Skip to main content

Full text of "Obras de sta. Teresa de Jesús"

See other formats


LIBRARY  OF 
WELLESLEY  COLLEGE 


PURCHASED  FROM 
LIBRARY  FUNDS 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2009  with  funding  from 

Boston  Library  Consortium  Member  Libraries 


http://www.archive.org/details/obrasdestateresa03tere 


BlBUPlECA  MI5irCA  Q^RMEIÍIaNA 


OBRAS  DE  STñ.  TERESA  DE  JESÚS 


BIBLIOTECA     MÍSTICA     CARMELITANA 


—  3 


OBRAS 


DE 


STR.  TERESA  DE  JESÚS 

EDITADAS    Y    ANOTADAS    POR   EL 

P.  SILVERIO  DE  SANTA  TERESA,  C.  D. 


TOMO     III 


CAMINO  DE  PERFECCIÓN 


BURGOS: 

Tipografía  de  «El  Monte  CflRMELO> 

1916. 


L.f 


ES    PROPIEDAD 


1.  '*".^' 


APROBACIONES 


Imptími  potest: 

Fr.  Ez€chiel  a  S.  C.  Jesu,  Provincialis 

Prov.  S.  Joachim  Navarrae. 


Imprimatut: 

f  JosEPHüs,  Archp.  Burgensis. 


INTRODUCCIÓN  AL  PATERNÓSTER 


R  los  ruegos  amorosos  y  persistentes  de  las  carmelitas  del  primitivo 
convento  de  San  José  de  iflvila,  se  debe  len  primer  lugar  est€  libro,  y 
también  al  aventajado  teólogo  dominico  y  afortunado  director  espi- 
ritual de  Santa  Teresa,  Fr.  Domingo  Báñez,  que  le  mandó  en  obediencia 
satisficiese  las  cariñosas  exigencias  de  sus  hijas  las  Descalzas.  Tenían 
éstas  conocimiento  del  Libro  de  la  Vida,  y  aunque  ninguna  de  ellas, 
probablemente,  le  había  leído,  barruntaban,  sin  embargo,  con  sobrado 
fundamento,  que  contenía  enseñanzas  muy  útiles  y  elevadas  de  perfec- 
ción religiosa,  de  las  cuales  querían  aprovecharse.  Con  todo,  parecía  in- 
discreto dárselo,  por  contener  noticias  de  la  vida  de  la  madre  que  por 
el  momento  no  era  oportuno  conociesen  sus  hijas.  No  había  más  me- 
dio, de  no  negarse  rotundamente  a  tan  insistentes  y  razonables  peti- 
ciones, que  atravesar  el  vado,  tomar  la  pluma,  y  escribir  un  libro 
nuevo,  que,  sin  inconvenientes  de  ningún  género,  pudiesen  leer  las  re- 
ligiosas. Esto  es  lo  que,  con  otras  palabras,  nos  dice  la  Santa  en  el 
prólogo  que  al  libro  puso. 

El  pensamiento  capital  de  ella  en  este  escrito,  es  aficionar  a  sus  hi- 
jas a  la  oración,  medio  eficacísimo  de  virtud.  R  conseguirlo  ordena  todos 
los  capítulos  de  que  la  obra  consta.  Comienza  en  el  primero  declarando 
la  razón  motiva  que  le  indujo)  a  fundar  el  primitivo  convento  reformado 
de  Carmelitas  Descalzas,  que  fué  aminorar  en  lo  posible  los  malos 
efectos  y  grandes  estragos  que  la  Reforma  protestante  hacía  en  Fran- 
cia, principalmente,  y  dentro  del  alcance  limitado  de  sus  fuerzas,  po- 
ner dique  de  contención  al  desbordamiento  de  apetitos  desbocados,  que 
por  todas  partes  surgieron  amenazadores  al  grito  de  libertad,  dado 
en  los  países  germánicos,  y  repetido  en  otros  muchos  de  la  Cris- 
tiandad,  produciendo   a   la   Iglesia   dolorosas   mutilaciones  y   desgarros. 

Considerando  admirable  freno  de  pasiones  la  vida  pobre  y  humilde, 
encomia  las  ventajas  de  la  pobreza,  y  aconseja  a  sus  hijas  la  observen 
en  pleno  rigor,  y  hasta  los  edificios  desea  que  sean  pobres,  y  a  ¡modo 
de  humilde  sobreveste  que  oculte  a  los  profanos  las  galas  espléndidas 
de  vida  interior  con  que  deseaba  verlas  adornadas.  Ya  que  las  chozas 


Vni  INTRODUCCIÓN 

miserables  y  los  palacios  majestuosos  han  de  caerse  igualmente  el 
día  del  juicio,  no  quiere  que  los  conventos  de  sus  monjas  hagan  estré- 
pito en  aquel  último  g  temeroso  derrumbamiento  de  todo  lo  existente. 

Exhorta  también  a  sus  hijas  muy  encarecidamente  encomienden  a 
Dios  a  los  que  han  de  defender  la  Iglesia  de  Cristo,  que  son,  según 
ella,  los  predicadores  y  teólogos,  para  que  adquieran  grande  caudal 
de  letras  y  virtud  y  estén  enriquecidos  con  las  buenas  partes  que  para 
tan  alta  y   difícil  empresa  son  menester  (capítulos  I-IV). 

Introducción  o  preámbulo  al  libro  pudiéramos  llamar  lo  dicho  has- 
ta aquí  por  la  Santa.  Para  llevar  a  feliz  coronamiento  el  vasto  plan 
que  acaba  de  exponer,  propone  como  instrumento  definitivo  de  ayuda 
la  guarda  cabal  de  la  Regla,  Constituciones  y  santas  costumbres,  ñu- 
tes de  hablar  de  la  oración,  trata  de  tres  cosas  que  estima  necesarias 
para  las  que  desean  tenerla,  es  a  saber:  «amor  de  unas  con  otras», 
«desasimiento  de  todo  lo  criado>  y  «verdadera  humildad»,  que  aun- 
que la  cita  a  la  postre,   «es  la  principal  y  las  abraza  todas». 

Discurre  luego  minuciosamente  acerca  del  amor  que  han  de  te- 
nerse las  religiosas,  dando  lo  que  pudiéramos  llamar  recetas  de  medi- 
cina casera,  sumamente  útiles,  como  podía  esperarse  de  quien  tan 
perfecto  conocimiento  poseía  de  esa  peculiar  psicología  femenina,  que  en 
los  claustros  se  enriquece  con  nuevos  matices,  observados  y  señalados 
con  gran  perspicacia  de  ingenio  por  la  insigne  Doctora.  No  son  fruto 
de  alta  especulación  mental,  sino  más  bien  de  una  experiencia  ma- 
dura, los  hechos  que  observa  y  los  consejos  conforme  a  los  cuales 
ha  de  regularse  este  amor  mutuo,  que  siendo  bueno,  fomenta  la  ca- 
ridad, y  siendo  parcial  y  demasiado  sensible,  introduce  bandillos  en 
las  comunidades,  de  resultados  funestísimos  para  la  paz  y  ejercicio 
de  las  virtudes. 

También  discurre  muy  discretamente  acerca  del  amor  que  puede 
y  debe  tenerse  a  los  confesores,  los  peligros  que  en  él  hay,  y  cómo 
ha  de  ejercitarse  la  religiosa  en  esto,  para  que  en  vez  de  ser  incentivo 
de  virtud  y  allegamiento  más  estrecho  a  Dios,  sea  causa  de  continua 
inquietud  de  conciencia  y  de  innumerables  males  que  de  él  se  derivan. 
Delicada  y  muy  quebradiza  doctrina  es  ésta,  que  las  almas  no  deben 
pasar  de  ligero;  antes  harán  muy  bien  en  estudiarla  y  entenderla 
con  aquella  austeridad,  sobriedad  y  alteza  de  miras  que  seguramente 
tenía  la  Santa  al  declararla.  Interpretarla  de  modo  menos  rígido  y 
con  mayor  dilatación  de  criterio,  sería  malísimo;  y  allí  donde  pensá- 
bamos hallar  triaca,  pudiéramos  encontrar,  por  desarreglos  de  inteli- 
gencia  y    debilidades   de   corazón,    veneno    oculto,    pero    activísimo. 

Poco  fecundas,  o  completamente  estériles,  habrían  de  resultar  la 
parsimonia   y   discreta   medida  en   los   afectos   de   unas   con   otras,   si 


INTRODUCaON  IX 

se  amasen  demasiada  a  sí  propias,  por  lo  que  comienza  a  tratar  del 
desasimiento  de  todo  lo  criado:  deudos  y  parientes,  mundo  y  honra, 
pero  sobre  todo,  de  sí  mismas,  triunfo  este  último  harto  costoso  de 
alcanzar.  En  su  conseguimiento  entra  por  mucho  la  humildad,  porque 
ya  se  comprende  que  es  difícil,  propendiendo,  como  propendemos,  a 
una  estimación  exagerada  del  propio  valer,  tener  ajustada  idea  de 
nosotros  mismos  hasta  tanto  que  la  humildad,  que  en  resumidas  cuen- 
tas no  es  más  que  la  verdad,  según  pensamiento  profundo  de  la  mís- 
tica Doctora,  nos  dé  la  valoración  exacta  de  nuestras  prendas  y  de 
nuestros  méritos.  Señoras  de  todo  lo  criado,  emperadoras  del  mundo, 
y  libradoras  de  todos  los  enredos  diabólicos,  llama  Santa  Teresa  a 
estas  tres  virtudes:  caridad  fraterna,  desasimiento  de  todo  lo  criado  y 
humildad.  Y  a  fe,  que  quien  las  practique  con  la  perfección  con  que 
se  exponen  en  estos  capítulos,  adquirirá  aquel  señorío  imperatorio  sobre 
todo  lo  criado  que  en  ellos  tanto  se  pondera,  propio  de  almas  grandes, 
de  almas  reales,  como  la  Santa,  con  afortunado  vocablo,  las  llama.  Sinte- 
tizando toda  la  doctrina  expuesta  en  estos  capítulos,  diremos  con  su 
autora,  que  el  espiritual  ha  de  procurar  que  su  voluntad  no  sea  es- 
clava de  nadie,  «sino  del  que  la  compró  por  su  sangre»  (capítulos  V-XV). 

Temple  admirable  dan  ai  ¡espíritu  estas  tres  virtudes  para  entrar  ya 
de  lleno  y  a  paso  tirado  por  las  vías  de  la  oración  y  contemplación 
perfecta.  Comienza  la  Santa  a  declararlas  con  la  graciosa  compara- 
ción del  ajedrez,  a  fin  de  dar  por  su  medio  jaque  y  mate  al  rey 
del  amor,  Jesús.  Seduce  a  muchas  almas  la  vida  de  los  contempla- 
tivos, engañadas,  sin  duda,  por  la  concepción  incompleta  y  errónea  de 
las  inefables  delicias  místicas  en  que  los  creen  perennemente  sumidos. 
Contra  tal  idea  protesta  la  Santa,  y  asienta  en  firme  que,  por  regla 
general,  en  manera  alguna  se  llega  a  la  dulce  unión  con  el  ñmado, 
si  no  es  mediante  el  ejercicio  de  virtudes  grandes,  las  cuales  no  se 
adquieren  sin  constantes  y  muy  prolijos  sacrificios  y  vencimientos. 
Sólo  por  excepción,  y  transitoriamente,  concede  Dios  regalos  de  con- 
templativos a  almas  ruines,  para  aficionarlas  por  ellos  a  la  virtud  y 
tomarlas   a  vida  más  fervorosa. 

Y  aquí  plantea  la  Santa  una  difícil  cuestión,  que  ha  dado  no  poco 
que  discurrir  a  los  escritores  de  Teología  mística.  ¿Puede  una  alma 
en  pecado  grave  tener  contemplación  sobrenatural?  R  primera  vista, 
leyendo  el  capítulo  XVI  de  leste  libro  de  Santa  Teresa,  parece  que  sí, 
aunque  rara  vez  y  por  breves  instantes.  Sin  embargo,  en  el  autógrafo 
que  se  venera  en  El  Escorial,  lo  niega  expresamente,  declarando  que 
por  almas  ruines  no  entiende  a  las  gravadas  con  culpa  mortal,  sino  a 
las  tibias,  o  poco  fervorosas,  que  con  facilidad  caen  en  faltas  veniales. 
No  puede  creer  esta  inteligencia  extática  que  Dios  se  junte  a  un  alma  su- 


X  INTRODUCCIÓN 

cia,  y  ique  la  limpieza  idc  los  ciclos  se  deleite  con  ella.  Entendemos  que, 
en  este  caso,  el  autógrafo  escurialense  refleja  con  más  diafanidad 
que  el  valisoletano  el  pensamiento  de  la  Santa;  y  como  no  nos 
resignamos  a  ver  contradicción  en  la  insigne  escritora  en  punto  tan 
capital  de  doctrina  mística,  forzoso  es  concluir,  que,  a  pesar  de  al- 
gunas frases  que  pudieran  inducir  a  la  persuasión  de  que  Santa  Te- 
resa admite  la  posibilidad,  y  aun  el  hecho,  de  que  un  alma  en  des- 
gracia de  Dios  pueda,  con  todo,  gozar  de  la  contemplación,  no  es 
ésa  la  genuina  y  verdadera  inteligencia  de  sus  palabras.  Con  esto  se 
evitan  las  disquisiciones  sutiles  y  revesadas  de  algunos  teólogas  a  fin  de 
explicar  la  aparente  afirmación  teresiana,  y  no  hay  razón  para  separar 
a  la  Doctora  de  Avila  de  la  opinión  general  de  los  místicos,  que  niegan 
la  contemplación  propiamente  dicha  a  las  almas  en  pecado  mortal. 
Para  ver  la  solidez  de  este  común  sentir,  nos  bastaría  examinar  la  na- 
turaleza de  la  contemplación  mística,  pero  esto  excede  los  límites  de 
un  preámbulo,  y  además  puede  estudiarse  en  cualquier  obra  de  las  mu- 
chas y  muy  buenas  que  se  han  escrito  sobre  esta  difícil  ciencia   (1). 

R  seguida  de  esta  cuestión,  propone  otra  la  Santa,  que  también 
ha  tenido  largos  y  opuestos  comentarios,  sin  que  hasta  el  día 
hayan  logrado  unimismarse  las  opiniones  de  los  místicos  acerca  de 
ella.  ¿Pueden  todas  las  almas  llegar  a  contemplación?  ¿Es  dable  sin 
ella  ganar  las  altas  cimas  de  la  perfección  cristiana?  ¿Los  siervos 
de  Dios,  canonizados  por  la  Iglesia,  han  sido  necesariamente  con- 
templativos? ¿Beatifica  la  Iglesia  a  quien,  en  una  forma  u  otra,  no 
haya  gozado  las  dulzuras  de  la  contemplación?  Estas  y  otras  cues- 
tiones análogas,  que  formulan  los  tratadistas  místicos,  hallarán  luz 
intensa  en  el  capítulo  XVII  tie  este  libro,  además  de  lo  que  sobre 
la    misma    materia   enseña   en    otras    partes    de    sus    obras. 

De  nuevo  se  encara  Santa  Teresa  con  los  que  creen  que  los  con- 
templativos   no    sufren,    sino    que    están    continuamente    regalándose   en 


1  Véase  el  capítulo  XVI,  nota  cuarta,  p.  75.  El  P.  Honorato  de  S.  María,  C.  D.,  contes- 
tando a  un  teólogo  que  sostenía  la  posibilidad  de  la  contemplación  de  un  alma  en  pecado,  dice: 
Las  únicas  palabras  que  parecen  favorecer  algo  esta  opinión,  son  éstas  del  capítulo  XVI  del  Ca- 
mino  de  Derfección.-  Quiero,  pues,  decir,  que  algunas  veces  querrá  Dios,  a  personas  que  estén 
en  mal  estado,  hacerles  tan  gran  favor  para  sacarles  por  este  medio  de  las  manos  a  el  demo" 
nio.  Pero  no  entiende  la  Santa  por  estas  palabras,  que  coexista  el  estado  de  pecado  mortal  con 
el  de  contemplación,  sino  que  antes  de  levantar  a  estas  personas  a  estado  contemplativo,  se  ha- 
llaban en  pecado,  jj  por  efecto  de  la  bondad  inñnita  de  Dios,  son  libradas  de  él,  en  virtud  del 
acto  mismo  de  contemplación,  ei  cual  va  acompañado  de  intenso  amor  divino,  que  es  lo  que 
llama  ella  fervor  grande.  Para  convencerse  de  que  éste  es  el  verdadero  sentir  de  la  Santa, 
basta  reflexionar  las  palabras  que  siguen,  las  cuales  lo  dan  bien  claramente  a  entender:  para  sa- 
carles por  este  medio  de  las  manos  del  demonio.  Porque  es  evidente  que  aquí  no  intenta  otra 
cosa  que  declarar  cómo  se  sirve  Dios  del  medio  extraordinario  de  la  contemplación  para  sacar 
las  almas  del  pecado  g  admitirlas  a  su  gracia,  al  modo  como  lo  hizo  con  San  Pablo,  que  en  un 
momento  lo  transformó  de  perseguidor  en  apóstol»,  (Tradition  des  Peres  sur  la  contemplation. 
part.  III,  diss.  7,  prop.  XIX). 


INTRODUCCIÓN  XI 

Dios.  Sufren  más  que  los  activos,  porque,  como  la  misma  Santa  dice, 
creer  que  Dios  «admite  a  su  amistad  estrecíia  gente  regalada  y  sin 
trabajos,  es  disbarate».  Recordando  la  doctrina  expuesta  en  el  capí- 
tulo XIX  del  Libro  de  la  Vida,  da  diversos  consejos  para  el  ejer- 
cicio de  la  oración,  valiéndose  de  símiles  tomados  del  agua  (la  Santa 
era  muy  aficionada  a  ellos  por  el  dulce  pasaje  de  la  Samaritana  en  el 
pozo  de  Jacob),  consuela  a  los  que  no  pueden  discurrir  con  el  entendi- 
miento, enseña  cómo  ha  de  rezarse  vocalmente  y  juntar  esta  oración  con 
la  mental,  y  termina  aconsejando  a  los  que  padecen  de  arideces  en  la 
oración,  se  representen  a  Jesús  dentro  del  almai;  y  miren  cabe  sí  a  su 
dulcísimo  Maestro,  consideración  transcendental  y  favorita  de  la  gran 
contemplativa    abulense    (capítulos    XVI -XXVI). 

Para  hacer  más  asequible  y  entendedera  su  doctrina  sobre  el 
modo  de  orar  mental  y  vocalmente,  pone  una  admirable  glosa  al 
Paternóster  u  oración  evangelical,  como  la  Santa  le  llama,  que  en  re- 
galados y  muy  devotos  comentarios  a  cada  palabra  o  frase  de  ella, 
explica  la  oración  de  recogimiento,  de  quietud  y  de  unión,  no  con 
la  extensión  que  en  la  Vida  y  las  Moradas,  pero  sí  con  la  misma 
elevación  de  pensamiento,  efusión  de  corazón,  profundidad  de  doc- 
trina y  hermosura  de  metáforas  o  comparaciones.  Léase,  por  ejem- 
plo, el  símil  dulce  y  candoroso  de  la  madre  que  arroja  la  leche  sobre 
la  boquita  de  su  niño  para  regalarle  sus  labios,  sin  ningún  trabajo 
suyo  (c.  XXXI),  con  que  da  a  entender  el  estado  del  alma  en  la 
oración  de  quietud,  que  constituye  una  de  las  más  hermosas  y  expre- 
sivas declaraciones  que  acerca  de  este  grado  de  contemplación  han 
podido  darse  en  libro  alguno  de  vida  interior. 

El  comento  a  las  palabras  «el  pan  nuestro»,  es  otra  de  las  pá- 
ginas más  cálidas  y  sugestivas  que  se  han  escrito  acerca  del  Sa- 
cramento del  ñmor.  Leyéndola,  parece  que  se  siente  calor  eucarístico, 
y  como  que  transciende  de  ella  un  perfume  de  banquete  regio  y  se 
saborean  viandas  condimentadas  por  serafines.  ¡Qué  diferencia  del  vi- 
gor de  expresión  y  fuego  que  pegan  estas  palabras  al  lector,  a  las 
desmayadas,  forzadas  e  insulsas  ponderaciones  eucarísticas  que  se  leen 
en  tantos  libros  modernos!  Es  imposible  que  las  plumas,  por  bien 
cortadas  que  parezcan,  irradien  calor,  si  primero  no  se  han  puesto 
al  rojo  en  este  horno  de  amor  divino  (1). 


1  Algo  extraño  nos  parece  hoy  lo  que  dice  a  continuación  de  esto,  acerca  de  la  ambición 
desaforada  que  se  advertía  en  algunos  monasterios  por  las  prelacias,  cátedras^  dignidades  y  otras 
honras  mundanas,  de  las  que  hacían  tanto  caudal  en  tiempo  de  S.  Teresa,  que  frecuentemente 
se  enredaban  en  pleitos  interminables  y  ridículos.  Santa  Teresa  fustiga  en  este  capítulo,  con  du- 
reza e  irónicamente,  la  pueril  y  fatua  ostentación  de  tales  cosas,  que  tan  mal  sientan  a  personas 
consagradas  a  Dios,  cuyo  principal  intento  debe  ser  imitar  a  Jesús  humilde  y  mortificado. 


XII  INTRODUCCIÓN 

flntcs  de  terminar  sus  piadosos  comentarios  sobre  el  Padrenuestro, 
hace  en  el  capítulo  XXXVIII  una  síntesis  muy  hermosa  de  su  ex- 
celencia y  utilidad  espiritual.  «De  tal  manera,  afirma,  podemos  decir 
esta  oración,  que,  como  entienda  no  nos  queda  doblez,  sino  que  hare- 
mos lo  que  decimos,  nos  deje  ricas».  Con  mucha  extensión  habla  de 
los  peligros  de  tentación  a  que  están  expuestos  los  espirituales,  si  no 
proceden  con  humildad  y  cordura,  ya  por  presunción,  confiando  en 
virtudes  que  no  poseen,  o  no  las  tienen  en  aquel  grado  de  solidez 
que  se  necesita  para  resistir  los  embates  del  enemigo,  ya  por  en- 
cogimiento y  extremos  de  dolor  mal  entendido  que  el  demonio  pone 
a  ciertas  almas  sobre  ila  gravedad  de  sus  pecados,  sugiriéndoles  un 
pesimismo  feroz  y  desesperado,  ñ  las  que  propenden  a  engreimien- 
tos ampulosos  por  algunos  favores  espirituales  que  en  sí  experimentan, 
les  aconseja  que  «en  principio  y  fin  de  oración,  por  subida  contem- 
plación que  sea,  siempre  acaben  en  propio  conocimiento;  y  a  las  en- 
gañadas con  una  humildad  inquieta,  desconcertada  y  arbolaria,  les 
exhorta  a  confiar  en  la  misericordia  divina,  que  jamás  desampara  a  los 
verdaderos  humildes. 

Finalmente,  encomienda  a  los  contemplativos  el  amor  y  temor  de 
Dios,  dos  castillos  roqueros,  según  Santa  Teresa,  contra  los  cuales  se 
estrellan  las  más  furiosas  acometidas  de  los  enemigos  del  alma,  y 
termina  suplicando  a  Dios,  con  las  últimas  palabras  del  Padrenuestro, 
aparte  de  sus  hijas  y  de  todas  las  almas  de  vida  interior,  los  males 
y  peligros  de  que  se  ven  rodeadas  en  esta  vida,  hasta  alcanzar  la 
otra,  donde  no  hay  más  que  paz  y  gozo  en  Jesucristo  (capítulos 
XXVII-XLII). 

Tal  es,  en  breve  suma  expuesto,  el  argumento  de  este  libro,  el 
más  comprensible  de  los  escritos  por  la  Santa  y  cuya  utilidad  se 
extiende  a  mayor  número  de  personas.  Es  también  el  más  ascético, 
tomada  en  su  verdadero  y  riguroso  sentido  esta  palabra,  que  se  di- 
ferencia no  poco  de  la  mística  propiamente  dicha.  Mística  y  muy 
subida  contienen  algunos  capítulos,  como  los  que  tratan  de  los  grados 
de  oración  de  recogimiento,  quietud  y  unión,  pero  en  los  demás  pre- 
domina el  elemento  ascético,  a  diferencia  de  Las  Moradas,  que  es 
casi  exclusivamente  místico.  Tomando  no  pocas  ideas  emitidas  ya  en 
su  Autobiografía,  les  da  en  el  Camino  de  Perfección  un  carácter  más 
familiar  y  práctico,  por  lo  mismo  que  las  expone  en  forma  menos 
subjetiva,  y  mirando,  no  tanto  a  sí  misma,  cuanto  a  sus  hijas  las 
Carmelitas  Descalzas.  Esta  consideración  le  obliga  a  descender  a  por- 
menores de  virtud  y  observancia  regular,  que  parecen  nimios,  y  no  lo 
son,  sino  de  suma  utilidad  para  las  religiosas,  cuya  condición,  virtudes 
y  flaquezas  conoció  la  Santa  como  ninguno.  De  esta  suerte,  por  modo 


INTRODUCCIÓN  XIII 

hábil  y  provechoso,  entremezcla  los  preceptos  rudimentarios  y  elemen- 
tales de  la  vida  religiosa,  que  expone  con  la  misma  claridad  y  llaneza 
que  cualquier  tratado  clásico  de  ejercicios  de  perfección  cristiana,  a 
las  enseñanzas  más  encumbradas  de  la  obscura,  divinísima  y  nunca 
bien  aprendida  ciencia  mística. 


DOS  AUTÓGRAFOS  DEL  CAMINO  DE  PERFECCIÓN 

Autógrafo  de  El  Escorial. — Dos  veces  escribió  Santa  Teresa  el 
Camino  de  Perfección,  o  Paternóster,  como  ella  le  denomina,  el  cual 
comenta  devotamente  desde  el  capítulo  XXVII  hasta  el  fin.  Por 
fortuna,  ambos  escritos  se  conservan  en  muy  buen  estado.  El  más 
antiguo,  en  el  monasterio  de  San  Lorenzo  el  Real,  y  el  segundo  en 
el  convento  de  Carmelitas  Descalzas  de  Valladolid.  Queda  dicho  en 
los  Preliminares  (t.  I,  págs.  lxxii-lxxiv)  cómo  Felipe  II,  por  los  años 
de  1592,  pidió  y  obtuvo  para  la  magnífica  biblioteca  que  estaba  for- 
mando en  El  Escorial,  algunos  autógrafos  de  Sta,  Teresa,  entre  ellos 
el  primer  manuscrito  original  del  Paternóster.  Tiene  éste  ciento  cin- 
cuenta y  tres  hojas,  de  215  por  155  milímetros,  y  foliación  arábiga, 
la  cual  no  es  de  la  Santa,  que  siempre  paginaba  con  números  romanos, 
y  está  encuadernado  en  tisú  amarillo  floreado.  La  filigrana  del  papel, 
es  un  corazón,  que  lleva  en  el  centro  una  cruz,  y  a  los  lados  dos 
letras,  que  bien  pudieran  ser  la  F  y  la  M  (1).  La  primera  de  las 
tres  hojas  en  blanco  que  vienen  al  principio  del  autógrafo,  trae  este 
título,  que  no  es  de  letra  de  Santa  Teresa:  Tratado  del  Camino  de  Per- 
fectión.  Comienza  escuetamente  por  el  prólogo,  porque  tanto  el  tí- 
tulo del  libro  como  su  argumento  general,  que  han  venido  publicándose 
en  las  ediciones  de  estas  obras,  están  tomados  del  autógrafo  valiso- 
letano, y  la  humilde  protestación  de  fe  o  sujeción  de  doctrina  a 
la  Santa  Iglesia  Romana,  fué  dictada  por  la  Santa  para  la  edición 
que  de  este  libro  hizo  en  Evora  D.  Teutonio  de  Braganza,  y  se  lee 
en   el   códice  de  Toledo,   de   que  luego   hablaremos. 

El  texto  del  Camino  de  Perfección  no  tiene  división  de  capítulos. 
Únicamente  indica  la  Santa,  entre  líneas,  el  lugar  donde  ha  de  ha- 
berlo, menos  el  primero,  al  que  puso  título  completo.  Los  epígrafes 
se  hallan  al  fin  del  autógrafo  en  seis  hojas,  del  mismo  tamaño  que 
el  libro,  pero  no  de  escritura  de  la  Santa,  a  excepción  de  dos  (2),  si 
bien  fueron  dictados  por  ella  a  alguna  de  sus  hijas;    porque  la  letra 


1  D.  Vicente  de  la  Fuente  cree  que  son  el  alpha  h  omega  del  alfabeto  griego. 

2  Los  conespondientes  a  los  capítulos  LVI  y  LVII. 


XIV  INTRODUCCIÓN 

es  de  aquel  tiempo,  y  de  mujer,  y  conforman  casi  literalmente  con 
los  que  más  tarde  puso  al  autógrafo  de  Valladolid  su  propia  autora. 
Según  este  índice,  el  libro  consta  de  setenta  y  tres  capítulos,  número 
que  discrepa  algo  con  el  de  las  indicaciones  de  ellos  puestas,  como  es 
dicho,  por  la  misma  Santa  dentro  del  texto.  Fácil  es  advertir  en  esto 
su  colocación  precipitada,  hecha  a  media  vista,  como  quien  dice,  aun- 
que no  completamente  al  azar;  por  lo  que  es  indispensable,  para  la 
distribución  segura  de  capítulos,  seguir  el  índice  con  la  ayuda  del 
atógrafo   valisoletano. 

El  texto  tiene  bastantes  enmiendas  y  tachaduras,  las  más  de  la  mis- 
ma Santa,  que  suele  borrar  las  palabras  de  forma  que  hace  muy  difícil 
su  lectura,  y  lalgunas  completamente  imposible  (1).  Ninguna  de  las  fra- 
ses borradas  pasó  al  autógrafo  de  Valladolid,  señal  evidente  que  lo 
fueron  por  ella,  o  al  menos  ella  aprobó  la  omisión  al  no  trasladar- 
las. Las  acotaciones  y  ¡notas  de  manos  extrañas,  son  más  raras  que  en 
otros  autógrafos  suyos,  y  de  escasa  importancia.  Esto  se  explica,  tal 
vez,  por  la  nueva  redacción  que  de  él  hizo,  la  cual  destinó  ella  para 
sus  conventos  y  para  la  estampa;  así  que,  ésta  de  El  Escorial  debió 
de  andar  en  pocas  manos,  y  no  tuvo  que  soportar  el  minucioso  y  no 
siempre  acertado  examen  que  los  demás  manuscritos  de  la  santa  Doc- 
tora. La  mayor  parte  de  las  correcciones  y  notas,  por  no  decir  todas, 
son  del  P.  García  de  Toledo,  a  quien  ya  conocen  nuestros  lectores,  con- 
fesor de  la  Santa,  y  uno  de  los  que,  a  petición  de  ella,  examinaron  este 
libro,  como  luego  veremos  hablando  de  una  nota  que  se  lee  en  la 
copia  que  de  este  escrito  guardan  las  Carmelitas  Descalzas  de  Santa 
Teresa,  de  Madrid.  Los  subrayados  de  frases  son  pocos  en  compara- 
ción de  los  que  hizo  la  propia  autora  en  el  manuscrito  de  Valladolid. 
En  cambio,  son  bastante  numerosas  las  líneas  tiradas  a  lo  largo  del 
margen  interior  o  exterior  de  los  folios,  a  manera  de  llaves  o  cor- 
chetes, que  abarcan,  por  lo  regular,  párrafos  enteros. 

¿Qué  año>  escribió  Santa  Teresa  el  primer  autógrafo  del  Paternós- 
ter? Nada  se  halla  len  este  libro  por  donde  se  pueda  rastrear  la 
fecha  precisa  en  que  se  compuso.  Es  cierto  que  lo  escribió  en  su 
primitivo  convento  de  San  José  de  Avila,  y  para  edificación  y  en- 
señanza de  aquellas  religiosas.  Sábese,  sin  embargo,  que  es  posterior 
en  poco  a  su  Autobiografía,  como  lo  persuaden  estas  palabras  del 
prólogo:  «Pocos  días  ha  escribí  cierta  relación  de  mi  vida».  Este  escri- 
to, como  ya  dejamos  apuntado  (t.  I,  p.  cxix),  fué  terminado  en  los  últi- 
mos meses  de  1565.  Atendiendo  sólo  a  estas  noticias,  diríamos  que  Santa 
Teresa  comenzó  el  Camino  de  Perfección  a  fines  de  este  mismo  año. 


1      Todas  se  darán  a  conocer  en  sus  propios  lugares. 


INTRODUCCIÓN  XV 

Ningún  reparo  habría  que  poner  a  esta  afirmación  si  en  una 
copia  que  se  guarda  en  las  Carmelitas  Descalzas  de  Salamanca,  co- 
rregida por  la  misma  Santa,  no  se  leyese,  al  fin  de  ella,  una  nota 
que  contradice  estos  cálculos  de  cronología.  Dice  así  la  nota,  de  la 
misma  letra  que  lo  restante  del  códice:  «Escribióse  este  libro  año 
de  sesenta  y  dos,  digo  de  mil  y  quinientos  y  sesenta  y  dos».  R  con- 
tinuación añade  la  Santa  unas  líneas,  y  nada  dice  de  la  fecha  se- 
ñalada por  el  copista  a  la  composición  del  autógrafo.  Pero  el  silencio  de 
Santa  Teresa,  no  debe  considerarse  como  aprobativo  de  la  nota,  ya 
que  no  solía  reparar  gran  cosa  en  puntualización  de  fechas,  y  es  im- 
posible conciliaria  con  los  primeros  capítulos  del  libro,  que  suponen 
la  comunidad  bien  asentada  ya,  g  con  trece  religiosas.  San  José 
de  ñvila  no  debió  de  contar  este  número  de  monjas  hasta  bien  en- 
trado el  año  de  1563,  en  que  tomaron  el  hábito  María  de  San  Je- 
rónimo e  Isabel  de  Santo  Domingo.  Por  lo  menos  hasta  fines  de  este 
año,  no  parece  pudo  comenzar  la  Santa  este  libro.  Si  se  tienen  en 
cuenta,  además,  las  palabras  ya  transcritas  del  prólogo,  que  indican 
comenzó  el  Camino  de  Perfección  apenas  hubo  terminado  la  Autobiografía, 
y  no  pudiendo  referirse  a  la  primera  redacción  de  ella  (1562),  porque 
aun  no  había  en  San  José  las  trece  religiosas  que  asegura  en  el  ca- 
pítulo VI  del  autógrafo  de  El  Escorial,  habrá  que  retrasar  la  fecha 
de  composición  hasta  fines  de  1565,  en  que  dio  cima  al  Libro  de  la 
Vida,   fecha  que,  si  no  cierta,  tenemos  por  muy   probable   (1). 

Autógrafo  de  VaLladolid. — Escrito  primeramente  el  Camino  de  Per- 
fección para  sus  religiosas  de  Avila,  emplea  un  lenguaje  más  familiar, 
sencillo  y  casero  que  en  las  demás  obras.  Cuando  comenzó  ya  a  fundar 
nuevos  conventos,  debieron  de  parecerle  demasiado  íntimas,  tiernas  y 
domésticas  ciertas  frases  y  comparaciones  que  para  regalo  de  sus  hijas 
primitivas  había  empleado  en  él,  y  propuso  darle  forma  más  austera 
y  correcta.  R  este  fin  escribió  segunda  vez  este  libro,  el  cual,  afor- 
tunadamente, ha  llegado  hasta  nosotros,  y  se  venera  en  el  convento  de 
Carmelitas    Descalzas   de   Valladolid. 

Las  modificaciones,  supresiones  y  aditamentos  en  este  nuevo  au- 
tógrafo, son  más  considerables  que  lo  que  hasta  el  presente  nos  han 
dado  a  'entender  los  biógrafos  de  la  Santa  y  los  editores  de  sus  libros. 
Comenzando    desde  el   prólogo,   no   hay   capítulo   que   no   contenga   al- 


1  Santa  Teresa,  en  unas  líneas  que  preceden  al  prólogo  del  Camino  de  Perfección  de 
Valladolid,  dice  que  al  escribir  este  libro  por  primera  vez,  era  priora  de  San  José  de  Avila,  ij 
aunque  no  se  sabe  cuándo  tomó  las  riendas  del  gobierno,  sucediendo  en  el  priorato  a  Pitia  de 
S.  Juan,  hija  de  la  Marquesa  de  Velada,  ciertamente  fué  después  de  1562.  (Cfr.  t.  I,  p,  316).  Nue- 
vo argumento  para  considerar  posterior  a  esta  fecha  la  composición  de  este  libro. 


XVI  INTRODUCCIÓN 

guna  enmienda,  ya  de  palabras,  ya  de  frases,  y  hasta  de  párrafos  ente- 
ros. El  autógrafo  de  Valladolid  no  es,  por  consiguiente,  una  copia 
literal  del  primer  Camino  de  Perfección,  ni  tampoco  una  refundición  de 
él,  sino  un  traslado  muy  libre  en  que,  con  la  autoridad  que  todo  autor 
tiene  de  retocar  su  obra,  transcribe,  suprime,  cambia  y  modifica  Santa 
Teresa  a  su  talante.  De  ordinario,  en  estos  repetidos  toques,  suelen 
perder  los  escritos  algo  de  espontaneidad,  facilidad  y  fluidez  de  la 
redacción  primera,  aunque  ganen  en  corrección  de  forma,  trabazón 
lógica  de  ideas  y  discreta  proporción  de  partes.  No  sé  si  algo  pa- 
recido ocurre  con  esta  segunda  escritura  de  la  Santa.  Tal  vez  los 
párrafos  modificados  han  perdido  algo  de  su  nativa  sencillez,  pero, 
de  fijo,  han  ganado  en  corrección  y  claridad  de  pensamiento,  que 
valen  mucho  más.  Hecha  diligente  comparación  entre  ambas  redac- 
ciones, Santa  Teresa,  si  a  caso  hay  alguna  excepción,  siempre  corrige 
mejorando    su    obra.    Sus    aciertos    de    corrección    son    indiscutibles. 

Otra  de  las  mejoras  evidentes  del  Camino  de  Perfección  de  Va- 
lladolid, es  la  distribución  de  capítulos,  menos  numerosa,  pero  más 
acordada  y  racional  que  la  primera.  R  cuarenta  y  dos  redujo  en  éste 
los  setenta  y  tres  del  autógrafo  escurialense,  ganando  por  la  re- 
ducción en  simetría  y  unidad  de  argumento.  En  la  primera  división, 
están  desligadas  materias  que  reclaman  un  desenvolvimiento  armónico 
debajo  de  título  o  epígrafe  único.  He  dicho  que  redujo  la  Santa  a 
cuarenta  y  dos  los  capítulos  de  este  libro,  y  el  aserto  necesita  una 
explicación  breve.  En  el  autógrafo  valisoletano  se  leen  hasta  cuarenta 
y  cuatro,  pero  es  debido  a  que  Santa  Teresa  unió  en  la  copia  de 
Toledo  los  capítulos  IV  y  V,  como  en  su  propio  lugar  advertimos, 
y  suprime,  además,  en  el  valisoletano,  el  capítulo  XVII,  sin  que  cuide 
de  ir  enmendando  el  orden  de  los  restantes,  porque  la  supresión 
fué  hecha  después  de  terminado  el  escrito.  Así  que  hacen  muy  mal 
los  que  dicen  que  al  manuscrito  de  Valladolid  le  falta  un  capí- 
tulo, y,  por  consiguiente,  que  está  incompleto,  fll  autógrafo  valisole- 
tano nada  le  falta,  dado  que  los  párrafos  suprimidos,  lo  fueron  por 
la  Santa,  que  juzgó  oportuno  hacerlo,  dejando  así  preparada  defini- 
tivamente esta  obra  suya,  de  tanto  valer  ascético.  Que  luego  no  co- 
rrigiese la  numeración  de  los  siguientes  capítulos,  es  solamente  una 
prueba  más  del  descuido  de  su  autora  en  evitar  errores  materiales  de 
poca  monta.  El  mejor  argumento  de  que  Santa  Teresa  dio  forma  de- 
finitiva a  este  libro  en  el  autógrafo  de  Valladolid,  es  la  multiplicación 
de  copias  de  él  para  los  conventos  de  sus  monjas  y  algunas  personas 
espirituales  de  su  intimidad  y  confianza.  Del  valisoletano  está  tomado 
el  traslado  que  la  propia  Santa  envió  a  D.  Teutonio  de  Braganza,  para 
darle   a   la  estampa,  y  el   que   publicó   Fray   Luis   de  León,   y   se  ha 


INTRODUCCIÓN  XVII 

venido  reproduciendo  hasta  nuestros  días,  con  dos  excepciones  úni- 
cas, de  que  hablaremos  luego,  ñl  de  Valladolid  prefirió  siempre  la 
Reforma  del  Carmen,  tanto  por  las  razones  intrínsecas  que  abonan 
la  preferencia  sobre  el  escurialense,  como  por  haberlo  manifestado 
así  su  autor,  y  por  tenerlo  más  a  mano  para  cotejarlo  e  imprimirlo 
más    correctamente    (1). 

Sin  embargo,  si  bien  el  de  Valladolid  sirvió  siempre  para  las  edi- 
ciones en  que  corre  impreso  este  libro,  no  se  reprodujo  tan  al  pie 
de  la  letra,  que  mo  se  entreverasen  con  él  algunos  pasajes  del  escuria- 
lense, omitidos  en  la  segunda  redacción,  aun  después  de  los  dete- 
nidos cotejos  que  los  Carmelitas  hicieron  en  los  siglos  XVII  y  XVIII 
de  las  impresiones  con  ambos  originales.  Verdad  es  que  para  obrar 
asi  podíase  invocar  la  altísima  autoridad  del  Maestro  León,  que  tomó 
del  autógrafo  de  El  Escorial  y  de  las  copias  aprobadas  por  la  Santa 
algunos  pasajes  para  su  edición  de  Salamanca.  Nosotros  no  afeamos 
éste  procedimiento,  antes  aplaudimos  y  celebramos  como  se  merece 
la  veneración  del  insigne  Agustiniano  a  estos  escritos,  y  que  inserta- 
se en  esta  edición  suya  las  sublimes  enseñanzas  que  los  pasajes  in- 
cluidos contienen,  evitando  su  desaparición,  cosa  que  con  facilidad 
pudo  ocurrir,  aunque  felizmente  no  ha  ocurrido;  pero  a  nadie  se 
le  puede  exigir  don  de  profecía,  ni  que  conozca  lo  que  va  más  allá 
de  toda  previsión  humana.  El  mismo  La  Fuente,  que,  con  su  habitual 
desenfado,  reprueba  estas  licencias  de  impresión,  incurre  en  la  culpa 
que  censura,  dándonos  un  defectuoso  trasunto  del  autógrafo  escurialense 
con  muchísimas  adiciones  del  valisoletano.  Ni  por  ello  hemos  de  reñir 
a  D.  Vicente,  porque  no  carecen  de  utilidad  lestos  procedimientos,  si 
bien  adoptamos  otros  en  la  presente  edición,  que  nos  parecen  más 
completos,   aunque  de  mayor  costo  intelectual  y  económico. 

El  tamaño  del  autógrafo  valisoletano,  es  el  mismo  que  el  de  El  Es- 
corial (215  por  155)!,  y  lleva  foliatura  romana  de  mano  de  Santa  Teresa. 
La  última  hoja  hace  el  folio  ccvii.  De  hecho  son  algunos  folios  menos, 
por  las  supresiones  que  hizo  la  misma  Santa,  como  advertiremos  en 
sus  lugares.  No  llevan  paginación  las  dos  primeras  hojas,  que  contie- 
nen el  título  del  libro,  el  argumento  genera|l,  y  parte  del  prólogo  (2). 


1  Acerca  de  las  tazones  que  los  Carmelitas  Descalzos  tuvieron  para  reproducir  en  las  edi^ 
cienes  de  las  obras  de  la  Santa  este  segundo  autógrafo,  discurre  largamente  el  P.  Antonio  de 
S.  Joaquín  en  el  /Iño  Teresiano,  día  7  de  Julio. 

2  En  una  cuartilla  que  puso  al  comienzo  del  autógrafo,  dice  el  P.  Manuel  de  S.  Ma- 
ría: «Fr.  Manuel  de  Santa  María,  religioso  presbütero,  carmelita  descalzo,  en  cuüo  poder,  en 
virtud  de  comisión  de  N.  M.  R.  P.  General  y  Definitorio,  estubieron  los  SS.  originales  del 
Camino  de  Perfección  y  Cartas  de  N.  Gloriosa  M.  S.  Theresa,  desde  el  día  XXIV  de  No- 
viembre de  MDCCLVII  hasta  XXV  de  el  mismo  mes  de  MDCCLIX,  en  que  de  orden  del 
111.  Sr.  Obispo  de  esta  ciudad,    a   pedimento   mío,   se   depositaron   y    entregaron  a  dos  notarios, 

lli  ,  2 


XVIII  INTRODUCCTON 

La  foliación  comienza  en  la  segunda  llana  de  éste.  Sin  contar  la 
de  la  Santa,  se  advierten  en  el  texto  cuatro  letras  distintas.  Com- 
pulsadas diligentemente,  hemos  podido  averiguar  con  certeza  que  dos 
pertenecen  a  los  PP.  Domingo  Báñez  y  García  de  Toledo.  Las  co- 
rrecciones del  primero  son  numerosas;  a  tres,  o  pocas  más,  se  redu- 
cen las  del  segundo.  Unas  y  otras  quedan  íiotadas  en  este  tomo,  y  en 
los  mismos  pasajes  en  que  fueron  puestas. 

La  tercera  mano,  hasta  el  presente  desconocida,  se  reduce  a  poner 
al  margen  de  algunos  párrafos  breve  suma  de  su  contenido  (1).  Estas 
acotaciones  no  tienen  interés  alguno.  Sin  embargo,  para  satisfacer  la 
justa  curiosidad  del  lector,  las  damos  a  conocer  en  nota.  Por  último, 
la  cuarta,  desconocida  también,  limítase  a  poner  en  claro,  en  papelitos 
aparte,  que  luego  pega  al  tnargen  de  lo  borrado,  algunas  frases  que, 
por  haberlas  tachado  la  Santa,  son  a  veces  de  lectura  difícil. 

Las  frases  y  párrafos  borrados  en  este  autógrafo  son  más  numero- 
sos que  en  el  escurialense,  y  creemos  que  la  mayor  parte  lo  fueron  por 
la  taiisma  Santa.  En  general,  las  frases  borradas  no  pasaron  a  las  copias 
que  hoy  conocemos,  corregidas  por  ella,  y  hasta  creo  que  es  indicio 
bastante  seguro  de  haber  sido  borradura  de  su  mano,  el  hecho  de 
no  trasladarse  a  los  trasuntos  lel  período  tachado.  Santa  Teresa  tenía 
su  modo  peculiar  de  borrar  las  palabras  en  estos  autógrafos,  que  si 
no  del  todo  uniforme,  lleva  sello  característico.  Distingüese,  por  vigoro- 
sos trazos  quebrados,  sobre  los  cuales  echa  una  raya  rectilínea,  que  los 
cruza  enteramente.  Véanse,  por  ejemplo,  los  folios  VIII,  LXIV,  CLXXII, 
CLXXIV,  del  original  valisoletano,  el  12,  52  y  Otros  del  escurialense. 

Otra  de  las  cosas  que  llama  poderosamente  la  atención  en  este 
original,  son  los  subrayados,  que  se  prodigan  en  grande  abundancia, 
mucho  mayor  de  la  acostumbrada  por  la  generalidad  de  los  escritores; 
porque  no  se  limita  a   palabras   o  frases  determinadas,  sino  a  párra- 


nombrados  en  el  papel  adjunto,  jj  hoi,  día  de  la  fecha,  al  convento  de  NN.  Religiosas  de 
Valladolid,  cuyos  son:  Certifico,  y,  siendo  necessario,  juro  in  verbo  sacerdotis,  que  estos  tres 
papelitos  (los  trae  pegados  a  la  misma  hoja  en  que  escribe),  han  sido  parte  y  se  despren^ 
dieron,  sin  poderlo  remediar,  el  primero,  que  es  el  mayor,  de  la  extremidad  superior  de  la 
hoja  en  que  la  Santa  comienza  el  Prólogo  de  este  libro  (véase  la  nota  sexta  de  la  pág.  7), 
y  las  tres  medias  letras,  son  parte  de  la  marginal  de  un  corrector,  que  comienza:  S.  Gre-- 
goiio  etc.  El  segundo  papelito  también  es,  a  lo  que  me  acuerdo,  de  la  extremidad  de  las  dos 
priiueías  hojas  rozadas  con  el  adorno  de  el  mismo  relicario.  El  tercero  se  desprendió  al  des- 
pegar uno  de  los  diez  papeles  de  que  hablé  en  el  adjunto,  y  pertenecía  al  folio  del  original 
CLXXII.  Advirtiendo  que  sólo  el  papel  que  se  describe  de  este  lado  es  de  el  S.  libro,  no  el  que 
por  el  otro  se  ve  pegado  con  engrudo.  Y  por  ser  assí  verdad,  lo  firmo  de  mi  nombre  en  Valla- 
dolid, a  XI  de  Marzo  de  MDCCLX.  Ft.  Manuel  de  Sta.  Maña,  comisario».  Los  tres  papeles 
de  que  habla   el    Padre  son  muy  pequeños,  y   fuera  de  uno,  no  llevan  nada  escrito. 

1  Quizá  sean  estas  acotaciones  del  Dr.  Ortiz,  que,  según  la  Santa,  fué  uno  de  los  que 
examinaron  este  libro  en  Toledo.  Comoquiera  que  ello  sea,  estas  notas  no  tienen  ninguna  im- 
portancia, y  hag  que  agradecer  al  anotador  desconocido  el  que  no  cometiese  la  irreverencia  de 
tocar  el  original  para  nada,  limitándose  a  breves  apostillas  marginales,  que  el  lector  verá  regis- 
tradas en  sus  propios  lugares. 


INTRODUCCIÓN  XIX 

fos  y  capítulos  casi  íntegros  (1).  El  modo  de  tirar  las  líneas  del  sub- 
rayado es  muy  parecido  al  que  se  ve  len  el  ejemplar  del  Tercer  Abeceda- 
rio que  guardan  las  Carmelitas  Descalzas  de  Avila,  y  manejó  Santa 
Teresa,  como  dijimos  en  nota  del  capítulo  IV  del  Libro  de  la  Vida 
(t.   I,  pág.  22). 

Encuadernado  se  conservó  este  manuscrito  hasta  los  años  de  1753, 
en  que  el  Marqués  de  Monte  Alegre,  gran  devoto  de  la  Santa  y  ami- 
go de  las  Carmelitas  de  Valladolid,  costeó  un  relicario  de  plata  en 
forma  de  libro.  Para  colocarlo  en  iél,  hubieron  de  quitarle  la  cubierta  que 
tenía,  y  partirlo  en  dos  mitades,  que  es  como  actualmente  se  venera. 

No  se  sabe  a  ciencia  cierta  el  año  en  que  el  autógrafo  vino  a 
parar  a  las  Carmelitas  Descalzas  de  Valladolid,  ni  entre  las  religio- 
sas queda  hoy  vestigio  de  tradición  alguna  que  lo  indique.  El  cro- 
nista de  la  Reforma  de  Santa  Teresa,  P.  Francisco  de  Sta.  María,  que 
trabajó  no  poco  por  restituir  los  escritos  de  la  insigne  Doctora  a  su 
pureza  original,  escribía  por  los  años  de  1649,  que,  según  tradición 
de  las  Descalzas  de  Valladolid,  recibieron  de  manos  del  P.  Gracián 
este  autógrafo.  Las  religiosas  que  por  aquella  fecha  vivían,  depusieron 
jurídicamente  habérselo  oído  decir  a  las  más  antiguas,  y  que  se  tenía 
por  ellas  como  cosa  averiguada  (2).  Gracián  sentía  especial  predi- 
lección por  aquel  convento,  levantado  en  la  ciudad  donde  él  había 
visto  la  luz  primera,  y  tenía  además  en  él  a  su  hermana  María  de 
San  José,  que  después  pasó  a  Madrid  y  Consuegra.  Es  indudable 
que  su  pertenencia  alcanza  fecha  muy  antigua,  y  hasta  pudieron 
poseerlo  en  vida  misma  de  Santa  Teresa.  En  Valladolid  está  fe- 
chada la  carta  que  /escribió  a  D.  Teutonio  de  Braganza  (22  de  Ju- 
lio de  1579),  la  cual  habla  de  este  libro,  y  del  mismo  lugar  es  la 
escrita  unos  días  antes,  hoy  perdida,  donde  le  dice  que  se  le  había 
remitido  para  que  lo  diese  a  la  estampa.  Sea  de  esto  lo  que  fuere,  es 
cierto  que  el  segundo  autógrafo  del  Camino  de  Perfección  pertenecía  a 
las  Descalzas  de  Valladolid  en  1586,  como  parece  inferirse  de  una 
carta  del  P.  Francisco  de  Ribera  a  la  M.  María  de  Cristo,  vicaria 
a  la  sazón  de  esta  comunidad,  que  fué  escrita  probablemente  en  la 
fecha  indicada  (3),  en  la  cual  trata  de  este  autógrafo,  que  aquel 
convento  poseía.  En  la  búsqueda  que  de  orden  de  Felipe  II  se  hizo 
en  1592  de  los  originales  de  Santa  Teresa  para  colocarlos  en  la  Bi- 
blioteca Escurialense,  no  se  comprendió  este  manuscrito,  contentándo- 
se,   a   lo   que   parece,   su   majestad   católica   con  el   protógrafo. 


1  V.   gr.:  el  XXIX,  XXX,  XXXI  y  el  XLI,   que  corresponden  al  XXVII,   XXVIII,  XXIX  y 
XXXIX  de  la  presente  edición. 

2  Memorias  Historiales,  letra  R.,  núm.  227. 

3  Cfr.  t.  I,  p.  LXXXVIII. 


XX  INTRODUCCIÓN 

Como  muchos  otros  escritos,  compuso  éste  la  Santa  en  Toledo, 
según  afirmación  de  la  Madre  María  de  San  Francisco,  en  las  In- 
formaciones de  canonización,  hechas  en  Hlba  de  Tormes,  donde  esta 
religiosa  fué  dos  veces  priora.  Contestando  al  artículo  que  habla  de 
los  libros  de  Santa  Teresa,  dice:  «Otro  que  se  intitula  Camino  de 
Perfección,  le  escribió  en  Toledo;  y  esta  testigo  se  lo  vía  escribir, 
porque  a  ila  sazón  acompañaba  a  la  dicha  santa  Madre  Teresa  de  Je- 
sús, y  dormía  en  su  propia  celda».  Tomó  el  hábito  esta  religiosa  en 
Toledo  el  mismo  año  de  la  fundación,  que  fué  a  14  de  Mayo  de  1569. 
El  30  del  propio  mes  salió  la  Santa  para  fundar  en  Pastrana,  y  allí 
permaneció  hasta  el  31  de  Julio,  que  regresó  de  nuevo  a  la  ciudad 
imperial.  71  partir  de  lesta  fecha,  ya  no  se  movió  de  aquí  hasta  el  10 
de  Julio  de  1570  en  que  tomó  a  Pastrana  para  asistir  a  la  profesión  de 
los  carmelitas  descalzos  Ambrosio  Mariano  y  Juan  de  la  Miseria.  R  fi- 
nes de  Agosto  de  este  mismo  año,  salió  para  Avila',  y  después  de  breve 
estancia  allí,  pasó  a  Salamanca  y  Alba  de  Tormes.  Conjeturamos,  se- 
gún estos  datos,  que  la  Santa  escribiría  esta  segunda  redacción  de] 
Paternóster  desde  Agosto  de  1569,  vuelta  ya  de  la  villa  de  los  Príncipes 
de  Evoli,  hasta  el  mismo  mes  del  70.  Asentada  aquella  fundación,  y  con 
bastante  buena  salud,  según  carta  suya,  de  17  de  Enero  de  1570,  a 
D.  Lorenzo  de  Cepeda  (1),  tuvo  tiempo  suficiente  para  hacer  nuevo  trasla- 
do de  este  libro  suyo,  con  las  modificaciones  que  dejamos  apuntadas. 

TRES    COPIñS    DEL    CAMINO    DE    PERFECCIÓN    CORREGIDAS    POR    SANTA    TERESA 

Copia  de  Salamanca. — Además  de  los  dos  autógrafos  menciona- 
dos, consérvanse  hasta  nuestros  días  varias  copias  o  traslados  del  va- 
lisoletano, por  haberlo  destinado  la  Santa  para  sus  monjas,  que  en 
él  aprendían  a  practicar  la  perfección  religiosa,  ya  que  no  siempre 
podían  recibir  estas  doctrinas  celestiales  de  labios  mismos  de  su  santa 
Fundadora.  Hasta  la  publicación  en  Evora  de  este  libro,  1583,  segura- 
mente todos  los  monasterios  de  Carmelitas  Descalzas  poseían  algún 
ejemplar  manuscrito,  y  no  es  temerario  suponer  lo  mismo  de  los  con- 
ventos de  religiosos  de  la  misma  Reforma.  Salido  de  las  prensas  el 
Camino  de  Perfección,  y  jsobre  todo  desde  que  Fr.  Luis  de  León  publicó 
en  1588  los  principales  libros  ide  la  Santa,  los  traslados  perdieron  su 
importancia  y  fueron  poco  a  poco  desapareciendo. 

De  esta  inevitable  desaparición,  se  salvaron  tres  importantísimas 
copias,    a   lo   que   sospechamos,   por   contener   correcciones   de   la   mis- 


1      «Al  presente»,  le  dice,  entre  otras  cosas,  «estoy  en  Toledo...  Y  he  estado  mijor  de  salud 
este  invierno,  porque  el  temple  de  esta  tierra  es  admirable». 


INTRODUCCIÓN  XXI 

ma  Santa.  Guárdanse  en  las  Carmelitas  Descalzas  de  Salamanca,  To- 
ledo y  Madrid  (convento  de  Santa  Teresa).  La  más  antigua  de  las 
tres  es,  probablemente,  la  salmantina.  Según  nota  que  el  mismo  co- 
pista puso  en  ella  al  final  del  último  capítulo  del  libro,  la  concluyó  el 
día'  de  San  Nicolás  (6  de  Diciembre)  de  1571.  Forrada  en  seda 
floreada,  hace  un  tomo  len  ^.Q,  de  setenta  y  nueve  hojas.  Por  hojas 
se  hace  la  paginación  en  números  romanos,  y  por  la  misma  pluma 
que  lo  restante  de  la  copia.  Comienza  en  la  primera  por  el  argu- 
mento del  libro,  tal  como  lo  trae  el  autógrafo  valisoletano,  que  tras- 
lada. R  continuación,  viene  el  prólogo  y  los  demás  capítulos,  tan  literal- 
mente copiados,  que  suprimiendo,  como  lo  hace  el  de  Valladolid,  el 
capítulo  XVII,  ni  siquiera  rectifica  la  numeración  de  los  siguientes, 
saltando   al   XVIII,   como  el   autógrafo. 

Todo  esto  induce  a  creer,  que  se  copió  directamente  del  original  de 
Valladolid  tan  pronto  como  la  Santa  lo  dejó  terminado.  Así  lo  persuade 
la  fidelidad  del  traslado,  que  no  copia  nunca  las  frases  tachadas  por 
Santa  Teresa,  ni  tampoco  las  enmiendas  que  en  dicho  autógrafo  in- 
trodujo el  P.  Báñez  y  otros  correctores,  lo  que  parece  indicar  que  es 
anterior  a  ellas.  No  se  comprende,  de  otro  modo,  que  procediendo  de 
tan  alta  autoridad,  y  hechas,  además,  a  requerimiento  de  Santa  Te- 
resa, no  se  trasladasen  en  copia  que  con  tanto  esmero  hizo  una  de 
sus  hijas.  Otra  de  las  razones  que  me  inducen  a  creer  que  este  traslado 
está  hecho  directamente  del  original,  es  la  semejanza  de  los  subra- 
yados que  advertimos  en  el  autógrafo  de  Valladolid,  los  cuales,  en 
gran  parte,  reproduce  la  copia  salmantina.  Como,  por  otra  parte, 
Santa  Teresa,  después  de  salir  de  Toledo  en  ñgosto  de  1570  y 
descansar  unos  meses  en  ñvila,  pasó  a  fines  de  Octubre  a  Salaman- 
ca, y  aquí  y  en  ñlba  de  Tormes  -estuvo  hasta  muy  entrado  el  año 
de  1571,  bien  pudo  ordenar  este  y  otros  traslados  del  Camino  de 
Perfección,  que,  como  hemos  dicho  ya,  acababa  de  dar  fin  en  Toledo. 

Si  no  nos  engañamos,  la  letra,  redonda  y  muy  clara,  es  de  Isabel 
de  Jesús  (Ximena),  la  aventajada  novicia  de  Salamanca,  que  por  el  mes 
de  Abril  de  1571  cantó  en  la  recreación  la  célebre  tonadilla  que  arro- 
bó a  la  Santa,  sin  poderlo  remediar  (1).  En  el  Proceso  de  canoniza- 
ción hecho  en  aquella  ciudad,  entre  otras  cosas,  declaró  esta  reli- 
giosa: «Digo  que  le  oí  decir  a  la  Santa  que  había  escrito  los  cuatro 
libros  que  andan  suyos  {2),  y  los  vi  yo  de  su  letra,  y  trasladé  el 
Camino    de   Perfección^.    La    letra    del    códice   es   muy    parecida    a    la 


1  Cfr.  t.  II,  Relación  XV,  p.  47. 

2  Refiérese  a  la  Vida,  Datemoster  u  Las  Moradas,  que  editó  Fr.  Luis  de  León.  Las  Fun- 
daciones, aun  no  se  habían  publicado. 


XXn  INTRODUCCIÓN 

finna  que  Isabel  de  Jesús  pone  al  pie  de  su  profesión  en  el  Libro 
primitivo  de  Profesiones  de  las  Descalzas  de  Salamanca.  Así  que  nos 
parece  probable  que  a  lella  se  debe  este  importante  traslado  del  Ca- 
mino de  Perfección. 

Pocas  son  las  enmiendas  de  la  Santa,  y  éstas  ordenadas,  por  lo 
regular,  a  subsanar  erratas  materiales  del  copista.  Valga  por  ejemplo, 
la  que  pone  en  el  prólogo.  Dice  la  copia:  «Y  a  cosa  tan  flaca  como, 
porque  las  sotilezas  del  demonio...»  La  amanuense  se  dejó  en  el  tin- 
tero: «somos  las  mujeres,  todo  nos  puede  dañar»,  frase  que  se  lee 
en  el  autógrafo  de  Valladolid.  La  Santa  lo  corrige  así:  «A  cosa  tan 
flaca  como  nosotras,  lo  son,  porque  etc.»  Alguna  excepción  se  ad- 
vierte, sin  embargo,  en  que  la  enmienda  no  es  mera  corrección  de 
errores  materiales,  sino  modificación  o  explicación  más  clara  del  sentido 
de  alguna  frase.  Así,  en  el  capítulo  XXIX  (XXVII  del  impreso),  la 
copia  y  el  autógrafo  de  Valladolid  dicen:  «Bendito  seáis  por  siempre, 
Señor  mío,  que  tan  amigo  sois  de  dar,  que  no  se  os  pone  cosa 
delante»,  y  Santa  Teresa  enmienda:  «Bendito  seáis  por  siempre,  Je- 
sús mío,  que  tan  amigo  sois  de  dar,  que  no  miráis  otra  cosa  sino 
agernós  bien».  La  ortografía  difiere  muy  poco  de  la  usada  por  la 
Santa.  De  no  existir  los  autógrafos,  habría  sido  este  traslado  de 
grande  valor  para  la  pureza  del  texto  teresiano.  El  códice  está  muy 
bien  conservado',  y  no  lleva  otras  'enmiendas  que  las  de  la  propia  copista 
y   de  la   Santa. 

En  la  mitad  inferior  de  la  última  hoja,  después  del  «Laus  de»  {sic), 
dice  Isabel  de  Jesús:  «Escrivióse  este  libro  año  de  sesenta  y  dos,  digo 
de  mil  y  quinientos  y  sesenta  y  dos;  y  este  traslado  se  sacó  año  de 
mil  y  quinientos  y  setenta  y  uno.  Acabóse  oy  día  de  {sic)  señor 
san  nicolás.  Tiene  setenta  y  nuebe  o  jas».  A  renglón  seguido,  añade 
la  Santa:  «E  pasado  este  libro.  Páreseme  está  conforme  al  que  yo 
escriví,  que  cstava  esaminado  por  letrados.  Tiene  las  (1)  setenta  (2) 
y  nueve  ojas  que  aquí  diqíe,  con  ésta  en  que  firmo  en  este  monesterio 
de  nuestra  S.a  de  la  anuníia^ión  del  Carmen,  en  esta  villa  de  alva  de 
tormes,  a  VIII  de  febrero,  año  de  MDLXXIII.  Teresa  de  Jesús,  car- 
melita» (3).  Ignórase  cómo  fué  a  parar  esta  copia  a  las  Carmelitas 
Descalzas    de    Salamanca. 


1  Trene  las,  había  escrito  equivocadamente,  jj  lo  borró. 

2  Ojas  q,  añadía  aquí  y  lo  tachó. 

3  Duda  muü  fundada  ocasiona  la  verdad  de  la  fecha  que  la  Santa  señala  a  la  corrección 
de  esta  copia.  En  Febrero  de  1573  Santa  Teresa  estaba  al  frente  de  la  comunidad  de  la  Encar- 
nación de  Avila,  u  no  hay  memoria  de  que  en  este  mes  se  ausentase  de  allí.  Cabalmente,  del 
22  de  Enero  de  este  mismo  año  se  conserva  una  carta  del  P.  Pedro  Ibánez  a  la  Duquesa  de 
Alba,  en  que  respetuosamente  le  niega  el  permiso  que  le  había  pedido  para  que  la  Santa  pasase 
a  su  villa  ducal.  Funda  su  negación  el  Comisario  Apostólico,  así  en  la  necesidad  que  la  En- 
carnación tenía  de  ella,  como  en  la  prohibición  del  Papa  para  que  la  Madre  saliese  de  su  monas- 


INTRODUCCIÓN  XXIIl 

Copia  de  Madrid.— Otro  traslado  del  Camino  de  Perfección  de 
Valladolid,  corregido  por  la  Santa,  veneran  las  Carmelitas  Descalzas 
de  Santa  Teresa  de  Madrid.  Hace  un  tomo  en  4.a,  de  letra  muy  clara, 
encuadernado  en  planchas  de  plata,  con  el  escudo  de  la  Reforma  car- 
melitana en  el  centrq,  y  debajo  una  inscripción  que  dice:  «Este  libro 
es  del  convento  real  de  S.  Teresa  de  Jesús  de  Madrid.  Año  de  1755», 
no  1575,  como  copia  el  señor  Herrero  Bayona.  La  fecha  indica  el 
tiempo  en  que  fué  hecho  el  estuche  con  sus  broches  de  plata.  La 
primera  hoja  dice:  Libro  de  perfección. — Comienza  el  libro  llamado 
camino  de  Perfección,  fl  la  vuelta:  Este  libro  trata...  Traslada  aquí 
el  argumento  y  texto  del  (autógrafo  de  Valladolid.  Lo  mismo  que  éste 
y  la  copia  salmantina,  no  hace  uno  de  los  capítulos  IV  y  V, 
al  contrario  del  códice  de  Toledo.  La  ortografía  discrepa  bastante  de 
la  empleada  por  la  Santa,  así  como  la  fonética  de  algunas  palabras, 
V.  gr.:  trufo,  intinción  y  otras;  carece  de  puntuación,  y  no  copia  con 
tanta  fidelidad  el  original  como  el  manuscrito  de  Salamanca.  No  son 
muchas  las  correcciones  de  Santa  Teresa,  y  éstas  de  escasa  importan- 
cia, hechas  las  más,  como  en  el  códice  salmantino,  para  evitar  erratas 
que  saltan  a  la  vista,  y  creemos  que  de  memoria,  porque  no  suelen 
coincidir  con  las  palabras  que  en  los  pasajes  corregidos  se  leen  en 
el  autógrafo  de  Valladolid.  ñjustar  la  copia  al  original,  habría  exi- 
gido un  tiempo  de  que  la  Santa  no  disponía,  ni  tampoco  fué  nunca 
intención  suya  al  hacer  estas  correcciones,  conformar  en  los  más  pe- 
queños pormenores  las  copias  a  los  originales. 

En  la  misma  página  en  que  la  copia  termina,  escribe  la  Santa: 
«Tiene  este  libro  ciento  y  ochenta  y  tres  ojas  (1).  Está  probado  y 
visto  por  el  pe.  fray  García  de  toledo,  de  la  orden  de  santo  domingo, 
y  por  el  dotor  ortiz,  ve9ino  de  toledo.  Es  traslado  de  vno  que  yo 
escriví  en  sa  josef  de  avila  (2),  que  vieron  los  que  digo,  y  artos  más. 
Y  por  ser  verdad,  le  firmo  de  mi  nonbre.  Teresa  de  Jesús,  carmelita». 

No  se  sabe  lel   año  en   que  la  copia  fué   sacada.   Pudo   serlo  tan 


terio.  (Véase  el  tomo  II,  pág.  217,  donde  publicamos  íntegro  este  documento).  No  es  fácil  que  a 
raíz  de  escrita  la  carta,  cambiase  de  parecer,  ü  más  estando  de  por  medio  el  veto  pontificio. 
Cuando  éste  fué  levantado,  o  benignamente  interpretado,  sí  que  salió  la  Santa  para  arreglar  no 
pocos  negocios  de  sus  fundaciones.  Está  fuera  de  toda  duda  que  a  principios  de  \bTi  se  hallaba 
la  Santa  en  Alba  de  Tormes,  de  paso  para  Avila  y  Segovia,  donde  fundó  en  el  mes  de  Marzo 
un  convento  de  Carmelitas  Descalzas.  Como  de  costumbre,  la  Santa  pone  la  fecha,  de  cuya 
exactitud  sospechamos,  en  números  romanos,  y  muy  fácilmente  pudo  trazar  tres  rayitas  en  vez 
de  cuatro,  que  así  signifíca  ella  este  número,  no  con  el  signo  IV,  como  hacemos  ahora.  De  esta 
misma  opinión  son  los  PP.  Andrés  de  la  Encarnación  y  Manuel  de  S.  María.  (Cfr.  Ms.  12.703 
de  la  Biblioteca  Nacional,  p.  12).  De  no  rectificar  esta  fecha,  habría  que  suponer  un  viaje  muy 
precipitado  en  la  Santa,  para  volverlo  a  realizar  otra  vez  dentro  de  muy  poco. 

1  Ochenta  y  tres  debió  decir  la  Santa. 

2  Mejor  dicho,  en  Toledo,  el  cual,  a  su  vez,  es  copia  del  escrito  en  S.  José,  con  las  mo- 
dificaciones que  ya  conocemos. 


XXIV  INTRODUCCIÓN 

pronto  como  se  terminó  la  escritura  del  original,  y  ciertamente  antes 
de  la  copia  de  Toledo.  En  cuanto  a  lo  que  dice  del  examen  hecho 
por  personas  de  reconocida  competencia  y  autoridad,  ha  de  entenderse, 
no  de  la  copia  donde  pone  la  nota,  sino  del  autógrafo  de  donde  se  sacó, 
el  cual,  dejamos  ya  escrito,  se  cscrivió  en  Toledo,  y  lo  vieron,  entre 
otros,  el  P.  García  de  Toledo,  y  el  Doctor  Ortiz  (1),  que  menciona  en 
la  nota.  Del  primero,  ya  conocido  de  los  lectores  (2),  hemos  visto  va- 
rias correcciones  en  los  dos  autógrafos  de  este  libro,  como  en  sus 
lugares  advertimos.  No  conocemos  la  letra  del  Doctor  Ortiz,  y  no 
podemos  afirmar  si  puso  en  el  autógrafo  valisoletano  alguna  enmien- 
da (3).  Por  fortuna,  estas  notas,  son  pocas  y  de  ninguna  importancia 
y  están  escritas  en  el  margen. 

Sin  que  las  religiosas  de  Santa  Teresa  puedan  precisar  el  año  en 
que  entraron  en  posesión  de  este  precioso  códice,  es  cierto  que  se 
remonta  a  los  orígenes  de  su  fundación  en  Ocaña  (1595),  de  donde  se 
trasladaron  a  Madrid.  Fué  a  Ocaña  de  fundadora  la  M.  María  de 
San  Jerónimo,  que  del  convento  de  Avila  había  pasado  a  la  Corte, 
cuatro  años  antes,  para  ponerse  al  frente  de  la  comunidad  de  Carmeli- 
tas de  Santa  Ana.  Muy  querida  de  Santa  Teresa,  y  compañera  suya 
durante  muchos  años,  no  es  improbable  llevase  consigo  a  Madrid,  y 
más  tarde  a  Ocaña,  algún  recuerdo  de  la  insigne  Fundadora,  que 
además  podía  servirle  de  lectura  espiritual.  Cuando  en  1684  las  religio- 
sas de  Ocaña  fundaron  el  segundo  monasterio  de  Carmelitas  Descalzas 
en  Madrid,  se  llevarían  a  la  nueva  casa  esta  y  otras  reliquias  de  San- 
ta Teresa. 

Copia  de  Toledo.— L^  tercera  y  biás  importante  copia  de  las  corre- 
gidas por  Santa  Teresa,  es  propiedad  de  las  Carmelitas  Descalzas  de 
Toledo.  Hace  un  tomo  en  4.a,  que  en  el  siglo  XVIII  estaba  cosido  en 
pergamino,  y  después  se  encuadernó  y  forró  de  seda  encarnada,  y  se 
doraron  los  cantos  (4).  La  foliatura,  posterior  a  la  copia,  llega  al 
número  126,  aunque  de  hecho  tiene  solamente  125  hojas,  debido  a 
que  se  saltó,  al  paginarlo,  /del  folio  120  al  122,  error  que  perdura 
hasta  el  fin.  R  la  copia  le  faltan  dos  hojas,  que  comprendían,  la 
primera,   las   últimas  líneas   del  capítulo  VII,   todo  el  capítulo  VIII   y 


1  De  este  sujeto  dice  un  testigo  en  las  Informaciones  de  canonización  de  la  Santa:  «Este 
era  el  Doctor  Gutierre  Ortiz,  Decano  de  Teología  en  la  Universidad  de  Toledo,  hombre  de 
gran  virtud  u  espíritu».  Gran  letrado  u  varón  santo,  le  llama  el  P.  Diego  de  Yepes.  (Cfr.  Ms. 
12.703  de  la  B.  N.,  p.  13,  nota  25). 

2  Cfr.  t.  I,  p.  286,  nota  segunda. 

3  Véase  lo  que  dejamos  escrito  en  la  página  XVIII,  nota  primera. 

4  Por  cierto  que,  al  hacerlo,  se  recortaron  algo  las  márgenes,  y  con  los  recortes  desapare- 
cieron algunas  letras,  ü  hasta  palabras,  que  la  Santa  escribe  en  ellas,  como  notaremos  en  sus 
lugares  respectivos. 


INTRODUCCIÓN  XXV 

el  título  del  siguiente;  y  la  segunda,  parte  de  los  capítulos  XXXI 
y  XXXII,  si  bien  la  paginación  no  echa  de  menos  esta  falta,  por  ser 
posterior  a  la  desaparición  de  las  hojas,  las  cuales  existían  de  fijo 
cuando    fué    remitida    la    copia   a    D.    Tcutdnio    de    Braganza. 

Hízose  este  traslado,  a  lo  que  presumimos,  por  un  hombre  de 
letras,  que  no  sólo  se  aparta  del  original  en  muchas  palabras  y  fra- 
ses (1),  sino  que  introduce  en  la  copia  considerables  modificaciones, 
que  a  veces  alteran  el  sentido.  Su  ortografía  es  muy  caprichosa  y  va- 
riable. Como  traslado,  es  más  infiel  que  los  dos  anteriores.  La  impor- 
tancia excepcional  de  él  procede  de  las  frecuentes  correcciones  y  adicio- 
nes que  le  puso  la  Santa  y  algún  otro  corrector,  más  numerosas  e  im- 
portantes que  las  que  hizo  en  las  copias  de  Salamanca  y  Madrid.  Borró, 
además,  Santa  Teresa,  no  pocas  frases  de  su  autógrafo  de  Valladolid, 
que  el  copista  fielmente  traslada.  No  todas  las  adiciones  interlineales  o 
marginales  son  de  la  Santa,  pero  a  su  pluma  se  deben  ciertamente  la 
mayor  parte  y  las  de  más  interés.  Las  restantes,  salvo  alguna  muy 
contada  de  letra  que  no  hemos  podido  identificar,  son,  probablemen- 
te, de  Jerónima  del  Espíritu  Santo.  En  las  Informaciones  de  Madrid 
para  la  canonización  de  la  Santa,  depone  esta  religiosa,  a  la  sazón 
priora  de  las  Carmelitas  Descalzas  de  la  Corte,  que  vio  sus  libros 
originales  «en  particular  el  del  Camino  de  Perfección,  que  ella  (la 
Santa)  lo  corrigió  con  esta  testigo,  para  enviarlo  a  D.  Theutonio  de 
Barganza,  arzobispo  de  Evora,  que  ahora  es»  (2).  Profesó  la  M.  Jeróni- 


1  Hag  en  la  copia  muchas  palabras  escritas  a  la  latina,  v.  gr.:  charidad,  cognoscida,  leo- 
tión,  scriptos,  dubda,  summo,  etc.,  etc.  Los  textos  latinos  que  cita  la  Santa,  también  los  copia, 
casi  siempre,  conforme  a  la  ortografía  más  autorizada  entre  las  persona.*;  cultas.  Es  difícil  averi- 
guar la  razón  que  pudo  inducir  a  la  Santa  a  preferir  esta  copia  a  otras  más  conformes  con  su 
autógrafo  de  Valladolid.  K  nuestro  modo  de  ver,  Santa  Teresa,  que  desconfiaba  mucho  del  valor 
de  sus  escritos,  g  creía  sinceramente  que  contenían  no  pocas  faltas,  gustaba,  por  lo  mismo,  de 
que  se  los  corrigiesen  hombres  de  letras,  y  al  tratar  de  dar  éste  a  la  estampa,  encomendó  una 
copia  a  persona  que  las  tenía  muy  cabales,  con  orden  suya  de  modificar  y  suprimir  cuanto  a 
juicio  del  copista  pareciese  oportuno.  Así  se  comprende  que,  corrigiendo  ella  de  nuevo  la  copia 
en  muchísimos  pasajes,  respete  todos  aquellos  en  que  el  autor  del  traslado  se  aparta  del  original, 
enmendando,  en  cambio,  o   suprimiendo   muchísimos  de  los  que  están  fielmente  transcritos. 

2  Alguna  duda  suscitan  las  palabras  de  la  M.  Jerónima  del  Espíritu  Santo  en  cuanto 
al  tiempo  preciso  que  las  correcciones  de  esta  copia  fueron  hechas.  Según  la  carta,  citada 
ya,  a  D.  Teutonio  de  Braganza,  el  Camino  de  Valladolid  había  sido  remitido  a  este  prela- 
do en  el  mes  de  Julio  de  1579.  Hasta  mediados  de  Agosto  de  este  mismo  año,  no  llegó  a 
Salamanca  Santa  Teresa,  donde  estuvo  sobre  dos  meses  y  medio,  tiempo  suficiente  para 
corregir  la  copia,  ayudada  de  la  M.  Jerónima.  Como  en  esta  fecha  ya  había  enviado  el 
libro,  ¿se  lo  devolvió  D.  Teutonio  a  la  Santa  para  que  lo  examinase  de  nuevo,  o  no  satis- 
fecha ésta  con  la  copia  remitida,  le  mandó  otra  corregida  con  más  esmero?  Ambas  suposi- 
ciones caben  muy  bien.  Cuando  la  Santa  salió  para  Avila,  se  llevó  consigo  a  la  M.  Jeró- 
nima del  Espíritu  Santo,  con  el  fin  de  ponerla  al  frente  de  la  comunidad  de  Malagón,  en 
circunstancias  un  poco  difíciles  para  el  desempeño  del  cargo.  En  1590  salió  a  fundar  un  con- 
vento de  Carmelitas  Descalzas  a  Genova,  y  después  de  bien  asentada  la  vida  regular,  vol- 
vió a  España,  fué  priora  de  las  Descalzas  de  Madrid,  y,  por  fin,  pasó  al  convento  de  Are- 
nas (Avila),  donde  murió  santamente,  dejando  en  todas  partes  donde  anduvo,  el  buen  olor  de 
sus  virtudes. 


XXVI  INTRODUCCIÓN 

ma  el  16  de  Enero  de  1576  en  las  Descalzas  de  Salamanca,  y  por 
la  firma  que  al  pie  de  la  profesión  pone,  nos  parece  que  algunas  de 
las  enmiendas  del  códice  de  Toledo  bien  pudieran  ser  de  ella,  aun- 
que los  rasgos  de  las  letras  son  algo  más  delgados  y  finos,  debido, 
sin  duda,  al  poco  espacio  de  los  interlineados,  Asegurando  esta  reli- 
giosa haber  corregido  con  la  Santa  la  copia  que  mandaron  a  D.  Teutonio, 
no  carece  de  probabilidad  el  que  le  pertenezcan  las  mencionadas  enmien- 
das, ni  es  tampoco  inverosímil  que  las  hiciese  por  indicación  de  la 
■misma  Santa.  Unas  y  .otras  se  ponen  en  sus  lugares  respectivos,  indican- 
do en  nota  su  procedencia  cierta,  o  dudosa,  según  honradamente  juzga- 
mos. Es  de  advertir,  que  ni  Santa  Teresa,  ni  la  M.^  Jerónima  tratan  en 
estas  correcciones  de  restituir  la  copia  a  la  pureza  del  autógrafo,  ya  que 
casi  siempre  enmiendan  pasajes  en  que  el  traslado  y  original  están  con- 
formes, no  rectificando,  en  cambio,  los  lugares  en  que  discrepan;  sino 
que  introducen  enmiendas  con  intención  de  mejorar  el  período  corre- 
gido. Sin  sustituirlas  por  otras,  borra  también  la  Santa  no  pocas  fra- 
ses de  la  copia,  que  se  hallan  en  el  autógrafo,  tal  vez  por  considerar- 
las superfinas,  o  poco  oportunas.  De  todo  damos  cuenta  en  la  publi- 
cación de  este  códice. 

Las  adiciones  y  enmiendas  de  esta  copia,  fueron  en  dos  ocasiones 
sometidas  a  examen  pericial,  con  el  fin  de  cerciorarse  de  si  eran  o 
no  de  Santa  Teresa.  Dieron  ocasión  a  este  examen  algunos  padres 
jesuítas,  que  se  quejaron  de  las  omisiones  que  se  venían  haciendo 
en  las  obras  de  la  Santa  de  algunas  frases  que  cedían  en  alabanza 
de  la  Compañía.  En  cuanto  al  Camino  de  Perfección,  echaban  menos 
ciertas  palabras  referentes  a  San  Francisco  de  Borja,  que  el  P.  Ribera 
cita,  y  no  traían  las  ediciones.  En  el  capítulo  X  del  libro  I  de  la 
Vida  de  Santa  Teresa  por  el  P.  Francisco  de  Ribera,  se  lee  a  este 
propósito:  «En  un  libro  de  mano  del  Camino  de  Perfección,  en  el 
capítulo  31,  hallé  escrito  de  mano  de  la  Madre  estas  palabras,  ha- 
blando de  sí:  Yo  sé  de  una  persona  que  la  ponía  el  Señor  aquí  muchas 
veces,  y  no  se  sabía  \entender,  y  preguntólo  a  un  gran  contemplativo, 
que  era  €l  P.  francisco,  de  la  Compañía  de  Jesús,  que  había  sido 
duque  de  Gandía,  y  ydijo  que  era  muy  posible,  quíe  a  él  le  acaecía  así». 
En  ninguna  de  las  ediciones  se  decía  que  este  gran  contemplativo  fuese 
el  santo  Duque  de  Gandía,  y  como  la  afirmación  de  Ribera  era  termi- 
nante y  no  podía  ponerse  en  tela  de  juicio  la  veracidad  de  hombre 
tan  grave  y  virtuoso,  achacaron  la  omisión  a  mala  fe  de  los  editores. 
Estos,  por  su  parte,  se  disculpaban  con  los  originales  autógrafos  de 
la  Santa,  en  los  cuales  no  se  hallaban  estas  palabras,  dándose  el  caso 
peregrino  de  que  todos  tenían  razón,  si  bien  ninguno  llegó  a  cono- 
cer el  fundamento   de  ella,  y   la  causa  de  sus  mutuos   reproches.   No 


INTRODUCCIÓN  XXVH 

se  leen  en  los  autógrafos  de  Santa  Teresa  las  palabras  que  traslada 
el  P.  Ribera,  y  como  los  Carmelitas  Descalzos  se  guiaron  en  sus 
ediciones  por  copias  sacadas  del  autógrafo  valisoletano,  no  podía  re- 
prendérseles, en  buena  justicia,  por  no  publicar  frases  que  en  el  ori- 
ginal no  se  leían  (1). 

R  fin  de  poner  término  a  tan  desagradable  contienda,  el  P.  Ge- 
neral de  los  Carmelitas  Descalzos,  Fr.  Nicolás  de  Jesús  María,  or- 
denó al  P.  Lector,  Fr.  Julián  del  Santísimo  Sacramento,  el  año  de 
1753,  que  examinase,  con  testigos  aptos  para  ello,  si  las  enmiendas  de  la 
copia  de  Toledo  eran  de  letra  de  Santa  Teresa,  Cinco  fueron  los 
testigos,  y  hechas  las  diligencias  y  cotejos  que  estimaron  necesarios, 
unánimem.ente  afirmaron,  bajo  juramento,  no  ser  de  la  Santa  tales 
enmiendas,  si  bien  concedían  que  había  algunas  semejantes  a  su  escritu- 
ra. No  debió  de  parecer  muy  competente  este  tribunal,  cuando  algunos 
años  después  (1759),  se  nombró,  con  fin  análogo,  otra  comisión.  La 
mayor  parte  de  los  miembros  de  ella,  declaró  que  la  casi  totalidad  de 
las  enmiendas  fueron  hechas  por  Santa  Teresa,  de  otras  parecía  dudoso 
se  debiesen  a  su  pluma,  y  algunas  pocas,  ,no  eran  ciertamente  de  ella. 
Este  fallo  es  muy  acertado,  como  puede  verlo  por  sí  mismo  cualquiera 
que  conozca  la  letra  de  la  Santa.  Muy  pocas  son  las  notas  cuya  proce- 
dencia  no  pueda   señalarse   con   seguridad. 

ñntes  que  la  segunda  comisión  toledana  emitiese  dictamen,  habían 
afirmado  pertenecer  a  la  Santa  la  mayor  parte  de  estas  correcciones, 
padres  tan  competentes  como  Fr.  Andrés  de  la  Encarnación,  Gregorio 
dei  Carmelo,  Pablo  de  la  Concepción,  José  de  Jesús  María  y  Jeró- 
nimo de  San  Joaquín,  religiosos  todos  muy  aventajados  en  virtud  y 
letras,  de  la  Reforma  de  Santa  Teresa,  que  examinaron  la  copia 
detenidamente,  y  de  su  examen  levantaron  acta  notarial  en  Madrid, 
fecha  8  de  Agosto  de  1756  (2). 


1  Todavía  hoy,  cuando  tan  fácil  es  el  estudio  de  los  originales,  incurre  el  P.  Zugasti 
en  la  candida  inexactitud  de  acusar  a  los  antiguos  editores  de  este  libro  de  falta  de  pro- 
bidad literaria  por  no  haber  publicado  este  texto,  que  según  él,  se  lee  en  los  autógrafos. 
Cita  en  su  apoyo  al  P.  Ribera,  quien,  dicho  sea  de  paso,  nunca  afirmó  haberlo  leído  en 
el  original,  ni  podía  afirmarlo  tampoco.  (Cfr.  Santa  Teresa  y  la  Compañía  de  Jesús.  Estu- 
dio hlstórico-crítico,  por  el  P.  Juan  Antonio  Zugasti,  S.  ].,  pág.  19.— Madrid,  1914).  Lástima 
que  en  obras  de  tal  índole,  se  cometan  éste  u  tantos  otros  errores  críticos   e  históricos. 

2  Todo  esto  consta  en  documentos,  que  hemos  visto,  del  archivo  de  las  Carmelitas 
Descalzas  de  Toledo.  En  diez  hojas  que  preceden  al  texto  de  la  copia  que  estamos  exami- 
nando, escribió  el  P.  Andrés  de  la  Encarnación  un  estudio  de  ella,  en  que  afirma  haber 
servido  a  D.  Teutonio  para  la  edición  de  Evora,  a  Que  la  mayor  parte  de  las  enmiendas 
pertenecen  a  la  Santa.  No  cree  que  la  M.  Jerónima  del  Espíritu  Santo  escribiese  nota  algu- 
na, por  no  hallarlas  parecidas  a  su  letra,  en  lo  cual  no  seguimos  al  docto  crítico,  como  ni 
en  lo  que  da  entender  de  que  hasta  fines  de  1579,  no  envió  la  Santa  a  D.  Teutonio  ej 
Camino  de  Derfección,  sino  sólo  otros  cuadernos  (los  Avisos  y  la  Vida  de  S.  Jllberto), 
cuando  en  la  carta    de    aquel  prelado,   fechada  en  22  de  Julio   de  este  mismo  aflo,  lo  afirma 


XXVm  INTRODUCCIÓN 

Nuevos  traslados  de  este  libro. — Existiendo  afortunadamente  dos 
autógrafos  y  tres  copias  autorizadas  por  la  Santa  misma  de  este  libro, 
ya  se  alcanza  que  los  demás  traslados  que  de  él  se  conservan,  han  de 
tener  importancia  muy  secundaria;  así  que  no  nos  detendremos  a  descri- 
bir aquí  algunos  que  conocemos,  si  bien  tenemos  propósito  de  hacerlo 
en  otro  lugar.  Añadimos  únicamente,  que  el  manuscrito  que  se  guar- 
da en  la  Biblioteca  Escurialense,  el  cual  copia  este  libro  con  bas- 
tante fidelidad,  no  tiene  nota  ninguna  de  la  Santa,  ni  de  otro,  co- 
rrector, ni  las  palabras  Teresa  de  Jesús,  que  vienen  en  el  primer  folio, 
están  escritas  por  ella,  como  afirma  D.  Vicente  de  la  Fuente  (1). 
La  copia  es  muy  hermosa  y  bien  puede  ser  de  fines  del  siglo  XVI.  Está 
encuadernada  en  piel,  lleva  impresas  las  parrillas  y  tiene  los  cantos 
dorados,  como  tantos  otros  manuscritos  de  la  importante  Biblioteca  de 
S.  Lorenzo  el  Real.  Sospechamos  que  algún  monarca  devoto  de  la  Santa 
(hasta  ahora  todos  lo  han  sido  en  España)  mandaría  quizá  sacar  esta 
copia  para  enriquecer  su  Biblioteca,  comoquiera  que  no  se  hallaba  entre 
sus  fondos  el  autógrafo  valisoletano,  que  este  códice  traslada.  El  ma- 
nuscrito termina  en  el  folio  257,  vuelto.  Contiene  cuarenta  y  tres  ca- 
pítulos, por  no  haber  hecho  uno  del  IV  y  V,  siguiendo  en  esto  al 
códice  de  las  Carmelitas  de  Madrid. 

Acerca  de  las  copias  que  /de  este  libro  ise  sacaron  en  los  siglos 
XVII  y  XVIII,  discurre  larga  y  eruditamente  el  P.  Antonio  de  San 
Joaquín  en  ei  tomo  VII  del  Año  Teresiano,  día  7  de  Julio,  y  no  que- 
remos repetir  lo  que  allí  se  dice  con  bastante  exactitud.  Por  no  haber 
tenido  en  cuenta  la  existencia  de  dos  autógrafos  de  este  libro,  se 
suscitaron  vivas  quejas  y  dudas  muy  vehementes  acerca  de  la  fidelidad 
de  las  impresiones,  sobre  todo  desde  que  por  orden  del  rey  se  saca- 
ron traslados  de  ellos,  a  mediados  del  siglo  XVIII,  para  colocarlos 
en  la  Real  Biblioteca  de  Madrid.  Los  reproches  eran  infundados 
en  gran  parte,  porque  las  ediciones  publicaban,  no  el  códice  escuria- 
lense, sino  el  valisoletanos  y  éste  se  reproducía  con  relativa  fidelidad, 
desde  que  en  1645,  por  orden  del  P.  General  de  los  Carmelitas  Des- 
calzos, Fray  Juan  Bautista,  los  PP.  Francisco  de  los  Santos,  supe- 
rior de  los  Carmelitas  Descalzos  de  Valladolid,  y  Nicolás  de  San 
Alberto,  conventual  de  aquella  casa,  sacaron  un  traslado  que  sirvió 
para  la  edición  que  la  Reforma  de  Santa  Teresa  hizo  el  año  de  1661, 
en  la  imprenta   de  José   Fernández   de  Buendía   (Madrid).  A  este  tras- 


textualmente,  como  luego  veremos.  Intenta  con  esto  el  P.  Andrés  conciliar  la  fecha  del 
envío  de  la  copia  a  D.  Teutonio  con  el  tiempo  en  que  S.  Teresa  ü  la  ■^-  Jerónima  hicie- 
ron las  correcciones,  que  no  fué  antes  del  mes  de  Agosto.  Pero  las  palabras  de  la  Santa  no  admi- 
ten discusión,  ü  es  necesario  apelar  a  la  conjetura  ua  expuesta  en  la  página  XXV,  nota  tercera. 
1      Esciitos  de  S.    Teresa:  Prólogo  al  Camino  de  Derfecdón. 


INTRODUCCIÓN  XXIX 

lado,  que  se  guarda  en  la  Biblioteca  Nacional  (Ms.  13.  520),  puede  la 
crítica  moderna  hacer  no  pocos  reparos,  y  muchos  más  a  la  edición 
que  por  él  se  reguló;  pero  así  y  todo,  dan  a  conocer  los  nobles  afanes 
de  la  Orden  del  Carmen  por  editar  con  limpieza  y  exactitud  los  es- 
critos de  su  santa  Reformadora. 

R  pesar  de  haberse  visto  en  la  compulsación  la  diferencia  notable 
de  las  ediciones,  desde  la  príncipe,  con  el  autógrafo  de  la  Santa,  es- 
timaron aquellos  editores,  que  debían  publicarse  con  el  de  Valladolid 
algunos  párrafos  del  escurialense,  siguiendo  el  autorizado  ejemplo  de 
Fray  Luis  de  León;  criterio  que  ha  prevalecido  hasta  nuestros  días, 
pues  ni  siquiera  después  de  los  excelentes  trabajos  llevados  al  cabo 
por  los  PP.  ñndrés  de  la  Encarnación  y  Manuel  de  S.  María,  promedia- 
do ya  el  siglo  decimoctavo,  se  reformaron  gran  cosa  las  ediciones 
posteriores.  La  autoridad  del  gran  Maestro  augusíiniano  seguía  im- 
perando, a  mi  ver,  con  persistencia  plausible;  porque  no  ocurriendo- 
seles  a  estos  claros  varones  la  publicación  de  ambos  Caminos,  no  era 
justo  privar  a  los  devotos  de  las  útiles  enseñanzas  que  Santa  Teresa 
vierte    en   el    primer   escrito   y    nos    quita   en    el    segundo. 

De  1757  a  1759  se  hizo  un  cotejo  de  las  ediciories  impresas  con 
el  autógrafo  de  Valladolid,  mucho  más  fiel  y  acabado  que  el  de  1645, 
por  lois  PP.  ñndrés  de  la  Encarnación  y  Manuel  de  Santa  María,  de 
orden  del  General  de  la  Reforma,  Fr.  Pablo  de  la  Concepción.  El  tra- 
bajo de  los  dos  insignes  críticos  teresianos  es  tan  acabado  como  podía 
esperarse  de  su  capacidad!  y  competencia  en  estos  estudios.  Un  resumen 
de  lo  hecho  por  ellos,  aparte  de  otros  manuscritos  que  no  están  al  alcan- 
ce de  todos,  puede  verse  en  el  Códice  13.245  de  la  Biblioteca  Nacional, 
en  documentos  repetidos,  que  por  su  extensión  y  fastidiosas  fórmulas 
cscribaniles,  que  prueban  lo  en  serio  que  tomaban  estos  beneméritos 
carmelitas  su  oficio  de  depuración  crítica  de  los  escritos  de  la  Santa  (1), 
no  los  reproducimos  aquí,  ni  es  necesario;   porque  tanto  en  las  observa- 


1  La  entrega  del  autógrafo  del  Camino  de  Perfección  se  hizo  con  muchas  solemni- 
dades legales,  el  2  de  Noviembre  de  1757,  al  P.  Andrés  de  la  Encarnación;  ij  con  no  menor  so- 
lemnidad  se  devolvió  el  manuscrito  a  las  religiosas  el  11  de  Marzo  de  1760.  El  P.  Andrés 
apenas  pudo  hacer  en  este  cotejo  otra  cosa  que  dar  oportunas  instrucciones  para  que  la 
obra  saliese  perfecta.  Su  competencia  en  estos  trabajos  era  reconocida  jj  acatada  por  todos. 
El  traslado  fué  hecho  por  su  compañero,  el  P.  Manuel  de  S.  María,  con  la  limpieza, 
exactitud  u  esmero  que  puede  suponerse  en  amanuense  tan  atildado  ij  escrupuloso,  que  en 
ápices  de  fidelidad  tj  legalidad  de  copia,  deja  muy  atrás  a  los  más  exigentes  sj  melin- 
drosos depuradores  de  textos  de  la  novísima  escuela  crítica.  Tuvo  el  P.  Manuel  en  su  poder 
el  autógrafo,  desde  el  24  de  Noviembre  de  1757  hasta  el  25  del  mismo  mes  de  1759.  El 
tiempo  restante,  hasta  entregarlo  a  la  comunidad,  se  invirtió  en  las  compulsaciones  que  del 
traslado  y  el  original  hicieron  los  notarios.  La  copia  del  P.  Manuel,  que  sería  probablemente  de- 
positada en  el  archivo  generalicio  de  nuestro  convento  de  Madrid,  ha  debido  de  perderse;  al 
menos,  no  hemos  tenido  la  dicha  de  hallarlo,  ni  en  la  Biblioteca  Nacional,  donde  se  guardan 
otros  escritos  de  este  religioso,   ni   en  los  muchos  archivos   que  llevamos  ¡ja  registrados. 


XXX  INTRODUCCIÓN 

clones  que  llevamos  hechas  en  lesta  Introducción,  como  en  las  notas 
con  que  ilustramos  este  libro,  damos  al  lector  un  conocimiento  del  au- 
tógrafo mucho  más  completa  y  ide  más  fácil  inteligencia  que  publicando 
juntos  los  reparos  de  ambos  padres.  Posteriores  a  los  de  estos  Descal- 
zos, no  conocemos  estudios  inéditos  acerca  de  este  libro  dignos  de  es- 
pecial mención  (1). 


PRIMERAS     EDICIONES     DE     ESTE     LIBRO. 

Edición  de  Ev ora. —Tesoros  tan  estimables  de  vida  espiritual,  no 
debían  estar  más  tiempo  escondidos,  corriendo  el  riesgo  de  adultera- 
ción o  desfiguramiento  al  multiplicarse  en  copias  poco  fieles,  peligro 
que  entrevio  ya  la  misma  autora  y  quiso  ponerle  oportuno  remedio. 
Luchaba  la  Santa  con  su  humildad  y  modestia,  por  una  parte,  y  el  te- 


1  Antes  de  hablar  de  las  principales  impresiones  del  Camino  de  Perfección,  no  pode- 
mos menos  de  hacer  mérito,  siquiera  en  nota,  de  un  supuesto  fragmento  de  este  libro,  que  mi 
querido  amigo,  D.  Bernardino  Melgar,  marqués  de  San  Juan  de  Piedras  Albas,  puplicó  como 
autógrafo  en  el  número  de  Septiembre-Octubre  de  1915,  del  Boletín  de  la  Real  Hcademia  de 
la  Historia.  El  presunto  autógrafo  es  como  sigue,  salvo  la  puntuación:  «f  Jhs.  ansi  como  los 
pájaros  que  eseñan  a  ablar  no  saben  más  de  lo  que  les  muestran  u  ogen,  y  esto  rrepiten  muchas 
veces,  ansi  acen  muchas  sus  oraciones,  rrepitiendo  las  cosas  a  bobas,  sin  parar  a  discurrir 
mucho  con  el  entendimieto  en  lo  que  dicen.  Por  ello,  después  de  decir  padre  nuestro  que 
eres  en  los  cielos,  sanctificado  sea  el  tu  nombre,  venga  el  tu  rreyno,  fágase  la  tu  voluntad,  ansi 
como  se  fage  en  el  cielo,  ansi  en  la  tierra.  El  pan  nro.  de  cada  día,  dánoslo  oy,  e  dexanos 
nras.  deudas  ansi  como  nos  dexamos  nuestros  devdores,  e  no  nos  traigas  en  tentación,  mas 
líbranos  de  mal,  amén;  devéis  considerar  por  menudo  todo  lo  que  en  esta  oración,  que  es  la 
mejor,  pedís  a  su  divina  mag.,  y  ansi,  sin  ser  letradas,  sacaréis  arto  provecho  en  ello,  t  teresa 
de  jesús». 

El  entusiasmo  y  bien  probado  amor  del  señor  Marqués  a  Santa  Teresa,  le  han  inducido  sin 
duda  a  considerar  como  autógrafo  teresiano  un  documento  que  para  cualquiera  que  esté  un  poco 
versado  en  el  conocimiento  de  la  escritura  de  la  Santa,  no  es  difícil  ver  que  se  trata  de  una 
imitación  poco  feliz  de  su  letra.  Considerado  como  autógrafo  el  documento  que  el  Boletín  ci- 
tado reproduce  fotográficamente,  hace  sobre  él  algunas  observaciones  eruditas,  con  los  cuales 
sentimos  no  estar  conformes.  Dice  el  señor  Marqués:  «El  Padre  nuestro  del  autógrafo  que 
ilustramos,  tiene  grandes  analogías  con  el  que  la  Doctora  mística  intercala  en  su  Camino  de 
Derfecciónj  con  agregar  y  suprimir  artículos,  según  los  casos,  casi  iguales  resultarían  las  ver- 
siones, siquiera  la  misma  observación  pueda  hacerse  comparando  los  autógrafos  de  El  Esco- 
rial y  de  Valladolid,  que  son  los  más  conocidos;  de  donde  se  infiere  que  el  hermoso  docu- 
mento que  publicamos,  debe  ser,  sin  género  alguno  de  duda,  parte  integrante  del  primer  Cs- 
mino  de  Derfección,  escrito  por  Santa  Teresa  en  hojas  de  papel  sueltas,  sin  curarse  de  dis- 
tribuciones en  capítulos,  o  tal  vez  fragmento  de  borrador,  si  por  acaso  la  gran  Santa  algu- 
na vez  hubiérase  valido  de  borradores,  lo  que  no  es  de  presumir  por  la  poca  importancia 
que  daba  a  la  grandísima  de  sus  escritos  insuperables,  en  los  que  campea  un  descuido  en- 
cantador en  lo  tocante,  por  ejemplo,  a  la  repetición  de  palabras  y  enlace  de  los  unos  pe- 
ríodos con  los  otros. 

»Pero  no,  estamos  en  presencia  de  un  autógrafo  auténtico  y  legítimo  de  la  esclarecida 
Virgen  avilesa;  seguramente  en  la  de  un  fragmento  del  primer  Camino  de  Derfección  que  bro- 
tó por  divinas  inspiraciones  de  su  pluma  admirable,  escrito  en  términos  lacónicos  más  propios  de 
Mvisos  o  advertencias  que  de  obra  doctrinal  por  el  fondo  y  por  la  forma,  que  después  la  sir- 
viera de  sinopsis  o  guión,  para  escribir  aquel  libro,  que  sólo  encuentra  par  en  las  Moradas». 

Después  de  algunas  consideraciones,  a  las  que  habría  que  hacer  no  pocos  reparos,  termina 
así:  «El  autógrafo  teresiano  de  que  se  trata,  debe  ser  un  fragmento  de  la  primera  y  desordenada 
redacción  del  gran  libro  ascético  y  doctrinal,  tantas  veces  mencionado,  de  la  Doctora  eximia, 


INTRODUCCIÓN  XXXI 

mor  fundado,  por  otra,  de  que  sus  escritos  llegasen  a  leerse  en  tras- 
lados tan  mendosos,  que  no  reflejasen  bien  su  pensamiento.  Para  evi- 
tación de  este  mal,  apenas  había  otra  solución  que  darlos  a  la  es- 
tampa, bien  corregidos  y  enmendados.  Su  intención  primera  fué  limi- 
tarse al  Camino  de  Perfección,  y  únicamente  para  sus  hijas.  Con  este 
fin  escribió  a  D.  Teutonio  de  Braganza,  grande  amigo  suyo  y  admirador 
de  su  Reforma,  una  carta,  que  se  ha  perdido,  a  mediados  de  Julio  de 
1579,  enviándole  una  copia,  corregida  por  ella,  como  ya  hemos  visto; 
y  pocos  días  después  (22  del  mismo  mes  y  año),  en  otra  carta,  le 
decía:  «La  semana  pasada  escribí  a  V.  S.  largo  y  le  envié  el  libri- 
llo (1),  y  ansí  no  lo  seré  en  ésta;  porque  sólo  es  por  habérseme 
olvidado  de  suplicar  a  V.  S.  que  la  vida  de  nuestro  Padre  S.  Alberto, 
que  va  en  un  cuadernillo  en  el  mismo  libro,  la  mandase  V.  S.  impri- 
mir con  él,  porque  será  gran  consuelo  para  todas  nosotras,  porque 
no  la  hay  sino  en  latín». 


cuya  primera  redacción  sufrió  la  propia  suerte  que  la  del  Libro  de  su  Vida,  esto  es,  que  por 
desapariciones  involuntarias  o  intencionadas,  tuvo  la  Virgen  avilesa  que  redactar  de  nuevo,  ¡j 
bajo  tal  supuesto  le  atribuuo,  como  fecha  probable,  últimos  del  año  1562.» 

Ni  el  pretendido  autógrafo  es  tal  autógralo,  ni  forma  parte  integrante,  ni  substancial,  del  Ca- 
mino  de  Derfección,  que  por  dicha  se  conserva  completo  en  El  Escorial,  ni  S.  Teresa  escribió 
jamás  borrador  de  este  libro  en  hojas  sueltas,  que  pudiera  servirle  de  sinopsis  o  guión,  como 
quiere  el  Marqués.  Santa  Teresa  era  muy  sencilla,  y  sabía  únicamente  el  Padrenuestro  de  un 
solo  modo,  que  reproduce,  sin  cambio  ninguno,  en  los  dos  Caminos  de  Derfección  que  escri- 
bió, y  no  modifica  en  las  tres  copias  por  ella  corregidas.  De  ser  fragmento  del  autógrafo  de  El 
Escoria!,  ¿dónde  ha  de  colocarse  esta  peregrina  recitación  del  Paternóster,  que  no  disienta  de  lo 
restante  de  la  oración  dominical  que  la  Santa  reproduce  y  comenta?  Si  es  parte  fragmentaria  de 
dicho  original,  ¿cómo  empieza  con  las  letras  Jhs.  (Jesús),  con  que  encabeza  sus  escritos,  y  lo 
firma  como  si  fuera  terminación  de  otro?  No  hay  para  qué  insistir  más  en  cosa  tan  evidente. 
El  autor  de  este  documento  (que  no  es  el  único  que  se  conserva  de  su  mano),  ni  siquiera 
se  propuso  fingir  con  él  un  pasaje  del  Camino  de  Derfección,  sino  entretenerse  y  ejercitar  su 
habilidad  de  calígrafo  imitando  la  letra  de  la  Santa  y  su  estilo,  y  se  le  ocurrió  escribir  el  Pa- 
ternóster, como  él  le  recitaba,  sin  importarle  un  ardite  de  su  conformidad  o  discrepancia  con  el 
de  la  Santa.  Pero  si  resulta  bastante  afortunado  en  la  imitación  de  algunas  letras,  no  lo  está 
en  otras,  y  menos  en  la  unión  de  ellas  para  formar  sílabas  y  palabras,  en  que  tanto  se  dife- 
rencia este  documento  de  los  verdaderos  autógrafos  de  la  Santa.  Hasta  la  exactitud,  a  todas 
luces  forzada,  limpieza  y  esmero  que  se  pone  en  la  reproducción,  son  clara  prueba  de  su 
procedencia  espuria.  Las  mismas  dimensiones  (15  por  20  y  medio  cm.)  distintas,  por  cierto,  de 
las  del  escurialense  (215  por  155  milímetros),  están  pidiendo  a  voces  un  primoroso  cuadro  para 
adorno  de  oratorio,  capilla  o  habitación,  que  era  el  ordinario  destino  de  estas  imitaciones  de 
escritos  de  Santa  Teresa,  aunque  no  todos  han  logrado  este  honor.  Como  de  ellas  pensamos 
escribir  largamente  en  otro  lugar,  no  decimos  más  aquí.  Harto  me  desazona  tener  que  hablar 
contra  ciertos  extremos  de  devoción  teresiana  de  muchas  personas,  que  inocentemente  reciben 
como  de  la  Santa,  lo  que  es  sólo  remedo  más  o  menos  feliz  de  su  letra. 

1  Entre  los  muchos  favores  que  los  hijos  de  Santa  Teresa  deben  a  D.  Teutonio,  es  uno 
la  fundación  en  Evora,  año  de  1594,  de  un  convento  de  Carmelitas  Descalzos.  Hablando  de  este 
sabio  y  virtuoso  prelado  portugués,  de  la  real  familia  de  los  Braganzas,  dice  el  P.  Andrés  en 
las  Memorias  Historiales,  letra  N,  núm.  129:  <<Consta  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  de 
Portugal  (tomo  V,  p.  230),  que  D.  Theutonio  de  Braganza  entró  a  ser  coadjutor  de  D.  Enrique, 
cardenal-arzobispo  de  Evora,  año  de  1578,  pero  estaba  nombrado  de  antes,  y  por  eso  le  pudo 
escribir  Santa  Teresa  a  16  de  Enero  del  mismo  año,  dándole  el  trato  de  arzobispo.  El  7  de  Di- 
ciembre del  mismo  año,  tomó  posesión  de  él  en  propiedad,  porque  D.  Enrique  hizo  cesión  de 
la  mitra...» 


XXXn  '  INTRODUCCIÓN 

El  libro,  sin  embargo,  Ino  se  imprimió  hasta  1583,  a  pesar  de  iia- 
berlo  aprobado  la  censura  eclesiástica  con  fecha  7  de  Octubre  de  1580. 
Quizá  D.  Teutonio,  obedeciendo  órdenes  secretas  de  la  misma  Santa, 
no  quiso  darlo  a  la  estampa  hasta  después  de  muerta  ella.  En  el 
prólogo  que  el  piadoso  prelado  le  puso,  y  que  va  al  frente  del  libro, 
dice  la  razón  que  le  movió  a  suprimirlo,  por  estas  palabras:  «Y  no 
es  pequeña  consolación  ver  que  aun  después  de  su  fallecimiento,  su 
espíritu  bive  en  la  doctrina  deste  libro,  que  ella,  con  el  sancto  zelo 
que  tenía  de  aprovechar  a  sus  hijas,  ordenó  y  compuso  para  solas 
ellas,  pidiéndome  encarecidamente  lo  mandase  yo  imprimir  para  solo  este 
effecto.  Porque  auicndo  algunos  traslados  de  mano,  halláronse  muchas 
cosas  trocadas  de  como  ella  las  auía  escrito,  lo  qual  se  remediaría  con 
la  impressión.  Y  assí  lo  hize  yo  imprimir  para  satisfacer  a  este  su  tan 
piadoso  deseo».  D.  Teutonio,  en  efecto,  lo  imprimió  en  Evora  con 
este  título: 

TRATADO  /  que  escrivlo  la  madre  ¡  Teresa  de  lesvs.  A  ¿as  her- 
manas I  Religiosas  de  la  orden  de  nuestra  j  señora  del  Carmen  del 
Monejsterío  del  Señor  sanct  ¡  Joseph.  de  Auila  j  de  donde  a  la  j 
sazón  era  /  Priora  y  fundadora.  /  (f).  Fué  impressa  la  presente  obra, 
I  en  la  muy  noble  y  siempre  leal  ciudad  /  de  Euora,  en  casa  de  la 
Viuda  Mujger  que  fué  de  Andrés  de  Burjgos,  que  sancta  gloria  aya. I 
1583.  Vienen  ocho  hojas  de  preliminares  sin  foliar,  que  comprenden: 
las  aprobaciones  de  los  censores  (fol.  1,  vuelto);  la  carta  de  Don 
Teutonio,  que  publicamos  en  los  Apéndices  (cuatro  folios  y  medio); 
Avisos  de  la  Madre  Teresa  de  Jesús  (cuatro  folios  y  medio) ;  Comienza 
el  tratado  llamado  camino  de  perfectión  (media  hoja) ;  Prólogo  (fo- 
lio y  medio).  La  paginación,  por  hojas,  comienza  en  el  capítulo  I  y  llega 
hasta  el  número  113,  en  que  termina  el  capítulo  XLI  y  último  del  libro. 
La  segunda  página  del  folio  143  y  el  siguiente,  vienen  en  blanco.  Con 
nueva  foliación  comienza  la  Vida  de  S.  Alberto,  que  llena  cuarenta 
y  tres  hojas.  Termina  el  volumen  con  una  carta  del  traductor  de  esta 
Vida,  en  la  que  hace  relación  de  su  trabajo  a  las  Carmelitas  Descalzas, 
y  se  encomienda  a  sus  oraciones  (folio  y  medio). 

Tal  fué  el  primer  volumen  de  escritos  de  Santa  Teresa,  que  luego 
habían  de  hacer  sudar  continuamente  a  las  prensas.  Tímido,  y  sin 
elegancias  ni  primores  tipográficos,  se  presentaba  al  público  este 
libro  de  la  inmortal  Doctora  de  Avila,  que  a  tantos  ingenios  ha- 
bía de  prender  en  las  doradas  mallas  de  sus  enseñanzas,  y  aficio- 
narlos  a   la   práctica   de   la   virtud.   La   edición   evorense   reproduce   al 


1      El  Camino  de  Derfección,  que  llama  así  la  Santa    por   su   reducido  volumen   comparado 
con  el  Libro  de  la  Vida. 


INTHODUCCION  XXXIII 

autógrafo  de  Valladolid,  no  al  pie  de  la  letra,  sino  conformie  a  la  copia 
corregida  por  la  Santa,  que  está  hoy,  como  ya  hemos  visto,  en  las 
Carmelitas  Descalzas  de  Toledo.  No  conocemos  testimonio  escrito  que 
lo  afirme  categóricamente,  pero  lo  convencen  una  multitud  de  coin- 
cidencias entre  el  impreso  y  manuscrito,  que  ponen  la  cuestión  fuera 
de  toda  controversia.  De  los  códices  que  conocemos,  únicamente  el  de 
Toledo  contiene  la  hermosa  «Protestación»  de  fe  y  obediencia  a  la 
Iglesia  católica,  que  D.  Teutonio  publica  al  frente  del  libro;  sólo 
en  el  toledano  se  lee  la  nota  que  está  al  fin  del  capítulo  IV,  para  que 
de  éste  y  del  siguiente  se  hiciesen  uno,  como,  en  efecto,  se  ejecutó  en 
la  edición  de  Evora,  además  de  las  innumerables  enmiendas  y  frases 
que,  discrepando  del  original  valisoletano,  conforman  con  este  ma- 
nuscrito (1). 

La  edición  de  Evora,  sin  embargo,  salió  muy  descuidada,  no  sólo 
por  las  erratas  materiales  que  el  abandono  de  los  correctores  dejó 
pasar,  y  por  los  portuguesismos  o  lusitanismos  que  a  veces  se  advier- 
ten; sino  por  el  poco  esmero  que  se  puso  en  imprimirlo  conforme  a 
la  copia  enviada  por  Santa  Teresa,  de  ía  cual  se  diferencia  en  mu- 
chos pasajes,  y  en  ocasiones,  ni  siquiera  se  publican  bien  las  en- 
miendas que  ella  puso.  Claro  es  que  estos  cargos  no  los  hacemos  a 
D.  Teutonio,  que  no  corregía  las  pruebas,  pero  es  necesario  sacarlos  a 
la  luz  para  conocer  el  valor  de  esta  edición  primera  del  Paternóster, 
y  para  que  se  vea  que  las  quejas  de  algunos  amantes  de  la  pureza  de 
los  escritos  teresianos  no  carecían  de  fundamento.  Se  suprimió,  ade- 
más,  todo  el  capítulo   XXXI   (2). 

Edición  del  P.  Jerónimo  Gradan. — Dos  años  después  que  salió  de 
las  prensas  portuguesas  el  Camino  de  Perfección,  hacíalo  imprimir  de 
nuevo  en  Salamanca  el  P.  Jerónimo  Gracián  de  la  Madre  de  Dios,  con 


1  Tan  evidente  es  que  la  copia  de  Toledo,  u  otra  igual,  sirvió  a  D.  Teutonio  para  la  edi- 
ción de  este  libro,  que  parece  inútil  insistir  en  ello.  Basta  compulsar  cualquier  capítulo  de  los 
que  contienen  enmiendas,  ija  de  la  Santa,  ya  de  otra  pluma,  para  convencerse  de  la  conformi- 
dad de  la  copia  ¡j  del  impreso.  D.  Teutonio  publica  las  adiciones  hechas  por  la  Santa,  así  como 
omite  las  muchas  frases,  y  aun  párrafos,  que  ella  tachó.  Ya  se  comprende  que  tal  coincidencia  es 
de  todo  punto  imposible  de  no  tener  delante  el  códice  toledano,  que,  de  los  conocidos  hasta  hoy, 
es  el  único  que  las  contiene.  Pero  D.  Teutonio,  no  siempre  sigue  literalmente  a  la  copia;  con  fre- 
cuencia añade,  suprime  o  modifica  alguna  palabra,  y,  a  veces,  frases  enteras.  Adopta  en  la  im- 
presión distinta  ortografía,  jj  se  aparta  también  mucho  de  la  copia  en  la  pronunciación  de  mul- 
titud de  palabras,  como  puede  verse  en  el  capítulo  VIII  de  la  impresión  que  hacemos  en  el  pre- 
sente volumen,  el  cual  capítulo,  por  faltar  en  la  copia,  lo  tomamos  de  la  edición  de  Evora. 
Calcúlese  lo  defectuoso  que  saldría  el  famoso,  librillo  de  las  prensas  evoritanas,  cuando  a  las 
muchas  libertades  del  copista,  hay  que  acumular  otras  innumerables  que  se  tomaron  los  editores. 
'  2  La  omisión  de  este  capítulo  fué  debida,  verosímilmente,  a  que  trata  de  la  oración  de 
quietud,  y  no  se  juzgaría  oportuno  su  publicación  entonces,  por  la  torcida  inteligencia  que 
al  leerlo  pudieran  darle  muchas  falsas  contemplativas,  que  a  la  sazón  abundaban  en  Portugal 
tanto  o  más  que  en  España, 

III  "3 


XXXIV  INTRODUCCIÓN 

este  título:  TRATADO  ¡  llamado  cami-jno  de  Perfección,  ¡  que  es- 
criuio  para  sus  Monjas  la  madre  Teresa  de  Jesvs,  fun- 1  dadora  de  los 
^onaste-jrios  de  Carmelitas  ¡  iiescal^s.  ¡  Con  Licencia  y  Priuilegio.  j 
En  Salamanca  j  En  casa  de  Guillermo  Foquel.  Año  M.D.  LXXXV.  En 
8.2,  con  doce  hojas  de  preliminares  sin  foliación,  ciento  ochenta  y 
nueve  foliadas,  y  una,  sin  foliar,  de  colofón.  El  texto  del  Camino 
de  Perfección,  termina  en  lel  folio  182,  y  en  este  mismo,  vuelto,  con- 
mienzan  los  Avisos.  Hunque  la  impresión  no  salió  hasta  el  85,  en 
Agosto  del  año  anterior  ya  había  alcanzado  el  P.  Gracián  cédula  real 
para  editar  la  obra. 

Esta  edición  ha  sido  ignorada  de  casi  todos  los  editores  de  las 
obras  de  la  Santa  y  escritores  teresianistas,  pero  no  lo  fué  del  dili- 
gente P.  Andrés  de  la  Encarnación,  que,  hablando  de  ella,  dice  en  las 
'Memorias  Historiales,  letra  W,  número  109:  «El  año  1584,  a  25  de 
Agosto,  se  despachó  cédula  real  en  el  Escorial,  dando  licencia  al  Padre 
Gracián,  Provincial  que  era,  para  que  imprimiese  el  Camino  de  Perfec- 
ción que  antes  había  impreso  en  Evora  D.  Teutonio  de  Braganza;  y 
así  puso  al  principio  la  carta  dedicatoria  de  aquel  limo,  a  las  Car- 
melitas Descalzas.  Imprimióse  en  Salamanca,  año  de  1585,  por  Gui- 
llermo Foquel.  Varióse  en  esta  impresión  el  que  los  avisos,  que  es- 
taban al  principio,  los  puso  al  fin  el  P.  Gracián,  y  omitió  la  vida 
de   S.   Alberto   que   imprimió   con    él   el   señor   D.    Theutonio». 

La  presentación  del  libro  es  muy  superior  a  la  edición  de  Evora, 
por  el  esmero  que  ponía  Foquel  en  sus  impresiones;  pero  el  texto 
difiere  muy  poco  de  aquélla,  así  que  con  razón  se  quejaron  de  estas 
dos  ediciones  el  P.  Francisco  de  Ribera  y  Fr.  Luis  de  León.  Cierto 
que  Gracián  enmendó  algunas  cosas  de  la  impresión  de  Evora,  pero 
no  por  los  autógrafos,  sino,  como  dice  muy  bien  el  primero  de  los  es- 
critores citados,  «más  por  buena  cabeza  que  por  original».  Esta  ra- 
zón movió  al  P.  Ribera  a  publicar  otra  más  correcta,  si  bien  no 
llegó  a  realizar  su  pensamiento  (1).  De  esta  edición  salmantina  son 
más  raros  aún  los  ejemplares  que  de  la  de  D.  Teutonio  (2). 

Edición  de  Valencia.— R\  año  siguiente  (1586  )se  imprimió  de  nuevo 
este  libro  en  Valencia  por  Pedro  de  Huete.  Habla  de  esta  edición  el  Año 
Teresiano  (t.  IX,  p.  298)  en  los  términos  siguientes:  «Dknos  a  en- 
tender que  había  sido  la  primera  de  las  impresiones  de  las  obras  de 
la  Santa,  la  que  gobernó  el  Maestro  León,  executada  en  Salamanca,  año 


1  Léase  lo  que  escribimos  acerca  de  esto  en  los  Preliminares,  t.  I,  p.  LXXXVIII. 

2  Sólo  de  dos  tenemos  noticia:  el  primero  se  guarda  en  la  Biblioteca  Nacional  de  París,  ¡j 
el  otro  lo  adquirió  no  hace  mucho  D.  Juan  M.  Sánchez,  que  dio  de  él  información  detallada  en 
la  Basílica  Teresiana,  número  del  15  de  Junio  de  1916,  p.  lóS'-ló?. 


INTRODUCCIÓN  XXXV 

de  1588,  por  Guillermo  Foqucl,  lo  cual  no  sucede  así  por  lo  perteneciente 
al  libro  del  Camino  de  Perfección,  pues  hallamos  impreso  este  tratado 
dos  años  antes,  ^^n  el  de  1586,  en  la  ciudad  de  Valencia,  formada  en 
8.a  la  impresión,  en  la  oficina  de  Pedro  de  Huete,  a  que  concurrió 
el  limo.  Sr.  D.  Juan  de  Ribera,  Patriarca  de  ñntioquía,  Arzobispo 
de  la  misma  ciudad  de  Valencia,  firmado  en  este  día,  dieciocho  de 
Septiembre,  la  licencia  o  permiso  para  que  saliese  a  la  pública  luz», 
ñcerca  de  esta  edición,  dice  el  P.  Andrés  {Memorias  Historiales,  letra  N, 
núm.  12^):  «ñño  1586,  por  orden  y  licencia  del  Sr.  Patriarca  D.  Juan 
de  Ribera,  imprimió  en  Valencia  Pedro  de  Huete,  o  Güete,  el  Camino 
de  Perfección  en  dos  cuadernitos  de  octavo».  También  se  hace  mérito 
de  esta  edición  en  la  Biblioteca  Gabrielis  Sora  (Zaragoza,  1618).  Aun- 
que no  hemos  visto  ningún  ejemplar,  sospechamos  que  es  reproducción 
de  las  dos  precedentes. 

Edición  de  Fray  Luis. — Reservado  estaba  al  gran  agustino  Fr.  Luis 
de  León,  mejorar  la  impresión  de  este  escrito  de  la  Virgen  de  Avila  en 
la  primera  edición  que  de  sus  principales  libros  hizo,  donde,  a  continua- 
ción de  la  Vida,  publica  esta  obra  con  paginación  propia,  bajo  este 
título:  Librp  J  llamado  /  Camino  de  /  Perfección,  qve  ¡  escritiio  para 
sus  monfas  la  madf\0  j  Teresa  de  Jesús  fundadora  de  los  /  monesterios 
de  las  Carmeli-jtas  descalzas,  a  \ruego  ¡  dellas.  Imprcsso  confor-/mie  a  los 
originales  de  mano,  enmendadas  /  por  la  misma  madre,  y  no  conforme 
a  los  /  ímpressos  en  que  faltauan  muchas  cosasj,  y  /  otras  andauan  muy 
corrompidas.— En  Salamanca,  por  Guillermo  Foquel.  M.  D.  LXXXVIIL 
Tres  hojas  de  preliminares.  Comienza  la  paginación  en  el  capítulo 
I  y  tiene  259  páginas. 

La  edición  es  incomparablemente  Stnejor  que  las  tres  anteriores,  de 
las  cuales  prescinde  para  seguir  los  autógrafos  y  copias  corregidas  por 
la  Santa.  Fr.  Luis  de  León  se  dirige  por  el  original  de  Valladolid,  pero 
ingiere  párrafos  del  escurialense,  y  algunas  frases  que  sólo  pudo  ver- 
las en  las  copias  corregidas  por  Santa  Teresa  (1).  Esto  confirma 
lo  que  él  mismo  idice  en  la  portada.  Según  uso  de  los  escritores  de 
su  tiempo,  no  se  molesta  en  dar  cuenta  en  notas  o  apostillas  de  estas 
innovaciones,    que    no    son    pocas;    moderniza    muchas    palabras,   escri- 


1  Valga  por  ejemplo  la  frase  siguiente,  que  se  lee  tanto  en  el  autógrafo  de  Valladolid  como 
de  El  Escorial:  «No  haga  caso  del  entendimiento  más  que  de  un  loco».  (Cap.  XXXI,  p.  146,  línea 
29).  Fr.  Luis  de  León,  capítulo  XXXI,  p.  181,  la  modifica  así:  «No  haga  caso  del  entendimiento, 
o  pensamiento,  o  imaginación,  que  no  sé  lo  que  es,  más  que  de  un  loco».  Pues  bien,  las  pala- 
bras en  bastardilla,  corresponden  exactamente  a  una  enmienda  que  puso  la  Santa  en  este  pasaje 
a  la  copia  de  Toledo,  que  ya  conocemos.  Sólo  en  ella  hemos  visto  estas  palabras.  Vea  el  señor 
Herrero  Bayona  (Camino  de  Perfección,  p.  292),  si  hace  bien  en  reprender  al  insigne  Maestro 
por  esta  enmienda;  yo  no  me  atrevo. 


XXXVI  INTRODUCCIÓN 

biéndolas  según  que  las  personas  cultas  de  entonces  las  pronunciaban; 
altera,  en  gracia  de  la  claridad,  el  orden  de  ellas  en  muchas  frases, 
e  introduce  otros  cambios,  de  algunos  de  los  cuales  hacemos  mérito 
en  notas  del  texto  (1). 

Las  ediciones  posteriores,  hasta  nuestros  días,  han  reproducido  la 
de  Salamanca,  aumentando  sus  yerros.  Por  su  escasa  importancia,  no 
merecen  particular  mención  las  mejoras  introducidas  en  este  libro  en 
la  edición  de  1661  y  en  las  últimas  del  siglo  XVIIÍ.  El  ajuste  fiel  al 
autógrafo  valisoletano  no  se  hizo  hasta  1883,  en  una  edición  muy  poco 
conocida.  Don  Vicente  de  la  Fuente  en  sus  Escritos  de  S,  Teresa,  que 
preparó  para  la  Biblioteca  de  Autores  Españoles  (tomos  53  y  54,  Ma- 
drid 1861  y  1862),  separándose  de  los  editores  anteriores,  sacó  a  la 
luz  el  Camino  de  Perfección  según  el  autógrafo  escurialense,  aun- 
que entreveró,  indicándolo  en  nota,  muchos  pasajes  del  de  Valla- 
dolid.  Para  su  publicación  no  se  valió  del  autógrafo  mismo,  sino  de 
una  copia  de  la  Biblioteca  Nacional.  Su  trabajo,  aunque  contiene  no 
pocas  variantes  respecto  del  original,  es  digno  de  loa,  porque  este  texto 
se  conocía  sólo  por  algunos  fragmentos  que  publicó  Fray  Luis  de 
León,  y  como  diíiere  bastante  del  autógrafo  de  Valladolid,  no  carece 
de  utilidad  conocer  los  dos.  Por  no  haberse  fijado  suficientemente  en 
el  índice  que  al  fin  del  autógrafo  viene,  puso  hasta  setenta  y  seis 
capítulos,  cuando  sólo  ha  de  haber  setenta  y  tres.  De  aquí  la  confusión 
de  algunas  divisiones  introducidas  en  el  texto,  y  el  que  no  siempre  co- 
rrespondan  al  epígrafe  las  materias  de  los  capítulos  respectivos. 

Hablando  en  los  Preliminares  (t.  I,  págs.  lxxv-lxxvh)  de  las  edi- 
ciones que  reproducen  en  fotografía  los  escritos  de  la  Santa,  hicimos 
mérito  del  Camino  de  Perfección  que  se  guarda  en  El  Escorial,  pu- 
blicado en  1883  por  el  canónigo  de  Valladolid,  D.  Francisco  Herrero 
Bayona.  R  cada  página  fotolitografiada,  acompañan,  en  columnas  pa- 
ralelas, el  trasunto  de  El  Escorial  en  letra  cursiva,  y  el  del  valisoletano 
en  redondilla.  Con  esto  se  facilita  el  cotejo  de  ambos  autógrafos  y  el 
conocimiento  de  las  muchas  variantes  que  contienen.  Avaloran  la  impre- 
sión, las  notas  con  que  el  editor  le  ilustra,  acertadas,  de  ordinario.  Al- 
gunas equivocaciones  contiene  esta  magnífica  edición  (las  más  importan- 
tes quedan  consignadas  en  la  nuestra),  que  en  nada  empañan  la  gloria 
de  este  modesto  y  laborioso  admirador  de  Santa  Teresa.  Más  atento, 
según  creo,  el  ilustrado  canónigo  a  la  reproducción  fiel  del  original 
que   a  otros   pormenores   de  impresión,   descuida  en   grado   increíble   la 


1      Léase   lo    que   dijimos   en  les  Preliminares  (tomo  I,  p.  LXXXVII)  acerca  de  esta  edición 
de  Fr.  Luis  de  León. 


INTRODUCCIÓN  XXXVII 

puntuación,  que  es  defectuosísima.  Por  lo  mismo  que  estas  obras  de 
fotolitografía  son  muy  caras,  y  se  tira  de  ellas  un  número  muy  li- 
mitado de  ejemplares,  el  trabajo  del  Sr.  Herrero  Bayona  es  muy  poco 
conocido. 


Lfl     PRESENTE     EDICIÓN. 

En  la  presente  edición  se  publica  en  primer  lugar  el  Camino  de 
Perfección  de  Valladolid,  completamente  ajustado  al  autógrafo,  valién- 
donos de  la  copia  fotográfica  que  hemos  sacado  ex  profeso  para 
este  trabajo.  Las  pocas  veces  que  por  completar  el  sentido  de  al- 
gunas frases  hemos  recurrido  al  original  escurialense,  o  a  la  edición 
príncipe,  indicadas  quedan  en  nota.  Para  comodidad  de  los  lectores  se 
han  puesto  también  en  nota  algunos  párrafos  de  la  primera  redacción  de 
este  libro  que  la  Santa  suprimió  en  la  segunda,  aunque  pueden  leer- 
los en  los  Apéndices.  Ninguno  se  ha  incluido  len  el  texto,  si  exceptuamos 
los  que  se  supone  hacían  el  capítulo  XVII  en  el  autógrafo  de  Valla- 
dolid, suprimido  por  la  Santa;  pero  como  fué  publicado  por  Fr.  Luis 
de  León,  y  es  conocidísimo,  en  todas  las  lenguas,  de  los  aficionados 
a  estos  libros,  por  la  graciosa  comparación  del  ajedrez  con  los  pro- 
cedimientos de  la  oración  mental,  ,nos  ha  parecido  oportuno  incorporar- 
lo, como  el  Maestro  León,  al  capítulo  XVI,  entrecomándolo,  para  dis- 
tinguirlo de  lo  restante  del  texto. 

Ocioso  nos  parece  razonar  la  preferencia  que  damos  a  este  autó- 
grafo sobre  el  escurialense.  Ya  adujimos  algunas  razones  hablando  de 
ellos.  Tan  notoria  es  la  superioridad  del  valisoletano,  que  no  queremos 
perder  tiempo  en  su  demostración.  El  lector  puede  por  sí  mismo  apre- 
ciarla en  la  edición  presente.  Sin  embargo,  hay  pasajes  en  el  de 
Valladolid  que  se  aclaran  por  el  primeroi,  y  no  faltan  tampoco  en  éste 
rasgos  admirables  de  ingenio,  suprimidos  o  desfigurados  algún  tanto  en 
aquél  por  la  misma  autora.  Dijimos  también  que  el  original  de  San 
Lorenzo  es  de  redacción  más  familiar  que  el  de  Valladolid,  y  con- 
tiene expresiones  más  tiernas.  Lo  más  obvio,  para  que  nadie  se  nos 
enfade,  es  imprimir  los  dos,  que  buena  necesidad  tienen  de  correr 
por   esos   mundos   en   ediciones   depuradas. 

En  los  Apéndices  de  este  tomo,  publicamos  el  autógrafo  de 
El  Escorial  con  la  peculiar  ortografía  de  la  Santa,  ya  que  en  los 
demás  libros  suyos  no  hemos  podido  hacerlo  por  razones  que  declaradas 
quedan  en  los  Preliminares.  Si  para  la  generalidad  de  los  lectores  pu- 
diera tener  esto  importancia  secundaria,  no  así  para  los  filólogos  y  aficiO' 
nados  al  estudio  del  desenvolvimiento  progresivo  de  nuestra  lengua.  Con 


XXXVni  INTRODUCCIÓN 

mucho  sentimiento  hemos  visto  algunas  veces  en  trabajos  muy  laudables 
de  gramática  histórica,  citar  palabras  de  la  Santa,  tomadas  de  ediciones 
que  se  creían  definitivas,  que  no  estaban  conformes  con  los  originales,  y 
estropear  así  las  disquisiciones  fonéticas,  morfológicas,  temáticas,  y 
otras  análogas,  por  fundarse  precisamente  en  vocablos  y  frases  defec- 
tuosamente impresos.  En  la  presente  publicación  podrán  evitarse  estos 
inconvenientes.  No  siempre,  pero  sí  con  alguna  frecuencia,  indicamos 
en  nota  la  disparidad  entre  ambos  originales  de  frases,  palabras  y 
párrafos  enteros. 

Bien  merecen  asimismo  los  honores  de  la  publicación  las  copias 
que  del  Camino  de  Perfección,  corregidas  por  la  Santa,  han  llegado 
hasta  nuestros  días;  pero  por  no  aumentar  desproporcionadamente  este 
volumen,  nos  contentamos  por  ahora  con  la  de  Toledo,  dejando  las 
otras  dos,  que  guardamos  en  cartera  fotografiadas  y  preparadas,  para 
cuando  tengamos  más  espacio  y  vagar.  El  códice  toledano  es  acreedor 
a  la  primacía  de  las  prensas,  por  haberse  dirigido  por  él  la  edición 
de  Evora,  y  contener  más  enmiendas  de  la  Santa  que  los  demás  tras- 
lados. Para  conocer  éstas  con  facilidad,  se  imprimen  en  letra  cursiva, 
que  únicamente  para  ellas  se  empleará.  Entre  otras  ventajas,  trae 
este  método  la  de  saber  el  sentir  íntimo  de  la  Santa  en  las  mo- 
dificaciones que  introduce  (1).  Creemos  hacer  con  ello  grato  servi- 
cio a  los  estudiosos,  harto  mayor  que  atiborrando  el  texto  con  no- 
tas acerca  de  las  discrepancias  que  se  advierten  en  ediciones  que  nin- 
guna o  escasa  importancia  tienen,  trabajo  fácil  y  muy  del  gusto  de 
ciertos  eruditos  superficiales,  que  todo  el  mérito  de  una  edición  lo 
hacen  consistir  en  esta  pedantesca  enumeración  de  variantes.  Lo  que 
necesitan  los  sinceros  y  cultos  admiradores  de  Santa  Teresa,  es  ma- 
nejar su  propio  texto,  depuradamente  impreso,  no  el  frivolo  y  vani- 
doso recuento  de  errores  de  impresión  de  cuantas  ediciones  se  han 
hecho  hasta  el  presente.  Frecuentemente  hemos  lamentado,  leyendo  al- 
gunos escritos,  el  prurito  infantil  de  algunos  autores  en  señalar  las 
deficiencias  de  Foquel,  Foppens,  Buendía,  o  de  cualquier  otro  impresor 
de  estas  obras,  mientras  que  ellos  mismos  nos  dan  un  texto  tan  men- 
tiroso como  el  que  candida  y  jactanciosamente  fustigan.   ¡Cuándo  apren- 


1  Deseamos  que  se  ponga  atención  a  esta  advertencia,  pues  siendo  tantas  las  anotaciones 
de  la  Santa,  resultaba  fastidioso  notarlo  en  todos  los  casos.  Se  advierte  siempre  que  no  es 
adición,  sino  enmienda,  para  tener  al  tanto  al  lector  de  la  palabra  o  palabras  que  la  Santa  borra 
o  modifica.  Todas  las  palabras  y  frases  que,  estando  conformes  con  el  autógrafo  de  Valladolid, 
se  hallan  borradas  en  la  copia  sin  que  se  pongan  otras  en  su  lugar,  tengo  por  averiguado  que 
lo  fueron  por  S.  Teresa;  porque  es  seguro  que  la  M.  Jerónima  no  se  atrevería  a  semejante  cosa, 
ü  el  copista,  que  tantas  libertades  se  tomó  al  hacer  el  traslado,  modificando  en  muchos  lugares 
el  original,  al  copiar  las  frases  que  después  se  borraron,  es  señal  que  las  dio  por  buenas  ¡j 
dignas  de  continuar  como  en  el  autógrafo  se  hallaban. 


INTRODUCCIÓN  '  XXXIX 

deremos  a  trabajar  modesta  y  honradamente,  sin  vanas  arrogancias,  ni 
estólidas  fanfarronerías! 

ñccediendo  a  los  deseos  de  algunas  personas  piadosas,  lectoras  asi- 
duas de  estos  escritos,  ponemos  a  este  tomo  algunas  notas  más  de  las 
acostumbradas,  para  facilitar  la  inteligencia  de  ciertas  palabras  que 
hace  mucho  tiempo  dejaron  de  ser  usuales  en  la  conversación  y  es- 
critura. 

Con  la  publicación  de  los  dos  originales  de  este  libro,  y  la  copia, 
con  autoridad  de  autógrafo,  que  hasta  el  presente  no  se  conocía,  es- 
peramos haber  hecho  no  corto  servicio  a  los  admiradores  de  la  in- 
mortal Doctora  castellana,  que  así  podrán  apreciar  la  valía  de  esta 
obra,  la  más  castigada  y  corregida  por  su  autora  de  cuantas  salieron 
de  su  fecundísima  pluma. 

Fr.  Silverio  de  Shntü  Teresa,  C.  D. 


LIBRO    LLAMADO 

CñMINO  DE  PERFECCIÓN 


COMPUESTO     POR 


STñ.  TERESñ  DE  JESÚS 


LIBRO    LLAMADO 

CAMINO  DE  PERFECION 


COMPUESTO     POR 


TERESA   DE   JESÚ 

MONJA    DE    LA    ORDEN    DE    NUESTRA    SEÑORA    DEL    CARMEN.    VA    DIRIGIDO 

A    LAS    MONJAS    DESCALZAS    DE    NUESTRA    SEÑORA    DEL    CARMEN    DE    LA 

PRIMERA     REGLA      (1). 


ARGUMENTO   GENERAL   DE   ESTE   LIBRO 

Jhs. 

Este  Libro  (rata  de  avisos  y  consejos  que  da  Teresa  de  Jesús 
a  las  hermanas  relisiosas,  y  hijas  suyas,  de  los  monesterios 
que  con  el  javor  de  Nuestro  Señor  y  de  la  gloriosa  Virgen 
Madre  de  Dios,  Señora  nuestra,  ha  jundado  de  la  Regla 
primera  de  Nuestra  Señora  del  Carnten.  En  especial  le  di- 
rige a  las  hermanas  del  monesterio  de  San  Josej  de  Avila, 
que  fué  el  primero  de  donde  ella  era  priora  cuando  le  es- 
cribió  (2). 


1  Este  título  fué  escrito  por  la  Santa  en  la  primera  hoja  del  autógrafo  de  Valladolid, 
que,  como  dejamos  dicho  en  la  Introducción,  es  el  que  reproducimos  aquí.  Un  corrector,  a  lo 
que  presumo,  contemporáneo  de  la  Santa,  borró  las  palabras  Libro  llamado  camino...  compues- 
to por  Teresa  de  Jesú,  monja  de  la  Orden  de  Nuestra  Señora  del  Carmen,  jj  luego  puso 
por  su  cuenta  sobre  la  primera  línea:  Libro  llamado  camino,  que  con  las  palabras  de  perfeción, 
que  no  tachó,  dejó  el  título  de  la  obra,  suprimiendo  el  nombre  de  la  autora. 

2  Estas  líneas,  de  letra  de  Santa  Teresa,  vienen  en  la  primera  hoja  del  autógrafo.  Aquí 
mismo  puso  el  P.  Domingo  Báñez  de  su  puño  jj  letra:  io  e  visto  este  libro,  y  lo  (jue  del 
me  pareze,  está  escrito  al  cabo  del  y  ñrmado  de  mi  nombre.  Así  está,  en  efecto,  como  ve" 
remos  en  su  lugar. 


PROTESTACIÓN   (1) 

En  todo  lo  que  en  él  dijere  (2),  me  sujeto  a  lo  que  tiene  la 
madre  santa  Iglesia  (3)  romana,  y  si  alguna  cosa  fuere  contraria 
a  \esto,  es  por  no  lo  entender.  Y  Wlsí,  a  los  letrados  que  lo  han 
de  ver,  pido,  por  amor  de  Nuestro  Señor,  que  muy  particular- 
mente lo  miren  y  enmienden  si  alguna  falta  en  esto  hubiere,  y 
otras  muchas  que  terna  en  otras  cosas.  Si  algo  hubiere  bueno, 
sea  para  gloria  y  honra  de  Dios  y  servicio  de  su  sacratísima 
Madre,  Patraña  y  Señora  nuestra,  cuyo  hábito  yo  tengo,  aunque 
harto  indina  del. 


1  Dictó  la  Santa  esta  protestación  para  el  Camino  de  Perfección  publicado  en  1583  en 
Evora,  por  D.  Teutonio  de  Braganza.  Tráela  el  códice  de  las  Carmelitas  Descalzas  de  Tole^ 
do,  de  letra  de  Ana  de  San  Pedro,  que  por  tenerla  muij  legible  y  bonita,  copió  muchos  es- 
critos de  Santa  Teresa.  (Véase  lo  que  dejamos  escrito  de  esta  religiosa  en  el  tomo  II,  InttO" 
ducción,  p.  XVIII). 

2  Dixere,  puso  la  amanuense,  en  vez  de  dijere,  que  escribe  la  Santa. 

3  Eglesia,  escribe  la  M.  Ana  de  S.  Pedro,  pero  la  Santa  solía  decir  iglesia,  a  más  fre- 
cuentemente ilesia,  casi  nunca  eglesia. 


PROLOGO 


Jhs. 


Sabiendo  las  hermanas  de  este  monesterio  de  San  Josef 
cómo  tenía  licencia  del  Padre  Presentado  Fray  Domingo  Ba- 
ñes (1),  de  la  Orden  del  glorioso  Santo  Domingo,  que  al  pre- 
sente es  mi  confesor,  para  escribir  algunas  cosas  de  oración,  en 
que  parece  podré  atinar  por  haber  tratado  con  muchas  personas 
espirituales  y  santas,  me  han  tanto  importunado  les  diga  algo 
de  ella,  que  toe  he  determinado!  a  las  obedecer  (2),  viendo  que  el 
amor  grande  que  me  tienen  puede  hacer  más  aceto  (3)  lo  imperfe- 
to, y  por  mal  estilo  que  yo  les  dijere,  que  algunos  libros  que  es- 
tán muy  bien  escritos  de  (4)  quien  sabía  lo  que  iescribe  (5) ;  y  confío 
en  sus  oraciones  que  podrá  ser  por  ellas  el  Señor  se  sirva  acier- 
te a  decir  algo  de  lo  que  (al  modo  y  manera  de  vivir  que  se 
lleva  en  esta  casa  conviene.  Y  si  fuere  mal  [acer]tado  (6),  el  Padre 
Presentado,  que  lo  ha  de  ver  primero,  lo  remediará,  u  lo  que- 
mará, y  yo  no  habré  perdido  nada  en  obedecer  a  estas  siervas 


1  Las  palabras  Fray  Domingo  Bañes,  están  tachadas,  probablemente,  por  el  mismo  Padre 
Bánez,  como  lo  hizo  también  al  fin  del  autógrafo. 

2  ñ  obedecerlas,  diríamos  hoy. 

3  Por  acepto. 

4  Mas  usual  es  emplear  en  este  caso  la  preposición  por:  por  guien  sabía  lo  que  escribe. 

5  Algún  corrector  cambió  la  e  en  o,  haciendo  decir  a  la  Santa  escribo.  Fr.  Luis  de  León 
puso  en  su  edición  escribió.  Al  margen  del  autógrafo  hay  una  nota  de  letra  antigua,  pero  no 
del  P.  Báñez,  como  insinúan  lag  Carmelitas  de  París  (Oeuvres,  t.  V.  p.  30),  que  dice:  Y  algo 
escrivió  sobre  Job  i  los  morales,  importunado  de  siervos  de  Dios,  confiado  en  sus  oraciones, 
como  él  mismo  dice.  Consta  por  una  carta  de  San  Gregorio  a  San  Leandro  de  Sevilla,  que 
después  del  viaje  que  el  primero  hizo  a  Constantinopla,  fué  forzado  por  sus  religiosos  jj  por 
el  mismo  prelado  hispalense  a  escribir  esta  grande  obra. 

6  Por  una  pequeña  ruptura  de  la  hoja  autógrafa,  desaparecieron  las  dos  primeras  silabas 
de  esta  palabra. 


8  PROLOGO 

de  Dios,  y  verán  lo  que  tengo  de  mí  cuando  Su  Majestad  no 
me  ayuda. 

Pienso  poner  algunos  remedios  para  algunas  tentaciones  me-^ 
nudas  que  pone  el  demonio,  que,  por  serlo  tanto,  por  ventura  no 
hacen  caso  de  ellas,  y  otras  cosas,  como  el  Señor  rae  diere  a 
entender  y  se  me  fueren  acordando,  que  como  no  sé  lo  que  he 
de  decir,  no  puedo  decirlo  con  concierto;  y  creo  es  lo  mijor  (1) 
no  le  llevar,  pues  es  cosa  tan  desconcertada  hacer  yo  esto.  El 
Señor  ponga  en  todo  lo  que  hiciere  sus  manos  para  que  vaya 
conforme  a  su  santa  voluntad,  pues  son  estos  mis  deseos  siem- 
pre, aunque  las  obras  tan  faltas  como  yo  soy. 

Sé  que  no  falta  el  amor  y  deseo  en  mí  para  ayudar  en  lo 
que  yo  pudiere  para  que  las  almas  de  mis  hermanas  vayan 
muy  adelante  en  el  servicio  del  Señor,  y  este  amor,  junto  con 
los  años  y  expirienda  que  tengo  de  algunos  monesterios,  po- 
drá ser  aproveche  para  atinar  en  cosas  menudas  más  que  los 
letrados,  que  por  tener  otras  ocupaciones  más  importantes  y  ser 
varones  fuertes,  no  hacen  tanto  caso  de  cosas  que  en  sí  no  pa- 
recen nada,  y  a  cosa  tan  flaca  como  somos  las  mujeres,  todo  nos 
pueda  dañar;  porque  las  sotilezas  (2)  del  demonio  son  muchas  para 
las  muy  encerradas,  que  ven  son  menester  armas  nuevas  para 
dañar  (3).  Yo,  como  ruin,  heme  sabido  mal  defender,  y  ansí 
querría  escarmentasen  mis  hermanas  en  mí.  No  diré  cosa  que 
en  mí,  u  por  verla  en  otras,  no  las  tenga  por  expiriencia. 

Pocos  días  ha  m.e  mandaron  escribiese  cierta  relación  de 
mi  vida,  adonde  también  traté  algunas  cosas  de  oración;  po- 
drá ser  no  quiera  mi  confesor  le  veáis,  y  por  esto  porné  aquí 
alguna  cosa  de  lo  que  allí  va  dicho  y  otras  que  también  me  pa- 
recerán necesarias.  El  Señor  lo  ponga  por  su  mano,  como  le  he 
suplicado,  y  lo  ordene  para  su  mayor  gloria.  Amén. 


1  Por  mejor. 

2  Por  sutilezas. 

3  El  P.  Báñez,  bonando  el  verbo  dañar,  puso  en  su  lugar  defender,  aunque  luego  lo 
tachó.  No  necesita  enmienda  el  texto,  entendiéndolo  de  las  nuevas  astucias  del  diablo  contra 
las  almas  hambrientas  de  perfección. 


CAPITULO  PRIMERO  (1) 


DE    LA    CAUSA    QUE    ME    MOVIÓ    A    HACER    CON    TANTA    ESTRECHURA    ESTE 
MONESTERIO. 

Al  principio  que  se  comenzó  este  monesterio  a  fundar,  por 
las  causas  que  len  el  libro  que  digo  tengo  escrito  (2)  «stán  di- 
chas, con  algunas  grandezas  del  Señor  en  qu€  dio  a  entender 
se  había  mucho  de  servir  en  esta  casa,  no  era  mi  intención  hu- 
biese tanta  aspereza  en  lo  exterior,  ni  que  fuese  sin  renta,  an- 
tes quisiera  hubiera  posibilidad  para  que  no  faltara  nada;  en  fin, 
como  flaca  y  ruin,  aunque  algunos  buenos  intentos  llevaba  más 
que  mi  regalo. 

En  este  tiempo  vinieron  a  mi  noticia  los  daños  de  Francia 
y  el  estrago  que  habían  hecho  estos  luteranos,  g  cuánto  iba  en 
crecimiento  esta  desventurada  seta  (3).  Dióme  gran  fatiga,  g 
como  si  yo  pudiera  algo,  u  fuera  algo,  lloraba  con  el  Señor 
ü  le  suplicaba  remediase  tanto  mal.  Parecíame  que  mil  vidas 
pusiera  yo  para  remedio  de  un  alma  de  las  muchas  que  allí 
se  perdían.  Y  como  me  vi  mujer  y  ruin,  y  imposibilitada  de  apro- 
vechar en  lo  que  yo  quisiera  en  el  servicio  del  Señor,  y  toda  mi 
ansia  era,  y  aun  es,  que  pues  tiene  tantos  enemigos  y  tan  pocos 


1  Expresa  la  Santa  el  orden  de  capítulos,  ija  con  todas  las  letras,  ga  por  números  romanos. 

2  Habla  del  convento  de  San  José  de  Avila.  Véase  el  Libro  de  la  Vida,  cap.  XXXII- 
XXXIV. 

3  Por  secta.  Los  conatos  de  reforma  protestante  en  Francia,  reprimidos  durante  los  reina- 
dos de  Francisco  I  y  Enrique  II,  tomaron  peligroso  incremento  cuando  la  Santa  fundó  el  conven- 
to de  San  José  (1562).  Al  margen  del  autógrafo  valisoletano,  de  letra  antigua,  se  lee:  El  int&iío 
que  le  movió  a  escrevir  vida  tan  estrecha. 


10  CftMINO    DE    PERFECCIÓN 

amigos,  que  esos  fuesen  buenos,  determiné  a  hacer  eso  poquito 
que  era  en  mí,  que  es  siguir  (1)  los  consejos  evangélicos  con 
toda  la  perfeción  que  yo  pudiese,  y  procurar  que  estas  po- 
quitas que  están  aquí  hiciesen  loi  mesmo,  confiada  en  la  gran 
bondad  de  Dios,  que  nunca  falta  de  ayudar  a  quien  por  él  se 
determina  a  dejarlo  todo.  Y  que  siendo  tales  cuales  yo  las  pin- 
taba en  mis  deseos,  entre  sus  virtudes  no  temían  fuerza  mis 
faltas,  y  podría  yo  contentar  en  algo  al  Señor,  y  que  todas  ocu- 
padas en  oración  ¡por  los  que  son  defendedores  de  la  Iglesia,  y 
predicadores  y  letrados  que  la  defienden,  ayudásemos  en  lo  que 
pudiésemos  a  leste  Señor  mío,  que  tan  apretado  le  train  (2),  a  los 
que  ha  hecho  tanto  bien,  que  parece  le  querrían  tornar  ahora  a 
la  cruz  estos  traidores,  y  que  no  tuviese  adonde  reclinar  la 
cabeza. 

¡Oh  Redentor  mío,  que  no  puede  mi  corazón  llegar  aquí 
sin  fatigarse  mucho!  ¿Qué  es  esto  ahora  de  los  cristianos? 
¿siempre  han  de  ser  los  que  más  os  deben  los  que  os  fatiguen? 
¿a  los  que  mijores  (3)  obras  hacéis,  a  los  que  escogéis  para  vues- 
tros amigos,  entre  los  que  andáis  y  os  comunicáis  por  los  sa- 
cramentos? ¿no  están  hartos  de  los  tormentos  que  por  ellos 
habéis  pasado? 

Por  cierto,  Señor  mío,  no  hace  nada  quien  ahora  se  apar- 
ta del  mundo;  pues  a  Vos  os  tienen  tan  poca  ley,  ¿qué  esperamos 
nosotros?  ¿Por  ventura  merecemos  nosotros  mijor  nos  la  ten- 
gan? ¿por  ventura  hémosles  hecho  mijores  obras  para  que  nos 
guarden  amistad?  ¿qué  es  esto?  ¿qué  esperamos  ya  los  que 
por  la  bondad  del  Señor  estamos  sin  aquella  roña  pestilencial, 
que  ya  aquéllos  son  del  demonio?  Buen  castigo  han  ganado  por 
sus  manos,  y  bien  han  granjeado  con  sus  deleites  fuego  eterno. 
Allá  se  lo  hayan,  aunque  no  me  deja  de  quebrar  el  corazón  ver 
tantas  almas  como  se  pierden ;  mas,  del  mal  no  tanto,  querría 
no  ver  perder   más   cada  día. 


1  Un  corrector  puso  al  margen  seguir. 

2  Desinencia  anticuada  del  verbo  traer,  que  emplea  mucho  Santa  Teresa. 

3  Por  mejores,  vulgarismo  bastante  usado  en  tiempo  de  Santa  Teresa,  u  aun  se  dice  en 
algunas  regiones  de  España. 


CAPITULO      PRIMERO  ]  ] 

¡Oh  hermanas  mías  len  Cristo!  ayudadme  a  suplicar  esto  a 
el  Señor,  que  para  eso  os  juntó  aquí;  éste  es  vuestro  llama- 
miento; estos  han  de  ser  vuestros  negocios;  éstos  han  de  ser 
vuestros  deseos;  aquí  vuestras  lágrimas;  éstas  vuestras  peticio- 
nes; no,  hermanas  mías,  por  negocios  del  mundo,  que  yo  me 
río  y  aun  me  congojo  de  las  cosas  que  aquí  nos  vienen  a  en- 
cargar supliquemos  a  Dios  de  pedir  a  Su  Majestad  rentas  y  di- 
neros, y  algunas  personas  que  querría  yo  suplicasen  a  Dios  los 
repisasen  todos.  Ellos  buena  intención  tienen,  y,  en  fin,  se  hace 
por  ver  su  devoción,  aunque  tengo  para  mí  que  en  estas  cosas 
nunca  me  oye.  Estése  ardiendo  el  mundo,  quieren  tornar  a  sen- 
tenciar a  Cristo,  como  dicen,  pues  le  levantan  mil  testimonios; 
quieren  poner  su  Ilesia  por  el  suelo,  ¿y  hemos  de  gastar  tiem- 
po en  cosas  que  por  ventura,  si  Dios  se  las  diese,  temíamos  un 
alma  menos  en  el  cielo?  No  es,  hermanas  mías,  no  es  tiempo 
de  tratar  con  Dios  negocios  de  poca  importancia. 

Por  cierto,  que  ¡si  no  mirase  a  la  flaqueza  humana,  que  se 
consuela  que  las  layuden  en  todo  (y  es  bien  si  fuésemos  algo),  que 
holgaría  se  entendiese  no  son  éstas  las  cosas  que  se  han  de  su- 
plicar a  Dios  con  tanto  cuidado. 


CAPITULO  II 

QUE  TRñTñ  COMO  SE  HAN  DE  DESCUIDAR  DE  LAS  NECESIDADES  COR- 
PORALES, Y  DEL  BIEN  QUE  HAY  EN  LA  POBREZA. 

No  penséis,  hermanas  mías,  que  por  no  andar  a  contentar  a 
los  del  mundo  os  ha  de  faltar  de  comer,  yo  os  asiguro  (1);  jamás 
por  artificios  humanos  pretendáis  sustentaros,  que  moriréis  de 
hambre,  g  con  razón;  los  ojos  en  vuestro  esposo;  él  os  ha  de 
sustentar;  contento  él,  aunque  no  quieran,  os  darán  de  comer 
los  menos  vuestros  devotos,  como  lo  habéis  visto  por  expiricn- 
cia.  Si  haciendo  vosotras  esto  murierd^s  (2)  de  hambre,  bien- 
aventuradas las  monjas  de  San  Josef.  Esto  no  se  os  olvide, 
por  amor  del  Señor,  pues  dejáis  la  renta,  deja  (3)  el  í^iidado 
de  la  comida;  si  no,  todo  va  perdido.  Los  que  quiere  el  Señor 
que  la  tengan,  tengan  enhorabuena  esos  cuidados,  que  es  mu- 
cha razón,  pues  es  su  llamamiento  (4) ;  mas  nosotras,  herma- 
nas,  es   disbarate   (5). 

Cuidado  de  rentas  ajenas  me  parece  a  mí  sería  estar  pen- 
sando en  lo  que  los  otros  gozan;  sí,  que  por  vuestro  cuidado 
no  muda  el  otro  su  pensamiento,   ni  se  le  pone  deseo  de  dar 


1  Un  corrector  antiguo,  trocando  la  i  en  e,  hizo  decir  a  la  Santa  aseguro,  como  escribi" 
riamos  hoy. 

2  Por  muñereis. 

3  Por  dejad,  modo  de  escribir  que  repite  a  menudo  la  Santa,  cuando  emplea  la  forma 
imperativa,  como  lo  hicieron  muchos  otros  escritores  de  la  época  clásica  de  nuestra  literatura, 
ü  se  usa  todavía  en  América.   Téngase  en  cuenta  para  casos  análogos. 

4  Al  margen  dice  el  mismo  que  puso  la  última  nota  de  la  página  9:  Diversos  estados  y 
llamamientos  de  Dios,. 

5  Por  disparate. 


14  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

limosna.  Deja  csg  cuidadol  a  quien  los  puede  mover  a  todos,  que 
es  el  Señor  de  las  rentas  y  de  los  renteros;  por  su  mandamiento 
venimos  aquí;  verdaderas  son  sus  palabras;  no  pueden  faltar, 
antes  faltarán  los  cielois  y  la  tierra.  No  le  faltemos  nosotras,  que 
no  hayáis  miedo  que  falte;  y  si  alguna  vez  os  faltare,  será  para 
mayor  bien,  como  faltaban  las  vidas  a  los  santos  cuando  los 
mataban  por  el  Señor,  y  era  para  aumentarles  la  gloria  por  el 
martirio.  Buen  trueco  sería  acabar  presto  con  todo  y  gozar  de 
la   hartura   perdurable. 

Mira,  hermanas,  que  va  mucho  en  esto  muerta  yo,  que  para 
esto  os  lo  dejo  escrito;  que  níientra  yo  viviere,  os  lo  acordare, 
que  por  expiriencia  veo  la  gran  ganancia;  cuando  menos  hay, 
más  descuidada  estoy;  y  sabe  el  Señor  que,  a  mi  parecer,  me 
da  más  pena  cuando  mucho  sobra,  que  cuando  nos  falta:  no  sé 
si  lo  hace,  como  ya  tengo  visto  nos  lo  da  luego  el  Señor.  Sería 
engañar  el  mundo  otra  cosa,  hacernos  pobres  no  lo  siendo  de 
espíritu,  sino  en  lo  exterior.  Conciencia  se  me  haría,  a  manera 
de  decir,  y  parecerme  hía  (1)  era  pedir  limosna  las  ricas,  y 
plega  a  Dios  no  sea  ansí,  que  adonde  hay  estos  cuidados  dema- 
siados de  que  den,  una  vez  u  otra  se  irán  por  la  costumbre,  u 
podríar.  ir  y  pedir  lo  que  no  han  menester,  por  ventura  a  quien 
tiene  más  necesidad;  y  aunque  ellos  no  pueden  perder  nada 
sino  ganar,  nosotras  perderíamos.  No  plega  a  Dios,  mis  hijas: 
cuando  esto  hubiera  de  ser,   más  quisiera  tuviérades  renta. 

En  ninguna  manera  se  ocupe  en  esto  el  pensamiento,  os 
pido,  por  amor  de  Dios,  en  limosna;  y  la  más  chiquita,  cuando 
esto  entendiese  alguna  vez  en  esta  casa,  clame  a  Su  Majestad 
y  acuérdelo  a  la  mayor;  con  humildad  le  diga  que  va  errada; 
y  valo  tanto,  que  poco  a  poco  se  va  perdiendo  la  verdadera  po- 
breza. Yo  espero  len  el  Señor  no  será  ansí,  ni  dejará  a  sus  sier- 
vas;  y  para  esto,  aunque  no  sea  para  más,  aproveche  esto  que 
me  habéis  mandado  escribir  por  despertador. 


1  Por  me  parecería,  de  uso  frecuente  en  la  Santa.  Sabido  es  que  en  lo  antiguo,  el  pie-- 
térito  de  subjuntivo,  en  su  segunda  terminación,  se  usaba  como  compuesto,  v.  gr.:  respon- 
derles  ía,  o  responderles  hia  (había).  En  tiempo  de  S.  Teie.sa,  tal  empleo,  se  había  limitado 
mucho. 


CAPITULO    II  15 

Y  crean  mis  hijas,  que  para  vuestro  bien  me  ha  dado  el 
Señor  un  poquito  a  entender  los  bienes  que  hay  en  la  santa  po- 
breza, y  las  que  lo  probaren,  lo  entenderán,  quizá  no  tanto 
como  yo;  porque  no  sólo  no  había  sido  pobre  de  espíritu  (1), 
aunque  lo  tenía  profesado,  sino  loca  de  espíritu.  Ello  es  un  bien 
que  todos  los  bienes  del  mundo  encierra  en  sí;  es  un  señorío 
grande;  digo  que  es  señorear  todos  los  bienes  del  otra  vez  a 
quien  no  se  le  da  nada  de  lellos.  ¿Qué  se  me  da  a  mí  de 
los  reys  (2)  y  señores,  si  no  quiero  sus  rentas,  ni  de  tenerlos 
contentos,  si  un  tantito  se  atraviesa  haber  de  descontentar  en 
algo  por  dios  a  Dios?  ¿Ni  qué  se  me  da  de  sus  honras  si 
tengo  entendido  en  lo  que  está  ser  muy  honrado  un  pobre,  que 
es  en  ser  verdaderamente  pobre? 

Tengo  para  mí,  que  honras  y  dineros  casi  siempre  andan 
juntos,  y  que  quien  quiere  honra,  no  aborrece  dineros;  y  que  quien 
los  aborrece,  que  se  le  da  poco  de  honra.  Entiéndase  bien  esto, 
que  me  parece  que  esto  de  honra  siempre  tray  (3)  consigo  algún 
interese  de  rentas  u  ídineros ;  porque  por  maravilla  hay  honrado  (4) 
en  el  mundo  si  es  pobre,  antes,  aunque  lo  sea  en  sí,  le  tienen 
en  poco.  La  verdadera  pobreza  tray  una  honraza  consigo  que 
no  hay  quien  la  sufra;  la  pobreza  que  es  tomada  por  sólo  Dios, 
digo,  no  ha  menester  contentar  a  nadie  sinol  a  El,  y  es  cosa  muy 
cierta,  en  no  habiendo  menester  a  nadie,  tener  muchos  ami- 
gos;   yo   lo  tengo  bien   visto  por   expiriencia. 

Porque  hay  tanto  escrito  de  esta  virtud,  que  no  lo  sabré 
yo  entender,  cuánto  más  decir,  y  por  no  la  agraviar  en  loarla 
yo,  no  digo  más  en  ella;  sólo  he  dicho  lo  que  he  visto  por 
expiriencia,  y  yo  confieso  que  he  ido  tan  lembebida,  que  no  me 
he  entendido  hasta  hora.  Mas  pues  está  dicho,  por  amor  del 
Señor,  pues  son  nuestras  armas  la  santa  pobreza  y  lo  que  al  prin- 
cipio de  la  fundación  de  nuestra  Orden  tanto  se  estimaba  y  guar- 
daba en  nuestros  santos  Padres  (que  me  ha  dicho  quien  lo  sabe, 


1  Rl  margen:  Dobreza  de  spu. 

2  Por  reyes. 

3  Por  trae. 

4  No  quiere  decir  la  Santa  que  los  pobres  no   sean   buenos  u   dignos  de  honra,  sino  que 
laia  vez  la  granjean  de  los  demás,  ya  que  la  pobreza  es  oidinaiiamente  desestimada. 


16  CAMINO    DE    PERFECaON 

qu€  de  un  día  para  otro  no  guardaban  nada),  ga  que  en  tanta 
pcrfeción  en  lo  exterior  no  se  guarde,  en  lo  interior  procure- 
mos tenerla;  dos  horas  son  de  vida,  grandísimo  el  premio;  g 
cuando  no  hubiera  ninguno  sino  cumplir  lo  que  nos  aconsejó 
el  Señor,  era  grande  la  paga  imitar  en  algo  a  Su  Majestad. 

Estas  armas  han  de  tener  nuestras  banderas,  que  de  todas 
maneras  lo  queramos  guardar:  en  casa,  en  vestidos,  en  palabras, 
g  mucho  más  en  el  pensamiento.  Y  mientra  esto  hicieren,  no 
hagan  miedo  caga  la  relisión  de  esta  casa,  con  el  favor  de  Dios, 
que,  como  decía  Santa  Clara,  grandes  muros  son  los  de  la  po- 
breza. Destos,  decía  ella,  g  de  humildad  quería  cercar  sus  mo- 
nesterios,  g  a  buen  siguro,  si  se  guarda  de  verdad,  que  esté 
la  honestidad  g  todo  lo  demás  fortalecido  mucho  mijor  que  con 
mug  suntuosos  edificios.  De  esto  se  guarden,  por  amor  de  Dios, 
g  por  su  sangre  se  lo  pido  go;  g  si  con  conciencia  puedo  decir, 
que  el  día  que  tal  hicieren  se  torne  a  caer  (1). 

Mug  mal  parece,  hijas  mías,  de  la  hacienda  de  los  pobreci- 
tos  se  hagan  grandes  casas:  no  lo  primita  (2)  Dios,  sino  pobre  en 
todo  g  chica.  Parezcámonos  en  algo  a  nuestro  Reg,  que  no  tuvo 
casa,  sino  en  el  portal  de  Belén  adonde  nació,  g  la  cruz  adon- 
de murió;  casas  eran  estas  adonde  se  podía  tener  poca  recrea- 
ción. Lx)s  que  las  hacen  grandes,  ellos  se  entenderán;  llevan 
otros  intentos  santos;  mas  trece  pobrecitas,  cualquier  rincón  le 
basta.  Si  porque  es  menester  por  el  mucho  encerramiento  tu- 
vieren campo,  g  aun  aguda  a  la  oración  g  devoción,  con  algunas 
ermitas  para  apartarse  a  orar,  enhorabuena  (3);  mas  edificios 
g  casa  grande  ni  curioso,  nada;  Dios  nos  libre.  Siempre  os 
acordá  (4)  se  ha  da  caer  todo  el  día  del  juicio;  ¿qué  sabemos 
si  será  presto? 

Pues  hacer  mucho  ruido  a  el  caerse  casa  de  trece  pobreci- 


1  La  casa,  añadió  el  P.  Báfiez,  si  bien  luego  lo  tachó.  En  el  códice  de  Toledo,  corrige 
la  Santa  esta  frase  asi:  y  si  con  conciencia  puedo  decir,  digo  que  el  día  que  los  hicieren,  se 
tomen  luego  a  caer. 

2  Por  permita. 

5  Gustaba  mucho  Santa  Teresa  de  tener  ermitas  dentro  del  jardin  o  huerto  de  sus  con- 
ventos, ü  retirarse  a  ellas  con  frecuencia  para  vacar  a  Dios  en  completo  soledad.  (Cfr.  t.  I,  cap. 
XXXVllI,  p.  332;  ü  t.  II,  págs.  86  y  336). 

4      ñcotdaos,  decimos  al  presente. 


CAPITULO    II  17 

lias,  no  es  bien;  que  los  pobres  verdaderos  no  han  de  hacer  rui- 
do; gente  sin  ruido  ha  de  ser  para  que  los  hayan  lástima.  Y 
cómo  se  holgarán,  si  ven  alguno  por  la  limosna  que  les  ha 
hecho  librarse  del  infierno;  que  todo  es  posible,  porque  están 
muy  obligadas  [a  rogar  por  ellos]  (1)  muy  continamente,  pues 
os  dan  de  comer;  que  también  quiere  el  Señor,  que,  aunque  viene 
de  su  parte,  lo  agradezcamos  a  las  personas  por  cuyo  medio 
nos  lo  da,  y  desto  no  haya  descuido.  No  sé  lo  que  había  comen- 
zado a  decir,  que  me  he  divertido;  creo  lo  ha  querido  el  Señor, 
porque  nunca  pensé  escribir  lo  que  aquí  he  dicho.  Su  Majestad 
nos  tenga  siempre  de  su  mano  para  que  no  se  caya  de  ello.  Amén. 


1      Las  palabras  entre  los  paréntesis  rectangulares,   están  sobrepuestas  por  el  P.  García  de 
Toledo,  confes\)r  de  la  Santa. 


IH  ?  * 


CAPITULO  III 


PROSIGUE  LO  gUE  EN  EL  PRIMERO  COMENZÓ  A  TRaTAR,  Y  PERSUA- 
DE A  LAS  HERMANAS  A  QUE  SE  OCUPEN  SIEMPRE  EN  SUPLICAR 
ñ  DIOS  FAVOREZCA  A  LOS  QUE  TRABAJAN  POR  LA  IGLESIA. 
ACABA    CON    UNA    EXCLAMACIÓN. 

Tornando  a  lo  principal  para  lo  que  el  Señor  nos  juntó 
en  €sta  casa,  y  por  lo  que  yo  Iriucho  deseo  seamos  algo  pa- 
ra que  c5ontentemos  a  Su  Majestad,  digo  que,  viendo  tan  gran- 
des males,  que  fuerzas  humanas  no  bastan  a  atajar  este  fuego 
de  estos  herejes  (1),  con  que  se  ha  pretendido  hacer  gente, 
para  si  pudieran  a  fuerza  de  armas  remediar  tan  gran  mal  (2), 
que  va  tan  adelante,  hame  parecido  es  menester  comO'  cuan- 
do los  enemigos  en  tiempo  de  guerra  han  corrido  toda  la  tie- 
rra, y  viéndose  el  Señor  de  «lia  apretado  se  recoge  a  una  du- 
dad, que  hace  muy  bien  fortalecer,  y  desde  allí  acaece  algu- 
nas veces  dar  en  los  contrarios,  y  ser  tales  los  que  están  en  la 
ciudad,  como  es  gente  escogida,  que  pueden  más  ellos  a  solas 
que  con  muchos  soldados,  si  eran  cobardes,  pudieron;  y  muchas 
veces  se  gana  de  esta  manera  Vitoria;  al  menos,  aunque  no  se 
gane,  no  los  vencen;  porque,  como  no  haga  traidor,  si  no  es 
por  hambre,  no  los  pueden  ganar.  Acá  esta  hambre  no  la  pue- 


1  Los  protestantes. 

2  La  Santa  borró  las  palabras  Con  que.  se  a  pretendido  hacer  gente  para  si  pudieran  a 
fuerza  de  armas  remediar  tan  gran  mal,  que  hacen  en  el  autógrafo  dos  líneas  completas  u 
parte   de  otras   dos. 


20  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

de  haber  que  baste  a  que  se  rindan;  a  morir  sí,  mas  no  a  que- 
dar  vencidos. 

Mas  ¿para  qué  he  dicho  esto?  Para  que  entendáis,  herma- 
nas mías,  que  lo  que  hemos  de  pedir  a  Dios,  es  que  en  este 
castillito  que  hay  ya  de  buenos  cristianos,  noi  se  nos  vaya  ya 
ninguno  con  los  contrarios;  y  a  los  capitanes  de  este  castillo  u 
ciudad  los  haga  muy  aventajados  en  el  camino  del  Señor,  que 
son  los  predicadores  y  teólogos.  Y  pues  los  más  están  en  las 
Relisiones,  que  vayan  muy  adelante  en  su  perfeción  y  llamamien- 
to, que  es  muy  necesario;  que  ya,  ya,  como  tengo  dicho,  nos 
ha  de  valer  éi  brazo  eclesiástico,  y  no  el  seglar;  y  pues  para 
lo  uno  ni  lo  otro  no  valemos  nada  para  ayudar  a  nuestro  Rey, 
procuremos  ser  tales  que  valgan  nuestras  oraciones  para  ayudar 
a  estos  siervos  de  Dios,  que  con  tanto  traba jq  se  han  fortalecido 
con  letras  y  buena  vida,  y  trabajado  para  ayudar  ahora  a  el 
Señor. 

Podrá  ser  digáis  que  para  qué  encarezco  tanto  esto,  y  digo 
hemos  de  ayudar  a  los  que  son  mijores  que  nosotras.  Yo  os 
lo  diré,  porque  aun  no  creo  entendéis  bien  lo  mucho  que  debéis 
a  lel  Señor  en  traeros  adonde  tan  quitadas  estáis  de  negocios,  y 
ocasiones  y  tratos;  es  grandísima  merced  ésta;  lo  que  no  están 
los  que  digo  (1),  ni  es  bien  que  estén,  en  estos  tiempos  menos  que 
en  otros;  porque  han  de  ser  los  que  lesfuercen  la  gente  flaca, 
y  pongan  ánimo  a  los  pequeños.  ¡Buenos  quedarían  los  solda- 
dos sin  capitanes!  Han  de  vivir  entre  los  hombres,  y  tratar  con 
los  hombres,  y  lestar  en  los  palacios,  y  aun  hacerse  algunas  veces 
con  ellos  len  lo  exterior:  ¿pensáis,  hijas  mías,  que  es  menester 
poco  para  tratar  con  el  mundo,  y  vivir  en  el  mundo,  y  tratar 
negocios  del  mundo,  y  hacerse,  como  he  dicho,  a  la  conversa- 
ción del  mundo,  y  ser  en  lo  interior  "extraños  del  mundo,  y  ene- 
migos del  mundo,  y  estar  como  quien  está  «n  destierro,  y,  en 
fin,  no  ser  hombres  sino  ángeles?  Porque,  a  no  ser  esto  ansí, 
ni   merecen    nombre    de   capitanes,    ni    primita    el    Señor   salgan 


1      Conviene  a  saber:  los  teólogos  y   predicadores,   de  quienes  acaba  de  hablar  la   Santa, 
que  forzosamente  han   de  tratar  con   el   mundo,   del  cual  sus  hijas   están  libres. 


CAPITULO     IIÍ  21 

de  sus  celdas,  que  más  daño  harán  que  provecho;  porque  no  es 
ahora  tiempo  de  ver  imperfeciones  en  los  que  han  de  enseñar. 

Y  si  en  lo  interior  no  están  fortalecidos  en  entender  lo  mu- 
cho que  va  en  tenerlo  todo  debajo  de  los  pies,  y  estar  desasidos 
de  las  cosas  que  se  acaban,  y  asidos  a  las  eternas,  por  mucho 
que  lo  quieran  encubrir,  han  de  dar  señal.  Pues  ¿con  quién  lo 
han  sino  con  el  mundo?  No  hayan  ¡miedo  se  lo  perdone,  ni 
que  ninguna  imperfeción  dejen  de  entender.  Cosas  buenas,  mu- 
chas se  les  pasarán  por  alto,  y  aun  por  ventura  no  las  ternán 
por  tales;  mas  mala  u  imperfeta,  no  hayan  miedo.  Ahora  yo 
me  espanto  quién  los  muestra  la  perfeción,  no  para  guardarla, 
que  de  esto  ninguna  obligación  les  parece  tienen,  harto  les  pa- 
rece hacen  si  guardan  razonablemente  los  mandamientos,  sino 
para  condenar,  y  a  las  veces,  lo  que  es  virtud  les  parece  regalo. 
Ansí  que  no  penséis  es  menester  poco  favor  de  Dios  para  esta 
gran  batalla  adonde  se  meten,  sino  grandísimo. 

Para  estas  dos  cosas  os  pido  yo  procuréis  ser  tales  que  me- 
rezcamos alcanzarlas  de  Dios.  La  una,  que  haya  muchos  de  los 
muy  mucho  (1)  letrados  y  relisiosos  que  hay,  que  tengan  las 
partes  que  son  menester  para  esto,  como  he  dicho;  y  a  los 
que  no  están  muy  dispuestos,  los  disponga  el  Señor,  que  más 
hará  uno  perfeto  que  muchos  que  no  lo  estén.  La  otra,  que  des- 
pués de  puestos  en  esta  pelea,  que,  como  digo,  no  es  pequeña, 
los  tenga  el  Señor  de  su  mano  para  que  puedan  librarse  de  tan- 
tos peligros  como  hay  en  el  mundo,  y  tapar  los  oídos  en  este 
peligroso  mar  del  canto  de  las  serenas  (2).  Y  si  en  esto  podemos 
algo  con  Dios,  estando  encerradas  peleamos  por  El,  y  daré  yo 
por  muy  bien  empleados  los  trabajos  que  he  pasado  por  hacer 
este  rincón  (3),  adonde  también  pretendí  se  guardase  esta  Re- 
gla de  Nuestra  Señora  y  Emperadora  con  la  perfeción  que  se 
comenzó. 

No  os  parezca  inútil  ser  contina  esta  petición,  porque  hay 


1  Escribió  muchos,  u  luego  medio  borró  la  ese.  Pd  margen,  de  letra  desconocida:  Quanto 
importan  letrados  perfectos. 

2  Por  sirenas. 

3  Convento   de  San  José  de   Avila. 


22  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

algunas  personas  que  les  parece  recia  cosa  no  rezar  mucho  por 
su  alma;  ¿y  qué  mijor  oración  que  ésta?  Si  tenéis  pena  por- 
que no  se  os  descontará  la  pena  del  purgatorio,  también  se  os 
quitará  por  esta  oración,  y  lo  que  más  faltare,  falte.  ¿Qué  va 
en  que  esté  yo  hasta  el  día  del  juicio  en  el  purgatorio,  si  por 
mi  oración  se  salvase  sola  un  alma?  ¡Cuánto  más  el  provecho 
de  muchas  y  la  honra  del  Señor!  De  penas  que  se  acaban,  no 
hagáis  caso  de  ellas  cuando  intreviniere  (1)  algún  servicio  ma- 
yor al  que  tantas  pasó  por  nosotros;  siempre  os  informa  (2) 
lo  que  es  más  per  feto.  Ansí  que  os  pido,  por  amor  del  Se- 
ñor, pidáis  a  Su  Majestad  nos  oya  en  esto;  yo,  aunque  mi- 
serable, lo  pido  a  Su  Majestad,  pues  es  para  gloria  suya  y 
bien  de  su  Iglesia,  que  aquí  van  mis  deseos. 

Parece  atrevimiento  pensar  yo  he  de  ser  alguna  parte  para 
alcanzar  esto;  confío  yo,  Señor  mío,  en  estas  siervas  vuestras 
que  aquí  están  (3),  y  sé  no  quieren  otra  cosa  ni  la  pretenden, 
sino  contentaros.  Por  Vos  han  dejado  lo  poco  que  tenían,  y 
quisieran  tener  más  para  serviros  con  ello.  Pues  no  sois  Vos, 
Criador  mío,  desagradecido  para  que  piense  yo  dejaréis  de  ha- 
cer lo  que  os  suplican,  ni  aborrecistes.  Señor,  cuando  andábades 
en  el  mundo  las  mujeres,  antes  las  favorecistes  siempre  con  mu- 
cha piedad.  Cuando  os  ¡pidiéremos  honras,  no  nos  oyáis,  u  rentas,  u 
dineros  u  cosa  que  sepa  a  mundo;  mas  para  honra  de  vuestro 
Hijo  (4),  ¿por  qué  no  nos  habéis  de  oir.  Padre  eterno,  a  quien 
perdería  mil  honras  y  mil  vidas  por  Vos?  No  por  nosotras,  Se- 
ñor, que  no  lo  merecemos,  sino  por  la  sangre  de  vuestro  Hijo 
y  sus  merecimientos. 

i  Oh  Padre  eterno!  Mira  que  no  son  de  olvidar  tantos  azo- 
tes, y  injurias  y  tan  gravísimos  tormentos.  Pues,  Criador  mío, 
¿cómo  pueden  sufrir  unas  entrañas  tan  amorosas  como  las  vues- 
tras, que  lo  que  se  hizo  con  tan  ¡ardiente  amor  de  vuestro  Hijo 
y  por  más  contentaros  a  Vos,  que  mandastes  nos  amase,  sea  te- 


1  Por  interviniere. 

2  Hoy  diríamos:  Informaos  siempre. 

3  Tachado   por  la  misma   Santa:  q  veo. 

4  Primero  puso  Padre,    y   luego  enmendó  !a   palabra  conforme  se  ve  en   el  texto. 


cñPrruLO   III  23 

nido  en  tan  poco  como  hoy  día  tienen  lesos  herejes  el  Santísi- 
mo Sacramento,  que  le  quitan  sus  posadas  deshaciendo  las  igle- 
sias? i  Si  le  faltara  algo  por  hacer  para  contentaros!  Mas  todo 
lo  hizo  cumplido.  ¿No  bastaba,  Padre  eterno,  que  no  tuvo  adon- 
de reclinar  la  cabeza  mientra  vivió,  y  siempre  en  tantos  traba- 
jos, sino  que  ahora  las  que  tiene  (1)  para  convidar  sus  amigos, 
por  vernos  flacos  y  saber  que  es  menester  que  los  que  han  de 
trabajar  se  sustenten  de  tal  manjar,  se  las  quiten?  ¿Ya  no  había 
pagado  bastantísimamente  por  lel  pecado  de  Adán?  ¿Siempre  que 
tornamos  a  pecar,  lo  ha  de  pagar  este  amantísimo  Cordero? 
No  lo  primitáis.  Emperador  mío;  aplaqúese  ya  Vuestra  Majes- 
tad; no  miréis  a  los  pecados  nuestros,  sino  a  que  nos  redimió 
vuestro  sacratísimo  Hijo,  y  a  los  merecimientos  suyos,  y  de 
su  Madre  gloriosa,  y  de  tantos  santos  y  mártires  como  han  muer- 
to por  Vos! 

jAy  dolor.  Señor,  y  quién  se  ha  atrevido  a  hacer  esta  pe- 
tición en  nombre  de  todas!  ¡Qué  mala  tercera  (2),  hijas  mías, 
para  ser  oídas,  y  que  echase  por  vosotras  la  petición,  si  ha  de 
indinar  más  a  este  soberano  Juez  verme  tan  atrevida,  y  con  ra- 
zón y  justicia!  Mas  mira.  Señor,  que  ya  sois  Dios  de  misericor- 
dia; habelda  (3)  de  esta  pecadorcilla,  gusanillo  que  ansí  se  os 
atreve.  Mira,  Dios  mío,  mis  deseos  y  las  lágrimas  con  que 
esto  os  suplico,  y  olvidad  mis  obras,  por  quien  Vos  sois,  y 
habed  lástima  de  tantas  almas  como  se  pierden,  y  favoreced 
vuestra  Ilesia.  No  primitáis  ya  más  daños  en  la  Cristiandad, 
Señor;   dad  ya  luz  a  estas  tinieblas. 

Pídoos  yo,  hermanas  mías,  por  amor  del  Señor,  encomen- 
déis a  Su  Majestad  esta  pobrecilla  y  le  supliquéis  la  dé  humil- 
dad, como  cosa  a  que  tenéis  obligación.  No  os  encargo  particu- 
larmente los  reys  (4)  y  perlados  de  la  Iglesia,  en  especial  nues- 
tro Obispo  (5);  veo  a  las  de  ahora  (6)  tan  cuidadosas  de  ello. 


1  El  P.  Báñez   puso  al  margen:  moradas  que  He. 

2  Intercesoia,  medianera.  ^ 

3  Habelda,  metátesis  de  habedla,  harto  común  en  tiempo  de  la  Santa. 

4  Por  reyes. 

5  Don  Alvaro  de  Mendoza,  obispo  de  Avila.  (Cfr.  t.  I,  c.  XXXIII,  p.  282). 
O  Al  margen  se  repite:  ñ  las  de  eorn.  La  letra  no  es  de  la  Santa. 


24  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

que  ansí  me  parece  no  es  menester  más.  Vean  las  que  vinie- 
ren, que  tiniendo  santo  perlado,  lo  serán  las  súditas,  y  como 
oosa  tan  importante  la  pone  (1)  siempre  delante  del  Señor;  y 
cuando  vuestras  oraciones,  y  deseos,  y  diciplinas  (2)  y  ayunos  no 
se  emplearen  por  esto  que  he  dicho,  pensá  que  no  hacéis  ni  cum- 
plís el  fin  para  que  aquí  os  juntó  el  Señor. 


1  Donedla,  escribiríamos  ahora. 

2  Por  disciplinas. 


CAPITULO  IV 


EN  QUE  PERSUADE  Lñ  GUARDA  DE  LA  REGLA,  Y  DE  TRES  COSAS 
IMPORTANTES  PARA  LA  VIDA  ESPIRITUAL.  DECLARA  LA  PRIMERA 
DE  ESTAS  TRES  COSAS  QUE  ES  AMOR  DEL  PRÓJIMO  Y  LO  QUE 
DAÑAN    AMISTADES    PARTICULARES     (1). 

Ya,  hijas,  habéis  visto  la  gran  empresa  que  pretendemos 
ganar;  ¿qué  tales  habremos  de  ser  para  que  en  los  ojos  de  Dios 
y  del  mundo  no  nos  tengan  por  muy  atrevidas?  Está  claro  que 
hemos  menester  trabajar  mucho,  y  ayuda  mucho  tener  altos  pen- 
samientos para  que  nos  esforcemos  a  que  lo  sean  las  obras; 
pues,  con  que  (2)  procuremos  guardar  cumplidamente  nuestra  Re- 
gla y  Costituciones  con  gran  cuidado,  espero  en  el  Señor  admi- 
tirá nuestros  ruegos.  Que  no  os  pido  cosa  nueva,  hijas  mías, 
sino  que  guardemos  nuestra  profesión,  pues  es  nuestro  llamamien- 
to y  a  lo  que  estamos  obligadas,  aunque  de  guardar  a  guar- 
dar va  mucho. 

Dice  en  la  primera  Regla  nuestra  que  oremos  sin  cesar. 
Con  que  (3)  ise  haga  esto  con  todo  el  cuidado  que  pudiéremos, 
que  €s  lo  más  importante,  no  s€  dejarán  de  cumplir  los  ayunos,  y 


1  Como  veremos  en  la  nota  tercera  de  la  página  26,  por  indicación  de  la  misma  Santa,  se 
hace  uno  sólo  de  los  caps.  IV  y  V  de  su  autógrafo.  Los  editores  españoles  desde  D.  Teutonio 
de  Braganza  hasta  nuestros  días,  se  han  atenido  a  esta  indicación;  pero  no  cuidaron  de  unir  al 
título  del  c.  IV  el  que  la  Santa  puso  al  V  antes  de  aconsejar  la  unión  de  ambos,  resultando  así 
el  título  general  insuficiente,  pues  nada  dice  de  la  exposición  de  la  primera  de  las  tres  cosas 
que  encarga  a  sus  hijas  para  obtener  la  paz  del  alma,  que  trata  del  amor  al  prójimo  y  de  los 
inconvenientes  de  las  amistades  particulares. 

2  Equivalente  a  con  tal  que. 

3  Véase  la  nota  anterior. 


26  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

diciplinas  y  silencio  que  manda  la  Orden;  porque  ya  sabéis 
que  para  ser  la  oración  verdadera,  se  ha  de  ayudar  con  esto, 
que  regalo  y  oración  no  se  compadece. 

En  esto  de  oración  es  lo  que  me  habéis  pedido  diga  algu- 
na cosa,  y  lo  dicho  hasta  hora  (1),  para  en  pago  de  lo  que  dijere, 
os  pido  yo  cumpláis  y  leáis  muchas  veces  de  buena  gana.  An- 
tes que  diga  de  lo  interior,  que  es  la  oración,  diré  algunas  cosas 
que  son  necesarias  tener  las  que  pretenden  llevar  camino  de 
oración,  y  tan  necesarias,  que  sin  ser  muy  contemplativas  po- 
drán estar  muy  adelante  en  el  servicio  del  Señor;  y  es  impo- 
sible, si  no  las  tienen,  ser  muy  contemplativas,  y  cuando  pen- 
saren lo  son,  estár^  muy  engañadas.  El  Señor  me  dé  el  favor 
para  ello  y  me  enseñe  lo  que  tengo  de  decir,  porque  sea  para 
su   gloria.   Amén.  , 

No  penséis,  amigas  y  hermanas  mías,  que  serán  muchas  las 
cosas  que  os  encargaré,  porque  plega  el  Señor  hagamos  las  que 
nuestros  santos  Padres  ordenaron  y  guardaron,  que  por  este 
camino  merecieron  este  nombre.  Yerro  sería  buscar  otro,  ni  de- 
prenderle de  nadie.  Solas  tres  me  extenderé  en  declarar,  que  son 
de  la  mesma  Costitución;  porque  importa  mucho  entendamos 
lo  muy  mucho  que  nos  va  en  guardarlas  para  tener  la  paz  que 
tanto  nos  encomendó  el  Señor,  interior  y  exteriormente :  la  una 
es  amor  unas  con  otras;  otra,  desasimiento  de  todo  lo  cria- 
do; la  otra,  verdadera  humildad,  que  aunque  la  digo  a  la  pos- 
tre, es  la  (2)  principal  y  las  abraza  todas  (3). 

Cuanto  a  la  primera,  que  es  amaros  mucho  unas  a  otras, 
va  muy  mucho;  porque  no  hay  cosa  enojosa  que  no  se  pase 
con  facilidad  en  los  que  se  aman,  y  recia  ha  de  ser  cuando  dé 
enojo.  Y  si  este  mandamiento  se  guardase  en  el  mundo  como  se 
ha  de  guardar,   creo  aprovecharía  mucho  para  guardar  los  de- 


1  Para  evitar  el  hiato,  .suprime  le  a  de  ahora,  aunque  no  siempre  lo  hace  en  casos 
análogos. 

2  El  P.   Báñez,  tachando   el  vocablo  la,  puso  en  su  lugar  muy. 

3  Tanto  en  el  autógrafo  del  Escorial  como  en  el  de  Valladolid,  termina  aquí  el  capítulo 
9  comienza  otro  nuevo;  pero  una  nota  que  en  este  lugar  puso  la  Santa  a  la  copia  de  Toledo, 
dice:  No  a  de  aver  aquí  capítulo,  que  es  el  mesmo  quinto.  Ya  dijimos  en  la  nota  de  la  página 
anterior,  que  el  título  que  puso  la  Santa  a  este  capítulo,  decía:  Declara  la  primera  de  estas 
tres  cosas,  que  es  amor  del  prójimo  y  lo  que  dañan  amistades  particulares.  Por  efecto  de 
esta  unión,  la  numeración  de  capítulos  discrepa,  siendo  VI  en  el  autógrafo  el  V  de  la  impresión. 


CAPITULO    IV  27 

más;  mas,  más  u  menos,  nunca  acabamos  de  guardarle  con  pcr- 
feción.  Parece  que  io  demasiado  entre  nosotras  no  puede  ser 
malo,  y  tray  tanto  mal  y  tantas  imperfeciones  consigo,  que  no 
creo  lo  creerá  sino  quien  ha  sido  testigo  de  vista.  Aquí  hace 
el  demonio  muchos  enriedos  (1),  que  en  conciencias  que  tratan 
groseramente  de  contentar  a  Dios,  se  sienten  poco  y  les  parece 
virtud,  y  las  que  tratan  de  perfedón  lo  entienden  mucho;  porque 
poco  a  poco  quita  la  fuerza  a  la  voluntad  para  que  del  todo 
se  emplee  en  amar  a  Dios. 

Y  en  mujeres  creo  debe  ser  esto  aun  más  que  en  hom- 
bres, y  hace  daños  para  la  comunidad  muy  notorios;  porque  de 
aquí  viene  el  no  se  amar  tanto  todas,  el  sentir  el  agravio  que  se 
hace  a  la  amiga,  el  desear  tener  para  regalarla,  el  buscar  tiempo 
para  hablarla,  y  muchas  veces  más  para  decirle  lo  que  la  quie- 
re, y  otras  cosas  impertinentes,  que  lo  que  ama  a  Dios.  Por- 
que estas  amistades  grandes  pocas  veces  van  ordenadas  a  ayu- 
darse a  amar  más  a  Dios,  antes  creo  las  hace  comenzar  el  de- 
monio para  comenzar  bandos  en  las  Relisiones;  que  cuando  es 
para  servir  a  Su  Majestad,  luego  se  parece  que  no  va  la  voluntad 
con  pasión,  sino  procurando  ayuda  para  vencer  otras  pasiones. 

Y  de  estas  amistades  querría  yo  muchas,  donde  hay  gran 
convento,  que  en  esta  casa,  que  no  son  más  de  trece,  ni  lo  han 
de  ser  (2),  aquí  todas  han  de  ser  amigas,  todas  se  han  de  amar, 
todas  se  han  de  querer,  todas  se  han  de  ayudar;  y  guárdense 
de  estas  particularidades,  por  amor  del  Señor,  por  santas  que 
sean,  que  aun  entre  hermanos  suele  ser  ponzoña  y  ningún  pro- 
vecho en  ello  veo;  y  si  son  deudos,  muy  peor,  es  pestilencia. 
Y  créanme,  hermanas,  que  aunque  os  parezca  es  éste  extremo, 
en  él  está  gran  perfeción  y  gran  paz,  y  se  quitan  muchas  ocasio- 
nes a  las  que  no  están  muy  fuertes;  sino  que  si  la  voluntad 
se  inclinare  más  a  una  que  a  otra  (que  no  podrá  ser  menos,  que 
es  natural,  y  muchas  veces  nos  lleva  a  amar  lo  más  ruin,  si  tíe- 


1  Por  enredos: 

2  La   Santa  modificó    más  tarde   este   parecer  suyo,    como    dijimos   en    nota   del    capitulo 
XXXVII,    pág.   319  del  tomo  I. 


28  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

ne  más  gracias  de  naturaleza),  que  nos  vamos  (1)  mucho  a  la 
mano  a  no  nos  dejar  enseñorear  de  aquella  afeción  (2).  Amemos 
las  virtudes  y  lo  bueno  interior,  y  siempre,  con  estudio,  trayamos 
cuidado  de  apartarnos  de  hacer  caso  de  -esto  exterior. 

No  consintamos,  oh  hermanas,  que  sea  esclava  de  nadie 
nuestra  voluntad,  sino  del  que  la  compró  por  su  sangre;  miren 
que,  sin  entender  cómo,  se  hallarán  asidas,  que  no  se  puedan 
valer.  ¡Oh,  válame  Dios!  las  niñerías  que  vienen  de  aquí  no 
tienen  cuento.  Y  porque  son  tan  menudas,  que  sólo  las  que  lo 
ven  lo  entenderán  y  creerán,  no  hay  para  qué  las  decir  aquí, 
más  de  que  en  cualquiera  será  maloi,  y  en  la  perlada  pestilencia. 

En  atajar  estas  parcialidades,  es  menester  gran  cuidado  des- 
de el  principio  que  se  comience  la  amistad;  esto  más  con  in- 
dustria y  amor  que  con  rigor.  Para  remedio  desto  es  gran  cosa 
no  estar  juntas  sino  las  horas  señaladas,  ni  hablarse,  confor- 
me a  la  costumbre  que  ahora  llevamos,  que  es  no  estar  juntas, 
como  manda  la  Regla,  sino  cada  una  apartada  en  su  celda. 
Líbrense  en  San  Josef  de  tener  casa  de  labor  (3);  porque,  aun- 
que es  loable  costumbre,  con  más  facilidad  se  guarda  el  si- 
lencio cada  una  por  sí,  y  acostumbrarse  a  soledad  es  gran  cosa 
para  la  oración;  y  pues  éste  ha  de  ser  el  cimiento  de  esta  casa, 
es  menester  traer  estudio  en  aficionarnos  a  lo  que  a  esto  más 
nos    ayuda. 

Tornando  a  el  amarnos  unas  a  otras,  parece  cosa  imperti- 
nente encomendarlo,  porque  ¿qué  gente  hay  tan  bruta  que  tratán- 
dose siempre  y  estando  en  compañía,  y  no  habiendo  de  tener  otras 
conversaciones,  ni  otros  tratos  ni  recreaciones  con  personas  de 
fuera  de  casa,  y  creindo  (4)  nos  ama  Dios  y  ellas  a  El,  pues  por 
Su  Majestad  lo  dejan  todo,  que  no  ¡cobre  amor?  En  especial,  que 
la  virtud  siempre  convida  a  ser  amada,  y  ésta,  con  el  favor  de 
Dios,  espero  en  Su  Majestad  siempre  la  habrá  en  las  de  esta 


1  Vayamos,  se  escribiría  hoy;  es  uno  de  tantos  casos  como  en  tiempo  de  la  Santa  se 
empleaba  el  presente  de  indicativo  por  el  mismo  tiempo  del    subjuntivo. 

2  Por  afición, 

3  Habitación  u  oficina  ex  profeso  para  el  trabajo  de  manos,  que  las  Carmelitas  Des- 
calzas no  tienen,  aunque  en  la  recreación  trabajan  al  mismo  tiempo  que  dan  esparcimiento  al 
ánimo  con  santas  conversaciones. 

4  Por  creyendo. 


CAPITULO    IV  29 

casa.  Ansí  que  en  esto  no  hay  que  encomendar  mucho,  a  mi 
parecer. 

En  cómo  ha  ide  ser  este  amarse,  y  qué  cosa  es  amor  vir- 
tuoso, el  que  yo  deseo  haya  aquí,  y  en  qué  veremos  tenemos 
esta  virtud,  que  es  bien  grande,  pues  Nuestro  Señor  tanto  nos 
la  encomendó  y  tan  encargadamente  a  sus  Apóstoles,  de  esto 
querría  yo  decir  ahora  un  poquito  conforme  a  mi  rudeza,  y  si 
en  otros  libros  tan  menudamente  lo  hallardes,  no  toméis  nada 
de  mí,  que  por  ventura  no  sé  lo  que  digo. 

De  dos  maneras  de  amor  es  lo  que  trato:  una  es  espiritual, 
porque  ninguna  cosa  parece  toca  a  la  sensualidad  ni  la  ternura 
de  nuestra  naturaleza,  de  manera,  que  quite  su  puridad;  otra  es 
espiritual,  y  junto  con  ella,  nuestra  sensualidad  y  flaqueza,  u 
buen  amor,  que  parece  lícito,  como  el  de  los  deudos  y  amigos; 
déste  ya  queda  algo  dicho. 

Del  que  es  espiritual,  sin  que  entrevenga  (1)  pasión  nin- 
guna, quiero  ahora  hablar,  porque  en  habiéndola,  va  todo  descon- 
certado este  concierto;  y  si  con  templanza  y  descrición  (2)  tra- 
tamos personas  virtuosas,  especialmente  confesores,  es  provecho- 
so; mas  si  en  el  confesor  se  entendiere  va  encaminado  a  al- 
guna vanidad,  todo  lo  tengan  por  sospechoso,  y  en  ninguna  ma- 
nera, aunque  sean  buenas  pláticas,  las  tengan  con  él,  sino  con 
brevedad  confesarse  y  concluir.  Y  lo  mijor  sería  decir  a  la  per- 
lada que  no  se  halla  bien  su  alma  icon  él  y  mudarle;  esto  es 
lo  más  acertado,  si  se  puede  hacer  sin  tocarle  en  la  honra. 

En  caso  semejante,  y  otros  que  podría  el  demonio  en  co- 
sas dificultosas  enredar,  y  no  se  sabe  qué  consejo  tomar,  lo  más 
acertado  será  procurar  hablar  alguna  persona  que  tenga  letras, 
que  habiendo  necesidad,  dase  libertad  para  ello,  y  confesarse  con 
él  y  hacer  lo  que  le  dijere  en  el  caso;  porque,  ya  que  no  se 
pueda  dejar  dé  dar  algún  medio,  podíase  errar  mucho:  i  y  cuán- 
tos yerros  pasan  en  el  mundo  por  ¡no  hacer  las  cosas  con  con- 
sejo, en  especial  en  lo  que  toca  a  dañar  a  nadie!   Dejar  de  dar 


1  Por  intervenga. 

2  Por  discreción;  otras  veces    dice  descreción,   y   frecuentemente  discreción. 


30  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

algún  medio,  no  se  sufre;  porque  cuando  el  demonio  comienza 
por  aquí,  no  es  por  poco,  si  no  se  ataja  con  brevedad;  y  ansí, 
lo  que  tengo  dicho  de  procurar  hablar  con  otro  confesor,  es  lo 
más  acertado,  si  hay  dispusición  (1),  g  espero  en  el  Señor 
sí  habrá. 

Miren  que  va  mucho  en  esto,  que  es  cosa  peligrosa  y  un 
infierno  y  daño  para  todas.  Y  digo  que  no  aguarden  a  entender 
mucho  mal,  sino  que  al  principio  lo  atajen  por  todas  las  vías 
que  pudieren  y  entendieren;  con  buena  conciencia  lo  pueden  ha- 
cer. Mas  espero  yo  en  el  Señor  no  primitirá  que  personas  que 
han  de  tratar  siempre  en  oración,  puedan  tener  voluntad  sino 
a  quien  sea  muy  siervo  de  Dios,  que  esto  es  muy  cierto,  u  lo 
es  que  no  tienen  oración  ni  perfeción,  conforme  a  lo  que  aquí 
se  pretende;  porque  si  no  ven  que  entiende  su  lenguaje  y  es 
aficionado  a  hablar  en  Dios,  no  le  podrán  amar,  porque  no  es 
su  semejante;  si  lo  es,  con  las  poquísimas  ocasiones  que  aquí 
habrá,  u  será  muy  simple,  u  no  querrá  desasosegarse  y  des- 
asosegar a  las  siervas  de  Dios. 

Ya  que  he  comenzado  a  hablar  en  esto,  que,  como  he  dicho, 
es  gran  daño  el  que  el  demonio  puede  hacer  y  muy  tardío  en 
entenderse,  y  ansí  se  puede  ir  estragando  la  perfeción,  sin  sa- 
ber por  dónde;  porque  si  éste  quiere  dar  lugar  a  vanidad  por  te- 
nerla él,  lo  hace  todo  poco  aún  para  las  otras.  Dios  nos  libre, 
por  quien  Su  Majestad  es,  de  cosas  semejantes.  A  todas  las 
monjas  bastaría  a  turbar,  porque  sus  conciencias  les  dice  al 
contrario  de  lo  que  el  confesor;  y  si  las  aprietan  en  que  ten- 
gan uno  solo,  no  saben  qué  hacer,  ni  cómo  se  sosegar  (2) ;  porque, 
quien  lo  había  de  quietar  y  remediar,  es  quien  hace  el  daño. 
Hartas  afliciones  debe  haber  de  estas  en  algunas  partes;  háceme 
gran  lástima,  y  ansí  no  os  espantéis  ponga  mucho  en  daros  a 
entender  este  peligro. 


1  Por  disposición. 

2  Por  sosegarse. 


CAPITULO  V 


PROSIGUE    EN   LOS    CONFESORES.    DICE   LO    QUE   IMPORTñ    SEñN   LETRADOS. 

Ño  dé  el  Señor  a  probar  a  nadie  en  esta  casa  el  trabajo 
que  queda  dicho,  por  quien  Su  Majestad  es,  de  verse  alma  y 
cuerpo  apretadas;  u  que  si  la  perlada  está  bien  con  el  con- 
fesor, que  ni  a  él  de  ella,  ni  a  ella  de  él,  no  osan  decir  nada ; 
aquí  verná  la  tentación  de  dejar  de  confesar  pecados  muy  gra- 
ves por  miedo  de  no  estar  en  desasosiego.  ¡Oh,  vélame  Dios!, 
qué  daño  puede  hacer  aquí  el  demonio,  y  qué  caro  les  cuesta 
el  apretamiento  y  honra,  que  porque  no  traten  más  de  un  con- 
fesor, piensan  granjean  gran  cosa  de  relisión  y  honra  de  el  moi- 
nesterio,  y  ordena  por  esta  vía  el  demonio  coger  las  almas,  como 
no  puede  por  otra.  Si  piden  otro,  luego  parece  va  perdido  el 
concierto  de  la  relisión;  u  que  si  no  ¡es  de  la  Orden,  aunque 
sea   un   santo,    aun   tratar   con   él   les   parece   les   hace   afrenta. 

Esta  santa  libertad  pido  yo,  por  amor  del  Señor,  a  la 
que  estuviere  por  mayor  ( 1 ) ;  procure  siempre  con  el  obispo 
u  provincial  (2)  que,  sin  los  confesores  ordinarios,  procure  al- 
gunas veces  tratar  ella  y  todas,  y  comunicar  sus  almas  con  per- 
sonas que  tengan  letras,  en  especial  si  los  confesores  no  las 
tienen,  por  buenos  que  sean:  son  gran  cosa  letras  para  dar  en 
todo  luz.  Será  posible  hallar  lo  uno  y  lo  otro  junto  en  algunas 


1  Así  se  llamaba  en  !a  Encarnación  de  Avila   y   en   muchos  conventos  de  antiguas  Or- 
denes religiosas,  a  la  superioia  de  la  comunidad. 

2  Sobre  la  palabra  obispo,  sin  borrarla,  puso   luego    ia    Santa  provincial. 


32  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

personas,  y  mkntra  más  merced  el  Señor  os  hiciere  en  la  ora- 
ción  es   menester   más   ir   bien    fundadas   sus   obras   y   oración. 

Ya  sabéis  que  la  primera  piedra  ha  de  ser  buena  conciencia,  y 
con  todas  vuestras  fuerzas  libraros  aun  de  pecados  veniales  y  si- 
guir  (1)  lo  más  perfeto.  Parecerá  que  esto  cualquier  confesor  lo 
sabe,  y  es  engaño,*!  a  mí  me  acaeció  tratar  con  uno  cosas  de  con- 
ciencia que  había  oído  todo  el  curso  de  Teología  (2),  y  me  hizo 
harto  daño  en  cosas  que  me  decía  no  eran  nada;  y  sé  que  no 
pretendía  engañarme,  ni  tenía  para  qué,  sino  que  no  supo  más; 
y  con  otros  dos  u  tres,  sin  éste,  me  acaeció. 

Este  tener  verdadera  luz  para  guardar  la  ley  de  Dios  con 
perfeción,  es  todo  nuestro  bien;  sobre  ésta  asienta  bien  la  ora- 
ción; sin  este  cimiento  fuerte,  todo  el  edificio  va  falso,  si  no 
les  dieren  libertad  para  confesarse,  para  tratar  cosas  de  su  alma 
con  personas  semejantes  a  lo  que  he  dicho.  Y  atréveme  más  a 
decir,  que  aunque  el  confesor  lo  tenga  todo,  algunas  veces  se 
haga  lo  que  digo;  porque  ya  puede  ser  él  se  engañe,  y  es  bien 
no  se  engañen  todas  por  él;  procurando  siempre  no  sea  cosa 
contra  la  obediencia,  que  medios  hay  para  todo,  y  vale  mucho 
a  las  almas,  y  ansí  es  bien,  por  las  maneras  que  pudiere,  lo 
procure. 

Todo  esto  que  he  dicho,  toca  a  la  perlada;  y  ansí  la  torno 
a  pedir,  que,  pues  aquí  no  se  pretende  tener  otra  consolación  sino 
la  del  alma,  procure  en  esto  su  consolación,  que  hay  diferentes 
caminos  por  donde  lleva  Dios,  y  no  por  fuerza  los  sabrá  !to- 
dos  un  confesor;  que  yo  asiguro  no  les  falten  personas  santas 
que  quieran  tratarlas  y  consolar  sus  almas,  si  ellas  son  las  «que 
han  de  ser,  aunque  seáis  pobres;  que  el  que  las  sustenta  los 
cuerpos  despertará  y  porná  voluntad  a  quien  con  ella  dé  luz 
a  sus  almas,  y  remediase  este  mal,  que  es  el  que  yo  temo;  que 
cuando  el  demonio  tentase  al   confesor  en  engañarle  en  alguna 


1  /\  lo  largo  de  la  margen  izquierda  escribe  el  P.  García  de  Toledo:  Esto  es  bien,  por 
q  ay  unos  maestros  spñiles.  q  por  no  herrar  condenan  quantos  spus.  ay  por  demonios,  y 
Mercan  más  esto,  por  q  ahoga  los  spus.   del  Sor.,   como  lo  dice  el  Apóstol. 

2  Teidogía,  escribió  primero,  pero   cruzó  con  larga  raya  la  u  para  convertirla  en  o. 


CAPITULO    V  33 

dotrina,  como  sepa  trata  con  otros,  iráse  a  la  mano  y  mirará 
mijor  en  todo  lo  que  hace. 

Quitada  esta  entrada  a  el  demonio,  yo  espero  en  Dios  no 
la  terna  en  esta  casa,  y  ansí  pido,  por  amor  del  3eñor,  al  obispo 
que  fuere,  que  deje  a  las  hermanas  «sta  libertad,  y  que  ino  se 
la  quite  cuando  las  personas  fueren  tales  que  tengan  letras  y 
bondad,   que  luego   se  entiende   en   lugar  tan   chico   como  éste. 

Esto  que  aquí  he  dicho,  téngolo  visto,  y  entendido  y  tra- 
tado con  personas  dotas  y  santas  que  han  mirado  lo  que  más 
convenía  a  esta  casa,  para  que  la  perfeción  de  esta  casa  fuese 
adelante;  y  entre  los  peligros,  que  en  todo  le  hay  mientra  vi- 
vimos, éste  hallamos  ser  el  menor,  y  que  nunca  haya  vicario  que 
tenga  mano  éQ  entrar  y  salir,  ni  confesor  que  tenga  esta  liber- 
tad; sino  que  estos  sean  para  celar  el  recogimiento  y  honestidad 
de  la  casa  y  aprovechamiento  interior  y  exterior,  para  decirlo  al 
perlado  cuando  hubiere  falta;    mas  no  que  sea  él  superior   (1). 

Y  esto  es  lo  que  se  hace  ahora,  y  no  por  sólo  mi  parecer; 
porque  el  obispo  que  ahora  tenemos,  debajo  de  cuya  obediencia 
estamos,  que  por  causas  muchas  que  hubo  no  se  dio  la  obedien- 
cia a  la  Orden  (2),  que  es  persona  amiga  de  toda  relisión  y 
santidad,  y  gran  siervo  de  Dios  (llámase  Don  Alvaro  de  Men- 
doza, de  gran  nobleza  de  linaje  y  muy  aficionado  a  favorecer 
esta  casa  de  todas  maneras)  (3),  hizo  juntar  personas  de  letras, 
y  espíritu  y  expiriencia  para  este  punto,  y  se  vino  a  determinar 
esto.  Razón  será  que  los  perlados  que  vinieren  se  lleguen  a  este 
parecer,  pues  por  tan  buenos  está  determinado,  y  con  hartas  ora- 
ciones pedido  a  el  Señor  alumbrase  lo  mijor,  y  lo  que  se  en- 
tiende hasta  hora  (4),  cierto  esto  lo  es.  El  Señor  sea  servido  lle- 
varlo siempre  adelante  como  más  sea  para  su  gloria.  Amén. 


1  Reprende  aquí  la  Santa  la  intromisión  del  confesor  ei  cosas  que  no  le  pertenecen,  y  no 
quiere  que  sea  superior  de  la  comunidad,  sino  que  se  limite  a  lo  que  atañe  a  su  ministerio. 

2  Cfr.  t.  II,  p.  219. 

3  Véase  lo  que  deiaraos   escrito  de   este  insigne  bienhechor  y   grande  amigo   de   Sta.  Te- 
resa en  el  tomo  I,  c.  XXXIII,  pág.  282. 

4  Véase  la  nota  primera  de  la  página  26. 


III 


CAPITULO  VI 


TORNñ   K  Lñ  MñTERIñ  QUE  COMENZÓ  DE  EL  AMOR  PERFETO. 

Harto  rae  h€  divertido,  mas  importa  tanto  lo  que  queda 
dicho,  que  quien  lo  entendiere  no  me  culpará.  Tornemos  ahora 
a  el  amor,  que  es  bien  (1)  nos  tengamos.  Del  que  digo  es  puro 
espiritual,  no  sé  si  se  lo  que  rae  digo,  al  menos  ¡paréceme  no 
es  raenester  mucho  hablar  en  él,  porque  le  tienen  pocos:  a  quien 
el  Señor  se  le  hubiere  dado,  alábele  mucho,  porque  debe  ser  de 
grandísima  perfeción;  en  fin,  quiero  tratar  algo  de  él.  Por  ven- 
tura hará  algún  provecho,  que  puniéndonos  delante  de  los  ojos 
la  virtud,  aficiónase  a  ella  quien  la  desea  g  pretende  ganar. 

Plega  a  Dios  yo  sepa  entenderle,  cuantimás  decirle,  que  ni 
creo  sé  cuál  es  espiritual,  ni  cuándo  se  mezcla  sensual,  ni  Isé 
cómo  me  pongo  a  hablar  en  ello.  Es  como  quien  og  (2)  hablar 
de  lejos,  que  no  entiende  lo  que  dicen;  ansí  so  (3)  yo,  que  algu- 
nas veces  no  debo  entender  lo  que  digo,  y  quiere  el  Señor 
sea  bien  dichoi;  si  otras  fuere  dislate,  es  lo  más  natural  a  mí  no 
acertar  en  nada. 

Paréceme  ahora  a  mí  que  cuando  una  persona  ha  llegádo- 
la  Dios  a  daro  conocimiento  de  lo  que  es  el  mundo,  y  qué 
cosa  es  el  mundo,  y  que  hay  otro  mundo,  y  la  diferencia  que 
hay   de  lo  uno  a  lo  otro,  y  que  lo  uno  es  eterno  y   lo    otro 


1  Escribió  la  Santa,   y   borró  luego:  y  lícito, 

2  Por  oye. 

3  Por  soy. 


36  CñMINO     DE     PERFECCIÓN 

soñado,  u  qué  cosa  es  amar  al  Criadoír,  u  a  la  criatura  (esto  visto 
por  expiriencia,  que  es  otro  negocio  que  sólo  pensarlo  y  creer- 
lo), u  ver  y  probar  qué  se  gana  con  lo  uno  y  se  pierde  con 
lo  otro,  y  qué  a>sa  es  Criador,  y  qué  cosa  es  criatura,  y  otras 
muchas  cosas  que  lel  Señor  enseña  a  quien  se  quiere  dar  a  ser 
enseñado  de  él  en  la  oración,  u  a  quien  Su  Majestad  quiere, 
que  aman  muy  diferentemente  de  los  que  no  hemos  llegado  aquí. 

Podrá  ser,  hermanas,  que  os  parezca  tratar  en  esto  imperti- 
nente y  que  digáis  que  estas  cosas  que  he  dicho,  ya  todas  las 
sabéis.  Plega  el  Señor  sea  ansí  que  lo  sepáis  de  la  manera  que 
hace  al  caso,  imprimido  en  las  entrañas;  pues  si  lo  sabéis,  ve- 
réis que  no  miento  en  decir  que,  a  quien  el  Señor  llega  aquí, 
tiene  este  amor.  Son  estas  personas  que  Dios  las  llega  a  este 
estado,  almas  generosas,  almas  reales;  no  se  contentan  con  amar 
cosa  tan  ruin  como  estos  cuerpos,  por  hermosos  que  sean,  por 
muchas  gracias  que  tengan,  bien  que  aplace  (1)  a  la  vista  y  ^alaban 
al  Criador;  mas  para  detenerse  en  ello,  no.  Digo  detenerse,  de 
manera  que  por  estas  cosas  los  tengan  amor;  parecerles  hía  (2) 
que  aman  cosa  sin  tomo,  y  que  se  ponen  a  querer  sombra;  co- 
rrerse hían  (3)  de  sí  mesmos  y  no  temían  cara,  sin  gran  afrenta 
suya,   para   decir   a  Dios   que  le   aman. 

Diréisme:  esos  tales  no  sabrán  querer  ni  pagar  la  voluntad 
que  se  les  tuviere,  al  menos  dáseles  poco  de  que  se  la  tengan; 
ya  que  de  presto  algunas  veces  el  natural  lleva  a  holgarse  de  ser 
amados,  en  tornando  sobre  sí,  ven  que  es  disbarate,  si  no  son 
personas  que  las  ha  de  aprovechar  su  alma,  u  con  dotrina,  u  con 
oración.  Todas  las  otras  voluntades  les  cansan,  que  entienden 
ningún  provecho  les  hace,  y  les  podría  dañar;  no  porque  las 
dejan  de  agradecer  y  pagar  con  encomendarlos  a  Dios.  Tóman- 
lo  como  cosa  que  echan  carga  a  el  Señor  los  que  las  aman, 
que  entienden  viene  de  allí,  porque  en  sí  no  les  parece  que  hay 
que  querer,  y  luego  les  parece  las  quieren  porque  las  quiere 
Dios,  y  d(2jan  a  Su  Majestad  lo  pague  tj  se  lo  suplican,  y  con 


1  Agrada,  contenta. 

2  Poi  les  pamceria. 

3  Por  se  correrían,  se  avergonzarían. 


CAPITULO    VI  37 

esto  quedan  libres,  que  les  parece  no  les  toca.  Y  bien  mirado, 
si  no  es  con  las  personas  que  idigo  que  nos  pueden  hacer  bien 
para  ganar  bienes  perfetos,  go  pienso  algunas  veces  cuan  gran 
ceguedad   se   tray   en  este   querer   que  nos   quieran. 

ñhora  noten  que  como  el  amor,  cuando  de  alguna  persona 
le  queremos,  siempre  se  pretende  algún  interese  de  provecho 
u  contento  nuestro,  y  estas  personas  perfetas  ya  todos  los  tie- 
nen debajo  de  los  pies,  los  bienes  que  ¡en  el  mundo  les  pueden 
hacer  y  regalos,  los  contentos  ya  están  de  suerte,  que,  aunque 
ellos  quieran,  a  manera  de  decir,  no  le  pueden  tener  que  lo 
sea  fuera  de  con  Dios,  u  en  tratar  de  Dios,  pues  ¿qué  prove- 
cho les  puede  venir  de  ser  amados? 

Como  se  les  representa  esta  verdad,  de  sí  mesmos  se  ríen 
de  la  pena  que  algún  tiempo  les  ha  dado  si  era  pagada  u  no  su 
voluntad.  Aunque  sea  buena  la  voluntad,  luego  nos  es  muy  na- 
tural querer  ser  pagada.  Venido  a  cobrar  esta  paga,  es  en  pa- 
jas, que  todo  íes  aire  y  sin  tomo,  que  se  lo  lleva  el  viento;  por- 
que, cuando  mucho  nos  hayan  querido,  ¿qué  es  esto  que  nos 
queda?  Ansí  que,  si  no  es  para  provecho  de  su  alma  con  las 
personas  que  tengo  dichas,  porque  ven  ser  tal  nuestro  natural  que, 
si  no  hay  algún  amor,  luego  se  cansan,  no  se  les  da  más  ser 
queridas  que  no.  ¿Pareceros  ha  que  estos  tales  no  quieren  a 
nadie,  ni  saben,  sino  a  Dios?  (1).  Mucho  más,  y  con  más  ver- 
dadero amor,  y  con  más  pasión  y  más  provechoso  amor;  en 
fin,  es  amor.  Y  estas  tales  almas  son  siempre  aficionadas  a  dar 
mucho  más  que  no  a  recibir;  aun  con  iel  mesmo  Criador  les  acae- 
ce esto.  Digo  que  merece  este  nombre  de  amor,  que  esotras 
afeciones   bajas   le   tienen   usurpado   el   nombre. 

También  os  parecerá  que  si  no  aman  por  las  cosas  que  ven, 
¿que  a  qué  se  aficionan?  Verdad  es  que  lo  que  ven  aman,  y  a 
lo  que  oyen  se  aficionan;  mas  esas  cosas  que  ven  son  estables. 
Luego  estos,  si  aman,  pasan  por  los  cuerpos,  y  ponen  los  ojos 
en  las  almas  y  miran  si  hay  qué  amar;   y  si  no  lo  hay,  y  ven 


1  Las  palabras  que  se  leen  al  margen  del  autógrafo  digo  q  si  aman,  son  del  P.  Bánez. 
Sin  ellas  es  cabal  el  sentido  de  la  frase  que  se  sigue,  por  lo  cual  no  las  incluímos  en  el 
texto,  como  se  ha  hecho   en  algunas  ediciones. 


38  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

algún  principio  u  dispusición  para  que,  si  cavan,  hallarán  oro 
en  esta  mina,  si  la  tienen  amor,  no  les  duele  el  trabajo;  nin- 
guna (X)sa  se  les  pone  delante  que  de  buena  gana  no  la  hiciesen 
por  el  bien  de  aquel  alma,  porque  desean  durar  en  amarla,  y 
saben  muy  bien  que  si  no  tiene  bienes  y  ama  mucho  a  Dios,  que 
es  imposible.  Y  digo  que  es  imposible,  aunque  más  la  obli- 
gue y  se  muera  quiriéndola  (1),  y  la  haga  todas  las  buenas 
obras  que  pueda,  y  tenga  todas  las  gracias  de  naturaleza  jun- 
tas, no  terna  fuerza  la  voluntad,  ni  la  podrá  hacer  estar  con 
asiento.  Ya  sabe  y  tiene  expiriencia  de  lo  que  es  todo;  no  le 
echarán  dado  falso.  Ve  que  no  son  para  en  uno,  y  que  es  im- 
posible durar  a  quererse  el  uno  al  otro;  porque  es  amor  que 
se  ha  de  acabar  con  la  vida,  si  el  otro  no  va  guardando  la  ley 
de  Dios,  y  lentiende  que  no  le  ama  y  que  han  de  ir  a  diferentes 
partes. 

Y  este  amor,  que  sólo  acá  dura,  alma  de  estas  a  quien  el 
Señor  ya  Jia  infundido  verdadera  sabiduría,  no  le  estima  en 
más  de  lo  que  vale,  ni  en  tanto;  porque  para  los  que  gustan  de 
gustar  de  cosas  del  mundo,  deleites,  y  honras  y  riquezas,  algo 
valdrá  si  es  rico,  u  tiene  partes  para  dar  pasatiempo  y  recreación ; 
mas  quien  todo  esto  aborrece  ya,  poco  u  nonada  se  le  dará  de 
aquello.  Ahora,  pues,  aquí,  si  tiene  amor,  íes  la  pasión  para  ha- 
cer esta  alma  amje  a  Dios  (2)  para  ser  amada  del;  porque,  co- 
mo digo,  sabe  que  no  ha  de  durar  en  quererla  (3),  es  amor  muy 
a  su  costa,  no  deja  de  poner  todo  lo  que  puede  porque  se  apro- 
veche; perdería  mil  vidas  por  un  pequeño  bien  suyo.  ¡Oh  pre- 
cioso amor,  que  va  imitando  a  el  capitán  del  amor,  Jesús,  nues- 
tro bien! 


1  Poi  queriéndoln. 

2  Entre  líneas   puso   la   Santa  las   palabras  ame  a  Dios. 

3  Fray   Luis   de   León   completó   la  fra5;e    en    esta  '  forma:    sabe  que  no  ha  de  durar  en 
quererla  de  otra  manera. 


CAPITULO    VII 


EN    QUE    TRATA    DE    Lñ    MESMñ    MATERIA    DE    AMOR    ESPIRITUAL,     Y    DA 
ALGUNOS    AVISOS    PARA    GANARLE. 


Es  cosa  extraña  qué  apasionado  amor  es  éste,  qué  de  lágri- 
mas cuesta,  qué  de  penitencias  y  oración,  qué  cuidado  de  enco- 
mendar a  todos  los  que  piensa  le  han  de  aprovechar  con  Dios 
para  que  se  le  encomienden,  qué  deseo  ordinario  un  no  traer 
contento  si  no  le  ve  aprovechar.  Pues  si  le  parece  está  mijorado 
y  le  ve  que  torna  algo  atrás,  no  parece  ha  de  tener  placer  en 
su  vida;  ni  come,  ni  duerme,  sino  con  este  cuidado,  siempre 
temerosa  si  alma  que  tanto  quiere  se  ha  de  perder,  y  si  se 
han  de  apartar  para  siempre  (que  la  muerte  de  acá  no  la  tie- 
nen en  nada),  que  no^  quiere  asirse  a  cosa  que  en  un  soplo  se  le 
va  de  entre  las  manos,  sin  poderla  asir.  Es,  como  he  dicho, 
amor  sin  poco  ni  mucho  de  interese  propio;  todo  lo  que  desea 
y  quiere,  es  ver  rica  aquella  alma  de  bienes  del  cielo.  Esta  es 
voluntad,  y  no  estos  quereres  de  por  acá  desastrados,  aun  no 
digo  los  malos,   que  de  ésos   Dios  nos  libre. 

En  cosa  que  es  infierno,  no  hay  que  nos  cansar  en  decir 
mal,  que  no  se  puede  encarecer  el  menor  mal  de  él;  éste  no  hay 
para  qué  tomarle  nosotras,  hermanas,  en  la  boca,  ni  pensar  le 
hay  en  el  mundo;  en  burlas  ni  ¡en  veras  oirle,  ni  consentir  que 
delante  de  vosotras  se  trate  ni  cuente  de  semejantes  volunta- 
des. Para  ninguna  cosa  es  bueno,  y  podría  dañar  aún  oirlo;  sino 
de  estotros   lícitos,    como   he   dicho,    que   nos   tenemos   unas    a 


40  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

otras,  u  d€  deudos  y  amigas.  Toda  la  voluntad  es  que  no  se  nos 
muera:  si  les  duele  la  cabeza,  parece  nos  duele  el  alma;  si  los 
vemos  con  trabajos,  no  queda,  como  dicen,  paciencia;  todo  de 
esta  manera. 

Estotra  voluntad  no  es  ansí;  aunque  con  la  flaqueza  natu- 
ral se  sienta  algo  de  presto,  luego  la  razón  mira  si  es  bien  para 
aquel  alma,  si  se  enriquece  más  en  virtud  y  cómo  lo  lleva,  el 
rogar  a  Dios  la  dé  paciencia  y  merezca  en  los  trabajos.  Si 
ve  que  la  tiene,  ninguna  pena  siente,  antes  se  alegra  y  consue- 
la; bien  que  lo  pasaría  de  mijor  gana  que  vérselo  pasar,  si  €l 
mérito  y  ganancia  que  hay  en  padecer  pudiese  todo  dársele,  mas 
no  para  que  se  inquiete  ni  desasosiegue. 

Torno  otra  vez  a  decir,  que  se  parece,  y  va  imitando  este 
amor,  al  que  nos  tuvo  el  buen  amador  Jesús;  y  ansí,  aprovechan 
tanto,  porque  abrazan  (1)  todos  ios  trabajos,  y  que  los  otros,  sin 
trabajar,  se  aprovechasen  (2)  de  ellos.  Ansí,  ganan  muy  mucho 
los  que  tienen  su  amistad,  y  crean  que,  u  los  dejarán  de  tra- 
tar, con  particular  amistad  digo,  u  acabarán  con  Nuestro  Se- 
ñor que  vayan  por  su  camino,  pues  van  a  una  tierra,  como  hizo 
Santa  Mónica  con  San  Agustín.  No  les  sufre  €l  corazón  tratar 
con  ellos  doblez,  porque  si  les  ven  torcer  el  camino,  luego  se 
lo  dicen,  u  algunas  faltas;  no  pueden  consigo  acabar  otra  cosa. 
Y  como  de  esto  no  se  enmendarán,  ni  tratan  de  lisonja  con 
ellos,  ni  de  disimularles  nada,  u  ellos  se  enmendarán,  u  apar- 
tarán de  la  amistad;  porque  no  podrán  sufrirlo,  ni  es  de  sufrir: 
para  el  uno  y  para  el  otro  es  contina  guerra,  con  andar  des- 
cuidados de  todo  el  mundo  y  no  trayendo  cuenta  si  sirven  a 
Dios  u  no,  porque  sólo  consigo  mesmos  la  tienen;  con  sus 
amigos  no  hay  poder  hacer  esto,  ni  se  les  encubre  cosa;  las 
motitas   ven.   Digo  que  train   bien   pesada   cruz. 

Esta  manera  de  amar  es  la  que  yo  querría  tuviésemos  nos- 
otras; aunque  a  los  principios  no  sea  tan  perfeta,  el  Señor  la 
irá  perficionando.  Comencemos  en  los  medios,  que  aunque  lle- 


1  Había   escrito  potque  no  abrazan,    y   borró  el  no. 

2  En   esta   palabra   comienza  el  folio   XXXI   del  autógrafo,    que,    como   el  siguiente,   fué 
rehecho  por  la  Santa. 


CAPITULO    VII  41 

ve  algo  de  ternura,  no  dañará,  como  sea  en  general.  Es  bueno 
y  necesario  algunas  veces  mostrar  ternura  en  la  voluntad,  y  aun 
tenerla,  y  sentir  algunos  trabajos  y  enfermedades  de  las  her- 
manas, aunque  sean  pequeños;  que  algunas  veces  acaece  dar 
una  cosa  muy  liviana  tan  gran  pena  como  a  otra  daría  un  gran 
trabajo,  y  a  personas  que  tienen  de  natural  apretarle  mucho 
pocas  cosas.  Si  vos  le  tenéis  al  contrario,  no  os  dejéis  de  com- 
padecer, y  por  ventura  quiere  Nuestro  Señor  reservarnos  de  esas 
penas  y  las  tememos  en  otras  cosas,  y  de  las  que  para  nosotras 
son  graves,  aunque  de  suyo  lo  sean,  para  la  otra  serán  leves. 
Ansí  que  en  estas  cosas  no  juzguemos  por  nosotras,  ni  nos 
consideremos  en  el  tiempo  que,  por  ventura  sin  trabajo  nues- 
tro, el  Señor  nos  ha  hecho  más  fuertes,  sino  considerémonos 
en  el  tiempo  que  hemos  estado  más  flacas. 

Mira  que  importa  este  aviso  para  sabernos  condoler  de  los 
trabajos  de  los  prójimos,  por  pequeños  que  sean,  en  especial  a 
almas  de  las  que  quedan  dichas,  que  ya  éstas,  como  desean  los 
trabajos,  todo  se  les  hace  poco,  y  es  muy  necesario  traer  cuida- 
do de  mirarse  cuando  era  flaca,  y  ver  que  si  no  lo  es,  no  viene 
de  ella;  porque  podría  por  aquí  el  demonio  ir  enfriando  la  ca- 
ridad con  los  prójimos  y  hacernos  entender  es  perfeción  lo  que 
es  falta.  En  todo  es  menester  cuidado  y  andar  despiertas,  pues 
él  no  duerme,  y  en  los  que  van  en  más  perfeción,  más;  por- 
que son  muy  más  disimuladas  las  tentaciones,  que  no  se  atre- 
ve a  otra  cosa,  que  no  parece  se  entiende  el  daño  hasta  que 
está  ya  hecho,  si,  como  digo,  no  se  tray  cuidado.  En  fin,  que 
es  menester  siempre  velar  y  orar,  que  no  hay  mijor  remedio  para 
descubrir  estas  cosas  ocultas  del  demonio,  y  hacerle  dar  señal, 
que  la  oración. 

Procurar  también  holgaros  con  las  hermanas  cuando  tie- 
nen recreación,  con  necesidad  de  ella,  y  el  rato  que  es  de  cos- 
tumbre, aunque  no  sea  a  vuestro  gusto,  que  yendo  con  conside- 
ración, todo  es  amor  perfeto.  Ansí  que  es  muy  bien  las  unas 
se  apiaden  de  las  necesidades  de  las  otras;  miren  no  sea  con 
falta  de  discreción  en  cosas  que  sea  contra  la  obediencia.  Aun- 
que le  parezca  áspero  dentro  en  sí  lo  que  mandare  la  perlada,  no 


42  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

lo  muestre  ni  dé  a  entender  a  naide,  si  no  fuere  a  la  raesma 
priora  con  humildad,  que  haréis  mucho  daño;  y  sabe  entender 
cuáles  son  las  cosas  que  se  han  de  sentir  y  apiadar  de  las  her- 
manas, y  siempre  sientan  mucho  cualquiera  falta,  si  es  notoria, 
que  veáis  en  la  hermana.  Y  aquí  se  muestra  y  ejercita  bien  el 
amor  en  sabérsela  sufrir  y  no  se  espantar  de  ella,  que  así  ha- 
rán las  otras  las  que  vos  tuvierdes,  que  aun  de  las  que  no  en- 
tendéis, deben  ser  muchas  más,  y  encomendarla  mucho  a  Dios, 
y  procurar  hacer  vos  con  gran  perfeción  la  virtud  contraria  de 
la  falta  que  le  parece  en  la  otra;  esforzarse  a  esto  para  que 
enseñe  a  aquella  por  obra,  lo  que  por  palabra  por  ventura  no 
lo  entenderá,  ni  le  aprovechará,  ni  castigo. 

Y  esto  de  hacer  una  lo  que  ve  resplandecer  de  virtud  en 
otra,  pégase  mucho.  Este  es  buen  aviso;  no  se  os  olvide.  ¡Oh 
qué  bueno  y  verdadero  amor  será  el  de  la  hermana  que  puede 
aprovechar  a  todas,  dejando  su  provecho  por  los  de  las  otras,  ir 
muy  adelante  en  todas  las  virtudes  y  guardar  con  gran  perfe- 
ción su  Regla!  Mijor  amistad  será  ésta  que  todas  las  ternuras 
que  se  pueden  decir,  que  éstas  no  se  usan  ni  han  de  usar  en  esta 
casa,  tal  como  «mi  vida»,  «mi  alma»,  «mi  bien»,  y  otras  cosas  se- 
mejantes, que  a  las  unas  llaman  uno  y  a  las  otras  otro.  Estas 
palabras  regaladas  déjenlas  para  su  Esposo  (1),  pues  tanto  han 
de  estar  con  El  y  tan  a  solas,  que  de  todo  se  habrán  menester 
aprovechar,  pues  Su  Majestad  lo  sufre,  y  muy  usadas  acá  no 
enternecen  tanto  con  el  Señor;  y  sin  esto,  no  hay  para  qué. 
Es  muy  de  mujeres,  y  no  querría  yo,  hijas  raías,  lo  fuésedes 
en  nada,  ni  k>  pareciésedes,  sino  varones  fuertes;  que  si  ellas 
hacen  lo  que  es  en  sí,  el  Señor  las  hará  tan  varoniles,  que  es- 
panten a  los  hombres.  ¡Y  qué  fácil  es  a  Su  Majestad,  pues  nos 
hizo  de  nonada! 

Es  también  muy  buena  muestra  de  amor  en  procurar  qui- 
tarlas de  trabajo  y  tomarle  ella  para  sí  en  los  oficios  de  casa,  y 
también  de  holgarse  y  alabar  mucho  al  Señor  del  acrecenta- 
miento que  viere  en  sus  virtudes.  Todas  estas  cosas,  dejado  el 


1       Para  con  su  esposo,   escribió  primero,  pero   borró  el  con. 


CAPITULO    VI!  43 

gran  bien  que  train  consigo,  ayudan  mucho  a  la  paz  y  conformi- 
dad d€  unas  con  otras,  como  ahora  lo  vemos  por  expiriencia, 
por  la  bondad  de  Dios.  Plega  a  Su  Majestad  lo  lleve  siempre 
adelante,  porque  sería  cosa  terrible  ser  al  contrario,  y  muy  re- 
cio de  sufrir  pocas  y  mal  avenidas;   no  lo  primita  Dios. 

Si  por  dicha  alguna  palabrilla  de  presto  se  atravesare,  re- 
médiese  luego  y  hagan  grande  oración,  y  en  cualquiera  de  es- 
tas cosas  que  dure,  u  bandillos,  u  deseo  de  ser  más,  u  puntito 
de  honra  (que  parece  se  me  hiela  la  sangre  cuando  esto  escri- 
bo de  pensar  que  puede  en  algún  tiempo  venir  a  ser,  porque  veo 
es  el  principal  mal  de  los  monesterios),  cuando  esto  hubiese, 
dense  por  perdidas;  piensen  y  crean  han  echado  a  su  Esposo 
de  casa  y  que  le  necesitan  a  ir  a  buscar  otra  posada,  pues  le 
echan  de  su  casa  propia.  Clamen  a  Su  Majestad;  procuren  re- 
medio; porque  si  no  le  pone  confesar  y  comulgar  tan  a  me- 
nudo,  teman   si  hay   algún   Judas. 

Mire  mucho  la  priora,  por  amor  de  Dios,  en  no  dar  lugar 
a  esto,  atajando  mucho  los  principios,  que  aquí  está  todo  el  daño 
u  remedio;  y  la  que  entendiere  lo  alborota,  procure  se  vaya  a 
otro  monesterio,  que  Dios  las  dará  con  que  la  doten;  echen  de 
sí  esta  pestilencia;  corten  como  pudieren  las  ramas;  y  si  no 
bastare,  arranquen  la  raíz;  y  cuando  no  pudiesen  esto,  no  salga 
de  una  cárcel  quien  de  estas  cosas  tratare:  mucho  más  vale,  an- 
tes que  peguie  a  todas  tan  incurable  pestilencia.  ¡Oh,  que  es  gran 
mal!  Dios  nos  libre  de  monesterio  donde  entra;  yo  más  querría 
entrase  en  éste  un  fuego  que  nos  abrasase  a  todas.  Porque  en 
otra  parte  creo  diré  algo  más  de  esto,  como  en  cosa  que  nos  va 
tanto,  no  me  alargo  más  aquí. 


CAPÍTULO  VIII 


TRATA    DEL    GRAN    BIEN    QUE    ES    DESASIRSE    DE    TODO    LO    CRIADO,    IN- 
TERIOR   Y    EXTERIORMENTE, 

Ahora  vengamos  a  el  desasimiento  que  hemos  de  tener,  por- 
que en  esto  está  el  todo,  si  va  con  perfeción.  Aquí  digo  está  el 
todo,  porque  abrazándonos  con  sólo  el  Criador,  y  no  se  nos 
dando  nada  por  todo  lo  criado,  Su  Majestad  infunde  de  ma- 
nera las  virtudes,  que  trabajando  nosotros  poco  a  poco  lo  que 
es  en  nosotros,  no  tememos  mucho  más  que  pelear,  que  el  Se- 
ñor toma  la  mano  contra  los  demonios  y  contra  todo  el  mundo 
en  nuestra  defensa.  ¿Pensáis,  hermanas,  que  es  poco  bien  pro- 
curar este  bien  de  darnos  todas  a  El  todo,  sin  hacernos  partes? 
Y  pues  €n  El  están  todos  los  bienes,  como  digo,  alabémosle 
mucho,  hermanas,  que  nos  juntó  aquí,  adonde  no  se  trata  de 
otra  cosa  sino  de  estoi,  y  ansí  no  sé  para  qué  lo  digo,  pues  to- 
das las  que  aquí  estáis  me  podéis  enseñar  a  mí;  que  confieso 
en  €stc  caso  tan  importante  no  t€ner  la  perfeción  como  la  de- 
seo y  entiendo  conviene,  y  <¿n  todas  las  virtudes,  y  lo  que  aquí 
digo,  lo  mesmo,  que  es  más  fácil  de  escribir  que  de  obrar;  y 
aun  a  esto  no  atinara,  porque  algunas  veces  consiste  en  expi- 
riencia  el  saberlo  decir,  y  debo  atinar  por  el  contrario  de  estas 
virtudes  que  he  tenido.  Cuanto  a  lo  exterior,  ya  se  ve  cuan 
apartadas  estamos  aquí  de  todo. 

¡Oh  hermanas!   entended,  por  amor  de  Dios,  la  gran  mer- 
ced que  el  Señor  ha  hecho  a  las  que  trajo  aquí,  y  cada  una  lo 


46  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

piense  bien  en  sí,  pues  en  solas  doce  quiso  Su  Majestad  fuése- 
des  (1)  una;  ¡y  qué  de  ellas  raijores  que  yo  sé  que  tomaran 
este  lugar  de  buena  gana,  y  diómele  el  Señor  a  mí  mereciéndole 
tan  mal!  Bendito  seáis  Vos,  mi  Dios,  y  alábeos  todo  lo  cria- 
do, que  esta  merced  tampoco  se  puede  servir  como  otras  mu- 
chas que  me  habéis  hecho,  que  darme  estado  de  monja  fué 
grandísima;  y  como  lo  he  sido  tan  ruin,  no  os  fiastes.  Señor, 
de  mí,  porque  adonde  había  muchas  juntas  buenas,  no  se  'echa- 
ra de  ver  ansí  mi  ruindad  hasta  que  se  me  acabara  la  vida;  y 
trajístesme  (2)  adonde  por  ser  tan  pocas,  que  parece  imposible 
dejarse  de  entender,  porque  ande  con  más  cuidado,  quitáisme  todas 
las  ocasiones.  Ya  no  hay  disculpa  para  mí,  Señor,  yo  lo  con- 
fieso, y  ansí  he  más  menester  vuestra  misericordia,  para  que 
perdonéis  la  que  tuviere. 

Lo  que  os  pido  mucho,  es  que  la  que  viere  en  sí  no  es 
para  llevar  lo  que  aquí  se  acostumbra,  lo  diga;  otros  moneste- 
rios  hay  adonde  se  sirve  también  el  Señor;  no  turben  estas  po- 
quitas que  aquí  Su  Majestad  ha  juntado.  En  otras  partes  hay  li- 
bertad para  consolarse  con  deudos;  aquí,  si  alguno  se  admiten  (3), 
Gs  para  consuelo  de  los  mesmos.  Mas  la  monja  que  deseare 
ver  deudos  para  su  consuelo,  si  no  son  espirituales,  téngase  por 
imperfeta;  crea  no  está  desasida,  no  está  sana,  no  terna  liber- 
tad de  espíritu,  no  terna  entera  paz,  menester  ha  médico,  y 
digo  que  si  no  se  le  quita  y  sana,   que  no  es  para  esta  casa. 

El  remedio  que  veo  mijor,  es  no  los  ver  hasta  que  se  vea 
libre  y  lo  alcance  del  Señor  con  mucha  oración;  cuando  se  vea 
de  manera  que  lo  tome  por  cruz,  véalos  enhorabuena,  que  en- 
tonces les  hará  provecho  a  ellos  y  no  daño  a  sí. 


1  Por  fueseis. 

2  Hay  faquí  una   falta   de   concordancia  sintáctica,   frecuente  en  la  Santa. 

3  Nueva  falta  de  concordancia. 


CAPITULO   IX 


QUE    TRñTA    DEL    GRAN    BIEN    QUE    HAY    EN    HUIR    LOS    DEUDOS    LOS    QUE 
HAN   DEJADO    EL   MUNDO,  Y  CUAN   MAS   VERDADEROS    AMIGOS   HALLAN. 

¡Oh,  si  entendiésemos  las  relisiosas  el  daño  que  nos  viene 
de  tratar  mucho  con  deudos,  cómo  huiríamos  de  ellos!  Yo  no 
entiendo  qué  consolación  íes  ésta  que  dan,  aun  dejado  lo  que  toca 
a  Dios,  sino  para  sólo  nuestro  sosiego  y  descanso.  Que  de  sus 
recreaciones  no  podemos,  ni  es  lícito  gozar,  y  sentir  sus  traba- 
jos sí,  ninguno  dejan  de  llorar,  y  algunas  veces  más  que  los 
mesmos.  ñ  usadas  (1),  que  si  algún  regalo  hacen  a  el  cuerpo, 
que  lo  paga  bien  el  espíritu.  De  eso  estáis  aquí  quitadas,  que 
como  todo  es  en  común  y  ninguna  puede  tener  regalo  parti- 
cular, ansí  la  limosna  que  las  hacen,  es  en  general,  y  queda 
libre  de  contentarlos  por  esto,  que  ya  sabe  que  el  Señor  las  ha 
de  proveer  por  junto. 

Espantada  estoy  el  daño  que  hace  tratarlos;  no  creo  lo  cree- 
rá sino  quien  lo  tuviere  por  expiriencia.  Y  qué  olvidada  parece 
está  el  día  de  hoy  en  las  Relisiones  esta  perfeción;  no  sé  yo 
qué  es  lo  que  dejamos  del  mundo  las  que  decimos  que  todo  lo 
dejamos  por  Dios,  si  no  nos  apartamos  de  lo  principal,  que  son 
los  parientes.  Viene  ya  la  cosa  a  estado,  que  tienen  por  falta 
de  virtud  no  querer  y  tratar  mucho  los  relisiosos  a  sus  deudos, 
y  como  que  lo  dicen  ellos  y  alegan  sus  razones. 


1      Ji  osadas,  ciertamente,  en  uetdad...,  modismo  de  frecuente  uso  en   Santa  Teresa. 


^8  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

En  esta  casa,  hijas,  mucho  cuidado  de  encomendarlos  a 
Dios,  que  es  razón;  en  lo  demás,  apartarlos  de  la  memoria  lo 
más  que  podamos,  porque  es  cosa  natural  asirse  a  ellos  nuestra 
voluntad  más  que  a  otras  personas.  Yo  he  sido  querida  mucho 
de  ellos,  a  lo  que  decían,  y  yo  los  quería  tanto,  que  no  los 
dejaba  olvidarme;  y  tengo  por  expiriencia  en  mí  y  en  otras, 
que  dejados  padres  (que  por  maravilla  dejan  de  hacer  por  los 
hijos,  y  es  razón  con  ellos  cuando  tuvieren  necesidad  de  con- 
suelo, si  viéremos  no  nos  hace  daño  a  lo  principal,  no  seamos 
extraños,  que  con  desasimiento  se  puede  hacer,  y  con  hermanos), 
en  los  demás,  aunque  me  he  visto  en  trabajos,  mis  deudos  han  sido 
y  (1)  quien  menos  ha  ayudado  en  ellos;  ios  siervos  de  Dios,  sí. 

Creé,  hermanas,  que  sirviéndole  vosotras  como  debéis,  que 
no  hallaréis  mijores  deudos  que  los  que  Su  Majestad  os  en- 
viare; yo  sé  que  es  ansí,  y  puestas  en  esto,  como  lo  vais  (2),  y  en- 
tendiendo que  en  hacer  otra  cosa  faltáis  al  verdadero  amigo  y 
Esposo  vuestro,  creé  que  muy  en  breve  ganarais  (3)  esta  liber- 
tad, y  que  de  los  que  por  solo  él  os  quisieren,  podéis  fiar  más 
que  de  todos  vuestros  deudos,  y  que  no  os  faltarán,  y  en  quien 
no  pensáis,  hallaréis  padres  y  hermanos.  Porque  como  éstos  pre- 
tenden la  paga  de  Dios,  hacen  por  nosotras;  los  que  la  pretenden 
de  nosotras,  como  nos  ven  pobres  y  que  en  nada  les  podemos 
aprovechar,  cánsanse  presto.  Y  aunque  esto  no  sea  en  general, 
es  lo  más  usado  ahora  en  el  mundo;  porque,  en  fin,  es  mun- 
do. Quien  os  dijere  otra  cosa,  y  que  íes  virtud  hacerla,  no  los 
creáis,  que  si  dijese  todo  el  daño  que  tray  consigo,  me  había 
de  alargar  mucho;  y  porque  otros  que  saben  lo  que  dicen  mijor, 
han  escrito  en  esto,  baste  lo  dicho.  Paréceme  que,  pues  con  ser 
tan  imperfeta  lo  he  entendido  tanto,  ¿qué  harán  los  que  son 
perfetos? 

Todo  este  decirnos  que  huyamos  del  mundo  que  nos  acon- 
sejan los  Santos,  claro  está  que  es  bueno;  pues  créeme  que  lo 
que,   como  he  dicho,  más  se  apega  del  son  los  deudos  y  más 


1  Por  redundante  tenemos  hoy   esta  y.   Fray    Luis   de   León  la  suprimió. 

2  Eouivalente  a  estáis. 

D      Ganaréis,  diríamos  hoy. 


CAPITULO    IX  49 

malo  de  desapegar.  Por  eso  hacen  bien  los  que  hugen  de  sus 
tierras,  si  les  vale,  digo,  que  no  creo  va  en  huir  el  cuerpo;  sino 
en  que  determinadamente  se  abrace  el  alma  con  el  buen  Jesús, 
Señor  nuestro,  que  como  allí  lo  halla  todo,  lo  olvida  todo; 
aunque  aguda  es  apartarnos  mug  grande  hasta  que  ga  tenga- 
mos conocida  esta  verdad,  que  después  podrá  ser  quiera  el  Se- 
ñor, por  darnos  cruz  en  lo  que  solíamos  tener  gusto,  que  trate- 
mos con  ellos. 


III 


CAPITULO  X 


TRñTñ  COMO  NO  BñSTñ  DESASIRSE  DE  LO  DICHO,  SI  NO  NOS  DESASIMOS 
DE  NOSOTRAS  MESMAS,  Y  COMO  ESTÁN  JUNTAS  ESTA  VIRTUD  Y  LA 
HUMILDAD. 


Desasiéndonos  del  mundo,  g  deudos,  y  encerradas  aquí  con 
las  condiciones  que  están  dichas,  ya  parece  lo  tenemos  todo  he- 
cho y  que  no  hay  que  pelear  con  nada.  ¡Oh  hermanas  mías!  no 
os  asiguréis  ni  os  echéis  a  dormir,  que  será  como  el  que  se 
acuesta  muy  sosegado,  habiendo  muy  bien  cerrado  sus  puertas 
por  miedo  de  ladrones,  y  se  los  deja  en  casa;  y  ya  ¡sabéis  que 
no  hay  peor  ladrón,  pues  quedamos  nosotras  mesmas,  que  si  no 
se  anda  con  gran  cuidado,  y  cada  una,  como  en  negocio  más 
importante  que  todos,  no  se  mira  mucho  en  andar  contradiciendo 
su  voluntad,  hay  muchas  cosas  para  quitar  esta  santa  libertad 
de  espíritu,  que  pueda  volar  a  su  Hacedor  sin  ir  cargada  de 
tierra  y   de  plomo. 

Gran  remedio  es  para  esto  traer  muy  contino  en  el  pen- 
samiento la  vanidad  que  es  todo  y  cuan  presto  se  acaba,  para 
quitar  las  afeciones  de  las  cosas  que  son  tan  valadíes,  y  poner- 
la en  lo  que  nunca  se  ha  de  ¡acabar;  y  aunque  parece  ílaco  me- 
dio, viene  a  fortalecer  mucho  el  alma;  y  en  las  muy  peque- 
ñas cosas  traer  gran  cuidado;  en  aficionándonos  a  alguna,  procu- 
rar apartar  el  pensamiento  de  ella  y  volverle  a  Dios,  y  Su  Ma- 
jestad ayuda.  Y  hanos  hecho  gran  merced,  que  en  esta  casa 
lo  más   está   hecho;    [mas   queda   desasirnos   de   nosotros  mis- 


52  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

mos]  (1),  puesto  que  este  apartarnos  de  nosotras  mesmas,  y  ser 
contra  nosotras,  €s  recia  cosa,  porque  estamos  muy  juntas  y 
nos  amamos  mucho  (2), 

Aquí  puede  entrar  la  verdadera  humildad  (3),  porque  €sta  vir- 
tud y  estotra  paréceme  andan  siempre  juntas;  son  dos  her- 
manas que  no  hay  para  qué  las  apartar;  no  son  éstos  los  deudos 
de  que  yo  avisO'  se  aparten,  sino  que  los  abracen,  y  las  amen  (4) 
y  nunca  se  vean  sin  ellas.  ¡Oh  soberanas  virtudes,  señoras  de 
todo  lo  criado,  emperadoras  del  mundo,  libradoras  de  todos 
los  lazos  y  enriedos  (5)  que  pone  el  demonio,  tan  amadas  de 
nuestro  enseñador  Cristo,  que  nunca  un  punto  se  vio  sin  ellas! 
Quien  las  tuviere,  bien  puede  salir  y  pelear  con  todo  el  infier- 
no junto,  y  contra  todo  el  mundo  y  sus  ocasiones;  no  haya 
miedo  de  nadie,  que  suyo  es  el  reino  de  los  cielos;  no  tiene 
a  quién  temer,  porque  nada  no  (6)  se  le  da  de  perderlo  todo,  ni 
lo  tiene  por  pérdida;  sólo  teme  descontentar  a  su  Dios,  y  su- 
plicarle (7)  las  sustente  en  ellas,  porque  no  las  pierda  por  su 
culpa. 

Verdad  es  que  estas  virtudes  tienen  tal  propiedad,  que  se 
asconden  de  quien  las  posee  de  manera,  que  nunca  las  ve  ni 
acaba  de  creer  que  tiene  ninguna,  aunque  se  lo  digan;  mas 
tiénelas  en  tanto,  que  siempre  anda  procurando  tenerlas,  y  va- 
las  perfecionando  en  sí  más;  aunque  bien  se  señalan  los  que 
las  tienen,  luego  se  da  a  entender  a  los  que  los  tratan  sin  que- 
rer ellos.  Mas  qué  desatino  ponerme  yo  a  loar  humildad  y  mor- 
tificación estando  tan  loadas  del  Rey  de  la  gloria  y  tan  con- 
firmadas con  tantos  trabajos  suyos.  Pues,  hijas  mías,  aquí  es 
el  trabajar  poi  salir  de  tierra  de  Egito  (8),  que  en  hallándolas. 


1  Estas  palabras,  sin  las  cuales  queda  incompleto  el  sentido,  las  tomamos  del  autógrafo 
de  El  Escorial. 

2  En  el  aludido  pasaje  del  autógrafo  escurialense  dice  la  Santa:  «Y  hanos  hecho  gran 
merced,  que  en  esta  casa  lo  más  está  hecho;  mas  queda  desasirnos  de  nosotros  mismos.  Este 
es  recio  apartar,  porque  estamos  muy  juntas  y  nos  queremos  mucho». 

3  Al  margen  escribió  un   corrector:  Humildad  y  mortificación,  muy  grandes  virtudes. 

4  Es  decir,  las  virtudes, 

5  Por  enredos,  como  en  !a  página  27,  línea  5. 

6  No,  palabra  que  hoy  tenemos  por  redundante. 

7  Y  suplícale,  escribiríase  ahora. 

8  Por  Egipto, 


CAPITULO    X  53 

hallaréis  el  maná;  todas  las  cosas  os  sabrán  bien;  por  mal  sa- 
bor que  al  gusto  ds  los  del  mundo  tengan,  se  os  harán  ¡dulces. 

Ahora,  pues,  lo  primero  que  hemos  de  procurar  es  quitar 
de  nosotras  el  amor  de  este  cuerpo,  que  somos  algunas  tan  re- 
galadas de  nuestro  natural,  que  no  hay  poco  que  hacer  aquí;  y 
tan  amigas  de  nuestra  salud,  que  es  cosa  para  alabar  a  Dios  la 
guerra  que  dan,  a  monjas  en  especial,  y  aun  a  los  que  ino  lo 
son.  Mas  algunas  monjas  no  parece  que  venimos  a  otra  cosa 
a  el  monesterio,  sino  a  procurar  no  morirnos;  cada  una  lo  pro- 
cura como  puede.  Aquí,  a  la  verdad,  poco  lugar  hay  de  eso 
con  la  obra,  mas  no  querría  yo  hubiese  el  deseo.  Determinaos, 
hermanas,  que  venís  a  morir  por  Cristo  y  no  a  regalaros  por 
Cristo,  que  esto  pone  el  demonio  que  es  menester  (1)  para  lle- 
var y  guardar  la  Orden;  y  tanto,  enhorabuena,  se  quiere  guar- 
dar la  Orden  con  procurar  la  salud,  para  guardarla  y  conser- 
varla, que  se  muere  sin  cumplirla  enteramente  un  mes,  ni  por 
ventura  un  día;  pues  no  sé  yo  a  qué  venimos. 

No  hayan  miedo  nos  falte  discreción  en  este  caso,  por  ma- 
ravilla, que  luego  temen  los  confesores  nos  hemos  de  matar  con 
penitencias.  Y  es  tan  aborrecido  de  nosotras  esta  falta  de  dis- 
creción, que  ansí  lo  cumpliésemos  todo.  Las  que  lo  hicieren  al 
contrario,  yo  sé  que  no  se  les  dará  nada  de  que  diga  lesto,  ni 
a  mí  de  que  digan  juzgo  por  mí,  que  dicen  verdad.  Tengo  para 
mí,  que  ansí  quiere  €l  Señor  seamos  más  enfermas,  al  menos 
a  mí  hízomclo  (2)  en  serlo  gran  misericordia,  porque  como  me 
había  de  regalar  ansí  como  ansí,  quiso  fuese  con  causa.  Pues 
es  cosa  donosa  las  que  andan  con  este  tormento,  que  ellas  mes- 
mas  se  dan,  y  algunas  veces  dales  un  deseo  de  hacer  peniten- 
cias sin  camino  ni  concierto  que  duran  dos  días,  a  manera  de 
decir;  después  pónelas  éi  demonio  en  la  imaginación  que  las 
hizo  daño;  hácelas  temer  de  la  penitencia  y  no  osar  después 
cumplir  la  que  manda  la  Orden,  que  ya  lo  probaron.  No  guar- 
damos  unas   cosas   muy   bajas   de   la   Regla,   como  el   silencio, 


1  Las  palabras  es  menester  vienen  entre  lineas,   de  letra  de  la  Santa. 

2  Alguno,  borrando  el  sufijo  lo,  escribió  sobre  esta  línea  del  auiógiafo:  hizome  en  serlo 
gran  misericordia. 


54  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

que  no  nos  ha  de  hacer  mal ;;  y  no  nos  ha  dolido  la  cabeza,  cuan- 
do dejamos  de  ir  al  coro,  que  tampoco  nos  mata,  y  queremos 
inventar  penitencias  de  nuestra  cabeza  para  que  no  podamos 
hacer  lo  uno  ni  lo  otro  (1).  Y,  a  las  veces,  es  poco  el  mal,  y 
nos  parece  no  estamos  obligadas  a  hacer  nada,  que  con  pedir 
licencia  cumplimos. 

Diréis  ¿que  por  qué  la  da  la  priora?  ñ.  saber  lo  interior, 
por  ventura  no  haría  (2);  mas  como  le  hacéis  información  de 
necesidad,  y  no  falta  un  médico  que  ayuda  por  la  mesma  que 
vos  le  hacéis,  y  una  amiga  que  llore  al  lado,  u  parienta,  ¿qué 
ha  de  hacer?  Queda  con  escrúpulo  si  falta  en  la  caridad;  quiere 
más  faltéis  vos  que  ella. 

Estas  son  cosas  que  puede  ser  pasen  alguna  vez,  y  porque 
os  guardéis  de  días,  las  pongo  aquí;  porque  ¡si  el  demonio  nos 
comienza  a  amedrentar  con  que  nos  faltará  la  salud,  nunca  ha- 
remos nada.  El  Señor  nos  dé  luz  para  acertar  en  todo.  Amén. 


1  En  el  autógrafo  de  ElJEscorial,  desenvuelva  de  una  manera  más  ingeniosa  aún  este  pen-- 
samiento.  Léese  allí:  «No  guardan  unas  cosas  m!iy  bajas  de  la  Reala,  como  el  silencio,  que  no 
nos  ha  de  hacer  mal,  y  no  nos  ha  venido  la  imaginación  de  que  nos  duele  la  cabeza,  cuando 
dejamos  de  ir  al  coro,  que  tampoco  nos  mata:  un  dia  porque  nos  dolió,  y  otro  porque  nos  ha 
dolido,  y  otros  tres  porque  no  nos  duela». 

2  Alguno  corrigió  la  frase  así:  por  ventura  no  lo  haría.  Frases  elípticas  por  el  estilo 
abundan  en  S.  Teresa  y  en  ios  escritores  de  su  tiempo. 


CAPITULO  XI 


PROSIGUE    EN    LA   MORTIFICACIÓN,    Y    DICE    LA    QUE    SE    HA    DE    ADQUIRIR 
EN    LAS    ENFERMEDADES. 

Cosa  imperfeta  me  parece,  hermanas  mías,  este  quejarnos 
siempre  con  livianos  males;  si  podéis  sufrirlo,  no  lo  hagáis. 
Cuando  es  grave  él  mal,  él  mesmo  ise  queja;  es  otro  quejido 
g  luego  se  parece  (1).  Mira  que  sois  pocas,  y  si  una  tiene  esta 
costumbre,  es  para  traer  fatigadas  a  todas,  si  os  tenéis  amor 
y  hay  caridad:  sino  que  la  que  estuviere  de  mal  que  sea  de 
veras,  lo  diga  y  tome  lo  necesario;  que  si  perdéis  el  amor  pro- 
pio, sentiréis  tanto  cualquier  regalo,  que  no  hayáis  miedo  le 
toméis  sin  necesidad,  ni  os  quejéis  sin  causa;  cuando  la  hay, 
sería  muy  peor  no  decirlo  que  tomarle  sin  «Ha,  y  muy  malo 
si  no  os  apiadasen. 

Mas  de  eso,  a  buen  siguro  que  adonde  hay  caridad,  y  tan 
pocas,  que  nunca  falte  el  cuidado  de  curaros.  Mas  unas  fla- 
quezas y  malecillos  de  mujeres,  olvidaos  de  quejarlas,  que  al- 
gunas veces  pone  el  demonio  imaginación  de  esos  dolores;  quí- 
tanse  y  pénense:  si  no  se  pierde  la  costumbre  de  decirlo  y 
quejaros  de  todo,  si  no  fuere  a  Dios,  nunca  acabaréis.  Porque 
este  cuerpo  tiene  una  falta,  que  mientra  más  le  regalan,  más 
necesidades  descubre;  es  cosa  extraña  lo  que  quiere  ser  rega- 
lado, y  como  tiene  aquí  algún  buen  color,  por  poca  que  sea 
la  necesidad,  engaña  a  la  pobre  del  alma  para  que  no  medre. 

1      Se  parece,  en  su  significado  de  verse,  manifestarse. 


56  CAMINO    DE    PERFECCIÓN    ' 

Acordaos  qué  de  pobres  enfermos  habrá  que  no  tengan  a  quién 
se  quejar;  pues  pobres  y  regaladas  no  lleva  camino.  Acordaos 
también  de  muchas  casadas;  yo  sé  que  las  hay  y  personas  de 
suerte,  que  con  graves  males,  por  no  dar  enfado  a  sus  maridos, 
no  se  osan  quejar,  y  con  graves  trabajos.  Pues  ¡pecadora  de  mí! ; 
sí,  que  no  venimos  aquí  a  ser  más  regaladas  que  ellas.  ¡Oh, 
que  estáis  libres  de  grandes  trabajos  del  mundo!  sabed  sufrir 
un  poquito  por  amor  de  Dios  sin  que  lo  sepan  todos.  Pues  es 
una  mujer  muy  mal  casada,  y  porque  no  (1)  sepa  su  marido  lo 
dice  y  se  queja  (2),  pasa  mucha  mala  ventura  sin  descansar  con 
nadie,  ¿y  no  pasaremos  algo  entre  Dios  y  nosotras  de  los  males 
que  nos  da  por  nuestros  pecados?  Cuánto  más  que  es  nonada  lo 
que  se  aplaca  el  mal. 

En  todo  esto  que  he  dicho,  no  trato  de  males  recios,  cuan- 
do hay  calentura  mucha,  aunque  pido  haya  moderación  y  sufri- 
miento siempre,  sino  unos  malecillos  que  se  pueden  pasar  en 
pie,  Mas  ¿qué  fuera  si  éste  se  hubiera  de  ver  fuera  de  esta  casa? 
¿qué  dijeran  todas  las  monjas  de  mí?  ¡Y  qué  de  buena  gana, 
si  alguna  se  enmendara,  lo  sufriera  yo!  Porque  por  una  que 
haya  de  esta  suerte,  viene  la  cosa  a  términos,  que,  por  la  mayor 
parte,  no  creen  a  ninguna,  por  graves  males  que  tenga.  Acordé- 
monos de  nuestros  Padres  santos  pasados,  ermitaños,  cuya  vida 
pretendemos  imitar;  qué  pasarían  de  dolores  y  qué  a  solas, 
y  de  fríos,  y  hambre,  y  sol  y  calor,  sin  tener  a  quién  se  quejar 
sino  a  Dios.  ¿Pensáis  que  eran  de  hierro?  Pues  tan  delicados 
eran  como  nosotras.  Y  creé,  hijas,  que  en  comenzando  a  ven- 
cer estos  corpezuelos,  no  nos  cansan  tanto.  Hartas  habrá  que 
miren  lo  que  es  menester;  descuidaos  de  vosotras,  si  no  fuere 
a  necesidad  conocida.  Si  no  nos  determinamos  a  tragar  de  una 
vez  la  muerte  y  la  falta  de  salud,  nunca  haremos  nada. 

Procurad  de  no  temerla  y  dejaros  toda  en  Dios,  venga  lo 


1  El  P.  García  de  Toledo  añadió  un  lo:  «g  porque  no  lo  sepa  su  marido». 

2  Un  corrector,  que  no  es  el  P.  Bánez  ni  el  P.  García  de  Toledo,  enmendó  así  la  frase 
sin  necesidad:  «no  lo  dice  ni  se  queja».  El  sentido  es  el  mismo,  porque  bien  claro  expresa  la 
Santa  que  por  temor  de  que  lleguen  a  los  oídos  del  marido  las  quejas  que  de  él  tiene  la  mujer 
mal  casada,  se  abstiene  ésta  de  darlas  o  manifestarlas.  El  autógrafo  escurialense  está  conforme 
con  el  de  Valladolid.  En  el  códice  de  Toledo  se  lee:  «Pues  una  mujer  mal  casada  no  lo  dice, 
ni  se  queja,  ni  descansa  con  nadie...» 


CAPITULO    XI  57 

que  viniere  ¿Qué  va  en  que  muramos?  De  cuantas  veces  nos  "ha 
burlado  el  cuerpo,  ¿no  burlaríamos  alguna  del?  Y  creé  que  esta 
determinación  importa  más  de  lo  que  podemos  entender;  porque 
de  muchas  veces  que  poco  a  poco  lo  vamos  haciendo,  con  el 
favor  del  Señor,  quedaremos  señoras  de  él.  Pues  vencer  un  tal 
enemigo,  es  gran  negocio  para  pasar  en  la  batalla  de  esta  vida. 
Hágalo  el  Señor  como  puede.  Bien  creo  no  entiende  la  ganancia 
sino  quien  ga  goza  de  la  Vitoria,  que  es  tan  grande,  a  lo  que 
creo,  que  nadie  sentiría  pasar  trabajo  por  quedar  en  este  so- 
siego y   señorío. 


CAPÍTULO  XII 

TRATA  DE  COMO  Hñ  DE  TENER  EN  POCO  LA  VIDA  EL  VERDADERO 
AMADOR  DE  DIOS  Y  LA  HONRA. 

Varaos  a  otras  cosas,  que  también  importan  harto,  aunque 
parecen  menudas.  Trabajo  grande  parece  todo,  y  con  razón,  por- 
que es  guerra  contra  nosotros  mesmos;  mas  comenzándose  a 
obrar,  obra  Dios  tanto  en  el  alma  g  hácela  tantas  mercedes, 
que  todo  le  parece  poco  cuanto  se  puede  hacer  en  esta  vida.  Y 
pues  las  monjas  hacemos  lo  más,  que  es  dar  la  libertad  por  amor 
de  Dios,  puniéndola  (1)  en  otro  poder,  g  pasan  tantos  traba- 
jos, agunos,  silencio,  encerramiento,  servir  €l  coro,  que  por  mu- 
cho que  nos  queramos  regalar,  es  alguna  vez,  g  por  ventura  sola 
yo,  en  muchos  monesterios  que  he  visto.  Pues  ¿por  qué  nos 
hemos  de  detener  en  mortificar  lo  interior,  pues  €n  esto  está  el  ir 
todo  estotro  mug  más  meritorio  y  peffeto,  g  después  obrarlo 
con  más  suavidad  g  descanso?  Esto  se  adquiere  con  ir,  como  he 
dicho,  poco  a  poco,  no  haciendo  nuestra  voluntad  g  apetito,  aun 
en  cosas  menudas,  hasta  acabar  de  rendir  el  cuerpo  a  el  espíritu. 

Torno  a  decir,  que  está  el  todo  u  gran  parte  en  perder  cui- 
dado de  nosotros  mesmos  y  nuestro  regalo,  que  quien  de  ver- 
dad comienza  a  íservir  a  éi  Señor,  lo  menos  que  le  puede  ofrecer 
es  la  vida;  pues  le  ha  dado  su  voluntad,  ¿qué  teme?  Claro 
está  que  si  es  verdadero  relisioso  u  verdadero  orador  (2),  g  pre- 


1  Por  poniéndola.    . 

2  Hombre  de  oración,   o   muy  dado   a  la  vida  interior. 


60  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

tende  gozar  regalos  de  Dios,  que  no  ha  de  volver  las  espaldas  a 
desear  morir  por  él  y  pasar  martirio.  Pues  ¿ya  no  sabéis,  her- 
manas, que  la  vida  del  buen  relisioso  y  que  quiere  ser  de  los 
allegados  amigos  de  Dios,  es  un  largo  martirio?  Largo,  por- 
que para  compararle  a  los  que  de  presto  los  degollaban,  pué- 
dese llamar  largo;  mas  toda  es  corta  la  vida  y  algunas  cortísi- 
mas. ¿Y  qué  sabemos  si  seremos  de  tan  corta,  que  desde  un 
llora  (1)  u  memento  que  nos  determinemos  a  servir  del  todo  a 
Dios,  se  acabe?  Posible  seria;  que,  en  fin,  todo  lo  que  tiene  fin  no 
hay  que  hacer  caso  de  ello,  y  pensando  que  cada  hora  es  la 
postrera,  ¿quién  no  la  trabajará? 

Pues  créeme  que  pensar  esto  es  lo  más  siguro;  por  eso 
mostrémonos  a  contradecir  en  todo  nuestra  voluntad;  que  si 
trais  (2)  cuidado,  como  he  dicho,  sin  saber  cómo,  poco  a  poco 
os  hallaréis  en  la  cumbre  (3).  ¡Mas  qué  gran  rigor  parece  decir 
no  nos  hagamos  placer  en  nada,  como  no  se  dice  qué  gustos 
y  deleites  tray  consigo  esta  contradición  y  lo  que  se  gana  con 
ella,  aun  en  esta  vida!  ¡qué  siguridad!  Aquí,  como  todas  lo 
usáis,  estáse  lo  más  hecho;  unas  a  otras  se  despiertan  y  ayu- 
dan; en  esto  ha  cada  una  procurar  ir  adelante  de  las  otras. 

En  los  movimientos  interiores  se  traya  (4)  mucha  cuenta, 
en  especial  si  tocan  en  mayorías.  Dios  nos  libre,  por  su  Pasión, 
de  decir  ni  pensar,  para  detenerse  en  ello,  «si  soy  más  antigua», 
«si  he  más  años»,  «si  he  trabajado  más»,  «si  tratan  a  la  otra 
mijor».  Estos  pensamientos,  si  vinieren,  es  menester  atajarlos 
con  presteza;  que  si  se  detienen  en  ellos,  u  lo  ponen  en  plática, 
es  pestilencia  y  de  donde  nacen  grandes  males.  Si  tuvieren  prio- 
ra que  consiente  cosas  destas,  por  poco  que  sea,  crean  por  sus 
pecados  ha  primitido  Dios  la  tengan  para  comenzarse  a  per- 
der, y  hagan  gran  oración,  porque  dé  el  remedio,  porque  están 
en  gran  peligro. 


1      Por  una.  hora. 

1      Un  coirectoi  añadió  una  e,   para  que  dijese  traéis. 

3  Alguien  escribió  al  margen:  No  nos  hagamos  placer,  y  en  esta  mortificación  paresce 
que  en  todo  se  huelgan,  y  hacen  placer  queriéndolo  todo,  porque  tienen  lo  que  quieren  y 
quieren  lo  que  tienen)  en  lo  cual  consiste  nuestro  contentamiento,  siendo  bueno  lo  que  se 
quiere. 

4  Por  traiga. 


CAPITULO    XTI  61 

Podrá  ser  que  digan,  que  para  qué  pongo  tanto  en  esto 
y  que  va  con  rigor,  que  regalos  hace  Dios  a  quien  no  está  tan 
desasido.  Yo  lo  creo,  que  con  su  sabiduría  infinita,  ve  que 
conviene  para  traellos  (1)  a  que  lo  dejen  todo  por  El.  No  llamo 
dejarlo,  entrar  en  relisión,  que  impedimentos  puede  haber,  y 
en  cada  parte  puede  el  alma  perfeta  estar  desasida  y  humilde; 
ello  ha  más  trabajo  suyo,  que  gran  cosa  es  el  aparejo.  Mas  créan- 
me una  cosa,  que  si  hay  punto  de  honra,  u  de  hacienda  (y  esto 
también  puede  haberlo  en  los  monesterios  como  fuera,  aunque 
más  quitadas  están  las  ocasiones  y  mayor  sería  la  culpa),  que 
aunque  tengan  muchos  años  de  oración,  u  por  mijor  decir,  con- 
sideración, (porque  oración  perfeta,  en  fin,  quita  estos  resabios), 
que  nunca  medrarán  mucho  ni  llegarán  a  gozar  el  verdadero 
fruto   de   la   oración. 

Mira  si  os  va  algo,  hermanas,  en  estas  cosas,  pues  no  es- 
táis aquí  a  otra  cosa.  Vosotras  no  quedáis  más  honradas  y  el 
provecho  perdido  para  lo  que  podríades  más  ganar;  ansí  que 
deshonra  y  pérdida  cabe  aquí  junto.  Cada  una  mire  en  sí  lo 
que  tiene  de  humildad,  y  verá  lo  que  está  aprovechada.  Paréce- 
me  que  al  verdadero  humilde,  aun  de  primer  movimiento  no 
osará  el  demonio  tentarle  en  cosa  de  mayorías;  porque,  como 
es  tan  sagaz,  teme  el  golpe.  Es  imposible,  si  uno  es  humilde, 
que  no  gane  más  fortaleza  en  esta  virtud,  y  aprovechamiento,  si 
el  demonio  le  tienta  por  ahí  (2);  porque  está  claro  que  ha  de  dar 
vuelta  sobre  su  vida,  y  mirar  lo  que  ha  servido  con  lo  que  debe 
al  Señor,  y  las  grandezas  que  hizo  en  bajarse  a  sí  para  dejar- 
nos enjemplo  (3)  de  humildad,  y  mirar  sus  pecados  y  adonde 
merecía  estar  por  ellos:  sale  el  alma  tan  gananciosa,  que  no 
osa  tornar  otro  día  por  no  ir  quebrada  la  cabeza. 

Este  consejo  toma  de  mí  y  no  se  os  olvide,  que  no  sólo 
en  lo  interior,  que  sería  gran  mal  (no  quedar  con  ganaxicia,  mas 
en  lo  exterior  procura  la  saquen  las  hermanas  de  vuestra  tenta- 
ción;   si    queréis   vengaros   del   demonio   y   libraros   más   presto 


1  Por  traerlos. 

2  A    margen  se  lee:  Remedio  de  humildes  contra  ¡a  sobervia. 
Poi  ejemplo. 


62  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

de  la  tentación,  que  ansí  como  os  venga,  pidáis  a  la  perlada 
que  os  mande  hacer  algún  oficio  bajo,  u  como  pudierdes  (1)  los 
hagáis  vos,  y  andéis  estudiando  en  esto  cómo  doblar  vuestra 
voluntad  en  cosas  contrarias,  que  el  Señor  os  las  descubrirá,  g 
cx)n  esto  durará  poco  la  tentación. 

Dios  nos  libre  de  personas  que  le  quieren  servir,  acor- 
darse de  honra;  mira  que  es  mala  ganancia,  y,  como  he  di- 
cho, la  mesma  honra  se  pierde  con  desearla,  en  especial  en  las 
mayorías,  que  no  hay  tóxico  (2)  en  el  mundo  que  ansí  mate 
como  estas  cosas  la  perfeción.  Diréis  que  son  cosillas  naturales, 
que  no  hay  que  hacer  caso;  no  os  burléis  con  eso,  que  crece 
como  espuma,  y  no  hay  cosa  pequeña  en  tan  notable  peligro 
como  son  estos  puntos  de  honra  y  mirar  si  nos  hicieron  agravio. 
¿Sabéis  por  qué,  sin  otras  hartas  cosas?  Por  ventura  en  una 
comienza  por  poco,  y  no  es  casi  nada,  y  luego  mueve  el  de- 
monio a  que  al  otro  le  parezca  mucho,  y  aun  pensará  es  cari- 
dá  (3)  decirle  que  cómo  consiente  aquel  agravio,  que  Dios  le  dé 
paciencia,  que  se  lo  ofrezcáis,  que  no  sufriera  más  un  santo.  Pone 
un  caramillo  en  la  lengua  de  la  otra,  que  ya  que  acabáis  con 
vos  de  sufrir,  quedáis  aún  tentada  de  vanagloria  de  lo  que  no 
sufristes  con  la  perfeción  que  se  había  de  sufrir. 

Y  es  esta  nuestra  naturaleza  tan  flaca,  que  aun  dicicndonos 
que  no  hay  que  sufrir,  pensamos  hemos  hecho  algo  y  lo  sentimos, 
cuánto  más  ver  que  lo  sienten  por  nosotras;  y  ansí,  va  perdien- 
do el  alma  las  ocasiones  que  había  tenido  para  merecer,  y  que- 
da más  flaca  y  abierta  la  puerta  a  el  demonio  para  que  otra 
vez  venga  con  otra  cosa  peor;  y  aun  podrá  acaecer,  aun  cuan- 
do vos  queráis  sufrirlo,  que  vengan  a  vos,  y  os  dirán  que  si 
sois  bestia,  que  bien  es  que  se  sientan  las  cosas.  ¡Oh,  por  amor 
de  Dios,  hermanas  mías!  que  a  ninguna  le  mueva  indiscreta 
caridad  para  mostrar  lástima  de  la  otra  en  cosa  que  toque  a 
estos  fingidos  agravios,  que  es  como  la  que  tuvieron  los  amigos 
del  santo  Job  con  él,  y  su  mujer. 


1  Por  pudiereis. 

2  Por  tósigo.  Tóx'co  dice  también  el  autógrafo  de  El  Escorial. 

3  Por  caridad. 


C/IPITULO  XIII 

PROSIGUE  EN  Lñ  MORTIFICACIÓN,  Y  COMO  Hñ  DE  HUIR  DE  LOS  PUNTOS 
Y  RAZONES  DEL  MUNDO  PARA  LLEGARSE  A  LA  VERDADERA  RAZÓN. 

Muchas  v€ces  os  lo  digo,  hermanas,  y  ahora  lo  quiero  dejar 
escrito  aquí,  porque  no  se  os  olvide,  que  en  esta  casa,  y  aun 
toda  persona  que  quisiere  ser  perfeta,  huya  mil  leguas  de  «razón 
tuve»,  «hiciéronme  sinrazón»,  «no  tuvo  razón  quien  esto  hizo 
conmigo»:  de  malas  razones  nos  libre  Dios.  ¿Parece  que  había 
razón  para  que  nuestro  buen  Jesús  sufriese  tantas  injurias,  y  se 
las  hiciesen,  y  tantas  sinrazones?  La  que  no  quisiere  llevar  cruz, 
sino  la  que  le  dieren  muy  puesta  en  razón,  no  sé  yo  para  qué 
está  en  el  monesterio;  tórnese  al  mundo  adonde  aun  no  le 
guardarán  esas  razones.  ¿Por  ventura  podéis  pasar  tanto  que  no 
debáis  más?  ¿Qué  razón  es  ésta?  Por  cierto,  yo  no  la  entiendo. 

Cuando  nos  hicieren  alguna  honra,  u  regalo  u  buen  trata- 
miento, saquemos  esas  razones,  que  cierto  es  contra  razón  nos 
le  hagan  en  esta  vida;  mas  cuando  agravios,  que  ansí  los  nom- 
bran sin  hacernos  agravio,  yo  no  sé  qué  hay  que  hablar.  U  so- 
mos esposas  de  tan  gran  rey,  u  no.  Si  lo  somos,  ¿qué  mujer 
honrada  hay  que  no  participe  de  las  deshonras  que  a  su  esposo 
hacen,  aunque  no  lo  quiera  por  su  voluntad?  En  fin,  de  honra 
u  deshonra  participan  entramos  (1).  Pues  tener  parte  en  su  reino 
y  gozarle,  y  de  las  deshonras  y  trabajos  querer  quedar  sin  nin- 
guna parte,  es  disbarate. 


1      Poi  entrambos,  uno  y  otro. 


64  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

No  nos  lo  deje  Dios  querer,  sino  que  la  que  le  pareciere  es 
tenida  entre  todas  en  menos,  se  tenga  por  más  bienaventurada; 
y  ansí  lo  es,  si  lo  lleva  como  lo  ha  de  llevar,  que  no  le 
faltará  honra  en  lesta  vida  ni  ea  la  otra.  Créanme  esto  a  mí; 
mas  qué  disbarate  he  dicho  que  me  crean  a  mí,  diciéndolo  la 
verdadera  Sabiduría.  Parezcámonos,  hijas  mías,  en  algo  a  la 
gran  humildad  de  la  Virgen  Sacratísima,  cugo  hábito  traemos, 
que  es  confusión  nombrarnos  monjas  suyas;  que  por  mucho  que 
nos  parezca  nos  humillamos,  quedamos  bien  cortas  para  ser  hi- 
jas de  tal  Madre  g  esposas  de  tal  Esposo.  Ansí  que,  si  las  co- 
sas dichas  no  se  atajan  con  diligencia,  lo  que  hoy  no  parece  nada, 
mañana  por  ventura  será  pecado  venial;  y  es  de  tan  mala  di- 
xestión  (1),  que  si  os  dejáis,*  no  quedará  sólo:  €s  cosa  muy 
mala  para  congregaciones. 

En  esto  habíamos  de  mirar  mucho  las  que  estamos  en  ella, 
por  no  dañar  a  las  que  trabajan  por  hacernos  bien  y  darnos 
buen  enjemplo  (2).  Y  si  entendiésemos  cuan  gran  daño  se  hace 
en  que  se  comience  una  mala  costumbre,  más  querríamos  morir 
que  ser  causa  de  ello;  porque  es  muerte  corporal,  y  pérdidas  en 
las  almas  es  gran  pérdida,  y  que  no  .parece  se  acaba  de  perder; 
porque  muertas  unas,  vienen  otras,  y  a  todas  por  ventura  les 
cabe  más  parte  de  una  mala  costumbre  que  pusimos,  que  de 
muchas  virtudes;  porque  el  demonio  no  la  deja  caer,  y  las 
virtudes  la  mesma  flaqueza  natural  las  hace  perder. 

¡Oh  qué  grandísima  caridad  haría,  y  qué  gran  servicio  a 
Dios,  la  monja  que  en  sí  viese  que  no  puede  llevar  las  cos- 
tumbres que  hay  len  esta  casa,  conocerlo  y  irse!  Y  mire  que  le 
cumple,  si  no  quiere  tener  un  infierno  acá,  y  plega  a  Dios  no 
sea  otro  allá,  porque  hay  muchas  causas  para  temer  esto,  y  por 
ventura  ella,  ni  las  demás,  no  lo  entenderán  como  yo  (3). 


1  Por  digestión. 

2  Por  ejemplo,  como  en  la  página  61,  línea  27. 

3  Aquí  suprimió  la  Santa  unos  párrafos,  de  muy  buena  doctrina,  que  había  escrito  en  el 
original  escurialense,  los  cuales  dicen  así:  «jOh  qué  grandísima  caridad  haría,  y  qué  gran  servi- 
cio a  Dios,  la  monja  que  se  viese  que  no  puede  llevar  las  perfeciones  y  costumbres  que  hay 
en  esta  casa,  conocerse  y  irse,  y  dejar  a  las  otras  en  paz!,  y  aun  en  todos  los  monesterios  (al 
menos  si  me  creen  a  mí),  no  la  teman,  ni  darán  profesión,  hasta  que  de  muchos  años  esté  pro^ 
bado    a  ver  si  se  enmiendan.  No  llamo  faltas  en  la  penitencia  y  ayunos;  porque,  aunque  lo  es, 


CAPITULO    XIII  65 

Créanme  en  €sto,  g  si  no,  el  tiempo  les  doy  por  testigo; 
porqu€  €l  estilo  ( 1 )  que  pretendemos  llevar,  es  no  sólo  de  ser  imon- 
jas,  sino  ermitañas,  y  ansí  se  desasen  de  todo  lo  criado,  y  'a 
quien  el  Señor  ha  escogido  para  aquí  particularmente,  veo  la 
hace  esta  merced.  Aunque  ahora  no  sea  en  toda  perfeción,  vese 
que  va  ya  a  ella  por  el  gran  contento  que  le  da  y  alegría,  ver 
que  no  ha  de  tornar  a  tratar  con  cosa  de  la  vida,  y  €l  sabor 
en  todas  las  de  la  Relisión.  Torno  a  decir,  que  si  se  inclina  a 
cosas  del  mundo,  que  se  vaya  si  no  se  ve  ir  aprovechando;  y 
irse,  si  todavía  quiere  ser  monja,  a  otro  monesterio,  y  si  no, 
verá  cómo  le  sucede.  No  se  queje  de  mí,  que  comencé  éste  (2), 
porque  no  la  aviso. 

Esta  casa  es  un  cielo,  si  le  puede  haber  en  la  tierra.  Para 
quien  se  contenta  sólo  de  contentar  a  Dios  y  no  hace  caso  de 
contento  suyo,  tiénese  muy  buena  vida;  en  quiriendo  algo  más, 
se  perderá  todo,  porque  no  lo  puede  tener.  Y  alma  descontenta 
es  como  quien  tiene  gran  hastío,  que  por  bueno  que  sea  el  iman- 
jar,  la  da  en  rostro;  y  de  lo  que  los  sanos  toman  gran  gusto 
comer,  le  hace  asco  en  el  estómago.  En  otra  parte  se  salvará 
mijor,  y  podrá  ser  que  poco  a  poco  llegue  a  la  perfeción  que 
aquí  no  pudo  sufrir  por  tomarse  por  junto.  Que  aunque  en  lo 
interior  se  aguarde  tiempo  para  del  todo  desasirse  y  mortificar- 


no  son  cosas  que  hacen  tanto  daño,  mas  unas  condiciones  que  hay  de  suyo  amigas  de  ser  es^ 
timadas  y  tenidas,  y  mirar  las  faltas  ajenas,  y  nunca  conocer  las  suyas,  y  otras  cosas  semejan- 
tes, que  verdaderamente  nacen  de  poca  humildad,  si  Dios  no  favorece  con  darla  gran  espíritu, 
hasta  de  muchos  años  ver  la  enmienda,  os  libre  Dios  de  que  quede  en  vuestra  compañía.  En- 
tended, que  ni  ella  sosegará  ni  os  dejará  sosegar  a  todas. 

«Corno  no  tomáis  dote,  haceos  Dios  merced  para  esto,  que  es  lo  que  me  lastima  de  los  mo- 
nesterios;  que  muchas  veces,  por  no  tornar  a  dar  el  dinero,  dejan  el  ladrón  que  les  robe  el  tesoro, 
u  por  la  honra  de  sus  deudos.  En  esta  casa  tenéis  ya  aventurada  y  perdida  la  honra  del  mundo, 
porque  los  pobres  no  son  honrados  (estimados),  no  tan  a  vuestra  costa  queráis  que  lo  sean  los  otros. 
Nuestra  honra,  hermana.s,  ha  de  ser  servir  a  Dios,  quien  pensare  que  de  esto  os  ha  de  estorbar, 
quédese  con  su  honra  en  su  casa,  que  para  esto  ordenaron  nuestros  padres  la  probación  de  un 
ofio,  y  en  nuestra  Orden  que  no  se  dé  en  cuatro,  que  para  esto  hay  libertad.  Aquí  querría  yo 
no  se  diese  en  diez:  la  monja  humilde  poco  se  le  dará  en  no  ser  profesa;  ya  sabe,  que  si  es 
buena  no  la  echarán;  si  no,  ¿para  qué  quiere  hacer  daño  a  este  colesio  de  Cristo?  Y  no  llamo 
no  ser  buena,  cosa  de  vanidad,  que  con  el  favor  de  Dios,  creo  estará  lejos  de  esta  casa;  llamo 
no  ser  buena,  no  estar  mortificada,  sino  con  asimientos  de  cosas  del  mundo,  u  de  sí  en  estas 
cosas  que  he  dicho.  Y  la  que  mucho  en  sí  no  le  viere,  créame  ella  mesma,  y  no  haga  profesión, 
si  no  quiere  tener  un  infierno  acá,  y  plega  a  Dios  no  sea  otro  allá,  porque  hay  muchas  causas 
en  ella  para  ello;  y  por  ventura  las  mesmas  de  la  casa  no  las  entenderá,  ni  la  mesma,  como  yo 
las  tengo  entendidas». 

1  Uso,  costumbre,   modo  de  vida. 

2  El  convenio  de  San  José  de  Avila. 

I !  I  5  * 


66  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

s€,  en  lo  exterior  ha  de  ser  luego;  g  a  quien  con  ^ver  que  todas 
lo  hacen,  y  con  andar  «en  tan  buena  compañía  siempre,  no  le 
aprovecha  en  un  año,  temo  que  no  aprovechará  en  muchos,  más, 
sino  menos.  No  digo  que  sea  tan  cumplidamente  como  en  las 
otras,  mas  que  se  entienda  va  cobrando  salud,  que  luego  se  ve 
cuando  el  mal  es  mortal. 


CAPITULO  XIV 

EN  QUE  TRRTR  LO  MUCHO  QUE  IMPORTA  NO  DAR  PROFESIÓN  A 
NINGUNA  QUE  VAYA  CONTRARIO  SU  ESPÍRITU  DE  LAS  COSAS  QUE 
QUEDAN  DICHAS. 

Bien  creo  que  favorece  el  Señor  mucho  a  quien  bien  se 
determina,  y  por  eso  se  iia  de  mirar  qué  intento  tiene  la  que 
entra,  no  sea  sólo  por  remediarse,  como  acaecerá  a  muchas, 
puesto  que  el  Señor  puede  perfecionar  este  intento,  si  es  per- 
sona de  buen  entendimiento,  que  si  no,  en  ninguna  manera  se 
tome ;  porque  ni  ella  se  entenderá  cómo  entra,  ni  después  a  las 
que  la  quisieren  poner  en  lo  mijor.  Porque,  por  la  mayor  parte, 
quien  esta  falta  tiene,  siempre  les  parece  atinan  más  lo  que 
les  conviene  que  los  más  sabios;  y  es  mal  que  le  tengo  (por  in- 
curable, porque  por  maravilla  deja  de  traer  consigo  malicia. 
Adonde  hay  muchas,  podráse  tolerar,  y  entre  tan  pocas  no  se 
podrá  sufrir. 

Un  buen  entendimiento,  si  se  comienza  a  aficionar  al  bien, 
ásese  (1)  a  el  con  fortaleza,  porque  ve  es  lo  más  acertado;  íj 
cuando  no  aproveche  para  mucho  espíritu,  aprovechará  para  buen 
consejo  y  para  hartas  cosas,  sin  cansar  a  nadie;  cuando  éste 
falta,  yo  no  sé  para  qué  puede  aprovechar  en  comunidad,  y  po- 
dría dañar  harto.  Esta  falta  no  se  ve  muy  en  breve,  porque  ^nu- 


1      «La  Santa  escribió  ases&a,  dice  en  este  pasaje  el  señor  Herrero  u   Bayona,  y   el  co- 

nector  lo  enmendó  jj   puso   al  margen  una  cruz,   lín.    ló».  No  está  en  lo  verdadero  el  docto 

canónigo  en  esta  nota.   La  Santa  escribió  asese  a,   y   él  u  el  corrector  del   autógiaio,  hicieron 
mal  en  enmendar  lo  que  ella  había  escrito  bien. 


68  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

chas  hablan  bien  y  entknden  mal,  y  otras  hablan  corto,  y  no 
muy  cortado,  y  tienen  entendimiento  para  mucho  bien:  que  hay 
unas  simplicidades  santas,  que  saben  poco  para  negocios  y  es- 
tilo de  mundo,  y  mucho  para  tratar  con  Dios.  Por  |eso,  es  me- 
nester gran  información  para  tomarlas,  y  larga  probación  para 
hacerlas  profesas  (1).  Entienda  una  vez  el  mundo  que  tenéis  li- 
bertad para  echarlas,  y  que  en  monesterio  donde  hay  asperezas, 
muchas  ocasiones  hay,  y  como  se  use,  no  lo  ternán  por  agravio. 

Digo  esto,  porque  son  tan  desventurados  estos  tiempos,  y 
tanta  nuestra  flaqueza,  que  no  basta  tenerlo  por  mandamiento 
de  nuestros  pasados,  para  que  dejemos  de  mirar  lo  que  han 
tomado  por  honra  (2)  los  presentes,  para  no  agraviar  los  deu- 
dos. Plega  a  Dios  no  lo  paguemos  en  la  otra  vida  las  Ique  las 
admitimos,  que  nunca  falta  un  color  con  que  nos  hacemos  enten- 
der  se  sufre  hacerlo. 

Y  éste  es  un  negocio  que  cada  una  por  sí  le  había  (de  mirar, 
y  encomendar  a  Dios,  y  animar  a  la  perlada,  pues  es  cosa  que 
tanto  importa.  Y  ansí,  suplico  a  Dios  en  ello  os  dé  luz,  que  harto 
bien  tenéis  en  no  recibir  dotes,  que  adonde  se  toman,  podría 
acaecer,  que  por  no  tornar  a  dar  el  dinero  que  ya  no  lo  tienen, 
dejen  el  ladrón  en  casa  que  les  robe  (3)  el  ¡tesoro,  que  no  es  pe- 
queña lástima.  Vosotras,  para  en  este  caso,  no  la  tengáis  de 
naide,  porque  será  dañar  a  quien  pretendéis  hacer  provecho. 


1  Por  los  libros  primitivos  de  profesiones  que  todavía  conservan  los  conventos  de  religio- 
sas fundados  por  S.  Teresa,  se  echa  de  ver  que  muchas  tardaban  dos  u  niás  anos  en  profesar. 

2  Muu  mal  hizo  quien  se   atrevió    a   poner   una  erre  final  a  la  palabra  honra,  convirtién- 
dola en  infinitivo  del  verbo  honrar. 

3  Que  les  robebe,  escribe  por  distracción  la  Santa. 


CAPITULO  XV 


QUE    TRATA    DEL    GRAN    BIEN    QUE    HAY    EN    NO    DISCULPARSE,     AUNQUE 
SE    VEAN    CONDENAR    SIN    CULPA. 

Confusión  grande  me  hace  lo  que  os  voy  a  persuadir,  por- 
que había  de  haber  obrado  siquiera  algo  de  lo  que  os  digo  en 
esta  virtud;  es  ansí,  que  yo  confieso  haber  aprovechado  muy  po- 
co. Jamás  me  parece  me  falta  una  causa  para  parecerme  mayor 
virtud  dar  disculpa;  como  algunas  veces  es  lícito  y  sería  mal 
no  lo  hacer,  no  tengo  discreción,  u,  por  mijor  decir,  humildad, 
para  hacerlo  cuando  conviene.  Porque,  verdaderamente,  es  de 
gran  humildad  verse  condenar  sin  culpa  y  callar,  y  es  gran 
imitación  del  Señor  que  nos  quitó  todas  las  culpas.  Y  {ansí  os 
ruego  mucho  traigáis  en  esto  gran  estudio,  porque  tray  consigo 
grandes  ganancias;  y  en  procurar  nosotras  mesmas  librarnos  de 
culpa,  ninguna,  ninguna  veo,  si  no  es,  como  digo,  en  algunos 
casos  que  podría  causar  enojo  u  escándalo  no  decir  la  verdad; 
esto  quien  tuviere  más  descreción  (1)  que  yo,  lo  entenderá. 

Creo  va  mucho  en  acostumbrarse  a  esta  virtud  u  en  pro- 
curar alcanzar  del  Señor  verdadera  humildad,  que  de  aquí  debe 
venir;  porque  el  verdadero  humilde  ha  de  desear  con  verdad  ser 
tenido  en  poco  (2),  y  perseguido  y  condenado  sin  culpa,  aun 
en  cosas  graves.  Porque  si  quiere  imitar  a    el  Señor,  ¿en  qué 


1  Discreción,   como   en   la  págida  29,  línea  18. 

2  Las   dos  últimas  letras  de  esta   palabra  están   sobrepuestas   a  las   dos   anteriores  por  la 
Santa  u  no  por  otra  mano,  como  insinúa  el  señor  Herrero  y  Bayona,  equivocadamente. 


70  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

mijor  puede  que  en  esto?  Que  aquí  no  son  menester  fuerzas 
corporales,  ni  ayuda  de  nadie,  sino  de  Dios. 

Estas  virtudes  grandes,  hermanas  mías,  querría  yo  esíudiá- 
semos  mucho,  y  hiciésemos  penitencia,  que  en  demasiadas  peni- 
tencias ya  sabéis  os  voy  a  la  mano,  porque  pueden  hacer  daño 
a  la  salud,  si  son  sin  descreción.  En  ¡estotro,  no  hay  que  temer, 
porque  por  grandes  que  sean  las  virtudes  interiores,  no  quitan 
las  fuerzas  del  cuerpo  para  servir  la  Relisión,  sino  fortalecen 
el  alma;  y  de  cosas  muy  pequeñas  se  pueden,  como  he  dicho 
otras  veces,  acostumbrar  para  salir  con  Vitoria  en  las  grandes. 
En  éstas  no  he  yo  podido  hacer  lesta  prueba,  porque  nunca  oí 
decir  cosa  mala  de  mí,  que  no  viese  quedaban  cortos;  porque, 
aunque  no  era  en  las  mesraas  cosas,  tenía  ofendido  a  Dios  en 
otras  muchas,  y  parecíame  habían  hecho  harto  en  dejar  aqué- 
llas, y  siempre  me  huelgo  yo  más  que  digan  de  mí  lo  que  no  es, 
que  no  las  verdades. 

ñyuda  mucho  traer  consideración  de  lo  mucho  que  se  gana 
por  todas  vías,  y  cómo  nunca,  bien  mirado,  nunca  nos  culpan 
sin  culpas,  que  siempre  andamos  llenas  de  ellas,  pues  cay  siete 
veces  a  el  día  el  justo  (1),  y  sería  mentira  decir  no  tenemos  pe- 
cado. Ansí  que,  aunque  no  sea  en  lo  mesmo  que  nos  culpan, 
nunca  estamos  sin  culpa  del  todo,  como  lo  estaba  el  buen  Jesús. 

i  Oh  Señor  mío!  cuando  pienso  por  qué  de  maneras  padecis- 
tes,  y  ¡cómo  por  ninguna  lo  merecíades,  no  sé  qué  me  diga  de  mí, 
ni  dónde  tuve  el  seso  cuando  no  deseaba  padecer,  ni  adonde  es- 
toy cuando  me  disculpo.  Ya  sabéis  Vos,  Bien  mío,  que  si  tengo 
algún  bien,  que  no  es  dado  por  otras  manos  sino  por  las  vues- 
tras; ¿pues  qué  os  vá,  Señor,  más  en  dar  mucho  que  poco?  (2). 
Si  es  por  no  lo  merecer,  yo  tampoco  merecía  las  mercedes  que 
me  habéis  hecho.  ¿Es  posible  que  he  yo  de  querer  que  sienta 
nadie  bien  de  cosa  tan  mala,  habiendo  dicho  tantos  males  de 
Vos,  que  sois  bien  sobre  todos  los  bienes?  No  se  sufre,  no  se 
sufre,   Dios   mío,   ni  querría   yo  lo  sufriésedes   Vos,    que   haya 


1  Prov.,  XXIV,  16. 

2  Fr.  Luis   de   León  cambió    así   el   orden   de   palabras,  en  gracia  de  la  claridad,  tal  vez: 
«¿pues  qué  os  va  más.  Señor,  en  dar  mucho  que  poco?» 


CAPITULO    XV  71 

en  vuestra  sierva  cosa  que  no  contente  a  vuestros  ojos.  Pues  mi- 
ra, Señor,  que  los  míos  están  ciegos,  g  s€  contentan  de  muy 
poco.  Dadme  Vos  luz,  y  haced  que  con  verdad  desee  que  todos 
me  aborrezcan,  pues  tantas  veces  os  he  dejado  a  Vos,  amándo- 
me con  tanta  fídelidad. 

¿Qué  es  esto,  mi  Dios?  ¿Qué  pensamos  sacar  de  conten- 
tar a  las  criaturas?  ¿Qué  nos  va  en  ser  muy  culpadas  de  todas 
ellas,  si  delante  del  Señor  estamos  sin  culpa?  ¡Oh  hermanas 
mías,  que  nunca  acabamos  de  entender  esta  verdad,  y  ansí  nun- 
ca acabaremos  de  estar  perfetas,  si  mucho  no  la  andamos  con- 
siderando y  pensando  qué  es  lo  que  es,  y  qué  es  lo  que  no 
es!  Pues  cuando  no  hubiese  otra  ganancia  sino  la  coafusión  que 
le  quedará  a  la  persona  que  os  hubiere  culpado  de  ver  que  vos 
sin  ella  os  dejáis  condenar,  es  grandísimo:  más  levanta  una 
cosa  de  estas  a  las  veces  el  alma,  que  diez  sermones.  Pues  to- 
das hemos  de  procurar  de  ser  predicadoras  de  obras,  pues  el 
Apóstol  y  nuestra  inhabilidad  nos  quita  que  lo  seamos  en  las 
palabras  (1). 

Nunca  penséis  ha  de  estar  secreto  el  mal  u  el  bien  que  hi- 
cierdes  (2)  por  encerradas  que  estéis.  ¿Y  pensáis  que  aunque  ivos, 
hija,  no  os  desculpéis  (3),  ha  de  faltar  quien  torne  ide  (4)  vos? 
Mira  cómo  respondió  el  Señor  por  la  Madalena  en  casa  del 
Fariseo,  y  cuando  su  hermana  la  culpaba.  No  os  llevará  por  el 
rigor  que  a  sí,  que  ya  al  tiempo  que  tuvo  un  ladrón  que  tor- 
nase por  El,  estaba  en  la  cruz;  ansí  que  Su  Majestad  moverá 
a  quien  tome  por  vosotras,  y  cuando  no,  no  será  menester. 
Esto  yo  lo  he  visto,  y  es  ansí,  aunque  no  querría  se  jos  acor- 
dase, sino  que  os  holgásedes  de  quedar  culpadas,  y  el  pro- 
vecho que  veréis  en  vuestra  alma,  el  tiempo  os  doy  por  tes- 
tigo; porque  se  comienza  a  ganar  libertad,  y  no  se  da  más 
que  digan  mal  que  bien,  antes  parece  es  negocio  ajeno,  y  es 
como  cuando  están  hablando  dos  personas,  y  como  no  es  con 


1  /  Md  Cor.,  XVI,  34. 

2  Por  hiciereis. 

3  Por  disculpéis. 

4  Un  conecto!  bonando  el  de,  puso  por. 


72  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

nosotras  mesmas,  estamos  descuidadas  de  la  respuesta;  ansí  es 
acá:  con  la  costumbre  que  está  hecha  de  que  no  hemos  de 
responder,  no  parece  hablan  con  nosotras.  Parecerá  esto  im- 
posible a  los  que  somos  muy  sentidos  y  poco  mortificados.  A 
los  principios  dificultoso  es;  mas  yo  sé  que  se  puede  alcanzar 
esta  libertad,  y  negación  y  desasimiento  de  nosotros  mesmos, 
con  el  favor  del  Señor. 


CAPITULO  XVI 


DE  Lñ  DIFERENCIA  QUE  Hñ  DE  HABER  EN  LA  PERFECION  DE  LA  VIDA 
DE  LOS  CONTEMPLATIVOS  A  LOS  QUE  SE  CONTENTAN  CON  ORA- 
CIÓN MENTAL;  Y  COMO  ES  POSIBLE  ALGUNAS  VECES  SUBIR  DIOS 
UN  ALMA  DESTRAIDA  A  PERFETA  CONTEMPLACIÓN,  Y  LA  CAUSA 
DE  ELLO.  ES  MUCHO  DE  NOTAR  ESTE  CAPITULO  Y  EL  QUE  VIENE 
CABE    EL     (1). 

«Y  no  os  parezca  mucho  todo  esto,  que  voy  entablando 
el  juego,  como  dicen.  Pedístesme  (2)  os  dijese  el  principio  de 
oración;  yo,  hijas,  aunque  no  me  llevó  Dios  por  este  princi- 
pio, porque  aun  no  le  debo  tener  de  estas  virtudes,  no  sé  otro. 
Pues  creé  que  quien  no  sabe  concertar  las  piezas  en  el  juego 
del  ajedrez,  que  sabrá  mal  jugar,  y  si  no  sabe  dar  jaque,  no  sa- 


1  Los  cuatro  párrafos  primeros  de  este  capítulo,  hacían  el  XVII  en  el  autógrafo  de  Valla- 
dolid;  pero  luego,  a  lo  que  se  me  alcanza,  por  juzgar  ligera  o  valadí  la  comparación  del  aje- 
drez con  la  oración,  arrancó  los  folios  59,  60,  61,  62  y  63,  y  los  refundió  en  uno,  el  59,  que 
escribió  de  nuevo  y  lo  pegó  al  margen  de  las  hojas  cortadas,  el  cual  dejó  para  este  fin.  Al  hacer 
esto,  no  se  cuidó  la  Santa  de  enmendar,  ni  el  orden  de  capítulos,  ni  la  foliación,  y  por  eso  del 
capítulo  XVI  pasa  al  XVIII,  y  de  la  página  LIX  salta  a  la  LXIV.  Las  copias  corregidas  por  la 
Santa  que  hasta  hoy  se  conservan,  trasladan  fielmente  el  original  valisoletano  así  modiHcado. 
Como  la  comparación  tomada  del  juego  del  ajedrez  es  tan  expresiva  y  hermosa,  y  tan  conocida 
y  citada  por  los  devotos  de  la  Santa,  nos  parece  oportuno  traerla  aquí  según  el  autógrafo  de 
El  Escorial.  Así  lo  hicieron  Fr.  Luis  de  León  y  los  demás  editores,  hasta  nuestros  días.  Adver- 
timos ya  en  la  nota  tercera  de  la  página  26,  que  por  insinuación  de  la  Santa  se  refundían  en 
uno  los  capítulos  IV  y  V  del  autógrafo.  Como  aquí  suprimió  otro,  y  sin  embargo  la  numeración 
en  el  original  corre  como  si  no  hubiera  sido  suprimido,  entre  el  autógrafo  y  el  impreso  existe 
desde  ahora,  la  diferencia  de  dos  unidades,  siendo  capítulo  XVIII  en  aquél,  lo  que  en  éste  es 
XVI.  La  diferencia  no  tiene  importancia;  procede  únicamente  de  no  haberse  acordado  la  Santa 
de  corregir  el  orden  de  capírulos  al  hacer  los  arreglos  indicados. 

2  Por  me  pedisteis. 


74  CAMINO     DE      PERFECCIÓN 

brá  dar  mate  (1).  Ansí  me  habéis  de  reprender  porque  hablo  en 
cosa  de  juego,  no  le  habiendo  en  esta  casa,  ni  habiéndole  de 
haber.  Aquí  veréis  la  madre  que  os  dio  Dios,  que  hasta  esta  Va- 
nidad sabía;  mas  dicen  que  es  lícito  algunas  veces.  Y  cuan 
lícito  será  para  nosotras  esta  manera  de  jugar,  y  cuan  presto, 
si  mucho  lo  usamos,  daremos  mate  a  este  Rey  divino,  que  no 
se  nos  podrá  ir  de  las  manos  ni  querrá. 

»La  dama  es  la  que  más  guerra  le  puede  hacer  en  este  jue- 
go, y  todas  las  otras  piezas  ayudan  (2).  No  hay  dama  que  ansí 
le  haga  rendir  como  la  humildad;  ésta  le  trajo  del  cielo  en  Has 
entrañas  de  la  Virgen,  y  con  ella  le  traeremos  nosotras  de  un 
cabello  a  nuestras  almas.  Y  creé  que,  quien  más  tuviere,  más 
le  terna,  y  quien  menos,  menos;  porque  no  puedo  yo  entender 
cómo  haya,  ni  pueda  haber  humildad  sin  amor,  ni  amor  sin 
humildad,  ni  es  posible  estar  estas  dos  virtudes  sin  gran  des- 
asimiento de  todo  lo  criado. 

»Diréis,  mis  hijas,  que  para  qué  os  hablo  en  virtudes,  que 
hartos  libros  tenéis  que  os  las  enseñan,  que  no  queréis  sino 
contemplación.  Digo  yo  que  aun  si  pidiérades  meditación,  pudie- 
ra hablar  de  ella,  y  aconsejar  a  todos  la  tuvieran,  aunque  no 
tengan  virtudes;  porque  es  principio  para  alcanzar  todas  las  vir- 
tudes y  cosa  que  nos  va  la  vida  en  comenzarla  todos  los  .cris- 
tianos; y  ninguno,  por  perdido  que  sea,  si  Dios  le  despierta  a 
tan  gran  bien,  lo  había  de  dejar,  como  ya  tengo  escrito  en  otra 
parte,  y  otros  muchos  que  saben  lo  que  escriben,  que  yo  por 
cierto  que  no  lo  sé;  Dios  lo  sabe. 

»Mas  contemplación  es  otra  cosa,  hijas,  que  éste  es  el  en- 
gaño que  todos  traemos,  que  en  llegándose  uno  un  rato  cada  día 
a  pensar  sus  pecados,  que  está  obligadoi  a  ello  si  es  cristiano  de 
más  que  nombre,  luego  dicen  es  muy  contemplativo;   y  luego  le 


í  En  ei  ajedrez,  juego  tan  antiguo  ea  los  pueblos  como  sus  respectivas  civilizaciones,  se 
dice  dar  jaque  cuando  al  rey  del  jugador  opuesto  se  le  coloca  en  situación  muy  difícil  para  de^ 
fenderse  y  huir;  y  mate  o  jaque-mate,  cuando  cae  en  poder  de  su  contrario.  Como  hoy,  en 
tiempo  de  Santa  Teresa  estaba  muy  en  uso  este  juego.  Por  entonces  (1561)  publicó  Ruy  López 
de  Segura  su  célebre  tratado,  de  300  páginas  en  4. o,  con  el  título  áe  Libro  de  la  invención  libe^ 
ral  y  arte  del  juego  del  axedrez. 

2  La  dama  o  reina  es  la  pieza  más  importante  del  ajedrez  después  del  rey;  puede  mover- 
se como  las  demás,  excepto  el  caballo,  y  al  triunfo  de  ella  concurren  todas  las  de  su  bando. 


CAPITULO    XVI  75 

quieren  con  tan  grandes  virtudes  como  está  pbligado  a  tener  el 
muy  contemplativo,  y  aun  él  se  quiere,  mas  yerra.  En  los  prin- 
cipios no  supo  entablar  el  juego;  pensó  bastaba  conocer  las  pie- 
zas para  dar  mate,  y  es  imposible,  que  no  se  da  este  Rey  sino 
a  quien  se  le  da  del  todo»   (1). 

Ansí  que,  hijas,  si  queréis  que  os  diga  el  camino  para  lle- 
gar a  la  contemplación,  sufrí  que  sea  un  poco  larga  en  cosas, 
aunque  no  os  parezcan  luego  tan  importantes,  aunque,  a  mi 
parecer,  no  lo  dejan  de  ser;  y  si  no  las  queréis  oír  ni  obrar, 
quedaos  con  vuestra  oración  mental  toda  vuestra  vida,  que  yo 
os  asiguro  a  vosotras,  y  a  todas  las  personas  que  pretendie- 
ren  este  bien  (ya  puede  ser  yo  me  engañe,  porque  juzgo  por 
mí,  que  lo  procuré  veinte  años),  que  no  lleguéis  a  verdadera 
contemplación. 

Quiero  ahora  declarar,  porque  algunas  no  lo  entenderéis, 
qué  es  oración  mentall,  y  piega  a  Dios  ique  ésta  tengamos  como 
se  ha  de  tener;  mas  también  he  miedo  que  se  tiene  con  harto 
trabajo,  si  no  se  procuran  las  virtudes,  aunque  no  en  tan  alto 
grado  como  para  la  contemplación  son  menester.  Digo  que  no 
verná  el  Rey  de  la  gloria  a  nuestra  alma,  digo  a  estar  unido  con 
ella,  si  no  nos  esforzamos  a  ganar  las  virtudes  grandes  (2).  Quié- 
rolo  declarar,  porque  si  en  alguna  cosa  que  no  sea  verdad  me 
tomáis  (3),  no  creeréis  cosa;  y  terníades  razón  si  fuese  con  ad- 
vertencia, mas  no  me  dé  Dios  tal" lugar;  será  no  saber  más,  u  íio 
lo  entender.  Quiero,  pues,  decir,  que  algunas  veces  querrá  Dios, 
a  personas  que  estén  en  mal  estado,  hacerles  tan  gran  favor 
para  sacarles  por  este  medio  de  las  manos  a  el  demonio!    (4). 


1  Kqm  teimina  lo  suprimido  por  la  Santa.  En  el  párrafo  siguiente,  da  comienzo  este  ca- 
pítulo en  el  autógrafo  de  Valiadolid,  conforme  al  arreglo  hecho  por  ella. 

2  Escribió  primero  la  Santa:  En  el  capítulo  pasado  dije  que  no  vetnía  el  rey  de  la  gloria 
a  nuestra  alma,  digo  a  estar  unido  con  ella,  sino  nos  eforzábamos  a  ganar  las  virtudes  que 
allí  dije  grandes.  Luego  modificó  el  período  conforme  nosotros  lo  publicamos. 

3  Tomáis,  en  el  sentido  anticuado  de  hallar  o  coger  en  mentira. 

4  Exponiendo  este  mismo  pensamiento,  había  escrito  antes  la  Santa  en  el  autógrafo  de  El 
Escorial:  «Acaece  muchas  veces  que  el  Señor  pone  un  alma  muy  ruin,  entiéndese  no  estando 
en  pecado  mortal  entonces,  a  mi  parecer;  porque  una  visión,  aunque  sea  muy  buena,  primitirá 
el  Señor  que  la  vea  uno,  estando  en  mal  estado,  para  tornarle  a  sí;  mas  ponerle  en  contempla- 
ción, no  lo  puedo  creer.  Porque  en  aquella  unión  divina,  adonde  el  Señor  se  arregla  con  el  alma 
U  el  alma  con  El,  no  lleva  camino  alma  sucia  deleitarse  con  ella  la  limpieza  de  los  cielos,  y  el 
regalo  de  los  ángeles  regalarse  con  cosa  que  no  sea  suya».  La  doctrina  asi  expuesta,  fué  la  de- 


76  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

¡Oh  Sefíor  mío,  qué  de  v€C€s  os  hacemos  andar  a  brazos  con 
el  demonio!  ¿No  bastara  que  os  dejastes  tomar  en  ellos  cuando 
os  Ikvó  a  €l  pináculo  ( 1 )  para  enseñarnos  a  vencerle?  Mas,  ¿qué 
seria,  hijas,  ver  juntoi  a  aquel  Sol  con  las  tinieblas,  g  qué  temor 
Ikvaría  aquel  desventurado^  sin  saber  de  qué?  Que  no  primitió  Dios 
lo  entendiese.  Bendita  sea  tanta  piadad  (2)  y  misericordia;  que 
vergüenza  habíamos  de  haber  los  cristianos  de  hacerle  andar 
cada  ¡día  a  brazos  (3),  como  he  dicho,  con  tan  sucia  bestia.  Bien 
fué  menester.  Señor,  los  tuviésedes  tan  fuertes;  mas,  ¿cómo  no 
os  quedaron  flacos  de  tantos  tormentos  como  pasastes  en  la 
cruz?  ¡Oh,  que  todo  lo  que  se  pasa  con  amor  torna  a  soldar- 
se! y  ansí  creo,  si  quedárades  con  la  vida,  el  mesmo  amor  que 
nos  tenéis,  tornara  a  soldar  vuestras  llagas,  que  no  fuera  me- 
nester otra  medicina.  ¡Oh  Dios  mío,  y  quién  la  pusiese  tal  en 
todas  las  cosas  que  me  diesen  pena  y  trabajos!  ¡Qué  de  buena 
gana  las  desearía,  si  tuviese  cierto  ser  curada  con  tan  saluda- 
ble ungüento! 


unitiva  de  la  autora;  porque  las  cuatro  copias  del  Camino  de  Perfección  que  se  conservan, 
retocadas  por  ella  misma,  reproducen  fielmente  el  autógrafo  valisoletano,  sin  que  ni  a  Santa 
Teresa,  ni  a  los  eminentes  teólogos  que  las  vieron,  entre  ellos  el  P.  Báñez  que,  como  sabemos, 
puso  algunas  notas  al  códice  de  Valladolid,  se  les  ocurriese  hacer  reparo  alguno.  Autores  hay 
que  creen  afirma  aquí  Santa  Teresa  la  posibilidad,  ij  aún  el  hecho,  de  que  una  alma  en  pecado 
mortal  goce  pasajeramente  de  la  contemplación  sobrenatural.  No  podemos  en  una  simple  nota 
dilucidar  un  punto  tan  difícil  de  mística;  muchos  escritores  han  intentado  explicar  esta  real  o 
supuesta  afirmación  de  la  gran  Doctora,  entre  otros,  el  P.  Juan  de  Jesús  María  (Theologia  MyS'' 
tica,  cap.  III);  Honorato  de  S.  Alaría  (Tradition  des  Déres  sur  la  contemplation,  p.  III,  Dissert. 
7);  Ribet  (La  Mystique  Divine,  t.  I,  premiére  partie,  c.  VI),  jj  no  pocos  otros,  antiguos  y 
modernos.  Recientemente  ha  tratado  con  notable  discreción  este  punto  el  P.  Seisdedos  en  su 
obra  titulada  Principios  fundamentales  de  la  Mística,  t.  II,  págs.  61-77.  (Madrid,  1913).  Sobre 
la  imposibilidad  de  que  el  alma  en  pecado  grave  goce  de  contemplación  sobrenatural,  en  el 
sentido  estricto  que  los  místicos  dan  a  esta  palabra,  puede  verse  la  docta  y  profunda  obra  del 
carmelita  P.  José  del  Espíritu  Santo:  Cutsus  Theologiae  Mystico-Scholasticae,  t.  I,  Disp.  I 
prooemialis,  et  alibi. 

Atendiendo  a  la  importancia  que  Santa  Teresa  da  a  las  imperfecciones  y  pecados  veniales, 
como  se  ve  en  el  Libro  de  la  Vida  cuando  habla  de  sus  propias  faltas,  y  en  todos  sus 
escritos  cuando  reprende  la  dejadez  y  abandono  en  el  servicio  de  Dios,  bien  pueden  aplicarse 
las  frases  de  este  capítulo  a  una  alma,  no  en  pecado  mortal,  pero  sí  en  un  estado  tal  de  tibieza, 
que  sólo  por  algún  gusto  extraordinario  de  la  contemplación  mística  es  capaz  de  salir  de  él  y 
aficionarse  a  la  vida  de  íntima  y  fervorosa  unión  con  el  Amado.  Así  parece  inferirse  también  del 
rótulo  de  éste  capítulo,  en  que  promete  hablar  de  «cómo  es  posible  subir  Dios  un  alma  destraída. 
a  perfecta  contemplación».  Rima  muy  ruin  llama,  como  acabamos  de  ver,  al  alma  que,  estando 
en  gracia,  anda  sin  embargo  muy  remisa  en  la  perfección.  De  esta  suerte,  se  armonizan  bien 
ambos  textos  autógrafos,  y  el  uno  se  explica  y  aclara  por  el  otro,  que  es  regla  de  buena  exé- 
gesis  teresiana. 

1  Matth.,  c.  IV,  V.  5. 

2  Por  piedad. 

3  Luchando,  como  si  dijéramos,  cuerpo  a  cuerpo. 


CAPITULO    XVI  77 

Tornando  a  lo  qu€  decía,  hay  almas  que  entiende  Dios  que 
por  este  medio  las  puede  granjear  para  sí;  ya  que  las  ve  del 
todo  perdidas,  quiere  Su  Majestad  que  no  quede  por  El;  y  aun- 
que estén  en  mal  estado  y  faltas  de  virtudes,  dale  gustos,  y 
regalos  y  ternura  que  la  comienza  a  mover  los  deseos,  y  aun 
pónela  en  contemplación  algunas  veces,  pocas  y  dura  poco.  Y 
esto,  como  digo,  hace  porque  las  prueba  si  con  aquel  favor  se 
querrán  disponer  a  gozarle  muchas  veces;  mas  si  no  se  dis- 
pone, perdonen  u  perdónanos  ( 1 )  Vos,  Señor,  por  mijor  decir,  que 
harto  mal  es  que  os  lleguéis  Vos  a  un  alma  de  esta  suerte, 
y  se  llegue  ella  después  a  cosa  de  la  tierra  para  atarse  a  ella. 

Tengo  para  mí,  que  hay  muchos  con  quien  Dios  Nuestro 
Señor  hace  esta  prueba,  y  pocos  los  que  se  disponen  para  gozar 
de  esta  merced;  que  cuando  el  Señor  la  hace  y  no  queda  por 
nosotros,  tengo  por  cierto  que  nunca  cesa  de  dar  hasta  llegar 
a  muy  alto  grado.  Cuando  no  nos  damos  a  Su  Majestad  con  la 
determinación  que  El  se  da  a  nosotros,  harto  hace  de  dejarnos  en 
oración  mental  y  visitarnos  de  cuando  en  cuando,  como  a  cria- 
dos que  están  en  su  viña;  mas  estotros  son  hijos  regalados,  no 
los  querría  quitar  de  cabe  sí,  ni  los  quita,  porque  ya  ellos  no 
se  quieren  quitar;  siéntalos  a  su  mesa,  dales  de  lo  que  come 
hasta  quitar  el  bocado  de  la  boca  para  dársele. 

¡Oh  dichoso  cuidado,  hijas  mías!  ¡Oh  bienaventurada  deja- 
ción de  cosas  tan  pocas  y  tan  bajas  que  llega  a  tan  gran  estado! 
Mira  qué  se  os  dará,  estando  en  los  brazos  de  Dios,  que  os  culpe 
todo  el  mundo.  Poderoso  es  para  libraros  de  todo,  que  una  vez  que 
mandó  hacer  el  mundo,  fué  hecho;  su  querer  es  obra[r]  (2).  Pues 
no  hayáis  miedo,  que  si  no  es  para  más  bien  de  el  que  le  ama, 
consienta  hablar  con  vos;  no  quiere  tan  poco  a  quien  le  quiere; 
pues  ¿por  qué,  mis  hermanas,  no  le  mostraremos  nosotras,  en  cuan- 
to podemos,  el  amor?  Miré  que  es  hermoso  trueco  dar  nuestro 
amor  por  el  suyo;  mira  que  lo  puede  todo  y  acá  no  podemos 
nada  sino  lo  que  El  nos  hace  poder.  Pues  ¿qué  es  esto  que  ha- 


1  Por  perdonadnos. 

2  Alguna  mano  extraña  añadió  una  erre  final  a  esta  palnbra,  que  la  Santa  se    dejó  en  el 
tintero  distraídamente. 


78  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

c€mos  por  Vos,  Señor,  Hacedor  nuestro?  Que  «s  tanto  como 
nada,  una  detcrminacioncilla.  Pues  si  lo  que  no  €s  nada  quiere 
Su  Majestad  que  merezcamos  por  ello  el  Todo,  no  seamos  des- 
atinadas. 

¡Oh  Señor!  que  todo  el  daño  nos  viene  de  no  tener  pues- 
tos los  ojos  en  Vos,  que  si  no  mirásemos  otra  cosa  sino  al  ca- 
mino, presto  llegaríamos;  mas  damos  mil  caídas  y  tropiezos,  y 
erramos  el  camino  por  no  poner  los  ojos,  como  digo,  en  el  ver- 
dadero camino.  Parece  que  nunca  se  anduvo,  sigún  se  nos  hace 
nuevo.  Cosa  es  para  lastimar,  por  cierto,  lo  que  algunas  veces 
pasa.  Pues  tocar  en  un  puntito  de  ser  menos,  no  se  sufre,  ni 
parece   se   ha   de  poder   sufrir;    luego  dicen   no  somos   santos. 

Dios  nos  libre,  herma[nas],  cuando  algo  hiciéremos  no  per- 
feto,  decir:  «no  somos  ángeles»,  «no  somos  santas»;  mira  que 
aunque  no  lo  somos,  es  gran  bien  pensar,  si  nos  esforzamos, 
lo  podríamos  ser,  dándonos  Dios  la  mano;  y  no  hayáis  miedo 
que  quede  por  El,  si  no  queda  por  nosotras.  Y  pues  no  venimos 
aquí  otra  cosa,  manos  a  la  labor  (1),  como  dicen;  no  entenda- 
mos cosa  en  que  se  sirve  más  el  Señor,  que  no  presumamos 
salir  con  ella,  con  su  favor.  Esta  presunción  querría  yo  en  esta 
casa,  que  hace  siempre  crecer  la  humildad:  tener  una  santa 
osadía,  que  Dios  ayuda  a  los  fuertes,  y  no  es  acetador  de  per- 
sonas  (2). 

Mucho  rae  he  divertido;  quiero  tornar  a  lo  que  decía,  que 
es  declarar  qué  es  oración  mental  y  contemplación.  Impertinen- 
te parece,  mas  para  vosotras  todo  pasa;  podrá  ser  lo  entendáis 
raijor  por  mi  grosero  estilo,  que  por  otros  elegantes.  El  Señor 
me   dé   favor   para  ello.    Amén. 


1  Así  se  lee  en  los  autógrafos  valisoletano  y  escurialense. 

2  Jid  Éphes..  VI.    9. 


CAPITULO   XVII 

DE  COMO  NO  TODAS  LñS  ALMAS  SON  PARA  CONTEMPLACIÓN,  Y  COMO 
ALGUNAS  LLEGAN  A  ELLA  TARDE,  Y  QUE  EL  VERDADERO  HU- 
MILDE HA  DE  IR  CONTENTO  POR  EL  CAMINO  QUE  LE  LLEVARE 
EL     SEÑOR. 

Parece  qu€  me  voy  entrando  en  la  oración,  y  fáltame  un 
poco  por  decir,  que  importa  mucho,  porque  es  de  la  humildad,  y 
es  necesario  en  esta  casa  (1);  porque  es  el  ejercicio  principal  de 
oración,  y,  como  he  dicho,  cumple  mucho  tratéis  de  entender  cómo 
ejercitaros  mucho  en  la  humildad,  y  éste  es  un  gran  punto  de 
ella  y  muy  necesario  para  todas  las  personas  que  se  ejercitan 
en  oración.  ¿Cómo  podrá  el  verdadero  humilde  pensar  que  es 
él  tan  bueno  como  los  que  llegan  a  ser  contemplativos?  Que 
Dios  le  puede  hacer  tal,  sí,  por  su  bondad  y  misericordia;  mas, 
de  mi  consejo,  siempre  se  siente  en  el  más  bajo  lugar,  que  ansí 
fios  dijo  el  Señor  lo  hiciésemos  y  nos  lo  enseñó  por  la  obra. 
Dispóngase  para  si  Dios  le  quisiere  llevar  por  ese  camino;  cuan- 
do no,  para  eso  es  la  humildad,  para  tenerse  por  dichosa  en 
servir  a  las  siervas  del  Señor  y  ¡alabarle;  porque  mereciendo  ser 
sierva  de  los  demonios  en  el  infierno,  la  trajo  Su  Majestad  en- 
tre ellas. 

No  digo  esto  sin  gran  causa,  porque,  como  he  dicho,  es 
cosa  que  importa  mucho  entender  que  no  a  todos  lleva  Dios  por 
un  camino,  y  por  ventura  el  que  le  pareciere  va  por  muy  más 


1      San  José  de  Avila. 


80  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

bajo,  está  más  alto  en  los  ojos  del  Señor;  ansí  que,  no  por- 
que en  esta  casa  todas  traten  de  oración,  han  de  ser  todas  con- 
templativas. Es  imposible  y  será  gran  desconsolación  para  la 
que  no  lo  es,  no  entender  esta  verdad,  que  esto  es  cosa  que  lo 
da  Dios;  y  pues  no  es  necesario  para  la  salvación,  ni  nos  lo 
pide  de  premio,  no  piense  se  lo  pedirá  nadie;  que  por  eso  no 
dejará  de  ser  muy  perfcta,  si  hace  lo  que  queda  dicho;  antes 
podrá  ser  tenga  mucho  más  mérito,  porque  es  a  más  trabajo  suyo, 
y  la  lleva  el  Señor  como  a  fuerte,  y  la  tiene  guardado  junto 
todo  lo  que  aquí  no  goza.  No  por  eso  desmaye,  ni  deje  la  ora- 
ción y  de  hacer  lo  que  todas,  que,  a  las  veces,  viene  el  Señor 
muy  tarde,  y  paga  tan  bien  y  tan  por  junto,  como  en  muchos 
años  ha  ido  dando  a  otros. 

Yo  estuve  más  de  catorce  que  nunca  podía  tener  aún  me- 
ditación, sino  junto  con  leción.  Habrá  muchas  personas  de  este 
arte,  y  otras  que,  aunque  sea  con  la  leción,  no  puedan  tener  me- 
ditación, sino  rezar  vocalmente,  y  aquí  se  detienen  más.  Hay 
pensamientos  tan  ligeros,  que  no  pueden  estar  en  una  cosa,  sino 
siempre  desasosegados,  y  en  tanto  extremo,  que  si  quieren  de- 
tenerle (1)  a  pensar  en  Dios,  se  les  va  a  mil  disbarates,  y  es- 
crúpulos y  dudas.  Yo  conozco  una  persona  bien  vieja,  de  harto 
buena  vida,  penitente  y  muy  sierva  de  Dios,  y  gasta  hartas  horas, 
hartos  años  ha,  en  oración  vocal,  y  en  mental  no  hay  remedio; 
cuando  más  puede,  poco  a  poco  en  las  oraciones  vocales  se  va 
detiniendo.  Y  otras  personas  hay  hartas  de  esta  manera,  y  si 
hay  humildad,  no  creo  yo  saldrán  peor  libradas  al  cabo,  sino 
muy  en  igual  de  los  que  llevan  muchos  gustos,  y  con  más  si- 
guridad,  en  parte;  porque  no  sabemos  si  los  gustos  son  de  Dios, 
u  si  los  pone  el  demonio.  Y  si  no  son  de  Dios,  es  más  peli- 
gro, porque  en  lo  que  él  trabaja  aquí,  es  en  poner  soberbia; 
que  si  son  de  Dios,  no  hay  que  temer,  consigo  train  la  humildad, 
como  escribí  muy  largo  en  el  otro  libro  (2). 

Estotros    andan   con   humildad   sospechosos   que   es   por   su 


1  Está  repetida  en  el  original  y  tachada  por  la  misma  Santa  la  hese  que  si  quieren  detener. 

2  Libro  de  la.  vida,  c.  XVII  XIX  u  XXVIII. 


CAPITULO    XVII  81 

culpa,  siempre  con  cuidado  d<2  ir  adelante;  no  ven  a  otros  llorar 
una  lágrima,  que  si  ella  no  las  tiene,  no  le  parezca  está  muy 
atrás  en  el  servicio  de  Diois,  y  debe  estar,  por  ventura,  muy  más 
adelante;  porque  no  son  las  lágrimas,  aunque  son  buenas,  todas 
perfetas;  y  la  humildad,  y  mortificación,  y  desasimiento  y  otras 
virtudes,  siempre  hay  más  siguridad.  No  hay  que  temer,  ni  ha- 
yáis miedo  que  dejéis  de  llegar  a  la  perfeción,  como  los  muy 
contemplativos. 

Santa  era  Santa  Marta,  aunque  no  dicen  era  contemplativa; 
pues  ¿qué  más  queréis  que  poder  llegar  a  ser  como  esta  bien- 
aventurada, que  mereció  tener  a  Cristo  Nuestro  Señor  tantas  ve- 
ces en  su  casa,  y  darle  de  comer,  y  servirle  y  comier  a  su  mesa? 
Si  se  estuviera  como  la  Madalena,  embebidas  (1),  no  hubiera  quien 
diera  de  comer  a  este  divino  Huésped.  Pues  pensad  que  es  esta 
Congregación  la  casa  de  Santa  Marta,  y  que  ha  de  haber  de 
todo ;  y  las  que  fueren  llevadas  por  la  vida  ativa,  no  mormuren 
a  las  que  mucho  se  embebieren  en  la  contemplación,  pues  saben 
ha  de  tornar  el  Señor  de  (2)  ellas,  aunque  callen,  que,  por  la 
mayor  parte,   hace  descuidar  de  sí  y  de  todo. 

Acuérdense  que  es  menester  quien  le  guise  la  comida,  y 
ténganse  por  dichosas  en  andar  sirviendo  con  Marta;  miren 
que  la  verdadera  humildad  está  mucho  en  estar  muy  prontos 
en  contentarse  con  lo  que  el  Señor  quisiere  hacer  de  ellos,  y 
siempre  hallarse  indinos  de  llamarse  sus  siervos.  Pues  si  con- 
templar, y  tener  oración  mental  y  vocal,  y  curar  enfermos,  y 
servir  en  las  cosas  de  casa,  y  trabajar  sea  en  lo  más  bajo,  todo 
es  servir  a  el  Huésped  que  se  viene  con  nosotras  a  estar,  y  a 
comer  y  recrear,  ¿qué  más  se  nos  da  en  lo  uno  que  en  lo  otro? 

No  digo  yo  que  quede  por  nosotras,  sino  que  lo  probéis  todo, 
porque  no  está  esto  en  vuestro  escoger,  sino  en  el  del  Señor; 
mas  si  después  de  muchos  años  quisiere  a  cada  una  para  su 
oficio,  gentil  humildad  será  querer  vosotras  escoger;   dejad  ha- 


1  En  otras  ediciones  se  ha  impreso  embebida,  o  siempre  embebida,  como  en  ia  principe; 
pero  así  en  el  autógrafo  de  Valladolid  como  de  El  Escoria!,  se  lee  embebidas,-  y  no  está  mal, 
aparte  la  falta  de  concordancia,  entendiéndolo,  no  de  Marta,  sino  de  las  religiosas  que  gustan 
de  las  dulzuras  de  la  contemolación,  como  la  Magdalena. 

2  De  en  vez  de  por,  como  en  la  página  71 ,  línea  21 . 

III  ■  6  * 


82  CñiVlINO      DE      PERFECCIÓN 

cer  al  Señor  de  la  casa;  sabio  es,  poderoso  es,  entiende  lo  que 
os  conviene  y  lo  que  le  conviene  a  El  también.  Estad  siguras 
que  haciendo  lo  que  és  en  vosotras,  y  aparejándoos  para  con- 
templación con  la  perfeción  que  queda  dicha,  que  si  El  no 
os  la  da  (lo  que  creo  no  dejará  de  dar,  si  es  de  veras  el  des- 
asimiento y  humildad),  que  os  tiene  guardado  este  regalo  para 
dároslo  junto  en  el  cielo,  y  que,  como  otra  vez  he  dicho,  os  quie- 
re llevar  como  a  fuertes,  dándoos  acá  cruz  como  siempre  Su  Ma- 
jestad la  tuvo. 

¿Y  qué  mijor  amistad  que  querer  lo  que  quiso  para  Sí  para 
vos?  Y  pudiera  ser  no  tuviérades  tanto  premio  en  la  coníempla- 
ción.  Juicios  son  suyos,  no  hay  que  meternos  en  ellos;  harto 
bien  es  que  no  quede  a  nuestro  escoger,  que  luego,  como  nos 
parece  más  descanso,  fuéramos  todos  grandes  contemplativos.  ¡Oh 
gran  ganancia,  no  querer  ganar  por  nuestro  parecer  para  no  te- 
mer pérdida,  pues  nunca  primite  Dios  la  tenga  el  bien  mor- 
tificado, sino  para  ganar  más! 


CAPITULO  XVIII 

QUE  PROSIGUE  EN  LA  MESMA  MATERIA  Y  DICE  CUANTO  MAYORES  SON 
LOS  TRABAJOS  DE  LOS  CONTEMPLATIVOS  QUE  DE  LOS  ATIVOS.  ES 
DE    MUCHA    CONSOLACIÓN    PARA    ELLOS. 

Pues  yo  os  digo,  hijas,  a  las  que  no  lleva  Dios  por  este 
camino,  que  a  lo  que  he  visto  y  entendido  de  los  que  van  por  él, 
que  noi  llevan  la  cruz  más  liviana,  y  que  os  espantaríades  por 
las  vías  y  maneras  que  las  da  Dios.  Yo  sé  de  unos  y  de  otros, 
y  sé  claro  que  son  intolerables  los  trabajos  que  Dios  da  a  los 
contemplativos;  y  son  de  tal  suerte,  que  si  no  les  diese  aquel 
manjar  de  gustos,  no  se  podrían  sufrir.  Y  está  claro-  que,  pues 
lo  es  que  a  los  que  Dios  mucho  quiere  lleva  por  camino  de  tra- 
bajos, y  mientra  más  los  ama,  mayores,  no  hay  por  qué  creer 
que  tiene  aborrecidos  los  contemplativos,  pues  por  su  boca  los 
alaba  y  tiene  por  amigos. 

Pues  creer  que  admite  a  su  amistad  estrecha  gente  rega- 
lada y  sin  trabajos,  es  disbarate.  Tengo  por  muy  cierto  se  los 
da  Dios  mucho  mayores;  y  ansí  como  los  lleva  por  camino  ba- 
rrancoso y  áspero,  yi,  a  las  veces,  que  les  parece  se  pierden  y  han 
de  comenzar  de  nuevo  a  tornarle  a  andar,  que  ansí  ha  menester 
Su  Majestad  darles  mantenimiento,  y  no  de  agua,  sino  de  vino, 
para  que,  emborrachados,  no  entiendan  lo  que  pasan  y  lo  pue- 
dan sufrir.  Y  ansí,  pocos  veo  verdaderos  contemplativos  que  no 
los  .  vea    nimosos    ( 1 )    y    determinados    a    padecer,    que   lo   pri- 


1      Suprimió  la  a  de  animosos  para  evitar  el  hiato.  La  a  sobrepuesta  que  se  ve  en  el  auto- 
grafo,  no  es  de  la  Santa,  sino  de  algún  corrector. 


84  CAMINO      DE      PERFECCIÓN 

mero  que  hace  lel  Señor,  si  son  flacos,  es  ponerles  ánimo  y 
hacerlos  que  no  teman  trabajos. 

Creo  piensan  los  de  la  vida  ativa,  por  un  poquito  que  los 
wn  regalados,  que  no  hay  más  que  aquello;  pues  yo  digo  que 
por  ventura  un  día  de  los  que  pasan,  no  lo  pudiésedes  sufrir. 
Ansí  que  el  Señor,  como  conoce  a  todos  para  lo  que  son,  da 
a  cada  uno  su  oficio,  el  que  más  ve  conviene  a  su  altna, 
y  a  el  mesmo  Señor  y  a  fel  toien  de  los  prójimos;  y  como  no 
quede  por  no  os  haber  dispuesto,  no  hayáis  miedo  se  pierda 
vuestro  trabajo.  Mira  que  digo  que  todas  lo  procuremos,  pues 
no  estamos  aquí  a  otra  cosa;  y  no  un  año,  ni  dos  solos,  ni  aun 
diez,  porque  no  parezca  lo  dejamos  de  cobardes,  y  es  bien  que 
€l  Señor  entienda  no  queda  por  nosotras:  como  los  soldados 
que,  aunque  mucho  hayan  servido,  siempre  han  de  estar  a  pun- 
to para  que  el  capitán  los  mande  en  cualquier  oficio  que  quiera 
ponerlos,  pues  les  ha  de  dar  su  sueldo.  ¡Y  cuan  mijor  pagado 
lo  paga  nuestro  Rey  que  los  de  la  tierra! 

Como  los  ve  presentes,  y  con  gana  de  servir,  y  tiene  ya 
entendido  para  lo  que  es  cada  uno,  reparte  los  oficios  como  ve 
las  fuerzas,  y  si  no  estuviesen  presentes,  no  les  daría  nada,  ni 
mandaría  en  que  sirviesen.  Ansí  que,  hermanas,  oración  me»ital; 
y  quien  ésta  no  pudiere,  vocal,  y  leción  y  coloquios  con  Dios, 
como  después  diré.  No  se  deje  las  horas  de  oración  que  to- 
das (1),  no  sabe  cuándo  llamará  el  Esposo  (no  os  acaezca  como 
a  las  vírgenes  locas),  y  la  querrá  dar  más  trabajo  disfrazado  con 
gusto;  si  no,  entiendan  no  son  para  ello  y  que  les  conviene  aque- 
llo, y  aquí  entra  el  merecer  con  la  humildad,  creyendo  con  ver- 
dad que  aun  para  lo'  que  hacen  no  son. 

Andar  alegres  sirviendo'  en  lo  que  les  mandan,  como  he  di- 
cho, y  si  es  de  veras  esta  humildad,  bienaventurada  tai  sierva 
de  vida  ativa,  que  no  mormurará  sino  de  sí.  Deje  a  las  otras 
con  su  guerra,  que  no  es  pequeña;  porque  aunque  en  las  ba- 
tallas el  alférez  no  pelea,  no  por  eso  deja  de  ir  en  gran  peli- 
gro, y  en  lo  interior  debe  de  trabajar  más  que  todos;  porque  co- 


1      Es  decir,  las  horas  de  oración  que  hacen  las  demás,  según  lo  prescrito  por  las  Cons- 
tituciones. 


CAPITULO     XVIII  85 

mo  lleva  la  bandera,  no  se  puede  defender,  y  aunque  le  hagan 
pedazos,  no  la  ha  de  dejar  de  las  manos.  Ansí,  los  contemplati- 
vos han  de  llevar  levantada  la  bandera  d€  la  humildad  g  sufrir 
cuantos  golpes  les  dieren,  sin  dar  ninguno;  porque  su  oficio 
es  padecer  como  Cristo,  llevar  en  alto  la  cruz,  no  la  dejar  de 
las  manos  por  peligros  en  que  se  vean,  ni  que  vean  en  él  fla- 
queza en  padecer;  para  eso  le  dan  tan  honroso  oficio.  Mire  lo 
que  hace,  porque  si  él  deja  la  bandera,  perderse  ha  la  batalla; 
y  ansí,  creo  que  se  hace  gran  daño  en  los  que  no  están  tan 
adelante,  si  a  los  que  tienen  ya  en  cuento  de  capitanes  y  ami- 
gos de  Dios  les  ven  no  ser  sus  obras  conforme  a  el  oficio  que 
tienen. 

Los  demás  soldados  vanse  como  pueden,  y  a  las  veces  se 
apartan  de  donde  ven  €l  mayor  peligro,  y  no  los  echa  nadie  de 
ver,  ni  pierden  honra;  estotros  llevan  todos  los  ojos  en  ellos, 
no  se  pueden  bullir.  Ansí  que  bueno  es  lel  oficio,  y  honra  gran- 
de y  merced  hace  el  rey  a  quien  le  da,  mas  no  se  obliga  a 
poco  en  tomarle.  Ansí  que,  hermanas,  no  sabemos  lo  que  pedi- 
mos (1);  dejemos  hacer  al  Señor,  que  hay  algunas  perso[nas]  (2) 
que  por  justicia  parece  quieren  pedir  a  Dios  regalos.  Donosa  ma- 
nera de  humildad;  por  eso  hace  bien  el  conocedor  de  todos,  que 
pocas  veces  creo  lo  da  a  éstos;  ve  claro  que  no  son  para  beber 
el   cáliz. 

Vuestro  entender,  hijas,  si  estáis  aprovechadas,  será  en  si 
entendiere  cada  una  es  la  más  ruin  de  todas,  y  esto  que  se  en- 
tienda en  sus  obras  que  lo  conoce  ansí,  para  aprovechamiento 
y  bien  de  las  otras;  y  no  en  la  que  tiene  más  gustos  en  la  ora- 
ción, y  arrobamientos,  u  visiones  u  mercedes  que  hace  el  Se- 
ñor de  esta  suerte,  que  hemos  de  aguardar  a  el  otro  mundo  para 
ver  su  valor.  Estotro  es  moneda  que  se  corre,  es  renta  que  no 
falta,  son  juros  perpetuos  y  no  censos  de  al  quitar  (3)  (que  es- 
totro quítase  y  pónese),  una  virtud  grande  de  humildad  y  mor- 
tificación, de  gran  obediencia  en  no  ir  en  un  punto  contra  lo 


1  Math.,  XX,  22. 

2  La  Santa  escribió  sólo  perso,  u  un  conector  suplió  lo  restante  de  la  palabra. 

3  Censos  que  fácilmente  se  redimen,  en  contraposición  al  juro  que  de  suyo  era  perpetuo. 


86  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

que  manda  el  perlado,  que  sabéis  verdaderamente  que  os  lo 
manda  Dios,  pues  está  en  su  lugar.  En  esto  de  obediencia  es 
en  lo  que  más  había  de  poner,  y  por  parecerme  que  si  no  la 
hay  es  no  ser  monjas,  no  digo  nada  de  ello,  porque  hablo  con 
monjas,  a  mi  parecer,  buenas,  al  menos  que  lo  desean  ser;  en 
cosa  tan  sabida  y  importante,  no  más  de  una  palabra,  porque 
no  se  olvide. 

Digo  que  quien  estuviere  por  voto  debajo  de  obediencia,  y 
faltare  no  trayendo  todo  cuidado  en  cómo  cumplirá  con  ma- 
yor perfeción  este  voto,  que  no  sé  para  qué  está  en  el  mones- 
terio;  al  menos  yo  la  asiguro,  que  mientra  aquí  faltare,  que  nun- 
ca llegue  a  ser  contemplativa,  ni  aun  buena  ativa,  y  esto  tengo 
por  muy  muy  (1)  cierto.  Y  aunque  no  sea  persona  que  tiene  a 
esto  obligación,  si  quiere  u  pretende  llegar  a  contemplación,  ha 
menester,  para  ir  muy  acertada,  dejar  su  voluntad  con  toda 
determinación  en  un  confesor  que  sea  tal;  porque  esto  es  ya 
cosa  muy  sabida,  que  aprovechan  más  de  esta  suerte  en  un 
año,  que  sin  esto  en  muchos,  y  para  vosotras  no  es  menester, 
no  hay  que  hablar  de  ello. 

Q)ncluyo  con  que  lestas  virtudes  son  las  que  yo  deseo  ten- 
gáis, hijas  mías,  y  las  que  procuréis,  y  las  que  santamente  en- 
vidiéis. Esotras  devociones,  no  curéis  de  tener  pena  por  no  te- 
nerlas; es  cosa  incierta.  Podrá  ser  en  otras  personas  sean  de 
Dios,  y  en  vos  primitirá  Su  Majestad  sea  ilusión  del  demonio 
y  que  os  engañe,  como  ha  hecho  a  otras  personas.  En  cosa  du- 
dosa, ¿para  qué  queréis  servir  al  Señor  tiniendo  tanto  en  qué 
siguro?  ¿quién  os  mete  en  esos  peligros?  Heme  alargado  tanto 
en  esto,  porque  sé  conviene,  que  esta  nuestra  naturaleza  es  fla- 
ca, y  a  quien  Dios  quisiere  dar  la  contemplación.  Su  Majestad 
le  hará  fuerte;  a  los  que  no,  heme  holgado  de  dar  estos  avisos, 
por  donde  también  se  humillarán  los  contemplativos.  El  Señor, 
por  quien  es,  nos  dé  luz  para  siguir  en  todo  su  voluntad  y  no 
habrá  de  qué  temer. 


1      Repite  el  adverbio  para  dar  más  fuerza  a  la  frase.  Ahora  diríamos  certísimo. 


CAPÍTULO   XÍX 


QUE     COMIENZA     A     TRATAR    DE    LA    ORACIÓN.     HABLA     CON     ALMAS    QUE 
NO     PUEDEN     DISCURRIR     CON     EL     ENTENDIMIENTO. 

Ha  tantos  días  que  escribí  lo  pasado  sin  haber  tenido  lu- 
gar para  tornar  a  ello,  que  si  no  lo  tornase  a  leer,  no  sé  lo 
que  decía;  por  no  ocupar  tiempo,  habrá  de  ir  como  saliere,  sin 
concierto.  Para  entendimientos  concertados,  y  almas  que  están 
ejercitadas  y  pueden  estar  consigo  mesmas,  hay  tantos  libros  es- 
critos, y  tan  buenos  y  de  personas  tales,  que  sería  yerro  hiciésedes 
caso  de  mi  dicho  en  cosa  de  oración;  pues,  como  digo,  te- 
néis libros  tales  adonde  van  por  días  de  la  semana  repartidos 
los  misterios  de  la  vida  del  Señor  y  de  su  Pasión,  y  medi- 
taciones del  juicio,  y  infierno,  y  nuestra  nonada,  y  lo  mucho 
que  debemos  a  Dios,  con  ecelente  dotrina  y  concierto  para  prin- 
cipio y  fin  de  la  oración  (1).  Quien  pudiere  y  tuviere  ya  cos- 
tumbre de  llevar  este  modo  de  oración,  no  hay  que  decir  que 
por  tan  buen  camino  el  Señor  le  sacará  a  puerto  de  luz,  y  con 
tan  buenos  principios,  el  fin  lo  será,  y  todos  los  que  pudieren 
ir  por  él,  llevarán  descanso  y  siguridad,  porque  atado  el  enten- 
dimiento, vase  con  descanso.  Mas  de  lo  que  querría  tratar  y 
dar  algún  remedio,  si  el  Señor  quisiese  acertase,  y  si  no,  al  me- 


1  Refiérese  aquí  la  Santa  a  los  tratados  sobre  la  oración  de  San  Pedro  de  Alcántara  ij 
Fr.  Luis  de  Granada.  En  las  Constituciones  primitivas  cfue  escribió  para  sus  monjas,  se  lee: 
«Tenga  cuenta  la  priora  con  que  haya  buenos  libros,  en  especial  Cartujanos,  F/os  Sanctorum, 
Contemptus  Mundi.  Oratorio  de  Religiosos,  los  de  Fr.  Luis  de  Granada  y  del  Padre  Fray  Pedro 
de  Alcántara». 


88  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

nos   que  entendáis   hay   muchas   almas   que   pasan   este   trabajo, 
para  que  no  os  fatiguéis  las  que  le  tuvierdes,  es  esto. 

Hay  unas  almas  y  entendimientos  tan  desbaratados  como 
unos  caballos  desbocados,  que  no  hay  quien  los  haga  parar; 
ya  van  aquí,  ya  van  allí,  siempre  con  desasosiego:  es  su  mes- 
ma  naturaleza,  u  Dios  que  lo  primite.  Helas  mucha  lástima, 
porque  me  parecen  como  unas  personas  que  han  mucha  sed  y 
ven  el  agua  de  muy  lejos  (1),  y  cuando  quieren  ir  allá,  hallan 
quien  los  defienda  (2)  lel  paso  al  principio,  y  medioi  y  fin.  Acae- 
ce que,  cuando  ya  con  su  trabajo,  y  con  harto  trabajo,  han  ven- 
cido los  primeros  enemigos,  a  los  sigundos  se  dejan  vencer, 
y  quieren  más  morir  de  sed  que  beber  agua  que  tanto  ha  de 
costar.  Acábeseles  el  esfuerzo,  faltóles  ánimo;  y  ya  que  algu- 
nos le  tienen  para  vencer  también  los  sigundos  enemigos,  a 
los  terceros  se  les  acaba  la  fuerza,  y  por  ventura  no  estaban 
dos  pasos  de  la  fuente  de  agua  viva,  que  dijo  el  Señor  a  la 
Samaritana,  que  quien  la  bebiere  no  terna  sed  (3).  Y  con  cuánta 
razón  y  verdad,  como  dicho  de  la  boca  de  la  mesma  Verdad,  que 
no  la  terna  de  cosa  de  esta  vida,  aunque  crece  muy  mayor  de  lo 
que  acá  podemos  imaginar  de  las  cosas  de  la  otra  por  esta  sed 
natural.  Mas  ¡con  qué  sed  se  desea  tener  esta  sed!  Porque  en- 
tiende el  alma  su  gran  valor,  y  aunque  es  sed  penosísima  que 
fatiga,  tray  consigo  la  mesma  saíisf ación  con  que  se  amata  (4) 
aquella  sed;  de  manera  que  es  una  sed  que  no  ahoga  sino  a  las 
cosas  terrenas,  antes  da  hartura  de  manera,  que,  cuando  Dios  la 
satisface,  una  de  las  mayores  mercedes  (5)  que  puede  hacer  al 
alma,  es  dejarla  con  la  mesma  necesidad,  y  mayor  queda  siem- 
pre de  tornar  a  beber  esta  agua. 

El  agua  tiene  tres  propiedades,  que  ahora  se  rae  acuerda 


1  Primero  escribió  así  la  ia  Santa  esta  frase:  porque  me  parecen  como  una  persona  que 
ha  mucha  sed  y  ve  el  agua  de  muy  lejo&.  Ella  misma,  probablemente,  lo  ccrrigió  como  viene 
en  el  texto,  ij  así  se  lee  también  en  el  autógrafo  de  El  Escorial  g  en  el  códice  de  Toledo. 

2  Este  verbo  está  usado  en  la  acepción  de  prohibir,  que  algunos  tienen  por  galicismo,  y 
no  lo  es.  Cervantes,  entre  otros  escritores  clásicos,  la  emplea.  Véanse  los  capítulos  II  u  XLVIII 
de  la  segunda  parte  del  Quijote. 

3  Joan.,  c.  IV,  v,  13. 

4  Se  mata,  o  se  apaga. 

5  Había  escrito:  la  mayor  merced,  pero  lo  enmendó.  Así  lo  copia  el  códice  de  Toledo, 
corregido  por  ella.  En  el  margen  superior  puso  un  corrector:  Tres  propriedades  de  el  agua;  y 
el  lado:  una  es  enfriar. 


CAPITULO      XIX  89 

que  me  hacen  al  caso,  qu€  muchas  más  'terna.  La  una  es  que 
enfría,  que  par  calor  que  hayamos,  en  llegando  al  agua,  s€  qui- 
ta; y  si  hay  gran  fuego,  con  lella  se  mata,  salvo  si  no  es  de 
alquitrán,  que  se  enciende  más.  ¡Oh,  válame  Dios,  qué  mara- 
villas hay  en  este  encenderse  más  el  fuego  con  el  agua  cuan- 
do íes  fuego  fuerte,  poderoso,  no  sujeto  a  los  elementos,  .pues 
éste,  oon  ser  su  contrario,  no  le  empece,  antes  le  hac€  crecer! 
Mucho  valiera  aquí  poder  hablar  con  quien  supiera  filosofía;  por- 
que sabiendo  las  propiedades  de  las  cosas,  supiérame  declarar, 
que  me  voy  regalando  en  tello  y  no  lo  sé  decir,  y  aun  por  ven- 
tura no  lo  sé  entender. 

De  que  Dios,  hermanas,  os  traya  a  beber  de  esta  agua,  y 
las  que  ahora  lo  bebéis,  gustaréis  de  esto,  y  entenderéis  cómo 
el  verdadero  amor  de  Dios,  si  está  en  su  fuerza,  ya  libre  de 
cosas  de  tierra  del  todo  y  que  vuela  sobre  ellas,  como  es  Señor 
de  todos  los  elementos  y  del  mundo.  Y  como  el  agua  procede  de 
la  tierra,  no  hayáis  miedo  que  mate  (1)  este  fuego  de  amor  de 
Dios;  no  es  de  su  jurisdición,  aunque  son  contrarios  (2).  Es  ya 
Señor  asoluto;  no  le  está  sujeto.  Y  ansí,  no  os  espantaréis,  her- 
manas, de  lo  mucho  que  he  puesto  en  este  libro  para  que  pro- 
curéis esta  libertad.  ¿Np  es  linda  cosa  que  una  pobre  monja  de 
San  Josef  pueda  llegar  a  señorear  toda  la  tierra  y  elementos? 
Y  ¿qué  mucho  que  los  santos  hiciesen  de  jellos  lo  que  querían,  con 
el  favor  de  Dios?  A  San  Martín  el  fuego  y  las  aguas  le  obe- 
decían; a  San  Francisco  hasta  las  aves  y  los  peces,  y  ansí  a 
otros  muchos  santos.  Se  vía  claro  ser  tan  señores  de  todas 
las  cosas  del  mundo,  por  haber  bien  trabajado  de  tenerle  en 
poco,  y  sujetádose  de  veras  con  todas  sus  fuerzas  a  el  Señor 
de  él;  ansí  que,  como  digo,  el  agua  que  nace  en  la  tierra,  no 
tiene  poder  contra  él  (3);  sus  llamas  son  muy  altas,  y  su  naci- 
miento no  comienza  en  cosa  tan  baja.  Otros  fuegos  hay  de  pe- 
queño amor  de  Dios,  que  cualquiera  suceso  los  amatara;   mas  a 


1  Un  corrector  puso  entre  líneas  una  a.-  «que  mate  s  este  fuego  de  amor  de  Dios». 

2  Quiere  decir,  salvo  mejor  juicio,   que   no   es   ya   potestativo   del   agua   apagar  el  fuego, 
aunque  a  ello  tienda  por  natural  propiedad,  o  por  ser  contrarios,  como  la  misma  Santa  dice. 

5      Contra  él,  está  al  margen,   ü  es  dudoso   si   lo  puso  la  Santa.  El  códice  de  Toledo  dice 
contra  este  fuego.  El  original  de  El  Escorial  no  trae  estas  líneas. 


90  CAMINO      DE      PERFECCIÓN 

éste  no,  no.  Aunque  toda  la  mar  de  tentaciomes  venga,  no  le 
harán  que  deje  de  arder  de  manera  que  no  se  enseñoree  de  ellas. 

Pu€s  si  es  agua  de  lo  que  llueve  del  cielo,  muy  menos  le 
matará;  no  son  contrarios,  sino  de  una  tierra.  No  hayáis  miedo 
se  hagan  mal  el  un  elemento  a  el  otro,  antes  ayuda  el  uno  a 
el  otro  a  su  efeto;  porque  el  agua  de  las  lágrimas  verdaderas, 
que  son  las  que  proceden  len  verdadera  oración,  bien  dadas  del 
Rey  del  délo,  le  ayuda  a  encender  más  y  hacer  que  dure,  y  el 
fuego  ayuda  a  el  agua  a  enfriar.  ¡Oh,  válame  Dios,  qué  cosa 
tan  hermosa  y  de  tanta  maravilla,  que  el  fuego  enfría!  Sí, 
y  aun  hiela  todas  las  afeciones  del  mundo  cuando  se  junta 
con  la  agua  viva  del  cielo,  que  es  la  fuente  de  donde  proceden 
las  lágrimas  que  quedan  dichas,  que  son  dadas  y  no  adquiridas 
por  nuestra  industria.  Ansí  que,  a  buen  siguroque  no  deja  calor 
en  ninguna  cosa  del  mundo  para  que  se  detenga  en  ellas,  si 
no  €s  para  si  puede  pegar  este  fuego,  que  es  natural  suyo  no 
se  contentar  con  poco,  sino  que,  si  pudiese,  abrasaría  todo  el 
mundo. 

Es  la  otra  propiedad,  limpiar  cosas  no  limpias  (1).  Si  no 
hubiese  agua  para  lavar,  ¿qué  sería  del  mundo?  ¿Sabéis  qué 
tanto  limpia  esta  agua  viva,  esta  agua  celestial,  esta  agua  clara, 
cuando  no  está  turbia,  cuando  no  tiene  lodo,  sino  que  cay  del 
cielo?  Que  de  una  vez  que  se  beba,  tengo  por  cierto  deja  el  alma 
clara  y  limpia  de  todas  las  culpas;  porque,  como  tengo  escri- 
to (2),  no  da  Dios  lugar  a  que  beban  de  esta  agua,  que  no  está 
en  nuestro  querer,  por  ser  cosa  muy  sobrenatural  esta  divina 
unión,  si  no  es  para  limpiarla,  y  dejarla  limpia,  y  libre  del 
lodo  y  miseria  en  que  por  las  culpas  estaba  metida.  Porque 
otros  gustos  que  vienen  por  medianería  (3)  del  entendimiento,  por 
mucho  que  hagan,  train  el  agua  corriendo  por  la  tierra;  no  lo 
beben  junto  a  la  fuente;  nunca  faltan  en  este  camino  cosas  lo- 
dosas en  que  se  detengan,  y  no  va  tan  puro  ni  tan  limpio.  No 
Hamo  yo  esta  oración,  que,   como  digo,  va  discurriendo  con  el 


1  Al  margen,  de  letra  desconocida:  Segunda  ptoptiedad  de  él  agua,  limpiar. 

2  Libro  de  la  Vida.  c.  XIX. 

3  Por  mediación. 


CAPITULO     XIX  91 

entendimiento,  agua  viva,  conforme  a  mi  entender,  digo.  Porque, 
por  mucho  que  queramos  hacer,  siempre  se  pega  a  nuestra  alma, 
ayudada  de  este  nuestro  cuerpo  y  bajo  natural,  algo  de  cami- 
no de  lo  que  no  querríamos. 

Quiérome  declarar  más.  Estaraos  pensando  qué  es  el  mun- 
do y  cómo  se  acaba  todo,  para  menospreciarlo;  casi  sin  enten- 
dernos, nos  hallamos  metidos  en  cosas  que  amamos  de  él;  y  de- 
seándolas huir,  por  lo  menos  nos  estorba  un  poco  pensar  cómo 
fué,  y  cómo  ser4  y  qué  hice,  y  qué  haré;  y  para  pensar  lo  que 
hace  al  caso  para  librarnos,  a  las  veces  nos  metemos  de  nue- 
vo en  el  peligro.  No  porque  esto  se  ha  de  dejar,  mas  hase  de 
temer;  es  menester  no  ir  descuidados.  Acá  lleva  este  cuidado 
el  mesmo  Señor,  que  no  quiere  fiarnos  de  nosotros.  Tiene  en 
tanto  nuestra  alma,  que  no  la  deja  meter  en  cosas  que  la  pue- 
dan dañar  por  aquel  tiempo  que  quiere  favorecerla;  sino  pó- 
nela  de  presto  junto  cabe  sí,  y  muéstrale  en  un  punto  más  ver- 
dades, y  dala  más  claro  conocimiento  de  lo  que  es  todo,  que 
acá  pudiéramos  tener  en  muchos  años.  Porque  no  va  libre  la 
vista,  ciéganos  el  polvo  como  varaos  caminando;  acá  llévanos 
el  Señor  al  fin  de  la  jornada,  sin  (entender  cómo. 

La  otra  propiedad  del  agua  (1),  es  que  harta  y  quita  la 
sed;  porque  sed  me  parece  a  mí,  quiere  decir  deseo  de  una 
cosa  que  nos  hace  gran  falta  (2),  que  si  del  todo  nos  falta,  nos 
mata.  Extraña  cosa  es  que  si  nos  falta  nos  mata;  y  si  nos  so- 
bra, nos  acaba  la  vida,  como  se  ve  morir  muchos  ahogados.  ¡Oh 
Señor  mío,  y  quién  se  viese  tan  engolfada  en  este  agua  viva, 
que  se  le  acabase  la  vida!  Alas,  ¿no  puede  ser  esto?  Sí,  que 
tanto  puede  crecer  el  amor  y  deseo  de  Dios,  que  no  lo  pueda 
sufrir  el  sujeto  natural,  y  ansí  ha  habido  personas  que  han  muer- 
to. Yo  sé  de  una  (3),  que  si  no  la  socorriera  Dios  presto  con 
esta  agua  viva,  tan  en  gran  abundancia  que  casi  la  sacaba  de  sí 


1  De  la  misma  letra  que  las  notas  anteriores  acerca  de  las  propiedades  del  agua,  se  escribe 
al  margen:  Tercera  propriedad  de  el  agua,  es  que  harta. 

2  Pone   en   nota  marginal  el  mismo  corrector:   De  una  cosa  que  es  fría  y  húmida  como 
el  agua. 

3  Habla  veladamente  de  sí  misma.  Véanse  el  capítulo  XX  de  la  Vida  y  las  Relaciones  es- 
pirituales a  sus  confesores. 


92  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

con  arrobamientos,  [tenía  tan  grande  esta  sed,  iba  en  tanto  creci- 
miento su  deseo,  que  entendía  claro  era  muy  posible,  si  no  la 
remediaran,  morir  de  sed]  (1).  Digo  que  casi  la  sacaban  de  sí, 
porque  aquí  descansa  el  alma.  Parece  que,  ahogada  de  no  poder 
sufrir  el  mundo,  resucita  en  Dios,  y  Su  Majestad  la  habilita 
para  que  pueda  gozar  lo  que,  estando  en  sí,  no  pudiera  sin 
acabarse  la  vida. 

Entiéndase  de  aquí,  que  como  en  nuestro  sumo  Bien  no 
puede  haber  cosa  que  no  sea  cabal,  todo  lo  que  El  da  es  para 
nuestro  bien;  y  por  mucha  abundancia  de  este  agua  que  dé, 
no  puede  haber  demasía  en  cosa  suya;  porque  si  da  mucho,  hace, 
como  he  dicho,  hábil  el  alma  para  que  sea  capaz  de  beber 
mucho;  como  un  vidriero  que  hace  la  vasija  de  el  tamaño  que 
ve  es  menester,  para  que  quepa  lo  que  quiera  echar  en  ella.  En 
el  desearlo,  como  es  de!  nosotros,  nunca  va  sin  falta;  si  al- 
guna cosa  buena  lleva,  es  lo  que  en  él  ayuda  el  Señor;  mas  so- 
mos tan  indiscretos  que,  como  es  pena  suave  y  gustosa,  nunca 
nos  pensamos  hartar  de  esta  pena;  comemos  sin  tasa,  ayudamos 
como  acá  podemos  a  este  deseo,  y  ansí,  algunas  veces  mata. 
¡Dichosa  tal  muerte!  Mas,  por  ventura,  con  la  vida  ayudara  a 
otros  para  morir  por  deseo  de  esta  muerte.  Y  esto  creo  hace  el 
demonio,  porque  entiende  el  daño  que  ha  de  hacer  con  vivir,  y 
ansí  tienta  aquí  de  indiscretas  penitencias  para  quitar  la  sa- 
lud, y  no  le  va  poco  en  ello. 

Digo  que  quien  llega  a  tener  esta  sed  tan  impetuosa,  que 
se  mire  mucho,  porque  crea  que  terna  esta  tentación;  y  aun- 
que ino  muera  de  sed,  acabará  la  salud,  y  dará  muestras  exterio- 
res, aunque  no  quiera,  que  se  han  de  excusar  por  todas  vías.  Al- 
gunas veces  aprovechará  poco  nuestra  diligencia,  que  no  po- 
dremos todo  lo  que  se  quiere  encubrir;  mas  estemos  con  cui- 
dado cuando   vienen  estos  ímpetus   tan   grandes   de   crecimiento 


1  Las  palabras  entre  paréntesis  están  tomadas  del  autógrafo  de  Ei  Escorial,  y  las  conside- 
ramos necesarias  para  completar  el  sentido  de  esta  cláusula.  Fr.  Luis  de  León,  atendiendo  a  lo 
que  la  Santa  dice  un  poco  más  arriba,  que  el  alma  lo  mismo  puede  morir  de  sed,  que  de  abun- 
dancia de  agua  celestial,  se  fijó  en  esto  último  y  modificó  la  frase  en  este  sentido:  «Yo  sé  de 
una,  que  si  no  la  socorriera  Dios  presto,  era  esta  agua  viva  tan  en  gran  abundancia,  que  casi 
la  sacaba  de  si  con  arrobamientos». 


CAPITULO      XIX  93 

de  este  deseo  para  no  añidir  en  él,  sino  con  suavidad  cortar  el 
hilo  con  otra  consideración;  que  nuestra  naturaleza  a  v€ces  po- 
drá ser  obre  tanto  como  el  amor,  que  hay  personas  que  cual- 
quier cosa,  aunque  sea  mala,  desean  con  gran  vehemencia.  Es- 
tas no  creo  serán  las  muy  mortificadas,  que  para  todo  aprove- 
cha la  mortificación.  Parece  desatino  que  cosa  tan  buena  sa  ata- 
ye;  pues  no  lo  es,  que  yo  ;no  Idigo  se  quite  el  deseo,  sino  que 
se  ataje,  y  por  ventura  será  con  otro  que  se  merezca  tanto. 

Quiero  decir  algo  para  darme  mijor  a  lentender.  Da  un  gran 
deseo  de  verse  ya  con  Dios  y  Idesatado  'de  esta  cárcel,  como  le  te- 
nía San  Pablo:  pena  por  tal  causa,  y  que  debe  en  sí  ser  muy 
gustosa,  no  será  menester  poca  mortificación  para  atajarla,  y 
del  todo  no  podrá.  Mas  cuando  viere  aprieta  tanto,  que  casi  va 
a  quitar  el  juicio,  como  yo  vi  a  una  persona,  no  ha  mucho,  y 
de  natural  impetuosa,  aunque  demostrada  a  quebrar  su  volun- 
tad (1),  me  parece  lo  ha  ya  perdido,  porque  se  ve  en  otras 
cosas,  digo  que  por  un  ratos  que  la  vi  como  desatinada  de  la 
gran  pena  y  fuerza  que  se  hizo  en  disimularla,  digo  que  en 
caso  tan  ecesivo,  aunque  fuese  espíritu  de  Dios,  tengo  por  hu- 
mildad temer;  porque  no  hemos  de  pensar  tenemos  tanta  ca- 
ridad que  nos  pone  en  tan  gran  aprieto. 

Digo  que  no  terne  por  malo,  si  puede,  digo,  que  por  ven- 
tura todas  veces  no  podrá,  que  mude  el  deseo  pensando  si  vive 
servirá  más  a  Dios,  y  podrá  ser  a  algún  alma  que  se  había 
de  perder  la  dé  luz,  y  que  con  servir  más,  merecerá  por  don- 
de pueda  gozar  más  de  Dios,  y  témase  lo  poco  que  ha  servido.  Y 
son  buenos  consuelos  para  tan  gran  trabajo,  y  aplacará  su  pena, 
y  ganará  mucho,  pues  por  servir  a  el  mesmo  Señor  se  quiere 
acá  pasar  y  vivir  con  su  pena.  Es  como  si  uno  tuviese  un  gran 
trabajo,  u  grave  dolor,  consolarle  con  decir  tenga  paciencia,  y 
se  deje  en  las  manos  de  Dios,  y  que  cumpla  en  él  su  voluntad, 
que  dejarnos  en  ellas,  es  lo  más  acertado  en  todo. 

Y  si  el  demonio  ayudó  en  alguna  manera  a  tan  gran  de- 
seo,  que  sería  posible,   como   cuenta  creo  Casiano  de  un  ermi- 


1      La  propia  Santa. 


94  CflAlINO      DE      PERFECCIÓN 

taño  de  asperísima  vida,  que  le  hizo  entender  se  echase  en  un 
pozo,  porque  vería  más  presto  a  Dios,  yo  bien  creo  no  debía 
haber  servido  con  humildad,  ni  bien;  porque  fiel  es  el  Señor  y 
no  consintiera  Su  Majestad  se  cegara  en  cosa  tan  manifiesta  (1). 
Mas  está  claro,  si  el  deseo  fuera  de  Dios,  no  le  hiciera  mal; 
tray  consigo  la  luz,  y  la  discreción  y  la  medida.  Esto  es  claro, 
sino  que  este  adversario  enemigo  nuestro,  por  dondequiera  que 
puede,  procura  dañar;  y  pues  él  no  anda  descuidado,  no  lo  an- 
demos nosotros.  Este  es  punto  importante  para  muchas  cosas, 
ansí  para  acortar  el  tiempo  de  la  oración,  por  gustosa  que  sea, 
cuando  se  ven  acabar  las  fuerzas  corporales  u  hacer  daño  a 
la  cabeza;   en  todo  es  muy  necesario  discreción. 

¿Para  que  pensáis,  hijas,  que  he  pretendido  declarar  el  fin 
y  mostrar  el  premio  antes  de  la  batalla,  con  deciros  el  bien  que 
tray  consigo  llegar  a  beber  de  €sta  fuente  celestial  de  esta  agua 
viva?  Para  que  no  os  congojéis  del  trabajo  y  contradición  que 
hay  en  el  camino,  y  vais  con  ánimo  y  no  os  canséis;  porque, 
como  he  dicho,  podrá  ser  que  después  de  llegadas,  que  no  os 
falta  sino  bajaros  a  beber  en  la  fuente,  lo  dejéis  todo  y  perdáis 
este  bien,  pensando  no  teméis  fuerza  para  llegar  a  el,  y  que 
no  sois  para  ello. 

Mirad  que  convida  el  Señor  a  todos  (2);  pues  es  la  mes- 
ma  verdad,  no  hay  que  dudar.  Si  no  fuera  general  este  convite, 
no  nos  llamara  el  Señor  a  todos,  y  aunque  los  llamara,  no  di- 
jera: Yo  os  daré  de  beber  (3).  Pudiera  decir:  vení  todos,  que, 
en  fin,  no  perderéis  nada;  y  los  que  a  mí  me  pareciere,  yo  los 
daré  de  beber.  M.as  como  dijo,  sin  esta  condición,  a  todos,  tengo 
por  cierto  que  todos  los  que  no  se  quedaren  en  el  camiüo,  no  les 
faltará  esta  agua  viva.  Dénos  el  Señor,  que  la  promete,  gracia  para 
buscarla  como  se  ha  de  buscar,  por  quien  Su  Majestad  es. 


1  Cuenta,  efectivaiiiente,  Casiano  en  sus  Conferencias  (Conferencia  II,  c.  V),  del  solitario 
Herón,  que  después  de  haber  pasado  cincuenta  años  en  e!  desierto  de  la  Escitia  "haciendo  aus- 
terísima  penitencia,  una  noche  le  tentó  Satanás  para  que  se  arrojase  a  un  pozo,  persuadiéndole 
primero  que  los  muchos  méritos  adouiridos  en  tan  largo  pericdo  de  ineuditas  mortificaciones, 
le  librarían  de  todo  peligro.  Sacado  de  allí  medio  muerto  por  otros  solitarios,  aun  duró  tres  días, 
persistiendo  hasta  el  fin  en  su  diabólica  ilusión. 

2  Matth.,  c.  XI,  V.  28. 

3  Joan.,  c.  Vil,  v.  37. 


CAPITULO   XX 


TRATñ  COMO  POR  DIFERENTES  VÍAS  NUNCñ  FALTA  CONSOLACIÓN  EN  EL 
CAMINO  BE  LA  ORACIÓN,  Y  ACONSEJA  A  LAS  HERMANAS  DE  ESTO 
SEAN    SU    PLATICAS    SIEMPRE. 

Parece  que  me  contradigo  en  este  capítulo  pasado  de  lo 
que  había  dicho,  porque  cuando  consolaba  a  las  que  no  llega- 
ban aquí,  dije  que  tenía  el  Señor  diferentes  caminos  por  don- 
de iban  a  El,  ansí  como  había  muchas  moradas  (1).  Ansí  lo 
torno  ahora  a  decir,  porque  como  entendió  Su  Majestad  nues- 
tra flaqueza,  proveyó  como  quien  es.  Mas  no  dijo:  por  este 
camino  vengan  unos,  y  por  éste  otros;  antes  fué  tan  grande  su 
misericordia,  que  a  nadie  quitó  procurase  venir  a  esta  fuente 
de  vida  a  beber,  i  Bendito  sea  por  siempre,  y  con  cuánta  razón 
me  lo  quitara  a  mí! 

Pues  no  me  mandó  lo  dejase  cuando  lo  comencé,  y  hizo  que 
me  echasen  en  el  profundo,  a  buen  siguro  que  no  lo  quite  a 
nadie,  antes  públicamente  nos  llama  a  voces  (2);  mas  como  es  tan 
bueno,  no  nos  fuerza,  antes  da  de  muchas  maneras  a  beber 
a  los  que  le  quieren  siguir,  para  que  ninguno  vaya  desconso- 
lado ni  muera  de  sed.  Porque  desta  fuente  caudalosa  salen  arro- 
yos, unos  grandes  y  otros  pequeños,  y  algunas  veces  charquitos 
para  niños,  que  aquello  les  basta,  y  más,  sería  espantarlos  ver 


1  loan-,  c,  Xrv,  v.  2. 

2  Alusión   evidente   a   las    palabras   del   Evangelio    de  S.  Juan  (VII,  57):  Stabat  Jesús  et 
damabat,  dicens.-  si  quis  sitit,  veniat  ad  me  et  bibat. 


96  CAMINO     DE      PERFECCIÓN 

mucha  agua;  éstos  son  los  que  están  en  los  principios.  Ansí  que, 
hermanas,  no  hayáis  miedo  muráis  de  sed  «n  este  camino;  nun- 
ca falta  agua  de  consolación  ían  falto  que  no  se  pueda  sufrir; 
y  pues  esto  es  ansí,  toma  mi  consejo  y  no  os  quedéis  en  el 
camino,  sino  pelea  como  fuertes  hasta  morir  en  la  demanda,  pues 
noi  estáis  aquí  a  otra  cosa  sino  a  pelear.  Y  con  ir  siempre  con 
esta  determinación  de  antes  morir  que  dejar  de  llegar  a  el 
fin  de  el  camino,  si  os  llevare  €l  Señor  con  alguna  sed  en  esta 
vida,  en  la  que  es  para  siempre  os  dará  con  toda  abundancia 
de  beber,  ij  sin  temor  que  os  ha  de  faltar.  Plega  el  Señor  no 
le  faltemos  nosotras.  Amén. 

Ahora,  para  comenzar  este  camino  que  queda  dicho  de  ma- 
nera que  no  se  yerre  desde  el  principio,  tratemos  un  poco  de 
cómo  se  ha  de  principiar  esta  jornada,  porque  es  lo  que  más 
importa;  digo  que  importa  el  todo  para  todo.  No  digo  que  quien 
no  tuviere  la  determinación  que  aquí  diré,  le  deje  de  comenzar, 
porque  el  Señor  le  irá  perficionando;  y  cuando  no  hiciese  más 
de  dar  un  paso,  tiene  en  sí  tanta  virtud,  que  no  haya  miedo  lo 
pierda  ni  le  deje  de  ser  muy  bie[n]  pagado.  Es,  digamos,  como 
quien  tiene  una  cuenta  de  perdones  (1),  que  si  la  reza  utía  vez, 
gana,  y  mientra  más  veces,  más;  mas  si  nunca  llega  a  ella,  sino 
que  se  la  tiene  en  el  arca,  mijor  fuera  no  tenerla.  Ansí  que, 
aunque  no  vaya  después  por  el  mesmo  camino,  lo  poco  que  hu- 
biere andado  de  él,  le  dará  luz  para  que  vaya  bien  por  los  otros, 
y  si  más  andaré,  más.  En  fin,  tenga  cierto  que  no  le  hará  daño 
el  haberle  comenzado  para  cosa  ninguna,  aunque  le  deje,  por- 
que el  bien  nunca  hace  mal.  Por  ;eso,  todas  las  personas  que  os 
trataren,  hijas,  habiendo  dispusición  y  alguna  amistad,  procura 
quitarlas  el  miedo  de  comenzar  tan  gran  bien;  y  por  amor  de 
Dios  os  pido  que  vuestro  trato  sea  siempre  ordenado  a  algún 
bien  de  quien  hablardes,  pues  vuestra  oración  ha  de  ser  para 
provecho  de  las  almas.  Y  pues  esto  habéis  siempre  de  pedir 
a  el  Señor,  mal  parecería,  hermanas,  no  lo  procurar  de  todas 
maneras. 


1      La  cuenta  de  perdones    era  una  especie  de  rosario   al   que  los  Sumos  Poniífices  conce- 
dían ciertas  gracias  espirituales  cuantas  veces  se  rezasen  por  él  las  oraciones  prescritas. 


CAPITULO    XX  97 

Si  queréis  ser  buen  deudo,  ésta  es  la  verdadera  amistad; 
si  buen  amiga,  entended  que  no  lo  podéis  ser  sino  por  este  ca- 
mino. Ande  la  verdad  en  vuestros  corazones,  como  ha  de  an- 
dar por  la  meditación,  y  veréis  claro  el  amor  que  somos  obli- 
gadas a  tener  a  los  prójimos.  No  ics  ga  tiempo,  hermanas,  de 
juego  de  niños,  que  no  parece  otra  cosa  estas  amistades  del 
mundo,  aunque  sean  buenas;  ni  haga  entre  vosotras  tal  plática 
de  «si  me  queréis»,  «no  me  queréis»,  ni  con  deudos  ni  nadie,  si  no 
fuere  yendo  fundadas  en  un  gran  fin  y  provecho  de  aquel  áni- 
ma. Que  puede  acaecer,  para  que  os  escuche  vuestro  deudo,  u 
hermano,  u  persona  semejante  una  verdad  y  la  admita,  haber 
de  disponerle  con  estas  pláticas  y  muestras  de  amor,  que  a 
la  sensualidad  siempre  contentan;  y  acaecerá  tener  en  más  una 
buena  palabra,  que  ansí  la  llaman,  y  disponer  más  que  mu- 
chas de  Dios,  para  que  después  éstas  quepan.  Y  ansí,  yendo  con 
advertencia  de  aprovechar,  no  las  quito.  Mas  si  no  es  para  esto, 
ningún  provecho  pueden  traer,  y  podrán  hacer  daño  sin  enten- 
derlo vosotras.  Ya  saben  que  sois  relisiosas,  y  que  vuestro  tra- 
to es  de  oración.  No  se  os  ponga  delante:  «no  quiero  que  me 
tengan  por  buena»,  porque  es  provecho  u  daño  común  el  que 
en  vos  vieren.  Y  es  gran  mal  a  las  que  tanta  obligación  tienen 
de  no  hablar  sino  en  Dios,  como  las  monjas,  les  parezca  bien 
disimulación  en  este  caso,  si  no  fuese  alguna  vez  para  más  bien. 
Este  es  vuestro  trato  y  lenguaje;  quien  os  quisiere  tratar,  deprén- 
dale (1),  y  si  no,  guardaos  de  deprender  vosotras  el  suyo;  será 
infierno. 

Si  os  tuvieren  por  groseras,  poco  va  en  ello;  si  por  hipró- 
quitas  (2),  menos:  ganaréis  de  aquí  que  no  os  vea  sino  quien 
se  entendiere  por  esta  lengua;  porque  no  lleva  camino,  uno 
que  no  sabe  algarabía  (3),  gustar  de  hablar  mucho  con  quien 
no  sabe  otro  lenguaje.  Y  ansí,  ni  os  cansarán  ni  dañarán,  que 


1  Rpréndale,  diríamos  hoy. 

2  Por  hipócritas. 

3  Es  decir  la  lengua  árabe,  frase  muy  usada  por  los  escritores  de  nuestro  siglo  de  oro, 
tomada  en  el  sentido  que  aquí  la  toma  Santa  Teresa,  o  en  el  familiar  de  escritura  difícil, 
hablar  atropellado,  o  gritería  confusa  de  varias  personas  que  hablan  a  la  vez,  como  en  otros 
pasajes  de  la  misma  Santa. 

IIÍ  7^ 


98  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

no  sería  poco  daño  comenzar  a  hablar  nueva  lengua,  y  todo  el 
tiempo  se  os  iría  en  eso.  Y  no  podéis  saber  como  yo,  que  lo 
he  expirimentado,  el  gran  mal  que  es  para  él  alma,  porque  por 
saber  la  una,  se  le  olvida  la  otra,  y  es  un  perpetuo  desasosiego, 
del  que  en  todas  maneras  habéis  de  huir;  porque  lo  que  mucho 
conviene  para  este  camino  que  comenzamos  a  tratar,  es  paz  y 
sosiego  en  el   alma. 

Si  las  que  os  trataren  quisieren  deprender  vuestra  lengua, 
ya  que  no  es  vuestro  de  enseñar,  podéis  decir  las  riquezas  que 
ss  ganan  en  deprenderla ;  y  de  esto  no  os  canséis,  sino  con  pia- 
dad,  y  amor  y  oración,  porque  le  aproveche,  para  que,  enten- 
diendo la  gran  ganancia,  vaya  a  buscar  maestro  que  le  enseñe; 
que  no  sería  poca  merced  que  os  hiciese  el  Señor  despertar  a 
algún  alma  para  este  bien.  Mas  ¡qué  de  cosas  se  ofrecen  en 
comenzando  a  tratar  de  este  camino,  aun  a  quien  tan  mal  ha 
andado  por  él  como  yo!  Plega  a  ¡el  Señor  os  lo  sepa,  herma- 
nas, decir  mijor  que  lo  he  hecho.  Amén. 


CAPITULO  XXI 


QUE  DICE  LO  MUCHO  QUE  IMPORTA  COMENZAR  CON  GRAN  DETERMINA- 
CIÓN A  TENER  ORACIÓN,  Y  NO  HACER  CASO  DE  LOS  INCONl'^E- 
NIENTES    QUE    EL    DEMONIO    PONE. 

No  OS  espantéis,  hijas,  de  las  muchas  cosas  que  es  menes- 
ter mirar  para  comenzar  este  viaje  divino,  que  es  camino  real 
para  el  cielo.  Gánase  yendo  por  él  gran  tesoro,  no  es  mucho 
que  cueste  mucho,  a  nuestro  parecer.  Tiempo  verná  que  se  en- 
tienda cuan  nonada  es  todo  para  tan  gran  precio. 

Ahora,  tornando  a  los  que  quieren  ir  por  él  y  no  parar 
hasta  el  fin,  que  es  llegar  a  beber  de  esta  agua  de  vida,  cómo 
han  de  comenzar,  digo  que  importa  mucho,  y  el  todo,  una  gran- 
de y  muy  determinada  determinación  de  no  parar  hasta  lle- 
gar a  ella,  venga  lo  que  viniere,  suceda  lo  que  sucediere,  tra- 
bájese lo  que  se  trabajare,  mormure  quien  mormurare,  siquiera 
llegue  allá,  siquiera  se  muera  en  el  camino  u  no  tenga  co- 
razón para  los  trabajos  que  hay  en  él,  siquiera  se  hunda  el  mun- 
do, como  muchas  veces  acaece  con  decirnos:  «hay  peligros», 
«ulana  (1)  por  aquí  se  perdió»,  «el  otro  se  engañó»,  «el  otro, 
que  rezaba  mucho,  cayó»,  «hacen  daño  a  la  virtud»,  «no  es 
para  mujeres,  que  les  podrán  venir  ilusiones»,  «mijor  será  que 
hilen»,  «no  han  menester  esas  delicadeces»  (2),  «basta  el  Pater- 
nóster y  Avemaria». 


1  Ulana  por  fulana.  Ulana  escribe  también  en  el  autógiaío  ce  El  Escorial 

2  Por  delicadezas. 


100  CAMINO    DE    PERFECCIÓN  > 

Esto  ansí  lo  digo  yo,  hermanas;  y  ¡cómo  si  basta!  Siem- 
pre es  gran  bien  fundar  vuestra  oración  sobre  oraciones  dichas 
de  tal  boca  como  la  de  el  Señor.  En  esto  tienen  razón,  que 
si  no  estuviese  ya  nuestra  flaqueza  tan  flaca,  y  nuestra  devo- 
ción tan  tibia,  no  eran  menester  otros  conciertos  de  ora- 
ciones, ni  eran  menester  otros  libros.  Y  ansí  me  ha  pare- 
cido ahora  (pues,  como  digo,  hablo  con  almas  que  no  pue- 
den recogerse  en  otros  misterios,  que  les  parece  es  menester  ar- 
tificio, y  hay  algunos  ingenios  tan  ingeniosos  que  nada  les  con- 
tenta), iré  fundando'  por  aquí  unos  principios,  y  medios  y  fines 
de  oración,  aunque  en  cosas  subidas  no  me  deterné;  y  no  os 
podrán  quitar  libros,  que  si  sois  estudiosas,  y  tiniendo  humil- 
dad, no  habéis  menester  otra  cosa. 

Siempre  yo  he  sido  aficionada,  y  me  han  recoxido  (1)  más 
las  palabras  de  los  Evangelios  que  libros  muy  concertados;  en 
especial,  si  no  -era  el  autor  muy  aprobado,  no  los  había  gana 
de  leer.  Allegada,  pues,  a  este  Maestro  de  la  Sabiduría,  quizá 
me  enseñará  alguna  consideración  que  os  contente.  No'  digo  que 
diré  declaración  de  estas  oraciones  divinas,  que  no  me  atreve- 
ría, y  hartas  hay  escritas;  y  que  (2)  no  las  hubiera,  sería  disbara- 
te (3) ;  sino  consideración  sobre  las  palabras  del  Paternóster.  Por- 
que algunas  veces  con  muchos  libros  parece  se  nos  pierde  la  devo- 
ción en  lo  que  tanto  nos  va  tenerla,  que  está  claro  que  el  mesmo 
maestro,  cuando  ensena  una  cosa,  toma  amor  con  el  dicípulo  (4) 
y  gusta  de  que  le  contente  lo  que  le  enseña,  y  le  ayuda  mu- 
cho a  que  lo  deprenda,  y  ansí  hará  este  Maestro  celestial  con 
nosotras. 

Por  eso,  ningún  caso  hagáis  de  los  miedos  que  os  pusie- 
re, ni  de  los  peligros  que  os  pintaren.  Donosa  cosa  es  que  quie- 
ra yo  ir  por  un  camino  adonde  hay  tantos  ladrones,  sin  peli- 
gros, y  a  ganar  un  gran  tesoro.  Pues  bueno  anda  el  mundo 
para  que  os  le  dejen  tomar  en  paz;   sino  que  por  un  maravedí 


1  Por  recogido.  Una  de  las  poquísimas  veces  que  la  Santa  emplea  la  x.  En  el  autógrafo 
de  El  Escorial  escribió  recojido. 

2  Y  aun  cuando  no  las  hubiera,  diríase  hoy. 

3  Alguno  cambió  la  v  en  p.  La  Santa  nunca  dice  disparate. 

4  Por  discípulo. 


CAPITULO    XXI  101 

d€  interese  se  pornán  a  no  dormir  muchas  noches,  y  a  desa- 
sosegaros cuerpo  y  alma.  Pues  cuando,  yéndole  a  ganar  u  a  ro- 
bar, como  dice  el  Señor  que  le  ganan  los  esforzados  (1),  y  por 
camino  real,  y  por  camino  siguro  por  lel  que  fué  nuestro  Rey, 
y  por  el  que  fueron  todos  sus  escogidos  y  santos,  os  dicen  hay 
tantos  peligros  y  os  ponen  tantos  temores,  los  que  van,  a  su 
parecer,  a  ganar  este  bien  sin  camino,  ¿qué  son  los  peligros 
que  llevarán? 

¡Oh  hijas  mías!  que  muchos  más,  sin  comparación,  sino  que 
no  los  entienden  hasta  dar  de  ojos  en  el  verdadero  peligro,  cuan- 
do no  hay  quien  les  dé  la  manp,  y  pierden  del  todo  el  agua,  sin 
beber  poca  ni  mucha,  ni  de  charco,  ni  de  arroyo.  Pues  ya  veis, 
sin  gota  de  este  agua,  ¿cómo  se  ¡pasará  camino  adonde  hay  tan- 
tos con  quien  pelear?  Está  claro  que  a  el  raijor  tiempo  mori- 
rán de  sed;  porque,  queramos,  que  no,  hijas  mías,  todos  ca- 
minamos para  esta  fuente,  aunque  de  diferentes  maneras.  Pues 
créeme  vosotras,  y  no  os  engañe  nadie  en  mostraros  otro  ca- 
mino sino   el   de  la  oración. 

Yo  no  hablo  ahora  en  que  sea  mental  u  vocal  para  todos, 
para  vosotras  digo,  que  lo  uno  y  lo  otro  habéis  menester.  Este 
es  el  oficio  de  los  relisiosos.  Quien  os  dijere  que  esto  es  pe- 
ligro, tenedle  a  él  por  el  mesmo  peligro,  y  huid  de  él;  y  no  se 
os  olvide,  que  por  ventura  habéis  menester  este  consejo.  Pe- 
ligro será  no  tener  humildad  y  las  otras  virtudes;  mas  cami- 
no de  oración  camino  de  peligro,  nunca  Dios  tal  quiera.  El  de- 
monio parece  ha  inventado  poner  estos  miedos,  y  ansí  ha  sido 
mañoso  a  hacer  caer  a  algunos  que  tenían  oración,  a  el  parecer. 

Y  mira  qué  ceguedad  de  el  mundo,  que  no  miran  los  mu- 
chos millares  que  han  caído  en  herejías  y  en  grandes  males  sin 
tener  oración,  sino  destraición  (2);  y  entre  la  multitud  de  és- 
tos, si  el  demonio,  por  hacer  raijor  su  negocio,  ha  hecho  caer 
a  algunos  que  tenían  oración,  ha  hecho  poner  tanto  temor  a 
algunos  para  las  cosas  de  virtud.  Estos  que  toman  este  amparo 


1  Matth.,  c.  XI,  V.  12. 

2  Por  distracción. 


102  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

para  librarse,  se  guarden;  porque  huin  (1)  del  bien  para  li- 
brarse del  mal.  Nunca  tan  mala  invención  he  visto;  bien  pa- 
rece del  demonio.  ¡Oh  Señor  mío!  torna  por  Vos;  mira  que 
entienden  al  revés  vuestras  palabras.  No  primitáis  (2)  semejan- 
tes flaquezas  en  vuestros  siervos. 

Hay  un  gran  bien,  que  siempre  veréis  algunos  que  os  ayu- 
den; porque  esto  tiene  el  verdadero  siervo  de  Dios,  a  quien  Su 
Majestad  ha  dado  luz  del  verdadero  camino,  que  en  estos  te- 
mores le  crece  más  el  deseo  de  no  parar.  Entiende  claro  por 
dónde  va  a  dar  lel  golpe  el  demonio,  y  húrtale  el  cuerpo  y  quié- 
brale la  cabeza.  Más  siente  él  esto  que  cuantos  placeres  otros  le 
hacen,  le  contentan.  Cuando  e[n]  un  tiempo  de  alboroto,  en  una 
cizaña  que  ha  puesto,,  que  parece  lleva  a  todos  tras  sí  medio  cie- 
gos, porque  es  debajo  de  buen  celo,  levanta  Dios  uno  que  los 
abra  los  ojos  y  diga  que  miren  los  ha  puesto  niebla  para  no 
ver  el  camino  (¡qué  grandeza  de  Dios,  que  puede  más  a  las 
veces  un  hombre  solo  u  dos,  que  digan  verdad,  que  muchos 
juntos!),  tornan  poco  a  poco  a  descubrir  el  camino,  dales  Dios 
ánimo.  Si  dicen  que  hay  peligro  en  la  oración,  procura  se  en- 
tienda cuan  buena  es  la  oración,  si  ino  por  palabras,  por  obras;  si 
dicen  que  no  es  bien  a  menudo  las  comuniones,  entonces  las  fre- 
cuenta más.  Ansí  que,  como  haya  uno  u  dos  que  sin  temor  sigan 
lo  mijor,  luego  torna  el  Señor  poco  a  poco  a  ganar  lo  perdido. 

Ansí  que,  hermanas,  dejaos  de  estos  miedos;  nunca  hagáis 
caso  en  cosas  semejantes  de  la  opinión  del  vulgo.  Mira  que 
no  son  tiempos  de  creer  a  todos,  sino  a  los  que  vierdes  van  con- 
forme a  la  vida  de  Cristo.  Procura  tener  limpia  conciencia  y 
humildad,  menosprecio  de  todas  las  cosas  del  mundo,  y  creer 
firmemente  lo  que  tiene  la  Madre  Santa  Iglesia,  y  a  buen  si- 
guro  que  vais  buen  camino.  Dejaos,  como  he  dicho,  de  temo- 
res adonde  no  hay  que  temer;  si  alguno  os  los  pusiere,  decla- 
ralde   (3)  con  humildad  d  camino.  Decí  que  Regla  tenéis  que 


1  Forma  anticuada  de  huyen.   Un  corrector  lo  enmendó  en  forma  que  dijese  huyen  ij  al 
margen  puso  huyel  (sic)  de  el  bien. 

2  El  mismo  de  la  corrección  anterior  hizo  decir  aquí  a  la  Santa  permitáis. 

3  Por  declaradle. 


CAPITULO    XXI  103 

OS  manda  orar  sin  cesar,  que  ansí  nos  lo  manda,  y  que  la  ha- 
béis de  guardar.  Si  os  dijeren  que  sea  vocalmente,  apurad  si  ha 
de  estar  el  entendimiento  y  corazón  en  lo  que  decís.  Si  os  di- 
jeren que  sí,  que  no  podrán  decir  otra  cosa,  veis  adonde  con- 
fiesan que  habéis  forzado  de  tener  oración  mental,  y  aún  con- 
templación, si  os  la  diere  Dios  allí. 


CAPITULO   XXII 

EN  QUE  DECLARA  QUE  ES  ORACIÓN  MENTAL. 

Sabed,  hijas,  que  no  está  la  falta  para  ser  u  no  ser  oración 
mental  <¿n  tener  cerrada  la  boca;  si  hablando  estoy  enteramen- 
te entendiendo  y  viendo  que  hablo  con  Dios,  con  más  adverten- 
cia que  en  las  palabras  que  digo,  junto  está  oración  mental  y 
vocal.  Salvo  si  no  os  dicen  que  estéis  hablando  con  Dios  rezan- 
do el  Paternóster  y  pensando  en  el  mundo;  aquí  callo.  Mas  si 
habéis  de  estar,  como  es  razón  se  esté,  hablando  con  tan  gran 
Señor,  que  es  bien  estéis  mirando  con  quién  habláis,  y  quién  sois 
vos,  siquiera  para  hablar  con  crianza.  Porque  ¿cómo  podéis  llamar 
a  el  rey,  alteza,  ni  saber  las  cerimonias  (1)  que  se  hacen  para 
hablar  (2)  un  grande,  si  no  entendéis  bien  qué  estado  tiene  y 
qué  estado  tenéis  vos?  Porque,  conforme  a  esto,  se  ha  de  hacer  el 
acatamiento,  y  conforme  a  el  uso,  porque  aun  en  esto  es  me- 
nester también  que  sepáis;  si  no,  enviaros  han  para  simple  (3)  y 
no  negociaréis  cosa  (4).  Pues  ¿qué  es  esto.  Señor  mío?  ¿Qué  es 


1  Por  ceremonias. 

2  La  a  puesta  en  este  lugar  (hablar  a  un  grande),  no  es  de  la  Santa. 

3  Es  decir  por  mentecato  y  de  corto  discurso,-  frase  mucho  más  hermosa  y  más  propia 
que  las  equivalentes  usadas  hou,  v.  gr.:  Enviar  a  uno  noramala,  a  paseo,  etc.  En  algunas  edi- 
ciones, como  la  reciente  que  ha  publicado  la  Biblioteca  del  apostolado  de  la  Prensa,  muy 
defectuosa  por  cierto  (Madrid,  1916),  se  lee  así  esta  frase:  «Si  no,  enviaros  han  para  siempre 
H  no  negociaréis  cosa». 

4  En  este  mismo  lugar  trae  el  autógrafo  de  El  Escorial  un  graciosísimo  episodio  acerca  de 
estos  tratamientos,  que  suprimió  el  de  Valladolid.  Dice  así:  «i\  mí  me  acaeció  una  vez  (no  tenía 
costumbre  a  hablar  con  señores),  9  iba-  por  cierta  necesidad  a  tratar  con  una  que  había  de  llamar 
señoría,-  jj  es  ansí  que  me  lo  mostraron  deletreado.  Yo,  como  soy  torpe  y  no  lo  había  usado, 
en  llegando  allá,  no  lo  acertaba  bien;  acordé  decirle  lo  que  pasaba  y  echólo  en  risa,  porque 
tuviese  por  bueno  llamarla  merced,  y  ansí  lo  hice».  Probablemente,  hace  referencia  la  Santa  a 
D.a  Luisa  de  la  Cerda,  en  cuyo  palacio  de  Toledo  pasó  la  primera  mitad  del  afto  15Ó2. 


106  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

esto,   mi   Emperador?    ¿Cómo  se  puede  sufrir?    Rey   sois,   Dios 
mío,  sin  fin,  que  no  €s  reino  prestado  lel  que  tenéis. 

Cuando  ^n  el  Credo  se  dic€:  Vuestro  reino  no  tiene  fin, 
casi  siempre  me  es  particular  regalo.  Alabóos  Señor  y  bendí- 
goos  para  siempre;  en  fin,  vuestro  reino  durará  para  siempre. 
Pues  nunca  Vos,  Señor,  primitáis  se  tenga  por  bueno  que,  quien 
fuere  a  hablar  con  Vos,  sea  sólo  con  la  boca.  ¿Qué  es  esto,  cris- 
tianos? ¿Los  que  decís  no  es  menester  oración  mental,  ¿enten- 
déis os?  (1).  Cierto,  que  pienso  que  no  os  entendéis,  y  ansí  que- 
réis desatinemos  todos,  ni  sabéis  cuál  es  oración  mental,  ni 
cómo  se  ha  de  rezar  la  vocal,  ni  qué  es  contemplación;  por- 
que si  lo  supiésedes,  no  condenaríades  por  un  cabo  lo  que  ala- 
báis por  otro. 

Yo  he  de  poner  siempre  junta  oración  mental  con  la  vo- 
cal, cuando  se  me  acordare,  porque  no  os  espanten,  hijas;  que  yo 
sé  en  qué  cain  (2)  estas  cosas,  que  he  pasado  algún  trabajo  en 
este  caso,  y  ansí  no  querría  que  ¡nadie  os  trajese  desasosegadas, 
que  es  cosa  dañosa  ir  con  miedo  este  camino.  Importa  mucho 
entender  que  vais  bien,  porque  en  diciendo  algún  caminante  que 
va  errado,  y  que  ha  perdido  el  camino,  le  hacen  andar  de  un 
cabo  a  otro  (3),  y  todo  lo  que  anda  buscan[do]  (4)  por  dónde  ha 
de  ir,  se  cansa  y  gasta  el  tiempo  y  llega  más  tarde.  ¿Quién  pue- 
de decir  es  mal,  si  comenzamos  a  rezar  las  Horas  u  el  rosa- 
rio, que  comience  a  pensar  con  quién  va  a  hablar,  y  quién  es  el 
que  habla,  para  ver  cómo  le  ha  de  tratar?  Pues  yo  os  digo, 
hermanas,  que  si  lo  mucho  que  hay  que  hacer  en  entender  es- 
tos dos  puntos,  se  hiciese  bien,  que  primero  que  comencéis  la 
oración  vocal  que  vais  a  rezar,  ocupéis  harto  tiempo  en  la  men- 
tal. Sí,  que  no  hemos  de  llegar  \a  hablar  a  un  príncipe  con  el 
descuido  que  a  un  labrador,  u  como  con  una  pobre  como  nos- 
otras,  que   comoquiera  que   nos   hablaren   va  bien. 

Razón  es  que,  ya  que  por  la  humildad  de  este  Rey,  si  co- 


1  Por  ios  entendéisP 

2  Caen,  en  la  acepción  de  parar.  Como  si  dijera:  que  yo  sé  en  qué  paran  estas  cosas. 

3  Es  decir,  de  un  lado  a  otro. 

4  Alguien  convirtió  el  vocablo  en  gerundio,  añadiéndole  un  do,  buscando.  Buscando,  dice 
también  el  autógrafo  de  El  Escorial. 


CAPITULO     XXII  107 

mo  grosera  no  sé  hablar  cx>n  él,  no  por  eso  me  deja  de  oir, 
ni  rae  deja  de  llegar  a  sí,  ni  me  echan  fuera  sus  guardas;  por- 
que saben  bien  los  ángeles  que  están  íallí,  la  condición  de  su 
Reg,  que  gusta  más  de  esta  grosería  de  un  pastorcito  liumilde, 
que  ve  que  si  más  supiera  más  dijera,  que  de  los  mug  sabios 
g  letrados,  por  elegantes  razonamientos  que  hagan,  si  no  van 
con  humildad.  Ansí  que,  no  porque  El  sea  bueno,  hemos  de 
ser  nosotros  descomedidos.  Siquiera  para  agradecerle  el  mal  olor 
que  sufre  en  consentir  cabe  sí  una  como  go,  es  bien  que  procu- 
remos conocer  su  limpieza  y  quién  es.  Es  verdad  que  se  en- 
tiende luego  en  llegando,  como  con  los  señores  de  acá,  que 
con  que  nos  digan  quién  fué  su  padre,  g  los  cuentos  que  tiene 
de  renta  y  el  ditado  (1),  no  hay  más  que  saber;  porque  acá 
no  se  hace  cuenta  de  las  personas  para  hacerlas  honra,  por  mu- 
cho que  merezcan,  sino  de  las  haciendas. 

¡Oh  miserable  mundo!  Alaba  mucho  a  Dios,  hijas,  que  ha- 
béis dejado  cosa  tan  ruin  adonde  no  hacen  caso  de  lo  que  ellos 
en  sí  tienen,  sino  de  lo  que  tienen  sus  renteros  y  vasallos;  y 
si  ellos  faltan,  luego  falta  de  hacerle  honra.  Cosa  donosa  es  ésta 
para  que  os  holguéis  cuando  hayáis  todas  de  tomar  alguna  re- 
creación, que  éste  es  buen  pasatiempo,  entender  cuan  ciegamente 
pasan  su  tiempo  los  del  mundo. 

¡Oh  Emperador  nuestro!  sumo  Poder,  suma  Bondad,  la  mes- 
ma  Sabiduría,  sin  principio,  sin  fin,  sin  haber  término  en  vues- 
tras obras:  son  infinitas  sin  poderse  comprender,  un  piélago 
sin  suelo  de  maravillas,  una  Hermosura  que  tiene  en  sí  todas 
las  hermosuras,  la  mesma  Fortaleza.  ¡Oh,  válame  Dios!  quién 
tuviera  aquí  junta  toda  la  elocuencia  de  los  mortales  y  sabiduría 
para  saber  bien,  como  acá  se  puede  saber,  que  todo  es  no  saber 
nada,  para  este  caso  dar  a  entender  alguna  de  las  muchas  co- 
sas que  podemos  considerar  para  conocer  algo  de  quién  es  este 
Señor  y  Bien  nuestro. 

Sí,  llegaos  a  pensar  y  entender  en  llegando,  con  quién  vais 
a  hablar,  u  con  quién  estáis  hablando.  En  mil  vidas  de  las  nues- 


1      Titulo  de  dignidad  o  señorío,  como  conde,  duque,  etc. 


108  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

tras  no  acabaremos  de  entender  cómo  merece  ser  tratado  este 
Señor,  que  los  ángeles  tiemblan  delante  de  él.  Todo  lo  manda, 
todo  lo  puede;  su  querer  es  obrar.  Pues  razón  será,  hijas,  que 
procuremos  deleitarnos  en  estas  grandezas  que  tiene  nuestro  Es- 
poso, y  que  entendamos  con  quién  estamos  casadas,  qué  vida 
hemos  de  tener.  ¡Oh,  válame  Dios!  pues  acá,  cuando  uno  se 
casa,  primero  sabe  con  quién,  quién  es  y  qué  tiene;  nosotras,  ya 
desposadas,  antes  de  las  bodas,  que  nos  ha  de  llevar  a  su  casa 
[¿no  pensaremos  en  nuestro  Esposo?]  (1).  Pues  acá  no  quitan 
estos  pensamientos  a  las  que  están  desposadas  con  los  hombres, 
¿por  qué  nos  han  de  quitar  que  procuremos  entender  quién  es 
este  hombre,  y  quién  es  su  padre,  y  qué  tierra  es  ésta  adonde 
me  ha  de  llevar,  y  qué  bienes  son  los  que  promete  darme,  qué 
condición  tiene,  cómo  podré  contentarle  raijor,  en  qué  le  haré 
placer,  y  estudiar  cómo  haré  mi  condición  que  conforme  con 
la  suya?  Pues  si  una  mujer  ha  de  ser  bien  casada,  no  le  avisan 
otra  cosa,  sino  que  procure  esto,  aunque  sea  hombre  muy  bajo 
su  marido. 

Pues,  Esposo  míoi,  ¿en  todo  han  de  hacer  menos  caso  de 
Vos  que  de  los  hombres?  Si  a  ellos  no  les  parece  bien  esto, 
dejen  os  vuestras  esposas  que  han  de  hacer  vida  con  Vos.  Es 
verdad  que  es  buena  vida,  si  un  lesposo  fes  tan  celoso  que  quiere 
no  trate  con  nadie  su  esposa,  linda  cosa  es  que  no  piense  en 
cómo  le  hará  este  placer,  y  la  razón  que  tiene  de  sufrirle  y  de 
no  querer  que  trate  con  otro,  pues  en  ¡él  tiene  todo  lo  que  pue- 
de querer.  Esta  es  oración  mental,  hijas  mías,  entender  estas 
verdades.  Si  queréis  ir  entendiendo  esto,  y  rezando^  vocalmente, 
muy  enhorabuena.  No  me  estéis  hablando  con  Dios  y  pensando  en 
otras  cosas,  que  esto  hace  no  entender  qué  cosa  es  oración  men- 
tal. Creo  va  dado  a  entender:  plega  el  Señor  lo  sepamos  obrar. 
Amén. 


1  Fr.  Luis  de  León,  en  su  edición  de  Salamanca,  corrigió  este  pasaje  en  la  siguiente  for- 
ma: «Pues  acá,  cuando  uno  se  casa,  primero  sabe  con  quién,  quién  es  y  Qué  tiene;  nosotias,  ija 
desposadas,  antes  de  las  bodas,  cjue  nos  ha  de  llevar  a  su  casa,  -¿no  pensaremos  en  nuestro 
Esposo?-»  El  sentido  se  completa  mejor,  aunque  ninguno  de  los  autógrafos  de  la  Santa  trae  la 
última  frase. 


CAPITULO   XXIII 

TRñTA  DE  LO  QUE  IMPORTA  NO  TORNAR  ATRÁS  QUIEN  HA  COMENZADO 
CAMINO  DE  ORACIÓN,  Y  TORNA  A  HABLAR  DE  LO  MUCHO  QUE 
VA  EN  QUE  SEA  CON  DETERMINACIÓN. 

Pues  digo  que  va  muy  mucho  en  comenzar  con  gran  de- 
terminación, por  tantas  causas,  que  sería  alargarme  mucho  si 
las  dijese.  Solas  dos  u  tres  os  quiero,  hermanas,  decir.  La  una 
€s,  qu€  no  es  razón  que  a  quien  tanto  nos  ha  dado,  y  con- 
tino da,  que  una  cosa  que  nos  queremos  determinar  a  darle, 
que  €s  este  cuidadito  (no,  cierto,  sin  interese,  sino  con  tan  gran- 
des ganancias),  no  se  lo  dar  con  toda  determinación,  sino  como 
quien  presta  una  co[sa]  (1)  para  tornarla  a  tomar.  Esto  no  me 
parece  a  mí  dar,  antes  siempre  queda  con  algún  desgusto  (2)  a 
quien  han  emprestado  una  cosa  cuando  se  la  tornan  a  tomar,  en 
especial  si  la  ha  menester  y  la  tenía  ya  como  por  suya.  U  que 
si  son  amigos,  y  a  quien  la  prestó  debe  muchas  dadas  sin  nin- 
gún interese,  con  razón  le  parecerá  poquedad  y  muy  poco  amor, 
que  aun  una  cosita  suya  no  quiere  dejar  en  su  poder,  siquiera 
por  señal  de  amor. 

¿Qué  esposa  hay  que,  recibiendo  muchas  joyas  de  valor 
de  su  esposo,  no  le  dé  siquiera  una  sortija,  no  por  lo  que  vale, 
que  ya  todo  es  suyo,  sino  por  prenda  que  será  suya  hasta  que 
muera?  Pues  ¿qué  menos  merece  este  Señor  para  que  burle- 
mos de  él,  dando  y  tomando  una  nonada  que  le  damos?  Sino  que 


1  La  segunda  silaba  de  esta  palabra  es  de  un  corrector. 

2  Por  disgusto. 


lio  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

este  poquito  de  tiempo  que  nos  determinamos  de  darle  de  cuan- 
to gastamos  en  nosotros  mesmos  y  en  quien  no  nos  io  agra- 
decerá, ya  que  aquel  rato  le  queremos  dar,  démosle  libre  el 
pensamiento  jj  desocupado  de  otras  cosas,  y  con  toda  determi- 
nación de  nunca  jamás  se  le  tornar  a  tomar  por  trabajos  que 
por  ello  nos  vengan,  ni  por  contradiciones  ni  por  sequedades; 
sino  que  ya,  como  cosa  no  mía,  tenga  aquel  tiempo,  y  piense 
me  le  pueden  pedir  por  justicia  cuando  de  el  todo  no  se  le 
quisiere  dar. 

Llamo  del  todo,  porque  no  se  entiende  que  dejarlo  algún  día, 
u  algunos,  por  ocupaciones  justas,  u  por  cualquier  indispusi- 
ción  (1)  es  tomársele  ya:  la  intención  esté  firme,  que  no  es  nada 
delicado  mi  Dios;  no  mira  en  menudencias;  ansí  terna  que  os 
agradecer;  €s  dar  algo.  Lo  demás  bueno  íes  a  quien  no  es  fran- 
co, sino  tan  apretado,  que  no  tiene  corazón  para  dar,  harto  es 
que  preste.  En  fin,  haga  algo,  que  todo  lo  toma  en  cuenta  este 
Señor  nuestro;  a  todo  hace  como  lo  queremos.  Para  tomar- 
nos cuenta,  no  es  nada  menudo,  sino  generoso;  por  grande  que 
sea  el  alcance,  tiene  El  en  poco  perdonarle.  Para  pagarnos  es 
tan  mirado,  que  no  hayáis  miedo  que  un  alzar  de  ojos,  con  acor- 
darnos de  El,  deje  sin  premio. 

Otra  causa  es  (2),  porque  el  demonio  no  tiene  tanta  mano 
para  tentar:  ha  gran  miedo  a  ánimas  determinadas,  que  tiene 
ya  expiriencia  le  hacen  gran  daño,  y  cuanto  él  ordena  para  da- 
ñarlas, viene  en  provecho  suyo  y  de  los  otros,  y  que  sale  él  con 
pérdida.  Y  ya  que  no  hemos  nosotros  de  estar  descuidados,  ni 
confiar  en  esto,  porque  lo  habemos  con  gente  traidora,  y  a  los 
apercebidos  no  osan  tanto  acometer,  porque  es  muy  cobarde;  mas 
si  viese  descuido,  haría  gran  daño.  Y  si  conoce  a  uno  por  mu- 
dable, y  que  no  está  firme  en  el  bien  y  con  gran  determinación 
de  perseverar,  no  le  dejará  a  sol  ni  a  sombra;  miedos  le  porná, 
y  inconvenientes,  que  nunca  acabe.  Yo  lo  sé  esto  muy  bien  por 
expiriencia,  y  ansíalo  he  sabido  decir,  y  digo  que  no  sabe  nadie 
lo  mucho  que  importa. 


1  Por  indisposición.  En  la  pág.  30.  línea  4,  dijo  dispusición  por  disposición. 

2  PiX  margen  puso  un  corrector:  Otra  causa. 


CAPITULO      XXIII  1  1 1 

La  otra  cosa  «s,  y  que  hace  mucho  al  caso,  que  pelea  con 
más  ánimo.  Ya  sabe  que,  venga  lo  que  viniere,  no  ha  de  tor- 
nar atrás.  Es  como  uno  que  está  len  una  batalla,  que  sabe,  si  le 
vencen,  no  le  perdonarán  la  vida,  ü  flue  ya  que  no  mu[ere]  (1)  en 
la  batalla,  ha  de  morir  después;  pelea  con  más  determinación, 
y  quiere  vender  bien  su  vida,  como  dicen,  y  no  teme  tanto  los 
golpes,  porque  lleva  adelante  lo  que  le  importa  la  Vitoria,  y  que 
le  va  la  vida  en  vencer.  Es  también  necesario  comenzar  con 
siguridad  de  que,  si  no  nos  dejamos  vencer,  saldremos  con  la 
empresa;  esto  sin  ninguna  duda,  que  por  poca  ganancia  que 
saquen,  saldrán  muy  ricos.  No  hayáis  miedo  os  deje  morir  de 
sed-  £1  Señor  que  nos  llama  a  que  bebamos  de  esta  fuente. 
Esto  queda  ya  dicho,  y  querríalo  decir  muchas  veces,  porque 
acobarda  mucho  a  personas  que  aun  no  conocen  del  todo  la  bon- 
dad de  el  Señor  por  €xpiriencia,  aunque  le  conocen  por  fe; 
mas  es  gran  cosa  haber  expirimentado  con  el  amistad  y  regalo 
que  trata  a  los  que  van  por  este  camino,  y  cómo  casi  les  hace 
toda  la  costa. 

Lx>s  que  esto  no  han  probado,  no  'me  maravillo  quieran 
siguridad  de  algún  interese;  pues  ya  sabéis  que  es  ciento  por 
uno,  aun  en  esta  vida,  y  que  dice  el  Señor:  Pedid  y  daros 
han  (2).  Si  no  creéis  a  Su  Majestad  en  las  partes  de  su  Evange- 
lio que  asigura  esto,  poco  aprovecha,  hermanas,  que  rae  quiebre 
yo  la  cabeza  a  decirlo.  Todavía  digo,  que  a  quien  tuviere  al- 
guna duda,  que  poco  se  pierde  en  probarlo;  que  eso  tiene  bue- 
no este  viaje,  que  se  da  más  de  lo  que  se  pide  ni  acertaremos 
a  desear.  Esto  es  sin  falta  (3),  yo  lo  sé;  ya  las  de  vosotras  que 
lo  sabéis  por  expiriencia,  por  la  bondad  de  Dios,  puedo  pre- 
sentar por  testigos. 


1  Por  deterioro  del  autógrafo,  pegaron  un  pedacito  de  papel  con  las  tres  letras  últimas  de 
esta  palabra.  En  este  pasaje,  el  manuscrito  de  El  Escorial  dice  muera;  pero  la  copia  de  Toledo 
está  conforme  al  de  Valladolid. 

2  Luc,  c.  XI,  V.  9. 

3  5/7Z  fata,  dice  el  autógrafo  por  error  mecánico. 


CAPITULO  XXIV 


TRATA    COMO    SE    HA    DE    REZAR    ORACIÓN   VOCAL    CON    PERFECION    Y    CUAN 
JUNTA     ANDA    CON    ELLA    LA    MENTAL. 

Ahora,  pues,  tornemos  a  hablar  con  las  almas  que  he  dicho 
que  no  se  pueden  recoger  ni  atar  los  entendimientos  en  oración 
mental,  ni  tener  consideración.  No  nombremos  aquí  estas  dos 
cosas,  pues  no  sois  para  ellas,  que  hay  muchas  personas  en 
hecho  de  verdad  que  sólo  el  nombre  de  oración  mental,  u  con- 
templación, parece  las  atemoriza. 

Y  porque  si  alguna  viene  a  esta  casa,  que  también,  como 
he  dicho,  no  van  todos  por  un  camino,  pues  io  que  quiero  aho- 
ra aconsejaros,  y  aun  puedo  decir  enseñaros  (porque,  como  ma- 
dre, con  el  oficio  de  priora  que  tengo  {í),  es  lícito),  cómo  ha- 
béis de  rezar  vocalmente,  porque  es  razón  entendáis  lo  que  de- 
cís. Y  porque  quien  no  puede  pensar  en  Dios,  puede  ser  que  ora- 
ciones largas  también  le  cansen,  tampoco  me  quiero  entreme- 
ter en  ellas,  sino  en  las  que  forzado  habemos  de  rezar,  pues 
somos  cristianos,  que  es  el  Paternóster  y  Avemaria;  porque  no 
puedan  decir  por  nosotras  que  hablamos  y  no  nos  entendemos,  sal- 
vo si  no  nos  parece  basta  irnos  por  la  costumbre,  con  sólo  pro- 
nunciar las  palabras,  que  esto  basta.  Si  basta  u  no,  en  eso  no 
me  entremeto,  los  letrados  lo  dirán.  Lo  que  yo  querría  hicié- 
semos nosotras,  hijas,  es  que  no  nos  contentemos  con  sólo  eso; 


1       Cuando  escribió  por  primera  vez  este    libro,  ejercía    el  cargo    de    priora  de  San  José  de 
/\vila,  como  ija  se  ha  indicado  en  otros  lugares. 

11 1  8* 


114  CñMINO    DE      PERFECCIÓN 

porque  cuando  digo  Credo,  razón  me  parece  será  que  entienda 
y  sepa  lo  que  creo;  y  cuando  Padre  nuestro,  amor  será  en- 
tender quién  €s  este  Padre  nuestro,  y  quien  es  lel  maestro  que 
nos  ensenó  esta  oración. 

Si  queréis  decir  que  ya  os  lo  sabéis  y  que  no  hay  para  qué 
s€  os  acuerde,  no  tenéis  razón:  que  mucho  va  de  maestro  a  maes- 
tro, pues  aun  de  los  que  acá  inos  enseñan  es  gran  desgracia 
no  nos  acordar;  en  especial,  si  son  santos  y  son  maestros  del 
alma,  es  imposible,  si  somos  buenos  dicípulos.  Pues  de  tal  maes- 
tro como  quien  nos  enseñó  esta  oración,  y  con  tanto  amor  y 
deseo  que  nos  aprovechase,  nunca  Dios  quiera  que  no  nos  acor- 
demos de  El  muchas  veces  cuando  decimos  la  oración,  aunque 
por  ser  flacos  no  sean  todas. 

Pues,  cuanto  a  lo  primero,  ya  sabéis  que  enseña  Su  Majes- 
tad que  sea  a  solas,  que  ansí  lo  hacía  El  siempre  que  oraba  (1), 
y  |no  por  su  necesidad,  sino  por  nuestro  enseñamiento.  Ya  esto 
dicho  se  está,  que  no  se  sufre  hablar  con  Dios  y  con  el  mundo, 
que  ;no  es  otra  cosa  estar  rezando  y  escuchando  por  otra  parte 
lo  que  están  hablando,  u  pensar  en  lo  que  se  les  ofrece,  sin  más 
irse  a  la  mano;  salvo  si  no  es  algunos  tiempos  que,  u  de  malos 
humores,  en  especial  si  es  persona  que  tiene  melancolía,  u  fla- 
queza de  cabeza,  que  aunque  más  lo  procura  no  puede,  u  que 
primite  Dios  días  de  grandes  tempestades  en  sus  siervos  para 
más  bien  suyo.  Y  aunque  se  afligen  y  procuran  quietarse,  no 
pueden  ni  están  en  lo  que  dicen,  aunque  más  hagan,  ni  asien- 
ta en  nada  el  entendimiento,  sino  que  parece  tiene  frenesí,  sigún 
anda  desbaratado. 

En  la  pena  que  da  a  quien  lo  tiene,  verá  que  no  es  a  culpa 
suya,  y  no  se  fatigue,  que  es  peor,  ni  se  canse  en  poner  seso 
a  quien  por  entonces  no  le  tiene,  que  es  su  entendimiento,  sino 
rece  como  pudiere;  y  aun  no  rece,  sino,  como  enferma,  procure 
dar  alivio  a  su  alma:  entienda  en  otra  obra  de  virtud.  Esto  es 
ya  para  personas  que  train  cuidado  die  sí,  y  tienen  entendido  no 


1  En  el  códice  de  Toledo,  que  copia  fielmente  esta  frase,  hay  una  corrección  de  la  Santa 
que  la  modifica  en  esta  forma,  más  exacta  sin  duda:  que  ansí  lo  hacia  Su  Majestad  muchas 
veces. 


capiTULO  XXIV  115 

han  de  hablar  a  Dios  y  al  mundo  junto.  Lo  que  podemos  hacer 
nosotros  es  procurar  lestar  a  solas,  y  plega  a  Dios  que  baste, 
como  digo,  para  que  entendamos  con  quién  estamos  g  lo  que 
nos  responde  el  Señor  a  nuestras  peticiones.  ¿Pensáis  que  se  está 
callando  aunque  no  le  oímos?  Bien  habla  a  -el  corazón  cuando 
le  pedimos  de  corazón.  Y  bien  es  consideremos  somos  cada  una 
de  nosotras  a  quien  ensenó  esta  oración,  y  que  nos  la  está  mos- 
trando, pues  nunca  el  maestro  está  tan  lejos  del  dicípulo,  que  sea 
menester  dar  voces,  sino  muy  junto.  Esto  quiero  ijo  entendáis 
vosotras  os  conviene  para  rezar  bien  el  Paternóster;  no  se  apar- 
tar de  cabe  el  maestro  que  os  lo  mostró. 

Diréis  que  ga  esto  es  consideración,  que  no  podéis,  ni  aun 
queréis,  sino  rezar  vocalmente;  porque  también  hag  personas 
mal  sufridas  g  amigas  de  no  se  dar  pena,  que  como  no  lo  tienen 
de  costumbre,  esla  recoger  el  pensamiento  al  principio;  g  por 
no  cansarse  un  poco,  dicen  que  no  pueden  más,  ni  lo  saben, 
sino  rezar  vocalmente.  Tenéis  razón  en  decir  que  ga  es  oración 
mental;  mas  go  os  digo  cierto,  que  no  sé  cómo  lo  aparte,  si  ha 
de  ser  |)ien  rezado  lo  vocal,  g  entendiendo  con  quién  habla- 
mos; g  aun  es  obligación  que  procuremos  rezar  con  adverten- 
cia, g  aun  plega  a  Dios  que  con  estos  remedios  vaga  bien  re- 
zado el  Paternóster  g  no  acabemos  €n  otra  cosa  impertinente.  Yo 
lo  he  probado  algunas  veces,  g  lel  mijor  remedio  que  hallo,  es  pro- 
curar tener  el  pensamiento  en  quien  enderezó  las  palabras.  Por 
eso  tené  paciencia  g  procura  hacer  costumbre  de  cosa  tan  ¡ne- 
cesaria. 


k 


CAPITULO  XXV 

EN  QUE  DICE  LO  MUCHO  QUE  GANA  UN  ALMA  QUE  REZA  CON  PER- 
FECION  VOCALMENTE^  Y  COMO  ACAECE  LEVANTARLA  DIOS  DE  ALLÍ 
A    COSAS    SOBRENATURALES. 

Y  porque  no  penséis  se  saca  poca  ganancia  de  rezar  vocal- 
mente con  perfeción,  os  digo  que  es  muy  posible  que  estando 
rezando  el  Paternóster  os  ponga  el  Señor  en  contemplación  per- 
feta,  u  rezando  otra  oración  vocal.  Que  por  estas  vías  muestra 
Su  Majestad  que  oye  al  que  le  habla,  y  le  habla  su  grandeza, 
suspendiéndole  el  entendimiento,  y  atajándole  el  pensamiento  (1), 
y  tomándole,  como  dicen,  la  palabra  de  la  boca,  que  aunque 
quiere  no  puede  hablar,  si  no  €s  con  mucha  pena. 

Entiende  que,  sin  ruido  de  palabras,  le  está  enseñando  este 
Maestro  divino,  suspendiendo  las  potencias,  porque  entonces  an- 
tes dañarían  que  aprovecharían  si  obrasen.  Gozan  sin  enten- 
der cómo  gozan;  está  el  alma  abrasándose  en  amor,  y  no  en- 
tiende cómo  ama;  conoce  que  goza  de  lo  que  ama,  y  no  sabe 
cómo  lo  goza.  Bien  entiende  que  no  €s  gozo  que  alcanza  el  en- 
tendimiento a  desearle;  abrázale  la  voluntad  sin  entender  cómo; 
mas  en  pudiendo  entender  algo,  ve  que  no  es  este  bien  que  se 
puede  merecer  con  todos  los  trabajos  que  se  pasasen  juntos,  por 
ganarle  en  la  tierra.  Es  don  de  el  Señor  de  ella  y  del  cielo,  que, 
en  fin,  da  como  quien  es:   ésta,  hijas,  es  contemplación  perfeta. 


1      Véase  la  nota  primera  de  la  página  119,  donde  explicamos  qué  se  entiende  en  mística 
por  la  palabra  pensamiento. 


118  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

Ahora  entenderéis  la  diferencia  que  hay  de  día  a  la  oración 
mental,  que  €s  lo  que  queda  dicho:  pensar  y  entender  qué  ha- 
blamos, y  con  quién  hablamos,  y  quién  somos  los  que  osamos 
hablar  con  tan  gran  Señor.  Pensar  esto  y  otras  cosas  semejan- 
tes de  lo  poco  que  le  hemos  servido,  y  lo  mucho  que  estamos 
obligados  a  servir,  íes  oración  mental;  no  penséis  es  otra  alga- 
rabía, ni  os  espante  el  nombre.  Rezar  el  Paternóster  y  Avema- 
ria, u  lo  que  quisierdes,  es  oración  vocal.  Pues  rairá  qué  mala 
música  hará  sin  lo  primero;  aun  las  palabras  no  irán  con  con- 
cierto todas  veces.  En  estas  dos  cosas  podemos  algo  nosotros, 
con  el  favor  de  Dios.  En  la  contemplación  que  ahora  dije,  nin- 
guna cosa  (1);  Su  Majestad  es  el  que  todo  lo  hace,  que  es  obra 
suya,  sobre  nuestro  natural. 

Como  está  dado  a  entender  esto  de  contemplación  muy  lar- 
gamente (lo  mijor  que  yo  lo  supe  declarar  en  la  Relación  que 
tengo  dicho  escribí  (2),  para  que  viesen  mis  confesores  de  mi 
vida,  que  me  lo  mandaron),  no  lo  digo  aquí,  ni  hago  más  de  to- 
car en  ello.  Las  que  hubierdes  sido  tan  dichosas  que  el  Señor 
os  llegue  a  estado  de  contemplación,  si  le  pudiésedes  haber,  pun- 
tos tiene  y  avisos  que  el  Señor  quiso  acertase  a  decir,  que  os 
consolarían  mucho  y  aprovecharían,  a  mi  parecer  y  al  de  al- 
gunos que  le  han  visto,  que  le  tienen  para  hacer  caso  de  él;  que 
vergüenza  es  deciros  yo  que  hagáis  caso  del  mío,  y  el  Señor 
sabe  la  confusión  con  que  escribo  mucho  de  lo  que  escribo,  i  Ben- 
dito sea,  que  ansí  me  sufre!  Las  que,  como  digo,  tuvieren  ora- 
ción sobrenatural,  procúrenle  después  de  yo  muerta;  las  que 
no,  no  hay  para  qué,  sino  esforzarse  a  hacer  lo  que  en  éste  va 
dicho,  y  deje  a  el  Señor  que  les  quien  lo  ha  de  dar,  y  no 
os  lo  negará,  si  no  os  quedáis  en  lel  camino,  sino  que  os  esfor- 
záis (3)  hasta  llegar  a  la  fin. 


1  R\  margen  escribe  el    P.  Báñez:    3/  no  es  disponemos  con  la  oración.   Esta   nota   no 
copia  ninguno  de  los  trasuntos  autorizados  por  la  Santa. 

2  Véanse  el  Libro  de  la  Vida  y  las  seis  primeras  Relaciones  del  tomo  II. 

3  Ahora  se  diría  esforcéis. 


CAPITULO  XXVI 


EN  QUE  Vñ  DECLARANDO  EL  MODO  PARA  RECOGER  EL  PENSAMIENTO- 
PONE  MEDIOS  PARA  ELLO.  ES  CAPITULO  MUY  PROVECHOSO  PARA 
LOS    QUE    COMIENZAN    ORACIÓN     (1). 

Ahora,  pues,  tornemos  a  nuestra  oración  vocal,  para  que  se 
rece  de  manera  que,  sin  entendernos,  nos  lo.  dé  Dios  todo  junto, 
y  para,  como  he  dicho,  rezar  como  íes  razón.  La  examinación 
de  la  conciencia,  y  decir  la  confesión,  y  santiguaros,  ya  s€  sabe 
ha  de  ser  lo  primero.  Procura  luego,  hija,  pues  estáis  sola,  tener 
compañía.  Pues  ¿qué  mijor  que  la  del  mesmo  Maestro  que  en- 
señó la  oración  que  vais  a  rezar?  Representa  a  el  mesmo  Se- 
ñor junto  con  vos,  y  mira  con  qué  amor  y  humildad  os  está 
enseñando;  y  créeme,  mientra  pudierdes,  no  estéis  sin  tan  buen 
amigo.  Si  os  acostumbráis  a  traerle  cabe  vos,  y  El  ve  que  lo 
hacéis  con  amor,  y  que  andáis  procurando  contentarle,  no  le 
podréis,  como  dicen,  echar  de  vos,  no  os  faltará  para  siempre, 
ayudaros  ha  en  todos  vuestros  trabajos,  tenerle  his  (2)  en  to- 
das partes:  ¿pensáis  que  es  poco  un  tal  amigo  al  lado? 


1  Habla  la  Santa  en  el  presente  capítulo  del  modo  de  recoger  el  pensamiento,  dando  re- 
medios muy  discretos  para  lograrlo.  K  fin  de  entender  mejor  su  doctrina,  no  estará  demás  de- 
cir algo  de  lo  que  en  mística  teología  se  entiende  por  pensamiento.  Con  Hugo  de  San  Víctor 
lo  define  así  el  P.  Francisco  de  Santo  Tomás,  C.  D.:  «Pensamiento  es  un  conocimiento  desca- 
minado, que  sin  eficacia,  ni  fin  determinado  de  su  obrar,  por  varias  partes  anda  vagueando» 
(Médula  Mística,  cap.  IX).  El  pensamiento,  en  el  sentido  místico  que  aquí  se  toma,  unas  veces 
procede  de  la  inteligencia,  por  medio  de  especies  o  representaciones  incorpóreas  o  espirituales; 
otras  es  un  acto  de  la  imaginación,  que  produce  especies  representativas  de  cosas  sensibles  y 
corpóreas.  En  una  y  otra  forma  da  bastante  que  hacer  al  alma.  (Véansela  obra  y  lugar  citados). 

2  Por  le  tendíéis. 


120  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

¡Oh  hermanas,  las  que  no  podéis  tener  mucho  discurso 
de  el  entendimiento,  ni  podéis  tener  el  pensamiento  sin  diver- 
tiros! acostumbraos,  acostumbraos.  Mira  que  sé  yo  que  podéis 
hacer  esto,  porque  pasé  muchos  años  por  este  trabajo  de  no 
poder  sosegar  el  pensamiento  en  una  cosa,  y  eslo  muy  gran- 
de; mas  sé  que  no  nos  deja  el  Señor  tan  desiertos,  que  si  llega- 
mos con  humildad  a  pedírselo,  no  nos  acompañe,  y  si  en  un  año 
no  pudiéremos  salir  con  ello,  sea  en  más.  No  nos  duela  el  tiem- 
po en  cosa  que  tan  bien  se  igasta,  ¿quién  va  tras  nosotros?  Digo 
que  €sto,  que  puede  acostumbrarse  a  ello,  y  trabajar  andar  cabe 
este  verdadero  Maestro. 

No  os  pido  ahora  que  penséis  en  El,  ni  que  saquéis  muchos 
ooncetos,  ni  que  hagáis  grandes  y  delicadas  consideraciones  con 
vuestro  entendimiento;  no  os  pido  más  de  que  le  miréis.  Pues 
¿quién  os  quita  volver  los  ojos  del  alma,  aunque  sea  de  presto, 
si  no  podéis  más,  a  este  Señor?  Pues  podéis  mirar  cosas  muy 
feas,  ¿y  no  podréis  mirar  la  cosa  más  hermosa  que  se  puede 
imaginar?  Pues  nunca,  hijas,  quita  vuestro  Esposo  los  ojos  de 
vosotras,  haos  sufrido  mil  cosas  feas  y  abominaciones  contra 
El,  y  no  ha  bastado  para  que  ios  deje  de  mirar,  ¿y  es  mucho 
que,  quitados  los  ojos  de  estas  cosas  exteriores,  le  miréis  al- 
gunas veces  a  El?  Mira  que  no  ¡está  aguardando  otra  cosa,  como 
dice  a  la  esposa,  sino  que  le  miremos  (1);  como  le  quisierdes, 
le  hallaréis.  Tiene  en  tanto  que  le  volvamos  a  mirar,  que  no 
quedará  por  diligencia  suya. 

Ansí,  como  dicen,  ha  de  hacer  la  mujer,  para  ser  bien  ca- 
sada, con  su  marido,  que  si  está  triste,  se  ha  de  mostrar  ella  tris- 
te, y  si  está  alegre,  aunque  nunca  lo  esté,  alegre.  Mira  de  que 
sujeción  os  habéis  librado,  hermanas.  Esto  con  verdad,  sin  fin- 
gimiento, hace  el  Señor  con  nosotros,  que  El  se  hace  el  sujeto  (2), 
y  quiere  seáis  vos  la  señora,  y  andar  El  a  vuestra  voluntad.  Si 
estáis  alegre,  miralde  (3)  resucitado,  que  sólo  imaginar  cómo  sa- 
lió del  sepulcro  os  alegrará.  Mas   ¡con  qué  claridad,  y  con  qué 


1  Cant.,  c.  II,  V.  U. 

2  El  sieivo,  el  esclavó. 

3  Por  miradle. 


CAPITULO    XXVI  121 

hermosura!  ¡con  qué  majestad!  ¡qué  vitorioso!  ¡qué  alegre!  Como 
quien  tan  bien  salió  de  la  batalla  adonde  ha  ganado  un  tan 
gran  reino,  que  todo  le  quiere  para  vos,  y  a  sí  con  él.  Pues 
¿es  mucho  que  a  quien  tanto  os  da,  volváis  una  vez  los  ojos  a 
mirarle? 

Si  estáis  oon  trabajos,  u  triste,  miralde  camino  del  Huer- 
to (1):  qué  af lición  tan  grande  llevaba  en  su  alma,  pues  con  ser 
el  mesmo  sufrimiento,  la  dice  y  se  queja  de  ella.  U  miralde 
atado  a  la  Coluna  lleno  de  dolores,  todas  sus  carnes  hechas  peda- 
zos por  lo  mucho  que  os  ama:  tanto  padecer,  perseguido  de 
unos,  escupido  de  otros,  negado  de  sus  amigos,  desamparado 
de  ellos,  sin  nadie  que  vuelva  por  El,  helado  de  frío,  puesto  en 
tanta  soledad,  que  el  uno  con  el  otro  os  podéis  consolar.  U  mi- 
ralde cargado  con  la  Cruz,  que  aun  no  le  dejaban  hartar  de  huel- 
go (2);  miraros  ha  El  con  unos  ojos  tan  hermosos  y  piadosos 
llenos  de  lágrimas,  y  olvidará  sus  dolores  por  consolar  los  vues- 
tros sólo  porque  os  vais  vos  con  El  a  consolar  y  volváis  la 
cabeza  a  mirarle. 

I  Oh  Señor  de  el  mundo,  verdadero  Esposo  mío!  (le  po- 
déis vos  decir,  si  se  os  ha  enternecido  el  corazón  de  verle  tal, 
que  no  sólo  queráis  mirarle,  sino  que  os  holguéis  de  hablar  con 
El,  no  oraciones  compuestas,  sino  de  la  pena  de  vuestro  corazón, 
que  las  tiene  El  en  muy  mucho),  ¿tan  necesitado  estáis,  Se- 
fíor  mío  y  Bien  mío,  que  queréis  admitir  una  pobre  compañía 
como  la  mía,  y  veo  en  vuestro  semblante  que  os  habéis  conso- 
lado conmigo?  ¿Pues  cómo,  Señor,  es  posible  que  os  dejan  solo 
los  ángeles,  y  que  aun  no  os  consuela  vuestro  Padre? 

Si  es  ansí,  Señor,  que  todo  lo  queréis  pasar  por  mí,  ¿qué 
es  esto  que  yo  paso  por  Vos?  ¿De  qué  me  quejo?  Que  ya  he 
vergüenza  de  que  os  he  visto  tal,  que  quiero  pasar,  Señor,  todos 
los  trabajos  que  me  vinieren,  y  tenerlos  por  gran  bien  por  imitaros 
en  algo.  Juntos  andemos.  Señor;  por  donde  fuerdes  tengo  de  ir; 
por  donde  pasardes,  tengo  de  pasar.  Toma,  hijas,  de  aquella 
cruz;    no  se  os  dé  nada  de  que  os  tropellen  los  judíos,   por- 


1  Al  margerij  de  letra  desconocida:  La  Pasión  de  el  S. 

2  No  le  daban  tiempo  para  respirar  despacio,  quiere  decir  la  Santa. 


122  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

que  El  no  vaya  con  tanto  trabafjo];  no  hagáis  caso  de  lo  que 
os  dijeren;  haceos  sorda  a  las  mormuraciones ;  tropezando,  ca- 
yendo con  vuestrO'  Esposo,  no  os  apartéis  de  la  cruz  ni  la  de- 
jéis. Mira  mucho  el  cansancio  con  que  va,  ij  las  ventajas  que 
hace  su  trabajo  a  los  que  vos  padecéis.  Por  grandes  que  los 
queráis  pintar,  y  por  mucho  que  los  queráis  sentir,  saldréis  con- 
solada de  ellos,  porque  veréis  son  cosa  die  burla  comparados  a 
los  del  Señor. 

Diréis,  hermanas,  que  cómo  se  podrá  hacer  esto,  que  si  le 
viérades  con  los  ojos  del  cuerpo  el  tiempo  que  Su  Majestad 
andaba  en  el  mundo,  que  lo  hiciérades  de  buena  gana  y  le  mi- 
rárades  siempre.  No  lo  creáis,  que  quien  ahora  no  se  quiere  ha- 
cer un  poquito  de  fuerza  a  recoger  siquiera  la  vista  para  mirar 
dentro  de  sí  a  este  Señor,  que  lo  puede  hacer  sin  peligro,  sino 
con  tantito  cuidado,  muy  menos  se  pusiera  al  pie  de  la  cruz 
con  la  Madalena,  que  vía  la  muerte  a  el  ojo  (1).  Mas  ¡qué  debía 
pasar  la  gloriosa  Virgen  y  esta  bendita  Santa!  ¡Qué  de  amena- 
zas, qué  de  malas  palabras,  y  qué  de  encontrones,  y  qué  desco- 
medidas! (2).  Pues  ¡con  qué  gente  lo  habían  tan  cortesana!  Sí, 
lo  era  del  infierno,  que  eran  ministros  del  demonio.  Por  cierto 
que  debía  ser  terrible  cosa  lo  que  pasaron,  sino  que  con  otro 
dolor  mayor,  no  sentirían  el  suyo. 

Ansí  que,  hermanas,  no  creáis  érades  para  tan  grandes  traba- 
jos, si  no  sois  para  cosas  tan  pocas;  ejercitándoos  en  ellas,  podéis 
venir  a  otras  mayores.  Lo  que  podéis  hacer  para  ayuda  de  esto, 
procura  traer  una  imagen,  u  retrato  de  leste  Señor,  que  seq  a  vues- 
tro gusto,  no  para  traerle  en  el  seno  y  nunca  le  mirar;  sino  para 
hablar  muchas  veces  con  El,  que  El  ps  dará  qué  le  dicir  (3). 
Como  habláis  con  otras  personas,  ¿por  qué  os  han  más  de  fal- 
tar palabras  para  hablar  con  Dios?  No  lo  creáis,  al  menos  go 
no  os  creeré,  si  lo  usáis;  porque  si  no,  el  no  tratar  con  una  per- 
sona causa  extrañeza,  y  ino  saber  como  nos  hablar  con  ella,  que 


1  Próxima,  inmediata. 

2  Descomedidas,  se  lee  en  los  autógrafos  ü  copias  corregidas  por  la  Santa.  Fr.  Luis  de 
León  imprimió  descomedimientos.  Probablemente,  la  Santa  hace  referencia  a  las  palabras.-  pa^ 
labras  descomedidas. 

3  Por  decir. 


CAPITULO    XXVI  123 

parece  no  la  conocemois,  y  aun  aunque  sea  deudo,  porque  deudo 
y  amistad  se  pierde  con  la  falta  de  comunicación. 

También  es  gran  remedioi  tomar  un  libro  de  romance  bue- 
no, aun  para  recoger  el  pensamiento,  para  venir  a  rezar  bien 
vocalmente,  y  poquito  a  poquito  ir  acostumbrando  el  alma  con 
halagos  y  artificio  para  no  la  amedrentar.  Hace  cuenta  que 
ha  muchos  años  que  se  ha  ido  de  con  su  esposo,  y  que  hasta 
que  quiera  tornar  a  su  casa,  es  menester  mucho  saberlo  nego- 
ciar, que  ansí  somos  los  pecadores:  tenemos  tan  acostumbra- 
da nuestra  alma  y  pensamiento  a  andar  a  su  placer,  u  pesar, 
por  raijor  decir,  que  la  triste  alma  ¡no  se  entiende;  que  para 
que  torne  a  tomar  amor  a  estar  en  su  casa,  es  menester  mucho 
artificio,  y  si  no  es  ansí,  y  ipoco  a  poco,  nunca  haremos  nada, 
Y  tornóos  a  certificar,  que  si  con  cuidado  os  acostumbráis  a  lo 
que  he  dicho,  que  sacaréis  tan  gran  ganancia,  que  aunque  yo  os 
la  quisiera  decir,  no  sabré.  Pues  juntaos  cabe  este  buen  Maes- 
tro, muy  determinadas  a  deprender  lo  que  os  enseña,  y  Su  Ma- 
jestad hará  que  no  dejéis  de  salir  buenas  dicípulas,  ni  os  de- 
jará si  ¡no  le  dejáis.  Mira  las  palabras  que  dice  aquella  boca 
divina,  que  en  la  primera  entenderéis  luego  el  amor  que  os  tiene, 
que  no  es  pequeño  bien  y  regalo  del  dicípulo  ver  que  su  maes- 
tro le   ama. 


CñPITULO  XXVII 


EN  QUE  TRATñ  EL  GRAN  ñfflOR  QUE  NOS  MOSTRÓ  EL  SEÑOR  EN  LAS 
PRIMERAS  PALABRAS  DEL  «PATERNÓSTER»,  Y  LO  MUCHO  QUE  IM- 
PORTA NO  HACER  CASO  NINGUNO  DEL  LINAJE  LAS  QUE  DE  VERAS 
QUIEREN    SER    HIJAS    DE    DIOS. 

I 

Padre  nuestro  que  estás  en  tos  cietos.  ¡Oh  Señor  mío,  có- 
mo parecéis  Padre  de  tal  Hijo,  y  cómo  parece  vuestro  Hijo, 
hijo  de  tal  Padre!  ¡Bendito  seáis  por  siempre  jamás!  ¿No  fue- 
ra al  fin  de  la  oración  ésta  merced,  Señor,  tan  grande?  (1).  En 
comenzando,  nos  henchís  las  manos  y  hacéis  tan  gran  merced, 
que  sería  harto  bien  henchirse  el  entendimiento  para  ocupar  de 
manera  la  voluntad  que  no  pudiese  hablar  palabra.  ¡Oh  qué  bien 
v€nía  aquí,  hijas,  contemplación  perfeta!  ¡Oh  con  cuánta  razón 
se  entraría  el  alma  en  sí,  para  poder  mijor  subir  sobre  sí  mcs- 
raa  a  que  le  diese  €ste  santo  Hijo  a  entender  qué  cosa  €s  el 
lugar  adonde  dice  que  está  su  Padre,  que  €s  en  los  cielos!  Sal- 
gamos de  la  tierra,  hijas  mías,  que  tal  merced  como  ésta  no 
€s  razón  se  tenga  en  tan  poco,  que  después  que  entendamos  cuan 
grande  €s,  nos  quedemos  €n  la  tierra. 

¡Oh  Hijo  de  Dios  y  Señor  mío!  ¿Cómo  dais  tanto  junto  a 
la  primer  palabra?  Ya  que  os  humilláis  a  Vos  con  extremo 
tan  grande  en  juntaros  con  nosotros  a  el  pedir,  y  haceros  her- 


1  Nos  parece  exclamativa  esta  frase  por  la  extrañeza  que  hubo  de  causar  a  la  Santa  el  que 
Jesús  comenzase  la  Oración  dominical  con  palabras  tan  regaladas,  que  aun  para  el  fin  de  ella 
habrían  resultado  extraordinarias  y  muy  por  cima  de  nuestros  merecimientos. 


126  CAMINO    DE     PERFECCIÓN 

mano  de  cosa  tan  baja  y  miserable,  ¿cómo  nos  dais  €n  nom- 
bre de  vuestrO'  Padre  todo  lo  que  ge  puede  dar,  pues  queréis 
que  nos  tenga  por  hijos  (1),  que  vuestra  palabra  no  puede  faltar? 
Obligáisle  a  que  la  cumpla,  que  no  es  pequeña  carga;  pues  en 
siendo  Padre  nos  ha  de  sufrir,  por  graves  que  sean  las  ofensas; 
si  nos  tornamos  a  El,  como  al  hijo  pródigo,  hanos  de  perdonar, 
hanos  de  consolar  €n  nuestros  trabajos,  hanos  de  sustentar  co- 
mo lo  ha  de  hacer  un  tal  Padre,  que  forzado  ha  de  ser  mijor 
que  todos  los  padres  del  mundo;  porque  en  El  no  puede  haber 
sino  todo  bien  cumplido,  y  después  de  todo  esto  hacernos  parti- 
cipantes  y    herederos   con   Vos. 

Mira,  Señor  mío,  que  ya  que  Vos  con  ol  amor  que  nos 
tenéis  y  con  vuestra  humildad  no  se  os  ponga  nada  delante  (en 
fin.  Señor,  estáis  en  la  tierra  y  vestido  de  ella,  pues  tenéis  nues- 
tra naturaleza,  parece  tenéis  causa  alguna  para  mirar  nuestro 
provecho);  mas  mira  que  vuestro  Padre  está  en  el  cielo,  Vos 
lo  decís,  (es  razón  que  miréis  por  su  honra.  Ya  que  estáis  Vos 
ofrecido  a  ser  deshonrado  por  nosotros,  dejad  a  vuestro  Padre 
libre;  no  le  obliguéis  a  tanto  por  gente  tan  ruin  como  yo,  que  le 
ha  de  dar  tan  malas  gracias. 

¡Oh  buen  Jesú!  (2)  ¡qué  claro  habéis  mostrado  ser  una  cosa 
con  El,  y  que  vuestra  voluntad  es  la  suya  y  la  suya  vuestra !  i  Qué 
confesión  tan  clara,  Señor  mío!  ¡Qué  cosa  es  el  amor  que  nos 
tenéis!  Habéis  andado  rodeando,  encubriendo  a  el  demonio  que 
sois  Hijo  de  Dios,  y  con  el  gran  deseo  que  tenéis  de  nuestro 
bien,  no  se  os  pone  cosa  delan[tc]  (3)  por  hacernos  tan  grandísima 
merced.  ¿Quién  la  podía  hacer  sino  Vos,  Señor?  Yo  no  sé  cómo 
en  esta  palabra  no  entendió  el  demonio  quién  érades,  sin  que- 
darle duda  (4);  al  menos  bien  veo  mi  Jesú,  que  habéis  ha- 
blado como  hijo  regalado  por  Vos  y  por  nosotros,  y  que  sois 
poderoso  para  que  se  haga  en  el  cielo  lo  que  Vos  decís  en  la 


1  Puso  primero  hijas,  y  cambió  ella  misma  la  a  en  o.  Hijos  dice  también  el  autógrafo  de 
El  Escorial. 

2  Jesú,  como  lo  escribe  alguna  que  otra  vez. 

3  Un  corrector  completó  esta  palabra  en  el  autógrafo. 

1  La  frase  Yo  no  sé  cómo  en  esta  palabra  no  entendió  el  demonio  quién  érades,  sin 
quedarle  duda,  fué  tachada  por  la  Santa.  Por  eso  no  la  trasladan  las  copias  autorizadas  u  co- 
rregidas por  ella. 


CAPITULO    XXVII  127 

tierra.  Bendito  seáis  por  siempre,  Señor  mío,  que  tan  amigo 
sois  de  dar,  que  no  se  os  pone  cosa  delante. 

Pues  ¿pareceos,  hijas,  que  es  buen  maestro  éste,  pues  para 
aficionarnos  a  que  deprendamos  lo  que  nos  enseña,  comienza 
haciéndonos  tan  gran  merced?  Pues  ¿pareceos  ahora  que  será 
razón  que,  aunque  digamos  vocalmente  esta  palabra,  dejemos 
de  entender  con  el  entendimiento,  para  que  se  haga  pedazos  nues- 
tro corazón  con  ver  tal  amor?  Pues  ¿qué  hijo  hay  en  el  mun- 
do que  no  procure  saber  quién  es  su  padre,  cuando  le  tiene 
bueno  y  de  tanta  majestad  y  señorío?  Aun  si  no  lo  fuera,  no 
me  espantara  no  nos  quisiéramos  conocer  por  sus  hijos,  por- 
que anda  el  mundo  tal,  que  si  el  padre  es  más  bajo  de  el  es- 
tado en  que  está  el  hijo,  no  se  tiene  por  honrado  en  conocerle 
por  padre.  Esto  no  viene  aquí,  porque  en  esta  casa  nunca  plega 
a  Dios  haya  acuerdo  de  cosa  de  estas,  sería  infierno;  sino  que 
la  que  fuere  más,  tome  menos  a  su  padre  en  la  boca:  todas 
han  de  ser  iguales. 

¡Oh  colesio  (1)  de  Cristo,  que  tenía  más  mando  San  Pe- 
dro, con  ser  un  pescador,  y  le  quiso  ansí  el  Señor,  que  San  Bar- 
tolomé, que  era  hijo  de  rey!  (2).  Sabía  Su  Majestad  lo  que 
había  de  pasar  en  el  mundo  sobre  cuál  era  de  mijor  tierra,  que 
no  es  otra  cosa  sino  debatir  si  será  buena  para  adobes  u  para 
tapias.  ¡Válame  Dios,  qué  gran  trabajo  traemos!  Dios  os  li- 
bre, hermanas,  de  semejantes  contiendas,  aunque  sea  en  bur- 
las; yo  espero  en  Su  Majestad  que  sí  hará  (3).  Cuando  algo  de 
esto  en  alguna  hubiese,  póngase  luego  remedio,  y  ella  tema 
no  sea  estar  Judas  entre  los  Apóstoles;  denla  penitencias  hasta 
que  entienda  que  aun  tierra  muy  ruin  no  merecía  ser.  Buen 
Padre  os  tenéis,  que  os  da  el  buen  Jesús;  no  se  conozca  aquí 
otro  padre  para  tratar  de  El,  y  procura,  hijas  mías,  ser  tales  que 


1  Por  colegio. 

2  No  sé  dónde  lo  halló,  dice  acertadamente  en  una  nota  marginal  el  P.  García  de  Toledo, 
no  el  P.  Báñez,  como  afirman  las  Carmelitas  de  París.  Ignoro  en  qué  pudo  fundarse  la  Santa  para 
esta  afirmación,  que  carece  de  toda  probabilidad  histórica;  tal  vez  en  la  opinión  de  alguno  que 
otro  escritor  que  lo  suponía  descendieme  de  la  raza  de  ios  Ptolomeos. 

3  Que  sí  lo  hará  diríamos  hoy;  pero  antaño  empleaban  con  frecuencia  este  modo  de  ex- 
presión, más  conciso  y  vigoroso,  suprimiendo  artículos  o  pronombres. 


128  CftMINO    DE    PERFECCIÓN 

merezcáis  regalaros  con  El,  y  echaros  en  sus  brazos.  Ya  sabéis 
que  no  os  echará  de  sí  si  sois  buenas  hijas;  pues  ¿quién  no 
procurará  tío  perder  tal  Padre? 

¡Oh,  válame  Dios!  y  que  hay  aquí  en  que  os  consolar,  que 
por  no  me  alargar  más,  lo  quiero  dejar  a  vuestros  entendimien- 
tos; que  por  disbaratado  que  ande  el  pensamiento,  entre  tal  Hijo 
y  tal  Padre,  forzado  ha  de  estar  el  Espíritu  Santo,  que  enamore 
vuestra  voluntad  y  os  la  ate  tan  grandísimo  amor,  ya  que  no 
baste  para  esto  tan  gran  interese. 


CAPITULO  XXVIII 


EN    QUE    DECLARA    QUE    ES    ORACIÓN    DE    RECOGIMIENTO,    Y    PONENSE    AL- 
GUNOS    MEDIOS     PARA     ACOSTUMBRARSE     A     ELLA. 

Ahora  mira  que  dice  vuestro  Maestro:  Qae  estás  en  Los 
cielos.  ¿Pensáis  que  importa  poco  saber  qué  cosa  es  cielo,  y 
adonde  se  ha  de  buscar  vuestro  sacratísimo  Padre?  Pues  yo 
os  digo  que  para  entendimientos  derramados,  que  importa  mu- 
cho, no  sólo  creer  esto,  sino  procurarlo  entender  por  expirien- 
cia;  porque  es  una  de  las  cosas  que  ata  mucho  el  entendimien- 
to y  hace  recoger  el  alma. 

Ya  sabéis  que  Dios  está  en  todas  partes,  pues  claro  está  que 
adonde  está  el  rey,  allí  dicen  está  la  corte;  en  fin,  que  adonde 
está  Dios,  íes  lel  cielo.  Sin  duda  lo  podéis  creer,  que  adonde  está 
Su  Majestad,  lestá  toda  la  gloria.  Pues  mira  que  dice  San  Agus- 
tín, que  k  buscaba  en  muchas  par'tes  y  que  le  vino,  a  hallar  den- 
tro de  sí  mesmo  (1).  ¿Pensáis  que  importa  poco  para  un  alma 
derramada  entender  lesta  verdad,  y  ver  que  no  ha  menester  para 
hablar  con  su  Padre  Eterno  ir  al  cielo,  ni  para  regalarse  con  El, 
ni  ha  menester  hablar  a  voces?  Por  paso  (2)  que  hable,  está  tan 
cerca  que  nos  oirá;  ni  ha  menester  alas  para  ir  a  buscarle,  sino 
ponerse  en  soledad  y  mirarle  dentro  de  sí,  y  no  extrañarse  de  tan 
buen   huésped;    sino   con   gran   humildad,   hablarle   como   a  pa- 


1  Confes.,  lib.  X,  c.  XXVII. 

2  DoT  paso,  en  el  sentido  figurado  de  bajo,  como  se  dice  hablar  bajo,  hablar  quedo. 

III  9* 


130.  CAMINO    DE    PERFECCIÓN  ' 

dre,  pedirle  como  a  padre,  contarla  sus  trabajos,  pedirle  reme- 
dio para  ellos,  entendiendo  que  no  es  dina  de  ser  su  hija. 

Se  deje  de  unos  encogimientos  que  tienen  algunas  personas, 
y  piensan  €s  humildad.  Sí,  que  no  lestá  la  humildad  en  que  si 
el  rey  os  hace  una  merced  no  lia  toméis,  sino  tomarla  y  enten- 
der cuan  sobrada  os  viene,  y  holgaros  con  ella.  Donosa  humil- 
dad, que  me  tenga  yo  a  lel  Emperador  del  cielo  y  de  la  tierra 
en  'mi  casa,  que  se  viene  a  ella  por  hacerme  merced  y  por  hol- 
garse conmigo,  y  que  por  humildad  ni  le  quiera  responder,  ni 
estarme  con  El,  ni  tomar  lo  que  me  da,  sino  que  le  deje  solo; 
y  que  estándome  diciendo  y  rogando  le  pida,  por  humildad  me 
quede  pobre,  y  aun  le  deje  ir,  de  que  ve  que  no  acabo  de  de- 
terminarme. 

No  os  curéis,  hijas,  de  estas  humildades,  sino  trata  con  El 
como  con  padre,  y  como  con  hermano,  y  como  con  señor,  y 
como  con  esposo;  a  veces  de  una  manera,  a  veces  de  otra,  que 
El  os  enseñará  lo  que  habéis  de  hacer  para  contentarle.  Dejaos 
de  ser  bobas,  pedilde  (1)  la  palabra,  que  vuestro  Esposo  es,  que 
os  trate  como  a  tal.  Este  modo  de  rezar,  aunque  sea  vocal- 
mente, con  mucha  más  brevedad  se  recoge  el  entendimiento,  y 
es  oración  que  tray  consigo  muchos  bienes.  Llámase  recogimien- 
to, porque  recoge  el  alma  todas  las  potencias  y  se  entra  dentro 
de  si  con  su  Dios,  y  viene  con  más  brevedad  a  enseñarla  su  di- 
vino Maestro,  y  a  darla  pración  de  quietud,  que  de  ninguna  otra 
manera.  Porque  allí  metida  consigo  mesma,  puede  pensar  en 
la  Pasión,  y  representar  allí  al  Hijo,  y  ofrecerle  a  el  Padre,  y 
no  cansar  el  entendimiento  andándole  buscando  en  el  monte  Cal- 
vario, y   al  Huerto  y  a  la  Coluna. 

Las  que  de  esta  manera  se  pudieren  encerrar  en  este  cielo 
pequeño  de  nuestra  alma,  adonde  está  el  que  le  hizo,  y  la  tierra, 
y  acostumbrar  a  Ino  mirar  ni  estar  adonde  se  destrayan  (2)  estos 
sentidos  exteriores,  crea  que  lleva  eceleníe  camino,  y  que  no  de- 
jará de  llegar  a  beber  el  agua  de  la  fuente,  porque  camina 
mucho  en  poco   tiempo.   Es   como  el  que  va  en  una   nao,   que 


1  Por  pedidle. 

2  Por  distraigan. 


CAPITULO    XXVIII  131 

oon  un  poco  de  buen  viento,  se  pone  en  el  fin  de  la  jornada  en 
pocos  días,  y  los  que  van  por  tierra,  tárdanse  más  (1). 

Estos  están  ya,  como  dicen,  puestos  en  la  mar,  que  aun- 
que del  todo  no  han  dejado  la  tierra,  por  aquel  rato  hacen  lo 
que  pueden  por  librarse  de  ella,  recogiendo  sus  sentidos  a  sí  mes- 
mos.  Si  es  verdadero  <2\  recogimiento,  siéntese  muy  claro,  por- 
que hace  alguna  operación  (no  sé  cómo  lo  dé  a  entender;  quien 
lo  tuviere,  sí  entenderá) :  es  que  parece  se  levanta  el  alma 
con  el  juego,  que  ya  ve  lo  es  las  cosas  de  el  mundo.  Alza- 
se al  mijor  tiempo,  y  como  quien  se  entra  en  un  castillo  fuer- 
te para  no  temer  los  contrarios;  un  retirarse  los  sentidos  de 
estas  cosas  exteriores,  y  darles  de  tal  manera  de  mano  que,  sin 
entenderse,  se  le  cierran  los  ojos  por  no  las  ver,  y  porque  más 
se  despierte  la  vista  a  los  del  alma.  Ansí,  quien  va  por  este 
camino,  casi  siempre  que  reza  tiene  cerrados  los  ojos,  y  es  ad- 
mirable costumbre  para  muchas  cosas,  porque  es  un  hacerse  fuer- 
za a  no  mirar  las  de  acá.  Esto  ;al  principio,  que  después  no  es 
menester;  mayor  se  la  hace  cuando  en  aquel  tiempo  los  abre. 
Parece  que  se  entiende  un  fortalecerse  y  esforzarse  el  alma  a 
costa  del  cuerpo,  y  que  le  deja  solo  y  desf laqueado,  y  ella 
toma  allí  bastimento  (2)  para  contra  él. 

Y  aunque  al  principio  no  se  entienda  lesto,  por  no  ser  tanto, 
que  hay  más  y  menos  en  este  recogimiento,  si  se  acostumbra 
(aunque  al  principio  dé  trabajo,  porque  el  cuerpo  torna  de  su 
derecho,  sin  entender  que  él  mesmo  se  corta  la  cabeza  en  no 
darse  por  vencido),  si  se  usa  algunos  días  y  nos  hacemos  esta 
fuerza,  verse  ha  claro  la  ganancia,  y  entenderán,  en  comenzan- 
do a  rezar,  que  se  vienen  las  abejas  a  la  colmena,  y  se  entran 
en  ella  para  labrar  la  miel,  y  esto  sin  cuidado  nuestro.  Porque 
ha  querido  el  Señor  que  por  el  tiempo  que  le  han  tenido,  se  haya 
merecido  estar  el  alma  y  voluntad  con  este  señorío,  que  en 
haciendo  una  seña  no  más   de  que  se  quiere  recoger,   la  obe- 


1  Los  tres  párrafos  siguientes  tráeios  solamente  el  autógrafo  de  Valladolid.  El  de  El  Es- 
corial, después  de  unas  pocas  líneas  más,  pone  fin  al  capítulo,  jj  comienza  el  siguiente  con  la 
hermosa  comparación  del  rico  palacio  que  está  dentro  del  alma, 

2  Provisiones,  fuerzas. 


132  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

dezcan  los  sentidoís  ij  ise  recojan  a  ¡ella.  Y  aunque  después  tornen 
a  salir,  es  gran  cosa  haberse  ya  rendido,  porque  salen  como  ca- 
tivos y  sujetos,  y  no  hacen  el  mal  que  antes  pudieran  hacer;  y 
en  tornando  a  llamar  la  voluntad,  vienen  con  más  presteza,  has- 
ta que  a  muchas  entradas  de  éstas,  quiere  el  Señor  se  queden 
ya  del  todo  en  contemplación  perfeta. 

Entiéndase  mucho  esto  que  queda  dicho,  porque,  aunque  pa- 
rece escuro,  se  entenderá  a  quien  quisiere  obrarlo.  Ansí  que  ca- 
minan por  mar;  y  pues  tanto  inos  va  no  ir  tan  de  espacio  (1),  ha- 
blemos un  poco  de  cómo  nos  acostumbraremos  a  tan  buen  modo 
de  proceder.  Están  más  siguros  de  muchas  ocasiones;  pégase  más 
presto  el  fuego  del  amor  divino,  porque  con  poquito  que  soplen 
con  el  entendimiento,  como  están  cerca  del  mesmo  fuego,  con 
una  centellica  que  le  toque,  se  abrasará  todo.  Como  no  hay 
embarazo  de  lo  exterior,  estáse  sola  el  alma  con  su  Dios;  hay 
gran   aparejo  para  encenderse. 

Pues  hagamos  cuenta  que  dentro  de  nosotras  está  un  pa- 
lacio de  grandísima  riqueza,  todo  su  edificio  de  oro  y  piedras 
preciosas,  en  fin,  como  para  tal  Señor;  y  que  sois  vos  parte 
para  que  este  edificio  sea  tal,  como,  a  la  verdad,  es  ansí,  que 
no  hay  edificio  de  tanta  hermosura  como  una  alma  limpia  y 
llena  de  virtudes,  y  mientra  mayores,  más  resplandecen  las  pie- 
dras; y  que  en  este  palacio  está  este  gran  Rey,  que  ha  tenido 
por  bien  ser  vuestro  Padre,  y  que  está  en  un  trono  de  grandísimo 
precio,  que  es  vuestro  corazón. 

Parecerá  esto  al  principio  cosa  impertinente,  digo  hacer  esta 
fición  (2)  para  darlo  a  entender,  y  |podrá  ser  aproveche  mucho,  a 
vosotras,  en  especial;  porque  como  no  tenemos  letras  las  mu- 
jeres, todo  esto  es  menester  para  que  entendamos  con  verdad 
que  hay  otra  cosa  más  preciosa,  sin  ninguna  comparación,  dentro 
de  nosotras  que  lo  que  vemos  por  de  fuera.  No  nos  imaginemos 
huecas  (3)  en  lo  interior,  y  plega  a  Dios  sean  solas  mujeres  las 


1  Así  solían  escribii  los  antiguos  nuestro  despacio:  R  lo  cual  respondió  D.  Quijote,  muy 
de  espacio  y  con  mucha  nema.  (Parte  I,  c.  XLIV.  Edición  crítica  de  Rodríguez  Marín). 

2  Por  fícción  o  figuración. 

3  Vacías,  puso  Fray  Luis  de  León  en  la  edición  de  Salamanca. 


CAPITULO    XXVIII  133 

que  andan  con  este  descuido;  que  tengo  por  imposible,  si  trajése- 
mos cuidado  de  acordarnos  tenemos  tal  huésped  dentro  de  nos- 
otras, nos  diésemos  (1)  tantoi  a  las  cosas  del  mundo,  porque 
veríamos  cuan  bajas  son  para  las  que  dentro  poseemos.  Pues 
¿qué  más  hace  una  alimaña  que  en  viendo  lo  que  le  conten- 
ta a  la  vista,  harta  su  hambre  len  la  presa?  Sí,  que  diferen- 
cia ha  de  haber  de  ellas  a  nosotras. 

Reiránse  de  mí,  por  ventura,  y  dirán  que  bien  claro  se  está 
esto,  y  ternán  razón,  porque  para  mí  fué  escuro  algún  tiempo. 
Bien  entendía  que  tenía  alma;  mas  lo  que  merecía  esta  alma, 
y  quién  estaba  dentro  de  ella,  si  yo  no  me  atapara  los  ojos  con 
las  vanidades  de  la  vida  para  verlo,  no  lo  entendía.  Que,  a  mi 
parecer,  si  como  ahora  entiendo  que  en  este  palacio  pequeñito 
de  mi  alma  cabe  tan  gran  Rey,  [entonces  lo  entendiera]  (2),  que 
no  le  dejara  tantas  veces  solo,  alguna  me  estuviera  con  El,  y  más 
procurara  que  no  estuviera  tan  sucia.  Mas  (3)  ¡qué  cosa  de  tanta 
admiración,  quien  hinchiera  mil  mundos  y  muy  jnuchos  más  con  su 
grandeza,  encerrarse  en  una  cosa  tan  pequeña!  A  la  verdad,  co- 
mo es  Señor,  consigo  tray  la  libertad,  y  como  nos  ama,  hácese 
a   nuestra   medida. 

Cuando  un  alma  comienza,  por  no  la  alborotar  de  verse  tan 
pequeña  para  tener  en  sí  cosa  tan  grande,  no  se  da  a  conocer 
hasta  que  va  ensanchándola  poco  a  poco,  conforme  a  lo  que 
más  ha  menester  para  lo  que  ha  Ide  poner  en  ella.  Por  esto  digo 
que  tray  consigo  la  libertad,  pues  tiene  iel  poder  de  hacer  gran- 
de este  palacio  todo  el  (4).  El  ¡punto  está  en  que  se  le  demos  por 
suyo  con  toda  determinación,  y  le  desembaracemos  para  que 
pueda  poner  y  quitar  como  en  cosa  propia.  Y  tiene  razón  Su 
Majestad,   no  se  lo  neguemos  (5).  Y  como  El  no  ha  de  forzar 


1  No  nos  diésemos,  esciibió  al  margen  impertinentemente  un  corrector,  como  se  ve  fácil^ 
mente  ordenando  así  el  período:  «Que  tengo  por  imposible  nos  diésemos  tanto  a  las  cosas  del 
mundo,  si  trajésemos  cuidado  de  acordarnos  tenemos  tal  huésped  dentro  de  nosotras». 

2  Fr.  Luis  de  León,  considerando  incompleta  la  frase,  le  añadió  estas  palabras. 

3  Borró  la  Santa  esta  y  las  once  líneas  siguientes  en  el  autógrafo  de  Valladolid.  La  copia 
de  Toledo  no  las  traslada.  Publicólas  Fr.  Luis  de  León,  u  se  leen  también  en  él  autógrafo  de 
El  Escorial.  El  de  Valladolid,  lleva  una  hoja  suplementaria  que  contiene  lo  borrado  por  la 
Santa,  aunque  de  letra  algo  posterior. 

4  Hasta  aquí  lo  borrado  por  la  Santa. 

5  Añade  aquí  el  autógrafo  de  El  Escorial:  «Aun  acá  nos  da  pesadumbre  huéspedes  en 
casa,  cuando  no  podemos  decirlos  que  se  vayan;  y  como  él  no  ha  de  forzar  nue.stra  voluntad...» 


134  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

nuestra  voluntad,  toma  lo  que  le  damos,  mas  no  se  da  a  Si  del 
todo,  hasta  que  nos  damos  del  todo.  Esto  es  cosa  cierta,  y  por- 
que importa  tanto,  os  lo  acuerdo  tantas  veces;  ni  obra  en  el 
alma,  como  cuando  del  todo,  sin  embarazo,  es  suya,  ni  sé  cómo 
ha  de  obrar:  es  amigo  de  todo  concierto.  Pues  si  el  palacio  hen- 
chimos de  gente  baja  y  de  baratijas,  ¿cómo  ha  de  caber  el  Se- 
ñor con  su  corte?  Harto  hace  de  testar  un  poquito  entre  tanto  em- 
barazo. 

¿Pensáis,  hijas,  que  viene  solo?  ¿No  veis  que  dice  su  Hijo: 
qae  estás  en  los  cielos?  Pues  un  tal  Rey¡,  a  osadas  ( 1 )  que  no  le 
dejen  solo  los  cortesanos;  sino  que  están  con  El  rogándole  por 
nosotros  todos  para  nuestro  provecho,  porque  están  llenos  de  ca- 
ridad. No  penséis  que  es  como  acá,  que  si  un  señor  u  perlado 
favorece  a  alguno  por  algunos  fines,  u  porque  quiere,  luego  hay 
las  envidias  .y  el  ser  malquisto  aquel  pobre,  sin  hacerles  nada. 


1      ñ  osadas,  ciertamente.  Otras  veces  dice  a  usadas,  como  en  la  página  47,  línea  3. 


CAPITULO  XXIX 

PROSIGUE  EN  DñR  MEDIOS  PñRñ  PROCURAR  ESTñ  ORACIÓN  DE  RECO- 
GIMIENTO. DICE  LO  POCO  QUE  SE  NOS  HA  DE  DAR  DE  SER 
FAVORECIDAS    DE    LOS    PERLADOS. 

Huí  (1),  por  amor  de  Dios,  hijas,  de  dárseos  nada  de  estos 
favores;  procure  cada  una  hacer  lo  que  debe,  que  si  el  perlado 
no  se  lo  agradeciere,  sigura  puede  estar  lo  pagará  y  agradecerá 
el  Señor.  Sí,  que  no  venimos  aquí  a  buscar  premio  en  esta 
vida;  siempre  el  pensamiento  en  lo  que  dura,  g  de  lo  de  acá 
ningún  caso  hagamos,  que  aun  para  lo  que  se  vive  no  es  du- 
rable: que  hoy  está  bien  con  la  una;  mañana,  si  ve  una  virtud 
más  en  vos,  estará  mijor  con  vos,  y  si  no,  poco  va  en  ello.  No 
deis  lugar  a  estos  pensamientos,  que  a  las  veces  comienzan  por 
poco  y  os  pueden  desasosegar  mucho;  sino  atajadlos  con  que 
no  es  acá  vuestro  reino  y  cuan  presto  tiene  todo  ¡fin. 

Mas  aun  esto  es  bajo  remedio  y  no  mucha  perfeción;  lo 
mijor  es  que  dure,  y  vos  desfavorecida  y  abatida,  y  lo  queráis 
estar  por  el  Señor  que  está  con  vos.  Pone  los  ojos  en  vos  y 
miraos  interiormente,  como  queda  dicho;  hallaréis  vuestro  Maes- 
tro, que  no  os  faltará;  antes  mientra  menos  consolación  exte- 
rior, más  regalo  os  hará.  Es  muy  piadoso,  y  a  personas  afli- 
gidas y  desfavorecidas  jamás  falta,  si  confían  en  El  solo.  Ansí 
lo  dice  David,  que  está  el  Señor  icón  los  afligidos.  U  creís  esto, 
u  no;  si  lo  creéis,  ¿de  qué  os  matáis?   (2). 


1  Por  huid. 

2  Aquí  tenemos  un  caso  del  descuido  o  libertad  con  que  escribe  Santa  Teresa.   Acaba  de 
decir  creís  u  en  la  linea  siguiente  escribe  ya  creéis. 


136  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

¡Oh  Señor  mío,  que  si  de  veras  ps  conociésemos,  no  se 
nos  daría  nada  de  nada,  porque  dais  muchioj  a  los  que  del  todo 
se  quieren  fiar  de  Vos !  Creé,  amigas,  que  es  gran  cosa  entender 
2S  verdad  esto  para  ver  que  los  favores  de  acá  todos  son  men- 
tira, cuando  desvían  algo  el  alma  de  landar  dentro  de  sí.  ¡Oh, 
vélame  Dios,  quién  os  hiciese  entender  esto!  No  yo,  por  cierto; 
sé  que  con  deber  yo  (1)  más  ique  ninguno,  no  acabo  de  enten- 
derlo como  se  ha  de  entender. 

Pues  tornando  a  lo  que  decía,  quisiera  yo  saber  declarar 
cómo  está  esta  compañía  santa  con  nuestro  acompañador,  Santo 
de  los  Santos,  sin  impedir  a  la  soledad  que  ella  y  su  Esposo  tie- 
nen, cuando  esta  alma  dentro  de  sí  quiere  entrarse  en  este  paraíso 
con  su  Dios,  y  cierra  la  puerta  tras  sí  a  todo  lo  del  mundo.  Digo 
quiere,  porque  entended  que  esto  no  es  cosa  sobrenatural  (2), 
sino  que  está  en  nuestro  querer,  y  que  podemos  nosotros  hacerlo, 
con  el  favor  de  Dios,  que  sin  éste  no  se  puede  nada,  ni  podemos 
de  nosotros  tener  un  buen  pensamiento.  Porque  esto  no  es  silencio 
de  las  potencias,  es  encerramiento  de  ellas  en  sí  mesma  el  alma. 

Vase  ganando  esto  de  muchas  maneras,  como  está  escrito 
en  algunos  libros,  que  nos  hemos  de  desocupar  de  todo  para  lle- 
garnos interiormente  a  Dios,  y  aun  en  las  mesmas  ocupaciones 
retirarnos  a  nosotros  mesmos:  aunque  sea  por  un  memento  solo 
aquel  acuerdo  de  que  tengo  compañía  dentro  de  mí,  es  gran 
provecho  (3).  En  fin,  irnos  acostumbrando  a  gustar  de  que  no  es 
menester  dar  voces  para  hablarle,  porque  Su  Majestad  se  dará 
a  sentir  cómo  está  allí. 


1  Escribió  la  Santa  deveros,  que  corrigió  luego  deber  yo. 

2  Escribe  el  P.  Báñez  al  margen:  Quiere  decir  sobrenatural,  o  que  no  está  puesto  en 
nuestro  alvedtío  con  los  favores  ordinarios  de  Dios.  F.  D.  B.»  (Fraij  Domingo  Báñez). 

3  Aquí  suprimió  la  Santa  un  largo  párrafo  que  había  escrito  en  el  autógrafo  de  El  Esco- 
rial donde  dice:  «Pues  lo  que  pretendo  sólo  es,  para  que  veamos  y  estemos  con  quien  habla- 
mos, sin  tenerle  vueltas  las  espaldas,  que  no  me  parece  otra  cosa  estar  hablando  con  Dios,  u 
pensando  en  mil  vanidades.  Y  viene  todo  el  daño  de  no  entender  con  verdad  que  está  cerca, 
sino  imaginarle  lejos,  ¡y  cuan  lejos,  si  le  vamos  a  buscar  al  cielo!  Pues  ¡rostro  es  el  vuestro. 
Señor,  para  no  mirarle  estando  tan  cerca  de  nosotros!  No  parece  nos  oyen  los  hombres  cuando 
hablamos,  si  no  vemos  que  nos  miran,  ¿y  cerramos  los  ojos  para  no  mirar  que  nos  miráis  Vos? 
¿Cómo  hemos  de  entender  si  habéis  oído  lo  que  os  decimos?  Sólo  esto  es  lo  que  querría  dar 
a  entender,  que  para  irnos  acostumbrando  con  facilidad,  ir  asigurando  el  entendimiento  para  en- 
tender lo  que  habla,  y  con  quién  habla,  es  menester  recoger  estos  sentidos  exteriores  a  nosotros 
mesmos,  y  que  le  demos  en  qué  se  ocupar,  pues  es  ansí  que  tenemos  al  cielo  dentro  de  nos- 
otros, pues  el  Señor  de  él  lo  está». 


CAPITULO    XXIX  137 

D€  esta  suerte  rezaremos  con  mucho  sosiego  vocalmente,  y 
es  quitarnos  de  trabajo;  porque,  a  poco  tiempo  que  forcemos 
a  nosotros  mesraos  para  estarnos  cerca  de  leste  Señor,  nos  enten- 
derá por  señas  de  manera,  que  si  habíamos  de  decir  muchas 
veces  el  Paternóster ,  nos  entenderá  de  una.  Es  muy  amigo  de 
quitarnos  de  trabajo:  aunque  en  una  hora  no  le  digamos  más 
de  una  vez,  como  entendamos  estamos  con  El,  y  lo  que  le  pe- 
dimos, y  la  gana  que  tiene  de  darnos,  y  cuan  de  buena  gana  se 
está  con  nosotros,  no  es  amigo  de  que  nos  quebremos  las  ca- 
bezas hablándole  mucho. 

El  Señor  lo  ¡enseñe  a  las  que  no  lo  sabéis,  que  de  mí  os 
confieso  que  nunca  supe  qué  cosa  era  rezar  con  satisfación, 
hasta  que  el  Señor  me  enseñó  este  modo;  y  siempre  he  halla- 
do tantos  provechos  de  esta  costumbre  de  recogimiento  den- 
tro de  mí,  que  eso  me  ha  hecho  alargar  tanto.  Concluyo  con  que, 
quien  lo  quisiere  adquirir,  pues,  como  digo,  está  en  nuestra 
mano,  no  se  canse  de  acostumbrarse  a  lo  que  queda  dicho,  que 
es  señorearse  pocoi  a  poco  de  sí  tnesmo,  no  se  perdiendo  en 
balde ;  sino  ganarse  a  sí  para  sí,  que  íes  aprovecharse  de  sus 
sentidos  para  lo  interior.  Si  hablare,  procurar  acordarse  que  hay 
con  quien  hable  dentro  de  sí  mesmo;  si  oyere,  acordarse  que 
ha  de  oir  a  quien  más  cerca  /le  habla.  En  fin,  traer  cuenta  que 
puede,  si  quiere,  nunca  se  apartar  de  tan  buena  compañía,  y  pe- 
sarle cuando  mucho  tiempo  ha  dejado  solo  a  su  Padre,  que  está 
necesitada  del.  Si  pudiere,  muchas  veces  en  el  día;  si  no,  sea 
pocas.  Como  lo  acostumbrare,  saldrá  con  ganancia,  u  presto,  u 
más  tarde.  Después  que  se  lo  dé  el  Señor,  no  lo  trocaría  por 
ningún  tesoro. 

Pues  nada  se  deprende  sin  un  poco  de  trabajo,  por  amor 
de  Dios,  hermanas,  que  deis  por  bien  empleado  el  cuidado  que 
en  esto  gastardes;  y  yo  sé  que,  si  le  tenéis,  en  un  año,  y  quizá 
en  medio,  saldréis  con  ello,  con  el  favor  de  Dios.  Mira  qué 
poco  tiempo  para  tan  gran  ganancia  como  es  hacer  buen  fun- 
damento para  si  quisiere  el  Señor  levantaros  a  grandes  cosas, 
que  halle  en  vos  aparejo,  hallándoos  cerca  de  sí.  Plega  a  Su 
Majestad  no  consienta  nos   apartemos   de  su  presencia.   Amén. 


CAPITULO  XXX 


DICE  LO  QUE  IMPORTA  ENTENDER  LO  QUE  SE  PIDE  EN  LA  ORACIÓN. 
TRATA  DE  ESTAS  PALABRAS  DEL  «PATERNÓSTER»:  SanCÜficetUr 

nomen  ttmm,  advetiiat  regnum  tuum   (1).   aplícalas  a   ora- 
ción  DE   QUIETUD,    Y    COMIÉNZALA    A   DECLARAR. 

¿Quién  hay,  por  disbaratado  que  sea,  que  cuando  pide  a 
una  persona  grave  no  lleva  pensado  cómo  la  pedir,  para  conten- 
tarle g  no  serle  desabrido,  y  qué  de  ha  de  pedir,  y  para  qué  ha 
menester  lo  que  le  ha  de  dar,  en  especial  si  pide  cosa  señalada, 
como  nos  enseña  que  pidamos  nuestro  buen  Jesús?  Cosa  me 
parece  para  notar.  ¿No  pudiérades,  Señor  mío,  concluir  con  una 
palabra  y  decir:  dadnos,  Padre,  lo  que  nos  conviene?  Pues  a 
quien  tan  bien  lo  entiende  todo,   no  parece  era  menester  más. 

¡Oh  Sabiduría  eterna!  Para  entre  Vos  y  vuestro  Padre  esto 
bastaba,  que  ansí  lo  pedistes  en  el  Huerto:  mostrastes  vuestra 
voluntad  y  temor,  mas  dejástesos  (2)  en  la  suya;  mas  a  nosotros 
conocéisnos  (3),  Señor  mío,  que  no  estamos  tan  rendidos  como 
lo  estábades  Vos  a  la  voluntad  de  vuestro  Padre,  y  que  era  me- 
nester pedir  cosas  señaladas  para  que  nos  detuviésemos  en  mi- 
rar si  nos  está  bien  lo  que  pedimos,  y  si  no,  que  no  lo  pidamos. 
Porque,  sigún  somos,  si  no  nos  dan  lo  que  queremos,  con  este 
libre  albedrío  que  tenemos,  no  admitiremos  lo  que  el  Señor  nos 


1  El  autógrafo  dice:  Santificetur  nomen  tuun,  adueniad  renuim  tuun.    Un   corrector   quiso 
corregir  la  palabra  renuum,  diciendo  reffnum. 

2  Os  dejaste. 

3  Nos  conocéis. 


140  CñffllNO    DE    PERFECCIÓN 

diere;  porque,  aunque  sea  lo  mijor,  como  no  vemos  luego  el 
dinero   en   la  mano,   nunca  nos   pensamos   ver  ricos. 

¡Oh,  vélame  Dios!  qué  hace  tener  tan  dormida  la  fe  para 
lo  uno  y  lo  otro,  que  ni  acabamos  íde  entender  cuan  cierto  ter- 
n€mos  el  castigo,  ni  cuan  ciertoi  el  premio^  Por  eso  es  bien, 
hijas,  que  entendáis  lo  que  pedís  en  el  Paternóster ,  para  que  si 
el  Padre  Eterno  os  lo  diere,  no  !se  lo  tornéis  a  los  ojos,  y  pen- 
séis muy  bien  si  os  está  bien,  ;y  isi  no,  no  lo  pidáis,  sino  pedí 
que  os  dé  Su  Majestad  luz;  porque  estamos  ciegos,  u  con  hastío 
para  noi  poder  comer  los  manjares  que  os  han  de  dar  vida,  sino 
los  que  os  han  de  llevar  a  la  muerte,  ¡y  qué  muerte  tan  peli- 
grosa y  tan  para  siempre! 

Pues  dice  el  buen  Jesús,  que  digamos  estas  palabras  en 
que  pedimos  que  venga  en  nosotros  un  tal  reino:  Santificado 
sea  tu  nombre,  venga  en  nosotros  tu  reino.  Ahora  mira,  hijas, 
qué  sabiduría  tan  grande  de  nuestro  Maestro.  Considero^  yo  aquí, 
y  es  bien  que  entendamos,  qué  pedimos  en  este  reino.  Mas  como 
vio  Su  Majestad  que  no  podíamos  santificar,  ni  alabar,  ni  en- 
grandecer, ni  glorificar  este  nombre  santo  del  Padre  Eterno  con- 
forme a  lo  poquito  que  podemos  nosotros  de  manera  que  se  hi- 
ciese como  es  razón,  si  no  nos  proveía  Su  Majestad  con  darnos 
acá  su  reino,  y  ansí  lo  puso  el  buen  Jesús  lo  uno  cabe  lo  otro. 
Porque  entendamos,  hijas,  esto  que  pedimos,  y  lo  que  nos  im- 
porta importunar  por  ello,  y  hacer  cuanto  pudiéremos  para  con- 
tentar a  quien  nos  lo  ha  de  dar,  os  quiero  decir  aquí  lo  que  yo 
entiendo.  Si  no  os  contentare,  pensá  vosotras  otras  consideracio- 
nes, que  licencia  nos  dará  nuestro  Maestro,  como  en  todo  nos 
sujetemos  a  io  que  tiene  la  Ilesia,  y  ansí  lo  hago  yo  aquí. 

Ahora,  pues,  el  gran  bien  que  me  parece  a  mí  hay  en  e] 
reino  del  cielo,  con  otros  muchos,  es  ya  no  tener  cuenta  con  cosa 
de  la  tierra,  sino  un  sosiego  y  gloria  en  si  mesmos,  un  alegrarse 
que  se  alegren  todos,  una  paz  perpetua,  una  satisfación  grande 
en  sí  mesmos,  que  les  viene  de  ver  que  todos  santifican  y  alaban 
al  Señor,  y  bendicen  su  nombre  y  no  le  ofende  nadie.  Todos 
le  am'an,  y  la  mesma  alma  ino  entiende  en  otra  cosa  sino  en 
amarle,  ni  puede  dejarle  de  amar,  porque  le  conoce.  Y  ansí  le 


CAPITULO    XXX  141 

amaríamos  acá,  aunque  no  en  esta  perfeción,  ni  <¿n  un  ser;  mas 
muy  de  otra  manera  le  amaríamos  de  lo  que  le  amamos,  si  le 
conociésemos. 

Parece  que  voy  a  decir  que  hemos  de  ser  ángeles  para  pedir 
esta  petición  y  rezar  bien  vocalmente.  Bien  lo  quisiera  nuestro 
divino  Maestro,  pues  tan  alta  petición  nos  manda  pedir;  y  a 
buen  siguro  que  no  nos  dice  pidamos  cosas  imposibles;  que  po- 
sible sería,  con  lel  favor  de  Dios,  venir  un  alma  puesta  en  este 
destierro,  aunque  no  len  la  perfeción  que  están  salidas  de  esta 
cárcel,  porque  andamos  en  mar  y  vamos  este  camino.  Mas  hay 
ratos  que,  de  cansados  de  andar,  los  pone  el  Señor  en  un  so- 
siego de  las  potencias  y  quietud  del  alma,  que,  como  por  señas, 
les  da  a  claro  a  entender  a  qué  sabe  lo  que  se  da  a  los 
que  el  Señor  lleva  a  su  reino;  y  a  los  que  se  les  da  acá 
como  le  pedimos,  les  da  prendas  para  que  por  ellas  tengan  gran 
esperanza  de  ir  a  igozar  perpetuamente  lo  que  acá  les  da  a  sorbos. 

Si  no  dijésedes  (1)  que  trato  de  contemplación,  venía  aquí 
bien  en  esta  petición  hablar  un  poco  de  principio  de  pura  con- 
templación, que  los  que  la  tienen  la  llaman  oración  de  quie- 
tud; mas,  como  digo  trato  de  oración  vocal,  parece  no  viene  lo 
uno  con  lo  otro  a  quien  no  lo  supiere,  y  yo  sé  que  viene.  Per- 
dóname que  lo  quiero  decir,  porque  sé  que  muchas  personas,  re- 
zando vocalmente,  como  ya  queda  dicho  (2),  las  levanta  Dios,  sin 
entender  ellas  cómo,  a  subida  contemplación.  Conozco  una  per- 
sona (3)  que  nunca  pudo  tener  sino  oración  vocal,  y  asida  a 
ésta,  lo  tenía  todo;  y  si  no  rezaba,  íbasele  el  entendimiento  tan 
perdido,  que  no  lo  podía  sufrir.  Mas  tal  tengamos  todas  la  men- 
tal. En  ciertos  Paternostres  (4)  que  rezaba  a  las  veces  que  el 
Señor  derramó  sangre  se  estaba,  y  en  poco  más  rezado,  algu- 
nas horas.  Vino  una  vez  a  mí  muy  congojada,  que  no  sabía  te- 
ner oración  mental,  ni  podía  contemplar,  sino  rezar  vocalmente. 
Pregunték  qué  rezaba,  y  vi  que,   asida  a  el  Paternóster,  tenía 


1  Por  dijereis. 

2  Véase  el  capítulo  XXV. 

3  En  el  autógrafo  de  El  Escorial  dice  que  era  monja. 

4  Así  forma  la  Santa  el  plural  de  Datemoster.  Quiere  decir  que  entre  los  padrenuestros  al 
número  de  veces  que  Jesús  derramó  sangre,  g  alguna  oración  más,  invertía  varias  horas. 


142  CAmmo  de  perfección 

pura  contemplación,  tj  la  levantaba  el  Señor  a  juntarla  consigo 
en  unión;  y  bien  se  parecía  en  sus  obras  recibir  tan  grandes 
mercedes,  porque  gastaba  muy  bien  su  vida.  Ansí,  alabé  al  Se- 
ñ!0|r  g  hube  envidia  su  oración  vocal.  Si  esto  es  verdad,  como  lo  es, 
no  penséis,  los  que  sois  enemigos  de  contemplativos,  que  es- 
táis libres  de  serlo,  si  las  oraciones  vocales  rezáis  como  se  han 
de  rezar,  tiniendo  limpia  conciencia. 


CAPITULO   XXXI 

QUE  PROSIGUE  EN  LA  MESMA  MATERIA.  DECLARA  QUE  ES  ORACIÓN  DE 
QUIETUD.  PONE  ALGUNOS  AVISOS  PARA  LOS  QUE  LA  TIENEN.  ES 
MUCHO    DE    NOTAR. 

Pues  todavía  quiero,  hijas,  declarar,  como  lo  he  oído  pla- 
ticar, u  el  Señor  ha  querido  dármelo  a  entender,  por  ventura 
para  que  os  lo  diga,  esta  oración  de  quietud,  adonde  a  mí  rae 
parece  comienza  lel  Señor,  como  he  dicho,  a  dar  a  entender  que 
oye  nuestra  petición,  y  comienza  ya  a  darnos  su  reino  aquí,  para 
que  de  veras  le  alabemos  y  santifiquemos  su  nombre,  y  pro- 
curemos lo  hagan  todos. 

Es  ya  cosa  sobrenatural  y  que  no  la  podemos  procurar  nos- 
otros (1)  por  diligencias  que  hagamos;  porque  «s  un  ponerse 
el  alma  en  paz,  u  ponerla  lel  Señor  con  su  presencia,  por  mijor 
decir,  como  hizo  a  el  justo  Simeón,  porque  todas  las  potencias 
se  sosiegan.  Entiende  el  alma,  por  una  manera  muy  fuera  de 
entender  con  los  sentidos  exteriores,  que  está  ya  junio  cabe  su 
Dios,  que,  con  poquito  más,  llegará  a  estar  hecha  una  raesma 
cosa  con  El  por  unión.  Esto  no  es  porque  lo  ve  con  los  ojos  del 
cuerpo  ni  del  alma.  Tampoco  no  vía  el  justo  Simeón  más  del 
glorioso  niño  pobrecito;  que  en  lo  que  llevaba  envuelto  y  la  poca 
gente  oon  El,  que  iban  en  la  procesión,  más  pudiera  juzgarle  por 
hijo  de  gente  pobre,  que  por  Hijo  del  Padre  celestial;  mas 
dióselo  el  mesmo  Niño  a  entender.  Y  ¡ansí  lo  entiende  acá  el 


Por  nuestra  abilidaxl,  añade  al  margen  el  P.  Báñez. 


144  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

alma,  aunque  no  con  esa  claridad;  porque  aun  día  no  entiende 
cómo  lo  entiende,  más  de  que  se  ve  en  el  reino  (al  menos  cabe 
el  Rey  que  se  le  ha  de  dar),  y  parece  que  la  mesma  alma  está 
oon  acatamiento,  aun  para  no  osar  pedir.  Es  como  un  amorteci- 
miento interior  y  exteriormente,  que  no  querría  el  hombre  ex- 
terior (digo  el  cuerpo,  porque  mijor  me  entendáis),  que  no  se 
querría  bullir,  sino  como  quien  ha  llegado  casi  a  el  fin  del  ca- 
mino, descansa  para  poder  mijor  tornar  a  caminar,  que  allí  se 
le  doblan  las  fuerzas  para  ello. 

Siéntese  grandísimo  deleite  en  el  cuerpo,  y  grande  satis- 
fación  en  el  alma.  Está  tan  contenta  ide  sólo  verse  cabe  la  fuen- 
te, que  aun  sin  beber,  está  ya  harta;  no  le  parece  hay  más  que 
desear:  las  potencias  sosegadas,  que  no  querrían  bullirse,  todo 
parece  le  estorba  a  amar,  aunque  no  tan  perdidas,  porque  pue- 
den pensar  en  cabe  quién  están,  que  las  dos  están  libres.  La 
voluntad  es  aquí  la  cativa  (1),  y  si  alguna  pena  puede  tener 
estando  ansí,  es  de  ver  que  ha  de  tornar  a  tener  la  libertad.  El 
entendimiento  (2)  no  querría  entender  más  de  una  cosa,  ni  la 
memoria  ocuparse  en  más;  aquí  ven  que  ésta  sola  es  necesaria, 
y  todas  las  demás  la  turban.  El  cuerpo  no  querrían  se  menease, 
porque  les  parece  han  de  perder  aquella  paz,  y  ansí,  no  se  osan 
bullir;  dales  pena  el  hablar;  en  decir  Padre  nuestro^  una  vez, 
se  les  pasará  una  hora.  Están  tan  cerca,  que  ven  que  se  entien- 
den por  señas.  Están  en  el  palacio  cabe  su  Rey,  y  ven  que  las 
comienza  ya  a  dar  aquí  su  reino;  (no  parece  están  en  el  mundo, 
ni  le  querrían  ver  ni  oír,  sinol  a  su  Dios;  no  les  da  pena  nada, 
ni  parece  se  la  ha  de  dar.  En  fin,  lo'  que  dura  con  la  satisf ación 
y  deleite  que  en  sí  tienen,  están  tan  embebidas  y  absortas,  que 
no  se  acuerda  que  hay  más  que  desear,  sino  que  de  buena 
gana  dirían  oon  San  Pedro:  «Señor,  hagamos  aquí  tres  mora- 
das»  (3). 

Algunas  veces,  en  esta  oración  de  quietud  hace  Dios  otra 
merced  bien   dificultosa  de  entender,   si   no  hay   gran  expirien- 


1  Por  cautiva. 

2  Sobie  esta  palabra  escribió  el  P.  Báñez:  como  antes. 

3  Matth.,  c.  XVII,  v.  4. 


CAPITULO    XXXI  145 

cia;  mas  si  hay  alguna,  luego  lo  (entenderéis  la  que  la  tuviere, 
y  daros  ha  mucha  consolación  saber  qué  'es,  y  creo  muchas  veces 
hace  Dios  esta  merced  junto  con  estotra.  Cuando  es  grande  y 
por  mucho  tiempo  lesta  quietud,  paréceme  a  mí  que  si  la  voluntad 
no  estuviese  asida  a  algo,  que  no  podría  durar  tanto  en  aque- 
lla paz;  porque  acaece  andar  un  día,  u  dos,  que  nos  vemos  con 
esta  satisfación  y  no  nos  entendemos,  digo  los  que  la  tienen,  y 
verdaderamente  ven  que  no  están  enteros  en  lo  que  hacen  (1), 
sino  que  les  falta  lo  mijor,  que  íes  la  voluntad,  que,  a  mi  pa- 
recer, está  unida  con  su  Dios,  y  deja  las  otras  potencias  libres 
para  que  entiendan  len  cosas  de  su  servicio.  Y  para  esto  tienen 
entonces  mucha  más  habilidad;  mas  para  tratar  cosas  del  mun- 
do,  están  torpes  y   como  embobados   a  veces. 

Es  gran  merced  esta  a  quien  el  Señor  la  hace,  porque  vida 
ativa  y  contemplativa  es  junta.  De  todo  sirven  entonces  a  el 
Señor  juntamente;  porque  la  voluntad  estáse  en  su  obra  sin  sa- 
ber cómo  obra,  ij  en  su  contemplación;  las  otras  dos  potencias 
sirven  en  lo  que  Marta;  ansí  que  ella  y  María  andan  juntas. 
Yo  sé  de  una  persona  que  la  ponía  lel  Señor  aquí  muchas  veces, 
y  no  se  sabía  entender,  y  preguntólo  a  un  gran  contemplati- 
vo (2),  y  dijo  que  era  muy  posible,  que  a  él  le  acaecía.  Ansí 
que  pienso,  que  pues  €l  alma  está  tan  satisfecha  en  esta  oración 
de  quietud,  que  lo  más  contino  debe  lestar  unida  la  potencia  de 
la  voluntad  con  el  que  sólo  puede  satisfacerla. 

Paréceme  será  bien  dar  aquí  algunos  avisos  para  las  que 
de  vosotras,  hermanas,  el  Señor  ha  llegado  aquí,  por  sola  su 
bondad,  que  sé  que  son  algunas.  El  primero  es,  que  como  se 
ven  en  aquel  contento  y  no  saben  cómo  les  vino,  al  menos  ven 
que  no  le  pueden  ellas  por  sí  alcanzar,  dales  esta  tentación, 
que  les  parece  podrán  detenerle,  y  aun  resolgar  (3)  no  querrían. 
Y  es  bobería,  que  ansí  como  no  podemos  hacer  que  amanezca,  tam- 
poco podemos  que  deje  de  anochecer;    no  es  ya  obra  nuestra, 


1  Entre  líneas  puso  el  P.  Báñez:  temporal. 

2  K\  margen  de  este  pasaje,  advirtió  la  Santa  en  el  códice  de  Toledo  que  era  el  P.  Fran- 
cisco de  Borja,  duque  de  Gandía.  En  el  capítulo  XXIV,  página  186,  del  Libro  de  la  P7ífe/ habla 
del  mismo  Padre. 

3  Respirar. 

ni  10^ 


146  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

que  €s  sobrenatural  y  cosa  muy  sin  poderla  nosotros  adquirir. 
Con  lo  que  más  deternemos  esta  merced,  es  con  entender  claro 
que  no  podemos  quitar  ni  poner  en  lella,  sino  recibirla,  como 
indinísimos  de  merecerla,  con  hacimiento  de  gracias;  g  éstas 
no  con  muchas  palabras,  sino  con  un  alzar  los  ojos  con  el  pu~ 
blicano  (1). 

Bien  es  procurar  más  soledad  para  dar  lugar  al  Señor 
y  dejar  a  Su  Majestad  que  obre  como  en  cosa  suya;  y  cuanto 
más,  una  palabra  de  rato  en  rato  suave,  como  quien  da  un 
soplo  en  la  vela,  cuando  viere  que  se  ha  muerto,  para  tornarla 
a  accnder  (2);  mas  si  está  ardiendo,  no  sirve  de  más  de  matarla, 
a  mi  parecer.  Digo  que  sea  suave  el  soplo,  porque  por  concertar 
muchas   palabras   con   el   entendimiento,    no   ocupe   la   voluntad. 

Y  nota,  mucho,  amigas,  este  aviso  que  ahora  quiero  decir, 
porque  os  veréis  muchas  veces  que  noi  os  podáis  valer  con  eso- 
tras dos  potencias.  Que  acaece  estar  el  alma  con  grandísima 
quietud,  y  andar  el  entendimiento  tan  remontado,  que  no  pa- 
rece es  en  su  casa  aquello  que  pasa;  y  ansí  lo  parece  entonces, 
que  no  está  sino  como  en  casa  ajena  por  huésped,  y  buscando 
otras  posadas  adonde  estar,  que  aquella  no  le  contenta,  porque 
sabe  poco  ¡estar  en  un  ser.  Por  ventura  íes  sólo  el  mío,  y  no  de- 
ben ser  ansí  otros.  Conmigo  hablo,  que  algunas  veces  me  deseo 
morir,  de  ique  no  puedo  remediar  esta  variedad  del  entendimien- 
to (3).  Otras  parece  hace  asiento  en  su  casa,  y  acompaña  a  la 
voluntad,  que  cuando  todas  tres  potencias  se  conciertan,  es  una 
gloria.  Como  dos  casados,  que  si  se  aman,  que  el  uno  quiere 
lo  que  lel  otro;  mas  si  uno  es  mal  casado,  ya  se  ve  el  desa- 
sosiego que  da  a  su  mujer.  Ansí  que  la  voluntad,  cuando  se 
ve  en  esta  quietud,  no  haga  caso  del  entendimiento  más  que 
de  un  loco,  porque  si  le  quiere  traer  consigo,  forzado  se  ha 
de  ocupar  y  inquietar  algo.  Y  en  leste  punto  de  oración  todo 
será  trabajar  y  no  ganar  más,  sino  perder  lo  que  le  da  el  Se- 
ñor sin  ningún  trabajo  suyo. 


1  Luc,  c.  XVIII,  V.  13. 

2  Por  encender. 

3  Véase  lo  que  dejamos  dicho  de  los  pensamientos  en  el  capítulo  XXVI,  p.  119. 


CAPITULO    XXXI  147 

Y  advertí  mucho  a  esta  comparación,  que  me  parece  cuadra 
mucho.  Está  el  alma  como  un  niño  que  aun  mama,  cuando  está 
a  los  pechos  de  su  madre,  y  ella,  sin  que  él  paladee,  échale  la 
leche  en  la  boca  por  regalarle.  Ansí  €s  acá,  que  sin  trabajo 
del  entendimiento,  está  amando  la  voluntad,  y  quiere  el  Se- 
ñor que,  sin  pensarlo,  entienda  que  está  con  El,  g  que  sólo  tra- 
gue la  leche  que  Su  Majestad  le  pone  en  la  boca,  y  goce  de 
aquella  suavidad  (1),  que  conozca  le  está  el  Señor  haciendo 
aquella  merced,  y  se  goce  de  gozarla;  mas  no  que  quiera  en- 
tender cómO'  la  goza,  y  qué  íes  lo  que  goza,  sino  descuídese  en- 
tonces de  sí,  que  quien  está  cabe  ella,  no  se  descuidará  de  ver 
lo  que  le  conviene.  Porque  si  va  a  pelear  con  el  entendimiento 
para  darle  parte,  trayéndole  consigo,  no  puede  a  todo;  forzado 
dejará  caer  la  leche  de  la  boca,  y  pierde  aquel  mantenimien- 
to divino. 

En  esto  diferencia  lesta  oración,  de  cuando  está  toda  el 
alma  unida  con  Dios,  porque  entonces  aun  sólo  €ste  tragar  d 
mantenimiento  no  hace;  dentro  de  sí,  sin  entender  cómo,  le  pone 
el  Señor.  Aquí  parece  que  quiere  trabaje  un  poquito,  aunque 
es  con  tanto  descanso,  que  casi  no  se  siente.  Quien  la  atormenta, 
es  el  entendimiento;  lo  que  no  hace  cuando  es  unión  de  todas 
tres  potencias,  porque  las  suspende  el  que  las  crió;  porque  con  el 
gozo  que  (2)  da,  todas  las  ocupa  sin  saber  ellas  cómo,  ni  poderlo 
entender.  Ansí  que,  como  digo,  en  sintiendo  en  si  esta  oración,  que 
es  un  contento  quieto  y  grande  de  la  voluntad,  sin  saberse  de- 
terminar de  qué  es  señaladamente,  aunque  bien  se  determina  que 
es  diferentísimo  de  los  contentos  de  acá  (3);  y  que  no  bastaría 
señorear  el  mundo  con  todos  los  contentos  de  él  para  sentir  en 
sí  el  alma  aquella  satisfación,  que  íes  en  lo  interior  de  la  volun- 
tad. Que  otros  contentos  de  la  vida  paréceme  a  mí  que  los 
goza  lo  exterior  de  la  voluntad,  como  la  corteza  de  ella,  digamos. 


1  En  el  margen  superior  hay  una  nota  que  dice:  «Por  esta  comparación  se  puede  entender 
cómo  es  posible  amar  sin  entender  lo  que  se  ama,  ni  qué  ama,    que  es  dificultoso  de  entender». 

2  Había  escrito  las  da,  pero  borró  luego  la  palabra  las. 

3  Fr.  Luis  de  León  pone  aquí  dos  puntos  jj  suprimiendo  la  conjunción,  dice:  es  indiferen- 
tísimo de  los  contentos  de  acá:  que  no  bastaría...  Creo  que  con  la  modificación  del  insigne 
Maestro,  gana  en  claridad  este  párrafo  de  la  Santa. 


148  '  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

Pu€s  cuando  se  viere  en  este  tan  subido  grado  de  oración, 
que  es,  como  he  dicho  ya,  muy  conocidamente  sobrenatural,  si 
€l  entendimiento,  u  pensamiento,  por  más  me  declarar,  a  los 
mayores  desatinos  del  mundo  se  fuere,  ríase  de  él  y  déjele  para 
nedo  (1),  y  estése  en  su  quietud,  que  él  irá  y  verná;  que  aquí  es 
señora  y  poderosa  la  voluntad;  ella  se  le  trairá  sin  que  os  ocu- 
péis. Y  si  quiere  a  fuerza  de  brazos  traerle,  pierde  la  fortaleza 
que  tiene  para  contra  él,  que  viene  de  comer  y  admitir  aquel 
divino  sustentamiento,  y  ni  el  uno  ni  el  otro  ganarán  nada,  sino 
perderán  entramos.  Dicen  que  quien  mucho  quiere  apretar  junto, 
lo  pierde  todo  (2) ;  ansí  me  parece  será  aquí.  La  expiriencia  dará 
esto  a  entender,  que  quien  no  la  tuviere,  no  me  espanto  le  parezca 
muy  escuro  esto,  y  cosa  no  necesaria.  Mas  ya  he  dicho  que  con 
poca  que  haya,  lo  entenderá  y  se  podrá  aprovechar  de  ello,  y 
alabará  a  el  Señor,  porque  fué  servido  se  acertase  a  decir  aquí. 

Ahora,  pues,  concluyamos  con  que  puesta  el  alma  en  esta 
oración,  ya  parece  le  ha  concedido  el  Padre  Eterno  su  petición 
de  darle  acá  su  reino.  ¡Oh  dichosa  demanda,  que  tanto  bien  en 
ella  pedimos  sin  entenderlo!  ¡Dichosa  manera  de  pedir!  Por 
eso  quiero  yo,  hermanas,  que  miremos  cómo  rezamos  esta  ora- 
ción del  Paternóster  y  todas  las  demás  vocales;  porque  hecha 
Dios  esta  merced  (3),  descuidarnos  hemos  de  las  cosas  del 
mundo,  porque  llegando  el  Señor  de  él,  todo  lo  echa  fuera. 
No  digo  que  todos  los  que  la  tuvieren,  por  fuerza  estén 
desasidos  del  todo  del  mundo;  al  menos  querría  que  entiendan 
lo  que  les  falta,  y  se  humillen  y  procuren  irse  desasiendo  de  el 
todo,  porque  si  no,  quedarse  ha  aquí.  Y  lalma  a  quien  Dios  le 
da  tales  prendas,  es  señal  que  la  quiere  para  mucho:  si  no  es 
por  su  culpa,  irá  muy  adelante.  Mas  si  ve  que  puniéndola  el 
reino  del  cielo  en  su  casa,  se  torna  a  la  tierra,  no  sólo  no  la 
mostrará  los  secretos  que  hay  en  su  reino,  mas  serán  pocas  ve- 
ces las  que  le  haga  este  favor  y  breve  espacio. 


1  Modo  de  decir  análogo  al  que  vimos  en  el  capitulo  XXII,  p.  105,  línea  15. 

2  Quien  mucho  abarca,  poco  aprieta,  dice  un  proverbio  español. 

3  «Hecha  por  Dios  esta  merced»,  imprimió  Fr.  Luis  de  León.  El  autógrafo  de  El  Escorial 
dice:  «Porque  está  claro  que  si  Dios  nos  hace  esta  merced....»  En  el  de  Valladolid  había  escrito 
échanos,  pero  borró  ella  misma  la  liltima  sílaba. 


CñPITULO    XXXI  149 

Ya  puede  ser  yo  me  engañe  en  esto,  mas  véolo  y  sé  que 
pasa  ansí,  y,  tengo  para  mí,  que  por  eso  no  hay  muchos  más 
espirituales;  porque,  como  no  responden  en  los  servicios  con- 
forme a  tan  gran  merced,  con  no  tornar  a  aparejarse  a  recibir- 
la, sino  sacar  a  <el  Señor  de  las  manos  la  voluntad  que  ya  tiene 
por  suya  y  ponerla  en  cosas  bajas,  vase  a  buscar  adonde  le  quie- 
ran para  Idar  más,  aunque  no  del  todo  quita  lo  dado,  cuando 
se  vive  con  limpia  conciencia.  Mas  hay  personas,  y  yo  he  sido 
una  de  ellas,  que  está  el  Señor  enterneciéndolas  y  dándolas  inis- 
piraciones  (1)  isarítas,  y  luz  de  lo  que  es  todo,  y,  en  fin,  dándo- 
les este  reino  y  puniéndolos  en  esta  oración  de  quietud,  y  ellos 
haciéndose  sordos.  Porque  son  tan  amigas  de  hablar  y  de  decir 
muchas  oraciones  vocales  muy  apriesa,  como  quien  quiere  aca- 
bar su  tarea,  como  tienen  ya  por  sí  de  decirlas  cada  día,  que 
aunque,  como  digo,  les  ponga  el  Señor  su  reino  en  las  manos, 
no  lo  admiten;  sino  que  ellos,  con  su  rezar,  piensan  que  ha- 
cen raijor,   y   se  divierten. 

Esto  no  hagáis,  hermanas,  sino  estad  sobre  aviso  cuando  el 
Señor  os  hiciere  esta  merced;  mira  que  perdéis  un  gran  tesoro, 
y  que  hacéis  mucho,  más  con  una  ¡palabra  de  cuando  en  cuando 
del  Paternóster ,  que  con  decirle  muchas  veces  apriesa.  Está  muy 
junto  a  quien  pedís,  no  os  dejará  de  oír;  y  creé  que  aquí  es 
el  verdadero  alabar  y  santificar  de  su  nombre,  porque  ya,  como 
cosa  de  Isu  casa,  glorificáis  a  el  Señor,  y  alabáisle  con  más  afé- 
elo n  y  ideseo,  y  jparece  no  podéis  dejarle  de  servir  (2). 


1  Por  inspiraciones. 

2  El  01 
os  aviso  que 


Por  inspiraciones. 

El  original  escurialense  y  los  impresos  añaden  aquí  estas  palabras:    «Ansí  que  en  esto 

)  que  tengáis  mucho  aviso,  porque  importa  mucho». 


CAPITULO  XXXII 

QUE    TRATA    DE    ESTAS    PALABRAS    DEL    «PATERNÓSTER»:     Fiat    VOllltltaS 

tim  sim(  In  cáelo  \et  in  tena  (1),  y  lo  mucho  que  hace  quien 

DICE    ESTAS    PALABRAS    CON    TODA    DETERMINACIÓN,     Y    CUAN    BIEN 
SE    LO    PAGA    EL    SEÑOR. 

Ahora  que  nuestro  busn  Maestro  nos  ha  pedido  g  enseñado 
a  pedir  cosa  de  tanto  valor,  que  encierra  len  sí  todas  las  cosas 
que  acá  podemos  desear,  y  nos  ha  hecho  tan  gran  merced  como 
hacernos  hermanos  suyos,  veamos  qué  quiere  que  demos  a  su 
Padre,  y  qué  le  ofrece  por  nosotros,  y  qué  es  lo  que  nos  pide; 
que  razón  es  le  sirvamos  con  algo  tan  grandes  mercedes.  ¡Oh 
buen  Jesús!  que  tan  poco  dais  (poco  de  nuestra  parte),  ¿cómo 
pedís  para  nosotros?  Dejado  que  ello  en  sí  (2)  es  nonada  para 
adonde  tanto  ise  debe,  y  para  tan  gran  Señor.  Mas  cierto.  Señor 
mío,  que  no  nos  dejáis  con  nada,  y  que  damos  todo  lo  que  pode- 
mos,   si   lo   damos   como   lo    decimos,    digo. 

Sea  hecha  tu  volf^ntad\  y  como  es  hecha  en  el  cielo,  ansí 
se  haga  en  la  tierra.  Bien  hecistes,  nuestro  buen  Maestro,  de 
pedir  la  petición  pasada,  para  que  podamos  cumplir  lo  que  dais 
por  nosotros;  porque  cierto.  Señor,  si  ansí  no  fuera,  imposible 
me  parece.  Mas  haciendo  vuestro  Padre  lo  que  Vos  le  pedís  de 
darnos  acá  su  reino,  yo  sé  que  os  sacaremos  verdadero  en  dar 
lo  que  dais  por  nosotros;  porque  hecha  la  tierra  cielo,  será  po- 


1  Escribe  la  Santa:  Fiad  voluntas  tua  sicud  in  zelo  et  yn  tena. 

2  Es  decir,  lo  que  nosotros  le  damos. 


152  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

sible  hacerse  en  mí  vuestra  voluntad.  Mas  sin  esto,  y  en  tierra 
tan  ruin  como  la  mía,  y  tan  sin  fruto,  yoi  no  sé,  Señor,  cómo 
sería  posible;   es  gran  cosa  lo  que  ofrecéis. 

Cuando  yo  pienso  esto,  gusto  de  las  personas  que  no  osan 
pedir  trabajos  ál  Señor,  que  piensan  está  en  esto  el  dárselos 
luego.  No  hablo  ¡en  los  que  lo  dejan  por  humildad,  pareciéndoles 
no  serán  para  sufrirlos;  aunque  tengo  para  mí  que,  quien  les 
da  amor  para  pedir  este  medio  tan  ¡áspero  para  mostrarle,  le 
dará  para  sufrirlos.  Querría  preguntar  a  los  que  por  temor, 
no  los  piden,  de  que  luego  se  los  han  de  dar  (1),  lo  que  dicen 
cuando  suplican  a  el  Señor  cumpla  su  voluntad  en  ellos,  u  es 
que  lo  dicen  por  decir  lo  que  todos,  mas  no  para  hacerloi;  esto, 
hermanas,  no  sería  bien.  Mira  que  parece  aquí  el  buen  Jesús 
nuestro  embajador,  y  que  ha  querido  entrevenir  (2)  entre  nos- 
otros y  su  Padre,  y  no  a  poca  costa  suya;  y  no  sería  razón 
que  lo  que  ofrece  por  nosotros,  dejásemos  de  hacerlo  verdad, 
u  no  lo  digamos.  Ahora  quiérolo  llevar  por  otra  vía.  Mira,  hijas, 
ello  se  ha  'de  cumplir,  que  queramos  u  no,  y  se  ha  de  hacer  su 
voluntad  icn  lel  cielo  y  en  la  tierra,  creme  (3),  toma  mi  parecer, 
y  hace  de  la  necesidad  virtud. 

¡Oh  Señor  mío,  qué  gran  regalo  es  éste  para  mí,  que  no 
dejásedes  en  querer  tan  ruin  como  el  mío  el  cumplirse  vuestra 
voluntad!  Bendito  seáis  por  siempre,  y  ,'alaben  os  todas  las  cosas. 
Sea  glorificado  vuestro  nombre  por  siempre.  Buena  estuviera  yo. 
Señor,  si  estuviera  len  mis  manos  el  cumplirse  vuestra  volun- 
tad ii  no.  Ahora  la  mía  os  doy  libremente,  aunque  a  tiempo 
que  no  va  ¡libre  de  interese;  porque  ya  tengo  probado,  y  gran 
expiriencia  de  ello,  la  ganancia  que  es  dejar  libremente  mi  volun- 
tad en  la  vuestra.  ¡  Oh  amigas,  qué  gran  ganancia  hay  aquí,  u  (qué 
gran  pérdida,  de  ino  cumplir  lo  que  decimos  al  Señor  en  el 
Paternóster,  en  esto  que  le  ofrecemos ! 

Antes  que  os  ¡diga  lo  que  se  gana,  os  quiero  declarar  lo  mu- 


1  La  frase  estaría  más  clara:  Querría  preguntar  a  los  que,  por  temor  de  que  luego  se  los 
han  de  dar,  no  los  piden....  Fv&i  la  trae  Fr.  Luis  de  León,  aunque  separándose  de  los  autó- 
grafos. 

2  Por  intervenir. 

3  Por  cxeedme. 


CAPITULO    XXXII  153 

cho  que  ofrecéis,  no  os  llaméis  después  a  engaño,  y  digáis  que 
no  lo  «níendistes.  No  sea  como  algunas  rclisiosas  que  no  hacemos 
sino  prometer,  y  como  no  lo  cumplimos,  hay  este  reparo  de 
decir  que  no  se  entendió  lo  que  se  prometía.  Y  ya  puede  ser,  por- 
que decir  que  dejaremos  nuestra  voluntad  en  otra,  parece  muy 
fácil,  hasta  que,  probándose,  se  entiende  es  la  cosa  más  recia 
que  se  puede  hacer,  si  se  cumple  como  se  ha  de  cumplir.  Mas 
no  todas  veces  nos  llevan  con  rigor  los  perlados  de  que  ( 1 )  nos 
ven  flacos;  y,  a  las  veces,  flacos  y  fuertes  llevan  de  una  suerte. 
Acá  no  es  ansí,  que  sabe  el  Señor  lo  que  puede  sufrir  cada  uno, 
y  a  quien  v€  oon  fuerza,  no  se  detiene  en  cumplir  «n  El  su 
voluntad. 

Pues  quiéroos  avisar  y  acordar  que  es  su  voluntad.  No  ha- 
yáis miedo  sea  daros  riquezas,  ni  deleites,  ni  honras,  ni  todas  es- 
tas cosas  de  acá;  no  os  quiere  tan  poco,  y  tiene  en  mucho  lo  que 
le  dais,  y  quiéreoslo  pagar  bien,  pues  os  da  su  reino  aun  viviendo. 
¿Queréis  ver  cómo  ise  ha  con  los  que  de  veras  le  dicen  esto?  Pre- 
guntadlo a  su  Hijo  glorioso,  que  se  lo  dijo  cuando  la  oración  del 
Huerto.  Como  fué  dicho  con  determinación  y  de  toda  voluntad, 
mira  si  la  cumplió  bien  en  El  en  lo  que  le  dio  de  trabajos,  y 
dolores,  y  injurias  y  persecuciones;  en  fin,  hasta  que  se  le  acabó 
la  vida  con  muerte  de  cruz. 

Pues  veis  aquí,  hijas,  a  quien  más  amaba  lo  que  dio,  por 
donde  se  entiende  cuál  es  su  voluntad.  Ansí  que  éstos  son  sus 
dones  en  este  mundo.  Da  conformle  a  el  amor  que  nos  tiene:  a 
los  que  ama  más,  da  de  estos  dones  más;  a  los  que  menos,  me- 
nos, y  conforme  a  el  ánimo  que  ve  en  cada  uno  y  el  amor  que 
tiene  a  Su  Majestad.  A  quien  le  amare  mucho,  verá  que  puede 
padecer  mucho  por  El;  al  que  amare  poco,  poco.  Tengo  yo 
para  mí,  que  la  medida  del  poder  llevar  gran  cruz,  u  pequeña, 
es  la  del  amor.  Ansí  que,  hermanas,  si  le  tenéis,  procura  no 
sean  palabras  de  cumplimiento  las  que  decís  a  tan  gran  Señor, 
sino  esforzaos  a  pasar  lo  que  Su  Majestad  quisiere.  Porque  si 
de  otra  manera  dais  la  voluntad,  es  mostrar  la  joya,  y  irla  a  dar, 


1      De  que,  en  el  significado  de  cuando. 


154  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

y  >rogar  que  la  tomen;  g  cuando  extienden  lá  mano  para  tomarla, 
tornarla  Vos  a  guardar  muy  bien. 

No  son  estas  burlas  para  con  quien  le  hicieron  tantas  por 
nosotros;  aunque  no  hubiera  otra  cosa,  no  es  razón  burlemos  ya 
tantas  veces,  que  no  son  pocas  las  que  se  loi  decimos  en  el 
Paternóster.  Démosle  ya  una  vez  la  joya  del  todo,  de  cuantas 
acometemos  a  dársela;  es  verdad  que  no  nos  da  primero  (1)  para 
que  se  la  demos.  Los  del  mundo  harto  harán  si  tienen  de  ver- 
dad determinación  de  cumplirlo.  Vosotras,  hijas,  diciendo  y  ha- 
ciendo, palabras  y  obras,  como  a  la  verdad  parece  hacemos  los 
relisiosos;  sino  que,  a  las  veces,  no  sólo  acometemos  a  dar  la 
joya,  sino  ponémossela  en  la  mano,  y  tornámossela  a  tomar.  So- 
mos francos  (2)  de  presto,  y  después  tan  escasos,  que  valdría  en 
parte  más  que  nos  hubiéramos  detenido  en  el  dar. 

Porque  todo  lo  que  os  he  avisado  en  este  libro  va  dirigido 
a  este  punto  de  darnos  del  todo  a  el  Criador,  y  poner  nuestra  vo- 
luntad en  la  suya  y  desasirnos  de  las  criaturas,  y  teméis  ya  en- 
tendido lo  mucho  que  importa,  no  digo  más  en  ello;  sino  diré 
para  \o  que  pone  aquí  nuestro  buen  Maestro  estas  palabras 
dichas,  como  quien  sabe  lo  mucho  que  ganaremos  de  hacer  este 
servicio  a  su  Eterno  Padre;  porque  nos  disponemos  para  que,  con 
mucha  brevedad,  nos  veamos  acabado  de  andar  él  camino  y  be- 
biendo del  agua  viva  de  la  fuente  que  queda  dicha.  Porque  sin 
dar  nuestra  voluntad  del  todo  a  el  Señor,  para  que  haga  en 
todo  lo  que  nos  toca  conforme  a  ella,  nunca  deja  beber  de  ella. 
Esto  es  contemplación  perfeta,  lo  que  rae  dijistes  os  escribiese. 

Y  en  esto,  como  ya  tengo  escrito,  ninguna  cosa  hacemos  de 
nuestra  parte,  ni  trabajamos,  ni  negociamos,  ni  es  menester  más; 
porque  todo  lo  demás  (3)  estorba  y  impide  de  decir  fiat  volun- 
tas ttia  (4):  cúmplase  Señor  en  mí  vuestra  voluntad  de  todos 
los  modos  y  maneras  que  Vos,  Señor  mío,  quisierdes.  Si  queréis 


1  Así  está  en  el  autógrafo    de   Valiadolid   y   en  las  copias  autorizadas  y  corregidas  por  la 
Santa.  El  de  El  Escorial  dice:  es  verdá  que  no  nos  la  da  primevo. 

2  Franco,  en  el  sentido  de  generoso,  liberal,  dadivoso. 

3  Añade  el  P.  Domingo  Báñez:  que  por  nuestra  industria  y  habilidad  quisiéremos  nego- 
ciar c[uietud. 

4  La  Santa  siempre  escribe  ñad  voluntas  tua. 


CAPITULO    XXXII  155 

con  trabajos,  dadme  lesfuerzo,  y  vengan;  si  com  persecuciones, 
y  enfermedades,  y  deshonras  y  necesidades,  aquí  estoy,  no  vol- 
veré el  rostro.  Padre  mío,  ni  es  razón  vuelva  las  espaldas.  Pues 
vuestro  Hijo  dio  len  nombre'  de  todos  esta  mi  voluntad,  no  es 
razón  falte  por  mi  parte;  sino  que  me  hagáis  Vos  merced  de 
darme  vuestro  reino  para  que  yo  lo  pueda  hacer,  pues  él  me  k 
pidió,  y  disponed  en  mí  como  en  cosa  vuestra,  conforme  a  vues- 
tra voluntad. 

¡Oh  hermanas  mías,  que  fuerza  tiene  este  don!  No  puede 
menos,  si  va  con  la  determinación  que  ha  de  ir,  de  traer  a  e] 
Todopoderoso  a  ser  uno  con  nuestra  bajeza  y  trasformarnos  en 
sí,  y  hacer  una  unión  del  Criador  con  la  criatura.  Mira  si  que- 
daréis bien  pagadas,  y  si  tenéis  buen  Maestro,  que  como  sabe 
por  dónde  ha  de  ganar  la  voluntad  de  su  Padre,  enséñanos  a 
cómo  y  con  qué  le  hemos  de  servir  (1). 

Y  mientra  más  |se  va  entendiendo  por  las  obras  que  no  son 
palabras  de  cumplimiento,  más,  más  nos  llega  el  Señor  a  sí,  y 
la  levanta  de  todas  las  cosas  de  acá  y  de  sí  mesma  para  ha- 
bilitarla a  recibir  grandes  mercedes,  que  no  acaba  de  pagar  en 
esta  vida  este  servicio'.  En  tanto  le  tiene,  que  ya  nosotros  no  sa- 
bemos qué  nos  pedir,  y  Su  Majestad  nunca  se  cansa  de  dar;  por- 
que no  contento  con  tener  hecha  esta  alma  una  cosa  consigo, 
por  haberla  ya  unido  a  sí  mesmo,  comienza  a  regalarse  con  ella, 
a  descubrirle  secretos,  ^a  holgarse  de  que  entienda  lo  que  ha 
ganado,  y  que  conozca  algo  de  lo  que  la  tiene  por  dar.  Hácela 
ir  perdiendo  estos  ¡sentidos  exteriores,  porque  no  se  la  ocupe 
nada:  esto  es  arrobamiento;  y  comienza  a  tratar  de  tanta  amis- 
tad, que  no  sólo  la  torna  a  dejar  su  voluntad,  mas  dale  la  suya 
con  ella;  porque  se  huelga  el  Señor,  ya  que  trata  de  tanta  amis- 
tad, que  manden  a  veces,  como  dicen,  y  cumplir  El  lo  que  ella 
le  pide,  como  ella  hace  lo  que  El  la  manda,  y  mucho  mijor,  por- 
que es  poderoso  y  puede  cuanto  quiere,  y  no  deja  de  querer. 

La  pobre  alma,  aunque  quiera,  no  puede  lo  que  querría, 
ni  puede  nada  sin  que  se  lo  den;   y  ésta  es  su  mayor  riqueza: 


1      Aquí  termina  el  capítulo  en    el   autógrafo  de  El  Escorial,  y  comienza  con  el  párrafo  si- 
guiente otro  nuevo. 


156  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

quedar  mientra  más  sirve,  más  adeudada,  y  muchas  veces  fatiga- 
da de  verse  sujeta  a  tantos  inconvenientes,  y  embarazos  y  atadura 
como  tray  el  estar  en  la  cárcel  de  este  cuerpo,  porque  querría 
pagar  algo'  de  lo  que  debe,  y  es  harto  boba  de  fatigarse.  Por- 
que, aunque  haga  lo  qu€  es  en  sí,  ¿qué  podemos  pagar  los  que, 
como  digo,  no  tenemos  qué  dar  si  no  lo  recibimos,  sino  cono- 
cernos, y  esto  que  podemos,  que  €s  dar  nuestra  voluntad,  hacer- 
lo'  cumplidamente?  Todo  lo  demás,  para  el  alma  que  el  Señor 
ha  llegado  aquí,  le  embaraza,  y  hace  daño  y  no  provecho,  por- 
que sola  humildad  es  la  que  puede  algo,  y  ésta  no  adquirida 
por  el  entendimiento,  sino  con  una  clara  verdad  que  comprende 
en  un  memento  lo  que  en  mucho  tiempo  no  pudiera  alcanzar 
trabajando  la  imaginación  de  lo  muy  nonada  que  somos,  y  lo  muy 
mucho  que  es   Dios. 

Doos  (1)  un  aviso;  que  no  penséis  por  fuerza  vuestra,  ni  di- 
ligencia, llegar  aquí,  que  es  por  demás;  antes  si  teníades  de- 
voción, quedaréis  frías;  sino  con  simplicidad  y  humildad,  que 
es  la  que  lo  acaba  todo,  decir  fiat  voluntas  tua. 

1      Por  Os  doy. 


CAPITULO   XXXIIÍ 

EN  QUE  TRñTñ  Lñ  GRAN  NECESIDAD  QUE  TENEMOS  DE  QUE  EL  SEÑOR 
NOS  DE  LO  QUE  PEDIMOS  EN  ESTAS  PALABRAS  DEL  «PATERNÓS- 
TER»: Panem  nostrum  quotidianunt  da  nobis  hodie   (1). 

Pues  entendiendo,  como  he  dicho,  el  buen  Jesús,  cuan  di- 
ficultosa cosa  era  ¡ésta  que  ofrece  por  nosotros,  conociendo  nues- 
tra flaqueza,  y  que  muchas  veces  hacemos  entender  que  no  en- 
tendemos cuál  es  la  voluntad  del  Señor,  como  somos  flacos 
y  El  tan  piadoso,  y  que  era  menester  medio,  porque  dejar 
de  dar  lo  dado,  vio  que  en  ninguna  manera  nos  conviene,  por- 
que lestá  len  lello  toda  nuestra  ganancia;  pues  cumplirlo,  vio  ser 
dificultoso,  porque  decir  a  un  regalado  y  rico,  que  es  la  voluntad 
de  Dios  que  tenga  cuenta  con  moderar  su  plato  para  que  coman 
otros  siquiera  pan,  que  mueren  de  hambre,  sacará  mil  razones 
para  no  entender  esto,  sino  a  su  propósito.  Pues  decir  a  un  mor- 
murador  que  es  la  voluntad  de  Dios  querer  tanto  para  su  pró- 
jimo como  para  sí,  noi  lo  puede  poner  a  paciencia,  ni  basta  ra- 
zón para  que  lo  entienda.  Pues  decir  a  un  relisioso  que  está 
mostrado  a  libertad  y  a  regalo,  que  ha  de  tener  cuenta  con  que 
ha  de  dar  enjemplo,  y  que  mire  que  ya  no  son  solas  palabras 
con  las  que  ha  de  cumplir  cuando  dice  esta  palabra,  sino  que 
lo  ha  jurado  y  prometido;,  y  que  es  voluntad  de  Dios  que  cum- 
pla sus  votos,  y  mire  que  si  da  escándalo  que  va  muy  contra 
ellos,  aunque  no  del  todo  los  quebrante;   que  ha  prometido  po- 


1      Dice  el  autógrafo:  Dañen  nostrun  cotidiano  da  nobis  odie. 


158  '  CAMINO    DE    PERFECCCION 

breza,  que  la  guarde  sin  rodeos,  que  esto  es  lo  que  el  Señor  quie- 
re, no  hay  remedio,  aun  ahora,  de  quererlo  algunos,  ¿qué  hi- 
ciera si  el  Señor  no  hiciera  lo  más  con  el  remedio  que  puso? 
No  hubiera  sino  muy  poquitos  que  cumplieran  esta  palabra,  que 
por  nosotros  dijo  a  el  Padre,  de  fiat  voluntas  tua.  Pues,  visto 
el  buen  Jesús  la  necesidad,  buscó  un  medio  admirable  adonde 
nos  mostró  el  extremo  de  amor  que  nos  tiene,  y  en  su  nombre 
y  en  el  de  sus  hermanos,  pidió  esta  petición.  El  pan  nuestro 
de  cada  día,  dánoslo  hoy ,  Señor. 

Entendamos,  hermanas,  por  amor  de  Dios,  esto  que  pide  nues- 
tro buen  Maestro,  que  nos  va  la  vida  en  no  pasar  de  corrida  por 
ello,  y  tené  en  muy  poco  lo  que  habéis  dado,  pues  tanto  habéis  de 
recibir.  Paréceme  lahora  a  mí,  debajo  de  otro  mijor  parecer,  que 
visto  el  buen  Jesús  lo  que  había  dado  por  nosotrois,  y  cómo  nos 
importa  tanto  darlo,  y  la  gran  dificultad  que  había,  como  está  di- 
cho, por  ser  nosotros  tales  y  tan  inclinados  a  cosas  bajas,  y  de 
tan  poco  ¡amor  y  ánimo,  que  lera  menester  ver  el  suyo  para  desper- 
tarnos, y  no  luna  vez,  sino  cada  día,  que  aquí  se  debía  determinar 
de  quedarse  con  nosotros.  Y  como  era  cosa  tan  grave  y  de  tanta 
importancia,  quiso  que  viniese  de  la  mano  del  Eternoi  Padre. 
Porque,  aunque  son  una  mesma  cosa,  y  sabía  que  lo  que  El 
hiciese  en  la  tierra  lo  haría  Dios  en  el  cielo,  y  lo  ternía  por  bue- 
no, pues  su  voluntad  y  la  de  su  Padre  era  una,  era  tanta  la  hu- 
mildad de  lel  buen  Jesús  (1),  que  quiso  como  pedir  licencia;  por- 
que ya  sabía  era  amado  de  el  Padre  y  que  se  deleitaba  en  El. 
Bien  entendió  que  pedía  más  en  esto,  que  ha  pedido  en  lo  de- 
más, porque  ya  sabía  la  muerte  que  le  habían  de  dar,  y  las 
deshonras  y  afrentas  que  había  de  padecer. 

Pues  ¿qué  padre  hubiera.  Señor,  que  habiéndonos  dado  a 
su  hijo,  y  tal  hijo,  y  parándole  tal,  quisiera  consentir  se  quedara 
entre  nosotros  cada  día  a  padecer?  Por  cierto,  ninguno.  Señor, 
sino  el  vuestro:  bien  sabéis  a  quién  pedís.  ¡Oh,  válame  Dios, 
qué  gran  amor  de  el  Hijo,  y  qué  gran  amor  de  el  Padre!  Aun 
no  Ime  espanto  tanto  del  buen  Jesús,  porque  como  había  ya  di- 


1      Por  la  parte  que  era  onbte,  pone  al  margen  el  P.  Báñez. 


CAPiTrjLo   XXXIII  159 

cho  fiat  voluntas  tua,  habíalo  de  cumplir  como  quien  es.  Sí, 
que  no  es  como  nosotros,  pues  como  sabe  la  cumple  con  amar- 
nos como  a  Sí,  ansí  andaba  a  buscar  cómo  cumplir  con  mayor 
cumplimiento,  aunque  fuese  a  su  costa,  este  mandamiento.  Mas 
Vos,  Padre  Eterno,  ¿cómo  lo  consentistes?  ¿Por  qué  queréis  cada 
día  ver  en  tan  ruines  manos  a  vuestro  Hijo?  Ya  que  una  vez  qui- 
sistes  que  lo  estuviese  y  lo  consentistes,  ya  veis  cómo  le  pa- 
raron. ¿Cómo  puede  vuestra  piadad  cada  día,  cada  día  (1)  verle 
hacer  injurias?  ¡Y  ¡cuántas  se  deben  hoy  hacer  a  este  Santísimo 
Sacramento!  ¡En  qué  de  manos  enemigas  suyas  le  debe  de  ver 
el  Padre!    ¡Qué  de  desacatos  de  estos  herejes! 

¡Oh  Señor  Eterno!  ¿Cómo  aceiáis  íal  petición?  ¡Cómo  lo  ¡con- 
sentís! No  miréis  su  amor,  que  a  trueco  de  hacer  cumplidamente 
vuestra  voluntad,  y  de  hacer  por  nosotros,  se  dejará  cada  día 
hacer  pedazos.  Es  vuestro  de  mirar,  Señor  mío,  ya  que  a  vues- 
tro Hijo  no  se  le  pone  cosa  delante  (2).  ¿Por  qué  ha  de  ser 
todo  nuestro  bien  a  su  costa?  ¿Porque  calla  a  todo,  y  no  sabe 
hablar  por  sí,  sino  por  nosotros?  Pues,  ¿no  ha  de  haber  quien 
hable  por  este  amantísimo  Cordero?  He  mirado  yo  cómo  en 
esta  petición  sola  duplica  las  palabras,  porque  dice  primero  y 
pide  que  le  deis  este  pan  cada  día,  y  torna  a  decir  dánoslo 
hoy,  Señor.  Pone  también  delante  a  su  Padre:  es  como  decirle, 
que  ya  una  vez  nos  le  dio  para  que  muriese  por  nosotros,  que  ya 
nuestro  es;  que  no  nos  le  torne  a  quitar  hasta  que  se  acabe  el 
mundo;  que  le  deje  servir  cada  día.  Esto  os  enternezca  el  cora- 
zón, hijas  mías,  para  amar  a  vuestro  Esposo,  que  no  hay  escla- 
vo que  de  buena  gana  diga  que  lo  es,  y  que  el  buen  Jesús  parece 
se  honra  de  ello. 

i  Oh  Padre  Eterno,  que  mucho  merece  esta  humildad!  ¡Con 
qué  tesoro  compramois  a  vuestro  Hijo!  Venderle,  ya  sabemos  que 


1  Repetidas  se  hallan  estas  palabras  en  el  original  para  dar  más  fuerza  a  la  frase. 

2  Este  pasaje,  muy  adulterado,  se  ha  restituido  a  la  pureza  del  original.  El  P.  Báñez,  le 
había  modificado  así:  «No  miréis,  hermanas,  el  amor  de  vuestro  esposo,  que  a  trueco  de  hacer 
cumplidamente  la  voluntad  del  padre  i)  de  hacer  por  nosotros,  se  dejará  cada  día  hacer  pedazos. 
Vuestro  era  de  mirar,  o  padre  eterno,  por  vuestro  hijo;  no  se  le  pone  cosa  delante,  que  le  estor- 
be...». Las  palabras  en  bastardilla  son  las  añadidas  por  Báñez.  Esta  modificación  del  Padre  no 
pasó  a  la  copia  de  Toledo  ni  a  la  edición  de  Fr.  Luis. 


160  CñMIWO    DE    PERFECCIÓN 

por  treinta  dineros  (1);  mas  para  comprarle,  no  hay  precio  que 
baste.  Como  se  hace  aquí  una  cosa  con  nosotros  por  la  parte 
que  tiene  de  nuestra  naturaleza,  g  como  Señor  de  su  voluntad, 
lo  acuerda  a  su  Padre,  que  pues  es  suya,  que  nos  la  puede  dar; 
y  ansí  dice:  pan  niiestro.  No  hace  diferencia  de  El  a  nosotros, 
mas  hacémosla  nosotros  de  El  para  no  nos  dar  cada  día  por 
Su  Majestad. 


1      Matth.,  XXVI,  15. 


CAPITULO  XXXIV 

PROSIGUE     EN     Lñ     MESMñ     MñTERIñ.     ES     MUY     BUENO     PARA     DESPUÉS 
DE    HABER    RECIBIDO    EL    SANTÍSIMO    SACRAMENTO. 

Pu€s  en  esta  petición  de  cada  día,  parece  que  es  para  siem- 
pre. Estando  yo  pensando  por  qué  después  de  haber  dicho  el 
Señor:  cada,  día,  tornó  a  decir:  dánoslo  hoy,  Señor.  Ser  nues- 
tro cada  día,  me  parece  a  mí,  porque  acá  le  poseemos  en  la 
tierra  y  le  poseeremos  también  en  el  cielo,  si  nos  aprovechamos 
bien  de  su  compañía;  pues  no  se  queda  para  otra  cosa  con  nos- 
otros, sino  para  ayudarnos,  y  animarnos  y  sustentarnos  a  hacer 
esta  voluntad,  que  hemos  dicho  se  cumpla  en  nosotros. 

El  decir  hoy,  me  parece  €s  para  un  día,  que  es  mientra 
durare  el  mundo,  no  más:  ¡y  bien  un  día!  Y  para  los  desventu- 
rados que  se  condenan,  que  no  le  gozarán  en  la  otra,  no  es  a  su 
culpa  (1)  si  se  dejan  vencer,  que  El  no  los  deja  de  animar  hasta 
el  fin  íde  la  batalla.  No  ternán  con  qué  se  disculpar,  ni  quejarse 
del  Padre  porque  se  le  tomó  al  mijor  tiempo.  Y  ansí  Is  dice  su 
Hijo,  que,  pues  no  es  más  de  un  día,  se  le  deje  ya  pasar  en  ser- 
vidumbre (2) ;  que  pues  Su  Majestad  ya  nos  le  dio  y  envió  a  el 
mundo  por  sola  su  voluntad,  que  El  quiere  ahora  por  la  suya  pro- 
pia no  desampararnos,  sino  estarse  aquí  con  nosotros  para  más 
gloria  de  sus  amigos  y  pena  de  sus  enemigos.  Que  no  pide  más 
de  hoy,  ahora  nuevamente,  que  el  habernos  dado  este  pan  sacra- 


1  No  es  por  culpa  de  Jesús,  quiere  significar  la  Santa. 

2  «Se  le  deje  ¡ja  pasar  entre  los  suyos^,  cambió  Fr.  Luis  de  León. 

III  n  * 


162  CñffllNO    DE    PERFECCIÓN 

tísimo;  para  siempre  Su  Majestad  nos  le  dio,  como  he  dicho, 
este  mantenimiento  g  maná  de  la  humanidad,  que  le  hallamos 
como  queremos,  g  que  si  no  íes  por  nuestra  culpa,  no  moriremos 
de  hambre,  que  de  todas  cuantas  maneras  quisiere  comer  el 
alma,  hallará  en  lel  Santísimo  Sacramento  sabor  y  consolación. 
No  hay  necesidad,  ni  trabajo  ni  persecución  que  no  sea  fácil  de 
pasar  si  comenzamos  a  gustar  de  los  suyos  (1). 

Pedí  vosotra[s]  (2)  hijas,  con  este  Señor  a  el  Padre  que  os  deje 
hoy  a  vuestro  Esposo,  que  no  os  veáis  en  este  mundo  sin  El; 
que  baste  para  templar  tan  gran  contento  que  quede' tan  disfraza- 
do len  estos  acidentes  de  pan  y  vino,  que  es  harto  tormento  para 
quien  no  tiene  otra  cosa  que  amar,  ni  otro  consuelo;  mas  su- 
plicalde  que  no  os  falte,  y  que  os  dé  aparejo  para  recibirle 
dinamente. 

De  otro  pan,  no  tengáis  cuidado  las  que  muy  de  veras  os 
habéis  dejado  en  la  voluntad  de  Dios;  digo  en  estos  tiempos 
de  oración  que  tratáis  cosas  más  importantes,  que  tiempos  hay 
otros  para  que  trabajéis  y  ganéis  de  comer.  Mas  con  el  cuidado, 
no  curéis  gastar  en  eso  el  pensamiento  en  ningún  tiempo;  sino 
trabaje  el  cuerpo,  que  es  bien  procuréis  sustentaros,  y  descanse 
el  alma.  Deja  ese  cuidado,  como  largamente  queda  dicho,  a  vues- 
tro Esposo,  que  El  le  terna  siempre. 

Es  como  si  entra  un  criado  a  servir,  tiene  cuenta  con  con- 
tentar a  su  señor  en  todo;  mas  él  está  obligado  a  dar  de  comer 
a  el  siervo  mientra  está  en  su  casa  y  le  sirve,  salvo  si  no  es 
tan  pobre,  que  no  tiene  para  sí  ni  para  él.  Acá  oesa  esto:  siem- 
pre es  y  será  rico  y  poderoso.  Pues  no  sería  bien  andar  el  criado 
pidiendo  de  comer,  pues  sabe  tiene  cuidado  su  amo  de  dárse- 


1  En  el  autógrafo  escurialense  viene  aquí  un  párrafo  que  dice:  «Que  otro  pan  de  los  man- 
tenimientos ü  necesidades  corporales,  no  quiero  uo  pensar  se  le  acordó  al  Señor  de  esto,  ni 
querría  se  os  acordase  a  vosotras:  está  puesto  en  subidísima  contemplación.  Que  quien  está  en 
aquel  punto,  no  haij  más  memoria  de  que  está  en  el  mundo  que  si  no  estuviese,  cuantimás  si 
ha  de  comer;  ¿y  había  el  Señor  de  poner  tanto  en  pedir  que  comiésemos  para  El  ij  para  nos- 
otros? No  hace  a  mi  propósito.  Estaños  ensenando  a  poner  nuestras  voluntades  en  las  cosas  del 
cielo,  a  a  pedir  le  comencemos  a  gozar  desde  acá,  ¿g  habíanos  de  meter  en  cosa  tan  baja  como 
pedir  de  comer?  ¡Como  que  no  nos  conoce  que  comenzados  a  entremeter  en  necesidad  del  cuer- 
po, se  nos  olvidarán  las  del  alma!  Pues  ¡qué  gente  tan  concertada,  que  nos  contentaremos  poco 
ü  pediremos  poco!;  sino  que  mientra  más  nos  diere,  mas  parece  nos  ha  de  faltar  el  agua.  Pí- 
danlo esto,  hijas,  los  que  quieren  más  de  lo  necesario». 

2  Por  distracción  escribió  la  Santa  vosotra. 


CAPITULO    XXXIV  163 

lo,  y  le  ha  de  tener.  Con  razón  le  dirá  que  se  ocupe  él  en 
servirle  g  en  cómo  le  contentar,  que  por  andar  ocupado  el 
cuidado  en  lo  que  :no  le  ha  de  tener,  no  hace  cosa  a  dere- 
chas. Ansí  que,  hermanas,  tenga  quien  quisiere  cuidado  de  pedir 
ese  pan;  nosotras  pidamos  a  el  Padre  Eterno  merezcamos  re- 
cibir el  nuestro  Pan  celestial  de  manera  que,  ya  que  los  ojos 
del  cuerpo  no  se  pueden  deleitar  en  mirarle  por  estar  tan  en- 
cubierto, se  descubra  a  los  de  el  alma  y  se  le  dé  a  conocer,  que 
es  otro  mantenimiento  de  contentos  y  regalos,  y  que  sustenta 
la  vida. 

¿Pensáis  que  no  es  mantenimiento  aún  para  estos  cuerpos 
este  santísimo  Manjar,  y  gran  medicina  aún  para  los  males  cor- 
porales? Yo  sé  que  lo  es,  y  conozco  una  persona  de  grandes  en- 
fermedades que  estando  muchas  veces  con  graves  dolores,  co- 
mo con  la  mano  se  le  quitaban  y  quedaba  buena  del  todo  (1). 
Esto  muy  ordinario,  y  de  males  muy  conocidos,  que  no  se  po- 
dían fingir,  a  mi  parecer.  Y  porque  de  las  maravillas  que  hace 
este  santísimo  Pan  en  los  que  dinamente  le  reciben  son  muy 
notorias,  no  digo  muchas  que  pudiera  decir  desta  persona  que  he 
dicho,  que  lo  podía  yo  saber,  y  sé  que  no  es  mentira.  Mas  ésta 
habíala  el  Señor  dado  tan  viva  fe,  que  cuando  oía  a  algunas  per- 
sonas decir  que  quisieran  ser  (2)  en  éi  tiempo  que  andaba  Cristo 
nuestro  Bien  en  el  mundo,  se  reía  entre  sí,  pareciéndole  que 
tiniéndole  tan  verdaderamente  len  el  Santísimo  Sacramento  co- 
mo entonces,  que  ¿qué  más  se  les  daba? 

Mas  sé  de  lesta  persona,  que  muchos  años,  aunque  no  era 
muy  perfeta,  cuando  comulgaba,  ni  más  ni  menos  que  si  viera 
con  los  ojos  corporales  entrar  en  su  posada  el  Señor,  procuraba 
esforzar  la  fe,  para  que  (3),  como  creía  verdaderamente  entraba 
este  Señor  en  su  pobre  posada,  desocupábase  (4)  de  todas  las  co- 
sas exteriores  cuanto  le  lera  posible,  y  entrábase  con  El.  Procuraba 
recoger  los  sentidos,  para  que  todos  entendiesen  tan  gran  bien; 


1  Habla  de  sí  misma. 

2  Vivir. 

3  En  significación  de  porque. 

4  Fray   Luis  de  León  enmendó  el  autógrafo  diciendo:    «...procuraba  esforzar  la  fe,  para 
(como  creía  verdaderamente  que  entraba  este  Señor  en  su  pobre  posada)  desocuparse  etc.». 


164  CñmiNO    DE    PERFECCIÓN 

digo,  no  embarazasen  ^a  el  alma  para  conocerle.  Considerábase 
a  sus  pies  y  lloraba  con  la  Madalena,  ni  más  ni  menos  que  si 
con  los  ojos  corporales  le  viera  en  casa  del  fariseo;  y  aunque  no 
sintiese  devoción,  la  fe  la  decía  que  estaba  bien  allí. 

Porque  si  no  nos  queremos  hacer  bobos  y  cegar  el  enten- 
dimiento, no  hay  que  dudar  que  esto  no  es  representación  de  la 
imaginación,  como  cuando  consideramos  a  el  Señor  en  la  cruz, 
u  en  otros  pasos  de  la  Pasión,  que  le  representamos  en  nosotros 
mesmos  como  pasó.  Esto  pasa  ahora,  y  es  entera  verdad,  y  no 
hay  para  qué  le  ir  a  buscar  en  otra  parte  más  lejos;  sino  ífue, 
pues  sabemos  que  mientra  no  consume  el  calor  natural  los  aci- 
dentes  de  el  pan,  que  está  con  nosotros  el  buen  Jesús,  que  inos 
lleguemos  a  El.  Pues  si  cuando  andaba  en  el  mundo,  de  sólo 
tocar  sus  ropas  sanaba  los  enfermos,  ¿qué  hay  que  dudar  que 
hará  milaglos  estando  tan  dentro  de  mí,  si  tenemos  fe,  y  nos 
dará  lo  que  le  pidiéremos,  pues  está  en  nuestra  casa?  Y  no  sue- 
le Su  Majestad  pagar  mal  la  posada,  si  le  hacen  buen  hospedaje. 

Si  os  da  pena  no  verle  con  los  ojos  corporales,  mira  que  no 
nos  conviene,  que  es  otra  cosa  verle  glorificado,  u  cuando  an- 
daba por  el  mundo.  No  habría  sujeto  que  lo  sufriese  de  nuestro 
flaco  natural,  ni  habría  mundo,  ni  quien  quisiese  parar  en  él; 
porque  en  ver  esta  Verdad  eterna,  se  vería  ser  mentira  y  burlas 
todas  las  cosas  de  que  acá  hacemos  caso.  Y  viendo  tan  gran 
Majestad,  ¿cómo  osaría  una  pecadorcilla  como  yo,  que  tantO'  le 
ha  ofendido,  estar  tan  cerca  de  El?  Debajo  de  aquel  pan  (1),  está 
tratable;  porque  si  el  rey  se  disfraza,  no  parece  se  nos  daría 
nada  de  (2)  conversar  sin  tantos  miramientos  y  respetos  con 
El;  parece  está  Ipbligado  a  sufrirlo,  pues  se  disfrazó,  i  Quién 
osara  llegar  con  tanta  tibieza,  tan  indinamente,  con  tantas  im- 
perf  eciones ! 

¡Oh,  cómo  no  sabemos  lo  que  pedimos,  y  cómo  lo  miró 
mijor  su  sabiduría!   Porque  a  los  que  ve  se  han  de  aprovechar 


1  Debajo  de  aquellos  accidentes  de  pan,  corrige,  a  lo  teólogo,  Fr.  Luis  de  León.  Ya  se 
entiende  que  esto  es  lo  que  la  Santa  quiso  decir.  De  estos  accidentes  de  pan  y  vino  acaba  de 
hablarnos  en  la  página  162,  línea  11,  tj  en  esta  misma,  línea  12. 

2  Aquí  puso  la  Santa  un  no,  que  borró  después. 


CAPITULO    XXXIV  165 

de  su  presencia,  El  íse  les  descubre;  que  aunque  no  le  vean  con 
los  ojos  corporales,  muchos  modos  tiene  de  mostrarse  a  el  al- 
ma por  grandes  sentimientos  interiores  g  por  diferentes  vías. 
Estaos  vos  con  El  de  buena  gana;  no.  perdáis  tan  buena  sazón 
de  negociar,  como  es  lel  hora  (1)  después  de  haber  comulgado.  Si 
la  obediencia  os  mandare,  hermanas,  otra  cosa,  procura  dejar 
el  alma  con  iel  Señor;  que  si  luego  lleváis  el  pensamiento  a  otra, 
y  ino  hacéis  caso,  ni  tenéis  cuenta  con  que  está  dentroi  de  vos, 
¿cómo  se  os  ha  de  dar  a  conocer?  Este,  pues,  es  buen  tiempo 
para  que  os  ensene  muestro  Maestro,  y  que  le  oyamos,  y  bese- 
mos los  pies  porque  nos  quiso  enseñar,  y  le  supliquéis  no  se 
vaya  de  con  vos. 

Si  esto  habéis  de  pedir  mirando  una  imagen  de  Cristo 
que  estamos  mirando,  bobería  me  parece  dejar  la  mesma  perso- 
na por  mirar  el  debujo  (2).  ¿No  lo  sería,  si  tuviésemos  un 
retrato  de  una  persona  que  quisiésemos  mucho,  y  la  mesma  per- 
sona nos  viniese  a  ver,  dejar  de  hablar  con  ella  y  tener  toda  la 
conversación  con  el  retrato?  ¿Sabéis  para  cuándo  es  muy  bue- 
no, y  cosa  en  que  yo  me  deleito  mucho?  Para  cuando  está 
ausente  la  mesma  persona,  u  quiere  darnos  a  entender  lo  está 
con  muchas  sequedades,  es  gran  regalo  ver  una  imagen  de  quien 
con  tanta  razón  amamos.  A  cada  cabo  (3)  que  volviésemos  los 
ojos,  la  querría  ver.  ¿En  qué  mijor  cosa,  ni  más  gustosa  a  la  vista, 
la  podemos  emplear  que  en  quien  tanto  nos  ama  y  en  quien  tie- 
ne icn  sí  todos  los  bienes?  Desventurados  estos  herejes,  que  han 
perdido  por  su  culpa  esta  consolación  con  otras. 

Mas  acabando  de  recibir  a  el  Señor,  pues  tenéis  la  mesma 
persona  delante,  procura  cerrar  los  ojos  del  cuerpo,  y  abrir  los 
de  el  alma,  y  miraros  al  corazón;  que  yo  os  digo,  y  otra  ('vez 
lo  digo,  y  muchas  lo  querría  decir,  que  si  tomáis  esta  costum- 
bre todas  las  veces  que  comulgardes,  y  procura  (4)  tener  tal 
conciencia  que  os  sea  lícito  gozar  a  menudo  de  este  Bien,  que 


1  La  hora,  se  dice  hoy. 

2  Por  dibujo. 

3  Jl  cada  lado,  a  cualquier  lugar. 

4  Fr.  Luis  de  León  suprime  la  conjunción  y  pone  el  verbo  en  gerundio:  procurando.  La 
frase  es  más  correcta,  pero  no  es  la  de  S.  Teresa.  El  autógrafo  de  El  Escorial  dice  procurar. 


166  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

no  viene  tan  disfrazado,  que,  como  he  dicho,  de  muchas  mane- 
ras no  se  dé  a  conocer  conforme  a  el  deseo  que  tenemos  de 
verle;  y  tanto  lo  podéis  desear,  que  se  os  descubra  del  todo. 

Mas  si  no  hacemos  caso  de  El,  sino  que  en  recibiéndole 
nos  vamos  de  con  El  a  buscar  otras  cosas  más  bajas,  ¿qué  ha 
de  hacer?  ¿Hanos  de  traer  por  fuerza  a  que  le  veamos  que  se 
nos  quiere  dar  a  conocer?  No,  que  no  le  trataron  tan  bien  cuan- 
do se  dejó  ver  a  todos  a  el  descubierto,  y  les  decía  claro  quién 
era,  que  muy  pocos  fueron  los  que  le  creyeron.  Y  ansí,  harta 
misericordia  nos  hace  a  todos,  que  quiere  Su  Majestad  entenda- 
mos que  es  El  el  que  está  en  el  santísimo  Sacramento.  Mas 
que  le  vean  descubiertamente,  y  comunicar  sus  grandezas  y  dar 
de  sus  tesoros,  'no  quiere  sino  a  los  que  entiende  que  mucho 
le  desean,  porque  éstos  son  sus  verdaderos  amigos.  Que  yo 
os  digo,  que  quien  no  lo  fuere,  y  no  llegare  a  recibirle  como  tal, 
habiendo  hecho  lo  que  es  en  sí,  que  nunca  le  importune  por- 
que se  le  dé  a  conocer.  No  ve  la  hora  de  haber  cumplido  con  lo 
que  manda  la  Ilesia,  cuando  se  va  de  su  casa  y  procura  echarle  de 
sí.  Ansí  que  este  tal,  con  otros  negocios,  y  ocupaciones  y  emba- 
razos del  mundo,  parece  que,  lo  más  presto  que  puede,  se  da 
priesa  a  que  no  le  ocupe  la  casa  el  Señor  de  él. 


CAPITULO  XXXV 

ACABñ    LA    MATERIA    COMENZADA    CON    UNA    EXCLAMACIÓN    A    EL    PADRE 
ETERNO. 

Heme  alargado  tanto  en  lesto,  aunque  había  hablado  en  la  ora- 
dón  del  recogimiento  de  lo  mucho  cfue  importa  este  entrarnos  a 
solas  con  Dios,  [por  ser  cosa  tan  importante]  ( 1 ) ;  y  cuandoi  no  co- 
mulgardes,  hijas,  y  oyerdes  misa,  podéis  comulgar  espiritualmente, 
que  es  de  grandísimo  provechoi,  y  hacer  lo  niesmo  de  recogeros 
después  en  vos,  que  es  mucho  lo  que  se  imprime  el  amor  ansí  de 
este  Señor;  porque  aparejándonos  a  recibir,  jamás  por  muchas 
maneras  deja  de  dar,  que  no  entendemos.  Es  llegarnos  a  el  fue- 
go, que  aunque  le  haya  muy  grande,  si  estáis  desviadas  y  ascon- 
déis  las  manos,  mal  os  podéis  calentar,  aunque  todavía  da  más 
calor  que  no  lestar  adonde  no  haya  fuego.  Mas  otra  cosa  es  que- 
rernos llegar  a  El,  que  si  el  alma  está  dispuesta,  digo  que  esté 
con  deseo  de  perder  el  frío,  y  se  está  allí  un  rato,  para  muchas 
horas   queda   con   calor. 

Pues  mira,  hermanas,  que  si  a  los  principios  no  os  hallar- 
des  bien  (que  podrá  ser,  porque  os  porná  el  demonio  apretamien- 
to de  corazón  y  congoja,  porque  sabe  el  daño  grande  que  le 
viene  de  aquí),  haraos  entender  que  halláis  más  devoción  en 
otras  cosas,  y  aquí  menos.  No  dejéis  este  modo;  aquí  pro- 
bará el  Señor  lo  que  le  queréis.  Acordaos  que  hay  pocas  almas 
que  le  acompañen  y  le  sigan,  en  los  trabajos;  pasemos  por  El 
algo,  que  Su  Majestad  os  lo  pagará.  Y  acordaos  también  qué 


1      /\sí  completó  la  Santa  el  sentido  de  este  período  en  el  códice  de  Toledo. 


168  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

de  personas  habrá  que  no  sólo  quieran  no  estar  con  El,  sino 
que  con  descomedimiento  le  echen  de  sí.  Pues  algo  hemos  de 
pasar  para  que  entienda  k  tenemos  deseo  de  ver.  T  pues  todo 
lo  sufre,  y  sufrirá,  por  hallar  sola  un  alma  que  le  reciba  y  ten- 
ga len  sí  con  amor,  sea  esta  la  vuestra;  porque,  a  no  haber  nin- 
guna, con  razón  no  \e  consintiera  quedar  el  Padre  Eterno  con 
nosotros;  sino  que  es  tan  amigo  de  amigos  y  tan  señor  de  sus 
siervos,  que,  oomo^  ve  la  voluntad  de  su  buen  Hijo,  no  le  quiere 
estorbar  obra  tan  ecelente,  y  adonde  tan  cumplidamente  mues- 
tra el  amor  que  tiene  a  su  Padre. 

Pues,  Padre  santo,  que  estás  en  los  cielos,  ya  que  lo 
queréis  y  lo  acetáis,  y  claro  está  no  habíades  de  negar  cosa 
que  tan  bien  nos  está  a  nosotros,  alguien  ha  de  haber,  como 
dije  al  principio,  que  hable  por  vuestro  Hijo,  pues  El  nunca 
torno  de  Sí  (1).  Seamos  nosotras,  hijas,  aunque  es  atrevimiento, 
siendo  las  que  somos,  mas  confiadas  en  que  nos  manda  el 
Señor  que  pidamos,  llegadas  a  esta  obediencia  (2),  en  nombre  de 
el  buen  Jesús,  supliquemos  a  Su  Majestad,  que  pues  no  le  ha 
quedado  por  hacer  ninguna  cosa  haciendo  a  los  pecadores  tan 
gran  beneficio  como  éste,  que  quiera  su  piadad  y  se  sirva  de 
pioner  remedio  para  que  no  sea  tan  maltratado;  y  que  pues 
su  santo  Hijo  puso  tan  buen  medio  para  que  en  sacrificio  le 
podamos  ofrecer  muchas  veces,  que  valga  tan  precioso  don  para 
que  no  vaya  adelante  tan  grandísimo  mal  y  desacatos  como  se 
hacen  en  los  lugares  adonde  estaba  este  Santísimo  Sacramento 
entre  estos  luteranos,  deshechas  las  ilesias,  perdidos  tantos  sa- 
cerdotes, quitados  los  sacramentos. 

Pues  ¡qué  es  esto  mi  Señor  y  mi  Dios!  U  dad  fin  al  mun- 
do, u  poned  remedio  en  tan  gravísimos  males,  que  no  hay 
corazón  que  lo  sufra,  aun  de  los  que  somos  ruines.  Suplicóos, 
Padre  Eterno,  que  no  lo  sufráis  ya  Vos;  atajad  este  fuego.  Se- 
ñor, que  si  queréis  podéis.  Mira  que  aun  está  en  el  mundo  vues- 
tro Hijo;  por  su  acatamiento  cesen  cosas  tan  feas,  y  abominables 


1  De  sí,  equivalente  a  por  sí,  como  en  la  pág.  71,  línea- 21,  y  pág.  81,  lín.  18. 

2  ,  Borró  el  P.  Báñez  con  una  línea  esta  palabra  ij  puso  al  margen:  audienzia.  La  enmien- 
da no  se  ha  tenido  presente  en  ninguna  edición. 


CAPITULO    XXXV  169 

g  sucias;  por  su  hermosura  y  limpieza  (1)  no  merece  estar  en 
casa  (2)  adonde  hay  cosas  semejantes.  No  loi  hagáis  por  nosotros, 
Señor,  que  no  lo  merecemos;  hacedlo  por  vuestro  Hijo.  Pues 
suplicaros  que  no  esté  con  nosotros,  noi  os  lo  osamos  pedir:  ¿qué 
sería  de  nosotros?  Que  si  algo  os  aplaca,  es  tener  acá  tal  prenda. 
Pu€s  algún  medio  ha  de  haber.  Señor  mío,  póngale  Vuestra 
Majestad. 

¡Oh  mi  Dios,  quién  pudiera  importunaros  mucho,  y  ha- 
beros servido  mucho  para  poderos  pedir  tan  gran  merced  en 
pago  de  mis  servicios,  pues  no  dejáis  ninguno  sin  paga!  Mas 
no  lo  he  hecho.  Señor;  antes  por  ventura  so  yo  (3)  la  que  os  he 
enojado  de  manera,  que  por  mis  pecados  vengan  tantos  males. 
Pues  ¿qué  he  de  hacer,  Criador  mío,  sino  presentaros  este  Pan 
sacratísimo,  y  aunque  nos  le  distes,  tornárosle  a  dar,  y  suplicaros 
por  los  méritos  de  vuestro  Hijo  me  hagáis  esta  merced,  pues 
por  tantas  partes  lo  tiene  merecido?  Ya,  Señor,  ya  haced  que 
se  sosiegue  este  mar;  no  ande  siempre  en  tanta  tempestad  esta 
nave  de  la  Iglesia,  y  sálvanos.  Señor  mió,  que  perecemos   (4). 


1  E\  q  (que),  intercalado  en  este  pasaje,  no  es  de  la  Santa. 

2  Cosa  escribió  primero,  pero  ella,  o  algún  corrector,  convirtieron  la  o  en  a.  Cosa,  dice  el 
autógrafo  de  El  Escorial.  El  códice  de  Toledo  dice  casas. 

3  So  yo,  como  en  la  página  35,  línea  14. 

4  Matth.  VIII,  25. 


CAPITULO  XXXVI 

TRñTñ   DE    ESTAS    PALABRAS    DEL    <<; PATERNÓSTER» :    DimUte   HobiS   de- 
bita riostra   ( 1 ) . 

Pues  viendo  nuestro  buen  Maestro  que  con  este  manjar  ce- 
lestial todo  nos  íes  fácil,  si  no  es  por  nuestra  culpa,  y  que  po- 
demos cumplir  muy  bien  lo  que  hemos  dicho  a  el  Padre  de  que 
se  cumpla  en  nosotros  su  voluntad,  dícele  ahora  que  nos  perdone 
nuestras  deudas,  pues  perdonamos  nosotros.  Y  ansí,  prosiguien- 
do *en  la  oración  que  nos  enseña,  dice  estas  palabras:  Y  perdó- 
nanos, Señor,  nuestras  deudas,  ansí  como  nosotros  las  perdona- 
mos a  nuestros  deudores. 

Miremos,  hermanas,  que  no  dice  «como  perdonaremos»,  por- 
que entendamos  que  quien  pide  un  don  tan  grande  como  el  pasa- 
do, y  quien  ya  ha  puesto  su  voluntad  en  la  de  Dios,  que  ya  esto 
ha  de  estar  hecho,  y  ansí  dice:  como  nosotros  las  perdonamos. 
Ansí  que,  quien  de  veras  hubiere  dicho  esta  palabra  a  el  Señor, 
fiat  voluntas  tua,  todo  lo  ha  de  tener  hecho,  con  la  determinación, 
al  menos.  Veis  aquí  cómo  los  santos  se  holgaban  con  las  injurias  y 
persecuciones,  porque  tenían  algo  que  presentar  a  el  Señor  cuan- 
do le  pedían.  ¿Qué  hará  una  tan  pobre  como  yo,  que  tan  poco 
ha  tenido  que  perdonar  y  tanto  hay  que  se  me  perdone?  Co- 
sa (2)  es  ésta,  hermanas,  para  que  miremos  mucho  en  ella;  que 


1  El  original:  Dimite  nobis  devita  nostra. 

2  Con  esta  palabra  comienzan  las  quince  líneas  que  en  el  autógrafo  borró  Santa  Teresa,  y 
por  eso  no  las  copiaron  los  antiguos  códices,  ni  las  ediciones  de  este  libro.  Como  los  pensa^ 
mientos  que  contienen  son  graves  y  hermosos,  no  debemos  privar  de  ellos  al  lector. 


172  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

una  cosa  tan  grave  y  de  tanta  importancia  como  que  nos  per- 
done Nuestro  Señor  nuestras  culpas,  que  merecían  fuego  eterno, 
se  nos  perdone  con  tan  baja  cosa  como  es  que  perdoineraos;  y 
aun  de  lesta  bajeza  tengo  tan  pocas  que  ofrecer,  que  de  balde 
me  habéis,  Señor,  de  perdonar:  aquí  cabe  bien  vuestra  mise- 
ricordia. Bendito  seáis  Vos,  que  tan  pobre  me  sufrís,  que  lo  que 
vuestro  Hijo  dice  en  nombre  de  todos,  por  ser  yo  tal  ¡y  tan  sin 
caudal,  me  he  de  salir  de  la  cuenta  (1). 

Mas,  Señor  mío,  ¿si  habrá  algunas  personas  que  me  tengan 
compañía  y  no  hayan  entendido  esto?  Si  las  hay,  en  vuestro 
nombre  les  pido  yo^  que  se  les  acuerde  de  esto,  y  (no  hagan  caso 
de  unas  cositas  que  llaman  agravios,  que  parece  hacemos  ca- 
sas de  pajitas,  como  los  niños,  con  estos  puntos  de  honra.  ¡Oh, 
válame  Dios,  hermanas,  si  entendiésemos  qué  cosa  es  honra  y 
en  qué  está  perder  la  honra!  Ahora  no  hablo  con  nosotras,  que 
harto  mal  sería  ;no  tener  ya  entendido  esto,  sino  conmigo,  el 
tiempo  que  me  precié  de  honra  sin  entender  qué  cosa  era;  ííba- 
me  a  (el  hilo  de  la  gente  (2).  ¡Oh  de  qué  cosas  me  agraviaba! 
que  yo  tengo  vergüenza  ahora,  y  ;no  era,  pues,  de  las  que  mucho 
miraban  en  estos  puntos;  mas  no  estaba  en  el  punto  principal, 
porque  no  miraba  yo,  ni  hacía  caso  de  la  honra  que  tiene  algún 
provecho,  porque  ésta  es  la  que  hace  provecho  a  el  alma.  Y  qué 
bien  dijo,  quien  dijo,  que  honra  y  provecho  no  podían  estar  jun- 
tas, aunque  no  sé  si  lo  dijo  a  este  propósito.  Y  es  al  pi€  de  la 
letra,  porque  provecho  del  alma  y  esto  que  llama  el  mundo 
honra,  nunca  puede  estar  junto.  Cosa  espantosa  es  qué  al  revés 
anda  el  mundo.  Bendito  sea  el  Señor  que  nos  sacó  de  él. 

Mas  mira,  hermanas,  que  no  nos  tiene  olvidadas  el  demo- 
nio; también  inventa  sus  honras  en  los  monesterios,  y  pon.e 
sus  leyes,  que  suben  y  bajan  en  dinidades  como  los  del  mundo. 
Los  letrados  deben  de  ir  por  sus  letras,  que  esto  no  lo  sé,  que  el 
que  ha  llegado  a  leer  Teulogía  (3)  no  ha  de  bajar  a  leer  Filoso- 


1  Aquí  termina  lo  borrado. 

2  Por  lo  que  oía,  añade  en  el  autógrafo  de  El  Escorial. 

3  Ambos  autógrafos,  escurialense  y  valisoletano,  dicen  teulogía,  u  ambos  están  enmenda- 
dos por  un  corrector. 


CAPITULO    XXXVI  173 

fía,  que  es  un  punto  de  honra,  que  está  en  que  ha  de  subir  g  no 
bajar.  Y  aun  si  se  lo  mandase  la  obediencia,  lo  ternía  por  agra- 
vio, y  habría  quien  tornase  de  él  (1),  que  es  afrenta;  y  luego  el 
demonio  descubre  razones,  que  aun  en  ley  de  Dios  parece  lleva 
razón.  Pues  entre  nosotras,  la  que  ha  sido  priora,  ha  de  quedar 
inhabilitada  para  otro  oficio  más  bajo:  un  mirar  en  la  que  es 
más  antigua,  que  esto  no  se  nos  olvida,  y  aun  a  las  veces  parece 
merecemos  en  ello,  porque  lo  manda  la  Orden. 

Cosa  es  para  rcir,  u  para  llorar,  que  lleva  más  razón.  Sí, 
que  no  manda  la  Orden  que  no  tengamos  humildad:  manda 
que  haya  concierto;  mas  yo  no  he  de  estar  tan  concertada  en  co- 
sas ide  mi  (estima,  que  tenga  tanto  cuidado  en  este  punto  de  Or- 
den como  de  otras  cosas  de  ella,  que  por  ventura  guardaremos 
imperfetamente;  no  esté  toda  nuestra  perfeción  de  guardarla  en 
esto;  otras  lo  mirarán  por  mí,  si  yo  me  descuido.  Es  el  caso, 
que  como  somos  inclinadas  a  subir,  aunque  no  subiremos  por  aquí 
al  cielo,  no  ha  de  haber  bajar.  ¡Oh  Señor,  Señor!  ¿Sois  Vos 
nuestro  dechado  y  Maestro?  Sí,  por  cierto.  ¿Pues  en  qué  estuvo 
vuestra  honra,  Honrador  nuestro?  No  la  perdistes,  por  cierto, 
en  ser  humillado  hasta  la  muerte;  no,  Señor,  sino  que  la  ganas- 
tes  para  todos. 

¡Oh,  por  amor  de  Dios,  hermanas!  que  llevamos  perdido 
el  camino,  porque  va  errado  desde  el  principio;  y  plega  a  Dios 
que  no  se  pierda  algún  alma  por  guardar  estos  negros  puntos 
de  honra,  sin  entender  en  qué  está  la  honra.  Y  vernemos  des- 
pués a  pensar  que  hemos  hecho  mucho,  si  perdonamos  una  co- 
sita de  éstas,  que  ni  era  agravio,  ni  enjuria  (2),  ni  nada;  y  imuy 
como  quien  ha  hecho  algo,  vernemos  a  que  nos  perdone  el  Se- 
ñor, pues  hemos  perdonado.  Dadnos,  mi  Dios,  a  entender  que 
no  nos  entendemos,  y  que  venimos  vacías  las  manos,  y  perdó- 
nanos Vos  por  vuestra  misericordia.  Que  (3)  en  verdad.  Señor, 
que  no  veo  cosa  (pues  todas  las  cosas  se  acaban,  y  el  castigo 


1  De  él  en  vez  de  por  él.  Véase  la  nota  primera  de  la  página  168. 

2  Para   evitar,   sin   duda,    el   encuentro  de  dos  íes,  escribió  enjuria,  porque  ordinariamente 
dice  la  Santa  injuria. 

3  Desde   esta   palabra   hasta  el  final   del   párrafo,  está  borrado  por  la  misma   Santa   en   el 
autógrafo;  por  lo  mismo,  no  se  halla  su  contenido  en  las  copias  antiguas  ni  en  las  ediciones. 


174  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

€s  sin  fin),  que  merezca  ponérseos  delante  para  que  nos  hagáis 
tan  gran  mierced,  si  no  es  por  quien  os  lo  pide. 

Mas  ¡qué  estimado  debe  ser  este  amarnos  unos  a  otros  del 
S,eñor!  Pues  pudiera  el  buen  Jesú  ponerle  delante  otras,  y 
decir:  perdónanos,  Señor,  porque  hacemos  mucha  penitencia,  u 
porque  rezamos  mucho,  y  ayunamos,  y  lo  hemos  dejado  todo 
por  Vos,  y  os  amamos  mucho;  y  no  dijo  porque  perderíamos 
la  vida  por  Vos,  y,  como  digo,  otras  cosas  qu2  pudiera  decir, 
sino  sólo  porque  perdonamos.  Por  ventura,  como  nos  conoce  por 
tan  amigos  de  esta  negra  honra,  y  como  cosa  más  dificultosa  de 
alcanzar  de  nosotros,  y  más  agradable  a  su  Padre  (1),  la  dijo, 
y  se  la  ofrece  de  nuestra  parte. 

Pues  tené  mucha  cuenta,  hermanas,  con  que  dice:  como 
perdonamos;  ya  como  cosa  hecha,  como  he  dicho  (2).  Y  ad- 
vertí mucho  en  esto,  que  cuando  de  las  cosas  que  Dios  hace 
merced  a  un  alma  en  la  oración  que  he  dicho  de  contemplación 
perfeta,  no  sale  muy  determinada,  y,  si  se  le  ofrece,  lo  pone  por 
obra  de  perdonar  cualquier  i[n]juria  (3)  por  grave  que  sea,  no 
estas  naderías  que  llaman  injurias,  [no  fíe  mucho  de  su  ora- 
ción] (4);  que  a  d  alma  que  Dios  llega  a  Sí  en  oración  tan 
subida,  no  llegan,  ni  se  le  da  más  ser  estimada  que  no.  No 
dije  bien,  que  sí  da,  que  mucha  más  pena  le  da  la  honra  que 
la  deshonra,  y  el  mucho  holgar  con  descanso  que  los  traba- 
jos. Porque  cuando  de  veras  le  ha  dado  el  Señor  aquí  su  rei- 
no, ya  no  le  quiere  en  este  mundo;  y  para  más  subidamente 
reinar,  entiende  €s  éste  el  verdadero  camino,  y  ha  ya  visto 
por  «xpiriencia  la  gran  ganancia  que  le  viene,  y  lo  que  se 
adelanta  un  alma  en  padecer  por  Dios.  Porque  por  maravilla 
llega  Su  Majestad  a  hacer  tan  grandes  regalos,  sino  a  perso- 
nas que  han  pasado  de  buena  gana  muchos  trabajos  por  El; 
porque,  como  dije  en  otra  parte  de  este  libro  (5),  son  grandes  los 


1  Y  más  agtañable  a  su  Padre,  está  borrado  por  la  misma  Santa,    u   no  lo  traen  las  CO" 
pias  ni  las  ediciones. 

2  AI  margen  de  este  párrafo  escribió  la  Santa:  Efetos  que  deja  el  buen  espíritu. 

3  Creemos  que  por  distracción  escribió  la  Santa  ijuria. 

4  Sin  este  aditamento  del  M.  Fr.  Luis  de  León,  queda  en  suspenso  este  pasaje.  Las  edi- 
ciones siguientes  incluüeron  la  enmienda  de  la  príncipe. 

5  Cap.  XVIII. 


CñPITULO    XXXVI  175 

trabajos  de  los  contemplativos,  y  ansí  los  busca  el  Señor  gente 
cxpirimentada. 

Pues  entended,  hermanas,  que  como  éstos  tienen  ya  enten- 
dido lo  que  es  todo,  en  cosa  que  pasa  no  se  detienen  mucho.  Si 
de  primer  movimiento  (í)  da  pena  una  gran  injuria  y  trabajo, 
aun  no  lo  ha  bien  sentido,  cuando  acude  la  razón  por  otra  parte, 
que  parece  levanta  la  bandera  por  sí,  y  deja  casi  aniquilada 
aquella  pena  con  el  gozo  que  le  da  ver  que  le  ha  puesto  el  Se- 
ñor en  las  manos  cosa  que  en  un  día  podrá  ganar  más  delante  de 
Su  Majestad  de  mercedes  y  favores  perpetuos,  que  pudiera  ser  ga- 
nara iél  en  diez  años  por  trabajos  que  quisiera  tomar  por  sí.  Esto 
es  muy  ordinario,  a  lo  que  yo  entiendo,  que  he  tratado  muchos 
contemplativos,  y  sé  cierto  que  pasa  ansí.  Que  como  otros  precian 
oro  y  joyas,  precian  ellos  los  trabajos  y  los  desean,  porque  tie- 
nen entendido  que  éstos  les  han  de  hacer  ricos. 

De  estas  personas  está  muy  lejos  estima  suya  de  nada;  gus- 
tan entiendan  sus  pecados  y  de  decirlos  cuando  ven  que  tienen 
estima  de  ellos.  Ansí  les  acaece  de  su  linaje,  que  ya  saben  que 
en  el  reino  que  no  se  acaba  no  han  de  ganar  por  aquí.  Si  gus- 
tasen ser  de  buena  casta,  es  cuando  para  más  servir  a  Dios  fuera 
menester;  cuando  no,  pésales  los  tengan  por  más  de  lo  que  son, 
y  isin  ninguna  pena  desengañan,  sino  con  gusto.  Es  el  caso,  que 
debe  ser  a  quien  Dios  hace  merced  de  tener  esta  humildad  y 
amor  grande  a  Dios,  que  en  cosa  que  sea  servirle  más,  ya 
se  tiene  a  sí  tan  olvidado,  que  aun  no  puede  creer  que  otros  sien- 
ten algunas  cosas,  ni  lo  tienen  por  injuria. 

Estos  efetos  que  he  dicho  a  la  postre,  son  de  personas  ya 
más  llegadas  a  perfeción,  y  a  quien  el  Señor  muy  ordinario  hace 
mercedes  de  llegarle  a  Sí  por  contemplación  perfeta.  Mas  lo 
primero,  que  es  estar  determinados  a  sufrir  injurias,  y  sufrir- 
las aunque  sea  recibiendo  pena,  digo  que  muy  en  breve  lo  tie- 
ne quien  tiene  ya  esta  merced  del  Señor  de  tener  oración  hasta 
llegar  a  unión;  y  que  si  no  tiene  estos  efetos  y  sale  muy  fuerte 


1      Movimiento  espontáneo,    que    antecede    a    la    reflexión.   En  el  tecnicismo  escolástico  se 
denominan  estos  actos  motus  primo  ptimi. 


176  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

en  ellos  de  la  oración,  crea  que  no  era  la  merced  de  Dioks,  sino 
alguna  ilusión  g  regalo  de  el  demonio,  porque  nos  tengamos 
por  más  honrados. 

Puede  ser  que  al  principio  cuando  el  Señor  hace  estas  mer- 
cedes, no  luego  lel  alma  quede  con  esta  fortaleza;  mas  digo  que 
si  las  contina  (1)  a  hacer,  que  en  breve  tiempo  se  hace  con 
fortaleza,  y  ga  que  no  la  tenga  en  otras  virtudes,  en  esto  de 
perdonar  sí.  No  puedo  yo  creer  que  alma  que  tan  junto  llega 
de  la  mesma  misericordia,  adonde  conoce  la  que  es  y  lo  mucho 
que  le  ha  perdonado  Dios,  deje  de  perdonar  luego  con  toda  fa- 
cilidad, y  quede  allanada  en  quedar  mug  bien  con  quien  la  in- 
jurió; porque  tiene  presente  el  regalo  y  merced  que  le  ha  hecho, 
adonde  vio  señales  de  grande  amor,  y  alégrase  se  le  ofrezca 
en  qué  le  mostrar  alguno. 

Torno  a  decir  que  conozco  muchas  personas  que  las  ha 
hecho  el  Señor  merced  de  levantarlas  a  cosas  sobrenaturales,  dán- 
doles esta  oración  u  contemplación  que  queda  dicha;  y  aunque 
las  veoí  con  otras  faltas  g  imperfeciooes,  con  ésta  no  he  visto 
ninguna,  ríi  creo  la  habrá,  si  las  mercedes  son  de  Dios,  como  he 
dicho.  El  que  las  recibiere  magores,  mire  en  sí  cómo  van  crecien- 
do estos  efetos;  g  si  no  viere  en  sí  ninguno,  témase  mucho,  g  no 
crea  que  esos  regalos  son  de  Dios,  como  he  dicho,  que  siempre 
enriquece  el  alma  adonde  llega.  Esto  es  cierto,  que  aunque  la  mer- 
ced y  regalo  pase  presto,  que  se  entiende  de  espacio  en  las  ga- 
nancias con  que  queda  el  alma;  y  comió  el  buen  Jesú  sabe  bien 
esto,  determinadamenle  dice  a  su  Padre  Santo  que  perdonamos 
tiíiesíros  deudores. 


1      ñcontina  había  escrito,  u  borró  la  primera  a. 


CAPITULO  XXXVII 


DICE    LA    ECELENCIñ    DE    ESTA    ORACIÓN    DEL    «PATERNÓSTER»,    Y    COMO 
HALLAREMOS    DE    MUCHAS    MANERAS     CONSOLACIÓN    EN    ELLA. 

Es  cosa  para  alabar  mucho)  a  el  Señor  (1)  cuan  subida  en 
perfeción  es  esta  oración  evangelical,  bien  como  ordenada  de  tan 
buen  Maestro,  y  ansí  podemos,  hija[s]  (2),  cada  una  tomarla  a  su 
propósito.  Espántame  ver  que  en  tan  pocas  palabras  está  toda 
la  contemplación  y  perfeción  encerrada,  que  parece  no  hemos 
menester  otro  libro,  sino  estudiar  en  éste.  Porque  hasta  aquí 
nos  ha  enseñado  el  Señor  todo  el  modo  de  oración  y  de  alta 
contemplación,  dende  los  principiantes  a  la  oración  mental,  y 
de  quietud  y  unión,  que  a  ser  yo  para  saberlo  decir,  se  pudiera 
hacer  un  gran  libro  de  oración  sobre  tan  verdadero  fundamento. 
Ahora  ya  comienza  el  Señor  a  darnos  a  entender  los  efetos  que 
deja,   cuando   son   mercedes   suyas,   como   habéis   visto. 

Pensado  he  yo  cómo  no  se  había  Su  Majestad  declarado 
más  en  cosas  tan  subidas  y  escuras,  para  que  todos  lo  entendié- 
semos. Hame  parecido  que  como  había  de  ser  general  para  todos 
esta  oración,  que  porque  pudiese  pedir  cada  uno  a  su  propósito, 
y  se  consolase,  pareciéndonos  le  damos  buen  entendimiento,  lo 
dejó  ansí  en   confuso,   para  que  los  contemplativos,   que  ya  no 


1  Esta  palabra  se  halla  expresada  en  ei  autógrafo  con  sola  una  e^e.    Aunque  no  muy  frC" 
cuente,  se  da  alguno  que  otro  caso  en  estos  escritos. 

2  Hijas  quiso  decir  la  Santa,  si  bien  se  le  olvidó  la  última  letra.  La  ese  sobrepuesta  en  el 
original  es   de  algún  corrector. 

III  .  12  * 


178  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

quieren  cosas  de  la  tierra,  y  personas  ya  muy  dadas  a  Dios,  pidan 
las  mercedes  del  cielo  que  se  pueden,  por  la  gran  bondad  de  Dios, 
dar  en  la  tierra;  y  los  que  aun  viven  en  ella,  y  es  bien  que 
vivan  conforme  a  sus  estados,  pidan  también  su  pan  que  (1)  se 
han  de  sustentar  y  sustentan  (2)  sus  casas,  y  es  m'uy  justo  y  san- 
to, y  ansí  las  demás  cosas,  conforme  a  sus  necesidades. 

Mas  miren  que  estas  dos  cosas,  que  es  darle  nuestra  voluntad 
y  perdonar,  que  es  para  todos.  Verdad  es  que  hay  más  y  menos 
en  ello,  como  queda  dicho:  los  perfetos  darán  la  voluntad  como 
perfetos,  y  perdonarán  con  la  perfeción  que  queda  dicha;  nos- 
otras, hermanas,  haremos  lo  que  pudiéremos,  que  todo  lo  reci- 
be el  Señor.  Porque  parece  una  manera  de  concierto  que  de  nues- 
tra parte  hace  con  su  Eterno  Padre,  como  quien  dice:  hace  Vos 
esto.  Señor,  y  harán  mis  hermanos  estotro.  Pues  a  buen  siguro 
que  no  falte  por  su  parle.  ¡Oh,  oh,  que  es  muy  buen  pagador  y 
paga  muy  sin  tasa! 

De  tal  manera  podemos  decir  una  vez  esta  oración,  que  co- 
mo entienda  no  nos  queda  doblez,  sino  que  haremos  lo  que 
decimos,  nos  deje  ricas.  Es  muy  amigo  tratemos  verdad  con  él; 
tratando  con  llaneza  y  claridad,  que  no  digamos  una  cosa  y 
nos  quede  otra,  siempre  da  más  de  lo  que  le  pedimos.  Sabiendo 
esto  nuestro  buen  Maestro,  y  que  los  que  de  veras  llegasen  a 
perfeción  en  el  pedir,  habían  de  quedar  tan  en  alto  grado  con 
las  mercedes  que  les  había  de  hacer  el  Padre,  entendiendo  que 
los  ya  perfetos,  u  que  van  camino  de  ello,  que  no  temen,  ni  de- 
ben, como  dicen  tienen  el  mundo  debajo  de  los  pies,  contento 
el  Señor  de  él,  como  por  los  efetos  que  hace  en  sus  almas  pue- 
den tener  grandísima  esperanza  que  Su  Majestad  lo  está,  embe- 
bidos en  aquellos  regalos,  no  querrían  acordarse  que  hay  otro 
mundo,  ni  que  tienen  contrarios. 

i  Oh  Sabiduría  eterna!  i  Oh  buen  Enseñador!  Y  qué  gran 
cosa  es,  hijas,  un  maestro  sabio,  temeroso,  que  previene  a  los 
peligros.  Es  todo  el  bien  que  un  alma  espiritual  puede  acá  de- 


1  Con  que. 

2  La  última  ene  de  esta  palabra  está  un  poco  tachada  en  el  aulógraio. 


CAPITULO    XXXVII  179 

scar,  porque  es  gran  siguridad.  No  podría  encarecer  con  pala- 
bras lo  que  importa  esto.  Ansí  que,  viendo  el  Señor  que  era  me- 
nester despertarlos  y  acordarlos  que  tienen  enemigos,  y  cuan 
más  peligroso  es  en  ellos  ir  descuidados,  g  que  mucha  más  agu- 
da han  menester  del  Padre  Eterno,  porque  cairán  de  más  alto,  y 
para  no  andar,  sin  entenderse,  engañados,  pide  estas  peticiones  tan 
necesarias  a  todos  mientra  vivimos  en  este  destierro:  E  no  nos 
trayas,  Señor,  en  tentación;   mas  Líbranos  de  mal. 


CAPITULO  XXXVIII 

QUE  TRATñ  DE  LA  GRñ  (1)  NECESIDAD  QUE  TENEMOS  DE  SUPLICAR  A 
EL  PADRE  ETERNO  NOS  CONCEDA  LO  QUE  PEDIMOS  EN  ÉSTAS 

palabras:   Et  ne  nos  inducas  in  tentationem,  sed  libera  nos 
a  malo  (2),  y  declara  algunas  tentaciones,  es  de  notar. 

Grandes  cosas  tenemos  aquí,  hermanas,  que  pensar  y  que 
entender,  pues  lo  pedimos.  Ahora  mira  que  tengo  por  muy  cier- 
to los  que  llegan  a  la  perfeción,  que  no  piden  a  el  Señor  los 
libre  de  los  trabajos,  ni  de  las  tentaciones,  ni  persecuciones  y 
peleas,  que  éste  íes  otro  efeto  muy  cierto  y  grande  de  ser  es- 
píritu del  Señor,  y  no  ilusión,  la  contemplación  y  mercedes  que 
Su  Majestad  les  diere;  porque,  como  poco  ha  dije,  antes  los 
desean,  y  los  piden  y  los  aman.  Son  como  los  soldados  que  es- 
tán más  contentos  cuando  hay  más  guerra,  porque  esperan  salir 
con  más  ganancia;  si  no  la  hay,  sirven  con  su  sueldo,  mas  ven 
que  no  pueden  medrar  mucho. 

Creé,  hermanas,  que  los  soldados  de  Cristo,  que  son  los 
que  tienen  contemplación  y  tratan  de  oración,  no  ven  la  hora 
que  pelear;  nunca  temen  mucho  enemigos  públicos,  ya  los  co- 
nocen y  saben  que,  con  la  fuerza  que  en  ellos  pone  el  Se- 
ñor, no  tienen  fuerza,  y  que  siempre  quedan  vencedores  y  con 
gran  ganancia:  nunca  los  vuelven  el  rostro.  Los  que  temen,  g 
es   razón  teman  y   siempre  pidan   los   libre  el  Señor   de  ellos, 


1  Así  el  autógrafo. 

2  El  autógrafo:  Et  ne  nos  ynducas  yn  tentazionen,  sed  libera  nos  a  malo. 


182  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

son  unos  enemigos  que  hay  traidores,  unos  demonios  que  se  tras- 
figuran  (1)  en  ángel  de  luz,  vienen  disfrazados.  Hasta  que  han 
hecho  mucho  daño  en  el  alma,  no  se  dejan  conocer,  sino  que 
nos  andan  bebiendo  la  sangre  y  acabando  las  virtudes,  y  anda- 
mos len  la  mesma  tentación  y  no  lo  entendemos.  De  éstos  pida- 
mos, hijas,  y  supliquemos  muchas  veces  en  el  Paternóster  que 
nos  libre  lel  Señor,  y  que  no  consienta  andemos  en  tentación  que 
nos  trayan  (2)  engañadas,  que  se  descubra  la  ponzoña,  que  no 
os  ascondan  la  luz  y  la  verdad.  ¡Oh  con  cuánta  razón  nos  en- 
seña nuestro  buen  Maestro  a  pedir  esto,  y  lo  pide  por  nosotros! 

Mira,  hijas,  que  de  muchas  maneras  dañan,  no  penséis  que 
es  sólo  en  hacernos  entender  que  ios  gustos  que  pueden  fingir 
en  nosotros  y  regalos  son  de  Dios,  que  éste  me  parece  el  menos 
daño,  en  parte,  que  ellos  pueden  hacer;  antes  podrá  ser  que  con 
esto  hagan  caminar  más  apriesa,  porque,  cebados  de  aquel  gus- 
to, están  más  horas  en  la  oración;  y  como  ellos  están  inoran- 
tes que  es  del  demonio,  y  como  se  ven  indinos  de  aquellos  re- 
galos, no  acabarán  de  dar  gracias  a  Dios,  quedarán  más  obli- 
gados a  servirle,  esforzarse  han  (3)  a  disponerse  para  que  les 
haga  más  mercedes  el  Señor,   pensando   son   de   su  mano   (4). 

Procura,  hermanas,  siempre  humildad,  y  ver  que  no  sois 
dinas  de  estas  mercedes,  y  no  las  procuréis.  Haciendo  esto,  ten- 
go para  mí,  que  muchas  almas  pierde  el  demonio  por  aquí, 
pensando  hacer  que  se  pierdan,  y  que  saca  el  Señor,  del  mal 
que  él  pretende  hacer,  nuestro  bien;  porque  mira  Su  Majestad 
nuestra  intención,  que  es  contentarle  y  servirle,  estándonos  con 
El  en  la  oración,  y  fiel  es  el  Señor.  Bien  es  andar  con  aviso,  no 
haga  quiebra  en  la  humildad,  u  engendrar  alguna  vanagloria. 
Suplicando  a  el  Señor  os  libre  en  esto,  no  hayáis  miedo,  hijas, 
que  os  deje  Su  Majestad  regalar  mucho  de  nadie,  sino  de  Sí. 

Adonde  el   demonio  puede  hacer  gran   daño  sin  entender- 


1  Esta  palabra  está  retocada  de  forma  que  se  lea  treinsfiguran.  No  creo  que  la  enmienda 
sea  de  la  Santa,  que  pronunciaba  y  escribía  estas  u  semejantes  palabras  como  el  vulgo  las  prO" 
nunciaba  jj  pronuncia  hoy  todavía.  Ttasfiffuran  dice  también  el  autógrafo  de  El  Escorial. 

2  Que  no  nos  trayan  había  escrito,  y  tachó  el  no. 

3  Por  se  esforzarán. 

4  Esta  es  dotrina  de  San  ñgrustin,  dice  al  margen  el  P.  Báñez. 


C/VPITULO    XXXVIII  ^83 

le,  es  haciéndonos  creer  que  tenemos  virtudes,  no  las  tiniendo, 
que  €sto  Gs  pestilencia  (1).  Porque  en  los  gustos  y  regalos,  parece 
sólo  que  recibimos  y  que  quedamos  más  obligados  a  servir;  acá 
parece  que  damos  g  servimos,  y  que  está  el  Señor  obligado 
a  pagar,  y  ansí,  poco  a  poco  hace  mucho  daño.  Que  por  una 
parte  enflaquece  la  humildad,  por  otra  descuidémonos  de  ad- 
quirir aquella  virtud,  que  nos  parece  la  tenemos  ya  ganada.  Pues 
¿qué  remedio,  hermanas?  El  que  a  mí  me  parece  mijor,  es  lo 
que  nos  enseña  nuestro  Maestro:  oración,  y  suplicar  al  Padre 
Eterno  que  no  primita  que   andemos  en   tentación. 

También  os  quiero  decir  otro  alguno,  que  si  nos  parece 
el  Señor  ya  ¡nos  la  ha  dado,  entendamos  que  es  bien  recibido,  y 
que  nos  le  puede  tornar  a  quitar,  como,  a  la  verdad,  acaece 
muchas  veces,  y  mo  sin  gran  providencia  de  Dios.  ¿Nunca  lo 
habéis  visto  por  vosotras,  hermanas?  Pues  yo  sí;  unas  veces 
me  parece  que  estoy  muy  desasida,  y  en  hecho  de  verdad,  ve- 
nido a  la  prueba,  lo  estoy;  otra  vez  me  hallo  tan  asida,  y  de 
cosas  que  por  ventura  €l  día  de  antes  burlara  yo  de  ello,  que 
casi  no  me  conozco.  Otras  veces  rae  parece  tengo  mucho  áni- 
mo, y  que  a  cosa  que  fuese  servir  a  Dios  no  volvería  ^1  ros- 
tro; y  probado,  es  ansí  que  le  tengo  para  algunas.  Otro  día  vie- 
ne que  no  me  hallo  con  él  para  matar  una  hormiga  por  Dios, 
si  en  ello  hallase  contradición.  Ansí,  unas  veces  me  parece  que 
de  ninguna  cosa  que  me  mormurasen  ni  dijesen  de  mí,  no  se 
me  da  nada;  y  probado,  algunas  veces  es  ansí,  que  antes  me  da 
contento.  Vienen  días  que  sola  una  palabra  me  aflige  y  querría 
irme  del  mundo,  porque  me  parece  me  cansa  en  todo.  Y  en  esto 


1  Aquí  introduce  la  Santa  cambios  muy  notables  en  el  autógrafo  de  El  Escorial  ü  hasta 
suprime  un  ejemplo  muij  gráfico,  que  aclara  no  poco  la  doctrina  que  nos  viene  dando.  Dice  así: 
«Adonde  ellos  le  pueden  hacer  grande  (daño)  para  nosotros  jj  para  los  otros,  es  en  hacernos 
entender  que  tenemos  virtudes  no  les  tiniendo,  que  esto  es  pestilencia;  que  sin  sentirnos,  parc" 
ciéndonos  vamos  siguros,  damos  con  nosotros  en  un  hoyo,  que  no  podemos  salir  de  él,  que 
aunque  no  sea  de  conocido  pecado  mortal  para  llevarnos  al  infierno  todas  veces,  es  que  nos 
jarreta  las  piernas,  para  no  andar  este  camino  de  que  comencé  a  tratar,  que  no  se  me  ha  olvi- 
dado. Ya  veis  cómo  ha  de  andar  uno  metido  en  una  gran  hoya;  allí  se  le  acaba  la  vida,  y  harto 
hará  si  no  ahonda  hacia  abajo  para  ir  al  infierno,  mas  nunca  medra;  y  aquesto  no  es,  ni  aprove- 
cha a  sí,  ni  a  los  otros,  antes  daña,  porque  como  se  está  el  hoyo  hecho,  muchos  que  van  por 
el  camino,  pueden  caer  en  él.  Si  sale  y  le  atapa  con  tierra,  no  hace  daño  a  sí  ni  a  los  otros: 
mas  yo  os  digo,  que  es  bien  peligrosa  esta  tentación.  Yo  sé  mucho  de  esto  por  expiíiencia,  u 
ansí  os  lo  sabré  decir,  aunque  no  tan  bien  como  quisiera». 


184  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

no  soy  sola  yo,  que  lo  he  mirado  en  muchas  personas  mijores  que 
yo,  y  sé  que  pasa  ansí. 

Pues  esto  es,  ¿quién  podrá  decir  de  sí  que  tiene  virtud,  ni 
que  está  rica,  pues  al  mijor  tiempo  que  haya  menester  la  virtud 
se  halla  de  ella  pobre?  Que  no,  hermanas,  sino  pensemos  siem- 
pre lo  estamos,  y  no  nos  adeudemos  sin  tener  de  qué  pagar; 
porque  de  otra  parte  ha  de  venir  el  tesoro,  y  no  sabemos  cuándo 
nos  querrá  dejar  en  la  cárcel  de  nuestra  miseria  sin  darnos  nada. 
Y  si  tiniéndonos  por  buenas  nos  hacen  merced  y  honra,  que  es 
el  emprestar  que  digo,  quedaránse  burlados  ellos  y  nosotras. 
Verdad  es  que  sirviendo  con  humildad,  en  fin,  nos  socorre  el  Se- 
ñor en  las  necesidades;  mas  si  no  hay  muy  de  veras  esta  virtud, 
a  cada  paso,  como  dicen,  os  dejará  el  Señor.  Y  es  grandísima 
merced  suya,  que  es  para  que  la  tengáis  y  entendáis  con  verdad 
que  no  tenemos  nada  que  no  lo  recibimos. 

Ahora,  pues,  nota  otro  aviso:  hácenos  entender  el  demonio 
que  tenemos  una  virtud,  digamos  de  paciencia,  porque  nos  deter- 
minamos y  hacemos  muy  continos  atos  de  pasar  mucho  por  Dios; 
y  parécenos  en  hecho  de  verdad  que  lo  sufriríamos  (1),  y  ansí 
estamos  muy  contentas,  porque  ayuda  el  demonio  a  que  lo  crea- 
mos. Yo  os  aviso  no  hagáis  caso  de  estas  virtudes,  ni  pensemos 
las  conocemos  sino  de  nombre,  ni  que  nos  las  ha  dado  el  Señor, 
hasta  que  veamos  la  prueba;  porque  acaecerá  que  a  una  palabra 
que  os  digan  a  vuestro  desgusto,  vaya  la  paciencia  por  el  suelo. 
Cuando  muchas  veces  sufrierdes,  alabad  a  Dios  que  os  comienza 
a  enseñar  esta  virtud,  y  esforzaos  a  padecer,  que  es  señal  que  en 
eso  quiere  se  la  paguéis,  pues  os  la  da,  y  no  la  tengáis  sino  co- 
mo en  depósito,   como  ya  queda  dicho. 

Tray  otra  tentación,  que  nos  parecemos  muy  pobres  de  es- 
píritu, y  traemos  costumbre  de  decirlo,  que  ni  queremos  nada,  ni 
se  nos  da  nada  de  nada;  no  se  ha  ofrecido  la  ocasión  de  darnos 
algo,  aunque  pase  de  lo  necesario,  cuando  va  toda  perdida  la 
pobreza   de  espíritu.   Mucho   ayuda  el   traer   costumbre   de  de- 


1      Sufriríemos  puso  primero,  y  la  Santa,   o  algún   corrector,    que   no   es   fácil   averiguorlo, 
cambió  la  e  en  a. 


CAPITULO    XXXVIII  185 

cirio,  a  parecer  que  se  tiene.  Mucho  hace  al  caso  andar  siempre 
sobre  aviso  para  entender  es  tentación,  ansí  en  las  cosas  que  he 
dicho,  como  €n  otras  muchas;  porque  cuando  de  veras  da  d 
Señor  una  sólida  virtud  de  éstas,  todas  parece  las  tray  tras  sí: 
es  muy  conocida  cosa.  Mas  tornóos  avisar,  que,  aunque  os  pa- 
rezca la  tenéis,  temáis  que  os  engañáis;  porque  el  verdadero 
humilde  siempre  anda  dudoso  en  virtudes  propias,  y  muy  or- 
dinariamente le  parecen  más  ciertas  y  de  más  valor  las  que  ve 
en  sus  prójimos  (1). 


1  Fraij  Luis  de  León  omitió  este  párrafo,  publicando  en  su  lugar  otro  tomado  del  autógrafo 
de  El  Escorial.  Es  uno  de  los  capítulos  en  que  más  modificaciones  introdujo  en  su  edición  de 
Salamanca. 


CAPITULO   XXXIX 

PROSIGUE  Lñ  MESMñ  MATERIA,  Y  DA  AVISOS  DE  TENTACIONES  AL- 
GUNAS DE  DIFERENTES  MANERAS,  Y  PONE  DOS  REMEDIOS  PARA  QUE 
SE    PUEDAN    LIBRAR    DE    ELLAS    (1), 

Pu€s  guardaos  también,  hijas,  de  unas  humildades  que  pone 
el  demonio  con  gran  inquietud  de  la  gravedad  de  nuestros  pe- 
cados, que  suele  apretar  aquí  de  muchas  maneras,  hasta  apar- 
tarse de  las  comuniones,  y  de  tener  oración  particular  (por  no 
lo  merecer,  les  pone  el  demonio),  g  cuando  llegan  a  el  Santísi- 
mo Sacramento,  en  si  se  aparejaron  bien  u  no,  se  les  va  el 
tiempo  que  habían  de  recibir  mercedes.  Llega  la  cosa  a  tér- 
mino de  hacer  parecer  a  un  alma,  que,  por  ser  tal,  la  tiene 
Dios  tan  dejada,  que  casi  pone  duda  en  su  misericordia.  Todo 
le  parece  peligro  lo  que  trata,  g  sin  fruto  lo  que  sirve,  por  bue- 
no que  sea.  Dale  una  desconfianza,  que  se  le  cain  los  brazos  para 
hacer  ningún  bien,  porque  le  parece  que  lo  que  lo  es  en  los 
otros,  en  ella  es  mal. 

Mira  mucho,  hijas,  en  este  punto  que  os  diré,  porque  al- 
gunas veces  podrá  ser  humildad  y  virtud  teneros  por  tan  ruin,  y 
otras  grandísima  tentación.  Porque  yo  he  pasado  por  ella,  la 
conozco.  La  humildad  no  inquieta,  ni  desasosiega,  ni  alborota 
el  alma,   por  grande  que  sea;    sino  viene  con  paz,   y  regalo  y 


1  Al  margen  añadió  un  corrector:  El  cap.  XLl  (del  autógrafo,  se  entiende),  as  mucho  de 
notar,  así  para  los  tentados  de  humildades  falsas,  como  para  los  confesores.  El  códice  de  To- 
ledo u  las  ediciones,  desde  la  de  Evora  hasta  las  más  recientes,  copian  lo  añadido,  aunque  con 
alguna  pequeña  variación. 


188  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

sosiego.  Aunque  uno  de  verse  ruin  feníienda  claramente  merece 
estar  en  el  infierno,  y  se  aflige,  y  le  parece  con  justicia  todos 
le  habían  de  aborrecer,  y  que  no  osa  casi  pedir  misericordia,  si 
es  buena  humildad,  esta  pena  viene  con  una  suavidad  en  sí  y 
contento,  que  no  querríamos  vernos  sin  ella.  No  alborota  ni  aprie- 
ta el  alma,  antes  la  dilata  y  hace  hábil  para  servir  más  a  Dios. 
Estotra  pena  todo  lo  turba,  todo  lo  alborota,  toda  el  alma  re- 
vuelve, es  muy  penosa.  Creo  pretende  el  demonio  que  pense^ 
mos  tenemos  humildad,  y  si  pudiese,  a  vueltas,  que  descoinfiá- 
semos  de  Dios. 

Cuando  ansí  os  hallardes,  ataja  el  pensamiento  de  vuestra 
miseria  lo  más  que  pudierdes,  y  ponedle  en  la  misericordia  de 
Dios,  y  en  lo  que  nos  ama  y  padeció  por  nosotros.  Y  si  es 
tentación,  aun  esto  no  podréis  hacer,  que  no  os  dejará  sosegar 
el  pensamiento,  ni  ponerle  en  cosa,  sino  para  fatigaros  más: 
harto  será  si  conocéis  es  tentación.  Ansí  es  en  penitencias  des- 
concertadas, para  hacer  entendernos  que  somos  más  penitentes 
que  las  otras,  y  que  hacéis  algo.  Si  os  andáis  ascondiendo  del 
confesor  u  perlada,  u  si  diciéndoos  que  lo  dejéis,  no  lo  hacéis, 
es  clara  tentación.  Procura,  aunque  más  pena  os  dé,  obedecer, 
pues  en  esto  está  la  mayor  perfeción. 

Pone  otra  bien  peligrosa,  que  es  una  siguridad  de  parecemos 
que  en  ninguna  manera  tornaríamos  a  las  culpas  pasadas  y  con- 
tentos del  mundo,  que  ya  le  tengo  entendido  y  sé  que  se  acaba 
todo,  y  que  más  gusto  me  dan  las  cosas  de  Dios.  Esta,  si  es  a 
los  principios,  es  muy  malo,  porque  con  esta  siguridad  no  se 
les  da  nada  de  tornarse  a  poner  en  las  ocasiones,  y  hácenos  dar 
de  ojos,  y  plega  a  Dios  que  no  sea  muy  peor  la  recaída.  Por- 
que, como  el  demonio  ve  que  es  alma  que  le  puede  dañar  y  .apro- 
vechar a  otras,  hace  todo  su  poder  para  que  no  se  levante.  Ansí 
que,  aunque  más  gustos  y  prendas  de  amor  el  Señor  os  dé,  nun- 
ca tanto  andéis  siguras,  que  dejéis  de  temer  podéis  tornar  a  caer, 
y  guardaros  de  las  ocasiones. 

Procura  mucho  tratar  esas  mercedes  y  regalos  con  quien 
os  dé  luz,  sin  tener  cosa  secreta;  y  tené  este  cuidado,  que  en 
principio   y    fin   de   la   oración,    por   subida   contemplación   que 


CAPITULO    XXXIX  189 

sea,  siempre  acabéis  en  propio  conocimiento.  Y  si  es  de  Dios, 
aunque  nO'  queráis  ni  tengáis  este  aviso,  lo  haréis  aún  más  ve- 
ces, porque  trag  consigo  humildad,  y  siempre  deja  con  más 
luz  para  que  entendamos  lo  poco  que  somos.  No  me  quiero 
detener  más,  porque  muchos  libros  hallaréis  de  estos  avisos. 
Lo  que  he  dicho,  es  porque  he  pasado  por  ello,  y  vístome  en 
trabajo  algunas  veces.  Todo  cuanto  se  puede  decir,  no  puede 
dar  entera   siguridad. 

Pues,  Padre  Eterno,  ¿qué  hemos  de  hacer  sino  acudir  a 
Vos  y  suplicaros  ¡no  nos  trayan  estos  contrarios  nuestros  en  ten- 
tación? Cosas  públicas  vengan,  que,  con  vuestro  favor,  mijor  nos 
libraremos;  mas  estas  traiciones,  ¿quién  las  entenderá.  Dios  mío? 
Siempre  hemos  menester  pediros  remedio.  Decínos,  Señor,  al- 
guna cosa  para  que  nos  entendamos  y  asigureraos;  ya  sabéis 
que  por  este  camino  no  van  los  muchos,  y  si  han  de  ir  con 
tantos  miedos,  irán  muy  menos. 

Cosa  extraña  es  ésta,  ¡como  si  para  los  que  no  van  por  ca- 
mino de  oración  no  tentase  el  demonio!  y  que  se  espanten  más 
todos  de  uno  que  engaña  de  los  que  van  más  llegados  a  per- 
feción,  que  de  cien  mil  que  ven  en  engaños  y  pecados  públicos, 
que  no  hay  que  andar  a  mirar  si  es  bueno  u  malo,  porque  de 
mil  leguas  se  entiende  es  Satanás.  A  la  verdad,  tienen  razón, 
porque  son  tan  poquísimos  a  los  que  engañan  (1)  el  demonio  de 
los  que  rezaren  el  Paternóster ,  como  queda  dicho,  que  como 
cosa  nueva  y  no  usada,  da  admiración;  que  es  cosa  muy  de  los 
mortales  pasar  fácilmente  por  lo  contino  que  ven,  y  espantarse 
mucho  de  lo  que  es  muy  pocas  veces,  u  casi  ninguna.  Y  los 
mesmos  demonios  los  hacen  espantar,  porque  les  está  a  ellos 
bien,  que  pierden  muchos  por  uno  que  se  llega  a  la  perfeción  (2). 


1  Engañan,  dice  el  original,  aunque  haya  falta  de  concordancia  y  se  haya  leído  e  impreso 
siempre  en  singular.  Engañan  escribió  también  en  el  autógrafo  de  El  Escorial. 

2  En  el  autógrafo  de  El  Escorial  escribe  unas  líneas  más,  que  ya  publicó  Fr.  Luis  de  León: 
«Y  digo  que  es  tan  de  espantar,  que  no  me  maravillo  se  espanten,  porque  si  no  es  muy  por  su 
culpa,  van  tan  más  siguros  que  los  que  van  por  otro  camino,  como  los  que  están  en  el  cada-- 
also  mirando  al  toro,  u  los  que  andan  puniéndosele  en  los  cuernos.  Esta  comparación  he  oído, 
y  paréceme  al  pie  de  la  letra.  No  hayáis  miedo,  hermanas,  de  ir  por  estos  caminos,  que  muchos 
hay  en  la  oración,  porque  unos  aprovechan  en  uno,  y  otros  en  otro,  como  he  dicho.  Camino 
siguro  es,  mas  aína  os  libraréis  de  la  tentación,  estando  cerca  del  Señor,  que  no  estando  lejos. 
Suplícaselo,  y  pedíselo,  como  lo  hacéis  tantas  veces  a  el  día  en  ei  Datemostei». 


CAPITULO  XL 

DICE    COMO    PROCURANDO    SIEMPRE    ANDñR    EN    AMOR    Y    TEMOR    DE    DIOS, 
IREMOS   SIGÜRAS   ENTRE    TANTAS   TENTACIONES. 

Pues,  buen  Maestro  nuestro,  dadnos  algún  remedio  cómo 
vivir  sin  mucho  sobresalto  en  guerra  tan  peligrosa.  El  que  po- 
demos tener,  hijas,  y  nos  dio  Su  Majestad  es  amor  y  temor: 
que  el  amor  nos  hará  apresurar  los  pasos;  el  temor  nos  hará 
ir  mirando  adonde  ponemos  los  pies  para  no  caer  por  camino 
adonde  hay  tanto  en  que  tropezar,  como  caminamos  todos  los 
que  vivimos,  y  con  esto  a  buen  siguro  que  no  seamos  en- 
gañadas. 

Diréisme  que  en  qué  veréis  que  tenéis  estas  dos  virtudes 
tan  grandes,  tan  grandes  (1),  y  tenéis  razón,  porque  cosa  muy 
cierta  y  determinada  no  la  puede  haber;  porque  siéndolo  de  que 
tenemos  amor,  lo  estaremos  de  que  estamos  en  gracia  (2).  Mas 
mira,  hermanas,  hay  unas  señales  que  parece  los  ciegos  las  ven, 
no  están  secretas;  aunque  no  queráis  entenderlas,  ellas  dan  vo- 
ces que  hacen  mucho  ruido,  porque  no  son  muchos  los  que  con 
perfeción  las  tienen,  y  ansí  se  señalan  más.  i  Como  quien  no 
dice  nada:  amor  y  temor  de  Dios!  Son  dos  castillos  fuertes, 
dende  (3)  'donde  se  da  guerra  a  el  mundo  y  a  los  demonios. 


1  Los  editores  han  suprimido  ésta  ij  otras  muchas  repeticiones  análogas  que  se  advierten 
en  estos  escritos.  Mal  hecho,  porque  con  ello  quitan  énfasis  y  energía  a  la  frase,  contra  la  in- 
tención de  Santa  Teresa. 

2  Añade  el  P.  Báfiez  en  nota  marginal:  lo  qual  no  es  posible  sino  por  especial  privilegio. 

3  Por  desde. 


192  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

Quien  (1)  de  veras  aman  a  Dios,  todo  lo  bueno  aman,  todo 
lo  bueno  quieren,  todo  lo  bueno  favorecen,  todo  lo  bueno  loan, 
con  los  buenos  se  juntan  siempre,  y  los  favorecen  y  defienden; 
no  aman  sino  verdades  y  cosa  que  sea  dina  de  amar.  ¿Pensáis 
que  es  posible,  quien  muy  de  veras  ama  a  Dios,  amar  vanida- 
des, ni  puede,  ni  riquezas,  ni  cosas  del  mundo  de  deleites,  ni 
honras,  ni  tiene  contiendas,  ni  envidias?  Todo  porque  no  pre- 
tende otra  cosa  sino  contentar  a  el  Amado.  Andan  muriendo  por- 
que los  ame,  y  ansí,  ponen  la  vida  en  entender  cómo  le  agrada- 
rán más.  ¿Asconderse?  (2).  ¡Uh,  que  el  amor  de  Dios,  si  de  veras 
es  amor,  es  imposible!  (3).  Si  no  (4),  mira  un  San  Pablo,  una 
Madalena :  en  tres  días  el  uno  comenzó  a  entenderse  que  estaba  en- 
fermo de  amor;  éste  fué  San  Pablo.  La  Madalena  desde  el  pri- 
mero día,  ¡y  cuan  bien  entendido!  Que  esto  tiene,  que  hay  más 
u  menos;  y  ansí  se  da  a  entender  como  la  fuerza  que  tiene  el 
amor.  Si  es  poco,  dase  a  entender  poco;  y  si  es  mucho,  mucho; 
mas  poco  u  mucho,  como  haya  amor  de  Dios,  siempre  se  en- 
tiende. 

Mas  de  lo  que  ahora  tratamos  más  (5),  que  es  de  los  en- 
gaños y  ilusiones  que  hace  el  demonio  a  los  contemplativos  (6), 
no  hay  poco:  siempre  es  el  amor  mucho,  u  ellos  no  vserán  contem- 
plativos, y  ansí  se  da  a  entender  mucho  (7),  y  de  muchas  mane- 
ras. Es  fuego  grande,  no  puede  sino  dar  gran  resplandor.  Y  si  esto 
no  hay,  anden  con  gran  recelo,  crean  que  tienen  bien  que  te- 
mer, procuren  entender  qué  es,  hagan  oraciones  (8),  anden  con 
humildad  y  supliquen  a  lel  Señor  no  los  traya  en  tentación;  que 
cierto,   a   no  haber  esta  señal,   yo  temo  que  andamos  en  ella. 


1  Pot  quienes. 

2  Del  todo,  añade  al  margen  el  P.  Báñez. 

3  En  el  códice  de  Toledo,  la  Santa  completó  el  sentido  de  la  oración  añadiendo:  esté 
muy  encubierto,  y  Fr.  Luis  de  León  lo  tuvo  en  cuenta.  Pero  es  preciso  advertir,  que  la  Santa 
añadió  estas  palabras  porque  el  copista  (y  lo  mismo  Fr.  Luis  de  León)  suprimió  el  ¡ascondevse! 
que  trae  el  autógrafo  de  Valladolid,  el  cual  hace  superfino  el  aditamento  toledano. 

4  Lo  restante  de  esta  línea  g  las  tres  siguientes,  hasta  las  palabras  «Que  esto  tiene»  in- 
clusive, están  tachadas  por  una  ragita  mug  delgada,  que  no  impide  su  lectura,  por  el  P.  Domin- 
go Báñez.  Sin  embargo,  los  códices  antiguos  las  copian,  g  también  las  impresiones. 

5  Entre  líneas  puso  el  Padre  Báñez:  que  se  guarden.  Lo  mismo  puso  al  margen,  pero 
lo  borró. 

6  El  P.  Báñez  dice  al  margen:  en  los  cuales. 

7  Entre  líneas  añadió  el  P.  Báñez:  más, 

8  Por  ellas,  añade  Báñez  al  margen. 


CAPITULO    XL  193 

Mas  andando  con  humildad,  procurando  saber  la  verdad,  sujetas 
a  el  confesor,  y  tratando  con  él  con  verdad  y  llaneza,  que,  co- 
mo está  dicho,  icon  lo  que  el  demonio  os  pensare  dar  la  muer- 
te, los  da  la  vida,  aunque  más  cocos  y  ilusiones  os  quiera  hacer. 

Mas  si  sentís  leste  amor  de  Dios  que  tengo  dicho,  y  el  te- 
mor que  ahora  diré,  andad  alegres  y  quietas,  que  por  haceros 
turbar  el  alma  para  que  no  goce  tan  grandes  bienes,  os  porná 
el  demonio  mil  temores  falsos,  y  hará  que  otros  os  los  pon- 
gan; porque  ya  que  no  puede  ganaros,  al  menos  procura  hacernos 
algo  perder,  y  que  pierdan  los  que  pudieran  ganar  mucho,  cre- 
yendo son  de  Dios  las  mercedes  que  hace  tan  grandes  a  una 
criatura  tan  ruin,  y  que  es  posible  hacerlas,  que  parece  algunas 
veces   tenemos   olvidadas   sus   misericordias   antiguas. 

¿Pensáis  que  le  importa  poco  al  demonio  poner  estos  te- 
mores? No,  sino  !mucho,  porque  hace  dos  daños:  el  uno,  que 
atemoriza,  a  los  que  le  oyen  (1),  de  llegarse  a  la  oración,  pen- 
sando han  también  de  ser  engañados;  el  otro,  que  se  llegarían 
muchos  más  a  Dios,  viendo  que  es  tan  bueno,  como  he  dicho, 
que  es  posible  comunicarse  ahora  tanto  con  los  pecadores.  Pó- 
neles  codicia,  y  tienen  razón,  que  yo  conozco  algunas  personas 
que  estO'  los  animó,  y  comenzaron  oración,  y  en  poco  tiempo 
salieron  verdaderos,  haciéndolos  lel  Señor  grandes  mercedes. 

Ansí  que,  hermanas,  cuando  entre  vosotras  vierdes  hay  algu- 
na que  el  Señor  las  haga,  alabad  mucho  al  Señor  por  ello,  y 
no  por  eso  penséis  está  sigura,  antes  la  ayudad  (2)  con  más  ora- 
ción; porque  nadie  lo  puede  estar  mientra  vive  y  anda  engol- 
fado en  los  peligros  de  este  mar  tempestuoso.  Ansí  que  no  de- 
jaréis de  entender  este  amor  adonde  está,  ni  sé  cómo  se  pueda 
encubrir  (3).  Pues  si  amamos  acá  a  las  criaturas,  dicen  ser  im- 
posible (4),  y  que  mientra  más  hacen  por  encubrirlo,  más  se 
descubre,  siendo  cosa  tan  baja,  que  no  merece  nombre  de  amor, 


1  y  temen,  añade  Báñez  en  nota  marginal. 

2  Por  ayudadla. 

3  Del  todo,  escribe  el  P.  Báñez. 

4  Añade  en  nota  el  P.  Báñez:  se  encubra  el  amor.  El  códice  de  Toledo  no  copia  ninguna 
de  estas  adiciones  del  Padre. 

III  13* 


194  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

porque  se  funda  en  nonada,  ¿y  habíase  de  poder  encubrir  un 
amor  tan  fuerte,  tan  justo,  que  siempre  va  creciendo,  que  no 
ve  cosa  para  dejar  de  amar,  fundado  sobre  tal  cimiento  como 
es  ¡ser  pagado  con  otro  amor,  que  ya  (1)  no  puede  dudar  de  él  (2) 
por  estar  mostrado  tan  al  descubierto,  con  tan  grandes  dolores, 
y  trabajos  y  derramamiento  de  sangre,  hasta  perder  la  vida  (3), 
porque  no  nos  quedase  ninguna  duda  de  este  amor?  (4).  ¡Oh, 
vélame  Dios,  qué  cosa  tan  diferente  debe  ser  lel  un  amor  d€  el 
otro  a  quien  lo  ha  probado! 

Plega  a  Su  Majestad  nos  le  dé  antes  que  nos  saque  de 
esta  vida,  porque  será  gran  cosa  a  la  hora  de  la  muerte  ver  que 
vamos  a  ser  juzgadas  de  quien  habemos  amado  sobre  todas  las 
cosas.  Siguras  podremos  ir  con  el  pleito  de  nuestras  deudas; 
no  será  ir  a  tierra  extraña,  sino  propia,  pues  es  a  la  de  quien  tanto 
amamos  y  nos  ama.  Acordaos,  hijas  mías,  aquí  de  la  ganancia 
que  tray  este  amor  consigo,  y  de  la  pérdida  en  no  le  tener,  que 
nos  pone  en  manos  del  tentador,  en  manos  tan  crueles,  manos  tan 
enemigas  de  todo  bien,  y  tan  amigas  de  todo  mal. 

¿Qué  será  de  la  pobre  alma  que,  acabada  de  salir  de  tales 
dolores  y  trabajos,  como  son  los  de  la  muerte,  cay  luego  en 
ellas?  jQué  mal  descanso  le  viene!  ¡qué  despedazada  irá  a  el 
infierno!  ¡qué  multitud  de  serpientes  de  diferentes  maneras!  ¡qué 
temeroso  lugar!  ¡qué  desventurado  hospedaje!  Pues  para  una 
noche  una  mala  posada  se  sufre  mal,  si  es  persona  regalada 
(ique  (5)  son  los  que  más  deben  de  ir  allá),  pues,  posada  de  para 
siempre,  para  sin  fin,  ¿qué  pensáis  sentirá  aquella  triste  alma? 
Que  no  queramos  regalos,  hijas;  bien  estamos  aquí;  todo  es 
una  noche  la  mala  posada.  Alabemos  a  Dios;  esforcémonos  a 
hacer  penitencia  len  lesta  vida.  Mas  ¡qué  dulce  será  la  muerte 
de  quien  de  todos  sus  pecados  la  tiene  hecha,  y  no  ha  de    ir 


1  Borrando  que  ya,  el  P.  Domingo  Bánez  puso  en  su  lugar  del  cual. 

2  Consecuente  con  su  enmienda  el  P.  Bánez,  tachó  con  una  raya,  apenas  perceptible,  es^ 
tas  dos  palabras.  La  frase  así  corregida  debía  decir:  de  cual  ya  no  puede  dudar. 

3  El  P.  Báñez  enmienda  así  esta  frase:  «hasta  perder  la  vida  por  nosotros  y  porque  no  nos 
quedase... 

4  Del  Señor,  añade  el  mismo  Padre  entre  líneas. 

5  Tachando  el  que,  puso  arriba  como,  el  P.  Bánez. 


CAPITULO    XL  195 

al  purgatorio!   Como  desde  acá  aun  podrá  ser  comience  a  gozar 
de  la  gloria,  no  verá  en  sí  temor,  sino  toda  paz. 

Ya  que  no  lleguemois  a  esto,  hermanas,  supliquemos  a  Dios, 
si  vamos  a  recibir  luego  penas,  sea  adonde  con  esperanza  de 
salir  de  ellas  las  llevemos  de  buena  gana,  y  adonde  no  perda- 
mios  su  amistad  y  graciai,  y  que  nos  la  dé  en  esta  vida  para  no 
andar  en  tentación,  sin  que  lo  entendamos. 


CAPITULO  XLI 

QUE  HABLA  DEL  TEMOR  DE  DIOS  Y  COMO  NOS  HEMOS  DE  GUARDAR 
DE  PECADOS  VENIALES. 

¡Cómo  me  he  alargado!  Pues  no  tanto  como  quisiera,  por- 
que íes  cosa  sabrosa  hablar  en  tal  amor,  ¿qué  será  tenerle?  (1). 
El  Señor  me  le  dé,  por  quien  Su  Majestad  es.  Ahora  venga- 
mos a  el  temor  de  Dios.  Es  cosa  también  muy  conocida  de  quien 
le  tiene,  y  de  los  que  le  tratan.  Aunque  quiero  €nte[n]dáis  que  a 
los  principios  no  está  tan  crecido,  si  no  es  algunas  personas,  a 
quien,  oomo  he  dicho,  el  Señor  hace  grandes  mercedes,  que  en 
breve  tiempo  las  hace  ricas  de  virtudes;  y  ansí  no  se  conoce  en 
todos  a  los  principios,  digo.  Vase  aumentando  el  valor  (2)  cre- 
ciendo más  cada  día;  aunque  desde  luego  se  entiende  (3),  porque 
luego  se  apartan  de  pecados  y  de  las  ocasiones  y  de  malas  com- 
pañías, y  se  ven  otras  señales.  Mas  cuando  ya  llega  el  alma 
a  contemplación,  que  es  de  lo  que  más  ahora  aquí  tratamos, 
el  temor  de  Dios  también  anda  muy  al  descubierto,  como  el 
amor   no   va    (4)    disimulado   aún   €n   lo  exterior,   /lunque   mu- 


1  El  autógrafo  escurialense  trae  aqui  un  párrafo  que  dice:  «No  vaya  yo  de  esta  vida  hasta 
que  no  quiera  cosa  de  ella,  ni  sepa  qué  cosa  es  amar  fuera  de  Vos,  ni  acierte  a  poner  este 
nombre  en  nadie,  pues  todo  es  falso,  pues  lo  es  el  cimiento,  y  ansí  no  dura  el  edificio.  No  sé 
por  qué  nos  espantamos  cuando  oyó  decir,  «aquel  me  pagó  mab,  «estotro  no  me  quiere».  Yo  me 
río  entre  mí:  ¿qué  os  ha  de  pagar,  ni  qué  os  ha  de  querer?  En  esto  veréis  quién  es  el  mundo, 
que  vuestro  mesmo  amor  os  da  después  el  castigo,  y  eso  es  lo  que  os  deshace,  porque  siente 
mucho  la  voluntad  de  que  la  hayáis  traído  embebida  en  juego  de  niños».  La  edición  príncipe  jj 
todas  las  posteriores  reproducen  este  párrafo. 

2  Más,  había  escrito  la  Santa,  y  lo  tachó. 

3  Hlffo,  añade  entre  líneas  el  P.  Báñez. 

4  Tan,  añade  el  P.  Báñez. 


198  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

cho  con  aviso  se  miren  estas  personas,  no  las  verán  andar  des- 
cuidadas, que  por  grande  que  le  tengamos  a  mirarlas,  las  tie- 
ne el  Señor  de  manera,  que  si  gran  interese  se  le  ofreciese,  no 
harán  de  advertencia  un  vecado  venial ;  los  mortales  temen  como 
al  fuego.  Y  éstas  son  las  ilusiones  que  yo  querría,  hermanas,  te- 
miésemos mucho,  y  supliquemos  siempre  a  Dios  no  sea  tan  re- 
cia la  tentación,  que  le  ofendamos,  sino  que  nos  la  dé  confor- 
me a  la  fortaleza  que  nos  ha  de  dar  para  vencerla.  Estoi  es  lo 
que  hace  al  caso;  este  temor  es  el  que  yo  deseo  nunca  se  qui- 
te de  nosotras,  que  es  lo  que  nos  ha  de  valer. 

¡Oh,  que  es  gran  cosa  no  tener  ofendido  a  el  Señor,  para 
que  sus  siervos  y  esclavos  infernales  [estén  atados]!  (1);  que,  en 
fin,  todos  le  han  de  servir,  mal  que  les  pese,  sino  que  ellos  es 
por  fuerza  y  nosotros  de  toda  voluntad.  Ansí  que,  tiniéndole 
contento,  ellos  estarán  a  raya,  no  harán  cosa  con  que  nos  pue- 
dan dañar,  aunque  más  nos  trayan  en  tentación  y  nos  armen 
lazos  secretos. 

Tené  esta  cuenta  y  'aviso,  que  importa  mucho,  que  [no  descui- 
déis] (2)  hasta  que  os  veáis  con  tan  gran  determin;ación  de  no 
ofender  a  el  Señor,  que  perderíades  mil  vidas  antes  que  hacer  un 
pecado  mortal,  y  de  los  veniales  estéis  con  mucho  cuidado  de  no 
hacerlos;  esto  de  advertencia,  que  de  otra  suerte,  ¿quién  estará 
sin  hacer  muchos?  Mas  hay  una  advertencia  muy  pensada;  otra 
tan  de  presto,  que  casi  haciéndose  el  pecado  venial  y  advertien- 
do es  todOi  uno,  que  no  nos  podimos  entender.  Mas  pecado  muy 
de  advertencia,  por  chico  que  sea.  Dios  nos  libre  de  él;  cuánto 
más,  que  no  hay  poco  siendo  contra  una  tan  gran  Majestad,  y 
viendo  que  nos  está  mirando.  Que  esto  me  parece  a  mí  es  pe- 
cado sobrepensado,  y  como  quien  dice:  Señor,  aunque  os  pese, 
haré  esto.  Ya  veo  que  lo  veis,  ly  sé  que  no  lo  queréis,  y  lo  en- 
tiendo; mas  quiero  más  siguir  mi  antojo  y  apetito  que  no  vues- 
tra voluntad.  Y  que  en  cosa  de  esta  suerte  hay  poco,  a  mí  no  me 
lo  parece,  por  leve  que  sea  la  culpa,  sino  mucho  y  muy  mucho. 


1  Estas  dos  palabras  fueron  añadidas  por  Fr.  Luis  de  León  a  fin  de  completar  el  sentido 
de  la  frase. 

2  También  es  de  Fr.  Luis  de  León  esta  adición,  hecha  por  la  misma  causa  que  la  anterior. 


CAPITULO    XLI  199 

Mira,  por  amor  de  Dios,  hermanas,  si  queréis  ganar  leste 
temor  d€  Dios,  que  va  mucho  entender  cuan  grave  cosa  es  ofen- 
sa ide  Dios,  y  tratarlo  en  vuestros  pensamientos  mug  ordinario; 
que  nos  va  la  vida,  y  mucho  más,  tener  arraigada  esta  virtud  en 
nuestras  almas.  Y  hasta  que  le  tengáis  (1),  es  menester  andar 
siempre  con  mucho  mucho  (2)  cuidado,  y  apartarnos  de  todas  las 
ocasiones  g  compañías,  que  no  nos  ayuden  a  llegarnos  más  a 
Dios.  Tener  gran  cuenta  con  todo  lo  que  hacemos,  para  doblar 
en  lello  nuestra  voluntad,  g  cuenta  con  que  lo  que  hablare  vaga 
oon  edificación;  huir  de  donde  hubiere  pláticas  que  no  sean  de 
Dios.  Ha  menester  mucho  que  en  sí  quede  muy  impresoí  este 
temor;  aunque  si  de  veras  hay  amor,  presto  se  cobra.  Mas  en 
tiniendo  el  alma  visto  con  gran  determinación  en  sí,  que,  co- 
moi  he  dicho,  por  cosa  criada  no  hará  una  ofensa  de  Dios,  aun- 
que después  se  caga  alguna  vez,  porque  somos  flacos  y  no  hay 
que  fiar  de  nosotros  (cuando  más  determinados,  menos  confiados 
de  nuestra  parte,  que  de  donde  ha  de  venir  la  confianza  ha  de  ser 
de  Dios) ;  cuando  esto  que  he  dicho  entendamos  de  nosotros,  no  es 
menester  andar  tan  encogidos  ni  apretados,  que  el  Señor  nos 
favorecerá,  y  ya  la  costumbre  nos  será  ayuda  para  no  ofen- 
derle; sino  andar  con  una  santa  libertad,  tratando  con  quien 
fuere  justo,  y  aunque  sean  destraídas.  Porque  las  que  antes 
que  tuviésedes  este  verdadero  temor  de  Dios,  os  fueran  tóji- 
co  (3)  y  aguda  para  matar  el  alma,  muchas  veces  después  os 
la  harán  para  amar  más  a  Dios  g  alabarle  porque  os  libró 
de  aquello  que  veis  ser  notorio  peligro;  y  si  antes  fuérades  parte 
para  ayudar  a  sus  flaquezas,  ahora  lo  seréis  para  que  se  vayan 
a  la  mano  en  ellas  por  estar  delante  de  vos,  que  sin  quereros 
hacer  honra  acaece  esto. 

Yo  alabo  al  Señor  muchas  veces,  y  pensando  de  dónde  ver- 
ná,  por  qué  sin  decir  palabra  muchas  veces  un  siervo  de  Dios 


1  Primero  había  escrito:  Y  hasta  que  entendáis  muy  de  veras  que  le  tenéis,  jj  corrigiólo 
luego  como  viene  en  el  texto.  Esta  enmienda  no  es  del  corrector,  como  dice  el  Sr.  Herrero  y 
Bayona,  sino  de  Santa  Teresa,  y  por  eso  se  tuvo  en  cuenta  en  los  traslados. 

2  Mucho  mucho,  es  uno  de  tantos  casos  de  superlativo  por  repetición  como  se  hallan  en 
la  Santa  u  escritores  de  su  tiempo. 

3  Por  tósigo.  En  el  capítulo  XII,  pág.  62,  escribió  tóxico. 


200  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

ataja  (1)  palabras  que  se  dicen  contra  El.  Debe  s€r,  que  ansí 
como  acá,  si  tenemos  un  amigo  siempre  se  tiene  respeto,  si  es  en 
su  ausencia,  a  no  hacerle  agravio  delante  del  que  saben  que  lo 
es;  g  como  aquél  está  en  gracia,  la  mesma  gracia  debe  hacer 
que  por  bajo  que  éste  sea  se  le  tenga  respetoi,  y  no  le  den  pena 
en  cosa  que  tanto  entienden  ha  de  sentir  como  ofender  a  Dios. 
El  caso  es  que  yo  no  sé  la  causa,  mas  sé  que  es  muy  ordina- 
rio esto.  Ansí  que  no  os  apretéis,  porque  si  el  alma  se  comienza  a 
encoger,  es  muy  mala  cosa  para  todo  lo  bueno,  y,  a  las  veces, 
dan  en  ser  escrupulosas,  y  veisla  aquí  inhabilitada  para  sí  y 
para  los  otros;  y  ya  que  no  dé  en  lesto,  será  buena  para  sí,  mas 
no  llegará  muchas  almas  a  Dios,  como  ven  tanto  encogimien- 
to y  apretura.  Es  tal  nuestro  natural,  que  las  atemoriza  y  aho- 
ga, y  huin  (2)  de  llevar  el  camino  que  vos  lleváis,  aunque 
conocen  claro  ser   de  más  virtud. 

Y  viene  otro  daño  de  aquí,  que  es  juzgar  a  otros,  como 
no  van  por  vuestro  camino,  sino  con  más  santidad  (por  apro- 
vechar el  prójimo  tratan  con  libertad  y  sin  esos  encogimientos), 
luego  os  parecerán  imperfetos.  Si  tienen  alegría  santa,  parecerá 
disolución,  en  especial  en  las  que  no  tenemos  letras,  ni  sabe- 
mos en  lo  que  se  puede  tratar  sin  pecado.  Es  muy  peligrosa  cosa, 
y  andar  en  tentación  contino  y  muy  de  mala  digistión  (3), 
porque  es  en  perjuicio  del  prójimo.  Y  pensar  que  si  no  van 
todos  por  el  modo  que  vos  encogidamente,  no  van  tan  bien,  es 
malísimo.  Y  hay  otro  daño:  que  en  algunas  cosas  que  habéis 
de  hablar,  y  es  razón  habléis,  por  miedo  de  no  eceder  en  algo, 
no  osaréis  sino  por  ventura  decir  bien  de  lo  que  sería  muy  bien 
abomina  sedes. 

Ansí  que,  hermanas,  todo  lo  que  pudierdes  sin  ofensa  de 
Dios,  procura  ser  afables,  y  entender  de  manera  con  todas  las  per- 
sonas que  os  trataren,  que  amen  vuestra  conversación  y  deseen 
vuestra  manera  de  vivir  y  tratar,  y  no  se  atemoricen  y  ame- 
drenten de  la  virtud.  A  relisiosas  importa  mucho  esto:   mientra 


1  Puso  atajan,  pero  borró  la  n. 

2  Por  huyen. 

3  Por  digestión. 


CAPITULO    XLI  201 

más  santas,  más  conversabks  con  sus  hermanas  (l),yquG  aunque 
sintáis  mucha  pena,  si  no  van  sus  pláticas  todas  como  vos  las 
querríades  hablar,  nunca  os  extrañéis  de  ellas,  si  queréis  aprove- 
char y  ser  amada.  Que  es  lo  que  mucho  hemos  de  procurar  ser 
afables,  y  agradar  y  contentar  a  las  personas  que  tratamos,  en 
especial  a  nuestras  hermanas. 

Ansí  que,  hijas  mías,  procura  entender  de  Dios  en  ver- 
dad, que  no  mira  a  tantas  menudencias  como  vosotras  pen- 
sáis; y  no  dejéis  que  se  os  encoja  el  ánima  y  el  ánimo,  que 
se  podrán  perder  muchos  bienes:  la  intención  reta,  la  voluntad 
determinada,  como  tengo  dicho,  de  no  ofender  a  Dios.  No  de- 
jéis arrinconar  vuestra  alma,  que  en  lugar  de  procurar  santidad, 
sacará  muchas  imperfeciones,  que  el  demonio  le  porná  por  otras 
vías,  y,  como  he  dicho,  no  aprovechará  a  sí  y  a  las  otras  tanto 
como   pudiera. 

Veis  aquí  cómo  con  estas  dos  cosas,  amor  y  temor  de  Dios, 
podemos  ir  por  este  camino  sosegados  y  quietos,  aunque,  co- 
mo el  temor  ha  de  ir  siempre  delante,  no  descuidados,  que  esta 
siguridad  no  la  hemos  de  tener  mientra  vivimos,  porque  sería 
gran  peligro.  Y  ansí  lo  entendió  nuestro  Ensefiador,  cuando  en 
el  fin  de  esta  oración  dice  a  su  Padre  estas  palabras,  como  quien 
entendió  bien  eran  menester. 


1      Las  palabras  relisiosas,  santas  y  hermanas,  habíalas  puesto  primero  en  masculino. 


CAPITULO     XLII 


EN  QUE  TRñTA  DE   ESTñS  POSTRERAS   PALABRAS  DE   EL  «PATERNÓSTER» : 

Sed  libera  nos  a  malo.  Amen,  «mas  líbranos  de  mal.  amen». 

Paréccme  tiene  razón  el  buen  Jesús  de  pedir  esto  (1)  para 
Sí,  porque  ya  vemos  cuan  cansado  estaba  de  esta  vida  (2)  cuan- 
do dijo  en  la  cena  a  sus  Apóstoles:  Con  deseo  he  deseado 
cenar  con  vosotros  (3),  que  era  la  postrera  cena  de  su  vida. 
Por  adonde  se  ve  cuan  cansado  debía  ya  estar  (4)  de  vivir,  y 
ahora  no  se  cansarán  los  que  han  cien  años,  sino  siempre 
con  deseo  de  vivir  más.  A  la  verdad,  no  la  (5)  pasamos  tan  mal, 
ni  con  tantos  trabajos  como  Su  Majestad  la  pasó,  ni  tan  pobre- 
mente. ¿Qué  fué  toda  su  vida  sino  una  contina  muerte,  siem- 
pre trayendo  la  que  le  habían  de  dar  tan  cruel  delante  de  los 
ojos?  Y  esto  era  lo  menos;  ¡mas  tantas  ofensas  como  se  ha- 
cían a  su  Padre,  y  tanta  multitud  de  almas  como  se  perdían! 
Pues  si  acá  una  que  tenga  caridad  le  es  esto  gran  tormento, 
¿qué  sería  en  la  caridad  sin  tasa  ni  medida  de  este  Señor? 
i  Y  qué  gran  razón  tenía  de  suplicar  a  el  Padre  que  le  librase 
ya  de  tantos  males  y  trabajos,  y  le  pusiese  en  descanso  para 
siempre  en  su  reino,  pues  era  verdadero  heredero  de  él! 


1  En  alguna  manera,  añade  entre  líneas  el  P.  Báñez. 

2  Borró  ligeramente  el  P.  Báñez;  cansado  estaba  de  es,  ü  puso  al  margen:   gana  se  des^ 
pedía  des... 

3  Luc,  c.  XXII,  V.  15. 

4  De  nuevo  modifica  el  P.  Báñez  la  frase  tachando  las  palabras:  cansado  debía  ya  estar, 
suslituüéndolas  al  margen  con  éstas:  poca  gana  devía  ya  de  tener. 

5  Las,  había  escrito,  u  borró  la  ese. 


204  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

Amén.  Que  el  ñmén  entiendo  yo,  que  pues  con  él  se  acaban 
todas  las  cosas,  que  ansí  pide  el  Señor  seamos  librados  de  todo 
mal  para  siempre  (1).  Y  ansí  lo  suplico  yo  a  el  Señor  me  libre 
de  todo  mal  para  siempre,  pues  no  me  desquito  de  lo  que  de- 
bo, sino  que  puede  ser  por  ventura  cada  día  me  adeudo  más. 
Y  \o  que  no  se  puede  sufrir,  Señor,  es  no  poder  saber  cierto  qu€ 
os  amo,  ni  si  son  acetos  mis  deseos  delante  de  Vos.  ¡Oh  Se- 
ñor y  Dios  mío,  líbrame  ya  de  todo  mal,  y  sed  servido  de 
llevarme  adonde  están  todos  los  bienes!  ¿Qué  esperan  ya  aquí 
a  los  que  Vos  habéis  dado  algún  conocimiento  de  lo  que  es  el 
mundo,  y  los  que  tienen  viva  fe  de  lo  que  el  Padre  Eterno  les 
tiene  guardado? 

El  pedir  esto  con  deseo  grande  y  toda  determinación,  es 
un  gran  lefeto  para  los  oontemplativos  de  que  las  mercedes  que 
en  la  oración  reciben  son  de  Dios;  ansí  que,  los  que  lo  fueren, 
ténganlo  en  mucho.  El  pedirlo  yo  no  íes  por  esta  vía,  digo  que 
no  se  tome  por  esta  vía,  sino  que,  como  he  tan  mal  vivido, 
temo  ya  de  más  vivir,  y  cánsanme  tantos  trabajos.  Los  que  par- 
ticipan de  los  regalos  de  Dios,  no  es  mucho  deseen  estar  adon- 
de no  los  gocen  a  sorbos,  y  que  no  quieran  estar  en  vida  que 
tantos  embarazos  hay  para  gozar  de  tanto  bien,  y  que  deseen 
estar  adonde  no  se  les  ponga  lel  sol  de  justicia.  Haráseles  todo 
escuro  cuanto  después  acá  ven,  y  de  cómo  viven  me  espanto. 
No  debe  ser   con   contento  quien   ha  comenzado   a  gozar,   y  le 


1  Aquí  borró  la  Santa  una  línea  que  decía:  Excusado  es,  hermanas,  pensar  que  míen-',  y 
arrancando  la  hoja  siguiente  (CIV),  escribió  dos  líneas  para  unir  el  hilo  del  razonamiento,  roto  por 
la  supresión  citada.  Lo  suprimido  dice,  según  el  autógrafo  de  El  Escorial:  «Excusado  es,  hermas 
ñas,  pensar  que  mientra  vivimos  podemos  estar  libres  de  muchas  tentaciones  y  imperfeciones  u 
aun  pecados;  pues  se  dice  que  quien  pensare  está  sin  pecado,  se  engaña,  u  es  ansí.  Pues  si 
echamos  a  males  del  cuerpo  y  trabajos,  ¿quién  está  sin  muy  muchos  de  muchas  maneras,  ni  es 
bien  pidamos  estarlo?  Pues  entendamos  qué  pediremos  aquí,  pues  este  decir  de  todo  mal,  pa- 
rece imposible,  u  de  cuerpo,  como  he  dicho,  u  de  imperfeciones  y  faltas  en  el  servicio  de  Dios. 
De  los  santos  no  digo  nada,  todo  lo  pondrán  en  Cristo,  como  decía  San  Pablo;  mas  los  peca- 
dores  como  yo,  que  me  veo  rodeada  de  flojedad,  y  tibieza,  y  poca  mortificación,  y  otras  mu- 
chas cosas,  veo  que  me  cumple  pedir  al  Señor  remedio. 

«Vosotras,  hijas,  pedí  como  os  pareciere;  yo  no  le  hallo  viviendo,  y  ansí  pido  al  Señor  que 
me  libre  de  todo  mal  para  siempre.  ¿Qué  bien  hallamos  en  esta  vida,  hermanas,  pues  carece- 
mos de  tanto  bien  y  estamos  ausentes  de  El?  Líbrame  Señor  de  esta  sombra  de  muerte,  líbrame 
de  tantos  trabajos,  líbrame  de  tantos  dolores,  líbrame  de  tantas  mudanzas,  de  tantos  cumpli- 
mientos como  forzado  hemos  de  tener  los  que  vivimos,  de  tantas,  tantas,  tantas  cosas,  que  nie 
cansan  y  fatigan,  que  cansaría  a  quien  esto  leyese,  si  las  dijese  todas.  No  hay  ya  quien  sufra 
vivir.  Debe  de  venirme  este  cansancio  de  haber  tan  mal  vivido,  y  de  ver  que  aun  lo  que  vivo 
ahora,  no  es  como  he  de  vivir,  pues  tanto  debo». 


CñPITULO    XLII  205 

han  dado  ya  acá  ( 1 )  su  reino,  y  ino  ha  de  vivir  por  su  voluntad, 
sino  por  la  de  el  rey. 

¡Oh  cuan  otra  vida  debe  ser  ésta  para  no  desear  la  muerte! 
¡Cuan  diferentemente  se  inclina  nuestra  voluntad  a  lo  que  es 
la  voluntad  de  Dios!  Ella  quiere  queramos  la  verdad,  nosotros 
queremos  la  mentira;  quiere  que  queramos  lo  eterno,  acá  nos 
inclinamos  a  lo  que  se  acaba;  quiere  queramos  cosas  grandes 
y  subidas,  acá  queremos  bajas  y  de  tierra;  querría  quisiésemos 
sólo  lo  siguro,  acá  amamos  lo  dudoso  (2).  Que  es  burla,  hijas 
mías,  sino  suplicar  a  Dios  nos  libre  de  estos  peligros  para  siem- 
pre, y  nos  saque  ya  de  todo  mal.  Y  aunque  no  sea  nuestro  deseo 
con  perfeción,  esforcémonos  a  pedir  la  petición.  ¿Qué  nos  cues- 
ta pedir  mucho,  pues  pedimos  a  poderoso?  Mas,  porque  más 
acertemos,  dejemos  a  su  voluntad  el  dar,  pues  ya  le  tenemos 
dada  la  nuestra;  y  sea  para  siempre  santificado  su  nombre  en 
los  cielos  y  en  la  tierra,  y  en  raí  :sea  siempre  hecha  su  volun- 
tad.  Amén    (3). 

Ahora  mira,  hermanas,  cómo  el  Señor  me  ha  quitado  de 
trabajo  enseñando  a  vosotras  y  a  mí  el  camino  que  comencé 
a  deciros,  dándome  a  entender  lo  mucho  que  pedimos  cuan- 
do decimos  esta  oración  evangelical.  Sea  bendito  por  siempre, 
que  es  cierto  que  jamás  vino  a  mi  pensamiento  que  había  tan 
grandes  secretos  en  ella,  que  ya  habéis  visto  encierra  en  sí  todo 
el  camino  espiritual,  desde  el  principio  hasta  engolfar  Dios  el 
alma  y  darla  abundosamente  a  beber  de  la  fuente  de  agua  viva, 
que  dije  estaba  al  fin  del  camino.  Parece  nos  ha  querido  el  Se- 
ñor dar  a  entender,  hermanas,  la  gran  consolación  que  está  aquí 
encerrada,  y  es  gran  provecho  para  las  personas  que  no  saben 


1  Una  mano,  que  no  es  de  la  Santa  ni  del  P.  Báñez,  intercaló  aquí;    algo  de. 

2  Síguense  en  el  autógrafo  (folio  CCVI),  ocho  líneas  borradas  por  la  Santa,  aunque  pue- 
den ser  leídas  fácilmente,  g  son  las  que  vienen  en  el  texto  hasta  la  frase:  dejemos  a  su  volun- 
tad el  dar,  exclusive.  Las  líneas  suprimidas,  no  las  copia  el  códice  de  Toledo,  pero  las  publicó 
Fray  Luis  de  León. 

3  Aunque  no  lo  dice  aquí  la  Santa,  tuvo  deseos  de  glosar  el  Hvemaría,  como  lo  había 
hecho  con  el  Datetnoster,  a  fin  de  que  sus  hijas  pudieran  rezar  con  fruto  la  salutación  angélica. 
He  aquí  sus  palabras  tomadas  del  autógrafo  de  El  Escorial:  «También  pensé  deciros  algo  de 
cómo  habéis  de  rezar  el  Rvemaria,  mas  heme  alargado  tanto,  que  se  quedará,  y  basta  haber 
entendido  cómo  se  rezará  bien  el  Datemoster  para  todas  las  oraciones  vocales  que  hubierdes 
de  rezar». 


206  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

leer.  Si  lo  entendiesen,  por  esta  oración  podían  sacar  mucha  do- 
trina  y  consolarse  en  ella. 

Pues  deprendamos,  ñermaiias,  de  la  humildad  con  que  nos 
ensena  este  nuestro  buen  Maestro,  y  suplicalde  me  perdone,  que 
me  he  atrevido  a  hablar  en  cosas  tan  altas.  Bien  sabe  Su  Ma- 
jestad que  mi  entendimientoi  no  es  capaz  para  ello,  si  El  no  me 
enseñara  lo  que  he  dicho.  Agradecédselo  vosotras,  hermanas,  que 
debe  haberlo  hecho  por  la  humildad  con  que  me  lo  pedistes 
y  quisistes  ser  enseñadas  de  cosa  tan  miserable  (1). 

Si  el  Padre  Presentado  Fray  Domingo  Báñez  (2),  que  es 
mi  confesor,  a  quien  le  daré  antes  que  le  veáis,  viere  es  para 
vuestro  aprovechamiento  y  os  le  diere,  consolarme  he  (3)  que  os 
consoléis.  Si  no  estuviere  para  que  nadie  le  vea,  tomaréis  mi  vo- 
luntad, que  con  la  obra  (4)  he  obedecido  a  lo  que  me  mandastes; 
que  yo  me  doy  por  bien  pagada  del  trabajo  que  he  tenido  en 
escribir,  que  no  por  cierto  en  pensar  lo  que  he  dicho.  Bendito 
sea  y  alabado  lel  Señor,  de  donde  nos  viene  todo  el  bien  que  ha- 
blamos, y  pensamos  y  hacemos.  Amén. 


1  Añade  aquí  el  de  El  Escorial:  «Pues  hermanas,  ya  parece  no  quiere  diga  más,  porque 
no  sé,  que  aunque  pensé  ir  adelante,  pues  el  Señor  os  ha  enseñado  el  camino,  y  a  mí  que  en 
el  libro  pusiese,  que  he  dicho  está  escrito,  cómo  se  han  de  haber  llegadas  a  esta  fuente  de  agua 
viva,  y  qué  siente  allí  el  alma,  y  cómo  la  harta  Dios,  y  la  quita  la  sed  de  las  cosas  de  acá,  y 
la  hace  que  crezca  en  las  cosas  del  servicio  de  Dios,  que  para  los  que  hubieren  llegado  a  ella, 
será  de  gran  provecho,  y  les  dará  mucha  luz». 

2  El  P.  Báñez  borró  las  palabras:  Presentado  Fray  Domingo  Báñez.  Ya  se  recordará  que 
lo  mismo  hizo  al  principio,  en  el  prólogo  de  este  libro. 

3  Por  me  consolaré. 

4  Os  he,  había  escrito,  pero  borró  el  os. 


APÉNDICES 


CAMINO  DE  PERFECCIÓN 


SEGÚN  EL  AUTÓGRAFO  DE  EL  ESCORIAL 


PROLOGO    (1) 


Sabiendo  las  erraanas  de  este  monesterio  de  san  josef  cómo  tenía 
li^eníia  del  padre  presentado  fray  domingo  vanes,  de  la  orden  de  santo 
domingo,  que  al  presente  es  mi  confesor,  para  escrivir  algunas  cosas 
de  oración  en  que  parepe,  por  aver  tratado  muchas  personas  espiri- 
tuales y  yantas,  podré  atinar,  me  an  tanto  ynportunado  lo  aga  por  te- 
nerme tanto  amor,  que  anque  ay  libros  muchos  que  de  esto  tratan  g 
quien  sabe  bien  y  a  sabido  lo  que  escrive,  parece  la  voluntad  ape 
acetas  algunas  cosas  ynperfetas  y  faltas  más  que  otras  muy  perfe- 
tas;  y,  como  digo,  a  sido  tanto  el  deseo  que  las  e  visto  y  la 
ynportunapión,  que  me  e  determinado  a  a(;erlo,  parepiéndome  por  sus 
oraciones  y  vmildad  querrá  el  señor  acierte  algo  a  depir  que  les 
aproveche  y  me  lo  dará  para  que  se  lo  dé.  Si  no  acertare,  quien  lo 
a  de  ver  primero,  que  es  el  padre  presentado  dicho,  lo  quemará, 
y  yo  no  avré  perdido  nada  en  obedecer  a  estas  siervas  de  dios,  y  verán 
lo  que  tengo  de  mí  cuando  su  majestad  no  me  ayvda. 

Pienso  poner  algunos  rremedios  para  tentapiones  de  rrelisiosas,  y 
el  yntento  que  tuve  de  procurar  esta  casa,  digo  que  fuese  con  la  per- 
fección que  se  lleva,  dejado  el  ser  de  nuestra  mesma  costitupión,  y  lo 
que  más  el  señor  me  diere  a  entender  como  fuere  entendiendo  y  acor- 
dándoseme, que,  como  no  sé  lo  que  será,  no  puedo   degirlo  con  con- 


1  Por  esta  palabra,  sin  más  preámbulos,  comienza  el  Camino  de  Perfección  que  se  guarda 
en  El  Escorial,  ya  Que  el  título  Tratado  del  Camino  de  Derfectión  que  se  lee  en  la  primera  de 
las  tres  hojas  en  blanco  ij  sin  foliar  que  vienen  al  principio,  no  es  de  letra  de  la  Santa.  Como 
ya  se  dijo  en  la  Introducción,  reproducimos  este  autógrafo  de  S.  Teresa  con  su  peculiar  orto- 
grafía, excepción  hecha  de  la  puntuación,  de  la  que  la  Santa  prescinde  por  completo;  a  lo  sumo 
divide  algunas  cláusulas  con  una  línea  vertical.  Tampoco  hace  división  de  párrafos,  a  no  ser  en 
casos  muy  contados. 

III  H  * 


210  PROLOGO 

^ierto,  y  creo  es  lo  raijor  no  le  llevar,  pues  es  cosa  tan  desconcertada 
aQer  yo  esto.  El  señor  ponga  en  todo  lo  que  y^iere  sus  manos  para 
que  vaya  conforme  a  su  voluntad,  pues  son  éstos  mis  deseos  sien- 
pre,  anque  las  obras  tan  faltas,  como  quien  yo  soy. 

Sé  que  no  falta  el  amor  y  deseo  en  mí  para  ayvdar  en  Jo  que 
yo  pudiese  a  que  las  almas  de  mis  hermanas  vayan  muy  adelante  en 
el  servifio  del  señor,  y  este  amor,  junto  con  los  años  y  espirienqia 
que  tengo  de  algunos  monesterios,  podrá  ser  aproveche  para  atinar 
en  cosas  menudas  más  que  los  letrados,  que  por  tener  otras  ocupacio- 
nes más  ynportantes  y  ser  varones  fuertes,  no  a^en  tanto  caso  de  las 
cosas  que  en  sí  no  parecen  nada,  y  a  cosa  tan  flaca  como  somos  las 
mujeres,  todo  nos  puede  dañar;  porque  las  sotile^as  son  muchas  del 
demonio  para  las  muy  encerradas,  que  ven  serles  necesario  aprove- 
charse de  armas  nuevas  para  dañar.  Yo,  como  rruyn,  eme  sabido  mal 
defender,  y  ansí  querría  escarmentasen  mis  hermanas  en  mí.  No  diré 
cosa  que  en  mí  v  len  otras  no  la  tenga  por  espiriencia,  v  dada  en 
oración  a  entender  por  el  señor. 

Pocos  días  a  escriví  cierta  rrelación  de  mi  vida.  Porque  podrá 
ser  no  quiera  mi  confesor  la  leáys  vosotras,  porné  algunas  cosas  de 
oración  que  conformarán  con  aquéllas  que  allí  digo)  y  otras  que  tanbién 
me  parecerán  necesarias.  El  señor  lo  ponga  por  su  mano  como  le  e 
suplicado  y  lo  ordene  para  su  mayor  gloria,  ñmén. 


CñPITULO    PRIMERO    (1) 


DE    Lñ    CilVSfl    QUE    ME  (2)    MOVIÓ    ñ.    ACER    CON    TANTA    ESTRECHURA   ESTE    AlONES- 

TERIO     Y     EN     QUE  ñN     DE     APROVECHAR     LAS    HERMANAS     DE    EL,     Y     COMO     SE 

AN    DE    DESCUYDAR  DE    LAS    NECESIDADES    CORPORALES   Y    DEL    BIEN    DE    Lfl    (3) 
POBREZA. 


ñl  principio  que  se  comengó  este  monesterio  a  fundar,  por  las 
cavsas  que  ya  en  el  libro  que  dije  tengo  escritas,  con  algunas  de  las 
grandeijas  de  dios  en  que  dio  a  entender  se  avía  mucho  de  servir  en 
esta  casa,  no  era  mi  ynten9ió[n]  vuiese  (4)  tanta  aspereza  en  lo  este-r 
rior,  ni  que  fuese  sin  rrenta,  antes  quisiera  vuiera  posibilidad  para 
que  no  faltara  nada;  en  fin,  como  flaca  y  rruyn,  anque  más  yntentos 
buenos  llevava  en  esto  que  mi  r regalo  (5). 

Venida  a  saber  los  daños  de  frangía  de  estos  luteranos,  y  cuánto 
yva  en  crecimiento  esta  desventurada  seta,  fatigóme  (6)  mucho,  y  como  si 
yo  pudiera  algo,  v  fuera  algo,  llorava  con  el  señor  y  le  suplícava 
rreraediase  tanto  mal.  Páreseme  que  mil  vidas  pusiera  yo  para  rreme- 
dio  de  vn  alma  de  las  muchas  que  vía  perder.  Y  como  me  vi  mujer 
y  rruyn,  y  ynposibilitada  de  aprovechar  en  nada  en  el  servicio  del 
señor,  que  toda  mi  ansia  era,  y  an  (7)  es,  que  pues  tiene  tantos  ene- 
migos y  tan  pocos  amigos,  que  esos  fuesen  buenos;  y  ansí  determiné  a 
ager  eso  poquito  que  yo  puedo  y  es  en  mí,  que  es  sigir  los  consejos 
evanjélicos  con  toda  la  perfcgión  que  yo  pudiese,  y  procurar  estas  po- 
quitas que  están  aquí  ygiesen  lo  mesmo,  confiada  yo  en  la  gran  bondad 


1  Este  es  el  único  capítulo  a  que  la  Santa  puso  epígrafe  completo  que  lo  encabezase.  En 
los  restantes,  por  io  regular,  se  halla  sólo  indicado  el  lugar  donde  ha  de  haber  capítulo  nuevo. 
Los  títulos  se  toman  del  índice  que  viene  al  fin  del  autógrafo,  el  cual  no  es  de  letra  de  la 
Santa,  si  bien  presumimos  que  lo  conoció.  Hay  notable  diferencia  en  la  división  de  capítulos 
en  ambos  autógrafos,  escurialense  y  valisoletano.  A  la  mitad,  próximamente,  reduce  S.  Teresa 
en  éste  los  capítulos  del  primero,  y  a  lo  que  se  me  alcanza,  con  muchísima  razón.  Para  ver  la 
relación  entre  los  capítulos  de  uno  y  otro  libro,  indicaremos  en  nota  el  correspondiente  del  autó- 
grafo de  Valladolid,  según  viene  en  este  tomo.  El  primero  en  el  de  El  Escorial,  es  también  el 
primero  en  el  valisoletano. 

2  E!  me  está  tachado. 

5  Del  pobreza,  dice  el  autógrafo,  aunque  bien  se  ve  es  un  descuido  material  de  la  Santa, 
que  siempre  dice  de  la. 

4  Léase  uviese,  lo  mismo  que  en  los  demás  casos  que  en  lo  sucesivo  ocurran. 

5  Más  que  mi  regalo,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 

6  Léase,  fatigúeme.  Para  la  pronunciación  fuerte  de  la  g  (ge,  gi),  emplea  siempre  S.  Te- 
resa la  j.  Valga  la  advertencia  para  casos  análogos,  que  han  de  ocurrir  muchísimos  en  este  libro. 

7  Nuestro  aun,  es  siempre  en  la  Santa  an. 


212  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

de  idios  que  nunca  falta  de  ayvdar  a  quien  por  él  se  determina  a  dejarlo 
todo.  Y  que  siendo  tales  cuales  yo  las  pintava  en  mis  deseos,  entre  sus 
virtudes  no  temían  fuerza  mis  faltas,  y  podría  yo  contentar  al  señor 
en  algo,  para  que  todas  ocupadas  en  oración  por  los  que  son  defendedo- 
res de  la  ylesia!,  y  predicadores  y  letrados  que  la  defienden,  ayudáse- 
mos en  lo  que  pudiésemois  a  leste  señor  mío,  que  tan  apretado  le  trayn 
a  los  que  a  echo  tanto  bien,  que  parece  le  querrían  tornar  ahora  a 
la  cruz  estos  traydore's  y  que  no  vuise  adonde  rreclinar  la  cave9a. 

¡O  redentor  mío,  que  no  puede  mi  coragón  llegar  aquí  sin  fati- 
garse mucho!  ¿Qué  es  esto  aora  de  los  cristianos?  ¿sienpre  a  (1)  de 
ser  de  ellos  los  que  más  os  fatigen?  ¿a  los  que  mi j ores  obras  aqéys, 
los  que  más  os  deven,  a  los  que  escojéys  para  vuestros  amigos,  entre 
los  que  andáys  y  os  comunicáys  por  los  sacramentos?  ¿No  están  ar- 
tos, señor  de  mi  alma,  de  los  tormentos  que  os  dieron  los  judíos? 

Por  (pierto,  señor,  no  a9e  nada  quien  se  aparta  del  mundo  aora; 
pues  a  vos  os  tienen  tan  poca  ley  ¿qué  esperamos  nosotros?  ¿Por  ven- 
tura merecemos  mijor  nos  tengan  ley?  ¿por  ventura  émosles  echo  mi- 
jores  obras  para  que  nos  guarden  amistad  los  cristianos?  ¿qué  es  esto? 
¿qué  esperamos  ya  los  que  por  la  bondad  del  señor  estamos  sin  aquella 
rroña  pestilenpial,  que  ya  aquéllos  son  del  demonio?  Buen  castigo 
an  ganado  por  sus  manos,  y  bien  an  granjeado  con  sus  deleites  fuego 
eterno,  ñllá  se  lo  ayan,  anque  no  se  me  deja  de  quebrar  el  corazón, 
ver  tantas  almas  como  se  pierden;  mas,  del  mal  no  tanto,  querría  no 
ver  perder  más  cada  día. 

¡O  ermanas  mías  en  cristo!  ayvdádmele  (2)  a  suplicar  esto;  para 
esto  os  juntó  aquí  el  señor;  éste  es  vuestro  llamamiento;  éstos  an 
de  ser  vuestros  nego9ios;  éstos  an  de  ser  vuestros  deseos;  aquí  vues- 
tras lágrimas;  éstas  vuestras  peticiones;  no,  ermanas  mías,  por  nego- 
cios acá  del  mundo,  que  yo  me  rrío  y  an  me  congojo  de  las  cosas 
que  aquí  nos  vienen  a  encargar,  asta  que  rrogemos  a  dios  por  nego- 
cios y  pleytos  por  dinerois,  a  los  que  querría  yo  suplicasen  a  dios  los 
rrepisasen  todos  ellos.  Buena  yntención  tiene  (3),  y  allá  lo  encomien- 
do a  dios  por  decir  verdad,  mas  tengo  yo  para  mí  que  nunca  me  oye. 
Estáse  ardiendo  el  mundo,  quieren  tornar  a  sentenciar  a  cristo,  como 
dicen,  pues  le  levantan  mil  testimonios,  y  quieren  poner  su  ylesia  por 
el  suelo,  ¿y  emos  de  gastar  tienpo  en  cosas  que  por  ventura,  si  dios 
se  las  diese,  temíamos  vn  alma  menos  en  el  cislo?  No  ermanas  mías, 
no  es  tienpo  de  tratar  con  dios  negocios  de  poca  inportancia. 

Por  cierto,  que  si  no  es  por  corresponder  a  la  flaqueca  vmana, 
que  se  consuelan  en  que  las  ayvden  en  todo,  que  olgaría  se  entendiese 
que  no  son  éstas  las  cosas  que  an  de  suplicar  a  dios  en  san  josef. 


1  Han,  dice  en  el  de  ValladoUd. 

2  Hyudadme,  corrigió  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Tienen,  dice  el  de  Valladolid. 


CAPITULO   II   (1) 


QUE    TRATA    DE    COMO    SE    AN    DE    DESCUIDAR    DE    LAS  NECESIDADES    CORPORALES,    Y 
DEL    BIEN    DE    LA    POBREZA    (2). 


Y  no  penséys,  hermanas  mías,  que  por  eso  os  ha  de  faltar  de  co- 
mer, yo  os  asiguro;  jamás  por  artificios  vmanos  pretendáys  sustenta- 
ros, que  moriréys  de  anbrej,  y  con  rragón.  Los  ojos  en  vuestro  esposo; 
él  os  a  de  sustentar;  contento  él,  anque  no  quieran,  os  darán  de  co- 
mer los  menos  vuestros  devotos,  como  lo  avéys  visto  por  espirien^ia. 
Si  adiendo  vosotras  esto  murierdes  de  anbre,  bienaventuradas  las  mon- 
jas de  san  josef.  ñquí  os  digo  yo  serán  acetas  vuestras  oraciones,  y 
aremos  algo  de  lo  que  pretendemos.  Esto  po  se  os  olvide,  y  jas  mías, 
por  amor  del  señor,  pues  dejáys  la  rrenta,  deja  el  cuydado  de  la  co- 
mida; si  no,  todo  va  perdido.  Los  que  quiere  el  señor  que  la  tengan, 
tengan  «norabuena  esos  cuydados,  que  es  mucha  rracón,  que  es  su 
llamamiento;    mas    vosotras,    hermanas,    es    disbarate    (3). 

Cuydado  de  rrentas  ajenas  me  parepe  a  mí  que  sería  estar  pen- 
sando en  lo  que  los  otros  gogan:  sí,  que  por  vuestro  cuydado  no 
muda  el  otro  su  pensamiento,  ni  se  le  pone  deseo  de  dar  limosna. 
Deja  ese  cuydado  al  que  los  puede  mover  a  todos,  al  que  es  señor 
de  las  rrentas  y  de  los  rrenteros;  por  su  mandamiento  venimos  aquí; 
verdaderas  son  sus  palabras;  no  pueden  faltar,  antes  faltarán  los 
píelos  y  la  tierra.  No  le  faltéys  vosotras,  y  no  ayáys  miedo  que  falte; 
y  si  alguna  vez  faltare,  será  para  mayor  bien,  como  faltavan  las  vidas 
a  los  santos,  y  les  cortavan  las  cavepas,  y  era  para  darlos  más  y 
aperlos  mártires.  Buen  trueco  sería  acabar  presto  con  todo  y  gopar 
de  la   artura  perdurable. 

Mira,  ermanas,  que  va  mucho  en  esto  muerta  yo,  que  para  eso 
os  lo  dejo  escrito;  que,  con  el  favor  de  dios,  mientras  (4)  biviere  yo  os 
lo  acordaré,  que  por  espirienpia  veo  la  gran  ganancia.  Cuando  menos 
ay,   más   descuydada   estoy;    y  sabe   el  señor,  que  a  todo  mi   parecer, 


1  Cap.  II  de  Valladolid. 

2  Prosigue  en  la,  había  comenzado  a  escribir  la  Santa  u  lo  borró,  desistiendo  de  poner 
epígrafes  en  el  cuerpo  de  la  obra.  Tómanse  del  índice,  como  es  dicho. 

3  Como  la  ortografía  de  la  Santa  es  principalmente  fonética  (escribe  como  habla),  y  en  el 
siglo  XVI  se  pronunciaba  la  b  muy  fuerte,  sobretodo  en  medio  de  palabra,  llega  aquí  a  confun" 
dirla  con  la  p. 

4  Uno  de  los  pocos  casos  en  que  escribe  mientras,  y  aun  éste  lo  conigló  en  el  de  Valla- 
dolid, diciendo  mientra. 


214  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

que  rae  da  más  pena  cuando  nos  dan  mucho  que  no  cuando  no  ay 
nada:  no  sé  si  lo  a^c  como  ya  tengo  visto  lo  da  luego  el  señor. 
Sería  engañar  el  mundo  otra  cosa,  avernos  pobres  y  no  lo  ser  de 
espíritu,  sino  en  lo  esterior.  Con9ien9ia  se  me  aria.  Páreseme  era  ur^^ 
tar  lo  que  nos  davan,  a  manera  de  de9ir;  porque  era  pedir  limosna 
los  rricos,  y  plega  a  dios  no  sea  ansí,  que  adonde  ay  estos  cuydados 
demasiados  (digo,  vuiese),  de  que  den,  vna  vez  v  otra  se  van  por  la 
costunbre,  v  podrían  yr,  y  pedir  lo  que  no  an  menester  por  ventura 
a  quien  tiene  más  necesidad;;  y  anque  él  no  puede  perder  sino  ganar, 
nosotras  perderíamos.  No  plega  a  dios,  mis  yjas;  cuando  esto  vuiera 
de  ser,  más  quisiera  tuviérades   rrenta. 

En  ninguna  manera  se  ocupe  en  esto  el  pensamiento.  Esto  os  pido 
yo,  por  amor  de  dios,  en  limosna;  y  la  más  chiquita,  cuando  esto 
entendiese  alguna  vez  en  esta  casa,  clame  a  su  majestad  y  acuér- 
delo a  la  mayor,  con  vmildad  le  diga  que  va  errada;  y  valo  tanto, 
que  poco  a  poco  se  yrá  perdiendo  la  verdadera  pobrera.  Yo  espero 
en  el  señor  no  será  ansí,  ni  dejará  a  sus  siervas;  y  para  esto,  pues 
me  an  mandado  esto,  aproveche  este  aviso  de  esta  pecador^illa  de 
despertador. 

Y  crean  mis  yjas  que  para  su  bien  me  a  dado  el  señor  un  po- 
quito a  entender  en  los  bienes  que  ay  de  la  pobre9a  de  espíritu,  y 
vosotras,  si  advertís  en  ello,  lo  entenderéys,  no  tanto  como  yo;  por- 
que avía  sido  loca  de  espíritu,  y  po  pobre,  anque  avía  echo  la  pro- 
fesión de  serlo.  Ello  es  vn  bien  que  todos  los  bienes  del  mundo 
en9ierra  en  sí,  y  creo  muchos  de  los  de  todas  las  virtudes.  En  esto 
no  me  afirmo,  porque  no  sé  el  valor  que  tiene  cada  vna,  y  lo  que 
no  me  pare9e  entiendo  bien  no  lo  diré;  mas  tengo  para  mi  que  abra9a 
a  muchas.  Es  vn  señorío  grande;  digo  que  es  señorío  de  todos  los 
bienes  del  mundo  quien  no  se  le  da  nada  de  ellos,  y  si  dijese 
que  se  enseñorea  sobre  todos  los  del  mundo,  no  mentiré.  ¿Qué  se  me 
da  a  mí  de  los  rreyes  ni  señores,  si  no  quiero  sus  rrentas,  ni  de 
tenerlos  contentos,  si  vn  tantito  se  atraviesa  contentar  más  a  Dios? 
Daremos  con  todos  al  traste,  porque  tengo  para  mí  que  onrras  y  di- 
neros casi  sienpre  andan  juntos,  y  que  quien  quiere  onrra,  no  aborre9e 
dineros,  y  que  quien  aborre9e  dineros,  que  se  le  da  poco  de  onrra.  En- 
tiéndase bien,  que  me  pare9e  que  esto  de  honrra  sienpre  tray  algún 
ynteresillo  de  tener  rrentas  y  dineros,  porque  por  maravilla,  v  nunca, 
ay  onrrado  en  el  mundo  si  es  pobre;  antes,  anque  sea  en  sí  onrrado, 
le  tienen  en  poco.  La  verdadera  pobre9a  tray  vna  onrra9a  consigo  que 
no  hay  quien  la  sufra;  la  que  es  por  solo  Dios,  digo,  no  a  menester 
contentar  a  nadie  sino  a  él,  y  es  cosa  muy  9ierta,  en  no  aviendo 
menester  a  nadie,  tener  muchos  amigos;  yo  lo  tengo  visto  por  espi- 
rien9ia. 

Porque  ay  tanto  escrito  de  esta  virtud,  que  no  lo  sabré  yo  en- 
tender, cuantimás  de9ir,  confieso  que  yva  tan  enbevida  que  no  me  e 
entendido  asta  aora  la  nepedad  que  a9Ía  en  ablar  en  ello;  aora  que 
e  advertido,  callaré.  Mas  ya  que  está  dicho,  quédese  por  dicho  si  fuere 
bien,  y  por  amor  del  señor,  pues  son  nuestras  armas  la  santa  pobre- 
9a  y  lo  que  al  prin9ipio  de  la  orden  tanto  se  estimava  y  guardava 
en  nuestros  santos  padres  (que  me  an  dicho,  quien  lo  a  leydo,  que  an 


MPiTULO   n  215 

de  un  día  para  otro  no  guardavan  nada),  ya  que  en  tanta  perfepión 
no  lo  guardamos  en  lo  esterior,  que  len  lo  ynterior  procuremos  tener- 
la; dos  oras  son  de  vida,  grandísimo  lel  premio;  y  cuando  no  vuiera 
ninguno  sino  cumplir  lo  que  nos  aconsejó  crysto,  era  grande  la  paga. 

Estas  armas  han  de  tener  nuestras  vanderas,  que  de  todas  maneras  lo 
queramos  guardar:  en  casa,  en  vestidos,  en  palabras,  y  mucho  más  en 
el  pensamiento.  Y  mientra  esto  ygieren,  no  ayan  miedo  cay  a  la  rre- 
lisión  de  esta  casa,  con  el  favor  de  dios,  que,  como  de^ía  santa  clara, 
grandes  muros  son  los  de  la  pobrera.  De  éstos,  decía  ella,  quería 
cercar  su  monesterio,  y  a  buen  siguro,  si  se  guarda  de  verdad,  que 
esté  la  onestidad  y  lo  demás  más  fortalecido  que  con  muy  suntuosos 
edificios.  De  esto  se  guarden,  por  amor  de  dios,  y  por  su  sangre  se 
lo  pido  yo;  y  si  con  conciencia  puede  (1)  decir  que  el  día  que  tal 
quisiere  se  torne  a  caer,  que  las  mate  a  todas,  yendo  con  buena  con- 
ciencia, lo  digo,  y  lo  suplicaré  a  dios. 

Muy  mal  parece,  ermanas  mías,  de  la  acienda  de  los  pobrecitos,  que, 
a  muchos  les  falta,  se  agan  grandes  casas:  no  lo  primita  dios,  sino  po- 
brecita  en  todo  y  chica.  Parezcámonos  en  algo  a  nuestro  rrey,  que  no 
tenía  casa,  sino  en  el  portal  de  belén  (2)  fué  su  nacimiento.  Los  que  las 
acen,  ellos  lo  sabrán,  yo  no  lo  condeno  sin  más;  llevan  otros  ynten- 
tos;  mas  trece  pobrecitas,  cualquier  rincón  les  basta.  Si  por  el  mucho 
encerramiento  tuvieren  canpo  y  ermitas  para  apartarse  a  orar,  y  por- 
que lesta  miserable  naturaleca  nuestra  a  menester  algo,  norabuena;  mas 
edificios  ni  casa  grande  ni  curioso,  nada;  dios  nos  libre.  Sienpre  se 
acuerden  se  a  de  caer  todo  el  día  del  juycio;  ¿qué  sabemos  si  será 
presto? 

Pues  acer  mucho  rruydo  al  caerse  el  de  doce  pobrecillas,  no  es 
bien,  que  los  pobres  nunca  acen  rruydo;  los  verdaderos  pobres  jente 
sin  rruydo  a  ¡de  ser  para  que  los  ayan  lástima.  Y  cómo  se  olgarán  si 
ven  alguno  por  la  limosna  que  les  a  echo  librarse  del  ynfierno;  que 
todo  es  posible,  porque  están  muy  obligadas  a  rrogar  por  sus  almas 
muy  continamente,  pues  las  dan  de  comer;  que  tanbién  quiere  el  se- 
ñor, anque  él  nos  lo  da,  que  le  rrogemos  por  los  que  nos  lo  dan 
por  él,  y  desto  no  aya  descuydo. 

No  sé  lo  que  comencé  a  decir,  que  me  e  divertido,  y  creo  lo  a 
querido  Dios,  porque  nunca  pensé  escrivir  esto.  Su  majestad  nos  tenga 
sienpre  de  su  mano  para  que  no  se  caya  de  ello.  ñmén. 


1  Duedo,  dice  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Beselén,  había  escrito  ij  borró  el  se. 


CAPITULO   III    (1) 


QUE     PROSIGUE     Lfl     MISMA     MaTERW 


Tomando  a  lo  principal  para  que  el  señor  nos  juntó  en  esta 
casa,  y  por  lo  que  yo  más  ideseo  seamos  algo  para  que  contentemos 
a  su  majestad,  digo  que,  viendo  go  ya  tan  grades  males  que  fuerzas 
vmanas  no  vastan  a  atajar  este  fuego  (anque  se  a  pretendido  a^er 
jente  para  si  pudieran  a  fuerza  de  armas  rremediar  tan  gran  mal 
y  que  va  tan  a  delante),  ame  parecido  que  es  menester  como  cuando  los 
enemigos  en  tienpo  de  gerra  an  corrido  toda  la  tierra,  y  viéndose  el 
señor  de  ella  perdido  se  rrecoje  a  vna  givdad,  que  age  muy  bien  for- 
talecer, y  desde  allí  acaepe  algunas  ve^es  dar  en  los  contrarios,  y  ser 
tales  los  que  están  en  el  castillo,  como  es  jente  escojida,  que  puede 
más  ellos  a  solas  que  con  muchos  soldados,  si  eran  covardes,  pudie- 
ron (2);  y  muchas  ve^es  se  gana  de  esta  manera  Vitoria;  al  menos  an- 
que no  se  gane,  no  los  vencen,  porque,  como  no  ay  traydorss,  sino 
jente  escojida,  si  no  es  por  anbre,  no  los  pueden  ganar,  ñcá  esta  an- 
bre  no  la  puede  aver  que  vaste  a  que  se  rrindan;  a  morir  sí,  mas 
no  a  quedar  vencidos. 

Mas  ¿para  qué  e  dicho  esto?  Para  que  entendáys,  hermanas  mías, 
que  lo  que  emos  de  pedir  a  dios,  es  que  en  este  castillito  que  ay 
ya  de  buenos  cristianos,  no  se  levante  ningún  traydor,  sino  que  los 
tenga  dios  de  sus  manos;  y  a  los  capitanes  de  este  castillo  v  givdad 
muy  aventajados  en  el  camino  del  señor,  que  son  los  predicadores  y 
teólogos.  Y  pues  los  más  están  en  las  rrelisiones,  que  vagan  muy  ade- 
lante en  su  perfigión  y  llamamiento,  que  es  muy  necesario;  que  ya 
ya,  como  tengo  dicho,  nos  a  de  valer  el  bra^o  eclesiástico  y  no  el 
seglar.  Y  pues  para  lo  vno  ni  lo  otro  no  valemos  nada  para  ayvdar 
a  nuestro  rrey,  procuremos  ser  tales  que  valgan  nuestras  oraciones 
para  ayudar  a  estos  siervos  de  dios,  que  con  tanto  travajo  se  an 
fortalecido  con  letras,  y  buena  vida  y  travajos  para  ayvdar  aora  al  señor. 

Podrá  ser  que  os  parezca  que  para  qué  encargo  tanto  esto,  y  digo 
emos  nosotras  de  ayudar  a  los  que  son  mi j ores  que  nosotras.  Yo  os 
lo  diré,  porque  an  no  creo  entendéys  bien  lo  mucho  que  devéys  a  dios 
en  traeros  adonde  tan  quitadas  estáys  de  negocios,  y  de  ocasiones  ni 


1  Capítulo  sigundo,  puso  aquí  la  Santa;  pero  según  su  propia  división,  u  en  el  índice,  es 
el  tercero.  El  tercero  es  también  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Detdieton,  puso  por  error  la  Santa,   que  luego  enmendó  en  el  de  Valladolid,  diciendo 
pudieron. 


CAPITULO     III  21 7 

de  tratos;  es  grandísima  mGr9ed  ésta,  lo  que  no  están  los  que  digo, 
ni  es  bien  que  lo  estén,  en  estos  tienpos  menos  que  en  otros;  porque  an 
de  ser  los  que  esfuerpe  la  jente  y  ponga  (1)  ánimo  a  los  pequeños.  ¡Bue- 
nos quedarían  los  soldados  sin  capitanes!  An  de  bivir  entre  los  on- 
bres,  y  tratar  con  los  onbres,  y  estar  en  los  pala9ias,  y  an  a^erse  al-» 
gunas  ve9es  con  los  de  los  pala9Íos  en  lo  esterior:  ¿pensáis,  yjas  mías, 
que  es  menester  poco  para  tratar  con  el  mundo,  y  bivir  en  el  mun- 
do, y  tratar  negocios  del  mundo,  y  agerse,  como  e  dicho,  a  la  con- 
versaíión  del  mundo,  y  ser  en  lo  ynterior  estraños  del  mundo,  enemi- 
gos del  mundo,  y  estar  como  quien  está  en  destierro,  y,  en  fin,  ser  no 
onbres  sino  ánjeles?  Porque  a  no  ser  esto  ansí,  ni  merecen  nonbre 
de  capitanes,  ni  primita  dios  salgan  de  sus  peídas,  que  más  daño  aran 
que  provecho;  porque  no  es  aora  tienpo  de  ver  ynperfepiones  en  los 
que  an  de  enseñar. 

Y  si  en  lo  ynterior  no  está  (2)  fortalecidos  a  entender  lo  que  va 
en  tenerlo  todo  devajo  de  los  pies  y  estar  desasidos  de  las  cosas  que 
se  acavan,  y  asidos  a  las  eternas,  por  mucho  que  agan,  an  de  dar 
señal.  Pues  ¿con  quién  lo  'an  sino  icon  el  mundo?  ÍMo  aya  miedo  que 
se  lo  perdone,  ni  que  cosa  ynperfeta  Ja  dejen  de  entender.  Buenas,  mu- 
chas se  les  pasarán  por  alto  y  an  las  juzgarán  ser  malas  por  ven- 
tura; mas  mala  v  ynperfeta,  no  ayan  miedo,  ñora  yo  me  espanto  quién 
amuestra  a  éstos  la  períepión,  no  para  guardarla,  que  de  esto  nin- 
guna obligación  les  parepe  tienen,  más  que  sino  estuviesen  obligados 
a  contentar  a  dios,  arto  aran  si  guardan  rragonablemeníe  los  manda- 
mientos; sino  para  condenar  a  los  que  por  ventura  es  virtud  lo  que 
ellos  piensan  es  rregalo.  Ansí  que  no  penséys,  yjas,  que  es  menester 
poco  favor  de  dios  para  esta  gran  batalla  adonde  se  meten,  sino  gran- 
dísimo. 

Para  estas  dos  cosas  os  pido  yo  procuréys  ser  tales  que  merezca- 
mos alcanzarlas  de  dios.  La  vna,  que  aya  muchos,  de  ios  muy  muchos  (3) 
letrados  y  (4)  rrelisiosos  que  ay,  que  tengan  las  partes  que  son  menes- 
ter, coma  e  dicho,  para  esto;  y  que  si  no  están  muy  dispuestos  y  les 
falta  alguna,  los  disponga  el  señor,  que  más  ara  vno  perfeto  que 
muchos  ynperfetos.  Y  la  otra,  que  después  de  puestos  en  esta  pelea, 
que,  como  digo,  no  es  pequeña  batalla  sino  grandísima,  los  tenga 
de  su  mano  para  que  sepan  librarse  ,de  los  peligros,  y  atapar  los  oy- 
dos  en  este  peligroso  mar  del  canto  !de  las  serenas.  Y  si  en  esto  po- 
demos algo  con  dios,  estando  encerradas  peleamos  por  él,  y  daré  yo  por 
muy  bien  enpleados  los  grandes  travajos  que  e  pasado  por  a^er  este 
rrincón,  adonde  tanbién  pretendí  se  guardase  esta  rregla  de  nuestra 
señora,  como  se  principió. 

No  os  parezca  ynútil  sienpre  esta  petición,  porque  ay  algunas  per- 
sonas que  les  parece  rrecia  cosa  no  rrecar  mucho  por  su  alma;  ¿y 
qué  mijor  oración  que  ésta?  Si  os  parece  es  menester  para  discontar 
la  pena  que  por  los  pecados  se  a    de  tener  en  purgatorio,  tanbién  se 


1  Esfuerzen...  y  pongan,  dice  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Están,  se  lee  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  De  los  muy  mucho,  corrige  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

4  Escribió  v,  que  convirtió  luego  en  y. 


218  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

discuenta  en  oración  tan  justa,  y  lo  que  falta,  falte.  ¿Y  qué  va  en  que 
esté  yo  asta  el  fin  del  juy^io  en  el  purgatorio,  si  por  mi  oración  se 
salva  sola  vn  alma?  ¡Cuantimás  el  provecho  de  muchas  y  la  onrra 
de  dios!  Penas  que  se  acavan,  no  agáys  caso  de  ellas  cuando  yntrevi- 
niere  algún  servicio  mayor  al  que  tantas  pasó  por  nosotros;  sienpre 
os  ynformá  lo  que  es  más  perfeto,  pues  como  os  rrogaré  mucho,  y 
dado  avéys  de  tener,  y  daré  las  cavsas,  sienpre  avéys  de  tratar  con 
letrados.  Lo  que  aora  os  pido  que  pidáys  a  dios,  y  yo  anquc  misera- 
ble lo  pido  a  su  majestad  con  vosotras,  es  que  en  lo  que  e  dicho 
nos  oyga,  pues  es  para  gloria  suya  y  bien  de  su  ylesia,  que  aquí  van 
mis  deseos. 


CAPITULO    IV    (1) 


QUE     TRHTH     DE     TRES     COSAS     MUY     YNPORTñNTES     PARA     LA     VIDA     ESPIRITUAL. 

Parece  atrevimiento  pensar  yo  e  de  ser  alguna  parte  para  alcan- 
zar esto.  Confío  go,  señor  mío,  en  estas  siervas  vuestras  que  aquí  es- 
tán, que  veo  y  sé  no  quieran  otra  cosa  ni  la  pretenden,  sino  contenta- 
ros. Por  vos  an  dejado  lo  poco  que  tenían,  y  quisieran  tener  más  para 
serviros  con  ello.  Pues  no  soys  vos,  criador  mío,  desagradecido  para 
que  piense  yo  daréys  menos  de  lo  que  os  suplican,  sino  mucho  más, 
ni  aborregistes,  señor  de  mi  alma,  cuando  andávades  por  el  mundo  las 
mujeres,  antes  las  favoreijistes  sienpre  con  mucha  piadad,  y  allastes  en 
ellas  tanto  amor  (2)  y  más  fe  que  en  los  onbres,  pues  estava  vuestra 
sacratísima  madre,  en  cuyos  méritos  mereí;«mos,  y  por  tener  su  abito, 
lo  que  desmerecíamos  por  nuestras  culpas...  el  mundo  onrrábades...  que 
no  agaraos  cosa  que  valga  nada  por  vos  en  público,  ni  osemos  ablar 
algunas  verdades  que  lloramos  en  secreto;  sino  que  no  nos  avíades  de 
oyr  petición  tan  justa.  No  lo  creo  yo,  señor,  de  vuestra  bondad  y  jus- 
ticia, que  soys  justo  juez,  y  no  como  los  jueqes  del  mundo,  que 
como  son  y  jos  de  adán,  y,  en  fin,  todos  varones,  no  ay  virtud  de  mu- 
jer que  no  tengan  por  sospechosa.  Sí,  que  algún  día  a  de  aver,  rrey 
mío,  que  se  conozcan  todos.  No  ablo  por  mí,  que  ya  tiene  conocido 
el  mundo  mi  rruyndad,  y  vyo  olgado  que  sea  pública;  sino  porque  veo 
los  tienpos  de  manera,  que  no  es  rracón  desechar  ánimos  virtuosos 
y  fuertes,  anque  sean  de  mujeres  (3). 

Cuando  os  pidiéremos  onrras,  no  nos  oyágs,  señor  mío,  v  dineros, 
V  cosa  que  sepa  a  mundo;  mas  para  onrra  de  vuestro  yjo  ¿por  qué  no 
avéys  de  oyr,  padre  eterno,  ,a  quien»  perderían  mil  onrras  y  rail  vi- 
das por  vos?  No  por  nosotras,  señor,  que  no  merecemos  nada,  sin  (4) 
la  sangre  de  vuestro  yjo  y  sus  méritos. 

¡O  padre  eterno,  no  son  de  olvidar  tantos  acotes,  y  ynjurias,  y  tan 
gravísimos    tormentos!    Pues,    criador    mío,    ¿cómo    pueden    sufrir    vnas 


1  Pone  aquí  la  Santa:  Capítulo:  ptosige.  Continúa  el  III  de  Valladolid. 

2  Aquí  borró  la  Santa  diecinueve  líneas,  u  parte  de  otras  dos,  en  forma  tal,  que  es  mug 
difícil  leerlas.  La  versión  que  damos,  está  tomada  de  la  edición  fotolitográfica  del  señor  Herrero 
Bayona.  Cuando  alguna  palabra  no  se  ha  podido  leer,  se  indica  con  puntos  suspensivos.  El 
párrafo  aquí  tacfiado,  lo  omitió  también  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Hasta  aquí  lo  borrado. 

4  Sino  por,  había  escrito;  pero  ella,  o  algún  corrector,  cambió  la  frase  en  la  forma  indica- 
da en  el  texto. 


220  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

entrañas  tan  amorosas  como  las  vuestras  (1)  cfue  lo  que  se  y 90  con  tan 
ardiente  amor  de  vuestro  yjo  y  por  más  contentaros  a  vos,  que  man- 
dastes  nos  amase,  sea  tenido  en  tan  poco  como  oy  día  tienen  esos 
erejes  el  santísimo  sacramento,  que  le  quitan  sus  posadas  y  le  des- 
a9en  las  ylesias!  ¡Si  le  faltara  algo  por  a9cr  para  contentaros!  Mas 
todo  lo  y 90  cunplido.  ¿No  vastava,  padre  mío,  que  no  tuvo  casa  ni 
adonde  rreclinar  la  cavepa  mientra  bivio,  y  sienpre  en  tantos  trava- 
jos,  sino  que  aora  las  que  tenía  para  conbidar  a  sus  amigos,  por  ver- 
nos ñacos,  y  saber  que  es  menester  los  que  an  de  travajar  se  sustenten 
de  tal  manjar,  se  las  quiten?  ¿Ya  no  avía  pagado  por  el  pecado  de  adán 
bastantísimamente,  señor?  ¿Sienpre  que  tornamos  a  pecar  lo  a  de 
pagar  este  amansísimo  (2)  cordero?  No  lo  prymitáys,  emperador  mío; 
aplaqúese  ya  vuestra  majestad,  no  miréys  a  los  pecados  nuestros,  sino 
a  que  nos  rredimió  vuestro  sacratísimo  yjo,  y  a  los  méritos  suyos,  y 
de  vuestra  madre,  y  de  tantos  santos  y  (3)  mártires  como  an  muertO' 
por    vos. 

¡ñy  dolor  de  mí,  señon,  y  quién  se  a  atrevido  a  a^er  esta  peti9ión 
en  nonbre  de  todas!  ¡Qué  mala  terpera  posistes,  yjas  mías,  para  ser 
oydas  y  para  que  echase  la  peti9ión  por  vosotras,  si  a  de  yndinar  más 
a  este  soberano  juez  verla  tan  atrevida,  y  con  mucha  rra9Ón  y  justi9ia! 
Mas  mira,  enperador  mío,  que  ya  soys  dios  de  misericordia;  avélda 
de  esta  pecador9Ílla,  gusanillo  que  ansí  se  os  atreve.  Mira,  mi  señor, 
mis  deseos  y  las  lágrimas  con  que  esto  os  suplico,  y  olvidad  mis 
obras,  por  quien  vos  soys,  y  aved  lástima  de  tantas  almas  como  se 
pierden,  y  favore9ed  vuestra  ylesia.  No  primitáys  ya  más  daños  en  la 
cristiandad,  señor;   dad  luz  a  estas  tinieblas. 

Pido  yo,  ermanas  mías,  a  todas,  por  amor  de  dios,  encomendéys 
a  su  majestad  esta  pobre9ita  atrevida  que  la  dé  vmildad;  y  cuando 
vuestras  ora9iones,  y  deseos,  y  di9iplinas  y  ayvnos  no  se  enplearen 
por  esto  que  e  dicho,  pensá  que  no  a9éys  ni  cumplís  el  fin  para 
que  aquí  fuystes  juntas,  y  no  primita  el  señor  esto  se  quite  de  vues- 
tra memoria  jamás,  por  quien   su  majestad  es. 


1  Las  vuestros,  dice  por  error  material  la  Santa. 

2  Mmantísimo,  escribe  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  La  y  está  tachada,  pero  como  no  sabemos  por  quién,  u  la  respetó  en  el  de  Valladolid, 
la  conservamos. 


CAPITULO   V    (1) 


DE     COMO     PARA     TAN     GRAN     YNPRESA     ES     MENESTER     ANIMARSE     A      LLEVAR    TODA 
[PERFECION,    Y    CO]mO    ES    EL    MEDIO    LA    ORACIÓN. 


Ya  avéis  visto  la  gran  enpresa  que  vays  a  ganar.  Por  el  perlado 
ü  obispo,  que  €s  vuestro  'perlado,  y  por  la  orden,  ya  va  dicho  en  lo 
dicho,  pues  todo  es  bien  de  la  ylesia,  y  eso  cosa  que  es  de  obliga- 
ción. Pues,  como  digo,  quien  tal  enpresa  se  a  atrevido  a  ganar,  ¿qué 
tal  avrá  de  ser  para  que  en  los  ojos  de  dios  y  del  mundo  no  se 
tenga  por  muy  atrevida?  Está  claro  que  a  de  travajar  mucho,  y  ayvda 
arto  tener  altos  pensamientos  para  que  nos  hesf orcemos  (2)  a  que  lo 
sean  las  obras.  Con  que  procuremos  guardar  cunplidamente  nuestra 
rregla  y  costitu^ión  con  gran  cuydado,  espero  en  el  señor  admitirá 
nuestros  rruegos.  Que  no  os  pido  cosa  nueva,  yjas  mías,  sino  que 
guardemos  nuestra  profesión,  pues  es  nuestro  llamamiento,  y  somos 
obligadas,  anque  de  guardar  a  guardar  va  mucho. 

Di(;e  el  principio  de  nuestra  rregla  que  oremos  sin  ^esar.  Con 
que  se  aga  esto  con  todo  el  cuydado  que  pudiéremos,  que  es  lo  más 
ynportante,  no  se  dejará  de  cumplir  los  ayvnos,  y  di^iplinas  y  silen- 
(;io  que  manda  la  orden;  porque  ya  sabéys  que  para  ser  la  oragión 
verdadera,  se  a  de  ayudar  con  esto,  que  oración  y  rregalo  no  se  com- 
padece. 

De  esto  de  oración  es  lo  que  me  avéys  rrogado  diga  aquí  alguna 
cosa,  y  lo  dicho  asta  ora,  para  en  pago  de  lo  que  dijere,  os  pido 
yo  cunpláys  y  leáys  muchas  vepes  de  buena  gana,  ñntes  que  diga 
de  lo  ynterior,  que  es  de  la  oración,  diré  algunas  cosas  que  son  ne- 
cesarias tener  las  que  pretenden  tener  oración,  y  tan  necesarias,  que 
sin  ser  muy  contenplativas  podrán  estar  muy  adelante  en  el  servicio 
del  señor;  y  es  ynposible,  si  éstas  no  tienen,  ser  muy  contenplativas,  y 
cuando  pensaren  lo  son,  están  muy  engañadas.  El  señor  dé  el  favor 
para  ello  y  me  diga  en  todo  lo  que  he  de  decir,  porque  sea  para 
su  gloria,  amén. 


1  Cap.  IV. 

2  Así,  con  h. 


CAPITULO   VI    (1) 


DE    TRES    COSAS    QUE    PERSUADE:     DECLARA    LA    PRIMERA    COSA    QUE    ES    AA10R    DEL 
PRÓJIMO     Y     LO     QUE     DAÑAN     AMISTADES     PARTICULARES     (2). 


No  penséys,  amigas  y  ermanas  mías,  que  serán  muchas  las  cosas 
que  os  encargaré,  porque  plega  el  señor  agamos  las  que  nuestros  pa- 
dres ordenaron  en  la  rregla  y  costiíugiones  cunplidamente,  que  son 
con  todo  cumplimiento  de  virtud.  Solas  tres  me  estenderé  en  decla- 
rarlas, que  son  de  la  mesma  costitu^ión;  porque  ynporta  mucho  en- 
tendamos lo  muy  mucho  que  nos  va  len  guardarlas  para  tener  la  paz 
que  tanto  el  señor  nos  encomendó,  ynterior  y  esteriormente:  la  vna 
es  amor  vnas  con  otras;  otra,  desasimiento  de  todo  lo  criado^  otra, 
verdadera  vmildad,  que  anque  la  digo  a  la  postre,  es  la  principal  y 
las  abraga  todas. 

Cuanto  a  la  primera,  que  es  amaros  mucho,  va  muy  mucho;  porque 
no  ag  cosa  enojosa  que  no  se  pase  presto  en  los  que  se  aman,  y 
rre^ia  a  de  ser  cuando  dé  enojo.  Y  si  este  mandamiento  se  guardase 
en  gI  mundo  como  se  a  de  guardar,  creo  a  todos  los  otros  sería  gran 
ayda  (3)  de  guardarse;  mas,  v  más  v  menos,  nunca  acavamos  de  guar- 
darle con  perfegión.  Parcpe  que  lo  demasiado  entre  nosotras  no  pue- 
de ser  malo,  y  tray  tanto  mal  y  tantas  ynperfeqiones  consigo,  que  no 
creo  lo  creerá  sino  quien  a  sido  testigo  de  vista,  ñquí  age  el  demo- 
nio muchos  enrriedos,  que  en  con^iengias  que  tratan  groseramente  de 
contentar  a  dios  se  sienten  poco  y  les  parege  virtud,  y  las  que  tratan 
de  perfegión,  lo  entienden  mucho;  porque  poco  a  poco  quita  la  fuerza 
a  la  voluntad  para  que  del  todo  se  enplee  en  amar  a  dios. 

Y  en  mujeres  creo  deve  ser  esto  an  más  que  en  onbres,  y  396 
otros  daños  para  la  comunidad  muy  notorios;  porque  de  aquí  viene 
el  no  amar  tanto  a  todas,  el  sentir  el  agravio  que  se  a^e  aquella, 
el  desear  tener  para  rregalarla,  el  buscar  tienpo  para  ablarla,  y  mu- 
chas vepes  más  para  decirle  lo  que  la  quiere  que  lo  que  ama  a  dios. 
Porque  estas  amistades  grandes  nimca  las  ordena  el  demonio  para 
que  más  sirvan  al  señor,  sino  para  comentar  vandos  en  las  rrelisio- 
nes;    que    cuando    es    para    ayvdarse    a   servirle,    luego    se    pareqe   que 


1  Continúa  el  cap.  IV. 

2  La  Santa  como  epígrafe  puso  solamente:   Cap..-  de  ties  cosas  que  persuade/  lo  demás 
del  título  está  tomado  del  índice. 

3  Por  ayuda. 


CAPITULO   VI  223 

no  va  la  voluntad  con  pasión,  sino  con  procurar  ayvda  para  vencer 
otras  pasiones. 

Y  de  estas  amistades  querría  yo  muchas  adonde  ay  gran  conven- 
to. En  san  josepf  (1),  que  no  son  más  de  tre9c,  ni  lo  han  de  ser,  nin- 
gunas. Todas  an  de  ser  amigas,  todas  se  an  de  amar,  todas  se  an 
de  querer,  todas  se  an  de  ayvdar;  y  guárdense,  por  amor  de  dios,  de 
estas  particularidades,  por  santas  que  sean,  que  an  entre  ermanos  suele 
ser  pon<;oña;  si  no,  mírenlo  por  josef  (2),  y  ningún  provecho  en  ello 
veo;  y  si  son  devdos,  muy  peor,  es  pestilencia.  Y  créanme,  ermanas, 
anque  les  parezca  estremo,  que  en  este  estremo  está  gran  perfe- 
Ción  y  gran  paz,  y  se  quitan  muchas  ocasiones  a  las  que  no  están 
tan  fuertes.  Sino  que  si  la  voluntad  se  encunare  más  a  vna  que  a  otra 
(que  esto  no  podrá  ser  menos,  que  es  natural,  y  muchas  veces  nos 
lleva  éste  a  amar  lo  más  rruyn,  si  tienen  más  gracias  de  naturaleca), 
que  nos  vamos  mucho  a  la  mano  a  no  nos  dejar  enseñorear  de 
aquella  afición.  Amemos  las  virtudes  y  lo  bueno  ynterior,  y  sienpre 
con  estudio  trayamos  cuydado  de  apartarnos  de  acer  caso  de  esto 
esterior. 

No  consintamos  sea  esclava  de  nadie  nuestra  voluntad,  sino  del 
que  la  conpró  por  ;su  sangre;  miren  que,  sin  entenderse,  se  aliarán 
asidas  que  no  se  puedan  valer.  Las  niñerías  que  vienen  de  aquí,  no  creo 
tienen  cuento;  y  porque  no  se  entiendan  tantas  flaquecas  de  muje- 
res, y  ino  deprendan  las  que  no  lo  saben,  no  las  quiero  decir  por  me- 
nudo. Mas,  cierto,  a  mí  me  espantavan  algunas  veces  verlas,  que  yo, 
por  la  bondad  de  dios,  en  leste  caso  jamás  me  así  mucho,  y  por 
ventura  sería  porque  lo  estava  en  otras  cosas  peores;  mas,  como  digo, 
vilo  muchas  veces,  y  en  los  más  monesterios  temo  que  pasa,  porque  en 
algunos  lo  e  visto',  y  sé  que  para  mucha  rrelisión  y  perfeción  es  ma- 
lísima cosa  en  todas,  en  la  perlada  sería  pestilencia;  esto  ya  se  está 
dicho   (3). 

Mas  en  quitar  estotras  parcialidades,  es  menester  tener  cuydado 
desde  el  principio  que  lo  entienda,  y  esto  más  con  yndustria  y  amor 
que  no  con  rrigor.  Para  rremedio  de  esto  es  gran  cosa  no  estar  jun- 
tas ni  ablarse  sino  las  oras  señaladas,  conforme  a  la  costunbre  que  aora 
llevamos,  que  es  todas  juntas,  y  a  nuestra  costitución  que  manda 
estar  cada  rrelisioso  apartado  en  su  c^lda.  Líbrense  en  san  josef  de 
.tener  casa  de  lavor  para  ¡estar  juntas;  porque,  anque  es  loable  costun- 
bre, con  más  facilidad  se  guarda  el  silencio  cada  vna  por  sí,  y  acos- 
tunbrándose  a  ello  es  gran  cosa  la  soledad,  y  grandísimo  bien  acos- 
tunbrarse  a  ella  para  personas  de  oración;  y  pues  éste  a  de  ser  el 
cimiento  de  esta  casa  y  a  testo  nos  juntamos,  más  que  ninguna  otra 
cosa  emos  de  traer  estudio  en  aficionarnos  a  lo  que  a  esto  nos 
aprovecha. 

Tornando  a  el  amarnos  vnas  a  otras,  parece  cosa  ynpertinente  en- 
comendarlo, porque  ¿qué  jente  ay  tan  bruta  que  tratando  sienpre,  y 
estando   en   conpafiía,   y   no   aviendo   de  tener  otras  conversaciones,  ni 


1  Rarísima  vez  escribe  así  la  Santa  esta  palabra. 

2  Alude  a  la  vendición  de  José  poi  sus  hermanos  a  los  ismaelitas  (Gens.,  XXXVII). 

3  De  este  párrafo  apenas  copió  nada  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


224  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

otros  tratos,  ni  otras  recreaciones  con  personas  de  fuera  de  casa,  y 
creiendo  las  ama  dios  y  ellas  a  él,  pues  por  su  majestad  lo  dejan  todo, 
que  no  cobre  amor?  En  especial,  que  la  virtud  sienpre  conbida  a  ser 
amada,  y  ésta,  con  el  favor  de  dios,  espero  yo  en  su  majestad  que 
sienpre  la  avrá  en  las  de  esta  casa,  ñnsí  que,  en  esto  no  ay  que 
encomendar  mucho,  a  mi  parecer. 

En  cómo  a  de  ser  este  amarse,  y  qué  cosa  es  amor  virtuoso,  el 
que  yo  deseo  aya  aquí,  y  en  qué  veremos  tenemos  esta  grandísima 
virtud,  que  bien  grande  es,  pues  nuestro  maestro  y  señor  cristo  tanto 
nos  la  encomendó  y  encomendó  tan  encargadamente  a  sus  apósto- 
les, esto  querría  yo  aora  degir  vn  poquito  conforme  a  mi  rrudeqa;  si 
en  otros  libros  tan  menudamente  lo  allardes  escrito,  no  toméys  (1)  nada 
de  mí,  que  por  ventura  no  sé  lo  que  me  digo,  si  el  señor  no  me  da  luz. 


1      Por  distracción  escribe  tornees. 


CñPITULO    VII     (1) 


TRATA     DE     DOS     DIFERENCIAS     DE     AMOR     Y     LO     QUE     YNPORTA     CONOCER     QUAL     ES 
ESPIRITUAL,      Y     TRATA     DE     LOS      CONFESORES. 


De  dos  maneras  de  amor  quiero  yo  aora  tratar:  vno  es  puro 
espiritual,  porque  ninguna  cosa  parece  le  toca  la  sensualidad  ni  la 
ternura  de  nuestra  naturaleza;  otro  es  espiritual  y  que  junta  con 
él  nuestra  sensualidad  g  ñaquega.  Que  esto  es  lo  que  hace  al  caso, 
éstas  dos  maneras  de  amarnos  sin  que  yntrevenga  pasión  ninguna, 
porque  en  aviéndola,  va  todo  desconpertado  este  concierto;  y  si  con 
tenplanga  y  discreción  tratamos  el  amor  que  tengo  dicho,  va  todo 
meritorio,  porque  lo  que  nos  parepe  sensualidad  se  torna  en  virtud, 
sino  que  va  tan  entremetido,  que,  a  veges,  no  ay  quien  lo  entienda, 
en  especial  si  es  con  algún  confesor;  que  personas  que  tratan  oración, 
si  le  ven  santo  y  las  entiende  la  manera  del  proceder,  tómase  mucho 
amor.  Y  aquí  da  el  demonio  gran  batería  de  escrúpulos  que  desaso- 
siega el  alma  arto,  que  esto  pretende  él;  en  especial,  si  el  confe- 
sor la  tray  a  más  perfe^ión,  apriétala  tanto,  que  le  viene  a  dejar,  y 
no    la    deja    con    otro,    ni    con    otro,    de    atormentar    aquella    tentación. 

Lo  que  en  esto  pueden  a^er,  es  procurar  no  ocupar  el  pensamiento 
en  si  quieren  v  ¡no  quieren,  sino  si  quisieren,  quieran;  porque,  pues  co- 
bramos amor  a  quien  nos  a^e  algunos  bienes  al  cuerpo,  quien  sienpre 
procura  y  travaja  de  aterios  al  alma  ¿por  qué  no  le  emos  de  querer? 
Antes  tengo  por  gran  prinpipio  de  aprovechar  mucho  tener  amor  al 
confesor,  si  es  santo  y  espiritual  y  veo  que  pone  mucho  en  apro- 
vechar mi  alma;  porque  es  tal  nuestra  flaquera,  que  algunas  ve^es 
nos  ayvda  mucho  para  poner  por  obra  cosas  muy  grandes  en  servicio 
de   dios. 

Si  no  es  tal  como  he  dicho,  aquí  está  el  peligroi,  y  puede  a^er  gran- 
dísimo daño  entender  él  que  le  tienen  voluntad,  y  en  casas  muy 
encerradas  mucho  más  que  en  otras.  Y  porque  con  dificultad  se  en- 
tenderá cuál  es  tan  bueno,  es  menester  gran  cuydado  y  aviso;  por- 
que decir  que  no  entienda  él  que  ay  la  voluntad  y  que  no  se  lo 
digan,  esto  sería  lo  mijor;  mas  aprieta  el  demonio  de  arte,  que 
no    da   ese   lugar,    porque   todo   cuanto   tuviere   que   confesar   le   pare- 


1      Continúa  el  cap.  IV.  En  el  autógrafo  de  Valladolid  modificó  notablemente  todo  este  ca- 
pítulo de  los  confesores.  Fr.  Luis  de  León  y  los  demás  editores  siguen  aquí  al  de  El  Escorial. 
III  15  * 


226  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

^erá  es  aquello,  y  que  está  obligada  a  confesarlo.  Por  esto  querría 
yo  que  creyesen  no  es  nada,  ni  y^iesen  caso  de  ello. 

Lleven  este  aviso:  si  en  el  confesor  entendieren  que  todas  sus 
pláticas  es  para  aprovechar  su  alma,  y  no  le  vieren  ni  entendieren 
otra  vanidad  (que  luego  se  entiende  a  quien  no  se  quiere  a^er  bova), 
y  le  entendieren  temeroso  de  dios,  por  ninguna  tentación  que  ellas 
tengan  de  mucha  afe^ión  se  fatigen,  que  de  que  el  demonio  se  canse 
se  le  quitará.  Mas  si  en  el  confesor  entendieren  va  encaminado  a 
alguna  vanidad  en  lo  que  les  digen,  todo  lo  tengan  por  sospechoso,  y 
en  ninguna  manera,  anque  sea  pláticas  de  oración  ni  de  dios,  las 
tengan  con  él,  sino  con  brevedad  confesarse  y  concluyr;  y  lo  myjor 
sería  de9ir  a  la  ínadre  no  se  alia  su  alma  bien  con  él  y  mudarle. 
Esto  es  lo  más  acertado,  si  ay  dispusigión,  y  espero  en  dios  sí  avrá, 
y   poner  lo   que  pudiere  en  no  tratar  con  él,   anque  sienta  la  muerte. 

Miren  que  va  mucho  en  esto,  que  es  cosa  peligrosa  y  vn  ynfierno 
y  daño  para  todas.  Y  digo  que  no  aguarde  a  entender  mucho  mal, 
sino  que  muy  al  pringipio  lo  ataje  por  todas  las  vías  que  entendie- 
re; con  buena  congiengia  lo  puede  ager.  Mas  espero  yo  en  el  señor 
que  no  primitirá  personas  que  an  de  tratar  tanta  oración,  puedan  te- 
ner voluntad  sino  a  quien  mucha  la  tenga  a  dios  y  sea  muy  vir- 
tuoso, que  esto  es  muy  gierto,  v  lo  es  que  no  tienen  ellas  oragión; 
porque  si  la  tienen,  y  ven  que  no  las  entiende  su  lenguaje,  y  no  le 
ven  aficionado  a  ablar  en  dios,  no  le  podrán  amar,  porque  no  es  su 
semejante;  si  lo  es,  con  las  poquísimas  ocasiones  que  aquí  avrá,  v 
es  grandísimo  sinple,  v  no  querrá  desasosegarse  y  desasosegar  a  las 
siervas  de  dios,  adonde  tan  pocos  contentos,  v  ninguno,  podrán  te- 
ner sus  deseos. 

Ya  que  e  comentado  a  ablar  en  esto,  que,  como  digo,  es  todo 
el  mayor  daño  que  el  demonio  puede  a?er  a  monesterios  tan  encerra- 
dos y  más  tardío  en  entenderse,  y  ansí  se  va  estragando  la  perfegión 
sin  entender  cómo  ni  por  dónde;  porque  si  éste  quiere  dar  lugar  a 
sus  vanidades  por  tenerle,  lo  age  todo  poco  an  para  las  otras.  Dios 
nos  libre  por  quien  su  majestad  íes  de  cosas  semejantes.  R  todas 
lag  ermanas  basta  a  turvar  (1),  porque  su  conciencia  les  dice  al  contra- 
rio de  lo  que  lel  confesor;  y  si  las  aprietan  que  tengan  uno  solo,  no 
saben  qué  acer,  ni  cómo  se  sosegar,  porque,  quien  les  avía  de  dar  el 
sosiego  y  rremedio,  es  quien  ace  el  daño.  E  visto  en  monesterios  gran 
aflición  de  esta  parte,  anque  no  en  el  mío,  que  me  an  movido  a  gran 
piadad. 


1      Jl  tarvar,  escribe  distraídamente  la  Santa. 


CAPITULO    VIII    (1) 


PROSIGUE   EN  TRATAR   DE   LOS   CONFESORES  Y   LO   QUE  YNPORTA   QUE   SEAN 
LETRADOS,  Y  DA  AVISOS  PARA  TRATAR  CON  ELLOS  (2). 


No  dé  él  señor  a  provar  a  nayde  este  travajo  en  esta  casa,  por 
quien  él  es,  de  verse  ánima  y  cuerpo  apretadas.  U  que  si  la  perlada 
está  bien  con  el  confesor,  que  ni  a  él  de  ella,  ni  a  ella  de  él  no 
osan  degir  nada,  ñquí  viene  la  tentación  de  dejar  de  confesar  pecados 
muy  graves  por  miedo  las  cuyíadas  (3)  de  no  estar  sienpre  en  desasosiego. 
¡O,  válarae  dios!  qué  de  almas  deve  cojer  por  aquí  el  demonio,  y  qué 
caro  les  cuesta  el  negro  apretamiento  y  onrra,  que  porque  no  traten 
más  de  vn  confesor,  piensan  granjean  gran  cosa  de  rrelisión  y  gran 
onrra  del  monesterio,  y  ordena  por  esta  vía  el  demonio  cojer  sus  al- 
mas, como  no  puede  por  otra.  Si  las  tristes  piden  otro,  luego  va  todo 
perdido  el  concierto  de  la  rrelisión;  v  que  si  no  es  de  su  orden,  anque 
fuese  vn  san  Jerónimo,  luego  a^en  afrenta  a  la  orden  toda. 

ñlabá  mucho,  y  jas,  a  dios  por  esta  libertad  que  tenéys,  que  anque 
no  a  de  ser  para  con  muchos,  podréys  tratar  con  algunos,  anque 
no  sean  los  ordinarios  confesores,  que  os  den  luz  para  todo;  y  esto 
pido  yo,  por  amor  de  dios,  a  la  que  estuviere  por  mayor,  procure 
sienpre  tratar  con  quien  tenga  letras  y  que  traten  sus  monjas.  Dios 
las  libre,  por  espíritu  que  vno  les  parezca  tenga  y  en  echo  de  verdad 
le  tenga,  rrejirse  en  todo  por  él,  si  no  es  letrado:  mientra  más  mer-* 
í^edes  el  señor  las  g^iere  en  la  oración,  más  an  menester  yr  bien  fun- 
dadas  sus    devoqiones,   y    oraciones   y    sus    obras   todas. 

Ya  saben  que  la  primera  piedra  a  de  ser  buena  conpiengia,  y  li- 
brarse con  todas  sus  fuerqas  de  pecados  veniales  y  sigir  (^j  lo  más  per- 
feto.  Pare^erles  a  que  esto  cualquier  confesor  lo  sabe;  pues  engáñase 
mucho,  que  yo  traté  con  vno  que  avía  oydo  todo  el  curso  de  tevlujía, 
y  me  y?o  arto  daño  en  cosas  que  me  y<;o  entender  no  eran  malas;, 
y  sé  que  no  pretendió  engañarme,  que  no  tenía  éste  para  qué,  sino  que 
no  supo  más. 


1  Cap.  V. 

2  La  Santa  dice:    Capítulo.-   prosige  en  los  confesores.   También  este  capítulo  está  muy 
cambiado  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Esta  palabra  fué  suprimida  por  la  Santa  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

4  Pronuncíese  siguit.   Como  ya  se  dijo  en  la  nota  sexta  de  la  página  211,  la  Santa  des- 
conoce la  pronunciación  fuerte  de  la  g.    En  los  casos  en  que  ahora  se  emplea,  usa  siempre  de 

la  y. 


228  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

Y  éste  tener  verdadera  luz  para  guardar  la  ley  de  dios  y  la  per-> 
fe^ión  es  todo  nuestro  bien;  sobre  esto  asienta  bien  la  ora(;ión;  sin 
este  pimiento  fuerte,  todo  el  edificio  va  falso,  ñnsí  que  jente  de  espí- 
ritu y  de  letras  an  menester  tratar.  Si  el  confesor  no  pudieren  lo 
tenga  todo,  a  tienpos  procurar  otros;  y  isi  por  ventura  .las  ponen  pre- 
Qeto,  no  se  confiesen  con  otros,  sin  confesión  traten  su  alma  con  per- 
sonas semejantes  a  lo  que  digo.  Y  atrévome  más  a  de^ir,  que  anque 
lo  tenga  todo  el  confesor,  algunas  veces  agan  lo  que  digo;  porque 
ya  puede  ser  él  se  engañe,  y  es  bien  no  se  engañen  todas  por  él, 
procurando  no  sea  cosa  contra  obediencia,  que  medios  ay  para  todo,  y 
vale  mucho  vn  alma  para  que  no  procure  por  todas  maneras  su  bien, 
cuantimás  las  de  muchas. 

Y  esto  todo  que  e  dicho  toca  a  la  que  fuere  perlada,  y  que  pro- 
cure, por  amor  de  dios,  pues  aquí  no  se  pretende  otra  consolación 
sino  la  del  ahna,  procure  en  esto  no  desconsolarlas,  que  ay  diferentes 
caminos  por  donde  lleva  dios,  y  no  por  fuerza  los  sabrá  todos  vn  con- 
fesor, que  en  esto  sienpre  procure  consolarlas  con  personas  tales.  No 
¡aya  miedo  les  falten,  si  son  las  que  an  de  ser,  anque  sean  pobres.  Dios, 
como  las  mantiene  y  da  de  comer  los  cuerpos,  que  es  menos  necesa- 
rio, les  dará  quien  con  mucha  voluntad  den  luz  a  su  alma,  y  rremédia- 
se  este  mal,  que  es  el  que  yo  más  temo,  que  queda  dicho;  que  cuando 
el  demonio  tentase  al  confesor  en  alguna  vanidad,  como  sepa  que  tra- 
tan con  otros,  yráse  a  la  mano,  y  quitada  esta  entrada  del  demonio, 
yo  espero  en  dios  no  avrá  ninguna  en  esta  casa. 

Y  ansí  pido,  por  amor  del  señor,  al  obispo  que  fuere,  que  deje 
a  las  hermanas  esta  libertad,  y  esté  siguro,  con  el  favor  de  dios,  terna 
buenas  súditas,  que  nunca  las  quite  cuando  las  personas  fueren  tales 
que  tenga  letras  y  bondad,  que  luego  se  entiende  en  lugar  tan  chico, 
no  las  quite  que  algunas  veces  se  confiesen  con  ellos  y  traten  su  oración 
anque  aya  confesores,  que  para  muchas  cosas  sé  que  conviene,  y  que  el 
daño  que  puede  aver  es  ninguno  en  conparación  del  grande,  y  disimula- 
da, y  casi  sin  rremedio,  a  manera  de  decir,  que  ay  en  lo  contrario.  Que 
esto  tienen  los  monesterios,  que  el  bien  cayse  presto,  si  con  gran  cuydado 
no  se  guarda,  y  el  mal,  si  vna  vez  comienca,  es  dificultosísimo  de 
quitarse,  que  muy  presto  la  costunbre  se  aqe  abito  y  naturaleca  de 
cosas  ynperfetas. 

Y  esto  que  aquí  pongo  téngolo  visto  y  entendido  de  muchos 
monesterios,  y  tratado  con  personas  avisadas  y  espirituales  para  ver 
cuál  convenía  más  a  esta  casa,  para  que  la  perfeción  de  ella  fuese 
adelante;  y  entre  los  peligros,  que  en  todo  lo  ay  mientra  bivimos, 
éste  aliamos  ser  el  menor:  que  nunca  aya  vicario  que  tenga  mando 
de  entrar,  y  salir  y  mandar,  ni  confesor  que  mande;  sino  que  éstos 
sean  para  pelar  la  onestidad  de  la  casa  y  rrecojimiento  de  ella,  yn- 
terior  y  esterior,  para  decir  al  perlado  cuando  no  fuere  tal,  mas  no 
que  sea  él  superior;  porque,  como  digo,  alióse  grandes  cavsas  para  ser 
esto  lo  mijor,  miradas  todas,  y  que  vn  confesor  confiese  ordinario 
que  sea  el  mesmo  capellán,  siendo  tal,  y  que  para  las  veces  que  vuiere 
necesidad  en  vn  alma,  puedan  confesarse  con  personas  tales  como  que- 
dan dichas,  nonbrándolas  al  mesmo  perlado,  v  si  la  madre  fuere  tal 
que  el  obispo  que  fuere  fíe  esto  de  ella  a  su  dispusición,  que,  como 


CAPITULO    VIII  229 

son  pocas,  poco  tienpo  ocuparán  a  nadie.  Esto  se  determinó  después 
de  arta  oraíión  de  muchas  personas  y  raía,  anque  miserable,  y  entre 
personas  de  grandes  letras,  y  entendimiento  y  ora9Íón,  y  ansí,  espe- 
ro en  el  señor  es  lo  más  acertado. 

ñnsí  le  pare9ió  al  señor  obispo,  que  es  aora,  llamado  don  alvaro 
de  mendosa,  persona  muy  aficionado  a  favorecer  el  bien  de  esta  casa 
espiritual,  y  an  tenporal,  que  lo  miró  mucho,  como  quien  desea  el 
bien  que  ay  en  ella  vaya  muy  adelante,  y  creo  no  le  dejará  dios  errar, 
pues  estava  en  su  lugar,  y  no  pretende  sino  su  mayor  gloria.  Párese- 
me que  los  perlados  que  vinieren  después,  no  querrán,  con  el  favor 
del  señor,  yr  contra  cosa  que  tan  mirada  está  y  tanto  ynporta  para 
muchas  cosas. 


CAPITULO    IX    (1) 


PROSIGUE    EN    ESTE   MODO    DE    AMOR    DEL    PRÓXIMO. 


Mucho  me  e  divertido,  mas  muy  mucho  ynporta  lo  que  queda 
dicho,  si  por  decirlo  yo  no  pierde.  Tornemos  aora  al  amor  que  es 
bien,  ermanas  mías,  que  nos  tengamos,  y  es  lícito.  Del  que  digo  es  todo 
espiritual,  no  sé  si  sé  lo  que  me  digo,  al  menos  páreseme  no  es  me- 
nester mucho  ablar  en  él,  porque  temo  le  ternán  pocas,  y  quien  le 
tuviere  alabe  a  dios  y  bien  loado  se  está.  Debe  ser  de  grandísima 
perfegión  y  qui^á  nos  aprovecharemos  algo  de  él;  digamos  algo.  Mas 
estotro  es  el  que  más  emos  de  vsar,  y  anque  digo  que  es  algo  sensual, 
no  lo  deve  ser,  sino  que  ni  yo  sé  cuál  es  sensual,  ni  cuál  espiritual, 
ni  sé  como  me  pongo  a  ablar  en  ello.  Es  como  quien  oye  ablar  de 
lejos,  que  anque  oye  que  ablan,  no  entiende  lo  que  ablan;  ansí  so 
yo,  que  algunas  ve^es  no  debo  entender  lo  que  digo,  y  quiere  el  señor 
sea  bien  dicho;  si  otras  fuere  dislate,  es  lo  más  natural  a  mi  no  a9er- 
tar  en  nada. 

Páreseme  aora  a  mí  que  cuando  vna  persona  a  llegádola  dios 
a  claro  conocimiento  de  lo  que  es  el  mundo,  y  de  qué  cosa  es  mun- 
do, y  de  que  ay  otro  mundo,  digamos,  v  otro  rreyno,  y  la  dife- 
rencia que  ay  de  lo  vno  a  lo  otro,  y  que  aquello  es  eterno  y 
estotro  es  soñado,  y  qué  cosa  es  amar  al  criador,  v  a  la  criatura, 
y  qué  se  gana  con  lo  vno  y  qué  se  pierde  con  lo  otro,  y  qué 
cosa  es  criador  y  qué  cosa  es  criatura,  y  otras  muchas  cosas  que  el' 
señor  enseña  con  verdad  y  claridad  a  quien  su  majestad  quiere,  que 
aman  muy   dyferentemente  de  los  que  no  emos  llegado  aquí. 


1       Cap.  VI. 


CñPITULO  X  (1) 


DE  EN  LO  MUCHO  QUE  SE  A  DE  TENER  SER  AMADOS  DESTE  AMOR  (2). 


Podrá  ser,  ermanas  raías,  que  os  parezca  esto  desatino  mío  y  di- 
gáys  que  todas  os  sabéys  esto.  Plega  el  señor  que  sea  ansí  que  lo 
sepáys  de  la  manera  que  ello  se  a  de  saber,  ynprimido  en  las  entra- 
ñas, y  que  nunca  vn  memento  se  os  aparte  de  ellas.  Pues  si  esto  sa- 
béys, veréys  que  no  miento  en  de^ir  que  a  quien  llega  aquí,  tiene  este 
amor.  Son  estas  personas  que  dios  las  llega  a  este  estado,  a  lo  que 
a  mi  me  parece,  almas  jenerosas,  almas  rreales;  no  se  contentan  con 
amar  cosa  tan  rruyn  como  estos  cuerpos,  por  ermosos  que  sean,  por 
muchas  gracias  que  tengan,  bien  que  les  alplape  (3)  a  la  vista  y  alaban 
al  que  le  crió;  mas  para  detenerse  en  ellos  más  de  primer  movi- 
miento, de  manera  digo  que  por  estas  cosas  los  tengan  amor,  no. 
Parecperlesya  que  aman  cosa  sin  tomo,  y  que  se  ponen  a  querer  son- 
bra;  correrseyan  de  sí  mesmos,  y  no  temían  cara  sin  gran  afrenta 
suya   para    de^ir    a  ¡dios  que   le    aman, 

Diréysme:  esos  tales  no  sabrán  querer;  ¿pues  a  qué  se  aficionan 
si  no  es  a  lo  que  ven?  Mucho  más  quieren  en  éstos,  y  con  más  pa- 
sión, y  más  verdadero  amor,  y  más  provechoso  amor,  en  fin,  es  amor, 
y  esotras  aficiones  bajas  le  tienen  vrtado  el  nonbre.  Verdad  es  que 
lo  que  ven  aman,  y  a  lo  que  oyen  se  aficionan;  mas  es  a  cosas 
que  ven  son  estables.  Luego  éstos  si  aman  vn  amigo,  pasan  por  los 
cuerpos  que,  como  digo,  no  se  pueden  detener  en  ellos,  y  pasan  a 
las  almas,  y  miran  si  ay  que  amar;  si  no  lo  ay,  y  ven  algún 
principio  V  dispusi9ión,  para  que,  si  cavan,  aliarán  oro  en  esta  mina, 
si  tienen  amor,  no  les  duele  el  travajo;  ninguna  cosa  se  les  pone 
delante  que  de  buena  gana  no  la  arían  para  bien  de  aquel  alma,  por- 
que la  desean  amar,  y  saben  muy  bien  que  si  no  tiene  bienes  y  ama 
mucho  a  dios,  que  es  ynposible.  Y  digo  que  es  ynposible,  anque  se 
muera  por  ellois,  y  les  aga  todas  las  buenas  obras  que  pueda,  y  tenga 
todas  las  gragias  de  naturaleza  juntas,  no  terna  fuerza  la  voluntad,  por- 
que es  voluntad  ya  sabia,  y  tiene  espirien^ia  de  lo  que  es  ya  todo, 
no   la   echarán    dado   falso.   Ve   que   no   son   para   en   vno,   y   que   es 


1  Prosigue  el  capitulo  VI. 

2  Este  capítulo  es  más  extenso  en  el  autógrafo  de  Valladolid,  donde  la  Santa  escribió  al- 
gunos conceptos  nuevos  de  interés. 

3  Mplace  (agrade),  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 


232  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

ynposibl€  cosa  que  dure  amarse  el  vno  al  otra,  y  teme  que  se  aca- 
vará  el  gomarse  con  la  vida  si  el  otro  no  le  parece  que  va  guardando 
la  ley  de  dios,  y  que  yrán  a  diferentes  partes. 

Y  este  amor,  que  sólo  acá  dura,  alma  a  quien  dios  a  ynfundido 
verdadera  sabiduría,  no  le  estima  en  más  de  lo  que  él  vale,  ni  en  tan- 
to; porque  para  los  que  gustan  de  gustar  cosas  del  mundo,  v  en 
gustos  de  deleytes,  v  de  onrras  v  de  rriquepas,  algo  valdrá  si  es 
rrico  y  tiene  partes  para  dar  pasaticnpas,  v  contentos  v  recreagones; 
mas  quien  esto  tiene  ya  devajo  de  los  pies,  poco  se  le  da  de  ello, 
ñora,  pues,  aquí,  si  tiene  amor,  es  la  pasión  del  amor  para  a?er  esta 
alma  para  ser  amada;  porque,  como  digo,  si  no  lo  es,  sabe  que  la  a 
de  dejar:  es  amor  muy  a  su  costa,  no  deja  de  poner  nada  porque 
se  aproveche  de  cuanto  íes  en  sí;  perdería  mil  vidas  por  vn  peque- 
ño bien  suyo. 


CAPITULO    XI    (1) 


PROSIGUE    EN    Lfl    MISMA    MATERia    DANDO    ALGUNOS    AVISOS    PARA    VENIR    ñ    GANAR 
ESTE    AMOR. 


Es  cosa  sstrafia  (2)  qué  apasionado  amor  es  éste,  qué  de  lágrimas 
cuesta,  qué  de  penitencias,  qué  de  oración,  qué  encomendar  a  todos 
los  que  piensa  a  de  aprovechar,  vn  cuydado  ordinario,  vn  no  traer 
contento.  Pues  si  ve  el  alma  de  éste  que  ama  va  mijorando  y  torna 
algo  atrás,  no  parece  que  a  de  tener  placer  en  su  vida,  ni  come, 
ni  duerme  sino  con  este  cuydado,  sienpre  temerosa  si  alma  que  tanto 
quiere  se  a  de  perder,  si  se  an  de  apartar  para  sienpre  (que  ia  muer- 
te de  acá  no  la  tiene  en  dos  maravedís)  (3),  que  no  quiere  asirse  a 
cosa  que  en  vn  soplo  se  va  de  entre  las  manos  sin  poder  asirla.  Es 
amor  sin  poco  ni  mucho  de  ynterese;  todo  su  ynterese  está  en  ver 
rrica  aquel  alma  de  bienes  del  cielo.  En  fin,  es  amor  que  va  pa- 
reciendo al  que  nos  tuvo  cristo;  merece  nonbre  de  amor,  no  estos 
amorcitos  desastrados  valadíes  (4)  de  por  acá,  an  no  digo  en  los 
malos,  que  éstos  dios  nos  libre. 

En  cosa  que  es  ynfierno,  no  ay  que  nos  cansar  en  decir  mal,  que 
no  se  puede  encarecer  el  menor  mal  de  él;  éste  no  ay  para  qué  to- 
marle nosotras,  hermanas,  en  la  boca,  cuantimás  en  el  pensamiento, 
ni  pensar  le  ay  en  el  mundo,  ni  en  burla  ni  en  veras  oyr  ni  consentir 
que  delante  de  vosotras  se  cuenten  semejantes  voluntades.  Para  nin- 
guna cosa  aprovecha,  ni  ay  para  qué,  y  podría  dañar;  sino  de  es- 
totros lícitos  que  acá  nos  tenemos  vnas  a  otras,  v  se  tienen  los  dev- 
dos  V  amigos.  Todo  se  va  a  no  se  nos  muera;  si  les  duele  la 
caveca,  parece  les  duele  lel  alma;  si  los  ven  con  travajos,  no  les 
queda  paciencia;    todo  de  esta  manera. 

Estotro  amor  que  digo  no  es  ansí;  anque  con  la  flaqueca  natural 
se  sienta  algo  de  presto,  luego  va  la  rracón  a  ver  si  es  bien  para 
aquel  alma,  si  se  enrriquece  más  en  virtud,  cómo  lo  lleva,  el  rrogar 
a  dios  le  de  paciencia  y  merezca  en  aquello.  Si  ve  que  la  tiene  y 
es   ansí,   ninguna   pena   le   da,   antes  se   alegra   y   consuela;    bien   que 


1  Cap.  VIL 

2  Debajo  de  estas  palabras  escribe  la  Santa:  Hquí  otro  capítulo.  VII.  La  edición  de  Riva- 
deneyra  hace  uno  solo  de  éste  g  del  anterior. 

3  En  lugar  de  en  dos  maravedís,  puso    en   el  de  Valladolid:  en  nada.  Tal  vez  la  pala- 
bra maravedís  pareciese  a  la  Santa  demasiado  vulgar. 

4  La  Santa  suprime  esta  palabra  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


234  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

lo  pasaría  de  mijor  gana  que  vérselo  pasar,  si  el  mérito  y  bien  que 
queda  pudiesen  todo  dárselo,  mas  no  para  que  se  ynquieten  ni  se 
maten. 

Torno  a  deyir,  que  es  amor  sin  ynterese  como  nos  le  tuvo  cristo, 
y  ansí  aprovechan  tanto  los  que  llegan  a  leste  estado,  porque  no  que- 
rrían ellos  sino  abarcar  todos  los  trabajos,  y  que  estotros  se  apro- 
vechasen olgando  de  ellos;  ansí  aprovechan  tanto  a  los  que  tienen 
su  amistad,  porque  anque  no  lo  agan,  se  ve  que  querrían  más  en- 
señar por  obras  que  por  palabras.  Digo  no  lo  agan,  si  son  cosas  que 
no  pueden,  mas  en  lo  que  pueden,  sienpre  querrían  estar  travajando 
y  ganando  para  los  que  aman;  no  les  sufre  el  corafón  tratarlos  do- 
blez, ni  verles  falta  si  piensan  les  a  de  aprovechar.  Y  an  artas  ve^es 
no  se  les  acuerda  de  esto,  con  el  deseo  que  tienen  de  verlos  muy 
rricos,  que  no  se  lo  digan:  ¡qué  rrodeos  trayn  para  esto!  Con  andar 
descuydados  de  todo  el  mundo  y  no  tiniendo  cuenta  si  sirven  a 
dios  V  no,  porque  sólo  consigo  mesmos  le  trayn;  con  sus  amigos  no 
ay  encubrírseles  cosa;    las  raotitas  ven  (1). 

¡O  dichosas  almas  que  son  amadas  de  los  tales!  ¡Dichoso  el  día 
en  que  los  conocieron!  ¡O  señor  mío!  ¿no  me  aríades  merced  que 
vuiese  muchas  que  ansí  me  amasen?  Por  (jierto,  señor,  de  mijor  gana 
lo  procuraría  que  ser  amada  de  todos  los  rreyes  y  señores  del  mun- 
do; y  con  rra^ón,  pues  éstos  nos  procuran  por  cuantas  vías  pueden 
acer  tales  que  señoreemos  lel  mesmo  mundo  y  que  nos  estén  sujetas 
todas  las  cosas  de  él.  Cuando  alguna  persona  semejante  cono9ierdes,  er- 
manas,  con  todas  las  dilijen^ias  que  pudiere  la  madre  procure  trate  con 
vosotras.  Quered  cuanto  quisierdcs  a  los  tales.  Pocos  deve  aver,  mas 
no  deja  el  señor  de  querer  se  entienda.  Cuando  alguno  ay  que  llege  a  la 
perfe^ión,  luego  os  dirán  que  no  es  menester,  qu€  vasta  tener  a  dios. 
Buen  medio  es  para  tener  a  dios  tratar  con  sus  amigos;  sienpre  se 
saca  gran  ganangia,  yo  lo  sé  por  espirien^ia;  que  después  de  el  se- 
ñor, si  no  estoy  en  el  ynfierno,  es  por  personas  semejantes,  que 
sienpre  fuy  muy  aficionada  me  encomendasen  a  dios,  y  ansí  lo  pro- 
curava. 

Aora  tornemos  a  lo  que  y  vamos.  Esta  manera  (2)  de  amarnos  vnas  a 
otras  es  la  que  yo  querría  nos  tuviésemos,  mas  a  los  principios  no 
será  posible.  Tomemos  en  los  medios  este  amor,  que  anque  lleve 
algo  de  ternura,  no  dañará,  como  sea  en  jeneral.  Todo  es  bueno,  y 
necesario  en  parte  mostrar  ternura  en  la  voluntad,  y  an  tenerla,  y 
sentir  cualquier  enfermedad  v  travajo  de  la  ermana,  porque  a  veces 
acaece  dar  vnas  naderías  pena  a  algunas  personas  que  otras  se  rreg- 
rían  de  ello.  Y  no  se  espanten,  que  el  demonio  por  ventura  puso  allí 
todo  su  poder  con  más  fuerca  que  para  que  vos  sintiésedes  las  penas 
y  travajos  grandes,  y  olgarse  con  las  hermanas  en  lo  que  ellas  se 
huelgan,  anque  no  os  olgeys,  todo  es  caridad;  porque  yendo  con  con- 
sideración,  todo  se  tornará  len  amor  perfeto.  Y  es  ansí  que  quiriendo 


1  Santa  Teresa  hizo  aquí  notables  cambios  en  el  autógrafo  de  Valladolid,  arrancando  los 
folios  XXXI  u  XXXII,  u  escribiéndolos  de  nuevo  con  no  pocas  modificaciones,  supresiones  u 
ampliaciones,  como  puede  verse  por  un  simple  cotejo  de  ambos  capítulos. 

2  Capítulo,  escribió  aquí  la  Santa,  pero  borró  la  palabra. 


CAPITULO     XI  235 

tratar  del  que  no  lo  es  tanto,  que  no  alio  camino  en  esta  casa  para 
que  me  parezca  entre  nosotras  será  bien  tenerle,  porque  si  por  bien 
es,  como  digo,  todo  se  a  de  bolver  a  su  principio,  que  es  el  amor 
que  queda  dicho  (1). 

Pensé  de^ir  mucho  de  estotro,  y  venido  a  adelgazar,  no  me  parece 
se  sufre  aquí  con  el  modo  que  llevamos,  y  por  eso  lo  quiero  dejar  en 
lo  dicho,  que  espero  en  dios,  anque  no  sea  con  toda  perfe^ión,  no 
avrá  en  esta  casa  dispusi(;ión  para  que  aya  otra  manera  de  amaros. 
Es  muy  bien  vnas  se  apiaden  de  las  necesidades  de  las  otras,  anque  no 
con  falta  de  discreción.  Digo  con  falta,  en  cosa  que  sea  contra  la  obe- 
diencia, que  es  contra  lo  que  manda  la  perlada;  anque  le  parezca  ás- 
pero y  dentro  en  sí  lo  muestre,  no  lo  dé  a  entender  a  nadie,  sino 
a  la  mesraa  perlada,  y  con  vmildad,  que  aran  mucho  daño,  y  sepan 
entender  cuáles  cosas  son  las  que  an  de  sentir  ver  en  sus  hermanas  (2), 
y  sienprc  sientan  mucho  cualquiera  falta.  Y  aquí  es  el  amor  sabérsela 
sufrir  y  no  se  espantar  de  ella,  que  ansí  lo  aran  las  otras  las  que 
yo  tuviere,  y  no  las  entiendo,  y  deven  ser  muchas  más,  y  encomendarla 
mucho  a  dios,  y  procurar  ella  a^er  en  gran  perfegión  la  virtud  contraria 
de  la  falta  que  ve  en  la  ermana;  y  esforzarse  a  esto,  para  que,  pues  están 
juntas,  no  puede  dejar  de  yrse  entendiendo  mijor  que  con  toda  la  rre- 
preensión  y  castigo  que  se  le  gciese. 

¡O  qué  bueno  y  verdadero  amor  será  el  de  la  ermana,  que,  por 
aprovechar  a  todas,  dejado  su  provecho  procurare  yr  muy  adelante  en 
todas  las  virtudes  y  guardare  con  gran  perfeción  su  rregla!  Mijor  amis- 
tad será  ésta  que  todas  las  ternuras  que  se  pueden  decir,  que  éstas 
no  se  vsan  en  lesta  casa,  ni  se  an  de  vsar,  tal  como  «mi  vida», 
«mi  alma»,  ni  otras  cosas  de  éstas,  que  a  las  vnas  llaman  vno  y  a 
otras  otro.  Estas  palabra[s]  (3)  rregaladas  déjenlas  para  con  el  señor, 
pues  tantas  veces  al  día  an  de  estar  con  él,  y  tari  a  solas  algunas,  que, 
de  todo  se  avrán  menester  aprovechar,  pues  su  majestad  lo  sufre,  y 
muy  vsadas  acá  no  enternecen  tanto  con  el  señor;-  y  sin  (4)  eso,  no  ay 
para  qué.  Es  muy  de  mujeres,  y  no  querría  yo,  mis  ermanas  parecie- 
sen en  nada,  sino  varones  fuertes;  que  si  ellas  accn  lo  que  es  en  sí. 
el  señor  las  ara  tan  varoniles  que  espanten  a  los  onbres.  ¡Y  qué  fácil 
es  a  su  majestad,  pues  nos  yco  de  nonada! 

En  procurar  quitarlas  de  travajo  y  tomarle  cada  vna,  tanbién 
se  muestra  el  amor,  como  queda  dicho,  y  en  olgarse  de  su  acre- 
centamiento de  virtud  como  del  suyo  mesmo,  y  en  otras  muchas  cosas 
entenderán  si  tienen  esta  virtud,  que  es  muy  grande;  porque  en  ella 
está  toda  la  paz  de  vnas  con  otras,  que  es  tan  necesaria  para  los  mo- 
nesterios.  Mas  espero  yo  en  el  señor  la  avrá  sienpre  en  éste,  porque. 


1  Aquí  indica  la  Santa  que  ha  de  haber  nuevo  capítulo,  pero  como  no  corresponde  a  nin- 
gún título  del  índice,  se  omite,  uniéndolo  al  anterior,  como  en  el  autógrafo  de  Valladolid.  Por 
no  habatlo  hecho  así  ei  señor  Herrero  Bayona,  se  vio  obligado  luego  a  poner  a  varios  capítulos 
epígrafes  disconformes  con  la  doctrina  tratada  en  ellos. 

2  Como  se  habrá  observado,  la  Santa  no  tiene  regla  fija  en  la  ortografía  de  esta  palabra: 
unas  veces  la  escribe  con  h,  otras  sin  ella. 

3  En  plural  viene  esta  palabra  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

4  Sen,  dice  por  descuido  la  Santa. 


236  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

a  no  la  aver,  sería  cosa  terrible  sufrirse  pocas  y  mal  avenidas;  no  lo 
primita  dios.  Mas,  v  se  a  de  perder  todo  el  bien  que  va  principiado 
por  mano  del  señor,  v  no  avrá  tan  gran  mal. 

Y  si  por  dicha  alguna  palabrilla  de  presto  se  atravesare,  rremé- 
diese  luego;  y  si  no,  y  vieren  que  va  adelante,  agan  grande  oragión, 
y  len  cualquier  cosa  d<¿  éstas  que  dune,  v  vando,  v  deseo  de  ser  más, 
V  puntillos  (que  parepe  se  me  yela  'la  sangre  como  di^en  cuando 
escribo  esto,  porque  veo  es  el  principal  mal  de  los  monesterios),  dense 
por  perdidas;  sepan  que  an  echado  al  señor  de  casa.  Clamen  a  su 
majestad;  procuren  rremedio,  porque  si  no  le  pone  confesar  y  comul- 
gar  tan  a   menudo,   teman   que   ay    algún   judas. 

Mire  mucho  la  perlada,  por  amor  de  dios,  en  atajar  presto  esto, 
y  cuando  no  vastare  con  amor,  sean  graves  castigos.  Si  vna  lo  albo- 
rota, procuren  se  vaya  a  otro  monesterio,  que  dios  las  rremediarán 
con  que  la  doten;  echen  de  sí  esta  pestilencia;  corten  como  pudieren 
las  rramas,  y  si  no  vastare,  arranquen  la  rrayz.  Y  cuando  no  pudieren 
más,  no  salga  de  vna  cárcel  quien  de  esto  tratare:  mucho  más  vale 
que  no  pegar  a  todas  tan  yncurable  pestilencia.  ¡O,  que  es  gran  mal! 
Dios  nos  libre  de  monesterio  adonde  entra;  cierto,  yo  más  querría  que 
entrase  vn  fuego  que  las  abrase  todas.  Porque  [en]  (1)  otra  parte  tra- 
taré an  otra  vez  de  esto,  no  digo  aquí  más,  sino  que  quiero  más  que 
se  quieran  y  amen  tiernamente  y  con  rregalo,  anque  no  sea  tan  per- 
feto  como  el  amor  que  queda  dicho,  como  sea  en  jeneral,  que  no 
aya  un  punto  de  discordia.  No  lo  primita  el  señor  por  quien  su  ma- 
jestad es.  Hmen. 


1       Se  olvidó  poner  esta  palabra,  que  viene  en  el  autógrafo  de  Valladolid  y  es  necesaria. 


CAPITULO   XII  (1). 


COMIENZA  R     TRATAR   EL  GRAN  BIEN  QUE  ES  PROCURAR   DESASIRSE  DE  TODO 
YNTERIOR  Y  ESTERlORMENTE. 


ñora  vengamos  a  el  desasimiento  que  emos  de  tener,  porque  en 
esto  está  el  todo,  si  va  con  perfe^ión.  ñquí  digo  está  el  todo,  porque 
abracándonos  con  solo  el  criador,  y  no  se  nos  dando  nada  por  todo 
lo  criado,  su  majestad  ynfunde  de  manera  las  virtudes,  que  travajando 
nosotros  poco  a  poco  lo  que  fuere  en  nosotros,  poco  tememos  más  que 
pelear,  que  el  señor  toma  la  mano  contra  los  demonios  y  contra  todo 
el  mundo  en  nuestra  defensa.  ¿Pensáys,  hermanas,  que  es  poco  bien 
procurar  este  bien  de  darnos  todas  al  todo  sin  acernos  partes?  En  él 
están  todos  los  bienes,  como  digo,  y  por  eso  demos  muchas  gracias  al 
señor  que  nos  juntó  aquí  adonde  no  se  trata  de  otra  cosa  sino  de 
esto,  y  ansí  no  sé  para  qué  lo  digo,  pues,  en  parte,  todas  las  que 
aora  aquí  estáys  me  podéys  en  esto  enseñar  a  mí,  que  confieso  en  este 
caso  tan  ynportante  soy  la  más  ynperfeta;  mas  pues  me  lo  mandáys, 
tocaré  en  algunas  cosas  que  se  rae  ofreqen.  Cuanto  a  lo  esterior  ya  se 
ve  cuan  apartadas  parece  nos  quiere  el  señor  apartar  de  todo  a  las 
que  aquí  nos  trajo,  para  llegarnos  más  sin  enbara^o  su  majestad  aquí. 

¡O  criador  y  señor  mío!  ¿cuándo  mereQí  yo  tan  gran  dinidad,  que 
parece  avéys  andado  rrodeando  cómo  os  llegar  más  a  nosotras?  Plega 
vuestra  bondad  no  lo  perdamos  por  nuestra  culpa.  ¡O  ermanas  mías! 
entended,  por  amor  de  dios,  bien  esta  tan  gra  (2)  raerped,  y  cada  vna  lo 
piense  bien  en  sí,  que  en  solas  do(;e  quiso  el  señor  fuésedes  vna;  ¡y 
qué  de  ellas,  qué  multitud  de  ellas,  mijores  que  yo,  sé  que  tomaran 
este  lugar  de  buena  gana,  y  diómele  el  señor  a  mí  que  tan  mal  le 
merezco!  Bendito  seáys  vos,  señor,  alaben  os  los  ánjeles  y  todo  lo 
criado,  que  esta  merced  no  se  puede  tanpoco  servir  como  otras  muchas 
que  me  avéys  echo,  que  darme  estado  de  monja  fué  grandísima.  Como 
lo  e  sido  tan  rruyn,  no  os  fiastes,  señor,  de  mí;  entre  adonde  avía 
muchas  buenas  por  ventura  no  echaran  de  ver  mi  rruyndad  asta  que 
se  me  acavara  la  vida;  yo  la  encubriera  como  y^e  muchos  años.  Y 
traéysme,  señor,  adonde  son  tan  pocas,  que  parece  ynposible  poderse 
dejar   de   conoper,    para   que   ande   con   más   cuy  dado.   Quitáysme   todas 


1  Cap.  VIII: 

2  Por  ffran. 


238  '  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

las  ocasiones,  porque  no  tenga  lugar  el  día  del  juy^io  de  tener  dis- 
culpa  si   no   ygierc   lo   que   devo. 

Mira,  ermanas  mías,  que  es  mayor  mucho  nuestra  culpa  si  no  so- 
mos buenas,  y  ansí  encargo  mucho  a  la  que  no  se  aliare  con  fuerza 
espiritual,  aviéndolo  provado,  para  llevar  lo  que  aquí  se  lleva,  lo  diga; 
otros  monesterios  ay  adonde  por  ventura  se  sirve  mijor  el  señor 
mucho.  No  turven  a  estas  poquitas  que  aquí  su  majestad  a  juntado 
para  su  servicio,  porque  en  otros  cavas  ay  libertad  para  consolarse  con 
devdos;  aquí  si  algunos  se  admiten,  para  consuelo  de  los  mesmos  devdos 
es.  Mas  la  hermana  que  para  su  consolación  vuiere  menester  devdos 
y  no  se  cansare  a  la  sigunda  vez,  salvo  si  no  es  espiritual  v  ue 
que  a(;e  algún  provecho  a  su  alma,  téngase  por  ynperfeta;  crea  no  está 
desasida,  no  está  sana,  no  terna  libertad  de  espíritu,  no  terna  entera 
paz,  menester  a  ¡médico. 

Y  yo  no  sabría  otra  mijor  cura,  que  es  que  nunca  más  los  vea 
asta  que  esté  libre  y  aya  ganado  para  sí;  entonces,  mucho  de  norabuena, 
véalos  alguna  vez,  cuando  lo  tome  por  cruz,  para  aprovecharlos  en 
algo,  que  cierto  los  aprovechará;  mas  si  los  tiene  amor,  si  le  duelen 
mucho  sus  penas  y  escucha  sus  sucesos  del  mundo  de  buena  gana, 
crea  que  a  sí  se  dañará,  y  a  ellos  no  les  ara  ningún  provecho. 


CAPITULO    XIII    (1) 


EL    GRñN     BIEN     QUE    flY     EN    VYR     (2)     DE    LOS    DEVDOS     LOS    QUE    RK      DEJADO     EL 
MUNDO,    Y    QUflN    MñS    VERDADEROS    AMIGOS    flLLAN. 

¡O  si  entendiésemos  las  rrclisiosas  el  daño  que  nos  viene  de 
esto,  cómo  vyríamos  de  ellos!  Yo  no  entiendo  qué  consolación  es 
ésta  que  dan  los  devdos,  an  dejo  en  lo  que  toca  a  dios  el  daño 
que  nos  a^en,  sino  para  nuestro  sosiego  y  descanso.  Que  de  sus  rre- 
crea^ioncs  no  podemos  go^ar,  y  de  sus  travajos  ninguno  dejamos 
de  llorar,  y  an  algunas  ve^es  más  que  los  mesmos.  R  vsadas  que  si 
algún  rregalo  agen  al  cuerpo,  que  lo  paga  bien  el  espíritu  y  la  pobre 
del  alma.  Deso  estáys  aquí  quitadas,  hermanas,  que  como  todo  es  en 
común  y  ¡nadie  puede  tener  nada  en  particular,  no  avéys  menester 
rregalos  de  devdos. 

Espantada  estoy  el  daño  que  ape  tratarlos,  y  no  lo  creyera  si  no 
tuviera  espiriengia,  y  cuan  olvidada  está  esta  perfegión  en  las  rre- 
lisiones,  al  menos  en  las  más,  anque  no  en  todos  los  santos  que  escrí- 
vieron,  v  muchos.  No  sabría  yo  qué  dejamos  del  mundo  las  que  de(;U 
mos  que  todo  lo  dejamos  por  dios,  si  no  dejamos  lo  principal  que  so[n] 
a  los  parientes.  Viene  ya  la  cosa  a  estado,  que  tienen  por  falta  de 
virtud  no  querer  mucho  los  rrelisiosos  a  sus  devdos,  y  como  que  lo 
digen  ellos  y   alegan  sus  rragones. 

En  esta  casa,  yja  mía,  mucho  cuydado  de  encomendarlos  a  dios, 
después  de  lo  dicho  que  toca  a  su  ylesia,  que  es  rragón;  en  lo  demás, 
apartarlos  de  la  memoria  lo  más  que  podamos.  Yo  e  sido  querida  mu- 
cho de  ellos,  a  lo  que  degían,  y  tengo  por  espiriengia  de  mí  y  en  otras, 
que  dejado  padres  (que  por  maravilla  dejan  de  aliarlos  los  yjos,  y 
es  rragón  con  ellos  cuando  tuvieren  necesidad  de  consuelo,  si  viére- 
mos no  nos  daña  el  alma,  no  seamos  estraños,  que  con  desasimiento 
se  puede  aper),  en  los  demás,  anque  me  e  visto  en  travajos,  mis  dev- 
dos an  sido,  y  quien  [menos]  me  a  ayvdado  en  ellos;  los  siervos 
de  dios,  [sí]  (3). 

Creé,  amigas  que  sirviéndole  vosotras  como  devéys,  que  no  allaréys 
mijores  amigos  que  los  que  su  majestad  os  enbiare.  Y  puestas  en  esto, 


1  Cap.  IX. 

2  Léase  huir. 

3  Suplimos  ésta  u  la  palabra  menos,  tomándolas  del  autógrafo  de  Valladolid,  para  com- 
pletar el  sentido  de  la  frase  (Cfr.  c.  IX,  p.  48).  Fray  Luis  de  León  imprime  este  pasaje  así: 
«Mis  deudos  han  sido  quien  menos  me  ha  ayudado  en  ellos,  y  quien  me  ha  ayudado  en  ellos 
han  sido  los  siervos  de  Dios». 


2W  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

como  aquí  lo  vays,  viendo  que  en  a(?er  otra  cosa  faltáys  al  verdadero 
amigo  cristo,  muy  en  breve  ganaréys  esta  libertad.  Quien  os  dijere 
que  lo  demás  es  virtud,  no  lo  creáys,  que  si  dijese  todos  los  daños  que 
trayn,  me  avía  de  alargar  mucho,  an  con  mi  rrude^a  y  ynperfe^ión: 
¿qué  aliarán  los  que  tuvieren  esto  al  contrario?  En  muchas  partes, 
como  e  dicho,  lo  allaréys  escrito;  en  todos  los  más  libros  no  se  trata 
otra  cosa  sino  cuan  bueno  es  vyr  del  mundo. 

Pues  créeme  que  los  devdos  es  el  mundo  que  más  se  apega  y  más 
malo  de  desapegar.  Por  leso  apen  bien  los  que  vyen  de  sus  tierras,  si 
les  vale  digo,  que  no  creo  va  en  vyr  el  cuerpo,  sino  en  que  determi- 
nadamente se  abrage  el  alma  con  el  buen  jesú,  señor  nuestro,  que  como 
allí  lo  alia  todo,  olvídalo  todo;  anque  ayvda  es  apartarnos  muy  grande 
asta  que  ya  tengamos  conocida  esta  verdad,  que  después  podrá  ser 
el   señor   quiera,   por   darnos   cruz,   que   tratemos   con   ellos. 


CñPITULO   XIV    (1) 


COMO     NO     BASTA     ESTO,     SI     NO     SE     DESASEN     DE     SI     MISMAS. 


Desasiéndonos  de  esto  y  puniendo  en  ello  mucho,  como  cosa  que  yn- 
porta  mucho,  miren  que  ynporta,  y  icn9erradas  aquí,  sin  poseer  nada,  ya 
parece  que  lo  tenemos  todo  echo,  que  no  ay  que  pelear.  ¡O  yjas  mias, 
no  os  aseguréys,  ni  os  echéys  a  dormir,  que  será  como  el  que  queda 
muy  sosegado  de  aver  ^errado  muy  bien  sus  puertas  por  miedo  de  la- 
drones y  se  los  deja  en  casa:  y  ¿no  avéys  oydo  que  es  el  peor  ladrón 
el  que  está  dentro  de  casa?  Quedamos  nosotras.  Es  más,  que  si  no  se 
anda  con  gran  cuydado  y  cada  vna,  como  el  mayor  negocio  que  tiene 
que  a^er,  no  se  mira  mucho,  ay  muy  muchas  cosas  para  quitar  esta 
santa  libertad  de  espíritu  que  buscamos,  que  pueda  bolar  a  su  agedor 
sin  yr  cargado  de  tierrai  y  de  plomo. 

Gran  rremedio  es  para  esto  traer  muy  contino  cuydado  de  la  va- 
nidad que  es  todo,  y  €uán  presto  se  acava,  para  quitar  la  afe?ión 
de  todo  y  ponerla  ien  lo  que  a  para  sienpre  de  durar.  Y  anque  parece 
ñaco  medio,  viene  a  fortalecer  mucho  el  alma;  y  en  las  muy  peque- 
ñas cosas  traer  gran  cuydado.  En  añqiionándonos  a  alguna,  no  pensar 
más  en  ella,  sino  bolver  el  pensamiento  a  dios,  y  su  majestad  ayvda. 
Y  anos  echo  gran  merced,  que  en  esta  casa  lo  más  está  echo;  mas  queda 
desasirnos  de  nosotros  mismos.  Este  es  rre^io  apartar,  porque  es- 
tamos muy   juntas  y  nos  queremos  mucho. 

1      Cap.  X. 


III  •  10 


CAPITULO   XV   (1) 


QUE    TRATA    DE     Lfl    VMILDflD     CUAN    JUNTA     ANDA    DESTAS    DOS    VIRTUDES:     DESASI- 
MIENTO,   Y    EL    MODO    DE    AMOR    QUE    QUEDA    DICHO. 


Aquí  puede  entrar  la  verdadera  vmildad,  porque  esto  y  estotro 
páreseme  que  todo  anda  sienpre  juntas;  son  dos  hermanas  que  no  ag 
para  qué  las  apartar.  No  son  éstos  los  devdos  de  que  yo  digo  se  apar- 
ten, sino  que  los  abra9en,  y  las  amen  y  nunca  se  vean  sin  ellas. 

¡O  soberanas  virtudes,  señoras  de  todo  lo  criado,  enperadoras  del 
mundo,  libradoras  de  todos  los  lagos  y  enrriedos  que  pone  el  demonio, 
tan  amadas  de  nuestro  enseñador  que  nunca  vn  punto  se  vio  sin  ellas! 
Quien  las  tuviere  bien  puede  salir  y  pelear  con  todo  el  ynfierno  junto, 
y  contra  todo  fel  mundo  y  sus  ocasiones,  y  contra  la  carne  (2) ;  no  aya 
miedo  de  nadie  que  isuyo  es  el  rreyno  de  los  gielos;  no  tiene  a  quien 
temer,  sino  suplicar  a  dios  le  sustente  en  ellas  para  que  no  las  pierda 
por  su  culpa. 

Mas  qué  desatino  ponerme  yo  a  loar  mortificagión  y  vmildad,  v 
vmildad  y  mortificación,  estando  tan  loadas  del  rrey  de  la  gloria  y 
tan  confirmadas  con  tantos  travajos  suyos.  Pues,  ermanas  mías,  aquí  es 
el  travajar  por  salir  de  tierra  de  ejito  (3),  que  en  aliándolas  allaréys 
el  maná;  todas  las  cosas  os  sabrán  bien;  por  malas  que  a  los  ojos 
del  mundo  sean,  se  os  aran  dulges. 

Hora,  pues,  lo  primero  que  emos  luego  de  procurar  quitar  de  nos- 
otras el  amor  de  este  cuerpo,  que  ay  algunas  tan  rregaladas  de  su  na- 
tural, que  no  ay  spoco  que  a(;:er  aquí;  y  otras  tan  amigas  de  su  salud  (4), 
es  cosa  para  alabar  a  dios  la  gerra  que  dan,  a  las  pobres  monjas 
en  especial,  y  creo  a  ¡los  que  no  lo  son,  estas  dos  cosas.  Mas  a  las 
monjas  no  parege  que  venimos  al  monesterio  sino  a  servir  nuestros 
cuerpos  y  curar  de  ellos,  cada  vna  como  puede;  en  esto  parece  pone  su 
felicidad.  Aquí,  a  la  verdad,  poco  lugar  ay  de  eso  con  la  obra,  mas  no 
querría  yo  le  vuiese  en  el  deseo.  Determinaos,  mis  y  jas,  que  venís  a 
morir  por  cristo  y  no  a  rregalaros  por  cristo,  que  esto  pone  el  de- 
monio que  [es  menester]  (5)  para  llevar  y  guardar  la  orden;  y  tanto, 
cnorabuena,  se  quiere   guardar  para   guardarla,   que  se  muere  sin  cun- 


1  Prosigue  el  capítulo  X. 

2  y  contra  la  carne,  está  tachado,  según  creo,  por  la  mismo  Santa. 

3  Ejido,  parece  dice  el  autógrafo. 

4  «j2iíe  es  cosa  para  alabar  a  Dios»,  corrige  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

5  Para  completar  el  sentido,  tomamos  estas  dos  palabras  del  original  valisoletano. 


'      ;  CAPITULO  XV  293 

plirla  enteramente  vn  mes,  ni  qui^á  vn  día;  pues  no  sé  yo  a  qué 
venimos. 

No  ayan  miedo  que  falte  discreción  en  monjas  en  este  caso,  por 
maravilla;  no  ayan  miedo  los  confesores,  que  luego  piensan  nos  an 
de  matar  las  penitencias  (1).  Y  es  tan  aborrecido  de  nosotras  esta 
falta  de  descrición,  que  ansí  lo  cunpliésemos  todo.  Las  que  lo  y  Rieren 
al  rrevés,  no  ise  les  dé  nada  de  que  lo  diga,  ni  a  mi  se  me  da 
de  que  digan  que  juzgo  por  mí.  Creo,  y  sélo  cierto,  que  tengo  más  con- 
pafieras  que  terne  yinjuriadas  por  acer  lo  contrario.  Tengo  para  mi, 
que  ansí  quiere  el  señor  seamos  más  enfermas;  al  menos  a  mí  ycome 
en  serlo  gran  misericordia,  porque  como  me  avía  de  rregalar  ansí  como 
ansí,  quiso  fuese  por  algo.  Pues  es  cosa  donosa:  andan  sienpre  con  este 
tormento  que  ellas  mesmas  Ise  dan,  y  algunas  veces  dales  vn  frenesí 
de  acer  penitencias,  sin  camino  ni  concierto,  que  duran  dos  día^,  a  ma- 
nera de  decir,  para  después  la  ymajinación  que  les  pone  el  demonio 
que  las  yco  daño,  que  nunca  más  penitencia,  ni  la  que  manda  la  or- 
den, que  ya  lo  provaron.  No  guardan  vnas  cosas  muy  bajas  de  la 
rregla,  como  el  silencio,  que  no  nos  a  de  acer  mal,  y  no  nos  a 
venido  la  ymajinación  de  que  nos  duele  la  cabeca,  cuando  dejamos  de 
yr  al  coro,  que  tanpoco  nos  mata:  vn  día  porque  nos  dolió,  y  otro 
porque  nos  a  dolido,  y  otros  tres  porque  no  nos  duela. 

Diréys,  amigas,  que  no  lo  consienta  la  mayor.  R  saber  lo  ynte- 
rior,  no  aria;  mas  ve  vn  quejar  por  nonada  que  parece  se  os  va  el 
alma;  vaysle  a  pedir  licencia  con  gran  necesidad  para  en  nada  guar^ 
dar  la  orden,  y  no  falta,  cuando  son  cosas  de  tomo,  vn  médico  que 
ayvda  por  la  rrelación  que  vos  acéys,  y  vna  amiga  que  os  llore  al 
lado,  V  (parienta;  anque  :1a  pobre  priora  alguna  vez  ve  es  demasiado, 
¿qué  a  de  acer?  Queda  con  escrúpulo  si  faltó  en  la  caridad;  quiere 
más  faltéys  vos  que  no  ella,  y  no  le  parece  justo  juzgaros  mal. 

¡O,  este  quejar,  válame  dios,  entre  monjas  que  él  me  lo  perdo- 
ne, que  temo  es  ya  costunbre!  R  mí  me  acaeció  vna  vez  ver  esto,  que 
la  tenía  vna  de  quejarse  de  la  caveca  (2),  y  quejávaseme  mucho  de  ella; 
venido  a  averiguar,  poco  ni  mucho  le  dolía,  sino  en  otra  parte  tenía 
algún  dolor. 


1  Este  pasaje  está  más  claro  en  el  autógrafo  de  Valladolid  en  que  se  lee:  «No  hayan 
miedo  nos  falte  discreción  en  este  caso,  por  maravilla,  que  luego  temen  los  confesores  nos 
hemos  de  matar  con  penitencias». 

2  Esta  palabra,  como  vse  habrá  notado,  unas  veces  la  escribe  con  ¿,  jj  otras  con  v. 


CAPITULO   XVI    (1) 


PROSIGUE     EN     Lfl     MORTIFICACIÓN     QUE     flN     DE     ADQUIRIR     EN     LAS     ENFERMEDADES. 


Cosa  ynperfetísima  me  pareq:e,  ermanas  mías,  este  avilar  (2)  y  quejar 
sienpre  y  enflaqueger  la  abla  agiéndola  de  enferma;  anque  lo  estéys, 
si  podéys  más,  no  lo  agáys,  por  amor  de  dios.  Cuando  es  grave  el  mal, 
él  mesmo  se  queja;  es  otro  quejido^  y  luego  se  parece.  Que  soys  pocas, 
y  si  vna  tiene  esta  costunbre,  es  para  traer  fatigadas  a  todas  si  os  te- 
néys  amor  y  ay  caridad;  sino  que  la  que  estuviere  de  mal,  que  sea 
de  veras  mal,  lo  diga  y  tome  lo  negesario,  que  si  perdéys  el  amor 
propio,  sentiréys  tanto  cualquier  rregalo,  que  no  ays  (3)  miedo  le  ten- 
gáys,  digo  os  quejéys  sin  necesidad,  ni  le  pidáys;  que  cuando  la 
ay,  sería  muy  malo  el  no  decirlo,  y  muy  peor  si  no  os  apiadasen. 

Mas  de  eso,  a  buen  siguro,  adonde  ay  oración  y  caridad,  y  tan 
pocas  que  os  veréys  vnas  a  otras  la  necesidad,  que  no  falte  el  rregalo. 
Mas  vnos  malegillos  y  flaqueras  de  mujeres,  olvidaos  de  ellas,  que  a 
las  veges  pone  el  demonio  ymajinagión  de  esos  dolores;  quítanse  y 
pónense;  perdé  la  costunbre  üe  decirlo  y  quejarlo  todo  si  no  fuere  a 
dios,  que  nunca  acavaréys.  Pongo  tanto  en  esto,  porque  tengo  para 
mí  ynporta,  y  que  es  vna  cosa  que  tiene  muy  rrela jados  los  moneste- 
rios;  y  este  cuerpo  tiene  vna  falta,  que  mientra  más  le  rregalan,  más 
negesidades  se  descubren.  Es  cosa  estraña  lo  que  quiere  ser  rregalado. 
Como  tiene  aquí  algún  'buen  color  de  engañar  a  la  pobre  alma  y  que  no 
medre,  no  se  descuyda. 

Acordaos  qué  de  enfermos  pobres  avrá  que  no  tengan  an  a  quien 
se  quejar;  pues  pobres  y  rregaladas  no  lleva  camino.  Acordaos  tanbién 
de  muchas  casadas;  yo  se  que  las  ay  y  personas  de  suerte,  que  con 
graves  males,  por  no  dar  enfado  a  sus  maridos,  no  se  osan  quejar  y 
con  graves  travajos.  Pues,  ¡pecadora  de  mi!;  sí,  que  no  venimos  aquí 
a  ser  más  rregaladas  que  ellas.  ¡O,  que  estáys  libres  de  grandes  trava- 
jos del  mundo,  gabé  sufrir  vn  poquito  por  amor  de  dios  sin  que  lo 
sepan  todos!  Es  vna  mujer  muy  mal  casada,  y  porque  no  sepa  su  ma- 
rido lo  dige  V  pe  queja,  pasa  mucha  mala  ventura  y  grandes  travajos 
sin  descansar  con  nayde,  ¿no  pasaremos  algo  entre  dios  y  nosotros  de 


1  Cap.  XI. 

2  En  el  original  de  Valladolid  omite  esta  palabra. 

3  Léase  hayáis. 


CAPITULO    XVI  245 

los  males  que  nos  da  por  nuestros  pecados?  Cuantimás  que  es  nona- 
da lo  que  ise  aplaca  el  mal. 

Todo  esto  que  e  dicho  no  es  para  males  rreijios,  cuando  ay  gran 
calentura,  anque  pido  aya  moderación  y  sufrimiento  sicnpre,  sino  vnos 
maiegillos  que  se  pueden  pasar  en  pie  sin  que  matemos  a  lodos  con 
ellos.  Mas  ¿qué  fuera  si  lesto  vuiera  de  verse  fuera  de  esta  casa?  ¿Cuál 
me  pararan  todos  ios  monesterios?  ¡Y  qué  de  buena  gana,  si  alguna 
se  enmendara,  lo  sufriera  yo!  En  fin,  viene  la  cosa  a  términos  que 
pierden  vnas  por  otras;  y  si  alguna  ay  sufrida  a[n]  los  mesmos  médicos 
no  la  creen,  como  an  visto  a  otras  con  poco  mal  quejarse  tanteo. 
Como  es  para  solas  ¡mis  y  jas,  todo  puede  pasar,  y  acordaos  de  nues^ 
tros  padres  santos  pasados  y  santos  hermitaños,  cuya  vida  pretende- 
mos ymitar:  qué  pasarían  de  dolores,  y  qué  a  solas,  qué  de  f[r]íos,  qué 
de  anbre,  qué  de  soles,  sin  tener  a  quien  se  quejar  sino  a  dios.  ¿Pen^ 
sáys  que  eran  de  yerro?  Pues  tan  de  carne  eran  como  nosotras,  y  en 
comentando,  yjas,  a  vencer  este  corpe^uelo,  no  os  cansará  tanto,  ür- 
tas  avrá  que  miren  lo  que  avéys  menester;  descuydaos  de  vosotras  si 
no  fuere  a  necesidad  Conocida.  Si  no  os  determináys  a  tragar  de  vna 
vez  la  muerte  y  la  falta  de  salud,  nunca  aréys  nada. 

Procura  de  no  temerla  y  dejaros  toda  en  dios,  y  venga  lo  que 
viniere.  De  cuantas  veces  os  a  burlado  este  cuerpo,  burla  vos  de  él 
algún  día;  y  creé  que  anque  parece  esto  poco  para  otras  cosas,  que 
ynporta  más  de  lo  podéys  entender,  sino  apeldo  de  manera  que  os 
quedéys  en  ,costu[n]bre  y  veréys  que  no  miento,  flgalo  el  señor  que 
nos  a  de  ayvdar  a  todo,  y  ajerio  su  majestad  por  quien  es. 


CAPITULO   XVII    (1) 


COMO     R     DE     TENER      EN     POCO     Lfl     VIDA      EL     VERDADERO     AMADOR     DE      DIOS. 


Vamos  a  otras  cosillas  que  tanbién  gnportan  arto,  anque  son  me- 
nudas. Travajo  grande  parece  todo,  mas  comen9ándose  a  obrar,  obra 
dios»  tanto  en  lel  alma  y  á^ela  tantas  mercedes,  que  todo  le  parece 
poco  cuanto  se  puede  aper  ©n  esta  vida.  Y  pues  las  monjas  a9emos  lo 
más  y  damos  a  dios  lo  principal,  quie  es  la  voluntad,  puniéndola  en 
otro  poder,  ¿por  qiíé  ¡nos  detenemos  en  lo  ynterior,  en  lo  que  no  es 
nada?  Pásanse  tantos  travajos,  ayvnos,  silencio,  servir  sienpre  el  coro, 
que  por  mucho  que  ise  quieran  rregalar,  es  a  vepes,  y  no  son  todas, 
y  por  ventura  soy  sola  yo  entre  muchos  monesterios  que  e  visto; 
pues  ¿por  qué  nos  detenemos  en  mortificar  estos  cuerpos  en  naderías, 
que  es  ¡no  laperlos  plaper  en  nada,  sino  andar  en  cuydado  llevándolos 
por  donde  no  quieren  [asta  tenerlos  rrendidos  a  el  espíritu? 

Paré9eme  a  mí  que  quien  de  veras  comienga  a  servir  a  dios,  lo 
menos  que  le  puede  ofre9er,  después  de  dada  la  voluntad,  es  la 
vida  nonada.  Claro  está  que  si  es  verdadero  rrelisioso,  v  verdadero 
orador  y  ¡pretende  go9ar  prégalos  de  dios,  que  no  a  de  bolver  las  es- 
paldas a  desear  Imorir  por  él  y  pasar  martirio.  Pues  ¿ya  no  sabéys, 
hermanas,  que  la  vida  del  verdadero  rrelisioso,  v  Idel  que  quiere  ser  de 
los  {allegados  amigos  de  dios,  es  vn  largo  martirio?  Largo,  porque  con- 
parado a  isi  de  presto  le  degollaran,  puédese  llamar  largo,  mas  toda  es 
corta  la  vida,  y  ,algunas  cortísimas.  En  fin,  todo  lo  que  tiene  fin  no 
ay  que  a^er  caso  tíe  ello,  y  de  la  vida  mucho  menos,  pues  no  ay 
día  siguro;  y  pensando  que  cada  día  es  el  postrero,  ¿quién  no  le  tra- 
vajaría  si  pensase  no  a  de  bivir  más  que  aquél? 

Pues  mira,  hermanas,  creer  eso  es  lo  más  siguro.  Por  eso  mos- 
traos a  contradecir  en  todo  vuestra  voluntad;  anque  no  se  aga  de 
presto,  poco  a  poco,  y  en  poco  tienpo,  si  traéys  cuydado  con  oración, 
os  allaréys  en  la  cunbre.  ¡Mas  qué  gran  rrigor  parepe  decir  que  no  nos 
agamos  placer  en  nada,  como  no  se  dice  qué  gusto  y  qué  placer  tray 
consigo  esta  contradición  y  qué  de  deleytes  se  ganan  con  ella  an  en 
esta  vida!  ¡Qué  siguridad!  Y  aquí,  como  todas  lo  vsan,  estáse  lo 
más  lecho;  vnas  a  otras  se  rrecuerdan  y  se  ayvdan;  esto  a  cada  vna  de 
procurar   yr    adelante    de   las   otras. 


1      Cap.  XII. 


CAPITULO    XVII  247 

Y  en  los  movimientos  ¿interiores  se  traya  mucha  cuenta,  en  especial 
si  tocan  en  mayorías.  Dios  nos  libre,  por  su  pasión,  en  deípir  «si  soy 
más  antigua»,  «si  e  más  años»,  «si  e  travajado  más»,  «si  tratan  a  la 
otra  mijor».  Estos  primeros  movimientos  es  menester  atajarlos  con 
presteza,  que  isi  se  detienen  en  ellos,  v  lo  ponen  en  plática,  es  pes- 
tilencia, y  de  donde  ñapen  grandes  males  en  los  monesterios.  Miren 
que  lo  sé  mucho,  y  en  aviendo  perlada  que  poco  ni  mucho  consienta 
nada  de  lesto,  crean  por  sus  pecados  a  primitido  dios  dársela  para  co- 
mentarse a  perder,  y  jclamen  a  él,  y  toda  su  oración  sea  porque  dé 
el  rremedio  len  Trelisioso  v  persona  de  oración ;  que  quien  de  veras  la 
tiene  con  determinación  de  gopar  de  las  mercedes  que  age  dios  y  rre- 
galos  en  ella,  esto  de  el   desasimiento  a  todos  conviene. 


CAPITULO   XVIII    (1) 


QUE     PROSIGUE     EN     COMO     ñ     DE     TENER     EN     POCO     Lñ     ONRRA     EL     QUE     QUISIERE 
aPROVECHAR. 


No  me  digan  que  rregalos  a9e  dios  a  quien  no  está  tan  desasido. 
Yo  lo  creo,  que  con  su  sabiduría  ynfinita  ve  que  conviene  para  íraellos 
a  que  lo  dejen  por  él  todo.  No  llamo  el  dejar,  entrar  en  rrelisión, 
que  ynpedimentos  puede  aver,  y  en  cada  parte  puede  el  alma  perfeta 
estar  desasida  y  vmilde;  mas  créanme  vna  cosa,  que  si  ay  punto  de 
onrra,  v  deseo  de  apienda  (que  tanbién  puede  estar  en  el  monesíerio 
como  fuera,  anque  más  quitadas  están  las  ocasiones  y  mayor  sería  la 
culpa),  que  anque  tengan  muciios  años  de  orapión,  v,  por  mijor  degir, 
consideración,  que  oración  perfeta,  en  fin,  quita  estos  rresabios,  que 
nunca  medrarán  mucho,  ni  llegarán  a  go^ar  el  verdadero  fruto  de  la 
oración. 

Mira  si  os  va  algo,  ermanas,  en  éstas  que  parepen  naderías,  pues  no 
cstáys  aquí  a  otra  cosa.  Vosotras  no  quedáys  más  onrradas  y  el  prove- 
cho perdido,  como  dige;  ansí  que  dcsonrra  y  pérdida  cabe  aquí  junto. 
Cada  vna  mire  en  sí  lo  que  tiene  de  vmildad,  y  verá  lo  que  está  apro- 
vechada. Tengo  por  cierto  que  al  verdadero  vmilde,  an  en  primer  mo- 
vimiento no  osa  el  demonio  tentarle  en  cosa  de  mayorías;  porque,  como 
es  tan  sagaz,  teme  el  golpe.  Y  es  ynposible,  si  vno  es  vmilde,  que  no 
gane  más  fortaleca  en  (esta  virtud  y  grandísimos  grados  de  aprovecha- 
miento si  el  demonio  le  tienta  por  ay;  porque  como  forjado  a  de 
sacar  sus  pecados  y  mirar  lo  quei  a  servido  con  lo  que  debe  a  cristo, 
y  las  grande<;as  que  ypo  de  abajarse  a  sí  para  dejarnos  enjenplo  de 
vmildad,  isale  el  alma  tan  gananciosa,  que  no  osa  tornar  otro  día  por 
no  yr  quebrado  (2)  la  cávela. 

Este  consejo  toma  de  mí,  y  no  se  os  olvide,  que  no  sólo  en  lo 
ynterio[r],  que  ya  Idicho  se  está  que  sería  gran  mal  no  quedar  con 
ganancia,  mas  en  lo  esterior  procura  que  la  saquen  las  ermanas  de 
vuestra  tentación:  si  queréys  vengaros  del  demonio  y  libraros  de  ella  (3), 
que  ansí  como  ios  venga,  os  descupráys  (4)  a  la  perlada  y  la  rrogéys  y 


1  Prosigue  el  capítulo  XII. 

2  Quebrada,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Remedio,  escribe  al  margen  la  Santa. 

4  Véase  lo  que  dejamos  dicho  en  la  nota  tercera  de  la  pág.  213.  Sin  embargo,  no  se  tome 
como  regla  general  en  la  Santa,  pues  en  muchos  casos  escribe  disparate,  cabeza,  y  otras  pa- 
labras análogas,  con  b,  o  con  v,  indistintamente. 


CAPITULO  xvín  249 

pidáys  os  dé  oficio  muy  bajo,  y  como  pudierdes  andéys  estudiando  en 
qué  doblar  en  esto  vuestra  voluntad,  que  el  señor  os  descubrirá  muchas 
cosa[s],  y  con  mortificaíiones  públicas,  pues  se  vsan  en  esta  casa.  Como 
de  pestilencia  vyd  de  tales  tentaciones  del  demonio,  y  procura  que  esté 
poco  con  vos. 

Dios  nos  libre,  de  persona  que  le  quiere  servir,  acordarse  de  onrra 
ni  temer  desonrra;  mira  que  es  mala  ganancia,  y,  como  e  dicho,  Ja 
mesma  onrra  se  pierde  con  estos  deseos,  en  especial  en  las  rrelisiones. 
Ansí  no  ay  tóxico  en  el  mundo  que  ansí  mate  como  estas  cosas  la 
perfe^ión.  Diréys  que  ison  cosillas  que  no  son  nada,  que  no  ay  que  a^er 
caso  de  ellas.  No  ¡os  burléys  con  eso,  que  cre^e  como  espuma  en  los 
monesterios,  y  no  ay  cosa  pequeña  en  tan  notable  peligro.  ¿Sabéis  por 
qué?  Porque  por  ventura  en  vos  comienza  por  poco,  y  no  es  casi  nada, 
y  luego  mueve  el  idemoniO'  a  que  al  otro  le  parezca  mucho,  y  an  pen- 
sará es  caridad  deciros  que  cómo  consentís  aquel  agravio,  que  dios  os 
dé  paciencia,  que  lo  ofrezcáys  a  dios,  que  no  sufriera  más  vn  santo. 
Pone  vn  caramillo  en  la  lengua  de  la  otra,  que  ya  que  no  podéys  me- 
nos de  sufrir,  os  ace  an  tentar  de  vanagloria  diciendo  es  mucho. 

Y  es  esta  nuestra  paturaleca  tan  negro  flaca  (1),  que  an  quitándo- 
nos la  ocasión  con  decir  no  es  nada,  lo  sentimos,  cuantimás  viendo 
lo  sienten  por  nosotros.  Acenos  crecer  la  pena  pensar  que  tenemos 
rracón,  y  pierde  el  jalma  todas  las  ocasiones  que  avía  tenido  para  me- 
recer, y  queda  más  flaca  para  que  otro  día  venga  ei  demonio  con 
otra  cosa  peor;  y  an  acaece  artas  veces,  que  anque  vos  no  queráys  sentir- 
lo, os  dicen  que  si  soys  bestia,  que  bien  es  que  se  sientan  las  cosas. 
¡V,  que  si  ay  alguna  amiga! 


1      El  autógrafo  de  Valladolid  omite  la  palabra  negro,  que  la  Santa  emplea  en  este  pasaje 
en  el  sentido  Hguiado  de  sumamente  débil. 


CAPITULO   XIX    (1) 


GOMO    A    DE    VIR    (2)    DE    LOS    PUNTOS    Y    RRñZONES    DEL    MUNDO    PARñ    LLEGARSE    H 
LA    VERDflDERñ    HRflZON, 


jO,  por  amor  'de  dios,  hermanas,  que  miréys  mucho  en  esto!:  a 
ninguna  le  mueva  yndiscreta  caridad  para  mostrar  lástima  de  la  otra 
en  cosa  que  toque  a  estos  ñnjidos  agravios.  Muchas  ve^es  os  lo  digo, 
y  aora  lo  cscrivo  aquí,  que  en  esta  casa,  ni  en  toda  persona  perfeta 
vya  mil  leguas,  «rra^ón  tuve»,  «y9iéronme  sinrra9Ón»,  «no  tuvo  rra- 
qón  la  hermana»;  de  inalas  rragones  nos  libre  dios.  ¿Parepe  avía  rra- 
9ón  para  que  sufriese  cristo  nuestro  bien  tantas  ynjurias  y  se  las  di- 
jesen, y  tantas  isinrrapones?  La  que  no  quisiere  llevar  cruz,  sino  la 
que  le  dieren  muy  puesta  en  rra^ón,  no  se  yo  para  qué  está  en  el 
monesterio;  tórnese  al  mundo  adonde  an  no  le  guardarán  esas  rra^ones. 
¿Por  ventura  podéys  pasar  tanto  que  no  deváys  más?  ¿Qué  rragón  es 
ésta?   Por  cierto,  yo  mo  lo  entiendo. 

Cuando  os  ygieren  alguna  onrra,  v  rregaio  v  buen  tratamiento,  saca 
vos  esas  rra^ones,  que  cierto  es  contra  rrafón  nos  (3)  le  agan  en  esta 
vida;  mas  cuando  agravios,  ¡que  ansí  los  nonbran  sin  avernos  agravio, 
yo  no  sé  que  ay  que  ablar.  V  somos  esposas  de  tan  gran  rrey,  v  no. 
Si  lo  somos,  ¿qué  mujer  onrrada  ay  que  no  sienta  en  el  alma  la 
desonrra  que  apeni  a  su  esposo?  Y  anque  no  la  quiera  sentir,  en  fin, 
de  onrra  v  desonrra  participan  entramos.  Pues  querer  participar  del 
rreyno  de  ¡nuestro  esposo,  y  ser  conpañeras  con  él  en  el  gogar,  y  en  las 
desonrras  y   travajos  quedar  sin  ninguna  parte,  es  disvarate. 

No  nos  lo  deje  dios  querer,  sino  que  a  la  que  le  pareciere  es 
tenida  entre  todas  en  menos,  se  tenga  por  más  bienaventurada;  y  ver- 
daderamente ansí  lo  es,  isi  lo  lleva  como  ¡lo  a  de  llevar,  que  acá  vsa- 
das  (4),  créame  a  mí,  que  lo  e  espirimentado  (5)  que  no  le  falte  onrra 
en  esta  vida  ni  en  la  otra.  Qué  disvarate  e  dicho,  que  me  crean  a 
mí  diciéndolo  la  verdadera  sabiduría  que  es  la  mesma  verdad,  y  la 
rrey  na  de  los  ángeles.  Parezcámonos,  y  jas  mías,  en  alguna  cosita  a 
esta  sacratísima  virjen,  cuyo  abito  traemos,  que  es  confusión  nonbrar- 
nos  monjas   suyas.   Siquiera   en   algo,   ymitemos  esta   su   vmildad;    digo 


1  Cap.  XIII. 

2  Léase  huir. 

3  Alguien  borró  sin  fundamento  la  n  de  esta  palabra,  para  que  se  leyese  os. 

4  H  usadas,  dice  ordinariamente. 

5  Que  lo  e  espirimentado.  Estas  palabras  se  hallan  tachadas  por  la  Santa. 


CAPITULO    XIX  20i 

algo,  porque  por  mucho  que  nos  vajeraos  g  vmilleraos,  no  a^e  nada 
vna  como  yo,  que  por  sus  pecados  tiene  y  e  meregido  la  y^iesen 
avajar  y  despreciar  los  demonios,  ya  que  ella  no  quisiese;  porque  an» 
que  no  tengan  tantos  pecados,  por  maravilla  avrá  quien  deje  de  tener 
alguno  porque  aya  merecido  el  ynfierno.  Y  tomo  a  decir,  que  no 
os  parezca  poco  estas  cosas,  que  si  no  las  cortáys  con  dilijencia,  lo 
que  oy  no  era  nada,  mañana  por  ventura  será  pecado  venial;  y  es 
de  tan  mala  dysistión  (1),  que  si  os  dejáys,  no  quedará  solo,  y 
cosa  muy   mala  para  congregación. 

En  esto  aviamos  de  ímirar  mucho  las  que  estamos  en  ellas,  en  no 
dañar  a  las  que  travajan  por  acemos  bien  y  darnos  buen  enjenplo. 
y  si  entendiésemos  cuan  gran  daño  se  ace  en  que  se  comience  vna 
mala  costunbre  de  lestos  puntillos  de  onrra,  más  querríamos  más  (2)  mo- 
rir mil  muertes  que  ser  cavsa  de  ello;  porque  es  muerte  corporal,  y 
pérdida  de  lel  alma,  es  gran  pérdida,  y  que  parece  nunca  se  acava  de 
perder;  porque  muertas  vnas  vienen  otras,  y  a  todas  les  cave  por  ven- 
tura más  parte  de  vna  mala  costunbre  que  pusimos,  que  de  muchas  vir- 
tudes; porque  el  demonio  no  la  deja  caer,  y  las  virtudes  la  mesma 
flaqueca  natural  las  ace  perder. 

¡O  qué  grandísima  caridad  aria,  y  qué  gran  servicio  a  dios,  la 
monja  que  se  viese  no  puede  llevar  las  perfeciones  y  costunbres  que  ay 
en  esta  casa,  conocerse  y  yrse,  y  dejar  a  las  otras  en  paz!  y  an 
en  todos  los  monesterios  (al  menos  si  me  creen  a  mí),  no  la  ternán 
ni  darán  profesión  asta  que  de  muchos  años  esté  provado  a  ver  si  se 
enmiendan.  No  llamo  faltas  en  la  penitencia  y  ayvnos,  porque,  anque 
lo  es,  no  son  cosas  que  acen  tanto  daño;  mas  vnas  condiciones  que  ay 
de  suyo  amigas  de  ser  estimadas  y  tenidas,  y  mirar  las  faltas  ajenas 
y  nunca  conocer  las  suyas,  y  otras  cosas  semejantes,  que  verdaderamente 
nacen  de  poca  vmildad,  si  dios  no  favorece  con  darla  gran  espíritu, 
asta  de  muchos  laños  verla  enmenda[da],  os  libre  dios  de  que  quede 
en  vuestra  conpañía.  Entended  que  ni  ella  sosegará  ni  os  dejará  sose- 
gar a  todas  (3). 


1  Había  escrito  desistían,  g  lo  corrigió.  Dixestión,  escribe  en  el  original  do  Valladolid. 

2  Este  más  le  puso  la  Santa  entre  líneas,  quizá  olvidada  del  que  acababa  de  escribir, 

3  Este  o  el  primer  párrafo  del  siguiente  capítulo  fueron  omitidos  por  la  Santa  en  el  origi- 
nal de  Valladolid. 


CAPITULO    XX    (1) 


LO     MUCHO     QUE    YNPORTñ    NO     DAR     PROFESIÓN    ñ     NINGUNA     QUE    VflYH     CONTRARIO 
SU    espíritu    de    las    cosas    QUE    QUEDA    DICHO. 


Como  no  tomáys  dote,  á9eos  dios  mer9ed  para  esto,  que  es  lo 
que  me  lastima  de  los  monesterios,  que  muchas  ve^es,  por  no  tornar  a 
dar  el  dinero,  dejan  el  ladrón  que  les  rrobe  el  tesoro!,  v  por  la  onrra 
de  sus  devdos.  En  esta  casa  tenéys  ya  aventurada  y  perdida  la  onrra 
del  mundo,  porque  los  pobres  no  son  onrrados  (2),  no  tari  a  vuestra  costa 
queráys  que  lo  sean  los  otros.  Nuestra  onrra,  ermanas,  a  de  ser  servir 
a  dios;  quien  pensare  que  de  esto  os  a  de  estorvar,  quédese  con  su 
onrra  en  su  casa,  que  para  esto  ordenaron  nuestros  padres  la  prova- 
9ión  de  vn  año,  y  en  nuestra  orden  que  no  se  dé  en  cuatro,  que  para 
esto  ay  libertad:  aquí  ¡querría  yo  no  se  diese  en  diez  (3).  La  monja 
vmilde  poco  se  le  idará  en  no  ser  profesa;  ya  sabe  que  si  es  buena  no 
la  echarán;  si  no,  i¿para  qué  quiere  ager  daña  a  este  colesio  de  cristo? 

Y  no  llamo  no  iser  buena,  cosa  de  vanidad,  que,  con  el  favor  de 
dios,  creo  estará  lejos  íde  esta  casa.  Llamo  no  ser  buena,  no  estar  morti- 
ficada, sino  con  asimiento  de  cosas  del  mundo  v  de  sí  en  estas  cosas 
que  e  dicho;  y  la  que  mucho  en  sí  no  le  viere,  créame  ella  mesma 
y  no  aga  profesión,  si  no  quiere  tener  vn  ynfierno  acá,  y  plega  a  dios 
no  sea  otro  allá,  porque  ay  muchas  cavsas  en  ella  para  ello,  y  por 
ventura  las  mesmas  de  la  casa  no  las  entenderá[n]  (4),  ni  la  mesma, 
como   yo   las  tengo  entendidas. 

Créanme,  y  si  no  el  tienpo  les  doy  por  testigo,  porque  todo  el 
estilo  que  pretendemos  llevar  es  de  no  sólo  ser  monjas,  sino  ermita- 
fias,  y  ansí  se  desasen  de  todo  lo  criado;  y  a  quien  él  quiere  para 
aquí  particularmente,  veo  a^e  esta  merped.  Anque  aora  no  sea  en  toda 
perfe^ión,  vese  que  va  jya  a  ella  por  el  gran  contento  y  alegría  que 
les  da  ver  que  ino  a  de  tornar  a  tratar  con  cosa  "de  la  vida.  Torno 
a  deíir  que  si  se  encuna  a  tratarlo,  que  si  no  se  ve  yr  aprovechando, 
que  procure  yrse  despidiendo  de  yrse  a  otro  monesterio,  y  si  no,  verá 


1  Prosigue  el  capítulo  XIII. 

2  Toma  esta  palabra,  lo  mismo  que  en  otros  pasajes,  en  el  sentido  de  apreciados,  esti" 
Triados. 

3  El  Concilio  de  Trento  ü  ulteriores  decisiones  pontificias,  han  regulado  todo  lo  pertinente 
a  la  entrada  a  profesión  en  Ordenes  religiosas. 

H     Entenderán,  se  lee  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO     XX  253 

cómo  le  sU9ed€,  y  mo  S€  queje  de  mí,  que  le  comencé,  porque  no  la 
aviso. 

Esta  casa  es  vn  9Íelo,  si  le  puede  aver  en  la  tierra,  para  quien  se 
contenta  sólo  de  icontentar  a  dios  g  no  a^e  caso  de  contento  suyo,  y  tié- 
nese  muy  buena  vida;  en  quiriendo  algo  más,  se  perderá  todo,  por- 
que no  lo  puede  tener  en  nada.  Y  el  alma  descontenta  es  como  quien 
tiene  gran  astío,  que  por  bueno  que  sea  el  manjar,  le  da  en  rrostro; 
y  cuando  los  sanos  toman  gran  gusto  en  comer,  le  age  mayor  asco 
en  el  estómago  del  que  tiene  astío.  En  otro  cavo,  v  monesterio  no  tan 
estrecho,  se  salvarán  mijor,  y  por  ventura  poco  a  poco  llegarán  a 
la  perfección  que  aquí  no  pudieron  sufrir  por  llevarse  junta.  Que  anque 
en  lo  ynterior  se  les  aguardará  tienpo  para  del  todo  desasirse  y  mor- 
tificarse, en  lo  esíerior  a  de  ser  con  brevedad  por  el  daño  que  puede 
a<;>er  a  las  otras;  y  a  quien  con  ver  que  todas  lo  a^en,  y  andar 
sienpre  en  tan  buena  conpafiía,  no  le  aprovecha  en  vn  año,  v  jnedio, 
temo  que  no  aprovechará  más  en  muchos,  sino  menos.  No  digo  que 
sea  tan  cunplido  como  las  otras,  mas  que  se  entienda  va  cobrando 
salud,  que  luego  se  ve  cuando  el  mal  es  mortal. 


CAPITULO   XXI    (1) 


PROSIGUE    EN     LO    MUCHO    QUE    ESTO    YNPORTfl. 


Bien  creo  favorece  el  señor  a  quien  bien  se  determina,  y  por  eso 
va  imucho  en  mirar  qué  talento  tiene  la  que  entra,  y  que  no  sea  sólo 
por  rremediarse,  como  acaecerá  a  muchas,  puesto  que  dios  puede  per- 
fisionar  este  yntento  si  es  persona  de  buen  entendimiento,  que  si  no,  e[n] 
nynguna  manera  se  tome;  porque  ni  ella  se  entenderá  cómo  entra,  ni 
después  a  Jlas  'que  la  quisieren  poner  en  lo  mijor.  Porque,  por  la  mayor 
parte,  quien  lesta  falta  tiene,  sienpre  les  parege  entiende  más  lo  que 
le  conviene  que  los  imás  sabios;  y  es  mal  que  le  tengo  por  yncurable, 
porque  por  maravilla  deja  de  traer  consigo  malicia,  y  adonde  ay 
mucho  número  de  monjas  podráse  tolerar,  y  en  tan  pocas  no  se  po- 
drá   sufrir. 

Vn  buen  entendimiento,  si  comienza  a  aficionarse  al  bien,  ásese 
a  él  con  fortaleza,  porque  ve  es  lo  más  acertado;  y  cuando  no  apro- 
veche para  mucho  espíritu,  aprovechará  para  buen  consejo  y  para  artas 
cosas,  sin  cansar  a  inadie,  antes  es  rrecrea^ión;  cuando  éste  falta,  yo 
no  sé  para  qué  en  comunidad  puede  aprovechar,  y  dañar  podría  mu- 
cho. Esta  falta  y  las  demás  no  se  ve  muy  en  breve,  porque  algunas 
personas  ablan  bien  y  (entienden  mal,  y  otras  ablan  corto,  y  no  muy 
cortado,  y  tienen  entendimiento  para  mucho  bien:  que  ay  vnas  sin- 
pli^idades  santas,  que  saben  muy  poco  para  negocios  y  estilo  del 
mundo,  y  Imucho  para  tratar  con  dios.  Por  eso,  es  menester  gran  yn-» 
forma(;ión  para  tomarlas,  y  larga  prova^ión  para  darlas  profesión.  En- 
tienda vna  vez  lel  mundo  que  tienen  libertad  para  tornar  a  echarlas, 
que  en  monesterio  donde  ¡ay  asperezas,  muchas  ocasiones  ay,  y  como 
se  vsc,  no  se  terna  por  agravio. 

Digo  entienda,  porque  son  tan  desventurados  estos  tienpos,  y  tanta 
la  flaquera  de  las  (rrelisiosas  (esto  por  mí  lo  digo  que  míe  a  acaecido), 
que  no  vasta  tenerlo  por  mandamiento  de  nuestros  pasados,  sino  que, 
por  no  aqer  vn  agravyo  pequeño,  v  por  quitar  vn  dicho  que  no  es 
nada,  dejamos  olvidar  las  virtuosas  costunbres,  y  plega  a  dios  no  se 
page  en  la  otra  vida  las  que  admitimos  (2).  Nunca  falta  vn  color  con  que 
avernos  entender  se  sufre  aperlo,   y   en   caso  tan   ynportante,  ninguno 


1  Cap.  XIV. 

2  Las  que  las  admitimos,  se  lee  en  el  original  de  Valiadolid. 


CAPITULO     XXI  255 

es  bueno;  porque  cuando  /el  perlado  (1)  sin  afepión,  ni  pasión,  mira  lo 
que  está  bien  a  la  casa,  nunca  creo  dios  le  dejará  errar;  y  en  mirar 
estas  piadades  y  puntos  negyos,  tengo  para  mí  que  no  deja  de  aver 
yerro. 

Y  éste  es  vn  negocio  que  cada  vna  por  sí  le  avía  de  mirar  y 
encomendar  a  dios,  y  animar  a  la  perlada  cuando  le  falte  ánimo,  por- 
que es  cosa  en  que  va  muy  mucho  a  todas,  y  ansí  suplico  a  dios 
que  sienpre  os  dé  en  ello  luz. 


1      En  el  original   se   lee  perlada,    pero  lo  creemos  una  equivocación   material,    porque  la 
Santa,  que  comete  no  pocas  faltas  de  concordancia,  jamás  incurre  en  ésta. 


CAPITULO   XXII    (1) 


QUE  TRATA  DEL  GRAN  BYEN  QUE  ñY  EN  NO  DISCULPARSE  AVNQÜE  .  SE  VEAN 
CONDENAR  SIN  CULPA. 


(Mas  qué  desconcertado  escrivo!  bien  como  quien  no  sabe  qué  a9e(2). 
Vosotras  tenéys  la  culpa,  ermanas,  pues  me  lo  mandáys.  Leeldo  (3)  como 
pudierdes,  que  ansí  lo  escrivo  yo  como  puedo,  y  si  no,  quemaldo  (4) 
por  mal  que  va.  .Quiérese  asiento  y  yo  tengo  tan  poco  lugar  como  veys, 
que  se  pasan  ocho  días  que  no  escrivo,  y  ansí  se  me  olvida  lo  que  e 
dicho,  y  an  lo  que  voy  a  a  (5)  de^ir.  Que  aora  será  mal  de  mí,  y  rro- 
garos  no  le  agáys  vosotras  en  esto  que  acavo  de  ager,  que  es  discul* 
parme,  que  veo  ;ser  vna  costunbre  perfetísima  y  de  gran  edificación  y 
mérito;  y  lanque  os  la  enseño  muchas  vepes,  y  por  la  bondad  de  dios 
lo  aqéys,  nunca  su  majestad  me  la  a  dado.  Plega  él  antes  que  me 
muera  me  la  dé.  Jamás  me  falta  vna  cavsa  para  pare^erme  mayor  vir- 
tud dar  disculpa;  como  algunas  ve^es  es  lígito  y  sería  mal  no  lo  a^er, 
no  tengo  discrición,  v,  por  mijor  de^ir,  vmildad  para  ajerio  cuando 
conviene.  Porque,  verdaderamente,  íes  de  gran  vmildad  verse  condenar 
no  tiniendo  culpa,  y  es  gran  ymitagión  del  señor  que  nos  quitó  todas 
las  culpas.  Os  querría  mucho  persuadir  pongáys  en  esto  gran  estudio, 
porque  tray  consigo  grandes  ganancias;  y  en  procurar  nosotros  raes- 
mos  librarnos  de  culpa,  jiinguna,  ninguna  veo,  si  no  es,  como  digo,  en 
algunos  casos  que  podría  ser  enojo  v  escándalo  no  degir  la  verdad.  Esto 
quien   tuviere  más  discreción  que  yo   lo  entenderá. 

Y  creo  va  mucho  en  acostunbrarse  a  esta  virtud,  v  en  procurar 
alcanzar  del  señor  verdadera  vmildad,  que  de  aquí  deve  venir;  por- 
que el  verdadero  vmilde  a  de  desear  con  verdad  ser  tenido  en  poco 
y  ser  persigido  y  condenado  sin  culpa,  an  en  cosas  graves.  Porque  si 
quiere  yraitar  ¡al  señor,  ¿en  qué  mijor  que  en  esto  puede?  Que  aquí 
no  son  menester  fuergas  corporales  ni   ayvda   de  nayde  sino  de  dios. 

Estas  virtudes  grandes,  hermanas  mías,  querría  yo  fuese  nuestro 
estudio  y  penitencia,  que  en  otras  asperecas,  anque  son  buenas,  ya  sa- 
béys  os  voy  a  la  mano  cuando  son  demasiadas,  Vnas  virtudes  grandes 


1  Cap.  XV. 

2  Lo  que  hace,  había  escrito  primero. 

3  Por  leedlo. 

4  Por  quemadlo. 

5  Repite  por  distracción  la  a. 


CAPITULO     XXII  257 

ynteriores  no  enflaquepen  (1),  ni  quitan  las  fuerzas  al  cuerpo  para  ser- 
vir la  rrelisión,  sino  fortalcíen  el  alma;  y  de  cosas  muy  pequeñas  se 
puede  acostunbrar  de  manera,  que  vengan  a  salir  con  Vitoria  de  las 
muy  grandes. 

Mas  qué  bien  se  >escrive  esto  y  que  mal  lo  ago  yo.  ñ  la  verdad, 
en  cosas  grandes  nunca  e  podido  a^er  esta  prueva,  porque  nunca 
oy  degir  cosa  mala  de  mí  que  no  viese  claro  quedavan  cortos,  porque 
anque  no  era  algunas  ve^es,  y  muchas,  en  las  mesmas  cosas,  tenía 
ofendido  a  dios  len  otras  muchas,  y  parecíame  que  avían  echo  arto 
en  dejar  aquéllas,  y  iSienpre  me  olgé  yo  más  dijesen  de  mí  lo  que  no 
era,  que  las  verdades  Jnás  las  sentía,  estotras  cosas  por  graves  que 
fuesen,  no;  mas  íen  tosas  pequeñas  sigía  mi  naturaleza,  y  sigo,  sin  ad- 
vertir que  es  lo  (más  perfeto.  Por  eso  querría  yo  lo  comenpásedes  ten- 
prano  a  «ntender,  y  cada  vna  a  traer  consideración  de  lo  mucho  que 
gana  por  todas  vías,  y  por  ¡ninguna  pierde,  a  mi  parecer.  Gana  lo  prin- 
cipal, en  sigir  en  ¡algo  al  señor.  Digo  en  algo,  porque,  como  e  dicho, 
nunca  nos  culpan  sin  culpas,  que  sienpre  andamos  llenos  de  ellas, 
pues  cay  isiete  vepes  al  día  el  justo,  y  sería  mentira  depir  que  no  te- 
nemos pecado,  flnsí  que,  anque  no  sea  en  lo  mesmo  que  nos  culpa, 
nunca  estamos  sin  culpa  del  todo,  como  lo  estava  él  buen  jesús. 

¡O  señor  mío!  que  cuando  pienso  por  qué  de  maneras  pade^is- 
tes  y  cómo  por  ninguna  manera  lo  mere^istes,  no  sé  qué  me  diga  de 
mí,  ni  adonde  tuve  el  seso  cuando  no  deseava  padecer,  ni  adonde  estoy 
cuando  de  alguna  icosa  me  disculpo.  Ya  sabéys  vos,  bien  mío,  que  si 
tengo  algún  bien,  que  |no  es  dado  por  otras  manos  sino  por  las  vues- 
tras (2) ;  ¿pues  qué  os  va  señor  más  en  dar  poco  que  mucho?  Si  es  por 
no  lo  merecer,  yo  tanpoco  merecía  las  mercedes  que  me  avéys  echo. 
¿Es  posible  que  e  yo  de  querer  que  sienta  nayde  bien  de  cosa  tan  mala? 
¿cómo,  aviendo  dicho  tantos  imales  de  vos  que  soys  bien  sobre  todos 
los  bienes?  (3).  No  se  sufre,  no  se  sufre,  dios  mío,  ni  querría  yo 
lo  sufriésedes  vos,  que  aya  en  vuestra  sierva  cosa  que  no  contente 
a  vuestros  ojos.  Pues  mira  que  los  míos  están  ciegos,  señor,  y  se  con- 
tentan de  muy  poco.  Dadme  vos  luz,  y  aced  que  desee  que  todos  me 
aborrezcan,  pues  tantas  veces  ,os  e  dejado  a  vos,  amándome  con  toda 
fedilidad   (4).  i 

¿Qué  es  esto,  dios  mío?  ¿Qué  pensamos  sacar  de  contentar  a  las 
criaturas?  ¿Qué  nos  va  len  ser  muy  culpados  de  todas  ellas,  si  de- 
lante de  mi  Criador  lestoy  sin  culpa?  ¡O  ermanas  mías,  que  nunca  aca- 
vamos  de  entender  esta  verdad,  y  ansí  nunca  acavaremos  de  estar  en 
la  cunbre  de  la  iperfeción,  si  mucho  no  la  andamos  considerando  y 
pensando  qué  es  lo  que  íes,  y  qué  es  lo  que  no  es! 


1  Primero  había  escrito  y  lo  modificó:  «£w  unas  virtudes  grandes  anteriores  nunca  puede 
aver  demasía,  no  enflaquecen». 

2  Aquí  hay  borrada  muij  cerca  de  una  línea. 

3  Esta  frase  la  modifica  así  en  el  autógrafo  de  Valladolid:  «¿Es  posible  que  he  yo  de 
querer  que  sienta  nadie  bien  de  cosa  tan  mala^  habiendo  dicho  tantos  males  de  Vos  que  sois 
bien  sobre  todos  los  bienes?» 

4  Por  ñdelidad. 

III  17  * 


CñPITULO    XXIII    (1) 


PROSIGUE     EN     Lfl     MISMA     MflTERIñ, 


Pues  cuando  no  viese  (2)  otra  ganancia,  sino  la  confusión  que  le  que- 
dará a  la  hermana  que  a  echo  la  culpa  de  ver  que  vos  sin  ella  os 
a  la  hermana  que  a  echo  la  culpa  de  ver  que  vos  sin  ella  os 
dejáys  condenar,  es  grandísimo:  más  levanta  vna  cosa  de  éstas,  a  las 
ve9es,  que  diez  sermones.  Pues  todas  avéijs  de  procurar  de  ser  predi'^ 
cadoras  de  obras,  pues  el  apóstol  y  nuestra  ynabilidad  nos  quita  que 
lo  seamos  en  las  palabras. 

Nunca  penséys  que  a  de  estar  secreto,  ya  creo  os  lo  e  dicho  otra 
vez  y  lo  querría  defir  muchas,  el  malí  v  el  bien  que  y(;:ierdes  por  encerra- 
das que  estéys.  ¿Y  pensáys,  y  jas,  que  anque  vos  no  os  desculpéys, 
a  de  faltar  quien  torne  por  vos?  Mira  como  tornó  cristo  por  la  mada- 
lena  cuando  la  culpava  isanta  marta.  Cuando  sea  menester,  su  majes- 
tad moverá  a  quien  torne  por  vosotras.  De  esto  tengo  grandísima 
espirien^ia,  anque  más  querría  yo  que  no  se  os  acordase,  sino  que  os 
olgásedes  de  quedar  ,por  culpadas;  y  el  provecho  que  veréys  en  vues- 
tra alma,  el  tienpo  os  doy  por  testigo,  porque  age  mucho. 

El  vno  es  comentar  a  ganar  libertad,  y  -no  se  le  dar  más  que  digan 
mal  que  bien  de  vos,  antes  parece  que  es  negocio  ajeno;  como  si  es- 
tuviesen ablando  otras  personas  delante  de  vos,  como  no  es  con  vos, 
estáys  descuidada  en  la  rrespuesta.  Ansí  es  acá,  con  la  costunbre  que 
está  ya  echa  de  que  no  avéys  de  rresponder,  no  parece  ablan  con  vos. 
Parecerá  esto  ynposible  a  los  que  somos  muy  sentidos  y  poco  mor- 
tificados, y  a  los  principios  dificultoso  es;  mas  yo  sé  que  se  puede 
alcanzar  esta  libertad^  y  negación  y  desasimiento  de  nosotros  mes- 
mos,  con  el  favor  del  señor,   poco   a  poco. 


1  Prosigue  el  capítulo  XV. 

2  Hubiese,  se  lee  en  el  autóflrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO   XXIV    (1) 


QUE    TRñTfl    DE    QUflN   WECESflRIO    R    SIDO    LO    QUE    QUEDA    DICHO    PflRfl    COMENZAR 
a    TRATAR    DE    ORACIÓN. 


Y  no  os  parezca  mucho  todo  esto,  que  voy  entablando  el  juego, 
como  di^en.  Pedístesme  os  dijese  el  principio  de  oración;  yo,  yjas, 
anque  no  me  llevó  dios  por  este  principio,  porque  an  no  le  devo  tener 
de  estas  virtudes,  no  sé  otro.  Pues  creé  que  quien  no  sabe  concertar  las 
piezas  en  el  juego  'del  ajedrez,  que  sabrá  mal  jugar,  y  si  no  sabe 
dar  jaque,  no  sabrá  dar  mate.  Ansí  me  avéys  de  rrepreender  porque 
ablo  en  cosa  de  juego  no  le  aviendo  en  esta  casa,  ni  aviéndole  de 
a  ver.  Aquí  veréys  la  madre  que  os  dio  dios,  que  asta  esta  vanidad 
sabía;  mas  di^en  que  jes  lícito  algunas-  ve9es.  Y  cuan  lícito  será  para 
nosotras  esta  manera  de  jugar,  y  cuan  presto,  si  mucho  lo  vsamos, 
daremos  mate  a  este  rrey  divino,  que  no  se  nos  podrá  yr  de  las 
manos  ni  querrá. 

La  dama  es  la  que  más  gerra  le  puede  a9er  en  este  juego,  y  todas 
las  otras  piezas  ayvdan.  No  ag  dama  que  ansí  le  aga  rrendir  como  la 
vmildad;  ésta  le  trajo  del  (jielo  en  las  entrañas  de  la  virjen,  y  con 
ella  le  traeremos  nosotras  de  vn  cavello  a  nuestras  almas.  Y  creé  que, 
quien  más  tuviere,  más  le  terna,  y  quien  menos  menos;  porque  no 
puedo  yo  entender  cómo  aya,  ni  pueda  aver  vmildad  sin  amor,  ni 
amor  sin  vmildad,  ni  es  posible  estar  estas  dos  virtudes  sin  gran 
desasimiento  de  todo  lo  criado. 

Diréys,  mis  yjas,  que  para  qué  os  ablo  en  virtudes,  que  artos  li- 
bros tenégs  que  os  las  enseñan,  que  no  queréys  sino  contenpla^ión. 
Digo  yo,  que  an  ¡si  pidiérades  meditaíión,  pudiera  ablar  de  ella,  y 
aconsejar  a  todos  la  tuvieran,  anque  no  tengan  virtudes;  porque  es 
principio  para  alcanzar  todas  \las  virtudes  y  cosa  que  nos  va  la  vida 
en  comentarla  todos  los  cristianos;  y  ninguno,  por  perdido  que  sea, 
si  dios  le  despierta  a  tan  gran  bien,  lo  avía  de  dejar,  como  ya  tengo 
escrito  en  otra  parte,  yi  otros  muchos  que  saben  lo  que  escriven,  que 
yo  por  ?ierto  que  no  lo  sé;   dios  lo  sabe. 

Mas  contenplagión  es  otra  cosa,  yjas,  que  éste  es  el  engaño  que 
todos  traemos,  que  len  llegándose  vno  vn  rrato  cada  día  a  pensar  sus 


1  Cap.  XVI.  En  la  edición  de  Rivadenesjra  se  une  este  capítulo  al  anterior.  La  Santa  in- 
dica en  el  original  que  aquí  ha  de  comenzar  otro  nuevo.  Ya  dijimos  en  nota  de  la  página  73, 
que  S.  Teresa  omitió  en  el  autógrafo  de  Valladolid  todo  este  capítulo,  aunque  Fr.  Luis  de  León 
lo  publicó,  tomándolo  del  escurialense. 


260  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

pecados,  que  lestá  lobligado  a  ello  si  es  cristiano  de  más  que  nonbre, 
luego  di9en  es  muy  contenplativo ;  y  luego  le  quieren  con  tan  gran- 
des virtudes  como  iestá  obligado  a  tener  el  muy  contenplativo,  y  an  él 
se  quiere,  mas  gerra.  En  los  principios,  no  supo  entablar  el  juego; 
pensó  bastava  conocer  las  plecas  para  dar  mate  y  es  ynposible,  que 
no  se  da  éste  rrey  sino  a  quien  se  le  da  del  todo. 


CAPITULO  XXV  (1) 


DE  LA  DEFERENCIA  QUE   A  DE  AVER  EN  LA  PERFECION  DE  LA  VIDA  DE  LOS 
CONTENPLATIVOS  A  LOS  QUE  SE  CONTENTAN  CON  ORACIÓN  MENTAL. 


ñnsí  que,  y  i  as,  si  queréys  os  diga  el  camino  para  llegar  a  la  con- 
tenplaqión,  sufrí  (2)  que  sea  en  cosas,  que  no  os  parecerán  tan  ynpor- 
tantes,  vn  poco  larga,  porque  todas  las  que  aquí  e  dicho  lo  son;  y  si 
no  las  queréys  loyr  ni  obrar,  quedaos  con  vuestra  oración  mental  toda 
vuestra  vida,  que  yo  os  asiguro  a  vosotras  y  a  todo  el  mundo,  a  mi 
pareper  (qui9á  yo  me  ^engaño,  y  juzgo  por  mí  que  lo  procuré  veynte 
años)    que  no   llegéys  a  verdadera  contenpla^ión. 

Quiéroos  aora  declarar,  porque  ¡algunas  no  lo  entenderéys,  qué  es 
oración  mental,  y  plega  ¡a  dios  que  ésta  tengamos  como  la  emos  de 
tener;  mas  e  iniedo  que  ise  tiene  con  arto  travajo,  si  no  se  procuran 
las  virtudes,  anque  no  en  tan  alto  grado  como  para  estotro.  Porque  no 
se  me  olvide  que  dije  que  no  ayáys  miedo  que  venga  el  rrey,  quiérome 
declarar,  porque  si  en  vna  mentira  me  tomáys,  no  me  creeréys  nada,  y 
terníades  rragón  si  la  dijese  a  sabiendas,  mas  (3)  no  me  dé  dios  tal 
lugar;  será  no  isaber  más  ni  entender  más. 

flcae9e  muchas  vepes  que  el  señor  pone  vn  alma  ¡muy  rruyn,  íentiéndese 
no  estando  en  pecado  mortal  entonces,  a  mi  pareper;  porque  vna  vi- 
sión, anque  sea  muy  buena,  primitirá  el  señor  que  la  vea  vno  estando 
en  mal  estado  para  tomarle  a  sí;  mas  ponerle  en  contenplapión,  no  lo 
puedo  creer.  Porque  en  aquella  vnión  divina,  adonde  el  señor  se  rre- 
gala  con  el  almai  y  el  alma  con  él,  no  lleva  camino  alma  supla  deley^ 
tarse  con  ella  la  linpiepa  de  los  píelos,  y  el  rregalo  de  los  ánjeles 
rregalarse  con  cosa  que  no  sea  suya.  Pues  ya  sabemos  que,  en  pecando 
vno  mortalmente,  es  ;de  el  demonio,  con  él  se  puede  rregalar,  pues  le 
a  contentado,  que  ya  sabemos  son  sus  rregalos  contino  tormento  an 
en  esta  vida;  que  ]no  le  faltará  a  mi  señor  y  jos  suyos  con  quien  se 
huelge  sin  que  ande  a  tomar  los  ajenos,  ñrá  su  majestad  lo  que  ape 
muchas   vepes,   que  es  sacárselos  de   las  manos. 

¡O  señor  mío,  y  qué  de  vepes  os  apemos  andar  a  brapos  con  el 
demonio!  ¿No  vastara  que  os  dejastes  tomar  en  los  suyos  cuando  os 
llevó  al  pináculo  para  (enseñarnos  a  venperle?    Mas,  ¿qué  sería,  yjas. 


1  Prosigue  el  capítulo  XVI. 

2  Había  escrito  sufrir,  y  borró  la  r. 

3  Aías  será,  había  puesto,  pero  tachó  el  verbo. 


262  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

ver  junto  aquel  sol  con  las  tinieblas,  y  qué  temor  llevaría  aquel 
desventurado,  sin  saber  de  qué?  Que  no  primitió  dios  lo  entendiese  (1). 
Bendita  sea  tanta  piedad  y  misericordia;  que  vergüenpa  aviamos  ya  de 
aver  los  cristianos  de  a9erle  andar  cada  día  a  bracos,  como  e  jdiclio,  con 
tan  suQía  bestia.  Bien  fué  menester,  mi  señor,  que  los  tuviésedes  tan 
fuertes;  mas  ¿cómo  no  (os  quedaron  flacos  de  tantos  tormentos  como 
pasastes  en  la  cruz?  ¡O,  que  todo  lo  que  se  pasa  con  amor  torna 
a  soldarse!  y  ansí  creo,  si  quedárades  (2)  con  la  vida,  el  mesmo  amor 
que  nos  tenéys,  tornara  a  soldar  vuestras  llagas,  que  no  fuera  menes- 
ter otra  medicina.  Parece  que  desatino;  pues  no  ago,  que  mayores  cosas 
que  éstas  a^e  el  amor  divino,  y  por  no  parecer  curiosa,  ya  que  lo  soy, 
y   daros  mal  enjenplo,  (no  trayo  aquí  algunas. 


1  Aquí  tiene  el  autógrafo  borradas  dos  líneas  por  la  misma  Santa,  que  parecen  decir:  «Y 
cuan  merecido  avía  por  tan  gran  atrevimiento,  que  criara  dios  otro  infierno  nuevo  para  él.  Bendi». 

2  Quedarasdes,  escribió  u  corrigió  luego. 


CAPITULO   XXVI    (1) 


EN  QUE  TRñTfl  COMO  ES  POSIBLE  ALGUNAS  VECES  SUBIR  DIOS  UN  ALMA  DESTA 
VIDA  A  PERFETA  CONTENPLACION,  Y  LA  CAVSA  BELLO.  ES  MUCHO  DE  NOTAR 
ESTE     CAPITULO. 


Ansí  que,  cuando  el  señor  quiere  torna[r]  el  alma,  a  sí,  pónela,  es- 
tanto  an  sin  tener  lestas  virtudes,  en  contenplagión  algunas  ve^es,  pocas 
y  dura  poco.  Y  lesto,  como  digo,  acaepe  porque  las  prueva  si  con  aquel 
favor  se  querrán  disponer  a  gomarle  muchas  V89es;  mas  si  no  se  dis- 
ponen, perdonen,  v  perdónanos  vos,  señor,  por  mijor  de9ir,  que  arto 
mal  €s  que  os  llegéis  vos  a  vn  alma  de  esta  suerte,  y  se  llege 
ella  después  a  cosa  de  la  vida  para  atarse  a  ella. 

Tengo  para  mí,  que  ay  muchos  con  quien  dios  nuestro  señor  a(;e 
esta  prueva,  y  pocos  los  que  se  disponen  para  goqar  sienpre  de  esta 
merced,  que  cuando  el  señor  la  a^e  y  no  queda  por  nosotros,  tengo 
por  gierto  que  nunca  ?esa  de  dar  asta  llegaí*  a  muy  alto  grado.  CuauK 
do  no  nos  damos  a  su  majestad  con  la  determinación  que  se  da  a 
nosotros,  arto  a^e  de  dejarnos  en  oración  mental,  y  visitarnos  de 
cuando  en  cuando,  como  a  criados  que  están  en  su  viña;  mas  estotros 
son  y  jos  rregalados,  no  los  querría  quitar  de  cave  sí,  ni  los  quita, 
porque  ya  ellos  no  ise  quieren  quitar;  siéntalos  a  su  mesa,  dales  de  lo 
que  come,   asta  quitar  el  bocado   de  la  boca  para   dársele. 

¡O  dichoso  cuydado,  y  jas  mías!  ¡O  bienaventurada  dejación  de  cosas 
tan  pocas  y  tan  vanas,  que  liega  a  tan  gran  estado!  Mira  qué  se  os 
dará,  estando  en  los  /bracos  de  dios,  que  os  culpe  todo  el  mundo,  si- 
quiera se  quiebren  la  ¡cávela  a  vo^es.  Que  de  vna  vez  que  mandó  el 
señoir,  v  'pensó,  en  laqer  lel  mundo,  fué  'echo  el  mundo;  su  querer  es  obra. 
Pues  no  ayáys  ;miedo,  que  si  no  es  para  más  bien  vuestro,  los  con- 
sienta ablar,  no  quiere  tan  poco  a  quien  le  quiere;  de  cuantas  ma- 
neras puede  mostrar  el  amor,  le  muestra  (2).  Pues  ¿por  qué,  y  jas 
mías,  no  se  le  mostraremos  nosotras  en  cuanto  podemos?  Mira  qué 
ermoso  trueco  su  amor  con  el  nuestro;  mira  que  lo  puede  todo,  y  acá 
no  podemos  nada  sino  lo  que  él  nos  age  poder.  Pues  ¿qué  es  esto  que 
abemos  por  vos,  señor,  agedor  nuestro?    Es  tanto  como  nada,  vna  de- 


1  Prosigue   el   capítulo   XVI.   Puso   aquí   capítulo   la   Santa   a   lo   borró;  pero   está   en   el 
índice. 

2  «De  cuantas  maneras  puede  mostrar  el  amor  le  muestra»,  fué  tachado  por  la  Santa  en  el 
autógrafo,  pero  como  se  lee  bien,  lo  incluímos  en  el  texto. 


264  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

terminapíon^ílla.  Pues  si  lo  que  !no  es  nada,  quiere  su  majestad  me- 
rezcamos  por  ello   el   todo,   no   seamos   desatinadas. 

¡O  señor!  que  todo  lel  daño  nos  viene  de  no  tener  puestos  los 
ojos  en  vos,  que  si  no  mirásemos  a  lotra  cosa  sino  al  camino,  presto 
llegaríamos;  mas  damos  niil  cay  das  g  tropiezos,  g  erramos  el  cami- 
no íjor  no  poner  (1)  en  el  verdadero  camino  los  ojos.  Pare9e  que  nunca 
se  anduvo  este  camino  |sigún  se  nos  a^e  nuevo.  Cosa  es  para  lastimar, 
por  Qierto.  Digo  que  no  parecemos  cristianos,  ni  que  legmos  (2)  la  pasión 
en  nuestra  vida.  ¡Vélame  dios,  tocar  en  vn  puntito  de  onrra!  Luego, 
quien  os  (3)  dipe  que  no  agágs  caso  de  ello,  pareíe  no  es  cristiano.  Yo 
me  rrega,  v  !me  añijía  alguna  vez  de  lo  que  oía  en  el  mundo,  g  an  por 
mis  pecados,  en  las  rrelisiones;  tocar  en  vn  puntito  de  ser  menos, 
no  se  sufre;  luego  di9en  que  no  son  santos,  v  lo  degía  go. 

Dios  nos  libre,  ermanas,  cuando  algo  gpiéremos  no  perfeto,  de^ir: 
«no  somos  ánjeles»,  «no  somos  santas»;  mira  que,  anque  no  lo  so- 
mos, es  gran  bien  ¡pensar,  si  nos  esforzamos,  dios  nos  dará  la  mano 
para  serlo;  no  agágs  jniedo  que  quede  por  él  si  no  queda  por  nos- 
otras. Pues  no  venimos  aquí  a  otra  cosa,  manols  a  lavor  (4),  como  di^en; 
no  entendamos  en  cosa  íque  se  sirve  más  el  señor,  que  no  presumamos 
salir  con  ella,  con  su  favor.  Esta  presunción  querría  go  en  esta  casa, 
que  a^e  crecer  la  vmildad:  sienpre  estar  con  ánimo,  que  dios  le  da 
a  los  fuertes  y  ino  es  a^etador  de  personas,  g  os  le  dará  a  vosotras 
y   a  mí. 

Mucho  me  e  ¡divertido;  quiero  tornar  a  lo  que  degía,  que  creo  era 
de9ir  qué  es  oración  mental  y  contenplación.  Inpertinente  parece,  mas 
para  vosotras  todo  pasa;  quicá  lo  entenderégs  mijor  por  mi  grosero 
estilo,  que  por  otros  elegantes. 


1  Ver,  añadió  aquí  y  lo  tachó. 

2  Aquí  trae  el  autógrafo  una  v  que  parece  quiso  borrar  la  Santa.   Se  omite  porque  no 
hace  sentido. 

3  Os  lo  dice,  había  escrito  y  borró  el  lo. 

1      Manos  a  labor,  escribe  también  en. el  autógrafo  valisoletano,  como  ya  observamos  en 
nota  de  la  página  78,  si  bien,  por  enor  tipográfico,  se  imprimió  manos  a  la.  labor. 


CAPITULO   XXVII    (1) 


COMO  NO  TODAS  LflS  ALMAS  SON  PARA  CONTENPLACION,  Y  COMO  ALGUNAS  LLE- 
GAN A  ELLA  TARDE,  Y  COMO  EL  VERDADERO  VMILDE  A  DE  YR  CON- 
TENTO POR  EL  CAMINO  QUE  LE  LLEVA  EL  SEÑOR. 


Parepe  que  me  voy  (entrando  en  la  oración,  y  fáltame  vn  poco 
por  depir  que  ape  mucho  al  caso,  porque  es  de  la  vmildad',  y  es  nepe^ 
sario  en  esta  casa;  porque  todas  avéys  de  tratar  de  oragión  y  tratáys, 
y.  como  e  dicho,  cunple  mucho  tratéys  de  entender  ejercitaros  de  todas 
maneras  en  vmildad,  y  léste  es  vn  gran  punto  de  ellai  y  muy  necesario 
para  todas  las  personas  que  se  dan,  a  oragión.  ¿Cómo  podrá  el  verda- 
dero vmilde  pensar  que  es  él  tan  bueno  como  los  que  llegan  a  este 
estado?  Que  dios  le  puede  aper  tal  que  lo  merezca,  sí,  por  los  mé- 
ritos de  cristo;  mas,  de  mi  consejo,  sienpre  se  siente  en  el  más  bajo 
lugar.  Dispóngase  para  si  dios  le  quisie[re]  llevar  por  ese  camino;  cuan- 
do no,  para  eso  es  la  verdadera  vmildad,  para  tenerse  por  dichosa 
en  ser  sierva  de  las  siervas  del  señor,  y  alabarle  porque  mereciendo 
el  ynfiemo  la  trajo  entre  ellas. 

No  digo  esto  sin  gran  cavsa,  porque,  como  e  dicho,  es  cosa  que 
ynporta  mucho  entender  que  no  a  todos  lleva  dios  por  vn  camino, 
y  por  ventura  el  que  le  pareciere  va  por  muy  más  bajo,  está  más  alto 
en  los  ojos  (del  señor.  No  porque  en  esta  casa  aya  costunbre  y  ejerpipio 
de  oración,  es  por  fuerpa  que  an  de  ser  todas  contenplativas.  Es 
ynposible,  y  será  gran  desconsolación  para  la  que  no  lo  es,  no  en- 
tender esta  verdad,  que  esto  es  cosa  que  lo  da  dios;  y  pues  no  es  ne- 
cesario para  la  salvación,  ni  nos  lo  pide  dios  de  premio,  no  piense  se 
lo  (pedirá  nadie,  ni  que  no  (2)  por  eso  dejará  de  ser  muy  perfeta,  si  ace 
lo  que  aquí  va  lescrito;  antes  por  ventura  terna  mucho  más  mérito,  por- 
que es  a  más  travajo  suyo,  y  la  lleva  el  señor  como  a  fuerte,  y 
la  tiene  guardado  junto  todo  lo  que  aquí  no  goca.  No  por  eso  desma- 
ye, ni  deje  la  oración  y  de  acer  lo  que  todas,  que,  a  las  veces, 
viene  el  señor  muy  tarde,  y  paga  tan  bien,  y  tan  por  junto  tarde  (3), 
como  en  muchos   años   a  ydo  dando   a  otros. 

Yo  estuve  catorce  que  nunca  podía  tener  meditación,  sino  junto  con 
lecyón.  Avrá  muchas  personas  de  este  arte,  y  otras  que,  anque  sea 
con  la  Icción,  no  puedan  tener  meditación,  sino  rrepar  vocalmente,  y 


1  Cap.  XVII. 

2  Esta  palabra  viene  entre  lineas. 

3  Suprime  esta  palabra  el  autógrafo  de  Valladolid. 


266  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

aquí  se  detienen  más  y  alian  algún  gusto.  Ay  pensamientos  tan  lijeros 
que  no  pueden  testar  len  vna  cosa,  sino  sienpre  desasosegados,  y  en  tanto 
cstremo,  que  si  quieren  detenerle  a  pensar  en  dios,  se  les  va  a  rail 
vanidades,  y  escrúpulos  y  dudas  en  la  fe.  Yo  conozco  vna  monja  bien 
vieja,  que  plugiera  a  dios  fuera  mi  vida  con  la  suya,  muy  santa  y 
penitente,  y  en  todo  gran  monja,  y  de  mucha  oración  vocal  y  ttiuy  or- 
dinaria, y  en  mental  no  a  tenido  rremedio;  cuando  más  puede,  poco 
a  poco  en  las  avemarias  (1)  y  paternostres  se  va  detiniendo-,  y  es  muy 
santa  obra.  Y  otras  artas  personas  ay  de  la  mesma  manera,  y  si  ay 
vmildad,  no  creo  yo  saldrán  peor  libradas  al  cabo  del  año,  sino  muy 
en  ygual  que  los  que  llevan  muchos  gustos  en  la  oración  y  con  más 
vertenidad,  en  parte;  porque  ¿qué  sabemos  si  son  gustos  de  dios, 
V  si  los  pone  el  demonio?  Y  si  no  son  de  dios,  es  más  peligro,  porque 
en  lo  que  travaja  íes  poner  sobervia;  que  si  son  de  dios,  no  ay  que 
temer,  como  escriví  en  el  otro  libro. 

Estotros  andan  con  (2)  vmildad,  sienpre  sospechosos  que  es  por  su 
culpa,  sienpre  con  cuydado  de  yr  adelante;  no  ven  a  otros  llorar  vna 
lágrima,  que  si  ella  no  las  tiene,  no  le  pare9e  está  muy  atrás  en  el 
servicio  de  dios,  y  debe  estar  muy  más  adelante.  Porque  no  son  las 
lágrimas,  anque  son  buenas,  todas  perfetas;  y  la  vmildad,  y  mortifica- 
ción y  desasimiento  y  en  estotras  virtudes  (3),  sienpre  son  siguras.  No 
ay  que  temer  ini  ayáys  miedo  que  dejéys  de  llegar  a  la  perfe^ión  como 
los  muy  contenplativos. 

Santa  era  santa  marta,  anque  no  la  ponen  era  contenplativa;  pues 
¿qué  más  pretendéys  que  llegar  a  ser  como  esta  bienaventurada  que 
mereció  tener  a  icristo  ¡nuestro  señor  tantas  ve^es  en  su  casa,  y  dqrle 
de  comer,  y  servirle,  y  por  ventura  comer  a  su  mesa  y  an  en  su 
plato?  Si  entramas  se  estuvieran  como  la  madalena,  enbevidas,  no 
vuiera  quien  diera  de  comer  al  vésped  (4)  celestial.  Pues  pensad  que  es 
esta  congregagion9ita  la  casa  de  santa  marta,  y  que  a  de  aver  de 
todo;  y  las  que  fueren  llevadas  por  la  vida  ativa,  no  mormuren  a 
las  que  mucho  se  enbevieren  en  la  oración,  porque,  por  la  mayor 
parte,  ace  descuydar  de  sí  y  de  todo. 

Acuérdense  que  si  ellas  callan,  a  de  rresponder  por  ellas  el  señor, 
y  ténganse  por  dichosas  de  yrle  a  aderecar  la  comida.  Miren  que  la 
verdadera  vmildad  creo  (jierto  está  mucho  en  estar  muy  prontos  en 
contentarse  con  lo  que  iel  señor  quisiere  a^er  de  ellos,  y  sienpre 
aliarse  yndinos  de  llamarse  isus  siervos.  Pues  si  contenplar,  y  tener 
oración  mental  y  vocal,  y  curar  enfermos,  y  servir  en  cosas  de  la 
casa,  y  travajar  en  desear  sea  en  lo  más  bajo,  todo  es  servir  al  hués- 
ped (5)  que  se  viene  con  nosotras  a  estar,  y  a  comer  y  rrecrearse,  ¿qué 
más  se  nos  da  len'  lo  vno  que  en  lo  otro? 


1  Por  equivocación  dice  avemaríos. 

2  Aquí  viene  borrado  el  advervio  más. 

3  En  vez  de  y  en  estotras  virtudes,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid,  más  correctamente:  y 
otras  virtudes. 

4  Léase  huésped. 

5  Aquí  escribe  esta  palabra  lo  mismo  que  ahora. 


CAPITULO   XXVIII    (1) 


LO  MUCHO  QUE  SE  GANA  EN  PROCURARLO,  V  EL  MAL  QUE  SERIA  QUEDAR  POR 
NOSOTRAS. 

No  digo  yo  que  quede  por  vosotras,  sino  que  lo  provéys  todo,  por- 
que no  está  lesto  len  vuestro  escojer  sino  en  el  del  señor;  mas  si 
después  de  muchos  años  quiere  a  cada  vna  para  su  oficio,  jentil  vmil-. 
dad  será  andar  vosotras  a  escojer.  Dejad  a^er  al  señor  de  la  casa, 
sabio  es,  poderoso  €S,  lentiende  lo  que  os  conviene  y  lo  que  le  con- 
viene a  él  tanbién.  Estad  siguras  que  adiendo  lo  que  es  en  vosotras, 
y  aparejándoos  para  subida  Jcontenplagión  con  la  perfegión  que  queda 
dicha,  que  si  él  no  os  la  da  aquí  (lo  que  creo  no  dejará  de  dar, 
si  es  de  veras  el  desasimiento),  que  os  tiene  guardado  ese  rregalo, 
y  que,  como  os  €  dicho  otra  vez,  os  quiere  llevar  como  a  fuertes  y 
daros  acá  cruz  como  isienpre  su  majestad  la  tuvo. 

¿Y  qué  mijor  amistad  que  querer  lo  que  quiso  para  sí  para  vos? 
y  por  ventura  no  tuviérades  tanto  premio  en  la  contenpla^ión.  Juyíios 
son  suyos,  no  ay  que  meternos  en  ellos;  arto  bien  es  que  no  quede  a 
nuestro  escojer,  que  luego,  como  nos  parece  más  descanso,  fuéramos 
todos  grandes  contenplativos. 

Pues  (2)  yo  os  digo,  yjas,  a  las  que  no  lleva  dios  por  este  camino, 
que  los  que  Van  por  él  no  llevan  la  cruz  más  liviana,  y  que  os  es- 
pantaríades  por  las  vías  y  maneras  que  las  da  dios.  Yo  sé  de  vnos 
y  de  otros,  y  isé  claro  que  son  yntolerables  los  travajos  que  dios  da 
a  los  contenplativos;  y  ison  de  tal  arte,  que  si  no  les  diese  aquel 
manjar  de  gusto,  no  jse  podrían  sufrir.  Y  está  claro  que,  pues  lo  es 
que  a  los  que  dios  mucho  quiere  lleva  por  camino  de  travajos,  y 
mientra  más  los  ama,  mayores,  no  ay  por  qué  creer  que  tiene  aborretidos 
los  contenplativos,  pues  por  ¡su  boca  los  alava  y  que  tanbién  son  amigos. 

Pues  creer  que  admite  dios  a  su  amistad  estrecha  jente  rregalada 
y  sin  travajos  íes  disvaratc.  Tengo  por  muy  9ierto  se  los  da  dios  mu- 
cho mayores;  y  ansí  icomo  los  lleva  por  camino  barrancoso  y  áspero, 
y,  a  las  veqes,  que  les  parefe  se  pierden  y  an  de  comentar  de  nuevo 
dende  lo  que  an  andado,  que  ansí  a  menester  el  señor  darles  manteni- 
miento, y  no  agua  |sino  vino,  para  que,  enborrachados,  no  entiendan 
lo  que  pasan  jj  lo  que  puedan  sufrir.  Y  ansí,  pocos  veo  verdaderos 
contenplativos  que  no  los  vea  animosos,  y  lo  primero  que  a^e  el  se- 
ñor, si  son  flacos,  es  ponerles  ánimo  y  aterios  que  no  teman  íravajo 
que   les   pueda   venir. 


1  Prosigue  el  capítulo  XVII. 

2  Aquí  comienza  el  capítulo  XVIII. 


CAPITULO   XXIX    (1) 


QUE  PROSIGUE  EN  Lñ  MISMA  MATERIA,  Y  DICE  QUANTO  MAYORES  SON  Í.OS  TRA- 
VAJOS  DE  LOS  CONTENPLATIVOS  QUE  DE  LOS  ATIVOS.  ES  DE  MUCHA  CON- 
SOLACIÓN   PARA    ELLOS. 


Creo  que  piensan  los  *de  la  vida  ativa,  por  un  poquito  que  los  vean 
rregalados,  que  no  ag  más  que  aquello.  Pues  yo  os  digo  que  por 
ventura  vn  día  de  los  que  pasan,  no  lo  pudiésedes  sufrir.  Ansí  que 
el  señor,  como  icono9e  a  todos  para  lo  que  son,  da  a  cada  vno  su 
oficio,  el  que  más  ve  le  conviene  a  su  alma,  y  al  mesmo  señor  y 
al  bien  de  ilos  prójimos;  y  como  no  quede  por  no  os  aver  dispuesto, 
no  ayáys  miedo  que  )se  pierda  vuestro  travajo  (2).  Mira  que  digo  que  to- 
das lo  procuren,  pues  jno  estamos  aquí  a  otra  cosa;  y  no  vn  año,  ni 
diez  solos,  porque  ¡no  |parezca  lo  dejáys  de  covardes,  y  es  bien  que 
el  señor  entienda  ¡no  'queda  por  vosotras.  Es  como  los  soldados  que  an 
mucho  servido,  para  que  lel  capitán  los  mande,  sienpre  an  de  estar 
a  punto,  pues  en  cualquier  oficio  que  sirvan  les  an  de  dar  su  sueldo 
muy  bien  pagado.  ¡Y  cuan  mijor  pagado  es  que  los  que  sirven  al 
rrey!    ñndan  los  tristes  muriendo,  y   después  save  dios  cómo  se  paga. 

Como  no  estén  avsentes  y  los  ve  el  capitán  con  deseo  de  servir, 
ya  tiene  entendido  (3),  anque  no  tan  bien  como  nuestro  celestial  capi- 
tán, para  lo  que  les  cada  vno,  rreparte  los  ofi9ios  como  ve  sus  fuer9as,  y 
si  no  estuviesen  lallí  íio  les  daría  nada,  ni  les  mandaría  en  qué  sir- 
viesen (^).  Ansí  que,  ermanas,  oración  mental,  y  quien  ésta  no  pudiere, 
vocal,  y  legión,  y  coloquios  con  dios,  como  después  diré.  Nunca  lo 
deje  las  oras  que  todas,  no  sabe  cuándo  la  llamará  el  capitán,  y  la 
querrá  dar  más  travajo  ldisfra9ado  con  gusto.  Si  no  las  llamaren,  en- 
tiendan no  son  para  él,  y  que  les  convino  aquello,  y  aquí  entra  la 
verdadera  vmildad,  creer  con  verdad  que  an  no  era  para  lo  que  age. 

Andar  alegre  sirviendo  (en  lo  que  le  mandan,  y  si  es  de  veras  la 
vmildad,  bienaventurada  tal  sierva  ¡de  vida  ativa,  que  no  mormura 
sino  de  sí.  Arto  más  querría  yo  ser  ella  que  algunas  contenplativas. 
Déjelas  a  las  otras  'con  su  gerra,  que  no  es  pequeña.  ¿Ya  no  saben 
que  en  las  batallas  los  alférez  y  capitanes  son  obligados  a  más  pe- 
lear?   Vn  pobre  soldado  vase  su  paso  a  paso,  y  si  se  asconde  alguna 


1  Prosigue  el  capítulo  XVIII. 

2  Tratavajo,  dice  distraída  la  Santa. 

3  y  tiene  ya  entendido,  conige  en  el  valisoletano. 

4  MI  rrey,  añadía  aquí  u  lo  bono. 


CAPITULO     XXIX  269 

v€z  para  no  entrar  adonde  ve  el  mayor  tropel,  no  le  echan  de  ver, 
ni  pierde  onrra,  ni  vida.  El  alférez,  anque  no  pelea,  lleva  la  vandera, 
y  anque  le  agan  pedamos  no  la  a  de  dejar  de  las  manos;  tienen  todos 
los  ojos  en  icl.  ¿Pensáys  que  da  poco  travajo  al  que  el  rrey  da  estos 
oficios?  Por  vn  poquito  de  más  onrra  se  obligan  a  padecer  mucho 
más;  y  si  tantito  les  sienten  flaquera,  todo  va  perdido.  Ansí  que,  ami- 
gas, no  nos  entendemos,  ni  savemos  lo  que  pedimos;  dejemos  aijer  al 
señor,  que  nos  conoce  mijor  que  nosotras  mesmas,  y  la  verdadera 
vmildad  es  andar  contentas  con  lo  que  nos  dan,  que  personas  ay 
que  por  justicia  ipare9e  quieren  pedir  a  dios  rregalos.  Donosa  manera 
de  vmildad;  por  eso  ape  bien  el  conocedor  de  todos,  que  por  ma- 
ravilla lo  da  a  éstos;   ve  claro  que  no  son  para  bever  el  cáliz. 

Vuestro  entender,  si  estáys  aprovechadas,  yjas,  será  en  si  enten- 
diere cada  vna  'que  es  la  más  rruyn  de  todas,  y  esto  que  se  entienda 
en  sus  obras  que  lo  conoce  ansí,  para  aprovechamiento  y  bien  de  las 
otras;  y  no  en  la  que  tiene  más  gustos  en  la  oración,  y  arrobamientos, 
V  uisiones  (1)  v  ¡cosas  de  esta  suerte,  que  emos  de  aguardar  al  otro 
mundo  para  ver  su  'valor.  Estotro  es  moneda  que  se  corre,  es  rrenta 
que  no  falta,  son  juros  perpetuos,  y  no  gensos  de  al  quitar  (que  estotro 
quítase  y  pónese),  vna  virtud  grande  de  vmildad,  de  mortificación,  de 
grandísima  obediencia  en  no  yr  vna  tilde  contra  lo  que  os  manda  el 
perlado,  que  sabéys  verdaderamente  quis  os  lo  manda  dios,  pues  está 
en  su  lugar.  En  esto  es  lo  más  en  que  avía  de  poner,  y  por  pare^er- 
me  que  ^i  no  ,ay  esto  es  no  ser  monjas,  no  digo  nada  de  ello,  porque 
ablo  con  monjas,  y,  a  mi  parecer,  buenas  rrelisiosas,  al  menos  que  lo 
desean  ser.  En  cosa  tan  ynportante  no  más  de  vna  palabra,  porque  no 
se  olvide. 

Digo  que  quien  estuviere  por  voto  devajo  de  obediencia,  y  faltare 
no  trayendo  todo  cuydado  en  cómo  cunplir  con  mayor  perfeción  este 
voto,  que  no  sé  para  que  está  en  el  monesterio;  al  menos  yo  le  asi- 
guro,  que  mientra  aquí  faltare,  que  nunca  llege  a  ser  contenplativo, 
ni  an  buen  ativo  (2),  y  esto  tengo  por  muy  muy  cierto.  Y  anque  no  sea 
persona  que  tiene  obligación,  si  quiere  v  pretende  llegar  a  contenpla- 
Ción,  a  menester  para  yr  muy  acertadamente,  dejar  su  voluntad  con 
toda  determinación  en  vn  confesor  que  sea  tal,  que  le  entienda.  Por- 
que esto  se  save  ya  muy  savido,  y  lo  an  escrito  muchos,  y  para 
vosotras  no  es  menester,  ino  ay  que  ablar  de  ello. 

Concluyo  que  estas  virtudes  son  las  que  yo  deseo  tengáys,  yjas 
mías,  y  las  que  procuréys,  y  las  que  santamente  enbidies  (3).  Eso- 
tras devociones  en  ninguna  manera;  es  cosa  yncierta.  Por  ventura 
en  la  otra  será  dios,  y  en  vos  primitirá  su  majestad  sea  ylusión  del 
demonio,  y  ¡que  os  engañe  como  a  echo  a  muchas,  que  en  mujeres  es 
cosa  peligrosa.  Si  podéys  iservir  tanto  al  señor  con  cosas,  como  e  dicho, 
siguras,  ¿quién  os  mete  en  esos  peligros?  Eme  alargado  en  esto  (4), 
porque  sé  conviene,  que  esta  nuestra  naturaleca  es  ñaca',  y  a  quien  dios 


1  Léase  visiones, 

2  Contemplativa,  ni  an  buena  ativa,  corrige  en  el  autógraío  de  Valladolid. 

3  Enbidiéys,  se  lee  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

4  En  es  esto,  dice  poi  error  material  el  autógrafo. 


270  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

quisiere  dar  la  contenpla(;ión,  su  majestad  le  ara  fuerte;  a  los  que  no, 
eme  olgado  de  dar  estos  avisos  por  donde  tanbién  se  vmillarán  las 
contenplativas.  Si  degís,  gjas,  que  vosotras  no  los  avéys  menester,  al- 
guna vcmá  que  por  ventura  se  huelge  con  ellos.  El  señor,  por  quien 
es,  dé  luz  (para  len  todo  sigir  su  voluntad  y  no  avrá  de  qué  temer. 


CAPITULO   XXX    (1) 


QUE    COMIENZA    A    TRATAR    DE    LA    ORACIÓN.    ABLA    CON    ALMAS    QUE    NO    PUEDEN    (2) 
DISCURRIR     CON    EL    ENTENDIMIENTO. 


ñ  tantos  días  que  escriví  lo  pasado  sin  aver  tenido  lugar  para  tor- 
nar a  ello,  que  si  no  lo  tornase  a  leer,  no  sé  lo  que  degía;  por 
no  ocupar  tienpo  3vrá  de  yr  como  saliere,  sin  concierto. 

Para  entendimientos  concertados,  y  almas  que  están  ejercitadas  y 
pueden  estar  consigo  mesmas,  ay  tantos  libros  escritos,  y  tan  buenos  y 
de  personas  tales,  que  sería  yerro  y^iésedes  caso  de  mi  dicho  en  cosa 
de  oragión;  pues,  como  digo,  tenéys  libros  tales  adonde  van  por 
los  días  de  la  semana  en  (3)  rreparíidos  los  pasos  de  la  sagrada  pasión, 
y  otras  meditaciones  de  ijuycio  y  ynfierno,  y  nuestra  nonada,  y  mer- 
cedes de  dios,  con  lecelente  dotrina,  y  concierto  para  principio  y  fin 
de  la  oración.  Quien  pudiere  y  tuviere  ya  costunbre  de  llevarle,  no  ay 
que  decir  que  por  tan  buen  camino  el  señor  le  sacará  a  puerto  de 
luz,  y  con  tales  principios  (4),  el  fin  será  bueno,  y  todos  los  que  pu- 
dieren yr  por  ellos  llevarán  descanso  y  siguridad,  porque  atado  el  en- 
tendimiento,  vase  con  descanso. 

Mas  de  lo  que  yo  querría  tratar  y  dar  algún  rremcdio,  si  dios  qui- 
siese acertase,  y  isi  ,no,  al  menos  que  entendáys  ay  muchas  almas  que 
pasan  este  travajo,  para  que  no  os  fatigéis  las  que  al  principio  le 
tuvierdes,  y  daros  algún  consuelo  en  él,  es  de  vnas  almas  que  ay 
y  entendimientos  tan  desvaraíados,  (que  no  parecen  sino  vnos  cavallos 
desbocados,  que  no  ay  quien  los  aga  parar:  ya  van  aquí,  ya  van  allí; 
sisnpre  con  desasosiego.  Y  anque  si  es  diestro  el  que  va  en  él  no 
peligra  todas  veces,  algunas  sí;  y  cuando  va  siguro  de  la  vida,  no  lo 
está  del  acer  cosa  en  él  que  no  sea  desdón,  y  va  con  gran  travajo 
sienpre.  R  ánimas  que  |su  mesma  naturaleca,  v  dios  que  lo  primite,  pro- 
ceden ansí,  €  yo  mucha  lástima,  porque  me  parece  son  como  vnas  per- 
sonas que  an  mucha  |sed',  y  ven  lel  agua  de  muy  lejos,  y  cuando  quieren 
yr  allá,  alian  quien  les  defienda  (5)  el  paso  al  principio^  y  medio  y  fin. 
Acaece  que  cuando  ya  con  su  travajo,  y  con  arto  travajo,  an  vencido 
los  primeros  enemigos,  a  los  sigundos  se  dejan  vencer,  y  quieren  más 


1  Cap.  XIX. 

2  Puedes,  dice  equivocadamente  el  título. 

3  Omite  esta  palabra  el  autógrafo  valisoletano. 

4  Drincipoos,  se  lee  en  el  autógrafo. 

5  Impida  o  prohiba. 


272  '  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

morirse  de  sed  ique  ibever  agua  que  tanto  a  de  costar.  Hcavóseles 
el  esfuerzo,  faltóles  ánimo;  y  ya  que  algunos  le  tienen  para  vencer 
tanbién  los  sigundos  enemigos,  a  los  terceros  se  les  acava  la  fuerza, 
y  por  ventura  ino  |estavan  dos  pasos  ¡de  la  fuente  de  agua  biva,  que 
dige  el  señor  a  ila  samaritana,  que  quien  la  beviere  no  terna  sed.  Y 
con  cuánta  rragón,  y  qué  gran  verdad,  como  dicha  de  la  boca  de  la 
mesma  verdad,  que  !no  la  terna  de  cosa  de  esta  vida,  anque  cre?e 
muy  mayor  de  lo  íque  acá  podemos  ymajinar,  por  esta  sed  natural,  de 
las  cosas  de  la  btra.  Mas  anque  es  sed  que  se  desea  tener  esta  sed, 
porque  entiende  el  alma  su  gran  valor,  y  les  sed  penosísima  y  que  fa- 
tiga, tray  consigo  la  mesma  satisfagión  con  que  se  amata  aquella  sed; 
de  manera  que  es  vna  sed  que  no  aoga  si  no  es  a  las  cosas  terrenas, 
antes  antes  (1)  da  artura  de  manera,  que  cuando  dios  la  satisface,  la 
mayor  merped  que  puede  aijer  al  alma,  es  dejarla  con  la  mesma  nece- 
sidad, y  mayor  queda  (sienpre  de  tornar  a  pedir  de  este  agua. 


1      En  el  de  Valladolid  no  repite  esta  conjunción  adversativa. 


CAPITULO   XXXI    (I) 


QUE     TRHTH     DE     VNñ     COMPARACIÓN     EN     QUE     Dfl     ALGO     fl     ENTENDER,     QUE     COSA 
ES     CONTENPLflCION     PERFETA. 


El  agua  tiene  tres  propiedades,  que  aora  se  me  acuerda  que  me 
agen  al  caso,  que  muchas  más  terna.  La  vna  es  que  enfría.  Por  calor 
que  aya  vno,  si  entra  en  vn  rrío,  se  le  quita,  y  si  ay  gran  fuego,  con 
ella  (2)  se  mata,  salvo  si  no  es  de  alquitrán,  que  digen  se  enciende 
más.  ¡O,  vélame  dios!  y  qué  de  maravillas  ay  en  este  encenderse  más 
hel  (3)  fuego  con  el  agua,  cuando  íes  fuego  fuerte,  poderoso,  no  sujeto  a 
los  elementos,  pues  éste,  con  ser  su  contrario,  no  le  enpege,  antes  le 
age  creger.  ¡Qué  valiera  aquí  ser  filósofo  para  saber  las  propiedades  de 
las  cosas  y  saberme  declarar;  que  me  voy  rregalando  en  ello,  y  no 
se  degir  lo  que  entiendo,  y   por  ventura  no  lo  sé  entender! 

De  que  dios,  hermanas,  os  traya  a  bever  de  este  agua,  y  las  que 
aora  lo  bevéys,  gustaréys  de  esto,  y  entenderéys  cómo  el  verdadero  amor 
de  dios,  si  está  en  su  fuerga,  ya  libre  de  cosas  de  tierra  del  todo 
y  que  buela  sobre  ellas,  como  es  señor  de  todos  los  elementos  y  del 
mundo.  Y  como  el  agua  procede  de  la  tierra,  no  ayáys  miedo  que  mate 
este  fuego;  no  es  de  su  juridigión,  anque  son  contrarios.  Es  ya  señor 
asoluto,  no  le  está  sujeto.  No  os  espantaréys,  hermanas,  de  lo  mucho 
que  e  puesto  en  este  libro  para  que  procuréys  esta  libertad.  ¿No  es 
linda  cosa  vna  pobre  monjita  de  san  josé  que  pueda  llegar  a  señorear 
toda  la  tierra  y  elementos?  Y  ¿qué  mucho  que  los  santos  ygiesen  de 
ellos  lo  que  querían,  con  el  favor  de  dios?  San  martín  el  fuego  y  las 
aguas  le  obedecían;  san  francisco  asta  los  peges.  Pues  con  ayvda  de 
dios,  y  agiendo  Jo  que  an  podido,  casi  se  lo  pueden  pedir  de  derecho. 

Que  pensáys  (4),  porque  dige  el  salmista  que  todas  las  cosas  están 
sujetas  y  puestas  devajo  ide  los  pies  de  los  onbres,  ¿pensáys  que  de 
todos?  No  ayáys  miedo,  antes  los  veo  yo  sujetos  a  ellos  devajo  de 
los  pies  de  ellas.  Y  conogí  vn  cavallero  que  en  porfiando  sobre  medio 
rreal,   le   mataron:    mira  si  se  sujetó   a  miserable   pregio.   Y   ay   muy 


1  Prosigue  el  capítulo  XIX. 

2  Había  puesto  esta,  ü  cambió  la  palabra. 

3  Ksí,  con  h. 

4  Este  párrafo  está  cruzado  en  el  original  por  varias  rayas  que  no  impiden  su  lectura.  Ve- 
rosímilmente la  tachadura  es  de  la  Santa,  porque  hizo  caso  omiso  de  estas  líneas  en  el  autó- 
grafo de  Valladolid.  Al  margen  se  ven  algunas  palabras,  de  letra  desconocida,  bonadas  en 
forma  que  no  es  fácil  leerlas. 

III  18  *  " 


27t  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

muchas  cosas  que  veréys  cada  día  por  donde  cono<;eréys  que  digo 
verdad.  Pues  sí,  que  el  salmista  no  pudo  mentir,  que  es  dicho  por  el 
espíritu  santo,  sino  que  me  parepe  a  mí  (ya  puede  ser  yo  no  lo  eni 
tienda  y  sea  ídysvarate  que  no  lo  e  ley  do),  que  es  dicho  por  los  per- 
fetos,  que  todas  las  icosas  de  la  tierra  señoreen. 

Pues  si  es  agua  del  gielo,  no  ayáys  miedo  que  mate  este  fuego 
más  que  estotra  le  abiva.  No  son  contrarios,  sino  de  vna  tierra.  No 
ayáys  miedo  le  aga  mal  el  vno  al  otro,  antes  ayvda  el  vno  al  otro 
a  su  efeto;  porque  el  agua  le  enciende  más  y  ayvda  a  sustentar,  y  e] 
fuego  ayvda  a  el  ,agua  a  enfriar.  ¡Válame  dios,  qué  cosa  tan  ermosa 
y  de  tanta  maravilla,  que  el  fuego  enfría!  Sí,  y  an  yela  todas  las  afe- 
giones  del  mundo.  Cuando  con  él  se  junta  el  agua  biva  del  (;ielo,  no 
ayáys  miedo  que  le  dé  pizca  de  calor  para  ninguna. 

Es  la  otra  (1)  propiedad  linpiar  (2)  cosas  no  linpias.  Si  no  vuiese 
agua  para  lavar,  ¿qué  sería  del  mundo?  Savéys  qué  tanto  linpia  este  agua 
biva,  este  agua  celestial,  este  agua  clara,  cuando  no  está  turvia,  cuando 
no  tiene  lodo,  sino  que  se  coje  de  la  mesma  fuente?  (3),  Que  vna  vez 
que  se  beva,  tengo  por  cierto  deja  el  alma  clara  y  linpia  de  todas  las 
culpas;  porque,  como  tengo  escrito,  no  da  dios  lugar  a  que  bevan  de 
esta  agua  (que  no  está  en  nuestro  querer),  de  perfeta  contenplat^ión, 
de  verdadera  vnión,  si  no  es  para  linpiarla,  y  dejarla  linpia  y  libre 
del  lodo  en  que  por  las  culpas  estava  metida.  Porque  otros  gustos 
que  vienen  por  medianería  del  entendimiento,  por  mucho  que  agan, 
trayn  el  agua  corriendo  por  la  tierra;  no  lo  beven  juntoi  a  la  fuente; 
nunca  falta  en  este  camino  cosas  lodosas  en  que  se  detenga,  y  no 
va  tan  puro  ta[n]  lynpio.  No  llamo  yo  a  esto  agua  biva,  conforme  a 
mi  entender,  digo. 

La  otra  propiedad  del  agua,  es  que  arta  y  quita  la  sed;  porque  sed 
me  parece  a  imi,  quiere  de^yr  deseo  de  vna  cosa  que  nos  ape  tan  gran 
falta,  que,  si  tíos  falta,  nos  mata.  Estraña  cosa  es  que  si  nos  falta, 
nos  mata,  y  si  nos  sobra  nos  acava  la  vida,  como  se  ve  morir  muchos 
aogados.  ¡O  señor  mío,  y  quién  se  aogase  engolfada  en  esta  agua 
biva!  Mas  no  puede  jser.  Deseo  de  ella,  sí,  que  tanto  puede  crecer 
el  amor  y  deseo  de  dios,  que  no  lo  pueda  sufrir  el  sujeto  natural, 
y  ansí  a  ávido  personas  que  an  muerto.  Y  yo  sé  de  vna,  que  si 
no  la  socorriera  dios  presto  con  este  agua  biva  en  grandísima  abun- 
dancia con  arrobamientos,  tenía  tan  grande  esta  sed,  yva  en  tanto 
crecimiento  su  deseo,  que  entendía  claro  era  muy  posible,  si  no  la 
rremediaran,  morir  de  sed.  Bendito  sea  el  que  nos  conbida  que  va- 
mos (^)   a  bever  en  su  evanjelio. 


1  Escribió  es  otra  la,  que  modificó  según  viene  en  el  texto. 

2  Enfriar,  había  puesto,  ij  lo  borró. 

3  En  vez  de  que  se  coge  de  la  mesma  fuente,  dice  la  Santa  en  el  original  de  Valladolid, 
que  se  cae  del  cielo. 

4  Por  vayamos. 


CAPITULO    XXXII    (1) 


EN  QUE  TRATA  COMO  SE  flN  DE  MODERAR  ALGUNAS  VECES  LOS  YNPETUS  SO- 
BRENATURALES. 


Y  ansí  como  ea  nuestro  bien  y  señor  no  puede  aver  cosa  que  no 
sea  caval,  como  es  solo  (2)  él  darnos  esta  agua,  da  la  que  emos  me- 
nester, y  por  mucha  que  sea  no  puede  aver  demasía  en  cosa  suya; 
porque  si  da  mucho,  age  ábil  el  alma  para  que  sea  capaz  de  bever 
mucho;  como  vn  vedriero  que  age  la  vasija  del  tamaño  que  ve  es 
menester  para  que  quepa  lo  que  a  de  echar  en  ella  (3).  El  deseo,  como 
es  de  nosotros,  nunca  va  sin  falta;  si  alguna  cosa  buena  lleva,  es 
lo  que  en  él  ayvda  el  señor.  Mas  somos  tan  yndiscretos  que,  como  es 
pena  suave  y  gustosa,  ¡nunca  nos  pensamos  artar  de  esta  pena.  Come- 
mos sin  tasa,  ayvdamos  ¡como  acá  podemos  a  este  deseo,  y  ansí  algu- 
nas veges  mata.  ¡Dichosa  tal  muerte!  Mas,  por  ventura,  con  la  vida 
ayvdara  a  otros  para  moryr  por  deseo  de  esta  muerte.  Y  esto  creo 
age  el  demonio,  porque  entiende  el  daño  que  a  de  ager  con  la  vida, 
y  ansí  tienta  aquí  de  yndiscretas  penitengias  para  quitar  la  salud,  y 
no  le  va  poco  en  ello. 

Digo  que  quien  llega  a  tener  esta  sed  tan  ynpefuosa,  que  se  mire 
mucho,  porque  crea  que  terna  esta  tentación;  y  anque  no  muera  de 
sed,  acavará  la  salud.  Y  que  en  este  crecimiento  de  deseo,  que,  cuan- 
do es  tan  grande,  procure  no  añidir  en  él,  sino  con  suavidad  cortar 
el  ylo  al  ynpetu  con  otra  consideración;  que  nuestra  mesma  naturalega 
podrá  ser  obre  tanto  como  el  amor,  que  ay  personas  de  esta  arte 
que  cualquier  cosa,  anque  sea  mala,  desean  con  gran  veemengia.  Pare- 
ge  desatino  que  cosa  tal  se  ataje;  pues  no  lo  es,  que  yo  no  digo 
se  quite  el  deseo,  sino  que  se  ataje,  y  por  ventura  será  con  otro 
que  se  merezca  tanto. 

Quiero  degir  algo  por  ¡donde  me  entiendan.  Da  vn  gran  deseo  de 
verse  ya  con  dios  y  desatado  de  esta  cárgel,  como  le  tenía  san  pablo; 
y  personas  ynpetuosas  vernán,  sin  sentirse,  a  dar  muestras  esteriores 
(que  todo  lo  que  se  pudiere  se  a  de  escusar).  Mude  el  deseo  con  pa- 
regerle,  si  bive,  servirá  más  a  dios,  y  podrá  ser  algún  alma  que  se 
avía  de  perder  la  dé  luz.  Y  es  buen  consuelo  para  tan  gran  travajo, 


1  Prosigue  el  capítulo  XIX. 

2  Hay  aquí  un  borrón  en  el  autógrafo  que  dificulta  la  lectura  de  esta  palabra, 

3  Escribió  primero:  lo  que  ve  echar  en  ella. 


276  '  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

y  aplacará  su  pena,  y  gana  en  tener  tan  gran  caridad,  que,  por  servir 
al  mesmo  señor,  se  quiere  acá  sufrir  vn  día.  Es  como  si  vno  tuviese  vn 
gran  travajo  v  grave  dolor,  consolarle  y  deíjir  que  tenga  pa^ien^ia  (1), 

Y  si  el  demonio  ayvdó  en  alguna  manera  a  tan  gran  deseo  (como 
devía  aper  a  otro,  que  le  ypo  entender  se  echase  en  vn  popo  por  yr 
a  ver  a  dios)  (2),  señal  es  que  no  estava  lejos  de  aper  creper  aquel  de- 
seo; porque  si  fuera  del  señor,  no  le  ypiera  mal;  es  ynposible,  que  tray 
consigo  la  luz  y  la  dyscrepión  (3)  y  la  medida.  Sino  que  este  adversario, 
por  donde  quiera  que  puede,  procura  dañar;  y  pues  él  no  anda  des- 
cuydado,  no  lo  andemos  nosotro[s].  Este  es  punto  ynportante  para  mu- 
chas cosas,  que  algunas  vepes  ay  gran  nepesidad  de  no  nos  olvi- 
dar de  él. 

¿Para  qué  pensáys,  y  jas,  que  e  pretendido  declarar,  como  dipen,  el 
fin,  y  mostrar  el  premio  antes  de  la  batalla,  con  depiros  el  bien  que 
tray  consigo  llegar  a  bever  de  esta  fuente  pelestial  y  de  esta  agua 
biva?  Para  que  ino  os  congojéys  del  trabajo  y  contradipión  que  ay 
en  el  camino,  y  vays  con  ánimo  y  no  os  canséys;  porque,  como  c  di- 
cho, podrá  ser  que  ya  que  no  os  falta  sino  bajaros  a  bever,  lo  de- 
jéys  todo,  y  no  perdáys  este  bien,  pensando  no  ternéys  fuerpa  para 
llegar  a  él,  y  que  no  soys  para  ello. 

Mira  que  conbida  el  señor  a  todos;  pues  es  la  verdad,  no  ay 
que  dudar.  Si  no  fuera  jeneral  este  conbite,  no  los  llamara  dios  a 
todos,  y  anque  los  llamara,  no  dijera:  Yo  os  daré  de  bever.  Pu- 
diera depir:  vení  todos,  que,  en  fin,  no  perderéys  nada;  y  los  que  a 
mí  parepiere,  yo  los  daré  a  bever.  Mas  como  dijo,  sin  esta  condipión, 
a  todos,  tengo  por  pierto  que  todos  los  que  no  se  quedaren  en  el 
camino,  no  les  faltará  este  agua  biva. 


1  En   el   autógrafo    de   Valladolid    desenvuelve    estos    pensamientos   con   más   amplitud    u 
claridad. 

2  Véase  la  nota  primera  de  la  página  94. 

3  Descreción,  escribió  primero,  y  cambió  la  e  en  y. 


CAPITULO   XXXIII    (1) 


EN      QUE     TRATA     COMO     POR     DIFERENTES     VÍAS     NUNCA     FALTA      CONSOLACIÓN     EN 
EL    CAMINO    DE    LA    ORACIÓN. 


Parece  que  me  contradigo,  porque  cuando  consolava  a  las  que 
no  llegavan  aquí,  dije  que  tenía  dios,  nuestro  bien,  diferentes  caminos, 
que  yvan  a  él  por  diferentes  caminos,  y  que  ansí  avía  muchas  mo- 
radas. Ansí  lo  torno  a  degir,  porque,  como  entendió  su  majestad  nues- 
tra flaquera,  proveyó  como  quien  es.  Mas  no  dijo:  por  este  camino 
vengan  vnos,  y  por  éste  otros;  antes  fué  tan  grande  su  misericordia, 
que  a  nadie  quitó  procurase  venir  a  esta  fuente  de  vida  a  bever. 
¡Bendito  sea  él!    ¡Y  con  cuánta  rra?ón  me  lo  vuiera  quitado  a  mí! 

Pues  no  me  mandó  lo  dejase,  y  cuando  lo  comencé,  no  me  echó 
en  el  profundo,  a  buen  siguro  que  no  lo  quite  a  nadie,  antes  pú- 
blicamente nos  llama  a  boges;  mas  como  es  tan  bueno,  no  nos  fuer- 
za, antes  da  de  muchas  maneras  a  bever  de  los  que  le  quieren  sigir, 
para  que  ninguno  vaya  desconsolado  ni  muera  de  sed.  Desta  fuente 
cavdalosa  salen  arroyos,  vnos  grandes,  otros  pequeños,  y  an  algunas 
vepes  charquitos  para  minos,  que  paregc  que  aquello  les  basta,  los  que 
están  muy  en  prin<?ipio  de  la  virtud.  Ansí  que,  ermanas,  no  ayáys 
miedo  muráys  de  sed  en  el  camino;  nunca  falta  agua  de  consolación 
tan  falto  que  no  se  pueda  sufrir,  Y  pues  esto  es  (2),  toma  mi  consejo  y 
no  os  quedéys  en  el  camino,  sino  pelea  como  fuertes  asta  morir  en  la 
demanda,  pues  no  estáys  aquí  a  otra  cosa  sino  a  pelear.  Y  con  yr 
sicnpre  con  esta  determinación  de  antes  morir  que  dejar  de  llegar 
a  €sta  fuente,  si  os  lleva  el  señor  sin  llegar  a  ella  en  esta  vida,  en 
la  otra  os  la  dará  con  toda  abundancia;  beveréys  sin  temor  que  por 
vuestra  culpa  os  a  de  faltar.  Plega  el  señor  que  no  nos  falte  su  mi- 
sericordia. Amén. 


1  Cap.  XX. 

2  Mnsí,  añade  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CñPITULO   XXXIV    (1) 


QUE     PERSUADE     R     'LAS     ERMANAS     DESPIERTEN     A     LAS    PERSONAS     QUE     TRATAREN 
A     ORfSCION. 


Hora,  para  comentar  este  camino  que  queda  dicho  de  manera  que 
no  se  yerre  desde  el  prin9ipio,  tratemos  vn  poco  de  cómo  se  a  de 
principiar  esta  jomada,  porque  es  lo  que  más  ynporta:  ynporta  el 
todo  para  todo.  No  digo  que  quien  no  tuviere  la  determinación  que 
aquí  diré,  le  deje  de  comentar,  porque  dios  le  yrá  perfi^ionando;  y 
cuando  no  y^iese  más  jde  dar  vn  paso  en  él,  el  mesmo  camino  tiene 
en  sí  tanta  Virtud,  que  no  aya  miedo  lo  pierda,  ni  le  deje  de  ser 
muy  bien  galardonado.  Tiene  en  sí  grandes  perdones,  y  ay  más  v 
menos.  Digamos  como  quien  tiene  vna  cuenta  de  perdones,  que  si  la 
rrega  vna  vez,  gana,  y  mientra  más,  más;  mas  si  nunca  llega  a  ella, 
sino  que  se  la  tiene  en  el  arca,  mijor  fuera  no  la  tener.  Hnsí  que, 
anque  no  vaya  después  por  el  mesmo  camino,  lo  poco  que  vuiere  andado 
de  él,  le  idará  luz  para  que  vaya  bien  por  los  otros,  y  si  más 
andaré,  más.  En  fin,  tenga  cierto  que  no  le  ara  daño  el  averie 
comencado  para  cosa  ninguna,  anque  le  deje,  porque  el  bien  nunca 
a^e  mal.  Por  eso  a  todas  las  personas  que  os  trataren,  ermanas,  avien- 
do  dispusición  y  alguna  amistad,  procura  quitarlas  el  miedo  de  co- 
menca[r]  tan  gran  bien;  y  por  amor  de  dios  os  pido  yo  que  vues- 
tro trato  sea  sienpre  ordenado  a  algún  bien  de  quien  ablardes,  pues 
vuestra  .oragión  a  de  ser  para  provecho  de  las  almas.  Y  (2)  esto  avéys 
sienpre  de  pedir  al  señor,  mal  parecería,  hermanas,  no  lo  procurar 
de  todas  maneras.  ' 

Si  queréys  ser  buen  devdo,  ésta  es  la  verdadera  amistad;  si  buen 
amiga,  entendé  que  no  lo  podéys  ser  sino  por  este  camino.  Ande  la 
verdad  en  vuestros  coracones  como  a  de  andar  por  la  meditación,  y 
veréys  claro  (el  amor  que  somos  obligados  a  tener  a  los  prójimos. 
No  es  ya  tienpo,  lermanas,  de  juego  de  niños,  que  no  parece  otra  cosa 
estas  amistades  del  mundo,  anque  sean  buenas:  digo  «si  me  queréys, 
no  me  queréys»,  ni  entre  vosotras  aya  tal  plática,  ni  con  hermano,  ni 
con  nadie,  sí  no  fuere  yendo  fundadas  en  vn  gran  fin  y  provecho 
de  aquel  ánima.  Que  puede  acaecer,  para  que  os  escuche  vuestro 
devdo,   V   ermano   v   persona   semejante   vna   verdad   y    la   admita,    aver 


1  Prosigue  el  capítulo  XX. 

2  Y  pues...,  se  lee  en  el  original  de  Valladolid. 


CAPITULO    XXXIV  279 

de  disponerle  con  estas  pláticas  y  muestras  de  amor,  que  a  la  sen- 
sualidad sienpre  contentan,  y  acaecerá  tener  en  más  vna  buena  pa- 
labra, que  ansí  la  llaman,  y  disponerle  más  que  muchas  de  dios, 
para  que  después  éstas  quepan.  Y  ansí,  yendo  con  advertencia  de 
aprovechar  no  las  quitó;  mas,  a  no  ser  esto,  ningún  provecho  pueden 
traer,  y  podrán  acer  daño  sin  entenderlo  vosotras.  Ya  saben  que 
soys  rrelisiosas,  y  que  vuestro  trato  es  de  oración.  No  se  os  ponga 
delante:  «no  quiero  que  me  tengan  por  buena»,  porque  es  provecho  v 
daño  común  el  que  (en  vos  vieren.  Y  es  gran  mal  que  a  las  que 
tanta  obligación  tienen  de  no  ablar  sino  en  dios,  les  parezca  es  bien 
dy simulación  (1)  en  leste  caso,  si  no  fuere  para  más  bien.  Este  es  vuestro 
trato  y  lenguaje;  quien  ps  quisiere  tratar,  depréndale,  y  si  no,  guar- 
daos de  deprender  vosotras  ¡el  suyo;   será  ynfierno. 

Si  os  tuvieren  por  groseras,  poco  va  en  ello;  si  por  ypróquitas,  me- 
nos: ganaréys  de  aquí  que  no  os  vea  sino  quien  se  entendiere  por 
esta  lengua;  porque  'no  lleva  camino,  vno  que  no  sabe  algaravía, 
gustar  de  tratar  mucho  con  quien  no  sabe  otro  lenguaje.  Y  ansí,  no 
os  cansarán  ni  dañarán,  que  no  sería  poco  daño  coraencar  a  ablar  (2), 
y  a  deprender  nueva  lengua:  todo  el  tienpo  se  os  yría  en  saberla. 
Y  no  podéys  ¡saber  como  yo,  que  lo  e  espirimentado,  el  gran  travajo 
que  da  al  alma,  porque  por  saber  la  vna  se  le  olvida  la  otra,  y  es  vn 
perpetuo  desasosiego  del  que  en  todas  maneras  avéys  de  vyr  (3);  por- 
que lo  que  mucho  conviene  para  este  camino  que  comencamos  a  tra- 
tar, es  paz  y  sosiego  en  el  alma. 

Si  los  que  vinieren  quisieren  deprender  vuestra  lengua,  ya  que  no 
es  vuestro  de  enseñar,  serlo  a  de  decir  las  rriquecas  que  se  ganan  aquí 
en  procura[r]  deprenderla;  y  de  esto  no  os  canséys,  sino  con  piadad 
y  amor  y  oración,  porque  le  aproveche,  para  que  entendiendo  la 
gran  ganancia  que  tray  consigo,  vaya  a  buscar  maestro  que  se  la 
enseñe;  que  no  sería  poca  merced  que  os  yciese  el  señor  despertar 
algún  alma  para  esto.  Mas  ¡qué  de  cosas  se  ofrecen  en  comencando  a 
tratar  de  este  camino!  ¡Ojalá  pudiera  yo  escrivir  con  muchas  ma- 
nos,  para   que   vnas  ipor   otras   no  se   olvidaran! 


1  Desimulación,  había  escrito  primero. 

2  Rbrat,  escribe  la  Santa.  El  autógrafo  de  Valladolid  dice  hablar. 

3  Léase  huir. 


CAPITULO   XXXV   (1) 


EN  QUE  DICE  LO  MUCHO  QUE  YNPORTH  COMENZAR  CON  GRAN  DETERMINACIÓN 
Lfl  ORACIÓN,  Y  JIO  ñCER  CASO  DE  LOS  YNCONVENIENTES  QUE  EL  DEMONIO 
PONE     PARA     COMENZAR. 


No  OS  espantéys,  yjas,  que  es  camino  rreal  para  el  ^ielo.  Gánase 
por  él  gran  tesoro,  no  es  mucho  que  cueste  mucho,  a  nuestro  parecer. 
Tienpo  verná  que  se  lentienda  cuan  nonada  es  todo  para  tan  gran  precio. 

ñora,  pues,  tornando  a  los  que  quieren  bever  de  este  agua  de  vida, 
y  quieren  caminar  asta  llegar  a  la  mesma  fuente,  cómo  an  de  comentar, 
digo  que  ynporta  mucho,  y  el  todo  (y  anque  en  algún  libro  e  leydo 
lo  bien  que  es  llevar  este  principio,  y  an  en  algunos,  me  pare9e  no 
se  pierde  nada  en  deqirlo  aquí),  una  grande  y  muy  determinada  deter- 
mina9ión  de  no  parar  asta  llegar  a  ella,  venga  lo  que  viniere,  suceda 
lo  que  sucediere,  travajc  lo  que  travajare,  mormure  quien  mormurare, 
siquiera  llege  allá,  siquiera  me  muera  en  el  camino  v  no  tenga  cora- 
9ón  (2)  para  los  travajos  que  ay  en  él,  siquiera  se  vnda  el  mundo,  como 
muchas  ve^cs  acae9C  con  depir:  «ay  peligros»,  «vlana  por  aquí  se 
perdió»,  «el  otro,  que  rrefava,  cayó»,  «dañan  la  virtud»,  «no  es  para 
mujeres,  que  les  vienen  ylusiones»,  «mijor  será  que  ylen»,  «no  an  me- 
nester esas  delicadeces»,  vasta  el  pater  noster  (3)   y   ave  maría. 

Esto  ansí  lo  digo  yo,  hermanas;  y  ¡cómo  si  basta!  Sienpre  es 
gran  bien  fundar  vuestra  oración  sobre  oraciones  dichas  de  tales  bocas. 
En  esto  tienen  rra(;ón,  que  si  no  estuviese  ya  nuestra  flaquera  tan  flaca, 
y  nuestra  devoción  tan  tivia,  no  eran  menester  otros  conciertos  de  ora- 
ción, ni  eran  menester  ,otros  libros,   ni  era  necesario   otras  oraciones. 

Y  ansí  rae  a  parecido  (pues,  como  digo,  ablo  con  almas  que  no 
pueden  ansí  rrecojerse  en  lOtros  misterios,  que  les  parece  son  artificios, 
y  algunos  ynjenios  tan  ynjeniosos  que  nada  les  contenta),  yré  fundando 
por  aquí  vnos  principios,  y  medios  y  fines  de  oración,  anque  en  cosas 
subidas  no  aré  sino  tocar,  porque,  como  digo,  las  tengo  ya  escritas; 
y  no  os  podrán  quitar  libro,  que  no  os  quede  tan  buen  libro,  que  si 
soys   estudiosas   con   vmildad,   no   avéys   menester   otra   cosa. 

Sienpre  yo  e  sido  aficionada,  y  me  an  rrecojido  más  las  palabras 
de   los   evanjelios   que  se  salieron   por   aquella   sacratísima   boca   ansí 


1  Cap.  XXI. 

2  V  no  le  tenga  corazón,  había  escrito  primero. 

3  Por  distracción  borró  la  segunda  sílaba  de  esta  palabra  en  el  original. 


CAPITULO    XXXV  281 

como  las  de^ía,  que  libros  muy  bien  conpertados;  en  especial,  si  no 
era  el  avtor  muy  ;muy  a  aprovado,  no  los  avía  gana  de  leer.  Alle- 
gada a  este  maestro  de  toda  la  sabiduría,  quizá  me  enseñará  alguna 
considera9ion(;ita  que  os  contente.  No  digo  que  diré  declaración  de 
estas  oraciones  divinas,  que  Ino  me  atrevería,  y  artas  ay  escritas  y 
sería  disvarate;  sino  consideración  isobre  algunas  palabras  de  ellas  (1). 
Porque  algunas  veces,  con  tantos  libros,  parece  se  nos  pierde  la  de- 
voción en  lo  que  tanto  nos  va  tenerla,  que  es  claro  que  el  mesmo 
maestro  que  enseña  vna  cosa,  toma  amor  con  el  dicípulo  y  gusta  de 
que  le  contente  lo  que  le  enseña,  y  le  ayvda  mucho  a  que  lo  de- 
prenda, y  ansí  ara  este  maestro  celestial  con  nosotras. 


1      Concretando  más  su  pensamiento  en  el  autógrafo  de  Valladolid,   dice  en  vez  de  ellas, 
del  Paternóster,  que  es  la  oración  que  de  hecho  declara  o  comenta. 


CAPITULO    XXXVI    (1) 


PROSIGUE     EN     Lfl     MISMA     MATERIfl,     Y     DECLñRñ     ESTE     ENGAÑO,     Y     COMO     NO     AN 
DE    DAR    CRÉDITO    A    TODOS. 


Tornando  a  lo  que  elegía,  ningún  caso  agáys  de  los  miedos  que 
OS  pusieren,  ni  de  los  peligros  que  os  pintaren.  Donosa  cosa  es  que 
quiera  yo  yr  por  vn  camino  adonde  ay  tantos  ladrones,  sin  peligros, 
^  a  iganar  vn  [gran  tesoro.  Pues  donoso  anda  el  mundo  para  que  os  le 
dejen  tomar  en  paz,  sino  que  por  vn  maravedí  de  ynterese  se  pornán 
a  no  dormir  muchas  noches  por  ventura,  y  a  desasosegaros  cuerpo  y 
alma.  Pues  cuando  yéndole  a  ganar  por  el  camino,  v  a  rroBar  (2),  como 
dice  el  señor  que  le  ganan  los  esforgados,  y  por  camino  rreal,  y  por 
camino  siguro  por  el  que  fué  cristo,  nuestro  enperador,  por  el  que 
fueron  todos  sus  escojidos  y  santos,  os  digen  ay  tantos  peligros  y  ios 
ponen  tantos  temores,  los  ique  van  a  ganar  este  bien,  a  su  parecer,  sin 
camino,  ¿qué  son  los  ^jeligros  que  llevarán?  ¡O  yjas  mías!  que  mu- 
chos más,  sin  conparagión,  sino  que  no  los  entienden  asta  dar  de 
ojos  en  el  verdadero  peligro,  cuando  no  ay  quien  les  dé  la  mano  por 
ventura,  y  pierden  del  todo  el  agua,  sin  bever  poca  ni  mucha,  ni  de 
charco,  ni  de  arroyo.  Pues  ya  veys  sin  gota  de  esta  agua,  ¿cómo  se 
pasará  camino  adonde  ¡ay  tantos  con  quien  pelear?  Está  claro  que  al 
mijor  tienpo  morirán  de  sed,  porque,  queramos,  que  no,  yjas  mías,  to- 
dos caminamos  para  esta  fuente,  anque  de  diferentes  maneras.  Pues 
créeme  vosotras,  ij  no  os  engañe  nadie  en  mostraros  otro  camino  sino 
el  de  la  oración. 

Yo  no  ablo  aora  en  que  sea  mental  v  uocal  (3)  para  todos;  digo  para 
vosotras  lo  vno  y  ,1o  otro.  Este  es  el  ofi(;io  de  los  rrelisiosos.  Quien 
os  dijere  que  éste  l,es  peligro,  tenedle  a  él  por  el  mesmo  peligro,  y 
vyd  del;  y  no  se  os  olvide,  porque  por  ventura  avréys  menester  este 
consejo.  Peligro  será  no  tener  vmildad  y  otras  virtudes;  mas  camino 
de  oración  camino  de  peligro,  nunca  dios  tal  quiera.  El  demonio 
parece  a  ynventado  poner  estos  miedos,  y  ansí  a  sido  mañoso  a  ager 
caer    alguno    que   llevava   íestc    camino. 

Y  miren  tan  ^gran  gegedad,  que  no  miran  el  mundo  de  millares, 
como   digcn,   que   an  caydo  en  erejía  y   en   grandes  males,   sin   tener 


1  Prosigue  el  capítulo  XXI. 

2  Aquí  borró  la  Santa  algunas  palabras  para  dejar  la  frase  tal  como  viene  en  el  texto. 

3  Léase  vocal. 


CAPITULO    XXXVI  283 

oración,  ni  saber  qué  cosa  era  (desto  es  arto  de  temer);  y  entre  mu- 
chos de  éstos,  isi  el  demonio,  por  a9er  mijor  su  negocio,  a  eciio  caer 
algunos,  bien  contados,  que  tenían  oración,  a  echo  poner  tanto  temor 
en  las  cosas  de  virtud  a  algunos.  Estos  que  tienen  estos  rremedios  v 
toman  para  librarse,  ,se  guarden;  porque  vyr  el  bien  para  librarse 
de  el  mal,  nunca  yo  tal  ynven^ión  e  visto;  bien  pareqe  del  demonio. 
¡O  señor  mío!  toma  por  vos;  mira  que  entienden  al  rrevés  vuestras 
palabras,  no  priraitáys  semejantes  flaqueras  en  vuestras  siervas.  ñ9e 
bien,  y  jas,  que  no  os  quitarán  el  pater  noster  y  el  ave  maría  (1). 

Sienpre  veréys  muchos  que  os  ayvden,  porque  eso  tiene  el  ver- 
dadero siervo  de  dios,  a  quien  su  majestad  a  dado  luz  del  verdadero 
camino,  que  en  estos  temores  le  cre^e  el  deseo  de  no  parar.  Entiende 
claro  por  dónde  va  a  dar  el  golpe  el  demonio,  y  vrtale  el  cuerpo  y 
quiébrale  la  cávela.  Más  siente  él  esto  que  cuanto  plaqer  otros  le 
pueden  a^er.  Cuando  en  'vn  tienpo  de  alvoroto,  en  vna  ^igafia  que  a 
puesto,  que  parepe  a  todos  lleva  medio  giegos,  van  muchos  devajo  de 
gran  cristiandad,  levanta  dios  vno  que  los  abre  los  ojos  y  diga:  mira 
que  os  a  puesto  niebla  para  no  ver  el  camino  (¡qué  grandeva  de  dios, 
que  puede  más  a  las  veqes  vn  onbre  solo,  v  diez,  que  digan  verdad, 
que  muchos  juntos!),  y  torna  poco  a  poco  a  descubrir  el  camino,  dale 
dios  ánimo.  Si  diíjen  no  aya  oración,  procurará  se  entienda  es  buena 
la  (Oración,  si  no  por  palabras,  por  obras:  si  di^en  no  es  bien  tanta 
comunión  (2),  él  tnás  a  menudo  se  llega  al  santísimo  sacramento.  Como 
ay  (3)  vno  con  ¡ánimo,  luego  se  llega  otro,  torna  el  señor  a  ganar  lo 
perdido. 

ñnsí  que,  'y jas,  dejaos  |de  estos  miedos,  nunca  agáys  caso  en  co- 
sas semejantes  ¡de  ¡la  opinión  del  vulgo,  mira  que  no  son  tienpos  de 
creer  a  tpdos,  sino  a  los  que  vierdes  van  conforme  a  la  vida  de  cristo 
Procura  tener  linpia  con(;iengla,  vmildad,  menosprecio  de  todas  las 
cosas  del  mundo,  creer  firmemente  lo  que  tiene  la  madre  santa  yglesia, 
y  a  buen  siguro  que  vays  buen  camino.  Dejaos  de  temores  adonde 
no  ay  que  temer;  si  alguno  os  los  pusiere,  con  vmildad  declaradle 
el  camino.  Degy  que  rregla  tenéys  que  os  manda  orar  sin  ^esar,  que  así 
lo  manda,  y  que  la  avéys  de  guardar.  Si  os  dijere  que  será  vocal- 
mente, apura  si  a  de  estar  el  entendimiento  y  corazón  en  lo  que  de- 
9ís;  que  Si  os  dipe  que  sí,  que  no  podrá  decyr  otra  cosa,  veys  ay 
donde  os  confiesa  avéys  'por  fuerqa  de  tener  oración  mental  y  conten- 
pla^ión,   si   os   la   diere  dios. 


1  Esta  última  línea  está   borrada   en   el   original,    pero   puede  leerse  bien.  Al  margen  hajj 
una  nota  de  letra  desconocida,  completamente  tachada. 

2  Mcela,  había  escrito  aquí  y  borró  la  palabra  por  innecesaria. 

3  jFlya,  enmienda  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CñPITULO   XXXVII    (1) 


EN    QUE    DECLARA    QUE    COSA    ES    ORACIÓN    MENTAL. 


Sí,  que  no  lestá  la  falta  para  no  ser  oración  mental  en  tener  pe- 
rrada la  voca;  si  ablando  estoy  enteramente  viendo  que  ablo  con  dios 
con  más  advertencia  que  ¡en  las  palabras  que  digo,  junto  está  ora- 
ción mental  y  vocal.  ¡Salvo  si  no  os  di^en  que  estéys  ablando  con  dios 
y  rre^ando  el  ave  maría,  y  pensando  len  el  mundo,  aquí  callo.  Mas  si, 
como  es  rra^ón  ablando  |Con  tan  gran  señor,  avéys  de  estar  mirando 
con  quien  abláys,  y  quién  soys  vos,  siquiera  para  ablar  con  crianfa, 
¿cómo  podréys  llamar  a  el  príncipe  altera,  ni  ver  las  acrimonias  que 
se  a^en  para  ablar  vn  grande,  si  no  entendéys  bien  qué  estando  tiene 
y  tanbién  qué  estado  tenéys  vos?  Porque,  conforme  a  esto,  se  a  de 
a9er  y  conforme  a  el  vso,  que  an  es  menester  que  sepáys  el  vso,  y 
no  vays  descuydado;  si  no,  enbiaros  an  por  sinple,  y  no  nego9iaréys 
cosa.  Y  más  avréys  menester,  si  no  lo  sabéys  bien,  de  ynforraaros,  y 
an  de  deletrear  lo  que  avéys  de  de^ir.  ñ  mí  me  acaegió  vna  vez  (no 
tenía  costunbre  a  ablar  con  señores),  y  y  va  por  ^ierta  necesidad  a 
tratar  con  vna  que  avía  de  llamar  señoría,  y  es  ansí  que  me  lo  mos- 
traron deletreado.  Yo,  como  soy  torpe  y  no  lo  avía  vsado,  en  lle- 
gando allá,  no  lo  agertava  bien;  acordé  decirle  lo  que  pasava,  y  echa- 
11o  en  rrisa,  porque  tuviese  por  bueno  llamarla  merced,  y  ansí  lo  y9e(2). 
Pues  ¿qué  es  esto,  señor  mío?  ¿Qué  es  esto  mi  enperador?  ¿Cómo 
se  puede  sufrir  esto,  príncipe  de  todo  lo  criado?  Rrey  soys,  señor,  sin 
fin,  que  no  es  rreyno  prestado  el  que  tenéys,  sino  vuestro  propio, 
no  se  acava.    ¡Bendito  seáys  vos! 

Cuando  se  canta  en  el  credo  que  vuestro  rreyno  no  tiene  fin, 
sienpre  casi  me  es  particular  rregalo.  Alabóos  señor  y  bendígoos, 
y  todas  las  cosas  os  alaben  por  sienpre,  pues  vuestro  rreyno  durará 
para  sienpre.  Pues  nunca,  señor,  vos  queráys  sea  bueno  que  quien  os 
alabare  y  quien  fuere  a  ablar  con  vos  sea  sólo  con  la  voca.  ¿Qué  es 
esto  cristianos?  ¿entendéys  os?  Que  querría  dar  vo^es  y  disputar, 
con  ser  la  que  feoy,  con  los  que  di^en  que  no  es  menester  oración 
mental.  Cierto  que  entiendo  que  no  os  entendéys,  ni  sabéys  cuál  es 
oración  mental,  ni  cómo  se  a  de  rre^ar  la  vocal,  ni  qué  es  contenpla-* 


1  Cap.  XXII. 

2  Este  gracioso  episodio  no  lo  trae  el  autógrafo  de  Valladolid,  como  en  su  lugar  se  ad- 
virtió. (Cfr.  p.  105,  nota  4). 


CAPITULO     XXXVII  285 

9ión;    porque  si   lo   supiésedes,   no   condenaríades   por   vn   cavo   lo   que 
alabáys  por  otro. 

Yo  e  de  poner  isienpre  junta  oración  mental  con  la  vocal,  cuando  . 
se  me  acordare,  porque  ,no  os  espanten,  yjas,  que  yo  sé  en  qué  cayn 
estas  cos[as]  (1),  y  no  querría  que  nadie  os  trajese  al  rretortero,  que  es 
cosa  dañosa  yr  con  miedo  este  camino.  Ynporta  mucho  entender  que 
vays  bien,  porque  en  di(;iendo  a  vno  que  va  errado  y  a  perdido  el 
camino,  le  a^en  andar  de  vn  cavo  a  otro.,  y  todo  lo  que  anda  buscando 
por  donde  a  dir(2),se  cansa,  y  gasta  el  tienpo  y  llega  más  tarde.  ¿Quién 
dirá  que  es  mal,  si  comienza  a  rreqar  las  oras  v  el  rrosario,  que  co- 
miencjc  a  pensar  con  quién  abla,  y  quién  es  el  que  abla  para  ver  cómo 
le  a  de  tratar?  Pues  y  os  digo  (3),  hermanas,  que  si  lo  mucho  que  ay 
que  a^er  en  estos  dos  puntos  se  ygiese  bien,  que  primero  que  comen- 
9éys  la  oración  vocal,  que  es  rre9ar  las  oras  v  el  rrosario,  ocupéys 
artas  oras  en  la  mental.  Sí,  que  no  emos  de  llegar  a  ablar  con  vn 
príncipe  como  con  un  labrador9ito  (4),  v  como  con  vna  pobre  como  nos- 
otras, que  no  va  más  que  nos  llamen  tú  que  vos. 

Rrapón  es  que,  ya  que  por  la  vmildad  de  este  rrey,  si  como  gro- 
sera no  sé  ablar  .con  él,  y  no  por  eso  me  tiene  en  menos,  ni  deja 
de  allegarme  a  sí,  ni  me  echan  fuera  sus  guardas  (que  saven  los 
ánjeles  que  están  allí  la  condifión  de  su  rrey,  que  gusta  más  de  estas 
groserías  de  vn  ipastor9ito  vmilde,  que  save  si  más  supiera  ínás  le 
dijera,  que  'de  las  tevlojías  (5)  muy  ordenadas  si  no  van  con  tanta  vmil- 
dad); ansí  que,  no  porque  él  sea  bueno,  emos  de  ser  nosotros  descome- 
didos. Siquiera  para  agrade9erle  «el  mal  olor  que  sufre  en  sufvirnos, 
es  bien  que  veamos  quién  es.  Es  verdad  que  se  entiende  luügo  en 
llegando,  como  los  señores  de  acá,  que  con  de9ir  su  padre,  ¡j  tantos 
cuentos  tiene  de  rrenta,  y  este  ditado  (6),  no  ay  más  que  saber;  porque 
acá  no  se  a9e  cuenta  de  las  personas  por  mucho  que  merezcan,  sino 
de  las  a9iendas. 

¡O  miserable  mundo!  Alavad  mucho  a  dios,  yjas,  que  avéys  'dejado 
cosa  tan  rruyn  adonde  no  a9en  caso  (7)  de  lo  que  ellos  en  sí  tienen, 
sino  de  lo  que  tienen  sus  rrenteros  y  vasallos.  Cosa  donosa  es  ésta 
para  que  os  olgéys  en  la  ora  de  la  rrecrea9ión,  que  éste  es  buen  pasa- 
tienpo   entender   en   qué    9iegamente   pasan   su   tienpo   los    del   mundo. 

O  rrey  de  la  gloria,  señor  de  los  señores,  enperador  de  los  en- 
peradores,  santo  de  los  santos,  poder  sobre  todos  los  poderes,  saver  so- 
bre todos  los  saberes,  la  mesma  sabiduría;  soys,  señor,  la  mesma 
verdad,   la   mesma    rrique9a,  'no   dejaréys   para   sienpre   de   rreynar. 


1  Estas  dos  letras  debieran  hacer  la  penúltima  sílaba  de  una  página  del  autógrafo  g  se  ol- 
vidó escribirlas. 

2  M  de  ir,  corrige  en  el  de  Valladolid. 

3  Pues  yo  os  digo,  quiso  escribir  la  Santa,  como  lo  hace  en  el  original  valisoletano. 

4  Lavradorcito,  escribió,  y  la  Santa  hizo  b  de  la  v. 

5  Hay  en  el  original  una  enmienda  que  parece  quiere  hacer  o  de  la  v. 

6  Véase  la  nota  del  cap.  XXII.  p.  107. 

7  Sino,  había  escrito  aquí  y  lo  borró. 


CAPITULO    XXXVIII    (1) 


PROSIGUE      EN      Lfl     MISMA      DECLARACIÓN     DE      ORACIÓN     MENTAL, 


Sí,  llegaos  a  pensar  jen  llegando,  con  quién  vays  a  ablar,  v  con 
quién  estágs  ablando.  En  mil  vidas  de  las  vuestras  no  acabaréys  de 
entender  cómo  merece  ser  tratado  este  señor,  que  tienblan  los  ánjeles 
delante  de  él.  Todo  lo  manda,  su  querer  es  obrar.  Pues  rragón  será, 
y  jas,  que  procuremos  siquiera  alcanzar  alguna  cosa  de  estas  grandevas 
que  tiene  nuestro  esposo,  a  ver  con  quién  estamos  casadas,  qué  vida 
emos  de  tener.  ¡Vélame  dios!  pues  acá,  si  vno  se  casa,  primero  sabe 
quién  es,  y  cómo,  y  qué  tiene;  nosotras  estamos  desposadas,  y  todas 
las  almas  por  el  bavtismo,  antes  de  las  bodas  y  que  nos  lleve  a  su 
casa  el  desposado.  Pues  no  quitan  acá  estos  pensamientos  con  los 
onbres,  ¿por  qué  nos  an  de  quitar  que  entendamos  nosotras  quién  [es] 
este  onbre,  quién  es  su  padre,  qué  tiene,  adonde  míe  a  de  llevar  (2),  qué 
condición  tiene,  cómo  le  podré  mijor  contentar,  en  qué  le  aré  plager, 
estudiar  cómo  conformaré  mi  condición  con  la  suya?  Pues  si  vna 
mujer  a  de  ser  ¡bien  casada,  no  le  avisan  otra  cosa  sino  que  estudie 
en  esto,  anque  sea  vn  onbre  muy  bajo  su  marido. 

Pues,  esposo  mío,  ¡en  todo  an  de  a^er  menos  caso  de  vos  que 
de  los  onbres?  Si  ellos  no  les  parece  bien  esto,  dejen  os  vuestras 
esposas  que  an  de  a<;«r  vida  con  vos.  Es  verdad  que  es  buena  vida, 
si  vn  esposo  es  tan  9eloso  que  quiere  no  salga  su  esposa  de  casa  ni 
trate  con  ¡otro,  linda  cosa  es  que  no  la  dejen  que  piense  en  cómo  con-' 
tentarle,  y  la  rragón  que  tiene  de  sufrirle,  y  de  no  querer  trate  con 
otro,  pues  en  él  tiene  todo  lo  que  puede  querer.  Esta  es  oración  men- 
tal, yjas  mías,  entender  jestas  verdades. 

Si  queréys  yr  entendiendo  lesto,  y  rre^ando  vocalmente,  muy  en- 
norabuena.  No  me  estéys  /ablando  con  dios  y  pensando  en  otras  co- 
sas, que  esto  es  lo  que  ape  no  entender  qué  cosa  es  oración  mental. 
Creo  va  dado  a  ¡entender  no  os  espante  nadie  con  esos  temores.  Alabad 
a  dios,  que  es  poderoso  sobre  todos  y  que  no  os  lo  pueden  quitar;  antes 
la  que  no  pudiere  rregar  vocalmente  con  esta  atención,  sepa  que  no 
a(?e  lo  que  es  obligada,  y  que  lo  está  si  quiere  rregar  con  perfe^ión  (3), 
de  procurarlo  con  todas  sus  fuerzas,  so  pena  de  no  aper  lo  que  debe  a 
esposa  de  tan  gran  rrey.  Suplicalde,  yjas,  me  dé  gracia  para  que  lo  aga 
como  os  lo  aconsejo,  que  me  falta  mucho.  Su  majestad  lo  provea 
por  quien  es. 


1  Prosigue  el  capítulo  XXII. 

2  De  que  me  case,  añadía  aquí  y  lo  bono. 

3  Si  quiere  refar  con  petfeción,  viene  entre  líneas. 


CAPITULO   XXXIX    (1) 


LO  QUE  YNPORTfl  NO  TORNAR  ATRflS  QUIEN  fl  COMENZADO  ESTE  CAMINO  DE 
ORHCYON,  Y  TORNA  A  ABLAR  DE  LO  QUE  VA  EN  QUE  SEA  CON  DETERMINA- 
CIÓN. 


Qué  divertirme  ago.  Digo  que  va  muy  mucho  en  comentar  con 
esta  gran  determinación,  por  tantas  cavsas,  que  sería  alargar  mucho 
decirlas,  y  en  .otros  iibros  están  dichas  algunas.  Solas  dos  diré  v 
tres.  La  vna  ¡es,  que  no  es  rragón  a  quien  tanto  nos  a  dado,  y  contino 
da,  vna  cosa  a  que  nos  queremos  determinar  servirle  y  que  le  que- 
remos dar,  que  es  leste  cuydadito  (no  ^ierto  sin  ynterese,  sino  con  tan 
grandes  ganancias),  no  se  lo  dar  con  toda  determinación,  sino  como 
quien  presta  vna  tosa  para  tornarlo  a  tomar.  Esto  no  me  pare?e  a 
mí  dar,  antes  sienpre  ¡queda  con  algún  desgusto  a  quien  an  enprestado 
vna  cosa  cuando  se  da  torna  a  tomar,  en  especial  si  son  amigos  y  a 
quien  la  enprestó  deve  muy  muchas  dadas  sin  ningún  ynterese  suyo:  con 
rracón  le  parecerá  poquedad  y  muy  poca  voluntad,  que  an  vna  cosita 
suya  no  quiera  dejar  len  su  poder,  siquiera  por  señal  de  amor. 

¿Qué  esposa  ay  que  rrecibiendo  muchas  joyas  de  valor  de  su 
esposo,  no  le  dé  siquiera  vna  sortijica  (2),  no  por  lo  que  vale,  que  ya 
todo  es  suyo  del  lesposo,  sino  por  señal  de  amor,  por  prenda  que  será 
suya  asta  la  muerte?  Pues  ¿qué  menos  merece  este  señor  para  que 
burlemos  áe  él,  dando  y  tomando  vna  nonada  que  le  damos?  Sino  que 
este  poco  de  tienpo  que  nos  determinamos  de  darle  a  él,  de  cuanto 
gastamos  en  nosotros  imesmois  y  en  quien  no  nos  lo  agradecerá,  ya  que 
aquel  rrato  le  queremos  dar  Jibre  el  pensamiento  y  desocuparle  de 
otras  cosas,  que  sea  con  toda  determinación  de  nunca  jamás  se  le 
tornar  a  tomar  por  travajos  que  por  ello  nos  vengan,  ni  por  con- 
tradiciones, ni  por  sequedades;  sino  que  ya,  como  cosa  no  mía,  tenga 
aquel  tienpo,  y  piense  me  le  pueden  pedir  por  justicia  cuando  del 
todo  no  se  le  quisiere  dar. 

Llamo  del  todo,  porque  no  se  •entiende  que  dejarlo  algún  día,  v 
algunos,  por  ocupaciones  justas  es  tomársele  ya:  la  yntención  esté 
firme,  que  no  es  inada  delicado  mi  dios;  no  mira  en  menudencias;  ansí 
terna  qué  os  agradecer;  les  dar  algo.  Lo  demás  bueno  es  a  quien  no 
es  franco,  sino  tan  lapretado,  que  no  tiene  coracón  para  dar;    arto  es 


1  Cap.  XXIII. 

2  Sortija,  conige  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


288  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

que  preste.  En  fin,  aga  algo,  que  todo  lo  toma  en  cuenta  este  enpe- 
rador,  a  todo  ^(^e  como  lo  queremos.  Para  tomarnos  cuenta  no  es 
nada  menudo,  sino  jeneroso;  'por  grande  que  sea  el  alcance,  tiene  él  en 
poco  perdonarle.  Para  pagarnos  es  tan  mirado,  que  no  ayágs  miedo 
que   vn    al^ar   de   ojos,   con   acuerdo   suyo   (1),    deje   sin   paga. 

Otra  cavsa  es,  porque  lel  demonio  no  tiene  tanta  mano  para  ten- 
tac^iones:  a  gran  miedo  a  ánimas  determinadas,  que  tiene  ija  espirien- 
gia  le  a^en  gran  daño,  y  que  cuanto  él  ordena  para  dañarlas,  viene  en 
provecho  suyo  y  de  los  otros,  y  que  sale  él  coa  pérdida.  Ya  que  no 
emos  nosotros  de  estar  <lescuydados,  ni  confiar  en  esto,  porque  lo 
avemos  con  jente  traydora,  y  a  los  apercibidos  no  osa  acometer,  porque 
es  muy  covarde;  mas  si  viese  descuydo,  aria  gran  daño.  Y  si  conoge 
a  vno  por  mudable  y  que  no  está  firme  en  el  bien  que  aqe,  ni  con 
gran  determinación  de  perseverar,  no  le  dejará  a  sol  ni  a  sonbra; 
miedos  le  porná  y  ynconvenientes  que  nunca  acave.  Yo  lo  sé  esto  muy 
bien  por  espiriencia,  y  lansí  lo  e  sabido  de^ir,  y  digo  que  no  save  nadie 
lo  mucho  que  ynporta. 

La  otra  cavsa  es,  y  que  age  mucho  al  caso,  que  pelea  con  ánimo. 
Ya  sabe  que,  venga  lo  que  viniere,  no  a  de  tornar  atrás.  Es  como  vno 
que  está  en  vna  batalla,  sabe  que  si  le  vengen  no  le  perdonarán  la 
vida,  y  que  ya  que  no  muera  en  la  batalla,  a  de  morir  después:  es 
averiguado,  a  mi  parecer,  que  peleará  con  mucho  más  ánimo,  y  no 
temerá  tanto  los  golpes  porque  lleva  delante  lo  que  le  ynporta  la  Vi- 
toria. Es  muy  necesario  tanbién  que  comengéys  con  gran  siguridad  en 
que  si  peleáys  con  'ánimo,  y  no  os  dejando  ven(?er,  que  saldréys  con  la 
enpresa;  esto  sin  ninguna  falta  (2),  por  poca  ganancia  que  saquéys, 
que  os  llama  a  que  beváys  de  esta  fuente.  Esto  queda  ya  dicho,  y 
querríalo  decir  muchas  veqes,  porque  acovarda  mucho  a  personas  que 
an  no  conocen  del  todo  la  bondad  del  señor  por  espiriengia,  anque 
le  conocen  por  fe;  mas  es  gran  cosa  saber  por  espiriencia  con  el 
amistad  y  rregalo  que  trata  a  los  que  van  por  este  camino. 

Los  que  no  lo  an  provado,  no  me  maravillo  quieran  siguridad  de 
algún  ynteresc;  pues  ya  sabéys  que  es  ciento  por  vno,  an  en  esta  vida, 
y  que  dice  el  señor  que  le  pidamos  y  nos  dará.  Si  no  creéys  a  su  ma- 
jestad en  las  partes  de  su  evanjelio  que  asigura  esto,  poco  aprovecha 
quebrarme  yo  la  caveca.  Todavía  digo,  que  an  si  tenéys  alguna  duda, 
que  lo  provéys,  ¿qué  se  pierde?  Que  an  esto  ay  ecelente  en  este  viaje, 
que  muy  muchas  cosas  se  dan  más  de  las  que  se  piden,  ni  de  las 
que  acertaremos  nosotros  a  pedir.  Esto  es  sin  falta,  yo  sé  que  es 
ansí;  si  no  aliaren  ser  verdad,  no  me  crean  cosa  de  cuantas  os  digo. 
Ya  vosotras,  hermanas,  lo  sabéys  por  espiriencia,  y  os  puedo  presentar 
por  testigos,  por  la  bondad  de  dios.  Por  las  que  vinieren,  es  bien  esto 
que  está  dicho. 

Ya  e  dicho  (3)  que  trato  con  almas  que  no  se  pueden  rre- 
cojer    ni    atar    los    entendimientos    en    oración    mental,    ni    conside- 


1  Con  acordarnos  de  él,  se  lee  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Esto  sin  ninguna  duda,  dice  la  Santa  en  el  original  valisoletano. 

3  Aquí  comienza  el  capítulo  XXIV. 


CAPITULO    XXXIX  289 

rapión,  no  aya  aquí  nonbre  de  estas  dos  cosas,  pues  no  soys  para 
ellas,  que  ay  muchas  almas  en  echo  de  verdad  que  solo  el  nonbre  las 
etemori(;a.  Y  porque  si  alguna  viniere  a  esta  casa,  que  tanbién,  como  e 
dicho,  no  pueden  yr  todas  por  vn  camino,  lo  que  quiero  aconsejaros, 
y  an  pudiera  decjir  enseñaros  (porque  como  madre  tengo  aora  este 
cargo),  cómo  avéys  de  rregar  vocalmente,  porque  es  rra^ón  entendáys 
lo  que  de^ís.  Y  porque  quien  no  es  para  pensar  en  dios,  puede  ser 
oraciones  largas  tanbién  les  canse,  tanpoco  me  quiero  entremeter  en 
ellas,  sino  en  las  que  forjado  avernos  de  rre?ar  si  somos  cristianos, 
que  íes  el  pater  jaoster  y  ave  maría. 


III  19 


CAPITULO   XL    (1) 


EN     QUE     TBilTñ     DE    ORACIÓN    VOCAL     CON    PERFECION,     Y     QUflN     JUNTA     INDA     CON 
ELLA    LA    MENTAL. 


Claro  está  que  emos  de  ver  lo  que  debimos,  como)  e  dicho.  No  pue- 
dan de9ir  por  nosotras  que  ablamos  y  no  nos  entendemos,  salvo  si  no 
de^ís  que  no  es  ¡menester  esto,  que  ya  os  vays  por  la  costunbre,  que 
vasta  defir  las  palabras.  ¡Si  eso  vasta  v  no,  no  me  entremeto,  eso  es 
de  letrados,  ellos  lo  dirán  a  las  personas  que  les  diere  dios  luz 
para  que  se  lo  quieran  preguntar,  y  en  los  que  no  tiene  nuestro 
estado  no  me  entremeto,  ñcá  querría  yo,  y  jas,  no  nos  contentemos  con 
eso;  porque  cuando  digo  credo,  rra^ón  me  pareíc  será,  y  an  obli- 
ga9ión  (2)  que  isepa  lo  que  creo;  cuando  digo  pater,  amor  me  parege 
será  entender  quién  es  este  padre.  Pues  tanbién  será  bien  que  vea- 
mos  quién   es  el   maestro   que   nos  enseña  esta   oración. 

Si  queremos  de9ir  que  vasta  ya  saber  de  vna  vez  quién  es  el 
maestro,  sin  que  más  nos  ^acordemos,  tanbién  podéys  de?ir  que  vasta 
de^ir  vna  vez  en  la  vida  la  ora9ión.  Sí,  que  mucho  va,  como  di^en,  de^ 
maestro  a  maestro,  pues  an  de  los  que  acá  nos  enseñan  parche  gran 
desgracia  no  nos  acordar  de  ellos;  y  si  es  maestro  del  alma  y  somos 
buenos  dipípulos,  es  ynposible  sino  tenerle  mucho  amor,  y  an  onrrar- 
nos  de  él,  y  ablar  en  él  muchas  vepes.  Pues  de  tal  maestro  como  quien 
nos  enseñó  esta  oratión,  y  con  tanto  amor  y  deseo  que  nos  aprovechase, 
nunca  dios  quiera  que  sea  bueno  no  nos  acordemos  muchas  vepes  cuan- 
do debimos  la  oraíión,  anque  por  ser  flacos  no  sean  todas. 

Pues  cuanto  a  lo  primero,  ya  sabéys  que  enseña  este  maestro  ce- 
lestial sea  a  solas,  que  ansí  lo  a^ía  él  sienpre  que  orava,  no  por  su 
nepesidad,  sino  por  nuestro  enseñamiento.  Esto  ya  dicho  se  está,  que 
no  se  sufre  ablar  con  dios  y  con  el  mundo,  que  no  es  otra  cosa 
estar  rrepando  y  oyr  lo  que  están  ablando,  v  pensar  en  lo  que  les 
parepe,  sin  más  grse  a  la  mano.  Esto  ya  se  sabe  que  no  es  bueno, 
y  que  emos  de  procurar  estar  a  solas,  y  an  plega  a  dios  entendamos  con 
quien  estamos,  y  lo  que  nos  rresponde  el  señor  a  nuestras  peticiones. 
¿Pensáys  que  se  está  callando  anque  no  lo  oymos?  Bien  abla  al  co- 
rapón  cuando  le  pedimos  de  corazón.  Prosupuesto  esto,  que  a  de  ser 
a  solas,  bien  es  consideremos  somos  cada  vna  de  nosotras  a  quien  en- 


1  Prosigue  el  capítulo  XXIV. 

2  Y  an  obligafión,  está  omitido  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO     XL  291 

señó  esta  oragión  el  señor,  y  que  nos  la  está  mostrando,  pues  nunca 
el  maestro  está  tan  ilejos  del  dipípulo  que  sea  menester  dar  vo(;es,  sino 
muy  junto.  Esto  quiero  yo  veáys  vosotras  os  conviene  para  rre9ar  bien 
el  pater  noster:  no  os  apartar  de  cave  el  maestro  que  os  le  mostró. 
Luego  diréys  que  ya  esto  es  consideración,  que  no  podéys,  ni  lo 
queréys,  sino  rrecar  vocalmente,  y  tenéys  alguna  rra^ón.  Mas  yo  os 
digo  9Íerto  que  no  |sé  cómo  lo  aparte,  si  a  de  ser  rreqar  entendiendo 
con  quién  ablamos,  como  es  rra^ón,  y  an  obligación,  que  procuremos 
rrecar  con  advertencia  ya;  y  an  plega  dios  que  con  estos  rreraedios  vaya 
bien  rrecado  el  pater  noster  y  no  acavemos  en  otra  cosa  ynpertinente. 
Yo  lo  c  provado  algunas  veces,  y  ningún  rreraedio  otro  alio,  si  no  es 
procurar  tener  el  pensamiento  en  quien  enderecó  las  palabras.  Por 
eso,  tené  paciencia,  que  esto  es  menester  para  ser  monjas,  y  an  para 
rrecar   como   buenos   cristianos,   a  mi   parecer. 


CñPITULO   XLI    (1) 


LO     MUCHO    .QUE     GflNñ     UN     ñLMñ     QUE     RREZfl     CON     PERFECION     VOCALMENTE,     Y 
COMO     LA     LEVANTA     DIOS     A     COSAS     SOBRENATURALES     DELLA. 


Será  posible  que  rregando  el  pater  noster  os  ponga  dios  en  con- 
tenpla^ión  perfeta,  si  le  rre(;áys  bien.  Que  por  estas  vías  muestra  que 
oye  al  que  le  abla,  y  Le  abla  su  majestad  suspendiéndole  (2)  el  entendi- 
miento, y  atajándole  el  pensamiento,  y  tomándole,  como  dicpen,  la 
palabra  de  la  boca,  que  anque  quiere  no  puede  ablar,  si  no  es  con 
mucha  pena.  Entiende  que  sin  rruydo  de  palabras,  obra  en  su  alma 
su  maestro,  y  que  no  obran  las  potencias  de  ella,  que  ella  entienda. 
Esto   es   contenpla(;ión    perfeta. 

ñora  entenderéys  la  diferencia  que  ay  de  ella  a  oración  mental, 
que  es  lo  que  queda  dicho:  pensar  y  entender  qué  ablamos,  y  con 
quién  ablamos,  y  quién  somos  los  que  osamos  ablar  con  tan  gran 
señor.  Pensar  esto  y  otras  cosas  semejantes,  de  lo  poco  que  le  emos 
servido  y  lo  mucho  que  estamos  obligados  a  servir,  es  oración  men- 
tal; no  penséys  que  es  otra  algaravía,  ni  os  espante  el  nonbre.  Rre- 
9ar  el  pater  noster,  v  lo  que  quisierdes,  es  oración  vocal.  Pues  mira 
qué  mala  música  ara  sin  lo  primero;  an  las  palabras  no  llevarán  con- 
cierto todas  veqes.  En  estas  dos  cosas  podemos  algo  nosotros,  con  e] 
favor  de  dios.  En  la  contenpla^ión  que  aora  dije,  ninguna  cosa;  dios 
es   el   que   todo   lo    age,   que   es   obra   suya   sobre   nuestro   natural. 

Como  está  todo  lo  mijor  dado  a  entender  en  el  libro  que  digo 
tengo  escrito,  y  ansí  no  ay  que  tratar  de  ello  tan  particularmente  aquí; 
allí  dije  todo  lo  que  supe.  Quien  llegare  a  averie  dios  llegado  a  este 
-estado  de  contenplagión  de  vosotras,  que,  como  dije,  algunas  estáys 
en  él,  procuralde,  que  os  ynporta  mucho  de  que  yo  me  muera;  las 
que  no,  no  ay  para  qué  si  no  esforzarse  a  aijer  lo  que  en  este  libro 
va  dicho  de  ganar  por  cuantas  vías  pudiere,  y  tener  dilijen^ia,  que  el 
señor  se  lo  dé  con  suplicárselo  y  ayvdarse.  Lo  demás,  el  señor  mesmo 
lo  a  de  dar,  y  no  lo  niega  a  nadie  que  llege  asta  la  fin  del 
camino  peleando,  como  queda  dicho  (3). 


1  Cap.  XXV. 

2  Supendzéndole,  dice  poi  equivocación  el  original. 

3  Véase  cuánto  mejoró  todo  este  capítulo  en  su  correspondiente  del  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO   XLII    (1) 


EN  QUE  Vil  DECLARANDO  EL  MODO  PilRfl  RRECOJER  EL  PENSAMIENTO,  Y  DA 
MEDIOS  PARA  ELLO.  ES  CAPITULO  MUY  PROVECHOSO  PARA  LOS  QUE  CO- 
MIENZAN. 


ñora,  pues,  tornemos  a  nuestra  ora9ión  vocal  para  que  se  rre?e  de 
manera  que,  sin  entendernos,  nos  lo  dé  dios  todo  junto,  y  para,  como  e 
dicho,  rreíar  como  es  rragón.  La  esaminagión  de  la  conciencia,  y  de- 
9ir  la  confesión,  y  santiguaros,  ya  esto  se  sabe  que  a  de  ser  lo  pri^ 
mero.  Procura  luego,  y  ja,  pues  esíáys  sola,  tener  conpañía.  Pues  ¿qué 
raijor  que  el  mesmo  maestro  que  enseñó  la  oración  que  vays  a  rre- 
9ar?  Rrepresentá  al  señor  junto  con  vos,  y  mira  con  qué  amor  |y 
vmildad  os  está  enseñando;  y  créeme,  cuanto  pudierdes  no  andéys  sin 
tan  buen  amigo.  Si  os  acostunpráys  (2)  a  traerle  cave  vos,  y  él  ve  que 
lo  agéys  con  amor,  y  que  andáys  procurando  contentarle,  no  le  po- 
dréys,  como  dipen,  echar  de  vos,  no  os  faltará  para  sienpre,  agvda- 
ros  a  en  todos  vuestros  travajos,  tenerleys  en  todas  partes:  ¿pen- 
says  que  es  poco  vn  tal  amigo  al  lado? 

¡O  almas  que  no  podéys  tener  mucho  discurso  de  entendimiento, 
ni  podéys  tener  el  pensamiento  sin  mucho  divertiros  en  dios!  acos- 
tunbráos,  acostunbráos.  Mira  que  sé  yo  que  podéys  aper  esto,  porque 
pasé  muchos  años  por  ese  travajo  de  no  poder  sosegar  el  pensamiento 
en  vna  cosa,  y  leslo  muy  grande;  mas  sé  que  no  nos  deja  el  señor 
tan  desyertos,  que  si  llegamos  con  vmildad,  no  nos  aconpañe,  y  si 
en  vn  año  no  pudiéremos  salir  con  ello,  sea  en  más.  Digo  que  esto, 
que  lo  puede  acostunbrarse  a  andar  cave  este  verdadero  maestro. 
No  os  pido  que  penséys  en  él,  ni  saquéys  muchos  congetos,  ni  que 
agáys  grandes  y  delicadas  consideraciones  en  vuestro  entendimiento: 
no  quiero  más  de  que  le  miréys.  Pues  ¿quién  os  quita  bolver  los 
ojos  del  ánima,  anque  sea  de  presto,  si  no  podéys  más,  a  él?  Pues 
podéys  mirar  cosas  muy  feas  y  asquerosas,  ¿no  podréys  mirar  la  cosa 
más  ermosa  que  se  puede  ymajinar?  Si  no  os  pareciere  bien,  yo  os 
doy  licencia  que  no  le  miréys  más.  Pues  nunca  quita  vuestro  es- 
poso los  ojos  de  vos,  y  ja,  y  aos  sufrido  mil  cosas  feas  y  abomina- 
ciones contra  él,  y  no  a  vastado  para  que  os  deje  de  mirar,  ¿y  es 
mucho  que,  quitados  los  ojos  del  alma  de  las  cosas  esteriores,  le  mi^ 


1  Cap.  XXVI. 

2  Por  acostumbráis. 


29^1  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

réys  algunas  vepes  a  él?  Mira  que  no  está  aguardando  otra  cosa, 
como  dipe  a  la  íesposa,  sino  que  le  miréys;  como  le  quisierdes,  le 
allaréys.  Tiene  en  tanto  que  le  bolváys  a  mirar,  que  no  quedará 
por  dilijenpia  suya. 

ñnsí  como  di^en  a  de  ser  la  mujer  que  quiere  ser  bien  casada 
con  su  marido,  que  si  está  triste,  se  a  de  mostrar  ella  triste,  y  si 
alegre  alegre,  anque  nunca  lo  es[té]  (1).  Esto  con  verdad,  sin  finjimien- 
to,  a^e  el  señor  con  vos.  El  se  a9e  lel  sujeto  y  quiere  seáys  vos  la 
señora,  y  andar  él  a  vuestra  voluntad.  Si  estáys  alegre,  miralde  rre- 
su^itado,  que  sólo  ymajinar  icómo  salió  del  sepulcro  os  alegrará.  Mas, 
¡con  qué  claridad!  ¡con  qué  ermosura!  ¡con  qué  señorío!  ¡qué  vitorio- 
so!  ¡qué  alegre!  Como  quien  tan  bien  salió  de  la  batalla  adonde  a 
ganado  vn  tan  gran  rreyno,  que  todo  le  quiere  para  vos,  y  a  sí  con 
él.  Pues  ¿es  mucho  que  a  quien  tanto  os  da,  bolváys  vna  vez  los 
ojos  a  él? 

Si  estáys  con  travajos,  v  triste,  miralde  en  la  coluna  lleno  de 
dolores,  todas  sus  carnes  echas  pedafos  por  lo  mucho  que  os  ama: 
persegido  de  vnos,  escupido  de  otros,  negado  de  otros,  sin  amigos, 
sin  nadie  que  buelva  por  él,  elado  de  frío,  puesto  en  tanta  soledad,  que 
vno  con  ¡otro  os  podéys  consolar.  V  miralde  en  el  verto  (2),  v  en  la 
cruz,  v  cargado  con  ella,  que  an  no  le  dejavan  artar  de  huelgo;  mi- 
raros a  él  con  vnos  ojos  tan  ermosos  y  piadosos  llenos  de  lágrimas, 
y  olvidará  sus  dolores  por  consolar  los  vuestros,  sólo  porque  os  vays 
vos  con  él   a  consolar  y   bolváys  la  cave9a   a  mirarle. 

¡O  señor  del  mundo  y  verdadero  esposo  mío!  (3)  (le  podéys  vos  dc- 
9ir,  si  se  os  a  enternecido  el  corazón  con  verle  tal,  que  no  sólo  que- 
ráys  mirarle  sino  que  os  olgéys  de  ablarle,  no  oraciones  conpuestas,  sino 
de  la  pena  de  vuestro  corazón  que  las  tiene  él  en  muy  mucho),  ¿tan 
necesitado  estáys,  señor  mío  y  bien  mío,  que  queréys  admitir  vna  po- 
bre conpañía,  y  veo  en  vuestro  senblante  que  avéys  olvidado  vuestras 
penas  co[n]migo?  ¿Pues  cómo,  señor,  es  posible  que  os  dejan  solo 
los  ánjeles,  y   que  no   os   consuela   vuestro   padre? 

Si  es  ansí,  señor,  que  todo  lo  queréys  pasar  por  mí,  ¿qué  es  esto 
que  yo  paso?  ¿de  qué  me  quejo?  Que  ya  e  vergüenza  de  que  os 
e  visto  tal,  que  quiero  pasar,  mi  bien,  todos  los  travajos  que  me 
vinieren,  y  tenerlos  por  gran  bien  por  pare^erme  a  vos  en  algo.  Jun- 
tos andamos,  señor;  por  donde  fuystcs,  tengo  de  yr;  por  donde  pa- 
sardes,  c  de  pasar.  Toma,  yja,  de  aquella  cruz;  no  se  os  dé  nada 
que  os  tropellen  los  judíos;  no  agáys  caso  de  lo  que  os  dijeren;  aqéos 
sorda  a  las  mormuragiones ;  tropezando,  cayendo  con  vuestro  esposo, 
no  os  apartéys  de  la  -)-  (4).  Mirad  muchas  veqes  el  cansancio  con  que 
va,  y  las  ventajas  ique  a^e  su  travajo  a  los  vuestros.  Por  grandes  que 
los  queráys  pintar,  y  por  mucho  que  los  queráys  sentir,  saldréys  con- 
solada de  ellos,  porque  veréys  que  son  cosa  de  burla  conparados  a 
los  de  cristo. 


1  Como  última  sílaba  de  página,  se  le  olvidó  ponerla. 

2  Léase  huerto. 

3  Al  margen  escribe  la  Santa:  Esclamafión. 
Asi  está  en  el  autógrafo. 


'  CAPITULO     XLII  295 

Diréys,  hermanas,  que  cómo  se  podrá  a(;er  €sto,  que  si  fuera  con 
los  ojos  del  cuerpo  g  en  él  tienpo  que  su  majestad  andava  por  acá, 
que  lo  yijiéradcs  de  buena  gana  y  le  mirárades  sienpre.  No  lo  creáys, 
que  quien  aora  no  se  quiere  ager  vn  poquito  de  fuerza  a  rrecojer  si- 
quiera la  vista  para  mirar  dentro  de  sí  este  señor,  que  lo  puede  aijer 
sin  peligro,  sino  con  tantito  cuydado,  muy  menos  se  pusiera  al  pie  de 
la  -j-  (1)  con  la  Madalena,  que  vía  la  muerte  al  ojo,  como  di^en.  Mas 
¡qué  devía  pasar  la  gloriosa  virjen  y  esta  bendita  santa!  ¡qué  de  ame- 
nazas, qué  de  malas  palabras  y  qué  descomedidas!  Pues  ¡con  qué 
jent€  lo  avía  tan  cortesana!  Sí,  lo  era  del  ynfierno,  que  eran  minis- 
tros suyos.  Por  pierto,  que  devía  ser  terrible  cosa  lo  que  pasaron,  sino 
que  con  otro  dolor  mayor,  no  sentirían  el  suyo. 


1      Con  el  signo  f,  lo  mismo  que  en  la  página  anterior. 


CñPITULO   XLIII    (1) 


PROSIGUE     EN     LO     MISMO,     Y     COMIENZA     VNfl     DEVOTA     Y     RREGALilDfl     MANERA     DE 
BREZAH    EL    PATER    NOSTER. 


Hnsí  quG,  eraiana,  no  creáys  eradas  para  ello  si  no  soys  para  esto- 
tro; y  creé  que  digo  verdad,  porque  e  pasado  por  ello,  que  lo  po- 
dréys  a<?er.  Para  ayvda  de  esto,  procura  traer  vna  ymajen  v  rre- 
trato  de  este  señor,  no  para  traerle  en  el  seno  y  nunca  le  mirar, 
sino  para  muchas  veges  ablar  con  él,  que  él  os  dará  qué  ablar.  Como 
abláys  acá  con  otras  personas,  ¿por  qué  os  an  más  de  faltar  palabras 
para  ablar  con  dios?  iNo  lo  creáys,  al  menos  yo  no  os  creeré.  Tanbién 
es  gran  rrcmedio  tomar  vn  buen  libro  de  rroman^e,  an  para  rrecoje- 
ros  para  rre<;ar  vocalmente  (digo  como  se  a  de  rrepar),  y  poquito 
a  poquito  yr  acostunbrando  'el  alma  con  alagos  y  artificio  para  no  la 
amedrentar. 

ñ^é  cuenta  que  a  muchos  años  que  se  a  ydo,  vyda  (2)  de  su 
esposo,  y  que  asta  que  quiera  tornar  a  su  casa  es  menester  mucho  sa- 
berlo negociar,  que  ansí  somos  los  pecadores:  tenemos  tan  acostun- 
brada  muestra  alma  y  pensamiento  a  andar  tan  a  su  placer,,  v  pesar,  por 
mijor  depir,  que  la  triste  alma  no  se  entiende,  que  para  que  torne 
a  tomar  amor  con  su  maridoi,  y  a  acostunbrarse  a  estar  en  su  casa,  es 
menester  mucho  artificio,  y  que  sea  con  amor  y  poco  a  poco;  si  no, 
nunca  aremos  nada.  Y  creé  pierto,  que  si  con  cuydado  os  acostunbráys 
a  considerar  que  trays  con ,  vos  a  este  señor,  y  a  ablar  con  él  muchas 
vepes  que  sacaréys  tan  gran  ganancia,  que  anque  yo  aora  os  la  quiera 
deqir,  por  ventura  no  me  creeréys. 

Pues  juntas  cabe  vuestro  maestro,  muy  determinadas  a  deprender 
lo  que  os  enseña,  y  su  majestad  ara  que  no  dejéys  de  salir  buenas 
dipípulas,  ni  dejaros,  si  no  le  dejáys.  Mirad  las  palabras  que  os  dipe 
aquella  boca  divina,  que  en  la  primera  entenderéys  luego  el  amor  que 
os  tiene,  que  no  jes  poco  bien  y  rrcgalo  del  di^ípulo  ver  que  el  maes^ 
tro  le  ama. 


1  Prosigue  el  capítulo  XXVI. 

2  Léase  huida. 


CAPITULO   XLIV    (1) 


en   que   trata    del   hmor    que   nos   mostró    el    señor    en   estas   primeras 
palabras:    «pater   nostra   qui   es  yn   celys». 


Padre  nuestro  (2)  que  estás  en  los  (jielos.  ¡O  señor,  cómo  paregéys 
padre  de  tal  yjo,  y  cómo  parece  vuestro  yjo,  yjo  de  tal  padre!  ¡Ben- 
ditos seáys  por  sienpre  jamás!  ¿No  fuera  a  el  fin  de  la  oración  esta  mer- 
ced, señor,  tan  grande?  En  comentando,  nos  enchís  las  manos  y  aqéys 
tan  gran  merced,  que  sería  arto  bien  ynchirse  el  entendimiento  para  ocu- 
par de  manera  la  voluntad  que  no  pudiese  ablar  palabra.  ¡O  qué  bien 
venía  aquí,  yjas,  contenpla9ión  perfeta!  ¡O  con  cuánta  rra^ón  se  en- 
traría el  alma  en  sí,  para  poder  mijor  subyr  sobre  sí  mesma  a  que 
se  le  diese  a  entender  qué  cosa  es  el  lugar  adonde  dige  el  yjo  que 
está  el  padre,  que  es  en  los  fíelos!  Salgamos  de  la  tierra,  yjas  mías, 
que  tal  merped  como  ésta  no  es  rra^ón  se  tenga  en  tan  poco,  que  des- 
pués de  entender  cuan  grande  es,  nos  quedemos  en  la  tierra. 

¡O  yjo  de  dios  y  señor  mío!  ¿cómo  days  tanto  junto  a  la  pri- 
mer palabra?  Ya  que  os  vmilláys  a  vos  con  estremo  tan  grande  en 
juntaros  con  nosotros  en  lo  que  pedís,  y  ser  ermano  de  cosa  tan 
vaja  y  miserable,  ¿cómo  nos  days  en  nonbre  de  vuestro  padre  todo 
lo  que  se  puede  dar,  pues  queréys  que  nos  tenga  por  yjos,  que  vuestra 
palabra  no  puede  faltar,  ase  de  cunplir?  Obligáysle  a  que  la  cunpla, 
que  no  es  poca  carga;  pues  en  siendo  padre  nos  a  de  sufrir,  por  gra- 
ves que  sean  las  ofensas.  Si  nos  tornamos  a  él  como  el  yjo  pródi- 
go (3),  anos  de  perdonar,  anos  de  consolar  en  nuestros  travajos,  como 
lo  ape  vn  tal  padre,  que  forjado  a  de  ser  mijor  que  todos  los  padres 
del  mundo;  porque  en  él  no  puede  aver  sino  todo  el  bien  cunplido. 
Anos  de  rregalar,  anos  de  sustentar,  que  tiene  con  quié,  y  después,  aver- 
nos parti9ipantes  y  que  eredemos  con  vos. 

Mira,  señor  mío,  que  ya  que  vos  con  el  amor  que  nos  tenéys 
y  con  vuestra  vmildad,  no  se  os  ponga  nada  delante  (en  fin,  señor, 
estáys  en  la  tierra  y  vestido  de  ella,  pues  tenéys  nuestra  naturaleza, 
y  la  parte  que  tenéys  (4)  pareze  os  obliga  a  avernos  bien);  mas  mira 
que  vuestro  padre  está  en  el  qícIo,  vos  lo  de9ís,  es  rra^ón  señor  que 


1  Cap.  XXVII. 

2  Al  margen,  de  letra  desconocida:  Datr.  nostet. 

3  Como  al  hijo  pródigro,  escribió  en  el  autógrafo  de  Valladolld. 

1      Después  de  esta  palabra,  la  Santa   borró:    con  nosotros  no  sé  como  os  deja  tener  tanta 
vmildad,  y  sobre  lo  borrado,  escribió:  parefe  os  obliga  a  afemos  bien;  mas.... 


298  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

miréys  por  su  onrra.  Ya  que  estáys  vos  ofrecido  de  ser  desonrrado 
por  nosotros,  dejad  a  vuestro  padre  libre;  no  le  obllgéys  a  tanto  por 
jente  tan  rruyn  como  yo,  que  le  a  de  dar  tan  malas  graíias,  y  otros 
tanbién  ay  que  no  se  las  dan  buenas. 

¡O  buen  jesú!  ¡qué  claro  avéys  mostrado  ser  vna  cosa  con  él, 
y  que  vuestra  voluntad  es  la  suya  y  la  suya  vuestra!  ¡Qué  confesión  tan 
clara,  señor  mío!  ¡qué  cosa  es  el  amor  que  nos  tenéys!  Rvéys  an- 
dado rrodeando  y  encubriendo  al  demonio  que  soys  yjo  de  dios,  y  con 
el  gran  deseo  que  tenéys  de  nuestro  bien,  no  se  os  puso  cosa  de- 
lante por  a9ernos  tan  (grandísima  merped.  ¿Quién  la  pudíe  aqer  sino 
vos,  señor?  Yo  no  sé  cómo  en  esta  palabra  no  entendió  el  demonio 
quien  érades,  sin  quedarle  duda;  al  menos  bien  veo,  mi  jesú,  que  avéys 
ablado  como  yjo  rregalado  por  vos  y  por  todos,  y  que  soys  poderoso 
para  que  se  aga  en  el  gielo  lo  que  vos  de^ís  en  la  tierra.  Bendito 
seáys  por  sienpre,  señor  mío,  que  tan  amigo  soys  de  dar,  que  no  se 
os   pone  cosa   delante. 


CAPITULO    XLV    (1) 


EN      QUE     TRflTil      LO     MUCHO      QUE     YNPORTa      NO     ACER     NINGÚN      CASO     DEL      LI- 
NAJE    LAS     QUE     DE     VERAS     QUIEREN     SER     YJAS    DE     DIOS. 


Pu€s  ¿paréqeos,  yjas,  que  es  buen  maestro  éste,  pues  para  afi- 
9Íonarnos  a  que  deprendamos  lo  que  nos  enseña,  a  la  primera  pala- 
bra nos  ape  merped  tan  grande?  ¿Será  rragón  que  anque  digamos  con 
la  boca  esta  palabra,  dejemos  de  entender  con  el  entendimiento,  para 
que  se  aga  pedamos  nuestro  corazón  [con]  (2)  tan  grande  merced?  No  es 
posible  que  esto  diga  nadie  que  entendiere  cuan  grande  es.  Pues, 
¿qué  yjo  ay  en  ,el  mundo  que  no  procure  saber  quién  es  su  padre, 
cuando  le  tiene  bueno,  y  de  tal  bondad,  y  majestad  y  señorío?  Y 
an  si  no  lo  fuera,  no  me  espantara  no  os  quisiérades  conoper  por 
sus  yjas,  porque  anda  el  mundo  tal,  que  si  el  padre  es  más  bajo  de 
el  estado  en  que  está  el  yjo,  en  dos  palabras  no  le  conoperá  por  pa- 
dre (3).  Esto  no  viene  aquí,  porque  en  esta  casa  nunca,  plega  a  dios, 
aya  acuerdo  de  cosa  destas,  sería  ynfierno;  sino  que  la  que  fuere  más, 
tome  menos  su   padre   en   la   voca:    todas   an   de   ser  yguales. 

¡O  colesio  de  cristo!  que  tenía  más  mando  san  pedro,  con  ser  vn 
pescador,  y  lo  quiso  así  el  señor,  que  san  bartolomé,  que  era  yjo  de 
rrey  (4).  Sabía  su  majestad  lo  que  avía  de  pasar  sobre  cuál  era  de  mi- 
jor  tierra,  que  no  es  otra  cosa  sino  debatir  si  será  para  lodo  buena  v 
para  adobes.  ¡O,  válame  dios,  qué  gran  cegedad!  Dios  os  libre,  erma- 
nas,  de  semejantes  pláticas,  ¡anque  sea  en  burlas,  que  espero  en  su  ma- 
jestad sí  ara.  Y  cuando  algo  de  esto  en  alguna  vuiere,  no  la  consintáys 
en  casa,  que  es  judas  entre  los  apóstoles,  flped  cuanto  pudierdes  de 
libraros  de  tan  mala  conpañía.  Y  si  esto  no  podéys,  más  graves  pe- 
nitencias que  por  otra  cosa  ninguna,  asta  que  conozca  que  an  tierra 
muy  rruyn  no  merepía  ser.  Buen  padre  os  da  el  buen  jesús;  no  se 
conozca  aquí  otro  padre  para  tratar  de  él,  si  no  fuere  el  que  os  da 
vuestro  esposo,  y  procura,  yjas  mías,  ser  tales  que  merezcáys  rregala- 
ros  con  él,  y  echaros  en  sus  bracos.  Ya  sabéys  que  está  obligado 
a  no  os  echar  de  sí  si  soys  buenas  yjas;  pues  ¿quién  no  procurará 
no  perder  tal  padre? 


1  Prosigue  el  capítulo  XXVII. 

2  Trae  esta  preposición  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  En  el  autógrafo  de  Valladolid  enmendó  la  frase  asi:    no  se  tiene  por  honrado  en  cono- 
cerle por  padre. 

4  Véase  la  nota  segunda  del  capítulo  XXVII,  pág.  127. 


300  CAMINO      DE     PERFECCIÓN 

¡O,  vélame  dios!  qué  ay  aquí  en  qué  os  consolar,  que  por  no 
me  alargar  más,  lo  quiero  dejar  a  vuestros  entendimientos;  que  por 
desvaratado  que  ande  el  pensamiento,  entre  tal  yjo  y  tal  padre  for- 
<;ado  a  de  estar  el  espíritu  santo,  que  obre  (1)  en  vuestra  voluntad, 
y  os  ate  tan  grandísimo  amor,  ya  que  no  os  ate  tan  gran  ynterese. 


1      Que  enamore,   dice  el  autógrafo  valisoletano. 


CAPITULO   XLVI    (1) 


COMIENZA   A   ÍTRATAR    DE    HRECOJER    EL    ENTENDIMIENTO. 


ñora  mira  que  dicje  vuestro  maestro:  que  €stá  en  el  gielo.  ¿Pen- 
sáys  que  os  gnporta  poco  saber  qué  cosa  es  ^ielo,  y  adonde  se  a  de 
buscar  vuestro  sacratísimo  padre?  Pues  yo  os  digo  que  para  entendi- 
mientos derramados,  que  ynporta  mucho,  no  sólo  creer  esto,  sino  pen- 
sarlo mucho;  porque  es  vna  de  las  cosas  que  muy  mucho  atan  los 
pensamientos  y  agen  rrecojer  el  alma. 

Ya  avréys  oído  que  dios  está  en  todas  partes,  y  esto  es  gran  ver- 
dad, pues  claro  está  que  adonde  está  el  rrey  allí  di9en  que  es  la  corte; 
en  fin,  que  adonde  está  dios,  es  el  (píelo.  Sin  duda  lo  podéys  creer,  que 
adonde  está  su  majestad,  está  toda  la  gloria.  Pues  mira  que  di^e  san 
agustín,  creo  en  el  libro  de  sus  meditaciones  (2),  que  le  buscava 
en  muchas  partes  y  que  le  vino  a  aliar  dentro  de  sí.  ¿Pensáys  que 
ynporta  poco  para  vn  alma  derramada  entender  esta  verdad,  y  ver  que 
no  a  menester  para  ablar  con  su  padre  eterno  yr  al  9ielo,  ni  para  rre- 
galarse  con  él,  que  ni  a  menester  rre?ar  a  vo?es?  Por  paso  que  able, 
la  oyrá;  ni  a  menester  alas  para  yr  a  buscarle,  sino  ponerse  en  so- 
ledad, y  mirarle  dentro  de  sí,  y  no  estrañarse  de  tan  buen  vésped; 
sino  con  grande  vmildad  ablarle  como  a  padre,  pedirle  como  a  padre, 
rregalarse  con  él  como  con  padre,  entendiendo  que  no  es  dina  de  serlo. 

Déjese  de  vnos  encojimientos  que  tienen  algunas  personas  y  piensan 
que  es  vmildad.  Sí,  que  no  está  la  vmildad  en  que  si  el  rrey  os  a(;e 
vna  merged  no  (3)  tomarla,  sino  tomarla  y  entender  cuan  sobrada 
os  viene,  y  olgaros  icon  ella.  Donosa  es  la  vmildad,  que  me  tenga  yo 
al  enperador  del  ^ielo  y  de  la  tierra  que  se  viene  a  mi  casa  por 
a(;:erme  merged  y  por  olgarse  conmigo,  y  por  vmildad  ni  le  quiera  rres- 
ponder,  ni  me  quiera  estar  con  él,  sino  que  le  deje  solo;  y  que  están- 
dome  diciendo  que  le  pida,  por  vmildad  me  quede  pobre,  y  an  le 
deje  yr,  de  que  ve  que  no  acavo  de  determinarme. 

No  os  curéys,  yja[s]  (^),  de  esas  vmildades,  sino  trata  con  él  como 
con   padre,  y   como   con  ermano,  y  como  con   señor;    a   ve^es  de  vna 


1  Cap.  XXVIII. 

2  Véase  la  nota  primera  del  capítulo  XXVIII,  p.  129. 

3  Grande,  anadia  aquí  ¡j  lo  borró. 

4  Hijas,  en  plural,  viene  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


302  CAMINO    DE      PERFECCIÓN  > 

manera,  a  vcpes  de  otra,  que  él  os  ensenará  lo  que  avéys  de  a^er 
para  contentarle.  Dejaos  de  ser  bovas,  pedilde  la  palabra  que  vuestro 
esposo  es,  que  os  trate  como  tales.  Mira  que  os  va  mucho  tener  en- 
tendido esta  verdad:  que  está  el  señor  dentro  de  nosotras,  y  que  allí 
nos  estemos  con  él. 


CAPITULO   XLVII    (1) 


EN  QUE  COMIENZA  R    TRATAR  DE  ORACIÓN  DE  RRECOJIMIENTO. 


El  arte  de  rregar  (2),  que  anque  sea  vocalmente,  con  mucha  más 
brevedad  se  rrecoje  el  entendimiento,  y  es  oración  que  tray  consigo 
mil  bienes.  Llámase  rrecojiraiento,  porque  rrecoje  el  alma  todas  las 
potencjias  y  se  entra  dentro  de  sí  con  su  dios;  viene  con  más  brevedad 
a  enseñarla  su  divino  maestro,  y  a  darla  orapión  de  quietud,  que  de 
ninguna  otra  manera.  Porque  ¡allí  metida  consigo  mesma,  puede  pen- 
sar toda  la  pasión,  y  rfepresentar  allí  al  y  jo,  y  ofregerle  a  el  padre, 
y  no  cansar  el  entendimiento  andándole  buscando  en  el  monte  calvario, 
y   al  huerto,  y  a  la  coluna. 

Las  que  de  esta  manera  se  pudieren  en(;erral  (3)  en  este  píelo  pe- 
queño de  nuestra  alma,  adonde  está  el  que  ypo  el  pielo  y  la  tierra,  y 
acostunbrar  a  no  mirar  ni  estar  adonde  oya  cosa  que  le  destruya, 
crea  que  lleva  epelente  camino,  y  que  no  dejará  de  llegar  a  bever 
él  agua  de  la  fuente,  porque  camina  mucho  en  poco  tienpo.  Es  como 
el  que  va  en  vna  nao,  que  con  vn  poco  de  buen  viento  se  pone 
en  el  fin  de  la  jornada  en  pocos  días,  y  los  que  van  por  tierra 
tárdanse  mucho  más;  es  camino  del  (jielo.  Digo  del  píelo,  que  están 
metidos  allí  en  el  palapio  del  rrey,  no  están  en  la  tierra,  y  más 
siguros  de  muchas  ocasiones.  Pégase  más  presto  el  fuego  del  amor 
divino;  porque  con  poquito  que  soplen  con  el  entendimiento,  están 
perca  del  mesmo  fuego.  Con  vna  pentellica  que  le  toque,  se  abrasará 
todo,  como  no  ay  enbarapo  de  lo  esterior.  Estáse  sola  el  alma  con 
su  dios,  ay  gran  aparejo  para  entenderse.  Yo  querría  que  entendié- 
sedes  muy  bien  esta  ¡manera  de  orar,  que,  como  e  dicho,  se  llama 
rrecojimiento. 


1  Prosigue  el  capítulo  XXVIII. 

2  Al  margen,  de  letra  desconocida:  Orón,  de  Recogimiento. 

3  Encerrar,  escribe  en  el  original  de  Valladolid. 


CAPITULO   XLVIII    (1) 


PONE    VNa     COMPARACIÓN    Y    MODO    PARA    ACOSTUMBRAR    EL    ALMA     ANDAR    DENTRO 
DE     SL 


ñqé  cuenta  que  dentro  de  vosotras  está  vn  palacio,  todo  su  edifi- 
(;io  de  oro  y  piedras  .preciosas,  en  fin,  como  para  tal  señor;  y  que  soys 
vos  el  que  podéys  mucho  en  que  sea  tan  precioso  el  edificio,  como  a 
la  verdad  es  ansí,  que  no  ay  edificio  de  tanta  ermosura  como  vn  alma 
linpia  y  llena  de  virtudes,  mientra  mayores  más  rresplandege  con  las 
piedras;  y  que  en  leste  palagio  está  este  gran  rrey,  que  a  tenido  por 
bien  ser  vuestro  padre,  en  vn  trono  de  grandísimo  precio,  que  es 
vuestro   corazón. 

Parecerá  esto  al  principio  cosa  ynpertinente,  digo  aper  esta  fi- 
sión para  darlo  a  entender,  y  puede  ser  aproveche  mucho  a  vosotras 
en  especial,  porque  como  no  tenemos  letras  las  mujeres,  ni  somos 
de  ynjenios  delicados,  todo  esto  es  menester  para  que  entendamos  con 
verdad  que  ay  otra  cosa  más  pregiosa,  sin  ninguna  conparaqión,  dentro 
nosotras  que  lo  que  vemos  por  defuera.  No  nos  ymajinemos  vecas  (2) 
en  lo  ynterior,  que  ynporta  mucho,  y  plega  dios  que  sean  solas  mu- 
jeres las  que  andan  con  este  descuydo;  que  tengo  por  ynposible,  si 
trajésemos  cuydado  de  pensar  que  tenemos  tal  vésped  dentro,  que 
nos  diésemos  tanto  a  las  vanidades  y  cosas  del  mundo,  porque  ve- 
ríamos cuan  vajas  son  para  las  que  dentro  poseemos.  Pues  ¿qué  más 
ape  vn  alimaña  que  en  viendo  lo  que  le  contenta  a  los  ojos  artar 
su  anbre  en  la  presa?  Sí,  que  diferencia  a  de  aver  de  ellas  a  nosotros, 
pues  tenemos  ya  tal  padre. 

Rreyránse  de  mí  por  ventura,  dirán  que  bien  claro  se  está  esto, 
y  teman  ragón,  porque  para  mí  fué  escuro  algún  tienpo.  Bien  enten- 
día que  tenía  alma;  mas  lo  que  merecía  esta  alma,  y  quién  estava 
dentro  de  ella,  si  yo  no  me  atapava  los  ojos  con  las  vanidades  de 
la  vida,  no  lo  «ntendía.  Que,  a  mi  parecer,  si  como  aora  con  verdad 
entiendo  que  en  este  palapio  pequeñito  de  mi  alma  cave  tan  gran  rrey  (3), 
que  no  le  dejara  tantas  veces  solo,  alguna  me  estuviera  con  el,  y  más 
procurara  que  no  estuviera  tan  supio.  Mas  ¡qué  cosa  de  tanta  admira- 
ción, quien  ynchyra  mil  mundos  con  su  grandeva,  encerrarse  en  cosa 


1  Cap.  XXIX. 

2  Léase  huecas. 

3  Véase  la  nota  primera  de  la  página  133. 


CHPITULO    XLVm  305 

tan  pequeña!  Ansí  quiso  caver  en  el  vientre  de  su  sacratísima  mad[r]e. 
Como  es  señor,  consigo  tray  la  libertad,  y  como  nos  ama,  ápese  a 
nuestra  medida. 

Cuando  vn  alma  comienza,  por  no  la  alborotar  de  verse  tan  pe- 
queña para  tener  en  sí  cosa  tan  grande,  no  se  da  a  conocer  asta  que 
va  ensanchando  esta  alma  poco  a  poco,  conforme  a  lo  que  entiende 
es  menester  para  lo  que  pone  en  ella.  Por  eso  digo  que  tray  consigo 
la  libertad,  pues  tiene  él  poder  de  ager  grande  este  palacio  todo.  El 
punto  está  en  que  se  le  demos  por  suyo  con  toda  determinación,  y 
le  desenbaraqemos  para  que  pueda  poner  y  quitar  como  en  cosa  suya; 
ésta  es  su  condición.  Y  tiene  su  majestad  rra^ón,  no  se  lo  negemos, 
ñn  acá  nos  da  pesadunbre  huéspedes  en  casa,  cuando  no  podemos 
decirlos  que  se  vayan;  y  como  él  no  a  de  forjar  nuestra  voluntad, 
toma  lo  que  le  dan,  mas  no  se  da  a  sí  del  todo,  asta  que  ve  nos 
damos  del  todo  a  él.  Esto  es  cosa  cierta  y  por  eso  os  lo  digo  tantas 
veces;  ni  obra  en  el  alma,  como  cuando  del  todo  es  sin  enbaraco  suya, 
ni  sé  cómo  a  de  obrar,  es  amigo  de  todo  concierto.  Pues  si  este  pa- 
lacio se  ynchc  de  jente  vaja  y  de  varatijas,  ¿cómo  a  de  caver  él 
con  su  corte?   flrto  ace  de  estar  vn  poquito  entre  tanto  enbaraco. 

¿Pensáys,  y  jas,  que  viene  solo?  ¿No  veys  que  dice  su  sacratísimo 
yjo:  que  estás  en  los  cielos?  Pues  vn  tal  rrey,  a  vsadas  que  no  le 
dejen  los  cortesanos;  sino  que  están  con  él  rrogándole  por  vos  todos 
para  vuestro  provecho,  porque  lestán  todos  llenos  de  caridad.  No  pen- 
séys  que  €s  como  acá,  que  si  vn  señor  v  perlado  favorece  alguno  por 
algunos  fínes,  y  porque  quiere,  luego  ay  las  enbidias  y  el  ser  malquisto 
aquel  pobre  sin  acerles  ptiada,  que  le  cuestan  caro  los  favores. 

Vy  (1),  por  amor  íde  dios,  de  semejantes  cosas;  procura  acer 
cada  vna  lo  que  deviere,  que  si  el  perlado  no  se  lo  agradeciere,  si- 
gura  puede  estar  lo  agradece  y  pagará  el  señor.  Sí,  que  no  venimos 
aquí  a  buscar  premio  en  esta  vida  sino  en  la  otra;  síenpre  el  pensa- 
miento en  lo  que  dura,  y  de  lo  de  acá  ningún  caso  agáys,  que  an 
para  lo  que  se  vive  no  es  durable:  que  oy  está  bien  con  la  vna; 
mañana,  si  ve  vna  virtud  más  en  vos,  estará  mijor  con  vos,  y  si  no, 
poco  va  en  ella  (2).  No  deys  lugar  a  estos  primeros  movimientos,  sino 
atajadlos  con  que  no  es  acá  vuestro  rreyno  y  cuan  presto  tiene  todo 
fín,  y  cómo  no  lay  cosa  en  vn  ser  an  acá. 


1  Por  huid.  Puso  aquí  la  Santa  capitulo,  entre  líneas,  y  lo  borró.  No  obstante  esto,  con 
estas  palabras  comienza  el  capítulo  XXIX. 

2  En  ello,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 


III  30 


CAPITULO   XLIX    (1) 


PROSIGUE    EN    Lfl     MISMA    MaTERM.    ES     CAPITULO     MU     (2)     PROVECHOSO. 


Mas  an  esto  es  bajo  rremedio  y  poca  perfeqión;  lo  mijor  es  que 
dure  y  vos  desfavorecida  y  abatida,  y  lo  queréys  estar  por  él  que  está 
con  vos.  Pone  los  ojos  en  vos  y  miraos  ynteriormente ;  allaréys  vues- 
tro esposo  que  no  os  faltará,  antes  mientra  menos  consolación  por  de- 
fuera, más  rregalo  os  ara.  Es  muy  piadoso,  y  a  persona  aflijida  ja- 
más falta,  isi  confía  en  él  solo.  Ansí  lo  dipe  david,  que  nunca  vio 
al  justo  desanparado.  Y  otra  vez:  que  está  el  señor  con  los  aflijidos. 
Pues,  V  creys  esto,  v  no.  Pues  creyéndolo,  como  se  a  de  creer,  ¿de 
qué  os  matáys? 

I O  señor  mío,  que  si  de  veras  os  conociésemos  no  se  nos  daría 
nada  de  nadie!  Days  mucho  a  los  que  de  veras  se  quieren  dar  a 
vos.  Creé,  amigas,  que  les  gran  cosa  entender  esta  verdad,  para  ver 
que  las  cosas  y  favores  de  acá  todos  son  mentira,  cuando  desvían  en 
algo  de  esta  verdad.  ¡O,  válame  dios,  quién  yciese  entender  esto  a 
los  mortales!  No  yo,  por  cierto,  señor,  que  con  deveros  más  que  nin- 
guno, no  acavo  de  entenderlas  como  se  an  de  entender. 

¡O  quién  supiese  declarar  cómo  está  esta  conpañía  santa  con  el 
aconpañador  de  las  almas,  santo  de  los  santos,  sin  ynpidir  a  la  so- 
ledad que  ella  y  su  esposo  tienen,  cuando  esta  alma  dentro  de  sí  quiere 
entrarse  en  este  parayso  con  su  dios,  y  cierra  la  puerta  a  todo  lo  del 
mundo!  Y  entended  que  esto  no  es  cosa  sobrenatural,  sino  que  pode- 
mos nosotros  acerlo,  con  el  favor  de  dios  se  entiende  todo  cuanto 
en  este  libro  dijere  podemos,  pues  sin  él  no  se  puede  nada,  nada.  Por- 
que éste  no  es  silencio  de  las  potencias,  sino  encerramiento  de  ellas 
en  sí  mesma  el  alma. 

Gánase  esto  de  muchas  maneras,  como  está  escrito  en  algunos 
libros,  que  nos  emos  de  desocupar  de  todo  para  llegarnos  ynteriormente 
a  dios,  los  que  escriven  oración  mental. 


1  Prosigue  el  capítulo  XXIX. 

2  Rsí  está  el  titulo. 


CAPITULO   L    (1) 


EN     QUE     DICE     EL     GEilN     PROVECHO     QUE     SE     SflCfl     DESTE     MODO     DE     OHflCYON. 


Como  yo  no  ablo  sino  en  cómo  a  de  rreíarse  la  vocal  para  yr 
bien  rre^ada,  no  ay  para  qué  de?ir  tanto;  pues  lo  que  pretendo  sólo 
es,  para  que  veamos  y  estemos  con  quien  ablamos,  sin  tenerle  bueltas 
las  espaldas,  que  no  me  parepe  otra  cosa  estar  ablando  con  dios  y 
pensando  en  mil  vanidades.  Y  viene  todo  el  daño  de  no  entender  con 
verdad  que  está  perca,  sino  ymajinarle  lejos,  ¡y  cuan  lejos,  si  le  va- 
mos a  buscar  al  pielo!  Pues,  ¿rrostro  es  el  vuestro,  señor,  para  no 
mirarle  estando  tan  gerca  de  nosotros?  No  parece  nos  oyen  los  on- 
bres  cuando  ablamos,  si  no  vemos  que  nos  miran,  ¿y  perramos  los  ojos 
para  no  mirar  que  nos  miráys  vos?  ¿Cómo  emos  de  entender  si  avéys 
oydo  lo  que  os  depimos? 

Sólo  esto  es  lo  que  querría  dar  a  entender,  que  para  ymos  acos- 
tunbrando  a  con  facilidad  yr  asigurando  el  entendimiento  para  enten- 
der lo  íque  abla,  y  con  quién  abla,  es  menester  rrecojer  estos  sentidos 
esteriores  a  nosotros  mesmos,  y  que  les  demos  en  qué  se  ocupar;  pues 
es  ansí  que  tenemos  el  píelo  dentro  de  nosotros,  pues  el  señor  de  él 
lo  está.  Y  si  vna  vez  comenpamos  a  gustar  de  que  no  es  menester 
dar  vopes  para  ablarle,  porque  su  majestad  se  dará  a  sentir  cómo  está 
allí,  rreparemos  con  muclio  ¡sosiego  el  pater  noster  y  las  más  oraciones 
que  quisiéremos,  y  ayvdarnos  a  el  mesmo  señor  a  que  no  nos  can- 
semos; porque,  a  poco  tienpo  que  forcemos  a  nosotros  mesmos  a  es- 
tarnos con  él,  nos  entenderá  por  señas  de  manera  (2),  que  si  aviamos  de 
decirle  muchas  vepes  el  pater  noster  nos  entienda  de  vna.  Es  muy  ami- 
go de  quitamos  de  travajo:  anque  en  vn  ora  le  digamos  vna  vez,  como 
entendamos  estamos  con  él,  y  lo  que  le  pedimos,  y  la  gana  que  tiene 
de  darnos,  en  fin,  como  padre,  y  cuan  de  buena  gana  se  está  con  nos- 
otros y  nos  rrcgalemos  con  él,  no  es  amigo  de  que  nos  quebremos  las 
cavegas. 

Por  eso,  ermanas,  por  samor  del  señor,  os  acostunbréys  a  rrepar  con 
este  rrecojimiento  el  pater  noster,  y  verégs  la  ganancia  antes  de 
mucho  tienpo.  Porque  es  modo  de  orar  que  ape  tan  presto  costunbre 
a  no  andar  el  alma  perdida  y  las  potenpias  alvorotadas,  como  el  tienpo 


1  Prosigue  el  capítulo  XXIX. 

2  El  autógrafo  señala  aquí  capítulo,  pero  además  de  cortar  bruscamente  el  sentido,  uo  CO' 
rresponde  bien  la  división  a  los  títulos  del  índice,  por  !o  cual  se  omite. 


308  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

OS  lo  dirá,  sólo  os  rruego  lo  provéys,  anque  os  sea  algún  travajo,  que 
todo  lo  que  no  está  en  costunbre,  le  da  más.  Mas  yo  os  asiguro,  que 
antes  de  mucho  os  sea  gran  consuelo  entender,  que  sin  cansaros  a  bus- 
car adonde  está  este  santo  padre  a  quien  pedís,  le  alléys  dentro  de  vos. 

Su  majestad  lo  enseñe  a  las  que  no  lo  sabéys,  que  de  mí  os  con- 
fieso que  nunca  supe  qué  cosa  era  rrepar  con  satisfa^ión  y  consolapión 
asta  que  el  señor  me  enseñó  este  modo.  Y  sienprc  e  aliado  tantos 
provechos  de  esta  costunbre  de  rrecojerme  dentro  en  mí,  que  eso  me 
a  echo  alargar.  Y  por  ventura  todas  os  lo  sabéys,  mas  alguna  verná 
que  no  lo  sepa;    por  eso,  no  os  pese  de  que  lo  aya  aquí  dicho. 

ñora  vengamos  a  entender  cómo  va  adelante  nuestro  buen  maes- 
tro, y  comienza  a  pedir  a  su  santo  padre  para  nosotros,  y  qué  pide, 
que  es  bien  lo  entendamos. 


CAPITULO   Ll    (1) 


LO    QUE   YNPORTA    ENTENDER    LO    QUE    SE    PIDE    EN    Lfl    ORACIÓN. 


¿Quién  ay,  por  desvaratado  que  sea,  que  cuando  pide  a  vna  per- 
sona grave  no  lleva  pensado  cómo  lo  pedir  para  contentarle  g  no 
serle  desabrido,  y  qué  le  a  de  pedir,  y  para  qué  a  menester  lo  que 
le  a  de  dar,  len  especial  si  pide  cosa  señalada,  como  nos  enseña  que 
pidamos  nuestro  bien  jesús?  Cosa  me  parece  para  notar  mucho.  ¿No 
pudiérades,  señor  mío,  concluyr  con  vna  palabra  y  de^ir:  dadnos  pa- 
dre lo  que  nos  iconviene?  Pues  a  quien  tan  bien  lo  entiende  todo,  no 
parece  era  menester  más. 

¡O  sabiduría  de  los  ánjeles!  Para  vos  y  vuestro  padre  esto  vas- 
tava,  que  ansí  le  pedistes  en  el  verto  (2):  mostrastes  vuestra  voluntad 
y  temor,  mas  dejásteslo  en  la  suya;  mas  a  nosotros  cono^éysnos,  se- 
ñor mío,  que  no  estamos  tan  rrendidos  como  lo  estávades  vos  a  la 
voluntad  de  vuestro  padre,  y  que  era  menester  pedir  cosas  señaladas 
para  (3)  que  nos  detuviésemos  vn  poco  en  mirar  siquiera  si  nos  está 
bien  lo  que  pedimos,  y  si  no,  que  no  lo  pidamos.  Porque  sigún  somos, 
si  no  nos  dan  lo  que  queremos,  con  este  libre  alvedrío  que  tenemos,  no 
admitiremos  lo  que  el  señor  nos  diere;  porque  anque  sea  lo  mijor, 
como  no  vemos  luego  el  dinero  en  la  mano,  nunca  nos  pensamos  ver 
rricos. 

¡O,  válame  dios,  qué  a^e  tener  tan  dormida  la  fe  para  lo  vno  y 
lo  otro,  que  ni  acavamos  de  entender  cuan  cierto  tememos  el  castigo, 
ni  cuan  cierto  el  premio.  Por  eso  es  bien,  y  jas,  que  entendáys  lo  que 
pedís  en  el  pater  noster,  para  que  si  el  padre  eterno  os  lo  diere,  no  se 
lo  tornéys  a  los  ojos,  y  penséys  muy  bien  si  os  está  bien,  y  si  no, 
no  lo  pidáys;  sino  pedí  que  os  dé  su  majestad  luz,  porque  estáys  Rie- 
gas y  tenéys  astío  para  no  poder  comer  los  manjares  que  os  an  de 
dar  vida,  sino  los  que  os  an  de  llegar  a  la  muerte,  ¡y  qué  muerte 
tan  peligrosa  y  tan  para  sienpre! 


1  Cap.  XXX. 

2  Léase  huerto. 

3  Por  di.stiacción  repite  esta  palabra  al  pasar  una  hoja  del  autógrafo. 


CAPITULO   LII    (1) 


QUE     TRATA     DESTflS     PALABRAS:      SANTIFICETUR     NOMEN     TUN,     ADVENIAD      HRENÜN 
TÜN.      COMIENZA     A      DECLARAR      ORACIÓN     DE      QUIETUD. 


Pues  di^e  el  buen  jesús:  santificado  sea  tu  nonbre,  venga  en 
nosotros  tu  rreyno  (2).  Hora  rayrá,  y  jas,  qué  sabiduría  tan  grande  de 
nuestro  esposo.  Considero  yo  >aquí,  y  es  bien  que  entendamos,  qué  pe- 
dimos en  este  rreyno  (3).  Mas  como  vio  su  majestad  que  no  podíamos 
santificar,  ni  alabar,  ni  engrandecer,  ni  glorificar,  ni  ensalmar  este 
nonbre  santo  del  padre  eterno,  conforme  a  lo  poquito  que  podemos  nos- 
otros, de  manera  que  se  y^iese  como  es  rracón,  si  no  nos  proveya  su 
majestad  con  darnos  acá  su  rreyno,  y  ansí  lo  puso  el  buen  jesús  lo 
vno  cave  lo  otro.  Porque  entendáys,  yjas,  esto  que  pedimos,  y  lo  que 
nos  ynporta  pedirlo,  y  a(;:er  cuanto  pudiéremos  para  contentar  a  quien 
nos  lo  a  de  dar,  os  quiero  de^ir  aquí  lo  que  yo  entiendo.  Si  no 
fuere  bien,  pensá  vosotras  otras  consideraciones,  que  licencia  nos  da 
el  señor,  como  en  todo  nos  sujetemos  a  lo  que  tiene  la  ylesia,  como  lo 
ago  yo  slenpre,  y  an  esto  no  os  daré  a  leer  asta  que  lo  vean 
personas  que  lo  entiendan,  al  menos  si  no  lo  fuere,  no  va  con  ma- 
licia, sino  con   no  saber  más. 

El  gran  bien  que  ay  en  el  rreyno  del  cielo  (4),  con  otros  muchos, 
es  ya  no  tener  cuenta  con  cosas  de  la  tierra,  vn  sosiego  y  gloria  en 
sí  ímesmos,  vn  alegrarse  que  se  alegren  todos,  vna  paz  perpetua,  vna 
satisfación  grande  en  sí  mesmos  que  les  viene  de  ver  que  todos  san- 
tifican y  alaban  al  señor,  y  bendicen  su  nonbre  y  no  le  ofende  nadie. 
Todos  le  aman,  y  la  mesma  alma  no  entiende  en  otra  cosa  sino  en 
amarle,  ni  puede  dejarle  de  amar,  porque  le  conoce.  Y  ansí  le  ama- 
ríamos acá,  anque  no  ¡en  esta  perfeción,  y  en  vn  ser;  mas  muy  de  otra 
manera  le  amaríamos  si  le  conociésemos. 

Parece  que  voy  a  decir, que  cmos  de  ser  ánjeles  para  pedir  esta 
petición  y  rrecar  vocalmente.  Bien  lo  quisiera  nuestro  divino  maes- 
tro, pues  tan  alta  petición  nos  manda  pedyr;  y  a  buen  siguro  que  no 
nos  dice  que  pidamos  ¡cosas  ynposibles,  que  posible  sería,  con  el  fa- 
vor de  dios,  venir  vn  alma  puesta  en  este  destierro,  anque  no  en  la 
perfeción  que  están  ya  salidas  de  esta  cárcel,  porque  andamos  en  mar  y 


1  Prosigue  ei  capítulo  XXX. 

2  Al  margen,  de  letra  desconocida;  Sañriñcet.  nomeñ  &. 

3  Í2«e  pedimos,  repetía  aquí,  y  lo  borró. 

4  Es  un,  añadía  aquí,  pero  lo  tachó. 


CAPITULO     LII  311 

vamos  este  camino.  Mas  '^y  rratos  que,  de  cansados  de  andar,  los  pone 
el  señor  en  vn  jsosiego  de  las  potencias  y  quietud  del  alma,  que,  como 
por  señas,  les  da  claro  a  entender  a  qué  sabe  lo  que  se  da  a  los 
que  el  señor  lleva  a  su  rreyno;  y  a  los  que  se  les  da  acá  como 
le  pedimos,  les  da  prendas  para  que  por  ellas  tengan  gran  esperanza 
de  yr  a  go9ar  perpetuamente  lo  que  acá  les  da  a  sorvos. 

Si  no  dijeran  que  trato  de  contenplaíión,  venía  aquí  bien  en  esta 
petición  ablar  vn  poco  de  prin(;ipios  de  pura  contenpla9ión,  que  los 
que  la  tienen  llaman  oraíión  de  quietud;  mas,  como  e  dicho  que  trato 
de  ora9Íón  vocal,  parece  no  viene  lo  vno  con  lo  otro  a  quien  no  lo 
supiere,  y  yo  sé  que  sí  viene.  Perdonadme  que  lo  quiero  de^ir  aquí, 
porque  sé  que  muchas  personas  rre^ando  vocalmente  las  levanta  dios 
a  subida  contenplatión,  sin  procurar  ellas  nada  ni  entenderlo;  por 
esto  pongo  tanto,  y  jas,  en  que  rregéys  bien  las  oraciones  vocales. 
Conozco  vna  monja  que  nunca  pudo  tener  sino  oración  vocal,  y  asi- 
da a  ésta  lo  tenía  todój,  y  si  no,  yvásele  el  entendimiento  tan  perdido, 
que  no  lo  podía  [sufrir.  Mas  tal  tengan  todas  la  mental.  En  Qíertos 
pater  noster  (1)  que  rreíava  a  las  vepes  que  el  señor  derramó  sangre 
se  estava,  y  en  poco  más,  dos  v  tres  oras,  y  vino  a  mí  muy  congoja- 
da que  no  sabía  tener  oración,  ni  podía  contenplar,  sino  rregar  vocal- 
mente. Era  ya  vieja,  y  avía  gastado  su  vida  arto  bien  y  rrelisiosa- 
mente.  Preguntándole  yo  qué  rre^ava,  en  lo  que  me  contó  vi  que, 
asida  al  pater  noster,  la  levantava  el  señor  a  tener  vnión.  Ansí,  alabé 
al  señor,  y  vve  (2)  enbidia  su  oración  vocal.  Ansí  que  no  penséys  los 
que  soys  enemigos  de  contenplativos  que  estáys  libres  de  serlo,  si 
las  oraciones  vocales  rregáys  como  se  an  de  rre^ar,  tiniendo  linpia 
con^ien^ia,  ansí  que  todavía  lo  avré  de  degir.  Quien  no  lo  quisiere 
oyr  pase  adelante. 


1  Patemostres,  escribe  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Léase  hube. 


CRPITULO   Lili    (1) 


PROSIGUE    EN    DECLARAR    LA    MISMA    ORACIÓN    DE    QUIETUD.    ES    MUCHO    DE    NOTAR. 

Esta  oración  de  quietud,  adonde  yo  entiendo  comienpa  el  señor, 
como  digo,  a  dar  a  entender  que  oye  nuestra  peti9ión,  y  que  coraien- 
pa  ya  a  darnos  su  rreyno  aquí,  para  que  de  verdad  alabemos  su  non- 
bre,  y  procuremos  le  alaven  otros  (2);  anque  por  tenerlo  escrito  en  otra 
parte,  como  e  diciio,  no  me  alargaré  mucho  en  declararlo,  diré  algo  (3). 

Es  cosa  sobrenatural  y  que  no  la  podemos  procurar  nosotros  por 
dilijengias  que  agamos;  porque  es  vn  ponerse  el  alma  en  paz,  v  po- 
nerla el  señor  con  su  presencia,  como  y90  al  justo  simeón,  porque 
todas  las  potencias  se  sosiegan.  Entiende  el  alma,  por  vna  manera 
muy  fuera  de  entender  con  los  sentidos  estcriores,  que  está  ya  junta 
cave  su  dios,  que,  con  poquito  más,  llegará  a  estar  echa  vna  mesma 
cosa  con  él  por  vnión.  Esto  no  es  porque  lo  ve  con  los  ojos  del 
cuerpo  ni  del  alma.  Tanpoco  no  vía  el  justo  simeón  más  del  glorioso 
niño  pobre^ito;  que  en  lo  que  llevaba  enbuelto  y  la  poca  jente  de 
aconpañamiento  que  yva  en  la  pro9esión,  más  pudiera  juzgarle  por 
rromerito  (4)  y  jo  de  padres  pobres,  que  por  y  jo  del  padre  celestial;  mas 
dióselo  el  mesmo  niño  a  entender.  Y  ansí  lo  entiende  acá  el  alma, 
anque  no  con  esa  claridad;  porque  an  ella  no  se  entiende  mas  de  que 
se  ve  en  el  rreyno  (al  menos  cave  el  rrey  que  se  le  a  de  dar),  y 
parepe  que  la  mesma  alma  está  con  acatamiento,  an  para  no  osar 
pedir.  Es  como  vn  amortecimiento  ynterior  y  esteriormente,  que  no 
querría  el  onbre  esterior  (digo  el  cuerpo,  que  alguna  sinple^ita  verná 
que  no  sepa  qué  es  ynterior  y  esterior),  ansí  que  no  se  querría  bullir, 
sino  ya,  como  quien  a  llegado  casi  al  fin  del  camino,  descansa,  y  sién- 
tese grandísimo  deleyte  en  el  cuerpo  y  grande  satisfa^ión.  Y  el  alma 
está  tan  contenta  de  isólo  verse  cabe  la  fuente,  que  an  sin  bever  está 
ya  arta;  no  parece  ay  más  que  desear:  las  potencias  sosegadas,  que  no 
querrían  bullirse,  anque  no  están  perdidas,  porque  piensan  en  cave 
quién  están  y  pueden,  es  vn  pensamiento  sosegado.  No  querrían  se 
menease  el  cuerpo  porque  no  las  desasosegase;  piensan  vna  cosa 
y  no  muchas;    dales  pena  el  ablar;   en  de^ir  padre  nuestro  vna  vez. 


1  Cap.  XXXI.  

2  Al  margen  escribe  el  P.  García  de  Toledo:  Orón,  de  quietud. 

3  Divínate,  (divinamente)  declara  esta  Orón,  (oración)  de  quietud,  dice  al  margen  el  mis- 
mo P.  García  de  Toledo. 

4  La  Santa  omite  esta  palabra  en  el  original  de  Valladolid. 


CflPiTUPO   Lin  313 

se  les  pasará  vn  ora.  Están  tan  ^erca,  que  ven  que  se  entienden 
por  señas.  Están  en  el  palacio  cave  el  rrey;  están  en  su  rreyno,  que 
se  les  comienza  ya  el  señor  a  dar  aquí.  Vienen  vnas  lágrimas  sin  pesa- 
dunbre  algunas  ve^es  y  con  mucha  suavidad;  todo  su  deseo  es  que 
sea  santifícado  este  nonbre.  No  pare9e  entonces  que  están  en  el  mun- 
do,  ni  le  querrían  ver  ni  oyr,  sino  a  su  dios.  No  les  da  pena 
nada,  ni  parece  se  la  a  de  dar  (1). 

En  lo  que  tratava  de  oración  de  quietud,  dejé  (2)  de  de^ir  esto.  Que 
acaece  mucho  estar  el  alma  en  verdadera  quietud,  y  el  entendimiento 
tan  rremontado,  que  parepe  no  es  en  su  casa  aquello  que  pasa;  y  a 
en  verdad  (3),  ansí  me  parege  acaece  entoníes,  que  no  está  sino  como 
en  casa  ajena  por  vésped  y  buscando  otras  posadas  adonde  estar, 
que  aquélla  no  le  contenta,  porque  sabe  poco  estar  en  vn  ser.  No 
deven  de  ser  ansí  otros,  conmigo  ablo,  que  algunas  vepes  me  deseo 
morir,  de  que  no  puedo  rremediar  esto.  Otras  parepe  a?e  asiento 
en  su  casa,  y  se  está  con  la  voluntad,  que  si  entramos  se  confiertan, 
es  vna  gloria.  Es  como  dos  casados,  si  lo  son  bien  y  se  aman,  y 
el  vno  quiere  lo  que  el  otro;  mas  si  vno  es  mal  casado,  ya  ven  el 
desasosiego  que  da  a  su  mujer.  Ansí  que  la  voluntad,  cuando  se  ve 
en  esta  quietud  (y  nótese  mucho  este  aviso  que  ynporta),  no  aga 
caso  del  más  que  de  vn  loco,  porque  si  le  quiere  traer  consigo  (4), 
forq:ado  se  a  de  ocupar  y  ynquietar  algo.  Y  en  este  punto  de  ora- 
ción todo  será  travajar  y  no  ganar  más,  sino  perde[r]  lo  que  le  da 
el   señor  sin   ninguno  suyo. 

Y  advertí  mucho  a  esta  conpara^ión  que  me  puso  el  señor  es- 
tando en  esta  oración,  y  cuádrame  mucho.  Está  el  alma  como  vn 
niño  que  an  mama,  cuando  está  a  los  pechos  de  su  madre,  y  ella, 
sin  que  él  paladee,  échale  la  leche  en  la  boca  por  rregalarle.  ñnsí 
es  acá,  que,  sin  travajo  del  entendimiento,  se  le  pone  el  señor  en  el 
alma,  y  quiere  que  entienda  está  allí,  y  que  trage  la  leche  que  le 
da,  y  esté  entendiendo  que  se  lo  da,  y  amando.  Si  va  a  pelear  para 
dar  parte  al  entendimiento  y  traerle  consigo,  no  puede  a  todo;  forjado 
dejará  caer  la  leche  de  la  voca,  y  pierde  aquel  mantenimiento  divino. 

En  esto  diferenqia  esta  oraíión,  de  vnión,  como  en  otras  co- 
sas, que  acullá  an  este  tragar  no  a^e  el  alma:  dentro  de  sí,  sin  enten- 
der cómo,  la  pone  el  señor  el  mantenimiento.  Aquí  an  parece  quiere 
travaje  vn  poquito,  anque  es  con  tanto  descanso,  que  casi  no  se 
siente.  Quien  tuviere  esta  oragión,  entenderá  claro  lo  que  digo,  si 
lo  mira  con  advertencia,  después  de  aver  leydo  esto,  y  mire  que 
ynporta;  si  no,  parece  algaravía.  ilnsí  que,  si  sintiendo  en  si  esta 
oración,  que  es  vn  contento  quieto  y  grande  de  la  voluntad  y  sose- 
gado, sin  saverse  determinar  de  qué  es  señaladamente,  anque  bien 
se  determina  que  es  diferentísimo  de  los  contentos  de  acá;  y  que  no 
vastaría  señorear  el  mundo,  ni  los  contentos  de  él,  para  sentir  aquella 


1  La  Santa  afladló  al  fin  del  autógrafo  los  cuatro  importantes  pánafos  siguientes,  sobre  la 
oración  de  quietud,  que  en  el  de  Valladoüd  inclujjó  en  este  lugar,  u  así  lo  hacemos  nosotros, 
poique  ésta  fué  la  voluntad  de  su  autora. 

2  Me  olvidé,  decía  ij  lo  borró. 

3  Y  en  verdad,  suponemos  quiso  decir  la  Santa. 

4  Consiego,  dice  por  error  material  el  autógrafo. 


314  CAMINO     DE      PERFECCIÓN 

satisfa9ión,  que  es  en  lo  ynterior  de  la  voluntad.  Que  estotros  con- 
tentos de  la  vida  paréperae  a  mí  que  los  gopa  lo  esterior  de  la  vo- 
luntad,  la   corteqa,    digamos. 

Digo  que  cuando  se  viere  en  este  tan  subido  grado  de  oragión, 
que  es,  como  e  dicho  ya,  muy  conocidamente  sobrenatural,  si  el  en- 
tendimiento se  fuene  a  los  mayores  desatinos  del  mundo,  rríase  de  ello 
y  déjele  para  ne^io,  y  estése  en  su  quietud,  que  él  yrá  y  verná;  que 
aquí  es  ya  señora  y  poderosa  la  voluntad;  ella  se  la  trayrá  sin 
aper  vos  nada.  Y  gi  queréys  a  fuerqa  de  bracos  (1),  perdéys  la  forta- 
lepa  que  tenéys  para  contra  él,  que  viene  de  comer  y  admityr  aquel 
divino  sustentamiento,  y  ni  el  vno  ni  el  otro  ganaréys  nada;  sino 
podríamos  degir,  que  quien  mucho  quiere  apretar  junto,  lo  pierde  todo. 
La  espirien^ia  dará  esto  a  entender,  que  para  entenderlo  sin  que  nos 
lo  digan,  es  menester  mucha;  y  para  agerlo  y  entenderlo  después 
de  leydo,  es  menester  poca. 

En  fin,  lo  que  dura  con  la  satisfagión  y  deleyte  que  se  tiene, 
con  rragón  pueden  degir  que  están  en  su  rreyno,  y  que  les  a  oydo 
el  padre  eterno  su  petición  de  que  aya  venido  a  ellas.  ¡O  dichosa  de- 
manda, que  tanto  bien  pedimos  sin  entenderlo!  Dichosa  manera  de 
pedir!  Por  eso  quiero  yo,  ermanas,  que  miremos  cómo  rre^amos  esta 
oración  celestial,  y  lo  que  pedimos  en  ella;  porque  está  claro  que 
si  dios  nos  ape  esta  merced,  que  emos  de  descuydarnos  de  negocios  del 
mundo;  sí,  mal  que  mes  pese  (2),  porque  llegado  el  señor  del  mun- 
do, todo  lo  echa  fuera.  No  digo  que  todos  los  que  la  pidieren,  por 
fuerqa  estén  desasidos  del  mundo  del  todo;  al  menos  querría  entien- 
dan lo  que  les  falta  y  se  vmillen,  y  tan  gran  petición  no  la  pidan 
como  quien  ino  pide  nada;  y  que  si  el  señor  les  diere  lo  que  le 
piden,  no  se  lo  tornen  a  los  ojos.  Que  ay  muchos,  y  yo  e  sido  la 
vna,  que  está  el  señor  enterneciéndolos  y  dándolos  ynyspiracioncs 
santas,  y  luz  de  lo  que  es  todo,  y,  en  fin,  dándolos  este  rreyno,  pu- 
niéndolos en  esta  oragión  de  quietud,  y  ellos  agiéndose  sordos.  Y  ay 
almas  tan  amigas  de  ablar  y  depir  muchas  oraciones  vocales  muy  aprie- 
sa por  acavar  su  tarea,  que  tienen  ya  por  sí  de  decirlas  cada  día,  que 
anque  les  ponga  su  rreyno  el  señor  en  las  manos,  y  las  dé  esta  oración 
de  quietud  y  esta  paz  ynterior,  no  la  admiten;  sino  que  ellos  mes- 
mos,   con   isu    rrecar,   piensan    que    apen   mijor,    y    se    divierten. 

Esto  no  agáys,  ermanas,  cuando  el  señor  os  yciere  esta  merced; 
mira  que  perdéys  vn  gran  tesoro,  y  que  acéys  mucho  más  con  vna 
palabra  ¡de  cuando  en  'cuando  del  pater  noster,  que  con  decirle  muchas 
veces  apriesa  y  no  os  entendiendo.  Está  muy  cerca  a  quien  pedís, 
no  os  puede  dejar  de  oyr,  Y  creé  que  aquí  es  el  verdadero  alabar  de 
su  nonbre  y  el  santificarle,  porque  ya,  como  cosa  de  su  casa,  glori- 
ficáys  al  señor,  y  alabáysle  con  más  afición  y  deseo,  y  parece  que  no 
podéys  dejarle  de  servir.  Ansí  que  en  esto  os  aviso  que  tengáys 
mucho   aviso,   porque   ynporta   muy   mucho. 


1  Ttaetle,  añade  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Sí,  mal  que  nos  pese.  Estas  palabras  están  borradas  en  el  original. 


CAPITULO    LIV    (1) 


QUE  TEHTA  DESTilS  PaLABRAS:  FYflD  VOLUNTAS  TUfl,  SICUT  YN  CELO  ET  YN 
TERRA,  Y  LO  MUCHO  QUE  VA  QUE  ACEMOS  EN  DECYR  ESTAS  PALABRAS, 
SI    VAN    CON    DETEEMINACYON. 


Acra  que  nuestro  buen  maestro  nos  a  pedido  y  enseñado  a  pedir 
cosa  de  tanto  valor,  que  encierra  en  sí  todas  las  cosas  que  acá  pode- 
mos desear,  y  nos  a  echo  tan  gran  merced  como  a<;ernos  sus  herma- 
nos, veamos  qué  quiere  que  demos  a  su  padre,  y  qué  le  ofrece  por 
nosotros  y  qué  es  lo  que  nos  pide;  que  rra9Ón  es  le  sirvamos  con  algo 
tan  grandes  mercedes.  ¡O  buen  jesús!  que  tan  poco  days  (poco  de 
nuestra  parte),  ¿cómo  pedís  ¡para  nosotros?  Dejemos  que  ello  en  sí 
es  nonada,  por  adonde  tanto  ¡se  deve  y  para  tan  gran  rrey.  Mas  cier- 
to, señor  mío,  que  !no  nos  dejáys  con  nada,  y  que  damos  todo  lo  que 
podemos,  si  lo  damos  como  lo  de9Ímos,  digo. 

Sea  echa  tu  voluntad  (2),  y  como  es  echa  en  el  ¡pielo,  ansí  se  aga 
en  la  tierra.  Bien  existes,  buen  maestro  y  señor,  de  pedir  la  petición 
pasada,  para  que  podamos  icunplir  lo  que  dáys  por  nosotros;  porque 
pierto,  señor,  si  ansí  jio  fuera,  ynposible  me  parece  poder  nosotros 
cunplirlo.  Mas  adiendo  vuestro  padre  lo  que  vos  le  pedistes  de  darnos 
acá  su  rreyno,  yo  sé  que  os  sacaremos  verdadero  en  dar  lo  que 
dáys  por  nosotros;  porque,  echa  la  tierra  gielo,  será  posible  a^erse 
en  mí  vuestra  voluntad.  Mas  sin  esto,  y  en  tierra  tan  rruyn,  tan  sin 
fruto  como  la  mía,  yo  no  sé,  señor,  cómo  sería  posible;  es  gran  cosa 
lo   que   ofre^éys,    por   eso   querría,    yjas,    lo   entendiésedes. 

Cuando  yo  pienso  en  |esto,  gusto  de  los  que  diqen  no  es  bien 
pedir  travajos  a  el  señor,  que  es  poca  vmildad.  Y  e  topado  a  al- 
gunos tan  pusilánimes,  que  an  sin  este  anparo  de  vmildad,  no  tienen 
corazón  para  pedírselos,  que  piensan  luego  se  los  a  de  dar.  Querría 
preguntarles  si  entienden  esta  ivoluntad  que  suplican  al  señor  la  cun- 
pla  su  majestad  en  ellos,  v  es  que  la  dipen  por  de?ir  lo  que  todos, 
mas  no  para  aíerlo:  lesto,  yjas,  sería  mucho  mal.  Mira  que  pareqe 
nuestro  buen  jesús  nuestro  enbajador,  y  que  a  querido  entrevenir 
entre  nosotros  y  su  padre,  y  no  a  poca  costa  suya;  y  no  sería  tra- 
bón  que  lo   que  promete   v  ofrece   por  nosotros,   dejásemos  de   ajerio 


1  Cap.  XXXII. 

2  El  P.  García  de  Toledo  escribe  al  margen:  Fiat  voluntas  tua  U. 


316  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

verdad,  v  ^o  lo  (digamos.  Hora  quiérolo  llevar  por  el  cabo  (1).  Mira, 
ermanas,  toma  mi  parecer;  ello  a  de  ser,  que  queráys  v  no,  que  se 
a  de  a9er  su  ¡voluntad  en  el  9ielo  y  en  la  tierra,  créeme  y  a^é 
de  la  necesidad  virtud. 

jO  señor  mío!  qué  gran  rregalo  es  éste  para  mí,  que  no  de- 
j asedes  en  querer  tan  rruyn  como  el  mío  el  cunplir  vuestra  voluntad! 
Bendito  seáys  por  sienpre,  y  alaben  os  todas  las  cosas.  Sea  glorificado 
vuestro  nonbre  por  sienpre.  Buena  estuviera  yo,  señor,  si  estuviera 
en  mis  manos  el  icunplirse  vuestra  voluntad  v  no.  ñora  la  mía  os  doy 
libremente,  anque  a  tienpo  que  no  va  libre  de  ynterese;  porque  ya 
tengo  provado,  y  gran  espirieníia  de  ello,  la  ganan9ia  que  es  dejar 
libremente  mi  voluntad  en  la  vuestra.  ¡O,  y  jas,  qué  gran  ganancia 
ay  aquí,  v  qué  gran  pérdida  de  no  cunplir  lo  que  debimos  al  señor 
en  el  pater  noster  en  esto  que  le  of retemos! 

untes  (2)  que  os  diga  lo  que  se  gana,  os  quiero  declarar  lo  mu- 
cho que  ofregéys,  no  os  llaméys  después  a  engaño  y  digáys  que  no 
lo  entendistes.  No  sea  icomo  algunas  monjas  que  no  a^en  sino  pro- 
meter, y  como  no  (cunplen  nada,  digen  que  cuando  y^ieron  profe- 
sión que  íno  entendieron  lo  que  prometían,  ünsí  lo  creo  yo,  porque  es 
fágil  de  ablar,  y  dificultoso  de  obrar;  y  si  pensaron  que  no  era  más 
lo  vno  que  lo  otro,  gierto  no  lo  entendieron,  ñ^edlo  entender,  a 
las  que  acá  y^ieren  profesión,  por  larga  prueva,  no  piensen  que  a  de 
aver   solas   palabras,   sino   obras   tanbién. 

Ansí  quiero  entendáys  con  quién  lo  avéys,  como  di^en,  y  lo  que 
ofrece  por  vos  el  buen  jesús  al  padre,  y  lo  que  le  days  vos  cuando 
degís  que  se  cunpla  su  voluntad  en  vos,  que  no  es  otra  cosa.  Pues  no 
ayáys  miedo  que  sea  su  voluntad  daros  rriqueqas,  ni  deleytes,  ni  gran- 
des onrras,  ni  todas  estas  cosas  de  acá;  no  os  quiere  tan  poco,  y 
tiene  en  mucho  lo  que  le  dáys,  y  quiéreoslo  pagar  bien,  pues  os  da 
su  rrcyno  an  en  vida,  como  digen.  ¿Queréys  ver  cómo  se  a  con  los 
que  de  veras  le  digen  esto?  Preguntaldo  a  su  yjo  glorioso,  que  se  lo 
dijo  cuando  la  oragión  del  verto.  Como  fué  dicho  con  verdad  y  de 
toda  voluntad,  mira  si  la  cunplió  bien  en  lo  que  le  dio  de  dolores, 
y  travajos,  y  ynjurias  y  persecuciones,  en  fin,  asta  que  se  le  acavó 
la   vida   con  muerte  de  cruz. 


1  Por  otra  vía,  dice  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Este  ü  el  siguiente  párrafo  fueron  muy   modificados  por  la  Santa  en  el  manuscrito  de 
Valladolid. 


CAPITULO   LV   (1) 


COMO     ESTÁN     LOS     RRELISIOSOS     OBLIGADOS     A     QUE     NO     SEAN     PALABRAS,     SINO 
OBRAS. 


Pues  veys  aquí,  y  jas,  a  quien  más  amava  lo  que  dio,  por  donde 
se  entiende  cuál  es  su  voluntad.  Mira  lo  que  a^éys;  procura  no  sean 
palabras  de  cunplimiento  las  que  de9is  a  tan  gran  señor,  sino  es- 
forzaos a  pasar  lo  que  su  majestad  quisiere.  Que  otra  manera  de  dar 
voluntad,  es  mostrar  la  joya  y  dezir  que  la  tomen,  y  cuando  estienden 
la  mano  para  tomarla,  guardarla  vos  muy  bien.  No  son  estas  burlas 
para  con  quien  las  que  le  y^ieron  por  nosotras  (2);  anque  no  vuiera 
otra  cosa,  meregen  que  no  burlemos  ya  tantas  ve^es  del,  que  no  son 
pocas  las  que  se  lo  debimos  en  él  pater  noster.  Démosle  ya  vna 
vez  del  todo  la  joya,  de  cuantas  acometemos  a  dársela;  es  verde 
que  no  nos  la  da  primero   (3). 

jO,  válame  dios!  ¡cómo  se  le  parepe  a  mi  bien  jesús,  que  nos 
conoce!  Pues  no  dijo  al  principio  diésemos  esta  voluntad  al  señor, 
asta  que  estuviésemos  bien  pagados  de  este  pequeño  servicio,  para 
quien  entiende  la  gran  gananpla  que  en  el  mesmo  servicio  quiere  d 
señor  ganemos,  que  an  en  esta  vida  nos  comicnpa  a  pagar,  como  aora 
diré.  Los  del  mundo  ^rto  aran  si  tienen  de  verdad  determinación  de 
cunplirlo.  Vosotras,  y  jas,  diciendo  y  adiendo,  palabras  y  obras,  como 
a  la  verdad  parece  apcmos  los  rrelisiosos;  sino  que,  a  las  ve^cs,  po- 
nemos al  señor  ya  la  joya  en  la  mano,  y  tornémossela  a  tomar.  So- 
mos francos  de  presto,  y  después  tan  escasos,  que  valdría  en  parte 
más,  que  nos  vuiéramos  detenido  en  el  dar. 

Porque  todo  lo  que  os  e  avisado  en  este  libro  va  dirijido  a  este 
punto  de  darnos  del  todo  al  criador  y  poner  nuestra  voluntad  en  la 
suya,  y  desasirnos  de  las  criaturas,  y  ternéys  entendido  lo  mucho  que 
nos  ynporta,  no  digo  más  en  ello;  sino  diré  para  lo  que  pone  aquí 
nuestro  buen  maestro  estas  palabras  dichas,  como  quien  sabe  lo  mucho 
que  ganaremos  de  ager  este  servicio  a  su  eterno  padre,  porque  pos 
disponemos  para  que  con  mucha  brevedad  nos  veamos  acabado  el  ca- 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXII.  Este  es  otro  de  los  capítulos  notablemente  modificados  por 
la  Santa. 

2  En  el  autógrafo  de  Valladolid  escribió  la  Santa  más  correctamente  esta  frase,  modificán- 
dola en  esta  forma:  No  son  estas  burlas  para  con  quien  le  hicieron  tantas  por  nosotros. 

3  Para  que  se  la  demos,  añade  en  el  autógiafo  valisoletano. 


318  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

mino  y  bevicndo  del  agua  biva  de  la  fuente  que  queda  dicha.  Por- 
que sin  darnos  del  todo  al  señor,  y  ponemos  en  sus  manos  para  que 
aga  en  todo  lo  que  nos  toca  su  voluntad,  nunca  deja  bever  de  ella. 
Esto  es  contenpla^ión  perfeta,  lo  que  rae  dejistes  (1)  que  os  escriviese, 

Y  en  esto,  ninguna  cosa  abemos  de  nuestra  parte,  ni  trava jamos, 
ni  negociamos,  ni  es  menester  más;  porque  todo  lo  demás  estor- 
va  y  ynpide  de  ide?ir  fiad  voluntas  tua:  cúnplase,  señor,  en  mí  vues- 
tra voluntad  de  todos  los  modos  y  maneras  que  vos,  señor  mío,  qui- 
sierdes.  Si  queréys  con  travajos,  dadme  esfuerzo  y  vengan;  si  con 
persecuciones  y  enfermedades,  y  desonrras  y  necesidades,  aquí  estoy, 
no  bolveré  el  rrostro,  padre  mío,  ni  es  rra^ón  buelva  las  espaldas. 
Pues  vuestro  y  jo  dio  en  nonbre  de  todos  esta  mi  voluntad,  no  es 
rracón  falte  ipor  mi  parte;  sino  que  me  agáys  vos  merced  de  darme  vues- 
tro rreyno  para  que  yo  lo  pueda  ager,  pues  él  me  le  pidió,  y  dispo- 
ned en   mí   como  en  cosa   vuestra  conforme   a  vuestra   voluntad. 

¡O,  hermanas  mías,  qué  fuerza  tiene  este  don!  No  puede  menos, 
si  va  con  la  determinación  que  a  dir  (2),  ds  traer  al  todopoderoso 
a  ser  vno  con  nuestra  vajeca  y  trasformarnos  en  sí,  y  acer  vna  vnión 
del  acedor  con  la  criatura.  Mira  si  quedaréys  bien  pagadas,  y  si 
íenéys  buen  maestro,  que  como  isabe  por  donde  a  de  ganar  la  voluntad 
de  su  padre,  enséñanos  a  cómo  y  con  qué  le  emos  de  servir. 


1  En  el  autógrafo  de  Valladolid  escribe  dijistes. 

2  Ha  de  ir,  enmienda  en  el  original  valisoletano. 


CAPITULO   LVI    (1) 


TRATA     DE     LO     QUE     DA     EL     SEÑOR      DESPUÉS     QUE     NOS    EMOS     DEJADO     EN      SU 
VOLUNTAD    (2). 


Y  mientra  mayor  determinación  tiene  el  alma,  y  se  va  entendiendo 
por  las  obras  que  lio  son  palabras  de  cunpliraiento,  más  la  llega  el 
señor  a  sí,  y  la  levanta  de  todas  las  cosas  bajas  de  acá  y  de  sí 
mesma  para  abilitarla  a  rre^ibir  del  señor  grandes  mercedes,  que 
no  acava  de  pagar  en  esta  vida  este  servicio.  En  tanto  le  tiene,  que 
ya  nosotros  no  sabemos  qué  nos  pedir,  y  su  majestad  nunca  se  cansa 
de  dar;  porque  no  contento  con  tenerla  echa  vna  cosa  consigo,  por 
averia  ya  convertido  en  sí  (3),  comienca  a  rregalarse  con  ella,  a  descu- 
brirle secretos,  a  olgarse  de  que  entienda  lo  que  a  ganado,  y  que 
conozca  algo  de  lo  que  la  tiene  por  dar,  Ágela  yr  perdiendo  estos  sen- 
tidos esteriores,  porque  no  ¡se  la  ocupe  nada:  esto  es  arrobamiento, 
y  comienga  a  tratar  de  tanta  amistad,  que  no  sólo  la  torna  a  dejar 
su  voluntad,  mas  dale  la  suya  con  ella;  porque  se  huelga  el  señor, 
ya  que  trata  de  tanta  amistad,  que  manden  a  veces,  como  dicen,  y 
cunplir  él  lo  que  ella  le  pide,  como  lella  age  lo  que  él  la  manda  y 
mucho  mijor,  porque  es  poderoso,  y  puede  cuanto  quiere,  y  no  deja 
de  querer. 

La  pobre  alma,  anque  quiera,  no  puede  muchas  veces  lo  que  que- 
rría, ni  puede  nada  sin  que  se  lo  den,  y  sienpre  queda  más  adevdada, 
y  muchas  veces  fatigada  de  verse  sujeta  a  tantos  ynconvenientes  como 
tray  en  estar  en  la  cárcel  de  este  cuerpo,  porque  querría  pagar  algo 
de  lo  que  debe,  iy  es  arto  bova  de  fatigarse.  Anque  aga  lo  que  es 
en  sí,  ¿qué  podemos  pagar  los  que  no  tenemos  qué  dar  si  no  lo  rre- 
Cibimos,  sino  conocernos,  y  esto  que  podemos,  que  es  dar  nuestra 
voluntad,  acerlo  cunplidamente?  Porque,  como  e  dicho,  está  ya  es- 
crito en  otra  parte,  cómo  es  esta  oración,  y  lo  que  a  de  ager  el  alma 
entonces,  y  cosas  arto  largamente  declaradas  de  lo  que  el  alma  siente 
aquí,  y  en  lo  que  se  conoce  ser  dios,  no  ago  más  de  tocar  en  estas 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXII. 

2  Este  título  tomado  del  índice,  como  todos  los  demás,  es  de  letra  de  la  Sania. 

3  El  P.  García  de  Toledo,  borró  convertido  en  si  ij  escribió  entre  líneas:  unido  a  sí  mis- 
mo, conección  que  la  Santa  aceptó  para  su  autógrafo  de  Valladolid,  sin  más  diferencia  que 
escribir  mesmo,  donde  el  Padre  dice  mismo. 


320  CJIMIKO    DE    PERFECCIO» 

cosas  de  oración  para  daros  a  entender  cómo  avéys  de  rre^ar  esta  ora- 
ción del  pater  noster.  Sólo  os  doy  vn  aviso:  que  no  penségs  con 
fuerza  vuestra,  ni  delijen^ia,  llegar  aquí,  que  es  por  demás,  antes 
si  teníades  devoción,  quedaréys  fríos;  sino  con  sinpU9idad  y  vmildad, 
que  es  la  que  lo  acava  todo,  depir  fiad  voluntas  tua. 


CAPITULO   LVII    (1) 


EN  QUE  TRATA  LA  GRAN  NECESIDAD  QUE  TENEMOS  DE  PEDIR  ESTA  PETICIÓN 
DE  PANEN  NOSTRUN  (2). 


Pues  entendiendo,  como  e  dicho,  él  buen  jesús  cuan  dificultosa 
cosa  era  esto  que  ofrece  por  nosotros,  conociendo  nuestra  flaquera, 
y  que  ínuciías  ve^es  acemos  entender  que  no  entendemos  cuál  es  la 
voluntad  del  señor,  como  somos  flacos  y  él  tan  piadoso,  era  menester 
medio:  pues  dejar  de  dar  lo  dado,  vio  que  en  ninguna  manera  nos 
conviene,  porque  está  en  ello  toda  nuestra  ganancia;  pues  cunplirlo, 
vio  ser  dificultoso,  porque  degir  a  vn  rrico  (3)  que  es  la  voluntad 
de  dios  que  tenga  cuenta  con  moderar  su  plato,  para  que  coman  otros 
siquiera  pan,  que  mueren  de  anbre,  sacará  mil  rraqiones  para  no  en- 
tender Gsto  sino  a  su  propósito.  Pues  de^ir  a  vn  mormurador  que  es  la 
voluntad  de  dios  querer  tanto  para  sí  como  para  su  prójimo,  v  para 
su  prójimo  como  para  sí,  no  lo  puede  poner  a  paqiengia,  ni  vasta  rra- 
qón  para  que  lo  entienda.  Pues  decir  a  vn  rrclisioso  que  está  mostrado 
a  libertad,  v  rrelisiosa,  y  a  rregalo,  que  a'  de  tener  cuenta  con  que 
a  de  dar  enjenplo,  y  que  mire  que  ya  no  íes  sólo  con  palabras  a  de 
degir  esta  palabra,  sino  que  lo  a  jurado  y  prometido,  y  que  es  vo- 
luntad de  dios  que  cunpla  sus  votos,  y  mire  que  si  da  escándalo  que 
va  muy  contra  ellos,  anque  no  del  todo  los  quebrante;  que  a  prometido 
pobrera,  que  la  guarde  sin  rrodeos,  que  esto  es  lo  que  el  señor  quiere, 
no  ay  rremedio,  an  aora  de  quererlo  acer,  ¿qué  yolera  si  el  señor 
no  yolera  lo  más  con  el  rremedio  que  puso?  No  vuiera  sino  muy 
poquitos  que  cunplieran  su  palabra  y  lo  que  él  ofrepió  al  padre,  y  ple- 
ga  a  su  majestad  que  an  aora  aya  muchos.  Pues  visto  el  señor  la 
necesidad,  pensó  vn  medio  admirable  adonde  nos  mostró  el  estremo 
de  amor  que  nos  tenía,  y  en  su  nonbre  y  en  el  de  sus  hermanos,  pidió 
esta  petición. 


1  Cap.  XXXIIl. 

2  También  este  título  es  de  letra  de  la  Santa. 

3  Regalado  u  rico,  dice  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


III  21 


CñPITULO   LVIII    (1) 


QUE    TRATA    DE    LO    MUCHO    QUE    YZO    EL    PADRE    ETERNO    EN    QUERER    QUE    SU    YJO 
SE    NOS    QUEDASE    EN    EL    SANTÍSIMO    SACRAMENTO. 


El  pan  nuestro  de  cada  día  dánoslo  oy,  señor  (2).  Entendé,  hennanas, 
por  amor  de  dios,  esto  que  pide  el  buen  jesú,  que  nos  va  la  vida 
en  no  pasar  de  corrida  por  ello,  y  tené  en  rauy  poco  lo  que  avéys 
dado,  pues  tanto  avéys  de  rre^ibir.  Páreseme  aora  a  mí,  devajo  de 
otro  mijor  pareper,  que  Visto  el  buen  jesú  lo  que  avía  dado  por 
nosotros,  y  cómo  nos  lynportava  tanto  darlo,  y  la  gran  dificultad  que 
avía  por  ser  nosotros  lalcs  y  tan  ynclinados  a  cosas  va  jas,  y  de  tan 
poco  amor  y  ánimo,  que  era  menester  ver  el  suyo  para  despertarnos, 
y  íno  vna  vez  sino  cada  día,  que  aquí  se  devía  determinar  de  quedarse 
con  nosotros.  Y  como  era  cosa  tan  grave  y  de  tanta  ynportan(?ia,  quiso 
que  viniese  de  la  mano  del  eterno  padre.  Porque  anque  eran  vna  mesma 
cosa,  y  sabía  que  lo  que  él  y^iese  en  la  tierra  se  aria  en  el  gielo, 
y  isu  voluntad  y  la  de  su  padre  eran  vna  para  tan  gran  cosa,  era 
tanta  la  vmildad  del  buen  jesús,  que  quiso  como  pedir  li^en^ia,  por- 
que ya  sabía  era  amado  del  padre  y  que  se  deleytava  en  él.  Bien 
entendió  que  pedía  más  len  esto  que  pide  que  en  lo  demás  que  a 
demandado,  porque  sabía  la  muerte  que  le  avían  de  dar,  y  las  des- 
onrras  y   afrentas  que  avía  de  padecer. 

Pues  ¿qué  padre  vuiera,  señor,  que  aviéndonos  dado  a  su  yjo,  y 
tal  yjo,  y  parándole  tal,  quisiera  consentirle  se  quedara  entre  nosotros 
cada  día  a  pade9er?  Por  gierto,  ninguno,  señor,  sino  el  vuestro:  bien 
sabéys  a  quien  pedís.  ¡O,  válame  dios,  qué  gran  amor  del  yjo,  y 
qué  gran  amor  del  padre!  Rn  no  me  espanto  tanto  del  buen  jesús; 
porque  como  avía  ya  dicho  fiad  voluntas  tua,  avíalo  de  cunplir  como 
quien  es.  Sí,  que  no  es  como  nosotros,  y  sabe  que  la  cunple  con 
amarnos  como  a  sí,  y  ansí  andava  a  buscar  cómo  cunplir  con  más 
cunplimiento,  anque  fuese  a  su  costa,  este  mandamiento.  Níñs  vos, 
padre  eterno,  ¿cómo  lo  consentís?  ¿Por  qué  qucréys  cada  día  ver  en 
manos  tan  rruynes  a  vuestro  yjo?  Ya  que  vna  vez  quisistes  lo  estu- 
viese y  lo  consentistes,  veys  como  le  paran,  ¿cómo  puede  vuestra 
piadad  cada  día,  cada  día  verle  aqer  ynjurias?  ¡Y  cuántas  se  de- 
ven oy  aqer  a  ,este  santísimo  sacramento!  ¡En  qué  de  manos  ene- 
migas suyas  le  deve  ver  el  padre!    ¡Qué  de  desacatos  de  estos  erejesl 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXIII.  

2  El  P.  García  de  Toledo  pone  al  margen:  Panem  ntum  &. 


CAPITULO   LIX    (1) 


PONE    UNA     ESCLfliWflCION    AL    PÜDBE. 


¡O  señor  eterno!  (2)  ¿cómo  a^etáys  tal  petición,  cómo  lo  consentís? 
No  miréys  su  amor,  que  a  trueco  de  ager  cunplidamente  vuestra  vo- 
luntad y  de  a?er  por  nosotros,  se  dejará  cada  día  aiper  pedamos.  Es 
vuestro  de  mirar,  señor  mío,  ya  que  a  vuestro  yjo  no  se  le  pone  cosa 
delante.  ¿Por  qué  a  de  ser  todo  nuestro  bien  a  su  costa?  Porque  calla 
a  todo,  y  no  isabe  ablar  por  sí  sino  por  nosotros,  ¿no  a  de  aver 
quien  able  por  este  mansísimo  cordero?  Dadme  li^en^ia,  señor,  que 
able  yo,  ya  que  vos  quisistes  dejarle  en  nuestro  poder,  y  os  suplique, 
que  pues  tan  de  veras  os  obedeció,  y  con  tanto  amor  se  nos  dio, 
que  an  iniro  yo  cómo  en  esta  petición  sola  duplica  las  palabras,  por- 
que dige  primero  y  pide  que  le  déys  este  pan  cada  día,  y  torna  a 
degir  dádnoslo  oy  señor.  Poneos  tanbién  delante,  como  quien  di(;e, 
que  es  rragón  que  no  nos  quitéys  esta  merced,  que  es  nuestro:  que 
ya  vna  vez  nos  le  distes  para  nuestro  rremedio,  que  no  nos  le  tornéys 
a  tomar.  Pues  mira,  «ermanas  mías,  y  esto  os  enternezca  el  corazón 
para  amar  a  vuestro  esposo:  que  no  ay  esclavo  que  de  buena  gana 
diga   lo   es,    y    que   el   buen   jesú    pare?e  se   onrra    de   ello. 

¡O  padre  eterno,  que  mucho  merepe  esta  vmildad!  ¡Con  qué  te- 
soro conpramos  a  vuestro  yjo!  Venderle,  ua  sabemos  que  por  treynta 
dineros;  mas  conprarle,  ¿qué  precio  vasta?  Como  se  aí^e  aquí  el  se- 
ñor vna  cosa  con  nosotros  por  la  parte  que  tiene  de  nuestra  natu- 
raleza, y  como  señor  de  su  voluntad,  lo  acuerda  a  su  padre,  que  pues 
es  suya,  que  nos  la  puede  dar,  y  ansí  se  llama  nuestro.  No  a^e  él 
diferencia  del  a  nosotros,  mas  ajémosla  nosotros,  para  no  nos  dar 
cada  día  por  él. 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXIII. 

2  Entie  líneas  escribe  la  Santa:  Capitulo  y  esclamaoión. 


CAPITULO   LX    (1) 


QUE    TEflTfl    DESTfl    PflLilBRil    QUE    DICE,    COTYDIANUN. 


Ya  queda  concluso  que  el  buen  jesús  en  esto  que  es  nuestro,  y  ansí 
pide  a  su  padre  que  nos  le  deje  cada  día.  Parece  que  es  para  sienpre; 
que  escriviendo  ¡esto  e  ¡estado  con  deseo  de  saber  por  qué  después 
que  el  señor  dijo  cada  día,  tornó  a  de^ir  oy.  Quiéreos  de9ir  mi  bove- 
ría;  si  lo  fuere,  quédese  por  tal,  que  arta  lo  es  meterme  [y]o  en  esto. 
Mas,  pues  ya  vamos  entendiendo  lo  que  pedimos,  pensemos  bien  qué 
es,  para  que,  como  e  dicho,  lo  tengamos  en  lo  que  es  rra^ón,  y  lo 
agradezcamos  a  quien  con  tanto  cuydado  está  enseñándonos,  ñnsí  que, 
ser  nuestro  cada  día,  me  parece  a  mí,  porque  acá  le  poseemos  en  la 
tierra,  pues  se  nos  quedó  acá  y  le  rre^ibimos,  y  le  poseeremos  después 
tanbién  en  el  9ielo,  si  nos  aprovechamos  de  su  conpañía;  pues  no  se 
queda  para  otra  cosa  con  nosotros,  sino  para  ayvdarnos,  y  animarnos 
y  sustentarnos  a  a(;er  esta  voluntad  que  emos  dicho  se  cunpla  en 
nosotros. 

El  de^ir  oy,  me  parece  es  para  vn  día  como  es  esta  vida:  ¡y 
bien  vn  día!  Y  para  los  desventurados  que  se  an  de  condenar,  que 
no  le  gomarán  en  la  otra,  para  a^er  todo  lo  que  como  de  cosa  suya 
se  pueden  aprovechar,  y  estar  con  ellos  este  oy  de  esta  vida  esfor- 
9ándolos;  y  si  se  dejan  vencer,  no  es  a  su  culpa.  Y  porque  se  lo  otor- 
ge  el  padre,  pónele  delante  (2),  que  es  sólo  vn  día  de  lo  que  dure  este 
mundo,  que  se  le  «deje  ya  pasar  en  servidunbre;  pues  nos  le  dio,  no 
parezca  le  toma  al  mijor  tienpo,  que  todo  será  vn  día  estos  malos 
tratamientos  de  llegarse  a  él  yndinamente;  que  mire  está  obligado, 
pues  a  ofrecido  por  nosotros  cosa  tan  grande  como  dejar  nuestra  vo- 
luntad en  la  suya,  a  ayvdarnos  por  todas  las  vías  que  pudiere.  Que 
no  pide  más  de  oy,  aora  nuevamente,  que  el  avernos  dado  este  pan 
sacratísimo;  para  sienpre,  gierto  lo  tenemos  (3)  este  mantenimiento  y 
•maná  de  la  vmanidad,  que  pare(?e  le  aliamos  como  le  queremos,  y  que  si 
no  es  por  nuestra  culpa,  no  moriremos  de  anbre,  que  de  todas  cuan- 
tas maneras  quisiere  comer  el  alma,  aliará  en  él  sabor,  y  consolación 
y  mantenimiento.  No  ay  ne^esidá,  ni  travajo,  ni  persecución  que  no  sea 


1  Cap.  XXXIV. 

2  Traile  a  la  memoria,  había  escrito,  pero  lo  tachó  diciendo  en  su  lugar  pónele  delante. 

3  Aquí  borró  la  Santa  estas  palabras:  y  que  nos  le  dio  sin  pedírsele  y. 


CAPITULO    LX  325 

fá9il  de  pasar,  si  comeníamos  a  partir  y  mascar  ¡de  los  suyos  (I),  y  po- 
nerlos  en   nuestra   consideración. 

Que  (2)  otro  pan  de  los  mantenimientos  y  necesidades  corpo- 
rales, no  quiero  yo  pensar  se  le  acordó  al  señor  de  esto,  ni  querría 
se  os  acordase  a  vosotras:  está  puesto  en  subidísima  contenpla^ión, 
que  quien  está  en  aquel  punto,  no  ay  más  memoria  de  que  está 
en  el  mundo  que  si  no  estuviese,  cuantimás  si  a  de  comer;  ¿y  avía 
el  señor  de  poner  tanto  en  pedir  qué  comiésemos  para  él  y 
para  nosotros?  No  aipe  a  mi  propósito.  Estaños  enseñando  a  po- 
ner nuestras  voluntades  en  las  cosas  del  cielo,  y  a  pedir  le  comen- 
cemos a  gocar  desde  jaca,  ¿y  avíanos  de  meter  en  cosa  tan  vaja  como 
pedir  de  comer?  ¡Como  que  no  nos  conoce  que  comencados  a  entre- 
meter en  necesidad  del  cuerpo  se  nos  olvidarán  las  del  alma!  Pues 
¡qué  jente  tan  concertada,  que  nos  contentaremos  poco  y  pediremos 
poco ! ;  sino  que  mientra  más  nos  diere,  más  parece  nos  a  de  fal- 
tar el  agua.  Pídanlo  esto,  yjas,  los  que  quieren  más  de  lo  necesario  (3). 
Vosotras  pedí  que  os  deje  oy  a  vuestro  esposo,  que  no  os  veáys  en 
este  mundo  lo  que  biviérdes  sin  él;  que  vaste  que  quede  tan  disfracado 
en  estos  acidentes  de  ¡pan,  que  es  arto  tormento  para  quien  no  tiene 
otro  amor,  ni  otro  consuelo;  mas  suplicalde  que  no  os  falte,  y  que 
os  dé  aparejo   para   rrecibirle  tan   dinamente. 

De  esotro  pan  no  tengáys  cnydado  las  que  muy  de  veras  os 
ahéys  {1)  dejado  en  la  voluntad  de  dios;  digo  en  estos  tienpos  de  oración 
que  tratáys  cosas  más  ynportantes,  que  tienpos  [a]y  otros  para  que  la 
que  tiene  en  cargo  (5)  tenga  cuydado  de  lo  que  avéys  de  comer,  digo  de 
daros  lo  que  tuviere.  No  ayáys  miedo  que  os  falte,  si  no  faltáys  vosotras 
en  lo  que  avéys  dicho  de  dejaros  en  la  voluntad  de  dios.  Y  por  cierto, 
yjas,  de  mí  os  digo,  que  si  de  eso  faltase  aora  con  malicia,  como 
otras  veces  lo  (6)  e  echo  muchas,  que  yo  no  le  suplicase  me  diese  ese 
pan,  ni  otra  cosa  de  comer.  Déjeme  morir  de  anbre.  ¿Para  qué  quiero 
vida  si  con  ella  voy  cada  día  más  ganando  muerte  eterna? 


1  M  gustar  de  los  suyos,  en  vez  de  mascar,  escribe  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Aquí  tiene  el  original  una  página  entera  cruzada  por  algunas  lineas  que  no  impiden 
la  lectura  de  ella. 

3  Hasta  aquí  lo  tachado.  A  lo  largo  del  margen  escribe  el  P.  García  de  Toledo:  Todo  lo 
que  eta  sustentación  del  cuerpo  y  alma  pidió  X.o  n.  Sor.  como  es  el  pan  material  y  la  eucha- 
ristía,  y  por  reverencia  para  el  alma;  y  asi  la  igla.  (iglesia)  lo  pide  en  la  letanía. 

h      Asi  se  lee  en  el  autógrafo.  Rvéis,  dice  en  el  original  de  Valladolid. 

5      Oficio,  obligación. 

Ó      Por  distracción  repite  la  e. 


CHPITULO   LXI    (1) 


QUE     PROSIGUE     Lñ     MISMñ     MATERIA:      PONE     VNA     COMPARACIÓN.     ES     MUY     BUENO 
PARA     DESPUÉS     DE     AVER     RHECYBYDO     EL     SANTYSIMO     SACRAMENTO. 


Coiipara^ión.  Ansí  que,  si  de  veras  os  dáys  a  dios  como  lo  de^ís, 
descuydaos  de  vos,  que  él  tiene  el  cuydadoi,  y  le  terna  sienpre.  Es  como 
si  entra  vn  criado  a  servir  a  vn  amo,  tiene  el  criado  cuenta  con 
contentarle  en  todo;  mas  el  amo  está  obligado  a  darle  de  comer 
mientra  está  en  su  casa  y  le  sirve,  salvo  si  no  es  tan  pobre  que  no 
tiene  para  sí  ni  para  él.  Pues  acá  ijesa  esto,  que  sienpre  es  y  será 
poderoso.  ¿Pues  sería  buena  cosa  (2)  andar  el  criado  pidiendo  cada 
día  de  comer,  pues  sabe  tiene  cuydado  su  amo  de  dárselo  y  le  a 
de  tener?  Es  gastar  palabras,  y  decirle  a  él  que  tenga  cuydado  en 
cómo  le  a  de  servir,  y  que  no  se  ocupe  en  ése,  que  no  aqe  cosa 
a  derechas  en  lo  demás. 

ñnsí  que,  ermanas,  pida  quien  quisiere  ese  pan;  pidamos  nosotras 
el  que  nos  a^e  al  caso,  y  supliquemos  al  padre  nos  dé  gracia  para  dis- 
ponemos de  manera  a  rreíibir  don  tan  grande  y  tan  celestial  mante- 
nimiento, que  ya  que  los  ojos  del  cuerpo  no  se  deleytan  en  mirarle, 
porque  está  encubierto,  se  descubra  a  los  del  alma  y  se  le  dé  a  cono- 
cer, que  fes  otro  mantenimiento  de  contentos  y  rregalos,  que  para 
sustentar  la  vida,  más  veges  que  querremos  le  vernemos  a  desear  y  p 
pedir,  an  sin  sentirnos.  No  es  menester  despertarnos  para  ello,  que 
nuestra  ynclina^ión  rruyn  a  cosas  vajas  nos  despertará,  como  digo, 
más  veíjes  que  queramos;  mas  de  adverten9ia,  no  procuremos  poner 
nuestro  cuydado  sino  en  suplicar  al  señor  lo  que  tengo  dicho,  que  ti- 
niendo  esto,  lo  tememos  todo. 

¿Pensáys  que  no  es  mantenimiento,  an  para  estos  cuerpos,  este 
santísimo  sacramento,  muy  grande,  y  gran  medipina  an  para  los  ma- 
les corporales?  Yo  lo  sé  (3),  y  conozco  persona  de  grandes  enfer- 
medades, y  estando  muchas  ve^es  con  graves  dolores,  como  con  la 
mano  se  le  quitavan  y  quedava  buena  del  todo.  Esto  muy  ordinario, 
y  de  males  muy  'cono9Ídos,  que  no  los  pudiera  ñnjir;  y  otros  muchos 
efetos  que  afía  en  esta  alma,  que  no  ay  para  qué  de9irlos,  y  podía  yo 


1  ■  Prosigue  el  capítulo  XXXIV. 

2  Pues  no  sería  bien,  dice  en  el  autógrafo   de  Valladolid,  y  en  tal  caso  no  hacen  falta 
las  interrogaciones. 

3  En  el  original  de  Valladolid  dice:  Yo  sé  que  lo  es. 


CAPITULO    LXI  327 

saberlos,  y  sé  que  no  miente.  Mas  tenía  tanta  devoción  g  tan  biva 
fe,  que  cuando  en  algunas  fiestas  oya  (1)  a  personas  que  quisieran 
ser  en  el  tienpo  ,que  andava  cristo  en  el  mundo,  se  rrega  (2)  entre  sí, 
pareqiéndole  que  tiniéndole  tan  verdaderamente  en  el  santísimo  sa- 
cramento como  entonces,  que  ¿qué  más  se  les  dava? 

Mas  sé  de  esta  persona,  que  muchos  años,  anque  no  era  muy 
perfeta,  cuando  comulgava,  ni  más  ni  menos  que  si  viera  con  los  ojos 
corporales  entrar  en  su  posada  a  cristo,  procurava  ella  esforzar  la  fe 
para  creer  «ra  lo  mesmo,  y  le  tenía  en  casa  tan  pobre  como  la  suya, 
y  desocupávase  de  todas  las  cosas  esteriores,  y  poníase  a  vn  rrincón, 
procurando  rrecojer  los  sentidos  para  estarse  con  su  señor  a  solas, 
y  considerávase  a  sus  pies,  y  estávase  allí,  anque  no  sintiese  devopión, 
ablando  con  él. 

Porque  si  no  nos  queremos  aper  Riegos  y  bovos,  si  tenemos  fe, 
claro  está  que  está  dentro  de  nosotros;  pues  ¿para  qué  emos  de  yr  a 
buscarle  más  lejos,  como  queda  dicho?  Sino  que,  pues  sabemos,  mientra 
no  consume  el  calor  natural  los  a^identes  del  pan,  que  está  con  nos- 
otros el  buen  jesús,  [que  nos  ilegemos  a  él]  (3).  Pues  si  cuando  an- 
dava en  el  mundo,  de  sólo  tocar  a  su  rropa  sanava  los  enfermos,  ¿qué 
ay  que  dudar  que  ara  milaglos  estando  tan  dentro  de  mí,  si  yo 
tengo  íe,  y  tme  dará  todo  lo  que  le  pidiere,  pues  está  en  mi  casa? 

Si  os  congojáys  porque  no  le  veys  con  los  ojos  corporales,  mira 
que  nos  conviene,  que  es  otra  cosa  verle  glorificado,  v  cuando  andava 
por  el  mundo.  No  ^vría  sujeto  que  lo  sufriese  de  nuestro  flaco  na- 
tural, ni  avría  mundo,  ini  quien  quisiese  parar  en  él;  porque  en  ver 
esta  verdad  eterna,  se  vería  ser  burla  todas  las  cosas  de  que  acá 
abemos  caso.  No  ayáys  miedo  que  anque  no  se  vea  con  estos  ojos 
corporales,  de  sus  amigos  esté  muy  ascendido:  estaos  vos  con  él 
de  buena  gana.  Mira  que  es  esta  ora  de  gran  provecho  para  el  alma, 
y  en  que  se  sirve  mucho  el  buen  jesú,  que  le  tengáys  conpañía:  tené 
gran  cuenta,  y  jas,  de  no  la  perder.  Si  la  obediencia  os  mandare  otra 
cosa,  procura  dejar  el  alma  con  el  señor,  que  vuestro  maestro  es; 
anque  no  lo  entendáys,  no  os  dejará  de  enseñar.  Y  si  luego  lleváys  el 
pensamiento  a  otra  parte,  y  no  apéys  más  caso  que  está  dentro  de 
vos,  que  si  no  le  vuiérades  rrepibido,  no  os  quejéys  de  él,  sino  de  vos. 
No  digo  que  no  rrepéys,  porque  no  me  asgáys  a  'palabras,  y  digáys  que 
trato  de  contenplapión,  salvo  si  el  señor  no  os  llevare  a  ella;  sino 
que  si  rrepardes  el  pater  noster,  entendáys  con  cuánta  verdad  estay s 
con  quien  os  le  enseñó,  y  le  beséys  (4)  los  pies  por  ello,  y  le  pidáys 
os  ayvde  a  pedir:,  y  no  se  vaya  de  con  vos. 

Si  esto  avéys  de  pedir  a  vna  ymajen  de  cristo  delante  de  quien 
estáys,  ¿no  veys  que  es  bovería  dejar  en  aquel  tienpo  la  ymajen  biva, 
y  la  mesma  persona  por  mirar  al  devujo?  (5).  ¿No  lo  sería,  si  tuviésedes 
vn  rretrato  de  vna  persona  que  quisiésedes  mucho,  y  la  mesma  per- 


1  Léase  oía. 

2  Reía. 

3  Estas  palabras,  necesarias  para  completar  el  sentido,  las  tomamos  del  autógrafo  de  Va- 
lladolid. 

4  Peséis,  había  escrito  primero  y  lo  enmendó. 

5  Comparación,  escribe  al  margen  la  Santa. 


328  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sona  os  viniese  a  ver,  dejar  de  ablar  con  ella  y  tener  toda  la  conver- 
sación con  el  rretrato?  ¿Sabégs  para  cuándo  es  bueno  y  santísimo,  y 
cosa  en  que  yo  ine  deleyto  mucho?  Para  cuando  está  avsente  la  mesma 
persona.  Es  gran  rregalo  ver  vna  ymajen  de  nuestra  señora,  v  de  algún 
santo  a  quien  tenemos  devoción,  cuantimás  la  de  cristo,  y  cosa  que 
despierta  mucho,  y  cosa  que  a  cada  cavo  querría  ver  que  bolviese 
los  ojos.  ¿Qué  mijor  cosa  podríamos  mirar,  ny  más  gustosa  a  la  vista? 
Desventurados  destos  ¡erejes,  que  carecen  de  esta  consolación  y  bien, 
entre  otras. 

Mas  acavando  de  rrecibir  al  señor,  tyniendo  la  mesma  persona 
delante,  procura  cerrar  los  ojos  del  cuerpo  y  abrí  los  del  alma,  y 
miraos  al  coracón.  Que  yo  os  digo,  y  otra  vez  lo  digo,  y  muchas  lo 
diré,  que  si  tomáys  esta  costunbre  de  estaros  con  él,  y  esto  no  vn 
día,  ni  dos,  sino  todos  los  que  comulgardes,  y  procurar  tener  tal  con- 
ciencia que  sea  lícito  gocéys  a  menudo  de  este  bien,  que  no  viene 
tan  disfracado,  que  de  muchas  maneras  no  se  da  a  conocer  conforme 
a  leí  deseo  que  vos  tenégs  de  verle;  y  tanto  lo  podéys  desear,  que  se 
os  descubra  del  todo. 

Mas  si  no  acéys  caso  de  él  en  rrecibiéndole,  con  estar  tan  junto, 
sino  que  le  vays  a  buscar  a  otras  partes,  v  a  buscar  otras  cosas  vajas, 
¿qué  queréys  que  aga?  ¿ños  de  traer  por  fuerca  a  que  le  veáys  y  os 
estéys  con  él,  que  se  os  quiere  dar  a  conocer?  No,  que  no  le  trataron 
bien  cuando  se  dejó  ver  a  todos,  y  les  decía  claro  quién  era,  que  muy 
pocos  fueron  los  que  le  creyeron.  Y  ansí,  arta  misericordia  nos  ace  a 
todos,  que  quiere  entienda  que  es  él  el  que  está  en  el  santísimo  sacra- 
mento. Mas  que  le  vean  descubiertamente,  y  comunicar  sus  grandecas 
y  darles  de  sus  tesoros,  no  quiere  sino  con  los  que  entiende  que  mu- 
cho lo  desean,  porque  éstos  son  sus  verdaderos  amigos.  Que  yo  os 
digo,  que  quien  le  ofendiere,  y  no  llega  a  rrecibirle  con  aver  echo 
lo  que  es  en  sí,  que  nunca  le  ynportune  porque  se  le  dé  a  conocer. 
No  ve  la  ora  de  aver  cunplido  con  lo  que  manda  la  ylesia,  cuando  se 
va  a  su  casa  y  procura  echarle  de  ella.  Ansí  que,  si  entra  en  sí, 
es   para   pensar   vanidades   allí  en   su   presencia. 


CAPITULO   LXII    (1) 


EN    QUE    TRñTfl     EL    RRECOJIMIENTO    QUE    SE    ñ    DE    TENER    DESPUÉS    DE    ñVER     CO- 
MULGADO. 


Eme  alargado  tanto  en  esto,  anque  dije  tanbién  en  la  ora9Íón  del 
rrecojimiento  mucho  de  ello,  porque  ynporta  muy  mucho  este  entrarse 
a  solas  con  dios  (2) ;  y  cuando  no  comulgaren  y  oyérdes  misa,  podéys  co- 
mulgar cspiritualmente,  y  es  de  grandísimo  provecho,  y  a^er  lo  mes- 
mo.  Es  mucho  lo  que  se  ynprime  aquí  el  amor  de  este  señor;  porque 
aparejándoos  a  rregibir,  jamás  deja  de  dar  por  muchas  maneras  que 
no  entendemos.  Es  llegarnos  lal  fuego,  que  anque  le  aya  muy  grande, 
si  ascondéys  las  manos,  mal  os  podéys  calentar:  quedaréys  frío,  an- 
que todavía  es  más  que  si  no  viérades  el  fuego:  calor  alcanza  estando 
perca.  Mas  lotra  cosa  es  quereros  llegar  a  él,  que  si  el  alma  está  dis- 
puesta, vna  pentellica  que  salte,  la  abrasará  toda.  Y  vanos  tanto  y  jas, 
disponernos  para   esto,   que   no  os   espantégs  lo   diga  muchas  ve?es. 

Y  si  a  los  principios  no  se  os  descubriere,  ni  os  allardes  bien 
(antes  os  porná  el  demonio  apretamiento  del  corazón  y  congoja,  por- 
que sabe  el  daño  tan  grande  que  le  viene  de  aquí),  y  que  alláys  de- 
voción en  otras  cosas  más,  y  aquí  menos,  no  dejéys  este  modo: 
aquí  provará  el  señor  lo  que  le  queréys.  Acordaos  que  ay  pocas  almas 
que  le  aconpañen  ni  le  sigan  en  los  travajos.  Pasa  por  él  algo,  que 
su  majestad  os  lo  pagará.  Y  acordaos  tanbién  qué  de  personas  avrá 
que  no  sólo  no  iquieran  estarse  con  él,  sino  que  le  echen  de  su  casa 
con  gran  desacato  y  descomedimiento.  Pues  algo  emos  de  pasar  para 
que  se  entienda  le  tenemos  deseo  de  ver.  Y  pues  todas  las  partes 
adonde  le  dejan  solo,  y  aqen  malos  tratamientos  las  sufre,  y  sufrirá, 
por  sola  vna  que  pon  amor  le  admita  y  le  aconpañe,  sea  la  vuestra 
esta  vna.  Porque,  a  |no  aver  ninguna,  con  rragón  no  le  consintiera 
quedar  el  padre  eterno  entre  nosotros;  sino  que  es  tan  amigo  de 
amigos,  y  tan  señor  de  siervos,  que  como  ve  la  voluntad  de  su  buen 
yjo,  no  le  quiere  estorvar  obra  tan  epelente,  y  adonde  tan  cunplida- 
mente  muestra  el  amor  que  tiene  a  su  padre,  en  aver  buscado  tan 
admirable  yuvenplón  para  mostrar  lo  que  nos  ama,  y  para  ayvdarnos  a 
pasar  nuestros  travajos. 

Pues,  padre  santo,  que  estás  en  los  píelos,  ya  que  lo  queréys 
y  lo  apetáys,  y  telare  se  estava  que  no  avíades  de  negar  cosa  que  tan 


1  Cap.  XXXV. 

2  Véase  la  nota  de  la  página  167, 


330  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

bien  nos  cstava  a  nosotros,  algicn  a  de  aver,  como  dije  primero,  que 
able  por  vuestro  yjo,  pues  él  nunca  supo  tornar  de  sí.  Y  ansí  os  rruego 
yo,  y  jas,  me  ayvdéys  a  pedir  a  nuestro  padre  santo,  en  nonbre  suyo, 
que  pues  no  le  a  quedado  por  a9er  ninguna  cosa  adiendo  a  los  pe- 
cadores tan  gran  benefi9io  como  éste,  que  quiera  su  majestad  y  se 
sirva  de  poner  rremedio  para  que  no  sea  tan  maltratado.  Y  pues  su 
santo  yjo  puso  tan  buen  medio  para  que  en  sacrificio  le  podamos 
ofrecer  muchas  veges,  que  valga  tan  pregioso  don  para  que  no  vaya 
adelante  tan  grandísimos  males  y  desacatos  como  se  agen  en  los  lu- 
gares adonde  está  este  santísimo  sacramento,  que  parece  le  quieren 
ya  tornar  a  echar  ;del  mundo,  quitado  de  los  tenplos,  perdidos  tantos 
sacerdotes,  profanadas  tantas  ylesias,  an  entre  los  cristianos,  que  a 
las  veces  van  allí  más  con  yntención  de  ofenderle  que  no  de  adorarle. 

Pues  ¡qué  es  esto,  señor!  V  dad  fin  al  mundo,  v  poned  rreme- 
dio en  tan  gravísimos  males,  que  no  ay  coracón  que  lo  sufra,  an  de 
los  que  somos  rruynes.  Suplicóos  padre  eterno,  que  no  lo  sufráys  ya 
vos;  atajad  este  fuego,  peñor.  Mira  que  an  está  en  el  mundo  vuestro 
yjo;  por  su  acatamiento  cesen  cosas  tan  feas  y  sucias,  pues  su  er- 
mosura  y  linpieca  no  merece  estar  en  cosa  adonde  ay  tan  malos 
olores.  No  lo  agáys  por  nosotros,  señor,  que  no  lo  merecemos;  aced- 
lo  por  vuestro  yjo.  Porque  no  nos  le  dejar  acá,  no  os  lo  osamos  pedir, 
pues  él  alcancó  de  vos  que  por  este  día  de  oy,  que  es  lo  que 
durare  el  mundo,  le  dejásedes  acá,  y  porque  se  acavaría  todo,  que 
si  algo  os  aplaca,  es  tener  acá  tal  prenda.  Pues  algún  medio  a  de 
aver,    señor,    póngale    vuestra    majestad,    pues    si    queréys,    podéys. 

¡O  señor,  quién  pudiera  ynporíunaros  mucho  y  averos  servido 
algo,  para  poderos  pedir  tan  gran  merced  en  pago  de  mis  servicios, 
pues  no  dejáys  ninguno  sin  paga!  Mas  no  lo  e  echo,  señor;  antes 
por  ventura  so  yo  la  que  os  e  enojado  de  manera,  que  por  mis  pe- 
cados vengan  tantos  males.  Pues  ¿qué  e  de  acer,  señor,  sino  presen- 
taros este  pan  bendito,  ly  anque  nos  le  distes,  tornárosle  a  dar,  y 
suplicaros  por  sus  raéryíos  me  agáys  esta  merced,  pues  por  tantas 
partes  lo  tiene  merecido?  Ya,  señor,  ya  aced  que  se  sosiege  este 
mar;  no  ande  sienpre  ¡en  tenpestades  esta  nave  de  la  ylesia,  y  sálva- 
nos,  señor  mío,   que  perecemos. 


CAPITULO    LXIÍI    (1) 


TBflTfl     DESTA    PALABRA:     DIMITE    NOBIS     DEBITA     NOSTRA. 


Pues  viendo  nuestro  precioso  amaestro  que  con  este  mantenimien- 
to, si  no  es  ¡por  nuestra  culpa,  todo  nos  es  fá^il,  y  que  podemos  cun- 
plir  muy  bien  lo  que  cmos  dicho  al  padre  de  que  se  cunpla  en  nos- 
otros su  voluntad,  díñele  taora  que  nos  perdone,  pues  perdonamos.  Y 
perdónanos  señor  nuestras  devdas,  ansí  como  nosotros  las  perdona- 
mos   a    nuestros    devdores    (2). 

Y  mira,  ennanas,  que  ^no  di?e  como  perdonaremos,  porque  enten- 
dáys  que  quien  pide  vn  don  tan  grande  como  el  pasado,  y  quien  ya 
a  puesto  su  voluntad  en  la  de  dios,  que  ya  esto  a  de  estar  echo,  y 
ansí  diíje:  como  nosotros  las  perdonamos.  Ansí  que,  quien  de  veras 
vuiere  dicho  esta  palabra  al  señor,  fiad  voluntas  tua,  todo  lo  a  de 
tener  echo,  con  la  ¡determinación,  al  menos.  Veys  aquí  cómo  los  santos 
se  olgavan  con  las  ynjurias  y  persecu9Íones,  porque  tenían  algo  que 
presentar  al  señor  cuando  le  pedían.  ¿Qué  aran  las  pecadoras  como 
yo,  que  tanto  tiene  que  perdonarme? 

Cosa  por  cierto,  hermanas,  es  ésta  para  que  miremos  mucho  en 
ella;  que  vna  cosa  tan  grave  y  de  tanta  ynportangia,  como  que  nos 
perdone  el  señor  nuestras  culpas  que  mere^y  fuego  eterno,  se  nos 
perdonen  con  tan  vaja  cosa  como  es  que  perdonemos  nosotras  co- 
sas (3)  que  ni  son  agravios,  ni  son  nada;  porque,  ¿qué  se  puede  de- 
(jir,  ni  qué  ynjuria  se  puede  a^er  a  vna  como  yo,  que  merecía  que  los 
demonios  sienpre  me  maltratasen,  en  que  me  traten  mal  en  este  mun- 
do, que  es  cosa  justa?  En  fin,  señor  mío,  que  por  esta  cavsa  no  tengo 
qué  os  dar,  para  pediros  perdonéys  mis  devdas.  Perdóneme  vuestro 
yjo,  que  nadie  me  a  echo  sinjusti9ia,  y  ansí  jio  e  tenido  qué  perdonar 
por  vos,  sino  tomáys,  tseñor,  mi  deseo,  que  me  parece  cualquier  cosa 
perdonara  yo  porque  vos  me  perdonárades  a  mí,  v  por  cunplir  vues- 
tra voluntad  sin  condición.  ,Mas  no  sé  qué  y^iera,  venida  a  la  obra, 
si  me  condenaran  syn  culpa;  que  aora  véome  tan  culpada  delante  de 
vuestros   ojos,   que   todos   quedan   cortos,    anque   los   que  no   saben   la 


1  Cap.  XXXVl. 

2  Dimite  nobis,  escribe  al  margen  el  P.  García  de  Toledo,  que  la  Santa  no  copió  en  el 
original  de  Valladolid. 

3  Aquí   comienza   el   folio    121,  vuelto,    que   está  tachado,  si  bien  puede  leetse  con  fa- 
cilidad. 


332  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

que  soy,  como  vos  lo  sabéys,  piensan  que  me  agravian  (1).  ñnsí,  padre 
mío,  que  de  valde  me  avégs  de  perdonar:  aquí  cave  bien  vuestra  mi- 
sericordia. Bendito  seáys  vos,  que  tan  pobre  rae  sufrís;  que  lo  que 
vuestro  sacratísimo  yjo  di^e  en  nonbre  de  todos,  por  ser  yo  tal, 
me  e  de  salir  de  la  cuenta. 

Mas,  señor,  ¿si  avrá  algunas  almas  que  me  tengan  conpañía  y  no 
ayan  entendido  este  punto?  Si  las  ay,  en  vuestro  nonbre  les  pido  yo 
que  se  les  acuerde  de  esto,  y  no  agan  caso  de  vnos  agravuelos  (2),  que 
no  parece  sino  que  a^en  casas  de  pajitas  como  los  niños  con  estos 
puntos  de  onrra.  ¡O,  vélame  dios,  hermanas,  si  entendiésemos  qué  cosa 
es  onrra,  y  en  qué  está  perder  la  onrra!  flora  no  ablo  con  vosotras, 
que  arto  mal  sería  no  tener  entendido  esto,  sino  conmigo,  el  tienpo 
que  me  prepié  de  onrra  sin  entender  qué  cosa  era,  y  yvame  al  ylo 
de  la  jcnte,  por  lo  que  oya.  ¡O  de  qué  cosas  me  agraviava!  que  yo 
tengo  vergüenza,  y  no  era,  pues,  de  las  que  mucho  miran  en  estos 
puntos;  mas  errava  como  todas  en  el  punto  prin9ipal,  porque  no  mi- 
rava  yo  ni  agía  caso  de  la  onrra  que  tiene  algún  provecho,  porque  ésta 
es  la  que  age  provecho  al  alma.  Y  qué  bien  dijo,  quien  dijo,  que  onrra 
y  provecho  no  podían  «star  juntas,  anque  no  sé  si  lo  dijo  a  este 
propósito.  Y  es  al  pie  de  la  letra,  porque  provecho  del  alma,  y  esto 
que  llama  él  mundo  onrra,  nunca  puede  estar  junto.  ¡O,  vélame  dios, 
qué  al  rrevés  anda  el  mundo!  Bendito  sea  el  señor  que  nos  sacó  de 
él.  Plega  su  majestad  que  esté  sienpre  tan  fuera  de  esta  casa  como 
está  aora,  porque  dios  nos  libre  de  monesterios  adonde  ay  puntos  de 
onrra;   nunca  en  ellos  se  onrra  mucho  dios. 


1  Hasta  aquí  lo  borrado.  Al  margen  escribe  el  P.  García:  No  son  sino  verdaderos  agrá" 
uios  y  injurias  las  que  nos  hafen,  aunque  mayores  pecadores  seamos.  Mas  anse  de  perdonar, 
porque  él  nos  perdone  a  nosotros. 

2  Diminutivo  de  agravios. 


CAPITULO    LXIV    (1) 


EN     QUE     flBLfl     CONTRA     LAS     ONRRflS     DEMASIADAS. 


¡Vélame  dios,  qué  desatino  tan  grande,  que  ponen  los  rrelisiosos 
su  onrra  en  vnas  cositas  que  yo  me  espanto!  Esto  no  lo  sabéys,  her- 
manas, mas  quiérooslo  de(;ir,  porque  os  guardéys  de  ello.  Sabe  que 
en  las  rrelisiones  tienen  sus  leyes  tanbién  de  onrra:  van  subiendo 
en  dinidades  como  los  del  mundo.  Los  letrados  deven  de  yr  por  sus 
letras,  que  esto  no  lo  sé,  y  el  que  a  llegado  a  leer  tevlojía  (2)  no  a 
de  va  jar  a  leer  filosofía,  que  es  vn  punto  de  onrra  que  a  de  subir 
y  no  va  jar.  Y  an  en  su  seso,  si  se  lo  mandase  la  obediencia,  lo 
ternía  por  agravio,  y  avría  muchos  que  tornasen  de  él  (3),  es  afrenta; 
y  luego  el  demonio  descubre  rra^ones,  que  an  en  ley  de  dios  pare(;e 
que  tienen  rraQón.  Pues  entre  monjas,  la  que  a  isidb  priora  a  de  quedar 
toda  su  vida  ynabilitada  para  otra  cosa  de  oficio,  si  no  es  aquél:  vn 
punto  en  las  antigüedades,  que  no  ayáys  miedo  que  se  olvide,  y  que 
parece   que   merece   en   aquello,   porque   lo   manda   la   orden. 

La  cosa  más  donosa  es,  y  más  para  rreyr,  v  para  llorar,  por  mi- 
jor  de^ir,  y  con  gran  rragón,  que  se  puede  pensar.  Sí,  que  no  manda 
la  orden  que  no  tenga  yo  vmildad:  mándalo  porque  aya  concierto; 
mas  yo  no  e  de  estar  tan  concertada  en  cosas  de  mi  estima,  que 
tenga  tanto  cuydado  de  taiirar  este  punto  de  orden;  y  si  a  mano 
viene,  todo  los  otros  guardo  ynperfetamente,  y  en  esto  no  pierdo 
punto:  miren  otras  este  punto  por  lo  que  a  mi  me  toca,  y  descuy- 
deme  yo.  Es  el  caso,  que  como  somos  ynclinadas  a  subir,  anque  no 
subiremos  por  aquí  al  ijielo,  no  a  de  aver  bajar.  ¡O  señor,  señor! 
¿Soys  vos  nuestro  dechado  y  maestro?  Sí,  por  cierto.  ¿Pues  en  qué 
estuvo  vuestra  onrra,  rrey  mío?  ¿Por  ventura,  perdístesla  en  ser  vmi- 
llado  asta  la  muerte?  No,  señor,  sino  que  la  ganastes,  y  provecho 
para  todos. 

¡O,  por  amor  de  dios!  que  llevamos  perdido  el  camino,  porque  va 
errado  des  del  (4)  principio;  y  plcgá  a  dios  que  no  se  pierda  algún  alma 
por  guardar  estos  negros  puntos  de  onrra,  sin  entender  en  qué  está  la 
onrra.  Y  vernemos  después  ,a  pensar  que  eraos  echo  mucho,  si  perdo- 
namos vna  nadería  de  éstas,  que  ni  nos  agraviaron,  ni  tenía  que  ver 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXVI. 

2  Véase  la  nota  tercera  de  la  página  172. 

3  De  él,  en  vez  de  pot  él,  giro  varias  veces  notado  ya  en  la  Santa. 
h  Por  desde. 


334  CfliWINO     DE     PERFECCIÓN 

con  agravio,  y  muy  como  quien  a  echo  algo,  verneraos  a  que  nos 
perdone  el  padre,  pues  emos  perdonado.  Daldes  a  entender,  señor,  cómo 
no  saben  lo  que  di9en,  y  que  van  tan  vacías  las  manos  a  pedir  como 
yo.  Asedio  por  vuestra  misericordia  y  por  quien  soys.  Qué  en  ver- 
dad, señor,  que  no  veo  cosa  (pues  todas  las  cosas  se  acavan,  y  el 
castigo  es  sin  fin),  que  merezca  ponérseos  delante  para  que  agáys 
tan  gran  merped,  si  no  es  por  quien  os  lo  pide,  que  tiene  rra9Ón, 
que  es  sienpre  el  agraviado  y  el  ofendido. 

Mas  ¡qué  estimado  deve  ser  este  amarnos  vnas  a  otras  del  señor! 
pues  dada  nuestra  voluntad,  se  lo  emos  dado  todo  de  rra9ón,  y  esto 
no  se  puede  a?er  sin  amor.  Mira,  hermanas,  lo  que  nos  ynporta  amar- 
nos vnas  a  otras  y  tener  paz,  que  no  puso  el  señor  de  las  muchas 
cosas  que  en  vna  aviamos  dado,  v  él  en  nuestro  nonbre  a  su  padre 
delante,  sino  ésta;  que  pudiera  de<;ir:  pues  os  amamos  y  pasamos 
travajos,  y  los  queremos  ¡pasar  por  vos,  v  por  ayvnos  y  otras  obras, 
que  un  alma  que  ama  a  dios  aije,  y  que  le  tiene  dada  su  voluntad, 
y  no  dijo  sino  ésta.  Por  ventura,  como  nos  conoce  por  tan  amigos  de 
esta  negra  onrra,  ni  de  pasar  nada  por  él,  como  cosa  más  dificultosa 
de  alcanzar  de  nosotros,  la  dijo  más  que  ninguna.  Y  es  tan  dificul- 
tosa, que  después  de  aver  pedido  tantas  cosas  grandes  para  nosotras, 
la    ofreíe    de    nuestra  parte. 


CAPITULO   LXV    (1) 


EN     QUE     TRATA     DE     LOS     EFETOS     QUE     flCE     Lfl     ORACIÓN     QUANDO     ES     PERFETA. 

Pues  tcné  mucha  cuenta,  hermanas,  con  que  di^e:  como  perdona- 
mos; ya  como  cosa  echa,  como  e  dicho.  Y  entended,  que  cuando  de 
las  cosas  que  dios  da  a  el  alma  de  oración  que  e  dicho,  y  contenpIa(;ión 
perfeta,  tío  sale  muy  determinada,  y,  si  se  le  ofrece,  lo  pone  por  obra 
de  perdonar  qualquier  ynjuria  grave,  no  digo  estas  naderías  (2) ;  que 
al  alma  que  dios  llega  a  aquello,  no  llegan,  ni  se  le  da  más  ser 
estimada  que  no  estimada,  y  antes  siente  mucho  más  la  onrra  que  la 
desonrra  (3).  Y  ansí,  podéys  creer,  si  no  sale  con  estos  efetos,  que 
no  eran  de  dios  las  mercedes,  sino  del  demonio:  alguna  ylusión  y 
rregalo  que  os  a(;e  pareper  ique  es  bueno,  para  que  os  tengáys  por 
más  onrrado  (4).  Y  como  el  buen  jesús  sabe  bien  que  deja  estos  efetos 
adonde  él  llega,  determinadamente  di9e  a  el  padre:  que  perdonamos 
nuestros  devdores. 

Es  cosa  (5)  espantosa  cuan  subida  en  perfe^ión  es  esta  oración 
evanjelical,  bien  como  el  maestro  que  nos  la  enseña,  y  ansí  es  rra- 
(;ón,  yjas,  que  cada  vna  la  tome  a  su  propósito.  Espantávame  yo  oy 
aliando  aquí  en  tan  pocas  palabras  toda  la  contenplagión  y  perfegión 
metida,  que  parepe  no  emos  menester  otro  libro,  sino  estudiar  en  éste. 
Porque  asta  aquí  a  enseñado  el  señor  todo  el  modo  más  alto  de 
contenplapión,  desde  los  prin9ipiantes  en  oración  mental,  asta  la  muy 
encunbrada  y  perfeta  contenplagión;  que  a  no  estar  escrito  de  ella 
en  otra  parte,  y  tanbién  por  no  me  osar  alargar,  que  será  enfado, 
se  ypiera  vn  gran  libro  de  oración  sobre  tan  verdadero  fundamento. 
Hora  va  mostrando  tanbién  el  señor  los  efetos  que  age  la  oración  y 
contenplagión,    cuando   es    de    dios. 

flnsí  que  pensava  yo,  cómo  no  se  avía  su  majestad  declarado  más 
en  cosas  tan  subidas  (6)  para  que  lo  entendiésemos;  y  pensé,  que  como 
avía  de  ser  jeneral  para  todo  el  mundo  esta  oración,  que  porque  cada 
vno   pidiese    a    su    propósito   y    se    consolase    pensando    le    dava   buen 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXVI. 

2  Véase  lo  dicho  en  la  nota   cuarta  de  la  página  174,  donde  vimos  cómo  Fi.  Luis  de 
León  completó  esta  fiase  en  su  edición  de  Salamanca. 

3  Aquí  añade  la  Santa  varios  párrafos  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 

4  Escribe  en  nota  marginal  el  P.  García  de  Toledo:  O  gran  señal. 

5  Comienza  el  capítulo  XXXVU. 

6  Supidas,  escribió  g  enmendólo. 


336  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

entendimiento,  lo  dejó  ansí  en  confuso.  Bendito  sea  su  nonbre  por 
sienpre  jamás,  ümén.  Y  por  él  suplico  yo  al  padre  eterno  perdone 
mis  devdas  g  grandes  pecados,  pues  yo  no  c  tenido  a  quien  perdo- 
nar, ny  qué  (1)  y  cada  día  tengo  de  que  me  perdone  (2),  y  me  dé 
gracia  para  que  algún  día  tenga  yo  algo  que  poner  delante  para  pe- 
dir  (3). 

Pues  aviendo  el  buen  jesús  enseñádonos  vna  manera  de  oragión 
tan  subida,  y  pedido  por  nosotros  vn  ser  ánjeles  en  este  destierro, 
si  con  todas  nuestras  fuerzas  nos  esforzamos  a  que  sean  con  las  pa- 
labras las  obras,  en  fin,  a  parecer  en  algo  ser  yjos  de  tal  padre,  y 
hermanos  de  tal  hermano,  sabiendo  su  majestad  que  adiendo,  como 
digo,  lo  que  debimos,  no  dejará  el  señor  de  cunplir  lo  que  le  pedi- 
mos, y  traer  a  nosotros  su  rreyno,  y  ayvdar  con  cosas  sobrenatura- 
les, que  son  la  orazión  de  quietud,  y  contenpla^ión  perfeta,  y  todas 
las  demás  mercedes  que  el  señor  aze  en  ella  a  nuestras  dileyjenqitas  (4), 
que  todo  es  poquito  lo  que  podemos  procurar  y  granjear  de  nues- 
tra parte.  Mas,  como  sea  lo  que  podemos,  es  muy  9ierto  ayvdar- 
nos  el  señor,  porque  nos  lo  pide  su  yjo,  y  parece  vna  manera  de 
concierto  que  de  nuestra  parte  a(;e  con  su  majestad,  como  quien  di^e: 
aqé  vos  hesto,  padre  mío,  y  aran  ellos  estotro.  Pues  a  buen  siguro 
que  no  falte  por  su  parte.  ¡O,  o,  que  es  muy  buen  pagador,  y  paga 
muy    sin   tasa ! 

De  tal  manera  podéys,  yjas,  vna  vez  de9ir  esta  oración,  que  como 
entienda  que  no  os  queda  doblez,  sino  que  aréys  lo  que  de^ís,  os  deje 
de  sola  vna  vez  rricas.  No  andéys  con  doblez,  que  es  muy  amigo  de 
que  no  se  pretenda  tratar  con  él,  pues  no  podéys  salir  con  ello,  que 
todo  lo  sabe;  mas  tratando  con  verdad  y  llaneza,  sienpre  da  más 
de  lo  que  se  le  pide.  Sabiendo  esto,  como  digo,  nuestro  buen  maes- 
tro, y  que  los  que  de  veras  llegasen  a.  esta  perfeQión  en  el  pedir, 
avían  de  quedar  tan  en  alto  grado  con  las  mercedes  que  les  avía  de 
a^er  su  padre,  entendiendo  que  los  que  están  aquí  no  temen,  ni  de- 
ven, como  di^en  tienen  el  mundo  devajo  de  los  pies,  contento  al  se- 
ñor de  él,  como  por  los  efetos  que  a^c  en  sus  almas  pueden  tener 
grandísima  esperanza  que  lo  está,  enbevidos  en  aquellos  rregalos,  no 
querrían  acordarse  que  ay  otro  mundo,  ni  que  tienen  contrarios. 

¡O  sabiduría  eterna!  ¡O  buen  enseñador!  Qué  gran  cosa  es,  yjas, 
vn  maestro  sabio,  temeroso,  que  previene  a  los  peligros.  Es  todo  el 
bien  que  vn  alma  espiritual  puede  tener  en  el  mundo:  es  toda  la 
siguridad.  No  podría  encareger  con  palabras  lo  que  esto  ynporta.  ñnsí 
que,  viendo  el  señor  que  era  menester  despertarlos  y  acordarles  que 
tienen  enemigos,  y  cuan  jnás  peligroso  es  en  ellos  gr  descuydados, 
y  que  mucha  más  ayvda  an  menester  del  padre  eterno  para  no  caer, 
ni    andar   sin   entenderse   engañados,    pide   estas   peti9Íones. 


1  Pues  yo  no  e  tenido  a  quién  perdonar  ny  qué.  Estas  palabras  están  borradas  en  el  ori- 
ginal. Al  margen  dice  el  P.  García  de  Toledo:  Injurias  son  y  agravios  los  que  uno  haze  contra 
otro,  aunque  merezca  mil  inñemos. 

2  Las  palabras  que  siguen  de  este  párrafo  están  borradas  en  el  original. 

3  En  el  texto  pone  aquí  la  Santa  nuevo  capítulo,  pero  como  no  tiene  correspondiente  en 
el  índice,  continuamos  con  el  mismo. 

4  Este  diminutivo  no  se  halla  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO   LXVI    (1) 


QUE  TRñTÜ  DE  COMO  TENEMOS  NECESIDAD  DE  DECYR,  ET  NE  NOS  YNDUCSS  YN 
TENTñCIONEN.  DICE  Y  DECLARA  ALGUNAS  TENTACIONES  QUE  PONE  EL  DE- 
MONIO. 


E  no  nos  trayas,  señor,  en  tentación,  mas  líbranos  de  mal.  flmén  (2). 
Grandes  cosas  ay  aquí,  hermanas,  que  penséys  y  que  entendáys,  pues 
lo  pedís.  Y  se  entiende  que  los  que  llegan  a  este  punto  de  ora9ión, 
que  no  pedirán  al  señor  los  quite  de  travajos,  ni  que  estén  libres 
de  tenta(;iones,  y  persecuciones  y  peleas,  porque  éste  es  otro  efeto  muy 
cierto  y  g[r]ande  de  ser  -espíritu  del  señor,  y  no  ylusión;  antes  los  de- 
sean, y  los  piden  y  los  aman,  y  en  ninguna  manera  los  aborregen. 
Son  como  los  soldados  que  están  más  contentos  cuando  ay  gerra, 
porque  tienen  esperanza  de  enrriqueger;  y  si  no  la  ay,  estánse  con 
su  sueldo,  mas  ven  que  no  pueden  medrar  mucho. 

Creer  (3),  ermanas,  que  los  soldados  de  cristo,  que  son  los  que 
tratan  oración,  no  ven  la  ora  que  pelear;  nunca  temen  enemigos  pú- 
blicos, ya  los  conocen,  y  saben  que  contra  la  fuerza  que  en  ellos  pone 
el  señor,  no  tienen  fuerga,  y  que  sienpre  ellos  quedan  vencedores,  y  con 
ganancia  y  rricos:  nunca  los  buelven  el  rrostro.  Los  que  temen,  y  es 
rracón  teman,  y  sienpre  pidan  los  libre  el  señor  de  ellos,  son  vnos 
demonios  que  ay  traydores  que  se  trasfiguran  en  ánjel  de  luz,  vienen 
disfracados.  ñsta  que  an  echo  mucho  daño  en  el  alma,  no  se  dejan 
conocer,  sino  que  nos  andan  beviendo  la  sangre  y  acavando  (4)  las  vi- 
das, y  andamos  en  la  mesma  tentación  y  no  lo  entendemos.  De  éstos 
pedís,  yjas,  y  pedí  muchas  veces  en  el  pater  noster  que  os  libre  el 
señor,  y  que  no  consienta  que  andéys  en  tentación,  que  no  os  trayan 
engañadas,  que  se  descubra  la  poncoña,  que  no  os  ascondan  la  ver- 
dad. I O  con  cuánta  rracón  nos  enseña  nuestro  buen  maestro  a  pedir 
esto,   y   lo   pide   por   nosotros! 

Mira  que  de  muchas  maneras  dañan  aquí,  no  penséys  que  es  todo 
en   aceros  entender,  con  daros  gustos,  que  son  de  dios,  porque  éste 


1  Cap.  xxxvm. 

2  Et  ne  nos  inducas,  escribe  al  margen  el  P.  García  de  Toledo.  El  amén,  está  borrado. 
Con  estas  palabras  termina  el  capítulo  XXXIX,  (XXXVII  del  texto)  del  amógrafo  de  Vallado- 
lid.  Aquí,  por  el  contrario,  encabeza  nuevo  capítulo. 

3  Hermanos,  dice  por  error  material  el  autógrafo,  que  la  Santa  enmendó  en  el  de  Valladolid. 

4  ñcacavando,  dice  por  error  material  la  Santa. 

III  22  * 


338  CHMINO     DE    PEHFECCTON 

es  d  menos  daño;  antes  muchas  ve^es  os  aran  caminar  más  apriesa 
y  estar  más  oras  en  la  oración,  ñdonde  ellos  le  pueden  aijer  grande 
para  nosotros  y  para  los  otros,  es  en  avernos  entender  que  tenemos 
virtudes  no  las  tiniendo,  que  esto  es  pestilen9ia;  que  sin  sentirnos, 
pare^iéndonos  vamos  siguros,  damos  con  nosotros  en  vn  oyó,  que  no 
podemos  salir  de  él,  que  anque  no  sea  de  conocido  pecado  mortal  para 
llevarnos  al  ynfierno  todas  veges,  es  que  nos  jarreta  las  piernas  para 
no  andar  este  camino  (de  que  comencé  a  tratar,  que  no  se  me  a  ol- 
vidado. Ya  veys  cómo  ^  de  andar  vno  metido  en  vna  gran  oya: 
allí  se  le  acava  la  vida,  y  arto  ara  si  no  aonda  a^ia  vajo  para  yr 
al  tjnñerno,  mas  nunca  ímedra;  ya  que  esto  no  es,  ni  aprovecha  a 
sí  ni  a  los  ¡otros,  antes  daña,  porque  como  se  está  el  oyó  echo,  mu- 
chos que  van  por  el  camino  pueden  caer  en  él.  Si  sale  y  le  atapa 
con  tierra,  no  a9e  daño  a  sí  ni  a  los  otros:  mas  yo  os  digo  que 
es  bien  peligrosa  esta  tentagión.  Yo  sé  mucho  de  esto  por  espirien- 
9ia,  y   ansí   os  lo  sabré   de^ir,   anque  no   tan  bien  como  quisiera   (1). 

Apeos  el  demonio  entender  que  soys  pobre,  y  tiene  alguna  rragón, 
porque  avéys  prometido  pobrera  (con  la  boca  se  entiende),  y  an  a 
otras  personas  que  tienen  oración.  Digo  con  la  boca,  porque  es  yn- 
posible  que  si  con  el  corapón  entendiésemos  lo  que  prometimos,  y  lo 
prometiésemos,  que  aquí  nos  pudiese  traer  veynte  años  y  toda  nues- 
tra vida  el  demonio  en  esta  tentación:  sí,  que  veríamos  que  enga- 
ñamos el  mundo  y  (a  nosotros  mesmos.  ñora  bien,  prometida  la  po- 
brera, V  diciendo  el  que  piensa  que  es  pobre:  «yo  no  quiero  nada», 
«esto  tengo  porque  no  puedo  pasar  sin  ello»;  «en  fin,  e  de  bivir  para 
servir  a  dios»,  «él  quiere  que  sustentemos  estos  cuerpos»,  mil  dife- 
rencias de  cosas  que  el  demonio  enseña  aquí,  como  ánjel,  porque  todo 
esto  es  bueno;  y  ansí  á^ele  entender,  que  ya  es  pobre  y  tiene  esta 
virtud,  que  todo  está  echo. 

ñora  vengamos  a  la  prueva,  que  esto  no  se  conocerá  de  otra 
manera  sino  andándole  sienpre  mirando  a  las  manos,  y  si  ay  cuydado, 
muy  presto  da  señal.  Tiene  demasiada  rrenta  para  lo  que  a  me- 
nester, entiéndese  lo  necesario,  y  ¡no  que  si  puede  pasar  con  vn  mopo, 
traya  tres.  Pónenle  vn  pleyto  por  algo  de  ello,  v  déjale  de  pagar 
el  pobre  labrador;  tanto  desasosiego  le  da,  y  tanto  pone  en  aquello, 
como  si  sin  ello  mo  pudiera  bivir.  Dirá  que  porque  no  se  pierda  por 
mal  rrecavdo,  que  luego  ay  vna  disculpa.  No  digo  yo  que  lo  deje, 
sino  que  lo  procure,  si  fuere  bien,  y  si  no,  tanbién;  porque  el  ver- 
dadero pobre  tiene  en  tan  poco,  estas  cosas,  que  ya  que  por  algunas 
cavsa[s]  las  procura,  jamás  le  ynquieta,  porque  nunca  piensa  le  a  de 
faltar;  y  que  le  falte,  no  se  le  da  mucho,  tiénelo  por  cosa  asesoría  y 
no  principal:  como  tiene  pensamientos  más  altos,  a  fuerza  de  brapos 
se  ocupa  en  estotros. 


1  Los  párrafos  que  siguen,  el  primeio  jj  gran  parte  del  segundo  del  capítulo  siguiente,  SU" 
primiendo  algunos  del  autógrafo  valisoletano,  fueron  impresos  por  Fr.  Luis  de  León  en  su  edi- 
ción de  Salamanca. 


CñPITULO   LXVII    (1) 


PROSIGUE     LH     MISMA     MñTERIñ.     flVISil     DE     VNñS     VMILDADES     FALSAS     QUE     PONE 
EL    DEMONIO. 


Pues  vn  rrelisioso  v  rrelisiosa,  que  ya  está  averiguado  que  lo  es, 
al  menos  que  lo  a  de  ser,  no  posee  nada  porque  no  lo  tiene,  a 
las  veges;  mas  si  ay  quien  se  lo  dé,  por  maravilla  le  parece  le  sobra. 
Sienpre  gusta  de  tener  algo  guardado,  y  si  puede  tener  vn  abito  de 
fino  paño,  no  le  pide  de  rruyn:  alguna  cosilla  que  pueda  enpeñar  v 
vender,  anque  sean  libros,  porque  si  viene  vna  enfermedad,  a  menes- 
ter más  rregalo  del  ordinario.  ¡Pecadora  de  mí!  ¿Qué,  eso  es  lo  que 
prometistes?  Descuydar  de  vos,  y  dejar  a  dios,  venga  lo  que  vi- 
niere; porque  si  andáys  proveyéndoos  para  lo  porvenir,  más  sin  des- 
traeros tuviérades  rrenta  gierta.  ñnque  esto  se  pueda  a9er  sin  pe- 
cado, es  bien  que  nos  vamos  (2)  entendiendo  estas  ynperfegiones  para 
ver  que  nos  falta  mucho  para  tener  esta  virtud,  y  la  pidamos  a  dios 
y  la  procuremos;  porque  con  pensar  que  la  tenemos,  estamos  descuy- 
dados,  y  engañados,  que  íes  lo  peor. 

Ansí  nos  acaece  en  la  vmildad,  que  nos  parece  no  queremos  on- 
rra,  ni  Se  nos  da  nada  de  nada:  viene  la  ocasión  de  tocaros  en  vn 
punto,  luego  /en  lo  que  sentís  y  a^éys,  se  entenderá  que  no  soys  vmil- 
de;  porque  si  algo  os  viene  para  más  onrra,  no  lo  desecháys,  ni  an 
los  pobres  que  emos  dicho,  para  más  provecho,  y  plega  a  dios  no 
lo  procuren  'ellos,  y  trayn  ya  tan  en  la  boca  que  no  quieren  nada,  ni 
se  les  da  nada  de  nada,  como  de  echo  de  verdad  lo  piensan;  ansí  que 
an  la  costumbre  de  degirlo  les  a?e  más  que  lo  crean  (3).  Luego  se  pa- 
rece, como  digo,  cuando  andamos  sobre  aviso,  si  es  tentación,  ansí  en 
esto  que  e  dicho,  icomo  en  todas  la's  más  virtudes;  porque  cuando 
de  veras  se  tiene  vna  sólida  virtud  de  éstas,  todas  las  tray  tras  sí; 
es  muy   conocida   cosa. 

Pues  (4)  guardaos,  yjas,  de  vnas  vmildades  que  pone  el  demonio, 
con  gran  ynquietud  de  la  gravedad  de  pecados  pasados:  «si  merezco 
llegarme  al  sacramento»,  «si  me  dispuse  bien»,  «que  no  soy  para  bivir 
entre  buenos»,   cosas  de  léstas,  que  viniendo  con  sosiego  y   rregalo  y 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXVIII. 

2  Por  vayamos. 

3  Hasta  aquí  lo  copiado  por  Fray  Luis  de  León  en  el  capítulo  XXXVIII. 

4  Aquí  comienza  el  capítulo  XXXIX. 


3^0  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

gusto,  como  le  tray  consigo  el  conocimiento  propio,  es  de  estimar;  mas 
si  viene  con  alboroto,  y  ynquietud,  y  apretamiento  del  alma,  y  no  po- 
der sosegar  el  pensamiento,  creé  que  es  tentación,  y  no  os  tengáys  por 
vmildes,  que  no  viene  de  ay. 

ñnsí  es  en  penitencias  desconcertadas,  para  poneros  en  el  pen- 
samiento que  soys  más  penitentes  que  los  otros,  y  que  acéys  algo.  Si 
diciéndoos  vuestro  confesor  v  perlado  que  no  lo  agáys,  os  da  pena 
y  tornáys  a  ello,  es  clara  la  tentación.  Ansí,  como  digo,  en  todas 
las  cosas;  en  especial  ésta  no  se  os  olvide. 


CñPITULO   LXVIII    (1) 


PROSIGUE    LA    MISMA   MATERYñ,    DANDO    AVYSOS    DE    TENTACIONES. 


Pone  vna  siguridad  de  parecer  que  en  ninguna  manera  podré 
ya  tornar  a  lo  que  antes,  que  ya  tengo  entendido  qué  es  el  mundo. 
Esta  tentación  es  peor  que  todas,  en  especial  si  es  a  los  principios, 
porque  os  ace  poner  en  las  ocasiones,  y  ansí  tornáys  a  dar  de  ojos, 
y  plega  a  dios  que  os  levantéys  de  esta  cayda.  Porque  como  el  demo- 
ño (2)  ve  que  es  alma  que  le  puede  dañar  y  aprovechar  otras,  a^e 
todo  lo  que  puede,  para  tener  que  no  se  levante. 

Pues  en  los  gustos,  si  el  señor  os  lleva  a  contenplagióni,  y  a  daros 
particular  parte  de  sí,  y  prendas  de  que  os  ama,  tened  aviso  en  co- 
mentar y  acavar  con  propio  conogimiento,  y  de  andar  temerosa,  y 
tratarlo  todo  con  quien  os  entienda;  porque  aquí  suele  él  ager  sus 
saltos  en  diferentes  maneras.  Muchos  libros  ay  llenos  de  estos  avi- 
sos, y  todos  no  pueden  dar  entera  siguridad,  porque  no  sabemos  nos- 
otros entendernos. 

Pues,  padre  eterno,  no  nos  trayáys  en  esta  tentación.  Cosas  públi- 
cas, con  vuestro  favor,  vengan;  mas  estas  traygiones,  ¿quién  las  en- 
tenderá, dios  mío?  Sienpre  lemos  menester  pediros  rremedio.  Deginos, 
señor,  alguna  señal  para  poder  no  andar  sienpre  en  sobresalto.  Ya 
sabéys  que  por  este  camino  no  van  los  muchos,  y  si  an  de  yr  con 
tantos    miedos,    yrán    muy    menos. 

Cosa  estraña  es  ésta,  ¡como  si  a  los  que  no  tienen  oración  no  ten- 
tase el  demonio!  que  se  espantan  más  todos  de  vno  que  engaña  por 
este  camino,  que  de  <;ien  mil  que  ven  yr  camino  del  infierno  por 
otros.  Y  a  la  verdad,  tienen  rragón,  porque  son  tan  poquísimos  los 
que  engaña  el  demonio  de  los  que  rregaren  el  pater  noster  con  esta 
atención,  que,  como  cosa  nueva  y  no  vsada,  se  espantan  (3) ;  que  es  cosa 
muy  de  los  mortales  pasar  fácilmente  por  lo  que  ven  cada  día,  y 
espantarse  de  lo  que  nunca  a  sido.  Y  los  mesmos  demoños  (^)  los  aqen 
espantar,  porque  les  está  a  ellos  bien,  porque  pierden  muchos  por  vno 
que   lleva   perfe^ión    (5). 


1  Prosigue  el  capítulo  XXXIX. 

2  Es  la  primera  vez  que  llama  así  al  demonio. 

3  Se  engaña,  había  escrito  primero. 

4  Demoños,  como  arriba. 

5  El  párrafo  que  sigue  no  fué  copiado  por  la  Santa  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


242  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

Y  digo  que  es  tan  de  espantar,  que  no  me  maravillo  se  espan- 
ten, porque  si  no  es  muy  por  su  culpa,  van  tan  más  siguros  que  los 
que  van  por  otro  camino,  como  los  que  están  en  el  cadaalso  mirando  al 
toro,  V  los  que  andan  puniéndosele  en  los  cuernos.  Esta  conparagión  e 
oydo,  y  páreseme  al  pie  de  la  letra.  No  ayáys  miedo,  hermanas,  de 
yr  por  estos  caminos,  que  muchos  ay  en  la  oración,  porque  vnos  aprove- 
chan en  vno,  y  otros  en  otro,  como  e  dicho.  Camino  siguro  es;  más 
ayna  os  libraréys  de  la  tentación  estando  ^erca  del  señor,  que  no  es- 
tando lejos.  Suplícaselo,  y  pedíselo,  como  lo  a9éys  tantas  ve^es  a  el 
día   en   el   pater   noster. 


CAPITULO   LXIX    (1) 


EN     QUE     Dfl     flVYSOS     PRRR.     ESTAS     TENTACIONES     Y     RREMEDIO,     QUE     ES     AMOR 
Y   TEMOR    DE   DIOS.    TRATÜ    EN    EL    DEL    TEMOR. 


Y  toma  este  aviso,  que  no  es  mío,  sino  de  vuestro  maestro.  Procura 
caminar  con  amor  y  (temor,  y  yo  os  asiguro:  el  amor  os  ara  apresurar 
los  pasos;  el  temor  os  ara  yr  mirando  adonde  ponéys  los  pies  para 
no  caer.  Con  estas  dos  cosas,  a  buen  siguro  que  no  seáys  engañadas. 
Diréysme  que,  ¿en  qué  yeréys  que  €s  verdad  que  tenéys  estas  dos  co- 
sas tan  grandes?  Luego  se  pare9e;  los  ?iegos,  como  digen,  las  ven; 
no  son  cosas  que  están  secretas,  ñnque  vos  no  queráys  entender,  ellas 
dan  bo(?es  que  a9en  mucho  rruydo,  porque  no  son  muchos  los  que  las 
tienen,  y  ansí  se  ¡señalan  más.  ¡Como  quien  no  di^e  nada:  amor 
y  temor  de  dios!  Son  dos  castillos  fuertes,  desde  donde  se  da  gerra 
a  el  mundo   y  a  los  demonios. 

Quien  de  veras  ama  ta  dios,  todo  lo  bueno  ama,  todo  lo  bueno 
quiere,  todo  lo  bueno  favorece,  todo  lo  bueno  loan  (2),  con  los  buenos 
se  junta,  sienpre  los  defiende,  todas  las  virtudes  abra9a,  no  ama  sino 
verdades  y  cosa  que  sea  dina  de  amar.  ¿Pensáys  que  quien  muy 
de  veras  ama  a  dios,  que  ama  vanidades,  ni  puede,  ni  rrique^as, 
ni  cosas  del  mundo,  ni  onrras,  ni  tiene  contiendas,  ni  anda  con 
enbidias?  Todo  porque  no  pretende  'Otra  cosa  sino  contentar  a  el 
amado.  Anda  muriendo  porque  |la  quiera,  y  ansí  pone  la  vida  en  en- 
tender cómo  le  agradará  tmás.  ¿Ascpnderse?  ¡V,  que  es  ynposible! 
Si  no,  mira  vn  san  pablo,  vna  madalena:  en  tres  días  el  vno  comentó 
a  entenderse  que  estava  lenfermo  de  amor;  y  la  madalena  en  vno,  ¡y 
cuan  bien  entendido!  Porque  lesto  tiene,  que  ay  más  v  menos;  y  ansí 
se  da  a  entender,  como  la  fuerza  que  tiene  el  amor.  Si  es  poco,  dase 
a  entender  poco;  y  Isi  mucho,  mucho. 

Mas  en  esto  que  aora  ablamos,  que  es  de  los  engaños  y  ylusiones 
que  a(;e  el  demonio  a  los  que  suben  a  contenpla^ión  perfetai  y  a  cosas 
altas,  no  ay  poco;  sienpre  es  el  amor  mucho,  y  ansí  se  da  a  entender 
mucho  y  de  muchas  maneras.  Es  el  fuego  grande;  forjado  a  de  dar 
gran  rresplandor.  Y  si  esto  no  ay,  anden  con  gran  rre(;elo,  y  crean 
que   tienen   bien   que   temer.   Procuren   entender  qué   es,   agan  ora^lo- 


1  Cap.  XL. 

2  Así  en  plural.  En  plural  pone  las  diversas  partes  de  que  se  compone  este  período  en  el 
autógrafo  de  Valladolid. 


3M  CAMINO      DE    PERFECCIÓN 

nes,  anden  con  vmildad,  supliquen  al  señor  no  los  traya  en  tenta- 
ción; que  cierto,  que  a  no  aver  esta  señal,  que  andan  en  ella.  Alas  an- 
dando con  vmildad,  y  procurando  saber  la  verdad,  sujetas  a  confe- 
sor, fiel  es  el  señor:  creé  que  si  no  andáys  con  malicia  y  no  sentís 
sobervia,  que  con  lo  que  lel  demonio  os  pensare  dar  la  muerte,  os 
dará  la  vida.  Sujetas  a  lo  que  tiene  la  ylesia,  no  ay  que  temer;  an- 
que  más  cocos  quiera  a^er  y   ylusiones,   luego   dará   señal. 

Mas  si  sentis  este  amor  de  dios  que  tengo  dicho,  y  el  temor  que 
os  diré,  andad  alegres  y  quietas,  que  por  a?er  turvar  el  alma  para  que 
no  goqie  tan  grandes  bienes,  os  porná  el  demonio  mil  temores  falsos, 
y  ara  que  otros  os  los  pongan;  porque  ya  que  no  puede  ganaros,  al 
menos  procura  que  perdáys  algo,  y  que  pierdan  los  que  pudieran  ga- 
nar mucho,  creyendo  que  ¡es  dios  el  que  a^e  tan  grandes  mercedes  a 
vna  criatura  tan   rruyn. 


CAPITULO   LXX    (1) 


EN     QUE     TRflTñ     DEL     AMOR     DE     DIOS. 


¿Pensáys,  yjas,  que  poco  le  ynporta  al  demonio  poner  en  esto  duda? 
Muy  mucho  gana,  porque  ¡a^e  dos  daños  muy  conocidos,  sin  otros:  el 
vno,  que  pone  temor  de  llegarse  a  la  oración,  pensando  an  de  ser 
tanbién  engañados;  él  otro  quita  a  muchos  de  llegarse  más  a  dios, 
que  creyendo  que  es  tan  bueno  que  a  vna  persona  rruyn  tanto  se 
comunica,  a  muchos  les  parece  que  ansí  ara  a  lellos,  y  tienen  rra9Ón; 
y  an  yo  conozco  a  algunos  que  an  salido  verdaderos,  y  en  muy  poco 
tienpo  les  a  echo  dios  grandes  mercedes. 

ñnsí  que,  ermanas,  cuando  en  vosotras  enfendierdes  este  amor 
en  alguna,  alabad  a  dios  por  ella  y  dadle  las  gracias,  y  no  por  eso 
penséys  que  está  sigura,  antes  la  ayvdad  con  más  orapión;  porque 
nayde  lo  puede  estar  mientras  bive  y  anda  engolfado  en  los  peli- 
gros de  la  mar,  navegando  por  ella,  que,  como  digo,  luego  se  cono- 
ce adonde  está.  Pues  no  Ise  puede  encubrir  si  se  ama  vn  onbre(;illo, 
V  vna  mujercilla,  sino  que  mientra  más  lo  encubren  parece  más  se 
descubre,  con  no  tener  qué  amar,  sino  vn  gusano,  ni  merece  nonbre 
de  amor,  porque  se  funda  en  nonada,  y  es  asco  poner  esta  conpara- 
9ión,  ¿y  avíase  de  poder  encubrir  vn  amor  tan  fuerte  como  el  de  dios, 
fundado  sobre  tal  cimiento,  tiniendo  tanto  qué  amar,  y  tantas  cavsas 
porque  amar?  En  fin,  es  amor  y  merece  este  nonbre,  que  vrtado  se 
le  deven  tener  acá  las  vanidades  del  mundo. 

¡O,  válame  dios!  qué  cosa  tan  diferente  deve  ser  el  vn  amor  del 
otro  a  quien  lo  a  provado!  Plega  a  su  majestad  nos  le  dé  a  provar  an- 
tes que  nos  saque  de  esta  vida,  porque  será  gran  cosa  a  la  ora  de  la 
muerte,  que  vamos  donde  no  sabemos  (2),  aver  amado  sobre  todas  las 
cosas,  y  con  pasión  de  amor  que  nos  saque  de  nosotras,  al  señor  que 
nos  a  ,de  juzgar.  Siguros  podremos  yr  con  el  pleyto  de  nuestras  devdas; 
no  será  yr  a  tierra  estraña,  sino  a  propia,  pues  es  a  la  de  quien  tanto 
amamos.  Que  eso  tiene  mijor,  con  todo  lo  demás,  que  los  quereres  de 
acá,  que  en  amándole,  estamos  bien  siguras  que  nos  ama.  ¡O  yjas 
mías!    acordaos   aquí   de   la   ganancia   que   tray   este   amor  consigo,   y 


1  Prosigue  el  capítulo  XL. 

2  Un  corrector,  que  bien   pudiera   ser  el   P.  García  de  Toledo,  borrando  el  no  sabe-mos, 
puso  al  margen  cree[mos]. 


3^6  CAMINO    DE    PERFECaON 

de  la  pérdida  (1)  no  le  tener,  que  nos  pone  en  manos  de  el  tenta- 
dor, en  manos  tan  crueles,  manos  tan  enemigas  de  todo  bien,  y  tan 
amigas  de  todo  mal. 

¿Qué  será  de  la  pobre  alma  que,  acavada  de  salir  de  tales  do- 
lores y  travajos  como  ¡son  los  de  la  muerte,  cay  luego  en  ellas?  Ne- 
gro descanso  le  viene,  negro;  despedazada  yrá  al  ynfierno.  ¡Qué  mul- 
titud de  serpientes  de  diferentes  maneras!  ¡qué  temeroso  lugar!  ¡qué 
desventurado  ospedaje!  Pues  para  vna  noche  vna  mala  posada  no  ay 
quien  la  sufra,  si  es  personas  rrcgaladas  (que  son  los  que  más  deven 
de  yr  allá);  pues  posada  de  para  sienpre,  sienpre,  para  sin  fin,  ¿qué 
pensáys  sentirá  aquella  triste  alma?  Que  no  queramos  rregalos,  yjas; 
bien  estamos  aquí;  todo  es  vna  noche  la  mala  posada.  Alabemos  a 
dios,  y  sienpre  cuydado  de  suplicarle  nos  tenga  de  su  mano,  y  a 
todos  los  pecadores,  y  no  nos  traya  en  estas  ocultas  tentaciones. 


1      Perdidida.  dice  por  distracción  S.  Teresa. 


CAPITULO   LXXI    (1) 


QUE     TRATA     DE     Lfl     GUARDA     QUE     SE     A     DE     TENER     DE     PECADOS     VENIALES. 


¡Cómo  rae  €  alargado!  Pues  no  tanto  como  quisiera,  porque  ablar 
en  amor  de  dios  es  cosa  sabrosa,  ¿qué  será  tenerle?  |0  señor  mío, 
dádmele  vos!  No  vaga  ¡yo  de  esta  vida  asta  que  no  quiera  cosa  de 
ella,  ni  sepa  qué  cosa  es  amar  fuera  de  vos,  ni  acierte  a  poner  este 
nonbre  en  nadie,  pues  todo  es  falso,  pues  lo  es  el  pimiento,  y  ansí 
no  dura  el  edificio.  No  sé  por  qué  nos  espantamos,  cuando  oyó  de<;ir: 
«aquel  me  pagó  mal»,  «estotro  no  me  quiere».  Yo  me  rrío  entre  mí: 
¿qué  os  a  de  pagar,  ni  qué  os  a  de  querer?  En  esto  veréys  quién 
es  el  mundo  (2),  que  vuestro  mesmo  amor  os  da  después  el  castigo; 
y  eso  es  lo  que  os  desale,  porque  siente  mucho  la  voluntad  de  que 
la  ayáys  traydo  enbevida  en  juego  de  nyfios. 

ñora  vengamos  a  el  temor,  anque  se  me  age  de  mal  no  ablar 
en  este  amor  de  mundo  vn  rrato,  porque  le  conozco  bien  por  mis  pe- 
cados, y  quisiéraosle  dar  a  conocer,  porque  os  librárades  del  para 
sienpre;    mas   porque  salgo  de  propósito,   lo  avré   de   dejar. 

El  temor  de  dios  es  cosa  tanbién  muy  conogida  de  quien  le  tie- 
ne, y  ide  los  que  están  alrrededor.  ñnque  se  entienda  aquí  que  a  los 
principios  no  está  en  todos  tan  cregido,  que  tanto  se  conozca,  vase  au- 
mentando el  valor;  anque  algunas  personas,  como  e  dicho,  da  el  se- 
ñor tan  en  breve  tanto,  y  las  sube  a  tan  altas  cosas  de  oración,  que 
desde  luego  se  entiende  bien.  Mas  adonde  no  van  las  mergedes  en 
este  crecimiento,  que,  como  e  dicho,  en  vna  llegada  deja  a  vn  alma 
rrica  de  todas  las  virtudes,  vanse  cryando  poco  a  poco.  Mas  el  te- 
mor de  dios  y  'amor  sienpre  se  aventaja  en  descubrirse  más,  porque 
luego  se  aparta  de  pecados,  y  de  las  ocasiones  y  de  las  malas  con- 
pañías,  y  se  ven  otras  señales.  Mas  cuando  está  el  alma  en  el  cre- 
cimiento en  la  oración  que  aora  ablamos,  el  temor  de  dios  no  anda 
en  desimulación,  sino  muy  conocido,  porque  en  lo  esterior  no  la  verán 
andar  descuydada,  sino  que  anque  la  miren  con  mucho  cuydado,  la 
tiene  dios  de  manera,  (que  ven  claro  la  gran  cuenta  que  tray  con  no 
ofenderle.  Porque  si  gran  ynterese  se  le  sigiese,  no  ara  de  adver- 
tencia vn  pecado  venial;   de  los  mortales  teme  como  del  fuego. 


1  Cap.  XLI. 

2  Señor,  en  vez  de  mundo,  había  escrito  y  lo  tachó. 


348  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

Y  éstas  son  las  ylusiones  que  yo  querría  temiésedes  mucho,  y  jas 
mías,  y  supliquées  (1)  sienpre  a  dios  no  sea  tan  rreqia  la  tentación  que 
le  ofendáys,  que  con  linpia  congieníia  poco  daño,  v  ninguno,  os  puede 
aper;  todo  le  tornara  a  aper  más  perdidoso.  Esto  es  lo  que  ape  al 
caso.  Este  temor  es  el  que  yo  querría  nunca  se  quite  de  vuestra  alma, 
que  él  es  el  que  os  a  de  valer  (2). 

O,  que  es  gran  cosa  no  tener  ofendido  al  señor,  para  que  los 
siervos  V  esclavos  ynfernales  [estén  atados]  (3),  que  todos  le  an  de 
servir,  mal  que  les  pese,  sino  que  ellos  es  por  fuerpa  y  nosotros  de 
toda  nuestra  voluntad;  ansí  que,  tiniéndole  a  él  contento,  ellos  esta- 
rán a  rraya,  no  aran  cosa,  como  digo,  que  no  nos  saque  con  más 
provecho. 

En  lo  ynterior  tené  esta  cuenta,  [no  descuidéis]  (4)  asta  que  os 
veáys  con  tan  gran  determinapión  de  no  ofender  al  señor,  que  per- 
deríades  mil  vidas  por  no  aper  vn  pecado  venial,  y  os  dejaríades 
persegir  de  todo  el  mundo;  esto  que  veáys  es  con  determinada  con- 
sideración, digo  de  advertencia,  que  de  esotra  suerte  ¿quién  estará 
sin  aper  muchos  más?  fly  vna  advertencia  muy  pensada;  otra  tan 
de  presto,  que  asta  que  €stá  echa  vna  culpilla,  asta  que  se  yco,  pa- 
rece no  se  entendió,  anque  en  alguna  manera  se  entiende.  Mas  pe- 
cado, por  chico  que  ¡sea,  que  se  entiende  muy  de  advertencia  que  se 
ace,  dios  nos  libre  de  él.  Yo  no  sé  cómo  tenemos  tanto  atrevimiento, 
como  es  yr  contra  vn  tan  gran  señor,  anque  sea  en  muy  poca  cosa, 
cuantimás  que  no  ay  poco  siendo  contra  vna  tan  gran  majestad,  vien- 
do que  nos  está  mirando,  que  esto  me  parece  a  mí  es  pecado  sobre- 
pensado,  como  quien  dice:  señor,  anque  os  pese,  aré  esto.  Que  ya 
veo  que  lo  veys,  y  sé  que  no  lo  queréys,  y  lo  entiendo;  mas  quiero 
yo  más  sigir  mi  antojo,  que  vuestra  voluntad.  Y  que  en  cosa  de  esta 
suerte  ay  poco,,  a  mí  no  me  lo  parece;  sino  mucho  y  muy  mucho. 

Por  amor  de  dios,  yjas,  que  nunca  os  descuydéys  en  esto,  como 
aora,  gloria  sea  al  señor,  lo  acéys:  mira  que  va  mucho  en  la  cos- 
tunbre,  y  en  comencar  a  entender  qué  cosa  es  ofensa  de  dios,  y  cuan 
grave  cosa.  Procura  mucho  saberlo  y  tratarlo  en  vuestros  pensamien- 
tos, para  que  vays  (5)  array gando  en  vuestros  coracones  vn  muy  entero 
temor  de  dios,  ñnsí  que,  asta  que  el  alma  entienda  en  sí  que  le  tiene, 
a  menester  andar  con  mucho  mucho  cuydado,  y  apartarse  de  todas 
las  ocasiones  y  conpañías  que  no  la  ayvden  a  llegarlas  más  a  dios. 
Tener  gran  cuenta  con  todo  lo  que  ace,  que  doble  en  ello  la  volun- 
tad; con  lo  que  dice,  que  vaya  con  edificación;  vyr  de  donde  vuiere 
pláticas  que  no  sean  de  dios.  R  menester  mucho  para  arraygar  en  sí 
este  temor  de  dios;  anque  si  de  veras  ay  amor,  presto  se  le  da  su 
majestad.  Mas  en  tiniendo  el  alma  visto  con  gran  determinación  en  sí, 
que,   como  e    dicho,   por   cosa   criada,   ni   por   miedo   de   mil   muertes, 


1  Supüquéys,  suele  decir  en  estos  casos. 

2  Aquí  indica  la  Santa  que  ha  de  haber  capítulo,  pero  no  tiene  título  en  el  índice,  por  lo 
que  se  une  al  actual. 

3  Véase  la  nota  primera  de  la  página  198. 

4  Vid.  la  nota  segunda  de  la  página  198. 

5  Vayáis,  diriamos  ahora. 


CAPITULO     LXXI  349 

no  aria  vn  pecado  venial,  anque  le  y^iese  después,  porque  somos 
flacos  y  no  ay  que  fiar  de  nosotros  (cuando  más  determinados,  menos 
confiados  de  nuestra  parte,  que  donde  a  de  venir  la  confianza  a  de 
ser  de  la  de  dios) ;  cuando  esto  que  e  dicho  entendamos  de  nosotros, 
no  es  menester  andar  tan  encojidos  ni  apretados,  que  el  señor  y  ya 
la  costunbre  nos  será  ayvda  para  no  ofenderle;  sino  andar  con  vna 
santa  libertad,  tratando  con  las  personas  que  se  ofreciere,  y  con  las 
desíraydas  mijor,  porque  ya  no  ios  aran  daño,  aborrecido  el  pecado; 
antes  ayvdan  a  llevar  más  adelante  la  buena  determinación,  porque 
ven  la  diferencia  que  ay  de  lo  vno  a  lo  otro.  Y  si  el  alma  se  co- 
mienca  a  encojer,  es  muy  mala  cosa  para  todo  lo  bueno.  R  las  veces 
da  en  ser  escrupulosa,  y  veysla  ynabilitada  para  sí  y  para  las  otras; 
y  cuando  no,  es  buena  para  si,  mas  no  llegará  muchas  almas  a  dios, 
como  ven  tanto  cncojimiento  y  apretura.  Es  tal  nuestro  natural,  que 
luego  aoga,  y  por  no  nos  ver  en  aquel  apretamiento,  quítasenos  la 
gana  de  llegarnos   tan   particularmente  a  el   camino   de  la   virtud. 

Y  viene  otro  daño  de  aquí,  que  es  juzgar  a  los  otros  que  no  van 
por  aquel  camino,  sino  con  más  santidad  (por  aprovechar  el  prójimo 
tratan  sin  esos  encojimientos),  luego  nos  parecerán  ynperfetos.  Si  tie- 
nen alegría  santa,  nos  parecerá  disolución,  en  especial  si  es  como 
en  vosotras  que  no  tenéys  letras,  ni  sabéys  bien  lo  que  se  puede  acer 
sin  pecado.  Es  muy  peligrosa  cosa,  y  vn  andar  en  tentación  contina 
y  muy  de  mala  desistión  (1),  porque  es  en  perjuycio  del  prójimo. 
Y  pensar  tfue  si  no  van  todos  por  vuestro  camino  de  encojimiento, 
no  van  tan  bien,  es  malísimo.  Y  ay  otro  daño:  que  en  algunas  cosas 
que  avéys  de  ablar,  y  será  rracón  abléys,  por  miedo  de  no  ofender 
a  dios,  no  osaréys  sino  decir  bien  de  lo  que  sería  muy  bien  abomi- 
násedes. 


1      Dijistión,  dice  aquí  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO   LXXII    (1) 


CONTRA     LOS     ESCRÚPULOS,     Y     DICE     DESTfl     PflLHBRfl:     SED     LYBERñ     NOS    fl     MALO. 


Ansí  que,  ermanas,  procura  entender  de  dios  en  verdad,  y  que  no 
mira  tantas  menudencias  como  vosotras  pensáys,  y  no  dejéys  que  se 
os  encoja  el  alma  y  el  ánimo,  que  se  podrán  perder  muchos  bienes: 
la  ynten(;ión  reta  y  la  voluntad  determinada,  como  tengo  dicho,  de 
no  ofender  a  dios.  No  dejéys  arrinconar  vuestra  alma,  que  en  lugar 
de  procurar  santidad,  sacará  lotras  muchas  más  ynperfeciones  que  el 
demonio  le  porná  por  otras  vías,  y,  como  digo,  no  aprovechará  a 
sí  ni  a  nadie. 

Veys  aquí  cómo  con  estas  dos  cosas  de  amor  y  de  temor  de 
dios,  podéys  yr  con  quietud  por  este  camino,  y  no  pareciendo  que  veys 
a  cada  paso  el  oyó  adonde  caer,  que  nunca  acavaréys  de  llegar. 
Alas  porque  an  esto  no  se  puede  saber  cierto,  si  es  verdad  que  te-* 
nemos  estas  dos  cosas,  como  son  bien  menester,  aviéndonos  el  señor 
lástima  de  que  bi vimos  en  vida  tan  ycierta  (2)  y  entre  tantas  tenta- 
ciones y  peligros,  dice  bien  su  majestad  enseñándonos  que  pidamos  y 
él   lo  pide  para   sí   (3).   Mas  líbranos   de  mal.  Amén   (^). 

Digo  que  lo  pyde  para  sy,  porque  bien  se  ve  cuan  cansado  es- 
tava  de  esta  vida,  cuando  dijo  en  la  cena  a  ^us  apóstoles  que  con  deseo 
avía  deseado  aquella  cena,  que  era  ya  la  postrera  de  su  vida.  Por 
donde  se  entiende  cuan  cansado  devía  ya  estar  de  bivir;  y  aora  no 
se  cansarán  los  que  (an  cien  años,  sino  con  deseo  sienpre  de  estar  en 
esta  vida,  ñ  la  verdad,  no  la  pasamos  tan  travajosa  y  pobremente  como 
el  buen  jesú.  ¿Qué  fué  toda  su  vida  sino  vna  cruz  (5),  sienpre  de- 
lante de  los  ojos  nuestra  yngratitud,  y  ver  tantas  ofensas  como  se 
acían  a  su  padre,  y  tantas  almas  como  se  perdían?  Pues  si  acá  vna 
que  tenga  alguna  caridad  le  es  gran  tormento  ver  esto,  ¿qué  sería 
en  la  caridad  de  ¡este  señor?  ¡Y  qué  rracón  tenía  de  suplicar  al  pa- 
dre,  que   le  librase  ¡ya   de   tantos  males   y   travajos,   y   le   pusiese  en 


descanso  para  sienpre 


1  Prosigue  el  Capítulo  XLI. 

2  Por  incierta. 

3  Aquí  hay  un  ci  que  pudiera  ser  abreviatura  de  capítulo,  pero  no  tiene  el  correspondiente 
título  en  el  índice. 

4  5.  libera  nos  etc.,  escribe  al  margen  el  P.  García  de  Toledo. 

5  Trayendo,  añade  en  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO    Lxxn  '  351 

Que  el  amén  entiendo  yo,  que  como  parece  con  él  se  acavan  todas 
las  cosas  y  rra^ones,  que  ansí  pide  el  señor  seamos  libres  de  todo 
mal  para  sienpre.  Escusado  es,  hermanas,  pensar  que  mientra  bivimos, 
podemos  estar  libres  de  muchas  tenta9iones  y  ynperfe^iones  y  an  pe- 
cados; pues  se  dipe  que  quien  pensare  está  sin  pecado,  se  engaña, 
ü  es  ansí.  Pues  si  echamos  a  males  del  cuerpo  y  travajos,  ¿quién  está 
sin  muy  muchos  de  muchas  maneras,  ni  es  bien  pidamos  estarlo? 

Pues  entendamos  qué  pediremos  aquí,  pues  este  deíjir:  de  todo 
mal,  parece  ynposible,  v  de  cuerpo,  como  e  dicho,  v  de  ynperfepio- 
nes  y  faltas  en  el  servicio  de  dios.  De  los  santos  no  digo  nada,  todo 
lo  podrán  en  cristo,  como  idepía  san  pablo;  mas  los  pecadores  como 
yo,  que  me  veo  rrodeada  Ide  flojedad,  y  tiviepa,  y  poca  mortifica- 
ción y  otras  muchas  cosas,  veo  que  me  cunple  pedir  al  señor  rremedio. 

Vosotras,  y  jas,  pedí  como  lós  pareciere;  yo  no  le  alio  biviendo, 
y  ansí  pido  al  señor  que  me  libre  de  todo  mal  para  sienpre.  ¿Qué 
bien  aliamos  en  esta  vida,  hermanas,  pues  carecemos  de  tanto  bien,  y 
estamos  avsentes  de  él?  Líbrame,  señor,  de  esta  sonbra  de  muerte, 
líbrame  de  tantos  travajos,  líbrame  de  tantos  dolores,  líbrame  de 
tantas  mudanzas,  de  tantos  cunplimientos  como  forjado  emos  de  tener 
los  que  bivimos,  de  tantas,  tantas,  tantas  cosas  que  me  cansan  y  fa- 
tigan, que  cansaría  a  quien  esto  leyese  si  las  dijese  todas.  No  ay  ya 
quien  sufra  bivir.  Deve  de  venirme  este  cansancio  de  aver  tan  mal 
bivido,  y  de  ver  que  an  lo  que  bivo  aora  no  es  como  e  de  bivir, 
pues  tanto  devo. 

¡O  señor  mío!  líbrame  ^a  de  todo  mal,  y  sed  servido  de  llevarme 
adonde  están  todos  los  bienes!  ¿Qué  esperamos  aquí  los  que  tene- 
mos algún  conocimiento  de  lo  que  es  el  mundo,  por  espiriencia,  y 
los  que  tenemos  alguna  fe  de  lo  que  el  padre  eterno  nos  tiene  guar- 
dado, pu[e]s  su  yjo  lo  pide  y  enseña  que  pidamos? 

Creé  que  no  nos  está  bien  bivir,  sino  que  deseemos  estar  libres  de 
todo  mal  (1).  Este  pedir  esto  con  todo  deseo  y  Ideterminación,  es  grandí- 
simo efeto  para  ser  la  contenpla^ión  verdadera,  y  ser  dios  el  que  llega 
a  el  alma  (2)  sí;  porque  como  participa  de  entender  algo  de  sus  gran- 
devas, querría  ija  verlas  del  todo.  No  querría  estar  en  vida  que  tan- 
tos enbarapos  ay  para  gogar  de  tanto  bien,  desea  estar  adonde  no  se 
le  ponga  el  sol  de  justicia.  Ágesele  todo  escuro  cuanto  después  acá 
ve,  y  de  cómo  biven  vn  ora  me  espanto;  mo  la  deve  bivir  con  con- 
tento. Bonico  es  el  mundo  para  gustar  del  quien  a  comentado  a  go- 
q:ar  de  dios,  y  le  an  dado  ya  acá  su  rreyno,  y  no  a  de  bivir 
por  su  voluntad  sino  por  la  del  rrey, 

¡O  cuan  otra  vida  es  ésta,  para  no  desear  la  muerte!  |Cuán  di- 
ferentemente se  enclina  la  voluntad  de  dios  a  la  nuestra!  Ella  desea 
la  verdad,  la  nuestra  ila  mentira;  desea  lo  eterno,  acá  lo  que  se  acava; 
desea  cosas  grandes  y  subidas,  acá  va  jas  y  de  tierra;  desea  todo  lo 
siguro,   acá   todo   lo  dudoso.    Que  es   burla,   yjas,   sino  suplicar   a   dios 


1  Creé  que  etc.,  está  borrado  en  el  original.  Al  margen  hay  una  nota  del  P.  García  de 
Toledo,  borrada  también,  que  dice,  al  parecer;  Sed  libera  nos.  Probablemente,  la  tachó,  porque 
ya  había  puesto  estas  mismas  palabras  en  la  página  anterior. 

2  ñ  sí,  quiere  significar  la  Santa. 


352  CHMINO     DE     PERFECCIÓN 

nos  libre  para  sienpre  de  todo  mal.  Ya  que  no  vamos  en  el  deseo 
con  tanta  perfcqión,  esforíémonos  a  pedir  la  petición.  ¿Qué  nos  cuesta 
pedir  mucho,  pues  pedimos  <a  poderoso?  Vergüenza  sería  pedir  a  vn 
gran  enperador  vn  maravedí;  y  para  que  aqyrtemos  (1),  dejemos  a  su 
voluntad  el  dar,  pues  ya  le  tenemos  dada  la  nuestra:  y  sea  para 
sienpre  santificado  su  nonbre  en  los  9Íelos  y  en  la  tierra,  y  en  mí 
sea  echa  su  voluntad.  Amén. 


1      Nos  parece  equivocación  material,  pues  siempre  suele  decir  acertemos. 


CAPITULO   LXXIII    (1) 


EN    QUE    CONCLUYE. 


Veys  aquí,  amigas,  cómo  íes  éi  rre^ar  vocalmente  con  perfe^ión, 
mirando  y  entendiendo  a  quién  se  pide,  y  quién  pide,  y  qué  es  lo 
que  se  pide.  Cuando  (Os  dijeren  no  es  bien  tengáys  otra  m-a^ión  sino 
vocal,  no  os  desconsoléys,  lee  esto  muy  bien,  y  lo  que  no  entendier- 
des  de  oración,  suplica  a  dios  os  lo  dé  a  entender;  que  rre^ar  vo- 
calmente no  os  lo  puede  quitar  nadie;  no  rregar  el  pater  noster 
de  corrida,  y  sin  entenderos,  tanpoco.  Si  os  lo  quitaren  alguna  per- 
sona, v  os  lo  aconsejare,  no  lo  creáys;  creé  que  es  falso  profeta, 
y  mira  que  en  estos  tienpos  no  avéys  de  creer  a  todos,  que  an- 
que  de  los  que  aora  os  pueden  aconsejar  no  ay  que  temer,  no  sa- 
bemos lo  que  está  por  venir.  Tanbien  pensé  deciros  algo  de  cómo 
avéys  de  rregar  el  ave  imaría,  mas  (2)  heme  alargado  tanto,  que  se  que- 
dará, y  vasta  aver  entendido  cómo  se  rreijará  bien  el  pater  noster 
para   todas   las   oraciones  vocales   que   vuierdes   de   rre9ar. 

üora  tornemos  a  acavar  de  concluyr  el  camino  que  comencé  a 
tratar,  porque  el  señor  me  parece  me  a  quitado  de  travajo  con  en- 
señar a  vosotras  y  [ñ  mí  lo  que  emos  de  pedir  en  esta  oración.  Sea 
bendito  por  sienpre,  que  íes  cierto  que  jamás  vino  a  mi  pensamiento 
que  avía  tan  gran  secreto  en  esta  oración  evanjelical,  que  ansí  ence- 
rrase en  sí  todo  el  camino  espiritual,  desde  el  principio  asta  en- 
golfarlos dios,  y  darlos  abundosamente  a  bever  en  la  fuente  de  agua 
biva  de  que  ablamos;  ly  es  ansí  que,  salida  de  ella,  digo  de  esta 
oración,    no   sé    ya   más   yr    adelante. 

Parepe  a  querido  el  señor  entendamos,  hermanas,  la  gran  con- 
solación que  aquí  está  encerrada,  y  que  cuando  nos  quitaren  libros, 
no  nos  pueden  quitar  teste  libro,  que  es  dicho  por  la  boca  de  la  mesma 
verdad,  que  no  puede  ferrar.  Y  pues  tantas  veces,  como  e  dicho,  de- 
cimos (3)  al  día  el  pater  noster,  rregalémonos  con  él,  y  procuremos  de- 
prender de  tan  ecelente  piaestro  la  vmildad  con  que  ora,  y  todas  las 
demás  partes  que  quedan  idichas.  Su  majestad  me  perdone,  que  me 
€  latrevido  a  ablar  'en  cosas  tan  altas.  Bien  sabe  que  no  me  atreviera 


1  Prosigue  el  capítulo  XLII,  muy  modificado,  por  cierto. 

2  Heme,  con  h,  se  lee  en  el  original. 

3  Lo  decimos,  escribió  primero  y  bono  el  lo. 
III 


23 


35^  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

yo,  ni  mi  entendimiento  es  capaz  para  ello,  si  su  majestad  no  me 
las  pusiera  delante. 

Pues,  hermanas,  ya  parece  no  quiere  diga  más,  porque  no  sé 
qué,  anque  pensé  yr  adelante,  pues  el  señor  os  a  enseñado  el  ca- 
niino,  y  a  mí  qué  en  el  libro  pusiese,  que  e  dicho  está  escrito,  cómo 
se  han  de  aver,  llegadas  a  esta  fuente  de  agua  biva;,  y  qué  siente  allá 
el  alma,  y  cómo  la  arta  dios  y  la  quita  la  sed  de  las  cosas  de 
acá,  y  la  a^e  ique  crezca  en  las  cosas  del  servicio  de  dios;  que  para 
las  que  vvicren  (1)  llegado  a  lella,  será  de  gran  provecho,  y  les  dará 
mucha  luz. 

Procuradle,  que  el  padre  fray  domingo  vanes  (2),  presentado  de 
la  orden  de  santo  domingo,  que  comiol  e  dicho,  es  mi  confesor,  y  es  a 
quien  daré  éste,  le  tiene.  Si  éste  va  para  que  le  veáys  y  os  le  da 
tanbién  os  dará  el  lotro;  si  no,  toma  mi  voluntad,  que  con  la  obra 
e  obede9ido  lo  que  Jne  raandastes;  que  yo  me  doy  por  bien  pagada 
del  travajo  que  e  tenido  en  escrivir,  que  no  por  ^ierto  en  pensar 
lo  que  avía  de  de?ir,  en  lo  que  «el  señor  me  a  dado  a  entender 
de  los  secretos  de  «sta  oración  evanjelical,  que  me  a  sido  gran  consuelo. 

Sea    bendito   y    alabado    sin   fin.    ñmén   jesús    (3). 


1  Con  dos  uves  comienza,  por  excepción,  esta  palabra. 

2  Báñez,  escribió  primero,  pero  hizo  s  de  la  z. 

3  Siguen  en  el  autógrafo  dos  hojas,  que  hablan  acerca  de  la  oración  de  quietud,  en  las 
cuales  se  contienen  algunas  enseñanzas  nuevas  y  añadidas  por  la  Santa  a  lo  que  había  ua  di- 
cho en  el  capitulo  Lili,  donde  las  dejamos  publicadas.   (Vid.  nota  primera  de  la  pág.  313). 


CÓDICE  DE  TOLEDO 


CAMINO  DE  PERFECCIÓN 


SEGÚN   Lñ   COPm   DE   TOLEDO 


COAlIENgA  EL  TRATADO  LLAMADO  CAMINO  DE  PERFECTION  (1) 


En  todo  lo  que  en  él  dixere,  me  sujeto  a  lo  que  tiene  la  madre 
santa  eglesia  romana,  y  si  alguna  cosa  fuere  contraria  a  esto,  es 
por  no  lo  entender.  Y  ansí,  a  los  letrados  que  lo  an  de  ver,  pido,  por 
amor  de  nuestro  señor,  que  muy  particularmente  lo  miren  y  enmien- 
den si  alguna  falta  en  esto  huviere,  y  otras  muchas  que  terna  en  otras 
cosas.  Si  algo  huviere  bueno,  sea  para  gloria  y  honrra  de  dios  y 
servi9Ío  de  su  sacratíssima  madre,  patrona  y  señora  nuestra,  cuyo  abito 
yo  tengo,  avnque  harto  indina  (2)   del. 


1  Con  esta  protestación  de  fe  comienza  el  códice  de  Toledo.  Como  ya  se  dijo  en  la  pá" 
gina  5,  fué  dictada  por  la  Santa  para  la  edición  de  Evora.  La  letra,  distinta  de  lo  restante  de  la 
copia,  es  de  Ana  de  S.  Pedro,  según  se  dijo  en  la  página  5,  nota  primera. 

2  Indino,  por  equivocación  material  dice  la  copista. 


PROLOGO 


Sabiendo  las  Hermanas  deste  monesterio  de  sant  Josephe  cómo 
tenía  licencia  del  padre  maestro  frai  domingo  báñez,  catredático  en  sa- 
latnanca  (1),  de  la  orden  del  glorioso  santo  Domingo,  que.  a  el  presente 
es  m.i  confessor,  para  screuir  algunas  cosas  de  oración,  en  que  pareció 
que  podría  attinar  por  auer  tratado  con  muchas  spirituales  y  sanctas 
personas  (2),  hanme  tanto  importunado  les  digua  algo  della,  que  me  he 
determinado  a  obedeperlas,  uiendo  que  el  amor  grande  que  me  tienen 
puede  haszer  más  accepto  lo  ymperfecto,  y  por  mal  stillo  que  yo  les 
dixere,  lo  qual  está  en  algunos  libros  muí  bien  scriptos  de  quien 
byen  lo  sabía;  y  confío  en  sus  oraciones  que  podrá  ser  que  el  señor 
se  sirua  en  que  acierte  a  dezir  algo  de  lo  que  conviene  (3)  a  el  modo 
de  uiuir  que  se  lleua  en  esta  casa  (4).  Y  si  fuere  mal  acertado,  los 
letrados  que  lo  han  de  ver  primero,  lo  rromperám^  y  yo  no  habré  per- 
dido nada  en  obede9er  a  estas  sieruas  de  dios,  y  verán  lo  que  tengo 
de    mí    guando    su    magestad    no    me    ayuda. 

Pienso  poner  algunos  remedios  para  algunas  tentationes  menudas 
que  pone  el  demonio,  que,  por  serlo  tanto,  por  uentura  no  hazen  caso 
dellas,  y  otras  cosas,  como  el  señor  me  diere  a  entender  y  se  me 
fuere  acordando,  que  como  mo  sé  lo  que  tengo  de  dezir,  no  puedo 
ponerlo  aquí  con  concierto;  y  creo  que  íes  lo  mejor  no  le  llenar, 
pues  es  cosa  tan  desconcertada  hazer  yo  esto.  El  señor  pongua  en 
todo  lo  que  yo  hiziere  sus  manos  para  que  vaya  conforme  a  su  santa 
voluntad,  pues  son  éstos  mis  deseos  siempre,  aunque  las  obras  tan 
faltas  como  yo  soy. 

Espero  en  Dios  (5)  que  no  faltará  el  amor  y  deseo  en  mí  para  ayu- 
dar lo  que  yo  pudiere  a  que  las  almas  de  mis  hermanas  vayam  muy 
adelante  en  el  seruitio  del  señor.  Este  amor,  junto  con  los  años  y 
experiencia  que  tengo  de  algunos,  podrá  ser  que  aproueche  para  attinar 


1  Cuando  la  Santa  corrigió  esta  copia  llevaba  ya  el  P.  Báñez  el  título  de  Maestro  en  sa-- 
grada  Teología.  En  1577  ganó  por  oposición  la  cátedra  de  Durando  en  la  Universidad  de  Sala- 
manca, H  en  1581,  la  de  Prima  en  el  mismo  centro.  Advertido  dejamos  en  la  Introducción  al 
hablar  de  esta  copia,  que  las  correcciones  de  la  Santa  se  ponen  de  cursiva. 

2  Esta  palabra,  que  viene  entre  líneas,  para  suplir  un  olvido  del  copista,  no  es  de  letra 
de  la  Santa.  Bien  pudiera  ser  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo,  conforme  a  lo  que  dijimos  en  la 
Introducción,  hablando  de  las  enmiendas  de  esta  copia. 

3  Esta  palabra  está  añadida  al  margen  por  la  Santa. 

4  Aquí  está  borrada  la  palabra  conviene,  por  haberla  puesto  la  Santa  un  poco  antes. 

5  Espero  en  Dios.  Estas  palabras  vienen  entre  líneas, 


360  CñMINO     DE     PERFECCIÓN 

en  cosas  menudas  más  que  los  letrados,  que  por  tener  otras  occupationes 
más  importantes  y  ser  varones  fuertes,  no  hazen  caso  de  cosas  que  de 
sí  no  parecen  nadaí,  y  a  cosa  tam  flaca  como  somos  las  mugeres,  todo 
nos  puede  dañar;  porque  las  sotilczas  del  demonio  son  muchas  para 
las  que  estam  muy  encerradas,  porque  ven  que  han  menester  armas 
nueuas  para  dañar.  Yo,  como  ruin,  heme  sabido  mal  defender,  y  así 
querría  que  escarmentassem  en  mí.  No  diré  cosa  de  que  no  tenga 
experiencia  en  mí,  o  en  otras. 

Pocos  días  ha  me  mandaron  que  scribiesse  Qierta  relación  de  mi 
uida,  adonde  también  traté  algunas  cosas  de  oración;  podrá  ser  que 
no  quiera  mi  comfessor  que  las  veáis  (1),  y  por  esso  pondré  aquí  alguo 
de  lo  que  allí  va  dicho,  y  otras  cosas  que  también  me  parescerám  nes- 
cessarias.  El  señor  lo  ponga  por  su  mano,  como  le  he  suplicado,  y  lo 
ordene  para  su   gloria,  ñmén. 


1      Bonado:  tan  presto. 


CñPITULO    PRIMERO 


DE     Lfl     CñUSfl     QUE     ME     MOBIO     DE     HflZER     CON     TñNTñ     EXTRECHURfl     ESTE     MO- 
NESTERIO. 


Al  principio  que  se  comentó  a  fundar  este  monesterio  de  sant 
Josephe  de  ñuila,  que  len  leí  libro  (1)  que  dixe  auer  scripto  pusse 
algunas  grandezas  por  las  quales  el  señor  dio  a  entender  que  se  ha- 
bía de  seruir  mucho  dello,  no  era  mi  intención  que  ouiesse  tanta 
aspereza  en  lo  lexterior,  ni  fuesse  sin  rrenta,  antes  quisiera  que  ouiera 
posibilidad  para  que  no  faltara  nada;  en  fin,  como  flaca  y  ruyn, 
aunque   algunos   buenos   intentos   lleuaua   más   que   mi    regalo. 

En  este  tiempo  uina  a  mi  noticia  los  daños  y  estragos  que  habían 
hecho  en  franela  estos  luteranos,  y  quanto  yba  en  crecimiento  esta 
desuenturada  secta  (2).  Y  como  si  yo  pudiera  alguo  y  fuera  algo, 
lloraua  con  nuestro  señor  y  le  suplicaua  rremediasse  tanto  mal.  Pa- 
recióme que  mili  uidas  pussiera  yo  para  remedio  de  vn  alma  de  las 
muchas  que  allí  se  perdían.  Y  como  me  vi  muger,  e  imposibilitada  de 
approuechar  en  lo  que  yo  quisiera  en  el  seruitio  del  señor,  toda  mi 
ansia  era,  y  es,  que  pues  tiene  tantos  enemigos  y  tan  pocos  amigos, 
que  essos  fuessen  buenos,  determiné  de  haszer  esso  poquito  que  era 
en  mí,  que  es  seguir  los  consejos  euangélicos  con  toda  la  perfectión 
que  yo  pudiesse,  y  procurar  algunas  que  hiziessen  lo  mismo,  confiada 
en  la  gran  bondad  de  dios,  que  nunca  falta  de  ayudar  a  quien  por 
él  se  determinaí  a  dexarlo  todo.  Y  que  siendo  tales,  quales  yo  las  yma- 
ginaua  en  mis  deseos,  entre  sus  virtudes  no  tendrían  fuerza  mis  fal- 
tas, y  podría  contentar  en  algo  a  nuestro  señor,  y  que  todas  occu- 
padas  en  oración  por  los  que  son  defensores  de  la  yglesid,  y  predica- 
dores y  letrados  que  la  deflendem,  ayudássemos  en  lo  que  pudiésse- 
mos  a  este  señor  mío,  que  tan  apretado  le  trahem,  aquellos  a  quien 
él  ha  hecho  tanto  bien,  que  pareze  que  le  querían  tornar  a  poner  en 
cruz,  y  que  no  tubiesse  adonde  reclinar  la  cabeza. 

¡O  rredentor  mío!  que  no  puede  mi  corazón  llegar  aquí  sin  fatigar- 
sse  mucho!  ¿Qué  íes  esto  de  los  cristianos?  ¿siempre  han  de  ser  los 
que  más  os  dexan  (3),  los  que  os  fatigan?  ¿a  los  que  mejores  obras 
haszéis,  los  que  excoxéis  para  uestros  amigos,  entre  los  que  andáis  y 


1  Que  diffuo,  había  escrito  jj  lo  tachó. 

2  Diome  gran  fatiga,  añade  en  el  autógrafo  de  Valladolld. 

3  Deben,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 


362  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

comunicáis    por   los   sacramentos?    ¿no   están    hartos   de   los   tormentos 
que   por   ellos    habéis    pasado? 

Por  cierto,  señor,  no  haze  nada  quien  agora  se  apparta  del  mun- 
do; pues  que  a  vos  os  tiene  tan  poca  ley,  ¿qué  speramos  nosotros? 
¿Por  uentura  merecemos  mejor  que  |nos  la  tengan?  ¿por  uentura  hé- 
mosle  hecho  mejores  obras  para  que  nos  guarde  amistad?  ¿qué  es 
esto?  ¿qué  esperamos  ya  los  que  por  la  bondad  de  dios  no  estamos 
en  aquella  rroña  pestilential,  que  ya  aquéllos  son  del  demonio?  Buen 
castiguo  han  ganado,  y  bien  han  granjeado  con  sus  deleites  fuego  eterno 
en  ellos.  Alia  ise  lo  ayam,  aumque  mo  me  dexa  de  quebrar  el  coraíjón 
uiendo  tantas  almas  como  se  pierden;  mas  no  quería  que  se  perdiesse 
cada  día  más. 

¡O  hermanas  mías!  ayudadme  a  suplicar  esto  a  el  señor,  que  para 
esso  hos  juntó  su  magestad  (1)  aquí;  éste  est  vuestro  llamamiento;  éstos 
han  de  ser  vuestros  negotios;  éstos  han  de  ser  vuestros  deseos;  aquí 
vuestras  lagrimas;  éstas  vuestras  peticiones;  no,  lierraanas  mías,  por 
negocios  del  mundo,  que  cierto  yo  me  congojo  viendo  algunas  cosas 
que  aquí  nos  vienen  a  encargar  que  supliquemos  a  Dios,  por  renías,  por 
dineros  (2).  Ellos  buena  lintención  tienen,  y  al  fin  se  haze  por  su  de- 
uoción,  aunque  tenguo  para  mí  que  en  estas  cosas  nunca  me  oye  nues- 
tro señor.  Estásse  ardiendo  el  mundo,  y  querrían  tornar  a  sentenciar 
a  cristo,  si  pudiessen,  pues  le  leuantan  mili  testimonios:  su  iglesia 
con  erejias  (3),  ¿y  habernos  de  gastar  el  tiempo  en  cosas,  que  por  ven- 
tura, si  dios  se  las  diesse,  temíamos  un  alma  menos  en  el  ^ielo?  No, 
hermanas  mías,  no  es  tiempo  de  tratar  con  dios  negocios  de  tam  poca 
importancia. 

Por  cierto,  que  si  no  mirase  a  la  flaqueza  humana,  que  se  con- 
suela que  la  ayuden  en  todo  (y  es  bien  isi  fuéssemos  algo),  que  oiga- 
ría  se  entendiesse  que  no  son  éstas  las  cosas  que  se  han  de  suplicar 
a   dios  con  tanto  cuydado. 


1  Su  mag.,  viene  entre  líneas,  y  parece  de  Jcrónima  del  Espíritu  Santo. 

2  Aquí   tiene  la  copia   línea  y   media  borrada,    que  dice:   «Y  aun  algunas   personas  que 
querría  yo  suplicassen  a  dios  los  repissasen  todos». 

3  La  frase  del  autógrafo  de  Valladolid,  quieren  poner  su  iglesia  por  él  suelo,  que  el  co- 
pista traslada,  está  raodiflcada  por  la  Santa  como  viene  en  el  texto. 


CAPITULO   II 


EN    QUE    TRñTfl    COMO    SE    HAN    DE    DESCUIDAR,    DE    LflS    NESCESIDADES   CORPORALES, 
Y    DEL    BIEN    QUE    AY     EN    LA    POBREZA. 


No  penséis,  hermanas  mías,  que  por  no  andar  contentando  a  los 
del  mundo  os  ha  de  faltar  de  comer,  yo  os  asseguro;  jamás  por  arti- 
ficios humanos  pretendáis  sustentaros,  que  moriréis  de  hambre,  y  con 
rragón.  Pone  los  ojos  en  vuestro  sposo,  que  el  os  ha  de  substentar; 
contento  el  señor,  aunque  no  quieran,  hos  darán  de  comer  los  menos 
uestros  deuotos,  como  lo  uéis  por  speriencia.  Si  habiendo  vosotras  esto 
muriéredes  de  hambre,  bienabenturadas  las  monjas  de  sant  Josephe. 
Esto  no  se  os  oluide,  por  amor  de  nuestro  señor,  pues  dexáis  la  renta, 
dexá  el  cuydado  de  la  comida;  si  no,  todo  va  perdido.  Los  que  la 
tienen,  tengan  enorabuena  essos  cuidados,  que  es  mucha  ra^ón,  pues 
que  es  su  officio   (1);   mas  nosotras,  hermanas,  es  disparate. 

Cuidados  de  rentas  agenas  me  parece  a  mí  sería  estar  pensando 
en  lo  que  los  otros  goqan;  si,  que  por  vuestro  cuidado  no  mudarán 
su  pensamiento,  ni  se  les  pone  deseo  de  dar  limosna.  Dexad  esse 
cuidado  a  quién  nos  puede  mouer  a  todos,  que  él  es  el  señor  dé  las 
rentas  y  de  los  renteros;  por  su  mandamiento  heñimos  aquí;  verda- 
deras son  feus  palabras;  no  pueden  faltar,  antes  faltarán  los  cielos 
y  la  tierra.  No  le  faltemos  nosotras,  que  no  ayáis  miedo  que  falte;  y 
si  alguna  vez  os  faltare,  será  para  mayor  bien,  como  f altanan  las  ui- 
das  a  los  santos  quando  los  matauan  por  el  señor,  y  era  para  aumen- 
talles  la  gloria  por  el  martirio.  Buen  trueco  sería  acauar  presto  con 
todo   y   go9ar   de  la  hartura  perdurable. 

Mira,  hermanas,  que  va  mucho  en  esto  muerta  yo,  que  para  esto 
os  lo  dexo  scripto;  que  mientras  yo  biuiere,  yo  os  lo  acordaré,  que 
por  experiencia  veo  la  gran  ganancia.  Quando  menos  ay,  más  des- 
cuidada estoy;  y  sabe  el  señor  que,  a  mi  parescer,  me  da  más  pena 
quando  mucho  sobra,  que  quando  falta:  no  sé  sí  lo  hasze  como  ya 
tengo  uisto  que  nos  la  da  luego  el  señor.  Sería  engañar  a  el  mundo 
otra  cosa,  hazernos  pobres,  no  lo  siendo,  de  spíritu.  Conciencia  se 
me  haría,  a  manera  de  dezir,  y  parésceme  que  fuera  pedir  limosna 
las  ricas,  y  plega  a  'dios  no  sea  ansí,  que  adonde  hay  estos  cuidados 
demasiados  de  que  den  limosna,  vna  vez  o  otra  se  yrían  por  la  cos- 


1      Llamamiento,  decía  la  copia  en  conformidad  con  los  autógrafos.  La  enmienda  puede  ser 
de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 


364  CñMINO    DE    PERFECCIÓN 

tumbre,  y  podrían  pedir  lo  que  no  han  menester,  a  quien  por  uen- 
tura  tiene  más  nescesidad;  aunque  los  que  lo  dan  no  pueden  perder 
nada  sino  ganar,  nosotras  perderíamos.  No  plega  a  dios,  mis  hijas: 
quando   esto   hubiera   de  ser,  más   quisiera   que   tubiérades   renta. 

En  ninguna  manera  se  ocupe  en  esto  vuestro  pensamiento  (1).  Y 
creed  mis  hijas,  que  para  vuestro  bien  me  ha  dado  Dios  a  entender 
los  bienes  que  ay  en  la  santa  pobreza.  Y  las  que  lo  prouarem,  lo  en-, 
tenderán,  quizá  no  tanto  como  yo,  porque  e  provado  lo  contrario  (2). 
Ello  es  vn  bien  que  todos  los  bienes  del  mundo  en^iera  en  sí;  est  un 
señorío  grande,  diguo  que  es  señorear  todos  los  bienes  del,  a  quien 
no  se  le  da  nada  (dellos.  ¿Qué  se  me  da;  a  mí  de  los  reyes  y  señores, 
si  no  quiero  sus  rentas,  mi  tener  sus  contentos,  si  vn  poquito  se  atra- 
uiessa  hauer  de  descontentar  por  ellos  a  Dios?  Si  tenguo  entendido 
en  lo  que  está  ser  muy  honrrado  vn  pobre,  ¿qué  se  me  da  de  sus 
honrras?    La  honrra  de  los  pobres  es  ser  muy  uerdaderamente  pobre. 

Tengo  para  mí,  que  jhonrras  y  dineros  casi  siempre  andan  juntos, 
y  que  quien  quiere  honrra,  no  aborrece  dineros;  y  que  quien  los  abo- 
rreze,  que  ise  le  da  poco  de  honrra.  Entiéndase  bien  esto,  porque 
me  paresze  que  esto  de  honrra  siempre  tray  consigno  algún  yníerese; 
porque  por  marauilla  ay  honrrado  en  el  mundo  si  es  pobre,  antes, 
aunque  lo  isea  lél  en  sí,  le  tienen  en  poco.  La  verdadera  pobrera  tray 
consigno  vna  honrra  que  no  ay  quien  la  sufra;  la  pobrera  tomada  por 
solo  dios,  no  ha  menester  a  nadie  sino  a  él,  y  es  cosa  muy  cierta, 
en  no  habiendo  menester  a  jiadie,  tener  muchos  amigos;  yo  lo  tengo 
bien  bisto  por  experiencia. 

ñy  tanto  scripto  desta  uirtud,  qae  no  se  para  qaé  ahlo  en  ello 
pues  no  la  sabré  entender.  Yo  confiesso  que  he  ydo  tan  enbeuida,  que 
no  rae  he  entendido  hasta  agora  (3).  Mas  pues  está  dicho,  por  amor 
del  señor  os  pido,  pues  ison  nuestras  armas  la  santa  pobreza  y  lo 
que  a  el  principio  de  nuestra  orden  tanto  se  extimaua  y  guardaua  en 
nuestros  santos  padres  (que  me  ha  dicho  quien  lo  sabe,  que  de  un 
día  para  otro  no  guardauan  nada),  ya  que  en  tanta  perfectión  en  lo 
exterior  no  se  guarde,  en  lo  interior  procuremos  tenerla;  son  dos 
oras  de  uida,  y  grandíssimo  el  premio;  y  quando  no  hubiera  ninguno 
si  no  cumplir  lo  que  nos  aconsejó  el  señor,  era  grande  la  paga 
en   imitar   en   algo   a  su   magestad. 

Estas  armas  han  de  tener  ipuestras  vanderas,  que  de  todas  maneras 
lo  queramos  guardar:  en  casa,  en  bestidos,  en  palabras  (4),  y  mucho 
más  en  el  pensamiento.  Y  mientras  esto  hiziéremos,  espero  en  dios  (5) 


1  Aquí  vienen  en  el  códice  siete  líneas  y  media  bonadas,  que  dicen:  «Yo  hos  lo  pido,  por 
amor  de  dios,  y  la  más  chiquita,  quando  esto  entendiesse  alguna  vez  en  esta  casa,  clame  a  su 
magestad  y  acuérdelo  a  la  mayor,  y  con  humildad  le  digua  que  va  herrada;  y  balo  tanto,  que 
poco  a  poco  se  va  perdiendo  la  verdadera  pobreza.  Yo  spero  en  el  señor  que  no  será  ansí,  ni 
dexará  a  sus  sieruas.  Para  esto,  aunque  no  sea  para  más,  aproueche  esto  que  me  hauéis  man" 
dado  scriuir». 

2  La  Santa  enmienda  así  la  frase,  borrando  estas  palabras:  «No  sólo  no  había  sido  pobre 
de  spíiitu,  aunque  lo  tenía  professado,  sino  loca  de  spíritu». 

3  Borrado:  que  no  lo  sabré  yo  entender. 

4  Dálapras,  escribe  distraídamente  el  copista. 

5  Borra  aquí  la  Santa  estas  palabras:  No  hayamos  miedo. 


CAPITULO     II  365 

que  no  cayM  (1)  ;la  religión  desta  casa  (2),  que,  como  de9ía  sancta  clara, 
grandes  muros  |son  los  de  la  pobreza.  Déstos,  decía  ella,  y  de  hu- 
mildad que  quería  cercar  sus  monesterios,  y  a  buen  seguro,  si  así 
se  guarda  de  verdad,  que  leste  la  honestidad  y  todo  lo  demás  fortales- 
pido  mucho  mejor  que  con  muy  sumptuosos  edificios.  Déstos  se  guar- 
de, por  amor  de  dios,  y  por  su  sangre  se  lo  pido;  y  si  con  cons- 
9ien<;ia  puedo  dezir,  digo  que  el  día  que  los  yzieren  se  tornen  lue- 
go  a   caer. 

Muy  mal  pareze,  hijas  mías,  que  de  la  has<;:icnda  de  los  pobrecicos 
se  hagan  grandes  casas:  no  'lo  permita  dios,  sino  pobres  en  todo  y  que 
sea  chica  nuestra  casa.  Parezcamos  en  algo  a  nuestro  rey,  que  no 
tuuo  casa,  sino  lel  portal  de  Bethlem  adonde  nasció,  y  la  cruz  adonde 
murió;  casas  eran  éstas  adonde  se  podía  tener  poca  rrecreaípión.  Los 
que  las  hazen  grandes,  lellos  ise  entenderán,  llenan  otros  intentos  sane- 
tos;  para  la  que  es  verdadera  pobre,  qualquier  rrincón  le  basta.  Si 
porque  es  menester  por  el  mucho  encerramiento  tubierem  campos,  que 
ayudam  también  a  la  oratión  y  deuoción,  con  algunas  hermitas  para 
apartarse  a  orar,  enorabuena;  mas  dios  nos  libre  de  tener  edificios 
y  casa  grande  y  curiosa  (3).  Siempre  hos  acordé  que  se  ha  caer 
el    día   del   juicio,    el   qual   no   sabemos   si   será   presto. 

Pues  haszer  mucho  ruido  a  el  caer  casa  de  treze  pobre^illas,  no  es 
bien;  porque  los  pobres  verdaderos  no  han  de  hazer  ruido;  gente 
sin  ruido  ha  de  ser  para  que  los  ayan  Jástima.  Y  cómo  se  holgarán, 
si  ven  alguno  librarse  del  infierno  por  la  limosna  que  les  ha  he- 
cho; que  todo  es  posible,  porque  están  muy  obligadas  a  continua- 
mente rogar  por  ellos  (^),  pues  os  dan  de  comer;  que  también  quiere  el 
señor,  que  aunque  viene  de  su  parte,  lo  agradezcamos  a  las  personas 
por  cuyo  medio  nos  lo  da,  y  desto  no  ,aya  descuido.  No  sé  lo  que  había 
comentado  a  dezir,  que  me  he  divertido;  creo  que  lo  ha  querido 
el  señor,  porque  nunca  pensé  screuir  lo  que  aquí  he  dicho.  Su  ma- 
gestad  nos  tenga  siempre  de  su  mano  para  que  no  caygamos  dello. 
ñmén. 


1  Cayga,  había  escrito  el  copista.  La  Santa,  borrando  la  g,  puso  entre  líneas  la  r. 

2  Borrado:  Con  el  fauor  de  dios. 

3  Véase  cómo  cambia  el  orden  de  las  palabras  de  esta  frase,   en  su  correspondiente  de 
Valladolid,  página  16,  líneas  26  y  27. 

4  M  rogar  por  ellos,  es,  como  se  recordará,  una  adición  del  P.  García  de  Toledo  hecha 
en  el  autógrafo  de  Valladolid,  la  cual  incluye  el  copista  u  respeta  la  Santa.  (Cfi.  c.  II,  p.  17). 


CAPITULO   III 


EN  EL  QUñL  PROSIGUE  LO  QUE  EN  EL  PRIMERO  COMENTO  R  TRATAR,  Y  PER- 
SUADE A  LAS  HERMANAS  SE  OCUPEN  SIEMPRE  EN  SUPLICAR  A  DIOS  FA- 
UOREZCA  A  LOS  QUE  TRABAJAN  POR  LA  YGLESIA.  ACABA  CON  VNA  EX- 
CLAMACIÓN. 


Tornando  a  lo  principal  Jjara  que  el  señor  nos  iuntó  en  esta  casa, 
y  por  lo  que  yo  'mucho  deseo  que  seamos  algo  para  que  contentemos  (1) 
a  su  magestad,  digo  que  viendo  tan  grandes  males,  y  que  fuerzas  hu- 
manas no  bastan  a  attajar  el  fuego  destos  herejes,  y  c/ue  y  va  (2)  tan 
adelante,  me  pareció  (3)  que  es  menester  como  quando  los  enemigos 
en  tiempo  de  guerra  han  corrido  la  tierra,  y  biéndose  el  señor  della  apre- 
tado se  recoje  a  vna  cibdad,  que  haze  muy  bien  fortaleszer,  y  desde 
allí  hasze  algunas  vezes  dar  en  los  contrarios,  y  por  ser  (4)  tales  los 
que  están  en  la  cibdad,  como  gente  (5)  escogida,  que  pueden  más  ellos 
a  solas  que  muchos  soldados  (6)  cobardes  pudieran,  y  muchas  vezes  se 
gana  desta  manera  victoria;  a  lo  menos,  aunque  no  se  gane,  no  los 
vencen;  porque  como  no  aya  traydor^s  (7),  si  no  es  por  hambre,  no  los 
puedem  ganar,  y  ,aquesta  hambre  puédela  auer  tanta  que  vaste  (8)  mo- 
rir,  mas   no   a   quedar  vencidos. 

Mas  ¿para  qué  he  dicho  todo  esto?  Para  que  entendáis,  hermanas 
mías,  que  lo  que  hemos  de  pedir  a  Dios,  es  que  en  este  castillito 
que  ay  ya  de  buenos  cristianos,  no  se  nos  vaya  alguno  dellos  con  los 
contrarios;  y  que  a  los  capitanes  deste  castillo  o  ciudad  los  haga 
muy  abentajados  en  el  camino  del  señor,  que  son  los  predicadores  y 
theólogos.  Y  pues  que  los  imás  están  en  las  religiones  que  vayan 
muy  adelante  en  su  rreligión  y  llamamiento,  que  es  muy  nescessa- 
rio;  que  ya  (9),  como  tengo  dicho,  nos  ha  de  valer  el  brazo  ecle- 
siástico, y  no  el  seglar.  Y  pues  ni  para  lo  vno  ni  lo  otro  no  balemos 
nada    para    ayudar    a    nuestro    rey,    procuremos    ser    tales    que    valgan 


1  La  segunda  sílaba  de  esta  palabra  está  suplida  entre  líneas. 

2  Bonando  que  ba,  puso  la  Santa  que  yva. 

3  Sustituye  con  estas  dos  palabras  el  paréceme  de  la  copia,  que  borra. 

4  y  ser  tales,  decía  la  copia. 

5  Borrado  un  es  en  la  copia. 

6  Borrado:  si  eran. 

7  Como  el  autógrafo,  pone  el  copista  en  singular  esta  palabra,  que  la  Santa  enmienda. 

8  Borrado:  a  que  se  rindan. 

9  Repetía  esta  palabra  el  copista,  como  el  autógrafo,  jj  la  borró  la  Santa. 


CAPITULO  m  367 

nuestras  orationes  para  ayudar  a  estos  sieruos  de  dios,  que  con  tanto 
trauajo  se  han  fortales9ido  con  letras  y  buena  uida,  y  trabajado 
para   ayudar  aora   a  el  señor. 

Podrá  ser  que  digáis  que  para  qué  encarezco  tanto  esto,  y  digo 
que  hemos  de  ayudar  a  otros  que  son  mejores  que  nosotras.  Yo  hos 
lo  diré,  porque  aun  no  creo  que  entendéis  bien  lo  mu  (1)  mucho  que 
(debéis  a  el  señor  en  itraheros  adonde  tan  quitadas  estáys  de  negocios,  y 
ocasiones  y  tratos,  que  est  muy  grandíssima  merced;  lo  que  no  es- 
tán los  que  digo,  mi  es  bien  que  estén,  en  estos  tiempos  menos  que 
en  otros;  porque  an  de  ser  los  que  esfuerzen  Ja  gente  flaca  y  pongan 
ánimo  a  los  pequeños.  ¡Buenos  quedarían  los  soldados  sin  capitanes! 
Han  de  uiuir  entre  los  hombres,  y  tratar  con  ,los  hombres,  y  estar 
en  los  palacios,  y  aun  hazerse  algunas  uezes  con  ellos  en  lo  exte- 
rior: ¿pensáis,  hijas  mías,  que  es  menester  poco  para  tratar  con  el  mun- 
do,, y  uiuir,  y  tratar  negocios  del  mundo,  y  hazerse,  como  he  dicho,  a  la 
conuersatión  del  mundo,  y  ser  en  lo  interior  extraños  a  el  mundo, 
y  enemigos  del  mundo,  y  estar  como  quien  está  en  destierro,  y,  en 
fin,  no  ser  hombres  sino  ángeles?  Porque,  a  no  ser  esto  ansí,  no 
meres9en  nombres  de  capitanes,  ni  permita  el  señor  que  salgan  de  sus 
celdas,  que  más  daño  harán  que  probecho;  porque  no  es  agora  tiem- 
po   de    ver    iraperfectiones   en    los    que    han    de   enseñar. 

Y  si  en  lo  ynterior  -no  están  fortalescidos  en  entender  lo  mucho 
que  va  en  tenerlo  todo  deuajo  de  los  pies,  y  estar  desasidos  de  las 
cosas  que  se  acaban,  y  assidos  a  las  eternas,  por  mucho  que  lo  quie- 
ran incubrir,  han  de  dar  señal.  Pues  ¿con  quién  lo  han  sino  con 
el  mundo,  que  ninguna  imperfectión  dexa  de  entender?  Cosas  buenas, 
ttiuchas  se  le  pasan  (2),  y  aun  por  uentura  no  las  ternán  por  tales;  qias 
por  malas  e  imperfectas,  \no  (3).  flora  yo  me  espanto  quién  les  muestra 
la  perfectión,  no  para  guardarla,  que  desto  parézeles  que  no  tienen 
ninguna  obligación,  harto  les  pareze  que  hazen  si  guardan  rrazonable- 
mente  los  mandamientos,  sino  para  condenarla,  y  a  las  uezes,  lo  que 
es  uirtud  les  paresze  regalo,  flnsí  que  no  penséis  que  es  menester  poco 
fauor  de  dios  para  esta  gran  batalla  adonde  se  meten,  sino  gran- 
díssirao.  Para  estas  dos  cosas,  os  pido  yo  que  procuréys  ser  tales 
que  merezcamos  alcanzarlas  de  dios.  La  primera  cosa,  es  que  aya 
muchos,  de  los  muy  muchos  letrados  y  religiosos  que  ay,  que  tengan 
las  partes  que  son  menester  para  esto,  como  he  dicho;  y  a  los 
que  están  no  muy  dispuestos,  los  disponga  el  señor,  que  más  hará 
vno  perfecto  que  muchos  que  no  lo  estén.  La  lotra  es,  que  después  de 
puestos  en  la  pelea,  que,  como  diguo,  no  es  pequeña,  los  tenga  el 
señor  de  su  mano  para  que  puedan  librarse  de  muchos  peligros  que 
ay  en  el  mundoi,  y  tapar  ios  oydos  en  este  peligroso  mar  del  canto 
de  la  serena.  Y  sí  en  esto  podemos  algo  con  dios,  estando  encerra- 
das peleamos  por  él,  y  daré  yo  por  muy  bien  empleados  los  trabajos 
que  he  padecido  por  hazer  este   rrincón,   adonde  también  pretendí  se 


1  Así  se  lee. 

2  Tachado:  por  alto. 

3  Este  período  está  muy  variado. 


368  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

guardassc  esta  rregla  de  nuestra  señora  y  emperadora  con  la  perfec- 
tión   que   se   comenQó. 

No  os  parezca  ser  inútil  esta  petición,  porque  ay  algunas  personas 
que  les  paresze  re9ia  cossa  no  rrezar  mucho  por  su  alma;  ¿qué  mejor 
oración  que  aquesta?  Si  tenéis  pena  por  ella  (1)  se  os  descontará  la 
pena  del  purgatorio,  también  se  os  quitará  por  esta  oratión,  y  lo 
que  más  faltare,  que  falte.  ¿Que  va  en  que  íesté  yo  hasta  el  día  del 
inicio  en  el  purgatorio,  si  por  mi  oratión  se  saluasse  sola  vn  ánima? 
¡Quanto  más  el  probecho  de  rancha^  y  la  honrra  del  señor!  De  penas 
que  se  acaban,  no  hagáis  caso,  guando  entreuiniere  algún  seruicio 
mayor  a  el  que  tantas  ipasó  por  nosotras;  siempre  os  imformá  de  lo 
que  es  más  perfecto.  Ansí  que  os  pido,  por  el  amor  del  señor,  pidáis 
a  su  magestad  nos  oyga  en  esto;  yo,  aunque  miserable,  se  lo  pido  (2). 
pues  es  para  gloria  suya  y  bien  de  su  yglesia,  que  aquí  van  mis  deseos. 

Parece  que  es  atreuimiento  pensar  yo  que  he  de  ser  alguna  parte 
para  alcanzar  esto;  confío  yo,  señor  mío,  en  estas  sieruas  vuestras 
que  aquí  están,  que  veo  y  se  que  no  quieren  otra  cosa,  ni  la  pre- 
tenden sino  contentaros.  Por  uos  han  dexado  lo  poco  que  teníam, 
y  quisieran  tener  más  para  seruiros  con  ello.  Pues  no  soys  vos, 
criador  mío,  desagradecido  para  que  piense  yo  que  dexaréis  de  hazer 
lo  que  os  suplican,  ¡ni  aborrecistes  las  mugeres  (3)  guando  andauades 
en  el  mundo,  antes  las  fauorecistes  siempre  con  mucha  piedad,  Quan- 
do  os  pidiéremos  honrra,  rrentas,  dineros  y  otras  cosas  que  sepan 
a  mundo,  no  nos  oygáis;  mas  para  honrra  de  nuestro  hijo,  ¿por  qué 
no  (4)  loyréis,  o  padre  eterno  a  quien  perdería  mil  honrras  y  mili  uidas 
por  vos?  No  por  nosotras,  señor,  que  no  lo  merescemos,  sino  por 
la    sangre    y    merecimientos    de    vuestro    hijo. 

¡O  Señor  nuestrol  (5)  mira  que  no  son  de  oluidar  tantos  azotes 
e  ynjurias,  y  tan  grauísimos  tormentos.  Pues,  criador  mío,  ¿cómo  pueden 
sufrir  vnas  entrañas  tan  piadosas  y  amorossas  como  las  vuestras,  que 
lo  que  se  hizo  con  tan  ardiente  amor  de  uuestro  hijo  y  por  más  con- 
tentaros a  uos,  que  le  ¡mandastes  que  nos  amasse,  sea  tenido  en  tan 
poco  como  oy  día  essos  herejes  tienen  el  sanctíssimo  sacramento,  que 
le  quiten  sus  posadas  deshaziendo  las  iglesias?  ¡Si  le  faltara  alguo 
por  hazer  a  vuestro  hijo  y  redentor  nuestro!  Mas  todo  lo  dexó  cum- 
plido. No  bastaua,  padre  eterno,  que  no  tubo  adonde  reclinar  la  ca- 
beza (6),  siempre  con  tantos  trabajos,  sino  que  agora  las  casas  que  tiene 
para  combidar  a  sus  amigos  con  el  manjar  precioso  de  su  sangre 
y  cuerpo,  que  por  uernos  flacos  y  saber  que  ham  menester  comer 
de  tal  manjar  los  que  trabajan  se  nos  quiere  dar  (7),  se  las  quiten?  (8). 


1  Borrado:  que  no, 

2  Borrado:  a  su  magestad. 

3  Señor  mío,  está  borrado  aquí. 

4  Borrado:  nos. 

5  En  vez  de  las  palabras  Dadre  eterno,  de  la  copia,  pone  éstas  la  Santa. 

6  Borrado:  mientras  uiuió. 

7  Por  su  amor,  está  borrado. 

8  Aquí  hay  tres  líneas  borradas,  que  dicen:  *¿Y  ya  no  había  paguado  basiantísimamente 
por  el  pecado  de  Adán?  ¿Siempre  que  tornamos  a  pecar  lo  ha  de  pagar  este  amantíssimo 
cordero?» 


CAPITULO    III  369 

No  lo  permitáis,  emperador  mío;  apláquesse  ya  vuestra  magestad;  no 
miréis  a  nuestros  pecados,  sino  que  nos  redimió  vuestro  sacratíssimo 
iiijo,  y  a  los  raerescimientos  suyos,  y  de  su  gloriosa  madre,  y  de 
tantos    santos    mártires    que    han   muerto    por   uos. 

¡ñy  dolor,  señor  míO(,  y  quién  se  ha  attreuido  a  hazer  esta  peti- 
ción en  nombre  de  todas!  ¡Qué  mala  tercera,  hijas  mías,  habéis  to- 
mado para  que  hechasse  esta  pettición  por  vosotras,  y  para  que  fué- 
sedes  oydas,  si  se  ha  de  yndignar  más  este  soberano  juez  viéndome 
tan  attreuida,  y  con  ra<;ón  y  justicia!  Mas  mira,  señor,  que  ya  sois 
dios  de  misericordia;  y  tenedla  de  aquesta  pecadorcilla,  que  así  se 
os  atreue.  Mira,  dios  mío,  mis  deseos  y  lágrimas  con  que  os  suplico 
esto,  y  'bluidá  mis  obras,  por  quien  vos  sois.  Habed  lástima  de  tantas 
almas  como  se  pierden,  y  favorezed  a  vuestra  iglesia.  No  permitáis 
ya  más  daños  en  la  cristiandad,  señor  (1);  dad  luz  a  estas  tinieblas. 
Pido  hos  yo,  hermanas  mías,  por  sti  amor  (2),  que  encomendéis  a  su 
magestad  esta  pobrecilla  y  le  supliquéis  le  dé  humildad,  como  cosa 
a  que  tenéis  obligatión.  No  os  encargo  particularmente  los  reyes  y 
perlados  de  la  iglesia,  en  special  nuestro  obispo,  y  esta  orden  de  la 
virjeti  sacratísima  y  las  demás,  porque  beo  a  las  de  agora  tan  cui- 
dadosas dello,  que  ansí  me  pareze  que  no  es  nepessario  (3)  más,  sino 
que  las  que  vinieren  lo  bean,  que  tiniendo  santo  perlado  lo  serán 
las  subditas,  y  como  cosa  tan  importante  la  pone  siempre  delante  nues- 
tro señor;  y  quando  nuestras  oraciones,  deseos,  desciplinas  y  ayunos 
no  se  emplearen  por  aquesto  que  he  dicho,  pensad  y  creed  que  no 
hazéis    ni    cumplís   para   lo    que    aquí   hos   juntó   el    señor. 


1  Borrado:  mío. 

2  Borrado:  det  señor. 

3  Que  no  es  necessario.  Estas  palabras  parecen  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 


III  24 


CñPITULO   IV 


EN  QUE  SE  PERSUADE  Lfl  GUñRDÍI  DE  Lfl  REGLA,  Y  DE  TRES  COSAS  IMPOR- 
TANTES PARA  [la]  UIDA  SPIRITUAL.  DECLARA  LA  PRIMERA  DESTAS  TRES  COSAS 
Y     LO     QUE     DAÑAN     LAS     AMISTADES     PARTICULARES     (1). 


Ya,  hijas  (2),  habéis  visto  la  gran  impresa  que  pretendemos  ganar; 
¿qué  tales  habernos  menester  ^o.  ser  para  que  en  los  ojos  de  dios  y 
del  mundo  no  nos  tengan  por  muy  attreuidas?  Está  claro  que  hes  (3) 
menester  trabajar  mucho,  y  gran  ayuda  es  tener  altos  pensamientos 
para  esforparnos  a  que  lo  sean  nuestras  obras.  Si  nosotras  procu- 
ráremos con  gran  cuidado  guardar  cumplidamente  nuestra  regla  y  cons- 
tituciones, espero  que  el  señor  admittirá  nuestras  oraciones.  Y  no 
hos  pido  cosas  nuebas,  hijas  mías,  sino  que  guardemos  nuestra  pro- 
fesión, pues  es  nuestro  llamamiento!  y  a  lo  que  estamos  obligadas,  aun- 
que  de   guardar   a   guardar   va  mucho. 

Dize  la  primera  regla  nuestra  que  oremos  sin  cessar.  Con  que 
se  haga  esto  con  todo  el  cuidado  que  pudiéremos,  que  es  lo  más 
importante,  no  se  dexarán  de  cumplir  con  los  ayunos,  disciplinas,  y 
silentio  que  manda  la  orden;  porque  ya  sabéis  que  para  ser  la  oración 
verdadera,  se  ha  de  ayudar  con  esto,  porque  el  regalo  y  la  oración 
no   se   compadezen    (4). 

En  esto  de  oración  es  lo  que  me  habéis  pedido  que  diga  alguna 
cosa,  y  lo  dicho  hasta  agora,  para  en  pago  'de  lo  que  dixere,  os  pido 
yo  que  cumpláis  y  leáis  muchas  vezes  de  buena  gana,  ñntes  que  diga 
de  lo  interior,  que  es  la  oración,  diré  algunas  cosas  que  son  nescesa- 
rias  tener  las  que  pretenden  ileuar  camino  de  oración  y  tan  nescesarias, 
que  sin  ser  muy  contemplatiuas,  podrán  estar  muy  adelante  en  el 
seruicio  del  señor;  y  est  imposible,  si  no  las  tienen  (5),  ser  muy 
contemplatiuas,  y  quando  pensaren  que  lo  son,  están  muy  engañadas. 
El  señor  me  dé  fauor  para  ello  y  me  enseñe  lo  que  tengo  de  decir, 
porque   sea   para   su   gloria,  ñmén. 


1  Declata  la  primera  destas  tres  cosas,  y  lo  que  dañan  las  amistades  particulares,  es  el 
epígrafe  que  correspondía  al  capítulo  V  antes  de  unirse  a  éste,  por  insinuación  de  la  Santa, 
como  luego  veremos. 

2  Hejas,  dice  la  copia.  Sobre  esta  palabra  escribió  la  Santa  man,  y  una  línea  vertical  en^ 
tre  la  a  y  la  n.  Acaso  quiso  decir  mías,  (hijas  mías). 

3  Hemos,  decía  la  copia  y  el  original,  que  la  Santa  corrige. 

4  Que  regalo  y  oración  no  se  compadecen,  dice  más  hermosamente  el  autógrafo. 

5  Borrado:  estar,  ni. 


CAPITULO     IV  371 

No  penséis,  hermanas  mías,  que  serán  muchas  las  cosas  que  os 
encargaré;  sólo  deseo  (1)  que  hagamos  lo  que  nuestros  sanctos  padres 
ordenaron  y  guardaron,  que  por  este  camino  meres(;ieron  este  nombre 
de  santos  (2).  Solas  tres  cosas  me  extenderé  a  declarar,  pues  son  de  la 
constitución;  porque  importa  mucho  que  entendamos  lo  muy  mucho 
que  nos  va  en  guardarlas  para  tener  exterior  e  interiormente  la  paz 
que  tanto  encomendó  naestro  señor  (3):  la  primera  cosa  es  amor  vnas 
con  otras;  la  segunda,  desasimiento  de  todo  lo  criado;  la  última,  es 
verdadera  humildad,  que  aunque  la  diguo  a  la  postre,  es  muy  prin- 
cipad y  las  abraca  a  todas  (4). 

Quanto  a  la  primera,  que  es  amaros  mucho  vnas  a  otras,  ba 
muy  mucho;  por  que  no  hay  cosa  enojosa  que  no  se  passe  con 
facilidad  en  los  que  se  aman,  y  rrecia  ha  de  ser  quando  dé  enojo. 
Y  si  este  mandamiento  se  guardase  en  el  mundo  como  se  ha  de 
guardar  (5),  aprouecharía  mucho  para  guardar  los  demás;  sino  que, 
por  más  o  por  menos,  inunca  acabamos  de  guardarle  con  perfectión.  Pa- 
rece que  lo  demasiado  entre  nosotras  no  puede  ser  malo,  y  tray  tanto 
mal  y  tantas  imperfectiones  consigno,  que  no  creo  lo  creerá  sino  quien 
ha  sido  testiguo  de  uista  como  y  [o]  en  otras  partes  (6).  ñquí  haze  el  de- 
monio muchos  enrredos,  que  en  consciencias  que  tratan  groseramente  de 
contentar  a  Dios,  se  sienten  poco  y  les  pareze  uirtud;  mas  las  que 
tratan  de  perfectión,  lo  entienden  mucho,  porque  poco  a  poco  quitan 
la  fuerza  a  la  uoluntad  para  que  del  todo  Se  emplee  en  amar  a  dios, 

Y  en  mujeres  creo  que  deue  de  ser  esto  aún  más  que  en  hombres, 
y  haze  daños  para  la  communidad  muy  notorios;  porque  de  aquí  biene 
el  no  se  amar  tanto  todas  juntas,  el  sentir  lel  agrauio  que  se  haze 
a  el  amiga,  el  desear  tener  para  rregalarla,  el  buscar  tiempo  para 
hablarla,  y  muchas  ueces  más  ^ara  dezirla  lo  que  la  quiere  y  ama 
y  otras  cosas  impertinentes,  que  no  lo  que  ama  a  Dios.  Porque  estas 
amistades  grandes  pocas  ueges  ban  ordenadas  a  ayudarse  a  amar 
a  Dios,  antes  creo  que  las  hasze  comentar  el  demonio  para  comeníar 
bandos  en  las  religiones;  quando  es  para  seruír  a  su  magestad,  luego 
se  pareze  que  no  ba  la  voluntad  con  pasión,  sino  procurando  ayuda 
para   venper   otras   pasiones. 

Y  destas  amistades  querría  yo  muchas  adonde  ay  gran  cómbenlo, 
que  en  esta  casa,  que  son  pocas  (7),  todas  han  de  ser  amigas,  todas 
se  han  de  amar,  todas  se  han  de  querer,  todas  se  han  de  ayudar;  y 
guárdense  destas  particularidades,  por  amor  del  señor,  por  santas  que 


1  Borra  la  Santa:  porque  plega  a  nuestro  señor. 

2  Borrado:  Yerro  serta  buscar  otro,  ni  deprenderle  de  nadie. 

3  Nuestro  señor  a  sus  apóstoles,  había  enmendado  la  Santa,  borrando  luego  las  tres  úl- 
timas palabras. 

4  Comienza  aquí  en  la  copia  el  capítulo  V,  pero  la  Santa  escribe  al  margen:  No  a  de 
aver  aquí  capítulo,  que  es  el  mismo  V.  Cuarto,  quiso  decir,  y  por  eso  borró  ella  misma  el  título 
de  la  copia  uniéndolo  al  precedente.  Así  lo  hizo  D.  Teutonio  y  los  demás  editores.  (Vid.  la 
nota  primera  de  la  p.  25). 

5  Borrado:  creo  que. 

6  Esta  enmienda  de  la  Santa  se  halla  algo  incompleta,  y  su  lectura  ofrece  alguna  dificul- 
tad. La  edición  de  D.  Teutonio,  no  la  publica. 

7  Borra  la  Santa:  No  más  de  treze,  ni  lo  han  de  ser  aquí. 


372  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sean,  que  aun  entre  hermanos' acaece  (1)  ponzoña,  ningum  prouecho  en 
ello  beo;  y  si  no  son  más  de  deudos,  es  muy  peor  (2).  Y  créanme, 
hermanas,  que  aunque  os  parezca  que  es  éste  extremo,  en  él  está  gran 
pertectión  y  gran  paz:  y  se  quitan  muchas  occasiones  a  las  que  no  están 
muy  fuertes.  Sino  que  si  la  voluntad  se  inclinare  más  a  una  que  a 
otra  (que  no  podrá  ser  menos,  porque  el  natural  muchas  uezes  nos  lleua 
a  amar  lo  más  ruin,  si  tiene  más  gracias  de  naturaleza),  que  nos  ha- 
mos a  la  mano  y  no  nos  dexemos  enseñorear  de  aquella  afición.  Amemos 
las  uirtudcs  y  lo  bueno  interior,  y  siempre  traygamos  cuidado  de  acer- 
tar en   no   haszer  caso  desto  exterior. 

No  consintamos,  hermanas,  que  sea  nuestra  voluntad  sclaua  de 
ninguno,  sino  de  el  (3)  que  la  compró  con  su  sangre;  miren  que,  sin 
entenderse,  se  hallarán  asidas,  que  no  se  puedan  ualer.  ¡O,  válame 
dios!  las  niñerías  que  vienen  de  aquí  no  tienen  quenta.  Porque  son 
tan  menudas,  que  sólo  las  que  las  ven  las  entenderán  y  creerán,  no 
hay  para  qué  las  dezir  ,aquí,  más  de  que  en  qualquiera  será  malo 
y   en  la  perlada  pestilencia. 

En  apartar  estas  particularidades,  es  menester  gran  cuidado  desde 
el  principio  que  se  comienza  la  amistad;  y  esto  más  por  yndustria 
y  amor  que  con  rigor.  Para  remedio  desío  es  gran  cosa  no  estar 
juntas  sino  las  oras  señaladas,  ni  hablarse,  conforme  a  la  costumbre 
que  agora  llenamos,  que  es  no  estar  juntas,  como  manda  la  regla,  sino 
cada  vna  apartada  en  su  9elda.  Guárdense  (4)  en  sant  Josephe  de  tener 
casa  de  labor;  porque,  aunque  es  loable  costumbre,  con  más  facili- 
dad se  guarda  el  silentio  cada  vna  por  sí,  y  acostumbrarse  a  la  sola- 
dad  es  gran  cosa  para  la  oración;  y  pues  ¡éste  ha  de  ser  el  (pimiento 
desta  casa,  es  menester  traher  estudio  en  afficionarnos  a  lo  que  a 
esto   más  nos   ayuda. 

Tornando  a  el  amarnos  vnas  a  otras,  pareze  cosa  impertinente 
encomendarlo,  porque  estando  juntas  en  vna  compañía,  y  no  habiendo 
de  tener  otras  conuersagiones,  ni  tratos  ni  rrecreaciones  con  personas 
de  fuera  de  casa,  y  creyendo  que  las  ama  dios  y  ellas  a  él,  pues 
por  su  magestad  lo  dexan  todo,  yo  creo  que  se  cobrarán  amor;  spe- 
^ialmente  que  la  uirtud  siempre  (combida  a  ser  a  amada,  y  ésta,  con 
el  fauor  de  dios,  siempre  la  habrá  en  esta  casa.  Ansí  que  en  esto 
no   ay    que   encomendar   mucho,   a   mi   pareszer. 

En  cómo  ha  de  ser  este  amarse,  y  qué  cosa  es  el  amor  uirtuoso, 
el  qual  deseo  yo  que  aya  aquí,  y  en  qué  veremos  que  tenemos  esta 
uirtud,  que  es  grande  bien,  pues  nuestro  señor  tanto  nos  la  encomendó 
y  tan  encargadamente  a  sus  apóstoles,  quería  yo  dezir  aora  vn  po- 
quito conforme  a  mi  rrudeza,  y  si  en  otros  libros  tan  menudamente  lo 
halláredes,  no  toméis  nada  de  mí,  que  por  ventura  no  sé  lo  que  diguo. 

De  dos  maneras  de  amor  es  lo  que  trato:  vna  es  spiritual,  porque 
ninguna  cosa  pareze  que  toca  a  la  sensualidad  ni  a  la  ternura  de 
nuestra  naturaleza   de  manera  que  quite  su  charidad;    otra  es   (5)    de 


1  ñcaece,  escribe  la  Santa,  borrando  suele  ser. 

2  Boirado:  pestilencia. 

3  Borra  la  Santa:  de  otro  que  de  aquel. 

4  Lybrense,  dice  la  copia  y  el  autógrafo.  La  corrección  parece  de  Jerónima  del  E.  Santo. 

5  Spiritual  y  junto  con  ella,  borra  la  Santa,  poniendo  de,  en  su  lugar. 


CAPÍTULO     ÍV  S?3 

nuestra  sensualidad  y  flaqueza,  y  buen  amor,  que  parece  lícito,  como 
el  de  los  deudos  y  amigos;   deste  ya  queda  algo  dicho. 

Del  que  es  spiritual,  sin  que  entreuenga  pasión  alguna,  quiero 
aora  hablar,  porque  en  habiéndola,  va  todo  desconcertado  este  con- 
gierío;  y  si  con  templanza  y  discreción  tratamos  personas  virtuosas 
specialmente  confesores,  es  provecho;  mas  si  en  el  confesor  se  en- 
tendiere que  va  encaminado  a  alguna  vanidad,  todo  lo  tengan  por 
sospechoso  y  en  ninguna  manera,  aunque  sean  buenas  pláticas,  las 
tengan  con  él,  sino  con  breuedad  confessar  y  concluir.  Y  lo  mejor 
seria  decir  a  la  perlada  que  no  se  halla  bien  su  alma  con  él,  y 
mudarle;  que  esto  es  lo  más  acertado,  si  se  puede  hazer  sin  tocalle 
en   la   honrra. 

En  caso  semejante,  y  en  otros  que  podría  el  demonio  en  cosas 
dificultosas  enrredar,  y  no  se  sabe  qué  consejo  tomar,  lo  más  acer- 
tado será  procurar  hablar  con  alguna  persona  que  tenga  letras,  que 
habiendo  nescesidad,  libertad  se  da  para  ello,  y  confesarse  con  él  y 
hazer  lo  que  le  dixere;  porque,  ya  que  no  se  pueda  dexar  de  dar  al- 
gún medio,  podríase  herrar  mucho:  ¡y  cuántos  yerros  se  hazen  en  el 
mundo  por  no  haszerse  las  cosas  con  consejo,  en  special  en  lo  que  toca 
a  dañar  a  alguna  persona!  Dexar  de  dar  algún  medio,  no  se  sufre; 
porque  quando  el  demonio  comienza  por  aquí,  no  es  poco,  si  no  se 
ataja  con  breuedad;  y  líinsí,  lo  que  tengo  por  mejor,  es  procurar  hablar 
con  otro  confesor,  y  lo  más  acertado,  si  ay  disposición   (1). 

Miren  que  ba  mucho  en  esto,  que  es  cosa  peligrosa  y  vn  infier- 
no y  daño  para  todas.  Y  digo  que  no  aguarden  a  entender  mucho  mal, 
sino  que  a  el  principio  lo  attajen  por  todas  las  uías  que  pudieren  y 
entendieren,  que  con  buena  consciencia  lo  pueden  hazer.  Mas  spero 
yo  en  el  señor  que  no  permitirá  que  personas  que  han  de  tratar 
siempre  en  la  oración,  puedan  tener  voluntad  sino  a  quien  es  muy 
sieruo  íde  dios,  que  esto  es  muy  <;\^Yto,  o  lo  es  que  no  tienen  oración 
ni  perfectión,  conforme  a  lo  que  aquí  se  pretende;  porque  si  no 
ben  que  entiende  su  lenguaje  y  es  afficionado  a  hablar  en  dios,  no 
le  podrán  amar,  porque  no  es  su  semejante.  Si  lo  es,  con  las  poquí- 
ssimas  ocasiones  que  aquí  habrá,  o  será  muy  simple,  o  no  querrá 
desasosegarse   y    desasosegar   a   las   sieruas   de    dios. 

Ya  que  he  comentado  a  hablar  en  esto,  que,  como  he  dicho,  es 
gran  daño  el  que  el  demonio  puede  hazer  y  muy  tardío  en  enten- 
derse, y  así  se  puede  yr  estragando  la  perfectión,  sin  saber  por 
donde;  porque  si  éste  quiere  dar  lugar  a  vanidad  por  tenerla  él,  lo 
haze  todo  poco  aun  para  la  conscientia  de  las  otras.  Dios  nos  libre, 
por  quien  su  majestad  es,  de  cosas  semejantes.  R  todas  las  monjas 
bastai  a  turbar,  porque  sus  consciencias  les  dize  a  el  contrario;  y  se  (2) 
las  aprietan  en  que  tengan  vno  solo,  no  saben  qué  hazer,  ni  cómo 
se  so[se]gar;  porque,  quien  las  había  de  quietar  y  rremediar,  es  quien 
haze  el  daño.  Hartas  afficiones  debe  de  auer  déstas  en  algunas  par- 
tes; y  así  no  os  spantéis  que  ponga  mucho  cuidado  en  algunas  des- 
tas  cosas. 


1  Borrado:  y  spero  en  el  señor  que  sí  habrá. 

2  Si,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO   V    (1) 


DE     QUflNTO     IMPORTA     QUE     LOS     CONFESORES     SEAN     LETRADOS. 

No  dé  el  señor  a  probar  a  nadie  de  aquesta  casa  el  trabajo  que 
queda  dicho,  por  quien  su  magestad  es,  de  verse  alma  y  cuerpo  apre- 
tadas. Y  ¿qué  será  si  la  perlada  es  también  (2)  con  el  confesor?  Que 
ni  a  él  della,  ni  a  ella  del,  osan  decir  cosa  alguna.  Hquí  bendrá  la 
tentación  de  dexar  de  confesar  pecados  muy  graues  por  miedo  de 
no  entrar  en  dessasosiego.  ¡O,  bálame  dios!  qué  daño  puede  ha[zer]  (3) 
el  demonio,  y  qué  caro  les  cuesta  el  apretamiento  y  honrra,  que  porque 
no  tratan  más  de  vn  confesor,  piensan  que  grangean  gran  cosa  de  reli- 
gión y  honrra  del  monesterio,  y  ordena  por  esta  uía  el  demonio  coxer 
las  almas,  como  no  puede  por  otra.  Si  piden  otro,  luego  pareze  que  va 
perdido  el  concierto  de  la  religión;  pues  si  no  es  de  la  orden,  aunque 
sea  un  santo,  aun  en  tratar  con  él  les  pareze  que  les  haze  afrenta. 

Esta  santa  libertad  pido  yo,  por  amor  de  el  señor,  a  la  que 
estubiere  por  maior;  que  procure  siempre  con  el  perlado  (4)  o  probin- 
9ial,  que  sin  los  confesores  odinarios,  procure  ella  y  todos  tratar 
y  communicar  sus  almas  con  personas  que  tengan  letras,  en  special  si 
los  confesores  no  las  tienen,  por  buenos  que  sean;  porque  los  letra- 
dos son  gran  cosa  para  dar  en  todo  luz.  Y  posible  será  hallar  lo 
vno  y  lo  otro  junto  en  algunas  personas,  y  mientras  más  mercedes 
el  señor  los  hisziere  ien  la  oración,  es  menester  que  vuestras  obras  y 
ora9ión  vayan  más  fundadas.  Ya  sabéis  que  la  primera  piedra  ha 
de  ser  la  buena  ,cons9ien9Ía,  y  con  todas  vuestras  fuerías  libraros 
aún  de  pecados  veniales  y  seguir  lo  más  perfecto.  Pareze  que  cada 
confesor  sabe  esto;  pues  po  es  ansí,  porque  a  mí  me  aconteció  tratar 
con  uno  cosas  de  conscientia  que  había  oydo  todo  el  curso  de  Theolo- 
gía,  y  me  hizo  mucho  daño  en  cosas  que  me  de^ía  que  no  eran 
nada;  y  sé  que  no  pretendía  engañarme,  ni  tenía  para  qué,  sino  que 
no  supo  más;   y  aun  otras  dos  o  tres  vezes,  sin  ésta,  me  ha  acaecido. 

Este  tener  verdadera  luz  para  guardar  la  ley  de  dios  con  per- 
fectión,  €S  gran  bien  (5);   sobre  esto  assienta  bien  la  oración;   sin  este 


1  Por  la  unión  del  capítulo  IV  y  V,  hecha  según  indicación  de  la  Santa,  como  acabamos 
de  ver,  se  corrige  desde  aquí  el  orden  de  los  capítulos,  en  conformidad  con  ella,  por  Jerónima 
del  Espíritu  Santo. 

2  Está  bien,  dice  el  autógrafo  de  Valiadolid. 

3  Borrado  en  la  copia:  zer  (ha)  aquí. 

4  Borrando  la  palabra  obispo,  pone  la  Santa  en  su  lugar  perlado.  Cuando  escribió  este  libro, 
el  convento  de  S.  José  estaba  sujeto  al  obispo  de  Avila,  pero  desde  el  mes  de  Agosto  de  1577, 
pasó  a  la  obediencia  de  la  Orden.  A  esto,  sin  duda,  se  debe  la  enmienda.  (Cfr.  t.  II,  pág.  219). 

5  Sustituye  la  Santa  con  estas  dos  palabras  la  frase  todo  nuestro  bien,  de  la  copia  jj  el 
autógrafo. 


CAPITULO    V  375 

cimiento  fuerte,  todo  edificio  ba  falso;  si  no  les  dieren  libertad  para 
confesarsse,  y  para  tratar  cosas  de  su  alma  con  personas  semejan- 
tes (1)  que  he  dicho.  Y  aun  más  me  ptrevo  a  de?ir,  que  aunque  el  con- 
fesor lo  tenga  todo,  algunas  uezes  se  haga  todo  lo  que  digo;  porque 
puede  ser  que  él  se  engañe,  y  es  bien  que  no  se  engañen  todas  por 
él;  procurando  siempre  que  no  se  haga  cosa  contra  la  obediencia,  que 
medios  hay  para  todo',  y  bale  mucho  a  las  almais,  y  ansí  es  bien  que, 
por   las   maneras   que   pudiere,   lo   procure. 

Todo  esto  que  he  dicho,  toca  a  la  perlada;  y  ansí  lo  torno  a 
pedir,  que  pues  aquí  no  se  busca  otra  consolatión  sino  la  del  alms, 
que  se  la  procure  dar  en  esto,  que  ay  diferentes  caminos  por  donde 
lleua  dioe  a  sus  sierbajsí,  y  un  confessor  no  los  ha  de  saber  todos  por 
fuerza;  que  yo  aseguro  que  no  les  falten  personas  sanctas  que  quie- 
ran tractarlas  y  consolar  sus  almas,  si  ellas  son  las  que  han  de  ser, 
aunque  seáis  pobres;  porque  el  que  substenta  los  cuerpos,  despertará 
y  porná  voluntad  a  quien  con  ella  da  luz  a  sus  almas,  y  rremédiasse 
este  mal,  que  es  el  que  yo  temo;  que  cuando  el  demonio  tentasse 
a  el  confessor  en  el  engaño  de  alguna  doctrina,  como  sepa  que  tracta 
con  otros,  yráse  a  la  mano,  y  mirará  mejor  en  todo  lo  que  hasze. 
Quitada  esta  entrada  a  el  demonio,  yo  spero  en  dios  que  no  la  terna 
en  esta  casa,  y  iansí  pido,  por  amor  del  señor,  a  el  (2)  prouingial  que 
fuere,  que  dexe  a  las  hermanas  esta  libertad,  y  que  no  se  la  quite 
quando  las  personas  fueren  tales  que  tengan  letras  y  bondad,  que 
luego  se  entiende  en  lugar  tan  chico  como  aqueste. 

Esto  que  aquí  he  dicho,  téngolo  uisío,  y  entendido  y  tractado 
con  personas  doctas  y  sanctas  que  han  mirado  lo  que  más  conbenía 
a  esta  casa,  para  que  la  perfectión  della  fuesse  adelante;  y  entre 
los  peligros  que  ay  en  todo  mientras  biuimos,  éste  hallamos  ser  el 
menor,  y  que  nunca  aya  vicario  que  tenga  mano  de  entrar  y  salir,  ni 
aya  confesor  que  tenga  esta  libertad;  sino  que  éstos  sean  para  (jelar 
el  recogimiento  y  honestidad  de  la  casa  y  aprouechamiento  ynterior 
y  exterior,  para  de9Írlo  a  el  perlado  quando  huviere  falta;  mas  no 
que  sea  él  el  superior. 

Y  esto  es  lo  que  se  has?e  agora,  y  no  por  solo  mi  parecer,  sino 
del  perlado  que  ahora  tenemos  (3);  el  qual  juntamente  con  personas  de 
letras,  y  spíritu  y  experiencia  para  este  punto,  se  determinó  lo  que  arri- 
ba dixe.  Razón  será  que  los  perlados  que  uinieren  se  lleguen  a  este 
parecer,  pues  por  tan  buenos  está  determinado,  y  pedido  a  el  señor 
con  hartas  oraciones  que  alumbrase  lo  mejor;  y  a  lo  que  se  entiende 
hasta  agora,  esto  es  lo  mejor.  El  señor  sea  seruido  llenarlo  siempre 
adelante   como  más   sea   para   su   gloria.   Amen. 


1  Borrado:  a  lo. 

2  Obispo  o  provincial,  dice  la  copia,  u  alguno,  probablemente  la  Santa,  borró  la  primera 
palabra. 

3  Aquí  tiene  el  original  tachadas  siete  líneas  que  dicen:  «Porque  el  obispo  que  agora  te- 
nemos, debajo  de  cuia  obediencia,  que  por  causas  muchas  que  hubo  no  se  dio  (nos  dio,  dice 
por  error  el  códice)  esta  obediencia  a  la  orden,  el  qual  es  persona  amiga  de  toda  religión  a 
santidad,  b  gran  sieruo  de  dios.  Llámase  don  Aluaro  de  mendoza,  de  gran  nobleza  ij  linage, 
U  muu  aficionado  a  fauorescer  de  todas  maneras  esta  casa».  Borró  la  Santa  estas  líneas  por 
la  razón  que  dimos  en  la  nota  cuarta  de  la  página  anterior. 


CAPITULO   VI 


TORNA     DEL    AMOR     PERFETO     (1) 


Harto  me  he  diuertido,  mas  importa  tanto  lo  que  queda  dicho,  que 
quien  lo  entendiere  no  me  culpará.  Tornemos  a  el  amor  que  es  bueno 
y  lícito  que  nos  tengamos;  que  el  que  digo  es  puro  y  spiritual,  no 
sé  si  sé  lo  que  diguo,  a  lo  menos  paréceme  que  no  es  menester  hablar 
mucho  en  él,  porque  le  tienen  pocas:  a  quien  el  señor  le  hubiere 
dado,  alábele  mucho,  porque  debe  de  ser  de  grandíssima  perfectión; 
en  fin,  quiero  tratar  algo  del,  que  por  ventura  hará  algún  prouecho, 
que  poniéndonos  delante  de  los  ojos  la  uirtud,  affictiónasse  a  ella 
quien   la  pretende   y   diesea   ganar. 

Plega  a  dios  que  yo  sepa  entenderla,  quantimás  decirla,  que  ni  sé 
quáí  es  spiritual,  ni  quándo  se  mezcla  sensual,  ni  cómo  me  pongo  a 
hablar  en  ello.  Es  como  quien  oye  hablar  de  lejos,  que  no  entiende 
lo  que  dizen;  ansí  soy  yo,  que  algunas  vezes  no  devo  de  entender  lo 
que  diguo,  y  quiera  el  señor  que  sea  bien  dicho;  y  si  otras  fuere 
dislate  o   desparate   (2),  es  lo  más  natural   a  mí  no   acertar  en  nada. 

Parézemc  agora  a  mí  que  quando  dios  ha  traydo  a  vna  persona 
a  claro  cognoscimiento  de  lo  que  es  el  mundo,  y  qué  cosa  es  el  mundo, 
y  que  ay  otro  mundo,  y  la  diferencia  que  ay  del  vno  a  el  otro,  y 
que  el  vno  es  eterno  y  el  otro  soñado,  y  qué  cosa  es  amar  a  el 
criador  o  a  la  criatura,  esto  visto  por  experiencia,  que  es  otra  cosa 
que  pensarlo,  y  ver  qué  se  gana  con  lo  vno,  y  qué  se  pierde  con 
lo  otro,  y  (qué  cosa  es  criador  y  qué-  cosa  es  criatura,  y  otras  muchas 
cosas  que  el  señor  enseña  a  quien  se  quiere  dar  a  ser  enseñado 
del  en  la  oratión,  o  a  quien  su  magestad  quiere,  quán  diferentemen- 
te  aman   ^stas   almas  de   las    que   no    hemos   llegado    aquí. 

Podrá  ser,  hermanas,  que  os  parezca  impertinente  tratar  en  esto 
y  que  digáis  que  estas  cosas  que  he  dicho,  ya  todas  las  sabéys. 
Plega  a  el  señor  que  sea  ansí  que  lo  sepáis  y  lo  tengáis  de  la 
manera  que  haze  a  el  caso,  imprimido  en  las  entrañas;  pues  si  lo  sa- 
béys, veréis  que  no  hiiento,  que  a  quien  el  señor  llega  aquí,  tiene  este 
amor  que  diré.  Las  personas  que  dios  llega  a  este  estado,  son  almas 
generosas,  almas  reales,  que  no  se  contentan  con  amar  cosa  tan 
rruin    como    estos    cuerpos,    por    hermosos    que    sean;    digo   amor    que 


1  Este  título  está  muy  abreviado. 

2  Desparate.  Esta  palabra  no  viene  en  el  autógrafo  valisoletano. 


CAPITULO    VI  377 

sujete  y  ate,  por  muchas  gracias  que  tengan,  bien  que  aplaze  a  la 
uista  y  alaban  a  el  criador;  mas  para  detenerse  en  ello,  no.  Digo 
detenerse,  de  manera  que  por  estas  cosas  hos  tengan  amor;  porque 
les  paresze  ga  que  aman  cosas  sin  tomo,  y  que  se  ponen  a  querer 
sonbra;  correrseyan  de  sí  mesmos,  y  no  tendrían  cara  para  dezir  a 
dios  que  le  aman. 

Diréisme:  essos  tales  no  sabrán  querer  ni  pagar  la  voluntad  que 
se  les  tubiere,  a  lo  menos  dáselos  poco  de  que  se  la  tengan;  porque 
ya  que  de  presto  algunas  vezes  el  natural  lleva  a  holgarse  de  ser 
amados,  en  tornando  sobre  ¡sí,  ben  que  es  disparate,  si  no  son  personas 
que  puedan  aprovechar  a  sus  almas  con  doctrina  o  con  oración.  Mas 
todas  las  otras  que  entienden  que  no  la  hace  algún  prouecho  y  que 
les  podría  dañar,  les  cansan,  no  porque  las  dexan  de  agradezer  y 
pagar  encomendándolas  a  Dios.  Y  tómanlo  como  si  los  que  las  aman 
hechassen  carga  a  el  seflor,  del  qual  entienden  que  biene  esto,  que 
es  ser  de  otras  amadas,  porque  en  sí  no  les  pareze  que  hay  que 
querer;  y  ansí  luego  les  pareze  que  las  quieren,  porque  las  quiere 
Dios  y  dexan  a  su  magestad  que  lo  pague  y  se  lo  suplican,  y  con 
esto  quedan  libres,  y  parésgeles  que  no  los  toca.  Y  bien  mirado,  si 
no  es  con  las  personas  que  digo  que  nos  pueden  haszer  bien  para 
ganar  bienes  perfectos,  yo  pienso  algunas  vezes  quán  gran  ceguedad 
se    trahe    en    querer    que    nos    quieran. 

Aora  noten  que  como  el  amor,  quando  le  queremos  de  alguna  per- 
sona, siempre  se  pretende  algún  ynterés  de  prouecho  o  contento  nues- 
tro, y  estas  personas  perfectas  ya  todos  los  tienen  debajo  de  los  pies, 
y  han  despreíiado  los  bienes  y  rregalos  y  contentos  que  el  mundo  les 
puede  hazer,  ya  están  de  suerte  (1),  que,  aunque  ellas  quieran  tener  este 
amor,  no  lo  pueden  ¡tener,  a  manera  de  dezir,  a  otro  que  no  sea  a 
dios,  y  para  en  tratar  de  dios,  pues  ¿qué  prouecho  les  puede  venir 
de    ser    amadas    de   los    amadores    del    siglo? 

Y  como  se  les  rrepresenta  esta  verdad,  de  sí  mesmos  se  ríen  de 
la  pena  que  algún  tiempo  les  ha  dado  si  era  pagada  o  no  su  voluntad. 
Aunque  la  voluntad  sea  buena,  luego  nos  es  muy  natural  querer  ser 
paguada.  Benido  a  cobrar  esta  paga,  es  en  pajas,  que  todo  es  agre 
y  sin  tomo,  que  se  lo  lleua  el  viento;  porque,  quando  mucho  nos 
ayan  querido,  ¿qué  es  de  lo  que  nos  queda?  (2).  Ansí  que,  si  no  es 
para  prouecho  de  sus  almas  con  las  personas  que  tengo  dichas,  porque 
ben  ser  tal  nuestro  natural  que,  si  no  ay  algún  amor,  luego  se  cansa,  no 
se  les  da  más  ser  queridas  que  no.  ¿Pare^eraos  que  aquestos  tales 
no  quieren  a  nadie,  ni  saben,  sinoi  a  dios?  Pues  (3)  más  quieren,  y  con 
más  verdadero  amor,  g  más  prouechoso,  anque  sin  (4)  pasión;  al  fin, 
es  amor.  Y  estas  tales  almas  son  siempre  afficionadas  a  dar  mucho 
más  que  no  a  rres9ibir;  g  aun  con  el  mismo  criador  les  acaeze  esto. 
Y  esta  affición  santa  merece  nombre  de  amor,  que  essotras  afficiones 
baxas   tiénenle   vsurpado   el   nombre. 


1  Borrado:  estas  personas. 

2  iQué  es  esto  que  nos  quedaP,  dice  aquí  el  autógrafo. 

3  Borrado:  mucho. 

4  Y  con  más,  decía  la  copia,  que  la  Santa  corrige. 


378  CAMINO     DE      PERFECCIÓN 

También  os  paresferá  que  si  no  aman  las  cosas  que  ven,  ¿a  qué 
se  afficionan?  Verdad  es  que  lo  que  ven  aman,  y  a  lo  que  oyen  se 
afñcionan;  mas  esas  cosas  que  ven  son  stables.  Luego  éstos,  si  aman, 
pasan  los  ojos  por  los  cuerpos,  y  pónenlos  en  las  almas  y  miran  si 
ay  que  amar,  y  si  no  lo  ay  y  ben  algún  principio  o  disposición  para 
que,  si  caban,  hallarán  pro  en  esta  mina,  tínienla  amor,  no  les  duele 
el  trabajo;  ninguna  cosa  se  les  pone  delante  que  de  buena  gana  no 
hiziessen  por  el  bien  de  aquel  alma,  porque  desean  durar  en  amarla 
y  saben  muy  bien  que  si  no  tienen  bienes  y  aman  mucho  a  dios, 
que  es  imposible.  Y  diguo  que  es  imposible,  aunque  más  la  obligue 
y  muera  quiriéndola,  y  la  haga  todas  las  buenas  obras  que  pueda, 
y  tenga  todas  las  gracias  de  naturaleza,  no  tendrá  fuerza  la  voluntad, 
ni  la  podrá  hazer  estar  con  asiento.  Porque  ya  sabe  y  tiene  experien- 
cia de  lo  que  es  todo;  no  le  hecharán  'dado  falso.  Ve  que  no  son 
para  en  vno,  y  que  no  puede  durar  el  quererse  el  vno  a  el  otro; 
porque  es  amor  que  se  ha  de  acabar  con  Ja  vida,  si  el  otro  no  va 
guardando  la  ley  de  dios,  y  entiende  que  no  le  am^  y  que  han  de  yr  a 
diferentes  partes   (1). 

Y  a  este  amor,  que  isólo  acá  dura,  el  alma  déstas  a  quien  dios 
ha  ya  infundido  uerdadera  sabiduría,  no  le  extima  en  más  de  lo 
que  vale,  ni  en  tanto;  porque  para  los  que  buscan  en  el  mundo  gustos 
de  deleites,  y  rriquezas  y  honrras,  algo  baldrá  si  es  rico,  o  tiene  par- 
tes para  dar  pasatiempo  y  recreación;  mas  quien  todo  esto  aborreze 
ya,  poco  o  nonada  se  le  dará  de  aquello.  Aora,  pues,  aquí,  si  tiene 
amor,  es  la  afigión  (2)  para  hazer  esta  alma  para  ser  amada  del;  por- 
que, como  digo,  sabe  que  no  ha  de  durar  en  quererla,  y  es  amor 
muy  a  su  costa,  no  dexa  de  poner  todo  lo  que  puede  porque  se 
aproueche;  perdería  mili  uidas  por  un  pequeño  bien  suyo.  ¡O  pre- 
cioso amor,  que  va  ymitando  a  el  capitán  del  amor,  JHS  (3). 
nuestro  bien! 


1  Partas,  se  lee  en  la  copia. 

2  Pasión,  decía  la  copla,  que  la  Santa  enmienda. 

3  Jesús. 


CñPITULO    VII 


EN     QUE     TRATA     DE     Lfl     MISMA     MATERIA     DE     AMOR     SPIRITUAL,     Y     DE     ALGUNOS 
AUISSOS     PARA     GANARLE. 


Es  cosa  (extraña  qué  apasionado  amor  es  éste,  qué  de  lágrimas 
cuesta,  qué  de  penitencias  y  oraciones,  qué  cuidado  de  encomendar 
a  todos  los  que  piensa  que  le  han  de  aprobechar  con  dios  para 
que  se  le  encomienden,  qué  deseo  ordinario,  vn  no  traher  contento 
si  no  le  VQ  aprobechar.  Pues  si  le  pareze  que  está  mejorado  y  le  ve 
que  torna  algo  atrás,  no  parece  que  ha  de  tener  plazer  en  su  vida; 
ni  duerme,  ni  come,  sino  con  este  cuidado  {no  se  ha  de  entender 
que  es  con  ynquietud  ynterior),  siempre  temerosa  si  se  ha  de  perder 
alma  que  tanto  quiere,  y  si  se  han  de  apartar  para  siempre  (que  la 
muerte  de  acá  no  la  tienen  en  nada),  que  no  quieren  asirse  a  cosa 
que  en  wi  soplo  !se  le  va  de  entre  las  manos,  sin  poderla  asir.  Es, 
como  he  dicho,  amor  ,sin  interés  propio;  todo  lo  que  desea  y  quiere, 
es  ver  a  leí  alma  que  ama,  rica  de  los  bienes  del  cielo.  Esta  sí  es 
voluntad,  y  no  estos  quereres  desastrados  de  por  acá,  y  aun  no  digo 
de  los  malos,   que   de  éssos   dios  nos   libre. 

En  cosa  que  es  infierno,  ¡no  ay  que  nos  cansar  en  dezir  mal, 
que  no  se  puede  encarecer  el  menor  mal  de  él;  éste  no  ay  para  qué 
tomarle  nosotras,  hermanas,  en  la  boca,  ni  pensar  si  le  ay  en  el 
mundo;  en  burlas,  ni  en  veras,  oyrle  ni  consentir  que  delante  de 
vosotras  se  trate  ni  quente  de  semejantes  voluntades.  Para  ninguna 
cosa  es  bueno,  y  podría  dañar  aún  oyrlo;  sino  de  essotros  lícitos, 
como  he  dicho,  que  nos  tenemos  vnas  a  otras,  o  a  deudos  o  a  ami- 
gas. Sea  nuestra  voluntad  tal  que  no  nos  quite  la  paz  y  libertad  de 
manera,  que  (1)  si  les  duele  la  cabeza,  parezca  que  nos  duela  el  alma, 
y  nos  ynquiete  (2),  y  todo  dcsta  manera. 

Estotra  voluntad  no  es  ansí;  aunque  con  la  flaqueza  natural  se 
siente  algo,  mas  luego  ;la  razón  de  presto  mira  si  es  bien  para  aquel 
alma,  si  se  enrriqueze  más  en  uirtud  y  cómo  lo  lleua,  el  rogar  a 
dios  le  de  paciencia  y  merezca  en  los  trauajos.  Sí  ve  que  la  tiene, 
ninguna  pena  siente,  antes  se  alegra  y  consuela;   bien  que  lo  passaría 


1  Decía  la  copia:  Sea  nuestra  voluntad  tal,  que  no  se  tros  muera,  que  si  les  duele  la  ca" 
beza...^,  a  la  Santa  lo  corrige  como  en  el  texto  se  indica. 

2  Al  escribir  estas  palabras  la  Santa,  borró  en  la  copia:  Si  los  hemos  con  trabajos,  no 
quede,  como  dicen,  paciencia. 


380  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

d€  mejor  gana  que  'vérselo  passar,  si  el  mérito  y  ganancia  que  ay 
en  padezer  pudiesse  dársele  todo,  mas  no  para  que  se  inquiete  y 
desasosiegue. 

Torno  otra  vez  a  dezir,  que  se  pareze,  y  ba  emitando  este  amor 
a  el  que  nos  tubo  el  buen  amador  JHS  (1);  y  ansí,  aprouechan  tanto, 
\ioxque  querrían  abracar  todos  los  trabajos,  y  que  los  otros,  sin  tra- 
uajar,  se  aprobechassen  dellos  (2).  Ganan  muy  mucho  los  que  tienen  su 
amistad,  y  crean  que,  o  los  dexarán  de  tratar,  con  particular  amistad, 
diguo,  o  acabarán  con  nuestro  señor  que  vayan  por  su  camino,  pues 
que  vaui  a  vna  tierra,  como  hizo  sancta  mónica  con  sant  agustín.  No 
les  sufre  el  cora9ón  tratar  pon  ellos  doblez,  porque  si  les  ben  torcer 
el  camino,  luego  se  lo  dizen,  y  si  les  ben  algunas  faltas;  no  pueden 
consigno  acabar  otra  cosa.  Y  como  desto  no  se  emendaren,  ni  tra- 
ten con  jellos  de  lisonja,  ni  de  disimularles  nada,  o  ellos  se  emen- 
darán, o  se  apartarán  del  amistad;  porque  no  podrán  sufrirlo,  ni 
es  de  sufrir:  para  lel  vno  y  para  el  otro  es  continua  guerra  con  an- 
dar descuidados  de  todo  el  mundo  (3),  de  sus  amigos  no  ay  poder  des- 
cuy  dar  (^),  ni  se  les  encubre  cosa;  las  motitas  ben.  Digo  que  trahen 
bien  pesada  cruz. 

Esta  manera  de  amar,  es  la  que  yo  querría  que  tubiésseraos  nos- 
otras; y  ya  que  a  el  principio  no  sea  tan  perfecta,  el  señor  la  yrá 
perfi9Íonando.  Comencemos  en  los  medios,  que  aunque  Ueue  algo  de 
ternura,  no  dañará,  como  sea  en  general.  Es  bueno  y  nescesario  algunas 
uezes  mostrar  ternura  en  la  voluntad,  y  aun  tenerla,  y  sintir  algunas 
trabajos  y  enfermedades  de  las  hermanas,  aunque  sean  pequeños;  que 
algunas  uezes  acaeze  dar  vna  cosa  muy  libiana  tan  gran  pena  como 
a  otra  daría  vn  gran  trauajo,  y  a  personas  que  tienen  de  natural 
apretarles  mucho  pocas  cosas.  Si  vos  le  tenéis  a  el  contrario,  no  dexéis 
de  compadezeros,  y  por  ventura  quiere  nuestro  señor  reseruarnos  de 
essas  penas  y  las  tememos  en  otras  cosas,  y  las  que  para  nosotras 
son  granes,  aunque  de  suyo  lo  sean,  para  las  otras  serán  leues.  ñnsí 
que  en  estas  cosas  no  juzguemos  por  nosotras,  ni  nos  consideremos 
en  el  tiempo  que,  por  uentura  sin  trauajo  nuestro,  el  señor  nos  ha 
hecho  más  fuertes,  sino  considerémonos  en  el  tiempo  que  hemos  es- 
tado más  flacas.  Mirad  que  importa  este  auisso  para  sabernos  con- 
doler de  los  trauajos  de  los  próximos,  por  pequeños  que  sean,  en 
special  a  Las  almas  que  quedan  dichas,  que  ya  éstas,  como  desean 
los  trauajos,  todo  se  les  hasze  poco,  y  es  muy  nescesario  traher 
cuidado  de  mirarse  quando  era  flaca,  y  ver  que  si  no  lo  es,  no  biene 
della;  porque  podría  por  aquí  el  demonio  yr  enfriando  la  charidad 
con  los  próximos  y  hazernos  entender  que  es  perfcctión  lo  que  es 
falta.  En  todo  es  menester  cuidado  y  andar  despiertas,  pues  él  no 
duerme,  y   en  los  que  van  en  mayor  perfcctión,  más;    porque  son  muy 


1  Jesús. 

2  Jinsí,  decía  aquí  la  copia,    que  la   Santa   borra   para  escribir  en  su  lugar  por  esto,  que 
también  borra. 

3  Borrado:  Y  no  trayendo  quenta  si  siruen  a  dios  o  no,  porque  sólo  consigo  mismos  la 
tienen,  con. 

4  Borrando  hacer  esto,  lo  sustituije  la  Santa  por  el  verbo  descuidar. 


CAPITULO     VII  381 

más  desimuladas  las  tentaciones,  que  no  se  atreue  a  otra  cosa,  y  no 
paresze  que  se  entiende  el  daño  liasta  que  está  iiecho,  si,  como  digo, 
no  se  trahe  cuydado.  En  fin,  es  menester  siempre  vellar  y  orar,  por- 
que no  ay  mejor  remedio  para  descubrir  las  cosas  occultas  del  demo- 
nio, y  hazerle  dar  señal  con  la  oratión. 

Procurar  tanbién  holgaros  con  las  hermanas  quando  tienen  rre- 
creaíjión,  con  inescesidad  de  ellai,  y  el  rrato  que  es  de  costumbre,  aun- 
que no  sea  a  vuestro  gusto,  porque  yendo  con  consideración,  todo 
es  amor.  Ansí  que  es  muy  bien  que  las  vnas  se  apiaden  de  las  pesce- 
sidades  de  las  otras,  y  miren  no  sea  con  falta  de  discreción  en  cosas 
que  sea  contra  la  obediencia.  lAunque  le  parezca  áspero  dentro  en  sí 
lo  que  mandare  la  perlada,  no  le  muestre  ni  de  a  entender  a  nadie, 
si  no  fuere  a  la  misma  priora  con  humildad,  que  haréis  mucho  daño; 
y  sabe  entender  quáles  son  las  cosas  que  se  han  de  sentir  y  apiadar  ide 
las  hermanas,  y  siempre  sientan  mucho  qualquiera  falta,  si  es  notoria,  que 
vea  en  la  hermana,  Y  aquí  se  muestra  y  exercita  bien  el  amor  en 
sabérsela  sufrir  y  no  se  ispantar  della,  que  así  harán  las  otras  de  las 
que  vos  tubiéredes,  que  aun  de  las  que  no  entendéis  de  vos,  deben 
ser  muchas  más,  y  encomendarla  mucho  a  dios,  y  procurad  hazer  vos 
con  gran  perfectión  la  virtud  contraria  de  la  falta  que  os  pareze 
que  ay  en  la  otra;  y  esforcaos  a  esto  mucho  para  que  por  obra 
enseñéis  a  aquélla,  lo  que  por  palabra  por  ventura  no  entendiera,  ni 
le   aprouechara   castigo. 

Y  esto  de  hazer  vna  lo  que  ve  rresplande^er  de  uirtud  en  la  otra, 
pégase  mucho.  Este  es  un  buen  auiso;  no  se  oluide.  ¡O  qué  bueno 
y  verdadero  amor  será  el  de  la  hermana  que  puede  aprouechar  a 
todas!  Dexado  lo  que  ella  gana  (1), mejor  amistad  será  y  muy  adelante 
en  todas  las  uirtudes  y  guardar  con  gran  perfectión  la  rregla,  que 
todas  las  ternuras  que  se  puedan  degir,  porque  éstas  no  se  vsan,  ni 
se  han  de  vsar  en  esta  casa,  tal  como  «mi  vida»,  «mi  alma»,  y  ptras 
cosas  semejantes.  Estas  palabras  regaladas  déxenlas  para  su  esposo, 
pues  tanto  han  de  estar  con  él  y  tan  a  solas,  que  de  todo  se  ha 
menester  aprouechar,  pues  su  magestad  lo  sufre,  y  muy  vsadas  acá 
con  las  criaturas,  no  enternecen  tanto  con  el  señor;  y  sin  esto  no 
ay  para  qué.  Que  es  muy  de  mugeres,  y  no  querría  yo,  hijas  mías, 
lo  fuéssedes  en  nada,  sino  que  paresgiéssedes  varones;  que  si  ellas 
hazen  lo  que  es  en  sí,  el  señor  las  hará  tan  varoniles  que  span- 
ten  a  los  hombres.  ¡Y  qué  fácil  es  a  su  magestad,  pues  nos  hizo  de 
nada! 

Es  tanbién  muy  buena  muestra  de  amor  quitarlas  de  trauajo  y 
tomarle  ella  para  sí  en  los  officios  de  casa,  y  tanbién  de  holgarse 
mucho  y  alabar  a  el  señor  de  el  acrecentamiento  que  diere  a  sus 
virtudes.  Todas  estas  cosas,  dexado  el  gran  bien  que  trahen  consigo, 
ayudan  mucho  a  la  paz  y  conformidad  de  vnas  con  otras,  como  agora 
lo  vemos  por  experiencia,  por  la  bondad  de  dios.  Plega  a  su  ma- 
gestad lo  lleue  siempre  adelante,  porque  sería  cosa  terrible  ser  a  el 
contrario,   y   muy    rrecio   de  sufrir  ser  pocas   y   mal   auenidas. 


1      Borrado:  por  provecho  de  las  ottas. 


382  CAMINO      DE     PERFECCIÓN 

Si  por  dicha  alguna  palabrilla  se  atrauesare,  rremédiese  luego  y 
hagan  grande  oración;  en  qualquiera  destas  cosas  que  dure,  o  ban- 
dillos,  o  deseo  de  ser  imás,  o  vn  puntillo  de  honrra  (que  pareze  que 
se  me  yela  la  sangre  guando  esto  digo  y  escriuo,  pensando  que  puede 
venir  a  ser  len  algún  tiempo,  porque  veo  que  es  el  principal  mal  de  los 
monesterios),  quando  esto  vieren,  piensen  que  van  perdidas,  y  teman- 
si  (1)  «han  echado  a  su  esposo  de  casa,  clamen  a  su  magestad,  pro- 
curen remedio,  porque  si  no  se  pone  al  principio,  será  dificultoso  de 
quitar.  Mire  mucho  la  priora,  por  amor  de  Dios,  no  dé  lugar  a  esto, 
atajando  los  principios,  como  he  dicho,  que  aquí  está  todo  el  daño, 
o  remedio.  Y  la  que  entendiere  que  lo  alborota,  dele  penitencias  hasta 
que  se  enmiende.  Y  otras  vezes  con  amar  y  buenas  persuasiones.  Echen 
de  sí  esta  pestilencia,  corten  como  pudieren  las  ramas,  y  si  no  bas- 
tare, arranquen  la  raíz.  Y  quando  no  pudieren  con  esto,  no  salga  de 
vna  cárcel  quien  destas  cosas  tratare,  que  mucho  más  vale,  antes  que 
pegue  a  todas  tan  incurable  pestilencia.  ¡O  que  es  gran  mal!  Dios 
nos  libre  de  monesterio  donde  entra.  Y  porque  en  otra  parte  creo 
que  diré  algo  más  desto,  no  me  alargo  aquí  más.  Suplico  a  nuestro 
señor,  y  pídanselo  mucho,  hermanas,  que  nos  libre  de  esta  inquie- 
tud, que  de  su  manof  a  de  venir». 


1  Creara  que,  borra  la  Santa.  Aquí  falta  una  hoja  en  la  copia  que  comprendía  lo  restante 
de  este  capítulo,  todo  el  octavo  y  el  título  del  siguiente.  Lo  suplimos,  tomándolo  del  Camino  de 
Perfección,  publicado  en  Evora,  que,  según  se  ha  dicho,  se  hizo  por  este  códice.  La  pagina- 
ción de  la  copia  no  echa  de  menos  esta  hoja,  lo  que  da  a  entender  que  es  posterior  a  su  des- 
aparición. Tal  vez  se  perdiese  al  devolver  el  manuscrito,  impresa  ya  la  obra. 


CAPITULO    VIII 


DEL  GRAN  BIEN  QUE  ES  DESASIRSE   DE  TODO   LO  CRMDO,  QUE  NOS  PUEDE 
DAÑAR  INTERIOR  Y  EXTERIORMENTE  (1), 


Vengamos  agora  al  desasimiento  que  hemos  de  tener,  que  en  esto 
está  el  todo,  si  va  con  perfeción,  digo  que  aquí  está  el  todo,  porque 
abracándonos  con  solo  el  criador,  y  no  se  nos  dando  nada  por  todo 
lo  criado,  su  magestad  infunde  las  virtudes  de  manera,  que  traba- 
jando nosotras  poco  a  poco  lo  que  es  en  nosotras,  no  tememos  mucho 
más  que  pelear;  porque  el  señor  toma  la  mano  contra  los  demonios, 
y  contra  todo  el  mundo  en  nuestra  defensa.  ¿Pensáis,  hermanas,  que 
es  poco  bien  procurar  ,este  bien  de  darnos  todas  al  todo,  sin  hazer- 
nos  partes?  Y  pues  len  él  están  todos  los  bienes,  como  digo,  alabémos- 
le mucho  que  nos  juntó  aquí,  adonde  no  se  trata  otra  cosa  sino  desto, 
y  ansí  no  sé  para  qué  lo  digo,  pue[s]  todas  las  que  aquí  estáis  me 
podéis  ensenar  a  mí;  que  confiesso  en  este  caso  tan  importante  no 
tener  la  perfeción  como  la  desseo  y  entiendo  que  conuiene;  porque 
es  más  fácil  de  escriuir  que  de  obrar,  y  aun  a  esto  no  atinaré,  porque 
algunas  vezes  consiste  en  experiencia  el  saberlo  dezir,  y  ansí  sí  en 
algo  acierto,  deuo  de  atinar  por  el  contrario  de  estas  virtudes  que  he 
tenido.  Quanto  a  lo  exterior,  ya  sabéis  quán  apartadas  estamos  aquí 
de  todo. 

¡O  hermanas!,  entended,  por  amor  de  Dios,  la  gran  merced  que  el 
señor  a  hecho  a  las  que  traxo  aquí,  g  cada  vna  lo  piense  bien  en 
sí,  pues  en  solas  doze  quiso  su  magestad  que  fuéssedes  vna,  y  dexó  a 
otras  mejores  que  sé  yo  tomaran  este  lugar  de  buena  gana:  diómele 
el  señor  a  mí  mereciéndole  tan  mal.  Bendito  seáis  vos  mi  Dios,  y 
alábeos  todo  lo  criado,  que  aquesta  merced  tan  poco  se  puede  seruir 
como  otras  que  me  auéis  hecho,  porque  darme  este  estado  de  monja 
fué  grandíssima;  y  como  yo  he  sido  tan  ruin,  no  os  fiastes,  señor,  de 
mí,  porque  adonde  auía  muchas  buenas  juntas,  no  se  echara  de  ver  mi 
ruindad,  hasta  que  se  me  acaba[ra]  la  vida.  Mas  vos,  señor,  truxísstes- 
me  adonde  por  ser  tan  pocas,  parece  impossible  dexarse  de  entender,  y 
porque  ande  con  más  cuidado,  quitáisme  todas  las  ocasiones.  Ya  no 
ay  desculpa  para  mí,  señor,  yo  lo  confieso,  y  ansí  es  más  menester 
vuestra  misericordia,   para   que  perdonéis  la   culpa  que  tuuiere.  Lo  que 


1      Dicho  queda  en  la  nota  anterior  que  este  capítulo  se  toma   de   la   edición  de  Evora,  sin 
conegit  más  que  la  puntuación. 


38^1  CHMINO     DE     PERFECCIÓN 

mucho  os  pido,  hermanas  mías,  es  que  la  que  viere  en  sí  que  no  es 
para  lleuar  lo  que  aquí  se  acostumbra,  lo  diga  antes  que  professe;  otros 
monesterios  ay  adonde  también  se  sirue  al  señor,  no  turben  estas  po- 
quitas, que  aquí  su  magestad  a  juntado.  En  otras  partes  ay  liber- 
tad para  consolarse  con  deudos,  aquí,  si  algunos  se  admiten,  es  para 
consuelo  dellos  mismos.  La  monja  que  desscare  mucho  ver  deudos 
para  su  consuelo,  si  no  son  espirituales,  téngase  por  imperfecta;  crea 
que  no  está  desasida,  |no  está  sana,  no  terna  libertad  de  espíritu,  no 
terna  entera  paz,  menester  ha  médico.  Y  digo  que  si  no  se  le  quita  y 
sana,    que   no   crescerá  mucho   su   espíritu. 

El  remedio  que  veo  mejor,  es  no  los  ver  hasta  que  se  vea  libre, 
y  lo  alcance  del  iseñor  con  mucha  oración;  quando  se  vean  de  manera 
que  lo  tomen  por  cruz,  véalo  enhorabuena,  que  entonces  a  ellos  les 
hará  prouechoi,  y   a  Isí  no  daño. 


CAPITULO  IX 


QUE  TRATA  DEL  GRÜN  BIEN  QUE  HAY  EN  QUE  AQUELLOS  QUE  HAN  DEXADO  EL 
MUNDO  HUIGAN  (1)  LOS  DEUDOS,  Y  QUAN  MAS  VERDADEROS  AMIGOS  HALLAN. 


¡O,  si  entendiésemos  las  religiosas  el  daño  que  nos  viene  en  tra- 
tar mucho  con  deudos,  cómo  huiríamos  dellos!  Yo  no  entiendo  qué 
consolación  es  ésta  que  dan  (2),  nt  descanso.  Que  de  sus  recreacio- 
nes no  podemos,  ni  es  lígito  gogar  y  sentir  sus  trauajos  sí,  que 
ninguno  dexan  de  llorar,  ¡y  algunas  vezes  más  que  los  mismos.  De 
manera  (3)  que  si  algún  regalo  hazen  a  el  cuerpo  (^),  lo  paga  bien 
el  spíritu.  De  esto  estáis  aquí  bien  quitadas,  que  como  todo  es  en  co- 
mún, y  ninguna  puede  tener  regalo  particular,  ansí  la  limosna  que 
las  haszen,  es  general,  y  queda  libre  de  contentarlos  por  esto,  que  ya 
sabe    que   el   señor   las   ha    de   probeer    por   junto. 

Espantada  estoy  del  daño  que  haze  tratarlos;  no  creo  que  lo 
creerá  sino  quien  lo  tubiere  por  experiencia.  Y  qué  oluidada  que  está 
esta  perfectión  en  las  religiones;  |no  sé  yo  qué  es  lo  que  dexamos 
del  mundo  las  que  dezimos  que  lo  dexamos  todo  por  dios,  si  no 
nos  apartamos  de  lo  ¡principal,  que  son  los  parientes.  Viene  ya  la  cosa 
a  estado,  que  tienen  por  falta  de  uirtud  no  querer  tratar  mucho  (5), 
y   como   que   lo   dizen   ellos   y    alegan   sus   rabones. 

Mas  en  esta  casa,  hijas,  solamente  hemos  de  tener  cuidado  dellos 
para  encomendarlos  a  Dios.  En  lo  demás,  apartallos  de  la  memoria 
lo  más  que  pudiéremos,  porque  es  cosa  natural  nuestra  voluntad  as- 
sirse  a  ellos  más  que  a  otras  personas.  Yo  he  sido  querida  mucho 
de  ellos,  a  }o  que  idegían,  y  yo  los  quería  tanto,  que  no  los  dexaua 
oluidar;  y  tengo  por  experiencia  en  mí  y  en  otras,  que  dexados  pa- 
dres (que  por  marauilla  dexan  de  hacer  por  los  hijos,  y  es  rracón  con 
ellos  cuando  tubieren  nescessidad  de  consuelo  (6),  no  seamos  extrañas, 
que  con  desasimiento  se  puede  hazer,  y  con  hermanos  tanbiéti)  (7) ;  en  los 


1  Este  título,  como  es  dicho,  comprendía  también  la  hoja  que  falta  a  la  copia  de  Toledo. 
Le  tomamos  de  la  edición  de  Evoia.  En  cuanto  a  la  palabra  huigan  (huyan),  hemos  visto  que 
también  el  códice  Toledano  la  emplea  alguna  vez,  v.  gr.,  en  el  cap.  XIII,  línea  6,  pág.  395. 

2  La  Santa  borra  una  línea  de  la  copia,  que  dice:  Han  deseado  lo  que  toca  a  Dios,  sino 
pata  sólo  nuestro  sosiego  y. 

3  Borrando  a  osadas,  escribió  la  Santa  en  su  lugar  de  manera. 

4  Borrado:  que. 

5  Borrado:  Los  religiosos  a  sus  deudos. 

6  Borrado:  Sí  viéremos  que  nos  hasce  daño  a  lo  principal.  El  autógrafo  trae  así  esta 
frase:  «si  viéremos  que  no  nos  hace...» 

7  Es  dudoso  si  puso  la  Santa  esta  palabra. 

III  25* 


386  CflMraO    DE    PERFECaON 

demás,  aunque  me  he  uisto  en  trauajos,  mis  deudos  han  sido  los  que 
menos  me  han  ayudado  en  ellos.  Creed,  hermanas,  que  siruiendo  vosotras, 
a  dios  como  debéis,  que  ,no  hallaréis  mejores  deudos  que  los  sieruos 
suyos  que  su  mayestad  os  enbiare;  yo  sé  que  es  ansí,  como  juéredes 
entendiendo  (1)  que  en  hazer  otra  cosa  desgustays  a  el  verdadero  amigo 
y  sposo  vuestro,  creed  que  -muy  en  breue  ganaréis  esta  libertad,  y- 
de  los  que  por  ¡sólo  él  os  quisieren,  podéis  fiar  más  que  de  todos 
vuestros  deudos,  y  que  no  os  faltarán,  y  en  quien  no  pensáis,  halla- 
réis padres  y  hermanos.  Porque  como  éstos  pretenden  la  paga  de 
dios,  hazen  por  nosotras;  mas  los  que  la  pretenden  de  nosotras,  como 
nos  ben  pobríes  y  que  ¡en  nada  les  podemos  aprobechar,  cánsanse  presto. 
Y  aunque  esto  no  sea  igeneralmente,  es  lo  más  vsado  en  el  mundo; 
porque,  en  fin,  es  mundo.  .Quien  os  dixere  otra  cosa,  y  que  es  virtud 
hazerla,  no  los  creáis,  que  si  dixese  todo  el  daño  que  trae  consigno, 
me  había  de  alargar  mucho; j  y  por  que  otros,  que  saben  lo  que  dizen 
mejor,  han  escripto  en  esto,  baste  lo  dicho.  (2)  Que  pues  con  ser  tan 
imperfecta  lo  he  entendido  tanto,  ¿qué  harán  los  que  son  perfectos? 
Todo  este  decirnos  que  nos  apartemos  del  mundo  que  nos  acon- 
sejan los  santos,  claro  está  que  es  bueno;  pues  creed  que  lo  que  más 
se  pega  del  son  los  deudos,  y  lo  que  más  malo  es  de  desapegar. 
Por  esso  hazen  bien  los  que  huyen  de  sus  tierras,  si  les  vale,  digo, 
que  no  creo  que  va  (en  huir  el  cuerpo;  si  no  es  que  determinadamente 
se  abrace  el  alma  con  |el  buen  jhus,  señor  nuestro,  que  como  allí  lo 
halla  todo,  oluida  todo  lo  que  acá  tenía;  aunque  ayuda  es  muy  grande 
apartarnos  hasta  que  ya  tengamos  cognospida  esta  uerdad,  que  des- 
pués podrá  ser  que  quiera  el  señor,  por  darnos  cruz  en  lo  que  so- 
líamos   tener   gusto,    que   tractemos   con   ellos. 


1  La   copia  trae   así   esta   frase   que   la    Santa  modifica:  y  puestas  en  esto,  como  lo  vais 
entendiendo. 

2  Borrado:  Daréceme. 


CñPITULO   X 


DE      COMO      NO      BASTA      DESASIRSE      DE      LO      DICHO      SI     NO      NOS      DESASIMOS       DE 
NOSOTRAS     MISMAS,     Y     COMO     ESTA     VIRTUD     ESTA     JUNTA     CON     LA     HUMILDAD. 


Desasiéndonos  del  mundo,  y  deudos,  g  encerradas  aquí  con  las 
condiciones  que  están  dichas,  ya  pareze  que  lo  tenemos  todo  hecho 
y  que  no  ay  ya  que  pelear  con  alguno.  ¡O  hermanas  mías!  no  os 
asseguréis  y  os  hechéis  .a  dormir,  que  será  como  el  que  se  acuesta 
muy  sosegado,  habiendo  muy  bien  cerrada  sus  puertas  por  miedo  de 
ladrones,  y  se  los  dexa  en  casa.  Ya  sabéis  que  no  hay  peor  ladrón  para 
la  perfectión  del  alma  que  el  amor  de  nosotras  mismas,  porque  si  cada 
una  no  anda  con  gran  cuidado,  y,  como  en  negocio  más  importante 
que  todos,  no  se  mira  mucho  en  andar  contradiciendo  su  voluntad,  ay 
muchas  cosas  para  quitar  esta  santa  libertad  de  spíritu,  con  la  cual 
podía  bolar  a  su  haszedor  sin  yr  cargada  de  tierra  y   de  plomo. 

Gran  remedio  es  para  esto  traher  muy  contino  en  el  pensamiento 
la  vanidad  que  todo  ¡es  y  quán  presto  se  acava,  para  quitar  las  affi- 
ciones  de  las  cosas  que  |Son  tan  baladígs,  y  ponerlas  en  las  que  nunca 
se  han  de  acauar.  Que  aunque  parece  ñaco  medio,  viene  a  fortalezer 
mucho  a  el  alma;  y  en  las  muy  pequeñas  cosas  traher  gran  cuidado. 
En  afficionándonos  vn  poco  a  alguna,  procurar  apartar  el  pensamien- 
to della  y  voluerle  a  Dios,  y  su  magestad  ayuda.  Y  hanos  hecho  gran 
merced,  que  en  esta  casa  lo  más  está  hecho  (1);  puesto  que  este  apar- 
tarnos de  nosotras,  y  ser  contra,  nosotras,  es  re^ia  cosa,  porque  estamos 
muy   juntas   y    nos   amamos   mucho. 

flquí  puede  entrar  la  verdadera  humildad,  porque  esta  virtud  y 
y  estotra  parézeme  que  andan  juntas;  son  dos  hermanas  que  no  hay 
para  qué  apartarlas.  No  son  éstos  los  deudos  de  quien  yo  auiso  que 
se  aparten,  sino  que  ,los  abra<;«n,  y  los  amen  y  nunca  se  bean  sin 
ellos.  ¡O  soberanas  virtudes,  señoras  de  todo  lo  criado,  emperadoras  del 
mundo,  libradoras  de  todos  los  lazos  que  pone  el  demonio,  y  tan 
amadas  de  nuestro  señor  Jhuxpo!  (2).  Quien  las  tubiere,  bien  puede  salir 
a  pelear  con  todo  el  infierno  junto,  y  contra  todo  el  mundo  y  sus 
ocasiones.  No  aya  miedo  de  padie,  que  suyo  es  el  reyno  de  los  gielos; 
no  tiene  a  quien  temer,  porque  nada  se  le  da  de  perderlo  todo,  ni  lo 


1  Véase  la  nota  primeía  de  la  página  52. 

2  Jesucristo. 


388  CAMINO     DE     PERFECaON 

tiGiie  por  pérdida;   sólo  teme  descontentar  a  su  dios,  y  suplícale  que 
le  sustente  en  estas  virtudes,  porque  no  las  pierda  por  su  culpa. 

Verdad  es  que  aquestas  virtudes  tienen  tal  propiedad,  que  se  scon- 
den  de  quien  las  possee  de  manera,  que  nunca  las  ve  ni  acaba  de 
creer  que  tiene  alguna,  aunque  se  lo  digan;  mas  tiénelas  en  tanto, 
que  siempre  anda  procurando  tenellas,  g  valas  perficionando  en  sí; 
aunque  bien  se  señalan  los  que  las  tienen,  luego  se  da  a  entender 
a  los  que  los  tratan  sin  querer  ellos.  Mas  qué  desatino  ponerme  yo  a 
loar  mortificación  y  humildad  estando  tan  loadas  del  rey  de  la  gloria 
y  tan  confirmadas  con  sus  trauajos.  Pues,  hijas  mías,  aquí  es  el 
trauajar  por  salir  de  tierra  de  Egito,  porque,  en  hallándolas,  hallaréis 
el  maná;  todas  las  cosas  os  sabrán  bien;  por  mal  sabor  que  al  gusto 
de   los   del  mundo   tengan,  se   os  harán   dulzes. 

ñora,  pues,  lo  primero  que  hemos  de  procurar  es  quitar  de  nos- 
otras el  amor  deste  cuerpo,  que  somos  algunas  de  nuestro  natural  tan 
regaladas,  que  no  ay  poco  que  hazer  aquí;  y  tan  amigas  de  nues- 
tra salud,  que  es  ¡casa  para  alabar  a  Dios  la  guerra  que  da,  a  mon- 
jas en  special,  y  aun  a  los  que  no  lo  son.  Mas  algunas  monjas  no 
pareze  que  venimos  a  otra  icosa  sino  a  procurar  no  morirnos;  cada 
una  lo  procura  como  puede.  ¡Aunque,  a  la  verdad,  poco  lugar  ay  deso 
en  esta  casa  con  la  obra,  mas  no  querría  yo  que  hubiesse  el  deseo. 
Determinaos,  hermanas,  que  venís  a  morir  por  xpo.  (1)  y  no  a  regalaros 
por  xpo.,  que  esto  pone  el  demonio  ser  menester  para  lleuar  y  guardar  la 
orden;  y  tanto,  enorabuena,  se  quiere  guardar  la  orden  con  procurar 
la  salud,  para  guardarla  y  conseruarla,  que  se  mueren  sin  guardarla 
enteramente  un  mes,  ni  por  ventura  un  día.  Pues  no  sé  yo  a  que 
heñimos,  qae  cierto  é  no  (2)  nos  falta  discreción  para  este  caso,  por 
marauilla,  que  luego  temen  los  confesores  que  nos  hemos  de  matar 
con  peniteníias,  y  es  tan  aborres9ida  de  nosotras  esta  falta  de  dis- 
creción, que  ansí  lo  hiziéssemos  todo.  Las  que  lo  hizieren  a  el  con- 
trario, sé  que  no  se  les  dará  nada  de  que  diga  esto,  ni  a  !mí  de 
que  digan  que  juzgo  por  mí,  que  dizen  verdad.  Tengo  para  mí,  que 
ansí  quiere  el  señor  que  ¡seamos  más  enfermas;  a  lo  menos  a  mí 
hízome  el  señor  gran  misericordia  len  serlo,  porque  como  me  había 
de  regalar  ansí  como  ansí,  quiso  que  fuesse  con  causa.  Pues  es 
cosa  dañosa  (3)  las  que  andan  con  este  tormento,  que  ellas  mismas 
se  dan;  algunas  vezes  les  ida  vn  deseo  de  hazer  penitencias  sin  ca- 
mino ni  concierto  que  duran  dos  días,  a  manera  de  dezir;  y  después 
póneles  el  demonio  en  la  ymagina^ión  que  las  hizo  daño,  y  házelas 
temer  de  la  penitencia  y  jno  osar  después  cumplir  lo  que  manda  la 
orden,  que  ya  lo  prouaron.  No  guardamos  vnas  cosas  muy  baxas  de 
la  rregla,  comió  es  el  silencio  que  no  nos  ha  de  hazer  mal,  y  no  nos 
ha  dolido  la  cabeza,  cuando  ¡dexamos  de  ijr  a  el  coro,  que  tampoco  nos 
mata,  ¡y  queremos  inbcntar  penitencias  de  nuestra  cabeza  para  que  no 
podamos   hazer  lo  uno  ni  lo   otro!    Y,   a  las  vezes,  espoco'      el  mal. 


1  Cristo. 

2  Borrado  por  la  Santa:  no  ayan  miedo  que. 

3  Donosa,  dice  aquí  el  autógrafo  de  Valladolid. 


CAPITULO    X  389 

y  nos  parece  que  no  estamos  obligadas  a  (1)  nada,  que  con  pedir 
li^.engia   a   la   perlada    (2)    cumplimos. 

Dyréis  que  por  qué  la  da  la  priora,  fl  saber  lo  interior,  por  ven- 
tura no  lo  haría;  mas  como  le  hazéis  información  de  nescesidad  y  mo 
falta  vn  médico  que  ayuda  por  la  misma  que  vos  le  hazéis,  y  vn 
amiga  o  parienta  que  llore  a  el  lado,  ¿qué  ha  de  hazer?  Queda  con 
scrúpulo  si  falta  en  la  charidad;  y  ansí  quiere  más  que  faltéis  vos 
que  no  ella. 

Estas  son  cosas  que  puede  ser  que  passen  alguna  vez,  y  porque 
os  guardéis  dellas,  las  pongo  aquí;  porque  si  el  demonio  nos  co- 
mienza a  amedrentar  con  que  nos  faltará  la  salud,  nunca  haremos 
nada.   El   señor  mos  dé   luz   para  accertar  en  todo.   ñmen. 


1  Borrado:  hacer. 

2  Sustituyen  estas  palabras  de  la  Santa  a  cumplir  con  la  obedienfia,  que  borra. 


CAPITULO   XI 


PROSIGUE    EN    Lfl    MORTIFICñgiON,    Y    DIZE    (1)    Lñ    QUE    SE    Hfl    DE    ADQUIRIR    EN    LñS 
ENFERMEDADES. 


Cosa  imperfecta  rae  paresze,  hermanas  mías,  quexarnos  siempre 
de  libianos  males;  si  podéis  sufrirlo,  no  lo  hagáis.  Quando  el  mal 
es  graue,  él  mismo  se  ¡quexa:  es  otro  quexido  y  luego  se  pareze.  Mira 
que  sois  pocas,  y  si  vna  tiene  esta  costumbre,  es  para  traher  fatigadas 
a  todas,  si  os  tenéis  amor  y  ay  caridad  (2) :  sino  que  la  que  estubiere  en- 
ferma de  veras,  lo  diga  y  tome  lo  nesccsario;  que  si  perdéis  el  amor 
propio,  sentiréis  tanto  qualquier  regalo,  que  no  (3)  le  tomaréys  sin  nes- 
eesidad,  no  os  q\XQ.xaréys  (4)  sin  causa;  cuando  lo  haya,  sería  muy  bueno 
dezirlo,  y  mejor  mucho  que  tomar  el  regalo  sin  ella,  y  muy  malo 
si  no  os  apiadasen. 

Mas  de  esso  (5),  adonde  hay  charidad  y  tan  pocas  (6),  nunca  faltará 
cuydado  de  curaros.  Mas  oluidaos  de  quexaros  de  flaquezas  y  maleci- 
llos  de  mugeres,  que  algunas  vezes  pone  el  demonio  la  imaginapión 
de  essos  dolores,  y  quitanse  y  pónense.  Si  no  se  pierde  la  costumbre 
de  dezirlo  y  quexaros  de  todo,  si  no  fuere  a  Dios,  nunca  acabaréis. 
Porque  este  cuerpo  tiene  una  falta,  que  mientras  más  le  regalan,  más 
males  y  nescesidades  descubre;  es  cosa  extraña  io  que  quiere  ser  re- 
galado, y  como  tiene  aquí  algún  buen  color,  por  poca  que  sea  la 
nescesidad,  engaña  a  la  pobre  del  alma  para  que  no  medre.  Acor- 
daos qué  de  pobres  enfermos  habrá  que  no  tengan  a  quien  se  quexar; 
pues  pobres  y  rregaladas  no  lleua  camino.  Acordaos  también  de  mu- 
chas casadas;  yo  sé  que  las  ay,  y  personas  de  suerte,  que  con  gra- 
nes males,  por  no  dar  enfado  a  sus  maridos,  no  se  osan  quexar;  y  ¡aun 
con  grandes  trabajos.  Pues,  ¡pecadora  de  mí!;  sí  (7),  que  no  venimos 
aquí  a  ser  más  regaladas  que  ellas.  ¡Oh  que  estáis  libres  de  grandes 
trauajos  del  mundo,  sabed  sufrir  vn  poquito  por  amor  de  dios,  sin 
que  lo  sepan   todos!    Pues  vna   muger  mal  casada  no  lo  dize,  ni  se 


1 

Sonado:  qué  sea. 

2 

Borra  la  Santa:  y  charidad. 

3 

Borrado:  ayáis  miedo  que. 

4 

Quexéis,  escribió  el  copista. 

5 

Borrado:  a  buen  seguro  que. 

6 

Borrado:  que. 

7 

Se,  escribió  el  copista,  u  alguien  enmendó  la  palabra. 

'  CAPITULO     XI  391 

queja  (1),  ni  descansa  con  nadie  por  mucha  mala  ventura  que  pasa  por- 
que no  lo  sepa  su  ¡marido,  ¿y  no  pasaremos  algo  nosotras,  entre  dios 
ü  nosotras,  de  los  males  que  nos  da  por  nuestros  pecados?  Quánto 
más,    que   es   nonada   lo   que   se   aplaca   el   mal. 

En  todo  esto  que  he  dicho,  no  trato  de  males  recios,  como  quan- 
do  ay  calentura  recia,  aunque  pido  que  aya  siempre  moderación  y 
sufrimiento,  sino  tracto  de  unos  malecillos  que  se  pueden  pasar  en  pie. 
Mas  ¿qué  fuera  si  éste  se  hubiera  de  ver  fuera  desta  casa?  ¿qué  dixe- 
ran  todas  las  monjas  de  ijní?  ¡Y  qué  de  buena  gana,  si  alguna  se 
emendara,  lo  sufriera  yo!  Porque  por  vna  que  aya  desta  suerte,  biene 
la  cosa  a  téiininos,  que,  por  la  mayor  parte,  no  creen  a  ninguna,  por 
graues  males  que  tenga.  Acordémonos  de  nuestros  santos  padres  pa- 
sados, hermitaños,  cuya  vida  procuramos  imitar  (2);  qué  pasarían  de 
dolores,  y  qué  a  solas,  como  son  hanbre,  sed,  fríos,  sol  y  calor,  sin 
tener  a  quien  se  quexar  sino  a  Dios.  ¿Pensáis  que  eran  de  hierro? 
Pues  tan  delicados  eran  como  nosotras.  Y  creed,  hijas,  que  en  comen- 
tando a  vencer  estos  corpezuelos,  no  nos  cansan  tanto.  Hartas  habrá 
que  miren  lo  que  avéys  (3)  menester;  descuidaos  de  vosotras,  si  no 
fuere  en  nescesidad  cognoscida.  Si  no  nos  determinamos  a  tragar  de  vna 
vez  la  muerte  y  la  falta  de  salud,  nunca  haremos  nada.  Procura  de 
no  temerla  y  dexaros  toda  en  dios,  venga  lo  que  viniere.  ¿Qué  va  en 
que  muramos?  De  quantas  vezes  jios  ha  burlado  el  cuerpo,  ¿no  burla- 
ríamos alguna  vez  del?  Y  creed  que  aquesta  determinación  importa 
más  que  podemos  entender;  porque  de  muchas  ueces  que  poco  a  poco 
la  vamos  hasziendo,  con  el  fabor  de  dios,  quedaremos  señoras  del. 
Pues  ven9er  vn  tal  enemigo,  es  gran  negocio  para  pasar  en  la  vatalla 
de  esta  vida.  Hágualo  el  señor  como  puede.  Bien  creo  que  no  en- 
tiende la  ganancia  sino  quien  ya  goza  de  la  victoria,  que  es  tan 
grande,  a  lo  que  creo,  que  nadie  sentiría  pasar  trauajo  con  (4)  este 
sosiego  y  señorío. 


1  Quexa.,  escribió  el  copista  y  un  corrector  cambió  la  x  en  j. 

2  Euitar,  decía  la  copia,  y  Jerónima  del  Espíritu  Santo,  a  lo  que  creo,  escribió  entre  líneas 
imitar,  conforme  al  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Borrado:  es. 

4  Borrado:  en. 


CñPITULO   XII 


DE     COMO    Hfl     DE    TENER     EN    POCO    LA    VIDA    Y    HONRRA     EL    VERDADERO    AMADOR 
DE     DIOS. 


Vamos  a  otras  cosas,  que  también  importan  mucho,  aunque  pa- 
rez€n  menudas.  Trabajo  grande  pareze  todo,  y  con  rrazón,  porque  es 
guerra  contra  nosotras  mismas;  mas  comenzándose  a  obrar,  obra  Dios 
tanto  en  el  alma  y  házela  tantas  mercedes,  que  todo  quanto  se  puede 
hazer  en  lesta  vida  le  pareze  poco.  Y  pues  las  monjas  hazemos  lo  más, 
que  es  dar  la  libertad  por  amor  de  Dios,  poniéndola  en  poder  de 
otro,  y  (pasar  tantos  trauajos,  ayunos,  silencio,  encerramiento,  seruir  a 
el  choro,  que  por  mucho  que  nos  queramos  escusar  (í),  es  alguna  vez  (2). 
Pues  ¿por  qué  nos  hemos  de  detener  en  mortificar  lo  interior,  pues 
que  en  esto  está  el  todo,  todo,  an  estotro,  es  muy  meritorio  y  per- 
fecto, digo  el  todo,  para  (3)  obrar  con  gran  suauidad  y  descanso?  Esto 
se  ha  de  adquirir  con  yr  poco  a  poco,  como  he  dicho,  no  haziendo 
nuestra  voluntad  y  appetito,  aun  en  cosas  menudas,  hasta  acabar  de 
rendir    el    cuerpo    a    el    spíritu. 

Torno  a  dezir,  que  está  lel  todo  o  gran  parte  en  perder  el  cui- 
dado de  nosotras  mismas  y  de  nuestro  regalo,  porque  quien  de  veras 
comienza  a  seruir  a  el  Iseñor,  lo  menos  que  le  puede  offreger  es  la 
vida;  pues  le  ha  dado  |su  voluntad  ¿qué  teme?  Claro  está  que  si  es 
verdadero  religioso  o  ucrdadero  orador,  y  pretende  gozar  regalos  de 
dios,  que  no  ha  de  voluer  atrás,  ni  voluer  las  spaldas  a  desear  morir 
por  él  y  pasar  martirio.  Pues  ¿ya  no  sabéis,  hermanas,  que  la  vida 
del  buen  religioso  y  del  ique  quiere  ser  de  los  allegados  amigos  de 
dios,  es  vn  largo  martirio?  Largo,  porque  para  compararle  a  los 
que  de  presto  los  degollaban,  puédese  llamar  largo;  aunque  toda 
la  uida  es  corta  y  algunas  cortissimas.  ¿Y  qué  sabemos  si  será  la 
nuestra  tan  corta,  que  desde  vna  ora  o  momento  que  nos  determi- 
nemos a  seruir  Mel  todo  a  dios,  se  acabe?  Posible  sería,  que,  en  fin, 
todo  lo  que  tiene  fin  ino  ay  que  hazer  caso  de  ello,  y  pensando  que 
cada  ora  es  la  postrera,  ¿quién  no  la  trauajará? 

Pues  creedme  que  pensar  esto  es  lo  más  seguro,  y  por  tanto  mos- 
trémonos   a    contradezir   en    todo   a    nuestra   voluntad.    Porque    si   tra- 


1  Borrado:  regalar. 

2  Bonado:  y  por  ventura  es  sola  yo  en  muchos  monasterios  que  he  uisto. 

3  Por  estas  palabras  que  escribe  la  Santa  entre  líneas,  borra  y  después. 


CAPITULO     XII  393 

héis  cuidado,  como  he  dicho,  isin  saber  cómo,  poco  a  poco  os  hallaréis 
en  la  cumbre.  ¡Mas  qué  gran  rrigor  pareze  dezir  que  no  (1)  nos  haga- 
mos plazer  en  algo,  como  Ino  se  dize  los  gustos  y  deleytes  que  trahe 
consigo  esta  contradicióm,  y  lo  que  con  ella,  aun  en  esta  vida,  se  gana! 
Hquí,  como  todas  lo  vsáis,  'estése  hecho  lo  más;  vnas  a  otras  se 
dispiertan  y  auiuan,  y  ansí  ha  de  procurar  yr  adelante  cada  vna 
de  las  otras. 

En  los  mouimientos  j//zteriores  (2)  se  trayga  mucha  quenta,  en  spe- 
cial  si  tocan  en  mayorías.  Dios  nos  libre,  por  su  pasión,  de  decir  ni 
pensar,  para  detenerse  en  ello,  «si  soy  más  antigua  en  la  orden*,  «si 
he  más  años»,  «si  he  trauajado  más»,  «si  tratan  mejor  a  la  otra».  H 
estos  pensamientos,  si  vinieren,  es  menester  atajar  con  presteza;  por- 
que si  se  detienen  [en]  (3)  ellasí  o  los  ponen  en  plática,  es  pestilencia,  y 
de  donde  naspen  grandes  males.  Si  íubieren  perlada  que  consienta  cosa 
déstas,  por  poca  que  sea,  crean  que  por  sus  pecados  ha  permitido  dios 
que  la  tengan  para  comen9arse  a  perder;  hagan  grande  oración,  por- 
que dé  el  remedio   (4). 

Podrá  ser  que  digan,  que  para  qué  pongo  tanto  en  esto,  y  que 
va  con  rrigor,  porque  regalos  hasze  dios  a  quien  no  está  tan  des- 
asido. Yo  lo  creo,  que  ton  su  sabiduría  infinita,  ve  que  combiene  para 
trahellos  a  que  lo  dexen  todo  por  él.  No  llamo  dexarlo,  entrar  en 
religión,  que  ympedimentos  puede  haber,  y  en  cada  parte  puede  el 
alma  perfeta  estar  desasida  y  humilde;  para  esto,  aunque  con  más 
trauajo  suyo,  que  gran  cosa  es  el  aparejo  (5).  Mas  créanme  vna  cosa, 
que  si  ay  punto  de  honrra  o  de  haszienda  (lo  qual  también  puede 
hauer  en  las  rreligiones  como  fuera,  aunque  más  quitadas  están  las 
ocasiones  y  mayor  sería  la  culpa)  tiniendo  muchos  años  de  oración, 
o,  por  mejor  decir,  de  consideración,  (porque  oración  perfecta,  al  fin, 
quita  todos  estos  resabios),  nunca  medrarán  ni  llegarán  a  gozar  el 
verdadero    fruto    de    la   oración. 

Mira  si  os  va  algo,  hermanas,  en  estas  cosas,  pues  no  estáis  aquí 
a  otra  cosa.  Vosotras  no  quedáis  más  honrradas,  y  el  prouecho  perdido 
para  lo  que  podríades  ganar;  ansí  que  deshonrra  y  pérdida  cabe 
aquí  junto.  Cada  una  mire  en  sí  lo  que  tiene  de  humildad,  y  berá 
lo  que  está  aprobechada.  Pareze  que  a  el  verdadero  humilde  no  osa- 
rá el  demonio  tentarle  en  cosas  de  mayorías,  aun  de  primer  mouimien- 
(to;  porque  como  es  tan  sagaz,  teme  el  golpe.  (6)  Si  una  es  humilde,  (7) 
gana  más  fortaleza  en  esta  virtud  y  aprouechamiento,  si  el  demonio 
la  tienta  por  ahí;  porque  lestá  claro  que  ha  de  dar  buelta  sobre  su 
vida,  y  mirar  lo  que  ;ha  seruido  con  lo  que  debe  a  el  señor,  y  la 
grandeza  que  hizo  en  bajarse  a  isí  para   dexarnos  exemplo  de  humil- 


1  Esta  palabra,  puesta  entre  líneas,  parece  de  la  Santa. 

2  El  copista  había  escrito  exteriores.  Interiores  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  En  ellos,  dice  el  autógrafo. 

4  Bonado:  porque  están  en  peligro. 

5  Véase  esta  última  frase  en  el  autógrafo  de  Valladolid,  página  61,  línea  7. 

6  Borrado:  Es  imposible  que. 

7  Borrado:  que  no. 


394  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

dad,  g  mirar  nuestros  pecados  (1)  y  adonde  meres^ía  estar  por  ellos: 
y  con  estas  consideraciones  isale  el  alma  tan  ganan^iossa,  que  no  osa 
tornar  otro  día  por  ¡no  yr  quebrada  la  cabeza. 

Tomad  de  mí  este  consejo,  y  no  se  os  olbide,  que  no  sólo  en 
lo  interior,  que  sería  gran  mal  no  quedar  con  ganancia,  mas  aun 
en  lo  exterior  procura  que  la  saquen  las  hermanas  de  vuestra  ten- 
tación (si  queréis  vengaros  del  demonio  y  libraros  más  presto  de 
la  tentación),  que  ansí  como  os  venga,  pidáis  a  la  perlada  que  os 
mande  hazer  algún  officio  bajo,  o  como  pudiéredes  los  hagáis  vos, 
y  andéis  studiando  en  esto  icómo  doblar  vuestra  voluntad  en  cosas 
contrarias,  que  el  señor  os  las  descubrirá,  y  con  esto  durará  poco  la 
tentación. 

Dios  nos  libre  de  personas  que  le  quieren  seruir  con  acordarse 
de  honra;  mira  que  es  mala  ganancia,  y,  como  he  dicho,  la  misma 
honra  se  pierde  con  desealla,  en  special  en  mayorías,  que  no  ay  tósico 
en  el  mundo  que  ansí  mate  como  estas  cosas  la  perfectión.  Diréis 
que  son  cosillas  naturales,  ¡que  no  hay  que  hazer  caso;  no  os  burléis 
con  eso,  que  creze  como  spuma,  y  no  ay  cosa  pequeña  en  tan  nota- 
ble peligro  como  estos  casos,  y  puntos  de  honrra  y  mirar  si  nos 
hizieron  agrauios.  ¿Sabéis  por  qué,  sin  otras  muchas  cosas?  Por  ven- 
tura en  vna  comienza  por  poco,  y  es  casi  nada,  y  luego  muebe  el 
demonio  a  que  a  la  otra  le  parezca  mucho,  y  piense  que  es  cari- 
dad decirle  que  cómo  consiente  aquel  agrauio,  que  dios  la  dé  pa- 
ciencia, que  se  le  offrezca,  que  no  sufriera  más  vn  sancto.  Final- 
mente, pone  el  demonio  vn  caramillo  en  la  lengua  de  aquesta,  que 
ya  que  la  otra  acaba  consigo  de  sufrir,  queda  tentada  de  vanagloria 
de  lo  que  no  sufrió  con  la  perfectión  que  había  de  sufrir. 

Y  esta  nuestra  naturaleza  es  tan  flaca,  que  aun  diciéndonos  que 
no  ay  que  sufrir,  pensamos  que  habemos  hecho  algo  y  lo  sentimos, 
quánto  más  ver  que  lo  sienten  por  nosotras;  y  ansí,  va  perdiendo 
el  ánima  las  occasiones  que  tenía  para  raereszer  y  queda  más  flaca 
y  abierta  la  puerta  a  el  demonio  para  que  otra  vez  torne  con  otra 
cosa  peor.  Y  aun  quando  vos  queráis  sufrirlo,  podría  acaezer  que 
vengan  a  vos  y  os  digan  que  si  soys  bestia,  que  bien  es  que  ise 
sientan  las  cosas.  ¡O,  hermanas  mías,  por  amor  de  dios,  que  a  nin- 
guna la  mueua  indiscreta  charidad  para  mostrar  lástima  de  la  otra 
en  cosa  que  toque  a  «estos  fingidos  agrauios,  que  es  como  la  que 
tubieron   los  amigos  del  santo   Job   con  él,   la  que   tuvo   (2)   su  muger. 


1  Un  corrector,  borrando  sus  pecados,  escribe  entre  líneas  nuestros  pecados, 

2  Borrado:  y  con. 


CAPITULO   XIII 


PROSIGUE     EN     Lfl     MORTIFICACIÓN     Y     DE     COMO    HABEMOS     DE     HUIR     DE     LOS     PUN- 
TOS    Y      RAMONES      DEL     MUNDO     PARA      LLEGARSE     A      LA     VERDADERA      RAíJON. 


Muchas  ueces  os  lo  digo,  hermanas,  y  agora  lo  quiero  dexar 
scripto  aquí,  porque  no  se  lOS  olbide,  que  en  esta  casa,  y  aun  en 
toda  persona  que  quiera  ser  perfecta,  huyga  mili  leguas  de  dezir: 
«razón  tube»,  «hiziéronme  sinrrazón»,  «no  tubo  rrazón  quien  esto  hizo 
conmigo»;  de  malas  razones  nos  libre  dios.  ¿Pareceos  que  había  rra- 
zón para  que  nuestro  buen  Jhus  sufriesse  tantas  injurias,  tan  sin 
rrazón  hechas?  La  que  no  quiere  sufrir  cruz,  sino  la  que  le  dieren 
muy  puesta  «n  rrazón,  no  sé  yo  para  qué  está  en  el  monesterio;  tór- 
nese a  el  mundo,  en  lel  qual  no  le  guardarán  essas  razones.  ¿Por 
ventura  podéys  pasar  tanto  que  no  deuáis  más?  ¿que  rrazón  es  ésta? 
Por  9ierto,  yo  no  la  ientiendo. 

Cuando  nos  hizieren  alguna  honrra,  o  rregalo,  saquemos  essas  rra- 
zones,  porque  gierto  es  contra  razón  que  nos  hagan  buen  tratamiento 
en  esta  uida;  mas  quando  ihos  hafen  agrauios,  que  ansí  los  nombran 
sin  hazernos  agrauio,  yo  no  Sé  que  ay  que  hablar.  O  somos  sposas  de 
tan  gran  rey,  o  no.  Si  lo  somos,  ¿qué  muger  honrrada  ay  que  no 
participe  de  las  deshonrras  que  a  su  sposo  hazen,  aunque  no  lo  quie- 
ra por  su  voluntad?  En  fin,  de  honrra  o  desonrra  participan  entram- 
bos. Pues  querer  tener  parte  en  el  reyno  de  nuestro  sposo  JHVxpo  (1) 
y  gozarle,  y  no  querer  sufrir  algunas  de  sus  deshonrras  y  trauajos,  es 
disparate. 

No  nos  lo  dexe  dios  querer,  sino  que  aquella  que  le  pareze  que 
es  tenida  en  menos  entre  todas,  se  tenga  por  más  dichosa  y  bienaben- 
turada;  y  ansí  lo  es,  ,si  lo  licúa  como  debe  llenar,  que  no  le  faltará 
honrra  en  esta  vida  ni  en  la  otra.  Créanme  esto  a  mí.  Mas  qué  dis- 
pcti'ate  he  dicho  que  me  crean  a  mí,  di^iéndolo  la  verdadera  sabiduría. 
Parezcámonos,  hijas,  en  algo  a  la  gran  humildad  de  la  Virgen  sa- 
cratíssima,  cuyo  hábito  trabemos,  que  es  confusión  nombrarnos  mon- 
jas suyas;  que  por  mucho  que  pareze  que  nos  humillamos,  quedamos 
bien  cortas  para  ser  hijas  de  tal  madre  y  spossas  de  tal  sposso. 
ñnsi  que  si  las  cosas  dichas  no  se  attajan  con  diligencia,  lo  que  oy 
no    pareze   nada,    por    ventura   mañana   será   pecado    venial;    y    es    de 


1      Jesucristo. 


396  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

tan  mala  digestión,  que  si  os  dexáys,  no  quedará  solo:    es  cosa  muy 
mala   para  congregaciones. 

En  esto  habíamos  de  mirar  mucho  las  que  estamos  en  ellas,  por 
no  dañar  a  las  que  trabajan  a  (1)  hazernos  bien  y  darnos  buen  exem- 
plo.  Y  si  entendiéssemos  quán  gran  daño  se  hasze  en  que  se  co- 
mienze  vna  mala  costumbre,  más  querríamos  morir  que  ser  causa  della; 
porque  ésta  es  muerte  corporal,  y  pérdida  en  la  ánimas  es  gran  pér- 
dida, y  que  no  pareze  que  se  acaba  de  perder;  porque  muertas  vnas, 
vienen  otras,  y  a  todas  por  ventura  les  cabe  más  parte  de  vna  mala  cos- 
tumbre que  pusimos,  que  de  muchas  virtudes;  porque  el  demonio  no  la 
deja  caer,  y  las  ¡uirtudes  la  misma  flaqueza  natural  las  haze  perder. 

jO  que  grandíssima  charidad  haría,  y  qué  gran  seruicio  a  Dios, 
la  monja  que  visto  que  no  puede  sufrir  y  llenar  las  costumbres  que 
ay  en  esta  casa,  lo  cognosciesse  y  se  fuesse  antes  que  prof[e]sase,  como 
[otra]  ^vez  e  ^dichol  (2).  Y  mire  que  le  cumple  (3),  porque  ay  muchas 
causas  para  (4)  estoi,  y  por  ventura  lella  y  las  demás  no  lo  entenderán 
como  yo,  (5)  y  si  no,  el  tiempo  les  doy  por  testiguo;  que  el  stilo  que 
pretendemos  llenar,  es  no  sólo  ser  monjas,  sino  hermitañas,  como  nues- 
tros santos  padres  passados.  Y  ansí  se  desassen  de  todo  lo  criado,  y  a 
quien  el  señor  ha  scogido  para  quí  haze  aquesta  particular  merced, 
como  vemos.  Y  aunque  agora  no  sea  en  toda  perfectión,  vese  que  va  ya 
a  ella  por  el  gran  contento  que  le  da  y  alegría  de  ver  que  no 
ha  de  tratar  más  cosa  tiesta  vida,  y  de  sentir  el  sabor  de  todas  las 
cosas  de  la  rreligión.  Torno  a  dezir,  que  si  se  inclina  a  cosas  del 
mundo,  que  no  es  para  estos  monesterios;  puédese  yr  a  otro  si  quiere 
ser  monja,  y  si  no,  verá  como  le  sucede  y  no  se  quexe  de  raí,  que 
coraenzé   aquestos,  porque  no  la  auiso. 

Son  vn  cielo,  si  le  puede  haber  en  la  tierra,  para  quien  se  con- 
tenta con  sólo  contentar  a  dios  y  no  haze  caso  de  contento  suyo  (6) ;  en 
quiriendo  algo  más,  lo  (7)  perderá  todo  (8).  Y  alma  descontenta,  es  como 
quien  tiene  gran  fastío  (9),  que  por  bueno  que  sea  el  manjar,  le  da  en 
rrostro;  y  lo  que  los  isanos  comen  con  gran  gusto,  le  hasze  asco  en 
el  stómago.  En  otra  parte  se  sainará  mejor,  y  podrá  ser  que  poco 
a  poco  llege  a  la  perfetión  que  aquí  no  pudo  sufrir  por  tomarse  por 
tan  junto.  Porque  aunque  en  lo  interior  se  aguarde  tiempo  para  del 
todo  desassirse  y  mortificarse,  en  lo  exterior  ha  de  ser  luego;  y 
a  quien  viendo  que  todas  lo  haszen,  y  andando  siempre  en  tan  buena 
compañía,  no  le  aprouecha  en  iun  año,  temo  que  no  aprobechará  en 
muchos.  No  digo  que  sea  tan  cumplidamente  como  en  las  otras,  mas 
que  se  entienda  que  va  icobrando  salud,  que  luego  se  ve  quando  el 
mal  es  mortal. 


1  Esta  letra,  puesta  sobre  la  palabra  que  sigue,  no  nos  parece  de  la  Santa. 

2  Las  letras  suplidas  desaparecieron,  sin  duda,  al  recortar  las  márgenes  de  la  copia. 

3  Borrado:  si  no  quiere  tener  un  infierno  acá  y  otro  allá. 

4  Borrado:  temer. 

5  Borrado:  créanme  esto. 

6  Borrado:  y  tiénese  muy  buena. 

7  Un  corrector,  borrando  se,  puso  en  su  lugar  lo. 

8  Bonado:  porque  no  lo  puede  tener. 

9  Hastio. 


CAPITULO   XIV 


EN     QUE     TRÍlTíl     LO     MVCHO     QUE     YMPORTñ     NO     DñR     PROFESIÓN     fl     QUIEN     TENGA 
CONTRARIO     SPIRITU     DE     LflS     COSAS     QUE     QUEDAN    DICHAS. 


Bien  creo  que  fauorcze  lel  señor  mucho  a  quien  bien  se  determina, 
y  por  tanto  se  ha  íde  mirar  qué  intento  tiene  la  que  entra  en  religión, 
no  sea  sólo  por  rremediarse,  como  acaeze  agora  a  muchas,  puesto 
que  el  señor  puede  perficionar  este  intento,  si  es  persona  de  buen 
entendimiento,  y  si  no,  en  ninguna  manera  sea  rrecebida;  porque  ni 
ella  entenderá  cómo  entra,  ni  Idespués  a  las  que  la  quieran  poner 
en  lo  mejor.  Porque,  por  la  magor  parte,  quien  esta  falta  tiene, 
siempre  le  parece  que  attina  hiás  a  sauer  lo  que  le  combiene  que  los 
más  sabios;  y  es  mal  tjue  le  tengo  por  incurable,  porque  por  maraui- 
ila  dexa  de  traher  consigo  malicia.  Adonde  ay  muchas,  podráse  to- 
llerar,    y    entre   tam    pocas  no    se   podrá    sufrir. 

Vn  buen  entendimiento,  si  se  comienza  a  afficionar  a  el  bien, 
asese  a  él  con  fortaleza,  porque  ve  que  es  lo  más  acertado;  y  quando 
no  aproueche  para  mucho  spíritu,  laprouechará  para  vn  buen  consejo  y 
para  muchas  cosas,  sin  cansar  a  nadie;  mas  quando  éste  falta,  yo  no 
sé  para  qué  puede  aprouechar  en  comraunidad,  y  podría  dañar  mucho. 
Esta  falta  no  se  ve  imuy  en  breue,  porque  muchas  hablan  bien  y  en- 
tienden mal,  y  otras  hablan  corto,  y  no  muy  cortado,  y  tienen  en- 
tendimiento para  mucho.  Verdad  es  que  ay  vnas  simplicidades  sane- 
tas  que  saben  poco  para  fnegocios  y  stilo  de  mundo,  y  mucho  para 
tratar  con  Dios,  y  por  tanto  es  menester  gran  información  para  recibir- 
las, y  larga  probación  ipara  hazellas  professas.  Entienda  una  vez  el  mundo 
que  tenéis  libertad  para  hecharlas,  que  en  monesterio  donde  ay  aspere- 
zas, muchas  occasiones  ay,  y  como  se  vse,  no  lo  ternán  por  agrauio. 

Digo  esto,  porque  son  tan  desuenturados  estos  tiempos,  y  tanta 
nuestra  flaqueza,  que  no  basta  tenerlo  por  mandamiento  de  nuestros 
pasados,  para  que  dejemos  de  mirar  lo  que  han  tomado  por  honrra 
los  presentes,  para  no  agrauiar  a  los  deudos.  Plega  a  Dios  no  lo  pa- 
guen en  la  otra  vida  las  que  las  admiten,  que  nunca  falta  vn  color 
para   hazernos   entender   que   se   sufre    hazerlo. 

Y  éste  es  vn  negocio  que  cada  vna  por  sí  le  había  de  mirar, 
y  encomendar  a  Pios,  y  animar  a  la  perlada,  pues  es  cosa  que  tanto 
importa.  Y  ansí,  le  suplico  (1)  que  os  de  luz  en  ello  (2).  Gran  bien  es 


1  Borrado:  a  Dios. 

2  Boirado:  Porque. 


398  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

no  rrecebir  doctes  para  poder  escoyzr  las  personas,  porque  podría  ser 
pegarse  por  el  ynterés,  y  que  por  no  hechar  el  dinero  del  dote  de  casa, 
dexen  el  ladrón  dentro  que  les  robe  el  tesoro,  que  no  es  pequeña  lás- 
tima. Vosotras,  para  este  caso,  ,no  la  tengáis  de  nadie,  porque  será 
dañar   a   quien   pretendéis  hazer  probecho. 


CAPITULO   XV 


QUE     TRflTñ     DEL     GRAN     BIEN     QUE     AY     EN     NO     DISCULPARSE     AUNQUE    SE      BEAN 
CONDENAR     SIN     CULPA. 


Confusión  grande  me  haze  lo  que  voy  a  persuadiros,  porque  íiabía 
de  obrar  lo  que  os  digo  en  esta  virtud;  es  así,  que  yo  conñesso  haber 
aproucchado  muy  poco  en  ella.  Jamás  me  pareze  que  me  falta  una 
causa  para  parezerme  mayor  virtud  dar  disculpa;  como  algunas  ve- 
zes  es  lícitoi  y  sería  ¡mal  no  lo  hazer,  no  tengo  discreción,  o  por  imcjor 
dezir,  humildad  para  hazerlo  guando  icombiene.  Porque,  verdaderamente, 
es  grande  humildad  verse  condenar  sin  culpa  y  callar,  y  es  gran 
imitación  del  señor  que  nos  quitó  todas  las  culpas.  Y  ansí  os  ruego 
mucho  que  traygáis  en  esto  cuidado,  porque  trahe  consigno  grandes 
ganancias;  y  en  procurar  nosotras  librarnos  de  culpa,  ninguna  beo,  si 
no  es,  como  digo,  en  algunas,  porque  podría  causar  enojo  no  dezir 
la    verdad;    esto   quien   tubiere  (más    discreción   que   yo,    lo    entenderá. 

Creo  que  va  mucho  en  acostumbrarse  a  esta  virtud,  en  procurar 
alcanzar  del  señor  verdadera  humildad,  que  de  aquí  debe  venir;  por- 
que el  verdadero  humilde  iha  de  querer  (1)  ser  tenido  en  poco  y  perse- 
guido y  condenado,  aunque  no  aya  hecho  por  qué.  Porque  si  quiere 
ymitar  a  el  señor,  ¿en  qué  mejor  puede  que  en  esto?  Aquí  no  son 
menester  fuerzas  corporales,  ni  ayuda  de  nadie,  sino  de  dios.  Estas 
virtudes  grandes  querría  yo  que  studiassemos  mucho,  que  es  buena 
penítengia,  que  en  otras  grandes  y  demasiadas  penitencias  ya  sabéis 
que  os  voy  a  la  mano,  porque  pueden  hazer  daño  si  son  sin  discre- 
ción. En  estotro,  no  ay  que  temer,  que  por  grandes  que  sean  las  vir- 
tudes interiores,  no  quitan  las  fuerzas  para  seruir  a  la  rreligión,  mas 
fortalezcn  a  él  ánima;  y  en  cosas  muy  pequeñas,  como  he  dicho  otras 
vezes,  se  puede  acostumbrar  para  salir  con  victoria  en  las  grandes. 
En  éstas  jio  he  yo  podido  hazer  esta  prueba,  porque  nunca  oí  decir 
tanto  mal  de  mí,  que  ¡no  viesse  que  quedaban  cortos;  porque,  aunque 
no  eran  las  mismas  cosas,  ienía  offendido  a  Dios  en  otras  muchas,  y 
parescíame  que  habían  hecho  mucho  en  dexar  aquéllas,  porque  siem- 
pre me  huelgo  yo  más  que  digan  de  raí  lo  que  no  es,  que  ¡no  las 
verdades.  Ayuda  mucho  traher  consideración  de  lo  mucho  que  se  gana 
por  todas  vías,  y,  como  bien  mirado,  nunca  nos  culpan  sin  culpas, 
que  siempre  andamos  llenas  dellas,  pues  cae  el  justo  siete  vezes  cada 


1      Querer.  Esta  palabra,   puesta   entre   líneas,   parece   de   Jerónima   del  Espíritu  Santo,  que 
borró  con  verdad. 


400  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

día,  y  sería  mentir  dezir  que  no  tenemos  pecados.  Ansí  que,  aunque 
no  sea  en  lo  mismo  que  nos  culpan,  nunca  estamos  sin  culpa  del  todo, 
como  lo  staba  el  buen  Jhus. 

¡Oh  señor  mío!  cuando  pienso  por  qué  de  maneras  padegistes  y 
cómo  por  ninguna  lo  meres^íades,  no  sé  qué  me  digua  de  mí,  ni 
dónde  tube  el  seso  cuando  no  deseaba  padezer,  y  adonde  estoy  quando 
ine  disculpo.  Y  sabéis  vos,  bien  mío,  que  si  tengo  algún  bien,  que  no  es 
dado  por  otras  manos  sino  por  las  vuestras;  pues  ¿qué  os  va,  señor, 
en  dar  mucho  que  poco?  Si  es  por  no  las  meresoer,  yo  tampoco  merescjía 
las  mercedes  que  me  habéis  hecho.  ¿Es  posible  que  he  yo  de  querer  que 
sienta  nadie  bien  de  cosa  tan  mala  como  yo,  habiendo  dicho  tantos 
males  de  vos,  que  poys  bien  de  todos  los  bienes?  No  se  sufre,  dios 
mío,  ni  lo  querría  que  vos  los  sufriéssedes,  que  aya  en  vuestra  sierua 
cosa  que  no  contente  a  vuestros  ojos.  Pues  mirad,  señor,  que  los  míos 
están  qiegos  y  se  contentan  de  muy  poco.  Dadme  vos  luz,  y  hazed  que 
con  verdad  yo  dessee  que  todos  me  aborrezcan,  pues  tantas  uezes  os 
he  dexado   a  vos,   amándome  con  tanta  fidelidad. 

¿Qué  es  esto,  mi  Dios?  ¿Qué  pensamos  sacar  de  contentar  a  las 
criaturas?  ¿Qué  nos  va  en  ser  muy  culpadas  de  todas  ellas,  si  delante 
de  vos,  señor  mío,  stamos  sin  culpa?  ¡Oh,  hermanas  mías,  que  nunca 
acabamos  de  entender  esta  verdad,  y  ansí  nunca  acabaremos  de  estar 
perfectas,  si  no  andamos  mucho  considerando  qué  es  lo  que  es  ella,  y 
qué  es  lo  que  no  es!  Pues  quando  no  hubiesse  otra  ganancia  sino  la 
confusión  que  le  quedará  a  la  persona  que  os  hubiere  culpado,  viendo 
que  vos,  sin  tener  culpa,  os  dexáis  condenar,  es  grandísima:  más  le- 
uanta  a  el  ánima  vna  cosa  déstas  a  las  uezes,  que  diez  sermones.  Pues 
todas  hemos  de  procurar  ser  predicadoras  de  obras,  pues  el  apóstol  y 
nuestra  ynabilidad  nos  quitan  que  lo  seamos  en  palabras. 

Nunca  penséis  que  ha  de  ptar  secreto  el  mal  o  el  bien  que  hizié- 
redes,  por  encerradas  que  estéis.  ¿Y  pensáis,  hijas,  que  aunque  vos- 
otras no  os  desculpéis,  ha  ;de  faltar  quien  torne  por  vosotras?  Mirad 
cómo  respondió  el  señor  por  la  magdalena  en  casa  del  fariseo,  y  quan- 
do su  hermana  la  culpaba.  No  os  lleuará  por  el  rigor  que  se  Ueuó  a 
sí,  el  qual,  a  el  tiempo  que  tubo  vn  ladrón  que  tornasse  por  él,  estaba 
en  la  cruz;  ansí  que  su  magestad  mouerá  a  quien  torne  por  vosotras, 
aun  quando  no  sea  menester  ¡esto.  Yo  lo  he  uisto,  y  es  ansí,  aunque 
no  querría  que  se  os  jacordasse,  sino  que  os  holgássedes  de  quedar 
culpadas,  y  ¡el  prouecho  que  veréis  en  vuestra  alma  (1),  el  tiempo  os 
doy  por  testigo;  porque  se  comienza  a  ganar  libertad,  y  no  se  os  da- 
rá (2)  más  que  digan  mal  que  bien,  antes  pareze  que  es  negocio  ageno, 
y  es  como  quando  están  hablando  dos  personas,  y  como  no  es  con 
nosotras  mismas,  estamos  descuydadas  de  la  respuesta;  ansí  es  acá: 
con  la  costumbre  que  está  Tiecha  de  que  no  hemos  de  responder,  no 
pareze  que  hablan  con  nosotras.  Parecerá  esto  imposible  a  los  que 
somos  muy  sentidos  y  poco  mortificados.  R  los  principios,  dificultoso 
es;  mas  yo  sé  que  se  puede  ganar  esta  libertad,  y  negación,  y  des- 
asimiento   de   nosotras   mismas,    con   el    fauor   del    Señor. 


1  El  copista  había  escrito  honna,  y  lo  corrigió. 

2  Os  daxá.  Las  dos  primeras  sílabas  parecen  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 


CAPITULO    XVI 


DE  Lñ  DIFERENCm  QUE  HA  DE  HABER  EN  LA  PERFECTION  DE  LA  VIDA  DE  LOS 
CONTEMPLATIUOS  A  LOS  QUE  SE  CONTENTAN  CON  ORACIÓN  MENTAL;  Y  COMO 
ES  POSIBLE  SUBIR  DIOS  A  VN  ALMA  DISTRAHIDA  A  PERFECTA  CONTEMPLA- 
CIÓN, Y  LA  CAUSA  DELLO.  ES  MUCHO  DE  NOTAR  ESTE  CAPITULO  Y  EL 
SIGUIENTE. 


Ansí  que,  hijas,  si  queréis  que  os  diga  el  camino  para  llegar  a  la 
contemplación,  sufrí  que  sea  vn  poco  larga  en  cosas  que  no  (1)  parece- 
rán luego  ymportantes,  aunque,  a  tni  pareszer,  no  lo  dexan  de  ser; 
y  si  no  las  queréis  oyr  ni  obrar,  quedaos  con  vuestra  oración  men- 
tal (2),  que  yo  os  asseguro  a  vosotras,  y  a  todas  las  personas  que 
pretendieren  este  bien,  que  no  llegen  a  verdadera  contenplagión.  Ya 
puede  ser  que  yo  me  engañe,  porque  juzgo  por  mí,  que  lo  procuré 
veinte  años  (3). 

Quiero  agora  declarar  qué  sea  oración  mental,  porque  algunas  no 
lo  entenderéis,  y  ,plega  a  Dios  que  la  tengamos  como  se  ha  de  tener; 
mas  también  he  miedo  que  se  tiene  con  mucho  trabajo,  si  no  se 
procuran  las  virtudes,  aunque  po  en  tan  alto  grado  como  para  la  con- 
templación son  menester.  Digo  que  no  verná  el  rey  de  la  gloria  a  nues- 
tra alma  (4),  para  estar  vnido  con  ella,  si  no  nos  esforzamos  a  ganar 
las  virtudes  grandes.  Quiérolo  declarar,  porque  si  me  tomáis  en  algo  (5) 
que  no  sea  verdad,  jio  creeréis  cosa,  y  con  rrazón,  si  fuesse  con  ad- 
veríen9ia;  más  no  me  dé  dios  tal  lugar;  será  no  saber  más,  o  no 
lo  entender.  Quiero,  pues,  dezir,  que  querrá  dios  algunas  uezes  hazer 
tan  gran  merced  a  personas  que  están  en  mal  estado,  que  las  suba 
a  perfecta  contemplación  para  sacarlas  por  este  medio  de  las  manos 
del   demonio. 

¡Oh  señor,  y  qué  de  veces  os  hazemos  andar  a  bra90s  con  el 
demonio!  ¿No  bastara  que  os  dexastes  tomar  quando  os  lleuó  a  el 
pináculo  (6)  para  enseñarnos  a  vencerle?  Mas  ¿qué  sería,  hijas,  ver  junto 
aquel    sol   con   las   tinieblas,   y    qué   temor   llenaría   aquel    desventurado 


1  Nos,  dice  por  equivocación  el  copista. 

2  Borrado:  toda  vuestra  vida. 

3  Aquí  borra  la  Santa:  que  no  lleguéis  a  verdadera  contemplación,  sin  duda,  por  la  adi- 
ción que  acaba  de  hacer. 

4  Borrado:  digo. 

5  El  copista  escribió  en  alguna  cosa,  que  luego  enmendó. 

6  Cenáculo,  había  escrito  el  copista,  ¡j  lo  enmendó  un  corrector. 

111  26  * 


402  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sin  saber  de  qué?  Que  no  permitió  dios  que  lo  entendiesse.  Bcndicta 
sea  tanta  piedad  y  misericordia;  que  vergüenza  iiabíamos  de  tener 
los  cristianos  de  hazerle  andar  cada  día  a  brazos,  como  he  dicho, 
con  tan  sucia  bestia.  Bien  fué  menester,  señor,  que  los  tubiéssedes  tan 
fuertes.  Mas  ¿cómo  no  os  quedaron  flacos  de  tantos  trabajos  y  tor- 
mentos como  pade^istes  en  la  cruz?  ¡Oh  que  todo  lo  que  se  passa 
con  amor  torna  a  Isoldarse!  y  ansí  creo  que,  si  quedárades  con  vida, 
el  mismo  amor  que  nos  tenéis,  tornara  a  soldar  vuestras  llagas,  que 
no  fuera  menester  otra  medi9ina.  ¡Oh  Dios  mío,  y  quién  la  pusiese 
tal  en  todas  las  cosas  que  me  diessen  pena  y  trabajos!  ¡Que  de  buena 
gana  las  desearía,  si  tubiesse  -cierto  que  había  de  ser  curada  con  tan 
saludable  ingüento! 

Tornando  a  lo  que  decía,  ay  almas  que  entiende  dios  que  por 
este  medio  las  puede  grangear  para  sí;  y  ya  que  las  ve  del  todo 
perdidas,  quiere  su  magestad  que  no  quede  por  él;  y  aunque  estén  en 
mal  estado  y  faltas  de  virtudes,  dales  gustos,  y  regalos  y  ternura  que 
las  comienza  a  mober  los  deseos,  y  aun  pónelas  en  contemplación 
algunas  vezes,  aunque  pocas,  y  por  poco  spacio  de  tiempo.  Y  esto, 
como  digo,  haze  para  probarlas  ^i  con  aquel  fabor  se  querrán  dispo- 
ner a  gozarle  muchas;  mas  si  no  se  disponen,  perdonen  o  perdonad- 
nos vos,  señor,  por  mejor  dezir,  que  arto  gran  mal  es  que  os  lle- 
guéis vos  a  vn  alma  desta  suerte,  y  se  llegue  ella  después  a  cosa 
de   la   tierra  para   atarse  a  ella. 

Tengo  para  mí,  que  ay  muchos  con  quien  dios  nuestro  señor  haze 
esta  prueba,  y  pocos  los  que  se  disponen  para  gozar  desta  merced; 
porque  quando  el  señor  la  haze  y  no  queda  por  nosotros,  tengo  por 
cierto  que  no  cessa  de  dar  hasta  llegarla  a  muy  alto  grado.  Quando 
no  nos  damos  a  su  magestad  con  la  determinación  que  él  se  nos 
da  a  nosotras,  harto  haze  ipn  dexarnos  en  oración  mental  y  uisitarnos 
de  quando  en  quando,  como  a  criados  que  están  en  su  viña;  mas  es- 
totros son  hijos  regalados,  no  los  querría  quitar  de  junto  a  sí,  ni  los 
quita,  porque  ya  cllos!  no  se  quieren  quitar,  siéntalos  a  su  mesa,  dales 
de  lo  que  come  (1). 

¡Oh  dichoso  cuidado,  hijas  mías!  ¡Oh  bienabenturada  dexación  de 
cosas  tan  pocas  y  tan  bajas  que  llega  a  tan  gran  stado!  Mirad  que 
se  os  dará,  stando  en  los  bragos  de  dios,  que  os  culpe  todo  el  ¡mundo. 
Poderoso  es  para  libraros  de  todo,  que  vna  vez  que  mandó  hazer 
el  mundo,  fué  hecho;  su  querer  es  obrar.  Pues  no  hayáis  miedo,  que 
si  no  es  para  más  bien  del  que  le  ama,  consienta  hablar  contra  vos; 
no  quiere  tan  poco  a  quien  le  quiere;  pues  ¿por  qué,  hermanas  mías, 
no  le  mostraremos  nosotras,  en  quanto  podemos,  el  amor?  Mirad  que 
es  hermoso  trueco  dar  nuestro  amor  por  el  suyo;  mirad  que  lo  pue- 
de todo,  y  nosotras  no  podemos  nada  sino  lo  que  él  nos  haze  poder. 
Pues  ¿qué  es  esto  que  hazemos  por  tos,  señor,  hazedor  nuestro? 
Que  es  tanto  como  nonada,  vna  determinacioncilla.  Pues  si  el  se- 
ñor quiere,  hermanas  mías,  que  con  nuestra  nonada  compremos  a  el 
que  es  el  todo,  no  seamos  desatinadas. 


1      Bonado:  hasta  quitar  el  bocado  de  la  boca  para  dátsele. 


CAPITULO    XVI  q03 

¡Oh  señor!  que  todo  el  daño  nos  bicne  de  no  tener  puestos  los 
ojos  en  vos,  que  si  no  mirássemos  a  otra  cosa  sino  al  camino,  presto 
llegaríamos;  mas  damos  mili  caydas  y  tropiezos,  y  herramos  el  ca- 
mino por  no  poner  los  ojos  en  el  verdadero  camino.  No  pareze  sino 
que  nunca  se  andubo,  según  se  nos  haze  nuebo.  Cosa  es  para  las- 
timar, por  cierto,  lo  que  algunas  vezes  pasa.  Pues  tocar  en  vn  puntico 
de  ser  menos,  no  se  sufre,  ni  pareze  que  se  ha  de  poder  sufrir; 
luego   dizen,   no   somos   santos. 

Dios  nos  libre,  hermanas,  de  dezir:  «no  somos  ángeles»,  «no  so- 
mos sanctas»,  guando  fuéremos  reprehendidas  de  la  obra  no  perfecta 
que  habernos  hecho.  Mira  que,  aunque  no  lo  somos,  que  lo  podría- 
mos ser,  con  el  favor  de  dios,  si  nos  esfor gamos,  y  creé  que  no  quedará 
por  su  majestad,  si  no  queda  por  nosotras  (1).  Y  pues  no  venimos  aquí 
a  otra  cosa,  manois  a  la  labor,  como  dizen:  no  entendamos  cosa  en  que 
se  sirbe  más  el  señor,  que  no  presumamos  salir  con  ella,  con  su  fabor. 
Esta  presunción  querría  yo  que  huuiesse  en  esta  casa,  que  haze  siem- 
pre crczer  la  humildad,  y  tener  vna  sancta  osadía,  que  Dios  ayuda 
a  los  fuertes,  y  no  es  aceptador  de  personas. 

Mucho  me  he  diuertido;  quiero  tornar  a  lo  que  dezía,  combiene 
saber  qué  sea  oración  mental  y  contemplación.  Ympertinente  pareze, 
mas  para  vosotras  todo  pasa;  y  podría  ser  que  lo  entendáis  mejor 
por  mi  grosero  stilo,  que  ípór  otros  elegantes.  Dios  me  dé  fabor  para 
ello.  Amen. 


1  En  estas  tres  líneas  introduce  la  Santa  bastantes  modificaciones.  Dice  la  copia:  «Mira 
que  aunque  no  lo  somos,  podíamos  ser,  y  es  gran  bien  pensar,  si  nos  esforzamos,  dándonos 
Dios  la  mano,  y  no  ayáis  miedo   que  quede  por  él,  si  no  queda  por  nosotras». 


CAPITULO   XVII 


DE  COMO  NO  TODAS  LñS  ALMAS  SON  PARA  CONTEMPLACIÓN,  Y  COMO  ALGUNAS 
LLEGAN  TARDE  A  ELLA,  Y  QUE  EL  VERDADERO  HUMILDE  HA  DE  YR  CON- 
TENTO POR  EL  CAMINO  QUE  LE  LLEUARE  EL  SEÑOR. 


Pareze  que  voy  entrando  en  la  oragión,  y  fáltame  vn  poco  por 
dezlr,  que  importa  mucho,  porque  es  de  la  humildad,  y  es  nescesario 
en  esta  casa;  porque  íes  iel  'exer9icio  principal  de  la  ora9ión,  y,  como 
he  dicho,  cumple  mucho  que  tratéis  de  entender  cómo  exer^itaros  mu- 
cho en  la  humildad,  y  éste  es  vn  gran  punto  della  y  muy  nescesario 
para  todas  las  personas  que  se  excri;itan  en  la  oración.  ¿Cómo  podrá 
pensar  el  verdadero  humilde  que  es  él  tan  bueno  como  los  que 
llegan  a  ser  contemplatiuos,  aunque  dios  le  puede  hazer  tal,  por  su 
bondad  y  misericordia?  Mas  de  mi  consejo,  siempre  se  siente  en 
el  más  bajo  lugar,  que  ansí  nos  dixo  el  señor  que  lo  hi(;iéssemos  y 
nos  lo  enseñó  por  la  obra.  Dispóngase  para  si  dios  lo  quisiere  llenar  por 
esse  camino;  quando  no,  para  esso  es  la  humildad,  para  tencrsse  por 
dichosa  en  seruir  a  los  sieruas  de  dios,  y  alabarle,  porque  meres9ien- 
do   ser   sierua  de  los   demonios,   la   trajo   su  magestad   entre  ellas. 

No  digo  esto  sin  gran  causa,  (1)  que,  como  he  dicho,  importa  mucho 
entender  que  no  a  todos  lleua  dios  por  vn  camino,  y  por  uentura  el 
que  le  pareze  a  sí  que  va  más  bajo,  está  más  alto  en  los  ojos  del 
señor;  ansí  que,  no  porque  en  esta  casa  todas  traten  de  oración, 
han  de  ser  todas  contemplatiuas  (2).  Y  será  gran  desconsolación  para  la 
que  no  lo  es,  no  entender  esta  verdad,  que  esto  es  cosa  que  la  da  dios. 
Y  pues  no  es  nescesaria  para  la  saluación,  pi  nos  lo  pide  (3),  no  piense 
que  nos  lo  pedirá  nadie,  ni  por  esso  dexará  de  ser  muy  perfecta, 
si  haze  lo  que  queda  dicho;  antes  podrá  ser  que  tenga  mucho  más 
mérito,  porque  es  a  más  trauajo  suyo,  y  la  lleua  el  señor  como  a 
fuerte,  y  la  tiene  guardado  junto  todo  lo  que  aquí  no  goza.  No 
por  €sso  desmaye  y  dexe  la  oración,  y  de  hazer  lo  que  todas,  que,  a 
las  vezes,  biene  el  señor  muy  tarde  y  paga  tam  bien  y  tan  junto  como 
pagó  en  muchos  años  (^). 

Yo   estube  más  de  catorze   años   que  nunca   podía   tener   vna   me- 


1  Borrado:  por. 

2  Borrado:  Es  imposible. 

3  Borrado:  de  premio. 

4  Borrado:  que  ha  ydo  bien  a  otros. 


CAPITULO     XVII  ¡105 

ditagión,  sino  junto  con  leqión.  Habrá  muchas  personas  desta  suerte, 
y  otras  que,  aunque  sea  con  la  lectión,  no  puedan  tener  contemplación, 
sino  rezar  vocalmente,  ya  que  (1)  se  detiene  más.  ñy  pensamientos  tan 
ligeros,  que  no  pueden  lestar  en  vna  cosa,  sino  siempre  desasosegados,  y 
en  tanto  extremo,  que,  si  quieren  detener[le]  (2)  a  pensar  en  dios,  se  les 
va  a  mil  disparates,  y  scrúpulos  y  dudas.  Yo  cognozco  vna  persona 
muy  bieja,  y  de  muy  buena  vida,  penitente  y  muy  sierua  de  dios, 
que  ha  gastado  muchos  años  en  oración  vocal,  pero  mental  no  ay  re- 
medio; y  quando  más  puede,  poco  a  poco  se  va  detiniendo  en  las 
oraciones  vocales.  Y  lOtras  personas  ay,  y  au[n]  muchas,  desta  manera, 
y  si  ay  humildad,  no  creo  yo  que  saldrán  peor  libradas  al  cabo,  sino 
muy  yguales  con  los  que  llenan  muchos  gustos,  y,  en  parte,  con 
más  seguridad;  porque  no  sabemos  si  los  gustos  los  pone  el  demonio 
o  si  son  de  dios.  Y  si  no  son  de  Dios,  es  más  peligro,  porque  en 
lo  que  el  demonio  procura  aquí,  es  poner  soberbia;  pero  si  son  de 
dios,  no  hay  que  temer,  consigno  traen  la  humildad,  como  escreuí  lar- 
gamente en  el  otro  libro.  Estotras  que  no  resciben  gustos,  andan  con 
humildad,  sospechosas  que  es  por  su  culpa,  y  siempre  con  cuidado 
de  yr  adelante;  no  ven  a  otros  hechar  vna  lágrima,  que  si  ellas  no 
las  tienen,  que  luego  no  íes  pareze  estar  muy  atrás  en  el  seruicio  de 
dios,  y  debe  estar  por  ventura  muy  más  adelante;  porque  no  son 
las  lágrimas,  aunque  son  buenas,  todas  perfectas.  En  la  humildad, 
y  mortificación  y  desasimiento  y  otras  virtudes,  siempre  ay  más  segu- 
ridad. No  ay  que  temer,  ni  (3)  que  dexéis  de  llegar  a  la  perfectión, 
como  las  muy   contenplatiuas. 

Sancta  era  Marta,  aunque  no  dizen  que  era  muy  contemplatiua ; 
pues  ¿qué  más  queréis  que  poder  llegar  a  sser  como  esta  bienabentu- 
rada,  que  meresció  tener  a  christo  nuestro  señor  tantas  vezes  en 
su  casa,  y  darle  de  comer,  y  seruirle  y  comer  con  él  a  su  mesa? 
Si  se  estubiera  como  la  magdalena,  siempre  enbeuida,  no  hubiera  quien 
diera  de  comer  a  este  diuino  huésped.  Pues  pensad  que  es  esta 
congregación  la  casa  de  sancta  marta,  y  que  ha  de  haber  de  todo; 
y  las  que  fueren  lleuadas  por  la  vida  actiua  no  murmuren  a  las  que 
mucho  se  embebieren  en  la  contemplación,  pues  saben  que  ha  de 
tornar  el  señor  dellas,  a  dezir  que  callen,  que  él,  por  la  mayor  parte, 
las   haze   descuidar   de  sí,   y    de   todo. 

ñcuérdense  que  es  menester  quien  le  guisse  la  comida,  y  téngan- 
se por  dichosas  en  andar  siruiendo  con  marta;  miren  que  la  ver- 
dadera humildad  está  mucho  en  estar  muy  promptos  en  contentarse 
con  lo  quel  señor  quissiere  hacer  dellos,  y  siempre  hallarse  indignos 
de  llamarse  sus  sieruos.  Pues  si  contemplar  y  tener  oración  mental 
y  vocal,  y  curar  enfermos,  y  seruir  en  las  cosas  de  casa,  y  trauajar 
aunque  sea  en  lo  más  bajo  de  casa,  es  seruir  al  huésped  que  biene 
a  estar,  comer  y  recrearse  con  nosotras,  ¿qué  más  se  nos  da  seruirle 
en  lo  vno  que  en  lo  otro? 


1  y  aquí,  dice  el  autógrafo. 

2  Detenerle,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 

3  Borrad  o:  ayáis  miedo. 


406  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

No  digo  go  que  quede  por  nosotras,  sino  que  lo  probéis  todo, 
porque  no  está  esto  en  vuestro  escoger,  sino  en  el  del  señor;  mas 
si  después  de  muchos  años  quisiere  a  cada  vna  para  su  officio,  gen- 
til humildad  será  querer  vosotras  escoger.  Dexad  hazer  a  el  señor 
de  la  casa;  sabio  es,  poderoso  es,  entended  lo  que  os  combiene  y  lo 
que  le  combiene  a  él  también.  Estad  seguras  que  haciendo  lo  que  es 
en  vosotras,  y  apparejándoos  para  comtemplación  con  la  perfectión  (1) 
ya  dicha,  que  si  él  no  os  la  da  (2)  (lo  qual  creo  que  no  dexará  dar, 
si  es  de  veras  el  desasimiento  y  humildad),  sabe  que  os  lo  tiene  guar- 
dado para  daros  todo  este  rregalo  junto  en  el  ciclo,  y  que,  como 
otra  vez  he  dicho,  os  quiere  llenar  como  a  fuertes,  dándoos  acá  cruz 
como   siempre  su  magestad   la  trajo. 

Y  ¿qué  mayor  amor  queréis  que  os  tenga,  que  es  daros  a  vos  lo 
que  él  quiso  para  sí?  Y  pudiera  ser  que  no  tubiérades  tanto  premio 
en  la  contemplación.  Juycios  son  suyos,  no  ay  que  meternos  en  ellos; 
harto  bien  es  que  no  quede  a  nuestro  escoger,  que  luego,  como  nos 
pareze  más  descanso,  fuéramos  todos  grandes  contemplatiuos.  ¡Oh  gran 
ganancia,  no  querer  ganar  por  nuestro  parczer  para  no  temer  la 
pérdida,  pues  nunca  permite  dios  que  la  tenga  el  bien  mortificado, 
sino   para   ganar  más! 


1  Borrado:  que. 

2  Borrado:  ya. 


CAPITULO   XVIII 


DE     QUñNTO     MAYORES     SEAN     LOS     TRABAJOS     DE     LOS     CONTEMPLATIVOS     QUE     DE 
LOS     ACTIUOS.     ES     DE     MUCHA     CONSOLACIÓN     PARA     ELLOS. 


Pues  yo  os  diguo,  hijas,  a  las  que  no  soys  lleuadas  por  el  camino 
de  la  contemplación,  que,  según  lo  que  he  uisto  y  entendido  de  los 
que  van  por  él,  que  ¡no  llenan  la  cruz  más  libiana,  y  que  os  spantaría- 
des  por  las  uías  y  maneras  que  las  da  dios.  Yo  sé  de  vnos  y 
de  otros,  y  sé  claro  que  son  yntolerables  los  trauajos  que  dios  da  a 
los  contemplatiuos ;  y  son  de  tal  suerte,  que  si  no  les  diesse  aquel 
manjar  de  gustos,  ¡no  se  podrían  sufrir.  Y  (1)  ques  ansí,  porque,  a  los 
que  dios  quiere  mucho,  lleua  por  camino  de  trauajos,  y  mientra  más 
los  ama,  por  mayores,  y  no  hay  por  qué  creer  que  tiene  aborrescidos 
a  los  contemplatiuos,  pues  por  su  voca  los  alaba  y  tiene  por  amiguos. 

Pues  creer  que  admite  a  su  amistad  (2)  a  gente  regalada  y  sin 
trabajos,  es  disparate.  Tengo  por  muy  cierto  que  se  los  da  dios 
mucho  mayores;  y  ansí  como  los  lleua  por  camino  barrancoso  y  tan 
áspero,  a  las  vezes,  que  les  pareze  que  se  pierden  y  han  de  comen- 
zar de  nuebo  a  tornarle  a  andar,  ansí  es  menester  que  su  magestad 
les  dé  mantenimientoi,  y  no  de  agua,  sino  de  bino  de  dios,  para  que, 
enbriagados  (3)  con  él,  no  entiendan  lo  que  pasan  y  lo  puedan  su- 
frir. Y  ansí,  pocos  veo  contemplatiuos  que  no  los  vea  animossos  y 
determinados  a  pedezer,  que  lo  primero  que  haze  el  señor,  si  son 
flacos,  es  ponerles  ánimo  y  hazerlos  que  no  teman  los  trauajos. 

Creo  que  piensan  los  de  la  uida  activa,  que  por  vn  poquito  que 
los  ven  regalados,  que  no  ay  más  que  aquello.  Pues  yo  digo  que  por 
ventura  no  podríades  sufrir  vn  idía  de  los  que  pasan,  ñnsí  que  el 
señor,  como  cognosze  para  qué  «s  cada  vno,  da  a  cada  vno  el  officio 
que  ve  combenir  más  a  su  ánima,  y  a  el  mismo  señor  y  al  bien  de 
los  próximois;  y  como  no  quede  por  no  haberos  dispuesto,  no  ayáis  miedo 
que  se  pierda  vuestro  trauajo.  Mira  que  diguo  que  todas  lo  procure- 
mos, pues  no  estamos  aquí  ,para  otra  cosa;  y  no  vn  año,  ni  diez, 
porque  no  parezca  que  lo  dexamos  de  cobardes,  y  es  bien  que  se  (4) 


1  Es  cierto.   Estas   dos   palabras   parecen   de  Jerónima  del  Espíritu  Sanio,  que  borra  de  la 
copia  está  claro. 

2  Borrado:   esta  otra.   El   autógrafo   dice   estrecha,   palabra   que   tal  vez  entendió  mal  el 
copista. 

3  Enborrachados,  dice  el  autógrafo. 

4  Borrado:  el  señor. 


408  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

entienda  que  no  queda  por  nosotras:  como  los  soldados  que,  aun- 
que ayan  seruido  mucho,  siempre  han  de  estar  a  punto  para  que  el 
capitán  los  mande  en  qualquier  officio  que  quiera  ponerlos,  pues  les 
han  de  dar  sueldo.  ¡Y  quán  mejor  pagado  lo  pagará  nuestro  rey  que 
los  de  la  tierra! 

Como  los  ve  (1)  con  gana  de  seruir,  y  tiene  ya  entendido  para  lo 
que  es  cada  vno,  reparte  los  officios  como  ve  las  fuerzas,  y  si  no  cstu- 
biessen  con  esta  gana  (2),  no  les  daría  nada  ni  mandaría  en  que  sir- 
uiessen.  ñnsí  que,  hermanas,  oración  mental;  y  quien  ésta  no  pudiere, 
vocal  y  lectión  y  coloquios  con  dios,  como  después  diré.  No  se  defen  las 
horas  de  oración,  que  no  saben  (3)  quándo  llamará  el  sposo  (no  os 
acaezca  como  a  las  uírgenes  locas),  ny  quándo  os  querrá  dar  más  tra- 
uajo  disfrazado  con  gusto;  isino  entiendan  que  no  son  para  ello,  y  que 
les  combiene  lo  otro,  y  aquí  entra  el  merescer  con  la  humildad,  cre- 
yendo con  verdad  que  aun  no  son  para  lo  que  hazen. 

Y  en  andar  alegres  siruiendo  en  lo  que  les  mandan,  como  he 
dicho,  y  si  es  de  veras  esta  humildad,  bienaventurada  tal  sierua  de  vida 
actiua,  que  no  murmurará  sino  de  sí.  Dexe  a  las  otras  con  su  guerra, 
que  no  es  pequeña;  porque  aunque  en  las  vatallas  el  alférez  no  pe- 
lea, no  por  eso  dexa  de  yr  en  gran  peligro,  y  en  lo  ynterior  debe 
de  trabajar  más  que  todos;  porque  como  lleua  la  vandera,  no  se 
puede  defender,  y  aunque  le  hagan  pedazos,  no  la  ha  de  dexar  de 
las  manos.  Ansí,  los  contemplatiuos  han  de  llenar  leuantada  la  van- 
dera de  la  humildad  y  sufrir  quantos  golpes  les  dieren,  sin  dar 
ninguno;  porque  su  officio  es  padezer  como  cristo,  y  lleuar  en  alto 
la  cruz,  sin  dexarla  de  las  manos,  aunque  en  más  pelligros  se  vean, 
sin  que  muestren  flaqueza  en  padecer;  para  esso  le  dan  tan  hon- 
rrosso  officio.  Miren  lo  que  haszen,  porque  si  dexan  la  vandera, 
perderse  ha  la  vatalla;  y  ansí  creo  que  se  haze  gran  daño  en  los  que 
no  están  tan  adelante,  si  (4)  a  los  que  tienen"  en  quenta  de  capitanes 
y  amigos  de  dios,  ven  que  no  hazen  obras  conformes  (5)  a  el  officio 
que  tienen.  Los  demás  soldados  vanse  como  pueden,  y  a  las  vezes  se 
apartan  de  adon[de]  ven  el  mayor  peligro,  y  no  los  hecha  nadie  de  ver, 
ni  pierden  honrra;  mas  estotros,  como  llenan  todos  los  ojos  en  ellos, 
no  se  pueden  bullir.  Bueno  es  el  officio,  y  honrra  grande  y  merced 
hasze  el  rey  a  quien  le  da,  mas  no  se  obliga  a  poco  quien  lo  rescibe. 
Ansí  que,  hermanas  mías,  no  sabemos  lo  que  pedimos;  dexemos  ha- 
zer  a  el  señor,  que  'ay  algunas  personas  que  pareze  que  quieren  pedir 
rregalos  por  justicia.  Donosa  manera  de  humildad;  por  esso  haze 
bien  el  cognoszedor  de  todos,  que  creo  que  pocas  vezes  se  los  da, 
porque  ve  claro  que  no  son  para  beuer  el  cáliz. 

Vuestro  entender,  hijas,  si  estáis  aprouechadas,  será  si  entendiere 
cada  una  que  es  la  más  ruin  de  todas,  y  que  se  entienda  en  sus  obras 


1  Borrado:  presentes  y. 

2  Con  esta  gana.  Estas  palabras  parecen  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo,  que  borra  el  vo" 
cabio  presentes. 

3  Borrado:  todas. 

4  Borrado:  no. 

5  Conformes.  Parece   esta   palabra   de  letra    de   Jerónima  del  Espíritu  Santo.  El  autógraío 
dice  conforme. 


CAPITULO     XVIII  409 

que  lo  cognoscc  ansí,  para  aprouechamiento  y  bien  de  las  otras; 
y  no  en  la  que  tiene  más  gustos  en  la  oratión,  y  arrebatamientos,  y 
bisiones  y  otras  mercedes  que  haze  el  señor  muchas  vezes  desta  suer- 
te, que  hemos  de  aguardar  a  lel  otro  mundo  para  ver  su  balor.  Es- 
totro es  moneda  que  corre,  es  renta  que  no  falta,  son  juros  perpetuos  y 
no  censos  de  alquitar  (que  estotro  quítase  y  pónesse),  vna  virtud 
grande  de  humildad,  de  mortificación,  y  de  obediencia  (1)  en  no  yr  vn 
punto  contra  lo  que  manda  el  perlado,  que  sabéis  que  verdaderamente 
os  lo  manda  dios,  "puesta  (2)  en  su  lugar.  Tiene  el  premio  grande  y 
pierto,  y  besse  (3)  su  balor.  En  esto  de  obediencia  es  en  lo  que  más 
había  de  tractor,  y  por  pareszerme  que  si  no  la  ay  es  no  ser  monjas, 
no  digo  nada  della,  porque  hablo  con  monjas,  y,  a  mí  parezer,  bue- 
nas, a  lo  menos  deseosas  de  serlo.  Y  ansí,  en  cosa  tan  sabida  e  impor- 
tante, diré  sola  una  palabra. 

Digo  que  quien  estubiere  ,por  voto  deuajo  de  obediencia,  y  fal- 
tare no  trayendo  cuidado  en  cómo  cumplirá  con  mayor  perfectión 
este  voto,  que  no  sé  para  qué  está  en  el  monesíeiio;  yo  la  assigno  (4), 
que  por  lo  menos  mientras  faltare,  no  llegará  a  ser  contemplatiua, 
ni  aun  buena  actiua,  y  esto  tengo  por  muy  cierto.  Y  aunque  sea 
persona  que  no  tiene  obligación  a  esto,  si  quiere  o  pretende  ser 
contemplatiua,  ha  menester,  para  yr  muy  acertada,  dexar  su  voluntad 
con  toda  determinación  en  vn  confesor  que  sea  tal.  Porque  esto  es 
ya  cosa  muy  sabida,  que  aprouechan  más  desta  suerte  en  vn  año, 
que  sin  esto  en  muchos?,  y  para  vosotras  (5)  no  es  menester  dezir  esto 
ni   ay   para  qué  hablar  dello. 

Concluyo  diciendo  que  aquestas  virtudes  son  las  que  yo  deseo 
que  tengáis,  hijas  mías,  y  las  que  procuréis:  de  tener  pena  por  no 
tener  gustos  os  guardad  (6),  es  cosa  incierta  y  podría  ser  que  en  otras 
personas  sean  de  dios,  y  en  vos,  permitiéndolo  su  magestad,  ylusión 
del  demoniO),  y  que  os  engañe,  como  ha  hecho'  a  otras  personas.  En  cosa 
dubdosa,  ¿para  qué  queréis  seruir  a  el  señor  tiniendo  tanto  seguro  en 
qué  seruirle?  ¿quién  os  mete  en  essos  peligros?  Heme  alargado  tanto 
en  esto,  porque  sé  que  conbiene,  que  aquesta  nuestra  naturaleza  es 
flaca,  y  a  quien  idios  quisiere  dar  la  contemplación,  su  magestad  le 
hará  fuerte.  Son  tanbién  (7)  estos  auisos  para  (8)  humillar  (9)  los  con- 
templatiuos.  El  señor  nos  dé  luz  para  seguir  en  todo  su  voluntad  y 
no   habrá   que   temer. 


1  Borrado:  grande. 

2  Dues  está  en  su  lugar,  se  lee  en  el  autógrafo. 

3  Borrado:  claramente. 

4  Rsiguro,  dice  el  autógrafo. 

5  Vosotras.  Esta  palabra  parece  añadida  por  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 

6  Borra  la  Santa:  no  tenellas. 

7  Borra  la  Santa:  Heme  holgado  de  dar. 

8  Bonado:  por  donde  también  se. 

9  Bonado:  an  (humillaran). 


CñPITULO   XIX 


QUE     COMIENZA     R     TRATAR     DE     Lfl     ORACIÓN.     HABLA     CON     LAS     ALMAS     QUE     NO 
PUEDEN     DISCURRIR     CON     EL    ENTENDIMIENTO. 


Ha  tantos  días  que  scriuí  lo  pasado  sin  haber  tenido  lugar  para 
tornar  a  ello,  que  ísi  no  lo  tornasse  a  leer,  no  sé  lo  que  decía;  por 
no  ocupar  tiempo,  habrá  de  yr  como  saliere,  sin  concierto.  Es  me- 
nester advertir  esto.  Para  entendimientos  concertados  y  almas  que 
estén  exercitadas  y  que  pueden  estar  consiguo  mismas,  ay  tantos  li- 
bros scriptois,  y  tan  buenos  y  de  personas  tales,  que  sería  yerro  que 
hiziésedes  caso  de  mi  dicho  en  cosa  de  oración;  pues,  como  digo,  te- 
nes (1)  libros  tales  adonde  van  por  días  de  la  semana  rrepartidos  los 
misterios  de  la  vida  del  señor  y  de  su  pasión,  y  meditaciones  del 
juicio,  y  del  infierno,  y  de  nuestra  nada,  y  lo  mucho  que  debemos 
a  dios,  con  excelente  doctrina  y  concierto  para  principio  y  fin  de 
oración.  Quien  pudiere  y  tubiere  costumbre  de  lleuar  este  modo  de 
oración,  no  ay  que  dezir,  que,  por  tan  buen  camino,  el  señor  les  sa- 
cará a  puerto  de  luz,  y  con  tan  buenos  principios  el  fin  lo  será,  y 
todos  los  que  pudieren  yr  por  él,  llenan  descanso  y  seguridad;  por- 
que, atado  el  entendimiento,  vase  con  descanso,  y  ansí  no  ablo  aora  con 
éstos  (2).  De  lo  que  querría  tratar  y  dar  algún  remedio,  o  si  el 
señor  quisiesse  que  accertase,  y  si  no,  que  a  lo  menos  entendáis  que 
ay  muchas  almas  que  pasan  este  trauajo,  para  que  no  os  fatiguéis  las 
que  le  tubiéredes. 

Hy  vnas  almas  y  entendimientos  tan  desbaratados  como  vnos  ca- 
ballos desbocados,  que  no  ay  quién  los  haga  parar;  ya  ban  aquí,  ya 
van  allí,  siempre  con  desasosiego:  o  es  su  propia  naturaleza,  o  dios 
que  lo  permite.  Heles  mucha  lástima,  porque  me  pareze  como  vnas 
personas  que  han  mucha  sed  y  ben  el  agua  de  muy  lejos,  y  guando 
quieren  yr  allá,  hallan  quien  les  defienda  el  paso  a  el  principio,  me- 
dio y  fin.  ñcaeze  que  quando  ya  con  su  trauajo,  y  harto  trauajo,  han 
vencido  los  primeros  enemigos,  déxanse  vencer  de  los  segundos,  y 
quieren  más  morir  de  sed  que  beue/-  agua  que  tanto  ha  de  costar. 
Rcabóseles  el  esfuerzo,  faltóles  ánimo;  y  ya  que  algunos  le  tienen 
para   vencer  os   los   segundos,   a   los  terceros   se  les   acaba   la   fuerza, 


1  Tenéys,  dice  el  autógrafo. 

2  Borrado:  Mas. 


CAPITULO     XIX  411 

y  por  ventura  no  están  dos  pasos  de  la  fuente  del  agua  uiua,  que  dixo 
el  señor  a  la  samaritana,  que  quien  la  beuiere  no  terna  sed.  Y  con 
quanta  razón  y  verdad,  como  dicho  de  [la]  misma  verdad,  que  no  la 
terna  de  cosa  desta  vida,  de  manera  que  pierda  a  dios,  entiéndese  no 
la  dejando  él  de  su  nia[no],  y  ansí  siempre  5[e  ha]  (1)  de  andar  con 
temor,  aunque  creze  muy  mayor  de  lo  que  acá  podemos  ymaginar  de 
las  cosas  de  la  otra  (2).  Mas  ¡con  qué  sed  se  desea  tener  esta  sed! 
Porque  entiende  el  ánima  su  gran  valor,  y  es  sed  penosíssima  que 
fatiga,  y  trahe  consigno  la  misma  satisfación  con  que  se  amata  aque- 
lla sed;  de  manera  ques  vna  sed  que  no  ahoga  sino  a  las  cosas  te- 
rrenas, antes  da  hartura  de  manera  que,  quando  dios  la  satisffaze,  vna 
de  las  mayores  mercedes  que  puede  hazer  a  el  alma,  es  dexarla  con  la 
misma  nesí^esidad,  y  mayor  queda  siempre  de  tornar  a  beuer  esta  agua. 

El  agua  tiene  tres  propiedades,  que  agora  se  me  acuerdan  que 
hazen  a  el  caso,  que  muchas  más  tendrá.  La  una  es  que  enfría,  que 
por  calor  que  ayamos,  en  llegando  a  el  agua,  se  quita;  y  si  ay 
gran  fuego,  con  ella  se  mata,  saluo  si  no  es  de  alquitrán,  que  se  en- 
ciende más.  ¡O,  válame  dios,  qué  marauillas  ay  en  este  encenderse  más 
el  fuego  con  el  agua  quando  es  fuego  fuerte,  poderoso  y  no  subgeto  a 
los  elementos,  pues  éste,  con  ser  su  contrario,  no  le  enpeze,  antes  le 
acaeze  crezer!  Mucho  valliera  para  poder  hablar  aquí  quien  supie- 
ra philosophía,  porque  sabiendo  las  propiedades  de  las  cosas,  supié- 
rame  declarar,  que  me  voy  regalando  en  ello  y  no  lo  sé  decir,  y 
aun   por   ventura   no  lo   sé   entender. 

De  que  dios,  hermanas,  os  traiga  a  beuer  esta  agua,  y  las  que 
agora  lo  bebéis,  gustaréis  desto,  y  entenderéis  cómo  el  verdadero  amor 
de  dios,  si  está  en  su  fuerza  y  del  todo  ya  libre  de  cosas  de  tierra 
y  que  vuela  sobre  ellas,  como  es  señor  de  todos  los  elementos  del 
mundo,  y  como  no  ay  que  tener  miedo,  fiados  en  la  misericordia  de 
dios,  que  el  agua  que  procede  de  la  tierra  mate  a  este  fuego 
de  amor  de  dios;  no  es  de  [su]  (3)  jurisdi^ión,  aunque  son  contrarios.  Es 
ya  señor  absoluto;  no  le  está  subieto.  Y  ansí,  no  hos  spantaréis  de 
lo  mucho  que  he  puesto  en  este  libro  para  que  procuréis  esta  libertad. 
¿No  es  linda  cosa  que  vna  pobre  monja  de  sant  Josephe  pueda  lle- 
gar a  ssefiorear  toda  la  tierra  y  elementos?  Y  ¿qué  mucho  que  los 
stos  (4)  hiziessen  dellos  lo  que  querían,  con  el  fauor  de  dios?  K  sanct 
Martín  obedecían  el  fuego  y  las  aguas;  y  a  sanct  francisco  hasta  las 
aues  y  los  pezeis,  y  ansí  a  otros  santos  ser  tan  señores  de  todas  las 
cosas  del  mundo,  por  haber  bien  trauajado  de  tenerle  en  poco  y 
subietádose  de  veras  con  todas  sus  fuerzas  a  el  señor  del.  ñnsí 
que  digo  que  el  agua  que  nape  de  la  tierra,  no  tiene  poder  contra  este 
fuego;  sus  llamas  son  muy  altas  y  su  nascimiento  no  comienza  en  cosa 
tan  vaja.  Otros  fuegos  ay  de  pequeño  amor  de  dios,  que  qualquier  suc- 
cesso  los  amatará;   mas  a  éste  no,  no,  aunque  toda  la  mar  de  tenta- 


1  Las  letras  entre  paréntesis,  fueron  cortadas  al   dorar  los  cantos  de  la  copia,   como  ya 
ocurrió  con  la  nota  segunda  de  la  página  396. 

2  Borlado:  por  esta  sed  natural. 

3  Tomamos  esta  palabra  del  autógrafo. 

4  Stos.  abreviatura  de  santos. 


412  '  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

ciones  venga,  no  le  harán  dexar  de  arder  de  manera  qué  no  sasseño- 
ree  (1)   él  dellas. 

Pues  si  es  agua  de  la  que  Iluebe  del  cielo,  menos  la  apagará;  no 
son  contrarios,  sino  de  vna  tierra;  y  ansí  no  se  ara  (2)  mal  el  uno  (3) 
a  el  otro,  antes  ayudan  (4),  porque  el  agua  de  las  lágrimas  verdaderas, 
que  son  las  que  proceden  en  verdadera  oración,  vienen  dadas  del  rey 
del  qielo,  que  le  ayuda  a  encender  más,  y  a  hazer  que  dure,  y  el 
fuego  ayuda  a  el  agua  a  (enfriar.  ¡Oh,  válame  dios,  qué  cosa  tan  her- 
mosa y  ide  tanta  marauilla,  que  el  fuego  enfría!  Y  ansí  (5)  hiela  to- 
das las  affectiones  del  mundo  guando  se  junta  con  el  agua  viua  del  cielo, 
que  es  la  fuente  de  donde  proceden  las  lágrimas  que  quedan  dichas,  que 
son  dadas  del  rey  del  cielo  (6),  ansí  (7)  que  no  dexa  calor  en  ninguna 
cosa  del  mundo  para  que  se  detenga  en  ella,  si  no  es  para  si  puede 
pegar  este  fuego,  que  es  natural  suyo,  y  no  se  contentar  com  poco,  sino 
que,  si  pudiesse,  abrassaría  todo  el  mundo. 

Es  la  otra  propiedad  linpiar  cosas  no  limpias.  Si  no  hubiesse  agua 
para  lauar,  ¿qué  sería  del  mundo?  ¿Sabéis  qué  tanto  linpia  esta  agua 
viua,  esta  agua  celestial,  esta  agua  clara?  (8).  Que  de  una  bez  que  se 
beba,  pienso  (9)  que  dexa  el  alma  clara  y  linpia  de  todas  las  culpas; 
porque,  como  tengo  dicho,  no  da  dios  lugar  a  que  beban  desta  agua, 
que  no  está  en  nuestro  querer,  por  ser  cosa  muy  sobrenatural  esta 
diuina  unión,  si  no  es  para  limpiarla,  y  dexalla  libre,  y  limpia  del 
lodo  en  que  por  sus  miserias  estaua  metida  por  las  culpas  cometi- 
das. Porque  otros  gustos  que  vienen  por  medianería  del  entendimien- 
to, por  mucho  que  hagan,  trahen  el  agua  corriendo  por  la  tierra;  no 
lo  beben  junto  a  la  fuente;  nunca  falta  en  este  camino  cosas  lodo- 
sas en  que  se  detengan,  y  no  va  tan  puro  ni  tan  limpio.  No  llamo 
yo  esta  oración,  que,  como  digo,  va  discuricndo  con  el  entendimiento, 
agua  uiua,  conforme  a  mi  entender,  diguo,  que  contino  se  pegua  a 
nuestra  alma  por  mucho  que  queramos  hazer,  y  ayudada  deste  nues- 
tro cuerpo  y   baxo  natural,   algo   de  camino   (10)   que  no  querríamos. 

Quiérome  declarar  más.  Estamos  pensando  qué  es  el  mundo  y 
cómo  se  acaba  todo,  para  menospreciarle,  y  casi  sin  entendernos,  no? 
hallamos  metidos  en  cosas  que  amamos  del;  y  deseándolas  huyr,  por 
lo  menos  nos  estoma  vn  poco  pensar  cómo  fué,  y  cómo  será,  y  qué 
hize,  y  que  haré;  y  para  pensar  lo  que  haze  a  el  caso  para  librarnos, 
a  las  vezes  nos  metemos  de  nuebo  en  el  peligro.  No  porque  esto 
se  ha  de  dexar,  mas  hase  de  temer;  es  menester  no  yr  descuidados. 
Hcá    lleua    el    señor   este   cuidado,    que   no    quiere   fiarnos    de   nosotros. 


1  Se  enseñoree,  se  lee  en  el  autógrafo. 

2  Borrado:  no  ayáis  miedo  que  se  haga. 

3  Borrado:  elemento. 

4  Borrado:  el  vn  elemento  a  el  otro  a  su  effecto. 

5  Sí,  y  aun  hiela,  dice  el  autógrafo. 

6  Del  rey  del  cielo.   Esta  enmienda  parece  de  Jeróniraa  del  Espíritu  Santo,  la  cual  borra: 
y  no  adquiridas  por  nuestra  industria. 

7  Borrado:  que  a  buen  seguro. 

8  Borrado:  -¿quando  no  está  turbia,  quando  no  tiene  lodo,  sino  que  cae  del  fiéloP 

9  Borrado:  tengo  por  cierto, 
10  Borrado:  de. 


'  CAPITULO     XIX  413 

Tiene  en  tanto  nuestra  alma,  que  no  la  dexa  meter  en  cosas  que  la 
puedan  dañar  por  aquel  tiempo  que  quiere  fauorescerla;  sino  pé- 
nela de  presto  junto  a  ssí,  g  muéstrale  en  un  punto  más  verdades, 
y  dales  más  claro  cognoscimiento  de  lo  que  es  todo,  que  acá  pudiera 
tener  en  muchos  años.  Porque  no  va  libre  la  vista,  ciéganos  el  poluo 
como  vamos  caminando;  acá  llénanos  <el  señor  a  el  fin  de  la  jornada, 
sin  entender  cómo. 

La  otra  propiedad  del  agua  es  que  harta  g  quita  la  sed;  porque 
sed,  me  pareze  a  mí  que  quiere  dezir  deseo  de  vna  cosa  que  nos 
haze  gran  falta,  que  si  del  todo  nos  falta,  nos  mata.  Estraña  cosa  es 
que  si  nos  falta  nos  mata;  g  si  nos  sobra,  nos  acaba  la  vida,  como 
es  morir  muchos  ahogados.  ¡O  señor  mío,  quién  se  viesse  tan  engol- 
fada en  este  agua  viua,  que  se  le  acabasse  la  vida!  ¿Mas,  no  pue- 
de ser  esto?  Sé  que  tanto  puede  crezer  el  amor  y  deseo  de  dios, 
que  no  lo  pueda  sufrir  el  subieto  natural,  g  ansí  ha  hauido  personas  que 
han  muerto.  Yo  sé  de  vna,  que  si  no  la  socorriera  dios  presto  con 
esta  agua  viua,  tan  en  gran  abundanijia  que  casi  la  sacaba  de  sí  con 
una  gran  suspensión  (1).  Digo  que  casi  la  sacaba  de  sí,  porque  aquí 
descansa  el  alma.  Pareze  que  ahogada  de  no  poder  sufrir  el  mundo, 
resuscita  en  dios,  y  su  magestad  la  abilita  para  que  pueda  gozar  lo 
que,  estando  en  sí,  no  pudiera  sin  acabarse  la  vida. 

Entiéndase  de  aquí  que  como  en  nuestro  summo  bien  no  puede 
haber  cosa  que  no  sea  cabal,  todo  lo  que  él  da,  es  para  nuestro 
bien;  y  por  mucha  abundancia  desta  agua  (2),  no  puede  haber  demasía 
en  cosa  suya;  porque  si  da  mucho,  haze,  como  he  dicho,  ábil  a  el  alma 
para  que  sea  capaz  de  beber  mucho;  como  un  vidriero  que  haze 
la  vasija  de  la  manera  que  ve  que  es  menester,  para  que  quepa  lo 
que  quiere  hechar  en  ella.  En  el  desearlo,  como  es  de  nosotros,  nun- 
ca dexa  de  haber  falta;  si  alguna  cosa  buena  lleua,  es  lo  que  ayuda 
el  señor.  Mas  somos  tan  indiscretos  que,  como  es  pena  suaue  y  gustosa, 
nunca  nos  dexamos  hartar  desta  pena.  Comemos  sin  tasa,  ayudámo- 
nos  (3)  como  acá  podemos  a  este  deseo,  y  ansí,  algunas  vezes  mata. 
¡Dichosa  tal  muerte!  Mas,  por  ventura,  ayudará  a  otros  para  morir 
con  la  vida  por  deseo  desta  muerte.  Y  esto  creo  que  haze  el  demo- 
nio, porque  entiende  el  daño  que  ha  de  hazer  con  viuir,  y  ansí  tienta 
aquí  de  indiscretas  penitentias  para  quitar  la  salud,  y  no  le  va  poco 
en  ello. 

Digo  que  quien  llega  a  tener  esta  sed  tan  ynpetuosa,  que  se  mire 
mucho,  porque  crea  que  terna  esta  tentación;  y  aunque  no  muera  de 
sed,  acabará  la  salud,  y  dará  muestras  exteriores,  aunque  no  quiera, 
que  se  han  de  scusar  por  todas  uías.  Algunas  veces  aprovechará  poco 
nuestra  diligeníia,  que  no  podremos  todo  lo  que  se  querría  (4)  encu- 
brir; mas  estemos  con  cuidado  quando  bienen  estos  ímpitos  (5)  tan  gran- 
des de  crecimiento  deste  deseo  para  no  añadir  en  él,  sino  con  suabidad 


1  El  copista  dejó  aquí  un  pequeño  espacio,  que  la  Santa  llena  con  estns  palabras. 

2  Borrado:  de  que. 

3  Ryudamos,  decía  la  copia. 

4  Quiete,  decía  la  copia.  La  enmienda  nos   parece  de  la  Santa. 

5  Ímpetus,  escribe  Santa  Teresa  en  los  autógrafos. 


tlt  CAJWINO     DK      PEIIFECCION 

cortar  el  hilo  con  otra  consideración;  que  podrá  ser  que  nuestra 
naltirulGza  a  vezes  obre  tairto  como  el  nirior,  que  ai|  personas  que 
qualquiera  cosa,  aunque  sea  mala,  desean  con  grande  velieineiK^ia.  Ks- 
tas  tales  no  creo  sen'ini  nnuj  uiorlincadas,  que  para  todo  aprovecha 
la  niortilica9Íón.  Pareze  desatino  que  cosa  tan  buena  se  ataje;  pues 
no  lo  es,  que  yo  no  digo  que  se  quite  el  deseo,  sino  que  se  ataje  ; 
ij  por  uentara  será  con  otro  que  merezca  tanto.  Quiero  decir  algo  para 
darme  mejor  a  entender.  Da  (I)  un  gran  deseo  de  verse  ijn  con  dios 
y  desatado  desta  ct\r(;el,  como  lo  tenía  sant  Pablo:  pena  por  tal 
causa  no  sería  menester  poca  mor üf ¡camión  para  atajarla,  porque  debe 
de  ser  muy  gustosa  y  del  todo  no  podría.  Mas  quando  viere  que 
aprieta,  que  casi  va  a  quitar  el  juicio,  como  yo  vi  a  una  persona, 
no  lia  mucho,  y  ino  de  su  natural  impetuosa,  aunque  amostrada  a 
quebrantar  su  volinitad  (2),  digo  que  por  vii  rrato  que  la  vi  como  desati- 
nada de  la  gran  fuerya  que  se  hizo  en  disiimilarla,  y  que  en  caso  tan 
excessluo,  aunque  fuesse  spíritu  de  dios,  tengo  por  humildad  temer; 
porque  no  hemos  de  pensar  que  tenemos  tanta  charidad  que  nos  pone 
en  tan  gran  aprieto. 

Y  ansí  (3)  no  terna  por  malo,  si  puede,  aunque  todas  veces  no  po- 
drá, que  mude  el  deseo  pensando  que,  si  vine,  seruirá  más  a  dios, 
y  podría  ser  que  dé  luz  a  algún  alma  que  se  había  de  perder,  y 
que  con  seruir  más,  merezca  por  donde  pueda  gozar  más  de  dios,  y 
tómase  de  lo  poco  que  ha  scruido.  Y  éstos  son  buenos  consuelos  para 
tan  gran  trauajo,  y  aplacará  su  petia  y  ganará  mucho,  pues  por  ser- 
uir a  el  mismo  Iseñor,  se  quiere  acá  pasar  y  uiuir  con  su  pena.  Es 
como  si  vno  tubicsse  un  gran  trauajo  o  graue  dolor,  consolarse  con 
dezir  que  tenga  paciencia,  y  se  dexe  en  las  manos  de  dios,  y  que 
cumpla  en  él  su  voluntad,  que  dexarnos  en  ellas,  es  lo  más  acertado 
en   todo. 

Y  si  el  demonio  ayudó  en  alguna  manera  a  tan  gran  deseo, 
que  seria  posible,  como  quenta  Casiano  de  vn  liermitafio  de  asperíssi- 
ma  vida,  que  le  hizo  entender  que  se  hechasse  en  vn  pozo,  porque 
vería  más  presto  a  dios,  yo  bien  creo  que  no  debía  de  haber  sido 
con  humildad  ni  bien;  porque  fiel  es  el  señor  y  no  consintiera  su 
magestad  aue  se  cegara  en  cosa  tan  manifiesta.  Mas  está  claro,  que 
si  el  deseo  fuera  de  dios,  que  no  le  hiciera  mal;  porque  trahe  con- 
sigo la  luz,  la  dlscrep9Íón  y  la  medida  {"i);  sino  que  este  aduersario, 
enemigo  nuestro,  por  donde  quiera  que  pueda,  procura  dañar;  y  pnes 
él  no  anda  descuydado,  ¡no  lo  andemos  nosotras.  Este  es  vn  punto 
importante  para  muchas  cosas,  ansí  para  acortar  el  tiempo  de  la 
oración,  por  gustosa  que  sea,  quando  se  bicnen  a  acabar  las  fuerzas 
luituralcs  del  cuerpo  o  hazer  daño  a  la  cabeza;  en  todo  es  muy  ne- 
cesaria la  discreción. 

(«Para  qué  pensáis,  hijas  mías,  que  he  pretendido  declarar  el  fin 
y  mastrar  el  premio  antes  de  la  batalla,  diciéndoos  el  bien  que  trahe 


1  De,  e.scrlbe  cqulvocndnmente  el  copista. 

2  Hortndo:  me  parozc  (¡ite  lo  ha  ya  perdido,  poupw  se  ve  en  otras  coses. 

3  Botrnilo:  di{io  (¡ve. 

4  Bortado:  esto  es  claro. 


'  CAPITULO     XIX  HÍ5 

consigo  llegar  a  veuer  Idesta  fuente  celestial  y  desta  agua  viua?  Para 
que  no  os  qucxéis  del  trauajo  y  contradictión  que  ay  en  el  camino, 
y  vais  con  ánimo  y  no  os  canséis;  porque,  como  he  dicho,  podrá 
ser  que  después  que  ayáis  llegado  a  que  no  os  falte  más  que  aba- 
jaros a  beber  en  la  fuente,  lo  dexéis  todo  y  perdáis  este  bien,  pen- 
sando que  no  tenéis  fuerza  para  llegar  a  él,  y  que  no  sois  para 
ello. 

Mirad  que  conbida  lel  señdr  a  todos;  y  pues  él  es  la  misma  ver- 
dad, no  ay  que  dudar.  Si  no  fuera  general  este  combite,  no  nos  lla- 
mara el  señor  a  todos,  y  ya  que  nos  llamara,  no  os  dixera:  «yo 
os  daré  de  beber».  Pudiera  degir:  vení  todos,  que,  en  fin,  no  perderéis 
nada,  y  a  los  que  a  imí  me  pareciere,  yo  los  daré  de  veuer.  Mas  como 
dixo,  sin  esta  condición,  a  todos,  tengo  por  cierto  que  todos  los  que 
no  se  quedaren  en  eJ  camino,  no  les  faltará  esta  agua  uiua.  Dénos  el 
señor,  que  la  promete,  la  gracia  para  buscarla  como  se  ha  de  buscar, 
por  quien   su  magestad  es. 


CAPITULO  XX 


TRATA  COMO  POR  DIFERENTES  VlflS  NUNCA  FALTA  CONSOLACIÓN  EN  EL  CAMI- 
NO DE  LA  ORACIÓN,  Y  ACONSEJA  A  LAS  HERMANAS  QUE  DESTO  SEAN  SUS 
PLATICAS    SIEMPRE. 


Pareze  que  me  contradigo  en  este  capítulo  pasado  de  lo  que  había 
dicho,  porque  quando  consolaua  a  las  que  no  llegaban  aquí,  dixe  que 
tenía  el  señor  diferentes  caminos  por  donde  yban  a  él,  ansí  como  ha- 
bía muchas  moradas,  ñsí  lo  torno  a  dezir  agora,  porque,  como  en- 
tendió su  magestad  nuestra  flaqueza,  probeyó  como  quien  es.  Mas 
no  dixo:  por  este  camino  vengan  vnos,  y  por  éste  oíros;  antes  fué 
grande  su  misericordia,  que  a  nadie  quitó  que  procurasse  venir  a 
esta  fuente  de  vida  a  beber.  ¡Bendito  sea  por  siempre,  y  con  quánta 
razón  me  lo  quitara  a  mí! 

Pues  no  me  mandó  lo  dexasse  cuando  lo  comenzé,  y  hizo  que  me 
hechassen  en  el  profundo,  a  buen  seguro  que  no  lo  quite  a  nadie, 
antes  públicamente  nos  llama  a  vopes;  mas  como  es  tan  bueno,  no 
nos  fuerga,  antes  da  de  muchas  maneras  a  beber  a  los  que  le  quieren 
seguir,  para  que  ninguno  vaya  desconsolado,  ni  muera  de  sed.  Porque 
desta  fuente  caudalosa  salen  arroyos,  vnos  grandes  y  otros  pequeños, 
y  algunas  vepes  charquitos  para  niños,  que  aquéllos  les  vasta,  y  más, 
sería  espantarlos  ver  mucha  agua;  éstos  son  los  que  están  en  los 
principios.  Ansí  que,  hermanos,  no  ayáis  miedo  que  muráis  de  sed 
en  este  camino;  nunca  falta  agua  de  consolación  (1);  y  pues  esto  es 
ansí,  toma  mi  consejo  y  no  os  quedéis  en  el  camino,  sino  pelea  como 
fuertes  hasta  morir  en  la  demanda,  pues  no  estáis  aquí  para  otra 
cosa  sino  para  pelear.  Y  con  yr  siempre  con  esta  determinación  de 
antes  morir  que  dexar  de  llegar  a  el  fin  del  camino,  si  ios  llenare 
el  señor  con  alguna  sed  en  este  camino  en  esta  vida,  daros  ha  de 
veuer  con  toda  abundanfia  en  la  otra  (2),  y  sin  temor  que  os  ha  de 
faltar.  Plega  a  el  señor  no  le  faltemos  nosotras,  ñmen. 

Tratemos  un  poco  aora  de  cómo  se  ha  de  principiar  esta  jornada, 
que  es  lo  que  más  inporta  para  comentar  este  camino  de  manera  que 
no  yerre  desde  el  principio;  digo  que  importa  el  todo  para  el  todo. 
No  diguo  que  quien  no  tubiere  la  determinación  que  aquí  diré,  no  dexe 
de    comentar,    porque    el    señor    le    yrá    perficionando ;    y    quando    no 


1  Borrado:  en  tanta  maneta  que  no  se  pueda  sufrir. 

2  En  la  otra.  Esta  adición  parece  de  la  M.  Jeiónima. 


CAPITULO     XX  117 

hiciesse  más,  dar  un  ipaso  tiene  en  sí  tanta  virtud,  que  no  tema  (1)  lo 
pierda  ni  le  dexe  de  ser  muy  bien  pagado.  Es,  digamos,  como  quien 
tiene  vna  quenta  de  perdones,  que  si  la  rreza  vna  bez,  gana,  y  mien- 
tras más  Vezes,  más;  empero  si  nunca  llega  a  ella,  sino  que  se  la 
tiene  en  el  arca,  mejor  fuera  no  tenella.  ñnsí  que,  aunque  no  vaya 
después  por  el  mismo  camino,  lo  poco  que  huuiere  andado  del,  le 
dará  luz  para  que  vaya  bien  por  los  otros,  y  si  más  andaré,  más.  En 
fin,  tenga  por  cierto  que  no  le  hará  daño  el  haberlo  comentado  para 
cosa  ninguna,  aunque  lo  dexe(2).Por  esso,  todas  las  personas,  h\)?ís,  digo 
habiendo  disposición  y  alguna  amistad,  gue  tratardes,  procura  quitarles 
el  miedo  de  comentar  a  procurar  este  tesoro  escondido  (3);  y  por 
amor  de  dios  os  pido  que  vuestro  trato  sea  ordenado  siempre  a  algún 
bien  de  aquel  con  quien  habláredes,  pues  vuestra  oración  ha  de  ser 
para  probecho  de  las  almas,  y  esto  habéis  siempre  de  pedir  a  el  se- 
ñor. Mal  parecería,  hermanas,  no  lo  procurar  de  todas  maneras. 

Si  queréis  ser  buen  deudo,  ésta  es  la  verdadera  amistad;  si  buena 
amiga,  entended  que  no  lo  podéis  ser  sino  por  este  camino.  Ande  la  ver- 
dad por  vuestros  corazones,  como  debe  andar  por  la  meditación,  y  ve- 
réis claro  el  amor  que  somos  obligadas  a  tener  a  los  próximos.  No  es 
ya  tiempo,  hermanas,  de  juego  de  niños,  que  no  parecen  a  otra  cosa 
estas  amistades  del  mundo,  aunque  sean  buenas;  ni  aya  en  vosotras 
tal  plática  como  es  aquélla  «si  me  queréis  o  no  me  queréis»,  ni  con 
deudos  ni  con  otras  personas,  sino  fuere  yendo  fundadas  en  un  gran 
fin  y  prouecho  de  aquel  ánima.  Que  puede  acaecer,  para  que  os  scu- 
che  vuestro  deudo,  o  hermano  o  persona  semejante,  una  verdad  y  la 
admita,  para  disponerle  con  estas  pláticas  y  muestras  de  amor,  que 
a  la  sensualidad  siempre  contentan;  y  acaecerá  tener  en  más  vna  bue- 
na palabra,  que  ansí  la  llaman,  que  muchas  de  dios,  para  que  después 
sepan  y  les  dé  gusto  éstas.  Y  ansí,  yendo  con  aduertencia  de  apro- 
uechar,  no  quita  aquellas  pláticas.  Mas  si  no  es  para  esto,  ningún  pro- 
uecho  pueden  traher,  y  podrán  hazer  daño  sin  entenderlo  vosotras. 
Ya  saben  que  sois  religiosas!,  y  que  vuestro  trato  es  de  oración.  No  se 
os  ponga  delante:  «no  quiero  que  me  tengan  por  buena»,  porque  no 
es  prouecho  o  daño  común»  y  libiano  el  que  en  vos  vieren.  Y  es  gran 
mal  a  las  que  tanta  obligación  tienen  (4)  de  no  hablar  sino  en  dios, 
como  las  monjas,  que  les  parezca  bien  la  disimulación  en  este  caso, 
si  no  íuesse  alguna  vez  para  más  bien.  Este  es  vuestro  trato  y  len- 
guaje; quien  os  quisiere  tratar,  depréndale,  y  guardaos  de  deprender 
vosotras  el  suyo,  que  será  infierno. 

Si  os  tuvieren  por  grosera,  poco  va  en  ello;  si  por  hypócritas,  me- 
nos: ganaréis  de  aquí  que  no  os  vea  sino  quien  se  entendiere  por  esta 
lengua;  porque  no  lleua  camino,  vno  que  no  sabe  algarauía  (5),  gustar 
mucho  de  hablar  con  quien  no  sabe  otro  lenguaje.  Y  ansí  no  os  can- 


1  Borrado:  aya  miedo  que. 

2  Borrado:  porque  el  bien  nunca  hace  mal. 

3  Borra  la  Santa,  tan  gran  bien. 

4  Tienen.  Esta  palabra  parece  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 

5  Borrado:  pata. 

III  27 


418  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sarán,  ni  dañarán,  que  no  sería  poco  daño  comentar  ya  a  hablar  nueua 
lengua,  g  todo  el  tiempo  se  os  yría  en  eso.  Y  no  lo  podéis  bien  saber 
como  yo,  que  lo  he  experimentado,  y  sé  el  gran  mal  que  es  para  el 
alma,  que  por  saber  la  una,  se  le  oluida  la  otra,  y  es  vn  perpetuo 
desasosiego,  del  qual  en  todas  maneras  habéis  de  huir;  porque  lo 
que  mucho  combiene  para  este  camino  que  comen9amos  a  tratar,  es 
paz  y  sosiego  en  el  alma. 

Si  los  que  os  trataren  quisieren  deprender  vuestra  lengua,  ya  que  no 
es  vuestro  de  enseñar,  podéis  dezir  las  riquezas  que  se  ganan  en  de- 
prenderla; y  desto  no  os  canséis,  sino  con  piedad,  y  amor  y  oración, 
porque  le  aproueche,  para  que,  entendiendo  la  gran  ganancia,  vaya 
a  buscar  maestro  que  le  enseñe;  que  no  os  haría  el  señor  pequeña 
merced  en  dispertar  a  algún  alma  para  aqueste  bien.  Mas  ¡qué  de 
cosas  se  offrepen  en  comentando  a  tratar  desíe  camino,  aun  a  quien 
tam  mal  ha  andado  por  él  como  yo!  Plega  a  el  señor  que  sepa,  her- 
manas, decíroslo  mejor  que  lo  he  hecho,  ñmen. 


CAPITULO   XXI 


DIZE     LO     MUCHO     QUE     YMPORTil     COMENQflR     CON     GRAN     DETERMINACIÓN     R     TENER 
ORñ(;iON,    Y    NO    HñZER    CASO    DE    LOS   INCOMBENIENTES    QUE    EL   DEMONIO   PONE. 


No  OS  maravilléys,  hermanas  (1),  de  las  muchas  cosas  que  es  menes- 
ter mirar  para  comentar  este  viaje  diuino,  que  es  camino  real  para 
el  9ielo.  Gánasse  yendo  por  él  gran  thesoro,  no  es  mucho  que  cueste 
mucho,  a  nuestro  parezcr.  Tiempo  vendrá  que  se  entienda  quán  nada 
es   todo   para   tan   gran   precio. 

ñora,  tornando  a  los  que  quieren  ir  por  él  y  no  parar  hasta 
el  fin,  que  es  llegar  a  beber  desta  agua  de  vida,  cómo  han  de 
comentar,  diguo  que  importa  mucho,  y  el  todo,  una  grande  y  muy 
determinada  determinación  de  no  parar  hasta  llegar  a  ella,  venga  lo 
que  viniere,  subceda  lo  que  subpediere,  trabájesse  lo  que  se  trabajare, 
murmure  quien  murmurare,  siquiera  llegue  allá,  siquiera  se  muera 
en  el  camino,  siquiera  no  tenga  devoción  para  los  trabajos  que  ay 
en  él,  siquiera  se  hunda  el  mundo,  como  muchas  vczes  acaeze  con 
dezirnos  «que  hay  peligros»,  como  «fulana  por  aquí  se  perdió»,  «el 
otro  se  engañó»,  «el  otro,  que  rrezaba  mucho,  cayó»,  «hazen  daño 
a  la  virtud»,  «no  es  para  mujeres,  que  les  podrán  venir  illusiones», 
«mejor  será  que  ylen»  (2),  «no  han  menester  essas  delicadezas»,  «basta 
el   paternóster  y   aue  maría». 

Esto  ansí  lo  digo  yo,  ¡y  cómo  si  basta!  Siempre  es  gran  bien 
fundar  vuestra  oración  sobre  oraciones  dichas  de  tal  voca  como  la 
del  señor.  En  esto  tienen  rracón,  que  si  no  estubiesse  ya  nuestra 
flaqueza  tan  flaca,  y  nuestra  deboción  tan  tibia,  no  era  menester  otros 
conciertos  de  oraciones,  ni  eran  menester  otros  libros.  Y  ansí  me  ha 
parescido  aora  (pues  como  digo,  hablo  con  almas  que  no  pueden  recoger- 
se en  otros  misterios  y  les  /pareze  que  es  menester  artificio',  y  ay  algunos 
ingenios  tan  ingeniosos  que  nada  les  contenta)  de  yr  fundando  por 
aquí  vnos  principios,  y  medios  y  fines  de  oración,  aunque  en  estas  cosas 
subidas  no  me  deterné;  y  no  os  podrán  quitar  libros,  que  si  sois  estu- 
diosas, no  habéis  menester  otra  cosa,   tiniendo  humildad. 

Siempre  he  yo  sido  afficionada,  y  me  han  rrecogido  más  las  pa- 
labras de  los  euangelios  que  libros  muy  concertados;  en  special,  si 
no  era  el   autor  muy   aprobado,   no   tenía   gana   de   leerlos.   Allegada, 


1  Spanteis,  hijas,  borra  la  Santa. 

2  La  primera  letra  de  esta  palabra  parece  de  la  Santa.  El  copista  empleaba  la  i  latina. 


420  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

pues,  a  este  señor  g  maestro  de  la  sabiduría,  quizá  me  enseñará  al- 
guna consideración  que  os  contente.  No  digo  que  diré  declaración  de 
aquestas  oraciones  diuinas,  que  artas  ay  scriptas,  y  no  me  atreuiera  aun- 
que no  las  hubiera,  que  fuera  disparate;  sino  consideración  sobre  las 
palabras  del  Paternóster.  Porque  algunas  vezes,  con  muchos  libros 
pareze  que  se  nos  pierde  la  deuo;:ión  en  lo  que  tanto  nos  va  tenerla; 
que  stá  claro  que  el  mismo  maestro,  quando  enseña  vna  cosa,  toma 
amor  con  el  discípulo  y  busca  de  que  le  contente  lo  que  le  enseña, 
y  le  ayuda  mucho  a  que  lo  deprenda,  y  ansí  hará  este  maestro  ce- 
lestial con  nosotras. 

Y  por  eso,  ningún  caso  hagáis  de  los  miedos  que  os  pusieren,  ni 
de  los  peligros  que  ¡os  pintaren.  Donosa  cosa  es  que  quiera  yo  yr  vn 
camino  adonde  ay  tantos  ladrones,  sin  peligros,  y  a  ganar  tan  gran 
tesoro.  Pues  bueno  anda  el  mundo  para  que  os  lo  dexen  tomar  en 
paz;  sino  que  por  vn  marauedí  de  interés  se  pornán  a  no  dormir 
muchas  noches,  y  a  desasosegaros  cuerpo  y  alma.  Pues,  quando  yén- 
dolo  a  ¡ganar,  o  a  rrobar,  como  dize  el  señor,  que  le  ganan  los  es- 
forzados y  por  camino  real,  y  por  camino  tan  seguro  como  por 
el  que  fué  nuestro  rey,  y  por  el  que  fueron  todos  los  scogidos  y 
sanctos,  os  dizen  que  ay  tantos  peligros  y  os  ponen  tantos  spantos, 
los  que  Van,  a  su  parezer,  a  ganar  este  bien  sin  camino,  ¿qué  son 
los  peligros  que  licuarán? 

r  (O  hijas  mías!  que  muchos  más,  sin  compara9ión,  sino  que  no  los 
entienden  hasta  dar  de  ojos  en  el  uerdadero  peligro,  quando  no  ay 
quien  les  dé  la  mano,  y  pierden  del  todo  el  agua,  sin  beber  poca 
ni  mucha,  ni  de  charco  ni  de  arroyo.  Pues  ya  veis,  sin  gota  desta 
agua,  ¿cómo  se  pasará  camino  adonde  ay  tantos  con  quien  pelear? 
Está  claro  que  a  el  mejor  tiempo  morirán  de  sed;  porque,  queramos 
que  no,  hijas  mías,  todos  caminamos  para  esta  fuente,  aunque  de 
diferentes  maneras.  Pues  creedme  vosotras,  y  no  os  engañe  nadie 
en   mostraros   otro   camino  sino   el   de   la   oración. 

Y  no  hablo  aora  en  que  sea  mental  o  vocal  (1)  para  todos,  para 
vosotras  diguo,  que  lo  vno  y  lo  otro  es  menester.  Este  es  el  officio 
de  los  religiosos.  Quien  hos  dixere  que  esto  es  peligro,  tenedle  a  él 
por  el  mismo  peligro  y  huyd  del;  y  no  se  os  oluide,  que  por  ven- 
tura habéis  menester  este  consejo.  Peligro  será  no  tener  humilldad 
y  las  otras  virtudes;  mas  que  el  camino  de  oración  sea  camino  de 
peligro,  nunca  dios  tal  quiera.  Porque  pareze  que  el  demonio  ha 
inuentado  poner  'estos  miedos,  y  ansí  ha  sido  mañoso  a  hazer  caer 
algunos  que  tenían  ora9Íón,  y  an  poner  temor  a  algunos  en  (2)  las 
cosas  de  virtud. 

Estos  que  toman  este  amparo  para  librarse,  se  guarden;  porque 
huyen  del  bien  por  librarse  del  mal.  Nunca  tan  mala  inbención  he 
uisto;  pareze  del  demonio.  ¡O  señor  mío!  torna  por  vos;  mira  que 
entienden  a  el  rebés  vuestras  palabras.  No  permitáis  semejantes  fla- 
queras en  vuestros  sieruos. 


1  Vacal,  escribe  el  copista. 

2  Esta  línea  está  muy  modificada  por  la  Santa.  Decía  la  copia:  ...algunos  que  tenían  ora~ 
fión,  ha  hecho  por  ventura  tanto  temor  a  algunos  para  las  cosas  de  virtud. 


CAPITULO     XXI  ^21 

fly  vn  gran  bien,  que  siempre  veréis  algunos  que  os  ayuden;  por- 
que esto  tiene  el  verdadero  sieruo  de  dios,  a  quien  su  magestad  iia 
dado  luz  del  verdadero  camino,  que  por  estos  temores  le  crece  más 
el  deseo  de  no  parar.  Entiende  (1)  por  dónde  va  a  dar  el  golpe  el  de- 
monio, y  húrtale  él  cuerpo  y  quiébrale  la  cabeza.  Más  siente  él  esto 
que  quantos  placeres  le  hazen  otros,  y  le  contentan.  Quando  en  vn 
tiempo  de  alboroto,  en  una  cigaña  que  a  puesto,  que  pareze  que  lleua  tras 
sí  a  todos  medio  Riegos,  porque  debajo  de  buen  celo  los  engaña,  levan- 
ta dios  a  uno  que  les  abra  los  ojos  y  les  diga  que  miren  que  el 
demonio  los  ha  puesto  niebla  en  ellos  (¡qué  grandeza  de  dios,  que 
puede  más  vno  o  ;dos  hombres,  a  las  bezes,  que  digan  verdad,  que  mu- 
chos juntos!),  y  tornan  poco  a  poco  a  discubrirles  el  camino,  dales 
dios  ánimo.  Si  dizen  que  ay  peligro  en  la  oración,  procura  que  en- 
tiendan (2)  quán  buena  es  la  oración,  y  si  no  podéis  por  palabras,  sea 
por  obras;  si  dizen  que  no  es  cosa  buena  comulgar  a  menudo,  en- 
tonces frequenta  más  las  communiones.  De  manera  (3),  que  si  ay  vno 
o  dos  que  sin  temor  sigan  lo  mejor,  luego  torna  el  señor  poco  a 
poco   a   ganar   lo  perdido. 

Ansí  que,  hermanas,  dexaos  destos  miedos;  nunca  hagáis  caso 
de  cosas  semejantes,  de  la  opinión  del  bulgo.  Mira  que  no  son  tiem- 
pos de  creer  a  todos,  sino  a  los  que  viéredes  yr  comformes  a  la  ley 
de  cristo.  Procura  tener  limpia  consciencia  y  humildad  y  menosprecio 
de  todas  las  cosas  del  mundio',  y  creer  firmemente  lo  que  tiene  la  sancta 
madre  iglesia  rromana  (4)!,  y  a  buen  seguro  que  bais  por  camino  muy 
bueno.  Dexaos,  como  he  dicho,  de  temores  adonde  no  ay  que  temer; 
si  alguno  os  lo  pusiere,  declaraldes  con  humilldad  la  verdad  (5),  di- 
ciendo que  tenéis  regla  que  os  manda  orar  sin  cesar,  que  ansí  nos 
lo  manda,  y  que  la  habéis  de  guardar.  Si  os  dixeren  que  sea  vo- 
calmente, preguntad  que  si  ha  de  estar  el  entendimiento  y  corazón 
en  lo  que  dezís.  Si  os  dixeren  que  sí,  que  no  podrán  dezir  otra  cosa, 
veis  aquí  adonde  confiessan  que  habéis  forjado  de  tener  oración  men- 
tal, y  aun  contemplación,  si  os  la  diere  dios  allí.  Sea  bendito  para 
siempre. 


1  Borrado:  claramente. 

2  Endían,  decía  la'  copia,  que  corrige  Jerónima  del  Espíritu  Santo,  a  lo  que  suponemos. 

3  Borrado:  ansí. 

4  La  Santa  añade  aquí  esta  palabra,  que  no  puso  en  los  autógrafos. 

5  Borrado:  el  camino. 


CAPITULO   XXII 


EN    QUE    DECLflRfl    QUE    COSA    SEñ    ORflCION    MENTÜL. 


Sabed,  hijas,  que  no  está  la  falta  de  oración  mental  en  tener 
cerrada  la  voca;  porque  si  estoy  hablando  y  r regando  vocalmente 
y  enteramente  cntendj;^«¿o,  y  viendo  que  hablo  con  dios,  y  ten- 
go (1)  aduertencia  en  las  palabras  que  digo,  ya  es  (2)  ésta  oración 
vocal  junto  la  mental.  Saluo  si  no  os  dizen  que  esiéys  hablando  con 
dios  reíando  el  pater  noster  y  pensando  en  el  mundo;  aquí  callo. 
Mas  si  estáis  como  (es  rragón  se  esté  hablando  con  tan  gran  señor, 
es  bien  que  estéis  mirando  con  quién  habláis  y  quién  sois  vos,  si- 
quiera para  hablar  con  crianza.  Porque  ¿cómo  podéis  llamar  a  el 
rey,  alteza,  ni  saber  las  cerimonias  que  se  hazen  para  hablar  a  un 
grande,  si  no  entendéis  bien  qué  estado  tiene,  y  qué  estado  tenéis  vos? 
Porque,  conforme  a  esto,  se  ha  de  hazer  el  acatamiento,  y  conforme  a 
el  vso,  porque  aun  esto  es  menester  que  sepáis  también;  si  no,  em- 
biaros  han  para  simple  y  no  negociaréis  cosa.  Pues  ¿qué  es  esto, 
señor  mío?  ¿Qué  es  esto,  mi  emperador?  ¿Cómo  se  puede  suffrir? 
Rey  soys,  dios  mío,  isin  fin,  que  no  es  rreino  prestado  el  que  tenéis. 

Quando  en  el  credo  se  dize  que  vuestro  reyno  no  tiene  fin,  casi 
siempre  me  es  particular  regalo.  Alabóos,  señor,  y  bendígoos  para 
siempre;  en  fin,  vuestro  reyno  durará  para  siempre.  Pues  nunca  vos, 
señor,  permitáis  se  tenga  por  bueno  que,  quien  fuere  a  hablar  con 
vos,  sea  sólo  con  la  voca.  ¿Qué  es  esto,  cristianos?  Los  que  dezís 
no  es  menester  oración  mental,  ¿entendeisos?  Cierto,  que  pienso  que 
no  os  entendéis,  y  ansí  queréis  que  desatinemos  todos,  ny  (3)  sabéis 
quál  es  oración  mental,  ni  cómo  se  ha  de  hazer  la  vocal,  ni  qué  es 
corntempla^ión ;  porque  si  lo  supiéssedes,  no  condenaríades  por  vn  cabo 
lo   que   alabáis   por  otro. 

Yo  he  de  poner  siempre  junta  a  la  oración  mental  con  la  vocal, 
quando  se  me  acordare,  porque  no  os  spante«  (4),  hijas;  que  yo  sé  en  qué 
caen  estas  cossas,  (5)  que  he  passado  algún  trauajo  en  este  caso,  y  ansí 
no  querría  que  alguna  persona  os  truxésse  desasosegadas,  que  es  cosa 
dañosa   yr   con   desassossiego    (6)    por   este   camino.   Y   importa   mucho 


1  Borrado:  más. 

2  Esta  palabra,  escrita  entre  líneas,  parece  de  la  Santa. 

3  No,  escribió  el  copista,  ij  la  Santa  lo  corrige. 

4  Spantéis,  decía  el  copista.  La  enmienda  es  de  la  Santa. 

5  Borrado:  por. 

6  Esta  palabra  parece  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo,  que  borra  miedo. 


CAPITULO     XXII  423 

entender  que  vais  bien,  porque  en  diciendo  a  algún  caminante  que  va 
herrado,  y  que  ha  perdido  el  camino,  le  acaeze  andar  de  vn  cabo  a 
otro,  y  mientras  anda  buscando  por  dónde  yr,  se  cansa  y  gasta  el 
tiempo  y  llega  más  tarde.  ¿Quién  puede  dezir  que  es  mal,  que  quien 
comienza  a  rezar  las  órals  o  el  rrosario,  comienze  a  pensar  con  quién 
habla,  y  quién  es  el  que  habla,  para  ver  cómo  le  ha  de  tratar?  Pues 
yo  os  diguo,  hermanas,  que  si  lo  mucho  que  ay  que  hazer  en  enten- 
der  estos  dos  puntos,  se  hiziesse  bien,  que  primero  que  comenzáis 
la  oratión  bocal  que  vais  a  rrezar,  ocupéis  arto  tiempo  en  la  mental. 
Sy  (1),  que  no  hemos  de  llegar  a  hablar  a  un  príncipe  con  el  descuido 
que  a  un  labrador,  o  como  a  una  pobre  como  nosotras,  que  como- 
quiera que  nos  hablaren  va  bien. 

Razón  es  que,  ya  que  por  la  beninidad  (2)  deste  rey,  aunque  (3) 
como  grosera  no  sé  hablar  con  él,  y  no  por  esso  me  deja  de  oyr, 
ni  me  dexa  de  llegar  assí,  ni  me  hechan  fuera  sus  guardas ;  porque 
saben  bien  la  condición  de  su  rey  los  ángeles  que  están  allí,  el  qual  gusta 
más  de  la  grosería  de  vn  pastorcito  humilde,  que  ve  que  si  más 
supiera  más  digera,  que  de  los  muy  sabios  y  letrados,  por  elegantes 
razonamientos  que  hagan,  si  no  van  con  humildad.  Mas  (4)  no  por- 
que el  sea  tan  bueno,  hemos  de  ser  nosotros  descomedidos.  Siquiera 
para  agradecerle  (5)  en  consentir  junto  a  sí  vna  como  yo,  es  bien  que 
procuremos  cognoszer  su  limpieza  y  quién  es.  Es  verdad  que  se  en- 
tiende luego  en  llegando,  como  con  los  señores  de  acá,  con  que  nos 
digan  quién  fué  su  padre,  y  los  cuentos  que  tiene  de  renta  y  el  di- 
tado,  no  hay  más  que  saber;  porque  acá  no  se  haze  cuenta  de  las 
personas  para  hazerlas  honrra,  por  mucho  que  merezcan,  sino  de  las 
haziendas. 

¡O  miserable  mundo!  alaba  mucho  a  idios,  hijas,  que  habéis  dexado 
cosa  tan  ruin  adonde  jio  hazen  caso  de  lo  que  ellos  en  sí  tienen,  sino 
de  lo  que  tienen  sus  renteros  y  basallos;  y  si  ellos  falta  (6),  luego 
cesa  el  mundo  de  hazelles  honrra.  Cosa  donosa  es  ésta  para  que  os 
olguéis  todas  guando  ayáis  de  tomar  alguna  recreación,  que  éste  es 
buen  passatiempo,  entender  quán  ciegamente  pasan  su  tiempo  los  mun- 
danos. 

¡O  emperador  nuestro!  summo  poder,  summa  bondad,  la  misma 
sabiduría,  sin  principio,  sin  fin,  sin  haber  términos  en  vuestras  perfe- 
ciones  (7):  son  infinitas,  incomprehensibles,  vn  piélago  sin  suelo  de  ma- 
rauillas,  vna  hermosura  que  tiene  en  sí  todas  las  hermosuras,  la  misma 
fortaleza.  ¡O,  válame  dios!  quién  tubiera  aquí  junta  toda  la  eloquen- 
<;ia  de  los  mortales  y  sabiduría  para  saber  bien,  como  acá  se  puede 
saber,  que  todo  es  no  saber  nada,  para  len  (8)  este  caso  dar  a  entender 


1  Se,  decía  la  copia,  que  alguien,  quizá  la  Santa,  conigió. 

2  Borrado:  humildad.  La  enmienda  parece  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 

3  Borrado:  y. 

4  Borrado:  ansi  que. 

5  Borrado:  el  mal  olor  que  sufre. 

6  Faltan,  dice  el  autógrafo. 

7  Borrado:  obras.  La  enmienda  puede  ser  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 

8  Esta  palabra  parece  de  la  M.  Jerónima. 


42^  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

algunas  de  las  muchas  cosas  que  podemos  considerar  para  cognoscer 
algo  de  quién  es  leste  señor  y  bien  nuestro. 

No  hay  más  sino  (1)  llegaos  a  pensar  y  entender,  en  llegando, 
con  quién  vais  a  hablar,  o  con  quién  estáis  hablando.  En  mili  vidas 
de  las  nuestras  no  acabaremos  de  entender  cómo  merece  ser  tratado 
este  señor,  ante  cuya  presenqia  tiemblan  los  ángeles.  Todo  lo  manda, 
todo  lo  puede;  su  querer  es  obrar.  Pues  raQón  sería,  hijas  mías,  que 
procuremos  deleytarnos  en  estas  grandezas  que  tiene  nuestro  sposso,  y 
que  entendamos  con  quién  estamos  casadas,  qué  vida  hemos  de  tener. 
¡O,  válame  dios!  pues  acá  quando  vno  se  casa,  primero  sabe  con  quién, 
y  qué  tiene;  nosotras,  ya  desposadas,  antes  de  las  bodas,  que  nos 
ha  de  llenar  a  su  casa,  [¿no  pensaremos  ien  nuestro  esposo?]  (2). 
Pues  acá  no  quitan  «estos  pensamientos  a  las  que  están  desposadas 
con  los  hombres,  ¿por  qué  nos  han  de  quitar  que  procuremos  enten- 
der quién  es  este  hombre,  y  quién  es  su  padre,  y  qué  tierra  es  ésta 
adonde  me  han  de  llevar,  y  qué  bienes  son  los  que  promete  darnos, 
qué  condición  tiene,  cómo  podré  contentarle  mejor,  en  qué  le  haré 
placer,  y  estudiar  cómo  hazer  que  nuestra  condición  conforme  con  la 
suya?  Pues  [si]  (3)  vna  muger  ha  de  ¡ser  bien  casada,  no  la  auissan  otra 
cosa  sino  que  procure  esto,  aunque  su  marido  sea  hombre  muy  bajo. 

Pues,  esposo  mío,  ¿en  todo  han  de  hazer  menos  caso  de  vos 
que  de  los  hombres?  Si  a  ellos  no  les  pareze  bien  esto,  dexen  os 
a  vuestras  esposas  que  han  de  hazer  vida  con  vos.  Es  verdad  que 
es  buena  vida,  sy  (4)  vn  esposo  es  tan  celoso  que  quiere  que  su  sposa 
no  tráete  con  nadie,  linda  cosa  es  que  no  piense  cómo  le  hará  este 
plazer,  (5)  la  rrazón  que  tiene  de  sufrirle  y  Ide  no  querer  que  trate  con 
otro,  pues  en  él  tiene  todo  lo  que  puede  querer.  Esta  es  oración 
mental,  hijas  mías,  entender  estas  verdades.  Si  queréis  yr  entendien- 
do esto,  y  rezando  vocalmente,  muy  enorabuena.  No  me  estéis  hablan- 
do con  dios  y  pensando  en  otras  cosas,  que  esto  haze  no  entender  qué 
cosa  sea  oración  mental.  Creo  que  va  dado  a  entender:  plega  a  el 
señor  que  lo  sepamos  obrar.  Amen. 


1  Boitado:  5/. 

2  Véase  la  nota  de  la  página  108. 

3  Tomamos  esta  palabra,   necesaria   para    que  haga  la  frase  perfecto  sentido,  del  autógrafo 
valisoletano. 

4  Se,  escribió  el  copista,  que  un  corrector  enmendó  conforme  al  original. 

5  Y,  añade  el  autógrafo. 


CAPITULO    XXIII 


DE  LO  QUE  IMPORTA  NO  TORNAR  ATRÁS  QUIEN  HA  COMENTADO  CAMINO  DE 
ORA9ION,  Y  TORNA  A  HABLAR  DE  LO  MUCHO  QUE  VA  EN  QUE  SEA  CON 
GRAN     DETERMINACIÓN. 


Pues  diguo  que  va  mucho  en  comen9ar  con  gran  determinación, 
por  tantas  causas,  que  sería  alargarme  mucho  si  las  dixesse.  So- 
las dos  o  tres  quiero  dezir,  hermanas.  La  una  es,  que  no  es  rra^ón 
que  a  quien  tanto  nos  ha  dado,  y  contino  da,  que  vna  cosa  que  nos 
queremos  determinar  a  darle,  que  es  este  cuydado  (no,  cierto,  sin  in- 
terés, sino  con  tan  grandes  ganancias),  no  se  le  dar  con  toda  deter- 
minación, sino  como  quien  presta  una  cosa  para  tornarla  a  tomar. 
Esto  no  me  pareze  a  mí  dar,  antes  siempre  queda  con  algún  disgusto 
aquél  a  quie  1  han  prestado  vna  cosa  quando  se  lo  tornan  a  tomar, 
en  special  si  la  ha  menester  y  la  tenía  ya  como  por  suya.  Pues 
que  si  son  amigos,  y  a  quien  la  prestó  debe  muchas  dadas,  sin  al- 
gún interés,  con  rra^ón  le  parezerá  poquedad  y  muy  poco  amor, 
que  aun  vna  cosa  suya  no  quiere  dejar  en  su  poder,  siquiera  por 
señal  de  amor. 

¿Qué  esposa  ay,  que  resabiendo  muchas  joyas  de  valor  de  su 
esposo,  no  le  dé  siquiera  una  sortija,  no  por  lo  que  vale,  que  ya 
todo  es  suyo,  sino  por  prenda  que  será  suya  hasta  que  muera? 
Pues  ¿qué  menos  mereze  este  señor  para  que  burlemos  del,  dando 
y  tomando  una  nonada  que  le  damos?  Sino  que  este  poquito  de 
tiempo  que  nos  determinamos  de  darle  de  quanto  gastamos  en  otras 
cosas,  y  con  quien  no  nos  lo  agradezerá,  ya  que  aquel  rrato  le  que- 
remos dar,  démosle  libre  el  pensamiento  y  desocupado  (1),  y  con  toda 
determinación  de  nunca  jamás  se  lo  tornar  a  tomar  por  trauajos  que 
por  ello  nos  vengan,  ni  por  contradictiones,  ni  por  sequedades;  sino 
que  ya,  como  cosa  no  mía,  tenga  aquel  tiempo  y  piense  que  me  le 
pueden  pedir  por  justicia  quando  del   todo  no  se  le  quisere  dar. 

Llamo  del  todo,  porque  no  se  entiende  que  dexarlo  algún  día,  o 
algunos,  por  ocupaciones  justas  o  por  qualquiera  indisposición,  es  to- 
mársela ya,  5/  la  intención  está  firme:  Qsto  es  dar  algo  (2).  Lo  demás 


1  Borrado:  de  otras  cosas. 

2  Todo  este  período  está  corregido,  y  eri  gran  parte  bonado  por  la  Santa.  La  copia  decía: 
«es  tomársela  ija;  la  intención  esté  firme,  que  no  es  nada  delicado  mi  Dios,-  no  mira  en  menu" 
dencias;  ansí  tendrá  qué  os  agradecer;  es  dar  algo». 


426  CAMINO     DE      PERFECCIÓN 

bueno  es  a  quien  no  es  franco,  sino  tan  apretado  que  no  tiene  coraqón 
para  dar,  harto  es  que  preste.  En  fin,  íiaga  algo,  que  todo  lo  toma 
en  quenta  este  señor  nuestro;  a  todo  haze  como  le  queremos.  (1)  Es 
generoso;  por  grande  que  sea  el  alcance,  tiene  él  en  poco  perdonarle 
para  ganarnos;  es  tan  agradegido  (2)  que  vn  .al^ar  de  ojos,  con  acordar- 
nos del,  no  deja  (3)  sin  premio. 

Y  no  tiene  el  demonio  tanta  mano  para  tentar:  a  gran  miedo  a 
ánimas  determinadas,  que  tiene  ya  él  experiencia  que  le  hazen  gran 
daño,  y  quanto  él  ordena  para  dañarlas,  biene  en  prouecho  dellas  y 
de  (4)  otras,  saliendo  él  con  pérdida.  Aunque  nosotros  no  hemos  de 
estar  descuidadas  ni  confiar  en  esto,  porque  lo  habemos  con  gente 
traydora,  y  a  los  apercebidos  no  ossan  tanto  accometer,  porque  es 
muy  cobarde;  mas  si  uiesse  descuidado,  haría  gran  daño.  Y  si  cog- 
nosce  a  uno  por  mudable,  y  que  no  está  firme  en  el  bien  y  con 
gran  determinación  de  perseberar,  no  le  dexará  a  sol  ni  a  sonbra; 
miedos  le  podrá  e  incombenientes,  que  nunca  acabe.  Yo  lo  sé  esto 
muy  bien  por  experiencia,  y  ansí  lo  he  sabido  dezir,  y  digo  que  no 
sabe   nadie   lo  mucho  que  importa. 

La  otra  cosa  es  que  pelea  con  más  ánimo.  Ya  sabe  que,  venga  lo 
lo  que  viniere,  no  ha  de  tornar  atrás.  Es  como  vno  que  está  en  vna 
batalla,  que  sabe  que  si  le  venpen,  no  le  perdonarán  la  uida,  y  que 
ya  que  no  muere  en  la  batalla,  ha  de  morir  después;  pelea  con  más 
determinación,  y  quiere  vender  bien  su  vida  (5),  y  no  teme  tanto  los 
golpes,  porque  lleua  delante  lo  que  le  importa  la  victoria,  y  que  le 
va  la  vida  en  vencer.  Es  tanbién  nescesario  comentar  con  seguridad, 
que,  si  no  nos  dexamos  venger,  saldremos  con  la  impressa;  y  esto  sin 
alguna  dubda,  que  por  poca  ganancia  que  saquen,  saldrán  muy  ri- 
cos (6),  que  no  os  doxará  morir  de  sed  el  señor,  que  «os  llama  a  que 
bebamos  desta  fuente.  Esto  queda  ya  dicho,  y  querríalo  dezir  muchas 
vezes,  porque  acobarda  mucho  a  personas  que  aun  no  cognoscen  del 
todo  la  bondad  del  iseñor  por  experiencia,  aunque  la  confiessan 
por  fee,  mas  es  gran  cosa  haber  expirimentado  con  el  amistad  y 
regalo  que  trataj,  a  los  que  van  por  este  camino,  y  cómo  casi  les  hasze 
toda   la   costa. 

Los  que  esto  no  han  prouado,  no  me  marauillo  que  quieran  se- 
guridad de  algún  interés;  pues  ya  sabéis  que  es  piento  por  vno, 
aun  en  esta  vida,  ¡y  que  dize  el  señor:  pedí  y  daros  han.  Si 
no  creís  a  su  raagestad  en  las  partes  de  su  euangelio  que  asse- 
gura  esto,  poco  aprobecha,  hermanas,  que  me  quiebre  yo  la  cabeza 
diziéndolo.  Todavía  digo,  que  quien  tubiere  alguna  duda,  poco  se 
pierde  proballo;  que  esso  tiene  bueno  este  viaje,  que  se  da  más  de 
lo  que  se  pide,  ni  azertaremos  a  desear.  Esto  es  sin  falta,  yo  lo  sé; 
y  a  las  de  vosotras  que,  por  la  bondad  de  dios,  lo  sabéis  por  experien- 
cia, puedo  presentar  por  testigos. 


1  Borrado:  Dará  tomamos  quenta.  no  es  nada  menudo,  sino. 

2  Borrado:  mirado,  que  no  ayáis  miedo. 

3  Borrado:  dexe. 

4  Borrado:  las. 

5  Borrado:  como  dizen. 

6  Borrado:  no  ayáis  miedo. 


CAPITULO   XXIV 


COMO     SE     Hfl     DE     RRE^AR     VOCAL     CON     PERFECION     Y     QUAN     JUNTA     ANDA     CON 
ELLA      LA     MENTAL. 


ñora,  pues,  tornemos  a  hablar  con  las  almas  que  dixe  que  no 
se  pueden  recoger  ni  atar  los  entendimientos  en  oración  mental,  ni 
tener  consideración.  No  nombremos  aquí  estas  dos  cosas,  pues  no 
sois  para  ellas,  porque  en  hecho  de  verdad  ay  muchas  a  quien  pareze 
que  sólo  el  nombre  de  oración  mental,  o  consideración,  atemoriza. 

Y  porque  si  alguna  'viene  a  esta  casa,  que,  como  también  dixe,  no 
van  todos  por  un  camino,  quiero  agora  aconsejaros,  y  aun  puedo  decir 
enseñaros  (porque,  como  madre,  con  ■el  officio  de  priora  que  tengo, 
es  lícito),  icómo  habéis  de  rrezar  vocalmente,  porque  es  rrazón  que 
entendáis  lo  que  dezís.  Y  porque  quien  no  puede  pensar  en  dios, 
puede  ser  qu€  las  oraciones  largas  también  le  cansen,  tampoco  rae 
quiero  entremeter  en  ellas,  sino  en  las  que  forjadamente  habemos  de 
rrezar,  pues  somos  cristianos,  que  es  el  paternóster  y  el  auemaría; 
porque  no  puedan  dezir  por  nosotras  que  hablamos  y  no  nos  enten- 
demos, saluo  si  no  nos  pareze  que  basta  yrnos  por  la  costumbre,  con 
sólo  el  pronunciar  las  palabras,  en  lo  qual  no  me  entremeto.  Los  le- 
trados dirán  si  vasta  o  no.  Lo  que  yo  querría  que  hiciéssemos  nos- 
otras, es,  hijas,  que  no  nos  contentemos  con  sólo  esto;  porque  quando 
diguo  credo,  razón  me  pareze  que  será  entender  y  saber  lo  que  creo; 
y  quando  padre  nuestro,  amor  será  entender  quién  es  este  padre  nues- 
tro,   y    quién   es   el    maestro    que    nos   enseñó    esta    oración. 

Si  queréis  dezir  que  ya  os  lo  sabéis  y  que  no  ay  para  qué  se  os 
acuerde,  no  tenéis  razón:  que  mucho  va  de  maestro  a  maestro,  pues 
aunque  (1)  de  los  que  acá  nos  enseñan,  es  gran  desgracia  no  nos  acor- 
dar; en  spe^ial,  si  son  sanctos  y  son  maestros  del  alma,  es  impo- 
sible, si  somos  buenos  discípulos.  Pues  de  tal  maestro  como  quien 
nos  enseñó  esta  oración,  y  con  tanto  amor  y  deseo  que  nos  apro- 
uechasse,  nunca  dios  quiera  que  no  nos  aprouechemos  acordándonos 
del  muchas  veces  quando  dezimos  la  oración,  aunque  por  ser  flacos 
no  sean  todas. 

Pues,  quantoi  a  lo  primero,  ya  sabéis  que  'es  lo  mejor  estar  solas  (2), 
que  ansí  lo  hazía  su  majestad  muchas  veges  (3),  y  no  por  su  nescesi- 


1  ñun,  dice  solamente  el  autógtafo. 

2  Bonado:  enseña  su  magestad  que  sea  a  solas. 

3  Borrado:  él  siempre  que  oraua. 


^28  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

dad,  sino  por  nuestro  enseñamiento.  Y  ya  esto  dicho  se  está,  que  no 
se  sufre  íiablar  con  dios  y  con  el  mundo,  que  no  es  otra  cosa  estar 
regando  y  escuchando  por  otra  parte  lo  que  están  hablando,  o  pensar 
en  lo  que  se  les  offreze,  sin  más  yrse  a  la  mano;  saluo  si  no  es 
en  algunos  tiempos,  que  o  de  malos  humores,  en  special,  si  es  persona 
que  tiene  toelancolía,  o  flaqueza  de  cabeza,  que  aunque  más  lo  procura 
no  puede,  o  que  permite  dios  días  de  grandes  tempestades  en  sus 
sieruos  para  más  bien  isuyo.  Y  aunque  se  affligen  y  procuran  quie- 
tarse, no  pueden  ni  están  en  lo  que  dizen,  aunque  más  hagan,  ni 
asienta  en  nada  el  entendimiento,  sino  que  pareze  que  tiene  frenesy, 
según   anda    desbaratado. 

Y  en  la  pena  que  da  a  quien  lo  tiene,  verá  que  no  es  a 
culpa  suya,  y  mo  se  fatigue,  que  es  peor,  ni  se  cansse  en  poner  seso 
a  quien  por  entonces  no  le  tiene,  que  es  su  entendimiento,  sino  reze 
como  pudiere;  y  aun  no  rreze,  sino,  como  enferma,  procure  dar  alivio 
a  su  alma,  y  entienda  en  otra  obra  de  virtud  entonzes,-  y  a  per- 
sonas que  trahen  cuidado  de  sí,  y  tienen  entendido  que  no  han  de  ha- 
blar a  dios  y  a  el  mundo  junto  (1).  Lo  que  podemos  hazer  nosotras  es 
procurar  estar  a  solas,  y  plega  a  dios  que  baste,  como  diguo,  para 
que  entendamos  con  quién  estamos  hablando  y  lo  que  nos  responde 
el  señor  a  nuestras  peti(;iones.  No  penséis  que  se  está  callando,  que, 
aunque  no  le  oymos,  bien  habla  a  el  corazón  quando  le  pedimos  de 
corazón.  Y  bien  es  que  consideremos  que  somos  cada  vna  de  nosotras 
a  quien  el  señor  está  enseñando  esta  oración,  pues  nunca  el  maestro 
está  tan  lexos  del  discípulo,  que  sea  menester  dar  voces,  sino  muy 
junto.  Esto  quiero  yo  que  entendáis  vosotras  que  os  combiene  para 
rrezar  bien  el  pater  noster:  no  se  apartar  de  cabe  el  maestro  que 
os  le  mostró. 

Diréis  que  ya  esto  es  consideración,  la  qual  no  podéis  tener,  ni 
aun  queréis,  sino  regar  vocalmente;  porque  también  ay  personas  mal 
sufridas  y  amigas  de  no  se  dar  pena,  que  como  no  lo  tienen  de  cos- 
tumbre, eslo  recoger  el  pensamiento  a  el  principio;  y  por  no  can- 
sarse vn  poco,  dizen  que  no  pueden  más,  ni  saben,  sino  rezar  vocal- 
mente. Tenéis  ragón  en  dezir  que  ya  es  oración  mental;  mas  yo  os 
certifico  (2)  que  no  sé  cómo  lo  aparte,  si  ha  de  ser  bien  rezado  lo 
vocal,  y  entendiendo  con  quién  hablamos;  aun  es  obligación  que 
procuremos  rezar  con  aduertencia,  y  aun  plega  a  dios  que  con  estos 
remedios  vaya  bien  rezado  el  paternóster  y  no  acabemos  en  otra 
cosa  impertinente.  Yo  lo  he  prouado  algunas  vezes,  y  el  mejor  re- 
medio que  hallo,  es  procurar  tener  el  pensamiento  en  la  persona  a  (3) 
quien  endereza  las  palabras.  Por  esso  tené  pagiengia  y  procura  hacer 
costumbre  de  cosa  tan  nescesaria. 


1  En  el  autógrafo  viene   mucho  mejor  este  pasaje.  Véase  el  capítulo  XXV,  p.  114. 

2  Certifico.  De  la  M.  Jerónima  parece  esta  enmienda.  Cierto,  decía  la  copia. 

3  La  persona  a.  Esta  parece  enmienda  de  Jerónima  del  Espíritu  Santo. 


CAPITULO   XXV 


EN    QUE    DIZE    LO    MUCHO    QUE    GANA    EL    ALMA    QUE     REZñ     CON    PERFE^ION   VOCAL- 
MENTE,   Y   COMO    ñCflEZE    LEUANTñRLfl    DIOS    DE   ALLÍ   A   COSAS    SOBRENATURALES. 


Y  porque  no  penséis  que  se  saca  poca  ganancia  de  rezar  vocal- 
mente con  perfeción,  os  digo  que  es  muy  posible  que  estando  rezando 
el  paternóster  os  ponga  el  señor  en  contemplación  perfecta,  o  re- 
zando otra  oración  vocal.  Que  por  estas  vías  muestra  su  magestad  que 
oye  al  que  le  habla,  y  le  habla  su  grandeza,  suspendiéndole  el  en- 
tendimiento, y  atajándole  el  pensamiento,  y  tomándole,  como  dizen, 
la  palabra  de  la  voca,  que  aunque  quiere  no  puede  hablar,  si  no  es 
con    mucha    pena. 

Entiende  que,  sin  ruido  de  palabras,  les  está  enseñando  este  maes- 
tro diuino,  suspendiendo  las  potencias,  porque  entonges  antes  dañarían 
que  aprouecharían  si  obrasen.  Gozan  sin  entender  cómo  gozan;  está 
el  alma  abrasándose  en  amor,  y  no  entiende  cómo  ama,  y  no  sabe 
cómo  lo  goza,  aunque  bien  entiende  que  no  es  gozo  que  alcanza  el 
entendimiento  a:  desearle.  Abrázale  la  noluntad  sin  entender  cómo;  mas 
en  pudiendo  entender  algo,  ve  que  no  es  éste  bien  que  se  puede  me- 
reszer  con  todos  los  trauajos  que  se  pasassen  juntos,  por  ganarle  en 
la  tierra.  Es  don  de  el  señor  della  y  del  cielo,  que,  en  fin,  da  como 
quien   es:    ésta,    hijas,   es   contemplación    perfecta. 

Agora  entenderéis  la  diferencia  que  ay  della  a  la  oración  mental, 
que  es  lo  que  queda  dicho:  pensar  y  entender  lo  que  hablamos,  y 
con  quién  hablamos,  y  quién  somos  los  que  osamos  hablar  con  tan 
gran  señor.  Pensar  esto  y  otras  cosas  semejantes  de  lo  poco  que 
le  habernos  seruido,  y  lo  mucho  que  estamos  obligados  a  seruir,  es 
oración  mental;  no  penséis  que  es  otra  algarabía,  ni  os  espante  el 
nombre.  Rezar  el  pater  noster,  o  el  auemaría,  o  lo  que  quisiéredes,  es 
oración  bocal.  Pues  mira  qué  mala  música  hará  sin  lo  primero;  aun 
las  palabras  no  gran  con  concierto  todas  vezes.  En  estas  dos  cosas 
podemos  algo  nosotros,  con  ¡el  fauór  de  dios.  Mas  en  la  contemplación 
que  agora  dixe,  ninguna  cosa;  su  magestad  es  el  que  lo  haze  todo, 
que  es  obra  suya,  sobre  nuestro  natural. 

Como  está  dado  a  entender  esto  de  contemplación  muy  largamen- 
te, y  lo  mejor  que  yo  supe  declarar,  en  la  relación  que  tengo  dicha 
serení  para  que  viessen  mis  confesores  (1),  que  me  lo  mandaron,  no  lo 


1      Boira  do:  de  mi  uida. 


430  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

digo  aquí,  ni  hago  más  que  tocar  en  ello.  Las  que  obieredes  sido 
tan  dichosas  que  icl  señor  os  llegue  a  estado  de  contemplación,  si  le 
pudiéssedes  haber,  puntos  tiene  y  auisos  que  el  señor  quiso  que  acer- 
tasse  a  dezir,  que  os  consolarían  mucho  y  aprouecharía,  a  mi  pa- 
rezicr,  y  a  el  de  algunas  que  le  han  visto/,  y  (1)  que  vergüenza  es  dezi- 
ros  yo  que  hagáis  caso  d€l  mío,  y  el  señor  sabe  la  confusión  con 
que  escribo  mucho  de  lo  que  scriuo.  ¡Bendito  sea  el  que  ansí  me 
sufre!  Las  que,  como  digo,  tubieren  oración  sobrenatural,  procúrenle 
haber  después  de  yo  muerta;  las  que  no,  no  ay  para  qué,  sino  es- 
forzarse a  hazer  lo  que  aquí  va  dicho,  y  dexe  a  el  señor  que  es 
el  que  ío  ha  de  dar,  y  no  os  lo  negará,  si  no  os  quediáis  en  «el 
camino,    sino    que    os   esforzáis    hasta    llegar    a    la    fin. 


1      Borrado:  para  hacer  caso  del  le  tienen. 


CñPITULO    XXVI 


EN  QUE  VA  DECLARANDO  EL  MODO  PARA  RECOGER  EL  PENSAMIENTO.  PONE  ASE- 
DIOS PARA  ELLO.  ES  CAPITULO  MUY  PROUECHOSO  PARA  LOS  QUE  COMIEN- 
ZAN    ORACIÓN. 


ñora,  pues,  tornemos  a  nuestra  oración  vocal,  para  que  se  reze  de 
manera  que,  sin  entendernos,  nos  lo  dé  dios  todo  junto;  y  para  rezar  (1) 
como  es  razón,  ya  ise  sabe  que  ha  de  ser  lo  primero  la  examinación 
de  la  conscientia,  y  dezir  la  confesión  y  sanctiguaros.  Luego,  hijas, 
habéis  de  procurar,  pues  estáis  solas,  tener  compañía.  Pues  ¿qué  mejor 
que  la  del  mismo  maestro  que  enseñó  la  oración  que  vais  a  rezar? 
Representad  a  el  mismo  señor  junto  a  vos,  y  mirad  con  qué  amor 
y  humilldad  os  está  enseñando;  y  creedme,  mientras  pudiéredes,  no 
estéis  sin  tan  buen  amigo.  Si  os  acostumbráis  a  traherle  cabe  vos, 
y  él  ve  que  lo  hazéis  con  amor,  y  que  andáis  procurando  contentarle, 
no  le  podréis,  como  dizen,  hechar  de  vos,  no  os  faltará  para  siempre, 
aiudaros  ha  en  todos  vuestros  trauajos,  tenerle  heis  en  todas  partes: 
mira  que  es  gran  cosa  (2)   vn  tal  amig)0>  a  el  lado. 

¡O  hermanas,  las  que  no  podéis  tener  mucho  discurso  del  entendi- 
miento, ni  podéis  tener  el  pensamiento  sin  diuertiros!  acostumbraos, 
acostumbraos  (3),  mira  que  se  yo  que  podéis  hazer  esto,  porque  pasé  mu- 
chos años  por  este  trauajo  de  no  poder  sosegar  el  pensamiento  en  vna 
cosa,  y  eslo  muy  grande;  mas  sé  que  no  nos  dexa  el  señor  tan  desyertos, 
que  si  llegamos  con  humilltad  (4)  a  pedírselo,  no  nos  acompañe,  y  si 
en  vn  año  no  pudiéremos  salir  con  ello,  sea  en  más.  No  nos  duela 
el  tiempo  en  cosa  que  tam  bien  se  gasta,  ¿quién  va  tras  nosotras? 
Digo  que  esto,  que  puede  acostumbrarse  a  ello,  y  trabajar  andar  cabe 
este  verdadero  maestro. 

No  os  digo  aora  que  penséis  en  él,  ni  que  saquéis  muchos  con- 
ceptos, ni  que  hagáis  .grandes  y  delicadas  consideraciones  con  vuestro 
entendimiento;  ¡no  os  pido  más  de  que  le  miréis.  Pues  ¿quién  os  qui- 
ta voluer  los  ojos  del  alma,  aunque  sea  de  presto,  si  no  podéis  más, 
a  este  señor?    Pues  podéis  mirar  cosas  muy  feas,  ¿y  no  podéis  mirar 


1  Borrado:  como  he  dicho. 

2  Borrado:  pensáis  que  es  poco. 

3  Borró  la  Santa  la  repetición  de   esta   palabra,    pero   cambió  luego  de  parecer,  u  la  puso 
sobie  la  tachada. 

4  Parece  que  alguno  quiso  coriegii  esta  palabra  de  forma  que  dijese  humildad. 


432  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

la  cosa  más  hermosa  que  se  puede  ymaginar?  Pues  nunca,  hijas,  qui- 
ta vuestro  ¡esposo  los  ojos  de  vosotras,  y  haos  sufrido  mili  cosas  feas 
y  abominaciones  contra  lél,  y  |no  ha  bastado  para  que  os  dexe  de  mirar, 
¿y  es  mucho  que,  quitados  los  ojos  destas  cosas  exteriores,  le  mi- 
réis algunas  'veces  a  él?  Mirad  que  no  está  aguardando  otra  cosa, 
como  dice  la  sposa,  sino  que  le  miremos;  como  le  quisiéredes,  le 
hallaréis.  Tiene  en  tanto  que  le  voluamos  a  mirar,  que  no  quedará 
por   diligencia  suya. 

Ansí,  como  dizen,  que  ha  de  hazer  la  mujer  bien  casada  con  su 
marido,  que  si  está  ¡triste,  se  ha  de  mostrar  ella  triste,  y  si  está  ale- 
gre, aunque  nunca  lo  esté,  alegre.  Mirad,  hermanas,  de  que  subiectión 
hos  habéis  librado.  Esto  con  verdad,  sin  fingimiento,  haze  el  señor 
con  nosotras,  que  él  pe  haze  el  subieto,  y  quiere  que  seáis  vos  la 
señora,  y  andar  él  a  vuestra  voluntad.  Si  estáis  alegre,  miralde  re- 
sucitado, que  sólo  ymaginar  cómo  salió  del  sepulcro  os  alegrará.  Mas 
¡con  qué  claridad!,  ¡qué  victoria,  y  con  qué  hermosura!  ¡qué  magos- 
tad!  ¡qué  alegre!  Como  quien  tam  bien  salió  de  la  batalla  adonde  ha 
ganado  vn  tan  gran  reyno,  que  todo  lo  quiere  para  vos.  Pues  ¿es 
mucho  que  a  iquien  tanto  os  da,  voluáis  vna  vez  los  ojos  a  mirarle? 

Si  estáis  con  trabajos,  o  triste,  miralde  camino  del  huerto:  qué 
afflictión  tan  grande  llenaba  en  su  alma,  pues  con  ser  el  mismo 
sufrimiento,  la  dize  y  se  quexa  de  ella.  O  miralde  atado  a  la  coluna, 
lleno  de  dolores,  todas  sus  carnes  hechas  pedazos  por  lo  mucho  que 
os  ama:  tanto  padezer,  perseguido  de  vnos,  escupido  de  otros,  nega- 
do de  sus  amigos  y  desamparados  dellos,  sin  nadie  que  vuelua  por  él, 
elado  de  frío,  puesto  en  tanta  soledad,  que  el  vno  con  el  otro  os  po- 
déis consolar.  O  miralde  cargado  con  la  cruz  a  cuestas,  que  aun  no 
le  dexaban  hartar  de  huelgo;  miraros  ha  él  con  vnos  ojos  tan  hermo- 
sos, piadosos  y  llenos  de  lágrimas,  y  olbidará  sus  dolores  por  con- 
solar los  vuestros,  sólo  porque  os  bais  vos  con  él  a  consolar  y  vol- 
uáis la  cabeza  a  mirarle. 

¡O  señor  del  mundo,  verdadero  esposo  mío!  (le  podéis  vos  de- 
zir,  si  os  ha  enternecido  el  corapón  de  verle  tal,  que  no  sólo  queráis 
mirarle,  sino  que  os  holguéis  de  hablar  con  él,  no  oraciones  compuestas, 
sino  de  la  pena  de  vuestro  corazón,  que  las  tiene  él  en  muy  mucho), 
¿tan  necesitado  estáis,  señor  mío  y  bien  mío,  que  queráis  admitir 
vna  pobre  compañía  como  Ja  mía,  y  veo  en  vuestro  semblante  que 
hos  habéis  consolado  conmigo?  ¿Pues  cómo,  señor,  es  posible  que  os 
dexan  solo  los  ángeles,  y  que  aun  no  os  consuela  vuestro  padre? 

Si  es  ansí,  señor,  que  todo  lo  queréis  pasar  por  mí,  ¿qué  es 
esto  que  yo  paso  por  vos?  ¿De  qué  me  quexo?  Que  ya  he  vergüenza 
de  que  os  he  visto  tal,  que  quiero  pasar,  señor,  todos  las  trabajos 
que  me  vinieren,  y  tenerlos  por  gran  bien  por  ymitaros  en  algo. 
Juntos  andemos,  señor;  por  donde  fuéredes,  tengo  de  yr;  por  donde 
pasáredes,  tengo  de  pasar.  Tomad,  hijas,  de  aquella  cruz;  no  se  os 
dé  nada  de  que  os  tropellen  los  judíos,  porque  él  no  vaya  con  tanto 
trauajo;  no  hagáis  caso  de  lo  que  dixeren;  hazeos  sorda  a  las  mor- 
muraciones,  tropezando,  o  cayendo  con  vuestro  esposo,  no  os  apartéis 
de  la  cruz  ni  la  dexéis.  Mira  mucho  el  cansancio  con  que  va,  y  las 
ventajas  que  hacen  sus  .trabajos  a  los  que  vos  padecéis.  Por  grandes 


CAPITULO    XXVI  ^33 

que  los  queráis  pintar,  y  por  mucho  que  los  queráis  sentir,  saldréis 
consolada  dellos,  porque  veréis  que  son  cosa  de  burla  comparados  a 
los  del  señor. 

Diréis,  iiermanas,  que  cómo  se  podrá  hacer  esto,  que  si  le  viérades 
con  los  ojos  del  cuerpo  en  el  tiempo  que  su  magestad  andaba  en  el 
mundo,  que  lo  hiziérades  de  buena  gana,  y  le  mirárades  siempre.  No 
lo  creáis,  que  quien  agora  no  se  quiere  hazer  vn  poquito  de  fuerza 
a  recoger  siquiera  la  vista  para  mirar  dentro  de  sí  a  este  señor,  que 
lo  puede  haszer  sin  peligro,  sino  con  tantico  cuidado,  muy  menos 
se  pusiera,  a  /el  pie  de  la  cruz  con  la  magdalena,  que  vía  la  muerte 
presente  (1).  Mas  ¡qué  debía  pasar  la  gloriosa  virgen  y  esta  ben- 
dita santa!  ¡Qué  de  amenazas,  qué  de  malas  palabras,  y  qué  de 
encontrones  y  qué  descomedidas!  Pues  ¡con  qué  gente  lo  habían  tan 
cortesana!  Sí,  ¿no  lo  eran  del  infierno,  que  eran  ministros  del  de- 
monio? Por  9Íerto  que  debía  ser  terrible  cosa  la  que  pasaron,  sino 
que  con  otro  dolor  mayor,  no  sintieron  el  suyo. 

Ansí  que,  hermanas,  no  creáis  que  fuérades  para  tan  grandes  tra- 
bajos, si  no  sois  para  cosas  tan  pocas;  exercitándoos  en  ellas,  po- 
déis venir  a  otras  mayores.  Lo  que  podéis  hazer  para  ayuda  desto, 
procura  traer  vna  imagen  y  retrato  deste  señor,  que  sea  a  vuestro 
gusto,  no  para  traherle  en  el  seno  y  nunca  mirarle;  sino  para  ha- 
blar muchas  vezes  con  él,  ique  leí  os  dará  qué  le  dezir.  Como  habláis  con 
otras  personas,  ¿por  qué  os  han  de  faltar  más  palabras  para  hablar 
con  dios  que  para  con  otras?  No  lo  creáis,  a  lo  menos  yo  no  os 
creeré  si  lo  vsáis;  porque  aan  (2)  el  no  tratar  con  vna  persona  cau- 
sa estrañeza,  y  no  saber  cómo  nos  hablar  con  ella,  que  pareze  que 
no  la  cogn oseemos,  (3)  aunque  sea  deudo,  porque  deudo  y  amistad 
se   pierde   con   la   falta   de   communicación. 

Tanbién  es  gran  remedio  tomar  vn  buen  libro  de  romanze,  aun 
para  venir  a  recoger  lel  pensamiento,  para  venir  a  rezar  bien  vocal- 
mente, y  poquito  a  poquito  yr  acostumbrando  el  alma  con  alagos  y 
artificio  para  no  la  amedrentar.  Hazé  quenta  que  ha  muchos  años 
que  se  ha  ydo  tíe  con  su  esposo,  y  que  hasta  que  quiera  tornar  a 
su  casa,  es  menester  saberlo  mucho  negociar,  que  ansí  somos  los 
pecadores:  tenemos  tan  acostumbrada  nuestra  alma  y  pensamiento  a 
andar  a  su  plazer,  o  pesar,  por  mejor  dezir,  que  la  triste  alma  no 
se  entiende,  y  (para  que  torne  a  tomar  amolr  a  estarse  en  su  casa,  es 
menester  mucho  artificio,  y  si  no  es  ansí,  y  poco  a  poco,  nunca  ha- 
remos nada.  Y  tornóos  a  certificar,  que  si  con  cuitíado  os  acostum- 
bráis a  lo  que  he  dicho,  que  sacaréis  tan  gran  ganancia,  que  aun- 
que yo  os  lo  quisiera  dezir,  no  sabré.  Pues  juntaos  cabe  este  buen 
maestro,  y  muy  determinadas  a  deprender  lo  que  os  enseña,  que  su 
magestad  hará  que  no  dexéis  de  salir  buenas  discípulas,  ni  os  de- 
xará  si  no  le  dexáis.  Mira  las  palabras  que  dize  aquella  voca  diuina, 
que  luego  en  la  primera  entenderéis  el  amor  que  os  tiene,  que  no  es 
pequeño  bien  y  regalo  del  discípulo  ver  que  su  maestro  le  ama. 


1  Borlado:  a  el  ojo. 

2  Borrado,  si  no. 

3  Mun,  dice  aquí  el  autógrafo. 

III  28 


CAPÍTULO    XXVII 


EN  QUE  TRñTfl  EL  GRAN  AMOR  QUE  NOS  MOSTRÓ  EL  SEÑOR  EN  LñS  PRIMER/IS 
PALABRAS  DEL  PATERNÓSTER,  Y  LO  MUCHO  QUE  IMPORTA  NO  HAZER  CñSSO 
NINGUNO    DE    LINAGES    LAS    QUE    DE    VERAS    QUIEREN    SER    HIJAS    DE    DIOS. 


Padre  nuestro  que  estás  en  los  cielos.  ¡O  señor  mío,  cómo  parecéis 
padre  de  tal  hijo,  y  cómo  pareze  vuestro  hijo,  hijo  de  tal  padre! 
¡Bendito  seáis  vos  por  siempre  jamás!  ¡No  fuera  al  fin  de  la  oración 
esta  merced,  señor,  tan  grande!  En  coraengando,  nos  henchís  las  manos 
y  hazéis  tan  gran  merced,  que  sería  harto  bien  henchir  el  entendimiento 
para  ocupar  la  voluntad  de  manera  que  no  se  pudiesse  hablar  palabra. 
¡O  qué  bien  venía  aquí,  hijas,  contemplación  perfecta!  ¡Y  (1)  con  quánta 
razón  entraría  el  alma  en  sí,  para  poder  mejor  subir  sobre  sí  misma 
a  que  le  diesse  este  santo  hijo  a  entender  qué  cosa  es  el  lugar  adonde 
dize  que  está  su  padre,  que  es  en  los  cielos!  Salgamos  de  la  tierra, 
hijas  mías,  que  tal  merced  como  ésta  no  es  razón  se  tenga  en  poco, 
y  que  después  que  entendamos  quán  grande  es,  nos  quedemos  en 
la   tierra. 

¡O  hijo  de  dios  y  señor  mío!  ¿Cómo  dais  tanto  junto  a  la  pri- 
mera palabra?  Ya  que  os  humilláis  vos  con  extremo  tan  grande  en 
juntaros  con  nosotras  a  lel  pedir,  y  hazeros  hermano  de  cosa  tan  vaja 
y  miserable,  ¿cómo  nos  dais  en  nombre  de  vuestro  padre  todo  lo  que 
se  puede  dar,  pues  que  queréis  que  nos  tenga  por  hijos,  que  vuestra 
palabra  no  puede  faltar?  Parece  que  le  obligáis  (2)  a  que  la  cumpla  (3), 
pues  en  siendo  padre,  nos  ha  sufrir  las  ofensas,  por  granes  que  sean. 
Si  nos  tornamos  a  él  como  el  hijo  pródigo,  hanos  de  perdonar, 
hanos  de  consolar  en  nuestros  trabajos,  hanos  de  sustentar  como  lo 
debe  hazer  un  tal  padre,  que  forjado  ha  de  ser  mejor  que  todos 
los  padres  del  mundo;  porque  en  él  no  puede  haber  sino  todo  bien 
cumplido,  y  después  de  todo  esto  hazernos  herederos  y  participan- 
tes con  vos. 

Mira,  señor  mío,  que  ya  que  vos  con  el  amor  que  nos  tenéis,  y  con 
vuestra  humildad,  no  se  os  ponga  ningún  ynconveniente  (4)  delante  (co- 
mo, en  fin,  señor,  estáis  en  la  tierra  y  vestido  della,  pues  tenéis  nuestra 
naturaleza,    pareze    que    tenéis    causa    alguna    para    mirar    nuestro    pro- 


1  o,  decía  la  copia,  ü  un  corrector  la  convirtió  en  y. 

2  Borrado:  le. 

3  Borrado:  que  no  es  pequeña  carga. 

4  Borrado:  nada. 


CAPITULO     XXVII  435 

hecho);  mas  mira  qu€  vuestro  padre  está  en  el  cielo,  vos  lo  dezís. 
es  razón  que  miréis  por  su  honrra.  Ya  que  estáis  vos  ofrecido  a  ser 
deshonrrado  por  nosotros,  dexad  a  vuestro  padre  libre;  no  le  obli- 
guéis a  tanto  por  gente  tan  ruyn  como  yo,  que  le  ha  de  dar  tan 
malas  gracias. 

¡O  buen  Jhu.!  (1)  ¡qué  bien  (2)  habéis  (mostrado  ser  vna  cosa  con  él, 
y  que  vuestra  voluntad  es  la  suya  y  la  (3)  suya  vuestra/  ¡Qué  confe- 
sión tan  clara,  señor  mío!  ¡Qué  cosa  es  el  amor  que  nos  tenéis!  Ha- 
béis andado  rodeando,  encubriendo  a  el  demonio  que  sois  hijo  de 
dios,  y  con  el  gran  deseo  que  tenéis  de  nuestro  bien,  no  se  os  pone 
cosa  delante  por  hazernos  tan  grandísima  merced.  ¿Quién  la  podía 
hazer  sino  vos,  señor  mío?  ñ  lo  menos  bien  veo,  mi  JHu.,  (4)  que  ha- 
béis hablado  como  hijo  regalado  ¡por  vos  y  por  nosotros,  y  que  sois 
poderoso  para  que  se  haga  en  el  cielo  lo  que  vos  dezís  en  la  tierra. 
Bendito  seáis  por  siempre,  señor  (5),  que  tan  amigo  sois  de  dar  (6). 
Pues  ¿parézeos,  hijas,  que  es  buen  maestro  éste  para  aficionar- 
nos a  que  deprendamos  lo  que  nos  enseña,  pues  comienza  hazién- 
donos  tan  gran  merced?  (7)  Pues  razón  será  que,  aunque  digamos 
vocalmente  esta  palabra,  no  la  dexemos  de  entender  con  el  entendi- 
miento, para  que  se  haga  pedazos  nuestro  corazón  con  ver  tal  amor. 
Pues  ¿qué  hijo  ay  en  el  mundo  que  no  procure  saber  quién  es  su 
padre,  quando  le  tiene  bueno  y  de  tanta  magestad  y  señorío?  ñun 
si  no  lo  fuera,  no  me  spantara  que  ino  nos  quisiera  más  cognoscer  por 
sus  hijos,  porque  anda  el  mundo  tal,  que  'si  el  padre  es  más  bajo 
del  estado  en  que  jestá  el  hijo,  no  se  tiene  por  honrrado  en  cognos- 
zerle  por  padre.  Esto  no  nos  toca  (8)  aquí,  porque  en  esta  casa  nunca 
plega  a  dios  aya  acuerdo  destas  cosas,  sería  infierno;  sino  la  que 
fuere  más,  tome  menos  a  su  padre  en  la  voca:  todas  han  de  ser  iguales. 

¡O  colegio  de  christo,  en  el  qual  sanct  pedro,  con  ser  vn  pescador, 
tenía  más  mando  y  lo  quiso  ansí  el  señor,  que  sant  bartolomé,  que 
dizen  (9)  era  hijo  de  rey  (10).  Sabía  su  magestad  lo  que  había  de  pasar 
en  el  mundo  sobre  quál  era  de  mejor  tierra,  que  no  es  otra  cosa 
sino  debatir  si  será  buena  para  adobes  o  para  tapias.  ¡O  válame  dios, 
qué  gran  desatino!  (11).  Dios  os  libre,  hermanas,  de  semejantes  con- 
tiendas, aunque  sea  en  burlas;  yo  espero  en  su  magestad  que  así 
hará.  Quando  algo  desto  en  alguna  hubiesse,  póngase  luego  remedio, 
y  eila  tema  no  sea  estar  judas  entre  los  apóstoles;  denla  penitencias 
hasta  que  entienda  que  aun  tierra  muy  ruyn  no  merescía  ser.  Buen 
padre  os  tenéis  que  os  da  el  buen  JHs;   no  se  conozca  aquí  otro  padre 


1  Jesús. 

2  Borrado:  ciato.  La  enmienda  parece  de  la  M.  Jerónima. 

3  Borrado:  vuestra. 

4  Jesús. 

5  Borrado:  señor  mío. 

6  Borrado:  que  no  se  os  pone  cosa  delante, 

7  Borrado:  Pues  parézeos  agora  que  será. 

8  Borrado:  no  viene. 

9  Nótese  que  aquí  expresa    en   forma    dubitativa   lo   que  resueltamente  afirmó  antes  en  los 
autógrafos. 

10  Reyes,  decía  el  copista,  y  alguno  borró  las  dos  últimas  letras. 

11  Borrado:  trabajo. 


436  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

para  tratar  del,  y  procura,  hijas  mías,  ser  tales  que  merezcáis  ymi- 
tarle  en  algo;  porque  si  soys  buenas  y  fas  (1),  no  os  hechará  de  sí  (2); 
pues  ¿quién  no  procuram  no  perder  tal  padre? 

jO  vélame  dios!  y  que  ay  aquí  en  [que  os  consolar]  (3).  Por  no 
me  alargar  más,  lo  quiero  dexar  a  vuestros  entendimientos;  que  es- 
tando el  pensamiento  (4),  entre  tal  hijo  y  tal  padre,  acudirá  (5)  el 
spíritu  santo,  que  enamore  vuestra  voluntad  y  os  la  ate  con  (6)  gran- 
díssimo   amor,   si   no   (7)    basta   para   esto   tan   gran   ynterés. 


1  Borrado:  regalaros  con  él  y  hecharos  en  sus  brsfos.  Ya  sabéis  que. 

2  Borrado:  sí  sois  buenas  hijas. 

3  La  copla  decía:  y  que  hay  aquí  en  que  os  consolar.  Lo  mismo  dice  el  autógrafo  de  Va- 
lladolid.  La  Santa,  al  borrar  esta  frase,  no  advirtió  que  dejaba  en  suspenso  el  sentido. 

4  Borrado:  por  disbaratado  que  ande  el  pensamiento. 

5  Borrado:  forjado  ha  de  star. 

6  Borrado:  tan. 

7  Borrado:  ya  que  no. 


CAPITULO   XXVIII 


EN     QUE    DECLARA     QUE     ES    ORÍICION     DE    RECOGIMIENTO,     Y    PONENSE     ALGUNOS    ME- 
DIOS    PARA     ACOSTUMBRARSE     A     ELLA. 


ñgora  mira  que  díze  vuestro  maestro:  que  estás  en  los  fíelos. 
¿Pensáis  que  importa  poco  saber  qué  cosa  es  el  cielo,  y  adonde  se  ha 
de  buscar  vuestro  sacratíssimo  padre?  Pues  yo  os  digo  que  para 
entendimientos  derramados,  que  importa  mucho,  no  sólo  creer  esto, 
sino  procurarlo  entender  por  experiencia;  porque  es  vna  de  las  cosas 
que   ata  mucho   a  lel  entendimiento  y  haze  recoger  el   alma. 

Ya  sabéis  que  dios  está  en  todas  partes,  pues  claro  está  que 
adonde  su  majestad  está  (1),  lestá  el  (jielo;  sin  duda  lo  podéis  creer  (2) 
y  toda  la  gloria.  Pues  mira  que  dize  sanct  Agustín  que  le  buscaba 
en  muchas  partes,  y  que  le  vino  a  hallar  dentro  de  sí  mismo.  Creé  (3) 
que  importa  mucho  (y)  para  vn  alma  derramada  entender  esta  uer- 
dad,  y  ver  que  no  ha  menester  para  hablar  con  su  padre  eterno  yr 
al  cielo,  ni  para  regalarse  con  él,  ni  ha  menester  hablar  a  voces.  Por 
paso  que  se  hable,  nos  oyrá,  ni  ha  menester  alas  para  yr  a  buscarle, 
sino  ponerse  en  soledad  y  mirarle  dentro  de  'sí,  y  no  estrañarse  de 
tam  buen  huésped;  sino  con  gran  humildad  hablarle  como  a  padre, 
pedirle  como  a  padre,  y  contarle  sus  trabajos,  pedirle  remedio  para 
ellos,  entendiendo  que  no  es  digna  de  ser  su  hija. 

Déxense  de  algunos  encogimientos  que  tienen  algunas  personas, 
y  piensan  que  es  humildad.  Sé  (5),  que  no  está  la  humildad  en  que 
si  el  rey  os  haze  alguna  merced,  que  mo  la  toméis,  sino  en  tomarla  y 
entender  quán  sobrada  os  viene,  y  holgaros  con  ella.  Donosa  hu- 
mildad, que  me  tenga  yo  a  el  emperador  del  cielo  y  de  la  tierra 
en  mi  casa,  que  se  viene  a  ella  por  hazerme  merced  y  por  holgarse 
conmigo,  y  que  por  humildad  no  le  quiera  responder,  ni  estarme  con 
él,  ni  tomar  lo  que  me  da,  sino  que  le  dexe  solo;  y  que  estándbme 
diciendo  y  rogando  que  le  pida,  por  humildad,  me  quede  pobre  y 
aun   le   dexe  yr,   de  que   ve   que  po   acabo   de   determinarme. 

No  os  curéis,  hijas,  destas  humildades,  sino  trata  con  él  como  con 
padre,  y  icomo  con  hermano,  y  como  con  señor,  y  como  con  sposo;  a  be- 


1  Borrado:  está  el  rey,  está  la  corte,-  en  ñn,  que  adonde  está  dios. 

2  Borrado:  que  adonde  está  su  magestad,  está. 

3  Borrado:  Pensáis. 

4  Borrado:  poco. 

5  Sí,  dice  el  autógrafo. 


438  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

ZGS  d€  vna  mancrai,  a  vezes  de  otra,  que  él  os  enseñará  lo  que  habéis 
de  hazer  para  contentarle.  Dexaos  de  ser  vobas,  pedilde  la  palabra, 
que  vuestro  esposo  es,  que  os  trate  como  a  tal.  Con  este  modo  de 
rezar,  aunque  sea  vocalmente,  con  mucha  facilidad  recoge  a  el  en- 
tendimiento, y  es  oración  que  trahe  consiguo  muchos  bienes.  Lláma- 
se recogimiento,  porque  recoge  el  alma  todas  las  potencias  y  se  entra 
dentro  de  sí  con  su  dios,  y  viene  con  más  breuedad  a  enseñarla  su 
diuino  maestro,  y  a  darla  oración  de  quietud,  que  de  ninguna  otra 
manera.  Porque  allí  metida  consigo  misma,  puede  pensar  en  la  pa- 
sión, y  representar  allí  a  i&l  hijo,  y  |0fre9erle  a  el  padre,  y  no  cansar 
a  el  entendimiento  andándole  buscando  en  el  monte  caluario,  y  a 
el  huerto,  y  a  la  coluna. 

Las  que  desta  manera  se  pudieren  encerrar  en  este  cielo  pequeño 
de  nuestra  alma,  adonde  está  el  que  la  hizo  a  él,  y  a  la  tierra, 
y  acostumbrarse  a  no  estar  adonde  se  distraygan  estos  sentidos  ex- 
teriores, crea  que  lleua  buen  camino,  y  que  no  dexará  de  llegar  a 
beber  del  agua  de  la  fuente,  con  el  favor  de  dios,  porque  camina 
mucho  en  poco  tiempo.  Es  como  el  que  va  en  vna  nao,  con  vn 
poco  de  buen  viento,  se  pone  en  el  fin  de  la  jornada  en  pocos  días, 
y   los  que  van  por  tierra,  tárdanse  más. 

Estos  están  ya,  como  dizen,  puestos  en  la  mar,  aunque  del  todo 
no  han  dexado  la  tierra,  porque  aquel  rato  hazen  lo  que  pueden 
por  librarse  della,  recogiendo  sus  sentidos  an  sí  mismo.  Si  es  ver- 
dadero el  recogimiento,  siéntese  muy  claro,  porque  aze  alguna  ope- 
ración (no  sé  cómo  lo  dé  a  entender;  quien  lo  tuviere  sí  entenderá): 
es  que  pareze  que  ise  lebanta  el  alma  con  el  fuego  que  ya  siente  en 
sí  de  las  cosas  del  mundo  (1).  Alzasse  a  el  mejor  tiempo,  y  como 
quien  se  entra  en  un  castillo  fuerte  para  no  temer  los  contrarios; 
que  es  retirarse  los  sentidos  destas  cosas  exteriores,  y  darles  de  tal 
manera  de  mano,  que,  sin  entenderse,  se  le  cierran  los  ojos  por  no 
las  ver,  porque  más  se  dispierte  la  uista  a  los  del  alma,  flnsí,  quien 
va  por  este  camino,  casi  siempre  que  reza  tiene  cerrados  los  ojos, 
y  es  admirable  costumbre  para  muchas  cosas,  porque  es  vn  hazerse 
fuerza  a  no  mirar  las  de  acá.  Esto  a  el  principio,  que  después  no 
es  menester;  mayor  se  la  haze  quando  en  aquel  tiempo  los  abre. 
Parece  que  se  entiende  vn  fortalecerse  y  esforzarse  el  alma  a  costa 
del  cuerpo,  y  que  Je  dexa  solo  y  desflaquecido,  y  ella  toma  allí 
bastimento  para  contra  él. 

Y  au[n]que  al  principio  no  ise  entienda  esto,  por  no  ser  tanto,  por- 
que ay  más  y  menos  en  este  recogimiento,  mas  (2)  si  se  acostumbra 
(aunque  a  el  principio  dé  trauajo,  porque  el  cuerpo  torna  de  su  de-, 
recho,  sin  entender  que  él  mismo  se  corta  la  cabeza  en  no  darse 
por  uencido),  verse  ha  claro  la  ganancia  y  entenderán,  en  comen- 
tando a  recpar,  que  se  vienen  las  abejas  a  la  colmena,  y  se  entran 
en  ella  para  labrar  la  miel,  y  esto  sin  cuidado  nuestro.  Porque  ha 
querido  el   señor  que  por  el   tiempo  que  le  ha   tenido,   aya  merecido 


1  Bottado:  ve  que  lo  es  las  cosas  del. 

2  Boitado:  y. 


CAPITULO     XXVIII  ^39 

estarse  el  alma  y  voluntad  con  este  señorío,  que  en  haziendo  vna  seña 
no  más  de  que  se  quiere  recoger,  la  obedezcan  los  sentidos  y  se  re- 
cojan a  ella.  Y  aunque  después  se  tornen  a  salir,  es  gran  cosa  ha- 
uerse  ya  rendido,  porque  salen  como  captiuos  y  subietos,  y  no  hazen 
el  mal  que  antes  pudieran  hazer;  y  en  tornando  a  llamar  la  voluntad, 
vienen  con  más  presteza,  hasta  que  a  muchas  entradas  déstas,  quiere 
el   señor   se   queden   ya   del   todo  en   contempla9Íón   perfecta. 

Entiéndase  mucho  esto  que  queda  dicho,  porque,  aunque  pareze 
escuro,  lo  (1)  entenderá  a  quien  quisiere  obrarlo.  Ansí  que  caminan  por 
la  mar;  y  pues  tanto  nos  va  no  yr  despacio,  hablemos  vn  poco  de 
cómo  nos  acostumbremos  (2)  a  tan  buen  modo  de  proceder.  Están  más 
seguros  de  muchas  occasiones;  pégase  más  presto  el  fuego  del  amor 
diuino,  porque,  por  poquito  que  isople  con  el  entendimiento,  como  están 
cerca  del  mismo  fuego,  con  vna  centella  que  le  sople,  se  abrasará 
todo.  Como  no  ay  embarazo  de  lo  exterior,  estáse  sola  el  alma  con 
su  dios;   ay  gran  apparejo  para  encenderse. 

Pues  hagamos  quenta  que  dentro  de  nosotras  está  vn  palacio  de 
grandíssima  riqueza,  todo  su  edificio  de  oro  y  piedras  preciosas,  en 
fin,  como  para  tal  señor;  y  que  sois  vos  parte  que  aqueste  edificio 
sea  tal,  como  a  la  verdad  lo  es,  que  es  ansí  que  no  ay  edificio 
de  tanta  hermosura  como  vn  alma  limpia  y  llena  de  virtudes,  y  mien- 
tras mayores,  más  resplandezen  las  piedras;  y  que  en  este  palacio 
está  este  gran  rey,  y  que  ha  tenido  por  bien  ser  vuestro  padre,  y 
que  está  en   vn   trono   de   grandíssimo   precio,   que   es   vuestro   coragón. 

Parezerá  esto  a  el  principio  cosa  ympertinente,  digo  hazer  esta 
fictión  para  darlo  a  entender,  y  podrá  ser  que  aproueche  mucho  a 
vosotras  en  speíial;  porque,  como  no  te/z^mos  letras  las  mugeres, 
todo  esto  es  menester  para  que  entendamos  con  verdad  que  ay  otra 
cosa  más  preciosa,  sin  ninguna  comparación,  dentro  de  nosotras  que 
lo  que  vemos  por  de  fuera.  No  nos  imaginemos  huecas  en  lo  interior, 
y  plega  a  Dios  que  sean  solas  mujeres  las  que  andan  con  este  des- 
cuydo;  y  tengo  por  imposible,  si  traxésemos  cuidado  de  acordarnos 
dentro  de  nosotras,  que  no  nos  diéssemos  tanto  a  las  cosas  del  mun- 
do, porque  veríamos  quán  bajas  son  para  las  que  dentro  trahemos. 
Pues  ¿qué  más  haze  vn  alimaña  (3)  que,  en  viendo  lo  que  le  contenta 
a  la  vista,  harta  su  hambre  en  la  presa?  Sé  (4)  que  diferencia  ha 
de   haber   de  ellas  a  nosotras. 

Reiránse  de  mí,  por  ventura,  y  dirán  que  bien  claro  se  está  esto, 
y  ternán  razón,  porque  para  mí  fué  obscuro  algún  tiempo.  Bien  enten- 
día que  tenía  alma;  mas  no  lo  que  merescía  esta  alma,  y  quién  estaua 
dentro  della,  porque  (5)  me  tapava  yo  los  ojos  con  las  vanidades  de  la 
vida  para  verlo,  no  lo  entendía.  Que,  a  mi  parezer,  si  como  agora  en- 
tiendo que  en  este  palacio  pequeñito  de  mi  alma  cabe  tan  gran  rey,  no 


1  Borrado:  obscuro  se. 

2  acostumbraremos,  se  lee  en  el  autógrafo. 

3  Esta   corrección   parece  de  la  M.  Jerónima,    que   borra  en  la  copia  la  palabra   alimaña. 
Curiosa  es  la  enmienda. 

4  Sí,  dice  el  autógrafo. 

5  Bonado:  si  yo  no. 


^t^O  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

l2  dcxara  tantas  vezcs  solo,  ¡alguna  me  estubiera  con  él,  y  más  procurara 
que  no  estubiera  tan  sucia  ^(1).  El  punto  está  en  que  se  le  demos  por 
suyo  con  toda  determinación,  y  le  desenbarazemos  para  que  pueda 
poner  y  quitar  como  en  cosa  propia.  Y  tiene  razón  su  magestad,  no 
se  lo  neguemos.  Y  como  él  no  ha  de  foríar  nuestra  voluntad,  toma  lo 
que  le  damos,  mas  no  se  da  a  ssí  del  todo,  hasta  que  nos  damos 
del  todo.  Esto  es  cosa  cierta,  y  porque  importa  tanto,  os  lo  acuerdo 
tantas  vezes,  ni  obra  en  el  alma  como  quando  del  todo,  sin  embarazo, 
es  suya,  ni  sé  cómo  ha  de  obrar:  es  amigo  de  todo  concierto.  Pues 
si  el  palacio  henchimos  Ide  gente  baja  y  de  varatijas,  ¿cómo  ha  de 
caber  el  señor  con  su  corte?  Harto  haze  de  estar  un  poquito  entre 
tanto   embarazo. 

¿Pensáis,  hijas,  que  viene  solo?  ¿No  sabéis  que  dize  su  hijo: 
que  estás  en  los  cielos?  Pues  vn  tal  rey,  a  osadas  que  no  le  dexen 
solo  los  cortesanos;  sino  que  están  con  él  rogándole  por  nosotros 
para  nuestro  prouecho,  porque  están  llenos  de  charidad.  No  penséis 
que  es  como  acá,  que  isi  vn  señor  o  perlado  fauoresze  a  alguno  por 
algunos  fines,  o  porque  quiere,  luego  ay  las  ymbidias  y  el  ser  mal- 
quisto aquel  pobre,  sin  hacerles  nada. 


1      Aquí   suprime   la   copia   largo    párrafo   del   autógrafo,  el  cual  puede  leerse  en  la  página 
133,  de  la  línea  dieciséis  a  la  veinte  y  seis.  Tampoco  la  edición  de  Evora  lo  trae. 


CAPITULO    XXIX 


PROSIGUE  EN  DAR  MEDIOS  PARA  PROCURAR  ESTA  ORACIÓN  DE  RECOGIMIENTO,  Y 
DIZE  LO  POCO  QUE  SE  NOS  HA  DE  DAR  DE  SER  FAUORESCIDAS  DE  LOS 
PERLADOS. 


Por  amor  de  dios,  Mjas,  que  no  curéis  de  dárseos  nada  destos  f año- 
res de  perlados-,  procure  cada  vna  hazer  lo  que  debe,  que  si  el  per- 
lado no  se  lo  agradeciere,  sigura  puede  estar  que  lo  pagará  y  agra- 
decerá el  señor.  Sé  (1)  que  no  venimos  aquí  a  buscar  premio  en  esta 
vida;  esté  siempre  nuestro  pensamiento  en  lo  poco  (2)  que  dura,  y 
de  lo  de  acá  ningún  caso  íiagamos,  que  aun  para  lo  que  se  viue  no 
es  durable:  que  oy  está  bien  con  la  vna,  y  mañana,  si  ve  vna  virtud 
en  vos,  estará  mejor  con  vos,  y  si  no,  poco  va  en  ello.  No  deis 
lugar  a  estos  pensamientos,  que  a  las  vezes  comienzan  por  poco  y  os 
pueden  desasosegar  mucho;  sino  atajaldos  con  que  no  es  acá  vuestro 
reyno  y  quán  presto  tiene  todo  fin. 

Mas  aun  lesto  es  bajo  remedio  y  no  mucha  perfectión;  lo  mejor 
es  que  dure,  y  vos  desfauorescida  y  abatida,  y  lo  queráis  estar  por 
el  señor  que  está  con  vos.  Pone  los  ojos  en  vos  y  miraos  ynterior- 
mente,  como  queda  dicho:  hallaréis  vuestro  maestro  que  no  os  fal- 
tará; mientras  menos  consolación  exterior  tubiéredes,  mucho  más  regalo 
os  hará.  Es  muy  piadoso,  y  a  personas  afligidas  y  desfauorescidas  ja- 
más falta,  sí  confían  en  él  solo.  Ansí  lo  dice  David,  que  está  el  señor 
con  los  affligidos.   O  creís  esto,  o  no;  si  lo  creís,  ¿de  qué  os  matáis? 

¡O  señor  mío,  que  si  de  beras  lo  cognosiéssemos,  no  se  nos 
daría  nada  de  nada,  porque  dais  mucho  a  los  que  se  quieren  fiar  de 
vos!  Creed,  amigas,  que  es  gran  cosa  entender  que  es  verdad  esto  para 
ver  que  los  fauores  de  acá  todos  son  mentira,  quando  desuía  algo 
a  el  alma  de  andar  dentro  de  sí.  ¡O,  hálame  dios,  quién  os  hiziesse 
entender  esto!  No  yo,  por  cierto;  sé  que  con  uerdad  y  con  deber  yo 
más  que  ninguno,  no  acabo  de  entenderlo  como  se  debe  entender. 

Pues  tornando  a  lo  que  decía,  quisiera  yo  saber  declarar  cómo  está 
esta  compañía  santa  con  nuestro  acompañador,  sancto  de  los  sanctos, 
sin  impedir  a  la  soledad  que  él  y  su  sposa  tienen,  quando  esta 
alma  dentro  de  sí  quiere  entrarse  en  este  parayso,  y  cierra  la  puerta 
tras  sí   a  todo  lo  del  mundo.   Digo  que  quiere,   porque  entended  que 


1  Si,  dice  el  autógrafo. 

2  Borrado:  lo. 


442  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

esto  no  Gs  cosa  sobrenatural,  sino  que  está  en  nuestro  querer  y  que 
podemos  nosotras  hazerlo,  con  el  fabor  de  dios,  que  sin  esto  no  se 
puede  nada,  ni  podemos  de  nosotros  tener  vn  buen  pensamiento.  Por- 
que esto  no  es  silencio  de  las  potencias,  ni  encerramiento  dellas  en 
sí  mismas  (1). 

Vase  ganando  esto  de  muchas  maneras,  como  está  scripto  en  al- 
gunos libros,  que  nos  hemos  de  desocupar  de  todo  para  llegarnos  in- 
teriormente a  dios,  y  aun  en  las  mismas  ocupaciones  retirarnos  a 
nosotros  mismos:  aunque  no  sea  por  más  de  un  momento  solo  aquel 
acuerdo  de  que  tengo  compañía  dentro  de  mí,  es  gran  prouecho.  En 
fin,  yrnos  acostumbrando  a  gustar  de  que  no  es  menester  dar  voces 
para  hablar  (2)  con  dios,  porque  su  magestad  (3)  dará  a  sentir  cómo 
está  allí.  Desta  suerte  rezaremos  con  mucho  sosiego  vocalmente,  y  es  qui- 
tarnos de  trauajo;  porque,  a  poco  tiempo  que  forcemos  a  nosotras 
mismas  para  estarnos  cerca  deste  señor,  nos  será  más  fácil  (4).  Es  muy 
amigo  de  quitarnos  de  trauajo;  aunque  en  una  ora  no  le  digamos 
más  de  una  vez  el  paternóster,  como  entendamos  que  estamos  con 
él,  y  lo  que  le  pidimos,  y  la  gana  que  tiene  de  darnos,  y  quán  de 
buena  gana  está  con  nosotros,  no  es  amigo  de  que  nos  quebremos 
las   cabezas   hablándole   mucho. 

El  señor  lo  enseñe  a  las  que  no  lo  sabéis,  y  de  mí  os  confiesso 
que  nunca  supe  qué  cosa  era  rezar  con  satisfagión,  hasta  que  el  señor 
me  enseñó  este  modo;  y  siempre  he  hallado  tantos  prouechos  desta 
costumbre  de  recogimiento,  que  esso  me  ha  hecho  alargar  tanto.  Con- 
cluyo con  que  quien  lo  quisiere  adquirir,  pues,  como  digo,  está  en 
nuestra  mano,  que  no  se  canse  de  acostumbrarse  a  lo  que  queda  di- 
cho, que  es  señorearse  poco  a  poco  de  sí  mismo,  no  se  perdiendo 
en  balde;  sino  ganándose  a  sí  para  sí  mismo,  ques  aprouecharse  de 
sus  sentidos  para  lo  ynterior.  Si  hablare,  procure  acordarse  que  ay 
con  guien  hable  dentro  de  sí  mismo;  si  oyere,  acordarse  ha  que  ha 
de  oyr  a  quien  más  cerca  le  hablare.  En  fin,  traher  quenta  que  pue- 
de, si  quiere,  no  (5)  se  apartar  de  tan  buena  compañíaj,  y  pesarle  quando 
mucho  tiempo  ha  dexado  solo  a  su  padre,  que  está  nescesitada  del. 
Si  pudiere,  muchas  veces  en  el  día;  si  no,  sea  pocas.  Como  lo  acos- 
tumbrare, saldrá  con  gran  ganancia,  o  presto,  o  más  tarde.  Después 
que   se   lo    dé   el   señor,    no   lo    trocará   por   ningún   tesoro. 

Pues  nada  se  deprende  sin  un  poco  de  trauajo,  por  amor  de  dios, 
hermanas,  que  deis  por  bien  empleado  el  cuidado  que  en  esto  gastáredes; 
y  yo  sé  que  sí  le  tenéis,  en  un  año,  y  quizá  en  medio,  saldréis  con  ello, 
con  el  fauor  de  dios.  Mira  qué  poco  tiempo  para  tan  gran  ganancia  como 
es  hazer  buen  fundamento  para,  si  quisiere  el  señor  lebantaros  a  gran- 
des cosas,  que  halle  en  vos  aparejo,  hallándoos  cerca  de  sí.  Plega  a 
su   magestad   no   consienta   que   nos   apartemos   de  su   presencia,   ñmén. 


1  El  autógrafo,  que  la  Santa  corrige  en  esta  frase,  dice:  es  encerramiento  de  ellas  en  si 
mesma  el  alma. 

2  Borrado:  le  (hablarle). 

3  Boitado:  se. 

4  Borlado:  entenderá  por  señas  de  manera,  que  si  habíamos  de  decir  muchas  veces  el 
pater  noster,  nos  entenderá  de  una. 

5  Borrado:  nunca. 


CAPITULO    XXX 


DICE  LO  QUE  IMPORTA  ENTENDER  LO  QUE  SE  PIDE  EN  LA  ORACIÓN.  TRATA  DES- 
TAS  PALABRAS  DEL  PATER  NOSTER :  SANCTIFICETUR  NOMEN  TUUM.  APLÍCALA 
A     ORACIÓN     DE     QUIETUD. 


¿Quién  ay,  por  disbaratado  que  sea,  que  quando  pide  a  una  per- 
sona graue  no  lleua  pensado  cómo  le  ha  de  pedir,  para  contentarle  y 
no  serle  disabrido,  y  qué  le  ha  de  pedir,  y  para  qué  ha  menester  lo 
que  le  ha  de  dar,  en  special  si  pide  cosa  señalada,  como  nos  enseña 
que  pidamos  nuestro  buen  Jhus.?  Cosa  me  pareze  para  notar.  ¿No 
pudiérades,  señor  mío,  concluyr  con  vna  palabra  y  dezir:  dadnos,  pa- 
dre, lo  que  nos  combiene?  Pues  a  quien  tan  bien  lo  entiende  todo, 
pareze  que  no  era  menester  más. 

¡O  sabiduría  eterna!  Para  entre  vos  y  vuestro  padre  esto  basta- 
ba (1),  mas  a  nosotros  cognocéisnos,  señor  mío,  que  no  estamos  tan 
rendidos  como  (2)  ^stábades  vos  a  la  voluntad  de  vuestro  padre,  y  que 
querríamos  más  (3)  pedir  cosas  señaladas  para  que  nos  detubiésemos  a 
mirar  si  nos  estaba  bien  lo  que  pedimos,  y  si  no,  que  no  lo  pidamos. 
Porque,  según  somos,  si  no  nos  ¡dan  lo  que  queremos,  con  este  libre 
albedrío  que  tenemos,  no  admitiremos  lo  que  el  señor  nos  diere;  porque, 
aunque  sea  lo  mejor,  como  ino  vemos  luego  lel  dinero  en  la  mano,  nun- 
ca  pensamos  vernos  ricos. 

jO,  vélame  dios!  qué  haze  tener  tan  dormida  la  fee  para  lo  vno  y 
lo  otro,  que  ni  acabamos  de  entender  quán  cierto  tememos  el  casti- 
guo,  y  quán  cierto  el  premio.  Por  esso  es  bien,  hijas,  que  entendáis 
lo  que  pedís  en  el  paternóster,  porque  si  el  padre  eterno  os  lo  diere, 
no  se  lo  tornéis  a  los  ojos,  y  penséis  muy  bien  si  os  está  bien,  y  si  no, 
no  lo  pidáis,  sino  advirtiendo  que  a  de  ser  conforme  a  la  voluntad  de 
dios,  como  se  pide  en  esta  oragión  (4),  y  que  os  dé  su  magestad  luz, 
porque  estáis  ciega,  y  con  hastío  para  no  poder  comer  los  manjares 
que  os  dan  vida,  si  no  los  que  os  han  de  lleuar  a  la  muerte,  ¡y  qué 
muerte   tan  peligrosa  y   tan   para   siempre! 

Pues  dize  el  buen  JHs.,  que  digamos  estas  palabras  en  que  pe- 
dimos  que   venga   a  nosotros  un   tal   reyno:    sanctificado   sea   tu  nom- 


1  Borrado:  y  ansí  lo  pedistes  en  el  huerto:  mostrastes  vuestra  volunta  y  temor,  mas  de- 
xástesos  en  la  suya. 

2  Bona  la  Santa  lo  es  (tábades),  escribiendo  de  nuevo  el  es. 

3  Borrado:  era  menester. 

4  Borrado:  pedí. 


^^^  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

bre,  venga  a  nosotros  tu  reyno.  Hora  mira,  hijas,  que  sabiduría  tan 
grande  de  nuestro  maestro.  Considero  yo  aquí,  y  es  bien  que  entenda- 
mos, qué  pedimos  en  este  reyno.  (1)  Como  vio  su  magestad  que  no  po- 
díamos sanctificar,  ni  alabar,  ni  engrandezer,  ni  glorificar  este  nom- 
bre sancto  del  padre  eterno  conformie  a  lo  poquito,  que  podemos  nos- 
otros de  manera  que  se  hiziesse  como  es  razón,  si  no  nos  proveya  su 
tnagestad  con  darnos  acá  su  reyno,  (2)  ansí  lo  pidió  (3)  el  buen  JHus. 
lo  vno  cabe  lo  otro.  Porque  entendamos,  hijas,  qué  pedimois  y  lo  que  nos 
importa  importunar  por  ello,  y  hazer  quanto  pudiéremos  para  conten- 
tar a  quien  nos  lo  ha  de  dar,  quiero  deziros  aquí  lo  que  yo  entiendo. 
Si  no  os  contentare,  pensad  vosotras  otras  consideraciones,  que  licencia 
nos  da  nuestro  maestro  para  ello,  como  en  todo  nos  subietemos  a  lo 
que  tiene  la  santa  romana  yglesia,  y   ansí  lo  hago  yo  aquí. 

Aora,  pues,  el  gran  bien  que  me  parece  hauer  en  el  reyno  de  los 
cielos,  con  otros  muchos,  es  ya  no  tener  quenta  con  cosa  de  la  tierra, 
si  no  vn  sosiego  y  gloria  len  sí  mismos,  vn  alegrarse  que  se  alegren 
todos,  vna  paz  perpetua,  vna  satisfación  grande  en  sí  mismos,  que 
les  viene  de  ver  que  todos  sanctifican,  y  alaban/  a  el  señor,  y  bendizen 
su  nombre  y  no  le  offende  nadie.  Todos  jle  aman,  y  la  misma  alma 
no  entiende  en  otra  cosa  sino  en  amarle,  ni  puede  dexarle  de  amar, 
porque  le  cognosze.  Y  ansí  le  amaríamos  acá,  aunque  no  desta  manera  y 
perfectión,  ni  en  vn  ser;  mas  muy  de  otra  manera  le  amaríamos  de 
lo   que   le    amamos,    si   le    cognosciéssemos, 

Pareze  que  voy  a  dezir  que  hemos  de  ser  ángeles  para  pedir  esta 
petición  y  rezar  bien  vocalmente.  Bien  lo  quisiera  nuestro  diuino  maes- 
tro, pues  tan  alta  petición  mos  manda  pedir;  y  claro  está  {¡i)  que  no 
nos  manda  que  pidamos  cosas  imposibles;  que  posible  sería,  con  el 
fauor  de  dios,  venir  vn  alma  puesta  en  este  destierro,  aunque  no  en  la 
perfectión  que  están  salidas  desta  cárcel,  porque  andamos  ert  mar  y  va- 
mos este  camino.  Mas  ay  ratos  que,  de  cansados  de  andar,  los  pone 
el  señor  en  vn  sosiego  de  las  potencias  y  quietud  del  alma,  que,  como 
por  señas,  les  da  (5)  a  entender  a  qué  sabe  lo  que  se  da  a  los  que 
el  señor  lleua  a  Su  reyno  ;•  y  a  los  que  se  les  da  acá  como  le  pedimos, 
dales  prendas  para  que  por  ellas  tengan  gran  speranza  de  yr  a  gozar 
perpetuamente   lo   que   acá   les   da    a   sorbos. 

Si  no  dixéssedes  que  trato  (6)  contemplación,  venía  aquí  bien  en  esta 
petición  hablar  vn  poco  de  principio  de  pura  contemplación,  que  los 
que  la  tienen  la  llaman  oración  de  quietud;  mas  como  diguo  trato  de 
oración  vocal,  no  viene  lo  vno  con  lo  otro  a  quien  no  lo  gastare  (7); 
yo  sé  que  combiene.  Perdóname  que  lo  quiero  dezir,  porque  sé  que 
muchas  personas,  rezando  vocalmente,  como  ya  queda  dicho,  las  leuanta 
dios,  sin  saber  ellas  cómo,  a  subida  contemplación.  Conozco  vna  per- 
sona  que  nunca   pudo   tener   oración   mental,   y   assida   a   ésta,   lo   tenía 


1 

Borrado:  Mas. 

2 

Borrado:  y. 

3 

Borrado:  puso. 

4 

Borrado:  a  buen  seguro. 

5 

Borrado:  claro. 

6 

Borrado:  de. 

7 

Borrado:  sufriere. 

CAPITULO     XXX  llUS 

todo;  y  si  no  rezaba,  ybásele  el  entendimiento  tan  perdido,  que  no 
lo  podía  sufrir.  Mas  tal  ía  tengamos  todas  (1).  En  ciertos  paternos- 
tres  que  rezaba  a  las  vezes  que  el  señor  derramó  sangre,  que  se  es- 
taua,  en  esto  y  en  poco  más,  algunas  lOras.  Vino  vna  vez  a  mí  muy 
congojada,  que  no  sabía  tener  oración  mental  (2),  ni  podía  contemplar, 
sino  rezar  vocalmente.  Pregúntele  qué  rezaba,  y  vi  que,  assida  a  el  pa- 
ternóster, tenía  pura  contemplación,  y  la  lebantaba  el  señor  a  juntarla 
consigo  en  vnión;  y  bien  se  parecía  en  sus  obras,  porque  gastaba 
muy  bien  su  vida.  Y  -ansí  alabé  a  el  señor  y  tube  enbidia  a  su  ora- 
ción vocal.  Si  esto  es  verdad,  como  lo  íes,  ¿gué  pensáis  los  que  sois 
enemigos  de  contemplación  que  estáis  libres  de  serlo,  si  las  oraciones 
vocales  rezáis  cómo  se  han  de  rezar,  tiniendo  limpia  conciencia?  En- 
gañados estáys. 


1  Mas  tal  tengamos  todas  la  mental,  dice  el  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Vocal,  había  escrito  primero.  La  corrección  es  del  mismo  copista. 


CñPITULO   XXXI 


PROSIGUE     EN     LA     MISMA     MATERIA.     DECLARA     QUE     ES     ORACIÓN     Y     ALGUNOS     flUI- 
SOS    PARA    LOS    QUE    LA    TIENEN.    ES    MUCHO    DE    NOTAR    (1). 


Pues  todavía  quiero,  hijas,  declarar,  como  lo  he  oydo  platicar,  o  el 
señor  ha  querido  dármieloi  a  entender,  por  uentura  para  que  os  lo  digua, 
esta  oración  de  quietud,  adonde  a  mí  me  pareze  comienza  el  señor 
a  dar  a  entender  que  oyó  la  petición,  y  comienza  a  declararnos  su 
reyno  aquí,  para  que  de  veras  le  alabemos,  y  santifiquemos  y  procu- 
remos que  lo  hagan  todos. 

Que  es  ya  cosa  sobrenatural  y  que  no  la  podemos  adquirir  (2)  nos- 
otros, por  diligencias  que  hagamos;  porque  €S  vn  ponerse  el  alma  en 
paz,  y  ponerla  el  señor  con  su  presencia,  por  mejor  dezir,  como  hizo 
a  el  justo  Simeón,  porque  todas  las  potencias  se  sosiegan.  Entiende  el 
alma,  por  vna  manera  muy  fuera  de  entender  con  los  sentidos  exteriores, 
que  está  ya  junto  cabe  su  dios,  que  por  poquito  más,  llegará  a  estar 
hecha  vna  cosa  con  él  por  vnión.  Esto  mo  es  porque  lo  ve  con  los 
ojos  del  cuerpo  ni  del  alma.  Tampoco  no  vía  el  justo  Simeón  más  del 
gloriosso  niño  pobrecito;  que  en  lo  que  llenaba  enbuelto  y  la  poca 
gente  que  con  él  yba  en  la  processión,  más  pudiera  juzgarle  por  hijo 
de  gente  pobre,  que  por  hijo  del  padre  celestial;  mas  dióselo  el  mismo 
niño  a  entender.  Y  ansí  lo  entiende  acá  el  alma,  aunque  no  con  essa 
claridad;  porque  aun  ella  no  entiende  cómo  lo  entiende,  mas  de  que 
se  ye  en  el  reyno  (a  lo  menos  cabe  el  rey  que  se  le  ha  de  dar), 
y  pareze  que  la  misma  ;alma  está  con  acatamiento,  aun  para  no  osar 
pedir.  Es  como  un  amortecimiento  interior  y  exteriormente,  que  no 
querría  el  hombre  exterior  {digo  el  cuerpo,  porque  mejor  me  enten- 
dáis), diguo  que  no  se  querría  bullir,  sino  como  ha  llegado  casi  al  fin 
del  camino,  descansa  para  poder  tornar  mejoír  a  caminar,  que  allí  se  le 
doblan  las  fuerzas  para  ello. 

Siéntese  grandíssimo  deleyte  en  el  cuerpo,  y  gran  satisfación  en 
el  alma.  Está  tan  contenta  de  sólo  verse  cabe  la  fuente,  que  (3)  no  le 
pareze   que   ay  más   que   desear:    las   potencias  sosegadas,  que  no   que- 


1  Todo   este   capítulo    fué   suprimido   en   la    edición    de  Evora,   probablemente,   como   ¡ja 
apuntamos  en  la  Introducción,  por  la  materia  de  subida  oración  que  en  él  declara. 

2  Alguna  duda  tenemos  de  si  esta  palabra  es  de  la  Santa,  que  aquí  sustituye  a  la  de  prO" 
curar,  que  escribió  el  copista. 

3  Borrado:  que  aun  sin  beuer,  está  ya  harta. 


CAPITULO     XXXI  Hm 

rrían  bullirse,  todo  parcze  que  le  storua  a  amar,  aunque  no  e-stán  per- 
didas, porque  pueden  pensar  cabe  quién  están,  que  las  dos  están 
libres.  La  voluntad  es  aquí  la  captiua,  y  si  alguna  pena  puede  tener 
estando  ansí,  es  de  ver  que  ha  de  tornar  a  tener  libertad.  El  entendi- 
miento no  querría  entender  más  de  vna  cosa,  ni  la  memoria  ocuparse  en 
más;  que  aquí,  porque  ven  que  está  sola,  es  nescesaria,  y  todas  las 
demás  la  turbam.  No  querrían  que  se  raeneasse  el  cuerpo,  porque  les 
pareze  hauer  de  perder  aquella  paz,  y  ansí  ¡ao  se  ossan  bullir;  dales 
pena  el  hablar;  en  dezir  padre  nuestro  vna  vez,  se  les  pasará  vna  ora. 
Están  tan  cerca,  que  ven  que  se  entienden  (1).  Están  en  el  palacio 
cabe  su  rey,  y  ven  que  las  comienza  ya  a  dar  aquí  su  reyno;  pareze 
que  no  están  en  el  mundo,  ni  le  querrían  ver  ni  oyr,  sino  a  su  dios; 
no  les  da  pena  nada,,  jii  pareze  que  se  la  ha  de  dar.  En  fin,  lo 
que  dura  con  la  satisf ación  y  deleyte  que  en  sí  tienen,  están  tan  em- 
bebidas y  absortas,  que  no  se  acuerdan  que  hay  más  que  desear,  sino 
que  de  buena  gana  dyrían  con  sanct  pcdro:  hagamos  aquí  tres  moradas. 

ñlgunas  vezes,  en  esta  oración  de  quietud  haze  dios  otra  merced 
bien  dificultossa  de  entender,  si  no  hay  gran  experiencia;  mas  si  ay 
alguna,  luego  lo  entenderéis  la  que  la  tubiere,  y  daros  ha  gran  conso- 
latión  saber  qué  es,  y  creo  muchas  vezes  hace  dios  esta  merced  junto 
con  estotra.  Quando  es  grande  y  por  mucho  tiempo  esta  quietud,  pa- 
rézeme  a  mí  que  si  la  voluntad  no  estuuiesse  assida  a  algo,  que  no 
podría  durar  tanto  en  aquella  paz;  porque  acaeze  andar  vn  día,  o  dos, 
que  nos  vemos  con  esta  satisfación  y  no  nos  entendemos,  digo  los 
que  la  tienen,  y  verdaderamente  ven  que  no  están  enteros  en  lo  que 
hazen,  sino  que  les  falta  lo  mejor,  que  es  la  voluntad,  que,  a  mi  pa- 
rezer,  está  vnida  con  dios,  y  dexa  las  otras  potencias  libres  para 
que  entiendan  en  cosas  de  su  seruicio.  Y  para  esto  tienen  entonces 
mucha  más  habilidad;  mas  para  tratar  cosas  del  mundo,  están  torpes 
y    como  embobados   (2). 

Es  gran  merced  ésta  a  jquien  el  señor  la  haze,  porque  vida  actiua 
y  contemplatiua  estó  junta.  De  todo  se  sirue  entonzes  a  el  señor 
de  esta  alma,  porque  la  voluntad  está  en  su  obra,  sin  saber  cómo 
obra,  y  en  su  contemplación;  y  las  otras  dos  potencias  siruen  en  lo 
que  maría  (3);  ansí  que  ella  y  maría  andan  juntas.  Yo  sé  de  vna  per- 
sona que  la  ponía  aquí  el  señor  muchas  vezes,  y  no  se  sabía  entender, 
y  preguntólo  a  un  gran  contemplatiuo,  qae  era  [reiigio]5o  de  la  [com]- 
pañía  [de  Je]s«5,  que  «[bía]  [s\ido  duque  [de]  gandía  (4).  Dixo  que  era 
muy  posible,  que  a  él  le  acaes^ía.  ñnsí  yo  (5)  pienso,  que  pues  el  alma 


1  Borrado:  por  señas. 

2  Borrado:  a  vezes. 

3  El  copista  escribió  equivocadamente  matar,  y  la  Santa,  borrando  la  r,  puso  sobre  ella 
un  ta,  de  manera  que  según  la  enmienda  se  lee  matata. 

4  Esta  es  la  famosa  adición  de  la  Santa,  conocida  del  P.  Ribera,  que  por  no  leerse  en  los 
autógrafos,  no  se  ha  publicado  en  las  ediciones  de  este  libro.  Recuérdese  lo  que  sobre  ella 
dijimos  en  la  Introducción. 

Hag,  además,  algunas  palabras  de  letra  de  S.  Teresa,  borradas  por  ella,  que  parecen  decir: 
^[lo  sa]  bia  bien  [por]  espitien^ia.  Las  letras  que  ponemos  entre  paréntesis  fueron  cortadas  por 
alguno  que  quiso  arreglar  el  manuscrito.  Es  de  advertir  que  el  P.  Ribera,  que  conoció  ü  copió 
esta  nota,  no  traslada  a  su  Vida  de  la  Santa  las  palabras  borradas. 

5  Borrado:  que. 


448  CñMINO     DE     PERFECCIÓN 

está  tan  satisfecha  en  esta  oración  de  quietud,  que  lo  más  contino  debe 
estar  vnida  la  potencia  de  la  voluntad  con  el  que  sólo  puede  satisfazerla. 

Parézeme  que  será  bien  dar  aquí  algunos  auisos  para  las  que  de 
vosotras,  hermanas,  el  señor  ha  llegado  aquí,  por  sola  su  bondad, 
que  sé  que  son  algunas.  El  primero  es,  que  como  se  ben  en  aquel 
contento  y  no  saben  como  les  vinq,  a  lo  menos  ven  que  no  le  pueden 
ellas  por  sí  alcanzar,  dales  esta  tentación,  que  les  pareze  que  le  po- 
drán detener,  y  aun  resollar  no  querrían.  Y  es  vobería,  que  ansí  como 
no  podemos  hazer  que  amanezca,  tanpoco  podemos  que  dexe  de  anoche- 
zer;  no  es  ya  obra  nuestra,  que  es  sobrenatural  y  cosa  muy  sin 
poderla  nosotros  adquirir.  Con  lo  que  más  deternemos  esta  merced,  es 
con  entender  claro  que  no  podemos  quitar  ni  poner  en  ella,  sino  reci- 
birla, como  indigníssimos  de  merecerla,  con  hazimiento  de  gracias;  y 
éstas  no  con  muchas  palabras,  sino  con  vn  alpar  los  ojos  con  el  pu- 
blicano. 

Bien  es  procurar  más  soledad  para  dar  lugar  a  el  señor  y  dexar 
a  su  magestad  que  obre  como  en  cosa  propia;  y  quanto  más,  vna  pa- 
labra suabe  de  rato  en  rato,  como  quien  da  vn  soplo  en  la  vela,  quan- 
do  ve  que  se  ha  muerto,  para  tornarla  a  encender;  mas  si  está  ardiendo, 
no  sirue  de  más  de  matarla,  a  mi  iparezer.  Digo  que  sea  suabe  cosa 
el  soplo,  porque  por  concertar  muchas  palabras  con  el  entendimiento, 
no   ocupe  la  voluntad. 

Y  nota  mucho,  amigas,  este  auiso  que  agora  quiero  dezir,  porque 
os  veréis  muchas  vezes  que  no  sabréis  qué  hazer,  ni  podréis  valer 
con  essotras  dos  potencias.  Que  acaeze  quedar  el  alma  con  grandíssima 
quietud,  y  andar  el  entendimiento,  o  pensamiento,  tan  remontado,  que 
no  pareze  que  es  en  su  casa  aquello  que  pasa;  y  ansí  lo  pareze  en- 
tonces, que  no  está  sino  en  casa  agena  por  huésped,  y  buscando  otras 
posadas  adonde  estar,  que  aquélla  mo  le  contenta,  porque  sabe  poco 
qué  cosa  es  estar  en  vn  ser.  Por  ventura  es  sólo  el  mío,  y  no  deben 
de  ser  ansí  otros.  Conmigo  hablo,  que  algunas  vezes  me  deseo  mo- 
rir, de  que  no  puedo  remediar  esta  variedad  del  entendimiento.  Otras 
vezes  pareze  hazer  asiento  en  su  casa,  y  acompaña  a  la  voluntad,  que 
quando  todas  tres  potencias  se  conciertan,  es  vna  gloria.  Como  dos 
casados  que  se  aman,  que  el  vno  quiere  lo  que  el  otro;  mas  si  vno 
es  mal  casado,  ya  se  ve  el  desassosiego  que  da  a  su  muger.  flnsí  que 
la  voluntad,  quando  se  ve  en  esta  quietud,  'no  haga  caso  del  entendi- 
miento, o  pensamiento,  o  ymaginagión,  que  no  sé  lo  que  es,  más  que 
de  vn  loco,  porque  si  le  quiere  traher  consigo,  forzado  ha  de  inquietar 
y  occupar  algo.  Y  en  leste  punto  de  oración  todo  será  trabajar  y  no 
ganar  más,  sino  perder  lo  que  le  da  el  señor  sin  ningún  trabajo  suyo. 

Y  advertí  mucho  a  esta  comparación,  que  me  pareze  quadrar,  y  que 
lo  da  a  entender  (1).  Está  el  alma  como  vn  niño  que  aún  mama  quan- 
do está  a  los  pechos  de  su  madre,,  y  ella,  sin  que  él  paladee,  héchale 
la  leche  en  la  voca  por  regalarle,  ñnsí  es  acá,  que  sin  trauajo  del  en- 
tendimiento, está  amando  la  voluntad,  y  quiere  el  señor  que,  sin  pensar- 
lo, entienda  que  está  con  |él,  y  que  sólo  trague  la  leche  que  su  mages- 


1      Borrado:  mucho. 


CAPITULO    XXXI  HH9 

tad  le  pone  en  la  voca,  y  goze  de  aquella  suauidad,  que  cognozca  que 
el  señor  le  está  haciendo  aquella  merced,  y  se  goze  de  gozarla;  mas 
no  quiera  entender  cómo  la  goza,  y  qué  es  lo  que  goza,  sino  descuídesse 
entonzes  de  sí,  que  quien  está  cabe  ella,  no  se  descuidará  de  ver  lo 
que  le  combiene.  Porque  si  va  a  pelear  con  el  entendimiento  para  darle 
parte,  trayéndole  consigo,  no  puede  a  todo;  forzado  dexará  caer  la 
leche    de  la   voca,   y   pierde   aquel   mantenimiento   diuino. 

En  esto  diferencia  esta  oración,  de  quando  está  toda  el  alma  vnida 
con  dios,  porque  entonzes  aun  solo  este  tragar  el  mantenimiento  no 
haze;  dentro  de  sí,  sin  entender  cómo,  le  pone  el  señor,  ilquí  pareze 
que  quiere  trabaje  vn  poquito  el  alma,  aunque  es  con  tanto  descanso,  que 
casi  no  se  siente.  Quien  la  atormenta  es  el  entendimiento,  o  ymagitta- 
ción;  lo  qual  no  haze  quando  es  vnión  de  todas  tres  potentias,  porque 
la  subspende  el  que  la  crió  de  manera,  (1)  que  con  el  gozo  que  da, 
todas  las  ocupa  sin  saber  ellas  cómo,  ni  poderlo  entender.  Ansí  que, 
como  digo,  en  sintiendo  en  sí  esta  oración,  que  es  vn  contento  quieto 
y  grande  de  la  voluntad,  sin  saberse  determinar  de  qué  es  señaladamente, 
aunque  bien  se  determina  que  es  differenííssimo  de  los  contentos  de 
acá;  que  no  bastaría  señorear  el  mundo  con  todos  los  contentos  del 
para  sentir  en  sí  el  alma  aquella  satisfación,  que  es  en  lo  ynterior  de 
la  voluntad.  Que  otros  contentos  de  la  vida  parézeme  a  mí  que  los 
goza  lo  exterior  de  la  voluntad,  como  la  corteza  della,  digamos. 

Pues  quando  se  viere  en  este  tan  subido  grado  de  oración,  que  es, 
como  he  dicho  ya,  (2)  sobrenatural,  si  el  entendimiento,  o  pensamiento, 
por  más  me  declarar,  a  los  mayores  desatinos  del  mundo  se  fuere,  ríase 
del  y  déxele  para  nescio;,  y  lestésse  en  su  quietud,  que  él  yrá  y  verná; 
que  aquí  es  señora  y  poderosa  la  voluntad;  /ella  se  le  traherá  sin  que  os 
occupéis.  Y  si  quiere  a  fuerza  de  brazos  traherle,  pierde  la  fortaleza  que 
tiene  para  contra  él,  que  viene  de  comer  y  admitir  aquel  diuino  sus- 
tentamiento, y  ni  el  vno  ni  el  otro  ganarán  nada,  sino  perderán  en- 
trambos. Dizen  que  quien  mucho  quiere  apretar  junto,  lo  pierde  todo; 
ansí  rae  pareze  que  será  aquí.  La  experiencia  dará  esto  a  entender, 
que  quien  mo  la  tubiere,  no  me  espanto  que  le  parezca  muy  obscuro 
y  cosa  no  necesaria.  Mas  ya  he  dicho  que  con  poca  que  aya,  lo  en-» 
tenderá  y  se  podrá  aprovechar  dello,  y  alabará  a  el  señor  porque  fué 
seruido  se  acertasse  a  dezir  aquí  (3). 

Pues  concluyamos  con  que  puesta  el  alma  en  esta  oración,  ya 
pareze  que  el  padre  eterno  le  ha  concedido  su  petición  de  darle  acá 
su  reyno.  ¡O  dichosa  demanda,  que  tanto  bien  en  ella  pedimos  sin  en- 
tenderlo! ¡Dichosa  manera  de  pedir!  Por  eso  quiero  yo,  hermanas,  que 
miremos  cómo  rezamos  esta  oración  del  paternóster  y  todas  las  de- 
más vocaleá;  porque,  hecha  dios  esta  merced,  descuidarnos  hemos  de 
las  cosas  del  mundoi,  (^)  que  llegando  el  íseñor,  a  todo  lo  hecha  fuera. 
Mo  digo  que  todos  los  que  la  tubieren,  por  fuerga  estén  desasidos  del 
todo  del  mundo;   a  lo  menos  querría  que  entendiessen  lo  que  les  falta, 


1  Bonado:  por. 

2  Borrado:  conocidamente. 

3  Borrado:  agota. 

4  Borrado:  por. 

III  29 


450  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

y  se  humillen  y  procuren  yrse  desasiendo  del  todo,  porque,  si  no, 
quedarse  ha  aquí.  El  alma/  a  quien  dios  le  da  tales  prendas,  es  señal 
que  la  quiere  para  mucho:  si  no  es  por  su  culpa,  yrá  muy  adelante. 
Mas  si  ve  que  puniéndola  el  reyno  de  los  cielos  delante  en  su  casa, 
se  torna  a  la  tierra,  no  sólo  no  la  mostrará  los  secretos  que  ay  en 
su  reyno,  mas  serán  pocas  vezes  las  que  le  haga  este  fauor  y  breue 
espacio. 

Ya  puede  ser  engañarme  !yo  len  testo,  mas  Véolol  y  sé  que  pasa  ansí, 
y,  tengo  para  mí,  que  por  esto  no  ay  muchos  más  spirituales;  porque 
como  no  responden  en  los  seruicios  conforme  a  tan  gran  merced,  ni 
tornan  (1)  a  -aparejarse  e  reoebirla,  sino  ^ntes  a  sacnw  a  (2)  el  señor  de 
las  manos  la  voluntad  que  ya  tiene  por  suya  y  ponerla  en  cosas  vajas, 
vase  a  buscar  adonde  le  quieran  para  dar  más,  aunque  no  quita  del 
todo  lo  dado,  quando  se  uiue  con  limpia  cons^ien^ia.  Mas  ay  perso- 
nas, y  yo  he  sido  vna  dellas,  que  lestá  el  señor  enterneciéndolas  y  dán- 
dolas inspiraciones  sanctas,  y  luz  de  lo  que  íes  todo,  y,  en  fin,  dán- 
doles este  reyno,  y  puniéndolos  len  esta  oración  de  quietud,  y  «lias  ha- 
ziéndose  sordas.  Porque  son  tan  amigos  de  dezir  muchas  oraciones 
vocales  muy  aprisa,  como  quien  quiere  acabar  su  atarea,  como  iv¿nen 
ya  por  sí  de  dezirlas  cada  día,  que,  aunque  como  digo,  les  ponga  el 
señor  su  reyno  en  las  manos,  no  le  admiten;  sino  que  ellas,  con  su 
rezar,  piensan  que  hazen  mejor  y  se  diuirten. 

Esto  no  hagáis  hermanas,  sino  estad  sobre  auiso  cuando  el  señor  (3) 
«os  ygiere  esta  merced;  mira  que  perdéys  vn  yran  tesoro,  y  que  á^éys 
Imucho  más  con  vna  palabra  de  cuando  en  cuando  del  Paternóster, 
que  con  degyrle  muchas  ve(?es  apriesa:  está  muy  junto  a  quien  pedís, 
no  os  dejará  de  oyr;  y  creé  que  ,aquí  es  el  verdadero  alabar  y  san- 
tificar de  su  nonbre,  porque  ya,  como  cosa  de  su  casa,  glorificáys  a 
el  señor,  y  alabáysle  con  más  afegión  y  deseo,  y  parece  no  podéys 
dejarle   de  servir.» 


1  Borrado:  con  no  tomar. 

2  Borrado:  sacar. 

3  Aquí  le   falta  una   hoja   al  manuscrito,    y    como  la   edición   de    Evora  no   publicó  este 
capítulo,  tomamos  del  autógrafo  de  Valladolid  las  líneas  siguientes  con  que  termina. 


CAPITULO   XXXII 


QUE  TRATA  DESTñS  PALABRAS:  FIAT  VOLUNTAS  TUA  SICUT  IN  CÁELO  ET  IN  TERRA, 
Y  LO  MUCHO  QUE  HACE  QUIEN  LAS  DIZE  CON  TODA  DETERMINACIÓN  Y  QUAN 
BIEN     SE     LO     PAGA     EL     SEÑOR     (1). 


ñgora  que  nuestro  buen  maestro  nos  a  pedido  y  ■enseñado  a  pedir 
cosa  de  tanto  valor,  que  encierra  en  sí  todas  las  cosas  que  acá  po- 
demos dessear,  y  nos  a  hecho  tan  gran  merced  como  hacernos  hermanos 
suyos,  veamos  qué  quiere  que  demos  a  su  padre,  y  qué  le  ofrece  por 
nosotros,  y  ques  lo  que  pide,  que  razón  es  lo  simamos  con  algo  tan 
grandes  mercedes.  ¡O  buen  Jesús!  que  tan  poco  dais  (poco  de  nuestra 
parte,  conforrhe  a  nuestra  flaqueza)  (2),  ¿cómo  pedís  mucho  para  nos- 
otros? Dexado  que  ello  en  sí  es  harto  poco  para  adonde  tanto  se 
deue,  y  para  tan  gran  dios  (3).  Mas  cierto,  señor  mío,  que  no  nos  dc- 
xáis  con  nada,  y  que  damos  todo  lo  que  podemos,  si  lo  damos  como 
lo  dezimos,  digo. 

Sea  hecha  tu  voluntad;  como  es  hecha  en  el  cielo,  ansí  se  haga 
en  la  tierra.  Bien  hezistes,  nuestro  buen  maestro,  de  pedir  la  petición 
passada,  para  que  podamos  cumplir  lo  que  dais  por  nosotros;  porque, 
(4),  señor,  si  ansí  no  fuera,  ynposible  me  parece.  Mas  haciendo  vues- 
tro padre  lo  que  vos  le  pedís  de  darnos  acá  su  Reyno,  yo  sé  que 
os  sacaremos  verdadero  en  dar  lo  que  dais  por  nosotras;  porque,  he- 
cha la  tierra  cielo,  será  possible  hazerse  en  mí  vuestra  voluntad.  Mas 
sin  esto,  y  en  tierra  tan  ruin  como  la  mía,  y  tan  sin  fruto,  yo  no 
sé   (5)  cómo  sería  possible;   es  gran  cosa  lo  que  ofrecéis. 

Quando  yo  pienso  esto,  gusto  de  las  personas  que  no  osan  pedir  tra- 
bajos al  señor,  que  piensan  que  (6)  está  en  esto  el  dárselos  luego.  Ni  ha- 
blo en  los  que  lo  dexan  por  humildad,  pareciéndoles  que  no  serán  para 


1  El  título,  los  dos  párrafos  primeros  y  parte  del  tercero,  faltan  en  la  copia.  Los  tomamos 
de  la  edición  de  Evora,  sin  más  variaciones  que  la  puntuación.  La  foliatura  no  echa  de  menos 
la  hoja,  sin  duda,  como  ya  ocurrió  en  el  capítulo  VIII  (página  383),  por  ser  posterior  a  la  pérdi- 
da de  ella. 

2  Conforme  a  nuestra  flaqueza.  Esta  frase  no  se  lee  en  los  autógrafos,  pero  como 
D.  Teutonio  incluye  las  adiciones  de  la  Santa  sin  advertirlo,  ni  darlo  a  entender  con  distin- 
to tipo  de  letra,  o  de  otro  modo  cualquiera,  ignoramos  si  serán  palabras  de  ella  o  de  algún 
corrector. 

3  Señor,  dice  el  autógrafo  de  Valladolld. 

4  Cierto,  añade  el  autógrafo. 

5  Señor,  afiade  el  original. 

6  Esta  palabra  no  la  trae  el  original. 


^52  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sufrirlos;  aunque  tengo  para  mí  que,  quien  les  da  amor  para  pedir 
este  medio  tan  áspero  para  mostrarle,  le  dará  para  sufrirlos.  Querría 
preguntar  a  los  (1)  que  por  temor  noios  piden,  de  que  luego  se  los  han 
de  dar,  lo  que  dizen  quando  suplican  a  el  señor  cumpla  su  voluntad 
en  ellos,  o  es  que  Ho  dizen  por  dezir  lo  que  todos,  mas  no  para 
hazerlo;  esto,  hermanas,  no  sería  bien.  Mira  que  pareze  aquí  el  buen 
JHS  nuestro  enbajador,  y  que  ha  querido  entreuenir  entre  nosotros 
y  su  padre,  y  no  a  poca  costa  suya;  y  no  sería  razón  que  lo  que 
offreze  por  nosotros,  dexássemos  de  hazerlo  verdad  (2).  Aora  quiérolo 
llenar  por  otra  uía.  Mira,  hijas,  ello  se  ha  de  cumplir,  que  queramos 
o  nO',  y  se  ha  de  hazer  su  voluntad  en  el  cielo  y  en  la  tierra,  toma 
mi   parezer  y   créeme,   y   hazé   de  la  nescesidad  virtud. 

¡O  señor  mío,  qué  regalo  es  éste  para  mí,  que  no  dexássedes 
en  querer  tan  ruin  como  el  mío  el  cumplirse  vuestra  voluntad!  Bendito 
seáis  para  siempre,  y  alaben  os  todas  las  cosas.  Sea  glorificado  vues- 
tro nombre  por  siempre.  Buena  esíubiera  yo,  señor,  si  estubiera  en  mi 
mano  el  cumplirsse  vuestra  voluntad  en  el  fielo  y  [en]  la  tierra,  o  no. 
Hora  la  mía  os  doy  libremente,  con  vuestro  favor,  aunque  ha  tiempo  que 
no  va  libre  de  interesse;  porque  ya  tengo  probado,  y  gran  experiencia 
dello,  la  ganancia  que  es  dexar  libremente  mi  voluntad  en  la  vuestra. 
jO  amigas,  qué  gran  ganangia  ay  aquí,  o  qué  gran  pérdida,  de  no 
cumplir  lo  que  dizimos  a  el  señor  en  el  paternóster,  en  esto  que  le 
of  repemos ! 

ñntes  que  os  digua  lo  que  se  gana,  os  quiero  declarar  lo  mucho 
que  offrecéis,  no  os  llaméis  después  a  engaño,  y  digáis  que  no  lo  en- 
tendistes.  No  sea  como  algunas  religiosas  que  no  hazemos  sino  pro^ 
meter,  y  como  no  lo  cumplimos,  ay  este  reparo  de  dezir  que  no  se 
entendió  lo  que  prometía.  Ya  puede  ser,  porque  dezir  que  dexaremos 
nuestra  voluntad  en  otra,  pareze  muy  fácil,  hasta  que,  probándose,  se 
(entiende  que  es  la  cosa  más  re^ia  que  se  puede  hazer,  si  se  cumple  como 
se  ha  de  cumplir.  Mas  no  todas  vezes  nos  llenan  con  rigor  los  perla- 
dos de  que  nos  ven  flacos;  y,  a  las  vezes,  flacos  y  fuertes  llenan  de 
vna  suerte.  Acá  no  es  ansí,  que  sabe  el  señor  lo  que  puede  sufrir  cada 
vno,  y  a  quien  ve  con  fuerza,  no  se  detiene  de  cumplir  con  él  su 
voluntad. 

Pues  quiéroos  anisar  y  acordar  qué  es  su  voluntad.  No  ayáis 
miedo  que  sea  daros  riquezas,  ni  deleytes,  ni  honrras,  ni  todas  estas 
cosas  de  acá;  no  os  quiere  tan  poco,  y  tiene  en  mucho  lo  que  le 
dais,  y  quiéreoslo  pagar  bien,  pues  os  da  su  rey  no  aun  viniendo.  ¿Que- 
réis ver  cómo  se  ha  lel  señor  con  los  que  de  veras  le  dicen  esto? 
Preguntadlo  a  su  hijo  glorioso,  que  se  lo  dixo  guando  la  oración 
del  huerto.  Como  fué  dicho  con  determinación  y  de  toda  voluntad, 
mira  si  la  cumplió  bien  |en  él  en  lo  que  le  dio  de  trauajos,  dolores, 
ynjurias  y  persequciones ;  en  fin,  hasta  que  se  le  acabó  la  vida  con 
muerte  de  cruz. 

Pues  beis  aquí,  hijas  mías,  lo  que  dló  a  quien  más  amaba,  por  donde 


\      Aquí  comienza  de  nuevo  la  copia. 
2      Borrado:  o  no  lo  digamos. 


CAPITULO    XXXII  453 

s€  entiende  quál  es  su  voluntad.  Ansí  que  ¡éstos  [son]  (1)  sus  dones  en 
este  mundo.  Va  coniforme  a  el  amor  que  nos  tiene:  a  los  que  más 
ama,  da  más  destos  dones;  mas  a  los  que  menos,  menos,  y  conforme 
a  el  ánimo  que  ve  en  cada  vno  y  el  amor  que  tienen  a  su  magestad. 
Quien  le  amare  mucho,  verá  que  puede  padezer  mucho  por  él;  a  el 
que  amare  poco,  poco.  Tengo  yo  para  mí,  que  la  medida  de  poder 
lleuar  gran  cruz,  o  pequeña,  es  la  del  amor,  ñnsí  que,  hermanas,  si 
le  tenéis,  procura  que  no  sean  palabras  de  cumplimiento  las  que  dezís 
a  tan  gran  señor,  sino  /esforzaos  a  pasar  lo  que  su  magestad  quisiere. 
Porque  si  de  otra  manera  dais  la  voluntad,  es  mostrar  la  joya,  y  yrla 
a  dar,  y  rogar  que  la  tomen;  y  quando  estienden  la  mano  para  to- 
marla, tornarla  vos  a  guardar  muy  bien. 

No  son  estas  burlas  para  con  quien  le  hizieron  tantas  por  nos- 
otros; aunque  no  obiera  otra  cosa,  no  es  razón  que  burlemos  ya 
tantas  vezes,  que  no  son  pocas  las  que  se  lo  dezimos  en  el  paternóster. 
Démosle  ya  una  vez  la  joya  del  todo,  de  quantas  acometemos  a  dársela; 
es  verdad  que  no  nos  da  primero  para  que  se  la  demos.  Los  del 
mundo  harto  harán  si  tienen  de  verdad  determinación  de  cumplirlo. 
Vosotras,  hijas,  diziendo  y  haziendo,  palabras  y  obras,  comQ  a  la  verdad 
pareze  hazemos  los  religiosos;  sino  que,  a  las  vezes,  no  sólo  accomete- 
mos  a  dar  la  joya,  sino  ponémossela  en  la  mano,  y  tornámossela  a 
tomar.  Somos  tan  francos  de  presto,  y  después  tan  escasos,  que  val- 
dría en  parte  más  que  nos  hubiéramos  detenido  en  el  dar. 

Porque  todo  lo  que  os  he  auisado  en  este  libro,  va  dirigido  a  este 
punto  de  darnos  del  tod'oi  a  el  criadoír',  y  poner  nuestra  voluntad  en  la 
suya  y  desasirnos  de  las  criaturas,  y  teméis  ya  entendido  lo  mucho  que 
importa,  no  digo  más  en  ello;  sino  diré  para  qué  pone  aquí  nuestro 
buen  maestro  estas  palabras  (2),  como  quien  sabe  lo  mucho  que  ganare- 
mos de  hazer  este  seruicio  a  su  eterno  padre;  porque  nos  disponemos 
para  que,  con  mucha  breuedad,  veamos  que  habernos  acabado  de  andar  el 
camino,  como  acá  se  puede  ver,  y  veváys  (3)  del  agua  uiua  de  la  fuente 
que  queda  dicha.  Porque  sin  dar  nuestra  voluntad  del  todo  a  el  señor, 
para  que  haga  en  todo  lo  que  nos  toca  conforme,  a  ella,  nunca  dexa  (4) 
beber  desta  agua,  (5)  que  es  contemplación  perfecta,  lo  que  dixistes 
os  scribiesse. 

Y  en  ella  (6),  como  ya  tengo  scripto,  ninguna  cosa  hazemos  de  nues- 
tra parte,  ni  trabajamos,  ni  negociamos,  (7)  que  todo  lo  demás  estor- 
ua  (8);  basta  dezir  con  verdadera  determinagión  fíat  voluntas  tua: 
cúmplase  señor  en  mí  vuestra  voluntad  de  todos  los  modos  y  maneras 
que  vos,  señor  mío,  quisiéredes.  Sí  queréis  con  trauajos,  dadme  esfuerzo, 
y  vengan;  si  con  persequciones,  y  enfermedades,  y  deshonras,  y  nesce- 
sidades,  aquí  estoy,  no  volueré  el  rostro,  padre  mío,  ni  es  razón  bolua 


1  Tomamos  esta  palabra  del  autógrafo  de  Valladolid. 

2  Bonado:  dichas. 

3  Borrado:  y  bebiendo. 

4  Bonado:  de. 

5  Borrado:  esto. 

6  Borrado:  en  esto. 

7  Bonado:  ni  es  menester  más,  por. 

8  Borrado:  o  impide  de. 


^54  '  CAMINO     DE       PERFECCIÓN 

las  spaldas.  Pues  vuestro  hijo  dio  en  nombre  de  todos  (1)  mi  voluntad, 
no  es  razón  falte  por  toi  parte;  sino  tfue  me  hagáis  vos  merced  de  darme 
vuestro  reino  para  que  yo  lo  pueda  hazer,  pues  él  me  le  pidió,  dispo- 
ned  en   mí   como   en   cosa    vuestra,    conforme    a    vuestra    voluntad. 

¡O  hermanas  mías,  qué  fuerza  tiene  este  don!  No  puede  menos, 
si  va  con  la  determinación  que  ha  de  yr,  de  traer  nuestra  vageza 
a  ser  una  con  el  todopoderoso,  e  tran[s]formarla  em  dios  (2)  y  hazer 
vna  vnión  de  la  criatura  con  el  criador  (3).  Mirad  si  quedaréis  bien 
pagadas,  y  si  tenéis  buen  maestro,  que  como  sabe  por  dónde  ha  de 
ganar  la  voluntad  de  su  padre,  enséñanos  cómo}  y  con  qué  le  habemos 
de    seruir. 

Y  mientras  más  se  va  entendiendo  por  las  obras  que  no  son  pa- 
labras de  cumplimiento,  más  nos  llega  el  señor  a  sí,  y  nos  leuanta  de 
todas  las  cosas  de  acá  y  de  nosotros  (4)  mismos  para  habilitarnos  a 
rescebir  grandes  mercedes,  que  no  acaba  de  pagar  en  esta  vida  este 
seruicio.  En  tanto  le  tiene,  que  ya  nosotros  no  sabemos  qué  le  pedir, 
y  su  magestad  nunca  se  cansa  de  dar;  porque  no  contento  con  tener 
hecha  esta  alma  vna  cosa  consigno,  por  haberla  ya  vnido  consigo 
mismo,  comienza  a  regalarse  con  ella,  y  a  descubrirle  secretos!,  y  a  hol- 
garse de  que  entienda  lo  que  ha  ganado,  y  cognozca  algo  de  lo  que 
tiene  por  dar.  Házela  yr  perdiendo  estos  sentidos  exteriores,  porque 
no  se  la  occupe  en  nada:  esto  es  arrobamiento;  y  comienza,  a  tratar  de 
tanta  amistad,  que  no  sólo  la  torna  a  dexar  su  voluntad  para  que 
más  y  más  le  sirva,  mas  dale  la  suya  con  ella;  porque  se  huelga  el 
señor,  ya  que  trata  de  tanta  amistad,  que  manden  a  vezes,  como  dizen, 
y  cumplir  él  lo  que  ella  le  pide,  como  ella  haze  lo  quél  manda,  y 
mucho  mejor,  porque  es  poderoso  y  puede  quanto  quiere,  y  no  dexa 
de  querer. 

La  pobre  alma,  aunque  quiere,  no  puede  todas  vepes  lo  que  que- 
rría (5),  ni  puede  nada  sin  que  se  lo  den;  y  ésta  es  su  mayor  riqueza; 
quedar  más  adeudada  mientra  más  sirue,  y  muchas  vezes  se  fatiga  (6) 
de  verse  subieta  a  tantos  inconbenientes,  y  embarazos  y  ataduras  como 
trahe  el  estar  en  la  cárcel  deste  cuerpo,  porque  querría  pagar  algo 
de  lo  que  debe,  y  es  harto  voua  de  fatigarse.  Porque,  aunque  haga 
lo  que  es  en  sí,  ¿qué  puede  pagar,  pues,  como  dixe,  no  tenemos  que 
dar  si  no  lo  rescebimos,  sino  cognopernos,  y  esto  que  podemos,  con 
el  favor  de  dios,  que  íes  dar  nuestra  voluntad,  hazerlo  cumplidamente? 
Todo  lo  demás,  para  el  alma  que  dios  ha  llegado  aquí,  le  enbaraza,  y 
haze  daño,  y  no  prouecho;  (7)  sola  la  humildad  es  lo  que  puede  algo,  y 
ésta  no  adquirida  por  el  entendimiento,  sino  con  vna  clara  verdad  que 


1  Borrado:  esta. 

2  De  traer  nuestra  vageza,  etc.,    parece  de  la  Madre  Jerónima,    que  borra  de  la  copia:  de 
traer  a  el  todopoderoso  a  ser  vna  cosa  con  nuestra  vageza  y  trasformar  en  sí. 

3  De  la  criatura  con  el  criador,   enmienda  Jerónima   del  Espíritu   Santo.    La   copla  decía: 
del  criador  con  la  criatura. 

4  La  primera  sílaba  de  esta  palabra  parece  de  la   M.  Jerónima,    ü  la  segunda  de  la  Santa. 
La  palabra  sustituye  a  un  sí  de  la  copia,   que  una  de  las  correctoras  borra. 

5  Borrado:  lo  que  querría,  que  la   Santa  vuelve  a  escribir. 

6  Bonado:  da  (fatigada). 

7  Borrado:  porgue. 


CAPITULO    XXXII  455 

comprehende  en  vn  momento  lo  que  en  mucho  tiempo  no  pudiera 
alcanzar,  traua jando  la  ymaginación  de  lo  muy  nada  que  somos  y  de 
lo  muy  mucho  que  íes  dios. 

Doos  vn  auiso:  que  no  penséis  por  fuerza  y  diligen9ia  vuestra  alle- 
gar (1)  aquí,  que  'es  por  demás;  antes  si  teníades  deuoción,  quedaréis 
frías;  sino  con  simplicidad  y  humildad,  que  es  la  que  lo  acaba  todo, 
decir    fíat   voluntas    tua. 


1      Llegar,  dice  Santa  Teresa  en  el  autógrafo. 


CñPITULO   XXXIII 


EN  QUE  TRATA  Lfl  GRHN  NESCESIDAD  QUE  TENEMOS  DE  QUE  EL  SEÑOR  iMOS 
DE  LO  QUE  PEDIMOS  EN  ESTAS  PALABRAS:  PANEM  NOSTRUM  QUOTIDIANUM, 
DA    NOBIS    HODIE. 


Pues  entendiendo  el  buen  JHs.  quán  dificultoso  era  esto  que  offreze 
por  nosotros,  cognosgiendo  nuestra  miseria  (1),  que  muchas  vezes  hazemos 
entender  que  no  entendemos  quál  es  la  voluntad  del  señor,  como  sonjos 
flacos,  (2)  y  que  era  menester  medio  para  cunplirlo,  pídenos  al  padre 
eterno  rremedio  tan  soberano  como  es  este  pan  de  cada  día  del  santí- 
simo sacramento,  que  da  faergu  y  fortalega  (3);  porque  dezir  a  un  rega- 
lado y  rico,  que  es  la  voluntad  de  dios  tfue  tengan  quenta  con  moderar 
su  plato  para  que  coman  otros  siquiera  pan,  que  mueren  de  hambre, 
sacarán  mili  razones  para  no  entender  esto,  sino  a  su  propósito.  Pues 
dezir  a  un  murmurador  que  es  la  voluntad  de  dios  querer  tanto  para 
su  próximo  como  para  sí,  no  lo  puede  poner  a  pa^ientia,  ni  basta 
razón  para  que  lo  quiera  hager  aunque  lo  entienda.  Pues  dezir  a  un 
religioso,  que  está  mostrado  a  libertad  y  regalo,  que  ha  de  tener  quenta 
con  que  ha  de  dar  exempla,  y  que  mire  que  ya  no  son  solas  palabras 
con  las  que  ha  de  cumplir  quando  dize  esta  palabra,  sino  que  lo  ha 
jurado  y  prometido;  y  ique  es  voluntad  de  dios  que  cumpla  sus  votos, 
y  mire  que  si  da  escándalo  que  va  muy  contra  ellos,  aunque  no  del 
todo  lo  quebranta;  y  que  ha  prometido  probeza,  (4)  y  que  la  guarde  sin 
rodeos,  que  esto  es  lo  que  el  señor  quiere,  tanpoco  no  hay  remedio 
aun  aora  de  quererlo  algunos,  ¿qué  hiziera  si  el  señor  no  hiziera  lo 
más  con  el  remedio  que  puso?  No  hubiera  sino  muy  poquitos  que  guar- 
daran (5)  esta  palabra  que  por  nosotros  dixa  a  el  padre:  fiat  voluntas 
tua.  Pues  viendo  el  buen  JHS.  la  nescesidad,  buscó  este  (6)  medio  admi- 
rable adonde  nos  mostró  el  extremo  de  amor  que  nos  tiene,  y  en  su 
nombre  y  en  el  de  sus  hermanos,  dio  esta  petición.  El  Pan  nuestro 
de  cada  día,  dádnoslo  oy,  señor. 


1      Borrado:  flaqueza. 

1      Borrado:  y  él  tan  piadoso. 

3  Borra  la  Santa:  porque  vio  que.  en  ninguna  maneta  nos  convenía,  porque  está  en  ello 
toda  nuestra  ganancia;  pues  cumplirlo,  vio  ser  diñcultoso. 

4  Pobreza,  escribe  siempre  Santa  Teresa. 

5  Guardaran.  Esta  palabra  viene  entre  líneas,  u  aunque  tiene  algún  parecido  con  la  letra 
de  la  Santa,  nos  inclinamos  a  creer  que  no  es  de  ella.  El  copista  se  dejó  en  el  tintero  cumplie" 
tan,  a  que  suple  el  corrector  con  el  vocablo  indicado. 

6  Borrado:   un. 


CAPITULO    XXXIII  457 

Entendamos,  hermanas,  por  amor  de  dios,  esto  que  pide  nuestro 
buen  maestro,  que  nos  va  la  vida  en  no  pasar  de  corrida  por  ello, 
y  tené  en  muy  poco  lo  que  habéis  dado,  pues  tanto  habéis  de  rescebir. 
Parézeme  aora  a  mí,  debajo  de  otro  mejor  pareszer,  que  visto  el  buen 
Jhus.  lo  que  había  dado  por  nosotros,  y  cómo  nos  importa  tanto 
darlo,  y  la  gran  dificultad,  como  está  dicho,  por  ser  nosotros  tales 
y  tan  inclinados  a  cosas  va  jas,  y  de  tan  poco  amor  y  ánimo,  que  era 
menester  ver  el  suyo  para  despertarnos,  y  no  vna  bez,  sino  cada 
día,  que  aquí  se  debía  de  determinar  de  quedarse  con  nosotros.  Y 
como  era  cosa  tan  graue  y  de  tanta  importancia,  quiso  que  viniesse 
de  la  mano  del  eterno  padre.  Porque,  aunque  eran  vna  misma  cosa, 
y  sabía  que  lo  que  (1)  el  hiziesse  en  la  tierra  lo  haría  dios  en  el  cielo, 
y  lo  ternía  por  bueno,  pues  su  voluntad  y  la  de  su  padre  era  toda  vna, 
era  tanta  la  humildad  del  buen  Jhus.,  que  quiso  como  pedir  licencia; 
porque  ya  sabía  él  que  era  amado  del  padre,  y  que  se  deleytaua  en  él. 
Bien  entendió  que  pedía  más  en  esto  que  había  pedido  en  lo  demás, 
porque  ya  sabía  la  muerte  que  le  habían  de  dar,  y  las  deshonrras  y 
afrentas   que   había   de   padezer. 

Pues  ¿qué  padre  huuiera,  señor,  que  habiéndonos  dado  su  hijo, 
y  tal  hijQ,  y  parándole  ,tal,  quisiera  consentir  que  se  quedara  entre  nos- 
otros? (2)  Por  9ierto,  señor,  ninguno,  sino  el  vuestro:  bien  ¡sabéis  a  quién 
pedís.  ¡O,  válame  dios,  qué  gran  amor  del  hijo,  y  qué  gran  amor  el 
del  padre!  ñun  no  me  spanto  tanto  del  buen  JHs.,  porque  ya  había 
dicho  fíat  voluntas  tua,  habíalo  de  cumplir  como  quien  es.  Sé  (5)  que  no 
es  como  nosotros,  pues  como  sabe  que  la  cumplía  (4)  con  amarnos  como 
a  sí  mismo,  así  andubo  a  buscar  cómo  cumplir  con  mayor  cumplimien- 
to, aunque  fuessip  a  su  costa,  este  mandamiento.  Mas  vos,  padre  eter- 
no, ¿cómo  lo  consentís?  ¿Por  qué  queréis  ver  cada  día/  a  vuestro  hijo  en 
tan  ruines  manos?  Ya  que  vna  vez  quisistes  y  consentistes  lo  stubiesse, 
ya  ves  cómo  le  pararon.  ¿Cómo  puede  vuestra  piedad  verle  hazer  in- 
jurias cada  día?  ¡Y  quántas  deben  hoy  de  hazer  a  este  santíssimo 
sacramento!  ¡En  qué  de  manos  enemigas  le  debe  de  ver  el  padre!  ¡Qué 
de   desacatos  destos  herejes! 

¡O  señor  eterno!  ¿Cómo  aceptáis  tal  petición?  ¿Cómo  lo  consentís? 
No  miréis  su  amor,  que  a  trueco  de  hazer  cumplidamente  vuestra  vo- 
luntad, y  de  hazer  por  nosotros,  se  dexará  cada  día  hazer  pedazos. 
Vuestro  es  mirar,  señor  mío,  ya  que  a  vuestro  hijo  no  se  le  pone 
cosa  delante.  ¿Por  qué  ha  de  ser  todo  nuestro  bien  a  su  costa?  ¿Por- 
que calla  a  todo  y  no  sabe  hablar  por  sí  sino  por  nosotros?  Pues,  ¿no 
ha  de  haber  quien  hable  por  este  amantíssimo  cordero?  He  mirado  yo 
cómo  en  esta  petición  sola  duplica  las  palabras,  porque  dize  (5):  pan 
cada  día,  y  torna,  a  dezir:  dádnoslo  oy,  señor.  (6)  Es  como  dezir  que 
ya  vna  vez  nos  le  dio,  que  no  nos  le  torne  a  quitar  hasta  que  se  acabe 


1  Lo  que.  De  la  M.  Jerónima  parece  esta  adición,  que  se  conforma  al  original  valisoletano. 

2  Borrado:  cada  día. 

3  Sí,  se  lee  en  el  autógrafo. 

k  Cumple,  escribió  el  copista,  a  quien  la  Santa  enmienda. 

5  Borrado:  y  pide  ptimeto  que  le  deis  este. 

6  Borrado:  Done  íanbién  delante  a  su  padte. 


458  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

el  mundo;  que  le  dexe  seruir  cada  día.  Esto  os  enternezca  el  corazón, 
hijas  mías,  para  amar  a  nuestro  sposo,  que  no  ay  esclauo  que  de 
buena  gana  digua  que  lo  es,  y  que  el  buen  jhus.  pareze  se  honrra  dello. 
¡O  padre  eterno,  que  mucho  mereze  esta  humildad!  ¡Con  qué 
thesoro  compramos  a  vuestro  Jiijo!  Venderle,  ya  sabemos  que  por  treynta 
dineros;  mas  para  comprarlo,  no  ay  precio  que  vaste.  Y  como  se  haze 
aquí  vna  misma  cosa  con  nosotros,  por  la  parte  que  tiene  de  nuestra 
naturaleza,  y  como  señor  de  su  voluntad,  lo  acuerda  a  su  padre,  que 
pues  es  suya,  que  nos  la  puede  dar,  y  así  dize:  pan  nuestro.  No  haze 
diferencia  del  a  nosotros,  pues  no  lo  agamos  nosotros,  porque,  jun- 
tando nuestra  oragión  con  la  suya,  terna  mérito  delante  de  dios  para 
alcangar  lo  que  pidiere  (1). 


1      Borrando:   mas  haze  a  nosotros.  Aquí  el  copista  omitió  una  línea  del  autógrafo  que, 
con  otras  palabras,  suple  la  Santa. 


CAPITULO   XXXIV 


PROSIGUE    EN    LA    MISMA    MATERIA.    ES    MUY    BUENO    PARA    DESPUÉS    DE    HABER     RE- 
CEBIDO     EL     SflNTISSIMO     SACRAMENTO. 


Pues  €n  €sta  petición  de  cada  día,  pareze  que  es  para  siempre. 
Estando  yo  pensando  por  qué  después  de  haber  dicho  el  señor:  cada 
día,  tornó  a  dezir:  dánoslo  oy,  señor  nuestro.  Parézcmc  a  mí  que  dixo 
cada  día,  porque  acá  le  posehemos  en  la  tierra  y  le  poseeremos  tam- 
bién en  el  cielo,  si  nos  aprouechamos  bien  de  su  compañía;  pues  no 
se  queda  para  otra  cosa  con  nosotros,  sino  para  ayudarnos,  y  animar- 
nos (1)  y  substentarnos  a  hazer  €sta  voluntad,  que  hemos  dicho  se 
cumpla  en  nosotros. 

Mas  el  dezir  oy,  es  para  vn  día,  que  es  mientras  durare  el  mun- 
do, no  más:  ¡y  bien  un  día!  Y  para  los  desuenturados  que  se  condenan, 
que  no  le  gozan  en  la  otra  (no  es  a  (2)  culpa  del  señor  si  se  dexan 
benzer,  que  él  no  los  dexará  de  animar  hasta  el  fin  de  la  vatalla),  no 
ternán  con  qué  disculparse,  ni  quexarse  del  padre  porque  se  lo  tomó 
a  el  mejor  tiempo.  Y  ansí  le  dize  su  hijo,  que,  pues  no  es  más  de  vn  día, 
se  le  dexe  ya  pasar  en  seruidumbre;  que  pues  su  magestad  ya  nos  le 
dio  y  embió  a  leí  mundo  (3),  que  el  quiere  agora  (^)  no  desamparar- 
nos, sino  estarse  aquí  con  nosotros,  para  más  gloria  de  sus  amigos  y 
pena  de  sus  enemigos.  Que  no  pide  más  de  oy,  aora  nuebamente,  que 
el  auemos  dado  este  pan  sacritíssimo;  su  magestad  nos  le  dio,  como 
he  dicho,  este  mantenimiento  y  manná  de  la  humanidad,  que  le  halla- 
mos como  queremos,  y  que  si  no  es  por  nuestra  culpa,  no  moriremos 
de  hambre,  que  de  todas  quantas  maneras  quisiere  comer  el  alma, 
hallará  en  el  santíssimo  sacramento  sabor  y  consolación.  No  ay  nes- 
cesidad,  ni  trabajo,  ni  persequcióri  que  no  sea  fácil  si  comenzamos  a 
gustar  de  los  suyos. 

Pedí  vosotras,  hijas,  con  este  señor  a  el  padre  que  os  dexe  oy 
a  vuestro  sposo,  que  no  os  veáis  en  este  mundo  sin  él;  que  baste 
para  templar  tan  gran  contento  que  quede  tan  disfrazado  en  estos 
accidentes  de  pan  y  vino,  que  es  harto  tormento  para  quien  no  tiene 


1  Mnimarmos,  dice  por  equivocación  la  copia. 

2  Borrado:  su. 

3  Borrado:  por  sola  su  bondad. 

4  Borrado:  por  la  suya  propia. 


^60  CAMINO    DE    PERFECCIÓN 

otra  cosa  que  amar,  ni  otro  consuelo;  mas  suplicalde  que  no  os 
falte,    y    os   dé   aparejo   para   recebirle   dignamente. 

No  tengáis  cuidado  de  otro  pan  las  que  muy  de  veras  os  habéis 
dexado  en  la  voluntad  de  dios;  digo  en  estos  tiempos  de  oración 
que  tratáis  cosas  muy  importantes,  que  otros  tiempos  ay  para  que 
trauajéis  y  ganéis  de  comer,  mas  no  con  lel  cuidado,  ny  queráis  gas- 
tar en  esso  el  pensamiento  en  ningún  tiempo;  si  no  trauaje  el  cuer- 
po, que  es  bien  procuréis  sustentaros,  y  descanse  el  alma,  como  lar- 
gamente   queda    dicho.    Es    vuestro   sposo,    que    el    os   acompañará    (1). 

Esto  es  como  quando  entra  vn  criado  a  seruir,  tiene  quenta  con 
contentar  a-  su  señor  en  todo;  mas  él  está  obligado  a  dar  de  comer 
a  el  sieruo  mientras  lestá  en  su  casa  y  le  sirue,  saluo  si  no  es  tam 
pobre,  que  no  tiene  para  ¡si  ni  para  el.  ñcá  cesa  esto:  siempre  es  y 
será  rico  y  poderoso.  Pues  po  sería  bien  andar  el  criado  pidiendo 
de  comer,  pues  sabe  que  tiene  cuidado  su  amo  de  dárselo,  y  le  ha 
de  tener.  Con  razón  le  dirá  que  se  ocupe  él  en  serbirle  y  en  cómo 
le  ha  de  contentar,  que  por  andar  ocupado  el  cuydado  en  lo  que 
no  le  ha  de  tener,  no  'haze  cosa  a  derechas.  Ansí  que,  hermanas,  tenga 
quien  quisiere  cuydado  de  pedir  esse  pan;  nosotras  pidamos  a  el  padre 
eterno  que  merezcamos  pedir  el  nuestro  pan  celestial  de  manera,  que 
ya  que  los  ojos  del  cuerpo  no  se  pueden  deleytar  en  mirarle  por  estar 
tan  encubierto,  se  descubra  a  los  del  alma  y  ise  le  dé  a  cognoszer,  que 
es  otro  mantenimiento  de  contentos  y  regalosi,  y  que  substenta  la  vida. 

¿Pensáis  que  no  es  mantenimiento  aún  para  estos  cuerpos  este  san- 
tíssimo  manjar,  y  gran  medicina  aún  para  los  males  corporales?  Yo 
sé  que  lo  es,  y  cognozco  vna  persona  de  grandes  enfermedades  que 
estando  muchas  vezes  con  grandes  dolores,  como  con  la  mano  se  le 
quitauan  y  quedaba  buena  del  todo.  Esto  muy  ordinario,  y  de  males 
muy  cognoscidos,  que  no  se  podían  fingir,  a  mi  parezer.  Y  porque  las 
marauillas  que  haze  este  santíssimo  pan  en  los  que  dignamente  le 
resciben  son  muy  notorias,  no  digo  muchas  que  pudiera  dezir  desta 
persona  que  he  dicho,  que  lo  podía  yo  saber  y  sé  que  no  es  mentira. 
Mas  a  ésta  hauíala  el  señor  dado  tan  viua  fee,  que  quando  oya  dezir 
algunas  personas  que  quisieran  ser  en  el  tiempo  que  andana  christo 
nuestro  bien  en  el  mundo,  se  reya  entre  sí,  pareciéndole  que  tiniéndole 
tan  verdaderamente  en  el  santíssimo  sacramento  como  entonzes,  ¿qué 
más  se  les  daua? 

Mas  sé  desta  persona,  que  muchos  años,  aunque  no  era  muy 
perfecta,  quando  comulgaba,  ni  más  ni  menos  que  si  viera  con  los 
ojos  corporales  entrar  en  su  posada  el  señor,  procuraua  esforzar  la 
fee,  para  que,  como  creía  verdaderamente  que  entraña  este  señor  en 
su  pobre  posada,  desocupáuase  de  todas  las  cosas  exteriores  quanto 
le  era  posible,  y  entráuase  con  él.  Procuraua  recoger  los  sentidos,  para 
que  todos  cognosciessen  tan  gran  bien;  digo  no  embarazassen  a  el 
alma  para  cognoscerle.  Consideráuase  a  sus  pies  y  lloraua  con  la 
magdalena,  ni  más  ni  menos  que  si  con  los  ojos  corporales  le  uiera 
en  casa  del  farisieo;  y  aunque  no  sentía  deuoción,  la  fee  le  dezía  que 
cstaua  su  bien  allí. 


1      Borrado:  la  temé  siempre. 


CAPITULO     XXXIV  ^61 

Porque  si  no  nos  queremos  hazer  bouas  y  cegar  el  entendimiento, 
no  ay  que  dudar  que  esto  no  ^s  (1)  representación  de  la  imaginación, 
como  quando  consideramos  a  lel  ^eñor  en  la  cruz,  o  en  otros  pasos 
de  la  pasión  que  le  representamos  como  pasó.  Esto  passa  aora,  y  es 
entera  verdad,  y  no  hay  para  quié  le  yr  a  buscar  en  otra  parte  más 
lejos;  sino  que,  pues  que  sabemos  que  mientras  no  consume  el  calor 
natural  los  accidentes  del  pan,  que  está  con  nosotros  el  buen  JHs., 
que  no  perdamos  tan  buena  sagón,  y  que  nos  lleguemos  a  él.  Pues  sí 
quando  andana  en  el  mundo,  de  sólo  tocar  su  ropa  sanana  los  en- 
fermos, ¿qué  ay  que  dudar  que  hará  milagros  estando  dentro  de  mí, 
sJ  tenemos  fee,  y  nos  dará  lo  que  ile  pidiéremos,  pues  está  en  nues- 
tra casa?  Y  no  suelie  su  magestad  pagar  mal  la  posada,  si  le  hazen 
buen  ospedaje. 

Si  os  da  pena  no  verle  con  los  tojos  corporales,  mira  que  no 
nos  conbiene,  que  es  otra  cosa  verle  glorificado,  que  quando  andaua 
por  el  mundo.  No  habría  subieto  de  nuestro  flaco  natural  que  lo  su- 
friesse,  ni  habría  mundo  ni  quien  quissiesse  parar  en  él;  porque  en 
ver  esta  verdad  eterna,  se  vería  ser  mentira,  y  burlas,  y  todas  las 
cosas  de  que  acá  hazemos  caso.  Y  viendo  tan  gran  magestad,  ¿cómo 
osaría  vna  pecadorcilla  como  yo,  que  tanto  le  ha  offendido,  estar  tan 
cerca  del?  Deuajo  de  aquellos  accidentes  de  pan  está  tratable;  porque 
si  el  rey  se  disfraza,  no  pareze  que  se  nos  da  nada  de  conuersar 
con  él  sin  tantos  miramientos  y  respectos:  pareze  que  está  obligado 
a  sufrirlo,  pues  se  disfrazó.  ¡Y  (2)  quién  osara  llegar  con  tanta  tibieza, 
tan   indignamente,   con   tantas   imperfectiones ! 

¡Cómo  no  sabemos  lo  que  pedimos  y  cómo  lo  miró  mejor  su  sa- 
biduría! Porque  a  los  que  ve  que  se  han  de  aprouechar,  él  se  les 
discubre;  que  aunque  no  le  vean  con  los  ojos  corporales,  muchos  mo- 
dos tiene  de  mostrarse  a  lel  alma  por  grandes  sentimientos  interiores 
y  por  diferentes  vías.  Estaos  vos  de  buena  gana  con  él;  no  perdáis 
tan  buena  coyvnt[ura]  para  (3)  nego9Íar  con  él  como  es  la  ora  después  de 
haber  comulgado.  Si  la  obedien9Ía  os  mandare  otra  cosa,  procura  de- 
xar  el  alma  con  el  señor;  que  si  luego  llenáis  el  pensamiento  a  otra 
parte,  y  no  hazéis  caso  ni  tenéis  quenta  con  que  está  dentro  de  vos, 
no  entenderéys  las  mercedes  que  age.  Este,  pues,  es  buen  tiempo 
para  que  os  enseñe  nuestro  maestro,  para  que  le  oyamos  y  bessemos 
los  pies  porque  nos  quiso  enseñar,  y  le  supliquéis  no  se  vaya  de  con 
nosotros  (4). 

Si  esto  habéis  de  pedir  mirando  a  vna  imagen  de  cristo,  bouería  me 
pareze  dexar  la  misma  persona  por  mirar  el  dibujo.  ¿No  lo  sería,  si 
tubiéssemos  vn  retrato  de  vna  persona  que  quisiésemos  mucho,  y  la 
misma  persona  nos  viniesse  a  ver,  dexar  de  hablar  con  ella  y  tener 
toda  la  conuersagión  con  el  retrato?  ¿Sabéis  para  quando  es  bueno, 
y  cosa  en  que  yo  me  deleyto  mucho?  Para  quando  está  absenté  la 
misma   persona,  y   quiere  darnos  a  entender   que  lo   está   con  muchas 


1  Borrado:  sea. 

2  Esta  y  es   de   la   Santa. 

3  Borrado:  sazón  de. 

4  Borrado:  vos. 


462  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

sequedades,  es  gran  regalo  ver  vna  imagen  de  quien  con  tanta  razón 
amamos.  R  cada  parte  que  voluiéssemos  los  ojos,  la  querría  ver.  ¿En 
qué  mejor  cosa,  ni  más  gustosa  a  la  vista,  la  podemos  emplear  que 
en  quien  tanto  nos  ama  y  en  quien  tiene  en  sí  todos  los  bienes? 
Desbenturados  destos  herejes,  que  han  perdido  por  su  culpa  esta  con- 
solación con  otras. 

Mas,  acabando  de  re^ebir  a  el  señor,  pues  tenéis  la  misma  persona 
delante,  procura  cerrar  los  ojos  del  cuerpo,  y  abrir  los  del  alma,  y 
miraros  a  el  corazón;  que  yo  os  digo,  y  otra  vez  lo  digo,  y  muchas 
lo  querría  decir,  que  si  tomáis  esta  costumbre  todas  las  vezes  que 
comulgáredes,  procura«¿¿o  tener  tal  conspien^ia  que  os  sea  lícito  gozar 
a  menudo  deste  bien,  que  no  viene  tan  disfrazado  que,  como  he  dicho, 
de  muchas  maneras  no  se  dé  a  cognoszer  conforme  a  el  deseo  que 
tenemos  de  verle;  y  tanto  le  podéis  desear,  que  se  os  discubra  del  todo. 

Mas  si  no  hazemos  caso  del,  sino  que  en  recibiéndole  nos  vamos 
de  con  él  a  otras  cosas  más  bajas,  ¿qué  ha  de  hazer?  ¿Hanos  de 
traher  por  fuerza,  a  que  le  veamos,  que  se  nos  quiere  dar  a  cognoszer? 
No,  que  no  le  trataron  tan  bien  quando  se  dexó  ver  a  todos  discu- 
biertamente, y  les  decía  claro  quién  era:  muy  pocos  fueron  los  que 
le  creyeron.  Y  ansí,  harta  misericordia  nos  haze  a  todos,  que  quiere 
su  magestad  que  entendamos  que  es  él  el  que  está  en  el  santísimo 
sacramento.  Mas  que  le  bean  descubiertamente,  y  communicar  sus  gran- 
dezas y  dar  sus  thesoros,  no  quiere  sino  a  los  que  entiende  que  mucho 
le  desean,  porque  éstos  son  sus  verdaderos  amigos.  Que  yo  os  digo, 
que  quien  no  lo  fuere,  y  no  llegare  a  recebirle  como  tal,  habiendo  he- 
cho lo  que  es  en  sí,  que  nunca  le  importune  porque  se  le  dé  a  cog- 
noszer. No  ve  la  ora  que  (1)  hauer  cumplido  con  lo  que  manda  la  ygle- 
sia,  quando  se  va  ya  de  su  casa  y  procura  hecharle  de  sí.  Hnsí  que 
este  tal,  con  otros  negocios,  y  occupacioncs  y  enbarazos  del  cuer- 
po (2),  pareze  que  lo  más  presto  que  puede,  se  da  priessa  a  que  no 
le  ocupe  la  casa  el  señor. 


1  De,  escribe  la  Santa  en  el  autógrafo. 

2  Embarazos  del  mundo,  se  lee  en  el  autógrafo. 


CAPITULO    XXXV 


ACABA     LA     MATERIA     COMENZADA     CON     UNA     EXCLAMACIÓN     A     EL     PADRE     ETERNO. 


Heme  alargado  tanto  en  esto,  aunque  había  hablado  en  la  oración 
del  recogimiento  de  lo  mucho  que  importa  este  estamos  a  solas  con 
dios,  por  ser  cosa  tan  ynportante;  y  quando,  hijas,  no  comulgáredes, 
y  oyéredes  misa,  podéis  comulgar  spiritualmente,  que  es  de  grandíssimo 
prouecho,  y  hazer  lo  mismo  de  recogeros  después  en  vos,  que  es  mu- 
cho lo  que  se  imprime  el  amor  ansí  deste  señor;  porque  aparejándo- 
nos a  recebir  (1)  por  muchas  maneras  que  no  entendemos,  jamás  dexa 
de  dar.  Es  como  llegarnos  a  el  fuego,  que  aunque  le  aya  muy  grande, 
si  estáis  desviadas  y  ascendéis  las  manos,  mal  os  podéis  calentar,  aun- 
que todavía  da  más  calor  que  no  estar  adonde  no  ay  fuego.  Mas  otra 
cosa  es  querernos  llegar  a  él,  que  si  el  alma  está  dispuesta,  digo  que 
esté  con  deseo  de  perder  el  frío,  y  se  está  allá  vn  rato,  queda  para 
muchas    oras    con    calor. 

Pues  mira,  hermanas,  no  se  os  dé  nada  (2)  si  a  los  principios  nO'  os 
halláredes  bien  (que  podrá  ser  que  os  \ionga  (3)  el  demonio  appreta- 
miento  de  corazón  y  congoja,  porque  sabe  el  daño  grande  que  le  viene 
de  aquí),  haraos  entender  que  pongáis  más  deuotión  en  otras  cosas. 
(4)  Créeme  no  dexéis  este  modo;  aquí  prouará  el  señor  lo  que  le  queréis. 
Acordaos  que  ay  pocas  almas  que  le  acompañen  y  le  sigan  en  los 
trauajos;  passemos  por  él  algo,  que  su  magestad  nos  lo  pagará. 
Y  acordaos  también  qué  de  personas  habrá  que  no  sólo  quieren  no 
estar  con  él,  sino  que  con  descomedimiento  le  hechen  de  sí.  Pues 
algo  hemos  de  pasar  para  que  entienda  que  le  tenemos  deseo  de 
ver.  Y  pues  todo  lo  sufre  (5)  y  sufrirá,  por  hallar  sola  vn  alma  que 
le  reciba  y  tenga  en  sí  con  amor,  sea  ésta  la  vuestra;  porque,  a  no 
haber  ninguna,  con  razón  no  le  consintiera  el  padre  eterno  quedar 
con  nosotros,  sino  que  es  tan  amigo  de  amigos  y  tan  señor  de  sus 
sieruos,  que,  como  ve  la  voluntad  de  su  buen  hijo,  no  le  quiere  es- 
torbar obra  tan  excellente  y  cumplida,  y  adonde  tan  cumplidamente 
nuestra  el  amor  (6). 


1  Borrado:  jamás. 

2  Borrado:  que. 

3  Corrige  la  Santa  la  palabra  poma. 

4  Borrado:  Y  aquí. 

5  Zufte,  escribe  distraídamente  el  copista. 

6  Que  tiene  a  su  padre,  añade  aquí  el  autógrafo  de  Valladolid. 


^6t  CAMINO     DE    PERFECCIÓN 

Pues,  padre  sancto,  que  estáis  en  los  gielos,  ya  que  lo  queréis 
ij  lo  acceptáis,  que  cierto  (1)  está  que  no  hauíades  de  negar  cosa  que 
tan  bien  nos  está  a  Inosotros,  alguien  ha  de  haber,  como  dixc  al  prin- 
cipio, que  hable  por  vuestro  hijo.  Seamos  nosotras,  hijas,  aunque  es 
atreuiraiento,  siendo  los  que  somos,  mas  confiadas  en  que  manda  el 
señor  que  pidamos,  llegadas  a  «sta  obediencia,  en  nombre  del  buen 
jhus.,  supliquemos  a  su  magestad,  que  pues  no  le  ha  quedado  por  (2) 
hazer  ninguna  cosa  haziendo  a  los  pecadores  tan  gran  beneficio  como 
éste,  quiera  su  piadad  y  se  sirua  de  poner  remedio  para  que  no  sea 
tan  maltratado;  y  que  pues  su  sancto  hijo  puso  tan  buen  medio  para 
que  en  sacrificio  le  podamos  ofrezer  muchas  vezes,  que  valga  tan 
precioso  don  para  que  no  vaya  adelante  tan  grandísimo  mal  y  de- 
sacatos como  se  hazen  en  los  lugares  adonde  estaua  este  sanctíssimo 
sacramento  entre  estos  luteranos,  deshechas  las  iglesias,  perdidos  tan- 
tos   sacerdoctes,   los   sacramentos   quitados. 

Pues  ¡qué  es  esto,  mi  señor  y  mi  dios!  O  dad  fin  a  el  mun- 
do, o  poned  medio  en  tan  grauísimos  males,  que  no  ay  corazón  que 
lo  sufra,  aun  de  los  que  somos  ruines.  Suplicóos,  padre  eterno,  que 
no  lo  sufráis  ya  vos;  atajad  este  fuego,  señor,  que  si  queréis,  podéis. 
Mirad  que  aun  está  en  el  mundo  vuestro  hijo;  por  su  acatamiento 
cesen  cosas  tan  feas,  y  abominables  y  sugias;  pues  (3)  su  hermosura  y 
linpieza  no  mereze  estar  en  casas  adonde  ay  cosas  semejantes.  No  lo 
hagáis  por  nosotras  señor,  que  no  lo  merezemos;  hazeldo  por  vuestro 
hijo.  Pues  suplicaros  que  ino  esté  con  nosotros,  no  os  lo  ossamos  pe- 
dir: ¿qué  sería  de  nosotros?  Que  si  algo  os  aplaca,  es  tener  acá  tal 
prenda.  Pues  algún  medio  ha  de  haber,  señor  mío,  póngale  vuestra 
magestad. 

¡O  mi  dios,  y  quién  pudiesse  importunaros  mucho,  y  haberos  ser- 
uido  mucho  para  poder  pedir  tan  gran  merced  'en  pago  de  mis  ser- 
uicios,  pues  no  dexáis  ninguno  sim  paga!  Mas  no  los  he  hecho,  señor; 
antes  por  ventura  soy  la  que  os  he  enojado  de  manera,  que  por  mis 
pecados  vengan  tantos  males.  Pues  ¿qué  he  de  hazer,  criador  mío,  sino 
presentaros  este  pan  sacratíssimo,  que  aunque  nos  le  distes,  torná- 
rosle yo  (4):  a  idar,  y  ¡suplicaros  por  los  méritos  de  vuestro  hijo  me  ha- 
gáis esta  merced,  pues  por  tantas  partes  lo  tiene  meres?ido?  Ya,  señor, 
ya,  señor  (5),  hazed  que  se  sosiegue  este  mar,  y  no  ande  siempre 
en  tantas  tempestades  esta  ñaue  de  la  yglesia,  y  saínanos,  señor,  que 
perczemos. 


1  Borrado:  y  ciato. 

2  Borrado;  que. 

3  Borrado:  y  por. 

4  Yo.  Esta  palabra  parece  de  la  M.  lerónima,  que  equivocadamente  dice  ye. 

5  El  autógrafo  no  repite  estas  palabras. 


CAPITULO   XXXVI 


TRüTñ    DESTflS    PALABRAS:     DEMITE    NOBIS    DEBITA    NOSTRA 


Pues  viendo  nuestro  buen  maestro  que  con  este  manjar  9elestial 
todo  nos  es  fácil,  si  no  es  por  nuestra  culpa,  y  que  podemos  cumplir 
muy  bien  lo  que  hemos  ;dicho  a  el  padre  de  que  se  cumpla  en  nos- 
otros su  voluntad,  dízele  agora  que  nos  perdone  nuestras  deudas,  pues 
perdonamos  nosotros.  Y  ansí,  prosiguiendo  en  la  oración,  dize  estas 
palabras:  y  perdónanos,  señor,  nuestras  deudas,  ansí  como  nosotros 
perdonamos   a  nuestros   deudores. 

Miremos,  hermanas,  que  no  dize  como  perdonaremos,  porque  entenda- 
mos que  quien  pide  vn  don  tan  grande  como  el  passadoi,  y  quien  ya  ha 
puesto  su  voluntad  en  dios,  ya  ha  de  haber  hecho  esto,  y  ansí  dize: 
como  nosotros  las  perdonamos.  Ansí  que,  quien  de  veras  hubiere  dicho 
esta  palabra;  a  el  señor,  fiat  voluntas  tua,  todo  lo  ha  de  tener  hecho, 
con  la  determinación,  a  lo  menos.  Veis  aquí  cómo  los  sanctos  se  hol- 
gaban con  las  injurias  y  persequ^iones,  porque  tenían  algo  que  presen- 
tar a  el  señor  quando  le  pedían.  ¿Qué  hará  vna  tam  pobre  como  yo, 
que  tan  poco  ha  tenido  que  perdonar  y  tanto  ay  que  se  me  perdo-- 
ne  a  nú?  Señor  mío,  ¿si  habrá  algunas  personas  que  me  tengan 
compañía  y  ayan  entendido  esto?  (1)  Si  las  ay,  en  vuestro  nombre  les 
pido  que  se  les  acuerde  desto,  y  no  hagan  caso  de  vnas  cositas  que 
llaman  agrauios,  que  pareze  que  hazemos  casas  de  pagitas,  como  los 
niños,  con  estos  puntos  de  honrra.  ¡O  válame  dios,  hermanas,  si 
entendiéssemos  qué  cosa  es  honrra  y  en  qué  está  perder  la  honrra! 
flora  no  hablo  con  nosotras,  que  harto  mal  sería  no  tener  ya  enten- 
dido esto,  sino  comigo  (2)  el  tiempo  que  me  precié  de  honrra  sin  en- 
tender qué  cosa  era;  ybam'e  a  el  hilo  de  la  gente.  ¡O  de  qué  cosas 
rae  agramaba!  que  yo  tengo  vergüenza  aora,  y  no  era,  pues,  de  las 
que  mucho  miraban  en  estos  puntos;  mas  no  estaba  en  el  punto  prin- 
cipal, porque  no  miraba  yo,  ni  hazía  casso  de  la  honrra  que  tiene 
algún  probecho,  (3)  que  ésta  es  la  que  haze  probecho  a  el  alma.  Y  qué 
bien  dixo,  quien  dixo,  que  honrra  y  probecho  no  podían  estar  juntos, 
aunque  no  sé  si  lo  dixoi  a  este  ipropósito.  Y  es  al  pie  de  la  letra,  (4) 


1  El  autógrafo  dice:   isi  habrá  algunas  personas  que  me  tengan  compañía  y  no  hayan 
entendido  estoP 

2  Conmigo,  escribe  siempre  la  Santa. 

3  Bonado:  por. 

1      Borrado:  y  a  provecho  del  alma  y. 

III  50* 


466  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

que  Gsto  que  llama  el  mundo  honrra  nunca  puede  estar  junto  con 
el  aprovechamiento  del  alma.  Cosa  spantosa  es  qué  a  el  rebés  anda 
el  mundo.  Bendito  sea  el  señor  que  nos  sacó  del. 

Mas  mira,  hermanas,  que  no  nos  tiene  oluidadas  el  demonio; 
tanbién  inbenta  las  honrras  en  los  monesterios,  y  pone  sus  leyes, 
que  suben  y  bajan  en  dignidades  como  los  del  mundo.  Los  letrados 
deben  de  yr  por  sus  letras,  que  esto  no  lo  sé:  el  que  ha  llegado  a 
leer  theología  no  ha  de  vajar  a  leer  philosophía,  que  es  vn  punto  de 
honrra,  que  está  en  que  ha  de  subir  y  no  bajar.  Y  ansí,  si  lo 
mandasse  la  obediencia,  lo  ternía  por  agrauio,  y  habría  quien  tornasse 
por  él,  y  diría  que  Íes  aff renta;  y  luego  el  demonio  descubre  razones, 
que  aun  en  ley  de  dios,  pareze  lleua  razón.  Pues  entre  nosotras,  la 
que  ha  sido  priora,  ha  de  quedar  inhabilitada  para  otro  officio  más 
vajo:  vn  mirar  en  la  que  es  más  antigua,  que  esto  no  se  nos  oluida, 
y  aun  a  las  vezes  pareze  que  meírezemos  en  ello,  porque  lo  manda 
la   borden. 

Cosa  es  para  reyr,  o  para  llorar,  que  lleua  más  razón.  Sé  (1)  que 
no  manda  la  horden  que  ino  tengamos  humildad,  y  sí  manda  que 
aya  concierto.  Yo  no  he  de  estar  tan  concertada  en  cosas  de  mi  es- 
tima, que  tenga  tanto  cuydado  en  este  punto  de  orden  como  de  otras 
cosas  della,  que  por  uentura  guardaremos  imperfectamente;  no  está 
toda  nuestra  perfectión  de  guardarla  en  esto;  otras  lo  mirarán  por 
mí,  si  yo  me  descuido.  Y  es  el  caso,  que  somos  ynclinadas  a  subir, 
aunque  no  subiremos  por  aquí  a  el  cielo,  no  ha  de  haber  bajar. 
¡O,  señor!  ¿sois  vos  nuestro  dechado  y  maestro?  Sí,  por  cierto.  Pues 
¿en  qué  estuvo  vuestra  honrra,  honrrado  maestro?  No  la  perdistes,  por 
cierto,  en  ser  humillado  hasta  la  muerte;  no,  señor,  sino  que  la  ga- 
nastes  para  todos. 

¡O  por  amor  de  dios,  hermanas!  que  lleuñremos  perdido  el  [camino] 
si  fuésemos  por  aquí,  que  aora,  bendito  sea  dios,  no  lo  van,  ni  se  tome 
[por]  esta  í:[asa],  [porj^w^  5^n[a]  [levan] íar/a,  (por]<7«^  la  que  [a 
sido]  prio[Y?í  es]  ¿/^5/?[ues]  la  que  [mas]  se  umi\\\ñ],  sino  que  [se  sacan] 
en  los  [mo]neste[ríos],  que  temo  [no]  nos  tien[te]  el  demo[ni]o  por 
a[qm],  que  lo  ten[go]  por  tan  [pe]ligroso  [que]  plega  (2)  a  dios  no  se 
pierda  algún  alma  por  guardar  lestos  negros  puntos  de  honrra,  sin  en- 
tender en  qué  está  la  honrra.  Y  vendremos  después  a  pensar  que  hemos 
hecho  mucho,  si  perdonamos  una  cosita  déstas,  que  ni  era  agrauio,  ni 
gnjuria,  ni  nada;  y  muy  como  quien  ha  hecho  algo,  vernemos  a  que 
nos  perdone  el  señor,  pues  hemos  perdonado.  Dadnos,  mi  dios,  a  enten- 
der que  no  nos  entendemos,  (3)  que  venimos  vacías  las  manos,  y  per- 
donadnos   vos    por    vuestra   misericordia. 


1  Sí,  dice  el  autógrafo. 

2  La  magoi  parte  de  esta  larga  adición  de  Santa  Teresa  está  escrita  al  margen,  y  le  faltan 
muchas  letras  que  fueron  cortadas  al  encuadernar  el  códice.  Las  suplimos  en  los  paréntesis,  to- 
mándolas de  la  edición  de  Evoia,  que  la  transcribe  íntegra.  Únicamente  la  frase  sino  que  se 
sacan  en  los  monesterios,  nos  parece  que  no  está  bien  reproducida,  pues  las  palabras  se  sacan, 
además  de  no  hacer  sentido,  no  creemos  que  fueran  escritas  por  la  Santa,  más  bien  se  lee  sa 
ía/i[to?]  que  por  faltarles  algunas  letras  antes  y  después,  no  podemos  precisar  su  significado. 

3  Borrado:  y. 


CAPITULO    XXXVI  ^67 

Mas  ¡qué  estimado  debe  de  ser  del  señor  este  amarnos  vnos  a 
otros!  Pues  pudiera  el  buen  JHS  ponerle  delante  otras  cosas,  y  dezir: 
perdonadnos,  señor,  porque  hazemos  mucha  penitencia,  o  porque  repa- 
raos mucho,  y  ayunamos,  y  lo  hemos  dexado  todo  por  vos,  y  os  ama- 
mos mucho;  (1)  y  iporque  perderíamos  la  vida  por  vos  y  (2)  otras  muchas 
cosas  que  pudiera  dezir,  sino  sólo  porque  perdonamos.  Por  uentura, 
como  nos  cognosze  por  tan  amigos  desta  negra  honrra,  y  como  cosa 
más  dificultosa  de  alcanzar  de  mosotros,  la  dixo\,  y  se  la  offreze  de  nues- 
tra parte.  Pues  tened  mucha  quenta,  hermanas  mías,  con  que  dize: 
como  perdonamos,  ya  como  cosa  hecha,  como  he  dicho.  Y  aduertid  mucho 
en  esto,  que  quando  destas  cosas  acaezen  a  un  alma  y,  en  la  oración 
que  he  dicho  de  contemplación  perfecta,  no  sale  muy  determinada, 
y  si  se  la  offreze,  la  pone  por  obra  de  perdonar  qualquier  injuria 
por  graue  que  sea,  no  fíe  mucho  de  su  oración  (3),  y  no  sólo  (4)  estas 
naaerías  que  llaman  injurias;  que  a  el  alma  a  quien  dios  llega  a  sí 
en  oratión  tan  subida,  (5)  mucha  más  pena  le  da  la  honrra  que  la 
deshonrra,  y  el  mucho  olgar  con  descanso  que  los  trabajos.  Porque 
quando  de  veras  le  ha  dado  lel  señor  aquí  su  reyno,  ya  no  le  quiere  en 
este  mundo;  y  para  más  subidamente  reynar,  entiende  que  es  éste 
el  verdadero  camino,  y  ha  uisto  por  experiencia  el  bien  que  le  viene, 
y  lo  que  se  adelanta  vn  alma  en  padezer  por  dios.  Porque  por  ma- 
rauilla  llega  su  magestad  a  hazer  tan  grandes  regalos,  sino  a  personas 
que  han  pasado  por  él  de  buena  gana  muchos  trabajos;  porque,  como 
dixe  en  otra  parte  deste  libro,  son  grandes  los  trauajos  de  los  con- 
templatiuos,    que    ansí   los   busca   el   señor    gente   experimentada. 

Pues  entendé,  hermanas,  que  como  éstos  tienen  ya  entendido  lo 
que  es  todo,  en  cosa  que  passa  no  íse  detienen  mucho.  Si  de  primer 
mouimiento  da  pena  una  gran  injuria  y  trabajo,  aun  no  la  han  bien 
sentido,  quando  acude  la  razón  por  otra  parte,  que  pareze  que  leuanta 
la  vandera  por  sí,  y  dexa  casi  anichilada  aquella  pena  con  el  gozo 
que  le  da  ver  que  le  ha  puesto  el  señor  cosa  en  la  qual  en  un  día 
podrá  ganar  más  de  mercedes  y  fauores  perpetuos,  que  pudiera  ser 
ganara  (6)  en  diez  años  con  trabajos  que  él  quisiera  tomar  por  sí.  Esto 
es  muy  hordinario,  a  lo  que  yo  entiendo,  que  he  tratado  muchos  con- 
templatiuos,  los  quales,  como  otros  precian  oro  y  joyas,  precian  ellos 
los  trauajos,  porque  tienen  entendido  que  esto  les  tiene  de  hazer  ricos. 

Destas  personas  está  muy  lexos  la  extiraación  propia.  De  nada 
gustan,  por(\\xz  entienden  sus  pecados  y  de  decillos  gustan  quando 
ven  que  tienen  extima  dellos.  Así  les  acaeze  de  su  linage,  que  ya 
saben  que  en  el  reyno  que  no  se  acaba  no  han  de  ganar  por  aquí. 
Si  gustassen  ser  de  buena  casta,  es  quando  por  más  seruir  a  dios  fuera 
menester;   quando  no,  pésales  que  los  tengan  por  más  de  lo  que  son, 


1  Borrado:  ni  dixo. 

2  Borrado:  como  digo. 

3  No  fíe  mucho  de  su  oración.  Esta  adición  es  de  un  corrector  desconocido.  Frau  Luis  de 
León  la  incluüó  en  su  edición  de  Salamanca.  Sirva  esta  nota  de  complemento  a  la  que  pusimos 
en  la  página  174,  línea  20. 

4  Solo.  Esta  palabra  es  del  mismo  corrector  que  puso  la  enmienda  anterior. 

5  Borrado:  que. 

6  Borrado:  él. 


468  CAMINO    DE    PERFECaON 

y  sin  ninguna  pena  desengañan,  sino  con  gusto.  Es  el  caso,  que  debe 
ser  a  quien  dios  iiaze  merced  de  tener  esta  humildad  y  amor  grande 
a  dios,  que  en  cosa  que  sea  seruirle  más,  ya  se  tiene  a  sí  tan 
olbidado,  que  aun  no  puede  creer  que  otros  sienten  algunas  cosas,  ni 
lo   tienen  por  injuria. 

Estos  effectos  que  he  dicho  a  la  postre,  son  de  personas  ya  más 
llegadas  a  perfectión,  y  a  quien  el  señor  muy  ordinario  haze  mer9e- 
des  de  llegarle  a  sí  por  contemplación  perfecta.  Mas  lo  primero,  que  es 
estar  determinado  a  sufrir  injurias,  y  sufrirlas  aunque  sea  resqibiendo 
pena,  digo  que  muy  en  breue  lo  tiene  quien  tiene  ya  esta  merced  del 
señor  de  (1)  llegar  a  vnión;  y  que  si  no  tienen  estos  effectos  y  sale 
en  ellos  muy  fuerte  de  la  oración,  crea  que  no  era  la  merced  de  dios, 
sino  alguna  illusión  del  demonio,  porque  nos  tengamos  por  más  hon- 
rrados. 

Tanbién  puede  ser  que  a  el  principio  guando  el  señor  hasze 
estas  mercedes,  no  luego  el  alma  quede  en  esta  fortaleza;  mas  digo 
que  si  las  continúa  a  hazer,  que  en  breue  tiempo  se  haze  con  forta- 
leza: ya  que  no  la  tenga  en  otras  virtudes,  en  esto  de  perdonar  sí. 
No  puedo  yo  creher  que  alma  que  tan  junto  llega  de  la  misma  mi- 
sericordia, adonde  cognoze  lo  que  es  y  lo  mucho  que  le  ha  perdonado 
dios,  dexe  de  perdonar  luego  con  toda  facilidad,  y  quede  allanada 
en  quedar  muy  bien  con  quien  la  injurió;  porque  tiene  presente  el 
regalo  y  merced  que  le  ha  hecho,  adonde  vio  señales  de  grande  amor, 
y  alégrasse  que  se  le  offrezca  en  qué  le  mostrar  alguno.  Torno  a 
dezir  que  cognozco  muchas  personas  que  las  ha  hecho  el  señor  merced 
de  leuantarlas  a  cosas  sobrenaturales,  dándoles  esta  oración  o  con- 
templa9ión  que  queda  dicha;  y  aunque  las  veo  con  otras  faltas  e 
imperfectiones,  con  ésta  no  he  visto  ninguna,  ni  creo  que  la  habrá,  si 
las  mercedes  son  de  dios,  como  he  dicho;  y  si  no,  no  crea  que  essos 
regalos  son  de  dios  (2),  que  siempre  enrriqueze  el  alma  adonde  llega. 
Esto  es  cierto,  que  aunque  la  merced  y  regalo  passe  presto,  que  se 
entiende  despacio  en  las  ganancias  con  que  queda  el  alma;  y  como  el 
buen  JHS  sabe  bien  esto,  determinadamente  dize  a  su  padre  sancto 
que   perdonamos   a   (3)   nuestros   deudores. 


1  Bonado:  hasta. 

2  Borrado:  como  he  dicho. 

3  Esta  letra,  puesta  entre  líneas,  no  es  de  la  Santa. 


CAPITULO   XXXVII 


DIZE    LA    EXCELLENCTil    DESTA    ORACIÓN    DEL    PATER    NOSTER,    Y    COMO    HALLAREMOS 
MUCHAS     MANERAS     DE     CONSOLACIÓN     EN     ELLA. 


Es  cosa  para  alabar  mucho  a  el  señor  quán  subida  en  perfeción 
es  esta  oración  euangélica,  bien  como  ordenada  de  tan  buen  maestro, 
y  ansí  podemos,  hijas,  cada  vna  tomarla  a  su  propósito.  Espántame 
ver  que  en  tan  pocas  palabras  está  toda  la  contemplación  y  perfectión 
encerrada,  que  pareze  que  no  habernos  menester  otro  libro,  sino  es- 
tudiar en  éste.  Porque  hasta  aquí  nos  ha  enseñado  el  señor  todo  el 
modo  de  oración  y  de  alta  contemplación,  dende  los  principiantes  a 
la  oración  mental,  y  de  quietud  y  vnión,  que  a  ser  yo  para  saberlo 
dezir,  se  podía  hazer  vn  gran  libro  de  oración  sobre  tan  verdadero 
fundamento,  ñora  ya  comienza  el  señor  a  darnos  a  entender  los  effec- 
tos  que  dexa  quando  son  mercedes  suyas,  como  habéis  visto. 

Pensado  he  yo  cómo  [no]  se  había  su  magestad  [declarado]  (1) 
en  cosas  tan  subidas  y  obscuras,  para  que  todos  las  entendiéssemos. 
Hame  parecido  que  como  había  de  ser  general  para  todos  esta  doctrina 
y  oración,  que  porque  pudiesse  pedir  cada  vno  a  ísu  propósito,  y  se  con- 
solase, pareciéndonos  le  dábamos  buen  entendimiento,  lo  dexó  ansí  en 
confusso,  para  que  los  contemplatiuos,  que  ya  no  quieren  cosas  de  la 
tierra,  y  personas  ya  muy  dadas  a  dios,  pidan  las  mercedes  del  cielo 
que  se  pueden,  por  la  gran  bondad  de  dios,  dar  en  la  tierra;  y  los 
que  viuen  en  ella',  y  es  bien  que  viuan  conforme  a  sus  estados,  pidan 
también  su  pan  con  que  se  han  de  substentar  sus  casas,  y  es  muy 
justo   y  sancto,  y  lansí  las  demás  cosas,  -coniforme  a  sus  nescesidadcs. 

Mas  miren  que  estas  dos  cosas,  que  es  darle  nuestra  voluntad, 
que  es  para  todos.  Verdad  es  que  ay  mági  y  menos  en  ello,  como  queda 
dicho:  los  perfectos  darán  la  voluntad  como  perfectos,  y  perdonarán 
con  la  perfección  que  queda  dicha;  nosotras,  hermanas,  haremos  lo 
que  pudiéremos:  todo  lo  rescibe  el  señor.  Porque  paresze  vna  manera 
de  concierto  que  de  nuestra  parte  haze  con  su  eterno  padre,  como 
quien  dize:  hazé  vos  esto,  señor,  y  mis  hermanos  harán  estotro.  Pues 
a  buen  seguro  que  no  falte  por  su  parte.  ¡O,  o,  que  es  muy  buen  pa- 
gador y  paga  muy  sin  tasa! 


1      Las  dos  palabras,  que  ponemos  entre  paréntesis  en  esta  línea,  están  tomadas  del  autó- 
grafo de  Valladolid. 


470  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

De  tal  manera  podemos  dezir  vna  vez  esta  oración,  que  como 
entienda  que  no  nos  queda  doblez  sino  que  haremos  lo  que  dezimos, 
nos  dexe  ricas.  Es  muy  amigo  que  tratemos  verdad  con  él;  tratando 
con  llaneza  y  claridad,  que  no  digamos  vna  cosa  y  nos  quede  otra, 
siempre  da  más  de  lo  que  le  pedimos.  Sabiendo  esto  nuestro  buen 
maestro,  y  que  los  que  'de  veras  llegassen  a  perfectión  sn  el  pedir, 
habían  de  quedar  tan  en  alto  grado  con  las  mercedes  que  les  había 
de  hazer  el  padre,  entendiendo  que  los  ya  perfectos,  o  que  van 
camino  dello,  que  no  temen,  ni  deben,  como  dizen  tienen  el  mundo 
debajo  de  los  pies,  contento  el  señor  déL,  a  su  parezer,  que  (1)  por  los 
effectos  que  haze^«  sus  almas,  pueden  tener  esperanza  que  lo  está  (2), 
embebidos  en  aquellos  regalos  no  querrían  acordarse  deste  (3)  mundo, 
ni  que  tienen  contrarios. 

¡O  sabiduría  eterna!  ¡O  buen  enseñador!  Y  qué  gran  cosa  es, 
hijas,  un  maestro  sabio,  temeroso,  que  preuiene  a  los  peligros.  Es 
todo  el  bien  que  vn  alma  spiriíual  puede  acá  desear,  porque  es  gran 
seguridad.  No  podría  encarezer  con  palabras  lo  que  importa  esto. 
Ansí  que,  viendo  el  señor  que  era  menester  despertarlos  y  acordarles 
que  tienen  enemigas,  y  quán  más  peligroso  es  en  ellos  yr  descuidados, 
y  que  mucha  más  ayuda  han  menester  del  padre  eterno  porque  caherán 
de  más  ¡alto,  y  para  no  andar  sin  entenderse,  engañados,  pide  estas 
peticiones  tan  nescesarias  a  todos  mientras  viuimos  en  este  destierro: 
Y  no  nos  traygas,  señor,  en  tentaíión;   mas  líbranos  de  mal. 


1  Borrado:  como. 

2  Borrado:  su  magestad. 

3  Deste.  Esta  palabra  parece  de  ferónima  del  Espíritu  Santo,  que  borra:   que  hay  otro. 


CAPITULO   XXXVIII 


QUE  TRñTH  DE  LA  GRAN  NESCESIDflD  QUE  TENEMOS  DE  SUPLICAR  A  EL  PADRE 
ETERNO  NOS  CONCEDA  LO  QUE  PEDIMOS  EN  ESTAS  PALABRAS:  ET  NE  NOS 
INDUCAS  IN  TENTATIONEM,  SED  LIBERA  NOS  A  MALO,  Y  DECLARA  ALGUNAS 
TENTACIONES.     ES     DE    NOTAR. 


Grandes  cosas  tenemos  aquí  que  notar  y  que  entender,  pues  lo 
pedimos,  ñora  mira,  liermanas,  que  tengo  por  muy  cierto  que  los  que 
llegan  a  la  perfectión,  que  no  piden  a  (el  señor  los  libre  de  los 
trauajos,  y  tentaciones,  y  peleas,  que  éste  es  otro  effecto  muy  cierto 
y  grande  de  ser  spíritu  del  señoír,  y  no  illusión  en  la  contemplación  y 
mercedes  que  su  magestad  les  diere;  porque,  como  poco  ha  dixe,  antes 
los  desean',,  y  los  piden  y  los  aman.  Son  como  los  soldados  que  están 
más  contentos  quando  ay  más  guerra,  porque  speran  salir  con  más 
ganancia;  si  no  la  ay,  sirben  con  su  sueldo,  mas  ven  que  no  pue- 
pueden  medrar  mucho. 

Creé,  hermanas,  que  los  soldados  de  christo,  que  son  los  que 
tienen  contemplación,  no  ven  la  ora  que  pelear;  nunca  temen  mucho 
enemigos  públicos,  ya  los  cognoscen  y  saben  que,  con  la  fuerza  que  en 
ellos  pone  el  señor,  no  tienen  fuerza,  y  que  siempre  salen  vencedores 
y  con  gran  ganancia:  nunca  los  vueluen  el  rostro.  Los  que  temen,  y 
es  razón  teman  siempre  y  rueguen  a  el  señor  que  los  libre  dellos, 
son  vnos  enemigos  que  ay  traydores,  vnos  demonios  que  se  trasfiguran 
en  ángel  de  luz,  vienen  disfrazados.  Hasta  que  han  hecho  mucho  daño 
en  el  alma,  no  se  dexan  cognoscer,  sino  que  nos  andan  bebiendo  la 
sangre  y  acabando  las  virtudes,  y  andamos  en  la  misma  tentación  y 
no  lo  entendemos.  Déstos  pidamos,  hijas,  y  supliquemos  muchas  vezes 
en  el  paternóster  que  nos  libre  el  señor,  y  que  no  consienta  andemos 
en  tentación  que  nos  traigan  engañadas,  que  se  descubra  la  ponzoña, 
que  no  nos  ascondan  la  luz  y  la  verdad  (1).  ¡O  con  quánta  razón  (2) 
nos  enseña  nuestro  buen  maestro  a  pedir  esto.,  y  lo  pide  por  nosotros! 

Mira,  hijas,  que  de  muchas  maneras  dañan,  no  penséis  que  es 
sólo  en  hazernos  entender  que  los  gustos  que  pueden  fingir  en  nos- 
otros son  regalos  de  dios.  Este  me  pareze  el  menor  daño  en  parte 
que  ellos  pueden  hazer,  antes  podrá  ser  que  con  esto  hagan  caminar 
más   apriesa,   porque,   cebados   de   aquel   gusto,   están  más   oras  en   la 


1  Y  a  la  verdad,  dice  equivocadamente  el  copista,  separándose  del  autógrafo. 

2  Borrado:  que. 


472  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

oración;  y  como  ellos  están  ignorantes  que  es  del  demonio,  y  como 
se  ven  indignos  de  aquellos  regalos,  no  acabarán  de  dar  gracias  a 
dios,  quedarán  más  obligados  a  seruille,  esforzarse  han  a  disponerse 
para  que  les  haga  más  mercedes  el  señor,  pensando  son  de  su  mano. 

Procurad,  hermanas,  siempre  humildad  y  bed  que  no  sois  dignas 
destas  mercedes,  y  no  las  procuréis.  Haziendo  esto,  tengo  para  mí 
que  muchas  almas  pierde  el  demonio  por  aquí,  pensando  hazer  que  se 
pierdan,  y  que  del  mal  que  él  pretende  hazer,  saca  el  señor  nuestro 
bien;  porque  mira  su  magestad  nuestra  intención,  que  es  contentarle 
y  seruirle,  estándonos  con  él  en  la  oración,  y  fiel  es  el  señor.  Bien  es 
andar  con  auiso,  no  haga  quiebra  en  la  humildad  (1)  en  alguna  va- 
nagloria. Suplicando  a  el  señor  ¡os  libre  en  esto,  no  ayáis  miedo  que 
os  dexe  su  magestad  regalar  mucho  de  nadie,  sino  de  sí. 

Adonde  el  demonio  puede  hazer  gran  daño  sin  entenderle,  es 
haziéndonos  creer  que  tenemos  virtudes,  no  las  tiniendo,  que  esto 
es  pestilencia.  Porque  en  los  gustos  y  regalos,  pareze  sólo  que  res- 
cibimos  y  que  quedamos  obligados  a  seruir;  acá  pareze  quedamos  y 
servimos,  y  que  está  el  señor  obligado  a  pagar,  y  ansí,  poco  a 
poco  haze  mucho  daño.  Que  por  vna  parte  enflaqueze  la  humildad, 
por  otra  descuidámonos  de  adquirir  aquella  virtud,  que  nos  pareze 
que  tenemos  ya  ganada.  Pues  ¿qué  remedio,  hermanas?  El  que  a 
mí  me  pareze  mejor,  es  lo  que  nos  enseña  nuestro  maestro,  que  es 
oración  y  suplicar  a  el  padre  eterno  que  no  permita  que  andemos  en 
tenta9ión. 

Tanbién  os  quiero  dezir  otro  alguno,  que  si  nos  pareze  (2)  ya  nos 
la  ha  dado  el  señor,  entendamos  que  es  bien  recebido,  y  que  nos  le 
puede  tornar  a  quitar,  como  a  la  verdad  acaeze  muchas  vezes,  y  no 
sin  gran  prouiden(;ia  de  dios.  ¿Nunca  lo  habéis  uisto  por  vosotras, 
hermanas?  Pues  yo  sí:  vnas  vezes  me  pareze  que  estoy  muy  desasida, 
y  en  hecho  de  verdad,  venido  a  la  prueba,  lo  estoy;  otras  uezes  me 
hallo  tan  asida,  y  de  cosas  que  por  ventura  el  día  antes  burlara  yo 
dello,  que  casi  no  me  cognozco;  otras  uezes  me  pareze  que  tengo 
mucho  ánimo,  y  que  a  cosa  que  fuesse  seruir  a  dios  no  uoluería  el 
rostro,  y  prouado,  es  ansí  que  le  tengo  para  algunas;  otro  día 
viene  que  no  me  hallo  con  él  para  matar  vna  hormiga  por  dios,  si 
en  ello  hallasse  contradictión.  Ansí,  vnas  vezes  me  pareze  que  de 
ninguna  cosa  que  dixessen  de  mí,  o  mormurassen,  no  se  me  da  nada; 
y  he  prouado  algunas  vezes  ser  ansí,  que  antes  me  da  contento.  Vie- 
nen días  que  sola  vna  palabra  me  afflige  y  querría  yrme  del  mundo, 
porque  me  pareze  me  cansa  en  todo.  Y  en  esto  no  soy  sola  yo,  que 
lo  he  mirado  en  muchas  personas  mejores  que  yo,  y  sé  que  pasa  ansí. 

Pues  si  esto  es  ansí,  ¿quién  podrá  dezir  de  sí  que  tiene  virtud, 
ni  que  está  rica,  pues  al  mejor  tiempo  que  aya  menester  la  virtud 
se  halla  della  pobre?  Que  no,  hermanas,  si  no  pensemos  que  siempre 
estamos  pobres,  y  no  nos  adebdemos  sin  tener  de  qué  pagar;  porque 
de  otra  parte  ha  de  venir  el  thesoro,  y  no  sabemos  quando  nos  querrá 


1  El  autógrafo  añade:  v  engendrar  alguna  vanagloria. 

2  Borrado:  el  señor. 


CAPITULO    XXXVIII  473 

dcxar  en  la  cárcel  de  nuestra  miseria  sin  darnos  nada.  Y  si  uniéndonos 
por  buenas  nos  hazen  merced  y  iionrra,  que  es  el  emprestar  que  digo, 
quedaránse  burlados  ellos  y  nosotras.  Verdad  es  que  siruiendo  con 
humildad,  al  fin,  nos  socorre  el  señor  en  las  nescesidades ;  mas  si  no 
ay  de  veras  esta  virtud,  a  cada  paso,  como  dicen,  os  dexa  el  señor. 
Y  es  grandíssima  merced  suya,  que  es  para  que  la  tengáis  y  enten- 
dáis con  verdad  que  no  tenemos  nada  que  no  lo  rescebimos. 

ñora,  pues,  nota  otro  auisso:  házenos  entender  el  demonio  que 
tenemos  vna  virtud,  digamos  de  pa9ÍenQia,  porque  nos  determinamos 
y  hazemos  muy  continuos  actos  de  padeíer  mucho  por  dios;  y  paréze- 
nos  (1)  en  hecho  de  verdad  que  lo  sufriéremos  (2)  y  así  estamos 
muy  contentas,  porque  ayuda  el  demonio  a  que  lo  creamos.  Yo  os 
auiso  no  hagáis  caso  destas  virtudes,  ni  pensemos  que  las  cognoscemos 
sino  de  nombre,  ni  que  nos  las  ha  dado  el  señor,  hasta  que  veamos 
la  prueba;  porque  acaecerá  que  a  una  palabra  que  os  digan  a  vuestro 
disgusto,  vaya  la  paciencia  por  el  suelo.  Quando  muchas  vezes  sufrié- 
rcdes,  alabad  a  dios  que  os  comienza  a  enseñar  esta  uirtud,  y  es- 
forzaos a  padeper,  que  es  iseñal  que  en  esso  quiere  se  la  paguéis,  y 
tengáys   (3)    en   depósito,   como  ya   queda   dicho. 

Trahe  otra  tentación,  que  nos  parece  somos  muy  pobres  de  spíritu, 
y  trabemos  costumbre  de  decirlo,  que  ni  queremos  nada,  ni  se  nos  da 
nada  de  nada;  mas  no  se  ha  offrecido  la  ocasión  de  darnos  algo,  aun- 
que pase  de  lo  necesario,  quando  va  perdida  toda  la  pobreza  de  spíritu. 
Mucho  ayuda  traher  costumbre  de  dezirlo,  a  parezer  que  se  tiene. 
Mucho  haze  a  el  caso  andar  siempre  sobre  auiso  para  entender  esta 
tentación,  ansí  en  las  cosas  ;que  he  dicho,  como  en  otras  muchas;  porque 
quando  de  veras  da  el  señor  vna  sola  virtud  déstas,  todas  pareze 
las  trahe  tras  sí:  es  muy  cognoscida  cosa.  Mas  tornóos  anisar,  que, 
aunque  os  parezca  la  tenéis,  temáis  que  os  engañen';  y  es  porque  fel]  ver- 
dadero humilde  siempre  anda  dubdoso  en  virtudes  propias,  y  muy  ordi- 
nariamente le  parezen  más  qierfas  y  de  más  valor  las  que  ve  en  sus 
próximos. 


1  Darezemos.  dice  distraídamente  el  copista. 

2  Sufriríamos,   escribió   la   Santa   en   el   original,    u    algún  corrector  enmendó  la  palabra. 
(Véase  la  nota  de  la  página  184). 

3  La  frase  que  la  Santa  corrige  decía  en  la  copia:  ...qmere  se  la  paguéis,  sino  como  en 
d^ósito,... 


CñPITULO   XXXIX 


PROSIGUE  EN  Lfl  MISMA  MHTERIfl,  Y  Dñ  ñUlSOS  DE  ALGUNÜS  TENTACIONES  DE 
DIFERENTES  MANERAS,  Y  PONE  DOS  REMEDIOS  PARA  QUE  SE  PUEDAN  LIBRAR 
DELLAS  (1).  ESTE  CAPITULO  ES  MUCHO  DE  NOTAR  PARA  LOS  TENTADOS  DE 
HUMILDADES    FALSAS    Y    PARA    LOS    CONFESORES. 


Pues  guardaos  también,  hijas,  de  unas  humildades  que  pone  el  de- 
monio con  gran  inquietud  de  la  gravedad  de  vuestros  pecados,  que 
suele  apretar  aquí  de  muchas  maneras,  hasta  apartarse  de  las  com- 
munioncs,  y  de  tener  oración  particular  (por  no  lo  merescer,  que  les 
pone  el  demonio),  y  quando  llegan  al  sanctísimo  sacramento,  en  si 
se  aparejan  bien  o  no,  se  les  va  lel  tiempo  que  habían  de  rescebir 
mercedes.  Llega  la  cosa  a  término  de  hazer  parezer  a  un  alma,  que, 
por  ser  tal,  la  tien€  dios  tan  dexada,  que  casi  pone  dubda  en  su 
su  misericordia.  Todo  le  pareze  peligro  lo  que  trata,  y  sin  fruto  lo 
que  sirue,  por  bueno  que  sea.  Dale  vna  desconfianza,  que  se  le  caen 
los  bracos  para  hazer  algún  bien,  porque  le  pareze  que  lo  que  lo 
es  en   los   otros,  en   ella  es  mal. 

Mira,  mucho,  hijas,  mira  mucho  en  leste  puncto  que  os  diré,  porque 
algunas  vezes  podrá  ser  humildad  y  uirtud  tenernos  por  tan  ruines, 
y  otras  grandíssimas  tentaciones.  Porque  yo  he  pasado  por  ellas,  las 
cognozco.  La  humildad  no  inquieta,  ni  desasosiega,  ni  alborota  el  alma, 
por  grande  que  sea;  sino  viene  con  paz,  y  regalo  y  sosiego.  Aunque 
vno  de  verse  ruin  entienda  (2)  que  mereze  estar  en  el  infierno,  y  se 
afflíge,  y,  a  su  parezer,  con  justicia,  todos  le  habían  de  aborrecer,  y 
que  no  osa  casi  pedir  misericordia,  si  esta  pena  es  buena  humildad, 
viene  en  sí  con  una  suauidad  y  contento  ique  no  querríamos  vernos  sin 
ella.  No  alborota,  ni  aprieta  el  alma,  antes  la  dilata  y  haze  ábil  para 
seruir  más  a  dios.  Estotra  pena  todo  lo  turba,  todo  lo  alborota,  toda 
el  alma  rebuelue,  es  muy  penosa.  Creo  pretende  el  demonio  que  pensemos 
tener  humildad,  y  si  pudiesse,  a  bueltas,  que  desconfiemos  de  dios. 

Quando  ansí  os  halláredes,  ataja  el  pensamiento  de  vuestra  miseria 
lo  más  que  pudiéredes,  y  ponelde  en  la  misericordia  de  dios,  y  en 
lo  que  nos  ama  ij  padeció  por  nosotros.  Y  si  es  tentación,  aun  esto 
no  podréis  haszer,  que  no  os  dexará  sosegar  el  pensamiento,  ni  po- 
nerle en  cosa,  sino  para  fatigaros  más:    harto  será  si  cognoscéis  ser 


1  Las  palabras  que  siguen,  no  se  leen  en  ninguno  de  los  autógrafos,  pero  sí  en  la  edición 
de  Evora.  Quizá  el  copista  las  puso  por  propia  cuenta. 

2  Borrado:  claramente. 


CAPITULO    XXXIX  H15 

tentación.  Hnsí  si  es  acer  penitencias  desconcertadas,  lo  procurará  para 
hazernos  entender  que  somos  más  penitentes  que  las  otras,  y  que 
hazéis  algo.  Si  os  andáys  escondiendo  del  confessor  o  perlada,  o  si 
diciéndoos  que  lo  dexéis,  no  lo  hazéis,  es  clara  tentación.  Procura,  aun- 
que más  pena  os  dé,  obedezer,  pues  en  esto  está  la  mayor  perfectión. 

Pone  otra  bien  peligrosa,  que  es  una  seguridad  de  parecemos  que 
en  ninguna  manera  tornaríamos  a  las  culpas  pasadas  y  contentos  del 
mundo,  que  ya  le  tengo  entendido  y  sé  que  se  acaba  todo,  y  que  más 
gusro  me  dan  las  cosas  de  dios.  Esta,  si  es  a  los  principios,  es  Irauy 
malo,  porque  con  esta  seguridad  no  se  les  da  nada  de  tornarse  a 
poner  en  las  ocasiones,  y  hazernos  dar  de  pjos,  y  plcga  a  dios  que 
no  sea  muy  peor  la  recaída.  Porque,  como,  lel  demonio  ve  que  es  alma 
que  le  puede  dañar,  (1)  haze  todo  su  poder  para  la  engañar  (2); 
ansí  que,  aunque  más  gustos  y  prendas  de  amor  el  señor  os  dé,  nunca 
andéis  tan  seguras,  que  dexéis  de  temer  que  podéis  tornar  a  caer,  y 
guardaos  de  las  ocasiones. 

Procura  mucho  tratar  essas  mercedes  y  regalos  con  quien  os  dé 
luz,  sin  tener  cosa  secreta,  y  tened  este  cuidado,  que  en  principio  y  fín 
de  orapión,  por  subida  contemplación  que  sea,  siempre  acabéis  en 
propio  cognoscimiento.  Y  si  es  de  dios,  aunque  no  queráis  ni  tengáis 
este  auiso,  lo  haréis  aún  más  vezes,  porque  trabe  consigo  humildad, 
y  siempre  dexa  con  más  luz  para  que  entendamos  lo  poco  que  somos. 
No  me  quiero  detener  más,  porque  muchos  libros  hallaréis  destos  aui- 
sos.  Lo  que  he  dicho,  es  porque  he  pasado  por  ello  y  uístome  en 
trauajo  algunas  vezes.  Todo  quanto  se  puede  dezir,  no  puede  dar  en- 
tera seguridad. 

Pues,  padre  eterno,  ¿qué  hemos  de  hazer  sino  acudir  a  vos  y  su- 
plicaros no  nos  traigan  estos  contrarios  nuestros  en  tentación?  Cosas 
públicas  vengan,  que,  con  vuestro  fauor,  mejor  nos  libraremos;  mas 
essas  tentaciones  ¿quién  las  entenderá,  dios  mío?  Siempre  hemos  me- 
nester pediros  remedio.  Dezidnos,  señor,  alguna  cosa  para  que  nos 
entendamos  y  aseguremos;  ya  sabéis  que  por  este  camino  no  van 
los  muchos,  y   si  han   de  |yr  con  tantos  miedos,   yrán   muchos  menos. 

Cosa  estraña  es  ésta,  ¡como  si  a  Jos  que  no  van  por  camino  de  ora- 
ción no  tentasse  el  demonio!  y  que  se  spanten  más  todos  de  vno  que 
engaña  más  llegado  a  perfectión,  que  de  cient  mili  que  ven  en  engaños  y 
pecados  públicos,  que  no  ay  que  andar  a  mirar  si  es  bueno  o  malo, 
porque  de  mili  leguas  se  entiende.  Mas,  a  la  verdad,  tienen  rapón,  por- 
que son  tan  poquíssimos  a  los  que  engaña  el  demonio  de  los  que 
rezaren  el  paternóster,  de  la  manera  que  queda  dicho,  que,  como 
cosa  nueba,  no  vsada,  da  admiración;  que  es  cosa  muy  de  los  mortales 
pasar  fácilmente  por  lo  continuo  que  ven,  y  espantarse  mucho  de  lo 
que  es  muy  pocas  vezes,  o  casi  ninguna.  Y  los  mismos  demonios  los 
haszen  spantar,  porque  les  está  a  ellos  bien,  que  pierden  muchos  por 
vno   que  se   llega   a   la   perfectión. 


1  Borrado:  y  apiobechar  a  otras. 

2  Borrado:  que  no  se  levante. 


CAPITULO   XL 


DIZE    COMO    SI    PROCURAMOS    SIEA1PRE    ANDAR    EN    AMOR    Y    TEMOR   YREMOS   SEGURíS 
ENTRE    TANTAS    TENTflpiONES. 


Pues,  buen  maestro  nuestro,  dadnos  algún  remedio  cómo  viuir  sin 
mucho  sobresalto  en  guerra  tan  peligrosa.  El  que  podemos  tener,  hijas, 
y  nos  dio  su  magestad,  es  amor  y  temor:  que  el  amor  nos  hará 
apresurar  los  pasos,  y  el  temor  nos  hará  yr  mirando  adonde  ponemos 
los  pies  para  no  caer  en  camino  adonde  ay  tanto  que  tropezar,  como 
caminamos  todos  los  que  vinimos,  y  con  esto  a  buen  seguro  que  no 
seamos   engañadas. 

Diréisme  que  en  qué  veréis  que  tenemos  estas  uirtudes  tan  grandes, 
y  tenéis  razón,  porque  cosa  muy  cierta  y  determinada  no  la  puede 
haber;  porque  estándolo  (1)  de  que  tenemos  amor,  lo  staremos  de  que 
estamos  en  gracia.  Mas  mira,  hermanas,  ay  vnas  señales  que  parege 
que  los  Riegos  las  ven,  no  están  secretas;  aunque  no  queráis  enten- 
derlas, ellas  dan  vozes  que  hazen  mucho  ruido,  porque  no  son  muchos 
los  que  con  perfectión  las  tienen],  y  ansí  se  señalan  más.  ¡Como  quien 
no  dize  nada:  amoi'  y  temor  de  dios!  Son  dos  castillos  fuertes,  dende 
donde   se  da   guerra   a  (el   mundo   y   a   los   demonios. 

Los  que  de  veras  aman  a  dios,  todo  lo  bueno  aman,  todo  lo 
bueno  quieren,  todo  lo  bueno  fauoreszen,  todo  lo  bueno  loan,  con  los 
buenos  se  juntan  siempre,  y  los  fauorescen  y  defienden;  no  aman  sino 
verdades  y  cosas  que  sean  dignas  de  amar.  ¿Pensáis  que  es  posible, 
los  que  muy  de  veras  aman  a  dios,  amar  vanidades,  ni  riquezas,  ni 
cosas  del  mundo,  de  deleytes  y  honrras,  ni  tienen  contiendas?  Todo 
porque  no  pretenden  sino  contentar  a  el  amado,  ñndan  muriendo  por- 
que los  amlej,  y  ansí  ponen  la  vida  en  entender  cómo  le  agradaran  más. 
Que  el  amor  de  dios,  si  de  veras  es  amor,  es  imposible  esté  muy 
encubierto.  Si  no,  rairá  un  sanct  Pablo,  vna  magdalena:  en  tres  días 
el  vno  comentó  a  entenderse  que  estaua  enfermo  de  amor;  éste  fué 
sanct  pablo.  [La  magdalena]  (2)  desde  el  primero  día;  ¡y  quán  bien 
entendido!  Que  esto  tiene,  sino  que  ay  más  y  menos;  y  ansí  se  da 
a  entender  cómo  la  fuerza  que  tiene  el  amor.  Si  es  poca,  dasse  a  len- 


1  Borrado:  siendo. 

2  El   copista   se   olvidó   de   trasladar  estas    palabras,  que  trae  el  autógrafo  de  Valladolid, 
necesarias  para  la  inteligencia  de  la  frase. 


CAPITULO     XL  177 

tender  poco;  si  es  mucha,  dasse  a  entender  mucho;  mas  poco  o  mu- 
cho,  como   aya  amor  de  dios,  siempre   se  entiende. 

Mas  de  lo  que  agora  tractamos,  que  es  de  los  engaños  e  illu- 
siones  que  haze  el  demonio  a  los  contemplatiuos,  no  ay  poco:  siem- 
pre es  el  amor  mucho,  o  ellos  no  serán  contenplatiuos,  y  ansi  se  da 
a  entender  mucho  y  de  muchas  maneras.  Es  fuego  grande,  no  puede 
sino  dar  grande  resplandor.  Y  isi  esto  no  ay,  anden  con  recelo  y  crean 
que  tienen  bien  que  temer;  procuren  entender  qué  es,  y  hagan  ora- 
ciones, anden  con  humildad*  y  supliquen  a  el  Señor  que  no  los  trayga 
en  tentación;  que,  cierto,  a  no  ver  esta  señal,  yo  temo  que  andamos 
en  ella.  Mas  andando  con  humildad,  procurando  saber  la  verdad, 
subietas  a  el  confesor,  y  tratando  con  él  con  verdad  y  llaneza,  que, 
como  está  dicho,  con  lo  que  el  demonio  pensaba  daros  la  muerte,  os 
da  la  vida,  aunque  más  cosas  (1)  c  illusiones  os  quiera  hazer. 

Mas  si  sentís  este  amor  de  dios  que  tengo  dicho,  y  el  temor 
que  agora  diré,  andad  alegres  y  quietas,  que  por  hazeros  turbar  el 
alma  para  que  no  goze  tan  grandes  bienes,  os  pondrá  el  demonio 
mili  temores  falsos,  y  hará  que  otros  os  los  pongan;  porque  ya 
que  no  procura  ganaros,  procura  hazernos  perder  algo,  y  que  pierdan 
los  que  pudieran  ganar  mucho,  creyendo  ser  de  dios  las  mercedes  que 
haze  tan  grandes  a  una  criatura  tan  ruin,  y  que  es  posible  hazerlas,  que 
pareze  algunas  vezes  que  tenemos  oluidadas  sus  misericordias  antiguas. 

¿Pensáis  que  le  importa  poco  al  demonio  poner  estos  temores? 
No,  sino  mucho,  porque  haze  dos  daños:  el  vno,  que  atemoriza  a  los 
que  lo  oyen,  de  llegarssie  a  la  oración,  pensando  que  han  también  de 
ser  engañados;  el  otro,  que  se  llegarían  muchos  más  a  dios,  biendo 
que  es  tan  bueno,  como  dixe,  que  es  posible  communicarse  agora  tanto 
con  los  pecadores.  Póneles  cubdicia,  y  tienen  razón,  que  yo  cognozco 
algunas  personas  que  esto  los  animó,  y  comentaron  oración,  y  en  poco 
tiempo  salieron  verdaderos,  haziéndoles  el  señor  grandes  mercedes. 

ñnsí  que,  hermanas,  quando  entre  vosotras  viéredes  alguna  a  quien 
el  señor  las  haga,  alabad  mucho  (2)  por  elloi,  y  no  por  (esso  penséis  que 
está  segura,  antes  la  ayudad  con  más  oración;  porque  nadie  lo  puede 
estar  mientras  uiue  y  anda  engolfado  en  los  peligros  deste  mar  tem- 
pestuoso, ñnsí  que  no  dexaréis  de  entender  este  amor  adonde  está, 
ni  sé  como  se  pueda  encubrir.  Pues  si  amamos  acá|'  a  las  fcriaturas,  dizen 
ser  imposible,  y  que  mientras  más  hazen  por  encubrirle,  más  se  dis- 
cubre, siendo  cosa  tan  baja,  que  no  mereze  nombre  de  amor,  porque 
se  funda  en  nada,  ¿y  habíase  de  poder  encubrir  vn  amor  tan  fuerte, 
tan  justo,  que  siempre  va  creciendo,  que  no  ve  cosa  para  dexar 
de  amar,  fundado  sobre  tal  cimiento  como  es  ser  pagado  con  otro 
amor,  que  ya  no  puede  dubdar  de  él  por  estar  mostrado  tan  al 
discubierto,  con  tan  grandes  dolores,  y  trauajos  y  derramamiento  de 
sangre,  hasta  perder  la  uida  porque  no  nos  quedasse  alguna  dubda 
deste  amor?  ¡O  hálame  dios,  y  qué  cosa  tan  diferente  debe  ser  el 
vn   amor  del  otro  a  iquien  lo  a  prouado! 


1  Ck}cos,  dice  el  autógrafo. 

2  Borrado;  al  señor. 


^78  CAMINO     DE     PERFECaON 

Plega  a  su  magestad  que  nos  le  dé  a  entender  antes  que  nos 
saque  desta  vida,  porque  será  gran  cosa  a  la  ora  de  la  muerte  ver 
que  vamos  a  ser  juzgadas  de  quien  habemos  amado  (1)  sobre  todas 
las  cosas.  Seguras  podremos  yr  con  el  pleito  de  nuestras  deudas;  no 
será  yr  a  tierra  straña,  sino  propia,  pues  es  a  la  de  quien  tanto  ama- 
mos y  nos  ama.  Acordaos,  hijas  mías,  aquí  de  la  ganancia  que  trahe  esta 
amor  consigo,  y  de  la  perdida  que  es  no  le  tener,  que  nos  pone  en 
manos  del  tentador,  en  manos  tan  crueles,  tan  enemigas  de  todo  bien, 
tan  amigas  de  todo  mal.  ¿Qué  será  de  la  pobre  alma  que,  acabada  de 
salir  de  tales  dolores  y  trauajos,  como  son  los  de  la  muerte,  cahe 
luego  en  ellas?  ¡Qué  mal  descanso  le  viene!  ¡qué  despedazada  yrá 
a  el  infierno!  ¡qué  multitud  de  serpientes  de  differentes  maneras! 
¡qué  temeroso  lugar!  ¡qué  desuenturado  ospedaje!  Pues  para  vna 
noche  vna  mala  posada  se  sufre  mal,  si  es  persona  regalada  (que 
son  los  que  más  deben  de  yr  allá),  pues,  posada  para  siempre,  sin 
fin,  ¿qué  pensáis  sentirá  aquella  triste  alma?  Que  no  queramos  re- 
galos, hijas;  bien  estamos  aquí;  todo  es  vna  noche  la  mala  posada, 
ñlabemos  a  dios;  esforcémonos  a  hager  penitencia  en  esta  vida.  Mas 
¡qué  dulge  será  la  muerte  de  quien  de  todos  sus  pecados  la  tiene 
hecha,  y  no  ha  de  yr  a  el  purgatorio!  Como  aun  podría  ser  que  desde 
acá  comienipe  a  gozar  de  la  gloria,  no  verá  en  sí  temor,  sino  toda  paz. 

Y  que  no  lleguemos  a  esto,  hermanas,  siendo  posible,  gran  covardía 
será.  Supliquemos  a  dios  que,  isi  hemos  de  yr  a  recebir  luego  penas, 
sea  adonde  con  esperanca  de  salir  dellas  las  llebemos  de  buena  gana, 
y  adonde  no  perdamos  su  amistad  y  gracia,  y  que  nos  la  idé  en  esta 
vida    para   no   andar   en   tentación,   sin   que   lo   entendamos. 


1      Esta  palabra  parece  de  la  M.  Jerónima,  que  borra  en  la  copia  juzgado. 


CAPITULO   XLI 


QUE  HABLA  DEL  TEMOR  DE  DIOS  Y  COMO  NOS  HSBEMOS  DE  GUARDAR  DE  PECADOS 
VENIALES. 


¡Cómo  me  he  alargado!  Pues  no  tanto  como  quisiera,  porque 
es  cosa  sabrosa  hablar  en  tal  amor,  pues  ¿qué  será  tenerle?  El  señor 
me  le  dé,  por  quien  su  magestad  es.  Agora  bengamos  a  el  temor 
de  dios.  Es  cosa  también  muy  cognoscida  de  quien  le  tiene,  y  de  los 
que  le  tratan.  Aunque  quiero  que  entendáis  que  a  los  principios  no 
está  tan  crecido,  si  no  es  en  algunas  personas,  a  quien  el  señor,  como 
lie  dicho,  haze  grandes  mercedes:  en  breue  tiempo  las  haze  ricas 
de  virtudes,  y  ansí  no  se  cognosze  en  todos,  a  los  principios,  digo. 
Vase  aumentando  el  valor,  creciendo  más  cada  día;  aunque  dende 
luego  se  entiende,  porque  luego  se  apartan  de  pecados,  y  de  ocasiones, 
y  de  malas  compañías,  y  se  ben  otras  señales.  Mas  quando  ya  llega 
el  alma  a  contemplación,  que  es  de  lo  que  más  agora  aquí  tratamos, 
el  temor  de  dios  también  anda  muy  al  discubierto,  como  el  amor  no 
va  dissimulado  aún  en  lo  exterior.  Aunque  con  mucho  auisso  sean  mi- 
radas estas  personas,  no  las  verán  andar  descuydadas,  que  por  grandes 
que  le  tengamos  en  mirarlas,  las  tiene  el  señor  de  tal  manera,  que 
si  gran  interesse  se  les  loffreze,  no  harán  de  aduertencia  vn  pecado 
venial;  los  mortales  temen  como  al  fuego.  Y  éstas  son  las  yllusiones, 
hermanas,  que  yo  querría  que  temiéssemos  mucho,  y  supliquemos  siem- 
pre a  dios  no  sea  tan  recia  la  tentación,  que  le  offendamos,  isino  que 
nos  venga  (1)  conforme,  a  la  fortaleza  que  íios  ha  de  dar  para  vencerla. 
Esto  es  I' o  que  haze  a  el  caso;  leste  temor  es  el  que  yo  deseo  que 
nunca  se  quite  de  nosotras,  que  es  lo  que  nos  ha  de  valer. 

¡O  que  es  gran  cosa  ¡no  tener  offendida  a  el  señor,  para  que  sus 
sieruos  y  vasallos  los  demonios  estén  atados!  (2);  que,  en  fin,  todos 
le  han  de  seruir,  mal  que  les  pesse,  sino  que  ellos  es  por  fuerza  y 
nosotros  de  toda  voluntad.  Ansí  que,  tiniéndole  contento,  ellos  estarán 
a  raya,  no  harán  cosa  con  que  nos  puedan  dañar,  aunque  más  nos 
traigan  en  tentación  y  ¡nos  armen  lazos  secretos. 


1  Parece  esta  palabra  de  la  M.  Jerónima,  que  borra  la  dé. 

2  Borrado:  esclauos  animales.  Esclavos  infernales,  dice  el  autógrafo  valisoletano.  Quizá 
la  equivocación  movió  a  la  Santa  a  poner  esta  adición,  completando  al  mismo  tiempo  la  frase 
que  en  los  originales  había  dejado  en  suspenso.  De  ella  se  valió  Fr.  Luis  de  León  para  su 
edición  de  Salamanca. 


480  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

Tené  esta  quenta  y  auisso,  que  importa  mucho,  que  hasta  que 
os  veáis  con  tan  gran  determinación  de  no  offender  a  el  señor,  g 
que  perderíades  mili  uidas  antes  que  hazer  vn  pecado  mortal,  y  de 
los  veniales  estéis  con  mucho  cuidado  de  no  hazerlos  de  aduertencia, 
que  de  otra  suerte,  ¿quién  estará  sin  hazer  muchos?  Mas  ay  vna  ad- 
uertencia muy  pensada;  y  otra  tan  de  presto,  que  casi  haziendo  el 
pecado  venial  y  aduertiendo  es  todo  vno,  que  no  nos  pudimos  enten- 
der. Mas  pecado  muy  de  aduertencia,  por  chico  que  sea,  dios  nos  libre 
del;  quantimás,  que  no  ay  poco  siendo  contra  vna  tan  gran  magostad 
y  uiendo  que  nos  está  mirando.  Que  esto  paréoeme  ser  pecado  sobre- 
pensado,  y  como  quien  dize:  señor,  aunque  os  pesse,  haré  esto.  Ya  veo 
que  lo  veisi  y  sé  que  no  lo  queréis,  y  lo  entiendo;  mas  quiero  seguir 
más  mi  antojo  y  apetito  que  no  vuestra  voluntad.  ¿Y  que  en  cosa 
desta  suerte  ay  ser  poco?  A  mí  no  me  pareze  lleua  la  culpa,  sino 
mucho,  y  muy  mucho  (1). 

Mira,  por  amor  de  dios,  hermanas,  si  queréis  ganar  este  temor 
de  dios,  que  va  mucho  en  entender  quán  graue  cosa  es  offender/^  (2), 
y  tractadlo  en  vuestros  pensamientos  muy  de  ordinario,  que  nos  va 
la  vida,  y  mucho  más,  tener  arraigada  esta  virtud  en  nuestras  almas. 
Y  hasta  que  le  tengáis,  es  menester  andar  siempre  con  mucho  cuidado, 
y  apartarnos  de  todas  las  ocasiones  y  compañías  que  no  nos  ayuden 
a  llegarnos  mási  a  dios.  Tener  gran  quenta  con  todo  lo  que  hazemos, 
para  doblar  en  ello  nuestra  voluntad,  y  quenta  con  que  lo  que  ha- 
blare vaya  con  edificación;  huir  de  adonde  hubiere  pláticas  (\\xz  no 
sean  de  dios.  Ha  menester  mucho  que  en  sí  quede  muy  impreso  este 
temor,  aunque  si  de  veras  ay  amor,  presto  se  cobra.  Mas  en  tiniendo 
el  alma  esto  (3),  con  gran  determinación  en  sí,  como  he  dicho,  ique  por 
cosa  criada  no  hará  vna  offensa  a  dios,  aunque  después  (4)  cayga  alguna 
vez,  porque  somos  flacos  y  no  ay  que  fíar  de  nosotros  (quando  más 
determinados,  menos  confiados  de  nuestra  parte),  que  de  donde  ha  de 
venir  la  confianza  ha  de  ser  de  dios.  No  se  desanime,  que  qui.gá  lo 
primite  para  que  más  se  conozca,  sino  procure  luego  pedir  perdón. 
Quando  esto  que  he  dicho  entendamos  de  nosotros,  no  es  menester  an- 
dar encogidos  ni  apretados,  que  el  señor  nos  fauorescerá,  y  ya  Ja  cos- 
tumbre nos  será  ayuda  para  no  offenderle;  sino  andar  con  vna  sancta 
libertad,  tractando  con  quien  fuere  justo,  que  (5)  aunque  sean  personas 
distraydas;  porque  las  que  antes  que  tubiéssedes  este  verdadero  temor 
de  dios  os  fuera  tóx/co  (6)  y  ayuda  para  matar  el  alma,  muchas  vezes 
después  os  la  darán  ocasión  para  (7)  amar  más  a  dios  y  alabarle, 
porque  os  libró  de  aquello  que  veis  ser  notorio  peligro;  y  si  iantes 
fuérades   parte   para   ayudar   a  sus   flaquezas,   aora  lo   seréis   para   que 


1  Esta  frase  no  hace  sentido.  Dice  el  autógiafo:  ñ  mí  no  me  le  parece,  por  leve  que  sea 
la  culpa,  sino  mucho  y  muy  mucho. 

2  Borrado:  a  Dios. 

3  Borrado:  visto. 

4  Borrado:  se. 

5  Esta  palabra  no  se  halla  en  el  autógrafo,  ni  hace  falta  tampoco. 

6  Tósigo,  escribe  el  copista  a  quien  la  Santa  enmienda. 

7  La  Santa  no  borró  el  para  de  la  copia  a  pesar  de  escribirlo  entre  líneas,    por  eso  está 
duplicado. 


CAPITULO    XLI  H81 

se  vayanl  a  la  mano  en  ellas  por  lestar  delante  de  vos,  que  sin  quereros 
hazer  honrra  acaeze  esto. 

Yo  alabo  a  el  señor  muchas  vezes,  y  pensando  de  dónde  vendrá,  que 
muchas  vezes,  sin  dezir  palabra,  vn  sieruo  de  dios  ataja  las  palabras 
que  se  dizen  contra  él.  Debe  ser,  que  lansí  como  acá,  si  tenemos  vn 
amigo  siempre  se  tiene  respecto,  si  es  en  su  ausencia,  a  no  hazerle 
agrauio  delante  del  que  saben  que  lo  es;  y  como  aquí  está  en  gra- 
cia, la  misma  gracia  debe  hazer,  que,  por  vajo  que  sea,  se  le  tenga 
respecto,  y  no  le  den  pena  en  cosa  que  tanto  entiende  ha  ¡de  sen- 
tir como  offender  a  dios.  El  caso  es  que  yo  no  sé  la  causa,  mas 
sé  que  es  muy  ordinario  esto.  Ansí  que  no  os  apartéis,  porque 
si  el  alma  se  comienza  a  encoger,  es  muy  mala  cosa  para  todo  lo 
bueno,  y,  a  las  vezes,  dan  en  ser  scrupulosas.  Veisla  aquí  ynhabilitada 
para  sí  y  para  los  otros;  ya  que  no  dé  en  esto,  será  buena  para 
sí,  mas  no  llegará  muchas  almas  a  dios,  como  ven  tanto  encogimiento 
y  apretura.  Es  tal  nuestro  natural,  que  las  attemoriza  y  ahoga,  y  aun 
de  lleuar  el  camino  que  vos  Ueuáis,  aunque  cognoszen  claro  ser  de 
gran   virtud. 

Y  viene  otro  daño  de  aquí,  que  en  juzgar  a  otros,  como  no  van 
por  vuestro  camino,  sino  con  más  sanctidad  (por  approbechar  el  pró- 
ximo tractan  con  libertad  y  isin  essos  encogimientos),  luego  os  pareze- 
rán  ymperfectos.  Si  tienen  alegría  sancta,  parezerá  dissolutión,  en  spe- 
cial  en  las  que  no  tenemos  letras,  ni  sabemos  en  lo  que  se  puede  tractar 
sin  pecado.  Es  muy  peligrosa  icosa,  y  para  vn  andar  en  tenta<pión  con- 
tina y  muy  de  mala  digestión,  porque  es  en  perjuicio  del  próximo.  Y  pen- 
sar que  si  no  van  todos  por  el  modo  que  vos,  encogidamente,  no  van 
tam  bien,  es  malísimo.  Y  ay  otro  daño:  que  en  algunas  cosas  que 
habéis  de  hablar,  y  es  razón  habléis,  por  miedo  de  no  exceder  en 
algo,  no  ossaréis  sino  por  ventura  dezir  bien  de  lo  que  sería  muy 
bien  abominássedes. 

Hnsí  que,  hermanas,  todo  lo  que  pudiéredes  sin  offensa  de  dios, 
procura  ser  affables,  y  entender  con  todas  las  personas  que  os  trata- 
ren de  manera,  que  amen  vuestra  conuersa^ión  y  deseen  vuestra  ma- 
nera de  viuir  y  tratar,  y  no  se  attemorizen  y  amedrenten  de  la  vir- 
tud. R  la  religiosa  importa  mucho  esto:  mientras  más  sanctas,  más 
conuersables  con  sus  hermanas,  que  aunque  sintáis  mucha  pena,  si 
no  van  sus  pláticas  todas  como  vos  las  querríades  hablar,  nunca  os 
extrañéis  dellas,  y  así  aprouecharéis  y  seréis  amadas.  Porque  mucho 
hemos  de  procurar  ser  affables,  y  agradar  y  contentar  a  las  personas 
que  tractamos  (1). 

Hnsí  que,  hijas  mías,  procura  entender  en  uerdad,  que  dios  no 
mira  tantas  menudencias  como  vosotras  pensáis;  y  no  dexéis  encoger 
vuestra  ánima  y  ánimo,  que  se  podrán  perder  muchos  bienes:  la  in- 
tención recta,  y  la  voluntad  determinada  de  no  offender  a  dios,  como 
tengo  dicho.  (2)  No  dexéis  arrinconar  vuestra  alma,  porque  en  lugar 
de  procurar  sanctidad,  sacará  muchas  imperfcctiones,  que  el  demonio  le 


1  Borrado:  en  especial  a  nuestras  hermanas. 

2  Borrado:  Procura  tener  siempre. 

III  31 


482  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

porná  por  otras  uías:    no  aprouechará  tanto  a  sí  y  a  las  otras  como 
pudiera. 

Veis  aquí  cómo  con  estas  dos  cosas,  amor  y  temor  de  dios,  po- 
demos yr  por  este  camino  sosegados  y  quietos,  aunque,  como  el  temor 
ha  de  yr  siempre  delante,  no  descuidados,  porque  esta  seguridad  no  la 
hemos  de  tener  mientras  uiuimos,  (1)  que  sería  gran  peligro.  Y  ansí  lo 
entendió  nuestro  enseñador,  pues  en  el  fin  desta  oración  dixo  a  su 
padre    estas   palabras. 


1       Borrado:  por. 


CñPITULO    XLII 


EN    QUE    TRflTfl    DESTflS    POSTRERAS    PALABRAS:     SED     LIBERA    NOS    A    MALO.     AMEN. 


Como  sabe  nuestro  buen  maestro  los  peligros  y  travajos  de  esta 
vida,  pide  esta  petiglón  para  nosotros,  y  aun  [avía  pr]óvado  [por 
es]  piri[en<;ia]  quan  [penojsa  es  (1)  que  ya  vemos  quán  cansado 
estaba  de  ella  guando  dixo  en  la  cena  a  sus  appóstoles:  con  deseo  he 
deseado  cenar  con  vosotros,  que  lera  la  postrera  cena  de  su  uida. 
Adonde  se  ve  quán  sabrosa  le  era  la  muerte;  y  agora  no  se  cansarán 
los  que  han  cient  años,  sino  siempre  están  con  deseo  de  uiuir  más  (2), 
fl  la  verdad,  no  la  pasamos  tan  mal,  ni  con  tantos  trauajos  como  su 
magestad  la  pasó,  y  tan  pobremente.  ¿Qué  fué  toda  su  vida  sino 
vna  continua  muerte,  siempre  trayendo  aquella  tan  cruel  que  le  ha- 
bían de  dar  delante  de  los  ojos?  Y  lesto  era  lo  menos;  ¡mas  tantas 
offensas  como  vía  se  hacían  a  su  padre,  y  tanta  multitud  de  almas 
como  se  perdían!  Pues  si  acá  vna  que  tenga  charidad  le  es  gran 
tormento,  ¿qué  sería  en  la  charidad  sin  tasa  ni  medida  deste  señor? 
¡Y  qué  gran  ragón  temía  de  suplicar  a  el  padre  que  le  librasse  ya 
de  tantos  males  y  trauajos,  y  le  pusiesse  en  descanso  para  siempre 
en  su  reyno,  pues  era  verdadero  heredero  del! 

Amén.  Entiendo  yo  que  pues  con  el  amén  se  acaban  todas  las 
cosas,  que  ansí  pide  el  señor  seamos  librados  de  todo  mal  para  siem- 
pre. Y  así  suplico  yo  a  su  magestad  (3)  me  libre  a  mi  de  todo  mal  para 
sienpre,  pues  no  creo  (^)  desquito  de  lo  que  debo,  sino  que  puede  ser 
que  (5)  cada  día  me  adebdo  más.Y  lo  que  no  se  puede  sufrir,  señor,  es 
no  poder  saber  cierto  que  os  amo/,  y  si  (6)  son  acceptos  mis  deseos  de- 
lante de  vos.  ¡O  señor  y  dios  mío,  líbrame  ya  de  todo  mal,  y  ser  seruido 
de  lleuarme  adonde  están  todos  los  bienes!  ¿Qué  speran  ya  aquí 
aquellos  a  quien  vos  habéis  dado  algún  cognoscimiento  de  lo  que  es 
el  mundO',  y  tienen  viua  fee  de  los  que  el  padre  eterno  les  tiene  guar- 
dado? 


1  Las  palabras  entre  paréntesis,  que  desaparecieron  al  recortar  las  hojas  del  códice,  según 
queda  dicho  repetidas  veces,  se  toman  de  la  edición  de  D.  Teutonio. 

2  Estas  siete  líneas  están  muy  modificadas  por  la  Santa. 

3  Bonado:  él  señor. 

4  Había  escrito  la  Santa  al  margen  que  creo,  y  lo  borró,  poniendo  en  la  otra  creo. 

5  Borrado:  por  uentura. 

6  Borrado:  os. 


'iS'í  CAMINO     DE     PERFECCIÓN 

El  pedir  esto  con  dcsseo  grande  y  toda  determinación,  es  vn 
gran  effecto  para  los  contemplatiuos  de  que  las  mercedes  que  en 
la  oración  resciben  son  de  dios,  no  sien[do]  por  vyr  los  trabajos,  sino 
sólo  por  gofar  de  él.  A  quien  nuestro  señor  los  diere  (1),  ténganlo  en 
mucho.  El  pedirlo  yo  no  es  por  esta  vía,  digo  que  no  se  tome  por 
esta  uía,  sino  que,  como  he  uiuido  tan  mal,  temo  ya  de  mas  viuir,  y 
cánsanme  tantos  trauajos.  Los  que  participan  de  los  regalos  de  dios, 
no  es  mucho  que  deseen  estar  adonde  no  los  gozen  a  sorbos,  y  que 
no  quieran  estar  en  vida  que  tantos  enbarazos  ay  para  gozar  de  su  (2) 
bien,  y  que  deseen  estar  adonde  !no  se  les  ponga  el  sol  de  justicia. 
Haráseles  todo  obscuro  quanto  ven  después  en  este  siglo,  y  de  cómo 
viuen  me  spanto.  No  debe  ser  con  contento  quien  ha  comenzado  a 
gozar,  y  le  han  dado  ya  acá  su  rey  no  (3),  y  no  ha  de  viuir  por  su 
voluntad,  sino  por  la  del  rey. 

¡O  quán  otra  uida  debe  ser  ésta  para  no  desear  la  muerte!  ¡Quán 
diferentemente  se  inclina  nuestra  voluntad  a  lo  que  es  la  voluntad 
de  dios!  Ella  quiere  que  queramos  la  verdad,  nosotros  queremos  la 
mentira;  quiere  que  queramos  lo  eterno,  acá  nos  inclinamos  a  lo 
que  se  acaba;  quiere  queramos  cosas  grandes  y  subidas,  acá  queremos 
vajas  y  de  tierra;  querría  quisiéssemos  sólo  lo  seguro,  acá  amamos 
lo  dubdoso.  Dexemosi  a  su  voluntad  el  dar,  pues  ya  le  tenemos  dada 
la  nuestra  (4);  y  sea  para  siempre  sanctiñcado  su  nombre  en  los 
cielos  y  len  la  tierra,  y  en  mí  sea  siempre  hecha  su  voluntad,  ñmén. 

flora  mira,  hermanas,  cómo  el  señor  me  ha  quitado  de  trabajo 
enseñando  a  vosotras  y  a  mí  el  camino  que  comencé  a  deciros,  dán- 
dome a  entender  lo  mucho  que  pedimos  quando  decimos  esta  oración 
euangélica.  Sea  bendito  por  siempre,  que  es  cierto  que  jamás  vino 
a  mi  pensamiento  que  había  tan  grandes  secretos  en  ella,  que  ya  habéis 
visto  que  encierra  en  sí  todo  el  camino  spiritual,  desde  el  principio 
hasta  engolfar  dios  el  alma  'en  sí,  y  darle  abundosamente  de  beuer 
de  la  fuente  de  agua  viua,  que  estaba  a  el  fin  del  camino.  Pareze  nos 
ha  querido  el  señor  dar  a  entender,  hermanas,  la  gran  consolación 
que  está  aquí  encerrada,  y  que  es  gran  prouecho  para  las  personas 
que  no  saben  leer.  Si  lo  entendiessen,  por  esta  oración  podían  sacar 
mucha   doctrina  y  consolarse  con  ella. 

Pues  deprendamos,  hermanas,  de  la  himiildad  con  que  nos  en- 
seña este  buen  maestro  nuestro,  y  suplicalde  me  perdone,  que  me  he 
attreuido  a  hablar  en  cosas  tan  ñltas  (5),  pues  ha  sido  por  obedi[sncia]. 
Bien  sabe  su  magestad  qtre  mi  entendimiento  no  es  capaz  para  ello,  si 
él  no  me  enseñam  lo  que  he  dicho,  ñgradezésselo  vosotras  (6),  que  debe 
haberlo  hecho  por  la  humildad  con  que  rae  lo  pedistes  y  quisistes  ser 
enseñadas  de  cosa  tam  miserable. 


1  Borrado:  ansí  que  los  que  lo  fueren. 

2  Borrado:  tanto. 

3  Borrado:  casa. 

4  Aquí  faltan  unas  cuantas  líneas  por  estar  borradas  en  el   autógrafo  de  Valladolid,  como 
aa  se  dijo  en  la  página  205,  nota  segunda,  ij   ha  ocurrido  siempre  en  casos  análogos. 

5  Borra  la  Santa  tiuas  (altivas). 
O  Borrado:  s  él,  hermanas. 


CAPITULO     XLII 


^85 


Si  el  padre  maestro  (1)  fray  domingo  báñez  (2),  de  la  orden  de  san- 
to domingo,  que  es  mi  confesor,  a  quien  le  daré  antes  que  le  veáis,  (3) 
viere  que  es  para  vuestro  aprouechamiento  y  os  le  diere,  consolarme  he 
que  os  consoléis;  si  no  ,estubiere  para  que  nadie  le  vea,  tomaréis  mi  vo- 
luntad, que,  con  la  dicha  de  mi  confesor  (^),  he  obedecido  a  lo  que  me 
mandastes;  que  yo  me  doy  por  bien  pagada  del  trauajo  que  he  tenido 
en  screuir,  que  no  por  cierto  en  pensar  lo  que  he  dicho.  Bendicto  sea 
y  alabado  sea  el  señor  para  sienpre  jamás,  de  donde  nos  biene  el 
bien    que    hablamos,    pensamos    y    hazemos.    Amén,    amén. 

Deo   gratias   (5). 


1  Borrado;  presentado.  Véase  la  nota  primera  de  la  página  359. 

2  Ibáñez,  escribió  el  copista,  y   alguien  tachó  la  y. 

3  Borrado:  sí. 

4  Borrado:  vuestra. 

5  En  esta  misma  plana,  de  letra  posterior  a  la  copia  u  de  otra  pluma  se  lee:  «Después  de 
fundado  este  monesterio  de  Sto  Joseph,  con  las  monjas  del  fundó  la  madre  Theresa  de  jhus. 
estos  conventos  que  se  sigue:  En  Malagón,  en  Toledo,  en  Alva,  en  Pastraná,  en  Vallid.,  en 
Medina  del  Campo,  en  Salamanca,  en  Segovia,  en  Veas,  en  Sevilla,  en  Caravaca,  en  Palencia 
a  en  Burgos».  La  numeración  no  es  completa.  Al  terminar  la  hoja,  Ana  de  San  Pedro  escribe: 
Válgate  Jesús  y  Santa  María  y  San....  No  contiene  más. 


APROBACIÓN      DEL      CAMINO      DE      PERFECCIÓN      POR      EL      P.      DOMINGO      BAiVEZ      (1). 


E  visto  con  atención  este  libro  de  avisos  y  consejos  que  da  la 
madre  teresa  de  jesús,  fundadora  de  los  monesterios  de  descalcas  car- 
melitas, a  sus  hijas.  No  e  hallado  en  él  cosa  que  me  ofenda  en  lo 
que  toca  a  buena  y  santa  dotrina.  Muchas  cosas,  y  casi  todas  las 
que  diife,  provocan  a  toda  virtud,  en  especial,  a  oragión  bocal¿  y  mental 
y  contenpla^ión.  Da  muy  inportantes  avisos  contra  los  peligros  que  ai 
en  el  camino  de  la  vida  contenplativa.  Pone  ánimo  a  los  inq:ipientes, 
y  algún  temor  a  los  que  piensan  van  adelante.  Su  estilo  es  tan 
sin  arte  vmana,  que  se  echa  bien  de  ver  que  habla  más  su  coragón 
de  lo  que  por  espirien^ia  siente,  que  su  entendimiento  de  lo  que  por 
9ien(;ia,  o  legión,  o  buen  discurso  sabe;  y  así  habla  con  espíritu,  y 
le  pega  con  lo  que  dice,  como  lo  esprimentará  quien  con  atención  leicrc 
este  tratado.  Páreseme  haría  provecho  si  se  comunicase,  y  más  a  reli- 
jiosas,  de  qualquier  orden  que  sean,  porque,  por  ser  mujer  la  que 
habla  por  espirien^ia,  parece  que  con  su  ejenplo  se  animarán  más 
las  mujeres  a  ser  varones  en  la  virtud  que  si  olesen  a  vn  onbre  doto, 
por  muy  bueno  que  sea.  Algunas  cosas  van  correjidas  de  mi  mano, 
entre  renglones,  o  en  las  márjenes;  otras  testadas,  parte  por  falta  del 
escritor,  parte  por  estar  esquramente  dichas,  o  superfuUamente  repeti- 
das. En  el  capítulo  treinjta  y  uno  declaré  en  la  marjen  (2),  qué  llaman 
cosas  sobrenaturales  en  los  movimientos  o  quietud  del  espíritu.  Esto 
es   lo   que  me  parece   deste  tratado,  i  así   lo  firmo  de  mi   nonbre   (3). 


1  Cumpliendo  lo  que  había  prometido  en  la  nota  que  pone  en  la  portada  del  Camino  de 
Perfección  de  Valladolid  (vid.  p.  3,  nota  segunda),  dejó  escrito  su  parecer  en  papel  aparte,  que 
todavía  guardan  las  religiosas  junto  con  el  autógrafo.  Como  el  P.  Bánez  no  firma  este  escrito, 
debió  de  creerse  en  algún  tiempo  que  pertenecía  al  P.  García  de  Toledo,  por  cuanto  se  nonibró 
al  P.  Francisco  de  la  Madre  de  Dios,  prior  de  los  Carmelitas  Descalzos  de  Calahorra,  ij  al  Padre 
Carlos  de  S.  Juan  Bautista,  lector  en  nuestro  colegio  de  Logroño,  para  que  cotejasen  la  letra  de 
este  documento  con  el  que  contiene  la  relajación  del  voto  de  la  Santa  de  hacer  siempre  lo  más 
perfecto,  que  se  venera  en  las  Carmelitas  Descalzas  de  Calahorra.  (Cfr.  t.  II,  p.  128).  Hecho  el 
cotejo,  declararon  «que  la  letra  de  este  papel  no  es  idéntica  con  la  letra  del  referido  padre  que 
en  dicho  relicario  se  contiene».  Mal  podían  hallarla  igual,  siendo  de  otra  pluma,  que  se  diferen- 
cia bastante  de  la  del  P.  García  de  Toledo.  Este  parecer,  puesto  en  el  mismo  pliego  del  Padre 
Báñez,  está  filmado  por  los  dos  religiosos  citados  el  16  de  Diciembre  de  1757.  Aunque  el  Padre 
Báñez  no  firma  la  aprobación  del  libro,  la  letra  es  igual  a  las  muchas  notas  que  puso  en  este 
autógrafo. 

2  Así  lo  hizo.  Véase  la  nota  segunda  de  la  página  136,  que  corresponde  al  capítulo  XXIX 
de  esta  edición  y  XXXI  del  autógrafo. 

5      No  fitina  el  documento,  como  ya  advertimos  en  la  nota  anterior. 


CARTA     DEL    P.     FRANCISCO    DE     RIBERA     PIDIENDO     EL    CAMINO    DE    PERFECCIÓN     (1). 


t 

Jhs 

La  gracia  de  Jesuchristo  nuestro  Señor  esté  en  el  alma  de  v.  m. 
siempre. 

Es  menester  que  v.  m.  sea  muy  liberal  en  lo  que  aquí  le  escreuiré, 
pues  es  serui9io  de  nuestro  Señor  y  bien  de  muchas  almas.  El  libro 
del  pater  noster  de  la  santa  madre  se  imprimió  en  Euora  la  primera 
vez  de  manera  que  era  lástima  verle.  La  segunda  se  imprimió  en  Sa- 
lamanca, enmendadas  cosas  de  las  del  de  Euora,  pero  más  por  buena 
cabera  que  por  original  (2).  flora  se  quiere  imprimir  acá,  la  tercera;  y 
yo  deseaua  auerle  a  las  manos  primero,  para  que  libro  tan  bueno  sa- 
liese como  era  razón,  fl  querido  nuestro  Señor  que  me  le  an  en- 
tregado para  que  le  corrija;  y  yo  deseo  hazer  en  él  toda  la  diligenijia 
posible  para  que  salga  como  a  de  salir,  y  como  yo  deseo  que  salga 
libro  de  mi  madre,  a  quien  yo  tanto  quiero.  Para  esto  e  menester 
buen  original  para  enmendarle,  y  aun  no  querría  vno  solo,  ñnme 
dicho  que  el  original  de  la  mano  de  la  misma  madre  está  en  esa 
casa.  V.  m.  hará  mucho  -serui^io  a  nuestro  Señor,  y  a  mí  grandísima 
caridad,  en  embiármele  luego,  porque  ay  mucha  priesa  en  el  negocio; 
que  yo  le  guardaré  como  reliquia,  tan  precioso,  y  con  mensajero  muy 
cierto  se  le  embiaré  a  v.  >m.,  a  muy  buen  recaudo,  con  mucha  breuedad, 
y  con  toda  la  fidelidad  y  verdad  que  yo  deuo  guardar,  y  v.  m.  verá, 
Y  si  v.  m.  no  tiene  acaso  el  original,  me  embíe  qualquiera  que  tenga 
de  mano,  y  me  escriua  dónde  hallaré  el  mismo  original,  y  el  original 
de   las   moradas,  y   de   la    vida  y   de   las   fundaciones. 

Si  no  vuiera  tanta  priesa,  escriuiera  a  Toledo  a  la  madre  priora  (3) 
para  que  por  su  carta  viera  v.  m.  cómo  gustaua  dello;    pero  eso  bien 


1  Esta  hermosa  caita,  dirigida  a  María  de  Cristo,  nueva  demostración  de  la  devoción 
acendrada  de  su  docto  ü  piadoso  autor  a  Santa  Teresa,  es  tanto  más  de  estimar,  cuanto  que  en 
la  fecha  en  que  fué  escrita,  acababa  de  morir,  como  quien  dice,  u  nada  había  podido  decir  aún 
la  Iglesia  de  sus  virtudes;  es  conocida  de  muy  antiguo.  Publicó  gran  parte  de  ella  el  /Iño  Tere- 
siano,  y  después  se  ha  impreso  en  varias  obras.  Últimamente,  la  insertó  y  reprodujo  fotográñca- 
mente  el  P.  Fita,  ilustrándola  con  muy  eruditos  y  oportunos  comentarios,  en  el  número  de  Sep- 
tiembre-Octubre del  Boletín  de  la  Real  ñcademia  de  la  Historia.  En  cuanto  a  la  fecha  en  que 
fué  escrita,  confirma  lo  que  ya  dijimos  en  el  primer  tomo  de  esta  edición  (Preliminares,  página 
LXXXVIII).  En  la  presente  edición  corregimos  los  yerros  cometidos  por  todos  los  que  hasta  el 
presente  han  publicado  esta  carta  y  las  dos  postdatas  que  se  ponen  a  continuación. 

2  Alude  a  la  edición  de  Gracián,  de  que  hablamos  en  la  Introducción,   pág.  XXXIII. 

3  María  Bautista,  sobrina  de  la  Santa,  que  por  prescripción  médica  había  ido  a  curarse  a 
aquella  ciudad. 


488  CñRTfl     DEL     P.     RIBERA 

se  entenderá  por  ser  para  lo  que  es.  Pues  su  r.  g  v.  m.,  y  todas  sus 
hijas  deuen  desear  mucho  esto  mismo;  y  creo,  con  ayuda  del  Señor, 
le  verán  después,  de  manera  que  se  consuelen. 

Esta  carta  embío  al  padre  gerónirao  de  mendoza  para  que  la  dé 
a  V.  m.,  y  icobre  respuesta,  y  me  embie  el  libro  con  el  mensajero  que 
yo  le  escriño.  Por  caridad,  v.  m!.  se  le  dé  luego,  y  fíese  de  mi  palabra. 

Encomiéndeme  v.  m.  a  nuestro  Señor,  y  a  la  hermana  Estefanía  (1) 
la  dé  mis  encomiendas,  y  la  diga  que  desde  el  día  que  la  hablé,  la 
encomiendo  en  la  missa  a  nuestro  Señor  cada  día  sin  faltar,  y  que 
está  obligada  por  la  caridad   a  corresponder   a  esta  voluntad. 

Sabido  e  que  está  mejor  la  madre  priora.  Si  de  nueuo  ay  algo 
deso,  o  de  su  buelta,  me  anise  v.  m.;  y  mire  v.  m.  que  es  menestei< 
esto  que  digo  luego  a  la  hora.  El  Señor  dé  a  v.  m.  mucha  gracia  suya. 

De    Salamanca,    14    de    Deziembre    (2). — Fran.s    de    Ribera. 

(Sobrescrito.)  ñ  la  madre  María  de  Christo,  vicaria  de  las  des- 
calcas Carmelitas. — Valladolid. 

(Debajo  del  sobrescrito.  Postdata  de  María  de  Cristo). 

t 

Por  esa  verá  v.  r.§  lo  que  pide  el  dotor  rribera;  y  como  lo  te^ 
nemos  para  dárselo,  que  es  éste,  querría  que  v.  r.§  me  dijese  si 
se  le  darré  o  no,  por  que  vaya  con  bendición  lo  que  se  yqier.  Ya 
enbié  el  rrecaudo  a  fray  diego  de  yanguas  (3);  mayana  (4),  entre  las 
siete  y  las  ocho,  a  de  venir. — M.a  de  christo  (5). 

(Encima  del  sobrescrito.  Postdata  de  Fr.  Gregorio  Nacianceno). 

t 

Jhs  m.a 

Yo  no  me  atreveré  a  dar  licencia  para  quese  libro  se  saque  de 
casa;  ni  sé  si  conviene  que  ande  de  mano  en  mano,  por  ser  reliquia  (6) 
de  tanta  estima;  que,  aunque  es  verdad  que  al  P.  Ribera  se  puede 
fiar  todo,  de  aquí  a  sus  manos  ay  vente  (7)  y  dos  leguas  y  muchos  pe- 
ligros. En  lo  que  me  resuelbo  es  que  V.  R.  le  dé  si  le  paresciere, 
que  en  esto  no  quiero  poner  mi  decreto;  yo  holgaría  que  con  buen 
modo  se  escusase  (8). 

Fr.  gregorio. 


1  Religiosa  muü  ejemplar,  cuya  fama  de  santidad  llegó  hasta  la  corte  de  Felipe  II  h  Felipe 
III.  Profesó  en  Valladolid  ei  6  de  Agosto  de  1574,  con  el  nombre  de  Estefanía  de  los  Apóstoles. 

2  El  año  de  1586,  según  se  dijo  en  el  tomo  I,  pág.  LXXXVIII. 

3  Religioso  dominico,  de  quien  hablamos  en  el  tomo  II,  p.  25,  nota  tercera. 

4  Por  mañana. 

5  Profesó  esta  religiosa  en  Valladolid,  el  13  de  Diciembre  de  1572.  Murió  en  las  Carme- 
litas de  Zaragoza. 

6  Rilequi,  escribe  el  P.  Gregorio. 

7  Por  veinte. 

8  Fué  el  P.  Gregorio  Nacianceno  uno  de  los  religiosos  primitivos  más  estimados  de  la 
Santa  y  beneméritos  de  su  Reforma,  ij  a  la  sazón  superior  de  los  Carmelitas  descalzos  de  Va- 
lladolid. Estas  líneas  acreditan  bien  la  prudencia  consumada  del  insigne  carmelita. 


CARTA      DE      D.      TEUTONIO      DE      BRñGANZA      A      LAS      CARMELITAS      DESCALZAS      (1). 


Theotonio  de  Barganía,  indigno  Arzobispo  de  Euora  en  Portugal, 
a  las  muy  religiosas  y  (deuotas  inadres  ds  los  monesterios  de  la  primera 
regla  de  nuestra  señora  del  Carmen,  salud  en  Jesu  Christo  nuestro 
señor. 

Entre  las  mercedes  que  de  nuestro  señor  tengo  recibidas,  no  es 
la  menor  auerme  dado  familiar  conocimiento  de  la  muy  rcuerenda 
madre  Teresa  de  Jesús,  que  íes  en  gloria;  porque  en  ella  vi  resplan- 
decer los  dones  de  nuestro  señor  y  de  su  diuina  gracia.  De  lo  qual 
dan  testimonio  los  monasterios  de  religiosas  que  ella  fundó  y  reduxo 
a  la  primera  regla  de  nuestra  señora  del  Carmen,  sin  alguna  mitiga- 
ción; con  tanta  obseruancia  y  recogimiento,  y  con  tanta  aspereza  y 
exercicio  de  oración  y  trabajo  de  manos,  quanto  nuestra  flaca  huma- 
nidad puede  sufrir,  ofreciéndose  ella  por  exemplo  viuo  de  esta  manera 
de  uida,  y  fiando  de  nuestro  señor,  que  él  daría  a  sus  sieruas  fuerzas 
espirituales  y  corporales  para  perseuerar  en  ella.  Y  como  era  tan 
grande  la  charidad  y  feruor  de  esta  madre,  y  el  desseo  de  la  pureza 
y  sanctidad  de  sus  espirituales  hijas,  no  se  contentó  con  el  exemplo 
y  doctrina  que  en  vida  les  dio,  sino  quiso  también  que  después  de 
su  muerte  quedassen  biuas  sus  palabras,  para  que  en  todo  tiempo 
hiziessen  el  officio  que  ella  en  vida  hazía.  Y  como  persona  que  tanta 
lumbre  tenía  de  nuestro  señor,  y  tanta  experiencia  de  las  cosas  de  la 
religión  escriuió  los  apuntamientos  y  documentos  que  van  en  este 
libro,  para  que  la  tristeza  que  las  madres  podrían  aver  sentido  con 
la  ausencia  de  su  cuerpo,  se  soldasse  con  la  presencia  de  su  espíritu, 
que  en  estas  letras  muertas  está  biuo.  Y  ésta  es  una  de  las  consola- 
ciones con  que  sus  espirituales  hijas  han  de  mitigar  el  dolor  de  su 
partida.  Y  otra  es  tener  por  cierto  que,  allá  donde  está,  no  ha  de 
desamparar  lo  que  tanto  amó,  pues  la  charidad  no  es  menor,  sino 
mayor,   en  el  cielo  que  en  la  tierra. 

Y  no  es  pequeña  consolación  ver  que  aun  después  de  su  falleci- 
miento, su  espíritu  biue  en  la  doctrina  deste  libro,  que  ella  con  el 
sancto  zelo  que  tenía  de  aprouechar  a  sus  hijas,  ordenó  y  compuso 
para   solas   ellas,   pidiéndome   encarecidamente   lo   mandasse   yo   impri- 


1  Reproducimos  esta  carta  tal  como  la  trae  la  edición  de  Evora,  fuera  de  la  puntuación, 
que  modernizamos.  Por  su  lectura,  se  observará  que  Fr.  Luis  de  León  tomó  de  ella,  para  la 
que  dirige  a  las  Carmelitas  de  Madrid,  algunos  pensamientos,  aunque  revistiéndolos  de  insupe" 
rable  hermosura  literaria. 


^90  CARTA     DE     D.     TEUTONIO     DE     BRAGflNZA 

mir  para  solo  este  effecto;  porque  auiendo  algunos  traslados  de  mano, 
halláronse  muchas  cosas  trocadas  de  como  ella  las  hauía  escrito,  lo 
qual  se  remediaría  con  la  imprcssión  (1).  Y  assí,  lo  hize  yo  imprimir  para 
satisfazer  a  este  su  tan  piadoso  desseo.  En  el  qual  libro,  primeramente 
les  encomienda  el  exercicio  de  la  oración  y  meditación,  en  la  qual 
se  gusta  la  dulzura  que  tiene  Dios  escondida  para  los  que  le  temen; 
y  ésta  es  la  que  los  haze  promptos  y  alegres  para  todos  los  trabajos 
de  la  virtud.  Porque  assí  como  el  demonio  con  el  ceuo  del  deleyte  lleua 
los  hombres  a  todos  los  vicios,  así  el  espíritu  sancto  contrapone  a 
este  otro  deleyte  espiritual,  con  el  qual  los  aficiona  a  todas  las  virtudes. 

Encomiéndase  también  mucho  en  este  libro  la  mortificación  de 
nuestros  appetitos  y  propias  voluntades,  para  lo  qual  ayuda  grande- 
mente la  oración,  que  enternece  el  corazón;  y  con  la  suauidad  y  dul- 
zura que  ella  tiene,  haze  dulce  el  trabajo  de  esta  mortificación.  Y 
estas  dos  virtudes  son  aquel  encienso  y  mirrha  de  que  tantas  vezes 
se  haze  mención  en  él  libro  de  los  cantares,  en  los  quales  entendemos 
por  el  encienso  que  subie  a  lo  alto,  la  oración,  y  por  la  mirrha,  que 
es  amarga,  la  mortificación.  Encomienda  también  la  doctrina  deste 
libro  el  recogimiento  y  el  excusar  la  comunicación  de  los  seglares, 
aunque  sean  parientes,  acordándose  de  aquellas  palabras  del  Propheta, 
que  dize:  oye  hija!,  y  vee,  y  inclina  tu  oreja,  y  oluídate  de  tu  pueblo, 
y  de  la  casa  de  tu  Padre,  y  cobdiciará  el  rey  tu  hermosura.  Y  para 
excusar  estas  comunicaciones,  encomienda  mucho  el  trabajo  de  manos, 
con  que  las  religiosas  amadoras  de  la  pobreza  de  christo  proueen  a  sus 
necessidades,  sin  auer  menester  el  ayuda  de  parientes.  Y  pues  el  Após- 
tol S.  Pablo,  con  tener  el  cuydado  de  tantas  yglesias,  mantenía  a  ssí 
y  a  sus  compañeros  con  el  trabajo  de  sus  manos,  ¿cómo  se  podrán  jus- 
tamente excusar  deste  officio  las  personas  que  no  tienen  semejante 
carga? 

ñssí  mesmo  encomienda  el  rigor  y  aspereza  de  la  vida  monástica, 
y  este  rigor  se  conserue  siempre.  Porque,  pues  el  primer  cuydado  que 
han  de  tener  las  religiosas,  que  consagraron  sus  cuerpos  y  ánimas  a 
xpo.  (2),  y  a  él  tienen  por  esposo,  ha  de  ser  seguir  el  cordero  por  do- 
quiera que  va,  que  es  imitarle  y  parecerse  a  él,  y  sabemos  que  toda 
su  vida  fué  una  perpetua  cruz,  trayéndola  siempre  ante  los  ojos,  pro- 
curen ellas  también  que  toda  la  suya  sea  cruz,  zelando  el  rigor  y 
aspereza  de  la  religión,  y  trabajando  porque  siempre  esté  en  pie 
y  no  affloxe.  Porque,  si  en  algo  affloxan,  pocoi  a  poco  se  irán  relaxando 
hasta  caer  del  todo,  pues  nuestra  humanidad  siempre  nos  desayuda, 
tirando  para  baxo.  Y  deste  rigor  y  aspereza,  se  seguirá  vn  gran 
prouecho,  y  es  que  las  que  quieren  ser  monjas,  no  por  Dios,  sino 
por  otros  respectos  humanos,  no  escogerán  esta  manera  de  vida  tan 
contraria  a  los  gustos  de  nuestra  humanidad.  Por  donde  assí  como 
la  mar  despide  de  sí  los  cuerpos  muertOjS',  y  los  hecha  a  lo  riuera,  assí 
la  aspereza  de  la  vida  religiosa  despedirá  de  ;sí  a  los  que  no  la  pro- 
curan por  Dios,  sino  por  estos  respectos.  Y  assí,  solas  aquellas  la 
eligirán   que  d,exan  el  mundo  por  Christo,   a  las  quales  no  desagrada 


1  Más  bien,  se  agravó  el  mal  que  D.  Teutonio  lamenta. 

2  Cristi). 


CARTA     DE     D.     TEUTONIO     DE     BRAGANZíl  491 

g1  recogimiento  y  aspereza  de  la  vida,  antes  Ja  procuran  y  dessean, 
y  éstas  son  las  que  conseruan  y  tienen  en  pie  la  religión.  Quiere  tam- 
bién esta  madre,  que  sus  religiosas  sean  pocas  en  número,  porque 
para  pocas,  poco  basta.  Y  con  esto  se  escusará  el  mayor  peligro 
que  ay  en  las  religiones,  que  es  tener  más  cuenta  con  el  dote  grande, 
que  con  el  espíritu  y  devoción  de  las  que  entran  en  ellas;  porque 
con  este  ccuo  admitten  algunas  personas  que  no  conuienen  para  la 
religión.  Y  como  han  de  ser  difficultosas  en  el  recibir,  assí  iian  de 
ser  fáciles  en  el  despedir  las  que  no  arman  para  su  propósito.  Porque 
por  esso  ella,  como  era  tan  prudente,  no  quería  rescibir  monja  de 
muy  lexos,  por  la  dificultad  que  auía  en  boluella  a  su  tierra,  quando 
conuenía.  Estas  son  las  cosas,  madres  muy  reuerendas,  que  este  libro 
les  ensieña,  y  las  que  «yo  conocí  en  la  vidaí¡,  y  lexemplos  desta  su  madre, 
con  otros  particulares  dones  y  virtudes  de  nuestro  señor.  Entre  los 
quales,  vno  era  la  singular  obediencia  que  tenía  a  sus  espirituales  pa- 
dres, la  quül  era  en  tanto  grado,  que  sabiendo  ella  ser  algunas  vezes 
differcnte  la  voluntad  de  Dios,  con  todo  esso  obedecía,  y  nuestro  se- 
ñor lo  aprobaua,  diziéndole  que  gustaua  más  que  ella  obedeciesse 
a   sus  confessores  y   perlados. 

Tenía  también  otro  particular  don  de  nuestro  señor,  y  era,  que 
todas  las  personas  que  la  tratauan,  mudauan  sus  vidas,  y  las  mejo- 
rauan,  como  palpablemente  se  vio  en  religiosos  muy  graues  y  letra- 
dos, y  en  otras  muchas  personas.  Ni  era  menos  señalado  el  don  que 
Dios  la  comunicó,  para  encaminar  y  enderezar  a  otros  en  los  exerci- 
cios  de  la  oración  y  meditación  de  manera,  que  con  mucha  facilidad, 
y  en  muy  poco  tiempo,  no  faltando  en  ellos  la  disposición  que  para 
esto  se  requiere,  salían  maestros. 

Yo,  como  desseoso  de  que  Vuesas  reuerencias  en  todo  la  ymi- 
ten,  y  guarden  fielmente  el  depósito  que  les  es  encomendado,  les 
quise  traher  estas  cosas  a  la  memoria,  confiando  en  nuestro  señor, 
que  el  que  tanta  parte  les  ha  dado  de  su  espíritu,  las  conseruará 
en  él.  Y  assí,  crecerán  siempre  de  virtud  en  virtud,  hasta  "llegar  a  la 
perfección,  y  de  ay,  a  ver  a  su  dulcísimo  esposo  y  señor.  Y  desto 
ningún  otro  premio  quiero,  sino  que  las  religiosas,  a  cuyas  manos 
viniere  este  libro,  me  encomienden  a  nuestro  señor,  y  le  pidan  que, 
pues  su  Magestad  me  puso  en  este  officio  de  perlado,  me  dé  gracia 
para  que  de  tal  manera  cumpla  icon  él,  que  merezca  después  de  la 
salida  de  esta  vida  mortal,  yr  a  gozar  de  la  gloria,  que  es  de  creer 
que  esta  bendita  madre  goza,  La  qual  espero  que  no  se  oluidará  de 
los  deuotos  que  en  su  vida  tuuo,  ni  de  los  que  agora,  después  della, 
tiene. 

Christo  more  siempre  en  las  ánimas  de  Vuestras  reuerencias  con 
abundancia   de  su   gracia. 

Theotonio.  flrcebispo  de  Euora  (1). 


1      Se  conoce  que  el  decir  ñtcebispo,   es   una   de  las  innumerables  erratas  de  impresión  de 
este  libro,  puesto  que  en  el  título  con  que  este  documento  encabeza,  se  lee  arzobispo. 


FE   DE   ERRATAS 


Línea 


Dice 


Léase 


75 

38 

arregla 

regala 

78 

18 

a  la  labor 

a  labor 

86 

16 

;   porque 

.  Porque 

159 

21 

dánoslo 

dádnoslo 

194 

33 

de  cual 

del  cual 

24o 

23 

lo   podéis 

lo   que   podéis 

258 

3 

Está  repetida. 

263 

4-5 

estanto 

estando 

292 

33 

supendténdole 

supendiéndole 

303 

2 

El  arte 

Es  arte 

427 

1 

rre^ar   vocal 

rre(;ar    oración    vocal 

331 

20 

raerecy 

merecyan 

439 

35 

alimaña 

alimania 

índice  alfabético  de  materias  (1) 


ñFHBILIDaD     DE    TRATO,    200. 

Agua  viva,  88,  94,  96,  99,  111,  154, 
205. 

Ajedrez  (Se  compara  la  oración 
al),   71,  72. 

Amigos  (Quiénes  son  los  verdade- 
ros),  40,   48. 

Amistad   de  dios,  77,   110,   111,   155. 

Amistades  particulares  (Daño  de 
las),  27,  30. 

Amor  de  dios,  (Efectos  del),  76, 
88-94,    152,    175,    191-195. 

Amor  de  nosotros  mismos,  77,  122, 
127,   148,   153,   168,   188,   193,   194. 

Amor   del   prójimo,   96,   97. 

Amor   mutuo,   26,   30,   40,   43. 

Arrobamiento,   (Véase  Éxtasis). 

B 

Bienes    del    mundo    (Desprecio    de 

los),   61,    102,    131,    133. 
Brevedad    de    la    vida,    60. 


Celo    santo,   9-11,   20-23,   96-98. 
Cielo    (Bienes   del),    140,    141,   204. 


Comunión    (Reflexiones    sobre     la), 

162-166. 
—(Espiritual),   167,   168. 
Compasión    del   prójimo,   40,    41. 
Compasión    indiscreta,    61,    62. 
Confesores  (Amor  espiritual  a  los), 

29. 
— (Amor   peligroso   a),   29,   30. 
— (Libertad    laudable    respecto    de 

los),    31-33. 
— (Deberes  del),  33. 
Conciencia    (Pureza    de),    102,    142, 

149,    198,    199. 
Confianza    en   dios,    10,    135. 
Confianza   en  si  mismo,   188. 
Consejos    evangélicos    (Guarda    de 

los),   10. 
Contemplación,    75,    77,    78-81,    91, 

103,    117,    118,    125,    177. 
—(Efectos  de  la),  174-176,  181  183, 

183. 
—(Cabe  santificarse  sin  la),  79,  82. 
Contemplativos     (Sufrimientos     de 

los),   83-85,    175. 
Conversaciones    (Cuidado    en    las), 

96-98. 
Cruz    (Debemos   llevar  la),   40,  63, 

82,    121,   153. 


1      Este  ü  el  siguiente  índice  comprenden  únicamente  la  Introducción   y    el   Camino  de  Per- 
fección según  el  Códice  de  Valladolid. 


^96 


índice 


Defensores  de  la  iglesia  (Cómo  jhan 

de  ser  los),  20,  23. 
—(Debe  orarse  por  los),  10,  11,  20- 

Demonio    (ñsechanzas    del),    8,    27, 

29,  30,  53,  80,  86,  92,  93,  94,  101, 

172,    176,    182-185,    187-189,    191, 

192. 
—(Debilidad    y    audacia   del),    110, 

111,  198. 
Desasimiento,  26,  45-53,  65,  66,  81, 

148,  154. 
Deseos    (Debemos    tener    grandes), 

25. 
—(De    poseer    a    Dios),    91-94. 
Dirección    espiritual,   31-33. 
Discreción,    53,    54,    94. 
Dolor  de  las  ofensas  a  dios,  9,  10. 
Donación    (De    sí   mismo    a    Dios), 

45,    77,    254-256. 


Edificios  suntuosos  (Evítense  los). 
16. 

Enfermos,   53,   55-57,    194. 

Enemigos  de  dios,   10,   11. 

Entendimiento  (Es  gran  cosa  te- 
ner  buen),   67,   68. 

Ermitañas  (monjas  y),  65. 

Escrúpulos  (Inconvenientes  de  los), 
199. 

Espíritu   santo,    128. 

Esposo  divino  de  las  almas,  107, 108. 

Evangelios   (Amor   a  los),   100. 

Examen   de  conciencia,   119. 

Excusas    (Evitar    las),    69-72. 

Éxtasis,  92,  155. 


Francia,  8,  9. 

Fuego  de  amor  divino,  89,  90,  132. 

Fuente  de  vida  (Véase  Agua  viva). 


Generosidad  (Debe  practicarse  la), 
96,    97,    99,    109-111,    118. 

Gloria  a  dios  (Debemos  procurar 
la),  175. 

Grandeza  de  dios,  107. 


H 


Herejes    (Daños    que    hacen    los), 

9-11,    19,   20,   23,    168. 
Honra    (Desprecio   de   la),    14,   60- 

65,  172-176. 
—(En   qué   consiste   la   verdadera), 

173,    175. 
Humildad  (falsa),  85,  130,  187,  188. 
Humildad     (verdadera),    52,    60-62, 

64,   69-71,   79-81,   84,   85,  93,   102, 

156,    175,    182,    185,    187,    189. 
Humildad    (Exhortación    a    la),    63, 

84,  85. 
Humildad    (Sentimientos    de),    7-9, 

23,    35,   45,   46,    70,   71,    118,    133, 

164,    169,   172,   204,   206. 


I 


Iglesia    (ñmor    a    la),    11,    21,    22, 

168,  169. 
Imágenes    (Devoción    que    infunden 

las),  122,  165. 
Inconstancia    del    espíritu,    80,    88, 

120,   127,   146,  148. 


Fidelidad    a   dios,   77,   78. 


Juicios    temerarios,    200. 


DE    MATERIAS 


497 


Lagrimas  verdaderas,  90. 

Libertad  del  alma,  71,  88,  198-20L 

Luces  espirituales  (Importancia  de 

las),    31,   32,    102. 
Luteranos  (Véase  Herejes). 


M 


Martirio,  M,  60. 
Meditación,   80,  81,  87-90. 
Misericordia   divina,    175,   176. 
Mortificación    interior,    51-66,    81, 

82,   85,  92. 
Muerte    (Deseos   de   la),   204,   205. 
— (Del  justo  y  del  pecador),  194. 
Mujeres    (Dios   ve   las   virtudes  de 

las),  22. 
Munificencia    divina,    110,    125,    126, 

136,  178. 


Parcialidades  (Daño  de  las),  42,43. 
Parientes    (Véase    desasimiento). 
Pasión    del    hijo    de    dios,    120-123. 

153,    193. 
Pecados    (Horror    a    los),    198-200. 
Penitencia  laudable,  53,  55-57,  194. 
—(indiscreta),   53,   70,   92,   188. 
Perdón  de  las  injurias,  71-76,   178. 
Persecuciones    (Provecho    de     las), 

181,    182. 
Pobreza,   13-17,  65,   184. 
Preeminencias,    (Deseos   de),    60-62. 
Presencia    de    dios,    115. 
Presunción    (Falsa),    188. 
—(Laudable),  78. 
Profesión   (Debe   conocerse  bien   a 

la    religiosa    antes    de    dar    la), 

64-68,    152. 
Purgatorio,   22,   195. 
Pusilanimidad,   200. 


M 


Nacimiento  ilustre  (Poco  vale  el), 
127,    175. 


Obediencia,    85,    86. 

Obras   buenas    (Valor   de),   80-82. 

Observancia    regular,    25,    26,    157, 

158. 
Oración    (Mental),    80-82,    84,    101, 

105-108,  113-115,  119-123,  139,  140. 
—(De  quietud),  141,  143-149,  155. 
-(De    unión),    155,    175,    176. 
—(Vocal),  80,  81,  84,   101,  103-118, 

113-120,    123,    137,    139,    141,    142. 


P 


Paciencia,    184^ 

III 


Recogimiento,   113-115,   122,   127-133, 

136,  137. 
Recreación  (Cómo  debe  tenerse  la), 

41,   107. 
Reino   (El...  de  Dios  en  nosotros), 

126,    140,    143-145,    148,    149,    152- 

156,    174. 
Respeto   a  dios,   105,   111,  114,  152, 

153. 
Rosario   (Cómo  ha  de  rezarse  el), 

106. 


Salud  (No  curar  demasiado  de  la), 
53-57. 

Santísima  virgen  (Beneficio  del  há- 
bito de),  64. 

—(Dolores    de    la),    122. 

32  * 


498 


índice 


— (Imitación    de    la),    6^1. 
Santísimo    sacraa^ento    (Beneficio 

grande   del),   157-166. 
—(Ofensas    al),    23,    159. 
Sed   espiritual,   88-94. 
Sequedad,    80,    110,    165. 
Soledad   (Ventajas  de  la),  28,  165. 
Sufrimientos,    174,    175,    181,    182. 
Superiores  (Aprecio  de  los),  24,  33, 

135. 
—(Deber    de    los),    32. 


T 


Tentaciones,    60,    181,    187,    189. 


U 

Union  (Véase  oración  de). 

V 

Vida  activa  (Excelencia  de  la),  81, 

82. 
Vigilancia,  40,  41,  51,  110,  178,  179, 

200,   201. 
Virtud    (Exhortación    a    la),    69-75, 

81,  85,  86. 
— (Engaños  acerca  de  la),  182-185. 
Voluntad  (Debe  contradecirse),  51, 

52,   159,   161. 
— (Debe    rendirse    a    la    de    Dios), 

152-156,    177,    178. 


índice  alfabético  de  nombres 
de  personas  mencionadas  en  este  tomo 


ñ 


Adán,   23. 

Agustín    (San),   40,    129,    182. 

Alberto      (San),      XXVII,      XXXI, 

XXXII,   XXXIV. 
Ambrosio    marmno,    XX. 
Andrés  de  burgos,  XXXII. 
Andrés    de    lh    encarnación,    c.    d., 

XXIII,     XXVII,     XXVIII,    XXIX, 

XXXI,    XXXII,   XXXIII,   XXXIV, 

XXXV. 
Ana  de  san  juan,  XV. 
Ana  de  san  pedro,  5. 
Antonio     de     san    joaquin,     XVíI, 

XXVIII. 


B 


XXXI,  XXXII,    XXXIII.    XXXIV, 
XXXV,    5,    25. 
Buendia  (José  Fernández),  XXVIII, 
XXXVIII. 


Carmelitas  descalzas  de  parís  (Edi- 
ción  de   las),   7,   127. 
Casiano,   93,   94. 
Cepeda  (Don  Lorenzo),  XX. 
Cerda    (D.a    Luisa    de    la),    105. 
Cervantes,   88. 
Clara    (Santa),    16. 


David,    135. 

Duquesa  de  alba,  XXII. 


Bañez  (Fr.  Domingo),  VII,  XVIII, 
XXI,  3,  7,  8,  16,  23,  26,  37,  56, 
76,  118,  127,  136,  143,  144,  145, 
154,  158,  159,  168,  182,  191,  192, 
193,    194,    197,   203,   205,   206. 

Bartolojvíe    (San),    127. 

Bayona  (Don  Francisco  Herrero), 
XXIII,  XXXV,  XXXVI,  XXXVII, 
67,  69,   199. 

Braganza  (D.  Teutonio),  XIII,  XVI, 

XIX,  XXV,   XXVI,  XXVII,  XXVIII, 


Enrique    (Cardenal),   XXXI, 

Enrique   n,   9. 

EvoLi    (Príncipes),    XX. 


Felipe   ir,    XIII,   XIX. 
FOPPENS,    XXXVIII. 
Foquel     (Guillermo)    XXXIV, 
XXXV    XXXVIII. 


500 


IKDICE 


Francisco    (San),    89. 

Francisco  i,   9. 

Francisco    de    borja    (San),    XXVI, 

145. 
Francisco    de    santa    maria,    c.    d., 

XIX. 
Francisco     de    los    santos,    c.    d., 

XXVIII. 
Francisco    de    santo    tomas,    c.    d., 

119. 
Fuente  (Don  Vicente  de  la),  XIII, 

XVII,    XXVIII,    XXXVI. 


Granada   (Fr.  Luis  de),  87. 
Gracian     (Fray     Jerónimo),      XIX, 

XXXIII,  XXXIV. 
Gregorio  (San),  7. 
Gregorio  del  Carmelo,  c.  d.  XXVIl. 


H 


Heron,   94. 

Honorato    de    santa    maria,    c.    d., 

X,  76. 
Huete    o    guete    (Pedro)     XXXIV, 

XXXV. 
Hugo   de   san  victor,   119. 


I 


Ibañez    (P.    Pedro),    XXII. 
Isabel   de   sto.   domingo,   XV. 
Isabel    de    jesús     (Xiraena),     XXL 
XXII. 


José  de  jesús  maria,  c.  d.,  XXVIL 
José   del  espíritu  santo,  c.   d.,  76. 
Juan    bautista,    c.    d.,    XXVIII. 
Juan    de    la    miseria,    c.    d.,    XX. 
Juan   de  jesús  maria,  c.  d.,   76. 
Juan    m.    Sánchez,    XXXIV. 
Julián  del  stmo.  sacramento,  c.  d., 
XXVIL 


Leandro    (San),    7. 

León  (Fray  Luis  de),  XVI,  XVII, 
XX,  XXI,  XXIX,  XXXIII, 
XXXIV,  XXXV,  XXXVI,  XXXVIL 
XXXVIII,  7,  38,  48,  70,  73,  92, 
108,  122,  132,  133,  147,  148,  152, 
159,  161,  163,  164,  165,  174,  185, 
189,   192,   198,  205. 


M 


Magdalena    (Santa   María),   71,   81, 

122,    164,    192. 
Marta    (Santa),   81. 
Martin    (San),    89. 
María  de  san  jeronimo,  XV,  XXIV. 
María   de   san   jóse,   XIX. 
María  de  cristo,  XIX. 
María  de  san  francisco,  XX. 
Marques   de  monte  alegre,   XIX. 
Melgar  (D.  Bernardino),  XXX. 
Mendoza  (Don  Alvaro),  23,  33. 
MoNicA   (Santa),  40. 
Manuel  de  santa  maria,  c.  d.,  XVII, 

XVIII,    XXIII,    XXIX. 


Jacob,    XI. 

Jerónimo  de  s.  joaquin,  c.  d.  XXVIL 
Jebonima  del  espíritu  santo,  XXV, 
XXVI,   XXVII,   XXVIII. 


n 


Nicolás  de  jesús  maria,  c.  d.,  XXVIL 
Nicolás  de  s.  Alberto,  c.  d.,  XXVIIl 
Nicolás    (San),    XXI. 


DE    NOMBRES 


501 


s 


Ortiz    (Dr.),   XVIII,   XXIII,   XXIV.      Samaritana,    XI,   88. 

Seisdedos    (Padre),    76. 


P 


Pablo    (San),   X,   93,    192,   204. 
Pablo  de  lr  concepción,  c.  n.  XXVIi, 

XXIX,  xxxin. 
Pedro    (San),    127,    IM. 
Pedro   de  alcántara   (San),  87. 


Simeón,    143. 

SoRA    (Gabrielis),    XXXV. 


Toledo    (García    de),    XIV,    XVIII, 
XXIII,  XXIV,  17,  32,  56,  127. 


Ribera    (Francisco),     XIX,     XX\^I,      Yepes  (Fray  Diego  de)  XXIV. 

XXVII,    XXXIV. 
Ribera    (Juan),    XXXV.  Z 

RiBET,     76. 

Rodríguez   marin,    132.  Zugasti    (P.    Antonio),    XXVII. 

Ruy   LÓPEZ   de   segura,   74. 


ÍNDICE    DE    capítulos 


Páginas 

INTRODUCCIÓN    AL    PATERNÓSTER vii 

Dos    autógrafos    del    Camino    de    Perfección •  xiii 

Tres  copias  del  Camino  de  Perfección  corregidas  por  la  Santa.  xx 

Primeras    ediciones    de   este   libro xxx 

La  presente  edición xxxvii 

RRGUMENTO   GENERAL  DE  ESTE  LIBRO 5 

PROTESTACIÓN 5 

PROLOGO 7 

CAPITULO  PRIMERO. — De  la  causa  que  me  movió  a  hacer  con 
tanta    estrechura    €ste    monesterio 9 

CAPITULO  II. — Que  trata  cómo  se  han  de  descuidar  de  las 
necesidades  corporales,  y  del  bien  que  hag  en  la  pobreza.    ...        13 

CAPITULO  III. — Prosigue  lo  que  en  el  primero  comenzó  a  tra- 
tar, y  persuade  a  las;  hermanas  a  que  se  ocupen  siempre  en  su- 
plicar a  Dios  favorezca  a  ios  que  trabajan  por  la  Iglesia.  Acaba 
con  una  exclamación 19 

CAPITULO  IV. — En  que  persuade  la  guarda  de  la  Regla,  y 
de  tres  cosas  importantes  para  la  vida  espiritual.  Declara  la  pri- 
mera de  estas  tres  cosas  que  es  amor  del  prójimo  y  lo  que  da- 
ñan amistades  particulares 25 

CAPITULO  V. — Prosigue  en  los  confesores.  Dice  lo  que  im- 
porta sean  letrados: '    .    . 31 

CAPITULO  VI. — Torna  a  la  materia  que  comenzó  de  el  amor 
perfeto 35 

CAPITULO  VIL — En  que  trata  de  la  mesma  materia  de  amor 
espiritual,   y   da   algunos  avisos  para  ganarle 39 

CAPITULO  VIII. — Trata  del  gran  bien  que  es  desasirse  de 
todo    lo    criado,    interior    y    exteriormente 45 

CAPITULO  IX. — Que  trata  del  gran  bien  que  hay  en  huir  los 
deudos  los  que  han  dejado  el  mundo,  y  cuan  más  verdaderos 
amigos    hallan 47 


504  ÍNDICE 

Páginas 

CHPITULO  X. — Trata  cómo  no  basta  desasirse  de  lo  dicho 
si  no  nos  desasimos  de  nosotras  mesmas,  y  cómo  están  juntas 
esta    virtud    y    la    humildad 51 

CñPITULO  XI. — Prosigue  en  la  mortificación,  y  dice  la  que 
se   ha   de   adquirir  en  las  enfermedades 55 

CñPITULO  XII. — Trata  de  cómo  ha  de  tener  en  poco  la  vida 
el  verdadero  amador  de  Dios  y  la  honra 59 

CAPITULO  XIII. — Prosigue  en  la  mortificación,  y  cómo  ha 
de  huir  de  los  puntos  y  razones  del  mundo  para  llegarse  a  la 
verdadera  razón 63 

CñPITULO  XIV. — En  que  trata  lo  mucho  que  importa  no  dar 
profesión  a  ninguna  que  vaya  contrario  su  espíritu  de  las  cosas 
que  quedan  dichas 67 

CAPITULO  XV. — Que  trata  del  gran  bien  que  hay  en  no  dis- 
culparse, aunque  se  vean  condenar  sin  culpa 69 

CAPITULO  XVI.— De  la  diferencia  que  ha  de  haber  en  la 
perfeción  de  la  vida  de  los  contemplativos  a  los  que  se  con- 
tentan con  oración  mental,  y  cómo  es  posible  algunas  veces  su- 
bir Dios  un  alma  destraída  a  perfeta  contemplación,  y  la  causa  de 
ello.  Es  mucho  de  notar  este  capítulo  y  lel  que  viene  cabe  él.    .       73 

CAPITULO  XVII. — De  cómo  no  todas  las  almas  son  para  con- 
templación,, y  (Cómo  algunas  llegan  a  ella  tarde,  y  que  el  verdade- 
ro humilde  ha  de  ir  ¡contento  por  el  camino  que  le  llevare  el  Señor.       79 

CAPITULO  XVIIL— Que  prosigue  en  la  mesma  materia  y 
dice  cuánto  mayores  son  los  trabajos  de  los  contemplativos  que 
de  los  ativos.  Es  de  mucha  consolación  para  ellos 83 

CAPITULO  XIX.— Que  comienza  a  tratar  de  Ih  oración.  Ha- 
bla con  almas  que  no  pueden  discurrir  con  el  entendimiento.    .    .       87 

CAPITULO  XX.— Trata  cómo  por  diferentes  vías  nunca  falta 
consolación  en  el  camino  de  la  oración,  y  aconseja  a  las  herma- 
nas de  esto  sean  su  pláticas  siempre 95 

CAPITULO  XXI.— Que  dice  lo  mucho  que  importa  comenzar 
con  gran  determinación  a  tener  oracióni,  y  no  hacer  caso  de  los 
inconvenientes    que   el    demonio    pone 99 

CAPITULO   XXII.— En  que  declara  qué  es  oración  mental.    .      105 

CAPITULO  XXIIL— Trata  de  lo  que  importa  no  tornar  atrás 
quien  ha  comenzado  camino  de  pración,  y  torna  a  hablar  de  lo 
mucho  que  va  en  que  sea  con  determinación 109 

CAPITULO  XXIV.— Trata  cómo  se  ha  de  rezar  oración  vocal 
con  perfeción  y  cuan  junta  anda  con  ella  la  mental 113 

CAPITULO  XXV.— En  que  dice  lo  mucho  que  gana  un  alma 
que  reza  con  perfeción  vocalmente,  y  cómo  acaece  levantarla  Dios 
de    allí    a    cosas    sobrenaturales 117 


DE   capítulos  505 

Páginas 

CñPITULO  XXVI.— En  que  va  declarando  el  modo  para  re- 
coger el  pensamiento.  Pone  medios  para  ello.  Es  capítulo  muy 
provechoso    para    los    que   comienzan    oración 119 

CAPITULO  XXVII.— En  que  trata  el  gran  amor  que  nos  mos- 
tró el  Señor  en  las  primeras  palabras  del  «Paternóster»,  y  lo 
mucho  que  importa  no  hacer  caso  ninguno  del  linaje  las  que 
de    veras   quieren   ser   hijas   de   Dios 125 

CAPITULO  XXVIII. — En  que  declara  qué  es  oración  de  reco- 
gimiento,   y    pónense    algunos   medios    para    acostumbrarse    a   ella.      129 

CAPITULO  XXIX. — Prosigue  en  dar  medios  para  procurar  esta 
oración  de  recogimiento.  Dice  lo  poco  que  se  nos  ha  de  dar  de 
ser   favorecidas   de   los   Perlados 135 

CAPITULO  XXX. — Dice  lo  que  importa  entender  lo  que  se 
pide  en  la  oración.  Trata  de  estas  palabras  del  «Paternóster*: 
Sancüficetur  nomen  tuum,  adveniat  regnum  tiium.  Aplícalas  a 
oración   de  quietud,  y  comiénzala   a   declarar 139 

CAPITULO  XXXI. — Que  prosigue  en  la  mesma  materia.  De- 
clara qué  es  oración  de  quietud.  Pone  algunos  avisos  para  los 
que  la  tienen.  Es  mucho  de  notar 1¿Í3 

CAPITULO  XXXIL— Que  trata  de  estas  palabras  del  «Pa- 
ternóster»: Fiat  voluntas  toa  sicat  in  coelo  et  in  térra,  y 
lo  mucho  que  hace  quien  dice  estas  palabras  con  toda  determi- 
nación, y  cuan  bien  se  lo  paga  el  Señor 151 

CAPITULO  XXXIII.— En  que  trata  la  gran  necesidad  que  te- 
nemos de  que  el  Señor  nos  dé  lo  que  pedimos  en  estas  palabras 
del    «Paternóster»:    Panetn   nostram   quotidianum   da   nobis   hodie.      157 

CAPITULO  XXXIV. — Prosigue  en  la  mesma  materia.  Es  muy 
bueno   para   después   de   haber   recibido  el   Santísimo   Sacramento.      161 

CAPITULO  XXXV. — Acaba  la  materia  comenzada  con  una 
exclamación    a   el   Padre   Eterno 167 

CAPITULO  XXXVI.— Trata  de  estas  palabras  del  «Pa- 
ternóster»:    Dimitte    nobis    debita    nostra 171 

CAPITULO  XXXVII.— Dice  la  ecelencia  de  esta  oración 
del  «Paternóster»,  y  cómo  hallaremos  de  muchas  maneras 
consolación   en  ella.    . 177 

CAPITULO  XXXVIII.— Que  trata  de  la  gra  necesidad  que 
tenemos  de  suplicar  a  el  Padre  Eterno  nos  conceda  lo  que  pedimos 
en  estas  palabras:  Et  ne  nos  indacas  in  tentationem,  sed  libera  nos 
a  malo,  y  declara  algunas  tentaciones.  Es  de  notar 181 

CAPITULO  XXXIX.— Prosigue  la  mesma  materia,  y  da 
avisos  de  tentaciones  algunas  de  diferentes  maneras,  y  pone 
remedios  para  que  se  puedan  librar  de  ellas 187 


506  índice 

Paginas 

CñPITULO  XL. — Dic€  cómo  procurando  siempre  andar  en  amor 
y  temor  de  Dios,  iremos  siguras  entre  tantas  tentaciones 191 

CAPITULO  XLI.— Que  liabla  del  temor  de  Dios  y  cómo 
nos   hemos   de   guardar   de  pecados   veniales 197 

CñPITULO  XLII. — En  que  trata  de  estas  postreras  pa- 
labras de  el  «Paternóster»:  Sed  Libera  nos  a  malo.  Amen. 
«Mas    líbranos    de    mal.    Amén» 205 

APÉNDICES 

AUTÓGRAFO  DE  EL  ESCORIAL  (1). 

PROLOGO 209 

CAPITULO  PRIMERO.— De  la  cavsa  que  me  movió  a  accr 
con  tanta  estrechura  este  monesterio  y  en  qué  an  de  aprovechar 
las  hermanas  de  él,  y  cómo  se  an  descuydar  de  las  necesidades 
corporales    y    del    bien    de    la    pobreza    (2) 211 

CAPITULO  II. — Que  trata  de  cómo  se  an  de  descuidar  de  las 
necesidades   corporales,  y   del  bien   de  la   pobreza 213 

CAPITULO    III.— Que    prosigue    la    misma    materia 216 

CAPITULO  IV.— Que  trata  de  tres  cosas  muy  ynportan- 
tes     para    la    vida    espiritual 219 

CAPITULO  V.— De  cómo  para  tan  gran  ynpresa  es  menes- 
ter animarse  a  llevar  toda  [perfeción,  y  có]mo  es  el  medio  la 
oración.   .     . 221 

CAPITULO  VI.— De  tres  cosas  que  persuade:  Declara  la 
primera  cosa  que  es  amor  del  prójimo  y  lo  que  dañan 
amistades     particulares 222 

CAPITULO  VIL— Trata  de  dos  diferencias  de  amor  y  lo  que 
ynporta    conocer    quál    es    espiritual,    y    trata    de    los    confesores.      225 

CAPITULO  VIIL— Prosigue  en  tratar  de  los  confesores  y  lo 
que  ynporta  que  sean  letrados,  y  da  avisos  para  tratar  con  ellos.      227 

CAPITULO  IX.— Prosigue  en  este  modo  de  amar  al  próximo.      230 

CAPITULO  X.— De  en  lo  mucho  que  se  a  de  tener  ser 
amados     deste     amor 231 

CAPITULO  XL— Prosigue  en  la  misma  materia  dando  algu- 
nos  avisos   para   venir   a   ganar   este   amor 233 


1  Ya  se  ha  dicho,  que  los  eoigrafes  de  estos  capítulos,  excepción  del  primero,  se  toman 
del  índice  que  viene  al  fin  del  autógrafo,  en  seis  hojas.  Aunque  no  son  de  letra  de  la  Santa, 
fuera  del  LVI  y  LVII,  por  ella  debieron  de  ser  dictados  y  se  conforman  casi  literalmente  con  los 
que  algunos  años  después  puso  en  el  original  de  Valladolid. 

2  Este  epígrafe  es  el  único  que  la  Santa  escribió  a  la  cabeza  del  capítulo  respectivo.  Aun- 
que comprende  también  la  materia  del  siguiente,  hemos  querido  reproducirlo  íntegro,  tal  como 
ella  lo  escribió. 


DE   capítulos  507 

Páginas 

CAPITULO  XII.— Comienza  a  tratar  el  gran  bien  que  es 
procurar   desasirse   de  todo   ynterior  y   esteriormente 237 

CAPITULO  XIII.— El  gran  bien  que  ay  en  vyr  de  los  devdos 
los  que  an  dejado  el  mundo,  y  quán  más  verdaderos  amigos  alian.      239 

CAPITULO  XIV.— Cómo  no  basta  esto,  si  no  se  desasen  de 
sí     mismas 241 

CAPITULO  XV. — Que  trata  de  la  vmildad  cuan  junta  anda  des- 
tas  dos  virtudes :  desasimiento,  y  el  (modo  de  amor  que  queda  dicho.      242 

CAPITULO  XVI.— Prosigue  en  la  mortificación  que  an  de 
adquirir     en     las     enfermedades 244 

CAPITULO  XVII. — Cómo  a  de  tener  en  poco  la  vida  el 
verdadero     amador     de     Dios 246 

CAPITULO  XVIII. — Que  prosigue  en  cómo  a  de  tener  en 
poco   la  onrra  el   que   quisiere   aprovechar 248 

CAPITULO  XIX. — Cómo  a  de  vir  de  los  puntos  y  rrazones 
del  mundo  para  llegarse  a  la  verdadera  rrazón 250 

CAPITULO  XX. — Lo  mucho  que  ynporta  no  dar  profesión  a  nin- 
guna que  vaya  contrario  su  espíritu  de  las  cosas  que  queda  dicho.      252 
CAPITULO  XXI. — Prosigue  en  lo  mucho  que  esto  ynporta.    .      254 
CAPITULO    XXII. — Que   trata    del    gran   byen    que    ay   en    no 

disculparse   avnque  se  vean  condenar  sin  culpa 256 

CAPITULO   XXIIL— Prosigue  en  la  misma  materia 258 

CAPITULO    XXIV. — Que   trata    de    quán    necesario    a    sido    lo 

que  queda  dicho  para  comenzar  a  tratar  de  oración 259 

CAPITULO  XXV. — De  la  deferencia  que  a  de  aver  en 
la  perfeción  de  la  vida  de  los  contenplativos  a  los  que  se 
contentan     con     oración     mental 261 

CAPITULO  XXVI. — En  que  trata  cómo  es  posible  algunas 
veces  subir  Dios  un  alma  desta  vida  a  perfeta  contenplación,  y 
la   cavsa   dello.   Es  mucho  de  notar  este  capítulo 263 

CAPITULO  XXVII.— Cómo  no  todas  las  almas  son  para 
contenplación,  y  cómo  algunas  llegan  a  ella  tarde,  y  cómo  el  ver- 
dadero vmilde  a  de  yr  contento  por  el  camino  que  le  lleva  el  Señor      265 

CAPITULO  XXVIII.— Lo  mucho  que  se  gana  en  procurarlo,  v 
el    mal    que    sería   quedar   por    nosotras 267 

CAPITULO  XXIX.— Que  prosigue  en  la  misma  materia,  y 
dice  quánto  mayores  son  los  travajos  de  los  contenplativos  que 
de  los  ativos.  Es  de  mucha  consolación  para  ellos 268 

CAPITULO  XXX.— Que  comienza  a  tratar  de  la  oración.  Abla 
con  almas  que  no  pueden  discurrir  con  el  entendimiento.    ...      271 

CAPITULO  XXXI.— Que  trata  de  vna  conparación,  en  que  da 
algo    a   entender   qué   cosa  es   contenplación    perfeta 273 

CAPITULO  XXXIL— En  que  trata  cómo  se  an  de  moderar 
algunas    veces    los    ynpetus    sobrenaturales 275 


508  índice 

Páginas 

CñPITULO  XXXIIL— En  que  trata  cómo  por  diferentes  vías 
nunca  falta  consolación  en  el  camino  de  la  oración 277 

CAPITULO  XXXIV.— Que  persuade  a  las  ermanas  despier- 
ten a  las  personas  que  trataren  a  oración 278 

CAPITULO  XXXV. — En  que  dice  lo  mucho  que  ynporía  co- 
menzar con  gran  determinación  la  oración,  y  no  acer  caso  de 
los   ynconvenientes  que  el  demonio  pone   para   comenzar.    .    .    .      280 

CAPITULO  XXXVI. — Prosigue  en  la  misma  materia,  y  de- 
clara este  engaño,  y  cómo  no  an  de  dar  crédito  a  todos.    .    .    .      282 

CAPITULO    XXXVIL— En  qu2  declara  qué  cosa  es  oración  mental.      284 

CAPITULO  XXXVIII. — Prosigue  en  la  misma  declaración 
de    oración    mental 286 

CAPITULO  XXXIX. — Lo  que  ynporta  no  tornar  atrás  quien 
a  comenzado  este  camino  de  oracyón,  y  torna  a  ablar  de  lo 
que    va    en    que    sea   con    determinación 287 

CAPITULO  XL. — En  que  trata  de  oración  vocal  con  perfeción, 
y   quán   junta   anda   con  ella   la   mental 290 

CAPITULO  XLI. — Lo  mucho  que  gana  un  alma  que  rreza 
con  perfeción  vocalmente,  y  cómo  la  levanta  Dios  a  cosas 
sobrenaturales  della 292 

CAPITULO  XLII. — En  que  va  declarando  el  modo  para  rre- 
cojer  el  pensamiento,  y  da  medios  para  ello.  Es  capítulo  muy 
provechoso    para    los    que    comienzan 293 

CAPITULO  XLIII. — Prosigue  en  lo  mismo,  y  comienza  vna 
devota  y  rregalada  manera  de  rrezar  el  pater  noster 296 

CAPITULO  XLIV. — En  que  trata  del  amor  que  nos  mostró  el 
Señor  en  estas  primeras  palabras:  «Pater  Nostra  qui  es  yn  celys».      297 

CAPITULO  XLV. — En  que  trata  lo  mucho  que  ynporta  no  acer 
ningún  caso  ¡del  linaje  las  que  de  veras  quieren  ser  y  jas  de  Dios.      299 

CAPITULO  XLVI.— Comienza  a  tratar  de  rrecojer  el  en- 
tendimiento   301 

CAPITULO  XLVII. — En  que  comienza  a  tratar  de  oración 
de    rrecojimiento 303 

CAPITULO  XLVIII. — Pone  vna  conparación  y  ímodo  para  acos- 
tunbrar  el  alma  andar  dentro  de  sí 304 

CAPITULO  XLIX.— Prosigue  en  la  misma  materia.  Es  ca- 
pítulo  mu   provechoso 306 

CAPITULO  L. — En  que  dice  el  gran  provecho  que  se  saca 
deste    modo    de    oracyón 307 

CAPITULO  LI.— Lo  que  ynporta  entender  lo  que  se  pide  en 
la  oración 309 

CAPITULO  LII. — Que  trata  destas  palabras:  santificetur  no- 
men  tun,  advaniad  rrenua  lun.  Comienza  a  declarar  oración  de  quietud   .      310 

CAPITULO  LIII. — Prosigue  en  declarar  la  misma  oración  de 
quietud.    Es    mucho    de    notar 312 


DE    capítulos  509 

Páfjinas 

CAPITULO  LIV.— Que  trata  destas  palabras:  Fyad  volun- 
tas tua,  sicut  yn  celo  et  yn  tcrra,  y  lo  mucho  que  va  que  acemos 
en    decyr   estas   palabras,   si    van    con    determinación 315 

CñPITULO  LV. — Cómo  están  los  rrelisiosos  obligados  a  que 
no    sean    palabras,   sino   obras 317 

CAPITULO  LVL— Trata  de  lo  que  da  el  Señor  después  que 
nos    emos    dejado    en    su    voluntad    (1) 319 

CAPITULO  LVII. — En  que  trata  la  gran  necesidad  que  tene- 
mos   de    pedir   esta    petición    de    panen    nostrun    (2) 321 

CAPITULO  LVIIL— Que  trata  d€  lo  mucho  que  gzo  el  Pa- 
dre Eterno  en  querer  que  su  yjo  se  nos  quedase  en  el  san- 
tísimo Sacramento. 322 

CAPITULO    LIX.— Pone   una    esclamación    al   Padre 323 

CAPITULO    LX. — Que  trata  desta  palabra  que  dice,  cotydianun.    .      324 
CAPITULO     LXL— Que     prosigue     la     misma    materia.     Pone 
vna    conparación.    Es    muy    bueno    para    después    de    aver    rrecy- 
bydo    el    Santysimo    Sacramento 326 

CAPITULO  LXIL— En  que  trata  el  rrecojimiento  que  se  a 
de   tener  después  de   aver  comulgado 328 

CAPITULO  LXIII.— Trata  desta  palabra:  Dimite  nobis  debi- 
ta  nostra ,      331 

CAPITULO    LXIV. — En  que  abla  contra  las  onrras  demasiadas.     .      333 

CAPITULO  LXV.— En  que  trata  de  los  efetos  que  ace  la 
oración  quando  es  perfetai, 335 

CAPITULO  LXVI.— Que  trata  de  cómo  tenemos  necesidad  de 
decyr:  et  ne  nos  ynducas  yn  tentacionen.  Dice  y  declara  algu- 
nas tentaciones  que  pone  el  demonio 337 

CAPITULO  LXVII.— Prosigue  la  misma  materia.  Avisa  de  vnas 
vmildades  falsas  que  pone  el  demonio 339 

CAPITULO  LXVIIL— Prosigue  la  misma  materya,  dando 
avysos  de  tentaciones 341 

CAPITULO  LXIX.— En  que  da  avysos  para  estas  tentaciones  y 
rremedio,  que  es  amor  y  temor  de  Dios.  Trata  en  él  del  temor.      343 

CAPITULO  LXX.— En  que  trata  del  amor  de  Dios 345 

CAPITULO  LXXL— Que  trata  de  la  guarda  que  se  a  de 
tener  de  pecados  veniales 347 

CAPITULO  LXXIL— Contra  los  escrúpulos,  y  dice  desta  pa- 
labra  sed   lybera  nos   a  malo 350 

CAPITULO   LXXIIL— En   que  concluye 353 


1  De  letra  de  la  Santa. 

2  De  letia  de  la  Santa. 


510  índice 

Páginas 

CÓDICE   DE   TOLEDO 

COMIENCñ  EL  TRRTADO  LLñMHDO  CñMINO  DE  PER- 
FECTION 357 

PROLOGO 359 

CAPITULO  PRIMERO.— De  la  causa  que  me  mobió  de  hazer 
con   tanta  extrechura   este   monesterio 361 

CAPITULO  II. — En  que  trata  cómo  se  han  de  descuidar  de 
las    nescesidades   corporales,    y    del    bien   que    ay    en   la    pobreza.      363 

CAPITULO  III. — En  el  qual  prosigue  lo  que  en  el  primero 
coraen(;:ó  a  tratar,  y  persuade  a  las  hermanas  se  ocupen 
siempre  en  suplicar  a  Dios  fauorezca  a  los  que  trabajan  por 
la    yglesia.   Acaba   con   vna  exclamación 366 

CAPITULO  IV. — En  que  se  persuade  la  guarda  de  la  Regla,  y 
de  tres  cosas  importantes  para  [la]  uida  spiritual.  Declara  la  pri- 
mera destas  tres  cosas  y  lo  que  dañan  las  amistades  particulares.      370 

CAPITULO  V. — De  quanto  importa  que  los  confesores  sean 
letrados 371 

CAPITULO  VI.— Torna   del   amor  perfeto 376 

CAPITULO  VIL — En  que  trata  de  la  misma  materia  de  amor 
spiritual,   y   de  algunos   auissos  para   ganarle 379 

CAPITULO  VIII. — Del  gran  bien  que  es  desasirse  de  todo  lo 
criado,  que  nos  puede  dañar  interior  y  exteriormente 383 

CAPITULO  IX. — Que  trata  del  gran  bien  que  hay  en  que 
aquellos  que  han  dexado  el  mundo  huigan  los  deudos,  y  quán 
más     verdaderos    amigos    hallan.     .    .    .    • 385 

CAPITULO  X. — De  cómo  no  basta  desasirse  de  lo  dicho 
si  no  nos  desasimos  de  nosotras  mismas,  y  cómo  esta  virtud 
está    junta    con    la    humildad 387 

CAPITULO  XI. — Prosigue  en  la  mortiñcaípión,  y  dize  la  que  se 
ha  de  adquirir  en  las  enfermedades 390 

CAPITULO  XII. — De  cómo  ha  de  tener  en  poco  la  vida  y 
honrra   el  verdadero  amador  de  Dios 392 

CAPITULO  XIII. — Prosigue  en  la  mortificación  y  de  cómo 
habcmos  de  huir  de  los  puntos  y  rabones  del  mundo  para 
llegarse    a    la    verdadera    ra^ón 395 

CAPITULO  XIV. — En  que  trata  lo  mvcho  que  yraporta  no 
dar  profesión  a  quien  tenga  contrario  spíritu  de  las  cosas 
que    quedan    dichas 397 

CAPITULO  XV.— Que  trata  del  gran  bien  que  ay  en  no 
disculparse  aunque  se  bean  condenar  sin  culpa 399 

CAPITULO  XVI.— De  la  diferencia  que  ha  de  haber  en  la  pcr- 
factión  de  la  vida  de  los  contemplatiuos  a  los  que  se  contentan  con 
oración   mental;    y   cómo  es  posible   subir   Dios  a  vn   alma   dis- 


DE    capítulos  511 

Páqinas 

trahida    a     perfecta    contemplación,    y    la    causa    dello.    Es    mu- 
cho  de  notar  este   capítulo   y   el   siguiente 401 

CAPITULO  XVII.— De  cómo  no  todas  las  almas  son  para 
contemplación,  y  cómo  algunas  llegan  tard¡e  a  ella,  y  que  el  verda- 
dero humilde  ha  de  yr  contento  por  el  camino  que  le  lleuare  el  Sañor..     .      40^1 

CAPITULO  XVIII. — De  quánto  mayores  sean  los  traba- 
jos de  ios  contemplativos  que  de  los  actiuos.  Es  de  mucha 
consolación    para    elloss 407 

CAPITULO  XIX. — Que  comienza  a  tratar  de  la  oración.  Habla 
con   las   almas   que  no   pueden    discurrir   con   el   entendimiento.    .      410 

CAPITULO  XX. — Trata  cómo  por  diferentes  vías  nunca  falta 
consolación  en  el  camino  de  la  oración,  y  aconseja  a  las  hermanas 
que  desto  sean  sus  pláticas  siempre 416 

CAPITULO  XXI. — Dize  lo  mucho  que  ymporta  comentar  con 
gran  determinación  a  tener  oragión,  y  no  hazer  caso  de  los 
incombenientes    que    el    demonio    pone 419 

CAPITULO    XXII.— En  que  declara  qué  cosa  sea  oración  mental.    .      422 

CAPITULO  XXIII.— De  lo  que  importa  no  tornar  atrás  quien 
ha  comentado  camino  de  oración,  y  torna  a  hablar  de  lo  mucho 
que  va  en  que  sea  con  gran  determinación 425 

CAPITULO  XXIV.— Cómo  se  ha  de  rrepar  oración  vocal  con 
perfeción   y   quán   junta   anda   con   ella    la  mental 427 

CAPITULO  XXV.— En  que  dize  lo  mucho  que  gana  el 
alma  que  reza  con  perfeción  vocalmente,  y  cómo  acaeze  leuan- 
tarla   Dios   de   allí   a  cosas   sobrenaturales 429 

CAPITULO  XXVI.— En  que  va  declarando  el  modo  para  re- 
coger el  pensamiento.  Pone  medios  para  ello.  Es  capítulo  muy 
prouechoso    para   los   que    comien<;an    oración 431 

CAPITULO  XXVII.— En  que  trata  el  gran  amor  que  nos 
mostró  el  Señor  en  las  primeras  palabras  del  Paternóster, 
ü  lo  mucho  que  importa  no  hazer  casso  ninguno  de  lina- 
ges  las  que  de  veras  quieren  ser  hijas  ds  Dios 434 

CAPITULO  XXVIIL— En  que  declara  qué  es  oración  de  re- 
cogimiento, y  pónense  algunos  medios  para  acostumbrarse  a  ella.      437 

CAPITULO  XXIX.— Prosigue  en  dar  medios  para  procurar 
esta  oración  de  recogimiento,  y  dize  lo  poco  que  se  nos  ha 
de   dar   de   ser   fauorescidas   de   los   perlados 441 

CAPITULO  XXX.— Dice  lo  que  importa  entender  lo  que  se 
pide  en  la  oración.  Trata  destas  palabras  del  Pater  noster:  sanc- 
tificetur  nomen  tuum.  Aplícala  a  oración  de  quietud 443 

CAPITULO  XXXI.— Prosigue  en  la  misma  materia.  Decla- 
ra qué  es  oración  y  algunos  auisos  para  los  que  la  tienen. 
Es  mucho   de  notar 'í^^ 

CAPÍTULO  XXXII.— Que  trata  destas  palabras:    Fiat  voluntas 


512  índice 

Páginas 

tua  sicut  in  cáelo  «t  in  térra,  y  lo  mucho  que  hace  quien  las  dize 

con  toda  determinación  y  quán  bien  se  lo  paga  el  Señor.    ...      ^51 

CAPITULO  XXXIIL— En  que  trata  la  gran  nescesidad  que  te- 
nemos de  que  el  Señor,  nos  dé  lo  que  pedimos  en  estas  pala- 
bras:   Panem  nostrum  quotidianum,  da  nobis  hodie 456 

CAPITULO  XXXIV.— Prosigue  en  la  misma  materia.  Es  muy 
bueno   para   después  de  haber  recebido   el   santíssimo  sacramento.      459 

CAPITULO  XXXV. — Acaba  la  materia  comenzada  con  una  ex- 
clamación   a    el    Padre    Eterno.     .     . 463 

CAPITULO  XXXVl.— Trata  destas  palabras:  Demite  nobis 
debita  nostra 465 

CAPITULO  XXXVII.— Dize  la  excellencia  desta  oración  del  Pater 
noster,  y  cómo  hallaremos  muchas  maneras  de  consolación  en  ella.      469 

CAPITULO  XXXVIIL— Que  trata  de  la  gran  nescesidad  que 
tenemos  de  suplicar  a  el  Padre  Eterno  nos  conceda  lo  que  pedimos 
en  estas  palabras:  et  ne  nos  inducas  in  tentationem,  sed  libera 
nos  a  imalo,  y  (declara  algunas  .tentaciones.  Es  de  notar 471 

CAPITULO  XXXIX. — Prosigue  en  la  misma  materia,  y  da 
auisos  de  algunas  tentaciones  de  diferentes  maneras,  y  pone  dos 
remedios  para  que  se  puedan  librar  dellas.  Este  capítulo  es  mucho 
de  notar  para  los  tentados  de  humildades  falsas  y  para  los  confesores    .     474 

CAPITULO  XL. — Dize  cómo  si  procuramos  siempre  andar  en 
amor    y    temor    yremos    seguras    entre    tantas    tentaciones.    .    .    .      476 

CAPITULO  XLL— Que  habla  del  temor  de  Dios  y  cómo 
nos    habemos    de    guardar    de    pecados    veniales 479 

CAPITULO  XLII. — En  que  trata  destas  postreras  pala- 
bras:    Sed    libera    nos    a    malo.    Amén 483 

Aprobación  del  Camino  de  Perfección  por  el  P.  Domingo  Báñez.      486 

Carta  del  P.  Francisco  de  Ribera  pidiendo  el  Camino  de 
Perfección. 487 

Carta  de  D.  Teutonio  de  Braganza  a  las  Carmelitas  Des- 
calzas  489 


Date  Due 

1 

-ZQ^^T, 

cacjafA 

0 

^ 

I 

! 

Libraiy  Bureau  Cat.  No.  1137 

w 


EUS  BINDERY 

'ALTHAM,  MASS. 
DEC.  1951 


WELLESLEY  COLLEGE  LIBRARY 


3  5002  03033  3228