnyan  enseííado  los  árabes. 

Pero  si  la  rima  ums  ha  venido  en  alguna  cara  vena,  junto  con 
otras  drogas  i  especias  dol  Oriente;  si  salió  do  la  torre  do  Babel, 
o  se  .salvó  del  diluvio  universal  en  ei  arca,  para  tormento  do 
los  poetas  i  anticuarios  posdiluvianos,  ¿cuál  es  la  causa  deque 
los  griegos,  confinantc^s  con  el  Asia,  i  on  parte  asiáticos,  la 
hayan  conocido  tan  tardo,  reci])ióndola,  segii.i  toJas  las  aparien- 
cias, de  los  francoscs  o  de  los  italianos? 

La  verdad  es  (jue  los  hitinos  no  tomaron  de  ningún  pueblo 
la  rima,  porque  ésta  nació  esjíoniáno.amrínte  en  su  lengua. 
Sus  primeros  rudimentos  estaban  envueltos  en  las  formas  do 
la  compo.sicion  oratoria  i  jioótica  do  los  griegos  i  de  los  roma- 
nos. Fomentados  por  ol  mal  gusto,  cnuen/rron  a  desarrollarse 
en  las  primeras  edades  del  imperio;  i  acelerada  por  causas  que 
todos  saben  la  corrupción  del  latin,  i  la  ruina  total  de  las  letra» 


(jI  opúsculos  LITEIIAIUOS  1  CIIÍTICOS 


en  occidente,  crecieron  i  lozanearon  hasta  convertirse  en  una 
parte  esencial  de  nuestro  sistema  rítmico. 

Todos  saben  que,  en  el  latin,  el  período  orat(M'¡o  era  mucho  mas 
simétrico  que  en  los  ivüjmas  modernos.  Hacíase  consistir  esta  si- 
metría en  construir  dos  o  mas  cláusulas,  de  manera  ([ue  cons- 
tasen de  elementos  análogos  colocados  en  un  mismo  orden.*  Se 
contraponían,  pues,  los  nombres  i  verbos  en  iníl.'xioncs  análo- 
gas, i  como  en  nin^^una  parte  resalta  mas  la  corrcs[)on(loncia  de 
las  palabras  i  do  las  ideas  que  al  fin  de  las  cláusulas,  era  na- 
tural que  éstas  terminasen  amenudo  en  vocablos  de  una  misma 
especio,!  declinados  do  un  mismo  modo,  en  unos  mismos  casos 
del  nombre,  o  en  unos  mismos  tiempos  del  verl)o.  Nacía  de 
aquí  muchas  veces  la  rima,  sin  que  el  orador  la  buscase,  ni  aun 
pensase  en  ella.  Pero  vinieron  los  retóricos,  i  dando  por  senta- 
do que  se  había  hecho  de  estudio  lo  que  por  lo  común  había  si- 
do casual,  i  aun  inevitable,  imajinaron  los  homcoteleutos,  los 
homeoptotos,  los  parisos,  los  isocolos,  el  shnililor  car/en.s,  el 
simililcr  desinens^  i  otras  inepcias  i  puerilidades,  que,  afecta- 
das lueyo,  plagaron  todas  las  producciones  del  injenio. 

Entraba,  sin  embargo,  en  todas  estas  figuras,  como  condición 
indispensable  i  precisa,  la  analojía  de  los  términos;  i  creo  no  se 
hallará  ejemplo  de  ellos,  alegado  por  los  retóricos,  en  que 
las  palabras  correlativas  sean  de  diversa  naturaleza  gramatical. 
Por  el  contrario,  muchas  veces  falta  la  consonancia,  i  solo  se 


*  Pondré  aquí,  no  para  prueba  do  lo  q\ic  di.í^o,  sino  para  darme  a 
ontondcr  con  mas  facilidad,  un  ejemplo  do  Cicerón: 

Sic  confirmo,  qui rites,  hac  lejL¡:e  aL,'raria  pulcra  atquo  populari  dari 
vobis  nihil,  condonan  certís  hominibus  omnia;  ostentari  populo  ro- 
mano aí^ros,  cripi  etiam  libertatem;  privatorum  pecunias  augeri, 
publicas  exhauriri;  denique,  quod  est  indignissimum,  per  tribununí 
plebis,  quem  majores  pricsident  libertatis,  custodemque  cssc  volue- 
runt,  ropres  in  civitato  constituí. 

Dari  está  simétricamente  opuesto  a  condonan;  vobis  a  cerlis 
hominibus;  niliil  a  omnia;  oslenlari  a  eripi;  agros  a  libertatem; 
privatorum  a  publicas;  augeri  a  exhauriri;  i  finalmente  augeri, 
rxhauriri,  constitui  son  elementos  homólogos  que  hacen  juego  entre 
fii  por  la  semejanza  de  naturaleza  i  de  situación. 


LA  RIMA  t>3 

halla  la  analojía.*  Empleaban,  pues,  la  rima,  no  para  halagar 
el  uídü  con  cl  sonsonete,  sino  para  dar  bulto  i  color  a  la  corres- 
pondencia de  las  ¡deas,  al  revés  de  lo  que  sucedo  en  nuestra  ver- 
»¡fiv.ac¡on ,  donde  la  semejanza  material  de  las  palal)ras  es  tanto 
mas  agradable,  cuanto  menor  es  su  semejanza  formal. 

Este  principo  de  simetría  so  aplicaba  también  al  vers-»:  i  sin 
que  el  poeta  anduviese  a  caza  de  consonancias,  for/j>samente  las 
producía. **  Pero,  ademas  de  esta  causa,  (|ue  era  común  a  la  pro- 
sa con  cl  verso,  habia  otra  no  menos  fecunda  de  rimas  en  la 
composición  ptjética,  es  a  saber,  la  separación  del  sustantivo  i 
del  epíteto,  i  su  colocación  respectiva  en  la  cesura  i  en  el  linal 
del  verso,  i  a  veces  en  los  finales  de  dos  versos  c.»ntiíruos: 

A'olvitur  cl  plan/  raptim  pelil  ícquora  camp/. 

^Lnc  recio.' 
LMcit  in  atemos  asjícra  verba  déos. 

[Tihnh). 
Flendo  luPiriduli  rubent  ocellí. 

\Catulo.) 
Impubc  Corpus,  quale  possct  impía 
lenire  lliracum  pectora. 

\IIoraciu.' 
Forniidolosíí?  dum  lalcnl  silvis  fenr 
dulcí  sonorc  lancruidtr. 

'Ilonvio.} 

Lomo  el  sustantivo  i  el  epíteto  pertenecían  muchas  veces  a 
una  misma  declinación .  su  concordancia  no  poília  menos  de 
ocasionar  rimas  frecuentes  en  el  estilo  menos  estudiado,!  hasta 
en  la  conversación  ramiliar.  A^í  pues  lo  que  las  hacía  parecer 


•  Vo:l)i  giMcia.  en  esto  pa<ujo  do  Ciojron.   que    Quintiliano  da  por 
ejemplo  fio  un  trip-o  homootolouto: 

Vieit  pudoi'oni  lihido,  liiiiorom  anilacia,  rationcm  a)y}enti3. 
'•  Tor  ijcniplo: 

(\.elum  n¿tcsC'''r'\  arbórea  frondcsc^rey 
\\Il'<  Lotifica^  painpiai'is  pubesceré, 
raiiii  baceariun  ubortaic  incui  vosee  re,  etc. 

Vrr*io^  lie  aMtcir  d^í^conocído.  citados  en  la  primera  TuscHlinin, 


G\  OPÚSCULOS  LITEDARIOS  I  CRÍTICOS 


artificiales  en  la  poesía  era  su  distancia  misma,  i  el  estar  situa- 
das i  contrapuestas  en  los  lugares  mas  obvios,  esto  es,  en  las 
pausas  do  la  versificación.  Pero  que  semejante  estructura  no 
tenia  por  objeto  la  rima  es  evidente,  pues  a  cada  paso  la  vemos 
adoptada,  sin  que  las  palabras  contrapuestas  rimen. 

Mr.  Guinguenó  trae  a  la  pajina  495  del  tomo  I  de  su  IlislO" 
ria  literaria  do  Ilalia  los  versos  sÍLTuientes  de  la  primera  oda 
do  Horacio  en  pruebo  del  frecuento  uso  de  las  consonancias  en 
los  poetas  latinos  del  siírlo  de  Augusto: 

Evilíita  roiis  pahnnquc  nol)il/.s. 
Tcrrnrum  dóminos  cvchit  ad  déos, 
líunc  si  nobil¿?(r/¿  turba  quiritiu777. 
Illud  si  pro])ío  condidiL  hórreo 
íjuldquid  de  libycis  verritur  aréis. 
tStratus  nunc  ad  aqua?  lene  caput  sacrít?. 

Pero  en  esta  misma  oda  so  hallan  los  versos  siguientes  en 
que  hai  simple  concordancia  sin  rima: 

Moeccnas  atavis  edite  rcgibus. 
Certat  lergiminis  tollcre  honoribus. 
Agros  .attalicis  conditionibus. 
Est  qul  ncc  vctcris  pocula  Massici. 
Nec  partcni  solido  dcmcro  do  dio. 
Spcrnit  nunc  viridi  mcmbra  sub  arbuto. 
8eu  visa  est  catulis  corva  fidclibus. 
Seu  rupit  teretes  marsus  apcr  plagas. 
Nympharumquc  leves  cum  satyrischori. 

No  parece  que  en  la  poesía  clásica  la  consonancia  del  sus- 
tantivo con  el  adjetivo  era  mas  frecuente  i  estudiada  cuando  se 
contraponia  así  en  las  cesuras  i  finales,  que  en  otra  situación 
cualquiera. 

La  separación  del  sustantivo  i  del  epíteto,  aunque  no  necesa- 
ria para  la  elegancia  del  estilo  poético,  sonaba  sin  embargo  mu- 
cho mejor  en  este,  que  en  el  período  oratorio.  Así  se  ve  que  los 
poetas  recurrían  frecuentemente  a  ella,  i  parece  como  que  ha- 
cían gala  de  aquel  desvío  de  la  construcción  ordinaria,  presen- 
tándole del  modo  mas  aparente  para  herir  con  viveza  el  oído. 


podemos  también  resol  verla  en  el  principio  de  simetría,  que  tai- 
vez  fiujiriá  aquel  medio  para  f^atableccr,  dentro  de  una  misma 
cláusula,  cierta  correspondencia  entre  los  remates  do  los  hemis- 
tiquios o  de  los  versos.  Como  quiera  que  acá,  los  nrejorcs  poe- 
tas la  usaron  mui  moderadíi mente;  i  Ovidio  Tué,  segun  creo,  uno 
do  los  primeros  que  se  excedieron  en  su  uso;  e]  cual,  haciéndo- 
se cada  dia  mas  frecuente,  produjo  aquella  fastidiosa  uniformi- 
dad de  cadencia  i  de  estructura  que  observamos  en  los  versos  de 
los  primeros  siglos  do  la  era  cristiana'.  I  como  de  aquí  resultaban 
acada  paso  rimas  en  los  pasajes  que  mas  llamaban  la  atención, 
no  era  c:iítraño  que  parecieran  estudiadas,  i  que  sucesivamente 
lo  fuesen;  i  que  al  cabo  llegasen  a  ser  un  aliño  indispensable 
del  verso. 

Pero  lo  que  contribuyó  sobre  todo  a  introducir  un  nuevo 
modo  de  versificar  fundado  en  la  unión  de  la  con.sonancia 
con  el  ritmo,  fué  la  corrupción  del  lenguaje  latino,  en  que, 
oscurecida  la  diferencia  de  largas  i  breves,  so  hizo  necesario 
agregar  o  sustituir  a  las  antiguas  leyes  métricas  otra  especie  do 
armonía  mas  perceptible  a  los  oídos  del  vulgo.  Las  consonan- 
cias, que  al  principio  habian  sido  un  efeoto  necesario  do  la 
contraposición  de  ideas  análogas,  ¡  que,  si  alguna  vez  se  bus- 
caban,era  solo  para  expresar  aquella  analojía  con  mas  viveza, 
dejaron  entonces  de  hablar  al  entendimiento  i  de  tener  conexión 
alguna  con  el  sentido.  Dióscles,  pues,  la  plenitud  necesaria 
para  la  satisfacción  del  oido,  a  quien  ya  únicamente  se  dedica- 
ban; i  pareciendo  tanto  mas  felices,  cuanto  eran  menos  fáciles 
de  procurar,  llegó  por  último  a  cifrarse  el  primor  del  arle  en 
que  las  voces  consonantes  tuvieran  entre  si  la  menor  aGnidad 
gramatical  que  fuese  posible.' 

*  No  hablo  aqiii  do  otra  afinidnd  que  la  quo  resulta  de  la  derivación 
por  inflexiones  scmejautca.  Asi  renta  rima  mejor  con  dia,  que  con 
senda;  blancura,  mejor  con  pura,  que  cou  hermosura;  amado,  mejor 
con  prado,  quo  con  esUmado;  coniñno,  mucho  mejor  con  desíino, 
qno  cou  previno;  i  la  rima  da  los  Adverbios  en  menle  es  intolerable. 
Esto  8c  tunda  en  la  nnturaloía  de  las  cosan,  porque  toda  inflexión  ca  un 
demento  Bignincativo;  i  do  conMiriiiente.  rimar  dos  palabras  que  tor- 
Irtnianoníndcxionos  do  igual  valor,  vicnca  ser  como  rimar  una  ¡lalabra 
opOsc.  9 


G6  OPÚSCULOS  LITEIUIUOS  I  CRÍTICOS' 


Una  progresioii  como  esta,  désele  efectos  casuales  Iiasla  regla» 
constantes,  i  la  qifc  tanil)icn  seobsena  desde  la  simplicidad  de 
los  primeros  rimadores  liasta  las  varias  especies  i  artiíiciosas 
combinaciones  de  rimas  que  empiezan  a  apaiTcer  desde  el  siírlo 
VIH,  fonnan,  a  m-i  parecer,  una  prueba  sc^^ura  do  que  la  len- 
gua latina  no  recibió,  de  ninguna  otra,  semejante  modo  de  ver- 
sificar, i  de  que  la  i>oesía  verdaderamente  rin^ada  no  es  mui 
anterior  en  aquella  misma  lengua  a  los  dias  do  San  Ambrosio 
i  de  San  Agustin.  En  efet-to,  i)or  lo  que  nos  queda  de  estos 
santos  doctores,  no  parece  que  el  arte  bubiera  beclio  todavía 
progresos;  ni,  basta  el  siglo  II  o  111  de  la  <'m  cristiana,  llegaron 
al  mas  alto  punto  los  abusos  en  la  composición  oratoria  i  poé- 
tica, que  fueron  como  los  precursores  de  un  sistema  regular  d«.* 
consonancias. 


IV 


SOBRE  EL  ASONANTE  O   RI.UA  VOf.AL 

Antes  de  examinar  el  oríjen  i  uso  antiguo  de  esta  especio  de 
rima,  se  me  permitirá,  a  l^eneficio  de  los  extranjeros  aficio- 
nados a  nuestra  literatura,  exponer  sucintamente  las  leyes  a 
que  está  sujeta  en  nuestra  lengua,  i  que,  como  voi  a  manifestar, 
son  exactamente  las  mismas  que  observaron  los  versificadores 
latinos  de  la  media  edad,  i  los  franceses.  El  que  no  la  conozca 
perfectamente  i  no  esté  familiarizado  con  ella,  no  podra  jamas 
percibir  las  bellezas  de  la  versificación  de  nuestros  dramas  i 
romances  líricos.  A  la  verdad,  todos  los  críticos  extranjero» 
que  ban  tratado  de  nuestra  poesía,  la  mencionan;  i>ero  sería 
fácil  probar  con  sus  obras  mismas  que  los  nías  o  la  coiiocicron 
imperfectauiente,  o  ignoraron  del  todo  su  artificio. 


consicro  misma.  \o  por  esto  ropniebo  la  latitud  que  el  uso  de  los 
mejores  poetas  autoriza  en  este  punto,  i  sin  la  cual  no  seria  posibla 
componer  larc^-os  poemas,  o  el  escritor  so  veria  precisado  a  sacrificar 
a  la  felirifiad  de  la  rima  bellezas  do  un  orden  superior. 


LA  mvA  67 

Lo  mas  singular  es  que  los  eruditos  franceses  que  moder- 
namente i  con  tanto  acierto  se  han  dedicado  a  explorar  las  anti- 
güedades do  su  poesía  nacional,  no  sospechasen  la  existencia 
de  esta  rima  en  las  obras  que  manejaban;  resultando  de  aquí 
el  condenarse  muchas  veces  como  imperfecto  i  bárbaro  en  la 
versificación  de  arjuellas  obras  lo  que  en  realidad  está  rigoro- 
samente ajustado  a  reglas. 

El  consonante  o  rima  completa  conviene,  como  todos  saben, 
en  la  semejanza  de  las  vocales  i  de  las  articulaciones;  el  aso- 
nante prescinde  absolutamente  do  las  articulaciones,  i  se 
limita  a  la  semejanza  de  las  solas  vocales. 

Dos  especies  de  consonante  so  conocieron  en  la  poesía  latina 
de  la  edad  media:  el  uno  monosílabo,  reducido  a  la  corres- 
pondencia de  la  última  vocal  o  diptongo,  i  de  la  articulación 
o  articulaciones  siguientes,  si  las  habia;  i  el  otro  disílabo,  que 
comprendía  la  vocal  o  vocales  do  la  penúltima  sílaba  i  to- 
das las  letras  siguientes  li  ista  el  íui  de  las  respectivas  dicciones. 
El  consonante  monosílabo  fué  el  mas  antiguo,  i  aparece  ya 
como  artificio  regular  i  constante  en  una  de  las  instrucciones 
de  Conmodiano,  en  algunos  himnos  antiquísimos,  atribuidos 
a  San  Ambrosio,  i  en  el  salmo  de  San  Agustín  contra  los  dona- 
tist<as.  En  estos  versos  de  Nerón,  que  ridiculiza  Persio,  hai 
consonancia  monosílaba,  probablemente  casual: 

Torva  niimalloneis  implerunt  cornua  bombis 
ot  raptuní  vítulo  caput  ablatum  supcrbo 
bassariá  et  lyncoin  Mccníis. . . . 

Pero  es  disílaba,  aun({uc  ciertamente  casu.il,  la  que  se  obser- 
va en  los  finales  de  estos  versos  de  Horacio: 

Non  satis  caí  pulcra  cssc  pocmata.  dulcia  siinto; 
et  quúcumquo  volciit  aiiimun  auditoris  agunfo. 

Nosotros,  como  los  italianos  i  los  portugueses,  no  conocemos 
mas  que  una  especio  do  consonante,  el  cual  debe  abrazar  todas 
las  letras  finales  desde  la  vocal  acentuada  inclusive;  rubí,  por 
ejemplo,  hace  consonancia  con  a/e//,  ulil  con  fútil ,  pálido  con 
cálido;  de  modo  que  en  las  dicciones  agudas  basta  la  consonan- 


">■*  0?^; ■?*::: Lili*  i^rsaA^j'jS  :  :7.r:-::5 


da  mon«>5ÍIiLa.  prn»  rti  la*  üii^s  o  .znves  tr*  nocesaria  la  do  dos 
sílabas.  í  U  (k-  tres  ^n  Iiseí-LriJLiLis.  A^;  tamuien  ca  la  antigua 
Tersii'i«:acíoa  franor^a  Ii  «exteasLoa  j  nümenj  »ie  ««unidos  finales 
que  abrazaba  la  rima  C'xnnl-?<:a.  d»?peaüa  de  li  situación  del 
acento.  iÁexiio  mi3R>?íI^ba  "^n  ris  dicciones  a :?u  las.  i  en  las  erra- 
V'js  dÍÁÜaba:  penj,  Cíiini:»  nix?  adelante  ¿e  Liciese  demasiado  débil 
o  incierta  la  acenfeíacion  de  aqijella  lencrja.  sus  [>jetasNujctaroa 
el  ronvjnante  a  otris  regli?.  que  ea  sustancia  so  reílujoron 
a  darle  mas  númer3  de  letras  a  pr>r»'?rcion  que  eran  mas  dé- 
biles o  de  mas  freouente  o-rurrenoia  los  s*>nídos  finales. 

Ijx  coníionancia  mona^ílaba  pueiíe  v:::*i-arso  a  veces  en  la  seme- 
janza de  las  s<>Ias  v«xa!es.  c»>mo  entre  mn-^n  i  templa,  entre 
rnhí  i  hleli:  pero  en  este  caso  es  esencial  la  ausencia  de  toda 
articulación  final,  lo  cual  nunca  se  veriaca  ea  el  asonante,  que, 
cifrándose  únicamente  en  la  semejanza  de  las  vocales,  jamas 
exije  ni  que  haya  ni  que  deje  de  haber  articulaciones.  Xo  estii, 
puc-s,  escrita  en  asonantes,  como  dice  por  inadvertencia  un  autor 
célebre,  sino  en  consonantes  monosílabos.  a([uella  canción 
militar  de  los  modeneses  contra  los  húngaros,  compuesta  a 
principios  del  síí;1o  X: 

O  tu,  quí  ser\'as  armís  ista  mccnía. 
noli  dormiré,  moneo,  sed  viffila. 
Dum  Héctor  vigil  exstitit  in  Troia. 
non  cam  ccpit  fraudulenta  Groecia. 
I*rima  quiete,  dormientc  Troia, 
laxavit  Sinon  fallax  claustra  pérfida; 
I)cr  funcm  lapsa  occultata  agmina 
ínvadunt  urbcm  et  incendunt  Pergama,  etc. 

\j\H  reglas  de  la  asonancia  se  pueden  reducir  a  una  sola,  es 
a  saber,  íjue  las  dicciones  se  asemejen  en  la  vocal  acentuada, 
i  en  la  vocal  do  la  última  sílaba,  como  en  blanco  i  mármol^ 
floran  i  ponen,  diáfnno  i  candido. 

Por  consiguiente,  en  las  dicciones  agudas  la  asonancia  solo 
pido  la  semejanza  de  la  vocal  acentuada,  que  es  al  mismo  tiem- 
jHí  la  vocal  de  la  última  sílaba;  así  7*azon  i  flor,  jardín  i 
lurqnl  iifluenan  lejitiinamente. 


— %    .  .  *  \ 


jaaza  no  conijiron.!^;  n:r.s  q.i:  Ij-^  \xv.':s  v!.::..:i::n:i>.  c>:.'  i<. 
las  aafntua.l:i<.  si  Lt  .>i».i.  :^  :i-...-j  .\j. :.:. .  •.•  >:  %.!  vl:v«:rii-v>  r>  :I- 
nal  e  inacen:u.i.lj.  ía-    Alii.n-vs.   A-i   ::i  I.i  :  r..:;^ra  si'../,  a  u^' 

lánro^  la  v»xm1  il .•:vi:::.ir.:'.-  e-? :.:  cu  ■  ,•  ■  ri::i:r.i  >.^ai  a  vio  .....  i 

■  •  • 

CfVi.  a:  en  la  sejar.i.i   í      ■  '.   .  . :  i  t::  I.-;  ::;.::.-:'...:    -- 

r»^  es  nsouantevlv?  .•:  ■  ■  :■.'.  ^-y...  vU- ^'v  ■  ■  •.  :  •I;.::  lK-o  i  i::t  :. 
¡jii-io  tk"  ivi.fíjs.  ij'.'.i  uv  ■■  •;  .  .  7    .  liO  •  ■•.  :. 

Las  v.K-ak's  vine  n.^  sou  '.ii^riiinc^n'.'j*»,  ¡ia^op*  en  :.i!^>  J:¿^:.':ij:os 
o  triptonL'us  el  pap.-l  de  ar  :«.  ila.i'.i!i.  <.  ni-.^naiKi/iiivK^'-e  en  vi 
mismo  t¡em¡K)  ((ue  >i  ver  ialeiumonie  lo  faoran;  í  en  e:\vu» 
estas  vocalv-s  servile.s  jr. '. iv^-ii^n  iiv,.ue::íenieníe  Je  arueula- 
ciónos.  I *ür  ejemplo,  en  ;?:.'■••  f:'.'::?'?^  la  »..  so  ha  <u>liiuiilo  a  la 
c  variauJo  la  naturalL/.:i  de!  s .mido,  mas  no  su  Juraoion,  ni 
su  imporcaneia  Maüva:  en  los  ili^ilabos  i:aiiano>  bia  iC'K 
piíino^  hace  el  mi^mu  paj»el  ¡a  L  qne  en  las  vooo.n  primitivas 
6/aíico,  pinna  la  ':  la  i  de  reinar  i  ;í;r\*íiir  o>  la  </  i  la  ••  de 
rofjnaro^  a/'er/are:  i  en  la  lensrua  grriejLru  los  parlieipio-N  en  i-.,* 
terminaron  primitivamente  en  -»;,  cuyo  línal  conservaron  los 
latinos.  Así  pues,  la  distinción  que  hacemos  de  vocales  domi- 
nantes i  serviles,  tiene  su  fundíimento  en  la  importancia  rela- 
tiva de  los  sonidos,  i  está  mui  lejos  de  ser  caprichosa,  como 
han  imajinado  algunos. 

Una  dicción  aguda  es  claro  que  no  puede  asonar  lejílima- 
mcnte,  sino  con  otra  de  la  misma  especie.  IVro  una  dicción 
grave  puedo  asonar  con  una  esdriíjula.  Esto,  sin  embargo,  se 
mira  ya  como  una  licencia  que  los  mejores  versiticadoiws  evi- 
tan. Otra  licencia,  suíicienten^nto  autorizada  en  español,  es 
la  de  considerar  la  i  como  equivalente-a  la  e,  i  la  lí  a  la  o  en 
las  sílabas  inacentuadas;  de  manera  que  fácil  asuena  con 
grande^  i  Venus  con  c¿e7o. 

Últimamente  las  dicciones  consonantes  (siempre  que  lo  sean 
desde  la  vocal  acentuada,  como  en  castellano,  italiano  i  fran- 
cés) son  por  el  mismo  hecho  asonantes;   porque  la  rima  vocal 


70  OPÍ.SCULOS  LITEIIAHIOS  I  ChilJCOS 

c.^  una  parle  intograiite  de  la  rima  completa.  Por  eso,  en  las 
obras  asonanladas  antiguas,  se  llalla  gran  número  de  conso- 
nantes; pero  los  niodcrnos  son  en  esla  parte  mas  delicados,  i 
la  frecuencia  de  las  consonancias  en  semejantes  obras  se  mira 
al  presente  como  desaliño. 

Probablemente  la  asonancia  fué  en  su  oríjen  una  relajaciini 
do  las  le  jes  rigorosas  de  la  consonancia,  ya  fuese  con*  el  objeto 
de  bacer  menos  difícil  la  unión  déla  rima  con  el  metro,  mien- 
tras continuaron  en  uso  las  reglas  de  la  prosodia  latina,  que 
fijaban  la  duración  de  las  sílabas;  o  ya  condujese  a  ello  la 
práctica,  tan  común  en  acjuel  tiempo,  de  sujetar  gran  número 
de  versos  consecutivos  a  una  sola  rima. 

No  me  propongo  bacer  un  catálo¿ro  completo  de  las  obras 
en  asonantes  que  nos  quedan  de  la  media  edad;  basta  a  mi 
propósito  demostrar  la  antigüedad  de  esta  esi)ecie  de  rima, 
dar  alguna  idea  de  su  frecuente  uso  i  popularidad  en  latin  i 
francés,  i  manifestar  la  conformidad  de  las  reglas  a  que  estu- 
vo sujeta  en  estas  lenguas  i  en  la  castellana. 

I.  La  primera  muestra,  a  mi  parecer  indubitable,  de  su 
existencki,  i  talvez  no  la  mas  antigua  que  se  conserva,  rs  la 
que  nos  ofrece  la  cuarta  de  las  epístolas  llibérnicas,  recojiílas 
por  Jacobo  Usserio;  que  es  la  de  San  Columbano.  fundador 
del  monasterio  Boviense,  i  por  consiguiente  se  escribió  a  fines 
del  siglo  VI  o  principios  del  siglo  \'II.  En  este  ritmo,  s(í  obser- 
varon constantemente  unidas  la  consonancia  monosílal)a  con 
la  asonancia,  es  decir  que  los  dos  íinales  de  cada  dístico  pre- 
sentan dos  vocales  semejantes,  i  también  lo  son  la  articulación 
o  articulaciones  finales,  si  las  huí;  verbi  gracia: 

Tüluní  humanuní  genus  ortu  ulilur  p.n/, 
et  de  simiÜ  vita  fine  uadit  ie(iu¿(l/.... 
Qiiolidic  decrcscit  vita  prcesens  <juam  nwMini, 
iiKlelicienter  manet  kíIm  peona  (inam  \v)v:iiil .... 
( Cogitare  i^onvenil  te  li;t-c  ciinrta.  ani/rí». 
absit  tibi  íimare  luijiis  fc;rmii]am  v/tre. 

Solo  se  ecba  nn'^nos  este  artificio  en  el  primer  dístico,  quo 
dice  así: 


MiinJns  ¡ste  transí  1.  ct  qiiolidio  decivscil: 
nemo  vivons  inanebit.  nulliis  vivus  remansil. 

IVrü  es  evidente  (juo  diúm  1<ht.so: 

j\ruin.lus  islo  docrcsciL,  ct  ([uolidití  IranslU 

jjidiénlolo  así  uosolo  la  rima,  sino  la  división  del  verso  en  dos 
hemistiquios  hcplasíla])os,  a  que  constantemente  se  sujetó  el 
poeta,  omitiendo  las  sinalofas. 

lí.  En  la  vida  de  Is  santos  padres  Tason  i  Taton,  escrita 
t?n  prosa  por  Autperto,  abad  de  San  Vicente  del  Vulturno,  quo 
íuurió  en  778,  e  inserta  en  el  cronicón  de  aquel  monasterio, 
que  publicó  Muratori  \Scr//>/oro.s  rcviun  Unlicnnimy  I,  p.  II), 
se  interpolan  alíennos  pasajf's  en  verso  asonante,  pero  no  son  los 
versos  los  ([ue  se  hacen  astniar  entre  sí,  sino  los  hemistiquios. 
Uó  aquí  «los  de  estos  pasajes: 

Munduá  ad  inia  r/í¿t,  miseros  ad  Tártara  ducít; 
mutemus  vestes:  nostras  Üeus  instruc  mentes; 
ne  sit  ([uod  fort/s  fur  lutro  tollere  possit. 


Hic  prius  al)jrctíts  lU  postea  pastor  honestas, 
undenís  actis  posttjuain  Taso  prieficit  annis. 
Ad  tlnem  di/.raiis  com])lovit  témpora  malta, 
cjul  fuerat  m^Tguí/s  studiis,  opibus  ([uoque  largas. 

A([uí  vemos  solicitada,  como  en  los  versos  do  San  Colum- 
bano,  la  semejanza  compítala  del  final,  ademas  de  la  mera 
asonancia:  ncíis^  an?i¿s;  pero  no  constantemente,  pues  ve- 
mos mera  asonancia  en  fortis^  poí^f^il;  (/ara/i.<?,  multa, 

Ilf.  Kn  esto  mismo  Cronicón  Vidtuvnense^  escrito  hacia 
1 100,  se  hallan  otros  pasajes  asonantados;  como  los  que  prin- 
cipian a>>í: 

Ni  spes  et  V7rtí>:s.  mors  sit  honor,  vivero  Christa^, 
tibia  nunc  dícat  mea  luctu  corda  recisa,  etc. 

IV.  ICn  las  Adas  de  los  Snntos,  dia  t  de  marzo,  ha¡  un 
poema  histórico  en  alabanza  de  San  Apiano,  monje  do  San 
Pedro  in  Ccelo  Áureo,  que  floreció  poco  después  do  fundado 
aquel  monasterio   por  Luitprando,   rei  do  Lombardía;  i  este 


í-  OPÚSCULOS  LITEIIAÜIOS  I  CRÍTICOS 


poema  consta  de  versos  sujetos  a  la  misma  lei  de  asonancia 
entro  los  hemistiquios;  verbi  gracia: 

Assiduo  vultítm  lacrimarum  Ilumine  curviís 
lavit,  ct  cxarsit  flammas  oxstingucro  carnis,  etc. 

I  si  alguna  vez  falta  el  asonante,  es  por  vicio  del  texto,  como 
en  el  verso: 

Vir  bonus  amovit  rabies  et  bella  draconi¿m, 

en  que  evidentemente  debe  leerse  c/racon/s,  estoes,  diaboli, 

V.  A  San  Jebeardo,  arzobispo  de  Ravena,  que  falleció  en 
10-44,  se  le  puso  el  siguiente  epitafio,  que  se  conserva  en  una 
crónica  anónima  del  siglo  XIII,  publicada  por  Bacchino,  abad 
de  Santa  María  de  la  Croma,  i  posteriormente  por  Muratori  en 
el  tomo  II,  parte  I,  de  su  citada  colección: 

Pontificis  magni  corpus  jacet  hic  Goboardi, 
per  qucm  sancta  donuts  crevit  ct  iste  locKS. 

Plurima  donavit  (juaí  tal  i  loge  lc^av¿t, 
([uie  patítur  Judas  raptor  ut  ¡p.se  lúa/. 

Christo  funde  preces;  oh  lector,  dic  míserí»rf:». 

VI.  En  el  siglo  XI,  floreció  San  Pedro  Damián,  autor  del 
himno: 

Ad  perennis  vltic  foiitem  mcns  sitivit  árida, 

que  Jorje  Fabricio  i  Crescimbeni  atribuyeron  erradamente  a 
San  Agustin.  Mas  de  los  cuatro  quintos  de  los  versos  de  que 
consta  esto  himno,  que  es  bastante  largo,  asuenan  entre  sí; 
i  la  asonancia  es  amenudo  de  tres  vocales,  i  la  acompaña  la 
consonancia  monosílaba;  por  ejemplo: 

Ad  perennis  \livo  fontem  mcns  sitivit  árida, 
claustra  carnis  pra?sto  frangí  clausa  quicrit  anima, 
gliscit,  ambit,  eluclatur  exsul,  frui  patr/a. 

Duní  pressuris  ac  a?rumni8  so  gcnit  obnoxiam, 
quam  amisit,  cum  deliquit,  contemplatur  gloria?/i; 
pra?scns  malum  auíct  boni  perdí  ti  mcmor/a???,  etc. 


l.V  lUMA  'ti 

m 

Sucede  tambicii  aiuciiiulo  qiio  las  dos  miladcs  del  mismo  he- 
mistiquio asireiian  cutre  sí,  como  se  ve  en  carn/s,  frang/; 
prossur/s,  cTrunin/;  aui¿s/t,  d<.*l/íiu¿t. 

VII.  Pero  talvez  la  muestra  mas  curiosa  do  asonantes  latinos 
es  la  Vida  de  la  Condí^sn.  MritiUlf',  escrita  hacia  lus  años  de 
1100,  por  Donizon,  monje  hrneilictino  de  ('añosa.  EsUi  obra 
tendrá  poco  mas  o  nii'nos  la  extensión  de  las  Joórjicas^  i 
exceptuando  el  capítulo  VIII  dt-l  libro  primero,  i  aljxunos  versos 
de  otro  autor,  que  se  insertan  en  el  capítulo  III  del  libro  se- 
gundo, está  toda  peri'ectainente  asonantada,  como  se  ve  en  el 
pasaje  siguiente: 

Auxilio  Z^clr/ jam  carmina  phnima  f(»c?. 
Paulo,  doce  mentoni  nostram  nuncpliira  rcfern', 
qua?  doceant  p(í'nas  mentes  tolerare  serenas. 
Piíscero  pastor  oves  Domini  Pascbalis  amore 
assiduc  curans,  comitissaní  máxime  síípra, 
síepo  reeordatam  Cbristi  mcmorabat  ad  aram, 
ad  quam  dileclam  studuil  transmitiere  qiicndam, 
praí  cunctis  Roma»  elcricis  laudabilioríím, 
scilicet  ornatitm  Dernardum  presbyteratit, 
ac  monacham  plano,  simal  abbatem  queque  sancta? 
umbrosíe  vallis.  Partís  plcnissima  sanguís, 
quem  rcvcrenter  amans,  Malbiklis  cum  quasi  papam, 
caute  suscí'pit,  parens  sibi  mente  fidclí,  etc. 

Así  está  todo  el  poema;  i  no  es  este  el  único  de  su  especie  que 
salió  de  la  pluma  de  Donizon.  Otro  compuso  en  hexámetros  i 
pentámetros  con  el  título  Knavralio  (íe?]r».s/.s,  que  en  tiempo  do 
Muratori  se  conservaba  manuscrito,  i  por  los  versos  que  de  él 
se  citan  se  echa  de  ver  que  estaba  ajustado  a  la  misma  estructura 
do  rimas  que  el  precedcrnte. 

Es  bien  singular  que  Muratori  i  Lcibnitz,  rpie  dieron  sendas 
ediciones  de  esta  Vida  do  MalildL\  no  percibiesen  la  leí  de  aso- 
nancia a  que  se  sujetó  el  autor,  según  lo  manifiestan  no  pocas 
de  las  lecciones  nuevas  que  proponen  para  aclarar  ciertos  pasa- 
jes  oscuros.  Por  ejemplo,  Muratori  quería  que  se  leyese  coctsc 
por  cerlc,  durus  por  d ir ks,  amento,'^  por  amnnlos  en  estos 
versas: 


'i  Ti»(:.s(:í;i.os  litkkaiuos  i  ciúticos 

hi\Vi  iú:  crvir.  pccudes  hi  sisiimil  i?.«s^nt, 
noveral  csso  [ñuti  miscris,  allis  ((uníjuc  (liríí«, 
aiidíices  t;nul/*in  torríim  >íathil(lis  aiu<mtí?.s. 

I  n\  ^'sto  otro, 

Tulívs  (x>rr/ímpis,  victorcs  comprimís  url)/s, 

L(^¡l)ii¡t7.  (•(mjotiu'ii  ([U(;  In  verdaílcra  lección  no  es  iirbid^  sino 

VI I  í.  Otro  escritor  que  usó  mucho  del  asonanto,  bien  que 
no  con  lii  constante  regularidad  del  historiador  de  Matilde, 
fuóGofivdo  de  Viterbo  en  su  Paritcon^  especie  de  crónica  uni- 
versal sembrada  de  pasajes  en  verso,  (|ue  parecen  interpolarse 
para  alivio  <le  la  memoria.  El  poeta  no  se  cine  a  determinado 
número,  especie,  ni  orden  de  rimas;  pero  son  tan  frecuentes 
las  asonancias,  ([ue  no  pueden  deberse  al  acaso. 

]']1  poema  citado  de  Donizon  bastaria  para  poner  fuera  de 
toda  duda  la  existencia  del  asonante  en  la  versificación  latina 
d<5  la  media  edad.  La  asociación  de  esta  rima  con  la  consonancia 
monijsílaba,  (jue  se  ve  en  los  escritores  mas  antiguos,  fué  como 
una  transición  de  la  rima  completa  a  la  semejanza  de  las  solas 
vocales,  en  c(ue  se  cifra,  como  hemos  diclio,  el  asonante,  i  a  qu(í 
se  limita  Djnizon,  siendo  puramente  accidentales  las  conso- 
nancias que  se  encuentran  en  su  obra,  como  sucede  también  en 
nuestros  romances  épicos  i  líricos.  Pero  sería  difícil  decidir  si 
osteartiíii'io  rítmico  empezó  primero  en  el  latín  de  las  escuelas 
i  monasterios,  o  en  los  dialectos  romances  del  vulgo.  Tampoco 
sabré  decir  si  los  que  escribieron  en  latin  acostumbraron  usar 
el  asonante  en  f^N'/a/ic/as*  tníniorrinins^  como  lo  hicieron  siem- 
pre los  franceses,  i  a  imitación  de  éstos  nosotros,  quiero  decir, 
repitiendo  un  mismo  asonante  en  gran  número  de  versos  conse- 
cutivos, i  tomando  sucesivamente  otro  i  otros  asonantes  que, 
repetidos  de  la  misma  manera,  formaban  en  un  largo  poema 
otras  tantas  estancias  o  divisiones,  cada  cual  de  una  sola  rima. 
Me  inclino  a  ([ue  los  versificadores  latinos  usaron  también  así 
el  asonante,  no  solo  porque  este  jcnero  de  ritmo  es  de  suyo  aco- 
modatlo  para  este  efecto,  sino  también  porque  tenemos  ejem- 
plos de  una  misma  consonancia  continuada  sin  interpolación 


LA  niMA  i^ 


(le  otra  en  í)l)ras  latinas  de  aliíuna  extensión,  como  en  la  últimn 
<lc  las  instrucciones  de  Conniodiano,  en  el  salmo  de  .San  Aí;:ustin 
contra  los  donatistas,  i  en  la  canción  militar  de  los  modoncses 
contra  los  húngaros.  La  misma  uniformidad  de  íinal  se  advierte 
en  el  fragmento  de  la  cantinela  riistit'a  con  que  los  franceses 
celebraron  las  victorias  de  (Motario  II  sobre  lus  sajones  íBou- 
qiict,  Recueil  III,  pájjna  oO.V.  Es  de  advertir  (jue  estos  cantares 
o  se  compusieron  por  hombres  iliteratos,  o  fueron  destinadt)s 
expresamente  al  uso  de  la  plebe;  i  que  la  instrucción  de  ("on- 
modiano  es  al  mismo  tiempo  la  composición  latina  mas  antigua 
que  puetla  decirse  rimada.  Parece,  pues,  que  esta  prolija  repeti- 
ción de  un  mismo  íinal  fué  una  de  las  primeras  formas  que  so 
dieron  a  la  rima  en  los  cantares  del  pueblo,  si  ya  no  fué  la 
primera  de  todas;  i  es  natural  (jue  se  introdujese  luego  en  la 
versificación  asonante,  que  es  la  que  se  presta  mejor  a  ella. 

IX.  Cuando  el  Viterbienso  escribía,  esto  es,  por  los  fines  del 
siglo  XII,  era  ya  comunísimo  el  asonante  en  la  j)oesía  vulgar  de 
los  franceses,  que  siempre  le  usaron  en  estancias  monorrimas 
a  veces  larguísimas,  i  casi  siempre  en  alejandrinos  o  decasí- 
labos. En  alejandrinos  i  estancias  monorrimas,  esta  compuesto 
el  Viiije  de  Carloniagiio  a  Constaniinoplnj  que  es  el  romance 
mas  antiguo  que  se  conoce,  pues  se  compuso,  según  lo  indica 
el  lenguaje,  en  el  siglo  XI.  Existe  esta  curiosa  antigualla  en  el 
Museo  Británico  (7ízí)//o//iec/i  /íer/¿a  10,  E.  VIII),  i  la  dio  a  co- 
nocer  Mr.  de  la  Rué  (Rnpport  sur  los  trciraüx  de  l'AcadémiO' 
de  Caen ,  pajinas  198-20 1;,  aunque  lo  que  dice  de  su  versificación 
es  erróneo.  En  los  pasajes  siguientes,  verá  el  lector  clarísima- 
mente  las  mismas  reglas  de  asonancia  explicadas  arriba,  i  que 
aun  usan  hoi  los  españoles.  El  asonante  es  monosílabo  o  de  una 
sola  vocal  en  dicciones  ngudas,  i  de  dos  en  las  graves;  por 
ejemplo: 

S.iillcnt  li  cscuicr,  curenl  de  lute  p.wrt. 
lis  vunt  as  ustcls  comreer  lar  chevaus. 
Li  reis  Ilugon  li  Korz  Carlemain  apelat, 
luí  ct  les  duzce  pairs,  si  s'trait  a  uno  part. 
Le  rei  tiut  par  la  main;  en  sa  cambro  los  nien;íl 
voltive,  peinle  a  tlurs.  e  a  perres  de  crist.wl. 


tí  oih;s(:i;los  mtisuaimos  i  ciúticos 

Une  a-.carbunclc  i  lui.sl  ct  clair  roflíimbeal, 
confite  en  uii  estachc  del  lens  le  reí  Goli;i.s. 
Duzce  lils  i  a  bons,  de  cuivro  et  de  metal, 
oreillers  et  velas  et  lincons  de  cendal; 
li  trczinics  en  mi  et  taillcz  a  cumpas,  etc.* 

Par  ma  foi,  dist  li  rcis,  Carie  =  ad  feit  folí>, 
([uand  il  gaba  de  moi  par  si  fjrant  lej^cr/e. 
llcrl)erjai-lcs  her  sair  en  mes  cambres  perr¿ní?.s. 
Si  ne  sunt  aampli  li  gab  si  ciim  il  les  distrcnt, 
Irancherai-hir  les  testes  od  nVespc'e  furbi>. 
II  mandet  do  ses  humos  en  avant  do  cent  milfí. 
II  lur  ad  cumandet  que  aient  vcstu  bruniíís. 
11  entrent  al  palais;  entur  luí  s'asistrent. 
Caries  vint  de  muster,  quand  la  messe  fu  d¿tP, 
il  et  li  duzce  pairs,  les  feres  cumpainies. 
novan t  vait  I  i  emperere,  car  il  est  li  plus  richrs, 
el  portct  en  sa  main  un  ramisel  de  olivo,  etc.** 


•  La  si 'filien  te  os  traducción  literal: 

Salen  los  escuderos,  corren  por  toda  parto. 

Van  a  las  hosterías  a  cuidar  de?  sus  caballos. 

101  rci  Ilu'^on  el  Fuerte  a  Carlomacrno  llamó. 

a  el  i  a  los  doce  pares;  trájolos  a  parte: 

al  rei  tomó  de  la  mano;  a  su  cámara  los  llevó 

embovedada,  piulada  de  flores,  i  de  piedras  de  cristal. 

En  olla  lució  un  carbunclo,  i  claro  resplandeció, 

engastado  en  una  clava  del  tiempo  del  rei  Goliat. 

Doce  lechos  allí  hai  buenos,  de  cobre  i  d©  metal, 

íxlmohadas,  i  velludos,  i  sábanas  de  condal; 

el  décimo  tercio  en  medio  i  hecho  a  simetría,  etc. 

**  Por  mi  fe,  dijo  el  rei,  Carlos  ha  hecho  locura, 
cuando  se  burló  de  mí  con  tan  gran  lijereza. 
Albergúelos  ayer  noche  en  mis  cámaras  de  pedrería. 
Si  no  son  cumplidos  los  escarnios,  así  como  ellos  los  dijeron, 
cortarcjos  las  cabezas  con  mi  espada  acicalada. 

Hizo  llamar  de  sus  hombres  mas  de  cien  mil. 

» 

El  les  ha  ordenado  que  so  vistan  (armas)  bruñidas. 
F]llos  entran  en  el  palacio:  en  torno  a  él  se  sentaron. 
Carlos  vino  del  monasterio,  cuando  la  misa  fué  dicha, 
^1  i  los  doce  pares,  las  fieras  compañías. 


LA  RIMA  *» 


X.  Otro  (le  los  romances  o  poemas  caballerescos  mas  antiguos 
que  se  conservan  en  la  misma  Icníyiia,  es  el  do  Guillermo  do 
Orange  o  Guillermo  el  Dosnarigado  (Gaillaiime  un  convt  nez) 
(le  que  habla  largamente  Catel.  (Míhnolre  Oe  riiisloire  dfí 
LanguedoCy  libro  III, pajinas  567  i  siguientes.)  Este  se  compuso 
en  endecasílabos  asonantes,  como  se  ve  por  el  siguiente  pedazo 
de  una  estancia  en  que  se  describe  el  combate  de  Guillermo  coa 
el  jiganto  Isóres  o  Isauro: 

Dex!  dit  Guillaumc,  con  cist  sarrazin  plaidc! 
Que  quis  jo  ci,  quant  je  ne  miM  cssaie? 
Aler  m'en  vueil,  ains  que  1¡  solcux  raií*, 
car  no  vueil  pas  que  Loois  me  saclií'. 
Se  cist  icrt  mort,  perdu  crent  li  autr(». 
Dist  au  paicn:  tu  os  moult  deputaire; 
pelit  nio  prises,  et  jo  no  te  pris  gaires. 
La  hacho  tint,  á  sos  deux  mains  la  hauce. 
Fiert  en  lo  comto,  mervoillcux  cop  lo  frape, 
amont  en  Thcaume,  si  que  tot  li  embarre. 
Sus  en  abat  et  berils  et  topaces, 
mes  do  la  coilTo  ne  pot  il  trachor  maille,  etc.* 

Para  pronunciar  estos  versos  como  se  debe,  esto  es,  como  se 
cantaban  en  el  siglo  XII,  i  para  que  el  oído,  i  no  solamente  la 
vista,  perciba  el  artificio  del  ritmo,  es  menester  sonar  distinta- 


Dolante  va  el  emperador,  porque  cl  es  el  mas  rico, 
i  lleva  en  su  mano  un  ramillo  de  olivo,  etc, 

*  Dios!  dijo  Guillermo,  ^cómo  este  sarraceno  habla! 
¿Quó  pienso  yo  aquí,  que  no  me  ensayo  en  él? 
Irme  quiero,  antes  quo  el  sol  raye, 
porque  no  quiero  que  Luis  sepa  do  mí. 
íSi  este  fuero  muerto,  destruidos  senin  los  otros. 
Dijo  al  pagano:  tú  eres  un  gran  belitre. 
En  poco  me  aprecias,  i  yo  no  te  aprecio  en  mucho. 
El  hacha  empuñaba,  con  sus  dos  manos  la  levanta. 
Descarga  en  cl  conde,  terrible  golpe  le  da 
encima  del  yelmo,  así,  que  lodo  lo  abolla. 
Abajo  echa  berilos  i  topacios, 
mas  de  la  cofia  no  pudo  cortar  malla,  etc- 


'/S  oi»úsr.i:LOs  litkkarios  i  cuíticos 


monte  la  a  i  la  i  en  el  diptuniro  ¿i/,  la  a  i  la  u  en  el  diptoncro  .'m/, 
cargando  el  acento  sobro  la  primera  voeal,  como  lo  hacemos 
en  las  voces  castellanas  aire^  lauro.  No  se  puede  dudar  que  esta 
fuese  antiguamente  la  pronunciación  de  dichos  diptongos,  como 
un  medio  necesario  entre  los  sonidos  primitivos  latinos  i  los 
modernos  franceses.  Así  fvagilií^^  í/r<ic/í¿8  se' convirtieron  pri- 
mero en  fraile  i  grállc,  para  pasar  después  ¡xfrelc  i  grille.  Así 
de  liller,  altuSj  so  formó  primero  Aülrc^  liáilt^  que  después 
sonai*on  otre^  hot.  Lo  mismo  so  debe  aplicar  a  los  otros  dii)- 
tongcM,  siempre  que  la  asonancia  lo  reriuiera,  que  en  los  roman- 
ces mas  antiguos  es  casi  siempre.  Notaremos  también,  para  no 
volverá  esto  asunto  do  la  pronunciación,  que  ia  sonaba  en 
todos  casos  como  en  castellano,  do  modo  que  divin^  peleri\i 
asonaban  en  /;  pero  en  siempre  asonaba  i  consonaba  en  a;  lo 
cual  indica  que  esta  última  alteración  de  sonido  sube  a  la  infan- 
cia do  la  lengua  francesa. 

XI.  El  romance  de  Guillermo  de  Orancje  no  es  ciertamente 
l)osterior  al  siglo  XII;  i  no  le  cede  en  antigüedad  el  de  Urjcl 
Danés  {Ogier  le  Danois),  citado  por  los  benedictinos  do  San 
Mauro  en  el  tomo  VIII,  pajina  595  de  la  Historia  literaria  de 
Francia.  El  principio  de  esto  romance,  (¡ue  también  fue  escrita 
en  decasílabos  asonantes,  es  como  sigue: 

Oioz,  signors;  que  Jcsu  ben  vos  fací>, 
li  glorious,  li  roiá  csperitable. 
Plaist-vos  oir  canchón  de  grant  linag^; 
-C'cst  d*Ogicr,  l¡  duc  de  Dancmarchc* 

XII.  Otra  jesta  escrita  en  endecasílabos  asonantes  es  la  de 
Guarínos  de  Lorena  (Garins  le  Lolierains)  frecuentemente 
citada  en  los  glosarios  de  Du  Cange  i  Itoqueibrt,  i  de  que  coj)ia 
algunos  pasajes  Sinner  en  sus  extractos  de  poesías  del  siglo  X 1 1 1 , 
aunque  pertenece  indudablemente  al  anterior.  Conviene  adver- 


*  Oíd,  scñoros:  que  Josiis  os  liaqa  bien, 
rl  í^lorioso,  el  reí  espiritual, 
í'légao.sí  oir  canción  de  írran  nobleza; 
Hla  es  de  TJrjol.  duque  de  Dinamarca 


LA  IlIMA  Tí) 

tir  que  los  varios  manuscritos  de  este  romance,  si  bien  seme- 
jantes en  la  sustancia  de  las  cosas,  difieren  mucho  en  el  lenijuaje 
i  versificación,  habiéndose  procurado  reducirla  a  consonantes 
en  los  mas  modernos,  como  se  puede  juzgar  pnr  el  principio, 
que  en  el  códice  de  la  biblioteca  de  Berna  es  como  si^rue: 

AMelle  cliíinson  voirc  vucillcz  o/r, 
de  grant  isünro  el  de  morvcillous  pris. 
si  com  li  wanrlre  vindrent  en  ccsl  pais/ 

I  en  el  coilico  de  Mr.  Roquefort: 

Viclle  clianson  voire  ple->L-vos  oir, 
de  bon  ¡stoiro.  vos  dirai  sauz  mentir, 
si  com  li  vendré  par  inerve illeus  air 
vindrent  en  France  crestiens  envair.*' 

XIII.  También  parece  di'I  í^íl^Io  XII  el  V7aje  de  f  Uirluniaij^ 
no  a  Jcrusalen,  escrilo  en  alejandrinos  asonantes,  i  mencio- 
nado por  el  mismo  Sinner  en  su  catálogo  de  la  l)il)I¡otcca  de 
Berna;  donde  se  copian,  entro  otros  versos  de  este  romance,  los 
que  siguen:  " 

De-ior  b'cn  va  Hasin  sans  nulc  donioiínicí^, 
ct  a  passée  Luques,  Lond)ard¡e  et  IMaisancr... 
A  París  est  venu  li  dus  par  un  dimange. 
La  trova  Charlcniaine,  Ion  riche  roi  do  Francr*. 
(]ui  de  sos  douzo  pers  menoit  si  grant  morancí;. 
par  son  nevcu  liolland  tire  sa  barbe  blanclie,  ele.*** 

*  Vioja  canción  verdadera  (juieran  oír, 
(le  grande  historia  i  de  maravilloso  precio, 
de  cómo  los  vándalos  v¡nit'it>n  a  este  país. 

**  Vieja  canción  venladera  plegaos  oír, 
de  buena  liistoria,  os  diró  sin  mentir, 
de  cómo  los  vándalos  con  terrible  furor 
vinieron  a  IVancia,  los  cristianos  a  invadir. 

***  Vaso  luego  Basino  sin  ninguna  Lirdanzu. 
i.  ha  pasado  a  Lnca.  Lombardía  i  Plasencia. 
A  í^aris  ha  llegado  el  duque  un  dia  domingo. 
Allí  encuentra  a  Carlomagno,  el  rico  rei  do  Fraiiri;i, 
que  por  sus  doce  pares  hacía  tan  gran  duelo. 
Por  su  sobrino  Roldan,  mesa  su  barba  blanca,  ctc 


NO  OPÚSCULOS  LiiKnAHios  1  curncos 

XIV.  A  la  misma  especie  do  verso  i  rima  que  el  precedente, 
i  acaso  también  a  la  misma  edad,  iK.ntcnece  el  romance  de 
Guido  do  UovQOña^  manuscrita  de  la  biblioteca  harleyanadcl 
Museo  Británico  (N.**  5*27),  como  es  fácil  ver  por  este  pasaje: 

Un  malin  se  leva  Karlos  de  Scint  Denise, 
dovant  lui  fist  niander  la  richo  Iraronie, 
ct  cil  vionnent  luit,  ka  no  Tosent  desdiré. 
II  lur  a  reisoné,  si  lur  a  prist  a  d¿re: 
seignurs,  dist  lempercre,  na  lerrai  ka  nc  vus  die: 
si  vus  tus  le  volez,  mun  quer  le  desire, 
ke  cestas  damos  rolurnont  a  Franca  la  garn¿c, 
sí  menent  avec  ellci  lur  nieca^  et  lur  ñlles,  etc.* 

XV.  Muchas  estancias  del  Jerardo  de  Viena  i  del  Buéves 
de  Cominarchis  (Códice  20,  B.  XIX  do  la  Bibliotheca  Regia 
del  Museo  Británico),  son  también  asonantes,  pero  en  la 
mayor  parte  se  ha  procurado  reducir  estos  poemas  a  la  rima 
completa,  alterando,  según  yo  pienso,  el  texto  primitivo. 
Compúsose  el  primero  en  endecasílabos,  i  el  segundo  en  ale- 
jandrinos, que,  como  he  di(^ho,  fueron  las  medidas  a  que  so 
apropió  el  asonante,  pues  el  único  ejemplo  que  he  visto  de 
esta  rima  en  otra  especie  de  verso,  es  el  cuento  de  Aucassin 
et  Nicolette^  escrito  alternativamente  en  prosa  i  verso  hepta- 
sílabo.  Sus  pasajes  versificados  son  otras  tantas  estancias  mo- 
norrimas;  verbi  gracia: 

Quant  or  voit  II  qucns  Garins 
da  son  cnfant  Aucassin, 
qu'il  na  porra  departir 
de  Nicolclto  au  ciar  vis, 
en  uno  prison  Ta  mis, 


*  Una  mañana  se  levantó  Carlos  de  San  Dionisio; 
a  su  presencia  liizo  llaniar  la  rica  baronía; 
i  ellos  vienen  todos,  que  no  le  osan  desobedecer. 
Reñores,  dijo  el  emperador,  no  dejaré  de  deciros: 
si  vosotros  todos  lo  queréis,  mi  corazón  lo  desea, 
que  estas  damas  se  vuelvan  a  Francia  la  guarnecida, 
i  lleven  consigo  sus  sobrinas  i  sus  hijas,  etc. 


LA  RIMA  81 


en  un  celier  sosterin, 
qui  fu  fais  do  mabre  bis. 
Quant  or  i  vint  Aucassin 
dolans  fu,  ains  no  fu  si. 
A  demonter  si  so  prist, 
si  com  vos  poroz  oir: 
Nicolotto,  flors  de  lis, 
douce  amie  o  le  cicr  vis, 
plus  es  douce  que  raisins.... 
L'autrier  vi  un  pelerin, 
nos  estoit  de  Limosin, 
malades  do  resvertin. 
Si  gisoit  cns  en  un  lit, 
moult  par  estoit  entropris, 
de  grant  mal  amaladís. 
Tu  passas  devant  son  lit, 
si  soulevas  ton  traín, 
et  ton  polisón  ermin, 
la  comise  de  blanc  lin, 
tant  quo  ta  gambette  vis. 
Garis  fu  li  pelerins.... 
Douce  amio,  flors  de  lis, 
biax  alers,  et  biax  venirs, 
biax  jouers,  et  biax  bordirs 
biax  parlers  et  biax  delis, 
dox  baisers  et  dox  sentirs, 
ñus  no  vos  poroit  hair. 
Por  vos  sui  en  prison  mis, 
en  ce  celier  sostorin, 
u  je  fai  moult  malo  fin. 
Or  m'i  convenra  morir.* 


*  Cuando,  pues,  vo  el  conde  Guarinos 
.1  su  hijo  Alcasin, 
que  no  lo  podrá  separar 
do  Nicolcta  la  de  linda  cara, 
en  una  prisión  lo  ha  puesto, 
en  una  bóveda  subterránea, 
que  fué  construida  de  mármol  pardo. 
Cuando,  pues,  vino  a  ella  Alcasin, 
doliente  fué;  jamas  lo  fué  tanto. 

OPTJSC.  11 


82  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CIÚTICOS 


Puede  verse  este  cuento,  escrito  con  mucha  gracia  i  sencillez, 
en  la  colección  de  fiibliaux  cIq  Barbazan,  tomo  III,  edición 
cíe  1808. 

Creo  que  bastan  estos  ejemplos  pava  convencernos  de  la 
semejanza  al>soluta  entre  el  asonante  de  los  franceses  i  el  nues- 
tro. En  efecto,  la  antigua  poesía  castellana  se  amoldó  en  este, 
como  en  otros  puntos,  sobre  el  €*stilo  i  reglas  de  la  francesa. 
Sin  embargo,  hai  una  particularidad,  vn  que  parece  a  primera 
vista  que  se  diferenciaba  la  asonancia  del  Cid  i  de  nuestros 
primeros  romances,  de  la  ((uo  usaron  los  franceses  desde  el 


A  línnejitar  so  puso, 
asi  como  podréis  oír: 
Xk'oleU,  ílor  de  li<?. 
dulce  airti'^ív.  la  de  linda  cara, 
irvas  dulce  cros  que  uva. 
Hl  otro  dia  vi  un  iKM*eu:rin(\ 
untural  era  del  liiniosiiu 
enfermo  de  perlesía. 
Deutro  yacía  eu  una  cama, 
líiui  mucho  esL'd)a  impedido, 
de  urrave  mal  postrado. 
Tú  pasaste  ante  su  leclio, 
alzaste  un  poco  la  falda, 
i  tu  póliza  do  armiño, 
i  túnica  de  blanco  lino, 
asi  que  el  pié  te  vi. 
Curado  fué  el  |v>i'eí.rrino. 
Didco  ami^-a,  ílor  de  lis^ 
l)ellas  idas,  bellas  venidas, 
bello  ju'4:ar,  bello  triscar, 
bello  hablar,  bello  solazar, 
dulces  besos,  i  dulces  alientos, 
nadie  pudiera  aborreceros. 
Por  vos,  estol  en  prisión  puesto, 
en  esta  bóveda  sul)terránea, 
donde  lle'.^o  a  nnii  mal  Un. 
Aquí  me  será  fuerza  morir. 

En  la  ífisforiadt^  lalitnmttirn  del  mediodiade  la  Europa  por  Sis- 
mondi.  hai  al^nmos  e.xtractos  de  oslo  cuento,  pero  corrompidisimos 
por  f;dla  do  conocimiento  en  el  lon^nu»je  antiguo  francos. 


siglo  XI,  i  (le  la  que  usamos  hoi  din  nosotros.  Según  nuestra 
práctica  actual  i  la  de  los  trovadores  fraticesea,  no  asuenan  nun- 
ca las  dicciones  agudas  con  las  fjravcs;  pero  nada  es  mas  común 
en  la  antigua  versificación  de  los  castellanos,  Criador,  por 
ejemplo,  asonaba  con  albores,  voluntad  con  mádfe,  corles 
con  León,  Calvári  con  Go/¡joíá.  Esto,  sin  embargo,  «olo  so 
verificaba  cuando  la  última  vocal  de  la  dicción  grave  era  la  e 
o  la  í,  vocales  do  sonido  débil  aun  en  nuestra  pronunciación 
moderna,  i  que  lo  eran  mucho  mas  en  la  antigua;  pues  a  veces 
no  se  hacia  caso  de  ellas,  ni  aun  para  la  medida  del  verso.  Por 
consiguiente  la  e  o  la  t  no  acentuada  de  la  última  silaba  so  mira- 
ba como  muda,  i  lulvez  so  suprimía  del  todo  en  la  pronuncia- 
ción, en  gracia  del  asonante;  licencia,  quo  también  estaba  en 
uso  hasta  cierto  punto  en  ol  francés  de  aquella  edad,  convir- 
tiéndose, por  ejemplo,  porte  en  port,  parólet  en  pavtííí ,  /loirt  ine 
en  kom,  para  quo  asonaran  en  o;  do  manera  que  toda  la  dife- 
rencia parece  consistir  en  ipie  loa  franceses  lo  haoian  raras 
veces,  i  entonces  tenian  cuidado  (le  escribir  las  sílabas  como 
debían  pronunciarse. 

Cuando  se  comenzaron  a  publicar  nuestros  romancea  -viejoa, 
se  percibió  la  necesidad  de  escribirlos  de  modo  que  se  salvase 
¡disimulase  aquella  imperfección  de  la  rima,  Pero  so  hizo  lodo 
lo  contrario  do  lo  que  debiera  haborso  hecho,  dando  una  e  ina- 
centuada a  las  dicciones  agudas  «n  vez  de  quitársela  a  las 
graves.  No  hai  duda  que  e!  primero  do  estos  arbitrios  debía 
Bcr  mas  agradable  al  oído,  i  mas  conforme  a  la  presento  pro- 
nunciación del  castellano,  que  no  permite  multiplicar  las  ar- 
ticulaciones finales  de  los  vocablos,  ni  toniiinarlos  en  U,  ch,  u 
otras  letras.  Pero  los  autores  de  aquellos  romances  no  juzgaron 
ni  sintieron  como  nosotros;  i  si  se  hubo  de  darlos  a  luz  como 
fueron  escritos  orijinalmente,  no  debió  tratarse  do  contentar  at 
oído  a  expensas  de  la  razón  i  de  la  verdad,  creando  formas 
nuevas  de  palabras,  que  no  se  oyeron  en  ninguna  época  de  la 
lengua.  Pur  ejemplo,  ¿con  quó  podrá  autorizarse  el  escribir 
mase  (mas),  yae  (ya),  /iae(lia),es/ai-á5e  [estarás),  i  otros  vocablos 
semejantes,  de  que  abundan  los  romances  impresos?  Es  ncoe- 
sario   no  haber  saludado  las  antigüedades  castellanas,  para 


84  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


persuadirse  que  en  tiempo  alguno  liaya  sido  tal  la  pronuncia- 
ción de  estas  palabras. 

Entre  nosotros,  ha  llegado  a  ser  Ici  jeneral  de  toda  composi- 
ción asonantada,  que  solo  las  lineas  pares  asuenen;  pero  no 
fué  así  al  principio,  antes  bien,  todos  los  versos  asonaban, 
formando  ordinariamente  largas  estancias  monorrimas,  como 
hemos  visto  que  era  la  práctica  de  los  franceses.  El  alejandrino 
i  el  endecasílabo,  fueron  también  en  castellano   las  únicas 
medidas  en  que  so  empleó  la  asonancia;  pero  nuestro  alejan- 
drino asonante,  abandonado  casi  enteramente  a  los  juglares,  se 
hizo  menos  regular  i  exacto  en  el  número  de  silabas,  que  el 
de  los  franceses,  como  se  puede  ver  en  el  Poema  del  Cid;  i  do 
sus  dos  hemistiquios,  escritos  como  versos  distintos,  nació  lo 
que  hoi  llamamos  romance  octosílabo^  porque  al  fin  prevaleció 
la  costumbre  de  darles  ocho  sílabas  con  el  acento  en  la  sépti- 
ma, en  lugar  de  siete  con  el  acento  en  la  sexta,  que  hubiera 
sido  la  estructura  correspondiente  al  alejandrino  exacto.  En 
efecto,  a  pesar  de  la  gran  rudeza  de  los  versos,  o  sea  corrup- 
ción del  texto  primitivo,  del  Poema  del  Cid^  hallamos  en  él 
muchos  pasajes,  que  con  solo  separar  los  hemistiquios,  se  con- 
vierten en  otros  tantos  pedazos  de  verso  octosílabo,  no  mas 
irregular  que  el  de  los  que  llamamos  romances  viejos. 

Es,  pues,  claro,  que  en  este  metro  la  asonancia  alternativa 
solo  so  debo  a  la  división  del  antiguo  verso  largo  en  dos  cortos, 
a  en  otros  términos,  a  la  práctica  de  escribir  los  hemistiquios 
como  versos  enteros.  El  de  siete  sílabas  con  asonantes  en  las 
líneas  pares,  como  el  de  las  Barquillas  do  Lope  de  Vega,  de- 
bió del  mismo  modo  su  oríjen  a  la  separación  de  los  hemis- 
tiquios del  alejandrino  exacto  de  asonancia  continua,  como  los 
siguientes  del  Cid: 

Tornaba  la  cabeza, 
e  estábalos  catando, 
vio  puertas  abiertas 
e  uzos  sin  cannados, 
alcándaras  vacias, 
sin  pieles  e  sin  mantos,  etc. 


I.A  RIMA  35 


En  otra  parte,  he  indicado  el  oríjen  de  que  probablemente 
nacieron  nuestras  seguidillas;  es  a  saber,  del  endecasílabo  fran- 
cés de  esta  estructura: 

Moult  fu  quens  Turgibús  |  do  grant  vailIáncOf 
quant  par  che  valer  íe  |  s'en  vint  en  Frunce . 

{Fabliaux  do  Barbazan,  tomo  II,  páj.  217, 

edición  de  1808.) 

Dividido  cada  uno  de  estos  versos  en  dos,  alterna  el  de  siete 
silabas  con  el  de  cinco,  i  la  rima  (sea  consonante  o  asonante) 
queda  en  las  líneas  pares. 

En  cuanto  al  endecasílabo  con  asonancia  alternativa,  que 
llamamos  romance  heroico,  esta  es  una  invención  modernísima, 
desconocida  aun  en  la  edad  de  Lope  de  Vega  i  de  Calderón,  i 
contraria  a  los  principios  i  práctica  de  los  antiguos.  No  es  me- 
nester volver  a  la  versificación  del  Poema  del  Cid  para  pro- 
barlo. Usábase  introducir  este  metro  en  los  estribillos  de  los 
romances  líricos,  pero  siempre  con  asonancia  continua,  como 
en  los  siguientes  del  Romancero  jener al: 

Todo  el  sagrado  mar  junto  no  basta, 
cuando  el  fuego  do  amor  el  alma  abrasa. 

Tanto  os  cansa  mi  vida,  tanto  tarda 
el  verdugo  cruel  que  la  amenaza. 

¿Cómo  podro  vivir,  si  me  combaten 
sinrazones,  amor,  olvido  i  cárcel? 

En  el  romance  Después  que  te  andaSj  Marica^  se  pono  este 
absurdo  estribillo: 


LfCase: 


Miedo  me  pones,  niña  Bivero, 
de  que  tienes  de  aflojar  en  mis  amores. 

Miedo  me  pones,  niña,  vive  Ileródes, 
que  tienes  de  aflojar  en  mis  amores. 


Resulta  de  todo,  que  el  rimar  en  nuestras  obras  asonantadas 
una  línea  sí  i  otra  nó,  se  debió  primeramente  a  la  división  do 


8C  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


un  verso  en  dos;  ¡  que  esta  alternativa,  que  hasta  fines  del  siglo 
XVII  solo  se  vcriricaba  en  los  versos  cortos,  se  extendió  poste- 
riormente a  los  largos.  Voi  a  terminar  este  discurso,  con  algu- 
nas reflexiones  sobre  la  naturaleza  i  usos  del  asonante. 

Algunos  condenan  esta  especie  de  rima  como  imperfecta  i 
bárbara.  Pero  ¿qué  principio  liai  en  la  naturaleza  de  las  cosas, 
que,  una  vez  admitido  el  homeotelcuto  i  semejanza  de  termi- 
nación para  señalar  el  ritmo,  prescriba  que  esta  semejanza  sea 
inas  bien  de  un  modo  que  do  otro?  Pudiera  mirarse  el  asonante 
como  un  artificio  pueril,  de  la  misma  clase  que  los  acrósticos, 
laberintos  i  otras  invenciones  en  que  so  deleitaron  edade^s 
menos  cultas,  cuando  no  fuese  inmediatamente  perceptible  al 
oído;  pero,  aunque  las  relaciones  que  cxije  entre  los  sonidos 
finales  no  sean  tan  obvias  como  en  la  rima  completa,  lo  son 
suficientemente  para  los  objetos  de  la  versificación;  i  lo  son  en 
tanto  grado,  que  en  los  romances  í  seguidillas,  dos  jéneros  de 
composición  los  mas  favoritos  del  vulgo,  se  emplea  rara  \et 
otra  rima  que  la  asonante. 

Otra  tacha  que  suele  ponerse  a  esta  especie  de  rima  es  el  ser, 
según  so  dice,  demasiado  fácil.  Pero,  por  mucho  que  lo  fuese, 
nunca  podría  serlo  tanto  como  el  verso  suelto.  No  convendré,  sin 
embargo,  en  que  el  asonante,  perfeccionado  por  nuestros  poetas 
castellanos  de  los  siglos  XVI  i  XV'II,  haya  de  darse  como  un  ar- 
tificio rítmico  demasiado  fácil,  adecuado  solo  para  el  diálogo,  o 
para  cantares  del  vulgo.  Disminuyen  muclio  la  facilidad  de 
las  rimas  la  necesidad  de  repetir  muchas  veces  una  misma, 
la  priictica  do  evitar  el  consonante,  que  en  algunas  terminacio- 
nes es  frecuentísimo,  i  la  mayor  correspondencia  que  delxs 
haber  entre  las  pausas  de  la  versificación  asonantada  i  las  del 
sentido.  Cuando  en  el  asonante  disílabo  la  vocal  inacentuada 
es  la  e,  no  es  miii  fácil  seguirle,  sol)re  todo  si  la  vocal  acentuada 
os  la  i  o  la  a.  Las  combinacioues  da,  (5o,  úa,  i  úo  son  también 
difíciles  de  seguir;  i  en  jeneral  todo  asonante  en  que  la  vocal 
acentuada  es  la  ?.(,  es  do  mucho  mayor  (Uficultad  que  la  rima 
completa.  Ademas  es  bien  sabido  que  hai  asonantes  sumamen- 
te difíciles  i  en  que  sería  de  todo  punto  imposible  componer 
dos  o  tres  centenares  de  versos. 


De  las  tres  csiiocius  ile  rima  qno  han  cstailií  en  uso  cu  las 
l<;ng(ia.s  du  t^urojia,  la  atitci'ativa,  la  asonante  i  la  consonante, 
la  primera  mo  jnrL'ce  ((ite  ilehe  ser  la  menos  agi-ailaUc,  so^un 
la  observación  justísima  ile  Cicerón,  notslur  max'nne  .ttmi- 
lihido  in  conqniiiscendo^  De  las  otras  dos,  la  consonante  es 
preferible  para  las  rimas  pareadas,  .cruxudas,  o  de  cualquier 
utro  modo  mezcladas;  pero  lii  asoiiaoto  es,  no  solo  la  mas  a  pro- 
jiúsito,  sino  la  única  (jue  puede  ot'rne  con  gusto  en  largas  es- 
tancias, o  compusicionos  mieras  monorríniicas.  El  consonante  ' 
08  igualmr-nte  perceptible  i  agradarlo  en  todas  las  lenguas; 
pero,  así  como  la  nliterai^ion  es  moa  acutnodadtk  para  los  dialec- 
tos jermánicos  en  (¡uo  duminan  las  artículacioneü,  asi  el  aso- 
nante so  halla  mejor  con  arpiellos  otros  idiomas,  que,  como  el 
castellano,  abundan  de  vocales  llenas  i  sonoras. 

Una  ventaja,  si  no  me  engaño,  lleva  el  asonante  a  las  otras 
especies  de  rima,  es  a  saber.  «lue,  sin  caer  en  el  inconveniente 
tiel  fuíitidio  i  monotonía,  produce  el  eícclo  de  dar  u  la  composi- 
ción cierto  airo  i  colorido  particular,  según  la  asonancia  quo  se 
emplea,  lo  que  tal  vez  proviene  de  que  cada  vocal  tiene  cierto 
carácter  que  Ic  es  propio,  demasiada  débil  para  pcrcihtrso  desde 
luego,  poro  que  con  la  repetición  toma  cueri>o  ¡  so  hace  sensi- 
ble. Según  la  impresión  que  dejan  en  mi  los  varios  asonantes, 
creeria  que  a1i;unos  de  ellos  so  adaptan  mejor  que  otros  a 
ciertos  afectos;  por  ejemplo,  las  vocales  llenas  a,  o  me  parecen 
convenir  mejor  a  los  asuntos  ^iraves  i  magníücos;*  la  i,  por  el 
contrarío,  a  lo  pati^tico  i  a  la  elcjía.  í^in  embargo,  esmui  fácil 
que  esto  o  aquel  sonido  hablo  do  ua  modo  particular  al  espíritu 
do  un  individuo,  en  virtud  de  asociaciones  casuales,  i  por  con- 
siguiente eiTÓneas. 

Lo  que  sí  creo  ciertísirao  es  que,  cuanto  mas  difíciles  los  aso- 
nantoK,  otro  tanto  son  mas  agradables  en  sí,  prescindiendo  de  la 


*  Fastiim  et  insenitam  liiapaiioruiii  ^rttvitateni.  horma  quoquo 
inetn  Bcrmonl  (acilo  quls  doproltondet.  si  qiiis  er^brnin  repetitionem 
Ittcrw  A,  vocaliam  lun^e  míLn¡lleonU?!4im.T.  «peotet...  Sed  et  crebrn 
flnatla  clausula  in  o  vel  os  grande  quid  sonnt.  Isanc  Vossiiis.De  poc- 
tnaluin  cantu  et  viribus  rUylhmi. 


83  OPIJSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

conexión  que  puerlan  tener  con  laa  ideas  o  afectos;  ya  s 
el  placer  pro.lucido  en  nosotros  por  cualquiera  especie  ele  me- 
tro o  de  ritmo,  so  proporcione  en  parto  a  la  dificultad  vencida; 
o  que  el  oido  se  pague  mas  do  aquellos  Onales  que  le  son 
menos  familiarea  sin  serle  del  todo  peregrinos;  o  sea  finalmen- 
te que  la  repetición  de  estos  mismos  finales  corrija  i  tempere 
la  superabundancia  de  otros  en  la  lengua. 

Nuestros  poetas  modernos  no  han  sacado  quizá  todo  el  par- 
tido que  pudieran  de  estos  diferentes  colores  i  caracteres  de  la 
asonancia,  para  dar  a  sus  obras  el  atractivo  de  la  variedad» 
rao  parece  que  en  el  uso  de  ella  se  han  impuesto  leyes 
masiado  severas,  i  que  en  realidad  perjudican  a  la  armonif 
Que  se  guarde  un  mismo  asonante  en  los  romances  líricos, 
letrillas  i  otras  breves  composiciones  está  fundado  en  razón; 
pero  no  comprendo  porqué  motivo  se  haya  el  poeta  de  sujetar 
a  uno  solo  en  todo  un  canto  do  un  ¡wenia  épico,  aunque  cons- 
te de  mil  o  mas  versos,  sin  que  pueda  atesarse  en  favor  de  esta 
práctica  ni  el  placer  del  oído,  a  quien,  lujos  de  agradar,  ator- 
menta el  martilleo  de  una  desinencia  tantas  veces  repetida, 
ni  el  mérito  do  la  dificultad,  liabiéndola  sin  comparación  mayor 
con  la  variedad  de  la  asonancia,  que  en  seguir  indefinidamente 
una  sola,  apelando  a  ciertas  terminaciones  inagotables,  como 
to  hace  por  necesidad,  dejando  laa  menos  abundantes,  quo 
Hun  sin  duda  las  mas  gratas. 

Ya  que  se  ha  querido  añadir  a  las  tres  unidades  del  drama 
la  del  metro  (que  no  prescriben  Aristóteles  ni  Horacio,  ni  es 
conformo  a  la  práctica  de  los  antiguos"  dramáticos  castellanos), 


"  *In  comcedia  máxima  claudieamus,  Ucet  Tcrvnlii  scripla  mt 
Scipionem  Africanum  Teferanlur;  qux  lamen  in  hoc  genere  suní 
eleganlissima,  nt  plus  adhuc  hahitvragmlÍK.ei  iiifra  versus  Irime- 
trOB  sletissent.  Quintiliauo,  Instilutío  Oratoria  X,  I,  Mirificum  sano 
maj^ni  rhetortci  judicium.  Úptabat  acilicot  ut  Tabula  Terentianre,  quse 
in  primo  cujusquc  actu  ac  scvna  a  trlmetris  inchaantur,  eodem  metra 
BC  tenore  |x;r  omnes  actas  sconnsqtiQ  docucurríascnl.  CrcdereR  protoc- 
to hominem  nuaquam  scenam  vidíase,  nuuquam  comcedum  par- 
tes Buas  agcnlom  spcctavisse.  Quid  voluit?  Quod  nec  Menander,  neo 
ullus  grcecornm  fecít,    Tcrcntiiis  ut  (nceretf  ut  ira,  metus,  exultatio. 


LA  IlIMA  80 


pudiera  a  lo  menos  habérsele  dejado  la  variedad  de  rimas,  que 
tanto  deleita  en  las  comedias  de  Lope  do  Vega  i  Calderón. 
¿Por  qué  no  so  ha  de  diferenciar  el  asonante  a  lo  menos  en 
las  diferentes  escenas?  ¿Por  que  no  se  han  de  realzar  de  este 
modo  los  lances,  las  impresiones,  las  inesperadas  transiciones 
fle  un  afecto  a  otro;  ya  que  no  variando  do  metro,  como  lo 
hicieron  todos  los  trájicos  i  cómicos,  griegos  i  latinos,  a  lo  me- 
nos variando  la  rima? 

Esta  nueva  unidad  ha  contribuido  a  la  languidez,  pobreza  i 
falta  do  armonía,  que  con  pocas  excepciones  caracterizan  el 
teatro  español  moderno.  Ella  da  a  la  versificación  una  mono- 
tonía soporosa,  obligando  al  poeta  a  renunciar  las  asonancias 
mas  agradables,  que  son,  como  lo  hemos  observado,  las  mas 
difíciles. 


dolor,  gaudium,  et  quietse  res  et  turbata?,  codem  metro  lente  age- 
rcntur?  Ut  tibiccn  paribus  tenis  porpetuoque  cántico  spectantiim 
aures  val  dclaflarct  vcl  offondcrct?  Tantum  abest  ut  co  pacto  plus 
gratise  habitura  csset  fábula  ut  quantumvis  bcne  morata,  quantumvis 
bello  scripta,  p^ratiam  prorsus  omncm  perdidisset.  Id  primi  artis  in- 
ventores pulcre  videbant;  delcctabant  orgo  varietate  ipsa,  divcrscique 
t¡6í)  x'  :cáOr)  diverso  carmine  repra^sentabant.  Bentley;  SxeSo(;[xa. 


HOMANCIÍS  DEL  CICLO  CARLOVINJIO 


Los  mas  antiguos  poemas  narrativas  de  que  los  troveres  nos 
han  dejado  muestras,  o  al  menos  noticias,  36  compusjpron  en 
alabanza  de  Carlomagno,  i  do  los  principales  magnates  do  su 
corte;  pero  sucedió  lo  que  era  de  esperar  un  obras,  cuyos  auto- 
res se  propusieron  por  principal  objeto  entretener  a  sus  oyen- 
tes. Las  proezas  de  aquellos  guerreros  se  abultaron  de  unos  en 
otros  romances.  Sus  tradiciones  se  plagaron  de  milagros  i 
encantamientos.  Los  hechos  de  unos  se  atribuyeron  a  otros 
por  equivocaciones  a  que  dio  lugar  la  semejanza  de  nombres 
o  de  alguna  circunstancia  notable.  De  esta  mezcla  de  errores 
históricos  e  invenciones  [loéticas,  resultó  aquel  mundo  mitoló- 
jico  cíe  reyes  i  caballeros,  emires  i  jigantes,  desafíos  i  batallas, 
que  existia  ya  a  fines  del  siglo  XI,  según  parece  por  la  Crónica 
del  pacudo  Turpin'  en  que  se  refundieron  algunas  de  las  tra- 
luiciones  i  leyendas  populares,  que  entonces  corrían. 

Si  el  objeto  con  que  se  escribióla  Crónica,  no  fué  otro,  como 
lo  maniliestaella  misma,  que  promover  las  miras  de  engran- 
decimiento do  un  prelado  do  España,  es  evidente  que  el  autor 
no  sacó  de  su  cabeza  todos  los  hechos  que  refiero.  Lo  que  se 


•  Mucho  36  ha  escrito  sobro  Turpin  i  su  Criiníca.  De  las  investiga- 
ciones que  hice  sobre  esto  asunto  durante  mi  residencia  en  Europa, 
resulta  probarse  hasta  la  evidencia  que  In  Crónica  so  compuso  en  Oa- 
lícía  por  loH  años  do  1092,  i  quo  su  autor  no  fué  oapañol  sino  trancos. 
Por  una  not.-U>le  coincidencia  do  indicios  se  oohjo  quo  la  escribió  Dal- 
inaciú,  monje  benedictina  francés,  i  obispo  de  Irla.  No  puedo  exhibir 
ahora  los  fundamentos  quo  mo  asisten  para  pensar  así.  porque  ocupa- 
rían demasiado  espacio.  Me  propongo  someterlos  en  breve  al  examen 
4e  los  intelij«ntes. 


O-  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


debe  pensar  es  que  mezclaría  las  fábulas  de  su  invención  con 
otras  que  andaban  ya  acreditadas  por  escritores  de  mas  anti- 
güedad. De  otro  modo  no  era  posible  que  ni  aun  en  aquella 
edad  ignorante  i  supersticiosa  se  mirase  su  pretendida  historia, 
sino  como  un  tejido  de  patrañas.  Dejando  a  un  lado  todo  lo 
perteneciente  a  Compostela,  i  ciertos  milagros  i  revelaciones 
que  tienen  mas  do  monacal  que  de  romancescp,  creo  que,  en 
cuanto  a  las  hazañas  de  los  franceses  en  la  Península,  i  a  la  de- 
sastrada derrota  de  Roncesválles,  fué  un  mero  compilador,  i 
que  Reinaldos,  Oliveros,  Argolando,  Ferraguto,  Marsilio,  i 
otros  muchos  de  los  personajes  que  menciona,  eran  ya  conoci- 
dos cuando  él  tomó  la  pluma,  i  habian  figurado  algún  tiempo 
en  los  romances  i  jestas.  Por  eso  muchas  de  aquellas  ficciones 
tienen  ciertas  sombras  i  lejos  de  historia. 

Es  hecho  cierto  que  los  sarracenos  se  apoderaron  a  prin- 
cipios del  siglo  VIII  dcNarbona  i  de  la  Septimania;  i  que  infes- 
taron poco  después  la  Aquitania  i  la  Borgoña  hasta  amenazar 
a  Poitíers  i  a  Tours;  pero  el  que  los  rechazó  i  venció  fué 
Carlos  Martel,  cuyos  hechos  se  confundieron  en  los  roman- 
ces i  tradiciones  vulgares  con  los  de  Carlomagno.  Es  hecho 
cierto  que  este  príncipe  hizo  una  espedicion  a  la  Península, 
i  ocupó  gran  parte  del  país  entre  los  Pirineos  i  el  Ebro;  no  a 
la  verdad  llamado  por  el  apóstol  Santiago,  sino  por  algunos 
principales  sarracenos,  que  intentaban  con  su  ayuda  restable- 
cer la  dominación  de  los  abasidas,  destronando  al  emir  al 
Moumeniín  o  Miramamolin  Abderrama.  Estas  mismas  voces 
emir  al  pasaron  a  los  romances  en  el  título  do  admiral  o 
amiraldo,  que  se  da  en  ellos  a  los  califas,  verdaderos  o  imaji- 
narios,  de  Babilonia,  Persia,  España,  etc.,  i  que  encontramos 
ya  en  la  Crónica  de  Turpin.  Es  hecho  cierto  que  Carlomagno  se 
apoderó  de  Pamplona,  i  la  desmanteló;  circunstancia  que  dio 
oríjen  a  la  fábula  de  la  milagrosa  ruina  de  sus  muros,  debida, 
según  Turpin,  a  la  intercesión  de  Santiago.  Es  hecho  cierto 
que  Aquisgran  fué  hermoseada  por  el  mismo  príncipe  i  ador- 
nada de  edificios  suntuosos  hacia  796;*  de  modo  que  Turpin  en 


*  Sismondi.  Histoire  des  franjáis,  paj.  355. 


HOVANCBS  DEL  CI(XO  CAflLOTtXJlO 


•n 


esta  ¡Mrte  se  alejÓ  apenas  de  la  verdad.  En  U  comitiva  de  tie- 
rreros que  acompañan  a  Cariomagno,  hai  varios  pprsonojps  his- 
tóricos, si  bien  algunos  grandemente  desfigurados.  Do  Koldnn 
o  Rotulando,  se  sabe  que  era  g'obcrnailor  do  la  costil  de  Bretaña, 
i  que  de  hecho  fué  muerto  en  el  descalabro  ((iio  padeció  la 
retaguardia  del  ejército  franco,  asaltada  por  los  muntaüpses 
ga-íconcs;  función  en  que  murieron  otros  principales  señores, 
i  de  que  se  fabricó  por  los  poetas  la  batalla  de  Ronoesvállcs, 
tan  célebre  en  las  leyendas  romancescas  do  Cariomagno.'  G»Í- 
réros,  reí  de  Burdeos,  es  Woifer  o  Guaifur  hijo  de  Uunoldo, 
duque  do  .\quitania;  aquel  Waifer,  que  estuvo  largo  tiempo  en 
guerra  contra  Pipino  el  Breve**,  i  cuyo  sepulcro  se  mostraba 
extramuros  de  la  ciudad  de  Burdeos,  aunque  por  babei-so  gas- 
tado un  poco  la  inscripción,  creyó  el  vulgo  que  era  Caifas  quien 
estaba  allí  sepultado.'"  Urjel  Danos  (OQcriua  Rex  Daiti)  fué 
caudillo  de  una  do  las  expediciones  do  piratas  normandos  que 
en  el  siglo  IX  infestaron  la  Francia.**"  El  nombre  mismo  de 
Turpin  es  una  corrupción  del  de  Tilpin,  que  fué  verdadero 
arzobispo  de  Reims  ¡contemporáneo  de  Cariomagno;  Ganelon, 
a  quien  los  castellanos  llamaron  Oalalon,  no  es  otro,  según 
Ducatel,  que  Wenilon,  que  de  hombre  bajo  fué  heeho  arzobispo 
dA  Sena  por  Carlos  el  Calvo,  a  cuyos  beneficios  corresiJOndio  con 
ingratitud  i  traición,  abandonándole  para  seguir  el  partido  do 
Luis  el  Jermánico."*"  Asi  que,  en  el  Cariomagno  do  Turpin  i 
de  los  antiguos  romances  tenemos  tres  Carlos  ilistintos:  Carlos 
Martel,  Cariomagno  i  Carlos  el  Calvo.  El  jefe  de  la  raza  carlo- 
Tínjia  oscureció  las  glorias  de  las  otras  personas  de  su  nombre, 
i  se  engrandeció  con  sus  despojos,  a  manera  do  un  rio  cauda- 
loso que,  sin  mudar  el  suyo,  arrastra  los  tributos  do  una  mul- 
titud de  vertiente». 

Lo  oscurecidos  i  desfigurados  que  aparecen  estos  pci-sonajet 
i  aucesos  en  Turpin,  manifiesta  que  esto  falsificador  no  consultó 


*  Siomondi,  //ísíoíre  des  fran^.ais,  tomo  II,  páj.  S6i. 

**  Sismondi,  JUstoire  des  francais,  tomo  11,  pnj.  2üt,  i  siguientee. 

■'•  Diicatol,  Mémoires  de  Languednc,  pAj.  510. 

**•'  Sisinondi.  Ilistoirc  des  franquis,  tomo  111,  p¡ij.  107. 

••*••  Ducatel,  Mémoiret  de  Lauffwedoc,  pAj.  54(i. 


04  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


las  memorias  auténticas  de  Carlomagno,  i  que  las  fuentes 
donde  bebió  estaban  ya  turbias  con  las  consejas  del  vulgo  i  las 
invenciones  de  los  poetas.  Do  otro  modo,  no  hubiera  incurrido 
en  equivocaciones  tan  groseras;  no  se  hubiera  llamado  Turpin, 
sino  Tilpin;  en  una  palabra,  hubiera  acertado  a  injerir  con 
mas  arte  lo  fabuloso  en  lo  histórico.  Su  interés  era  que  su 
Crónica  fuese  mirada  como  una  relación  auténtica,  escrita 
por  un  testigo  ocular  de  los  hechos;  por  consiguiente  de- 
bió conservar  con  la  mayor  fidelidad  aquel  fundamento  de 
verdad,  en  que  trataba  de  apoyar  sus  cuentos  i  sin  el  cual  no 
era  posible  acreditarlos.  Si  no  lo  hizo,  fué  porque  siguió  incau- 
tamente a  los  romances,  o  a  crónicas  que  los  habian  copiado, 
creyendo  encontrar  en  unos  u  otros  aquel  fondo  de  historia, 
que  necesitaba  para  sus  mentidas  apariciones,  concilios  i 
privilejios. 

Hallamos  también  en  la  Crónica  de  Turpin  indicios  claros  do 
que  en  su  tiempo  corrian  ya  romances  llenos  de  proezas  fabulo- 
sas de  Carlomagno  i  de  otros  personajes  de  la  historia  do  Fran- 
cia. Turpin  alude  lijeramcnte,  como  a  cosa  sabida,  a  ciertas 
aventuras  de  Carlomagno  en  España,  durante  su  destierro  de  los 
estados  paternos;  como  fueron  el  haberse  refujiado  a  Toledo, 
corte  del  almirante  Galifer  o  Galafre,  de  quien  recibió  la  orden 
de  caballería,  i  cuya  hija  tomó  por  esposa,  i  el  haber  hecho  la 
guerra  i  dado  muerte  a  Braimante,  rei  árabe,  enemigo  de  su 
suegro.  Tenemos  en  estas  aventuras  un  romance  perfectamente 
caracterizado,  i  el  mismo  en  que  después  se  ejercitaron  mul- 
titud de  plumas  de  varias  naciones,  entre  ellas  la  del  italiano 
que  compuso  /  Reali  di  Franza,  que  es  de  los  primeros  tiempos 
de  la  lengua  italiana.  Esto  destierro  de  Carlomagno  parece  tuvo 
su  fundamento  histórico  en  algunos  sucesos  de  la  juventud  de 
Carlos  Martel,  que  cayó  en  desgracia  de  su  padre  Pipino  do 
Hcristal,  i  estuvo  efectivamente  desterrado  de  su  corte,  i  preso 
en  Colonia  en  poder  de  su  madrastra  Plectruda;  de  modo  que 
aquí,  como  otras  veces,  confundieron  *  los  poetas  vulgares  a 
Carlos  Martel  con  Carlomagno,  i  a  Pipino  de  Ileristal  con 
Pipine  el  Breve.  Las  aventuras  de  aquel  romance  estaban  ya 
bastante  acreditadas  en  España  misma,  cuando  escribió  el  arzo- 


ROMANCES  DEL  CICLO  CARLOVINJIO  95 


bispo  don  Rodrigo,  que  alude  lijeramente  a  ellas.*  IVto  aun 
testifica  mas  positivamente  Turpin  que  en  su  tiempo  era  ya 
antigua  la  costumbre  de  componer  rtílaciones  rm'trujas  de  he- 
chos caballerescos,  cuando,  al  mencionar  a  un  O^olo,  conde  de 
Nántes,  dice  de  hoc  caíiitur  cantinela  usque  in  hodiernnm 
diem,  quia  innúmera  fccil  rnirabilia. 

Do  las  antiguas  cantinelas  o  jestas  de  los  trovcre*^,  la  do  mas 
celebridad  fué  la  de  Rotolandoo  Roldan,  a  quien  llamaron  los 
castellanos  Roldan,  i  los  italianos  Orlando;  rej)n^(hic¡ila  sus- 
tancialmento  por  el  pseudo  Turpin.  De  su  existencia  a  mediados 
del  siglo  XI  tenemos  un  dato  auténtico.  En  la  batalla  de  Ilas- 
tings  (1066;,  un  caballero  normando,  llamado  Taillafer,  lanzó 
su  caballo  en  las  filas  enemii^as,  entonando  el  caulu  do  líoUlan, 
Roberto  Waoe,  poeta  anglo-normando  del  siíj^lo  XII,  en  su 
Román  da  liou,  refiere  este  hecho  en  versos  que  traducidos 
dicen  así: 

Tailliifer,  quo  mui  bien  caiHaba, 
en  un  caballo  que  velozmente  corría, 
delante  del  duque  iba  cantando 
do  Carlomagno  i  de  Holdan 
i  de  Oliveros  i  de  los  barones 
quo  murieron  en  Ronces  val  les.** 

Guillermo  de  Malmesbury,  í|ue  floreció  a  principios  del  mis- 
mo siglo,  había  ya  mcmrionado  este  hecho,  i  el  ilustro  historia- 
dor de  la  Conquista  de  hujlalj^rva  por  los  ñor  mundos  le  ha 
dado  lugar  en  su  relación  de  aquella  famosa  jornada. 

No  concil)o  en  qué  se  fundase  M.  de  la  Uue***  para  creer  que 


*  De  rebus  Jíispanis,  lib.  IV,  cap.  10. 

**  La  Cantinela  Rollandí,  o  Chanron  de  Rollant,  no  era  una  canción 
lírica,  como  haa  creído  aleonaos,  iirnorando  sin  duda  que  las  jestas 
versificadas  solían  llamarse  cliansons  i  canlinelce.  Los  troveros  no  han 
dejado  muestras  de  composiciones  lincas  en  alabanza  do  nadie;  i  por 
el  contrario  no  son  pocos  los  romances  franceses  a  que  sus  autores  mis- 
mos dieron  el  titulo  de  chansnns,  como  el  de  la  Jcsta  de  Mió  Cid 
llamó  cantares  las  secciones  en  que  la  dividió. 

*•*  Rppnd  de.'i  travaux  de  l'Anad*}ni¿e  de  Caen,  citado  por  Uoquefort,. 
Po€&ie  franraise  des  sientes  XÍI  et  XIII,  p.  206. 


9Ú  ÚPÜSCLiLUS  LITEnAllEOS  I  CRÍTICOS 

este  romanoe  de  Roldan,  cantado  por  Taíllarer,  fuose  el  del  V^ 
jo  de  Carloma.gno  a  Jerusalen  í  Conslantinopla,  que  se  cotf 
serva  manuscrito  ¡i  es  el  único  ejemplar  conocido)  en  el  Museo 
Británico  de  Londres,' donde  tuve  ocasión  de  leerlo.  El  asunto, 
como  lo  indica  el  título,  es  una  peregrinación  de  Carlomagno 
i  lüs  doce  pares  a  la  Tierra  Santa,  de  donde  volvieron  cargados 
de  reliquias.  Pasando  por  la  capital  del  imperio  de  Oriente,  se 
vieron  en  peligro  do  perecer  a  manos  del  emperador  llugon, 
(¡ue,  oncoleriíado  por  eiia  bufónicas  fanfarronadas,  les  amenazó 
con  la  muerto  si  no  las  ejecutaban  al  pie  de  la  letra.  Se  sal- 
varon con  ol  auxilio  del  ci^Io. 

Este  romance  nos  ofrece  una  muestra  muí  notable  del  uso  an- 
tiguo del  asonante  en  la  epopeya  caballeresca.  Está  escrito  en 
alejandrinos,  i  dividido  en  estrofas  desiguales,  do  gran  número 
de  versos,  quo  en  cada  estrofa  terminan  todos  en  un  mismo  aso- 
nante, ya  grave,  ya  agudo;  tipo  ritmico,  que  corresponde,  como 
veremos  en  otra  parte,  ala  época  de  la  lengua  francesa  en  que 
se  pronunciaban  distintamente  las  vocales  de  los  diptongos,  í 
que  subsistía  a  fínes  del  siglo  XII  o  a  principios  del  XIII,  lo  mas 
tardo. 

Hai  en  esto  romance  algunas  deacripcionea  bastante  poéticas, 
como  la  de  la  perspectiva  Jo  Constan tinopla,  con  sus  águilas, 
torrea  i  puentes,  sus  arboledas  de  pinos  i  laureles,  i  el  césped 
florido  de  los  campos  circunvecinos,  en  que  veinte  mil  caballe- 
ros, vestidos  do  seda  i  do  blancos  armiños,  juegan  al  ajcdrezo  a 
las  damas  o  llevan  sus  balcones  i  azores,  i  tres  mil  hermosas 
doncellas  en  briales  de  seda  a  franjas  de  oro,  van  deportándose 
con  sus  amantes;  la  déla  alcoba  magnífica  de  Hugon,  alumbra- 
da por  un  enorme  carbunclo  (e-specie  de  iluminación  repetida 
después  en  los  romances  hasta  el  Orlando  Enamorado  de  Ma- 
teo Boyardo],  do  su  carroza  no  menos  magnífica,!  de  su  palacio, 
sustentado  en  cien  columnas  do  mármol  nieladas  de  oro.  Tal 
era  la  idea  que  se  tenia  del  esplendor  i  magniCcencia  de  la  gran 
metrópoli  del  Oriente, 

Otro  romance  que  tuvo  su  orijen  en  la  historia  de  Francia,  G 


'  Bibliotheca  Regia  16,  E.  VIII 


nOJlANCBS  DBL  CICLO  CAnLOVIHJlO 


deOtUnermo  e¡  Chato  o  soa  el  de  la  nari;  corlada  (Guill&ume 
aucourt  ncz)Q  Guillermo  de  Oran  ge,  compuesto  por  otro  Gui- 
llermo, apellidado  de  liapaumo,  i  mencionado  por  Sinner  en 
su  Catálogo  de  ta  Dibliotoca  de  Berna,  por  Catel  en  las  Me- 
morias de  la  Historia,  do  Langüedoc,  por  los  benedictinos,  au- 
tores (le  la  Historia  literaria  de  Francia,  por  Ducange  i  otros. 
Este  Guillermo,  según  la  historia,  tuvo  por  esposa  una  señora 
llamada  GuiLburga,  militó  bajo  Carlomagiio,  que  le  hizo  du- 
que de  Tolosa,  i  se  hallíiba  al  lado  de  Ltidovico  Pío  en  Acjuita- 
nía,  invadida  por  el  sarraceno  Abdelinelek,  el  cual  ganó  en  793 
una  gran  victoria  sobre  el  ejiJrcito  francés,  que  mandaba  Gui- 
llermo. Si  los  liajiógrafos  no  han  confundido  dos  personajes 
distintos,  este  mismo  Guillermo  fuS  el  que  fundó  el  monasterio 
de  Lodcva  eu  el  vallo  do  Jelon,  donde  acabó  ausdias  i  fué  ve- 
nerado por  santo.  Hasta  aquí  la  historia.  Los  trovero-H  cuentan 
que  ganó  varias  victorias  sobre  los  sarracenos  do  España,  a 
quienes  dicen  que  expulsó  do  Oranijo;  quo  se  casó  con  una 
princesa  mora,  a  la  cualdió  el  nombre  de  Guibor  ¡corrupción 
manifiesta  de  Giiilburga);  i  que  después  vistió  la  cogulla.  Es- 
taba Guillermo  retirado  del  mundo,  i  reinaba  en  Francia  Lu- 
(loviüO  Pío,  cuando  puso  cerco  a  Paria  el  jigante  Isauro,  rci 
sarraceno  de  Coimbra.  Ludovico,  apurado  por  el  enemigo,  so 
acordó  do  Guillermo.  Be  te  busca  por  todas  partes.  Un  men- 
sajero tlcl  rei  acertó  a  pasar  por  la  erjnita  en  quo  moraba  el 
santo  anacoreta,  i  platicando  con  v\  sin  conocerle,  le  habla  del 
aprieto  en  que  se  hallaba  Paris,  i  de  lo  quo  se  Iiabia  afanado 
buscándole,  como  a  quien  estaba  reservada  la  gloria  do  vencer 
a  Isauro.  Partido  el  mensajero,  se  iirraa  Guillermo,  so  pone  en 
camino,  llega  por  la  noche  al  campo  do  Um  infieles,  lidia  con 
el  jiganlo,  le  corta  la  cabc¿a,  so  la  envía  al  i-ei  Ludovico, 
t  vuelvo  a  encerrarse  en  su  ermita.  En  el  siglo  XIII,  se  mos- 
traba en  Paris,  según  Catel,  la  sepultura  de  Isauro,  la  cual  te- 
nia veinte  piís  de  largo,  aunque  no  estaban  alü  la  cabeza  i 
pescuezo  del  jigante. 

Guillermo  do  Orango  tenia  ya  sü  romance  en  tiempo  de  Ordtf 

rico,  que  floreció  a  principios  del  siglo  XI^  pero  no  se  puedo 

afirmar  que  fuese  el  mismo  de  qun  acabamos  do  dar  idea,  por- 

opüsc.  13 


98  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


que  un  mismo  personaje  solia  dar  materia  a  diversos  romances^ 
i  un  mismo  romance  tümal)a  diversas  formas,  según  varial)a 
la  lengua,  i  se  iban  injiriendo  nuevas  hazañas  i  aventuras  en  la 
leyenda.  Orderico  no  quiso  tomar  del  romance  la  relación  de 
os  hechos  de  Guillermo,  porque  le  pareció  autoridad  sospecho- 
sa; de  modo  que,  desde  el  principio  del  siglo  XII,  empezaron  u 
mirarse  estas  obras  por  la  jente  instruida,  que  era  una  pecjue- 
ñísima  iX)rc¡on  do  la  sociedad,  como  composiciones  poética» 
que  no  merecían  mucha  fe.  Orderico  prefirió  sacar  sus  npticias 
de  una  relación  compuesta  por  hombres  rclijiosos  i  cloclos, 
pero  aun  entrc  ellas  hai  cosas  que  no  son  de  mejor  calidad  que 
el  combate  con  el  jigante  do  Coimbra. 

El  romance  de  Guillamne  au  coíirí  nez^  según  las  mues- 
tras que  he  visto,  estaba  escrito  en  largas  estrofas  de  endeca- 
sílabos asonantadüs,  con  un  solo  asonante  en  cada  estrofa. 

Otro  de  los  mas  antiguos  romances  de  que  hai  noticia  es  el 
de  Ogier  le  DanoiSy  a  quien  los  castellanos  llamaron  Urjel 
Danes^  i  dieron  el  marquesado  de  Mantua.  «A  principios  del 
otoño  de  851,  dice  Sismondi,*  una  flotilla  de  doscientos  cin- 
cuenta botes  al  mando  del  dinamarqués  Ogier,  el  mismo  (pío 
habia  saqueado  a  Rúan  algunos  años  antes,  so  prc^sentó  sobre  las 
costas  de  Frisia.  listos  normandos  amenazaban  a  dos  reinos  a  un 
tiempo.  Internándose  a  grandes  distancias  de  sus  naves,  que  re- 
montaban simultáneamente  el  Rin,  el  Mensa  i  el  Sena,  i)enetran 
has^a  Gante,  donde  incendian  un  monasterio  famoso;  otros  suben 
a  Aquisgran,  capital  del  emjxirador  Lotario,  reducen  a  cenizas 
los  conventos  mas  ricos  i  el  palacio  de  Carlomagno,  i  llegan 
hasta  Tréveris  i  Colonia,  metiéndolo  todo  a  sangre  i  fuego;  otros 
marchan  sobre  B<^*auvais,  queman  ciudades  i  granjas,  i  des- 
truyen los  célebres  monasterios  de  Fontenelle  i  de  San  Jerman 
de  Flay.  Los  dinamarqueses  invernaron  en  el  país;  i  cuando  lo 
dejaron  en  el  estío  de  852,  fué  para  trasportarse  a  l.Uu'déos,  i  ha- 
cerla teatro  de  sus  estragos  i  depredaciones.»  Pero  no  fueron 
probablemente  estos  hechos  ilo  los  normandos  los  que  celebra- 
ron los  troveres;  el  IJrjcd  do  la  historia  i  el  do  los  romances  no 

*  Histoire  dcí^  frniirnií;,  tomo  III,  pój.  in7. 


ROMAirCtB  D8I.  CICLO  GARLOTITrjIO  H 

tuvieron  tahez  otra  cosa  de  cornil n  que  la  patria  i  ol  nombre. 
Los  Dormaiidos  dieron  el  suyo  n  la  Neustria.  Establecidos  allí, 
adoptaron  la  relijion  i  el  idiomn  de  tos  habitantes;  i  habiendo 
traillo  del  norte  la  epopeya  histórica,  cultivada  por  toda^i  las  . 
razas  jormánicas,  dispeii»aron  una  üeñalaila  protección  a  tos 
trovepes,  que  con  este  motivo  iiitroducinan  en  sus  cairiarcs  per- 
sonajes o  asuntos  a  que  ya  habían  dado  celebridad  los  escaldos,  i 
que  se  mezclaron  i  confundieron  gradual  monte  con  los  de  lu 
historia  de  Francia.  Urjel  fuú  uno  de  loa  liéroes  arrebatados 
por  el  UíPbellin»  de  las  glorías  históricas  i  mitolójicas  de  Car- 
lomagno. 

El  antiguo  romance  du  Ucjol  no  debe  confundirse  con  el  que 
compuso  Adener  en  el  «iglo  XIII,  i  que  mencionaré  algo  maa 
adulante.  Los  benedictinos,  autores  de  la  Historia  Literaria  da 
Francia,  citan  un  romance  de  Osigier,  que,  según  ellos,  se 
cantaba  en  Borgoña  a  mediados  del  siglo  XI.  Esto  Osigier  i  el 
pirata  normando,  que  se  le  asemeja  un  poco  en  ol  nombre,  fue- 
•  ron  distintas  personas. 

SabemosL  do  otros  antiguos  romances  derivados  de  la  histo- 
ria francesa:  uno  de  UeinúKlos  Uo  Muntalban  ((¡ue  tampoco 
debe  confundirse  con  el  que  compuso  Ilugon  do  VJllener  en  el 
siglo  XUI);  otro  de  Alberico  de  Borgoña;  otro  do  Guarin  do 
Lorena  (Garins  le  Loherains),  Turjiin  menciona  ya  estos  perso- 
najes, quo  para  mi  es  casi  lo  mismo  que  sí  cítara  expresa- 
monte  les  romancea  que  de  ellos  se  cantaban;  porque  la  erudi- 
ción de  aquel  impostor  era  toda  do  martirolojios  i  romances. 

El  de  Guan'noB  de  Lorona  no  me  era  conocido  sino  por  los 
glosarios  do  Ducango  i  do  Roquefort,  que  lo  citan  amenudo. 
En  estas  citas,  pude  entrever  que  el  verso  era  constantemente 
endecasílabo,*  i  asonantada,  en  esti'ofjts  o  coplas  do  una  sola 
rima,  lo  cual  be  visto  plenamente  confirmado  en  la  edición 
impresa  de  esta  obra,  que  después  ha  llegado  a  mis  manos,  i  63 
una  de  las  que  comprendo  la  Colección  rfe  liomances  de  tos 
doce  pares  que  publica  M.  Paulino  Puris."  «El  romance,  díco 


*  n^ca^ílabo,  B^gun  la  compuCacinn  fraiicesn. 

"  Muuho  sienta  no  habor  vlnto  tie  cbI»  oolcccion  mn?  qite  el  Ciuari» 


100  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


el  ilustrado  editor,  por  mejor  decir,  la  canción  de  Guarínos,  hace 
parte  de  otro  poema  todavía  mas  vasto,  que  tiene  el  título  jene- 
raldeC/ta?i.son  des Loherens ^lo. cual  contiene  las  historias:  1.** 
.del  duque  Hervís  de  XIctz;  2.**  de  Guarínos  de  Lorcna  i  Begon  de 
Belin,  sus  hijos;  3.®de  Jirberto,  hijo  de  Guarínos,  i  de  Hernaldo  i 
Jirberto,  hijos  do  Begon;  i  4.**  de  una  cuarta  jeneracion,queloa 
continuadores  llevaron  hasta  Guarínos  do  Monglane.»  El  editor 
cree  que  esta  vasta  epopeya,  de  que  se  conserva  gran  número 
de  copias,  casi  todas  del  siglo  XII,  es  mas  antigua  que  las 
canciones  de  jesta  del  ciclo  carlovinjio.  La  parte  en  (¡ue  se  trata 
de  Guarínos  consta  de  quince  mil  versos,  i  está  dividida,  como 
la  Jesta  de  Mío  Cid^  en  tres  cantares  {cliansons)^  acaso  de 
diversos  autores,  uno  de  ellos  Juan  do  Flagy,  a  quien  pertenece 
indudablemente  el  tercero,  que  es  el  mas  bello  i  poético  do  los 
tres,  i  que,  sin  embargo,  no  se  lia  publicado  completo. 

M.  París,  que,  si  se  me  permito  expresar  mi  opinión  sobre 
esta  materia,  es  uno  de  los  escritores  que  mejor  han  compren* 
dido  el  espíritu  de  la  bella  poesía  de  los  troveros,  no  encuentra 
en  todas  las  epopeyas  antiguas  i  modernas  ningún  pasaje  que 
le  parezca  superior  a  la  narrativa  de  la  muerte  i  funerales  de 
Begon,  que  se  refieren  a  la  larga  en  este  último  cantar.  Hai 
en  ella  rasgos  bellísimos,  en  medio  de  una  difusión  que  fatiga. 

Alberico,  relijioso  de  la  abadía  de  Tres-Fuentes,  que  vivió  a 
mediados  del  siglo  XIII,  menciona  otros  antiguos  romances 
derivados  de  la  historia  de  Francia.  Hablando  de  la  hija  de  De- 
siderio,  rei  de  los  longobanlos,  que  Carlomagno  tomó  por  es- 
posa i  repudió  al  cabo  de  pocos  años,  dice  así:  «Sobre  el  repudio 
de  esta  reina,  que  se  llamó  Sibilia,han  tejido  los  cantores  fran- 
ceses una  bellísima  fábula,  donde  se  habla  do  un  hombre  infa- 
me, cuyas  jactancias  acarrearon  la  desgracia  do  aquella  prince- 
sa; de  un  perro  de  caza  que  lidió  maravillosamente  con  el  traidor 


de  Lorena;  ni  nio  es  clíido  procurarme  los  otros  tomos  antes  de  lu 
remisión  de  estos  apuntos  paríi  la  Biblioteca  Espnñola.  Tanto  mas  lo 
siento,  cuanto, seí^un  el  prefacio  del  tomo  i. «de  Guarin,  el  autor  croo 
haber  fijado  en  los  antoriore.s  la  fecha  de  los  mas  anti^^uos  romances 
de  los  doce  pares. 


1  presencia  tic  Carlos,  I  ledcju  venciüi 
afrentoso  quo  surrieron  Macario  i  sus  oúinpliccs;  del  labrador 
Waroclioz,  que  condujo  maravillosamente  a  la  reina  hasta  res- 
titairla  a  su  padre;  de  bu  oncuunLro  con  el  salteador  Guirimar- 
do;  de  la  expedición  de  RÍocIiít,  empcTador  de  C'onstantinopla, 
[que  se  sui>one  padre  duSibilia)  contra  loa  franceses,  a  la  cabe- 
za de  un  ejército  griego;  do  Ludovíco,  liijo  da  la  miama  Sibi- 
lia,  quo  se  casó  con  Blancallor,  hija  del  duque  Naaman;  de 
Carlomagno,  coreado  un  et  monte  Wídemar  por  su  hijo  Ludovico 
i  los  (*nirgijs;  do  la  rewnciliacion  de  Carlomagno  con  la  reina; 
Jo  los  seis  traidores  del  linaju  de  Galalun;  i  de  otras  cosas  en- 
treveradas en  dicha  fábula  i  por  la  mayor  partid  falsísimas;  las 
cuales,  aunque  deleitan  i  mueven  a  loa  oyentes,  ya  a  risa,  ya  a 
láerimas,  se  alejan  demasiado  de  la  historia,  i  so  inventaron 
por  miras  de  lucn*.» 

En  la  crónica  de  Alberico,  se  menciona  también  el  romance 
(le  Amioo  i  Amelia,  que  oxistc,  so^un  entiendo,  en  latín  i  en 
francés,  i  del  romance  do  Urcon,  cautivado  por  Isoredode  Coim- 
lira,  i  hbertado  por  su  hijo  ]\Iilon,  con  cuya  ayuda  recobra  sus 
estados  i  su  esposa  Belisciida,  i  toma  venganza  del  tirano  Ugon 
do  Bourges.  El  mismo  autor  menciona  otros  romancea  (caníí- 
lems)  en  que  se  refería  la  muerte  del  sarraceno  Edmundo  (Al- 
monte  en  la  ejíopoya  italiana)  a  manos  de  Roldan,  que  aun  no 
habia  sido  armado  caballero;  la  de  Agolando,  a  manos  de  Carlo- 
magno; i  las  proezas  de  Guido  de  Borgoña  i  de  Jeranlo  dcFrado, 
padre  del  arsobÍRpo  Turpin.  Finalmente  hallamos  en  Alberico 
la  jenealojia  de  la  culebro  casa  de  Monglanc,  que  dio  tres  o  cua- 
tro ji-nerndnncs  do  caballeros  ramosísimos  en  la  lii&toría  roman- 
cesca de  Carlomagno  í  Lvulovico  Pío. 

Guarin  de  Monglane,  de  la  estirpe  de  los  caballeros  de  Lorena, 
tuvo,  según  los  troverea,  cuatro  hijos,  Arnaldo  de  Belanda,  Jo- 
rardo  do  Vícna,  Iteuier  do  .lénova,  i  Milon  de  Apulia.  Arnaldo 
fué  padre  do  Almerieo  do  Narbona,  projenitor  fabuloso  de  los 
Manriquez  de  España,  que,  casado  con  Esniengarda,  hermana 
íle  Bonifacio,  reí  de  Pavía,  enjendró  a  Bernardo  de  Bruaban,  pa- 
dre del  paladín  Beltran,  a  Buéves  o  Bóves  de  Commarehís,  que 
)  fué  de  Jíbelino  i  Jerardo,  a  Guillermo  de  Orange,  Guarinos 


••• 


.•.M\- 


'• 


•••       •    • 


luí     /  •.    .'  •.  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


'•.  •. 


/\*:**-/<te  Anscaume,  que  murió  a  manos  de  los  sarracenos  de  España, 
•••,  :*•  Arnaldo  de  Orleans,  Aimer  do  Vcnecia,  i  Jibelino  do  Andcr- 
nas,  llamado  también  Jibcrto.  Rcnier  de  Genova  fué  padre  del 
famoso  Oliveros;  Milon  de  Apulia  lo  fuó  do  Simón  do  Apulia;  i 
de  las  hijas  de  Almerico  nacieron  Ricarte  de  Normandía,  Fulcon 
de  Candía  i  Elias  de  Provenza;  sin  contar  otros  caballeros  do 
menos  fama.  Esta  jenealojía  la  sacó  Albcrico  de  los  romances, 
que  la  dan,  sin  embargo,  con  notables  diferencias,  en  que  no  es 
del  caso  ocuparnos. 

Es  probable  que  la  mayor  parto  de  estos  caballeros  tuvieron, 
como  Almerico  de  Narbona  i  Guillermo  de  Oraníi^c,  sus  romances 
particulares.  Existen  en  el  mismo  códice  del  Museo  Británico 
el  de  Jerardo  de  Vicna,  Buóves  do  Commarchis  i  Jibelino  de 
Andernas.  En  el  fabliau  des  deux  nonlóors  Ribans,  publicado 
porM.  de  Roquefort  en  su  Poesía  Francesa  de  los  siglos  XII  i 
XIII  (pajinas  290  i  siguientes),  so  da  una  lista  de  los  romances 
mas  populares  que  corrían  en  el  siglo  XIII,  en  que  se  compuso  el 
fabliau;  i  esta  lista  contiene,  entre  otros  varios,  los  de  Roldan, 
Reinaldos,  Guido  de  Borgoña,  Urjel  de  Dinamarca,  Guarínos 
do  Lorena  i  Urson  de  Beauvais,  mencionados  atrás,  i  los  de 
Guillermo  de  Orange,  Almerico  de  Narbona,  Jerardo  de  Viena, 
Buéves  del  Commarchis,  Bernardo  de  Brusban,  Oliveros,  Ful- 
con i  Jibelino,  que  pertenecen  a  la  familia  de  Monglane. 

La  mayor  parte  de  los  cal^alleros  de  esta  familia,  o  son  ente- 
ramente imajinarios,  o  en  el  progreso  de  las  fábulas  roman- 
cescas se  han  alejado  tanto  de  su  tipo  histórico,  que  no  es 
fácil  reconocerlos.  Guillermo  de  Orange,  de  quien  arriba  hice 
mención,  Bernardo  de  Brusban,  que  parece  haber  sido  Ber- 
nardo, conde  de  Barcelona,  en  tiempo  de  Ludovico  Pió,  i  que, 
en  tal  caso,  no  fué  hermano  sino  hijo  del  anterior  Guillermo, 
Jerardo  de  Viena,  duque  de  lns  dos  Borgoñas,  que  se  suble- 
vó, no  contra  Carlomagno,  como  quiere  su  romance,  sino 
contra  Carlos  el  Calvo,  i  Bernardo  son  talvez  los  únicos  do 
cuyos  nombres  i  aventuras  se  columbra  algún  rastro  en  la  his- 
toria. También  podemos  ol)servar  con  relación  a  estos  caballo- 
ros  que  muchos  de  ellos  fueron  celebrados  por  los  poetas  largo 
tiempo  antes  de  haberse  tejido  la  jenealojía  precedente,  con- 


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j 


nOílANCKS  DEL  CICLO  CARLOVINJIO  103 


traria,  no  solo  a  la  historia,  sino  a  los  mas  antií^uos  romaneos. 

Las  composiciones  citadas  son  por  la  mayor  parto  de  fecha 
anterior  al  siglo  XIII.  Las  mas  modernas,  como  el  Jerardo  de 
V¿ena, el  Almerico  de  Narbona ,  el  liaéi^es^  el  Jibelino, deben 
referirse  lo  mas  tarde  a  los  principios  de  dicho  siglo,  por  la 
mención  o  indicios  de  ellas  ([iie  encontramos  en  Alberico;  bien 
es  verdad  que,  como  un  mismo  personaje  i  asunto  fué  tratado 
amenudopor  poetas  de  diversas  edades,  es  difícil  establecer  la 
iilentidad  de  los  romances  citados  por  escritores  antiguos  con 
los  que  se  conservan  en  las  bibliotecas  de  Europa.  Debemos, 
por  tanto,  para  rastrear  la  antigüedad  de  uno  de  estos,  atender 
principalmente  al  lenguaje,  estilo  i  versificación  de  la  obra,  a 
Jas  costumbres  i  escenas  que  se  introducen,  al  niimoro  i  carac- 
teres  de  las  ficciones  en  que  aparecen  ajentes  sobrenaturales, 
a  lo  mas  o  menos  refinado  de  las  ideas  de  honor  i  de  los  afec- 
tos amorosos.  Bajo  estos  respectos,  el  Jerardo^  Almerico^ 
fíuéves  i  Jibolino,  que  comprende  el  códice  del  Museo  Britá- 
nico, no  desdicen  de  la  era  indicada;  i  podemos,  con  alguna 
verosimilitud,  suponerlos  algo  anteriores  a  la  crónica  de  Albe- 
rico. Por  lo  que  toca  al  primero,  Guido  Alarde  (pajina  224) 
asegura  que  se  compuso  en  1 130  en  la  ciudad  misma  de  Viena; 
pero,  no  informándonos  de  los  fundamentos  que  tuvo  para 
creerlo  así,  queda  al  arbitrio  del  lector  dar  a  esta  aserción  el 
crédito  que  gu.ite. 

El  autor  del  Jerardo  do  Viena  (a  mi  parecer  uno  de  los 
mejores,  i  de  que  por  eso  copiare  algunos  pasajes  para  que 
í5irvan  de  muestra)  se  noml)ra  a  sí  mismo  en  estos  versos: 

A  Bar-sor-Aube,  un  chastol  seígnori, 
s'asist  Borlrans  en  un  vcrgior  nori, 
un  gentil  clers,  qui  cesto  chanson  fist. 

En  Bar-sor-Aube,  un  señoril  castillo, 
Beltran  sentóse,  en  un  verjel  florido, 
jentil  trover  que  estos  cantares  hizo. 

El  establecimiento  de  Jerardo,  hijo  de  Guarínos,  en  la  ciudad 
de  Viena  del  Delfinado,  i  su  levantamiento  contra  Carlomagno, 
forman  el  asunto  del  poema,  en  que  hacen  papel  gran  nú- 


lOi  OPÚSCULOS  UTERARIOS  I  CRÍTICOS 


mero  de  personajes  romancescos  de  la  corte  do  Carlomagno  i 
de  la  familia  de  Monglanc.  Jcrardo  rechaza  del  modo  mas  terco 
las  insinuaciones  amorosas  de  una  duquesa  de  Borgoña,  que 
despecliada  se  casa  con  el  emperador.  La  duquesa,  por  ven- 
garse  de  la  altivez  de  aquel  caballero,  hace  que  una  noche  le 
bese  el  pié,  a  la  sazón  de  inclinarse  Jerardo  a  besar  el  de  Carlos 
por  la  investidura  del  ducado  de  Viena;  i  algún  tiempo  des- 
pués se  alabó  do  esta  acción  delante  de  toda  la  corte.  Estaba 
presente  Almerico,  que,  mirando  aquel  hecho  como  una  afrenta 
de  su  familia,  denuesta  brutalmente  a  la  emperatriz,  i  aun  la 
hubiera  dado  la  muerte,  a  no  haberse  interpuesto  los  otros  baro- 
nes. Tan  lejos  estaba  todavía  el  romance  de  aquel  sentimiento  de 
galantería  i  respeto  al  bello  sexo  que  en  los  caballeros  andantes 
de  tiempos  posteriores  tocó  la  raya  de  la  idolatría.  Almerico, 
escapado  do  París,  alborota  a  Viena;  júntase  toda  la  familia 
de  Monglanc;  i  habiendo  pedido  en  vano  satisfacción,  toma  las 
armas.  Carlomagno  pone  cerco  a  Viena.  La  vasta  campiña  de 
esta  ciudad  es  el  teatro  de  varios  desafíos,  encuentros,  batallas, 
justas  i  otros  incidentes  caballerescos.  El  joven  Roldan' tiene 
allí  ocasión  de  conocerá  la  hermana  de  Oliveros,  la  bella  Alda, 
cuyas  gracias  describe  el  poeta  con  una  elegancia  i  una  sim- 
plicidad admirables: 

Diciendo  así,  volvió  la  grupa  Orlando. 
Aprieta  al  bruto  el  espolón  dorado; 
revuelvo  luego,  i  cierra  apresurado 
con  Oliveros,  paladín  bizarro. 
Todas  las  damas  al  florido  campo 
las  bollas  justas  a  mirar  llegaron. 
Allí  llegó  Alda  bella,  la  del  claro 
rostro,  que  tuvo  gran  beldad;  el  manto, 
bellamonlc  prendido,  no  mui  largo, 
flotar  dejaba  por  el  hombro  abajo. 
La  hermosa  orla  apenas  toca  el  prado. 

¿Queréis  oír  do  su  beldad  divina? 
Lleva  en  la  frente  una  corona  rica 
do  bollas  piedras  que  gran  lumbre  envían; 
debajo,  el  rubio  pelo  so  ensortija. 


ROMANCES  DEL  CICLO  CAHLOVINJIO  105 


Tuvo  de  halcón  mudado  las  pupilos; 

frescas  i  coloradas  las  mejillas, 

como  en  abril  la  rosa  matulina; 

blanca  la  tez,  cual  llor  que  el  prado  cria; 

delicadas  las  manos  i  pulidas; 

el  pie,  jenlil;  el  talle,  a  maravilla; 

súbele  roja  sangre  a  las  mejillas. 

La  cristiandad  no  vio  mujer  mas  linda. 

Después  de  otros  sucesos  de  menor  importancia,  los  dos  parti- 
dos conciertan  un  combate  sinüfular  que  pon^^a  fin  a  su  querella 
i  a  los  males  de  la  íruerra  civil.  Carlomaíjno  elije  por  su  cam- 
peón a  Roldan;  Jerardo,  a  Olivérus.  Una  isla  del  Ródano  es  el 
lugar  señalado  al  efecto.  El  ejército  imperial  desdo  su  campa- 
mento, las  damas  i  caballeros  vieneses  desde  las  almenas  do  la 
ciudad,  son  los  espectadores  <le  esta  escena  terrible  en  que  esta 
comprometida  por  una  parte  la  autoridad  de  Carlos,  por  otra  el 
honor  do  Moni^lane.  El  poeta  manifiesta  algún  arte  en  los  anun- 
cios i  preparativos  de  la  lid,  i  j)inta  con  sensibilidad  la  angustia 
de  Alda,  hermana  del  uno  de  los  dos  lidiadores  i  amante  del  otro. 
Oliveros  se  viste  una  armadura  ((uc  habia  sido  de  Eneas  i  do 
Roboan,  la  cual  recibió  de  manos  de  un  judio  Joaquín,  que,  ha- 
biendo sido  contemporáneo  de  Pilátos,  alcanzó  a  los  tiemiwsdo 
Carlomagno,  i  habitaba  entonces  en  Vicna.  Roldan  se  ciño  su 
famosa  Durandal,  que  el  mismo  habia  quitado  al  sarraceno 
Almon.  Llegados  a  la  isla, 

cada  cual  al  caballo  hincó  la  espuela, 
i  el  fuerte  escudo  a  su  rival  présenla; 
i  del  caballo  en  la  veloz  carrera 
pasan  el  uno  al  otro  en  la  pradera. 
Grandes  golpes  so  dan;  pedazos  vuelan 
de  las  nieladas  bastas  que  so  quiebran. 
De  fino  temple  los  arneses  eran, 
que  a  tan  fiero  batir  no  se  falsean. 
Ni  uno  ni  otro  en  el  choque  vino  a  tierra; 
i  Oliveros  airado  so  despecha 
de  que  en  la  silla  Orlando  so  mantenga. 
De  su  espada  Altaclara  la  hoja  tersa 


luí)  OIMJftClLOS  LITKHAUIOS  1  CllÍTlGOS 

liíice  l)r¡llnr;  i  a  Orlando  en  la  cimera 
hiere:  van  por  el  suelo  hojas  i  piedras, 
i  el  rií.'o  yelmo  hecho  pedazos  queda. 

El  duque  Orlando  al  buen  corcel  oprimo 
i  a  Durindana,  que  al  costado  ciñe, 
fiero  desnuda  i  a  Olivero  embiste. 
Kn  el  yelmo,  da  el  golpe  irresistible: 
abajo  echó  topacios  i  rubíes. 

El  caballo  de  Oliveros  fué  tajado  de  medio  a  medio;  el  jinete, 
sin  embarí^o,  quedó  en  pié.  Grandes  fueron  el  temor  e  inquie- 
tud de  los  viencses  al  ver  desmontado  a  su  campeón-,  pero 
na<la  igualó  al  dolor  do  Alda: 

Alda  la  bella  a  la  ventana  mira; 
la  mano  tiene  puesta  en  la  mejilla; 
con  mui  grande  dolor  llora  i  suspira, 
viendo  a  su  hermano  a  quien  Roldan  derriba 
de  su  corcel  lozano  de  Castilla. 
Tal  duelo  tiene  la  beldad  pulida, 
que  llorosa  corriendo  a  la  capilla 
ante  el  altar  la  triste  se  arrodilla, 

Alda  la  bella  en  el  tallado  mármol 
privada  cae  de  sentimiento;  el  blanco 
suelo  sus  bellas  lágrimas  mojaron, 
i  el  nuevo  armiño  i  el  brial  preciado. 
— Glorioso  Dios!  piedad  de  mi  quebranto! 
Dame  oír  que  vencido  i  denostado 
ni  el  caro  amante  sea,  ni  el  hermano. 

Oliveros  tiene  la  dicha  de  desmontar  igualmente  a  su  antago^ 
nista,  matándole  el  caballo.  Entóneos: 

Acuchíllanse  en  son  con  los  aceros: 
en  los  escudos  dan  golpes  tremendos; 
vuela  la  pedrería  do  los  yelmos; 
i  heridos  uno  i  otro  arrojan  fuego. 
Brillan  a  la  redonda  los  reflejos. 
Hombre  no  vio  jamas  tan  duro  encuentro. 


5*>Ki>-I£a  IZ-    .II'  .       i- L'.''  1  ^^.  J 


del  Ri u  ro  V :  e  r. V  - .  1  ■=  c  •.  1: .. '.  L e :   s 
coa  rrn  r.  :' ^  r  ?  r  o ?  j .- . : .:  :• :.  '. :  *  >■. .  •: :    > . 

No  se  iian  j  I?  l.-A.  :..  s?  :~r.: :::.  ~'.\:- :^. 

4  1  -  •     * 

■  iV    V.>.t>.«il    V.  u>t .    L  ^     '.«  . .     •  .  -.     .         ...... 

■  ■■.■■«  ■_      %■    »«■  ta.  **  V*.  Bk*  *  ata»* 

de  molo  t:»!  ?  :.*  e-.*  ;  '.•  ^  -?  r.  :r.   ioi . ";. 

i  los  bruiiid  .*s  \  :'..r.'-í  «iv-;.!::;::    !í. 

Poco  !•  s  ci-os  «io  •::■'»  l-.-s  \..!:e.'i»::. 

que.  c':ñ]  >i  í;i-?í-::í  Ijlcir.  I;í  ?:?i.<.  i:e:;l:eron. 


Rómpo-SL-lo  a  01:v«.  ro^  la  cs;a«Ia:  nuevos  lamentos  de  Alda: 

Santa  M;ir.'a!  .^.0:1  jí.\:\  íImAo  \\'}o  . 
Caro  Oliv.'ros!  M.'.sort»  ile-iir.''^! 
Si  yo  te  pierd'i.  el  eiel'»  iv.e  ha  concluido, 
i  jamas  ^eiá  Grían-Io  mí  maii.lo, 
el  mejoi*  hom¡)re  que  lia  ospa  la  ceñido. 
;.\nleá  ile  mr-iija  ve.stii-j  ciiioio! 
Ai!  a  mi  hermano  coml)alieiulo  miro 
con  quien  me  amó  como  leal  amiiro. 
Triste  Sv?rJ\  cualquiera  que  \encid«> 
fie  l'».s  dos  sea  I  Pártelos,  te  pido, 
pártelos,  reina  coronaila!  Dijo, 
i  sin  color,  Jerardo,  que  la  vido 
desmayar,  la  levanta  compasivo. 

Oliveros  apela  a  \o^  puños;  Roldan  no  quiere  pelear  con  ven- 
taja: - 

Sir  Oliveros,  bravo  sois,  pardicz! 
^'uestro  templado  acero  rolo  ha])eis; 
i  yo  en  la  diostra  len;ro  estotro,  que  es 
de  tal  bonda«I,  que  no  se  puede  en  él 
hacer  rasguño,  ni  amellarlo.  Ve, 
busca  una  espada  a  todo  lu  placer, 
que  soi  sobrino  yo  del  rci  francés, 
i  si  te  mato,  ¿qué  dirán?  que  a  quien 
vi  desarmado,  di  la  muerte, — Ve, 


IOS  OPÚSCULOS  LITEHAIIIOS  1  CHÍTICOS 

i  una  copa  do  vino  has  de  traer, 
que,  si  verdad  te  digo,  tengo  sed. 

El  judío  Joaquín  proporciona  al  desarmado  caballero  la  fa- 
mosa Altaclara,  que  había  sido  del  emperador  romano  Clara- 
mundo.  Sigue  el  combate;  las  dos  espadas  hacen  prodíjios; 
últimamente  un  ánjel  separa  los  combatientes;  í  les  manda 
emplearlas  en  los  sarracenos  de  España.  Roldan  i  Oliveros  se 
juran  eterna  amistad;  de  allí  a  pocos  días  se  hace  la  paz  entre 
Carlomagno  ¡  Jcrardo;  i  la  bella  Alda  da  la  mano  al  paladín 
Roldan,  que,  antes  de  consumar  el  matrimonio,  parte  con  el 
emperador  en  demanda  de  España: 

El  duque  Orlando  entró  en  la  rica  sala, 
a  la  bella  Alda  vio,  la  que  en  el  alma 
le  causa  tanto  amor;  i  fue  a  besarla. 
Su  rico  anillo  el  duque  diólc  en  arras; 
i  ella  lo  dio  la  bella  enseña  blanca 
que  después  fue  de  tanto  nombre  i  fama, 
cuando  ganando  vino  por  la  España 
tantos  castillos  i  ciudades  tantas. 
Mas  sarracenos  (jdóles  Dios  la  pagal) 
partieron  para  siempre  a  Orlando  i  Alda; 
i  no  hubo  do  ellos  heredero  en  Francia, 

El  Altnerico  refiere  los  grandes  hechos  del  caballero  asi 
llamado,  hijo  do  Arnaldo  do  Bolanda,  sus  guerras  contra  el  tu- 
desco Savary,  que  le  disputaba  la  mano  de  la  princesa  Esmen- 
írarda  de  Pavía  í  contra  los  árabes  i  babilonios  en  la  defensa  de 
Narbona,  que  lo  había  sido  encomendada  por  el  emperador  Car- 
lomagno. El  poeta  describe  así  la  sala  del  palacio  del  almirante 
o  soldán  de  Babilonia: 

En  medio  de  la  alta  sala  del  palacio  principal, 
un  árbol  de  cobre  habia,  que  por  arte  singular 
en  un  molde  fué  vaciado,  i  cubierto  de  oro;  tal 
que  no  pienso  que  en  la  tierra  pueda  nadie  imajinar 
pájaro  (pie  no  se  vea  sobre  sus  ramas  posar; 
i  lo  bueno  es  que  tenia  toda  avecilla  su  par. 
El  májico  que  lo  hizo,  hombro  fue  de  habilidad. 
Dicen  que  en  el  paraíso  supo  las  piedras  tajar 


ROMANCES  DEL  CICLO  CARLOVIXJIO  109 


1  con  esmaltes  vistosos  componer  i  variar 

i  que  tiene  por  nigromancia  el  viento  en  elhis  su  hogar 

así  que,  soplando  el  viento,  óyenle  todos  cantar, 

cada  cual  a  su  manera,  i  con  tanta  suavidad, 

que  no  juzgo  que  haya  hombre  que  de  oír  se  pueda  hartar; 

i  si  cólera  le  aqueja,  cuando  le  oye  sonar, 

a  la  cólera  sucede  en  su  pedio  blanda  paz. 

Esta  exajcracion  do  los  prodijios  de  las  artes  es  una  de  las 
especies  de  maravilloso  a  (¡uc  ocurren  amenudo  los  antij^uos 
romances.  En  el  antiquísimo  del  viaje  de  Carlomagno  a  Cons- 
tantinopla,  hai  una  descripción  mui  semejante  a  la  que  acaba- 
mos de  copiar. 

Balbuena  desenvolvió  posteriormente  la  misma  idea,  pintan- 
do en  su  Bernardo  las  maravillas  i  preciosidades  del  ixvlacio  do 
Aleixa. 

Entre  las  obras  do  Adenez  o  Adans,  llamado  li  roí  o  el  rci^ 
por  haber  sido  roi  do  armas  del  duque  de  Brabante,  o  seifun 
conjeturan  otros,  por  haber  sido  coronado  en  una  academia 
poética,  se  enumera,  yo  no  só  con  qué  fundamento,  un  Ayiticr 
de  Narboiine.  Ademas  floreció  a  mediados  del  siglo  XI II;  i 
no  es  posible  que  Alberico  hubiese  podido  tener  a  la  vista  sus 
obras;  pero  el  romance  de  que  acabo  de  hablar  me  parece  mas 
bien  escrito  por  Beltran  li  Clers,  el  autor  del  Jerardo  de  Vlenay 
no  solo  por  la  absoluta  semejanza  de  estilo  i  verso,  indicio  cier- 
tamente falible,  sino  porque  el  poeta,  al  terminar  el  Jerardo, 
se  excusa  de  contar  la  trájica  expedición  de  Carloinagno  a  Espa- 
ña como  .isunto  sabido  de  todos,  i  ofrece  continuar  la  historia 
de  la  familia  do  Monglanc,  al  paso  que  el  Altncrico  empieza 
cabalmente  por  la  vuelta  de  Carlomagno  a  Francia,  después  do 
la  derrota  de  lloncesválles,  a  que  se  agrega  la  circunstancia  de 
estar  juntas  estas  dos  composiciones  en  el  códice  anteriormente 
citado,  que  es  de  una  antigüedad  respetable. 

El  Ihiécesde  Commarchis  presenta  alguna  mas  variedad  do 
aventuras.  Contiene  los  hechos  de  Duóves  i  do  sus  hijos  en  Bar- 
bastro,  donde  Buéves  mata  una  desaforada  serpiente,  que  arro- 
jaba fuego  por  la  boca.  Apoderado  de  aquella  ciudad,  que  era 
la  torro  del  almirante  de  España,  saquea  sus  ídolos  i  templos, 


lio  ÜI'LSCILOS  LITEIIAUIOS  I  CHÍTICOS 

cuya  riqueza  ¡  maíja¡íiL*encia  dcscrihc  el  poeta  con  el  colorido 
propio  de  los  romances.  Sitian  a  B  irl)astro  el  almirante  de  Es- 
paña i  el  muflí  de  C.-órdoba;  i  sucisle  una  multitud  de  combates 
en  que  los  amores  de  Jcrardo,  hijo  de  Hueves,  i  de  Malatría, 
princesa  de  C»irdol)a,  forman  un  ei)isod¡o  ontretenido.  Hueves 
queda  al  iin  pacífico  señor  de  Harbastro,  i  Malatría  da  la  mano 
a  Jerardo,  llevándole  en  dote  c,^ran  número  de  estados  i  ciuda- 
des, entre  ellas,  núrí^i»s,  Córdoba,  Tudela,  Toledo,  Pamplo- 
na, etc. 

No  hablare  del  .///>*.^¿y?o  do  Andnrunf^y  ni  de  otros  romances 
que  ofrecen  sustancialmente  la  misma  idea,  esto  es,  el  estable- 
cimiento del  héroe  en  una  ciudad,  provincia  o  reino  que  le  es 
forzoso  ganar  o  def(»nder  con  la  espada.  La  historia  i  costumbres 
de  la  edad  media  debieron  sujerir  amenudo  esta  csikícíc  do 
asuntos.  El  imperio  romanóse  desmembró,  o  por  mejor  decir, 
«e  desmoronó  en  ¡nnunu*rables  fragmentos,  presa  de  aventu- 
reros que  so  los  ganaron,  repartiei?<jn  i  disputaron  a  mano 
armada.  Tal  fué  el  orijen  de  todas  las  casas  reinantes  i  de 
toda  la  antigua  nobleza  de  Europa.  Así  Uolon  so  estableció  con 
sus  normandos  en  la  Neustria,  i  fué  el  héroe  de  uno  de  los 
romances  de  Wace,  que  en  realidades  una  historia  versificada. 
Así  Guillermo  Fierabrás,  vencedor  de  los  sarracenos  i  griegos, 
80  enseñorea  de  Apulia  i  lega  su  nombre  a  los  poetas,  que  le 
dieron  una  celel)ridad  fabulosa.  Así  Itoberto  Ouiscardo,  proto- 
tipo talvez  de  aquel  (luiscardo  qu(í  los  trovercs  cu(Mitan  entre 
los  hemíonos  de  Reinaldos  de  Mont.dban,  sale  de  su  patria, 
pelea  también  con  los  sarracenos  i  griegos,  i  de  caballero  par- 
ticular se  hace  soberano  de  la  Calabria  i  de  la  Sicilia.  Así 
Oofredo  de  Bullón,  coní[uistador  de  Jerusalen,  i  por  no  citar 
ejemplos  extranjeros,  Ilui  Diaz,  conquistador  de  Valencia, 
fueron  celebrados  por  los  poetas  desde  principio  del  siglo  XII. 

Pero  no  dejaré  los  romances  tomados  de  la  historia  de  Fran- 
cia sin  mencionar  particularmente  los  de  Carlomagno  quo 
comprende  el  cóvUce  15,  E.  VI  de  la  Biblioteca  lleal  del  Museo 
Británico.  En  éstos,  hallamos  aventuras  mas  entretenidas  i  va- 
piadas  i  mas  amenidad  en  las  descripciones. 

El  primero  contieno  la  guerra  de  Carlomagno  contra  el  almi- 


rouaxccs  del  cw.lo  cvrlomnjio  tlt 


rantede  Persia,  q«e  lo  niaiuUi  una  emhajaila,  oxijiíMulo  le 
reconozca  por  soberano  i  le  patrne  trilnito.  K>ta  enibajavla  >e 
componía  de  euatn.»  reyes;  uno  deelK^s  arroja  el  iruantem  pre- 
sencia de  Carlos:  disípútanselo  Heranlo  i  IhMovinos;  el  em- 
perador, a  pesar  de  este  insuU»»,  respeta  en  ellos  el  earáeler  de 
embajadores,  i  los  festeja  espléiivUilaiMente  en  su  ixilaeio: 

Allí  v¡éra«los  azores,  allí  vi-.n\\Jes  neblíes, 
i  jeri  faltos  mu  «latios  i  otros  pájaros  jen  I  i  les. 
Vicrailcs  nobles  «lonceles  eon  mantos  venios  i  irrites, 
de  eibelinas  bonlados  i  ile  armiños  señoriles, 
de  cendales  lleno  el  viento  i  la  tierra  ile  tapices. 

Hallamos  atpií  entre  los  paladines  de  Carloma;j:n(>  a  Guillermo 
Fierabrás.  El  emperador  les  encomienda  ol  cuidado  i  servicio 
de  los  cuatro  reyes:  ¡  después  de  un  mairnílico  hampiele,  salen 
al  camix)  a  justar  i  biliordar,  con  cuyo  molivo  so  hace  una 
reseña  do  varios  campeones  de  la  cristiandad  c«>n  sus  arneses^ 
i  caballos,  a  saber,  C'arlomaürno,  <)livért>s,  Viviano  de  Airra- 
monte,  Anjilóros,  L'rjel,  Jerardo  de  Viena,  Uenicr  do  Jénova, 
Baldovínos,  Roldan,  Guisdiardino,  Jeraldo  de  Knscllon.  r)'.»s- 
pues  de  la  vuelta  do  los  embajadores,  los  doce  pares  van  en 
peregrinación  al  santo  sepulcro,  i  son  hechos  prisioner  >s  por  el 
almirante.  Habiendo  loírraílo  hacerse  de  armas  i  calullo^,  rom- 
pen por  medio  de  la  corte,  desbaratan  cuanto  se  les  pono 
delante  ¡  prenden  al  senescal  Si  ñafies,  f|ue  les  fué  a  el  alcance 
con  una  numerosa  hueste  de  turcí^s.  ainados,  convertido  al 
cristianismo,  los  hace  dueños  de  la  torre  de  Ahilena.  Allí  su- 
fren un  riguroso  cerco,  en  que  el  poeta  mezt-la  varios  inciden- 
tes de  guerra  con  los  amores  do  Sinádes  ¡  do  Licoriada,  hija 
del  almirante;  todo  termina  en  la  lihíu'lad  i  victoria  de  los 
paladines  socorridos  por  Carh^magno  i  por  el  rei  de  Jerusalen, 
la  cual  so  supone  estaba  entonces  en  [)o  1er  do  crist¡ant)s. 

Guillermo  Fiíírabras  es  un  ejem[)lo  de  las  metamorfosis  que 
experimentaron  varios  pers(;najes  históricos  en  la  mitolojía  do 
la  media  edad.  En  el  romance  anterior,  le  hemos  visto  pala- 
din  do  (.^arlomagno,  que,  se.üfun  la  historia,  ílorec¡(3  dos  siglo» 
antes.  En  otro  de  la  misma  colección,   Fierabrás  es  un  sarra- 


H2  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


ceno,  soldán  de  Babilonia  i  Alejandría.  Carlos  iba  en  deman- 
da do  España,  cuando  le  sale  al  encuentro  Fierabrás,  que  trae 
consigo  tres  espadas  finísimas,  obra  de  los  mismos  artífices  de 
cuyas  manos  habían  salido  la  Gandura  do  Carlos,  la  Altaclara 
de  Oliveros  i  otras  espadas  de  cuenta.  Ademas  trae  Fierabrás 
a  la  grupa  dos  redomas  de  oro  llenas  .del  preciosísimo  bálsa- 
mo que  después  se  llamó  de  su  nombre,  i  que,  según  el  autor 
do  este  romance,  era  el  mismo  que  habia  servido  para  unjir  el 
cuerpo  de  Cristo,  cuando  fué  deposítalo  en  el  sepulcro.  Al  ver 
el  pagano  la  tienda  de  Carlos,  i  en  ella  el  águila  imperial  con 
las  alas  abiertas  en  ademan  do  volar  hacia  España,  se  abrasa 
de  ira,  i  denuesta  al  emperador  i  sus  barones,  desafiándolos 
uno  a  uno,  dos  a  dos,  o  como  quieran.  Cirios  ordena  que 
Roldan  salga  al  campo.  Este,  resentido  por  cosas  pasadas,  so 
excusa;  de  lo  que  el  emperador  recibo  tal  enojo  que  le  da  una 
terrible  bofetada  en  medio  do  la  orto.  Roldan  se  retira  amos- 
tazado; i  el  emperador  queda  en  el  empeño  de  buscar  un  anta- 
gonista al  pagano  que  era  el  terror  de  la  cristiandad.  Sábelo 
Oliveros,  que  a  la  sazón  estaba  herido  i  en  cama.  A  pesar  do  la 
oposición  de  su  escudero  Guarínos,  se  venda  las  heridas,  i  so 
arma.  El  emperador  no  le  permite  ir  a  pelear  por  el  estado  en 
que  se  halla;  mas  Galalon,  a  quien  pareció  aquella,  una  exce- 
lente ocasión  de  deshacerse  de  Oliveros,  so  vale  de  un  privilejio 
singular  que  gozaban  los  doce  pares,  i  era  que,  sobreviniendo 
entre  dos  do  ellos  una  disputa,  otro  par  tuviese  la  facultad  de 
decidirla.  Galalon  sentencia  contra  Carlos,  i  Oliveros  se  pre- 
senta al  pagano.  Dícele  que  se  llama  Guarínos,  i  que  recien- 
temente habia  recibido  la  orden  de  caballería.  Fierabrás  rehusa 
medirse  con  un  novel  caballero  de  tan  poca  fama,  mayormente 
observando  que  estaba  pálido  i  ensangrentado.  Oliveros  insiste. 
Fierabrás  admirado  de  su  valor  le  ruega,  por  la  fe  que  debe 
a  su  Dios  crucificado  i  a  Carlos,  que  le  ilesc-ubra  su  verdadero 
nombre.  Oliveros  so  lo  descubre  en  efecto;  i  el  pagano  se  ve 
precisado  a  armarse.  El  mismo  Oliveros  le  abrocha  las  armas, 
i  lo  tiene  el  estribo.  Sigue  un  terrible  combate  en  que  el  hijo 
de  Ronier  es  malamente  herido;  pero  tiene  la  fortuna  de  atur- 
dir de  un  golpe  a  su  contrario  i  de   echarle  abajo  las  redomas, 


nOSIANtEa  ÜBL  CICLO  C*nL0VINJIO 


lina  (le  las  cuales  alza  i  Iwbe.  Olivúros  arroja  las  redomas  a  un 
rio,  las  cualos,  en  Urjíar  de  ir  al  fondo  con  el  poso  dol  oro,  flota- 
ron jKir  la  virlml  milagrosa  diil  balsamo;  mas  arrobafctdaa  i>or 
la  corriente,  desaparecieron.  Indii^tiado  Fierabrás,  enihiutocon 
toda  su  fuerza,  i  descarga  otro  golpe,  que,  deHÜzúiidosa  sobro  el 
yolmo  de  Oliveros,  va  a  dar  sobre  In  cabeza  do!  rnltalio,  i  la  so- 
para del  cuello.  Olivónos,  sallando  en  pié,  vitupera  al  pagano 
aquel  hoiího,  como  contrariu  a  las  levos  de  catialloría.  Kierabraa 
jura  no  haber  sido  do  intontu;  lo  ofrece  otro  eaballo;  i  no  siendo 
•■sto  aceptado,  desmonta,  Carlomag-no,  quo  no  astaba  distante, 
i  vo  el  encarnizamiento  con  que  de  nuevo  so  acuebillau  los  dos 
combatienlos,  bace  aquí  una  dovota  oración  muí  semejante  o 
la  de  Jibelino  en  el  romaneo  de  .i¿;iieriM,  i  a  la  de  doña  Ji- 
uicna  en  el  Ciil.  Después  do  varios  lances,  Oliveros  tieno  Im 
dicha  do  acortar  a  su  conlrario  un  ^olpe  que  le  derriba  pcli- 
grosameiile  herido.  Kl  ji^vun  soldán  es  e.n  nquel  momento 
iluminado  del  cielo;  i  confesándose  rendido,  pide  a  Olivónos  lo 
lleve  consigo,  i  le  baija  cristiano.  El  francos,  en  efecto,  des- 
pués di>  vendarlo  las  heridas,  monta  a  caballo,  i  so  lo  lleva; 
poro  el  ejército  sarraeono  viene  en  demanda  do  su  señor,  i, 
aunque  Oliveros  Iiai«  prodijios,  al  fin,  viendo  que  tarda  el 
socorro  de  los  suyos,  se  apea,  recuesta  «1  herido  caballero  sobro 
la  yerba,  dejándulc  una  de  Irs  espadas,  i  trata  de  abrirse  ca- 
mino por  entre  los  onomiifOB,  do  quienes  ya  estaba  cercado, 
Kstos  le  prenden,  i  se  lo  llevan  maniatado,  i  con  una  venda  en 
\oB  ojos.  Llegan  Carlos  i  ios  paladines.  Roldan  i  Urjel  matan 
multitud  de  sarracenos,  cabalgando  ol  uno  a  VicIIentin  í  el 
otro  a  riroyefort;  mas,  aunque  estos  caballeros  i  la  demás  jento 
cristiana  hacen  un  horrible  destrozo,  no  consiguen  librar  a  Oli- 
veros, Antes  bien  otros  principales  guerreros  cristianos  cayeron 
en  manos  del  enemigo.  Carlomagno  se  retira  dcsazonailo.  Fiera- 
bnw  va  en  su  compoilíu,  rocílie  el  bautismo,  i  es  tratado  con 
la  mayor  distinción.  Los  prisioneros  crístianoason  trasportados 
a  Egrcmora,  ciudad  de  Esjiaña,  según  parece,  i  residencia  tlcl 
almirante  Halan,  padre  de  Fiorabras.  .Sepultados  en  un  oscuro  * 
calabozo,  la  bolla  Floripcs,  hija  de  Balan,  se  da  trazado  bajar 
allá  por  la  noche  i  de  Irasladarlus  a  su  i'.stanc.ia,  ilondo  ella 
eri'sr,  15 


1 14  OPÚSCULOS  LITEnARIOS  I  CRÍTICOS 


misma  cura  las  licridas  de  Oliveros,  i  les  proporciona  la  com- 
pañía de  sendas  princesas  con  quienes  pasan  regocijadamente 
la  noche.  Ella  entre  tanto  suspira  de  amor  por  el  ausento 
Guido  do  Borgoña,  a  quien  habia  conocido  en  Francia.  Acaece 
al  mismo  tiempo  (jue  Carlos  i  Ikilan  se  n>andán  mivtuamente 
embajadas,  reclamando  cada  cual  su.s  prisioneros  i  reconoci- 
miento do  sol>eranía.  Carlos  ademas  e.vi  je  que  Ijaliin  se  bautice, 
i  que  lo  entregue  las  santas  reli([uius  ([uc  ha  síicado  de  Jerusalen 
i  do  Roma.  Eran  los  embajadores  cristianos  Roldan,  Nanjino 
de  Baviera,  Ricarte  de  Normandia,  Tierry  o  Teodorico  de  Ar- 
dénas,  Urjel  de  Dinamarca  i  Ouid(i.  En  el  camino,  se  encuen- 
tran con  los  embajadores  de  Balan;  se  desafían;  coml)alen;  los 
cristianos  vencen;  les  cortan  a  todos  las  cabe/as;  i  las  cuelgan 
do  los  arzones,  para  faciWtar  sin  duda  con  ellas  la  espinosa 
negoi;iacion  do  c[ue  iban  encargados.  Esto  sucedió  cerca  del 
castillo  de  ^hmtible,  en  cuyo  puente,  sostenido  sobre  arcos 
i  pilares  de  marmol,  está  de  centincki  un  jayán  que  cobra 
ilc  los  pasajeros  un  terril)le  tributo: 

do  cien  liermosas  doncellas  i  cien  halcones  mudados, 
i  cien  fuertes  palafrenes  i  cien  corceles  lozanos, 

ademas  do  una  gran  cantidu.l  de  oro  i  plata.  Roldan  derriba  al 
jigantedel  puente  abajo.  Con  esto,  los  cristianos  pasan  sin  mas 
vvj)osicion  a  Egremora;  i  son  admitidos  a  pr(ísencia  del  almiran- 
te, que  se  enfurece  al  oír  la  embajada  i  ordena  ([uo  aquella 
misma  tarde  sean  despedazados.  Pónelos  en  libertad  Florípes, 
como  a  los  otros  presos;  i  entro  tollos  sorprenden  el  palacio  con 
muerte  de  no  pocos,  do  manera  (jue  Halan  tuvo  que  arrojarse 
por  una  ventana  huyendo  de  la  irresistible  Durandal.  llácenso 
fuertes  en  aquel  ]>alacio,  i  Florípes  acompaña  allí  a  su  esposo 
Guido.  Esta  princesa  tiene  un  cinto  de  maravillosas  virtudes;  el 
almirante  quiere  se  le  hurte;  i  al  intento  se  vale  del  habilísimo 
ladrón  Sorpin  de  Grimolea,  ([ue  talvez  inspiró  al  Boyardo  su 
Brúñelo;  lo  cierto  es  cjue  hai  gran  semejanza  entre  las  aventu- 
ras de  este  sitio  i  las  del  castill<Mle  Albriica.  Florípes  pierde  el 
cinto,  i  los  cristianos  sufren  un  asedio  rigorosísimo,  en  que 
les  llegan  a  faltar  de  todo  punto  las  provisiones.  En  vano  in- 


UOMANCES  DEL  CICLO  CARLOVINJIO  115 


voca  Florípcs  a  sus  dioses  Jupin,  Apolin,  Tervapran,  llargot;  el 
hambre  crece;  la  princesa  se  (Icsmaya;  lloldan,  Guido,  Naimo, 
i  otros  do  los  paladines  hacen  una  salida  con  el  objeto  de  pro- 
veerse de  víveres,  como  lo  verificaron  después  de  un  reñido 
combate;  pero,  vueltos  a  la  torre,  so  echan  menos  a  Guido. 
Allí  fue  el  duelo  i  láijrimas  de  Florípes: 

Señores,  ¿dónde  está  Guido?  ¿Dónde  esta  mi  esposo  fiel? 
Con  vosotros  lo  llevasteis,  i  volvérmele  debéis. 

Calderón,  que  del  asunto  de  este  romance  hizo  su  injeniosa 
i  divertida  comedia  El  puente  de  Man  tibie,  parece  haberlo  se- 
guido aquí  mui  de  cerca.  Probablemente  tuvo  a  la  vista  alguno 
de  nuestros  viejos  romances  traducido,  como  lo  serian  muchos 
<Ie  ellos,  del  francés.  En  fin,  se  cobra  la  persona  de  Guido; 
Carlomagno  acorre  a  sus  paladines;  muertos  Galafre,  que  de- 
fiende a  Mantible,  í  dos  jigantos,  marido  i  mujer,  que  habitaban 
una  cueva  vecina,  toma  la  ciudad  de  Egremora;  prende  a  Balan; 
i  le  da  la  muerte.  Lo  mismo  se  hizo  con  todos  los  que  no  qui- 
sieron recibir  el  bautismo.  Fierabrás  parte  con  Guido,  esposo  de 
Florípes,  los  estados  del  almirante,  su  padre;  el  emperador  so 
vuelve,  llevando  consigo  la  corona  de  espinas,  los  clavos  i  de- 
mas  rehquias  en  cuya  demanda  habia  venido  a  España. 

El  códice  que  comprende  estos  romances  llamados  de  Carlo- 
magno, es  del  siglo  XíV;  i  los  romances  mismos  parecen  haber- 
se compuesto,  a  lo  menos  reci])ido  la  forma  que  tienen,  a  los 
principios  de  aquel  siglo.  En  ellos,  vemos  ya  algo  mas  de  lo 
sobrenatural  i  marvilloso  que  poco  después  se  derramó  con 
tanta  prodigalidad  en  los  poemas  épicos  italianos  i  en  los  libros 
de  caballerías.  Pero  en  este  punto  es  preciso  confesar  que  la 
historia  romancesca  de  ("arlomagno  i  los  doce  pares  fué  hasta 
entonces  mucho  menos  rica  i  variada  (jue  la  de  Arturo  i  los 
caballeros  de  la  Tnbla  IÍ(Mlonda. 


.■^■..   -  -,-^. 


IIOMANGES 


DERIVADOS    I)K    LAS    TUADICIOXES    HRITAMCAS 

I    ARMORIGAXAS 


Los  celtas,  como  los  jermanos,  acostuinl)raban  poner  en 
verso  las  proezas  de  sus  reyes  i  capitanes  para  cantarlas  on 
las  festividades,  regocijar  los  banquetes  i  trasmitir  las  glorias 
nacionales  a  la  posteridad.  Sus  bardos,  que,  a  la  manera  de  los 
escaldos  jcrmánicos,  eran  juntamente  poetas  i  músicos,  i  acom- 
pañaban sus  cantos  con  el  harpa,  llamaron  la  atención  de  los 
escritores  griegos  i  romanos.  Pero  semejante  modo  de  perpe- 
tuar la  memoria  de  las  cosas  pasadas,  tarda  poco  en  alterarlas, 
hasta  que  la  verdad  se  pierde  de  vista  bajo  el  cúmulo  de  errores 
e  invenciones  que  se  levantan  sobre  ella.  Así  nació  la  epopeya 
de  todos  los  pueblos  que  la  tuvieron  orijinal.  Así  se  formó  la 
mitolojía  do  Arturo  i  de  los  caballeros  de  la  Tabla  Redonda, 
que  fue  una  do  las  fuentes  principales  del  gran  caudal  de  le- 
yendas i  romances  que  en  la  media  edad  inundaron  la  Europa. 

Créese  que  Arturo  (a  quien  los  franceses  i  castellanos  lla- 
maron Artús)  reinó  en  el  siglo  VI  de  la  era  vulgar  sobre  los 
britanos  o  habitantes  de  la  isla  Britania,  que  hoi  comprende 
la  Inglaterra  i  la  Escocia.  Bien  es  verdad  que  algunos  niegan 
redondamente  la  existencia  de  este  monarca.  Cualquiera  opi- 
nión que  adoptemos  en  el  particular,  es  innegable  a  lo  menos 
que  las  invenciones  poéticas,  fundadas  en  su  historia  o  leyenda, 
suben  hasta  el  siglo  IX.  Nennio  que  (según  los  que  le  dan  menos 
antigüedad)  escribió  por  aquel  tiempo,  nos  ofrece  ya,  como  en 


I  \S  OPÚSCULOS  LITERAIUOS  I  CRÍTICOS 


bos({uoju,  los  principales  hechos  que  después  hallamos  am- 
plificados i  desenvueltos  en  el  Brnio  do  Gofrcdo  de  Mon- 
mouth,  que  fué,  en  cierto  modo,  resj)ecto  de  los  romances 
do  Arturo  i  de  la  Tabla  Redonda,  lo  que  la  Crónica  del  falso 
Turpin  para  con  los  romances  de  Carlomagno  i  los  doce  pares. 
Precedieron  también  al  Bruto  varias  leyendas  devotas  en  que 
se  hacía  mención  de  las  soñadas  expediciones  i  conquistas  do 
Arturo  en  el  continente,  del  rapto  de  su  esposa  Jinebra  por 
Melvay,  rei  do  Somerset,  de  los  amores  dol  mismo  Melvay  con 
la  princesa  Glandura,  de  las  correrías  de  Caradoc  en  Armórica, 
de  la  conversión  del  rei  Marco,  marido  de  la  bella  Iseo,  i  de 
otros  sucesos  i  personajes  que  después  ocuparon  mucho  lugar 
en  los  romances  i  cantinelas  bretonas.  Últimamente  los  contem- 
l)oráneos  de  Gofredo  recil)ieron  el  Bruto  como  una  mera  ver- 
sión de  un  orijinal  británico,  i  hablan  de  Arturo,  cerno  de  un 
personaje  cuya  fama  estaba  difundida  por  todo  el  orbe,  si  bien 
reconociendo  que  su  historia  habia  sido  en  gran  manera  alterada 
i  corrompida  por  los  poetas.* 

Estas  tradiciones,  sin  embargo,  parecen  hal>erse  conservado 
mejor  en  la  Armórica,  que  en  el  país  do  su  nacimiento.  Estable- 
cidas en  él  varias  jentes  de  oríjen  jermanico,  la  lengua  de  los 
naturales  quedó  reducida  a  los  estrechos  límites  de  Gales,  Cor- 
nwall  i  algunos  condados  de  Escocia.  En  lo  restante  de  la  Gran 
Bretaña,  prevaleció  el  habla  sajona;  i  de  su  roce  con  el  francés, 
quo,  intro  lucido  por  los  normandos  do  la  Neustria,  subsistió 
largo  tiempo  ea  la  corte  i  ejército  de  los  conquistadores,  resul- 
tó la  lengua  inglesa,  cuya  formación  se  refiere  jeneralmente 
al  siglo  XII.  Esta  revolución  no  fué  favorable  a  la  antigua 
poesía  británica;  Ins  bardos  dejaron  de  ser  tenidos  en  honor, 
i  do  su  lema  favorito  parece  que  solo  se  conservaban  en  Ingla- 
terra fragmentos  inconexos  i  noticias  vagas,  cuando  Gofredo  de 
Monmouth,  hijo  i  habitante  de  Gales,  queriendo  resucitarlo,  se 
valió  de  manuscritos  armoricanos  i  no  galeses. 


*  Véase  hi  i ntrod acción  do  Mr.  Ellia  a  la  sección  tercera  de  sus 
Spccimens  of  carly  ciiglish  motrical  romances  i  las  Recherches  sur 
les  bardes  por  M.  do  la  Rii«\ 


nUilANCES  DElUY.\Ü«..-s  L,!-:  I.  v.>  1  íl  vI>lCt«>XES  DIlinNICAS  1  l'J 

EfeolivíUUvjnío.  l;i  Arni*»ií^-a  s^  l]:illnl>;\  en  miii  disliiito  eíiso. 
El  común  oríjon  i  la  soiinjiin/.i  <K*  I'Miltimjo'  atr.ijorou  a  aqiirl 
país  gran  número  de  hritano^,  (¡no,  hostitra.!  ».s  do  la  tiranía 
íiajona,  abandonaban  en  bandadas  sus  hoLMres  para  liuscar 
asilo  en  el  coiUincnte.**  La  Arniórica  einpe/. '»  entonces  a 
llamarse  Bretaña;  i  sus  babitantcs,  bretones.  A  esta  nu'^va 
Bretaña,  se  trasplantaron  las  tradiciones  de  la  antiirua;  i  el 
í%'iudal  de  los  bardos  ¡nsilarcs,  conbiJ.erablcinente  enrique- 
cido por  la  imajinacion  de  sus  sucesores  arnioricanos,  adquíriú 
una  celebridad  de  que  anteriormente  no  hal>ia  gozado.  Si  el 
rei  Arturo  i  el  encantador  Merlin,  si  las  Jinebras  e  Iscos,  los 
Lanzarotes  i  Tristanes  sonaron  de  un  cabo  de  Kuropa  al  otro, 
las  crónicas  i  lais  de  los  bretones,  ya  orijinales,  va  traducidos 
allatin,  fueron  la  veta  que  labraron  i  ilc  don. lo  sacaron  mas 
materiales  los  poetas  de  la  media  edad,  sin  ex  *epluar  los  de. 
las  mismas  Ini/laterra  i  Escov-ia. 

Gofredo  do  Monmoutli,  reliji(jso  benediclino,  después  obispo 
de  San  Asaplí,  escribió  en  prosa  latina  su  crónica,  llamada 
vulgarmente  El  lírnlo^  bacia  1138,  ti*H?>lad  indola,  secrun  dice, 
de  manuscritos  bretones,  que  Walter  f'alenio,  arcediano  de 
Oxford,  babia  recojido  en  Bretaña.  l\\  título  de  la  obra  en  los 
«ejemplares  impres  »s  es  Britanire  utrln.<'[tn2  rorjiín}  ot  ¡n'iíici' 
pura  or¡[!0  t^t  H'jsta  insl'jnia  a  Ga'/ri'lo  Motioiunthon.^i  ox 
aníiquissimis  brUannlci  .<'?nnoni.<  ¡noinimoníi.^  in  lati- 
num  ^cnnoncm  fraducla.  La  crónica  empieza  por  el  esta- 
blecimiento de  Eii'.'as  en  Italia,  i  el  naiimiento  de  Bruto,  su 
biznieto,  que  va  a  la  Grecia,  i  se  hace  rei  de  í:\  colonia  troya- 
na,  fundada  allí  por  Eleno  hijo  de  Príamo.  Se  puede  sospecbar 
que  por  lo  menos  e.^tos  i  otros  ribetes  clásicos  se  del>en  a  Go- 
fredo, ya  que  no  al  arcediano  de  Oxford.  Juntando  después  una 
flota  de  trescientas  veinte  i  cuatro  traleras.  Bruto  se  dirije 
a  la  antigua  Albion,  habítala  de  jijantes,  donde  un  oniculo 
lo  había  pronosticado  que  reinarían  él  í  su  raza.  Acosados 
<ie  las  sirenas,  arriban  a  la  costa  de  Francia,  donde  encuen- 


*  Ellis'  Speciiiiens  of  thc  carly  english  poetSj  cap.  \. 
*"  Leyden  s.  Introdurlim  lo  tho  compleint  of  ScoU^incl. 


1*2U  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

tran  otra  colonia  do  troyanos,  fundada  por  Curineo.  Después 
do  varios  sucesos  en  Mauritania  i  en  Francia,  írobernada  en- 
tonces por  doce  reyes,  que  trozaban  de  i'^ual  potestad  sobre  to- 
do el  país,  i  a  quienes  Wace,  que  versificó  esta  historia  en  su 
Druto^  da  el  nombre  de  pares,  so  apoderan  de  Albion  i  exter- 
minan a  los  jileantes.  Bruto  da  su  nombre  a  Britania;  Corineo^ 
a  Cornwall;  Locrino,  Camber  i  Albanacto,  hijos  de  Bruto,  a 
Lój^res,  Cambria  i  Allxinia.  Uno  de  los  descendientes  de  Bruto 
fué  el  rei  Leir  o  Lear,  de  cuya  historia  sacó  Shakespeare  el 
asunto  de  su  trajedia  de  este  título.  Otro  de  la  misma  estirpe 
fué  Brenno,  cuya  invasión  de  Italia,  como  la  de  Britania  por 
Julio  César,  están  adornadas  de  incidentes  caballerescos.  Las 
heridas  do  Croceamors,  espada  de  César,  son  incurables;  pero 
el  jeneral  romano  la  pierde  en  un  combate  singular  con  Nen- 
nio,  hermano  del  rei  Casivelauno,  que  al  fin  reconoce  el  se- 
ñorío de  Roma.  La  Britania,  sin  embargo,  no  so  somete  for- 
malmente al  imperio  romano  hasta  el  tiempo  del  emperador 
Claudio,  í  aun  entonces  menos  por  armas  que  por  negociaciones, 
casándose  Arsirago,  rei  del  país,  con  una  princesa  de  la  fami- 
lia imperial.  Hasta  aquí  el  libro  primero. 

Los  britanos  reciben  el  cristianismo.  Los  veintiocho  flámi- 
nes*  i  tres  archiflámines  son  convertidos  en  igual  número  de 
obispos  i  arzobispos.  Elena,  hija  de  Coel,  rei  de  Italia,  so  casa 
con  el  jeneral  Constancio,  i  da  a  luz  al  gran  Constantino.  El 
senador  Maximiano  llega  de  Roma,  i  por  traición  de  Caradoc, 
duque  de  Cornwall,  destrona  al  rei  Octavio,  con  cuya  hija  se 
casa  no  o])stante  la  oposición  del  príncipe  Conan  Meriadoc. — 
Maximiano  c(mquista  la  Armórica,  que  da  a  Conan;  so  hace 
dueño  de  la  Francia,  la  Alemania  i  la  Italia;  i  sube  al  trono 
imperial. — (.-onan  pide  por  esposa  a  la  princesa  Úrsula,  sobrina 
de  Caradoc,  i  un  número  competente  de  vírjenes  para  sus  ofi- 
ciales i  soldados  a  fin  de  pü])lar  la  Armórica.  Se  juntan  en  efec- 
to once  mil  vírjenes  nobles,  i  sesenta  mil  plebeyas,  que  se 
embarcan  con  Úrsula.  Sobreviene  una  tormenta  en  que  perecen 
las  sesenta  mil;  las  restantes  llegan  a  Colonia,  en  Alemania,  i 
allí  mueren  en  defensa  de  la  iV  i  de  su  virjinidad  a  manos  de 
Ouanino,  rei  de  los  hunos,  i  Melga,  rei  de  los  pictos,  que  eran 


llOyANCES  DERIVADOS  UlI  LAS  THAhlCIONKS  UniTÁNlC.A*  IC\ 


(los  famosits  piratas. — Conslantino,  roi  do  Hritania,  ili'ja  trt^s 
hijos:  Constanto,  Aurelio  Ambrosio,  i  Vicv  IVmlrairon,  rmi 
cuya  (liscorclia  por  la  sucosiou  a  la  corona  lenniua  oí  lil)rt> 
segundo. 

Libro  tcroero.  Voltii^orn,  hombro  do  malas  arlos,  so  apode- 
ra del  primojóiiito  Constante,  i  lo  Iiaoc»  coronar  en  Lóndi'os; 
mas  apenas  lobera  que  el  joven  roí  ponira  on  sus  manos  tinlas 
las  plazas  fuertes  did  reinen ,  le  haee  matar  i  usurpa  el  li\>- 
no.  AureHo  i  Pendraüfon  se  refujian  a  la  Armórioa,  llamada 
ya  Bretaña.  En  esto,  Ih^^ra  a  la  isla  un  caballero  sajón  llama- 
do Ilenjisto  con  numeroso  sóíjuito;  el  roi,  atrradocido  de  sua 
servicios,  le  da  tierras,  i  aun  le  permite  (jue  envíe  por  mas  jen- 
te  a  Sajonia.  Ilenjisto  tiene  una  hija  hermosísima,  llamada 
Rodwcn,  do  quien  se  enamora  Voltiyorn  en  un  feslin.  lió  aquí 
cómo  describo  este  lance  el  poeta  \Vace,  (pie  alirunos  años  mas 
adelante  versificó  en  francos  ol  linth): 

Una  doncella  enUo  ellos  vino 
de  rosU'o  i  talle  peregrino, 
(luo  por  Ilenjislo  fue  enjcndrada 
j  Kodwon  era  llamada. 
Hermosura  crrandc  lonia; 
en  todo  el  reino  i^ual  no  habla. 
JJenjisto  llama  por  mensaje 
al  rei  para  hacerle  homenaje; 
i  vino  el  roi  privadamente; 
i  vo  la  numerosa  jcnto 
i  el  noble  castillo  almenado 
que  el  duque  Ilenjisto  ha  levantado. 
Jíenjisto  al  rei  ha  recibido. 
Un  gran  banquete  le  ha  servido; 
i  cuando  el  rei  hubo  bebido, 
i  del  beber  se  ha  enardecido, 
sale  jcntil,  apuesta  i  bella 
de  la  cámara  la  doncella. 
No  pienso  quo  crió  natura 
otra  tan  linda  criatura. 
De  un  ciclaton,  quo  os  un  tesoro, 
vestida  está;  la  copa  do  oro 


122  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

(juc  trac,  de  vino  asaz  colmada, 
al  rei  le  ofrece  arrodillada. 

El  rei  brho,  stí  a])rasa  de  amor;  so  casa  con  Uodwen,  i  da  cu 
premio  a  su  padre  la  tierra  do  Kent.  Los  ])ritanos,  ofendidos  del 
favor  con  que  trata  a  los  advenedizos,  le  deponen  i  coronan 
a  Voltimer,  su  primojónito,  que  mucre  envenenado  por  su  ma- 
drastra. VoItij[^ern,  restaurado  al  trono,  llama  a  su  suc^rro  que 
viene  con  gran  golpe  de  jente  i  asesina  traidoramentc  a  tres- 
cientos sesenta  do  los  principales  barones,  salvándose  solo 
Eldulf(j,  conde  de  Glocester,  que,  con  una  estaca  hallada  al 
acaso,  mata  a  setenta  de  los  enemigos.  Los  sajones  se  apode- 
ran de  todo  el  país,  i  Voltigern  huyo  a  Gales. 

Libro  cuarto.  Ciertos  encantadores  aconsejan  a  Voltigern 
edificar  una  torro;  i  como,  puesto  a  ello,  lo  que  se  levantaba  en 
un  dia  amaneciese  derribado  al  siguiente,  consultados  de  nue- 
vo, respondcm  que  regase  los  ciinientos  con  la  sangre  de  un 
niño  enjendrado  sin  padre.  Voltigern  manda  buscar  por  todas 
partes  este  prodijio,  i  le  traen  el  joven  Merlin  Ambrosio,  habi- 
do en  una  monja  por  un  espíritu,  que,  para  cohabitar  con  ella, 
tomaba  la  forma  de  un  caballero.  Merlin,  entendiendo  que  el 
roi  quiere  darle  muerte,  le  convence  de  la  ignorancia  de  sus 
encantadores  en  el  oculto  misterio  de  la  torr^;  i  le  asegura  que 
debajo  de  aquella  habia  un  estanque,  i  en  el  fondo  de  ésto  dos 
grandes  piedras,  que  cerraban  la  entrada  de  un  salón  subterrá- 
neo, guarida  do  dos  grandes  dragones,  el  uno  blanco  i  el  otro 
rojo.  Toílo  se  halló  verdadero.  De  allí  a  poco  da  Merlin  otra 
prueba  de  su  ciencia  profética,  prediciendo  a  Voltigern  que 
Aurelio  Ambrosio  i  Uter  Pendragon  volverían  a  la  Gran  Breta- 
ña, destruirían  a  los  paganos,  i  le  quemarían  vivo. 

En  el  libro  siguiente,  después  de  la  muerte  de  Voltigern, 
que  en  efecto  pereció  en  una  torre  a  que  sus  enemigos  pusieron 
fuego,  so  renueva  la  guerra  contra  los  sajones  con  mas  vigor 
qué  nunca,  llenjisto  es  hecho  prisionero  i  degollado.  Trátase  de 
elevar  un  monumento  a  los  barones  asesinados  por  este  tirano; 
i  consultado  Merlin,  aconseja  que  se  traigan  al  intento  unas 
piedras  enormes  que  habían  sido  amontonadas  en  Irlanda  por 
los  jigantes,  trasportadas  las  cuales  a  Inglaterra,  asegurarían 


nOMANCES  DEIllVAÍJOS  IjK  LAS  Tl'.AÜlClONKS  IIMITÁMCAS  123 

f^ii  prosperidad  futura,  l.-tor  IV-ndraí^i)!!  tr:is[M»rta  liis  piedras; 
i  se  levanta  con  ellas  el  ediíic'o  proyectado,  (pie  es  el  eélel)r(*. 
nionumentü  de  .Stono-llenire,  rerea  di^  Salishurv. 

A  la  vista  de  un  cometa  maravilloso  que  oeüi)al)a  ¿rran  par- 
te del  cielo,  i  de  cuya  hoea  salian  dos  rayos  resplandirientes 
que  so  extendían  so'ire  la  Irlanda  i  sobre  la  Franela,  pronos- 
tica Merlin  la  muerlt*  de  Aurelio,  la  exaUaeion  de  Uter,  i  las 
fjjlorias  de  Arturo.  Aurelio  muere  envenenailo  por  un  sajón,  i 
os  sepultado  en  Stone-1  lenice. 

En  el  libro  sexto,  Uter  Pendraí^on  subo  al  trono,  manda  es- 
culpir dos  draQf«)nes  a  semejanza  del  cometa,  coloíta  el  uno  en 
la  catedral  de  WincliesLer,  i  del  otro  hace  su  estandarte  o  seña 
do  guerra.  Habiendo  sojuzurado  la  Escocia,  va  a  I/)ndres  a  co- 
ronarse, i  allí  se  enamora  de  IjtTiía,  mujer  de  (lorlosi,  reye- 
zuelo de  Cornwall.  El  marido,  (reloso,  parte  sin  despedirse  del 
rei;  Uter  Pendraíj:on  le  pone  cerco  en  un  castillo  donde  s(í 
habia  refujiado.  Su  nuijer  esta])a  encerrada  en  otra  fortaleza, 
llamada  Tint¿\gol,  cuya  situación  era  tal,  que  tres  caballeros, 
díco  Wace,  pudieran  defenderla  contra  cien  mil.  Los  encantos 
de  Merlin  traslbrman  a  Uter,  que,  bajo  la  íip:ura  de  Gorlosi,  so 
introduce  fácilmente  en  la  fortaleza,  i  goza  de  la  bermosura  do 
Ijerna.  Entonces  es  concebido  Arturo.  Gorlosi  mucre  en  una 
acción  de  f^uerra;  i  L'ter  es  envenenado,  eouií)  su  predecesor, 
por  los  sajones,  i  sepultado  en  Stone-llen^e. 

El  libro  séptimo  contiene  los  liecbos  de  Arturo.  Wace,  ador- 
nando como  suehí  la  narración  de  Gofredo,  i)¡nta  con  colores 
l)astante  poéticos  la  armadura  de  este  monarca;  el  yelmo  (quo 
habia  sido  de  su  i)adre)  cubierto  de  oro  i  piedras  preciosas,  i 
con  un  dragón  por  cimera;  las  calzas  de  bien  templado  acero; 
la  bella  espada  Escalibon  o  Caliburna,  que  habia  sido  fabricaila 
en  Avalen,  i  nadie  podía  tocarla  desnuda  sin  morir;  el  fogoso 
caballo;  el  escudo,  en  que  habia  pintada  una  imájen  do  Santa 
Alaría,  i  la  lanza   Bruna,  que  habia  sido  el  terror  de  Uritania: 

Cal/as  de  acero  se  ha  vestido, 
))ien  adcro'/ado  i  bruñido, 
i  un  arnés  de  mucha  riqueza, 
lii^no  do  su  real  e:rando/a; 


\'l'k  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


i  se  ciñó  la  bien  templada 

IJscalibon  su  fina  espada, 

forjada  en  Avalon  sin  duda. 

¡Ai  del  que  la  toca  desnuda! 

Cubierta  llevaba  la  frente 

con  el  yelmo  resplandeciente, 

i  por  delante  la  visera; 

loda  de  oro  labrada  era, 

i  de  oro  los  aros  en  torno; 

i  lleva  encima  por  adorno 

una  figura  de  dragón. 

Mucho  rclumba  el  morrión, 

(jue  de  su  padre  fuera  un  dia, 

con  muchas  piedras  de  valia. 

Luego  monta  el  corcel  lozano; 

no  semeja  follón  villano 

con  el  escudo  terso  i  bello 

que  tiene  colgado  del  cuello, 

en  que  retratada  se  ve, 

en  testimonio  do  su  fe, 

con  gran  primor  i  maestría, 

la  señora  Santa  María. 

Asaz  gruesa  i  luenga,  armada 

de  una  aguda  punta  acerada, 

su  lanza,  que  Bronten  so  nombra, 

a  toda  la  Bretaña  asombra. 
Esta  isla  do  Avalon,  donde  se  fabricó  la  espada  de  Arturo,  era, 
como  veremos  mas  adelante,  la  habitación  del  hada  Morgana, 
Arturo  se  casa  con  la  bella  Guenhara  o  Jinebra,  dama  de  ex- 
tracción romana,  educada  en  la  corte  de  Cador,  duque  de  Corn- 
wall.  Au.xiliado  de  Oel,  rei  do  la  Bretaña  armoricana,  derrota 
en  repetidos  encuentros  a  los  sajones,  conquista  la  Hibcrnia, 
la  Escocia,  la  Francia,  la  Irlanda,  la  Noruega;  da  este  último 
reino  a  su  cuñado  Losh,  padre  del  célebre  Galvano;  i  vuelto  a 
Inglaterra,  se  corona  solemnemente,  asistiendo  a  las  fiestas,  que 
fueron  de  una  magnificencia  sin  igual,  innumerables  príncipes 
i  barones  de  toda  la  cristiandad,  entro  ellos  los  doce  pares  de 
Francia.  Tras  esto,  recibe  una  embajada  del  imperio  romano 
requiriéndolo  vasallaje  i  tributo.   Resuelto  a  defender  a  todo 


nOUAXCES  DERIVADOS  DE  1. 


UlCIONEa  imiTÁMCAS 


trance  la  inilepemlencia  ile  hu  patria,  levanta  un  numeroso  ejér- 
cito, con  que  se  propone  natía  racnoa  que  invadir  a  Uoina. 
Deja  encargado  el  gobierno  a  su  esposa  Jinebra,  i  su  subrino 
Modrid  (el  mismo,  según  ¡xireco,  rjue  se  llama  Molvay  en  la 
vida  latina  de  San  Jíldas,  citada  por  el  abato  La  Ruó).  Díri- 
jic-ndoso  al  lu^ar  señalado  para  la  reunión  de  las  tro¡)as,  recibe 
noticias  de  cómo  Elena,  sobrina  de  Oel,  ha  fiido  robada  por 
un  corpulento  jayán,  venido  do  las  partes  de  España,  que  la 
tieno  cautiva  en  la  cima  del  monte  que  hoi,  dice  Gofrcdo,  so 
llama  tle  San  Miguel  (el  mismo  de  que  habla  Bcreeo  en  sus 
Milagros  lic  Nuestra  Señora,  coplas  317  i  í33].  Arturo  va  en 
demanda  del  jayán,  pero  llega  tarde  para  salvar  a  Elena,  que 
muere  de  pavor  al  verse  en  brazos  del  monstruo,  ¡  ea  sepultada 
por  su  aneiana  nodriza  en  aquel  monte,  que  con  este  motiva 
»e  llamó  de  la  Tumba.  El  rei  se  encamina  a  lacuevadel  jigante^ 
que  se  alimenta,  como  otro  Poltfcmo,  devorando  [>edazos  do 
carne  medio  cruda,  ({iie  le  ensangrientan  la  cara  i  barba.  Sigue 
un  reííido  combato.  El  jiganto  recibo  una  herida  mortal,  como 
eran  jeneralmente  las  de  la  hadada  Caliburna,  ¡  cae  con  es- 
truendo espantoso,  a  semejanza,  dice  (.lofredo,  de  una  encina 
dcsarraií^ada  por  los  vientos. 

Arturo  desembarca  en  Francia  i  manda  una  embajada  a  lus 
romanos,  prohibiéndoles  poner  pié  en  aquella  parte  desús  «ala- 
dos. Uno  de  los  embajadores  era  üalbano,  que,  a  presencia  del 
cmiierador,  creyéndose  insultad»  por  uno  de  los  palaciegos,  leda 
la  muerte.  Loa  embajadores  dejan  apresuradamente  el  palacio, 
i  i-aca  mientan  do  a  los  que  van  en  ,su  alcance,  vuelven  salvo» 
a  presencia  del  reí,  Arturo,  Galvano  i  Oel  ganan  grandes  vic- 
torias, i  estaban  ya  ¡lara  pasar  a  Koma,  cuando  Arturo  recibo 
noticias  duhaberse  alzado  Modrid  con  el  reino,  después  de  haber 
Reducido  a  su  cspo.sa  Jincbra.  Sigutí  la  guerra  contra  Modríd 
i  loa  Bajones,  en  que  mueren  Clalvano  i  Modrid,  i  el  mismo 
Arturo  es  mortatmente  herido.  Jinebra  toma  el  velo,  i  Cons- 
tantino, hijo  de  Cador,  se  ciñe  la  diadema  británica. 

El  libro  outuvb  contieno  lus  reinados  de  Constantino  i  do 
Otros  sucesores  do  Artunt,  i  la  ootiqiiisla  de  casi  loda  la  isla 
por  les  sHjiineíf,  filie  Ho  c'jnvi'.'1-l'Mi  al  cnstiaivisíuo. 


420  OPÚSCULOS  LlTERAniOS  I  GUÍTICOS 


El  libro  noveno  contieno  la  historia  de  Cadwan  i  Elfrido, 
soberano  el  primero  do  los  britanos,  i  el  segundo  de  los  sajo- 
nes, a  quienes  suceJen  respectivamente  Cadwalein  i  Edwin. 
Este  último  vence  a  los  britanos  i  obliga  a  Cadwalein  a  refu- 
jiarso  en  Irlanda,  í  de  allí  a  poco  en  Bretaña  cerca  del  rei 
Salomón,  su  pariente.  Las  victorias  de  Edwin  se  habian  debido 
principalmente  a  la  cooperación  de  un  astrólogo  español,  que, 
instruido  por  el  curso  de  los  astros  i  el  vuelo  de  las  aves,  le  da 
parle  de  todos  los  designios  i  movimientos  de  su  enemigo.  Cad- 
walein resuelve  deshacerse  a  toda  costa  del  astrólogo*,  su  sobri- 
no Briano  se  encarga  de  la  empresa,  i  disfrazado  de  peregrino 
lo  mata  en  la  corte  de  Edwin.  Cadwalein  renueva  entonces  la 
guerra  con  mejor  suceso,  i,  habiendo  vencido  i  muerto  a  Ed- 
win en  una  batalla,  recupera  el  trono.  Lo  restante  de  la  cró- 
nica es  de  poco  interés. 

Sobre  esta  reseña  de  las  invenciones  de  los  bardos  británicos 
i  armoricanos,  observaremos  que,  cuando  escribió  Gofredo,  la 
mitolojía  británica  habia  comenzado  a  mezclarse  con  la  fran- 
cesa, pre^stándose  mutuamente  algunas  ideas  los  escritores  de 
una  i  otra.  Asi  Gofredo  introduce  a  los  doc«  pares  en  la  coro- 
nación de  Arturo,  i  Turpin  cuenta  entre  los  paladines  de  Car- 
lomagno  al  armoricano  Oel,  cuyos  hechos  dice  que  eran  muí 
celebrados  en  los  cantares. 

Debe  observarse  igualmente  que  Gofredo,  o  bien  el  autor  del 
manuscrito  orijinal  bretón,  con  el  objeto  sin  duda  de  conciliar 
alguna  autoridad  a  la  obra,  no  dio  lugar  a  muchas  de  las  fá- 
bulas que  ya  corrían  acerca  de  Arturo,  i  de  otros  personajes 
que  figuran  en  ella. 

Guillermo  de  Malmesbury,  contemporáneo  del  monje  do 
Monmouth,  pondera  los  delirios  de  los  bretones  acerca  de  Ar- 
turo, i  sin  embargo  reputa  verdaderos  algunos  de  los  hechos 
mas  increíbles  que  se  le  atribuyen,  como  el  de  haber  lidiado 
ól  solo  con  novecientos  en  el  cerco  del  monte  Badónico,  i 
haberlos  desbaratado  por  el  favor  de  la  Santa  Vírjen,  cuya 
imájen  llevaba  en  sus  armas.  De  este  hecho,  según  puedo 
acordarme,  no  se  hace  mención  en  (iofredo.  Tampoco  hallamos 
en  su  traducción  una  palabra  acerca  de  las  expediciones  de 


Arturo  ul  Oriente,  a  que  aluJioron  Alano  do  Inmilis,  i  Alejan- 
ilry  (lu  Cernay,  uno  de  los  autores  del  poema  francés  de  Alc- 
jatidro,  ambos  escritores  del  siglo  XII.* 

Hubo  dos  Merlinps:  uno  que  tuvo  el  ajiellíili»  de  Amlirosío  i 
fué  compañero  de  Voltifíern,  Aurelio  Ambrosio,  Utcr  Pcndra- 
gon  i  Arturo;  i  otro,  el  Mcrlin  Caledonio,  llamado  el  Salvajr, 
IwrqUQ  se  retiró  a  vivir  en  los  lK>sques.  listo  segundo  es  td 
Iióroe  de  un  pooma  latino  do  Gofredo  do  MonmoutJi;  si  bien 
Gofredo  parocB  haboi-loa  hecho  una  sola  persona.  Merhn,  se- 
ífUD  el  poema,  militó  con  tres  do  sus  hermanos  en  lu  gue- 
rra que  hicieron  Rodarco,  rei  de  Cumbcrland,  i  Pereduro,  rci 
tle  Ocnieeia  en  líscocia,  contra  Gwisndolan,  rei  de  los  britanos. 
En  esta  guerra,  fueron  desbaratados  los  escooeses,  i  nSuertos  los 
tres  hermanos  de  Merlin,  que  pasa,  tres  dias  i  tres  noches  Uo- 
ntmlo  sobre  su  sepulero,  pierde  el  Juiuio,  i  huye  de  la  sociedad 
de  los  hombres.  Ganilda,  su  hermana,  mujer  de  Rodarco,  se 
vale  para  sacarle  do  los  bosques,  do  un  menestral  o  cantor,  que 
se  acerca  al  lugar  de  su  residencia,  i  acompañándose  con  el  har- 
pa, canta  los  peK'arcti  de  Gwcndulen,  mujer  do  Merlin,  j  do  su 
hermana  Ganilda.  Merlin  depone  bu  melancolía  í  rc  deja  con- 
ducir a  Uodai'co;  pero  el  bullido  del  palacio  i  el  deseo  de  sus 
amados  hos(iues  le  trastornan  otra  vez  el  juicio.  Merlin  es  in- 
diferente a  todas  las  honras  i  ihUüvas  del  rci,  i  ni  aun  la  música 
lu  hace  impresión.  Para  que  permanezca  en  la  corto,  es  necesa- 
rio tenerle  encerrado.  Entonces  comenzó  a  dar  muestras  del 
don  do  profecía,  de  ([ue  le  habia  dolado  el  cielo.  Un  dia  el  rei 
acariciaba  a  bu  esposa,  i  lo  quitaba  de  la  cabeza  una  hoja  set:a. 
Morlin,  al  verlo,  prorrumpió  en  una  carcajada,  que  excitó  la  cu- 
riosidad de  la  corte;  i  obligado  a  decir  la  cau.sn,  respondió  que 
la  simplicidad  del  rei  era  lo  que  le  había  movido  a  risa;  que 
aquella  hoja  se  le  babia  enredado  a  Gunildaen  el  cabello,  cuan- 
do fulgaba  en  el  jardin  con  su  amante.  La  reina,  para  probiu-  su 
iaoucncia  i  la  locura  de  Merlin,  le  maiida  que  profetice  cuál  ha- 


*  Uu  rejnlto  sobro  cato  particular  a  I»  obra  citada  del  abate  La  Ruc. 
i  a  lo  dicho  sobru  Merlin.  popmn  latino  dd  mi%in«  (íoírodo,  i  sobro  i-l 
nruío  do  \\a.w 


128  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


bia  de  ser  la  suerte  de  un  pajecillo  que  se  le  presenta  tres  veces 
bajo  diferentes  disfraces.  Mcrlin  responde  la  primera  vez  que 
morirá  despeñado;  la  seLjunda,  coligado  de  un  árbol;  la  tercera, 
ahogado.  Con  esto,  queda  Rodarco  satisfecho;  mas  al  cabo  do 
algunos  años,  cayendo  el  paje  de  la  cima  de  un  risco,  quedó 
engarzado  de  las  piernas  a  un  árbol,  i  con  la  cabeza  sumerji- 
daen  un  hondo  torrente:  muere  a  un  tiempo  despeñado,  colgado 
i  ahogado.  Ya  para  entonces  se  habia  retirado  Merlin  de  la  corte. 
Para  gozar  do  la  sobnlad  mas  a  su  sabor,  se  Iiabia  divorciado 
de  Gwendolen.  Conociendo  por  el  aspecto  del  planeta  Venus 
que  ella  iba  a  tomar  otro  esposo,  le  lleva  un  presento  nupcial 
de  ciervos,  gamos  i  cabras  monteses.  El  novio  no  pudo  disimu- 
lar la  risa;  el  profeta  airado  arranca  los  cuernos  del  ciervo  en 
que  iba  caballero,  se  los  tira  a  la  cara  i  lo  mata.  Llcvanle  pre- 
so a  Rodarco,  i  da  nuevas  pruebas  de  su  ciencia  profótica.  Al 
fin  se  le  permite  volver  a  las  selvas,  se  le  construyo  en  ellas  un 
observatorio,  i  le  acompañan  sesenta  secretarios  para  escribir 
sus  profecías.  Visítale  el  bardo  Thaliasin,  i  en  un  docto  colo- 
quio le  hace  descripción  del  universo.  Dentro 'del  firmamento, 
que  circuye  todas  las  cosas  criadas,  coloco  Dios  el  cielo  etéreo, 
morada  de  los  ánjeles,  iluminada  por  el  sol,  a  la  cual  se  sigue 
el  cielo  aéreo,  alumbrado  por  la  luna,  i  habitado  de  ánjeles 
inferiores;  i  nuestra  impura  atmósfera,  que  infestan  los  malos 
espíritus.  Una  parte  del  mar,  vecina  al  infierno,  es  intensa- 
mente caliente;  otra  cercana  a  los  polos,  intensamente  fria; 
allí  so  cuaja  una  arena  preciosísima,  enjendrada  por  la  in- 
fluencia de  Venus.  A  esta  parte  del  mar,  dice  el  bardo,  atribu- 
yen los  árabes  la  jeneracion  de  los  diamantes  i  piedras  preciosas, 
cuyas  virtudes  son  tan  varias  como  sus  colores.  Otra  parte  es 
templada;  i  en  ella  se  crian  las  sales,  los  peces  i  las  aves. 
Thaliasin  pasa  luego  a  la  tierra,  de  cuya  descripción  solo 
merece  noticia  lo  relativo  a  la  isla  do  /a.s  manzanas^  que  se 
dice  también  F'ortHnnda. 


ínsula  pomorum  quiu  Fortunata  vocalur 
ex  80  nomen  habct,  quia  per  se  singula  profei  t 
Non  opus  cst  lili  sulcantibus  arva  colon is. 


nOMANCES  DERIVADOS  DE. LAS  TRADICIONES  BRITÁNICAS  l^i^O 


Omnis  abest  cullus,  nisi  quom  natura  miniolrat. 
Ultro  foccundas  sególes  producit  ct  uvas. 

«Allí,  continúa  Thaliasin,  es  la  residencia  de  las  nuevo  her- 
manas, que  revelan  a  los  que  van  a  visitarlas  su  destino  futuro, 
según  la  hora  de  su  nacimiento.  Morgana  es  la  primojcnita,  i 
la  mas  hermosa  i  sabia.  Ella  conoce  las  virtudes  do  todas  las 
yerbas,  i  sabo  el  arto  de  sanar  dolencias,  do  alterar  i  trasfor- 
mar  las  figuras.  Ella  puedo  atravesar  el  aire  a  vuelo;  i  ella 
enseñó  a  sus  hermanas  la  majia.""  A  esta  isla  llevamos  el  herido 
Arturo,  después  de  la  batalla  en  que  recibió  el  golpe  mortal; 
Morgana  lo  alojó  en  su  propia  cámara;  le  reclinó  en  un  leclio 
de  oro;  lo  cató  las  heridas,  i  nos  prometió  sanarle,  si  le  dejá- 
bamos a  su  cuidado.' Dejámosle  allí,  en  efecto,  i  volvímonos.» 
Después  de  esta  conversación  i  de  otras  igualmente  doctas,  los 
dos  bardos  encuentran  una  fuente  maravillosa,  cuyas  aguas 
restauran  el  juicio  a  Mcrlin.  Júntase  a  ellos  Ganilda;  i  los  tres 
pasan  el  resto  de  su  vida  en  la  soledad,  consagrados  al  servicio 
de  Dios;  con  lo  que  termina  el  poema. 

Estas  nueve  hermanas  fueron  las  primeras  hadas  conocidas 
en  el  romance;  después  so  imajinaron  otras;  i  se  engrandecie- 
ron cada  vez  mas,  como  era  natural,  su  poder  i  sabiduría.  Una 
do  sus  habilidades  características  era  la  de  susixjnder  en  todo 
o  parte  las  funciones  vitales  en  el  cuerpo  animado,  i  las  per- 
sonas que  se  hallaban  en  este  caso  se  decían  estar  hadadas  o 
encantadas,  í  podían  permanecer  de  esta  manera  años  i  aun 
siglos.  Así  vivió,  i  aun  vive,  si  hemos  de  creer  a  los  romances, 
el  rei  Artús  o  Arturo  en  el  palacio  de  Morgana,  hasta  que,  an- 
dando los  tiempos,   sea  restaurado  a  la  Gran   Bretaña,   i  al 


*  Ilic  jura  novcrn  «.^cniali  lego  sórores 
dant  bis  qui  veniunt  nostrls  ex  partibus  ad  se; 
quarum  qua;  prior  cst  fit  doclior  arte  medendi, 
cxccditquc  suas  formas  praistaiitc  sórores: 
Morgón  ei  nomcn,  didicitquc  quid  utilitatis 
gramina  cuneta  fcrant,  ut  lánguida  corpora  cunM, 
arsc^uo  nota  sibi  qua  scit  mutare  figuras, 

ot  resecare  novis.  quasi  Dicdalus,  aera  pennis. 
OPÚSC.  17 


130  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


trono.  Gofredo  alude  a  esta  tradición  de  sus  compatriotas  en  el 
JBruío,  i  mas  claramente  en  el  Merlin.  En  el  primero,  después 
de  la  herida  que  Arturo  recibió  en  su  última  batalla,  no  se 
dice  nada  de  su  muerte,  ni  que  hubiese  sido  sepultado,  como  sus 
antecesores,  en  Stone-Henge,  sino  meramente  que  so  hizo  lle- 
var a  la  isla  de  Avalon  para  que  le  curaran  la  herida;  i  en  el 
segundo,  refiere  Thaliasin  que  él  i  otros  le  trasix)rtaron  a  la  isla 
Fortunada,  i  le  dejaron  al  cuidado  de  Morgana,  pero  calla  su 
vuelta.  Lo  cierto  os  que  en  los  siglos  XII  i  XIII  estuvo  muí 
valídala  historieta  del  encantamento  de  este  monarca,  i  de  su 
restauración  futura: 

Artiis,  si  la  jestíi  no  miento, 
herido  fué  en  el  corazón, 
i  lo  llevaron  a  Avalon 
para  sus  llagas  medicar. 
Diz  que  allí  está,  i  ha  do  tornar; 
i  no  hai  bretón  (jao  rio  le  aguarde. 
Puedo  ser  que  temprano  o  tardo 
a  13  retan  a  retorne  vivo. 
Yo,  macso  Wace,  que  esto  escribo, 
no  quiero  decir  de  su  fin, 
mas  do  lo  que  dijo  Morlin: 
íiuo  siempre  dudoso  sería, 
i  se  cumplió  su  profecía, 
pues  nunca  so  sabrá  do  cierto 
si  el  re  i  Arturo  os  vivo  o  muerto. 

Alantlo  de  Insulis  asegura  que  corría  riesgo  de  ser  apedreada 
en  Bretaña  el  que  desmintiese  las  hablillas  ])opulares  acerca 
de  Arturo.  La  credulidad  de  los  bretones  on  este  punto  llegó  a 
ser  proverbial. 

Somnialor  animus, 
rospuons  preso  ni  ia, 
gaudoat  inanibus; 
quibus  si  crodideris. 
cxspcctare  potoris 
Arcturum  cum  bretón  ¡bus. 

dice  Pedro  (!«'  Hlois,  escritor  del  siglo  XIII;  i  el  abate  La  Uui? 


ROMANCES  DEAIVADOS  ÜE  LAS  TRADICIONES  BRITÁNICAS  131 


ha  recojido  otros  pasajes  de  poetas  franceses  de  la  misma  edad, 
que  hacen  al  mismo  propósito. 

El  primero  que  so  sepa  haber  tratado  en  francés  las  tradi- 
ciones de  los  bardus,  fué  Gofrcdo  Gaimar,  que  compuso  hacia  el 
año  1 14G  *  una  historia  en  verso  de  los  reyes  sajones,  continua- 
ción de  otro  poema  que  comprendía  la  de  los  reyes  británicos, 
principiando  por  la  expedición  de  los  argonautas,  i  en  que, 
según  él  mismo  declara,  habia  correjido  varios  errores  del 
monje  de  Monmouth,  mediante  ciertos  manuscritos  galeses 
que  tuvo  a  la  vista.  Pero  esta  historia  británica  so  ha  perdido; 
solo  queda  la  do  los  reyes  anglo-sajones,  i  aun  de  la  segunda 
solo  queda  un  ejemplar,  que  es  el  de  la  Biblioteca  Real  del 
Museo  Británico. 

Wace,  natural  de  Jersey,  versificó  en  la  misma  lengua  las 
tradiciones  británicas,  tomando  por  asunto  el  de  la  crónica 
latina  de  Gofredo  de  Monmouth.  Este  poema*,  llamado  comun- 
mente Le  Brut  cV  Angla  Ierre  ^  se  compuso  por  1115,  i  en  el 
sigue  el  poeta  francés  paso  a  paso  al  cronista  latino;  pero  añado 
siempre  circunstancias  i  pormenores,  que  hacen  mas  gráfica  i 
animada  la  narración,  i  a  veces  introduce  algunas  fábulas 
omitidas  por  el  primer  autor.  Tal  es  la  del  combate  de  Arturo 
con  el  jigante  Rison,  que  viste  una  pelliza  de  barbas  de  reyes,  i 
manda  buscar  la  do  Arturo,  ofreciéndole,  en  honor  de  sus  caba- 
llerías, que  baria  con  ella  la  orla.  Pero  la  mas  importante  de 
estas  adiciones  es  la  relativa  a  la  institución  de  la  Tabla  Re- 
donda, sobre  que  no  se  dice  una  palabra  en  el  orijinal  latino, 
Wace  habla  de  ella  en  estos  términos: 

Hizo  Arlús  la  Redonda  Tabla, 
(lo  que  tanto  en  Bretaña  so  habla. 
Los  que  un  asiento  én  ella  tenían 
en  todo  iguales  parecían; 
honrados  oran  a  la  par. 
No  hubo  allí  mas  alto  lugar 
en  todo  cuanto  alumbra  el  sol 
desdo  occidente  hasta  el  Mogol. 

*  Klli's  Sp^cníif»!/.^  nf  ¡tof?l.<,  etc.  cap.  i*.  La  Une,  licrlicrchcs,  etc. 


132  OPÚSCULO»  LITERAnrOS  I  CRÍTICOS 

Escoto,  bretón  o  francés 

no  ora  reputado  cortes, 

si  la  corte  no  visitalxi 

del  reí  Artús,  i  no  lle^^1ba 

vestidura,  ames  i  divisa, 

según  \íi  usanza,  i  de  la  guisa 

que  los  caballeros  solían 

que  en  la  corte  de  Artús  servían. 

De  lejas  tierras  aportaban 

los  cjue  honor  i  prez  deseaban 

para  oír  sus  caballerías, 

i  para  ver  sus  mesnadias, 

i  conocer  a  sus  barones,. 

i  recibir  sas  ricos  dones. 

¿Qué  mas  prueba*  podemos  apetecer  de  que  nila  jesta  latínír 
de  Gofrodo,  ni  la  francesa  de  Wace,  deben  mirarse  como  un 
depósito  completo  de  las  ficciones  do  los  bardos  británicos  i 
armoricanos,  según  el  punto  a  que  ya  habían  llegado  a  princi- 
pios del  siglo  XII?  Es  claro  que  ambas  obras  se  escribieron  con 
pretensiones  de  historia,  i  que  por  tanto  no  ¡nido  menos  de- 
excluirse  lo  que  tenia  mas  visos  de  fábula,  es  decir,  lo  mas- 
brillante  i  romanesco  de  aquellas  ficciones. 

Por  aquí  podenws  calcular  el  vuelo  que  para  entonces  habiar 
tomado  la  mitolojía  de  la  edad  medfay  principalmente  en  Bre- 
taña. Los  bretones  fueron  sin  duda  los  que  mas  contribuyeron- 
a  enriquecer  el  romance,  i  a  quienes  se  debe  la  mayor  parte  de 
los  materiales,  do  que  después  se  aprovccliaron  tanto  los  poe- 
tas de  Francia,  Italia  i  España. 

Es  prol)al)le  (¡uc  la  isla  de  Avalon,  mencionada  por  Gofredo 
i  por  Wace,  es  una  misma  con  la  Fortunada  de  Merlin.  El 
nombre  de  Avalon  fué  el  que  prevaleció  en  los  romances.  Pero 
las  hadas  solían  visitar  otros  lugares,  í  revolaren  ellos  su  pre- 
sencia con  maravillas.  De  éstos,  ninguno  tuvo  tanta  fama  en 
los  siglos  XII  i  XIII,  como  la  floresta  de  liroceliamla  o/írc- 
rheliunt,  donde  las  hadas  i*c velaban  su  presencia  con  estu- 
pendos prodijios.  Menííiónala  Wace  on  (í1  romance  de  los 
duques  de  Normandía,  donde  on  una  reseña  de  caballeros  dice 
asi: 


ROMANCES  DKUlVAbOS  DE  LaS  T1;aI)U:IÜN12S  UIUTÁNICAS  133 


1  Iot>  de  jttnto  ii  IJroct'liaiuln, 
que  en  boca  de  bi-clones  andiv 
extensa  floresta  sombría, 
t|ue  goza  de  gran  nombradla. 
Sale  hacia  un  lado  del  padrón 
la  fontana  del  Derenton, 
a  cuya  sombra  el  cazador 
va  a  re  rujiarse  del  calor; 
meto  el  cuerno  en  el  agua  fría, 
i  con  ella  el  padrón  rocia; 
•9  caer  luego  »e  miraba 
copiosa  lluvia  que  regaba 
no  BÓ  por  cual  oculto  modo 
la  selva  i  el  contorno  todo. 
•i  si  los  bretones  no  mienten, 
allí  de  los  hombres  consienten 
las  hadas  ser  vistas,  i  cosas 
acaecen  maravillosas. 
Águilas  se  ven[i  milanos^ 
i  ciervos  grandes  i  lozanos; 
mas  han  desertado  la  fuente. 

Tanto  se  hablaba  do  esta  selva,  que  Wace  qui.so  ir  a  certifi- 
carse por  sus  propios  ojos  do  los  prodijios  que  se  contaban  de 
«lia.  Él  mismo  se  burla  do  su  credulidad  en  estos  \'orsos: 

Yo  también  con  el  ansia  ardiente 
de  ver  tan  altas  maravillas 
a  visitar  fui  las  orillas 
de  Derenton  i  Brocelianda, 
((ue  en  boca  de  bretones  anda. 
Maravilla  ninguna  vi; 
si  necio  entró,  necio  salí. 
Lo  mismo  que  me  fui,  me  vengo: 
necedad  busque;  me  la  tengo. 

«Cuando  Cristiano  deTroyes,  diccM.  de  la  Uue,  va  a  contar 
los  hechos  de  Ivano,  llamado  el  caballero  del  León,  le  lleva  a 
lasciva  de Brecheliant,  donde  encuentra  animales  monstruo- 
sos, hombres  salvajes,  leones,  leopardos,  serpientes;  lo  hace 
^visitar  la  fuente  de  Berenton,  i  derramar  el  agua  con  la  taza 


Wh  OPÚSCULOS  LITEHARIOS  I  CRÍTICOS 


(le  oro,  colgada  de  la  encina,  que  le  da  sombra;  sobreviene 
repentinamente  una  tempestad,  i  el  héroo  se  ve  en  grave  ¡kíIí- 
gro.  Hugo  de  Mery  en  su  Torneo  del  Antecristo  refiere  las 
guerras  de  San  Luis  contra  el  duque  de  Bretaña,  i  dice  que, 
hecha  la  paz,  fué  a  Brocelianda,  i  vio  las  mismas  cosas  que  I  vano 
luego  que  regó,  como  él,  con  la  taza  encantada  el  padrón  o 
columna  que  estaba  al  lado  de  la  fuente.  En  el  romance  do 
Bruno  de  la  montana^  o  el  pequeño  Tristan  restaiurado^ 
el  héroe  debe  su  coronación  a  las  hadas  de  Brocelianda. 
Gualtero  de  Metz,  describiendo  en  su  Inuíjen  del  mundo  las 
maravillas  del  universo,  se  extiende  muclio  sobre  esta  porten- 
tosa floresta.  Pero  no  solo  los  poetas;  mencionan  también  i 
creen  sus  prodijios  los  historiadores.» 

A  fines  del  siglo  XII,  se  compusieron  on  francés  varios  roman- 
ces de  Arturo  i  de  los  caballeros  de  la  Ta])la  Uedonda.  Se  dice 
que  Enrique  II,  rei  de  Inglaterra,  so  liizo  trasladar  en  prosa 
francesa  varios  manuscritos  bretones,  i  que  en  este  trabajo  so 
emplearon  Rusticiano  de  Pisa,  Roberto  i  Ellis  de  Borrón,  Luces, 
señor  del  castillo  de  Gast,  cérea  de  Salisbury,  Gualtero  Map, 
jentilhombre  de  Enrrique  II,  i  Galse  le  Bloud,  pariente  del 
mismo  reí.*  Pero  los  anticuarios  de  la  Oran  Bretaña  niegan  la 
existencia  de  estos  traductores,  i  miran  con  razón  los  romances 
en  prosa  que  se  los  atribuyen  como  obras  mui  posteriores  al 
siglo  XII.  Lo  cierto  es  que  no  hubo  tal  castillo  de  Gast,  cerca 
de  Salisbury,  ni  hai  memoria  o  noticia  de  Luces  o  de  sus  colabo- 
radores,  sino  la  que  (;llos  se  suponen  dar  do  sí  mismos  en  obras 
que  se  les  han  prohijado.**  Es  verdad  que  hubo  por  el  año  1200 
un  Waltero  Mapes,  arcediano  do  Oxford,  autor  de  poesías 
latinas  jocosas;  poro  el  supuesto  romancero  del  mismo  nombro 
se  llama  a  sí  mismo  caballero  del  re/,  cherjalier  le  roí,  expre- 
sión que  designa  manifiestamente  un  hombre  del  siglo,  i  no 


*  Roquefort,  Etnt  el?  la  poé.síc  franrnise,  páj.  116;  La  Ruó,  Rcc/ier- 
chns  sur  les  ouv mijos  dos  bardos. 

**  Rit«5on,  Anci-nil  mpírical  romanóos:  iutroductory  disscrtation. 
scct.  I;  Walter  ScDtt,  Intvoduolion  to  Sir  Trislrom,  pnj.  XIX,  (so- 
cond  cdition^ 


UOMANOES  DKIIIVADmS  1»I-:  las  TKAbli-.IONKS  líÜlTÁNIllAS  I  3C» 


un  eiílcsiástieo.*  l']s  proliaMi-,  (\>nn)  mIímtvú  Mr.  Uitson,  qiu? 
el  escritor  de  este  pasaje  ronfunili»'»  al  \h)rU\  lalino  nni  el  otro 
Waltero,  arcediano  de  Oxford,  que  di<)  a(.lofivdo  d*»  Monmouth 
el  orijinal  bretón  de  su  crónica. 

Por  consiguiente,  el  primer  poeta  (jue  .sepamos  haya  tratado 
asuntos  británicos  o  armoricanos  después  de  W'ace,  es  Cris- 
tiano de  Troyes,  que  floreció  por  1170,  i  compuso  en  vereo  el 
romance  de  /oano,  cabn^llcro  del  León;  el  de  I^nnzarote  del 
Lago^  uno  do  los  ojalanes  de  la  in(icl  Jinobra  ;o])ra  terminada 
por  Gofredo  de  Leij)ni ,  poeta  de  la  misma  e»lail  ;  i  el  de  Perceval 
el  GaleSj  o  el  Santo  Greal.  Llamóse  »Sa/i /o  Tí/va/  la  escudilla 
o  plato  (pues  se  disputa  s  )bre  su  verdadera  forma)  en  que  se 
supone  que  Jesucristo  comi('»el  cordero  pasiual  en  la  última  cena 
i  en  que  José  de  Arimatías,  al  tiempo  de  sepultarle,  recojió 
su  sangre.  Después  el  mismo  discípulo  trajo  a  la  Gran  Bretaña 
esta  preciosa  alhaja,  "que  durante  algún  ticm|)o  fué  venerada 
públicamente,  i  al  fin  desapareció  por  castií^o  did  cielo;  varios 
caballeros  de  la  Tabla  Redonda  emprenden  rccoi>rarla  i  Perce- 
val so  sale  con  ello.  Tal  es  el  asunt»)  del  romance. 

Ademas  de  los  tres  citados,  se  asignan  a  Cristiano  de  Troyes 
el  de  Clirjcs  o  Cliget^  otro  caballero  de  la  Tabla  Redonda;  el 
de  Tristan^  amante  de  la  reina  Iseo;  \  ol  de  /:? cr,  i)ríncipe 
•armoricano  que  es  coronado  en  Nántes  por  el  i-tá  Arturo,  i 
lleva  en  esta  ceremonia  un  manto  rií[uísimo  bordado  ix)r  las 
hadas  bretonas.**  Pero  esta  asignación  carece  de  pruebas,  i  con 
respecto  al  Tristan  i  al  Erec^  temo  que  haya  dado  motivo  a 
ella  una  suposición  equivocada.  lié  aquí  el  funilamento  de  mi 
temor.  M.  Galland  (en  el  tomo  2."  de  las  Mcinovias  de  la 
Academia  de  las  inscripcioneí^)  dio  a  conocer  un  antiguo 
romance  que  trata  de  los  hechos  de  Perceval,  i  principia  de 
esta  manera: 

Cil  qui  fit  do  Erec  et  d'Enide 
et  les  commandomcnts  d'Ovidc, 


*  Roqucfort,  obra  citada,  páj.  li'J. 

**  Roquefort,  Élal  de  la  poésie  /"raníaise,  pajinas  liS  i  siguientes; 
J-a  Rué,  Recherches  sur  los  bardes. 


1 30  OPÚSCULOS  LITEHAniOS  I  CRÍTICOS 


el  Tari  d'íiimcr  en  román  mi^t: 


Del  roi  Marc  ot  (Vhel  la  Blowh', 
ct  do  la  hupe  el  de  Ihironde, 
ct  del  rossignol  la  muance, 
un  autre  conté  ci  commence 
d'un  valet  qui  on  Giece  fu 


del  linaííro  le  rol  Artu. 


'o 


Erec  i  E nicle  es  un  solo  i  bien  conocido  romance;  el  rei 
Marco  i  la  bella  Iseo  designan  seguramente  el  de  Tristan. 
Debemos,  pues,  admitir  que  estas  dos  obras,  i  la  que  M.  Galland 
dio  a  conocer,  fueron  producciones  de  una  misma  pluma;  i  si 
el  Percevalj  de  que  estamos  hablando,  es  uno  mismo  con  el  de 
Cristiano  de  Troye.^^  como  parece  que  lo  dio  por  sentido  el 
abate  La  Ruc,  será  preciso  contar  los  romances  de  Erec  i  de 
Tristan  entre  las  obras  de  este  poeta. 

Pero  esta  suposición  es  errónea.  Porque  el  autor  del  poema 
mencionado  por  Galland  dice  que  halló  el  asunto, 

en  un  des  livrcs  del  Aumainc 
monsignor  Saint  Pierro  do  IJiauvais; 

al  ixiso  que  Cristiano  de  Troyas  expresa  haberse  valido  para 
componer  el  suyo  do  un  manuscrito  del  conde  de  Flándes; 
como  se  puede  ver  en  uno  do  los  fragmejitos  ciue  trac  Fauchct 
do  este  mas  antiguo  Perrncal^  i)robablemente  perdido.  Galland 
so  inclina  a  pensar  que  el  autor  del  otro  sería  talvez  Raúl  de 
Gauvais,  conocido  por  ciertas  poesías  del  jénero  lírico;  pero  ya 
adoptemos  o  nó  esta  opinión,  que  a  la  verdad  no  es  de  gran 
fuerza,  siempre  quedaría  en  pié  la  distinción  de  dos  obras  que 
se  sacaron,  según  declaran  ellas  mismas,  de  dos  orijinales  dis- 
tintos. 

Hé  aquí  el  principio  del  romance  de  Erec^  citado  por  ol  abate 
La  Rué: 

lyErcc  le  íils  Lac  cst  11  contcs, 
que  devant  rois  ct  devanl  contcs 
depccicr  ct  corrumprc  sculent, 
cil  qui  de  chanter  vivre  veulcnt 


tlOHANCEK  DUniVADOs  bli  LAS  TRAUlfilOXES  BlUTÁNliUS  137 

Estos  vcrsoa  convienen  inOnitamcnto  m('ji>rnli\ segunda  mitad 
iltd  siglo  XIII,  cunndo  las  Túbiilns  hrítániras  i  arnwricsnan 
liabinn  ya  suminÍKlrado  iuntoriides  a  miiltitu;!  de  romances,  i 
ilebido  Esi'niideíi  adiciones  i  altüracioncs  al  ínjoniti  áe:  los  tro- 
veres,  que  a  la  odad  de  Cristiano  tle  Troyps,  uno  de  los  prime- 
ros frnncesps  que  eonienxaron  a  versificarlas. 

Dcspiics  de  Cristiano  do  Troyos,  »Íguiundo  el  ónlitn  croni>- 
lójico,  80  deljo  tratar  du  la  poetisa  M^ria  de  Francia,  ciiiu  vivió 
lincia  I2S0,  i  cuyns  lais  se  miran  oon  justa  razón  cerno  de  lo 
ma«  elegante,  duluo  i  delicada  que  produjo  la  poesía  do  los 
trovores.  La  palabra  Ittis,  de  orijen  céltico,  sic:nificaba  cora- 
pitaibioncs  de  ji'iieros  difercnlos,  ya  ^-picas,  ya  líricos;  i  en  el 
primer  sentiilo  ea  en  el  que  aquí  hc  toma,  denotando  poemas 
do  una  sola  división  o  canto,  en  que  so  refiero  una  acción 
grave,  por  lo  común  amorosa,  i  siempre  en  la  especie  de  verso 
que  los  rrancesea  Ilciman  ootosilal)o.  Aquí  notaremos  que  asi 
<Mnio  en  los  romances  cío  Carluiiiaiíno  tuvieron  mas  uso  el 
alejandrino  i  cmliruasilabo,  en  los  de  asuntos  británico»  i  ar- 
inoricanos  se  empleó  casi  siempre  el  verso  de  ocbo  o  nuevo 
silabas  con  el  acento  en  la  octava,  sin  que  podamos  dar  razón 
do  esta  diferencia,  siendo  las  enunciadas  tres  especies  do  ver- 
nos igualmente  antiguas  en  la  lengua  francesa. 

María  confiesa  haber  sacado  los  asuntos  de  sus  poemas  de 
antiguos  lais  bretones,  (jue  oyó  cantar  o  recitar;  i  en  ellos 
vemos  amonudo  In  maquinaria  de  encantamentos  i  badas,  que 
era  tan  favorita  do  aquel  pueblo.  En  ol  lai  do  Ougemcr,  hai 
una  cierva  blanca  que,  berida  de  muerto,  anuncia  al  matador 
las  desgracias  que  van  a  subrevenirle;  i  una  barca  cncsntaila 
cruza  los  maros  dirijida  por  un  poder  invisilile.  Esta  liarca  es 
toda  de  ébano,  el  velamen  i  jarcias  de  soda;  i  el  caballero  que 
es  destinada  a  trasportar,  encuentra  en  ella  un  magnífico  locho 
adamado  de  oro  i  marfil,  i  cubierto  do  una  colcha  riquísima 
de  Alejandría,  guarnecida  de  las  mas  finas  pieles.  Era  de  tal 
virtud  la  almrüíadii,  que  la  cabeza  que  reposaba  sobre  ella, 
no  encanecía  jamas;  i  a  los  dos  lados  ardían  dos  cirios  sobre  dos 
candeleros  do  oro,  en  que  brillaban  multitud  do  piedras  pre- 
ciosas. En  el  lai  de  líisclavcret,  un  caballero  so  trasforma  en 


^^ 


13S  OPÚSCULOS  UTKRAIUOS  I  ClílTlCOS 

lobo  penc'xlicainente.  En  el  do  Lanval,  aparecen  Arturo  i  la 
Tabla  Ii«\Ir)n(la  con  su  acostumbrado  esplendor.  Lanval  es 
amado  de  una  hada  herm')sísima,  que  le  colma  de  favores  i 
de  riquez:is,  i  so  lo  lleva  finalmonte  a  Avalon.  Graelant  Mor 
í^oza  de  iu^ual  ventura  en  el  lai  de  su  nombre,  i  aun  hoi  (dice 
María)  creen  sus  compatriotas  que  vive  en  compañía  de  su 
enamora  la  en  aquella  mansión  de  delicias. 

Esta  poetisa  sobresale  principalmente  en  las  descripciones 
de  escenas  risueñas  i  amenas.  Tal  es  la  del  pabellón  a  donde 
es  conducido  Lanval: 

La  roine  Semiramis,  ote. 

Tal  es  la  di»  la  entrada  de  una  de  las  hadas  en  la  corte  del  rci 
Arturo: 

Quant  par  la  ville  vint  poignant,  etc. 

Pero  uno  de  los  mas  bellos  ras^jos  es  el  que  termina  el  lai  do 
Graelant  Mor,  cuando  trasportado  este  caballero  por  las  hadas, 
le  echa  menos  su  fiel  caballo: 

Los  destiers  qui  d'evo  escapa,  etc. 

Su  narrativa  está  animada  de  diálogos,  en  que  no  falta  ex- 
presión, aunque  a  veces  se  echa  monos  la  delicadeza  de  su 
sexo.  Su  asunto  favorito  es  el  amor.  Si  esta  pasión  apenas 
ocupa  algunos  momentos  a  los  caballeros  de  Carlomagno,  que 
solo  tratan  de  guerras,  conquistas  de  reinos  i  peregrinaciones 
a  la  Tierra  Santa,  es  al  contrario  el  eje  de  toda  la  acción  de 
los  lais  bretones,  versificados  por  la  Safo  de  la  media  edad. 
En  ellos,  los  amantes  profesan  una  especie  de  idolatría  al  objeto 
de  su  cariño,  i  el  pundonor  de  los  caballeros  se  interesa  en 
defender  la  superior  hermosura  de  su  dama.  Ellos  en  suma 
nos  presentan  ya  completamente  desenvuelto  el  carácter  del 
romance  i  de  la  caballería  andan tesca. 

La  creencia  en  las  hadas,  que  tanto  papel  hace  en  estos  i 
otros  cuentos  tomados  de  las  historias  i  lais  de  ambas  Bretañas, 
parece  haber  sido  antiquísima  entre  los  celtas,  particularmente 


HüMANüES  DEIil VADOS  DK  LAS  TRAÜICIONKS  ÜIUTAMCAS  W^ 


los  do  la  Armórica.  Pomponio  Mela*  dice  qiíc  la  islcta  de  Sena 
(hoi  Sein  cerca  do  la  costa  de  Bretaña)  era  famosa  (wr  el  oráculo 
do  una  diviiüda  1  galesa,  a  la  cual  estaban  consiiíjradas  nueve 
sacerdotisas,  que  guardaban  perpetua  virjinidad,  i  de  quienes 
era  común  opinión  que  con  sus  encantos  alteraban  los  elemen- 
tos, setrasf«)rmv^ban  en  tolo  jéncro  do  animales,  curaban  cua- 
lesquiera dolencias  i  profetizaban  lo  venidero,  pero  que  solo  so 
prestaban  a  los  naYe;^antes  que  venían  exprofeso  a  consultarlas. 
Estrabon,**  aunque  nada  dice  de  majia  ni  de  encantamentos, 
menciona  el  culto  de  cierta  divinidad  análoija  a  Baco,  cuyas 
sacerdotisas  habitaban  exclusivamente  la  isla;  i  Dionisio  Perie- 
gétes***  liabla  de  sus  fiestas  nocturnas,  en  que,  coronadas  de 
yedra,  celel)raban  al  dios  con  clamores  i  estrépito.  Así  pues  los 
bardos  bretones  en  lo  que  atribuyen  a  las  hadas  tuvieron  poco 
que  añadir  a  las  ideas  mitolójicas  de  sus  mayores  desde  antes 
de  la  era  cristiana. 

De  un  encantador  a  un  dios  no  luii  mas  diferencia  que  la 
inmortalidad;  las  hadas  gozaron  de  este  atributo,  i  aun  a  veces 
lo  comunicaron  a  sus  favorecidos;  esto  es  todo  lo  que  se  debo 
a  la  imajinacion  poética,  o  mas  bien  al  natural  progreso  do  lo 
maravilloso  en  las  tradiciones  vulí]fares. 

No  so  sabe  cómo  se  llamaron  esta  especie  de  semidiosasen 
la  longiia  céltica;  porque  la  voz  liada  es  la  latina  /a/a,  plural 
de  fatiun. 

A  estos  entes  oscuros  que  antes  estaban,  por  decirlo  así,  en 
los  confines  del  mundo  abstracto  i  del  universo  real,  las  fábulas 
bretonas,  trasladadas  al  romance,  dieron  nombres,  habitación, 
historia.  Las  hadas  aparecieron  entonces  bajo  cuerpos  palpables, 
juntando  en  sí  el  poder  de  los  dioses,  la  sabiduría  de  las  Musas 
i  los  atractivos  de  las  Gracias.  Animadas  de  pasiones  vivas  c 
intelijibles,  dejan  como  las  divinidades  del  paganismo  su  man- 
sión de  delicias  para  conversar  con  los  hombres,  i  para  ayudar 
o  contrariar  sus  empresas.  Los  lais  de  la  poetisa  normanda 


*  Pomponio  Mola,  De  silu  orbis,  libro  III,  cap.  8. 
**  Estrabon,  Jeografia,  libro  IV. 

Pcri'^gesis,  versos  570  i  siguientes. 


4    ** 


1  iO  '  OPÚSCULOS  UTERARIOS  I  CRÍTICOS 


fijan  la  épficíi  denosta  adquisicioa  importante  que  preparaba 
al  romance  los  medios  de  competir  alífun  dia  con  la  riqueza  i 
esplendor  de  la  epopeya  griega. 

Uno  de  los  lais  de  María  contieno  un  lance  de  los  amores  del 
celebrado  Tristan,  cuya  historia,  tratada  orijinalmente  por  los 
bardos  británicos  i  armoricanos,  parece  haber  pasado  a  los 
cantos  do  los  troveres  desde  fines  del  siglo  XII. 

Cristiano  de  Troyes  (en  una  canción  lírica  citada  por  la  Ra- 
vaillcn)  dice  así: 

Ainques  don  buvraige  ne  bui 
dont  Tristan  fut  empoisone; 
car  plus  m'a  fait  aimer  que  luí 
bon  cuers  et  bonne  voluntó. 

Esta  Tijera  alusión  prueba  mejor  que  nada  lo  familiar  que  era 
ya  la  historia  de  Tristan  a  los  compatriotas  de  aquel  poeta. 

En  un  manuscrito  de  la  librería  de  M.  Douce,  se  conservan 
fragmentos  de  dos  antiguos  romances  franceses  en  verso  octo- 
sílabo en  que  se  mencionan  a  la  larga  las  aventuras  de  aquel 
caballero.  Debemos  una  extensa  noticia  de  esos  fragmentos 
al  no  menos  docto  anticuario  que  excelente  poeta  Sir  Walter 
Scott  en  su  edición  del  romance  ingles  de  Sir  Tristrem, 

El  autor  de  uno  de  ellos,  citando  los  orijinales  que  ha  tenido 
a  la  vista  para  redactar  su  historia,  habla  de  un  lireri^  que 
supo,  dice,  las  jestas  i  los  cuentos  de  todos  los  reyes,  i  de  todos 
los  barones  que  existieron  en  la  Bretaña;  pero  menciona  al 
mismo  tiempo  a  un  Tomas  cuya  autoridad  prefiere  en  lo  con- 
cerniente a  su  héroe.  Se  ignora  quién  fuese  este  Breri;  el  Tomas 
es,  según  todas  las  apariencias,  el  mismo  que  se  cita  con  este 
nombre  en  otro  antiguo  romance  métrico  de  Tristan,  compues- 
to por  Gofredo  do  Estrasburgo  en  lengua  tudesca;*  i  se  hace 
sumamente  probable  que  en  ambas  obras  se  designa  al  bien 
conocido  poeta  ingles  del  siglo  XIII,  Tomas  de  Erceldon. 

En  efecto,  Roberto  de  Brunne,  autor  contemporáneo,  habla 
de  Erceldon^  como  un  famoso  versificador  de  cuentos,  i  men- 


*  Roqiicfort,  I\tat  de  la  poí^sie  frariQnise,  páj.  476. 


TOMANCES  DERIVADOS  DE  LAS  TRADICIONES  BRITÁNICAS  iW 


cíona  a  Tomas  como  autor  de  un  Sir  Tristrem^  a  que  da  la 
primacía  entre  todas  las  jestas  rimadas.*  Nada  hai  en  el  pasaje 
que  de  a  entender  la  identidad  del  Tomas  con  el  Erccldon; 
pero  no  conociéndose  otro  Tomas  poeta  ingles  de  aquella  era, 
es  verosímil  que  ambos  nombres  indican  una  sola  persona. 
Resta  saber  si  la  obra  publicada  por  Sir  Walter  Scott  es  (como 
sostiene  el  injenioso  editor)  el  romance  que  debió  tantos  elo- 
jios  a  Roberto  de  Brunne.  Pero  los  pasajes  en  que  se  ha  querida 
apoyar  esta  identidad  no  son  a  mi  parecer  satisfactorios.  El 
autor  expresa  en  la  introducción  que,  estando  en  Erceldon, 
habló  con  Tomas,  i  le  oyó  leer  la  jenealojía  del  héroe;  i  en 
otra  parte  dice  que  se  informó  del  mismo  sujeto  sobre  las 
circunstancias  de  una  de  las  aventuras  que  cuenta.  ¿No  es  esto 
dar  a  entender  clarísiinamente  que  el  poeta  cuya  autoridad  so 
alega,  i  el  poeta  que  hace  uso  de  ella  son  dos  personas  distintas? 
Creo,  pues,  que  en  rigor  solo  podemos  recibir  los  pasajes  in- 
dicados como  una  confirmación  importante  de  la  existencia  i 
celebridad  del  Sir  Trislrem  compuesto  por  Tomas  de  Erceldon , 
i  probablemente  perdido. 

.  Hemos  hablado  de  uno  solo  de  los  fragmentos  que  contiene 
el  manuscrito  de  M.  Douce;  i  si  se  admite  la  ex|x>sicion  que 
precede,  es  claro  que  debemos  darle  algo  menos  antigüedad 
que  al  poema  del  rimador  de  Erceldon,  compuesto  hacia  1250. 
Pero  no  hai  razón  alguna  que  nos  obligue  a  posponer  también 
a  esta  fecha  el  otro  fragmento  cuyo  lenguaje  i  estilo  tienen 
todo  el  aire  del  siglo  XII.  A  lo  menos  me  parece  innegable  que 
la  historia  de  Tristan,  según  se  contiene  en  el  romance  ingle» 
impreso,  cuyo  autor  tomó  de  Erceldon  la  sustancia  de  los  he- 
chos, arroja  claros  indicios  de  hal>er  pasado  por  la  mano  de 
los  tro  veres.  Los  nombres  do  Rolan,  Governail,  Blancaflor,  i 
otros,  son  sacados  de  la  lengua  francesa. 

Lo  dicho  puede  reducirse  a  las  proposiciones  siguientes:    1/ 
La  historia  de  Tristan  fué  orijinalmente  inventada  o  adornada 

por  los  bardos,  en  lo  cual  me  parece  que  no  puede  haber  di- 


*  Fragmento  de  Hobcrto  de  Brunne  en  el  apéndU'c  al  prefacio  del 


editor  de  la  fWniira  de  I^edro  Lagtoft. 


Ií2  *  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


vcrsidaJ  de  opiniones.  2.'  De  los  bardos  pasó  esta  historia  a 
los  troveros  o  rimadores  franceses  de  Inglaterra  i  Francia, 
como  pasaron  otros  muchos  asuntos  británicos  i  armoricanos. 
3.*  Tomas  de  Erceldon  se  valió  de  los  romances  franceses, 
como  so  valieron  otros  muchos  poetas  de  su  nación,  aun  en 
asuntos  orijinalmente  I>ritán¡cos.  4."  La  celebridad  de  la  obra 
de  Tomas,  debida  talvez  al  orden  i  elección  de  los  hechos,  al 
estilo,  i  a  lo  que  pondria  de  suyo,  hizo  que  la  consultasen  i 
citasen  los  que  celebraron  posteriormente  aquel  héroe,  como 
Gaimar  en  su  poema  histórico,  i  María  en  sus  fábulas  esopia- 
nas,  consultaron  i  citaron  otros  manuscritos  ingleses. 

Como  quiera  (jue  s(ia,  el  poeta  ingles  que  Sir  Walter  Scott 
sacó  a  luz,  i  los  dos  poemas  franceses,  cuyos  fragmentos  ha  dado 
a  conocer,  si  no  nos  presentan  la  leyenda  de  Tristan  en  su  pri- 
mitiva pureza,  a  lo  menos  no  distan  tanto  de  ella  como  los 
romances  en  prosa,  o  libros  de  caballería,  que  poco  después  se 
comenzaron  a  componer  sobre  el  mismo  asunto.  Tristan  no 
tiene  en  estas  obras  nada  que  ver  con  el  rei  Arturo  ni  con  la 
Tabla  Redonda.  IIj  aquí,  según  ellos,  su  historia. 

Rolan  Ris,  señor  de  Ermonia  (quizá  la  Armórica),  se  lleva 
el  prez  do  un  torneo  en  la  corte  de  Marco,  rei  do  Cornwall;  i 
cautivad  corazón  de Blancallor,  hermana  del  rei.  Róbala;  vuela 
a  la  defensa  do  Ermonia  invadida  por  el  duciue  Morgan,  derrota 
al  usurpador  en  varios  encuentros;  pero  al  fin  es  asesinado  trai- 
doramento.  Blancaílor  recibe  la  noticia  de  este  desastre  en  el 
momento  mismo  de  parir  a  Tristan;  i  espira  legándole  una  sortija 
quo  recuerde  i  acredite  su  extracción  materna.  El  huérfano 
pasa  por  hijo  de  Roan,  fiel  adhcrentc  de  aquella  desgraciada 
familia;  él  mismo  ignora  quiénes  habían  sido  sus  padres;  apren- 
do todos  los  ejercicios  i  habilidades  de  un  caballero,  i  es  robado 
por  unos  piratas  de  Noruega.  Arrojado  por  éstos  en  las  playas 
de  Cornwall,  sus  talentos,  principalmente  el  primor  con  quo 
tañe  el  harpa,  le  ganan  el  afecto  del  rei  Marco,  mayormente 
después  que,  por  medio  de  Roan,  i  de  la  sortija,  so  descubre 
ser  su  sobrino.  Pero  sabedor  de  la  historia  de  su  familia,  se  pone 
en  camino  para  tomar  venganza  del  usurpador  Morgan,  le  mata, 
recobra  los  estados  paternos,  i  vutdve  a  la  corte  de  su  tio.  A 


ROMANCES  DERIVADOS  DE  LAS  TRADICIONES  BRITÁNICAS  143 

SU  llegada,  encuentra  una  gran  novedad.  El  rei  de  Inglaterra 
exije  un  pesado  tributo;  i  el  que  viene  a  cobrarlo  es  un  cam- 
peen irlandés  de  gran  fama,  llamado  Morante.  Tristan  hace  cam- 
po con  él,  le  vence  i  mata,  dejándole  clavado  un  pedazo  de  su 
espada  en  el  cráneo.  El  mismo  es  gravemente  lierido  en  un 
muslo;  i  esta  herida,  hecha  con  un  arma  envenenada,  se  encona 
i  cancera. 

Tristan  se  hace  insoportable  a  los  que  le  rodean;  dojaa  Cor- 
nwall  acompañado  de  solo  su  ílel  Govcrnail,  i  su  harpa;  se  hace 
a  la  vela;  el  viento  le  arroja  a  Dublin;  temeroso  de  los  parientes 
de  Morante,  oculta  su  nombre;  su  harpa  le  procura  el  favor 
de  la  reina,  que  era  famosa  en  el  arte  de  curar  las  licridas,  i 
le  sana.  La  reina  tiene  una  hija  hermosísima  llamada  Isco; 
Tristan  enseña  a  la  princesa  la  música,  la  poesía,  el  ajedrez  i 
otras  habilidades;  lidia  con  un  formidable  dragón  que  respira 
fuego,  i  le  mata;  su  valor,  sus  gracias  excitan  en  la  princesa 
el  deseo  de  saber  quién  es;  examinando  su  espada,  i  comparando 
el  pedazo  que  le  faltaba  con  el  que  se  había  sacado  del  cráneo 
de  Morante,  descubren  que  su  huésped  era  Tristan.  Por  for- 
tuna, el  casamiento  de  Iseo  con  Marco  le  salva  del  resentimiento 
de  la  familia. 

Tristan  lleva  la  princesa  al  rei  Marco.  Al  tiempo  de  la  parti- 
da, la  reina  pone  en  manos  de  la  fiel  Brenguena,  que  acompaña 
a  su  hija,  un  poderoso  filtro,  encargándole  lo  dé  a  beber  a  los 
dos  esposos  la  noche  de  la  boda.  Un  dia,  durante  la  navega- 
ción a  Inglaterra,  estando  Tristan  acalorado,  pide  de  beber, 
i  Brenguena  le  presenta  inadvertidamente  el  fatal  licor.  Agó- 
tanle  Tristan  e  Iseo,  i  comienza  en  el  mismo  punto  la  pasión, 
que  les  acarreó  tantos  trabajos.  El  bajel  llega  a  Cornwall;  Iseo 
se  casa  con  Marco,  i  la  noche  de  la  boda  para  ocultar  sus  cri- 
minales amores,  hace  que  Brenguena  ocupe  su  lugar  en  la 
cama  del  rei.  De  allí  apoco  un  señor  irlandés,  antiguo  enamo- 
rado de  Iseo,  viene  a  Cornwall,  disfrazado  de  juglar,-  trayendo 
un  harpa  primorosamente  construida,  que  excita  la  curiosidad 
do  todos;  pero  rehusa  tocar  en  presencia^lel  rei,  que  era  exce- 
sivamente aficionado  a  la  música,  si  éste  no  lo  otorga  el  don 
que  le  pida.  Marco  empeña  su  palabra  de  hacerlo  así;  i  el  juglar 


\h\  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


canta,  al  son  del  harpa,  un  lai  en  que  declara  que  el  don  otorga- 
do es  Iseo.  No  habiendo  arbitrio  para  dejarse  de  cumplir  la 
palabra  real,  es  entregada  la  reina  al  irlandés,  el  cual  se  hace 
al  mar  con  ella;  i)ero  los  alcanza  Tristan,  disfrazado  también  de 
juglar,  i  habiéndoles  divertido  un  rato  con  la  viola,  salta  de 
repente  sobre  el  caballo  de  su  rival,  arrebata  el  de  Iseo  por  la 
rienda,  e  intérnase  con  ella  en  el  bosque,  donde  pasa  una  sema- 
na en  su  compañía,  i  al  cabo  la  restituye  al  reí  Marco.  Fuera 
largo  enumerar  todos  los  incidentes  ocasionados  por  los  celos 
del  marido,  i  todos  los  arbitrios  de  que  se  valen  los  dos  aman- 
tes para  verse  i  comunicarse,  favorecidos  de  la  injeniosa  Bren- 
guena.  Un  enano  los  espía  i  atiza  las  sospecha  del  rei.  Tristan 
es  desterrado,  i  entra  en  servicio  de  Triamor,  rei  de  Gales.  En 
esta  temporada,  fué  su  combate  con  el  jigante  Urgan.  Habién- 
dole dado  la  muerte,  obtiene  en  premio  la  soberanía  de  Gales. 
Tristan  cede  aquel  estado  a  la  hija  de  Triamor,  i  envía  de  regalo 
a  su  amada  un  perrico  maravilloso,  que  también  vino  entonces 
a  su  poder,  cuya  lana  estaba  matizada  de  los  mas  peregrinos 
colores. 

El  buen  Marco  se  reconcilia  con  nuestro  caballero;  vuelve  a 
Cornwall;  nuevas  aventuras  amorosas,  nuevos  celos,  nuevo 
destierro.  En  esta  segunda  ausencia,  atraviesa  la  España,  i 
mata  allí  tres  desaforados  jayanes.  Luego  auxilia  al  duque  de 
Bretafia  en  sus  guerras,  i  se  casa  con  su  hija  Iseo,  llamada  por 
vía  de  distinción  la  de  las  blancas  manos;  pero  fiel  a  sus  pri- 
meros amores,  no  se  resuelve  a  consumar  el  matrimonio.  Tras 
esto,  vence  i  rindo  al  jigante  Boliagog,  se  apodera  de  su  casti- 
llo, i  le  perdona  la  vida  so  condición  de  que  ha  de  levantar  un 
edificio  en  honor  de  Iseo  i  de  Brenguena.  Cúmplelo  así  Bolia- 
gog, i  en  el  edificio  se  esculpe  la  historia  de  nuestro  caballero, 
representándose  al  vivo  todos  los  personajes  i  sucesos  indica- 
dos. Entre  las  esculturas,  admira  Ganhardin  su  cuñado,  la  de 
la  confidenta  Brenguena,  que  le  inspira  una  pasión  vehe- 
mente. Ansioso  de  verla,  se  dirijo  con  Tristan  a  Cornwall. 
Los  dos  caballeros  encuentran  a  sus  amadas  en  un  bosque  ve- 
cino a  la  corte;  son  descubiertos;  i  después  de  varios  lances  se 
ven  precisados  a  retirarse  a  Bretaña.    Pero  vuelven  de  tiempo 


ROMANCES  DKni VADOS  DE  LAS  TnADICIONES  nilITÁXICAS  H5 

en  tiempo  l)ajo  (lifcTcntes  disfraces.  Kn  una  do  las  empresas 
que  Tristan  acometo  en  sus  viajos,  es  herido  de  una  lanza 
envenenada,  i  hallándose  a  la  muerte,  da  aviso  do  su  situación 
a  Iseo.  Ganhardin  se  encariña  de  esta  comisión,  i  se  concierta 
entre  los  dos  amigos  que  la  nave  que  ha  de  conducirle  a  In- 
glaterra, desplegara  a  su  vuelta  velas  blancas  o  negras,  según 
las  noticias  que  le  traiga.  Iseo,  al  recibir  el  mensaje,  se  entre- 
ga al  dolor  i  desesperación  i  resuelve  atrepellar  por  todo  a 
trueque  de  ver  a  su  amante.  Salo  del  palacio  a  hurto;  Ganhar- 
din navega  con  ella  a  Ih'otafia,  mientras  el  pobre  caballero, 
aguardando  su  vuelta,  pasa  los  dias  i  las  noches  en  la  mayor 
agonía.  Llega  en  fin  la  suspirada  noche,  i  Garihardin  indica  en 
el  color  del  velamen  las  buenas  nuevas  do  que  es  portador. 
Pero  la  mujer  de  Tristan,  informada  de  todo,  se  abrasa  do 
celos,  i  por  atormentar  a  su  marido,  a  quien  la  enfermedad 
tenia  postrado  en  una  cama,  le  dice  que  ha  entrado  en  el 
puerto  un  bajel  enlutado.  El  infeliz  amante  no  pudo  sobrevivir 
a  este  golpe;  pronuncia  tres  veces  el  nombre  do  Iseo,  i  a  la 
cuarta  espira.  En  medio  do  las  lamentaciones  del  pueblo,  de- 
sembarca la  reina,  i  pregunta  cuál  era  la  causa  do  ellas.  Se- 
ñora, le  responde  un  anciano,  el  espejo  de  los  caballeros,  el 
amparo  de  los  menesterosos,  no  existo  ya;  Tristan  es  muerto. 
La  desconsolada  reina  so  hace  llevar  al  cadáver,  se  arroja  so- 
bro él,  i  muere  también  de  dolor.  Tal  fué  el  fin  do  Tristan  i  de 
la  bella  Iseo,  modelo  do  los  asendereados  galanes  i  amorosas 
damas  de  la  andante  caballería. 

Hablando  do  Cristiano  do  Troves,  hicimos  mención  do  un 
romance  francos  do  Tristan,  que  so  atribuye  sin  suficiente 
fundamento  a  Uaul  do  lieauvais;  i'do  que  solo  sabemos  lo  poco 
que  se  dice  en  la  memoria  do  M.  Galland.  Yo  me  inclino  a 
creer  que  este  romance,  i  los  dos  fragmentos  del  manuscrito 
de  M.  Douce  tuvieron,  todos  tres,  distintos  autores. 

Ninguna  leyenda  caballeresca  tuvo  mas  popularidad  que  la 
do  Tristan.  Celebráronla  gran  número  do  romances  métricos, 
tanto  en  las  lenguas  derivadas  de  la  latina,  como  en  las  teu- 
tónicas; i  fué  un(j  de  los  primeros  asuntos  do  los  romances  en 

prosa,  que  comenzaron  a  componerse  por  1300,  cuando,  hecha 
orrsc.  19 


1  iC  OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICOS 


mas  jcneral  la  lectura,  dejó  de  sor  necesario  oír  de  la  boca  de 
los  juglares  aquellas  historias  que  tanto  excitaban  la  curiosidad 
i  la  admiración.  En  est js  romances,  que  bajo  su  nueva  forma 
se  llaman  con  míis  propiedad  libros  de  cal)allería,  se  alteraron 
grandemente  las  tradiciones  de  los  bardos,  i  particularmente 
las  relativas  a  Tristan.  Se  le  supone  hijo  de  Meliadoc,  rei  do 
León,  ya  conocido  como  uno  de  los  caballeros  de  la  Tabla  Re- 
donda, i  so  le  llamó  Don  Trisfan  de  Leones;  al  paso  que  su 
mujer  Iseo  fué  prohijada  al  célebre  Oel,  compañero  do  Arturo. 
Los  que  trataron  de  asuntos  británicos  i  armoricanos,  como  los 
que  habian  tomado  los  suyos  de  la  historia  do  Francia,  for- 
maron árboles  jenealójicos  imajinarios,  enlazando  personajes 
i  fábulas  que  al  principio  no  tuvieron  conexión  alguna. 

Si  los  lais  de  María,  las  leyendas  de  I^nzarote  i  de  Tristan, 
introdujeron  el  gusto  de  los  lances  amorosos,  que  en  las  pri- 
meras obras  de  los  troveres  no  tuvieron  variedad  ni  interés;  las 
leyendas  de  Arturo,  Merlin,  Ivano,  üraalant  Mor,  dieron  los 
primeros  ejemplos  de  la  bella  mitolojía  de  las  hadas  i  encan- 
tadoras, que  luego  apareció  en  todo  jónero  de  romances.  Así 
en  Parílienopex  de  íilois  (nuestro  Pfirtiniiples,  conde  del 
castillo  de  liles)  la  acción  rueda  sobre  el  casamiento  de  este 
caballero  con  el  hada  Melior.  Así  en  el  Caballero  del  Cisne  y 
que  equivocadamente  sé  ha  supuesto  contenor  la  Historia  de 
la  conquista  de  Jerní^alen  por  Gofredo  do  Bullón,  el  enredo 
naco  de  unas  cadenas  hadadas,  que  preservan  a  sus  dueños  de 
ser  trasformados  en  cisnes.  Pero  el  mejor  ejemplo  de  la  apli- 
cación do  las  ideas  británicas  a  las  leyendas  francesas,  es  el 
romance  de  Urjel,  que  se  contiene  en  el  códice  15,  E.  VI  do  la 
Biblioteca  Real  del  Museo  Británico.  La  introducción  del  poema 
indica  desde  luego  lo  familiares  i  aun  triviales  que  se  habian 
hecho  los  cuentos  de  los  caballeros  de  la  Tabla  Redonda: 

Seigneurs,  oyez  chanson  dont  les  vers  sont  plaisant... 
N'ost  mió  de  la  flabe  Lancerot  ct  Tristan, 
d'Arlu  nc  do  Gauvfan  dont  on  parolo  lant. 

Urjel  en  su  nacimiento  es  visitado  por  Morgana,  ülorianda,  i 
otras  hadas  que  le  conceden  varios  dones  i  privilejios  impor- 


ROMANCES  DERIVADOS  DE  LAS  TRADICIONES  BRITÁNICAS  l^ 


tantcs,  entre  ellos  el  de  no  ser  nunca  vencido  en  batalla,  i  el 
de  agradar  a  todas  las  damas.  Después  do  varias  hazañas  contra 
los  sarracenos,  i  contra  Carlomagno,  que  rehusaba  entregarlo 
su  hijo  Carloto,  matador  de  Buldovínos  (aventura  que  con  algu- 
nas alteraciones  dio  asunto  a  nuestro  viejo  romance  del  mar- 
ques de  Mantua,  que  es  elmismo  Urjel),  Morgana  le  hace  llevar 
a  Avalon,  le  introduce  a  la  comjxiñía  de  Arturo,  le  da  su  mano 
i  la  corona  de  aquel  imperio.  Inaccesible  a  las  enfermedades  i  a 
la  vejez,  vive  allí  olvidado  de  su  linaje  i  de  la  Francia,  cuando 
le  llega  noticia  de  ser  nuevamente  trabajada  la  cristiandad  por 
una  avenida  de  sarracenos.  Con  esta  ocasión,  deja  la  compañía 
de  Morgana;  i  Francia  vuelve  a  ser  teatro  de  sus  proezas.  Ven- 
cedor de  los  infieles,  saciado  de  gloria  i  do  vida  (pues  ya  para 
entonces  contaba  sobre  trescientos  años)  arroja  a  las  llamas  el 
leño  fatal,  a  cuya  conservación  estaba  vinculada  su  existencia. 
Pero  en  aquel  mismo  punto  aparece  Morgana,  apaga  el  tizón, 
i  arrebatando  a  Urjel  en  un  carro  do  fuego,  le  traslada  otra  voz 
a  las  delicias  de  la  isla  encantada. 

El  romance  de  que  acabo  de  dar  esta  brevísima  idea,  se  com« 
puso,  según  parece,  hacia  1300,  i  no  se  debo  confundir  con 
otro  del  mismo  título,  que  so  cuenta  entre  las  obras  de  Adenoz, 
i  se  cita  amenudo  en  el  Glosario  latino-bárbaro  de  Ducango. 


SOBRE  EL  OUIJEX 

J»K    LA>    VAUIVS    ESI»i:ClKS    DK    VEHSií    r?Al>A> 
KN    LA    I'OESÍA    Mi>DF.UXA 

— »_%v>)V,  "Van -^— 


Harto  sabidas  son  las  causas  que  corrompieron  el  idioma  lati- 
no. Su  perniciosa  influencia  comenzó  a  sentirse  inmediatamente 
después  que  los  ilustres  injenios  del  siglo  de  Augusto  elevaron 
aquella  lengua  al  mas  alto  punto  de  cultura;  i  se  manifestó 
desde  luego  viciando  las  cuantidades  de  las  silabas,  esto  es, 
igualando  unos  a  otros  en  duración  los  sonidos  vocales.  Los 
metros  latinos  vinieron  entonces  a  ser  lo  que  todavía  parecen 
al  oído  de  aquéllos  que  no  están  familiarizados  con  la  prosodia 
latina,  esto  es,  unos  períodos  que  no  pueden  reducirse  a  tiempos 
ni  cadencias  determinadas,  pero  en  que  las  graves  i  agudas  so 
suceden  a  veces  con  una  oscura  apariencia  do  regularidad  i 
simetría.  Su  composición  continuó  sin  embargo  ajustándose  a 
las  reglas  antiguas,  pero  solamente  en  las  escuelas,  o  por  los 
que  solicitaban  la  aprobación  de  los  íntelijentes.  En  los  cantares 
do  la  plebe,  o  en  las  obras  de  los  que  solo  aspiraban  a  conten- 
tar oídos  vulgares,  no  so  hizo  mas  que  imitar  rudamente  los 
versos  do  Virjilio  i  Horacio,  despojados,  por  la  corrupción  del 
habla,  de  aquel  ritmo  fundamental,  en  que  una  sílaba  larga 
era  compensada  por  dos  breves. 

No  pudiendo  ya  haber  tal  compensación  en  la  lengua  lati- 
na, porque  no  habia  sílabas  breves  ni  largas,  o  cuyos  valores 
se  acercasen  sensiblemente  a  la  razón  de  1  a  2,  el  número  de 
las  sílabas  vino  a  ser  la  única  medida  del  tiempo,  al  modo 


150  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


que,  SÍ  se  escribiese  toda  una  aria  o  sonata  con  notas  de  igual 
duración,  el  tiempo  se  niediria  por  el  niímero  solo  de  las  notas. 
Rcdújose,  pues,  cada  especie  de  verso  a  determinado  número 
de  sílabas,  para  que  la  cesura  o  pausa  final  ocurriese  a  inter- 
valos iguales;  i  se  conservaron,  como  esenciales  a  la  nueva  ver- 
sificación, aquellas  cesuras  intermedias  i  aquellos  acentos,  que 
solían  ocurrir  en  ciertos  parajes  de  la  antigua.  Por  ejemplo, 
en  los  autores  de  la  buena  edad,  el  senario  yámbico  term¡nal>a 
frecuentemente  en  esdrújulo,  como  los  siguientes  de  Horacio: 

Supplox  et  oro  regna  por  Prosírpina?, 
per  et  Dianas  non  movenda  númina. 

Pues  en  los  senarios  yámbicos  do  la  media  latinidad  vino  a 
ser  aquel  acento  de  la  antepenúltima  una  regla  invariable;  i  a 
43lla  so  sujetaron,  por  no  citar  otros  muchos  ejemplos,  los  versos 
a  la  muerte  de  Carlomagno  que  trae  Muratori  (Antiquitates 
itálica*^  dissertatio  XL);  los  quecant(3  la  guarnición  de  Mudena, 
cuando  aquella  ciudad  estaba  en  armas  contra  los  húngaros, 
('3/ií7'aío?'i,ibidem);  los  de  San  PauHno,  patriarca  de  Aquilea, 
a  la  muerte  del  duque  Eríco  (Lebeuf,  Dissert.  I,  426);  i  los  que 
se  compusieron  a  la  del  abad  Ilugon,  hijo  de  Carlomagno  (Le- 
beuf, Recueil  de  clivcrs  écrtls^  I,  3i9;.  lié  aquí,  por  vía  de 
muestra,  algunos  délos  versos  del  cántico  de  M(3dena: 

O  tu  qui  servas  armis  isla  mocnia. 
Nos  adoramus  cclsa  Christi  númiun: 
illi  canora  demus  nostra  jubila. 

Así  también  el  trocaico  tetrámetro  cataléctico  de  la  media  lati- 
nidad, imitando  una  estructura  frecuente  de  aquel  verso  en  los 
buenos  tiempos,  se  sujetó  no  solo  a  una  cesura  que  le  cortaba  en 
dos  partes  de  ocho  i  siete  sílabas,  mas  también  a  dos  acentos 
que  hacían  terminar  el  primer  miembro  en  dicción  grave  i  el 
.segundo  en  esdrújula;  de  manera  (¡ue  el  metro  en  que  cantaron 
los  romanos  al  dictador  César: 

Kccc  Cíesar  nunc  triúmphat  qui  subcgit  OálJ¡;im, 
\i cómodos  non  triúmphat  q\ii  subegil  Cícsarcm 


SOIIRE  EL  OUÍJRN  bC  LAS  VAKIAS  KSI'ECIES  DE  VKHSO  \'i\ 

dióul  niodolí»  ilc  la  especio  (1«*  v»'rs(»  cii  ([lu;  caiitíu'oii  los  mon- 
jes de  la  media  edad: 

Ad  percnnis  vila»  foiiloin  mons  silivil  arl<la, 
claustra  carnis  piiuslo  franiji  clausa  quíorit  anima. 

En  suma,  nació  un  nuevo  sistema  de  versificación  que  retuvo 
en  gran  parte  las  cesuras  ¡  acentos  del  metro  antiguo,  distri- 
buyéndolos a  intervalos  de  tiempo,  cuya  única  medida  era  el 
número  de  sílabas. 

Aquellos  versos  de  nuevo  cuño,  en  que  se  deleitaba  el  vulgo, 
se  llamaron  rUní  icos  para  distinguirlos  de  los  inclricoSj  esto  es, 
do  aquellos  versos  que  todavía  secomponian  en  las  escueliis  i  por 
los  literatos,  con  rigorosa  observancia  de  las  cuantidades,  con- 
servando a  cada  sílaba  el  mismo  valor  que  le  habian  dado 
los  poetas  del  siglo  de  oro.  IPero  no  debemos  confundir  (como 
lo  lian  licoho  el  marques  MaíTei,  Muratori  i  otros  críticos  cmi- 
nentisímosj  el  ritmo  de  los  poetas  latino-bárbaros,  con  el  ritmo 
de  que  habían  los  filósofos  i  gramáticos  de  la  Grecia  i  el  Lacio 
desde  Platón  hasta  Terenjiano  Mauro.  Los  antiguos  griegos  i 
romanos  llamaron  versos  rítmicos  aquellos  en  que,  desatendidas 
las  leyes  del  metro,  que  prescribían  determinados  pies  i  mo- 
vimientos, se  guardaban  solamente  las  de  un  ritmo  funda- 
mental, que  se  contentaba  con  cláusulas  ajustadas  a  ciertas 
medidas  i  proporciones,  considerando  siemjírc  una  larga  como 
equivalente  a  dos  breves.  Pero  el  ritmo  latino-bárbaro  procedía 
sobre  el  principio  de  que  todíis  las  sílabas  eran  iguales,  i  redujo 
por  consecuencia  diferentes  versos  i  las  partes  do  cada  verso,  a 
números  fijos  de  sílabas;  sin  lo  cual  es  claro  que  ya  no  hubiera 
podido  haber  comensuracion  de  tiempos.  1  labia,  pues,  tanta 
diferencia  entre  uno  i  otro  ritmo,  como  hubo  entre  la  pronun- 
ciación latina  de  la  corte  de  Augusto,  i  la  de  los  monasterios 
del  siglo  X. 

Es  natural  que  cada  uno  de  los  versos  antiguos  diese  oríjen 
a  una  especie  particular  de  ritmo.  El  hexámetro  i  el  pentá- 
metro, tan  célebres  en  los  siglos  felices  del  latín,  no  siguieron 
en  el  mismo  favor  durante  la  decadencia  de  esta  lengua.  Hexá- 
metros rítmicos  se  encuentran  pocos;  pentámetros,  poquísimos. 


152  OPÚSCULOS  LITERAUIOS  I  CRÍTICOS 


Pero  el  senario  yáml)¡oo  se  us6  muclio,  rcducitlo  a  doce  sílabas, 
con  cesura  entre  la  quinta  i  la  sexta,  i  acentos  en  la  cuarta  i  dé- 
cima; la  cual  habla  sido  una  de  sus  mas  comunes  formas  antes 
de  corromperse  el  latin: 

Supplox  et  oro  ]  rogna  per  Prosérpina». 

(í/o?'ac¿o.) 
lili  cañota  |  olmus  nostra  jubila. 

(Cántico  cíe  Módona.) 
liuctu  pungúntiir  |  ct  magna  molestia. 

(Ritmo  a  la  muerto  de  Carlomagno.) 
Nam  rox  Pipí  ñus  |  lacrimasse  dícitur. 

(Ritmo  a  la  muerte  de  Hugon.) 

Otra  especie  de  senario  yámbico  que  los  poetas  rítmicos  ma- 
nejaron mucho,  fué  el  dímetro.  Los  himnos  mas  antiguos  de 
la  iglesia  se  compusieron  do  ordinario  en  este  verso,  con 
sujeción  a  las  leyes  métricas,  esto  es,  a  la  observancia  de  cuan- 
tidades. Posteriormente  se  abandonaron  éstas;  i  se  le  dio  el 
número  fijo  de  ocho  sílabas  con  el  postrer  acento  en  la  ante- 
penúltima,  que  habia  sido  su  mas  ordinaria  forma: 

Jubet  cupressos  fúnebres 
flammís  aduri  cólchicis. 

(Horacio. ' 
Albor  decora  et  fúlgida, 
ornata  regís  púrpura, 
electo  digno  stípite 
tan  sancta  membra  tángere. 

[(Himno  de  Vennucio  Foiiunatoi 
Noque  guita)  gracíliter 
manabant,  sed  mináciter: 
turbo  tcrram  terctibus 
grassabatur  turbínibus. 

(Ritmo  del  obispo  Aldhelmo.) 

Los  ritmos  trocaicos  no  so  usaron  menos  que  los  yámbicos. 
Del  octonario,  tenemos  una  muestra  en  el  salmo  de  San  Agustín 
contra  los  donatistas.  Pero,  de  todos  ellos,  el  que  tuvo  mas  acep- 
tación, según  la  multitud  de  composiciones  que  han  sobrevi- 


SOBRE  BL  OltlJCN  DE  LAS  VaUIAS  Eí^PECIES  DE  VEZtSO  1'».^ 

vido  en  ól,  fué  el  tetrámetro  calaléctico,  roduoido  a  la  estructura 
que  poco  há  dijimos,  a  imitación  do  la  forma  m«'lrica  mas  agra- 
dable. En  esto  ritmo,  compusieron  Isidoro  de  Sevilla,  Ejinardo, 
Pedro  Damián,  el  autor  de  la  Descripción  de  Verana  publicada 
ix)r  el  padre  Mabillon,  el  de  las  alabanzas  ile  Milán  que  trae 
Muratori,  i  otros  innumerables. 

Los  griegos  tuvieron  también  grande  afición  a  esta  especie 
de  trocaicos  rítmicos,  que  llamaron  por  antonomasia  políticos^ 
esto  es,  vulgares;  denominación  que  en  su  sentido  propio  era 
tan  jeneral,  como  la  de  rítmicos,  que  se  usó  en  el  occidente. 
Pero  lo  mas  digno  de  notarse  es  que,  por  la  diversidad,  i  en 
algunos  puntos  contrariedad,  de  las  dos  acentuaciones  griega 
i  latina,  el  ritmo  que  compusieron  los  griegos  a  imitación  de  la 
forma  métrica  mas  grata  de  dicho  trocaico  vino  a  parecerse  de 
todo  en  todo  al  ritmo  que  en  la  media  latinidad  se  imitó  del 
antiguo  yámbico  tetrámetro  catalcctico;  es  decir,  que  uno  i  otro 
se  dividió  en  dos  miembros,  el  primeare  do  ocho  sílabas,  esdrú- 
julo, i  el  segundo  de  siete,  grave: 

*Q  ^aOj^íi'jHwv  Tfxzzx  I  Il£C7Í5:v  jT.iz-zxrr,, 

[Esquilo.] 
O  bazudsónon  ánasa  |  pcrsídon  hupcrtáte. 
IIcA'.T'.y.cTí  i^pÍ7x\j.i^fj  I  íóí  Bjvjítcv,  ev  zzÍ'ao'.c. 

¡Miguel  Psclo,  Paráfrasis  dol 
cántico  de  los  cá 7^ ticos.} 

Politicóis  efrásamcn,  |  hos  dunatón,  en  stícois. 

\'el  anscris  mcdúllula,  ve!  I  imula  oricílJa. 

[Catülo\ 
Dixitque  seso  illi  ánnulum,  |  dum  luctat,  dotraxísso. 

(Tcrencio.) 
Pctrum  invcntum  rctibus,  ¡  ut  fortia  confúndat, 
(le  maris  vocat  flúctibus;  |  hic  suas  res  possúmdat. 

(Ritmo  en  honor  del  apóstol  San  Pedro] 

De  esta  manera,  dos  metros  diferentísimos,  i  aun  contrarios  en 
su  naturaleza,  produjeron  un  mismo  ritmo,  mediante  igual  con- 
trariedad en  los  sistemas  de  acentuación  do  las  lenguas  griega 
i  romana. 


\-*\  OPOsCULOS  literarios  1  CRÍTICOS 

Versos  asclepiadoos  de  la  estructura  del  de  Horacio: 
Maicenas  atavis  edite  regibus, 

fuiTon  niui  usados  en  la  media  edad,  ya  arreglados  a  cuan- 
tidades, ya  meramente  al  ritmo  acentual.  Cultiváronse, en  fin, 
varias  otras  especies  de  ritmo,  pero  que,  habiendo  contribuido 
poco  a  nuestra  moderna  versificación,  tengo  por  mas  conve- 
niente dejarlas  en  silencio  por  no  apurar  la  paciencia  de  los 
lectores  con  menudencias  tan  desapacibles. 

Estos  versos  rítmicos,  nacidos  entro  la  plebe,  i  largo  tiempo 
desdeñados  de  los  literatos,  fueron  poco  a  poco  ganando  terreno, 
al  mismo  paso  que  el  latín  iba  caminando  a  su  último  grado 
de  corrupción,  i  que,  descuidadas  Uis  letras,  se  hacía  cada  vez 
mas  dificultoso  i  raro  el  conocimiento  de  la  antigua  prosodia. 
Los  literatos  mismos  comenzaron  a  cultivarlos.  Una  gran  parte 
de  las  composiciones  rítmicas  que  se  conservan,  tuvieron  por 
autores  a  los  hombres  de  mas  instrucción  e  ínjcnio  que  flore- 
(íieron  en  aquellas  edades  tenebrosas.  Finalmente,  los  varios 
dialectos  en  que  se  perdió  el  latin,  recibieron  aquellos  ritmos 
<le  la  lengua  madre,  i  ellos  forman  aun  las  principales  especies 
de  versos,  conocidos  en  castellano,  italiano,  franc/CS,  etc.  Pero 
antes  de  tratar  do  estos  versos  en  particular,  convendrá  hacer 
una  o  dos  observaciones  que  son  jenerales. 

Según  la  práctica  introducida  p<Dr  las  naciones  modernas,  las 
H¡lal)as  que  siguen  al  último  acento  agudo,  son  indiferentes  para 
el  ritmo,  i  pueden  existir  o  faltar.  Esto  es  propio  de  la  cesura 
final,  o  pausa,  que  divide  un  verso  de  otro;  pero  los  antiguos 
trovadores  lo  extendieron  a  la  cesura  intermedia  en  las  especies 
de  versos  que  la  exijian.  Ahora  s  )lo  la  cesura  final  excluye  la 
sinalefa;  antes  la  cesura  intermedia  la  excluia  también,  de  modo 
que  la  vocal  en  que  terminaba  la  primera  i)arte  del  verso  no 
se  elidia  con  la  vocal  en  que  comenzaba  la  segundií  parte. 

Otra  cosa  de])e  tenerse  presento  para  medir  i  leer  nuestros 
antiguos  versos,  i  es  que  la  sinalefa  no  era  jamas  necesaria,  sien- 
do ar])itrario  al  poeta  pronunciar  o  no  en  una  síla])a  las  vocales 
concurrentes.  Esto  es  lo  que  en  nuestros  oídos  perjudica  mas  a 
la  poesía  de  los  trovadores  i  romanceros,  i  hace  parecer  sus  ver- 


SOBRB  EL  ORÍJEN  DE  LAS  VAniAS  ESPECIES  DE  VEnSO  Km 


SOS  desaliñados,  o  faltos  de  niinicro,  como  (¡110  en  los  nuestros 
se  deja  en  esta  parte  mui  poco  a  la  elección  del  poeta.  Yo  estol 
mui  lejos  de  mirar  las  obras  de  Berceo,  i  nuicho  menos  el  Cá/, 
como  modelos  do  versificación;  pero,  no  quisiera  so  confundiese 
lo  que  proviene  de  hábitos  casuales  con  lo  (¡no  nace  de  la 
naturaleza  misma  de  las  cosas.  En  el  cometer  o  nó  la  sinalefa, 
hai  mas  de  arbitrario  do  lo  que  se  i)iensa  comunmente.  Los 
españoles  e  italianos  cometen  la  sinalefa  casi  siempre  que  hai 
concurso  do  vocales,  i  lle;^an  a  amalj^amar  hasta  cuatro  de  estos 
sonidos  en  una  sola  sílaba,  pronunciando,  por  ejemplo,  «sabia 
JEuropa»  en  cuatro  sílabas,  prolacion  que  es  a  nuestros  oídos 
la  mas  suave  i  natural  de  estas  voces  así  colocadas.  Pero  un 
ingles  juzga  de  un  modo  enteramente  contrario;  no  comete 
la  sinalefa  sino  en  casos  rarísimos,  i  prefiere  el  hiato  a  la  rápida 
prolacion  de  nuestras  vocales.  I  los  franceses  ¿fjuó  dicen  a 
esto?  Que  tan  ásperos  i  desagradables  les  parecen  los  hiatos  de 
los  ingleses,  como  las  sinalefas  de  los  italianos;  i  por  tanto, 
evitan  unos  i  otras  en  su  versificación  moderna,  permitiendo 
solo  la  elisión  de  las  vocales  mudas.  Pero  en  realidad  ninguno 
de  estos  sistemas  es  mas  racional  o  natural  que  los  otros;  todos 
ellos  tienen  su  oríjen  en  la  costumbre,  que  por  casualidad  ha 
adquirido  una  nación,  o  tal  vez,  sólo  los  literatos  de  ella. 

En  efecto,  ¿quo  fundamento  hai  para  que  nos  desagrade  el 
hiato  de  las  vocales  a,  e,  en  e^ste  verso: 

Va  (Mitre  mirtps  serpeando  el  rio, 
i  no  en  éste: 

Ca/in  do  un  monte  a  un  vallo  entre  pizarras? 

¿Hai  por  ventura  alguna  diferencia  en  los  sonidos  de  estas 
vocales  de  un  verso  al  otro?  ¿La  pausa  que  solemos  hacer 
entre  dicción  i  dicción,  no  favorecería  mas  a  la  diéresis  en  el 
primero  que  en  el  segundo?  Supongamos,  pues,  un  estado  de  la 
versificación  en  que  el  pueblo  i  los  poetas  no  hayan  aun  con- 
traído hábito  alguno  a  favor  o  en  contra  de  la  sinalefa,  que  es  el 
caso  en  que  debe  encontrarse  una  poesía  naciente:  lo  mas  na- 
tural .será  entonces  esta  arbitrariedad  que  reprendemos  en  los 


ir»0  OPÚSCULOS  LlTEllAIUOS  I  CUÍTICOS 

•  patlres  de  imostra  poesía,  i  (¡ue  sin  embari^o  no  non  ofende  en 
Homero. 

Varios  nu'tros  anti'^uos,  o,  a  lo  meaos,  los  mas  popula- 
res i  favoritos,  se  convirtieron  eon  la  corrupeion  de  la  lengua 
latina  en  otros  tantos  ritmos;  i  do  éstos  procedieron,  como 
vamos  a  verlo  aliora,  las  varias  especies  de  verso,  que  se  usan 
on  casi  todos  los  idiomas  de  Europa.  Pero,  antes  de  particu- 
larizarltis,  será  bien  que  hallamos  una  observación,  que  las  com- 
prendo atólas;  conviene  a  saber,  que  la  cesura  final,  mediante 
la  cual  queda  separado  un  verso  de  otro,  hace  indiferentes  a  la 
medida  cualesquiera  sílabas  graves  que  vengan  después  del 
último  acento;  por  manera  que  si  el  verso  consta  de  diez  sílabas, 
i  tiene  el  último  acento  en  la  décima,  podrá  también  constar  de 
once  o  doce,  con  tal  que  el  último  acento  no  varío  do  sitio:  en 
otros  términos,  el  final  agudo,  grave  o  esdrújulo  no  hace  di- 
ferencia en  el  verso,  siempre  que  los  acentos  esenciales  se  ha- 
llen en  unos  mismos  lugares.  El  verso  esdrújulo  debe,  pues, 
tener  una  sílaba  mas  que  el  grave,  i  éste  otra  sílaba  mas  que  el 
agudo  do  la  misma  especie.*  I  de  aquí  se  sigue  que  estas  graves 
finales  no  deben  contarse  en  el  número  de  sílabas  esenciales  al 
verso. 

Nosotros,  sin  embargo,  cuando  designamos  las  varias  espe- 
cies, llamándolas  octosílabo,  decasílabo,  etc.,  contamos  todas 
las  sílabas  del  verso  grave,  acaso  por  sor  esta  forma  la  mas  co- 
mún en  nuestra  lengua;  al  revés  de  lo  que  hacen  los  franceses  e 
ingleses,  por  predominar  en  uno  i  otro  idioma  las  dicciones 
agudas.  Auncjue  nuestras  denominaciones  ciertamente  son 
impropias,  debe  respetarse  el  uso  jeneral  de  los  escritores  cas- 
tellanos, que  las  ha  sancionado;  pero,  como  en  este  discurso 
tendré  que  comparar  los  versos  de  distintas  naciones,  juzgué 
conveniente  referirlos  a  un  mismo  tipo,  que,  según  la  natu- 
raleza de  las  cosas  i  la  práctica  mas  común  de  Europa,  me 


*  Estos  tros  versos,  por  ojomplo,  son  do  una  misma  especie- 
Morado  lirio  i  azucena  candida.... 
La  amena  selva  i  crislalino  rio.... 
El  verde  cáliz  de  la  blanca  flor.... 


^•mnE  EL  ^r.MN  :  z  :..-  v.    :  .5  r>?i  -.rs  ;  >:  vi.  v.  \ 


pareció  tU-bia  <er  el  Ytr>>  aj-u  !>.  K:;:.v:..i..  y.vs.  j^^r  hy-i:}^ 
silabo  el  que  JroÍ!riC>  *!e  •-':"*-  >:•  r^':':-\  j>  r  :i\«\;<;,ri: :'  ol  quo 
(letrimus  de  o»itv,  i  a>i  tu-  !••>  v:o:r.:v<. 

De  todas  la.s  e>ixv!0:?  ilo  ver^.»  ijuo  ^o  usaron  en  ol  la5in  do  la 
metlia  edad,  la  que  tuvo  m¿í<  h  ¿ra.  pi'iiK^ijKiInienío  i  n  la  jw^ia 
eclesiá.stica,  fué  el  ilíir.eíro  Viimhioo,  <.»ra  ajustado  a  la  obser- 
vancia do  las  cuantidades,  ora  desembarazarlo  do  ill  is;  i  su 
forma  ordinaria  fur  la  do  un  hoxasilabo  esdrújulo: 

ArbiM*  decora  el  íi:!i:!da. 
órnala  rejris  púrpura. 

Nació  de  ella  el  verso  hexasílabo.  ([ue  solo  se  diforonoia  de 
este  dímetro  vámbioo.  en  no  serlo  necesarias  las  sílabas  crraves 
(inales.  Esta  especio  do  verso  os  antiquísima  en  la  poesía  mo- 
derna, l.'sároida  en  castellano  ol  Arcipresle  do  Hita  i  ol  judí^) 
rabí  Don  Santo;  en  el  rornaixco  francés,  Evoranlo,  abad  de  Ivir- 
kham,  que  floreció  en  la  primera  mitad  del  siüflo  XII,  i  tradujo 
los  dísticos  de  Catón;  i  Felipe  de  Tlian,  que  floreció  por  los 
principios  del  mismo  siíjrlo;  en  ingles,  Tomas  do  KrcoKlon, 
que  escribió  en  el  si<?lo  XIII  las  aventuras  i  amores  do  Tristan 
o  Iseo;  i  el  autor  desconocido  de  la  jesta  o  romaneo  del  roi 
llorn.  Mr.  Ellis  (Spccimenf^^  capítulo  II)  dice  que  so  escribit»- 
ron  en  esta  especio  do  versos  otras  muc;lias  obras  inuflesas,  i 
que  .se  le  llamó  por  excelencia  el  minsfrol  7/ie/rí»,  o  metro  de  los 
j  Ululares. 

El  mismo  yámbico  dímetro  dio  oríjen  a  otra  especie  do  v<tso 
de  grande  uso  en  la  poesía  francesa  e  in.i^lesa;  ponpK',  si  sr.  ]»asa 
de  la  sexta  a  la  octava  sílaba  el  último  acento  {\r  i\(\\\v\  metro'. 

Albor  decora  ct  fulgida, 
ornata  rcgis  p\n-|)ur;'i, 

tendremos  exactamente  el  vcu'so  o(-tosílabo  franco.s; 

Si  ( ricMncs  I)¡eu,  tu  TameraH, 
el  servirás  ct  lioiifUTas 
el  Ierre  auras  á  grant  píen  té; 
jamáis  nc  seras  (ísü-arr. 


tüS  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


La  causa  de  esta  traslación  del  acento  se  halla  en  la  modula- 
ción que  se  daba,  i  todavía  se  da,  en  los 'cánticos  de  la  iglesia 
a  los  himnos  compuestos  en  aquellas  especies  do  metro.  Como 
esta  modulación  carga  sobre  todas  las  sílabas  pares, 

Arbór  decora  ct  fúlgida, 

lus  juglares  franceses  (que  imitaban  el  canto  gregoriano  en  sus 
tonadas),  no  pudieron  aplicarla  a  su  lengua,  sino  sobre  el  verso 
octosílabo. 

El  senario  yámbico  tomó,  ademas  de  la  que  acabo  de  men- 
cionar, otra  forma,  en  los  versos  de  los  franceses,  dividiéndose 
en  dos  partes,  la  primera  de  seis  sílabas  terminadas  en  aguda, 
o  do  siete  en  grave,  i  la  segunda  do  cinco  sílabas  terminadas 
en  gravo,  o  de  cuatro  en  aguda: 

Tel  conté  d'Audigicr,  |  qui  en  sct  póu. 

A  cel  cop  perca  roie  |  d*un  papeillon. 

No  vaut  noient  char  d*ómc,  |  s'ol  n'cst  face. 

{Román  cVAucUgie)\  Colección  de  Barbazan.) 

Los  franceses  no  acostumbraban  mezclar  estas  dos  estructuras 
del  endecasílabo,  i  reservaron  para  los  asuntos  burlescos  la  se- 
gunda, de  que  acaso  se  derivaron  nuestras  seguidillas;  porque: 

Con  el  viento  murmuran, 
madre,  las  hojas, 
i  al  sonido  me  duermo 
bajo  su  sombra, 

es  ello  por  ello  el  mismo  ritmo  que 

Molt  fu  dame  Rainbcrgo  |  joiam  et  líe, 
quant  Audigier  commónce  |  chevaloríe. 

En  la  primera  época  de  nuestra  poesía,  el  verso  endecasílabo  se 
sujetó  a  las  mismas  reglas  que  entre  los  franceses,  como  manifes- 
taré cuando  pase  a  tratar  de  la  versificación  del  Cid,  Los  fran- 
ceses le  perfeccionaron  después,  como  al  alejandrino,  haciendo 
necesaria  la  sinalefa  entre  los  hemistiquios,  cuando  el  primero 
terminaba  en  grave.  Pero  los  italianos  le  conservaron  en  todos 


SOBRB  EL  ORÍJEN  DE  LAS  VARIAS  ESPECIES  DE  VERSO  tü9 


tiempos  la  unidad  latina,  no  admitiendo  sílabas  j^aves,  super- 
fluas  entro  los  hemistiquios.  La  misma  práctica  introdujeron 
Chaucer  en  Inglaterra,  i  el  marques  de  Santillana  en  Castilla. 

Todas  las  especies  de  verso  de  que  hasta  ahora  he  tratado, 
nacieron  de  varias  especies  de  yámbicos.  Nuestro  verso  de  arte 
mayor  se  orijinó  del  asclepiadeo,  que  se  usó  bastante  en  la  poesía 
eclesiástica,  i  sobre  todo  en  la  de  la  iglesia  española.  No  son  po- 
cos los  himnos  que  en  el  breviario  mozárabe  pertenecen  a  este 
jénero  de  metro;  como  el  de  la  íiesta  de  las  santas  Incs  i  Emc- 
renciana,  el  que  Alvaro  de  Córdoba  compuso  en  honor  de  San 
Eulojio,  el  que  en  honor  de  San  Tirso  compuso  Cixilano,  arzo- 
bispo de  Toledo,  que  algunos  atribuyen  a  San  Isidoro,  el  de  la 
fiesta  de  san  Torcuato  i  compañeros  obispos,  el  do  santa  Ru- 
fina mártir,  el  de  las  velaciones,  i  otros. 

En  efecto,  comparando  el  verso  de  arte  mayor  con  el  ascle- 
piadeo, no  puede  dudarse  que  el  uno  es  hijo  del  otro;  el  movi- 
miento es  exactamente  el  mismo: 

Aquel  que  en  la  burea  parece  sentado, 
vestido  en  engaño  de  las  bravas  ondas, 
en  aguas  crueles  mu  i  más  que  no  hondas 
con  mucha  gran  jónte  en  la  mar  anegado,  etc. 

(Juan  de  Mena,  Laberinto.] 

Ilunc,  si  mobilium  turba  quirítium, 
certat  tergóminis  tóllere  honóribus; 
111  um,  si  próprio  cóndidlt  hórreo 
([uidquid  de  líbycis  vérritur  aréis,  etc. 

{Horacio.) 

1  la  semejanza  parecerá  completa,  si  atrasamos  la  cesura  una 
sílaba,  para  suplir  los  esdrújulos,  de  que  el  castellano  escasca: 

Hunc,  si  mobíli  |  um  turba  qulríti  | 
um,  certat  torgcmi  |  nis  tóllere  honórl  | 
bus;  lllum,  si  própri  |  o  cóndidlt  horre  | 
o  quidquid  de  líby  |  cls  vcrritur  aro  |  .... 

Los  ingleses  tienen,  desde  los  primeros  tiempos  de  su  poesía, 
versos  de  la  misma  cadencia,  i  probablemente  del  mismo  oríjen. 


IGÜ  OPÚSCLLOS  LITEUARIOS  I  CRÍTICOS 


Pero  los  italianos  los  usaron  poco;  i  yo  no  tengo  noticia  de  otros 
en  esta  lengua  i  medida,  que  los  del  epitafio  a  Bruneto  Latino: 

Pe  fallí  dü  folli,  che  son  troppo  felli, 
che  fanno  le  fiche  con  fioca  favella. 

(Crescimbcni,  Comentarios,  lib.  1,  cap.  7.) 

Examinemos  ahora  la  versificación  del  Cid,  Este  poema  esta 
escrito  en  alejandrinos,  endecasílabos,  i  versos  cortos,  mezcla- 
dos sin  regla  alguna  fija;  pero  el  poeta  se  permitió  la  mayor 
libertad  en  su  composición,  no  sujetándose  a  número  determi- 
nado de  sílabas,  de  modo  que  frecuentemente  apenas  so  percibe 
una  apariencia  oscura  de  ritmo.  Es  de  creer,  sin  embargo,  que 
la  irregularidad  i  rudeza  que  se  encuentran  en  sus  versos,  deben 
atribuirse  en  mucha  parte  al  descuido  i  barbarie  de  los  copis- 
tas, que  estropearon  desapiadadamente  la  obra. 

Los  hemistiquios  del  alejandrino  del  Cid  constan  amenudo 
de  seis,  siete,  ocho  o  nueve  sílabas;  i  con  todo  ocurren  en  él  tan 
gran  número  de  versos  de  esta  especie,  perfectos  i  regulares,  que 
no  admite  duda  haberse  querido  sujetar  el  autor,  aunque  con 
poco  esmero,  a  las  reglas  con  que  lo  usaron  los  franceses,  i 
poco  después  Gonzalo  de  Berceo: 

Tornaba  la  cabeza  e  estábalos  catando. 
Vio  puertas  abiertas  e  üzos  sin  cannados. 
Ya  folgaba  Mió  Cid  con  todas  sus  compañas. 
A  aquel  rei  de  Sevilla  el  mandado  llegaba, 
que  presa  es  Valencia,  que  non  ge  la  cmparan... 
Arrancólos  Mió  Cid,  el  do  la  lengua  barba... 
Aquel  rei  de  Marruecos  con  tres  colpes  escapa. 

Muchos  versos  se  reducen  a  la  medida  exacta  del  alejandrino, 
mediante  la  apócope  de  la  vocal  e,  que  era  frecuentísima  en 
lo  antiguo: 

Decidme,  caballeros,  ¿cómo  vos  plac'  de  far? 
Las  haces  do  los  moros  ya  s'  mueven  adclant. 
Que  s  le  non  espidiese  o  no  I'  besas'  la  mano. 

Pero  el  poeta  ciertamente  no  reparaba  en  una  sílaba  mas  o 
monos. 


SOBRE  EL  OllijEN  DK  LAS  VAIUAS  ESPECIES  DE  VERSO  IGl 


f  lúllanse  tambicn  gran  número  do  endecasílabos  a  la  manera 
francasa,  conviene  a  salxir,  divididos  en  dos  partes,  la  una  d(5 
eiiatro  silabas  en  aguda,  o  cinco  en  gravo,  i  la  otra  de  scím 
sílabas  en  aguda,  o  siete  en  gravo: 

Ojos  bellidos  |  catan  a  todas  parlcrí. 
miran  Valencia,  |  como  yaz'  la  cibdad... 
Miran  la  huerta;  |  espesa  es  c  grant. 
Alzan  las  manos  |  por  a  Dios  rogar. 
Vínolos  ver  |  con  treinta  mil  de  ¿irmas. 
Dijo  ]Mio  Cid  I  do  la  su  boca  atante. 
Oídme,  esciiellas  |  e  toda  la  mi  cort. 

Mas,  para  convencerse  de  que  el  poeta  conoció  i  se  propuso 
imitar  esta  especie  de  ritmo,  no  se  necesita  mas  que  ir  al  verso 
740,  i  en  el  centenar  que  sigue  se  verá  ((ue  mas  de  la  tercera 
parte  se  ajustan  exactamenf«^  a  las  dimensiones  indicadas. 

Cuanto  a  las  proporciones  en  que  se  combinan  el  alejandri- 
no con  el  endecasílabo  i  ambos  con  el  verso  corto,  bastará 
notar  que  en  jeneral  domina  el  primero;  que  en  algunos  pocos 
pasajes,  como  el  que  acabo  de  citar,  figura  casi  exclusivamen- 
te el  endecasílabo:  i  que  en  todo  el  poema  es  poco  considerable 
el  número  de  versos  cortos.  I  si  consideramos  que,  así  como 
falta  en  muchos  versos  el  segundo  hemistiquio,  por  incuria  de 
los  copistas,  no  sería  de  extrañar,  que,  por  la  misma  causa, 
faltara  en  otros  tantos  el  primero,  acaso  nos  inclinaremos  a 
pensar  que,  en  el  texto  primitivo,  no  entraron  otras  medidas 
que  las  del  alejandrino  i  endecasílabo,  i  que  los  que  ahora 
parecen  versos  cortos,  no  son  mas  que  fragmentos  del  uno  o 
del  otro. 

El  Poema  del  Cid  está  escrito  en  estancias  monorrimas  aso- 
nantadas,  como  las  del  Viaje  de  Carlomagno  a  Constanti- 
/io])/a,las  de  Guarínos  de  Lorena,  Hueves  de  Commarchis^ 
i  otros  varios  de  los  mas  antiguos  romances  franceses;  i  parece 
(jue  dichas  estancias  se  llamaban  en  nuestro  romance  coplas: 

liU.s  c(iifJ:LS  de  esto  cantar  a(|uí  s'van  acabando. 
Pero  también  en  esta  parte  se  permitió  el  poeta  castellano  ma.4 


102  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


libertad  que  los  franceses  a  quienes  imitaba;  pues  a  veces  inte- 
rrumpe el  asonante  jeneral  de  una  estancia,  interpolando  otro 
asonante  particular  ya  en  dos  vers<3s  contiguos,  ya  en  los  dos 
hemistiquios  de  un  mismo  verso: 

El  campeailor  adclinó  a  su  posada. 
Así  como  llcíjó  a  la  puerta,  fallóla  bien  cerrada, 
por  miedo  del  rci  Alfonso,  que  así  lo  había  pasado, 
que  si  non  la  quebrantase,  que  non  creía  abriese  orne na(lr>. 
Los  de  Mío  Cid  a  altas  voces  llaman. 
liOS  de  dentro  non  les  qucricn  tornar  piilabra.  etc. 

El  Criador  vos  vala,  Cid  campeador  leal  I 
Vo  meter  la  vuestra  scíVa  en  aquella  mayor  haz. 
T.*os  que  el  dcbílo  avedes,  vci*emos  como  la  acorn»(h\s. 
Dijo  el  canrpeador:  Non  sea  por  caridad. 
Rospuso  rVro  I>ermuc/:  Non  rastará  p<^r  al,  etc. 

A  Minaya  .Vivar  Fáñcz  bien  Tanda  el  caballo, 
d' aquestos  moros  mató  treinta  c  cuatro. 
Espada  tajador,  san^^riento  trac  el  brazo, 
por  el  cobdo  ayuso  la  sangre  destellando. 
Dice  Minaya:  Agora  so  pagado, 
f¡ue  a  Castiella  irán  buenos  mandados; 
que  Mío  Cid  Uuíz  Díaz  lid  campal  ha  vencala. 
Tantos  moros  yacen  muertos  (¡ue  pocos  vivos  ha  dej/iilí^, 
ca  en  alcanz  sin  dubda  les  fueron  dandí^  ele. 

No  croo  que  el  ix)eta  introdujese  jamas  versos  sueltos,  pues 
algunos  en  que  parece  haberlo  hecho  tengo  para  mí  que  están 
viciados  por  los  copistas;  i  la  mayor  parto  se  reducen  a  las 
reglas  del  romance,  restituyendo  la  antigua  pronunciación  do 
ciertos  vocablos. 

Solo  en  una  cosa  es  cuidadosísimo  nuestro  poeta,  co- 
mo sus  predecesores  en  el  arto;  es  a  saber,  en  aquella  per- 
petua correspondencia,  i  por  decirlo  así,  paralelismo  qui- 
guardan  las  pausas  de  la  versiíícacion  con  las  de  la  sentencia; 
de  manera  (juc  los  versos  forman  cláusulas  enteras,  o  inconexas 
^ntre  sí,  o  unidas  por  medio  de  conjunciones;  i  cuando  la  son- 


SOBRE  EL  OnÍJEN  DE  LAS  VARIAS  ESPECIES  DE  VERS<>  Ih.J 


tencia  consta  de  dos  pequeños  niienihros,  corresponde  a  cada 
uno  un  hemistiquio  del  verso. 

El  siguiente  pasaje  es  el  único  que  he  notado  en  que  se  vio- 
la esta  regla:  pero  con  cierta  gracia  i  suavidad  (pie  no  dice  mal 
con  el  afecto  que  se  í|uiere  expresar: 

Wieslra  virtud  me  vala,  Gloriosa,  en  mi  exida. 
e  me  avude:  ella  me  acorra  de  nociré  de  dia. 

A  la  observancia  do  e¿$ta  regla,  ¡ndis|>cnsable  en  composi- 
ciones que  se  destinaban  al  canto,  no  se  sujetó  menos  escru- 
pulosamente Gonzalo  de  Üerceo,  en  cuyas  obras  sería  difícil 
encontrar  una  copla  parecida  a  la  siguiente  del  Arcipreste  de 
Hita: 

Como  dice  Arislóleles.  cosa  es  verdadera: 
el  mundo  por  dos  cosíis  trabaja:  la  primera, 
por  a  ver  man  tenencia;  la  otra  cosa  era, 
por  aver  juntamiento  con  fembra  placentera. 

Igual  cuidailo  tuvieron  los  poetas  franceses  de  no  pasar  de 
un  consonante  o  asonante  a  otro,  .sin  que  vi  sentido  hiciese 
una  pausa  completa,  de  modo  (jue  las  estancias  venían  a  ser 
como  otros  tantos  capítulos;  regla  también  de  ((ue  .se  en- 
cuentran mui  [KXías  excepciones  en  el  Cid.  a  no  sor  cuando  se 
sus|)ende  en  uno  o  dos  versos  el  asotiante  jeneral  de  la  es- 
tancia. 

Para  dar  a  conocer  cuánto  gustaban  los  franceses  de  este 
verso,  basta  decir  que  en  él  se  cantaban  regularmente  los  fa- 
bliaux  o  cuentos  jocosos,  que  formaron  uno  de  los  ramos  mas 
ricos  i  favoritos  de  la  poesía  vulgar  desde  el  siglo  XÍ.  Em- 
pleábasele  también  amenudo  en  los  ¡joemas  históricos,  ha- 
jiogi'áficos  i  caballerescos;  en  las  obras  de  moralidad  i  doctri- 
na; en  los  lais,  o  cuentos  heroicos,  como  los  de  María  de  Fran- 
ria;  en  el  ajíólogo,  cu  la  oda,  in  la  sátira.  Finalmente  no  hubo 
t  specic  de  verso  que  fuese  de  uso  mas  univereal  en  la  lengua 
francesa.  En  la  nuestra,  sin  embargo,  apenas  se  encuentra 
vostijio  de  el.  L'»s  únicos  octoí»ílal)os  castellanos  que  he  visto 
anteriores  a  nuestros  dias'  son  los  de  la  cántica  que  Gonzalo 


íGi  OPÚSCULOS  LITERA niOS  I  CUÍTICOS 

de  Berceo,  en  el  poema  dul  Duelo  de  la  Vírjen  Marín ^  hace 
cantar  a  los  soldados  que  custodiaban  el  sepulcro  de  Cristo. 

De  dos  yámbicos  dímetros  unidos,  nació  el  verso  alejan^ 
drino,  llamado  así,  según  se  cree  comunmente,  por  haberse 
empleado,  aunque  no  por  la  primera  vez,  en  el  romance  de  .1/e- 
jandro,  que  escribieron  en  francés  a  principios  del  siglo  XIII, 
Alejandro  de  Bernay,  Pedro  de  San  Cloot,  Juan  le  Vencíais, 
Lambert  li  Cors,  i  otros.  Pero  es  de  notar  que  no  se  miran 
como  esenciales  al  verso  en  ninguno  de  los  dos  hemistiquios 
las  sílabas  graves  que  siguen  a  la  última  aguda,  i  de  aíjuí 
nace  que  en  el  alejandrino  sea  fan  vario  el  número  de  sílabas, 
sin  que  por  eso  deje  de  ser  mui  sensible  el  ritmo  que  result;\ 
de  sus  dos  acentos  constantes: 

De  yerbas  et  de  árlwres  ct  de  loda  vcnlura, 
como  diz  San  Jerónimo,  manará  san.íjrre  pura. 

{Fiercvo. 
Darlis  han  malas  cenas  el  peores  yantares. 

(Berceo.) 
Ca  desque  hombre  se  vuelve  con  ellas  una  vez, 
siempre  va  en  arricdro  e  siempre  pierde  prez. 

(Arcipresle  de  Hita.) 
De  la  parte  del  sol,  vi  venir  una  seña. 

(Arcipresle  de  líiia.^ 
El  vcer,  el  oír,  el  oler,  el  gustar. 

{Arriineslc  de  llilu.) 
Tcls  y  a  (¡ui  vous  chántent  do  la  rcónde  láblc. 

{Román  dtr(.*h.ecidier  ¿lít  Cijijm  , 
manuscrito,  Musco  Britániciv 
Mandcz  a  Gharloniíunc,  lo  bon  roi  radotó, 
(¡ue  le  treü  vous  rende  de  Franco  lo  rcgné. 

{Ritman  de  Cliurlet}iu¡m\ 
manuscrilo,  Museo  Hrilánieo. 
Vontelent  et  ondóyent  banieres  et  pennón. 

Milis  je  no  vous  dirái  ne  mcnconge  no  fáble. 

(Román  da  (Itondier  an  (  nunr. 
nichcmcnt  sont  servís  ^  tablc  les  baróns. 

{Román  de  Chiulinnunic 


SOURS   EL  OHIJEN  DE  LAS  VAUfAS  ESPECIES  DE  VEIlSO  .105 

Algunos  opinan  que  el  alejandrino  procedió  del  yámbico 
tetrámetro  cataléetico,  i  en  efecto  nadie  dejará  de  percibir  la 
st^nejanza  que,  en  cuanto  al  ritmo  o  cadencia,  tienen  los  versos 
<intenores  con  los  siguientes  hiponacteos: 

Dixitque  scsc  illi  ánnulum,  dum  luctat,  detraxísse. 

(Terencin.) 
Incpte  Tliallc,  móllior  cuniculi  capillo, 
Vcl  anseris  medúllula,  vel  imuhi  oricilla,.. 
lílcniquc  Thalle,  lurlíida  rapador  proccllH. 

(Catulo., 

i")tros  creen,  llevados  de  icrual  semejanza,  que  se  orijina  de 
los  versos  políticos  de  los  irriegos,  hechos  a  imitación  de  sus 
antiguos  trocaicos  tolrámetros  catalécticos.  En  efecto,  es  cosa 
l)ien  curiosa,  que  dos  metros  opuestísimos  en  su  naturaleza, 
ol  trocaico  i  el  yáml)ico,  mediante  igual  oposición  entre  las 
leyes  prasódicas  de  las  lenguas  griega  i  latina,  llegaron  a 
producir,  cuando  se  perdió  la  diferencia  de  largas  i  breves  en  la 
pronunciación  de  am])as,  cadencias  absolutamente  semejantes, 
romo  cualquiera  lo  echara  de  ver  comparando  estos  versos  con 
li>s  que  preceden: 

(Esquilo,  Persas.) 

xTzzzXipuiíx',  0£/xSVT£;,  a>j  $cuXct  tsu  jcO  xpÍTCjc, 
tSkiv.'azX;  Í9pá7a;A£v,  oí;  sjvrrov,  ev  T:íyo\;^ 
Tv;v  ToW  áj;i.r:(ov  $úvx;x'v,  í^'^^^.t^jiv,  y,x',  yvéoJiv. 

(Miguel  Psclo,  Paráfrasis  del  cántico 

de  los  cánticos.] 

No  es  dudable  que  algunos  escritores  se  propusieron  imitar  el 
uno  u  el  otro  de  estos  dos  metros  (que  para  el  caso  era  lo  mismo); 
como  por  ejemplo,  el  siciliano  CiuUo  de  Alcamo,  que  escribió 
a  finos  del  siglo  XII: 

liosa  fresca  aulcntissiina,  ch'appari  in  ver  róstalo, 
le  donno  te  disiano,  pulcclle  e  maritáte... 


IGO  OPÚSCULOS  LITEIIAHIOS  1  CUITICOS 

Tu  non  mi  lasci  vívore  nv  sera  né  maitíno... 
Molle  sonó  le  íémiiie  ch'lianno  dura  la  l'''sla; 

i  Orm  u  Ormin,  (juc  en  ol  reinado  de  Enrique  II  de  Ingla- 
terra escribió  en  inirlos  una  paráfrasis  de  los  ovanjelios  que 
de  su  nombre  se  llamó  (Jnnulnm.  I  aun  es  creíble  que  el  dístico 
de  las  baladas  inpflesas,  compuesto  de  un  octosílabo  i  un  liexa- 
sílaljo,  no  es  otra  cosa  ((ue  uno  dA>  dichos  metros  partido  en 
(los  por  la  cesura: 

Earl  Douglas  on  a  mijk  white  slecd,  mosL  líkc  a  barón  bóld, 
rodé  foremost  of  llie  cómpany,  whosc  armour  shone  like  góld. 

Pero  en  todas  estas  imitaciones  del  liiponactco  latino  o  délos 
citados  versos  políticos  de  los  gri(»gos,  el  primer  hemistiquio 
es  perpetuamente  de  oclio  sílabas;  lo  cual  solo  so  verifica  de 
cuando  en  cuando  en  nuestros  alejandrinos,  i  nunca  en  los 
franceses. 

No  creo  que  sea  necesario  refutar  al  erudito  don  Tomas 
Antonio  Sánchez,  que  deriva  los  alejandrinos  castellanos  de  los 
liexámetros  í  pentámetros  latinos,  pues  i)or  los  mismos  medios 
l)udiera  probarse  que  cuanto  se  ha  escrito  en  Europa  desde 
Cadmo  acá,  está  en  hexámetros  i  pentámetros. 

El  aUíjandrino  tuvo  grande  uso  en  los  romances  o  jestas  de 
los  franceses,  con  un  artificio  de  rimas,  que  casi  se  apropió 
enteramente  a  este  verso  i  al  decasílabo,  es  a  saber,  terminan- 
do muchos  versos  de  seguida  en  una  misma  rima,  hasta  que 
el  poeta  se  cansaba  i  tomaba  otra;  resultando  de  esta  manera 
dividida  la  obra  en  rslancias  ino))orrinias,  compuestas  de 
diez,  veinte,  cuarenta,  i  a  veces  docicntos  o  mas  versos,  según 
acomodaba  al  poeta,  todos  de  terminación  semejante.  La  rima 
que  se  empleaba  era  unas  veces  consonante,  como  en  el  roman- 
ce de  Alejandro^  i  en  los  de  CarlomiKjnOj  IJrjel  Dancs^  i  el 
Caballero  del  Cisne,  que  se  hallan  en  el  códice  15,  E.  VI,  de 
la  Biblioteca  Real  del  Museo  Británico;  i  otras  veces  asonante, 
como  en  el  Viaje  de  Carloniarjno  a  Constantinopla,  escrito 
en  el  siglo  XI,  en  los  de  Guido  de  Bortjoña  i  Hueves  de  Coni- 
marchis^  que  se  compusieron  un  poco  mas  tarde. 


SOBRB  KL  OHÚBN  DE  LAS  VAUIAS  USPECICS  1)H  VKUSO      1G7 

Empicábase  también  el  alejandrino  en  estancias  o  coplas  con- 
sonantes «le  un  número  íijo  de  versos;  de  cinco,  por  ejemplo, 
en  la  Vida  de  t^sínto  Tomas  de  Cayilor!)'^nj^  escrita  a  fines  del 
siglo  XII  por  Oiiernes,  eclesiástico  de  Pont-Saint-Maxcnoo  en 
Picardía;  i  de  cuatro  en  todos  los  poemas  de  Berceo,  en  nues- 
tro Alejandro^  i  en  muchas  otras  del  Arcipreste  de  Hita.  Pos- 
teriormente so  introdujo  en  este  verso  la  misma  variedad  de 
rimas  que  en  los  otros;  i  los  franceses  le  perfeccionaron,  esta- 
bleciendo que  el  primer  hemistiquio  terminase  constantemente 
en  aleuda;  o  si  en  grave,  se  elidiese  con  el  principio  del  segun- 
do hemistiíiuio,  que  habia  de  comenzar  entonces  en  vocal. 

Pasemos  al  endecasílabo.  Sabido  es  que  procede  de  una  de 
las  formas  que  tomaba  mas  frecuentemente  el  senario  yámbi- 
co latino: 

Phasclus  islo  |  quem  vidélcs  hóspites. 

(Cahdo.) 
Supplcx  el  oro  1  rcgna  per  Proscrpinas 
per  et  biána?  |  non  movcnda  númina, 
per  atquc  libros  |  cárminum  valcntium 
Deíixa  coció  |  revocare  sídera. 

(Horacio.) 

i  ya  hemos  vislo  que  nada  era  mas  común  en  la  latinidad  bár- 
bara ((uc  los  senarios  rítmicos,  construidos  perpetuamente  con 
cesura  i  cadencia. 

Pero  importa  notar  la  estructura  que  los  antiguos  francx3ses 
dieron  a  este  verso.  La  cesura  latina  venia  inmediatamente 
después  de  una  sílaba  grave: 

Phaselus  is/e,  | 
supplex  ct  oro;  \ 

I  como  los  franceses  carecieron  desde  mui  temprano  de  silabas 
graves  llenas  en  los  finales  de  las  dicciones,  se  vieron  obligados 
a  colocar  esta  cesura  inmediatamente  después  del  acento,  en- 
viando la  sílaba  grave  al  segundo  hemistiquio: 

Trois  jors  cnticrs  |  ol  grant  joio  menee 
Karlcs  li  róis  |  el  sa  gont  ennoréo. 

(Román  de  Guibelin.] 


1C«  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

I  compartido  a.sí  el  verso,  lasílal)a  irravc  que  en  el  primer  lie- 
mi.stiquio  podia  venir  después  del  acento,  so  reputaba  eomo 
nula  para  el  ritmo,  aunque  no  comenzase  el  se^irundo  hemisti- 
quio por  vocal: 

Tormén l  le  lóenl  |  li  preudom  et  ont  chúr. 

[Ciirard  da  Virnm*.- 
Les  larmcs  eórenl  |  sor  la  barbo  tloríc. 

ilhidt'tn.' 

1*or  manera  que  el  primer  hemistiquio  constaba  de  cuatro  síla- 
l)as  terminadas  en  aguda  o  cinco  en  í^rave,  i  el  sei^undo  de  seis 
sílabas  en  ajii^uda,  o  siete  en  ccrave;  i  la  sinalefa  entre  ambos  no 
era  mas  necesaria  en  el  endecasílabo,  que  en  el  alejandrino. 
Usóse  mucho  esto  verso  en  romances  i  jestas,  con  el  mismo 
artificio  de-  rimar  que  el  alejandrino,  es  decir,  en  estancias 
monorrimas  de  número  indefinido  do  versos,  a  veces  conso- 
nantes, como  en  el  Almerico  de  Narhona;  i  mas  amenu- 
do  asonantes,  como  en  el  anticuo  romance  de  Urjcl  Danos 
citado  por  los  benedictinos,  autores  do  la  Historia  literaria  de 
Francia  (tomo  VIII,  pajina  595)  i  en  los  de  Gnarínos  de 
Lorcna^i  Guillermo  el  .Üesnarifjada  iOillaume  nn  courí 
nez),  que  menciona  Sinner  en  su  Catálo<jo  de  la  ¡biblioteca 
de  Berna. 


80BIIH  KL  ESTUDIO 


DK     K\S      i;iKXi:iAS      NATTHALKS 


— .    .N    \      N-,-.^ 


íSc  trata  ilo  indicar  aquí  todo  el  encanto  que  jcncralniente 
proporcionan  las  ciencias  naturales,  i  toda  la  utilidad  que  se 
puede  sacar  de  ellas.  Este  objeto,  que  no  tiene  necesidad  de 
pruebas,  ni  aun  de  apolojistas,  deberia,  sin  embargo,  apoyarse 
en  muchos  ejemplos;  pero  multiplicándolos,  seríamos  arrastra- 
dos a  largas  discusiones  que  no  permite  en  manera  alguna  la 
naturaleza  de  este  papel,  i  solo  nos  contentaremos  con  emitir 
algunas  ideas,  porque  la  intelijeneia  del  lector  adivinará  fácil- 
mente lo  demás. 

La  tendencia  de  todo  ser  sensible  en  este  mundo  es  necesa- 
riamente a  la  felicidad.  Esta  es  una  regla  jeneral;  i  todos,  sin 
excepción,  trabajan  para  llegar  a  este  anhelado  fin  por  la  vía 
mas  segura  i  la  mas  corta.  Conseguida  una  vez  la  felicidad,  no 
puede  considerarse  mas  que  bajo  dos  aspectos:  el  primero,  en 
que  la  llamaremos  felicidad  física^  consiste  en  esos  placeres 
frivolos,  en  esos  goces  momentáneos  que  no  pueden  sustraerse 
del  imiKjrio  del  hábito,  i  que  al  poco  tiempo  después  vuelven 
a  sumerjir  al  hombre  en  nuevos  deseos  i  en  un  nuevo  tedio; 
el  segundo,  en  que  le  daremos  el  nombre  do  felicidad  nioral^ 
es  aquella  que  conmueve  mui  particularmente  el  corazón,  el 
entendimiento  i  la  imajinacion,  i  nos  acostumbra  desdo  tem- 
prano a  las  máximas  de  la  virtud  i  al  placer  de  la  lectura.  En 
el  uno,  que  es  sumamente  seductor,  desde  luego  no  se  hace 


I7i.)  Ul'lSClLüS  LITEIIAIUOS  I   CKltir.uS 

íi|)í-ttHH'i'  mas  (|iie  h\  nov<í(l:i(l  í(ikí  frecucnteniontc  se  busca  en 
vano;  el  otro,  consíi<íraílo  cnloramente  a  la  moditacion,  solo 
()ciii)a  al  hombre  en  ensanchar  ole.^])íritii;  i  sus  (lóseos  rariis  ve- 
ees  traspasan  los  límites  (le  su  halagüeña  soledad.  Kníin  aquél, 
de  po(ia  duración,  se  adcjuiere  por  medios  de  que  la  razón  se 
desleña,  i  que  la  V(*jez  desaprue])a;  i  (3ste,  envidiado  por  cada 
un  ),  pertenece  a  toda  edad,  a  toda  irondicion;  i  tan  agradable 
eomo  duradero,  acompaña  al  rico  i  al  pobre  hasta  los  últimos 
instantes  de  la  viila,  i  aun  a  veces  les  abre  las  puertas  de  la 
inmortalidad. 

Feliu\s,  pues,  aíjuellos  (jue  pueden  dedicarse  desde  temprano 
al  estudio  de  algunos  ramos  de  los  conocimientos  humanos. 
To  los  tienen,  sin  duda,  sus  hechizas  i  sus  ventajas,  desdo  la 
])oesía,  (jue  por  sus  brillantes  cuadros  conmueve  i  hiere  la  ima- 
.jinacicn,  hasta  la  metafísica,  que  nos  hace  conocer  los  resortes 
secretos  de  nu(ístra  intelijencia;  desde  la  historia,  que  nos  desen- 
rolla las  revoluciones  de  U)s  imperios,  i  los  progresos  de  la 
civilización,  hasta  la  filosofía,  que  ])errecc¡ona  las  facultades 
intelectuahís  i  nos  hace  amar  la  verdad.  Todos  estos  estudios 
son  mui  dignos  de  cautivar  el  espíritu  de  todo  ser  racional; 
pero  no  son  menos  los  que,  elevándonos  a  la  contemplación  del 
universo,  nos  impulsan  a  estudiar  la  causa  misma  que  le  anima; 
aquellos  que  nos  descubren  todo  lo  maravilloso  de  esos  fenó- 
menos numerosos,  tan  singulares  como  importantes,  que  nos 
explican  la  teoría  de  los  vientos  i  de  las  borrascas,  la  de  esos 
relámpagos  que  nos  alumbran  con  una  luz  tan  particular,  la 
de  esos  temblores  que  nos  asoml)ran  con  sus  fuerzas,  i  nos 
intimidan  con  sus  efectos,  la  de  císos  cometas,  en  fin,  sobre  los 
cuales  absurdas  supersticiones,  trasmitidas  por  la  credulidad 
en  lo  antiguo,  subsisten  aun  en  el  vulgo...  Todas  estas  mara- 
villas, todos  estos  hechos  tan  singulares  ¿no  son  capaces  de 
conmover  la  atención  mas  indiferente,  i  entusiasmar  la  imaji- 
nacion  mas  fria?  Sin  intentar  avanzarnos  hacia  ese  grande  hori- 
zonte, delante  del  cual  el  perezoso  echa  pi(3  atrás,  por  el  espanto 
que  le  causan  su  inmcn.sidad  i  la  dificultad  de  juzgarle,  las  cosas 
mas  vulgares,  aun  aquellas  que  muchas  personas  desprecian... 
esos  pequeños  insectos,  esos  animalejos,  esas  plantas  i  tantos 


SOBRE  EL  ESTUDIO  DE  LAS  CIENCIAS  NATtlHALES  17Í 

otros  ()l)joi()s,  aun  mas  viles  i  comunes,  despreciados  por  unos 
i  admirados  por  otros  ¿no  son  un  mundo  do  ideas  para  el  quo 
quiera  conocer  sus  costumbres,  sus  armas,  sus  astucias  e  in- 
clinaciones? jCuán  admiral)le  es  el  encadenamiento  quo  existe 
entre  ellos,  i  la  armonía  que  presid«  sus  acciones  i  los  diferentes 
jK^ríodos  de  su  vida!  Cuando  el  hombre  en  sus  profundas  me- 
ditaciones puede  darse  razón  de  todas  estas  maravillas,  contento 
con  su  suerte,  tributa  gracias  al  Todoj)oderoso  por  haberle 
hecho  conocer  lo  quo  el  vulgo  no  puede  concebir,  ni  aun 
comprender. 

Si  estos  placeres,  si  estos  goces  no  fuesen  reales,  puros,  i 
dignos  do  desear,  ¿cual  seria  el  hoinI)re  que  se  atreviera  a  de- 
jar su  país  para  ir  a  estudiar  esas  futilidades  a  naciones,  por 
lo  común  bárbaras,  o  entre  los  salvajes  de  la  Oceanía,  o  a  esos 
bosques  i  desiertos  que  solo  haljitan  enemigos  terribles  de  la 
especie  humana?  ¿Cuántas  personas  no  han  sido  víctimas  de  su 
gran  celo?  Sin  embargo  de  estos  tristes  ejemplos,  la  vieja  Euro- 
pa, la  joven  América  boreal,  i  muchas  otras  naciones  ilustres 
ven  todos  los  diasa  sus  hijos  expatriarse  i  atravesar  mares  in- 
mensos por  ir  a  escalar  montanas  las  mas  altas,  i  a  desafiar 
espantosos  precipicios  con  (il  solo  objeto  de  consultara  la  na- 
turaleza en  toda  su  belleza,  i  en  todo  su  horror.  Tal  es  el  pres- 
tijio  de  esta  ciencia,  que  no  liai  casi  país,  cuyas  producciones 
no  tengan  sus  historiadores.  Ya  el  centro  do  la  formidable 
África  ha  sido  pisado  muchas  veces  por  sabios  europeos;  i  los 
ríjidos  poh)S  boreal  i  austral  han  visto  sucumbir  su»  heladas 
barreras  a  la  dilijencia  e  intrepidez  de  los  Parry,  de  los  Weddell 
i  de  otros  muchos  hombres  científicos  a  quienes  una  pasión 
decidida  por  todo  lo  que  podía  aumentar  sus  conocimientos, 
trasportaba  a  estas  frias  i  peligrosas  rej iones. 

Si  semejantes  ejemplos  no  bastasen  para  hacer  cjue  la  ju- 
ventud chilena  se  aficione  a  ciencias  que  tienen  tantos  atrac- 
tivos, un  objeto  mas  noble  aun,  i  mas  filantrópico,  el  déla 
utilidad,  debería  empeñar  al  gobierno  a  emplear  toda  claso  do 
medios  para  introducir  el  gusto  por  ellas.  La  historia  natural, 
la  física  i  la  química  se  han  hecho  ciencias  casi  populares,  i  la 
industria  ha  llegado  a  ese  grado  de  elevación  i  do  perfección 


1^^*  üPuftCL'LOS  LirKUAKIOS  I  CUÍTICÜS 


in  que  la  vemos,  iMuuulo  los  í?ob¡ernos  ilustrados,  tX)nvcnci(lüS 
líe  sus  ul¡ lijados,  hicieron  abrir,  casi  en  todas  las  ciudades, 
ciu'sos  piíblicos  a  donde  concurrían  fabricantes,  módicos,  far- 
macéuticos, militares,  manufactureros,  agricultores,  etc.,  a 
tomar  (Conocimientos,  que  después  iban  a  poner  on  uso  en  sus 
talleres,  sus  laboi'alorios,  sus  manufacturas,  etc.  El  estudio  de 
la  naturaleza  corresponde  a  todas  las  clases  i  a  todas  las  con- 
diciones: antorcha  de  la  sociedad  en  jcneral,  alumbra  con  su 
bienhechora  luz  a  todos  los  ramos  de  la  industria  i  de  las  cien- 
cias, i  desarrolla  al  mismo  tiempo  la  imajinacion  del  poeta  i 
el  juicio  del  literato,  sometiendo  sus  ideas  a  ese  espíritu  de 
lójica  i  de  método  (puí  constituye  uno  de  los  principales  atri- 
butos do  las  ciencias  naturales. 

La  ri<{ueza  de  un  país  no  consiste  siempre  en  su  crédito  i  en 
sus  recursos   pecuniarios:  es  preciso  que,  ademas,  sepa  pro- 
veerse a  si  mismo;  i  cuando  haya  llegado  a  este  estado,  enton- 
ces debe  considerarse,  no  solamente  rico,  sino  también  libro 
e  independiente,  lín  el  caso  contrario,  puede  encontrarse,  a  ve- 
ces, en  posiciones  demasiado  peligrosas;  i  para  dar  una  prueba 
de  esta  gran  verdad,  recordaremos  el  estado  en  que  se  en- 
contró la  Francia  en  la  revolución  de  1792  a  1800.  Empeñada 
en  aquella  época  en   una  guerra  continental  i  teniendo  que 
luchar  contra  la  Europa  entera,  vio  sus  puertos  bloqueados 
por  numerosas  escuadras  enemigas,  i  absolutamente  intercep- 
tada la  importación  de  producciones  coloniales.    A  mas   do 
esto,  aquella  tierra  no  producía  I)ast¿inte  sosa  para  el  consumo 
de  la  fábrica  de  vidrios  i  jabón,  i  las  primeras  materias  de  la 
pólvora  habían  sido  llevadas  hasta  entonces,  de  países  extran- 
jeros. En  este  estado,  aquella  hermosa  nación  que  había  sacu- 
dido tan  noblemente  el  yugo   del  despotismo,    habría   sido 
infaliblemente  la  presa  de  las  tropas  extranjeras  por  falta  do 
recursos,  si  un  pequeño  número  de  individuos  dedicados  a  la 
ciencia  no  hubiesen  probado,  en  medio  de  la  gran  consternación, 
queso  podían  remediar  con  facilidad  tan  graves  inconvenientes. 
En  efecto,  el  botánico  demostró  que  se  podía  sacar  azúcar  del 
jugo  de  las  remolachas  por  medios  tan  fáciles  i  económicos,  que 
aun  se  usan  hasta  ahora,  no  obstante  el  bajo  precio  de  la  azúcar 


SOnnE  EL  ESTL'DIO  ÚK  LAS  CIENi:i.\S  NATMJALES  17:? 

<to  las  colonias.  El  mincralojista  onsefió  fl  nunlo  ilt»  cxIratT 
el  azufre  (le  las  pintas,  i  el  químico,  a  mas  de  esas  preciosas  <• 
importantes  innovaciones  que  hizo  en  la  fábrica  de  armas,  i 
en  todas  osas  oporacíoncg  que  neccsitahan  las  circunstancias, 
ensoñó  a  liaccr  la  sosa  con  sal  común,  i  a  l)eneíi(!iar  para  las 
fabricas  de  pólvora  el  nalpotre  que  se  encontró  abundante- 
mente en  todas  las  provincias.  Tal  fué  el  resultado  fehz  (|ue 
proporcionan )n  estos  h  )mbres  instruidos  al  comercio  i  a  la 
industria,  que  la  Europa  asombrada  vio  a  la  Francia  mucho 
mas  noreciente  que  lo  que  liabia  sido  jamas,  i  en  disposición 
de  no  necesitar  en  lo  sucr^sivo  de  producciones  de  las  naciones 
extranjeras. 

Si  se  rellexiona  ahora  sobre  el  estado  de  Chile,  i  si,  según 
los  poííos  terrenos  í[ue  se  han  examinado,  se  procura  con(»cer 
la  riqueza  del  suelo,  se  verá  que  esta  república,  puede  en  riyor, 
i  no  obstante  su  falta  de  población,  proveer,  al  menos,  a  sus 
habitantes  de  todas  las  materias  de  primera  necesidad.  Para 
esto,  no  se  necesita  de  sabios,  sino  solo  de  personas  que  tengan 
algunas  ideas  de  las  ciencias  naturales  suficientes  para  conocer 
la  naturaleza  i  valor 'de  las  producciones  para  aprovecharlas. 
Mas  estas  personas  instruidas  no  existirán  mientras  la  ense- 
ñanza piil)l¡ca  no  reciba  esa  gran  reforma  en  que  se  trabaja 
de.sde  algún  tiempo.  El  ostu(Uo  de  la  teolojía,  de  la  jurispru- 
dencia, etc.,  es  ciertamente  interesante,  útil,  i  aun  necesario 
en  ciertos  casos,  pero  no  enseña  a  desmontar  los  terrenos,  ni  » 
mejorar  la  cultura.  ¿Cuántos  jóvenes  al  salir  de  la  clase  vuel- 
ven la  vista  a  las  haciendas  en  donde  tienen  sus  intereses,  i 
abrazan  entonces  una  carrera  para  la  cual  son  (extraños,  e  in- 
capaces de  mejorar  de  manera  alguna,  i  se  ven  obligados  ar 
seguir  la  vieja  rutina  i  aprovechar  ciegamente  lo  que  puedo 
haber  enseñado  el  resultado  de  una  larga  experiencia? 

Para  remediar  este  grande  inconveniente  que  no  solo  recla- 
ma la  acrricultura,  sino  también  todos  los  domas  ramos  de  la 
industria,  sería  necesario  variar  un  poco  la  dirección  de  los 
estudios,  estableciendo  un  sistema  al  cual  deba  sujetarse  todo 
alumno,  para  añadir  a  sus  conocimientos  algunas  ideas  sobre 
las  ciencias  útiles  i  agradal>les.  Para  conseguirlo,  sería  preciso- 


fTl  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


establecer  que  los  estudiantes  de  filosofía  siguiesen  el  primer 
año  el  curso  de  matemáticas,  i  el  segundo  uno  do  ciencias 
naturales,  mui  elemental,  i  dispuesto  para  todas  las  clases  de 
alumnos.  Así  so  empezaría  por  jenerdidades  sobre  la  astrono- 
mía, explicándose  los  diferentes  sistemas  del  mundo,  i  dándose 
una  ¡dea  de  esc  conjunto  que  se  llama  universo,  i  se  pasaría  a  la 
física  exponiendo  la  teoría  de  los  fenómenos  mas  simples  i  comu- 
nes. Seguiría  después  la  química,  i  concluiría  el  curso  por  con- 
sideraciones jencrales  sobre  la  botánica,  la  zoolojía  i  la  minc- 
ralojía.  En  este  curso,  no  debe  el  profesor  tener  mas  objeto  que 
el  de  propagar  el  gusto  por  estas  ciencias  mediante  ejemplos 
í[uo  llamen  la  atención  de  los  discípulos,  avivándoles  la  ima- 
jínacion.  Les  explicará  todos  esos  grandes  fenómenos  que  se 
renuevan  sin  cesar,  i  procurará  excitar  su  curiosidad,  variando 
siempre  los  ejemplos  i  acostumbrándolos  a  la  contemplación 
de  la  naturaleza.  Saliendo  do  un  curso  semejante,  que  no  es 
mas  que  preparatorio,  ¡K^drá  un  jóv(ín  entrar  en  los  cursos  espe- 
ciales, i  si  tuviese  prec^ision  de  contraerse  a  una  profesión 
diferente  de  la  agricultura,  del  comercio  i  do  las  artes,  Jlevaria 
al  menos  a  la  sociedad  algunas  ideas  del  conjunto  de  las  ciencias 
físicas  o  industriales.  Este  gusto  se  desarrollaría  con  la  edad; 
i  con  el  tiempo,  mediante  esos  pequeños  conocimientos,  Chile 
podría  ver  hijos  suyos  que  fomenten  la  industria  ya  con  sus 
consejos,  ya  con  sus  capitídes. 

\Ai'onr:i)io,  Ano  ílc  1831.) 


SOBRE  LA  UTILIDAD 


I»:»:  L'N  ('.ruso  kspiccjm.  dh  griMinv  ai'licaoo  a  i.a 
iNnrsTuiA  I  A   íA  AGuicn/rruA 


En  uno  de  los  números  precctlontcs,  se  dieron  ali^amas  ideas, 
bien  que  niiii  supcrlíciules,  del  estudio  de  las  ciencias  en  jene- 
ral,  i  de  las  ciencias  naturales  en  particular;  se  habló  de  los 
cursos  preparatorios  que  debcrian  agregarse  a  la  enseñanza 
pública;  véanse  aliora  los  resultados  cpie  se  podrian  esperar  de 
un  estuldecimiento  especial,  consagrado  a  la  agricultura,  a  la 
química  i  a  la  historia  natural. 

No  se  sabe  por  qué  fatalidad  Chile  haya  estado  hasta  ahora 
sin  un  gabinete  de  liistoria  natural,  o  al  menos  sin  una  simple 
colección  de  his  producciones  de  su  territorio,  sin  embargo  do 
que  el  chileno  ([ue  lii  viajado,  no  solo  por  Europa,  sino  por 
algunos  países  de  América,  loba  visto  en  las  principales  ciuda- 
des de  los  Estados  Unidos,  en  Méjico,  en  líio  Janeiro,  en  Lima  i 
en  Dueños  Aires.  Estaba  reservado  al  gobierno  del  virtuoso 
Ovallc  el  cargo  de  llenar  esta  gran  laguna,  i  el  de  ofrecerá  la 
jeneracion  futura  un  monumento  tan  digno  de  su  memoria, 
como  útil  a  los  pn>gresos  de  una  alta  e  ilustre  civilización. 

¡Mas  un  gabinete  do  historia  natural,  aun  cuando  solo  se 
componga  de  las  simples  producciones  del  país,  no  debo  ser 
\u\  mero  objeto  de  curiosidad;  debe  ofrecer  esa  utilidad  i  ese 
intíires  que  hacen  apreciar  mas  la  ciencia,  prestándole  mas 
atractivos.  Al  interés  i  a  los  deberes  del  gobierno,  toca  el  sacar 
de  él  las  mayores  ventajas  en  l>enelicio  de  la  nación  enií»ra,  ha- 


i 
1 


iÍG  OPÚSCULOS  LITKR Alaos  I  CllITlCOS 

ciéiidole  aciíesiljle  a  toda  dase  de  personas,  jyara  que  puedau  ir 
sin  miiclias  fatigas  a  estudiar  las  plantas,  los  minerales,  etc., 
que  quieran  conocer.  En  esle  caso,  un  gabinete  debe  colocarse 
en  un  lugar  que  ofrezca  las  ventajas  de  hallarse  en  el  centro 
de  la  ciudad,  i  que  sea  bastante  espacioso  para  hacer  un  esUi- 
blecimienfo  de  primer  orden.  En  este  establecimiento,  que  deln^ 
ser  destinado  solo  al  estudio  de  las  ciencias  aplicadas  a  la  agri- 
cultura i  a  la  industria,  se  reunirian  la  biblioteca,  el  gabinete 
de  historia  natural,  uno  de  instrumentos  científicos,  otro  de 
máquinas  e  instrumt»ntos  aratorios;  i  deberia  disponerse,  en 
fin,  una  sala  capaz  de  servir  para  todos  los  cursos  que  se  si- 
guiesen allí. 

La  biblioteca,  bastante  voluminosa  Ja,  deberia  colocarse  en 
una  sola  sala  para  que,  a  la  elegancia  que.pi'esenta  su  aspecto, 
80  reuniera  la  economía  de  los  empleados.  Al  lado  de  la  bi- 
blioteca, vendría  muí  bien  el  gabinete  de  historia  natural,  di- 
vidido en  tres  salas,  una  para  cada  reino.  Así  se  verían  en  una 
todos  los  preciosos  minerales  de  oro  i  plata,  acompaíiados  de 
las  numerosas  variedades  de  hierro  sulfurado,  de  antimonio  i 
de  plomo,  también  sulfurado,  conocidos  jeneralmente  aquí  con 
el  nombre  de  broncos;  los  mármoles  i  pórfiros  tan  abundante- 
mente esparcidos;  i  en  fin,  todos  esos  objetos  que  pertenecen  a 
la  míneralojía  i  a  la  jeolojía.  La  segunda  sala  se  destinaría  a 
la  parte  zoolójica,  es  decir,  a  la  colección  de  cuadrúpedos,  pá- 
jaros, insectos,  etc.;  i  en  la  tercera,  por  último,  so  verian,  en 
una  parte,  todas  las  plantas  medicinales,  económicas,  etc., 
colocadas  en  herbario;  i  en  la  otra,  los  frutos,  granos,  gomas, 
resinas  i  una  colección  de  todas  las  maderas  que  hai  en  la 
república.  Todos  estos  objetos  deben  colocarse  i  clasificarse 
con  sus  nombres  científicos  i  vulgares,  i  el  lugar  en  que  han 
sido  encontrados.  Después  de  este  gabinete,  deberia  haber  otras 
dos  salas,  destinadas,  una  para  los  instrumentos  de  física, 
astronomía  i  jeografía  que  í;1  gobierno  ])0see;  ¡  otra  para 
máquinas,  i  principalmente  para  una  colección  de  esos  instru- 
mentos de  agricultura,  nuevamente  perfeccionados  en  Euroi>a 
que  servirían  para  la  demostración  en  los  cursos,  i  de  niodelo.> 
para  construir  otros  semejantes  en  caso  de  necesidad. 


UTILIDAD  DE  UN  Cl'USO  ESPECIAL  DE  OVIMICA  17 


La  sala  destinada  para  los  cursos  debería  sor  absolutamente 
independiente  de  los  gabinetes,  bastante  grande, ^i  colocados 
los  bancos  a. manera  de  anfiteatro,  para  que  los  educandos 
puedan  ver  las  exi)eriencias  que  haga  el  profesor,  i  los  objetos 
que  tenga  que  demostrar.  Esta  sala  podria  servir  también  ¡>ara 
los  cursos  de  las  ciencias  médicas,   que  sin  duda  se  han  de 
establecer  en  la  república,  porque  es  probable  que  las  preocu- 
paciones, que  por  desgracia  existen  aun  entre  algunas  personas 
con  respecto  a  esta  profesión,  en  otro  tiempo  venerada,  i  hoi 
tan  respetada  por  el  mundo  ilustrado,  tengan  termino,  lintón- 
ces  se  verá  a  los  jc) venes  dedicarse  a  estudiarla  con  el  mismo 
gusto  con  que  se  consagran  lioi  a  la  economía  política  i  a  la  ju- 
risprudencia. En  tal  caso,  el  gobierno  no  puede  dejar  esta  clase 
do  educandos  sin  maestros  i  sin  guias,  obligados  a  instruirse 
por  sí  mismos,  i  a  adivinar  de  cualquier  modo  los  medios  de 
consolar  a  la  humanidad  aflijida.  No  l)«ii  profesión  masimpor- 
tante  i  que  exija  mas  salxír  que  la  mcídicina.  Sin  embargo,  ¿qué 
recursos  hai  hoi  para  estudiarla  i  para  adquirir  esa  suma  de 
conocimientos  que  el  estado  de  la  sociedad  tiene  derecho  para 
exijir,  i  de  los  cuales  necesita  un  profesor  para  ejercer  con 
distinción  un  arte  tan  delicado  i  tíin  difícil?  í;n  estudiante 
abandonado  a  su  .solo  celo  i  a  sus  medirx;reH  reciiruoH  no  pucíh; 
adquirir  para  la  práctica  mas  que  conrx;i  míen  tos  rnui  sup^TÍi- 
ciales,  peligrosos  a  vece-*,  i  quizá  sifimpre  sosi>f!f;lio»'^. 

Otra  de  las  ventajas  que  proporcion-iha  im  e«ttableeimJento 
semejante,  sí  tuviese  alguna  f:xU:n^in:i  d^r  t/:rr';no<i,  s^TÍa  la  de 
servir  de  jardín  du  aclirnavjr:íon.  ¡fi\idif:nf\oh.'.  ft)  d^rp^rtAmen- 
los,  se  cultivaría  en  uriOs  nvicha  parV;  (U-,  f^ífi^t  plant^t.H  qiK;  pii/;- 
den  ser  útileíj  al  paí.^.  ya  ^tn  la  <f:^:onorfiía  d^'/rri/'^fira,  ya  f-u  la,» 
artes  i  la  merlidna:  i  a-í  -/;  yAá^.n  íií;lirr»aV>p  ííia  ^ral^ajo,  i 
casi  sin  gastij-^.  al^jn/iA  I»-';  ^rviH  rr*rní;p  ;s-'i.^  ^^PxTvA^fU-.^  fU-,  ÁritfAfM 
o  de  arbast-j-j  frucíiítr^roM  rj  ¿r;  .[í:^-^ji;^m  W-.  ru^^r'^  ^¡j;U/i  ha  p^^lifl, 
alquirir  la  V^a:  t^j^  '^*.\'>  ^  { \i^rA-i  'li:  *»^if\'j^;\'<  *  «I.':  rI:rt/';po;  UA^^ 
esas  plantiu^  í'Mina:;;7'i:.'!-^M«*''ta  I.^  .  ■.^^^,('j>xc\*»úU\f^Pi  Uj».  (jfrfftrfti^' 
tas  i  f;iLrir:a a Vrfl  !s ;  1 . <':o -  -'j    1 . i  .v. .-; .  , r   v-» r v  'I*-,  ^-^-h^  n i j rn^r't'f^i^ -f 

riiVi  ie  I A  r¡'i»-Ma .  ! :  j  v  i ,  .'*'.  *■  w  '..*■     ¡     ■'  x.  i-<   ^t^td^AA  ".vi  i  r.  j  na  ¡r  y   ^j  hí> 


o?'  ^»-. 


ITS  OPÚSCULOS  L1TBR\RI0S  I  CRÍTICOS 

mas  que  ningunas  otriis  exijen  una  atención  particular  del 
gobierno.   En  cada  ano,  se  haría  la  cosecha  do   los  granosi 
semillas  que  se  distribuirían  a  los  aficionados  i  agricultores 
instruidos,  que  las  cultivarían  con  cuidado  en  sus  chacras  i 
haciendas,  i  las  propagarían  de  provincia  en  provincia.  No  hai 
duda  que  un  jaixKn  semejante  emi>eñará  en  lo  sucesivo  a  mu- 
chas personas  a  hacer  una  esi>ec¡e  de  comercio  en  todo  lo  que 
ixírtenece  a  la  liorticuUuray  i  principalmente  en  las  plantas 
medicinales,  que  tomlrán  la  doble  ventaja  de  venderse  a  mejor 
precio  i  de  ser  de  mejor  calidad  que  todas  las  que  vienen  de 
Kuropa.    Els  preciso  no  equivocarse:  los  vejetales,  así  como 
todos  los  cucrjxis  orgánicos,  cnvejcciénilose,  pierden  sus  virtu- 
des i  propiedades;  i  la  conducción  sola  de  Europa  aquí  l>asti 
algunas  veces  i>ara  alterarlos  considerablemente.  La  Academia 
de  Medicina  de   Paris  ha  conocido  de  tal  modo  esta  verdad, 
que  ha  fomentado  la  cultura  de  casi  todas  las  plantas  medici- 
nales, ya  indíjenas,  ya  exóticas;  i  hasta  el  ruibarbo  de  las 
fronteras  de  la  China,  coseclia  ahora  el  agricultor  francés  en 
mas  o  menos  cantidad. 

Un  establecimiento  de  esta  dase  podría  servir  también  para 
jardines  públicos  i  jardines  de  paseo,  que  serian  mui  agradables, 
así  por  la  simetría,  como  por  la  variedad  de  árboles  i  arbustos 
que  allí  se  cultivasen.  El  ocioso  iria  a  pasar  en  ellos  sos  enfa- 
dosos momentos;  i  el  hombre  estudioso  los  liaría  la  mansión  de 
sus  meditaciones.  El  domingo  se  vería  al  bello  sexo  ir  a  re- 
crearse a  la  sombra  de  esos  soberbios  plátanos  de  Italia,  o  de 
los  orgullosos  castaños  de  Indias,  que  hacen  en  París  el  adorno 
de  las  Tullerías  i  del  Luxcmburgo. 

Todos  estos  vejetales  podrían  adquirirse  con  la  mayor  facili- 
dad i  sin  el  menor  gasto.  El  gobierno  francés,  deseoso  siempre 
de  hacerse  útil  a  las  repúblicas  americanas,  tendría  un  placer, 
i  aun  con.sideraría  como  deber,  el  facilitar  todo  lo  que  se  le  pu- 
diera ¡Xídir  en  este  jénero.  Líjs  numerosos  establecimientos  de 
aclimatación  que  existen  cu  Francia,  i  sobre  totloen  los  contor- 
nos de  Paris,  esos  numerosos  semilleros  reales  donde  se  cultiva 
una  inmensa  variedad  de  árboles,  el  jardín  nacional  que  contie- 
ne ya  mas  de  doce  mil  plantas  viviis  i  otros  muchos  estable- 


L'TIUUAU  OE  l'S  CURSO  B8PIÍC1A1.  OB  OCtuiCA 

imÚMitoB  doesta  clajso,  proveen  anualmeiito  de  una  abundante 
Intidad  de  plantas  nuevas,  do  bulbos,  do  semillas,  cto. ,  que  se 
Hstríbuj-en,  no  solo  en  toda  la  Francia,  sino  tambion  en  casi 
ndoslos  reinos  do  la  Eurojia.  Es  glorioso  para  una  nación  el 
propagar  todo  lo  que  pueda  liacer  mas  dulce  i  mas  agradable 
!a  suerte  de  los  put'l)los;  i  bajo  esto  respecto,  la  Francia  nada 
,Íone  (juc  desear.  Hai  testigos  presenciales  de  las  numerosas 
que  se  lian  hcubo  un  estos  últimos  años  a  Rusia,  Ingla- 
i  a  diferentes  puntos  de  la  América  i  de  las  Indias.  ¿Por 
qué  no  las  baria  también  a  Chile,  que  por  su  parte  ¡luede  retri- 
buirle una  gran  cantidad  de  árboles  i  arbustos  que  faltan  allí? 
Cambiando  así  las  riquezas  vejetales,  se  puede  obtener  todo  lo 
que  la  sociedad  mas  exijentc  es  capaz  de  desear. 

Los  deberes  del  gobierno  i  (d  interés  del  país  liarán  erijir 
tilgun  día  el  establecimiento  i  los  cursos  científicos  de  que  so  ha 
hablado  ¡inte»;  por  atiora  es  miesario  limitarse  a  una  sola  clase, 
Huella  que,  al  conocimiento  (le  las  ciencias  en  jeneral,  añade 
lo»  íle  las  artes  i  de  la  agricultura,  liajo  de  e-ste  as|>ecto,  la 
química  llenará  estas  condiciones  en  el  mas  nlto  ¡irado,  i  per- 
mitirá al  profesor  extenderse  sobre  las  jencralidadca  do  la  bisto- 

•  natural,  física  i  mecánica,  sin  invadir,  por  esto,  el  dominio 

cetas  ciencias,  porque  solo  explicará,  de  cada  una  do  ellas, 
la  parte  necesaria  para  despertar  lu  atención  del  discípulo  sobre 
tal  i  tal  objeto  do  primera  utilidad. 

Este  curso  so  dividirá  en  dos  secciones:  en  la  primera,  expli- 
cará el  profesor  las  jencralidadcs  do  la  ciencia,  o  aquella  parte 
que  8e  llama  teoría,  dando  a  conocer  lo  que  no  entiendo  por 
cuerpos  naturales,  la  atracción,  la  electricidad,  el  calórico; 
enseñaréi  la  nomenclatura  de  la  ciencia,  i  pasará,  después  a 
algunos  jjormenores  sobre  el  mecanismo  de  loa  análisis. 

Adquiridos  estos  conocimientos  fundamentales,  se  pasará  a 
la  bistoria  de  cada  cuerpo  en  particular,  que  se  estudiará  mas 
O  menos  según  su  utilidad  o  influencia  en  el  comercio  de  esta 
república.  Esta  parte  de  la  química,  que  será  la  mas  importan- 
dividirá  en  tres  grandes  ramos,  que  son  la  química 
mineral,  la  vejetal  i  la  animal.  Cada  ramo  do  éstos  se  dividirá 
asimismo  en  mucbas  secciones  <¡ue  se  van  a  desenvolver  aquí 


160  OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICOS 


con  algunos  pormenores.  El  modo  manifestará  la  ventaja  que 
puede  proporcionar  un  establecimiento  semejante. 

La  quimica  mineral,  en  razón  de  su  importancia,  debe  sa 
tratada  con  toda  extensión,  al  menos  en  todos  los  objetos  de 
primera  necesidad.  Se  dividirá  en  siete  secciones:  en  la  primen^ 
so  darán  nociones  puramente  mineralójicas  sobro  todas  las 
piedras  i  minerales  que  se  clasiíicarán  ix)r  jéneros  i  familias; 
se  describirán  sus  propiedades  físicas  i  químicas,  i  aun  algu- 
nas veces  emj)í ricas,  para  no  dejar  nada  incierto,  ni  nada  oscu- 
ro en  todo  lo  quo  pueda  hacerlos  conocer  a  primera  vista,  i  en 
todo  lo  que  pueda  liacerlos  servir  a  las  necesidades  de  la  so- 
ciedad. 

En  la  segunda,  se  describirá  el  modo  con  que  se  encuentran 
en  el  interior  de  la  tierra,  i  el  medio  con  que  se  pueden  hacer 
los  ensayos  para  conocer  la  naturaleza  i  propicdatles  de  sus 
partes  constituyentes. 

Eln  la  tercera  sección,  se  explicará  el  modo  de  extraerlos  con 
la  mayor  ventaja  i  economía;  se  hablará  de  los  instnimentoí^ 
que  se  usan  en  las  grandes  minas  para  llegar  a  este  (in;!  des- 
pués de  haber  dado  algunas  nociones  sobre  las  diversas  ope- 
raciones de  su  beneficio,  se  describirá  la  forma  que  so  debe 

dar  a  los  molinos,  liornos  i  máquinas   de  primera   necesi- 
dad. 

En  la  cuarta,  se  liablará  de  todas  las  tierras  en  jeneral,  como 
de  la  cal,  las  arcillas,  las  margas  i  el  feldespato,  etc.,  i  se 
describirán  los  medios  de  conocer  sus  cualidades  i  virtudes. 
Las  explicaciones  enunciadas  en  este  artículo  deberán  corres- 
ponder a  la  importancia  de  esta  materia;  porque  con  estas 
tierras  del>en  algún  dia  preparar  los  cliilenos  sus  vidrios,  lozas 
i  ladrillos,  i  tantos  otros  objetos  de  primera  necesidad  que  no 
exijen  grandes  conocimientos  industriales. 

En  la  quinta,  se  darán  algunas  ideas  mui  superficiales  sobre 
el  modo  de  fabricar  vidrios,  ladrillos  i  loza. 

En  la  sexta,  se  tratará  de  todas  las  sales  que  se  emplean  en 
lis  arlos,  en  la  medicina  i  en  la  economía  doméstica. 

En  íin^  en  la  sétima,  sedará  la  liistoria  de  todos  los  mine- 
valrs  conocidos,  (|uo  se  desarrollará  mas  o  menos,  según  su 


VTILIDAD  DE  I  N  CLliSO  ESPECIAL  DE  yllilICA  ISl 


imjx)rtanc¡a  en  esta  iviKÍl)l¡ca.  Así  será  preciso  tratar  casi  a 
fondo  del  oro,  plata  i  cobro,  i  también  del  hierro,  cuyos  usos 
están  tan  esparcidos,  i  que  después  de  tontos  siqrlos  es  uno  de 
los  primeros  móviles  de  la  sociedad. 

Después  de  haber  concluido  la  química  mineralójica,  pasará 
el  profesor  a  la  vejetal,  en  la  cual  se  conducirá  con  las  mismas 
ideas  fílosófícas  en  el  curso  de  las  lecciones,  fijándose  mui 
particularmente  en  la  ac^ricultura,  la  iwirte  mas  útil.  En  este 
ramo,  puede  el  profesor  hacer  un  gran  servicio  a  la  república, 
formando  hombres  capaces  de  multiplicar  su  riqueza  agrícola, 
dando  valor  a  tierras  absolutiimente  incultas,  que  solo  esperan 
manos  hábiles  que  las  elaboren  para  pagar  su  tributo  al  co- 
mercio i  a  la  sociedad.  Este  ramo  se  dividirá  también  en  diez 
secciones. 

En  la  primera,  se  darán  algunas  nociones  de  botánica  i  de 
fisiolojía  vejetal,  se  explicarán  los  mejores  sistemas  inven- 
tados para  distinguir  tal  o  tal  planta  de  todas  las  otras,  cuyo 
número  conocido  es  hoi  dia  admirable,  i  se  hablará  de  sus 
propiedades  ¡  de  sus  c<>mposic¡ones  químicas. 

En  la  segunda,  se  hablará  de  la  naturaleza  de  las  tierras  i  de 
su  acción  sobre  los  vejctales,  i  se  explicará  la  razón  por  qué 
las  plantas  se  producen  tan  bien  en  ciertos  terrenos  i  tan  mal 
en  otros;  indicándose  al  mismo  tiempo  los  medios  de  mejorar- 
las, do  hacerlas  propias  para  toda  cla.se  do  cultura,  i  de  re- 
mediar las  que  se  hayan  agotado,  ya  variando  los  vejetales, 
o  ya  preparando  la  tierra  con  abonos  nutritivos  o  estimu- 
lantes. 

En  la  tercera,  so  demostrará  la  influencia  de  los  climas,  de 
la  temperatura  i  de  la  atmósfera  sobre  la  vejetacion,  i  la  utili- 
darl  de  introducir  en  Chile  muchas  plantas  de  praderías. 

En  la  cuarta,  se  describirán  los  instrumentos  aratorios  que 
.se  hayan  podido  perfeccionar,  i  se  enseñará  el  modo  de  usar- 
los. 

En  la  quinta,  se  hablará  de  los  productos  inmediatos  de  los 
vejctales,  como  gomas,  resinas,  almidón,  azúcar,  etc. 

En  la  sexta,  se  detallará  el  modo  de  sacar  toda  especie  de 
aceites,  principalmente  el  de  la  oliva. 


iS-2  OPÚSCULOS  LITER ARIOS  I  CRÍTICOS 


La  sétima  sera  consagrada  a  la  teoría  de  la  fermentacioa  i 
de  la  destilación;  lo  que  conducirá  naturalmente  al  profesora 
explicar  el  modo  de  hacer  vino  i  vinagre  i  sacar  aguardien- 
tos. 

La  octava  enseñará  el  modo  de  conservar  todos  los  productos 
agrícolas,  como  son  frutos,  aceites,  legumbres,  etc. 

La  nona  será  destinada  a  la  explicación  de  la  cultura  de  las 
plantas  cultivadas,  como  la  parra,  el  almendro,  el  olivo  u  otras, 
i  ar|uellas  que  pueden  introducirse. 

En  la  décima,  en  fin,  se  dedicará  el  profesor  enteramente  a 
la  [)arle  económica  o  industrial.  Hablará  de  la  tintura  i  de  sus 
aplicaciones,  ile  la  preparación  de  la  potasa,  do  la  sosa,  del 
jabón,  i  explicará  los  medios  de  purificar  las  gomas,  las  resi- 
nas, i  todos  los  productos  de  los  vejetales  de  que  las  artes  i 
la  industria  sacan  tanto  provecho. 

El  torcer  ramo,  es  decir,  la  química  animal,  aunque  en  jo- 
noral  no  os  de  tanta  importancia,  deberá,  sin  embargo,  tratar- 
se con  alguna  extensión,  sobre  todo  en  una  época  en  que  las 
producciones  de  este  jénero  casi  son  las  únicas  que  se  benefi- 
cian. Mas  el  profesor  no  deberá  limitarse  a  sola  la  prepa-- 
ración  de  las  cecinas,  grasa  i  cueros,  sino  que  abrazará  esta 
parteen  toda  su  esfera,  presentando  consideraciones  jeneralcs 
sobre  el  estudio  de  la  zoolojía,  i  describirá  después  con  algún 
cuidado  el  modo  do  hacer  el  queso  i  lámanteos,  con  queso 
podria  hacvr  aqui  un  comercio  mui  lucrativo;  enseñará  el 
modo  de  eihicar  las  bestias  para  preservarlas  de  esas  enferme- 
dades horribles  que  arruinan  alirunas  veces  a  un  rico  propie- 
tario, i  hará  ver,  en  fin,  el  método  fácil  c  importante  con  que 
se  crian  los  «gusanos  de  seda. 

¿Qué  inlluencia  no  tendrá  una  escuela  semejante,  i  que  re- 
volución no  causará  en  la  agricultura  i  el  comercio?  Sin  duda, 
la  industria  no  se  elevará  a  ese  grado  de  perfección  en  que  se 
halla  aun  en  las  mas  pequeñas  naciones  de  Europa,  porque 
tales  resultados  exijcn  siglos  i  práctica,  i  Cliile  solo  puede 
contar  años.  Ademas,  la  industria  europea  arruinará  siempre  a 
cualquiera  fabricante  que  quiera  entrar  en  concurrencia  con 
obj(»tos  de  algún  valor  i  cuyo  consumo  no  sea  bastante  gran- 


1  TiLiD.id  jE  ;.N  ::ir:  i-rit.._i  :i  .     *  :». 


de;  mas,  porqa»'  «--ta  i^r:. ':!.-.  ■-  :li*  .r  l  ..J.'.^  í  -"j--:.:- 
CS1X5CÍ0S,  no  scde¡»e  alv»r-i.'  .r  -: -.:.r:  l.-  .:-.  1;  .:.-^r::.i  rll 
chileno,  pji*  cau*ra  .i*.-  *  .*  .. r:.i^r ■«.-.-.  ;->  :i.  :  .rjr  :_'^í^.í 
aprovechar  cscis  herrr. .'-.-?  r-»:'-:.-:-^  .. r.  ::.t  t^.  -.^;>:  Ií  ii.r.r- 
lana,  los  s^Dhorbi-j-  cjTtrz.-^.  rr.:.-:-!  .  ■-  ::- '..-:... lr>.  toIlí  ^e^^i? 
piedras  lie  luj»,  e.in.'  jt-o. -.:-.>.  iz-".  j.r  -  :.:.:.»*  itrjs  _:;íi:-? 
mas  o  menos  pivcl-.'-.-í-.  :  :-.:--  .  r:.::. :-  sl^r.Iir.irs  en  ^my 
ropitbliea;  pero  p^r  i:,s:.»  r.j  r-s  í-:.»:  .t.Íitlt  ^i^  :>l.s  ¡:'^riI:•:-? 
de  industria  han  de  siifr.r  el  .'r.>- >  ürj.-:.  r*:  p^rniaaeoer  en 
ol  mismo  osla  Jo  de  abiiiíjnj.  íl::"  .i_  jr.es-:-  Litn  qj?  &>j!-j  a 
fuerza  de  siglos  s^-  hd?e  uíia  ni::.-;,  ir.iiiirl.-^i.  i  }m  es  tienipo 
de  dar  principio.  Es  un  >'.rifr  en  -el  j.l'err.  >  o',  f omenlar  en 
Chile  lo  mas  p^^Jnto  j»vs::4-e  el  si^:.'  i  de  h.i.er  conioer  ¿us 
ventcijas.  Los  ei'.ivla Un :«?  s.- hirln  •.'::•  yrenie.ijres  cuando  se 
multipliquen  loscon-x-ÍTile.-iM-;  e.'n]>ezirári  p:»r  I>s  -bjetos  mas 
comunes,  que  des-le  lucz  j  srria  a]«-3  mal  he^-h  j»  }¿xsta  que  se 
hahituon  poco  a  poco  a  Lt--  ar:^s  ir.ec.ínicas:  vr  [>erfcccionarán 
después  hasta  hacerse  capaces  >ie  lirijir  bien  a  I05  obreros,  i 
podrán  rivalizar  con  ¡1-  rriin  jr'ajtura^  Je  Europa  de  primera 
necesidad.  Las  de  1 1  j  •  ven  irán  lespues  con  el  tiempo  i  la  ex- 
periencia. 

Mas  las  mayt»ros  venttjas  que  puele  producir  c.-íte  estable- 
cimiento, serán  la  de  liac-r  pj:ier  en  práctica  algunas  de  esas 
preciosas  innovaciones  con  qu-j  se  hi.  enriquecido  la  agricultura, 
i  ia  de  que  no  .se  abuse  de  esta  ciencia,  que  también  tiene  sus 
reglas  i  sus  teorías,  i  lia  fundado  sus  preceptos  sobre  las  eternas 
c  inmutables  leyes  dȒ  la  naturaleza,  que  dirijen  al  agricultor 
de  un  modo  sumamente  seguro  en  el  ejercicio  de  su  estado. 
¿Qué  mejoras  no  podrían  hacerse  en  este  ramo  de  comercio, 
si  los  jóvenes  (juc  se  dedican  al  campo  conociesen  las  leyes 
fundamentales  del  arte  que  van  a  ejercer?  En  lugar  de  pedir 
instrucciones  a  la  fatal  rutina  de  un  mayordomo,  que  no  po- 
cas veces  tendrá  interés  en  en;]jariar,  so  atendrán  a  los  cono- 
cimientos que  han  adquirido.  Empezarán  por  innovaciones 
en  pequeño,  las  continuarán  en  grande,  i  los  resultados  felices 
los  empeñarán  después  a  hacer  otros  ensayos. 

El  gusto  inspirado  por  el  profesor  se  irá  desenvolviendo  i 


184  OPÚSCULOS  LlTERAniOS  I  CIÚTICOS 


aumentando  con  el  éxito  de  las  experiencias;  i  con  el  tiempo  se 
verán  hacendados  cuyos  trabajos  no  solo  serán  dirijidos  al 
ínteres,  sino  también  a  ese  celo  i  amor  quo  requieren  las 
ciencias  i  las  artes  para  llegar  a  algunos  grados  de  perfec- 
ción. 

La  interesante  innovación  que  se  realice,  no  quedará  refu- 
jiada  en  la  hacienda  del  agricultor  instruido.  Los  amigos,  i 
sobre  todo  los  vecinos,  desearán  también  ponerla  en  práctica; 
i  propagándose  así  de  distancia  en  distancia,  invadirá  toda  la 
república,  i  proporcionará  a  la  nación  una  renta  que  es  impo- 
sible calcular  por  ahora.  Chile,  por  su  feliz  situación  jeográfica, 
puede  beneficiar  todos  los  ramos  do  agricultura.  Gozando  de 
todas  las  temperaturas,  do  todos  los  climas,  i  atravesado  en 
parte  por  grandes  rios  navegables,  presenta  un  concurso  de 
circunstancias  que  pueden  hacer  pronosticar,  con  algunas 
razones,  que  las  otras  naciones  de  la  parto  septentrional  de  la 
América  deben  hacerse  algún  dia  sus  tributarias.  Al  gobier- 
no corresponde  el  apresurar  ese  tiempo,  i  a  los  chilenos  el 
aprovecharse  de  sus  ventajas. 

Poro  si  al  contrario,  la  agricultura  continúa  dominada  por 
la  vieja  i  perniciosa  rutina,  si  no  se  llevan  a  las  haciendas 
mas  que  conocimientos  extraños  a  la  profesión,  e  incapa- 
ces de  hacer  la  mas  pequeña  mejora,  se  trabajará  siompre 
sin  gusto  i  sin  ideas,  al  modo  que  una  máquina,  que  lo  mis- 
mo hace  ahora,  que  lo  que  hacía  cincuenta  años  há.  De  este 
modo,  heredando  los  chilenos  los  falsos  principios  de  ahora 
cien  años,  han  reducido  a  la  república  a  una  situación  en 
que  no  debia  hallarse.  No  so  diga  que  las  campañas  no  se 
cultivan  mejor  por  falta  de  brazos.  En  lo  jeneral,  cada  hacien- 
da mantiene  bajo  el  nombro  de  inquilinos  un  número  do  fa- 
milias mas  o  menos  grande,  que  solo  viven  con  los  productos 
do  una  pc([ueña  sementera,  i  embrutecidos  con  la  miseria  i  la 
haraganería,  pasan  mucha  parte  del  tiempo  perezosamente 
tendidos,  i  so  contentan  las  mas  veces  con  unas  pocas  papas, 
sin  cuidar  do  mejorar  su  suerte,  porque  no  conocen  los  medios 
de  buscarla  i  obtenerla.  Sería  del  deber  i  del  interés  de  los 
propietarios  el  servirse  de  estos  hombres  i  de  sus  hijos,  pues, 


rriLIDAb  bE  UN  CIP^í-J  EáP£  :IaL  DE  iyJl^^W.V  Kt 

mediante  un  corto  salario,  po^lrian  hacer  tríjilícar  las  produc- 
ciones de  sus  tierras,  i  ton^T  la  síili«ifacci»»n  de  hacer  a  la  patria 
i  a  la  humanidad  el  dolJ»;  serxiciu  de  formar  hombi-es  lab*j- 
riosos,  i  de  sacarlos  de  e.se  t-ístado  núserable  en  que  las  cir- 
cunstancias los  tienen  sumidos  ha>ta  t-l  presente. 

l,-/iiiíM)io,  Alio  de  iHjl. 


ESCUELAS  DOMINICALES 


1     hK    ADl'LTHS 


-   .      •^•\.      l'-'A 


Uno  de  los  e.stal>locim¡eiitos  mas  bcuóllcos  de  estos  últimf>fc 
tiempos  en  Iní^laterra,  son  las  escuelas  dominicales,  o  claseM 
gratuitas  para  que  los  pobres  aprendan  a  leer,  solamente  en 
los  dominicos,  sin  que  se  les  siüfa  perjuicio  en  sus  jornales, 
por  pérdida  de  tiempo  i  traljajo. 

Habrá  poco  mas  de  cuarenta  años  que  un  liombrc  Iwínéfico 
piadoso,  llamado  Mr.  Roberto  Raikes,  emjxíZíj  a  juntar  los  niño» 
pobres  de  la  villa  de  Painswick,  en  Gloucestershire,  cada  domin- 
go, dándoles  cartillas,  i  tomándose  el  trabajo  de  enseñarles 
a  leer.  En  breve,  se  bailó  que  los  mucbacbos  i  mucbachas  mas 
adelantados  servian  de  maestros  a  los  otros-,  i  distribuyendo  la 
escuela  en  varias  decurias,  los  mismos  íjue  venían  a  aprender 
contribuían  a  la  enseñanza.  Hubo  ademas  varios  jóvenes  do 
las  cercanías,  bijos  de  familias  decentes,  i  a  veces  ricas,  que, 
deseosos  de  contribuir  a  esta  buena  obra,  se  ofrecieron  por 
maestros;  de  modo  que  en  el  espacio  de  veinte  años  tres  mil 
niños  pobres  babian  recibido  en  aquella  escuela  los  cIcmentoH 
de  primeras  letras,  con  tan  buenos  efectos  morales,  que  Mr. 
Raikes  no  halló  el  nombre  de  ninguno  de  ellos  en  los  libros 
de  entradas  en  la  cárcel  de  í.íloucester. 

Kn  1785,  se  fimdó  una  sociedad  para  el  fomento  do  escuelas 
dominicales,  con  el  título  de  S}ni/1a]/  Schord  Social]/^  cuyos 
miembros  tomaron  a  su  caríro  el  costear  los  trastos  necesarios 
de  cartillas  i  libros.  Kn   lirev,  so  vieron  establecidas  cerca  de 


1-^í^  OPtSíIlXOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


trc3  mil  escuelas  en  varías  partes  de  Inijlaterra  e  Irlanda.  El 
niimero  de  niños  de  ambos  sexos,  que  aprendieron  a  leer,  en 
ol  espacio  do  los  primeros  catonie  años  despue^s  del  estableci- 
miento, fué  doscientos  cuarenta  i  seis  mil  setecientos  veinte  i 
cuatro.  Las  cartillas  i  silabarios  que  so  les  dieron,  suben  a 
doscientos  cuarenta  i  nueve  mil  ochocientos  noventa  i  seis; 
ejemplares  del  Nuevo  Tosf amento  cincuenta  i  cinco  mil  ocho- 
cientos oclienta  i  uno;  Biblias  completas,  siete  mil  cuatro- 
cientas veinte  i  tres:  los  gastos  subieron  a  cuatro  mil  ciento 
sesenta  i  cinco  libras  esterlinas. 

Las  escuelas  de  Bell  i  Lancáster,  que  en  España  i  Francia 
se  llaman  escuelas  de  instrucción  mutua,  se  establecieron 
l)or  aquel  tiempo,  contribuyendo  de  un  modo  mas  extenso  a 
la  instrucción  de  las  clases  pobres.  Pero  el  objeto  de  los  dos 
establecimientos,  quiero  decir  las  escuelas  dominicales  i  las  de 
instrucción  mutua,  es  mui  distinto.  Estas  se  dirije  a  la  educa- 
ción de  los  niños  pobres,  cuyos  padres  no  necesitan  do  ponerlos 
a  trabajar;  aquellas,  a  la  do  los  que,  estando  empleados  toda 
la  semana,  solo  pueden  dedicarse  a  la  lectura  los  domingos. 

Pero  la  beneficencia  de  los  ingleses  es  injeniosa  en  extremo, 
i  siempre  esta  inventando  nuevos  modos  de  servir  al  jónero 
humano.  A  poco  de  haberse  establecido  las  escuelas  domini- 
cales, se  plantearon  otras  en  el  Norte  de  Gales  (North  Wales) 
para  adultos,  con  el  objeto  de  enseñar  a  leer  a  los  pobres  que 
no  tuvieron,  en  su  juventud,  quien  los  enseñase.  La  primera 
do  estas  escuelas  dominicales  de  adultos  se  abrió  en  el 
territorio  ya  dicho,  en  181 1.  En  1812,  se  abrió  otra  en  Brístol. 
El  primero  que  entró  en  ella  a  aprender  el  A,  B,  C,  fue  un 
hombre  de  sesenta  i  tres  años;  la  primera  mujer  tenia  cuarenta. 
Formóse  también  una  sociedad  para  promover  este  objeto;  i 
cuando  solo  habían  pasado  catorce  meses  desde  su  fundación, 
ya  existían  nueve  escuelas  para  hombres,  e  igual  número  para 
mujeres,  en  las  cuales  seiscientas  una  personas  adultas  habían 
aprendido  a  leer.  En  1814,  las  escuelas  de  adultos  en  Brístol 
eran  ya  veinte  i  una  para  hombres  i  veinte  i  tres  para  mujeres; 
i  el  número  de  los  que  concurrían  a  ellas,  mil  quinientos. 

Si  atendemos  a  la  dificultad  de  aprender  a  leer  en  ingles,  a 


a  ilt  su  ortografía,  que  es  irregular  en  exirenio,  i  lai-ompa- 

s  ron  In  suma  racilidad  con  que  se  k^c  la  lengua  española, 

iltablecimicntu  de  semejantes  cscuela^j  parec«  mui  hacode- 

piiina  i  penlidoii  de;  los  españoles  de  amlxjs  mundos  lin 

s  la  ociosidad  en  que  el  gobierno  ha  tenido  a  las  clases 

&  acomodadas.  A  falta  de  objeto  de  interés,  la  juventud  se 

¡gn  al  maa  desenfi-enado  galanteo,  en  tanto  que  la^  jente» 
idad  madura,  o  no  saben  qué    hacorse,  o  pasan  cl  día 

indo  altares:  obra  mui  buena  a  su  tiempo;  |iero  que  sc- 
rmuclio  mas  agradable  a  Dios,  si  fuese  aeompañcida  do  obras 
de  varidad  verdadera,  lil  que  da  limosna  al  mendigo,  lalvez 
contribuye  a  la  ociosidad  i  al  vicio.  Pero  el  que  da  luz  al  en- 
tendimiento embrulecid»,  humaniza  a  sus  semejantes  i  los 
prepara  a  ser  virtuosos.  La  menor  instrucción  alcanza  a  pro- 
ducir los  cfectus  mas  benélieos.  A  la  verdad,  mas  fuerza 
moral,  pniponrionalmentc,  tienen  los  primeros  rudimentos 
(le  la  fttiueacion  intelcetual,  que  la  acumulación  do  ciencia 
que  cousiituyo  a  un  sabio.  E,sto  so  \e,  mas  a  las  claras,  en  lo» 
adultos  que  aprenden  a  leer,  que  en  los  niños  que  adquieren 
las  primeras  letras,  i  crecen  sin  saber  el  tesoro  que  en  ellas  tie- 
nen. El  placer  de  un  hombre  hecho,  que  en  dos  o  tres  meses 
ae  halla  capaz  de  gozar  el  contenido  de  un  libro,  que  para  él 
era  antea  libro  sellado  con  siete  sellos,  se  ¡Mcde  imajinar  aun- 
quo  no  seria  fácil  pintarlo.  El  arte  admirable  de  la  escritura 
es  la  primera  puerta  de  los  placeres  intelectuales.  El  que  so 
qumla  (le  la  parle  de  afuera,  puede  (Iccirse  que  se  halla  casi  al 
nivel  de  la  creación  animal.  ¡Qué  satisfacción,  pues,  igualarla 
a  la  (le  los  que,  tan  a  poca  costa  como  pudiera  hacerse,  deva- 
nen a  sus  semejantes  pobres,  a  este  grado  do  ilustración  men- 
tal, en  que  el  hombro  se  halla,  en  pocos  meses,  dotado  de  una 
nueva  facultad,  que  casi  lo  transforma  en  otro  ser!  La  edu- 
oaoion  do  las  facúltales  intelectuales  no  debo  mirarse  solo 
conio  un  medio  do  ailquirir  saljep.  Sí  no  tuviese  otro  efecto 
que  el  de  aumentjir  el  número  do  iileas,  de  poco  servirla,  por 
lo  joneral,  a  las  clases  inferiores  do  la  sociedad,  i  en  mucho» 
tmSOH  no  contribuiria  a  otra  cosa  qut;  a  hacerlos  mas  infelices, 
o  mas  dañinoH.   lil  grande  objeto  con  que  nos  debemos  empe- 


100  OPÚSCULOS  LITERAIMOS  1  CRITICO» 


ñar  en  comunicar  el  arte  fácil  ¡  admirable  de  la  lectura  a  las 
clases  pobres,  es  excitar  en  ellas  un  estímulo  (uso  esta  voz 
en  sentido  semejante  al  que  le  dan  los  módicos)  que  los  saque  de 
una  vida  enteramente  animal  i  los  haga  percibir  la  existencia 
de  otros  placeres,  que  los  que  no  salen  de  la  esfera  de  sensa- 
ciones. Si  un  mero  juego,  como  es  el  de  damas,  embelesa  a 
los  hombres  mas  ignorantes  qUe  llegan  a  entenderlo,  solo 
porque  la  atención  se  fija  agradablemente  en  las  combina- 
ciones de  las  piezas,  mucho  mas  debe  esperarse  que  un 
libro  embebezca  al  pol)re  trabajador,  si  halla  en  el  pábulo  a  su 
curiosidad,  acompañado  del  descanso  que  produce  toda  ocu- 
pación sedentaria  i  divertida.  Yo  he  visto  ix)bres  trabajadores, 
a  quienes  ciertas  personas  benélicas  daban  lecciones  de  leer, 
repasar  con  el  mayor  ahínco  el  silabario,  solo  por  el  placer  de 
hallar  nuevas  combinaciones  de  letras,  i  gozar  do  la  facultad 
naciente  que  en  sí  sentían;  como  el  pájaro  que  se  deleita  en 
batir  las  alas  en  el  borde  del  nido. 

Nada  sería  mas  fájil  que  el  abastecer  a  las  clases  inferiores 
hispano-americanas,  de  libros  útiles  i  divertidos  en  extremo, 
si  los  intereses  políticos,  i  el  ñilso  refinamiento,  no  se  empe- 
ñasen en  hacerlo  difícil.  Unos  rudimentos  sencillos  do  moral 
cristiana;  algunas  colecciones  pequeñas  de  recetas  o  métodos 
que  les  fuesen  útiles  en  sus  negocios  domésticos;  extractos  en- 
tretenidos do  la  historia  nacional,  i,  en  fin,  tales  porciones 
del  antiguo  i  nuevo  testamento  cuales  sus  superiores  espiri- 
tuales tuviesen  por  conveniente — una  pequeña  colección  de 
esta  clase  tendría  efectos  admirables  en  favor  de  la  felicidad, 
i  de  la  moral  do  aquellos  pueblos. — Pero  no  me  cansaré  mas, 
ni  cansaré  a  mis  lectores  con  menudencias.  Un  corazón  ver- 
daderamente benéfico  no  puede  errar  en  ellas.  Únanse  los  que 
sientan  moverse  con  la  idea  que  les  propongo.  La  experiencia 
les  dará  luces;  i  cuando  hayan  probado  la  felicidad  i  satisfac- 
ción interna,  que  son  fruto  infalible  de  ocuparnos  en  bien  de 
nuestros  semejantes,  bendecirán  el  día  en  que  se  les  propuso 

esta  idea. 

(Araxiciinu,  Año  de  1831.) 


OBSERVACIONES 


SOliHE  EL  PL.VN  DE  ESTl^ÜKJS  QUE  H\  FORMADO  LA  COMISIOX 
NOMIíKADA  POR  EL  SUPREMO  GORIERNO 

EN  183Í 


^-      .-N   r  .         w    ■ 


Se  ha  escrito  tanto  acerca  de  la  educación  do  la  juventud, 
que  la  materia  parece  agotada  hasta  en  la  combinación  de  los 
medios  de  dirijirla.  Casi  es  imposible  ofrecer  una  idea  nueva 
sobre  este  punto,  a  no  ser  que  sean  algunas  aplicaciones  al 
estado  del  país.  Su  importancia  ocupa  siempre  a  los  hombres 
mas  eminentes  en  inventar  medios  de  instruir  a  los  jóvenes  con 
presteza  i  provecho  en  los  conocimientos  necesarios  a  la  vidy; 
i  sin  duda  este  mismo  empeño,  elevando  sus  pensamientos  a 
una  altura  desde  donde  pierden  do  vista  la  incapacidad  de  la 
primera  edad  a  que  consagran  sus  esfuerzos,  les  hace  envol- 
verse en  teorías  sublimes,  formando  planes  que,  si  arrebatan  1;:. 
admiración  de  los  sabios  por  su  injeniosa  combinación,  apli- 
cados a  la  instrucción  de  los  niños,  son  inverificables.  Algunc^^ 
han  conseguido  desterrar  de  la  educación  el  hastío  que  nalu- 
ralmento  ocasiona,  presentando  a  los  muchachos  en  las  leccio- 
nes objetos  de  placer  i  diversión;  mas  con  esto  solo  han  logrado 
desterrar  el  amor  al  trabajo,  que  desde  el  principio  debe  in- 
fundirse, crear  espíritus  frivolos,  i  comunicar  una  instruaíoü 
tan  supcirficial,  que  a  la  vuelta  de  pocos  años  solo  deja  testimo' 
nios  vergonzosos  del  tiempo  que  se  ha  perdido.  La  primera  ins- 
trucción del  hombre  debe  ser  muí  radical  para  que  j)ae.!;\ 
producir  frutos  sazonados,  i  mui  pausada  i  bien  distríbui'l  ^ 


\0l  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


para  que  sea  permanente.  No  consiste  en  henchir  repentina- 
mente la  cabeza  de  un  niño  de  retazos  de  muchas  ciencias,  de 
que  solo  el  conjunto  de  palabras  abruma  su  tierna  compren- 
sión, ni  en  hacerlo  seguir  una  serio  de  clases  forzadas,  i  tan 
largas,  que  le  mantengan  la  mitad  de  la  vida  en  un  mero  pu- 
pilaje. La  educación  común  no  es  para  formar  sabios  de  primer 
orden,  porque  no  todos  los  hombres  tienen  aptitudes  i>ara  ello, 
sino  para  ponerlos  en  estado  de  desarrollar  por  sí  mismos  sus 
potencias,  conocer  sus  dereclios  i  obligaciones,  i  llenar  sus 
deberes  con  intelijencia.  La  instrucción  puedo  considerarse 
actualmente  dividida  en  tres  clases;  se  habla  de  la  instrucción 
común,  necesaria  i  útil,  i  no  de  la  particular  i  de  ornato. 

Se  supone  a  un  joven  instruido  medianamente  en  la  lectura, 
escritura  i  primeros  rudimentos  de  aritmética.  En  este  estado, 
debe  entregársele  a  un  preceptor  que  le  enseñe  a  expresar  sus 
pensamientos,  dándole  a  conocer  las  combinaciones  de  su  len- 
gua nativa,  i  la  correspondencia  con  ese  idioma  que  la  jenera- 
lidad  de  las  ciencias  ha  hecho  suyo.  Sin  un  perfecto  conoci- 
miento del  lenguaje,  sin  entender  la  combinación  de  los  signos 
del  pensamiento,  sin  saber  manejar  esc  instrumento  con  que  se 
trasporta  el  alma  de  un  hombre  a  otro,  sin  una  intelijencia 
ceibal  de  los  recursos  maravillosos  de  esa  propiedad  del  habla, 
oríjen  primario  de  las  mejoras  que  la  tierra  ha  recibido  de  la 
mano  del  hombre,  la  instrucción  posterior  ni  puede  ser  bien 
comunicada  ni  bien  recibida,  porque  falta  el  único  i  principal 
condictor  de  las  ideas  del  maestro  al  entendimiento  del  discí- 
pulo. La  enseñanza  do  la  lengua  nativa  i  de  la  latina  es  la 
piedra  fundamental  de  toda  ciencia.  No  debo  limitarse  al  co- 
nocimiento material  de  las  reglas  gramaticales,  sino  que  en 
ella  debe  darse  a  conocer  el  jenio  de  cada  una  (para  que  en 
lo  sucesivo  sirva  de  término  do  comparación  con  otros  idiomas) 
i  una  instrucción  completa  de  la  ortografía  i  prosodia.  En  el 
tiempo  que  dure  esta  primera  clase,  no  dcberia  distraerse  la 
atención  del  jóvun  con  ningún  otro  estudio,  porque  toda  ella 
es  necesaria  para  adquirir  un  conocimiento  completo  del  arte 
do  hablar.  La  continua  ocupación  en  comparar  dos  instru- 
mentos diferentes  con  que  so  manifiesta  un  mismo  pensamiento. 


Ib  acostumbran  desde  temprano  s  la  raeditacioo,  tan  necesaria 
para  conducirlo  a  iduas  mas  elevadas  i  pn^uodas. 

Apoderado  el  joven  det  pincul  de  las  ideas,  se  le  conduce, 
cu  la  segunda  clase,  a  la  rvjion  diJ  pensamiento,  en  donde  m 
lo  enseña  a  formarlas,  combinarlas  i  reunirías.  Pucdt:  decirse 
que  en  esta  clase  no  es  el  entendí  raicnlo  la  potencia  domiuante, 
eino  la  razón,  si  acaso  es  permitida  hacer  diTerencía  entre  una 
i  otra.  La  lójica  le  da  reglas  ]»ara  discurrir,  i  la  critica  le  pre- 
senta un  barómetro  con  que  medir  los  grados  de  exactitud  de 
sus  raciocinios.  El  pensamiento  deja  el  extraviado  i  tortuoso 
sendero  en  que  le  mantenía  inquieto  la  ignorancia,  i  poco  a 
jKico  so  acostumbra  a  marchar  pur  una  vía  tan  recta  como 
sej^ra,  que,  por  mas  esfuerzos  que  haga,  no  puedo  sus- 
traerse del  dominio  del  convencimiento,  que  solo  obra  por 
medio  de  la  trabazón  sencilla  de  un  antecedente  con  un  consi- 
guiente. En  esta  clase,  no  hace  la  instrucción  mas  que  dcsa- 
Tollar  las  lutcncias  intelectuales  del  júvcn,  i  darle  regla»  para 
|>oncrla  en  ejercicio,  comunicándole  las  nociones  necesarias 
para  lijar  las  ideas  en  lo  cierto,  o  en  lo  incierto.  En  este  j¿nero 
de  instrucción,  se  le  hace  dueño  de  lo»  recursos  con  que  obran 
ol  convencimiento  i  la  persua*<ion,  i  do  los  medios  de  aprovo* 
cliai-se  de  los  conocimientos  ajenos.  Nada  hai  va^o  ni  indeter- 
minado en  esta  clase,  porque  el  hablar  con  propiiKlad  í  jieniüar 
con  exactitud,  rechazan  toda  idea  que  no  est¿  revestida  de  lus 
caractá'es  de  certidumbre. 

Cuanilo  ya  sabe  discurrir,  i  apreciar  lo  cierto  i  lo  incierto,  la 
educación  pasa  a  iniciarle  en  los  sagrados  misterios  de  la  mo- 
ral, dándole  a  conocer  lo  justo  i  lo  injusto.  Entonces  so  le 
descubro  la  teoría  de  los  sentimientos,  i  se  le  dan  reíalas  po- 
sitivas para  discernir  lo  bueno  i  malo  do  sus  acciones.  8e,  le 
hacen  conocer  lúa  deberes  para  eon  el  8*5r  Supremo,  los  que 
leimpone  su  propia  conservación  i  los  que  le  exijcn  sus  seme- 
jantes, entre  tus  cuales  se  incluyen  esos  principios,  que  muí 
mpropiamente  so  ha»  compilado  bajo  el  epiprafo  de  derecho 
natural.  Aqui  empieza  la  educación  dl^l  ciudadano,  pues  ia  an- 
terior no  ha  sido  mas  que  la  del  hrunhro.  Del  pequeño  círculo 
en  que  se  le  enseñó  a  expresar  i  combinar  sus  (>enih-tniienlLis,  i 


OPtSI 


27 


*  tanaca  U  «eidad,  ■»  le  tranipofla  al  campo  vasto  tie  üett 
qoe  leoCmcoilaatdacÑaeacoakMdefBasseresJesu  «speóe. 
i  la*  obligacioaesqaefe  impones  sufi  deberes  i  la  justtda.  La 
aridec  del  estadio  wnpwaa  a  ánapaivxr,  [torque  las  fatigas  de 
la  cabeza  ceden  su  lagar  a  los  plaoerca  del  o>razuD.  El  alma 
ilel  júven  «c  etwaocba  al  oontemplar  qoe  no  vive  pan  ei  solo, 
i  qoc  tudoit  loa  demás  viven  pant  ¿1,  caanilo  al  lado  de  la  mo- 
ral Re  le  pnaKftUn  los  príncipttjs  de  la  ciencia  social,  i  &e  lo 
manifiesta  c)  mn  ía>  de  los  TÍacukie  que  le  U^an  cua  sus  se< 
mf^;atitc»,  ya  como  hombres,  ya  como  ciudadanos. 

Mas  n»  es  iKistante  al  hambre  el  oonocimiento  de  si  núsmo 
i  el  do  lafü  relacione^i  que  lo  unen  con  los  de  su  especie.  Kü 
pr^iHo  ademas,  ilarle  a  conocer  los  seres  extraños  que  lo  ro- 
itean  i  Hiist  projiiedailc:),  i  desenvolverle  las  causas  ele  los  fe- 
númeiiOM  lie  la  naturaleza  que  asombran  al  vulgo;  es  preciso 
liarlo  una  idea  jenerul  del  universo,  i  manifi^larlc  cómo  deü- 
cienden  lu»  cuerpo^j,  de  qué  modo  suben  los  líquidos;  por  ijué 
medid  lusohjctoa  materiales  hieren  su»  sentidos,  i  cuáles  son 
los  recursos  con  que  un  habitante  de  la  tierra  recorro  las  in¡ 
monKas  órbitas  (jue  describen  los  astros,  i  demarca  cada  ^ 
de  BU  carrera.  Sin  esta  parle  do  la  educación,  las  ideas  i 
muí  vulátilcH.  [lumbres  liai  que  admiran  la  heroicidad  de  > 
jilio,  i  gustan  do  Ins  dulzuras  de  Ovidio,  sin  saber  Tormar  i 
raciocinio,  sin  discernir  lo  justo  i  lo  injusto,  i  sin 
punto  que  ocupan  en  el  globo.  La  calda  do  ima  i>íedra  es  p 
ello»  un  misterio;  el  ascenso  dL-l  agua  por  meilio  de  una  1 
ba,  es  un  artículo  do  nigromancia;  un  movimiento  de  tí 
rra,  o  cscaHOz  do  lluvias,  son  los  siíjiios  do  las  Vúnf^anzas  4 
Ser  Supremo,  i  las  grandoa  adquisiciones  de  las  matcmátldjj 
lea  parecen  paradojas.  E.s  indispensable  un  ciu-so  do  li.síca  p 
completar  la  cdueauion  proparoloria,  porque,  sin  ideas  del 
que  es  la  naturaleza,  los  conocimiontos  anteriores  tionun  ( 
poco  enüiunolio;  i  habrá  ocasiones  en  ([uo  un  hombro, 
instruido  ({uo  osló  eit  ol  arte  du  hablar  i  de  pensar,  i  en  ', 
L'ienaias  morales,  no  pueda  hacer  aplicación  ninguna  de  s 
i'imoclmiontos,  porque  sus  ¡deas  no  pasan  del  circulo  de  i 
fauull-idi-^  nH'iitjilos,  i  dol  do  Lih  n-larioues  con   bus  semejan^ 


OÜSEHf  AC[Ú.\G&  SUUIll:  EL  PI.AS  ¡ 


tes.  Si  se  dibujara  un  cuadro  material  de  la  educación  prepa- 
ratoria, se  vería  primeramente  al  hombre  ocu[>ado  en  ejereitar 
BUS  órganos;  despuos  en  arreglar  las  operaciones  del  entendi- 
miento; niaa  adelante  observando  los  movimientos  dol  corazón, 
i  al  fin  entregado  con  todas  sos  poto  netas  i  sentidos  a  contem- 
plar, discurrir,  combinar,  admirar  i  obrar. 

Gn  ostc  estallo,  empieza  la  cduuacion  profesional  i  ctentillua, 
<[Ue  os  la  torcera  clase.  El  camino  que  se  ha  corrido  en  las  duM 
anteriores,  es  el  de  loa  preparativos  que  so  han  hecho  para 
poner  al  hombre  en  la  carrera  de  los  sabios.  En  este  periodo, 
os  donde  se  forman  los  jurisconsultos,  los  canonistas,  los 
médicos,  etc.,  aplicando  loa  conocimientos  adquiridos  untes, 
que  solo  pueden  calificarse  como  ajenies  del  sabor,  pues  sin 
ellos,  cuanto  se  aprenda,  como  no  encuentra  fundamentos, 
debo  ser  mui  supcrlicial,  i  quizá  reducido  a  retener  liomcn- 
elaturaa  i  epígrafes  sin  comprender  las  materia.^.  La  inslrue- 
ejon  profesional,  hablando  con  respecto  a  Chile,  ])ortcne«e 
uasi  toda  al  dominio  do  la  memoria,  pues  nuestros  abo(;ados, 
móditios  i  canonistas  limitan  sus  estudios  a  lo  que  se  hu  escri- 
to en  otros  países  que  pasaron  por  nuestro  estado  hace  cente- 
nares de  años.  No  tienen  quo  fatigarse  en  inventar  nuevas 
combinaeiones,  porque  es  preciso  que  primero  se  instruyan  do 
las  antiguas  i  conozcan  las  presentes  para  poder  aplicarlas  a 
nuestras  circunstancias.  Esta  ¡jarte  de  la  educación  necesita 
una  gran  reforma,  i  que  ésta  sea  sostenida  con  tanta  severidad, 
que  contenga  las  innovaciones  con  que  el  espíritu  navolei-o  ha 
hecho  subrogar,  al  verdadero  saber  profesional,  un  estudio  de 
superfluidades.  Si  esla  observación  hiere  el  amor  propio  do 
algunos,  se  les  podrá  responder  que  en  el  curso  do  la  revolu- 
eion  se  han  difundido  las  luces  de  ornato,  que  nuestra  juvon- 
(lud  encanta  con  su  brillante  educación;  mas  el  país  carece  do 
profesores  expertos  para  loa  destinos  que  necesita  nuestra 
uutual  forma  de  gobierno.  So  discurre  muelio  en  política,  loa 
matemáticas  elementales  so  han  hecho  comunes,  la  idcolojia 
hormiguea  en  la  cabeza  de  lodos  los  ostULliantos,  el  doi*ccho  de 
jentos  i  diplomático  no  son  ya  un  arcano,  en  todo.^  estas  cosas 
»e  discurre  con  acierto;  pero  la  prufosion  de  abogado,  no  ese 


arfe  mezquino  de  deíemler  pkilos  ¡¡or  loRivria,  sino  la  cicori» 
i\ii  Uidas  las  vnftas  necesariiu  para  aplicar  la  jiistitria  con  aciertn, 
na  halla  on  tal  ubanilono  «[Uo  ya  ne  le  considera  con  dt^recio, 
i  no  Nin  poca  razón,  por  c)  abuso  que  se  hace  de  cilla,  rrsultatt» 
do  las  muchas  proranaciones  ijuc  lia  sufrido. 

K\  que  tonga  idoaa  verdaderas  del  estado  civil  i  pulítJcD  i  ilc 
las  costumbres  de  C'lnle,  no  podrá  menos  que  tributar  la  rnajor 
importancia  a  la  profesión  de  abogado,  porque  sin  olla  la  ad- 
ministración de  justicia  jamas  iwdrá  arrejilarsc;  i  &io  qoi?  lísla 
sea  exactamento  distribuida,  tudas  las  in^^tituciones  que  se  ba- 
f^an  para  cimentar  la  prosperidad  pública,  no  tendrán  mas 
duración  que  Ins  que  leí  dé  la  novodad.  La  administración  de 
justicia  os  el  ramo  principal  del  gobierno  de  un  pueblo.  Nvla 
importan  las  decoraciones  oxteriores,  los  pruifreMXs  de  la  in- 
dustria, los  adelantamientos  del  comercio,  si  el  poder  con- 
servador do  la  propiedad  carece  de  fuerzas  i  de  ajentoi.  Las 
disputas  borútican  de  un  mal  teólogo,  los  cálculos  errados  do 
un  malemútico  i  los  desaciertos  do  un  médico,  no  son  de  laaU 
traaecndencia  como  t-1  fallo  injusto  de  un  juez.  Lo»  funciones 
de  ésto  influyen  sobre  la  moral,  o  la  corrupción  iiúbbca,  i  son 
el  resorte  poderoso  que  propaga  la  primera  corrijiendo  la  so- 
gundai  i  los  oficios  de  aquéllos  están  limitadas  a  un  ¡lequcí 
número  de  individuos.  Al  restablecí n>iento  de  esta  proFes 
debe  contraerse  la  mejora  de  nuestra  plan  de  estudios; 
las  observaciones  que  anteceden,  no  es  el  mejor  combinat 
del  proyecto,  que  publicamos  on  nuestro  número  69.  Klá 
existe  tiene  sus  imperfecciones  raui  demostradas  por  la  « 
riencia;  i  vale  mas  correjirlas  que  entrar  en  la  tontativ^ 
ensayar  el  do  oso  proyecta,  que  apunas  podr;i  vcrtíícaraB  í 
medio  siglo,  asi  por  falta  do  profesores,  como  do  local  i 
bbros  para  establecer  muclias  de  las  clases  que  designa.  A  cii) 
ta  objeción  so  haga,  se  responderá,  estamos  ciertos,  que  i 
plan  nu  es  para  que  se  establezca  por  ahora,  sino  en  la  \j% 
(pie  sea  posible;  ckIo  e.s  dulincar  lus  cimientos  de  un  gran  I 
lacio,  cuando  apénus  se  encuentran  materiales  para  edifli 
una  triste  casa;  es  consiffuar  al  pnpcl  ideas  fantásticas  i 
ninguna  esperan/a  de  utilidad.   Kna    rápida  observación  ( 


(ilLlBB  VACIÓLES  SÜDKK  EL  P 


197 


nlRijiio.»i  artículos  dari  a  conocer  sus  dufectos,  i  demostrará 
qu«  mejor  es  n'formar  el  actual,  que  ya  eslil  cunocidu,  quf  el 
hacer  cxiierícncías  con  ar[ui-l. 

Entre  los  ramos  ([iie  eompremKi  In  educación  prepara- 
toria, según  el  artículo  ?,  se  encuentra  la  lengua  griega,  ijue 
por  ahora  no  tiene  objeto  en  Ciiili;,  i  pi-oltablenicnto  no  le 
tendrá  en  muchos  años,  ponjue,  ¡lara  iiitnxlucir  en  un  país  las 
ciencias  de  puro  ornato,  es  necesario  que  untes  so  hayan  esta- 
blecido lasque  producen  una  utilidad  roal,  i  son  indispensables 
|)ara  pasar  a  la  enseñanza  profesión  al.  Se  ha  díclio  untes  la 
consideración  que  merece  en  la  instrucción  preparatoria  el 
estudiodelarísica;iel  proyectóse  hariescntendidudeesteramo, 
deoignando  su  estudio  exclusivamente  para  los  matemiVticos  i 
méilieos.  Es  necesario  agregar  una  clase  principal  que  deUe 
durar  cuando  menos  dos  años,  dcsjmes  del  curso  de  filosofía 
mental  ¡  moral.  En  la  Tísica,  se  dan  a  los  estudiantes  las  no- 
ciones de  aritmética,  áljcbra  i  jeometría  especulativa,  para  que 
puedan  comprender  con  exactitud  tas  leyes  del  movimiento,  los 
fonúmenos  do  la  óptica,  dióptríca  i  catóptrlca,  el  uso  do  las 
fuerzas  mecánicas,  i  los  principios  de  la  hidráulica,  hidrost&li- 
ca,  i  domas  ramos  rÍHÍco-matemáticos.  En  este  curso,  no  se 
pretendo  formar  profesores  completos  de  risica,  sino  quo  so 
pone  a  los  jóvenes  en  carrera  de  que  por  si  mismos  puedan 
extender  sus  conocimientos.  Las  principales  profesiones  de  Chile 
son  la  agricultura,  minería,  comercio  i  la  abogacía;  todos  exijon 
muchos  eonocimíentos  de  física,  i  es  necesario  proporcionarlos 
en  la  enseñanza  preparatoria. 

En  el  proyecto,  se  hace  seguir  a  los  jóvenes  tres  clases  a  un 
tiem]>0,  lo  quo  no  puede  tener  el  efecto  que  se  desea,  porque, 
dividida  la  atención  en  diferentes  coicas,  ninguna  puede  apren- 
derse bien,  Aun  la  distribución  que  se  hauc  do  los  estudios 
do  laa  doce  primeras  clases  que  corresponden  a  los  cuatro  años 
que  se  determinan  para  la  latinidad,  es  ínverineable,  porque, 
en  las  clases  accesorias  señaladas  en  los  artículos  fj,  7  i  8,  8o 
necesitan  seis  años,  cuando  a  las  principales  solo  se  designan 
cuatro,  termino  aun  demasiado  largo  con  respecto  a  loa  cono- 
cúnientos  preparatorios  que  se  requieren  para  pasar  aotrox 


estudios.  La  última  cbne  de  latinídAd,  con  el  eati 
bellas  letras,  ea  mojor  dejarla  de  »cc«»oría,  para  el  pcñ 
la  filoBofia.  Téngase  presente  que,  después  que  el  J4ivea  con- 
cluye el  estuilío  déla  Icn^a  latina,  tiene  que  seguir  su  carrera 
en  la  ca-stellana-,  i  al  pasar  a  ciertas  profesiones,  como  las 
toolójicas  i  lechales,  no  se  liallará  muí  corriente  para  entender 
e»tas  cÍGnoia»,  cuyo  estudio  df^be  sci"  indispensablemente  en 
latín.  Es  pn-ciso  cuidar  de  (¡uc  el  joven  no  olvide  este  idioma 
en  el  curso  de  sus  eütuilíos,  coma  sucede  actualmente.  Esta 
preparación  es  inútil  para  las  ciencias  fisieas  i  matcmñtif^na, 
pues  para  entrar  a  su  estudio  basta  un  curso  do  gramAtira 
castellana  i  de  (ilosolía  mental,  que  puede  aepuirse  en  el  (<'r^ 
mino  de  un  ano.  El  estudio  de  las  matemáticas  piieilc  i-oncluirse 
en  el  espacio  do  seis  años;  i  scgim  el  proyecto  se  exijt'ii  dic;í,  í 
parece  que  los  cuatro  primeros  son  en  la  mayor  parte  perdidos. 
No  es  mui  arreglada  la  distribución  qno  so  hace  del  estudio 
do  las  ciencias  legales.  So  empieza  la  instrucción  por  el  derc^ 
clio  de  jcntes,  marítimo  i  diplomático,  i  se  deja  para  lo  último 
el  conocimiento  del  romano,  que  es  el  oríjejí  i  fuente  de  todos 
los  dcrecbos,  Primcraiiionte  deben  conocerse  los  princi|^o3 
Jeneralos  del  derecho,  i  pasar  después  a  las  deducciones  parti- 
ctdares.  yin  comprender  bien  las  relaciones  de  los  individuos 
entre  sí,  no  so  pueden  entender  las  do  las  naciones  unas  con 
otras.  Del  mismo  modo  es  imposible  formarse  ideas  exactas  de 
los  principios  de  lejislacion  universa^  sin  saber  las  disposi- 
ciones del  derecho  cuyo  conocimiento  debe  anteceder  a  aquel 
estudio,  que  el  proyecto  ha  colocado  en  urden  inverso.  Se  de- 
signa por  último  curso  principal  a  las  ciencias  legales  el  de  las 
instituciones  del  dcrotOio  nacional,  i  a  no  sor  quo  quieran 
llamarse  con  este  nombro  nuestros  boletines  i  gacetas,  no  se 
conocen  otras  que  las  del  derecho  de  Castilla,  listo  curso,  como 
principal,  oa  enteramente  inútil,  porque,  sí  se  lian  de  estudiar 
Ins  instituciones  fiel  ilerecbo  romano,  nada  hai  do  nuevo  que 
aproniler  en  las  do  Castilla;  i  para  lo  que  es  notar  las  pequeñas 
diforcncias  cnlro  ambos  derechos,  serla  mejor  subrogar  esta 
clase  a  la  subalterna  de  historia  eclesiástica,  i  suma  de  con» 
líos,    i:i  curso   principal -fli'  esta  profesión  es  el   del   dorí 


OBSERVACIONES  SOBRE  EL  PLAN  DE  ESTUDIOS         190 


romano;  i  por  mucho  tiempo  que  se  le  consagre,  nunca  será 
demasiado,  porque  en  él  se  encuentran  cuantas  ideas  pueden 
apetecerse,  para  adquirir  un  conocimiento  radical  de  las  de- 
mas,  que  son  sus  ramos  subalternos.  Cuando  menos  se  nece- 
sitan dos  añ  )s  para  recibir  una  instrucción  regular  en  esa 
ciencia  reguladora  de  los  actos  de  la  vida  social.  La  clase  de 
principios  do  lejislacion  universal  debe  ser  accesoria  i  no 
principal,  i  cursarse  al  fin  de  todos  los  estudios  de  derecho, 
porque  en  ella  se  desenvuelven  todos  los  conocimientos  ante- 
riormente adquiridos. 

Como  el  objeto  de  este  artículo  es  manifestar  los  defectos  del 
proyecto  del  plan  de  estudios,  i  no  formar  otro  nuevo,  nos  li- 
mitamos a  lo  expuesto,  i  a  indicar  que  aun  en  la  parte  material 
es  inverificable,  si  no  se  duphcan  ciertos  cursos  principales, 
verbi  gracia,  el  de  tií*jlojía  que,  debiendo  durar  cuatro  años,  no 
permite  que  lo  sigan  todos  los  estudiantes  de  filosofía  que 
llenan  sus  tareas  en  dos.  Así  es  preciso  abrir  un  curso  de  teo- 
lojía  cada  dos  años  para  dar  abasto.  Lo  mismo  sucede  con  el 
do  matemáticas  puras.  Los  fondos  actuales  del  Instituto  no 
sufren  los  gastos  que  demanda  el  aumento  de  profesores  que 
se  necesitan.  Es  preciso  en  esta  clase  de  instituciones  contar 
con  la  posibilidad  de  la  ejecución,  i  no  contentarse  con  el  vano 
placer  de  escribir  una  tabla  sinóptica  de  materias. 

(Araucano,  Año  de  1832.) 


TlíATliO 


Kl  mundo  ilramúlico  Cstú  ahora  dividido  en  dos  sectas,  la 
cliÍHÍca  i  la  i-omántica;  ambo.*)  a  la  verdad  oxíalcn  siglos  hace, 
pero,  on  cstds  tíltimos  años,  os  cuando  se  han  abanderizado  bajo 
cstOR  dos  nombres  los  poetas  i  los  críticos,  profesando  abierta- 
mente principios  opuestos.  Como  anil>as  so  proponen  un  mis- 
mo modelo,  que  es  la  naturaleza,  í  un  mismo  fin,  qiioosel 
placer  de  los  espectadores,  es  necesario  que  en  una  i  otra  sean 
tambíon  Idc'-nticas  muchas  de  las  raglas  dol  drama.  En  una  i 
otra,  el  Ion?íuaje  délos  afectos  debo  ser  sencillo  i  cnérjioo;  loa 
oiiract¿'res,htensosten¡dos',  los  lances,  vcro.sí miles',  en  una  i  otra, 
es  menester  que  el  pot-ta  dó  a  cada  edad,  sexo  i  condición,  a 
eada  país  i  a  cada  siglo,  ol  colorido  que  le  es  propio;  el  alma 
humana  es  siempre  la  mina  de  quQ  debe  sacar  sus  materia- 
les; i  a  las  nativas  inclinaciones  i  movimientos  del  corazón  es 
moncwtcr  quo  adapte  siempre  sus  oliras,  para  que  hagan  on  él 
una  impresión  profunda  i  grata.  Una  gran  parto  de  los  pre- 
oeptos  de  Aristóteles  i  Horacio  son,  pues,  do  tan  precisa  ob- 
servancia en  la  escuda  cliisica,  como  en  la  romintíca^,  i  no 
pueden  menos  de  serlo,  porque  «on  versiones  i  corolarios  del 
principio  de  la  íidelidad  de  la  imitación,  i  medio.s  indispensa- 
bles para  agradar. 

Pero  hai  otras  reglas  que  los  críticos  de  la  escuela  clásica 
miran  como  ob!i'_'atorias,  i  los  do  la  escuela  romántica  como 
inútiles  o  talvcz  perniciosas.  A  osla  número,  pertenecen  las 
dados,  i  principalmente  las  do  lusjar  i  tiempo,.  Sobre 
leda  la  cuestión  entro  unos  i  otros,  i  a  éstas  alude,  o 


•*<>-  OPÚSCULOS  LITKRAIUOS  1  CIUTIC05 

j)or  niíjor  docir,  se  contrae  clara  ¡  expresamente  la  Revista 
(le  nuestro  ninnvro  115/ que  ha  causado  tanto  escándalo  a  un 
corresponsal  (M  Correo.  Solo  el  que  sea  completamente  extran- 
jero a  las  discusíí^ncs  literarias  del  dia  puede  atribuirnos  una 
idea  tan  absunla  cjnio  la  de  querer  dar  por  tierra  con  todas 
las  reíalas,  sin  excepción,  como  si  la  poesía  no  fuese  un  arte, 
i  pudiese  haber  aríe  sin  ellas. 

Si  hubitíramos  dicho  en  aqutd  artículo  que  estas  reglas  son 
puramente  convencionales,  trabas  que  embarazan  iniililmente 
al  poeta  i  le  privan  de  una  infinidad  de  recursos,  que  los  Corneí- 
lles  i  Racincs  no  han  obtenido  con  el  auxilio  do  estas  reglas, 
sino  a  pesar  de  ellas,  sus  grandi.'S  sucesos  dramáticos;  i  que  por 
no  salir  del  limitado  recinto  de  un  salón  i  del  círculo  estrecho 
de  las  veinte  i  cuatro  horas,  aun  los  Corneilles  i  Racines  han 
caído  a  veces  en  incongruencias  monstruosas,  no  hubiéramos 
hecho  mas  (pie  rc[)etir  lo  que  han  dicho  casi  todos  los  críticos 
ingleses  i  alemanes  i  algunos  franceses. 

Pudiéramos  haber  dicho  con  Latouche  que  los  novadores  se 
apoyan  en  necesidades  reales  i  en  consideraciones  juiciosas; 
que  los  que  aspiran  a  la  perfección  de  las  artes  tienen  siempre 
razón,  i  los  exclusivos  e  intolerantes  yerran  solos;  que  ciertas 
trabas  aristotélicas,  verbi  gracia,  las  unidades  de  lugar  i  de 
tiempo,  o  las  unidades  de  salón  i  cuadrante,  como  hoi  se  llaman, 
desacreditadas  por  his  discusiones  d(U  siglo  XVIII,  han  venido 
ya  a  tierra;  que  esta  exijencia  abusiva  ha  hecho  caer  a  los 
maestros  de  la  escena  en  muchos  absurdos;  que  pocas  extrava- 
gancias de  las  que  se  llaman  románticas  exceden  a  la  invero- 
similitud de  hacer  conspirar  a  Cinna  en  el  inmóvil  gabinete 
de  Augusto,  i  de  mostrarnos  a  los  templarios  indiciados,  presos, 
interrogados,  sentenciados  i  (juemados  en  veinticuatro  horas;  i 
que  si  los  imperios,  las  leyes,  las  ciencias,  la  política  i  hasta 
la  rclij iones  se  mudan,  ¿en  qué  puedo  fundarse  la  excepción 
de  inmortalidad,  para  el  pequeño  código  literario  del  preceptor 
de  Alejandro? 

Pudiéramos  haber  dicho  con  Sísmondi  que  «si,  en  vez  de 


Voaso  en  la  pajina  440  do  la  Vida  de  don  Andrés  Bello, 


TKATUO  ?(»3 

buscar  las  cniottioiu-s  poélioas.  so  va  al  teatro  con  el  libro  de  la 
lei  en  la  mano,  para  cUnunciar  como  repuí^nante  ¡  disforme 
todo  lo  que  se  aparte  de  este  canon  sac^rí^do,  nos  privaremos  de 
infinitos  troces,  no  conoceremos  jamas  la  extensión  del  espíritu 
humano,  i  nos  veremos  encerrad. >s  [oT  preocupaciones  mez- 
quinas en  una  i'jrnoran/ia  tan  funesta  al  entendimiento  como 
a  las  art  \s*,  que  los  críticos  franceses  han  analizado  con  extre- 
mada saí^acidad  i  finura  todas  las  delicadezas  de  vei-osi  mi  litad 
i  de  estilo,  tolos  los  raspros  de  cariicter,  en  las  obras  maestras 
de  la  escena  francesa,  [>ero  no  han  analizado  con  profundidad 
esa  lejislacion  primitiva  de  las  tres  unidades,  que  para  ellos  es 
un  artículo  de  fe,  un  dogma  inatacable,  i  que,  sin  embargo, 
mirada  de  mas  arriba,  es  absolutamente  arbitraria;  que  los 
tres  grantlí\s  dramáticos  franceses  no  fundaron  las  reglas  del 
teatro,  ixiVv^  i>:en,  las  hallarv>n  establecidas  por  escritores  medio- 
cres, (pjc  e<t;i!)an  en  posesión  de  la  escena  antes  que  ellos;  que, 
si  los  anli/uos  no  reclamaron  la  libertad  del  drama  romántico, 
fué  sin  duda  porque  no  podían  mudar  las  decoraciones,  ni  des- 
terrar de  la  escena  los  coros;  que  lo  (|Uo  se  encuenti'a  en 
Aris'ótel.'s  a^-erca  de  las  tres  unidades  está  en  un  tratado  oscu- 
rísimo, (¡ue  se  sosj)echa  de  apócrifo;  i  que  este  filósofo  estaría 
bien  léjjs  de  pensar  (|ue  se  tratase  su  autoridad  con  menospre- 
cio, i  con  una  irrisión  a  veces  injusta,  en  la  lójica,  la  metafí- 
sica, la  físii-a  i  la  historia  natural,  que  estudió  toda  su  vida,  i 
en  que  hizo  descubrimientos  importantes,  i  fuese  venerada 
como  leí  suprema  en  poesía,  a  que,  de  todos  los  ejercicios  del 
espíritu  humano,  era  mas  extranjero  por  carácter.» 

Todo  esto  i  muchísimo  mas  pudimos  haber  dicho;  pero  no 
nos  hemos  adelantado  a  tanto.  Propusimos  dudas;  referimos 
opiniones  ajenas;  i  nos  remitimos  al  juicio  i  sentimientos  de 
nuestros  lectores.  ¿Será,  pues,  corromper  el  gusto  do  la  juven- 
tud co!iv¡<].irLi  ;d  examen  de  una  cuestión  en  que  están  divi- 
didos los  vot'S  d<*  los  eruditos? 

« IirnoiM  lísted,  señor  mió,  (nos  pregunta  el  campeón  de 
Arisí()tele>  f[ue  j,(.n'  esta  pésima  doctrina  se  deslució  vilmente 
el  fecundo  inj<*nio  de  López  do  Vega,  i  aun  el  de  su  portento- 
sa contemporáneo  Shakesi^eare?»   Lojie  de  Vega  se  desluce, 


ie^5»7r-,j*  LTTSXAJiio»  I  ciimco5 


tíZiJ:  :::c:nT.i2?«  x  1»  I-?ves  cseociales  ikl  drama  i  de  totlá 
^-injf^ici  c:  z#:  c-süii  filtaat»  preceptos  convencionales 
5e  j.í-  r.r  r^ifc*  riááio:!?-  P>r>  ¿  jué  sabrá  del  fecundo  injenio 
'•*^  —  '.'•^  -^  V-cT-  -fl  r>f  ni  aan  sabe  su  nombre? 

H  ii-^c'ilríCi  üirs  jarisa  ie  q'ierer  intro  lucir  en  Chile  ariue- 
-•-!?  :  .  . '.  -.<  ji  — i  "!>*,  om-i  si  ningún  chileno  hubiese 
>í:j:  1  i.íf  íi.Ti'-í«  :*  =-^e<r.i5  Aristóteles,  Horacio,  Boileau  i 
>Cir-._Lrj:  je  It  F;  sa. — p-J  icl¡ú*y*  gan-afales  es  una  impropie* 
^^-  r^rri:^;  '  -r  la;  ciTlea-w  que  hayan  leí  Jo  a  todos  esos 
i-.:vr:<  .X  -..  5.Í V"  .v.>í  ^ie  Ij^  hai  no  es  por  culpa  de  ciertos 
•v-v  rrvsTi  c-^ilrrs  I-rl  •/  "  ■^>.  que  han  hecho  de  su  parte  todo  lo 
7*  "^.'. -^  >'-.""i  r;."  :lr:>rrí>-  ha.^^  la  len^a  de  Virjilio  i  Ho- 
rA.!.^.  cor.'.':  .:-\  a.-r:Tj\Ha  *Ie<^ireciable,  digna  solamente  de 

IVr^,  l:*^!e  cl  Ü<v-khí¿o  Jel  es  taj  i  rita  da  mas  a  conocer  su 
v;ic.\"^  :  c-a":  í^r,  v<  en  el  o.^pítulo  de  las  contradicciones.  De  las 
tr\s  »:;:i<.^  r.:*>  ix^'...i  en  cara,  la  phmera  es  esta:  que,  habiendo 
di.^ho  que  la  rvYular:i!;\l  de  la  trajevlia  i  comedia  fracesas  pare- 
óte ya  a  niiio!;c«  m«-'n.>:ona  i  fastidiosa,  decimos  después  que 
el  erran  Comeille  so  elevó  con  su  Cid  a  lo  mas  bello  que  en 
e>to  jenero  nocs  ha  dojaJo  la  antljorúedad  clásica,  i  que  la  cele- 
bridaJ  de  eíla  inmortal  producción  se  extendió  por  toda  la 
Europa. — En  esto,  no  hai  contradicción  ninguna,  i  si  la  hai, 
es  de  los  franceses  i  de  la  Europa,  no  nuestra. — Que  el  Cid 
es  una  hermosísima  trajedia,  es  cosa  en  que  todos  convienen, 
si  no  es  alcrun  crítico  exaj erado  de  la  escuela  romántica,  por- 
que la  exajeracion  i  el  fanatismo  se  encuentran  en  todas  las 
sectas. — Q\e  el  Cid  obtuvo  una  celebridad  prodijiosa,  es  un 
hecho;  i  que  en  París  estií  actualmente  desierto  el  teatro  fran- 
cés i  tíxlos  corren  con  preferencia  a  los  dramas  de  Scribe  i 
compañía,  es  otro  heclio  de  que  podemos  dar  fiadores  respeta- 
bles.— ^i  los  hechos  se  contradicen,  no  es  culpa  nuestra.  Como 
esos,  hai  muchos  que  parecen  repugnantes  entre  sí,  i  de  que  sin 
embargo  no  podemos  dudar.  Pero  ¿quién  ignora  que  el  gusto 
varía  de  un  tiempo  a  otro,  aun  sin  salir  de  lo  razonable  i  lejí- 
timo,  i  que  en  el  teatro,  mas  que  en  ninguna  otra  cosa,  es 
necesaria  la  variedad  para  cautivar  la  atenciqn? 


«¿No  nos  dirá  ustetl  (prosigue)  por  í[iiá  razun,  lU-spreciinvIü 
las  lc4XMoncs  ele  aquel  gran  maestro  (Comc-ille),  eonsígnadus  un 
t;I  comoiitario  ((ue  hizo  él  niÍHino  de  sus  vhriXH,  se  luí  rcc-uno- 
uido  en  París  la  m-cesiJail  de  variar  los  lípocwliirc»  del  ariu 
dramática? »*-No  s:ibcmus  por  tiué  iíc  nos  ha  Uc  t)bli;íar  a  dar 
cuenta  de  las  inconsecuencias  ajenas,  cumo  ni  tuviésomo»  en 
ellas  otra  parte  que  refenrlas.  El  hecho  ett  cierto,  i  eso  iKistn. 
8i  nuestro  censor  desea  saber  la  caura,  prei^úntesela  al  púliUuu 
do  Paris,  que  sin  duda  i'elel>rarú  eoinc  es  debido  la  noticia  del 
comentario  (¡ue  Curneille  hizo  de  sus  ubras,  j  de  que  nudiu 
sospoeliaba  la  existencia  liasta  ahora. 

■  Para  esto  trabajaren  (dice)  los  clásicos  de  la  antí^Hcdad  i 
HUs  infatigables  predecesores;  para  pintar  los  difeivntcs  afectos 
del  corazón  humano.» — Esos  iurulii^iiblcs  predecesores  de  los 
clásicos  de  la  antigüedad  serán  sin  diiila  algunos  dramático!» 
asiriús,  caldeos,  fenicios  o  ejípetos  de  (juo  no  tenemos  noticia. 

Otra  contradicción  nuestra  es  que,  habiendo  dicho  quo  el 
cardenal  do  Riehelieu  azuzaba  a  los  émulos  do  CorneíUe,  i  exci- 
taba a  la  Academia  a  componer  la  roiisiira  <Iel  Cid,  decimos  a 
renglón  seguido  que  proU-jió  las  letras  con  munificencia,  i 
contribuyó  a  la  formación  del  teatro  Trances. — Aqui  trabucan 
deludo  punto  las  entendederas  del  articulista.  Que  tú  antínn- 
í/a  quien  te  hizo,  exclama,  después  do  devanarse  los  sesus 
inútilmente  por  descifrar  este  enigma,  ¿Se  ba  visto  jamas  un 
modo  de  criticar  semejante?  ¿Por  qué  principio  de  justicia  o 
qué  re^la  de  lójiea  han  de  ser  contradicciones  nuestras  las  del 
cardenal  de  Riclieliou?  O  mas  hien,  ¿qué  hai  do  contradictorio  ni 
de  absurdo  en  que  un  primer  ministro  orgulloso  tuviese  un 
pique  pasajero  eun  el  autor  del  Cid,  ¡  se  portase  en  todo  lo  de- 
mas  como  un  protector  lihoral  dol  teatro  i  del  mismo  Cor- 
neille? 

El  verbo  .tiicar  es  otra  de  las  cosas  que  han  ofendido  el 
delicado  gusto  del  moderno  Aristarco.  Serian  iniisíines,  dice. 
Sin  embarga,  el  uso  que  hemos  hoclio  de  este  verbo  ea  recibido 
i  corriente,  i  se  halla  en  el  diccionario  de  la  Real  Academia 
Española.  Pero,  aunque  lo  omitiese  la  Academia,  ¿quén  no  salió 
que  es  rasa  frecuentísima  aplicar  por  semejanza  a  los  hombres. 


*2Üü  ÜPÚaCL'LOS  LITERAIIIOS  1  CUÍTICOS 

i  aun  a  los  seres  abstractos,  lo  que  es  propio  tie  lus  brutos?  De 
la  guerra  i  de  la  pasto  so  dice  que  devoran.  Cuando  alguno 
desbarra  por  meterse  a  liabhir  de  lo  (¡ue  no  entiende,  suele 
decirse  que  rebuzna.  Nadaos  mas  común  que  estas  metáforas 
en  nuestra  lengua  i  en  todas  las  lenguas  del  mundo. 

I  Araucano,  Año  de  1833.) 


LATÍN  I  DERECHO  ROMANO 


Todos  los  ari^umeiitos  qiic  s^e  hacen  contra  el  estadio  de  la 
leiiíjua  latina,  i  que  lia  reproducido  a  la  larga  el  Valdivia- 
»íO  Federal  en  su  último  número,  se  pueílen  reducir  a  uno 
solo:  ([ue  el  tiempo  que  se  dedica  al  latín  puede  emplearse 
en  la  aclqu¡sic¡«.»n  de  otr«»s  coníximicntos  mas  provechosos. 
Alguna  fuerza  pudiera  hacernos  este  argumento,  si  viéramos 
que,  al  paso  que  de.síi¡xirece  de  entre  n  -sotros  el  latín,  se  cul- 
tivaban las  lenguas  extranjeras;  que,  en  lugar  de  Virjilío  o 
Quinto  Curcio,  andaban  en  manos  de  los  jóvenes  Milton,  Ro* 
bcrtsDn,  Racine  o  S¡sm(»ndi;  í  que  las  clases  destinadas  a  las 
ciencias  naturales  contaban  con  algún  número  de  alumnos 
Pero  no  es  así;  desaparece  el  latin,  í  no  vemos  qué  lo  reem- 
place. Notamos  también  que  los  que  sobresalen  en  los  cono- 
cimientos modernos  son  por  lo  regular  aquellos  mismos  que 
se  han  dedicado  al  latin;  i  esto  era  lo  que  naturalmente  debía 
suceder.  La  enumeración  que  vamos  a  hacer  de  las  utilidades 
del  estudio  de  aqu(dla  lengua,  servirá  de  respuesta  a  los  quo 
desean  verla  olvidada  i  proscrita. 

Primeramente,  es  difícil  hablar  con  propiedad  el  castellano, 
sí  no  so  posee  la  lengua  madre,  de  que  se  derivan  casi  todos 
los  vocal)los  i  frases,  i  a  que  en  la  construcción  i  el  jenio  se  ase- 
meja tanto.  ¿Do  qué  proviene  el  mal  uso  que  se  hace  entre 
nosotros  de  multitud  de  voces,  i  los  solecismos  que  se  come- 
ten amenudü  liablaiulo  i  escr¡l)icndo?  Se  dirá  con  razón  que 
proceden  de  no  estudiarse  el  castellano;  pero  es  preciso  aña- 
dir que  una  de  las  cosas  que  hacen  mas  fiicil  su  estudio,  i 


!()f^  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


ñus  llevan  con  mas  brevedad  i  seguridad  al  uso  lejítimo  de 
«US  vocablos  i  frases,  es  el  conocimiento  de  la  lengua  latina. 
Ks  un  error  creer  ([iie  se  aprende  la  propiedad  del  castellano 
con  solo  estudiar  la  f^ramática  de  la  Academia  u  otra  alguna. 

lín  segundo  lugar,  tampoco  hai  nada  que  facilite  mas  la 
adquisición  de  las  lenguas  extranjeras,  que  el  previo  conoci- 
miento do  la  latina.  No  hablamos  de  aquella  adquisición  su- 
perficial que  consiste  en  traducir  un  libro  fácil,  i  en  seguir  con 
soltura  una  conversación  sobre  materias  familiares.  Algo  vale 
sin  duda  esta  adquisición,  i  es  mucho  mas  rara  de  lo  que  se 
piensa.  Pero,  considerando  los  idiomas  como  otros  tantos 
medios  de  cultura  intelectual,  que  es  bajo  el  aspecto  que  los 
mira  el  Valdiviano,  es  menester  ir  mas  allá;  es  menester 
poseerlos  de  manera,  que  se  forme  una  idea  cabal  del  valor 
de  sus  signos,  i  de  las  varias  modificaciones  i  matices  que  sus 
enlaces  i  condiciones  dan  al  pensamiento;  sin  lo  cual  no  es 
posible  seguir  el  hilo  de  una  discusión  filosófica,  ni  compren- 
der los  procederes  del  análisis  de  objetos  abstractos;  i  todavía 
lo  es  menos  percibir  el  mérito  de  las  obras  de  injenio,  donde 
se  puede  decir  que  la  expresión  es  el  todo.  Para  aquellos  que 
no  poseen  las  lenguas  extranjeras  en  este  grado,  las  composi- 
ciones de  Racino,  La  Fontaine,  Bossuet,  o  de  Milton,  Pope  i 
Byron  (no  decimos  nada  de  escritores  como  Shakespeare  i 
Montaigne),  pierden  todo  su  colorido  i  hermosura.  Comprende- 
rán a  bulto  el  sentido,  pero  no  percibirán  el  espíritu  que  anima 
las  obra-j  maestras  do  lasarles,  de  cuyo  gusto  debe  empaparse, 
la  juventud  que  las  cultiva.  Para  llegar  a  este  punto,  conce- 
bimos que  sirve  de  muclio  aquel  hábito  de  análisis  filolójica, 
que  so  forma  en  el  estudio  do  las  lenguas  antiguas.  Esta  es 
una  llave  maestra,  que  introduce  a  lo  mas  difícil  i  recóndito 
de  los  otros  idiomas.  -Si  se  averigua  quiénes  son  aquéllos  que 
mejor  entienden  el  idioma  francés  o  el  ingles,  i  son  mas  capa- 
ces de  verterlos  con  propiedad  en  el  nuestro,  se  echará  de  ver 
que  apenas  hai  uno  entre  ciento  que  no  haya  tenido  la  prepa- 
ración do  que  hablamos. 

En  tercer  lugar,  para  el  cultivo  de  las  bellas  letras  es  de  la 
mayor  importancia  el  latín,  no  solo  porque  sin  este  medio  no 


Latín  i  DSAFriio  homano  309 

es  poaiblú,  a  lo  meaos  ea  díficultosisirao,  adquirir  laa  lenguas 
extranjoras  modernas  do  tal  modo,  cjue  seamos  capaces  de 
percibir  el  mérito  (lo  lo  ([Ue  so  ha  escrito  en  ellas;  sino  por  el 
valor  incomiKirable  ilo  las  inmortales  composiciones  de  loa 
oradores,  poetas  e  histuriaJort;»  latinos.  Quisíúrumos  que  nos 
dijese  el  Valdiviano,  si  no  valen  naib  on  su  concepto  las  fa- 
oilidades  do  leer  a  Virjílio  i  Cicerón  en  sus  orijinalee,  o  si 
cODoco  alguna  versión,  que  represento  con  mediana  fidelidad 
las  belW.aH  <Ie  c-itÍlo  i  de  sentimiento  do  estos  i  otros  escrito- 
res latinos.  En  aquellas  obras,  bebió  la  Europa  el  buen  gusto; 
i  con  ot  renacimiento  do  las  letras  latinas  i  gríu^^,  so  viú 
rayar  otra  era.  La  lilusofía  sacudió  las  cadenas  que  babian  ago- 
biado bnsta  entonces  a  la  razón  bumana;  i  desapareció  de  lai 
oíencins  la  mugi-e  del  escolasticismo.  Cundió  con  aquella  lite- 
ratura resucitada  el  amor  de  la  libertad,  cuyas  inspiraciones 
son  tan  enérjicos  en  las  producciones  de  la  elocuencia  antigua. 
Todo  varió  doaspecto.  Lo  mismo  sucederá  entro  nosotros.  Con 
las  felices  dispusícioncs  naturales  de  la  juventud  ctiilona, 
¿cuánta  no  debemos  prometernos  de  ella,  si  no  se  deja  aluci- 
nar  por  ese  espíritu  do  vandalismo  literario,  quo  corta  ol  vuelo 
a  las  mas  nobles  aspiraciones  del  injeiiio;  que,  balayando  a  la 
perena,  quiei-o  perpetuar  la  barbarie;  i  que  condena,  como  ran- 
cios i  góticos,  cabalmente  los  mismos  estudios  que  desterraron 
do  Europa  el  goticismo,  i  la  pulieron  i  civilizaron? 

En  cuarto  lugar,  la  lengua  latina  c»  la  lengua  do  la  rcÜjíon 
que  profesamos.  Todo  el  que  pueile  buenamente  hacer  su  es- 
tudio, estii  obligado  a  ello,  si  es  católico;  si  no  so  contenta  con 
oír,  sin  entender,  las  oraciones  i  los  íiiililimcs  cánticos  de  la 
iglesia;  i  sobre  todo,  si  quiere  instruirse  sólidamente  en  su 
doctrina  i  disciplina. 

En  quinto  lugar,  apenas  hai  ciencia  que  no  saque  muclio 
partido  del  conocimiento  do  las  lenguas  antiguas,  como  que 
8U  nomenclatura  es  casi  toda  latina  o  griega.  Sin  embargo,  no 
oreemos  que  en  el  Instituti)  so  exija  a  nadie  el  conocimiento 
previo  del  latín  para  cursar  las  clases  de  matemática.s  o  do 
ciencias  naturales.  Se  pido  este  requisito  a  los  que  so  dedican 
a  las  uíonvias  oclesiúslícas;  i  el  Valdiviano  niisuiü  n^conoce 
OPúsu.  ?7 


21ü  OPÚSCULOS  LITBRAAIOS  I  CRÍTICOS 


quo  en  ellas  es  indispensable.  Se  pide  también  para  los  estu- 
dios legales,  porque  se  cuenta  por  uno  do  los  necesarios  el  Je 
la  jurisprudencia  romana,  i  porque  muchos  de  los  glosadores 
i  tratadistas  de  la  nuestra  han  escrito  en  latin.  I  se  pide  para 
la  filosofía,  porque  todos  los  ((uo  entran  en  ella  lo  hacen  con 
la  mira  de  pasar  a  las  ciencias  eclesiásticas  i   legales. 

Pero  el  Valdiciano  cree  que  es  superfluo  el  estudio  del 
derecho  romano  i  i>ern¡c¡osa  la  lectura  de  los  glosadores  i  tra- 
tadistas. Por  lo  que  hace  al  derecho  romano,  nos  parece  que 
no  se  mira  su  importancia  para  nosotros,  i  aun  jxira  la  mayor 
parte  do  los  pueblos  modernos,  bajo  su  verdadero  punto  do 
vista.  Nosotros  creemos  quo  aun  la  lejislacion  mas  clara  i  me- 
tódica necesita  do  comentarios,  porque  no  es  lo  mas  diílcil 
entender  las  leyes  (i  en  las  nuestras  no  es  este  un  negocio  de 
pecjueña  dificultad),  sino  penetrarse  de  su  espíritu  i  saber  apli- 
carlas con  acierto;  operaciones  delicadísimas,  en  que,  siendo 
fácil  al  mejor  entendimiento  extraviarse,  no  le  estará  nunca 
de  mas  llamar  a  su  auxilio  las  luces  de  aquellos  que  han  ilus- 
trado esta  parte  difícil  de  los  conocimientos  humanos.  El  ju- 
risconsulto tiene  que  aplicar  las  leyes  a  todos  los  negociog  de 
la  vida,  le  es  necesaria  por  consiguiente  una  exacta  clasifica- 
ción de  todos  ellos;  i  como  el  número  de  las  leyes  es  siempre 
infinitamente  menor  ([ue  el  de  los  casos,  i  éstos  varían  infinito 
^entre  sí,  sin  un  hilo  que  lo  conduzca  por  este  intrincado  labe- 
rinto, está  en  peligro  de  tropezar  i  de  perderse  a  cada  paso. 
Ahora  bien,  el  derecho  romano,  fuente  do  la  lejislacion  esj>a- 
ñola  que  nos  rijo,  es  su  mejor  comentario;  en  él  han  l>ebido 
todos  nuestros  comentadores  i  glosadores;  a  él  recurren  para 
elucidar  lo  oscuro,  i  restrinjir  esta  disposición,  ampliar  aque- 
lla, i  establecer  entre  todas  la  debida  armonía.  Los  que  lo 
miran  como  una  lejislacion  extranjera,  son  extranjeros  ellos 
mismos  en  la  nuestra. 

Ilai  sin  duda  en  los  tratadistas  un  lujo  excesivo  de  distin- 
ciones i  de  sutilezas;  pero  todas  las  ciencias  tienen  su  lujo;  i 
no  es  mas  útil,  ni  mas  inocente,  el  de  la  zoolojía,  cuando  cuen- 
ta las  pintas  que  matizan  el  ala  de  una  mariposa,  o  el  de  la 
l>()tánica,  cuando  describe  los  mas  menudos  accidentes  de  una 


latín  i  dbrbcho  romano  21 1 

planta  que  para  nada  sirve;  ni  se  dirá  por  eso  que  la  zoolojía 
i  la  botánica  son  ciencias  inútiles.  Se  abusa  de  las  cosas  mas 
útiles  i  necesarias,  i  no  por  eso  es  justo  proscribirlas. 

Si  alguna  nación  pudiera  dispensarse  de  estudiar  el  dere- 
cho romano  i  de  consultar  tratadistas,  sería  tal  vez  la  Francia, 
que  ha  reducido  poco  há  sus  leyes  a  un  cuerpo  completo, 
metódico  i  proporcionado  a  la  intelijencia  do  todos;  cualida- 
des en  que  no  se  le  acerca  ni  aun  a  gran  distancia  el  caos 
enmarañado  i  tenebroso  de  la  lejislacion  española;  i  sin  em- 
bargo, se  cultiva  en  Francia  con  celo  el  derecho  romano,  se  le 
ilustra  con  nuevos  comentarios,  i  se  glosan  también  i  se  co- 
mentan los  códigos  nacionales. 

Pero  se  dice  que  Justiniano  fué  un  príncipe  tiránico,  i  que 
por  consiguiente  debemos,  como  buenos  republicanos,  conde- 
nar a  las  llamas  todo  lo  que  nos  venga  de  un  oríjen  tan  im- 
puro. Hagamos,  pues,  lo  mismo  con  las  Partidas,  que  son  un 
trasunto  de  las  Pandectas  romanas,  i  con  esa  multitud  de 
leyes  recopiladas  i  autos  acordados  que  dictaron  los  Fernan- 
dos, Felipes  i  Carlos,  en  un  tiempo  en  que  los  monarcas  do 
Castilla  no  eran  menos  despóticos  i  arbitrarios  que  los  empe- 
radores de  Oriente.  Pero  no  hai  necesidad  de  hacer  lo  uno  ni 
lo  otro.  La  forma  constitucional  do  un  estado  puedo  ser  de- 
testable, i  sus  leyes  civiles  excelentes.  Las  romanas  han  pa- 
sado por  la  prueba  del  tiempo;  se  han  probado  en  el  crisol  de 
la  filosofia;  i  se  han  hallado  conformes  a  los  principios  de  la 
equidad  i  de  la  recta  razón.  Distingamos  el  derecho  público 
del  derecho  privado.  El  primero,  que  es  el  malo,  nadie  lo 
estudia  en  las  Pandectas;  pero  el  derecho  privado  de  los  ro- 
manos es  bueno,  es  el  nuestro,  i  apenas  hai  en  él  una  u  otra 
cosa  que  necesite  simplificarse  o  mejorarse.  Esos  mismos 
emperadores  que  causan  tanto  horror  al  Valdiviano,  ejecu- 
taron en  él  reformas  importantes,  que  lo  han  hecho  mui  supe- 
rior al  código  de  hierro  de  la  república  romana,  i  que  han  sido 
adoptadas  por  la  mayor  parte  de  las  naciones  cultas  de  Eu- 
ropa. 

El  dereclio  romano,  por  (Ara  i)arte,  es  necesario  para  el 
canónico;  es  neeosario  para  el  derecho  de  jenles;  i  si  tenemos 


2!í  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

la  noble  curiosidad  do  explorar  las  instituciones  i  leyes  de 
otras  naciones  i  de  consultar  sus  obras  de  jurisprudencia  a  fin 
do  aprovecharnos  do  lo  muclio  que  hai  en  ellas  de  bueno  i 
aplicable  a  nosotros,  es  necesario  familiarizarnos  con  él  dere- 
cho romano,  cuyos  principios  i  leníjuaje  son  los  de  toda  la 
Alemania,  los  de  la  Italia,  la  Francia,  la  Holanda,  i  una  parte 
de  la  Oran  Bretaña. 

(ArnucanOf  Año  de  1834.) 


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EDUCACIÓN 


I^  educación,  este  ensayo  de  la  primera  edad,  que  prepara 
a  los  hombres  para  desempeñar  en  el  gran  teatro  del  mundo 
«1  papel  que  la  suerte  les  ha  destinado,  es  la  que  enseña 
los  deberes  que  tenemos  para  con  la  sociedad  como  miem- 
bros de  ella,  i  los  que  tenemos  para  con  nosotros  mismos,  si 
queremos  llegar  al  mayor  grado  de  bienestar  de  que  nuestra 
condición  es  susceptible.  Procurar  bienes  i  evitar  males  al  in- 
dividuo i  a  sus  semejantes  es  el  objeto  que  nos  proponemos  al 
formar  el  corazón  i  el  espíritu  de  un  hombre;  i  por  consiguien- 
te, podremos  considerar  la  educación  como  el  empleo  de  las 
facultades  mas  a  propósito  para  promover  la  felicidad  humana. 

El  carácter  distintivo  del  hombre  es  la  susceptibilidad  de 
mejora  progresiva.  La  educación,  que  enriquece  su  espíritu 
conoideas,  i  adorna  su  corazón  con  virtudes,  es  un  medio  efi- 
caz de  promover  sus  progresos;  i  mientras  mas  verdaderos  i 
mas  rápidos  los  haga,  mas  contribuye  a  que  llene  perfecta- 
mente su  destino  el  único  ser  que  habita  el  globo  susceptible 
de  adelantamientos.  Si  es,  pues,  necesaria  la  educación,  i  si  es 
necesario  perfeccionarla  con  las  reformas  que  aconseje  la  ob- 
servación del  corazón  humano,  es  una  cuestión  semejante  a  si 
es  necesario  promover  la  felicidad  común  i  habilitar  al  hombre 
para  conseguir  con  toda  la  plenitud  posible  los  objetos  que  en 
su  creación  se  propuso  el  Hacedor. 

Si  bajo  todo  gobierno  hai  igual  necesidad  de  educarse,  porque 
cualquiera  que  sea  el  sistema  político  de  una  nación,  sus 
individuos  tienen  deberes  que  cumplir  respecto  de  ella,  res- 


.n  '^FCscuLús  z.¡rERAh:os  :  chíneos 


¡iC'clo  do  ííus  familias  i  resjjetrto  do  .sí  mismos,  en  ningunos 
jiesa  mas  la  oblitraeiun  de  jíDjU-jct  este  ramo  importante  Je  h 
jirov¡,cr¡dad  social  que  en  los  gobiernos  republicanos,  pues 
K.riin  nos  lo  enseña  la  razón,  i  sezun  lo  han  observado  varios 
aiitoreH,  i  entre  ellos  particularn:ente  Montesquieu.  en  ninguna 
UNocíaeion  es  mas  interesante  que  en  las  ropúblioas.  Eli  objeta 
quíj  los  bombres  se  pro|>onen  en  toda  sociedad  es  la  consc- 
rw/inii  (b;  la  felicidad  jeneral.  L/>s  gobiernos  republicanos  no 
Hori  híiioIok  n'presentant'rs  a  la  vez  i  los  ajentes  de  la  voluntad 
riariorial;  i  estando  oblÍL^ados  como  tales  a  seguir  los  impulsos 
dr  t'Hii  voluntad,  nunca  podrán  eximirse  de  dedicar  sus  esfuer- 
y.oM  a  í'onsíguir  el  tTande  objeto  a  que  ella  tiende,  haciendo  a 
lo:<  individuos,  útiles  a  sí  mismos  i  útiles  a  sus  semejantes  por 
miMlio  i\r.  la  educación.  Por  otra  parte,  el  sistema  representativo 
dtimorrALico  habilita  a  todos  los  miembros  para  tener  en  los 
nttj/ociím  una  parte  mas  o  menos  directa;  i  no  podrían  los  puc- 
blot4  dar  un  paso  en  la  carrera  ¡xilítica  sin  que  la  educación 
fiivl»<«n  bi  jrneralídad  suficiente  para  infundir  en  todos  el  ver- 
d^df^'M  ronociniiento  de  sus  deberes  i  sus  derechos,  sin  el  cual 
litj  iiM|innibln  Ibínar  los  primeros  i  dar  a  los  segundos  el  precio 
qiir*  wm  tniirA'cj  a  interesarnos  en  su  conservación. 

Mna  tut  todos  los  hombres  han  de  tener  igual  educación,  aun- 
ijui.  »ía  pn-íino  (¡uí:  todos  tengan  alguna,  porque  cada  uno  tiene 
dialliito  modo  dcconlribuir  a  la  felicidad  común.  Cualquiera 
qiitt  títMx  |(t  i^tiiddiid  (¡ue  establezcan  las  instituciones  políticas, 
bilí  oiu  iMubui'i/o  en  lo'los  los  pueblos  una  desigualdad,  no  di- 
i'tíiiioa  jurArquiri»  (c(ti(^  nunca  pued(5  existir  entre  republicanos, 
bobiv.  todinm  lii  p<u*ti(íipacion  d(5  los  derechos  públicos;,  pero  una 
í|i;aiyuitliluil  díiciihdicion,  una  desigualdad  de  necesidades,  una 
dutjiuiíitldítd  dr.  nn'tuilo  dr  vida.  A  estas  diferencias,  es  preciso 
qiiii  bii  iihiuldí^  bi  cdui-iiiMon  para  (d  logro  de  los  interesantes  fines 
a  ipiu  bii  upiífa.  Varids  autores,  entre  elbis  niui  notablemente 
l.or.Ke,  bíh  íiudíurgo  d(<  su  inUiriís  por  la  mejora  de  la  especie 
iiiiuiaiiu,  ho  han  conMÍderado  la  educación  sino  como  un  don 
prc»;iotío  re.tiervailo  a  las  alias  clases,  si  así  nos  es  lícito  expre- 
sarnos para  diMióUiinar  aipiella  ponúon  do  individuos  que  por 
hWíi   iuayores   bienes   <le  fortuita,    o  por   los   hábitos   de  sus 


EüVCAClON*  Í15 


padres  se  dedican  a  la  profesión  de  las  ciencias,  a  la  dirección 
de  pfrandes  intereses  propios,  o  al  desempeño  de  los  cargos 
públicos.  Pero  es  no  solo  una  injusticia,  sino  un  absurdo,  pri- 
var de  este  beneficio  a  las  clases  menos  acomodadas,  si  todos 
los  hombres  tienen  ii^ual  derecho  a  su  bienestar,  i  si  todos  han 
de  contribuir  al  bienestar  jeneral.  Estas  clases,  como  las  mas 
numerosas  i  las  mas  indijentes,  son  las  que  mas  exijen  la 
protección  de  un  gobierno  para  la  ilustración  de  su  juventud. 
Mas  como  sus  necesidades  sociales  son  diferentes,  i  como  su 
modo  de  existir  tiene  distintos  medios  i  distinto  rumbo,  es 
preciso  también  darles  una  educación  análoga  a  esta  situación 
particular.  Concluyeron  entre  nosotros  los  tiempos  en  que  se 
ncíraba  la  intelijencia  a  la  masa  de  los  pueblos,  i  se  dividia  la 
raza  humana  en  opresores  i  oprimidos. 

Muí  fácil  es  considerar  ((ue  todos  los  hombres  son  suscepti- 
bles de  ií^ual  extensión  do  conocimientos;  mas  como  no  debo 
tratarse  de  dar  a  cada  uno  sino  los  necesarios  para  la  felicidad 
que  apetece  en  su  estado,  la  cuestión  debe  únicamente  ceñirse 
a  los  que  mas  convenientes  les  sean. 

Está  universalmente  reconocido  que  uno  de  los  principios 
de  la  felicidad  común  es  hacer  al  pueblo  lo  menos  pobre  po- 
sible. Sus  comodidades  aumentan  indudablemente  con  8U 
dedicación  a  los  trabajos  lucrativos;  mas,  aunque  ellos  sean  la 
fuente  de  su  riqueza,  no  por  eso  son  tan  incesantes  que  les 
impidan  la  adquisi(*ion  de  conocimientos  útiles  i  el  ejercicio 
dol  entendimiento.  Los  primeros  años  de  la  vida  son  los  mas 
a  propósito  para  esto  interesante  objeto.  Aun  considerando  la 
necesidad  de  proporcionar  ventajas  a  las  labores  productivas, 
sería  conveniente  que  el  liombre  no  se  dedicase  a  ellas  hasta 
después  de  cierta  edal,  hasta  que  se  hubiesen  desarrollado  com- 
pletamente sus  facultades;  porque  el  hombre,  como  todos  los 
animales,  no  puede  producir  toda  la  utilidad  de  que  es  capaz, 
.si  una  aplicación  prematura  al  trabajo,  no  le  deja  adquirir  el 
vigor  i  madurez  que  se  necesitan  en  él.  Sin  estas  calidades, 
sería  contrario  a  la  producción,  a  la  economía,  a  la  salud,  esc 
mismo  trabajo,  que  es  un  manantial  de  prosperidad,  cuando  se 
emprende  después  de  los  primeros  años.  Pero  si  esta  época  pre- 


'216  OPÚSCCLOS  LITER Aillos  I  CRÍTIC05 


cifj^n  ih:  la  vida  en  que  toclavía  es  improductivo  el  brazo  del 
hombre,  se  emplea  en  ilustrar  su  entendimiento,  en  refrenar  sus 
pasiones,  i  en  inspirarle  el  amor  a  la  ocupación  i  el  hábito  de  las 
virtudirs,  se  harán  incomparablemente  mas  útiles  a  la  sociedad 
i  a  él  mism  '  las  ocupaciones  que  le  procuren  después  lo  nece- 
fifirio  para  su  subsistencia. 

iJe  los  dos  ramos  a  que  puede  reducirse  la  eilucacion,  esto 
es,  la  formación  del  corazón  i  la  ilustración  del  espíritu,  el  pri- 
mero en  sus  principios  fundamentales  no  puede  ser  debido  sino 
a  la  educar-ion  domdstica.  Las  impresiones  de  la  infancia  ejer- 
cen sobre  todos  los  hombres  un  ¡wder  quo  decide  jeneralmcnto 
de  sus  hábitos,  de  sus  inclinaciones  i  de  su  carácter,  i  como  la 
época  en  que  ellas  emplean  su  poder  es  cabalmente  aquella  en 
que  no  conocemos  mas  directores  de  nuestra  conducta  que  los 
padres,  claro  es  que  a  ellos  hemos  de  deber  esta  parte  del  ejer- 
cicio de  las  facultades,  que  sería  demasiado  tardía  si  la  retar- 
dásemos hasta  hallarnos  en  aptitud  de  recibir  la  educación 
pública.  En  los  primeros  períodos  de  la  rejeneracion  de  un  pue- 
blo, i  de  una  rejeneracion  como  la  que  hemos  experimentado 
los  americanos,  es  casi  imposible  conseguir  la  perfección  en  la 
dirección  de  la  niñez  del  corazón  humano;  hai  vicios  en  las  cos- 
tumbres; las  virtudes  son  mas  bien  obra  del  instinto  que  de  la 
persuasión,  i  esta  situación  moral  no  permite  que  la  educación 
domestica  se  ciña  a  reí:!^las  fijas,  cuyas  aplicacron  decida  del 
buen  éxito.  Mas,  mejorándose  sucesivamente  las  jcneraciones 
con  el  auxilio  de  la  educación  pública,  no  es  difícil  presajiar 
quo  llegará  el  dia  en  quo  iK)damos  hacer  jeneralmente  un  uso 
benéfico  i  filosófico  do  la  autoridad  paternal. 

Por  lo  que  hace  a  la  educación  pública,  no  es  necesario  em- 
plear muclios  raciocinios  para  probar,  como  ya  lo  liemos  indi- 
cado, quo  no  debe  ceñirse  a  preparar  a  los  hombres  para  las 
<listintas  especies  de  carreras  literarias  i  para  las  profesiones 
mas  elevadas;  porque  no  es  el  bienestar  solo  de  una  pequeña 
porción  do  la  sociedad  el  que  se  dcbcj  promover.  Ponerla  a  el 
alcance  de  todos  los  jóvenes,  cualesquiera  quesean  sus  propor- 
ciones i  su  jénero  de  vida,  estimularlos  a  adquirirla,  i  facilitar 
esta  adquisición  por  la  multiplicidad  de  establecimientos  i  la 


uniformidad  de  mítodos,  sun  medios  efiíaccs  ¡¡ara  dar  a  la  edu- 
cación el  impulso  mas  conveniente  a  la  pros¡)(;ridad  nacional. 
Esla  es  deüjmcs  de  nuestra  cmnnc^ípaeion  una  de  las  mas  im- 
portantes reformas:  educados  para  oljedecfr,  careciainos  de 
neocsidades  intelectuales;  pero  elevados  a  una  jerai*(¡uía  iK>l¡tíc'4i 
análoga  a  lu  naturaleza  del  hombro,  las  hemos  visto  nacer  con 
nuestra  trafifunnacion  aoeial,  i  observamos  cjuo  coda  día  ensan- 
cha la  eív¡h/.aci(in  el  eíreulo  de  ellaa. 

Parece  diñeil  a  primera  vista  dar  a  la  instniccion  púhlicA 
una  jeneraliilad  tan  grande  ((uc  se  consiga  ponerla  a  el  aleancc 
de  todas  las  clases.  Pero  ¿i|ué  obstáculos  se  presentan  on  nin- 
guna sociedad  que  no  puedan  ser  allanadoií  por  leyes  acomoda- 
das al  carácter,  a  la  índole,  a  las  necesidades  i  a  la  situación 
moral  de  cada  pueblo?  Es  preciso  reconocer  también  que  por 
nuestra  íiTtuna  nos  hallamos  ya  en  un  siglo  en  que  no  nece- 
sitamos abandonarnos  para  la  reforma  du  nuestros  pueblos  a  las 
inspiraciones  del  jenio,  sino  que  tenemos  ejemplos  tpie  seguir, 
i  podemos  acnjernos  a  los  auxilios  do  una  fecunda  ex|)erienGÍa. 

Por  numerosa  que  sea  la  clase  menos  acomodada  de  nuestra 
población,  no  es,  felizmente,  el  ilustrarla  una  obra  superior  a 
nuestros  esfuerzos.  Al  principio  sería  talvez  difícil  lograr  quo 
loa  padres  se  desprendiesen  espontáneamente  de  sus  hijos  con 
ol  estímulo  de  adquirir  bienes  cuyas  ventajas  desconocen;  poro 
¿cuántos  resortes  no  se  podrían  emplear  para  obligarlos  a  esto 
sacrílicio,  que  no  se  consideraría  como  tal,  sino  mientras  no  se 
reportasen  lus  primeros  frutos?  Después,  el  instruirse  so  baria 
una  necesidad  imprescindible,  i  sin  ningún  trabajo  so  verían 
pobladas  de  alumnos  tas  o-scuelas.  A  este  celo  debo  la  Prusis 
el  que  apenas  se  encuentre  en  su  territorio  un  joven  quo  no 
sepa  leer  i  escribir. 

Para  jeneralizar  i  uniformar  a  un  mismo  tiempo  la  ins- 
trucción, nada  mas  obvio  i  eficaz  que  la  creación  do  escuelas 
que  formen  a  los  profcaorcs.  Consultando  en  ellas  la  ¡«rfeccion 
i  la  sencillez  de  los  métodos,  i  diseminando  después  a  los  alum- 
nos aptos  por  todo  el  territorio  de  la  república,  como  otro» 
tantos  apóstoles  de  la  civilización,  hallaría  ta  juventud  en  todaa 
partas  los  mismos  medios  de  adquirir  esta  importantísima  ven* 


218  OPÚSr.lLOS  LITEIIARIOS  I  CIlÍTICOS 


taja,  i  hal)¡l¡tarsc  para  dedicarse  desdo  temprano  al  jénero  de 
indtislria  que  del)¡a  proporcionarle  recursos  para  su  subsisten- 
cia. En  varios  puntos  do  Europa,  i  con  mas  escrupulosidad  en 
el  norte  de  Alemania,  se  fomentan  con  un  éxito  felicísimo  esta 
clase  do  establecimientos. 

El  círculo  de  conocimientos  que  se adquierenen estas  escue- 
las erijidas  para  las  clases  menesterosas,  no  debe  tener  mas 
extensión  que  la  que  exijen  las  necesidades  de  ellas:  lo  demás 
no  solo  sería  inútil,  sino  hasta  perjudicial,  porque,  ademas  do 
no  proporcionarse  ideas  que  fuesen  do  un  provecho  conocido 
en  el  curso  do  la  vida,  se  alejaría  a  la  juventud  demasiado  de 
los  trabajos  productivos.  Las  personas  acomodadas,  que  adquie- 
ren la  instrucción  como  por  una  especie  do  lujo,  i  las  que  se 
dedican  a  profesiones  que  exijen  mas  estudio,  tienen  otros  me- 
dios para  lograr  una  educación  mas  amplia  i  mas  esmerada  en 
cx)lojios  destinados  a  este  fin. 

En  cuanto  a  las  nociones  que  haya  de  adquirir  esa  gran  por- 
ción de  un  pueblo  (jue  del)e  su  subsistencia  al  sudor  de  su  frente, 
i  que  es  en  gran  manera  digna  de  la  protección  de  los  gobiernos, 
i  debe  (considerarse  como  uno  do  los  instrumentos  principales 
de  la  riqueza  pública,  no  presenta  dificultades  la  cuestión.  Los 
j)rincipios  d<?  nuestra  relijion  no  pueden  menos  do  ocupar  el 
primer  lugar:  sin  ellí)s  no  podríamos  tener  una  norma  quo  arre- 
glase nuestras  acciones,  i  que,  dando  a  los  extraviados  impulsos 
dtd  corazón  el  freno  de  la  moral,  nos  pusiese  en  aptitud  do 
llenar  nuestros  deberes  para  con  Dios,  para  con  los  hombres 
i  para  con  nosotros  mismos. 

(Jomo  (jualquiera  (pío  sea  el  ejercicio  que  se  adopte,  no  po- 
demos prescindir  de  las  relaciones  con  los  demás  individuos, 
i  como  para  (»1  (tuitivo  de  estas  relaciones  no  basta  solamente 
la  palabra,  leer  i  escribir  es  una  necesidad  indispensable  a  todos 
los  hombres,  que  sin  este  auxilio  carecerían  también  de  medios 
para  conservar  en  seguridad  i  en  orden  los  pocos  o  muchos 
negocios  a  que  se  entreguen.  ¿Cómo  confiarlos  exclusivamente 
a  la  débil  i  falible  custodia  de  la  memoria? 

La  lectura  i  la  escritura  no  se  conocerían  sino  de  una  manera 
muí  imperfecta,  si  no  se  agregase  a  ellas  el  estudio  de  la  gra- 


EDI  r.ACION  1VJ 


miUíca,  i  no  j)Oílrian  prestar  toda  la  utiÜilaJ  que  se  puede  es- 
perar de  ellas  para  el  ejercicio  de  cualquiera  profesión,  si,  con- 
tentos solo  con  estos  coninrimientos,  prescindiésemos  de  la 
aritmética.  Este  ramo,  uno  de  l.»s  mas  importantes  de  la  edu- 
cación, porque  es  el  que  mas  constante  i  frecuente  aplicación 
tiene  a  las  relaciones  do  los  hombres,  no  puede  ser  ignorado 
sin  que  se  hag'.i  sentir  su  falta  a  cada  paso  de  la  vida;  desde 
las  mas  cuantiosas  i  extensas  especulaciones  mercantiles  hasta 
el  ramo  de  industria  mas  pobre  i  mas  humilde,  necesitan  do 
su  auxilio. 

Tal  vez  sería  demasiado  exijir  en  la  infancia  de  nuestros  puc-, 
blos,  pero  no  |>odria  menos  do  ser  grato  a  los  amantes  de  su 
prosperidad;  no  ceñirse  a  la  adquisición  de  estos  conocimientos 
necesarísimos,  i  enriquecer  la  Ovlucacion  popular  con  otras  ideas 
no  tal  vez  indispensables  en  el  curso  ordinario  de  la  vida,  pero 
que  elevan  el  alma,  proporcionan  medios  para  ocupar  con  pro- 
vecho los  momentos  que  dejan  sin  empleo  las  tareas  que  forman 
nuestra  ocupación  principal,  i  constituyen  la  felicidad  de  mu- 
chos instantes  de  la  existencia.  Entre  estas  ideas,  se  pueden 
contar  como  mas  interesantes  algunos  principios  de  astronomía 
i  do  jeografía,  no  enseñados  con  la  profundidad  de  que  son 
susceptibles  estos  ramos,  i  que  requiere  la  posesión  de  otros 
elementos  científicos,  sino  en  lijeros  compendios  i  en  forma  de 
axiomas  i  noticias,  i  algunas  cortas  nociones  de  historia,  que 
den  un  conocimiento  del  mundo  en  lossÍL^lospa.sados,  i  délos 
acontecimientos  principales  ocurridos  desde  la  creación.  Aun 
cuando  estas  reducidas  nociones  no  hagan  mas  que  excitar  la 
curiosidad,  e  infundir  para  satisfacerla  la  afición  a  la  lectura, 
se  habrá  heclio  un  bien  positivo  a  la  población.  iCuantas  horas 
perniciosamente  sacrificadas  a  los  vicios  o  penlidas  en  el  ocio 
serán  empleadas  en  un  útil  recreo!  Talvez  podrán  parecer  estas 
indicaciones  sujeridas  por  un  deseo  cxajerado  e  irrealizable  de 
innovar;  jKíro  mui  fácil  será  convencerse  que  no  hai  en  esto 
exajcracion  ni  quimeras,  si  se  considera  que  aun  en  muchos 
puntos  do  la  India  se  ha  dado  por  los  misioneros  ingleses  toda 
esta  i  talvez  mas  latitud  a  la  educación  de  las  clases  mas  mi- 
serables. 


^20  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Mas,  si  por  no  ser  de  primera  necesidad  estos  ramos  de  cn- 
neñanza  se  pueden  omitir  en  los  primeros  tiempos  de  nuestra 
transformación  social,  no  es  posible  que  suceda  otro  tanto  con 
el  conocimiento  de  nuestros  deberes  i  derechos  políticos.  Reji- 
dos  por  un  sistema  popular  representativo,  forma  cada  uno  parte 
de  eso  pueblo  en  quien  reside  la  soberanía,  i  muí  difícil  o  impo- 
sible es  conducirse  con  acierto  en  esta  posición  social,  si  se  ig- 
nora lo  que  podemos  exijir  i  lo  que  puede  exijir  de  nosotros  la 
sociedad.  El  estudio  de  la  constitución  debe,  por  consiguiente, 
formar  una  parte  integrante  de  la  educación  jeneral,  no  con  la 
profundidad  necesaria  para  adquirir  un  conocimiento  pleno  del 
derecho  constitucional,  sino  recomendando  solo  a  la  memoria 
sus  artículos,  para  ponerse  al  cabo  de  la  organización  del  cuer- 
po político  a  que  pertenecemos.  Sin  esto,  ni  podremos  cumplir 
jamas  con  nuestras  funciones  como  miembros  de  él^  ni  tendre- 
mos por  la  conservación  de  nuestros  derechos  el  celo  que  debe 
animarnos,  ni  veremos  jamas  encendido  ese  espíritu  público, 
que  es  uno  de  los  principios  de  la  vitalidad  de  las  naciones. 

Nunca  puede  ser  excesivo  el  desvelo  de  los  gobiernos  en  un 
asunto  de  tanta  trascendencia.  Fomentar  los  establecimientos 
públicos  destinados  a  una  corta  porción  de  su  pueblo,  no  es  fo- 
mentar la  educación,  porque  no  basta  formar  hombres  hábiles 
en  las  altas  profesiones;  es  preciso  formar  ciudadanos  útiles, 
es  preciso  mejorar  la  sociedad;  i  esto  no  so  puede  conseguir 
sin  abrir  el  campo  de  los  adelantamientos  a  la  parto  mas  nume- 
rosa de  ella.  ¿Qué  haremos  con  tener  oradores,  jurisconsultos 
i  estadistas,  si  la  masa  del  pueblo  vive  sumerjida  en  la  noche 
de  la  ignorancia,  i  ni  puedo  cooperar,  en  la  parte  que  le  toca, 
a  la  marcha  de  Jos  negocios,  ni  a  la  riqueza,  ni  ganar  aquel 
bienestar  a  que  es  acreedora  la  gran  mayoría  do  un  estado? 
No  fijar  la  vista  en  los  medios  mas  a  propósito  para  educarla, 
sería  no  interesarse  en  la  prosperidad  nacional.  En  vano  desea- 
remos que  las  grandes  empresas  mercantiles,  los  adelanta- 
mientos de  la  industria,  el  cultivo  de  todos  los  ramos  de  produc- 
ción, proporcionen  copiosas  fuentes  de  riqueza,  si  los  hombres 
no  so  dedican  desde  sus  primeros  años  a  adquirir  los  conoci- 
mientos necesarios  para  la  profesión  que  quieran  abrazar,  i 


EDCCACIOX  '22 


si  por  el  hábito  de  ocuparse  que  contrajeron  en  la  tierna  edad, 
no  se  preparan  para  no  ver  después  con  tedio  el  trabajo.  Las 
impresiones  de  la  niñez  ejercen  sol)re  nosotros  un  puder  irre- 
sistible i  deciden  por  lo  común  de  nuestra  folit-idad.  Difícil  es 
que  el  que  deja  pasar  este  período  hermoso  de  la  vida  sumerjido 
on  el  abandono,  el  que  no  aprendió  desde  niño  a  sojuzgar  la 
natural  inclinación  al  ocio,  el  que  no  se  ha  creado  la  necesidad 
do  emplear  algunas  horas  del  dia,  pueda  después  mirar  sin 
horror  el  trabajo  i  no  prefiera  la  miseria  al  loíjro  de  un  desa- 
hogo i  de  unas  comodidades  que  juzga  demasiado  caras  si  las 
compra  con  el  sudor  de  su  frente.  Con  seres  de  esta  esi^ecie, 
¿habrá  moral,  habrá  riqueza,  habrá  prosperidad? 

{Araucano,  Año  de  I83G.) 


FOMENTO 


DEL  KSTÜÜIO  DK  LAS  CIKNCLVS  FÍSICAS  I  MATK.\LKTI(:AS 


Es  sabido  que,  a  pesar  de  la  propagación  i  adclantaniieiito.s 
que  obtiene  en  nuestra  época  la  ciencia  econóniico-ixjlítica,  ¡ 
do  haber  sido  jeneralmentc  adoptada  como  base  d<;  lejislacion  i 
administración  entre  los  pueblos  cidtos,  sus  mismos  principios 
han  sufrido  notables  excepcion(?s,  seijun  las  circunstancias  do 
los  países  en  que  han  sido  introducidos  o  aplicados.  I'Istas  «fxcop- 
ciones  las  notamos  mas  o  menos  practicadas  en  las  antij;^iiaH, 
como  en  las  nuevas  naci<jiios,  en  los  pueblos  adelantados  en 
civilización,  como  en  aquellos  que  nacen  a  ella,  cuando  na 
trata  de  leyes  protectí)ras  de  las  manufacturas  o  de  las  artí»H,  i 
aun  de  los  productos  del  suelo,  i>or  medio  d«í  premios  i  estímu* 
los  en  favor  de  éstas,  o  de  prohibiciones  i  trabas  al  <romer(;ío 
de  afuera. 

No  es  nuestro  ánimo  recomendar  [Kjr  ahora  senH'jant^'H  trab.iH 
a  nuestros  lejisladores;  aunque  desearíamos  v^t  tratada  a  fondo 
la  cuestión  por  nuestros  hombres  de  ciencia,  H^ibre  hawta  qu/í 
punto  convendría  adoptar  o  rcí.ha/^'ir  por  alioru  las  opínjon^'s 
de  los  economistas,  con  aplicación  a  nuentro  país,  i  qtiíí  «e  ihiU 
case  al  menos  qué  jéneros  de  induj^tna  del;4;ríari  introducirme 
o  fomentarse  con  el  tiempo. 

Entre  tanto,  creemos  por  nuestra  partí;  que  léjoH  d<í  d<*jar 
absolatamffnt.r*  al  íntererí  individual,  o  al  tieiij|;</,  i:|  itrnp<:ño 
de   introducir   alíruno»   artí;í;ji/:los  o   manufa^turaH,    |/'Jon   ti. 


TV5CLL05  LITERALJOS  I  CRÍTICOS 


aljaníl'jnaiT.'iis  ¿.irjtimcTiL'?  a  la  esperanza  de  que  con  el  acre- 
<x-ntami-r:ito  Jv  j».bla.ri'jn  i  nquí-za.  se  establezcan  en  éjxxía  no 
*li?ííar.t<;  l:ib  iníinuía.tiira-  mas  es«j:2ciales  o  las  mas  propicias 
para  el  incTemento  Je  csti  riqu*'Zti  i  o  rupacion  del  pueblo,  es 
indispensable  que  la  acírion  de  la  Idi^latura  i  el  ijobiemo  se 
emplee  desde  ahora  en  preparar  i  apresurar  aquella  época,  en 
cuant-j  se  pueda,  si  no  tememos  verla  ín.lefinidamente  retarda- 
"!a.  o  que,  cuando  ella  llegue  por  la  naturaleza  de  las  cosas,  o 
^'.a  en  fuerza  de  las  necesidades  públicas,  su  marcha  sea  to- 
<lrivía  dema:»iado  lenta  o  incierta. 

La  alianza  o  unión  estrecha  que  existe  actualmente  entre  las 
urtes  i  manufacturas  i  las  ciencias  físicas  i  matemáticas,  nos 
trazan  por  fortuna  el  camino  que  deberemos  seguir  desde  luego 
para  prepararnos  a  recibir  las  primeras  con  scíruridad  i  prove- 
cho; i  hé  aquí  también,  en  nuestro  concepto,  lo  primero  con  que 
delxírá  favorecerse  a  nuestra  futura  industria  manufacturera; 
las  ciencias  físicas  i  matemáticas  deberán  ser  la  antorcha  que 
preceda  i  alumbre  esta  marcha  o  este  gran  progreso;  i  toca  al 
gobierno  estimular  su  estudio,  propagación,  cultivo  i  adelan- 
(amiento,  precisamente  en  uno  de  los  pueblos  mas  bien  organi« 
zados  o  dispuestos  para  esta  clase  de  estudios,  i  cuya  juventud, 
aun  sin  semejantes  estímulos  i  sin  aplicación  alguna  lucrativa 
<le  estas  ciencias,  no  ha  cesado  de  manifestar  su  aQcion  i  preCo 
rencia  a  ellas. 

lis,  pues,  indispensable  que  se  críen,  aun  cuando  fuera  arti- 
íicialmcnte  o  sin  mayor  utilidad  por  ahora,  los  estímulos  o 
carreras  mas  propias  para  mantener  i  propagar  entre  nosotro.s 
el  cultivo  de  unas  ciencias  que  podríamos  llamar  las  mas  útiles, 
si  no  se  considerase  su  aplicación  bajo  el  aspecto  del  incrc- 
menti;  de  la  riqueza  púl)Iica,  al  menos  en  cuanto  sirven  para 
bcnciíiciar  un  número  mayor  de  individuos,  contribuyendo  cíi- 
cazni(»nto  a  proporcionarles  ocupación  i  conveniencia,  i  a  me- 
jorar por  consiguiente  su  condición  moral  i  social.  Ellas  debe- 
rán s(Tvir  mui  pronto,  i  aun  antes  del  establecimiento  de  la 
industria  manufacturera,  para  ser  aplicadas  a  la  agricultura 
i  a  la  minoría,  que,  como  es  sabido,  so  hallan  felizmente  en 
progreso,  i  (juo  no  tardarán  en  llamar  jonralmento  en  su  auxilio 


rauBNTD  iiBL  KSTi'ud  UK  [-U  cttucu»  rteuus  m 

a  laa  cluncios,  Ksto  ompicxa  ya  a  sucotlcr  piuvialmcntc,  al 
menos,  eii  fLicr¿a  de  lat  multiplicadas  subdivisiooes  de  los 
ti«-nLs,  cjue  proporctunan  orupacíun  a  )•»  a^rimensQres,  ido 
las  máquinas  Iiídráulii-aa  t  de  uiras  cla.s«3  (¡iie  w  CAtin  intro- 
ducienda  en  la  agn<:uUura,  lus  caiinlt»  du  hv^,  los  diques  i 
otras  construixuoncs  cicntífiísLs,  sin  tiumvru-  la  de  los  bonwii  i 
domas  ramos  igualmente  cienlifluos  q»c  eun  majnrr  razón  neo»* 
sita  actualmente  la  minería. 

Mas  las  ocupaciones  o  cmpleu»  i|ut->  xc  dan  al  presente  a  los 
hombres  de  ciencia,  cütiín  léjo^  do  ser  sulicicnli»i  para  aorvir 
lie  estímulo  o  de  una  carrera  segura  q;ic  dí^terminu  al  estudio . 
constante  de  ella.  Por  esta  razón,  vemos  no  ihjcos  vei-rs  sus- 
tituido al  estudio  de  las  matemáticas,  entre  jóvenes  que  ya 
liabian  hecho  con  fruto  lu  milarl  del  camina,  ct  do  la  IcjUJocion, 
que  dcbia  proporcionarles  una  existencia  mas  honoriljca,  i  so- 
bre todo  mas  cierta,  a  pesar  del  número  excesivo,  al  parecer, 
tte  abogados  que  se  cuenta  en  el  dia,  i  que  siempre  oblíono  la 
preferencia  en  casi  todas  las  carreras. 

Felizmente  el  goliicmo  ha  prosentido  esta  necesiilad,  i  pro- 
visto el  futuro  importante  destino  de  las  ciencitis;  i  sin  aguar- 
dar a  que  se  complete  o  ponga  on  ejercicio  el  reglamento  de  la 
Universidad,  o  sea  el  plan  jeneral  de  esturlios  para  la  rijpuhlica, 
que  se  está  trazando,  se  propone  desde  luego  el  c-stableeimionto 
de  un  cuerpo  científico  de  injenieros  civiles,  dut^idu  por  la 
nación,  i  al  que  serán  llamados  los  jóvenes  que  mas  se  tiayan 
distinguido  en  el  estudio  de  la.s  matemáticos;  quienes  al  mismo 
tiempo  de  recibir  o«le  fomento,  serán  distribuidos  u  empleuilos 
útilmente  en  los  diversos  trabajos  que  ro([uiertí  ot  estado  del 
país,  para  la  mejora  i  comodidad  de  la.s  poblaciones  i  princíivil- 
monte  de  loa  caminos,  canales,  puertos  í  demás  medios  do 
oomunicacinn.  El  servicio  de  estos  injcnicros  no  sw  hallará 
limitado  a  los  trabajos  que  emprenda  la  administración  en  la 
capital  o  en  las  pi"ovineÍas;  se  pundrún  n  disposición  do  los 
particulares,  siempre  que  se  trate  do  alguna  empresa  nueva 
o  de  utilidad  mas  o  ménüs  directa  [«ira  el  público,  en  que  so 
requieran  conocimientos  especiales  o  ciontifleos;  i  esto  será 
íambicn  un  nuevo  medio  de  fomento  qu<^  pueda  prestar  el  j^n- 


226  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


bicrno  en  favor  de  semejantes  empresas,  i  do  lucro  a  la  vez  para 
la  clase  distinguida  de  injenicros. 

Ademas  de  esto,  existe  desde  algún  tiempo  en  la  capital  de  la 
provincia  de  CoqnimI>o  un  colejio  de  minería,  cuyos  progresos 
apunas  lian  sido  percibidos  del  público,  a  pesar  del  esmero  de 
su  director  i  sus  eminentes  conocimientos,  i  de  la  constancia 
i  aplicación  do  sus  alumnos.  Varios  de  estos  están  ya  al  con- 
cluir su  carrera,  sin  que  falten  algunos  que  so  hayan  hecho 
notar  por  su  habilidad  o  extraordinarios  adelantamientos.  La 
mano  protectora  del  gobierno  se  extenderá  mui  pronto  hacia  es- 
tos jóvenes  beneméritos,  que  con  menos  estímulos  todavía  que 
los  matemáticos  de  la  capital  de  la  república,  no  han  dudado 
en  lanzarse  por  una  semla  sembrada  de  dificultades  i  contra- 
dicciones. Otro  cuerpo  de  injenieros  de  minas  ha  entrado  ya 
en  los  cálculos  del  gobierno,  debiendo  salir  de  él  los  peritos 
que  establecen  las  ordenanzas  de  minería  en  cada  asiento^i  que 
nunca  han  podido  plantearse  por  falta  de  sujetos  idóneos;  los 
cnsayíidores  de  metales  en  las  casas  de  moneda  i  cerca  de  las 
aduanas,  por  donde  se  extraen  las  barras  i  pastas,  sin  mas 
avaluación  que  un  cálculo  aventurada  i  perjudicial  igualmente 
al  fisco  i  al  minero;  i  saldrán  finalmente  los  muchos  injenieros 
do  minas  que  necesitan  o  necesitarán  con  el  tiempo  los  parti- 
culares para  sus  nuevas  construcciones  i  empresas. 

Convencido  por  último  el  gobierno  do  la  necesidad  de  que, 
tanto  los  inJLMiieros  civiles,  como  los  de  minas,  se  perfeccionen 
en  sus  respectivas  profesiones  con  el  examen  i  estudio  práctico 
que  i)roporci()nan  los  viajes  en  países  mas  adelantados,  pro- 
pondrá a  las  cámaras  l(»j¡slativas  que  se  d(*stine  alguna  suma 
para  esto  objeto,  con  la  mira  de  que  cuatro  al  menos  de  estos 
injenieros  se  hallen  continuamente  viajando;  do  modo  que 
puedan  sustituirsí^  unos  a  oLn^s  en  semejantes  viajes  cada  dos 
o  tres  anos. 

En  la  pre])ara(rion  i  reali/acion  de  estos  proyectos,  sabemos  que 
se  ocupa  aefualmeiiUM»!  gobienu);  ellos  (le])erán  conducir  desde 
liici>o.  scüfiin  los  principios  anteriormente  expuestos,  al  mayor 
(IrsL'ii volvimiento  i  i)rocrr(;so  do  nuestra  riqueza  nacional  en 
sus  (los  principales  ramos  dn  airritaillura   i  minería;  i  deben 


FOMENTO  DEL  ESTIDIO  DE  LAS  CIENCIAS  FÍSICAS  '227 


preparar  las  vías  para  la  inlroiluecion  de  las  artos  i  las  ma- 
nufacturas en  una  época,  (juc  nos  lisonjeamos  en  creer  no 
esto  muí  distante  de  la  iiiiostra;  tonióndose  siempre  presente 
que  los  pueblos  mas  ailelantudos  en  esta  carrera,  deben  su 
prosperidad  a  la  propagación  de  los  conocimientos  cientíticos, 
que  han  j)ermitido  a  cada  empresario  de  una  manufactura  cual- 
quiera, tener  a  su  disposición  los  servicios  de  un  i:i;«Miieix)  o  do 
un  maquinista  para  auxiliar  sus  trabajos.  Prosi-iiulimos  de  los 
descubrimientos  i  aplicaciones  importantes  que  i)ueden  hacerse 
por  los  sabios  en  países  enteramente  nuevos,  i  los  diferentes 
píXKluctos  que  para  las  manufacturas  i  el  comercio  podrán  sa- 
cai'se  de  nuestro  suelo;  i  baste  por  ahora  la  consideración  délas 
ventajas  conocivlas  e  inmediatas  que  debo  derivar  el  país  del 
cultivo  de  las  ciencias  físicas  i  matemáticas,  para  que  manifes* 
temos  nuestros  velicmenles  deseos  de  c[ue  la  realización  do  los 
proyectos  del  crobierno  no  sea  retardada  o  embarazada  por  nin- 
crun  evento. 

•Arnurnno,  Ano  do  lí<U.) 


REFORMAS  \TCESARL\S 


8í  la  solidez  de  pñnTcpsj^  e  iies§  ^  1k  c¿LjeQD&  x^  íxn. 
tan  jeneralmente  raoüectcáii  ea  cas:  ^:ii.i£  S3s  aciij^.  d«de  ipe 
esle  país  perieo&x  «  «i  iBism<,  a  fc^ssaor^  «p'xsL  «a  qoe  «s£a 
preciosa  calidad  ha  r- lacáio  xnai  ^e  «q  BXBigUBa  cCra.  bKíaria 
para  fijaiia  a  los  oyj&  dd  méoos  «x^serraics',  cxzi':>  pacoliar  o 
distintÍTa  del  carácter  nacáonaJ.  X  j  dcs  deftm^Jremas  en  reoor- 
dar  aoontedmientús  pasados,  i  ni  fiiq[iikra  lo»  del  aa3  que  acaLa 
de  terminar  1841 ,  tan  ftcimio  en  hachos  qpie  al^stignan  i 
proclaman  aqudla  Teriad:  nv»  bastará  fijarnos  p3r  un  m'> 
mentó  en  lo  que  pasa  actoalmentc.  i  preguntamos  a  nosotros 
mismos:  ¿a  qué  aspira,  o  qué  es  lo  que  desea  el  país? 

Por  nuestra  parte,  creemos  haber  interpretado  fielmente  estas 
aspiraciones  o  deseos  de  la  nación,  siempre  que  hemos  hablado 
de  una  libertad  política  racional  i  moderada,  tal  cual  la  dis* 
frutamos  actualmente;  del  mantenimiento  de  la  paz  interior  i 
orden  público,  sin  mezcla  de  temores  para  lo  venidero,  como 
felizmente  se  presenta  a  nuestra  vista,  en  fuerza  de  los  hechos 
a  que  hemos  aludido  antes;  de  reformas  i  mejoras  en  el  orden 
judicial,  para  asegurar  con  nuestros  derechos  individuales  osta 
paz  pública  i  aquella  libertad;  del  cumplimiento  i  realización 
de  la  leí  fundamental  en  todas  sus  partes,  como  en  las  leyas 
del  réjimen  interior,  de  la  instrucción  pública,  organización 
de  la  milicia,  etc. 

Finalmente,  nuestro  gobierno  comprende  sus  deberes  a  esto 


230  OPÚSCULOS  LlTEnARIOS  I  CRÍTICOS 


respecto,  i  no  depende  de  su  mano  el  que  no  se  hallen  en  gran 
parto  provistos  i  ejecutados;  conoce  las  necesidades  del  país  i 
sus  deseos,  i  liacc  cuanto  es  posible  para  satisfiícerlos.  Mien- 
tras que  el  pueblo  a  su  vez,  justamente  conQado  en  la  buena 
voluntad  i  patriótico  empeño  del  gobierno,  marcado  en  todas 
sus  acciones,  parece  aspirar  únicamente  a  mejoras  materiales, 
o  a  aquellas  sobre  todo  de  que  dependen  el  fomento  de  la  ri- 
queza i  el  bienestar  jeneral. 

Por  oso,  creemos  también  haber  asegundado  los  deseos  del 
país,  cuando  hemos  tratado  de  estas  mejoras  materiales;  de  la 
remoción  de  los  obstáculos  que  so  oponen  a  su  realización,  o  a 
los  adelantamientos  industriales;  de  la  necesidad  i  urjencia  do 
atender  a  los  caminos  existentes  i  abrir  otros  nuevos,  así  como 
do  la  navegación  interior  i  de  nuestras  costas;  de  las  provincias 
del  sur  i  su  incremento,  proporcionándoles  la  necesaria  comu- 
nicación entre  ellas  mismas,  de  un  moílo  estable  i  seguro,  i  sin 
la  fuerte  burrera  opuesta  a  la  civilización  i  adelantamiento  por 
la  barbarie  de  los  araucanos,  enclavados  en  el  centro  de  aque- 
llas provincias,  etc.,  etc.  I  creemos  haber  penetrado  el  espíritu 
nacional,  proponiendo  o  indicando  los  medios  conducentes  a  la 
consecución  de  aquellos  objolos,  o  la  parte  al  menos  quo  son 
llamados  a  tomar  (d  gobierno  i  cuerpos  leji.slativos  en  los  di- 
versos ramos  de  fomento. 

Mas  esta  parlo,  o  la  cxlcnsiou  desús  operaciones,  solo  puede 
medirse  por  el  estado  de  nui'slras  rentas,  o  el  sobrante  que  ellas 
presenten  sobro  los  gastos  de  prinieru  necesidad,  para  auxiliar 
con  él  los  tr¿il)a¡t)s  púl)lieos  de  ludo  j-.'nero;  que  de  otro  modo, 
no  es  posible  lleiruen  a  verilicarse,  por  falta  de  especuladores 
para  empresas  enteramente  nuevas  o  desconocidas  en  estos 
países. 

De  aíjuí  la  neeesida.l  primordial  que  reconoce  la  nación,  do 
(jrandc-^  oconou}!:}^^  o  lo  (jiiees  lo  mismo,  de  arreglos  íinancie- 
ros  en  todos  los  deparUunenlos  liseales,  que  deben  producirlas; 
sin  tocar  por  eso  a  dotaeiones  esenciales  para  el  mejor  desem- 
peño de  los  diversos  ramos  del  servicio  i)iiblic.),  o  sin  una  parsi- 
monia, talve/.  demasiado  pequeña  i  minuciosa,  que  pudiera 
llevarnos  a  los  extremos,  i  que,  lejos  de  inlluir  en  el  aumento 


(le  la  renta,  mas  bien  puJicra  c*»nlriljiiir  a  su  J.va'l'-n-.-ia:  como 
sucedería  principalmente  con  una  diminución  j.  -j  c-.»n?íiJenwla 
on  el  número  i  dotaciones  de  los  funoi'.marl /s  «. ii.ar/alus  de 
la  recaudación,  manejo  i  l¡iju¡dav.i  »n  d«:*  e-i'as  n.-nt  '.s. 

ríe  aquí  las  economías  o  arroi^los  qn--'  nos  licm  .-s  íiír«vido 
a  recomendar  al  cuerpo  leji.slativ  *k::í  i:i:is  de  u:¡a  r^jífri-n.  prin- 
cipalmente cuando  hemos  tra'ad»»  d»*!  «•in;;p--íit'»  extranjero,  i 
que  nunca  ha  di\scuilad  »  el  a<*tM;il  ír'j];i«-:*n  j.  >  ■an.'S  pormitidM 
en  esta  parte  referirnos  al  m«'ni»>  a  l-i-  d-*  r-.í  -^  i  disjj<.isic¡o- 
nesdel  departamento  ih:  haci»nl:i,  in«-«-rt'.»?>  en  l.?«dví>  números 
anterioi*es  de  este  pajud. 

El  primero  de  ellos,  que  ticno  pi'»r  ul/j'.'!o  la  presi-ntaciun  i 
arreglo  de  las  cucnt  is  di^  c:!-l"i  i  ¡>r  ■>  ijíUí.-Im-  anurd^s,  es 
comprensivo,  a  nuestro  mo  !•»  de  v*t,  d.  •  i)  1  j  un  ^ist«-!ii.i  ente- 
ramente nuevo;  es  la  cjivu-rion  pL.iía  i  ri«(»:a  de  la  leí  funda- 
mental en  esta  materia,  o  su  co::i^ji<.'m''nt>  indi.>pensalilc;  la 
realización  sustancial  del  sistema  rupr<.sentativo  entre  nosotros, 
i  una  de  las  mejores  prendas  de  dcs¡nt«res  i  amor  al  ónlen 
constitucional,  que  pueda  dar  un  .í;:oL¡erno.  Con  justa  razón, 
pues,  el  presidente  d<í  la  repúl/ii^-a,  en  el  preámbulo  de  í^stc 
rK)table  decreto,  consi.lera  la  nccesida  1  de  establecer,  por  medio 
de  él,  en  la  administración  de  las  rentas  nacionales,  «un  orden 
que  ponera  en  armonía  la  h-tra  i  espíritu  de  la  constitución 
política  del  estado,  cun  el  sistema  du  cuenta  i  razón  vijeote 
en  las  oficinas  de  hacienda,  i  fjtijj  Itíjrjn  e/ec/¿/:a  la  resj^Ofisa" 
biliflad  chj  los  ñiiai'<tru>  d'í  fl''.<¡faclio.^ 

No  culpemos  a  nadie,  ni  a  ninL'"unacpoca,  de  que  esta  respon- 
sabilidad, no  s(i  haya  heclij  ánt»ís  de  ahora  tan  efectiva,  como 
al  presente;  yran  les  trut  js  i  útiles  lecciones  nos  han  Icí^ado  las 
épocas  precedc¡it(.*s,  i  nunca  faltaron  a  sus  hombres  de  estado 
ocupaciones  vitales  (juc  debían  absorlxjr  todo  su  tiempo.  A 
esta  causa,  sin  duda,  d»'be  atribuirse  el  retardo  en  la  presen- 
tación de  las  cuentas  de  irasLo.-:»  i  presupuestos  a  cada  lejislatura, 
i  la  prontitud  o  prr.:ip¡taci<.iu  con  (|U(;  se  apresuraban  a  apro- 
barlas i  saneiouarla.s.  Kn  adi^lante,  u^raeias  a  la  tranquilidad 
de  que  disfrutamus  i  a  la  liberalidad  del  dí:creto  que  nos  ocupa, 
i\slus  cuentas  i  pre.iupueslos   d'íberán  sírr  presentados  en  lo» 


t:  *.m.:«  irm  tivg  : 


ini?   :^±r^X:  Jlis    j^  i\  í*s¿.?Q  ordinaria  de  las  cámaras, 
ffj  -fl  nisii»:  ^.itr^rz-y  el  cimiiio  a  la  mas  libre  i  dete- 


z^Lí  Ijsc'zsíi'z  ií  Ha  :nT»>rtantcs  piezas  de  estado,  i  somc- 
tKC:  L:  •»¡i  rZii-  A  li  T^^^iTA  mc-oaal  eí  coadro  completo  do  sos 

A  pesir  3í  -rsí.:'-  seríi  mui  peyaeño  el  fruto  de  semejante 
CcE¿:iri,  :  se  joirti  eluiir  ficilraente.  sin  las  reírlas  i  trabas 
csíab  a*í1jl5  ea  el  c::aÍ3  d-ítr^to,  en  tSrJen  al  modo  de  llevar 
las  cuentas  i?  los  pTe?3pa*?t.>?  en  caJji  ano  de  los  ministeríoB, 
en  la  coa:aJ'jrii  raaT:r  i  »?n  ti.iJas  las  oficinas  pagadoras;  sien- 
do necesario  este  coa^ferto.  para  que  no  se  disponga  en  un 
año  de  I-?s  fjn-ioí?  destinados  al  anterior,  que  no  puedan 
exeeier^e  lz<  sumís  votadas  para  gastas  extraordinarios,  im- 
{K^vistút?,  de  befieñeencta,  utilidad  pública,  etc.,  i  que  re- 
caiga, en  una  palabra,  la  responsabilidad  real  i  efectiva  sobre 
el  funcionario  a  que  corresponda.  Porque  es  evidente  que  las 
oGdnas  pagadoras,  sin  conocimiento,  como  ban  estado  hasta 
ahora,  de  lo  que  se  libraba  para  los  gastos  mencionados  contra 
cada  una  de  ellas,  nunca  podrian  decidir,  si  estas  libranzas 
e!Lcoilian  o  no  a  los  presupuestos;  circunstancia  que  igualmen- 
te  debía  ignorarse  |X)r  los  mismos  ministros  del  despacho,  por 
falta  de  una  oficina  central  que  llevase  la  cuenta  de  tales  li- 
branzas, i  de  un  rejistro  manual  de  ellas  en  cada  ministerio, 
que  pudiese  consultarse  i  con  el  que  debiesen  ser  confrontadas. 

Es  inútil  decir  que  el  citad;)  decreto  precave  todos  estos  ma- 
les para  lo  sucesivo;  sus  provisiones  fáciles  i  sencillas  están  a  el 
alcance  de  todos,  consistiendo  una  de  sus  calidades  mas  reco- 
mendables a  nuestro  modo  de  ver  en  la  claridad  de  sus  disposi- 
ciones, i  la  simplificación  que  establece  en  el  modo  de  proceder 
en  la  materia,  ahorrando  al  mismo  tiempo  inútiles  i  complicados 
trámites. 

Igual  carácter  presentan,  sin  duda,  los  decretos  del  mismo 
departamento  sobre  arreglos  en  la  administración  i  economía  de 
la  renta  que  acaso  mas  los  necesita,  i  que  por  medio  de  ellos, 
puede  lle;,^ar  a  hacerse  considerablemente  mas  productiva  para 
el  erario  i  menos  gravosa  para  el  comercio  i  los  contribuyentes 
o  consumidüivs  de  la  especie,  a  los  que  puede  ademas  propor- 


oiondrscles  en  mayor  sbundancia  i  <le  mejor  calidad  que  huta 
ahora;  so  comprende  que  tratamos  de  la  reota  de  btbacovi  d^ 
mas  especies  estancadas,  sohre  cuya  prorístoo,  príneipcdmnrie 
en  las  provincias,  se  han  elevado  i  elevan  tantas  qu'-jas;  loe 
decretos  a  que  acabamos  de  hacer  referencia,  son  dcMinadoa 
a  remediar  en  gran  parte  el  mal,  i  asegurar  U  mas  recta  i  ptns 
administración  de  las  oficinas  (listantes  i  sulialtema.4;  mientras 
que  se  preparan  otras  medidas,  cuyo  efecto  ncceaaño  deberi 
ser  la  Biipresion  casi  total  del  contrab.indo  de  los  tabacoff,  na 
mayor  costo  ni  violencia,  i  la  bondad  en  las  calidades  ([ue  M 
introduzcan  i  distribuyan  en  lo  sucesivo  por  cuenta  del  TtMco. 
No  debe  olvidarse  que  esta  renta  fue  especialmente  afectada  al 
pa^  de  lo9  ilividendos  i  amortización  de  la  deuda  extranjera; 
i  quo  su  producto,  por  consi^icnte,  se  creyó  mas  quo  bastante 
para  satisfacerla;  ignoramos  si  semejante  cálculo,  fundado  nín 
duda  en  el  producto  probable  de  la  renta  bien  ailministrada, 
fué  o  nó  exacto;  pero  están  a  la  vista  de  todos  los  rcRultados;> 
esperemos,  sin  embargo,  que  el  gobierno,  ascgundailo  por  la 
operación  do  sus  medidas  i  por  la  deferencia  i  buena  volun* 
tad  de  los  acrccdoi-cs  británicos,  pueda  conseguir,  al  mismo 
tiempo,  un  arreglo  equitativo  para  el  pago  i  gradual  extinción 
de  la  deuda  diferida,  i  un  aumento  sustancial  i  progresivo  de 
rentas  con  que  le  sea  dado  cumplir  exactamente  con  tan  sa- 
grado empeño. 

Atan  importante  On,  i  al  de  poder  aplicar  algunas  otras 
entradas,  o  ol  sobrante  de  todas  ellas  [después  de  satisfechas  las 
mas  urjentes  necesidades  del  servicio  público)  a  los  primeros 
medios  de  fomento  de  la  riqueza  nacional, — deberá  contribuir 
en  gran  manera,  según  lo  dejamos  indicado,  el  arreglo  de  las 
demás  rentas  que  prepara  el  gobierno,  i  principalmente  el  del 
orden  económico  de  las  aduanas,  sus  tarifas  i  el  cntrepucsto, 
para  quo  ha  sido  autorizado  especialmente  el  señor  ministro 
del  ramo.  Sus  trabajos  preparatorios  en  esta  parte,  son  ya  bas- 
tante interesantes  i  extensos;  i  deberán  ser  concluidos  i  puestos 
en  ejecución  antes  de  la  sesión  venidera  del  cuerpo  K'jtslativo, 
a  cuyo  efecto  se  trasladará  mui  pronln  el  expresado  señor  mi- 
nistro a  Valparaíso. 


234  OPÚSCULOS  LITERAUIOS  I  CRÍTICOS 


Entre  tanto,  nos  os  altamonle  satisfactorio  i>crcibir  |x:)r  la» 
discusiones  del  cuerpo  lejislativo,  por  sus  votos  de  confianza 
al  gobierno,  i  las  reciiMites  publicaciones  que  han  aparecido  so- 
l)ro  las  rentas  de  la  república,  la  parte  que  toma  ahora  el  paí-s 
en  una  materia  que  antes  parecia  complicada,  oscura  i  por  lo 
mismo  inubürdable  o  tediosa,   aun  para  aquellos  que  debian 

■ 

entender  en  ella.  Es  una  señal  lisonjera  de  IjOS  tiempos  presen- 
tes, del  adelantamiento  de  las  ideas  e  instituciones,  i  del  de- 
senvolvimiento d(»  aquella  notable  calidad  del  carácter  chileno 
a  que  hicimos  referencia  al  principio,  i  sobre  la  cual  podemos 
fundar  salvamento  nuestras  esperanzas  de  orden  i  estabilidad 
i  de  verdadero  i  sol  ¡fio  ])roírreso. 


11 


Entre  las  mejoras  o  reformas  que  piden  con  preferencia  el 
esta  lo  del  país  i  la  opinión  nacional,  señalamos  en  nuestro 
número  anterior  la  organización  judicial  i  la  do  la  instrucción 
pública,  como  exijcncias  o  complementos  indispensables  de  la 
constitución  del  estado.  Aunque  el  texto  do  ella  i  su  encargo  a 
las  próximas  lejislaturas  no  fueran  tan  expresos  i  urjentcs,  el 
mismo  estado  de  i)rosperidad  a  que  ha  llegado  el  país,  por 
medio  del  orden  público,  felizmente  establecido,  el  de  su  orga- 
nización política  casi  consumada,  el  desenvolvimiento  de  su 
industria,  aumento  de  población  i  riqueza  i  mil  otras  causas, 
concurrirían  a  demostrar  la  necesidad  de  estas  reformas,  sen- 
tida i  palpada  casi  en  todos  los  momentos  do  la  vida  pública  i 
aun  privaíla  de  los  chilenos.  Así  también  creemos  que  no  haya 
habido  otras  mas  reconocidas  por  la  opinión  solemnemente 
expresada  en  casi  todas  las  lejislaturas,  antes  i  después  de  la 
gran  convención,  ni  mas  recomendadas  en  los  mensajes,  me- 
morias i  otros  papeles  de  estado. 

Los  demás  ramos  del  servicio  público  habían  recibido  de 
antemano  alguna  organización  que  ciertamente  no  podia  lla- 
marse perfecta,  pero  que  al  menos  era  extensa  o  comprensiva 
del  mismo  ramo.  De  este  modo,  la  organización  del  ejercito, 


nacida  con  la  lucha  de  la  indoj.cndcncia,  o  de  la  necesidad  de 
la  defensa  del  país,  fué  cum¡)l(ítada  hicii  pronto;  i  hoi  i>o.see  el 
estado  militar  sus  ordenanzas  i  leyes  uriránieas,  con  un  minis- 
terio i  un  esta. lo  mayor  que  velan  sobre  su  observancia,  i 
trabajan  en  su  mejora  o  a'lelantamiento.  \o  habian  sido  menos 
favorecidas  la  hacienda  pü!)liea  i  casi  todas  las  a.l mi nist racio- 
nes que  dependen  do  ella,  al  menos  en  estos  últimos  años, 
aunque  se  reconozca  la  necesidad  de  su  mejora  c^í'^ilnal,  o  do 
las  granflcs  ocononiías  a  íjuc  aludinus  en  otra  ocasión  recien- 
te. También  hemt)s  llama  lo  la  atención  hacia  los  beiiefuios  que 
derivaba  el  país  «leí  estalilecimiento  de  la  policía  urbana  de 
seguridad,  i  las  funda  las  esperanzas  que  ella  nos  sujeria  de  su 
extensión  a  la  policía  rural. 

Mas  la  administración  de  justicia  i  la  instrucción  pública, 
agreG^adas,  como  de  un  modo  subalterno,  a  un  ministerio  recar- 
gado ya  con  las  relaciones  exteriores  i  las  atenciones  constantes 
i  del  momt'nto  que  ex!Í«Mi  en  nuestro  sist<'ma  central  aquella 
policía  i  to  1)  el  réjimen  interior  i  íT;i!)ernativt>,  no  podían  lograr 
la  contracción  })í'í  leriíite  Oésjvcial.  ind;>pi  usables  para  recibir 
una  mediana  «priranizav:.':!,  u  para  aru  lir  siquiera  al  remedio 
de  .los  males  urj(-ntes.  o  le  sin  e.>ia  c»>ntraí-ci.^n  especial  déla 
primera  aiil<j:-i  1 1 1  dvl  e-t  i  !<>  a  Ix  ramos  -.I..'  justicia  e  instruc- 
ción pública,  era  ¡m;)o-ib!e  !i:n!t 'irilonos  poralioraal  primero) 
adelantar  un  pa-  »  o  \  elar  >ii  jui<Ta  en  la  ol».^ervanc¡a  de  las  leyes 
i  buen  desem:;erio  íle  1  .<  encarLM  1  «s  «le  ejecutarlas,  a  nadie  se 
ocultará  que  ten /a  el  mas  mediano  con'.ícimiento  del  caos  de 
nuestra  h-jisiaviion  i  >:is  \\A  jsas  [>iMctieas  i  iK'  las  tradiciones 
col  «nialr^  que  proval-eian  naturalmente  en  nuestras  cortes  de 
justicia  i  dem;is  triínmal-s.  Eiw  preciso  a  lemas  elevar  esta 
administrar;  MI  al  ranir  mI-  uiivule  lo- altos  p^íleres  del  estado, 
dándole  uiij.  ii:j¡)  «ríaneia  c  jít»  si,'.>udiente  i  un  órirano  digno 
i  especial  cjrca  drl  primer  maji^'.rado.  por  cuyo  intermedio  se 
atendiese  a  í¿us  neeesida  les.  se  ¡»ri>veyesen  sus  funcionarios,  se 
promoviesen  prudentemente  las  rekirmas  i  mejoras  reclamadas 
por  la  opinión  i  la^  cirounstaneia^,  i  se  mantuviese  entre  los 
mismos  altos  p  j.leres  h.  armonía  que  «.-xijen  la  lei  fundamental 
i  la  con  serva" 'ion  d"!  ór:len  públic;». 


i-ii  T#r:^m.»  uts&aaios  i  cbíticos 


%.\>a  rjia  ¿yirr^j.t?  i  dimct?  objetos,  fué  establecido  el  minis'- 
teri>  Je  ;u>::oJr3,  irjL!t:>  e  instrucción  pública;  un  ministerio 
que  Je^¿il  Tv^:a::.r  :c»i.i5  lcfc5  ramc^  que  forman  las  costumbres  i 
b  nx\rAl:i:;i  íe  j.>>  purM.-^,  i  que  abrazan  la  relijion  del  es- 
Uio.  prlirion  A:oaj¿  ^n  de  tolo  buen  gobierno,  la  libertad  civil, 
kabiíie  do  ljb>  deinjisí  hS^rt&ies  i  aun  los  fundamentos  del  porve- 
nir en  U  en^ondia  xa.\r&l  i  SvVioI  de  la  juventud  i  la  infancia. 
ll;ik!^^  e:^:Jbv'vs  niui  p.v\>  o  nada  habia  podido  hacerse  en  estos 
runc^.  t^vl.^  e^u.vM  por  oreviise;  mas  en  poco  tiempo  vimos,  en 
couiio  .\1  oaltvx  <vhad.^  K^  fundamentos  de  la  nueva  iglesia 
metro}v!;:Aa.\  i  >us  s^uira^ineas,  vim^  crecer'cada  dia  la  admi- 
nbtr«KÚv>:)  de  jatuoia  en  efectividad  e  importancia,  i  extenderse 
la  instxtKvion  púMis^a  fuera  del  Instituto  i  de  la  capital,  a  que 
osUiba  iintos  OAS4  li.n;::&ia:  tuvimos  tribunales  de  comercio 
or^Aiú^aJvX!^^  i  lei  de  jtíío,'.!  ejecutico,  contra  el  fraude  i  la 
mala  fe^  o  {v.\rA  la  ák^^aridad  de  los  tratos;  los  tribunales  em- 
pezaix^n  a  jujiTíir  s^e^n  el  texto  de  la  lei  i  a  fundar  en  él  sus 
áentencia^;  a  or-r>^ni¿ar  i  uniformar  su  réjimen  interior  i  eco- 
nómivv^;  anvitlar  sus  compotencias,  i  remediar  los  abusos 
introiUioixIv'á  en  Kvis  ca^^^s  de  implicancia,  recusación  de  jueces, 
iwnu^üosdo  uuliJavK  ote;  el  procoilimiento criminal,  sobre  todo, 
fué  abivviado  i  mejorado  considerablemente,  por  medio  de 
varia:*  r\*í»las  <|uc  estabkwn  la  necesaria  vijilancia  sobre  la 
exacta  aplicación  de  las  leyes  penales  i  la  fiel  ejecución  do  las 
sentencias,  las  visitas  pcrióvlícas  de  cárceles  i  otras  muchas 
moilidas  no  meaos  cseneiales  i  urjentes. 

Talos  fuci\ui  en  líl'^bo  las  primeras  ventajas  que  so  lograron 
con  lacriwcion  del  minÍNterio  de  justicia,  en  orden  a  la  mejora 
o  roforniu  ile  esle  ramo,  hasta  entonces  poco  entendido  o  des- 
cuidado, \'ca!nos  ahora  alcanas  de  las  obtenidas  al  mismo 
tiempo  i  por  el  mismo  ministerio,  en  su  importante  atribución 
de  la  instrucción  pública;  i  con  solo  observar  desdo  luego  que 
esto  ramo  carecia,  como  hasta  ahora,  de  una  administración 
jencral  o  suix>rior  que  le  diese  algunas  reglas,  las  plantease, 
o  ejecutase  i  aun  descendiese  a  los  detalles  do  su  economía  i 
distribución  en  todo  el  país,  sin  dejar  do  velar  continuamente 
sobre  la  conducta  de  los  superiores,  catedráticos  i  aun  maestros 


inreriores,  so  oonoobirú  fácilmcnto  cuan  lílil  i  necesaria  era  la 
mano  criadüra  de  un  ministro,  <le  quien  ilimanascn  todnn  la» 
ónienes  i  arreglos  a  esta  respecto.  I  si  en  la  administración  de 
jtislicia,  estaljlccida  tic  antemano  eon  sus  corles  do  apciaeiones 
i  suprema,  encargadas  de  aquella  ecunomia  intonor  i  «uperior 
vijilaneia  respecto  de  los  tribunales  i  jueces  inferioras,  ora  útil 
i  necesario  el  establecimiento  del  niiniütorio  que  debía  enten- 
der en  su  mejora  i  darle  rejjlas  para  corrojir  sus  abusos,  ¿con 
cuánto  mayor  fundanieato,  »o  era  de  desear,  que  este  mismo 
ministerio  extendiese  sus  cuidados  al  ramo  do  la  educación  pú- 
blica, que  carecia  abí^ulutamente  de  dirección  i  centro?  Asi 
también  sus  primeros  cuidados  por  la  mejora  del  Instituto 
Nacional  i  restablecimiento  de  su  ilopartamciito  do  intcrnOH, 
hicieron  de  este  cuerpo  el  Bomillero  de  donde  tuvieron  orijen  o 
fomento  los  colejios  de  ambos  sexos  do  la  capital,  que  so  apro- 
vecharon de  sus  lecciones  i  prorosores,  los  de  las  provincias 
(jue  se  criaron  o  restablecieron  poco  después,  viniendo  de  ellas 
a  recibir  en  el  Instituto  instrucción  i  mantenimiento  gratuito 
muchos  jóvenes  pobres  i  los  huérfanos  de  los  ciudadanos  be- 
neméritos. La  instruecion  primaria  fué  al  mismo  tiempo  me- 
jorada i  propagada;  imprimiéronse  libros  a  costa  del  estado, 
introUujéronse  nuevos  métodos,  i  aun  se  hizo  oí  primer  ensayo 
en  loa  cuerpos  cívicos  de  escuelas  dominicales  para  adulto!^. 
En  fin,  sin  contar  con  la  escuela  normal,  que  se  esti'i  organi- 
zando, i  que  deberá  dar  maestros  ¡Llóneoa  i  morales  a  la  ense- 
ñanza primaria  i  secundaria  del  pueblo,  sin  hacer  mérito  do 
los  primeros  pasos  del  ministerio  para  fomentar  i  protejer  la 
do  las  niñas  pobres  i  sin  detenernos  en  los  muchos  reglamentos 
i  metlidas,  cuyas  ventajas  en  el  impulso  dado  jior  ellas  a  la 
instrucción  pública  estamos  palpando,  no  cesaremos  do  llamar 
la  atención  hacia  el  futuro  establecimiento  de  la  universidad 
do  Chile,  cuyas  bases  han  sido  sometidas  a  una  comisión  i 
aprobadas  por  ella,  como  no  dudamos  lo  siTán  igualmente  en 
la  próxima  sesión  lejíslativa,  para  que  cuánto  antes  sean  lle- 
vadas a  debido  efecto.  El  establecimiento  de  la  universidad, 
bajo  el  plan  mas  económico  que  ba  sido  posible  en  punto  a  la» 
reñías,  debe   ■■nmprendcr,  m  uno   misma  administración,   la 


t>*  "irif^irL:-*  lítxíía£:o>  i  ci;mco5 

supcrintenlonoía  jer.rral  ilo  ctlucacion.  criada  por  la  lei  funda* 
mental  i  el  plan  ae  l-'ítmIíos  do  la  repüMica,  i ínialmente  pro- 
visto p.r  ella,  aton  li -n  ::•  a  un  t:em>3  a  los  demás  objetos 
universíioric^  i  liI  skTv::::»  público,  como  auxiliar  del  gobierno 
en  krk'S  !•:•>  ramos  vicn.iikvs  i  de  k monto. 

Por  l'j  o\¡vjos:.t,  o  p  T  1j  q  lo  ha  hecho  ya  el  ministerio  de 
justicia  on  i-l  prln^i  j:  >  !o  >u  cr^-a.-i  .»n,  con  resi>octo  únicamento 
a  los  djs  d.';vir:  \:yi.*:it  '-:  d.*  quo  n'^-?  hemos  ocupado,  podrá 
íácilmonte  iiiforirs.-  do  cuAn  inmensa  utilidad  para  el  país  no 
xiún  los  trabaj.K  «{ae  ov.vuío  o  ompronda  on  lo  sucesivo  sobre 
o>t<^  i  los  do:n:i<  rain  >s  do  su  carero.  15  istaria  nombrarlos, 
para  (pío  no  ij»!,- !  i<j  la  iViCn  r  soml'ra  de  duda  acerca  de  la 
nov.v>ida-l  do  >u  dc^ínoMilirajion  do  los  domas  ministerios,  a 
tiii  do  que  íuo>on  rc_raIarinont  ?  at.Mididi."S.  Uoií>trose  si  no,  la 
lei  oi*:r.i:iio:i  i!o  1.  'Iv  ¡Mcoro  d.*  JS-jT.  i  se  verá  que  al  minis- 
torio  del  intei'i'tr  i  r-laoioaos  oxíorioros  están  asignadas  vein- 
tisi.'is  atrii>iu-i.»:i.\s  ospooiau-s,  vointivlos  al  de  hacienda,  i  diezi- 
nuovo  al  ile  iruorra  i  marina,  mientras  que  al  de  justicia, 
culto  o  in^truceiun  jniblica,  han  cabido  treinta  i  nueve,  todas 
ollas  de  primera  írra vedad  e  importancia,  i  que  no  podían 
permanecer  coino  sec^umlarias  o  anexas  a  otros  ministerios,  i 
por  Consiguiente  desatendidas  o  anuladas. 

Sin  embargo,  en  un  escrito  reciente  que  ha  merecido  la  acep- 
tación pública  bajo  muchos  respectos  i  que  ha  sido  justamento 
encomiado  en  las  columnas  de  este  papel,*  encontramos  en  su 
introducción  algunas  expresiones,  cuya  tendencia  sería  poner 
en  duda  la  utilidad  o  necesidad  de  la  existencia  del  ministerio 
de  justicia  e  instrucción  pública,  considerada  bajo  el  aspecto  do 
los  gastos  adicionales  al  presupuesto  que  ocasiona  esto  nuevo 
ministerio.  Por  nuestra  parte,  creemos  que  no  debíamos  dejar 
correr  tales  dudas,  i  en  un  escrito  de  esta  naturaleza,  llamado 
naturalmente  a  una  extensa  circulación  dentro  i  fuera  del  país, 
nos  hemos  empeñado,  por  lo  tanto,  en  su  exclarecimiento.  Esta- 
mos lejos  de  pensar  que  serán  necesarios  para  el  gobierno  de 


*  (Jpúi^cido  sobre  la  Hacienda  Pública  de  Chile,  por  don  Diego 
.losó  IJcnavcnte. — Primor  cuaderno.— /íTí^^r/')?/.!  de  la  Opinión. 


nEFOR]JAS  NECESARIAS  '230 


un  millón  i  medio  de  habitantes  los  vastos  i  multiplicados  esta- 
blecimientos que  re(|iiieren  los  grandes  estados,  i  mucho  menos 
que  so  adopte  en  una  república  el  boato  u  ostentvicion  de  las 
mas  pequeñas  monarquías.  Pero  no  creemos  exacta  la  aserción 
del  Opúsculo  de  que  se  esto  montando  nuestra  administración 
«se^n  la  norma  de  las  mas  dispendiosas  monarquías.»  Sin 
duda  que  el  millón  i  medio  do  chilenos  exijia,  bajo  el  réjimen 
colonial,  mui  pocos  empleos  asalariados  i  por  consigaicnte  mui 
pe<jueños  gastos.  Mas,  en  su  presento  condición  de  estado  sobe- 
rano, este  millón  i  medio  de  habitantes,  ha  tenido  quo  crear  i 
costear  los  altos  poderes,  las  relaciones  exteriores  i  las  principa- 
les administraciones  que  rosidian  afuera  o  eran  comunes  a  la 
antigua  metrópoli  i  sus  colonias,  sin  contar  con  los  estableci- 
mientos navales  i  de  guerra  que  requieren  la  paz  pública  i  la 
defensa  i  respetabilidad  del  país,  i  quo  forman  el  gasto  mas 
considerable  del  presupuesto.  Con  todo,   semejante  gasto  no 
puede  menos  do  ser  considerado  como  ¡nil¡si)onsable;  ¿i  no  lo 
será  igualmente  la  pequeña  suma  de  nueve  mil  doscientos  se- 
tenta i  cuatro  pesos,  quo  cuesta  todo  el  ministerio  de  justicia, 
culto  e  instrucción  pública?  ¿o  deberá  renunciarse  a  los  bienes 
reales  i  positivos  que,  según  hemos  demostrado,  deriva  el  país 
del  ministro  especial  encargado  do  estos  imp()rtant(\s  ramos? 
No  creemos  quo  sea  tal  la  mente  del  autor  del  (í¡n'isnil<):  la 
ilustración  i  extensos  conocimientos  quo  demuestra  en  su  inte- 
resante publicación,  son  para  nosotros  una  i)r(Mi(la  segura  do 
que  estará  penetrado  de  la  importancia  de  la  adniistracion  do 
justicia  i  de  la  instrucción  pública,  para  (pie  desconozca  vi  ídto 
rango  que  estos  elementos  de  bienestar  i  adelantamiento  social 
han  tomado  en  los  estados  modernos,  i  a  que  son  llamados  prin- 
cipalmente en  estas  nuevas  repúblicas. 

Otras  ol)servaciones  del  Opúsculo  en  materia  do  gastos  o  do 
economías  que  podrían  introducirse  salvamente  i  sin  perjuicio 
del  servicio  público  reci])ir¡an  nuestra  humilde  ¡  decidida 
aprííbaciun,  si  fuera  nuestro  intento  entrar  en  la  revista  del 
citado  pa¡)el,  ]ial>iéndojU)S  propuesto  únicamente  aprovechar 
la  ocasión  de  exponer  anle  nuestros  lectonís  la  naturaleza  de 
l'vs  tra!MJn<<  que  oeup  \n   ;d   ministerio  de  justicia  e  instpuc- 


2i0  OPÚSCULOS  LITERAniOS  I  CRÍTICOS 


cien  pública,  los  beneficios  que  de  su  establecimiento  ha  sacado 
el  país,  i  los  mayores  todavía  que  deberá  esperar  en  adelante, 
en  circunstancias  que  se  trabaja  empeñosamente  en  la  forma- 
ción de  códigos,  en  la  organización  de  la  instrucción  pública 
i  en  otros  ramos  sujetos  al  mismo  ministerio. 

(.Iraucano,  Año  de  18i2.) 


C.  ■■■^i.t.ll.^^ 


INSTITUTO  DE  COQUIMBO 


Entre  los  establecimientos  de  educación  de  la  república  que 
mas  especialmente  deben  contribuir  a  sus  adelantamientos, 
merece,  sin  duda,  un  lugar  distinguido  el  Instituto  de  Co- 
quimbo, sobre  el  cual  dimos  una  noticia  bastante  circunstan- 
ciada, hace  algún  tiempo.  Posteriormente  hemos  adquirido 
nuevos  informes  acerca  de  los  trabajos  de  aquel  establecimien- 
to i  los  grandes  progresos  que  hacen  sus  alumnos,  mediante 
el  celo  c  infatigable  laboriosidad  del  ilustrado  profesor  de  mi- 
neralojía,  el  señor  Domeyko.  Sus  tareas  no  se  limitan  única- 
mente a  la  educación  elemental  de  las  ciencias  que  concurren 
a  formar  el  mineralojista.  Penetrando  con  sus  alumnos  las 
partes  mas  sublimes  de  estas  mismas  ciencias,  agrega  la  prác- 
tica de  ellas  en  las  manipulaciones  químicas,  investigaciones 
jeolójicas,  análisis  mctalúrjicos  i  otros  procedimientos  prácti- 
cos, que  hacen  apto  al  estudiante,  al  salir  do  la  escuela,  para 
las  profesiones  de  que  carecemos  ahora  con  notables  atrasos 
i  pérdidas,  tanto  para  el  fisco,  como  para  los  muchos  particu- 
lares que  tienen  interés  en  este  ramo.  Tales  serian  las  plazas 
de  ensayadores  científicos  en  la  casa  de  moneda,  que  evitasen 
desperdicios  i  procurasen  considerables  economías,  por  medio 
de  buenos  métodos  o  procedimientos;  las  de  los  mismos  ensa- 
yadores cerca  de  las  aduanas,  para  la  exactitud  de  los  avalúos 
en  las  exportaciones  de  metales;  las  do  peritos  de  minas  en 
todos  los  distritos  o  asientos,  según  las  ordenanzas;  i  mas  que 
todo  las  de  directores  do  los  trabajos  importantes  que  en  este 

ramo  emprenden  los  particulares,  a  veces  con  poco  o  ningún 

OPÍsi:.  .'íf 


242  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


suceso,  ¡  casi  siempre  sin  aquella  previsión,  intelijencia  i  eco- 
nomia  que  solo  pueden  proporcionar  la  ciencia  i  la  pnictica 
combinadas,  i  que  hacen,  por  falta  de  ella,  abandonar,  despucs 
de  grandes  gastos,  laboreos  que  con  su  auxilio  serian  fáciles  i 
lucrativos.  En  este  caso,  se  hallan,  como  es  sabido,  infinidad 
de  minas  que  habian  rendido  en  otro  t¡emi>o  grandas  r¡([nozas, 
ahora  aguadas  o  derrumbadas,  i  otras  muchas  que  tampoio 
pueden  ser  trabajadas  [)or  estos  u  otros  obstáculos,  invencibles 
para  los  métodos  ordinarios;  sin  contar  con  el  gran  niimero 
de  las  que  no  traen  cuenta,  por  su  comparativa  pobreza,  pero 
que  serian  lucrativas,  si  so  aplicasen  a  su  explotación  las  má- 
quinas o  métodos  que  economizan  brazos  i  tiemjx),  i  propoi\;io- 
nan  un  producto  mas  abundante  o  perfecto. 

Felizmente,  empieza  a  conocerse  entro  nosotros  lo  que  im- 
porta para  todo  la  ciencia;  i  sin  salir  de  la  industria  minora, 
oimos  hablar  todos  los  dias  de  nuevos  hornos  i  nuevos  métodos, 
de  privilejios  exclusivos  sobre  inventos  del  país  o  importados 
de  afuera;  i  vemos,  en  una  palabra,  la  grande  influencia  o 
mas  bien  la  verdadera  revolución  que  se  ha  obrado  en  este 
ramo  desde  pocos  años,  con  motivo  de  las  mejoras  introduci- 
das por  unos  pocos  extranjeros  en  las  construcciones  de  hornos, 
beneficios  de  escorias,  bronces,  ejes,  etc.,  antes  abandonados 
como  inservibles  i  que  han  producido  ya  i  producen  actualmen- 
te grandes  riquezas. 

Sobre  esta  materia,  rccordamas  hallemos  extendido,  hace 
algún  tiempo,  con  motivo  del  anuncio  que  hicimos  del  proyecto 
formado  entonces,  por  algunas  personas  inflayentes,  de  esta- 
blecer una  compañía  por  acciones  a  fin  de  estudiar  i  explotar 
las  minas  de  diversos  metales  que  se  sal>e  existen  en  la  pro- 
vincia de  Santiago.  Ahora  nos  es  satisfactorio  anunciar  qu<í 
semejante  sociedad  se  halla  establecida,  al  menos  por  lo  que 
respecta  al  descubrimiento  o  cateo  de  las  minas  que  puedan 
encontrarse  en  las  cordilleras  vecinas.  Sus  acciones  no  pasan, 
según  entendemos,  de  cuarenta,  de  a  doscientos  pesos  cada 
una,  en  cuatro  entregas;  so  lia  hecho  ya  el  pago  de  la  primera 
de  estas  entregas,  habiendo  ocurrido  una  superabundante  de- 
manda de  acciones  desde  que  se  tuvo  noticia  de  la  empresa. 


INSTITUTO  DE  COQUIMBO  .  2í3 


Sin  embargo,  el  establecimiento  de  elLis  habia  sido  diferido, 
aguardando  la  llegada  del  sea  )r  Djmeyko,  quien  debía  esperar 
a  su  vez  la  época  de  las  vacaciones  del  colejio  de  Coquimbo, 
para  venir  a  hacerse  cargo  de  los  estudios  o  trabajos  prelimi" 
nares  de  la  citada  empresa.  Sabemos  que  esto  hábil  profesor 
ha  salido  ya  a  su  viaje  de  exploración,  i  no  dudamos  de  los  bue- 
nos resultados  que  obtenga. 

Aplaudimos,  por  nuestra  parte,  la  elección  del  señor  Domeyko, 
como  la  mejor  garantía  para  los  accionistas  de  a^iuel  resultado, 
i  como  un  verdadero  progreso  del  país  desde  que  se  echa  mano 
para  estas  empresas  de  hombres  de  ciencia.  Pocos  años  hace 
que  se  les  prefería  cualquier  cateador^  de  los  muchos  que 
existen,  principalmente  en  el  norte,  i  que  alucinaban  desde 
luego  con  cierto  charlatanismo  u  ostentación  de  conocimientos, 
que  están  muí  lejos  de  ix)seer,  viviendo  de  este  modo  a  costa 
de  los  crédulos.  Mirábase  entonces  con  cierta  desconfianza  a 
los  profesores  científicas;  i  es  menester  convenir  en  que  tal 
desconfianza  no  carecia  de  fundamento,  en  vista  de  los  (jue 
con  semejantes  títulos  nos  venían  de  afuera,  en  el  ramo  de 
minería  i  otros,  ¡  que  en  la  realidad  sabrían  mui  poco  mas 
que  nuestros  cateadores,  o  que  con  mas  amor  a  la  riqueza 
que  al  cultivo  de  las  ciencias,  lo  sacrificaban  todo  a  su  excesi- 
va codicia.  Felizmente,  otros  sujetos  de  verdadero  saber  que 
poseemos,  aunque  en  mui  corto  número,  empeñados  exclu- 
sivamente, como  el  señor  Domeyko,  en  la  propagación  i  ade- 
lantamiento de  las  ciencias,  han  venido  a  borrar  aquellas 
impresiones,  con  una  conducta  ejemplar  i  los  bienes  reales 
que  proporcionan  al  país.  De  éstos,  deseamos  ardientemente 
que  muchos  se  establezcan  entre  nosotros,  seguros  que  encon- 
trarán un  pueblo  pacífico  i  hospitalario,  un  gobierno  protector 
del  mérito  i  celoso  por  los  adelantamientos,  i  jeneralmente  un 
estado  de  cosas  tranquilo,  próspero  i  feliz. 

Volviendo  a  la  sociedad  de  que  acabamos  de  hablar,  termi- 
nados sus  trabajos  de  exploración,  i  en  posesión  de  los  mine- 
rales que  haya  denunciado  o  descubierto,  se  formarán  luego 
otras  varias  sociedades  para  su  explotación,  según  las  locali- 
dades o  naturaleza  de  las  faenas  que  hayan  de  establecerse.  So 


va  a  criar,  por  consiguiente,  un  nuevo  ramo  de  industria  en 
esta  provincia;  i  apenas  pucdcuatcularso  la  inriuencia  que  ten- 
drá en  su  adelantamiento,  como  on  el  de  la  minería  en  jencral, 
dosdtí  ([uo  va  a  recibir  un  nuevo  impuUo  en  el  centro,  donde 
na  hallan  reunidos  on  mayor  abundancia  los  capitales,  los  co- 
nocimientos i  otros  recursos  que  deben  contribuir  poiU'rosa- 
mcntc  al  desenvolvimiento  i  mejora  de  una  de  las  mas  ricas 
producciones  de  nuestro  suelo. 

Mas  estos  trabajos  quedarian  sin  efecto,  o  serian  demasiado 
limitados  para  llenar  semejante  objeto,  sí  no  so  hiciesen  por 
nieHio  de  asociaciones;  a  las  que  solo  ea  dada  la  realización  de 
grandes  emprL'sas,  con  pequeños  i  cómodos  descml)olsos  de  los 
asociados  i  con  todos  aquellos  medios  de  suceso  que  no  estún 
a  el  alcance  de  los  particulares  en  estado  do  aislamiento.  Por 
estas  raxones,  hornos  abogado  con  tanto  empeño  en  favor  de 
las  .sociedades,  hemos  saludado  con  entusiasmo  la  aparición 
de  las  primeras  de  ellas,  i  no  cesaremos  do  conservar  i  propa- 
gar su  espíritu,  al  menos  en  cuanto  penda  de  nuestros  débíleií 
esfuerzos. 

Para  desenvolver  este  espíritu  do  asociación,  cncontiTimos 
afortunadamente  entre  nosotros  casi  todos  los  elementos:  un 
país  rico  i  compacto,  virjen,  por  decirlo  así,  en  exploraciones 
industriales,  con  abundancia  de  materias  primeras  i  con  las  me- 
jores dis¡K>sicione3  do  sus  hijos  para  todo  lo  que  sea  útil,  sólido 
i  ijormanonto;  solo  falta  que  se  vean  los  resultados  de  las  im-j 
moras  asociaciones,  para  que  do  ellas  nazcan  otras,  i  crt<iuao^ 
prosperen  i  ([uetlen  todas  aclimatadas  entro  nosotros, 

Merced  al  estado  do  tranquilidad  en  que  vivimos  ¡  a  la  lib( 
ralidad  o  ilustración  de  nuestro  gobierno,  se  apresura  cada  V 
mas  la  época  de  la  prosperidad  industrial  de  este  país,  por  motfl 
de  los  trabajos  de  todo  jóncro  que  se  emprenden  diariamente 
la  sombra  de  la  paz  i  bajo  la  protección  del  mismo  gobiei 
Una  i  otra  atraerán  a  núes  tro  seno  los  conocimientos  do  afiM 
que  nos  permitirán  sacar  provecho  do  la  experiencia  ajenad 
materia  de  industria,  como  lo  hemos  hecho  i  hacemos  en  j 
tica,  evitando  los  escollos  tic  los  antiguos  pueblos,  i  en  quo  b 
naufragado  la  mayor  parto  de  los  que  emprendieron  con  noM 


INSTITUTO  DE  COOCIlfB'J  riw 


tros  la  misma  carrera:  nos  atraerán  del  mismo  mcrio  los  capita* 
les  superabundantes  de  la  vieja  Europa,  para  ser  aquí  repagadoN 
con  usura,  como  sucede  ahora  con  la  deuda  externa,  i  aun  aque- 
llos de  los  estados  vecinos  que  vengan  a  buscar  a  Ciiile  hetrurí- 
dad  i  conveniencia. 

Tal  es  la  suerle  feliz  i  el  prospecta  de  enzrandorrimiento  que 
la  Providencia  benéfica  ha  destinado  a  la  relijiosidad,  cordura 
i  prudencia  de  los  chilenos,  en  medio  de  las  desírracias  sin 
cuento  ni  término,  al  parecer,  de  muchos  de  los  pueblos  herma- 
nos. Pende,  pues,  de  nosotros  excIusi%*amenU:  la  continuación 
de  aquellos  beneficios,  i  el  que  se  realicen  en  nosotros  minmfjn 
i  en  nuestra  inmediata  descendencia  iodos  los  bienes  que  nos 
promete  el  estado  presente  del  país,  su  orden,  moralida/1,  i  el 
espíritu  naciente  de  asociación  i  de  empresa. 

'  irnnr^rio.  Ano  'le  i»<12. < 


-  .1,'iCZZC^ 


ANIVERSARIO 


DE    L.V    VICTOIIU   DE    CHACVBUCO 


La  espantosa  i  laríja  anarquía  que  ha  aflijido  a  casi  todos 
los  estados  his.íiiio-americanos  desde  los  primeros  tiempos 
do  su  independencia,  nos  parece  llega  ahora  a  una  crisis  fa- 
vorable, que  no  puedo  menos  de  conducir  a  su  última  solución. 
No  OH  este  para  nosotros  un  puro  presentimiento,  hijo  del 
vivo  deseo  que  nos  anima  por  la  paz  i  felicidad  jeneral  de  los 
estados  hermanos;  es  mas  bien  una  profunda  convicción,  fun- 
dada en  la  misma  duración  del  mal;  en  los  crueles  desengaños 
que  ha  sembrado  por  todo,  i  en  la  decisión  jeneral  en  favor  del 
orden,  que  ha  lleijado  a  ser  el  tema,  hasta  do  los  mismos  de- 
sorganizadores de  antes. 

Que  los  estados  americanos  tienen  en  sí  mismos  los  medios 
de  establecer  este  orden,  i  do  un  modo  sólido  i  permanente, 
apenas  podrá  ponerse  en  duda,  en  presencia  de  los  ejemplos  i 
brillantez  de  dos  do  estos  estados,  que,  marchando  por  la  mis- 
ma senda,  tropezando  con  iguales  inconvenientes  i  sin  recursos 
líjenos  o  extraordinarios,  han  llegado  felizmente  a  establecer 
un  sistema  regular  político  i  económico,  que  lleva  todas  las 
apariencias  de  estabilidad  i  todos  los  jcneros  do  adelanta- 
mientos. 

Estos  estados  especialmente  favorecidos  son,  como  es  sabido, 
Venezuela  i  Chile,  que  disfrutan  de  todos  los  bienes  de  la  paz 
pública  i  del  orden  legal,  a  cuya  sombra  benéfica  so  desarro- 
llan entre  ellos  sas  instituciones,  i  crecen  cada  dia  on  mora- 


iá  OPÚSCULOS  UTERARIOS  I  CRÍTICOS 


liJad  pública  i  prospcrídad^ateríal.  I  ¡cosa  digna  de  notarse! 
Venezuela  i  Chile  se  hallan  sin  relación  alguna  entre  si^  i 
colocados  en  extremidades  opuestas,  como  para  servir  de  mo- 
delo a  las  Jemas  rvpiiblicas  hermanas,  marcando  a  todas  ellas 
la  diferencia  que  e:ciste  entre  el  orden  i  la  anarquía,  la  exal- 
tación i  la  prudencia,  i  para  hacer  ver  a  las  naciones  extrañas 
que  no  debe  desesperarse  de  la  suerte  de  unos  países  llamados 
a  grandes  destinos,  aunque  extraviados  ahora  de  la  senda  que 
conduce  a  la  verdadera  felicidad  de  las  naciones  por  pasiones 
mui  excusables  en  la  infancia  de  ellas,  i  atendido  su  orijen, 
inexperiencia  i  todos  los  antecedentes  de  su  existencia  política. 

H¿  aquí  también  las  causas  que  han  movido  nuestra  pluma 
siempre  que  hemos  tratado  de  hacer  ver  las  ventajas  de  nues- 
tra situación  feliz,  i  que  nos  han  hecho  aprovechar  i  aun  buscar 
las  ocasiones  de  inculcar  el  amor  al  orden,  para  hacerlo  amar 
mas  i  mas  de  nuestros  conciudadanos,  i  atraer  sobre  él  i  sobre 
nosotros  mismos  las  miradas  de  los  pueblas  americanos,  me- 
nos felices  que  nosotros,  i  necesitados  i»r  consiguiente  de  los 
argumentos  del  ejemplo  i  de  los  hechos.  En  esta  obra,  protes- 
tamos que  jamas  ha  entrado  la  menor  parte  de  vanidad  o  jac- 
tancia, o  el  ridiculo  orgullo  do  representarnos  a  los  ojos  del 
mundo  como  un  pueblo  excepcional  entre  los  que  tuvieron  el 
mismo  orijen,  o  como  especialmente  llamado  a  diferentes  des- 
tinos que  los  demás:  semejante  superficialidad  seria  indigna 
del  carák-ter  del  país,  i  de  la  experiencia  que  acerca  de  la  ins- 
tabilidad de  las  cosas  públicas  en  los  países  nacientes,  hemos 
llegado  a  adquirir  a  costa  de  los  grandes  sacrificios  i  desgracias 
que  hemos  arrostrado  en  común  con  las  nuevas  naciones  ame- 
ricanas. 

Estamos  persuadidos,  i>or  el  contrario,  que  lejos  de  dar  la 
debida  importancia  a  los  hechos  salientes  de  nuestra  historia 
de  ayer  i  la  de  ahora,  i  de  representarlos  con  el  relieve  corres- 
pondiente, o  los  rebajamos  a  veces  nosotros  mismos,  o  dejamos 
a  la  posteridad  el  cuidado  de  hacemos  la  debida  justicia;  deja- 
mos, por  ejemplo,  como  olvidada  la  última  gloriosa  campaña 
de  nuestras  armas  en  el  exterior,  su  grandiosa  terminación  en 
Yungai  i  el  desinterés  i  magnanimidad  de  Chile  en  toda  la  obra 


ANIVERSARIO  DE  LA  BATALLA  DE  CHACADUCO  t49 


de  restauración  del  Perú;  acalia  d%  pasar  el  20  de  enero  sin  un 
recuonlo  de  estos  hechos,  i  sin  que  nadie  mencione  que  Chile 
adquirió  desdo  su  primer  ensayo  sobre  las  fuerzas  españolas  el 
dominio  del  Pacífico,  que  ha  sabido  conservarlo,  i  que  de  Chile 
i  por  el  se  han  hecho  todas  las  expediciones  marítimas  de  im- 
portancia, inclusa  la  de  la  restauración  en  beneficio  de  la  causa 
americana.  Mas  extraño  parece  todavía  el  que  no  se  fije  bastante 
la  atención  acerca  de  lo  que  pasa  actualmente  entre  nosotros, 
sobre  todo  después  de  aquella  gran  crisis  electoral  del  año  pre- 
cedente (184!)  i  en  esta  misma  estación,  que  parecia  a  los  ojos 
de  muchos  de  un  peligro  inminente  para  la  paz  pública,  sin  que 
faltaran  otros  que  la  considerasen  como  el  paso  preliminar  de 
una  disolución  inevitable,  o  de  verdadera  retroirradacion  hacia 
ios  tiempos  de  confusión  i  desorden.  I  sin  embargo,  Chile  i  sus 
instituciones  salieron  triunfantes  do  aquella  ¡Xínosa  prueba; 
nació  de  ella  misma  la  obra  de  la  reconciliación  de  los  ánimos; 
la  paz  pública  i  el  orden  legal  se  cimentaron  i  establecieron 
sobre  fundamentos  mas  sólidos  que  nunca;  i  se  abrió  una  nue- 
va era  de  civilización  i  adelantamiento,  de  cuyos  beneficios 
participan  actualmente  todos  los  chilenos. 

Después  de  esto,  i  en  medio  del  cuadro  brillante  de  actividad 
industrial  i  de  espíritu  de  empresa  que  nos  rodea,  i  del  pros- 
pecto mas  halagüeño  todavía  de  continuada  paz,  i  de  mejora  i 
prosperidad  crecientes,  tal  vez  es  un  signo  nada  equívoco  de 
nuestra  solidez  de  principios  i  sobriedad  de  aspiraciones  en  el 
orden  político,  esa  misma  modestia  que  nos  hace  como  olvidar 
las  pajinas  mas  gloriosas  de  nuestra  historia  i  no  dar  impor- 
tancia a  los  adelantamientos  de  todo  jénero  que  hemos  conse- 
guido a  favor  de  esos  mismos  principios  i  del  orden  público 
felizmente  establecido. 

Pero  semejante  modestia,  compañera  inseparable  del  verda- 
dero mérito,  en  los  individuos  como  en  las  naciones  aventaja- 
das, no  debe  ser  llevada  demasiado  adelante,  o  en  perjuicio  do 
los  bienes  que  podrían  resultar  a  otros  i  a  nosotros  mismos, 
dando  a  conocer  nuestra  situación  actual,  i  los  medios  por 
donde  hemos  llegado  a  ella.  Importa  que  la  conozcan,  lo  re- 
|X3timos,  los  pueblos  hermanos,  por  lo  mismo  que  les  deseamos 


UkXo  el  líiun  jkmíMl',  porqu»  ¿'stainos  saguroa  de  sus  simpatías, 
par»  fon  nosolrus.  SaliomüM  atlcinas,  pop  experiencia,  que  las 
mismas  idea»  mas  o  múiias  acertadas,  i  aun  lus  mismos  extra- 
víos, lian  señalatta  la  carmra  do  sus  buenas  i  malas  rortiinas 
cii  todas  lis  seucioncu  americanas  desda  el  principio  do  au 
transrunnaaion  politica;  i  creemos  deberles  un  buen  ejemplo, 
qiio  ser.t  fetiiiii  lo  on  resultados  importantiis,  i  quo  no  dudamos 
será  siíiíuido,  como  lo  fui  de  una  extremidad  a  otra  vi  eco  ile 
la  indL'pen.lcneia  i  el  instinto  de  libertad,  desgraciadamente 
pcrvtTti  lo  u  extraviado  en  todas  partes,  i  que  ya  es  tiempo  de 
Kobra  de  que  sea  moderado  por  el  buen  sentido  público  i 
jido  por  la  razón  i  la  experiencia.  Por  eso,  nunca  hemos  des 
jieradü  de  la  suerte  de  estas  nuevas  naciones,  i  aun  creemoi 
ver  cercano  el  dia  de  su  paz  exterior  i  doméstica,  para  darse 
mutuuint'nto  la  mano  i  caminar  juntas^  por  la  vía  del  orden 
liaeía  las  mejoras  sólidas  i  la  mayor  diulia  social. 

Du'I  mismo  modo,  creemos  de  suma  importancia  que  sea  co- 
nocida nuestra  situación  actual  por  las  naciones  europeas,   en 
donde  ol  sobrante  de  capitales  j  de  una  población  activa  e  indus- 
triosa, se  hubieran  abierto  paso  hasta  nosotros,  liace  tiempo, 
sin  las  continuas  revueltas  i  ajitacioncs  quo  nos  han  atormen- 
tado, i  que  hacitm  incierta,  por  no  decir  imposible,  toda  espe- 
culación industrial  o  cualquiera  empresa  fundada  en  la  estabi- 
lidad do  nuestros  gobiernos  c  instituciones.  Felizmonte,cl  estada 
i  circunstancias  de  Chile  no  han  debido  escaparse  a  la  observa 
cion  de  aquellas  naciones;  i  el  hecho  de  ser  este  país  el  prímei 
que  con  el  pago  exacto  de  la  deuda  interior  i  extranjera,  ha  dat 
Ijositivas  pruebas  de  su  empeño  por  el  restablecimiento  de  f 
crédito  i  el  cumplimiento  de  sus  obligaciones,  empieza  ya  | 
reanimar  las  especulaciones  de  los  europeos,  i  hoi  se  hacen  j| 
nuestro  {gobierno  proposiciones  de  diversos  jéneros  que  debe 
contribuir  al  desarrollo  do  nuestras  riquezas  naturales,  i  qui 
no  dudamos,  serún  realizadas  en  breve  tiempo.  Solo  falta  qtti 
las  ventajas  de  Chile,  así  on  el  orden  político  como  en  el  órdei 
industrial,  se  hagan  mas  jeucralmente  conocidas;  i  hé  aquí  e 
cargo  de  los  escritores  públicos,  si  desean  quo  se  apresuro  1 
época  de  los  grandes  adelantamientos  a  que  es  llamado  el  [ 


ANIVERSARIO  DE  L\  ÜATALLV  DE  i::íA»-AE1  .:•  '¿^A 

Importa,  jwr  iiltimo,  este  eon'ximL-aSj a  lo-  niisnios  trliilenos, 
para  animarles  a  Ixs  cmpres:is  útilos,  e.rtim  ilai*  las  ¡K-ÜAr?  ajjiü- 
ncs  con  el  ejemplo  de  nuestros  coiu*iii  li  1.i:i..k  ij  i-.'  m.is  -c  han 
distinguido  en  obsequio  del  bien  p-j  jlic  »,  i  To-io'»."  el  c-r.-ict».'/ 
nacional  sobre  la  base  del  amor  al  p:iís  i  a  s  is  :n-t:i.ic:'j:i'.*s. 
trayendo  a  la  memoria  los  mulf.s  i  extravíos  p  t-ii  I »-.  i  t\  itaii- 
do  el  entusiasmo  público,  p  «r  m^  lio  «I.'  I»^  r,  ucr  1  s  A  ííj-os 
de  todas  épocas,  o  Je  los  varones  Ünstn-s,  a  ¡  liciici  >o:i  /i.;»i  lo.s 
los  bienes  de  que  disfrutamos. 

¿I  qué  días  mas  oportunos  para  est  -s  Lrran.l. o-jí  rt-vuirlos, 
que  los  de  Chacai)uco  i  la  iiivleju^n  Imuí  i,  uní  \  *<  en  uji  niirtMU 
aniversario,  como  lo  habían  sido  n^'Cv's  iríam -n'e  por  la  fuerza 
dolos  acontecimientos?  Sí; la  jornada  inmortil  ilt.d  12  de  feljroro 
de  1817,  que  aseguró  la  in-k*p.índt*ní:ia  de  í.'Iiilo,  i  aun  abri«i 
la  puerta  a  la  de  esta  parte  de  Arnt'rica,  (K*!>ia  sor  celebrada  al 
año  siguiente  i  en  igual  dia,  con  la  prodam  u-ioa  i  juramento 
solemne  de  esa  misma  in  lependencia,  perJila  en  una  épOvVi 
fatal  de  desavenencias,  i  por  lo  mismo  suspirada  i  nivis  ansiada 
que  nunca.  Imponente  i  gran  liosa  fué  j)or  cierto  la  jiompa  de 
aífuel  dia,  sin  igual  el  entusiasmo,  puros  i  fervientes  los  votos 
del  pueblo....  El  entusiasmo  reparó  en  breve  el  desastro  de  Can- 
cha-Rayada, i  los  votos  de  la  indq)enden«-¡a  fuí-ron  sellados  v!on 
sangro  chilena  en  Maipo.  El  dominio  español  cayó  para  siem- 
pre en  Chile;  nació  nuestro  poder  marítimo  .solo  por  oljra  de 
este  mismo  entusiasmo,  i  con  él  solo  ftiinios  a  desafiar  a 
nuestros  antiguos  señores  en  el  mar,  i  en  arjuel  imperio  de  los 
Incas,  centro  de  toilos  sus  rci-ursos  i  empresas.  Cuatro  años 
mas  tardo  había  terminado  en  t<j.la  la  América  la  guerra  de  la 
independencia. 

Tales  fueron  en  compendio  las  consecuencias  de  aquel  famoso 
dia  do  Chacabuco,  o  mas  l)ien  el  rájiido  encadenamiento  de 
acontecimientos  extraordinarios  i  gloriosos  derivados  de  él, 
que  lo  harán  memorable  para  siempre,  i  (¡uc  no  hay^i  un  chi- 
leno, que  dejo  de  saludar  con  entusiasmo  la  vuelta  de  cada  uno 
de  sus  aniversarios.  En  el  prcsentc,  que  vemos  realizados  todos 
loH  bienes  que  so  proponían  los  autores  de  la  independencia, 
no  podremos  menos  de  volver  nuestras  miradas  de  reconoci- 


252  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


miento  hacia  ellos,  i  penetramos  sobre  todo  del  mas  rclijioso 
res^xíto  para  con  la  Providencia  especial  que  tan  visiblemente 
nos  protojo.  ¡Honor  i  homenaje  eterno  al  12  de  febrero! 

(Araucano,  Año  de  1842.) 


riLHtfHHHMpiHi^MfiLlM^i^i^MHM 


HOSPITALES 


Aunque  parezca  un  lugar  común  en  materia  do  econo- 
mías, nunca  cesaremos  de  repetir  ({uo  el  orden  i  arreglo  en  la 
administración  de  las  rentas,  es  la  Ixise  principal  de  ellas,  pur 
donde  conviene  empezar  toda  clase  de  mejoras  o  reformas  i 
que  debe  producir  los  ahorros  mas  considerables  i  seguros. 

No  nos  detendremos  ahora  en  la  historia  de  nuestra  ha- 
cienda pública,  tan  pobre  i  desacreditada  en  los  tiempos  de 
desorden,  que  nunca  alcanzaba  a  cubrir  las  primeras  exijcncias 
del  servicio  ordinario  del  estado,  i  tan  abundante  i  próspera 
desde  que,  aun  sin  cambiar  esencialmente  el  sistema  de  rentas, 
se  introdujeron  algunos  arreglos  en  su  administración  interior*, 
arreglos  que,  corrijiendo  abusos  i  vii'ios  inveterados,  ¡  condu- 
ciendo gradualmente  a  mejoras  sustanciales,  la  han  puesto  en 
el  punto  de  riqueza  en  que  se  halla,  i  lo  que  es  mas  todavía, 
en  situación  de  recibir  reformas  tan  importantes,  como  las  que 
so  están  obrando  actualmente  en  todo  el  réjimen  de  aduana» 
por  el  espíritu  activo  i  emprendedor  del  digno  ministro  que  so 
halla  a  la  calx^za  del  departamento. 

Para  conocer  lo  que  importan  el  ónlon  i  arreglo,  bastará  solo 
formar  una  lijera  idea  acerca  de  un  ramo  que  poco  atrae  las 
miradas  del  público,  sin  embargo  de  su  grande  importancia;  tal 
es  el  de  la  administración  de  hospitales,  que  corría  pocos  años 
hace  al  cargo  de  varios  particulares,  sin  sistema  ni  oficina 
regular  que  entendiese  en  la  recaudación  c  inver.siíjn  de  sus 
rentas,  i  (|ue  llevase  la  contabilidad  corresi>ond¡onte  de  un 


10%  OPÚSCULOS  LITCRARIOS  I  CRÍTICOS 


modo  claro  i  exacto.  La  creación  posterior  de  la  junta  de  hog- 
pitalcs  i  su  tesorería  dieron  desdo  el  principio  los  mas  satis- 
factorios resultados,  ganando  la  humanidad  aílijida,  con  los 
mayores  capitales  que  desde  lue^o  pudieron  dedicarse  a  la 
mejor  asistencia  de  los  enfermos  i  de  los  huérfanos,  i  aun  con- 
siguiendo un  sobrante  considerable  de  fondos  que  se  pusieron 
sucesivamente  a  rédito,  i  que  con  sus  nuevos  incrementos  per- 
mitirán ahora  el  que  se  emprendan  edificios  costosos  en  obse- 
quio de  los  mismos  establecimientos. 

De  este  modo  el  hospital  de  San  Juan  de  Dios,  que  en  los 
años  de  1827,  28  i  29,  bajo  la  anterior  administración,  había 
gastado  la  suma  do  sesenta  i  siete  mil  trescientos  noventa  i 
ocho  pesos  seis  i  un  cuartillo  reales,  pudo  gastar  en  los  años  do 
1833,  34  i  35,  bajo  la  actual  administración,  la  cantidad  de 
ochenta  mil  quinientos  cincuenta  i  cuatro  pesos  siete  i  medio 
reales.  En  el  hospital  de  San  líorja,  se  invirtieron  treinta  i  un 
mil  cuatrocientos  ochenta  i  un  pesos  tres  cuartillos  en  los  años 
de  1828,  29  i  30;  i  en  los  de  1833,  34  i  35,  la  suma  de  cua- 
renta i  cuatro  mil  trescientos  treinta  i  seis  pesos.  I  finalmente 
en  la  casa  de  huérfanos,  en  un  período  de  tres  años  i  medio  de 
la  antigua  administración,  i  otro  igual  de  la  nueva,  ha  podido 
exceder  ésta  en  la  suma  de  veinte  i  tres  mil  setecientos  ochen- 
ta i  nueve  pesos  siete  i  medio  reales  los  gastos  de  acjuélla. 

Gracias  al  celo,  actividad  e  intelijencia  del  tesorero  i  la  junta 
del  ramo,  posteriormente  se  ha  mejorado  todavía  la  asistencia 
de  los  enfermos  i  Imérfanos,  a  pesar  de  haber  crecido  conside- 
rablemente el  número  do  los  que  concurren  a  los  hospiti\les, 
sin  duda  por  el  aumento  de  población  i  las  mismas  mejoras 
del  servicio. 

Se  hace  por  tanto  indispensable  la  construcción  de  edificios 
mas  extensos  i  convenientes;  i  nos  es  satisfactorio  anunciar 
que  el  supremo  gobierno  de  consuno  con  la  junta  de  hospi- 
tales se  ocupan  actualmente  do  este  importante  objeto;  no 
siendo  posible  mantener  por  mas  tiempo  el  antiguo  sistema  de 
covachas  i  crujías,  tan  perjudicial  al  servicio  i  salubridad  do 
los  enfermos,  ni  proporcionar  lugar  a  los  muchos  que  lo  soli- 
citan en  los  establecimientos. 


Es  sabido  que  el  hospital  do  mujeres,  i¡ue  fu¿  conslriiiilu 
tnijinalmente  para  uti*o' objeto,  su  liulla  encalado  de  ruíiin, 
por  ta  antigUeiIívl  do  sus  ed¡íii;¡03,  que  tampoco  po<IrAa  hci'vÍp 
ix)r  su  forma,  estrechez,  foltü  de  vontilacion,  utc  ,  pnra  pI 
destino  que  actiialinento  tienen.  E»  nct-es^mo,  [luc^,  un  ediñcio 
enterameitto  nuevo  i  sobre  un  plan  regular,  económico  j  c-jn* 
veniente  para  el  objeto. 

En  cuanto  al  hospital  de  San  Juan  de  Dios,  aunqu<>  orijinal- 
mentc  construido  con  bastante  iwlidcx  i  extensión  pura  na 
tl&stino  i  la  publacion  de  aquel  tiempo,  el  incremento  de  enfer- 
mos que  hemos  indicado  antes,  io  hace  ii^ualmciiti:  estrecho. 
Tampoco  puede  considerarse  como  un  hospital  en  rumia,  o 
construido  según  las  re^^las  del  arto,  unidas  a  Ioh  adelanta- 
mientos que  en  esta  parte  ha  propoi-eionado  la  ciencia.  Con- 
traría a  ella'es,  )K>r  ejemplo,  su  íalta  de  ventilación  i  forma 
de  crucero  que  estaldece  mas  bien  una  corriente  de  aire  pesti- 
lencial o  infecto,  i  (|uc  so  comunica  do  una  sala  a  otra,  por  el 
contacto  jeneral  en  que  se  liallan  los  enfermos,  cualquiera  que 
sea  la  naturaleza  o  divorsidnd  de  sus  dolencias.  Creemos,  pues, 
quo  en  lugar  de  ensancharse,  cstv  hospital  di-he  ser  edilieailo 
igualmente  de  nuevo. 

En  tal  caso,  proi>oncmos  por  nuestra  parte  la  venta  do  los 
terrenos  que  actualmente  ocupan  los  hospitales  de  San  Juan 
Ue  Dias  i  San  Borja,  i  la  adquisición  de  un  buen  local  para 
estos  mismos  hospitalca  reunidos,  que  podría  obtenerse  a  un 
lajo  precio  en  los  barrios  do  la  Ilecoleta  o  la  Chimba  i  quo 
üorian  al  mismo  tiempo  los  mas  convenientes  para  situar  omIoi» 
establecimientos  con  ventaja  du  ellos  i  sin  jK-rjuicio  de  la  snju- 
bridnd  pública,  como  sueode  al    presento.   .So  concibo  desdu 


hospi- 


luego  que,  con  la  venta  de  los  sitios  i  materiales  de  Iuh 
Jales  moncioniidos,  habría  un  exceso  considcruhlo  sobre  In 
compra  do  otro  local,  para  de-sUnarso  a  la  construcción  do  lo» 
nuevos  ctlifieios,  i  para  cubrir  a  lo  múnos  la  mitad  de  bu  costo, 
ai  so  atiende  al  alto  precio  a  quo  lian  subido  en  la  Cañada  loH 
terrenos  i  el  pequeño  valor  que  tienen  actualmente  un  el  barrio 
de  la  Chimba. 


Aun  sin  estas  ventaias, 


cniprL' 


lite  la  traslii- 


-*>G  OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICOS 


cion  de  los  hospitales,  en  razón  de  su  mejor  ventilación  en  el 
Imrrío  indicado,  i  por  causa  de  la  salubridad  pública,  según 
hemos  advertido  antes.  Pero  hai  mas:  la  economía  que  resul- 
taría do  la  reunión  do  los  hospitales  en  un  mismo  local,  aunque 
con  las  separaciones  convenientes,  sería  mui  considerable  i 
produciría  notables  mejoras  en  su  réjimen,  asistencia  i  servicio 
interior;  so  baria  éste  mas  regular,  económico  i  conveniente, 
pudiendo  simplificarse  en  casi  todos  sus  departamentos,  i  aun 
ganarían  en  mayores  facilidades  la  junta  directora,  su  oficina 
do  contabilidad,  los  médicos,  practicantes,  boticarios  i  domas 
empleados. 

Tenemos  a  la  vista  los  planos  de  un  hospital  jeneral  de  esta 
clase,  i  que  ha  reunido  los  sufrajios  de  los  mejores  facultativos 
dcKuropa,  tal  es  el  do  Burdeos,  ciudad  importante  de  Francia, 
quo  contaba  ya  con  monumentos  de  primer  orden  i  el  movi- 
miento activo  do  su  puerto  en  comunicación  con  dos  mares. 
Esta  ciudad,  con  una  población  do  cerca  de  cien  mil  almas  den- 
tro de  sus  límites  i  mas  do  quinientas  mil  en  su  departamento, 
solo  tiene  un  hospital  jeneral,  dividido  en  dos  alas  para  los  dos 
sexos,  i  subdividida  cada  una  do  ellas  en  series  de  espaciosas 
salas  para  los  enfermos.  Estas  salas  se  hallan  colocadas  para- 
lelamente entre  sí,  en  los  dos  costados  de  un  vasto  patio,  con 
galerías  corridas,  i  separadas  unas  de  otras  por  pequeños  jar- 
dines do  árboles  i  plantas,  del  mismo  largo  i  doble  ancho  de  las 
salas.  En  la  facliada  principal,  se  encuentra  colocada  la  iglesia 
en  su  centro,  i  a  los  dos  lados  las  puertas  exteriores  que  con- 
ducen a  los  dos  departamentos  de  mujeres  i  hombres;  el  frente 
en  el  fondo  contiene  varías  oficiaas,  como  refectorio  i  habitacio- 
nes do  las  rclijiosas  de  caridad;  botica,  laboratorio,  lencería,  etc. 
con  los  pasadizos  necesarios  que  conducen  a  otro  patio  interior, 
en  donde  se  encuentran  el  anfiteatro  i  salas  de  disección,  depó» 
sito  de  cadáveres,  baíios,  panadería,  lavadero,  cocina,  etc.  Se- 
paradas de  este  modo  las  salas  unas  de  otras,  es  fácil  establecer 
la  clasificación  de  las  enfermedades  i  la  especial  asistencia  de 
cada  una  de  ellas,  sin  el  grave  inconveniente  de  la  aglomera- 
ción, i  comunicación  del  aire  infecto  de  muchas  salas  reunidas. 
Los  jardines  intermediarios  proporcionan  ademas  a  cada  una 


HOSPITALES  '201 


de  ellas  la  mejor  ventilación  posible,  lo  que  es  una  ventaja 
inapreciable  para  los  establecimientos  do  esta  clase.  En  suma, 
i  para  abreviar  este  lijero  bosquejo,  el  hospital  jeneral  de  Bur- 
deos, tan  justamente  celebrado,  contiene  en  veinte  salas  sete- 
cientas diez  camas  para  enfermos  necesitados,  dieziocho  cuartos 
particulares  para  los  que  pairan,  los  departamentos  correspon- 
dientes para  los  capellanes,  cirujanos,  relijiosas  i  demás  asisten- 
tes, i  todo  perfectamente  distribuido  i  calculado;  siendo  suscep- 
tible por  su  planta  de  los  ensanches  que  con  el  tiempo  quieran 
dársele. 

Después  de  esto,  es  casi  iniitil  que  expresemos  nuestros  deseos 
particulares  do  que  el  plan  de  tan  Ijello  establecimiento  sea 
adoptado  en  Santiago,  como  lo  ha  sido  ya  para  ConcejK'ion 
otro  bastante  parecido,  obra  del  arquitecto  de  gobierno  el  señor 
Minondo.  Esperamos  al  menos  que  la  junta  de  hospitales  no 
se  decidirá  a  emprender  las  mejoras  o  construcciones  que  me- 
dita, sin  consitlcrar  el  plan  que  proponemos,  o  consultarlo  a 
otra  junta  de  mvclicos  i  de  arquitectos,  a  fin  de  conseguir  el 
acierto,  por  medio  de  una  obra  durable,  que  satisfaga  a  las 
necesidades  presentes  i  futuras,  digna  de  la  capital,  o  que 
pueda  servir  de  modelo  a  los  demás  hospitales  de  la  república, 
i  en  consonancia  con  los  nuevos  adelantamientos  del  mundo 
civilizado  en  e>te  jénero. 

^Araucano,  Aiío  de  1842.) 


ÍM  .<(. 


33 


ESCUEÍA  XOUMAE 


"  ', .  V 


í 


Es  cosa  demostrada  por  la  liistoria  do  todos  los  piuíblos,  ¡ 
principalmente  en  las  grandes  épocas  de  la  humanidad  i  la 
civilización,  que  cada  una  de  ellas  ha  tenido  una  misión  que 
llenar,  respecto  del  destino  del  jénero  humano,  f^uiado  sin 
duda  por  la  Providencia  hacia  sus  altos  desi^juios,  o  a  los  fines 
especiales  que  allá  en  su  infinita  sabiduría  ha  debido  propo- 
nerse. El  de  esta  república  es  ciertamente  diurno  do  fijar  la 
atención  jeneral  i  de  mover  nuestro  reconocimiento.  Sus  cami- 
nos i  sus  fines  son  en  gran  manera  diferentes  do  los  que  siguen 
los  países  que  nos  rodean,  aunque  de  orí  jen  común,  unidos  en 
la  misma  causa  de  la  emancipación  do  la  antigua  madro  patria 
i  contemporáneos  en  la  carrera  de  la  libertad  i  civilización. 

Chile,  en  efecto,  aliado  natural  de  los  nuevos  estados  ame- 
ricanos desde  el  principio  de  su  existencia  política,  luchó  por 
ellos  i  al  lado  do  ellos  contra  los  ejércitos  do  España,  sin  de- 
poner las  armas  hasta  que  sonó  casi  al  mismo  tiempo  el  ulti- 
mo canon  de  San  Juan  de  ITlúa  i  de  Chiloé,  que  pusieron 
término  a  aquellas  largas  i  obstinadas  guerras,  llevando  mas 
adelante,  i  aun  por  algunos  años  después,  los  rencores  i  perse- 
cuciones que  ellas  habían  enjendrado.  En  esta  parte,  fué,  sin 
embargo,  Chile  un  país  excepcional:  de  breve  duración,  i  sin 
carácter  de  venganza  o  ferocidad,  habían  sido  aquí  las  medi- 
das tomadas  contra  los  españoles,  los  que,  aun  no  terminada  la 


260  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


guerra  en  nuestro  territorio,  venían  a  buscar  un  asilo  seguro 
contra  las  persecuciones  que  sufrían  en  otros  lugares.  De  este 
modo,  so  vio  volver  a  Chile,  cuando  libertaban  nuestras  ar- 
mas al  Perú,  a  los  mismos  emigrados  mas  comprometidos  en 
favor  do  la  causa  española,  que  solo  habían  dejado  el  país  tres 
años  antes,  sin  encontrar  resto  alguno  de  persecución  o  deoilio 
popular.  I^a  jenero-.iilad  i  moderación  del  carácter  nacional  re- 
lucieron entonces,  como  había  sucedido  al  tiempo  de  la  victoria; 
i  gracias  a  esta  misma  moderación,  Cliile  pudo  disfrutitr  de  al- 
gunos años  de  paz  en  aquella  época,  mientras  que  otros  países 
de  América,  menos  felices,  prolongabai;i  sin  descanso,  con  las 
disensiones  i  guerras  internas,  la  luclia  jeneral  de  la  indepen- 
dencia. 

De  breve  duración  fueron  igualmente  nuestras  divisiones 
interiores;  i  aun  en  medio  de  ellas,  la  gran  mayoría  de  los 
chilenos  clamaba  por  el  restablecimiento  de  la  paz,  í  los  parti- 
dos so  hacían  recíprocamente  proposiciones  de  avenimiento. 
Llegó  el  día  de  esta  paz  deseada;  i  la  misma  moderación  del 
carácter  nacional,  que  tan  poderosamente  había  contril)u¡(lo  a 
cicatrizar  las  heridas  de  la  guerra  de  la  independencia,  sirvió 
entonces  de  base  i  apoyo  para  la  pacificación  i  organizaciuu 
obradas  en  la  época  de  los  diez  años. 

liemos  visto,  por  último,  cuanto  ha  liecho  la  moderación  en 
la  crisis  reciente  de  las  elecciones  populares:  a  su  influencia 
cedieron  las  aspiraciones,  se  conciliaron  los  partidos;  i  el  j)ais 
entero,  ratificándose  mas  i  mas  en  sus  principios  de  paz  i  orden, 
no  tuvo  ni  mantiene  otras  aspiraciones  que  la  conservación  de 
estos  bienes  con  el  de  una  libertad  racional,  como  la  que  dis- 
fruta ahora,  i  las  mejoras  morales  i  físicas  a  ([ue  aspira,  así  (mi 
su  organización  social,  como  en  los  medios  de  acrecentar  su 
riqueza  i  conveniencia  material. 

Tal  es,  a  nuestro  modo  de  ver  al  menos,  el  programa  de  la 
época  acta '.I ;  época  de  modei*acion  i  orden,  de  reformas  i  me- 
joras .^•ici  Ivitdtvs  en  tocio  jénero;  de  la  completa  realización,  en 
una  palabra,  del  sistema  constitucional  i  sus  leyes  orgánicas. 
lié  aquí  también  lo  que,  a  nuestro  modo  de  ver,  desea  el  país, 
i  en  lo  (¡ue  se  empeña  por  su  parte  el  gobierno.  El  país  i  las 


ESCUELA  NORÜfAL  2GI 


cámaras  Icjislativas  deben  cooperar  activamente  a  los  mismos 
objetos. 

El  gobierno  entre  tanto  echa  las  bases  do  aquellas  mejoras  I 
arreglos:  los  proyectos  de  lei  presentados  antes  a  las  cámaras, 
i  los  que  ha  preparado  ya  para  la  sesión  venidera,  acreditan 
que  ha  comprendido  perfectamente  su  misión,  i  í(uc  trata  do 
llenarla  con  el  debido  acierto.  Contrayéndonos  por  ahora  a  un 
departamento  poco  atendido  antes,  ailnque  do  vital  importan- 
cia, como  lo  es  sin  duda  el  de  la  inslruccion  pública,  no  se 
encontrará  un  solo  ramo  de  enseñanza  que  no  haya  fijado  la 
atención  del  gobierno.  Debia  empezar  por  su  organización 
fundamental;  i  se  han  preparado  los  proyectos  de  bases  do  la 
universidad,  que  deberá  comprc*ndcr  la  superintendencia  i  plan 
de  esludios  predispuestos  en  la  lei  fundamental.  Dcbia  sobre 
todo  propagarse  la  enseñanza  primaria,  como  la  mas  necesaria 
i  jeneral;  i  no  lia  perdonado  el  gi^bierno  medio  alguno  para 
conseguir  este  o;;jeto.  Mas  la  dificultad  principal  que  so  ha 
opuesto  hasta  el  pies(;nte,  consiste  en  la  falla  de»  maestros  idó- 
neos para  las  escuelas  i)nmarias  i  secundarias  en  casi  todo  el 
país;  felizmente  esta  dificultad  será  obviiida  en  adelante  con 
la  creación  de  la  escuela  normal,  en  la  que  habíamos  anuncia- 
do a  nuestros  lectores,  se  ocupaJ)a  hace  tiempo  el  gobierno; 
insertamos  ahora  e!  supremo  decr^íto  ([ue  funda  este  nuevo 
establecin\iento;  i  cuya  publicaí-iou  habia  sido  retardada,  hasta 
asegurarse  de  los  medios  mas  oportunos  para  plantíjarlodíísfle 
luego  ron  el  debido  [)rov^-eho.'  I^as  provincias  sítÚiI  llamadas, 


•    ni  P\RTAMKN7  0  r»K  JT  STJíJA,  riI/IO  i:  INSTIU  í:í;ION  I'IIIMCA 

Tonioüdo  f.Mi  cormiíJíTaí-ioii: 

Que  la  íiistniccioM  priiii'iria  trH  la  Ij.aM'?  íí.i  que  íIcImmi  ixnwwUiTfu^  lu 
mejora  de  las  cost'iniI>rcs  i  to'Io  pí>'.^r<!Ho  iiit'^N'cliiiil,  m/íImIo  i  vcnJa- 
clero; 

Que  aquella  instruccioii  no  p»i'*d';  II<ífiar  tíiti  iiDp'M'Urilft  t}\i'y*U)  Miri 
que  sea  comuiiicaíla  por  rna'rílros  uVtwvm  i  «!«•  rriiiocifla  íWiTü\U\tn\,  i 
mediante  ni^ítodos  íárÜ'íH,  ídaroM  i  uiiiíorfiií'*i.  t\\u:,  aliorranrlo  ti<'fii|K> 
i  difi^nltad'?^,  la  huinn  ext'rri'.iva  a  toda»  la^  v\itn»*n  do  la  ff/ieJiidiMl; 


*G-2  OPÚSCULOS  LITERAHIOS  I  CRÍTICOS 


en  cuanto  sea  posible,  a  tomar  parto  en  la  escuela  normal, 
enviando  a  ella  aquellos  jóvenes  de  mejores  costumbres  i  apti- 
tudes que,  pudiendo  consaufrarse  a  la  carrera  de  maestros, 
vuelvan  mas  tarde  a  sus  ho;jares,  llevando  la  instrucción  sufi- 
ciente para  comunicarla  i  propatrarla  liasta  en  los  mas  apar- 
tados auL^^ulos  de  la  república. 

IIü  aquí,  i)ues,  una  do  aíjuellas  medidas  trascendentales, 
llamada  a  obrar  un  cambio  radical  e  importante  en  el  bienestar 
del  pueblo,  i  de  un  porvenir  sei^uro  i  feliz.  Sin  ella,  serian  por 
lo  menos  ineficientes  todas  las  demás  que  se  tomasen  para  la 
difusión  de  la  enseñanza  primaria,  porque  faltaria  siempre  el 
primer  elemento,  (¡ue  consisto,  sin  duda,  en  la  adquisición  de 
buenos  i  honrados  maestros.  Los  p  )rmenores  del  decreto  a 
que  nos  referimos,  proveen  al  mismo  tiempo  los  medios  de 
obtenerlos  con  toda  seguridad  en  lo  sucesivo,  asignándoles 
desde  su  entrada  en  la  escuela  normal,  en  clase  de  alumnos, 
pensiones  o  ayudas  do  costa,  que  serán  aumentadas  a  medida 
que  se  hagan  aptos  para  pasar  de  ayu  1  mtcs  o  maestros  a  las 


Que,  sin  un  establecimiento  central  en  qne  se  formen  los  preceptores, 
Bo  estudien  i  aprendan  los  miHodos,  i  se  ppv^paren  i  practiquen  las  re- 
formas necesarias  para  la  mt^joi'a  de  la  enseñanza,  no  es  posible  por 
ahora  IleL,^u•  a  aquel  término, 

He  venido  on  acordar  i  decreto: 

Art.   1."  Sü    establecerá  en  Santiasfo  una  escuela   normal   para   la 
enseñanza  e  instru.'cion  de  las  j)L'rsonas  quj  han  do  dirijir  las  escuelas- 
primarias  en  toda  la  extensión  (h-  la  ropú]>lica. 

'2.^  K\\  es(a  escuela,  se  ensoñarán  los  ram«)S  sii-uientos:  leer  i  escribir 
i*on  perfección,  un  conocimi  mUü  completo  de  los  métodos  do  ense- 
ñanza mutua  i  simultánea,  do^'m.i  i  moral  rolijiosa,  aritmética  comer- 
cial, .{gramática  i  ortoorrafía  caslLíllana,  jco-'rafía  descriptiva,  dibujo 
lineal,  nociones  ¡enváralos  d<*  histv)ria  i  particulares  de  la  de  Chile. 

!!/>  Ksto  est.djlecimi.vUo  e-:tará  a  carleo  (U;  un  director  nombrado 
inmediatanuMilo  por  el  •j()bierno  i  un  ayudante  que  será  nombrado  a 
propuesta  de  aquél. 

'i."  I]1  director  no  S()lo  enseñará  los  ramos  antes  desiírnados,  sino 
(¡wv  velará  sobre  la  conducta  de  los  alumnos,  tanto  dentro  como  fuera 
di'l  establecimiento,  jiara  lo  (|ue  tomará  frecuentes  informes  sobre 
cada  uno  de  ellos  i  adoptará  todas  a(¡ue!las  medidas  que  juzqruo  ma'j 
i)])ortunas  para  su  mejor  comi)orlamiento. 


ESCUELA  NORMAL  2G3 


escuelas  primarias  o  secundarias,  así  en  los  pueblos  subalter- 
nos, como  en  las  capitales  de  provincia  o  departamento.  De 
este  modo,  i  sin  el  menor  gravamen  de  los  padras  poco  acomo- 
dados, se  abre  por  primera  vez  una  nueva  carrera  a  la  juventud 
lalioriosa  i  honrada  que  carece  de  ella;  se  saca  de  la  abyección 
en  que  yacía  la  interesante  profesión  de  maestro  de  primeras 
letras;  i  se  asegura  a  todo  el  país  el  beneficio  de  una  enseñanza 
uniforme  i  regular,  bajo  los  métodos  mas  aprobados,  por  su- 
jetos idóneos,  de  moralidad  i  experiencia. 

Entre  tanto  nos  es  salisfacturio  anunciar  que  todas  las  medi- 
das de  ejecución  de  este  bello  establecimiento,  han  llegado  a 
su  perfecta  madurez,  i  que  mui  en  breve  se  verá  del  todo  plan- 


5.®  Víír^  ser  alumno  de  csti  cseuv'la.  se  necesitan  por  lo  menos  diez 
i  ocho  años  de  edad,  instrucción  regular  en  leer  i  escribir,  i  acreditar 
por  medio  de  una  información  sumaria  buena  conducta,  decidida 
aplicación  i  pertenecer  a  una  familia  honrada  i  juiciosa. 

C.'*  Los  alumnos  serán  por  aliora  veintiocho,  i  durante  el  tiempo  do 
su  aprendizaje,  trozarán  de  cien  pesos  anuales,  para  los  gastos  de  su 
mantención  i  ve-;tuario.  Pueden,  no  obstante,  admitirse  otros  jóvenes, 
que,  reuniendo  las  circunstancias  expresadas  en  el  artículo  anterior, 
quieran  dedicarse  a  la  profesión  de  maestros;  pero  no  disfrutarán  do 
nincfuna  pensión. 

7."  Los  alumnos,  después  de  terminada  su  enseñanza  i  comprobadas 
sus  aptitudes  por  medio  do  un  examen,  son  obligados  a  servir  envina 
escuela,  en  el  punto  déla  república  que  el  crobierno  les  desip^ne,  por  el 
término  de  siete  años.  Su  renta,  que  se  arreglará  alas  circunstancias 
de  cada  pueblo,  no  bajará  en  este  caso  de  trescientos  pesos  anuales. 

S.'»  Todo  joven  que  irozare  de  pensión  por  el  gobierno,  en  ol  acto  de 
incorporarse  en  la  escuela,  se  obliírará  formalmente  a  cumplir  con 
exactitud  lo  prevenido  en  el  artículo  que  antecede,  i  en  caso  de  contra- 
venirlo, eludirlo  o  hacerse  por  su  mala  conducta  indigno  del  cargo  do 
maestro,  deberá  devolver  al  tesoro  nacional  lo  que  se  hubiere  gastado 
en  su  cJuc4\cion.  Los  padres,  curadores  o  personas  bíijo  cuyo  poder 
estén  estos  jóvenes,  ratificarán  esta  obli^racion. 

O.'^  K\  réjimen  i  disciplina  interior  de  la  escuela  normal  serán  deter- 
minados ix)r  un  rejrlamento  especial. 

10.  La  cantidad  a  que  ascendiere  el  costo  anual  de  la  mencionada 
escuela  se  deducirá  de  la  suma  destinada  para  este  objeto  en  el  prc- 
sup'iesto  del  departamento  de  justicia.— Refréndese  i  tómese  razon« 
— DiLNEs  —Mniuiol  Montt. 


2C4  OPÚSCULOS  LITERAKIOS  I  CRÍTICOS 


teado  en  la  capital  de  la  república.  Aun  hai  mas;  las  inten- 
ciones del  señor  ministro  de  instrucción  pública  so  extienden, 
según  entendemos,  a  dotar  las  capitales  de  provincia  con  una 
escuela  normal,  que  supla  a  su  vez  de  maestros  a  todos  sus 
pueblos  i  jurisdicciones;  siendo  los  deseos  del  gobierno  de  que 
no  exista  un  punto  o  reunión  de  ciudadanos  sin  su  escuela 
primaría  al  menos,  ni  cabecera  alguna  de  departamento  quo 
no  posea  una  o  mas  escuelas  secundarias,  convenientemente 
dotadas  i  arregladas. 

Tan  vasto  e  importante  plan  merece,  sin  duda,  la  mas  decidida 
cooperación  de  las  autoridades,  i  de  los  ciudadanos  en  jeneral. 
Contribuyendo  las  primeras  a  la  propagación  de  la  buena 
moral  i  a  la  ilustración  del  pueblo  por  medio  de  los  estable- 
cimientos de  educación,  cumpliríin  con  un  deber  esencial,  satis- 
faciendo una  de  las  primeras  necesidades  públicas,  formando 
honrados  i  útiles  ciudadanos,  abriendo  el  camino  a  todas  las 
mejoras  útiles,  i  destruyendo  todos  los  obstáculos  que  oponen 
de  ordinario  la  ignorancia  o  la  falta  de  moralidad  a  los  ver- 
daderos i  sólidos  adelantamientos.  Los  ciudadanos  pudientes, 
sobre  todo,  verian  desde  luego  el  fruto  do  semejantes  estable- 
cimientos, si  se  asociasen  para  aumentarlos  i  protejerlos,  desde 
que  encontrasen  sirvientes  activóse  intclijentes  formados  en 
ellos.  Cuando  cada  hacienda  de  campo  llegue  a  ser  el  asiento 
de  una  escuela  regular,  en  la  que  los  hijos  de  los  inquilinos 
reciban  con  las  primeras  letras  la  instrucción  moral  i  rclijiosa 
que  a  poca  costa  se  podría  dar  en  ella,  expcrimcntarian  los 
hacendados  un  cambio  sensible  e  importante  en  el  servicio,  con- 
servación i  mejora  de  sus  propiedades:  ligados  desdo  luego 
los  inquilinos  a  sus  patrones  i  al  suelo  en  que  recibian  seme- 
jante beneficio  en  sí  mismos  i  en  sus  hijos,  so  harían  mas  acti- 
vos i  celosos  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes,  mas  estables 
en  el  terreno  que  poseían,  i  por  consiguiente,  mas  laboriosos  i 
morales.  Existen  felizmente  algunos  ejemplos  honrosos  i  dig- 
nos de  imitarse;  ellos  hacen  ver  palpablemente  quo  están  mui 
lejos  do  ser  ilusorias  las  ventajas  que  dejamos  indicadas. 

Mas  no  basta  esto  para  que  ellas  se  hagan  tan  jenerales  co- 
mo es  de  desearse.  Se  necesita  que  el  espíritu  público,  el  espíritu 


ESCUELA  NORMAL  *t'"i 


patriótico  i  de  mejora,  tome  a  su,  cariro  la  iiistruecion  primaria, 
que  coopere  con  el  gobierno  a  un  lia  tan  laa  labio  i  Ixínéfico; 
que  vea  en  él  todo  el  porvenir  del  país;  i  que  contribuya  a  apre- 
surarlo, auxilianrlo  i  fomentando  las  ¡nslitucioncs  mas  propias 
para  obtener  tan  felices  resultados.  ¿<  'itaivmos,  para  iiiov-.  r  a 
nuestros  conciudadanos,  los  pr^-filijios  (pío  cu  otras  rrjionos  •  l>r  > 
por  si  solo  el  espíritu  público  de  los  particulares  cu  la  difusi*»:! 
do  la  enseñanza  del  pueblo,  i  los  males  í(ae  se  eviUm  i  b»s  bii- 
nes  que  se  consiguen  por  semí'jantc  medio?  Materia  sería  osí:». 
quo  nos  llevaría  demasiado  lejos,  cuando  sin  necesidad  dcí 
poner  a  la  vístalos  ejemplos  brillantes  d^  la  iViLsia  i  otros 
estados  jermánicos,  de  la  Inglaterra  i  los  Ksfados  Unidos, 
de  la  Francia  de  nuestros  dias  i  de  otras  naciones,  llenas  di* 
vida  i  actividad  i  pobladas  de  cultos  e  inrlustriosos  moradores, 
podemos  contar  entre  nosotros  ciudadanos  de  smíimientos  bas- 
tante elevados  i  patrióticos,  para  poncrsíi  a  la  cabc/a  de  eslc 
movimiento  esencialmente  civilizidor  i  bcn'íico.  í^ue  sus  fun- 
daciones piadosas,  sus  acciones  caritativas,  i  todos  sus  esfuerzos 
en  favor  de  la  humanidad,  se  conviertan  hacia  este  objeto;  i  su 
caridad  i  filantropía  serán  entendidas,  distribuidas  i  ej(M*citadaH 
del  modo  mas  acei)to  a  la  Divinidad  i  mas  útil  para  sus  seme- 
jantes. 

Tales  son,  en  primera  línea,  los  meilíos  con  (pie  podr.  nios 
satisfacer  las  exijencias  de  la  época  actual  i  lltii.ir  pro'^re.si va- 
mente  los  deseos  del  país.  De  otro  ujodo,  no  haríamoM  mus  (pie 
jirar  en  una  misma  órbita,  sin  dirección  ni  vuelo  ne^^uro  Inu'ia 
aíjuellas  mejoras  o  adelantamientos  a  (pie  racionalni»*nto  pode- 
mos aspirar.  El  primer  instrumento  d^  toib»  atlcliintamiento 
moral  o  industrial,  se  ha  dicho  repetidas  veces,  tíd  el  hondire; 
procuremos,  pues,  mejorar  al  hombre,  tomándolo  prínu^ro  en 
su  infancia,  i  siguicndído  después  en  el  currio  tía  sus  acciones 
en  la  vida  pública  i  privada. 

II 

El  decreto  supremo  para  la  fumlacion  de  la  escuela  normal, 
inserto  en  un  número  anterior,  exíútundo  nuestro  reconoci- 
miento por  una  medida  tan   trascendental  i  benéfica,  nos  dio 


•iOü  OPÚSCULOS  LITEHAIUOS  1  CRÍTICOS 


motivo  para  afiadir  nuestras  humildes  reflexiones  acerca  de  la 
importancia  de  la  enseñanza  primaria,  i  para  indicar  al  mismo 
tiempo  la  parto  que  era  llamado  a  tomar  el  país  en  ol  nuevo 
imi)ulso  í(ue  dicha  enseñan/.a  acaba  do  recibir  del  gobierno, 

•Sin  salir  aliora  do  esta  materia,  nos  será  permitido  contraer- 
nos  a  la  enseñanza  de  las  niñas  del  puel)lo,  no  menos  esencial 
e  importante  que  la  del  otro  sexo,  aunque  comparativamente 
mas  favorecido  por  los  cuidados  de  las  autoridades  i  de  los 
j)articularcs,  i  por  las  mayores  facilidades  que  se  han  encon- 
trado para  proporcionarle  maestros.  Poro  en  esta  parte  la 
educación  ha  debido  seguir  su  curso  natural;  después  de  ini- 
ciada i  establecida  la  de  las  clases  mas  acomodadas,  ha  venido 
naturalmente  la  del  pueblo  do  ambos  sexos;  i  si  se  considera 
que  no  hace  todavía  quince  años  que  so  fundó  en  la  capital 
do  la  repiibhca  el  primer  colejio  do  señoritas,  i  que  antes  do 
aquella  época  carecia  el  bello  sexo  de  todos  los  medios  de  ins- 
trucción regulares  o  adecuados  a  su  posición  social,  no  deberá 
extrañarse  que  haya  quedado  como  olvidada  hasta  ahora  la 
parte  mas  humilde  o  necesitada  de  este  mismo  sexo.  Deben 
considerarse  arlemas  las  diferencias  esenciales  de  una  i  otra 
enseñanza,  para  graduar  las  mayores  dificultades  que  han  de- 
bido presentarse,  siempre  que  se  trataba  de  la  educación  del 
pueblo,  por  su  naturaleza  mas  jeneral  o  extendida;  la  necesidad 
de  i^roporcionar  las  rentas  suficientes,  sin  auxilio  alguno  de 
parte  do  los  padres,  i  privándoles  mas  bien  de  los  servicios  que 
desdo  una  edad  tierna  empiezan  a  prestarles  sus  hijos;  i  la 
falta  absoluta  de  personas  idóneas  que  puedan  consagrarse  a 
la  enseñanza  de  las  niñas  pobres. 

Delante  de  tan  graves  dificultades,  las  medidas  del  gobierno 
han  debido  ser  limitadas  i  carecer  por  consiguiente  del  carác- 
ter de  jencralidad  que  no  han  permitido  hasta  ahora  las  rentas 
i  demás  elementos  con  que  podia  contarse.  Fué  ya,  por  lo  mis- 
mo, un  paso  bastante  avanzado  el  auxilio  o  protección  dispen- 
sada a  la  clase  gratuita  que  se  educa  en  el  colejio  de  relijiosas 
de  los  Sagrados  Corazones,  de  donde  podrán  obtenerse  con  el 
tiempo  algunas  maestras  para  la  propagación  de  la  enseñanza 
primaria;  i  mucho  mas  si  los  establecimientos  verdaderamente 


piadosos  i  benéficos  cío  estas  dignas  rulijiosas  se  oxtiemlen  on 
todo  el  piiís,  como  ontcnitomos  (jiio  deberá  sucetler  en  breve 
■roapect)  de  las  ciuiladcs  de  San  Felipe,  Tuka  i  Chillan. 

Con  tudo,  Boniojantca  medios  nnnca  corresponderán  a  la 
neceijidad  joneral mente  Rentida  do  una  cducaoion  regular  i 
común  a  todas  las  niñas  pobrea;  i  las  medidas  del  gobierno, 
por  mas  extensas  i  bien  calculadas  que  sean,  no  producirán, 
en  nuestro  concepto,  todo  el  efecto  deseado,  sin  la  cooperación 
oftcaz  de  los  ciudadanos  mas  jlu!jtrados  i  pudientes.  Hemos 
invocado  antes  esta  ojoperacion  en  favor  do  la  enseñanza  de 
loa  niños  pobres;  (juo  nos  sea  permitido  reclamarla  ¡¡analmente 
resjwcto  de  las  niñas  da  la  misma  condición,  i  reclamarla 
principalmente  de  su  propio  sexo,  tan  dispuesto  a  la  sensibili- 
dad i  bcncíiconcia.  Las  señoras  cbilenas  no  ceden  en  ceta 
parte  do  sus  bellas  prendas  a  las  de  ninguna  otra  sección  ame> 
rioana;  i  solo  falta  que  una  persona  verdaderamente  lilantró- 
picft  las  reúna  i  les  Imga  ver  el  digno  objeto  a  que  deben 
encaminarse  todos  sus  esfuerzos  piadosos  í  humanos.  De  este 
modo,  en  la  República  Arjentina,  la  educación  primaría  de  las 
niñas  pobres  fué  liare  años  fundada  i  promitlgada  exclusiva- 
mente por  el  eelo  ilustrado  de  las  señoras  de  aquella  capital; 
las  que  con  una  constancia  dii>na  do  ser  imitada  por  el  otro 
sexo,  han  sabido  conservar  intacto  el  precioso  depósito  de  la 
infancia  que  les  estaba  encomendado,  aun  en  medio  de  los  dis- 
turbios i  desgracias  que  han  acabado  por  cerrar  las  puertas  do 
todos  los  demás  establecimientos  de  enseñanza.  Iguales  socie- 
dades de  señoras,  i  con  el  mismo  digno  objeto,  existen  en  la 
república  del  Ecuador,  dondo  se  rccnjen  ya  los  frutos  de  tan 
Útil  institución.  Ella  no  podrá  menos  de  darlos  mas  pri'coces 
i  sazonados  en  esta  tierra  de  predilección,  desde  el  momento 
en  que  la  tomen  a  su  cargo  sus  bellas  liijas,  las  mas  aventaja- 
das por  las  dotes  de  ta  fortuna  i  las  disposiciones  del  ánimo, 
aquellas  a  quienes  se  viÓ  en  todos  tiempos  tomar  el  mas  vivo 
int«ros  en  la  suerte  del  país,  i  las  que  mas  recientemente  ban 
gozado  de  los  licneficios  do  una  educación  cumplida,  ahora 
naturalmente  llamadas  a  propagar  la  parte  mas  esencial  ilo  ella 
#ntre  la  dase  humilde  do  su  sato. 


5»JS  Ol'LSTALOS  LITEHAhlOS  I  CÜiTÍCOS 


Mientras  no  suce*la  esto,  será  cada  vez  mavor  la  distancia 
íiuc  separa  una  clase  de  otra:  a  medida  que  se  vaya  ilustrando 
la  primera,  i  que  la  inferior  permanezca  estacionaria,  serán 
por  consií^uiente  mas  dcliiles  los  lazos  que  las  unan  entre  sí, 
como  se  experimenta  al  presente,  con  jrrave  daño  del  orden 
íloméstico  i  de  la  moralidad  de  las  familias;  i  el  procrreso  del 
país  será  penoso  i  lento,  por  falta  de  esposas  intelijentes  i 
morales  para  la  clase  mas  laboriosa  i  necesitada,  i  de  madres 
tiernas  i  virtuosas  que  puedan  formar  el  corazón  i  dirijir  las 
inclinaciones  de  sus  hijos,  haciendo  de  ellos  dí'sJc  temprano 
iítil(?s  i  honrados  ciudadanos. 

lié  aquí  en  compendio  la  alta  misión  que  son  llamadas  a 
ejercer  las  señoras  chilenas,  desde  el  momento  en  que  em- 
prendan la  propa^^acion  de  la  enseñanza  primaria  entre  la 
<-Iase  menesterosa  de  su  mismo  sexo.  Kl  servicio  importante 
<|ue  en  ello  harían  a  la  sociedad,  redundaria  en  provecho  pro- 
pio desde  lue*ro;  su  scírvidumljre  doméstica,  i  aun  las  nodrizas 
<lc  sus  hijas,  no  j)ertenecerian  en  adelante  a  la  clase  mas  vil  i 
abyecta;  tendrian  personas  de  probidad  e  intelijencia,  para  los 
cargos  de  confianza,  de  que  carecen  ahora,  i  verian  al  rededor 
de  sí  un  pueblo  de  artesanos  u  obreros  activos,  industriosos  i 
morales,  prontos  a  prestar  sus  servicios  a  la  clase  acomo^lada 
i  a  Henar  con  exactitud  las  obligaciones  contraídas. 

Do  propósito,  hemos  reservado  para  la  última,  aunque  pri- 
mera en  importancia,  la  consideración  de  la  instrucción  reli- 
jiosa  que  del)cria  distril)uirseen  estas  escuelas,  por  los  cuidados 
<le  sus  dignas  fundadoras.  Resorte  es  este  el  mas  eficaz  i  po- 
deroso para  mover  el  celo  de  todas  las  personas  verdaderamente 
sensibles  i  piadosas,  que  con  justa  razón  lamentan  el  estado 
do  completa  ignorancia  o  de  grosera  superstición  en  que  yace 
el  pueblo;  existiendo  por  consiguiente  en  las  entrañas  de  la 
sociedad  un  mal  gravísimo  que,  lejos  de  disminuir,  so  le  vo 
cundir  con  el  aumento  do  la  población  i  las  nuevas  necesida- 
des sociales,  sin  que  puedan  alcanzar  a  remediarlo  por  sí  solos 
los  cuidados  pastorales  do  la  iglesia  o  la  mano  protectora  del 
gobierno;  porque  ni  una  ni  otro  podrán  hacerse  cargo  del 
continuo  alimento  espiritual  que  necesita  el  hombre  desde  su 


Ea*lL  EL  v  >''jr-..Ví  ^.1 


infancia,  O  al  in<:nijs  ue  ajuella-í  ['nrii-.r-L-i  :i  ■•.:•.. i.-  .•!.:.-.•. 
apoyadas  en  los  nu-júrt-s  cjciunI'.'*.  ^{í-:  1  L'  .  -  •  ;  -r  i 
la  primera  cn^eain/.i,  i  i::r.\i  ínJ.i:r.;:.i  ■  •:.!:.  :^  -■.  !  •  .•.  -..  .:' 
posteriormente  en  t^Ius  l^s  a.-.-j-^   L-  li  * :  li  !.:..•.    l. 

Uella i  grandiosa  .>TÍa.  p'.r  ¡  j  Uii-  /. --.  1 1  •....;  \- .'.  ! .  !  r  •.*  :r- 
bien  tan  inmí^ns.>,  i  p.ir  ti>.«l:js  ti\n  -r.:*.-.!I  «  ;  i-  .  .;  .-.  .;  ..,  . 
los  que  suministni  hi  01:— ñip./^  I'  I  [ri  l.I  :  :  ^-•.  .  j!  :•:  -.»,  : 
digna  empresa  ¡iiit.-!o  i  I'!;':  .-^rv  a'-iv.-.  :i.  !  r  .  :.:::.-.  i-  :• 
la  parte  solecLi  (k-I  I/--!!  »  -•:•:'.  Kl'.i  =..'1.1.  ►;:*.  :.  :.■  -.•=■:  !.t-  i 
protejiéndola^  i  visit:k:i«I'»Ia-  c.;:i  ir  ■■:  u  ■:. .:  t.  :  :- i  •  :t!  r;r  l.is 
ojos  de  la  muititul  l-í.-um  i  i;:-ii*r-t'r  -.1  a  I:i  !  1/.  '■■  ii  r/.iii-iii 
i  del  conocimiento  d»,-  .sa-s  i.rirn-T  a  «Iv!.- :*■ -•:  d>;;^.«' ii-.ril.j  i 
premiando  los  alt.'l-jntariii».-:it'^-5  i  I  -Wa^  -^-.•■i'.:;'  <  ■!•  I.i  i:::jrK*ia, 
estimularla  i  foniírntu'li  f:i  ♦.!  *  m  ..::::» 'I-  I1  '.ir',  i  1  ¡.«r.i  Ij  w- 
nidero:  sus  cuiila'l.s  p'ira  ^.-0:1  \\  :'-;.":'a.;ií:í  i.  -ji'-ii'»-  -'liilirán 
la  falta  do  madres  tií.-rií.'iii  i  ti»-  :.:•.  •.•J^J:^l'^  ini-.-lii- nt».-?  cvPv-a  do 
ella;  ihacioiidu  1 1  Micidad  dv  ip.:1«s  ■I-.-  stis  .-y.iri'-i  int  -.^.^  •  u'raM- 
jcariii  el  mas  bdl-j  tílulj  a  «i'iv  «l-Ir-  »<;•:;■  tr  li  üíijit  s:.i¡iiTÍor 
i  benéfica. 

Hemos  dirlio  q'io  son  iVi-üos  i  >  ir-ill-is  I  -í  iik^Ühs  di;  Iloirar 
a  tan  fclicos  e  imjiortautjs  rrsuií.ulíjs:  puríiu».'  e.stair.os  per- 
suadidos ({uc  di'siltí  el  rnomonln  en  íjue  so  i»|»ra  p  »r  nii'dio 
de  una  .socii.dad  irías  o  iiit'nns  numerosa,  se  r.stabkvoii  Í!i>en- 
siblemento  la  divi--i«in  i  nn'lo  !os  rotrularos  en  los  tral);i¡os;  la 
acción  de  cada  in-liviiluo  <.s  mas  fiuril  i  es])ontáiu'a,  pi>r  cuan- 
to no  sale  de  aípiul  j»''iU'ro  d».*  íra!>ajo  para  el  ([uc  naturalmoutr 
es  mas  apln;  i  la  esfera  en  (¡ii  .•  ul>ra  toda  la  sodrdad,  so  luuf 
cada  voz  mas  (^xtoiisa,  sin  í{U(*  se  aunionlon  o  í^ravon  los  osfuor- 
zos  individúalos.  Talos  son  los  1kmi«'.'íoío.s  quo  proporoioiían  en 
jeneral  las  so(iodad(*.s,  i  j)r¡noipalmv»nle  las  do  pura  honolioonoia, 
seirun  lo  ex[)rriinonlanios  ya  por  las  pocas  ((no  oxiston  onlr«' 
nosotros.  ¿I  por  (pió  ñn  mas  no])lr,  piuM  i  hí-nrlioo  poilrian 
empozar  sus  onsnyos  on  oslo  jóiifro  las  virluosas  oliilfnas  «pir 
por  el  do  sustituirse*  on  Inuar  dr  niadros  d«'  arpiolla  ol.is»?  imli- 
jente,  quo  se  puod»;  decir  ([\\r.  {':\vrrt'  d»*  rilas,  drsili*  qui*  110 
l)Uod(.'n  comunicar  a  sus  liijus  Ins  primeros  i  ma-í  •■  »i'iici.dr . 
rudimonlosM¿nc  las  sonoras  (!••  Ii  <-apital  ^.^r  nunan  p-ini  trafiir 


270  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


de  los  medios  de  establecer  escuelas  gratuitas  tic  niñas  en  la 
misma  capital,  i  mui  pronto  su  acción  se  extenderá  a  las  pro- 
vincias, en  donde  fácilmente  encontrarán  dignas  colaboradoras: 
que  se  contenten  por  ahora  con  una  sola  escuela;  i  mediante 
sus  cuidados  i  ajencia,  ella  servirá  de  modelo  i  norma  para  las 
que  después  se  establezcan,  i  talvez  para  proveer  de  buenas 
maestras  a  todas  ellas.  La  educación  de  los  dos  sexos  marcha- 
ría de  este  modo  al  mismo  paso,  o  con  igual  provecho;  i  la 
sociedad  entera  recojeria,  a  la  vuelta  do  mui  pocos  años,  todo 
el  fruto  de  la  beneficencia  del  bollo  sexo  chileno. 

iAraucnno,  Ano  de  1842.) 


LA  ACCIÓN  DEL  GOBIERNO 


EsUi  cercano  de  n>j.sotros  el  tiempo  en  que,  repasando  todos  In- 
sistenias  deirohierno,  llamando  alternativamente  a  dirijirlosa 
todos  los  hombres  ¡nlluycntes  o  de  partido,  probando  a  costa 
nuestra  la  anarquía  i  la  dictadura,  cambiando  diariamente,  pnr 
decirlo  así,  las  formas  i  los  hombres,  i  todo  esto  sin  adelantar  un 
paso  i  sin  conseguir  el  bien  deseado  de  un  orden  regular  i  e.^'i  ;- 
ble,  o  do  un  gobierno  conservador  i  benéfico,  cansados  i  abru- 
mados, i  casi  sin  esperanza  de  mejora,  nos  abandonábamos  a  u.i 
cruel  escepticismo,  que  por  desgracia  vaga  todavía  en  algunas 
cabezas,  formadas  en  aquella  época,  cortándoles  todo  vue¡  , 
toda  acción  benévola,  progresista  o  rejeneradora.  Entonce-. 
a  manera  de  otros  pueblos,  constituidos  en  iguales  circuns- 
tancias, se  habia  establecido  entre  nosotros,  como  un  principio 
incontrovertible,  que  «todo  gobierno  era  siempre  una  verda- 
dera calamidad,  o  al  menos  un  laril  ncci2sario,  consistiendo 
la  bondad,  puramente  relativa,  del  mejor  de  ellos  en  el  ma- 
yor o  menor  grado  de  opresión  con  que  se  hace  sentir,  o  en  el 
mayor  o  menor  número  de  males  que  hace  experimentar  a 
los  que  le  soportan.»  Consecuentes  con  esta  aserción  de  ver- 
dadero despecho,  todos  los  actos  públicos  i  aun  privados  lle- 
vaban la  estampa  de  un  error  tan  funesto.  Minar  sordamente 
el  poder  i  hacer  la  guerra  al  ejecutivo  a  todo  trance,  era  en- 
tonces un  deber  do  los  congresos  i  asambleas  deliberantes,  así 
como  de  todos  los  ciudadanos  que  so  preciaban  de  patriotas  o 
liberales,  o   que    no   conocían    otro  medio    gubernativo   ni 


"272  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


sistema  político  que  el  visionario  legado  por  la  España  de 
18 1 2,  calcado  a  su  vez  sobre  las  ideas  revolucionarias  o  de 
perpetua  anarquía  de  1789  en  Francia.  En  América,  s(S  exajcró, 
si  puede  ser,  mas  todavía;  i  hubo  congreso  de  una  república 
hermana  en  que  se  propuso  la  abolición  del  poder  ejecutivo,  i 
diputado  que  brindó  públicamente  por  el  exterminio  de  todos 
los  gobiernos  del  mundo.  En  una  palabra,  todos  los  esfuerzos 
i  aspiraciones  estaban  cifrados  en  debilitar  el  poder  i  atarle 
las  manos,  haciendo  de  él  un  instrumento  servil  i  degradado 
de  las  pasiones  revolucionarias,  en  que  se  fundaban  casi  todos 
los  actos  públicos  de  aquella  época  de  desgracias.  No  era 
extraño  que  el  gobierno  por  su  parte,  colocado  en  semejantes 
circunstancias,  sin  acción  p:u'a  el  bien,  i  atendiendo  siempre  a 
su  conservación  o  dofonsa,  se  limitase  a  parar  los  tiros  de  sus 
adversarios,  i  aun  usase  do  represalias  respecto  do  ellos,  siem- 
pre que  so  le  presentaba  una  ocasión  favorable,  cometiendo 
abusos  o  excesos  que  no  podían  menos  de  pesar  sobre  muchos; 
i  hacer  que  se  mirase  por  todos  al  gobierno  con  mayor  anti- 
patía, o  según  se  decin  entonces,  como  un  mal  necesario  que 
no  podia  producir  bien  alguno  positivo  en  favor  do  los  go- 
bernados. Todo  entraba  en  la  naturaleza  humana,  i  era 
orijinalniento  causado  por  las  excesivas  precauciones  i  des- 
confianzas de  un  puel)lo  nuevo  que  salia  del  opresivo  réjimen 
colonial,  i  que  no  miraba  en  los  gobiernos  que  se  había  dado, 
mas  que  los  sucesores  de  los  antiguos  reyes  i  sus  satélites, 
sivmprc  prontos  a  abasar  i  obrar  de  un  modo  despótico  o  ar- 
bitrario: era,  sobre  todo,  la  consecuencia  necesaria  de  las 
máximas  anárquicas  que  hemos  indicado  antes,  introducidas 
con  la  revolución,  esparcidas  i  fomentadas  hasta  tiempos  mui 
ccrcauíjs  do  nosotros,  i  que  retardaban  la  época  deseada  del 
establecimiento  de  la  paz  pública  i  de  un  orden  legal,  sólido  i 
permanente. 

Mas  la  perspectiva  do  semejante  bien  i  los  crueles  desenga- 
ños sufridos,  fueron  bastante  poderosos  para  que  el  buen 
sentido  de  los  chilenos,  primero  que  en  otros  países  de  Amé- 
rica, diese  do  mano  a  tan  perniciosas  i  funestas  máximas  del 
siglo  pasado,  como  lo  habían  hecho  los  países  mas  adelanta- 


LA  ACCIÓN  DEL  GOBIERNO  ^73 


dos  en  la  carrera  de  la  civilización,  o  los  mismos  que  las  ha- 
blan abrazado  con  ardor  en  acjiíolla  época  de  ensayos,  transi- 
ciones i  errores.  Entóneos  este  j)aeblo,  digno  de  ser  citado 
con  clojio  por  su  moderación  i  cordura,  aprovecliando  las 
lecciones  de  la  experiencia  propia  i  ajena,  evitando  los  esco- 
'  líos  i  huyendo  tolos  los  extremos,  fundó  un  o.-»t  ulo  de  cosas 
regular  i  adaptado  a  sus  circunstancias,  con  un  gobierno 
conservador  del  orden,  promovedor  de  los  adelantamientos  i 
limitado  al  mismo  tiempo  en  el  ejercicio  del  poder  por  salu- 
dables trabas,  cjuc  impidiesen  i  corrijiesen  el  desenfreno  i  el 
abuso,  en  donde  quiera  que  apareciesen. 

Pronto  se  empezaron  a  palpar  las  felices  consecuencias  de 
tan  ventajosa  fundación  en  el  restablecimiento  de  la  tranqui- 
lidad pública,  la  seguridad  individual  i  de  las  propiedades,  la 
mejora  de  las  rentas  i  el  sistema  do  crédito  público,  la  recta 
administración  de  justicia,  el  fomento  de  la  industria  i  el  tra- 
bajo, i  tantos  otros  bienes  reales,  antes  desconocidos,  de  que 
disfrutamos  actualmente.  El  pueblo  no  pudo  menos  de  conocer 
desde  luego  i  prácticamente  que  no  eran  solo  bienes  negativos 
los  que  podia  proporcionar  un  gobierno  estable  i  regular;  i 
que,  sin  el  sacrificio  de  aquella  forma  de  libertad  pública  o 
individual  conveniente  para  sus  goces  o  adelantamientos,  para 
su  decoro  o  dignidad  c  jmo  ciudadanos  de  un  estado  libre  ¡ 
soberano,  les  era  dalo  esperar  de  ese  mismo  gobierno  bienes 
sólidos  i  positivos  que  redundasen  en  beneficio  de  los  particu- 
lares, i  do  toda  la  comunidad. 

Nadie  duda  ahora  de  que  tales  esperanzas  se  han  realizado 
en  gran  part<»,  i  que  en  la  prosperidad  de  que  disfrutamos 
actualmente,  entra  p  ^r  mucho  la  acción  administrativa,  o  la 
mano  creadora  de  un  poder  protector  i  benéfico,  sin  cuyo  im- 
pulso o  auxilio,  aun  dospuos  de  restablecida  i  conservada  la 
tranquilida»!  pública,  mui  poco  o  nada  se  habria  podido  obrar 
en  la  carrera  de  los  a  l(íIantami<'ntos.  Sobre  este  punto,  la  ex- 
periencia también  nos  lia  dado  a  conocer  la  vanidad  o  ina- 
plicación a  nuestras  circunstanííias  de  ciertas  teorías  de  los 
economistas,  que  ya  hablan  recibido  un  desmentido  solemne 

en  otros  países  mas  antiiruos.  in  lusíriosos  i  ricos  que  el  nues- 
opisc.  .15 


274  OPÚSCULO»  LITEnAniOS  I  CllÍTICOS 


tro:  tal  es,  entre  otras,  la  máxima  de  «dejad  hacer  i  dejad 
pasar^D  tan  en  voga  en  F'rancia  en  otro  tiempo,  donde  todos 
ocurren  sin  embargo  al  gobierno  en  solicitud  de  auxilio  para 
toílo  jónero  de  empresas,  i  de  trabas  o  prohibiciones  contra  la 
concurrencia  de  afuera;   máxima   desmentida  principalmente 
en  los  estados  norte-americanos,  los  que,  a  i>esar  del  espíritu 
de  actividad  i  de  empresa,  talvez  sin  paralelo,  que  so  nota  en 
aquel  pueblo,  han  debido  i  deben  muchas  de  sus  primeras 
obras  públicas  al  celode  los  respectivos  gobiernos,  que  eje- 
cutan por  sí  mismos  las  grandes  empresas  do  canalización, 
ferrocarriles  i  otras  de  igual  importancia,  i  que  mal  o  mui 
tarde  po<h*¡an  llevarse  a  cabo,  sin  los  capitales  de  afuera,  o  sea 
el  extenso  créditO'  que,  entre  otras  ventajas,   poseen  aquellos 
gobiernos  sobre  los  trabajos  promovidos  i  administrados  por 
sociedades  particulares. 

En  esta  parte,  se  ve  f¿icilmcnte  que  nuestra  situación  actual 
demanda  una  dirección  mas  poderosa  todavía  i  auxilios  exten- 
sos, que  en  vano  buscaríamos  entre  los  particulares,  por  gran- 
de que  sea  su  influjo  o  espíritu  público,  si  hemos  de  dar  al- 
gunos pasos  importantes  i  decisivos  hacia  el  adelantamiento 
do  nuestra  naciente  industria  i  el  bienestar  jeneral.  Necesita- 
mos que  la  acción  del  gobierno  se  extienda  a  todo  jénero  de 
mejoras  i  obre  con  igual  actividad  en  todo  el  país,  destruyen- 
do obstáculos,  a])riendo  nuevos  canales  de  industria,  i  aun 
indicando  i  promoviendo  entre  los  particulares  aquellos  jéne- 
ros  de  trabajos  m:is  esenciales  i  adaptables  a  nuestras  circuns- 
tancias, o  que  puedan  proporcionar  un  empleo  lucrativo  al 
mayor  número  de  ciudadanos. 

El  convencimiento  íntimo  de  esta  misión  especial  lo  ha  sen- 
tido el  gobierno,  i  la  reconoce  el  país;  i  si  la  acción  protectora  del 
primero  no  ha  sido  en  tiempos  anteriores  tan  jeneral  i  extensa 
como  era  de  desear,  debe  atribuirse  al  cuidado  principal  del 
manlenimiento  i  consolidación  del  orden  público  que  debia  ab- 
sorber su  atención,  i  a  los  escasos  recursos  de  una  hacienda 
agobiada  con  el  peso  de  grandes  responsabilidades  en  el  interior 
i  exterior,  i  cuyo  crédito  apenas  empezal)a  a  establecerse  en  la 
época  a  que  nos  referimos.  Mas  ahora  felizmente  todo  ha  cam- 


biado  do  aspecto;  i  a  la  época  puramente  conservadora  (si  aei 
paedc  llamarse  la  anterior)  ha  sucedido  otra  do  fomento,  do 
reformas  i  mejoras,  delante  de  las  cuales  cslá  mui  distante  do 
retroceder  la  actual  administración,  contando  siempre  con  el 
apoyo  do  las  cámaras  lojislativas  i  la  decisión  del  puclilo. 

Medidas  (te  la  mayor  trascendencia,  para  llenar  lo,s  olyetos 
indicados,  o  para  abrir  el  camino  do  las  mejoras  i  asegurar  la 
marcha  progresiva  del  paií),  so  preparan  entro  tanto  en  casi 
todos  los  departamentos  de  la  administración,  para  ser  some- 
tidas al  cuerpo  lejisl;itivo  en  la  sesión  venidera.  Por  nuestra 
{tarto,  recomendaremos  desdo  ahora  la  leí  del  réjinien  interior, 
cuya  discusión  quedó  pendiente,  i  quo  no  hemos  cesado  do  con- 
Biderar  como  de  vital  importancia,  para  llenar  un  vacio  inmen- 
BO,  echar  los  cimientos  do  una  organización  verdaderamente 
nacional  i  extensa,  i  a  fin  do  quo  no  haya  un  pueblo  do  la 
república,  por  lejano  que  so  halle  de  la  acción  del  gobierno 
supremo,  en  quo  no  so  sienta  la  influencia  do  esta  acción,  i  do 
un  modo  igualmente  provoclioso  en  beneficio  de  todos. 

Después  de  esto,  consideramos  de  no  menor  importancia  la 
elección  de  les  ajontes  del  gobierno,  por  cuyo  intermedio  de- 
berán conseguirse  semejantes  bienes;  í  en  este  punto  delicado, 
estamos  persuadidos  que  la  actual  admioistracion  hace  también 
lo  posible  para  obtener  el  acierto.  Ella  debe  estar  penetrada 
de  que  no  bastan  la  probidad  i  el  celo,  para  promover  las  me- 
joras sólidas,  si  no  van  acompañadas  estas  calidades  do  los 
conocimientos  i  aptitudes  necesarios;  i  quo,  a  esta  época  de 
adelantamientos,  corresponden  hombres  de  ideas  i  poseidoa  del 
espíritu  doempre.ía.  Por  eso  también  la  hemos  visto  rodearse 
de  esta  clase  cscojida  desdo  los  primeros  tiempos  de  su  exis- 
tencia, aplicar  los  mismos  principios  en  los  nombramientos 
qoe  iKisloriormente  ha  sido  llamada  a  hacer,  i  no  dudamos  quo 
en  igual  sentido  obre  en  lo  sucesivo. 

Creemos,  por  último,  esencial  la  cooperación  del  país  i  su 
espontánea  decisión  en  favor  de  todas  aquellas  medidas  de 
ínteres  jeneral  quo  tiendan  a  promover  loa  adelantamientos; 
nuestro  sistema  republicano  exije  esta  cooperación  de  parte  do 
todos  los  ciudadanos  amantes  del  país,  i  ta  naturaleza  do  las 


tyj  opuacrLOs  Lrm ARIOS  i  críticos 

mocIHas  a  que  aludimos.  la  hace  indispensable,  para  que  ten- 
gan XcAo  el  ensanche  i  los  bené:leos  resultados  de  que  son 
Husceptibles.  I  aunque,  como  hem-js  indicado  desde  el  princi- 
pio, semejantes  mejoras  deben  partir  de  la  primera  autoridad 
i  ser  ejecutadas  en  mucha  parte  p>:>r  ella,  no  por  eso  dLl>erá 
dejársele  en  cierto  estado  de  aislamiento,  o  entregada  exclu- 
sivamente a  sus  propios  recurso?,  que  por  sí  solos  tampoco 
alcanzarían  a  satisfacer  las  actuales  exijencias  del  pais.  Tales 
serían,  por  ejemplo,  las  obras  públicas  de  canales,  puentes, 
caminos,  etc.,  en  las  que  el  gobierno  pondría  los  estudios  pre- 
vios, la  dirección  científíca  i  aun  otrus  auxilios,  mientras  que 
el  público  sería  llamado  a  tomar  parte  en  estas  empresas, 
supliendo  los  capitales  necesarios  para  completarlas  i  conser- 
varlas, i  satisfaciéndose  con  ventaja  del  lucro  que  ellas  podrían 
proporcionar.  JJn  sistema  mixto  de  este  jénero,  pensamos  quo 
sería  el  mas  adaptable  a  nuestras  circunstancias;  i  que  de  to- 
das suertes,  inmensos  bienes  deberían  resultar  a  la  nación  de 
los  esfuerzos  unidos  del  gobierno  i  de  todos  los  chilenos  en  la 
causa  de  los  adelantamientos. 

'  Á  ra  u  en  no.  Año  de  184  '2. ) 


L.STA2L>.Ll^tÍj.:\T 


'J.—  —       *  .-tT  ^        m         J 


da'l  de 'lliiití.   aianiLuiíi  .'iiuup  y  r  .♦-:  íi:  .'  :»:  ií:l".-  L;     Sil?. 


que.  ^:^:■'^ -íL  .Ti:.sp:it:  '.r.y-:':^.-.  i^:íi.":':'í  uim-i  z-z  .h^  :^:i.i::i:1í 
de  este  y^'-^'i  ^í  i"''^  t*"-  -  -¿.-^  :i...-iij'i»  ?*í  '.i*lí^¡..i.  :.«iís,  tc  ¿;c- 
sesioa  i't  f.r^^ar  ::<::»:  u:':r'::i.  i:  .1  *,r:~':tj!::.  jí-;  í*>  «í¿:  >í 
mismo.  5cr:.--  :.  :-íscj-.  v.-jÍ,  1-  -::•.  .-  \íi.í<j  :^j«:r^JL:i:s.\  <:  ::•,'» 
decisivo,  Ti-í  '11  :.:..'  -i.  :;!.•  -.r.  li  ::ur^íri  i«i  fu  v:iv:l:.cj.v:i;;i  i 

día.  i  -..i-r  1  .-i  lI'jItI-.-í  :>v..r  i.:r-:iL:.¿:-:s  e.i  I:s  ::ai<*¿<  jue  i:::e^ 
de  nos..:r-.s  t.;  ai.--  /.íIIí.:.  ■■:i  -tí  -j-íí-j  -i:  r::-::iÁlr  ?:x>  iiuticu- 
ciones  ifi.;-.  ¿.-t.-^i.'-.i.i.  pi.-i  riiv-I-irljó  a  Us  r.-x-trs.Iades  do  U 
época,  o  Lv::^r' i.-!  -i::.-.:.'vilr  0Ll:az2i-en:«?  a  U  LUArviii  pro^ix*a^« 
va  déla  «■:.v:'..z.^:i-f-.  r^.s  ii-^mo^  ctjíI.^  aiitori¿a.loci,  vlesdo  ^uo 
tuvimos  c.:r.:':Lr--.::ri:o  Ul  proyecto,  para  rcpníáeatarlv*  v.vaK> 
uno  de  les  ^f-.^s  I-.l^rs  i  Ua^^iTcos  i¡Me  había  prejKuraJv^  el  ^v^ 
bierno.  i  aca-^o  : :  11  o  el  mas  f-ounJo  en  importantes  ivsuU;^kW« 
para  esta  i  la.s  j '.-a:* raciones  venideras. 

No  se  trata  de  aquellos  establecimiento^  esvvlásti^ws  o  do 
ciencias  especulativas,  destinados  principalmoute  a  fon^ont.u* 
la  vanidad  de  los  que  deseaban  un  titulo  aivirento  do  sutioioneui, 


'27M  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


sin  ventajas  reales  e  inmediatas  para  la  sociedad  actual;  tam- 
I>oc^j  se  ha  tenido  en  vista  la  idea  jigantesca  de  una  de  aquellas 
academias,  propias  de  los  países  adelant^idos  en  saber  i  rique- 
zas, donde  se  ostenta  el  lujo  de  las  ciencias  i  dontle  los  hom- 
bres eminentes  en  ellas  encuentran  la  recompensa  de  una 
larga  i  laboriosa  carrera. 

So  desea  satisfacer  en  primer  lugar  una  de  las  necesidades 
qiio  mas  se  han  hecho  sentir  desde  que  con  nuestra  emanci- 
pación política  pudimos  abrir  la  puerta  a  los  conocimientos 
útiles,  ecliando  las  bases  de  un  plan  jeneral  que  abrace  estos 
conocimientos,  en  cuanto  alcancen  nuestras  circunstancias, 
para  propagarlos  con  fruto  en  todo  el  país,  i  conservar  i  ade- 
lantar su  enseñanza  de  un  modo  fijo  i  sistemailo,  que  i>ermita, 
«ín  embargo,  la  adopción  progresiva  de  los  nuevos  métodos 
i  de  los  sucesivos  adelantamientos  que  hagan  las  ciencias.  I 
€sta  necesidad  tan  jeneralmente  sentida,  que  ha  sido  recono- 
cida por  actos  auténticos  en  casi  to  las  nuestras  lejislaturas,  i 
sobre  la  cual  ha  insistido  principahnente  la  constitución  que 
nos  rijo,  no  podía  llenarse  sin  una  corporación  especial,  a  cu- 
yo cargo  estuviesen  la  formación  del  plan  de  estudios  i  su 
cumplida  ejecución,  lo  mismo  que  las  mejoras  que  deban  in- 
troducirse con  el  tiempo,  i  sobre  todo  la  asidua  vijilancia  i 
contracción  que  exije  la  economía  administrativa  de  la  ense- 
ñanza en  los  diversos  ramos  que  comprenden  los  conocimien- 
tos Immanos. 

Se  echaba  do  menos,  en  segundo  lugar,  un  cuerpo  conser- 
vador, i)or  decirlo  así,  de  estos  conocimientos,  que,  bebiendo 
en  las  fuentes  i  manteniendo  las  buenas  doctrinas,  alejase  de 
entre  nosotros  el  empirismo,  sin  permitir  que  el  mediano  sa- 
ber o  el  superficialismo,  talvez  mas  fatales  para  las  naciones 
(|U(5  la  ignorancia,  ocupen  el  lugar  del  verdadero  mérito,  que 
solo  puedo  ser  puesto  a  la  prueba  i  jeneralmente  reconocido 
por  medio  de  estos  cuerpos  científicos. 

Se  necesitaba  igualmente  de  una  academia  en  que  pudiesen 
-cultivarse  i  brillar  los  injenios  nacionales,  que  frecuentemen- 
te nacen  entre  nosotros  para  morir  pronto  por  falta  de  un 
Éeatro  aparente  i  digno,  i  por  falta  de  aquellos  estímulos  de 


BSTADLECltflKNTO  DE  LA  UNIVERSIDAD  DE  CHILE  279 


honor  i  gloria  que  solo  pueden  alentar  a  las  almas  elevadas  i 
jenerosas,  i  que  son  en  todas  partes  la  vida  de  las  ciencias  i 
de  las  artes  liberales.  Estas  mismas  ciencias  i  artes  apenas 
tienen  aplicación  entre  nosotros;  i  ninguna  carrera  segura 
aparece  abierta  al  joven  estudioso  que  las  ha  cultivado  con 
esmero  i  aprovechamiento,  i  qcie  se  ve  obligado,  por  lo  mis- 
mo, a  interrumpir  el  curso  de  sus  penosas  tareas  para  dedi- 
carse a  otra  vocación  ajena.  Al  cuerpo  universitario  está 
reservado  presentar  un  vasto  campo  de  acción  en  la  carrera 
de  los  conocimientos  humanos,  estimular  su  cultivo,  i  coronar 
el  mérit'):  él  debe  poner  en  h<mor  las  ciencias,  i  demostrar  a 
los  hombres  industriosos  en  particular,  como  a  la  comunidad 
entera,  que  sin  ellas  no  hai  verdaderos  i  sólidos  adelantamien- 
tos, que  ellas  son  el  manantial  de  todas  las  riquezas. 

El  gobierno,  la  lejislatura,  i  todas  las  administraciones 
públicas  necesitan  llamarlas  con  frecuencia  en  su  auxilio;  i 
nada  útil  o  importante  puede  emprenderse,  sin  que  primero 
sea  sometido  a  la  ciencia  i  arreglado  por  ella,  lié  aquí  tam- 
l)ien  otro  de  los  grandes  objetos  que  debe  llenar  el  cuerpo 
universitario,  según  el  texto  de  las  atribuciones  designadas  al 
mismo  cuerpo  en  jeneral,  i  a  cada  una  de  las  facultades  en  el 
proyecto  de  bases.  De  esto  modo,  la  facultad  de  teolojía  i  su 
academia  de  ciencias  sagradas,  ademas  de  proporcionar  al 
estado  sujetos  verdaderamente  idóneos  para  el  ministerio  sa- 
cerdotal, suministrará  frecuentemente  al  gobierno  i  a  los 
prelados  de  la  iglesia  chilena  las  bases  de  las  mejoras  o  re- 
formas que  convenga  introducir  en  ella,  en  beneficio  de  los 
fieles  i  en  consonancia  con  los  principios  jenuinos  del  evan- 
jelio  i  decisiones  de  la  iglesia. 

La  de  ciencias  sociales  es  llamada  naturalmente  a  un 
continuo  ejercicio  en  los  diversos  ramos  que  comprende,  so- 
bre todo,  en  un  país  que  se  halla  en  el  caso  de  completíir  o 
reformar  su  organización  social:  así  pues,  la  economía  política 
i  las  ciencias  financieras,  la  jx)lítica  propiamente  dicha,  las 
ciencias  legales  i  administrativas,  el  derecho  público  e  inter- 
nacional i  las  ciencias  morales  en  jeneral,  serán  puestas  a 
contribución  en  benelicio  del  país. 


No  5::-í  li.'r. .^  ::vv.:vr.:-?e'.  rtvur>o  Je  ccsi  todos  los  poderes 
i  aa:orM^I:s  u.I  •i-^t.tl:»  u  Ii  ;Vi?:I:a.l  «k*  cien.ias  fi.sicas  i  ma- 
teaiít;:.i=:  cl  :..  vl...:.r.t  :::Ius:r:-.l  -.Ii-I  país  debe  apoyarse  en 
ella.  I:»  ::;:-?.:":.■  ■:  ¡.-  !.-:..o  »:::-  •.'.?  :V;v:l!t..rIvj  i  protcjorlo.  Cami- 
nos i  c.\:i ";'.».— .  :•  ^í'ii-s,  a.^i::!.!:?..;  li  i  cultivo  en  ¡oneral,  in- 
dustria r.iin-jr.i.  :*;kl. ril.  v:j.,  cin-ti'u.i-aos  navales,  fortifica- 
ciunes.  i  o.ia:it  j  cntrüj-ivc  a  la  tlr:o:.-:\  i  crioria  de  la  nación  i 
sus  ad-:-Iant.i:ii!o::t>-j  vleie  sor  i:ií--.'::.ídj  i  proparado  con  el 
auxilio  eaencíii!  de  estas  cien.i.is.  i  ojtoutado  por  los  que  las 
profesan. 

Las  ciencias  ínÁlivM>,  que  felizíVien'o  empiezan  a  cultivarse 
por  nuestros  conv^iuladaiios,  nece-^itan  de  un  centro  común  de 
estudio  i  foniontj.  d  jn.le  reciban  el  lastre  i  la  popularidad  que 
les  corresponile,  i  donde  deban  hacerse  para  la  jeneralidad 
mas  útiles  i  benéiicas  que  lo  que  han  sido  hasta  el  presente. 
La  facultad  de  estas  ciencias,  criada  en  ]\  universidad,  debe 
Henar  semejantes  objetos,  estudiar  e-  ; /cialmente  las  enfer- 
medades del  país,  i  presentar  a  sus  autoridades  oportunamente 
el  fruto  de  sus  trabajos  en  este  ramo,  así  como  en  los  de  hi- 
jienc  pública  i  privada,  tan  descuidadas  entre  nosotros. 

Nos  resta  que  hablar  de  la  facultad  de  humanidades,  a  la 
que  está  encomendado  especialmente  el  estudio  de  la  lengua 
nacional  i  el  cultivo  de  las  letras.  Esta  facultad,  ademas  del 
fomento  que  deberá  dar  a  la  ideolojía,  la  literatura,  la  historia 
i  los  demás  ramos  quCí  le  son  peculiares,  tiene  el  encargo  de 
la  enseñanza  primaria  i  secundaria  en  toda  la  república,  su 
fomento,  i  los  libros  elementales  i  métodos  que  deberán  adop- 
tarse en  ella. 

Fácilmente  se  dejan  ver,  por  esta  lijera  reseña,  los  gran- 
des objetos  que  debe  llenar  la  universidad  de  Cliile,  las  nece- 
sidades urjcntes  que  es  llamada  a  satisfacer  i  los  inmensos 
beneficius  quo  de  semejante  corporación  debe  derivar  el  país, 
no  solo  en  el  curso  de  los  años,  sino  también  desdo  el  princi- 
pio de  su  carrera.  I  mas  fácilmente  resaltan  todavía  la  impor- 
tancia i  utilidad  práctica  del  establecimiento  proyectado,  cuando 
se  contrasta  con  el  edificio  gótico  de  la  antigua  universidad 
de  San  Felipe,  obra  de  otros  tiempos,  de  otras  costumbres  i 


ESTAÜLECiyiENTO  DE  LA  UNIVERSIÜAD  DE  CIIILB  ^281 


otras  cxijcncias;  i  que,  si  pudo  servir  entónees  de  algún  ali- 
ciente para  el  cultivo  de  las  ciencias,  se  habia  hev'ho  entera- 
mente iniitiL  por  no  decir  embarazoso,  en  la  presento  é|>oca. 
Nos  prometemos  extendernos  en  otra  ocasión  sobre  esta  ma- 
teria. 

.Mr.'iuoaííf),  Ano  do  18i*2.) 


EL  GOBIERNO  I  LA  SOCIEDAD 


Nada  mas  fácil  que  censurar  a  un  i.vb¡enio  ¡uiinitáiulolo 
como  culpa,  nj  solo  tolo  el  mal  que  existe,  sino  tojo  el  bien 
que  no  existe;  tema  eá'e  searunJo  Ya>to  i  susoqUüilo  ile  ain- 
plificacioncs  oratorias  tan  tamiles  i  hrillante-i,  (jue pocos  oscritv^- 
res  tienen  bastante  severiJaJ  ele  juicio  para  no  ilcjar  oonvr  en 
ellas  la  pluma,  aunque  sea  a  expensa^  ilo  la  ra/on  i  la  justicia. 
¿Qué  puede  oponer  nuestro  crobierno  al  ma«jrnilioo  caláloi;^^  do 
lo  que  nos  falta?  Decretos  i  rv\ü:lam;MUos  c(ue  so  llaman  do 
rutina  i  do  estilo,  porque  no  tienen  el  poder  májico  de  dar  a  la 
vida  social  un  movimiento  tan  rápido,  c.imo  d  que  yoíuos  en 
otras  naciones,  con  cuyas  ventajas  materiales  i  morales  todos 
confiesan  que  no  admiten  comparación  las  nuestras.  Si;  el 
catálogo  de  lo  que  nos  falta,  es  inmenso;  i  el  paralelo  de  nuesti\) 
estado  social  con  el  de  otros  pueblos  j>rivilejiados,  nos  da  pocos 
motivos  de  orijullo.  Pero  la  razón  i  la  justicia  exijirian  i|UO 
para  atribuir  esta  diferencia  al  erobierno,  se  juda^rasc:  L**  hasta 
qué  punto  es  responsable  de  ella,  i  cuáles  son  las  medidas 
específicas  que,  en  el  concepto  de  los  censores,  i)rodui*irian  la 
metamorfosis  instantánea  que  echan  de  menos;  i  "i.",  hasta  cpió 
punto  se  del>en  esas  maravillas  del  esi)íritu  i)úblico  i  do  la 
industria  a  las  medidas  económicas  dt5  los  gobiernos  en  los 
países  dichosos  que  nos  presentan  como  tipos. 

Es  un  hecho  incontestable  que  la  actividad  social,  el  movi- 
miento rápido  do  la  industria,  el  acelerado  incremento  di'  la 
prosperidad,  no  ha  sido  en  ellos  la  obra  del  í^obierno,  ni  se  ha 


284  OPÚSCILOS  LITERAHIÜS  I  CUÍTICOS 

(lebi(U),  sino  en  niui  poqucña  parto,  a  providencias  administra- 
tivas; ¡  que  el  principal  ájente  en  la  producción  do  esos  fenó- 
menos es  el  espíritu  público  de  los  fialjitantes,  favorecido  por 
circunstancias  peculiares;  tales  como  (en  sentir  de  algunos) 
la  raza;  una  antigua  educación  moral  i  política,  que  ha  tenido 
tiempo  de  odííxv  raíces  profundas  en  las  costumbres;  la  situa- 
ción jeop^ráíivia;  la  fccuuvli.la.l  de  producciones  naturales  ilinii- 
tadamcnto  apetecidas  i);>r  otros  pueblos  i  fácilmente  permuta- 
bles por  bis  productos  do  la  industria  extranjera;  vías  de 
transporto  interior,  preparadas  en  grande  escala  por  la  natu- 
raleza misma;  acá  un  suelo  vírjcn  con  medios  inmensos  de 
extensión  i  dví  cjlonizacion,  terrenos  vastos,  fértiles,  regados 
en  todas  direcciones  por  rios  caudalosos,  navegables;  i  el 
torrente  do  la  emigración  europea  dirijido  a  él,  primero  por 
necesidad  i  luego  por  liái)ito;  allá  una  antigua  cultura,  cien- 
cias i  arles  florecientes,  capitales  acumulados  por  siglos.  ¿Tie- 
nen estos  medios  a  su  alcance  las  nuevas  repúblicas  america- 
nas? ¿Les  os  dado  modilícar  los  efectos  profundos  i  misteriosos 
do  la  acción  orgánica,  que  hace,  según  so  dice,  tan  diferente 
la  fibra  anglo-sajona  de  la  céltica  o  do  la  ibera?  ¿Les  es  dado 
variar  en  un  momento  las  costumbres?  ¿Está  en  sus  manos 
crear,  donde  no  los  liai,  esos  instrumentos  colosales  do  engran- 
decimiento a  que  dcljon  su  acelerado  progreso  los  Estados 
Fnidos,  o  esas  producciones  preciosas  que  han  decuplado  en 
pocos  años  la  riqueza  do  la  isla  de  Cuba?  ¿Diremos  a  las  cor- 
dilloras,  allanaos;  i  a  los  torrentes,  prestad  vuestras  aguas 
a  la  navegación  interior?  I  cuando  tuviéramos  todo  ese  poder 
on  nuestras  manos,  nos  restaría  que  hacer  otro  nuevo  milagro, 
acercar  nuestras  costas  a  los  gnnules  emporios  del  mundo. 
Compárense  de  buena  fe  lo  que  ha  hecho  en  todas  líneas  la  na- 
ción chilena  i  los  medios  que  el  cielo  ha  puesto  a  su  disposición, 
con  las  dádivas  que  la  naturalezjnia  prodigado  a  otros  pueblos, 
i  no  hallaremos  razón  para  humillarla.  Porque  en  esta  parto 
el  gobierno  i  la  nación  tienen  una  responsabilidad  solidaria. 
En  vano  se  miraría  la  prosperidad  nacional  como  la  obra 
exclusiva  del  gobierno.  Ella  ha  sido  en  todas  partes  la  obra 
colectiva  de  la  sociedad;  i  si  no  so  puedo  culpar  a  ésta  do  lo 


'* 


R[.  GODIEIIMO  I  LA  HOCiBOiD 


que  no  liara,  sin  Inmar  en  cuenta  sus  elemontos  matoriales, 
monos  se  puede  cuipnr  al  (gobierno  sin  tomar  al  misino  tiempo 
en  cuenta  la  materia  i  el  espíritu,  las  costumbres,  las  leyes, 
las  preocupaciones,  los  antecedentes  morales  i  políticos.  Pi'o- 
cedcr  do  otro  modo  es  una  manifiesta  injusticia.  Di?ase  en 
buena  hora  lu  que  ríos  falta;  nunca  estará  de  mas  repetirlo; 
pero  espiónense  las  causas  de  esa  falta;  indiquense  los  medioH 
do  remediarla;  i  la  reseña  de  los  prodijioa  siiL-iatcs  do  otros 
pueblos  será  instructiva,  será  fecunda  do  rcsultadoíi  práclicos. 

Lo  que  el  gobierno  puede  prometer  a  sus  comitentes  es  un 
deseo  ferviente  do  merecer  la  aprobación  pública,  una  aten- 
ción asidua  a  los  intereses  de  la  comunidad;  una  resolución 
(Irme  do  tomar  en  eliiis  sus  inspiraciones,  i  no  en  la  atmósfera 
de  ningún  partiilo.  Lleno  de  estos  sentimientos,  acojerá  siem- 
pre con  docilidad  las  iiidicacíone«  de  la  prensa,  que  lo  pa- 
rezcan fundadas  en  principios  sanos  i  justos  de  política  i  de 
economía;  i  nunca  ha  catado  mejor  dispuesto  a  escucharla, 
que,  cuando  servida  por  escritoi-os.  ilustrados,  abobados  celosos 
do  la  humanidad  i  del  puehto,  la  ve  en  estado  de  cumplir  su 
mas  bella  i  alta  mi»¡on:  proponer,  discutir  las  innovaciones 
lililcs,  i  discutiéndolas,  prepararlas.  Poro  so  necesitan  conse- 
jos claros,  definidos,  no  especulaciones  aiircas.  Los  sueños 
dorados  i  las  perspectívat  teatrales  desaparecon  anta  las  seve- 
ras, Ia.s  inflexibles  leyes  de  la  uiatcria  i  del  espíritu;  leyes  quo 
dejan  límites  harto  estrechos  a  la  esfera  de  acción  de  los  lejis- 
ladorcs  humanos. 

Es  preciso  ver  las  cosas  como  son,  Hl  gobierno  no  puedo 
obrar  sin  el  concurso  do  la  representación  nacional;  i  la  reu- 
nión misma  do  todos  los  poderes  políticos  carece  de  imperio 
sobre  ciertos  accidentes  materiales,  i,  para  modificar  los  fenó- 
menos morales,  tiene  que  hacerlo  por  medio  de  las  leyes,  quo 
influyen  tanto  mas  lentameirte  sobre  las  costumhrea,  cuanto 
les  es  necesario  valerse  de  ellas  í  de  las  preocupaciones  mismas 
para  ser  eficaces.  La  marcha  de  nuestra  república  no  será,  si 
ae  quiere,  como  la  de  los  dioses  do  Homero.  Poro  ¿qui¿n  ha 
dicho  que  todas  la.s  rcpúljlicas,  ni  la  mayor  parte,  han  andado 
así?  I>.j  que  vemo«,  esquela  marcha  social  lia  ííido  MÍcmpro 


256  oriJscuLo»  litehaiuos  i  créticos 


mas  veloz  donde  la  ha  favorecido  una  feliz  combinación  de 
circunstancias.  Por  ellas,  proijre.san  rápidamente  las  repúbli- 
cas norte-americanas;  por  ellas,  la  Nueva  Holanda  i  la  isla  de 
Cuba,  que  no  son  repúl)l¡cas.  Si  esas  circunstancias  naturales 
i  morales  se  desenvuelven  prodijiosamente  bajo  el  influjo  de 
la  libertad  democrática,  tampoco  es  imposible  que  sea  tan 
poderosa  a  veces  su  acción,  que  no  la  retarden  ni  aun  las  tra- 
bas de  la  servidumbre  col<Miial;  i  su  concurrencia  es  tan  nece- 
saria, que,  sin  ellas,  la  libertad  misma,  la  mas  activa  i  crea- 
dora do  todas  las  infl.ioncias  políticas,  obrará  de  un  modo 
comparativamente  débil  i  lento  sobi'e  los  desarrollos  mate- 
riales. 

Cada  pueblo  tiene  su  flsonomía,  sus  aptitudes,  su  modo  do 
andar;  cada  pue])lo  está  destinado  a  pasar  con  mas  o  menos 
celeridad  por  ciertas  fases  sociales;  i  por  grande  i  benéfíca 
que  sea  la  influi.Micia  de  unos  pueblos  en  otros,  jamas  sera 
posible  que  nini^uno  de  ellos  borre  su  tipo  peculiar,  i  adopto 
un  tipo  extranjero;  i  decimos  mas,  ni  sería  conveniente,  aun- 
que fuese  posible.  La  humanidad,  como  ha  dicho  lino  de  los 
hombres  que  mejor  han  conocido  el  espíritu  democrático,  la 
humanidad  no  se  repite.  La  libertad  en  las  sociedades  moder- 
nas desarrolla  la  industria,  es  cierto;  pero  este  desarrollo, 
para  ser  tan  acelerado  en  un  pueblo  como  en  otro,  debe  en- 
contrarse en  circunstancias  igualmente  favorables.  La  liber- 
tad es  una  sola  de  las  fuerzas  sociales;  i  suponiendo  igual  esta 
fuerza  en  dos  naciones  dadas,  no  por  eso  producirá  iguales 
efectos  en  su  combinación  con  otras  fuerzas,  que,  paralelas  o 
antagonistas,  deben  necesariamente  concurrir  con  ella. 

El  autor  que  acabamos  de  citar  (M.  Chevalier)  nos  ofrece 
un  ejemplo  mui  notable  do  la  variedad  con  que  obra  el  espí- 
ritu de  las  instituciones  democráticas  en  los  mismos  Estados 
Unidos.  «El  yanqui  i  el  virjinio,  dice  este  celebro  escritor, 
son  dos  entes  mui  diversos;  no  se  aman  mucho;  i  frecuente- 
mente discuerdan....  el  virjinio  de  raza  pura  es  franco,  expan- 
sivo, cordial,  cortas  en  las  modales,  noble  en  los  sentimientos, 
gr:íude  en  las  ideas,  digno  descendiente  del  (jentlemaa  ingles. 
lí -'loado,  desde  la  infancia,  de  esclavos  que  le  excusan  todo 


KL  CiOUIP.nNO  I  LA  SUCIEÜAU 


Í(Í7 


trabajo  manual,  es  poco  activo  i  hasta  [jei-czosu.  Es  ppúilign;  i 
en  los  nuevos  cstaiIos,  aun  mas  quo  en  la  omjiolji-cuiíUt  \'írji- 

nia,  rciua  la  profusión Practii;ar  la  hoNpitali>líiil  os  para  ól 

un  iluber,  un  plactr,  una  (Ütha....  Ama  las  iiistiLuoioiicHdc  na 
paía;  i  con  toilo  oso  muestra  con  stitisfiícoioii  «1  extranjero  ht 
vajilla  (lo  familia,  cuyos  Ijlasouos,  mcilío  hornuloa  por  el  tiem- 
po, atestiguan  que  desciendo  do  los  primeros  colonos,  i  que 
8U9  antepasados  eran  de  ca.sa3  distinguidas  en  Ina;latcrra. 
Cuando  su  espíritu  lia  sido  cultivado  por  el  estudio,  cuando  un 
viaje  a  Europa  lia  dado  flexiljilidad  a  sus  formas  i  pulido  su 
ituaji nación,  no  Iiai  lugar  en  que  no  sea  di^^no  (capaz  de  figu- 
rar, no  lini  destino  a  cuya  altura  no  pueda  elevarse;  ca  una 
felicidad  tenerlo  por  compañero;  so  desearía  tenerlo  por  ami- 
go. Sabe  mas  de  mandar  a  los  hombres,  que  do  douiar  la 
naturaleza  o  cultivar  el  suelo. ..  Kl  yanqui,  al  contrario,  es 
reservado,  cjincentmdo,  dfsconnado;  su  índole  es  pensati- 
va i  sombría,  pero  uniforme;  su  actitud  carece  de  gracia, 
pero  es  modesta,  i  no  os  baja:  sus  ideas  son  mezquinas, 
pero  prácticas;  tiene  el  sentimiento  do  lo  conveniontL-,  no  el 
de  lo  grandioso.  No  tiene  la  menor  chispa  de  ospiriLu  taha- 
Heresco,  i  sin  embargo  gusta  de  las  aventuras  i  do  la  víiIa 
errante.  El  yanqui  es  la  hormiga  trabajadora;  ea  industrioso; 
sobrio,  económico...  astuto,  sutil,  cauteloso;  calcuhi  conti- 
nuamente, i  hace  alanlu  do  ios  ínc/ts  con  que  sorprende  al 
comprador  candoroso  o  confiado,  porque  ve  en  ellos  una  prue- 
ba do  la  superioridad  de  su  espirita ...  Su  casa  es  un  santua- 
rio que  no  se  ahre  a  los  profanos. . .  No  es  un  orador  brillan- 
te, pero  es  un  lójico  rigoroso.  Para  ser  liomhre  de  estado,  le 
falta  aquella  amplitud  de  espíritu  i  do  coraron  que  nos  hacü 
concebir  i  amar  la  naturaleiía  ajena...  Es  el  individualismo 
encarnado...  En  Baltinioro  como  en  Bostón,  en  la  Nueva 
Orleans  como  en  Salem,  en  la  Nueva  York  como  en  Portland, 
si  se  habla  do  un  comerciante  quo  por  bien  entendidas  cmn- 
binacioncs  ha  realizado  i  conservado  una  injente  fortuna,  i 
pregunlai.'í  de  dónde  es,  «es  un  yanqui»,  os  responderán.  Si 
on  el  «ur  se  pasa  junto  a  una  plantación  quo  parece  mi-jor 
cuidada  que  las  otras,  con  mas  Ijcllas  arboledas,  con  chozas 


288  OPÚSCULOS  LlTElURiOS  I  CHÍTICOS 

de  esclavos  mejor  alineadas  i  mas  cómodits,  «oh!  es  de  un 
hombre  do  la  Nueva  Inf^laterra,»  oiréis  decir...  En  una 
aldea  del  Missouri,  al  lado  de  una  casa  cuyos  cristales  están 
hechos  pedazos,  i  a  cuya  puerta  riñen  mucliachos  andrajosos, 
veis  otra  casa  acabada  de  pintar,  cercada  de  una  reja  sencilla 
i  limpia,  con  una  docena  do  árboles  bien  chapodados  al  rede- 
dor; i  por  entre  las  ventanas  alcanzáis  a  ver  en  una  salita, 
tersa  como  la  plata,  una  reunión  de  jóvenes  bien  peinados,  i 
de  niñas  vestidas  casi  a  la  última  moda  do  Paris.  Una  i  otra 
son  casas  de  labrailores;  pero  el  uno  de  ellos  viene  de  la  Caro- 
lina del  Norte,  i  el  otro  de  la  Nueva  Inglaterra.» 

La  libertad  no  es,  pues,  tan  exclusiva  como  creen  algunos: 
se  alia  con  toilos  los  caracteres  nacionales,  i  los  mejora  sin 
desnaturalizarlos;  con  todas  las  predisposiciones  del  entendi- 
miento, i  les  da  vigor  i  osadía;  da  alas  al  espíritu  industrial, 
donde  lo  encuentra;  vivifica  sus  jérmenes,  donde  no  existe. 
Pero  no  le  es  dado  obrar  sino  con  los  dos  grandes  elementos 
de  todas  las  obras  humanas:  la  naturaleza  i  el  tiempo.  Las 
medidas  administrativas  pueden  indudablemente  ya  retardar 
el  movimiento,  ya  acelerarlo.  Pero  es  menester  que  no  nos 
exajeremos  su  poder.  Ilai  obstáculos  morales  que  no  debe 
arrostrar  de  frente.  Ilai  accidentes  naturales  que  le  es  imposi- 
ble alterar.  Los  que  la  acusan  de  inerte  o  tímida,  harán  un 
gran  bien  al  publico,  señalándola  el  derrotero  que  debe  seguir 
en  su  marcha.  Sobre  todo  no  olviden  que  bajo  el  imperio  do 
las  instituciones  populares  es  donde  menos  puede  hacerse 
abstracción  de  las  costumbres,  i  que,  medidas  abstractamente 
útiles,  civilizadoras,  progresivas,  adoptadas  sin  consideración 
a  las  circunstancias,  podrán  ser  perniciosísimas  i  envolvernos 
en  males  i  calamidades  sin  término. 

(Arancnnn,  Año  de  1843.) 


EDUCACIÓN  POPULAR 


[Lus  extractüs  que  siíjuen  sacailos  de  una  ¡ievisla  Americu- 
na,  publicada  hace  algunos  años,  nos  han  parecido  muí  aph-. 
cables  a  las  circunstancias  presentes  de  Chilo.) 


Que  haya  hombrea  a  quienes  alarme  la  universal  difusión 
de  loa  conocimientos,  i  que  aun  haya  respetables  diarios  que 
tomen  una  actitud  de  hostilidad  contra  este  objeto,  solo  prue- 
ba cuan  justa  es  la  causa,  quo,  a  pesar  de  tantos  obstáculos, 
gana  cada  día  terreno.  Poco,  empero,  nos  inquieta  esa  licisti- 
lidad,  excepto  en  cuanto  ea  digna  tic  notarse  i  sentii;ae.  Por- 
que, lo  que  so  dice  de  la  verdad,  pucliora  aplicarse  a  la  instruc- 
ción, si  no  fuera  decir  lo  miamo:  Es  fuerte  i  prevalecerá. 

La  causa  del  prOLjreso  de  la  naturaleza  humana  ha  ido  ya 
demasiado  lejos,  sus  esperanzan  han  echado  raícos  demasiado 
profundas,  para  que  podamos  temer  que  retroceda.  Ilai  en  la 
gran  masa  social  un  movimiento  que  barrerá  con  to<lüs  los  obs- 
táculos quo  se  le  opongan.  La  jeneral  atención  con  quo  hui 
se  mira  esto  asunto,  este  vivo  ¡  serio  espíritu  dA  siylo,  nofl 
pronostica  graniles  cosas  El  pronó-stico  se  cumplirá.  Mas,  para 
que  sea  completo  el  suceso,  es  do  desear  quo  todo  el  mundo 
se  dedique  esforzadamente  a  la  corrección  do  los  errores,  al 
remedio  de  los  abusos,  al  fomento  ilo  las  mejoras.  Ilai  mucho 
todavía  que  hacer,  i  particularmente  en  lo  que  debe  consíde- 
orúsc.  37 


Biitre  las  varias  materias  quo  lian  ocupado  los  espíritus  en 
loa  tpesciciitüs  años  que  acaban  rio  trascurrir,  la  etlucacion  es 
una  (le  las  últimas  a  que  ha  cabido  su  parte  en  la  atención 
jeneral.  El  peso  de  la  tiranía  oMigó  a  los  homlires  a  meditar 
sobre  sus  derecli:>s.  La  curiosidad  i  el  amor  a  las  especulacio- 
nes tos  impo.ierou  a  entrar  en  el  vasto  campo  de  tas  ciencias  i  de 
la  filosofía  inlelectuid.  El  natura!  incremento  del  y;usto  i  el 
desarrollo  do  la  imajinacion  han  enriquecido  las  artes  i  la 
literatura-  Pero  la  ciencia  de  la  educación  ha  parecido  presen- 
tar menos  alicientes  o  una  utilidad  menos  obvia.  Los  hombrea 
podían  vivir,  defender  sus  derechos  i  sus  opiniones,  i  acumular 
adquisiciones  i  placeres,  sin  dedicarse  a  esta  ciencia;  i  estaba 
en  la  naturaleza  de  las  cosas  que  antepusiesen  su  propio  ínte- 
res presente  al  interés  futuro  de  sus  hijos. 

Así  vemos  que  la  educación  popular  ha  dado  asunto  a  muchos 
menos  libros,  que  cualquiera  otra  do  las  grandes  materias  que 
afectan  el  bienestar  do  los  hombres;  a  muchos  menos  libros 
que  las  leyes,  la  medicina,  la  política  o  la  relijion.  Pero,  al 
paso  que  sobre  estas  i  otras  materias  hai  un  número  infinito 
de  libros,  al  paso  que  en  los  países  extranjeros  tantos  salones, 
tantas  galerías,  tantos  vastos  ediíicios  crujen  bajo  el  peso  de 
centenares  do  miles  do  volúmonea,  se  les  puede  recorrer  to<los 
i  no  hallar  sino  de  cuando  en  cuando  alguna  olvidada  obrita, 
|wobabIemente  superficial,  sobre  la  educación.  Porque  en  esta, 
como  en  las  otras  cosas,  la  demanda  es  lo  que  produce  el  sur- 
tido. Si  huliiese  Iiabilo  lectores,  hubieran  sobrado  escritoreü. 
Aun  hoí  dia,  cuando  este  asusto  ha  principiado  a  excitar  la 
atención,  pocos  son,  comjwrativamente  mui  pocos,  aun  entre 
los  padres  que  leen,  los  que  se  informan  acerca  de  los  mejores 
métodos  de  educación.  Viajes,  poemas,  novelas,  cosas  mui 
buenas  en  su  tiempo  i  lugar,  si  son  lo  que  deben  ser;  exliibí- 
ciones  de  cosas  i  escenas  extrañas,  muchas  veces  ücticias, 
tienen  para  los  mas  de  nosotros  mayor  atractivo,  que  las 
discusiones  que  nos  inducen  acontemplar  bajo  todos  los  aspcc- 
to4  del  interés  í  el  deber  las  cosas  i  escenas  domésticas. 


EDUCACIÓN   POPUI.\n 


Son  de  buon  agüero  para  la  eda<I  qtte  va  a  »eguir  a  la  nues- 
tra el  incremonto  que  vonioa  cada  (lia  en  el  número  rte  los  que 
escriben  i  león  obras  de  educación;  la  dirección  que  toman 
muchos  vi(;orosos  entendimientos  liacia  esto  ramo,  i  el  interés 
público  que  empieza  a  inspirar;  las  liberales  donaciones  con 
quo  lo  fomentan  ¡03  hombros  de  fortuna;  la  porción  de  indivi- 
duos de  educación  i  talento  que  ejercen  el  encargo  do  instruir 
a  la  juventud,  no  solo  en  nuestras  universidades  i  colcjios,  si- 
no eu  los  liceos,  academias  i  escuelas;  i  el  emolumento  quo 
reportan  por  sus  tareas,  quo  en  muchos  casos  es  superior  al 
de  cualquier  otro  trabajo  intelectual  en  esto  ¡rais.  Este  con- 
junto do  circunstancias,  unido,  como  lo  está,  a  nuestras  insti- 
tuciones libres,  i  a  los  afortunados  auspicios  de  nuestra  condi- 
ción nacional,  nos  alienta  a  indefinidas  esperanzas  do  progreso 
i  mejoras,  así  en  los  principios,  como  en  los  métodos  do  edu- 
cación que  hemos  adoptado. 

Este  orden  do  cosas  nos  convida  a  indicar  algunas  de  las  re- 
formas i  adelantamientos  quo  reclama,  a  nuestro  juicio,  el 
espíritu  del  siglo  en  que  vivimos,  reformas  i  adelantamientos 
que  en  realidad  principian  ya  a  tener  efecto,  i  que  so  desen- 
volverán sin  duda  sobro  una  mas  amplia  escala  en  nuestros 
Bistemas  de  enseñanza.  Casi  involuntariamente  damos  a  nues- 
tra.^ expresiones  el  tono  de  la  esperanza  i  la  anticipación-,  pero 
desdo  ahora  anunciamos  que  debemos  hablar  de  defectos  i 
males  quo  han  prevalecido,  i  todavía  prevalecen  demasiado,  en 
nuestros  establecimientos  literarios.  Premitircmos  también  que 
vamos  a  ceñir  principal,  sino  enteramente,  nuestras  observa- 
ciones a  la  educación,  no  de  los  qu&  siguen  las  carreras  cien- 
tíficas, sino  de  la  masa  del  pueblo,  a  la  educación  popular;  a 
los  estudios  que  so  hacen  en  nuestra  lengua  nativa  en  las 
escuelas  comunes  o  de  gramática,  i  en  los  colejíos  de  niñas.  1 
como  nos  hemos  propuesto  considerar  la  educación  en  sus  mas 
humildes  escenas,  nos  limitaremos  a  obvias  i  sencillas  indica- 
ciones, cuya  justicia  reconocerán  tocios,  aunque  sean  pocos  los 
que  se  gobiernen  por  ellas. 

Lo  primero  quo  es  menester  en  un  sistema  de  instrucción 
popular,  es   que  sea  Ínloli]Íble;  ([tie  los    niños  i  los  jóvenes 


OPÚSCULOS  LlTBHAnil>8  I  CRÍTICOS 


entiendan  lo  que  aprendan.  jQue  entiendan  lo  que  apr 
se  preguntará.  ¿CÓmu  es  posible  que  lo  apremian  sin 
derlo?  Respondemos  que  pueden  encomendarlo  a  la  memoria, 
recitarlo,  i  aun  dar  una  muestra  regular  do  que  lo  saben,  8in 
saberlo  ab.solutamentc.  ¿Entiendes  lo  que  lce.s  o  lo  que  dices? 
es  la  pregunta  do  mas  difícil  respuesta  que  puede  hacerse  al 
viejo  investigador,  i  al  rcs<fuardado  i  cauto  argumentador  o 
co  n  tro  Y  erai  alista.  Pero,  a  loa  mas  de  los  niños,  i  con  respecto  a 
lo  que  se  les  ha  enseñado  en  los  .sistemas  de  educación  que 
están  en  boga,  esta  pregunta  los  confundirla.  No  trepidamos 
en  decir  que  dos  o  tros  años  de  los  que  se  lian  empleado  en  la 
educación  de  casi  todos  los  individuos  de  esto  país,  se  han 
desperdiciado,  haciéndoles  estudiar  lo  que  no  entendían.  Por 
ejemplo,  ¿qué  es  lo  que  un  niño  de  siete  hasta  diez  o  doce 
años  do  edad  puede  entender  en  la  ciencia  de  la  gramática? 
Esta  ciencia  es  una  de  las  mas  al)Stractas  i  profundas,  envuelve 
una  análisis  del  pensamiento,  i  exije  un  delicado  escrutinio  i 
co^nparacion  de  las  ideas.  La  lengua  es  el  instrumento  del  pen- 
samiento; i  si  un  hombre  no  puede  comprender  ni  aun  loa 
instrumentos  cuya  ajencía  es  meramente  mecánica  sin  algunas 
nociones  de  filosofía,  ¿se  podrá  esperar  que  lo  sea  mas  fácil 
comprender  cientiricamente  el  grande  utensilio  de  las  facultades 
intelectuales?  Se  dirá  que  esta  comparación  es  con/ra  produ- 
centem,  i  quo  un  hombre  puedo  po-ieer  el  uso  de  la  lengua 
sin  investigar  su  teoría,  como  puedo  valerao  de  la  máquina  de 
vapor  sin  conocimientos  fdosóficos.  Pero  tenemos  a  mano  la 
respuesta.  Todo  niño  habla  su  lengua  correcta  o  incorrecta- 
mente, no  por  lo  quo  ha  leído  en  su  gramática,  sino  por  lo  que 
aprendo  conversando  i  leyendo.  I  uno  de  los  daños  de  este  sis- 
tema es  que  el  niño  imajina  que  )for  las  nuevas  denominacio- 
nes que  da  a  las  palabras,  llamándolas  nojnbrcs,  verbos,  etc., 
por  el  aparato  de  definiciones,  i  por  la  rutina  de  construir,* 
acumula  una  gran  copia  de  conocimientos,  mientras  que  en 
realidad  no  aprende  nada. 


En  estas  observacioneit,  no  es  nuestro  ánimo  censurar  n  los 
baenos  e  inlelij«ntcs  instructores  de  U  juventud,  que  ae  ven 
obligados,  basta  cierto  punto,  a  marchar  por  la  senda  trillada, 
ponjue  la  costumbro  exjje  cjue  ae  hu^n  eso  estudio  en  los 
primeros  años.  Hai  en  ento  cierto  misterio  qtio  ofusca  la  razón 
de  los  padres,  que,  si  bien  no  tienen  la  mas  líjora  ¡dea  de  la 
utilidad  que  pueda  sacarse  de  ello,  creen,  por  una  especio  de 
vaga  e  indclinible  aprensión  grabada  en  sus  almas,  que  la 
gramátii^es  una  oosa  de  alta  i  aun  esencial  importancia.  El 
niño,  pues,  mal  que  le  pese,  lia  <.\e  aprenderla,  i  tiene  amenudo 
que  Hufrtr  reprimend:is  pur  su  repugnancia  i  aparenta  rudoza, 
cuando,  en  realidad,  en  esa  misma  aparente  rudeza  i  en  esa 
repugnancia  a  cargar  su  memoria  cun  frases  (¡uo  no  entiende, 
da  talvez  indicios  nada  equívocos  de  un  entendimiento  claro  j 
de  disposiciones  naturales  felices. 

La  mejora,  pues,  quo  con  toda  conHanza  nos  prometemos 
en  este  ramo,  es  que  se  postergue  hasta  una  ¿poca  mas  ade- 
lantada en  el  curso  do  educación;  que,  al  estudio  de  la  gramá- 
tica, se  junten  la  lectura,  comi>osÍcion  i  reflexión;  i  que  se 
enseite  entonces,  no  una  descamada  rctaliíla  de  reglas,  sino  la 
ciencia  del  lenguaje.* 


*  Esta  ea  la  misma  DpWpii  quo  hema^  «mittdo  níioa  hA,  1  d*  qu« 
se  eicandB  I  izaron  ali^unos^  como  ni  hiibiénomon  deioado  desterrar  de 
los  entablecimientos  liUiruriun  el  ONtiidlo  de  U  lengua  patrin,  o  como, 
■i  traBrerirlo  do  una  edad  incapaz  ilo  tue  estudio  n  otra  ¿poca  mas 
sdeluiitada  del  enlundiraionto.  no  fueRe  el  mejor  modlo,  o  par  mojor 
decir,  el  único,  de  hacerlo  con  fruto.  I  aun  no  nos  avnniamo?  ontón* 
ees  a  todo  lo  que  prupunu  «1  autor  del  nrticulo.  DiJImix  que  Boría 
conveniente  dar  en  1o4  primaran  añon  nli^iinns  nocionnn  NiiporllcialeB, 
pero  otaras  e  intelijiblvs  de  ^ramillca,  con  el  ñn  do  mnnifontnr  a  los 
tilicos  loa  yerros  que  man  comunmente  coni'-ten  hnblnndn  1  de  rncllltar 
la  adquisición  de  otron  idiomas,  dejando  para  mna  adulante  rl  estudio 
Qlonóhco  del  lent^naje.  E^to  ea  nuestra  modo  de  pcnnar  to«Iavfa¡  i 
pudiéramos  apoyarlo  tn  la  experlenoli».  La  «ramAtifa  do  Ion  niño* 
debe  eer  muí  diferente  de  la  (framiticR  do  loa  jAvencu,  que  llevan  ■ 
ella  [os  Donoclmientoa  proparatorioi  IndiNpenubleí*;  lo  teoría  dol  en- 
tendimiento i  el  hábito  priictiao  de  analizar  lai  ideas,  conaa  una  1  otra 
de  la  mayor  imporUncia  para  la  literatura  i  para  todna  las  carrerar 


204  OPÚSCULOS  LITEIIARIOS  I  CIlÍTICOS 


¿No  aprenderá,  pues,  el  niño,  se  nos  preguntará,  sino  lo 
que  pueda  entender?  Respondemos  que  no.    Porque  ¿de  que 
le   serviría?   So  creerá  talvcz  que  un  niño  que  aprende  la 
gramática  de   una   lengua   desconocida,  aprendo  lo  quo  no 
entiende.  Poro  no  es  así.  Sí  se  le  enseña  bien,  la  gramática 
que  aprende  es  la  descripción  delu  lengua  desconocida  quo 
estudia.  El  niño,  en  esto  caso,  no  hace  otra  cosa  que  el  adul- 
to, o  que  el  mas  docto  profesor  de  idiomas:  no  encomienda  a 
la  memoria  lo  que  no  entiende;  todo  lo  que  aprende  le  revela 
un  hecho  de  la  lengua  que  estudia.*  Pero  ¿no  hai  en  1oí5  princi- 
pios de  toda  ciencia  machas  cusas  necesariamente  inintelijí- 
blcs  para  el  qu^  se  dedica  a  ella?  Respondemos  decididamente 
que  nó;  si  erramos  en  esta  aserción,  nos  someteremos  gustosos  a 
la  corrección  de  los  que  nos  convenzan  de  error.  No  creemos 
que  en  el  curso  do  la  enseñanza  sea  jamas  necesario  depositar 
en  la  memoria  palabras  cuyo  significado  no  se  sabe,  palabras 
desnudas  de  sentido.  Los  primeros  principios  de  toda  ciencia 


profesionales.  La  primera  de  estas  gramáticas  es  la  sola  quo  en  el 
estado  actual  do  nuestras  escuelas  primarias  puede  enseñarse  en  ellas; 
poro  desgraciadamente  aun  no  so  ha  dado  a  luz  ninguna  que  corres- 
ponda a  su  objeto. 

Como  cada  país  tiene  vicios  peculiares  en  el  uso  de  la  lengua  nativa, 
cada  uno  debo  tener  su  gramática  peculiar  para  la  primera  edad.  La 
composición  do  una  gramática  para  los  niños  chilenos,  seria,  a  nuestro 
juicio,  una  do  las  mejores  materias  para   un  premio  universitario. 

*  La  gramática  de  una  lenírua  extranjera  supone  nociones  elemen- 
tales del  idioma  nativo:  ellas  deben  formar  una  parte  de  la  gramática 
primaria,  la  gramática  de  los  niños.  Dcísde  que  empieza  para  ellos  la 
edad  de  la  razón,  so  les  puede  enseñar  a  conocer  las  diferentes  clases 
do  palabras,  las  personas,  los  números,  los  jéncros,  los  tiempos,  la 
proposición,  el  réjimen.  Iiíso  o  poco  mas  es  todo  lo  que  se  necesita 
para  pasar  de  la  Icnr^ua  patria  a  los  idiomas  extranjeros.  Tero  omitir 
enteramente  este  aprendizaje  preparatorio  produciria  una  do  dos  co- 
sas: o  el  niño  tendiia  quo  hacerlo  sobre  un  idioma  extranjero,  i  en 
tal  caso  ¿por  qué  no  anticiparlo  en  el  propio?  o  bien,  al  aprender  el 
francos  o  el  latin,  tendría  quo  encomendar  ala  memoria  palabras  cuyo 
sentido  lo  fuese  desconocido,  i  vendría  a  caer  en  el  inconveniente 
mismo  quo  deplora  con  tanta  razón  el  autor  del  articulo. 


tendrán  talvez  atinjcncia  i  relaciones  quo  el  discípulo  no  [mu- 
da entender;  pero  ca  pret-iso  que  eitUcnda  todo  lo  que  e.s  nece- 
sario para  quo  proceda  do  un  modo  intelijiblc  en  su  estadio. 
Tomemos,  pur  ejemplo,  loa  axiomas  de  las  matemúticaij,  (No 
son  ellos  intulijibles?  La  ciencia  ppiKiode  sobre  el  supuesto  do 
que  el  principiante  los  enttpndc.  Tómense  las  tlcPiniciones  do 
cualquier  ramo  científico,  tíi  el  quo  lo  estudia  ca  incapaz  de 
comprenderlas,  ¿de  quó  le  sirven?  tíin  duda  los  conocí micntus 
que  vaya  adquiriendo  darán  nueva  luz  u  las  dcnnídonos, 
axiomas  í  nociones  elementales;  i>cl'o  nada  impido  que  desde  el 
principio  so  entiendan  suficientemente. 

Los  malos  que  resultan  de  este  método  vicioso  de  enseñan- 
Ka,  son  du  la  peor  especie.  El  menor  de  ellos  e-s  la  perdida  de 
tieniiK).  Ni  es  el  mas  sensible  de  todos  la  pérdida  de  esos  mismos 
conocimientos  que  dejim  de  darse  al  principiante  en  tiempo 
oportuno.  So  pierl-dc  ese  modo  la  disposición  a  aprender  i 
el  deseo  de  instruir.ic  Mucha  parte  do  la  ignorancia  del  común 
de  los  hombres  debe  imputarse  a  este  inodu  de  comunicar  la 
instrucüion,  ¡Cuántos  alumnos  atrasados  i  rudos  no  lo  son,  sino 
|)or  esa  iníntelijible  enseñanza!  El  entendimiento  tratado  do 
ese  modo,  engañado  en  sus  esperanzas,  da  un  testimonio  de 
su  dignidad  nativa,  dejando  de  tomar  Ínteres  pur  lo  que  no 
alcanza.  Palabras  que  no  enseñan  ni  significan  para  él  cosa 
alguna,  le  son  naturalmente  ingratas  i  dolten  serlo.  Es  i  dolw 
ser  una  cosa  dosajiacibte  i  repug-nante  encomendarlas  a  la 
memoria  i  rajitarlas,  aunque  se  haga  coa  facilidad  i  despejo. 
Esa  atención  a  palabras  cuyo  sentido  no  se  percibe,  enjenilru 
ademas  un  hábito  de  vaguwUI  i  confusión;  la  facultad  de 
juzgar  so  embota;  v\  alma  so  acostumbra  a  contentarse  con 
meros  sonidos,  i  cae  en  una  es|iceÍo  de  neglijencía,  que  es  casi 
una  prostitución  moral.  No  puedo  haber  disposición  mas  per- 
niciosa: es  funesta  para  la  adquisición  de  sólidos  conoci- 
mientos; pervierte  el  sano  juicio  atm  en  las  cosas  prácticas;  e<i 
una  injuria  a  las  mas  nobles  facultades  del  alma  i  una  ti-ai- 
cíona  la  conciencia.  Nuestra  natural  indolencia  hace  que  nos 
contentemos  con  nociones  vagas  i  suiíerficialcs;  i  o  esta  pro- 
pensión juntamos  la   influencia  dr  una  educación  descuidada. 


296  OPÚSCULOS  LlTEFtAniOS  I  CnÍTICOB 

t  lo  peor  C6  que  nada  engríe  i  ensoberbece  tanto,  como  i 
instrucción  mal  dijcrida.  Nadie  mas  pagado  do  si  miamo,  IJW  * 
el  verboso  recitador  do  palabras  i  frases  que  no  comprende. 

Esperamos,  pues,  que  se  remediará  este  mal;  que  se  nimpli- 
ficarán  los  libros  de  instrucción  elemental,  como  se  ha  hecho 
en  algunos  ramos;  que  la  educación  vendrá  a  ser  menos  eaco- 
lástica,  menos  artiiiuial,  maa  acomodada  ala  intelijencia  do  la 
primera  edad;  quo  se  consuttíirán  así  mejor  la  capacidad  i  n^ 
titud  de  los  niños  para  destinarlos  a  diferentes  estudios,  i  quo 
no  so  les  disgustará,  ni  so  paralizará  el  desarrollo  de  sus  f:u:ulta- 
des  mentales  con  enn  laboriosa  i  estéril  aplicación  a  materias  que 
no  están  a  su  alcance.  El  ospírilu  humano  es  mui  susceptible 
de  interesarse  i  deleitarse  en  cada  paso  que  da,  en  cada  adqui- 
sición que  hace  do  verdaderos  i  sólidos  conocimientos.  Obte- 
nido osle  efecto,  se  encontrará  quo  el  mero  gusto  de  aprender 
es  para  él  un  estimulo  poderoso  que  hace  supcrfluas  laa  in- 
fluencias mezquinas  del  temor,  la  emulación  i  los  celos.  Esto 
por  si  solo  constituirá  una  grande  i  nueva  era  en  los  progre- 
sos de  la  educación.  Pero  tocamos  ya  a  otro  punto  sobre  que.. 
var.  a  recaer  nuestras  observaciones. 


II 


La  segunda  cosa,  pues  [continúa  el   Tievísor  AmerÍcano)M 
que  debe  procurarse  para   mejorar  la  educación,  es  que  la 
niños  i  jóvenes  tomen  mas  ínteres  en  lo  que  se  les  enseña. 

El  tedio  de  las  escuelas  es  proverbia!.  La  cansada  tarea,  Ii 
fastidiosa  lección,  que  lia  puesto  a  prueba  todo  su  caudal  í 
paciencia,  es  lo  que  probablemente  recuerdan  los  mas 
niños  i  jóvenes  al  salir  do  la  escuela.  Éntrese  en  cualquiera  d 
ellas;  i  se  verá  casi  siempre  una  languidez  mortal,  una  apatía 
inatención,  a  no  ser  que  un  cercano  examen  o  una  medalla^ 
premio  encienda  la  emuhicion  i  tos  celos.  ¡Qué  vacío  i 
miradas,  qué  pesadez  en  las  actitutlos,  quo  pereza  en  los  mo- 
vimientos! ¡Cuántos  indicios  de  que  todo  se  hace,  porque  ea 
preciso  hacerlo;  de  que  cada  discípulo  se  mantiene  en  bu 
asiento,  no  por  inchnaeion,  sino  por  compulsión;  i  de  que,  si  . 


se  les  (K'jase  en  libertad,  huirian  de  las  paredes  d»  la  escuela, 
como  de  las  muralla»  de  una  cárcel!  Supongamos  quo  se  les 
deja  salir,  i  sif;áiiioslus  al  sitio  destinado  a  sii.'i  homs  de  ocio. 
i'Qué  instantánea  i  completa  metamorfosis'.  ¡Qué  espíritu,  qué 
viveza  en  los  semblantes,  qué  brillo  en  los  ojos,  qué  encanta- 
dora animación!  ¿Será,  pues,  verdad,  quo  el  hombre  tiene  mas 
de  animal,  que  de  intclijcnto,  í  que  el  autor  de  la  naturaleza 
le  formó  para  que  tomase  mas  interés  en  el  juego  i  en  el  ejer- 
cicio do  la  fuer¿a  i  destreza  física,  que  en  los  intensos  i  exqui- 
sitos placeres  del  entendimiento?  Por  el  honor  do  la  naturaleza 
humana,  no  querríamos  asentir  a  esta  idea;  i  en  realidad  la 
tenemos  por  falsa.  Ejemplos  hai  (i  cada  dia  crecerá  su  número) 
do  escuelas  en  que  la  sala  de  estudio  exuitii  el  mas  aetivo  i 
agradable  ejercicio  de  las  facultades  mentales,  i  se  va  a  ellas 
con  tanta  ansia,  como  a  los  mas  raseinadoi'es  entrctenimien.09. 

Este  paso,  en  la  carrera  de  las  niPJor.Ls,  debo  «eguir  natu- 
ralmente al  que  dejamos  ya  indicado.  Entiendan  los  niños  lo 
que  aprenden,  i  tendrán  and^ida  la  mitad  del  camino  para  in- 
teresarse en  ello.  Mas  esto  no  basta.  Debe  ensciíárscles  lo  que 
de  suyo  es  a  propó.sito  para  interesarles;  i  la  enseñanza  de  estas 
materias  debe  hacerse  de  modo  que  se  Incre  el  objeto. 

Nos  aventuramos  a  disputar  lus  tilulns  de  muclin  parte  de 
lo  que  se  enseña  aun  en  la  mejor  «laso  de  escuelas,  por  la  falta 
de  uno  u  otro  de  estos  requisitos,  es  deiiir,  o  porque  no  os  de 
suyo  interesante,  o  porque  el  modo  do  presentarlo  a  los  niños 
lo  desnuda  de  todo  interés.  Peciin  por  este  segundo  defecto 
muchos  de  los  e.studÍ03  que  so  hacen  en  nuestras  escuelas.  Son 
interesantes  de  suyo,  pero  el  modo  de  hacerlos  es  árido  i  fasti- 
dioso. La  aritmética,  la  jeografia,  la  hi-storia,  como  se  enseñan 
ordinariamente,  carecen  de  todo  atractivo;  i  si  se  logra  apren- 
derlas, es  a  fuerza  de  estímulos  quo  no  tienen  nada  quo  ver  con 
el  amor  a  los  conocimientos.  Es  de  toda  imposibilidad  quo  una 
colección  de  hechos  abstractos,  sin  relación  a  sus  fundamentos, 
motivos  o  causas,  sin  relación  a  la  naturaleza  o  a  la  vida  hu- 
mana, sin  ninguna  apariencia  de  utilidad  práctica  o  de  aprove- 
chamiento persona!;  es  imposible,  decimos,  que  esos  hechos 
aislados,  por   verdaderos  o  iniportantes  que   sean,  despierten 


?'J^  OVlbCtUjS  LITERARIOS  I  CIUTICÓS 


rnas  inter^fs  on  itl  alma,  que  las  definiciones  de  un  diecíonano 
o  las  fechas  de  una  tabla  cronolójica. 

Du^ld  .Stewart  ha  observado  que  la  suma  de  nuestros  co- 
mx;¡rnícijtos  no  depende  del  número  de  ideas  que  adquirimos, 
sino  del  número  de  relaciones  que  percibimos  entre  ellas.  Pero 
nmchos  ímajíuan  que  hai  una  bondad  o  excelencia  absoluta 
en  ciertas  ideas,  en  ciertas  pro}>osiciones  inconexas  o  estériles, 
porque  Iíih  ven  de  letra  de  molde,  porque  forman  lo  que  se 
llama  instrucción,  i  acaso  también  porque  se  paga  por  su  ad- 
quisición la  mns  preciosa  de  tudas  las  cosas:  dinero. 

Pero,  ¿qu/'  placer  fse  nos  permitirá  preguntar.,  qué  in- 
terés ]>uedcn  producir  en  nosotros  las  cien  r^las  de  la  arit- 
mética, siendo  tan  pocas  las  que  talvez  tendremos  necesidad 
de  ajdicar,  i  las  que  se  comprenden  en  sus  principios,  esto 
es,  las  que  es  capaz  de  demostrar  el  alumno?  Provocan,  es 
verdad,  cierto  esfuerzo  intelectual,  pero  enojoso  i  mal  diri- 
jido.  La  joí^grafia  pica  la  curiosidad  dándonos  a  conocer  los. 
países  cíxtpanjeros;  nos  encanta  la  descri])cion  de  caudalo- 
sos rios  í  do  impetuosas  cataratas;  de  verdes  i  cultivados  cam- 
pos; de  majestuosas  selvas  i  montes;  de  reinos  florecientes  i 
de  ciudades  espléndidas.  Maltc-Brun  ha  hecho  ver  todo  el 
partido  que  puede  sacarse  de  estas  materias  en  un  tratado  de 
jeografía.  Pero  los  rudimentos  que  jeneralmente  se  dan  no 
poseen  aliciente  alguno.  Redúcense  a  meras  mensuras  jeo- 
inétricas;  a  darnos  el  largo  i  el  ancho  de  cada  país;  a  una 
árida  lista  de  lonjitudcs  i  latitudes;  de  altaras  i  distancias;  de 
po))Iaciones  i  productos.  No  negamos  que  algo  do  todo  esto 
deba  apnmdcrsc;  pero  lo  menos  posible,  i  en  cuadros  razona- 
dos i  comparativos.  Cun  respecto  a  los  exprimidos  i  enjutos 
compendios  de  liistoria  que  circulan  en  manos  de  los  niños, 
roalmtMitc  no  podemos  sufrirlos.  Son  lo  que  deben  ser:  irre- 
flistihlcnuinto  fastidiosos.  La  historia  interesa,  no  como  una 
colccííion  de  h(?chos  desnudos,  que  pueden  repetirse  do  corrido 
en  un  examen,  i  conservarse  en  la  memoria  hasta  el  dia  siguien- 
te, olvidándose  prontamente  i  do  mui  buena  gana,  por  la  exce- 
siva i  molesta  carga  con  que  la  abruman,  sino  en  cuanto 
ufreco  a  nuestra  vista,  como  en  un  vasto  teatro,  grandiosas 


EDUCACIÓN  Popular  "21í9 


escenas  en  que  figuran  los  hombres  i  los  pueblos;  en  cuanto 
desenvuelve  los  ocultos  resortes  de  la  convlucta  humana,  ras- 
trea las  causas,  i  expone  las  consecuencias,  pinta  los  caracte- 
res de  los  personajes,  i  sazona  de  cuando  en  cuando  su  narra- 
tiva con  los  divertidos  pormenores  que  pertenecen  a  la  biogi'afía; 
despertando  i  avivando  por  todos  estos  medios  los  sentimien- 
tos morales  de  nuestra  naturaleza.*  Atlmitimos  también  que 


*  Nuestra  opinión  coincide  en  un  todo  con  la  del  autor  del  artículo. 
El  desnudo  conocimiento  de  los  hechos,  sin  el  do  sus  causas  i  efectos, 
do  nada  sirvo.  Pero  ¿no  se  haria  dt^masiado  larqra,  do  eso  modo,  la 
historia  de  un  pueblo?  Para  evitar  este  inconveniente,  creemos  que  su 
enseñanza  debería  limitarse  a  d.ir  una  idea  de  su  orijen,  a  bosquejar 
el  desarrollo  de  sus  costumbres  e  instituciones,  las  varias  fases  de  su 
civilización,  i  los  personajes  que  han  fiG:urado  en  él.  Sus  conquistas, 
BUS  descubrimientos,  sus  artes,  letras  i  comercio,  deberían  presentar- 
se en  garando,  sin  perjuicio  de  aquellos  pormenores  que  pareciesen 
necesarios  para  fijar  el  carácter  de  los  hom!)rcs  i  de  las  cosas.  Un  ca- 
tálosco  délas  principales  fuentes,  i  del  grado  de  confianzíi  que  cada  una 
merezca,  sería  tam})ie!i  conveniente;  porque  el  hábito  di»  creer  a  ciegas 
cuanto  se  contiene  en  las  pajinas  de  un  auttir  antiguo  o  moderno  es 
uno  do  los  mas  perniciosos.  ¿Dará  el  joven  alumno  iírual  crédito  a  las 
tradiciones  de  los  priniiíros  siglos  de  Grecia  o  Uoma,  a  las  conjeturas 
de  Xiehbur,  a  los  cuentos  del  buen  Plutarco,  que  a  la  narración  de 
Tucidides  o  de  Tácito?  ¿I  no  se  le  deberá  dislinJTuir  lo  que  recibe  do 
cada  uno  de  estos  canales,  enseñándole  desde  temprano  a  darse  cueii- 
ta  de  lo  que  cree? 

Mas.  cuando  jiizcramos  indispensable  el  eslabonamiento  de  los  hechos 
por  medio  de  sus  relaciones,  no  es  nuestro  ánimo  recomendar  para 
las  primeras  clases  aquellas  obras  sistemáticas  en  que  se  presentan 
sintéticamente  los  grandes  resultados  históricos.  El  joven  que  saluda 
por  la  primera  vez  la  historia,  difícilmente  podrá  entenderlos  i  apre- 
ciarlos. Destituido  de  conocimientos  preparatorios,  le  sería  necesario 
que  los  admitiese  sobre  palabra;  inconveniente  crraveen  las  filosofías 
de  la  historia,  porque  tienen  mucho  de  hipotético,  i  no  pocas  veces 
desfiguran  los  hechos,  amoldándolos  a  las  ideas  peculiares,  a  lo^  sis- 
temas, a  las  preocupaciones,  i  aun  a  la  vanidad  nacional  del  autor. 

La  análisis  nos  parece  el  método  mas  instructivo  en  el  estudio  do 
la  historia.  Sería  de  desear  que  el  joven,  en  cuanto  fuese  posible, 
conociese  los  fundamentos  de  lo  que  se  lo  presenta  bajo  la  forma  do 
jeneralizacioncs  abstractas.  La  historia  es  un  rejistro  do  experiencias 
de  la  vida  de  los  pu  »blos;  i  las  vcrdndos  con  que  ella  alimenta  la  razón 


algo  en  fi;rma  de  (.'Oiniienilia  és   iiMUspensable;  pero  DO  ^ 
pasar  úi:  iiH'raít  tnblos  í  mapas,  quo  sirvan  como  tío  padre 
une  yuieii  al  iiivu-stííJ^ttdür  cu  su   marclia  i  lo  muestren  su  po- 
sición relativa  i  su  progreso. 

CUii-u  es  ({lie  no  deseamos  la  «iiprc.'iion  de  estos  ramos  de 
cnsrfmniut;  sulo  (|iicivmos  señalarlos  su  tiompo  i  lugar,  sus. 
«limi-nsiones  i  furinas,.. 

Al  lijar  líi  pro|)on.-i<in  a  que  d».-ljeii  arreglarse  los  difereates 
dujiaitiimcntos  de  clucacion,  querríamos  que  se  diese  al  estu- 
dio lie  la  nnturali-zn  mas  lugar  que  el  i|ue  suele  ordinariamente 
dedicarse  a  él:  luiblumos  de  la  liisturia  natural,  la  química, 
la  física  i  la  astronomía.  La  tiurra,  su  estructura,  las  sustan- 
cias de  que  se  i^ompone,  con  las  mutuas  relaciones  i  la  acción 
rouiproca  de  una»  en  otras;  sus  minórales,  plantas,  i  animales; 
su  oonexiun  con  otros  planetas,  i  con  el  sistema  del  universo, 
acrían  fuentes  inagotables  de  ínteres  i  placer  para  el  joven 
alumno.  Elementos  de  estas  ciencias,  idiomas,  i  a  par  de  estos 
severos  estudios,  las  artes  do  ornato,  como  declamación,  calo* 
grafia,  música,  dibujo,  pudieran  ocupar  los  primeros  añoa  de 
la  iustrueciun  juvenil,  subiendo  después  a  las  adquisiciones  dad 
un  orden  intelectual  mas  elevado,  como  la  literatura  i  la  bis*l 
torta. 

Creerán  alt^^unos  que  estos  ol>jetos  bastarían  para  ocupar  L 

deben  deducirse,  nubiendo  do  los  hechos  a  las  relaciones,  no  desean*- 
diendo  de  las  relRi^ionea  a  Ion  hechos.  Eia  sota  os  su  misión.  Alm  Glo- 
soria  tooa  después  la  Jeneralizaciotí  suprema,  la  explicación  definitiva 
de  estas  verdades  por  las  leyes  eicolájícns  del  hombre  i  de  la  sociedad 


lOÜCACION   PÚPULAIl 


vida  entera,  i  no  Iiai  iluda  que,  estudiados  a  fondo,  así  es;  pero 
solo  hablamos  de  sus  elementos;  i  estamos  so<;uroü  de  que  la 
mitad  lie  los  niños  que  frecuentan  los  culejios  podriun  aeg\iir 
con  mucho  provecho  este  curso  do  educación.  Lo  que  conviene 
es  que  pr¡ncj¡)ien  bien;  que  no  depositen  en  la  mtmoría,  sino 
aquello  que  entienden;  que  su  intoreson  en  lo  que  ac  K-s  enNi;- 
ña;  que  sientan  el  estimulo  de  la  curiosidad;  que  el  amor  a  U 
instrucción  despierte  i  ensanche  sus  fiieultades  meulales.   De 
este  modo,  veríamos  levantarse  una  nueva  jenemcion.  Intro- 
dúzcanse en  nuestras  salas  de  enseñanza  unus  putx>s  instru- 
mentos i  aparatos  (que  no  costarían  mucho]  para  que  lus  niñwt 
formen  alguna  idcu  de  las  bellezas  i  maravillas  de  la  naturale- 
za. En  vez  de  aprender  de  memoria  secas  menudencias  jeo- 
grálicas,  recorran  las  grandes  facciones  i  los  olijelos  mas  se- 
fialados  del  globo   terráqueo   por  medio   do   buenos   mapns, 
planos  de  ciudades,  Ijosquojos  de  monumentos  i  curiusidudes, 
¡combínese  con  el  estuilio  de  cada  país  el  do  lus  porciones 
mas  interesantes  ile  su   historia.  En  vez  de  una  multitud  de 
reglas  de  retórica,    háganseles  leer  obras  do  gusto,  en   que 
I  bailen  ejemplos  sanos  de  lomposicion.  Hígase  todo  esto;  i  se 
iTOráen  la  sala  de  estudio  una  reunión  agradable  i  animada... 
LSin  eso,  los  niños  estudian  por  complacer  a  sus  padres  i  maeH- 
|tr08,   por  darse  importancia,  ]ior  rivalidad,  no  por  amor  a  la 
CHcncía;  i  faltándoles  este  motivo,   los  veremos  poseídos  de 
reirás  mercenarias,  a  hundidos  en  una  funesta  apatía,  en  un& 
I  Jeneral  aversión  a  toda  lectura,  a  toda  especie  de  eonociniion- 
rtos.   No  hallando  su  enerjía  intelectual  un  campo  en  quo 
I  desplegarse,  porque  no  les  interesa  lo  que  estudian,  no  serl 
L  extraño  que  se  entreguen  ile  toilo  punto  al  juego  i  a  pasatiem- 
[pos  vulgares. 

Los  defectos  que  hemos  expuesto,  no  debían  impulartie  a 
I  nuestros  intelijentes  instruitore»  du  la  juventud,  quo  su  ven 
r  obligados  a  marchar  por  una  wnda  trai^ada  du  antL^mano,  i  a 
I  dar  el  jénero  de  enseñanza  que  los  ])adrcs  dt-scan  i  cxijen  para 
r  Itis  hijos.  Agrégase  a  esto  la  extiosiva  modicidad  de  la  romu- 
I  Deracion  que  reciben,  la  cual  lus  pono  «n  la  precisión  de 
r  admitir  mas  niños  que  los  quo  un  solo  hombre    puede  buena- 


30'2  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  cnmcos 


mente  ensenar,  i  no  les  permite  procurarse  los  medios  necesa- 
rios, sobre  todo,  instrumentos  i  aparatos.  El  remedio  a  estos 
males  puede  solo  aplicarlo  la  comunidad;  i  a  ella  recomenda- 
mos con  encarecimiento  este  asunto.  Ninguno  toca  mas  de 
cerca  a  los  deberes  o  intereses  sociales;  ninguno  mas  digno  de 
promoverse  por  todos  los  órganos  de  comunicación.  La  prensa 
de  un  pueblo  intclijento  que  hace  tan  rápidos  progresos  debe 
considerarse  empeñada  en  tan  noble  causa. 

(Araucano,  Año  de  18^3.) 


»■*■-'■=.--- 


DISCURSO 


PRONUNÜUDÜ  EN  LA  INSTALACIÓN  DK  LA  L'NIVEnSÍÜAÍ)  I)K  (^.HILK 


KL  día  17  DE  i^miEMimE  DI¿  I8i3 


ExcMo.  Su.  Patiiono  1)k  la  Univkhsidad: 

Señores: 

El  consejo  de  la  universidtid  me  ha  encargado  expresar  a 
nombre  del  cuerpo  nuestro  profundo  reconocimiento,  por  las 
distinciones  i  la  confianza  con  que  el  supremo  gobierno  se  ha 
dignado  honrarnos.  Debo  también  hacerme  el  intérprete  del 
reconocimiento  de  la  universidad  por  la  expresión  de  benevo- 
lencia en  que  el  señor  ministro  de  instrucción  pública  se  ha 
servido  aludir  a  sus  miembros.  En  cuanto  a  mí,  sé  demasiado 
que  esas  distinciones  i  e.sa  confianza  las  debo  mucho  menos  a 
mis  aptitudes  i  fuerzas,  que  a  mi  antiguo  celo  (esta  es  la  sola 
cualidad  que  puedo  atribuirme  sin  presunción),  a  mi  antiguo 
celo  por  la  difusión  de  las  luces  i  de  los  sanos  principios,  i  a 
la  dedicación  laboriosa  con  que  he  seguido  algunos  ramos  de 
estudio,  no  interrumpidos  en  ninguna  época  de  mi  vida,  no 
dejados  de  la  mano  en  medio  de  graves  tareas.  Siento  el  peso 
de  esta  confianza;  conozco  la  extensión  de  las  obligaciones  que 
impone;  comprendo  la  magnitud  de  los  esfuerzos  que  exija. 
Respon.sabilidad  es  esta,  que  abrumaría,  si  recayese  sobre  un 
solo  individuo,  una  intelijencia  do  otro  orden,  i  mucho  mejor 
preparada  que  ha  podido  estarlo  la  mia.   Pero  me  alienta  la 


«  LiTEn^ntos  icBínco» 


cooperación  de  mis  (listincfuídos  colegas  en  el  consejo  i  el  cuer- 
po todo  de  la  universiilad.  La  leí  (afortunadamente  para  mQ,, 
ha  querido  que  la  dirección  de  los  eístudios  fuese  la  obra  común 
del  cuerpo.  Con  la  aíiistcncia  del  consejo,  con  la  activit!^ 
ilustrada  i  patriótica  tic  las  diferentes  facultades;  bajo  los  nu«*-' 
picios  del  gobierno,  bajo  la  inHuoncia  de  la  libertad,  espíritu 
vital  de  las  instituciones  cliüona»,  me  es  licito  esperar  que  el 
caudal  precioso  do  ciencia  i  talento,  de  que  ya  está  en  posesión 
la  universidad,  ae  aumentará,  se  difundirá  velozmente,  ca  be- 
neücio  de  la  relijion,  de  la  moral,  de  la  libertad  misma,  i  do 
los  intereses  materiales. 

La  universidad,  señores,  no  seria  digna  de  ocupar  un  lugar 
en  nuestras  instituciones  sociales,  si  (lumo  murmuran  algunos 
ecos  oscuros  de  declamaciones  antiguas)  el  cultivo  de  !aa  cien- 
cias i  de  las  letras  pudiese   mirarse  como  peligroso  bajo  im 
punto  da  vista  moral,  o  bajo  un  punto  de  vista  político.  La 
moral  (quo  yo  no  separo  de  la  relijion)  es  la  vida  misma  de  la 
sociedad;  la  libertad  es  el  estímulo  quo  da  un  vigor  sano  i  una 
actividad  fecunda  a  las  instituciones  sociales.   Lo  que  enturbia 
la  pureza  de  la  moral,  lo  que  trabe  el  arreglado,  pero   librea 
desarrollo  de  las  facultades  individuales  i  culectivas  de  la  hu» 
raanidad — ¡  di{;o  mas — lo  que  las  ejercito  infructuosamcntaJ 
no  debe  un  gobierno  sabio  incorporarlo  en  la  organización  AtAm 
estado.   Pero  en  este  siglo,  en  Cbile,  en  esta  reunión,  que  ytSM 
miro  como  un  homenaje  solemne  a  la  importancia  de  la  cultu-J 
ra  intelectual;    en  esta  reunión,  que,  por  una  coíncidenol^l 
significativa,  es  la  primera  de  las  pompas  quo  saludan  al  ilút!| 
glorioso  de  la  patria,  al  aniversario  do  la  libertad  cbilcna,   yéiM 
no  me  creo  llamado  a  defender  las  ciencias  i  las  letras  contra'T 
los  paralojismos  del  elocuente  filósofo  de  Jinebra,  ni  contra  loe" 
recelos  de  espíritus  asustadizos,  que  con  los  ojos  fijos  en  tos 
escollos  que  han  hecho  zozobrar  al  navegante  presuntuoso,  no 
querrían  que  la  razón  desplegase  jamas  las  velas,  i  de  buena 
gana  la  condenarían  a  una  inercia  eterna,  mas  perniciosa  que 
el  abuso  de  las  luces  a  las  causas  mismas  por  que  abogan.  No  I 
para  refutar  lo  que  ha  sido  mil  veces  refutado,  sino  para  ma-  -I 
nifestar  la  correspondencia  que  existe  entre  los  sentimientos  1 


P.  l\-:(TALAClnN    Dli  LA  L'MVKHiiJDAD 


305 


que  acaba  do  expresar  el  señor  ministro  do  instrucción  pública 
i  los  que  anini'iii  a  la  universidad,  so  me  permitirá  que  añada 
a  las  de  su  señoria  algunas  i<teas  jcnerales  sobro  k  inriucncía 
moral  i  políti(;a  do  laií  ciencia»  i  <Io  las  letras,  sobre  el  minis- 
terio de  los  cuerpos  litenirios,  i  sobre  los  trabajos  espLciales  a 
<¡uo  me  parecen  destinadas  nuc-slrns  Tacultadas  uiiíversi lanas 
en  el  estado  presente  do  la  nación  eliileiia. 

Lo  sabéis,  señores:  todas  laa  verdades  so  tocan,  desde  laa 
que  formulan  el  ruml>o  de  los  mundos  en  el  piólago  del  espa- 
cio; desde  las  que  determinan  las  ajeneias  maravillosas  do  quo 
dependen  el  movimiento  i  la  vida  en  el  universo  do  la  materia; 
desdo  las  que  resumen  la  estructura  del  animal,  de  la  planta, 
de  la  masa  inorgánica  que  pisamos;  desde  las  (¡ue  revelan  loa 
fenómenos  íntimos  del  alma  en  el  teatro  misterioso  de  lu  con- 
ciencia, hasta  los  que  expresan  las  acciones  i  reacciones  du  las 
fuerías  jiolíticas;  hasta  las  .¡no  sientan  las  bases  inconmoviblua 
de  la  moral;  hasta  las  quo  d.terminan  las  condiciones  precisos 
para  el  deseti volvimiento  do  los  júrmencs  iudustnales;  hasta 
las  quo  dirijen  i  fecundan  las  artes.  Los  adclantamientoa  en 
todas  lincas  se  llaman  unos  a  otros,  sce.<ílabonan,se  empujan. 
I  cuando  dii^o  ios  adelantamiunlos  en  (odas  líneas,  com- 
prendo sin  duda  los  mas  importantes  a  la  dicha  ilel  j¿nero  hu- 
mano, los  adelantamientos  on  el  órtlen  moral  i  político.  ¿A  quó 
se  debe  este  progi-oao  do  uivilizacion,  esta  ansia  de  mejoras  so- 
ciales, esta  sed  de  liljcrtadí  üi  qucrcmas  saberlo,  comparemos 
a  la  Europa  i  a  nuestra  afortunada  América,  con  los  .sombríos 
imperios  del  Asia,  en  que  el  despotismo  hace  posar  su  cetro  de 
hierro  sobro  cuellos  encorvados  do  antemano  por  la  ignoran- 
cia, o  con  los  hordas  africanas,  en  que  el  hombro,  a[>L-nas  su- 
perior a  los  brutos,  es,  como  ellus,  un  artículo  do  trúlico  para 
sus  propios  hermanos.  ¿Quién  prendió  en  la  Europa  usclavixada 
las  primerfia  centellas  du  lilícrtad  civil?  ¿Xo  fueron  las  letras? 
¿No  fué  la  licrcneia  intelectual  de  Orocia  í  Roma,  reclamada, 
después  de  una  larjía  época  da  o»t;urida<l,  por  el  espíritu  hu- 
mano? Allí,  allí  tuvo  principio  e.'ite  vasto  movimiento  ¡>ulÍtieo, 
que  ha  restituido  sus  títulos  de  injenuidatl  a  tantas  razas  tx- 
clava.s;  este  movimiento,  rjue  sa  propatra  cu  todos  Hcntídun, 
urt.Sü.  M 


306  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICO» 


acelerado  continuamente  por  la  prensa  i  por  las  letras;  cuyas 
ondulaciones,  aquí  rápidas,  allá  lentas,  en  todas  partes  necesa- 
rias, fatales,  allamaran  por  ñn  cuantas  barreras  so  les  opongan, 
i  cubrirán  la  superficie  del  i^^lobo.  Todas  las  verdades  se  tocan; 
i  yo  extiendo  esta  aserción  al  doíi:ina  relijioso,  a  la  verdad  teo- 
lójica.  Calumnian,  no  sé  si  diga  a  la  relijion  o  a  las  letras,  los 
que  imajinan  ([uc  pueda  haber  una  antipatía  secreta  entro  aqué- 
lla i  éstas.  Yo  creo,  por  el  contrario,  que  existe,  que  no  puede 
menos  de  existir,  una  alianza  estrecha,  entre  la  revelación 
positiva  i  esa  otra  revelación  universal  que  habla  a  todos  los 
hombres  en  el  libro  de  la  naturaleza.  Si  entendimientos  extra- 
viados han  abusado  de  sus  conocimientos  para  impugnar  el 
dogma,  ¿qué  prueba  esto,  sino  la  condición  de  las  cosas  huma- 
nas? Sí  la  razón  humana  es  débil,  si  tropieza  i  cae,  tanto  mas 
necesario  es  suministrarle  alimentos  sustanciosos  i  apoyos 
sólidos.  Porque  extinguir  esta  curiosidad,  esta  noble  osadía 
del  entendimiento,  que  le  hace  arrostrar  los  arcanos  de  la  na- 
turaleza, los  enigmas  del  porvenir,  no  es  posible,  sin  hacer- 
lo, al  mismo  tiempo,  incapaz  de  todo  lo  grande,  insensible 
a  todo  lo  que  es  bello,  jeneroso,  sublime,  santo;  sin  empon- 
zoñar las  fuentes  de  la  moral;  sin  afear  i  envilecer  la  reli- 
jion misma.  He  dicho  que  todas  las  verdades  se  tocan,  i  aun 
no  creo  haber  dicho  bastante.  Todas  las  facultades  humanas 
forman  un  sistema,  en  que  no  puede  haber  regularidad  i  ar- 
monía sin  el  concurso  de  cada  una.  No  se  puede  paralizar  una 
fibra  (permítaseme  decirlo  así),  una  sola  fibra  del  alma,  sin 
que  todas  las  otras  enfermen. 

Las  ciencias  i  las  tetras,  fuera  de  este  valor  social,  fuera  de 
esta  importancia  que  podemos  llamar  instrumental,  fuera  del 
barniz  de  amenidad  i  elegancia  que  dan  a  las  sociedades  hu- 
manas, i  que  debemos  contar  también  entre  sus  beneficios, 
tienen  un  mérito  suyo,  intrínseco,  en  cuanto  aumentan  los  pla- 
ceres i  goces  del  individuo  que  las  cultiva  i  las  ama;  placeres 
exquisitos,  a  que  no  llega  el  delirio  de  los  sentidos;  goces  pu- 
ros, en  que  el  alma  no  se  dice  a  sí  misma: 

.  .  .  , Medio  de  fonte  Icporun 

surgit  amari  aHíjuid,  quod  in  ipsis  lloribus  angit.  (Lxtcrccio) 


DISGiaSO  DE  INSTALACIÓN  DK  LA  UNIVERSIDAD  307 


De  en  medio  do  l;i  fuente  del  deleite 
un  no  sé  fiué  de  «imargo  se  levanta, 
que  entre  el  halago  de  las  flores  punza. 

Las  ciencias  i  la  literatura  llevan  en  si  la  rofoniponsa  do  los 
trabajos  i  vijilias  que  se  les  consagran.  No  hablo  de  la  gloria 
quo  ilustra  las  grandes  conquistas  científicas;  no  hablo  de  la 
auréola  de  inmortalidad  que  corona  las  obras  del  jonio.  A  po- 
cos es  permitido  esperarlas.  Hablo  do  los  placeres  mas  o  monos 
elevados,  mas  o  monos  intensos,  quo  son  comunes  a  todos  los 
rangos  en  la  república  de  las  letras.  Para  el  entendimiento, 
como  para  las  otras  Facultades  humanas,  la  actividad  es  en  sí 
misma  un  placer;  placer  que,  como  dice  un  filosofo  escoces,* 
sacude  do  nosotros  aquella  inercia  a  que  de  otro  modo  nos  en- 
tregaríamos en  daño  nuestro  i  do  la  sociedad.  Cada  senda  que 
abren  las  ciencias  al  entendimiento  cultivado,  le  muestra  pers- 
pectivas encantadas;  cada  nueva  faz  que  so  le  descubre  en  el 
tipo  ideal  de  la  belleza,  hac(í  estremecer  deliciosamente  el  co- 
razón humano,  criado  para  admirarla  i  sentirla.  El  entendi- 
miento cultivado  oye  en  el  retiro  de  la  meditación  Iíls  mil  voces 
del  coro  de  la  naturaleza:  mil  visiones  peregrinas  revuelan  en 
torno  a  la  lámpara  solitaria  que  alumbra  sus  vijilias.  Para  el 
solo,  se  desenvuelve  en  una  escala  inmensa  el  orden  de  la  na- 
turaleza; para  él  solo,  se  atavía  la  creación  de  toda  su  magni- 
ficencia, de  todas  sus  galas.  Pero  las  letras  i  las  ciencias,  al 
mismo  tiempo  que  dan  un  ejercicio  delicioso  al  entendimiento  i 
a  la  imajinacion,  elevan  el  carácter  moral.  Kllas  debilitan  el  po- 
derío de  las  seducciones  sensuales;  ellas  desarman  de  la  mayor 
parte  de  sus  terrores  a  las  vicisitudes  de  la  fortuna.  Ellas  son 
(después  de  la  humilde  i  contenta  resignación  d(d  alma  relijio- 
sa)  el  mejor  preparativo  para  la  hora  de  la  desgracia.  Ellas 
llevan  el  consuelo  al  lecho  del  enfermo,  al  asilo  del  proscrito, 
al  calabozo,  al  cadalso.  Síjcrates,  en  vísperas  de  beber  la  cicu- 
ta, ilumina  su  cárcel  con  las  mas  sublimes  especulaciones  que 
nos  ha  dejado  la  antigíiodad  jentílica  sobre  el  porvenir  de  los 
destinos  humanos.  Danto  compono  en  el  dostiern)  su  Dinina 

•  Tomas  íirown. 


308  OPLSCL'LOS  LITBHAKIOS  I  CRÍTICOS 


Comedia,  Lavoisier  piílc  a  sus  verdugos  un  plazo  breve  para 
terminar  una  investigación  imix)rlante.  Chenier,  aguanlando 
por  instantes  la  muerte,  escribe  sus  últimos  versos,  que  deja 
incompletos  para  marchar  al  patíbulo: 

Commo  un  dernier  rayen,  comme  un  dernier  zéphirc 

animo  la  fin  d'un  bcau  jour, 
au  picd  de  léchafaud  j'essaie  ancor  nía  lyi'C. 

Cual  rayo  i>oslrero, 
cual  aura  que  anima 
el  último  instante 
de  un  hermoso  dia, 
al  pié  del  cadalso 
ensayo  mi  lira. 

Tales  son  las  rccomixínsas  do  las  letras;  tales  son  sus  consue- 
los. Yo  mismo,  aun  siguiendo  de  tan  lejos  a  sus  favorecidos 
adoradores,  yo  mismo  he  podido  participar  de  sus  beneficios,  i 
saborearme  con  sus  goces.  Adornaron  de  celajes  alegres  la 
mañana  do  mi  vida,  i  conservan  todavía  algunos  matices  a  el 
alma,  como  la  flor  que  hermosea  las  ruinas.  Ellas  han  hecho 
aun  mas  por  mí;  me  alimentaron  en  mi  larga  i)eregrinacion,  i 
encaminaron  mis  pasos  a  este  suelo  de  libertad  i  de  paz,  a  esta 
patria  adoptiva,  que  me  ha  disi)ensado  una  hospitalidad  tan 
benévola. 

Hai  otro  punto  de  vista,  en  que  talvez  lidiaremos  con  preo- 
cupaciones especiosas.  Las  universidades,  las  corporaciones 
literarias,  ¿son  un  instrumento  a  propósito  para  la  proiviga- 
cion  de  las  luces?  Mas  apenas  concibo  que  pueda  hacerse  esa 
pregunta  en  una  edad  que  es  por  excelencia  la  edad  de  la  aso- 
ciación i  la  representación;  en  una  edad  en  que  pululan  por 
todas  partes  las  sociedades  de  agricultura,  de  comercio,  de  in- 
dustria, de  beneficencia;  en  la  edad  de  los  gobiernos  represen- 
tativos. La  Europa,  i  los  Estados  Unidos  de  América,  nuestro 
modelo  bajo  tantos  respectos,  responderán  a  ella.  Si  la  propa- 
gación del  sal)er  es  una  de  sus  condiciones  mas  importantes, 
porque  sin  ella  las  letras  no  harían  mas  que  ofrecer  unos 
pocos  puntos  luminosos  en  medio  de  densas  tinieblas,  las  cor- 


INST.M-ACIO.N  BK  LA  USfVKnSIlJ. 


poracionea  a  qtte  so  debe  principalmente  la  rapidez  de  las  co- 
municaciones literarias  Iiacen  l>cnc[I>;Íos  esenciales  a  la  itii^- 
tracioii  i  a  la  liumanidm!.  No  bien  bruta  en  el  pensamiento  de 
uninlividuo  una  verdad  nueva,  cuandu  su  apodera  de  ella 
toda  la  república  de  lan  letraw.  Loa  sabios  de  la  Alemania,  de 
la  Francia,  de  los  Estados  Unidos,  aprecian  su  valor,  su»  oon- 
secLicneias,  sus  aplieaciones.  En  esta  propagación  del  saber, 
las  academias,  las  universidades,  forman  otros  tantos  depósi- 
tos, a  donde  tienden  eonstantomen  te  a  acumularse  todas  las 
adquisiciones  eientílieas;  i  deealos  centros  es  du  donde  se  de- 
rraman mas  fácilmente  por  las  diferentes  clases  de  la  socio- 
dad.  La  universidad  do  Chile  ha  sido  establecida  con  este 
objeto  especiuL  Ella,  si  corre.spon(lo  a  las  miras  do  la  Ici  (¡uo 
le  ha  dado  su  nueva  forma,  si  corresponde  a  los  deseos  de 
nuctitro  gobierno,  será  un  cuerpo  ominontemcnto  expansivo  i 
propagador. 

Otros  pretenden  que  el  fomento  (.lado  a  la  instrucción  cien- 
tífica se  debe  de  preferencia  a  la  enseñanza  primada.  Yo  cier- 
tamente soi  de  los  que  miran  la  instrucción  jeneral,  la  educa- 
ción del  pueblo,  como  uno  do  los  objetos  mas  importantes  i 
privilcjiados  a  que  pueda  dirijir  su  atención  el  gobierno;  co- 
mo una  necesidad  primera  i  urjcnte;  como  la  base  do  todo 
sólido  progreso;  como  el  cimiento  indispensable  de  las  insti- 
tuciones republicanas.  IVro,  por  eso  mismo,  creo  necesario  i 
urjente  el  fomento  du  la  enseñanza  literaria  i  científica.  En 
ninguna  parte,  bu  podido  jencralizarso  la  instrucción  elemen- 
tal que  reclaman  las  clases  laboriosas,  la  gran  mayoría  del 
jéncro  buinano,  sino  dundo  han  florecido  de  antemano  las 
ciencias  i  las  letras.  No  tUgo  yo  qae  el  cuUivo  do  las  letras  i 
do  las  ciencias  traiga  en  jios  do  sí,  como  una  consecuencia  pre- 
cisa, la  difusión  du  lu  enseñanza  elemental;  aunque  es  incon- 
testable que  tas  ciencias  i  los  letras  tienen  una  tendencia  na- 
tural a  difundirse,  cuando  causas  a rtificiales  no  las  contrarían. 
Lo  que  digo  es  que  el  primero  es  una  condición  indispensable 
cíe  la  segunda;  que  donde  no  exista  aquúl,  es  imposible  que  la 
otra,  cualesquiera  qnu  soan  los  esruerzos  de  la  autoridad,  se 
veriliquo  ]>aj(i  la  furnia  cunveiiientcr.  La  difusión  de  los  cono* 


310  OPÚSCULOS  LITEH Aillos  I  CRÍTICOS 


cimientos  supone  uno  o  mas  liogares,  do  donde  salga  i  se  re- 
parta la  luz,  que,  extendiéndose  progresivamente  sobro  los 
espacios  intermedios,  penetro  al  íin  las  capas  extremas.  La 
jeneralizaoion  de  la  enseñanza  requiere  gran  número  de  maes- 
tros competentemente  instruidos;  i  las  aptitudes  de  estos  sus 
últimos  distrÜHiidores,  sonedlas  mismas,  emanaciones  mas  o 
menos  dictantes  do  los  grandes  depósitos  científicos  i  litera- 
rios. Los  buenos  maestros,  los  buenos  lil)ros,  los  buenos  mé- 
todos, la  buena  dirección  de  la  enseñanza,  son  necesariamente 
la  obra  do  una  cultura  intelectual  mui  adelantada.  La  instruc- 
ción literaria  i  científica  es  la  fuente  de  donde  la  instrucción 
elemental  se  nutre  i  se  vivifica;  a  la  manera  que  en  una  so- 
ciedad bien  organizada  la  riqueza  de  la  dase  mas  favorecida 
do  la  fortuna  es  el  manantial  de  donde  so  deriva  la  subsisten- 
cia de  las  clases  tra])ajadoras,  el  bienestar  del  pueblo.  Pero  la 
lei,  al  plantear  de  nuevo  la  universidad,  no  ba  querido  fiarse 
solamente  de  esa  tendencia  natural  de  la  ilustración  a  difun- 
dirse, i  a  que  la  imprenta  da  en  nuestros  dias  una  fuerza  i 
una  movilidad  no  conocidas^  antes;  ella  ba  unido  íntimamente 
las  dos  especies  de  enseñanza;  ella  lia  dado  a  una  de  las  sec- 
ciones del  cuerpo  universitario  el  encargo  especial  de  velar 
sobre  la  instrucción  primaria,  de  observar  su  marcha,  de  faci- 
litar su  propagación,  de  contribuir  a  sus  progresos.  El  fomen- 
to, sobre  to;lo,  de  la  instrucción  relijiusa  i  moral  del  pueblo 
es  un  deber  que  cada  mieml)ro  de  la  universidad  se  impone 
por  el  hecho  do  ser  recibido  en  su  seno. 

Lo.  lei  que  ha  restal)lecido  la  antigua  universidad  sobro 
nuevas  bases,  acomodadas  al  estado  presente  de  la  civilización 
i  a  las  necesidades  do  Chile,  apunta  ya  los  grandes  objetos  a 
que  debe  dedicarse  este  cuerpo.  El  señor  ministro  vice-patro- 
no  ha  manifestado  taml)ien  las  miras  que  presidieron  a  la  re- 
fundición do  la  universidad,  los  linos  que  en  ella  se  propone 
el  lejisladi)r,  i  las  esiieran/as  que  es  llamada  a  llenar;  i  ha 
desenvuelto  de  tal  modo  estas  ideas,  que,  siguiéndtde  en  ellas, 
apjnas  me  sería  posible  hacer  otra  eüsa.([ue  un  ocioso  comen* 
tario  a  su  discurso.  Añadiré  con  to  lo  algunas  breves  observa- 
ciones que  me  parecen  tener  su  importancia. 


DISCURSO  DE  ÍNSTALACiON  DE  LA  UNIVERSIDAD  311 


El  fomento  do  las  ciencias  eclesiásticas,  desuñado  a  formar 
dignos  ministros  del  cultí),  i  en  último  resultado  a  proveer  a 
los  pueblos  do  la  república  de  la  competente  educación  rcli- 
jiosa  i  moral,  es  el  primen)  de  estos  oI)jetos  i  el  de  mayor 
trascendencia.  Pero  liai  otro  aspecto  baji)  el  cual  debemos  mi- 
rar la  consao^racion  de  la  universidad  a  la  causa  de  la  moral 
i  de  la  relijion.  Si  importa  el  cultivo  de  las  ciencias  eclesiás- 
ticas \x\vi\  el  desempeño  del  ministerio  sacerdotal,  también 
¡mp(jrta  jeneralizar  entre  la  juventud  estudiosa,  entre  toda  la 
juventud  que  participa  de  la  educación  liter;u'ia  i  científica, 
conocimientos  ailecuados  del  doí^ma  i  de  los  anales  de  la  fe 
cristiana.  No  creo  necesaria  ])robar  que  esta  debiera  ser  una 
parte  intep^rante  de  la  educación  jeneral,  indispensable  para 
toda  profesión,  i  aun  para  todo  Iiombre  que  quiera  ocupar  en 
la  sociedad  un  lugar  superior  al  ínfimo. 

A  la  facultad  de  leyes  i  ciencias  ¡)o!ít¡cas  se  abre  un  campo 
el  mas  vasto,  el  mas  susceptible  de  aplicaciones  útiles.  Lo  ha- 
béis oído:  la  utilidad  [)ráctica,  los  resultados  positivos,  las 
mejoras  sociales,  es  lo  í|ue  principalmente  esjK^ra  de  la  uni- 
versidad el  íJTobierno;  es  lo  (pie  principalmente  debe  recomen- 
dar sus  trabajos  a  la  patria.  Herdleros  de  la  lejislacion  del 
pue])lo  reí,  tenemos  que  purj/arla  de  las  manchas  que  contra- 
jo bajo  el  indujo  malé!ii-o  del  despotismo;  tenemos  que  des- 
pejar las  incoherencias  que  deslustran  una  ol)ra  a  que  han 
contribuido  tantos  siíj^los,  tantos  intereses  alternativamente 
dominantes,  tantas  inspiraciones  contradictorias.  Tenemos  que 
acomodarla,  que  restituirla  a  las  instituciones  republicanas. 
¿I  (jué  objeto  mas  importante  o  mas  grandioso,  que  la  forma- 
ción, el  i)crf(\'cií»nainient  j  de  nuestras  leyes  orgánicas,  la 
recta  i  pronta  administración  de  justicia,  la  seguridad  de  nues- 
tros d<'reclios,  la  fe  de  las  transaciMones  comerciales,  la  paz 
(hd  hogar  d  miéstico?  La  universidad,  me  atrevo  a  decirlo,  no 
ac  »j«^rá  la  pivocupacinn  í[ue  condena  como  inútil  o  pernicioso 
el  estudio  de  las  leyes  romanas;  creo,  por  el  contrario,  que  le 
dará  un  nuevo  estímulo  i  lo  asentará  sobre  bases  mas  amplias. 
Li  universidad  verá  probaldemento  en  ese  estudio  el  mejor 
aprendizaje  de  la  bijica  jurídica  i  forense.  Oigamos  sobre  este 


31*2  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


punto  el  testimonio  de  un  hombre  a  quien  scp^uramento  no  se 
tachará  de  parcial  a  doctrinas  antiguas;  a  un  hombre  que  en 
el  entusiasmo  de  la  emancipación  popular  i  do  la  nivelación 
democrática  lia  tocado  tal  vez  al  extremo.  «La  ciencia  estampa 
en  el  derecho  su  sello;  su  lójica  sienta  los  principios,  formula 
los  axiomas,  deduce  laa  consecuencias,  i  saca  de  la  idea  de  lo 
justo,  rofl  jáiidola,  inagotables  desenvolvimientos.  Biijo  este 
punto  do  vista,  el  derecho  romano  no  reconoce  igual:  se  pue- 
den disputar  algunos  de  sus  principios;  poro  su  método,  su 
lójica,  su  sistema  científico,  lo  han  hecho  i  lo  mantienen  su- 
perior a  todas  las  otras  lejislaciones;  sus  textos  son  la  obra 
maestra  del  estilo  jurídico;  su  método  es  el  de  la  jeometría 
aplicado  en  todo  su  rigor  al  pensamiento  moral.»  Así  se  ex- 
plica L'llerminier,  i  ya  antes  Leibniz  habia  dicho:  «In  juris- 
prudentia  regnant  (romani).  Dixi  sa^pius  post  scripta  geome- 
trarum  nihil  extare  quod  vi  ac  subtilitate  cum  romanorum 
jurisconsultorum  scriptis  comparan  possit:  tantum  nervi  inest; 
tantum  profunditatis.» 

La  universidaxl  estudiará  también  las  especialidades  de  la 
sociedad  chilena  bajo  el  punto  de  vista  económico,  que  no 
presenta  problemas  menos  vastos,  ni  de  menos  arriesgada  re- 
solución. La  universidad  examinará  los  resultados  de  la  esta- 
dística chilena,  contribuirá  a  formarla,  i  leerá  en  sus  guaris- 
mos la  expresión  de  nuestros  intereses  materiales.  Porque  en 
este,  como  en  los  otros  ramos,  el  programa  de  la  universidad 
es  enteramente  chileno:  si  toma  prestadas  a  la  Europa  las 
deducciones  de  la  ciencia,  es  para  aplicarlas  a  Chile.  Todas 
las  sendas  en  que  se  propone  dirijir  las  investigaciones  de  sus 
miembros,  el  estudio  do  sus  alumnos,  converjen  a  un  centro: 
la  patria. 

La  medicina  investigará,  siguiendo  el  mismo  plan,  las. mo- 
dificaciones peculiares  que  dan  al  hombre  chileno  su  clima, 
sus  costumbres,  sus  alimentos;  dictará  las  reglas  de  la  hijieno 
privada  i  pública;  se  desvelará  por  arrancar  a  las  epidemias 
el  secreto  de  su  jerminacion  i  de  su  actividad  devastadora;  i 
hará,  en  cuanto  es  posible,  que  se  difunda  a  los  campos  el 
conocimient  >  n.    ^>>   medios   sí.s.-illos  do  conservar  i  reparar 


I   ÜK  LA  UIVIVCIISIOAD 


la  salud.  ¿Enumeraré  ahura  las  utilkladcü  positivas  de  laa 
ciencias  inatomatieas  i  físicas,  sus  aplicaciones  a  una  indus- 
tria nacicnto,  que  apenas  tiene  en  üjorciciu  unas  poca»  artes 
simples,  groseras,  sin  ppocLulores  l)ien  entendidos,  sin  niAqui- 
nas,  sin  algunos  aun  do  los  mas  comunes  utensilios;  sus  apli- 
caciones a  una  tierra  cruzada  en  todos  sentidos  de  veneros 
metálicos,  a  un  suelo  fértil  de  riijuezas  vejetaics,  de  sustan- 
cias alimenticias;  a  un  suelo,  soI>re  el  que  la  eicncia  ha  ccliado 
apenas  una  ojeada  rápida? 

Pero,  fomentando  las  aplicaciones  prácticas,  catoi  mui  dis- 
tante de  creop  que  la  universidad  adopte  por  su  divina  el  mez- 
quino cui  bono''  i  que  no  aprecie  en  su  justo  valur  el  conoci- 
miento do  la  naturaleza  en  todos  sus  variados  departamentos. 
Lo  primero,  jmrque,  para  guiar  acertadamente  la  práctica,  es 
necesario  quo  el  entendimiento  se  elevo  a  loa  puntos  culmi- 
nantes de  la  ciencia,  a  la  apreciación  de  sus  fórmulas  jencra- 
le».  La  universidad  no  confundirá,  sin  duda,  las  aplicaciones 
prácticas  con  las  man  ípu  I  aciones  de  un  empirismo  ciepo.  I  lo 
segundo,  purque,  como  dije  antes,  el  cultivo  de  la  intelijencia 
contemplativa  que  descorro  el  velo  a  los  arcanos  del  universo 
fisico  i  moral,  os  en  sí  mismo  un  resultado  positivo  i  de  la 
mayor  importancia.  En  este  punto,  para  no  i-epetirmo,  copia- 
ré las  palabras  do  un  sabio  ingles,  que  me  ha  honrado  con  su 
amislad.  'lia  sido,  dice  cl  doctor  Nicolás  Arnolt,  ha  sido  una 
proocuphcion  el  creer  quo  las  personas  instruiduis  asi  en  las 
leyes  jenerales  tengan  su  atención  dividida,  i  apenas  les  quedo 
tiempo  para  aprender  alguna  cosa  perfectamente.  Lo  contra- 
rio, sin  embargo,  es  lo  cierto;  [wrque  los  conocimientos  je- 
nerales hacen  mas  claros  i  preciHoa  lus  conouimientos  parti- 
culares. Los  teoremas  de  la  rdu.sofÍa  sotí  otras  tantas  llaves 
que  nos  dan  entrada  a  los  mas  deliciosos  jardines  que  la  ima- 
jinacion  puede  figurarse;  son  una  vara  májica  que  nos  descu- 
bre la  faz  del  universo  i  nos  revela  infinitos  objetos  que  la 
ignorancia  no  ve.  El  hombre  instruido  en  las  leyes  naturales 
está,  por  decirlo  asi,  rodeado  de  seres  conocidos  i  amigos, 
mientras  cl  hombre  ignorante  peregrina  por  una  tierra  extra- 
ña i  hostil.  El  que  por  medio  de  las  leyes  jenerales  puede  leer 


31  \  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

en  el  libro  de  la  naturaleza,  encuentra  en  el  universo  una  his- 
toria .sublime  que  le  habla  de  Dios,  i  ocupa  dignamente  su 
pensamiento  liasla  el  fin  de  sus  dias.» 

Paso,  señores,  a  aquel  departamento  literario  que  poseo  de 
un  modo  peculiar  i  eminente  la  cualidad  do  pulir  las  costum- 
bres; que  afina  el  lenguaje,  haciéndolo  un  vehículo  fiel,  her- 
moso, diáfano,  de  las  ideas;  que,  por  el  estudio  de  otros  idio- 
mas vivü.^  i  muí>rtos,  nos  pone  en  comunicación  con  la  anti- 
güedad i  con  las  naciones  mas  civilizadas,  cultas  i  libres  de 
nuestros  dias;  que  nos  hace  oír,  no  por  el  imperfecto  medio 
de  las  traducciones  siempre  i  necesariamente  infieles,  sino 
vivos,  sonoros,  vibrantes,  los  acentos  de  la  sabiduría  i  la  elo- 
cuencia extranjera;  que,  por  la  contemplación  de  la  belleza 
ideal  i  de  sus  reflejos  en  las  obras  del  jcnio,  purifica  el  gusto, 
i  concilia  con  los  raptos  audaces  de  la  fantasía  los  derechos 
imprescriptibles  de  la  razón;  que,  iniciando  al  mismo  tiempo 
el  alma  en  estudios  severos,  auxiliares  necesarios  de  la  bella 
literatura,  i  preparativos  indispensables  para  todas  las  cien- 
cias, para  todas  las  carreras  de  la  vida,  forma  la  primera  dis- 
ciplina del  ser  intelectual  i  moral,  expone  las  leyes  eternas  do 
la  intelijencia  a  fin  do  dirijir  i  afirmar  sus  pasos,  i  desenvuelve 
los  pliegues  profundos  del  corazón,  para  preservarlo  de  extra- 
víos funestos,  para  establecer  sobre  sólidas  bases  los  derechos 
i  los  deberes  del  hombre.  Knumerar  estos  diferentes  objetos 
es  presentaros,  señores,  según  yo  lo  concibo,  el  programa  de 
la  universidad  en  la  s(*ccion  de  filosofía  i  humanidades.  Entre 
ellos,  el  estudio  do  nuestra  lengua  me  parece  de  una  alta  im- 
portancia. Yo  no  abogaré  jamas  por  el  purismo  exajerado  que 
condena  todo  lo  nuevo  en  materia  de  idioma;  creo,  por  el  con- 
trario, qa(í  la  multitud  de  ideas  nuevas,  que  pasan  diariamente 
del  comercio  literario  a  la  circulación  jeneral,  exije  voces  nue- 
vas que  las  representen.  ¿Hallaremos  en  el  diccionario  de 
Cervantes  i  de  *  frai  Luis  de  Granada — no  quiero  ir  tan  lejos — 
hallaremos, en  el  diccionario  de  Iriarte  i  Moratin,  medios  ade- 
cuados, signos  lúcidos  para  expresar  las  nociones  comunes 
que  flotan  hoi  dia  sobre  las  intelijencias  medianamente  culti- 
vadas, para  expresar  el  pensamiento  social?  ¡Nuevas  institu- 


DISCURSO  DE  INSTALACIÓN  DE  LA  UNIVEÍtSIDAD  3l¡ 


cienes,  nuevas  leyes,  nuevas  costumbres;  variadas  por  todas 
partes  a  nuestros  ojos  la  materia  i  las  formas;  i  viejas  voces, 
vieja  fraseolojia!  Sobre  ser  desacordada  esa  pretensión,  por- 
que pugnaria  con  el  primero  de  los  ol)jetos  de  la  lengua,  la 
fácil  i  clara  trasmisión  del  pensamiento,  sería  del  todo  inase- 
qu¡l)le.  PeiV)  se  puede  ensancbar  el  len^^uaje,  se  puede  enri- 
quecerlo, se  puede  acomodarlo  a  todas .  las  exijencias  do  la 
sociedad,  i  aun  a  las  de  la  moda,  que  ejerce  un  imperio  in- 
contestable sobre  la  literatura,  sin  adulterarlo,  sin  viciar  sus 
construcciones,  sin  hacer  violencia  a  su  jenio.  ¿Es  acaso  dis- 
tinta de  la  de  Pascal  i  líacinc,  la  lengua  de  Chateaubriand  i 
Villemain?  I  no  trasparenta  perfectamente  la  de  estos  dos 
escritores  el  pensamiento  social  de  la  Francia  do  nuestros 
dias,  tan  diferente  de  la  Francia  de  Luis  XIV?  Ilai  mas:  de- 
mos anclias  a  esta  especie  de  culteranismo;  demos  carta  de 
nacionalidad. a  todos  los  caprichos  de  un  extravagante  neolo- 
jismo;  i  nuestra  América  reproducirá  dentro  de  poco  la  confu- 
sión de  idiomas,  dialectos  i  jerigonzas,  el  caos  babilónico  de 
la  edad  media;  i  di(»z  puel)los  perderán  uno  de  sus  vínculos 
mas  poderosos  de  fraternidad,  uno  de  sus  mas  preciosos  ins- 
trumentos de  correspundencia  i  comercio. 

La  universidad  fumentará,  no  solo  el  estudio  de  las  lenguas, 
sino  de  las  literaturas  extranjeras.  Pero  no  s»'  si  me  engaño. 
La  opinión  de  aquéllos  que  creen  que  debemos  recibir  los  re- 
sultados sintéticos  de  la  ilustración  europea,  dispensándonos 
del  examen  de  sus  títulos,  dispensándonos  del  proceder  analí- 
tico, único  medio  do  a(l([uirir  venladeros  conocimientos,  no 
encontrará  nmchos  sufriijios  en  la  universidad.  Respetando, 
como  resi)eto  las  oi)iniones  ajenas,  i  reservándome  solo  el  de- 
recho de  discutirlas,  coníicso  (¡ue  tan  poco  propio  me  parece- 
ría para  alimentar  el  entendimiento,  para  educarle  i  acostum- 
brarle a  pensar  por  sí,  el  atenernos  a  las  conclusiones  mora- 
les i  políticas  de  Ilerder,  por  ejemplo,  sin  cU  estudio  de  la 
hi.storia  antigua  i  moderna,  como  el  adoptar  los  teoremas  do 
Euclídes  sin  el  previo  trabajo  intelectual  de  la  demostración. 
Yo  miro,  señores,  a  IIerdi*r  como  uno  de  los  escritores  que 
han  servido  mas  útilmente  a  la  humanidad:    él  ha  dado  toda 


OPUaCtJUJS  UTEHARlOB  I  CHÍTICOS 


«u  il¡;rniJiiJ  a  la  historia,  desenvolviendo  en  ella  loa  tlesigoios 
riela  Providencia,  i  los  destines  a  que  ea  llamada  la  especie  | 
humana  sobre  la  tierra.  Pero  el  miümo  Heriler  no  so  propuscT^ 
suplantar  c;l  conociinitíiito  de  los  hechos,  sino  ilustrarlos,  ex-j| 
pilcarlos;  ni  se  puede  apreciar  su  doctrina,  sino  por  medio  é 
previos  estudios  históricos.  Sustituir  a  ellos  deducciones  i  fól 
muías,  sería  presentar  a  la  juventud  un  es(¡ueloto  en  vez  d 
un  tra.sIado  vivo  del  hombre  social;  seria  darle  una  colccciol 
de  aforisniüs  en  vez  de  poner  a  su  vista  el  panorama  luóvtll 
instructivo,  pintoresco,  do  las  instituciones,  de  las costumbreC 
do  las  revoluciones,  ile  los  gnindes  pueblos  i  de  los  grandes 
hombres;  seria  quitar  al  moralista  i  al  político  las  conviocio- 
ncs  profuntlas,  cpie  solo  pueden  nacor  del  conocimiento  de  loa 
hechos;  seria  quitar  a  la  experiencia  del  jénero  humano  el  aa- J 
ludahle  poderío  de  sus  avisos,  en  la  edad,  cabalmente,  qua  t 
mas  susceptible  du  impresiones  durables;  sería  quitar  al  poeta  ' 
una  inagutablo  mina  de  imájones  i  de  colores.    1  lo  que  digo 
de  la  historia,   me  parece  que  debemos  aplicai'lo  a  todos  loa 
otros  ramos  del  saber.    Se  impone  de  esto  modo  al  entendi- 
miento la  necesidad  de  largos,   es  verdad,  pero  agradables  es- 
tudios. Porque  nada  hoce  nías  desabrida  la  enseiíanza  que  lets 
abstracciones,  i  nada  la  hace  fácil  i  amena,  sino  el  proceder 
que, amoblando  la  memoriajEjercita  al  mismo  tiempo  el  ent«n- 
dimiento  i  exalta  la  imajinncion.  El  raciocinio  debo  enjendrar 
al  teorema;  los  ejemplos  graban  profundamontií  las  lecciones. 

¿I  pudiera  yo,  señores,  diíjar  de  aludir,  aunque  de  pa 
esta  rápida  reseña,  a  la  mas  hechicera  de  las  vocaciones  lite*"] 
rarias,  al  aroma  de  la  literatura,  al  capitel  corintio,  por  de- 1 
cirio  asi,  do  la  suciedad  culta?  ¿Pudiera,  sobro  todo,  dejar  de  I 
aludir  a  la  excitación  instantánea,  que  ha  hecho  aparecer  so-  I 
bro  nuestro  horizonte  esa  constelación  do  jóvenes  injenios  quo  I 
cultivan  con  tanto  ardor  la   poesía?  Lo  dírú  con   injenuidad:  | 
hai  incorrección  en  sus  versos;  hai  cosas  que  una  razón  casti* 
gada  i  severa  condona.   Pero  la  corrección  es  la  obra  del  ea-  | 
ludio  i  délos  años;  ¿quiún  pudo  esperarla  do  los  que,  en  un 
momento  de  exaltación,  poútica  i  patriótica  a  un  tiempo,  se 
lanzaron  a  esa   nueva  arena,  resueltos  a  probar  que  en  las  I 


ulinas  cliilcna»  arile  tatnliieii  nrnit-l  filena  iliviiio,  (U*  (iiio,  por 
una  priwc II pación  injusta,  se  las  hnhiix  ctx'iily  priviulaa?  Mm-s- 
tras  brillanU.-»,  i  no  limíUdita  al  sexo  (¡iii;  tmlva  nosotrus  Ita 
cuUivatlo  liaatíi  aliura  casi  (.■xclust  va  mente  las  Ii-lras,  lu  ha- 
bían rofutadü  ya.  Ellos  la  han  ik-sinentiilg  de  nuovo.  Yo  no  fió 
üi  una  predisposición  pan-ial  hacia  lot  ennayo»  do  la»  inleli- 
jcncisH  juveniles,  extravia  mi  juicio.  Digo  lo  qno  sioiito:  hallo 
en  ctnaa  ol»ras  destellos  incoiitoíitables  del  verdadero  tálenlo,  i 
aun  con  relación  a  algunas  do  ellas,  pudiera  dctir,  del  verda- 
dero jcnio  poético.  Hallo,  en  ali^niia!^  de  esas  olji'as,una  imaji- 
nacion  orijinal  i  rica,  esprnsiijnes  lelizniente  atrevida»,  i  (lo 
(¡uc  parece  que  .sutil  pudo  dar  un  largo  ejen.ii!Ío)  una  vcrsill- 
cacion  armoniosa  i  íluí.ia,  que  busca  de  propósito  las  dificul- 
tades para  luchar  con  ellas  i  salo  airosa  do  esta  arriesgada 
prueba.  La  universidad,  alentando  a  nuoslros  jóvenes  poetas, 
lea  dirá  talvez:  «Si  queréis  que  vuestro  nombre  no  quede  en- 
carcelado entre  la  cordillera  de  los  Andes  i  la  mar  del  Sur, 
recinto  demasiado  estrecho  para  las  aspirnuioues  jenerosas  del 
talento;  ni  queréis  que  os  lea  la  posteridad,  haced  buenos  es- 
tudio.^, principiando  por  el  di!  la  lengua  nativa.  Haced  mas; 
tratad  asuntos  dignos  do  vuestra  patria  i  de  la  posteridad. 
Dejad  los  tonos  muelles  do  la  lira  do  Anacreonto  i  de  Safo:  la 
poesía  del  siglo  XIX  tionc  una  miíiion  mas  alta.  Que  los  gran* 
dea  intereses  de  la  humanidad  os  inspiren.  Palpite  en  vuestras 
obras  el  sentimiento  moral.  Digaso  cada  uno  de  vusutroa,  al 
tomar  la  pluma:  Sacerdote  de  las  Musas,  canto  para  las  almas 
inocentes  i  puras: 

Musarum  saccrdos, 

virginibus  puerisque  canto. 
{línraciu.) 
¿I  cuántos  temas  grandiosos  no  os  presenta  ya  vuestra  jo- 
ven república?  Celebrad  sus  grandes  días;  tejed  guirnaldas  a 
8U3  héroes;  consagrad  la  mort;ija  de  los  mártires  do  la  patiúa.  • 
La  universidad  recordará  al  mismo  tiempo  a  la  juventud 
aquel  consejo  de  un  gran  maestro  de  nuestros  dias:  «Es  pre- 
ciso, decía  Occthc,  que  el  arto  sea  la  regla  de  la  ímajínacion 
i  la  trasformc  en  poesía. » 


31 S  OPÚSCULOS  MTEHAIWOS  I  CHÍTICOS 


El  arte!  Al  oír  esta  palabra,  aunque  tomada  de  los  labios 
mismos  de  Goethe,  habrá  al^'unos  que  me  coloquen  entre  los 
partidarios  4e  las  reglas  convencionales,  que  usurparon  mu- 
cho tiempo  ese  nombre.  Protesto  solemnemente  contra  seme- 
jante aserción;  i  no  creo  que  mis  antecedentes  la  justiri(¡uen. 
Yo  no  encuentro  el  arte  en  los  preceptos  estériles  do  la  escue- 
la, en  las  inexorables  unidades,  en  la  muralla  de  bronce  entro 
los  diferentes  estilos  i  jéneros,  en  las  cadenas  con  que  se  ha 
((uerido  aprisionar  al  poeta  a  nombre  de  Aristóteles  i  Horacio, 
i  atribuyéndoles  a  veces  lo  que  jamas  pensaron.  Pero  creo  que 
ha¡  un  arte  fundado  en  las  relaciones  impalpables,  etéreas, 
de  la  belleza  ideal;  relaciones  delicadas,  pero  accesibles  a  la 
mirada  de  lince  del  jenio  competentemente  preparado;  creo 
que  liai  un  arto  que  guia  a  la  imajinacion  en  sus  mas  fo- 
gosos trasportes;  creo  que  sin  ese  arte  la  fantasía,  en  vez  de 
encarnar  en  sus  obras  el  tipo  de  lo  bello,  aborta  esfinjes,  crea- 
ciones enigmáticas  i  monstruosas.  Esta  es  mi  fe  literaria. 
Libertad  en  todo;  pero  yo  no  veo  libertad,  sino  embriaguez  li- 
cenciosa, en  las  orjías  de  la  imajinacion. 

La  libertad,  como  contrapuesta,  ix)r  una  parte,  a  la  doci- 
lidad servil  que  lo  recibe  todo  sin  examen,  i  por  otra  a  la 
desarreglada  licencia  que  se  revela  contra  la  autoridad  do  la 
razón  i  contra  los  mas  nobles  i  puros  instintos  del  corazón 
humano,  será  sin  duda  el  tema  de  la  universidad  en  todas  sus 
diferentes  secciones. 

Pero  no  debo  abusar  mas  tiempo  de  vuestra  paciencia.  El 
asunto  es  vasto;  recorrerlo  a  la  lijcra,  es  todo  lo  que  me  ha 
sido  posible.  Siento  no  haber  ocupado  mas  dignamente  la 
atención  del  respetable  auditorio  que  me  rodea,  i  le  doi  las 
gracias  por  la  induljencia  con  (pie  se  ha  servido  escucharme. 

í  Araucano,  Año  de  1843) 


•t^    ^  -  -  .. 


vías  de  comunicación 


I 


Vemos  con  placer  en  la  mt' moría  del  secretario  jcneral  de 
la  sociedad  de  agricultura  i  beneficencia,  publicada  en  el  Afjri- 
cultor  de  noviembre,  la  reseña  de  los  trabajos  en  que  esta  útil 
corporación  se  ha  ocupado  durante  el  año  último,  trabajos  que 
por  su  institución  se  limitan  a  estudiar  las  necesidades  do 
nuestra  industria  i  a  proponer  las  medidas  conducentes  a  su 
fomento,  como  también  los  medios  de  hacer  mas  eficaz  i  fruc- 
tuosa la  caridad  pública,  cuando  extiende  una  mano  favore- 
cedora a  las  clases  que  sufren;  dos  especies  de  objetos  que  tie- 
nen entre  si  una  conexión  mas  estrecha  de  lo  que  a  primera 
vista  aparece;  porque  animar  la  industria,  variarla,  extenderla, 
es  obrar  a  un  tiempo  sobre  todas  las  modificaciones  del  mal 
moral  i  físico  que  aflijen  a  la  sociedad,  i  atacarlas  en  su  fuente. 

Entro  estos  objetos,  se  recomiendan  algunos  mas  particular- 
monte  por  su  importancia;  i  quizá  no  hai  uno  que  en  el  mo- 
mento presente  deba  empeñar  mas  la  solicitud  de  la  sociedad 
que  el  de  los  marjales  o  revenicioncs  que  do  algunos  años 
a  esta  parte  han  cundido  con  espantosa  rapidez  en  la  provincia 
de  Santiago,  inutilizando  terrenos  preciosos  para  el  cultivo, 
i  amenazando  inva  lir  a  la  capital  misma.  Sería  de  desear,  para 
que  pudieran  aplicarse  a  es!a  plaga  los  correctivos  convenien- 
tes, quo  se  averiguase  su  causa;  porque  la  que  ujiiversalmen- 
te  se  reconoce  por  tal  (el  riego  del  llano  de  Maipo)  es,  a  núes- 


320  OPÚSíU'LOa  LITEHAIIIOS  I  CUÍTIGOS 


tro  juicio,  inadecuada.  Observaciones  cuidadosas  sobre  los 
períodos  de  las  creces,  i  sobre  la  situación  de  los  terrenos  reve- 
nidos, hechas  por  personas  inteli/entes,  i  precedidas  de  nivela- 
ciones exactas,  podrian  dar  mucha  luz  sobre  este  importante 
problema,  en  que  versan  talvez  consideraciones  jeolójicas;  i  la 
residencia  en  Santiago  d(íl  sabio  i  laborioso  Domeyko,  que  nos 
felicitamos  de  ver  alistado  entre  los  miembros  de  la  sociedad  de 
agricultura,  es  una  circunstancia  feliz,  de  que  podemos  apro- 
vecharnos, sea  para  indagar  las  ajencias  naturales  que  concu- 
rran a  este  ominoso  fenómeno,  sea  para  tratar  do  combatirlas; 
porque  el  mal  es  grave,  i  su  remedio  urjente.  Bajo  este  i  otros 
puntos  de  vista,  la  cooperación  de  un  hombre  como  don  Ignacio 
Domeyko  es  preciosa  para  la  sociedad. 

Otro  grande  objeto  de  los  trabajos  de  este  cuerpo  es  el  délas 
vias  de  comunicación  i  trasporte;  objeto  de  tan  decidida  impor- 
tancia en  el  estado  actual  del  país,  que  no  hemos  podido  expli- 
carnos la  indiferencia  con  que  lo  mira  El  Mercurio  (del  15  de 
diciembre  de  1846),  ni  leer  sin  extrañeza  esta  cláusula:  «El  úni- 
co medio  (de  proveer  a  él  por  ahora)  es  fomentar  el  comercio,  i 
darle  toda  la  libertad  posible  a  fin  de  excitarlo  a  internarse  en  el 
país:  entonces  vendrían  necesariamente  las  vias  de  comunica- 
ción.» A  nosotros  nos  parece  (permítasenos  la  expresión)  tan 
absurdo  este  juicio,  como  si  tratándose  del  fomento  de  una  ma- 
nufactura, i  de  facilitar  i  multiplicar  sus  productos  por  medio 
do  una  máquina,  cuyos  buenos  efectos  hubiese  demostrado  en 
todas  partes  la  experiencia,  se  dijese:  el  mejor  medio  de  mejorar 
esa  manufactura  es  fomentarla,  darle  toda  la  libertad  posible: 
entonces  vendrían  necesariamente  las  máquinas.  La  compara- 
ción es  de  una  exactitud  evidente.  El  trasporte  de  las  mercade- 
rías es  el  ministerio  industrial  del  comercio;  los  caminos,  las 
calzadas,  los  canales,  los  puentes,  son  las  máquinas  que  faci- 
litan i  fertilizan  esta  especie  de  industria.  Nadie  duda  de  que 
convenga  dar  al  comercio  toda  la  libertad  posible;  i  si  El  Mer^ 
curio  encuentra  que  no  se  le  ha  dado  toda  la  que  se  pudiera, 
indique  los  medios  de  aumentarla  hasta  donde  le  parezca  que 
se  puede.  Pero  en  cualquier  estado  del  país  i  de  su  comercio,  ¿de- 
jará de  influir  ventajosamente  en  éste  todo  ahorro  en  los  costos 


DISCURSO  DK  INSTALACIÓN  DE  LA  UNIVERSIDAD  321 


del  trasporte,  que  es  un  ahorro  en  los  costos  de  su  producción 
peculiar?  Fomentar  el  comercio^  dice  El  Mercurio,  que  es  el 
único  medio  de  proveer  a  las  vias  de  comunicación  que  le  faltan. 
Pero  ¿de  qué  se  trata,  cuando  se  procura  proporcionárselas,  sino 
de  fomentar  el  comercio?  No  hai  c'poca  do  las  sociedades  en  que 
las  vias  de  comunicación  no  sean  un  objeto  directo  de  especu- 
lación i  trabajo.  ¿Se  coloniza  un  país  desierto?  Lo  primero  es 
unir  sus  esparcidos  caseríos,  abriendo,  por  lo  pronto,  veredas 
que  conduzcan  de  unos  a  otros.  ¿Crece  la  población,  crece  con 
ella  la  riqueza,  crece  con  ambas  la  necesidad  de  los  cambios, 
i  la  cantidad  do  los  objetos  que  se  cambian?  Las  sendas  se 
hacen  anchos  caminos;  por  donde  antes  transitaba  con  dificultad 
i  peligro  un  hombre,  es  preciso  que  transiten  ahora  recuas  i 
carros,  i  que  transiten  sin  peligro;  es  preciso  suavizar  lo  escar- 
pado, desecarlos  pantanos;  a  la  balsa  insegura,  sucede  el  puen- 
te; el  puente  mismo  so  hace  progresivamente  mas  cómodo  i 
sólido;  a  las  vias  terrestres,  se  sustituyen  las  acuáticas;  hasta 
que  en  una  época  de  la  mas  adelantada  civilización  i  opulencia 
llama  el  comercio  a  su  servicio  nuevos  i  mas  poderosos  ajentes 
naturales, que  obren  en  grande  escala  i  hagan  mas  i  mas  rápidas, 
menos  i  menos  dispendiosas  las  comunicaciones.  Varían  con  el 
desarrollo  de  la  sociedad  las  especulaciones  i  los  trabajos  que 
tienden  a  multiplicar  i  faciHtar  los  trasportes;  pero,  en  ninguna 
de  las  fases  de  un  pueblo,  es  lícito  olvidar  este  objeto.  El  proble- 
ma que  se  trata  de  resolver  en  una  época  dada,%  recae  sobre  la 
especie  particular,  sobre  las  direcciones,  sobre  la  administra- 
ción i  policía  de  caminos,  que  mas  le  convengan;  pero  no  hai 
ninguna  en  que  las  vias  de  comunicación  bajo  esta  o  aquella 
forma  no  merezcan  ocupar  la  atención  del  lejislador  i  del  hom- 
bre de  estado;  bien  que  con  una  diferencia  importante.  Para 
un  comercio  pobre  i  atrasado,  es  necesaria  la  intervención  con- 
tinua i  solícita  del  poder  público;  a  proporción  que  prospera, 
concurre  mas  directamente  a  la  resolución  especulativa  i  prác- 
tica del  problema;  i  llega  al  fin  el  tiempo  en  que  no  ha  menester 
auxilio  externo,  i  puede  él  solo  proveer  a  sus  necesidades.  Tener 
un  gran  comercio  debe  ser  entre  nosotros  lo  primero;  sin 

duda;  i  para  tener  un  gran  comercio,  es  para  lo  que  es  preciso 
opúsc.  41 


322  OPÚSCULOS  LITEUARIOS  I  CHÍTICOS 


pensar,  i  pensar  desdo  luego,  i  pensar  continuamente  en  abrir, 
en  ensanchar,  en  hacer  mas  i  mas  numerosas  i  expeditas  las  co- 
municaciones. Disminuir  los  costos  do  trasporte  es  lo  que  pide 
siempre  i  con  instancia  el  comercio;  lo  que  pide  en  Chile,  i  lo  que 
pide  en  Inglaterra;  lo  que  pide  a  los  pueblos  que  se  lanzan  a  la 
carrera  industrial,  i  lo  que  pide  a  los  pueblos  que  parecen  acer- 
carse al  último  término  do  esta  carrera;  termino,  sin  embargo, 
que  jamas  se  toca,  por  mas  cercano  que  parezca.  Cómo  deba 
trabajarse  en  esta  obra  perpetua,  es  el  problema  especial  do 
cada  país  i  de  cada  época,  i  al  que  invoca  la  sociedad  de  agri- 
cultura la  atención  do  sus  miembros  i  del  público. 

II 

No  hai  ninguna  época  social  en  que  no  sea  necesario  aten- 
der alas  vias de  comunicación;  ora  se  tome  en  consideración  el 
comercio  mismo,  ora  so  consulten  otros  intereses  de  la  socie- 
dad no  menos  importantes  que  el  interés  comercial.  Esta  es  una 
verdad  que  apenas  habria  necesidad  de  enunciar;  i  de  ella  se  si- 
gue que  en  la  época  presento  do  Chile,  como  en  otra  cualquie- 
ra, toda  la  diferencia  de  opiniones,  relativamente  a  caminos, 
no  puede  consistir  sino  en  que  unos  crean  preferible  proveer  a 
este  objeto  de  un  modo,  i  otros  de  otro. 

¿Qué  dice  a  esto  El  Mercurio?  Dice  que  el  artículo  en  que 
hemos  expuesto  esas  ideas,  so  refuta  a  sí  mismo.  Dijimos  que, 
desdo  la  primera  planta  de  un  pueblo,  se  abren  los  primeros 
caminos,  i  que,  creciendo  la  riqueza  i  comercio,  se  multipli- 
can i  ensanchan  progresivamente  las  vias  de  comunicación;  lo 
cual,  según  El  Mercurio^  se  reduce  a  decir,  que,  en  habiendo 
pueblos,  riquezas  i  comercio,  habrá  caminos,  i  es  repetir,  con 
otras  palabras,  la  aserción  que  él  sostiene  i  que  nosotros  im- 
pugnábamos. Pero  ¿hemos  diclio,  por  ventura,  ([ue,  a  medida 
que  so  forma  i  se  acrecienta  un  pueblo,  nacen  espontáneamen- 
te, sin  la  ajcncia  del  hombre,  i  como  por  una  especie  de  en- 
canto, las  carreteras,  las  calzadas,  los  puentes,  los  canales,  los 
ferrocarriles?  ¿Se  produce  todo  esto,  sin  que  la  sociedad  piense 
i  trabaje  en  producirlo?  ¿I  puede  imajinarse  «stado  alguno  so- 


DISCURSO  DE  INSTALACIÓN'  DE   LA  UNIVERSIDAD  323 

cial  en  que  se  deba  mirar  esto  objeto  con  la  indiferencia  quo 
Iil  Mercurio  recomienda? 

Se  coloniza  un  país  desierto,  dijimos;  i  al  instante  es  nece- 
sario unir  sus  esparcidos  caseríos,  abriendo  por  lo  pronto  ve- 
redas. Nó,  dice  Kl  Mcrcnvio;  lo  primero  es  construir  caseríos; 
lo.  se.irundo,  abrir  veredas,  que  abren  siempre  los  dueños  para 
trasportar  sus  productos:  lo  (¡ue,  si  quiere  deeir  algo,  es  que, 
mii'ntras  no  haya  casas,  ni  j)urblos,  ni  productos  quo  traspor- 
tar, no  liai  necesidad  de  caminos;  descubrimiento  cuya  orijina- 
lidad  no  di.spularemos. 

Los  dueños,  dice  7:^7  Moren,  rio^  son  los  (pie  al)ren  esas  vere- 
das, porque  la  necesidad  los  ublii^a  a  ello. — De  manera,  que  el 
poder  público,  desde  el  primer  eml)rion  de  la  sociedad,  debe 
abandonar  la  materia  de  caminos  al  cuidado  i  celo  de  los  par- 
ticulares. ¿Hs  esa  la  mente  de  /:.'/  Mercvriu'/  ¿Es  el  mejor  sis- 
tema de  vias  de  comunicarion  el  que  los  particulares  puedan 
crear  por  sí  solo>,  sin  ([iie  na  lie  los  excite,  concierte,  i  dirija? 
Si  es  así,  han  errailo  Lrroseramente  to  las  las  naciones  del  mun- 
do, pon[uc  nin.c^una  ha  existí. lo  ni  existe,  de  aquellas  en  quo  el 
comercio,  la  ci\  ili/acion  no  han  permanecido  en  mantillas, donde 
el  poder  publico  no  haya  tomado  sobre  sí  la  inspección  i  direc- 
ción, por  lo  menos,  i  en  casi  tudas  las  épocas  do  su  historia, 
la  ejecución  ¡adininistrac¡'.>n  de  esas  obras.  Aun  en  aquel  estado 
deadi.'lantamicnto,  de  que  nosotros  n<.)s  hallamos  U)davíaa  cier- 
ta distancia;  en  aquel  estado  en  que  los  hombres  tienen  ba.s- 
tantes  luces  i  espíritu  púlüico  para  ced(ír  espontáneamente  una 
parte  di;  su  int»'res  privado,  (h/  su  ínteres  del  momento,  al  ín- 
teres común,  al  interés  permancMite;  aun  :'n  ese  estado,  el  poder 
l)úblico  toma,  ca«<i  siempre,  si  no  la  iniciativa  en  esas  obras, 
una  participación  imijortanle. 

l'Jl  Mrrct'.rio  (híchuna  etinti'a  la  tarifa  (¡ue  inijíida  los  lucroH 
(/e/ coí/í-'/v/o,  e-iitrael  rfirlamento  (juf*  lo  Citrudtnia;  com- 
prende en  su  lilantn'>pi<-a  simpatía  hasta  el  comercio  de  contra- 
Ijando,  ([ue  es  e!  ([ur  la  coliorh.' do  (¡nurdu'^  íicnc  ¡títeres  en 
hostil izur^  i  c¿///os  (/rxy/ojo.s  s'c  roi)íirh\  Liícii-rtoesqueeonesa 
tarifa  que  impide  los  lucros  ilel  comercio,  lo  hemos  visto  aumen- 
tarse pri\í^'resivamenlo.  KI  surtido  de  artículos  extranjeros  en 


324  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


nuestro  mercado,  es  cada  año  mas  gi'ande;  i  no  creemos  que 
el  comercio  emprenda  especulaciones  ruinosas  con  el  patriótico 
ol)jeto  de  enjjrosar  nuestras  rentas.  Está  en  el  orden  que  los 
comerciantes  deseen  pagar  menores  impuestos,  que  es,  en  otros 
términos,  embolsar  mayores  ganancias.  No  hai  nada  de  extraño 
en  que  vean  con  ojeriza  el  reglamento.  Toda  traba  es  molesta, 
aun  para  aquéllos  que,  reconociendo  su  necesidad,  se  resignan 
a  ellas;  mucho  mas  para  aquéllos  que  las  creen  innecesarias, 
i  que  sin  embargo  las  respetan;  e  infinitamente  mas  para  aqué- 
llos que  están  en  guerra  abierta  con  la  lei  i  que  sudan  i  se 
desviven  por  eludirla  e  infrinjirla.  Pero,  en  vez  de  declamar 
contra  los  impuestos  de  aduana,  sería  mejor  hacer  ver  que  el 
producto  de  las  rentas  es  excesivo,  atendidas  las  necesidades  del 
estado,  o  que,  en  la  repartición  de  las  cargas  públicas,  el  comer- 
cio está  desproporcionadamente  gravado.  El  consumo  de  ar- 
tículos extranjeros  en  Chile  es  grande,  comparativamente  a  su 
población;  si  el  comercio  no  rindiese  suficiente  lucro,  los  capi- 
tales invertidos  en  él  irian  a  buscar  otr:»s  jiros;  pues  no  lo 
hacen  así,  es  indudable  que  reportan  a  lo  menos  la  ganancia 
ordinaria;  por  consiguiente,  es  el  consumidor  el  que  paga  los 
impuestos  de  aduana.  Se  dirá  que,  por  grandes  que  sean  los 
consumos,  serian  mayores  minorando  los  impuestos,  mayor  la 
cantidad  do  capitales  que  el  comercio  pusiese  en  movimiento, 
i  mas  cuantiosa  la  suma  absoluta  de  las  ganancias  del  comer- 
ciante, aunque  fuese  la  misma  o  tal  vez  menor  su  cuota  relativa. 
Esta  es  una  de  aquellas  vulgarísimas  verdades  económicas  que 
están  a  el  alcance  de  todos;  pero,  en  su  abstracta  jeneralidad, 
¿cuál  os  el  sistema  de  rentas,  cuáles  los  impuestos  fiscales 
que  no  pudieran  atacarse  con  ella?  Supónganse  reducidos  los 
nuestros  a  un  veinte,  a  un  diez,  a  un  cinco  por  ciento.  Siempre 
sería  verdad  que,  minorándolos  todavía  mas,  se  aumentarían  los 
consumos,  i  crecería  con  ellos  el  lucro  do  los  traficantes.  Tal 
es  la  lójica  de  los  declamadores:  toman  un  principio  abstracto; 
i  como  si  él  solo  mereciese  ocupar  la  atención  de  los  gobiernos 
i  de  los  pueblos,  lo  aplican  a  diestro  i  siniestro  a  todo  jénero 
do  cuestiones.  Uno  invoca  la  libertad  política,  i  olvida  la  se- 
guridad, la  moraliila<l,  el  orden.  Otro  clama  por  la  libertad  co* 


DISCURSO  DI¿  INSTALACIÓN  DU  LA  VNlVEIlSIÜAIi  3.^ 


mercial,  como  si  no  hubiese  que  pensar  al  mismo  tiempo  en  otras 
cosas  de  igual  o  mayor  trascendencia.  En  toda  cuestión  do 
interés  público,  versan  consitleraciones  diversas  i  principios 
antagonistas;  i  es  necesario  atender  a  todo,  so  ))ona  de  sacrificar 
lo  mas  alo  menos,  el  interés  común  al  interés  de  una  clase. 
Ténganse  presentes  la  magnitud  i  variedad  de  nuestras  necesi- 
dades públicas;  comj)árese  con  ellas  la  suma  de  los  ingresos  fis- 
cales; compútese  lo  (juc  cada  ramo  de  industria  contribuye  a 
esta  suma;  adúzcanse  datos  positivos  i  dedúzcase  de  ellos  ola 
exorbitancia  de  los  impuestos,  o  su  viciosa  distribución  o  ad- 
ministración. Tal  es,  i  no  otro,  el  modo  de  ilustrar  a  las  naciones 
i  a  los  gobiernos.  Predicar  jeneralidades,  amplificar  lugares 
comunes,  puede  ser  mni  cómodo  para  deslumhrar  a  los  igno- 
rantes i  dar  pábulo  al  descontento;  pero  no  es  esa  la  misión 
respetable  de  la  pivnsa  periódica,  destinada  a  promover  el  bien 
del  país.  • 

Las  rentas  del  estado,  dice  I\l  M(nxur¡o^  casi  todas  se  líis 
da  el  comercio.  Falso,  falsísimo.  El  comercio  no  da  nada.  Del 
bolsillo  de  los  consumidores,  sale  todo.  El  comercio  no  hace 
mas  que  anticiparlo,  para  sacarlo  luego  de  las  arcas  de  los  par- 
ticulares con  el  interés  correspondiente.  Los  comerciantes  po- 
drán quejarse,  si  se  quiere,  de  que  las  contribuciones  existentes 
no  les  permiten  ampliar  sus  especulaciones,  porque  toda  con- 
tribución limita  el  consumo  i  la  demanda.  Pero  esas  contri- 
buciones, sean  moderadas  o  inmoderadas,  i  estén  bien  o  mal 
repartidas,  quien  las  paga  verdaderamente  es  la  masa  de  los 
habitantes  de  Chile. 

pjl  Mercurio  cree  que  es  absurdo  abrir  caminos  interiores  al 
comercio,  cuando  por  las  tarifas  i  reglamentos  se  le  cierran  las 
costas.  Quisiéramos  saber  si,  entre  los  medios  de  abrir  las  costas 
al  comercio,  no  es  uno  de  los  mas  eficaces  abrirle  caminos  inte- 
riores. El  efecto  de  éstos  es  facilitar  los  trasportes  i  disminuir 
los  fletes;  habilitar,  por  consiguiente,  al  comerciante  para  com- 
prar mas  baratos  los  artículos  de  exportación,  i  habilitar  a  los 
consumidores  de  todas  clases  para  comprar  también  mas  baratos 
los  artículos  extranjeros  importados,  i  para  extender  i  multi- 
plicar consiguientemente  sus  compras.  Abrir,  pues,  caminos 


326  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


interiores  es  dar  al  comercio  exterior  mas  baratos  los  efectos 
que  exporta,  i  aumentar  la  demanda  do  los  que  importa.  ¿No 
es  esto  uno  de  los  mejores  medios  do  abrir  las  costas  al 
comercio? 

«Quiero  el  estado  abrir  un  camino;  gravará  al  comercio; 
gavará  a  la  agricultura.   ¡Bello  modo  de  fomentarlos,  quitarles 
ahora  la  savia,  para  inoculársela,  después  de  exánimes,  con  la 
constmccion  de  un  camino! «    Pura  declamación.  Si  se  tratase 
do  abrir  caminos,  taladrando  la  cordillera  de  los  Andes,  no 
pudiera  dicurrirso  de  otro  modo.   Para  que  so  vea  lo  que  vale 
este  argumento  do  El  Morcarlo,  repcLiivmos  la  comparación 
de  nuestro  artículo  precedente,  que  no  puede  ser  mas  adecuada. 
So  trata  de  abreviar  el  proceder  de  una  manufactura  por  medio 
de  una  máquina.  ¡Qué  pensaríamos  del  empresario  que  recha- 
zase esta  indicación,  diciendo:  Se  quiere  que  yo  monte  una  má- 
^quina;  el  costo  de  ella  gravará  precisamente  a  la  manufac- 
tura: ¡bello  modo  de  fomentarla,  quitarle  ahora  la  savia,  para 
inoculársela  después  de  arruinada!   Esta  misma  comparación 
puedo  servirnos  para  fijar  la  cuíslion  sol)re  su  verdadero  terre- 
no. Una  manufactura  pequeña  no  se  hallará  en  situación  de 
montar  una  máquina  colosal;  i  en  un  estado  puede  ser  inopor- 
tuna i  ruinosa   la  apertura  de  vias  de  comunicación,   que  no 
cuadren  con  sus  recursos  i  sus  necesidades.  ¿Se  tratado  abrir 
alguna?  Las  objeciones  que   contra   ella  se  propongan,  deben 
fundarse  en  datos  numéricos;  como  las  del  fabricante  contra 
una  máquina  en  la  comparación  de  su  costo  i  del  interés  que 
reporte.  Habiéndose  demostrado  de  esto  modo  ({ue  la  construc- 
ción de  caminos  absorberá  los  capitales  de  la  nación  i  la  de- 
jará reducida  a  un   cadáver,  vendrá  mui  bien  la   metálbra  de 
la  savia. 

Volvemos  a  nuestro  tema.  Las  vias  de  comunicación  no  pue- 
den dejar  de  ser  una  materia  de  meditación  i  trabajo  para  toda 
sociedad  i  para  todo  gobierno  en  cualquiera  lui^ar  i  tiempo. 
Los  medios  de  proveer  a  e.ste  objeto  en  circunstancias  dadas, 
es  ol  único  punto  sobre  que  cabe  disputa. 


DlSCUaSO  HE  INSTALACIÓN  DE  LA  INIVEKSIDAD  327 


III 

Para  dospodirnos  de  /J"/  Mercurio  en  la  cuestión  de  caminos, 
si^bre  la  cual  so  ha  diclio  por  una  i  olra  parto  mas  que  lo  sufi- 
ciente para  c[iie  los  lectores  ¡mparciales  decidan,  haremos  al- 
gunas ])reves  observaciones  que  pondrán  de  ])uUo  la  inexactitud 
i  la  inconsecuencia  d(*  las  deducciones  de  nuestro  adversario. 

Nos  atr¡l)uyc  haber  empleado  la  mitad  de  un  artículo  en 
probar  la  utilidad  do  los  caminas.  Lo  que  nosotros  nos  propu- 
simos pr..)bar,  i  lo  (|uc  creemos  babor  probado  superabundante- 
mente,  fué  que,  en  todo  ])aís  i  en  toda  ¿poca,  era  necesario  pen- 
sar en  ellos,  como  un»)  de  los  instrumentos  mas  necesarios  i 
mas  eficaees  do  prosperidad  i  civilización;  i  que  en  un  país  i 
época  dados,  la  sola  materia  en  (pío  cabia  variedad  de  opiniones 
era  la  elección  do  los  m<'dios  para  promover  este  objeto;  por- 
que abandonarlo,  posterL^arlo,  no  era  posible,  sin  que  la  so- 
ciedad so  faltase  a  sí  misma  o  el  gobierno  a  la  sociedad. 

rU  Mercurio,  cuando  mas  empeñado  parece  en  refutar  esta 
aserción,  lo  primero  que  hace  es  aceptarla.  Según  él,  lo  que  im- 
porta saber  es  si  conviene  íjuo  el  gobierno  haga  la  designación 
de  los  caminos  que  deben  abrirse;  si  tiene  fondos  para  llevarlos 
a  cabo,  o  si,  para  crear  esos  fondos,  inferirá  perjuicios  supe- 
riores a  las  futuras  utilidades  de  los  mismos  caminos;  i  si  de- 
bemos contentarnos  por  ahora  con  la  mejora  do  los  existentes 
i  con  la  aportara  de  las  vias  cuya  designación  ha  hecho  el  país; 
limitándonos  en  lo  domas  a  fomentar  los  elementos  de  prospe- 
ridad, para  que,  abundando  los  recursos,  se  allanen  las  difi- 
cultados del  trasporte.  ¿Qué  es  esto,  sino  decir  que  debemos 
pensar  ahora  mismo  en  caminos?  ¿Con  que  se  concede  quo 
mejoremos  i  refaccioncMnos  los  existentes,  i  quo  se  abran  los 
que  dosigna  el  país?  ¿Con  (pie  so  nos  permito  contentarnos 
con  esto  antes  de  pasar  adclant(*?  ¿En  qué  otro  sentido,  pues, 
ha  obrado  hasta  ahora  el  gobierno?  ¿Un  qué  otro  sentido  hemos 
hablado  nosotros?  ¿\o  hemos  indicado  claramente  que,  al  em- 
prendíU'  esa  clase  de  obras,  era  una  consideración  esencial 
comparar  sus  costos  con  su«  utilidades  futuras? 


3-28  OPÚSCULOS  LITERAÍIIOS  I  CRÍTICOS 


Hemos  liablado  de  la  ]javiiclpac¡on  del  poder  publico  en 
estas  obras;  i  no  ha  podido  menos  de  parecemos  miii  extraña 
la  interpretación  antojadiza  de  estas  palabras  en  El  Mercurio^ 
como  si  hubiésemos  querido  limitarlas  a  la  lejislacion  de  cami- 
nos, i  la  asignación  de  fondos  que  el  coní^reso  hace,  anualmen- 
te para  este  objeto:  cosas  que  no  hemos  mencionado  siquiera,  i 
quo  seguramente  no  expresan  lo  mismo  que  participación 
en  las  obras.  ¿No  tendrá  el  poder  público  voto  alguno  sobre 
la  dirección  que  se  dé  a  tal  o  cual  camino,   sobre  la  construc- 
ción de  tal  o  cual  puente?  I  entre  nosotros  ¿no   será  necesario 
todavía  mas?  ¿Qué  se  hará  con  los  fondos  que  la  lejislatura 
destina  a  caminos?  ¿No  es  claro  que,  si  debe  hacerse  algún  uso 
do  ellos,  si  deben  aplicarse  a  su  destino,  es  el  gobierno  el  que 
pnede  determinar  eso  uso  i  dirijir  esa  aplicación?  Para  El 
Mercurio^  es  problemático  que  el  goWcrno  pueda  designar 
acertadamente  las  vias  de  comunicación  que  hayan  de  abrirse; 
pero  ¿a  quién  otro  se  conferirá  esto  encargo?  .1/  país  parece 
confiarlo  El  Mercurio^  cuando  nos  permito  contentarnos  con 
la  apertura  de  aquellos  caminos  que  el  país  ha  designado.  ¿I 
cómo  expresa  sus  votos  el  país?  ¿Qué  órgano  debe  promulgar- 
los? ¿Una  provincia,  un  departamento  que  pide  un  camino 
será  el  país?  ¿Cómo  satisfacer  a  tantas  exijencias  a  un  tiempo? 
¿A  quién  tocará  la  elección  entre  ellas?  El  Mercurio  nos  per- 
mitirá decirle  quo  se  complace  demasiado  en  abstracciones,  i 
olvida  frecuentemente  lo  que  mas  importa,  las  aplicaciones 
prácticas. 

Lo  peor  es  que  pocas  líneas  mas  abajo  nos  encontramos  con 
que  el  país  no  es  competente  para  la  designación,  porque,  para 
hacerla  bien,  es  necesario  haber  establecido  un  sistema  do  vi- 
as  do  comunicación,  i  el  país  no  está  en  situación  de  adoptar 
ninguno.  El  país  debe  callar,  por  consiguiente,  i  diferir  sus 
designaciones  para  cuando  poseamos  ose  sistema,  que.  El  Mer-- 
cario  mismo  no  vislumbra,  sino  en  un  porvenir  oscuro  i  leja- 
no. Afortunadamente,  El  Mercurio,  que  cim  una  mano  nos 
pone  delante  el  sistema  para  condenarnos  a  una  absoluta 
inercia,  nos  lo  quita  con  otra  para  permitir  al  gobierno  i  al 
país  cuanto  quieran.    «Uno  u  otro  camino,  dice,  cuya  cons- 


DISCURSO  DE  INSTALACIÓN*  DE  LA  UNn'EKSIDAü  3^^ 


truccion  medita  el  gobierno,  son  heelios  parciales  i  aislados 
que  ninguna  relación  tionoa  con  la  cuestión  ¡encral;  son  exijen- 
cias  locales  mui  conocidas  de  aiiUimano. »  De  manera,  que, 
mientras  no  estemos  en  posesión  del  sistema,  El  Morcurio  no 
da  permiso  al  gobierno  sino  para  que,  a  título  de  hechos  parcia- 
les i  aislados,  se  ocupe  en  proveer  de  vias  de  comunicación  a 
las  localidades  que  lo  exijan,  i  cuyas  exi  jencias  cístén  conocidas 
de  antemano.  IIv;  aquí,  pues,  que  no  es  ya  ni  país,  sino  a  las 
localidades  parlicuiares,  a  quienes  se  comete  la  designación, 
siendo  el  gobierno  el  que  califica  las  exijencias  i  el  que  obra  a 
consecuencia  de  ellas.  ¿Qué  mas  necesita  el  gobierno?  Si  eso 
se  le  concede,  ¿qué  es  entonces  lo  ((ue  se  le  disputa?  ¿No  per- 
cibe El  Mercurio  que,  socolor  de  luíchos  aislados  i  de  exijen- 
cias locales  conocidas,  da  al  gobierno  facultades  omnímodas 
para  la  designación  de- caminos? 

Pero  no  paran  aquí  las  inconsecuencias  de  El  Mercurio:  cuan- 
to mas  avanzamos  en  la  lectura  del  artículo,  menos  acertamos 
a  deslindar  con  claridad  qué  es  lo  que  niega  i  qué  es  lo  que 
otorga  al  gobierno.  Después  de  reconocer  como  hechos  ais- 
lados, parciales,  inconexos  con  el  .sv*.*?¿e/na,  los  nuevos  cami- 
nos que  abra  el  gobierno  para  satisfacer  a  las  exijencias  do 
las  localidades,  sienta  absoluta  i  categóricamente  que,  por  la 
ignorancia  en  que  todos  estamos  acerca  de  dicho  ¡sistema,  na 
supone  al  gobierno  en  aptitud  para  la  designación  de  las  obras. 
Ni  una  palabra  de  hechos  aislridof^^  ni  de  exijencias  cono^ 
ciclas:  El  Mercurio^  con  mejor  acuerdo,  revoca  la  concesión 
anterior;  porque  lo  que  es  útil  a  una  localidad  puede  ser 
perjudicial  al  país;  poniue  toda  aplicación  de  fondos  a  la 
apertura  de  nuevos  caminos  puede^  en  vez  de  ventajas,  traer 
males;  porque  todo  graviimen  a  los  particulares  puede  ser  mui 
oneroso  al  país;  porque  lo  mas  seguro  es  fomentar  por  ahora 
el  comercio  para  que  él  designe  con  su  j:>resencia  los  ca- 
minos  en  lo  futuro;  bien  entendido  que  no  han  de  reputarse 
como  fomento  del  c  unercio  la  facilidad  i  multiplicación  de  los 
trasportes,  la  rebaja  de  fletes,  el  mayor  número  de  consumi- 
dores de  las  mercaderías  que  importa,  i  el  abaratamiento  de  los 
efectos  que  exporta;  eso  ¿que  gracia  es?  El  verdadero  fomento 


33u  opúaci.LOs  LITERARIOS  I  críticos 

del  comercio  no  os  ni  puede  ser  otro  que  la  rebajado  derechos. 
So  impone  silencio  a  las  exijencias  de  las  localidades:  sean  en 
hora  buena  tan  «grandes,  tan  imperiosas,  tan  conocidas  como 
so  quiera:  ¡nicdcn  ser  perjudiciales  al  ))aís.  Es  preciso  aguar- 
dar al  }<isttnn'i.  Kste  sistema,  que  antes  era  perfectamerito 
concilial)le  ^no  s;il)emos  cómo)  con  lieclios  parciales  i  aislados 
i  con  exij encías  locales,  es  aliora  un  principio  absoluto,  que  lo 
domina  tí)do,  qu(í  no  reconoce  ninürun  hecho  aislado,  que  no 
Iransije  con  ninuruna  e\¡¡<^ncia. — I  todo  esto  en  un  espacio  do 
pocos  reiií^dones.  ¿Quó  lójií^a  es  esta?  Kncontramos  tantas  con- 
tradici-iones  en  la  de  I-'J  Mercurio,  (jue  casi  se  nos  hace  carjj^o 
de  conciencia  atril)uírselíis,  i  si  no  saltasen  a  los  ojos,  prefe- 
riríamos cn'or  que  no  hal)íamos  acertado  a  entenderle. 

Al  citar  las  frases  do  FA  Mercurio^  hemos  caído  en  cuenta 
de  una  cosa,  a  que  no  Iiabíamos  prestado  la  atención  necesaria. 
El  Moren  rio  d(íja  escapar  en  ellas  un  rayo  de  luz  que  nos 
revela  otro  órirano,  otra  autoridad,  a  quien  toca  la  designa- 
ción de  los  nuevos  caminos.  Este  órirano,  esta  autoridad,  no 
os  ya  el  país,  no  son  ya  las  localidades;  es  la  presencia  del 
comercio.  Desde  que  (?n  una  localidad  se  presenta  el  comercio, 
allí  es  menester  abrir  un  camino.  Pero  en  esa  suposición 
¿qué  es  del  sistema  jtMieral?  ¿Xo  sera  po'^ihle  que  lo  que  apro- 
vecha a  la  localidad  desii^nada  por  la  jn'esencin  del  comercio^ 
perjuilique  al  país?  ¿Xo  será  posible  que  la  aplicación  de  fun- 
dos a  ese  camino  trai.ü^a  males  en  vez  de  ventajíis?  ¿Xo  será 
posible  qwo  esa  .sau¿a,  dejando  de  circular  por  el  cuerpo  so- 
cial, lo  ponu:aen  un  estado  de  consunción,  i  acumulada  en  la 
localidad  favorecida,  produzca  una  excrecencia  funesta?  Xo  es 
fácil  seguir  el  hilo  enmarañado  de  los  raciocinios  de  El  Mercu- 
rio; pero,  a  lo  que  podemos  comprender,  las  designaciones 
(le  la  ¡presencia  del  coniorcio  echan  por  tierra  el  sistema 
jeneral.  iJueno  hubiera  sido  que  se  nos  indicasen  las  señales 
que  hubiesen  de  caracterizarlo  para  que  no  confundamos 
con  ella  alguna  otra  cosa  que  se  le  asemeje,  /.a  presencia 
del  comercio'  es  otra  entidad  metafísica;  quedamos  con  ella  en 
la  nn'sma  dificultad  ((ue  sin  ella,  ¿(¿uién  revelará  los  orácu- 
los de  esa  divinidad  infidibl»'?  ;.í  qué  razones  se  nos  dan  para 


Discunso  nr.  instalación  de  la  iNivnnsiDAD  331 

cfiic  sus  votos  híiyíin  de  oírso  on  lo  fnhiro  i  no  desde  nluíra? 
liemos  didio  que  los  ini])uestos  síden  del  l)olsillo  délos  con- 
sumidores; A7.  Mercurio  diee  que  el  comercio  es  quien  paira 
al  estado,  nó  el  consumidor;  i  jiara  i)rol)arlo  liaco  este  racio- 
cinio: aLas  Granancias  d<'l  comercio  son  <'l  producto  d(*  sus 
capitales  i  su  tnilíajo;  cuando  irana  menos,  porijue  pacra  una 
contribución  mayor,  su  ca})ilal  i  su  trabajo  han  i)roducido  me- 
nos: nin:4*uno  duda  (pie  del  bolsillo  de  los  particulan\s  sale  el 
paijfo  de  los  inlereses  d<d  eai)¡tal  d<.d  comercio,  i  del  trabajo  de 
los  comerciantes;  dee.onsÍL:uiente,  todos  lus  impuestos  ípiepau:a 
el  comercio  son  cantidades  que  deja  de  imanar.»  Mui  bien!  1 
toda  esa  cadena  d<í  })ropos¡c¡oní^s  ^.prueba  acaso  que  los  im- 
puestos no  salegan  del  bolsillo  de  los  particulares?  ¿No  se  de- 
duce de  ellas  mismas  que  salen?  Si  las  ganancias  del  comer- 
ciante salen  del  bolsillo  de  los  particulares,  como  dico  El 
Mercurio,  es  preciso  que  el  precio  a  ((ue  compran  los  particula- 
res una  pieza  de  paño,  por  ejemplo,  cubra  los  intereses  del 
capital,  el  trabajo  del  comerciante,  i  los  impuestos  correspon- 
dientes a  esa  pieza  de  paño.  Suponiendo,  pues,  que  el  comer- 
ciante realice  alírnna  ganancia  (suposición  irrecusable,  ponpic 
si  no  ganase,  dedicaría  su  capital  i  su  trabajo  a  otra  cosa),  es 
evidente  que  los  impuestos  no  pueden  salir  de  otra  parte,  que 
del  bolsillo  de  los  consumidores.  Ksto  para  nosotros  es  claro 
como  la  luz;  i  si  estamos  alucinados,  es  una  alucinación  de 
que  partici[)an  las  primeras  autoridades  en  materia  de  econo- 
mía política,  Ricardo,  por  ejemplo,  cuya  doctrina  es  que  los 
impuestos  son  siempre  pn-zadospor  el  consumidor,  por  cuanto 
el  productor  título  qu'í  c;»mi)r<*n(l(»,  como  I^l  Mf.'rcnrio  sabe 
mui  bien,  al  acarreado?-  los  liacfí  sii-mi)re  entrar  en  los  costos 
de  pro  luccifín,  i  aplica  sus  capilales  i  su  induslria  a  otros  jiros, 
des  le  que  el  precio  que;  rec¡l)e  no  cubre  todos  l(;s  costos,  i  no 
le  deja  ademas  la  ganancia  ordinaria,  (^ue  un  comerciante  ga- 
na mas,  pag^ando  menores  impuestos,  no  prueba  nada  contra 
nuestra  aserción.  í'n  comereiante  í/ana,  supongamos,  un  ocho 
por  ciento,  pagamlo  cierto  impuesto.  líeducido  éste  a  la  mitad, 
ganaria  talvez  un  diez  o  muUij»licaria  sus  operaciones  de  ma- 
nera que  ganase  s¡cnij>rc  un  ocho  o  quizá  menos,  ¡xto  sobre 


3.)¿  OPÚSCULOS  LITEHAIIIÜS  1  CRÍTICOS 

uii  capital  mas  cuantioso. — Coníredido.  Pero,  tanto  en  el  pri- 
mer caso,  como  en  el  secrundo,  si  el  comerciante  realiza  alíruna 
ganancia,  sea  irrande  o  pequeña,  es  necesario  que  el  impuesto, 
grande  o  pccjueño,  liaya  sido  cubierto  por  el  consumidor. 
Confesamos  sinceramente  lo  que  El  Mercurio  nos  echa  en 
cara,  que  nuestras  i. leas  se  encuentran  en  algunos  libros;  i 
reconocemos  con  la  misma  sinceridad  que  el  raciocinio  de  El 
Mercurio  es  exclusivamente  suyo. 

Fuera  de  esto,  dice  EL  Mercurio^  no  todos  los  comerciantes 
ganan. — A  los  que  pierden,  es  cierto  que  no  les  reembolsa  com- 
pletamente el  consumidor  lo  que  anticiparon  i)or  razón  de 
impuestos.  Pero  el  comercio  en  jcneral  gana.  Por  consiguien- 
te, como  resultado  jencral,  los  impuestos  son  reembolsados  a 
los  comerciantes  por  los  consumidores.  Si  así  no  fuera,  no  solo 
no  se  liubiera  aumentado  el  comercio,  como  lo  hemos  visto 
aumentarse,  sino  que  hubiera  tenido  precisamente  que  reducir- 
se a  un  círculo  mas  estrecho,  importando  menos  cantidad  de 
mercaderías,  i  vendiéndolas  a  mas  alto  precio.  No  hai  merca- 
do en  el  mundo  donde  no  so  vean  simultáneamente  ganancias 
exorbitantes,  ganancias  moderadas,  pérdidas,  quiebras;  donde 
no  haya  épocas  de  pros¡)cTÍdad  i  épocas  de  calamidad:  esta  es  la 
condición  del  comervio  en  todas  partes;  pero  siempre  que  en 
jeneral  le  vemos  llevar  una  marcha  ascendente,  lenta  o  rápida, 
es  de  totla  evidencio  que  en  jeneral  reporta  ganancias;  lo  que 
no  pudiera  sor  si  los  consumidores  no  le  reembolsasen  la  tota- 
lidad de  lóseoslos,  incluso  el  valor  do  los  impuestos  cuyo  pago 
ha  anticii)ado  ]>or  ellos. 

Cuando  El  Mercurio  dice  qii-,*  ol  buen  efecto  de  las  tarifas 
liberales  no  es  permitir  al  conu-rcio  que  embolse  un  tanto  por 
ciento  mas,  sino  que  multiplique  sus  operaciones,  enuncia  el 
efecto  a  que  tiende  indisputablemente  la  rebaja  de  derechos; 
i  ya  lo  habíamos  indicado  nosotros  en  nuestro  artículo  ante- 
rior. Pero  ¿cómo  se  produce  ese  efecto?  Aumentándose  el  coa- 
sumo; no  puede  ser  de  otro  mo  lo.  Reconocemos  con  El  Mer^ 
curio  que  el  consumo  tiene  por  límite  el  número  i 'los  recursos 
dala  población.  Pero  de  aquí  no  so  sigue  que,  rebajados  los 
impuestos,  no  crezcan  en  jcneral   los  consumos;  porque  es 


DISCURSO  DE  INSTALACIÓN  DE  La  UNIVERSIDAD  333 


evidente  que  una  misma  población  con  una  misma  suma  de 
recursos  podrá  i)agrar  m;is  número  de  varas  de  pano  cuandt) 
éstas  se  le  vendan  a  cuatro  pesos,  quo  cuando  so  le  vendan  a 
cinco. 

El  línn'te  del  consumo,  en  circunstancias  dadas,  depende  de 
muchas  causas  a  que  es  innecesario  aludir:  /:7  Mercurio  las 
conoce  bien;  i  si  no  hubiéramos  dado  va  demasiada  extensión 
a  este  artículo,  pudiéramos  indicar  una,  en  que  ya  es  tiempo 
de  pensar,  i  cuya  renii^cion  no  sería  talvoz  favorable  a  la 
libertad  did  comercio  en  v\  sentido  en  que  El  Mercurio  la  en- 
tiende, j)ero  mejorana  la  condición  del  pueblo,  i  lo  baria  ca- 
paz de  (jonsumir  mas  i  de  multiplicai*sc  rápidamente;  resulta- 
dos quo  no  serian  sin  duda  indiferentes  para  el  incremento 
del  comercio.  No  somos  partidarios  del  sistema  de  tarifas,  ni 
de  otro  alguno.  Lo  que  deseamos  es  que  se  examinen  las  cues- 
tiones de  íjobiorao  i  economía  social  con  datos  positivos  i  bajo 
todas  sus  relaciones  necesarias;  no  con  puras  posibilidades; 
no  con  miras  parciales,  que  se  dirijen  solo  a  un  laclo  del  ob- 
jeto, i  prescinden  completamente  de  los  otros.  En  la  cuestión 
de  caminos,  \)ov  ejemplo,  no  es  un  balance  de  intereses  pura- 
mente materiales  do  lo  que  se  trata.  Una  función  mas  elevada 
desempeñan  en  la  sociedad  las  vias  de  comunicación.  No  po- 
demos menos  de  recordar  a  El  .Ve?'Cí(r¿o  algo  de  lo  que  ha  di- 
cho sobre  esta  materia  uno  de  los  mas  fervorosos  ann'gos  do  la 
humanidad,  Miguel  Chevalier.  Sus  luminosas  ideas  compen- 
sarán de  algún  modo  a  nuestros  lectores  el  fastidio  de  esta 
larga  i  estéril  polémica. 

«A  primera  vista  parecerá  una  paradoja  establecer  relación 
entre  la  civilización  i  la  libertad  por  una  parte,  i  una  cosa  tan 
material  como  las  vias  de  comunicación  por  otra.  Pero,  si  el 
hombre  no  es  un  puro  espíritu,  es  harto  evidente  que  su  desa- 
rrollo está  subordinado  a  condiciones  del  orden  físico,  i  que  las 
instituciones  en  que  las  sociedades  so  proponen  afianzar  sus 
progresos,  no  pueden  existir  sin  una  consagración  material. 
En  el  número  de  los  hechos  que  dan  a  la  civilización  este  in- 
dispensable carácter,  figuran  en  primera  línea  las  vias  de 
comunicación.   ¿Cuáles  son,   en  efecto,  las  naciones  mas  ci- 


i34  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


vilizadas  i  libres?  La  Francia,  la  Inglaterra,  la  Bóljica,  la 
Holanda,  una  parte  de  la  Alemania,  i  en  fin,  los  Estados  Unidos 
do  América;  es  decir,  las  que  poseen  mejores  comunicaciones. 

«Es  permitido,  sin  duda,  decretar  un  progreso,  i  formularlo 
en  las  tablas  do  la  lei;  pero,  mientras  ese  progreso  carezca  de 
una  sanción  material",  mientras  no  podamos  en  cierto  modo 
tocarlo  i  asirlo,  la  creación  es  imajiíiaria,  es  una  apariencia 
engañosa.  So  puede  bien,  en  medio  del  entusiasmo,  votar  la 
libertad  do  un  pueblo  con  síes  i  nóos,  con  bolas  blancas  i  ne- 
gras; pero  toda  libertad  ([ue  no  so  rodee  de  instituciones  posi- 
tivas a  propósito  para  Iiacerla  fecunda  de  mejoras  vitales, 
conformes  a  la  doble  naturaleza,  espiritual  i  material,  del 
hombro,  es  una  libertad  nominal,  falaz,  peligrosa,» 

Chevalier  hace  en  seguida  una  comparación  entre  los  Esta- 
dos Unidos  de  América  i  las  repúblicas  sur-americanas,  ¡  atri- 
buye a  descuido  do  éstas  en  materia  de  caminos  mucha  parto 
de  sus  desgracias  i  de  sus  lentos  progresos.  Preséntanos  des- 
pués una  magnífica  pintura  de  las  maravillas  materiales  que 
se  deben  a  las  vias  de  comunicación,  i  señalando  luego  algu- 
nos de  sus  efectos  morales,  dice: 

ttCon  la  historia  en  la  mano,  sería  fácil  mostrarlas  como 
instrumentos  do  dominación  política.  Mirad  a  Roma:  a  donde 
quiera  que  lleva  sus  armas  victoriosas,  se  apresura  a  construir 
esas  calzadas  que  se  citan  como  modelos,  esas  vias  i'o manas  • 
cuyo  nombre  se  ha  hecho  si n(ja i mo  do  camino  sólido.  Tal  era 
en  efecto  la  solidez  que  les  daba,  que  todavía  se  encuentran 
vestijios  de  ellas  en  mil  puntos  de  Europa.  Este  rasgo  es  sin  ' 
duda  uno  de  los  mas  característicos  de  la  política  romana,  uno 
de  los  que  distinguen  mas  profundamente  al  pueblo  rei,  de 
las  naciones  que  lo  habían  precedido,  i  de  las  razas  que  pudie- 
ron conquistar,  pero  no  afirmar  sus  conquistas.  Tal  es  tam- 
bién la  táctica  de  una  nación  moderna,  la  Ini^laterra...  a  quien 
sus  enemigos  deben  hicer  al  menos  esta  justicia,  que,  a  seme- 
janza de  Ruma,  so  manifiesta  particularmente  atenta  a  la  uti- 
lidad de  las  vias  de  comunicación:  adonde  quiera  que  penetra 
la  raza  inglesa,  uno  do  sus  primeros  cuidados  es  establecer 
medios  perfeccionados  de  trasporte. 


DISCURSO  DE  INSTALACIÓN  DE  LA  UNIVEIISIDAD  33j 


«En  las  vías  de  coinuiiicaciuii,  es  preciso  ver  también  un 
ájente  político  de  administración  i  ijfobierno.  Ya  recordareis 
aquella  tan  impresiva  pintura  que  hace  ^\'alter  Scott  en  su 
liob  Roy  del  estado  de  Escocia  un  siulo  liá.  ¿Qué  es  lo  que  ha 
puesto  lin  a  esa  anarquía  i  ha  convertido  esa  l)arl)arie  en  civi- 
lización? Es,  a  lo  menos  en  parte,  el  número  de  caminos  que 
el  parlamento  hizo  al^rir  por  entro  las  montañas  de  EscoíMa  al 
fin  de  la  época  cuya  historia  nos  da  el  ilustro  novelista.  I  sin 
ir  tan  lejos,  ¿no  han  concurrido  los  caminos  del  oeste  a  la  pa- 
cificación de  la  ^'endée  i  de  la  Bretaña  desde  18t30? 

«A  las  vías  de  conumit*acion  perfeccionadas,  toca  mudar  las 
condiciones  de  los  imperios  i  el  equilibrio  político  del  mundo. 
Por  ellas,  los  hombres  i  los  productos  circulan  con  mas  rapi- 
dez, las  ideas  so  derraman  C(jn  ií^ual  aumento  do  velocidad,  i 
todas  las  relaciones  que  constituyen  la  vida  de  los  pueblos  so 
aceleran  en  la  misma  proporción.  Por  ellas,  lus  .cfobiernos  po- 
drán a  su  arbitrio  hacer  sentir  su  acción  tutelar  o  su  mano 
severa  a  distancias  cada  vez  mayores:  la  distancia  de  las  fron- 
teras a  la  capital  disminuirá  gradualmente;  i  todas  las  seccio- 
nes de  un  estado  podrán  comunicar  entre  sí,  verterse,  ¡por 
decirlo  así,  trasfnndirse  unas  en  otras,  centralizarse,  adminis- 
trarse, í^obernarse,  como  si  su  extensión  fuese  cada  dia  me- 
nor. La  confederación  americana  ocupa  un  espacio  diez  veces 
mayor  que  la  Francia,  con  intereses  rivales,  opiniones  divi- 
didas, instituciones  diametrídmento  contrarias  bajo  alguno» 
respectos,  pues  una  mitad  de  esta  fedemcion  reconoce  la  es- 
clavitud, que  la  otra  detesta.  I  con  todo,  -la  unión  americana 
parece  indisoluble.  I  la  causa  es  que  este  imperio,  nacido 
ayer,  se  ha  cubierto  de  una  admirable  red  de  vias  de  comu- 
nicación, que  ata  unos  con  otros  los  trozos  dispuestos  a  sepa- 
rarse. Lo  activo  i  fértil  de  la  circulación  mantiene  de  un  ex- 
tremo a  oti'o  de  esto  dilatado  territorio  incesantes  relaciones 
de  neíjfocios  i  un  cambio  perpetuo  de  ideas  i  afectos.  No  hai 
familia  que  no  cuente  alíganos  miembros  en  las  mas  distantes 
capitales,  i  todos  ellos  continúan  formando  un  solo  cuerpo.» 

(Araucano,  Año  de  I8i6  i  1847.) 


UNIFORMIDAD  DE  MEDIDAS 

I    PESOS 

B\SE  DEL  SISTEMV  MÉTRICO  DKCIM.VL,    HISTOIiLV    DE  SU  ORÍJKX 

I  VENTAJAS  QUE    PRESENTA 


I 

Nadio  ignora  que  en  todas  las  naciones  bien  constituidas, 
siempre  que  un  poder  firme  e  ilustrado  ha  empezado  a  dirijir 
su  actividad  hacia  mejoras  administrativas,  su  primer  anhelo 
ha  sido  por  uniformar  los  pesos  i  las  medidas.  Se  fijaban  las 
bases,  se  adoptaba,  mas  o  monos  arbitrariamente,  la  unidad 
que  debia  servir  de  comparación,  tanto  a  las  medidas  de  ex- 
tensión, como  a  las  de  peso;  i  luego  después  el  interés  privado, 
la  mala  fe  i  el  descuido  volvian  a  variar  dichas  medidas,  de 
tal  modo  que,  con  el  trascurso  del  tiempo,  desaparecia  hasta 
la  tradición  de  la  verdadera  unidsid  que  les  habia  servido  do 
prototipo.  Ninguna  previsión  ni  potestad  humana  eran  sufi- 
cientes para  remediar  ese  mal  notorio,  mientras  faltaba  una 
idea  noble,  grandiosa,  apoyada  sobre  el  progreso  de  las  cien- 
cias naturales  i  matemáticas,  que  viniese  en  auxilio  de  las 
aspiraciones n  tendencias  del  siglo  pasado. 

Esta  idea  la  sujirió  al  hombro  la  mensura  del  meridiano 
terrestre  i  la  del  péndulo  que  marca  segundos  en  cualquiera 
latitud  del  globo,  bien  determinada.  Ya  se  veia  mui  claro  que, 
para  dar  estabilidad  a  las  medidas,  era  indispensable  sustraer- 
las al  capricho  i  arbitrio  de  los  pueblos,  fijándolas  en  alguna 
opúsc.  43 


base  tan  fijae  inmutable  como  el  mundo.  Penetrado  de  esta 
necesidad,  el  célebre  outrónotno  Ca.4ini  fué  el  primero  que,  en 
su  libro  subrc  el  tamaño  i  la  figura  de  la  tierra,  eacrito  al 
jirincipio  del  hí^Io  XVIll,  propuso  adoptarpor  pía  jeomé/rico 
la  seia  milésima  parte  do  un  minuto  del  gran  círculo  terrestre. 

Pero  el  tiempo  no  había  llegado  todavía  para  vencer  de  una 
vez  las  preocupaciones  i  loa  antiguos  hábitos  de  loa  pueblos. 
En  Francia,  mas  que  on  ninguna  otra  parto,  se  repetían  ince- 
santemente reclamaciones  contra  la  escandalosa,  como  la  lla- 
maba Dclambre,  diversidad  de  medidas. 

Viene  la  revolución,  i  aparecen  hombrea  prontos  a  derribar 
cuanto  mal  se  les  señala  como  ligado  con  las  instituciones  Teu- 
dales  que  tratan  de  destruir  hasta  el  último  vestijio.  Fuó  en 
1790  cuando  con  aplausos  se  recibió  la  primera  moción  de 
Talleyrantl  en  la  asamblea  constituyente  para  la  reforma  de 
los  pesos  i  medidas.  El  mismo  año,  en  la  sesión  del  6  de  mayo, 
da  su  informo  sobre  esta  moción  De  Bonnaie;  i  el  8  del  mitn 
mes  pasa  en  la  expresada  asamblea  un  decreto,  en  virtud  di 
eual  se  suplica  a!  rei  que  escriba  a  Su  Majestad  Británica  ro- 
gándola que  incite  al  parlamento  ingles  a  cooperar  con  la 
asamblea  constituyente  de  Francia  a  la  fijación  de  la  unidad 
natural  de  pesos  i  medidas;  para  que,  bajo  loa  auspicios  do  laa 
dos  naciones,  los  comisionados  de  la  Academia  de  París  pue- 
dan reunirse  en  número  igual  con  miembros  enviados  pyr  la 
Sociedad  Real  de  Londres,  i  entro  todos  determinen  con  la 
mayor  exactitud  posible  lo  largo  del  péndulo  que,  bajo  la  lati- 
tud de  45°  o  de  cualquiera  otra  bien  determinada,  señale  se- 
gundos; debiendo  en  seguida  deducirse  de  este  péndulo  un  mo« 
délo  invariable  destinado  a  servir  do  base  at  nuevo  sistema  de 
pesos  i  medidas. 

Entre  tanto  no  cosa  de  ajítarse  la  misma  cuestión  en  el 
no  de  la  Academia  Francesa;  i  antes  que  el  mencionado  decrol 
déla  asamblea  tuviese  efecto,  se  presenta  una  comisión  coi 
puesta  de  Laplace,  Lagrange,  Monje  i  Condorcet,  proponíciK 
un  nuevo  plan,  tan  profundo  en  sus  principios  fundamentali 
como  completo  i  de  inmediata  ejecución.  Los  ilustres  norabí 
do  sus  autores  bastan  para  penetrarnos  del  mayor  respeto-. 


ttNIFOnsllDAD  DE  MBSIDAS  1  PEBUS 


la  obra  i  para  imponer  al  mundo  una  veneración  solemne.  Ea 
digno  (le  saber  en  (lué  términos  so  expresan  los  mencionados 
sabina  en  su  informo,  que  inmediatamente  obtuvo  una  apro- 
bación jencral  de  la  nación. 

Partiendo  del  principio  que  sería  mas  natural  comparar  las 
distancias  do  un  lugar  a  otro  con  lo  largo  del  cuadrante  de  uno 
do  los  círculos  terrestres,  que  con  la  lonjitud  de  un  péndulo, 
opinan  desde  luego  los  comisionados  que  la  imtííaíí  de  medi- 
das ha  do  ser  tomada  sobre  la  tierra  misma.  La  única  cues- 
tión que  por  un  momento  los  detiene  es  ¿si  el  círculo  mas 
aparente  para  estas  medidas  debiera  ser  el  ecuador  o  el  meri- 
diano? Pero,  atendiendo  a  que  la  superficie  del  terreno  en  el 
ecuador  no  presenta  menos  irregularidades  que  en  cualquiera 
do  loa  meridianos;  que,  para  determinar  lo  largo  del  arco  ce- 
leste relativo  al  espacio  que  se  intenta  mensurar,  se  ptesenta- 
rian  siempre  en  mayor  número  las  dificultades  en  el  ecuador 
que  en  cualquier  meridiano  de  la  zona  templada;  que,  en  fin, 
mientras  cada  pueblo  tiene  su  meridiano  propio,  son  mui  po- 
cos los  habitantes  del  ecuador;  en  atención  a  todo  eslo  propo- 
nen los  comisionados  que  so  mida  el  meridiano  terrestre,  j 
quo  se  adopte  por  unidad  real  de  medú/as  la  diez  milloné- 
sima parto  de  un  cuadrante  del  meridiano. 

Al  adoptar  estos  principios,  dice  el  mencionado  informe,  no 
se  introduco  ninguna  cosa  arbitraría,  sino  la  escala  aritmética 
en  que  las  divisiones  de  la  unidad  deben  necesariamente  arre- 
glarse; i  tampoco  habrá  arbitrariedad  en  la  determinación  de 
la  unidad  de  medida  para  los  pesos,  si  para  esta  unidad  se  to- 
ma, como  lo  proponen  los  comisionados,  (un  cierto  volumen 
do  agua  destilada,  pesada  en  el  vacío  (o  reducido  su  peso  al 
que  tuviera  pesada  en  el  vacío]  i  con  un  grado  de  temperatura 
determinada. 

En  consecuencia  de  estos  principios,  instan  los  comisionadoB 
quo  se  mida  un  arco  de  meridiano  desde  Dunquorquo  hasta 
Barcelona;  elijen  esta  línea  con  preferencia  a  cualquiera  otra, 
porque,  pasando  el  mencionado  arco  por  la  latitud  media,  i  ex- 
tendiéndose como  a  6'  al  norte  i  a  3°  Vi  «1  s\it  do  esta  latitud, 
tocando  al  mismo  tiempo  las  extremidades  de  cata   linea  al 


340  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

mismo  nivel  del  mar^  se  simplificarían  i  se  harían  mas  exac- 
tos los  cálculos;  i  al  prolongar  dicha  línea  del  otro  lado  de  los 
Pirineos  trataron  de  sustraer  los  instrumentos  de  aquella  ac- 
ción que  las  masas  do  los  cerros  pudiesen  ejercer  sobre  la» 
observaciones. 

Viene  después  el  desarrollo  de  todo  el  plan  de  la  obra,  cu- 
ya ejecución  comprendía  entre  sus  principales  operaciones:  i  .* 
la  determinación  astronómica  de  las  latitudes  de  Dunquerque 
i  Barcelona;  2.^  una  nueva  mensura  de  las  antiguas  bases  que 
habían  servido  para  determinar  el  grado  del  círculo  terrestre 
en  París  i  para  el  gran  mapa  de  Francia;  3.*  nuevos  experi- 
mentos destinados  a  determinar  con  la  mayor  prolijidad  po- 
sible el  peso  de  cierto  volumen  de  agua  pesada  en  el  vacio,  etc. 

Pero,  si  causa  admiración  el  leer  la  parte  científica  del  ex- 
presado informe  de  los  cuatro  mas  eminentes  matemáticos  de 
aquella  época,  no  menos  dignas  de  atención  son  las  reflexio- 
nes en  que  so  revela  el  sentimiento  noble  i  desinteresado  que 
los  elevó  a  esta  altura. 

«No  hemos  creído  necesario,  dicen  los  comisionados,  que 
se  espere  la  cooperación  de  otras  naciones,  ya  sea  para  cscojer 
la  unidad  de  las  medidas,  ya  para  comenzar  las  operaciones. 
En  efecto,  hemos  excluido  del  plan  que  proponemos  todo  la 
que  se  pudiera  considerar  como  arbitrario;  no  hemos  admitido 
ningún  elemento  que  no  perteneciera  igualmente  a  todas  las 
naciones.  Para  escojer  la  latitud  de  45**  para  el  paralelo  que 
debia  cortar  al  meridiano,  no  nos  movió  la  posición  jeográíi- 
ca  de  Francia,  sino  la  consideración  de  que  a  esta  latitud  co- 
rrespondo la  lonjitud  media  del  péndulo  i  de  cualquiera  divi- 
sión del  círculo.  En  fin,  de  todos  las  meridianos  del  globo 
hemos  preferido  elejir  el  que  nos  presenta  un  arco  cortado 
por  dicha  latitud,  el  cual,  sin  ser  demasiado  largo  para  que 
sus  mensuras  fueran  mui  difíciles,  tiene  sus  extremidades  en 
el  mismo  nivel  del  mar.  Ningún  hecho,  ninguna  considera- 
ción pueden  dar  el  mas  leve  pretexto  para  acusarnos  de  haber 
querido  guardar  cualquiera  especie  de  preeminencia. 

«En  una  palabra,  si  con  el  tiempo  i  las  vicisitudes  de  las 
cosas  humanas  se  borrase  hasta  la  memoria  de  estas  opera- 


eNIrOBUlDAD  DB  MeOIDAS  I  PESOS 


ciones,  i  solamente  se  conservase  el  resultado,  ningún  indicio 
quedaría  que  pudiese  señalar  a  qué  nncion  habrían  pertene- 
cido la  primera  idea  i  la  ejecución  de  esta  obra  eminente' 
mente  filantrópica.' 

\'enios  en  esto  un  ejemplo  raro  en  que  el  bien  público  í  el 
ínteres  (le  la  liumanídad  so  sobreponen  basta  al  patriotismo  i 
al  orgullo  nacional. 

Tal  lia  sido  el  [wnsamionto  que  presidió  en  la  creación  del 
plan  propuesto  por  la  comisión  i  presentado  a  la  asamblea 
nacional,  la  cual  lo  aprobó  unánimemente  el  dia  26  de  marzo 
de  1791. 

Cuatro  dias  después,  recibió  el  expresado  plan  la  sanción  del 
rei;  e  inmediatamente  so  nombraron  las  comisiones  para  las 
diferentes  operaciones  que  indicaba  el  proyecto.  En  ellas  figu- 
raron Lavoisier,  Laplacc,  Borda,  Coulomb  i  otros  nombres  de 
los  mas  ilustres  de  Francia.  Lenoirfuéencargado  da  construir 
cuatro  circuios  repetidores  de  Borda,  como  también  reglas  de 
platina,  que  debian  servir  para  las  mensuras  de  las  bases,  i 
varios  otros  instrumentos  i  aparatos;  Delambre  i  Mochain  re- 
cibieron la  comisión  de  mensurar  el  arco  de  meridiano  com- 
prendido entro  Dunquerque  i  Barcelona. 

Quince  meses  pasaron  desde  la  promulgación* de  la  lej  antes 
que  Delambre  i  Meehain  pudiesen  entrar  en  el  desempeño  de 
su  encargo.  En  fin,  el  24  de  junio  de  1792,  se  les  entregó  una 
proclamación  del  rei  al  pueblo  i  atoiIas  las  autoridades  paraquo 
se  respetasen  las  señales,  reverberos,  armazones  i  todo  lo  rela- 
tivo a  la  proyectada  obra:  esta  proclamación  ha  sido  uno  de  los 
últimos  actos  de  la  autoridad  que  iba  a  expirar  en  un  cadalso. 

Habiéndose  convenido  entre  Delambre  i  Mecbain  que  el  pri- 
mero se  encargase  do  la  parte  septentrional  del  arco  i  que 
el  otro  fuese  al  sur,  cupo  a  este  último  una  línea  como  do 
170,000  tocsas  de  largo,  extendida  do  Barcelona  a  Rodes,  i  a 
Delambre  lo  que  quedaba  de  Rodes  a  Dunquerque,  quo  era 
una  distancia  como  380,000  toesas. 

El  25  de  junio  del  mismo  año,  parte  Mecbain  con  dos  pri- 
meros círculos  roiwtidores  para  el  sur,  mientras  Delanüjre 
principia  sus  operaciones  en  el  norte. 


3i*2  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Ardua  i  polígrosa  fué  la  tarea  de  los  dos  eminentes  sabios 
al  proseguir  sus  operaciones  en  medio  del  furor  revoluciona- 
rio. Deteniílo  por  el  inquieto  populacho,  escapó  Mechain  con 
dificultad  do  sus  garras,  i  fué  al  otro  lado  de  los  Pirineos, 
donde  continuó  con  seguridad  i  sin  interrupción  sus  mensu- 
ras. No  menos  expuesto  Delambro  a  la  suspicacia  de  la  desen- 
frenada turba,  poco  faltó  para  que  pagase  con  su  preciosa 
sangre  su  incansable  celo  por  la  ciencia  i  el  bien  de  la  huma- 
nidad. 

Suprimida  el  11  do  setiembre  de  1793  la  Academia,  no  pe- 
dia ya  cubrir  con  su  respetable  protección  a  sus  comisionados. 
Seis  meses  después  el  gobierno,  impaciente  i  fastidiado  con  la 
demora  de  las  operaciones  fundamentales,  decreta  que  se  ad- 
mita en  toda  la  república  un  metro  p?-oü¿síona/,  cuya  lonji- 
tud  se  arregló  entonces  por  las  antiguas  mensuras  del  arco 
del  meridiano  terrestre,  medido  anteriormente  por  diversos 
astrónomos  i  en  diversas  partes  del  mundo. 

En  fin,  el  30  de  diciembre  (9  nivoso),  otro  decreto  firmado 
por  Barreré,  Robespicrre  i  sus  secuaces,  suprime  de  la  lista 
do  los  comisionados  a  Delambre,  Brisson,  Coulomb,  Laplace, 
Lavoisier  i  Borda,  i  se  prohibe  a  Mechain  volver  a  Francia. 

Pero  ni  el  terror  revolucionario,  ni  el  frenesí  mas  horrible  del 
jacobinismo,  pudieron  anonadar  la  empresa,  escudada  por  la 
noble  idea  del  bien  público,  i  sostenida  por  los  hombres  mas 
grandes  que  entrañaba  la  Francia.  Mui  pronto  la  lei  del  18 
brumario  restableció  la  comisión:  vuelven  a  sus  operaciones 
Mechain  i  Delambre,  i  con  un  nuevo  celo,  con  un  entusiasmo 
heroico,  prosiguen  las  mensuras  en  medio  del  hambre,  de  la 
epidemia  i  de  innumerables  calamidades. 

Entonces  fué  cuando  emprendieron  la  parte  mas  delicada 
de  sus  tareas,  la  de  mensurar  las  dos  bases  que  debian  unirse 
con  toda  la  red  de  triángulos  estendida  desde  Dunquerque  hasta 
Barcelona.  Una  de  ellas  fué  tomada  sobre  un  llano  que  so 
extiende  de  Melun  a  Lieursaint;  la  otra,  denominada  base  de 
PerpiñaHj  se  midió  sobre  el  camino  de  Perpiñan  a  Narbona 
entro  Vernet  i  Salas:  la  primera  tenia  6075,900069  toesas,  i 
h  segunda  6006,24148  toesas  de  platina  con  que  se  midieron. 


UNIFORMIDAD  DE  MEDIDAS  1  PESOS 


Veneración  inspira  al  jenio  del  hombre  ol  seguir  a  loa  Íqh 
sabios  on  todos  los  pormenores  do  su  laboriosa  obra.  Véase 
con  qué  precaución  colocan  cada  toeaa  de  platina  en  su  apoyo 
nivelado,  con  quí  exactitud  miden  i  avalúan  \n  mas  pequeña 
eipansion  del  metal,  causada  por  las  variaciones  tle  tempera- 
tura, i  con  qué  minucio»Ídad  toman  cuenta  hasta  dol  espesor 
tlel  pelo  que  determina  ol  punto  de  contacto  do  una  vara  con 
otra.  MedidaH  las  bases,  ¡con  qué  maestría  CRcojon  loa  puntos 
principales  para  unirlas  con  la  mencionada  red  de  triángulosi 
miden  los  ángulos  en  los  vértices  de  cada  triángulo,  i  la  di- 
rección que  toman  los  lados  de  estos  triángulos  respecto  del 
meridiano;  i  coronan  su  obra  con  repetidas  observaciones  aa- 
tronómicas  de  latitudes  en  Dunquerque,  París,  Evant,  Carca- 
80na  i  Monjuí! 

Siete  años  pasaron  los  dos  jeómetras  en  medio  de  los  expre- 
sados trabajos:  jamas  se  ha  visto  obra  ejecutada  con  mayor 
sabiduría,  celo  i  perseverancia.  En  fin,  concluidas  las  mensu- 
ras i  coordenados  los  datos  en  rejistros  llevados  con  la  mayor 
prolijidad  posible,  se  publicó  un  llamamiento  jeneral  a  todas 
laa  naciones  amigas  o  neutrales  para  que  mandasen  diputados 
a  un  cona;rcso  cientíílco,  destinado  a  revisar  los  trabajos  de 
Delambro  i  Mcchain  i  asacar  el  último  resultado  de  la  obra. 

Citado  para  ol  principio  dfl  año  7,  dicho  congreso  excitó 
tanto  ínteres  i  entusiasmo  en  toda  Europa,  que  los  mas  envia- 
dos llegaron  antes  del  señalado  término.  Entre  ellos  figuraron 
dos  diputados  de  España,  Ciscar  i  Pedráyes,  uno  de  Holanda, 
el  célebre  Van  Swinden,  otro  de  la  República  Helvética,  que 
era  Tralles,  i  muchos  otros  no  menos  conocidos  por  su  gran 
saber  en  ciencias  matemáticas. 

Empezó  el  congreso  por  examinar  todos  los  instrumentOM 
que  habían  servido  para  las  mensuras  i  observaciones,  i  en 
seguida  nombró  una  comisión  compuesta  de  Van  Swinden, 
Tralles,  Ciscar,  Laplace,  Logendre,  Mechain  i  Delambrc,  para 
que,  de  los  innumerables  datos  que  les  suministraban  las 
mensuras  do  Delambre  í  Mechaiu,  determinase,  mediante  un 
cálculo  exacto  i  rígunjso,  ol  largo  de  un  cuadrante  dol  me- 
ridiano terrestre  i  la  verdadera  lonjitud  del  metro. 


344  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Cuatro  miembros  de  esta  comisión,  Tralles,  Van  Suindcn, 
Legendre  i  Delambre  se  ocuparon,  cada  uno  por  separado,  en 
ejecutar  las  cálculos;  cuyos  resultados,  comparados  entre  sí  i 
con  las  medidas  del  arco  hechas  por  Bougcr  i  Lacondamino 
en  Amírica,  probaron  que  el  cuadrante  del  meridiano  terres- 
tre tiene  5130740  toesas  i  el  metro  443,29593G  líneas;  se  en- 
tienden líneas  de  la  toesa  que  sirvió  para  la  mensura  de  las  ba- 
mtH  i  en  la  cual  se  tomó  inme  liatamente  la  lonjitud  del  metro 
que  debía  servir  de  modelo  o  prototipo  para  las  nuevas  me- 
didas. 

Kl  día  O  floreal  del  año  7  20  de  abril  de  1795),  dio  su  infor- 
me la  comisión,  redactado  por  Van  Swinden. 

Al  mismo  tiempo,  Fabroni  junto  con  Lefevre  Guinau  termi- 
naban las  operaciones  relativas  a  la  ñjacion  de  la  unidad  del 
peso:  operaciones  no  menos  prolijas  que  las  anteriores,  i  que 
consistian  en  determinar  con  toda  exactitud  el  peso  de  un 
cierto  volumen  de  agua  destilada,  reducido  a  su  valor  efectivo 
en  el  vacío  i  a  la  temperatura  de  4*  del  termómetro  centígrado 
sobre  cero.  La  comisión  nombrada  para  un  examen  escrupu- 
loso de  estos  experimentos  se  componia  de  Tralles,  Coulomb, 
Vasalli  (diputado  del  Píamente),  Mascheroni  (diputado  de  la 
República  Cisalpina)  i  Van  Swinden.  Tralles  fué  quien  redac- 
tó el  informe  de  esta  comisión;  i  agregado  este  al  anterior,  so 
leyó  un  informe  jeneral  sobre  la  unidad  de  pesos  i  medidas  el 
dia  1 1  prcrial  en  una  asamblea  jeneral  del  Instituto;  el  que, 
luego  después,  presentó  al  cuerpo  lejislativo,  en  su  sesión  de' 
4  mesidor  ('22  de  juniOy  los  modelos  del  metro  i  del  quilogra- 
mo hechos  en  i)latina. 

Al  remitir  diclios  modelos  a  la  barra  de  los  dos  consejos  del 
cuerpo  lejislativo  i  a  nombre  del  instituto  nacional  de  ciencias, 
pronunció  estas  memorables  palabras  el  relator  ^^an  Swinden: 
ajamas  la  if^norancia  i  la  ferocidad  de  los  pueblos  bárbaros 
arrancarán  estos  viodclos  'proíoíiíjos  a  la  valentía,  el  patrio- 
tismo i  las  virtudes  do  una  nación  penetrada  del  conocimiento 
de  sus  intereses,  de  su  honor  i  de  sus  derechos.  Pero,  si  algún 
temblor  de  tierra  los  destruyera,  si  fuera  posible  que  un  es- 
pantoso rayo  viniese  a  derretir  el  metal  conservador  de  estas 


mejillas,  no  por  eso,  ciudadanos  lejisladores,  el  resultado  de 
tantos  trabajos,  cl  precioso  tipo  de  la  xtnidad  de  medidas  se 
pordcria  para  la  gloria  nacional  i  la  utilidad  pública. 

«En  realidad,  con  el  intento  de  asegurar  eternamente  xin 
medio  conservador  para  el  metro,  determinó  Borda  con  la  mas 
perfecta  exactitud  las  dimensiones  del  péndula  (¡ue  tía  segun- 
dos en  Paris  i  cuya  lonjítud,  sogun  Borda,  equivale  a  9938 
diez  milésimos  de  metro;  do  manera  quo  en  caso  que  se  des- 
truyese el  prQtolt¡)o,  bastaria  construir  un  buen  péndulo  en 
Paris,  dividirlo  en  9938  partes  iguales  i  agregar  62  do  es- 
tas divisiones  al  largo  del  mismo  péndulo,  para  obtener  exac- 
tamente el  metro.» 

Tal  ha  sido  la  historia  do  la  primera  idea  i  de  su  ejecución 
en  la  importante  obra  que  emprendieron  los  mas  eminentes 
sabios  do  la  época  moderna;  tal  ba  sido  el  oríjen  del  metro, 
que,  tarde  o  temprano,  ha  de  pasar  por  Kniclaíí  rio  viedida 
en  todas  las  naciones  cultas  del  universo-  Los  documentos 
mas  preciosos  de  esta  obra,  todas  las  observaciones,  mensuras 
i  cálculos,  en  fin,  las  doscripcionca  do  todos  los  instrumentos 
i  de  los  métodos  que  Mechain  i  Delambre  emplearon  en  sus 
larreas  oporacioneK;  todo  esto,  pora  mayor  seguridad  do  los 
pueblos,  se  ha  publicado  en  el  precioso  libro  intitulado:  líase 
du  syslhiie  métrique  décimat  ou  méswe  de  í'arc  du  vié- 
ridien  entre  Dankerhe  et  Darcelonc  (Paris  1814  en  tros 
tomos  en  4.°),  i  este  libro  se  señalari  para  siempre  como  la 
mejor  prueba  déla  exactitud  i  conciencia  con  que  los  citados 
jeómetras  procedieron  en  su  empresa.' 

La  Francia  dio  el  primor  ejemplo  para  la  adopción  do  la 
nueva  unidad  de  medidas  con  todas  sus  divisiones  decimales: 
ella  fue  la  primera  que  las  impuso  a  sus  treinta  i  dos  millones  do 
habitantes  tenazmente  adheridos  en  los  anti^uú.s  h^tbitos  í  cos- 
tumbres. Hartas  diitcuUades  se  presentaron  desdo  lueifO,  quo 
parecían  invencibles:  mas  de  dÍoz  años  habian  pasado  desde 
el  decreto  del  cuerpo  lojíslativo,  i  todavía,  rebelde  a  la  nueva 


*  Esta  obra  so  halla  completa  en  la  Biblioteca  Nacional  do  oeta  ca- 
pital. 


340  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

leí,  el  comercio  volvía  atrás  a  su  antiguo  desarreglo.  A  su 
inexplicable  tenacidad,  tuvo  que  ceder  en  1812  Napoleón,  per- 
mitiendo que  se  tolerasen  en  el  comercio,  i  solo  para  los  usos 
del  comercio,  una  toesa  del  tamaño  de  dos  metros,  dividida  en 
seis  pies;  un  cuarto,  un  ochavo  i  un  diezíseísavo  del  litro;  una 
libra  del  valor  de  un  medio  quilogramo,  etc.;  pero  este  decreto 
ha  sido  desde  1.®  do  marzo  de  1840  definitivamente  revocado 
con  referencia  a  la  citada  leí  del  18  jcrminal  del  tercer  año  de 
la  república,  i  en  todo  el  reino  no  so  conocen  en  la  época  ac- 
tual otros  pesos  i  medidas  que  los  del  sistema  métrico  decimal. 

A  mas  del  pleno  triunfo  que  dicho  sistema  acaba  de  obtener 
en  la  nación  que  lo  vio  la  primera  en  su  nacimiento,  ya  se  ha 
introducido  i  recibido  con  fuerza  de  leí  en  Béljica  i  en  Holan- 
da, dos  naciones  cuyo  comercio  e  industria,  considerados  con 
relación  a  la  población  i  a  la  extensión  del  territorio  de  ambos 
reinos,  han  llegado  talvez  al  mayor  grado  de  su  desarrollo, 
aventajando  a  las  demás  naciones  del  continente. 

Varias  tentativas  para  la  introducción  del  sistema  métrico 
se  han  hecho  en  Suiza,  en  Italia,  i  últimamente  en  Venezuela 
i  Nueva  Granada,  dos  do  las  mas  adelantadas  repúblicas  de 
América;  i  si  los  antiguos  hábitos,  las  preocupaciones  nacio- 
nales, i  un  cierto  horror  a  las  innovaciones,  se  oponen  todavía 
a  la  jeneralizacíon  de  las  nuevas  mexlídas,  no  por  eso  los  pue- 
blos desconocen  la  necesidad  de  introducirlas.  Con  dificultad 
resistiría  a  esta  tendencia  cualquiera  nación  que  quisiera  hoi 
día  uniformar  sus  pesos  i  medidas  i  arreglarlos  de  nuevo.  No- 
temos que,  entre  tanto,  todos  los  pesos  i  medidas  de  las  nacio- 
nes cultas  se  avalúan  en  la  unidad  viétrica^  que  les  sirve  de 
punto  de  comparación  i  de  seguridad  contra  la  mala  fe  i  los 
estragos  del  tiempo. 

II 

Con  jeneral  entusiasmo,  se  ha  recibido  el  proyecto  para  el 
nuevo  arreglo  de  pesos  i  medidas,  por  todos  los  amigos  del 
adelantamiento  nacional;  i  si  un  justo  celo  por  el  bien  del  país 
liace  todavía  vacilar  a  algunos  ciudadanos  en  adoptar  el  me- 


UNIFORMIDAD  DE  MEDIDAS  I  PESOS  3A7 


ditaclo  arreglo,  por  temor  de  las  dificultades  inherentes  a  toda 
reforma  de  hábitos  i  costumbres,  es  de  creer  que  un  examen 
detenido  de  ellas,  hagp,  ver  a  todo  ánimo  despreocupado  que 
una  incomodidad  pasajera,  un  trabajo,  aun  de  algunos  años, 
no  debe  detener  al  lejislador  en  su  marcha,  cuando  se  divisan 
en  el  porvenir  ventajas,  i  un  bien  incuestionable. 

Una  de  esas  dificultades,  i  que,  según  parece,  es  la  que  mas 
pudiera  atemorizar,  aun  a  los  hombres  versados  en  el  manejo 
de  los  negocios  públicos,  es  quizá  la  introducción  de  unas 
cuantas  palabras  de  nomenclatura  casi  desconocida  en  el  país. 
Se  sabe,  en  efecto,  cuan  apegado  es  el  hombre  del  pueblo  a 
las  palabras  que  le  son  familiares;  que  a  veces  se  hace  esclavo 
de  ellas;  i  que  todo  nuevo  aprendizaje  le  repugna;  desconfía 
de  todo  término  extraño  a  su  oído,  como  hostil  a  su  naciona- 
lidad. 

Importa,  pues,  examinar  el  proyecto  de  lei  bajo  este  respec- 
to i  ver  si  en  efecto  la  dificultad  es  tan  grande,  como  parece  a 
la  primera  vista. 

Es  cierto  que  a  muchas  personas  desagradará,  en  la  primera 
lectura  del  proyecto,  el  encontrar  quince  nuevas  palabras, 
apenas  oídas  antes;  i  es  natural  que  al  recibir  esta  primera 
impresión  piensen  en  la  que  el  nuevo  arreglo  pudiera  producir 
en  el  público.  Poro  vuélvase  a  repetir  la  lectura,  i  examínese 
lo  que  hai  de  nuevo  en  la  propuesta  lei  relativamente  a  los 
términos  o  denominaciones. 

Se  verá  entonces  que  todo  ello  se  reduce  únicamente  a  tres 
nombres  radicales,  cuyo  sonido  pudiera  talvez  desagradar  al 
oído  de  un  purista;  estos  nombres  son: 

el  vtetrOy 
el  litro  i 
el  gramo. 

A  ellos  se  juntan  las  tres  preposiciones  siguientes: 

decij 

centi, 

mili, 

para  denominar  las  cantidades  diez,  ciento,  i  mil  veces  meno- 


I*',  VK.  V.  -  li  A  1;T23  a3  l\  'A  '  3  .TXX» 


'  «  «  •  ' 

f 
'^  •    4  'o. 

]f*vjií*'.  ;il  oí  !'i  af*v:ri^;íi:j'>,  p-ira  'íirl-c  i:i_'l:.'^:i:r:  eiocíto   de  de- 

Kfi  priííHT  lu^ar,  metro  es  una  paLihra  castellana:  se- 
ni/í'^íí  vrtOj  i  antíí^uam^jntí;  «5Í;friíí¿^ií>aIac:ripo6Íciafi  í  r7i«i¿- 
#/«  JijimUuhi  íl<;I  v^mo;  íiót/rírf; bien:  sLiiííIcaLa  medida.  Ahora 
ft^í  íli'í^?  l/íU'ó//í^f<r/>,  l';rr/iómí>fro-  ffrafÓ27iie/rí>,  etc.;  i  naiüe 
p}rm;irla  f^KjmUar  a'|ijffl  t<''rmino  del  diccionario,  aun  cuando 
f¥i  ifwlitiríi  ¡Htíu.r  (iíí  Hi]  Iu;;ar  otra  palabra  de  us^  mas  coman, 
p/int  fl'^nor/iin.'ir  la  nu^-va  unidad  de  lonjitud.  que  en  todos 
IfH  vhfftfVíH  íWffhirwm  cwlUjfi  se  llama  raelro, 

VA  I  Uro  iarrifioc^o  debería  tener  nada  de  extraño  a  nuestro 
hUhh  ¡Aira  v.h  una  palabra  familiar  para  el  pueblo;  i  se  sabe 
i\U(i  a  riiieMtra  jenio  (bd  campo  de  las  inmediaciones  de  San- 
iíaíjro,  nri  e«  rbjl  todo  desconfxjída  la  voz  litro^  que  se  emplea 
por  lo  (lofriiin  corno  Hinónima  de  rito  o  carona^  i  se  oye  repe- 
tir iriui  nuu'twuht  en  la  plaza.  AI  adoptar,  pues,  la  palabra 
////'/;,  romo  nombro  (b?  la  unidad  do  medida  para  líquidos,  se 
iínhí|ii<»<í<!ria  bi  ttírminoiojía  científica  de  nuestra  lengua,  i  se 
pondría  e,n  relaeion  con  la  do  los  demás  idiomas,  sin  ofender 

vi  oído  dr|  plH;blo. 

Kn  Un,  la  pal.ibra  riranin  so  diferencia  tan  insensiblemente 
de  la  de  [¡ninn^  (\\u\  talve.z  pudiera  ofrecer  algún  inconvenien- 
bí  la  dnm.iMiada  Hcmí'janza  entre  ambas.  Por  otra  parte,  la 
palabra  tinnno  He  empl(;a  en  todas  las  obras  científicas  espa- 
fnibiH,  i  H<í  iiHa  muí  anieniido  por  los  ensayadores, 

PíiHenioH  aliora  a  las  i)repoH¡c¡ones. 

'leniendo  las  tros  primeras,  cíeci,  centi,  miliy  un  oríjcn 
latino,  presentan  una  fisonomía  de  parentesco,  un  aire  de  fa- 


L'.VIFORMIDAD  DE  MEDIDAS  I  PESOít 


s-sa 


milia,  en  nuestro  idioma.  Ni  son  tan  raras  en  él  laa  palabras 
compuestas  para  (juo  se  extrañe  una  nueva  i  poco  numerosa 
importación  ile  ellas,  cuando  el  inconveniente  de  la  novedad 
ea  mas  quo  compensado  por  una  ventaja  inapreciable  que 
desdo  iue^o  proporciona  a  las  personas  familiarizadas  cun  el 
sistema  decimal.  Esta  ventaja  consiste  en  que,  al  aprender  el 
uso  facilísimo  de  las  mencionadas  tres  preposiciones,  se  apren- 
de al  mismo  tiempo  mas  de  la  mitad  de  la  aritmctica  relativa 
a  los  númerua  denominados.  Así  al  pronunciar  la  palabra 
tiecimutro  so  aprende  que  el  decimetro  es  la  décima  parte  del 
metro,  i  que  por  consiguiente  diez  ííecimetros  valen  un  me- 
tro. Al  decir  inííígramo  ya  se  sabo  c¡ue  esto  quiere  decir  una 
niííesima  parto  del  gramo,  i  que,  por  de  contado,  mil  ^nili- 
gramos  valen  un  gramo.  En  íin,  se  percibe  muí  bien  que,  al 
aprender  el  modo  de  aplicar  aquellas  tres  preposiciones  a  los 
tres  primeros  términos  (que  es  obra  do  pocos  minutos),  todas 
aquellas  operaciones  do  cálculo,  quo  ahora  tanto  nos  fastidian, 
cuando  se  trata  do  reducir,  por  ejemplo,  onzas  a  granos,  pies 
a  lincas,  o  recíprocamente,  se  reducen  al  simple  mecanismo 
de  correr  la  coma  de  la  derecha  a  la  izquierda  i  do  la  izquier- 
da a  la  derecha.  ¿No  valdría  esta  ventaja  la  pena  de  incomo- 
darse un  poco  en  aprender  el  uso  de  las  citadas  preposiciones, 
o  de  introducir  el  uso  do  ellas  en  el  lenguaje  común  del  pue- 
blo, sabiendo  que  medíanle  este  sistema,  tan  sencillo  i  lójíco, 
el  hombro,  al  aprender  a_hablar,  ajirende  a  contar  i  a  pensar 
lójíca  mente? 

Lo  mismo  se  podría  decir  con  relación  a  las  tros  otras  pre- 
posiciones, deca,  heclo,  quilo;  con  la  diferencia  de  que,  sien- 
do de  oríjen  griego,  no  nos  presentan  la  misma  ventaja  que 
las  anteriores,  tanto  al  oído  como  al  entendimiento.  Pero  no- 
temos que  en  el  uso  práctico,  en  el  comercio  i  trato  jencral 
entre  la  jente,  no  se  usan  estas  preposiciones,  sino  en  tres  ca- 
sos particulares,  que  son: 

Para  decir  ijuí/oractro,  que  es  una  lonjitud  do  mil  metros; 

Jíec/olitro,  o  medida  de  cien  litros,  i 

Quí/ogramo  o  peso  de  mil  gramos. 

Los  demás  términos  de  esta  esp&cie  se  emplearán  mui  poco 


3'>0  OPÜSCLLOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

i  solamente  en  el  lenguaje  científico,  o  bien  entre  la  jante  de 
la  mejor  educación,  a  la  que  costaría  poco  o  nada  comprender 
8U  signiPicacion.  En  efecto,  nadie  dice  en  Francia  o  en  Béljica, 
donde  el  sistema  métrico  decimal  está  completamente  estable- 
cido, «he  comprado  un  decámetro  de  paño,»  o  bieni  «necesito 
un  decalitro  de  vino:»  sino,  «he  comprado  diez  metros  de  pa- 
ño,» «necesito  diez  litros  de  vino.»  Si  el  proyecto  de  lei  com- 
prende en  su  redacción  todos  estos  términos  i  denominaciones, 
que  rara  vez  o  nunca  se  usan  en  la  vida  común  i  entre  la  ple- 
be, es  porque  el  abraza  en  si  la  totalidad  del  sistema  métrico 
decimal,  en  toda  su  extensión,  tal  como  ha  salido  de  la  mano 
de  BUS  inventores  i  como  se  halla  establecido  en  otras  naciones. 

Se  ve  por  consiguiente  que  todas  las  dificultades  inherentes 
a  la  nueva  terminolojía  se  reducen: 

i.^  Al  uso  de  tres  palabras  que  el  oido  no  extraña,  que  son, 
metro^  litroj  graino; 

2.®  Al  uso  de  tres  preposiciones  de  oríjon  latino,  decij  cen* 
í¿,  míZí,  que  se  agregan  a  cada  una  de  las  anteriores  para  in- 
dicar las  cantidades,  diez,  ciento,  i  mil  veces  menores; 

3.^  Al  uso  de  tres  palabras  algo  mas  extrañas,  guí/omotro, 
/lecíolitro,  i  (¡fUÍZogramo. 

¿I  esto  sería  capaz  de  atemorizar  a  los  lejisladores  en  la 
adopción  del  sistema  métrico? 

Pero  fijémonos  por  un  instante  en  el  artículo  15  del  proyecto 
de  lei,  i  veremos  que,  mediante  el  arbitrio  que  en  el  mencionado 
artículo  se  propone,  se  allanan  todavía  mas  las  dificultades 
arriba  señaladas.  Por  esto  artículo,  so  ve  que  no  se  trata  de 
imponer  desde  luego  al  pueblo  el  uso  aun  de  aquellos  pocos 
términos  nuevos  que  la  lei  expresa.  Se  propone  acostumbrar 
el  país  al  conocimiento  i  uso  de  los  nuevos  pesos  i  medidas, 
dejando  al  público  por  diez  años  el  uso  do  los  antiguos  nom- 
bres i  divisiones,  para  que  en  este  tiempo  se  familiarice  con 
los  tres  nuevos  términos  i  aprenda  poco  a  poco  la  aplicación 
do  las  citadas  'preposiciones, 

lié  aquí  de  í[ué  modo  podrá  verificarse  este  aprendizaje  en- 
tre el  vulgo  i  la  jcnte  del  campo. 

Entra  un  hombre  a  una  tienda  para  comprar  cierto  número 


t'NtFOnUlDAD  DE  MEDIDAS  I  PESOS 


de  varas  do  algún  jénero.  Se  le  'V'ende,  t  se  le  mide  con  una 
vara  dividida  cti  tercias,  cuartas  i  puli^adas  si  so  quiero,  pero 
con  una  vara  marcada  por  un  ladu  con  el  metro,  dividido  en 
decimetros  i  centímetros.  Es  natural  que,  al  \\'.r  una  nueva 
medida,  trate  el  comprador  de  conocerla,  de  aprender  su  nom- 
bre i  HU9  divisiones:  grabadas  en  eüte  mismo  metro  las  voces 
metro,  decímetro,  centímetro,  le  parecerán  primero  algo 
extrañas;  principiará  talvez  por  burlarse  de  ellas,  las  repetirá 
'  después  &in  malicia,  i  acabará  par  acostumbrarle  tanto  a  las 
palabras,  como  a  las  ideas  que  expresan. 

Otro  ve  que,  pai'a  venderle  un  cuartillo  do  aceite,  se  le  mide 
con  un  cuartillo  nuevo  que  llevará  el  sello  de  la  municipali- 
dad i  que  tendrá  casi  la  misma  capacidad  que  el  cuartillo 
antiguo,  con  una  pequeña  diferencia  inapreciable  a  la  vista. 
Estando  grabada  en  este  nuevo  cuartillo  la  denominación  de 
medio  litro,  es  imposible  que  de  vez  en  cuando  no  so  pre- 
sente esta  palabra  como  asunto  de  conversaciones,  tan  largas 
i  tan  l'recuentes  en  nuestros  despachos;  i  en  los  mas  casos  la 
explicará  el  bodegonero,  aun  cuando  no  fuese  por  otro  motivo 
que  el  de  hacer  alarde  de  au  saber  en  esta  materia. 

Lo  mismo  sucedería  con  el  usu  de  la  nueva  fanega  que  co- 
rresponde a  un  medio  hectolitro.  Acostumbrado  el  país  al  ta- 
maño i  a  la  nueva  nomenclatura  do  esta  medida,  olvidará 
poco  3  poco  la  antigua,  i  aceptará  sin  violencia  la  disposición 
de  la  lei,  cuando  trascurridos  los  diez  años  de  lotemncia  (ar- 
tículo lo),  se  trate  de  suprimir  la  antigua  división  en  almudes. 

Con  mayor  facilidad,  se  acostumbrará  el  vulgo  al  uso  do 
una  nueva  libra,  que  será  un  cuatro  por  ciento  mayor  que  la 
antigua,  i  en  cuyo  peso  estará  grabado  el  nombre  de  medio 
quilogramo:  debiendo  también  estar  estampado  en  la  pesa  tíe 
dos  libras  el  nombre  do  quilogramo,  en  la  de  medía  libra  el 
de  un  cuarto  de  quilogramo,  etc. 

Pasados  los  diez  años  quo  el  citado  artículo  lo  del  proyecto 
de  lei  nos  señala,  quedará  todavía  en  la  voluntad  del  gobierno 
i  de  las  cámaras  el  recurso  de  prolongar  este  mismo  estado  de 
aprendizaje  por  otros  diez  años,  si  se  juzga  necesario;  pero  el 
nuevo  sistema  métrico  se  arraigará    mas  i  mas  en  el  país,  i 


í;í  l?i?-:vi:s  LrrzrA?.::5  i  císticos 


entrará  en  la  e-la:ac:oa  del  pueblo,  que  al  cabo  conocerá  sus 
grandes  bienes  i  ventajas. 

Entre  tant"».  el  sriLiem?.  las  oScinas  fiscales,  todo  el  co- 
mercí'j  p-jr  mavor  i  la  :Ia.^:r  mas  ilustrada  del  país  emplearán 
el  nuevo  sí:=t<rrr.a:  i  sería  tal  vez  verj^Dnzcso  a  esta  ultima  el  opo- 
nerse a  la  intr-i-iieoion  •:!-:-  la  nueva  medida,  disculpándose  con 
la  diiliultad  de  aprender  unas  cobo  palabras,  conocidas  en  to- 
dos los  idiomas,  o  con  la  inconiC'didad  de  hacerse  a  los  nuevos 
cálculos  i  reducciones;:  teniendo  presente  que  tcJo  cálculo  de 
decimales  es  infinidamente  mas  f¿leil  i  cómodo  que  las  opera- 
cíunes  aritm*}ti:as  do  ^rariO>.  línea?,  alarmes,  almudes,  ter- 
cias, tomines  i  otras  t.intas  fracciones  de  unidades. 

Protestamos  soI>re  todo  contra  la  idea  de  llamar  oficialmen- 
te al  metro,  vara,  al  hectolitro,  fanega,  al  quilogramo,  libra, 
al  litro,  cuartillo.  Xo  hai  cosa  mas  perjudicial  que  dar  un 
mismo  nombre  a  dos  cantidades  desiguales.  El  pueblo  mismo 
correjiria  el  vicio  de  semejante  arbitrariedad,  teniendo  que 
repetir  a  cada  momento,  en  sus  compras  i  ventas,  las  denomi- 
naciones: vara  antigua^  vara  moderna^  fanega  antigua^  fa- 
nega moderna^  libra  antigua^  libra  wioderna,  etc.;  i  solo 
con  omitir  el  adjetivo  se  cometerían  equivocaciones,  volunta- 
rías o  involuntarias,  de  ciento  por  ciento  sobre  el  avalúo  de 
los  pesos  o  de  las  capacidades  para  líquidos  o  áridos. 

En  fin,  unas  tablas  bien  hechas  para  la  reducción  de  los 
pesos  i  medidas  que  se  usan  actualmente  en  Cliile,  a  los  pesos 
i  medidas  que  se  quiere  introducir,  tablas  que  mui  pronto  se 
van  a  computar  i  publicar  para  el  uso  común,  mas  fácil  i  có- 
modo, remediarán  t^nla  especie  do  equivocaciones  i  errores  de 
cálculo,  al  paso  que  allanen  las  dificultades  inherentes  a  la 
reforma;  i  si  con  todo  lo  expuesto  nos  quedase  todavía  algún 
recelo,  temor  o  incertidumbre  por  lo  que  pudiera  suceder, 
tengamos  presente  que  se  trata  de  una  reforma  útil,  hermosa, 
digna  de  los  esfuerzos  de  una  nación  civilizada. 

{Araucano,  Aíío  do  1847.) 


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DISCURSO 


PROXUXCUDO  POR  EL  RECTOR  DE  LA  UNIVERSIDAD  DE  CHILE 

EN  EL 
ANIVERSAUIO  SOLEMNE  DE  29  DE  OCTUBRE  DE  1848 


ExcMO.  SEÑOR  Patrono : 
Señores: 

Cumplo  con  el  deber  que  me  impone  el  reglamento  del  con- 
sejo de  la  universidad  en  su  articulo  24.  Conformándome  a  él, 
dirijiré  vuestra  atención  a  cuatro  puntos:  el  estado  actual  do 
la  instrucción  pública;  la  enumeración  de  las  mejoras  intro- 
ducidas en  este  ramo,  de  sus  resultados,  i  de  los  obstáculos 
que  las  hayan  contrariado;  un  resumen  de  los  acontecimien- 
tos que  tengan  relación  inmediata  con  la  instrucción  pública; 
i  una  noticia  de  los  miembros  de  la  universidad  que  han  fa- 
llecido i  que  se  hubieren  distinguido  por  su  celo  en  favor  del 
mismo  objeto.  Procuraré  ser  breve,  i  llenar,  en  cuanto  me 
fuere  posible,  estas  indicaciones. 

Las  tres  primeras  tienen  tal  conexión  entre  sí,  que,  en  be- 
nefício  de  la  brevedad  i  de  la  claridad  misma  de  esta  exposi- 
ción, me  parece  conveniente  no  separarlas. 

Respecto  do  la  primera,  es  poco  lo  que  tengo  que  añadir  al 

luminoso  cuadro  presentado  a  las  cámaras  i  al  público  por  el 

señor  ministro  del  ramo,  vicc-patrono  de  la  universidad,  en  su 

memoria  de  1 1  de  setiembre  de  este  año.  Principiando  por  la 
opúsc.  45 


35^1  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


instrucción  primaría^  es  triste  el  paralelo  de  nuestra  situación 
presente  con  la  de  otras  naciones  civilizadas;  pues  adoptando 
por  base  el  total  de  los  individuos  que  la  reciben  en  toda  la 
extensión  de  la  república^  según  el  estado  jeneral  que  acompa- 
ña a  la  memoria  citada;  aumentándolo  con  la  cuota  correspon- 
diente a  la  provincia  de  Chiloc,  conforme  a  la  noticia  suma- 
mente incompleta  que  existe  en  la  secretaria  de  la  facultad  de 
humanidades;  agregando  conjeturalmente  las  cuotas  de  los 
departamentos  de  la  provincia  de  Concepción  que  do  pudieron 
comprenderse  en  aquel  estado;  i  tomando  en  cuenta  la  inevi- 
table deficiencia  de  los  datos  respecto  de  las  otras  secciones  i 
de  la  provincia  misma  de  Santiago,  por  el  considerable  núme- 
ro de  escuelas  diminutivas  que  se  escapan  a  la  obsen^acion, 
i  de  individuos  de  ambos  sexos  que  aprenden  en  sus  casas, 
creo  que  podremos  valuar  el  número  de  las  personas  a  quienes 
so  suministra  el  primer  jérmen  de  cultura  mental,  en  uno 
por  cada  cuarenta  i  cinco  habitantes;  de  que  se  deduce  quo  se 
extiende,  apenas,  a  la  sexta  parte  de  los  que  son  llamados  a 
recibirlo. 

Es  preciso  reconocer  que,  de  todos  los  países  que  gozan  de 
una  civilización  mas  o  menos  adelantada,  ninguno  presenta, 
para  la  difusión  do  la  enseitanza  primaria,  las  dificultades  que 
Chile.  En  muchos  de  nuestros  campos,  la  población  no  forma 
vecindarios  compactos  de  tal  cual  imix)rtancia,  como  las  al- 
deas i  pueblos  menores  de  Europa  i  de  otros  países  de  Améri- 
ca. El  viajero  busca  muchas  veces  en  vano  la  apariencia  de 
esos  pecjucños  grupos  de  familias;  i  donde  esperaba  encontrar 
uno  do  ellos,  lo  que  so  le  ofrece  a  la  vista  es  un  espacio  exten- 
so en  que  so  levantan  a  largos  trechos  esparcidas  habitacio- 
nes, que  apenas  comunican  entre  sí.  De  los  que  viven  do  esto 
modo,  ¿cuántos  son  los  quo  pueden  enviar  sus  hijos  a  una  es- 
cuela, que,  por  precisión,  está  situada  a  gran  distancia  de  la 
mayoría?  Los  quo  se  aprovechan  del  l^cneficio  de  la  instrucción 
primaria,  con  que  el  estado  i  las  municipalidades  les  brindan, 
no  guardan  pnoporcion  ni  con  el  niírnoro  do  las  escuelas,  ni 
con  el  costo  invertido  en  ellas.  Las  mismas  familias  que,  con- 
centradas en  una  villa,  pudieran  dar  treinta  o  cuarenta  educan- 


DlSCünSO  EX  El.  ANlVEnSABlO  UK  LA  I 


líos,  apunas  contribuyen  con  una  pequeña  fracción  de  esto  nú- 
mero.  Aun  las  que  residen  a  moderada  distancia,  para  propor- 
cionar este  bien  a  loa  niños,  tendrían  que  someterse  a  una 
privación  casi  completa  ilol  auxilio  no  insignificante  que  desdo 
la  primera  edad  pueden  éstos  prestarkfl  para  sus  diarios  tra- 
bajos i  para  los  menesteres  domésticos.  Así  es  que  la  mayor 
parte  se  resiste  a  enviarlos,  o  solamente  loa  dejan  ir  en  la  es- 
tación del  año  en  que  les  es  menos  necesaria  su  ayuda.  No  solo 
es,  pues,  limitada  la  concurrencia  a  las  escuelas,  sino  amo- 
nudo  interrumpida;  i  de  este  modo  la  semilla  preciosa  que  el 
estado  esparce  a  no  pequeña  costa  sobre  los  ca  mpos  de  la  re- 
pública, se  puede  decir  sin  exajeracion  que  no  rinde  la  mitad 
del  fruto  que  debiera. 

Si  queremos  formar  alguna  idea  do  la  cuota  que  cabe  a 
cada  provincia  en  esta  distribución  de  la  primera  enseñanza, 
hallaremos  una  desigualdad  notable,  que  nu  siempre  es  fácil 
explicar  por  las  circunstancias  locales  i  por  la  mas  o  menos 
cultura  de  loa  pueblos.  ¿Quién  creería  encontrar  en  el  grado 
superior  de  esta  escala  a  la  provincia  de  Cbiloé?  A  la  verdad, 
no  tenemos  acerca  de  ella  dato.i  medianamente  completos;  pe- 
ro podemos  computar  en  26,000  almas  la  población  de  Quin- 
chao,  Calbuco,  Dalcahuo  i  Chonclii,  juzgando  por  el  censo  de 
1843,  i  a  lo  menos  en  1,Ó00  el  numera  do  niños  que  frecuen- 
tan las  escuelas,  según  los  estados  que  he  tenido  a  la  vista; 
de  que  se  sigue  que  .se  distribuye  allí  la  educación  rudimental 
a  uno  de  cada  1 7  individuos,  cuando  el  término  medio  de  toda 
la  república  es  uno  entre  45,  Valparaíso,  Santiago,  Valdivia, 
Atacama  i  Talca  exceden  también  al  término  medio  t  compu- 
nen la  parte  mas  iluminada  del  territorio  chileno.  En  la  pro- 
vincia do  Valparaíso,  que  ocupa  el  segundo  lugar,  la  cuota  es 
i  por  28;  en  la  de  Santiago,  1  por  3.3;  en  la  de  Valdivia,  1  por 
38;  en  la  de  Atacama,  I  por  40;  en  la  do  Talca,  1  por  43;  en  la 
de  Coquimbo,  1  por  50;  en  la  de  Aconcagua,  1  por  G0¡  en  la  do 
Nublo,  1  por  G7;  en  la  de  Concepción  (con  la  ineertidumbre  quo 
nace  de  lo  incompleto  de  las  noticias),  1  por  75;  en  la  do  Maule, 
I  por  96;  i  en  la  de  Colchagua,  colocada  en  la  última  línea,  i 
a  bastante  distancia  de  las  ntras,  1  por    l-'iO.    Yn  no   pretendo 


35í>  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


presentar  estos  guarismos,  sino  como  meras  aproximaciones, 
pero  creo  qiic  no  se  alejan  mucha  de  la  realidad.* 

El  departamento  en  quo  está  mas  difundida  la  instrucción 
primaria,  es  el  de  Valparaíso,  donde  de  cada  12  individuos  de 
toda  edad  i  sexo,  va  uno  a  la  escuela.  En  el  de  Calbuco,  do 
cada  14  individuos,  i  en  el  de  Santiago  de  cada  27,  va  uno. 

Calculando  la  proporción  de  los  sexos  en  la  asistencia  a  las 
«íscuelas,  no  tendremos  tampoco  motivo  de  felicitamos. 

Como  al  total  de  niñas  que  participan  do  la  enseñanza  prima- 
ria, según  ai>arece  en  el  estado  adjunto  a  la  memoria  ministe- 
rial, no  sería  razón al>Ie  hacer  iguales  agregaciones  que  al  de 
niños,  la  proiK)rcion  de  las  primeras  es  necesariamente  algo 
menor  de  lo  que  en  el  so  presenta,  i  se  puede  conjeturar  con 
alguna  verosimilitud  quo  de  cada  seis  niños  que  van  a  la  es* 
cuela,  los  cinco  pertenecen  a  nuestro  sexo. 

Si  pasamos  aliora  a  la  apreciación  de  la  enseñanza  quo  se 
da  en  las  escuelas  a  los  quo  no  sufren  los  inconvenientes  que 
he  tenido  el  honor  de  indicaros,  o  pueden  corV  algún  esfuerzo 
vencerlos,  encontraremos  que  en  ningim  punto  de  la  repúbli- 
ca se  le  ha  dado  todavía  toda  la  extensión  que  sería  cVe  desear. 


*  Según  los  iatos  publicados  recientemente  por  el  ministerio  de 
instrucción  pública,  en  visla  do  las  nolicias  que  acaban  de  remitírselo 
por  el  señor  intendente  do  Chiloé,  hai  en  toda  la  provincia  17  escuelas 
fiscales,  i  G7  particulares,  educándose  en  las  primeras  952  individuos, 
i  en  las  seprundas  l,G'i8:  total  •?,600.  Ksto  haco  variar  un  poco  el  cál- 
culo do  1  por  17  que  he  dado  a  la  provincia,  juzí]fando  por  los  cuatro 
departamentos  do  Quinchao,  Calbuco,  Dalcahue  i  Chonchi.  Compu- 
tando la  población  local  en  52,000  almas  (i9,000  se^cun  el  censo  de  I8i3), 
resulta  que  do  cada  '10  individuos  do  todu  edad  i  sexo,  va  uno  a  la 
escuela.  Chiloó  conserva,  pues,  una  considerable  superioridad  sobro 
todas  las  otras  provincias  do  la  república,  en  ctianto  al  número  do 
personas  quo  reciben  la  instrucción  primaria.  En  la  provincia  do  Val- 
paraíso, una  población  que  no  baja  do  80.000  almas,  sostiene  53  es- 
cuelas particulares.  En  la  de  Santiago,  la  población  no  baja  de  230,000 
almas,  mas  quo  el  cuádi'uplo  do  la  de  Chíloé;  i  el  número  do  escuelas 
do  particulares  no  lle^i^a  al  duplo  do  las  de  aquella  remota  provincia, 
tan  escala  do  recursos  de  toda  clase.  Este  resultado,  quo  puede  mi- 
rarse como  bastante  ox;\cto,   es  altamente  honroso  al  pueblo  ahilóte. 


DISLtlnSO  BN  BL  .1 


)  UE  La  INlVanSIOAD 


i  a  (¡uc  aolu  poilri  llegar  grailualmente  en  una  serie  de  años, 
ílai  cun  tuilu  localiJailes  en  que  se  camina  con  mas  o  menos 
celeridad  a  este  apetecible  desarrollo,  A  la  Iccluru,  escritura  i 
rozo,  que  rurmaii  tudo  el  púbulo  mental  que  se  da  e«  varias 
escuelas  %  la  niñoz,  i  aun  éso  de  un  modü  defcctuoíío,  Iiai  mu- 
chas que  añaden  el  catecismo  i  principios  de  aritmética;  crece 
el  número  de  aquéllas  en  que  se  desenvuelve  algo  mas  ct 
viUcuIu  i  se  dan  nut^iunos  de  gramática  castellana:  en  las  es' 
cuelas  lie  niñas,  ocupan  mas  o  menos  lugar  los  ejercicios  i  ha- 
bilidades propias  del  sexo. 

La  falta  de  idoneidad  de  los  profesopos,  que  en  muchas  par- 
tes retarda  el  pro'^rciiü,  es  un  obstáculo  que  solo  puedo  reme- 
diarse lentamente  por  el  número  de  jóvenes  que  reciben  una 
instrucuion  adecuada  i  hacen  su  aprendizaje  de  pedagojia  on 
la  Normal,  o  que  se  forman  en  las  mejores  escuelas  de  las 
lirovincias.  Desgraciadamente  no  puede  contarse  con  todos 
ellos;  porque,  en  un  país  donde  se  presentan,  aun  a  capacida- 
des menos  que  mediocres,  tantas  ocupaciones  lucrativas,  solo 
una  decidida  vocación  a  las  tareas  ingratas  i  deslucidas  de  la 
enseñanza  mas  elemental,  retendrá  en  ella  a  las  intclijcncias 
que  hayan  recibido  cierto  cultivo;  i  poco  podría  esiicrai-HC  de 
las  medidas  que  so  empleasen  para  hacerlas  permanecer  en 
un  ejercicio  de  tan  poco  lucro  i  brillo,  contrariando  sus  incli- 
naciones i  sus  miras  do  mejor  fortuna.  A  la  verdad,  no  se 
puede  decir  que  se  desperdicie  así  del  todo  la  simiente  precio- 
sa, creada  en  aquellos  planteles;  porque,  en  todas  las  ocupa- 
ciones sociales,  será  útil  hasta  cierto  punto  la  adquisición  de 
personas  preparadas  en  ellos;  pero  este  capital  de  conocimien- 
tos se  desvía  del  empleo  a  que  lo  ha  destinado  la  nación,  i  en 
que  pudiera  producir  mas  ventajas;  porque  el  mas  provcclio- 
so,  como  el  mas  necesario  de  totlos  es,  incontestablemente,  el 
que  difunde  las  nociones  rudimentales  en  que  termina  la  bar- 
barie i  aparece  el  primer  albnr  de  la  civilización. 

La  facultad  de  liumanidados  í^o  ha  consagrado  con  un  celo 
constante  al  desempeTio  del  encargo  que  sobre  la  instrucción 
primaria  le  encomendó  la  Ici  orgánica  do  la  universidad.  Ella 
ha  mirado  con  atención  preferente  la  Escuela  Normal,  a  la 


358  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


quo  cl  digno  decano  hace  espontáneamente,  o  en  comisiones 
de  la  facultad,  frecuciilcs  visitas  de  inspección.  Tengo  la  cx)in- 
placcncia  de  decir  que  en  ellas  ha  visto  mejorarse  gradual- 
mente el  rójimen  del  establecimiento,  merced  al  interés  que 
ha  tomado  en  ello  nuestro  gobierno,  i  a  las  luces  i  la  asidua 
contracción  del  benemérico  director.*  El  plan  de  estudios  ha 
sido  poco  hace  revisado  por  la  facultad  i  el  consejo,  i  aproba- 
do por  el  iTübicrno;  01  abraza  en  cl  dia,  ademas  de  la  lectura, 
escritura  i  aritmética,  la  gramática  castellana,  el  dibujo  lineal| 
la  cosmografía,  la  jeografia  física  i  descriptiva,  el  dogma  i 
moral  cristiana,  los  fundamentos  de  la  fe,  la  historia  sagrada 
i  profana,  i  cl  canto.  El  local  es  ya  medianamente  cómodo;  i 
lo  será  de  todo  punto,  cuando  esté  concluido  el  ediCciOj  como 
lo  veremos  mui  pronto.  La  institución  del  internado  ha  corres- 
pondido a  lo  que  so  esperaba  de  ella.  Una  disciplina  severa 
garantiza  la  moralidad  de  los  alumnos.  En  una  escuela  sucur- 
sal, se  ensaya  prácticamente  la  pedagojia;  i  la  vecindad  do  la 
Quinta  Normal  ha  parecido  un  medio  oportuno  de  suministrar 
a  los  futuros  preceptoi*es  algunos  conocimientos  elementales 
en  la  teoría  i  la  práctica  de  la  agricultura,  que,  llevados  des- 
pués a  las  provincias,  no  dejatón  de  influir  en  el  progreso  de 
esta  industria  bienhechora,  que  tanto  importa  a  Chile.  En  fin, 
a  esta  extensa  i  variada  instrucción,  que  ocupa  tres  años,  so 
agregarán  nociones  prácticas  en  agrimensura,  vacunación, 
idioma  francés  i  algún  otro  estudio,  a  juicio  del  director;  de- 
dicando a  ellos  los  alumnos,  especialmente  los  mas  adelanta- 
dos, el  tiempo  vacante  que  sus  ocupaciones  ordinarias  les  de- 
jaren. 

El  consejo  de  la  universidad,  por  su  parte,  se  ha  ocupado 
sin  cesar  en  el  examen  de  los  estados  que  periódicamente  se  le 
remiten  de  las  provincias  i  departamentos;  i  aunque  cierta- 
mente es  grande  el  número  de  las  secciones  en  que  se  ha  fal- 
tado a  este  deber,  hai  departamentos,  i  aun  provincias  enteras, 
en  que  las  juntas  i  las  inspecciones  lo  cumplen  con  laudable 
regularidad.  Son  frecuentes  las  demandas  de  auxilios  indis- 


*  Don  Máximo  Arguelles. 


14  Bl.  ANIVSRSAHfO  SB  1. 


UNIVi:n&liQAU 


3Í!» 


penaables  i>ara  el  servicio  de  las  eaouelas;  i  el  consejo  trasmi- 
to estas  2>eticÍoncs  al  goliieroo,  que  rara  vez  deja  de  satisfacer 
a  ellas  con  remesas  laii  abundantes  como  le  es  posible.  Así  lia 
desaparecido  en  alguna  parlo  la  práctica  de  poner  en  manos 
d«  los  niños  para  sus  primeras  lecturas  libros  inintelijibles  a 
su  edad  i  talvez  perniciosos,  sustituyéndose  a  ellos  los  que 
con  este  objeto  han  dado  a  luz  las  prensas  chilenas;  de  los 
cuales,  i  de  los  otros  que  han  parecido  adaptables,  ha  formado 
la  facultad  una  lista,  que  se  ha  circulado.  Estos  libros  ae  dis- 
tribuyen gratis  a  los  alumnos  indijentes;  i  el  resto  so  vende  a 
un  precio  ínfimo,  que  se  aplica  a  las  otras  necesidades  de  las 
escuelas.  Se  han  dictado  también  providencias  para  mejorar 
el  local  de  algunas  demasiado  estrecho,  expuesto  a  la  intempe- 
rie, o  situado  en  paraje  menos  a  propósito  por  la  escasez  del 
vecindario.  Se  emplea  el  cuidado  posible  en  la  buena  conduc- 
ta, en  la  asiduidad  de  los  preceptores.  I  en  suma,  nada  omite 
el  ^bicrno  para  subvenir  a  las  mas  imperiosas  necesidades, 
ya  fundando  escuelas  primarias,  donde  mas  se  siente  su  falta, 
ya  proveyéndolas  do  lo  mas  indispensable,  donde  existen. 

La  facultad  de  humanidades,  no  contenta  con  observar  de 
cerca  la  Normal  i  dirijir  sus  progresos,  ni  con  la  inspección 
de  las  otras  escuelas  de  Santiago,  se  ha  dedicado  a  la  revisión 
de  texCos,  libros  de  lectura  i  programas.  Algunos  de  estos  li- 
bros han  sido  compuestos,  traducidos  o  adaptados  a  las  escue- 
las de  Chile  por  miembros  de  la  facultad;  i  entre  ellos  moroco 
señalarse  la  Vida  de  Jesucristo,*  no  solo  por  la  acortada 
elección,  sino  por  la  sencillez  i  pureza  del  lenguaje,  requisito 
indispensable  en  todos  los  textos,  i  sobre  todo  en  las  obritas 
que  se  destinan  a  las  primeras  lecturas,  pero  que,  por  desgra- 
cia, no  siempre  so  solícita  con  suficiente  esmoro.  Debo  men- 
cionar también  el  Tratado  de  Pedagojia.  i  el  Libro  de  las 
Madres  i  Preceptoraa,"  que  tienen,  entre  otras  oalidades  re- 


•  Por  don  Domingo  Faustino  Sarmiento,  autor  también  del  Método 
gradual  da  leclurn,  qitu  la  fuuultad  de  humanidades  ha  designado 
como  el  mas  a  propósito  para  las  escueJ.ts,  i  do  otros  opúsculos  dea- 
tinadon  a  la  instrucción  prlmariu. 

••  Pi>r  útta  liafad  .MinvielK  miembro  d>í  la  r-icnltad. 


360  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


comcndablcs,  la  de  la  adaptación  a  Chile;  el  Compendio  de 
la  Historia  de  Chile;^  i  una  sucinta  i  bien  escrita  cartilla 
de  aritmética,  jeneralizada  ya  en  las  mejores  escuelas. 2  Aun 
ha  hecho  mas  la  facultad:  ha  extendido  sus  miras  a  la  org'ani- 
zacion  de  todo  lo  concerniente  a  la  instrucción  primaria  en 
todo  el  territorio  de  la  república.  El  producto  de  sus  trabajos, 
preparado  por  uno  de  sus  mas  celosos  i  laboriosos  miembros,  ^ 
ha  sido  el  proyecto  de  lei  propuesto  últimamente,  con  lijeras 
modifícaciones,  a  las  cámaras  lejislativas  por  el  patriótico  se- 
cretario de  la  misma.*  En  él,  so  ha  procurado  la  mas  conve- 
niente distribución  de  este  beneficio  a  toda  la  población  chile- 
na, ampliando,  graduando,  mejorando  la  enseñanza,  i  hacien- 
do del  preceptorado  una  carrera  honrosa,  que  atraiga  compe- 
tentes capacidades  con  dos  nuevos  i  poderosos  alicientes:  la 
distinción  i  la  esperanza.  La  facultad  no  ha  podido  dejar  de 
reconocer  que  el  alma  de  todo  sistema  orgánico  de  enseñanza 
primaria  es  la  frecuente  inspección.  La  que  actualmente  exis- 
te, ejercida  por  pereonas  que,  cuando  estén  animadas  del  me- 
jor espíritu,  carecen,  por  la  mayor  parte,  de  otras  cualidades 
no  menos  esenciales,  pero  que  no  sería  justo  exijir  do  ellas, 
no  puede  nunca  ponerse  en  paralelo  con  la  de  visitadores  idó- 
neos, que  se  envíen  periódicamente  a  las  provincias.  So  ha 
principiado  a  ensayar  este  método  con  buen  suceso.  El  públi- 
co ha  visto  el  resultado  de  la  visita  de  Colchagua  por  un  joven, 
que  ha  manifestado  especial  vocación  para  la  enseñanza  pri- 
maria. 5  Del  patrocinio  que  nuestro  gobierno  dispensa  a  la 
educación  popular,  me  prometo  que  se  continuará  en  el  plan 
de  inspección  por  visitas,  cualquiera  que  sea  la  suerte  que 
tenga  bajo  otros  respectos  el  proyecto  de  la  facultad;  i  que  so 
multiplicarán  gradualmente  los  visitadores,  hasta  que  puedan 
recorrerse  cada  año  todas  las  escuelas  do  la  república,  i  espe- 


1  Por  don  Vicente  Fidel^López,  miembro  de  la  facultad. 

2  Por  don  José  Dolores  Bustos. 

3  Don  José  Victorino  Lastarria. 

4  Don  Antonio  García  Royos. 

5  El  señor  Bustos,  mencionado  anteriormente. 


cialmoiitc  liiB  quo  s<¡  -fiostiontín  con  fon  Jos  fiscales  o  muníci- 
patea.  CouiIjí liando  las  dos  especies  do  Íns|N)Cuon,  poilríumoa 
lísonjcaruus  dn  tcticp  en  bruvo  un  sistema  de  educación  pri- 
mai'ia  mas  eiidcnte,  que  el  i¡ue  ahora  coiiaumo  con  escaso 
fruto  crogaiüunes  cuantiosas. 

Un  micnibrü  do  la  faoultad  de  humaniJatles,  que  ha  hecho 
de  la  instrucción  primaria  un  objeto  especial  de  estudio,  i  a 
quien  nuestro  gobierno  diú  el  encargo  de  observar  la  organi- 
zación de  este  ramo  en  las  naciünes  mas  adelantadas  de  Eu- 
ropa i  Anii-rica,  ha  regresado,  poco  tiempo  liaco,  i  presentará 
en  breve  al  gobierao,  a  la  universidad  i  al  publico  el  fruto  de 
sus  laboriosas  mvi.'sti ilaciones.  Creo  justo  decir,  por  la  mues- 
tra que  se  ha  dado  do  ellas  a  la  facultad  de  humanidades  on 
una  de  sus  sesiones,  presenciada  por  el  señor  ministro  de  ins- 
trucción pública,  i  a  que  yo  también  tuve  el  honor  de  asistir, 
que  don  Dominico  Faustino  -Sarmiento  ha  hecho  un  acopio 
abundante  do  datus  preciosos,  de  que  pueden  hacerse  conve- 
nientes a])lÍeaciones  a  nuestro  país,  con  las  motÜficacíoncs 
que  las  circunstancias  requieran.  Minguna  materia  de  las  con- 
cernientos  a  la  instrucción  primaria,  ha  sido  desatendida  por 
el  ilustrado  viajero;  i  entro  ellas  la  enumeración  de  los  medios 
que  so  han  empleado  en  otras  naciones  con  el  oLjeto  de  sufra- 
gar a  los  costos  necesariamente  considerables  do  una  extensa 
instrucción  primaria,  abierta  a  todas  las  clases  i  verdadera- 
mente po]iuIar,  (pit!  íuú  la  parte  a  que  bc  contrajo  la  lectura 
del  voluminoso  manuscrito,  no  es  la  do  menos  importancia 
para  nosotros. 

En  vano  pediríamos  a  la  experiencia  de  otros  pueblos  un 
plan  completo,  adaptable  a  todo  el  territorio  chileno,  bajo  los 
accidentes  especiales  que  en  gran  parte  lo  caracterizan,  i  quo 
he  tenido  el  honor  du  indicaros.  I'ero  concibo  que,  en  aly:unas  de 
BUS  poblaciones,  i  talvcz  en  depaiHamentos  enteros,  no  sería 
difícil  la  ailaptacion,  parcial  a  lo  menos,  d>í  alguno  de  los  sis- 
temas que  en  Europa  i  en  loa  Est;vlos  Unidos  de  América  lian 
pasado  por  la  prueba  del  tiempo,  acarreando  resultados  quo 
han  excedido  a  todas  las  esperanzas,  Soame  permitido  añadir 
que  en  csti?,  como  en  otros  objetus,  naíla  convcndria  menos 


302  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


quo  aspirar  a  esa  severa  uniformidad  en  que  algunos  cifran  la 
perfección;  i  que  someter  a  una  misma  norma  poblaciones  que 
abundan  de  cuanto  es  necesario  para  organizar  un  buen  plan 
de  instrucción  ])rimaria,  i  poblaciones  que  carecen  de  todo  i 
hasta  del  deseo  de  mejorarse,  sería,  defraudar  a  las  primeras 
de  lo  que  tienen  derecho  a  esj^erar,  i  perjudicar  al  mismo 
tiempo  a  las  otras;  a  quienes  Santiago,  Valparaíso,  Talca, 
Copiapó  i  otros  pueblos  de  la  república,  bien  organizados, 
presentarían  modelos  que  imitar  i  elementos  de  que  aprove- 
charse. 

No  podemos  meaos  de  unir  nuestros  votos  a  los  del  señor 
vice-patrono  por  el  establecimiento  de  las  safas  de  asilo^ 
destinadas  a  instruir  i  moralizar  la  niñez  en  la  porción  mas 
indijente  de  la  sociedad,  donde  no  tiene  por  lo  regular  otra 
escuela  que  el  mal  ejemplo  i  la  vagancia.  Es  imposible  pintar 
con  mas  vivos  colores  que  lo  ha  hecho  su  señoría  la  importan- 
cia de  las  salas  de  asilo;  i  os  fácil  calcular  los  saludables  efec- 
tos que  producirán  a  la  sociedad  toda,  disminuyendo  el  nú- 
mero de  los  delitos  que  alarman  el  hogar  doméstico  i  forman 
uno  de  los  mas  gravosos  i  desiguales  impuestos  sobre  la  pro- 
piedad. El  clero,  los  vecinos  acomodados,  el  bello  sexo,  acep- 
tarán sin  duda  la  filantrópica  invitación  de  su  señoría;  i  los 
datos  recojidos  por  el  gobierno,  a  que  el  señor  Sarmiento  aña- 
dirá instructivas  noticias  acopiadas  en  su  viaje,  facilitarán  la 
planta  de  esta  benéfica  institución  en  los  principalejí  pueblos 
de  la  república. 

Yo  no  puedo  terminar  este  cuadro  del  estado  i  esperanzas 
de  la  educación  primaria,  sin  ofrecer  el  debido  reconocimiento 
a  los  relijiosos  i  relijiosas  de  los  Sagrados  Corazones,  que,  de- 
dicados por  su  instituto  a  este  caritativo  ministerio,  la  dispen- 
san gratis  a  gran  número  do  niños  de  ambos  sexos,  ademas 
de  contribuir  a  la  educación  colejial  en  establecimientos  sepa- 
rados, con  edificios  competentes,  construidos  a  su  propia  cos- 
ta, i  con  un  réjimen  bien  entendido,  en  que  se  consulta  espe- 
cialmente la  moralidad  de  los  alumnos.  Ni  sería  justo  pasar 
en  silencio  a  la  cofradía  del  Santo  Sepulcro,  que,  celosa  de 
promover  la  enseñanza  en  las  clases  menos  acomodadas  de  la 


i  L'MVKIISILIAU 


363 


sociedad,  ha  fundadu  una  escuela  gratuita  de  dibujo  lineal, 
quo  cuenta  tres  años  de  existencia.  El  señor  decano  do  huma- 
nidades, en  los  Íiif.jrnie3  (juo  sobre  la  materia  ha  dado  al  con- 
sejo, elojia  la  facihilad  i  aun  cultura  uon  c¡ue  se  han  proclucido 
los  jóvenes  artesanos  en  sus  explicaciones  orales,  i  la  rápida 
destroza  de  sus  operaciones  en  la  pizarra.  Los  exámenes  do 
este  año  lian  sido  particularmcnto  admirados.  Comprendieron, 
ademas  de  la  teoría  i  práetioa  del  dibujo  lineal,  nociones  de 
jeometría  descriptiva,  ¡  rudimentos  de  arquitectónica,  El  mis- 
mo señor  decano,  (|Ug  presta  especial  atención  a  este  plantel, 
ha  trihutailo  las  dcljidas  alabanzas  a  la  contracción  i  celo  de 
don  Luis  Prieto  i  Cruz,  a  su  benevolencia  con  los  artesanos,  a 
BU  desinteresada  dedicación,  i  a  lo."*  sazonados  frutos  de  inte- 
líjencia  i  moralidad  con  que  ha  visto  coronar  sus  trabajos.  El 
supremo  gobierno  ha  hecho  una  pública  demostración  de  reco- 
nocimiento al  dig-no  profesor,  i  acordó  .ademas  la  compra  de 
veintiocho  de  los  mejores  dibujos  presentados  a  examen. 

La  enseñanza  del  dibujo  lineal,  según  nos  asegura  el  señor 
ministro  do  justicia,  medra  en  algunas  provincias;  i  aera  en 
breve  restituida  a  su  proiperidad  anterior  en  el  Instituto  Na- 
cional, mediante  el  restablecimiento  de  la  exención  del  servi- 
cio en  las  milicias,  de  que  antes  gozaban  los  alumnos.  La 
Escuela  de  Artes  i  Oficios  so  abrirá  en  breve.  La  pintura  i  la 
escultura  principiarán  a  cultivarse  bajo  la  dirección  de  un  so- 
bresaliente artista  extranjero;  i  ya  se  empiezan  a  recojer  algu- 
nos elementos  para  la  formación  de  un  gabinete. 

Distinciones  honorífiuas  a  la  modesta  induslria,  a  las  url*s 
liberales  que  suavizan  las  costumbres  i  elevan  el  alma,  son, 
como  lo  ha  observado  nuestro  digno  vice-patrono,  el  mejor 
estímulo  para  su  fomento.  Yo  mo  complazco  un  repetir  los 
elojios  do  su  señoria  al  ciudadano  quo  concibió  la  idea  do  una 
distribución  du  premios  de  csla  naturaleza  en  la  gran  fiesta 
de  la  patria.  ;IIonor  al  amigo  dvl  pueblo,  al  amigo  de  la 
humanidad,  a  que  se  dubo  la  institución  del  aniversario  de 
lacaj'ídarf  cristiana!'  ¡Honor  al  gobierno  que  ha  comprendido 


'  Don  Podro  Palazuílo», 


3Gi  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


la  importancia  de  esta  institución,  i  ha  querido  solemnizarla 

con  su  asistencia! 

La  instrucción  preparatoria  i  superior  se  nos  presenta  bajo 
un  asijecto  lí>-onjero;  i  en  esta  parte  merece  mucha  mas  oon- 
ilanzu  la  exactitud  de  los  datos.   El  total  es  do  3,400  educan- 
dos, que  es  como  uno  en  cada  350  habitantes;  proporción  quo 
no  debe  parecor  excesiva  en  un  país  en  que  el  réjimen  consti- 
tucional llama  gran  número  de  individuos  al  ejercicio  de  fun- 
ciones importantes,  no  solo  en  las  profesiones  literarias,  sino 
en  la  rci>rescntacion  nacional,  en  el  servicio  de  las  munici- 
palidades, de  las  oficinas  públicas  i  de  la  administración  de 
justicia,  i  en  que  la  clase  de  propietarios  territoriales  i  de  per- 
sonas acomodadas  es  cada  día  proporcionalmente  mas  nume- 
rosa. Corresi)onden  a  la  provincia  de  Santiago  31  centesimos, 
i  a  la  capital  49;  lo  que  tampoco  parecerá  desproporcionado, 
si  se  tiene  presente  que  este  último  guarismo  contiene  casi  en 
su  totalidad  la  instrucción  científica  de  la  república  i  una  par- 
te también  considerable  de  la  instrucción  colojial.  La  propor- 
ción en  que  ésta  se  distribuye  entro  los  diferentes  sexos,  no  es 
siquiera  la  de  1  a  3,  pues  de  100  personas  que  la  rccil>en,  ape- 
nas 30  son  ninas;  pero,  bajo  este  respecto,  hai  una  notable  de- 
sigualdad entre  las  diferentes  provincias.  En  las  de  Coquimbo, 
Valdivia  i  Cliiloé,  no  hai  establecimientos  para  proporcionar 
este  beneficio  a  las  mujeres;  en  Concepción  i  Talca,  las  edu- 
candas  no  llegan  a  la  tercera  parte  del  total;  en  Valparaíso, 
pasan  de  la  mitad;  en  Colchagua,  alcanzan  a  mas  de  5o  por 
100;  i  en  Maule,  hacen  justamente  un  70  por  100.   Santiago 
presenta  a  primera  vista  un  resultado  muí  poco  satisfactorio, 
pues  las  mujeres  que  reciben  una  instrucción  superior  a  la  de 
las  escuelas  no  llegan  a  la  cuarta  parte  del  total  de  ambos 
sexos  a  que  se  suministra  esa  educación.  Poro  hai  que  notar: 
1.®  quo,  en  los  colejios  do  varones  de  la  capital,  una  porción 
considerable  do  los  alumnos  no  pertenece  a  su  vecindario,  lo 
que,  al  paso  que  exajera  la  cuota  de  varones  en  la  provincia  do 
Santiago,  la  rebaja  en  las  otras;  i  2.**  que,  en  ciertas  familias 
cuyo  número  crece  continuamente,  las  niñas  reciben  el  com- 
plemento de  su  educación  al  lado  de  sus  padres.  Podemos, 


'i  BL  ANtVBRSAtllO  DE  LA  UNIVEIIÍIDAD 


3Gv 


puos,  mlmitir  con  soguriilad  que  la  proporción  de  los  sexos  ea 
alyo  mas  favorable  a  la  mujor,  do  lo  qufi  aparece  en  los  ante- 
riores guarismos.  Sin  embarco,  aun  tomando  en  cuenta  estas 
olíserv  ación  es,  el  número  de  las  mujeres  a  cniicncs  se  orrecQ 
una  instrucción  superior  a  la  Ínfima  de  las  escuelas,  es  muclio 
menor  de  lo  que  debiera;  i  mo  parece  una  necesidad  imperiosa 
aumentarlo.  La  proporción,  según  hemos  visto,  es  mucho 
menor  respecto  de  la  enseñanza  primaria;  i  en  ella  es  también 
mas  urjento  el  remedio.  A  la  mujer  ha  confiado  la  naturaleza 
una  misión  sagrada:  la  de  infundir  al  niño  las  primeras  no- 
ciones, i  lo  que  c3  mas,  los  primeros  sentimientos  de  relijion 
i  moral.  Formar  buenas  asposas  i  buenas  madres  es  proveer 
al  primero  de  todos  los  olijotos  en  el  programa  do  la  educa- 
ción nacional. 

Relativamente  a  la  instrucción  colejial,  se  me  permitirá  lla- 
mar vuestra  atención  a  lo  que  me  parece  un  vacío.  En  lo9 
colejios  de  niñas,  se  da  a  la  mujer  una  instrucción  jeneral  aco- 
modada a  todas  las  situaciones  de  la  vida,  mas  o  menos  com- 
pleta, sin  duda,  iwro  no  calculada  como  una  preparación  para 
otros  estudios.  No  es  así  on  la  juventud  de  nuestro  sexo.  Je- 
noralment*  hablando,  la  que  entra  en  los  colejios  lleva  puesta 
a  mira  en  la  ad((uisicion  do  los  conocimientos  superiores,  ne- 
cesarios para  el  ejercicio  de  una  profesión  peculiar:  la  del  foro 
en  la  mayor  parte  de  los  casos,  la  eclesiástica,  medical  o  co- 
mercial, o  la  de  ag;rimensorcH  o  injenieroa,  en  otros.  Pero  po- 
cos, poquísimos  frecuentan  las  aulns  con  el  solo  objeto  de  dar 
al  entendimiento  aquel  cultivo  indispensable  de  que,  en  una 
sociedad  odelantada,  no  debe  carecer  ningún  individuo  que  no 
pertenezca  a  las  ínfimas  clases.  Lo  que  suple  en  cierto  modo 
esta  falta,  es  el  gran  número  de  los  que,  liabiéndose  iniciado  en 
los  estudios  pre[>aratanos  de  una  carrera  literaria,  la  abando- 
nan, i  llevan  a  los  destinos  subalternos  aquel  caudal  de  luces 
que  han  jwdido  adquirir  on  su  infructuosa  tentativa.  ¿1  de  quó 
los  sirve  entonces  el  tiempo  invertido  on  ciertos  estudios  que 
solo  tienen  valor,  como  un  medio  para  subir  a  otros  de  mas 
elevación  e  ¡mi>ortancia?  ¿De  qué  les  sirven,  por  ejemplo,  dos 
o  tres  años  empleados  en  la  arlquisiuion  del  hitin,  que  no  los 


306  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

habilitan  ni  para  entender  siquiera  este  idioma?  Es  evidenlc 
que  igual  tiempo  i  trabajo  dedicados  a  objetos  de  jeneral  apli- 
cación, hubieran  sido  do  mas  provecho  para  ellos  i  para  la  so- 
ciedad entera.  Si  se  considerase  como  indispensable  a  todos 
los  que  no  vivan  del  trabajo  mocánico  esta  instrucción  jeneral, 
sin  la  mira  ulterior  a  una  profesión  literaria,  no  veríamos  tan 
frecuentemente  personas  de  otras  clases,  que,  no  habiendo  re- 
cibido mas  cultivo  intelectual  que  el  de  las  primeras  letras,  o 
habiendo  dedicado  talvoz  a  la  instrucción  colcjial  una  parte 
considerable  de  la  edad  mas  preciosa,  no  pueden  mostrarse 
decorosamente  en  el  trato  social,  lo  deslucen  en  cierto  modo,  i 
tampoco  pueden  ejercer,  como  es  debido,  los  derechos  del  ciu- 
dadano, i  los  cargos  a  que  son  llamados  en  el  servicio  de  las 
comunidades  o  en  la  administración  inferior  de  justicia.  Pero 
el  oríjen  del  mal  no  está  tanto  en  la  organización  de  los  estu- 
dios colejiales,  como  en  la  jeneral  preocupación  que  solo  ve 
en  ellos  el  camino  que  conduce  a  los  destinos  profesionales. 
Poquísimos  entran  en  nuestros  col ej  ios  sin  esta  aspiración  a 
las  carreras  superiores.  Se  emprende  una  marcha  en  que  es 
dado  a  pocos  llegar  al  término  apetecido;  i  el  resultado  forzo- 
so es  el  desperdicio  de  mucho  tiempo  i  trabajo,  i  la  acumula- 
ción de  un  número  desproporcionado  de  alumnos  en  ciertas 
clases  que  solo  tienen  una  utilidad  relativa,  i  en  que  la  excesi- 
va concurrencia  abruma  al  profesor  i  perjudica  a  la  enseñan- 
za. ¿I  de  qué  arbitrio  puede  echarse  mano  para  minorar  el 
mal?  Si  hubiese  una  separación  completa  entre  la  enseñanza 
propiamente  preparatoria  i  la  instrucción  jeneral  de  que  ha- 
blamos; si  se  destinasen  clases  i  cursos  a  parte  para  una  i  otra, 
es  harto  probable  que  los  destinados  a  la  segunda  serían  mi- 
rados con  desden,  i  que  la  juventud  correría  en  tropel  h  los 
otros  con  el  mismo  empeño  que  ahora.  En  el  Instituto  Nacio- 
nal, se  ha  dado  el  primer  paso  para  llenar  el  vacío  que  os  he 
señalado;  pero,  en  esta  materia,  el  resultado  a  que  aspiramos 
solo  puede  ser  la  obra  del  tiempo.  La  superabundancia  de  as- 
pirantes a  los  destinos  forenses  hará  menos  cuantiosos  sus 
emolumentos;  i  a  medida  que  sea  menor  el  aliciente  i  mayor 
el  número  de  esperanzas  frustradas  en  esta  ardua  carrera,  se- 


DlSCUnaO  en  el    ANiVEnSAniO  de  la  t.VlVBUSlDAU 


rán  mas  concurridas  las  otras,  i  mas  solicitados  por  bí  mismoa 
los  conocí micntoa  de  uso  jcneral. 

Eti  loa  ramoa  de  instrucción  preparatoria  i  superior,  están  a 
la  vista  de  todos  las  mejoras  i  progresoa  do  los  últimos  años. 
He  tenido  ocasión  de  apreciarlas  on  los  exámenes  del  último 
año  escotar.  Las  muestras  dadas  en  la  gramática  del  idioma 
nativo,  en  el  francés,  en  el  ingles,  ea  la  jeografia  i  cosmogra- 
fía, en  la  historia  sagrada  i  profana,  en  la  literatura,  en  la 
filosofía,  en  las  ciencias  médicas,  en  el  derecho,  han  dejado 
poco  que  desear.  Debo  notar,  como  uno  de  los  mejores  sínto- 
mas do  adelantamiento,  el  desarrollo  que  so  ha  dado  al  estu- 
dio de  las  lenguas  castellana  i  latina.  1^1  do  las  matemáticas 
hahia  llegado  antes  de  esta  época  a  im  punto  de  que  no  era 
fácil  que  subiese;  i  sí  los  otros  estudios  han  adelantado  com- 
parativamente mas,  consiste  en  el  superior  desenvolvimiento 
que  de  antemano  habia  tenido  el  <le  matemáticas,  i  a  que  los 
otros  no  han  llegado  sino  mucho  mas  tarde.  Pero,  en  el  estu- 
dio do  las  ciencias  físicas,  es  en  el  que  encuentro  mas  motivo 
de  felicitación,  por  el  impulso  quo  les  da  actufdniente  un  dis- 
tinguido profesor,  que  a  sus  profundos  conocimientos  reúne 
aquella  cualidad  tan  importante  on  el  profesorado,  el  amor 
puro  i  desinteresado  al  saber.  Este  entusiasmo  jeneroso  (do 
que  no  faltan  otros  ejemplos  on  el  Instituto  Nacional),  comu- 
nicado a  la  mejor  parte  de  los  alumnos,  es  un  don  de  mucho 
mas  precio  que  el  de  la  enseñanza  que  se  les  dispensa;  no  solo 
porque  lleva  en  sí  la  semilla  de  futuros  adelantamientos,  sino 
porque  eleva  i  ennoblece  las  almas.  Otra  circunstancia  que 
merece  mencionarse  do  un  modo  especial,  ea  la  extensión  a^n 
quo  hoi  se  estudian  la  historia  i  fundamentos  de  la  relijion.  La 
enseñanza  relijiosa  os  la  materia  a  que  el  consejo  de  la  uni- 
versidad consagra  una  atención  mas  detenida  i  constante  en 
ol  examen  do  los  estados  e  informes  quo  sobre  la  instrucción 
primaria  i  colcjial  se  le  remiten  poriódicameate, 

En  esta  üjera  ojeada  sobre  el  estado  actual  de  la  enseñanza 
preparatoria  i  superior,  no  debo  omitir  la  importancia  quo  se 
ha  dado  n  las  njwnictoncs,  certámenes  literarios  o  dontíficos 
on  que  los  aspirantes  a  clases  vat-antos   de   provi.sion  suprema 


3C8  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


ofrecen  una  muestra  púl)l¡ca  de  sus  talentos  ¡  aptitudes.  Todos 
saben  el  interés  que  las  últimas  lian  excitado;  i  es  fácil  calcu- 
lar el  poderoso  estímulo  que  dan  a  la  parte  mas  brillante  de 
la  juventud  que  cursa  las  altas  clases,  que  es  la  que  jeneral- 
mente  suministra  candidatos  al  profesorado  de  las  inferiores. 
Las  reglas  prescritas  por  el  gobierno  a  las  oposiciones,  abren 
un  teatro  lucido  a  los  estudios,  i  garantizan  la  imparcialidad 
de  los  nombramientos.  Creo,  con  todo,  que  es  necesario  va- 
riar la  forma  de  las  oposiciones,  según  las  especialidades  del 
ramo  literario  o  científico  sobre  que  recaen.  En  los  que  tienen 
aplicaciones  manuales,  como  la  anatomía  i  la  química,  la  des- 
treza física,  la  manipulación,  es  una  parte  esencial.  En  los  de 
literatura,  lo  son  la  análisis  i  la  composición  improvisadas, 
como  en  los  de  lenguas  la  traducción  extemporánea  del  idioma 
extraño  al  nativo,  i  recíprocamente.  No  estaría  de  mas  que  en 
to^os  so  sometiesen  los  candidatos  a  la  prueba  de  la  interror 
gacion  por  personas  competent<ís,  nombradas  al  efecto.  Final- 
mente, no  pueden  tomarse  demasiadas  precauciones  contra  el 
peligro  de  que  en  los  discursos  so  luzca  con.  trabajos  ajenos, 
o  se  venda  como  orijinal  lo  que  se  ha  copiado  o  traducido.  Se 
han  hecho  en  el  consejo  indicaciones  para  la  consecución  do 
estos  objetos  en  lo  posible,  i  discutidas  que  sean,  se  elevarán  a 
la  consideración  del  gobierno. 

Lo  dicho  hasta  aquí  se  aplica  especialmente  al  Instituto  Na- 
cional; pero  debo  añadir  que  es  taml^ien  muí  satisfactorio  el 
estado  presente  de  la  Academia  Militar,  i  del  Seminario  Con- 
ciliar de  Santiago;  que,  sobre  todo,  la  disciplina  interior  del 
primero  es  digna  de  particulares  elojios,  i  presenta  ípuedc  de- 
cirse sin  exajcracion)  un  modelo  perfecto;  que  en  éi  se  hadado 
por  la  primera  vez  a  la  jimnásticael  lugar  que  le  correspon- 
de; que  hai  anexa  al  establecimiento  una  excelente  escuela  de 
cabos;  que  en  el  Seminario  es  cada  di  a  mejor  i  mas  extensa  la 
enseñanza;  i  que,  en  algunos  de  los  colejios  provinciales  cas- 
teados  por  la  nación,  se  obsenan  también,  aunque  en  diferen- 
tes proporciones,  mejoras  i  adclan  tamicen  tos.  El  de  la  Serena  es 
el  que  ocupa  el  grado  mas  alto  en  la  escala;  especialmente  pov 
el  cultivo  extenso  do  algunos  ramos  do  ciencias  físicas,  quo 


DlSCUnSO  EN  BL  ANIVUilS.vniO  DB  L 


tienen  relación  con  la  inclustm  minera.  Slguenlc  de  cerca  loa 
de  Talca  i  Cauqucnes;  i  si  el  de  Concepción  ha  tenido  cpjo  In- 
cliar  contra  el  defectuoso  plan  de  estudios  que  alU  se  observa- 
ba, el  señor  vicc-patrono  nos  da  la  esperanza  de  que,  conclui- 
do, como  va  a  serlo  pmnto,  el  espacioso  edilicio  que  so  lo  está 
construyendo,  se  organizará  el  internado  i  se  mejorará  la  en- 
señanza. Este  progreso  de  los  establecimientos  que  paga  la 
nación,  ha  influido  favorablemente  en  los  colejios  de  los  par- 
ticulares; i  no  ha  tenido  poca  parte  en  lil  la  necesidad  de  con- 
formarlos, en  todo  lo  sustancial,  a  los  textos  i  programas  del 
Instituto,  donde  deben  ser  examinados  i  aprobados  los  alum- 
nos para  que  les  sirvan  bus  eetudíos  en  las  carreras  profesio- 
nales. 

Este  privilejio  de  recibir  exámenes  quo  babililen  para  los 
grados  universitarios,  no  se  ha  conferido  a  la  Academia  Mili- 
tar i  al  Seminario,  sino  respecto  de  los  alumnos  que  se  educan 
en  esos  establecimientos.  Se  ha  extendido  el  mismo  privilejio, 
con  algunas  restricciones  adicionales,  a  los  colejios  de  la  Se- 
rena, San  Felipe,  Üauquénes  i  Talca,  que  sin  esta  medida  se- 
ría difícil  que  prosperaran,  porque  la  venlaja  de  recibir  exá- 
menes valederos  para  grados  imiversitarios,  de  que  goza  el 
Instituto  de  Santiago,  atrae  dcma-iiiado  la  juventud  de  las  pro. 
vincias  a  la  capital.  El  consejo  de  la  universidad  está  conven- 
cido do  quo  el  privilejio  del  Instituto,  que  es  una  carga  pesa- 
dísima para  sus  profesores,  debo  sin  embargo  mantenerse  con 
el  menor  número  de  cxccpeione-s  posible;  porque,  mientras  so 
rindan  allí  los  exámenes  con  la  solemnidad  i  rigor  que  con- 
viene, ejercerá  el  Instituto,  como  sucede  actualmente,  una  in- 
fluencia benéfica  sobre  los  otros  planteles  de  educación;  se 
propagarán  a  éstos  los  progresos  i  mejoras  de  aquél;  i  sin 
recurrir  a  providencias  directas,  se  obtendrá  en  la  enseñanza 
toda  la  uniformidad  que  es  do  desear. 

La  instrucción  colojial  i  superior  del  Instituto  comprende 
los  ramos  siguientes:  catecismo,  historia  sagrada  i  fundamen- 
tos do  la  fe,  sucesivamente;  gramática  castellana,  métrica 
castellana,  latinidad,  lengua  griega  (que  cuenta  todavía  con 
mui  pocos  alumnos),  francés,  ingles,  dibujo  naturali  de    paí- 

OPÚSC.  í ' 


}T9  cpúscn.os  uTERAfiios  I  cuneos 

Bje  'ademas  del  dibajo  lineal,  que  se  enseña  a  k»  jóvenes  ar« 
tésanos  ,  aritmética,  áljebra  i  jeometría  para  los  estudiantes  de 
humanidades,  jeografia  i  ccsmografia,  principios  jenerales  de 
literatura,  literatura  latina,  nociones  de  historia  de  la  literatu» 
ra,  cursos  bastante  completos  de  hi^ti^ria  profana,  Glosofia, 
derecho  natural,  economía  política,  teoría  de  la  lejislacion, 
derecho  romano  i  patrio,  derecho  canónico,  derecho  de  jentes, 
todos  los  ramos  de  matemáticas  poras  hasta  la  jeometría  su- 
blime i  la  jeometría  desícríptiva,   topografía  i  jeodesia,  física 
experímental,  química  aplicada  a  la  mineralojía  i  la  medici- 
na, J[)otánica  aplicada  a  la  medicina,  anatomía,  íi^olojia,  pa- 
tolojía  i  clínica.  Varios  de  estos  ramos  se  enseñan  en  cursos 
bienales;  i  para  los  de  gramática  castellana,  latinidad,  histo* 
ría  i  matemáticas  hai  bastante  número  de  clases. 

En  la  Academia  Militar,  se  enseñan,  ademas  de  la  relijion,  la 
gramática  i  métrica  castellanas,  el  francés  i  el  ingles  altema- 
tívamente,  aritmética,  áljebra  i  jeometría,  incluyendo  algunos 
de  los  ramos  superiores,  jeografia  i  cosmografía.  En  la  sección 
de  cabos  anexa  al  establecimiento,  fuera  de  los  competentes 
conocimientos  relijiosos,  se  dan  lecciones  de  aritmética,  jeo« 
metría  i  gramática  castellana.  En  una  i  otra  sección,  ocupan 
el  debido  lugar  la  escritura,  el  dibujo,  la  ordenanza,  el  ejerci- 
cio militar  i  la  táctica,  la  urbanidad  i  la  jimnástíca. 

Finalmente,  el  Seminario  Conciliar  de  Santiago  comprende 
clases  de  gramática  castellana,  latinidad,  francés,  retórica, 
jeografia,  íilosofia,  fundamentos  de  la  fe,  elementos  de  arit- 
mética, áljebra  i  jeometría,  de  botánica,  jeolojía  i  zoolojía, 
canto  llano,  teolojía  dogmática  e  historia  eclesiástica. 

Estos  son  los  tipos  de  educación  colejial  i  superior,  de  edu- 
cación militar  i  eclesiástica,  a  que  procuran  aproximarse  los 
establecimientos  de  las  provincias,  aunque  en  diferentes  gra- 
dos, como  he  tenido  el  honor  de  indicaros.  Se  hacen  esfuerzos 
para  extender  progresivamente  la  planta  de  unos  i  otros,  cuan- 
to lo  permitan  sus  fondos,  que  en  algunas  partes  son  dema- 
siado escasos. 

La  separación  de  las  dos  enseñanzas  preparatoria  i  superior, 
decretada  por  el  supremo  gobierno,  i  próxima  ya  a  realizarse, 


DISCURSO  EX  EL  ANIVBnSVtllO  DE  l.A  L.ViVEIiSIOAn 


es  una  mcilkla  que  deberá  projucir  los  mejores  efectos  en  una 
i  otra,  i  que  dará  el  necesario  desenvolvimiento  al  cuerpo  uni- 
versitario, ocupándolo  directamente  en  la  segunda.  Este  es 
un  ministerio  esencial  de  las  universidades,  Pero  la  nue.^tra 
no  es  una  mera  copia  de  las  antiguas  corporaciones  que  tienen 
este  titulo  en  las  naciones  europeas.  La  primera  idea  de  su 
creación  cnti  en  nuestra  carta  rundmnenta!,  que  oxije  la  ins- 
titución do  una  elevada  majistratura,  a  cuyo  car^  corra  la 
inspección  de  la  enseñanza  nacional,  i  su  dirección,  bajo  la 
autoridad  del  gobierno.  Esta  superintendencia  es  la  que  la  lei 
ha  depositado  en  el  consejo  universitario;  i  sea  que  resilla  en 
una  autoridad  unipersonal,  o  como  ha  parecido  mas  conve- 
niente, en  una  autoridad  colojiada,  es  evidente  que  pudiera 
existir  sin  la  universidad.  Pero  la  lei  oi^ánica  ha  querido  reu- 
nir a  la  superintendencia  de  la  educación  nacional  un  cuerpo, 
que,  dividido  en  cinco  secciones,  dedique  su  atención,  no  solo  a 
la  enseñanza,  sino  al  cultivo  de  los  diferentes  estudios,  ¿om- 
prendiendo  hasta  la  instrucción  primaria.  La  separación  de  que 
acabo  de  hablaros,  liona  poc  objeto  hacer  efectivo  el  primero 
do  estos  deberes:  la  cn.senanza.  La  univorGidad  va  a  ser  así 
un  cuerpo  docente;  i  según  las  provisiones  del  decreto  supre- 
mo, va  a  serio  de  un  modo  que,  a  mi  juicio,  concilia  dos 
grandes  miras:  la  de  dirijir  la  enseñanza  en  el  sentido  de  la 
moralidad  i  la  utilidad  pública,  i  la  do  dejar  a  los  profesores 
universitarios  la  independencia  i  libertad  que  corresponden  a 
su  alta  misión. 

Pero  no  se  debe  olvidar  que  nuestra  lei  orgánica,  inspirada, 
en  mi  bumíldo  opinión,  por  las  mas  sanas  i  liberales  ideas,  ha 
encargado  a  la  universidad,  no  solo  la  enseñanza,  sino  el  cul- 
tivo de  la  literatura  i  las  ciencias;  ha  querido  que  fuese  a  un 
tiempo  universidad  i  academia;  que  contribuyese  por  su  parto 
al  aumento  i  desarrollo  de  los  conocimientos  cientificos;  quo 
no  fuese  un  instrumento  pasivo,  destinado  exclusivamente  a 
la  trasmisión  de  los  conocimientos  adquiridos  en  naciones  mas 
adelantadas,  sino  que  trabajase,  como  los  institutos  literarios 
do  otros  pueblos  civilizados,  en  aumentar  el  caudal  común. 
Este  propósito  aparece  a  caih»  paso  en  la  lei  orgánica,  i  hace 


:\vz:szizs&  una^AiuciF  i  crjncQt 


bDCor  t¿  rrxíít-m:  .  a  it  lri:íilutiir&  crue  la  dictaron.  ¿Hai  en  él 
uisZ'  úr  pre«i:T.:ü.*s:  üt  iuxonnn:-.  de  superior  »  nuestrss 
itterai^.  t\fr:i:  Lhl  srivaeí?;:  alrun^*  ¿Estaremoe  oondenados 
%'j5l^\ii.  &  re:»?t.r  íit:r\Hiim:*«r  las  Ifircaanes  de  la  ciencia  euro- 
psL.  £ur  airvvíTDrifr  &  disrurirla?,  a  íjustrcoias  con  aplicaciones 
locaie?.  B  ¿arief  ui-a  esíL^zii*  ir  narianalicladr  Si  asi  lo  hicié- 
sem:?^.  seri*.r:i^&  iníkües  al  í*?;»ir:in  de  esa  misma  ci^icia 
europea.  :  is  tr:bu:ErÍ£i:>:)f  v^:  cü:t:>  supersticioso  que  ella 
miszia  c?iifi?iia  Hila  r^iaíZia  ü.»?  jirí^scrfiíe  el  examen,  la  ob- 
serrai-ioi:  a;m:£  :  rr.c::a,  la  d-s?usion  Irbre,  la  convicción 
üOQCÍfiiz:ui.E.  Eí  cleri:  cuc  hai  ramos  en  que  dd>emos,  por 
aiiora.  linitsj^:»^  a  :lrla.  a  iarie  un  voto  de  confianza,  i  en 
cpe  üties-irc-  vnieLi-T^-ei.::-,  ••  *^  -s^-^  de  medic«,  no  puede  hacer 
(/j^  ccfea  que  ainiitT  Ic»s  resuliaj:»f  de  la  experiencia  i  estudio 
ajeno?.  Pero  no  su.ei^e  asi  eii  ioi:»<  Jos  ramos  de  literatura  i 
cáencia.  Los  hai  que  c3L;-rn  iüve^LizaciiOQes  locales.  La  historia 
rfulena.  p(jT  e'eznpl?^  tiJ*QÍ.:  poiri  escríLirse  mejor  que  en 
Chile?  ¿No  nos  teca  a  uZ*>ytróS'  ^a  tarea  a  lo  menos  de  recojer 
materiales.  o:n:pulsarIc»5  i  aeñsoIark»s?  I  lo  que  se  ha  hecho 
hasta  ahora  en  este  solo  ramo,  bajo  k»5  auspicios  de  la  univer- 
feridad,  las  memorias  históricas  que  cada  año  se  le  presentan,* 
lo  que  se  ha  trabajado  jx>r  un  distinguido  raiembro  de  la  uni* 
vereídad  en  la  historia  de  la  iglesia  chilena,**  lo  que  ha  dado 
a  luz  otro  distinguida  miembro  sel .^j  la  histori?  do  la  consti- 
tución ciiilena,***¿no  nos  liacen  ya  divisar  todo  lo  que  puede  i 


•  Investigaciones  sobre  la  <n/7u??icüi  social  de  ¡3,  conquista  i  sis^ 
tema  colonial  de  los  e^paüolis  en  ^'hii^.  por  don  José  Victorino  Las- 
tarria,  de  la  facultad  de  humanidades,  año  de  !^U:  Memoría  sobre 
l'i8  primeras  campauns  de  la  independencia  en  Chile,  por  don  Die- 
go José  Bonavente,  de  la  facultad  de  leyes  i  ciencias  políticas,  año  de 
1845;  Memoria  sobre  la  primera  escuadra  nacional,  por  don  Anto- 
nio García  Royes,  de  la  facultad  de  hii inanidades,  año  do  1840:  Me- 
moria sobre  el  primer  fjobierno  nacional,  por  don  Manuel  Antonio 
Tocornal,  de  la  facultad  de  leyes,  año  de  1847. 

^*  Don  .Jo«<í  I(fnacio  Víctor  Eizagiiirrc,  decano  de  la  facultad  de 
í-iencías  flaprradas. 

•"  r)on  José  Victorino  I^astarria 


debo  osperarae  de  nosotros  en  un  estudio  pecnliarmentQ  nues- 
tro? Pocaa  ciencias  hai  que,  para  cnscñarae  tle  un  modo  oonve- 
nionte,  no  necesiten  adaptarse  a  nosotros,  a  aueatra  naturaleza 
física,  a  nuestras  circunstancias  sociales.  ¿Huscaremos  la  lii- 
jiono  i  patolojía  del  hombre  chileno  en  los  libros  europeos,  i 
no  estudiaremos  hasta  quú  punto  es  modillcnda  la  organisa- 
cion  del  cuerpo  humano  jwr  los  accidentes  del  clima  de  Cliile 
i  de  las  costumbres  chilenas?  1  un  estudio  tan  necesario  ¿podrá 
hacerse  en  otra  parte  que  cu  Chile?  Para  la  medicina,  está 
abierto  en  Chile  un  vasto  campo  de  exploración,  casi  intacto 
hasta  ahora,  pero  que  niui  presto  va  a  dejar  de  serlo,  i  en  cu- 
yo cultivo  8C  interesan  profundaraonto  la  educación  física,  la 
salud,  la  vida,  la  policía  sattitaria  i  el  incremento  de  la  pobla- 
ción. Su  han  empezado  a  estudiar  en  nuestros  coh-jíos  la  his- 
toria natural,  la  física,  la  química.  Por  lo  que  toca  a  la  prime- 
ra do  estas  ciencias,  que  es  casi  de  pura  observación,  aun  para 
adquirir  las  primeras  nociones,  sn  trata  de  ver,  no  las  especies 
de  que  nos  hablan  loa  textos  europeos,  sino  las  osiiecics  chi- 
lenas, el  árbol  que  crece  en  nuestros  bosques,  la  llor  que  se 
desenvuelve  en  nuestros  valles  i  laderas,  la  disposición  i  [Us- 
tribucíon  de  los  minerales  en  este  suelo  que  pisamos  i  en  lu 
cordillera  ajigantada  quo  lo  amuralla,  los  animales  quo  viven 
on  nuestros  montes,  en  nuestros  cam|M)s  i  ríos,  i  on  la  mar 
quo  baña  nuestras  costas.  Así  los  textos  mismos  de  historia 
natural,  es  preciso,  para  que  sirvan  a  la  enseñanza  on  Chile, 
que  se  modifiquen,  i  quo  la  modificación  se  haga  aquí  mismo 
por  observadores  intclíjentes.  I  Jado  este  paso,  suministraila 
la  instrucción  conveniente,  ¿no  daremos  otro  mas,  enrique- 
ciendo la  ciencia  con  el  conocimiento  de  nuevos  seres  i  nuevos 
fenómenos  do  la  creación  animada  i  del  mundo  inorgánico, 
aumentando  los  catálogos  de  especies,  ilustrando,  rectificando 
las  noticias  del  sabio  extranjero,  recojidas  por  la  mayor  parte 
en  viajes  hecho-s  a  la  lijera?  El  mundo  antiguo  desea  en  esta 
parte  la  colaboración  del  nuevo:  i  no  solo  la  desea;  la  provoca 
i  la  exijo.  ¿Cuánto  no  han  hecho  ya  en  esta  linca  los  anglo- 
americanos? Aun  en  las  provincias  españolas  do  América  i 
bajo  el  yugo  colonial,  se  han  dado  ejemplos  de  esta  importan- 


37 i  OPÚSCULOS  LiTEnAiiios  I  críticos 


te  colaboración;  el  nombre  del  granadino  Caldas,  que  jamas 
visitó  la  Europa,  i  el  de  Molina,  que  adquirió  en  Chile  los  co- 
nocimientos a  que  debió  su  reputación,  figuran  honrosamente 
en  las  listas  de  los  observadores  que  han  aumentado  i  enrique- 
cido la  ciencia.  ¿No  seremos  nosotros  capaces  de  hacer  en  el 
siglo  XIX  lo  que  hixo  en  el  XVI  el  jesuita  español  José  do 
Acosta^  cuya  historia  natural  i  moral  de  las  Indias,  fruto  do 
sus  observaciones  personales,  es  consultada  todavía  por  el  na- 
turalista eurojwo?  I  si  lo  somos,  ¿so  condenará  como  inopor- 
tuna la  existencia  de  un  cuerpo  que  promueva  i  dirija  este 
cultivo  de  las  ciencias?  Lo  dicho  se  aplica  a  la  mineralojía,  a 
la  jeolojía,  a  la  teoría  de  los  meteoros,  a  la  teoría  del  calor,  a 
la  teoría  del  magnetismo;  la  base  do  todos  estas  estudios  es  la 
observación,  la  observación  local,  la  observación  de  todos  los 
días,  la  observación  de  los  ajentes  naturales  de  todas  las  esta- 
ciones sobro  toda  la  superficie  del  globo.  La  ciencia  europea 
nos  pide  datos;  ¿no  tendremos  siquiera  bastante  celo  i  aplica- 
ción para  recojerlos?  ¿No  harán  las  repúblicas  americanas  en 
el  progreso  jeneral  de  las  ciencias  mas  papel,  no  tendrán  mas 
parte  en  la  mancomunidad  de  los  trabajos  del  entendimiento 
humano,  que  las  tribus  africanas  o  las  islas  de  la  Oceanía?  Yo 
pudiera  extender  mucho  mas  estas  consideraciones,  i  darles 
nueva  fuerza  aplicándolas  a  la  política,  al  hombre  moral,  a  la 
poesía,  i  a  todo  jénero  de  composición  literaria;  pjrquo,  o  es 
falso  que  la  literatura  es  el  reflejo  do  la  vida  de  un  pueblo,  o 
es  preciso  admitir  que  cada  pueblo  do  los  que  no  están  sumí- 
dos  en  la  barbarie  es  llamado  a  reflejarse  en  una  literatura 
propia,  i  a  estampar  en  ella  sus  formas.  Pero  creo  que  basta 
lo  dicho  para  que  se  forme  idea  de  que  el  doblo  cargo  que  la 
lei  orgánica  impone  a  la  universidad  no  es  una  concepción 
monstruosa  ni  prematura,  i  que  podemos  i  debemos  trabajar 
en  ambos  con  utilidad  nuestra  i  con  utilidad  común  do  las 
ciencias. 

La  facultad  de  humanidades,  que  ha  empezado  temprano  a 
distinguirse  entre  las  otras  de  la  universidad,  lo  ha  compren- 
dido así.  La  facultad  de  medicina,  la  de  ciencias  físicas,  en- 
tran con  ardor  en  esa  carrera.  El  gobierno,  para  facilitársela, 


U  Rí.  ASIVEBBAIIEO  DE  LA  rXlVBRSlDAD 


375 


ha  aumentado  recientemente  el  númoro,  demasiado  escaso,  tío 
los  individuos  de  que  so  componen.  Los  mieraliros  correspon- 
sales, nombrados  a  propuesta  de  una  i  otra  i  del  consejo,  con- 
currirúii  a  sus  trabajos,  linciendo  observaciones  i  recojiendo 
datos  en  laa  provincias,  i  aun  en  los  países  extranjeros.  Las 
dos  facultades  tendrán  reuniones  frecuentes,  como  las  tiene  la 
de  humanidades,  a  quien  se  debo  la  alabanza  de  haber  dado  el 
primer  ejemplo;  serán  admitidas  en  esas  reuniones  los  alum- 
nos que  lo  deseen;  i  los  resultados  que  se  obtengan,  resultados 
que  mirarán  j)rÍBC¡ pálmente  a  objetos  locales,  se  pondrán  en 
noticia  del  público. 

Vuelvo,  señores,  a  la  enseñanza,  que  indisputablemente  es  el 
primero  de  los  encargos  cometidos  a  la  universidad;  i  al  mismo 
tiempo  me  propongo  recordaros  lo  que  so  hii  hecho  relativa- 
mente al  cultivo  intetoctual,  que  no  es  tan  insigniQcante  como 
algunos  piensan.  Me  he  felicitado  con  vosotros  por  las  mejoras 
que  so  notan  en  la  instrucción  preparatoria  i  científica;  i  me 
es  grato  decir  que  en  este  punto  la  primera,  la  principal  parte, 
80  debo  a  las  luces,  la  contracción,  el  celo  de  loa  excelentes 
profesores  del  Instituto  Nacional;  porque  todo  lo  que  en  cato 
se  adelanta,  se  adquiere  para  los  demás  establecimientos  hte- 
rarios  do  la  república,  a  los  cuales  sirvo  do  tipo.  Otro  asunto 
80  me  ofrece,  mas  ingrato,  odioso  talvez.  Tengo  quo  indicar 
defectos  i  vacíos.  No  corro  el  peligro  do  herir  ninguna  sus- 
ceptibilidad delicada,  porque  mis  reparos  no  miran  a  ningún 
establecimiento,  a  ninguna  clase  particular,  a  ningún  indivi- 
duo. Son  jenerales;  i  reconozco  excepciones  honrosas.  Temo 
solo  que  se  me  acuse  de  que  deseo  sembrar  do  e.spinas  las  ca- 
rreras profesionales,  e  imponer  condiciones  demasiado  onero- 
sas a  los  grados  universitarios,  exijiendo  nuevos  estudios  i 
ampliando  los  que  hoi  so  hacen.  Poro  yo  cumpliría  mal  con 
los  deberes  quo  me  impone  la  Ici,  si  no  os  dioso  una  cuenta 
menuda  do  mis  convicciones  sobre  el  estado  actual  de  la  ense- 
ñanza, sobre  la  calidad  do  los  frutos  que  produce  i  sobre  los 
medios  de  perfeccionarla.  * 

En  el  ramo  de  la  historia  i  tos  fundamentos  de  la  reUjíon, 
no  tengo  nada  que  notar.  El  consejo  ha  dispuesto  que  forma 


37G  OPÚSCULOS  LIT£ItARIOS  I  CRÍTICOS 


una  parte  de  la  instrucción  preparatoria  i  científica,  exijién- 
dose  previo  eximen  i  aprobación  en  él  para  obtener  los  grados 
universitarios.  Un  miembro  de  la  facultad  de  teolojía,*  bien 
conocido  por  sus  luces  i  su  dedicación  a  la  enseñanza,  ha  da* 
do  a  luz  un  tratado  elemental  de  la  Verdadera  Relijion  i  de 
la  Verdadera  Iglesia,  a  que  la  aceptación  de  la  autoridad 
competente,  i  la  acojida  del  público,  han  hecho  completa  jus- 
ticia. Otro  miembro  do  la  misma  facultad  ^  ha  compuesto  un 
curso  de  historia  sagrada,  que  hasta  ahora  solo  conozco  por  el 
favorable  informo  de  la  comisión  respectiva,  i  que  ha  sido 
aceptado  para  la  enseñanza.  Es  probable  que  no  tardará  en 
publicarse. 

Tampoco  tengo  nada  que  notar  en  la  aritmética  i  jeografía. 
Se  ha  compuesto  por  un  miembro  de  la  facultad  de  humani- 
dades*^ un  tratado  de  aritmética  comercial,  en  quo  el  autor  se 
ha  propuesto  agotar  todas  las  aplicaciones  del  cálculo  a  los 
problemas  que  puedan  ofrecerse  en  las  operaciones  mercantil 
les;  pero,  no  habiendo  evacuado  todavía  su  informe  la  comisión 
nombrada  al  efecto,  no  debo  anticipar  mi  juicio.  El  tratado  do 
jeografía^  que  so  prefiere  jeneralmente  en  los  colejios,  tiene, 
entre  otros  méritos,  el  ¡do  estar  adaptado  para  los  estableci- 
mientos de  Chile.  Un  profesor  del  Instituto  Nacional^  ha  dado 
a  luz  un  buen  resumen  de  cosmografía;  i  recientemente  se  ha 
publicado  por  un  miembro  de  la  facultad  de  humanidades  un 
tratado  extenso,  en  que  se  ha  procurado  dar  una  descripción 
entera  del  sistema  del  universo,  según  el  estado  presente  de 
la  ciencia  astronómica;  si  con  algún  suceso,  no  me  toca  de- 
cirlo. 

En  cuanto  al  estudio  del  idioma  nativo,  no  encuentro  que 
sea  suficiente;  porque  no  veo  que  el  resultado  corresponda  al 
gran  número  de  clases  destinadas  a  él.   Las  hai  en  todos  los 


\  El  prosbítoro  don  Ramón  Valentín  García. 

2  El  presbítero  don  Francisco  de  Paula  Taforó. 

3  Don  llafael  Minvioll©. 

4  Por  don  José  Victorino  Lastarria. 

5  Don  Carlos  Riso  Patrón. 


blSCUIíaU  EN  El.  ANIVEnSATIlO  LE  LA  UNniIllSiDAD 


Golejios,  i  en  algunos  mas  de  una-,  laa  hai  en  no  pocas  escue- 
las; i  sin  embiir[jo,  jui;i{aniIo  por  el  uso  jeneral  i  por  las  prO* 
diicciünes  de  iiuoíitra  prensa,  so  w^lia  ilu  vur  que  es  limitadísi- 
mo el  número  de  los  quo  escriben  el  castellano  con  mediana 
pureza;  i  ditjo  raas,  ni  número  do  los  que  nu  incurren  en  Faltas 
graves,  que  argiUrian  una  ignorancia  grosera  i  la  mas  vulgar 
educación,  si  no  viéaomos  muehas  veceíi  en  los  mismos  escritos 
que  se  ilesluücn  con  ellas,  muestras  evidentes  de  oscojida  ins- 
trucción, i  extensa  cultura  inteleutual.  Discursos  se  pronun- 
cian, i  en  reuniones  literarias,  salpicados  do  solecismos  olio- 
cantea.  Es  preciso  confesar  que,  bajo  este  punto  de  vista,  la 
literatura  chilena  no  está  a  la  altura  de  la  do  otras  repúblicas 
americanas.  Pero  no  basta  indicar  el  mal;  es  preciso  señalar 
las  cauHiis.  Yo  encuentro  una  en  la  superíieialidad  de  los  li- 
bros que  sirvon  do  toxtos,  que  no  haoon  notar  los  vicios  en 
que  jonerahnente  so  incurre;  que  no  advierten  aquéllos  que  se 
nos  pegnji  de  la  lectora  de  obras  extranjeros  i  en  especial  fran- 
cesas; que,  limitándose  a  nociones  va^^s  i  estériles,  no  dan 
bástanlo  noticia  de  las  especial idncl es  del  castellano.  Otra  en- 
cuentro en  el  poco  uso  que  se  hace  de  coiTi|K>síciones  escritas 
de  estilo  familiar,  i  en  la  falta  do  precoplorcs  idóneos.  Encuen- 
tro la  principal  do  todas  en  que  -no  se  león  los  clásicos  de  la 
Icnyua,  que  so  rairnn  con  excesivo  desden,  cabalmente  cuan- 
do son  mas  estudiados  i  admirado.<í  que  nunca  en  la.s  naciones 
cultas  de  Europa.  Veo  con  gusto  (jue  en  el  Instituto  Nacional 
se  ha  dado  de  alanos  años  a  esta  parte  mas  amplitud  i  profun- 
didad a  esto  estudio,  i  que  uno  u  oiro  establecimiento  particu- 
lar ha  seguido  su  ejemplo.  Poro  en  las  escuelas  es  donde  yo 
desearía  principal  mentó  quo  se  adoptase  otro  método,  hacien- 
do conocer  a  los  niños  las  faltas  que  en  el  lenguaje  popular  se 
cometen  (que,  aunque  pravos,  no  son  muelia.s),  en  vez  de  car- 
gar su  memoria  i  ofuscar  su  entendimiento  con  definiciones 
inexactas,  que  no  representan  los  Iiochos  de  la  Ien(3;ua,  i  que 
realmente  no  dicen  nada  a  la  íntelijoncia  dol  niño.  No  es  dar 
un  buen  cimiento  a  la  disciplina  mental,  acostumbrar  el  en- 
tendimiento a  pagarse  de  palabras  <¡uo  no  le  representan  ideas. 
Encuentro,  jenoralmontc   hablando,  algTjnns  defectos  en  o\ 


estuilio  t[ue  se  liace  do  la  lengua  latica.   Veo  quo  no  so  atieni 
bastante  a  su  pronunciación.  Níoiio  parecerá  este  reparo.  Peí 
si  DO  so  nos  liacc  habitual  la  prosodia  latina,  i  si  no  se  empio9 
a  formar  ese  hábito  desde  raui  temprano,  es  decir,   desdi;  c 
empiezan  a  proferirse   las    primeras  palabras  latinas,   i 
acostumbramos  a  enuncíacioneB  viciosas  i  acentos  falsos, 
deiupareccrá  para  nuestros  oulos  aquella  armonía,  (jiie  todav) 
nos  ea  dable  percibir  en  el  metro  latinu?  Vo  encuentro,  ademai 
en  lo  poco  que  se  fijii  la  atención  sobre  esta  materia,  una  ) 
laa  causas  que  contribuyen  a  la  incorrección  con  que  hablaa'^ 
cscrilicü  la  lengua  patria  aun  personas  de  no  vulgar  cultuA 
que  han  estudiado  el  latin.  Veo  que  no  se  dan  a  conocer,  síb^I 
mui  por  encima,  las  jenialidades  i  elegancias  de  esta  bolla !« 
gua,  que,  aun  niedianamentc  poscida,  facilita  de  un  tnodo  in- 
creible  el  aprendizaje  de  las  otras,  i  sirve  de  guia  para  el  recto 
U30  de  nuestro  propio  idioma,  hablado  i  escrito.  Veo  que  '. 
práctica  antigua  de  composiciones  escritas  ba  caído  en  desiK 
tud,  i  me  felicito  de  que   un  eminente  profesor  franooa,* 
haya  propuesto  renovarla,  facilitándola  con  el  excelente  librOf' 
que  ya  ha  dado  a  luz,  i  con.  el  que  debe  seguirle,  que  comple- 
tará la  materia.  Aprovecho  esta  oportunidad  de  manifestar  rai 
gratitud  a  los  auxilios  que  mo  ba  prestado  este  distinguido  1h>b 
tcrato  en  otros  trabajos  de  la  misma  especie;  í  lamento  que  t 
haya  logrado  hasta  ahora,  a  pesar  del  liberal  patrocinio  t 
nuestro  gobierno,  difundir  en  la  juventud  do  Santiago  la  i 
cion  a  ta  lengua  griega,   tan  importante  en  el  estudio  de  ] 
literatura  profana  i  de  las  ciencias  eclesiásticas. 

Kn  el  Instituto  Nacional,  se  hace  actualmente  el  estudio  del 
latín  do  un  modo  que  no  dudo  satisfará  en  breve  todas  las 
oxijencios  razonables.  Quizá  es  allí  solo  donde  se  ba  compren* 
dido  que  debe  aspirarse  a  algo  mas  que  una  tintura  suporG- 
cial,  suficiente  apunas  para  el  eclesiástico,  el  jurisconsulto  i  el 
módico.  Yo  lio  visto  muestras  brillantes  en  los  exámenes  del 
último  año  eíicolar;  i  entre  los  alumnos  que  han  completa 
esta  parte  do  «u  educación,  los  bai  de  un  mérito  sobresaliente,^ 


UiaCUKSO  Kü  EL  ANIVSnSARia  UB  b*  U.VIVEKálÜ.tli  3i'.l 

que  ejercen  el  profeaorado  en  el  mismo  Iiiatituto  i  en  otros  es- 
tablecimieiitos.  El  discurso  proimnciado  por  uno  de  ellos* 
sobre  esta  misma  materia  en  un  acto  solemne  del  Instituto 
Nacional,  es  una  producción  ailmirable  por  el  talento,  por  el 
lenguaje;  i  revela  e«  el  joven  iwofetior  una  afición  ontusúíatica 
a  la  lengua  i  literatura  quo  recomienda.  Indicar  la  sui>eriori- 
dad  de  los  textos  de  ({ue  se  baca  u.so  en  el  Instituto,  i  quo  so 
adoptan  gradualmente  en  otros  colojios,  sería  de  mí  parte  un 
testimonio  recusable.  Pero  no  puedo  dejar  Je  hiicor  unA  obser- 
vación. En  el  movimiento  del  espíritu  humano,  todo  marcho, 
aun  el  conocimiento  de  los  idiomas  nntiiíuos,  en  tjuo  la  mate- 
ria parecía  estar  agotada.  ¿Quién  imajinaria  que,  hasta  en  el 
mecanismo  de  la  declinación  de  los  nombres  i  pronambres, 
hubiese  alí^o  nuevo  que  decir?  Pues  aun  en  esta  parto,  la  con- 
cienzuda i  laboriosa  Alemania,  compulsando  prolijamente  to- 
dos los  monumentos  de  la  antlgUcdad  latina,  ha  denunciado 
notables  inexactitudes  en  las  reglas  i  tipos  comunes.  Los  tex- 
tos en  que  no  están  consignadas  estas  revelaciones  de  la  filo- 
lojía  moderna,  son  por  donsiguionto  dcrectuosfis. 

El  estudio  do  las  lenguas  vivas  extranjeras  se  perfecciona 
de  día  en  dia.  Solo  sería  de  desear  que,  como  el  del  castellano 
i  el  latin,  se  completase  con  algunas  nociones  de  las  respec- 
tivas literaturas.  En  la  preparación  a  la  carrera  comercial  o  a 
los  usos  jenerales  de  la  vida,  esto  complemento  podría  pare- 
cer un  lujp  Buperfluo;  pero  no  debe  decirse  lo  mismo  de  los 
establecí mir^n tos  que  cuentan  la  literatura  entro  los  ramos  do 
enseñanza,  i  sobro  todo  del  que  debo  presentar  a  los  otros  un 
modelo  tan  cabal  i  perfecto  como  nuestras  circunstancias  per* 
Diitan.  No  pediría  yo,  por  supuesto,  un  estudio  profundo.  A 
lecturas  escojídas,  traducciones  de  los  mejores  pasajes,  expli- 
caciones de  los  principios  estético»,  i  comi>aracíone3  de  los 
varios  gustos  í  estilos  en  las  principales  épocas  literarias,  de- 
sempeñado todo  esto  en  lecciones  orales  por  profesores  compe- 
tentes i  con  alguna  mas  detención  en  la  literatura  antigua  i  la 
úo  nuestra  lengua,  debería  limitarse  este  curso,  que  daría,  a 


'  Don  Miguel  Luis  Amunálegui. 


382  OPÚSCULOS  LITBRABIOS  I   CRÍTICOS 


de  los  del  año  anterior.  Yo  no  conozco  la  obra,  sino  por  el  in- 
forme de  la  comisión;  pero  el  juicio  i  saber  de  los  respetables 
eclesiásticos  que  lo  han  emitido,  me  inspira  la  mayor  confian- 
za. Me  son  mui  conocidas,  ademas,  no  solo  la  ilustración  i 
laboriosidad  del  autor,  sino  su  celosa  solicitud  en  la  in- 
vestiíracion  i  adquisición  de  materiales,  sin  perdonar  molestia 
ni  costo.  Entiendo  que,  entre  los  documentos  que  ha  podido 
acopiar,  los  hai  bastante  curiosos,  relativos  a  la  historia  jene- 
ral  de  Chile.  Creo  que  nuestra  liistoria  eclesiiistica,  publicada 
por  la  prensa,  no  tardarJi  mucho  en  satisfacer  la  impaciencia 
con  que  se  desea. 

El  vuelo  que  en  tan  pocos  años  lian  tomado  los  estudios 
históricos,  hace  esperar  que  Ileyraremos  en  esta  línea  a  un 
grado  de  adelantamiento  que  satisfaga  a  los  mas  descontcn- 
tadizos. 

Pero  el  objeto  mas  interesante  de  todos  en  este  departamen- 
to es  la  jeografía  chilena.  El  primer  trabajo  importante  en 
ella,  después  de  los  pintorescos  bosquejos  publicados  en  los 
diarios  chilenos  por  don  Claudio  Gay,  ha  sido  la  Araucania 
del  señor  Domeyko;  interesante  bajo  el  punto  de  vista  jeolójí- 
00,  no  menos  que  bajo  el  moral  i  político,  por  la  animada  pin- 
tura de  las  costumbres  araucanas,  i  por  la  discusión  filosófica 
de  un  problema  vital  para  Chile:  el  de  la  civilización  de  aque- 
lla raza  indómita. 

Aguardamos  con  ansia  la  parte  relativa  a  la  jeografía  en  el 
viaje  científico  do  don  Claudio  Gay,  que  la  ha  hecho  un  ob- 
jeto especial  de  investigación.  No  puedo  menos  de  lamentar 
aquí  los  obstáculos  que  han  retardado  la  ejecución  de  una 
obra,  tan  importante  para  nuestra  historia  natural  i  civil,  i 
para  el  conocimiento  de  nuestro  propio  país,  bajo  todos  res- 
pectos. Por  muchos  títulos,  debiera  ser  ella  buscada,  leída, 
meditada  por  los  lectores  chilenos:  los  documentos  inéditos 
que  contiene  son  del  mayor  interés.  No  se  pueden  alabar  de- 
masiado el  celo  i  dilijencia  que  su  autor  ha  empleado  para 
recojerlos  en  este  país  i  en  los  demás  que  ha  visitado.  Cuanto 
puede  hacer  una  intelijencia  superior  unida  a  Itx  mas  paciente 
laboriosidad,  lo  ha  hecho  el  instruido  viajero,  hijo  adoptivo  de 


Discrnso  esi  el  A>-ivEns*mo  d&  la  lviversiuíu 


3S3 


Chilej  para  ciar  a  su  obra  toda  la  copia  cío  noticias  curiosas  i 
(le  descripciones  órijinalea,  que  ha  sido  posible,  i  para  hacerla 
digna  do  la  protección  que  le  ha  dispensado  el  f^hicrno,  í  le 
ha  prometido  el  público. 

Otro  viaje  científico  está  ya  a  punto  do  emprenderse,  con  el 
objeto  de  explorar  la  jeolojía  de  Chile,  de  estuiliar  su  joogra- 
fia  i  de  hacer  a  su  agricultura  indicaciones  iltiles.  Llevadas  a 
cabo  estas  dos  empresas,  i  continuando  con  el  celo  que  ahora 
se  hace,  los  trabajos  históricos,  conoceremos  nuestro  suelo, 
nuestra  naturaleza  física,  nuestros  antecedentes;  i  no  iremos  a 
mendigar  esla  instrucción  en  obras  extranjeras,  excelentes, 
admirables  bajo  otros  respectos,  pero  plagadas  de  errores  en 
casi  todo  lo  que  concierne  a  nosotros. 

La  clase  superior  de  literatura,  que,  como  he  dicho,  entra 
ahora  en  el  plan  de  los  estudios  universitarios,  pondrá  este 
ramo  en  el  pié  conveniente.  Se  echará  una  ojeada  rápida,  pero 
instructiva,  sobre  las  diversas  literaturas,  contemplándolas  en 
las  obras  i  pasajes  mas  joneralmento  admirados,  i  consultando 
(cuanto  sea  posible)  los  orijinales.  No  se  trata  de  dar  pábulo  a 
aquella  falsa  erudición  que  consiste  en  adoptar  juicios  ajenos 
i  opiniones  sistemáticas  sin  conocer  los  objetos  sobre  que  re- 
caen. Un  compendio  de  la  historia  de  la  literatura  hará  el  com- 
plemento de  los  estudios  ile  este  ramo. 

La  fdosofía  no  es  la  ciencia  que  se  ha  cultivado  menos  en 
Chile,  Se  han  estudiado  i  juzgado  con  acierto  sus  varios  siste- 
mas. Un  antiguo  profesor  del  Instituto  Nacional,*  cuyo  aleja- 
miento del  teatro  de  sus  meritorios  trabajos,  es  tan  justamente 
llorado,  abrió  el  camino  al  estudio  do  examen  i  convicción 
propia,  que  es  eminentemente  esencial  i  característico  do  la 
íilosofia.  Otro  excelente  profesor,  miembro  de  la  facultad,"  ha 
seguido  sus  huellas.  Su  curso  tiene  el  mérito  do  ser  fácilmen- 
te accesible  a  las  intelijencias  juveniles,  i  otro  que  insisto  en 
mirar  como  indispensable  en  los  textos  i  como  demasiadamente 


•  Dnn  Ventura  Marin,  autor  de  unos  Elementas  de  Filosofía  bien 
oonoüidoa  i  que  manifiostan  profundos  couocimiontos  en  cstn  ciencia. 
"  Don  Ramón  Briícño. 


381  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


raro,  el  de  la  corrección  i  pureza  en  el  lenguaje.   Sé  que  se 
ocupa  en  la  redacción  de  un  nuevo  texto;  i  ño  dudo  que  dará 
en  él  la  debida  importancia  a  la  l(3jica  i  la  filosofía  moral,  la 
primera  de  las  cuales  no  tiene  talvez  en  la  primera  obra  toda 
la  extensión  que  merece.    Doi  una  alta  importancia  a  los  estu- 
dios lójicos,  incluyendo  en   ellos  el  del  raciocinio  inductivo, 
que  conviene  a  las  ciencias  experimentales,  i  el  do  la  crítica 
que  pesa  los  testimonios  o  interpreta  los  textos  dudosos.   Ni 
llevo  mi  admiración  a  lo  moderno  hasta  el  punto  do  mirar  con 
desprecio  la  herencia  de  aquel  gran  jcnio  que  con  tanta  saga- 
cidad trazó  el  camino  de  la  razón  en  algunos  de  sus  mas  fa- 
miliares procedimientos.  No  me  avergüenzo  de  pensar  que  la 
teoría  aristotélica  del  raciocinio  merece  estudiarse:   en  esta 
materia,  como  en  otras,  no  debe  confundirse  el  uso  con  el 
abuso. 

Sobre  el  estudio  de  las  ciencias  matemáticas  i  físicas,  poco 
añadiré  a  lo  que  he  dicho  en  otra  parte  de  este  discurso.  Pero 
no  seria  justo  pasar  por  alto  los  grandes  servicios  que  ha  pres- 
tado en  este  ramo  un  antiguo  i  benemérito  profesor  que  es  hoi 
decano  de  la  facultad,  i  que  los  ha  coronado  con  su  traducción 
del  tratado  de  Jeometría  Descriptiva  de  Leroy.*  Faltaría 
también  a  la  justicia  si  no  consignase  aquí  los  servicios  de  un 
eminente  profesor  francés,**  que  fundó  las  clases  de  química  í 
mineralojía  en  el  Instituto,  i  cuyos  Elementos  de  química 
mineral  sirven  actualmente  de  texto.  Merecen  también  distin- 
guida mención  los  del  secretario  de  la  facultad  don  Ignacio 
Domeyko,  que  después  de  haber  establecido  las  clases  de  quí- 
mica, física  i  mineralojía  en  la  Serena,  con  sus  respectivos 


*  Son  mui  conocidos  los  trabajos  anteriores  del  señor  don  Andr.^s 
Gorbca:  su  traducción  de  las  MatemAlicns  Puras  de  Francoeur,  do 
que  solo  falta  el  Cálculo  Integral,  retardado  por  algunas  dificiiltadea 
tipográficas;  su  Jcometria,  Trigonometría,  Xociones  de  jeonieíria 
descriptiva,  i  Jeometria  práctica,  destinadas  a  la  Escuela  Militar  do 
Saint  Ciro  i  adaptadas  a  nuestra  Academia  Militar.  El  señor  Ballarna 
habia  traducido  la  Aritmética  i  el  ÁJjebra  elemental, 

**  A  M.  Crosnicr  se  debo  la  construcción  del  laboratorio  en  el  Ins- 
tituto. 


DlaCLIlBO  EN  EL  ASlVEnSAUlO  DS  I.A  UNIVE: 


ÍSj 


laboratorio  t  gabinete,  continua  los  cursos  do  M.  Crostiicr  en 
el  Instituto  Nacional;  ha  abíorto  uno  tío  fisica-,  ha  publicado 
un  Tratado  de  Ensayes,  Elementos  de  Mincralojia,  una 
breve  exposición  de  l&Jeolojia  de  Chiles  el  ya  citado  viajo  a 
las  provincias  australes  de  Chile  con  el  titulo  de  Araucanía, 
un  trabajo  sobre  las  Aguas  de  las  inmediaciones  do  Saiiíia- 
f/o;  i  da  actualmente  una  nuev»  edición  do  la  Física,  do  Pui- 
llct  en  castellano,  para  la  enseñanza  de  este  ramo.  Todos 
conocen  sin  duda  su  ¡nlroduccion  ai  estudio  du  Iss  cien- 
cias naturales,  elocuente  reseña  do  las  maravillas  de  la  natu* 
raleza,  i  de  las  prodijiosas  conquistas  del  injenio  humano; 
himno  sublime,  inspirado  a  la  par  por  el  sentimiento  rclijioíjo 
i  por  cl  entusiasmo  de  la  ciencia. 

Poseedor  este  ramo  de  una  excelente  colección  de  instru- 
mentos, proporcionada  por  el  supremo  gobierno,  sería  do 
dcseai-  que,  pues  se  Iiacea  observaciones  mctcorolójicas,  se 
publicasen  diaria  o  iioriódicamont»,  como  se  hace  en  otros 
países,  no  mas  adelantados  que  Chile.  ¿I  no  estaremos  en  es- 
tado de  aprovecharnos  do  los  vastos  trabajos  astronómicos  do 
Europa,  siquiera  para  que  nu  adolezca  nuestro  almanaque  de 
las  imperfecciones  i  vacíos  que  en  él  se  notan?  El  objeto  pare- 
cerá pequcfio;  pero  ¿de  qué  se  trata  para  desempeñarlo,  sino 
de  reducciones  fáciles  que  trasporten  al  horizonte  do  Santia^ 
algunos  de  los  fenómenos  celestes  que  tan  exacta  i  copiosa- 
mente, i  con  tanta  anticipación,  su  anuncian  en  París  i  Lon- 
dres? 

3c  necesita  imperiosamente  un  local  adecuado  para  nuestro 
musco  do  historia  natural,  coloccion  preciosa,  a  que  dió  la 
primera  planta  i  mucha  parte  do  lo  que  contieno  (rocordcmoslo 
con  i^ratitutl)  el  üustraJo  viajero  du  quien  ya  he  tenido  el  ho- 
nor de  hablaros. 

í.Hra  necesidad  es  la  de  buenos  textos  de  historia  natural, 
adaptados  a  nuestro  suelo.  He  indicado  el  i ticon veniente  do 
los  destinados  n  la  enseñanza  de  osla  ciencia  en  Europa;  i 
para  remediarlo,  nada  bu  mas  apropásito  que  el  viaje  científi- 
co del  mÍHUiu  acñur  üay.  üsle  es  un  trabajo  a  quo  nos  parece 
llamado  2I  Atiuiablc  profesor  de  hotátiica  i  química  raúdica, 
orúsc  4^ 


386  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


en  el  Instituto,  que  lo  es  también  de  ciencias  naturales  en  el 
Seminario  de  Santiago;  uno  de  los  primeros  individuos  que  en 
Chile  han  dirijido  su  atención  a  esta  parte  interesante  de  los 
conocimientos  humanos.*  Pero  el  vacío  que  mas  urje  llenar  c*s 
el  que  ha  señalado  el  señor  vice-patrono  en  la  memoria  del 
ministerio  de  instrucción  pública.    Su  señoría  lamenta  lo  re- 
ducido de  las  aplicaciones  que  Se  han  hecho  hasta  ahora  do  los 
estudios  matemáticos.  Carecemos,  dice,  de  arquitectos  civiles, 
de  injenicros  expertos  en  la  construcción  de  caminos,  puentes 
i  toda  clase  de  obras  públicas.  Pero  el  mismo  señor  ministro 
nos  da  esperanzas  halagüeñas  de  ver  remediada  esta  necesi- 
dad dentro  de  poco  tiempo.  El  gobierno,  añade  su  señoría,  ha 
aceptado  con  entusiasmo  la  idea  de  fundar  en  Santiago  una 
escuela  práctica  de  arquitectura  civil,   bajo  la  dirección  de  un 
injenicro  que  debe  llegar  de  Europa  de  un  momento  a  otro. 
El  gobierno  ha  preparado  también  todo  lo  concerniente  a  la 
organización  de  un  verdadero  cuerpo  de  injenieros  de  minas  i 
de  ensayadores. 

El  ramo  de  medicina  es,  según  entiendo,  de  los  que  se  de- 
senvuelven i  perfeccionan  cada  dia.  En  esta  parte,  se  debe  todo 
a  la  solicitud  del  supremo  gobierno;  i  si  Chile  puede  ya  glo- 
riarse de  tener  facultativos  instruidos  i  de  merecida  reputa- 
ción, formados  en  nuestras  aulas,  obra  es  del  constante  fo- 
mento i  patrocinio  que  la  autoridad  suprema  ha  dispensado  a 
este  ramo.  Conocido  es  el  celo  del  señor  decano  de  la  facultad, 
que  ha  formado,  poco  tiempo  hace,  el  plan  de  estudios  para  la 
escuela  de  medicina;  i  que,  en  el  consejo  de  la  universidad,  es 
uno  de  los  que  mas  esforzadamente  abogan  por  el  rigor  i  se- 
veridad de  los  estudios  en  este,  como  en  los  otros  departa- 
mentos de  la  enseñanza.  Arriba  indiqué  las  reuniones  perió- 
dicas de  la  facultad,   que  inmediatamente  van  a  abrirse,  i  el 


*  A  (Ion  Vicontü  Bustíllo^  cf%  deben  nl.LTunos  aprcciablcs  trabajos  do 
«nálíRis  química;  onlro  olios,  una  memoria  sobre  el  Acido  pirolenoso, 
presonlada  a  la  facultad  de  (|ue  os  miembro.  La  farmacéutica  le  es 
lambien  deudora  de  su  mejoramiento:  formados  por  él  han  sido  algu- 
nos de  los  individuo?  mas  inlelijentes  que  en  la  actualidad  la  sirven. 


DISCURSO  EN  EL  ANIVERSARIO  DE  LA  UNIVERSIDAD  387 


nombramiento  que  se  ha  hecho  de  nuevos  miembros  de  nú- 
mero i  corresponsales,  para  facilitarlas,  i  dar  principio  a  los 
demás  trabajos.  Me  lisonjeo,  pues,  de  que  veremos  pronto  reali- 
zarse aquella  importante  prescripción  de  la  lei:  «Ademas  del 
fomento  jencral  de  todos  los  ramos  do  este  departamento  cien- 
tífico, dedicará  la  facultad  una  atención  especial  al  estudio  de 
las  enfermedades  endémicas  do  Chile,  i  do  las  epidémicas  que 
allijen  mas  frecuentemente  la  población  de  las  ciudades  i  cam- 
pos del  territorio  chileno;  dando  a  conocer  los  mejores  medios 
preservativos  i  curativos,  i  dirijicndo  sus  observaciones  a  la 
mejora  de  la  liijienc  pública  i  doméstica.» 

En  el  ramo  de  ciencias  legales  i  morales,  hai  un  decidido 
progreso.  Pero  no  creo  que  debamos  limitar  nuestra  ambición 
a  lo  (jue  ya  se  ha  liecho.  Este  es  de  todos  los  ramos  de  cien- 
cias humanas  el  mas  importante  para  nosotros.  ¿Qué  falta, 
pues,  se  preguntará,  para  que  se^  su  estudio  lo  que  debe  ser? 
Vüi  a  indicarlo,  sometiendo,  como  en  todo,  mi  juicio,  al  de 
mi  ilustrado  auditorio. 

Yo  desearía,  señores,  (jue  el  estudio  de  la  jurisprudencia 
romana  fuese  algo  mas  extenso  i  profundo.  Lo  miro  como 
fundamental.  Para  alcanzar  su  fin,  no  basta  que  se  aprenda  la 
nomenclatura  de  la  ciencia,  i  que  se  adquiera  una  tintura  do 
reglas  i  prescripciones  inaplicables  muchas  veces  a  nuestra 
práctica.  El  oI)jeto  de  que  se  trata  es  la  formación  del  juris- 
consulto científico;  el  aprendizaje  de  aquella  lójica  especial, 
tan  necesaria  para  la  interpretación  i  aplicación  do  las  leyes,  i 
(jue  forma  el  carácter  que  distingue  eminentemente  la  juris- 
prudencia de  los  romanos.  Para  hacerlo,  es  preciso  poner  al 
alumno  en  estado  de  consultar  las  fuentes;  i  el  método  histó^ 
rico  es  el  que  nos  las  hace  accesibles.  Yo  abusaría  do  vuestra 
paciencia,  si  tratase  de  recomendar  esto  método  con  autorida- 
des de  los  jurisconsultos  mas  eminentes  de  nuestros  dias.  Ni 
creo  tampoco  que  sea  menester  refutar  la  preocupación  do  aqué- 
llos que  desconocen  la  utilidad  práctica  del  derecho  romano, 
sobre  todo  en  paí.ses  cuya  lejislacion  civil  es  una  emanación  i 
casi  una  copia  de  la  romana.  IJasta  decir  que  en  ninguna  épo- 
ca ha  sido  mas  altamente  apreciado,  ni  mas  jeneralmento  re- 


■  x* 


O:  :f:U^05  LITEIIAIIIOS  I  CRÍTICOS 


cu>:-...i:.:..j»  >:  t>^;::Jii  aur.  \iSk\o  ul  punto  de  vista  de  laprác- 
ti.v  ;.¿J. :-:...  ..r.::--.  Yi  d uní.  con  Saviffny,  el  ejempk)  de 
Kít  ;.;r: >..".:<-.:..-  •ran^-tse.s.  quv  se  snn-en,  dioe,  del  derecho 
r.^:u:u:.  .\  v  /..j.^..  i;-A':.:Iiiatl,  para  ilustrar  i  completar  su  có- 
d:¿r.  .•         .  .^r.i::  j:  ü¿-  ><:raii  el  verJadero  espíritu  de  ese  mis- 


«•*  •  > 


\.  Ji/.«r..  .■-.  ->?:»>  . ^>er\acK>nt^  la  neccsidstd  de  dar  al- 
írar.  or. >.::..';:•.  ...  -:s:::Jl..  .VjI  Jori»eho  romano,  por  medio  de 
ui:  ;-.?:..  ".n>  .•.■:v.yr:::<:v.  :  ?u>:andal.  El  que  sirve  ahora  es 
ú-.':'^.i >-:.:.*..  :v:-. ::::::..  :  :\'.'r;:  :  ia  instrucción  que  suministra 
n.  '>•>  L\T..y..r..". "..  :.  ".:.  rjr.  >-:  S<.¿íÍk.  en  nuestros  mismos  esta- 
lii-.;:v.íi ::"..»-  l;::r.j'..  >  .-u^.re::::;  :  cincuenta  anos  ha.  La  for- 
Hí-^i.Myz  /i.  v.r.  v.v:  ..  ::\;.  ov.  ru:  >•:  Jt-  a  la  materia  la  ampli* 
vjii  /u.  r-.^ «."'.:..  ..;  r. ':■/:..'.::/..  n.-s  jiara  ello  de  lo  mucho  i 
cx./iv".:::  /.;.  <.  1.-  :..'.'.•/:•/..  . i:  la  .Viomania  i  la  Francia  en 
€>:.'-  ú.:.ui.'S  .  r..-s.  .>  ;:::.':  /.ra  a  .;uo  la  facultad  de  leyes  se 
bacr.:.i.  1  ;.::.:..!...  :  .  v.  rj-,  ya  >:  tr:t^aia.  No  urje  menos  la 
rt'-Li.'.-l.:-  .':.  ■.::.  :.\:.  ,i/.  .l.^rf/i-j  prívalo  patrio,  es  decir,  dd 
f5].i2ri.!  v-.'i:  ::'.'.u>  :.;>  ;*..l:xi.^-e>  i  c.^rTvWionos  que  ha  recibido 
en  lI.I:  ¿.-.".v  ::  u.-*^.;  t:u::;:i.!y.a.":jn  política,  que  no  son  po- 
ca?. !.:  ¿'j  ;.• -•-■:.  :::y-:r:.:n.::\.  II*.  ni'i.^Jj»  liist úrico  es  aquí  abso- 
lut?.:r:r:-:v  r.jv. -:..-:■  ¡  .j-.^  /.rj*  :i  ur.a  n:asa  lan  hotcrojenea  la 
ilv}.-:.'.!  .::-:':..:  i  :.:■.::.:.:.:.  0...¿.^.  vl-.::ív::t.»  nuevo  introducido 
c:i  un  j,i  :"•-  I:-'..'.  ."..V.:  :  :::..^  o  :::.::.  s  .lirev-tamente  los  ele- 
n:c::t.'r  :.r.'.v.'r:.:'.>:  i  vu  í:.:Vj>:i^:.i  >:  ^xtioiule  a  veces  mudio 
mas  ¿j  lo  r\w  a  ¡  ri:y.:ra  v:s:.i  ¡x^vco.  sin  c^iie  por  eso  deje  de 
cxa»«-T::r.'5c otras  wc^s.  Ui;:io:.r.:  emola  que  indico,  no  debe 
ser  una  j-im¡.Ic  vu<ta;>.  ^Á-iun  vle  k»  nuevo  a  lo  antiiruo.  Ella 
hupvii'.-.  sj jan  y-^  lo  conjuro,  una  elabo.'-aeion  científica,  que 
trace  la  «liroccion  i  alcria^'.*  do  caJa  una  Je  las  diversas  partos 
injeridas  en  el  cut-rpo  leiral,  i  formule  lo  que  resulte  de  la 
acción  cíjmbinaJa  de  tollas.  No  es  una  reforma  lo  que  se  le  pide, 
sino  una  exposición  luminosa,  a  que  concurran,  sin  dejarse 
ver  demasiado,  la  erudición  legal  i  aquella  lójica  particular 
do  que  he  t^^nido  el  honor  de  hablaros,  i  que  insisto  en  mirar 
como  la  prenda  mas  apreciablc  del  verdadero  jurisconsulto.  A 
nuestro  derecho  público,  en  que  comprendo  el  constitucional 


UiaCURSO  KK  BL  AVrVBnSARIO  DB  LA  UNIVERSIDAD 


i  d  adminislrativo  on  sus  varios  ramos  tl«  gobernación,  ha- 
cionda  i  justicia,  tlobc  ilarso  también  el  debido  Iwgar  en  loa 
estudios  legales,  por  modio  do  un  tratado  elemental  elaborado 
do  la  misma  manera  que  el  de  lejialacíon  civil.  Mucho  os,  pues, 
io  que  poata  quo  trabajar  en  este  ramo  para  poner  los  estudios 
en  oí  pié  conveniente.  I  no  deben  desanimarnos  las  dificulta- 
des, en  vista  de  lo  que  se  ha  hecho  i  se  está  haciendo  en  un 
departamento  de  la  ciencia  legal,  que  no  es  por  cierto  el  me- 
nos vasto  i  difícil.  Las  Instilucioneif  do  Derecho  Canónico 
Americano,  recien  tomento  dadas  a  luz  por  el  reverendo  obis- 
po electo  de  Aneud,  son  una  obra  quo,  si  se  me  permito  ex- 
presar un  juicio,  llena  completamente  mis  idoas  en  cuanto  a 
la  formación  do  textos  elementales.  Su  titulo  mismo  está  di- 
ciendo quo  os  un  libro  destinado  a  las  naciones  hispano- 
americanas; pero  lo  está  ademas  especialmente  a  la  iglesia  i 
foro  de  Chile.  Ni  c,stá  reducido  a  las  dimensiones  do  un  libro 
estricfamcnto  elemental.  El  profe.=)or  que  lo  use,  tendrá  a  su 
arbitrio  elcjir  las  materias  de  imlispen.sablL!  conocimiento  para 
la  totalidad  do  los  alumnos,  miíJnlras  que  el  reslo  puedo  ser- 
vir a  los  de  suiKTior  aplicación  i  talento  para  extender  sus  es- 
tudios, í  al  profesor  mismo  para  refrescar  los  suyos  i  consul- 
tar en  caso  necesario  las  fuentes,  que  so  acotan  siompro  con 
el  debido  esmero.  El  estilo  es  clarísimo,  jeneralmonto  puro,  i 
tiene  toda  la  elegancia  que  puedo  pedirso  a  un  toxto  do  ense- 
ñanza. Libros  de  doctrina  igualmente  selecta  i  copiosa,  quo  no 
salga  de  los  límites  de  la  instrucción  elemental,  sino  para  darle 
mas  luz  i  solidez,  adaptados  a  la  América,  adaptados  a  Chile, 
es  lo  quo  yo  desearía  quo  tuviésemos  en  todos  los  ramos  do 
enseñanza  primaria,  preparatoria  i  superior.  Este  es  un  objeto 
que  ocupa  la  atención  del  consejo  universitario,  i  on  que  so 
trabaja  actualmente. 

La  economía  política,  quo  forma  parto  do  los  estudios  do 
derecho  i  lejislacion,  es  uno  do  loa  ramos  eri  que  ae  echa  me- 
nos un  libro  a  propósito  para  la  enseñanza  i  adaptado  a  Chile. 
¿Quién  no  percibe  cuan  importanto,  cuin  indispensable  es  quo 
on  un  texto  de  esta  ciencia  se  tenga  a  la  vista  el  ¡mis  con  sus 
l>eculiarcs  necesidades  i  recursos?   La  estadística,  creada,  fo- 


i***'»  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


mcntaila  por  el  supremo  gobierno,  puede  ya  suministrar  una 
buena  copia  de  datos  preciosos,  que,  según  lo  ha  indicado,  a 
lo  que  yo  recuerdo,  el  señor  rector  del  Instituto,  en  su  último 
discurso  público,  debiera  formar  una  parte  do  la  instrucción 
que  se  da  en  este  ramo.  Si  se  adopta  para  ella  alguna  de  las 
muchas  obras  elementales  que  se  han  publicado  i  se  publican 
en  Kuropa,  convendria  que  por  lo  menos  se  le  agregase  un 
apéndice,  que  fuese  como  un  corolario  de  la  teoría  jeneral , 
ai)licado  a  Chile. 

Para  la  lejislacion  jcneral,  no  hai  un  texto  completo.  Uno 
de  sus  mus  importantes  tratados  es  la  materia  de  un  libro  que 
sirve  actualmente  para  la  enseñanza.  Se  han  sucitado  contra 
él  objeciones  graves,  sobro  cuyo  mérito  no  me  es  lícito  antici- 
par ol  juicio  del  individuo  nombrado  para  examinarlo,  que  es 
uno  de  los  que  mas  honran  a  la  universidad  por  sus  luces  i  de 
los  ([ue  con  mas  celo  la  sirven,  a  pesar  de  sus  incesantes  tareas 
|>i\>fcsionales.*  VA  autor  de  este  libro**  ha  ejercido  con  mucho 
lucimiento  el  profesorado,  es  uno  de  nuestros  mas  aventajados 
escritores,  i  uno  también  de  los  miembros  de  este  cuerpo,  de 
(¡uienes  hai  mas  que  esperar  por  su  talento,  su  laboriosidad  i 
su  amor  al  saber. 

La  ncademia  do  práctica  forense  prospera.  No  puedo  menos 
do  mencionar  con  satisfacción  los  informes  que  en  estos  últi- 
mos nu»svw  me  ha  dado  mas  de  una  vez  el  dicrno  decano  de  la 
facultad  sobrv^  el  brillante  desempeño  de  los  jóvenes  que  se 
li:m  presentado  para  obtener  el  grado  de  licenciados. 

Pe.sarrolla.lo,  como  he  tenido  el  lionur  de  indicarlo,  el  estu- 
dio de  las  ri  acias  lei^ales,  se  hace  preciso  extender  a  tres 
aív>^  el  qiK  al:v>ra  so  hace  del  derecho  civil,  romano  i  patrio,  i 
cr\s)  que  e-.  iVuil  hacer  esta  innovación,  sin  que  para  ello  sea 
menestv  r  au:\ientar  el  total  del  tiempo  que  se  dedica  al  apren- 
(li/aje  ile  1  \  [)rol"es¡on  forense;  porque  se  logra  el  objeto  con 
diferir  la  eiiseü  inza  de  algunos  ramos  su|)eriores  para  el  bie- 
nio que  mevlia  entiv  los  grados  de  bachiller  i  licenciado,  é|>oca 


ülatUHSU  KV  EL 


j  ÜE  LA  CMVlíl 


riui  a  propósito  para  Iiacerlos  con  mafí  ilcteiiciDii  i  aprovccliv 
miento. 

Las  cioncias  sagradas  progresan .  El  í/ajiuaí  del  PArroco 
Americano,  otra  pruduccioii  (M  reverendo  prelado  electo,  de 
quien  ya  os  he  hablado,  ¡  otro  libro,  también,  no  solo  (le  com- 
pleta i  cscojida  doctrina,  según  el  diclAmc-n  de  personas  inte- 
lijentes,  sino  do  adaptación  al  país,  merece  mencionarse  en 
primera  línea,  por  la  inmensa  importancia  del  asunto,  i  lo 
grave  de  la  neccíiidad  que  está  deijtiimdo  a  satisfacer.-  La  aca- 
demia (le  ciencias  sai^rudas,  crcuda,  organizada  por  el  muí 
reverendo  prelado  que  tan  dignamente  preside  lioi  a  la  iglesia 
chilena,  delje  mucho  a  la  contracción  i  celo  do  su  benemérito 
sucesor  en  el  decanato  de  la  faeultad.  Kiaalmonle,  en  el  Se- 
minario Conciliar  de  esta  diócesis,  se  han  extendido  i  mejorado 
los  estudios,  cumo  lo  manifiesta  la  li.-<ta  do  los  cursos  que  en 
él  se  siguen  actualmente;  jiero  siento  díüir  (jue  los  otros  esta- 
Meeimientos  de  la  misma  esiieeie  so  hallan  todavía  en  em- 
brión, i  tienen  bastante  que  hacer  para  ponerse  en  el  pié 
conveniente. 

Entre  las  circunstancias  (|uo  han  contribuido  jeneralmente 
ala  mejora  de  la  instrucción,  no  sería  justo  que  pasase  en 
silencio  los  servicios  del  actual  rector  del  Instituto:  ho  tenido 
fi-ecucntea  ocasiones  do  apreciar  sus  luces,  su  actividad  vijilan- 
te  i  celosa. 

Un  agüero  feliz  para  cl'porvenir  es  la  noble  i  santa  emula- 
ción con  que  las  casas  relijiosas  de  la  capital  se  han  presenta- 
do a  concurrir  a  la  grande  obra  de  la  enseñanza  na(nonal.  De 
tiempo  atrás,  hablan  dado  el  primer  señalado  ejemplo  loa  rcH- 
jiosos  de  estricta  ob&ervancia  do  la  órdcn'do  predicadores, 
cuyo  celo  i  liberalidad  en  esto  punto  son  dignos  de  todo  elojío 
Animados  del  mismo  espíritu,  se  presentan  ahora  el  convento 
principal  do  la  misma  orden  i  el  de  relíjíosos  mer(^enarios.  El 
señor  decano  de  tcolojía  formó  el  plan  de  estudios  para  esta» 
casas,  que  lia  sido  revisado  ¡ku"  o!  consejo  i  ha  monx-ido  la 
aprobación  del  supremo  gobierno.  Ni  son  do  olvidar  los  servi- 
cios que  ellas  prestan  al  mismo  tiempo  a  la  iiLSlruceion  pri- 
maria, 80I0  OH  de  desear  que  se  propague  el   mismo  celo  a  las 


392  OPÚSCULOS  LITERARIOS  1  CRÍTICOS 


otras  de  la  capital  i  a  los  conventos  de  las  provincias,  que  es 
donde  mas  se  hace  sentir  la  necesidad  de  esta  cooperación; 
pero  no  comprendo  aquí  a  Valparaíso,  donde  una  orden  vene- 
rable que  ha  colocado  la  educación  entre  los  primeros  objetos 
de  su  instituto,  tiene  para  cada  sexo  un  establecimiento  flore- 
ciente, como  en  la  capital  uno  de  niñas,  a  que  es  de  esperar, 
como  he  dicho,  que  se  añada  otro  do  niños  en  Santiago. 

He  indicado  de  paso  alj^unos  de  los  trabajos  del  consejo. 
Daros  un  catálogo  individual  de  todos  ellos,  ni  es  posible  en 
esta  ocasión,  ni  necesario.  Bastará  indicaros  las  materias  en 
que  jeneralmente  se  ocupa.  No  hai  estado  de  escuela  o  de  co- 
lejio,  fiscal,  municipal  o  particular  (i  si  bien  no  se  reciben 
todos  los  que  la  lei  prescribe,  se  reciben  muchísimos),  que  no 
sea  examinado  por  el  consejo,  que  hace  las  observaciones  de- 
bidas sobre  las  faltas  que  nota,  que  trasmite  al  supremo  go- 
bierno la  noticia  de  las  necesidades  que  se  sufren  en  los  esta- 
blecimientos fiscales  o  municipales,  i  estimula  el  celo  de  las 
juntas,  inspectores  i  preceptores.  El  consejo  revisa  los  textos 
i  programas;  promueve  su  formación;  discute  menudamente 
los  reglamentos  i  planes  de  estudios;  inspecciona  directamen- 
te por  medio  de  sus  miembros  los  colejios  de  la  capital,  i  da 
impulso,  en  cuanto  le  es  posible,  a  los  objetos  de  las  faculta* 
des.  No  hai  corporación  alguna  en  que  la  asistencia  sea  mas 
asidua,  ni  a  que  concurra  constantemente  mayor  número  de 
sus  vocales.  I  en  este  punto  debo  decir  que  no  son  inferiores 
a  los  otros  miembros  los  conciliarios,*  que  no  reciben  por  ello 
retribución  alguna. 

Recientemente  ha  determinado  el  consejo  que  una  parte  del 
pequeño  sobrante  de  las  sumas  asignadas  para  gastos  de  l?s 
secretarías  se  invierta  en  suscripciones  a  las  mas  acreditados 
obras  periódicas  que  sobro  materias  científicas  i  literarias  se 
publican  en  Europa  i  en  los  Estados  Unidos  de  América.  Es- 
tas obras  se  destinan  al  uso  de  las  facultades  i  de  la  juventud 
estudiosa. 


*  El  señor  don  Antonio  Varas  i  el  secretario  de  la  facultad  do  cion- 
cias  físicas  don  Ignacio  Doraeyko. 


UlSCUnSO  EH  EL  ANlVGnS.lItlO  US  L.I 


Finalmenlo,  se  ha  represcntadü  al  supremo  goljierno,  que, 
entro  variíia  lijcras  mudtficaciunos  a  la  Ici  orgánica,  proponga 
a  la  lojislatura  añadir  al  consejo  otro  conciliario  mas,  i  (jue  lo 
soa  siempre,  por  razón  de  su  empleo,  cl  rector  del  Instituto 
Nacional.  El  cuidado  que  tiene  el  gobierno  de  clejir  para  esto 
difícil  cargo  personas  idóneas,  como  lo  han  sido  las  que  lo  han 
ejercido  por  una  larga  serie  do  años,  i  el  conocimiento  experi- 
mental fjue  en  él  se  adquiere  de  los  defectos  o  nccosidailcs  de 
la  enseííanza,  hacen,  a  mi  juicio,  mui  conveniente  la  partici- 
pación de  este  empleado  en  las  medidas  del  consejo,  i  no  podrá 
menos  do  racililarlas.  Lo  mismo  digo  relativamente  al  delega- 
do universitario,  cuando  se  haya  nombrado. 

Solo  me  resta,  señores,  cumplir  con  cl  último  de  los  debe- 
res que  en  esta  ocasión  me  impone  la  lei:  pagar  un  tribu- 
to de  respeto  a  la  memoria  de  los  miembros  fallecidos  en 
este  quinquenio,  que  se  lian  distinguido  por  su  celo  en  favor 
de  la  instrucción.  Yo  coloco  en  primer  lugar  aquel  hombro 
insigne,  en  cuya  pórdida  ha  Horado  la  patria  la  do  muchos 
hombres;  sabio  Icjislador,  que  presidió  a  la  formación  do  nues- 
tro código  constitucional;  ministro  diplomático,  que  represen- 
tó oon  celo  i  dignidad  a  la  ropúlilica  en  Inglaterra  i  en  el 
Perii;  ilustrado  ministro  de  justicia,  que  trabajó  con  acierto 
en  la  reforma  do  la  administración  judicial,  i  dejó  preparado 
un  vasto  proyecto  para  la  organización  de  este  ramo;  defensor 
cnérjico  de  los  intereses  nacionalee  i  de  las  leyes  en  el  ejerci- 
cio del  ministerio  público,  en  el  senado  i  en  el  consejo  do  es- 
tado; esforzado  promovedor  de  la  instrucción  pública  en  el 
consejo  universitario,  en  la  facultad  de  leyes,  do  que  fue  el 
primer  decano,  en  la  academia  de  práctica  forense;  i  que,  en 
todos  estos  destinos,  hizo  resplandecer,  a  la  par,  una  intolijen- 
cia  luminosa,  enriquecida  con  extensos  i  variados  conocimicn* 
tos,  atesorados  en  una  memoria  privilejiada;  un  alma  pura,  a 
quien  asustaba  hasta  la  mas  lejana  sombra  de  miras  opuestas 
a  la  escrupulosa  integridad  del  hombre  público  (de  lo  que  yo 
pudiera  citar  pruebas  conocidas  do  pocos,  conocidas  de  uno 
de  mis  colegas  que  está  presente,  i  gozó  de  sus  mas  íntimas 
confianzas);  una  independencia  de  carácter,  quo  no  so  doblegó 


30 i  OPÚSCULOá  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


jamas  a  influjos  personales,  que  no  traicionó  jamas  sus  con- 
vicciones, que  jamas  se  arredró  de  expresarlas;  un  culto  al 
honor  nacional  que  rayaba  en  lo  caballeresco;  aquel  rarísimo 
patriotismo,  que  l>usca  el  bien  sin  mendigar  la  popularidad; 
todo'  esto  sostenido,  adornado  por  una  elocuencia  de  razón, 
fácil,  fluida,  animada,  espontánea,  llena  de  rasgos  felices,  sin 
la  menor  apariencia  de  estudio.  De  sus  cualidades  sociales  i 
domésticas,  ¿qué  puedo  decir  que  no  sea  sabido  de  los  que  me 
escuchan?  ¿Quién  ignora  cuan  elevado,  cuan  profundo,  fué  en 
don  Mariano  Egaña  el  sentimiento  relijioso?  Esposo  i  padre 
tierno,  i  no  menos  tierno  hijo,  que  llevaba  el  amor  a  la  me- 
moria de  su  venerable  padre  hasta  la  idolatría;  amigo  fiel, 
consecuente,  servicial;  liberal  bienhechor  do  la  humanidad 
doliente  i  de  la  pobreza  desvalida;  alma  afectuosa  i  enérjica,  i 
sin  embargo  cerrada  al  odio  i  la  venganza;  sus  antipatías  eran 
todas  al  crimen,  a  la  prevaricación,  a  las  contemplaciones  in- 
debidas, a  la  perniciosa  induljencia.  Yo  no  temo  que  se  me 
culpe  de  exajeracion,  cuando  digo  que  la  naturaleza  no  pre- 
senta, sino  do  tarde  en  tarde,  un  conjunto  tan  espléndido  de 
virtudes  i  de  talentos.  I  aun  no  lo  he  dicho  todo:  aun  no  os 
he  hablado  de  aquella  amabilidad  de  trato,  que,  en  medio  de 
su  desprecio,  tal  vez  excesivo,  a  las  exterioridades  frivolas  que 
la  sociedad  impone  como  deberes,  i  cuya  omisión  es  la  que 
menos  perdona,  daba  tanta  gracia  a  su  conversación,  i  la  ha- 
cía tan  instructiva,  tan  interesante,  i  tan  exenta  de  pedantería; 
ni  de  aquella  franqueza  jenial,  que  trasparentaba  todos  los 
movimientos  do  su  alma;  ni  de  aquella  noble  hospití^lidad  de 
su  casa  *dc  campo,  asilo  de  recreación  inocente,  monumento 
de  amor  filial,  adornado  con  esmero  i  gusto  i  a  no  pequeña 
costa;  toda\ia  la  man  bella  residencia  campestre  en  Chile,  i 
uno  do  los  primeros  objetos  de  curiosidad  del  viajero  que  visi- 
ta la  capital. 

Contrayéndome  a  lo  que  tiene  relación  con  la  universidad  i 
la  instrucción  pública,  don  Mariano  Kgaña  tomó  siempre  una 
parte  principal  en  los  trabajos  del  consejo  universitario,  asis- 
tió con  la  mayor  asiduidad  a  sus  reuniones,  fué  el  alma  de 
s'!s   delilieraciones,   i  propendió  en  él  con  especial  celo  a  la 


blSCtlKSO  BN  EL  AKIVKnSAIlIU  aH  LA 


difusión  do  la  enseñanza  relijiosa  imoral.  Sabirlo  es  que  hizo 
un  estudio  particular  de  la  historia  i  antigileJadcs  chilena»; 
lia  tlejado  una  colección  de  douumentofí  curiosos  que  las  ilus- 
tran, i  apuntes  históricos  do  su  pluma.  Formó  una  n'oa  hiblio- 
toca,  en  que  no  ao  ha  olvidado  ninijim  ramo  do  ciencia  o  do 
literatura-,  i  en  que  no  fallan  obras  di  las  quo  por  su  prei'io  no 
e.stán  a  el  alcance  do  muclios,  no  pocas  de  ellas  únicas  en  el 
país,  raras  ali^unas  en  la  misma  Europa,  copiosa  sobre  todo 
en  historia  i  jurisprudencia,  i  lo  que  a  mi  juicio  la  recomien- 
da particularmente,  adaptada  al  uso  de  lectores  americanos, 
de  lectores  chilenos.  Yo  que  he  tenido  la  ocasión  de  rejistrar 
este  opulento  depósito,  me  ho  convencido  de  que,  ai  formarlo, 
se  tuvo  niui  presente  a  la  Amúrica  Española  i  a  Chile.  Com- 
prado por  la  nación,  que  ha  querido  vincular  allí  para  siempre 
la  memoria  de  aquel  ciudadano  ilustre,  oi'namento  de  la  hu- 
manidad i  gloria  de  Chile,  estará  pronto  abierto  a  la  juventud 
estudiosa  i  al  público.  Don  Mariano  Egaña  vivirá  así  para  la 
patria,  a  quien  fuó  arrebatado  en  una  época  de  la  vida  en  que 
el  vigor  de  las  facultades  intelectuales  la  daba  t'jdavia  la  esi>n- 
ranza  de  largos  e  importantes  servicios. 

Aun  al  lado  de  este  hombre  eminente,  pueden  aparecer  .sin 
deslucirse,  dos  venerables  sacerdotes,  di^os  do  recordarse  por 
lo  que  hicieron  en  favor  de  la  instrucción  pública.  El  primero 
os  el  ilu-strisimo  señor  don  José  Ignacio  Cionfuégos.  Decidido, 
desdo  que  dio  Chile  el  primer  grito  de  libertad,  a  sostener  tan 
santa  causa,  trabajó  en  ella  esforzadamente,  como  ciudadan", 
como  miembro  del  poder  ejecutivo,  como  miembro  de  la  Icjia- 
latura.  Confinado  al  presidio  do  Juan  Fornán.Icz,  fué  allí  el 
consuelo  de  sus  compañeros  do  destierro.  Después  de  aquella 
época  de  infortunio  para  las  armas  tle  la  patria,  se  lo  nomhrtí 
gobernador  del  obispado  de  Santiago;  i  no  necesito  recordaros 
el  celo  con  que  en  este  destino  se  consagró  a  la  iglesia  ciulcna, 
no  menos  que  a  los  intereses  del  estado,  como  miembro  del 
senado  conservador  í  como  diputado  de  Talca.  Cura  de  aque- 
lla ciudad,  no  contento  con  ejercer  dignisimamento  su  eviin- 
jélico  ministerio,  había  conlribuitlo,  de  su  prupio  peculio  en 
gran  parte,  a  la  construcción  de  la   iglesia  i   de  una  In'nn<*s3 


3JÜ  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


casa  (le  ejercicios  espirituales.  Fué  prebendado  de  la  catedral 
de  Santiaj^,  en  la  cual  ascendió  hasta  la  dignidi\d  de  deán. 
En  edad  ya  avanzada,   impulsado  ix)r  el  anhelo  de  promover 
el  bien  de  la  iglesia  chilena,   hizo  dos  viajes  a  la  capital  del 
mundo  católico;  el  primero  con  el  carácter  de  ministro  plenipo- 
tenciario, en  que  obtuvo  de  la  santidad  do  Pió  VII  concesiones 
importantes,  i  la  misión  de  un  vicario  apostólico  provisto  de 
plenísimas  facultades  para  el  arreglo  de  los  negocios  eclesiás- 
ticos. En  el  segundo,  enteramente  privado,  se  le  condecoró 
con  la  mitra  de  Retimo  in  partibiis  infidcHum,  aceptada  con 
la  mira  de  proveer  a  las  necesidades  de  Chile,  donde  no  habia 
a  la  sazón  ningún  pastor  de  igual  jerarquía.    Instituido  des- 
pués para  la  diócesis  do  Concepción,  desplegó  allí  con  nuevo 
lustro  el  espíritu  apostólico  de  que  estaba  animado.  Presentes 
tenéis  las  inestimsíbles  prendas  de  este  benemérito  sacerdote: 
un  patriotismo  que  no  se  desmintió  jamas;  una  constante  de- 
dicación al  servicio  de  la  iglesia  i  del  estado;  un  celo  virtuoso, 
templado. por  la  prudencia  i  la  mansedumbre;  una  ilustración 
superior;  una  intachable  pureza  do  conducta;  una  atractiva 
suavidad  de  carácter.  En  medio  de  las  graves  ocupaciones  que 
os  he  Ijosquejado,  sirvió  meritoriamente  a  la  instrucción  pú- 
blica. En  1819,  desempeñó  a  satisfacción  de  todos  la  comisión 
que  se  le  confirió  para  el  restablecimiento  del  Instituto  Nacio- 
nal.  En  1820,  escribió  i  dio  a  luz  a  sus  expensas  un  Catón 
cristiano  político  para  el  uso  do  las  escuelas.   En  su  segundo 
viaje  a  Roma,  hizo  imprimir  allí,  a  sus  expensas  también,  el 
Catecismo  de  doctrina  cristiana^  que  goza  de  tan  merecida 
reputación,  i  de  que  repartió  gratuitamente  en  el  país  innume- 
rables ejemplares.   El  célebre  abate  Molina  habia  puesto  a  dis- 
posición del  señor  Cienfuégos,  su  deudo,  una  valiosa  hacienda 
situada  en  la  provincia  del  Maule;  i  el  señor  Cienfuégos  la  ce- 
dió a  Talca,  para  que  se  empleasen  en  la  educación  de  la  ju- 
ventud sus  productos,  quo  forman  la  principal  renta  del  cole- 
jio  de  aquella  ciudad. 

Don  José  Santiago  íñigucz  es  el  segundo  de  los  individuos 
del  clero  chileno  que  creo  dignos  de  memoria  como  bienhe- 
chores do  la  instrucción  pública:  sacerdote  venerable;  modelo 


DlSCUnsO  E.V  1¡L  ANIVEtlSAHIO  DE  UA   [IMVEttSIDAl 


de  scncilloz  i  austeridad  en  la  vida  prívaíla;  lumbrera  de  la 
iglosia  lie  Santiago  )K)r  sus  virtitdos  i  {kit  su  vasta  erudición 
en  las  ciencias  sagradas.  Versado  también  on  las  ciencias  ¡  la 
literatura  profanas,  fué  el  primer  profesor  de  oeonomía  políti- 
ca en  el  Instituto  Nacional,  donde  cnjíoñó  ademas  el  derecho 
natural  i  do  jcntes,  como  toolojía  i  humanidades  on  el  Semi- 
nario Conciliar.  Ejerció  con  dlstijiciou  el  profesorado;  i  a  pesar 
de  su  quebrantada  salud  concurrió  a  los  trabajos  do  la  fouuU 
tad  a  que  pcrtoneeia.  Selló  sus  eminentes  serviciosala  reli- 
jion  i  a  la  nación,  destinando  su  cuantioso  patrimonio  a  obje- 
tos de  beneficencia  pública. 

Otro  nombre,  señores,  se  asoma  a  mis  labios,  que  no  me  es 
posible  pronunciar.  Ya  eonccbti  que  aludo  a  un  joven  que, 
naüido  en  Inglaterra,  so  formo  principalmente  en  Chile;  que 
casi  niño  fué  profc»jr  del  Instituto  Naeional;  que  contribuyó 
aUÍ  bastante  al  restablecimiento  del  estudio  de  la  lengua  lati- 
na; ciuo  en  una  gran\átioa  de  esto  idioma  introdujo  por  la 
primera  vez  las  doctrinas  de  la  filolojía  curoiica  de  los  últimos 
años;  ipie  dejó  acopiados  malcríales  para  una  segunda  edición 
de  aquella  obra  en  que  desgraciadamente  hubo  de  trabajar 
otra  mano;  que  cultivó  la  literatura  con  suceso;  (jue  so  distin- 
guió en  el  foro  desde  que  entró  en  él;  que  fué  precipitado  al 
sepulcro  en  la  ñor  de  la  vida,  malogrando  las  mas  bellas  es- 
peranzas. El  vecindario  de  Santiago  le  lloró,  i  conocía  sola- 
mente la  mitad  de  su  alma. 

Ilai  otro  asunto,  i  será  ol  últinao,-  mas  personal,  sí  cabe. 
Ucelcjido  casi  unánimemente  por  cate  ilustre  cuerpo  para  ol 
primer  lugar  de  la  terna  del  rectorado  vacante;  reclejidodc 
este  modo  en  la  reunión  universitaria  mas  numerosa  que  so 
ha  viato  hasta  ahora,  delw  aproveeliarme  de  esta  primera 
oportunidad  para  dar  a  la  univcrsi<lad  un  testimonio  público 
do  mi  profunda  gratitud.  Uebo  darlo  asimismo  al  oxcelcntísimo 
señor  patrono,  que  se  ha  dignado  confirmar  el  sufrajio  de  la 
universidad.  Debo  darlo  al  señor  ministro  do  instrucción  pú- 
blica, quo  so  lia  servido  mencionar  a  las  cámaras  Icjislativas 
mi  reelección  on  términos  tan  honortljcos  para  mi.  Pero  la 
mejor  muestra  do  mi  i-econocimícnto  será  la  consagración  de 


398  OPCSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


mis  débiles  fuerzas  al  servicio  de  la  nación  chilena,  mi  cons- 
tante favorecedora,  de  la  universidad  i  de  la  juventud  estu- 
diosa, en  quien  (lo  he  dicho  muchas  veces  i  me  complazco  en 
repetirlo)  en  quien  tengo  una  fe  sincera:  la  patria,  que  haco 
tanto  por  ella,  que  espera  tanto  de  ella,  a  cuya  organización 
es  llamada  ella  a  poner  la  última  mano,  no  verá  frustrada  su 
esperanza.  Contribuir  a  este  venturoso  resultado,  es  la  misión 
de  la  universidad  en  la  esfera  de  sus  atribuciones.  Para  la 
parte  que  en  esta  misión  me  toque  a  mí,  siento  no  poder  ofre- 
ceros mas  que  celo  i  trabajo.  Contad  con  ellos,  mientras  me 
quede  un  resto  de  vida  i  de  fuerzas. 

{Analos  de  la  Vniversidad ,  Año  de  1848.) 


MEMORIA 


IMIKSENTADA  AL  t:0NSEJO  I)l£  LA  UNIVIiUSIDAI) 
EN  SESIÓN  DE  II   DK  MARZO  DE  ISi>Í 


Señores: 

En  virtud  de  lo  dispuesto  en  el  artículo  24  del  supremo  de- 
creto de  23  de  abril  do  1844,  me  cumple  dar  cuenta  del  esta- 
do actual  de  la  instrucción  pública,  de  las  mejoras  introduci- 
das en  ella  durante  el  quinquenio  principiado  en  setiembre  de 
1848,  de  los  obstáculos  que  las  han  contrariado,  i  do  los  acon- 
tecimientos que  durante  el  mismo  período  hayan  tenido  una 
relación  inmediata  con  la  instrucción  pública.  Concluiré,  como 
se  me  previene  en  el  mismo  decreto,  dando  una  breve  noticia 
de  los  miembros  do  esta  universidad  que  han  fallecido,  i  que 
se  han  distinguido  por  su  celo  en  favor  do  la  instrucción. 

I 

Por  el  artículo  I  /,  número  8,  de  la  lei  de  1 9  de  noviembre  do 
1842,  que  asentó  sobre  nuevas  bases  esta  universidad,  se  co- 
metió a  la  facultad  de  filosofía  i  humanidades  el  encargo  de 
dirijir  las  escuelas  primarias,  proponiendo  al  gobierno  las  re- 
glas que  juzgase  mas  convenientes  para  su  organización;  el 
de  redactar,  traducir,  revisar  los  libros  que  hubiesen  de  servir 
de  texto  en  ellas;  el  de  llevar  un  rejistro  estadístico  que  pre- 
sentase cada  año  un  cuadro  completo  de  la  enseñanza  prima- 
ria en  Cliilo;   i  el  do  liaccr,  por  medio  de  sus  miembros  i  de 


4üü  :í?i:.v:::l.:.»  liTKa.Lax»  t  carneo» 


corrwpotuiaÍKS  Lnrsll/tsituíí?.  Li  vi*?i^  c  mspecc&oa  de  las  escue* 
las  priiiuirliW  í«i  Li  ..'n;iviL  l  le  Lls  provincías. 

Por  «:tm  parte  -^n  el  lei:'.-^:;:'  -i-i  Í3  de  abril  de  IS-44  arriba 
citadij-  ?ti  coEitrí;^/.  il  .;on-'?<jjO  do  Li  Li.'liveratLfcl  la  iaspeccicm 
dé  t«>!ijs  los  esLiLI»ecL:-júoii:.:s  de  edui-'ajcioa.  na^ríoaales,  pro- 
^incialr:^  o  r:i':nicipíil-i<j  ea  cayo  nunierD  se  o>ciiprendieroii 
sin  dij'Li  las  eíciiotaá  prLmariaáy  serrín  se  ve  por  d  articulo  50. 
La  iorp^ccLrja  .^  exteci  !ia,  coa  ciertis  limitacioaes,  a  los  esta- 
Llecíniícn!:.-.s  partío'ilares- 

F^ara  llevar  a  el'ei:tk>  estíos  encargos  se  establecieron  juntas 
províncíalejá  de  e  íucacíoa  artículo  o7 ,  e  iospecciones  departa- 
mentales "."írtículo  C5  . 

La  facultail  le    Iiu:iiamda«l*=s  pudo  ejercer  i  ejerció  satis- 
factoriamente la  inspección  do  las  escuelas  primarias  de  la  ca- 
pital; per>  carecia  de  niel:  jS  para  extenderla  mas  allá  de  la 
ciudad  de  .Santiai^.  Esto  fué  sin  duda  lo  que  dio  motivo  al 
precitado  decreto  de  ?3    de   abril,   que    parece    trasferir   la 
inspección  jcneral  de  las  escuelas  al  consejo,  por  medio  de  las 
juntas  pro^  inciales  i  de  las  inspecciones  de  educación.   Mas 
tardó  poco  en  percibirse  que  esta  organización  era  poco  me- 
nos que  com;)!et:\niente  ineficaz  para  el  objeto  que  se  deseaba. 
Una  que  otra  provincia  ha  habido  en  que  merced  al  celo  del 
jefe  superior  se  d^rsplecrú  por  algún  tiempo  una  actividad  bien- 
hechora, i  se  cumplió  con  la  debida  regularidad  el  encargo  de 
diríjir  estados  periólicos  al  consejo.  Pero  la  mayor  parte  do 
las  provincias  no  Ijs  lian  remitido  sino  a  intervalos  mas  o  me- 
nos largos,  i  aun  cntún.es  incompletos.  Hai  algunas,  i  no  por 
cierto  de  las  menos  avanzadas  en  civilización  i  riqueza,  de  las 
que  no  so  han  rcciljido  mas  que  uno  o  dos  estados  desde  el  año 
de  1844  hasta  el  dia.  Aquella  especie  de  animación  que  se  notó 
al  principio,  fu»;  poco  a  poco  entibiándose,  i  la  experiencia  me 
párroco  hal)er  ya  demostra  lo  la  insuficiencia  de  esta  armazón 
de  juntas  i  de  inspecciones  para  los  fines  de  su  institución,  i 
en  particular,  para  proveernos  de  datos  estadísticos  con  la  fre- 
cuencia i  regularidad  necesarias.  Lo  que  a  este  respecto  se  ha 
obtenido,  se  debe  en  su  mayor  parte  a  la  acción  directa  del  mi- 
nisterio de  instrucción  i)iiblica  ejercida  por  los  órganos  oficia- 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  401 


les  de  la  administración.  I  lácese,  pues,  cada  dia  mas  urjente  la 
creación  du  otro  orden  de  cosas,  o  el  complemento  del  cpie  ya 
se  ha  ensayado  cometiendo  la  estadística  de  la  enseñanza  a 
una  sección  del  ministerio  de  instrucción  pública.  La  facultad 
de  humanidades  i  el  consejo  podrían  seguir,  como  hasta  aquí, 
facilitando  en  este  ramo  los  trabajos  del  supremo  írobierno, 
ya  en  la  discusión  de  los  reglamentos,  ya  en  la  revisión  de  los 
textos,  ya  en  la  indicación  de  otros  nuevos,  o  en  la  reformado 
los  existentes.  La  inspección,  confiada  principalmente  a  los 
visitadores,  aumentándose  su  número  de  manera  que  todas 
las  escuelas  de  la  república  pudiesen  ser  visitadas  a  lo  menos 
una  vez  cada  año,  jeneralizaria  los  excelentes  resultados  que 
ya  se  han  logrado  por  esto  medio  en  las  escuelas  en  que  hasta 
ahora  ha  podido  emplearse.  Durante  la  ausencia  de  los  visita- 
dores, cuidarían  los  inspectores  de  que  se  observase  el  réjimen 
establecido  por  acjuéllos  en  las  escuelas  fiscales,  munícipak*!"?  i 
conventuales,  i  les  darían  cuenta  de  lo  que  sobre  este  punto 
mereciera  su  atención  o  reclamara  su  intervención. 

Las  juntas  provinciales  ejercerían  la  inspección  en  las  capi- 
tales de  provincia,  pero  dejimdo  siempre  a  los  visitadores  la 
incumbencia  de  proponer  i  plantear  las  reformas,  en  una  pa- 
labra, todo  lo  concerniente  a  la  sustancia,  forma  i  distrí luición 
de  la  enseñanza.  A  mi  juicio,  la  acción  legal  de  los  visitado- 
res debería  ser  uniforme  en  las  escuelas  fiscales,  municipales  i 
conventuales;  extensiva  en  ellas  a  plantear  las  reformas  di- 
dácticas, i  limitada  en  las  escuelas  particulares  a  recomendar- 
las. Pero,  en  la  parte  represiva  do  prácticas  opuestas  a  la  mo- 
ralidad i  a  la  salubridad,  las  atribuciones  de  los  visitadores 
deberían  ser  unas  mismas  en  todos  los  establecimientos  de 
enseñanza  primaria,  cualquiera  que  sea  la  procedencia  de  los 
fondos  de  que  subsistan. 

De  estos  antecedentes,  se  colíje  la  nexjesidad  de  un  regla- 
mento que  determine  las  atribuciones  de  los  visitadores  en  las 
varias  clases  de  escuelas  primarias;  sus  relaciones  con  los  ins- 
pectores i  las  juntas;  las  facultades  de  que  pueden  hacer  uso; 
i  su  correspondencia  periódica  con  el  ministerio  do  instrucción 

pública  i  con  el  consejo  universitario.    Pero  es  preciso  recor- 
opúsc.  51 


V»¿  OPl>CLLOS  LITERARIOS  1  CKIT1CÚ8 

dar  í(u<*,  si  las  pnscTiiKriones  del  gubienio  no  fuesen  acompa- 
ñarlas (l(í  la  cumiM^toiite  sanción,  de  nada  .semria  multiplicar 
los  nv^lameiitos,  i  a  la  vuelta  de  px-os  años  tendríamos  qtic 
volver  a  lainciitai*  su  ineficacia. 


11 


Ijx  base  de  la  estadística  de  la  enseñanza  primaría  i  de  toda 
la  educación  nacional,  es  el  censo  de  la  población;  i  hasta  aho- 
ra solo  tenemos  el  de  1843,  (jue  no  nos  permite  rastrear,  como 
tan  de  (lesear  sería,  la  proporción  en  que  cada  provincia,  cada 
departamento^  cada  distrito,  cada  pueblo,  goza  ahora  de  este 
gran  beneürio,  que  es  a  un  mismo  tiempo  el  jérraen  i  la  me- 
dida de  la  cixilizacion  intelcvtiial.  No  solo  ha  debido  cambiar 
considerablemente  desde  aquella  época  la  población  absoluta 
de  cada  localidad,  sino  la  proporción  de  las  poblaciones  de  las 
varias  localidades  entre  si;  porque  está  a  la  vista  de  todos  que 
la  marcha  du  la  población,  rápida  en  varias  partes,  en  otras 
es  lenta,  en  algunas  apenas  sensible.  Pero  es  preciso  resig- 
narnos a  sacar  el  partido  posible  de  esta  defectuosísima  base. 
Procedamos  momentáneamente  sobre  la  suposición  de  haber 
permanecido  estacionaria  la  población  desde  1843,  i  compa- 
rémosla con  el  cuadro  jeneral  de  la  educación  primaría  en 
Chile  en  1853,  presentado  por  el  señor  ministro  de  instrucción 
pública  al  congreso.  La  ra/on  entre  el  número  de  niños  que 
van  a  la  escuela  i  el  ile  los  habitantes,  sería  aproximadamen- 
te en 

Chiloé 1/20 

Valdivia 1/38 

Concepción 1/55 

Ñul)le 1/60 

Maule 1/84 

Talca 1/59 

Colchagua l/r25 

Santiaüfo 1/33 

Valparaíso 1/25 


ME^tORlA  PRESENTADA  A  LA   UNIVERSIDAD  403 


Aconcaj^ua 1/57 

Coquimbo 1/48 

Atacama 1/28 


Chile 1/47 

Do  manera  que,  según  esta  cuenta,  tendríamos  en  la  escala 
de  débil  iluminación  de  las  difci'entes  provincias  este  orden 
gradual:  Chiloé,  Valparaíso,  Atacama,  Santiago,  Valdivia, 
coloca  las  sobre  el  término  medio  de  la  república;  i  bajo  esto 
término  Coquimbo,  Concepción,  Aconcagua,  Talca,  Nuble, 
Maule  i  Colchagua.  Comparando  estos  resultados  con  los  que 
consigné  en  la  memoria  que  tuve  el  honor  de  leer  en  la  sesión 
solemne  de  1848,  la  discrepancia  no  es  gran. le.  Chiloó  i  Val- 
paraíso ocupaban  entonces,  como  ahora,  los  dos  primeros  lu- 
gares en  la  serie,  i  ahora,  como  entonces.  Maule  i  Colchagua 
parecen  retener  los  dos  últimos.  En  Santiago  i  Valdivia, 
subsisten  los  guarismos  anteriores  1/33,  1/38;  Chiloé  ha  des- 
cendido aparentemente  de  1/17  a  1/20,  i  Talca  de  1/43  a  1/59; 
pero  Atacama  ha  subido  do  1/10  a  1/28,  cambiando  dé  lugar 
con  Santiago;  Coqui.ulx)  de  1/50  a  1/48,  Aconcagua  de  1/60 
a  1/57,  Valparaíso  de  1/28  a  1/25,  Concepción  de  1/75  a  1/55, 
Nuble  de  1/67  a  1/66,  xMaule  de  1/96  a  1/84,  i  Colchagua 
misma  de  1/150  a  1/125.  La  república  toda  por  término  medio 
parece  haber  descendido  de  1  por  45  a  1  por  47.  Pero  es  indu- 
dable que  la  cantidad  absoluta  de  la  enseñanza  primaria  ha 
subido  en  todas  partes,  i  que  el  pequeño  descenso  que  en  al- 
gunas aparece  es  debido  a  la  mayor  exactitud  de  los  datos  do 
que  se  ha  servido  el  señor  ministro  de  instrucción  pública. 

No  puede  menos  de  ocurrir  una  reflexión,  i  citírtamente 
lx>co  a  propósito  para  darnos  una  idea  ventajosa  de  los  pro- 
gresos de  la  instrucción  primaiia.  Gracias  al  celo  del  supremo 
gobierno  i  de  las  cámaras,  se  han  fundado  desde  1843  gran 
número  de  escuelas  primarias  dotadiis  con  fondos  fiscales;  las 
municipalidades  lian  contribuido  por  su  parte;  i  el  número  de 
las  escuelas  particulares  ha  recibido  también  algún  incremen- 
to; pero  la  población  ha  crecido  al  mismo  tiempo  en   una  ra- 


1» 


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f\'\  .'li.'/i.'t.  'i'i':  í--.  J.i  .-•■íij.lia  (]'!  {  A'i  <.ivili/aí*ion. 

« 

L;t  íni¡<\:t('¡'>n  (¡f.  rjM^v.'is  í:Si:ti<.-líis  ])or  los  nirjios  quo  lian 
í"-t;i'lo  ííi  ;i'íií,n  Jja-;l.i  ajjnra,  no  )>ium1o  sí*L''iiir  el  moviinionto 
(|í-  la  |M>l»Jar¡íiri,  íjiií*  sr  ílcsarrnlla  í'Ii  una  pro  ¡presión  jconié- 
Irií-a.  Si  no  apcl.inios  a  olr^s  nnílio'^,  será  cíida  año  menor  la 
r*íi/nri  t'i\\yt'  <•!  mnnrro  (!<•  aluninns  jn'iniarios  i  v\  número  de 
los  Ijaliilaiifrs.    La  clasr  (jiic   |>arlii-i|)a  cío  la  instruceion  ele- 


MEMORIA    PRESENTADA  A  LA   LMVKUSIDAU  40.) 

metital,  será  cada  año  una  fracción  menor  do  la  nación;  i  a 
nadie  se  ocultará  todo  lo  que  hal)ria  de  ominoso  i  desconsola- 
dor en  esta  incontestable  deducción  de  los  datos  numéricos,  si 
no  nos  apresurásemos  a  dotar  de  recursos  mas  adecuados  la 
educiicion  nacional.  Tenemos  a  la  vista  el  ejemplo  de  otros 
países;  una  moilcrala  contribución  de  los  vec¡n<lai*ios,  ensaya- 
da al  princii)io,  si  so  quiere,  en  los  departamentos  mas  pobla- 
dos i  ricos,  i  extendida  gradualmente  a  los  otros,  es  c\  arbitrio 
único  para  proveer  a  una  necesidad  cada  dia  mas  imperiosa. 
Sin  eso,  la  barbarie  iria  cada  afio  extendiendo  su  imperio  so- 
bre una  porción  mas  considerable  del  cuerpo  social.  La  mejora 
de  la  enseñanza  en  ciertos  ramos,  el  adelantamiento  de  la  ins- 
trucción colejial  i  cien  tilica,  no  compensarian  jamas,  en  la 
balanza  del  bienestar  común,  los  males  inherentt\s  a  ese  incre- 
mento relativo  do  las  clases  condenadas  a  una  carencia  com- 
pleta de  toda  cultura  intelectual  i  moral.  Si  nos  fií^iiramos  un 
círculo  cuyas  dimensiones  creciesen  continuamente,  i  en  que 
un  segmento  iluminado  brillase  cada  vez  con  una  luz  mas 
viva,  pero,  a  pesar  de  su  incremento  absoluto,  formase  una 
l)arte  progresivamente  mas  i)equeña  de  la  superficie  total,  po- 
dremos representarnos  la  marclia  de  las  luces  en  Chile,  según 
sus  actuales  tendencias.  ¿I  qué  orlen  <le  cosas  puede  haber 
mas  opuesto  al  espíritu  de  las  instituciones  que  nos  rijen? 

Los  instructivos  cuadros  ¡)resentados  en  la  última  memoria 
del  señor  ministro  de  instrucción  pública,  manifiestan  que  se 
educan  actualmente  on  las  escuelas  5,(503  niñas,  es  decir,  una 
por  cada  tres  personas  del  otro  sexo.  En  1848,  la  proporción 
era  de  una  niñii  por  cada  cinco  niños  varones,  lia  variado, 
jmes,  notablemente  la  proporción  de  los  sexos  en  favor  de  la 
nuijer. 

Si  bajo  esto  aspecto  tenemos  motivo  de  felicitarnos,  hai  otro 
en  que  el  cuadro  de  la  educación  popular  no  es  enteramente 
sombrío.  De  las  571  escuelas  esparcidas  sobre  la  superficie  de 
la  república,  hai  por  lo  menos  í  10  en  que,  fuera  de  la  lectura, 
escritura  i  catecismo,  se  dan  nociones  de  aritmética,  i  en  cierto 
número  de  estas  escuelas  se  enseña  ademas  un  poco  de  gramá- 
tica, de  jeografia,  de  historia  i  de  otros  ramos. 


AüC  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 

Ni  (leja  rlc  sor  satisfar, torio  que  las  escuelas  particulan^s  pa- 
irarlas por  los  padres  de  familia  ediicpien  casi  la  mitad  de  to- 
dos los  aliinnos  primarios;  que  en  ellas  estén  casi  equilibrados 
los  sexos;  i  que  en  cerca  de  la  mitad  se  den  conocimientos  de 
aritmética,  estudiándose  en  alc^unas  gramática,  jeografía,  no- 
ciones de  historia  i  otros  ramos.  El  interés  con  que  ya  empie- 
za a  mirarse  la  educación  del  pueblo  i  b^s  cuidados  incesantes 
que  cx^nsaírra  el  gobierno  a  ella,  hacen  esperar  que  de  dia  en 
dia  crecerá  el  número  de  los  que  por  espcículacion  o  por  una 
vocación  especial  so  dedican  a  este  ramo  de  enseñanza. 

Pero,  donde  yo  veo  la  esperanza  do  un  porvenir  mas  lison- 
jero, soJ)n'  todo  después  que  el  sostenimiento  de  las  escuelas 
esté  a  cargo  de  los  vecindarios,  es  en  el  ensanche  i  mejora- 
miento de  la  Normal  de  preceptores,  objeto  constante  de  la 
solicitud  del  gobierno.  De  allí  se  difundirán  los  mejores  mé- 
todos, la  mejor  disciplina  pedagójica,  i  lo  que  no  vale  menos, 
el  lustre,  el  prestijio  de  honor,  de  que  debe  rodearse  la  ense- 
ñanza de  las  primeras  letras,  confundida  hasta  ahora  con  las 
profesiones  mas  humildes  i  oscuras,  i  acompañada,  por  consi- 
guiente, de  la  incuria,  del  desaliño,  de  la  ignorancia  grosera, 
de  la  aspereza  repulsiva,  que  van  poco  a  poco  desapareciendo 
do  las  escuelas  en  las  principales  poblaciones. 

En  la  Esíuela  Normal,  se  da  instrucción  actualmente  como 
a  70  alumnos:  50  pertenecen  al  curso  de  primer  año,  5  al  de 
segundo,  13  al  de  tercero.  Según  el  plan  oficial,  debe  enseñarse 
relijion,  caligrafía,  aritmética,  joometría  elemental  i  práctica, 
jeografía  descriptiva,  nociones  de  jeografía  física  i  de  cosmo- 
grafía, gramática  castellana,  idioma  ingles,  música  vocal.  En 
el  primero  i  mas  importanle  de  estos  ramos,  no  se  da  a  la  en- 
señanza la  extensión  ({ue  sería  de  desear  en  un  esta])lecimiento 
destinado  a  difundir  las  sanas  ideas  en  todo  el  territorio  de  la 
repúl)lica,  ideas  cuya  insuficiencia  es  casi  en  todas  partes  ver- 
dadcramenlo  lamentable.  En  la  mayor  parte  de  los  otros  ra- 
mos, la  enseñanza  dista  todavía  bastante  de  lo  que  debiera  ser. 
Se  echa  menos  la  cbuse  de  dibujo;  la  jimnástica  por  falta  de 
algunas  elíMiientos  no  está  en  ejercicio.  Se  abrirá  una  clase  de 
práctica  pedagójica,  en  la  sala  espaciosa  que  le  esta  destinada, 


MEMOIUA  PHESKNTAÜA  A  LA  LNIVKHSIDAD  W 


luego  quo  se  la  prov<*a  de  los  muebles  i  útiles  necesarius,  que 
sera  mui  presto.  El  hermoso  i  vasto  edifieio  con  que  ha  sido 
dotada  la  escuela  hace  desear  quo  se  mejore  el  menaje.  Impor- 
ta sobre  todo  una  vijilancia  incesante  sobro  la  disciplina  del 
establecimiento.  Los  medios  que  se  han  empleado  hasta  ahora, 
no  han  alcanzado  a  llenar  este  objeto  do  un  modo  satisfactorio. 

L:i  instrucción  que  debe  darse  en  la  Escuela  Normal,  según 
su  planteacion  oficial,  puede  compararse  ventajosamente  con 
la  que  so  aUjuiere  en  algunos colej»os.  Pero  no  so  si  diga  quo 
bajo  esto  respecto  puede  irse  demasiado  icjos.  Vendrá  sin  du- 
da una  época  en  que  convenga  no  solo  conservar,  sino  cnsrxn- 
char,.  el  plan  do  estudios  que  la  Escuela  Normal  abraza  al 
presente.  Pero,  mientras  se  halle  en  mantillas  la  enseñanza 
primaria,  no  es  necesario  para  su  mejora  gradual  que  se  for- 
men desde  luego  institutores  adornados  de  conocimientos  do 
que,  en  la  vocación  a  que  se  destinan,  no  están  llamados  a  ha- 
cer uso  por  ahora.  La  excesiva  extensión  de  la  enseñanza  pro- 
duce dos  inconvenientes  graves:  el  a;  rendizajo  abraza  objetos 
que  no  caben  talvez  cómüdamente  en  un  trienio,  o  no  pueden 
adquirirse  sino  de  un  modo  extremadamente  superficial;  lo 
exten.so  perjudica  a  lo  sólido.  'Pero  lo  peor  de  todo  os  que  el 
joven  se  hallaría  al  salir  de  la  Escuela  Normal  provisto  de 
aptitudes,  que,  en  un  país  dondo  en  todas  las  carreras  se  deja 
sentir  una  escasez  notable  de  sujetos  idóneos,  le  habilitarían 
para  dedicarse  con  fruto  a  ocupaciones  mucho  mas  lucrativas 
que  el  profesorado  primario,  i  le  harían,  si  no  desertar  de  él, 
mirarlo  como  una  consideración  de  ínteres  secundario,  i  de- 
sempeñarlo con  distracción  i  repugnancia.  No  faltarían  ejem- 
plos que  citar  en  comprobación  de  lo  que  digo. 

No  hai  establecimiento  de  educación  en  que  mas  importo  la 
elección  i  revisión  de  los  textos.  Este  es  un  punto  que  no  debe 
confiarse  al  juicio  del  director  i  profesores  de  la  escuela,  por 
idóneos  e  ilustrados  que  sean.  La  materia  es  bastante  gravo 
para  merecer  la  atención,  no  solo  de  la  facultad  de  humanida- 
des, no  solo  del  consejo  universitario,  sino  del  supremo  go- 
bierno. Los  textos  de  la  Escuela  Normal  están  destinados  i 
formar,  por  medio  de  los  maestro.s  de  primeras  letras,  el  cate- 


408  OPÚSCULOS  LITERAKIOS  1  CRÍTICOS 


cismo  dol  pueblo,  el  alimento  de  las  nuevo  déeirnas  partes  de 
la  población  ebilena.  iCuánto  no  va  en  esto  al  p')rvenir  de  la 
repiiMicaí  I  esta  consideración  se  aplica  con  no  menor  fuerza 
a  los  hábí'os  de  orden,  aseo,  coniportaeíon  urbana  i  decente, 
que  deben  inculcarse  en  la  Escuela  Normal,  i  que  tan  lasti- 
mosamente se  echan  menos  en  las  clases  ineducadas  i  a  veces 
en  una  esfera  mas  alta. 

Otro  establecimiento  popular  do  educación,  de  que  debo 
hablar  aquí,  es  la  Escuela  de  Artes  i  Oficios.  En  ella,  ademas 
de  la  rchjion,  se  enseñan  caligrafía,  ¡crramatica  castellana,  arit- 
mética i  principios  de  áljebra,  jeometría  elemental,  trií^ono- 
metría,  jcc)grana  descriptiva,  mecánica  industrial,  jeografía, 
dibujo  ornamental  i  do  máquinas,  i  elementos  do  jeometría 
descriptiva.  El  año  de  1854,  en  que  debe  completársela  ense- 
ñanza de  la  primera  falanjo  de  alumnos,  añadirá  nuevos  cono- 
cimientos teóricos,  i  perfeccionará  la  práctica  de  los  cuatro 
talleres  de  herrería,  fundición,  mecánica  i  carpintería.  Ilai  33 
alumnos  do  primer  año,  1*2  de  se.c^undo,  20  de  tercero;  en  todo 
65.  Concurreo  al  taller  de  herrería  8  alumnos,  al  de  lundicion 
9,  al  de  mecánica  30,  al  de  carpintería  17.  El  establecimiento 
se  halla  en  un  pié  floreciente;  sus  productos  tienen  considera- 
ble demanda;  su  disciplina  es  un  modelo  de  precisión  i  regu- 
laridad. El  local  recibe  progresivos  aumentos.  En  cuanto  al 
aprovechan  i  ento  teórico  i  práctico  do  los  alumnos,  vale  poco 
mi  juicio;  pero  el  de  personas  competentes  deja  poco  que  de- 
sear, a  lo  menos  respecto  de  la  mayoría  de  las  clases.  El  sabio 
i  modesto  director  don  Julio  Jariez  se  ocupa  en  la  redacción, 
para  la  Escuela  de  Artes,  de  un  curso  de»  ciencias  matemáticas 
i  físicas,  que  es  traducido  por  don  Francisco  Pérez,  i  de  que 
ya  se  han  publicado  la  aritmética,  áljcl)ra,  jeometría  i  trigo- 
nometría; seguirán  la  jeometría  descriptiva,  la  mecánica  in- 
dustrial i  los  elementos  de  física  i  química,  aplicados  a  las 
artes. 

La  escuela  de  sordos-mudos  colocada  en  un  departamento 
de  la  Normal  empezaba  a  dar  las  mejores  esperanzas,  cuando 
un  accidente  fatal  vino  a  paralizar  su  adelantamiento.  He 
visto  i  admirado  los  progresos  que  en   tan  poco  tiempo  han 


MEMORIA  PHESENTADA  A  LA  IJNlVEUSIDAl)  400 


hecho  estas  interesantes  criaturas,  tan  acreedoras  a  la  aten- 
ción (leí  wl)ierno  i  a  la  caridad  púhlica.  Lleo^an  a  once  his 
que  contieno  en  la  actualidad  la  escuela.  Se  presi^ntaran  mu- 
chas mas,  si  (como  es  de  esperar)  continúa  la  ens(manza,  ya 
que,  no  en  manos  del  señor  Scln'eroni,  en  otras  ii^'ualmento 
idóneas. 

III 

Sin  una  comunicación  constante  de  los  colejios  con  el  con- 
sejo de  la  universidad,  sin  la  remisión  periódica  de  cuadros  o 
estados  que  reijresenten  la  instrucción  que  se  da  en  cada  uno 
i  el  personal  que  la  distribuye  i  la  recibe,  es  imposible  formar 
idea  del  caudal  de  enseñanza  de  que  cada  uno  de  estos  esta- 
blecimientos es  la  fuente,  ni  de  su  circulación  en  la  sociedad. 
Pero  es  preciso  decirlo:  apesar  de  las  repetidas  órdenes  del 
gobierno,  no  se  verifica  la  remisión  de  esos  estados  con  la  de- 
bida rcgidaridad;  i  exceptuando  los  estabhícimientos  ptiblicos 
de  la  capital,  i  cierto  número  de  los  particulares  de  la  misma, 
no  hai  colejio  de  que  tengamos  noticias  bastantes  para  apre- 
ciar, ni  aun  aproximativamente,  la  calidad  i  movimiento  de  la 
enseñanza  'que*  en  él  se  proporcione.  Sabemos  cuál  es  la 
planta  oficial  de  los  colejios  provinciales  pagados  por  el  era- 
rio; pero  ignoramos  hasta  qué  punto  corresponde  lo  que  exis- 
te con  lo  que  del^e  ser.  No  me  es  dado,  pues,  hacer  en  esta 
exposición  otra  cosa  que  solicitar  del  gobierno  nuevas  órdenes 
para  que  se  practique  cada  año  en  una  éi)oca  dada  la  remisión 
de  esos  cuadros,  ajustados  a  los  modelos  (jue  para  este  efecto 
se  han  suministrado  con  profusión,  cada  vez  que  so  ha  indi- 
cado su.  falta;  contíindose  principalmente  con  el  celo  de  los 
intendentes  i  gobernadores  para  el  cumplimiento  de  esas  ór- 
denes. Sin  que  se  realice  la  constante  comunicación  que  he 
indicado,  la  dirección  atribuida  por  la  lei  orgánica  ol  consejo 
universitario  es  casi  enteramente  ineficaz  fuera  de  la  órbita 
de  la  capital.  Me  veo,  pues,  en  la  necesidad  de  ceñirme  a  esta 
órbita  para  llenar  del  modo  ])osible  el  programa  de  mi  expo- 
fiicion. 


•HO  OPÚSCULOS  LITEHAKIOS  1  CRÍTICOS 

En  la  esperanza  de  que  los  documenlos  existentes  en  el  ar- 
chivo del  consejo  me  suministrarían  bastantes  datos  para  ex- 
hibir a  lo  menos  un  cuadro  de  los  colejios  particulares  de  uno 
i  otro  sexo  do  la  capital,  había  principiado  a  examinar  los 
estados  correspondientes;  pero  tardé  poco  en  convencerme  de 
su  insuOciencia  para  el  objeto  que  me  proponia.  En  algunos 
de  los  de  mas  nota,  se  echa  menos  el  elemento  mas  importante 
de  todos;  se  dan  los  totales  de  los  alumnos  que  cursan  cada 
clase,  i  se  omite  el  total  de  los  que  se  educan  en  el  esbableci- 
miento.  Para  evitar  este  i  otros  defectos  en  adelante,  se  hace 
necesario  que,  junto  con  la  orden  de  remitir  al  consejo  los  es- 
tados en  una  época  determinada  del  año,  se  intime  a  cada  co- 
lejio  la  obligación  de  trazar  el  suyo  en  absoluta  conformidad 
al  modelo. 

Para  el  mejoramiento  de  los  estudios  preparatorios,  se  han 
creado  en  el  Instituto  Nacional  una  clase  de  física  elemental, 
otra  de  historia  de  América  i  la  particular  de  Chile,  otra  de  te- 
ne<luría  de  lil)ros;  i  a  la  enseñanza  de  dibujo  lineal  destinada 
a  los  artesanos,  ha  sido  agregada  la  de  dibujo  de  adorno. 

A  las  clases  de  estudios  preparatorios  del  Instituto,  han  asis- 
tido en  el  año  último  682  alumnos,  do  los  cuales  los  252  inter- 
ternos,  los  430  externos.  El  curso  de  estudios  coíi  las  adicio- 
nes de  que  acabo  de  hablar,  comprende  ahora  el  catecismo,  los 
fundamentos  de  la  íc,  la  historia  sagrada,  la  historia  ecle- 
siástica, aritmética,  áljebra,  jeometría,  jeografía,  cosmogra- 
fía, historia  profana  en  todos  sus  diferentes  ramos,  gramática 
castellana,  ortolojía  i  métrica  castellanas,  lengua  latina,  len- 
guas francesa  e  inglesa,  literatura,  física  elemental,  filosofía  i 
derecho  natural^  teneduría  do  libros,  dibujo  natural  i  de  pai- 
saje. Para  los  que  se  destinan  a  la  carrera  de  matemáticas,  no 
es  obligatorio  el  latín,  poro  se  les  agregan  la  trigonometría,  la 
jeonn^ría  analítica,  las  secciones  cónicas. 

Ra/ones  graves  ol)ligaron  al  gobierno  a  limitar  la  edad  de 
los  alumnos  internoí^  del  Instituto;  sus  estudios  son  los  que 
acu])o  de  indicar.  La  disciplina  mejora.  Los  exámenes  del  año 
último  han  sido  en  jeneral  satisfactorios.  Los  que  yo  luí  pre- 
ML'nciado,  me  parecierjn  regulares. 


MKMOniA  PnKSENTADA  A  LA  INIVKUSIDAD  'l  I  I 

En  el  Síominario  Conciliar,  el  curso  preparatorio  do  liiinia- 
nidades  dura  de  cuatro  a  seis  años,  i  debe  comprender,  ademas 
del  cafocismo  i  la  historia  sagrada,  la  aritmética,  áljebra  i 
jeomotría  elementales,  la  jeografía  i  cosmografía,  elementos 
de  historia  profana  antigua  i  moderna,  gramática  castellana, 
lengua  latina.  Sucesivamente  deben  estudiarse  en  dos  años  la 
lójica,  metafísica  i  moral,  los  fundamentos  de  la  fe,  la  retóri- 
ca, la  física,  la  lengua  francesa.  Las  ciencias  eclesiásticas 
comprenderán:  lugares  teolójicos,  teolojía  dogmática,  moral  i 
expositiva,  historia  do  la  teolojía,  controversia  bíblica,  dere- 
cho natural,  derecho  canónico  concordado  con  el  civil,  litur- 
jía,  historia  eclesiástica,  literatura  i  oratoria  sagradas,  cóm- 
puto eclesiástico.  Casi  todas  estas  clases  existen  ya;  i  el  plan 
abrazará  ademas  la  enseñanza  de  los  idiomas  sagrados,  que 
no  se  ha  introducido  todavía  por  falta  de  medios.  Asisten  a  las 
clases  152  alumnos;  los  115  internos. 

P(»r  lo  que  he  podido  juzgar  en  el  examen  de  un  corto  nú- 
mero de  alumnos,  la  enseñan/a  de  las  letras  humanas  es 
í'xtv'nsa  i  liberal  en  el  Seminario.  La  disciplina  interior,  ex- 
celente. 

En  la  Escuela  Militar,  han  recibido  examen,  a  fines  do 
IR53,  set(»nta  alunmos,  de  ellos  veintitrés  pertenecientes  a  la 
sección  de  cubos.  Fueron  examinados  en  los  ramos  de  relijion, 
caligrüfia.  gramática  i  métrica  castellanas,  lengua  francesa  e 
inglesa,  historia,  aritmética,  áljobra,  jeomotría  elemental,  tri- 
gonometría rectilínea,  trigonometría  esférica,  sistema  métri- 
co, jeonietría  descriptiva,  topografía,  cosmografía,  jeografía 
física,  jeografía  política,  dibujo,  fortificación  pasajera,  or- 
denanzas militares,  ejercicio  militar,  táctica,  jimnástica  i 
esgi'ima.  La  sección  de  cabos  aprende  relijion,  caligrafía,  arit- 
mética, gramática,  historia  sagrada,  historia  de  Chile,  orde- 
nanza, dibujo,  ejercicio  militar,  jimnástica,  esgrima.  Sobre 
los  resultadosMe  estos  exámenes,  me  remito  a  los  informes  de 
las  c(»misiones,  que  so  publicarán  inmediatamente  en  los  Ana- 
hs.  Solo  notaré  que  los  votos  de  distinción  han  recaído  prin- 
cipalmente en  las  clases  de  gramática  castellana,  de  idiomas 
extranjeros,  de  historia  sagrada,  de  historia  de  América,  de 


412  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


jeometría  elemoiit«il  i  trigonometría  rectilínea,  de  áljebra,  de 
sistema  métrico,  de  ordenanza  i  dibujo.  Entre  los  textos  adop- 
tados para  la  enseñanza,  debo  liacer  mención  especial  del  de 
topoírrafía  i  agrimensura,  por  el  maloo^rado  don  José  Agustín 
Olavarrieta,  miembro  de  la  í¿\cultad  de  matemáticas.  La  Es- 
cuela Militar  conserva  el  carácter  de  regularidad,  aseo  i  de- 
cencia, que  dé  algunos  años  acá  la  ha  distinguido  honrosa- 
mente. 


IV 


No  dejaré  de  repetir  una  observación  jeneral  que  se  ha  he- 
cho algunas  otras  veces  sobre  la  instrucción  colejial,  i  que 
por  su  importancia  merece  inculcarse.  Se  miran  jeneralmcntc 
los  ramos  que  forman  esta  especie  de  instrucción  como  mera- 
mente pieparatorios  para  las  carreras  profesionales;  es  decir, 
que  se  consideran  solamentt*  como  un  medio,  no  como  un  fin 
importante  en  sí  mismo.  De  esta  jeneral  preocupación,  nac^n 
ffraves  inconvenientes  para  el  incremento  de  la  civilización 
intelectual.  Los  que  no  aspiran  a  una  profesión  cientílica,  no 
aprecian  en  su  justo  valor  !a  posesión  de  aíjuellos  conocimien- 
tos que  distinguen  en  todas  partes  a  la  jente  educada;  i  es 
preciso  confesarlo,  se  nota  amenudo  esta  falta  en  la  clase 
mas  favorecida  de  la  fortuna,  que  es  donde  dcljen  presentarse 
en  realce  aquella  amenidad  i  elegancia,  que  proceden  de  una 
intelijencia  cultivada  i  caracterizan  a  una  sociedcid  en  progre- 
so. l)e  ahí  el  hacerse  los  estudios  preparatorios  sin  verdadera 
contracción,  sin  amor,  como  condiciones  indispensables  que 
abren  la  puerta  a  conocimientos,  no  mas  elevados,  sino  mas 
lucrativos;  como  ailquisiciones  (jue,  para  los  iniciados  en  éstt)s, 
iu>  valen  la  pena  tle  conservarse,  i  de  (jiie  on  el  curso  de  la 
vida  aparecen  pocos  vestijios.  (3tra  consecuencia  del  mismo 
|M  ihcipiv»  ivs  la  limitada  concurrencia  de  la  juventud  a  los  co- 
lejios  provinciales,  destinados  principalmente  a  la  difusión  de 
ese  caudal  do  luces  de  (¡ue  no  debe  carecer  un  hombre  de  re- 
guhw*  i'ducacion,  i  (|ue  le  habilita  no  solo  para  el  com^^rcio 
social,  sino  ])i\r.\  llenar  deceuteniontc  las  funciones  a  qu^  son 


NfEMORIA  PRESENTADA  A  LA   UNIVERSIDAD  M3 


llamados  indistintamente  los  ciudadanos  en  nuestra  organiza- 
ción política,  Lc7s  carreras  literarias,  i  en  especial  la  del  foro, 
son  el  grande  objeto  de  la  ambición  de  los  jóvenes;  i  por  eso 
vemos  que  en  ciertos  colejios  se  ha  solicitado  con  ardor  el 
establecimiento  de  clases  de  derecho,  como  un  medio  de  atraer 
la  juventud  a  su  seno,  i  de  retenerla  algún  tiempo.  A  las 
ciencias  físicas,  que  apenas  empiezan  a  despertar  la  atención 
déla  juventud  estudiosa  de  la  capital,  se  manifiesta  poca  o 
ninguna  afición  en  las  provincias,  exceptuada  Coquimbo,  don- 
de siguen  cultivándose  los  ramos  qué  interesan  a  la  principal 
industria  del  norte.  Los  progresos,  pues,  que  en  esta  parte  se 
observan  están  reducidos  al  establecimiento  central  do  educa- 
ción, de  donde  sin  duda  se  difundirán  gradualmente  a  lo  demás 
del  país.  La  nueva  organización  del  departamento  físico- 
matemático  debe  acelerar  este  importante  movimiento. 

V 

El  consejo  ha  mirado  como  uno  de  sus  primeros  deberes  el 
mejoramiento  de  la  enseñaza  relijiosa,  i  ha  tenido  la  satisfac- 
ción de  que  no  hayan  sido  ineficaces  sus  esfuerzos.  Sobre  las 
faltas  que  a  esto  respecto  han  revelado  los  cuadros  periódico» 
de  los  colejios,  ha  hecho  repetidas  observaciones;  pero,  no  reci- 
biéndose estos  cuadros  con  la  regularidad  que  sería  de  desear, 
no  es  fíicil  decir  hasta  qué  punto  se  hayan  llevado  a  cabo  las 
indicaciones  del  cuerpo.  En  la  capital,  la  mejora  ha  sido  evi- 
dente; se  han  adoptado  mejores  textos;  los  exámenes  han 
justificado  el  adelantamiento  de  los  alumnos  en  esta  parte. 
He  presenciado  algunos  en  el  presente  año;  i  debo  notar,  como 
una  circunstancia  no  común,  que  en  la  respuesta  de  los  niños 
no  se  repetían  textualmente  las  lecciones;  que  ellas  no  eran 
un  trabajo  j)uramente  mecánico  de  la  memoria.  Esta  es  una 
condición  a  ((ue  es  preciso  atender  para  apreciar  el  cultivo 
que  verdaderamente  recibe  la  mente  en  sus  primeros  albores, 
i  c|ue  no  siempre  me  ha  parecido  realizada  en  las  pruebas  ora- 
les a  que  me  ha  cíd)ido  asistir. 

El  catecismo  del  padre  frai  José  Beníbez  ha  logrado  la  acop- 


414  «JPLsCLL'ja  x.JT£:tAi1íOS  1  CRÍTICOS 


tai'íon  que  mert-cia.  adoptándose  en  la  mayor  parte  de  los  co- 
lejios  i  escuelas 

En  1848,  habia  publica  lo  don  Ramón  Valentín  García  un 
Tratado  de  In  l'erdoflera  Rclijion  i  de  la  Verdadera  Igle- 
s¿a,  destinado  a  la  instrucción  de  la  juventud  en  el  Instituto 
Nacional.  Sobre  su  adaptación  a  este  objeto,  basta  citar  el  jui- 
cio expresado^por  el  autor,  j  La  experiencia,  dice,  nos  ha  en- 
señado que  estas  lecciones  no  están  al  alcance  de  los  que  no 
han  estudiado  los  principios  del  raciocinio  i  los  elementos  de 
la  ciencia  de  la  razón.»  Penetrado  de  esta  idea,  concibió  el 
pensamiento  de  un  trabajo  mas  sencillo  que  el  anterior,  pero 
al  mismo  tiempo  mas  comprensivo  que  la  bien  conocida  obri- 
ta  del  presbítero  don  Jaime  Bálmes,  a  quien  tanto  deben  la 
iglesia  i  las  letras:  La  Relijion  Demostrada  al  alcance  de  los 
niños,  reimpresa  el  año  de  1846  en  Santiago.  El  nuevo  tra- 
bajo del  digno  prebendado  lia  salido  a  luz  el  año  próximo  pa- 
saílo;  i  me  han  parecido  encontrarse  en  él  las  calidades  de 
sencillez  i  perspicuidad  que  en  el  anterior  se  habían  echado 
menos.  Hasta  qué  punto  realice  las  otras  condiciones  esencia- 
les de  una  ol^ra  de  esta  especie,  toca  a  la  autoridad  eclesiástica 
decidirlo,  i  se  asruarda  su  dictamen. 

VI 

Al  hablar  de  otro  ramo  interesante  tic  la  instrucción  prepa- 
ratoria, la  gramática  do  la  lengua  castellana,  mi  juicio  debe 
ciertamente  recibirse  con  desconfianza,  en  cuanto  al  verdadero 
valor  de  las  innovaciones  que  yo  he  introducido  en  los  textos, 
i  a  los  efectos  que  ellas  han  producido  hasta  ahora.  Sobre  el 
compendio  destinado  a  las  escuelas,  i  jeneralmente  a  la  juven- 
tud que  no  aspira  a  un  conocimiento  profundo  de  la  lengua, 
diré  solamente  lo  que  me  propuse  al  redactarlo,  i  los  intelijen- 
tes  decidirán  si  he  logrado  llenar  mi  i)rograma.  Quise  dos  ir- 
tar  d(i  estos  rudimentos  aquellas  driinicioues  vagas,  inexac  is, 
oscuras,  qut;  no  hrician  mas  que  recargar  de  palabras  la  intelí- 
lijfncia  infaniil,  acostumbrándola  a  pagarse  de  fórmulas  que 
para  ell.i  nu  trnian  sentido  alguno.  Quise  liaoer  una  reseña  do 


MMMOIllA  PRESENTADA    A   LA  LNIVEUSIUAD  4J5 


los  defectos  que  suelen  cometerse  no  solo  por  los  niños,  sino 
por  los  adultos,  de  todos  los  vulgarismos  que  deslucen  el  Ion- 
guaje  i  los  escritos  aun  de  personas  instruidas,  i  hasta  las  pro- 
ducciones en  que  se  ostentan  conocimientos  nada  vulgares  i 
centellean  talentos  privilejiados.  Quise  trazar  un  método  prác- 
tico, que,  seguido  por  los  profesores  en  la  parte  mas  difícil  de 
la  gramática,  ahorrase  el  estudio  de  reglas  complicadas  que 
la  memoria  no  retiene  con  fidelidad,  aun  cuando  erentendi- 
micnto  las  abarque,  i  sustituyese  a  ellas  hábitos  correctos, 
que  llevasen  adelante  aquel  primer  aprendizaje  que  principia 
en  la  cuna,  corrij  iéndolo  donde  se  desvía  de  lo  que  se  llama 
buen  uso,  que  es  el  jeneral  de  los  países  en  que  se  habla  el 
castellano.  Ignoro  si  se  practica  este  método  en  los  estableci- 
mientos que  han  adoptado  mi  compendio  i  si  sus  ventajas 
prácticas  han  correspondido  a  mi  esperanza.  Pero  se  me  per- 
mitirá repetir  lo  que  dije  en  la  advertencia  que  precede  a  e«te 
opúsculo:  «Son  nmchos,  muchísimos,  aun  en  la  clase  educa- 
da, los  que,  leyendo  algunas  pajinas  de  esta  gramática  rudi- 
mental, evitarían  graves  errores  en  el  uso  do  la  lengua  nati- 
va.» Varias  veces  he  visto  niños  que  en  los  exámenes  repetían 
con  bastante  exactitud  las  reglas;  i  que,  presentándoseles  una 
frase  incorrecta  para  que  indicasen  el  solecismo,  el  vulgaris- 
mo, cometido  en  ella,  salían  mal  de  esta  prueba.  Creo  por  lo 
menos  que  mi  plan  es  el  que  debe  seguirse  en  este  libro  de 
los  niños.  No  me  lisonjeo  do  haberlo  desempeñado  cumplida- 
mente; pero  su  ejecución  puede  ser  mejorada  por  otros  que 
tengan  mas  tiempo  i  mas  luces  que  dedicar  a  este  ingrato  tra- 
bajo. 

Los  mismos  ejercicios  prácticos  en  mayor  escala,  i  por  una 
mas  completa  análisis,  deben  repetirse  en  el  estudio  de  la 
gramática  superior;  pero  bajo  esté  punto  do  vista  es  justo 
decir  que  hai  poco  que  añadir  a  lo  que  se  observa  actualmen- 
te en  el  Instituto.  Lo  que  en  el  estudio  de  la  gramática  se 
llama  allí  análisis  lójica,  merece  ciertamente  este  nombre. 
Ella  descompone  en  sus  mínimas  partes  el  razonamiento, 
dando  cuenta  de  los  grados  de  dependencia  en  que  se  hallan 
entre  sí,  no  las  palabras,  sino  las  ideas  i  los  gruix)s  de  ideas 


ííO  opr?-::  lo-  litzkaí.ios  i  critico? 


d'*  que  *^-  com¡r:>n''-  el  pí-nsaniiento  complejo,  desarrollado  en 
cvla  p^río  lo.  Prr»(rtícn.se  «^trc»  ttnto  en  el  estudio  del  latín:  i  no 
scTÍ'i  dífitil  íipli' ar!'»  a  I' >  i  iiomas  extranjerices  vivientes. 

Doi  una  inip-.-rtancia  Je  primer  ór  len  al  estudio  bien  hecho 
de  las  lens^uas  vivas  i  muertas.  Xo  lo  apreciamos  en  su  justo 
valor,  cuando  nos  limit  im  js  a  consi  Jt-rarlocomo  un  medio,  sea 
para  la  adquisición  de  l-^s  conocimientos  científicas,  sea  parala 
mutua  común ieaci  iU  i  comercio.  Aspiraciones  mas  elevadas  lo 
ennoblecen.  Oiíramos  lo  que  dice  sobre  este  punto  una  escrito- 
ra que  lia  sahi  lo  unir  en  c-sta  materia  la  filosofía  al  buen  gus- 
to, i  la  teoría  al  ejemplo. 

«No  ha  faltad'j  razón  para  hacer  del  estudio  de  las  leng-uas 
anticuas  i  modernas  H  base  de  los  establecimientos  de  edu- 
cación en  íju»*  se  han  formado  los  hombres  mas  intelijentes  de 
Europa.  El  sentido  de  una  frase  en  una  lengua  extranjera  es 
aun  mismo  tiempo  un  problema  gramatical  e  intelectual,  i 
un  problema  enterainent'í  p.*«>porcionalo  a  la  intelijcncia  del 
niño.  Al  principio  no  entiende  él  mas  que  las  palabras;  eléva- 
se luego  a  la  comprensión  de  la  frase;  i  sucesivamente  la  her- 
mosura de  la  expresión,  su  enerjía,  su  armonía,  toda  la  vida 
del  lenguaje  del  homl>re,  se  le  hace  sentir  por  grados,  tradu- 
ciéndolo. Prueba  sus  fuerzas  luchando  a  solas  con  las  dificul- 
tadí'S  í(uc  le  presentan  a  la  voz  «los  lenguas;  intérnase  en  las 
idf-as,  compara  i  combina  diversos  jéneros  do  analojías  í  se- 
nH'janz.'is;  i  la  actividad  espontánea  del  espíritu,  la  sola  que 
da  un  verdadero  desarrollo  al  pensamiento,  es  vivamente  ex- 
citada en  este  traljajo,  superiijr  a  eualijuier  otro  por  el  número 
de  facultades  que  ejercita;  i  es  una  felicidad  poder  emplear  la 
memoria  ílexible  del  niño  en  una  especie  de  conocimientos 
sin  la  (uial  se  veria  limitada  toda  su  vida  al  círculo  do  su  pro- 
pia nación;  círculo  cstreclio,  como  todo  lo  que  es  exclusivo.  El 
estudio  (l(í  la  í^ramátiea  exijo  el  mismo  encadenamiento,  la 
misma  fuerza  de  atención  que  las  matemáticas;  pero  su  co- 
nexión cnn  el  pensamiento  es  mucho  mas  íntima.  La  í^ramáti- 
ca  enlaza  las  idítas  unas  a  otras,  como  el  cálculo  encadena  los 
guarismos;  la  lójica  gramatical  es  tan  exacta  como  la  del  ál- 
jebra;  i  tiene  la  ventaja  de  aplicarse  a  todo  lo  (|ue  hai  de  mas 


MEMOUIA  PHESENTADA   A    LA  UNlVEnSIDAD  417 


viviente  «mi  nur.sfro  esj)ír¡tii;  las  palal)ras  son  a  un  tiennpo 
iruarismos  e  imájenos,  esclavas  i  liluvs,  sometidas  a  la  disci- 
plina de  la  sintaxis,  i  todopod(»rosas  por  su  sij^niíicacion  natu- 
ral. . .  Todo  ha  pasado  por  las  j)alabras,  i  todo  vuelve  a 
encontrarse  en  ellas,  cuando  sabemos  examinarlas.» 

Tenemos  aquí  no  solo  justamente  apreciada  la  importancia 
del  estudio  de  las  len^^uas  en  un  establecimiento  de  educación, 
sino  bosquejado  el  rumbo  que  debe  seguirse  en  su  mejora- 
miento gradual. 

La  práctica  de  los  ejerciíiios  escritos  continúa  en  todas  las 
materias  en  quo  puede  tener  cabida.  El  libro  de  temas  do  que 
está  encar.írado  don  Luis  Antonio  Vendel-Heyl,  dará  en  el  es- 
tudio de  la  lengua  latina  la  debida  regularidad  a  esto  método, 
estableciendo  una  graduada  correspondencia  entre  los  temas  i 
las  reglas  de  la  gramática  adoptada  en  el  Instituto.  Han  ido 
desapareciendo  de  la  pronunciación  de  este  idioma  algunos 
defectos  que  la  afeaban,  i  un  conocimiento  mas  cal)al  de  la 
prosodia  (facilitado  ahora  por  la  que  ha  publicado  el  mismo 
eminente  profesor),  acabará  de  correjir  la  inexactitud  de  quo 
todavía  se  ven  ejemplos  en  la  acentuación.  Mas,  para  lograr 
este  objeto,  os  un  auxilio  indisi)ensablc  el  ejercicio  de  la  versi- 
ficación latina,  que  yo  considero,  no  como  un  fin  que  tenga 
valor  alguno  en  sí  mismo,  sino  como  un  medio,  sea  para  ad- 
quirir una  pronunciación  esmerada,  sea  para  percibir  los  en- 
cantos de  la  armonía  en  los  grandes  modelos  poéticos  que  nos 
ha  legado  la  antigüedad.  Adquirimos  de  esta  manera,  si  es 
lícito  decirlo  así,  un  sentido  nuevo  que  pone  a  nuestix)  alcan- 
ce todo  lo  que  hai  de  bello  en  la  lengua  de  la  imajinacion 
manejada  por  los  grandes  ixjetas.  Leer  sin  esta  preparación  a 
Virjilio  i  Horacio  es  como  leerlos  en  prosa,  como  leerlos  en 
una  traducción  imperfecta*,  es  defraudar  a  la  intelijcncia  de 
una  adquisición  preciosa  en  el  aprendizaje  de  las  lenguas,  que 
consiste  en  hacerla  capaz,  no  solo  de  comprender  lo  escrito, 
sino  de  apreciar  las  bellezas  de  la  ejecución  artística.  Este  es 
sin  duda  el  último  grado  a  que  podemos  llegar  en  la  posesión 
de  un  idioma,  i  a  que  pocos  alcanzan;  pero,   sin  subir  a  tanta 

altura,  podemos  todavía  sacar  mucho  fruto  de  un  estudio  de- 
opí'sc.  53 


teniílc  lie  In  pnmuiiciai'íun  i  oí  riliiu];  í  rato  aa  soto  en  ] 
iRiiL'tiiis  antiguan,  sino  cii  lus  idiomas  viviente».  De  i 
liiuilüdo))  conoci niientos  en  esta  ii>ut«r¡H,  proc^Jf  la  ir 
wn  que  niuclKM  jiiziraii  lo  qviu  no  nun  rapaces  Je  api 
pur  el  vuittrario,  hi  afticUKia  udmirauiun  con  t{iio  cst^lebran  ] 
que  cu  rculiilaJ  no  pwrciljcti.  Solu  umi  uysa  me  ¡jemiitiré  nfii 
ilir  a  estas  obíiervaciüiH'»  que  se  íu-usarán  talvcz  üe  frivula 
jieda'^ójica»:  ni  valo  »I:?o  ni  estudio  lie  la  lituratura,  e» 
rÍBO  pivpuri:íonarlo  los  medios  nixn'.iai'ids  para  La  con 
pUüion  iiistniutiva  de  los  ^i-andt^  nioiltflus;  »ii)  lo  cue 
Íiii)H»tiUlf  (nmocei-los,  i  en  el  i;tiUi>  que  apa reiilt: mente  b 
triliula  liui  una  prxjstindotí  jwdniítesua. 

lie  hablado  dtí  la  iinp>.irlanc¡a  de  los  ejiírcicioa  práuIÍM 
La  [iloiiuría  misma  no  tlelie  dosdi-aurí^e  (h  adaptarlos.  Prt 
rir  tendoniiiiis  i  hábitos  iiniveidiosos  es  el  garando  ob 
toda  disciplina  del  alma.  Su  liai  razonamiento  alguno  h 
4)  escrito,  en  que  no  ten^  parte  el  pruuedimiento  intolecti 
que  llamamo»  raciocinio-,  i  en  muclias  jiniducciones  litera 
él  fs  ul  que  forma  ei  cleniunto  dominante.  Señálese  por  1) 
de  ejercicio  en  una  de  ellas  la  cadena  raciocinativa,  qus  1 
imajinacion  i  el  sentimiento  vivifican,  i  que  el  lenguaje  d 
escritor  reviste  de  formas  mas  o  menos  viatosaa  i  fratás. 
Hc  trata  del  siIoji>4mo  escolástico:  él  debe  tener  si 
parle,  porque  él  foi-inula  una  de  las  operaciones  mas  freciu 
tes  con  que  el  alma  Ueg-a  a  cierto  jéneru  de  vonlades  i  t 
desenvuelve  en  unu  serie  do  consecuencias  rigorosas.  Loa  fl 
coláotioos  erraron  pretendieudo  damos  en  su  silojtsino  el  ia 
trumentu  universal  do  la  razón  hunmna.  Aun  en  \o9  r 
Hios  deductivos  en  qiio  ae  busua  una  ilación  n»cesaria, 
pi-uceJimieuto  inteli-i-tiial  toma  ya  un  jiro,  ya  otn>.  Uai  t 
taii  especies  do  racivicinios  i  IcducUvos,  como  axiomas  diveí 
cada  axioma  os  la  t'úrnmla  de  un  proceder  rociocinativn 
Iinr,  o  por  mejor  decir,  do  uii  instinto  mental  qu©  noí 
uin  Hubcrlu  en  oí  ejercicio  ele  hi  razón.  Una  lójic»  tan  instriu 
tiva  cumo  fácil  seria  la  ({ue  no»  de«ontniñii.se  la  marcha  t 

-' '■   •' ■  "■•    '■ "lucciones  didik'LÍc;i3  i  oratorias; 

:<i3  resortes  niilivoíi,  íVttos  instintos 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  419 


maravillosos,  ([iie  la  criatura  racional  mantiene  en  incesante 
actividad,  i  qiuí  manifestase  al  mismo  tiempo  sus  abusos,  sus 
tropiezos  i  sus  extravíos. 

VII 

Para  ol  estudio  de  la  jeografía,  pudiera  servir  un  texto  bre- 
ve, acompañado  también  de  frecuentes  ejercicios  prácticos, 
en  la  resolución  de  problemas  por  el  expedito  manejo  de  los 
globos,  como  se  acostumbra  en  los  colejios  do  Europa  i  do  los 
Estados  Unidos.  Se  adquiriría  por  esto  medio  en  poco  tiempo, 
i  de  un  modo  tan  fácil  romo  entretenido  i  agradable,  el  cono- 
cimiento de  nuestro  planeta  en  sus  grandes  rasgos  físicos  i  en 
sus  principales  divisiones  políticas. 

Se  pueden  omitir  sin  inconveniente  aquellos  pormenores  de 
que  la  memoria  os  jeneralmente  un  depositario  infiel,  i  que 
suministran,  cuan  lo  es  necesario,  los  mapas,  los  diccionarios 
jooirráficos.  Por  el  contrario,  los  resultados  jenerales  que  pre- 
sentan el  balance  estadístico  de  los  imperios,  de  los  idiomas, 
de  las  relijiones,  del  comercio,  de  la  riqueza,  de  la  fuerza  ar- 
mada, deben  mirarse  como  de  una  importancia  primaria. 

Sirven  para  la  clase  preparatoria  de  física  experimental  los 
elementos  publicados  por  el  rector  del  Instituto  don  Antonio 
Ramírez.  Don  Domingo  Faustino  Sarmiento,  a  quien  tanto 
debe  la  enseñanza  primaria,  ha  querido  también  popularizar 
el  conocimiento  de  los  fenómenos  físicos,  traduciendo  El  Por 
qué  o  La  Física  al  alcance  de  todos.  ¡Ojalá  se  imitara  su 
ejemplo,  vertiendo  a  nuestra  lengua  tantas  excelentes  obritas 
que  se  publican  en  francés  e  ingles  con  el  objeto  de  hacer  ac- 
cesibles a  todos  las  mas  útiles  verdades  científicas!  Estas  tra- 
ducciones proporcionarían  excelentes  libros  de  lectura  para  las 
escuelas  i  los  colejios  de  uno  i  otro  sexo. 

La  cosmografía,  ceñida  a  brevísimas  dimensiones  en  su  pri- 
mer aparecimiento  entre  los  ramos  preparatorios,  se  estudia  en 
el  día  mas  cumplidamente  por  el  texto  de  don  Carlos  Riso  Pa- 
trón, que  en  una  edición  reciente  ha  extendido  i  mejorado  bas- 
tante la  primera,  i  ha  presentado  los  principales  problemas 


4*20  opi:sri:LOs  iliterarios  i  críticos 


que  [yor  medio  de  lo*^  crlobos  del>en  resolver  l<^s  alumnos.  Se  ha 
reílactado  otro  texto  aun  mas  extenso  por  don  Dieí^  Martínez, 
que  parece  halx'rse  dedicado  a  esta  materia  con  predilección. 
Aunque  el  consejo  universitario  ha  dado  su  aprobación  a  uno  i 
otro,  dejando  al  profesor  del  ramo  la  ele<.*eion  del  que  le  pa- 
rezca mas  adecuado,  i  aunque  ix>r  ahora  se  ha  preferido  el 
primero,  sería  di^no  de  la  liberalidad  cun  que  el  supremo 
gobierno  proteje  las  letras  i  estimula  los  trabajos  didácticos, 
conceder  alcrun  auxilio  al  señor  Martínez,  para  cubrir  hasta 
cierto  punto  los  costos  de  impresión  i  grabado.  Sus  Lecciones 
podrán  siempre  consultarse  con  aprovechamiento;  i  los  mis- 
mos que  estudian  por  el  texto  del  señor  Riso  Patrón,  hallarán 
mas  desarix)l lados  en  el  del  señor  Martínez  algunos  puntos  im- 
portantes a  que  solo  ha  cabido  un  pequeño  esi>acio  en  el  plan 
adoptado  por  el  autor  del  primero.  Scame  permitido  añadir 
que  el  señor  Martínez  se  hace  notar  por  un  ardor  nada  común 
en  ios  estudios  literarios,  que  en  jeneral  no  se  cultivan,  sino 
a  la  lijera,  i  como  una  transición  necesaria. 

VIII 

EJste  es  el  lugar  de  mencionar  otras  composiciones  didácti- 
cas que,  ejecutadas  por  beneméritos  profesores,  han  obtenido  la 
aprobación  del  consejo.  He  citado  ya  algunas,  i  añado  ahora 
la  colección  de  pasajes  selectos  en  ingles  por  don  Enrique 
Cood,  los  elementos  de  aritmética,  jeometría  i  trigonometría 
por  don  José  Basterrica,  i  otro  estimable  tratado  de  aritméti- 
ca por  don  Luis  Gorostiaga. 

Merece  una  mención  distinguida  el  tratado  de  jeografía  anti- 
gua por  don  Guillermo  Antonio  Moreno.  Bajo  su  forma  primi- 
tiva, se  encontraron  en  él  algunos  defectos  que,  advertidos  por 
la  comisión  encargada  de  examinar  la  ubra,  indujeron  al  autor 
a  reformarla.  Hállase  ahora,  con  las  com^-ciones  introducidas 
en  ella,  sometida  de  nuevo  al  examen  de  la  misma  comisión, 
que  aun  no  ha  pronunciado  su  juicio.  Es  de  creer  que,  enmen- 
dadas las  inexactitudes,  i  mejorado  el  plan,  podra  en  breve 
recomendarse  a  la  aprobación  del  consej»»  este  meritorio  tra- 


MEMORIA  PUlvSENTAlíA  A  LA    UNIVEIlSlÜAÜ  -421 


bajo,  que  hace  honor  a  la  instrucción  i  laboriosidad  del  señor 
Moreno. 

Ha  salido  a  luz  i  obtenido  la  aprobación  del  eonsejo  una 
historia  de  la  edad  media,  escrita  en  Trances  por  Víctor  lio- 
reau,  i  traducida  al  castellano  por  don  Raimundo  Silva.  Pre- 
páranse  otras  publicaciones  en  el  ramo  de  historia,  que  no 
tiene  todavía  en  nuestros  (establecimientos  de  educación  sufi- 
ciente número  de  textos  adecuados.  Déjase  sentir  la  necesidad 
de  elevarlo  entix*  n()sotros  a  la  altura  en  que  lo  han  colocado 
de  algunos  años  a  esta  parte  la  erudición,  la  crítica  i  la  filoso- 
fía de  tantos  crrandes  escritores;  i  de  reducirlo  al  mismo  tiem- 
po a  las  exijencias  de  la  enseñanza  elemental.  Es  preciso  dar 
textos  en  que  no  se  fatitrue  la  memoria  juvenil  con  pormeno- 
res enojosos,  i  en  que,  mirándose  la  verdad  histórica  como  un 
requisito  indispensable,  se  descarten  las  exajeraciones,  los 
cuentos  vulgares,  las  apreciaciones  inexactas,  las  teorías 
aventuradas. 

En  esto,  como  en  todos  los  otros  ramos,  podremos  disfru- 
tar, por  medio  de  buenas  traducciones,  lo  mucho  i  excelente 
que  produce  sin  cesar  la  infatií^able  actividad  literaria  i  cien- 
tífica de  las  naciones  europeas  i  de  los  Estados  Unidos  de 
América.  Pero  no  olvidemos  que  una  buena  versión  no  es 
cosa  tan  fácil,  como  a  primera  vista  parece.  No  aumentemos 
el  número  de  esaíi  traducciones  que  necesitan  ellas  mismas  de 
traducirse;  ((ue,  en  el  tránsito  de  una  lengua  extranjera  a  la 
nuestra,  dejan  el  orijinal  a  la  mitad  del  camino;  i  que,  des- 
lustrando lo  ({ue  tocan,  adulteran  cada  dia  mas  nuestro  idio- 
ma nativo.  Una  buena  traducción  exije  una  intelijencia  mas 
que  medianamente  cultivada;  i  si  se  destina  a  la  enseñanza, 
exije  también  una  escrupulosa  pureza  de  lenguaje,  i  una  es- 
merada aunque  modesta  elegancia. 

Al  hacer  mención  de  la  historia,  no  es  posible  pasar  por  alto 
las  memorias  anuales  que,  en  conformidad  al  artículo  28  de 
nuestra  lei  orgánica,  se  presentan  cada  año  en  la  sesión  so- 
lemne del  cuerpo  universitario.  Ellas  han  ilustrado  épocas 
importantes  de  nuestra  historia,  i  en  especial  la  de  nuestra 
emancipación  política.    En  casi  todas  ellas,  se  nota  un  trabajo 


422  OPUSOÜLUS  LlTKItAJi[OS  I  CRÍTICOS 


de  investigación,  que  ha  sacado  a  laz  particularidaíles  cono- 
cidas de  pocos,  i  numerosos  datos  en  que  fundar  apreciaciones 
justas  de  los  liombres  i  de  las  cosas,  aun  cuando  alguna  voz 
las  del  lector  imparcial  discrepen  de  las  del  autor;  como  no 
puedo  menos  de  suceder  mientras  fermenten  las  pasiones  de 
partido  quo  ensangrentaron  aquellas  luchas  heroicas:  perica- 
losse  pleninn  opus  alex.  En  cierto  número  de  esas  obras,  el 
mérito  de  la  ejecución  literaria  realza  el  interés  del  asunto:  la 
narración  es  sencilla  i  rápida;  el  lenguaje  correcto;  el  estilo 
animado,  i  no  pocas  veces  pintoresco. 

Los  concursos  solemnes  abiertos  por  las  facultades  han  pro- 
ducido pocos  pero  estimables  trabaj-  íS.  Entre  ellos,  el  de  la  histo- 
ria eclesiástica  de  Chile  por  el  presbítero  don  José  Ignacio  Víctor 
Eizaguirre,  miembro  i  por  algunos  años  decano  de  la  facultad 
de  tcolojía,  es  particularmente  acreedor  a  la  gratitud  nacio- 
nal. La  memoria  presentada  por  don  Miguel  Luis  i  don  Gre- 
gorio Víctor  Amunátegui  al  concurso  literario  de  la  facultad 
de  humanidades  del  año  de  1850  narra  los  sucesos  de  una 
época  aciaga  de  nuestra  emancipación,  acopiando  curiosas 
noticias,  juzgando  los  hechos  con  discernimiento  i  exponién- 
dolos amenudo  con  animación  i  lucidez.  La  comisión  quo  exa- 
minó esta  obra  no  lué  mas  que  extrictamente  justa  en  los 
elüjios  (jue  de  ella  hizo.  Igual  suceso  tuvo  la  memoria  presen- 
tada por  los  mismos  señores  al  concurso  literario  de  1852, 
sobre  los  acontecimientos  de  la  revolución  en  los  años  1811  i 
181*2.  Pero,  aun  fuera  de  las  ocasiones  a  quo  aludo,  han  salido 
de  nuestras  prensas  varios  opúsculos  literarios  interesantes  por 
el  asunto  i  notables  por  la  ejecución.  La  historia  de  las  cons- 
tituciones modernas  por  don  José  Victorino  Lastarria,  miem- 
bro de  la  facultad  de  humanidades,  enci»ntrará  probablemente 
no  pocos  lectores  que  protesten  contra  algunas  de  las  doctri- 
nas políticas  del  autor;  pero  esta  obra,  como  to  lo  lo  que  sale 
de  sus  manos,  lleva  el  sello  de  un  pensamiento  vigoroso  i  de 
una  exposición  elegante. 

En  lo  que  la  actividad  del  injcnio  nacional  ha  brillado  mas 
en  los  últimos  años,  es  en  las  composiciones  poéticas.  Chile 
j[)uede  competir  en  el  dia  con  cualquiera  de  las  otras  repúbli- 


t«3 


cas  hispRiio-amerK'itnns,  si  no  on  i'I  niiinen»,  nn  la  oxci'li'nfí.i 
Hp  sus  bwnos  Ptisayos  pdítiooH;  i  yn  nn  liinitnrín  este  juicio  a 
nuestríiR  jiívenoa  iia('ii)n''n,  si  u  la  m>|iia  i  hclleza  «lo  lai»  iniá- 
jenes  i  al  viiel<i  di-  los  jiensütnientos  acompañan^  en  ellos  una 
dicción  mas  castifrada,  u\\  conocimiento  mas  c;ibil  do  U  loi;- 
Rua,  A  lu  venla<l,  bajo  este  respectu  hai  difei'encias;  pero  ai 
en  ciertas  conipttüiciunca  h  tísraiira  del  estilo  du  un  \estitlu 
tr-aspai-euttí  a  la  suuvidüd  d"  los  ponifaniiontu»  i  afectos,  i 
ocurre  apt-nae  alífiín  desliz  do  aquellos  que  no  son  raroa  en 
ali^unoN  d«  las  m-is  cólebrcs  psctitori'a  cAstetlanns  dts  nuestros 
dias,  en  otras  tot>amos  con  vulífiírismos  groseros,  con  íultas 
<pie  atusan  una  inexpUcahlo  ígnopancia  do  las  primeras  no- 
ciones gniniaticalvs;  i  eüto  en  mc-ilio  de  las  pompas  de  una 
fantasía  luíiana,  al  luilo  de  frasea  de  una  orijÍn:dida<i  r*;liz,  i 
de  rasgos  que  piu-ei.i'riau  truzudus  por  el  pincel  de  Byrun. 
Exj»re»iiré  cui  ínjenuidwl  lo  que  pienso.  La  incorrección  gra- 
matitvd  i  el  abuso  de  los  nroIojisD^oa  deslucen  nuestra  litera- 
tura en  todos  sus  ramos:  en  los  trabajos  del  foro,  en  los 
discursos  académicos,  en  las  ilíscusiones  políticas,  en  las  pro- 
ducciones de  la-oratoría  sagrada.  Fuera  de  unas  {>oca.s  í  bien 
ciinocidas  excejiutones,  todo  lo  que  sale  de  nuestra  premia  llu- 
va  esta  desgraciada  estampa,  DÍíjo  e¡  atuso  de  los  neolojts- 
jiio.-í,  porque  me  sentina  poco  dispuesto  a  elojiar  el  mezquino 
purismo  qne  a>)pirafie  a  OBtereotipar  los  idiomaa,  i  que  cuando 
todo  proirri'sn,  cuando  pululan  en  todas  lineas  ideas  orijina- 
les  i  i-reneiinies  jjorteiitosas,  so  obstinara  en  rei'cstírlas  con  el 
ropaje  de  utm.s  siglos,  que  no  alcanzaron  tii  aun  a  columbrar- 
las lie  lejos.  .Semejante  al  pintor  de  la  fábula,  que,  jiara  com- 
petir con  \  clásquez,  [Kinia  la  ropilla  de  la  corto  de  Felipe  !1  a 
los  personajes  contenijioráneos  qup  retrataba, 

No  quíei-o  hablar  de  tnisí^esiones  mas  graves;  del  abuso 
¡amenlaUe  que  se  hace  del  talento  en  colorir  escenas  impúdi- 
cas, i  los  extravíos  do  una  filosofía  irrelijiosa  i  antisocial.  ¡So 
han  agotado  por  ventura  las  vetas  laboreadas  por  los  grandes 
injenios  de  los  tiempos  pasailos?  ¿No  tienen  ya  nada  que  dar  al 
poeta  el  eMjiectiieuío  'le  la  naturaleza  i  oí  desenvolvimiento  de 
loH  afectos  puros  del  .ilnia?  Ks  un  gusto  estra^atlo  el  que  aoli- 


424  OPÚSCULOS  LITEHARIOS  I  CRÍTICOS 


cita  impresiones  fuertes,  conculcanrlo  lo  mas  venerable  i  alar- 
mando el  pudor.  La  impiedad  i  la  sensualidad  pueden  ser 
alicientes  para  ciertos  lectores;  pero  ua  alma  natiiralmonte 
elevada,  un  alma  adornada  con  dotes  sobresalientes,  del^e  des- 
deñarse de  emplearlas. 

IX 

Después  de  lo  que  tuve  iú  honor  de  decir  pochos  meses  há 
sobre  el  progreso  i  estado  actual  de  los  estudios  universitarios 
i  sobre  las  mejoras  (jue  i)udieran  liac(»rse  en  ellos,  solo  teng'o 
que  felicitarme  por  la  acojida  que  el  supremo  íjrobierno  se  ha 
servido  dar  en  gran  parte  a  las  indicaciones  del  consejo,  que 
en  aquella  ocasión  expresé  a  la  larga.  Los  decretos  supremos 
que  actualmente  se  insertan  en  los  Anales^  contienen  las  mo- 
dificaciones a  que  desde  el  próximo  año  escolar  quedarán  su- 
jetos los  estudios  profesionales. 

La  filosofía,  según  este  arreglo,  quedará  reducida,  como 
prevenian  los  reglamentos  vijentes,  a  un  curso  anual,  que  solo 
figurará  entre  los  estu  lios  preparatorios.  Pero  tenemos  moti- 
vos de  creer  que,  para  completar  los  de  la  sección  universita- 
ria, se  planteará  en  ella  una  clase  de  filosofía  superior,  en  que 
tendrá  esta  ciencia  el  desenvolví inionto  qu(*  corresponde  a  su 
importancia. 

Todos  vemos  con  satisfacción  el  lugar  ({ue  en  el  nuev<.» 
arreglo  se  asigna  al  derecho  administrativo,  i  la  extensión  que 
se  desea  dar  a  otro  ramo  de  derecho  cjiíe  se  hace  cada  día  mas 
acreedor  a  la  atención  de  la  juventud  estudiosa,  i  de  la  clase 
industriosa  i  acomodada  ((ue  se  dedica  al  comercio. 

En  el  quinquenio  esctjlar  terminado  en  setiem])re  último, 
han  recibido  el  grado  de  licenciados  en  la  facultad  de  teolojía 
3,  en  la  de  leyíis  108,  en  la  de  medicina  40,  en  la  de  matemá- 
ticas 1.  Se  han  graduado  de  bachilleres  en  teolojía  20,  en  le- 
yes 98,  en  medicina  10,  en  matemáticas  11,  en  filosofía  i 
humanidades  30. 

Para  la  enseñanza  superior,  ha  publicado  don  Ignacio  Do- 
meyko  la  física  experimental  i  meteorolojía  de  Pouillet,  com- 


MEMORIA  PKESENTAÜA  A  LA   UNIVEHSIDAÜ  4  25 


pendiada  en  parte,  en  parte  vana<la  i  adaptada  a  Chile;  don 
Vicente  Hustillos,  un  tratado  eleincMital  de  Químico  Onjáui' 
en;  i  don  Claudio  Hrunet  de  Haines,  un  curso  de  arquitectura 
destinado  a  la  clase  que  se  le  encomendó  en  el  Instituto  Na- 
cional, establecida  por  decreto  supremo  de  17  de  novieml)ro 
de  1819. 

En  medio  de  la  extensión  i  solidnz  pro^^resiva  que  toman 
los  estudios  universitnrios,  no  puedo  menos  de  notar  que  no 
se  ha  llevado  a  cumplido  efecto  la  dirección  inmediata  d(í  ellos 
coníjada  a  comisiones  de  las  respectivas  facultades,  se^un  el 
decreto  ori^ánico  ((uc  sepan')  (l<i  la  instrucción  preparatoria  la 
profesional  i  científica,  lis  de  toda  necesidad  que  se  celebren 
las  reuniones  p(»riódicas  de  las  comisiones.  Lo  es  iu:ual mente 
que  se  deslinden  con  mas  individualidad  i  precisión  las  atribu- 
ciones d(d  deley:ado  universitario,  i  sus  relaciones,  s<'a  con  el 
consejo  de  la  universidad,  sea  con  los  decanos  de  las  faculta- 
des. Conviene  asimismo  arreglar  el  uso  de  la  biblioteca  que 
empieza  a  formarse  bajo  los  aus|)icios  de  la  universidad.  Aun- 
que ella  no  sea  por  ahora  mas  (pie  un  modesto  gabinete  de 
lectura,  crece  rápidamente;  i  debe  precaverse  el  deteric»ro  i 
extravío  de  los  objetos  que  la  componen.  Sobre  todas  estas 
materias,  prepararé  con  el  delegado  universitario  alirunos  tra- 
bajos, f[ue  tendré  el  honor  de  presentar  al  consejo,  para  some- 
terlns  al  examen  i  aprobación  del  supremo  gobierno. 

X 

Entre  los  sucesos  de  ali^una  importancia  enlazados  con  el 
progreso  de  la  instrucción,  no  es  de  los  menos  notables  la 
creación  de  la  esí^uela  de  pintura  bajo  la  dirección  de  don  Ale- 
jandro ( 'iccar(»lli,  i  con  arreglo  a  lo  prescrito  en  el  decreto  de 
4  de  enero  d(í  1849. 

Por  (ItMTeto  de  6  de  marzo  del  mismo  año,  se  trazó  la  pri- 
mera planta  de  la  Escuela  de  Artes  i  Oficios,  instalada  en  7  do 
setiembre  siguient<;,  bajo  la  dirección  de  don  Julio  Jariez. 

Por  otro  de  20  de  octubre  del  mismo  año,  tomó  el  gobierno 
bajo  su  protección  la  escuela  de  música  i  de  canto  establecida 


'i 26  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CKITIOOS 


por  la  cofradía  del  Santo  Sepulcro;  profesor  don  Adolfo  Des- 
jardins.  Sobre  estábase,  se  estableció  en  17  de  junio  de  1850,  a 
cargo  d<d  mismo  artista,  una  escuela  i  conservatorio  de  música. 

Por  decreto  de  7  de  enero  de  1850,  fu^^  trasladado  el  Iiisti- 
''tut'»  Nacional  a  su  nuevo  ¡  orrandioso  edificio. 

Por  (»tro  de  30  de  julio  del  mismo  año,  se  agrepraron  a  los 
estudios  forenses  el  de  1  »s  c5diq:os  especiales  de  G:uerra  i  mari- 
na, el  (\v  comercio  i  el  de  minería. 

Por  otro  de  3  de  airosto  siguiente,  fué  convertida  la  academia 
forense  en  una  clase  de  «lerecho  prác-ico. 

En  30  de  enero  de  1851  se  dictó  un  extenso  reglamento  para 
la  Escuela  de  Artes  i  Oficios,  i  otro  en  30  del  mismo  mes  i  año 
para  el  Conservatorio  de  Música. 

En  6  de  agosto  de  1852,  se  fundó  por  el  supremo  gobierno 
un  periódico  mensual  con  el  título  de  Monitor  ele  /as  E^cu^- 
las  Primarias^  i  .se  encargó  su  redacción  a  don  Domingo 
Faustino  Sarmiento,  tan  conocido  ya  por  su  constante  dedica- 
ción i  servicios  a  la  instrucción  popular. 

En  17  del  mismo  mes  i  año,  comprados  por  la  nación  al 
señor  Gilliss,  jefe  de  la  expedición  astronómica  de  los  Estados 
T'nidos  de  América,  los  edificios,  instrumentos  i  libidos  del 
Observatorio  Astronómico,  erijido  en  el  cerro  de  Santa  Lucia, 
fué  nombrado  para  su  diret-cion  ihm  Carlos  Moesta.  con  cargo 
dé  dar  lecciones  de  astronomía  práctica  a  los  alumnos  que  el 
gobierno  le  designase  i  de  llevar  una  clase  auxiliar  de  mate- 
máticas superiores  en  el  Instituto. 

En  enero  de  1853,  se  estableció  un  curso  teórico-práctico  de 
obstetricia  en  la  casa  de  expósitos. 

En  12  de  julio,  ha  sido  anunciado  un  premio  de  mil  pesos 
para  el  autor  nacional  o  extranjero,  !el  libro  en  que  mejor  se 
desenvuelva  el  influjo  de  la  instrucción  primaria  en  las  cos- 
tumbres, industria  i  prosperidad  nacional;  la  organización  que 
convenga  darla  en  Chile;  i  el  modo  de  procurarla  rentas  ade- 
cuadas. 

En  1 1  de  noviembre,  se  confió  nuevamente  a  don  Luis  An- 
tonio Vend'^l-Hcvl  la  formación  de  una  colección  de  trozos 
v^M'ojidos  de  los  autores  latinos,  con  comentarios  i  análisis, 


MEMOHIA  PHKSKVTAÜA  A  LA  UNlVfiHSIOAD  V¿7 


que,  junto  con  los  pasajes  insertos,  den  una  ¡dea  cabal  de  cada 
composición;  i  se  le  encargó  al  mismo  tiempo  la  reJacciun  do 
un  curstj  de  temas  latinos,  graduados  i  adaptados  a  la  gramá- 
tica latina  de  queso  hace  uso  en  el  Instituto. 

Sería  largo  citar  las  pnn-idencias  dictadas  por  el  supr(»mo 
gobierno,  particularmente  en  los  dos  años  últimos;  ya  para  la 
fundación  de  nuevas  escuelas  (en  í|ue  se  lia  dalo  bastante  par- 
te al  sexo  ([ue  se  hallai)a  hasta  ahora  mas  desprovisto  de  es- 
tablecimientos de  enseñanza),  ya  para  aumentar  la  d<'tacion 
de  las  escuelas  existentes  i  proxceilas  de  los  útiles  necesarios, 
ya  para  el  mejoramiento  de  los  colejios  provinciales. 

En  otra  ocasión,  he  hablado  del  nuevo  arreglo  del  Museo  i 
de  la  conservación  del  Observatorio  Astronómico,  como  medio 
no  solo  de  promover  entre  nosotros  el  estudio  de  la  naturale- 
za i  de  la  portentosa  economía  del  universo,  sino  de  contribuir 
por  nuestra  parte,  aunque  desde  luego  no  sea  sino  con  escasas 
ofrendas,  al  caudal  de  las  ciencias,  patrimonio  común  del  jé- 
nero  humano.  Nuestras  pi\;ducc¡ones  naturales  incompleta- 
mente exploradas,  i  nuestra  posición  austral,  nos  proporcionan 
ventajas,  que  tarde  o  temprano  llamarán  la  atención  de  los 
sabios  a  nuestros  estudios  i  trabajos.  Paguemos  así  la  parte 
que  nos  fuere  posible  de  lo  que  debemos  a  la  ilustración  i 
cultura  de  los  pueblos  que  nos  han  precedido;  deuda  inmensa 
que  comprende  toda  nuestra  civilización,  i  todas  nuestras  es- 
peranzas de  un  porvenir  hermoso,  que  corone  la  existencia, 
comprada  con  tantos  esfuerzos  heroicos.  Este  es  un  objeto  que 
no  debemos  perder  de  vista  en  el  cultivo  de  las  ciencias,  i  a 
que  ya  ha  llegado  su  dia. 

XI 

La  universidad  ha  sufrido  dolorosas  pérdidas  en  los  últimos 
años;  algunas  de  ellas  profundamente  sensibles. 

Aunque  a  don  José  Alejo  Eizaguirn^,  deán  de  esta  santa 
Iglesia  mi  tropoütana  i  miembro  de  la  facultad  de  ciencias 
sagradas,  no  haya  debido  esta  universidad  mas  que  el  lustre 
<le  .su  nombre,  ella   ha  iKirlicipado  en  el  justo  duelo  que  su 


428  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


muerte  causó  a  la  nación.  Su  memoria  es  venerada  i  bende- 
cida por  no  pocas  familias,  a  que  sus  oportunos  consejos  res- 
tituyeron la  paz  doméstica;  que  le  hicieron  depositario  de  con- 
fianzas íntimas,  que  fueron  liberalmente  socorridas  por  su 
ejemplar  caridad.  Conocidos  fueron  de  todos  su  integridad  sin 
mancha,  su  caudal  de  doctrina,  i  aquel  cúmulo  de  virtudes 
que  concurrían  a  formar  en  su  persona  el  mas  cabal  declialo 
del  cristiano  i  del  sacerdote.  Cuando  fuese  cierto  que  no  acer- 
tó alguna  vez  a  conciliar  con  estas  relevantes  prendas  toda 
aquella  deferencia  que  piden  las  leyes  de  la  patria  al  ciuda- 
dano, nadie  por  eso  dejaría  de  estimar  la  pureza  de  sus  moti- 
vos, i  la  entereza  con  que  honró  convicciones  profundas  i 
desinteresadas. 

Don  Juan  de  Dios  Vial  del  Rio,  presidente  de  la  corte  su- 
prema de  justicia,  solo  dejó  un  nombre  menos  en  la  facultad 
de  leyes  i  ciencias  políticas;  pero  un  nombre  ilustrado  por  ser- 
vicios a  la  causa  de  la  independencia,  desde  su  primera  época; 
servicios  que  le  hicieron  el  blanco  de  la  persecución,  i  le 
acarrearon  su  confinación  a  un  calabozo  infecto,  lejos  do  su 
familia  i  del  suelo  natal.  Representante  de  la  nación  largo 
tiempo,  colocado  sucesivamente  en  varios  destinos  judiciales, 
i  elevado  por  fínala  cumbre  de  la  judicatura,  mostró  en  todas 
esas  situaciones  cualidades  altamente  apreciables,  i  contribu- 
yó no  poco  al  respeto  con  ({uc  fué  acatada  la  corto  que  presi- 
dió. No  puedo  dejar  de  asociar  a  su  memoria  la  de  su  coleii'a 
en  el  mismo  tri])unal,  en  la  facultad  de  leyes  i  en  la  cámara 
de  senadores:  el  íntegro,  el  relijio.so,  el  modesto  dou  Santiay:o 
Kchcvers,  ornamento  de  la  majistratura  i  de  la  humaaiilad. 

Dou  José  Miguel  Irarrázaval,  miembro  de  la  misma  facul- 
tad i  de  la  cámara  de  senadores,  a  que  presidió  algunos  anos, 
se  labn)  una  reputación  tan  dislinu^uida  j)or  el  escrupuloso  de- 
sempeño de  sus  deberes  en  este  destino,  como  por  la  intelijencia 
despejada  que  manifestó  en  él,  i  por  la  deconcia  i  moderación 
que  siempre  le  acompañaron  en  sus  íu aciones  públicas  i  en  la 
vida  privada. 

Pero  me  llama  un  liomlire  que  hizo  tanto  como  el  que  mas 
on  favor  de  la  instrucción   superior.   \o  recordaré,   porque  es 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  4?0 


sabido  (le  todos,  lo  que  deben  a  don  Andrés  Antonio  de  Gor- 
bea  las  ciencias  matemáticas,  que  poseía  profundamente  en 
sus  mas  elevados  ramos;  de  cuyo  estudio  puede  casi  llamarse 
el  fundador  en  Chile,  i  cuya  enseñanza  dirijió  por  muchos 
años  en  el  Instituto,  contribuyendo  a  ella  no  solo  por  sus  asi- 
duas lecciones  orales,  sino  por  recomendables  escritos.  Fué 
decano  de  la  facultad  i  conservador  del  museo,  desde  la  nueva 
orijranizacion  do  la  universidad;  fué  jefe  de  injenieros  civiles 
desde  la  formación  de  este  cuerpo,  i  sirvió  sin  interrupción 
estos  destinos  hasta  su  fallecimiento,  que  honraron  expresivas 
demostraciones  del  sentimiento  público,  inspirado  por  una 
justa  apreciación  de  su  mérito.  Hacen  el  mejor  elojio  de  don 
Andrés  Antonio  do  Gorbea  sus  distinguidos  discípulos  i  el  es- 
tado floreciente  en  que  ha  dejado  la  ciencia  que  era  toda  su  ocu- 
pación, todo  su  entretenimiento,  todo  su  amor.  Pero  no  sería 
justo  pasar  en  silencio  otras  prendas  que  solo  estaban  a  el  al- 
cance de  los  que  le  trataban  i  oían:  su  inalterable  serenidad  i 
templanza  en  la  discusión;  la  sencillez  de  sus  costumbres;  la 
liljeralidad  con  que  franqueaba  el  auxilio  de  sus  conocimien- 
tos a  los  que  se  hallaban  en  el  caso  de  recurrir  a  ellos. 

Los  títulos  de  don  José  Miguel  de  la  Barra  al  agradecido 
recuerdo  de  los  chilenos  no  se  limitaron  al  decanato  de  la  fa- 
cuitad  (Te  humanidades  que  sirvió  desde  la  nueva  organización 
de  la  universidad  hasta  su  muerte,  i  en  que  se  dedicó  de  un 
modo  particular  a  la  insixíccion  de  las  escuelas  de  la  capital. 
Fué  secretario  de  la-  primera  misión  enviada  por  la  naciente 
república  a  las  naciones  de  Europa,  sirviendo  en  ella  a  las  ór- 
denes del  ilustre  Figaña,  con  quien  le  unían  vínculos  estre- 
chos de  amistad  i  coiiliaiiza,  corroborados  por  la  semejanza  de 
costumbres  i  opiniones.  Nombrado  para  el  consulado  jeneral 
de  Chile  en  Londres,  creyó  de  su  deber  rechazar  un  exequSL" 
tur  que  juzí^ó  injurioso  a  la  posición  en  que  se  había  colocado 
su  país.  Fué  intendente  de  la  provincia  de  Santiago;  fué  jefe 
de  la  oficina  de  estadística.  Desempeñó  varios  otros  cargos  a 
satisfacción  del  gobierno;  especialmente  el  de  secretario  del 
ilustre  jeneral  que  con  tanta  gloria  acaudilló  la  expedición 
enviada  contra  la  confederación  perú-boliviana.  Trabajó  con 


í'mf>''iO  en  la  .rreT^ion  l^  '«í*ar.í--M'rí;:r-nt'>?  de  hencSeencía. 
Tuvo  rifíicha  parte  ••ri  li  ''':j;iiain"T  «le  la  .>jcieila*l  de  Agricul- 
tura í  ^:.*  I'>7i  prín;f:.^  ••  tm'aj  «s  •>.-  r-^t^r  -  ir^rp*:»;  intluyó  bastan- 
te; en  la  reor-i-anizi  í'.'.i  fl-.-  la  uiii\rr-i.lad;  i  ha  Jeja  io  en  el 
A.silo  del  Silv'ji  l»->r  :jfi  rn  -aum^nti  «Inr  5u  piedad  cristiana. 
Kn  cuanto  a  ««is  pr  rid'LS  per-  nal'.-s,  no  teriLTO  que  añadir  al 
;icabi'lo  retra-o  q'?e  de  e-ste  homI»re  a  to  Ia>  luces  estim^^ble  ha 
trazarlo  en  su  discurs  •  ¡e  iiiau^ameíoa  el  joven  literato  que 
fué  llámalo  a  reenirjla/arle  en  h  frtr-alta  1  de  humanidades. 

Otro  miembro  de  esta  faciUad  ha  apreciado  con  bastante 
e\;u:títud  en  ima  oca.-» ion  s*?mejante  las  cualidades  i  servicios 
de  don  Ventura  Cousiño.  Adhiero  cordialmente  a  lo  que  alli 
«e  dijo  en  su  alabanza,  co.no  profesor,  como  literato,  como 
hombre  privado.  Lamentable  fué  el  accidente  que  le  arrebató 
tan  temprano  a  las  letras,  i  después  de  largos  |>adecimientos  le 
arrují}  al  sepulcro. 

El  ppíbfínílado  do  esta  santa  iglesia  metropolitana  don  Pe- 
dro Rí'íVfs,  fué  í-n  el  ministerio  sacerdotal  un  modelo  de  aus- 
tera virtud,  de  cristiana  abnegación  i  humiMad.  Sirvió  con 
asidua  df^dícacion  el  decanato  de  la  facultad  de  teolojía  a  que 
es» a  anexa  la  dirección  de  la  academia  de  ciencias  sagradas. 

En  la  muerte  de  don  Pedro  Palazuélos  Astaburuaga,  miem- 
bro de  la  facultad  de  teolojía,  fundador  de  la  escuela  del  Santo 
iSepulcro  i  del  Conservatorio  de  Música,  desapareció  un  amigo 
ílíd  pueblo,  a  cuya  moralización  i  bienestar  se  consagró,  ci- 
frando anil)as  cosas  en  la  fe  i  en  el  amor  al  trabajo.  Dedicó  a 
ellas  lo  (pKí  en  sus  circunstancias  le  era  dado:  un  celo  ardoro- 
so i  una  actividad  infatigable.  Hablaba  a  la  mente  del  artesa- 
no i  d(d  ¡)n»lot.'UMo  con  ceremonias  piadosas  i  representaciones 
simbólicas  l)cs<.'aba  (juitar  al  ])r()greso  industrial  sus  tenden- 
cias materialistas  i  santificar  el  trabajo.  Tuvo  la  conciencia  do 
una  misión  especial,  i  consiguií)  en  ella  resultados  plausibles. 

El  doctor  Lafargue,  por  sus  profundos  estudios  en  su  país 
natal,  la  Francia,  j)or  los  servicios  que  prestó  en  Paris  durante 
Itt  asoladora  epidemia  del  cólera  i  que  le  granjearon  una  me- 
dalla de  honor,  por  los  premios  que  la  Academia  de  Medicina 
do  lUirdéos  adjudicó  mas  de  una  vez  a  sus  memorias  medica- 


MEMORIA  l'UESENTADA  A  LA  UNIVKKSIÜAD  431 


les,  i  por  los  extensos  conocimientos  quo  después  se  le  vio 
dcsplcí^ar  en  Chile,  i  particularmente  en  su  oposición  a  la  cá- 
tedra df;  anatomía,  fisiolojia  e  hijiene,  i  en  el  lucidísimo  de- 
sen^peño  de  é.sta,  era  sin  disputa  uno  do  los  miembros  ma« 
distinj^uidos  de  nuestra  facultad  de  medicina.  Ni  se  limitaba 
su  sabiT  a  esta  ciencia.  Una  memoria  suya  sobre  la  condición 
jeolójica  de  los  terrenos  contiguos  al  volcan  de  Antuco,  lo 
granjeó  en  Francia  la  cruz  de  la  lejion  de  honor.  «El  doctor  La- 
fargue  ha  muerto,  dijo  el  señor  Aguirrc,  elejido  por  la  misma 
facultad  para  sucederle,  víctima  de  una  malhadada  predispo- 
sición de  ánimo.  Su  muerte  procedió  de  afecciones  morales, 
mas  agudas  a  veces  que  las  dolencias  físicas;  verdaderas  en- 
fermedad(*s  del  alma. » 

líe  liablado  de  don  José  Agustín  Olavarrieta,  miembro  de 
la  facultad  de  humanidades.  Su  delicada  salud  i  prematura 
muerte  privaron  a  la  nación  de  los  frutos  que  sus  largos  i  lu- 
cidos estudios  en  Chile  i  Europa,  i  su  despejado  talento  pro- 
metían. Ha  dejado  una  muestra  de  lo  que  podía  esperarse  de 
sus  trabajos  científicos,  en  el  tratado  de  Topografía  i  Agri- 
mensura^  que,  como  dije  antes,  sirvo  de  texto  en  la  Escuela 
Militar. 

Cerrará  este  catálogo  mortuorio  don  Francisco  García  Hui- 
dobro.  Modesto  hasta  rayar  en  el  encojimiento,  hizo  un  uso 
liberal  de  su  fortuna  en  pro  de  los  menesterosos,  ocultando 
sus  beneficios,  como  si  se  avergonzara  de  hacerlos.  No  hubo 
una  conciencia  mas  recta,  ni  un  corazón  mas  puro.  Presidió 
por  muchos  años  a  la  Biblioteca  Nacional  sin  remuneración  de 
ninguna  clase.  Una  triste  enfermedad  le  arrebató  antes  de 
tiempo  al  país. 

(Anales  de  la  Universidad,  Año  de  1854.) 


'■^  - 


MEMORIA 

Q[JE  EL  RECTOR  DE  \.k  UNIVERSIDAD  DEBIÓ  PRESENTA.R 
ANTE  ESTA  CORPORACIÓN  EN  1859 


Dos  causas,  señores,  han  contribuido  al  largo  retardo  de  esta 
exposición,  que  debia  haberos  sido  presentada  mas  de  un  año 
hace.  La  primera  es  notoria,  el  estado  de  mi  salud:  el  excelen- 
tísimo señor  patrono  tuvo  la  bondad  de  concederme  el  espacio 
de  tiempo  que  me  fuese  necesario  para  ejecutar  este  trabajo. 
La  segunda  es  la  escasez  de  los  materiales  que  esta  exposición 
exijia;  porque  de  los  informes  periódicos  de  las  provincias  no 
hal)ian  venido,  ni  con  mucho,  los  suficientes  para  deducir  re- 
sultados jenerales,  a  lo  menos  aproximativos.  Ya  en  otras  oca- 
siones he  tenido  que  lamentar  esta  falta,  a  pesar  de  las  órde- 
nes que  el  supremo  í^obierno  habia  repetidas  veces  circulado 
para  su  remisión.  Baste  decir  que  hai  provincia  de  que  apenas 
se  habrán  recibido,  durante  los  tres  quinquenios  precedentes, 
uno  o  dos  estados  jenerales  de  los  prescritos  por  decretos  su- 
premos; i  la  provincia  a  que  aludo  es  cabalmente  una  de  las 
mas  adelantadas  do  la  república. 

Principiaré,  como  lo  hice  en  las  dos  épocas  precedentes, 
ecliando  una  mirada  so])re  la  instrucción  primaria.  Contra  la 
difusión  í'.v-  este  importantísimo  elemento  de  civilización,  mili- 
tan todavía,  i  militarán  algún  tiempo,  las  causas  que  enumeré 

en  mi  primera  memoria,  pronunciada  el  29  de  octubre  de  1848; 
opúsc.  55 


434  OPTSCÜLOS  LITERARIOS  I  CRÍTICO« 


aunque  es  de  esperar  que  obrarán  con  una  diminución  pro- 
gresiva de  fuerza,  si  después  de  tantas  ajitaciones  desastrosas 
la  paz  interior  restablece  su  imperio. 

La  proporción  de  los  que,  por  cada  mil  habitantes  do  toda 
edad  i  sexo,  asistian  en  cada  provincia  a  las  escuelas,  pareció 
entonces  aproximativamente  la  que  se  deja  ver  en  la  lista  que 
sigue: 

EnChilíK? 50 

Valparaíso 35 

í?ant¡ago 30 

Valdivia 26 

Atacama 25 

Talca ,..  23 

Coquimbo 20 

Aconcagua....  17 

Nuble 15 

Concepción  ...  13 

Maule 10 

Colchagua 7 

El  término  medio  para  toda  la  república  no  pasaba  de  22: 
Chiloe,  Valparaíso  i  Santiago  ocupaban  la  parte  superior  de 
la  escala,  i  en  la  extremidad  inferior  estaba  Colchagua.  El  de- 
partamento mas  favoreoiilo  era  el  de  Valparaíso,  donde  por 
cada  mil  habitantes  iban  mas  de  ochenta  a  la  escuela;  siguién- 
dose a  éste  el  de  Calbuco,  en  que  la  proporción  era  represen- 
tada por  70,  i  luego  el  de  Santiago,  donde  alcanzaba  apenas 
a  40. 

La  proporción  do  los  sexos  era  sumamente  desfavorable  a 
la  mujer,  pues  apreciando  en  22  por  1,000  el  total  de  los  que 
frecuentaban  las  escuelas,  el  de  los  varones  alcanzaba  a  mas 
de  18  i  el  de  las  mujeres  a  un  poco  menos  de  4,  estando  por 
consiguiente  aquéllos  a  éstas  en  la  razón  de  Sal. 

La  enseñanza  mas  elemental  so  reducía  a  lectura,  escritura 
i  rezo;  i  en  este  escaso  pábulo  de  la  intelijencia  naciente  se 
juntaba  a  lo  mezquino  lo  imperfecto  i  grosero.  No  defraude- 
mos, con  todo,  do  la  merecida  alabanza  a  los  que  en  las  loca- 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  435 


lídaclcs  menos  populosas  i  florecientes,  donde  no  era  posible 
encontrar  preceptores  de  la  mas  mediocre  idoneidad,. se  dedi- 
caban a  la  ruda  tarea  de  maestros  do  escuela,  sin  mas  recom- 
pensa que  el  óbolo  del  pobre,  i  sin  otra  perspectiva  que  la  de 
una  ancianidad  indijente. 

En  ciertas  escuelas,  se  enseñaba  ademas  el  catecismo,  i  se 
daban  rudimentos  de  aritmética  i  de  gramática  de  la  lengua 
nativa,  que  se  desarrollaban  en  otras  de  orden  superior,  sobre 
todo  en  las  físcales  i  municipales.  A  las  de  niñas,  faltaba,  en 
jeneral,  mucho  para  llegar  aun  a  este  humilde  nivel;  pero  en 
recompensa  se  las  ejercitaba  mas  o  menos  en  las  labores  i  ha- 
bilidades propias  del  sexo. 

En  la  exposición  que  tuve  el  honor  do  hacer  al  consejo  de 
la  universidad  el  11  de  marzo  de  1854,  indiqué,  aunque  de  un 
modo  bastante  imperfecto,  la  marcha  de  la  instrucción  prima- 
ria durante  el  quinquenio  corrido  hasta  el  año  precedente.  El 
número  de  niños  que  entonces  iban  a  la  escuela  en  cada  pro- 
vincia, comparado  con  la  cifra  de  la  población  según  el  censo 
de  1843,  aparece  en  esta  escala  descendente,  deducida  de  los 
datos  de  la  memoria  ministerial  de  1853: 

En  Chiloó 50  por  1,000 

Valparaíso 40 

Santiago 30 

Valdivia 26 

Atacama 26 

Coquimbo 20. 

Concepción 19 

Talca 17 

Nuble 15 

Aconcagua 15 

Maule 12 

Colchagua 8 

El  término  medio  de  toda  la  república  era  algo  inferior  al 
del  quinquenio  precedente,  subiendo  a  poco  mas  de  21. 

Habiéndose  tomado  por  base  el  censo  de  1843,  todos  los  re- 


436  OPÚSCULOS  LITEHARIOS  I  CBÍTICOS 


sultados  obtenirtos  en  1853  debían  ser  forzosamente  algx)  su- 
jMTÍores  a  la  realidad  |K>r  el  incremento  que  hubo  de  tener  la 
población  vin  un  decenio  entero.  Siendo  este  aumento  en  la 
mayor  parte  de  las  provincias,  lento  i  en  la  totalidad  poco  rá- 
pido, oreo  que  los  g^uarisiaos  precedentes  pueden  adoptarse 
como  no  muí  distante»  de  ivna  apreciación  exacta. 

Ateniéndonos  a  ello,  resulta  que  Chiloé,  Santiago,  Valdi- 
ria,  Coquimbo  i  Nuble,  conservaban  la  cifra  del  quinquenio 
antori'ir;  que  Vali>araíso  i  Conceix;ion  habian  subido  notable- 
menuí  en  la  escala;  que,  en  Colchagua  i  Maule,  se  observaba 
un  lijen)  asct»nso;  qu<í  Atacama  i  Aconcagua  descendian  un 
poco;  que  Talca  bajaba  de  23  a  17,  acaso  por  algún  error 
en  los  (latos;  i  que,  en  el  termino  medio  do  totla  la  república, 
.se  notaba  una  leve  merma.  Lo  que  no  admite  duda,  es  que  la 
ruari'ba  absoluta  do  la  instrucción  primaria  habia  subido  en 
ttwlas  part<'s,  i  (juo  las  pi\)porciones  decrecientes  so  deben  al 
aumento  de  la  población,  que  no  pudo  menos  de  ser  vario  en 
biH  difi'rentes  localidades. 

Kn  esta  distribución  de  la  enseñanza  primordial  en  Chile,  es 
eonsolatorio  uL servar  que  la  razón  de  las  niñas  a  los  varones 
liabia  recibido  un  aumento  considerable,  elevándose  desde  el 
quinto  InistH  i*l  tercio. 

Si  st»  \wv  ptTinititu^a  dí^sccndcr  hasta  la  última  cuota  do  la 
inhliiu-iion,  ([U(^  fu  liiímpos  jxisados  mas  que  ahora,  i  en  las 
ilasfs  >.u|)t  rit)rt's  a  la  ínlima,  se  dis|>ensabi  a  la  niñez,  vería- 
nins,  i'u  L-ran  núnun»  ile  familias,  loque  pudiéramos  llamar  un 
emluiv.n  dr  i\si-urla.  Las  ocupaciones  sedentarias  de  la  mujer 
|hruiitiaii  a  las  ancianas  de  mas  instrucción  rodearse  de  algu- 
nas jiArnrs  aUnnnas,  a  quienes,  junto  con  el  manejo  de  la 
aü;n)a,  niseñahím  la  lerlura  i  las  oraciones  cristianas,  partici- 
panvlo  lie  e.slos  dos  últimos  ran:ios  unos  pocos  varones  do  la 
íiiiis  tierna  edad.  DÁse  el  valor  que  se  ([uiera  a  esto  casi  im- 
hereeptible  jérmen  lie  cultura  mental,  que  en  |>arte  subsiste 
todaxía,  él  rornKi  un  elemento  social  que  no  desmerece  la 
ali  neion  del  níoralista,  i  que,  cuando  haya  gran  número  de 
madres  instruidas,  que,  imitando  el  digno  ejemplo  de  algunas, 
ho  deilii|uen  a  dar  por  sí  mismas  el  primer  alimento  a  la  niñez 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA    UNlVEKSlbAD 


43' 


i  lo  hagan  mas  abundante  i  sustancioso,  ensalzará  la  mater- 
nidad al  puesto  que  lo  está  destinado  en  la  trasmisión  do  las 
luces  i  de  los  sentimientos  morales,  separará  de  esta  ense- 
ñanza rudimental  las  espinas  que  la  hacen  ingrata  i  la  gra- 
bará mas  profundamente  en  los  corazones  de  las  alumnas. 

A  fines  del  segundo  quinquenio,  se  computaba  en  571  el 
número  de  escuelas  esparcidas  sobre  el  territorio  de  la  repú- 
blica. En  410  de  ellas,  se  anadian  a  la  lectura,  escritura  i  ca- 
tecismo nociones  de  aritmética,  i  en  algunas  un  poco  de  gra- 
mática, de  jeografía,  de  historia;  mejoras  que  no  dejaban  de 
notarse  aun  en  ias  escuelas  de  particulares;  las  cuales  forma- 
ban como  la  mitad  del  total,  con  la  circunstancia  do  hallarse 
en  ellas  casi  equilibrados  los  sexos. 

Pasemos  al  tercer  quinquenio  terminado  en  1858.  Compa- 
rando la  memoria  ministerial  do  aquel  año  con  el  último  cen- 
so jeneral,  pareceria  que  la  asistencia  de  las  personas  de  toda 
edad  i  sexo  a  las  escuelas  pudiera  representarse  en  cada  provin- 
cia, a  fines  de  dicho  quinquenio,  por  la  escala  descendente 
que  sigue: 


En  Chiloé 

57  por  1,000 

Concepción.  . 

.  38 

a  39 

Valdivia.  .  .  . 

36 

Atacama  .  .  . 

34 

Valparaíso.  . 

29 

Santiago  .  .  , 

22 

Talca 

22 

Coquimbo .  . 

21 

a  22 

Aconcagua.  . 

21 

Arauco  .  .  . . 

21 

Colchagua .  . 

14 

Nuble 

14 

Maule 

13 

a  14 

En  la  república  toda,  por  término  medio  23. 
No  se  han  tomado  en  cuenta  las  escuelas  nocturna.^,  ni  el 
aumento  de  población  desde  la  fecha  del  censo  hasta  1858', 


i*"*  d?i?*:ll.¿  liTEÁARi'js  I  cárneos 

eoi.*.  I-ri  :•.  .rr*  :  ¡-  'i-r-.n  n  sentí  lu  contrario,  pon.[ue  si  la 
prlrn-ri  h.*--r  !n  rjir  I>  Lrii-:-m*»s  pr^'^íedentes  cmo  algo  in- 
ferí-t--*  1  Ii  rr-.\lií.  la -*^r lilla  debo  haberlos  mirar  como 
alz:»  -j -^rl.r-^-s:  c :  riipéüSAiij*.  pues,  en  parte;  pero  de  todos 
m:dos  no  me  pareoen  tener  ninjrjna  importancia  cuando  se 
trata  de  un  resultado  que  liO  >e  aleje  mucho  de  la  exactitud. 
Det>)  c»n:e:?ar.  sin  eniMreo,  que  al^runos  xle  los  guarismos 
prece«denr»^<.  no  me  inspiran  conílan/a,  es!>eci:ilmente  ios  re- 
lativos a  ValpArais-»  i  San*.a«r>,  en  qu»_*  la  en^^t^ñanza  primaria 
está  sin  1  :  la  rer-resentaia  }»:ir  cifran  demasiado  débiles. 

Juz«-an  lo  p:r  l-.t-^  antee*-  l-.ites,  oreo  que |)Oilemos  aceptar  el 
términ-j  in^  ü:»  ío  »omo  no  distante  de  la  realidad,  aun  to- 
mando en  cuenta  las  los  consid  Taciones  de  que  acabo  de  ha- 
blar. Es  preciso,  pues,  reconH:eri¡ae  no  es  nada  lisonjero  para 
nosotros  el  i>araielo  qae  baj  j  este  respecto  se  hacra  enti'e  Chile 
i  otros  pueblos  civilizados.  La  distancia  es  grande  entre  nues- 
tra patria,  don  le    iiacia  l^^oS   de  cada  1,000  personas  de  toda 
edad  i  sexo  iban  "23  a  la  e«icuela,  i  Dinamarca,  dnnde  antes 
de  la  misma  épK-a  iban  t?17:  los  Estados  unidos,  dondo  (aun 
incluyendo  la  población  esclava  en  1850  iban  178;  la  Prusia, 
donde  algunos  años  ha  iban  161;  la  Béljica,  donde  iban  120;  la 
Francia,  donde  en  1843  iban  95;  i  el  Austria,  donde  en   1838 
la  proporción  era  de  73;  todas  estas  cifras,  atendido  el    pro- 
greso jencral  mas  o  monos  rápido  de  la  cultura  en  la  Europa 
cristiana  i  en  la  í'nion  Americana,  son  sin  duda  alí^o  inferio- 
res a  lo  (jue  han  del)ido  ser  hacia  1858.  Para  encontrar  infe- 
rioridad a  Cliile  bajo  el  punto  de  vista  de  que  se  trata,    sería 
necesario  trasportarnos   a   las  dos  extremidades  de  Europa; 
Rusia,   donde  de  cada  mil   iban  20  a  la  escuela,   i  Portugal, 
donde  en  1850  iban  12. 

En  el  quincjuenio  de  que  hablamos,  el  número  de  las  escue- 
las fiscales  habia  subido  hasía  417  i  el  de  las  municipales  a  71; 
en  las  cuales  se  educaban  hasta  25,616  alumnos,  subiendo  el 
número  de  las  niñas  a  cerca  del  tercio  del  de  los  varones.  Se 
babian  establecido  escuelas  nocturnas  en  varios  puntos;  i  em- 
pezó a  ponerse  en  planta  la  provechosa  idea  de  crear  en  alofu- 
iias  poblaciones  escuelas  superiores,  destinadas  a  servil»  de  nio- 


MBMORIA  PRESENTADA  A  LA    UNIVERSIDAD  439 

délo  para  el  progresivo  ensanche  de  la  instrucción  primaria,  i 
para  suplir  la  falta  de  liceos  o  colejios  provinciales  donde  no 
los  habia.  Jeneralmente  han  recibido  grandes  naojoras  la  ense- 
ñanza i  la  disciplina  bajo  la  inspección  do  visitadores  idóncoa; 
sin  que  se  hayan  perdido  de  vista  la  organización  material,  la 
comodidad  i  asco  donde  quiera  que  ha  sido  posible. 

Las  escuelas  de  particulares  no  podian  menos  de  experimen- 
tar una  baja  a  coniecuencia  del  incremento  de  las  escuelas  do- 
tadas; i  con  todo  eso,  se  contaban  hasta  177  de  niños  varones 
i  75  de  niñas;  distribuyéndose  en  ellas  la  enseñanza  de  los  ra- 
mos elementales  a  18,085  alumnos.  En  este  total,  las  niñas 
componían  apenas  una  quinta  parte;  pero  es  preciso  no  olvidar 
el  gran  número  de  escuelas  de  niñas  que  podemos  llamar  do- 
mésticas, porque,  circunscritas  a  un  hogar  privado,  no  aparecen 
en  los  documentos  oficiales,  sino  cuando  toman  cierta  impor- 
tancia: escuelas  que  la  necesidad  hace  pulular  en  las  locali- 
dades oscuras. 

Como  quiera  que  sea,  la  memoria  ministerial  de  1858  nos 
índica  las  proporciones  siguientes  de  hombres  í  mujeres  en  la 
concurrencia  a  las  escuelas. 

Saben  leer.    Saben  escribir. 

En  Atacama.  ....  24,45  20,87 

Valparaíso....  19,71  16,27 

Santiago 16,81  13,62 

Llanquihue.'.  .  15,18  12,33 

Chiloó 14,10  11,74 

Coquimbo. .  .  .  12,89  10,68 

Valdivia 11,34  9,44 

Concepción.  .  .  11,06  9,42 

Aconcagua .  .  .  10,72  8,93 

Arauco 10,33  8,62 

Nuble 9.34  8,35 

Talca 9,20  8,05 

Colchagua  ...          9,12  7,44 

Maule 8,29  7,10 


Chile 13,47  10,65 


4ll^  •JPUSCl  L'.»S  i.IT£hAHIOS  I  CRÍTICOS 


Deducimts  del  úitimc»  oeaso  jeneral  el  cuadro  siguiente, 
que  inüu  j  la  pn.»p.'rcic»n  del  número  de  personas  de  toda  edad 
i  sexo  que  ea  caJa  i»rovia<.ía  sabian  leer  i  de  las  que  entre  és- 
tas sab\Ln  ado"ias  escTÍbir: 

T .-.  L :  ?  jor  jien t  o  Tan ;  o  por  cien  to 

de  1■J^  q.ie  sril^en  leer,  de  los  que  scLben  escribir, 

Homlres.  Mujeres.  Hombres.  Mujeres. 

Atacama 17.  i5  0.99  15.''.7  5,20 

Valparaíso  .  .     .  11.5"i  8.16  10,1?  6,15 

Santiago S,9\  7.87  7.S4  5,78 

Chiloé". lí.OO  1.50  10.78  0,96 

Coquimbo 7.51  r>,38  6.55  4.13 

Valdivia 7,»;5  3.09  6.74  2,70 

Concepción.  .  .  .  7.01  4.05  0,27  3,15 

Aconcagua  ....  6.10  4,02  5,26  3,67 

Arauco^ 7,e5  3,08  6.52  ?,10 

Nuble 0.C9  3.05  5.83  2,52 

Talca 5,75  3,i5  5,20  2,85 

Colchagua 5,49  3.63  4,75  2.69 

Maule 5,08  2.61  5,07  2,03 

Chile 8,58        4,89  6,94        3,70 

La  Escuela  Normal  de  Preceptores,  de  cuyo  excelente  arre- 
glo i  fructuosa  en.señanza  bajo  la  dirección  de  don  <  luillermo 
Antonio  Moreno  he  podido  juzci^ar  por  mi  mismo,  ha  ejercido 
ya  una  influencia  sensible  en  la  instrucción  primaria.  Contaha 
a  fines  del  tercer  ({uinquenio  105  alumnos,  i  al  concluir  el 
quinquenio  dio  17  profesores,  que,  terminado  su  aprendizaje, 
pasaban  a  dirijir  escuelas  de  primeras  letras  en  varios  puntos 
do  la  república.  A  97  subía  ya  el  número  de  los  que  habia 
creado  este  plantel;  i  se  esperaba  que  so  hallaria  presto  en 
estado  de  educar  hasta  25  a  30  cada  aüo. 

Se  ve  por  estos  datos  la  insuficiencia  de  la  Escuela  Normal 
jiura  surtir  de  profesores  las  escuelas  dotadas,  cuyo  número 
no  puede  menos  de  ser  progresivamente  mas  i  mas  ^ra^ide.  I 
sin  embarco,  la  necesidad  de  uno  o  mas  esta])lccim¡entos  de 
osta  clase  es  evidente,  pues  por  este  solo  medio  se  puede  ele- 


MKMORIA  PIIKSKN  TAÜA  A  [.A    1.  NIVKIUIÜ  VI>  4il 


var  a  la  compélante  altura  la  primera  enseñanza.  Compren- 
diendo todos  los  gastos  anexos  a  ella,  acarreará  por  precisión 
un  costo  enorme,  a  que  es  necí^sariu  proveer  por  otros  medios 
que  los  adoi)tadcs  hasta  ahorn.  Tenemos  a  la  vista  el  ^ran 
modelo  de  los  Estados  Unidos,  f|ue  en  es^1  materia  nos  exci- 
tan principalmente  a  imitarlos,  como  condición  precisa  para 
hacernos  capaces  do  seguir  sus  huellas  en  otras. 

Los  ramos  que  abraza  actualmente  la  enseñanza  de  la  Es- 
cuela Normal  de  Precei)tores  son  numerosos,  i  seguramente 
no  están  circunscritos  a  lo  que  c^n  mas  urjencia  demanda  el 
estado  jeneral  del  país:  lectura,  cali*?rafia,  doctrina  cristiana  i 
fundamentos  do  la  fe,  gramática  castellana,  idioma  francés, 
aritmética,  jeometria,  jeografía,  cosmografía,  historia  sagra- 
da, historia  de  America  i  particular  de  Chile,  pedagojia  teórica 
i  práctica,  dibujo  lineal,  música  vocal  i  jimnástica.  De  estos 
ramos,  se  enseñan  bastante  bien  los  mas,  i  con  decidida  supe- 
rioridad algunos.  Se  dan  también  nociones  de  agricultura. 

La  Escuela  Normal  de  Preceptoras,  establecimiento  recien- 
te, no  ha  podido  dar  todavía  todo  el  fruto  quo  es  de  esperar 
de  la  instrucción  i  celo  de  las  relijiosas  que  lo  dirijen.  En  los 
primeros  meses  de  1858,  presentó  ya  algunas  maestras,  que 
fueron  inmediatamente  destinadas  a  varias  localidades.  Lo 
que  hemos  dicho  sobre  la  insuficiencia  do  la  Escuela  Normal 
de  varones  para  llenar  su  grande  objeto,  se  aplica  con  multi- 
plicada fuerza  a  la  de  mujeres. 

Acerca  de  la  Escuela  de  Artes,  debemos  decir  que  los  ramos 
fie  instrucción  jeneral  no  guardan  proporción  con  los  mecáni- 
cos e  industriales:  si  éstos  se  muestran  adelantados  i  flore- 
cientes, en  aquéllos  la  instrucción  parece  comprimida  por  la 
grande  atención  que  so  presta  a  los  otros,  en  que  los  frutos  de 
la  enseñanza  apenas  dejaban  que  desear. 

En  la  Escuela  Militar,  que,  por  el  grado  de  instrucción  quo 
en  ella  se  da  a  los  alumnos  aventaja  a  muchos  establecimien- 
tos que  no  tienen  un  título  tan  modesto,  se  enseñaban  con  re- 
gular suceso,  fuera  de  los  ramos  estrictamente  militares  i  de 
los  relijiosos,  caligrafía,  aritmética,  áljebra,  jeometria  ele- 
mental, trigonometría  rectilínea  i  esférica,  topografía,  jeomo- 


i\'l  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


tría  descriptiva,  cosmografía,  jeografia  física  i  política,  siste- 
ma métrico,  la  gramática  castellana  extensamente,  el  francés 
i  el  ingles,  historia  do  América  i  particular  de  Chile.  Se  en- 
señaban también  dibujo,  esgrima  i  jimnástica;  i  todos  saben 
que  han  sido  facciones  características  de  esta  escuela  la  exce- 
lente disciplina  orgánica,  el  urbano  i  decente  comportamiento. 

No  debo  omitir  en  esta  breve  reseña  la  Quinta  Normal  de 
Agricultura,  donde,  según  el  nuevo  plan  de  estudios  aproba- 
do por  el  gobierno  el  18  de  febrero  de  1858,  se  estudian  como 
una  preparación  necesaria  para  el  curso  de  agronomía  loa 
ramos  siguientes:  aritmética,  gramática  castellana,  mensura 
de  terrenos,  botánica  i  dibujo  de  planos  i  máquinas;  todo 
anunciaba  resultados  satisfactorios. 

Diré  una  palabra  sobre  la  Escuela  de  Surdo-Mudos  creada 
para  externos  por  decreto  supremo  de  26  de  octubre  de  1 852 
i  coloívula  entonces  en  una  sala  contigua  a  la  capilla  de  la 
S<>l(»da(l,  bajo  la  dirección  de  don  EUseo  Schieroni.  Trasladóse 
después  al  local  de  la  Escuela  de  Preceptores,  i  so  redujo  a 
internado,  en  conformidad  al  decreto  de  9  de  diciembre  del 
mismo  año.  Habia  crecido  notablemente  el  número  de  alum« 
nos,  i  su  educación  habia  hecho  satisfactorios  progresos,  cuan- 
do la  separación  de  su  hábil  institutor  produjo  la  casi  com- 
plota  ruina  del  establecimiento.  En  mayo  de  1858,  no  existían 
allí  niíts  que  seis  sord  )-mudos  al  cuidado  de  un  inspector  es- 
peíúal,  quo  los  ocupaba  on  leer  i  escribir  i  en  un  taller  de 
encuademación  de  libros;  industria  que  ya  poseían  en  térmi- 
nc)s  de  lral)ajar  por  sí  solos.  Así  es  que  el  año  siguiente  se 
tuvo  a  ])ien  disolver  esta  diminiita  escuela,  quo  solo  contaba 
ya  cinco  alumnos.  So  aí^funrdaba  un  profesor  idóneo  para  res- 
taurar con  nicjoros  ausj)icios  un  establecimiento  tan  indispen- 
sable. 

Una  señora  chilena,  animada  de  caritativo  celo,  i  no  desti- 
tuida de  talento  i  de  un  fondo  do  instrucción  que  ella  ha 
tenido  el  mórito  de  adquirir  por  si  misma,  tiene  a  su  cargo 
un  internado  de  sordo-mudas,  a  quienes  enseña  por  un  moto- 
do  especial,  debido  a  sus  propias  meditaciones  i  larüfa  expe- 
riencia, i  en  que  si,  como  me  lo  hacen  creer  los  informes  do 


MKMOIIIA  PRESKNTADA  A  LA   l.'NIVKn.SIDAD  4^3 

personas  competentes,  se  c(*han  menos  los  procedimientos  fi- 
losóficos a  que  se  ha  elevado  en  otras  partes  esta  difíí^i!  en- 
señanza, por  lo  menos,  mediante  la  atención  i  solicitud  ma- 
ternal de  la  institutriz,  so  han  oblenido  resultados  que  alivian 
la  dura  suerte  de  estas  desgraciadas  criaturas,  i  reivindican 
para  ellas,  en  alaguna  parte,  las  preciosas  facultades  de  que  las 
ha  desliere  lado  la  naturaleza. 

Está  enlazado  con  el  asunto  presente  el  establecimiento  de 
las  bibliotecas  populares,  destinado  a  proporcionar  lecturas 
instructivas  i  amenas,  i  de  incomparable  utilidad  a  las  clases 
menos  acomodadas,  sobre  todo  en  las  poblaciones  rústicas, 
donde  escasean,  o  mejor  dicho,  faltan  enteramente  libros,  si 
no  son  los  que  sirven  para  el  uso  de  las  escuelas.  A  Chiloé, 
donde  la  lectura  está  mas  jeneralmente  difundida  que  en  otra 
íilguna  provincia  de  la  república,  hat-'e  poco  que  se  enviaban 
los  desechos  de  la  prensa  periódica,  i  libros  estropead  >s,  aun 
los  menos  apropósíto,  para  que  sirviesen  de  textos  de  lectura 
^n  las  escuelas.  Las  bibHotecas  populares,  organizadas  por 
decreto  supremo  do  16  do  enero  do  1856,  se  han  ido  exten- 
diendo desde  entonces  i  han  sido  progresivamente  surtidas  de 
libros;  excitando  en  algunas  partes  el  celo  de  los  vecindarios 
para  su  fomento,  de  lo  que  recientemente  ha  dado  un  buen 
•ejemplo  el  del  Tomé  en  favor  de  la  del  departamento  de  Coe- 
lemu,  a  impulsos  de  su  patriótico  bibliotecario  don  Nolberto 
Solis  Ovando. 

i  Cuan  honroso  sería  para  el  país,  i  cuan  conducente  a  su 
^civilización  i  cultura,  el  ver  multiplicados  estos  ejemplos,  i 
mas  jeneralizado  ei  interas  por  la  propagación  de  la  enseñan- 
za elemental,  fuente  de  todos  los  adelantamientos!  En  una 
población  como  la  de  Santiago,  culta  i  rica,  en  que  se  invier- 
ten gruesas  sumas  en  objetos  relijiosos  i  caritativos,  ¡cuan 
poca  atención  ha  merecido  a  los  particulares  el  mas  digno  de 
todos:  la  educación  popular!  Entre  las  fundaciones  piadosas, 
¿cuáles  son  las  que  existen  para  escuelas  primarias?  Me  com- 
plazco en  citar  un  noble  ejemplo,  el  de  los  propietarios  do  la 
hacienda  de  Viluco,  que  el  15  de  octubre  del  año  pasado,  el 
dia  del  santo  de  una  hija  arrebatada  desgraciadamente  a  su 


I    -      » - 


^fEMORIA  PRSSENTAOA  A  LA  UNIVERSIDAD  445 


Se  sabe  que  las  relijiosas  do  los  Saí^raclos  Corazones  tienen 
estal)lccimicntos  do  la  misma  especie  bastante  concurridos;  i 
siento  í|ue,  por  la  causa  a  (jue  tantas  vects  ho  aludido,  no  me 
sea  })!  .s¡l)!e  hacer  cumplida  justicia  al  celo  de  las  respetables 
reliji(j.->as  que  lo  dirijen. 

La  segunda  institución  a  que  me  he  referido  es  la  de  los 
Ilennimos  do  las  Escuelas  Cristicinas  a  la  que  puso  los  pri- 
meros cimientos  el  venerable  Juan  Bautista  do  la  Salle,  i  do 
la  cual  habló  extensamente  el  presbítero  don  Blas  Cañas,  al 
instalarse  en  la  facultad  do  teolojía  de  esta  universidad  el  3 
de  noviembre  del  año  pasado.  Los  hermanos,  ademas  de  los 
tres  votos  de  toda  institución  relijiosa,  se  obligan  a  instruir 
gratuitamente  a  los  hijos  del  pueblo  en  todos  los  ramos  do 
enseñanza  elemental  (que  es  el  fin  peculiar  de  esta  institución), 
infundiendo  en  los  alumnos  el  amor  al  trabajo,  i  preparándo- 
los para  ejercitarlo  con  intelijencia,  honradez  i  economía.  En 
esto  discurso,  que  no  podemos  menos  do  recomendar  a  cuan- 
tos se  interesan  en  la  educación  del  pueblo,  se  enumeran  las 
utilidades  que  estas  escuelas  producirían  a  muí  poca  costa  or 
la  población  del  campo,  prestando  un  poderoso  auxilio  a  los 
trabajos  del  gobierno,  i  derramando,  a  par  de  la  enseñanza,  la 
moralidad  relijiosa,  que  también  necesita  de  celosos  coopera- 
dores en  una  gran  parte  del  territorio  chileno.  Existen  en  la 
actualidad,  según  el  ilustrado  presbítero,  310  establecimientos 
de  esta  clase  en  Francia,  Italia  i  la  Béljica,  dirijidos  por  mas 
de  dos  mil  hermanos.  El  señor  Cañas,  apreciando  la  tenden- 
cia i  espíritu  de  la  hermandad,  se  expresa  así: 

«Xo  participaré  jamas  de  las  ideas  que  reinan  en  ciertas 
almas  mezciuinas  que  cierran  para  el  hijo  del  pobre  las  puer- 
tas de  la  ilustración.  Nó,  quiero  verlo  instruido,  pero  antes 
quiero  verlo  trabajador...  El  hijo  del  artesano  muchas  veces 
consume  los  productos  de  la  industria  de  su  padre  laborioso  en 
las  exijencias  de  un  colejial  bien  montado;  i  si  mas  tarde  no  es 
un  jenio,  resulta  que  no  es  ni  literato  ni  artesano;  ocupa  una 
posición  difícil...  lié  aquí  la  principal  ventaja  de  la  institución 
do  los  Hermanos  de  las  Escuelas  Crislianas.  Ella  no  des- 
cuida los  ramos  jeneralcs  de  la  instrucción  primaria  para  el 


446  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


pueblo;  pero  su  principal  esmero  es  no  desviarles  del  trabajo... 
¡Honor  a  todos  los  hombres  que  se  dedican  a  la  enseñanza! 
¡Honor  a  los  sabios  profesores  cuya  misión  es  iniciar  a  las 
clases  elevadas  en  los  tesoros  de  la  ciencia  i  del  jenio!  La  obra 
es  sin  duda  grandiosa,  pero  ¿(juó  deberemos  pensar  del  maes- 
tro del  pueblo?  El  pueblo  es  el  jénero  humano,  os  el  hombre 
desnudo,  es  el  hijo  del  pobre.  Pues  bien:  a  éstos  abren  sus 
brazos  los  Hermanos  de  las  Escuelas  Cristianas,  i  procuran 
ennoblecerlos  iluminando  su  intelijencia  i  formando  su  cora- 
zón... Somos  testigos  del  anhelo  con  que  el  gobierno  actual 
procura  extender  i  fomentar  la  instrucción  primaria;  pero  nó 
temo  decir  que  los  Hermanos  ahorrarían  en  gran  parte  los 
sacrificios  que  ella  cuesta.» 

El  señor  Cañas,  citando  al  Monitor  de  las  EscuelaSy  habla 
de  la  escasez  de  preceptores  idóneos  i  de  la  imperiosa  necesi- 
dad de  remediar  esta  falta  creando  nuevas  escuelas  normales 
o  ensanchando  la  de  Santiago;  poro  cree  que,  por  la  plantea- 
cion  de  estas  escuelas  cristianas,  se  llenaría  en  pocos  años  el 
déficit  de  maestros  competentes,  que  ahora  en  número  insufi- 
ciente puede  producir  nuestra  Escuela  Normal.  Sin  ir  tan 
lejos,  pensamos  que  el  establecimiento  de  que  so  trata,  consi- 
derado como  un  auxiliar  de  las  escuelas  de  preceptores,  cuya 
necesidad  nos  parece  indisputable,  reportaría  resultados  alta- 
mente benéficos.  De  todos  modos,  la  indicación  del  señor  Ca- 
ñas es  mui  digna  de  tomarse  en  consideración.- 

Prometen  también  mucho  para  la  propagación  de  la  ense- 
ñanza del  pueblo  las  Sociedades  de  Instrucción  Primaria;  como 
la  de  Valparaíso,  cuyos  estatutos  obtuvieron  la  aprobación  del 
supremo  gobierno  en  28  de  noviembre  de  1856;  las  de  Con- 
cepción i  de  AiK'ud  aprobadas  por  decretos  supremos  de  5  de 
febrero  de  1857;  i  la  de  Santiago,  que  apenas  establecida, 
contaba  ya  con  seis  buenas  escuelas  i  con  500  alumnos  de 
ambos  sexos.  El  excelentísimo  señor  presidente  ha  surtido  do 
algunos  libros  a  esta  filantrópica  asociación,  según  se  vo  por 
la  nota  oficial  de  8  de  junio  de  1859. 

En  el  estado  de  la  instrucción  preparatoria,  tenemos  bastan- 
tan  te  de  que  felicitarnos.  El  Instituto  Nacional  (ciñendo  aquí 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  44 


esta  (lüiiominacion,  como  jeneralmente  se  haw,  a  la  sección 
de  enseñanza  preparatoria)  es  sin  duda  uno  de  los  estableei- 
mientos  mas  completos  i  prósperos  que  han  aparecido  hasta 
ahora  en  las  re[)úl)licas  sur-americanas.  A  la  verdad,  se.í^uii 
las  memorias  ministeriales  de  1853  a  ISoS,  en  el  número  total 
de  alumnos  se  advierte  una  levísima  baja,  pues  el  de  los  in- 
ternos qno  en  1853  era  de  252,  en  1858  no  pasaba  do  244;  al 
paso  que  el  de  los  externos  que  en  la  primera  de  estas  épocas 
era  de  430,  en  la  segunda  no  ha  subido  a  mas  de  432.  Los 
totales*  de  internos  i  externos  fluctúan;  i  comparando  a  1853 
con  1859  solo  se  nota  una  diferencia  de  5  a  favor  del  segundo. 
Pero  no  puede  ponerse  en  duda  que  sin  la  influencia  maléfica 
de  las  últimas  ajitaciones  civiles  habria  sido  mucho  mayor  el 
incremento.  La  voga  do  algunos  colejios  particulares  do  Val- 
paraíso i  Santiago  ha  propendido  también  a  deprimirlo;  pero 
obra  en  el  mismo  sentido  una  causa  de  mas  duradero  influjo  i 
a  que  sería  conveniente  poner  remedio;  es  a  saber,  la  ganan- 
cia de  tiempo  que  respecto  de  ciertos  ramos  se  consigue  en  los 
colejios  particulares,  donde  los  colejiales,  recargados  con  me- 
nor número  de  clases  simultáneas,  logran  ponerse  al  cabo  do 
pocos  meses  en  estado  de  rendir  exámenes  totales  do  ellos; 
aunque  ciertamente  con  algún  perjuicio  en  la  calidad  de  la 
instrucción  adquirida,  que  no  puede  ser  tan  extensa,  ni  gra- 
barse tan  profundamente  en  la  memoria. 

Enseñábanse  en  el  Instituto  Nacional  en  1858:  catecismo, 
historia  sagrada,  vida  de  Jesucristo,  fundamentos  de  la  fe; 

Gramática  castellana,  inclusas  la  ortolojía  i  la  métrica;  la- 
tín, griego,  francés,  ingles,  alemán; 

Historia  antigua,  romana,  de  la  edad  media,  moderna,  de 
América  i  do  Chile; 

Aritmética,  áljebra,  jeometría,  trigonometría,  elementos  do 
física. 

Enseñábanse  ademas  de  un  modo  mas  rigoroso  i  completo, 
para  los  que  seguían  el  curso  de  matemáticas:  aritmética,  ál- 
jebra, jeometría,  trigonometría  rectilínea  i  esférica,  jeometría 
analítica. 

I  había  clases  sueltas  do  partida  doble,  de  dibujo  natural, 


AhS  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


lie  dibujo  lineal  ¡  ornamental  i  nociones  de  arquitectura  para 
los  artesanos. 

Sobre  el  actual  cultivo  de  los  ramos  preparatorios  en  el 
Instituto  Nacional,  haré  una  observación  que  no  me  parece 
iiulij^na  de  considerarse.  Se  da,  en  mi  concepto,  una  extensión 
exajerada  a  los  estudios  históricos  en  detrimento  de  otros  a 
que  lalvo/  no  si.>  im¡)arte  toda  la  que  reclaman  para  que  haya 
el  equilibrio  de])ido.  ¿De  qué  sirve  ocupar  la  memoria  do  una 
infinidad  de  pormenores  que  por  la  mayor  parte  se  olvidan 
después  de  terminado  el  curso  de  historia?  El  conocimiento  de 
las  principales  trasmigraciones  que  han  variado  la  distríbu- 
cion  de  nuestro  globo  entre  las  diferentes  razas  humanas,  el 
de  las  grandes  revoluciones  que  han  acelerado  o  contrariado 
la  marcha  de  la  civilización  en  los  pueblos  cuya  herencia  he- 
mos recojido,  i  el  de  los  personajes  insignes  que  han  influido 
en  ellas  o  que  se  han  ilustrado  por  sus  virtudes  i  talentos;   hé 
ahí  todo  el  campo  a  que  me  parece  debiera  circunscribirse  el 
texto  histórico.  Todo  esto  desenvuelto  rápidamente,  descrito  a 
grandes  rasgos,  podría  caber  en  un  volumen  no  mayor  que  el 
de  la  sola  historia  moderna,  dejaría  huellas  duraderas  en  la 
memoria,  i  enriquecería  al  mismo  tiempo  la  intelijencia,  ha- 
ciendo resaltar  las  conexiones  de  causas  i  efectos  que  dan  tan- 
to interés  a  la  relación  de  los  hechos  i  hacen  a  la  historia  una 
institutriz  de  moral  i  política.   La  división  del   tiempo  en   las 
principales  eras  a  que  deben  referírse  los  sucesos,  iria  mano  a 
mano  con  éstos  en  el  texto  histórico,  sin  necesidad  de  un  curso 
separado  de  cronolojía,  ({ue  de  otro  modo  se  echaría  menos,  i 
pondría  al  alumno  en  aptitud  de  contemplar  paralelamente  los 
fastos  de  los  puel)]o>~'.  i  las  varias  fases   de   la  vida  del  mundo 
en  la  serie  de  los  siirlos:  ejercicio  cuya  utilidad  no  es  necesario 
encarecer  i  (|ue  se  facilílaria   mucho  por  medio  de  cuadros 
sinópticos.  DifíTo  otro  tanto  de  la  jeografía  sagrada,  antigua  i 
medieval  que,  sin  hacerla  el  asunto  de  un  curso  a  parte,  se 
aprendería  suficientemente,  poniendo  las  denominaciones  mo- 
dernas al  lado  de  las  que  ya  han  caído  en  desuetud,  según 
fuesen  éstas  presentándose  al  historiador. 

Acerca  de  los  estudios  históricos,  me  atrevería  también  a 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  449 


proponer  la  cuestión  siguiente:  puesto  en  manos  de  los  alum- 
nos el  texto  histórico,  i  suponiendo  que  esté  calculado  para  la 
intelijcncia  juvenil,  ¿será  necesario  que  haya  clases  i  profeso- 
res que  lo  expliquen?  Confieso  'que  me  siento  indinado  a  la 
negativa.  Un  buen  texto  histórico  debe,  en  jeneral,  explicarse 
a  si  mismo.  Las  dudas  que  de  cuando  en  cuando  lo  ocurran, 
puedo  resolverlas  el  estudiante  por  moilio  de  obras  históricas 
mas  extensas  que  so  pongan  a  su  alcance  en  el  gabinete  de 
lectura,  i  por  medio  de  los  cuadros  sinópticos  arriba  dichos. 
Bastará  muchas  veces  para  ilustrarle  el  Diccionario  Castellaa 
no  de  la  Academia,  que  en  toda  clase  de  materias  debe  acos- 
tumbrarse a  manejar  amenudo.  Con  esto,  i  con  los  exámenes 
periódicos,  que  serian  obligatorios,  como  lo  son  ahora,  se  con- 
seguiría cuanto  es  do  apetecer,  i  con  algunas  ventajas  acceso- 
rias que  no  creo  necesario  indicar. 

Mediante  el  ahorro  de  tiempo  que  so  lograría  del  modo  di- 
cho, pudieran  cultivarse  mas  i  mejor  otros  ramos,  las  lenguas, 
por  ejemplo,  multiplicando  los  ejercicios  prácticos,  orales  i 
escritos. 

Solo  hai  tres  ramos  de  historia  que,  a  mi  juicio,  deben  tra- 
tarse separadamente.  El  primero  es  la  historia  sagrada,  que 
corresponde  a  los  estudios  relijiosos  i  forma  un  todo  con  ellos, 
i  cuya  cronolojía  i  jeografía  se  incorporarían  en  ella  del  mis- 
mo modo  incidental  que  la  cronolojía  i  jeografía  profanas  en 
la  historia  jeneral  a  que  pertenecen.  El  segundo  es  la  historia 
de  América  i  de  Chile,  que  debería  tratarse  del  mismo  modo, 
el  tercero,  la  historia  de  la  literatura  i  de  las  ciencias,  que 
constituirían  capítulos  especiales  en  el  texto  de  literatura  i  en 
cada  uno  de  los  tratados  científicos;  porque  los  hechos  que  en 
estas  historias,  i  particularmente  en  la  de  las  ciencias,  han  de 
narrarse,  tienen  conexiones  estrechas  entre  sí  i  nacen  sucesi- 
vamente unos  de  otros,  formando  una  cadena  continua  en  cada 
una  de  las  varias  clases  de  objetos  en  ((uo  ha  desarrollado  su 
actividad  i  ha  hincho  pro^^avsivas  conquistas  el  espíritu  hu- 
mano. 

Sería  de  desear  que  ni  a  la  jeografía  ni  a  las  lenguas  falta- 
sen sus  especiales  historias  (escritas,  por  supuesto,  con  la  ma- 
0PÚ8C.  57 


.^50  OPÚSCULOS  LITKRABIOS  I  CKÍTICOS 


yor  concisión);  porquo,  en  un  establecimiento  como  el  Instituto 
de  i^antiago,  no  deben  estudiarse  estos  ramos  como  en  un  co- 
lejio  mercantil.  La  historia  de  la  jeografía  de  Amwica  es  de 
sumo  interés  para  nosotros;  i  en  ella  se  lian  suscitado  ya  cues- 
tiones importantes  que  se  discuten  con  calor  entre  los  varios 
gobiernos  sur-aniericanos:  mucho  podría  sacarse  de  las  obras 
de  Ahíjandro  Humboldt,  cuya  reciento  i>érdida  lamenta  el 
mundo  científico.  Suministraria,  sobre  todo,  nnateriales  curio- 
sos la  o])ra  que  con  <'l  titulo  de  ílistoria  de  la  Jeografia  del 
Nuevo  Contincníí*  dio  a  luz  este  incomparable  \iajero,  i  que 
por  desgracia  no  llrgó  a  completar. 

La  historia,  qut*  actualmente  ocuim  tanto  tiempo  i  da  tanto 
trabajo  a  la  memoria,  abunda  de  particularidades^  inútiles, 
omite  objetos  importantes,  desatiende  los  vínculos  naturales 
de  las  ideas,  es  incompleta  i  es  redundante;  i  en  vez  de  inte- 
resar i  cautivar  la  intclijencia  juvenil,  la  ofusca  i  fatiga. 

Pero  la  filosol'ia  es  el  ramo  que  podría  sacar  mas  ventajas 
de  este  ahorro  de  tiempo.  Según  ahora  se  cultiva,  no  tiene  la 
lójica  el  desarrollo  que  demanda.  De  la  lójica  demostrativa,  se 
aprende  poco;  de  la  inductiva,  casi  nada.  I  ésta  os  cabalmente 
a  la  que  se  da  mas  precio  i  se  consagra  mas  tiempo  en  las 
corporaciones  científicas  de  Europa,  principalmente  con  rela- 
ción a  las  ciencias  físicas,  a  las  cuales  sirve  de  lumbrera.  Lle- 
nando estos  vacíos,  conservando  a  la  psicolojía,  a  la  teodicea, 
a  la  ética  toilo  el  lugar  que  se  merecen,  pero  abreviando  o 
eliminando  ciertas  cuestiones  de  metafísica  trascendental  (are- 
na polvorosa  de  sistemas  de  duración  efímera,  que  so  comba- 
ten i  se  destruyen  unos  a  otros,  sin  dejar  otro  efecto  práctico, 
que  una  tendencia  decidida  al  escepticismo)  no  sería  necesario 
dar  al  texto  filosófico  mas  extensión  que  la  que  ahora  ocupa; 
i  se  le  haría  mas  sólidamente  instructivo. 

Sobre  la  importancia  de  los  ejercicios  prácticos  en  todas  los 
ramos  de  instrucción  que  los  admitan^  me  remito  a  lo  dicho 
en  mi  anterior  memoria.  Allí  observé  la  conveniencia  de  su 
aplicación  a  la  filosofía  misma.  ¿Qué  ejercicio  puedo  concebir- 
so  mas  útil  que  la  análisis  del  procedtír  mental?  Nada  me  pa- 
ree*^ mas  provechoso  para  una  jóvon  iní(>lijencia  que  el  hacerla 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  Í51 


recorrer,  distinguir  i  apreciar  los  varios  trámites  que,  en  una 
discusión  escrita  o  verbal,  so  nos  ponen  delante  como  condu- 
centes a  una  conclusión  verdadera  o  que  se  pretende  serlo. 
Una  práctica  habitual  de  esta  especie  os  lo  que  da  rectitud  i 
s  didcz  al  juicio;  a  su  adquisición  o  perfeccionamiento  debe 
prestarse  la  mayor  atención  en  todo  jónero  de  enseñanza;  por 
ella,  se  pondría  a  descubierto  todj  lo  que  hai  de  sofístico  i  de 
insustancial  en  tantas  declamaciones  que  al  pronto  deslum- 
hran por  su  brillantez  i  su  ambiciosa  elocuencia.  No  se  crea 
que  aludo  aquí  al  auxilio  de  la  dialéctica  escolástica,  especie 
de  análisis  cuya  utilidad  está  reducida  a  mucho  menos  de  lo 
que  algunos  piensan;  aludo  a  la  aplicación  del  raciocinio  de- 
mostrativo en  todas  sus  diferentes  especies,  i  sobre  todo  a  la 
del  raciocinio  inductivo. 

No  se  crea,  con  todo,  que  bastase  un  año  solo  para  la  filoso- 
fía teórica  i  práctica,  aun  eliminadas  las  cuestiones  espinosas 
de  metafísica  trascendental.  Un  bienio  no  me  parecería  dema- 
siado para  tan  importante  estudio. 

La  facultad  de  humaniílades  presentó  al  consejo  de  la  uni- 
versidad, i  éste  trasmitió  al  supremo  gobierno,  un  plan  especial 
para  los  ramos  de  humanidades,  estudiados,  no  con  dirección 
a  las  ciencias  profesionales,  sino  con  la  mira  de  formar  el 
hombre  de  educación,  el  hombre  apto  para  desempeñar  de  un 
modo  digno  las  funciones  sociales  i  los  cargos  públicos.  A  fin 
de  lograr  mejor  este  objeto,  se  trazó  una  serio  de  estudios,  di- 
ferente, en  parte,  de  la  que  conduce  al  ejercicio  de  las  profe- 
siones, en  la  cual  los  que  no  aspiren  a  ellas  cursarán  algunos 
años  las  aulas,  sin  alcanzar  a  instruirse  de  lo  que  talvez  les 
importa  mas  para  las  ocasiones  de  la  vida  privada  i  de  los 
destinos  que  les  confiera  la  patria.  El  supremo  gobierno  se 
ocupa  en  revisar  este  plan;  i  es  de  esperar  que  se  decida  a 
realizarlo  con  las  modificaciones  que  en  su  sabiduría  encuen- 
tre convenientes. 

Un  profesor  de  reimtacion  europea  (don  Justo  Florian  Lo- 
bcck)  se  ha  incorporado  recientemente  en  nuestra  facultad  do 
humanidadíis  i  en  la  secación  preparatoria  del  Instituto  para  la 
enseñanza  de  las  lenguas  clásicas,   a  que  so  ha  agregado  la 


452  OPÚSCULOS  MTEItARlOS  I  CRÍTICOS 


de  SU  idioma  nativo,  el  alemán.  Las  muestras  que  ya  ha  dado 
do  sus  profundos  conocimientos,  así  en  las  obras  que  ha  pu- 
Witudo  en  Europa,  como  en  las  instructivas  niomori^sque  ha 
k'ído  a  nuerstra  Tacultéul  de  humanidades,  hao^fi  esperar  que 
elevará  el  cultivu  de  aquellas  lenguas  a  la  altura  conveniente, 
a  que  es  preciso  confesar  que  no  ha  alcanzado  todavía  entre 
nosotros. 

Por  decreto  de  8  de  enero  de  1857,  se  estableció  i  oi^nizó 
una  biblioteca  en  la  sección  preparatoria  del  Instituto  con  los 
libros  que  de  anttMnnno  poseía  el  establecimiento  i  con  otros 
suministrados  por  (d  supremo  gobierno,  a  que  debían  agre- 
garse los  que  succ»sivamcnte  se  comprasen  con  la  cantidad 
consultada  i>ara  estcí  objet»)  en  el  presupuesto. 

Comparando  con  el  Instituto  Nacional  do  Santiagx)  los  ins- 
titutos, liceos  i  colejios  provinciales  costeados  con  fondos  físca- 
les,  lus  hallaremos  insuficientemente  dotados  para  dar  a  sus 
alumnos  la  instrucción  competente;  bien  que  bajo  este  res- 
pecto es  grande  la  desigualdad  entre  las  diferentes  provincias. 
La  escasez  de  documentos  de  que  antes  he  hablado,  no  me 
hace  posible  entrar  en  pormenores;  no  hai  en  el  archivo  de  la 
universidad  sino  mui  pocos  estados  periódicos  relativos  al 
tercer  quinquenio.  Solo,  pues,  se  podrían  presentar  noticias 
parciales  inconexas,  no  un  cuadro  de  la  instriKX5Íon  prepara- 
toria suministrada  en  cada  provincia  durante  aquella  época. 

Uniformar  los  estudios  que  se  hacen  en  los  institutos  pro- 
vinciales con  los  do  la  sección  preparatoria  del  Instituto  Na- 
cional en  los  ramos  indispensables  para  la  obtención  de  grados 
universitarios,  es  un  objeto  que  nos  parece  sumamente  desea- 
ble i  a  que  tienden  sin  duda  los  esfuerzos  del  supremo  gobier- 
no; pero,  cuando  esto  no  pudiese  por  ahora  verificarse  en  todas 
las  provincias,  so  remcdiaria  en  mucha  parte  la  necesidad 
haciéndolo  en  tres  o  cuatro  de  dichos  establecimientos,  cómo- 
damente situados  para  que  toda  la  población  provincial  tuvie- 
se este  i*ecurso  a  su  alcance. 

El  Seminario  Conciliar  de  Santiago  ha  sido  puntual  en  la 
remisión  de  dichos  estados.  Por  ellos  i  por  las  visitas  que  he 
podido  hacer  al  establecimiento,  me  ha  parecido  hallaree  bas- 


MEMORIA   PRESENTADA  A  LA   UNIVERSIDAD  453 


tante  bien  montado  i  con  mucho  aprovechamiento  de  los 
alumnos  en  los  ramos  de  que  he  podido  juzgar,  principal- 
mente en  el  estudio  de  la  leny^ua  latina.  Ademas  del  catecis- 
mo, ampliamente  explicado,  de  los  fundamentos  de  la  fe  i  de 
las  gramáticas  castellana  i  latina,  se  ensoñaban  allí  francés, 
aritmética,  áljebra  i  jeometría,  cosmografía  i  jeografía,  física 
experimental,  historia  sagrada  i  oclesiilstica,  historia  antigua, 
historia  romana,  medieval,  moderna,  la  del  descubrimiento 
do  América  i  la  particular  de  Chile,  filosofía  con  su  respectiva 
historia,  literatura,  teolojía  en  todos  sus  varios  ramos  inclusa 
la  liturjia  i  canto,  derecho  natural  i  derecho  canónico  concor- 
dado con  el  civil.  El  estal)Ieciiniento  se  hace  notar  mui  parti- 
cularmente por  su  bien  entendida  organización. 

De  los  otros  seminarios  conciliares  de  la  república,  no  tene- 
mos noticias  tan  continuadas.  Juzgando  por  las  que  poseemos, 
parece  aventajarse  a  los  dos  restantes  el  do  la  Serena.  Son 
notorias  las  dificultades  con  que  sus  reverendos  prelados  han 
tenido  que  luchar;  i  se  espera  mucho  de  su  laboriosa  consa- 
gración a  estos  nacientes  planteles  del  clero  católico. 

Siendo  el  latín  la  lengua  de  la  iglesia  i  curia  romana,  de  la 
versión  Vul(jatn,  i  de  las  o])ra3  de  muchos  de  los  santos  pa- 
dres, es  natural  que  so  cuUive  con  especial  esmero  en  los  se- 
minarios conciliares;  i  así  es  efectivamente  en  el  de  Santiago. 
He  asi.stido  a  exámenes  de  lalin  en  varios  colejios  de  la  capital, 
i  en  ninguno  me  han  parecido  tan  satisfactorios.  Se  presta  en 
aquél  un  cuidado  particular  a  la  pronunciación;  lo  que  se 
debo,  según  creo,  a  un  profesor  italiano  que' tuvo  a  su  cargo 
una  de  las  clases  del  Seminario,  i  trabajó  en  sustituir  la  pro- 
lacion  italiana  a  la  nuestra,  donde  ésta  es  manifiestamente  vi- 
ciosa. Es  del)ida  también  la  superioridad  del  Seminario  en 
cuanto  al  latin  a  la  práctica  asidua  do  composiciones  latinas 
en  prosa  i  verso.  Esto  último  ha  parecido  a  muchos  tiempo 
perdido;  i  ciertamente,  considerado  como  un  fin,  vale  poco;  pe- 
ro es  un  medio  útilísimo  para  adquirir  una  acentuación  correc- 
ta, no  solo  en  latin,  sino  en  el  castellano  mismo. 

Observaré  de  paso  (¡ue  un  cultivo  esmerado  del  latin, 
ademas  de  entrar  como  elemento  indispensable  en  el  ositudio 


MEMOUIA  l'HESIiNTAbA   A   LA  IJNIVEHSIÜAÜ  \^)') 

tiiacion  i  renovación  (Kíl  noviciailo,  a  ct)nsoi.ut'ncia  do  las 
reglas  que  actualmente  r.jm  sol>re  la  edad  de  la  profesión  so- 
lemne. 

Respeeto  de  los  colejios  de  partieulares,  es  todavía  mayor  la 
escasez  de  datos  auténticos;  exci'ph»  el  de  San  Luis,  que  ha 
sido  puntualísimo  en  remitirlos,  i  en  ([ue  la  ons(manza,  bas- 
tante esmerada,  i  en  jenoral  fructuosa,  comprendia  (fuera  do 
los  de  instrucción  primaria  p«xra  los  principiantes)  estos  ramos: 
historia  sa<frada,  vida  de  Jesucristo  i  fundamentos  do  la  fe; 
aritmética  elemental  i  científica,  álj(*bra,  jeometría,  trigono- 
metría, jeografía,  cosnioofrafía,  física;  gramática  castellana, 
latina,  idiomas  francés  e  inicies;  historia  en  sus  diferentes 
ramos,  filosofía,  literatura,  enseñábase  también  la  teneduría 
do  libros  por  partida  doble. 

La  falta  a  que  aludo  me  impiíle  asociar  a  la  voz  pública  que 
recomienda  algunos  de  estos  estal)lcc¡mientos,  la  del  humiMe 
individuo  que  os  habla.  Sensible  es,  sobre  todo,  tenor  qu<^ 
pasar  en  silencio  varios  colejios  de  niñas,  cuyas  directoras  se 
contraen  con  una  laboriosidad  que  excedtí  a  todo  elojio  al  de- 
sempeño de  sus  arduos  deberes,  harto  mtizquinamc^ite  recom- 
pensados. Me  es  duro  no  citar  algunos  de  ellos,  que,  por  una 
larga  serie  do  años,  han  di  lo  sohres.di(*nti»s  alumnas,  que  hoi 
adornan  la  sociedad  de  Santiago;  estabUícimientos  que  han 
ejercido  una  influencia  marcada  m  la  cultura  del  bello  sexo 
en  las  clases  superiores,  i  por  este  medio  en  la  civilización 
jeneral.  Pero  indicarlos  de  esta  manera  es  nondorarlos. 

Los  colejios  de  [)art¡culares  de  Valparaíso  han  desatendido 
de  todo  punto  la  trasmisión  de  estados  periódicos.  Por  fortuna, 
puedo  reproducir  aquí  sobre  esta  materia  (d  informe  de  un 
ilustrado  miembro  d<í  la  facultad  do.  humaniílades,  comisio- 
nado por  el  consejo  universitario  para  (jue,  con  ocasión  (l(* 
otro  encargo  que  le  habla  sido  Ci)nfendo  por  el  supremo  go- 
bierno en  aquella  ciudad,  inspeccionase  sus  establecimientos 
de  educación.  Ilízolo  así  en  efecto,  aunque  no  con  toda  la 
contracción  des(Nibli^,  que  oeupacioniís  preferentes  le  embara- 
zaban. El  comisionado  encontn')  rn  ellos  (mi  1 808  un  progreso 
salisíactorio.  Si  id/uno-^    años  antes  el   método  do  enseñanza 


456  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


era  do  pura  rutina,  reducido  a  los  idiomas  extranjeros,  que  en 
efecto  se  hablaban  corrientemente  por  los  alumnos  i  se  pro- 
nunciaban con  una  rara  perfección,  daba  pobrísimas  ideas  de 
gramática.  Se  enseñul)a  aljE^o  de  jeografía  i  de  historia,  i  proba- 
blemente de  cálculo  en  lo  concerniente  al.  comercio.  Pero  el 
idioma  patrio  era  mirado  con  inconcebible  descuido,  a  que 
conlribuia  sin  duda  el  ser  extranjeros  casi  todos   los   profeso- 

« 

res.  Mas  en  1858  hal)ia  cambiado  notablemente  este  orden  de 
cosas.  Los  estudios  se  hacian  jeneralmente  Je  un  modo  mas 
sólido;  i  en  algunos  do  estos  colejios  se  enseñaba  el  castellano 
por  un  joven  chileno  de  acreditada  competencia,  que  era  soli- 
citado por  otros. 

Visitas  de  esta  es[>ecie  producirian  en  la  instrucción  colejial 
los  mismos  efectos  que  se  han  logrado  en  la  enseñanza  prima- 
ria. El  consejo  de  la  universidad  abrigaba  esta  idea,  i  se  pro- 
puso ensayarla  repartiendo  entre  sus  miembros  la  inspección  de 
los  establecimientos  colejiales  de  Santiago.  Pero  un  encargo 
cometido  a  personas  recargadas  casi  todas  con  laboriosas  ocu- 
paciones, solo  pudo  efectuarse  de  cuando  en  cuando  en  una  pe- 
queña porción  de  los  numerosos  colejios  de  la  capital,  i  por  otra 
parte  no  era  en  ésta  sola  donde  con  venia  la  inspección,  sino 
también  en  Valparaíso  i  en  otras  poblaciones  principales  de  la 
república.  Los  estados  periíxlicos  pueden  adolecer  en  no  pocos 
casos  de  exajeracion  i  de  datos  falsos.  So  aumenta  acaso  el 
verdadero  número  de  los  alumnos  para  dar  una  aparente  im- 
portancia al  colejio,  i  se  dan  unas  pocas  lecciones  superficialí- 
simas sobre  alguna  materia  con  el  objeto  de  figurar  en  los 
estados  una  clase  que  eu  realidad  no  existe;  artificio  de  que 
seguramente  son  incapaces  las  personas  respetíibles  que  diri- 
jen  los  establecimientos  mas  concurridos  i  acreditados,  j>ero 
que  es  de  temer  en  otros,  i  de  que  sé  por  informes  fidedignos 
que  no  han  faltado  ejemplos.  Las  visitas  de  que  acabo  de 
hablar,  pudieran  poner  alguna  traba  a  este  abuso;  la  difi- 
cultad está  en  organizarías  i  repetirlas  frecuentemente,  i  esto 
es  a  lo  que  no  alcanzan  los  medios  de  que  actualmente  pue- 
do disponer  el  consejo.  Lo  mismcr  es  aplicable,  en  gran 
parte,    a  la  facultad  de  humanidades,   que  es   la  que  píU'ece 


MEMOlllA  PUKSENTaÜA  A  LA   UNIVERSIDAD  4.'»7 


mas  inmediatamente  llamada  a  ejercer  la  inspección  de  que  wi 
trata. 

Para  juzgar  ahora  del  punto  a  que  ha  llegado  entre  nosotros 
la  enseñanza  colejial  o  secundaria,   es  necesario   volver  los 
ojos  a  las  producciones  de   la  prensa  chilena,  que  atestitruau 
mi  difusión  i  sus  fruí  os.  Bajo  este  aspecto,  se  echa  de  v<t  un 
progreso  notable  en  los  últimos  años,  en  cuanto  al  número,  a 
la  sustancia  i  a  la  forma  de  los  escritos  literarios.    Se  conoce  i 
se  habla  mejor  i  mas  jeneralmente  la  lengua  patria.   Aquella 
mezcla  impura  de  vulgarismos,  aquella  irrupción  de  neolojis- 
raos  i  sobro  todo  de  galicismos,  que  lo  enturbiaba  todo,   van 
desapareciendo  hasta  de  la  conversación  familiar;  i  si  alguna 
vez  nos  choca,  es  en  el  lenguaje  de  los  hombres  do  otra  jene- 
racion  que  se  desdeñan  de  estudios  que  no  han  podido  hacer 
en  la  edad  juvenil  i  cuya  necesidad  no  conciben.   Creen  algu- 
nos ser  mejor  entendidos  del  pueblo  hal)lándole,  como  dicen, 
en  su  idioma.  Pero  no  está  jamas  fuera  del  alcance  de  la  jente 
menos  instruida  un  lenguaje  sencillo  i  correcto.   Las  frases 
bajas  que  no  disonarían  ni  carecerían  de  gracia  en  la  boca  del 
vulgo,  las  repudia  el  orador  sagrado  como  ajenas  de  las  ver- 
dades augustas  i  do  los  preceptos  severos  que  inculca,   llaí  un 
librito  de  pocas  pajinas  en  que  se  hace  reseña  de  los  vicios  en 
que  suele  incurrirse,  no  solo  por  los  niños,  a  quienes  se  dirije, 
sino  por  hombres  de  educación,   por  personas  constituidas  en 
dignidad,  i  lo  que  es  mas  reparable,  por  algunos  de  nuestros 
literatos  i   poetas.  ¿I   quién  es  el  que  fuera  de  las  aulas  se 
digna  hacer  uso  de  un  preservativo  tan  cómodo  i  tan  a  la 
mano?  Pero,  después  de  todo,  tenemos,  como  antes  dije,  bas- 
tante do  que  felicitarnos.  En  la  historia  i  la  biografía,  han  se- 
guido ejercitándose  plumas  vigorosas,  que  han  dado  interés  i 
esplendor  a  los  anales  patrios.   Crece  el  número  de  jóvenes 
escritores  que  se  distinguen  por  un  estilo,  en  jcneral,  correc- 
to, fluido,  ameno,  elegante,  rico  de  imájenes  i  a  veces  elo- 
cuente. Una  falanje  de  jóvenes  oradores  ha  ilustrado  la  arena 
parlamentaria  i  el  foro.   En  la  eloc^ucion  didáctica  no  campea 
como  antes,  casi  solo,  un  escritor  célebre,  quo  junta  a  la  pu- 
reza i  la  amenidad  del  lenguaje  la  profundidad  fílosóíica    Al 


\^  OPUSCL'LüS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


lado  de  los  historiadores  i  poetas  que  ya  aplaudíamos^    se  pre- 
sentan otros  iu^ualmento  notables.   Alguno  de  ellos,   que   su[K) 
\indicar  con  su  ejemplo  la  inspiración  poétii-a  naipada   lijera- 
mente  a  los  hijos  de  Chile,  se  mantiene  a  la  altura   dominante 
que  desde  su  primer  aparecimiento  ha  ocupado.   Otros  se  le 
acercan.  La  lira  chilena  hace  oír  cada  día  dulces  ecos  en  varie- 
dad de  asuntos  i  tonos.  Nuevas  leyendas  han  sucedido  a  la  pri- 
mera i  mas  celebrada  de  todas.  I  si  en  el  jónero  mas  difícil  de 
<íomposicion,  en  el  drama,  no  se  ha.tralíajadocon  igual  suceso, 
en  la  novela  se  han  hecho  ensayos  felices.  Pero  (*s  preciso  tle- 
cirlo  todo:  en  esta  aurora  de  tan  aleprres  presajios,  hai  sombras 
de  siniestro  a.üfüero.  Se  abusa  de  la  mas  bella  de  las  artes  pros- 
tituyéndola, mal  de  su  jurado,  a  emociones   licenciosas.    Se  ha 
buscado  la  sublimidad  en  la  blasfemia.    ; Cuánto  mas  digno 
empleo  es  el  que  hace  de  su  talonto  una  poetisa  chilena  que 
.Si  »lo  presta  su  voz  a  los  afectos  jenerosos:  que  ha  cantado  la 
libertad,  la  patria,  los  héro<\s  de  Chile;  la  musa   de  la  caridad 
cristiana,  que  tiene  jemidos  para  todos  los  dolores,  i  se  goza 
«n  derramar  flores  (como  ella  misma  dice   s  obre  la  tumba  del 
oscuro  servidor  del  pueblo. 

Aquí  debería  daros  un  resumen  num('ri(;o  de  la  enseñanza 
preparatoria;  pero  es  difícil  separarla  de  la  profesional  i  cien- 
tífica. En  la  sección  preparatoria  del  Instituto,  en  los  vSemina- 
rios  Conciliares,  on  la  Kscuela  de  Artt^s  i  OTicios,  en  la  Escuela 
Militar  i  en  varios  colejios  particulares,  se  siíjuen  cursos  que 
propiamente  pertenecen  a  \i\  instrucción  cienlííica.  Alorónos 
ramos  como  la  filosofía  i  la  literatura  se  habia  creído  conv<>- 
niente  dividirlos,  agregando  una  jíarle  a  los  í^studios  universi- 
tarios; en  afielante  parece  que  la  universidad  abrirá  sus  aulas 
a  un  curso  bienal  de  literatura.  Estas  consideracicmes  me 
obligan  a  exhibir  en  una  sola  planilla  una  i  otra  enseñanza, 
como  lo  haré  dentro  do  poco  en  lugar  oportuno. 

Una  cosa  sí  recomendaríamos  por  punto  jeneral  antes  de 
pasar  a  distinta  malaria,  i  es  la  rnícuenle  revisión  de  los  textos; 
jit)  solo  porquo  aun  el  lenguaje  común  en  ([nc  están  escritos 
■.Vv\o  talvp/  on  alíjunas  partos  mas  o\ai*titud,  mas  ccaTecciím  i 
j>nreza,   sino  porquo   apónas   hai   ramo  do  ooniicimiontos  que 


MEMORIA  PUESENTAÜA  A  LA   UNIVEUSIÜAÜ  45*J 


no  avance  con  mas  o  menos  celeridad  en  esta  época  de  labo- 
riosas investigaciones  que  de  cuando  en  cuando  llevan  una  lux 
inesperada  a  las  profundidades  tenebrosas  de  lo  pasado;  por- 
que la  ciencia  se  enriquece  cada  dia  de  nuevos  heclios  i  arre- 
bata nuevos  arcanos  a  la  naturaleza;  i  porque  los  métodos  se 
perfeccionan  i  las  nomenclaturas  varían  necesariamente  con 
ellos.  Asi  la  historia  debe  descartiu*  tradiciones  apócrifas  i 
exajeraciones  increibles,  o  presentarlas  como  tales:  el  tiempo 
no  para  i  es  preciso  que  la  historia  le  siga  de  cerca.  Los  gran- 
des sucesos  que  han  dejado  huellas  recientes,  son  los  que  mas 
nos  interesan.  No  es  menester  decir  que  deben  caracU^'rizarse 
con  escrupulosa  imparcialidad  los  hombres  i  las  cosas,  i  arran- 
carse aun  a  la  vanidad  nacional  sus  prestijios.  Así  en  la  jeo- 
grafía,  i  sobre  todo  en  la  jeografía  de  Chile,  debe  sacarse  pro- 
vecho de  la  rica  mies  que  nos  ofrecen  cada  dia  los  viajes  i  las 
exploraciones  científicas;  pero  importan  los  trazos  a  grande 
escala,  i  debe  añadir  a  la  superficie  el  relieve,  en  que,  con 
relación  a  Chile,  nos  suministran  preciosos  datos  un  Pissis,  un 
Domeyko.  Quizá  se  me  acuse  de  proponer  un  ideal  imposible. 
Pero  est  quodam  prohire  tonus;  i  en  este  perfecciona- 
miento gradual,  aunque  se  ande  a  paso  lento,  es  preciso  andar 
siempre. 

Si  por  datos  numéricos  hubiéramos  do  juzgar  del  estado 
presente  de  la  enseñanza  universitaria,  creeríamos  ver  en  ellos 
alcrun  síntoma  de  decadencia;  i  nada  sería  mas  injusto,  ni  mas 
erróneo.  ¿Que  causa  interna  pudiera  asignarse  para  producir- 
lo? En  ninguna  época,  ha  sido  dirijida  la  enseñanza  universi- 
taria por  profesores  mas  competentes,  mas  sabios,  mas  labo- 
riosos. Pero  exhibamos  primeramente  los  datos  numéricos. 
Los  totales  de  los  estudiantes  que  cursaban  las  aulas  uni- 
versitarias del  Instituto  Nacional,  eran  en  los  años  de  1855, 
56,  57  i  58,  según  las  memorias  ministeriales  de  los  años  de 
1856,  57,  58  i  59,  respectivamente,  los  que  aparecen  aquí: 

1855         ?lf) 

1850         V>OI 

1857         lílO 

JS5S         ?()(; 


400  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Imja  que  se  verificó  casi  enteramente  en  los  estudias  forenses, 
según  so  muestra  en  estas  cifras,  referentes  a  la  clase  inicial 
de  derecho  romano,  que  es  por  donde  principia  el  cuadrienio 
legal: 

1855  50 

1856  16 

1857  23 

1858  39 

La  í'lase  de  práctica  forense,  que  termina  el  cuadrienio, 
fluchió  (lo  un  modo  diferento: 

1855  48 

1856  33 

1857  42 

1858  43 

Ahora  hi<>n,  esta  clase  no  ofrece  mas  que  una  baja  de  cinco 
alumnos  en  1858  con  respecto  a  1855;  que,  si  bien  se  mira,  es 
lo  monos  que  pudo  temerse  en  vista  de  las  convulsiones  políti- 
cas í(ue  conturhai'on  al  país.  Extraño  parece  que  el  número  de 

los  alumnos  (juo  principiaron  el  cuadrienio  legal  haya  descen- 
dido hniscanionto  do  50  a  16  ontro  1855  i  1856;  pero  vemos  un 
movimionto  contrario  en  1857  en  ([uo  subió  a  23,  i  todavía  mas 
en  1858  ^mi  quo  lloLr<>  a  39;  pero,  cualcfuicra  que  haya  sido  la 
-causa,  ella  no  ohr(5  sino  de  un  modo  casi  insensible  sobre  ol 
resultado  do  los  (estudios  loí^ales,  como  lo  prueban  los  guaris- 
mos roforontos  al  cuarto  año  de  dichos  estudios.  Lo  que  arriba 
he  dicho  sobre  la  ganancia  do  tiempo  quo  logran  los  estudian- 
tes que  aprenden  ciertos  ramos  fuera  del   Instituto,  se  aplica 
mui  particularmente  a  los  estudios  legales;  i  no  es  de  admirar 
que  esta  práctica  afecte  de  un  modo  notable  la  concurrencia  a 
ellos  en   ol  Instituto,  siendo  tantos  los  aspirantes  a  grados 
universitarios  en  esta  carrera,   i  tanta  el  ansia  de  obtenerlos 
en  el  menor  plazo   posible  para  ei<Tcor   una  profesión  quo 
rl<'sde  luego  proporciona  medios  de  subsistencia  decente,  que 


MEMORIA  PRESENTADA  A  LA  UNIVERSIDAD  461 


habilita  para  multitud  de  empleos  honoríficos  i  lucrativos,  i  a 
veces  conduce  rápidamente  a  la  fortuna. 

Se  han  tomado  providencias  para  poner  trabas  a  esa  prác- 
tica. Yo  miraría  como  la  mas  elicaz  i  la  mas  conveniente  la 
severidad  de  los  exámenes  ([ue  se  rinden  en  ambas  secciones 
del  Instituto.  I  me  confirma  en  este  juicio  el  informe  dado  por 
don  Miguel  María  GQémesen  23  de  diciembre  de  1856;  quien, 
hablando  de  los  alumnos  de  clases  privadas,  observa  que  sus 
exámenes  se  resienten  siempre  de  la  precipitacíion  con  que  se 
hace  el  estudio  que  precede  a  ellos,  «i  lo  que  es  peor  (añade), 
de  la  falta  absoluta  de  profesor  que  dirija  ese  estudio.  Sabido 
es  que  todos,  o  casi  todos  los  estudiantes  de  que  hablo,  hacen 
por  sí  solos  los  estudios  de  las  materias  de  que  dan  examen; 
i  solo  por  mera  fórmula  o  por  cumplir  con  el  reglamento  de 
la  casa  buscan  un  bachiller  o  licenciado  que  los  presento  a 
examen;  bachiller  o  licenciado  que,  por  supuesto,  no  ha  teni- 
do parte  ninguna  en  la  enseñanza  de  los  alumnos,  i  los  pre- 
senta a  examen  por  puro  favor.»  Se  han  sentido  ya  los  buenos 
efectos  de  las  providencias  tomadas  para  reprimir  tan  perni- 
cioso abuso. 

Las  ciencias  sagradas  i  eclesiásticas,  que  se  enseñan  princi- 
palmente en  los  seminarios  conciliares  (excepto  el  derecho 
canónico,  que  también  hacep.irte  de  la  enseñanza  universita- 
ria en  el.Instiluto  Nacional),  debieran  formar  (según  el  plan 
aprobado  en  2  de  noviembre  de  1845)  la  materia  de  tres  cursos 
bienales  en  que  se  repartiesen  los  ramos  siguientes:  lugares 
teolójicos;  teolojia  dogmática,  moral  i  expositiva;  controver- 
sias bíblicas;  historia  eclesiástica;  derecho  canónico  concorda- 
do con  el  civil  en  lo  tocante  a  juicios,  delitos  i  penas;  idiomas 
sagrados  i  literatura  sagitada;  cómputo  eclesiástico;  liturjia. 
No  ha  sido  posible  todavía  realizar  este  plan;  el  estudio  de  las 
ciencias  sagradas  i  eclesiásticas  dura  solamente  cuatro  años: 
en  los  dos  primeros,  se  cursan  lugares  teolójicos,  teolojia  dog- 
mática, historia  eclesiástica,  historia  de  la  teolojia;  en  los  dos 
restantes,  teolojia  moral  i  derecho  canónico,  concordados  con 
el  derecho  civil  en  sus  puntos  de  contacto. 
*  En  1857  i    l858,  asistían  siete  alumnos  a  estos  cursos  en 


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MEMORIA  PHESENTAÜA  A  LA    UNIVERSIDAD  4G3 


Como  una  muestra  del  movimiento  on  la  facultad  do  le- 
yes, notaré  que  en  1859  so  confirieron  38  grados  de  bachiller 
on  humanidades.  Sabido  es  que  so  .solicita  este  grado  con  la 
mira  de  hal)ilitar  para  recibir  el  de  bachiller  en  leyes;  por 
consiguiente,,  el  guarismo  anterior  es  mas  bien  una  medida  del 
cultivo  de  los  estuilios  forenses,  que  de  los  de  filosofía  i  huma- 
nidades. 

Por  decreto  de  20  de  marzo  de  1857,  se  sustituyó  al  estudio 
del  derecho  español  el  del  derecho  civil  chileno. 

Creada  la  clase  de  práctica  forense  por  decreto  supremo  de 
23  de  abril  de  1851,  se  mandaron  agregar  a  ella  los  códigos 
especiales  de  comercio,  minas,  guerra  i  marina.  Después  se 
tuvo  a  bien  suprimir  las  ordenanzas  do  guerra  i  marina,  i  se 
dispuso  que  se  diese  mas  ensanche  a  la  materia  de  jurisdicción 
militar.  En  el  plan  de  estudios  legales  decretado  en  7  de  di- 
ciembre de  1853,  fué  también  segregado  de  esta  clase  el  derecho 
comercial  i  colocado  en  el  último  año  del  cuadrienio.  Solo 
quedaron  en  la  clase  de  práctica  el  código  de  minería  i  el  de- 
recho penal.  El  derecho  público  i  el  constitucional  se  enseña- 
ban por  un  texto  especial  i  por  el  texto  de  la  constitución  polí- 
tica. 

Otro  hecho  notal>le  es  la  adopción  de  un  nuevo  texto  para  la 
clase  do  economía  política,  obra  del  profesor  don  Juan  Gusta- 
vo Courcelle  Sencuil,  bien  conocido  en  el  mundo  literario  por 
publicaciones  anteriores  sobre  la  ciencia  económica.  El  nuevo 
texto,  en  cuanto  me  es  dado  juzgar,  abraza  un  cuerpo  de  doc- 
trina que  deslinda  con  precisión  los  pincipios,  deduce  con  una 
lójica  rigorosa  las  consecuencias  i  las  aplica  a  objetos  importan- 
tes  de  administración  pública  i  de  interés  privado.  A  una  teo- 
ría en  muchos  puntos  orijinal,  era  menester  que  se  acomodase 
la  nomenclatura:  la  del  autor,  aunque  nueva  en  parte,  me  ha 
parecido  siempre  clara  i  precisa. 

En  el  texto  de  derecho  internacional;  pudieran  acaso  inter- 
polarse párrafos  nuevos  (jue  el  trascurso  de  pocos  años  en  una 
época  du  reforma  i  de  rápido  movimiento  político  parece  haber 
hecho  necesarios.  En  el  derecho  marítimo,  ha  surjidoun  orden 
de  COSÍOS  nuevo  {[w*  debemos  conocer  a  fondo.  I  con  este  moti- 


464  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


vo  se  me  permitirá  observar  de  paso  que  el  primer  gobierno 
que  en  esa  materia  tomó  la  iniciativa  fué  el  do  Cliile,  en  un 
tratado,  que  a  la  verdad  no  llegó  a  canjearle,  pero  que  no  deja 
de  merecer  atención  por  bx  conformidad  de  algunas  de  sus 
estipulaciones  con  las  reglas  recientemente  acordadas  por  las 
grandes  potencias  de  Europa. 

El  supremo  gobierno  ha  dictado  el  7  de  octubre  del  año  pa- 
sado un  plan  de  estudios  llágales  que  acarreará  innovaciones 
de  alguna  trascendencia.   Según  este  plan,  so  dividen  dichos 
astudios  entre  los  seis  años  del  curso  total  de  jurisprudencia 
de  este  modo:  caben  al  primer  año  el  derecho  romano,  el  de- 
recho natural,  literatura  superior;  al  segundo  año,  derecho  ro- 
mano, derecho  internacional,  literatura  superior;  al  tercer  año, 
código  civil  i  derecho  canónico;  al  cuarto  año,  derecho  comer- 
cial,  derecho   público  administrativo,  economía  política;  al 
quinto  año,  procedimientos  civiles,  código  de  minería;  al  sexto 
año,  procedimientos  criminales,  derecho  penal.  Absueltos  los 
cuatro  primeros  años,  los  alumnos  que  hubieren  rendido  exá- 
menes satisfactorios  podrán  incorporarse  desde  luego  en  los 
cursos  del  (juinto;   pero  el  tiempo  de  práctica  requerido  por 
disposiciones  anteriores  se   contará  desde  el  dia  en  que  el 
alumno  hubiere  obtenido  el  grado  de  bachiller. 

Las  clases  de  dercclio  romano,  d(M'Ccho  internacional,  códi- 
go civil,  dorocho  canónico,  dereclio  público  administrativo  i 
las  del  quinto  i  sexto  años  dfbrTÚn  hacerse  en  lecciones  dia- 
rias. Las  clases  de  derecho  natural,  literatura  superior,  dere- 
cho comercial  i  ee-onomia  política  deberán  hacerse  tres  veces 
a  la  semana  en  lecciones  do  hora  i  media. 

Este  plan,  sabiamente  concebido,  me  sujiero  algunas  obser- 
vaciones, que  someto  a  la  sabiduría  del  gobierno  i  de  los  pro- 
fesores. La  primera  es  que  el  texto  de  derecho  romano,  dema- 
siatlo  diminuto  para  dos  años  de  lecciones  diarias,  pudiera 
ampliarse  en  beneficio  do  la  instrucción;  i  tal  me  parece 
haber  sido  la  mente  del  lejislador,  juzgando  por  la  medida  de 
tiempo  que  señala  a  la  enseñanza  de  este  ramo.  Algunos  la 
creerán  excesiva;  pero  la  utilidad  de  eso  estudio  no  se  resume, 
como  algunos  ¡majinan,   en   adquirir  lijeras  nociones  do  las 


Ittyes  romanas.  D&senos  en  él  una  clave  para  loa  ouerpoa  lega- 
les romano);,  opulento  depó-^itu  de  m[>!elta  sabia  jurispruden- 
cia, i  8P  noH  enHcíia  aquella  lójica  IphhI  de  qiio  noH  dieron  tan 
bcltiis  munslras  los  j arinco n su Itoa  ile  Fíoma;  lújica  puesta,  por 
decirlo  asi,  en  acuion,  i  tan  rigurosa  en  sus  deducciones  que 
el  gran  Leibniz  no  dudó  compararla  con  el  procuder  djú  ra- 
ciocinio matemático.  Se  puede  juzgar  de  su  importancia  por 
el  uso  que  hacen  de  ella  los  expositonís  de  loa  cÓiIÍüos  france- 
ses en  sus  admirablos  comentarios,  ramiliares  ya  a  nuestros 
mas  eminentes  letrados.  Si  no  se  n^ira  bajo  este  aspecto,  i  no 
se  estudia  con  esa  amplitud  el  dereulio  romano,  seria  para  no- 
sotros uti  libro  currado;  se  entend^rian  imi»rfectamente  las 
obras  clá-sicaa  de  jurisprudencia,  i  no  temería  decir  que  el  cul- 
tivo d(?  este  ramo  pudiera  limitarse  u  un  curso  anual  sin  incon- 
veniente, i  que  aun  baria  poca  Taita  si  se  suprimiese  del  todo. 

Creemos  también  que  se  facililariu  muclio  el  conocimiento 
de  los  códigos,  resumiéndolos  en  concisas  instituciones  que 
expusiesen  los  principios  fundamentales  i  sacasen  do  ellos  las 
mas  notable:;  consecuencias;  la  palabra  del  proresor  loa  eluci- 
daría con  breves  discui'sos  i  ojwrtunos  ejemplos,  remitiéndose 
^or  lo  demás  a  los  articules  textuales  del  respectivo  código, 
que  completarían  la  materia  í  ñjarian  las  explicaciones  del 
profesor.  Están  instituciones  serian  lo  mas  a  propósito  para 
dar  a  la  enseñanza  una  forma  científica;  i  sin  ellas  cabrían 
difícilmente  los  códigos,  sobre  toda  cuando  se  uoa  presenten 
las  nuevas  codiUcaciones  de  la  lei  comercial,  penal  í  judioia- 
ria,  i  la  de  las  ordenanzas  de  minas,  que  es  de  suma  nece- 
sidad. 

Lo  mismo  se  aplica  al  texto  de  derct^ho  público  administra- 
tivo, que  ha  sido  tan  justamente  recomendado  por  el  consejo 
universitario,  i  en  que  se  ha  procurado  dar  a  la  lei  positiva 
el  realeo  de  una  teoría  cientíOea.  La  extensión  de  la  obra  exi- 
jiria  la  reilaccion  de  una  esjjecíe  do  Instituta,  que  compren- 
diese lo  mas  interesante  i  se  remitiese  por  lo  demás  a  la  lec- 
tura del  tratado,  preparada  por  las  explicaciones  orales.  Sin 
este  arbitrio,  me  parece  imposible  que  bastasen  seis  años  para 
optTsc.  ft9 


466  OPÚSCULOS^  LITERARIOS  I  CRITICO» 


el  aprendizaje  del  derecho,  según  el  plan  tan  acertadamente 
coordinado  por  el  gobierno. 

El  decreto  de  7  de  diciembre  de  1 852  es  propiamente  el 
estatuto  orgánico  de  la  facultad  de  ciencias  matemáticas  i 
fisicas.  Dividióse  la  profesión  en  las  cinco  carreras  de  injcnie- 
ro  jcógrafo,  injeniero  civil,  injenieru  de  minas,  ensayador  je- 
neral  i  arquitecto. 

Después  de  los  cursos  que  se  siguen  en  la  sección  prepara- 
toria, se  impone  al  injeniero  jeógrafo  un  curso  de  tras  años, 
en  que  han  de  estudiarse:  áljebra  superic»:,  trigonometría  es- 
férica, jeometria  de  las  tres  dimensiones,  jeometría  descriptiva 
con  sus  aplicaciones  a  la  teoría  de  las  sombras  i  de  la  pers-^ 
|)ectiva,  física  superior,  química  jeneral,  cálculo  diferencial  e 
integral,  topografía  i  jeodesia,  principios  de  mecánica  i  no- 
ciones de  astronomía;  agregándose  a  todo  ello  sus  ejercicios 
prácticos  convenientes. 

Al  injeniero  civil  se  impone  el  mismo  curso  trienal,  i  ade- 
mas en  el  cuarto  año  un  curso  de  puentes  i  caminos  con  su 
parto  práctica,  el  dil)iijo  de  máquinas,  la  aplicación  do  la 
jeometría  descriptiva  al  corte  do  piedras  i  maderas,  arquitec- 
tura, mineralojía  i  jeolojía. 

Al  injeniero  de  minas  correspondía  seguir  la  misma  serie 
trienal  con  excepción  de  la  jeodesia,  cálculos  diferencial  e  inte- 
gral; pero  con  estas  adiciones  i  modificaciones:  química  mineral, 
docimástica  (o  sea  tratado  de  ensayes  i  de  análisis),  mineralo- 
jía, jeolojía,  metalurjia,  mensura  i  laboreo  de  minas,  con  las  res- 
pectivas operaciones  prácticas  i  manipulaciones  de  laboratorio. 

Al  ensayador  jeneral,  ademas  de  cursos  preparatorios,  se 
exijen  física,  química  inorgánica,  docimástica  i  mineralojía 
con  un  año  de  manipulaciones  de  laboratorio  i  trabajos  prác- 
ticos análogos  a  la  carrera. 

Finalmente,  al  arquitecto,  fuera  de  cursos  preparatorios  do 
aritmética,  áljebra  i  jeometría,  do  trigonometría  rectilínea,  de 
dibujo  lineal  i  ornamental,  se  exijen  física  i  química  elemen- 
tales i  un  curso  bienal  de  arquitectura,  que  comprenderá  ele- 
mentos de  jeometría  descriptiva  i  será  seguido  de  seis  meses 
de  práctica. 


-^•¡^^  ■;;_  d'^-^TÜT' 


~i- '.-  '  


LA  ASOCIACIÓN  EN  CHILE 


I 


El  plan  recientemente  proyectado  de  introducir  la  navega- 
ción de  vapor  en  el  Pacifico  merece  la  atención  i  apoyo  del 
público  todo,  porque  nada  puede  ser  mas  interesante  a  Chile 
que  el  ver  aplicada  a  sus  comunicaciones  marítimas  la  poten- 
cia extraordinaria  de  este  ájente,  que,  sin  embargo  do  estar 
todavía  en  su  infancia,  ha  hecho  ya  tanto  en  beneficio  de  la 
especie  humana. 

Mucha  diversidad  de  opiniones  ha  habido  acerca  del  primer 
descubrimiento  de  la  navegación  de  vapor;  mas  al  presente 
no  admite  duda  que  Barcelona  fué  el  primer  pue))lo  en  que 
apareció.  En  1543,  Blasco  de  Garai,  oficial  de  la  marina  espa- 
ñola, después  de  repetidas  representaciones,  logró  inducir  a 
Carlos  V  a  que  se  nombrase  una  comisión  para  examinar  esto 
descubrimiento,  debido  a  Oarai.  El  resultado  fué  decisivo;  i 
las  playas  resonaron  con  los  aplausos  de  los  espectadores  al 
ver  las  evoluciones  náuticas  del  buque  ejecutadas  sin  el  auxi- 
lio de  velas  o  remos.  Los  comisionados  dieron  al  emperador 
un  informe  favorable;  pero  el  ministro  de  hacienda,  sea  por 
superstición  u  otro  motivo,  desaprobó  el  proyecto.  Este  gran 
descubrimiento,  que  hubiera  sido  la  gloria  i  la  esperanza  do 
España,  quedó  sepultado  en  olvido  por  mas  de  dos  siglos;  í 
Garai,  con  un  jenio  digno  de  la  edad  presente,  bajó  al  sepul- 
cro sin  recompensa  i  sin  gloria;  de  manera  que  ignorarinrnoM 
su  nombre  si  no  hubiera  sido  por  Navarretc,  cuyas  (TurliUiM 


4í*ft  IPLííCrLí»?  LITEí»%íllC»5  I  CRÍTICO? 


i  II' i 'Giraciones  cacaron  a  luz  la  existencia  de  este  sraade  hom- 
bre al  rabo  de  cerca  de  tres  sielos. 

Pooo  mas  de  cien  aikw  dc^ues  del   descubrimiento  de  Ga- 
mi,  el  marques  de  Wurcester  introdujo  el  mecanismo  de  va- 
por en  algunas  manufacturas:  i  no  hace  mucho  tiempo   que 
»e  aplicó  el  mismo  medio  en  Esc  <na    aunque  no  con  entero 
suceso,  para  dar  movimiento  a  un  buque.  Final m^^nte  Fulton, 
aprovechándose  de  los  conocimientos  de  sus  contemporáneos, 
i  aj»l¡cándo!o8  con  mucho  talento,  llevó  a  cabo  la  grande  obra, 
que  en  menos  de  veinticinco  años  ha  efectuado  una  tan   gran 
revolución  en  el  mundo  comercial.  Si  Carlos  V  hubiese  alar- 
tr<ulo  una  mano  protectora  al  primer  descubridor,   ¡qué  gran- 
des resultados  se  hubieran  obtenido  probablemente!  España, 
ooii  su  riqueza,  intelijencia  i  comercio,  hubiera  señalado  para 
siempre  en  su  historia  este  brillante  i  ma<;ni6co  invento. 

Los  rápidos  progresos  del  vapor  solo  eruardan  proporción 
con  las  ventajas  que  ofrece  al  mundo.  To'.lo  el  continente  eu- 
n>peo  goza  ya  de  su  saludable  influencia.  La  Gran  Bretaña, 
quizá  mas  que  ninguna  utra  nación,  aniuió  i  perfeccionó  este 
nuevo  ramo  de  la  náutica.  Sus  paquetes  cruzan  todos  los  ma- 
res de  Europa;  i  su  comunicación  con  las  colonias  orientales 
ha  llegado  a  tal  punto  de  celeridad,  que  solo  exije  ahora  al^ 
menos  que  la  mitad  del  tiempo  que  antes  se  empleaba  en  ella. 
La  Inlia  ha  comenzado  a  sentir  sus  efectos:  desde  el  Mar  Rojo 
hasta  las  playas  del  Indostan  se  ha  extendiilo  rápidamente  la 
navegación  de  vapor;  i  aun  la  Nueva  Holanda,  que  apenas 
empieza  a  salir  de  la  barbarie,  participa  ya  de  sus  beneficios. 

La  Francia  es  la  nación  que  ha  sabido  aplicarla  mas  exten- 
saniofite  a  la  guerra;  i  en  su  expedición  a  .\rjel  la  adoptó  con 
el  mejor  suieso  a  las  operaciones  ofensivas.  Ella  ha  llevado  la 
navciracion  de  vapor  a  los  estados  italianos,  las  islas  Jónicas, 
el  Arciii piélago  i  el  Austria,  reportando  una  rica  recomi>ensa 
para  «u  industria.  Los  estados  Je  Alemania,  la  Rusia,  Suecia 
i  Dinamarca  participan  del  bien  jenerai. 

L»s  Estados  Unidos,  que  tienen  ventajas  peculiares  para  la 
navegación  de  vapor,  la  han  adelantado  de  un  modo  increí- 
Me;  como  que  se   hallan   situados  sobre  una  inmensa  costa 


LA  A3ÜC1AUI0.S  UN  i: 


Wj 


maritiniii,  cun  mía  caiUtnu  lU-  la^üs  que  cierran  chaÍ  toda  su 
frontera  occideiilal,  i  bnfSudos  por  los  riña  mas  can  tial  oros  M 
mundo,  ctiyos  lirazos  nr  ramifican  i  sorpentpan  pw  fndns  Ur*: 
valles,  i  riegan  mis  hcrmosaa  praderas,  acarreando  biiqu**»  i 
boles  en  todas  tlircíTciones,  impeliflos  por  la  prodijiosa  fuerza 
del  vapor.  El  Misi^ipi,  que  recibe  los  tributoB  de  infinitos  rios 
i  raudales  i  lleva  sus  caudalosas  a^uas  ni  océanü,  iloaaliando 
el  poder  del  hiimbre,  Be  ha  Bonu'tldo  al  yugo  de  la  ciencia;  i 
sus  fértilos  valles  i  prados,  que  pocos  üños  há  eran  unos  de- 
siertos improductivos,  rebosan  ahora  do  vida  i  alegría. 

Tales  han  sido  los  prodijinsos  efootos  del  vapor  raspectiva- 
mente  al  comercio.  En  las  manufacturas  i  caminos,  su  tnlluen- 
cía  sobre  la  sociedad  ha  sido  inmensa:  las  distancias  parecen 
aniquítarüc;  i  puntos  entm  los  cuales  mediaba  antes  toda  la 
extensión  do  la  América  cujiutnican  ahura  entre  st  modíantn 
un  viaje  lie  pocos  días.  Sin  embari^o,  esto  asombroso  niei-íi- 
nismo  se  halla  todavía  en  hu  infancia;  i  está  reservado  a  la-» 
edades  venideras  ver  ol  complemento  de  su  maraviUosii  pndfr. 
Poro  los  que  hemos  mencinnailo  no  son  sus  mas  benéficiw 
efectos:  acercando  las  naciones  unas  a  otras,  I  cimentando  la 
alianza  de  todos  los  pueblos,  suaviza  la»  asperezas  de  caráu- 
ter,  da  mas  elasticidad  a  las  almas,  promueve  las  ciencias  i 
armoniza  los  sentimieiitoM, 

Si  tales  lian  sido  las  fidices  consaciienrias  de  este  descubri- 
miento en  casi  t-das  las  seticiones  del  mundo  cristiano,  ¡cuá- 
les serian  sus  efectos  probables  nn  Chile  i  en  los  demás  países 
situadoíi  sobre  la  costa  del  Paciitco!  Hi  no  nos  engañamos,  la 
situación  Jeognlílca  de  Chile  hace  mas  ínttii-esanto  ul  uso  del 
vapor  para  esta  repúbllo»,  quv  pura  la  misma  Buropa.  Es  vur* 
dad  que  sus  ríos  nu  .suii  tan  a  prupiSsito,  uom'i  aijunos  otros, 
para  la  navegación  ínteriur,  Sin  embitroo,  pueib-  llevarse  cln 
navegación  hasta  el  centro  oiinmo  de  wi  ferrilorio,  i  sus  custiis 
i  desiertos  so  llenarán  d<>  vida  i  actividnd:  brotitriin  nuevas 
fuentes  de  airricultura  o  industria;  He  sentirán  Iok  admirables 
efectos  de  la  i^ivilizauion  en  los  mas  remotos  áuffulos  de  la 
república;  se  extendiera  el  goce  de  las  comodidades  de  la  vid.i, 
i  crecerá  con  ellas  rápidamente  la  pidilacion. 


470  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


Habiendo  hecho  ver  las  ventajas  que  se  han  reahzado,  i  pue- 
den realizarse  todavía,  con  el  auxilio  de  este  poderoso  ájente 
del  hombre,  trataremos  ahora  del  medio  que  se  ha  adoptado  i 
puede  también  adoptarse  aquí  para  obtenerlas.  Todos  confesa- 
rán que  el  principio  de  vida  que  lo  anima  consiste  en  el  espí- 
ritu de  asociación,  a  que  debe  tantos  beneficios  el  mundo  civiliza- 
do. Los  esfuerzos  individuales  no  han  alcanzado  nunca  grandes 
objetos,  a  lo  menos  objetos  de  interés  jeneral.  Tanto  en  Europa, 
como  en  América,  se  han  ejecutado  casi  todas  las  obras  públi- 
cas por  medio  de  compañías,    i   este  es  el  único  arbitrio  para 
llevarlas  fácilmente  a  cabo,  pues  en  él  se  combina  el  bien  de  los 
individuos  con  el  del  público  sin  menoscabo  del  uno  o  del  otro; 
i  despertándose  la  emulación,  se  excita  la  actividad  del  alma 
para  nuevos  descubrimientos  i  nuevas  asociaciones,  en  que 
se  concilian  de  la  misma  manera  los  intereses  de  los  indivi- 
duos i  de  la  comunidad.  El  espíritu  de  asociación  produce  los 
mas  benéficos  efectos  sobre  la  sociedad  humana,  inspirando 
la  mutua  confianza,  que  es  la  base  del  crédito  comercial,  difun- 
diendo las  noticias  i  conocimientos,  i  dando  nuevas  garantías 
a  la  seguridad  de  toda  clase  de  propiedades.  Si  no  fuese  por 
él,  ¿cuál  seria  el  estado  de  la  gran  familia  mercantil?  ¿Quién 
arriesgaría  sus  bienes,  enviándolos  a  los  últimos  confines  de 
los  mares,  si  las  compañías  de  seguros  no  tomasen  sobre  sí  el 
peligro?  ¿Cómo  establecería  su  crédito  una  gran  nación  maríti- 
ma sin  las  asociaciones  de  bancos?  ¿Cómo  se  construirían   las 
obras  públicas,  los  puentes  i  caminos  nuevos,  sino  por  esté 
medio?  El  espíritu  de  asociación  lia  establecido  universidades 
i  colejios,  ha  fomentado  las  artes  i  las  letras,  ha  hermoseado 
las  ciudades,  vivificado  los  campos  i  levantado  asilos  de  bene- 
ficencia para  los  aflijidos  i  menesterosos.   A  él  debemos,  en 
una  palabra,    toda  la   riqueza,  abundancia  i  felicidad   que  se 
gozan  en  el  grado  mas  alto  de  civilización  i  cultura. 

Esperamos  ver  naturalizado  i  arraigado  en  Chile  este  espí- 
ritu de  asociación;  i  nos  prometemos  que  esta  i)rimera  tenta- 
tiva será  el  preludio  de  otras  mas  importantes  i  grandiosas. 
Volvamos  la  vista  a  lo  que  ha  hecho  en  otras  partes,  i  coleji- 
rcmos  lo  que  hará  entre  nosotros;   porque  una  vez  puesto  on 


XA  ASOCIACIÓN  EN  CHILE  471 


movimionto,  la  esfera  de  su  actividad  no  tiene  límite».  Kl 
siglo  en  que  vivimos  es  un  siglo  de  maravillas.  La  historia 
no  nos  presenta  época  alguna  en  que  la  marcha  de  la  civiliza- 
ción i  el  cultivo  de  las  artes  i  ciencias  hayan  hecho  progresos 
tan  rápidos  como  al  presente.  El  honor  de  la  nación  i  nuestro 
ínteres  propio  deben  estimularnos  a  tomar  parte  en  cst(í  movi- 
miento jeneral,  que  se  deja  ya  sentir  aun  en  países  que  pare- 
cían condenados  a  una  eterna  barbarie. 


II 


Varios  vecinos  respetables  de  esta  capital  han  concebido  el 
proyecto  de  una  Sociedad  de  Agricultura  i  Colonización^ 
con  la  mira  de  concentrar  en  estos  objetos,  tan  importantes 
parala  prosperidad  de  la  república  chilena,  la  atención,  el 
estudio  i  el  celo  patriótico  de  los  habitantes  de  Chile. 

Dar  a  conocer  i  pr.  «pagar  los  métodos  prácticos  para  mejo- 
rar el  cultivo  de  las  tierras  i  la  cria  de  ganado»;  promover  la 
formación  de  bosques  i  plantíos,  su  conservación,  la  aclima- 
tación de  árboles  i  plantas  de  utilidad  i  adorno,  sea  traspor- 
tándolos de  un  punto  a  otro  de  la  república,  sea  haciéndolos 
venir  de  otros  países;  recojer  datos  i  presentar  planes  para  el 
establecimiento  de  una  policía  rural,  que  moralice  la  población 
del  campo,  proteja  las  propiedades,  estimule  el  trabajo,  haga 
fáciles  i  seguras  las  comunicaciones  i  acarreos,  i  dé  reglas 
para  la  mejor  distribución  de  las  aguas;  favorecer  i  adaptar  a 
las  circunstancias  de  Chile  las  empresas  de  colonización  que 
se  formen  en  los  países  extranjeros;  alentar  la  inmigración  de 
pobladores,  labradores  i  agrónomos,  que  introduzcan  nuevos 
ramos  de  industria  agrie jla,  o  perfeccionen  los  que  ya  teme- 
mos; i  sobre  todos  estos  puntos  hacer  accesibU*'S  al  público  i 
difundir  a  todos  los  ángulos  de  la  república  las  luces  adqui- 
ridas por  la  observación  i  experiencia  de  otros  pueblos:  tales 
son  las  materias  principales  en  que  tendrá  íjue  ocuparse  la 
Sociedad;  i  no  dudamos  que  esta  d<?snuda  enumera4;ií)n  d<i 
ellas  será  suficiente  para  granjearlíí  U'ia  íxco'j'uhi  favorable. 

Como  la  cuota  de  (contribución  (jue  se  impone  a  los  sanios 


♦72  OPÚSCULOS  LITKKARIOS  I  CKÍTIC05 


es  sumamente  moderada,  *  ya  se  deja  ver  quo,  para  la  exis- 
tencia de  la  Sociedad  i  el  desempeño  de  las  variadas  funciones 
que  toma  a  su  cargo,  es  de  indispensable  necesidad  que  sea 
bastante  grande  el  número  de  los  individuos  que  la  compongan; 
i  por  lo  mismo  nos  prometemos  con  toda  coníianza  que  se  apre- 
surarán a  entrar  en  su  seno  todos  los  que  aman  el  nombre  de 
Chile,  todos  los  que  se  interesan  por  el  fomento  de  la  prosp»?- 
ridad  de  este  suelo  afortunado,  que  encierra  tantos  elementos 
de  riqueza;  todos  los  que  desean  ver  aumentada  su  población, 
i  adelantada  la  cultura  intelectual  i  moral  de  sus  habitantes, 
que  aquí,  como  en  otras  partes,  seguirán  los  mismos  pasos  que 
el  incremento  de  los  medios  de  subsistencia  i  bienestar. 

Nos  es  grato  añadir  que  las  primeras  autoridades  i  una  gran 
parte  de  los  vecinos  mas  res})etubles  de  Santiago,  han  dado 
ima  lisonjera  aprobación  al  proyecto,  i  han  ofrecido  contribuir 
con  su  influjo  i  su  cooperación  a  sostenerlo 

En  otro  número  de  este  periódico,  se  insertarán  los  estatutos 
provisorios  que-se  han  formado  para  la  composición,  d¡rec<*ion 
i  economía  de  la  Sociedad.  Ellos  son  ya  la  materia  de  las  dis- 
cusiones d©  los  miembros  fundadores,  i  serán  presentados  a 
una  junta  jeneral,  que,  con  este  i  otros  objetos  preparatorios, 
deberá  reunirse  el  domingo  20  del  corrionto  (mayo  de  1838),  a 
las  doce  del  día,  en  el  salón  de  la  Universidad,  i  a  que  so  moga 
se  sirvan  concurrir  todos  los  señores  ((ue  hasta  aquella  fecha 
la  compongan. 

Tenemos  la  satisfacción  de  anunciar  que  la  Sociedad  Chilena 
de  Agricultura,  de  que  dimos  ima  breve  idea  en  nuestro  nú- 
mero 402,  ha  celebrado  su  primera  sesión  el  domingo  20  del 
actual.  La  parte  mas  escojida  del  vecindario  concurrió  a  aquel 
acto,  dando  un  testimonio  evidente  del  interés  que  toma  en 
esta  institución  benélica,  a  la  cual  se  apresuraron  a  incorporarstí 

*  Articulos  10  i  II  do  los  pstntritns  provisorios:  «Los  socios  /"ini- 
ciadores, residentes  i  corresponsales  pa'/arán  al  tesorero  do  la  Socie- 
dad la  cuota  de  dos  pesos  cintro  reales  por  semestre. 

f  Paorarán  ademas  todos  los  miembros,  al  tiempo  de  su  admisión,  el 
derecho  del  diploma,  a  razón  de  ocho  pesos  los  miembros  protectores, 
cuatro  los  fundadores  i  residentes,  i  dos  los  corresponsales.! 


Í13 


la  tnayi>r  parte  de  los  comurreiites,  En  !i((uo!la  reunitin,  na 
aproharnii  los  ostatiitOB  de  In  Soeierlafl,  ijuo  liahian  «ido  pre- 
parados ixip  lofi  fundadores,  i  se  nombraron  loscm|d<'a<1os(jn(> 
debian  llevar  la  dirección  de  los  trabajos  i  el  arreglo  de  lo* 
asuntos  cuncemi entes;  no3  e»  grato  añadir  que  todos  eutuM 
nombramicntns  Iiaa  recaído  en  porsonaa  espocíalmünte  reco- 
iiiendablcH  jx)r  su  patriutismo  i  sus  talentos.  Una  cireunBtancia 
nos  ha  complacido  sobremanera,  i  es  (¡ue-dosciudaclmos  honc- 
méritos,  ilon  Manuel  Salas  i  el  reverendo  padre  frai  José  Javier 
Otizmaii,  ambos  fundadores  de  la  independencia  e  i-íualm^nto 
anholofioa  por  los  pro^íresos  do  la  industria,  fueron  aclamados 
unánimemente  protectores  de  la  Sociedad;  asi  hun  recibido 
una  recompensa  digna  de  sus  constantes  eüfuerzos  por  la  pros- 
peridad do  la  república  i  una  muestra  de  la  gratitud  quo  les 
profosa  el  jiucblo  cliileno.  Fueron  también  nombrados  protec- 
tores los  minintros  secretarios  db  estado,  que  tan  pnrticular- 
mente  han  favorecido  el  establecimiento  Ac.  la  .Sociedad;  i  su 
excelencia  el  presidonte  do  la  república,  que  es  uno  de  sus  celosos 
promotores,  recibió  el  titulo  de  patrono  de  ella.  Una  diputación 
compuesta  del  presidente  i  loa  demua  empleados  de  la  nueva  a»o- 
diacion  vino  a  participar  a  S.  E.  osto  nombramiento;  i  como 
era  de  esperarse,  la  diputación  quedó  altamente  satisfucba  do 
las  benévolas  disposiciones  lo  S.  E.  hacia  esto  eslableci miento, 
del  dicídido  ínteres  qne  le  inspira^  ¡  de  la  protección  rfioaz  que 
está  resuelto  a  dar  a  sus  trabajos. 

Sabemos  cpje  la  Sociedad  de  Aifricultura  cuenta  ya  con  un 
número  considerable  do  socios;  i  nos  asiste  la  confianza  de  que 
llegará  a  establecerse  sólidamcnto,  i  rendir  los  j^i'imdea  bciie- 
Ccios  que  promete,  atendida  la  acojida  favorable  que  Iim  encon- 
trado en  el  publicu,  el  empeño  i  luces  de  los  miembros  que  la 
com|ionen,  í  los  reciir^os  que  le  ha  facilitado  la  cooperación 
del  gobierno  i  el  celo  do  los  particulares,  loe  cuales  le  han 
ilonado  para  su  bibtioleca  i  museo  obras  importantes  í  máqui- 
na.1.  Peticítamos,  puo^,  a  la  nación  por  el  establuuiniii'nto  de 
esta  institución,  que  tanto  honor  hace  al  eslado  do  nuestra 
civilización,  ¡  que  va  a  ejercer  una  grande  i  provechosa  in- 
fluencia en  nuestra  industria. 


j^rifcr.Étft  -^rrttMHt'ri-      JtkTTLltM. 


¿men  -*n  .-a  iJTi*o*^ai*ii  ie  ,!u¡p  v.  icrirmria  üah  iia.  t  .a.  -üiáa 
lie  .¿1^  T'ir.'t'r^fuwf.  i  sut  u**^.  Le  la  nsmana,  Zjt  T-.iütiiia&L  Uís«»Uí^ 
VMi  inma  v»ntar  *n  ^i  «lui  i  iuíüí»  unietlii^f  iiiiii*.^jLÍiiL¡íf  ri^ 
g0\r  «1  imiiiskinn  ^^acui  .Iaoibiío»  i.  iiuiüt  ¿a  juinia  j.ih^  .ntisDtñjtf 
file  «»  .nncmULZcaa   .   jo»  3iü«tiíicac:aiies   xius^  «^   iirigiUizzaiiL 

tinruifUi  ^  ja*  «»iíiiri»  niB  liiaui  ie  *xar*saa  líun  niH  «r  rsnüar-- 

Dnn  r^omirum  £i'/airiirT**,  ínn.  P^tírn  Mima.  íüa  FrMnnisco 
ítiiiUinr..  liia  Ij»pt^i  .V*ir*inui  í^árri»,  toa  A-icmii  Lrtirc¿i  E£¿- 
y*^.  ina  fíamon  f  ír:ii:i».  toa  P'»*!^  Pruasr.itái:'*!^  i^cahiaruac^a^ 

"\Hiu-t  üra,  ii'iii  Bí^riar-iií  í^iHé  -íi*  T  í^k  íoa  Aiiiír«»  Beiüo^  vÍüo 
J[*\f^,''igíhru^\  Pilma,  ii.n  Euxnija  [jur*  [nrrízavíítl.  «i^a  )iE^ikI 
Hift  la  Krtrr*.  «ii-in  \1^iikí  ^ZxrjrkUx».  -foa  CiriiM  BiíIÍíK  Jen  Jcbq 
HímiíM  Coiví,  -friTi  V«»ní:íira  ICvm  í  fiya  Pjtrcbya  Eieajifix 

La  hh^/jria  'i<*  t j<io«  lo»*  i¿ú.**^.  Ojcno  la  le  t»>l'>^  I*>5  tíempois, 
t  pnjvnpaliTifrn'u^  U  'if:L  n'l«=r^<^•J,  r\->íj  Ifroi'i'istn  claramente  que 
^W  tv!o  iA-^.r'i.ia/  la  .^-.nOfi  á^.  L-)S  íjobíem«j^,  en  materia  de 
a^ftlariUmií^nti'^j  cianlfi  no  es  a.^t?*in»la  U  por  la  ♦:«»v#eracion 
rjftánirn^:  i  eíiponuán^-a  de  LrJ}  g  >bema.l>s;  i  sí  esta  verdad  es 
aplicable,  corno  no  pue  l»^:  du  lanie,  al  órrlen  p'jlítico  i  moral, 
ñffhrf:  f//I'i  en  los  ni^tera^s  moblemos,  se  hace  innecesaria  cual- 
quiera dem^/stra/TÍon  re-fpecto  del  procrreso  fisíco  i  material,  o 
H«a  'le  la  riqíKr/a  naeional,  que  conno  es  sabi«1o  contribuye  tan 
(i^;<IeroMaffient/;  a  Ion  demás  adelantamientos.  De  este  modo, 
r.aaleH/juiera  que  fuesen  las  leyes  que  dictase  un  gobierno 
ÍH'íMíc/)  en  favor  de  este  o  a/|uel  jénero  de  industria,  o  de 
UkIoh  #;1Ios,  cualesquiera  que  fuesen  los  esfuerzos  que  hiciese 
por  introducir  tales  métoflos  o  mejoras  en  los  ramos  existentes, 
íi  Ion  nuevos  jíneros  de  producción  que  a  costa  de  mil  sacrifi- 


LA  ASOCIACIÓN  EN  CHILE  475 


cios  i  empeños  jiFOcurasc  para  sus  gobernados;  todo  quedaría 
inútil  i  sin  resultado,  si  encontrase  con  un  pueblo  indolente  o 
desaplicado,  vicioso  o  enemigo  del  trabajo,  o  si  entre  los  qui» 
podian  dar  el  primer  impulso,  el  primer  ejemplo,  se  hallasen 
los  mismos  defectos,  el  egoísmo  mas  exajerado,  o  las  mas 
tenaces  preocupaciones  en  favor  de  añejas  rutinas  i  contra 
todo  jénero  de  mejoras;  con  un  pueblo  en  fin,  retrógrado  o 
estacionario. 

Estas  verdades,  que  por  su  sencillez  i  su  fuerza  parecen 
demasiado  triviales,  no  debemos  cansarnos  de  repetirlas,  siem- 
pre que  se  trate  del  futuro  prospecto  del  país,  o  de  que  reciba 
desde  ahora  aquel  impulso  de  vida  que  debe  animarlo  i  apre- 
surar su  mancha.  Nuestra  situación  se  presta  admirablemente 
para  semejantes  progresos;  i  no  puede  dudarse  que  son  en 
extremo  lisonjeros  los  que  se  han  hecho  en  estos  pocos  años 
pasados,  en  que  nuestras  industrias  agrícola  i  minera,  que 
forman  toda  nuestra  riqueza,  saliendo  de  la  infancia,  casi 
repentinamente,  han  rivalizado  en  sacudir  el  yugo  <le  la  rutina 
i  las  preocupaciones,  adoptando  con  prudencia,  sobriedad  i 
<^utela  nuevos  métodos  de  trabajo,  indíjenas  o  extranjeros,  i 
aplicables  todos  a  la  situación  actual  del  país. 

Aun  cuando  no  se  viese  mas  que  esto,  i  aun  cuando 
no  observásemos  las  nuevas  industrias  o  los  nuevos  inven- 
tos, orijinados  en  el  país,  o  importados  de  fuera,  que  casi 
diariamente  se  establecen  entro  nosotros,  bastaría  para  fifir- 
'  marse  decididamente  que  estamos  en  progreso,  i  que  ha  llegado 
al  punto  en  que  se  necesitaba  de  cierta  unidad  i  dirección,  para 
lograr  todo  el  fruto  que  debería  sacarse  do  la  ilustración  actual 
de  la  clase  elevada  o  capitalista,  i  de  la  buena  disposición 
jeneral. 

Sin  esta  dirección  protectora,  sin  esta  unidad  o  concentra- 
ción de  fuerzas  físicas  e  intelectuales,  de  capitales  i  de  instru- 
mentos, en  estado  de  aislamiento,  mas  o  menos  completo, 
serian  también  de  muí  poco  provecho  para  el  progreso  rápido 
i  jeneral,  las  mejores  disposiciones  de  los  pueblos  i  los  mas 
dicididos  esfuerzos  de  los  particulares.  lió  aquí  v\  oríjen  de 
las  sociedades  industriales  i  comerciales,  i  do  las  otras  socie- 


475  0PU5CULÜ8  LlTKHAKlOli  1  CRÍTICOS 


dades  benéficas  O  de  fomento,  que  todas  juntas  contribuyen 
inmensamente  en  donde  quiera  que  existen,  al  mismo  fin  del 
progreso.  I  hé  aquí  también  la  necesiflad  que  mas  se  hace 
sentir  ahora  en  nuestro  país,  i  la  mejor  oportunidad,  en  nuestro 
concepto,  para  satisfacerla. 

Se  dice,  sin  embargo,  que  falta  el  espíritu  de  asociación,  i 
aun  el  ánimo  para  crearlo,  por  los  desengaños  que  se  han 
tocado  en  otros  tiempos,  siempre  que  se  ha  intentado  el  esta- 
blecimiento do  una  sociedad  cualquiera;  i  que  hasta  las  mui 
aisladas  o  pequeñas,  entre  dos  o  cuatro  personas,  para  una 
especulación  o  empresa  particular,  o  no  han  prosperado,  o  han 
sido  mui  pronto  disueltas. 

Por  nuestra  parte,  creemos  que  en  esta  objeción  hai  un 
error  manifiesto,  si  se  aplica  a  nuestras  circunstancias  i  estado 
actual,  mui  diferentes  ahora  de  lo  que  fueron  solo  hace  cuatro 
o  seis  años,  en  que  todo  marchaba  lentamente,  o  dando  las 
primeros  pasos  que  siempre  son  dudosos  e  inciertos 

Poco  tiempo  antes  de  esta  época,  por  ejemplo,  so  miraban 
con  desprecio,  o  como  quimeras,  la  formación  de  prados  artifi- 
ciales en  grandes  haciendas  (limitados  entonces  a  un  corto 
número  de  chácaras  o  hijuelas),  los  canales  de  riego,  los  gran- 
des cercados  que  encierran  ahora  casi  todas  las  propiedades 
rústicas,  la  elaboración  por  mayor  de  las  harinas  para  la  expor- 
tación, i  tantos  otros  a^loluntamientos  i  nuevos  jéneroi  do 
industria  acrrícola  que  han  doblado  los  productos  del  suelo, 
imprimiendo  una  actividad  i  encrjía  en  sus  trabajos,  descono- 
cida a  nuestros  mayores,  i  aun  en  épocas  mui  cercanas  de  la 
nuestra.  I  si  miramos  a  la  industria  minera,  no  dudaremos  en 
afirmar  que  su  desenvolvimiento  i  pnjufresos  han  sido  todavía 
mas  rápidos  i  extraordinarios,  rcsptícto  del  estado  de  pobreza  i 
atraso  en  que  se  hallaba  esto  importante  ramo  hacia  los  añ  >s 
solamente  de  1825  o  26:  ¿Quién  hubiera  podido  figurarse  en- 
tonces que  la  multitud  de  minas  broreadaf^^  sin  citar  otros 
casos,  podrían  ponerse  en  actividad  con  ventaja,  i  quede  estos 
i  otros  metales  (como  la  combinación  de  cobre  i  azufre,  nom- 
brada eje),  desechados  por  inútiles  i  aun  perjudiciales,  deberían 
Sircarse  beneficios  mas  que  dobles,  resi>ecto  de  los  cobres  quo 


K  ASOCIACIÓN  EN  C 


«r  tonian  por  mas  apreciados?  ¿\  quién  se  imajinaria  que  lai 
niiBmaíi  psoorias  encerraban  una  verdadera  riqueza,  que  deljia 
ceder  a  una  pequeña  industria  o  al  mas  lijero  csfnerzo? 

Asi  no  tlebe  extrañarse  que  las  mismas  preocupaciones  que  se 
oponían  en  lus  tiempos  pasados  a  Lodo  jóneru  de  mejoras,  aun 
tas  mas  tiencillas  i  rái-ilt-s,  aquellas,  en  luia  p.ilubra,  en  que 
cada  individuo  debia  inuv<^-i'se  por  su  inbros  particular,  opu- 
siesen aun  mayor  resistentia  ala  reunión  de  muchos  intereses, 
con  el  objeto  mas  quimérico  todavía  en  la  época  a  que  nos 
referimos,  de  conseguir  yrandes  resultados  para  todos  i  cada 
uno  de  los  que  entrasen  en  este  jénero  de  empresas.  Semejante 
espíritu  de  asociación  no  debía,  pues,  existir  en  t^te  país;  eran 
prematuros  los  esfuerzos  que  se  liicieaen  para  criarlo  o  Foraen- 
tjirlo;  i  debían  necesariamente  fraeasar  los  que,  suponiendo  su 
existencia,  intentaron  aclimatar  una  planta  exótica,  cuyas 
ventajas  no  eran  bastante  conocidas  o  apreciadas,  i  que  por 
consiguiente  no  podía  ser  cultivada  entre  nosotroo. 

La  situación  política  del  pais,  es  menester  confesarlo,  tam- 
¡Kico  se  prestaba  a  innovaciones  o  mejoras  sólidas,  que  no 
pueden  nacer,  ni  menos  fomentarse,  cuando  prevaleeo  el  de- 
sorden i  la  ajitacion,  i  que  requieren  estabilidad  i  completa 
seguridad  para  lo  venidero.  A«í  no  era  de  extrañar  que,  en  m<"- 
dio  de  las  pasadas  divisiones  i  i^ambios  politices,  los  interesen 
individuales  se  aislasen  cada  vez  mas,  i  que  el  vuelo  de  los 
ánimus  benéticos  i  jenerosos  fuese  reprimido  a  vista  de  la 
instabilidad  jeneral. 

Una  nueva  era  da  paz  i  orden,  de  seguridad  i  organización, 
debía  preparar  í  aun  iniciar  otra  de  adelantamientos  í  mejoras 
áf  todo  jénero,  i  abrirnos  la  puerta,  por  decirlo  asi,  del  bie- 
nestar i  prosperidad.  Asi  el  arreglo  de  la  hacienda  nacional,  o 
mas  bien  el  orden  de  franqueza,  ex:act¡tud  i  moralidad,  intro- 
ducido en  este  ramo  importante  del  servicio  público,  inspirando 
oüufuinza  i  dando  los  mejores  ejemplos,  puso  desde  luego  en 
ciix-ulai-ion  una  abundancia  comparativa  de  capitales  i  crédito, 
cuya  existencia  ni  aun  era  sosjjcí'bada  en  nuestro  país.  La 
buena  administración  de  justicia,  i  las  huenait  leyes  que  ase- 
guran la  ]iropiednd  rnntrii  el   fraude  i  la  inexactitud  antigua. 


478  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


i  la  corrección  de  abusos  mas  o  menos  arraigados,  coronaron 
la  obra  que  debia  dar  impulso  a  la  actividad  i  adelanto  actual. 

Aun  antes  de  llegar  a  este  punto,  la  conveniencia  o  la  ne- 
cesidad había  hecho  nacer  en  esta  capital  una  sociedad  que 
debia  fecundizar  sus  contornos  estériles  o  perdidos  para  la 
vejetacion  i  el  cultivo,  i  llegar  pronto  a  mejorar  el  clima  de 
la  población  mas  importante  de  la  república.  La  Sociedad  del 
Canal  de  Maipo,  que  creció  i  se  perfeccionó  a  la  sombra  de  la 
paz,  dando  el  mas  completo  desmentido  a  los  que  se  esforzaban 
en  manifestar  la  imposibilidad  de  semejantes  establecimientos 
entre  nosotros,  ha  hecho  ver,  del  modo  mas  concluyente  i 
victorioso,  de  cuánto  es  capaz  una  reunión  cualquiera,  por 
pequeño  que  sea  el  número  de  sus  miembros,  i  por  cortos  que 
sean  sus  principios  i  sus  medios,  siempre  que  de  buena  fe  se 
dedique  a  un  objeto  útil  o  conveniente.  La  Sociedad  del  Canal 
de  Maipo  ha  sobrepasado  en  mucho  las  esperanzas  de  sus  mas 
celosos  fundadores,  reembolsando  con  excesivo  lucro  todas  las 
anticipaciones,  i  poniendo  en  jiro,  ademas  del  capital  de  las 
tierras  fecundizadas  por  sus  trabajos,  otro  mayor  quizas, 
que  le  proporcionan  su  crédito  i  sus  nuevas  i  multiplicadas 
empresas. 

Del  mismo  modo,  otra  sociedad  puramente  benéfica  o  de 
fomento,  tuvo  su  oríjen  en  circunstancias  mas  felices,  aunque 
bastante  azarosas  para  el  país,  en  medio  de  la  última  guerra 
del  Perú,  i  cuando  el  mismo  orden  interior,  o  su  consolidación, 
parecian  depender  en  cierto  modo  del  éxito  de  aquella  impor- 
tante lucha.  La  Sociedad  Chilena  de  Agricultura  fué  anunciada 
entonces  al  público  por  unos  pocos  ciudadanos  que  deseaban 
establecerla,  i  todos  respondieron  a  este  llamamiento,  con  el 
mismo  interés  por  su  prosperidad,  aunque  mui  lejos  de  la 
persuasión  de  que  pudiese  extenderse  su  existencia  mas  allá 
de  unos  pocos  meses.  De  esta  misma  persuasión,  participaban 
sus  fundadores;  pero  creian  honroso  i  útil  al  mismo  tiempo, 
hacer  un  ensayo  que  determinase,  si  era  o  nó  llegada  la  época 
conveniente  para  excitar  al  menos  el  espíritu  de  sociedad, 
empezando  por  aquella  a  que  parecía  ligado  el  interés  de  la 
clase  propietaria  i  de  la  mas  numerosa  de  la  población;  que  si 


LA  ASOCIACIÓN  EN  CnJLE 


86  manifestaba  ¡xir  el  resultado,  i  a  pesar  de  los  esfuerzos  de 
los  fundadores,  la  imposibilidad  de  llevar  adelante  esta  obra 
benéfica,  siempre  se  babria  dado  uu  buon  ejemplo  i  se  habría 
trazado  el  camino  por  donde  deheria  empezarse  en  lo  venidero. 

Con  semejantes  dudas  o  iiicertidiimbrea,  entro  los  mismos 
socios,  aimque  con  la  mayor  deMlicacion  i  celo,  empezó  modes- 
tamente sus  trabajos  la  nueva  socie.lad,  teniendo  que  luchar 
con  todas  las  diQcultados  de  una  empresa  nueva  i  desconocida 
i  aun  con  los  tristes  pronósticos  i  desconfianza  de  la  opinión 
pública.  La  naturaleza  de  sus  trabajos  (i  este  era  otro  jénero 
de  contrariedad)  nu  j)erniitia  que  se  percibiesen  desde  el  prin- 
cipio su  utilidad  o  provecho.  Todo  dobia  ser  urgánico  i  prelímí' 
nar  en  los  primeros  tiempos.  Con  todo,  pudo  dar  desde  entonces 
útiles  lecciones  a  los  labradores  por  medio  del  periódico  de  la 
misma  soeiedad,  i  provocar  la  comunicación  de  ¡deas  i  de  me- 
joras entre  los  liacendudos,  i  aun  entre  los  que  no  lo  eran:  en 
fin,  por  la  primera  vez  se  hablo  en  el  público  de  agricultura,  i 
se  trató  de  ensayos  en  ^'rande,  de  camino.s,  i  de  toda  clase  de 
mejoras;  i  tan  felices  principios,  estimulando  a  los  miembros 
a  continuar  con  el  mismo  empeño,  produjeron  frutos  precoces 
i  benéficos,  que  sería  largo  enumerar  en  este  lugar. 

Bastará  saber  que  la  Sociedad  Chilena  de  Agricultura  ha 
existido  desde  tres  años  há  con  sus  reuniones  periódicas,  sus 
útiles  publicaciones,  sus  investie^actones  i  ensayos,  no  menos 
fecundos  en  benéficos  resultados;  que  ha  distribuido,  entre  sus 
numerosos  asociados,  do  la  capital  i  las  provincias,  grandes 
cantidades  do  semillas  i  plantas,  venidas  de  Europa  i  del  Norte 
de  la  América;  que  ha  echado  los  fundamentos  de  una  biblio- 
teca i  de  un  gabinete  do  instrumentos  i  modelos  de  a$^ricu Ultra; 
i  que,  gracias  a  la  liberal  protección  del  gobierno,  es  poseedora 
de  un  terreno  cómodo  ¡  extenso,  en  estas  cercanías,  donde 
podrá  multiplicar  sus  ensayos  i  dar  lecciones  prácLícas  n  el  at- 
oaiicu  de  todos.  Un  profesor  de  agricultura  i  otros  agrónomos 
que  se  aguardan  do  Europa,  podidos  por  el  gobierno,  van  a 
coronar  la  obra  i  cambiar  sin  duda  en  muí  poco  tiempo  el 
áspetelo  de  nuestros  campos,  ayudados  del  espíritu  do  adelan- 
tamientn  que  se  nota  en  todiis  las  clase». 


48ü  OPÚSCULOS  LlTKKARIOS  I  CRÍTICOS 


Hemos  llegado,  pues,  a  la  época  del  fomento  i  de  las  mejoras 
prácticas;  i  debe  aprovecharse  por  cuantos  aman  el  país,  i  por 
cuantos  se  hallan  en  aptitud  de  dar  la  mejor  dirección  posible 
al  espíritu  público,  o  de  contribuir  a  la  prosperidad  jeneral.  El 
gobierno,  podemos  asegurarlo,  se  halla  dispuesto  por  su  parte 
a  cooperar  a  sus  ailelaiitamicntos  del  modo  eficaz  con  que  ya 
lo  ha  hecho  respecto  de  la  Sociedad  de  Agricultura  i  otras  em- 
presas benéficas. 

Por  la  nuestra,  hemos  demostrado  con  hechos  palpables 
que  el  mejor  medio  de  conseguir  tan  importante  objeto,  es  el 
de  las  sociedades,  i  que  éstas  pueden  establecerse  entre  noso- 
tros al  menos  con  el  mismo  provecho  que  en  los  países  mas 
adelantados.  Procuraremos  indÜ^r  en  otros  números  cuáles 
sean  las  que  mas  convienen,  en  nuestro  concepto,  i  dar  a  co- 
nocer al  público  las  medidas  que  haya  meditado,  o  esté  dis- 
puesto a  adoptar  el  gobierno,  con  el  mismo  íbi  de  promover  o 
cooperar  al  progreso. 

IV 

No  se  halla  distante  de  nosotros  el  tiempo  en  que  la  intro- 
ducción de  un  nuevo  invento,  de  un  procedimiento  nuevo, 
aplicables  a  nuestras  artes  o  industria  naciente,  era  una  ver- 
dadera novedad  que  causaba  sensación  o  sorpresa.  La  concesión 
de  un  privilejio  exclusivo,  i  aun  de  una  patente  de  navegación, 
que  pasan  ahora  frecuentemente,  i  como  inapercibidas,  en 
nuestras  columnas  oficiales,  eran  cosas  raras  en  a((iiella  época. 

Con  mayor  razón  todavía,  el  establecimiento  de  una  sociedad 
de  beneficencia  o  fomento,  debia  notarse  como  una  era  nueva  en 
la  historia  de  nuestros  adelantamientos.  De  este  modo  al  menos 
se  presentó  al  público,  ahora  tres  años  solamente,  la  Sociedad 
Chilena  de  Agricultura,  cuya  existencia,  o  mas  bien  el  pro- 
yecto de  ella,  fué  anunciada  anticipadamente  en  los  números 
402  i  406  de  este  periódico,  con  las  observaciones  convenien- 
tes acerca  do  la  naturaleza  do  aquella  sociedad  i  los  objetos 
que  debia  proponerse.  Siguiendo  el  mismo  camino,  hemos  pro- 
curado estimular  el  espíritu  de  asociación  en  uno  de  nuestros 


LA  ASOCTACION  B\  CHILS  181 

número»  precedentes,  revelando  a  aquella  parte  del  piibliüo 
<]Ut)  nu  las  conociese,  las  ^^ntajas  que  ha  reportado  ol  país  de 
las  sociedades  existentes,  i  las  (|ue  derivará  sobre  todo  en 
adelante  de  las  mismas  i  de  laa  que  vayan  naciendo. 

Ahora  nos  es  sumamente  riatiüfaatorio  anticipar  a  nuestros 
liíctores  el  proyecto  que  han  concebido  varios  ciudadanos  dis- 
tinguiíloa  i  celosos  del  bien  público  (entro  ellos  dos  ilustres 
jeneraics),  de  establecer  una  sociedad  de  minería  bajo  las  mis- 
mas bases,  i  con  los  mismos  objetos  que  la  Sociedad  Chilena 
de  Agricultura,  que  ya  ha  dado  tan  felices  resultados.  La 
fundación  de  esta  nueva  sociedad,  puramente  de  fomento, 
coincidirá  probablemente  con  la  formación  de  otra  comercial, 
([lie  su  propone  explotar  en  grande  las  raínae  de  diferentes 
metales  que  existen  on  las  cadenas  de  montañas,  o  sea  de  las 
cordilleras  mas  inmediatas  a  la  capital.  Esta  última  suciedad 
cuenta  ya  con  los  preciosos  conocimientos  de  un  ominonto 
profesor  de  minería,  capitales  considerables,  i  los  conocimien- 
tos prácticos  do  varios  antiguos  mineros  retirados  a  esta  ciudad 

Con  semejantes  medios,  i  en  el  centro  de  los  recursos,  no 
dudamos  do  la  prosperidad  de  uaa  i  otra  empresa.  Ambas 
deberán  ayudarse  recíprocamente,  i  contribuir  del  modo  mas 
eficaz  al  adelantamiento  de  este  ramo  importante  de  nuestra 
riqueza  nacional.  Asi  la  población  minera  de  la  república, 
es  decir,  toda  la  de  nuestras  provincias  del  norte,  va  a  tener, 
en  las  dossociedadcs  enunciadas,  una  escuela  teórico-práctica, 
en  donde  se  projwndrán  i  aplicarán  los  mejores  métodos, 
donde  jKHlrán  discutirse  i  practicarse  ahorros  considerables, 
con  la  mejora  de  métodos  c  i niítru montos,  con  la  introducción 
de  máquinas  que  economicen  brazos,  materiales  i  tiempo,  i 
mil  otras  ventajas  que  no  se  harán  esperar.  Aun  la  teoría  do 
la  ciencia  recibirá  considerables  adelantos  por  medio  de  la  so- 
ciedad de  fomento;  i  será  al  mismo  tiempo  el  canal  mas  con- 
veniente por  donde  se  elevarán  al  gobierno  toctos  loa  proyectos 
de  mejoras  que  dependan  de  la  autoridad,  o  en  que  pueda 
intervenir  la  leí. 

La  policía  do  seguridad  i  la  de  salubridad  en  \aa  minas, 
opúsc.  61 


482  OPÚSCULOS  LITERARIOS  I  CRÍTICOS 


deberán  ser  uno  de  los  primeros  objetos  en  que  se  ocupe  esta 
sociedad.  Le  recomendaremos  por  nuestra  parte,  i  antes  que 
todo,  la  discusión  de  los  medios  mas  convenientes  para  pro- 
mover la  moralidad  i  las  buenas  costumbres  entre  los  mineros; 
la  propagación  de  los  principios  relijiosos,  i  aun  la  enseñanza 
primaria,  en  cuanto  pueda  extenderse  por  ahora.  Sabemos  que 
sus  fundadores  abundan  en  estas  ideas;  i  todo  deberá  esperarse 
de  sus  disposiciones  benéfícas. 

Con  semejantes  principios,  i  con  tan  importantes  objetos  a 
la  vista,  no  debe  suponerse,  ni  por  un  momento,  que  la  nueva 
Sociedad  de  Minería  pueda  hacerse  con  el  tiempo  émula  peli- 
grosa dé  la  Sociedad  de  Agricultura.  Por  el  contrario,  estamos 
ciertos,  que  se  considerarán  como  hermanas  i  se  auxiliarán 
nmtuamente,  teniendo  presente  que  ambos  ram'os  son  igual- 
monte  importantes  en  este  país,  por  su  naturaleza  i  acción 
sobre  la  riqueza  pública,  i  tan  íntimamente  ligados  entre  si, 
que  no  podrá  suponerse  la  prosperidad  del  uno  sin  la  del  otro, 
i  viceversa.  Tales  son  al  menos  las  miras  de  los  que  se  propo- 
nen el  establecimiento  de  la  Sociedad  de  Minería,  i  podemos 
asegurar  que  los  fundadores  de  la  de  agricultura,  aunque 
considerasen,  al  formar  sus  estatutos,  que  el  ramo  de  la  mi- 
nería podia  ser  comprendido  estrictamente  entre  los  objetos 
que  tenían  en  vista,  se  abstuvieron  de  incluirlo  expresamente 
bajo  la  impresión  do  que  una  sociedad  especial  de  minería  era 
tan  iini>ortante  como  la  de  agricultura,  i  que  no  tardaría  en 
establecerse,  si  prosperaba  ésta. 

Ahora  no  puede  dudarse  que  haya  llegado  este  caso;  i  solo 
nos  resta  exhortar  a  los  fundadores  de  la  Sociedad  de  Minería 
a  que  den  cuánto  antes  principio  a  su  organización  i  trabajos. 
Entro  tanto,  estamos  autorizados  para  ofrecerles  la  mas  decidida 
protección  del  gobierno;  i  no  deben  dudar  que  las  columnas  de 
aste  papel  les  estarán  siempre  abiertas,  i  que  contribuiremos 
con  nuestros  humildes  esfuerzos  al  mejor  éxito  de  tan  laudable 
empresa. 

íArRucnnos,  Años  de  l«3r).  183?^  i  184!.) 


ÍNDICE 


Pajina 

Introducción v 

Del  ritmo  i  el  metro  de  los  «inti^uon 1 

Del  ritmo  latino-bárbaro 19 

Del  ritmo  acentual  i  do  las  principales  especies  de  versos  en  la 

poesía  moderna 31 

La  niMA. — I.  Sobre  el  oríjen  de  la  rima 49 

II.  De  la  aliteración 57 

III.  De  la  rima  propiamente  dicha 60 

IV.  Sobre  el  asonante  o  rima  vocal 60 

Romances  del  ciclo  Carlovinjio  .          91 

Romances  derivados  de  las  tradiciones  británicas  i  armorioanas.  H7 
Sobre  el  oríjen  de  las  varias  especies  de  verso  usadas  en  la  poe- 
sía moderna 1 49 

Sobre  el  estudio  de  las  ciencias  naturales.             1 09 

Sobre  la  utilidad  de  un  curso  especial  de  química  aplicado  a  la 

industria  i  a  la  agricultura 173 

Escuelas  dominicales  i  de  adultos 1H7 

Teatro ÍOI 

Educación "213 

Fomento  del  estudio  de  las  ciencias  Tísicas  i  matoni:Uicas  .     .     .  223 

Reformas  necesarias "2*29 

Instituto  de  Coquimbo ^i\\ 

Aniversario  de  la  victoria  de  Chacabuco í  U 

Hospitales *2:»3 

Escuela  Normal *2r»9 

La  acción  del  gobierno *271 

Establecimiento  do  la  universidad  de  Chile *277 

El  gobierno  i  la  sociedad *2H3 

Educación  popular \M9 

Discurso  pronunciado  en  la  instalación  do  la  universidad  do  (Mu- 
lo ol  dia  17  de  setiembre  de  1843 303 


484  tNTucK 

Vias  do  comunicación.  : 3i9 

Uniformidad  de  medidas  i  pesos.  Bases  dol  sistema  métrico  de- 
cimal, historia  de  su  oríjen  i  ventajas  que  presenta.     .     .     .     337 

Discurso  pronunciado  por  el  rector  pe  la  universidad  de  Chile 

en  el  aniversario  solemne  de  29  de  octubre  de  1848.     .     .     .     353 

Memoria  presentada  al  consejo  de  la  universidad  en  sesión  de 

11  de  marzo  de  1854 399 

Memoria  que  el  rector  de  la  universidad  debió   presentar  ante 

esta  corporación  en  i  859 433 

La  asociación  en  Chile 467 


^ 


STANFORD  UNIVERSITY 

UBRARY 

Stimf  ordt  Califomia