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Full text of "Obras completas de Diego Barros Arana"

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OBRAS  COMPLETAS 


DIEGO  BARROS  ARANA 


OBRAS  COMPLETAS 


DIEfiO  BÁBSflS  ÁRAM 


TOMO  V 


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(^3^2í^;^^2P^!^ 


SANTIAGO  DE  CHILE 

BANDEKA,  50 

1910 


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El  ejercicio  de  composición  en  las  clases  de  literatura  es 
tan  necesario  a  los  jóvenes  como  el  estudio  de  los  preceptos 
de  la  retórica.  Es  rzecesario  habituarlos  a  escribir  para  que 
aprendan  a  conocer  los  resortes  de  la  lengua,  el  empleo  de 
las  palabras,  el  encadenamiento  de  las  ideas.  *• 

Este  libro,  destinado  para  el  uso  de  los  estudiantes  de 
nuestros  colejios,  tiene  por  objeto  el  regularizar  el  trabajo 
de  composición.  Adoptando  el  sistema  empleado  por  emi- 
nentes profesores,  he  querido  indicar  la  gradación  que  debe 
.seguirse  en  este  trabajo,  buscando  las  materias  mas  fáciles 
i  sencillas  para  los  primeros  ensayos,  i  dejando  Jas  mas 
complicadas  i  penosas  para  cuando  los  jóvenes  han  adqui- 
rido, junto  con  una  mayor  facilidad  de  redacción,  el  hábito 
de  coordinar  lójicamente  sus  pensamientos. 

Para  ello,  he  distribuido  el  libro  en  doce  secciones  dife- 
rentes. Los  asuntos  comprendidos  en  la  primera  pueden 
ser  tratados  por  los  principiantes  que  solo  conocen  las  re- 
glas de  la  gramática;  pero  en  cada  sección  las  dificultades 
son  mayores,  i  exijen  mas  conocimientos  i  mas  meditación. 
Para  facilitar  el  trabajo  de  los  profesores  e  indicarles  el 
rumbo  que  deben  seguir,  en  cada  sección   he  puesto  un  nú- 


*  El  señor  Barros  Arana  publicó  este  Tratado  de  composición  li- 
teraria en  1871. — (Nota  del  Recopilador). 


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MANUAL    DR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


mero  considerable  de  temas  que  pueden  darse  a  los  alum- 
nos para  que  trabajen  su  composición;  pero  los  profesores 
podrán  formar  muchos  otros  temas  tal  vez  mas  apropiados 
que  los  que  contiene  este  libro. 

En  la  práctica  de  la  enseñanza,  he  observado  que  de  or- 
dinario los  jóvenes,  por  no  haber  meditado  el  asunto  sobre 
que  deben  escribir,  creen  que  el  tema  que  les  ha  dado  es  es 
téril  i  que  no  tienen  nada  que  decir.  Para  probarles  lo  con- 
trario, he  puesto  después  de  cada  serie  de  temas,  una  serie 
mas  reducida  de  modelos  de  ejercicios;  i  para  ello,  he  queri- 
do presentarles  excelentes  modelos,  es  decir,  trozos  litera- 
rios de  un  verdadero  mérito,  en  que  esos  temas  están  trata- 
dos por  grandes  escritores.  En  ellos  verán  los  jóvenes  que 
los  asuntos  que  a  primera  vista  parecen  áridos,  se  prestan 
a  un  desarrollo  artístico  cuando  se  medita  sobre  un  asunto 
i  cuando  se  sabe  escribir. 

Los  preceptos  jenerales  de  composición  que  preceden  a 
este  libro,  i  los  particulares  de  cada  sección,  son  estractados 
i  aun  $n  parte  traducidos  de  los  que  se  encuentran  en  otras 
obras  análogas  que  me  han  servido  de  guia  en  la  formación 
de  la  presente.  Debo  recordar  entre  otras  las  de  Sommer, 
Chassang,  Barran,  Thery,  así  como  un  opúsculo  de  Labou- 
laye,  i  un  libro  del  abate  Bautain,  sobre  la  preparación  en 
el  arte  de  hablar.  De  todos  esos  libros  he  tomado  algunas  • 
observaciones,  i  todos  me  han  servido  para  disponer  el 
plan  jeneral  de  este  Manual. 

Los  fragmentos  literarios  que  he  reunido  como  modelos 
de  ejercicios,  son  útiles  ademas  para  un  objeto  diferente. 
Los  mejores  preceptos  literarios  no  sirven  de  nada  cuando 
no  van  acompañados  de  la  lectura  de  buenos  escritores.  En 
una  clase  de  literatura,  el  estudio  de  las  reglas  debe  hacerse 
al  mismo  tiempo  que  el  análisis  de  algunos  fragmentos 
bien  escritos,  sobre  los  cuales  pueden  recaer  las  esplicacio- 
nes  del  profesor.  En  los  países  mas  adelantados,  esta  espli- 
cacion  de  los  autores  constituye  la  parte  mas  sólida  i  mas 
útil  de  la  enseñanza  literaria.  El  joven  aprende  insensible- 
mente el  arte  de  elejir  los  pensamientos,   de  encadenarlos 


ADVERTENCIA 


♦entre  sí,  de  darles  claridad  i  de  revestirlos  conformas  agra- 
dables i  elegantes. 

Hasta  ahora,  no  liabia  podido  adoptarse  este  sistema 
en  la  enseñanza  de  la  literatura  en  nuestros  colejios  por  la 
falta  de  un  libro  adecuado  que  contuviera  fragmentos  esco- 
jidos,  que  por  su  naturaleza  se  prestaran  a  este  uso.  Este 
libro  tiene  también  por  objeto  el  remediar  esta  necesidad. 
Bn  él  he  reunido  mas  de  ciento  cincuenta  fragmentos  esco- 
jidos  de  diversos  autores  i  sobre  las  materias  mas  variadas. 
Al  hacer  esta  compilación,  no  me  he  limitado  a  tomar 
fra2:mentos  de  una  literatura  determinada.  Los  he  busca- 
do  en  todas  partes,  prefiriendo  siempre  aquellos  que  pudie- 
ran contribuir  de  algún  modo  a  ensanchar  los  conocimien- 
tos de  los  jóvenes.  Para  esta  clase  de  compilaciones,  la 
literatura  castellana  no  ofrece  un  campo  bastante  rico; 
pero  he  tomado  de  ella  los  mejores  trozos  líricos  de  su  Par- 
naso, i  algunos  fragmentos  de  sus  prosadores.  Es  verdad 
que  Cervantes  suministra  por  sí  solo  un  caudal  inmenso 
de  modelos  literarios;  pero  creo  que  la  lectura  de  su  libro 
inmortal  debe  ^íer  obligatoria  a  todos  los  estudiantes  de 
literatura,  i  por  lo  tanto  no  liai  necesidad  de  tomar  estrac- 
tos  de  él. 

Para  hacer  mas  útil  la  lectura  de  estos  fragmentos,  he 
puesto  al  pié  de  cada  uno  de  ellos  algunas  notas  concer- 
nientes a  la  biografía  del  escritor,  o  destinadas  a  completar 
ciertas  noticias  que  pueden  interesar  a  los  jóvenes.  En  mu- 
chas ocasiones,  i  para  no  recargar  iniítilmente  las  notas, 
cuando  se  trata  de  autores  de  cuya  biografía  i  de  cuyas 
obras  hai  noticias  en  las  Nociones  de  historia  literaria,  que 
sirven  a  los  estudiantes  como  libro  elementarme  he  limi- 
tado a  referirme  a  las  pajinas  '"*  de  esa  obra.  En  nuestra 
lengua  faltan  los  diccionarios  biográficos  i  enciclopédicos 
que  en  otros  paises  están  al  alcance  de  todos  los  estudian- 


*  Como  hai  varias  ediciones  de  ese  libro,  hemos  reemplazado 
la  indicación  de  las  pajinas  por  la  de  sus  partes,  capítulos  i  párra- 
fos.—(Nota  DEL  RECOriLADOR). 


MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


tes,  i  donde  pueden  consultar  las  noticias  de  esta  naturale- 
za. Conviene  por  lo  tanto  que  los  libros  elementales  reme- 
dien  por  medio  de  notas  i  en  cuanto  sea  posible,  esta  falta. 
En  un  Apéndice  puesto  al  fin  de  este  libro,  encontrarán 
os  jóvenes  un  vocabulario  que  les  indicará  la  manera  de 
vencer  una  de  las  dificultades  mas  serias  que  ofrece  la  cons- 
trucción de  la  frase  en  la  lengua  castellana. 


PEEOEPTOS  JENEEALES 
IDE  CODVCIPOSIOIOIsr 


Para  escribir  i  para  hablar  regularmente,  la  ciencia  de 
los  preceptos  no  basta.  Evidentemente,  todas  las  reglas  de 
la  retórica  sobre  el  estilo  i  sobre  sus  cualidades  jenerales  i 
accidentales,  tienen  por  objeto  el  iniciar  a  los  jóvenes  en 
los  secretos  del  arte  de  escribir.  Sí  ellos  han  meditado  con 
detenimiento  esos  preceptos,  si  sobre  todo  los  han  aplicado 
a  los  diversos  ejemplos  que  se  encuentran  en  los  libros  ele- 
mentales o  a  los  que  ellos  mismos  han  podido  encontrar, 
habrán  aprendido  a  darse  cuenta  de  las  bellezas  i  defectos 
de  los  trozos  literarios  que  quieran  analizar.  Sin  duda  es 
mucho  poseer  un  juicio  crítico  bastante  seguro  para  no  ad- 
mirar nada  i  no  condenar  nada  sino  con  conocimiento  de 
causa;  pero  esto  no  basta  para  escribir  por  sí  mismo.  Los 
jóvenes  necesitan  todavía  de  otro  estudio  mas  práctico  sin 
duda  que  el  de  los  preceptos  de  la  retórica,  pero  que  supo- 
ne el  conocimiento  de  éstos. 

Este  estudio  no  es  otra  cosa  que  el  ejercicio  gradual  de 
escribir  bajo  los  auspicios  del  profesor.  En  una  clase  de  lite- 
ratura, cuando  los  alumnos  han  estudiado  los  preceptos 
jenerales  concernientes  al  estilo,  deben  ejercitarse  en  este 
jénero  de  trabajos.  Al  profesor  corresponde  señalar  el  tema 
que  debe  ser  tratado  por  los  alumnos,  darles  las  indicacio- 
nes a  que  han  de  sujetarse;  i  en  seguida  revisar  i  correjir 
esos  ensayos  haciendo  notar  los  defectos  gramaticales  i  li- 


10  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

terarios  en  que  han  incurrido  los  jóvenes  principiantes. 
Toca  a  éstos  el  aplicar  cuando  escriben  los  preceptos  que 
han  estudiado.  Aunque  este  ejercicio,  volvemos  a  rep.etirlo, 
es  esencialmente  práctico,  conviene  ajpuntar  aquí  algunas 
indicaciones  que  no  son  inútiles. 


I 


El  trabajo  de  composición  se  reduce  en  rigor  a  tres  co- 
sas: encontrar  las  ideas,  elejirlas  i  por  fin  ordenarlas. 

Se  encuentran  las  ideas  por  medio  de  un  examen  atento 
del  asunto  que  se  quiere  tratar.  Cuando  se  conoce  bien  ese 
asunto,  es  casi  imposible  que  las  ideas  no  se  presenten  aun 
a  una  imajinacion  estéril.  Con  frecuencia  los  jóvenes,  cuan- 
do se  les  da  algún  tema  sobre  el  cual  deben  escribir,  preten- 
den que  tienen  poco  que  decir,  i  no  saben  dónde  tomar  los 
materiales  para  llenar  el  cuadro  que  se  les  ha  trazado.  Es 
cierto  que  las  ideas,  como  resultado  de  la  memoria,  de  la 
esperiencia  i  de  la  reflexión,  pertenecen  a  la  edad  en  que 
meditaciones  mas  serias  han  correjido  la  lijereza  natural 
del  espíritu.  Sin  embargo,  no  hai  edad  en  que  éste  esté  ab- 
solutamente vacío  o  sea  incapaz  de  reflexión.  Si  algunas 
veces  la  imajinacion  de  los  jóvenes  se  encuentra  enteramen- 
te estéril,  deben  atribuirlo  a  su  neglijencia  o  a  su  atolon- 
dramiento. Es  necesario,  pues,  insistir  sobre  el  examen  del 
asunto  de  que  se  quiere  tratar,  considerarlo  bajo  todas  sus 
faces  i  sacar  de  él  todo  lo  que  él  puede  producir.  Conviene 
facilitar  este  trabajo  a  los  principiantes  trazándoles  de  una 
manera  bastante  completa  el  cuadro  que  ellos  tienen  que 
llenar.  Sometiéndose  a  ese  cuadro  no  deben  temer  dejarse 
arrastrar  fuera  de  su  asunto.  De  esta  manera  estarán 
apercibidos  contra  los  estravíos  de  la  inesperiencia,  pero 
si  el  plan  les  ha  sido  impuesto  en  cierto  modo,  no  por  esb 
dejan  de  tener  una  libertad  completa  para  los  detalles,  i  su 
imajinacion  encuentra  allí  un  campo  limitado  pero  no  es- 
trecho. 


PRECEPTOS    .IBNERALES    DE    COMPOSICIÓN  1  I 

Este  examen  preliminar  del  asunto  sobre  el  cual  se  quie- 
re escribir  es  uno  de  los  hábitos  mas  útiles  que  el  espíritu 
puede  adquirir  en  la  juventud,  uno  de  aquellos  cuya  impor- 
tancia se  aprecia  mejor  mas  tarde.  Muchos  jóvenes  co- 
mienzan a  escribir  antes  de  haber  reflexionado  algunos 
minutos  sobre  el  tema  que  se  les  ha  dado;  miran  como  per- 
dido el  tiempo  empleado  en  la  meditación,  i  apoderándose 
de  la  idea  que  se  presenta  a  su  espíritu,  la  desenvuelven  sin 
inquietarse  per  lo  que  vendrá  en  seguida,  i  se  fian  en  la 
inspiración.  Pero  nunca  es  mas  segura  la  inspiración  que 
cuando  nace  de  la  reflexión.  Nunca  es  mas  rica  ni  mas  rá- 
pida la  redacción  que  cuando  el  escritor  ha  reunido  previa- 
mente sus  ideas.  Abandonarse  a  la  fantasía  del  primer  mo- 
mento, es  arriesgarse  a  quedar  cortado  en  la  mitad  del 
trabajo,  o  a  dar  a  una  parte  una  estension  i  un  desarrollo 
desproporcionados  con  relación  al  resto  del  escrito,  como 
si  se  colocase  una  c.abeza  monstruosa  sobre  un  cuerpo  pe- 
queño. Mas  tarde,  cuando  son  mas  serias  i  mas  vastas 
las  materias  sobre  las  cuales  se  ejercita  el  escritor,  el  espí- 
ritu es  incapaz  de  abrazar  el  conjunto  i  de  penetrar  en 
todos  sus  detalles.  No  llega  entonces  a  obtenerse  sino  con 
sumo  trabajo  lo  que  un  hábito  prudente  i  una  práctica 
constante  le  hubiese  hecho  fácil  en  los  primeros  ensayos. 

Por  otra  parte,  es  menester  observar  que  las  ideas  no 
tienen  únicamente  su  oríjen  en  la  imajinacion:  lo  tienen 
también  en  los  conocimientos  adquiridos.  La  imajinacion 
por  sí  misma  es  bastante  limitada;  pero  el  estudio  i  la  lec- 
tura pueden  desarrollarla  hasta  lo  infinito:  mientras  mas 
aprende,  mas  rica  i  fecunda  se  hace;  mientras  mas  se  la 
ejercita,  mas  produce.  La  lectura  de  los  buenos  libros, 
sobre  todo,  tiende  a  conseguir  este  feliz  resultado.  El  espí- 
ritu no  debe  apropiarse  de  una  manera  servil  las  ideas  que 
encuentra  en  los  libros,  porque  eso  puede  conducirlo  al  fin 
a  la  esterilidad;  pero  esas  ideas  le  suministran  nuevas  per- 
cepciones, puntos  de  comparación  con  sus  propias  ideas,  i 
por  medio  de  un  trabajo  insensible,  añade  nuevas  nociones 
a  las  que  ya  poseia. 


12  MANUAL   UR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


II 


Cuando  las  ideas  han  sido  encontradas,  es  preciso  pen- 
sar en  elejirlas,  en  examinar  las  que  conviene  desechar  i  las 
que  se  deben  conservar. 

Las  ideas  que  conviene  abandonar  desde  luego  son  las 
que  tienen  con  el  asunto  que  se  quiere  tratar  una  relación 
menos  íntima,  i  cujo  desarrollo  seria  por  esto  mismo  una 
digresión  estraña  al  tema  principal.  Se  puede  hablar  de 
todo  a  propósito  de  cualquiera  cosa:  aun  se  puede  decir 
con  razón  de  ciertas  obras  que  lo  que  a  primera  vista  pa- 
rece el  asunto  principal,  no  se  encuentra  allí  mas  que  para 
unir  las  digresiones  en  que  el  autor  se  dilata:  es  una  espe- 
cie de  punto  fijo  mui  cómodo,  porque  el  autor  vuelve  a  él 
cada  vez  que  percibe  que  se  ha  alejado  mucho.  No  puede 
hacerse  esto  mismo  en  las  composiciones  que  se  encomien- 
dan a  los  jóvenes:  el  trabajo  que  se  les  exije  tiene  por  obje- 
to desarrollar  en  ellos  esa  prudencia  de  espíritu  que  hace 
que  se  trate  un  asunto  de  una  manera  completa,  pero  sin 
salir  de  sus  límites,  con  moderación  i  sobriedad.  Hai  sin 
duda  algo  de  mas  agradable  para  el  vulgo  de  los  lectores 
en  las  fantasías  de.  un  talento  fácil  i  brillante;  pero  las 
cualidades  que  recomendamos  son  mucho  mas  preciosas  a 
los  ojos  de  jueces  espertos  como  son  los  hombres  de  un 
verdadero  gusto  literario. 

Así,  pues,  después  de  un  primer  trabajo,  no  nos  quedan 
mas  que  las  ideas  que  nacen  del  fondo  mismo  del  asunto. 
Pero  ¿las  conservaremos  todas?  No.  Algunas  ideas  son  flo- 
jas í  débiles;  debemos  renunciar  a  ellas;  otras  son  vulgares; 
debemos  también  sacrificarlas.  Si  queremos  conmover,  to- 
maremos con  preferencia  las  ideas  maS  a  propósito  para 
excitar  la  sensibilidad:  si  queremos  agradar,  insistiremos, 
según  las  circunstancias,  en  las  ideas  agradables  o  cómi- 
cas. Esta  elección  dependerá  del  asunto  i  del  carácter  i  del 
gusto  de  las  personas  a  quienes  se  dirije  el  escrito.  Estas 
son  consideraciones  que  conviene  tener  presente,  pero  sin 


PRECEPTOS    JENERALIÍS    DE    COMPOSICIÓN  13 

que  se  deje  por  esto  de  ser  natural,  porque  la  naturalidad 
es,  como  se  sabe,  una  de  las  primeras  condiciones  del  estilo. 

Hemos  aconsejado  que  se  dejen  a  un  lado  las  ideas  que  se 
miran  como  flojas  o  débiles.  En  efecto,  una  idea  débil  colo- 
cada antes  o  después  de  otra  idea  vigorosa,  quita  a  ésta 
algo  de  su  valor  i  disminuye  la  impresión  que  ésta  habria 
producido.  Por  otra  parte,  no  es  necesario  decir  sobre  un 
asunto  todo  lo  que  puede  decirse:  pueden  omitirse  sin  incon- 
veniente las  cosas  que  se  presentan  naturalmente  al  espíri- 
tu de  todo  el  mundo,  a  menos  que  se  sepa  darles  realce  por 
medio  de  algunas  consideraciones  nuevas.  Insistir  sobre 
ideas  triviales  i  trilladas,  es  injuriar  en  cierto  modo  a  la  in- 
telijencia  del  lector. 

Declaramos  sobre  todo  la  guerra  a  los  lugares  comunes. 
Se  llaman  lugares  comunes  esas  ideas  vulgares  que  se  colo- 
can igualmente  bien  o  igualmente  mal  en  todas  partes,  que 
todo  el  mundo  conoce  i  que  por  esto  mismo  no  causan  pla- 
cer a  nadie.  Por  ejemplo,  en  vez  de  decir  simplemente: 
*'Habia  vuelto  la  primavera;"  o  ^'Corrianlos  primeros  dias 
de  la  primavera,"  se  habla  del  soplo  tibio  del  céfiro,  de  las 
aves  que  revolotean,  de  las  flores  que  crecen,  del  hielo  que 
«e  liquida,  del  ropaje  nuevo  de  la  tierra,  de  los  prados,  de 
los  bosques,  de  los  arroyos,  etc.:  cosas  todas  que  pueden 
ser  dichas  tanto  mejor  cuanto  que  tienen  fórmulas  hechas  i 
hechas  por  mano  maestra.  Han  agradado  en  otro  tiempo: 
ahora  han  llegado  a  ser  fastidiosas.  Cada  asunto,  si  se  con- 
sidera bien,  tiene  su  lugar  común,  precisamente  es  este  lu- 
gar común  el  que  conviene  evitar. 

Los  lugares  comunes  no  consisten  solo  en  descripciones 
usadas:  sino  también  en  reflexiones  triviales  que  se  repiten 
a  cada  instante  i  que  no  por  ser  verdaderas  dejan  de  ser 
fastidiosas,  puesto  que  nadie  tiene  necesidad  de  que  se  le 
sujieran.  Sin  embargo,  hai  ocasiones  en  que  el  lugar  común 
es  soportable,  i  es  cuando  el  que  escribe  es  bastante  hábil 
para  refundirlo  naturalmente  en  el  asunto  mismo,  de  modo 
que  parece  saHr  espontáneamente  de  él  i  no  como  añadido 
por  via  de  adorno.  Así,  continuando,  nuestro  ejemplo,  ese 


14  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

lugar  comunjdejla  primavera,  tan  vulgar,  tan  insoporta. 
ble,  perderá  algo  de  su  fastidio  i  de  su  vulgaridad  si  se  apli- 
ca a  un  enfermo^jue  retenido  en  su  aposento  durante  todo 
el  invierno,  puede  salir  al  fin  i  gozar  de  los  primeros  dias  de 
la  nueva  estación.  No  existirá  entonces  una  descripción  je- 
nérica  i  trillada,  porque  no  es  precisamente  la  primavera  lo 
que  se  describe,  sino  las  sensaciones  de  aquel  que  goza  de 
de  ellas  de  una  manera  particular  i  casi  inesperada.  En 
el  primer  caso,  la  descripción  tiene  un  carácter  jeneral: 
en  el  segundo  toma  un  carácter  personal.  ¿Qué  cosa  mas 
repetida  i  vulgar  que  la  descripción  de  una  tempestad?  Sin 
embargo,  si  colocamos  en  medio  de  esta  tempestad  un  per- 
sonaje que  nos  interesa,  si  con  el  cuadro  de  los  grandes  sa- 
cudimientos de  la  naturaleza  confundimos  el  cuadro  de  las- 
emociones  de  aqueljque  es  testigo  i  que  en  un  momento  pue- 
de ser  la  víctima,  la  descripción  por  sí  misma  tendrá  un  in- 
terés poJeroso. 

Es  un  medio  de  sacar  partido  del  lugar  común  el  hacer 
de  él  una  aplicación  particular;  pero  es  verdad  que  enton- 
ces la  palabr¿i  deja  ser  propia,  porque  en  realidad  no  hai 
lugar  común. 

*  III 

Lo  que  mas  importa  para' la  claridad  de  la  C(imposicion 
es  el  orden  de  las  ideas.  Las  ideas  que  consideradas  una  a 
una  pueden  ser  vigorosas,  nuevas,  convincentes,  pierden  en 
gran  parte  todas  estas  cualidades  si  son  presentadas  con 
confusión.  Perturban  en tóncesjel  espíritu  en  lugar  de  ilus- 
trarlo i  se  destruye  así  todo  su  efecto.  Para  evitar  este  in- 
conveniente se  debe  tener  cuidado  de  reunir  i  de  presentar 
sucesivamente  todas  las  ideas  de  la  misma  naturaleza,  to- 
das las  que  pueden  encadenarse  unas  con  otras  sin  artificio 
i  sin  esfuerzo.  Solo  después  de  haber  agotado  completa- 
mente un  orden  de  ideas  se  puede  pasar  a  ideas  nuevas.  El 
espíritu  del  que  lee  puede  entonces  clasificar  de  una  manera 
fácil  las  consideraciones   que  se  han   espuesto  o  los    hechos- 


PRECEPTOS    JENBRALES    DE    COMPOSICIÓN  15 

que  se  le  quieren  enseñar.  Está  tanto  mejor  dispuesto  a  ins- 
truirse o  a  dejarse  convencer  cuanto  que  para  ello  tiene  que 
hacer  menos  esfuerzos. 

Tratando  así  aparte,  i  como  un  todo  independiente,  cada 
serie  de  ideas,  conviene  reservar  para  el  fin  la  idea  mas  vi- 
gorosa i  presentar  primero  las  mas  débiles.  Ciertas  ideas, 
tomadas  aisladamente,  no  tienen  mas  que  un  pequeño  va- 
lor, i  sin  embargo,  cuando  se  las  agrupa  no  dejan  de  produ- 
cir impresión.  El  método  que  indicamos  es  siempre  bueno; 
pero  lo  es  particularmente  cuando  se  tiene  por  objeto  per- 
suadir: se  prepara  así  poco  a  poco  el  espíritu  a  lo  que  se 
quiere  obtener;  después  cuando  ya  está  inclinado,  se  hacen 
intervenir  la  consideraciones  decisivas  que  se  han  dejado  de 
reserva,  i  se  acaba  por  obtener  la  persuacion.  Si,  al  contra- 
rio, se  presentase  primero  la  consideración  mas  poderosa, 
las  que  vienen  en  seguida  no  harian  mas  que  debilitarla,  i 
aquélla  acabaria  por  borrarse  de  la  mente  i  por  perder  to- 
do su  valor. 

Dispuesta  así  cada  serie  de  ideas,  resta  aun  que  reunir 
todas  las  series.  Es  menester  hacerlo  estableciendo  entre 
ellas  en  cuanto  sea  posible,  la  misma  gradación  que  hemos 
recomendado  para  las  ideas  de  cada  grupo.  Una  vez  fijado 
el  orden  definitivo,  el  escritor  se  ocupa  de  los  medios  de  pa- 
sar de  una  serie  de  ideas  a  otra  serie,  de  una  manera  senci- 
lla i  fácil,  a  fin  de  que  el  conjunto  no  ofrezca  nada  de  entre- 
cortado i  de  incoherente.  Se  obtiene  este  resultado  por  me- 
dio de  las  transiciones. 

Se  llama  transicicn  el  laz:>queuneuna  idea  a  otra,  cuan- 
do entre  ambas  no  hai  un  encadenamicuLo  lójico.  Las  tran- 
siciones consisten  en  ideas  intermediarias  queestán  relacio- 
nadas con  lo  que  acaba  de  decirse  i  con  lo  que  va  a  seguir. 
Algunos  ejemplos  harán  comprender  mejor  lo  que  es  una 
transición.  Flechier,  en  la  oración  fúnebre  de  Turena,  que- 
riendo hacer  el  elojio  de  Luis  XIV,  después  del  elojio  de 
aquel  famoso  jeneral,  dice:  *'Para  recompensar  tantas  vir- 
tudes (las  de  Turena)  con  un  honor estraordinario,  erapre. 
ciso  encontrar  un  gran  rei  que  creyese  ignorar  alguna  cosa. 


16  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITBRAlilA 

i  que  fuese  capaz  de  confesarlo".  Entonces  hace  el  elojio  del 
reí.  En  el  mismo  discurso,  después  dé  haber  espuesto  todas 
las  medidas  tomadas  por  Turena  para  batir  al  enemigo, 
Flechier  pasa  así  a  referirla  muerte  del  héroe.  "La  Francia 
en  suspenso  esperaba  el  éxito  de  una  empresa  que,  según  to- 
das las  reglas  de  la  guerra,  era  infalible.  ¡Ah!  nosotros  sa- 
bíamos todo  lo  que  podíamos  esperar,  i  no  pensábamos  en 
lo  que  debíamos  esperar".  Entonces  refiere  como  Turena 
murió  en  el  campo  de  batalla. 

Las  transiciones  deben  ser  naturales  i  sencillas,  conviene 
evitar  cuidadosamente  las  ideas  rebuscadas,  los  encadena- 
mientos forzados.  Si  es  posible,  debe  presentarse  la  segunda 
idea  como  una  consecuencia  o  un  desarrollo  de  la  anterior. 
Las  transiciones,  ademas,  deben  ser  cortas,  como  se  concibe 
fácilmente.  En  jeneral,  ellas  no  añaden  nada  a  la  idea;  i  es 
preciso  abstenerse  en  cuanto  sea  dable,^e  hablar  para  no 
decir  nada.  Por  otra  parte,  las  transiciones  mui  largas  dan 
al  estilo  un  aire  pesado  i  embarazoso.  Las  transiciones  son 
útiles  para  la  claridad  de  la  composición;  pero  por  breves 
que  sean,  desempeñan  bien  su  oficio. 

Una  regla  que  importa  mucho  observar  es  la  de  hacer  sa- 
ber desde  el  principio  el  asunto  sobre  que  se  escribe,  anun- 
ciarlo directa  o  indirectamente,  pero  con  toda  claridad  an- 
tes de  desarrollarlo.  Por  no  conformarse  a  este  precepto  se 
deja  por  algún  tiempo  incierto  al  lector  sobre  el  objeto  que 
el  autor  se  propone,  i  no  hai  lectura  mas  fastidiosa  que  la 
de  una  composición  o  de  una  obra  cuyo  objeto  no  se  perci- 
be desde  el  principio.  Se  necesita  mucho  injenio  para  eludir 
este  precepto,  para  interesar  al  lector  con  alguna  digresión 
a  fin  de  llevarlo  en  seguida  al  asunto  que  el  autor  se  propo- 
ne tratar. 


IV 


Como  estos  consejos  van  dirijidos  a  jóvenes  que  conocen 
los  principios  fundamentales  dé  la  retórica,  es  inútil  repetir 
aquí  la  importancia  que  tienen   la  pureza,  la  claridad,  la 


PRECEPTOS    JENBRALES    DE    COMPOSICIÓN 


precisión  i  la  dignidad,  cualidades  que  los  preceptistas  lla- 
man habituales  o  necesarias  a  todo  estilo.  La  propiedad  de 
los  términos,  la  corrección  de  las  frases,  la  nitidez  de  las 
ideas  son,  sin  duda,  condiciones  que  no  pueden  faltar  en 
ningún  escrito;  pero  el  estudio  de  estas  cuestiones  es  hasta 
cierto  punto  ajeno  de  este  lugar.  Vamos  por  esto  a  apuntar 
algunas  consideraciones  de  un  orden  mas  limitado  i  mas 
práctico. 

En  jeneral,  una  frase  mui  larga  aunque  sea  bien  construi- 
da, fatiga  la  atención.  Una  serie  de  frases  cortas  cansa  por 
su  monotonía.  Lo  mas  prudente  es  buscar  siempre  el  tér- 
mino medio,  i  no  hacer  frases  ni  mui  largas  ni  mui  cortas. 
Conviene,  sin  embargo,  advertir  que  la  estension  de  una 
frase  no  debe  medirse  por  el  número  de  palabras  que  encie- 
rra, sino  por  la  mayor  o  menor  facilidad  con  que  se  desen- 
vuelve, i  que  una  oración  de  muchas  líneas  es  corta  si  mar- 
cha de  principio  a  fin  con  soltura  i  desembarazo;  pero  los 
jóvenes  que  comienzan»  a  ensayarse  en  ejercicios  literarios, 
deben  comprender  que  solo  a  los  escritores  esperimentados 
les  es  fácil  desenvolverlargas  frases  conservando  siempre  la 
claridad  i  la  lójica  del  lenguaje. 

Lo  que  hace  los  períodos  pesados  i  confusos  es  el  gran 
número  de  frases  incidentes  que  se  introducen  en  ellos.  Esas 
frases  que  no  forman  parte  esencial  de  la  proposición  i  que 
si  bien  le  añaden  alguna  idea  accesoria,  podrian  suprimirse 
sin  faltar  a  la  claridad,  deben  usarse  con  mucha  parsimo- 
nia. Esas  proposiciones  incidentes,  sobre  todo  cuando  son 
largas  o  cuando  se  multiplican  demasiado,  tienen  el  incon- 
veniente de  distraer  el  espíritu  largo  rato  o  con  mucha  fre- 
cuencia de  la  idea  principal.  Ademas,  se  introducen  en  la 
frase  por  medio  de  un  número  mui  limitado  de  voces,  los 
relativos,  cuya  repetición  es  en  estremo  fastidiosa,  i  aun 
con  frecuencia  hace  oscuro  o  ambiguo  el  sentido. 

Desde  sus  primeros  ensayos,  los  jóvenes  deben  empeñarse 
en  verter  sus  pensamientos  con  el  menor  número  de  pala- 
bras posible.  Deben  evitar  las  perífrasis  o  circunloquios 
<cuando  ellas  no  dan  gracia  o  elegancia  al  estilo. 

TUMO  V  2 


18  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERAFtlA 

Deben  suprimir  los  pleonasmos,  o  repetición  de  una  mis- 
ma idea  con  palabras  diferentes,  porque  esas  repeticiones 
alargan  el  escrito,  pero  no  desarrollan  el  pensamiento.  Pe- 
ro si  podemos  indicar  lijeramente  los  peligros  que  es  preciso 
evitar,  no  es  fácil  decir  lo  que  conviene  hacer.  Podemos,  sin 
embargo,  dar  una  regla  jeneral:  elíjase  siempre  para  cada 
una  de  las  ideas  la  forma  mas  sencilla  i  mas  breve,  la  que 
va  mas  directamente  al  objeto:  suprímase  sin  compasión 
todo  lo  que  no  está  estrechamente  unido  al  sentido  del  pen- 
samiento, i  cuando  se  haya  espresado  así  la  idea  de  una 
manera  completa,  no  se  vuelva  mas  a  ella  sino  es  para  dar- 
le una  forma  mas  nueva  i  mas  clara.  Es  cierto  que  si  se  lle- 
va al  estremo  este  trabajo,  la  cualidad  del  estilo  que  se  bus- 
ca puede  convertirse  en  un  defecto,  i  que  a  fuerza  de  quitar 
de  la  espresion  lo  que  parece  superfino,  se  quita  lo  necesa- 
rio i  que  con  el  propósito  de  ser  breve  se  llega  a  ser  oscuro; 
pero  este  exceso  de  precisión  no  es  el  defecto  en  que  incurren 
ordinariamente  los  jóvenes.  Por  el  contrario,  la  redundan- 
cia, el  pleonasmo,  la  repetición,  son  los  vicios  orlinarios 
del  estilo  de  los  principiantes. 

En  estas  materias,  la  lectura  de  los  buenos  libros,  el  exa- 
men atento  del  estilo  de  los  grandes  maestros  enseña  mas 
que  todos  los  preceptos.  El  aprender  de  memoria  numero- 
sos pasajes  de  los  mejores  escritores  es  un  ejercicio  excelen- 
te. Jeneralmen  te  este  ejercicio  es  descuidado  por  los  jóvenes, 
sin  duda  porque  no  comprenden  toda  su  importancia  i  por- 
que no  ven  en  él  mas  que  un  medio  mecánico  de  cultivar  la 
memoria.  Deben  esperar  mucho  mas  de  este  trabajo:  los  fru. 
tos  que  él  produce  vienen  lentamente  i  de  una  manera  casi 
insensible,  pero  son  seguros. 


Los  discursos  que  se  pronuncian  de  viva  voz,  si  se  quiere 
que  ellos  no  estén  reducidos  auna  vana  i  estéril  palabrería, 
están  sometidos  a  estas  mismas  reglas.  No  queremos  hablar 
aquí  de  los  discursos  escritos  de  antemano,   porque,   como 


PRECEPTOS    JENERALBS    DE    COMPOSICIÓN  19 


es  fácil  comprender,  SU  autor  no  podría  dispensarse  del  tra- 
bajo que  siempre  debe  imponerse  el  escritor:  nos  referimos 
a  los  discursos  improvisados. 

La  improvisación  no  tiene  nada  de  común  con  la  estéril 
charla.  Lejos  de  dispensar  al  autor  de  todo  trabajo,  exije 
para  cada  asunto  un  a  preparación  larga  i  seria.  La  investi- 
gación de  la  verdad,  la  reflexión,  la  lectura  son  sus  condicio- 
nes esenciales;  en  otros  términos,  la  improvisación  no  es 
mas  que  el  arte  de  esponer  verbalmente  lo  que  el  estudio  i 
la  meditación  nos  han  enseñado.  La  primera  condición  de 
la  improvisación  comprendida  así,  es  la  preparación.  Una 
vez  elejido  o  designado  el  asunto,  es  menester  estudiarlo  en 
sí  mismo  i  en  todo  lo  que  lo  rodea.  Debe  comenzarse  el  tra- 
bajo por  leer,  pero  no  para  buscar  en  la  lectura  uno  o  mas 
rasgos  aislados  que  hacer  entrar  en  el  discurso,  ni  para  en- 
contrar el  orden  i  el  plan  de  su  obra,  sino  para  estudiar  el 
asunto,  en  la  seguridad  de  que  un  estudio  serio,  seguido  de 
la  meditación,  formará  el  discurso  por  completo.  D.íspues 
de  ese  estudio  detenido,  las  impresiones  superficiales  se  des- 
vanecen i  la  memoria  no  conserva  mas  que  las  ideas  i  los 
hechos  que  han  llamado  vivamente  la  atención  del  lector. 
Los  detalles  han  desaparecido,  pero  los  grandes  rasgos  han 
quedado:  son  ellos  los  que  suministran  naturalmente  la  tra- 
ma del  discurso. 

La  retórica  enseña  a  distinguir  las  partes  de  que  se  com- 
pone todo  discurso  i  señala  los  preceptos  a  que  debe  so- 
meterse su  orden  i  disposición.  Sin  embargo,  en  éste  como 
en  muchos  otros  puntos,  las  reglas  no  hacen  mas  que  es- 
plicar  lo  que  naturalmente  se  verifica  cuando  se  da  a  las 
ideas  el  encadenamiento  mas  claro  i  mas  sencillo.  No  se 
necesita  meditar  mucho  sobre  un  asunto  para  saber  que 
antes  de  entrar  en  materia,  conviene  llamar  la  atención  del 
auditorio,  o  que  la  prueba  necesita  que  haya  hechos  cono- 
cidos sobre  los  cuales  debe  recaer.  Las  ideas  de  cada  una 
de  esas  partes  se  enlazan  entre  sí  de  la  misma  manera  que 
las  ideas  de  un  escrito,  por  medio  de  transiciones  cuando 
éstas  son  necesarias,  o  por  el   orden  mas   natural   de  suce- 


20  MANUAJ^    DFj    composición    LITERARIA 

sion  cuando  las  unas  nacen  naturalmente  de  las  otras 
Pero  no  basta  disponer  las  partes  i  aun  las  ideas  de  un 
discurso;  es  menester  también  que  la  memoria  conserve  ese 
orden  i  las  presente  al  orador  en  su  sucesión  regidar. 
Para  muchas  personas,  ésta  es  una  de  las  grandes  dificul- 
tades de  la  improvisación;  pero  hai  medios  mecánicos,  por 
decirlo  así,  para  ayudar  a  la  memoria.  Los  antiguos  co- 
nocian  estos  procedimientos  para  grabar  las  cosas  i  las 
palabras  en  el  espíritu.  Es  curioso  leer  en  Cicerom  los  me- 
dios singulares  a  que  acudían  para  satisfacer  esta  necesi- 
dad. Relacionaban  en  la  mente  sus  divisiones  i  sus  argu- 
mentos con  los  objetos  esteriores,  con  las  columnas  de  un 
templo,  las  bóvedas  de  un  salón,  i  por  medio  de  letras  i 
figuras  completaban  sus  recuerdos.  Esto  es  lo  que  Cicerón 
llamaba  memoria  artificial.  "Compónese  ésta,  agrega  mas 
adelante,  {Rhetoricum  ad  Hereunium,  III,  16  i  17)  de  luga- 
res i  de  imájenes.  Por  lugares  se  entienden  las  obras  de  la 
naturaleza  o  del  arte  a  las  cuales  un  carácter  de  sencillez, 
de  perfección  o  de  distinción  notable,  hace  aparentes  para 
ser  tomadas  i  abrazadas  por  la  memoria;  tales  son  una 
columnata,  un  ángulo,  una  bóveda  i  otras  cosas  semejan- 
tes. Las  imájenes  son  ciertas  formas,  signos,  representa- 
ciones de  la  cosa  que  queremos  retener,  como  caballos,  leo- 
nes, águilas,  cuyas  imájenes  colocaremos  en  alguna  parte 
si  queremos  guardar  el  recuerdo.  Lo  mismo  que  los  que 
saben  trazar  las  letras  pueden  escribir  lo  que  se  les  dicte  i 
leer  en  seguida,  así  los  que  han  aprendido  la  mnemónica 
pueden  fijar  en  ciertos  lugares  las  cosas  que  han  aprendi- 
do, i  por  este  medio  recitarlas  de  memoria.  En  efecto,  los 
lugares  son  enteramente  como  la  cera  i  el  papel;  las  imá- 
jenes como  las  letras,  la  disposición  i  el  arreglo  de  las 
imájenes  como  la  escritura,  i  la  recitación  como  lalectura'\ 
Entre  los  modernos,  estos  procedimientos  son  mucho 
mas  sencillos.  Muchos  oradores  disponen  sus  discursos  en 
un  pequeño  pedazo  de  papel.  Palabras  desligadas,  cifras, 
rajas,  letras  mas  o  menos  gruesas,  i  aun  a  veces  tintas  de 
-diversos  colores  distinguen  las  divisiones  principales  i  se- 


PRECEPTOS    JENERALES    DE    COMPOSICIÓN  21 

cutidarias  del  discurso.  Basta  una  memoria  regular  para 
(jue  al  hablar,  el  orador  tenga  presente  en  el  espíritu  el 
plan  de  su  discurso,  i  entonces  tiene  la  ventaja  de  que  esas 
grandes  demarcaciones  guian  el  pensamiento.  Algunos 
oradores  van  mas  lejos  todavía.  BscribcMi  su  discurso  por 
entero  sin  tener  la  intención  de  recitarlo.  Creen  que  de  esta 
manera  hacen  entrar  en  su  memoria  no  solo  los  rasgos 
principales  sino  hasta  los  detalles  de  su  improvisación.  El 
ejemplo  mas  curioso  es  el  del  jesuita  Claudio  Lingendes, 
célebre  predicador  del  siglo  XVII,  que  redactaba  en  latin 
los  sermones  que  debia  predicar  en  francés.  La  escritura 
no  era  para  él  mas  que  un  medio  de  grabar  las  ideas  en  la 
memoria,  i  no  se  preocupaba  de  las  palabras.  Lo  mismo 
acontece  a  los  que  escriben  sus  discursos  en  el  idioma  en 
que  deben  ser  pronunciados,  no  para  estudiar  en  el  ma- 
nuscrito las  frases  i  las  palabras,  porque  esto  los  enreda 
fácilmente. 

La  escritura,  pues,  es  titilcomo  procedimiento  mnemóni- 
co;  pero  es  todavía  mucho  mas  importante  como  prepara- 
ción. Los  antiguos  no  creian  que  se  pudiera  llegar  a  ser 
orador  sin  haber  escrito  mucho  antes  de  hablar.  "El  méto- 
do por  excelencia,  decia  Cicerón  {De  oratore.  I,  33),  consis- 
te en  escribir  lo  mas  posible:  la  pluma  nos  enseña  a  prepa- 
rarnos bien,  es  el  primero  i  el  mas  hábil  de  los  maestros:  si 
un  discurso  preparado  i  meditado  es  superior  a  una  impro- 
visación súbita  i  fortuita,  con  ma^^or  razón  un  discurso  es- 
crito con  cuidado  valdrá  mas  que  una  arenga  simplemente 
preparada  de  memoria",  'ajamas  podremos  hablar  conve- 
nientemente en  público,  dice  un  célebre  orador  moderno,  el 
abate  Bautain,  {Art  de  p¿wler  en  ptiblic,  part.  I,  ch.  3),  si 
antes  no  nos  hacemos  dueños  de  nuestro  pensamiento,  de 
manera  que  podamos  descomponerlo  en  partes,  analizarlo 
en  sus  elementos,  recomponerlo  después,  según  sea  necesa- 
rio, reducirlo  i  concentrarlo  de  nuevo  por  medio  de  la  sínte- 
sis; análisis  de  la  idea  que  la  pone  de  manifiesto  a  los  ojos 
del  espíritu  i  que  solo  se  alcanza  a  hacer  bien  escribiendo. 
La  pluma  es  el  escalpelo  que  diseca  los  pensamientos;  i  solo 


V9 


MANUAL    DW    COMPOSICIÓN    LTTE3RARIA 


al  escribir  se  profundiza  i  se  consigue  percibir  todo  lo  que 
encierre!  una  concepción:  cuando  comprendemos,  podemos 
hacernos  comprender".  La  facilidad  sola  no  constituye  al 
orador:  al  contrario,  debe  desconfiarse  de  esa  facilidad,  i 
tratar  de  reglamentarla.  Escribiendo,  se  la  modera  i  se  la 
limita:  se  busca  i  se  encuentra  la  palabra  precisa.  Es  el  me- 
jor de  los  ejercicios  para  evitar  esa  estéril  fecundidad  que 
ahoga  a  la  verdad  bajo  un  flujo  de  palabras  vacías  de  sen- 
tido. 

En  estas  breves  observaciones  no  hemos  pretendido  ni 
recordar  siquiera  los  preceptos  referentes  a  la  oratoria,  que 
se  encuentran  en  todos  los  buenos  libros  de  retórica.  He- 
mos querido  solo  manifestar  que  aun  para  hablar  conve- 
nientemente es  menester  ejercitarse  en  la  práctica  de  la  com- 
posición escrita,  no  para  aprender  de  memoria  un  discurso 
sino  para  fijar  el  orden  i  el  encadenamiento  «ie  las  ideas. 

De  entre  los  diversos  sistemas  empleados  para  ejercitar 
a  los  jóvenes  en  el  trabajo  de  composición,  hemos  preferido 
uno  que  se  recomienda  por  su  sencillez  i  por  los  buenos  re- 
sultados que  produce  en  Francia  i  en  los  otros  países  en  que 
se  ha  empleado.  Consiste  en  dar  a  los  alumnos,  junto  con 
el  tema  de  que  debe  tratar  la  composición,  un  sumario  con- 
ciso, pero  comprensivo  del  asunto,  con  algunas  indicacio- 
nes mui  lijeras  sobre  la  manera  de  desarrollarlo,  o  mas  bien 
dicho  de  llenar  i  dar  colorido  al  cuadro  que  se  les  ha  pre- 
sentado en  bosquejo. 

Ese  cuadro  limita,  es  verdad,  la  irnajinacion  del  alumno 
trazándole  un  orden  fijo  al  desarrollo  de  las  ideas;  pero  en 
los  primeros  ensayos  literarios,  como  han  podido  observar- 
lo todos  los  profesores,  conviene  poner  una  barrera  contra 
los  estravíos  de  la  inesperiencia.  Por  otra  parte,  si  ese  cp-^- 
dro  sumario  impone  a  los  jóvenes  un  plan  fijo  i  determina- 
do, les  deja  una  libertad  completa  para  los  detalles,  donde 
su  imajinacion  pueda  espaciarse.  Ademas,  nada  se  opcne  a 
que  oi  alumno,  después  de  haber  ejecutado  sus  primeros  en- 
sayos, se  exima  de  reproducir  exactamente  en  su  orden  las 
ideas  del  sumario   de  la  composición  que  debe  escribir.  En 


FKECBPTOS    .TBNERALBS    DE    COMPOSICIÓN 


nuestra  práctica  del  profesorado,  hemos  visto  algunos  jó- 
venes que,  después  de  haber  escrito  cuatro  o  seis  composi- 
ciones, se  han  apartado  con  felicidad  del  plan  que  se  les  ha- 
bia  trazado.  Por  esto  mismo  hemos  cuidado  que  las  indi- 
caciones de  esos  cuadros,  algo  minuciosas  en  el  principio, 
vayan  haciéndose  mas  vastas  i  jenerales  cuando  se  supone 
que  el  alumno,  mas  adelantado  ya  en  esta  clase  de  ejercicios, 
puede  entregarse  mas  confiadamente  a  sus  propias  fuerzas. 

Los  temas  de  composición  que  pueden  darse  a  los  jóve- 
nes son  por  su  naturaleza  mui  variados.  Nosotros  los  he- 
mos clasificado  en  doce  grupos  diferentes,  comenzando  por 
aquellos  que  nos  parecen  mas  sencillos  para  terminar  por 
los  que  ofrecen  mayores  dificultades.  Helos  aquí: 

1*^  Traducción  al  castellano  de  fragmentos  escritos  en 
un  idioma  estranjero. 

2°  Traslación  a  prosa  de  una  composición  escrita  en 
verso  castellano. 

3°  Traslación  al  lenguaje  moderno  de  algunos  fragmen- 
tos escritos  en  castellano  antiguo. 

4°   Esplicacion  de  algunos  sinónimos  i  homónimos. 

5"   Cartas  familiares. 

6°  Narraciones. 

7^   Descripciones. 

8^  Retratos. 

9^   Paralelos. 

10.  Disertaciones. 

11.  Diálogos. 

12.  Análivsis  literarios  i  buenos  modelos. 

Cada  uno  de  estos  grupos  de  ejercicios  de  composición 
va  precedido  de  algunos  consejos  dirijidos  a  ilustrar  al 
alumno.  Muchos  de  ellos  suponen  el  conocimiento  previo 
de  los  preceptos  jenerales  de  la  retórica,  si  bien  los  ejercicios 
de  las  cuatro  primeras  secciones  pueden  servir  para  los 
alumnos  que  hacen  sus  estudios  superiores  de  gramática 
castellana. 

No  nos  hemos  limitado  a  firmar  los  sumarios  según  los 
cuales  los  alumnos  pueden  desarrollar  los  temas  que  se  les 


2Í:  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

proponen,  i  que  los  profesores  de  literatura  pueden  aumen- 
tar siguiendo  el  plan  propuesto  en  este  libro.  Nos  ha  pare- 
cido conveniente  ademas  presentar  a  los  jóvenes  varios 
modelos  de  cada  clase  de  ejercicios,  en  los  cuales  les  es  fácil 
observar  la  manera  como  puede  tratarse  un  asunto  que  a 
primera  vista  parecia  estéril  e  incapaz  de  despertar  la  ima- 
ginación. En  cuanto  nos  ha  sido  posible,  hemos  elejido  [)ara 
estos  modelos  fragmentos  notables  por  el  estilo  i  por  el 
fondo  de  las  ideas;  i  paradlo  los  hemos  buscado  en  los  mas 
grandes  escritores  antiguos  o  modernos. 

Hemos  cuidado  que  estos  fragmentos  sean  agradables  i 
útiles,  es  decir,  que  a  la  belleza  literaria  reúnan  un  mérito 
intrínseco,  i  contribuyan  así  a  aumentar,  en  cuanto  es  po- 
sible, el  caudal  de  conocimientos  de  los  jóvenes. 


SECCIÓN    I 

Traducción  al  castellano  de  trozos  escritos  en  un  idioma 

estranjero 

La  traducción  no  consiste  en  verter  palabra  por  palabra 
al  idioma  castellano,  una  o  muchas  frases  escritas  en  idio- 
ma estranjero.  Ese  método  servil  es  indigno  de  un  verda- 
dero traductor.  Tampoco  debe  éste  alejarse  del  orijinal. 
porque  en  este  caso  no  se  traduce  sino  que  se  imita.  El  tra- 
ductor debe  conservar  el  tono,  el  carácter  i  el  jenio  del  au- 
tor que  traduce.  Debe  espresar  su  pensamiento  en  caste- 
llano de  la  misma  manera  que  lo  habria  espresado  el  autor 
si  hubiese  hablado  esta  lengua.  Así,  no  debe  tocar  nada  en 
el  orden  de  las  ideas,  porque  este  orden  constituye  el  fondo 
del  pensamiento  i  caracteriza,  mejor  que  todo,  el  jenio  del 
escritor. 

Si  el  estilo  es  rápido,  lento,  cadencioso,  brillante,  convie- 
ne que  el  traductor  reproduzca  en  su  frase  todos  estos  to- 
nos. Sin   duda,   no   siempre  podrá   reproducir  las  mismas 


TRADUCCIÓN  25 


figuras  porque  el  jenio  de  las  lenguas  difiere  mucho;  pero 
está  obligado  a  hacer  esfuerzos  para  no  debilitar  el  colorido 
del  pensamiento,  í  debe  sustituir  a  la  imájen  del  orijinal 
otra  imájen  que  produzca  el  mismo  efecto.  Lo  mismo  sucede 
con  las  palabras:  muchas  veces  en  el  orijinal  una  espresion 
es  vigorosa,  atrevida  o  elevada,  i  la  de  la  lengua  del  tra- 
ductor que  corresponde  a  ella  directamente  es  débil  o  baja. 
En  éste,  como  en  el  caso  anterior,  el  traductor  debe  recurrir 
a  los  equivalentes,  limitarse  a  conservar  el  fondo  del  pensa- 
miento, verter  el  conjunto  de  una  manera  conforme  al  ca- 
rácter de  nuestra  lengua  i  no  esponerse  a  fatigar  >1  lector 
con  un  estranjerismo  que  muchas  veces  no  se  distingue  de 
la  oscuridad.  Algunos  ejemplos  harán  comprender  mejores- 
tos  consejos.  II  estfort  hienauprés  da  roí;  II  se  íút  bien  passé 
de  paríer;  le  soiipcon  ne  convient  qu^aux  tetes  étroites;  son 
frases  i  espresiones  francesas  que  traducidas  palabra  por 
palabra  quedarían  en  castellano:  '^Está  mui  bien  cerca  del 
rei;  se  estuviese  o  se  fuese  pasado  de  hablar;  la  sospecha  no 
conviene  mas  que  a  las  cabezas  estrechas."  Todos  estos 
jiros  son  singulares  i  oscuros,  i  las  espresiones  correspon- 
dientes a  las  palabras  francesas  no  vierten  la  idea.  Pero  ú 
se  da  a  las  frases  otra  forma  mas  libre  se  pueden  espresar 
las  mismas  ideas  con  toda  claridad  i  elegancia,  como  va- 
mos a  verlo:  ^^Está  mui  bien  quisto  con  el  rei;  mejor  huhie- 
ra  hecho  en  no  hablar;  la  sospecha  es  propia  de  almas  mez- 
quinas, o  ¡os  hombres  de  cortos  alcances  son  suspicaces^\ 
En  otros  casos  la  traducción  literal  violenta  i  adultera  mu- 
cho mas  el  sentido  del  orijinal.  Por  eso  es  que  los  grandes 
preceptistas  en  el  arte  de  traducir,  han  dicho  que  nada  es 
mas  infiel  que  una  estremada  fidelidad. 

Los  períodos  deben  ser  vertidos  en  períodos  análogos 
por  su  armonía,  por  su  estension  i  por  su  corte.  Cuando  el 
estilo  es  sentencioso,  se  debe  conservarle  este  carácter  i  tra- 
ducir escrupulosamente  una  máxima  o  un  proverbio  por 
otra  máxima  o  por  otro  proverbio  que  guarden  consonan- 
cia con  los  del  orijinal.  En  una  palabra,  no  solo  es  necesario 
reproducir  el  sentido   del  testo  que  se  traduce,  sino   que  se 


26  AíANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

debe  darle  el  colorido,  el  movimiento,  la  fisonomía  entera 
del  estilo. 

Cada  escritor  debe  ser  traducido  con  el  colorido  que  lo 
caracteriza.  Así,  por  ejemplo,  la  fecundidad  injeniosa,  pero 
a  veces  difusa  de  Oviedo  debe  aparecer  bajo  la  pluma  de  un 
hábil  traductor,  que,  a  menos  de  caer  en  ridículo,  no  podria 
adaptar  el  mismo  procedimiento  al  esi:ilo  áspero  i  vigoroso 
de  Lucrecio,  o  a  la  precisión  brillante  de  Virjilio.  Sin  embar- 
go, debe  cuidarse  mucho  que  esta  fidelidad  en  la  reproduc- 
ción del  estilo  no  sea  contraria  al  carácter  de  la  lengua  en 
que  se  traduce. 

Fácil  es  comprender  qué  ventajas  se  pueden  sacar  del 
ejercicio  de  traducción  de  buenos  modelos  para  formar  i 
para  perfeccionar  el  estilo.  No  se  trata  revestir  de  figuras 
brillantes  sus  propios  pensamientos,  sino  de  penetrar  el 
pensamiento  de  los  grandes  maestros,  de  tomar  todos  los 
matices  de  su  estilo,  de  hacerlos  pasar  al  estilo  del  traduc- 
tor tomando  sucesivamente  todos  los  tonos  i  empleando 
sin  cesar  los  colores  mas  diversos.  Nada  es  mas  adecuado 
que  este  ejercicio  para  formar  el  gusto,  habituándolo  a  des- 
cubrir las  delicadezas  mas  finas  del  lenguaje  i  la  flexibilidad 
de  los  jiros,  i  a  disminuir  los  matices  mas  sutiles  del  pensa- 
miento. 

Muchos  escritores  de  la  antigüedad  clásica  conocieron 
las  ventajas  de  este  jénero  de  ejercicio.  Cicerón,  entre  otros, 
aprendió  en  cierto  modo  el  arte  de  escribir  traduciendo  al- 
gunas obras  maestras  del  jenio  griego.  En  los  tiempos 
modernos  esta  misma  práctica  ha  producido  resultados 
análogos. 

''Cuando  yo  tuve  la  desgracia  de  querer  hablar  al  públi- 
co, dice  uno  de  los  mas  ilustres  escritores  franceses,  Juan 
Jacobo  Rousseau,  sentí  la  necesidad  de  aprender  a  escribir  i 
me  atreví  a  ensayarme  en  Tácito.  No  quena  verter  las  fra- 
ses de  este  autor,  sino  su  estilo;  no  decir  lo  que  él  ha  dicho 
en  latin,  sino  lo  que  habria  dicho  en  francés." 

Es  verdad  que  no  se  puede  exijir  de  los  jóvenes  princi- 
piantes que  llenen   todos   los  deberes  del  traductor;  pero 


TRADUCCIÓN 


conviene  indicarles  aquí  en  qué  consiste  el  ideal  de  lo  que 
debe  ser  una  traducción  i  mostrarles  lijeramente  sus  venta- 
jas para  que  vean  en  qué  sentido  deben  dirijir  sus  esfuerzos. 
Por  lo  demás,  el  profesor  puede  elejir  los  trozos  del  latin  o 
del  francés,  idiomas  ambos  que  en  cierto  modo  conocen 
casi  todos  los  estudiantes  de  literatura,  i  darlos  a  tradu- 
cir a  los  alumnos,  habituándolos  a  vencer  las  dificultades  i 
a  ejecutar  versiones,  no  diremos  perfectas,  pero  claras  i  co- 
rrectas. 

No  es  necesario  trascribir  aquí,  ni  siquiera  indicar  los 
trozos  que  los  profesores  pueden  señalar  a  los  jóvenes  para 
esta  clase  de  ejercicios.  Por  eso  nos  abstenemos  de  trascri- 
bir los  temas  i  los  modelos  que  damos  en  las  otras  secciones 
de  este  libro. 

A  los  jóvenes  que  quieran  perfeccionarse  en  este  jénero 
de  ejercicios  i  que  pretendan  traducir  elegantemente  el  fran- 
cés, que  por  ser  el  idioma  mas  jeneralizado  es  el  que  tiene 
mas  uso,  le  recomendamos  dos  obras,  el  "Aríe  de  traducir 
del  francés  al  castellano,  con  el  vocabulario  íójico  iñgura- 
do  de  las  frases  comparadas  de  ambas  lenguas^\  por  don 
Antonio  de  Capmany,  i  la  ^^Gramática  de  la  lengua  fran- 
cesa,^^  por  don  Vicente  Salva,  cuya  segunda  parte  es  de 
grande  utilidad  para  los  traductores. 


SECCIÓN   II 

Traslación  en  prosa  de  una  composicloii  escrita  en  verso 

castellano 

El  ejercicio  literario  que  consiste  en  p3ner  en  pro  sa  una 
composición  escrita  en  verso  castellano,  tiene  mas  impor- 
tancia de  lo  que  parece  a  primera  vista.  Es  verd  ad  que 
seria  tan  pueril  como  ridículo  el  querer  traducir  en  prosa 
las  obras  maestras  de  nuestros  poetas  i  que  nadie  ha  pen- 


28  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITEKARIA 

sado  siquiera  en  un  trabajo  tan  insensato;  pero  como  sim- 
ple ejercicio  literario  tiene  la  ventaja  de  hacer  meditar  a  los 
jóvenes  en  la  construcción  i  en  el  jiro  de  las  frases  i  aun  en 
el  valor  comparativo  de  las  voces.  Por  eso  es  que  este  sis- 
tema, condenado  por  algunos,  es  mui  usado  por  distingui- 
dos profesores. 

Vamos  a  consignar  algunos  consejos  dirigidos  a  los  jóve- 
nes principiantes  que  deban  ensayarse  en  esta  clase  de  ejer- 
cicios. 

Los  versos  difieren  de  la  prosa:  l°por  la  pausa  que  sirve 
de  descanso  después  de  un  número  limitado  i  regular  de 
sílabas  que  componen  cada  verso  i  por  la  repetición  perió- 
dica de  los  acentos,  que  constituye  el  ritmo  del  verso;  2^ 
por  la  consonancia  final  que  forma  la  rima;  3*^  por  las  in- 
versiones; i  4°  por  el  empleo  de  espresiones  poéticas  que  no 
«idmite  la  prosa. 

Para  hacer  desaparecer  la  mesura  i  el  ritmo  del  verso 
basta  cambiar  el  orden  de  las  palabras,  como  vamos  a  ver- 
lo por  un  ejemplo: 

Sobre  una  mesa  de  pintado  pino 
Melancólica  luz  lanza  un  quinqué. 

Estos  dos  versos  endecasílabos  quedan  reducidos  a  pro- 
sa si  se  invierte  el  orden  de  las  palabras,  i  se  dice:  "Sobre 
una  mesa  de  pino  pintado  un  quinqué  la.nza  melancóli- 
ca luz". 

La  rima  que  es  un  elemento  de  belleza  en  la  poesía,  de- 
sagrada al  oido  en  la  prosa.  Para  evitar  esto,  basta  mu- 
chas veces  hacer  desaparecer  la  medida  del  verso,  cuidando 
que  las  dos  palabras  que  riman  no  terminen  los  miembros 
de  las  frases.  He  aquí  un  ejemplo  tomado  de  Lope  de  Vega. 

Canta  pájaro  amante  en  la  enramada 
Selva  a  su  amor,  que  por  el  verde  suelo 
No  ha  visto  al  cazador  que  con  desvelo 
Le  está  asestando  la  ballesta  armada. 


VERTER  VERSOS  EN  TROSA  29 


La  rima  desaparecerá  con  solo  dar  otro  orden  a  la  fra- 
se. "En  la  enramada  selva  canta  a  su  amor  un  pájaro 
amante  qee  no  ha  visto  por  el  suelo  verde  al  cazador  que 
le  está  asestando  con  desvelo  la  ballesta  armada." 

He  aquí  otro  ejemplo  tomado  de  la  poetisa  americana 
doña  Jertrúdis  Gómez  de  Avellaneda: 

La  ponderosa  mole  de  la  tierra 
Su  movimiento  i  turbulencia  imita, 
Vorájines  inmensas  abre  i  cierra 
I  en  convulsión  frenética  se  ajita. 

La  rima  desaparecerá  dando  a  las  palabras  un  nuevo 
orden.  «La  ponderosa  mole  de  la  tierra  imita  su  movi- 
miento i  turbulencia:  abre  i  cierra  inmensas  vorájines  i  se 
ajita  en  frenética  convulsión  " 

Cuando  el  cambio  en  el  orden  de  las  palabras  no  basta 
para  hacer  desaparecer  la  rima,  conviene  recurrir  a  una 
espresion  sinónima  que  se  pone  en  lugar  de  la  del  autor, 
debiendo  ser  una,  equivalente  de  la  otra.  Ejemplo: 

No  necesita  abuelos  el  valiente 

Que  defiende  a  su  patria  heroiccimente. 

Por  medio  de  una  espresion  sinónima,  se  hace  desapare- 
cer la  rima:  «El  valiente  que  defiende  a  su  patria  con  he- 
roismo,  no  necesita  abuelos.» 

La  inversión  en  el  orden  lójico  de  la  frase  es  frecuente  en 
la  prosa;  pero  en  el  verso  es  una  necesidad  a  que  el  poeta 
no  puede  sustraerse;  i  aun  a  veces  tiene  que  emplear  tras- 
posiciones violentas.  La  prosa  no  admitiria  una  construc- 
ción análoga  a  la  de  estos   versos  de  Fernando  de  Herrera: 

Cantemos  al  Señor  que  en  la  llanura 
Venció  del  ancho  mar  al  trace  fiero. 

Para  hacer  desaparecer  estas  inversiones,  basta  dar  a  la 
frase  el  orden  lójico  i  gramatical,  o  a  lo  menos  uno  en  que 


30  MANUAL   DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

las  trasposiciones  no  sean  tan  forzadas.  Así,  los  versos  an- 
teriores, puestos  en  prosa,  quedarían  reducidos  a  lo  que 
sigue:  "Cantemos  al  Señor  que  venció  al  trace  fiero  en  la 
llanura  del  ancho  mar". 

En  fin,  la  poesía  emplea  un  gran  número  de  espresiones 
i  perífrasis  que  son  esclusivamente  de  su  uso,  que  es  fácil 
reconocer  i  que  no  conviene  hacer  pasar  a  la  prosa,  puesto 
que  se  pueden  reemplazar  por  espresiones  sinónimas  que 
son  mas  propias  de  esta  forma  de  estilo. 


TEMAS  de  EJERCICIOS 

I 

A  la  Esperanza 

Májico  nombre  que  el  mortal  adora. 
Sueño  feliz  de  encanto  i  de  ilusión, 
Tú,  cuya  ¡uz  al  porvenir  colora, 
Tú,  cuyo  aroma  embriaga  el  corazón; 

Supremo  bien,  que  el  cielo  bondadoso 
Otorgar  quiso  al  infeliz  mortal. 
Cual  en  desierto  estéril,  arenoso. 
Hizo  nacer  un  puro  manantial: 

Eres  de  Dios  la  paternal  soniisa. 
Eres  el  don  de  su  divino  amor. 
Mas  suave  que  el  murmullo  de  la  brisa. 
Mas  dulce  que  el  aroma  de  la  flor. 

Eres  un  ánjel  que  acompaña  al  hombre 
Desde  la  cuna  al  fúnebre  ataúd, 
A  la  inocencia  hechizas  con  tu  nombre, 
Alientas  con  tu  voz  a  la  virtud. 

Tú  sola  das  un  bálsamo  divino 
AI  lacerado  i  yermo  corazón, 
I  de  la  vida  en  el  erial  camino 
Tuyas  las  flores  que  se  encuentran  son. 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  31 


Hasta  en  la  losa  de  la  tumba  fría 
Vierte  tu  luz  divina  claridad 
I  al  penetrar  en  su  mansión  sombría 
El  hombre  espera  inmensa  eternidad. 

Por  tí  el  guerrero  de  su  hogar  querido 
Corre  al  combate  con  heroico  ardor, 
I  del  canon  el  hórrido  estampido 
Escucha  sin  espanto  ni  temor. 

Tuya  es  la  voz  que  le  promete  gloria, 
Tuyo  el  afán  que  se  despierta  en  él, 
Mostrándole  una  pajina  en  la  historia 
1  una  corona  eterna  de  laurel. 

Al  marinero  que  en  el  frájil  leño 
Surca  el  imperio  del  terrible  mar, 
Tú  le  prometes  de  tesoros  dueño 
A  la  patria  querida  retornar. 

Ai!  tú  también  delirio  lisonjero 
Siempre  serás  del  triste  trovador. 
Tú  de  su  vida  el  áspero  sendero. 
Perfumarás  con  encantada  flor. 


Jertrúdis  Gómez  de  Avellaneda  (1). 


II 

El  comercio 

Aun  fuera  el  hombre  indómita  alimaña 
I  el  orbe  entero  enmarañada  selva; 
Aun  no  sabria  el  morador  de  España 
Si  hai  en  Europa  un  Támesis  i  un  Elba; 


(1)  La  ilustre  poetisa  cubana  doña  Jertrúdis  Gómez  dr  Ave- 
llaneda nació  en  Puerto  Príncipe  el  2v3  de  marzo  de  1816  i  murió 
en  Madrid  el  2  de  febrero  de  1873.  Es  autora  de  varias  novelas  i 
dramas,  trajedias  i  comedias  que  alcanzaron  mucha  aceptación  en 
Europa  i  en  América.  Publicó  ademas  dos  volúmenes  de  poesías, 
uno  de  un  carácter  relijioso,  con  el  título  de  Devocionario  i  otro  de 
Poesías  líricas.  El  fragmento  anterior  es  tomado  de  este  último. 
En  todas  sus  obras  se  deja  ver  una  gran  facilidad,  imajinacion  fe- 
cunda, i  bastante  conocimiento  de  la  lengua  i  de  sus  recursos  mé- 
tricos. * 

*  Véase  acerca  de  esta  insigne  poetisa  el  estudio  biográfico  que 
el  señor  Barros  Arana  publicó  en  la  Revista  de  Santiago^  1873, 
tom.  II,  pajinas  597-612.— iVofa  del  Recopilador. 


32  MANUAL    DE    COIvlPOSlCION    LITERARIA 


¿Qué  digo?  aun  al  gallego  fuera  estraña 
La  playa  de  Alicante  i  la  de  Huelva, 
Sin  el  arte  benéfico  (no  es  broma) 
Que  estriba  en  dos  vocablos:  daca  i  toma: 

Gloria  al  diestro  varón  que  allá  en  lo  antiguo 
Tronco  rudo  ahuecó  con  mano  industre, 
I  en  batel  convertido,  informe,  exiguo, 
Primero  lo  ensaj^ó  sobre  palustre 
Dormida  linfa  i  luego  (me  santiguo 
Al  recordar  hazaña  tan  ilustre) 
Desafiando  al  Euro,  aunque  zozobre, 
Surcar  con  él  ose  la  mar  salobre. 

¿Quién  el  primero  navegante  fué, 
Escluyendo  al  decrépito  Carón? 
Por  vida  de  quien  soi,  que  no  lo  sé; 
Pero  3^0,  que  recuso  a  Deucalion 
I  creo  a  pié  juntillas  en  Noé, 
Antes  c{ue  este  santísimo  varan 
Labrase  aquel  arcon  descomunal. 
Presumo  que  hubo  tráfago  naval. 

A  dos  robustos  móviles  cediendo, 
A  la  curiosidad  i  a  la  codicia, 
Lanzóse  el  hombre  al  piélago  tremendo 
Con  fortuna  ora  adversa,  ora  propicia; 
1  remando  o  con  vela  (así  lo  entiendo. 
Aunque  ningún  autor  me  lo  noticia), 
No  bien  creció  la  raza  en  varias  tribus 
Buscó  en  tan  ardua  via  su  cum  quibus. 

I  aunque  otra  cosa  diga  a  las  incautas 
Jentes  aquella  peregrina  historia 
De  Jason  i  sus  bravos  argonautas, 
No  su  famosa  nave  sed  de  gloria 
Movió,  ni  asunto  a  mármoles  i  flautas 
Hubieran  pretestado  en  la  victoria 
Que  a  Coicos  despojó  de  su  tesoro, 
A  ser  de  lana  el  vellocino  de  oro. 


Bretón  de  los  Herreros  (1). 


(1)  Don  Manuel  Bretón  de  los  Herreros,  uno  de  los  poetas 
Tiias  fecundos  que  ha  producido  la  España,  nació  en  Quel,  provin- 
cia de  Logroño,  en  1800.  Es  autor  de  un  gran  número  de  comedias, 
de  muchas  poesías  de  un  carácter  satírico  i  alegre  i  de  un  poema 
joco  serio  titulado  La  Desvergüenza,  en  que  trata  muchas  cuestio- 


■0 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  33 

III 

Coplas  de  Jorje  Manrique  a  la  muerte  de  su  padre 

Recuerde  el  alma  dormida, 
Avive  el  seso  i  despierte 
Contemplando 
Como  se  pasa  la  vida, 
Como  se  viene  la  muerte, 
Tan  callando. 

Cuan  presto  se  va  el  placer,  ^ 
Como  después  de  acordado 
Da  dolor; 

Como  a  nuestro  parecer, 
Cualquiera  tiempo  pasado 
Fué  mejor. 

Nuestras  vidas  son  los  nos 
Que  van  a  dar  en  la  mar, 
Que  es  el  morir; 
Allí  van  los  señoríos 
Derechos  a  se  acabar 
I  consumir: 
Allí  las  rios  caudales. 
Allí  los  otros  medianos 
I  mas  chicos: 
Allegados  son  iguales, 
Los  que  viven  por  sus  manos, 
I  los  ricos.  ^ 

Este  mundo  es  el  camino 
Para  el  otro  que  es  morada 
Sin  pesar; 

Mas  cumple  tener  buen  tino 
Para  andar  esta  jornada 
Sin  errar. 

Partimos  cuando  nacemos. 
Andamos  mientras  vivimos. 


nes  sociales  sin  pretensiones  de  discutirlas  profundamente,  solo  co- 
mo si  quisiera  hacer  gala  de  sus  raros  talentos  de  versificador.  La 
invención  es  con  frecuencia  poco  nueva;  pero  el  estilo  es  fácil  i  co- 
rrecto; i  su  versificación  rica  i  armoniosa,  parece  burlarse  de  todas 
las  dificultades.  Sus  versos  pueden  ofrecerse  como  un  modelo  de 
soltura  i  de  buen  gusto. 

TOMO  V  •  3 


34  MANUAL    DE    COIvlPOSlClON    LITERARIA 

I  allegamos 

Al  tiempo  que  fenecemos; 

Así  que  cuando  morimos 

Descansamos. 

Ved  de  cuan  poco  valor 
Son  las  cosas  tras  que  andamos 
I  corremos 

En  este  mundo  traidor; 
Que  aun  primero  que  muramos 
Las  perdemos. 
Dellas  deshace  la  edad, 
Bellas  casos  desastrados 
Que  acaecen, 
Dellas  por  su  calidad 
En  los  mas  altos  estados 
Desfallecen. 

Decidme  la  hermosura, 
La  jentil  frescura  i  tez 
De  la  cara, 

La  color  i  la  blancura. 
Cuando  viene  la  vejez, 
¿Qué  se  para? 
Las  mañas  i  lijereza, 
I  la  fuerza  corporal 
De  juventud. 
Todo  se  torna  graveza 
Cuando  llega  al  arrabal 
De  senectud. 

Pues  la  sangre  de  los  godos 
El  linaje  i  la  nobleza 
Tan  crecida, 

¿Por  cuántas  vias  i  modos 
Se  pierde  de  su  alteza 

En  esta  vida? 

Unos  por  poco  valer, 

¡Por  cuan  bajos  i  abatidos 

Que  los  tienen! 

Otros  que,  por  no  tener, 

Con  oficios  no  debidos 

Se  mantienen. 

Los  est&dos  i  riquezas 

Qi7e  nos  dejan  a  deshora, 

¿Quién  lo  duda? 

No  les  pidamos  firmeza, 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  35 


Porque  son  de  una  señora 

Que  se  muda. 

Que  bienes  son  de  fortuna 

Que  revuelve  con  su  rueda 

Presurosa, 

La  cual  no  puede  ser  una. 

Ni  ser  estable  ni  queda 

tín  una  cosa. 

Pero  die^o  que  acompañen, 
I  lleguen  hasta  la  huesa 
Cí  n  su  dueño; 
Por  eso  no  nos  engañen, 
Que  se  va  la  vida  apriesa 
Como  sueño. 
I  ios  deleites  de  acá 
Son  en  que  nos  deleitamos 
'>mpora'e«. 

I  los  tormeatos  de  allá, 
Que  por  ellos  esperamos, 
Eternales. 

Los  placeres  i  dulzores 
De  esta  vida  trabajada 
Que  tenemos, 
¿Qué  son  sino  corredores, 
I  la  muerte  es  la  celada 
En  que  caemos? 
No  mirando  a  nuestro  daño 
Corremos  a  rienda  suelta 
Sin  parar; 

Desque  vemos  el  engaño, 
I  queremo»*  dar  la  vuelta 
No  hai  lugar. 

Estos  reyes  po'^erosos 
Que  vemos  por  escrituras 
Ya  pasadas, 

Con  casos  tristes  llorosos 
Hiñeron  sus  buenas  venturas 
Trastornadas 
^sí  no  hai  cosa  tan  fuerte; 
Que  a  papas  t  emperadores     . 
I  prelados 

Así  los  trata  la  Muerte 
Como  a  los  pobres  pastores 
De  ganados. 


36  3\rANUAL    DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Dejemos  a  los  tróvanos, 
Que  sus  males  no  los  viiüos, 
Ni  sus  glorias: 
Dejemos  a  los  romanos, 
Aunque  oímos  i  leímos 
Sus  historias. 
No  curemos  de  saber 
Lo  de  aquel  siglo  pasado 
Qué  fué  de  ello: 
Vengamos  a  lo  de  ayer, 
Que  también  es  olvidado 
Como  aquello. 

¿Qué  se  hizo  el  reí  don  Juan? 
Los  infantes  de  Aragón 
¿Qué  se  hicieron? 
Qué  fué  de  tanto  galán, 
Qué  fué  de  tanta  invención 
Como  trajeron? 
Las  justas  i  los  torneos, 
Paramentos,  bordaduras 
I  cimeras, 

¿Fueron  sino  devaneos? 
¿Qué  fueron  sino  verduras 
De  las  eras? 

¿Qué  Fe  hicieron  las  damas, 
Sus  tocados,  sus  vestidos. 
Sus  olores? 

¿Qué  s  •  hicieron  las  llamas 
De  los  fuegos  encendidos 
De  amadores? 
¿Qué  se  hizo  aquel  trovar, 
Las  músicas  acordadas 
Que  tañían? 

¿Qué  se  hizo  aquel  danzar, 
Aquellas  ropas  chapadas 
Que  traían? 

Pues  el  otro  su  heredero 
Don  Enrique  ¿qué  poderes 
Alcanzaba? 

¡Cuan  blando,  cuan  halagüeño 
El  mundo  con  sus  placeres 
Se  le  daba! 

iVáas  verás  cuan  enemigo. 
Cuan  contrario,  cuan  cruel 


VBRTBR  VERSOS  EN  PROSA  37 


Se  mostró; 

Habiéndole  sido  amigo, 
¡Cuan  poco  duró  con  él 
Lo  que  dio! 

Las  dádivas  desmedidas, 
Los  edificios  reales 
Llenos  de  oro, 
Las  vajillas  tan  febridas, 
Los  enriques  i  reales 
Del  tesoro. 
Los  jueces  i  caballos 
De  su  jente  i  atavíos, 
Tan  sobrados, 
¿Donde  iremos  a  buscallos? 
Qué  fueron  sino  rocíos 
De  los  prados? 

Pues  su  hermano  el  inocente, 
Que  en  su  vida  sucesor 
Se  llamó, 

¿Qué  corte  tan  excelente 
Tuvo,  i  cuánto  gran  señor 
Que  lo  siguió? 
Mas  como  fuese  mortal, 
Metiólo  la  muerte  luego 
En  su  fragua. 
¡Oh  juicio  divinal! 
Cuando  mas  ardia  el  fuego. 
Echaste  el  agua. 

Pues  aquel  gran  condestable. 
Maestre  que  conocimos 
Tan  privado, 

No  cumple  que  de  él  se  hable. 
Sino  solo  que  lo  vimos 
Degollado.  ^ 
Sus  infinitos  t^'soros, 
Sus  villas  i  sus  lugares, 
I  su  mandar 
¿Qué  le  fueron  sino  lloros. 


1  El  condestable  don  Alvaro  de  Luna,  ministro  i  favorito  del 
rei  donjuán  II  de  Castilla,  que  después  de  haber  gobernado  mu- 
chos años  el  reino  con  grande  enerjía  i  orgullo,  derrotando  a  los 
moros  de  Granada,  i  sofocando  la  insurrección  de  los  nobles,  fué 
condena  lo  a  muerte  i  decapitado  en  Yalladolid,  en  1453. 


38  MANUAL    DH    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Qué  fueron  sino  pesares 

\\  dejar? 

Pues  los  otros  dos  hermanos 

Maestres  tan  prosperados 

Como  reyes, 

A  los  grandes  i  medianos 

Trajeron  mui  sojuzgados 

A  sus  leyes. 

Aquella  prosperidad, 

Que  tan  alta  fué  subida 

I  ensalzada, 

¿Qué  fué  sino  claridad 

Que  cuando  mas  encendida 

Fué  amatada? 

;0h  mundo!  pues  que  nos  matas, 
Fuera  la  vida  que  diste 
Toda  vida; 

Mas  según  acá  nos  tratas, 
Lo  mejor  i  menos  triste 
En  la  partida. 
De  tu  vida  tan  cubierta 
De  males  i  de  dolores 
Tan  poblada, 
De  los  bienes  tan  desierta, 
De  placeres  i  dulzores 
Despoblada." 


JoRjE  Manrique  i. 


1  Sobre  Jorje  Manrique  véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  TI, 
cap.  VI,  §  23.  Debemos  advertir  que,  al  trascribir  en  el  texto  esta 
celebrada  elejía,  hemos  suprimido  algunas  estrofas,  las  mas  páli- 
das, sin  duda,  de  toda  ella. 

Algunos  críticos  franceses  han  comparado  esta  elejía  a  otras  dos 
mui  aplaudidas  de  Francisco  Villon,  poeta  francés  del  siglo  XV. 
Se  titulan  éstas:  Balíade  des  dames  du  temps  jadk'i  Baila  ie  des 
seigneurs  du  temps  jadis.  Se  cree  que  éstas  son  anteriores;  i  se 
sabe  que  las  poesías  de  Villon  circulaban  manuscritas  en  España, 
i  eran  conocidas  por  los  poetas  castellanos  del  siglo  XY;  de  tal 
manera  que  parece  que  Manrique  tomó  la  idea  jeneral  de  sus  coplas 
de  las  baladas  del  poeta  francés.  No  es  posible,  sin  embargo, 
aventurar  un  juicio  decisivo  sobre  este  punto. 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  39 


IV 


Discurso  de  Colocólo  a  los  indios  araucanos 
reunidos  para  elejir  un  jefe 

''Caciques  del  estado  defensores, 
Codicia  de  mandar  no  me  convida 
A  pesarme  de  veros  pretenso  res 
De  cosa  que  a  mí  tanto  era  debida; 
Porque,  según  mi  edad,  ya  veis,  señores, 
Que  estoi  al  otro  mundo  de  partida; 
Mas  el  amor  que  siempre  os  he  mostrado 
A  bien  aconsejaros  me  ha  incitado. 

¿Por  qué  cargos  honrosos  pretendemos, 
I  ser  en  opinión  grandes  tenidos, 
Pues  que  negar  al  mundo  no  podemos 
Haber  sido  sujetos  i  vencidos? 
I  en  esto  averiguarnos  no  queremos. 
Estando  aun  de  españoles  oprimidos: 
Mejor  fuera  con  furia  ejecutalla 
Contra  el  fiero  enemigo  en  la  batalla. 

¿Qué  furor  es  el  vuestro  ¡oh  araucanos! 
Que  a  perdición  os  lleva  sin  sentillo? 
¿Contra  vuestras  entrañas  tenéis  manos, 
I  no  contra  el  tirano  en  resistillo? 
¿Teniendo  tan  a  golpe  a  los  cristianos 
Volvéis  contra  vosotros  el  cuchillo? 
Si  gana  de  morir  os  ha  movido. 
No  sea  en  tan  bajo  estado  i  abatido. 
Volved  las  armas  i  ánimo  furioso 
A  los  pechos  de  aquellos  que  os  han  puesto 
En  dura  sujeción,  con  afrentoso 
Partido,  a  todo  el  mundo  manifiesto: 
Lanzad  de  vos  el  yugo  vergonzoso; 
Mostrad  vuestro  valor  i  fuerza  en  esto: 
No  derraméis  la  sangre  del  estado 
Que  para  redimirnos  ha  quedado. 

No  me  pesa  de  ver  la  lozanía 
De  vuestro  corazón,  antes  me  esfuerza; 
Mas  temo  que  esta  vuestra  valentía, 
Por  mal  gobierno,  el  buen  camino  tuerza: 
Que,  vuelta  entre  nosotros  la  porfía, 
Degolléis  vuestra  patria  con  su  fuerza: 


40  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Cortad,  pues,  si  ha  de  ser  de  esa  manera, 
Esta  vieja  garganta  la  primera. 

Que  esta  flaca  persona  atormentada 
De  golpe  de  fortuna,  no  procura 
Sino  el  agudo  filo  de  una  espada, 
Pues  no  la  acaba  tanta  desventura. 
Aquella  vida  es  bien  afortunada 
Que  la  temprana  muerte  la  asegura, 
Pero,  a  nuestro  bien  público  atendiendo, 
Quiero  decir  en  esto  lo  que  entiendo: 

Pares  sois  en  valor  i  fortaleza; 
El  cielo  os  igualó  en  el  nacimiento; 
Ue  linaje,  de  estado  i  de  riqueza 
Hizo  a  todos  igual  repartimiento: 
I  en  singular  por  ánimo  i  grandeza 
Podéis  tener  del  mundo  el  rejimiento: 
Que  este  precioso  don,  no  agradecido, 
Nos  ha  al  presente  término  traido. 

En  la  virtud  de  vuestro  brazo  espero 
Que  puede  en  breve  tiempo  remediarse, 
Mas  ha  de  haber  un  capitán  primero. 
Que  todos  por  él  quieran  gobernarse: 
Este  será  quien  mas  un  gran  madero 
Sustentare  en  el  hombro  sin  pararse; 
I  pues  que  sois  iguales  en  la  suerte, 
Procure  cada  cual  ser  el  mas  fuerte". 

D.  Alonso  de  Ercilla  i. 

La  Araucana.  Canto  II,  oct.  28  i  siguientes. 


1  Véanse  sobre  Er cilla  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  III, 
§  6.  Este  discurso  del  anciano  Colocólo  es  considerado  una  de  las 
mejores  partes  del  poema  de  Ercilla.  Voltaire,  en  el  cap.  VIII  de 
su  JEssai  sur  la  poésie  épique,  lo  compara  al  discurso  de  Néstor  en 
el  primer  libro  de  la  llíada,  i  da  la  preferencia  a  Ercilla.  Por  exa— 
jerado  que  sea  este  juicio,  debe  reconocerse  el  mérito  indisputable 
de  este  fragmento. 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  41 


Discurso  de  Lautaro  a  los  guerreros  araucanos 
durante  la  batalla  de  Tucapel 

*'0h  ciega  jente,  del  temor  guiada, 
¿A  do  volvéis  los  jenerosos  pechos, 
Que  \e{  fama  en  mil  años  alcanzada 
Aquí  perece  i  todos  vuestros  hechos? 
La  fuerza  pierden  hoi,  jamas  violada, 
Vuestras  leyes,  los  fueros  i  derechos; 
De  señores,  de  libres,  de  temidos. 
Quedáis  siervos,  sujetos  i  abatidos. 

Mancháis  la  clara  estirpe  i  descendencia 
I  enjeris  en  el  tronco  jeneroso 
Una  incurable  plaga,  una  dolencia, 
Un  deshonor  perpetuo,  ignominioso: 
Mirad  de  los  contrarios  la  impotencia, 
La  falta  del  aliento  i  el  fogoso 
Latir  de  los  caballos,  las  ijadas 
Llenas  de  sangre  i  en  sudor  bañadas. 

No  os  desnudéis  del  hábito  i  costumbres 
Que  de  nuestros  abuelos  mantenemos, 
Ni  el  araucano  nombre  de  la  cumbre 
A  estado  tan  infame  derribemos; 
Huid  el  grave  hierro  i  servidumbre; 
Al  duro  hierro  osado  pecho  demos; 
¿Por  qué  mostráis  espaldas  esforzadas 
Que  son  de  los  peligros  reservadas? 

Fijad  esto  que  digo  en  la  memoria. 
Que  el  ciego  i  torpe  miedo  os  va  turbando; 
Dejad  de  vos  ai  mundo  eterna  historia, 
Vuestra  sujeta  patria  libertando; 
Volved,  no  rechacéis  tan  gran  victoria, 
Que  os  está  el  hado  próspero  llamando; 
A  lo  menos  firmad  el  pié  lijero; 
A  ver  como  en  defensa  vuestra  muero." 

D.  Alonso  de  Ercilla 

La  Araucana,  Canto  I  ¡I,  oct.  85  i  siguientes. 


42  MANUAL    DE    CO.vIPOSIClON    LITERARIA 


VI 
Soneto 

*'Daba  sustento  a  un  pajarillo  un  día 
Lucinda,  i  por  los  hierros  del  portillo 
Fuese  de  la  jaula  el  pajarillo 
Al  libre  viento  en  que  vivir  solia. 

Con  un  suspiro  a  la  ocasión  tardia 
Tendió  la  mano,  i  no  pudiendo  asillo, 
Dijo,  i  de  sus  mejillas  amarillo 
Volvió  el  clavel  que  entre  su  nieve  ardia; 

¿A  dónde  vas  por  despreciar  el  nido? 
Al  peligro  de  ligas  i  de  balas, 
I  el  dueño  huyes  que  tu  pico  adora? 

03^óla  el  pajarillo  enternecido, 
I  a  la  antigua  prisión  volvió  las  alas: 
¡Que  tanto  puede  una  mujer  que  llora!" 

Lope  de  Vega  i 


Vil 
Memorial  de  Lope  de  Vega  a  Felipe  IV 

(Soneto  con  estrambote) 

''Lope  dice,  señor,  que  a  vuestro  abuelo 
Sirvió  en  Inglaterra  con  la  espada, 
I  aunque  con  ella  entonces  no  hizo  nada, 
Menos  después;  mas  fué  valiente  el  celo. 

También  a  vuestros  padres,  que  en  el  cielo 
Están,  sirvió  con  pluma,  que  dorada 
En  su  esplendor  pudiera  bien  cortada 
De  polo  a  polo  dilatar  el  vuelo. 

Tengo  una  hija  i  tengo  muchos  años: 
Las  Musas  dan  honor  (mas  no  dan  renta), 
Corto  en  los  propios,  largo  en  los  estraños. 

Dios  cria,  el  sol  enjendra,  el  rei  sustenta: 
Criad,  dad  vida,  reparad  mis  daños, 
Que  un  novio  de  resultas  traigo  en  venta. 


I  Véanse   sobre   Lope  dk  Vega  laa  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  III, 
§17. 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  48 

Fortuna  me  amenaza,  fe  rae  alienta; 
Haced,  oh  gran  Felipe, 
Que  de  vuestras  grandezas  participe; 
Así  tengáis  mas  oro  i  mas  diamantes, 
Que  yo  tengo  vasallos  consonantes." 


VIII 

Lamentaciones  de  la  madre  de  Lorenzo  de  Ávalos 
al  ver  el  cadáver  de  su  hijo 

"Bien  se  mostraba  ser  madre  en  el  duelo 
Que  hizo  la  triste  después  que  ya  vido 
El  cuerpo  en  las  andas  sangriento  i  tendido, 
De  aquel  que  criara  con  tanto  desvelo: 
Ofende  con  dichos  crueles  al  cielo. 
Con  nuevos  dolores  su  flaca  salud, 
I  tantas  angustias  roban  su  virtud 
Que  cae  la  triste  muerta  por  el  suelo. 

Rasga  con  uñas  crueles  su  cara. 
Hiere  sus  pechos  con  mesura  poca; 
Besando  a  su  hijo  la  su  fria  boca 
Maldice  las  manos  de  quien  lo  matara; 
Maldice  la  guerra  do  se  comenzara. 
Busca  con  iras  crueles  querellas, 
Niega  a  sí  mesma  reparo  de  aquellas, 
I  tal  como  muerta  viviendo  se  para. 

Decia  llorando  con  lengua  rabiosa: 

0  matador  de  mi  hijo  cruel. 
Mataras  a  mí,  dejaras  a  él. 

Que  fuera  enemiga  no  tan  porfiosa: 
Fuera  a  la  madre  mui  mas  digna  cosa, 
Para  quien  mata  llevar  menos  cargo, 

1  no  te  mostraras  a  él  tan  amargo, 
Ni  triste  dejaras  a  mí  querellosa. 

Sí  antes  la  muerte  me  fuera  ya  dada. 
Cerrara  mi  hijo  con  estas  sus  manos 
Mis  ojos  delante  de  los  sus  hermanos 
E  yo  no  muriera  mas  de  una  vegeda; 
Moriré  así  muchas  desventuradas. 
Que  sola  padezco  lavar  sus  heridas 


44  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Con  lágrimas  tristes  i  no  agradecidas, 
Maguer  que  lloradas  por  madre  cuitada." 

Juan  de  Mena  i- 

El  laberinto,  Cop.  CCIII  i  siguientes. 

IX 

La  invención  de  la  imprenta 

(Fragmento  de  una  oda) 

''Sin  tí  se  devoraban 
Los  siglos  a  los  siglos,  i  a  la  tumba 
De  un  olvido  eternal  yertos  bajaban. 
Tú  fuiste:  el  pensamiento 
Miró  ensanchar  la  limitada  esfera 
Que  en  su  infancia  fatal  le  contenia. 
Tendió  la  alas,  i  arribó  a  la  altura. 
De  do  escucliar  la  edad  que  antes  era, 
I  hablar  ya  pudo  con  la  edad  futura. 
¡Oh  gloriosa  ventura! 
Goza,  jenio  inmortal,  goza  tú  solo 
Del  himno  de  alabanza  i  los  honores 
Que  a  tu  invención  magnífica  se  deben; 
Contémplala  brillar,  i  cual  si  sola 
A  ostentar  su  poder  ella  bastara, 
Por  tanto  tiempo  reposar  natura 
De  igual  prodijio  al  universo  avara. 
Pero  al  fin  sacudiéndose,  otra  prueba 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lít.  part.  II,  cap.  VI,  §  22.  Lorenzo  de 
Avalos  o  Dávalos,  como  escriben  los  antiguos  historiadores  españoles, 
era  un  joven  guerrero  de  singular  valor  que  pereció  heroicamente  en 
la  batalla  de  G-resraonda,  en  1441,  durante  las  guerras  civiles  del  reina- 
do de  don  Juan  II  de  Castila.  El  padre  Marí/v^na,  recordando  esta 
batalla,  dice:  «Pereció  en  la  lefriega  Lorenzo  Dávalos,  nieto  del  con- 
destable don  Ruv  López  Dárvlos,  cuyo  desastre  desgraciado  cantó  el 
poeta  cordovés  Juan  de  Menaacon  versos  llorosos  i  elegantes;  perso- 
na de  este  tiempo  de'mucha  erudición  i  mui  famoso  por  sus  poesías 
i  rimas  que  cempuso  en  lengua  vulgar  (el  castellano,  para  diferen- 
ciarlo de  la  lengua  sabia  latin):  el  metro  es  grosero,  como  de 
aquella  era  el  injenio  elegante,  apacible  i  acomodado  a  las  orejas 
gusto  de  aquella  edad».  {Hist.  de  España,  lib.  XXI,  cap.  14). 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  45 


La  plugo  hacer  de  sí.  i  el  Rhin  helado 

Nacer  vio  a  Gutenberg.  "¿Con  qué  es  en  vano 

Que  el  hombre  el  pensamiento 

Alcanzase  escribiéndole  a  dar  vida, 

Si  desnudo  de  curso  i  movimiento 

En  letargosa  oscuridad  se  olvida? 

No  basta  un  vaso  a  contener  las  olas 

Del  férvido  Océano, 

Ni  en  solo  un  libro  dilatarse  pueden 

Los  grandes  dones  del  injenio  humano. 

¿Qué  les  falta?   ¿volar?  Pues  si  a  natura 

Un  tipo  basta  a  producir  sin  cuento 

Seres  iguales,  mi  invención  la  siga; 

Que  en  ecos  mil  i  mil  sienta  doblarse 

Una  misma  verdad,  i  que  consiga 

Las  alas  de  la  luz  al  desplegarse." 

Dijo,  i  la  imprenta  fué;  i  en  un  momento 

Vieras  la  Europa  atónita  ajitarse 

En  aquel  espantoso  movimiento, 

Con  que  estruendoso  el  viento 

Estremece  la  tierra 

Al  ajitar  en  sus  profundos  senos 

El  fuego  asolador  que  allí  se  encierra. 

¿Qué  es  del  alcázar  espantoso  i  fiero 

Donde  el  jenio  del  mal  atronizado, 

Al  universo  entero 

Con  su  cetro  durísimo  oprimía? 

De  siglos  mil  en  el  fatal  olvido 

El  error,  la  ignorancia  le  fundaron; 

I  la  ignorancia  i  el  error  temblaron. 

Cuando  rompió  el  volcan,  a  su  estallido 

Los  soberbios  cimientos  vacilaron. 

Dura,  i^v,  mas  su  inmenso  poderío 

Desplomándose  va;  pero  su  ruina 

Mostrará  largamente  sus  estragos. 

Así  torre  fortísima  domina 

La  altiva  cima  de  fragosa  sierra; 

Su  albergue  en  ella  i  su  defensa  hicieron 

Los  hijos  de  la  guerra, 

1  en  ella  su  pujanza  arrebatada 

Rujiendo  los  ejércitos  rompieron. 

Después  abandonada 

I  del  silencio  i  soledad  sitiada, 

ConvServa  aunque  ruinosa,  todavía, 


46  MANUAL   DW    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

La  aterradora  faz  que  ánt^s  tenia. 

Mas  llega  el  tiempo,  i  la  estremece  i  cae: 

Al  campo  en  torno  oprime 

Su  rota  mole,  en  tanto 

Que  es  escarnio  i  baldón  de  la  comarca 

La  que  antes  fué  su  escándalo  i  espanto. 

¿Qué  entonces,  ambiciosa 

La  intelijencia  humana, 

Cre3^ó  negado  a  su  feliz  anhelo? 

Levántase  Copérnico  hasta  el  cielo, 

Que  un  velo  impenetrable  antes  cubría, 

I  allí  contempla  el  eternal  reposo 

Del  astro  luminoso 

Que  da  a  torrentes  su  esplendor  al  dia. 

Siente  bajo  su  planta  Galileo 

Nuestro  globo  rodar:  la  Italia  ciega 

Le  da  por  premio  un  calabozo  impío; 

I  el  globo  en  tanto  sin  cesar  navega 

Por  el  piélago  inmenso  del  vacío. 

I  navegan  con  él  impetuosos 

A  modo  de  relámpagos  huyendo 

Los  astros  rutilantes:  mas,  lanzado 

Veloz  el  jenio  de  Nev^ton  tras  ellos, 

Los  sigue,  los  alcanza, 

I  a  regular  se  atreve 

El  grande  impulso  que  sus  orbes  mueve." 

Manuel  José  Quintana  i- 


1  Este  eminente  escritor,  nacido  en  Madrid  en  1772  i  muerto  en 
la  misma  ciudad  en  1857,  es  justamente  célebre  como  poeta,  como 
historiador  i  como  crítico.  Sus  Vidas  de  esj^añoJfs  célebres  son  nota- 
bles por  la  investiü'acion  histórica  i  por  el  arte  de  la  narración  fácil, 
sencilla  i  agradable.  Las  recopilaciones  de  poesías  castellanas,  hechas 
bajo  los  títulos  de  Parnaso  español  i  de  Tesoro  de  la  musa  épica  es- 
pañola, van  precedidas  de  estensas  introducciones  i  compañadas  de  no- 
tas que  revelan  un  escelente  gusto  literario  i  que  lo  colocan  en  el  ran- 
go de  los  mas  distinguidos  críticos  españoles.  Quintana  es  ademas  au- 
tor de  dos  dramas  i  de  un  pequeño  volumen  de  poesías  líricas.  Un 
escritor  francés,  mui  versado  en  la  literatura  castellana,  M.  E.  Baret, 
lo  caracteriza  en  estos  términos:  «Quintana  ha  continuado  la  tradición 
de  los  antiguos  poetas  españoles,  purificando  la  lengua,  elevando  el 
vuelo  de  la  poesía  popular,  e  inflamando  las  almas  por  sus  cantos 
enérjicos,  alimentados  por  los  gloriosos  recuerdos.» 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  47 


X 

A  mi  levita 

Letrilla 

(imitación  de  bérancer) 

'*A  nuestra  amistad  fé  fiel, 
IVIi  levita  idolatrada: 
En  ambos  deja  estampada 
Su  huella  el  tiempo  cruel. 
Diez  años  yo  con  mis  manos 
Te  he  cepillado  leal, 
Sin  dejar  que  otros  profanos 
Pongan  el  cepillo  en  ti. 
¿I  me  pagarás  tan  mal 
Que  te  separes  de  mí? 

En  mi  santo  te  estrené, 
Mis  amibos  te  cantaron. 
I  tu  hechura  celebraron 
I  tu  color  de  café. 
En  sus  cartas  con  frecuencia 
Te  renuevan  su  memoria, 
Que  a  pesar  de  su  indijencia 
No  se  olvidaron  de  ti 
¡Mi  único  amor  i  mi  gloria! 
jNo  te  separes  de  mí! 

A  un  sastre  francés  le  di 
Por  ti  dos  onzas  i  media: 
Producto  de  una  comedia 
Sentimental  que  escribí. 
En  las  primeras  posturas 
Fuiste  en  estremo  bonita, 
Mas  hoi  ya  de  tus  costuras 
El  pelo  fugaz  voló. 
¿I  aunque  estés  calva,  oh,  levita, 
Podré  abandonarte  yo? 

Un  año  tras  otro  año 
Siempre  conmigo  te  viera; 
Si  acaso  la  suerte  fiera 
Contra  tu  raido  paño 
Preparase  su  furor, 


48  MANUAL   DP]    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Opon  la  filosofía, 
Cual  lo  opone  tu  señor 
A  su  ciego  frenesí, 
I  ¡dulce  levita  mia! 
¡No  te  separes  de  mi! 

¡Ese  zurcido!. ..¡Oh  recuerdo! 
Con  Delia  una  vez  jugaba: 
Me  seguía,  la  burlaba: 
Me  asió  del  faldón  izquierdo 
B  incauta  me  lo  rasgó. 
Mas  la  pobre  en  todo  un  dia 
Con  la  aguja  no  quitó 
Sus  bellas  manos  de  ti. 
¡Levita  del  alma  mia! 
¡No  te  separes  de  mí! 

¿Te  bailé  nunca  en  olores 
Que  un  necio  galán  exhala? 
¿Te  espuse  en  una  antesala 
Al  jesto  de  altos  vseñores? 
Otro  cruces  impaciente 
Ansia  o  bustos  de  Simón  ^ ; 
I  yo  flores  solamente 
En  tus  ojales  prendí, 
¡Joya  de  mi  corazón 
No  te  separes  de  mí! 

Verás,  verás  cuan  lijeros 
Vuelvan  mezclados  los  días 
De  llantos  i  de  alegrías. 
De  soles  i  de  aguaceros. 
Yo  voi  de  capa  caida, 
I  mui  pronto  moriré: 
Entonces  tu  triste  vida 
Podrás  también  acabar; 
Pero  mientras  vivo  esté 
¿Quién  nos  podrá  separar?" 


Felipe  Pardo  Aliaga  2. 


1  Simón  Bolívar,  libertador  de  Colombia  i  del  Perú. 

2  Distinguido  poeta  peruano,  nacido  en  Lima  en  1806  i  muerta 
en  esta  misma  ciudad  en  1869.  Sobresale  en  el  jénero  satírico,  i  se 
distingue  particularmente  por  la  corrección  constante  de  su  estilo. 

Esta  letrilla  es  imitación  de  una  de  las  canciones  del  célebre  poe- 
ta francés  Juan  Pedro  Bkranger  (1870-1857),  una  de  las  mas  al- 
tas ilustraciones  literarias  del  siglo  XIX.  Salvo  algunas  composi- 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  49 


XI 
La  oración  por  todos 

(Imitación   de   "Víctor  Ilu<^o) 

*'Vé  a  rezar,  bija  mia.  Ya  es  la  hora 
De  la  conciencia  i  del  pensar  profundo: 
Cesó  el  trabajo  afanador,  i  al  mundo 
La  sombra  va  a  colgar  su  pabellón. 
Sacude  el  polvo  el  árbol  del  camino 
Al  soplo  de  la  noche;  i  en  el  suelto 
Manto  de  la  sutil  neblina  envuelto, 
Se  ve  temblar  el  viejo  torreón. 

Miral  su  ruedo  de  cambiante  nácar 
El  occidente  mas  i  mas  angostíi, 
I  enciende  sobre  el  cerro  de  la  costa 
El  astro  de  la  tarde  su  fanal. 
Para  la  pobre  cena  aderezado 
Brilla  el  albergue  rústico,  i  la  tarda 
Vuelta  del  labrador  la  esposa  aguarda 
Con  su  tierna  familia  en  el  umbral. 

Brota  del  seno  de  la  azul  esfera 
Uno  tras  otro  fúljido  diamante; 
I  ya  apenas  de  un  carro  vacilante 
Se  oye  a  distancia  el  desigual  rumor. 
Todo  se  hunde  en  la  sombra:  el  monte,  el  valle, 
I  la  iglesia,  i  la  choza,  i  la  alquería; 
I  a  los  destellos  últimos  del  día. 


cienes  en  que  se  burló  de  cosas  que  deben  ser  eternamente  respeta- 
das, Béranger  dio  a  la  canción  popular  la  elevación  i  la  dignidad 
de  la  poesía.  Bajo  esita  forma  modesta  i  sencilla,  lihre,  concisa, 
susceptible  de  adaptarse  a  todos  los  tonos, tratólas  materias  mas 
variadas,  i  escribió  pequeños  poemas  llenos  de  gracia  natural,  de 
sensibilidad  i  de  injenio.  Los  cantos  patrióticos  destinados  a  re- 
cordar las  glorias  nacionales  i  a  condenar  la  tiranía,  producían 
una  honda  impresión  en  todos  los  espíritus.  Pero  Béranger  no  era 
solo  un  observador  profundo,  sino  también  un  escritor  de  primer 
orden:  posee  la  finura  de  la  sátira,  la  elegancia  de  la  forma,  la  so- 
briedad i  la  claridad  de  la  espresion.  Sus  canciones  vivirán  mien- 
tras exista  la  lengua  francesa.  La  que  ha  imitado  don  Felipe  Par- 
do, aunque  llena  de  gracia  i  naturalidad,  no  basta  para  dar  a  co- 
nocer el  jenio  de  Béranger. 

TOMO  V  4 


50  MANUAL   DR    COMPOSICIOX    LITERARIA 

Se  orienta  en  el  desierto  el  viajador. 

Naturaleza  toda  jime:  el  viento 
En  la  arboleda,  el  pájaro  en  el  nido. 
I  la  oveja  en  su  trémulo  balido, 
I  el  arroyuelo  en  su  correr  fugaz. 
El  dia  es  para  el  mal  i  sus  afanes: 
Hé  aquí  la  noche  plácida  i  serena! 
El  hombre  tras  la  cuita  i  la  faena 
Quiere  descanso,  i  oración  i  paz. 

Sonó  en  la  torre  la  señal:  los  niños 
Conversan  con  espíritus  alados; 
I  los  ojos  al  cielo  levantados, 
Invocan  de  rodillas  al  Señor. 
Las  manos  juntas,  i  los  pies  desnudos, 
Fé  en  el  pecho,  alegría  en  el  semblante, 
Con  una  misma  voz,  a  un  mismo  instante, 
Al  padre  universal  piden  amor. 

I  luego  dormirán,  i  en  leda  tropa 
Sobre  su  cama  volarán  ensueños, 
Ensueños  de  oro,  diáfanos,  risueños. 
Visiones  que  imitar  no  osó  el  pincel 
1  ya  sobre  hi  tersa  frente  posan. 
Ya  beben  el  aliento  a  las  vermejas 
Bocas,  como  lo  chupan  las  abejas 
A  la  fresca  azucena  i  al  clavel. 

Como  para  dormirse,  bajo  el  ala 
Esconde  su  cabeza  la  avecilla. 
Tal  la  niñez  en  su  oración  sencilla 
Adormece  su  mente  virjinal. 
¡Oh  dulce  devoción,  que  reza  i  rie! 
¡De  natural  piedad  primer  aviso! 
¡Fragancia  de  la  flor  del  paraiso! 
¡Preludio  del  concierto  celestial! 


Vé  a  rezar,  hija  mia.   I  ante  todo 
Ruega  a  Dios  por  tu  madre;  por  aquella, 
Que  te  dio  el  ser,  i  la  mitad  mas  bella 
De  su  existencia  ha  vinculado  en  él. 
Que  en  su  seno  hospedó  tu  joven  alma, 
De  una  llama  celeste  desprendida, 
I  haciendo  dos  porciones  de  la  vida, 
Tomó  el  acíbar  i  te  dio  la  miel. 


VEIITER    VERSOS    EN    PROSA  51 


Ruega  después  por  mí.   Mas  que  tu  madre 
Lo  necesito  yo...  Sencilla,  buena, 
Modesta  como  tú,  sufre  la  pena, 
I  devora  en  silencio  su  dolor. 
A  muchos  compasión,  a  nadie  envidia 
La  vi  tener  en  mi  fortuna  escasa: 
Como  sobre  el  cristal  la  sombra,  pasa 
Sobre  su  alma  el  ejemplo  corruptor. 

No  le  son  conocidos...  ¡ni  lo  sean 
A  tí  jamás!...  los  frivolos  azares 
De  la  vana  fortuna,  los  pesares 
Ceñudos  que  anticipan  la  vejez; 
De  oculto  oprobio  el  torcedor,  la  espina 
Que  punza  a  la  conciencia  delincuente, 
La  honda  fiebre  del  alma,  que  la  frente 
Tiñe  con  enfermiza  palidez. 

Mas  yo  la  vida  por  mi  mal  conozco, 
Conozco  el  mundo  i  sé  su  alevosía; 
I  tal  vez  de  mi  boca  oirás  un  dia 
Lo  que  valen  las  dichas  que  nos  da. 
I  sabrás  lo  que  guarda  a  los  que  rifan 
Riquezas  i  poder,  la  urna  aleatoria, 
I  que  tai-vez  la  senda  que  a  la  gloria 
Guiar  parece,  a  la  miseria  va. 

Viviendo,  su  pureza  empaña  el  alma, 
I  cada  instante  alguna  culpa  nuev¿i 
Arrastra  en  la  corriente  que  la  lleva 
Con  rápido  descenso  al  ataúd. 
La  tentación  seduce;  el  juicio  engaña: 
En  los  zarzales  del  camino  deja 
Alguna  cosa  cada  cual:  la  oveja 
Su  blanca  lana,  el  hombre  su  virtud. 

Vé,  hija  mia,  a  rezar  por  mi,  i  al  cielo 
Pocas  palabras  dirijir  te  baste: 
"Piedad,  Señor,  al  hombre  que  criaste: 
Eres  Grandeza;  eres  Bondad,  perdón"! 
I  Dios  te  oirá;  que  cual  del  ara  santa 
Sube  el  humo  a  la  ciípula  eminente, 
Sube  del  pecho   candido,  inocente, 
Al  trono  del  Eterno  la  oración. 

Todo  tiende  a  su  fin:  a  la  luz  pura 
Del  sol,  la  planta;  el  cervatillo  atado, 
A  la  libre  montaña;  el  desterrado, 
Al  caro  suelo  que  lo  vio  nacer. 


52  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

I  la  abejilla  en  el  frondoso  valle,         i 
De  los  nuevos  tomillos  al  aroma; 
I  la  oración  en  alas  de  paloma 
A  la  morada  del  Supremo  Ser. 

Cuando  por  mí  se  eleva  a  Dios  tu  ruego, 
Soi  como  el  fatigado  peregrino, 
Que  su  carga  a  la  orilla  del  camino 
Deposita  i  se  sienta  a  respirar. 
Porque  de  tu  plegaria  el  dulce  canto 
Alivia  el  peso  a  mi  existencia  amarga, 
I  quita  de  mis  hombros  esta  carga, 
Que  me  agobia,  de  culpa  i  de  pesar. 

Ruega  por  mí,  i  alcánzame  que  vea 
En  esta  noche  de  pavor,  el  vuelo 
De  un  ánjel  compasivo,  que  del  cielo 
Traiga  a  mis  ojos  la  perdida  luz. 
I  pura  finalmente,  como  el  mármol 
Que  se  lava  en  el  templo  cada  dia. 
Arda  en  sagrado  fuego  el  alma  mia 
Como  arde  el  incensario  ante  la  cruz. 

Ruega,  hija,  por  tus  hermanos. 
Los  que  contigo  crecieron, 
I  un  mismo  seno  esprimieron, 
I  un  mismo  techo  abrigó. 
Ni  por  los  que  te  amen  solo 
El  favor  del  cielo  implores: 
Por  justos  i  pecadores 
Cristo  en  la  cruz  espiró. 

Ruega  por  el  orgulloso 
Que  ufano  se  pavonea, 
I  en  su  dorada  librea 
Funda  insensata  altivez. 
I  por  el  mendigo  humilde 
Que  sufre  el  ceño  mezquino 
De  los  que  beben  el  vino 
Porque  le  dejen  la  hez. 

Por  el  que  de  torpes  vicios 
Sumido  en  profundo  cieno. 
Hace  aullar  el  canto  obsceno 
De  nocturna  bacanal. 
I  por  la  velada  vírjen 
Que  en  su  solitario  lecho 
Con  la  mano  hiriendo  el  pecho 
Reza  el  himno  sepulcral. 


VERTER  VERSOS  EN  PROSA  53 

Por  el  hombre  sin  entrañas, 
En  cuyo  pecho  no  vibra 
Una  simpática  fibra 
Al  pesar  i  a  la  aflicción; 
Que  no  da  sustento  al  haml)re 
Ni  a  la  desnudez  vestido, 
Ni  da  la  mano  al  caido, 
Ni  da  a  la  injuria  perdón. 

Por  el  que  en  mirar  se  goza 
Su  puñal  de  sangre  rojo, 
Buscando  el  rico  despojo, 

0  la  venganza  cruel. 

1  por  el  que  en  vil  libelo 
Destroza  una  fama  pura, 
I  en  la  aleve  mordedura 
Escupe  asquerosa  hiél  i- 

Por  el  que  surca  animoso 
La  mar,  de  peligros  llena; 
Por  el  que  arrastra  cadena, 
I  por  su  duro  señor. 
Por  la  razón  que  leyendo 
En  el  gran  libro,  vijila; 
Por  la  razón  que  vacila; 
Por  la  que  abraza  el  error. 

Acuérdate  en  fin  de  todos 
Los  que  penan  i  trabajan; 
I  de  todos  los  que  viajan 
Por  esta  vida  mortal. 
Acuérdate  aun  del  malvado 
Que  a  Dios  blasfemando  irrita. 
La  oración  es  infinita: 
Nada  agota  su  caudal. 

Hija!  reza  también  por  los  que  cubre 
La  soporosa  piedra  de  la  tumba. 
Profunda  sima  a  donde  se  derrumba 
La  turba  de  los  hombres  mil  a  mil: 
Abismo  en  que  se  mezcla  polvo  a  polvo, 
I  pueblo  a  pueblo;  cual  se  ve  a  la  hoja, 


1  Esta  última  idea  que,  como  machas  otras  de  estacomposicion, 
no  se  encuentra  en  el  orijinal,  parece  ser  inspirada  por  el  recuerdo 
de  las  calumnias  de  que  alguna  vez  fué  víctima  el  señor  Bello.  Esta 
fué  la  única  venganza  que  tom 3  de  los  que  propalaron  contra  su 
nombre  honrado  i  puro,  las  acusaciones  mas  injustas  i  crueles. 


54  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LTTPJRARIA 


De  que  el  añoso  bosque  aliríl  despoja, 
Mezclar  las  suyas  otro  i  otro  abril. 

Arrodilla,  arrodíllate  en  la  tierra 
Donde  segada  en  flor  yace  mi  Lola, 
Coronada  de  anjélica  aureola; 
Do  helado  duerme  cuanto  fué  mortal; 
Donde  cautivas  almas  piden  preces 
Que  las  restauren  a  su  ser  primero, 
í  purguen  las  reliquias  del  grosero 
Vaso,  que  las  contuvo,  terrenal. 

¡Hija!  cuando  tú  duermes,  te  sonríes, 
I  con  apariciones  peregrinas, 
Sacuden  retozando  tus  cortinas; 
Travieso  enjambre,  alegre,  volador. 
I  otra  vez  a  la  luz  abres  los  ojos, 
Al  mismo  tiempo  que  la  aurora  hermosa 
Abre  también  sus  párpados  de  rosa, 
I  da  a  la  tierra  el  deseado  albor. 

Pero  esas  pobres  almas!...  si  supieras 
Qué  sueño  duermen...  su  almohada  es  fría: 
Duro  su  lecho;  anjélica  armonía 
No  regocija  nunca  su  prisión. 
No  es  reposo  el  sopor  que  las  abruma; 
Para  su  noche  no  liai  albor  temprano; 
I  la  conciencia,  velador  gusano. 
Les  roe  inexorable  el  corazón. 

Una  plegaria,  un  solo  acento  tuyo. 
Hará  que  gocen  pasajero  alivio, 
I  que  de  luz  celeste  un  rayo  tibio 
Logre  a  su  oscura  estancia  penetrar. 
Que  el  atormentador  remordimiento 
Una  tregua  a  sus  víctimas  conceda, 
oigan  el  apacible  susurrar. 

Cuando  en  el  campo  con  pavor  secreto 
La  sombra  ves  que  de  los  cielos  baja, 
La  nieve  que  las  cumbres  amortaja, 
I  del  ocaso  el  tinte  carmesí; 
¿En  las  quejas  del  aura  i  de  la  fuente 
No  te  parece  que  una  voz  retiña. 
Una  doliente  voz  que  dice:  "niña. 
Cuando  tú  reces,  rezarás  por  mí?" 

Es  la  voz  de  las  almas.  A  los  muertos 
Que  oraciones  alcanzan,  no  escarnece 
El  rebelado  arcánjel,  i  flor'ece 


VKRTER  VERSOS  EN  PROSA  55 


Sobre  su  tumba  perennal  tapiz. 
Mas  ai!  A  los  que  yacen  olvidados 
Cubre  perpetuo  horror,  yerbas  estrañas 
Ciegan  su  sepultura;  a  sus  entrañas 
Árbol  funesto  enreda  la  raiz. 

I  yo  también  (no  dista  mucho  el  dia) 
Huésped  seré  de  la  morada  oscura, 
I  el  ruego  invocaré  de  un  alma  pura. 
Que  a  mi  largo  penar  consuelo  dé. 
I  dulce  entonces  me  será  que  vengas 
I  para  mí  la  eterna  paz  implores, 
I  en  la  desnuda  losa  esparzas  flores, 
Simple  tributo  de  amorosa  fé. 

¿Perdonarás  a  mi  enemiga  estrella 
Sí  disipadas  fueron  una  a  una 
Las  que  mecieron  tu  mullida  cuna 
Esperanzas  de  alegre  porvenir? 
Si,  le  perdonarás;  i  mi  memoria 
Te  arrancará  una  lágrima,  un  suspiro 
Que  llegue  hasta  mi  lóbrego  retiro 
I  haga  mi  helado  polvo  rebullir." 

Andrés  Bello.  ^ 


2  Don  Andrés  Bííllo,  la  mas  alt.i  ilustración  literaria  de  la 
América  antes  española,  nació  en  Car.ícas  el  30  de  noviembre  de 
1780.  Allí  hizo  sus  esEudios  con  raro  lucimiento,  i  luego  fué  em- 
pleado como  oficial  en  la  secretaría  de  gobierno  de  la  capitanía 
jeneral  de  Venezuela.  En  1810,  cuando  estalló  la  revolución  de  la 
independencia,  fué  enviado  a  Londres  con  Simón  Bolívar,  para 
obtener  el  apoyo  del  gobierno  ingles  en  favor  de  la  república  na- 
ciente. Bello  quedó  en  Inglaterra  hasta  1828,  sirviendo  en  la  di- 
plomacia como  secretario  de  los  ajentes  de  Venezuela  i  de  Colom- 
bia i  mas  tarde  de  los  de  Chile.  Pero  empleó  principalmente  esos 
dieziocho  años  en  un  estudio  incesante,  con  el  cual  adquirió  cono- 
cimientos profundos  i  vastísimos  en  casi  todos  los  ramos  del  saber 
humano.  Llamado  a  Chile  por  el  gobierno  de  esta  repúhlica.  Bello 
vino  a  servir  en  la  secretaría  de  relaciones  esteriores,  i  vivió  en 
nuestro  pais  hasta  el  15  de  octubre  de  1865,  dia  de  su  muerte.  Du- 
rante este  tiempo,  prestó  a  nuestra  patria  los  mas  importantes 
servicios.  F'ué  rector  de  la  Universidad  veinte  i  dos  años  consecu- 
tivos, senador  de  la  república,  redactor  del  Código  Civil. 

Pero  su  tarea  mas  notable  tuvo  por  campo  la  enseñanza  de  la 
juventud  i  la  propagación  de  los  conocimientos.  A  este  objeto  con- 
sagró sus  mejores  dias  de  trabajo  i  escribió  obras  monumentales 
de  saber  i  de  buen  método.  Su  Gramática  Castellana  i  sus  Princi- 


56  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


I 

La  Esperanza 

¡Nombre  májico  que  adoran  los  mortales!  Sueño  feliz  de 
encantos  i  de  ilusiones!  Tii,  cuya  luz  da  color  al  porvenir, 
tú,  cuyo  aroma  enbriaga  el  corazón:  tú  eres  mi  supremo 
bien,  que  el  cielo  bondadoso  quiso  otorgar  a  los  infelices 
mortales,  así  como  en  un  desierto  arenoso  i  estéril  hace  na- 
cer un  arroyo  de  agua  pura. 

Eres  la  sonrisa  paternal  de  Dios,  eres  un  don  de  su  amor 
divino,  m.as  suave  que  el  murmullo  de  la  brisa,  i  mas  dulce 
que  el  aroma  de  las  flores. 

Eres  un  ánjel  que  acompaña  a  los  hombres  desde  la  cuna 
hasta  la  muerte:  con  tu  nombre  encantas  a  la  inocencia  i 
con  tu  voz  das  aliento  a  la  virtud. 


píos  de  ortolojía  i  métrica,  para  no  hablar  mas  que  de  aquellos 
trabajos  que  tienen  una  relación  mas  íntima  con  la  literatura,  su- 
ponen un  estudio  inmenso  i  un  talento  de  observación  de  primer 
orden.  Ninguna  lengua  ha  sido  estudiada  con  mas  profundidad 
que  la  castellana  en  la  obra  de  Bello,  Sus  teorías  gramaticales, 
prosódicas  i  métricas,  por  otra  parte,  se  apartan  de  casi  todo 
cuanto  se  habia  escrito  sobre  el  particular.  El  autor  no  ha  busca- 
do el  fundamento  de  nuestro  idioma  en  la  gramática  latina,  como 
lo  habian  hecho  casi  todos  los  preceptistas  españoles,  sino  en  su 
carácter  propio  i  jenuino. 

Como  poeta,  don  Andrés  Bello  no  posee  esos  arranques  apasio- 
nados, ese  ardor  fogoso,  ese  desordenado  entusiasmo  que  nos  fas- 
cinan i  arrebatan  cuando  leemos  las  obras  de  otros  jeniosipoéticos. 
En  sus  poesías,  en  cambio,  se  encontrará  la  inspiración  templada, 
la  suavidad,  la  dulzura,  una  perfección  constante,  una  armonía 
entre  todas  las  partes  de  la  obra  i  una  corrección  de  estilo  rara 
aun  entre  los  mas  ilustres  vates  españoles.  Sus  imitaciones  del 
francés  i  del  italiano  no  son,  como  podría  creerse,  simples  traduc- 
ciones. Tomando  de  otros  poetas  la  ¡dea  principal  i  algunas  ideas 
accesorias,  él  sabe  engalanarlas  con  bellezas  propias,  i  darles  un 
aire  enteramente  orijinal.  La  Oración  por  todos  pertenece  a  este 
número.  El  fondo  i  muchos  de  sus  detalles  son  del  célebre  poeta 
trances  Víctor  Hugo;  pero  Bello  la  ha  ataviado  con  pensamientos 
suyos,  hijos  de  su  alma  i  de  sus  mas  queridos  sentimientos. 


VERTER  PROSA  EN  VERSOS  57 

Solo  til  das  un  divino  consuelo  al  corazón  lacerado  i  yer 
mo:  tuyas  son  las  flores  que  se  encuentran  en  el  árido  ca- 
mino de  la  vida. 

Tu  luz  esparce  divina  claridad  hasta  en  la  losa  de  la  fria 
tumba;  i  cuando  penetra  en  su  mansión  sombría,  el  hom- 
bre espera  hallar  inmensa  eternidad. 

Por  tí,  de  su  querido  hogar  coi're  el  guerrero  al  combate 
con  ardor  heroico;  i  escucha  el  hórrido  estampido  del  canon 
sin  temor  ni  espanto. 

Cuando  tú  le  muestras  una  pajina  en  la  historia  i  una 
eterna  corona  de  laurel,  la  voz  que  le  promete  gloria  es 
tuya,  como  también  es  tuyo  el  ardor  que  en  su  pecho  se 
despierta. 

Al  marinero  que  en  un  frájil  barquichuelo  surca  la  esten- 
sion  de  los  mares  tempestuosos,  tú  le  prometes  que  volverá 
a  su  patria  querida  dueño  de  tesoros. 

¡Ai!  tú  también  serás  siempre  el  delirio  lisonjero  del  tris- 
te trovador:  tú  perfumarás  con  flores  encantadas  el  áspero 
camino  de  su  vida." 


II 
El  Comercio 

"El  hombre  seria  aun  una  alimaña  indómita  i  todo  el 
orbe  una  selva  enmarañada,  el  habitante  de  España  no  sa- 
bria  aun  si  hai  en  Europa  un  rio  Támesis  o  un  Elba;  mas, 
¿qué  digo?  hasta  las  playas  de  Huelva  o  de  Alicante  serian 
desconocidas  al  gallego  sin  el  arte  benéfico  (i  esto  es  serio) 
que  estriba  en  las  dos  voces  dame  i  toma. 

¡Gloria  al  varón  esperto  que  en  los  tiempos  antiguos 
ahuecó  con  su  mano  industriosa  un  rudo  tronco!  i  habién- 
dolo convertido  en  barquichuelo  informe  i  pequeño,  lo  en- 
sayó primero  en  las  tranquilas  aguas  de  un  lago,  i  luego 
(me  santiguo  al  recordar  una  hazaña  tan  ilustre)  desafian- 
do los  viento  i  sin  temor  de  zozobrar,  se  atrevió  a  surcar 
los  salados  mares. 

Dejando  a  un  lado  al  decrépito  Carón,  ¿quién  fué  el  pri- 
mer navegante?  Por  vida  de  quien  soi,  declaro  que  no  lo  sé; 
pero  yo,  que  no  creo  en  Deucalion  i  qu3  creo  a  pies  juntos 
en  Noé,  presumo  que  antes  que  este  varón  santísimo  cons- 
truyese aquella  enorme  arca,  ya  habia  tráfico  naval. 


5S  MANt/AL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Cediendo  a  dos  móviles  poderosos,  a  la  curiosidad  i  a  la 
codicia,  el  hombre  se  lanzó  al  piélago  tremendo  con  fortuna 
adversa  a  veces,  otras  favorable;  i  con  los  remos  o  con  l?.s 
velas  (aunque  ningún  autor  me  dé  noticia,  así  lo  entiendo 
3^0),  tan  luego  como  los  humanos  formaron  varios  pueblos, 
buscó  por  ese  camino  su  ctiin  quibus 

I  aunque  otra  cosa  diga  a  las  jentes  incautas  aquella 
historia  peregrina  de  Jííson  i  de  sus  intrépidos  argonautas, 
no  fué  la  sed  de  gloria  la  que  movió  su  nave,  ni  hubieran 
encontrado  asunto  para  estatuas  i  para  cantos  en  la  vic- 
toria que  despojó  a  la  Cólquida  de  sus  ric|uezas,  si  el  vello- 
cino de  oro  hubiera  sido  sólo  de  lana." 


SECCIÓN   lll 

Traslación  al  lenguaje  moderno  de  algunos  trozos  escritos 
en  castellano   antiguo 


Este  jénero  de  ejercicios  tiene  una  incontestable  utilidad. 
En  primer  lugar,  nos  enseña  a  leer  corrientemente  las  obras 
maestras  de  las  primeras  edades,  poco  conocidas  jeneral- 
mente,  a  causa  de  las  dificultades  que  a  primera  vista  pre- 
senta su  lectura.  Nos  hace  conocer  ademas  las  modifica- 
ciones por  que  ha  pasado  la  lengua  castellana  antes  de 
quedar  definitivamente  fijada. 

Aunque  el  mejor  medio  de  hacer  notar  la  diferencia  que 
existe  entre  el  castellano  antiguo  i  el  moderno  es  analizar 
algunos  fragmentos,  nos  haparecilo  útil  el  reunir  aquí  cier- 
tas observaciones  previas,  sirviéndonos  para  ello  de  los  tra- 
bajos de  algunos  de  los  mas  ilustres  gramáticos  de  nuestra 
lengua,  don  Vicente  Salva  principalmente. 

1*^  Los  antiguos  evitaban  cuanto  podian  la  coinciden- 
cia del  artículo  la  con  las  palabras  femeninas  principiadas 
por  cT,  aun  cuando  ésta  no  fuese  la  vocal  acentuada.  Así 
decian  el  amistad,  el  aspereza,  el  azucena,  el  añcion.  Algu- 
nos aplicaron  esta  regla  aun  a  voces  comenzadas  con  otras 
vocales:  así  decian   el  ortografía.    Hicieron  estensiva  esta 


60  MANUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

práctica  a  los  adjetivos  unfi  i  aquella   antes  de  sustantivo 
femenino  comenzado  por  a,  i  decian  aquel  agua,  un  ave. 

2°  Ligaban  la  preposición  de  con  los  adjetivos  este,  ella 
i  ese  diciendo  deste,  della,  desta,  dése.  Por  la  inversa,  evi- 
taba la  contracción  de  las  preposiciones  de  i  a  con  el  ar- 
tículo e/;  i  decian  de  el  señor,  a  e¡  señor, 

3"  Daban  indistintamente  los  dos  jéneros  a  muchos 
nombres  que  no  tienen  en  nuestro  tiempo  masque  uno  solo: 
tales  son  calor,  cisma,  clima,  color,  chisme,  desorden,  do- 
blez, enigma,  enjambre,  estratajema,  fénix,  ñu,  fraude,  ho- 
nor, linde,  loor,  maná,  mapa,  maravedí,  márjen,  método, 
olor,  oríjen.  prez,  pro,  rebelión,  etc. 

4*^  Suprimian  frecuentemente,  i  para  evitar  la  cacofonía, 
la  consonante  que  termina  una  sílaba  en  medio  d^  dicción. 
Así  decian:  conduta  por  conducta,  diño  por  digno,  efeto 
por  efecto,  Ejito  por  Ejipto,  etc.  En  otras  espresiones  con- 
servaban la  consonante,  sobre  todo  cuando  se  habia  hecho 
una  contracción  en  la  palabra  latina  de  que  se  habia  for- 
mado el  vocablo  castellano:  así  decian  dubda  por  duda-, 
judgar  por  juzgar,  cobdicia  por  codicia. 

5°  El  relativo  quien  carecia  de  plural,  i  se  referia  indife- 
rentemente a  persona  o  cosa,  a  una  o  muchas.  Cervantes 
dice  que  don  Quijote  ^'se  queria  ir  a  buscar  aventuras;  de 
quien  tenia  noticia  que  aquella  tierra  (Zaragoza)  abunda- 
ba."   Quien  reproduce  a  aventuras. 

6"^  Los  demostrativos  este  i  ese,  con  que  en  nuestro  tiem- 
po se  indica  un  objeto  cercano  o  distante,  se  usaban  indi- 
ferentemente.  En  el  capítulo  XXII,  parte  2^  de  Don  Quijo- 
te, Sancho  Panza  dice  a  su  amo,  cuando  éste  bajaba  a  la 
cueva  de  Montesinos:  ''Allá  vas,  valentón  del  mundo,  co- 
razón de  acero,  brazos  de  bronce:  Dios  te  guie  otra  vez  i  te 
vuelva  libre,  sano  i  sin  cautela  a  la  luz  desta  vida  que  de- 
jas, por  enterrarte  en  esta  oscuridad  que  buscas."  En  nues- 
tro tiempo  deberia  decirse  esa  oscuridad  (que  está  allá  lejos) 
en  contraposición  a  esta  vida,  donde  se  encuentra  el  que 
habla. 

7^  En  la  segunda  persona  del  plural  de  todos  los  tiem- 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  61 

pos  del  verbo  se  usaba  la  terminación  des  en  vez  de  /s,  i  de- 
cian  cantades  por  cantáis^  cantedes  por  cantéis^  sodes  por 
sois,  etc. 

8"  Las  formas  verbales  compuestas  en  que  entra  un  in- 
finitivo i  un  caso  complementario,  recibian  una  construc- 
ción particular.  Te  he  de  i^er,  había  de  verte,  he  de  hacerlo, 
por  ejemplo,  se  espresaban  por  verte  he,  verte  hia,  hacer- 
lo he. 

9*=*  Omitian  la  d  de  la  segunda  persona  de  plural  del  im- 
perativo, i  deoian  decí,  hace,  mira  (que  han  quedado  como 
modismos  vulgares  i  empleados  en  el  singular)  en  vez  de  de- 
cid, haced,  mirad.  Muchas  veces  se  encuentra  esta  misma 
forma  con  una  t  fin¿ü,  sabtt,  etc.  Si  al  imperativo  seguian 
los  casos  complementarios  le,  la,  lo,  anteponían  la.  1  ala  a 
final,  i  escribían  ámaldo,  haceldo,  bendecitde,  etc. 

10.  Cuando  el  mtinitivo  iba  modificado  por  los  comple- 
mentarios lo,  la,  le,  solian  cambiar  la  r  final  del  verbo  en  1, 
los  que  formaban  una  y/ en  la  última  síl'dlja  de  la  palabra, 
diciendo  escribillo,  teñe  1  ¡o,  etc. 

11.  Usaban  un  participio  que  ha  caidoen  desuso  en  nues- 
tros dias,  i  que  equivale  al  participio  de  presente  de  los  la- 
tinos, i  decían  hallante  por  el  que  halla,  matante  por  el  que 
mata,  etc.  Cuando  Cervantes  describe  en  el  capítulo  LYI  de 
la  2^  parte  de  Don  Quijote,  l-I  p¿ilenque  en  que  debía  batirse 
su  héroe  con  el  lacayo  Tosílos,  dice:  "estaban  suspensos  los 
corazones  de  la  mirante  turba,  temiendo  unos,  i  esperando 
otros  el  buen  o  mal  suceso  de  aquel  caso," 

12.  Muchos  verbos  se  conjugan  de  distinta  manera  que 
al  presente,  o  tenían  irregularidades  hoí  olvidadas.  Así  ha- 
llamos con  frecuencia  diz  por  dicen,  ñz  por  hizo  o  hice,  con- 
verná  i  verná  por  convendrá  i  vendrá;  irnos  por  vamos; 
do,  esté,  so,  vo  por  doi,  estoi,  soi,  voi;  cayo,  caja,  oyó, 
oya,  por  caigo,  caiga,  oigo,  oiga;  valo,  vala  por  valgo, 
valga;  sei  por  sé,  forma  del  singular  del  imperativo  de  verbo 
ser;  via  por  veia;  vide,  vid  o  por  vi,  vio.  Algunos  pretéritos 
i  sus  derivados  tomaban  una  o  en  la  antepenúltima  en  lu- 
gar de  la  a  que  se  halla  en  su  infinitivo,  mientras  nosotros 


62  MANUAL    DE    C0>1P0S1CI()N    LITERARIA 

cambiamos  esa  a  en  u:  así  decían  copo  por  cupo,  oho  (que 
escribían  ovo)  por  hubo,  sopo  por  supo.  Traer,  por  el  con- 
trario, tomaba  u,  donde  nosotros  conservamos  la  a:  así 
decian  trujo,  trujera  en  vez  de  trajo,  trajera.  Otra  particu- 
laridad de  la  antigua  conjugación  castellana,  que  se  con- 
serva todavía  como  un  vicio  de  nuestro  idioma  vulgar,  es 
añadir  una  s  a  la  terminación  de  la  segunda  persona  del 
pretérito,  escribiendo  vistes  por  viste,  entendistes  por  en- 
tendiste. 

13.  Muchos  verbos  tenian  una  a  inicial  que  ahora  no  se 
usa  sino  en  las  locuciones  de  la  jente  inculta.  Decíase  aba- 
jar, amenguar,  asosegar,  atapar,  aUwpiar,  alienar;  allegar, 
por  llegar 

14-.  Algunos  verbos  no  tenian  aun  la  significación  precisa 
i  determinada  que  les  han  dado  los  modernos.  Ser  i  estar, 
cuyo  uso  propio  está  ahora  perfectamente  establecido,  se 
confundían  con  frecuencia.  5er  se  empleaba  a  veces  en  lugar 
de  haber:  así  se  decia:  Luego  que  fuimos  salido.  En  ocasio- 
nes í-ignificaba  vivir,  como  esta  locución:  Si  Homero  fuer¿i 
en  estos  tiempos.  Bstar  era  reemplazado  en  su  uso  por  ir  o 
andar,  como  se  ve  en  estos  ejemplos:  Por  ir  tan  lleno  de 
lección  i  doctrina;  De  que  el  corazón  anda  lleno;  de  donde 
han  resultado  las  locuciones  usuales  de  ando  enfermo,  ando 
triste. 

15.  El  uso  de  las  preposiciones  no  estnba  tampoco  per- 
fectamente fijado.  La  preposición  a  denotaba  localidad  en 
ciertas  frases,  como:  Vi  a  tu  pecho  la  insignia.  La  preposi- 
ción en  suplia  a  la  de  o  sobre  en  locuciones  análogas  a  esta: 
Hablaba  en  tu  negocio;  coatendian  los  dos  hermanos  en  la 
h'^  renda. 

16.  Empleaban  casi  indistintamente  los  complementa- 
rios le  i  lo,  les  i  los,  le  i  la,  de  dond^  resulta  con  mucha  fre- 
cuencia alguna  oscuridad  en  los  antiguos  escritores  caste- 
llanos, para  cuya  cabal  intelijencia  es  preciso  meditar  un 
momento. 

17.  Usaban  ciertas  voces  derivadas  del  latin,  que  fueron 
abandonadas  mas  tarde,  i  que  empleadas  ahora  parecerían 
galicismos,  puesto  que  el  francés,  nacido  del  mismo  oríjen, 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  63 

ha  conservado  voces  análogas.  Tales  son,  entre  otras:  afa- 
mado por  hambriento,  i  no  por  famoso;  atender  por  espe- 
rar, apres  por  después,  averar  por  averiguar,  aviso  por 
dictamen  o  parecer, caporal  por  cabo  de  escuadra,  d'^.fender 
por  prohibir,  ensamble  por  junto,  entretener  por  mantener, 
habillado  por  vestido,  hacer  el  amor  por  enamorar,  hinter- 
na  por  linterna,  letra  por  carta,  otramente  por  de  otro 
modo,  prender  por  tomar,  sujeto  por  asunto,  tirar  por  sa- 
car, V  por  ahí. 

18.  La  construcción  de  la  frase  se  diferenciaba  bastante 
de  la  manera  de  escribir  de  los  modernos.  Colocaban  jene- 
ralmente  el  verbo  al  fin  de  la  or£icion,  imitando  en  esto  a 
los  latinos,  i  dando  muchas  veces  grande  oscuridad  al  sen- 
tido. "En  éstos  (los  escritores  esp  moles  anteriores  a  la  se- 
gunda mitad  del  siglo  XVI),  dice  don  José  Joaquín  de  Mo- 
ra, en  una  escelente  vida  de  frai  Luis  de  Granada,  en  éstos 
se  echan  de  ver  todavía  restos  de  locuciones  vulgares  mez- 
clados con  no  pocos  pruritos  de  afectación  i  con  mal  dis- 
frazadas imitaciones  del  latín.  Sobre  todo,  el  período  no  se 
hallaba  fijado  todavía  en  sus  verdaderos  límites;  ercí  des- 
conocido el  arte  de  combinar  la  división  del  pensamiento 
con  el  encadenamiento  periódico  de  la  frase;  i  por  no  saber 
emplear  acertadamente  las  voces  conjuntivas,  ni  haberse 
inventado  aun  los  artificios  que  las  suplen,  el  concepto  se 
diluia,  digámoslo  así,  en  una  indefinida  serie  de  proposicio- 
nes, en  las  que  ademas,  a  efecto  de  la  confusa  intervención 
de  los  relativos  i  posesivos,  la  atención  se  estravia  i  el  lec- 
tor llega  a  perder  de  un  todo  el  sentido  principal.  Acos- 
tutnbrados  los  escritores  a  la  composición  latina,  cuya  leu- 
gai  estaba  en  posesión  de  ser  esclusivamente  el  vehículo  de 
las  ciencias  i  de  la  literatura,  trasladaron  a  su  propio  idio- 
ma el  jiro  de  aquellas  frases  tortuosa-?,  de  aquellas  cons- 
trucciones intrincadas  que  pueden  sin  inconveniente  usarse, 
cuando  la  sintaxis  suministra  los  medios  de  encontrar  fá- 
cilmente el  réjimen  i  la  concordancia.  Era  también  harto 
común  en  aquellas  épocas  el  descuido  de  los  recursos  eufó- 
nicos i  sonoros,  que  son  los  que  constituyen  propiamente 


61  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

la  armonía  del  estilo.  Ni  se  evitaban  las  asonancias  i  caco- 
fonías, ni  se  redondeaba  la  frase  de  manera  que  llenase 
agradablemente  el  oido". 

19.  La  ortografía  castellana  no  estaba  aun  fijada,  de 
manera  que  no  es  raro  el  encontrar  en  los  libros  impresos 
en  los  siglos  XV  i  XVI  voces  que  nos  sorprendan  por  la 
manera  como  se  las  escribia.  Hubo  i  había,  i  también  ovo  i 
avia,  se  encuentran  en  vez  de  hubo  i  había.  El  inmortal 
Cervantes  escribia  su  apellido  con  una  b  que  ha  dado  mucho 
que  hablar  a  los  gramáticos.  Casi  parece  inútil  advertir  que 
en  vez  de  la Íz  muda  al  principio  de  dicción,  se  escribia  de  or- 
dinario f,  respetando  la  etimolojía  latina,  i  que  se  decia  fa 
blar,  fermoso,  fecho,  fazaña.  La x reemplazaba  casi  siempre 
a  lay,  por  ejemplo  en  México,  traxo,  tradaxo,  Qtc.  En  otras 
voces  derivadas  délos  idiomas  antiguos  se  usaba  la  ph  por 
/;  como  phílosophía;  i  la  ch  por  c  o  q  como  christíano,  chí- 
mica. 

20.  Pero  la  principal  diferencia  entre  el  idioma  antiguo  i 
el  moderno  convsistia  en  la  diversidad  de  voces.  Así,  por 
ejemplo,  se  decia  cabe  o  cabopor  hacía; conáecabo por  otra 
vez;  connusco  por  con  nosotros;  vasco  por  con  voz;  deyuso 
por  abajo;  é  o  et  por  /conjunción;  maguer  por  aunque;  so 
por  debajo;  suso  por  sobre  o  arriba,  etc.  Pero,  esta  esplica- 
cion  seria  la  obra  de  un  diccionario.  En  los  trozos  que 
trascribimos  en  seguida,  hemos  cuidado  de  poner  por  vía 
de  nota,  la  interpretación  de  las  voces  que  no  son  de  uso 
corriente. 

Tales  son  los  principales  punios  en  que  el  alumno  debe 
fijar  su  atención  antes  de  comenzar  a  traducir  en  español 
moderno  un  trozo  escrito  en  castellano  antiguo.  Conocidas 
estas  diferencias,  no  debe  encontrar  dificultades  reales.  Sa- 
biendo el  sentido  de  las  palabras  que  han  envejecido,  no  le 
queda  mas  que  un  trabajo  de  ortografía  i  de  gramática, 
que  consiste  en  dar  a  las  frases  una  construcción  moderna, 
cuando  la  que  se  encuentra  en  el  orijinal  se  diferencia  mu- 
cho de  nuestra  manera  de  decir,  en  traducir  algunas   voces 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  65 

anticuadas  para  hacerlas  mas   intelijibles,  i  en  escribirlas 
con  la  ortografía  usada  en  nuestro  tiempo. 

En  los  fragmentos  siguientes  tomados  de  los  antiguos 
autores  castellanos,  encontrarán  los  jóvenes  ejemplos  en 
que  ejercitarse  en  esta  clase  de  trabajos.  Los  tres  primeros 
trozos  tienen  una  versión  al  castellano  moderno. 


TEMAvS  DE  EJERCICIOS 


Las  armas  i  las  letras 

"Verdaderamente  si  bien  se  considera,  señores  mios, 
grandes  e  inauditas  cosas  ven  los  que  profesan  la  orden  de 
la  andante  caballería.  Si  no  ¿cuál  de  los  vivientes  habrá  en 
el  mundo,  que  ahora  por  la  puerta  deste  castillo  entrara,  i 
de  la  suerte  que  estamos  nos  viera,  que  juzgue  i  crea  que 
nosotros  somos  quien  somos?  ¿Quién  podrá  decir  que  esta 
señora,  que  está  a  mi  lado,  es  la  gran  reina  que  todos  sabe- 
mos, i  que  yo  soi  aquel  caballero  de  la  Triste  Figura  que 
anda  por  ahí  en  boca  de  la  fama?  Ahora  no  hai  que  dudar, 
sino  que  esta  arte  i  ejercicio  escede  a  todas  aquellas  i  aque- 
llos que  los  hombres  inventaron,  i  tanto  mas  se  hade  tener 
en  estima,  cuanto  a  mas  peligros  está  sujeto.  Quítenseme 
delante  los  que  dijeren  que  las  letras  hacen  ventaja  a  las 
armas;  que  les  diré,  i  sean  quien  se  fueren,  que  no  saben  lo 
que  dicen:  porque  la  razón  que  los  tales  suelen  decir,  i  a  lo 
que  ellos  mas  se  atienen,  es  que  los  trabajos  del  espíritu  es- 
ceden a  los  del  cuerpo,  i  que  las  armas  solo  con  el  cuerpo  se 
ejercitan;  como  si  fuese  su  ejercicio  oficio  de  ganapanes,  pa- 
ra el  cual  no  es  menester  mas  de  buenas  fuerzas;  o  como  si 
en  esto  que  llamamos  armas  los  que  las  profesamos,  no  se 
encerrasen  los  actos  de  la  fortaleza,  los  cuales  piden  para 
ejecutallos  mucho  entendimiento;  o  como  si  no  trabajase  el 
ánimo  del  guerrero  que  tiene  a  su  cargo  un  ejército  o  la  de- 
fensa de  una  ciudad  sitiada,  así  con  el  espíritu  como  con  el 
cuerpo.  Si  no,  véase  si  se  alcanza  con  las  fuerzas  corporales 
a  saber  i  conjeturar  el  intento  del  enemigo,  los  designios, 
las  estratajemas,  las  dificultades,  el  prevenir  los  daños  que 
se  temen;  que  todas  estas  cosas  son  acciones  del  entendi- 

TOMO  V  5 


66  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

miento,  en  quien  no  tiene  parte  alguna  el  cuerpo.  Siendo^ 
pues,  ansí  que  las  armas  requieren  espíritu  como  las  letras, 
veamos  ahora  cuál  de  los  dos  espíritus,  el  del  letrado  o  el 
del  guerrero  trabaja  mas;  i  esto  se  vendrá  a  conocer  por  el 
fin  i  paradero  a  que  cada  uno  se  encamina,  porque  aquella 
intención  se  ha  de  estimaren  mas,  que  tiene  por  objeto  mas 
noble  fin." 

Cervantes, 

Don  Quijote,  Part.  I,  cap.  XXXVII.  * 


II 

Carta  de  Alejandro  a  su  madre 

Este  es  el  testamento  de  Alexandrequando  sopo  |  1  |  que 
moririe  del  toxigo  |  2  |  quel  dieron  !  3  |  a  beber:  e  de  la  car- 
ta que  envió  a  su  madre,  en  quel  mandaba  que  non  oviesse 
I  4  I  miedo  e  que  se  conortasse;  |  5  |  e  la  tenor  de  la  carta 
decia  assi: 

Madre,  debedes  |  6  |  punnar  |  7  |  ennonsemeiar  |  8  |  alas 
mugieres  en  flaqueza  de  sus  corazones  assi  como  punné  yo 
de  non  semeiar  a  los  fechos  de  los  ornes  |  9  |  viles.  Sabet 
I  10  I  que  yo  nunca  pensé  enna  |  11  ¡  muerte,  iien  ove  |  12  | 
cuidado  della  |  13  |  ,  porque  sabia  que  non  podia  estorcer 
I  14  I  della.  Otrosi  non  debedes  |  15  |  aver  |  16  |  cuidado 
nen  duelo  nenguno,  cá  |  17  |  vos  non  fustes  |  18  |  tan  torpe 
que  non  sopiessedes  |  19  |  que  de  los  mortales  era  yo.  Et 
sabet  que  cuando  yo  fis  |  20  ¡  esta  carta  fué  mioasmamien- 
to  I  21  I  de  vos  conortar  con  ella.  Pues,  madre,  ruegovos 
I  22  I  yo  que  non  fagades  |  23  |  contra  el  mío  asmamiento 
I  24  I  Cá  debedes  saber  que  a  lo  que  yo  vo  es  meior  |  25  | 


*  El  discurso  de  don  Quijote  sobre  las  armas  i  las  letras,  del  cual 
estas  líneas  no  son  mas  que  el  principio,  es  considerado  como  uno  de 
los  trozos  mas  elocuentes  de  la  literatura  castellana.  Es  cierto  que  se 
deja  ver  en  él  algo  del  cerebro  desordenado  del  loco  que  imajinó  (Cer- 
vantes para  héroe  de  su  obra;  pero  ¡cuánta  imajinacion  en  los  detalles, 
cuánto  vigor  en  el  estilo  i  cuánta  lojica  i  verdad  se  encuentra  en  todo 
él  cuando  se  conoce  el  punto  de  partida,  es  decir,  la  locura  de  un 
hombre  caballeroso,  ilustrado  i  sensato  en  toda  materia  que  no  sea  la 
andante  caballería!  Para  nuestro  objeto,  es  decir,  para  demostrar  las 
variaciones  por  que  ha  pasado  la  lengua  castellana,  nos  basta  este  cor- 
to fragmento,  si  bien  indicamos  el  lugar  donde  podrán  los  jóvenes  leer- 
lo por  entero.  Véanse  sobre  Cervantes  i  su  libro  las  ^oc.  de  hist.  lit., 
part.  III,  cap.  III,  §  13. 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  67 

que  lo  que  yo  dellexo  |  26  ¡  .  Pues  alegradvos  con  mi  ida,  e 
apareíadvos  |  27  ¡  de  seguir  todos  los  mios  bonos  fechos 
I  28  ¡  .  Cá  ya  destaiada  |  29  |  es  la  mi  nombradiadel  regna- 
do,  e  del  seso,  e  del  bon  conseio.  Pue.s  avivevos  |  30  '  la  mi 
nombradia  con  vuestro  bon  seso  e  con  vostra  sofrencia 
I  31  I  e  con  vostroconorte  |  32  | ,  e  non  vos  debe  levar  |  33  | 
mió  amor  se  non  a  las  cosas  que  yo  amo,  e  las  cosas  que  yo 
quiero;  que  la  sennal  |  34  |  del  ome  que  ama  al  otro  es  en 
quel  faga  su  sabor,  e  nol  faga  dessabon  E  todo  que  los  omes 
aguardan  el  vostro  seso  e  las  cosas  que  podierdes  e  que  fa- 
redes  por  tal  de  saber  la  vostra  obediencia,  o  la  vostra  de- 
sobediencia: e  se  queredes  complir  el  mió  talento:  y  sabet 
que  todas  las  creaturas  del  mundo  facense  e  desafacense;  e 
an  ¡  35  I  comenzamiento  e  fin:  e  el  ome  después  que  nace 
siempre  va  menguando  |  36  |  ,  e  iendo  e  tornando  a  sus 
a  lindamientos  |  37  |  ;  y  el  ome  maguer  |  38  |  que  pueble  en 
este  mundo,  a  ir  es  del,  e  del  rcgnado  maguer  que  dure  a 
dexar  es.  Pues  prendet  |  39  |  exiemplo,  nuidre,  de  los  que 
son  finados,  de  los  reys  e  de  los  otros  omes  de  altos  loü;a- 
res  que  se  derribaron  e  ser  hermaron  |  40  |  ,  e  tantos  bonos 
castiellos  |  41  |  e  bonas  pueblas  que  se  derribaron  e  se  her- 
maron: e  sabet  quel  vostro  fijo  que  nunca  se  pagó  de  las  me- 
ñudés  I  42  I  de  los  omes  menudos  e  viles.  Otrosi  non  vos  pa- 
gar de  la  flaqueza  de  los  sos  |  43  |  corazones  de  las  madres 
de  los  otros  reys,  e  esquivat  |  44  |  vos  siempre  de  las  cosas 
que  vostro  fijo  se  esquivó  siempre.  Madre,  assicomo  la  vos- 
tra pérdida  es  muí  grande,  assi  la  vostra  sufrencia  e  el  vues- 
tro conorte  sea  mui  grande,  que  aquel  es  ome  sesudo  |  45  | 
el  que  ha  su  conorte  segunt  la  grandez  de  su  pérdida:  et  sa- 
bet, madre,  que  todas  las  cosas  que  Dios  fizo  nacen  pequen- 
nas  e  van  creciendo,  se  non  los  duelos,  que  son  de  comienzo 
grandes  e  van  menguando:  e  debenvos  ahondar  |  46  ¡  estos 
conortes,  e  estos  castigamientos  |  47  |  .  E  mandat,  madre, 
facer  una  villa  |  48  |  mui  grande  e  mui  apuesta  |  49  | ,  e  des- 
que vos  legar  |  50  |  el  mandado  de  mi  muerte,  que  sea  la  vi- 
lla fecha,  y  I  51  I  mandat  guisar  un  grant  iantar  |  52  |  e 
mui  bono,  e  mandat  dar  pregón  per  toda  la  tierra,  que  to- 
dos los  que  non  ovieron  pesar  nen  pérdida,  que  vengan  h\^ 
a  iantar  |  53  |  en  aquella  villa  por  tal  que  sea  el  llanto  de 
Alexandre  estremado  de  todos  los  llantos  de  los  otros  reys. 
E  ella  fizólo  assi:  e  quando  llegó  la  carta  del  mandado 
de  muerte  de  sufijo  Alexandre  era  la  villa  fecha,  mandó  facer 
la  iantar  |  54  |  segundo  el  mandamiento  de  Alexandre,  e  nol 
I  55  I  vieno  nenguno  a  aquel  iantar. 


68  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Pues  dixo  ella:  ¿qué  an  los  omes  que  no  quieren  venir  a 
nostro  convite?  e  dixioronle:  sennora,  porque  vos  mandas- 
tes  que  non  viniesse  hy  nenguno  de  quantos  non  ovieron 
duelo  nen  pérdida:  e  sennora,  non  ha  orne  en  el  mundo  que 
non  oviesse  pérdida  o  duelo,  e  por  esso  non  venieron  hy 
nengunos... 

Pues  dixo  ella:  ay  mió  fijo,  que  mucho  semeian  los  fechos 
de  la  vostra  vida  a  los  fechos  del  vostro  finamiento,  cá  me 
conortastes  con  el  grant  conorte  complido. 

Juan  Lorenzo  de  Segura,  (a) 


I  1  I  supo,  I  2  I  veneno  |  3  |  que  le  dieron.  I  4  '  hubiese  o  tuviese, 
I  5  ¡  confortase  o  consolase.  |  6  |  debéis.  |  7  |  lidiar,  forcejear, 
empeñarse.  |  8  |  asemejarse.  |  9  |  hombres.  |  10  |  sabed.  |  |11  |  en 
la.  I  12  I  hube  o  tuve.  |  13  ¡  de  ella.  |  14  |.  salir,  librarse.  1 15  |  de- 
béis. I  16  I  haber  o  tener.  |  17  |  porque.  |  18  |  fuisteis.  ¡  19  |  supie- 
reis. I  20  I  hice.  I  21  |  del  verbo  anticuado  asmar  que  significa  pen- 
sar,juzgar,  meditar.  |  22  |  osruego.  |  23  ]  hagáis.  |  24  |  pensamien- 
to. I  25  I  mejor.  |  26  |  dejo,  abandono.  |  27  |  familiarizaos,  im- 
perativo del  verbo  anticuado  aparciar,  de  donde  viene  aparcero, 
usado  en  nuestro  tiempo,  i  que  significa  compañero.  ¡  28  j  buenos 
hechos.  I  29  |  participio  del  verbo  anticuado  destaiar,  que  signifi- 
ca destajar,  separar.  |  30  |  avíveos,  alenteos.  |  31  |  sufrimiento. 
I  32  i  consuelo.  |  33  1  llevar.  |  34  !  seña).  |  35  |  han.  |  36  í  disminu- 
yendo, acercándose  a  su  fin.  |  37  |  alineamientos,  de  allinar,  ali- 
near, j  38  I  aunque.  !  39  \  tomad.  |  40  |  destruyeron.  |  41  |  casti- 
llos. I  42  I  pequenez.  |  43  |  sus.  |  44  |  esquivad,  evitad.  |  45  |  jui- 
cioso, que  tiene  seso.  |  46  |  deben  abundaros  o  sobraros,  j  47  | 
castigos.  I  48  I  casa  o  palacio  de  campo,  ordinariamente  para 
recreo.  |  49  |  compuesta,  adornada.  |  50  |  llegar.  |  51  |  allí;  algu- 
nas veces  se  escribe  hy,  de  donde  se  ha  formado  ahí.  |  52  |  comida. 
I  53  I  comer  a  medio  día.  |  54  |  este  sustantivo  como  se  ve  en  el 
texto,  se  usa  indiferentemente  como  masculino  i  como  femenino. 
I  55  I  no." 

(a.)  Juan  Lorenzo  de  SEauRA  V.,  Noc.  dehist.lit.,  part.  II,  Cap.  VI, 
§  11  pasa  por  autor  del  poema  titulado  Alejandro,  compuesto  en 
el  siglo  XIII,  como  se  deja  ver  por  la  última  estrofa  que  dice  así: 

Si  quisierdes  saber  quien  escribió  este  ditado, 
Johan  Lorenzo  bon  clérigo  é  hondrado, 
Segura  de  Astorga,  de  mannas  ben  temprado: 
En  el  día  del  juicio  Dios  sea  mió  pagado.  Amen. 

Al  fin  del  poema  trascribe  dos  cartas  en  prosa  que  supone  es- 
critas por  Alejandro  a  su  madre.  Una  de  ellas  es  la  que  va  en  el 
texto. 


TEA8LACIOX    DEL    CASTELLANO    ANTIGUO  69 

. : C 


ITI 

Los  reyes  deben  dominar  sus  pasiones 

^'Mucho  se  deven  los  re\^es  or^ardar  de  la  saña,  e  de  la 
ira,  e  de  la  malquerencia,  porque  estas  son  contra  las  bue- 
nas costumbres.  E  la  guarda  |  1  ¡  que  deben  tomar  en  si 
contra  la  saña,  es  que  sean  sufridos,  de  guisa  |  2  |  que  non 
les  venza,  nin  se  muevan  por  ella  a  facer  cosa  que  les  esté 
mal  o  que  sea  contra  derecho:  cá  |  3  !  lo  que  con  ella  ficie- 
sen  desta  guisa,  mas  semeiaria  |  4  |  venganza  que  justicia. 
E  por  ende  dixeron  los  sabios:  que  la  saña  embarga  el  co- 
razón del  home  |  5  |  de  manera  quel  non  dexa  escojer  la 
verdad...  E  tanto  tuvo  el  rei  David  por  fuerte  cosa  la  saña 
que  a  Dios  mismo  dixo  en  su  corazón:  Señor,  cuando  fueres 
sañudo  no  me  quieras  reprender,  nin  seyendo  irado  |  6  | 
castigar.  E  por  esto  deve  el  rei  sofrirse  en  la  saña  fasta  que 
le  sea  pasada:  e  quando  lo  ficiere,  seguirsele  ha  |  7  |  grand 
pro  I  8  |,  cá  podrá  escojer  la  verdad,  e  facer  con  derecho  lo 
que  ficiere.  E  si  desta  guisa  non  lo  quisiere  facer  caerá  en 
saña  de  Dios  e  de  los  homes...  Ira  luenga  non  debe  el  rei 
a  ver  |  9  |,  pues  que  ha  poder  de  vedar  |  10  |  luego  las  cosas 
mal  fechas...  E  porque  la  ira  del  rei  es  mas  fuerte  e  mas  da- 
ñosa que  la  de  los  otros  homes  porque  la  puede  mas  aina 
I  11 1  complir;  por  ende  deve  ser  mas  apercebido  |  12  \  quan- 
do la  oviere  |  13  |  en  saberla  sofrir.  Cá  assi  como  dixo  el 
rei  Salomón,  atal  es  la  ira  del  rei  como  la  braveza  del  león, 
que  ante  el  su  bramido  todas  las  otras  bestias  tremen  í  14  | 
e  non  saben  do  se  tener:  e  otrosi  ante  la  ira  del  rei  non  sa- 
ben los  homes  que  facer,  cá  siempre  están  a  sospecha  de 
muerte.  E  dicho  avernos  también  de  las  que  ha  de  vestir 
como  de  las  otras,  ha  menester  que  las  tenga  tales,  que  él 
se  apodere  dellas,  e  non  ellas  del." 

Alfonso  x.  de  Castilla,  (a) 

1,  I  2  I  de  manera.  |  3  |  porque, 
semejaría,  parecería.  ¡  5  |  hombre.  |  6  |  airado,  irritado.  |  7 


1  I  cautela,  precaución,  |  2  |  de  manera.  |  3  |  porque.  |4  | 


(a)  V.  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  II,  cap.  VI,  §  12.  Este  fragmen- 
to está  estractado  de  Las  swte  partidas,  (tít.  V,  part.  II).  El 
puede  dar  una  idea  aproximativa  del  carácter  literario  de  ese  có- 
digo en  que  se  discute  el  fundamento  de  la  lei,  i  ésta  toma  un  aire 
de  consejo  mucho  mas  bien  que  de  precepto. 


70  MANUAL    DE    COMPOSICTCN    LITERARIA 

ha  de  seguírsele.  |  8  |  provecho.  |  9  |  haber,  tener.  |  10  ¡  pro- 
hibir. I  11  I  pronto,  luego.  1 12  ¡  preparado,  dispuesto.  |  13  | 
hubiere.  I  14  !  tiemblan. 


lY 

Buen  uso  que  el  rei  debe  hacer  de  sus  palabras 

La  palabra  tiene  mui  grand  pro  ¡  1  |  quando  se  dice  co- 
mo deve:  cá  |  2  |  por  ella  se  entienden  los  homes  los  unos  a 
los  otros,  de  manera  que  facen  sus  fechos  en  uno  mas  de- 
sembargadamente  |  8  j.  E  por  ende  |  4  |  todo  home,  e  ma- 
yormente el  rei,  se  debe  mucho  guardar  en  su  palabra,  de 
manera  que  sea  catada  |  5  |  e  pensada  ante  que  la  dija:  cá 
después  que  sale  de  la  boca,  non  puede  home  facer  que  non 
sea  dicha...  Deve  el  rei  guardar  que  sus  palabras  sean  egua- 
les  e  en  buen  son  |  6  |  :  cá  las  palabras  que  se  dicen  sobre 
razones  feas  e  sin  pro,  e  que  non  son  fermosas  nin  apuestas 
al  que  las  fabla  nin  otrosi  al  que  las  oye,  nin  puede  tomar 
buen  castigo  nin  buen  consejo:  son  ademas,  e  llamánlas  ca- 
surras  |  7  ¡  porque  son  viles  e  desapuestas,  e  non  deven  ser 
dichas  ante  homes  buenos,  quanto  mas  decirlas  ellos  mis- 
mos, e  mayormente  el  rei.  E  otrosi  palabras  enáticas  ¡  8  |  e 
necias  que  non  conviene  al  rei  que  las  diga:  cá  estas  tienen 
mui  gran  daño  a  los  que  las  oyen,  e  mui  mayor  a  los  que 
las  dicen...  Menguadas  no  deben  ser  las  palabras  del  rei.  E 
serian  átales  en  dos  maneras:  la  primera  cuando  se  partie- 
se de  la  verdad  e  dixese  mentira  a  sabiendas  en  daño  de  sí 
mismo  o  de  otro,  cá  la  verdad  es  cosa  derecha  e  egual.  E 
segund  |  9  |  dixo  Salomón:  non  quiere  la  verdad  desvia- 
mento  nin  torturas...  Desconvenientes  no  deben  ser  las  pa- 
labras del  rei:  e  serian  átales  en  dos  maneras:  la  primera 
como  si  la  dixese  en  grand  alabanza  de  sí:  cá  esta  es  cosa 
que  está  mal  a  todo  home,  porque  si  él  bueno  fuese,  sus 
obras  le  loarán  |  10  |  ...  Daño  mui  grave  viene  al  rei  e  a  los 
otros  homes  quando  dixeren  palabras  malas  e  villanas  e 
como  non  deben,  porque  después  que  fueren  dichas  non  las 
pueden  tornar  que  dichas  non  sean.  E  por  ende  dixo  un  fi- 
lósofo quel  home  debe  mas  callar  que  fablar,  e  mayormente 
delante  de  sus  enemigos,  porque  non  puedan  tomar  aperce- 
bimiento  |  11  |  de  sus  palabras  para  deservirle  o  buscarle 
mal:  cá  el  que  mucho  fabla  non  se  puede  guardar  que  no 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  71 

yerre,  i  el  mucho  fablar  face  envilecer  las  palabras,  e  tácele 
descubrir  las  sus  poridades  |  12  |.  E  si  él  non  fuere  home  de 
gran  seso  por  las  sus  palabras  entenderán  los  homes  la 
mengua  que  ha  del:  cá  bien  así  como  el  cántaro  quebrado 
se  conoce  por  su  sueno,  otrosi  el  seso  del  home  es  conocido 
por  la  palabra." 

Alfonso  x.  de  CAvSTilla.  (a) 


¡  1  I  provecho.  |  2  \  porque.  |  3  |  libremente,  sin  impedi- 
mento. I  4  I  por  lo  cual.  |  5  |  mirada,  escojida.  |  6  ;  tenor, 
modo  o  manera.  |  7  |  bajas,  groseras.  |  8  |  disformes,  feas. 
I  9  I  según.  |  10  |  alabaran.  |  11  |  derivado  de  apercibir,  pre- 
venir, preparar,  j  12  |  secretos. 


Retrato  de  don  Enrique  de  Villena 

"Pablaba  con  buena  gracia  e  abundancia  en  rabones,  sin 
prolixidad  de  palabras:  temblábale  un  poco  la  voz  por  en- 
fermedad accidental  e  no  por  delecto  natural.  En  la  edad 
de  mozo. tuvo  seso  e  autoridad  de  viejo.  Era  hombre  esen- 
cial ¡  1  I ,  e  no  curaba  |  2  |  de  apariencias  ni  de  cerimonias 
infladas  |  3  | .  Tenia  la  agudeza  tan  viva,  que  a  pocas  razo- 
nes conocía  las  condiciones  e  los  flnes  de  los  hombres:  e 
dando  a  cada  uno  esperanza  de  sus  deseos,  alcanzaba  mu- 
chas veces  lo  que  él  deseaba.  Tenia  tan  grand  sufrimiento, 
que  ni  palabra  áspera  que  le  dixesen  le  movia,  ni  novedad 
de  negocio  que  o\^ese  le  alteraba:  i  en  el  mayor  discrimen  |  4  | 
de  las  cosas  tenia  mejor  arbitrio  para  las  entender  e  reme- 
diar. Era  hombre  que  con  madura  deliberación  determinaba 
lo  que  abia  de  facer,  e  no  forzaba  el  tiempo,  mas  forzaba  asi 
mismo  esperaddo  tiempo  para  lo  facer.  Tovo  algunos  ami- 
gos de  los  que  la  próspera  fortuna  suele  traer:  tovo  asimis- 
mo muchos  contrarios  de  los  que  la  envidia  de  los  bienes  suele 
criar.  No  era  varón  de  vengan/as  ni  perdia  tiempo  ni  pensa- 
miento en  las  seguir.  Decia  él  que  todo  hombre  que  piensa  en 


(a)   Estractado  del  tít.  IV  de  la   II  partida.  V.  la  nota  últirna 


del  fragmento  anterior. 


72  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


vengarse,  antes  atormenta  a  sí  que  daña  al  contrarío.  Per- 
donaba lijeramente  |  5  | ,  i  era  piadoso  en  laexecucionde  la 
justicia  criminal;  porque  pensaba  ser  mas  aceptable  a  Dios 
la  grand  misericordia  que  la  extrema  justicia.  No  quiero 
negar  que  como  hombre  humano  este  caballero  no  to viese 
vicios  como  los  otros  hombres;  pero  puédese  bien  creer,  que 
si  la  flaqueza  de  su  humanidad  no  los  podia  resistir,  la 
fuerza  de  su  prudencia  los  sabia  disimular". 

Hernando  del  Pulgar 

Claros  varones  tít.  VI  (*") 


1  I  que  buscaba  el  fondo  de  las  cosas.  ¡  2  |  cuidaba.  ¡  3 
vanas.  |  4  ¡  peligro.  |  5  |  fácilmente. 


VI 

Muerte  de  don  Enrique  de  Villena 

**No  le  bastó  a  don  Enrique  de  Villena  su  saber  para  que 
no  morirse;  ni  tampoco  le  bastó  ser  tio  del  rei  para  no  ser 
llamado  por  encantador  ¡  1  | .  Ha  venido  al  rei  el  tanto  ¡  2  [ 
de  su  muerte:  e  la  conclusión  que  vos  puedo  dar  será  que 
asaz  I  3  |  don  Enrique  era  sabio  de  lo  que  a  los  otros  cum- 
plia,  e  nada  supo  en  lo  que  le  cumplia  a  él.  Dos  carretas 
son  cargadas  de  los  libros  que  dexó,  que  al  rei  le  han  trai- 
do:  e  porque  diz  |  4  |  que  son  májicos  e  de  artes  non  cum- 
plideras I  5  I  de  leer,  el  rei  mandó  que  a  la  posada  de  Fr. 
Lope  Barrientos  fuesen  llevados:  e  Fr.  Lope,  que  mas  se 
cura  1  6  I  de  andar  del  príncipe  |  7  | ,  que  de  ser  revisor  de 
nigromancias,  fizo  quemar  mas  de  cien  libros,  que  no  los 
vio  el  mas  que  el  rei  de  Marroecos,  ni  mas  los  entiende  que 
el  deán  de  Cidá  Rodrigo;  cá  ¡  8  |  son  muchos  los  que  en  este 
tiempo  se  fan  dotos  i  9  | ,  faciendo  a  otros  insipientes  |  10  | 


(a)  Véanse  sobre  Hernando  del  Pulgar  las  Noc.  de  hist.  lit., 
part.  II,  cap.  VI,  §  32.  En  el  mismo  libro  se  encuentran  noticias 
concernientes  a  don  P^nrique  de  Villena  (part.  II,  cap.  VI,  §  20). 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTICUO 


e  magos:  e  peor  es,  que  se  fazan  I  11  |  beatos  faciendo  a 
otros  nigromantes.  Tan  solo  este  denuesto  no  habia  gus- 
tado I  12  j  del  hado  este  bueno  e  manífico  señor." 

Hernán  Gómez  de  Cibdareal  (a) 


I  1  I  tenido  por  encantador.  |  2  |  la  noticia.  !  3  !  bastan- 
te, abundantemente.  |  4  |  dicen,  |  o  |  lo  que  conviene  o  im- 
porta para  alguna  cosa.  |  6  |  se  cuida.  |  7  |  hacer  la  corte 
al  príncipe.  |  8  ¡  porque.  |  9  |  hacen  doctos,  |  10  |  princi- 
piantes, ignorantes.  ¡  11  |  hagan.  |  12  |  tan  sola  esta  con- 
trariedad no  le  habia  hecho  saborear  el  destino. 


VII 
Don  Alvaro  de.  Luna 

/'Tanta  i  tan  singular  fué  la  fianza  |  1  |  que  el  reí  hizo  del 
condestable,  e  tan  grande  e  tan  excesiva  su  potencia  |  2  | , 
que  apenas  se  podia  saber  de  ningún  rey  o  príncipe  que  muí 
temido  |  3  |  e  obedecido  fuese  en  su  reino,  que  mas  lo  fuese 
que  él  en  Castilla,  ni  que  mas  libremente  oviese  la  gober- 
nación i  el  ejimiento  |  4  |  A  tanto  se  estendió  su  poder, 

e  tanto  se  encojió  la  virtud  del  rei,  que  del  mayor  oficio 
del  rey  no  hasta  la  mas  pequeña  merced,  mui  pocos  llega- 
ban a  la  demandar  |  5  |  al  rey,  ni  le  hacian  gracias  della 
I  6  I ;  mas  al  condestable  se  demandaba,  e  a  él  se  regra- 
ciaba I  7  I .  En  conclusión  son  aquí  de  notar  dos  puntos  muy 
maravillosos:  el  primero,  un  rey  comunalmente  entendido 
en  muchas  cosas,  e  ser  de  todo  punto  negligente  e  remiso 
en  la  gobernación  de  su  reyno,  no  le  moviendo  ni  estimu- 
lando a  ello  la  discreción,  ni  las  esperienciasde  muchos  tra- 
baxos  que  pasó  en  las  contiendas  e  revueltas  que  ovo  |  8  | 
en  su  reyno,  ni  las   amonestaciones  e  avisamientos  I  9  I  de 


(a)  Sobre  Gómez  DE -Cibdareal,  véanse  las  Noc.  de  hist.  lit., 
part.  II,  cap.  VI,  §  31.  La  carta  inserta  en  el  texto  aparece  escrita 
en  Madrid  en  1434.  Fué  dirijida  al  famoso  poeta  Juan  de  Mena 
(V.  el  libro  citado),  para  referirle  la  muerte  de  don  Enrique  de  Vi- 
llena  (V.  el  mismo  libro  part.  II,  cap.  VI,  §  20  i  el  fragmento  ante- 
rior). 


74  MANUAL    I)H    COMPOSICIÓN    LITERAKÍA 

grandes,  caballeros  e  relijiosos  que  dello  le  hablaban,  ni  lo 
que  es  mas,  la  inclinación  natural  pudo  en  él  aver  canto  vi- 
gor e  fuerza,  que  de  todo  punto,  sin  ningún  medio,  no  se 
sometiese  a  la  ordenanza  i  consejo  del  condestable  con  mas 
obediencia  que  nunca  un  hijo  humilde  lo  fué  a  padre,  ni  un 
obediente  relijioso  a  su  abad  o  prior.  El  segundo  punto, 
que  un  caballero  sin  parientes,  i  con  tan  pobre  comienzo, 
en  reyno  tan  grande,  e  donde  tantos  i  tan  poderosos  caba- 
lleros avia,  i  en  tiempo  de  un  rey  tan  poco  obedecido  e  te- 
mido, oviese  tan  singular  poder.  Cá  |  10  ¡ ,  puesto  que  que- 
ramos decir,  que  esto  era  en  virtud  del  rey,  ¿cómo  podia 
dar  poder  a  otro  el  que  para  si  no  lo  tenia?  ¿o  cómo  es  obe- 
decido el  lugarteniente,  quando  el  que  lo  pone  en  su  lugar 
no  haya  obediencia?  Verdaderamente  vo  cuido  |  11  |  que 
desto  no  se  podiese  dar  clara  razón,  salvo  si  la  diere  aquel 
que  hizo  la  condición  del  rey  tan  estraña.  Ni  se  puede  dar 
razón  del  poder  del  condestable:  que  yo  no  sé  cual  de  estas 
dos  cosas  es  de  mayor  admiración,  o  la  condición  del  re\^,  o 
el  poder  del  condestable.  I  en  el  tiempo  de  este  rey  don  Juan 
el  Segundo  acaecieron  en  Castilla  muchos  autos  I  12  | ,  mas 
grandes  i  estraños  que  buenos  ni  dignos  de  memoria,  ni 
útiles  ni  provechosos  al  reyno.  Cá  así  fué,  que  ausente  de 
esta  vida  el  rey  don  Fernando  de  Aragón,  por  consiguiente 
se  ausentaron  del  reyno  de  Castilla  la  paz  e  la  concordia. 
El  miércoles  de  las  ochavas  |  13  ¡  de  Pascua  florida,  que- 
riendo Nuestro  Señor  hacer  obra  nueva,  el  dia  quedebia  ser 
resurrección,  fué  pasión  del  dicho  condestable.  Con  gran 
admiración  e  cuasi  increible  a  todo  el  reyno,  el  rey  lo  man- 
dó prender  a  don  Alvaro  de  Stuñiga,  que  fué  después  conde 
de  Plasencia,  e  tomó  lo  que  allí  halló;  e  partiendo  de  Bur- 
gos, llevólo  consigo  a  Valladolid,  e  hízolo  poner  en  Portillo 
en  fierro  |  14  | ,  en  una  jaula  de  madera.  ¿Qué  podemos  aquí 
decir,  sino  obedecer  i  temer  los  oscuros  juicios  de  Dios  sin 
alguna  interpretación,  que  un  rey,  que  hasta  los  cuarenta 
i  siete  años  fué  en  poder  de  este  condestable  con  tan  gran- 
dísima paciencia  e  obediencia  que  solamente  el  semblante 
no  movia  contra  él,  que  ahora  súbitamente  con  tan  grande 
rigor  le  hiciese  prender  e  poner  en  fierro?  E  aun  es  de  notar 
aquí  que  aquellos  príncipes  reales,  el  rey  de  Navarra  i  el  in- 
fante don  Enrique,  con  acuerdo  e  favor  de  todos  los  gran- 
des del  rejmo,  muchas  veces  setrabaxaron  |  15  j  de  lo  apar- 
tar del  rey  y  destruirlo;  e  no  solamente  no  lo  acabaron, 
mas  todos  los  mas  dellos  se  perdieron  en  aquella  demanda: 
por  ventura  porque  se  movian,   no  con   intención  buena, 


TRASLACIÓN  DKL  CASTELLANO  ANTIGUO  75 


mas  con  interese.  E  si  queremos  decir  que  el  rey  hizo  esta 
obra,  parece  al  contrario;  porque  muerto  el  condestable,  el 
rei  se  quedó  en  aquella  misma  remisión  |  16  '  y  negligencia 
que  primero:  ni  hizo  auto  alguno  de  virtud  ni  fortaleza  en 
que  se  mostrase  mas  ser  hombre  que  primero.  E  ansí  resta 
que  debamos  creer  que  esta  fué  obra  de  solo  Dios,  que  según 
la  Escritura,  él  solo  hace  grandes  maravillas.  Fué  llevado 
de  Portillo  a  Valladolid,  e  allí  pubhcamente  y  en  forma  de 
justicia,  le  fué  cortada  la  cabeza  en  la  plaza  pública.  A  la 
cual  muerte,  según  se  dice,  él  se  dispuso  a  la  sofrir  mas  es- 
forzada que  devotamente;  cá,  según  los  autos  que  aquel  dia 
hizo  e  las  palabras  que  dixo,  mas  pertenecian  a  fama  que 
a  devoción". 

Fernán  Pérez  de  Guzman, 

J ene  raciones  i  seynhlanzas.  (a) 


I  1  I  confianza.  |  2  ¡  poder.  |  3  |  considerando.   |  4  |  man- 
do. I  5  I  pedir.  |  6  |  ni   le   daban   las  gracias   por  ello.  |  7 
agradecia.  |  8  |  tuvo  o  hubo.  I  9  |  avisos.  |  10  |  porqué.  |  11 
veo,   descubro.  |  12  |  sucesos.  ¡  13  |  octava.  Este   dia  fué  el 
4  de  abril  de  1453.  |  14  |  en   cadenas.  |  15  |  se  empeñaron. 
i  16  I  descuido,  abandono. 


VIII 

El  marques  de  Santillana 

"Era  hombre  agudo  e  discreto  e  de  tan  gran  corazón, 
que  ni  las  grandes  cosas  le  alteraban,  ni  en  las  pequeñas  le 
placia  entender.  En  la  continencia  de  su  persona,  e  en  el  ra- 
zonar de  fabla  |  1  |  mostraba  ser  hombre  jeneroso  e  magná- 
nimo. Pablaba  mui  bien,  e  nunca  le  oian  decir  palabra,  que 
no  fuese  de  notar,  quien  para  doctrina,  quien  para  placer. 
Era  cortés  e  honrador  de  todos  lo  que  a  él  venian,  especial- 
mente de  los  hombres  de  ciencia.  Como  fué  en  edad  que  co- 
noció ser  defraudado  en  su  patrimonio,  la  necesidad  que. 
despierta  en  buen  entendimiento,  p  el  corazón  grande,  que 


I  a)  Sobre  Pérez  de  Guzman,  véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part. 
II,  cap.  VI  §  32. 


76  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

no  dexa  caer  sus  cosas,  le  ficieron  poner  tal  diligencia,  que 
veces  por  justicia,  veces  por  las  armas,  recobró  todos  sus 
bienes....  Era  caballero  esforzado,  e  ante  de  la  facienda  i  2  | 
cuerdo  e  templado,  e  puesto  en  ella  era  ardido  ¡  3  |  e  osado; 
e  ni  su  osadía  era  sin  tiento  |  4  |  ,ni  en  su  cordura  se  mezcló 
jamas  punto  de  cobardía.  Gobernaba  asimismo  con  gran 
prudencia  las  gentes  de  armas  de  su  capitanía  ¡  5  |  ,  e  sabia 
ser  con  ellos  señor  e  compañero.  E  ni  era  altivo  con  el  vseño- 
rio  ni  raez  |  6  |  en  la  compañía;  porque  dentro  de  sí  tenia 
una  humildad  que  le  facia  amigo  de  Dios,  e  fuera  guardaba 
tal  autoridad,  que  le  facia  estimado  entre  los  hombres.  E 
guardando  vsu  continencia  con  graciosa  liberalidad,  las  gen- 
tes de  su  capitania  le  amaban;  e  temiendo  de  le  enojar  no 
salian  de  su  orden  en  las  batallas. 

''Loan  muchas  de  las  historias  romanas  el  caso  de  Man- 
ilo Torquato...  que  viniendo  su  fijo  como  vencedor  a  se  pre- 
sentar con  los  despojos  del  vencido  ante  el  cónsul  su  padre, 
le  fizo  atar,  e  contra  voluntad  de  toda  la  hueste  romana  le 
mandó  degollar,  porque  fuese  exemplo  a  otros,  que  no  osa- 
sen ir  contra  los  mandamientos  de  su  capitán....  Dura  de- 
biera ser  por  cierto  e  mui  pertinaz  la  rebelión  de  los  roma- 
nos, pues  tan  cruel  exemplo  les  era  necesario  para  que  fue- 
sen obedientes  a  su  capitán,  e  por  cierto  yo  no  sé  que  ma- 
yor venganza  pudo  aver  el  padre  del  latino  vencido  de  la 
que  le  dio  el  padre  del  latino  vencedor...  Bien  podemos  decir 
que  fizo  este  capitán  crueldad  digna  de  memoria,  pero  no 
doctrina  |  7  |  digna  de  exemplo;  ni  mucho  menos  digna  de 
loor  I  8  I  :  pues  los  mismos  loadores  dicen  que  fué  |  9  |  triste 
por  la  muerte  del  fijo,  e  aborrecido  de  la  juventud  romana 
todo  el  tiempo  de  su  vida:  e  no  puedo  entender  como  el  tris- 
te aborrecido  puede  ser  loado.  Este  claro  varón  en  las  hues- 
tes que  gobernó,  con  mayor  loor  por  cierto  e  mejor  exem- 
plo de  doctrina  se  puede  facer  memoria  del;  pues  sin  matar 
fijo  ni  facer  crueldad  inhumana,  mascón  la  autoridad  de  su 
persona  e  no  con  el  miedo  de  su  cuchillo,  gobernó  sus  gen- 
tes, amado  de  todos,  e  no  odioso  a  ninguno...  Tenia  gran 
fama  e  claro  renombre  en  muchos  reinos  fuera  de  España; 
pero  reputaba  muy  mucho  mas  la  entimacioñ  entre  los  sa- 
Idíos  que  la  fama  entre  los  muchos  |  10  |  .  E  porque  muchas 
veces  vemos  responder  la  condición  de  los  hombres  a  su 
complexión  |  11  |  ,  e  tener  siniestras  inclinaciones  aquellos 
que  no  tienen  buenas  complexiones,  podemos  sin  duda  creer 
que  este  caballero  fué  en  grand  cargo  a  Dios  por  le  aver 
compuesto  la  natura  de  tan  igual  complexión,  que  fuéhábil 


TRASLACIÓN    DEL    CAvSTELLANO    ANTIGUO  77 

para  recebir  todo  uso  de  virtud,  e  refrenar  sin  grand  pena 
cualquier  tentación  de  pecado." 

Fernando  del  Pulgar, 

Clavos  varones f  tíf.  IV,  (a) 


i  1  I  Razonamientos  de  palabra,  conservaciones.  |  2  |  em- 
presa, obra,  trabajos;  de  Facer,  hacer.  |  3  |  atrevido.  |  4  ( 
precaución.  |  5  |  gobierno  militar.  |  6  |  bajo,  ruin.  |  7  ¡  ense- 
ñanza. ¡  8  I  alabanza.  ¡  9  |  quedó.  I  10  |  muchedumbre.  |  11  | 
temperamento  ordinario  del  cuerpo  humano. 


IX 

El  sentimiento  del  honor  es  la  primera  de  todas 
las  virtudes 

''La  mejor  cosa  que  hombre  puede  aver  |  1  |  en  sí,  i  que 
es  madre  e  cabeza  de  todas  las  bondades,  digovos  |  2  |  que 
esta  es  la  vergüenza;  cá  |  3  |  por  vergüenza  sufre  hombre  la 
muerte,  que  es  la  mas  grave  cos¿i  que  puede  ser,  e  por  ver- 
güenza dexa  hombre  de  facer  todas  las  cosas  que  no  pare- 
cen bien  por  gran  voluntad  que  haya  de  las  facer:  i  ansi  en 
la  vergüenza  hai  comienzo  e  cabo  |  4  |  de  todas  las  bonda- 
des; e  la  desvergüenza  es  comienzo  de  todos  los  malos  fe- 
chos... La  vergüenza  face  al  hombre  esforzado  e  franco,  e 
leal,  e  de  buenas  costumbres,  e  de  buenas  maneras,  i  facer 
todos  los  bienes  que  face;  pero  creed  bien  que  todas  estas 
cosas  face  hombre  mas  con  vergüenza  que  con  talante  de  lo 
facer.  I  otrosí  por  la  vergüenza  dexa  hombre  de  facer  toda; 
las  cosas  desaguisadas  |  5  |  que  la  voluntad  al  hombre  vie- 
ne de  facer.  I  por  ende  |  6  |  cuan  buena  cosa  es  aver  el  hom- 
bre vergüenza  de  facer  lo  que  non  debe  e  dexar  de  facer  lo 
que  debe,  tan  mala  e  tan  dañosa  e  tan  fea  cosa  es  el  que 


(a)  Sobre  Fernando  del  Pulgar,  véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.j 
part.  II.  cap.  Vi,  §  32.  Don  Iñigo  López  de  Mendoza,  marques  de 
Santillana  a  la  vez  que  militar,  fué  uno  de  los  mas  ilustres  escrito- 
res españoles  del  siglo  XV.  (Véanse  sobre  él  las  Noc.  de  hist.  lit.y 
part.  II.  cap.  VI,  §21). 


78 


^r ANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


pierde  la  vergüenza.  I  deves  saber  que  yerra  mucho  fiera- 
mente I  7  I  el  que  face  algún  fecho  vergonzoso,  cuidado  que, 
pues  lo  face  encubiertamente,  que  no  deve  ende  aver  ver- 
güenza. Es  cierto  creed  que  non  ha  cosa  por  encubierta  que 
sea,  que  tarde  o  aina  |  8  í  no  sea  sabida:  e  aunque  luego 
que  la  cosa  vergonzosa  se  faga  no  haya  ende  vergüenza, 
devia  el  hombre  cuidar  ¡que  vergüenza  seria  quando  fuese 
sabidol  I  cuando  en  todo  esto  non  cuidase,  deve  entender 
que  sin  ventura  es,  pues  sabe  que  si  un  mozo  viere  lo  que  él 
face,  que  lo  dexara,  c  non  por  aver  vergüenza  ni  miedo  de 
Dios  que  lo  ve  e  lo  sabe,  i  es  cierto  que  le  dará  la  pena  que 
el  mereciere " 

Juan  Manuel, 

El  conde  Lucanor  (a) 

I  1  I  Tener.  ¡  2  |  os  digo.  |  3  |  porque.  |  4  |  fin.  |  5  |  sin  ra- 
zón o  justicia.  I  6  I  lo  cual.  I  7  I  mui grandemente.  ¡  8  |  pron- 
to, luego. 


X 


Vanidad  i  pobreza 

"De  esta  manera  estuvo  con  mi  tercero  i  pobre  amo,  que 
fué  este  escudero  algunos  dias,  i  en  todos  deseando  saber  la 
intención  de  su  venida  i  estada  ¡  1  |  en  esta  tierra,  porque 
desde  el  primer  dia  que  con  él  asenté,  le  conocí  ser  estranje- 
ro  por  el  poco  conocimiento  i  trato  que  con  los  naturales 
de  ella  tenia.  Al  cabo  se  cumplió  mi  deseo  i  supe  lo  que  de- 
seaba; porque  un  dia  que  habíamos  comido  razonablemen- 
te i  estaba  algo  contento,  contóme  su  hacienda,  |  2  |  i  díjo- 
me  ser  de  Castilla  la  Vieja,  i  que  habia  dejado  su  tierra,  no 
mas  que  por  no  quitar  el  bonete  a  un  caballero,  su  vecino. 
Señor,  dije  yo,  si  él  era  lo  que  decis  i  tenia  mas  que  vos,  no 
errabais  en  quitárselo  primero,  pues  decis  que  el  también 
os  lo  quitaba.  Si  es,  i  si  tiene;  i  también  me  lo  quitaba  él  a 
mí;  mas  de  cuantas  veces  yo  se  le  quitaba  primero,  no  fuera 
malo  comedirse  él  alguna  i  ganarme  por  la  mano.  Paréce- 


(a)  Sobre  el  infante  don  Juan  Manuel  Noc.  de  hist.  lit.,  part. 
II,  cap.  VI,  §  14. 


TRASLACIÓN    DEL    CASTELLANO    ANTIGUO  79 


me,  señor,  le  dije  vo,  que  en  eso  no  mitara,  mayormente 
con  mis  mayores  que  yo,  i  que  tienen  mas.  Eres  muchacho 
me  respondió  i  no  sientes  las  cosas  de  la  honra  en  que  el  dia 
de  hoi  está  todo  el  caudal  de  los  hombre  de  bien.  Pues  ha- 
gote  saber,  que  yo  soi  como  yes  un  escudero:  mas  votóte  a 
Dios,  si  al  conde  topo  en  la  calle,  e  no  me  quita  mui  bien 
quitado  del  todo  el  bonete,  que  otra  vez  que  venga  me  sepa 
yo  entrar  en  una  casa,  finjiendo  yo  en  ella  algún  negocio,  o 
travesar  |  3  \  otra  calle,  si  la  hai  antes  que  llegue  a  mí,  por 
no  quitárselo:  que  un  hidalgo  no  debe  a  otro  que  a  Dios  i 
al  rei  nada,  ni  es  justo  siendo  hombre  de  bien,  se  descuide 
un  punto  de  tener  en  mucho  su  persona.  Acuerdóme  cjue  un 
dia  deshonré  en  mi  tierra  a  un  oficial,  i  quise  poner  en  él  las 
manos,  porque  cada  vez  que  le  topábame  decia:  Mantenga 
Dios  a  vuestra  merced.  Vos  don  villano  ruin,  le  dijeyo  ¿por- 
que no  sois  bien  criado?  manténgaos  Dios,  me  habéis  de 
decir,  como  si  fuese  quien  quiera?  De  allí  adelante,  de  aquí 
acullá  me  quitaba  el  bonete  i  hablaba  como  debia.  ¿I  no  es 
buena  manera  de  saludar  un  hombre  a  otro,  dije  yo,  decir- 
le que  le  mantenga  Dios?  Mira  mucho  de  en  hora  mala,  dijo 
él:  a  los  hombres  de  poca  arte  dicen  eso:  mas  a  los  altos 
como  yo,  no  les  han  de  hablar  menos  de,  beso  las  manos 
de  vuestra  merced:  o  por  lo  menos  besóos  señor  las  manos, 
si  el  que  me  habla  es  caballero;  i  así  de  aquel  de  mi  tierra 
que  me  atestaba  de  mantenimiento  |4|  nunca  mas  quise  su- 
frir ni  sufrirla  a  hombre  del  mundo  del  rei  abajo,  que  man- 
téngaos Dios  me  diga.  Pecador  de  mí,  dije  yo,  por  eso 
tiene  tan  poco  cuidado  de  mantenerte,  ^ues  no  sufres  que 
nadie  se  lo  ruegue.  Mayormente,  dijo,  que  no  soi  tan  po- 
bre que  no  tengaen  mi  tierra  un  solar  de  casas,  que  a  estar 
ellas  en  pié  i  bien  labradas,  diez  i  seis  leguas  de  donde  nací, 
en  aquella  costanilla  de  Valladolid,  valdrían  mas  de  dos- 
cientos mil  maravedís,  según  vSe  podrían  hacer  grandes  i  bue- 
nas. I  tengo  un  palomar,  que  a  no  estar  derribado,  como 
está,  daria  cada  año  mas  doscientos  palominos;  i  otras 
cosas  que  me  callo,  que  dejé  por  lo  que  tocaba  a  mi  honra: 
i  vine  a  esta  ciudad,  pensando  que  hallaría  un  buen  asien- 
to; mas  no  me  ha  sucedido  como  pensé.  Canónigos  i  seño- 
res de  la  iglesia  muchos  hallo,  mas  es  jente  tan  limitada, 
que  no  les  sacará  de  su  paso  todo  el  mundo.  Caballeros  de 
media  talla  también  me  ruegan;  mas  servir  a  éstos  es  gran 
trabajo,  porque  de  hombre  os  habéis  de  convertir  en  mali- 
lla, I  5 1  i  sino,  anda  con  Dios  os  dicen:  i  las  mas  veces  son 
los  pagamentos  a  largos  plazos,  |  6  |  i  los  mas  ciertos,  co- 


80  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

mido  por  servido  |7|.  Ya  cuando  quieren  reformar  con- 
ciencia, i  satisfaceros  vuestros  sudores,  sois  librado  |  8  |  en 
la  recámara  en  un  sudado  jubón,  o  raida  capa  o  sayo.  Ya 
cuando  asienta  hombre  |  9  |  con  un  señor  de  título,  toda- 
vía pasa  su  lazeria;  1 10  |  pues  por  ventura  ¿no  liai  en  ^xií 
habilidad  para  servir  i  contestar  a  éstos?  Por  Dios,  si  con 
él  topase,  mui  gran  su  privado  pienso  que  fuese,  i  que  mil 
servicios  le  hiciese;  porque  yo  sabria  mentirle  tan  bien  co- 
mo otro,  i  agradarle  a  las  mil  maravillas;  i  reirle  hia  1 11 1 
muchos  sus  donaires  i  costumbres,  aunque  no  fuesen  las 
mejores  del  mundo:  nunca  decirle  cosa  que  le  pesase,  aun- 
que mucho  le  cumpliese:  ser  mui  diHjente  en  su  persona  en 
dicho  i  hecho:  no  me  matar  por  no  hacer  bien  las  cosas  que 
él  no  habia  de  ver,  i  ponerme  a  reñir,  donde  él  lo  oyese  con 
la  jente  de  su  servicio,  porque  pareciese  tener  gran  cuidado 
de  lo  que  a  él  tocaba:  si  riñese  con  algún  su  criado,  dar 
unos  puntillos  agudos  para  le  encender  la  ira,  i  que  pare- 
ciesen en  favor  del  culpado:  decirle  bien  de  lo  que  bien  le 
estuviese,  i  por  el  contrario  ser  malicioso  mofador:  malsi- 
nar  1 12|  a  los  de  casa  i  a  los  de  afuera:  pesquisar  i  procu- 
rar de  saber  vidas  ajenas,  para  contárselas;  i  otras  mu- 
chas galas  de  esta  calidad,  que  hoi  dia  se  usan  en  palacio, 
i  a  los  señores  de  él  parecen  bien.  I  no  quieren  ver  en  sus 
casas  hombres  virtuosos;  antes  los  aborrecen  i  tienen  en 
poco,  i  llaman  necios,  i  que  no  son  personas  de  negocios,  ni 
con  quien  el  señor  se  puede  descuidar.  1  con  esto  los  astutos 
usan,  como   digo,   el   dia  de  hoi,  de  lo  que  yo  usaria;  mas 

no  quiere  mi  ventura  que  le  halle". 

• 

Diego  Hurtado  de  Mendoza, 

Lazarillo  de  Tórmes.   (a) 

|1|  Estancia  O  residencia.  |2|  los  sucesos  de  su  vida,  sus  he- 
chos. |3|  atravesar.  |4|  me  rellenaba  con  alimentos,  es  decir  que 
me  daba  abundantemente  que  comer.  I  5  |  Esta  palabra  no  tiene, 
según  los  mejores  diccionarios  de  la  lengua,  otro  significado  que  el 
de  un  juego  de  naipes.  Los  comentadores  de  Hurtado  de  Mendoza 
que  conozco,  dejan  sin  esplicar  el  sentido  metafórico  de  esta  voz. 
I  6  I  hacen  el  pago  con  mucho  retardo.  |  7 1  la  comida  paga  el  ser- 
vicio, o  no  hai  mas  salario  que  la  comida.  |  8  |  colocado.  |  9  |  cuan- 
do me  coloco  de  sirviente  de  un  caballero.  1 10  |  incomodidad, 
trabajo,  molestia.  Esta  palabra  anticuada  se  escribe  también  la- 
ceria 1 11 1  habia  de  aplaudirle.   1 12  |  hablar  mal  de  otro. 


(a)  Sobre  Hurtado  de  Mendoza  i  su  Lazarillo,  véanse  las  Noc. 
de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IH,  §§  10  i  11. 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO  81 


XI 
Los  jitanos    |  i  | 

"Nosotros  guardamos  inviolablemente  la  lei  de  la  amis- 
tad. Ninguno  solicita  la  prenda  del  otro:  libres  i  exentos 
vivimos  de  la  amarga  pestilencia  de  los  celos.  Entre  noso- 
tros, aunque  hai  muchos  incestos,  no  hai  ningún  adulterio, 
i  cuando  le  hai  en  la  mujer  propia,  o  alguna  bellaquería  en 
la  amiga,  no  vamos  a  la  justicia  a  pedir  castigo;  nosotros 
somos  los  jueces  i  los  verdugos  de  nuestras  esposas  i  ami- 
gas. Con  la  misma  facilidad  las  matamos  i  las  enterramos 
por  las  montañas  i  desiertos,  como  si  fueran  animales  no- 
civos; no  hai  pariente  que  las  vengue,  ni  padres  que  nos 
pidan  su  muerte;  |  2  |  con  este  temor  i  medio,  ellas  procuran 
ser  castas,  i  nosotros,  como  ya  he  dicho,  vivimos  seguros. 
Pocas  cosas  tenemos  que  nos  sean  comunes  a  todos,  escep- 
to  la  mujer  o  la  amiga,  que  queremos  que  cada  una  sea  del 
que  le  cupo  en  suerte.  P^ntre  nosotros  así  hace  divorcio  la 
vejez,  como  la  muerte:  el  que  quisiere  puede  dejar  la  mujer 
vieja,  como  él  sea  mozo,  i  escojer  otra  que  corresponda  el 
gusto  de  Sus  años.  Con  estas  i  con  otras  leyes  i  estatutos, 
nos  conservamos  i  vivimos  alegres;  i  somos  señores  de  los 
campos,  délos  sembrados,  de  las  selvas,  de  los  montes,  de  las 
fuentes  i  de  los  rios.  Los  montes  nos  ofrecen  leña  de  balde, 
ios  árboles  frutas,  las  viñas  uvas,  las  huertas  hortaliza,  las 
fuentes  agua,  los  rios  peces,  i  los  vedados  |  3  |  caza:  sombra 
las  peñas,  aire  fresco  las  quiebras,  |4¡  i  casas  las  cuevas. 
Para  nosotros  las  inclemencias  del  cielo  son  oreos,  |  5  |  re- 
trijerios  las  nieves,  baños  las  lluvias,  música  los  truenos, 
i  hachas  j  6  |  los  relámpagos.  Para  nosotros  son  los  duros 
terrenos  colchones  de  blandas  plumas:  el  cuero  curtido  de 
nuestros  cuerpos  nos  sirve  de  arnés  impenetrables  que  nos 
defiende:  a  nuestra  lijereza  no  la  impiden  grillos,  ni  la  de- 
tienen barrancos,  ni  la  contrastan  paredes:  a  nuestro  áni 
mo  no  le  tuercen  cordeles,  ¡  7  |  ni  le  menoscaba  garruchas, 
I  8  ¡  ni  le  ahogan  tojas  I  9  |  ni  le  doman  potros;  1 10  |  del  sí  al 
lió  no  hacemos  diferencia,  cuando  no  conviene:  siempre  nos 
preciamos  mas  de  mártires  que  de  confesores.  Para  noso- 
tros se  crian  las  bestias  de  carga  en  los  campos,  i  se  cortan 
las  faltriqueras  en  las  ciudades.  No  hai  águila  ni  ninguna 
otra  ave  de  rapiña  que  mas  presto  se  abalance  a  la  presa 
([ue  se  le  ofrece  que  nosotros  nos  abalanzamos  a  las  ocasio- 

TOMO  v  () 


82  MANUAL    DE    COIdPOSlCION    LITERARIA 

nes  que  al^un  ínteres  nos  señalen.  I  finalmente,  tenemos 
muchas  habilidades  que  felice  fin  nos  prometen:  porque  en  la 
cárcel  cantamos,  en  el  potro  callamos,  de  dia  trabajamos, 
i  de  noche  hurtamos,  o  por  mejor  decir,  avisamos  que  na- 
die viva  descuidado  de  mirar  donde  pone  su  hacienda.  No 
nos  fatiga  el  temor  de  perder  la  honra,  ni  nos  desvela  la 
ambición  de  acrecentarla:  ni  sustentamos  bandos,  ni  ma- 
drugamos a  dar  memoriales,  ni  a  acompañar  magnates,  ni 
a  solicitnr  favores.  Por  dorados  techos  i  suntuosos  pala- 
cios estimamos  estas  barracas  inmóviles  ranchos:  por  cua- 
dros i  paises  ¡  11 !  de  Flándes,  los  que  nos  da  la  naturaleza 
en  esos  levantados  riscos  i  nevadas  peñas,  tendidos  prados 
i  espesos  bosques,  que  a  cada  paso  a  los  ojos  se  nos  mues- 
tran. Somos  astrólogos  riisticos  porque,  como  casi  siem- 
pre dormimos  al  cielo  descubierto,  a  todas  horas  sabemos 
las  que  son  del  dia,  i  las  que  son  de  la  noche.  Vemos  como 
arrincona  i  barre  la  aurora  las  estrellas  del  cielo,  i  como 
ella  sale  con  su  compañera  el  alba,  alegrando  el  aire,  en- 
friando el  agua,  i  humedeciendo  la  tierra;  i  luego  tras  ellos 
el  sol  dorando  cumbres  (como  dijo  el  otro  poeta)  i  rizando 
montes.  Ni  tememos  quedar  helados  por  su  ausencias, 
cuando  nos  hiere  a  soslayo  con  sus  rayos,  ni  quedar  abrasa- 
dos cuando  con  ellos  particularmente  nos  toca:  un  mismo 
rostro  hacemos  al  sol,  que  al  hielo:  a  la  esterilidad,  que  a 
la  abundancia.  En  conclusión,  somos  jente  que  vivimos  por 
nuestra  industria  i  pico,  i  sin  entremeternos  con  el  antiguo 
refrán  Iglesia,  o  mar,  o  casa  real,  tenemos  lo  que  queremos, 
pues  nos  contentamos  con  lo  que  tenemos". 

I  1 1  Este  hermoso  cuadro  de  las  costumbres  de  los  jitanos  está 
tomado  de  una  preciosa  novelita  de  Cervantes  que  se  titula  La 
Jitanilla  de  Madrid.  Cervantes  hace  que  uno  de  sus  héroes  dé  a 
conocer  la  vida  que  llevan  sus  camaradas. 

Los  jitanos,  mas  conocidos  con  el  nombre  de  zingari,  son  de 
oríjen  indiano,  i  viven  todavía  dispersos  en  muchos  paises  de  Eu- 
ropa, con  costumbres  i  con  un  lenguaje  aparte.  La  palabra  zinga- 
ri designa  en  la  India  los  últimos  de  los  parias.  Los  parias,  coma 
se  sabe,  forman  en  aquel  pais  una  casta  despreciada,  organizada 
entre  todos  los  que  han  violado  las  leyes  relijiosas  i  civiles,  a 
quienes  les  he  prohibido  habitar  las  ciudades,  bañarse  en  el  Gan- 
jes,  etc.  A  la  época  de  la  invasión  de  Tamerlan  en  la  India,  a  fines 
del  siglo  XIV,  las  tres  castas  superiores  sufrieron,  pero  sin  desli- 
garse del  suelo  natal.  Los  indios  de  las  castas  in%riores,  por  el 
contrario,  tomaron  la  fuga.  Algunos  se  dirijeron  hacia  el  oriente, 
i  se  les  encuentra  aun  en  las  costas  del  Malabar,  viviendo  como  pi- 
ratas.  Otros  vagaron    en   Persia  i  en  el  Turquestan.  Muchos  de 


TRASLACIÓN    DEL    CASTELLANO    ANTIGUO  83 


ellos,  impulsados  sin  duda  por  los  otomanos,  aparecieron  en  Eu- 
ropa, en  1417,  en  Moldavia  i  en  Valaquia,  i  sucesivamente  en  Suiza, 
en  Francia,  en  España,  en  Italia,  en  Inglaterra  i  en  todo  el  norte 
de  Europa.  Según  otras  autoridades,  su  establecimiento  en  la 
Europa  oriental  es  todavía  mas  antiguo.  Perseguidos,  proscritos, 
condenados,  por  diversas  leyes  en  muchos  pueblos,  quedaron 
siempre  en  los  diversos  paises  llevando  una  vida  errante  i  aventu- 
rera. Se  cree  que  hai  cerca  de  cuatro  millones  de  zingari  reparti- 
dos en  todo  el  mundo,  i  aunque  indudablemente  hai  exaierucion  en 
esa  cifra,  es  cierto  que  en  España  quedan  cerca  de  cincuenta  mil. 
Los  zingari  tienen  distintos  nombres  en  los  diversos  paises.  P2n 
España  se  les  llama  jitanos,  palabra  con  que  antes  del  siglo  XV 
solia  designarse  a  los  ejiyjcios:  en  Francia,  buhemiens;  en  Inglate- 
rra, gvpcies  o  ejipcios;  en  el  norte,  tártaros;  i  así  en  cada  idioma 
tienen  un  nombre  especial,  sea  para  designar  su  oríjen  verdadero 
o  falso,  sea  para  recordar  sus  cualidades  de  vagabundos  i  rate- 
ros. Los  esfuerzos  que  en  algunos  paises,  i  principalmente  en  Aus- 
tria i  en  Inglaterra,  se  han  hecho  para  civilizarlos,  han  sido  infruc- 
tuosos, i  ios  zingari  o  jitanos  permanecen  todavía  enemigos  de  las 
instituciones  i  de  las  costumbres  de  la  Europa  moderna,  en  medio 
de  las  cuales  han  vivido  perseguidos.  Su  fisonomía  enteramente 
asiática,  su  desaseo  habitual,  sus  hábitos  de  robo  i  de  vicio,  su 
pretendida  majia,  todo  contribuye  aun  a  hacerlos  aun  temibles  a 
las  poblaciones  de  los  campes.  Su  lenguaje  ofrece  muchas  seme- 
janzas con  el  sanscfito;  i  por  una  particularidad  singular,  se  ha 
conservado  el  mismo  entre  todas  las  tribus  esparcidas  en  los  di- 
versos paises  de  Europa.  Sus  creencias  relijiosas,  aunque  mui  de- 
bilitadas, ofrecen  algunas  semejanzas  con  las  de  la  India  antigua. 
Sir  Walter  Scott  ha  pintado  admirablemente  las  costumbres  de 
los  jitanos  en  algunas  de  sus  novelas,  i  particularmente  en  Guv 
Mannering. 

I  2  I  Nos  piden  cuenta  de  su  muerte  |  3  |  los  campos  ajenos  i  ce- 
rrados. I  4 1  quebradas  o  boquetes  en  las.  montañas.  |5|  El  acto 
de  orearse  o  refrescarse,  refrescos.  |6|  antorchas.  |  7  |  no  lo  que- 
branta la  horca.  I  8  |  Tormento  que  se  daba  a  los  reos  para  arran- 
carles la  confesión:  era  una  rueda  acanalada,  por  la  cual  pasaba 
una  cuerda  que  servia  para  levantar  al  reo  por  los  brazos,  tenién- 
dolo con  un  gran  peso  a  los  pies.  |9|  Otro  tormento,  que  consistía 
en  cubrir  la  cabeza  con  una  tela  para  embarazar  la  respiración. 
1 10  I  Cierta  máquina  sobre  la  cual  sentaba  al  reo  para  atormen 
tarlo.   1 11  i  paisajes,  pinturas. 


84  MANUAL    DR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


Las  armas  i  las  letras 

"Verdarleramentesi  biense  considera,  señores  míos,  gran- 
des e  inauditas  cosas  ven   los  que   siguen  la  orden  de  la  an- 
dante caballería.  Porque  ¿quién  liabria  en  el  mundo,  que  si 
ahora  por  la  puerta  de  este  c¿istillo  entrara,  i  de  la  suerte 
que  estamos  nos  viera,juzgaseicreyeseque  nosotros  somos 
lo  que  somos?  ¿Quién  podria decir  cjue  esta  señora  que  está 
a  mi  lado,  es  la  gran  reina  que  todos  sabemos,  i  que  yo  soi 
aquel  caballero  de  h^Triste  Figura  que  anda  por  ahí  en  bo- 
ca de  la  fam?t?  No  hai,  pues  que  dudar  que  esta  arte  i  ejer- 
cicio esceden  a  todos  los  que  inventaron  los  hombres  i  tan- 
to mas  se  han  de  estimar  cuanto   a   mas  peligros  están  su- 
jetos. Quítenseme   de   delante  los  que  dijeren  (jue  las  letras 
llevan  ventaja  a  las  armas;  que  les  diré,  sean  quienes  fueren, 
que   no   saben   lo   que  dicen:   porque  la  razón  que  los  tales 
suelen  alegar,  i  a  la  que  ellos  mas  se  atienen,  es,  que  los  tra- 
bajos del  espíritu  esceden    a  los  del   cuerpo,  i  que  las  armas 
se  ejercitan  solo  con  el  cuerpo;   como  si  el  ejercitarlas   fuese 
oficio  de  ganapanes,   para  el  cual   no  es  menester  mas  que 
buenas  fuerzas;  o  como   si  en  esto  que  llamamos  armas  los 
que   las   seguimos,   no   se  encerrasen  todos   los  actos  de  la 
fortaleza,  los  cuales  piden  mucho  entendimiento  en  el  c[ue 
ha  de  ejecutarlos;  o  como  sino  trabajase  el  ánimo   del  gue- 
rrero que  tiene  a  su   cargo   un  ejército   o  la  defensa  de  una 
ciudad  sitiada  así  con  el  espíritu  como  con  el  cuerpo.  Sino, 
vé? se  si  se  alcanza  con  las  fuerzas  corporales  a  conjeturar  i 
saber  la  intención  del  enemigo,  los  designios,  las  estrataje- 
mas,    las   dificultades,   el   prevenir  los  daños  que  se  temen; 
que  todas  estas  cosas  son  actos  del  entendimiento,  en   que 
no   tiene  parte  alguna  el  cuerpo.  Siendo,   pues   así   que  las 
armas   requieren   entendimiento   como   las   letras,  veamos 
ahora  cuál  trabaja  mas,  si  el  del  letrado  o  el  del  guerrero;  i 
esto   se  vendrá   a   conocer  por  el  fin   i  paradero  a  que  cada 


TWA8LACI0N    DKl.    CASTELLANO    ANTIfilO 


nno  se  encamina,  porque  aquellaintencion  se  ha  de  estimar 
en  mas;  que  tiene  por  objeto  un  fin  mas  noble  (1)". 


II 

Carta  do  Alejandro  a  su  madre 

**Este  es  el  testamento  de  Alejandro  cuando  supo  que 
moriría  del  tósigo  que  le  dieron  a  beber,  i  la  carta  que  en- 
vió a  su  madre  en  que  le  mandaba  que  no  tuviese  miedo  i 
que  se  consolavSe,  la  cual  carta  decia  así: 

Madre!  Debéis  empeñaros  en  no  pareceros  a  las  mujeres 
en  la  debilidad  del  corazón,  así  como  yo  me  propuse  que  mis 
acciones  no  se  asemejaran  a  las  de  los  hombres  viles.  Sabed 
que  nunca  pensé  en  la  muerte  ni  tuve  cuidado  de  ella  porque 
sabia  que  no  podia  evitarla.  No  debéis  tampoco  tener  cui- 
dado ni  dolor  ninguno,  porque  no  fuisteistanmsensataque 
no  supieseis  que  yo  pertenecia  al  níímero  de  los  mortales. 
Sabed  que  cuando  escribí  esta  carta  tuve  el  pensamiento  de 
consolaros  con  ella.  Ruégoos,  pues,  madre,  que  no  contra- 
riéis ese  pensamiento.  Debéis  saber  que  el  lugar  adonde  voi 
es  mejor  que  el  que  dejo.  Alegraos,  pues,  por  mi  ida,  i  pre- 
paraos para  imitar  mis  buenos  hechos.  La  fama  de  mi  rei 
nado,  de  mi  prudencia  i  de  mi  buen  couvSejo  está  ya  desliga- 
da de  mi  poder.  Alentaos  con  mi  fama,  con  vuestro  gran 
juicio,  con  vuestra  paciencia,  i  con  vuestro  consuelo:  clamor 
que  habéis  tenido  por  mí  no  debe  induciros  a  hacer  otras 
cosas  que  las  que  yo  admiro  i  quiero,  porque  la  prueba  de 
amor  que  una  persona  puede  dar  a  otra  es  el  hacer  las  co- 
sas que  le  agradan  i  no  las  que  le  molestan.  Los  hombres 
esperan  ver  lo  que  hace  vuestra  prudencia  para  saber  si 
cumplis  o  no  mis  deseos.  Sabed  que  todas  las  criaturas  na- 
cen i  desaparecen,  tienen  principio  i  fin;  i  el  hombre  desde 
que  nace  va  disminuyendo  sus  dias  i  acercándose  a  su  fin;  i 
a  pesar  de  que  habita  este  mundo,  marcha  a  salir  de  él  i  a 
dejar  su  reino  por  mas  que  tarde  en  abandonarlo.  Tomad 

(1)  Este  fragmento  ha  sido  vertido  al  español  moderno  por 
don  Vicente  Salva.  Lo  insertó  en  su  Gramática  castellana  para 
demostrar  la  diferencia  que  hai  entre  la  construcción  de  los  anti- 
guos escritores  castellanos  i  la  de  los  modernos.  Merece  ser  exami- 
nado detenidamente. 


86  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

ejemplo,  madre  mia,  de  los  que  murieron,  de  los  reyes  i  de 
los  hombres  de  grandes  naciones  que  decaveron  i  se  arrui- 
naron, de  las  fortalezas  i  de  las  ciudades  que  se  vinieron  al 
suelo  i  desaparecieron.  Sabed  que  vuestro  hijo  no  abrigó 
nunca  las  miserias  de  los  hombres  pequeños  i  viles.  Del  mis- 
mo modo,  no  debéis  imitar  la  flaqueza  de  corazón  de  las 
madres  de  otros  reyes,  i  debéis  sustraeros  siempre  a  las  co- 
sas a  que  vuestro  hijo  siempre  se  sustrajo.  Así  como  vues- 
tra pérdida  es  muí  grande,  madre  mia,  así  también  deben 
serlo  vuestro  sufrimiento  i  vuestro  consuelo,  porque  solo  es 
prudente  aquel  que  tiene  un  consuelo  proporcionado  a  la 
pérdida.  Advertid  que  todas  las  cosas  que  Dios  hizo  nacen 
pequeñas  i  van  creciendo  con  los  años,  mientras  los  pesares 
son  grandes  en  su  principio  i  van  disminu  vendo  con  el  tiem- 
po. A  vuestro  alrededor  deben  abundar  los  consuelos  i  los 
castigos.  Mandad,  madre  mia,  construir  una  casa  mui 
grande  i  hermosa;  i  cuando  os  llegue  la  noticia  de  mi  muer- 
te, i  cuando  la  casa  esté  concluida,  mandad  preparar  un 
banquete  grande  i  bueno  i  haced  avisar  por  toda  la  tierra, 
que  todos  los  que  no  tuvieren  pesar  ni  pérdida,  vayan  allí  a 
comer,  para  que  el  duelo  que  se  haga  por  Alejandro  sea  ma- 
yor que  el  de  los  otr(»s  revés. 

Así  lo  hizo  ella:  i  cuando  llegó  la  carta  con  la  noticia  de 
la  muerte  de  Alejandro,  la  casa  estaba  construida,  i  mandó 
preparar  el  banquete  conforme  a  la  orden  de  su  hijo;  pero 
nadie  vino  a  comer. 

Entonces  se  preguntó  ¿qué  tienen  los  hombres  (]ue  no 
quiere  venir  a  nuestro  banquete?  I  le  contestaron:  señora, 
vos  mandasteis  que  no  viniera  ninguno  de  cuantos  tuviesen 
pesar  o  pérdida;  i  como  no  hai  en  el  mundo  hombre  que  no 
tenga  pesíir  o  pérdida,  no  ha  venido  ninguno.  I  ella  dijo: 
¡Ah!  hijo  mió.  cuánto  se  asemejan  los  hechos  de  vuestra  vi- 
da con  los  de  vuestra  muerte,  pues  me  consolasteis  con  una 
previsión  que  se  ha  cumplido!" 


iir 

Los  reyes  deben  moderar  sus  pasiones 

"Los  reyes  deben  precaverse  mucho  del  rencor,  de  la  ira  i 
de  la  malquerencia,  porque  éstas  son  pasiones  contra  las 


TRASLACIÓN  DEL  CASTELLANO  ANTIGUO 


buenas  costumbres.  I  la  precaución  que  deben  tomar  contra 
el  rencor,  consiste  en  que  sean  sufridos,  de  manera  que  aquel 
no  los  domine  ni  los  mueva  a  hacer  cosa  alguna  que  no  les 
corresponda  o  que  sea  injusta;  porque  lo  que  ejecutaren  con 
rencor  mas  parecería  venganza  que  justicia.  I  por  esto  fué 
que  dijeron  los  sabios  que  el  rencor  embarga  el  corazón  del 
hombre  de  tal  modo  que  no  le  permite  distinguir  la  verdad. 
El  rei  David  creia  tan  poderoso  el  rencor  que  a  Dios  mismo 
dijo  en  su  corazón:  Señor,  no  quieras  reprenderme  cuando 
estés  ensañado,  ni  castigarme  cuando  estés  airado.  I  por 
tanto  el  rei  debe  dominarse  hasta  que  el  rencor  haya  pasa- 
do, i  cuando  así  lo  hiciere  obtendrá  gran  provecho,  porque 
entonces  podrá  distinguir  la  verdad,  i  hacer  con  justicia  lo 
que  quisiere.  I  si  no  lo  hiciere  de  esta  manera,  se  atraerá  el 
rencor  de  Dios  i  de  los  hombres.  El  rei  no  debe  tampoco  te- 
ner una  larga  ira,  porque  tiene  poder  para  poner  remedio 
pronto  a  las  cosas  mal  hechas.  I  como  la  ira  del  rei  es  mas 
fuerte  i  perjudicial  que  la  de  los  otros  hombres,  puesto  que 
puede  ponerla  en  acción  mas  prontamente,  debe  por  lo  mis- 
mo ser  mas  precavido  cuando  la  tuviere  para  saberla  so- 
bre llevar.  Porque  así  como  dijo  Salomón  que  la  ira  del  rei 
era  como   la  furia  del   león,  que  ante  su  bramido  todas  las 
otras  bestias  tiemblan  i  no  saben  dónde  esconderse,  del  mis- 
mo modo  ante  la  ira  del  rei  los  hombres  no  saben   qué   ha- 
cerse porque  siempre  están  temiendo  la  muerte.  Hemos  di- 
cho ademas  que  las  iras  que  ha\'a  de  tener  el  rei  sean  como 
sus  otras  pasiones:  es  necesario  que  sean  de  tal  naturaleza 
que  él  se  apodere  de  ellas  i  no  ellas  de  él". 


SECCIÓN   IV 
Esplicacion  de  alg-anos  liomónimos  i  sinónimos 

La  palabra  sinónimo  se  aplica  propiamente  a  dos  o  mu- 
chas  voces  diferentes  por  la  forma,  pero  que  tienen  el  mismo 
sentido  i  que  pueden  ser  empleadas  indiferentemente  una 
por  otra.  Tales,  serian,  por  ejemplo,  los  nombres  Benito  i 
Benedicto,  Alonso  i  Alfonso.  Pero  sucede  casi  siempre  que 
dos  o  mas  palabras,  si  bien  designan  una  misma  idea  prin- 


88  ESPLICACIONES    DE    ALGUNOS 

cipal,  espresan  ideas  accesorias  diferentes,  loque  no  permite 
emplearlas  indistintamente.  Así,  por  ejemplo,  el  defecto 
contrario  a  la  actividad  del  espíritu  i  al  amor  al  trabajo 
puede  espresarse  de  una  manera  jeneral  por  las  palabras 
pereza,  neglijencia,  indolencia  i  dejadez;  pero  el  perezoso  lo 
es  por  falta  de  acción,  el  negiijente  por  falta  de  cuidado,  el 
indolente  por  falta  de  sensibilidad,  i  el  dejado  por  falta  de 
ardor.  Consideradas  bajo  el  punto  de  vista  de  las  ideas  ac- 
cesorias, estas  cuatro  palabras  dejan  de  ser  sinónimas;  i  si 
las  empleásemos  unas  porotras,  nosespondriamos  muchas 
veces  a  hablar  sin  claridad  i  sin  precisión.  Los  sinónimos 
pueden,  pues,  definirse,  según  un  maestro  eminente  en  la 
materia,  M.  Guizot,  como  "palabras  cuyos  significados  tie- 
nen grandes  semejanzas  i  diferencias  lijeras  pero  reales". 

Los  homónimos,  por  el  contrario,  son  palabras  que  tie- 
nen una  significación  del  todo  diferente  á  pesar  de  que  se 
pronuncian  casi  del  mismo  modo,  i  aun  a  veces  se  escriben 
i  se  pronuncian  con  las  mismas  letras.  Así,  por  ejemplo,  li- 
bra (tercera  persona  del  presente  del  verbo  librar)  se  escribe 
del  mismo  modo  que  libra  (medida  de  peso);  lo  que  no  su- 
cede con  otros  homónimos,  como  calló  (pretérito  del  verbo 
callar)  i  cayó  (pretérito  del  verbo  caer). 

Los  ejercicios  literarios  sobre  los  sinónimos  i  sobre  los 
homónimos  tienen  una  grande  importancia.  Por  medio  de 
ellos,  no  solo  aprenden  los  jóvenes  a  desenvolver  sus  pensa- 
mientos por  escrito,  sino  que  están  obligados  a  meditar  so- 
bre el  valor  comparativo  de  las  voces.  Yíimos  a  consignar 
algunos  consejos  para  dirijir  a  los  jóvenes  en  esta  clase  de 
ensayos. 

Los  ejercicios  referentes  a  los  homónimos  presentan  po- 
cas dificultades.  Se  trata  solo  de  hacer  notar  la  diferencia 
en  el  significado  de  dos  palabras  cuya  pronunciación  es  se- 
mejante. Para  esto  basta  dar  una  definición  de  cada  una  de 
ellas,  sin  que  sea  necesario  que  esa  definición  sea  rigorosa, 
con  tal  que  sea  suficientemente  clara.  En  seguida  se  ponen, 
por  via  de  ejemplo,  una  o  mas  frases  en  que  aparezcan  cada 
uno  o  los  dos  homónimos,  para  dar  mas  claridad  a  la  espli- 


HOMÓNIMOS    I    SINÓNIMOS  89 


cacion,  i  para  probar  que  se  comprende  bier?  el  sentido  i  el 
empleo  de  ellos. 

Los  sinónimos  exijen  que  se  les  defina  con  mucho  mayor 
cuidado.  Una  palabra  tiene  con  frecuencia  muchos  sentidos; 
pero  no  es  sinónima  de  otra  palabra  en  todos  sus  significa- 
dos. El  primer  trabajo  que  se  debe  hacer  sobre  las  voces  si- 
nónimas es,  pues,  investigar  cuál  es  la  significación  que  les 
es  común:  en  seguida  se  definirá  esta  significación  especial, 
teniendo  cuidado  de  hacer  resaltar  los  matices  por  medio 
de  los  cuales  se  distingue  en  cada  una  Je  las  palabras  que 
se  examinan.  Los  ejemplos  son  también  necesarios  paraba" 
cer  comprender  mejor  esas  diferencias. 

La  lengua  castellana,  que  posee  un  vocabulario  suma- 
mente rico,  i  en  cuya  pronunciación  deben  hacerse  sentir 
todas  las  letras  con  que  se  escribe  una  palabra,  tiene  pocos 
homónimos  comparativamente  con  otros  idiomas.  En  cam- 
bio posee  una  cantidad  considerable  de  sinónimos,  que  con- 
viene conocer  i  distinguir  para  emplearlos  con  acierto.  A 
continuación  damos  diversos  ejemplos  de  homónimos  i  de 
sinónimos,  algunos  de  los  cuales  van  suficientemente  espli- 
cados  para  que  sirvan  a  los  jóvenes  de  modelo  de  este  jénero 
de  ejercicios. 


1.0  Homónimos 

TEMAS    DE    EJERCICIOS 

¿Qué  diferencia  hai  entre 
1*^  Balido  i  valido? 
2^  Barón  i  varón? 
3°  Basto  i  vasto? 
4"^  Baila,  vaya  i  valla? 
5°  Baza  i  basa? 
6^  Bello  i  vello? 

7°  Bueno  (sano)  i  bueno  (bondadoso)? 
8°  Beneficio  i  veneficio? 
9^  Callado  i  cavado? 


90  ESPLIC ACIÓN KS    DE    ALGUNOS 

10^  Calló  i  cayó? 
11"  Casa  i  caza? 
12^?  Cima  i  sima? 
13°  Cocer  i  coser? 
14°  Embestir  i  envestir? 
15°  Grabar  i  gravar? 
16^  Halla  i  haya? 
17°  Laso  i  lazo? 
18^  Polla  i  pova? 
19*^  Pollo  i  poVo? 
209  Poso  i  po¿o? 
21^  Rallo  i  rayo? 
22^  Riza  i  risa? 
23*^  Roza  i  rosa?    . 
24*?  Tubo  i  tuvo? 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


I 

El  adjetivo  bueno  tiene  una  significación  jeneral.  Se  apli- 
ca a  todo  lo  que  posee  en  sí  las  cualidades  correspondien- 
tes a  su  naturale2ra,  a  su  destino  i  al  empleo  que  se  le  quiere 
dar.  Puede  usarse  indiferentemente  en  un  sentido  físico  i  en 
un  sentido  moral,  i  siempre  su  significado  corresponde  con 
la  definición  que  acabamos  de  apuntar.  Aplicado  al  hom- 
bre, el  adjetivo  bueno  no  varia  en  realidad  su  significado 
jeneral;  pero  como  puede  referirse  al  cuerpo  i  al  alma,  toma 
entonces  un  sentido  especial.  Cuando  se  le  aplica  al  cuerpo 
quiere  decir  sano,  que  disfruta  de  salud.  Así  se  dice,  por 
ejemplo:  ''la  sobriedad  es  el  mejor  remedio  para  estar  bue- 
no." Sise  le  aplica  al  alma  su  significado  cambia,  por- 
que quiere  decir  efectuoso;  humano,  servicial.  "Arrímate 
a  los  buenos  si  quieres  ser  uno  de  ellos,"  dice  un  prover- 
bio castellano.  En  el  primer  caso  es  una  condición  acciden- 
tal que  puede  desaparecer:  en  el  segundo  es  una  cualidcid 
habitual  del  individuo:  en  el  primero  forma  parte  de  una 
proposición  en  que  domina  el  verbo  estar;  en  el  segundo  el 


HOMÓNIMOS    I    SINÓNIMOS  91 


verbo  dominante  es  ser.  Un  ilustre  poeta  español,  que  so- 
bresale en  los  retruécanos,  en  los  injeniosos  juegos  de  pala- 
bras, don  Francisco  de  Quevedo,  ha  hecho  uno  que  esplica 
perfectamente  estos  dos  significados  especiales  del  adjetivo 
bueno.  Uno  de  sus  romances  tiene  la  forma  de  contestación 
a  la  carta  de  una  mujer,  a  quien  dice: 

Vuestra  carta  recibí 
Con  un  contento  infinito 
De  saber  que  está  tan  buena 
Mujer  que  nunca  lo  ha  sido. 

Cima  i  sima,  hé  aquí  dos  palabras  que  por  la  sola  dife- 
rencia de  una  letra  tienen  un  significado  diametralmente 
opuesto. 

Llámase  cima  la  parte  mas  elevada  de  un  cerro  o  de  una 
montaña;  i  por  analojía  se  aplica  al  follaje  superior  de  los 
árboles,  sección  mas  alta  de  un  edificio,  al  fin  i  término  de 
alguna  cosa.  Así  se  dice:  ''Desde  las  cimas  de  los  Alpes  se 
pueden  distinguir  a  lo  lejos  las  risueñas  campiñas  de  la 
Lombardía."  "La  dificultad  no  está  en  acometer  una  obra 
sino  en  darle  cima."  El  adverbio  encima,  que  significa  sobre 
alguna  cosa,  no  es  mas  que  la  abreviación  de  en  la  cima,  es 
decir,  en  la  parte  alta  o  superior;  así  como  el  verbo  e/íc/niar 
significa  poner  en  alto  una  cosa,  o  subir  a  la  parte  mas  al- 
ta. "Cuando  San  Martin  encimó  los  Andes,  la  libertad  de 
Chile  pudo  creerse  asegurada." 

Por  el  contrario,  la  palabra  s/ma  quiere  decir  concavidad 
profunda,  abismo,  precipicio.  Describiendo  Cervantes  la  ba- 
jada de  Don  Quijote  a  la  cueva  de  Montesinos,  dice:  "I  en 
diciendo  esto  se  acercó  a  la  sima  i  vio  no  ser  posible  descol- 
garse ni  hacer  lugar  a  la  entrada  sino  era  a  fuerza  de  bra- 
zos." 

A  causa  de  la  semejanza  que  por  el  sonido  ofrecen  estas 
dos  v^oces,  se  emplea  poco  la  palabra  sima,  i  se  la  reempla- 
za por  otras  análogas,  como  precipicio  i  abismo. 


H2 


KSPLJCACIONES    DE    AL(IIJKOS 


2.°  Sinónimos 


tp:mas  de  ejercicios 

¿Qué  (lifcreiicia  liai  entre 
I*"*  Convencer  i  persuadir? 
2^  Demostrar  i  probar? 
3*^  Descul)rir,  hallar  i  encontrar? 
4*^  Diáfano  i  trasparente? 
r»^  Diccionario  i  vocabulario? 
6*^  Enfado  i  enojo? 
7''^  Es  preciso  i  es  menester? 
8°   Fortuito  i  accidental? 
9'-*  Guardar  i  retener? 
10^  Júbilo  i  alegría?  i. 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


-     '         ■     .  ^      '       -      - 

Convencer  \  perstindir  tienen  un  sentido  jeneral  análogo. 
Ambos  significan  modificar  por  mecfio  de  la  razón  las  opi- 
niones de  otro.  Pero  esto  no  quiere  decir  que  puedan  em- 
plearse indistintíimente  ambos  verbos. 

Cuando  se  nos  presentan  razones  i  pruebas  a  las  cuales 


1  No  insistimos  en  señalar  muchos  otros  sinóminos  de  la  lengua 
casttllana,  porque  los  profesores  pueden  encontrarlos  fácilmente 
en  cualquier  diccionario  especial.  Nos  limitamos  a  recomendarles 
el  escelente  Diccionario  de  sinónimos  de  la  lengua  castellana  por 
don  Pedro  María  de  Olive,  que  forma  un  volumen  muí  nutrido  de 
material,  i  que  se  ha  pu))licado  como  suplemento  de  algunos  dic- 
cionanx:)S  de  la  lengua.  Allí  encontrarán  una  esplicacion  cabal  de 
los  sinónimos,  que  pueden  proponer  a  los  alumnos  como  tema  de 
ejercicios.  Lo  que  importa  es  que  estos,  comprendiendo  bien  el  sen- 
tido de  las  palabras,  lo  espliquen  con  claridad  i  en  un  lenguaje  co- 
rriente. 


HOMONINOS    I   SINÓNIMOS 


no  liai  nada  que  responderse  produce  la  convicción  en  nues- 
tro espíritu.  La  convicción  necesita  pruebas,  i  nace  en  la 
intelijencia.  Una  demostración  matemática,  un esperimento 
físico,  la  exhibición  de  documentos  históricos  que  prueban 
un  hecho  que  desconociamos  o  sobre  el  cual  teniamos  un 
conocimiento  errado,  nos  convencen  obrando  sobre  nues- 
tra razón.  "Yo  no  podria  creer  tal  cosa,  se  dice  con  frecuen- 
cia, pero  sí  me  han  presentado  pruebas  tan  concluyentes, 
que  me  he  rendido  a  la  evidencia,  que  me  he  convencido." 

La  persuacion  no  necesita  de  una  demostración  tan  efi- 
caz. Obra  sobre  el  corazón  mucho  mas  que  sobre  la  inteli- 
jencia. Así  suele  decirse:  "Me  ])asta  saber  que  hombres  co- 
mo tú  han  tomado  este  camino  para  persuadirme  de  que 
debo  seguirlo." 

La  convicción,  como  es  fácil  comprenderlo,  contraría  las 
mas  veces  nuestros  sentimientos  i  nuestras  inclinaciones, 
pues  se  nos  presentan  pruebas  contra  loque  nosotros creia- 
mos.  De  ordinario,  la  persuasión  no  hace  masque  fortificar 
nuestras  inclinaciones. 

II 

En  la  conversación,  así  como  en  los  escritos,  se  confunde 
con  frecuencia  el  significado  de  estas  dos  espresiones:  espre- 
ciso, es  menester.  Sin  embargo,  su  estudio  mas  atento  nos 
demuestra  que  su  sentido  no  es  el  mismo. 

Cuando  se  nos  da  una  orden  que  no  podemos  dejar  de 
obedecer,  cuando  es  indispensable  que  se  haga  una  cosa, 
cuando  nuestra  voluntad  no  puede  evitarla,  se  dice  que  es 
preciso.  Lo  preciso  es,  pues,  el  resultado,  la  consecuencia  de 
un  deber,  de  una  obligación;  lo  preciso,  en  una  palabra, 
es  lo  forzoso.  "Para  ir  a  Europa  es  preciso  navegar,  para 
ser  hombre  es  preciso  pasar  por  la  niñez."  Estas  locuciones 
están  perfectamente  arregladas  al  sentido  de  esa  espresion. 

No  sucede  lo  mismo  con  la  espresion  es  menester.  Signi- 
fica solo  lo  que  depende  de  nuestra  conveniencia,  de  nues- 
tra utilidad,  i  hasta  de  nuestra  voluntad.  Se  nota  esta  di- 
ferencia con  solo  señalar  algunos  ejemplos.  Así  se  dice:  "Es 
menester  aprovecharse  de  las  lecciones  de  la  esp^riencia;  es 
menester  respetar  a  nuestros  padres  para  pagarles  la  in- 
mensa deuda  que  tenemos  para  con  ellos."  En  ambos  casos, 
la  espresion  es  menester  ha  podido  reemplazarse  por  estas 
otras:  es  útil,  es  conveniente,  et.\,  etc. 


91-  JtfANirAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


SECCIÓN  V 

Cartas  familiares 

Se  ha  dicho  i  se  repite  siempre,  que  una  cartn  no  es  mas 
que  una  conversación  escrita,  i  que  por  tanto  sus  caracie 
res  distintivos  deben  ser  la  naturalidad  i  la  sencillez.  Mu- 
chas personas  se  figuran  que  para  ser  natural  basta  escri- 
bir de  carrera,  sin  elejir  las  palabras  i  sin  meditación  algu- 
na, todo  lo  que  se  presenta  el  espíritu.  Sin  embargo,  nada 
estaría  mas  distante  de  la  verdadera  naturalidad  que  se- 
mejante manera  de  escribir.  La  naturalidad  no  existe  en  un 
estilo  bajo  i  desordenado  ni  en  pensamientos  confusos:  se 
halla,  por  el  contrario,  en  los  pensamieetos  bien  ordenados, 
i  en  las  palabras  elejidas  con  cuidado  pero  sin  refinamien- 
to. La  naturalidad  no  escluye  el  trabajo;  pero  debe  em- 
plearse éste  en  elejir  las  espresiones  i  los  jiros  mas  sencillos, 
mas  modestos,  i  no  en  buscar  penosamente  lo  que  podrá 
sorprender  el  espíritu  del  lector  por  su  brillo  o  su  singulari- 
dad. Una  carta  causa  desagrado  desde  que  se  conoce  esta 
segunda  clase  de  trabajo. 

La  naturalidad  i  la  sencillez,  que  constituyen  los  carac- 
teres distintivos  de  las  cartas,  no  escluyen  tampoco  las  es- 
presiones de  colorido  ni  las  figuras  atrevidas  cuando  se 
presentan  por  sí  solas,  i  cuando  espresan  el  pensamiento  i 
el  sentimiento  mejor  délo  que  puede  hacerlo  una  forma  mas 
sencilla.  Por  otra  parte,  aunque  el  estilo  de  una  carta  debe 
ser  mejor  que  el  de  la  conversación,  pueden  emplearse  en  él 
las  locuciones  elípticas  i  singulares  que,  sin  estar  conformes 
al  rigorismo  gramatical,  son  usadas  en  la  conversación 
familiar  i  espresan  con  claridad  una  idea,  bien  entendido 
que  no  debe  abusarse  de  esta  licencia. 

Ademas  de  la  sencillez,  el  estilo  de  las  cartas  exije  otra 
condición,  la  desenvoltura.  Consiste  ésta  en  ese  aire  de  li- 
bertad, en  esa  marcha  fácil  que  escluye  la  timidez  i  el  em- 
barazo, i  sobre  todo  en  ese  tono  jovial  que  da  interés  aun 


CARTAS     FAMILIARES  95 


a  las  cosas  mas  frivolas.  Esta  jovialidad  es  el  efecto  de  cier- 
ta habilidad  para  presentar  los  objetos  por  su  lado  mas 
agradable,  de  la  delicadeza  de  las  ideas,  de  la  elección,  de 
la  propiedad,  algunas  veces  aun  de.  la  singularidad  de 
las  espresiones,  de  ciertos  jiros  familiares  i  hasta  burles- 
cos. Esta  jovialidad  es  estensiva  a  toda  clase  de  asuntos: 
embellece  las  reflexiones  morales,  suaviza  los  reproches,  ha 
ce  mas  favorable  los  elojios  i  llega  hasta  desterrar  la  tris- 
teza. Esta  desenvoltura  de  estilo,  que  solo  puede  adquirir- 
se por  la  lectura  frecuente  i  atenta  de  los  buenos  modelos, 
escluye,  sin  embargo,  los  juegos  de  palabras,  las  burlas 
frias  o  melévolas. 

Según  la  naturaleza  i  la  aiialojía  de  los  asuntos  sobre 
que  tratan,  las  cartas  pueden  clasificarse  en  varios  jéneros; 
i  los  perceptistas  dan  consejos  concernientes  a  cada  uno 
de  ellos.  Es  inútil  repetir  esa  clasificación  i  el  recordar  esos 
consejos.  Lo  que  dejamos  dicho,  basta  para  que  los  jóve- 
nes puedan  emprender  este  jénero  de  ejercicios. 


TEMAS  DE  ETERCICIOS 


Un  joven  estudiante  que  acaba  de  recibir  una  carta  de  su 
abuelo,  le  contesta  para  decirle  que  está  resuelto  a  cam- 
biar de  conducta.  Ha  comprendido  que  perdia  un  tiempo 
precioso  para  su  porvenir.  Si  ha  sido  perezoso,  ha  sido  por 
lijereza  de  carácter  mas  bien  que  por  cálculo.  En  adelante 
sabrá  reparar  el  tiempo  perdido;  se  considerará  feliz  con 
poder  agradar  a  su  abuelo,  con  seguir  su  ejemplo,  i  con  me- 
recer, como  él,  la  consideración  jeneral. 


^6  MANUAL   DH    COMPOSICIÓN    HTBtlARIA 


II  ^ 

Un  joven  escribe  a  su  padre  para  anunciarle  el  triunfo 
que  ha  alcanzado  en  sus  estudios.  No  le  habia  escrito  antes 
porque  su  desaplicación  no  le  permitia  comunicarle  tan 
buena  noticia.  Ahora  puede  romper  el  silencio  para  decirle 
que  si  ha  sacrificado  mucho  tiempo  a  la  pereza,  ha  llegado 
para  él  la  edad  de  la  razón.  En  adelante  le  será  agradable 
recibir  de  sus  padres  cartas  llenas  de  ternura  i  que  no  con- 
tengan reproches.  Si  su  conducta  ha  sido  siempre  buena, 
eso  no  era  mas  que  la  mitad  de  su  deber.  Está  resuelto  a 
ser  un  joven  instruido  para  ser  un  hombre  útil. 


III 


Un  joven,  cumpliendo  el  encargo  de  su  méidre,  comienza 
a  estudiar  la  historia  de  las  plantas,  esto  es,  la  botánica. 
Encuentra  en  este  estudio  mas  placer  del  que  en  el  principio 
habia  esperado  hallar.  Algunas  mañanas,  sale  al  campo 
con  su  profesor,  el  cual  le  enseña  a  herborizar.  Dice  a  su  ma- 
dre que  en  la  época  de  vacaciones  podrá  mostrarle  un  lindo 
herbario.  Se  ñgura  ya  recorrer  con  ella  los  cerros,  enrique- 
ciendo su  colección. 


IV 


La  modestia  es  una  excelente  cualidad.  Previene  en  favor 
del  que  la  posee,  i  da  realce  al  mérito,  a  la  virtud  i  al  talen- 
to. La  vanidad,  el  prurito  de  hablar  de  sí  mismo,  causa 
fastidio  a  las  personas  que  oyen,  i  revela  falta  de  criterio. 
Pero  hai  diferencia  entre  la  modestia  i  la  timidez.  Esta  últi- 
ma es  un  defecto.  El  hombre  debe  sabjr  presentarse  ante  la 
jente,  hablar  sin  embarazo,  i  conducirse  con  todas  sus  rela- 
ciones como  alguien  que  sabe  vivir  en  el  mundo.  Sin  esta 
desenvoltura,  el  mérito  intrínseco  de  un  individuo  no  se 
deja  percibir. 

Un  padre,  cuyo  hijo  es  demasiado  modesto,  da  a  este  en 
una  carta  los  preceptos  mas  convenientes  para  correjirlo. 


CARTAS    FAMILIARES  *  97 


Una  madre  acaba  de  separarse  de  su  hija.  Deja  a  ésta  en 
el  campo,  acompañada  por  su  esposo.  El  mismo  dia  de  la 
partida,  la  madre  le  escribe  una  afectuosa  carta  para  ma- 
nifestarle cuánto  siente  esta  separación,  cuánto  estraña  el 
encontrarse  sola.  La  fuerza  de  su  dolor  se  calmará  con  el 
tiempo;  pero  la  privación  aumentará  cada  dia.  Cree  no  ha- 
ber hecho  al  marido  de  su  hija  todas  las  recomendaciones 
necesarias.  Tiene  vehementes  deseos  de  saber  de  ella,  i  espe- 
ra que  la  ausencia  no  dismiauirá  el  amor  que  siempre  ha 
tenido  a  su  madre. 


VI 


A  mediados  del  siglo  XVIII,  publicó  Juan  Jacobo  Rou- 
sseau dos  discursos  destinados,  el  primero  a  probar  que  el 
progreso  de  las  ciencias  habia  contribuido  a  corromper  las 
costumbres,  i  el  segundo  a  discutir  el  oríjen  de  la  desigual- 
dad entre  los  hombres.  Estas  dos  obras  enteramente  para- 
dojales,  pero  escritas  con  un  notable  talento  literario,  con- 
denan los  progresos  de  la  civilización  como  causa  de  todos 
los  vicios  i  defectos  que  se  notan  en  la  sociedad.  A  este 
estado  de  cosas,  Rousseau  opone  la  pretendida  pureza  de 
las  sociedades  primitivas,  o  lo  que  es  lo  mismo,  sostiene  que 
el  estado  de  salvaje  es  preferible  al  estado  de  civilización. 

Supóngase  que  se  ha  recibido  un  ejemplar  de  esa  obra  ob- 
sequiado por  el  autor.  Es  necesario  darle  las  gracias,  i  al 
mismo  tiempo  espresarle  una  opinión  acerca  de  ella.  Puede 
elojiársele  el  talento  de  escritor,  el  entusiasmo  ardoroso  que 
aparece  en  la  obra,  la  censura  que  ella  hace  de  la  corrup- 
ción de  la  sociedad;  pero  al  mismo  tiempo  es  indispensable 
criticar  con  finura,  pero  de  una  manera  evidente,  las  para- 
dojas que  abundan  en  sus  pajinas.  Para  esto,  conviene  re- 
cordar que  lo  que  se  llama  la  inocencia  de  las  sociedades 
primitivas  no  es  mas  que  la  vida  grosera  de  los  salvajes; 
que  si  bien  es  cierto  que  las  artes  i  las  ciencias  han  podido 
algunas  veces  causar  males,  éstos  se  han  limitado  a  casos 
particulares,  i  que  ellos  son  nada  al  lado  de  los  que  ha  po- 
dido producir  la  ignorancia.  La  moral  de  la  carta  debe  ser 
que  conviene  amar  las  letras  i  las  ciencias  a  pesar  del  abuso 
que  se  ha  hecho  de  ellas. 

TOMO  V  7 


98  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


VII 


Un  padre  escribe  a  su  hijo  para  felicitarlo  por  el  entusias- 
mo que  muestra  por  el  estudio  desde  hace  algún  tiempo.  Los 
consejos  que  el  hijo  le  pide,  le  han  hecho  ver  que  este  com- 
prende la  importancia  de  la  instrucción.  Para  conseguir  su 
objeto,  se  necesita  deseo  de  saber,  ardor  por  el  estudio  i 
confianza  en  sus  maestros.  Todo  el  trabajo  que  éstos  exijen 
tiene  su  utilidad,  aunque  los  niños  no  lo  perciben  siempre 
porque  les  falta  la  esperiencia.  Será  verdaderamente  feliz  si 
mas  tarde  puede  ser  testigo  de  los  triunfos  de  su  hijo;  pero 
al  menos  tiene  ja  la  esperanza  de  que  éste  corresponderá  a 
sus  deseos. 


VIII 


Un  padre  quiere  desvanecer  en  el  ánimo  de  su  hijo  las  ideas 
que  le  han  sujerido  sobre  la  inutilidad  de  ciertos  estudios. 
Al  efecto,  le  demuestra  en  jeneral  que  todos  los  ramos  del 
saber  humano  tienen  una  grande  importancia,  i  que  aun  los 
que  i)arecen  mas  inaplicables  a  las  necesidades  de  la  vida, 
sirven  para  desarrollar  nuestra  intelijencia,  para  enseñar- 
nos el  método  del  raciocinio  i  para  poder  llegar  al  conoci- 
miento de  otras  ciencias.  Los  que  hablan  de  lainutilidad  de 
ciertos  conocimientos  son  los  ignorantes,  los  que  nada  sa- 
ben, los  que  charlan  con  grande  arrogancia  de  todas  las  co- 
sas en  vez  de  ponerse  a  estudiar.  Es  cierto  que  muchos  es- 
tudios no  tienen  una  aplicación  directa  e  inmediata  en  el 
ejercicio  de  una  profesión  determinada;  es  verdad  también 
que  un  hombre  no  puede  abarcar  todos  los  conocimientos; 
pero  cuando  un  joven  se  propone  estudiar,  debe  buscar  ante 
todo  el  desarrollo  de  su  intelijencia  i  la  posesión  de  las  luces, 
sin  las  cuales  no  se  puede  ser  verdaderamente  ilustrado,  i  si 
no  es  posible  que  pueda  penetrar  todas  las  ciencias,  debe 
adquirir  ideas  jenerales  que  lo  pongan  en  camino  de  estu- 
diar cualíjuiera  de  ellas  cuando  lo  quiera,  i  de  no  ser  un  ig- 
norante ridículo.  Sin  ser  astrónomo,  se  puede  tener  una 
idea  jeneral  i  exacta  de  la  mecánica  de  los  cielos;  así  como 
sin  ser  físico,  se  deben  tener  ideas  sobre  el  vapor  i  la  electri- 
cidad. 


CARTAS    FAMILIARES 


IX 

Un  amigo  escribe  a  otro  sobre  las  ventajas  que  resultan 
del  estudio.  No  insiste  mucho  sobre  la  utilidad  de  ser  un 
hombre  ilustrado;  pero  sí  le  habla  de  los  placeres  que  pro- 
porciona el  estudio  en  sí  mismo,  Esos  placeres  son  los  mas 
puros  que  goza  el  hombre,  i  lo  que  es  también  mui  impor- 
tante, son  los  mas  duraderos,  puesto  que  nos  acompañan 
toda  la  vida.  La  percepción  de  una  verdad  que  desconocía- 
mos, nos  llena  de  la  satisfacción  mas  inefable  i  tranquila. 
El  estudio,  ademas,  endulza  nuestros  momentos  de  amar- 
gura i  de  tribulación.  Sí  es  verdad  que  los  principios  de  to- 
das las  ciencias  son  áridos  i  secos,  lo  que  hace  que  el  primer 
tiempo  de  estudio  pueda  parecemos  molesto,  también  es 
cierto  que  una  vez  vencidas  las  primeras  dificultades,  se  de- 
sarrolla en  nuestro  espíritu  un  gusto  sólido,  que  suele  con- 
vertirse en  verdadera  pasión.  PvSta  pasión  es  la  que  ha  for- 
mado a  los  grandes  sabios,  a  los  que  trabrtjando  desde  un 
modesto  gabinete,  han  hecho  mas  por  la  humanidad  i  han 
adquirido  un  renombre  mas  merecido  que  los  mas  grandes 
guerreros  i  conquistadores. 


X 

Un  joven  escribe  a  un  amigo  que  acaba  de  perder  a  su 
padre,  para  espresarle  la  parte  que  toma  en  su  dolor.  Le 
manifiesta  que  la  pérdida  de  un  padre  es  siempre  una  gran 
desgracia;  que  en  el  caso  presente,  cuando  se  trata  de  un 
padre  afectuoso  que  no  vivia  mas  que  para  el  cuidado  i  la 
dirección  delaintelijenciadesuhijo,esa  desgracia  es  mayor. 
Un  solo  consuelo  cabe  en  esta  situación:  ese  padre  tuvo  el 
placer  de  A^er  a  su  hijo  adelantado  en  sus  estudios,  cuando 
ya  éste  comprendia  la  importancia  que  el  estudio  tiene,  i 
cuando  habia  adquirido  por  éste  un  verdadero  gusto.  Es 
verdad  que  el  padre  cuya  muerte  se  llora,  no  ha  dejado  a  su 
hijo  mas  que  una  pequeña  fortuna,  lo  necesario  para  Ilegal 
al  término  de  sus  estudios;  pero  la  mejor  herencia  que  un 
padre  puede  dejar  a  su  hijo  es  la  educación,  i  ésta  estaba 
casi  del  todo  conseguida.  Los  bienes  de  fortuna  desaparecen 
en  los  trastornos  de  la  vida;  pero  la  ilustración  nos  acom- 
paña siempre.  ¡Feliz  el  padre  que  al  dejar  la  vida  puede  ver 
a  sus  hijos  en  camino  de  ser  hombres  ilustrados  i  útiles  ala 
sociedad! 


lOO  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


"Mi  querido  abuelito: 

"Su  última  carta,  tan  afectuosa  en  medio  de  los  pesares 
que  yo  le  he  causado,  ha  hecho  en  mi  ánimo  una  impresión 
que  no  se  borrará  jamas.  Mui  amargamente  me  he  repro- 
chado mi  pasada  neglijencia.  Comprendo  ahora  la  grave- 
dad de  mi  falta:  era  culpable  de  perder  un  tiempo  tan  pre- 
cioso como  es  el  de  los  estudios:  todo  mi  porvenir,  como 
Ud.  me  lo  ha  hecho  ver,  será  la  consecuencia  de  mi  trabajo 
actual.  No  crea  Ud.,  mi  querido  abuelito,  que  yo  haya  sido 
desaplicado  por  cálculo,  conociendo  cuáles  serian  los  malos 
resultados  de  mi  pereza.  No,  era  perezoso  por  lijereza,  i 
porque  aun  no  habia  comprendido  la  importancia  i  los  be- 
neficios de  la  instrucción. 

Para  reparar  el  tiempo  que  he  perdido,  voi  a  trabajar 
con  ardor:  seguiré  los  consejos  que  üd.ha  tenido  la  bondad 
de  darme:  ningún  estudio  me  parecerá  árido  cuando  piense 
que  todos  tienden  a  asegurar  mi  porvenir.  Si  la  pereza  o  el 
desaliento  vuelven  de  nuevo  a  apoderarse  de  mí,  yo  me  rea- 
nimaré con  el  ejemplo  de  Ud.;  i  el  deseo  de  llegar  a  ser  un 
hombre  distinguido,  de  imitar  sus  virtudes,  de  obtener  co- 
mo Ud.  la  consideración  jeneral,  me  devolverá  la  enerjía. 
En  adelante,  la  esperanza  me  ayudará  a  soportar  resuelta- 
mente el  fastidio  i  la  fatiga,  i  mi  trabajo  me  será  bien  lle- 
vadero, puesto  que  me  procurará  la  felicidad  de  contentar 
a  una  persona  a  quien  amo  tanto,  i  que  me  conservará  todo 
su  afecto. 

Soi,  mi  querido  abuelito,  su  respetuoso  i  obediente  nie- 
to i  ". 


1  Tomo  esta  carta  del  2°  vol.   del  Manuel  de  Sty le  ou  precep- 
tos et  cxercices  surVart  d  écrire,  por  M.  E.  Sommer. 


CARTAS    í^AMILIARES  101 


II 


**Mi  querido  papá: 


"Ud.  estaba  inquieto  por  mi  silencio.  Yo  lo  creia  así,  pe- 
ro no  tenia  una  noticia  agradable  que  comunicarle.  Mis 
profesores  no  estaban  contentos  de  mí,  i  yo,  se  lo  aseguro, 
lo  estaba  menos  aun.  Ud.  estaba  tan  lejos,  i  ¡una  carta  es- 
plica  mui  mal  lo  que  pasa  en  el  corazón  i  en  la  cabeza!  Es- 
peraba de  dia  en  dia  poderle  anunciara  lo  menos  un  peque- 
ño triunfo.  Pero  mis  triunfos  eran  negativos;  i  solo  en  la 
negligencia  era  el  primero  de  mis  camaradas, 

"Gracias  a  Dios,  hoi  puedo  escribirle,  mi  querido  papá. 
Soi  feliz,  bailo,  canto  todo  el  dia,  menos  el  tiempo  de  estu- 
dio, se  entiende.  He  trabajado  tanto  en  los  últimos  meses, 
que  las  notas  de  mis  profesores  me  son  completamente  fa- 
vorables. 

"Así,  cobre  Ud.  confianza.  Ya  no  soi  aquel  muchacho  pe- 
rezoso, cuya  niñez  no  se  acababa  nunca,  i  que  causaba  a 
Ud.  tantos  pesares.  Tengo  quince  años:  soi  hombre,  hom- 
bre de  razón:  tengo  una  voluntad,  que  no  es  mui  antigua, 
pero  que  es  firme:  estoi  decidido  a  hacer  buenos  estudios;  i 
todavía  es  tiempo  de  cumplir  mi  propósito. 

"En  adelante,  cuando  reciba  una  carta  de  Ud.,  la  abriré 
sin  temor:  no  creeré  distinguir  en  ella  un  rostro  severo  ni 
un  estilo  de  reproche.  Ud.  podrá  hablarme  con  ternura  i  sin 
reconvenirme.  ¡Qué  tonto  he  sido  yo  cuando  me  privaba  de 
semejante  felicidad! 

"Ud.  es  tan  bueno  conmigo  que  yo  era  un  ingrato  cuando 
olvidaba  así  mis  obligaciones.  Era  también  ingrato  para 
con  mi  mamá,  a  quien  ofrezco  igualmente  el  mas  sincero 
arrepentimiento.  Había  recibido  de  Ud.  tan  buenos  ejem- 
plos que  no  podia  conducirme  mal:  bajo  este  respecto,  Ud. 
no  tenia  ningún  reprochequehacerme;  pero  yo  me  figuraba 
que  eso  era  bastante,  i  que  en  definitiva  la  pereza  no  era 
mas  que  el  último  de  los  siete  pecados  capitales.  Bien  casti- 
gado he  sido  en  estos  últimos  tiempos,  cuando  yo  mismo 
comenzaba  a  condenarme  sin  tener  aun  la  fuerza  para  co- 
rrejirme.  Esto  es  lo  que  ahora  está  decidido.  Antes  cumplia 
con  la  mitad  de  mi  obligación;  ahora  la  cumpliré  por  ente- 
ro. Quiero  ser  un  joven  instruido  para  llegar  a  ser  un  hom- 
bre útil.  Ud.  me  ha  dicho  siempre  que  debemos  hacer  honor 


^  ^":í  ^.^ 


102  MANUAL,    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

a   nuestra  firma.    Hoi   me  compromet )  por  la  mía:  no  me 
permita  Ud.  olvidar  este  compromiso  i". 


III 


"Mi  querida  mamá: 


"Cumpliendo  los  deseos  de  Ud.  he  comenzado  a  estudiar 
la  botánica.  Esta  historia  de  las  plantas  es  fecunda  en  ob- 
servaciones interesantes,  i  mientras  mas  me  ocupo  en  ella, 
mas  ínteres  encuentro  en  su  estudio.  Algunas  mañanas  sa- 
limos en  compañía  de  nuestro  profesor,  i  durante  horas  en- 
teras recorremos  los  campos  i  los  bosques,  para  aprenderá 
herborizar.  La  bondad  de  corazón  de  nuestro  profesor,  su 
entusiasmo  por  la  enseñanza,  su  saber  inmenso,  la  claridad 
de  sus  esplicaciones  desarrollan  en  nuestro  espíritu  el  amor 
por  el  estudio  de  la  naturaleza.  A4e  lisonjeo  con  la  esperan- 
za de  que  antes  de  las  vacaciones  habré  formado  una  varia- 
da colección  i  podré  llevar  a  Ud.  un  bonito  herbario.  Desde 
ahora  me  parece  que  ya  estoi  recorriendo  con  Ud.  los  cerros 
vecinos  a  nuestra  casa  para  recojer  las  plantas  mas  raras  i 
enriquecer  mi  tesoro, 

"Reciba  mientras  tanto  el  cariño  de  su  obediente  hijo  2". 


IV 


"Mi  querido  hijo: 


"Si  es  posible  ser  demasiado  modesto,  tú  lo  eres.  La  mo- 
destia es  una  excelente  cualidad,  es  el  compañero  ordinario 
del  verdadero  mérito:  nada  atrae  ni  previene  mas  favora- 
blemente los  ánimos:  por  el  contrario  nada  les  choca  i  los 
aleja  mas  que  la  presunción  i  la  arrogancia.  No  se  puede 
estimar  al  hombre  que  siempre  quiere  hacerse  valer,  que  ha- 
bla ventajosamente  de  sí  mismo,  i  que  siempre  es  el  héroe 
de  su  propia  conversación.  Por  el  (*ontrario,   el  que  parece 


1  Tomo  esta  carta  del  2°  vol.  de  los  Bxercices  literaires,  por 
M.  Théry,  quien  la  publica  sin  señalar  el  nombre  del  autor.  Al 
traducirla,  he  hecho  en  ella  algunas  modificaciones  casi  insignifi- 
cantes. 

■2  Pvsta  carta  es  imitada  de  otra  análoga  que  se  encuentra  en 
el  libro  citado  de  Sommer. 


CARTAS    FAHILIARÍtJS  103 


empeñado  en  ocultar  su  propio  mérito  i  en  el  realzar  el  de 
los  otros,  que  habla  poco  i  con  modestia  de  sí  mismo,  pro- 
duce una  feliz  impresión  en  el  ánimo  de  los  que  lo  oyen  i  se 
hace  querer  i  estimar. 

"Pero  hai  una  gran  diferencia  entre  la  modestia  i  la  timi- 
dez: así  como  aquélla  es  plausible,  esta  última  es  ridicula. 
No  conviene  ser  necio  ni  arrogante:  es  menester  saber  pre- 
sentarse, hablar  a  la  jente  i  contestar  sin  desconcertarse  ni 
embarazarse.  Un  hombre  sin  trato,  un  rústico  ignorante, 
se  avergüenza  cuando  se  presenta  delante  déjente:  se  enre- 
da, no  sabe  qué  hacerse  con  sus  manos,  se  corta  cuando  lo 
hablan,  i  no  responde  sino  con  trabajo  i  como  tartamu- 
deando; mientras  que  un  hombre  que  sabe  vivir  se  presenta 
con  desenvoltura  i  con  la  conveniente  seguridad,  habla  a 
las  personas  que  no  conoce,  sin  sentirse  embarazado,  i  de 
una  manera  natural  i  fácil.  Esto  es  lo  que  se  llama  ciencia 
del  mundo  i  saber  vivir,  cosa  mui  importante  i  mui  necesa- 
ria en  la  sociedad.  Sucede  con  frecuencia  qye  un  hombre, 
que  tiene  mucho  fondo,  pero  (jue  no  sabe  vivir,  no  es  tan 
bien  recibido  como  otro  menos  serio,  pero  que  tiene  el  hábi- 
to del  mundo. 

Estos  son  asuntos  mui  dignos  de  tu  atención;  piensa  en 
ellos  i  une  la  modestia  a  una  seguridad  fina  i  desenvuelta. 
Adiós." 


Lord  Chesterfield  i 


"Este  ha  sido  un  dia  terrible,  mi  querida  hija.  Te  confie- 
so que  no  puedo  soportar  tanta  amargura.  Me  he  separado 
de  tí  dejándote  en  un  estado  que  aumenta  mi  dolor.  Pienso 
en  todo  lo  que  tú  haces  i  en  todo  lo  que  yo  hago  ¡cómo 
puede  suceder  que,   andando  de  esta  manera,  no  podamos 


1  Lord  Felipe  Dormer  Stanhope,  conde  de  Chesterp^íeld 
(1694  1773)  sirvió  en  la  diplomacia  i  fué  ademas  un  modelo  de 
urbanidad.  Escribió  algunos  artículos  de  revista;  pero  es  famoso 
por  la  compilación  de  Cartas  a  su  hijo,  traducidas  a  casi  todos 
los  idiomas,  que  bajo  una  notable  sencillez  de  estilo  i  un  gusto 
esquisito,  encierran  los  mejores  consejos  acerca  de  la  manera 
como  un  joven  debe  estudiar,  desarrollarse  i  conducirse  en  el 
mundo. 


104  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

encontrarnos  jamas!  Mi  corazón  descansa  cuando  está  cer- 
ca de  tí;  ese  es  su  estado  natural,  el  único  que  pueda  agra- 
darle. 

Lo  que  ha  ocurrido  esta  mañana  me  causa  un  penoso 
dolor,  i  me  produce  una  amargura  de  que  tu  filosofía  podrá 
darse  cuenta.  La  he  sentido  i  la  sentiré  durante  largo  tiem- 
po. Tengo  el  corazón  i  la  imajinacion  llenos  con  tus  recuer- 
dos: no  puedo  pensar  en  tí  sin  llorar;  i  sin  embargo  pienso 
siempre,  de  tal  manera  que  la  situación  en  que  me  encuen- 
tro es  verdaderamente  insostenible;  pero  como  es  estrema» 
da,  espero  que  no  durará  largo  tiempo  con  esta  violencia. 
Te  busco  siempre  i  encuentro  que  todo  me  falta,  porque  me 
faltas  txí.  Mis  ojos  que  te  han  visto  tantas  veces  en  estos 
últimos  catorce  meses,  no  te  encuentran  ya.  El  tiempo 
agradable  que  acaba  de  pasarse,  hace  esta  situación  mas 
dolorosa,  hasta  que  me  haya  acostumbrado;  pero  jamas 
me  acostumbraré  tanto  que  no  desee  ardientemente  volver 
a  verte  i  volver  a  abrazarte. 

"No  debo  esperar  que  el  porvenir  sea  tan  feliz  como  el 
pasado.  Yo  sé  que  tu  ausencia  me  hace  sufrir;  i  en  verdad 
que  soi  digna  de  compasión  porque  imprudentemente  me 
creé  el  hábito  necesario  de  verte.  Me  parece  que  al  partir 
no  te  he  dado  cuantos  abrazos  quería.  ¿Por  qué  habia  de 
economizarlos?  No  te  he  repetido  cuan  contenta  estaba  de 
tu  ternura;  no  te  he  recomendado  bastante  a  tu  esposo, 
M.  de  Grignan;  no  le  he  dado  suficientemente  las  gracias 
por  todas  sus  atenciones,  por  toda  la  amistad  que  me  ha 
dispensado.  Estoi  devorada  por  la  curiosidad,  espero  tener 
el  consuelo  de  tus  cartas,  que  me  arrancarán  muchos  sus- 
piros. En  una  palabra,  hija  mia,  yo  no  vivo  mas  que  para 
tí.  Que  Dios  me  haga  el  favor  de  quererte  algún  dia  tanto 
como  yo  te  quiero.  Jamas  separación  alguna  ha  sido  mas 
triste  que  la  nuestra:  no  nos  decíamos  una  palabra. 

Adiós,  mi  hija  querida.  Compadéceme  por  haberme  sepa- 
rado de  tí.  ¡Ah!  mantengamos  a  lo  menos  nuestra  corres- 
pondencia epistolar."  .  . 

MaDAME  DE  ShVIGNÉ  1 


1    V.  las  Noc.  déhist.  lii.  part.  JII,  cap.  IV,  §  22. 


CARTAS    FAMILIARES  105 


.-■..—■  ..Vil 

"He  recibido,  señor;  vuestro  nuevo  libro  contra  el  jénero 
humano:  os  doi  las  gracias  por  él.  Agradareis  a  los  hom- 
bres a  quienes  decisgordas  verdades,  pero  no  los  correjireis. 
No  se  pueden  pintar  con  colores  mas  vigorosos  los  horro- 
res de  la  sociedad  humana,  en  la  cual  nuestra  ignorancia  i 
nuestra  debilidad  nos  prometen  tantos  consuelos.  Jamas  se 
ha  empleado  tnnto  talento  en  querer  hacernos  brutos. 
Cuando  vSe  lee  vuestra  obra  dan  deseos  de  andar  en  cuatro 
pies.  Sin  embargo,  como  hace  mas  de  sesenta  años  que  yo 
perdí  la  costumbre,  conozco  por  desgracia  que  me  es  impo- 
sible volverla  a  tomar,  i  dejo  esa  actitud  natural  a  los  que 
son  mas  dignos  de  ella,  que  vos  i  que  yo.  No  puedo  tampo- 
co embarcarme  para  ir  a  buscar  a  los  salvajes  del  Canadá; 
primero  porque  las  enfermedades  de  que  f  stoi  agobiado  me 
retienen  cerca  del  médico  mas  grande  de  Europa,  i  porque 
no  encontraria  los  mismos  socorros  entre  los  indios:  segun- 
do, porque  la  guerra  existe  en  esos  paises  i  porque  el  ejem- 
plo de  nuestras  naciones  ha  hecho  a  esos  salvajes  casi  tan 
malos  como  nosotros.  Me  limito,  pues,  a  ser  un  salvaje 
pacífico  en  la  soledad  que  he  elejido  cerca  de  Jinebra, 
vuestra  patria,  donde  vos  deberiais  residir. 

Convengo  con  vos  en  que  las  bellas  letras  i  las  cien- 
cias han  causado  algunas  veces  mucho  mal.  Los  enemigos 
del  Tasso  2  hicieron  de  su  vida  un  tejido  de  desgracias; 
los  de  Galileo  ^  lo  hicieron  jemir  en  las  prisiones  cuando 
contaba  sesenta  años,  por  haber  reconocido  el  movimien- 
to de  la  tierra;  i  lo  qne  es  mas  vergonzoso  todavía,  lo 
obligaron  a  retractarse.  Si  yo  me  atreviese  a  contarme  en 
el  número  de  aquellos  cuyos  trabajos  no  han  tenido  mas 
recompensa  que  la  persecución,  yo  os  señalada  personas 


1  El  asunto  de  esta  carta  tahez  superior  a  lo  que  puede  exi- 
jirse  de  un  joven  estudiante,  sobre  todo  si  se  pretende  que  su 
trabajo  se  acerque  al  modelo  que  damos  en  el  texto:  sin  embar- 
go, no  hemos  vacilado  en  aceptarlo  para  manifestar  a  los  jóve- 
nes que  en  las  cartas  familiares  puede  hacerse  entrar  todo  jéne- 
ro de  cuestiones,  i  para  señalarles  la  manera  agradable  i  natu- 
ral con  que  son  tratadas.  La  carta  que  trascribimos  tiene  fecha 
de  31  de  Agosto  de  1755. 

2  Véanse   las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III.  cap.  11^  §  4, 

3  Id.     id,    par.  III,  cap.  II,  §  14.  ,        . 


106  MANUAL    DE    COMPOSICTCN    LITERARIA 

empeñadas  ardorosamente  en  perderme  desde  el  día  en  que 
di  a  luz  mi  trajedia  titulada  Edipo:  una  biblioteca  de 
calumnias  ridiculas  se  ha  publicado  contra  mí.  Os  pintada 
la  ingratitud,  la  impostura  i  la  rapiña  persiguiéndome 
desde  hace  cuarenta  años  hasta  el  pié  de  los  Alpes  i  hasta 
el  borde  de  mi  sepulcro.  Pero  ¿qué  conclusión  sacaria  de 
todas  estas  atribuciones?  Que  no  debo  quejarme,  que  Pope  i, 
Descartes  2,  Camoens  ^  i  cien  otros  han  sufrido  las  mismas 
injusticias  i  aun  mayores;  que  este  es  el  destino  de  casi  to- 
dos aquellos  a  quienes  ha  seducido  el  amor  a  las  letras. 
Confesad,  en  efecto,  que  estas  son  pequeñas  desgracias  par- 
ticulares, que  apenas  percibe  la  sociedad.  ¿Qué  importa  al 
jénero  humano  que  algunos  zánganos  se  coman  la  miel  de 
algunas  abejas?  Los  literatos  hacen  mucho  ruido  con  estas 
pequeñas  miserias:  el  resto  del  mundo  o  las  ignora  o  se  rie 
de  ellas. 

"Entre  todas  las  amarguras  sembradas  en  la  vida  hu- 
mana, éstas  son  las  menos  funestas.  Las  espinas  anexas  a 
la  literatura  i  a  cierta  reputación  no  son  mas  que  flores 
comparadas  a  otros  males  que  en  todo  tiempo  han  inunda- 
do la  tierra.  Confesad  que  ni  Cicerón,  ni  Varron,  ni  Lucre- 
cio, ni  Virjilio,  ni  Horacio  ^  tuvieron  la  menor  parte  en  las 
proscripciones.  Mario  era  un  ignorante.  El  bárbaro  Sila,  el 
crapuloso  Antonio,  el  inbécil  Lépido  leian  mui  poco  a  Pla- 
tón ^  i  a  Sófocles  6,  i  por  lo  que  respecta  a  Octavio,  ese  ti- 
rano cobarde,  apellidado  bajamente  Augusto,  no  fué  un 
asesino  detestable  sino  en  el  tiempo  que  estuvo  privado  de 
la  sociedad  de  los  literatos.  Confesad  que  Petrarca  ^  i  Bo- 
caccio  ^  no  hicieron  nacer  las  perturbaciones  de  Italia. 
Confesad  que  la  jocosidad  de  Marot  ^  no  ha  producido  la 
San  Bartolomé;  i  que  la  trajedia  titulada  El  Cid  ^^  no  es  la 
causa  de  las  perturbaciones  de  la  Fronda.    Los  grandes 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist  lit.,  part.  i  11,  cap.  VI,  §  9. 

2  Id.      id.     part.  111,  eap.  IV,  §  16. 

3  Id.      id.     part.  III,  cap.  V,  §  2. 

4  Sobre  estos  diversos  escritores,    véanselas  Noc.  de  hist.   lit. 
part.  I,  cap  VII. 

part.  I,  cap.  IV,  §  20. 
part.  I,  cap.  IV,  §  8. 
part.  II,  cap.  VII,  §  7. 
part.  II,  cap.  Vil,  §  8. 
part.  III,  cap.  III,  §  3. 
part.  II.  cap.  VI,  §  8. 


6 

Id. 

lU. 

id. 

7 

Id. 

id. 

8 

Id. 

id. 

9 

Id. 

id. 

10 

Id. 

id. 

CARTAS    FAMILIARES  10" 


crímenes  no  han  sido  cometidos  sino  por  célebres  ignoran- 
tes. Lo  que  hace  i  lo  que  hará  siempre  de  este  mundo  un 
valle  de  lágrimas  es  la  insaciable  codicia,  el  orgullo  indo- 
mable de  los  hombres,  desde  Tamas  Kouli  Kan  i,  que  no 
sabia  leer,  hasta  un  empleado  de  aduana  que  no  sabe  mas 
que  hacer  números:  las  letras  alimentan  el  alma,  la  corrijen, 
la  consuelan:  os  están  sirviendo  a  vos  mismo,  al  mismo 
tiempo  que  escribís  contra  ellas.  Vos  sois  como  Aquíles, 
que  se  encoleriza  contra  la  gloria,  i  como  el  padre  Male- 
branche  -;  cuya  imajinacion  brillante  escribia  contra  la 
imajinacion. 

"Si  alguien  debiera  quejarse  de  las  letras,  ese  seria  yo, 
puesto  que  en  todo  tiempo  i  en  todo  lugar  han  servido  para 
acarrearme  persecuciones.  Pero  es  menester  amarlas  a  pesar 
del  abuso  que  se  hace  de  ellas,  como  es  menester  amar  a 
la  sociedad,  cuyas  dulzuras  corrompen  tantos  hombres 
malvados;  como  es  menester  amar  a  su  patria  por  grandes 
que  sean  las  injusticias  que  nos  hace  sufrir. 

"Se  me  dice  que  vuestra  salud  está  bastante  deteriora- 
da; os  convendría  venir  a  restablecerla  bajo  el  clima  natal, 
gozar  de  la  libertad,  beber  conmigo  la  leche  de  nuestras  va- 
cas i  comer  nuestras  yerbas. 

Me  suscribo  con  la  mas  sincera  estimación." 


VOLTAIRE  1. 


1  Famoso  personaje,  que  de  arriero  de  camellos  i  jefe  de  bandi- 
dos llegó  a  ser  rei  de  Persia,  después  de  muchas  campañas  milita- 
res i  de  atrevidas  revoluciones.  Una  espedicion  contra  el  Gran  Mo- 
gol le  permitió  apoderarse  de  inmensas  riquezas  por  via  de  botin 
de  guerra.  Su  ambición  i  su  crueldad  lo  hicieron  detestar  de  los 
persas;  i  al  fin  sus  jenerales  lo  asesinaron  durante  otra  campaña, 
en  1747. 

1'^  Nicolás  Ma'ebranche,  gran  metafísico  i  uno  de  los  mas  gran- 
des escritores  franceses  (1637  1715j  ha  desarrollado  con  un  ta- 
lento admirable  la  teoría  de  que  la  razón  humana,  emanación  de 
la  razón  divina,  está  constantemente  alumbrada  por  esta  luz  su- 
perior que  llama  sol  de  las  intelijencias;  pero  en  el  conocimiento 
de  las  cosas  quita  toda  intervención  a  los  sentidos  i  a  las  otras 
facultades  del  espíritu,  i  entre  éstas  a  la  imajinacion. 

13  Sobre  Voltaire  i  Rousseau  Vas.  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III, 
cap.  IV,  §§  26  i  27,  pájs.  510  i  519. 


10^  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


SECCIÓN  VI 


Narraciones 


La  narración  es  la  esposicion  de  un  hecho  real  o  imaji- 
nario,  desde  sv  oríjen  hasta  su  fin.  Para  contar  bien  un 
hecho  es  preciso  comenzar  por  formarse  una  idea  clara  i 
precisa,  estudiarlo  con  cuidado,  representarse  todos  los 
personajes  históricos  o  fabulosos,  todas  las  circunstancias 
verdaderas  o  ficticias.  Si  el  hecho  es  tomado  de  la  historia, 
es  menester  respetarla;  si  está  basado  en  las  tradiciones 
establecidas,  es  menester  seguirlas;  si  es  inventado,  convie- 
ne darle  un  aire  de  verdad. 

Toda  narración  debe  reunir  las  condiciones  siguientes: 

Debe  ser  una,  es  decir,  debe  reconocerse  siempre  en  el  con- 
junto i  en  los  detalles,  una  sola  i  misma  acción. 

Debe  ser  clara.  La  claridad  que  se  exije  en  una  narra- 
ción no  es  únicamente  esa  claridad  de  lenguaje  que  es  una 
regla  común  de  toda  composición,  i  sin  la  cual  no  existe  el 
arte  de  escribir:  es  la  claridad  que  resulta  de  un  esposicion 
fácil  i  desembarazada. 

Debe  ser  verosímil,  es  decir  presentar  las  cosas  como  se 
las  ve  en  las  circunstancias  ordinarias  de  la  vida,  i  obser- 
var las  condiciones  relativas  al  carácter,  a  las  costumbres, 
a  la  calidad  de  los  personajes  que  se  hacen  intervenir. 

Debe  ser  interesante,  es  decir  conducida  de  manera  que 
cautive  la  atención  del  lector. 

En  fin,  debe  ser  tan  corta  como  sea  posible  visto  el  asun- 
to de  que  se  trata,  es  decir  no  se  debe  buscar  sino  el  ser 
breve,  a  lo  menos  no  parecer  demasiado  largo. 

Conviene  esplicar  aquí  lo  que  se  entiende  por  verosimili- 
tud en  la  narración.  No  consiste  ésta  en  contar  las  cosas 
tal  como  sucedieron  o  como  el  lector  puede  suponerlas:  la 
verosimilitud  se  encuentra  también  en  la  narración  de  su- 
cesos sobrenaturales,  cuando  después  de  haber  presentado 
el  fondo  de  un  asunto  no  se  introduce    en  los  detalles  nin- 


NARRACIONES  109 


guna  contradicción  i  ninguna  exajeracion.  Los  cuentos  de 
las  Mil  i  una  noches,  los  Viajes  de  Gií ///Ver  encantan  i  apa- 
sionan a  los  lectores.  I  sin  embargo  no  solo  no  es  verdade- 
ro el  fondo  de  estas  obras,  sino  que  está  mui  lejos  del 
orden  natural  de  las  cosas.  El  espíritu  del  lector  se  forja  vo- 
luntariamente una  ilusión:  acepta  con  el  autor  de  la  narra- 
ción la  cxitencia  de  esos  seres  sobrenaturales  en  que  nadie 
cree;  i  mientras  esos  personajes  obren  i  hablen  de  una  ma- 
nera conforme  a  la  idea  que  nos  hemos  fi)rmado  de  ellos, 
el  interés  se  sostiene:  desde  el  momento  en  que  olvidasen  la 
naturaleza  de  convención  que  se  les  ha  dado,  desapareceria 
la  ilusión  i  el  interés  seria  nulo.  En  este  jénero  de  obras 
hai,  pues,  solamente  una  ver(  similitud  relativa,  de  pura 
convención,  por  decirlo  así.  Lo  mismo  sucede  en  el  apólogo, 
en  donde  solo  por  una  condescendencia  de  la  imajinacion 
podemos  conceder  la  palabra  a  los  animales  i  hasta  a  los 
objetos  inaminados;  pero  mientras  esos  animales  i  esos 
objetos  empleen  un  lenguaje  conforme  al  carácter  que  les 
atribuimos,  el  lector  sentirá  satisfacción  e  interés.  En  resu- 
men, poco  importa  que  el  fondo  de  la  narración  sea  verda- 
dero; con  tal  que  el  lector  admita  los  datos  que  sirven  de 
punto  de  partida,  i  que  el  autor  sostenga  hasta  el  fin  el  ca- 
rácter que  ha  querido  dar  a  sus  personajes. 

Toda  narración  se  compone  de  una  esposicion,  de  un 
nudo  i  de  un  desenlace.  La  esposicion  debe  ser  sencilla  i  rá- 
pida para  que  se  comprenda  pronto  i  fácilmente  el  asunto 
de  que  se  trata.  Conviene  observar  aquí  que  con  frecuencia 
una  narración  inspira  tanto  mayor  interés  cuanto  que  su 
principio  tiene  en  cierto  modo  un  aire  misterioso.  Si  se  des- 
cribe a  un  personaje  antes  de  nombrarlo,  si  se  refiere  una 
parte  de  la  acción  sin  dar  a  conocer  a  sus  actores,  con  tal 
que  los  rasgos  bajo  los  cuales  se  presentan  i  las  circunstan- 
cias en  que  se  les  coloca,  tengan  algo  de  sorprendente  i  de 
singular,  no  se  dejará  de  llamar  vivamente  la  curiosidad 
del  lector.  Leyendo  atentamente  algunas  narraciones  se 
comprenderá  mejor  esta  observación. 

El  nudo  de  la  narración,  es  decir  el  punto  en  que  se   po- 


lio  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

nen  en  contacto  las  diferentes  circunstancias  deque  se  com- 
pone, debe  ser  tal  que  la  acción  parezca  marchar  natural- 
mente, sostenga  la  atención  i  prepare  la  sorpresa.  El  de- 
senlace debe  estar  hábilmente  preparado  para  que  a  la  vez 
que  sea  natural  sea  imprevisto.  Mas  que  cualquiera  otra 
parte  de  la  narración,  exije  ésta  la  rapidez. 

El  estilo  que  conviene  a  la  narración  es  una  elegante  sen- 
cillez; pero  la  sencillez  no  escluye  los  adornos,  sino  los  que 
dejan  traslucir  el  trabajo  i  la  afectación,  es  decir  el  abuso 
de  las  figuras  i  el  énfasis.  La  narración  admite  i  aun  con 
frecuencia  exije  ciertos  adornos,  como  la  descripción  i  el  re- 
trato de  los  personajes.  Se  comprende  que  en  las  grandes 
obras  de  historia  o  de  imajinacion,  estos  adornos  puednn 
tener  un  gran  desarrollo,  i  alcanzar  a  ser  verdaderas  des- 
cripciones i  verdaderos  retratos.  En  los  ensa\^os  que  deben 
trabajar  los  jóvenes  principiantes,  basta  agrupar  una  o 
dos  ideas  para  dar  a  conocer  el  lugar  de  la  acción,  el  carác- 
ter de  los  personajes  o  cualquiera  otro  incidente  necesario 
para  la  cabal  intelijencia  del  asunto. 

En  toda  narración,  pero  mui  particularmente  en  aque- 
llas que  versan  sobre  asuntos  tiernos  o  terribles,  el  escritor 
se  empeña  en  producir  impresión  en  el  ánimo  de  sus  lecto- 
res. Esto  es  lo  que  en  literatura  se  llama  patético.  El  escri- 
tor tiene  dos  medios  de  producirlo:  en  un  caso,  comunica  a 
sus  lectores  sus  propias  impresiones  interrumpiendo  su 
narración:  en  el  segundo,  preséntalos  hechos  con  toda  cla- 
ridad para  que  la  impresión  se  produzca  naturalmente  en 
el  ánimo  de  los  lectores.  En  el  primer  caso,  el  patético  se 
llama  directo;  en  el  segundo,  indirecto. 

Por  nuestra  parte  nosotros  debemos  recomendar  a  los 
jóvenes  el  segundo  medio.  La  narración,  la  pintura  de  los 
hechos  con  aquellos  detalles  que  pueden  interesar  i  apasio- 
nar a  los  lectores,  produce  mas  impresión  que  todas  las 
declamaciones  del  autor.  Esa  impresión  no  es  comunicada, 
sino  que  se  produce  espontáneamente  en  el  ánimo  del 
lector. 

Por  el  contrario,  los  arranques  apasionados  del  autor 


NARRACIONES  111 


cuando  se  esfuerza  por  conmovernos,  suelen  no  producir 
impresión  alguna,  o  la  que  producen  en  muchas  veces  débil 
i  pasajera.  Nihil  lacryma  citins  afascit,  dice  Cicerón:  nada 
se  saca  mas  pronto  que  las  lágrimas. 

Consejos  análogos  pueden  darse  sobre  la  narraciones  de 
un  carácter  jocoso.  El  chiste  no  se  encuentra  ordinariamen- 
te en  las  esclamaci  jnes,  en  los  pensamientos  mas  o  menos 
desligados  del  asunto  principal:  se  halla  sí  en  la  esposicion 
clara  i  natural  de  incidentes  que  provocan  la  risa.  El  sen- 
timiento del  ridículo  resulta  de  ordinario  del  contraste  en- 
tre la  seriedad  con  que  se  refiere  una  acción  i  lo  grotesco  de 
la  misma  acción.  El  que  lea  con  alguna  meditación  el 
Quijote  \  e\Jíl  Blas,  encontrará  que  estas  observaciones 
son  profundamente  verdaderas. 

Esto  no  quiere  decir  que  el  escritor  no  pueda  colocar  en 
su  narración  algunas  observaciones  destinadas  a  producir 
alguna  impresión  en  el  ánimo  del  lector;  pero  sí  creemos 
que  esas  observaciones  deben  desprenderse  de  la  misma 
narración,  i  deben  ir  dirijidas  como  a  fortificar  los  senti- 
mientos que  aquélla  ha  hecho  nacer. 


TEMAvS  DE  EJERCICIOS 


Luis  XIV  tuvo  un  tiempo  la  manía  de  hacer  versos;  pe- 
ro conociendo  que  eran  malos,  los  sometió  al  fallo  de  uno 
de  sus  cortesanos,  el  mariscal  de  Grammont.  Lejos  de  de- 
clarar que  él  mismo  era  el  autor,  el  rei  dijo  al  mariscal  que 
los  versos  revelaban  que  el  autor  debia  ser  algún  tonto. 
El  cortesano  confirmó  este  juicio  elojiando  el  buen  gusto 
del  rei. 

Entonces  éste  declaró  la  verdad;  i  cuando  el  mariscal 
todo  confundido  se  deshacia  en  escusas  manifestándole 


112  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

que  se  había  engañado  por  atolondramiento,  el  reí  le  espu- 
so que  la  primera  opinión  era  la  mas  verdadera  porque 
era  espontánea  i  natural. 


II 


El  mariscal  de  Turena  hacia  en  1675  la  guerra  contra 
los  alemanes  en  la  rejion  oriental  del  Rhin.  Una  tarde  se 
dirijia  a  inspeccionar  las  l)aterías  de  su  campamento  con 
el  teniente  jeneral  de  la  artillería  Saint  Hilaire.  Una  bala  de 
cañón  cae  en  medio  de  ambos:  Saint  Hilaire  perdió  la  mano 
con  que  habia  tomado  el  sombrero  para  saludar  a  su  jene- 
ral; pero  Turena  recibió  el  golpe  en  el  brazo  i  en  el  cuerpo. 
No  cayó  sin  embargo  del  caballo;  inclinado  sobre  el  arzón 
de  la  silla,  i  por  un  movimiento  instintivo  del  animal,  se 
alejó  de  aquel  sitio.  A  poca  distancia  el  caballo  se  detiene. 
Turena  cae  i  espira  casi  en  el  momento.  Su  corazón  estaba 
destrozado.  Esta  desgracia  produjo  gran  ajitacion  en  el 
campo  francés.  Uno  de  los  jefes,  d'Hamilton,  hizo  cesar  la 
confusión.  El  cadáver  fué  cubierto  con  una  capa  i  retirado 
a  corta  distancia:  en  seguida  se  le  colocó  en  un  coche,  i  des- 
pués de  hacerle  los  honores  militares  se  le  envió  a  Saint-De- 
nis  para  hacerle  las  exequias  correspondientes  a  su  rano^  >. 

La  corte  sintió  esta  desgracia  que  importaba  la  pérdida 
del  primer  jeneral  francés  de  su  tiempo. 


III 

En  1756,  los  ingleses  hacian  la  gjierra  en  la  provincia 
asiática  de  Bengala  contra  un  jefe  indio  llamado  Surajah- 
Dowlah.  Las  tropas  de  éste  tomaron  por  asalto  i  casi  sin 
encontrar  resistencia  una  fortaleza  inmediata  ¿i  Calcuta, 
denominada  Fort  William  donde  cayeron  en  su  poder  146 
prisioneros  El  nabab  o  jefe  indio,  después  de  manifestarles 
su  desprecio,  prometió  perdonarles  la  vida,  i  se  fué  a  dor- 
mir. Sus  soldados  a  pretesto  de  guardarlos  en  seguridad, 
encerraron  o  los  prisioneros  en  un  calabozo  de  veinte  pies 
cuadrados.  Ocurria  esto  en  el  solsticio  de  verano,  la  época 
de  mayor  calor  en  aquella  ardientísima  nación.  Las  súpli- 
cas i  las  promesas  de  los  ingleses  prisioneros  fueron  impo- 
tentes para  ablandar  a  los  crueles  carceleros.  La  sofoca- 
ción fué  tan  espantosa  que  de  los  146   prisioneros  solo  2S 


NARRACIONES  113 


sobrevivieron  a  aquella  noche.  En  la  mañana  siguiente 
cuando  los  guardianes  abrieron  el  calabozo,  tuvieron  que 
amontonar  a  un  lado  los  cadáveres  medio  corrompidos  pa- 
ra dar  paso  a  aquellos  infelices  que  estaban  estenuados  de 
fatiga.  En  seguida,  se  abrió  un  vastí)  foso  en  que  fueron 
arrojados  los  123  cadáveres.  Los  prisioneros  que  salvaron 
de  esta  catástrofe,  fueron  mui  mal  tratados. 


IV 

Después  de  haberse  pronunciado  la  sentencia  que  conde- 
naba a  muerte  a  Sócrates,  éste  permaneció  treinta  dias  en 
3a  prisión  cargado  de  cadenas.  Pasó  este  tiempo  discutien- 
do con  sus  discípulos  las  mas  elevadas  cuestiones  de  filo- 
sofía. 

Por  fin,  se  le  anuncia  que  era  llégalo  el  momento  de  eje- 
cutar la  sentencia:  sus  discípulos  entran  a  la  prisión.  Só- 
crates aleja  a  su  mujer  Jantipa  para  conversar  con  aque- 
llos. Discute,  en  efecto,  sobre  la  mmortalidad  del  alma,  la 
felicidad  del  hombre  justo  sobre  la  tierra  i  las  recompensas 
que  le  están  reservadas  en  la  otra  vida.  Sus  discípulos  le 
piden  sus  últimas  recomendaciones  respecto  a  su  familia. 
Sócrates  la  confia  a  la  amistad  de  aquellos.  El  guardián  de 
la  prisión  le  anuncia  llorando  que  ha  llegado  la  hora  de  be- 
ber la  cicuta.  A  pesar  de  las  instancias  de  Gritón,  que  le  ase- 
gura que  puede  todavía  demorar  algunas  horas,  Sócrates 
da  la  orden  que  le  preparen  inmediatamente  el  veneno.  Lo 
bebe  sin  vacilar,  i  consuela  a  sus  amigos  que  se  abandonan 
a  los  trasportes  del  mas  vivo  dolor;  después  de  haberse  pa- 
seado algún  tiempo,  se  acuesta,  se  envuelve  en  su  manto,  i 
entrega  el  último  suspiro. 


Alejandro  Magno  dejó  presentir  su  carácter  desde  los  pri- 
meros años.  Su  ambición  era  seria  desde  la  niñez:  conside- 
raba efímeros  los  triunfos  que  se  alcanzaban  en  los  juegos 
Olímpicos.  Hablaba  con  los  embajadores  estranjeros  con 
la  seriedad  de  un  rei,  i  recojia  de  ellos  noticias  acerca  de  la 
la  organización  i  del  poder  de  las  otras  naciones.  En  vez  de 
celebrar  las  conquistas  de  su  padre,  las  sentía  creyendo  que 
así  se  le  cerraba  el  campo  para  ejecutar  las  hazañas  en  que 

TOMO  V  8 


114  MANUAL,    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

meditaba.  Se  conoce  la  historia  de  Bucéfalo.  Un  dia  se  pre- 
sentó en  la  corte  de  Filipo  un  vendedor  de  caballos  llevan- 
do uno  de  una  belleza  singular.  Ninguno  de  los  escuderos 
del  rei  pudo  montarlo;  i  creyendo  que  era  aquel  un  animal 
indomable,  Filipo  mandó  que  se  lo  llevara  su  dueño.  Ale- 
jandro que  habia  observado  que  el  caballo  se  espantaba 
con  su  propia  sombra,  lo  colocó  mirando  al  sol,  subió  so- 
bre él  con  una  grande  ajilidad  i  lo  hizo  correr  en  varias  di- 
recciones, dejando  asombrados  a  los  cortesanos.  El  rei  co- 
nociendo les  grandes  dotes  de  su  hijo,  quiso  darle  un  maes- 
tro digno  de  él,  i  llamó  a  Aristóteles,  el  hombre  mas  sabio 
de  su  tiempo  i  de  toda  la  antigüedad.  Le  enseñó  la  moral, 
la  medicina  i  la  literatura,  comunicándole  su  gusto  i  su  ad- 
miración por  las  grandes  obras,  i  por  la  IHada,  particular- 
mente. Alejandro  estimaba  mucho  a  Aristóteles,  i  aunque 
después  nj  tuvo  por  él  el  mismo  cariño,  siempre  lo  respetó. 


YI 


Después  de  haber  vencido  a  Mitridátes,  Sila  se  apresuró 
a  volver  a  Roma  para  cíistigar  los  excesos  de  su  rival  Ma- 
rio, que  habia  escalado  el  poder  durante  su  ausencia.  Ma- 
rio murió  antes  de  haber  organizado  la  resistencia  (83  an- 
tes de  J.  C);  i  su  hijo  fué  derrotado  por  Sila.  Roma  abrió 
sus  puertas  al  vencedor,  i  éste  cometió  violencias  mucho 
mas  odiosas  que  las  de  su  rival.  Un  cuerpo  de  tres  mil  sol- 
dados enemigos  ofreció  rendirse.  Sila  exijió  que  atacasen  a 
sus  camaradas;  pero  en  seguida  los  reunió  en  el  circo  con 
otros  tres  mil  prisioneros  i  los  hizo  degollar  a  todos  mien- 
tras él  pronunciaba  un  discurso  en  el  Senado.  En  seguida, 
proscribió  a  millares  de  ciudadanos;  pagaba  abundante- 
mente a  los  asesinos  de  los  proscriptos,  confiscaba  los  bie- 
nes de  éstos  i  declaraba  infames  a  sus  hijos  i  a  sus  nietos. 
Las  proscripciones  se  hicieron  estensivas  a  todas  las  ciu- 
dades de  Italia;  i  en  todas  partes  eran  asesinados  aquellos 
cuyos  bienes  despertaban  la  codicia  de  los  partidarios  de 
Sila.  En  Prcveste  hizo  degollar  doce  mil  hombres:  el  dueño 
de  la  casa  en  que  estaba  hospedado,  fué  esceptuado  de  la 
proscripción,  pero  él  se  presentó  voluntariamente  a  los  ase- 
sinos, i  pereció  como  tantos  otros.  Lucio  Catilina,  parcial 
de  Sila,  pidió  a  éste  que  incluyera  en  las  Hstas  de  proscrip- 
ción a  uno  de  sus  hermanos,  a  quien  habia  quitado  la  vida. 
En  seguida.   Catilina  mató  a  otro  ciudadano  i  presentó  a 


NARRACIONES  115 


Sila  la  cabeza  de  la  víctima.  Después  de  todo  esto,  Sila  se 
hizo  proclamar  dictador,^  con  derecho  de  vida  i  muerte  i 
con  poderes  absolutos  para  confiscar  las  propiedades,  i  re- 
partir las  tierras  i  las  provincias. 


Vil 


Tiberio  pasó  los  últimos  años  de  su  vida  en  la  isla  de 
Caprea.  Desde  allí  gobernaba  el  mundo  con  su  conocida 
crueldad  i  con  la  mas  refinada  hipocresía.  Sintiendo  que  su 
salud  decaia,  cambió  varias  veces  de  habitación,  i  al  fin  se 
estableció  en  una  casa  situada  en  el  promotorio  de  Misena, 
Un  dia,  su  médico  Carídes,  a  pretesto  de  tomarle  la  mano 
para  besársela,  le  tomó  el  pulso,  i  conoció  que  Tiberio  mo- 
rirla antes  de  dos  dias.  El  emperador  sospechó  su  estado;  i 
aunque  quiso  hacerse  superior  a  sus  dolencias,  se  vio  aco- 
metido de  un  desmayo  que  hizo  creer  a  todas  las  personas 
de  palacio  que  habia  muerto.  Cayo  Calígula,  que  debia  su- 
cederle,  recibía  las  felicitaciones,  cuando  se  anuncia  que  Ti- 
berio habia  vuelto  a  la  vida.  En  ese  momento,  Macron, 
prefecto  del  pretorio,  que  gozaba  de  valimiento  cerca  del 
emperador,  lo  sofocó  con  los  almohadones,  i  proclamó  su 
muerte. 


VIII 


Británico  era  hijo  del  emperador  Claudio  i  de  Mesalina, 
i  como  tal  debia  suceder  a  Claudio;  pero  fué  privado  del 
imperio  por  los  artificios  de  Agripina,  segunda  mujer  del 
emperador,  la  cual  colocó  en  el  trono  a  su  hijo  Nerón.  Es- 
te, temiendo  que  Británico  hiciera  valer  sus  derechos,  lo 
envenenó  durante  un  banquete.  El  príncipe  prevenido  del 
peligro  que  corria,  no  comianada  antes  que  lo  hubiese  pro- 
bado un  esclavo.  Un  dia,  sin  embargo,  se  le  sirvió  un  bre- 
baje, al  que  por  estar  mui  caliente,  fué  necesario  poner  a- 
gua  fria.  Junto  con  ésta,  se  le  echó  el  veneno  que  dio  la 
muerte  a  Británico.  Nerón  finjió  ser  estraño  a  este  crimen. 

El  banquete  en  que  éste  tuvo  lugar,  continuó  después- 
de  un  momento  de  silencio. 


116  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


IX 

Los  crímenes  de  Nerón  indignaron  las  provincias  del  im- 
perio romano.  La  Galia  se  sublevó  bajo  las  órdenes  del  pro- 
pretor Vindex;  pero  éste  fué  vencido  por  las  lejiones  de  Jer- 
mania.  Galba,  gobernador  de  España,  i  hombre  de  un  gran 
carácter,  fué  proclamado  emperador  por  sus  lejiones.  in- 
mediatamente comenzaron  las  defecciones.  Nerón  acababa 
de  llegar  a  Grecia,  adonde  habia  ido  a  hacerse  admirar  co- 
mo cantor  i  como  poeta.  Al  principio,  creyó  que  pódria  so- 
focar fácilmente  la  rebelión;  pero  luego  notó  que  comenza- 
ban las  defecciones,  i  en  medio  del  pavor  i  de  la  desespera- 
ción formó  los  proyectos  mas  contradictorios,  i  se  resolvió 
al  fin  a  tomar  la  fuga.  Abandonado  por  los  suyos,  sin  va- 
lor para  darse  la  muerte,  mostrando  en  todos  sus  actos  la 
pequenez  de  su  alma,  vagó  desatentadamente  buscando  al- 
gún escondite,  i  al  fin  se  ocultó  en  un  subterráneo.  Allí, 
viéndose  a  punto  de  caer  en  manos  de  sus  perseguidores, 
se  atravesó  la  garganta  con  un  puñal,  ayudado  por  su  se- 
cretario Eprifrodita.  "Es  lástima,  decia,  que  así  muera  un 
gran  cantor." 

X 

En  agosto  del  año  79  de  nuestra  era  tuvo  lugar  la  terrible 
erupción  del  Vesubio,  que  sepultó  las  ciudades  de  Hercula- 
no  i  de  Pompeya.  El  célebre  naturalista  Piinio,  conocido 
con  el  apodo  de  antiguo,  para  distinguirlo  de  su  sobrino, 
mandaba  la  escuadra  romana  estacionada  en  Misena.  Des- 
pués de  haber  tomado  un  baño  i  de  haber  comido,  estaba 
entregado  al  estudio,  cuando  en  la  tarde  (23  de  agosto)  su 
hermana  le  avisó  que  se  veía  una  nube  estraordinaria  por 
su  forma  i  su  tamaño.  Este  prodijio  sorprendió  a  Piinio: 
inducido  por  su  amor  a  la  ciencia,  quiso  examinarlo  de  cer- 
ca, i  al  efecto  hizo  preparar  una  lijera  embarcación.  Ningu- 
no de  su  familia  lo  acompañó.  En  vista  de  la  carta  de  una 
señora  romana  que  le  pedia  socorro,  se  dirije  al  Vesubio, 
sin  temor  alguno,  i  dictando  a  sus  amanuenses  la  descrip- 
ción de  las  terribles  escenas  que  presenciaba.  La  ribera  era 
inaccesible.  Una  lluvia  de  ceniza  espesa  i  caliente  i  de  pie- 
dras, amenazaba  a  las  naves  que  hubieran  querido  acercar- 
se; i  el  mar,  mucho  mas  bajo,  a  consecuencia  del  cataclis- 
mo, no  tenía  bastante  fondo   para  que  pudiesen  navegar. 


NARRACIONES  117 


En  vez  de  volverse  a  Misena,  Plinio  se  trasladó  a  Estabia^ 
puerto  que  también  fué  sepultado  por  aquella  erupción. 
Allí  pasó  el  resto  del  dia  dando  ejemplo  de  valor  en  medio 
de  la  turbación  de  todos  los  habitantes.  En  la  noche  se 
acostó  a  dormir;  pero  luego  fué  despertado:  e)  patio  se  lle- 
naba de  cenizas  i  de  piedras,  i  las  cnsas  parecían  arranca- 
das de  sus  cimientos.  Todos  se  decidieron  a  huir:  cada  cual 
se  envolvía  la  cabeza  en  almohadas  para  evitar  los  golpes 
de  las  piedras  que  caian  con  las  cenizas.  Comenzaba  a  ama- 
necer; pero  para  los  fujitivos  reinaban  espesas  tinieblas  i  de 
cuando  en  cuando  luces  siniestras.  Quisieron  acercarse  a  la 
ribera,  pero  vieron  que  el  mar  no  era  favorable  para  la  fu- 
ga. Plinio,  cuyas  fuerzas  estaban  agotadas,  se  tendió  sobre 
un  paño  i  bebió  un  poco  de  agua.  La  vnsta  de  las  llamas  i 
una  emanación  sulfurosa  que  se  sentia,  obligaron  a  todos 
a  apresurar  la  fuga.  Plinio  quiso  levantarse  apoyado  de 
dos  esclavos;  i  en  el  mismo  instante  cayó  muerto,  sofocado 
por  los  vapores  que  exhalaba  la  tierra.  Tres  dias  después 
se  encontró  su  cadáver,  cubierto  con  sus  vestidos  en  la  ac- 
titud de  un  hombre  dormido. 

Plinio  el  joven,  sobrino  del  célebre  naturalista,  habia 
quedado  en  Misena  con  su  madre,  i  fué  testigo  de  las  des- 
garradoras escenas  cjue  allí  proáujo  el  cataclismo.  Durante 
la  noche  de  la  erupción,  se  lucieron  sentir  en  esa  ciudad  vio- 
lentos temblores.  En  la  mañana  siguiente  una  lluvia  de  ce- 
nizas calientes  obligó  a  sus  habitantes  a  tomar  la  fuga. 
Los  densos  vapores  emanados  del  volcan  oscurecieron  el 
aire,  de  tal  manera  que  los  fujitivos  no  veian  a  donde  ca- 
minaban. Todos  creian  que  era  el  fin  del  mundo.  La  confu- 
sión, sin  embargo,  no  duró  mucho  tiempo.  La  luz  del  dia 
volvió  a  aparecer:  los  habitantes  de  Misena  pudieron  vol- 
ver a  sus  casas  i  mas  felices  que  los  pueblos  vecinos,  salva- 
ron de  aquella  terrible  catástrofe.  Herculano,  Pompeya  i 
varias  otras  ciudades  menos  importantes,  quedaron  sepul- 
tadas bajo  las  cenizas. 


XI 


En  1527,  bajo  el  pontificado  de  Clemente  VII,  las  tropas 
de  Carlos  V,  compuestas  de  alemanes  i  españoles,  i  man- 
dadas por  el  condestable  de  Borbon,  tomaron  a  Roma.  El 
ataque  tuvo  lugar  el  6  de  mayo.  La  ciudad  no  pudo  opo- 
ner una  seria  resistencia:  el  papa,   esperando   tratar  con  el 


118  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


enemigo,  perdió  un  tiempo  precioso  i  ni  siquiera  pudo  reti- 
rarse. Borbon  murió  de  un  balazo  en  los  primeros  momen- 
tos del  asalto;  i  sus  tropas  vengaron  su  muerte  con  un  sa- 
queo espantoso.  Los  grandes  dignatarios  de  la  iglesia  fue- 
ron escarnecidos:  algunos  de  ellos,  vestidos  con  sus  trajes 
de  ceremonias,  fueron  montados  en  asnos  i  espuestos  a  las 
burlas  de  la  muchedumbre.  No  se  respetaron  los  templos, 
ni  los  monasterios,  ni  las  reliquias  sagradas.  Todo  era  ro- 
bado i  destruido.  Los  prisioneros  estaban  obligados  a  pa- 
gar enormes  rescates:  otros  tuvieron  que  comprar  con 
gruesas  sumas  el  derecho  de  eximir  del  saqueo  sus  casas  i 
sus  almacenes.  Ni  aun  los  cardenales  mas  afectos  a  Carlos 
V  se  libertaron  de  aquellos  ultrajes  i  de  aquellas  espolia- 
ciones. 


XII 

En  los  compendios  de  historia  de  América  encontrarán 
los  jóvenes  bosquejado  el  cuadro  de  la  espedicion  de  Vasco 
Nuñez  de  Balboa  al  través  del  itsmo  de  Panamá,  que  dio 
por  resultado  el  descubrimiento  del  mar  Pacífico.  Se  trata 
solo  de  ampliar  ese  cuadro,  hermoseándolo  con  pormeno- 
res i  con  algún  colorido. 


XIII 

Un  trabajo  idéntico  puede  exijirse  de  la  captura  del  inca 
Atahualpa  por  las  tropas  de  Pizarro  en  la  plaza  de  Caja- 
marca  el  16  de  noviembre  de  1532,  referida  también  en  to- 
dos los  compendios  de  historia  de  América. 


XIV 

Apuleyo,  escritor  latino  del  II  siglo  de  la  era  cristiana, 
ha  escrito  una  novela  en  que,  imitando  otra  obra  griega, 
refiere  la  transformación  de  un  hombre  en  asno.  Las  Meta- 
morfosis, este  es  su  título,  son  las  aventuras  de  un  joven 
llamado  Lucio.  El  mismo  refiere  los  sucesos.  Lucio  habia 
ido  a  Tesalia  por  ciertos  negocios,  i  se  hospedó  en  casa  de 
un  viejo  llamado  Milon,  cuya  mujer  era  una  hechicera  de 
primer  orden.  Allí  concibió  un  vivo  amor  por  Fótis,  criada 
de  la  casa;  i  ésta  le  faciUtó  el  medio  de  ver  por  un  agujero 


NAKR  ACIONES  ll9 


de  una  puerta,  como  la  señora,  por  la  virtud  de  una  poma- 
da que  se  untaba  en  el  cuerpo,  se  cambiaba  en  lechuza. 
Fótis,  cediendo  a  las  instancias  de  Lucio,  lo  introdujo  en  el 
cuarto;  i  puso  a  su  disposición  las  drogas  de  la  hechicera. 
Pero  Lucio  tomó  una  caja  por  otra;  i  apenas  se  habia  fro- 
tado con  aquel  ungüento,  se  transformó  en  asno,  forma 
que  no  podía  dejar  sino  comiendo  rosas.  Como  no  las  ha- 
lló a  la  mano,  tuvo  que  hospedarse  esa  noche  en  la  caballe- 
riza, donde  su  propio  caballo,  i  un  asno  de  Milon,  lo  reci- 
bieron a  patadas,  creyendo  que  Lucio  queria  comerles  su 
cebada.  El  mismo  criado  de  Lucio  le  dio  de  palos  porque 
habia  querido  comerles  las  rosas  que  adornaban  una  efijie 
de  la  diosa  Epona.  Poco  mas  tarde,  algunos  ladrones  pe- 
netraron en  casa  de  Milon,  robaron  cuanto  encontraron,  i 
cargando  con  el  botin  a  las  tres  bestias  que  habia  en  la  ca- 
balleriza, tomaron  el  camino  de  la  caverna  en  que  se  ocul- 
taban. 


XV 


Swift,  escritor  ingles  del  siglo  XVJII,  compuso  una  no- 
vela titulada  Vinjes  de  GuUiver.  Supone  que  este  mismo  re- 
fiere sus  maravillosas  aventuras,  i  entre  otras  su  residen- 
cia en  Lilliput,  isla  poblada  por  hombrecillos  que  apenas  le 
llegaban  al  tobillo,  i  que  vSe  hallaban  gobernados  por  un 
rei  i  organizados  como  un  pueblo  que  ha  alcanzado  un  alto 
grado  de  civilización.  Cuenta,  al  efecto,  que  los  liliputienses 
estaban  en  guerra  con  los  habitantes  de  una  isla  vecina, 
llamada  Blesfucu;  i  que  éstos,  mucho  mas  poderosos,  ha- 
bian  equipado  una  poderosa  escuadra.  Gulliver  ofrece  sus 
servicios  al  rei  de  Lilliput,  i  marcha  a  apresar  la  escuadra 
enemiga.  Prepara  algunas  cuerdas  mui  delgadas  para  él, 
pero  que  eran  cables  para  aquellos  pigmeos,  amarra  en  su 
punta  una  barra,  de  fierro,  tan  gruesa  como  una  aguja  de 
tejer  medias,  para  amarrar  toda  la  escuadra,  i  penetra  re- 
sueltamente al  mar,  que  como  todas  las  cosas  de  aquel 
pais,  era  mui  bajo  para  un  hombre  de  estatura  natural. 
Los  marinos  de  Blesfucu  se  asustan  al  ver  a  Gulliver;  pero 
repuestos  del  pavor,  descargan  una  lluvia  de  flechas  que 
apenas  pican  la  epidermis  del  jigante.  Al  fin,  éste  consigue 
su  intento,  i  lleva  prisionera  toda  la  escuadra  enemiga. 


120  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XYÍ 

Damócles,  uno  de  los  adoradores  de  Dionisio,  tirano  de 
Siracnsa,  lo  felicitaba  nn  dia  por  su  poder,  su  magnificen- 
cia, etc.,  en  fin,  por  su  felicidad.  Dionisio  le  preguntó  si 
queria  ser  feliz  en  su  lugar.  Damócles  aceptó.  Dionisio  lo 
hizo  sentarse  en  un  lecho  de  oro,  i  puso  a  su  servicio  una 
vajilla  magnífica,  una  mesa  suntuosa,  perfumes,  coronas. 
En  medio  del  banquete,  Damócles  vé  en  el  techo  una  espa- 
da desnuda  suspendida  sobre  su  cabeza  por  medio  de  un 
hilo.  Desencantado  del  poder,  suplica  a  Dionisio  que  lo  li- 
berte de  su  felicidad.  El  alumno  debe  deducir  la  moral  que 
se  desprende  de  esta  historia. 


xvir 

Fenelon,  obispo  de  Cambrai,  era  un  hombre  mui  inteli- 
jente  i  mui  ilustrado,  i  al  mismo  tiempo  poseia  una  bondad 
a  toda  prueba  i  una  modestia  estraordinaria.  Le  gustaba 
recorrer  los  campos,  hablar  con  los  trabajadores,  visitar  a 
los  pobres,  etc.  Una  tarde  volvia  mui  triste  de  una  peque- 
ña choza,  cuyos  moradores  habían  perdido  tres  dias  antes 
una  vaca,  que  constituía  su  único  caudal.  Estaba  lejos  de 
aquel  lugar,  cuando  divisa  una  vaca  que  andaba  sola,  i 
que  era  mui  semejante  a  la  que  se  le  había  descrito.  Sin  te- 
mer a  la  noche,  que  ya  estaba  cerca,  la  conduce  a  la  choza  i 
persiste  en  volverse  a  Cambrai  para  no  alarmar  a  las  per- 
sonas de  su  casa;  pero  está  agobiado  de  cansancio.  Los 
campesinos  hacen  entonces  unas  parihuelas  con  ramas  de 
árboles,  i  lo  trasportan  en  triunfo. 

Esta  narración  que  es  mui  sencilla,  puede  ser  convenien- 
temente desarrollada.  En  la  part.  III,  cap.  IV,  §  19  de  las 
Noc.  de  hist.  de  //¿..encontrarán  los  jóvenes  algunas  noti- 
cias acerca  de  Fenelon. 


XYIII 

Durante  la  revolución  francesa,  cuando  estaba  en  todo 
su  vigor  el  réjimen  del  terror,  un  joven  llamado  Loiserolles 
fué  condenado  a  muerte  por  el  tribunal  revolucionario. 
Vuelve  a  su  calabozo  en  la  cárcel  de  San   Lázaro,  acompa- 


NAllK  ACIONES  1-1 


nado  por  su  padre  que  era  un  anciano  venerable,  el  cual  no 
qucria  separarse  de  su  hijo  basta  el  último  momento.  Can- 
sado por  tantas  emociones,  el  joven  se  queda  dormido.  El 
dia  siguiente,  7  termidor  (25  de  julio  de  1794)  el  alcalde 
llama  a  los  condenados  que  deben  marchar  al  patíbulo. 
Dos  veces  resonó  el  nombre  de  Loíserollcs  sin  que  nadie  se 
presentara.  El  padre  no  quería  despertar  a  su  hijo;  pero 
repentinamente  se  le  ocurre  una  idea:  al  tercer  llamado  se 
presenta  en  lugar  del  joven.  k\  momento  de  abandonar  el 
calabozo,  se  acerca  a  su  hijo,  se  inclina  sobre  él,  i  no  se 
atreve  a  darle  un  beso  por  temor  de  despertarlo.  Sube  al 
patíbulo  i  muere  rogando  a  Dios  que  proteja  a  su  hijo.  Sus 
votos  fueron  oídos.  El  joven  Loiserolles  fué  puesto  en  liber- 
tad después  del  9  termidor,  después  de  la  caida  de  Robes- 
pierre,  vivió  hasta  1845,  i  escribió  varios  poemas,  uno  de 
los  cuales  lleva  por  título  La  muerte  de  Loiserolles  o  el 
triunfo  del  amor  paterno,  en  tres  cantos,  en  que  refiere  el 
heroico  sacrificio  de  su  padre. 


XIX 

En  1807,  a  la  época  en  que  el  bloqueo  continental  habia 
encendido  la  guerra  entre  Francia  e  Inglaterra,  los  ingleses 
hacían  frecuentes  desembarcos  en  las  costas  de  Francia. 
Una  tarde  después  de  una  escaramuza,  un  marinero  bretón 
que  habia  llegado  mui  tarde  para  tomar  parte  en  la  lucha 
i  vengar  a  su  padre,  aprescido  algunos  dias  antes  por  un 
buque  ingles,  recorre  el  teatro  de  la  acción,  percibe  a  un 
oficial  enemigo  oculto  detras  de  una  roca  i  saca  su  sable 
dispuesto  a  ultimarlo.  Pero  el  oficial  está  herido  i  pierde 
mucha  sangre.  El  marinero  se  siente  conmovido:  consuela 
al  oficial,  i  en  seguida  se  aleja  para  buscar  socorros.  Cuan- 
do vuelve  no  encuentra  a  nadie:  los  ingleses  han  enviado 
furtivamente  una  chalupa  para  rccojer  sus  heridos.  Un  mes 
después,  el  marinero  ve  volver  a  su  padre:  el  oficial  herido 
era  lord  Stanley,  el  hijo  del  comandante  de  los  pontones  en 
que  eran  retenidos  los  prisioneros  franceses. 


XX 

Los  pueblos  antiguos  de  Europa  se  procuraban  a  peso 
de  oro  la  seda,  que  era  por  tanto  sumamente  rara.  Sabían 
que  venia  del  oriente,  pero  ignoraban  hasta  el  nombre  del 


122  MANUAL    PE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

país  que  la  producía.  En  el  siglo  VI,  dos  misioneros  griegos 
llegaron  hasta  la  China,  i  observaron  con  admiración  los 
trabajos  del  gusano  de  seda  i  las  fábricas  de  telas.  Conci- 
ben el  proyecto  de  dotar  a  las  naciones  cristianas  de  esta 
fuente  de  riqueza,  i  observan  que  la  brevedad  de  la  vida  de 
estos  insectos  hace  imposible  su  trasporte;  pero  los  hueve- 
cilios  pueden  ser  trasportados  a  otro  pais  donde  deben  jer- 
minar.  Ocultan  los  huevecillos  de  gusanos  de  seda  en  una 
caña  hueca,  i  se  encaminan  a  su  pais,  por  entre  pueblos  que 
los  hubieran  muerto  si  hubiesen  sospechado  su  secreto.  Al 
fin,  pasan  el  Eufrates  que  separa  el  imperio  de  Oriente  del 
reino  de  Persia:  caen  de  rodillas  i  dan  gracias  a  Dios.  Lle- 
gan a  Constantinopla:son  admitidos  delante  dejustiniano 
i  le  presentan  aquellos  valiosos  objetos,  refiriéndole  con 
palabras  sencillas  i  modestas  los  trabajos  por  que  han  te- 
nido que  pasar.  El  emperador  elojia  su  patriotismo  i  su 
valor,  les  da  las  gracias  por  el  señalado  servicio  que  pres- 
tan al  imperio,  i  les  dice  que  ellos  han  hecho  mas  por  hi 
prosperidad  del  mundo  que  los  mas  grandes  hombres  de 
estado  i  los  guerreros  mas  célebres.  Los  huevecillos  jermi- 
naron:  los  gusanos  trabajan  i  se  multiplican,  la  Grecia  se 
cubre  de  moreras,  i  luego  la  nueva  industria  se  propaga 
en  toda  la  Europa  occidental  i  forma  una  de  las  fuentes 
de  su  riqueza. 


XXI 


El  príncipe  de  Gales,  hijo  de  Enrique  IV  rei  de  Inglate- 
rra, se  dejaba  llevar  a  todos  los  excesos  de  las  pasiones  i 
del  poder.  Uno  de  los  jóvenes  señores  que  tomaba  parte  en 
sus  estravíos  i  en  sus  violencias,  fué  llamado  ante  la  justi- 
cia por  haber  cometido  un  delito,  i  condenado,  a  pesar  de 
la  protección  del  príncipe.  Este,  furioso,  llega  al  tribunal 
en  el  momento  en  que  se  da  la  sentencia,  se  acerca  al  presi- 
dente, lo  insulta  i  le  da  una  bofetada.  El  majistrado  in- 
móvil e  impasible,  ordena  al  hijo  de  su  rei  que  se  entregue 
preso.  Se  traba  una  lucha  en  el  alma  del  príncipe  entre  su 
cólera,  su  orgullo  i  el  sentimiento  de  la  justicia.  Cede  al 
fin,  presenta  su  espada  i  él  mismo  se  entrega  preso  en  ma- 
nos de  los  guardias.  Esta  conducta  da  lugar  a  algunas  re- 
flexiones. 


NARRACIONES  123 


XXII 

Durante  su  cuarto  viaje,  Cristóbal  Colon  se  vio  obliga- 
gado  a  recalar  a  las  costas  de  Jamaica.  Los  naturales  de 
este  pais,  que  habian  oido  hablar  de  los  escesos  cometidos 
por  los  españoles  en  las  otras  islas,  le  negaron  los  víveres: 
no  se  hallaba  en  estado  de  obtenerlos  por  la  fuerza,  i  los 
ruegos  eran  impotentes.  La  escasez  de  los  españoles  au- 
mentaba cada  dia.  Colon  sabia  que  una  noche  próxima 
tendria  lugar  un  eclipse  de  luna  i  aprovecha  esta  circuns- 
tancia. Anuncia  a  los  indios  que  Dios,  irritado  por  su  in- 
humanidad, va  a  hacerles  sentir  su  castigo,  i  que  desde 
aquella  noche  la  luna  dejaria  de  alumbrar.  Algunos  indios 
\creen:  otros  se  rien.  La  noche  llega;  el  eclipse  comienza.  Los 
indios  acuden  al  rededor  de  Colon:  le  fraen  víveres  i  le  pi- 
den perdón.  Su  consternación  era  grande.  Colon  se  mues- 
tra inflexible  hasta  el  momento  en  que  el  eclipse  debia  ter- 
minar. Entonces  perdona  a  los  indios,  que  quedan  muí  con- 
tentos cuando  ven  reaparecer  la  luna.  Los  indios  no  se 
atreven  a  negar  nada  a  un  hombre  que  parece  ser  favore- 
cido por  el  cielo.  Colon  no  se  habia  presentado  nunca  a  los 
indios  como  un  hombre  de  naturaleza  superior.  ¿Lo  justifi- 
can estas  circunstancias  por  haber  empleado  este  arti- 
ficio? 


JiXIII 

La  historia  de  la  revolución  de  Estados  Unidos  recuer- 
da un  hecho  que  prueba  el  grande  heroismo  de  Washing- 
ton. A  fines  de  1776,  las  tropas  inglesas  mandade\s  por 
lord  Cornw^allis  estaban  acampadas  cerca  del  Delaware, es- 
perando que  las  aguas  de  este  rio  se  helaran  para  atrave- 
sarlo i  atacar  al  ejército  americano  que  mandaba  Was- 
hington, i  que  era  mui  inferior  en  número.  Para  prevenir 
una  derrota  segura,  el  jeneral  americano  pasó  el  rio  en  la 
noche  del  25  de  diciembre,  durante  una  tempestad  deshe- 
cha, i  sin  temer  a  las  grandes  masas  de  hielo  flotantes  que 
el  rio  arrastraba  en  su  corriente.  Atacó  a  la  bayoneta  una 
división  enemiga  acampada  en  Trenton,  la  derrotó  i  le 
tomó  mil  prisioneros.  Cornv^allis,  marcha  con  todo  su  ejér- 
cito a  atacar  a  h)S  independientes;  pero  Washington  deja 
fuegos  encendidos  en  su  campamento  para  engañar  al  ene- 
migo,   i  marcha  sobre  Princetown,  donde  estaba  situada 


1-4  MANl'AL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Otra  división  inglesa.  La  derrota,  i  vuelve  a  pesar  el  De- 
laware.  Fué  aquella  una  empresa  aconsejada  por  un  he- 
roísmo desesperado,  i  ejecutada  con  tanto  valor  como  pru- 
dencia. 


XXIY 

La  traición  del  jeneral  americano  Benedicto  Arnold  es 
uno  de  los  cuadros  mas  patéticos  de  esa  misma  historia 
de  la  revolución  de  Estados  Unidos.  En  1780.  Arnold,  dis- 
gustado conWashington,cuyarectitud  de  carácter  no  podia 
tolerar,  traicionó  a  su  patria  con  el  pensamiento  de  entre- 
gar al  enemigo  una/ortaleza.  El  mayor  ingles  John  Andre, 
habia  sido  el  negociador  de  esta  traición,  i  fué  aprehendido 
por  las  tropas  de  Washington.  Arnold,  viéndose  descubierto, 
se  fugó  al  enemigo,  sin  haber  alcanzado  a  realizar  todo  su 
plan.  Esta  traición  era  atroz;  pero  Andre,  joven  intelijente, 
caballeroso,  despertaba  todas  las  simpatías.  El  no  era  trai- 
dor, puesto  que  como  oficial  ingles  estaba  en  el  deber,  de 
hostilizar  a  los  americanos;  pero  las  leyes  de  la  guerra  lo 
consideraban  espía,  i  como  tal  debia  ser  castigado.  El  je- 
neral  ingles  Clinton  solicitó  su  perdón:  Washington  contes- 
tó que  dejaria  a  Andre  en  libertad  si  se  le  entregaba  a  Ar- 
nold para  castigarlo:  Clinton  se  niega  a  ello.  Andre  debia 
ser  ahorcado  en  virtud  de  los  usos  de  la  guerra;  solicitó 
que  se  le  fusilara  como  militar.  Washington  fué  inflexible; 
i  aunque  profundamente  impresionado  por  la  desgracia  de 
un  joven  digno  de  todas  las  simpatías,  firmó  la  sentencia  i 
mandó  que  se  ejecutara.  La  voz  del  deber  fué  mas  imperio- 
sa que  los  nobles  llamados  de  su  corazón. 


XXV 

El  sacrificio  del  capitán  neo-granadino  don  Antonio  Ri- 
caurte,  es  una  de  las  pajinas  mas  hermosas  de  la  historia 
de  América.  El  25  de  marzo  de  1814,  Bolívar  sostenia  en  el 
pueblo  de  San  Mateo,  Venezuela,  un  combate  terrible  con- 
tra tropas  mui  superiores  que  mandaba  el  feroz  guerrillero 
español  Bóves.  Este  comprendió  que  las  municiones  de  los 
patriotas  estaban  colocadas  en  unacasa  decampo,  situada 
sobre  una  altura  inmediata,  i  despachó  un  destacamento 
para  tomarlas.  Allí  estaba  el  capitán  Ricaurte  con  cincuen- 


NART!  ACIONES  125 


i 


ta  hombres.  Bolívar  i  sus  tropas  lo  creen  todo  perdido.  En 
medio  de  su  ansiedad,  se  ove  una  espantosa  detonación: 
Ricaurte,  convencido  de  que  no  podia  resistir,  habia  pren- 
dido fuego  a  los  depósitos  de  pólvora,  sacrificándose  así, 
junto  con  los  enemigos  que  habian  entrado  ya  a  la  casa 
que  él  defendia.  Aquel  heroico  sacrificio  salvó  por  el  mo- 
mento al  ejército  de  Bolívar. 


XXVI 

La  guerra  de  la  independencia  de  Venezuela  habia  sido 
atroz.  Ninguno  de  los  contendientes  daba  cuartel  al  venci- 
do. Era  aquella  una  verdadera  guerra  a  muerte.  Bolívar, 
el  jeneral  independiente,  i  Morillo,  el  jeneral  español,  eran 
igualmente  valientes  i  ambos  poseian  una  notable  inteli- 
jencia  militar.  Después  de  seis  años  de  batallas  i  de  cruel- 
dades, en  noviembre  de  1820,  ambos  jenerales  firmaron  un 
armisticio,  i  acordaron  regularizar  la  guerra  para  evitar 
horrores  inútiles.  Celebraron  en  seguida  una  entrevista  en 
que  se  abrazan  como  antiguos  amigos.  Este  cuadro  puede 
ser  descrito  recordando  los  antecedentes  que  lo  hacen  mas 
patético  e  interesante. 


XXVII 

El  califa  Almanzor,  continuamente  lisonjeado  por  sus 
favoritos,  comienza  a  sospechar  que  sus  alabanzas  no  son 
sinceras.  La  casualidad  hace  caer  en  su  manos  un  libro  en 
que  los  actos  de  su  gobierno  eran  censurados  con  una  res- 
petuosa franqueza.  Sus  favoritos  le  aconsejan  que  castigue 
¿i  Elaim,  autor  del  libro.  El  califa  reunió  en  su  palacio  a  los 
tres  favoritos  i  a  Elaim,  i  les  ordena  que  le  digan  franca- 
mente lo  que  piensan  de  él.  No  es  difícil  suponer  lo  que  dijo 
cada  cual.  Solo  Elaim  habló  la  verdad.  El  califa  a  cada  uno 
de  los  cortesanos  les  dio  un  diamante  magnífico:  abraza  a 
Elaim  i  le  declara  que  en  adelante  será  su  amigo.  Al  dia  si- 
guiente, los  tres  cortesanos  vienen  a  advertir  al  califa  que 
el  joyero  que  le  ha  vendido  los  diamantes,  lo  habia  engaña- 
do, i  que  estos  son  falsos.  El  califa  responde  que  ya  lo  sa- 
bia él;  pero  que  por  falsas  alabanzas  ha  dado- falsos  dia- 
mantes. 


126  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XXVIII 

ün  sultán  de  Constantinopla  (otros  atribuyen  este  he- 
cho a  una  sociedad  científica  de  Londres,  lo  que  da  lo  mis- 
mo para  el  caso)  propuso  un  premio  valioso  al  que  resol- 
viese este  problema  de  física.  Si  en  una  cubeta  perfectamente 
llena  de  agua  se  echa  un  cuerpo  cualquiera,  el  agua  se 
desborda  i  se  derrama:  sin  embargo,  echando  un  pez  se  le 
ve  moverse  en  todos  sentidos  sin  que  caiga  una  sola  gota. 
Presentáronse  muchas  memorias  para  obtener  el  premio: 
cada  cual  se  empeñaba  en  esplicar  el  fenómeno  por  diversos 
medios.  Solo  un  sabio  quiso  escribir  examinando  el  hecho 
por  sí  mismo.  Llenó  de  agua  una  taza,  hizo  varios  csperi- 
mentos  i  vio  que  cuando  se  echaba  el  pez,  el  agua  se  des- 
bordaba lo  mismo  c^ue  cuando  ponía  en  ella  cualquier  otro 
cuerpo.  Fué  él  quien  obtuvo  el  premio.  Este  hecho  nos  ense- 
ña que  no  debf  mos  juzgar  de  las  cosas  por  las  apariencias 
o  por  lo  que  todos  dicen,  i  que  la  verdad  no  se  encuentra 
sino  con  el  estudio  i  la  observación. 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


Luis  XIV  i  el  mariscal  de  Grammont 

''Es  menester  que  te  cuente  una  historia  verdadera  que 
te  divertirá.  El  rei  (Luis  XIV)  ha  dado  desde  hace  poco 
tiempo  en  escribir  versos.  El  otro  diahizo  un  madrigal,  que 
él  mismo  no  encontraba  bonito.  Una  mañana  dijo  al  ma- 
riscal de  Grammont:  "Señor  mariscal,  os  suplico  que  leáis 
este  pequeño  madrigal,  i  que  me  dii^ais  si  habéis  visto  uno 
tan  malo.  Como  se  sabe  que  me  gustan  los  versos,  me  en- 
vian  de  todas  clases".  El  mariscal  después  de  haberlos  leí- 
do, dijo  al  rei:— ''Señor,  Vuestra  Majestad,  juzga  divina- 
mente sobre  todas  las  cosas.  Es  el  madrigal  mas  tonto  i 
mas  ridículo  que  haya  leido  en   mi  vida".   El  rei   se  echó  a 


NARRACIONES  121 


k 


reír,  i  le  dijo: — "¿No  es  verdad  que  el  que  lo  ha  escrito  debe 
ser  mui  fatuo?"— "Señor,  no  es  posible  darle  otro  nombre." — 
*'jPues  bien!  dijo  el  rei,  celebro  que  me  hayáis  hablado  con 
tanta  claridad:  soi  yo  quien  lo  ha  hecho". — "¡Ah!  señor! 
qué  traición!  Permítamelo  Vuestra  Majestad:  lo  he  leido 
de  carrera". — "No,  señor  mariscal,  los  primeros  sentimien- 
tos son  siempre  los  mas  naturales".  El  rei  se  ha  reido  mu- 
cho de  este  incidente,  i  todo  el  mundo  cree  que  es  la  jugada 
mas  cruel  que  se  puede  hacer  a  un  viejo  cortesano. 

Madama  de  Seyigné  i 


II 
Muerte  de  Tiirena 

Me  dirijo  a  vos,  mi  querido  conde  2'  para  referiros  un  a 
de  las  mas  terribles  pérdidas  que  haya  podido  sufrir  la 
Francia:  es  la  muerte  de  M.  deTurena.  Estoi  segura  de  que 
habéis  de  sentir  la  misma  impresión  dolorosa  que  nosotros 
hemos  sentido  aquí.  Esta  noticia  llegó  el  lunes  a  Versalles. 
El  rei  ha  estado  aflijido,  como  debe  sojponerse,  por  la  pér- 
dida del  mejor  capitán  i  del  hombre  mas  honrado  del  mun- 
do. Toda  la  corte  ha  llorado,  i  M.  de  Condom  3  estuvo  a 
punto  de  desmayarse.  La  corte  estaba  preparándose  para 
salir  a  divertirse  en  Fontainebleau:  todo  ha  sido  dcvsbara- 
tado.  Jamas  hombre  alguno  ha  sido  sentido  tan  sincera- 
mente: todo  el  barrio  en  que  tenia  su  habitación,  todo 
Paris  estaba  turbado  i  conmovido:  cada  cual  hablaba  i  se 
agrupaba  para  lamentar  la  pérdida  del  héroe.  Después  de 
tres  meses  de  una  campaña  prodijiosa,  que  las  personas  de 
su  profesión  no  se  cansan  de  admirar,  llega  el  último  dia 
de  su  gloria  i  de  su  vida. 

*'E1  sábado  a  las  dos  de  la  tarde,  M.  de   Turena  montó 

1  Esta  i  muchas  otras  anécdotas  tan  admirablemente  conta- 
das como  ella,  se  encuentran  en  las  cartas  de  madama  de  Sevig— 
né  a  su  hija.  (V.  las  Noc.  de  hist,  lit.,  part.  III.  cap.  IV,  §  22). 

2  Usta  narración  se  encuentra  en  una  carta  dirijida  por  mada- 
ma de  Sevigné  a  su  yerno  el  conde  de  Grignan,  con  fecha  de  28  de 
agosto  de  1675. 

3  Bosuet,  obispo  titular  de  Condom. 


128  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


a  caballo  después  de  haber  comido;  i  como  lo  acompañaban 
muchas  personas,  las  dejó  a  treinta  pasos  de  la  altura  a 
donde  queria  ir,  i  dijo  al  muchacho  d'Elbeuf:  "Sobrino, 
quedaos  allí:  como  estáis  dando  vuelta  a  mi  alrededor, 
vais  a  hacerme  reconocer".  M.  d'Hamilton,  que  se  encon- 
traba cerca  del  lugar  a  donde  iba,  le  dijo:— "Señor,  venid 
por  este  lado;  están  cayendo  balas  allí  donde  estáis". — 
"Tenéis  razón,  contestó.  M.  de  Turena;  eso  será  lo  mejor, 
porque  no  quiero  morir  hoi".  Apenas  hubo  vuelto  su  caba- 
llo, percibió  a  Saint  Hilaire,  que  con  el  sombrero  en  la 
mano  le  dijo: — "Señor,  echad  una  mirada  sobre  la  batería 
que  acabo  de  colocar  allí".  M.  de  Turena  volvió,  i  al  mismo 
instante,  sin  haberse  detenido,  recibió  un  golpe  en  el  brazo 
i  en  el  cuerpo  por  el  mismo  proyectil  que  se  llevó  el  brazo  i 
la  mano  que  tenia  el  sombrero  de  Saint  Hilaire.  Este  jentii 
hombre,  que  lo  miraba  siempre,  no  lo  vio  caer:  el  caballo 
lo  llevó  al  sitio  en  que  habia  quedado  el  muchacho  d'El- 
beuf: aun  no  habia  caido,  pero  estaba  inclinado  sobre  el 
arzón  de  la  montura.  En  este  momento,  el  caballo  se  detie- 
ne, i  el  héroecae  en  brazos  de  los  suyos:  abre  dos  veces  sus 
grandes  ojos  i  su  boca,  i  permanece  tranquilo  para  siempre, 
imajinaos  que  estaba  muerto  i  que  tenia  una  parte  del  co- 
razón destrozado.  Todos  gritan,  todos  lloran:  M.  d'Ha- 
milton hace  cesar  este  ruido  i  apartar  a  d'Elbeuf,  que  se 
habia  arrojado  sobre  el  cadáver,  no  queria  apartarse  de  él 
i  no  cesaba  de  gritar.  El  cadáver  fué  cubierto  con  una  capa 
i  trasportado  por  entre  una  fila  déjente,  se  le  custodia  en 
medio  de  los  murmullos:  llega  un  coche  para  conducirlo  a 
su  tienda  de  campaña.  Allí,  M.  de  Lorges  ^  M.  de  Roye  i 
muchos  otros  creyeron  morir  de  dolor;  pero  era  necesario 
hacerse  violencias  i  pensar  en  los  grandes  negocios  que  se 
tenian  entre  manos.  En  el  campamento  se  le  hicieron  los 
honores  militares,  la  lágrimas  i  los  gritos  formaban  el  ver- 
dadero duelo.  Todos  los  oficiales  tenian  lazos  de  crespón, 
todos  los  tambores  estaban  cubiertos:  no  producían  mas 
que  un  solo  sonido:  las  picas  inclinadas  hacia  el  suelo,  i  los 
mosquetes  boca  abajo:  pero  estos  gritos  de  todo  el  ejército 
no  pueden  representarse  sin  sentir  una  conmoción.  Sus  dos 
sobrinos  estaban  en  esta  ceremonia  en  el  estado  que  debéis 
imajinar.  M.  de  Roye  que  se  encontraba  herido,  se  hizo 
trasportar  al  sitio  de  la  ceremonia,  porque  la  misa  no  tuvo 

1  El  duque  de  Lorges,  sobrino  de  Turena,  que  tomó  el  mando 
después  de  la  muerte  de  éste.  D'Elbeuf  era  sobrino  nieto  de 
Turena. 


NARRACIONES  1 29 


lugar  sino  cuando  hubieron  repasado  el  Rhin.  Cuando  este 
cadáver  ha  sido  separado  del  ejército,  ha  habido  otra  de- 
solación; i  por  todas  partes  por  donde  ha  pasado,  no  se 
oian  mas  que  clamores.  Todo  fué  sobrepujado  en  Longres: 
sus  habitantes  en  número  de  mas  de  doscientos,  en  traje  de 
duelo,  i  seguidos  del  pueblo  i  de  todo  el  clero  salieron  a  re- 
cibirlo. Allí  tuvieron  lugar  unas  honras  solemnes,  habién- 
dose reunido  en  un  momento  una  suscricion  que  produjo 
cinco  mil  francos,  para  atender  a  los  gastos  de  la  ceremo- 
nia i  del  trasporte  del  cadáver  hasta  la  primera  ciudad. 
¿Qué  decis  de  estas  demostraciones  naturales  de  tm  afecto 
fundado  sobre  un  mérito  estraordinario?  Debe  llegar  a 
Saint-Denis  esta  tarde  o  mañana:  todos  los  suyos  han  sa- 
lido a  recibirlo  a  dos  leguas  de  aquí.  Será  depositado  en 
una  capilla,  i  en  seguida  se  le  harán  las  exequias  en  Saint- 
Denis,  mientras  tienen  lugar  las  que  deben  celebrarse  en  la 
catedral",  i 

Madama  de  Sevigné 


III 

La  cueva  Negra 

"Los  ajen'tes  de  la  compañía  inglesa  de  la  India  en  la  pro- 
vincia de  Bengala  no  eran  sino  simples  comerciantes.  La 
noticia  de  que  el  nabab  Surajah  Dowlali  se  preparaba  a 
atacarlos,  los  dejó  espantados,  fascinados  e  inertes.  El  go- 
bernador que  habia  oido  hablar  mucho  de  las  crueldades 
del  nabah,  perdió  la  cabeza,  i  embarcándose  en  una  chalu- 
pa, se  refujió  en  la  primera  nave  que  encontró.  El  coman- 
dante militar  pensó  que  debia  seguir  tan  noble  ejemplo.  El 
fuerte  William  fué  tomado  por  los  indios  después  de  un  si- 
mulacro de  defensa:  un  gran  nximerode  ingleses  cayó  en  po- 
der de  los  vencedores.  Pvl  nabab,  con  todo  el  aparato  de  la 
majestad  real,  se  colocó  en  el  estremo  del  salón  principal 
de  la  fortaleza  e  hizo  comparecer  delante  de    él  a  M.  Hol- 


1  La  tumba  de  Turcna  fué  colocada  en  Saint  Denis,  entre  los 
sepulcros  de  los  reyes.  Mas  tarde  se  trasladó  el  cadáver  a  París,  a 
la  iglesia  de  los  Inválidos,  dondeestán  sefuiltados  los  mas  grandes 
guerreros  de  Francia. 

TOMO   v  9 


130  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


well  '  que  jerárquicíi mente  era  el  mas  importante  de  los 
prisiüiierf^s.  Su  Alteza  se  burló  de  la  insolencia  de  los  ingle- 
ses, quejándose  de  haber  encontrado  tan  mal  provistas  las 
cajas  de  su  tesoro.  En  cambio,  prometió  perdonar  la  vida 
a  los  cautivos,  i  se  retiró  a  dormir. 

Entonces  se  cometió  ese  gran  crimen,  memorable  por  la  sin- 
gularidad, la  atrocidad  de  sus  circunstancias,  memorable 
también  por  el  terrible  castigo  que  atrajo  sobre  la  cabeza 
de  los  culp.'ibles.  Los  prisioneros  ingleses  quedaron  a  mer- 
ced de  sus  guardianes,  i  los  guardianes  resolvieron  ence- 
rrarlos durante  la  noche  en  el  calabozo  de  la  guarnición, 
que  era  un  cuarto  designado  con  el  horrible  nombre  de 
Cueva  Negra.  Aun  para  un  solo  cautivo,  esa  prisión,  aten- 
dido el  ardor  del  clima,  era,  un  lugar  de  detención  dema- 
siado encerrado  i  estremadamentc  pequeño.  No  tenia  mas 
f[ue  veinte  pies  cuadrados:  los  respiraderos  eran  pequeños 
i  estaban  obstruidos.  Era  la  época  del  solsticio  de  verano 
(-),  estación  en  que  el  terrible  calor  de  Bengala  es  apenas 
tolerable  para  los  naturales  de  Inglaterra  cuando  pueder. 
refujiarse  en  las  salas  de  alto,  cuando  numerosos  abanicos 
ajitan  constantemente  el  aire  al  rededor  de  ellos.  Los  pri- 
sioneros eran  ciento  cuarenta  i  seis.  Cuando  recibieron  la 
orden  de  entrar  en  ese  estrecho  calabozo,  crej-eron  que 
los  centinelas  (^juerian  embromar;  i  como  la  clemencia  del 
nabab  los  habia  asegurado  un  poco,  se  rieron  burlándose 
de  tan  absurda  prescripción.  Su  ilusión  no  duró  larg  )  tiem- 
po. Sus  reclamaciones  i  sus  súplicas  fueron  inútiles.  Los  sol- 
dados amenazaron  con  que  sablearían  a  cualquiera  que  va- 
cilase en  obedecer.  Los  cautivos  fueron  echados  al  calabo- 
zo; i  la  puerta  fué  cerrada  con  sólidos  cerrojos. 

"Nada  en  la  historia,  nada  en  la  ficción,  nada,  ni  aun  la 
relación  que  hace  Ugolino  ^  entre  las  olas  endurecidas  del 
hielo  eterno,  después  de  haberse  limpiado  los  labios  sucios 
de  sangre,  con  la  cabellera  arrancada  al  cráneo  de  su  ase- 
sino,  se  acerca  a  los   horrores   que  han  contado   los  pocos 


1  M.  Cooh  Holwell  (1711  1878)  era  un  irlandés  que  formaba 
píirte  del  conv«íejo  de  gobierno  d'el  fuerte  William.  No  habiendo  po- 
dido defender  esta  fortaleza,  capituló  con  el  enemigo,  i  sufrió  el 
horrible  tormento  de  la  Cueva  Negra,  cuyos  padecimientos  refirió 
inas  tarde  en  Inglaterra  en  un  librito  mui  interesante. 

-  Tuvo  lugar  este  hecho  atroz  en  la  noche  del  12  de  junio  de 
1756. 

3  Ugolino  de  la  Gherardezca,  primer  majistrado  de  Pisa  i  je- 
fe de  los  jibelinos  contra  quien  el  arzobispo  de  esa  ciudad,  Rojerio 


NAKRACIOXES  131 


miserables  que  sobrevivieron  a  aquella  trájica  noche.  Los 
desü^raciados  pidieron  perdón.  En  seguida  trataron  de  rom- 
per la  puerta,  Holv^ell  que,  aun  en  estos  instantes  sinies- 
tros conservó  alguna  presencia  de  espíritu,  trató  de  desper- 
tar por  medio  de  ofrecimientos  la  codicia  de  los  carceleros. 
La  respuesta  fué  que  no  se  podiéi  hacer  nada  sin  las  órde- 
nes del  nabab;  que  el  nabab  dormia,  i  que  su  enojo  caería 
inevitablemente  sobre  cualquiera  que  se  atreviese  a  desper- 
tarlo. La  desesperación  de  los  presos  se  convirtió  entonces 
en  inia  verdadera  demencia.  Los  unos  se  arrojaban  a  los 
pies  de  los  otros:  se  empeñaban  en  luchas  h()rril)les  para 
acercarse  a  los  agujeros  por  donde  penetraba  un  poco  de 
aire:  luchaban  igualmente  alrededor  de  algunos  baldfs  de 
agufi.  que  la  cruel  compasión  de  sus  asesinos  les  había  da- 
do para  prolongar  la  agonía  contra  la  cual  luchaban.  Di- 
vagaban, rezaban,  blasfemaban,  suplicaban  a  los  cei"! tíñe- 
las que  los  faslla^ícn  al  través  de  los  fierros.  I  los  carceleros, 
sin  embargo,  agrupados  detras  de  las  rejas,  contemplaban, 
a  la  luz  de  las  antorchas,  este  cuadro  horrible,  Sus  gritos, 
sus  risas  satánicas  saludaban  cada  nuevo  episodio  de  este 
drama  sangriento:  las  convulsiones  frenéticas,  los  ajoreto- 
nes  feroces  de  esos  pobres  locos  furios(»s  parecían  divertir- 
los singularmente.  Con  todo,  el  tumulto  disminuia  poco  a 
poco.  A  los  gritos  de  ral)ia  i  de  agonía  sucedían  jemidos, 
quejas  mas  i  mas  débiles.  La  aurora  apareció.  El  nabab, 
después  de  una  noche  de  orjía,  despertó  i  permitió  que  se 
abriese  el  calabozo.  Al  principio,  no  se  vio  salir  a  nadie, 
fué  necesario  que,  en  el  montón  de  cadáveres,  los  soldados 
practicasen  una  especie  de  corredor,  íipilando  a  derecha  e 
izquierda  los  cuerpos  intectos,  en  los  cuales  el  ardiente  cli- 
ma de  la  India  habia comenzado  su  obra  de  corrupción.  En 


fje  Ubaldini,  cansarlo  de  la  tiranía  de  Ugolino,  encabeza  una  su- 
blev^acion,  i  lo  hizo  encerrar  en  1288  en  una  torre  con  tres  de  sus 
hijos  i  un  nieto. 

Ugolino  i  sus  cuatro  compañeros  perecieron  de  hambre.  El 
Dante  (V.  este  nombre  de  las  A^oc.  de  hkt.  Jit.,  parte  II,  cap  YII^ 
§  5)  ha  inmortalizado  a  Ugolino  en  uno  de  los  mas  conmevedores 
episodios  de  su  inmortal  poema.  Lo  coloca  en  el  infierno,  sumida 
en  los  hielos  eternos  i  devorando  a  moi  discos  la  cabeza  de  su  ene- 
migo. «Cualesquiera  que  sean  los  crímenes  de  Ugolino,  dice  Sis- 
mondi,  el  historiador  de  las  repúblicas  italianas,  el  horror  de  su 
suplicio  los  hizo  olvidar,  i  su  nombre  vive  como  un  ejemplo,  casi 
único  en  la  historia,  de  un  tirano  que  inspira  la  compasión  i  que 
es  castigado  por  su  pueblo  mas  severamente  de  lo  que  le  merecia.» 


lo2  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

fin,  cuando  se  hubo  abierto  un  paso,  veintitrés  espectros 
apenas  vivos,  que  sus  mismas  madres  no  habrían  podido 
reconocer,  se  arrastraron  vacilantes  fuera  de  la  horrible 
carnicería.  Abrióse  entonces  un  vasto  foso.  Los  muertos  en 
número  de  ciento  veintitrés  fueron  arrojados  allí  i  cubier- 
tos precipitadamente  con  un  poco  de  tierra. 

"Estos  sucesos,  que  aun  después  de  tantos  años  no  se 
pueden  referir  o  leer  sin  horror,  no  despertaron  ni  remor- 
dimientos ni  compasión  en  el  alma  del  feroz  nabab.  Ningún 
castigo  fué  aplicado  a  los  asesinos,  ningún  cuidado  parti- 
cular se  tuvo  con  los  que  sobrevivieron.  A  aquellos  de  quie- 
nes no  se  esperaba  nmgun  rescate  se  les  dejó  en  libertad. 
Pero  los  que  podían  rescatarse  de  un  modo  u  otro  fueron 
tratados  con  la  crueldad  mas  execrable.  Holwell,  aunqne 
no  se  hallaba  en  estado  deponer  un  pié  delante  del  otro,  fué 
conducido  delante  del  tirano,  que  le  dirijió  mil  reproches,  lo 
amenazó,  lo  hizo  cargar  de  cadenasi  lo  envió  al  interior  del 
pais  con  otros  ingleses  sobre  los  cuales  recaían  las  sospe- 
chas de  haber  ocultado  los  tesoros  de  la  compañía.  Estos 
desgraciados,  a  quienes  las  torturas  de  su  larga  agonía  de- 
jaban en  un  estado  indecible  de  postración  tísica  i  moral, 
fueron  colocados  en  cabanas  miserables  i  alimentados  úni- 
camente con  agua  i  algunos  granos,  hasta  que  al  fin  por 
las  síjplicas  de  ciertos  parientes  del  nabab  obtuvieron  su  li- 
bertad definitiva.»  ^ 

Macaülay  2 


IV 

Muerte  de  Sócrates 

"Los  once  majistrados  que  velan  por  la  ejecución  de  los 
criminales,  vSe   presentaron   temprano  a  la   prisión  para  li- 

1  Los  ingleses  de  la  provincia  de  iMadras,  al  saber  estos  suce- 
sos, organizaron  precipitadamente  una  división,  cuyo  mando  die- 
ron a  Clive,  tan  famoso  mas  tarde  por  sus  conquistas  en  la  India: 
El  nabab  trató  humildemente  con  los  ingleses  i  les  dio  todas  las 
satisfacciones  i  garantías  que  exijian.  Pero  en  el  trascurso  poste- 
rior de  la  guerra,  SurajaDowlah,  traicionado  por  uno  de  sus  je- 
fes, cayó  en  poder  de  los  ingleses  i  fué  condenado  al  último  supli- 
cio. El  crimen  espantoso  de  la  Cueva  Negra  aceleró,  puede  decirse 
así,  la  conquista  de  la  provincia  de  Bengala,  i  el  establecimiento 
definitivo  de  los  ingleses  en  la  India. 

2  Lord  Tomas   Babington    Macaulay    (18001859)   el   prime- 


NARRACIONES  133 


bertar  ¿i  Sócrates  de  sus  cadenas  i  anunciarle  el  momento 
de  su  muerte.  Muchos  de  sus  discípulos  entraron  en  segui- 
da. Allí  encontraron  a  Jantipa,  la  esposa  de  Sócrates,  que 
tenia  en  sus  brazos  el  menor  de  sus  hijos.  Cuando  ella  los 
vio  dijo  con  una  voz  entrecortada  por  los  sollozos:  "Helos 
ahí;  tus  amigos  vienen  a  verte  por  la  última  vez."  Sócrates 
suplicó  a  Criton  i  que  la  llevase  n  su  casa:  i  en  efecto  la  sa- 
caron de  ese  lugar.  Ella  dabagritos  dolorosos  i  se  despeda- 
zaba el  rostro. 

"Jamas  se  habia  mostrado  Sócrates  a  sus  discípulos  con 
tanta  paciencia  i  con  tanto  valor.  Bn  esta  última  confe- 
rencia, les  dijo  que  no  era  permitido  a  nadie  atentar  con- 
tra sus  dias,  porque  estando  los  hombres  colocados  en  la 
tierra  como  los  centinelas  en  un  puesto,  no  debíamos 
abandonarlo  sino  con  el  permiso  de  los  dioses  ^;  que  por  lo 
tocante  a  él,  deseaba  que  llegase  el  momento  que  habia  de 
ponerlo  en  posesión  de  la  felicidad  que  habia  tratado  de 
merecer  por  su  conducta.  De  allí,  pasando  al  dogma  de  la 
inmortalidad  del  alma,  lo  sostuvo  por  medio  de  una  mul- 
titud de  pruebas  que  justificaban  sus  esperanzas.  "I  aun 
cuando  estas  esperanzas  no  fuesen  fundadas,  decia  él,  ade- 
mas de  que  los  sacrificios  que  ellas  exijen  no  me  han  impedido 
ser  el  mas  feliz  de  los  hombres,  apartan  ahora  lejos  de  mí  las 
am  arguras  de  la  muerte  i  esparcen  sobre  mis  últimos  mo- 
mentos   una  alegría  pura  i  deliciosa.    Así,  agregaba,    todo 

ro  de  los  historiadores  ingleses  del  siglo  XIX  i  uno  de  los  mas 
grandes  escritores  de  la  Gran  Bretaña,  es  autor  (h  una  Historia 
de  Inglaterra  desde  el  reinado  de  Jacoho  II,  que  dejó  inconclusa,  i 
de  muchos  estudios  históricos  i  literarios  publicados  en  las  revis- 
tas, i  reunidos  en  varios  volúmenes.  De  uno  de  esos  ensayos,  titu- 
lado, Lord  Clive,  tomamos  el  fragmento  que  dejamos  copiado.  Se 
distingue  Macaulay  por  su  inmensa  instrucción,  por  la  rectitud  e 
independencia  de  sus  opiniones  i  por  el  gran  talento  de  escritor 
para  dar  colorido  a  los  hechos  que  refiere,  de  tal  manera  que  nos 
arrastra  i  apasiona 

1  Uno  de  los  discípulos  de  Sócrates  que  le  fueron  mas  tierna- 
mente adictos.  Se  dice  que  habia  ganado  al  carcelero  de  su  maestro, 
i  que  Sócrates  habia  podido  escaparse  de  su  prisión;  pero  éste  no 
quiso  violar  las  leyes. 

-  Sócrates  fué  acusado  de  corromper  la  juventud  i  enseñarle 
el  desprecio  de  los  dioses:  su  verdadero  crimen  consistía  en  ense- 
ñarles que  no  hai  mas  que  un  solo  Dios.  No  queriendo,  sin  embar- 
go, atacar  de  frente  las  preocupaciones  de  sus  contemporáneos, 
empleaba  frecuentemente  el  lenguaje  de  éstos,  i  decia  los  ¿'ioses por 
Dios . 


134  MANUAL    DE    COMPOSICÍCX    LITpJlíARIA 

hombre  que  renunciando  a  la  voluptuosidad  se  empeña  en 
embellecer  su  alma  no  con  adornos  estraños  sino  con  la  jus- 
ticia, la  templanza  i  las  otras  virtudes,  debe  abrigar  una 
plena  confianza  i  esperar  tranquilamente  la  hora  de  su 
muerte.  La  mia  se  acerca;  i  j)ara  servirme  de  la  espresion 
de  uno  de  nuestros  poetas,  ya  oigo  su  voz  que  me  llama." 
— ";  No  tenéis  algo  que  recomendarnos  respecto  de  vuestros 
hijos  i  de  vuestros  uegocii)s?"  le  preguntó  Criton — "Os  re- 
])ito  el  consejo  que  os  he  dado  frecuentemente,  respondió 
Sócrates:  enriqueceos  con  las  virtudes:  si  lo  seguis,  no  ten- 
go necesidad  de  vuestras  promesas;  si  lo  olvidáis,  serian 
inútiles  a  mi  familia." 

"Pasó  en  seguida  a  utia  pieza  vecina  para  tomar  un  ba- 
ño i-  Nosotros  lo  esperamos  reflexionando  sobre  todo  lo 
que  nos  había  dicho  i  hablando  de  la  horrible  desgracia 
que  iba  a  caer  sobre  nosotros,  porque  nos  mirábamos  ver- 
daderamente como  hijos  privados  de  nuestro  padre,  i  con 
denados  a  pasar  el  resto  de  nuestra  vida  en  un  estado  de 
orfandad.  Después  que  hubo  salido  del  baño,  entraron  sus 
hijos,  dos  de  ellos  niños  todavía,  i  el  otro  3^a  grande,  i  jun- 
tos con  ellos  las  mujeres  de  su  familia.  Les  habló  largo  ra- 
to en  lu'csencia  de  Criton  i  les  dio  sus  últinitis  órdenes.  Hi- 
zo retirar  las  mujeres  i  los  niños,  i  volvió  donde  nosotros 
estábamos.  Acercábase  la  entrada  del  sol.  Al  volver,  se  sen- 
tó en  su  cama;  pero  no  tuvo  tiempo  de  hablarnos  mucho, 
porque  el  empleado  de  los  once  entró  casi  en  el  mismo  ins- 
tante, i  acercándose  a  él:  "Sócrates,  le  dijo,  espero  que  no 
tendré  que  hacerte  el  mismo  reproche  que  a  los  demás:  des- 
de que  vengo  a  advertirles  por  orden  de  los  majistrados 
que  es  preciso  beber  el  v'eneno,  se  encolerizan  contra  mí  i 
me  m.aldicen;  pero   siempre  te  he  encontrado  el  mas  valien- 

1  I. a  muerte  de  Sócrates  ha  sido  referida  por  uno  de  sus  discí- 
pulos, por  Platón  (V.  sobre  éste  las  Noc  de  hist.  Jit.,  parte  I,  cnp. 
IV,  ií  20.  P"n  un  diálogo  titulado  Fedon,  Platón  hace  que  uno  Je 
los  discípulos  de  Sócrates  esponga  las  doctrinas  del  maestro  i  refie- 
ra sus  últimos  instantes.  El  célebre  historiador  francés  Barthelk- 
MY,  que  en  sus  Viajes  del  joven  Anacársis  ha  trazado  un  cuatJro 
patético  e  interesante  de  la  muerte  de  aquel  gran  filósofo,  ha  se- 
guido fielmente  a  Platón,  abreviando,  sin  embargo,  los  discursos 
que  forman  el  diálogo.  De  esa  obra  he  tornado  la  primera  parte  de 
ese  fragmento;  el  resto  está  copiado  literalmentedel  Fedon;  i  como 
se  verá,  tiene  la  forma  de  narración  hecha  por  uno  de  los  discípu- 
los, a  quien  se  supone  presente  en  los  últimos  momentos  de  Só- 
crates 


NARRAQIONES  1  o5 


te,  el  mas  suave  i  el  mejor  de  todos  los  que  han  estado  en 
esta  cárcel;  i  en  este  momento  estoi  seguro  de  que  r.o  estás 
incómodo  conmigo  sino  con  aquellos  que  son  la  causa  de 
tu  desgracia  i  que  tú  conoces  bien.  Tú  sabes  lo  qne  vengo  a 
anunciarte:  ¡adiós!  soporta  con  resignación  lo  que  es  inevi- 
table." I  al  mismo  tiempo,  se  volvió  hacia  un.  lado  vertien- 
do lágrimas  i  se  retiró.  Sócrates,  mirándolo  le  dijo:  "I  tú 
también  recibe  mis  adioses:  liciré  lo  que  me  dices."  En  vse- 
guida,  volviéndose  hacia  nosotros,  nos  dijo:  "Ved  cuánta 
honradez  hai  en  este  hombre:  todo  el  tiempo  que  he  per- 
manecido aquí,  ha  venido  a  verme  frecuentemente  i  ha  con 
vers¿ido  conmigo;  i  ahora  me  llora  con  todo  su  corazón. 
Criton,  es  menester  obedecercon  buena  voluntad:  que  se  me 
traiga  el  veneno  si  está  preparado;  i  de  no,  que  lo  preparen. 

"Al  oir  estas  palabras,  Criton  hizo  una  señal  al  esclavo 
que  se  habia  quedado  allí  cerca.  El  esclavo  salió,  i  después 
de  un  corto  rato  volvió  con  el  que  del)ia  darle  el  veneno, 
que  traia  preparado  en  una  copa.  Tan  pronto  como  Só- 
crates lo  vio,  le  dijo:  "Está  bien,  amigo;  pero  ¿qué  es  lo 
que  debo  hacer?  Tú  tienes  que  enseñármelo." — "Nada  mas, 
le  contestó  ese  hombre,  que  pasearte  cuando  lo  havas  be- 
bido, hasta  que  sientas  pesadas  tus  piernas:  entonces  te 
tenderás  en  tu  cama;  el  veneno  hará  lo  demás;"  i  al  mismo 
tiempo  le  pasó  la  copa.  Sócrates  la  tomó  con  la  mas  per- 
fecta seguridad,  sin  ningunaemocion,  sm  cambiar  de  color, 
la  llevó  a  sus  labios  i  la  bebió  con  una  tranquilidad  i  una 
dulzura  maravillosas. 

"Hasta  entonces  habíamos  tenido  bastante  fuerza  de 
voluntad  para  contener  nuestras  lágrimas;  pero  cuando 
lo  vimos  beber  el  veneno,  no  fuimos  dueños  de  nosotros 
mismos.  A  pesar  de  todos  mis  esfuerzos,  mis  lágrimas  co- 
rrieron con  tanta  abundancia  que  me  cubrí  con  mi  manto 
para  llorar.  No  era  la  desgracia  de  Sócrates  lo  que  yo  llo- 
raba, sino  la  mia;  porque  pensaba  en  la  importancia  del 
amigo  que  iba  a  perder.  Otros  sollozaban  i  se  himentaban 
con  tanta  fuerza  que  no  hubo  persona  de  las  presentes  que 
no  tuviera  el  corazón  embargado  por  el  dolor.  Sócrates, 
sin  embargo,  se  mantenía  sereno.  *'¿Qué  hacéis  amigos?  nos 
dijo.  Acabo  de  separar  a  las  mujeres  para  no  ser  testigo  de 
tales  debilidades.  Recobrad  vuestro  valor.  Siempre  he  oido 
decir  que  conviene  morir  o^^endo  buenas  palabras.  Conser- 
vad la  tranquilidad  i  mc>strad  mas  firmeza." 

"Estas  palabras  nos  hicieron  avergonzarnos,  i  retuvimos 
nuestras  lágrimas.    Sin  embargo,  Sócrates  que  continuaba 


13ü  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


paseándose,  dijo  que  sentía  pesadas  las  piernas,  i  se  acostó 
de  espaldas  como  se  le  habia  recomendado.  En  ese  momen- 
to, el  hombre  que  le  habia  dado  el  veneno  se  acercó  a  Só- 
crates, i  después  de  haberle  examinado  los  pies  i  las  piernas, 
le  apretó  fuertemente  el  pié  i  le  preguntó  si  sentía.  Sócrates 
contestó  que  nó.  Entonces  el  hombre  nos  manifestó  que  el 
cuerpo  se  helaba  í  se  ponia  tieso,  i  nos  dijo  que  cuando  el 
frío  llegase  al  corazón,  Sócrates  nos  abandonaría.  Ya  todo 
el  bajo  vientre  estaba  helado.  Entonces  descubriéndose, 
porque  estaba  cubierto,  dijo  ''Criton  debemos  un  gallo  a 
Esculapio:  no  te  olvides  de  pagar  esta  deuda"  i.  Estas 
fueron  sus  últimas  palabras. — '^Así  lo  haré,  respondió  Gri- 
tón; ¿no  tienes  otra  cosa  que  encargarnos?  Sócrates  no 
contestó  nada.  Un  instante  después,  hizo  un  movimiento 
convulsivo:  entonces  el  hombre  de  la  prisión  lo  descubrió 
completamente:  sus  miradas  estaban  fijas.  Gritón  le  cerró 
la  boca  i  los  ojos. 

"Así  murió  el  mas  virtuoso  i  el  mas  feliz  de  los  hombres, 
el  único  quizá  que  sin  temor  de  ser  desmentido,  pudo  decir 
en  voz  alta: — "Jamás,  ni  con  mis  palabras  ni  con  mis  ac- 
ciones, he  cometido  la  menor  injusticia." 


V 

Muerte  de  Tiberio  (año  37  de  J.   C) 

"El  cuerpo  i  el  ánimo  de  Tiberio  se  sentían  desfallecer, 
pero  nó  su  disimulo.  Notábase  en  él  la  misma  ínflexíbílí- 
bad  de  alma,  el  mismo  cuidado  en  sus  palabras  i  en  sus 
miradas,   mezclado    estudiosamente  con   modales  afables. 


1  M.  CousiN  en  su  aplaudida  traducción  de  Platón  (t.  1.°,  p. 
322  i  interpreta  así  estas  palabras  misteriosas:  Sócrates  recomien- 
da que  se  sacrifique  un  gallo  a  Esculapio  en  reconocimiento  de  su 
curación  de  la  enfermedad  de  la  vida.  M.  de  Lamartine  en  su  her- 
moso poema  titulado  la  Muerte  de  Sócrates  ha  adoptado  la  mis 
ma  interpretación. 

Aux  dieux  liberateurs,  dit-il,  qu'on  sacrifie! 

ils  m'ont  guerü— De  quoi?  dit  Cebes. ~De  la  vie. 


NARRACIONES  137 


vano  disfraz  de  una  visible  decadencia.  Después  de  haber 
cambiado  muchas  veces  de  habitación,  se  estableció  por 
fin  cerca  del  promontorio  de  Misenas,  en  una  casa  que  en 
otro  tiempo  había  pertenecido  a  Lúculo.  Allí  fué  donde 
supo  que  se  acercaban  sus  últimos  momentos.  Tenia  a  su 
lado  un  médico  mui  hábil  llamado  Carícles,  que  sin  curar- 
lo habitualmente,  le  daba  sin  embargo  sus  consejos.  Al  se- 
pararse éste  del  emperador  bajo  pretesto  de  atender  sus 
negocios  particulares,  le  tomó  la  mano  para  besarla  en 
señal  de  respeto,  i  le  tomó  lijeramente  el  pulso.  Tiberio  lo 
adivinó  todo;  i  talvez  ofendido  i  no  pudiendo  ocultar  me- 
jor su  cólera, hizo  recomenzar  la  comida  de  que  acababa  de 
retirarse  i  la  prolongó  mas  que  de  costumbre,  como  para 
honrar  la  partida  de  un  amigo.  El  médico  aseguró,  sin 
embargo,  a  Macron  que  la  vida  se  estinguia  i  que  Tiberio 
no  pasaria  dos  dias  mas.  Inmediatamente  se  puso  todo 
en  movimiento,  celebráronse  conferencias  en  la  corte,  i  se 
despacharon  correos  a  los  ejércitos  i  a  los  jenerales.  Rl  dia 
17,  antes  de  las  calendas  de  abril.  Tiberio  tuvo  una  fatiga, 
i  se  creyó  que  era  llegado  el  término  de  sus  dias.  Cayo  Ca- 
lígula  salia  del  palacio  en  medio  de  las  felicitaciones  para 
tomar  posesión  del  imperio,  cuando  se  anuncia  de  repente 
que  el  príncipe  ha  recobrado  la  vista  i  la  palabra,  i  que 
pide  alimento  para  reponerse  de  la  debilidad.  Esto  dio  orí- 
jen  a  una  consternación:  todos  se  dispersaban  de  carrera: 
cada  cual  tomaba  un  aire  de  tristeza  o  de  ignorancia. 
Cayo  estaba  mudo  i  en  suspenso,  como  del  hombre  que  de 
tan  alta  esperanza  cae  en  la  espectativa  de  las  mayores 
desgracias.  Macron,  el  único  que  conserva  su  intrepidez, 
hace  sofocar  al  anciano  bajo  un  montón  de  frazadas,  i 
manda  que  todos  se  alejen.  Así  acabó  su  vida  Tiberio,  a 
los  78  años  de  edad. 

"Era  hijo  Tiberio  Nerón,  i  por  dos  lados  descendia  de 
la  familia  Claudia,  aunque  su  madre  hubiese  pasado  por 
adopción  a  la  familia  de  los  Livio  i  en  seguida  a  la  de  los 
Julio.  Desde  la  cuna  esperimentó  los  caprichos  de  la  suer- 
te. Del  destierro,  adonde  lo  habia  llevado  la  proscripción 
de  su  padre,  pasó,  como  entenado  de  Augusto,  al  palacio 
imperial.  Allí,  numerosos  competidores  lo  desesperaron 
mientras  duró  el  poder  de  Marcelo,  de  Agripa,  i  en  segui- 
da de  los  Césares,  Cayo  i  Lucio.  Tuvo  también  en  su  her- 
mano  Druso  un  rival  lleno    de  popularidad...    '.  Libre  de 

1  Tiberio  era  hijo  de  Livia,  la  cual  se  divorció  con   su   marido 


138  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

esos  rivales,  llenó  durante  doce  años  el  vacío  que  la  muer- 
te había  formado  en  el  palacio  de  Augusto,  i  por  último 
gobernó  solo  el  imperio  romano  durante  veintitrés  años. 
Sus  costumbres  íueron  también  diversas  en  las  diferentes 
épocas  de  su  carrera:  honorable  en  su  vida  i  en  su  reputa- 
ción mientras  fué  hombre  privado,  i  mientras  tomó  parte 
en  el  gobierno  bajo  el  reinado  de  Augusto;  hipócrita  i  ar- 
tificioso para  finjir  la  virtud,  mientras  vivieron  Druso  (su 
hermano)  i  Jermánico  (su  sobrino);  mezcla  de  bien  i  de 
mal  hasta  la  muerte  de  su  madre;  monstruo  de  crueldad,  pero 
ocultando  la  relajación  de  sus  costumbres  mientras  quiso 
o  temió  a  Sejano;  se  precipitó  enteramente  en  el  crimen  i 
en  la  infamia,  cuando  libre  de  toda  vergüenza  i  de  todo  te- 
mor, no  siguió  mas  que  las  inclinaciones  de  su  natura- 
leza". 

TÁCITO,      1 

Anaics. 


VI 
Enveneamiento  de  Británico  (año  55  de  J-  O  ) 

''Era  costumbre  en  Roma  que  los  hijos  de  los  príncipes 
comiesen  sentados  con  los  otros  nobles  de  su  edad,  delante 
de  sus  padres,  pero  en  una  mesa  separada  i  mas  frugal. 
Británico  estaba  en  una  de  esas  mesas.  Como  no  comia 
ni  bebia  nada  que  no  hubiese  sido  probado  por  un  esclavo 
de  confianza,  i  como  no  se  queria  ni  quebrantar  esta  cos- 
tumbre, ni  ejecutar  el  crimen  con  dos  muertes  a  la  vez, 
in. ajinaron  el  siguiente  artificio.  Se  sirvió  a  Británico  un 
brebaje  inocente  i  que  acababa  de  probar  un  esclavo;  pero 
ese  líquido  estaba  mui  caliente  i  no  lo  pudo  beber.  Traje- 
ron agua  para  enfriarlo,   i   con  ella  le   sirvieron  un  veneno 


Claudio  Nerón  para  casarse  con  Augusto.  La  existencia  de  otros 
príncipes  de  la  familia  imperial  era  un  obstáculo  insubsanable  a 
las  ambiciones  de  Livia  i  de  Tiberio.  Todos  ellos,  sin  embargo, 
desaparecieron  uno  en  pos  de  otro,  i  al  ñn  Augusto  lo  adoptó  casi 
a  su  pesar.  La  historia  atribuye  la  muerte  de  algunos  de  sus  prín- 
cipes a  la  ambiciosa  Livia. 

1  V.  sobre  Tácito  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  I,  cap.  VIH,  §  7. 
Bste  pasaje  es  considerado  uno  de  los  mas  hermosos  del  célebre 
Igstoriador  del  imperio  romano. 


XAHRACIOXES  1  o9 


que  circuló  tan  rápidamente  en  sus  venas  que  le  quitó  en 
poco  rato  la  corona  i  la  v^da.  Todos  los  circunstantes  se 
perturbaron:  los  menos  prudentes  huyen;  los  que  estaban 
dotados  de  mayor  penetración  permanecen  inmóviles  con 
los  ojos  fijos  en  Nerón.  El  emperador  recostado  en  su  le- 
cho 1,  i  finjiendo  no  saber  nada,  dijo  que  ese  era  un  acon- 
tecimiento ordinario,  causado  por  la  epilépsis  de  que  su- 
frici  Británico  desde  su  niñez,  i  Cjue  poco  a  poco  recobraria 
la  vista  i  los  sentidos.  Agripina  trataba  en  vano  de  con- 
servar su  serenidad:  el  espanto  i  la  turbación  de  su  alma 
aparecieron  tari  visiblemente  que  se  la  creyó  tan  estraña 
a  este  crimen  como  lo  era  Octavia,  hermana  de  Británico, 
i  en  efecto,  ella  veia  en  esta  muerte  la  caida  de  su  último 
apoyo  i  el  ejemplo  del  parricidio.  Octavia,  también,  íiun- 
que  en  una  edad  juvenil  todavía,  habia  aprendido  a  ocultar 
su  dolor,  su  ternura,  i  tod(xs  los  movimientos  de  su  alma. 
Así  fué  que  después  de  un  momento  de  silencio,  recomenzó 
la  aleg-ría  del  festin". 

TÁCITO, 

Anales. 


Vil 

Muerte  de  Nerón  (año  68  de  J.  C) 

"El  mundo,  después  de  haber  soportado  cerca  de  cator- 
ce años  a  este  príncipe,  se  hizo  al  fin  justicia.  Julio  Víndex, 
que  mandaba  entóneos  en  las  Galias  como  propretor,  dio 
la  señal  sul)levando  esta  provincia.  Algunos  astrólogos 
habian  predicho  en  otro  tiempo  a  Nerón  (¡ue  un  dia  seria 
desposeido  del  mando,  lo  (¡ue  le  habia  hecho  proferir  esias 
célebres  palabras: — B\  artistn  vive  en  todas  partes.  E^n 
Ñapóles  supo  la  sublevación  de  las  Galias  el  mismo  dia 
que  habia  muerto  a  su  madre.  Recibió  esta  noticia  con 
tanta  indiferencia  i  tranquilidad,  que  se  sospechó  que  veia 
con  placer  la  ocasión  que  se  le  presentaba  para  despojar, 
por  derecho  de  guerra,  las  mas  ricas  provincias  del  impe- 
rio... Turbado  al  fin  por  las  frecuentes  e  injuriosas  procla- 
mas de  Víndex,   escribió  al  senado   exhortándolo  a  vengar 

1  Se  sabe  que  los  romanos  comian  recostados  en  una  cama,  a 
la  altura  de  la  mesa. 


140  MANUAL.    DE    COMrOSlCION    LITERARIA 

al  emperador  i  a  la  república;  i  se  escusó  con  una  enferme- 
dad a  la  garganta  por  no  ir  en  persona.  Pero  en  estos 
manifiestos,  nada  lo  ofendió  tanto  como  el  verse  llamar 
mal  cantor...  i  andaba  preguntando  a  todo  el  mundo  si  se 
conocía  un  artista  mas  grande  que  él. 

"Su  primer  cuidado,  al  preparar  su  espedicion  contra  los 
rebeldes,  fué  elejir  algunos  carros  para  trasportar  sus 
instrumentos  de  música...  Sin  embargo,  circuló  el  rumor 
de  que  los  otros  ejércitos  se  hablan  rebelado.  Nerón  rom- 
pió lleno  de  furia  las  cartas  que  le  presentaron  durante  la 
comida;  echó  por  tierra  la  mesa,  rompió  contra  el  suelo 
dos  jarrones  (jue  estimaba  mucho,  se  hizo  dar  un  poco  de 
veneno  que  guardó  en  una  cajita  de  oro,  i  pasó  a  los  jar- 
dines de  Servilio.  Allí,  mientras  los  mas  pérfidos  de  sus 
libertos  iban  por  su  orden  a  Ostia  a  hacer  preparar  las  na- 
ves, él  quiso  comprometer  a  los  tribunos  i  a  los  centurio- 
nes del  pretorio  a  acompañarlo  en  su  fuga.  Pero  unos  se 
escusaron  i  otros  se  negaron  resueltamente.  Uno  de  ellos 
se  atrevió  a  decir  en  voz  alta:  "¿Es  acaso  una  desgracia 
tan  grande  dejar  de  vivir?"  Concibió  entonces  diferentes 
proyectos,  tales  como  refujiarse  entre  los  partos,  ir  a  arro- 
jarse a  los  pies  de  Galba,  o  presentarse  en  público,  i  en  la 
tribuna,  con  traje  de  duelo  para  pedir  allí  con  el  tono  míis 
lastimoso  que  pudiera  tomar,  que  se  le  perdonase  lo  pasa- 
do, o  a  lo  menos,  si  los  corazones  permanecían  insensibles, 
que  se  le  concediese  la  prefectura  de  Ejipto.  En  efecto,  se 
encontró  entre  sus  papeles  el  discurso  que  habia  preparado 
con  este  objeto,  i  el  único  motivo  que,  según  se  dice,  le 
impidió  pronunciarlo  fné  el  temor  de  ser  despedazado  an- 
tes de  llegar  al  Foro.  Aguardó  el  dia  siguiente  para  tomar 
una  resolución;  pero  habiendo  despertado  a  media  noche, 
supo  que  sus  guardias  lo  hablan  abandonado.  Saltó  de 
su  cama  i  mandó  llamar  a  todos  ?us  amigos:  no  reci- 
biendo ninguna  respuesta,  salió  seguido  de  muí  poca 
jente  a  pedir  un  asilo  a  alguno  de  ellos.  Todas  las  puer- 
tas estaban  cerradas:  nadie  le  respondió.  Entonces  volvió 
a  su  cuarto:  los  centinelas  hablan  tomado  la  fuga  lle- 
vándose hasta  las  frazadas  i  la  cajita  de  oro  donde  guar- 
daba el  veneno.  Llamó  al  gladiador  Siculo  o  a  cualquiera 
otro  para  que  le  diera  la  muerte.  No  encontrando  ana- 
die que  quisiera  matarlo:  "¿Acaso  no  tengo,  decia,  amigos 
ni  enemigos?"   I  co  rrió  a  arrojarse  al  Tíber. 

"Se  detuvo,  sin  e  mbargo,  i  parecía  buscar  un  asilo  para 
acojerse.  Faon,  su   liberto,  le  ofieció  su  casa  de  campo,  si- 


NARRACIONES  1 41 


tuada  a  cuatro  millas  de  Roma.     Montó  a  caballo,  vesti- 
do con  una  túnica  i  con  los  piés   desnudos,  como  se  encon- 
traba;   se    envolvió  en  un  manto    viejo  todo  agujereado. 
Tenia  la  cabeza  cubierta,  un  pañuelo  en  la  cara  i  por  todo 
séquito    cuatro    personas.   De  repente,    sintió    temblar  la 
tierra,   vio   brillar    un    relámpago  i  se  sintió    sobrecojido 
de  espanto.   Al  pasar  cerca  de  un  campamento  de  los  pre- 
torianos,  oyó  los  gritos  de  los  soldados  que  proferian  im- 
precaciones en  contra  suya  i  votos  en  favor  de  Galba.   Un 
transeúnte  dijo  al   percibir    la    pequeña    comitiva:    "Esas 
son  jentes  que  persiguen  a  Nerón".   Otro  preguntó:  "'¿Qué 
hai  de  nuevo  en  Roma  respecto  de  Nerón?"    La  fetidez  de 
un  cadáver   abandonado  en  el  camino   hizo  retroceder  su 
caballo,  i  habiéndosele  caído  el  pañuelo  con  que  se  cubria 
la  cara,  un  antiguo  pretoriano  reconoció  a  Nerón  i  lo  salu- 
dó por  su  nombre.    Cuando  llegó  a   un  camino  trasversal, 
devolvió  sus  caballos,  i  pasando  por  entre  espinas  i  zarzas, 
tomó  un   sendero   cubierto  de  cañas   por  donde  no   podia 
caminar  sino  haciendo  estender  los  vestidos  bajo  sus  piés,  i 
llegó  no  sin  gran  tra1)ajo  detras  délas  paredes  de  la  casa  que 
buscaba.    Allí,    Faon  le  aconsejó  que  entrara  un    rato  a  un 
subterráneo,  de  donde  acababan  de  sacar  arena.  Nerón  con- 
testó"que  noqueria  enterrarse  vivo";  i  habiéndose demor?»- 
do  para  esperar  que  se  trabajase  una  entrada  secreta,  tomó 
en  lo  hueco  de  su  mano  el  agua  de  un  pantano,    i   antes  de 
beber  dijo:    "¡Hé  aquí  el  refresco   de   Nerón!"    Púsose  en  se- 
guida a  sacar    las    esi)inas   que   se    habían  enredado  en  su 
manto,  después  entró  en  cuatro  piés  por  el  agujero  abierto 
en  la  pared,  hasta  la  pieza  mas   inmediata.    Allí  se  acostó 
sobre  un  mal  colchón,  cubierto   con   una  frazada  vieja.    El 
hambre  i  la  sed   le  atormentaban  de  tiempo   en    tiempo:  se 
le  dio  un  pan  ordinario,  que   rechazó,   i   agua  tibia  que  no 
quiso  beber. 

*'Todos  los  que  estaban  a  su  lado  lo  instaban  para  que 
se  sustrajese  cuanto  antes  a  los  ultrajes  de  que  se  veia 
amenazado.  Ordenó  que  se  abriese  delante  de  él  una  fosa, 
a  la  medida  de  su  cuerpo;  que  la  rodeasen  de  algunos 
pedazos  de  mármol,  si  se  encontraban,  i  que  trajesen  de 
allí  cerca  agua  i  leña,  para  hacer  los  últimos  honores  a  su 
cadáver.  Nerón  se  ponia  a  llorar  después  de  cada  orden 
que  daba,  i  repetía  sin  cesar:  "¡Qué  muerte  para  tan  gran- 
de artista!"  Mientras  se  hacían  estos  preparativos,  un  co- 
rreo vino  a  entregarle  una  carta  de  Faon:  Nerón  se  precipi- 
tó sobre  ella,  i  leyó  que  **el  senado    lo    había    declarado 


1'\'2  MANUAL    DIí    Co'.iPOHICTON    LTTRRARIA 


enemigo  de  la  patria  i  lo  buscaba  para  castigarlo  según 
las  antiguas  leyes".  Preguntó  cuál  era  este  suplicio:  se  le 
dijo  que  consistia  en  desnudar  al  criminal,  en  apretarle  el 
cuello  en  una  horquilla  i  en  azotarlo  hasta  que  muriese. 
Espantado,  tomó  dos  puñales  que  habia  llevado  consigo, 
probó  sus  puntas  i  volvió  a  guardarlos  en  las  vainas,  di- 
ciendo que  "todavía  no  habia  llegado  la  hora  fatal".  Tan 
luego  exhortaba  a  unos  a  que  se  lamentasen  i  llorasen, 
como  pedia  a  otros  que  se  matasen  para  darle  con  su 
ejemplo  el  valor  de  morir.  A  veces,  también,  se  reprochaba 
su  cobardía,  diciendo:  ''Llevo  una  vida  vergonzosa  i  mise- 
rable", i  anadia  en  griego:  "Esto  no  conviene  a  Nerón;  nó, 
no  le  conviene:  es  menester  tomar  un  partido  en  tales  mo- 
mentos: vamos,  despierta".  Ya  se  acercaban  los  jinetes  que  ; 
tenian  orden  de  tomarlo  vivo.  Cuando  los  sintió,  pronun- 
ció temblando  este  verso  griego:  "Oigo  el  paso  rápido  de 
los  corceles  bufadores";  e  inmediatamente  se  clavó  el  acero 
en  la  garganta,  ayudado  por  su  secretario  Epafrodita. 
Respiraba  aun,  cuando  entró  un  centurión  que  quiso  ven- 
darle la  herida,  íinjiendo  que  habia  venido  para  socorrerle. 
Nerón  le  dijo:  "Es  demasiado  tarde",  i  luego  añadió:  "¡Es- 
ta sí  que  es  fidelidad!"  Pronunciando  estas  palabras,  espi- 
ró con  los  ojos  abiertos  i  fijos,  i  convertido  en  un  objeto  de 
espanto  i  de  terror  para  los  que  lo  miraban.  Habia  reco- 
mendado con  las  mas  repetidas  instancias  a  sus  compañe- 
ros de  fuga  que  no  abandonasen  su  cabeza  en  poder  de  na- 
die, i  que  lo  quemasen  todo  entero,  de  cualquiera  manera 
que  fuese.  Este  pefmiso  fué  concedido  por  ícelo,  liberto  de 
Galba,  que  acababa  de  salir  de  la  cárcel,  donde  Nerón  lo 
habia  arrojado  desde  el  principio  de  la  insurrección. 

SUETONIO,   1 

Vida  de  los  Césares,  Nerón. 


1  V.  las  Noc,  de  hist.  Jit.,  part.  I,  cap.  VIH,  §  8.  Este  fragmento 
del  historiador  de  Tos  primeros  Césares,  just.-imente  recomendado 
por  los  críticos,  merece  ser  analizado  detenidamente.  El  conjunto 
de  circunstancias  que  el  autor  ha  agrupado  con  tanto  arte,  nos 
dan  a  conocer  por  completo  i  con  todo  su  colorido,  el  cuadro  de  la 
muerte  vergonzosa  de  un  tirano  atroz  e  insensato.  En  este  cua- 
dro, fjor  otra  parte,  se  puede  observar  el  efecto  del  artificio  que 
hemos  denominado  patético  indirecto.  Suetonio,  limitándose  a 
referir  los  hechos  en  toda  su  sencillez,  sin  afectar  arranques  de 
pasión,  sin  declamaciones  ni  consideraciones  de  ningún  jénero, 
consigue  ajitar  los  sentimientos  del  lector,  hacer  odioso  i  despre- 
ciable al  tirano  i  hacernos  asistir,  por  decirlo  así,  a  su  fin. 


NARRACIONES  143 


VIII 

Erupccion  del  Vesubio,  muerte  de  Pinio:  destrucción 
de  Herculano  i  de  Pompeya  (año  79  de  J.  C) 


''Con  el  fin  de  trasmitir  mas  fielmente  los  hechos  a  la 
posteridad,  me  pides  detalles  sobre  la  muerte  de  mi  tío.  Te 
doi  mil  gracias,  pues  no  dudo  de  que  una  gloria  imperece- 
dera coronará  sus  postreros  instantes  si  tti  trazas  su  his- 
toria. Por  mas  que  haya  perecido  en  un  desastre  que  ha 
asolado  la  mas  encantadora  comarca  del  universo;  por 
mas  que  haya  sucumbido  con  pueblos  i  ciudades  enteras, 
víctimas  de  una  catástrofe  que  debe  eternizar  su  memoria; 
por  mas  que  por  sí  mismo  haya  elevado  tantos  i  tan  dura- 
deros monumentos  de  su  jenio:  la  inmortalidad  de  tus 
obras  añadirá  mucho  a  la  de  su  nombre.  ¡Dichosos  los 
hombres  que  han  recibido  el  don  de  hacer  cosas  dignas  de 
ser  escritas,  o  de  escribirlas  tales  que  sean  dignas  de  ser 
leidas!  ¡Mas  dichosos  todavía  aquellos  a  quienes  los  dioses 
han  otorgado  esta  doble  ventaja!  Por  tus  escritos  i  los 
suvos,  mi  tío  ocupará  su  lugar  entre  estos  últimos.  Em- 
prenderé, pues,  mui  gustoso  la  tarea  que  me  impones,  o,  por 
mejor  decir,  la  reclamo. 

"Hallábase  en  Misena  i  a  la  cabeza  de  la  flota,  cuando, 
a  la  una  de  la  tarde,  poco  mas  o  menos,  del  23  de  agosto, 
mi  madre  le  advirtió  que  se  veia  una  nube  estraordinaria 
por  su  tamaño  i  forma.  Inmediatamente  des(3ues  de  haber 
romado  su  baño  de  agua  fria,  habíase  echado  sobre  su 
lecho,  donde  se  entregaba  al  estudio  después  de  haber  go- 
zado de  su  ordinario  reposo.  En  el  acto  se  levanta,  i  sube 
en  seguida  a  un  sitio  desde  el  cual  podia  observar  fácilmen- 
te este  prodijio.  El  nubarrón  se  estendia  en  el  aire  sin  que 
a  tan  gran  distancia  pudiera  distinguirse  de  qué  montaña 
habia  salido,  si  bien  el  acontecimiento  hizo  conocer  poco 
después  que  era  del  monte  Vesubio  i;  su  forma  se  asemejaba 
a  la  de  un  árbol,  i  particularmente   a   la   de   un  pino;   pues 


-  El  famoso  jeógrafo  griego  Strahon,  que  vivia  en  el  primer 
siglo  antes  de  J.  C,  por  tanto  mucho  antes  de  la  erupción  que  hizo 
tan  famoso  al  Vesubio,  describe  así  este  monte:  «Estas  localidades 
(Herculano  i  Pompeya)  están  dominadas  por  el  monte  Vesubio, 
al  cual  circundan  fértiles  campiñas  por  todos  lados,  esceptuándose 
su   cumbre    cuya    mayor    parte  presenta   una    superficie   plana, 


1-4:4  MANUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

elevándose  hacia  el  cielo  cual  un  inmenso  tronco,  su  cabeza 
se  estendia  en  ramaje.  Imajina  que  un  viento  subterráneo 
impelía  desde  luego  este  vapor  con  ímpetu,  i  que  la  nube  se 
esparcia  después  ampliando  su  superficie,  sea  porque  la 
acción  del  viento  cesaba  de  ser  sensible  a  cierta  altura, 
sea  porque  los  vapores  déla  nube  tendian  a  descender  acha- 
tándose por  su  propio  peso.  La  nube  parecía  ora  blanca, 
ora  negrusca,orade  diversos  colores,  según  se  hallaba  mas 
cargada  de  cenizas  o  de  tierra. 

''Celoso  siempre  por  la  ciencia,   i   lleno  de  sorpresa  ante 
este  portento,  mi  tío  quiso  examinarlo  desde   mas  cerca, 
con  cuyo  objeto   hizo  llevar  un  barco  lijero,   dejándome  en 
libertad  de  seguirle;   pero   respondíle  que  prefería  estudiar, 
pues  casualmente  me  había  dado  algo  que  escribir.   Ya  sa- 
lía de  su   morada,   cuando   recibió  una  misiva  de  Rectina, 
esposa  de  Desio  Basío,   la  cual,    aterrorizada  por  la  inmi- 
nencia del  peligro   (pues  hallándose  su  casa  al  pié  del  Vesu- 
bio,   solo  por  el   mar   podia   escaparse),   le   suplicaba    que 
acudiera    en   su   socorro.    Variando   de  objeto  entonces,  i 
continuando   por    abnegación  i  con  heroico  arrojo  lo  que 
solamente  había  comenzado   por  mero  deseo  de  instruirse, 
mi  tío  hace  preparar  algunos  cuatríremos  ^  para  ir  en  soco- 
rro  de   Rectina  i   de   otras   muchas   personas   que  habían 
fijado  su  habitación  en  aquel  lugar  seductor;   i  subiendo  él 
mismo  a  bordo  de  uno  de  ellos,  diríjese  rápidamente  hacia 
esas  localidades   de  las  cuales  todo  el  mundo  huye:   mi   tío 
va  en  derechura  al  peligro;   i  esto  con  tal  despreocupación 
de  temor  i  tan   perfecta  serenidad  de  espíritu,  que  dictaba 
la  descripción  de  los  diversos  accidentes  i  variables  escenas 
que  el  prodijío  presentaba  a  sus  miradas. 

"Ya  sobre  sus  naves  caía  una  ceniza  cada  vez  mas  ca- 
liente, a  medida  que  éstas  iban  acercándose;  ya  en  derredor 
suvo  caían  calcinadas  piedras  i  guijarros  absolutamente 
negros,  partidos  en  mil  pedazos  por  la  violencia  del  fuego. 
Súbitamente  bajaban  las  aguas,  el  mar  no  tenía  ya  pro- 
fundidad, i  las  amontonadas  piedras  que  cubrían  la  orilla, 


completamente  estéril  i  semejante  a  un  montón  de  cenizas.  En 
medio  de  peñascos  de  color  sombrío  i  que  parecen  haber  sido 
calcinados  por  el  fuego,  se  divisan  capas  i  bancos  llenos  de  que- 
braduras. Diríase  que  estos  sitios  han  ardido  en  otro  tiempo  i 
que  encierran  en  su  seno  cráteres,  en  les  cuales  se  ha  apagado  el 
incendio  por  falta  de  alimento  » 
1    Barcos,  o  mas  exactamente  galeras  de  cuatro  pares  de  remos. 


NARRACIONES  1^15 


la  hacían  inaccesible.  Como  su  piloto  le  instigara  a  volver, 
mi  tio  titubeó  un  momento;  mas  luego  le  dijo:  "La  fortuna 
favorece  el  valor;  conducidnos  a  la  morada  de  Pomponia- 
no."  Hallábase  Pomponiano  en  Estabias,  al  otro  lado  de 
un  pequeño  golfo  ftjrmado  por  una  insensible  ondulación 
de  la  orilla,  a  donde  en  presencia  del  peligro  que  incesante- 
mente se  acercaba,  aunque  todavía  se  hallaba  lejano,  ha- 
bía hecho  trasportar  por  medio  de  bajeles  todos  sus  mue- 
bles, i  solamente  esperaba  para  alejarse  a  que  el  viento 
fuera  menos  contrario.  Favorecido  por  este  mismo  viento, 
mi  tio  consigue  atracar  i  desembarcar  en  dicho  punto;  i 
dirijiéndose  en  seguida  a  la  morada  de  Pomponiano,  lo 
abraza,  calma  su  ajitacion,  lo  tranquiliza,  lo  anima,  i  se 
hace  llevar  al  baño  para  disipar  por  su  seguridad  el  temor 
de  su  amigo.  Después  del  baño,  se  sienta  a  la  mesa  i  come 
con  buen  humor,  o,  lo  que  no  supone  menos  fuerza  de  áni- 
mo, con  todas  las  apariencias  del  buen  humor. 

"Sin  embargo,  veíanse  brillar  en  muchos  puntos  del 
monte  Vesubio  anchas  llamas  i  un  vasto  i  violento  incendio, 
cuyo  resplandor  aumentaban  las  tinieblas.  Para  tranquili- 
zar a  los  que  lo  acompañaban,  decíales  mi  tio  que  eran 
unas  casas  de  campo  entregadas  al  fuego  por  algunos  cam- 
pesinos amedrentados.  En  seguida  se  acostó  i  durmió  real- 
mente con  un  profundo  sueño,  puesto  que  desde  la  puerta 
se  oía  el  ruido  de  su  respiración.  Empero,  el  patio  por  el 
cual  se  entraba  a  su  habitación  empezaba  a  llenarse  de 
cenizas  i  piedras,  i  hubiérale  sido  imposible  salir  por  poco 
que  en  ella  prolongase  su  permanencia.  Lo  despiertan; 
sale,  va  a  reunirse  con  Pomponiano  i  los  demás  que  habían 
permanecido  en  vela,  i  todos  en  consejo  deliberan  sobre  si 
se  encerrarán  en  la  casa  o  si  errarán  por  la  campiña;  pues 
tales  eran  los  sacudimientos  que  los  sucesivos  i  violentos 
temblores  de  tierra  imprimían  a  las  casas,  que  éstas  pare- 
cían arrancadas  de  sus  cimientos-,  empujadas  tan  pronto 
en  un  sentido  como  en  otro,  reinstaladas  después  en  su 
sitio;  por  otro  lado,  fuera  de  la  ciudad  era  de  temer  la 
caída  de  las  piedras,  por  mas  que  éstas  fueran  lijeras  ha- 
llándose destacadas  por  el  fuego.  Entre  estos  peligros  op- 
tóse por  el  segundo:  en  concepto  de  mi  tío,  la  razón  mas 
considerable  prevaleció  sobre  la  mas  débil;  en  concepto  de 
los  que  le  rodeaban,  un  temor  dominó  a  otro  temor.  Deci- 
didos a  partir,  cada  cual  aplica  al  rededor  de  su  cabeza 
unas  almohadas  a  manera  de  broqueles  contra  las  piedras 
que  caían. 

TOMO  y  10 


146  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


"A  lo  lejos,  el  día  comenzaba  a  aparecer;  pero  en  derre- 
dor de  ellos  reinaba  la  mas  sombría  de  las  noches,  alum- 
brada no  obstante  por  fuegos  de  todo  jénero.  Decidióse  a 
aproximarse  a  la  orilla  para  examinar  si  el  mar  permitía 
hacer  alguna  tentativa,  pero  éste  continuó  removido  i  con- 
trario. Allí,  mitio  se  echó  sobre  un  paño  estendido  i  pidió 
agua  fria,  de  la  cual  bebió  dos  veces.  Mui  luego,  llamas  i 
un  olor  de  azufre  que  anunciaba  la  aproximación  de  éstas, 
pusieron  en  fuga  a  todo  el  mundo,  i  forzaron  a  alejarse  a 
mi  tio.  Levantóse  aprisa  apoyado  en  dos  ei-clavos  jóve- 
nes, i  en  el  mismo  instante  cae  muerto.  Creo  que  este  espeso 
humo  paralizó  su  respiración  i  le  sofocó,  pues  mi  tio  tenia 
naturalmente  el  pecho  débil  i  estrecho  i  frecuentemente  ja- 
deante u  oprimido.  Cuando  la  luz  volvió  a  reaparecer  (tres 
dias  después  del  último  que  habia  brillado  para  mi  tio)  ha- 
llóse en  el  mismo  sitio  su  cuerpo  entero  i  sin  heridas:  nada 
habia  sido  alterado  en  el  estado  de  su  traje,  i,  mas  bien  que 
de  la  muerte,  su  posición  i  aspecto  eran  los  del  sueño. 

"Durante  este  tiempo,  mi  madre  i  yo  estábamos  en  Mise- 
na.  Desde  dias  atrás  se  habian  hecho  sentir  algunos  tem- 
blores; en  esa  noche  fueron  mas  violentos.  Mi  madre  entró 
a  buscarme  en  los  momentos  en  que  me  me  levantaba  para 
despertarla.  Eran  las  siete  de  la  mañana,  i  sin  embargo,  no 
se  dejaba  ver  mas  c|ue  una  luz  débil,  como  una  especie  de 
crepúsculo.  Entonces  los  edificios  fueron  sacudidos  por  re- 
mezones tan  violentos  que  no  habia  la  menor  seguridad  en 
quedar  allí,  ni  aun  a  descubierto.  Tomamos  la  resolución 
de  abandonar  la  ciudad; el  pueblo  espantado  nos  seguia  en 
tumulto,  nos  estrechaba,  nos  empujaba.  Después  que  sali- 
mos de  la  ciudad,  nos  detuvimos  un  instante;  i  allí  nos 
aguardaban  nuevos  prodijios  i  nuevos  terrores.  Los  carros 
que  llevábamos  estaban  tan  violentamente  sacudidos  que 
no  podíamos  mantenerlos  en  un  lugar  ni  aun  apoyándolos 
con  piedras  grandes.  El  mar  parecia  vaciarse  sobre  su  cen- 
tro, como  si  fuera  arrojado  de  la  ribera  por  la  conmoción 
de  la  tierra.  La  orilla,  mucho  mas  espaciosa  ahora,  estaba 
cubierta  de  peces  que  habian  quedado  en  seco  en  la  arena. 
En  el  lado  opuesto,  se  abria  una  nube  negra  i  horrible,  cru- 
zada por  fuegos  que  serpenteaban,  i  dejaban  escapar  lar- 
gos destellos,  parecidos  a  los  relámpagos,  pero  mucho  mas 
grandes.  Casi  inmediatamente,  la  nube  cae  a  tierra,  cubre 
el  mar,  oculta  a  nuestra  vista  la  isla  de  Caprea  i  no  nos 
deja  ver  el  promontorio  de  Misena.  La  ceniza  comenzaba  a 


NARRACIONES  147 


caer  sobre  nosotros,  aun  que  en  pequeña  cantidad.  Vuelvo 
la  cabeza,  i  percibo  detras  una  espesa  humareda  que  nos 
seguia,  estendiéndose  por  la  tierra  como  un  torrente.  To- 
davía podíamos  ver  algo.  Temiendo  que  nos  oprimiera  la 
muchedumbre  de  los  fujitivos,  invité  a  mi  madre  para  que 
nos  hiciéramos  a  un  lado  del  camino.  Apenas  nos  había- 
mos apartado  de  él,  cuando  las  tinieblas  aumentaron  tan- 
to que  creíamos  estar,  no  en  una  de  esas  noches  oscuras  i 
sin  luna,  sino  en  un  cuarto  en  que  todas  las  luces  han  sido 
apagadas.  Tú  no  habrias  oido  mas  que  las  lamentaciones 
de  las  mujeres,  los  jemidos  de  los  niños,  los  gritos  de  los 
hombres.  Uno  llamaba  a  su  padre,  otro  a  su  hijo,  otro  a 
su  mujer;  i  todos  ellos  no  se  reconocian  sino  por  la  voz. 
Aquel  deploraba  su  desgracia;  éste  la  de  sus  parientes.  En- 
contrábanse algunos  a  quienes  el  temor  de  la  muerte  los 
hacia  invocar  la  muerte  misma.  Muchos  imploraban  el 
socorro  de  los  dioses:  otros  creian  que  no  habia  socorro 
posible,  i  pensaban  que  aquella  era  la  última  i  eterna  no- 
che en  que  el  universo  seria  sepultado.  Apareció  una  luz 
que  nos  anunciaba,  no  la  vuelta  del  dia.  sino  la  aproxima- 
ción del  fuego  que  nos  amenazaba:  se  detuvo,  sin  embargo, 
lejos  de  nosotros.  La  oscuridad  vuelve,  i  recomienza  la  llu- 
via de  cenizas,  mas  fuerte  i  mas  espesa  Nos  veíamos  obli- 
gados a  detenernos  de  tiempo  en  tiempo  para  sacudir 
nuestros  vestidos.  A  mí  me  sostenia  la  idea  poco  racional, 
es  verdad,  de  que  todo  el  universo  desaparecia  conmigo. 
En  fin,  este  vapor  negro  i  espeso  se  disipó  poco  a  poco,  i  se 
perdió  completamente  como  una  humareda  o  como  una 
nube.  Poco  mas  tarde,  se  dejó  ver  la  luz  del  dia  i  aun  el 
sol;  pero  este  astro  estaba  amarillento,  como  se  ve  en  un 
eclipse.  Todo  apareció  cambiado  a  nuestra  vista:  no  encon- 
trábamos nada  que  no  estuviese  oculto  bajo  montones 
de  cenizas,  como  bajo  la  nieve.  Todos  volvieron  a  Mise- 
na.  Cada  cual  se  estableció  como  pudo,  i  pasamos  la  noche 
entre  el  temor  i  la  esperanza.  Los  temblores  de  tierra  con- 
tinuaban. No  se  veian  mas  que  personas  aterrorizadas, 
conservar  su  miedo  i  el  de  los  otros  con  siniestras  predic- 
ciones." 

Solo  algunos  dias  después  se  conoció  la  causa  de  aquel 
cataclismo,  i  los  estragos  que  causó.  La  erupción  duró  tres 
dias.  Al  fin  de  este  incendio,  cuyas  cenizas  fueron  a  caer 
hasta  el  Ejipto  i  la  Siria,  se  observó  que  toda  la  costa  ve- 
cina habia  cambiado  de  forma;  que  montañas  de  piedras  i 


148  MANUAL    DE    C0>1  POSICIÓN    LITERARIA 


de  cenizas  ocupaban  el  lugar  en  que  se  levantaban  las  ciu- 
dades de  Stabia,   Pompeya,  Oplonta,   Resina  i  Hercula— 


no. 


IX 
Toma  i  saqueo  de  Roma  por  los  imperiales  (1527) 

"El  condestable  de  Borbon  acampó  el  5  de  mayo  en  los  al- 
rededores de  Roma,  i  según  la  costumbre  de  los  caballeros 
envió  al  papa  un  corneta  para  pedirle  le  permitiera  pasar 
su  ejército  por  la  ciudad  para  llevarlo  al  reino  de  Ñapóles» 
El  dia  siguiente  al  amanecer,  dio  un  violento  asalto  al  Bor- 
go  (arrabal  de  Roma)  por  el  lado  de  la  montaña  i  de  la 
iglesia  del  Espíritu  Santo,  resuelto  a  vencer  o  morir.  Una 
espesa  neblina  que  se  levantó  durante  la  noche,  favoreció, 
la  aproximación  de  sus  tropas.  Al  principio  del  combate,, 
creyendo  que  los  alemanes  no  obraban  con  bastante  vigor, 
fué  a  combatir  a  su  cabeza  i  cayó  muerto  por  una  bala  de 
arcabuz.  Pero  este  accidente,  lejos  de  entibiar  el  valor  de 
los  soldados,  no  sirvió  mas  que  para  animarlos  mas;  i  des- 
pués de  haber  combatido  con  mucha  furia  durante  dos  ho- 
ras, penetraron  al  fin  en  el  Borgo.Como  siempre  es  mui  di- 
fícil forzar  las  plazas  sin  cañones,  perdieron  cerca  de  mil  sol- 
dados en  el  asalto.  No  solo  la  debilidad  de  las  trincheras,, 
sino  también  la  mala  defensa  de  las  tropas  favorecieron  su 
valor,  prueba  evidente  de  la  diferencia  que  existe  entre  las^ 
tropas  aguerridas  i  una  muchedumbre  amontonada  de  ca- 
rrera. Tan  pronto  como  los  imperiales  se  hubieron  abierto 
paso,  cada  cual  de  ellos  se  dispensó  en  la  ciudad:  los  arra- 
bales quedaron  a  merced  de  los  vencedores.  El  papa  (Cle-^ 
mente  VII),  que  esperaba  en  el  Vaticano  el  resultado  del 
asalto,  se  retiró  con  muchos  cardenales  al  castillo  de  Santo 
Anjelo,  cuando  supo  que  el  Borgo  habia  sido  tomado.   De- 

1  Toda  esta  relación  está  estractada  de  dos  cartas  de  Plinio  el 
joven  al  historiador  romano  Tácito,  que  le  pedia  noticias  de  aque- 
lla catástrofe  para  cojisignarlas  en  su  historia.  Son  la  16  i  la  20 
del  libro  VI  de  la  compilación  de  cartas  de  J.  Plinio.  Véanse  sobre 
éste  las  Voc.  de  hist.  lit.  part.  I,  cap.  VII  §  12.  En  la  part.  I,  cap. 
VII.  §  §  7  i  9  se  hallarán  noticias  acerca  de  Tácito  i  de  Plinio  el 
antiguo. 


NARRACIONES  149 


liberó  si  quedada  allí  o  si,  atravesando  la  ciudad  con  su 
<:aballería  lijera,  se  retiraría  a  un  lugar  mas  seguro.  Pero 
estaba  destinado  a  ser  un  ejemplo  manifiesto  de  que  los  so- 
iberanos  pontífices  no  están  menos  espuestos  a  la  adversi- 
dad que  los  otros  hombres,  si  bien  no  es  fácil  destruir  el 
Tespeto  que  inspira  la  majestad  de  su  rango.  Bernardo  de 
Padua,  que  servia  en  el  ejército  imperial,  se  presentó  al  pa- 
pa para  comunicarle  la  muerte  del  duque  de  Borbon:  le  di- 
jo que  las  tropas,  consternadas  por  su  pérdida,  estaban 
mui  dispuestas  a  tratar.  Clemente  envió  en  el  acto  parla- 
mentarios cerca  de  sus  jefes,  i  dejando  perder  un  tiempo  fa- 
vorable para  ponerse  en  salvo,  no  tomó  mas  prudentes 
medidas  para  la  defensa  de  la  ciudad. 

^*Los  imperiales  se  hicieron  en  bfeve  dueños  de  Transte- 
vera  sin  haljar  ninguna  resistencia,  i  penetraron  en  Roma 
por  el  puente  Sixto  a  las  cinco  déla  tarde.  Escepto  los  jibe- 
linos  1  i  algunos  cardenales  conocidos  por  su  adhesión  al 
«emperador,  i  que  por  esto  mismo  se  lisonjeaban  con  la  es- 
peranza de  ser  tratados  mas  favorablemente  que  los  otros, 
todo  el  mundo  estaba  en  fuga  i  la  confusión  reinaba  en 
todas  partes,  como  sucede  siempre  en  tales  circunstancias. 
Entonces  los  soldados  se  esparcieron  tumultuosamente  en 
la  ciudad,  i  saquearon  por  todos  lados  sin  distinción  de 
amigos  o  de  enemigos  i  sin  ningún  respeto  por  la  dignidad 
de  los  prelados.  Ni  aun  las  iglesias,  monasterios,  las  mas 
célebres  reliquias  ni  las  cosas  sagradas,estuvieron  a  cubier- 
to contra  la  avaricia  de  los  soldados.  En  fin,  no  es  posible 
describir,  ni  siquiera  imajinar  la  desolación  de  esta  ciudad, 
que  parece  destinada  a  pasar  alternativamente  de  la  ma- 
jor  grandeza  a  las  mas  terribles  calamidades. 

"El  botin  fué  inmenso  por  la  prodijiosa  cantidad  de  ri- 
queza i  de  preciosidades  acumuladas  desde  largo  tiempo 
atrás  en  los  palacios  de  los  grandes  i  en  los   almacenes  de 

1  Las  palabras  gaelfos  i  jihelinos  son  de  oríjen  alemán  i  de- 
-signaron  dos  partidos  que  en  el  siglo  XII,  después  de  la  muerte  de 
Lotario  II,  se  disputaron  la  corona  imperial.  Trasportadas  a 
Italia,  estas  dominaciones  significaron,  la  primera  los  partidarios 
de  la  independencia  italiana^  i  por  consecuencia  de  los  papas  que 
la  defendían;  i  la  otra,  los  parciales  de  los  emperadores  de  la  casa 
de  Suabía  que  pretendian  avasallar  a  la  Italia.  En  fin,  en  el  seno 
mismo  de  las  ciudades  italianas,  en  los  siglos  XIII  i  XIV,  los  jibe- 
linos  eran  los  partidarios  de  la  aristocracia  o  de  una  autoridad 
cualquiera,  mientras  que  los  güelfos  eran  los  sostenedores  de  la 
democracia,  de  la  libertad  hasta  en  los  excesos. 


150  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

los  comerciantes,  i  por  el  niimero  i  la  calidad  de  los  prisio- 
neros, de  los  cuales  se  sacaron  enormes  rescates,  Pero  el 
colmo  de  la  miseria  fué  que  los  soldados,  i  particularmen- 
te los  alemanes,  cuya  aversión  por  la  Iglesia  romana  los 
hacia  mas  furiosos,  tomaron  a  muchos  prelados,  i  después 
de  haberlos  vestido  con  sus  ornamentos  de  ceremonias,  los 
hicieron  montar  en  asnos,  i  los  pusieron  indignamente  a  la. 
espectacion  de  toda  la  ciudad. 

"Muchas  personas  perecieron  en  los  tormentos,  o  fueron 
tan  cruelmente  maltratadas  que  murieron  pocos  dias  mas 
tarde,  después  de  haber   pagado  su  rescate.  Cerca  de  cua- 
tro milhombres  fueron  muertos  en  el  ataque  o  en  el  furor 
del  pillaje.  Todos  los  palacios  de  los  cardenales  i  de  otros 
señores  fueron  saqueados,  con  escepcion,  sin  embargo,  de 
algunos  donde  los  comerciantes  habian  colocado^sus  efectos, 
i  que  fueron  respetados  mediante  grandes  sumas  de  dinero. 
Aun  sucedió  que  muchos  que  habian  hecho   estipulaciones- 
sobre  el  particular  con  los  españoles,  fueron  saqueados  por 
los  alemanes,  o  fueron   obligados  a  entregar  a  éstos  otra 
cantidad  de  dinero  para  sustraerse  al  saqueo.  La  marque- 
sa de  Mantua  pagó  50,000   ducados  para  garantizar  su 
palacio  contra  la  avaricia  del  soldado.   Los  comerciantes 
que  se  refujiaron  en  su  casa  le  suministraron  esta  suma;  i  en 
Roma  circuló  el  rumor  de  que  su  propio   hijo  don  Fernan- 
do, habia  tenido  la  quinta  parte  del  rescate.  El  cardenal  de 
Siena,  adicto  en  todo   tiempo  al  emperador,   a  ejemplo   de 
sus  antepasados,  fué  hecho   prisionero  por  los   alemanes,, 
que  saquearon  su  palacio,  aunque  este  cardenal  habia  tra- 
tado con  los  españoles  para  evitar  esta  desgracia:  condu- 
jéronlo  al  Borgo  con  la  cabeza  descubierta,  agobiándolo  a 
golpes;  i  no  se  desprendió  de  sus   manos  sino  dándoles 
5,000  ducadcxs.  Los  cardenales  de  la  Minerva  i  Ponzetta 
sufrieron  poco  mas  o  menos  los  mismos  tratamientos.  Pa- 
garon su  rescate  a  los  alemanes;  pero  esto  no  impidió  que 
fuesen  paseados  ignominiosamente  por  esos  furiosos.  Los 
cardenales  i  prelados  españoles  i  alemanes,  que  no  espera- 
ban ser  insultados  por  sus  compatriotas,  fueron  aprehen- 
didos i  tratados  tan  cruelmente  como  los  otros. 

*'Por  todas  partes  se  veian  personas  a  quienes  se  ator- 
mentaba con  la  última  barbarie  para  arrancarles  el  dinero 
o  para  obligarlos  a  descubrir  dónde  habian  ocultado  sus 
riquezas.  Todas  las  cosas  sagradas  i  las  reHquias  de  que 
estaban  atestadas  las  iglesias,  fueron  pisoteadas,  después 
de  haber  sido  despojadas  de  sus  adornos;  i  la  barbarie  ale- 


NARRACIONES  151 


mana  añadió  las  blasfemias  i  los  ultrajes  sin  número  a  es- 
tos sacrilejios.  Se  dijo  entonces  que  el  botín  de  los  solda- 
dos, en  oro,  plata  i  piedras  preciosas,  montaba  a  mas  de 
un  millón  de  ducados,  i  el  valor  de  los  rescates  excedió  con 


mucho  esta  suma". 


GUICCIARDINI,    1 

Historia  de  Italia,  lib.  XVIII,  cap.  3. 


Captura  de  Atahualpa  (1532) 

Poco  faltaba  para  ponerse  el  sol  cuando  la  vanguardia 
de  la  comitiva  real  entró  por  las  puertas  de  la  ciudad  (Ca- 
jamarca).  Primero  venian  algunos  centenares  de  criados 
empleados  en  limpiar  el  camino  de  cualquier  obstáculo  i  en 
cantar  himnos  de  triunfo,  que  en  nuestros  oidos,  dice  uno 
de  los  conquistadores,  sonaban  cual  si  no  fuesen  canciones 
del  infierno.  Después  seguían  otras  compañías  de  indios  de 
diversas  clases  i  vestidos  con  libreas  diferentes.  Algunos 
vestian  una  tela  vistosa  blanca  i  colorada  como  las  casi- 
llas de  un  ajedrez.  Otros  iban  vestidos  solamente  de  blan- 
co con  martillos  o  mazas  de  plata  i  cobre  en  las  manos:  i 
los  guardias  del  inmediato  servicio  del  príncipe  se  distin- 
guían por  su  rica  librea  azul  i  profusión  de  ornamentos  de 
alegres  colores,  indicando  su  categoría  de  nobles  los  lar- 
gos pendientes  que  colgaban  de  sus  orejas. 

"Sobresaliendo  por  encima  de  sus  vasallos,  venia  el  Inca 
Atahualpa  sobre  unas  andas  en  que  habia  una  especie  de 
trono  de  oro  macizo  i  de  inestimable  valor.  El  palanquín 
estaba  cubierto  con  las' brillantes  plumas  de  pájaros  tro- 
picales í  guarnecido  de  chapas  de  oro  i  plata.  Los  ador- 
nos del  monarca  eran  mucho  mas  ricos  que  los  de  la  noche 
precedente.  Colgaba  de  su  cuello  un  collar  de  esmeraldas 
brillantes  í  de  tamaño  estraordiuario.  En  su  pelo  corto  lle- 
vaba adornos  de  oro,  i  sobre  sus  sienes  caía  la  borla  impe- 
rial. El  aspecto  del  Inca  era  grave  i  majestuoso  i  desde  su 
elevada  posición,  miraba  a  la  multitud  con  aire  de  com- 
postura, como  hombre  acostumbrado  a  mandar. 

"Al  entrar  las   primeras  filas  de  la  procesión  en  la  gran 


1  Véanse  las  Noc.  de  Hist.  Lit.,  part   III,  cap.  II. 


1  8 


152  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

plaza,  que  según  dice  un  antiguo  cronista,  era  mas  grande 
que  ninguna  de  España,  se  abrieron  a  derecha  e  izquierda 
para  dejar  pasar  a  la  comitiva  real.  Todo  se  hizo  con  ad- 
mirable orden.  Permitíase  al  monarca  atravesar  la  plaza 
en  silencio,  i  ni  un  solo  español  se  dejó  ver.  Luego  que  en- 
traron cinco  o  seis  mil  indios,  Atahualpa  mandó  hacer  alto, 
i  dirijiendo  a  todas  partes  curiosas  miradas,  preguntó 
¿dónde  están  los  estranjeros? 

"En  aquel  momento,  frai  Vicente  Val  verde,  relijioso  do- 
minico, capellán  de  Pizarro,  i  después  obispo  de  Cuzco,  sa- 
lió con  su  breviario  i  según  otros  dicen  con  la  Biblia  en  una 
mano  i  un  crucifijo  en  la  otra,  i,  acercándose  al  Inca,  le 
dijo  que  venia  por  orden  de  su  jefe  a  esplicarle  las  doctri- 
nas de  la  verdadera  fé,  para  cujo  fin  los  españoles  habian 
venido  a  su  país  desde  tan  distantes  climas.  Después  pasó 
a  esplicarle  lo  mas  claramente  que  pudo  el  misterio  de 
la  Trinidad,  i  remontándose  en  seguida  a  la  creación  del 
hombre,  habló  de  su  caida,  de  su  redención  por  Jesucristo, 
de  la  crucifixión  i  de  la  ascensión  del  Salvador  a  los  cielos, 
después  de  haber  dejado  al  apóstol  San  Pedro  por  vicario 
suyo  en  la  tierra.  Díjole  cómo  las  facultades  dadas  por  Je- 
sucristo a  su  vicario  habian  sido  trasmitidas  a  los  suceso- 
res de  aquel  apóstol,  hombres  sabios  i  virtuosos,  que,  bajo 
el  título  de  papas,  ejercían  autoridad  sobre  todos  los  hom- 
bres i  potentados  de  la  tierra.  Manifestóle  que  uno  de  los 
últimos  papas  habia  comisionado  al  emperador  español, 
monarca  el  mas  poderoso  del  mundo,  para  conquistar  i 
convertir  a  los  naturales  de  aquel  hemisferio  occidental;  i 
quesujeneral  Francisco  Pizarro  habia  venido  para  ejecu- 
tar tan  importante  comisión;  concluyendo  por  rogarle  que 
le  recibiese  afectuosamente;  que  abjurase  los  errores  de  su 
fé  í  abrazase  la  de  los  cristianos,  única  que  podia  salvar  su 
alma;  i  que  se  reconociese  tributario  del  emperador  Car- 
los V,  que  en  todo  caso  le  ausiliaria  i  protejeria  como  a 
leal  vasallo. 

'*Es  dudoso  que  Atahualpa  se  hiciese  cargo  de  ninguno 
de  los  curiosos  argumentos  con  que  el  relijioso  quiso  esta- 
blecer una  relación  entre  Pizarro  i  San  Pedro;  aunque  de- 
bió concebir  nociones  mui  incorrectas  acerca  de  la  Trini- 
dad, si,  como  dice  Garcilaso,  el  intérprete  Felipillo  le  espli- 
có  este  misterio  diciéndole  que  los  cristianos  creian  en  tres 
dioses  i  un  Dios  que  hacian  cuatro.  Pero  es  indudable  que 
comprendió   perfectamente  que  el   objeto   del  discurso  era 


NARRACIONES  153 


persuadirle  que  debía  renunciar  a  su  cetro  i  reconocer  la 
supremacía  de  otro  rei. 

"Centellaron  los  ojos  del  monarca  indio,  i  su  oscuro  ce- 
ño se  oscureció  mas  al  contestar:  ''no  quiero  ser  tributario 
de  ningún  hombre,  vo  soi  poderoso  mas  que  ningún  prínci- 
pe de  la  tierra:  vuestro  emperador  puede  ser  un  gran  prín- 
cipe, no  lo  dudo,  pues  veo  que  ha  enviado  a  sus  vasallos 
desde  tan  lejos  i  cruzando  los  mares,  i  por  lo  mismo  quiero 
tratarle  como  hermano.  Respecto  al  papa  de  quien  me  ha- 
blas, debe  chochear  si  trata  de  dar  reinos  que  no  le  perte- 
necen: en  cuanto  a  mi  relijion,  no  quiero  cambiarla:  vues- 
tro Dios,  según  dices,  fué  condenado  a  muerte  por  los  mis- 
mos hombres  a  quienes  habia  creado,  pero  el  mió,  añadió 
señalando  a  su  deidad  que  entonces  se  hundia  detras  de  las 
montañas,  el  mió  vive  aun  en  ios  cielos,  i  desde  allí  vela  so- 
bre sus  hijos". 

''Después,  preguntó  a  Valverde  con  qué  autoridad  le  de- 
cia  aquellas  cosas,  a  lo  cual  respondió  el  fraile,  mostrán- 
dole el  libro  que  tenia  en  la  mano.  Tomóle  Atahualpa,  vol- 
vió algunas  pajinas,  e  irritado  sin  duda  por  el  insulto  que 
habia  recibido,  le  arrojó  en  tierra  lejos  de  sí,  esclamando: 
"Di  a  tus  compañeros  que  me  darán  cuenta  de  sus  acciones 
de  mis  dominios,  i  que  no  me  iré  de  aquí  sin  haber  obteni-. 
do  plena  satisfacción  de  los  agravios  que  me  han  hecho". 

"Altamente  escandalizado  el  fraile  del  ultraje  hecho  al 
sagrado  libro,  le  alzó  del  suelo  i  corrió  a  informar  a  Piza- 
rro  de  lo  que  el  Inca  habia  hecho,  esclamando  al  mismo 
tiempo:  '"¿no  veis  que  mientras  estamos  aquí  gastando  el 
tiempo  en  hablar  con  este  perro  lleno  de  soberbia,  se 
llenan  los  campos  de  indios?  Salid  a  él  que  3^0  os  absuel- 
vo." Pizarro  vio  que  habia  llegado  la  hora.  Ajitó  una 
bandera  blanca  en  el  aire,  que  era  la  señal  convenida: 
partió  el  fatal  tiro  de  la  fortaleza,  i  entonces,  saliendo 
el  capitán  i  sus  oficiales  a  la  plaza,  lanzaron  el  antiguo 
grito  de  guerra:  "¡Santiago  i  a  ellos!"  el  cual  fué  respondi- 
do por  el  grito  de  combate  de  todos  i  cada  uno  de  los  espa- 
ñoles que  se  hallaban  en  la  ciudad,  saliendo  impetuosamen- 
te de  los  grandes  salones  en  que  estaban  ocultos  e  inva- 
diendo la  plaza  caballería  e  infantería  en  columna  cerrada 
i  arrojándose  en  medio  de  la  muchedumbre  de  indios.  Estos, 
cojidos  de  sorpresa,  aturdidos  por  el  ruido  de  la  artillería  i 
arcabucería,  cuyos  ecos  zumbaban  como  el  trueno  en  los 
edificios,  i  cegados  por  el  humo  que  en  sulfúreas  columnas 
se  estendia  por  la  plaza,  se  llenaron  de  terror  i  no  sabian  a 


154  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


dónde  huir  para  librarse  de  la  ruina  que  creian  cercana. 
Nobles  i  plebeyos  cayeron  a  los  pies  de  los  caballos,  cuyos 
jinetes  repartían  golpes  a  derecha  e  izquierda  sin  perdonar 
a  nadie,  mientras  sus  espadas,  brillando  al  través  de  la 
espesa  nube  de  humo,  introducian  el  desaliento  en  los  cora- 
zones de  los  desdichados  indios,  que  por  la  primera  vez 
veian  las  terribles  maniobras  de  la  artillería.  Así  es  que  no 
hicieron  resistencia,  ni  tampoco  tenian  armas  con  qué  ha- 
cerlo. No  tenian  medio  de  escapar,  porque  la  entrada  de 
la  plaza  estaba  cerrada  por  los  cuerpos  muertos  de  los 
que  habian  perecido  haciendo  vanos  esfuerzos  para  huir;  i 
tal  era  la  agonía  de  los  mas  en  el  terrible  ataque  de  los 
agresores,  que  una  gran  multitud  de  indios  en  sus  esfuer- 
zos convulsivos,  rompieron  por  medio  de  una  tapia  de  pie- 
dras i  barro  seco,  i  abrieron  un  boquete  de  mas  de  cien  pa- 
sos, por  el  cual  se  salieron  al  campo,  perseguidos  todavía 
por  la  caballería  que,  saltando  por  uno  de  los  escombros 
de  la  tapia  derribada,  cayó  sobre  la  retaguardia  de  los  fu- 
jitivos,  matando  a  muchos  i  dispersándolos  en  todas  direc- 
ciones. 

"Entre  tanto  el  combate,  o  mas  bien,  la  mortandad 
continuaba  con  ardor  en  torno  del  Inca,  cuya  persona  era 
el  gran  objeto  del  ataque.  Sus  fieles  nobles,  poniéndose  a  su 
alrededor,  se  arrojaban  a  contener  a  los  agresores,  i  cuando 
no  podian  arrancarlos  de  sus  sillas,  les  ofrecian  sus  pechos 
por  blanco  a  sus  venganzas  i  por  escudo  de  su  querido  so- 
berano. Dicen  algunas  autoridades  que  llevaban  armas 
ocultas  bajo  los  vestidos.  Si  así  fué,  de  poco  les  sirvieron, 
pues  nadie  dice  que  echasen  mano  de  ellas.  Pero  los  anima- 
les mas  tímidos  se  defienden  cuando  se  ven  acorralados,  i 
si  los  indios  no  lo  hicieron  en  aquel  caso,  es  prueba  de  que 
no  tenian  armas  con  qué  defenderse.  Sin  embargo,  conti- 
nuaron conteniendo  a  la  caballería,  asiéndose  de  los  caba- 
llos para  mitigar  su  ímpetu,  i  cuando  uno  caia  otro  ocu- 
paba su  lugar  con  una  lealtad  verdaderamente  patética. 

*'E1  monarca  indio  aturdido  i  cercado,  vio  caer  a  su  al- 
rededor a  sus  mas  fieles  vasallos  sin  comprender  siquiera  lo 
que  le  pasaba.  La  litera  en  que  iba  andaba  de  aquí  para 
allá,  según  los  agresores  acometian  por  un  lado  o  por  otro; 
i  él  contemplaba  aquel  espectáculo  de  desolación  como  el 
marinero  solitario,  que  acosado  en  su  barca  por  los  furio- 
sos elementos,  ve  brillar  los  relámpagos  i  oye  retumbar  losj 
truenos  a  su  alrededor,  con  la  convicción  de  que  nada  pye- 
de  hacer  para  evitar  su  suerte.  Al  fin,   los  españoles  cansa- 


NARRACIONES  155 


dos  de  su  obra  de  destrucción,  i  viendo  que  las  sombrfts  de 
la  noche  se  aumentaban,  empezaron  a  temer  que  la  rejia 
presa  después  de  tantos  esfuerzos,  se  les  escapase;  i  algunos 
caballeros  intentaron  a  la  desesperada  concluir  de  una  vez 
quitando  la  vida  a  Atahualpa.  Pero  Pizarro,  que  estaba 
cerca  de  su  persona,  gritó  con  voz  estentórea:  "El  que  esti- 
me en  algo  su  vida,  guárdase  de  tocar  al  Inca";  i  estendien- 
do el  brazo  para  protejerle,  fué  herido  en  la  mano  por  uno 
de  sus  soldados,  cuya  herida  fué  la  única  que  recibieron  los 
españoles  en  la  acción. 

"Entonces,  la  pelea  se  renovó  con  mas  furor  en  torno  de 
la  rejia  litera,  la  cual  se  bamboleaba  cada  vez  mas,  hasta 
que  al  fin,  muertos  muchos  de  los  nobles  que  la  sostenian, 
cayó,  i  el  Inca  se  hubiera  dado  un  gran  golpe  en  el  suelo,  si 
Pizarro  i  algunos  de  los  suyos  no  hubieran  acudido  a  sos- 
tenerle en  sus  brazos.  La  borla  imperial  fué  inmediatamen- 
te arrancada  de  sus  sienes  por  un  soldado  llamado  Estete, 
i  el  desgraciado  monarca  fué  trasladado  a  un  edificio 
inmediato,  donde  se  le  puso  en  custodia  con  la  mayor  vi- 
jilancia, 

"Cesó  entonces  toda  tentativa  de  resistencia.  PvStendióse 
la  noticia  de  la  captura  del  Inca  por  la  ciudad  i  por  los 
campos:  disolvióse  el  encanto  que  podia  mantener  unidas 
a  las  personas,  i  cada  uno  pensó  solamente  en  su  propia 
salvación.  Cundió  también  la  alarma  entre  los  soldados 
acampados  en  las  inmediaciones,  los  cuales,  al  saber  la  fa- 
tal nueva,  dieron  a  huir  por  todos  lados,  perseguidos  por 
los  españoles  que  en  el  calor  del  triunfo  se  mostraron  sin 
misericordia.  Al  fin,  la  noche,  mas  piadosa  que  los  hom- 
bres, tendió  su  amigo  manto  sobre  los  fujitivos,  i  las  diver- 
sas tropas  de  Pizarro  se  reunieron  otra  vez  al  toque  de 
trompeta  en  la  sangrienta  plaza  de  Cajamarca. 

"Del  número  de  muertos  se  habla  como  es  costumbre 
con  gran  discrepancia.  El  secretario  de  Pizarro  dice  que 
murieron  dos  mil  indios.  Un  descendiente  de  los  Incas,  au- 
toridad mas  segura  que  Garcilaso,  calcula  el  número  de 
muertos  en  diez  mil.  La  verdad  se  encuentra  jeneralmente 
entre  los  estremos.  La  matanza  fué  incesante,  pues  ningún 
obstáculo  se  le  opuso.  í  que  no  hubiese  resistencia  no  pa- 
recerá estraño,  si  se  considera  que  las  desgraciadas  víctimas 
estaban  sin  armas  i  que  debian  hallarse  confusos  i  aterro- 
rizados por  el  extraño  e  imponente  espectáculo  que  tan  de 
improviso  e  inesperadamente  hubieron  de  presenciar.  "¿Qué 
maravilla,  dice  un  antiguo  Inca  a   un  español  que  lo  repi- 


156  MANUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

te,  qué  maravilla  que  nuestros  paisanos  se  aturdiesen,  si 
veian  la  sangre  correr  como  agua  i  al  Inca,  cuja  persona 
todos  adoramos,  cojido  i  aprisionado  por  un  puñado  de 
hombres?''  Sin  embargo,  aunque  la  matanza  fué  incesante, 
fué  también  de  corta  duración;  pues  sucedió  en  el  tiempo 
que  media  entre  el  principio  i  fin  del  crepúsculo  que  en  los 
trópicos  no  excede  de  media  hora,  corto  período,  en  ver- 
dad, si  bien  suficiente  para  que  en  él  se  decidiese  de  la  suer- 
te del  Perú  i  cayese  la  dinastía  de  los  Incas". 

Guillermo  H.  Prescott,  i 
Hist.  de  la  conqui^ita  del  Perú,  lib.  3.°,  cap.  5.° 


1  Guillermo  Hickling  Prescott  nació  en  Salem,  Massachu- 
setts,  en  Estados  Unidos  en  1796,  i  murió  en  1859.  Destinado  por 
su  padre,  que  era  un  abogado  distinguido,  a  la  carrera  del  foro, 
Prescott  renunció  a  los  estudios  a  causa  de  haber  sido  atacado 
por  un  ceguera  casi  completa,  que  le  prohibia  todo  otro  trabajo 
que  el  de  la  meditación  i  del  gabinete.  En  ese  estado,  estudió  las 
lenguas  estranjeras,  se  hacia  leer  por  algunos  amanuenses,  i  escri- 
bía durante  una  o  dos  horas  al  dia  para  no  fatigar  su  vista  tan 
debilitada,  i  por  medio  de  un  aparato  de  su  invención  que  le  per- 
mitía trazar  las  letras  sin  ver  lo  que  escribía  Venciendo  así  difi- 
cultades insuperables  para  un  hombre  menos  perseverante,  adqui- 
rió una  grande  instrucción,  no  solo  en  su  patria,  sino  en  diversos 
países  de  Europa,  por  donde  viajó  algunos  años.  Sus  primeros  tra- 
bajos fueron  algunos  artículos  biográficos  i  críticos  que  publicó  en 
una  revista  norte-americana;  pero  luego  acometió  obras  mas  atre- 
vidas e  importantes.  En  1833  publicó  su  Historia  del  reinado  de 
los  reyes  católicos  don  Fernando  i  doña  Isabel]  en  1843  la  Histo- 
riu  de  la  conquista  de  Méjico:  en  1847  la  Historia  de  la  conquista 
del  Perú;  i  entre  1855  i  1858  los  tres  primeros  volúmenes  de  una 
Historia  de  Felipe  H,  que  la  muerte  le  impidió  terminar.  Todas 
estas  obras  le  granjearon  una  reputación  universal,  colocándolo 
en  el  rango  de  uno  de  los  mas  grandes  historiadores  de  nuestro 
siglo.  El  Instituto  de  Francia  i  la  Academia  de  la  historia  de  Ma- 
drid, así  como  muchas  otras  corporaciones  sabias  de  Europa,  lo 
hicieron  su  miembro  correspondiente  Apesar  del  mérito  indisputa- 
ble de  esas  obras,  son  las  dos  primeras  las  mas  perfectas  i  las  mas 
acabadas.  Una  investigación  prolija  i  concienzuda  de  los  docu- 
mentos, conocimiento  cabal  de  los  hechos  i  de  las  autoridades,  un 
método  excelente  de  composición,  un  plan  perfectamente  medita- 
do, una  claridad  admirable,  una  elegancia  de  estilo  bien  sostenida 
i  llena  de  sencillez,  descripciones  oportunas  i  bien  hechas,  retratos 
trazados  con  maestría,  gran  rectitud  de  juicio,  templanza  en  sus 
opiniones,  tales  son,  en  resumen,  las  cualidades  de  este  eminente 
historiador.  Sus  obras,  que  se  leen  con  un  agrado  infinítOj  ofrecen 
un  vasto  campo  de  estudio  i  de  meditación. 


NARRACIONES  157 


XII 

Lucio  trasforiiiado  en  asno 

*'Un  dia  se  acercó  Fótis  muí  ajitado  para  decirme  que  su 
señora  debía  trasformarse  en  ave  esa  misma  noche  con  el 
objeto  de  volar  cerca  de  aquel  a  quien  amaba,  i  que  yo  de- 
bia  aprontarme  para  asistir  a  aquella  estraña  metamorfo- 
sis. Cuando  anocheció,  me  condujo  sin  hacer  ruido  a  la 
azotea  que  dominaba  casa  i  me  encargó  que  mirase  al  tra- 
vés de  la  puerta,  por  un  agujero.  Panfila  (así  se  llamaba  la 
señora)  se  quitó  sus  vestidos,  después  abrió  un  cofrecito  del 
cual  sacó  muchas  cajas:  tomó  de  una  de  ellas  una  pomada 
que  se  deslió  en  sus  manos  i  con  la  cual  se  frotó  todo  el 
cuerpo.  En  seguida,  volviéndose  hacia  una  lámpara,  pro- 
nunció en  voz  baja  algunas  palabras  misteriosas.  Poco  a 
poco  su  cuerpo  se  cubre  de  plumas,  su  nariz  se  encorva  i  se 
endurece,  sus  uñas  se  alargan  en  forma  de  garras.  En  fin, 
hela  ahí  cambiada  en  lechuza.  Lanza  un  grito  quejumbro- 
so, vuela  primero  sin  elevarse  mucho  del  suelo;  en  seguida, 
elevándose  de  repente,  sale  del  cuarto  con  alas  desplegadas. 
Dudaba  si  yo  era  Lucio:  me  parecía  que  soñaba,  i  me  frota- 
ba los  ojos  para  asegurarme  que  no  estaba  dormido.  Al  fin, 
sin  embargo,  recobro  mis  facultades,  i  tomando  la  mano  de 
Fótis: — "Por  favor,  le  dije,  la  ocasión  es  propicia:  te  supli- 
co en  nombre  de  nuestro  amor  que  me  des  de  esa  pomada 
que  ha  servido  a  Panfila.  Ese  será  un  nuevo  servicio  que  te 
unirá  para  siempre  al  hombre  que  ya  es  todo  tuyo.  Permi- 
te que  yo  pueda  tener  alas  para  revolotear  cerca  de  tí."— 
"¡Ah!  respondió  ella,  tú  querrías  que  yo  misma  fuese  la  cau- 
sa de  mi  desgracia.  Allá  veríamos  dónde  podria  ir  a  buscar 
a  mi  amante  cuando  se  haya  trasformado  en  ave,  i  cuándo 
podria  volver  a  verlo."  '*¡No  quieran  los  dioses,  le  dije  yo, 
que  se  me  ocurra  jamas  la  idea  de  cometer  una  acción  tan 
negra!  Nó,  yo  no  dejaré  de  volver  a  tu  lado,  aun  cuando 
pudiese  elevar  mi  vuelo  hasta  los  cielos,  aun  cuando  Júpiter 
me  confiase  su  rayo.  Te  lo  juro  por  esos  hermosos  cabellos 
que  han  encadenado  mi  libertad,  no  hai  nadie  en  el  mundo 
a  quien  ame  tanto  como  a  mi  querida  Fótis.  Por  otra  par- 
te, ¿no  sería  un  amante  ridículo  una  vez  convertido  en  le- 
chuza? Ave  triste  i  siniestra,  a  la  cual  cuando  entra  a  algu- 
na parte  i  la  atrapan,  la  clavan  en  la  puerta  para  hacerla 


158  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

espiar  las  desgracias  que  presajia  su  vuelo  funesto.  Pero 
olvidaba  preguntarte  lo  que  será  necesario  hacer  o  decir 
para  dejar  mis  plumas,  i  de  ave  volver  al  estado  de  hom- 
iDre." — '*No  te  aflijas  por  eso,  me  respondió:  mi  señora  me 
ha  enseñado  todo  lo  que  es  preciso  hacer  para  recobrar  la 
forma  humana;  i  no  creas  que  lo  ha  hecho  para  complacer- 
me: es  para  que  le  preste  mi  ausilio  cuando  vuelve.  Con  al- 
gunas yerbas  i  con  otras  bagatelas  se  obtiene  un  resultado 
tan  maravilloso.  Por  ejemplo,  necesitará  tomar  un  baño  i 
un  brebaje  de  agua  clara  con  un  poco  de  anis  i  algunas  ho- 
jas de  laurel." 

"Al  decir  estas  palabras,  entra  al  cuarto  toda  turbada 
de  miedo,  i  saca  de  un  cofrecito  una  caja  que  tomé  i  besé, 
haciendo  mil  v^otos  porque  me  diese  el  poder  de  recorrer  el 
aire.  Me  desnudo  de  carrera  i  me  froto  todo  el  cuerpo  con 
la  pomada  que  contenia  la  caja:  en  seguida  hago  esfuerzos, 
lanzándome  como  un  ave  i  removiéndolos  brazos  para  tra- 
tar de  volar.  Pero,  en  lugar  de  las  plumas,  mi  cutis  se  cu- 
bre de  un  pelo  largo  i  tosco,  i  se  engruesa  como  cuero.  Los 
dedos  de  mis  pies  i  de  mis  manos  se  reúnen  i  se  endurecen, 
de  la  estremidad  del  espinazo  sale  una  larga  cola,  mi  cabe- 
za se  hace  enorme,  las  ventanillas  de  mis  narices  se  abren, 
mi  boca  se  agranda,  mis  labios  cuelgan,  mis  orejas  se  alar- 
gan de  un  modo  estraordinario.  No  sabiendo  qué  hacer,  yo 
examinaba  todas  las  partes  de  mi  cuerpo,  i  vi  que  en  lugar 
de  haberme  cambiado  en  ave,  me  habia  convertido  en  asno. 
Quise  quejarme  i  reconvenir  a  Fótis;  pero  ya  habia  perdido 
los  movimientos  de  hombre  i  el  uso  de  la  voz.  Todo  lo  que 
podia  hacer  era  abrir  los  labios  i  mirarla  de  lado,  con  los 
ojos  humedecidos  por  las  lágrimas,  como  para  pedirle  que 
me  socorriera. 

"Desde  que  ella  me  vio  en  este  estado:— "¡Cuan  desgra- 
ciada soi,  esclamó  arañándose  el  rostro,  estoi  perdida!  el 
temor,  la  precipitación  i  la  semejanza  de  las  cajas  son  causa 
de  que  me  haya  engañado;  pero  el  remedio  es  fácil.  Mascaj 
solo  algunas  rosas,  i  dejarás  la  forma  de  asno  para  ser  otn 
vez  mi  querido  Lucio.  ¡Ojalá  tuviera  yo  algunas  coronasl 
de  rosas,  como  suelo  tener!  tii  no  pasarías  la  noche  en  esel 
estado;  pero,  mañana  así  que  amanezca,  yo  lo  arreglaréj 
todo. 

"Fótis  se  lamentaba  de  esta  suerte;  i  yo,  así  asno  com< 
era,  como   sin  embargo  conservaba  el  alma  i  el  juicio  de| 
hombre,  deliberé  mui  seriamente  en  mí  mismo  si  debia  ven- 
garme a  patadas  i  a  mordiscos  de  la  imprudencia  i  quizá  d< 


NARRACIONES  159 


la  maldad  de  esa  desgraciada  criatura.  Pero  una  prudente 
reflexión  me  quitó  este  deseo  inconsiderado:  quizá  la  misma 
Fótis  iba  a  privarme  de  los  ausilios  necesarios  para  reco- 
brar mi  forma  natural.  Bajando,  pues,  la  cabeza  i  sacu- 
diendo las  orejas,  disimulo  mi  resentimiento;  i  obligado  por 
la  dura  necesidad,  me  voi  a  la  caballeriza,  cerca  de  mi  caba- 
llo i  de  un  asno  que  pertenecia  a  Milon.  Me  imajinaba  que 
si  hai  algún  instinto  en  los  animales,  mi  caballo  me  recono- 
cerla, me  baria  buena  acojida  i  me  daria  el  mejor  lugar. 
Pero  ¡oh  Júpiter,  dios  de  la  hospitalidad,  i  vosotros  dioses 
protectores  de  la  buena  fé!  ese  caballo  i  ese  asno  acercan 
sus  cabezas,  e  inmediatamente  preparan  entre  ambos  mi 
ruina,  de  manera  que  desde  que  me  ven  acercarme  al  come- 
dero, temiendo  por  su  ración,  bajan  las  orejas,  me  persi- 
guen a  patadas,  i  me  echan  lejos  de  la  cebada queyo  mismo 
habia  colocado  en  la  tarde  delante  de  ese  monstruo  de  in- 
gratitud. 

"Después  de  haber  sido  recibido  de  esa  manera,  me  habia 
retirado  a  un  rincón  de  la  caballeriza,  pensando  en  la  inso- 
lencia de  mis  camaradas  i  meditando  en  vengarme  al  dia 
siguiente  de  mi  pérfido  corcel,  tan  luego  como  con  el  soco- 
rro de  las  rosas  yo  hubiese  vuelto  a  ser  Lucio.  De  repente 
descubro  en  un  pilar  la  imájen  de  la  diosa  Epona,  adorna- 
da con  una  corona  de  rosas  recien  cortadas.  A  la  vista  de 
este  remedio  saludable,  me  acerco  lleno  de  una  dulce  espe- 
ranza: me  levanto  sobre  mis  pies  traseros,  apoyando  los  de 
adelante  en  el  pilar  i  alargando  la  cabeza  i  el  hocico,  cuan- 
do mi  criado,  que  cuidaba  del  caballo,  me  percibe.  Leván- 
tase indignado. — ''¡Hasta  cuándo,  dijo,  sufriremos  a  esta 
bestia,  que  hace  poco  queria  comerse  la  cebada  de  los  otros 
i  ahora  se  encara  con  la  imájen  de  los  dioses!  Es  menester 
que  yo  castigue  a  este  sacrilego".  Al  mismo  tiempo,  se  acer- 
ca a  un  haz  de  leña,  toma  el  palo  mas  grueso  i  empieza  a 
golpearme  con  todas  sus  fuerzas  i  sin  darse  descanso,  has- 
ta que  se  oyó  empujar  con  gran  ruido  la  puerta  de  la  casa. 
Eran  los  vecinos  que  gritaban:  ¡al  ladrón!  ¡al  ladrón!  i  mi 
hombre  tomó  la  fuga  todo  aterrorizado. 

Una  vez  desquiciada  la  puerta,  una  parte  de  los  ladro- 
nes entró  para  saquear;  la  otra  atacó  las  habitaciones  a 
mano  armada.  Los  vecinos  corren  de  todos  lados;  pero  ios 
ladrones  les  resisten.  La  noche  estaba  clara  como  el  me- 
dio dia,  por  la  gran  cantidad  de  antorchas  i  por  las  espa- 
das que  reflejaban  la  luz.  Sin  embargo,  algunos  de  estos 
ladrones  van  a  los  almacenes   donde   Milon   guardaba  sus 


160 


MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


riquezas;  i  aunque  la  puerta  era  muí  sólida  i  estaba  bien 
asegurada,  la  rompen  a  hachazos.  Roban  cuanto  encuen- 
tran, hacen  sus  fardos  de  carrera,  i  cada  uno  toma  su  car- 
ga; pero  no  eran  bastante  numerosos  para  llevarse  todo  el 
botin.  Esto  los  obligó  a  sacar  mi  caballo  de  la  caballeriza, 
así  como  a  los  dos  asnos  que  estábamos  allí;  i  a  cargarnos 
a  nosotros  tres  con  fardos  mui  pesados.  Cuando  lo  hubie- 
ron saqueado  todo  en  la  casa,  salieron  haciéndonos  cami- 
nar adelante  a  fuerza  de  palos". 

Apuleyo,  ^ 
La  Metamorfosis,  lib.  III. 


XII. 


Gulliver  apresa  la  escuadra  del  Reino  de  Blefuscu 


"El  imperio  de  Blefuscu  es  una  isla  situada  al  Nordeste 
de  Lilliput,  i  solamente  hai  entre  las  dos  un  canal  que  las 
divide,  el  cual  tiene  cuatrocientas  toesas  de  ancho.  Yo  no 
lo  habia  visto,  i  como  estaba  advertido  del  desembarco 
proyectado,  no  habia  querido  presentarme  en  la  costa  por- 
que no  me  descubriesen  algunos  de  los  navios  enemigos. 

"Di  cuenta  al  emperador  de  que  tenia  formado  por  lo 
pronto  un  buen  proyecto  para  hacerme  dueño  de  toda  la 


1  Véanse  las  Noc.  de  his.  ht,  part.  I,  cap.  K,  §  13.  La  traducción 
que  hemos  transcrito  en  el  texto  no  es  verdaderamente  literal, 
porque  condensa  algo  ciertas  ideas  accesorias;  pero  refleja  regular- 
mente la  manera  de  narrar  del  novelista  latino.  El  libro  de  Apule- 
yo, mas  conocido  con  el  nombre  de  Asno  de  oro,  contiene  pasajes 
i  aventuras  poco  decentes;  pero  como  el  documento  para  conocer 
ciertos  pormenores  de  las  costumbres  antiguas,  es  verdaderamen- 
te inestimable. 

Por  otra  parte,  en  el  pasaje  que  estractamos  encontrarán  los 
jóvenes  un  modelo  de  verosimilitud  relativa,  puramente  conven- 
cional. El  fondo  de  la  narración  es  falso,  porque  nada  es  mas  falso 
que  el  que  un  hombre  pueda  convertirse  en  asno;  pero  una  vez 
aceptado  este  punto  de  partida,  el  autor  encadena  tan  bien  todos 
los  detalles,  que  nuestra  razón  parece  aceptar  la  invención.  El 
fragmento  siguiente,  que  hemos  tomado  de  otro  libro  igualmente 
célebre,  contribuirá  a  esplicar  en  qué  consiste  la  verosimilitud  re- 
lativa. 


NAIITIACIONES  1  Bl 


armada  enemiga,  que  según  relación  circunstanciada  de  los 
que  habíamos  enviado  a  observarla,  estaba  para  salir  del 
puerto  al  primer  viento  favorable.  Consulté  a  los  prácti- 
cos en  la  marina,  a  fin  de  informarme  de  la  profundidad 
del  canal,  i  me  dijeron  que  en  la  mayor  altura  tenia  seten- 
ta ^/í/m«yí//?s  (esto  es,  seis  pies  escasos,  según  las  medidas 
de  Europa),  i  en  todo  lo  restante  que  tendría  cuando  mas 
50  sílumglaffs.  Acerquéme  con  toda  precaución  a  la  costa 
del  Nordeste  frente  a  frente  de  Biefuscu,  i  acostándome  de- 
tras de  una  colina,  me  puse  los  anteojos,  i  pude  ver  la  ar- 
mada, compuesta  de  50  navios  de  guerra  i  otros  muchos 
de  trasporte.  Me  retiré  luego,  i  mandé  fabricar  una  gran 
porción  de  cables,  lo  mas  fuertes  que  pudiesen,  con  unas 
barras  de  hierro,  suponiendo  que  los  cables,  quedarían 
del  grueso  de  un  bramante  doble,  i  las  barras  como  unas 
agujas  de  hacer  medias.  Tripliqué  los  cables  para  darles 
mas  fortaleza,  i  uniendo  igualmente  his  barras,  hice  de  ca- 
da tres  un  garfio,  que  até  a  sus  estremos.  Volví  a  la  costa 
del  Nordeste,  i  dejando  allí  la  chupa,  medias  i  zapatos,  me 
entré  por  el  mar  como  por  mi  casa.  Principié  a  andar  con 
toda  la  prisa  posible,  i  llegado  al  comedio,  seguí  andando 
del  mismo  modo  cerca  de  quince  toesas;  hasta  que  pude 
hacer  pié.  En  menos  de  media  hora  llegué  a  la  flota.  Vié- 
ronme  los  enemigos,  i  fué  tanto  el  pavor  que  les  infundió 
mi  presencia,  que  saltando  todos  fuera  de  los  navios,  como 
un  enjambre  de  ranas,  huyeron  tierra  adentro.  El  ejército 
se  deberia  componer  como  de  30,000  hombres.  Entonces, 
echando  mano  a  mis  cables,  fui  prendiendo  todos  los  na- 
vios uno  por  uno  con  los  garfios,  por  el  agujero  de  la  proa; 
pero  mientras  duró  esta  maniobra,  me  lanzaron  los  ene- 
migos una  descarga  de  tantos  millares  de  flechas,  que  hi- 
riéndome muchas  de  ellas  en  la  cara  i  manos,  no  solo  me 
causaban  un  escesivo  dolor,  sino  que  me  estorbaban  traba- 
jar. Mi  mayor  cuidado  era  guardar  la  vista,  que  infalible- 
mente hubiera  perdido,  si  no  me  ocurre  con  tiempo  el  arbi- 
trio de  los  anteojos,  que  por  fortuna  llevaba  conmigo;!  ase- 
gurándolos cuánto  pude  en  las  narices,  me  armé  así  como 
de  una  especie  de  broquel,  con  que  continué  la  maniobra  a 
pesar  de  la  granizada  de  flechas  que  sobre  mí  caian  sin  des- 
canso. Habiendo  colocado  bien  mis  ganchos,  empecé  a  tirar, 
pero  inútilmente,  porque  todas  las  embarcaciones  estaban 
ancladas.  Corté  prontamente  sus  cables  con  un  cuchillo,  lo 
que  no  me  detuvo  mucho,  i  con  la  mayor  facilidad  me  llevé 
tras  de  mí  50  navios  de  los  principales. 

TOMO   V  11 


162   "  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

'*Lüs  Blefascuitas,  que  no  tenían  idea  de  lo  que  vo  iba  a 
hacer,  quedaron  tan  amedrentados  como  aturdidos.  Ellos 
vieron  que  corté  los  cables,  i  discurrieron  que  mi  intención 
era  solamente  abandonarlos  al  viento  i  marea,  para  que  se 
chocasen  unos  con  otros;  pero  cuando  vieron  que  arrastraba 
con  toda  la  flota  de  una  vez,  prorrumpieron  en  clamores 
de  rabia  i  desesperación. 

*'No  cesé  de  andar  hasta  que  me  vi  ya  fuera  del  alcance 
de  las  fleclias.  Entonces  me  detuve  un  poco  para  quitarme 
las  que  llevaba  en  la  cara  i  manos  i  continuando  con  mi 
presa,  solo  pensé  en  volver  al  puerto  imperial  de  LiUiptit. 

"El  emperador  i  toda  su  corte,  que  estaban  en  la  costa 
ansiosos  por  saber  el  éxito  de  mi  empresa,  veian  desde  le- 
jos que  se  acercaba  una  flota  en  figura  de  media  luna,  pero 
como  el  agua  me  cubria  hasta  el  cuello,  no  advirtieron  que 
era  3^0  el  que  la  conduela  hacia  el  puerto. 

*'E1  emperador  creyó  firmemente  que  yo  habia  perecido, 
i  que  la  armada  enemiga  venia  a  la  playa  a  verificar  su  de- 
sembarco. Pero  sus  temores  se  disiparon  prontamente,  lue- 
go que  pude  hacer  pié,  i  me  descubrieron  a  la  cabeza  de 
acjuel  promontorio  de  naves,  esclamando  en  alta  v.oz:  ¡Vi- 
Vil  el  poderoso  emperador  de  LilUpvtt!  Apenas  llegué.  Solí 
me  colmó  de  infinitas  alabanzas  i  me  creó  Nardae,  que  en- 
tre ellos  es  el  título  honorífico. 

"Al  mismo  tiempo  me  rogó  que  tomase  mis  medidas  para 
conducir  a  sus  puertos  todas  las  demás  embarcaciones  del 
enemigo.  Su  ambición  era  tal,  que  soñaba  nada  menos  que 
en  hncerse  señor  de  todo  el  imperio  de  Blefuscu  para  redu- 
cirlo a  provincia  del  suyo,  i  poner  en  él  un  virrei;  en  casti- 
gar con  pena  de  muerte  a  todos  los  Gruesi- estremitas  espa- 
triados, i  obligar  a  todos  sus  pueblos  a  que  rompiesen  los 
huevos  por  el  estremo  mas  agudo:  con  lo  cual  se  prometía 
ser  monarca  de  todo  el  universo.  Pero  me  dediqué  a  disua- 
dirle de  este  designio  con  muchas  razones  fundadas  en  la 
política  i  en  la  justicia;  i  le  protesté  con  resolución,. que  yo 
no  seria  jamas  el  instrumento  de  que  se  sirviese  para  opri- 
mir a  un  pueblo  libre,  noble  i  esforzado.  Cuando  el  consejo 
discutió  est:i  negocio,  la  parte  mas  sana  fué  de  mi  opi- 
nión." 

SwiFT,  1 

Viajes  de  Gtüliver,  part.  I    c^p.  V 


^  Véanse  sobre  tSwiFT  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III.  cap.  VI, 
§  12.  — Kn  la  no  ta  final  del  fragmento  anterior  hemos  indicado  en 
qué  puede  consistir  el  mérito  de  estas  narraciones  maravillosas. 


NARRACIONES  163 


XIII 

La  espada  de  Damóoles    i 

"Damócles,  uno  de  los  aduladores  de  Dionisio  tirano  de 
Siracusa,  lo  felicitaba  por  su  poder,  por  el  número  de  sus 
tropas,  por  el  brillo  de  su  corte,  por  sus  inmensos  tesoros  i 
por  la  magnificencia  de  su  palacio,  añadiendo  que  jamáis 
príncipe  alguno  habia  sido  mas  feliz  que  él: — "Damócles,  le 
dijo  Dionisio,  puesto  que  mi  suerte  te  parece  tan  deliciosa 
¿quieres  saborearla  un  poco  i  ponerte  en  mi  lugar?"  Ha- 
biendo manifestado  Damócles  que  se  someteria  con  mucho 
gusto  a  la  prueba,  Dionisio  lo  hizo  sentarse  en  su  lecho  de 
oro,  cubierto  con  ricos  almohadones  i  con  tapices  de  mag- 
nífico trabajo.  Hizo  adornar  sus  aparadores  con  una  so- 
berbia vajilla  de  oro  i  plata.  En  seguida,  habiendo  hecho 
servir  la  mesa,  ordenó  que  Damócles  fuese  servido  por  es- 
clavos jóvenes,  los  mas  hermosos  que  se  encontrasen,  i  que 
debian  ejecutar  sus  órdenes  a  la  menor  señal.  Perfumes, 
coronas,  manjares  esquisitos,  nada  se  ahorró.  Damócles  se 
creia  el  mas  afortunado  de  los  hombres,  cuando  de  repente, 
en  medio  del  festin,  percibió  encima  de  su  cabeza  una  espa- 
do desnuda  que  Dionisio  habia  hecho  colocar,  i  que  pendia 
del  techo  solo  por  un  crin  de  caballo.  Inmediatamente  los 
ojos  de  nuestro  afortunado  se  turbaron:  no  vieron  va  a  los 
hermosos  esclavos  que  le  servian,  ni  la  magnífica  vajilla 
que  estaba  delante  de  él:  sus  manos  no  se  atrevieron  a  to- 
car las  fuentes:  su  corona  cayó  de  su  cabeza.  ¿Qué  digo? 
Pidió  por  favor  al  tirano  que  le  permitiese  retirarse,  por- 
que no  queria  ser  feliz  a  ese  precio.  ¿Puede  desearse  algo 
mas  evidente,  algo  que  pruebe  mejor  que  Dionisio  sabia 
que  con  continuas  alarmas  no  se  saborea  ningún  placer? 
Pero  ya  no  era  dueño  de  volver  a  la  justicia,  devolviendo 
a  sus  conciudadanos  sus  derechos  i  sus  libertades;  porque 
desde  su  juventud,  i  en  una  edad  en  que  no  pensaba  cuáles 

^  La  espada  de  Damócles  es  una  espresion  frecuente  en  las  obrasi 
literarias  i  hasta  en  la  conversación  familiar:  es  la  personificación 
simbólica  de  los  terrores  que  perturban  el  goce  de  un  poder  tiráni- 
co. Hl  hecho  que  ha  dado  lugar  a  esta  espresion,  se  encuentra  re- 
ferido en  casi  todos  los  historiadores  que  se  han  ocupado  de  la  an- 
tigüedad. Vamos  a  trascribir  la  narración  de  este  hecho  por  tres 
autores  diferentes,  cada  uno  de  los  cuales  tuvo,  al  narrarlo,  diver- 
so propósito. 


164  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

serian  las  consecuencias  de  sus  estravíos,  se  había  condu- 
cido de  tal  modo  que  no  podía  dejar  de  ser  injusto  sin  po- 
ner su  vida  en  peligro". 

Cicerón,  ^ 

Cuestiones  tusai'anis^  lib.  Y,  cap.  XXI. 

'^Dionisio  dejó  ver  en  una  ocasión  con  gran  naturalidad 
lo  que  pensaba  de  su  estado.  Uno  de  los  cortesanos  llama- 
do Damócles,  ensalzaba  todos  los  dias  con  una  especie  de 
éxtasis,  sus  riquezas,  su  majestad,  el  número  de  sus  tropas, 
la  estension  de  sus  dominios,  la  magnificencia  de  sus  pala- 
cios i  la  abundancia  universal  de  todos  los  bienes  i  de  to- 
dos los  placeres  en  medio  de  la  cual  vivia,  no  cesando  de 
repetir  que  jamas  persona  alguna  habia  sido  mas  feliz. — 
^'Puesto  que  así  lo  piensas,  le  dijo  un  dia  el  tirano,  ¿quieres 
saborear  tu  mismo  mi  felicidad  para  que  la  conozcas  por 
esperiencia?"  La  oferta  fué  aceptada  con  gusto.  Colócase 
a  Damócles  en  un  lecho  de  oro,  cubierto  con  los  tapices 
mas  ricamente  bordados.  Los  aparadores  estaban  llenos 
de  vasos  de  oro  i  plata  Esclavos  de  una  rara  belleza  i  ves- 
tidos magníficamente,  lo  rodeaban  par.i  servirlo  a  la  me- 
nor señal  que  diese.  No  se  habian  ahorrado  las  esencias 
mas  esquisitas  ni  los  perfumes  mas  delicados.  La  mesa  es- 
taba servida  en  proporción  a  este  lujo.  Damócles  se  esta- 
siaba  en  su  contento,  i  se  consideraba  el  hombre  mas  feliz 
del  mundo.  Desgraciadamente,  al  levantar  la  vista  percibe 
la  punta  de  una  espada  pendiente  sobre  su  cabeza  i  que  no 
estaba  sujeta  al  techo  mas  que  por  un  crin  de  caballo.  En 
el  mismo  momento,  un  sudor  frió  se  apoderó  de  él:  todo 
desaparece  a  su  vista:  no  vé  mas  que  la  espada  i  no  siente 
mas  que  su  peligro.  Sobrecojido  de  espanto,  pide  que  se  le 
permita  retirarse,  i  declara  que  ya  no  quiere  ser  feliz.  Imá- 
jen  mui  natural  de  la  vida  de  un  tirano." 

ROLLIN,    ^ 
Historia  Antigua,  lib.  XI,  cap.  I,  párrafo  IV. 


^  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Ht.,pa.rt.  I,  cap.  Vil,  §  11.— Cicerón  re- 
fiere  este  hecho  como  moralista,  para  probar  que  después  de  los 
primeros  estravíos,  aunque  el  hombre  conozca  que  ha  adoptado 
un  mal  camino,  es  impotente  para  separarse  de  él. 

'-^  Célebre  sabio  francés  (1661-1741)  que  pasó  su  vida  consagra- 
do a  la  enseñanza  de  la  literatura  i  de  la  historia.  Es  autor  de  un 
Tratado  de  Estudios,  monumento  tan  modesto  como  útil,  en  don- 
de los  profesores  han  encontrado   siempre  un   inmenso  caudal  de 


NARRACIONES       *  165 


''Un  adulador  ensalzaba  nn  día  la  felicidad  del  tirano 
Dionisio;  i,  en  el  niimero  de  subditos,  la  abundancia  de  sus 
riquezas,  el  brillo  de  los  honores,  encontraba  la  prueba  de 
que  el  tirano  era  infinitamente  feliz.  Dionisio  respondió  a 
este  adulador,  que  se  llamaba  Damócles:—  "Por  prendado 
que  estés  de  mi  felicidad,  tú  no  la  conoces  completamente. 
¡Ah!  cuan  poco  te  agradaría  si  la  saboreases  por  tí  mismo! 
¿Quieres  ponerte  un  rato  en  mi  lugar?" — "De  todo  corazón", 
responde  Damócles.  Inmediatamente  se  le  trae  un  trono  de 
oro;  se  sienta  i  se  ve  rodeado  de  todos  los  esplendores  in- 
ventados para  los  grandes  por  la  voluptuosidad  i  el  orgu- 
llo. La  púrpura  brilla  en  todas  las  paredes,  el  oro  reluce  en 
la  mesa  i  el  vino  se  sirve  en  copas  de  oro.  Una  señal,  i  vein- 
te manos  se  apresuraron  a  realizar  la  voluntad  del  señor; 
una  palabra,  i  hermosos  pajes  vuelan  en  tropel  i  se  dispu- 
tan el  honor  de  ejecutar  la  orden  dada.  Embriagado  de 
placer,  encantado  con  tanto  esplendor,  Damócles  se  cree 
en  el  colmo  de  la  felicidad.— "¡Oh  orrandeza!  esclama,  ¡qué 
no  te  pueda  saborear  siempre!"  Pero  ¡ah!  ¿qué  es  lo  que 
percibe  de  repente?  Una  espada,  pendiente  del  techo  por  un 
crin,  llena  de  terror  su  corazón.  Ve  posarse  sobre  su  cabeza 
el  peligro  amenazador;  el  feliz  Damócles  comienza  a  temblar. 
No  hace  caso  alguno  del  esplendor  de  sus  aposentos;  el  vino 
que  corre  en  copas  de  oro,  no  le  causa  placer;  no  tiende  la 
mano  para  los  manjares  mas  delicados;  no  tiene  oidos  pa- 
ra los  dulces  melodías  de  los  cantores. — "¡Oh  Dionisio!  es- 
clama al  fin  temblado,  pon  un  término  a  mi  felicidad!" 

"No  creáis  que  con  las  apariencias  de  felicidad,  un  hom- 
bre vicioso  sea  enteramente  feliz:  tiembla  en  el  momento 
que  saborea  el  fruto  de  la  grandeza;  en  el  seno  de  la  magni- 


preceptos  recojidos  por  la  esperiencia  sobre  la  manera  de  hacer 
mas  práctica  i  provechosa  la  enseñanza.  Las  dos  obras  históricas 
de  RoLLiN,  la  Historia  Antigua  i  la  Historia  Romana*,  son  vastas 
compilaciones  de  hechos  recojidos  en  el  estudio  prolijo  i  atento  de 
los  historiadores  antiguos,  escritas  sin  pretensiones  de  crítica  filo- 
sófica, pero  con  un  gusto  i  una  claridad  verdaderamente  admira- 
bles. Narrando  la  anécdota  de  Damócles,  sin  otro  propósito  que 
el  dar  a  conocer  el  hecho  en  sí  mismo  se  ha  limitado  a  comentarlo 
en  la  media  línea  final. 

*  Según  Sainte-Beuve  (Causeries  du  Lundi,  t.  VI)  a  Rollin,  si  te- 
nia saber,  le  faltaba  crítica" 

(Nota  del  Recopilador.) 


166 


MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


ficencia,  el  temor  de  la  muerte  viene  a  atormentarlo,  i  no  lo 
deja  probar  mas  que  una  pomposa  miseria. 


Gelllert    1 


1  Cristian  Gellert,  literato,  filósofo  i  poeta  alemán  del  siglo 
XVIII  (1715  1760).  Sus  fábulas  i  sus  cuentos  en  versos,  uno  de 
los  cuales,  aunque  traducido  en  prosa,  es  el  que  hemos  insertado 
en  el  testo,  tuvieron  una  inmensa  boga  en  su  tiempo  i  gozan  to- 
davía de  una  grande  reputación.  Esta  narración,  esencialmente 
poética  del  mismo  hecho,  aunque  escrita  con  bastante  sencillez,  da 
a  conocer  los  resortes  con  que  cuenta  el  poeta  para  engalanar  los 
hechos  que  refiere. 


SECCIÓN  VII 
Descripciones 

La  descripción  es  una  representación  viva  i  natural  de 
los  objetos  para  darlos  a  conocer,  poniéndolos,  por  decirlo 
así,  a  la  vista.  Traza  las  formas,  los  colores  i  la  fisonomía 
con  una  gran  fidelidad,  para  producir  por  el  estilo  la  mis- 
ma ilusión  que  un  artista  da  talento  obtiene  por  medio  de 
la  pintura,  esto  es,  que  el  lector  se  imajine  ver  los  objetos 
que  se  le  describen. 

La  memoria  suministra  los  materiales  de  la  descripción, 
es  decir,  los  rasgos  que  nos  han  causado  mayor  impresión 
i  que  se  han  grabado  mas  en  nuestro  espíritu:  el  gusto  es- 
coje  entre  esos  rasgos,  los  dispone  i  los  ordena:  la  ima- 
jinacion  los  matiza  i  les  da  así  el  agrado  i  la  vida.  La  des- 
cripción no  debe  ser  la  enumeración  sencilla  i  seca  de  los  di- 
ferentes rasgos  de  que  se  compone  el  objeto  descrito.  Este 
procedimiento  puramente  científico,  sirve  para  dar  a  cono- 
cer una  cosa;  pero  en  literatura  se  exije  algo  mas,  se  quiere 
que  el  escritor  pinte  i  embellezca  dando  animación  i  co- 
lorido. 

La  descripción  es,  pues,  una  parte  del  arte  de  escribir,  so- 
metida a  condiciones  precisas  i  determinadas.  La  primera 
i  la  mas  rigorosa,  es  que  venga  en  su  lugar,  que  sea  exijida 
por  el  asunto,  que  se  encadene  con  las  otras  partes  del 
escrito,  después  de  ciertos  acontecimientos  o  de  ciertas 
ideas.  No  se  describe  por  el  placer  de  describir,  sino  para 
instruir  hablando  a  la  imajinacion.  Ademas   de  esta  regla 


168  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

esencial,  dictada  por  el  buen  gusto,  es  menester  que  una 
descripción  sea  fiel  i  verdadera  sin  prolijidad,  precisa  sin 
aridez.  La  difusión  es  el  escollo  mas  frecuente  de  la  descrip- 
ción. Un  rasgo  en  los  grandes  escritores  equivale  a  veces  a 
una  descripción. 

Uno  de  los  procedimientos  mas  usados  i  mas  felices,  por- 
que alcanza  mas  directamente  al  alma,  es  el  empleo  de  los 
contrastes.  Un  pintor  hábil  no  deja  jamas  de  dar  realce  a 
los  objetos  por  opOvSicion  de  la  sombra  i  de  la  luz.  Un  escri- 
tor hábil  sabe  también,  por  la  aproximación  de  las  cir- 
cunstancias que  se  oponen  unas  a  otras,  producir  los  mis- 
mos efectos. 

Para  describir  un  objeto  no  es  necesario  enumerar  to- 
dos sus  caracteres,  sino  elejir  los  mas  sobresalientes  o 
aquellos  que  son  mas  a  propósito  para  preparar  el  efecto 
que  se  quiere  producir.  Todo  objeto  puede  ser  examinado 
desde  diferentes  puntos  de  vista,  según  convenga  al  escritor 
o  a  la  obra.  Así,  por  ejemplo,  la  tierra  descrita  por  Fene- 
lon  bajo  el  aspecto  de  su  poder  productor,  puede  serlo  to- 
mando en  cuenta  sus  movimientos  i  revoluciones,  esto  es, 
desde  el  punto  de  vista  astronómico,  i  por  su  constitución 
física.  Antes  de  escribir,  debe  meditarse  el  asunto  i  elejir 
cuál  faz  del  objeto  debe  ser  examinada;  esto  es,  cuál  es  la 
que  mas  conviene  al  asunto  de  que  se  trata. 

Las  descripciones  son  de  tres  clases  distintas.  Las  pri- 
meras representan  un  estado  de  cosas  físicas  o  morales  que 
ha  durado  corto  tiempo,  como  una  erupción  volcánica,  un 
temblor  de  tierra,  una  peste,  una  catástrofe  política,  una 
matanza,  una  batalla,  un  sitio,  una  solemnidad  accidental. 
Se  trata  de  espectáculos  que  ordinariamente  la  naturaleza 
i  la  sociedad  no  han  ofrecido  mas  que  una  sola  vez,  a  lo 
menos  con  las  mismas  circunstancias  locales  o  personales. 
La  segunda  comprende  las  descripciones  de  ciertos  estados 
físicos  permanentes,  que  han  subsistido  largos  períodos,  i 
que  subsisten  hasta  ahora;  como  los  detalles  de  jeografía, 
de  topografía,  de  historia  natural,  una  aurora  boreal,  una 
^    trompa  marina,  etc.,   i  aun   lo  que  concierne  a  los  monu- 


DESCRIPCIONES  169 


nientos.  Las  descripciones  del  tercer  jénero  son  las  que  re- 
presentan maneras  de  ser  políticas  o  sociales,  como  la  vida 
de  los  señores  feudales,  las  representaciones  dramáticas 
entre  los  griegos,  etc.  Cada  utio  de  estos  jéneros  da  lugar  a 
observaciones  especiales;  pero  los  buenos  modelos  enseñan 
mucho  mas  a  este  respecto  que  todos  los  preceptos. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


I 

Los  castillos  feudales  estaban  construidos  en  ciertas  al- 
turas para  dominar  los  campos  vecinos  i  para  hacer  mas 
difícil  su  acceso  a  los  enemigos  que  quisieran  atacarlos. 
Una  muralla  de  circunvalación  alta  i  sólida,  guarnecida  de 
troneras  i  de  bastiones,  protejida frecuentemente  por  obras 
avanzadas,  los  defendia  contra  los  ataques  csteriores:  si  la 
naturaleza  del  terreno  no  hacia  bastante  difícil  el  acercar- 
se, se  abria  al  rededor  de  la  muralla  un  foso  profundo,  or- 
dinariamente lleno  de  agua  que  no  se  pedia  atravesar  sino 
por  puentes  levadizos;  i  ademas  toda  puerta  estaba  res- 
guardada por  un  rastrillo.  Los  castillos  mas  importan- 
tes tenian  dos  o  tres  circuitos  di  este  jénero  apoyados  por 
torres  de  distancia  en  distancia.  En  el  centro  del  espacio 
encerrado  por  la  muralla  había  un  torreón  mas  alto  i  mas 
resistente  que  las  otras  construcciones.  Allí  se  guardaban 
los  archivos  i  los  tesoros,  i  allí  también  se  retiraban  los  si- 
tiados cuando  el  enemigo  habia  vencido  los  otros  obstácu- 
los. En  medio  de  la  infinita  variedad  que  las  exijencias  de 
los  lugares,  de  los  tiempos  i  de  las  personas  introdujeron 
en  la  construcción  de  los  castillos,  se  encuentran  por  todas 
partes  ciertos  caracteres  que  les  eran  comunes.  Así  habia 
habitaciones  para  el  señor  i  su  familia,  para  los  oficiales, 
para  la  tropa  i  para  la  servidumbre;  grandes  cocinas,  ca- 
ballerizas, pozos  i  cisternas,  sótanos,  almacenes  i  graneros 
espaciosos,  bien  provistos  de  víveres  para  las  eventualida- 
des de  un  sitio,  salas  de  armas,  salones  de  recepción,  etc. 


170  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

La  vida  de  los  señores  feudales  era  muí  monótona.  Sus 
diversiones  consistian  en  juegos  de  ajilidad  i  de  fuerza,  o  en 
oír  las  estravagancias  de  uno  o  mas  locos  o  fatuos  que 
siempre  habia  para  distraer  a  los  señores.  Tenian  éstos, 
ademas,  aleones  para  la  caza;  i  papagayos,  monos  i  otros 
animales  para  la  diversión.  Con  frecuencia  visitaban  el 
castillo  algunos  trovadores,  o  poetas  improvisadores,  mú- 
sicos ambulantes  i  hasta  algunos  maromeros  para  distraer 
a  los  señores  feudales  en  su  soledad.  La  monotonía  de  esta 
vida  era  interrumpida  por  las  guerras  entre  los  diversos 
señores,  que  traian  por  resultado  el  sitio  del  castillo  i  ata- 
ques vigorosos  i  sangrientos. 

Sobre  estos  datos,  se  puede  hacer  la  descripción  de  un 
castillo  feudal,  i  de  la  vida  que  allí  llevaban  los  señores  en 
la  edad  media. 

II 

Es  casi  imposible  describir  el  aire  en  sí  mismo;  pero  se  le 
puede  dar  a  conocer  en  sus  efectos.  Este  fluido  que  rodea 
toda  la  tierra  alimenta  nuestros  pulmones  i  nuestra  vida. 
Su  fluidez  deja  pasar  la  luz  de  las  estrellas  mas  distantes. 
Su  condensación  i  su  dilatación  son  causa  de  los  vientos 
que  suavizan  el  rigor  de  las  estaciones  i  que  hacen  andar 
los  buques  en  el  mar.  Esas  mismas  revoluciones  del  aire 
son  periódicas;  i  el  hombre  que  ha  estudiado  su  periodici- 
dad, sabe  aprovecharse  de  ella. 

III 

La  tierra  que  nosotros  pisamos,  como  una  cosa  vil,  es  la 
fuente  de  todas  las  riquezas.  De  su  seno  sale  todo  lo  que 
hai  de  mas  precioso.  La  mano  del  hombre  convierte  la  tie- 
rra en  los  mas  valiosos  objetos.  En  un  solo  año  ella  produ- 
ce verdaderas  maravillas,  plantas, frutas,  vSemillas.Su  seno 
es  inagotable:  produce  ahora,  como  producia  hace  milla- 
res de  años.  *  Todo  envejece  sobre  ella;  pero  ella  rejuvenece 
cada  año.  Mientras  mas  se  la  elabora,  mas  produce:  solo 
la  pereza  de  los  hombres  puede  hacerla  aparecer  improduc- 
tiva. Sus  desigualdades,  que  a  primera  vista  parecen  un 
defecto,  son  un  adorno  i  una  utilidad.  Así  es  como  existen 
en  ella,  valles  hermosos  para  el  cultivo  de  las  mieses,  pra- 
deras para  los  ganados,  colinas  páralos  viñedos  i  las  arbo- 
ledas, i  montañas  que  hermosean  el  paisaje  i  que  producen 


DESCRIPCIONES  171 


los  ríos.  De  modo  que  esta  variedad  encanta  los  paisajes  al 
misnio  tiempo  que  satisface  las  diversas  necesidades  del 
hombre. 


IV 

Las  plantas  son  a  veces  alimenticias  i  a  veces  medicina- 
les. Sus  virtudes  son  tan  numerosas  como  sus  variedades. 
Producen  flores  i  frutas.  Su  mecanismo  es  maravilloso:  sus 
raices  le  sirven  a  la  vez  de  tubos  para  buscar  sus  alimentos 
i  de  cimiento  para  afianzarse  i  resistir  a  las  tempestades. 
Su  madera  sirve  para  calentarnos  en  el  invierno;  i  es  muí 
útil  para  la  industria  cuando  el  hombre  sabe  elaborarla. 
Sus  semillí-is  i  el  secreto  de  su  producción,  no  son  los  me- 
nores prodijios  que  ofrece  el  reino  vejetal. 


La  península  italiana  tiene  la  figura  de  una  bota  o  de 
una  pierna  que  da  un  puntapié  a  la  isla  de  Sicilia.  Partien- 
do de  este  punto,  es  decir,  tomándola  como  una  pierna,  se 
puede  describir  jeográficamente,  indicar  los  mares  que  la 
rodean,  la  posición  de  sus  ciudades,  etc. 

VI 

Las  selvas  vírjenes  de  la  zona  tórrida  ofrecen  un  ancho 
campo  al  poder  descriptivo  de  los  poetas  i  de  los  natura- 
listas. En  medio  de  aquella  lujosa  vejetacion,  se  observa  la 
lucha  de  las  diferentes  plantas  que  se  estrechan  i  se  opri- 
men, causando  la  muerte  de  unas  ])ara  sustentar  la  vida 
exuberante  de  las  otras.  Pero  toda  descripción  de  una  sel- 
va de  la  zona  tórrida  será  incompleta  si  solo  se  toman  en 
cuenta  sus  pobladores.  La  naturaleza  animal  se  ostenta 
allí  con  una  magnificencia  desconocida  en  las  otras  zonas. 
Monos  de  muchas  variedades  recorren  las  ramas  de  los  ár- 
boles; las  aves  de  los  mas  vistosos  plumajes,  los  papaga- 
yos mas  hermosos,  los  picaflores  de  mil  especies  distintas, 
todas  brillantes  por  sus  colores,  las  mariposas  de  todos 
tamaños  i  apariencias,  las  serpientes  i  los  lagartos  pinta- 
dos de  mil  maneras,  los  ejércitos  de  hormigas  i  de  insectos 
de  muchas  clases,  todo  ostenta  la  vida  en  medio  de  aque- 
llas espléndidas  soledades. 


172  MANUAL.   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Vil 

Observando  atentamente  el  órgano  de  los  sentidos  en- 
contramos que  todas  las  partes  que  lo  componen  tienen  un 
objeto  determinado,  i  ademas  que  cada  una  de  esas  partes 
está  formada  de  tal  manera  que  corresponden  perfecta- 
mente a  ese  objeto.  Así,  por  ejemplo,  el  párpado  suave  i 
flexible  sirve  para  cubrir  el  ojo:  la  pestaña  impide  que  lle- 
guen a  él  partículas  que  puedan  ofenderlo:  los  huesos  de  la 
frente  i  los  otros  que  le  rodean  lo  defienden  contra  los  gol- 
pes. Observaciones  análogas  pueden  hacerse  respecto  al 
oido,  del  olfato,  del  gusto,  etc.  Basta  un  un  poco  de  aten- 
ción para  encontrar  lo  que  debe  decirse  al  hacer  la  descrip- 
ción de  todos  los  órganos  de  los  sentidos. 


VIH 


Hai  muchos  objetos,  de  los  cuales  se  han  hecho  descrip- 
ciones diametralmente  opuestas.  Hai  ciertos  lugares,  por 
ejemplo,  que  los  poetas  han  embellecido  por  medio  de  des- 
cripciones solemnes  i  pomposas;  i  que  conformándose  mas 
con  la  realidad,  deben  ser  descritos  de  mui  diversa  manera. 
Así  el  Tajo  i  los  campos  que  riega,  han  sido  pintados  por 
los  poetas  españoles  con  el  mas  hermoso  i  pintoresco  co- 
lorido. Aguas  cristalinas  trasparentes  que  se  deslizan  dul- 
cemente por  un  lecho  de  verdura:  campos  espléndidos  i 
cubiertos  de  flores  i  de  bosques;  aves  canoras  i  de  pintado 
plumaje;  blancas  ovejas  que  pacen  en  amenos  prados,  con- 
ducidas por  pastores  i  pastoras  llenas  de  bellezas,  i  que 
viven  para  amarse  con  el  mas  puro  amor  i  para  decirlo  en 
armoniosos  versos  o  en  elegante  prosa:  todo  esto  se  en- 
cuentra en  aquellos  lugares  de  que  se  ha  querido  hacer  la 
morada  de  las  desgracias.  Ahora  veamos  la  realidad.  Las 
aguas  del  Tajo,  casi  siempre  turbias,  corren  por  un  lecho 
áspero  i  cerrado  por  barrancas  cortadas  a  pico.  Los  cam- 
pos vecinos  son  áridos,  incultos  i  feos.  Los  pocos  ganados 
que  se  ven  son  guardados  por  ovejeros  sucios,  rudos  i  gro- 
seros, i  están  espuestos  a  ser  devorados  por  los  buitres, 
casi  las  únicas  aves  que  se  ven  en  aquellos  alrededores. 

Con  estos  datos,  se  puede  hacer  una  doble  descripción: 
el  Tajo  de  los  poetas,  es  decir  todo  ideal;  i  el  Tajo  de  los 
viajeros,  esto  es,  una  realidad  triste  i  desagradable. 


DESCRIPCIONES  173 


IX 

El  lago  Erie  se  vacia  en  el  lago  Ontario  por  medio  del 
Niágara,  i  de  la  célebre  catarata,  tantas  veces  descrita.  En 
esta  parte,  el  rio  tiene  como  un  quilómetro  de  ancho;  i  se- 
para las  posesiones  inglesas  del  Canadá  de  los  Estados 
Unidos.  Las  aguas,  al  llegar  a  la  catarata,  se  dividen  en 
dos  cuerpos  por  la  pequeña  isla  de  las  Cabras,  que  se  alza 
en  el  medio,  i  que  un  puente  suspendido  une  a  la  orilla  ame- 
ricana, i  se  precipita  en  dos  cascadas  jigantescas,  de  una 
altura  de  cincuenta  metros.  Una  de  ellas,  llamada  de  la 
Herradura,  del  lado  del  Canadá,  tiene  seiscientos  metros 
de  ancho,  la  otra  del  lado  de  los  Estados  Unidos,  tiene  dos- 
cientos metros.  Esta  gran  catarata  está  continuamente 
envuelta  por  una  nube  que  se  percibe  desde  mui  lejos.  Las 
olas  espumosas  parecen  levantarse  a  los  cielos.  De  tiem- 
po en  tiempo,  la  nube  abre  i  deja  ver  las  rocas  i  las  selvas 
vecinas.  El  aspecto  mas  sorprendente  se  presenta  en  in- 
vierno, cuando  las  aj^uas,  a  pesar  de  su  espantoso  movi- 
miento, esperimentan  bi  influencia  del  frió  horrible  de  aquel 
clima.  Entonces  enormes  columnas  de  hielo  penden  de  lo 
alto  como  otros  tantos  tubos  de  órgano.  La  masa  enor- 
me i  la  rapidez  de  las  aguas,  arrastrando  sin  cesar  algunas 
rocas  del  fondo  del  cauce  del  rio,  han  hecho  retroceder  la 
catarata  a  cincuenta  metros  mas  atrás  de  lo  que  estaba 
hace  medio  siglo. 


X 


En  todos  los  tratados  de  jeografía  física  hai  noticias  de 
un  sorprendente  fenómeno,  conocido  con  el  nombre  trom- 
pa, i  mui  en  particular  de  la  especie  conocida  con  el  nom- 
bre de  trompa  marina.  Con  esas  noticias  se  puede  descri- 
bir ese  fenómeno,  dándolo  a  conocer,  no  tanto  en  sus  cau- 
sas científicas  i  en  su  constitución  como  en  sus  aparien- 
cias. 


XI 

Se  sabe    lo    que  son  corrientes    marinas,  i  se    trata  de 
describir  una.  La  corriente  arrastra  sus  aguas  por  un  cau- 


174  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

ce  de  agua  también:  la  diferencia  de  temperatura  i  la  ve- 
locidad con  que  marcha  aquella  marca  su  diferencia  del 
resto  del  océano.  Tomando  por  ejemplo  la  gran  corriente 
del  Atlántico,  se  puede  seguir  su  curso  desde  el  polo  aus- 
tral por  las  costas  de  América  i  de  África,  indicando  bre- 
vemente la  desviación  de  algunas  de  sus  partes.  La  masa 
principal  continúa  su  camino  i  va  a  engolfarse  en  el  golfo 
de  Méjico,  donde  calienta  sus  aguas  con  el  sol  de  la  zona 
tórrida.  Allí  toma  el  nombre  de  Gulfstream:  sale  del  golfo 
por  el  canal  de  Bahama,  con  una  rapidez  de  ocho  quilóme- 
tros por  hora:  su  ancho  es  entonces  de  catorce  leguas:  su 
profundidad  de  mil  pies:  su  temperatura  15  grados  mas 
alta  que  la  de  los  mares  inmediatos.  Se  dirije  de  sur  a  norte 
a  cierta  distancia  de  la  costa  de  los  Estados  Unidos,  con- 
servando una  gran  parte  de  su  calor.  Hacia  los  40  grados 
de  latitud  norte,  el  Gulfstream,  combatido  por  la  corriente 
del  polo  boreal  que  desemboca  del  estrecho  de  Davis,  i  que 
parece  unirse  a  él,  tuerce  hacia  el  oriente,  atraviesa  el 
Atlántico  i  se  divide  al  acercarse  a  España,  en  dos  ramas. 
La  principal  de  ellas,  siguiendo  la  dirección  noreste  de  las 
costas  de  la  Europa  septentrional,  baña  las  costas  de  la 
Irlanda,  la  Escocia  i  la  Noruega,  las  proteje  contra  la  in- 
vasión de  la  corriente  polar  del  norte  que  arrastra  grandes 
masas  de  hielo,  i  suaviza  su  temperatura  de  tal  manera  que, 
apesar  de  la  alta  latitud  a  que  están  situadas,  esas  costas 
tienen  un  clima  mas  benigno  que  el  de  cualquiera  otro  pais 
colocado  en  la  misma  zona  i  sus  producciones  son  por  esto 
mismo  escepciona^es. 

Al  hacer  esta  descripción,  conviene  tener  a  la  vista  una 
carta  de  las  corrientes  del  océano  Atlántico  para  describir 
la  marcha  del  Gulfstream.  i  observar  atentamente  otra 
carta  en  que  estén  trazadas  las  líneas  isotermas  para  dedu- 
cir la  acción  de  aquellas  corrientes  sobre  la  temperatura  de 


xn 

Los  viajes  emprendidos  ])ara  reconocer  los  mares  polares 
buscar  un  paso  que  comunique  la  Europa  con  el  Asia  por 
el  norte  de  la  América,  revelan  mas  que  cualquiera  otra 
empresa,  la  audacia  singular  i  la  perseverencia  estraordi- 
naria  qiie  inspira  el  amor  a  la  gloria  i  el  entusiasmo  por  la 
ciencia.  Los  frios  horribles  de  las  latitudes  polares,  las  tem- 


DESCRIPCIONES  175 


pestades  frecuentes  en  esos  mares,  la  falta  de  abrigo  i  de 
medios  de  subsivStencia,  no  son  mas  que  algunos  de  los  pe- 
ligros que  ofrecen  aquellas  esploraciones.  Cuando  llega  la 
época  de  los  deshielos,  las  corrientes  del  mar  i  los  vientos 
constantes  arrastran  enormes  masas  de  hielo,  délas  formas 
mas  caprichosas  i  fantásticas,  de  ordinario  mucho  mas 
grandes  que  varios  buques  reunidos,  i  van  a  estrellarse 
contra  las  naves  destrozándolas  en  astillas  o  echándolas  a 
pique,  si  los  marinos  que  las  tripulan  no  saben  evitar  el 
peligro.  Cuando  llega  el  invierno,  la  conjelacion  del  mar 
suele  cojer  a  los  buques  i  privarlos  de  todo  movimiento. 
Comienzan  entonces  las  largas  noches  de  los  polos  en  que 
se  pierde  la  luz  del  sol  durante  meses  enteros.  Entonces  es 
cuando  las  auroras  boreales,  fenómeno  maravilloso  que  lle- 
na de  admiración  i  de  [javor  al  que  lo  contempla  por  pri- 
mera vez,  viene  a  alumbrar  a  los  hombres.  La  perseveran- 
cia de  los  hombres  se  ha  sobrepuesto  a  tantos  sufrimientos 
i  hoi  los  mares  polares  han  sido  bastante  esplorados,  i 
nuevas  espediciones  se  preparan  para  acabar  el  reconoci- 
miento. 


XIII 

No  hai  nada  que  recuerde  mas  al  viajero  la  distancia  de 
su  patria  que  el  cambio  de  cielo,  la  ausencia  de  algunos  de 
los  astros  que  ha  conocido  desde  su  niñez,  i  la  vista  de  las 
estrellas  que  no  estaba  acostumbrado  a  ver.  Los  viajeros 
que  pasan  del  hemisferio  boreal  al  austral,  encuentran  un 
cielo  nuevo  desde  que  se  acercan  al  Ecuador.  Mayor  núme- 
ro de  estrellas  de  primera  magnitud,  las  nébulas  denomina- 
das de  Magallanes,  las  nuevas  constelaciones,  la  cruz  del 
sur,  sobre  todo,  ciertos  vacíos  oscuros  que  los  astrónomos 
denominan  sacos  de  carbón,  todo,  en  fin,  les  revela  que  es- 
tán lejos  de  su  patria.  Aun  sin  poseer  conocimientos  astro- 
nómicos, este  cambio  de  cielo  basta  para  impresionar  al 
vi  65  je  ro. 

XIV 

Entre  todo?;  los  fenómenos  metereolójicos,  ninguno  mas 
magnífico  i  sorprendente  que  una  aurora  boreal.  Vése  pri- 
mero una  nube  luminosa,  en  seguida  se  forma  en  ella  un 
punto  brillante  que  se  estiende  de  una  manera  indetermina- 
da. Las  luces  cambian  de  forma  con  una  admirable  rapidez, 


176  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


se  forma  un  gran  arco  luminoso  i  de  formas  caprichosas  i 
vagas,  de  un  color  atñarillo  pálido  que  vuelve  su  concavi- 
dad hacia  la  tierra.  Luego  muchas  rayas  negruscas  sepa- 
ran regularmente  las  partes  luminosas  del  arco.  Se  forman 
rayos  luminosos,  se  alargan  o  se  acortan  lenta  o  instantá- 
neamente, su  brillo  aumenta  o  disminuye  súbitamente.  El 
arco  continúa  subiendo  hacia  el  cénit,  presentado  en  su  luz 
un  movimiento  ondulatorio.  A  veces  una  de  sus  estremida- 
des  o  las  dos  a  la  vez,  abandonan  el  horizonte:  el  arco  no 
forma  entonces  mas  que  una  banda  de  ravos  que  toma  o- 
tros  contornos  i  se  separa  en  muchas  partes.  El  brillo  *de 
esos  rayos  que  varia  súbitamente  de  intensidad,  así  como 
ellos  viajan  de  forma,  alcanza  el  de  las  estrellas  de  prime- 
ra magnitud.  Esas  manchas  luminosas  toman  color:  su 
base  es  roja,  su  centro  es  verde  i  solo  su  parte  superior  con- 
serva, como  la  aurora,  su  color  amarillo  pálido.  En  fin,  el 
brillo  disminu\^e,  los  colores  desaparecen,  todo  se  debilita 
poco  a  poco'  o  desaparece  súbitamente. 


XV 


El  año  431  antes  de  lesucristo,  una  peste  horrible  asoló 
Atenas.  Después  de  haber  hecho  sus  estragos  en  Asia  se  es- 
parce en  el  Pireo;  en  seguida,  en  la  ciudad  de  Atenas  i  en 
los  campos  inmediatos.  Esta  espantosa  enfermedad  arras- 
tra a  la  muerte  a  los  infelices  a  quienes  ataca,  después  de 
ocho  dias  de  sufrimientos  crueles.  Son  pocos  los  que  so- 
breviven a  la  enfermedad,  i  pocos  los  hombres  a  quienes 
no  ataca.  Atenas  ofrece  entonces  los  cuadros  mas  horri- 
bles: los  moribundos  amontonados  sobre  los  muertos:  los 
infelices  a  quienes  la  sed  impulsaba  a  arrastrarse  por  las 
calles,  medio  muertos  para  llegar  al  borde  de  las  fuentes: 
los  lugares  sagrados  atestados  de  los  cadáveres  de  aquellos 
que  buscaban  allí  un  refujio:  los  desórdenes  morales  que  la 
peste  introdujo  en  todos  los  rangos  de  la  sociedad:  los  fu- 
nerales descuidados,  los  lazos  domésticos  rotos,  el  cuidado 
de  los  negocios  privados  i  públicos  desatendido,  las  mas 
santas  obligaciones  trasgredidas,  el  orden  de  las  sucesio- 
nes invertido,  por  la  desaparición  de  familias  casi  enteras, 
la  codicia  sin  freno,  la  relajación  de  costumbres  buscando 
goces  mas  prontos,  i  apresurándose  a  adelantarse  a  la 
muerte. 


DESCRIPCIONES  177 


XVI 

Cristóbal  Colon  cuya  empresa  había  parecido  una  loca 
temeridad,  i  cuya  vuelta  no  era  esperada  por  nadie,  llega 
al  ñn  a  Barcelona,  dondeloesperaban  los  reyes  don  Fernan- 
do i  doña  Isabel.  Una  prodijiosa  muchedumbre,  en  cuyos 
rostros  se  vcian  el  contento,  la  admiración,  el  entusiasmo, 
se  agrupaba  para  ver  al  hombre  que  poco  antes  habia  sido 
mirado  como  un  pobre  visionario. 

Colon  atraviesa  la  ciudad  en  triunfo.  Las  primeras  mues- 
tras de  las  riquezas  del  nuevo  mundo,  los  indios  que  habia 
llevado  consigo,  despertaban  la  curiosidad  i  la  admiración 
de  las  jentes. 

Los  reyes  lo  esperan  sentados  en  sus  tronos.  Sientan  a 
Colon  a  su  lado,  i  éste  les  refiere  su  viaje  brevemente  i  con 
aquella  modestia  característica  de  los  grandes  hombres. 
Los  reyes  le  demuestran  su  gratitud,  lo  confirman  en 
las  anteriores  concesiones,  i  todos  los  concurrentes  se  arro- 
dillan para  -dar  gracias  a  Dios  por  tan  gran  descubri- 
miento. 

XVII 

Pompeya  es  una  imájen  fiel  de  una  ciudad  romana  hace 
diez  i  nueve  siglos.  Roma  con  sus  monumentos  deja  ver  so- 
lo  lo  que  fué  la  grandeza,  la  vida  pública;  en  Pompeya  se 
descubre  la  casa,  la  familia,  la  vida  doméstica  con  todos 
sus  muebles  i  todos  sus  útiles.  Jamas  un  cataclismo  ha  sus 
pendido  de  una  manera  tan  súbita  la  vida  de  un  pueblo.  Bl 
viajero  cree  encontrarse  en  una  ciudad  que  acaban  de  aban- 
donar sus  habitantes,  i  espera  verlos  volver  de  un  momen- 
to a  otro.  Todo  cuanto  allí  se  ve,  es  un  documento  para  la 
historia,  i  un  motivo  para  serias  reflexiones. 

XVIII 

El  teatro  de  Atenas  era  un  gran  edificio  de  piedra,  de  fi- 
gura semicular,  en  que  cabian  mas  de  30,000  personas.  Los 
espectadores  se  colocaban  en  tres  órdenes  de  bancos  cons- 
truidos alrededor  del  semi-círculo;  i  esos  tres  órdenes  co- 
rrespondían al  rango  de  los  asistentes.  El  escenario  estaba 
al  frente  i  estaba  dividido  en  tres  secciones,  la  primera  pa- 

'lOMO  v  12 


178  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LlTBtlARIA 

ra  el  coro,  la  segunda  para  los  actores  i  la  tercera  para  las 
decoraciones.  Las  máquinas  escénicas  eran  mui  sencillas.  El 
teatro  no  tenia  techo;  i  por  eso  cuando  caia  una  lluvia  re- 
pentina se  interrumpia  la  representación. 

Los  actores  representaban  con  máscaras,  que  por  su 
construcción  les  permitian  estender  la  voz  para  ser  oidos 
por  toda  la  concurrencia.  Las  mujeres  no  podian  represen- 
tar; i  las  máscaras,  disfrazando  a  los  hombres,  disimulaban 
esta  singularidad. 

Las  representaciones  dramáticas  eran  fiestas  públicíis, 
presididas  i  dirijidas  por  las  autoridades.  La  entrada  era 
gratuita;  i  el  pueblo  tomaba  un  grande  interés  en  la  repre- 
sentación. 

XIX 

Al  lado  oriental  de  la  cordillera  de  los  Andes  i  al  sur  de  la 
América  meridional,  se  estiende  uucí  rejion  plana  conocida 
con  el  nombre  de  Pampas.  A  pesar  de  la  uniformidad  de  es 
ta  llanura,  que  permite  ver  el  horizonte  en  toda  su  es- 
tensión,  como  en  el  mar,  la  vejetácion  la  divide  en  tres  zo- 
nas diferentes  marcadas  con  líneas  imajinarias  que  se  es- 
tienden  de  norte  a  sur.  La  mas  inmediata  a  la  cordillera  es 
casi  una  selva  de  árb  )les  no  jigantescos,  como  los  que  se 
ven  en  otras  rejiones;  la  segunda  tiene  menos  árboles,  i  la 
tercera  casi  no  posee  ninguno.  La  vejetácion  es,  sin  embargo, 
mui  singular  en  esta  última,  i  varía  por  su  aspecto  en  las 
diversas  estaciones  del  año.  Abunda  sobre  todo  el  cardo,  i 
íilcanza  en  el  verano  un  gran  desarrollo,  de  tal  manera  que 
intercepta  la  vista  al  viajero  i  oculta  los  ganados.  En  el  in- 
vierno, ese  cardo  se  marchita,  se  seca,  cae,  descompone  i 
da  oríjen  a  la  renovación  de  la  vejetácion  en  la  prima- 
vera. 

XX 

Se  trata  de  describir  las  nubes.  Por  la  tarde  es  cuando 
toman  las  formas  mas  singulares  i  se  revisten  con  sus  mas 
ircos  colores.  Un  observador  las  ve  agruparse  en  lasformas 
rhas  variadas.  A  veces  le  parece  distinguir  una  porción  de 
tierra  con  altas  montañas,  valles  profundos,  un  ancho  rio 
atravesado  por  un  gran  puente,  bosquecillos,  habitaciones; 
todo  esto  no  tiene  colores  naturales  sino  un  tinte  sombrío. 
Con  la  noche  todo  desaparece:  a  esta  decoración  del  cielo 
sucede  otra,  la  de  la  luna  i  las  estrellas. 


DESCRIPCIONES  179 


XXI 

El  espectáculo  de  la  naturaleza  ofrece  las  mas  grandes 
variedades.  Pero  no  es  en  los  países  habitados,  en  las  tie- 
rras cultivadas  donde  se  encuentran  los  cuadros  mas  sor- 
prendentes. Es  menester  buscarlos  en  las  rejiones  heladas 
del  polo,  o  en  los  países  ardientes  de  la  zona  tórrida.  La 
sequedad  absoluta  de  la  Arabía  Pétrea  i  de  los  agrandes  de 
siertos  del  África,  los  arenales  despojados  de  toda  verdura, 
contrastan  con  las  inmensas  llanuras  del  nuevo  mundo  en 
la  misma  zona,  donde  se  hallan  bosques  soberbios,  ríos 
inmensos,  vastos  pantanos,  tempestades  frecuentes,  aves, 
reptiles  e  insectos  de  todas  clases. 

XXII 

Después  de  una  larga  ausencia  se  visita  la  ciudad  natal, 
donde  se  ha  nacido  i  pasíido  la  niñez;  pero  donde  no  reside 
ya  nuestra  familia.  Los  alrededores  de  la  ciudad,  los  jardi- 
nes de  sus  inmediaciones,  el  rio  que  la  riega,  el  paisaje  ri- 
sueño que  la  domina,  la  casa  que  habitaba  nuestra  familia,, 
la  escuela  en  que  hemos  comenzado  nuestros  estudios,  i 
donde  hemos  jugado  en  nuestra  niñez,  excitan  en  nosotros 
la  mas  viva  emoción  i  son  una  fuente  fecunda  de  sentimien- 
tos i  de  cuadros  descriptivos. 

XXIII 

Los  hermosos  días  de  verano  han  pasado.  El  otoño  to- 
ca a  su  fin,  i  el  espectáculo  de  la  naturaleza  ha  cambiado 
completamente.  Las  viñas,  los  bosques,  los  campos,  los 
prados,  los  jardines  ofrecen  un  aspecto  muí  diferente.  Su 
brillo  renacerá  en  la  primavera  próxima,  el  campo  se  cu- 
brirá de  flores,  etc.,  etc.;  pero  los  días  pasados  no  volverán 
para  el  hombre,  que  no  se  renueva  con  la  naturaleza. 

XXIY 

El  perro,  fiel  compañero  del  hombre,  conservará  siempre 
su  superioridad  sobre  los  otros  animales.  La  belleza  de 
sus  formas,  la  ajilidad  de  su  cuerpo,   la  intelijencia  que  re- 


ISO  MANUAL    DR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

velan  sus  ojos,  la  delicadeza  de  sus  sentidos,  no  son  mas 
que  la  parte  menos  interesante  de  las  dotes  que  lo  hacen  el 
animal  favorito  del  hombre.  Por  su  carácter,  es  el  verda- 
dero prototipo  de  la  amistad,  el  compañero  inseparable 
del  hombre,  el  ser  mas  jeneroso  i  abnegado  de  cuantos  lo 
rodean.  Sumiso,  obediente,  hel  sobre  todo,  profesa  a  su 
amo  un  cariño  que  rara  vez,  nunca  quizá,  se  encuentra  en 
el  alma  de  los  seres  racionales.  Su  instinto  le  permite  dis- 
tinguir a  su  amo  entre  millares  de  personas;  i  aunque  esté 
acostumbrado  a  respetar  a  muchos,  él  conoce  mui  bien  a 
quién  debe  mas  respeto.  Pero  es  menester  verlo  en  el  com- 
bate para  conocer  todo  su  mérito:  cuando  su  amo  corre 
algún  peligro,  cuando  se  le  ataca,  cuando  para  su  distrac- 
ción por  necesidad  el  hombre  hace  la  guerra  a  otros  ani- 
males, el  perro  desplega  toda  su  intelijencia  i  todo  su  va- 
lor. Sabe  mejor  que  nadie  acechar  al  enemigo;  perseguirlo, 
descubrirlo  i  atacarlo  con  una  resolución  superior  a  todos 
los  peligros. 

XXV 

La  vista  del  mar  en  un  dia  de  calma,  nos  hace  creer  que 
vemos  un  lago  inmenso,  tranquilo,  en  que  las  aguas  tienen 
apenas  movimiento.  Es  menester  estudiar  las  cosas  con  mas 
detención  para  conocerlas  bien.  Esa  superíicie  que  nos  pa- 
rece constantemente  plana  i  pareja,  se  levanta  i  se  hincha 
dos  veces  cada  veinte  i  cuatro  horas;  i  este  fenómeno  que 
no  se  distingue  sino  después  de  una  observación  atenta,  se 
ha  verificado  siempre  desde  que  hai  sol  i  luna,  i  se  verifica- 
rá mientras  existan  esos  astros.  Los  vientos  ajitan  las 
aguas,  levantan  olas  enormes,  i  destrozan  las  embar- 
caciones; i  sin  embargo,  este  movimiento  que  parece  poner 
en  revolución  al  mar  hasta  sus  mayores  profundidades, 
solo  toca  las  capas  mas  superficiales  de  las  aguas.  En  el 
mismo  seno  de  los  mares  tiene  lugar  otra  revolución  mas 
singular:  grandes  rios  se  abren  camino  por  entre  las  aguas, 
i  recorren  el  océano  en  todas  direcciones,  pero  con  una 
fijeza  semejante  a  la  de  los  rios  que  recorren  i  riegan  los 
continentes.  El  fondo  del  mar  no  es  parejo  i  uniforme, 
como  puede  hacerlo  creer  la  apariencia  de  sus  riberas:  hai 
en  él  alturas  i  profundidades,  cadenas  de  montañas  que  se 
dilatan  por  una  grande  estension.  Unas  veces  levantan 
sus  picos  hasta  afuera  de  la  superficie  de  las  aguas,  i  for 


DESCRÍPCIONES  I8i 


man  las  islas:  otras,  casi  las  tocan  i  forman  los  bancos  i 
los  escollos  ocultos,  tan  peliíírosos  para  la  navegación; 
otras,  están  mas  abajo  todavía,  i  son  el  asilo  de  los  peces  i 
el  sitio  de  la  vejetacion  submarina. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


:  TJa  castillo  feudal:  vida,  de  los  señores  feudales 

Montbason  es  uno  de  los  mas  hermosos  castillos  de 
Francia. 

Rej)resenta()S  ante  todo  una  posición  soberbia,  una  mon- 
taña escarpada,  erizada  de  rocas,  surcada  de  cortaduras  i 
de  precipicios:  sobre  la  pendiente  está  el  castillo  Las  casi- 
tas que  lo  rodean,  hacen  resaltar  su  grandeza:  el  rio  Indi  a 
parece  separai  se  con  respeto:  hacen  un  ancho  semicírculo  a 
sus  pies. 

''Es  preciso  ver  este  castillo  cuando  al  levantarse  el  sol, 
relucen  sus  galerías  esteriores  con  el  brillo  de  las  armadu- 
ras de  los  centinelas,  i  cuando  sus  torres  se  muestran  res- 
plandecientes con  sus  nuevas  rejas.  Es  preciso  ver  esas 
altas  construcciones  que  llenan  de  valor  a  los  que  las  de- 
fienden, i  de  espanto  a  los  que  intentaran  atacarlas. 

"La  puerta,  flanqueada  por  torrecillas  i  coronada  por 
un  alto  cuerpo  de  guardia,  se  presenta  cubierta  de  cabezas 
de  jabalíes  o  de  lobos:  entrad  i  tendréis  que  pasar  tres 
cercos,  tres  fosos,  tres  puentes  levadizos:  os  encontrareis 
en  el  gran  patio  cuadrado  en  que  están  las  cisternas,  i  a  la 
derecha  i  a  la  izquierda  las  caballerizas,  los  gallineros,  los 
palomares,  las  cocheras.  Las  bodegas,  los  subterráneos, 
las  cárceles  están  debajo:  encima  están  las  habitaciones,  i 
mas  arriba  los  almacenes,  las  despensas,  los  arsenales.  To- 
das las  construcciones  están  bordeadas  en  su   parte  supe- 


182  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


rior  de  troneras  i,  de  parapetos,  de  caminos  de  ronda  2,  de 
garitas.  En  medio  del  patio  está  el  torreón  que  encierra 
los  archivos  i  el  tesoro.  Está  profundamente  foseado  en 
todo  su  alrededor;  i  no  í^e  entra  sino  por  un  puente  casi 
siempre  levantado;  aunque  las  murallas  tengan,  como  las 
del  castillo,  mas  de  seis  pies  de  espesor,  está  revestido  has- 
ta la  mitad  de  su  altura  con  una  camisa  o  segunda  mura- 
lla de  grandes  piedras  canteadas. 

"Este  castillo  acaba  de  ser  reconstruido.  Tiene  algo  de 
lijero,  de  fresco,  de  risueño  que  no  tenian  los  castillos  pe- 
sados i  macizos  de  los  tiempos  pasados.  Ha  sido  construido 
conforme  al  gusto  moderno  ^,  con  grandes  piezas  de  bóve- 
da, ventiladas  por  ventanas  ojivales,  con  vidrieras  de  cris- 
tales pintados;  grandes  salas,  cuyo  piso  es  hecho  con  cua- 
drados de  diversos  colores;  grandes  muebles  de  toda  especie; 
grandes  veladores  con  bajos  relieves  que  representan  el 
infierno  i  el  purgatorio;  grandes  armarios  tallados  en  forma 
de  ventanas  de  iglesia;  grandes  baúles  enchapados  de  fierro; 
grandes  cofres  colorados;  grandes  espejos  de  vidrio  de  mas 
de  un  pié;  grandes  espejos  de  metal  de  la  misma  dimensión; 
grandes  sillones  de  brazos,  tapizados  i  adornados  con  ala- 
mares; grandes  bancas  de  espaldar  calado;  grandes  bancas 
de  veinte  pies  de  largo,  con  gualdrapas  que  cuelgan  o  con 
cojines  de  telas  bordadas  i  marcadas  con  escudos  de  armas. 
Diré,  sin  embargo,  que  las  camas  no  parecen  proporciona- 
das al  estado  de  los  señores:  no  tienen  mas  que  diez  u  once 
pies  de  ancho:  yo  he  visto  mas  grandes  en  casas  menos 
importantes.  Pero  nada  es  mas  suntuoso  que  la  decoración 
de  los  aposentos:  hai  salas  de  ceremonia,  cámaras  de  os- 
tentación que  toman  su  nojnibre  particular  de  los  colores  o 


1  El  texto  emplea  la  palabra  j^acAecou/ys,  término  de  arquitec- 
tura con  que  se  designan  las  aberturas  practicadas  en  la  parte 
inferior  de  las  galerías  salientes  en  lo  mas  alto  de  una  torre  o  de 
una  fortificación,  de  manera  que,  estando  defendido  por  las  mu- 
rallas de  la  construcción  saliente,  un  hombre podia  arrojar  piedras, 
dardos,  aceite  hirviendo  i  plomo  derretido  sobre  la  cabeza  de  los 
asaltantes  que  atacaban  el  pié  de  la  muralla. 

2  Camino  practicado  en  la  parte  superior  de  la  fortificación  de 
una  plaza  para  servir  de  pasaje  a  los  soldados  que  hacen  la  guar- 
dia. Los  caminos  de  rondas  existen  ahora  en  muchas  cárceles,  en- 
tre los  edificios  que  sirven  de  prisión  i  el  muro  esterior. 

3  Se  supone  que  esta  descripción  ha  sido  escrita  en  el  siglo  XIV, 
de  manera  que  cuando  se  habla  del  gusto  moderno,  se  refiere  al 
gusto  de  ese  siglo. 


DESCRIPCIONES  1S3 


de  las  representaciones  de  sus  valiosas  tapicerías.  Hai  al- 
gunas en  que  los  pilares  que  sostienen  las  vigas  están  in- 
crustados de  filetes  i  de  flores  de  estaño.  Hai  otras  en  que 
algunos  personajes  de  tamaño  natural,  pintados  en  las 
paredes,  llevan  en  sus  manos  o  en  sus  bocas  rollos  en  que 
están  escritas  hermosas  sentencias,  que  se  leen  con  placer 
en  provecho  de  la  moral. 

'*En  cuanto  a  la  manera  de  vivir  en  estos  castillos,  solo 
tengo  que  observar  que  no  se  come  sino  a  medio  dia,  i  que 
no  se  cena  sino  después  de  puesto  el  sol,  lo  que  me  parece 
un  poco  tarde.  El  dia  se  pasa  mui  agradablemente.  Por  la 
mañana  veis  que  el  patio  se  llena  de  escuderos,  de  piqueros, 
de  pajes,  que  hacen  ejecutar  mil  vueltas  diferentes  a  sus 
caballos.  En  ocasiones,  los  donceles  i,  algunos  de  los  cua- 
les son  prodijios  de  fuerza,  pequeños  Sansones,  asaltan  o 
defienden  durante  muchas  horas  una  pequeña  estension  de 
terreno,  con  sus  largas  picas  armadas  de  fierro,  en  medio 
de  los  aplausos  de  todos  los  espectadores, 

"Después  de  comer  vienen  la  barra  2,  los  palitroques,  el 
tejo  i  muchos  otros  juegos.  Tenemos  ademas  los  papaga- 
vos  i  los  monos.  Tenemos  también  a  la  vieja  loca  del  finado 
señor  de  Montbason;  i  el  niño  loco  del  señor  actual,  tan 
ájil,  tan  travieso,  que  los  dias  de  mal  tiempo  recorre  todas 
las  salas  i  viene  a  ser  el  alma  de  la  casa  '^. 

"El  capellán  está  encargado  de  los  placeres  de  la  tertulia 
nocturna.  Ha  visto  el  mundo:  n;irra  agradablemente;  pero 
como  nunca  ha  sido  peregrino  i  no  ha  vivido  ni  en  los 
conventos  ni  en  los  monasterios,  no  puede  sin  peligro  de 
repetirse,  referir  mas  de  dos  o  tres  cuentos  por  noche.  Fe- 
lizmente, tenemos  un  antiguo  comendador  de  Rodas,  que 
ha  visitado  la  Tierra  Santa,  i  viajado  en  las  tres  partes  del 
mundo.  Es  un  hermano  del  señor  Montbason.  Cuenta  bien 
i  con  buena  voluntad.  Frecuentemente  también  nos  llegan 
juglares,  maromeros;  se  oyen  ademas  con  frecuencia  con- 
ciertos de  trompas,  trompetas,  flautas,  zamponas,  harpas, 
laudes,  timbales,    campanillas:   hoi   ha  pasado  un  músico 

1  Llamábanse  así  los  hijos  de  los  nobles  que,  por  ser  jóvenes, 
no  habían  sido  armados  caballeros. 

2  Con  el  nombre  de  barre  se  conocían  en  Francia,  durante  la 
edad  medía,  dos  ejercicios  diferentes.  Uno  de  ellos  era  un  combate 
con  espada  detras  de  una  barrera;  otro  era  un  juego  mui  semejí  n- 
te  a  la  barra  que  se  juega  en  nuestros  colejíos. 

•^  Se  sabe  que  los  señores  feudales  tenían  entre  sus  sirvientes 
uno  o  varios  locos  para  divertirse  con  sus  estravagancías. 


184  MANUAL    DE    COIJPOSICION    LITERARIA 

que  tocaba  una  gaita  i  que  no  ha  podido  templarla:  al  fin 
se  reconoció  que  las  cuerdas  eran  la  mitad  de  tripas  de  lobo 
i  la  otra  mitad  de  tripas  de  carrero.  Sin  embargo,  se  le 
pao:ó  tan  jcnerosamente  como  a  los  otros, 

"La  vida  de  estoscastillos  seria  mui  feliz,  si  no  estuviese 
mezclada  de  ansiedades  i  de  alarmas.  Al^junas  veces,  en  el 
momento  que  menos  se  espera,  durante  la  comida,  en  me- 
dio del  sueño,  el  centinela  toca  la  campana.  Inmediata- 
mente todo  el  mundo  se  pone  en  movimiento:  se  levantan 
los  puentes,  caen  los  rastrillos,  las  puertas  se  cierran,  todos 
dejan  precipitadamente  la  mesa,  la  cama,  corren  a  las 
almenas,  a  las  troneras,  a  las  barbacanas.  En  estos  últi- 
mos dias  fui  testigo  de  una  de  esas  alarmas,  i  durante  dos 
dias  solo  yo  i  el  capellán  tuvimos  permiso  para  dormir:  la 
jente  estaba  sin  cesar  en  acecho;  pero  no  pasó  de  allí.  Era 
un  vidamo  i  de  los  alrededores  que  habia  creído  que  el  señor 
de  Montbason  hacia  levas  i  preparativos  contra  éi,  i  que 
sin  enviar  aviso  previo,  salió  a  campaña  con  trescientos 
hombres:  hubo  conferencias,  esplicaciones,  i  todo  se  arregló. 
Con  este  motivo,  la  madre  del  señor  Montbason,  nos  decia 
que  ahora  las  guerras  no  son  tan  frecuentes  como  antes. 
Se  acuerda  que  la  semana  de  su  casamiento  hubo  un  ata- 
que tan  largo  i  vigoroso  contra  este  castillo,  que  nadie 
pudo  dormir  durante  ocho  dias." 

Alfxis  Monteil,  2 

Historia  de  los  franceses  de  los  diversos  estados,  siglo  XCV,  cap     19. 


1  Llamábase  vidamo,  bajo  el  réjim^  feudal,  el  que  poseía  al- 
gunas tierras  procedentes  de  un  obispo,  a  condición  de  defenderlas 
a  mano  armada  en  caso  necesario.  Gozaba  en  esa  tierra  de  los 
mismos  fueros  que  los  señores  feudales. 

2  Alejo  MoNTEH.  es  un  escritor  francés  contemporáneo(1769- 
1850),  que  A  fuerza  de  erudición  llegó  a  penetrar  i  describir  las 
costumbres  e  instituciones  de  los  tiempos  pasados  como  si  hubiese 
vivido  en  ellos.  Su  obra  mas  notable  es  una  Historia  de  los  fran- 
ceses de  los  diversos  estados  durante  los  últimos  cinco  siglos. 
Condenando  la  manera  de  escribir  la  historia  por  medio  de  la 
vida  de  los  príncipes  i  de  los  guerreros,  lo  que  él  llama  irónicamen- 
te la  historia-batalla,  se  propuso  escribir  la  historia  del  pueblo 
francés,  es  decir,  de  todas  las  clases,  de  todas  las  condiciones,  des- 
d;'  las  mas  altas  hasta  las  mas  bajas,  de  todas  las  profesiones,  re- 
lijiosas,  civiles  e  industriales.  Divide  la  historia  por  siglos,  i  cada 
siglo  en  capítulos,  cada  uno  de  los  cuales  está  destinado  a  un  ti- 
po, como  el  caballero,  el  clérigo,   el  escudero,  el   leproso,  etc.  Su 


DESCRIPCIONES  185 


n 

E  1   ai  r  e 

"Después  de  haber  considerado  las  aguas,  vamos  a  exa- 
minar otras  masas  menos  grandes.  ¿Veis  lo  que  se  llama  el 
aire?  Es  un  cuerpo  tan  puro,  tan  sutil  i  tan  trasparente 
que  los  rayos  de  los  astros,  situados  a  una  distancia  casi 
infinita  de  nosotros,  lo  traspasan  completamente,  i  sin  tra- 
bajo, i  en  un  solo  instante,  para  venir  a  alumbrarnos.  Un 
poco  menos  de  sutileza  en  este  cuerpo  nos  habria  privado 
de  la  luz  o  a  lo  mas  nos  habria  dejado  una  luz  sombría  i 
confusa  como  cuando  el  aire  está  lleno  de  neblina  espesa. 
Nosotros  vivimos  sumidos  en  los  abismos  de  aire,  como  los 
peces  en  los  abismos  de  agua.  Del  mismo  modo  que  el  agua 
si  se  sutilizara,  llegaria  a  ser  una  especie  de  aire  que  haria 
morir  a  los  peces,  el  aire,  por  su  parte,  nos  quitaria  la  res- 
piración si  se  hiciese  mas  espeso  i  naas  húmedo:  entonces 
nos  ahogaríamos  en  las  olas  de  ese  aire  condensado,  como 
un  animal  terrestre  se  ahoga  en  el  mar. 

"¿Quién  es  el  que  ha  purificado  con  tanta  precisión  el 
aire  que  respiramos?  Si  fuese  mas  espeso  nos  sofocaria;  del 
mismo  modo  que  si  fuese  mas  sutil,  no  tendría  esa  suavi- 
dad que  hace  de  él  un  alimento  continuo  para  el  hombre: 
esperimentaríamos  en  todas  partes  lo  que  se  esperimenta 
en  las  alturas  de  las  montañas,  donde  la  sutileza  del  aire 
no  suministra  bastante  humedad  i  bastante  alimento  para 
los  pulmones.  Pero  ¿qué  po Jer  invisible  excita  i  calma  tan 
repentinamente  las  tempestades  de  este  gran  cuerpo  fluido? 
Las  del  mar  no  son  mas  que  las  consecuencias.  ¿De  qué 
tesoro  se  sacan  los  vientos  que  purifican  el  aire,  que  refres- 
can la  estación  ardiente,  que  temperan  el  rigor  de  los  in- 
viernos i  que  cambian  en  un  instante  la  faz  del  cielo?  Sobre 
las  alas  de  estos  vientos  vuelan  las  nubes  de  un  estremo  a 


obra  no  tiene,  pues,  unidad;  forma  solo  una  galería  de  cuadros 
trabajados  después  de  mucho  estudio  i  trazados  con  un  talento 
raro.  Mas  que  una  historia,  es  un  arsenal  de  noticias  prolijamente 
investigadas  de  que  se  aprovechan  los  historiadores. 

La  doble  descripción  de  Monteil  que  dejamos  copiada,  pertenece 
al  segundo  i  tercer  jénero,  de  que  hemos  hablado  al  principio  de 
esta  sección. 


186  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


otro  del  horizonte.  Se  sabe  que  ciertos  vientos  reinan  en 
ciertos  mares  en  estaciones  precisas:  duran  un  tiempo  fijo 
i  les  suceden  otros  como  si  fueran  hechos  espresamente  pa- 
ra hacer  las  navegaciones  mas  cómodas  i  regulares.  Con 
tal  que  los  hombres  sean  tan  pacientes  i  tan  puntuales  co- 
mo los  vientos,  harán  sin  trabajo  las  mas  largas  navega- 
ciones." 

Fenelon  ^ 

Ti  atarlo  de  la  exhtencia  de  Dios,  parte  I 


III 

La  tierra 

"¿Quién  ha  suspendido  en  los  aires  este  globo  de  la  tie- 
rra? ¿Quien  ha  echado  sus  cimientos?  Al  parecer  nada  mas 
vil  que  ella:  los  mas  infelices  la  pisotean;  pero  en  realidad 
se  emplean  los  mas  grandes  tesoros  para  adquirirla.  Si  fue- 
se mas  dura,  el  hombre  no  podria  abrir  su  seno  para  culti- 
varla; si  fuese  menos  dura,  el  hombre  no  podria  sostenerse 
sobre  ella;  se  sumiria  en  todas  partes;  como  se  sume  en  la 
arena  o  en  el  barro.  Del  seno  inagotable  de  la  tierra  sale 
todo  lo  que  hai  de  mas  precioso. 

"Esta  masa  informe,  vil  i  grosera,  toma  las  formas  mas 
diversas,  i  ella  sola  da  alternativamente  todos  los  bienes 
que  pedimos.  Este  barro  tan  sucio  se  transforma  en  mil 
hermosos  objetos  que  encantan  nuestra  vista.  En  un  solo 
año,  ella  se  convierte  en  ramas,  botones,  hojas,  flores,  fru- 
tos i  semillas  para  renovar  sus  liberalidades  en  favor  de  los 
hombres:  nada  la  agota:  mientras  mas  desgirran  sus  en- 
trañas, mas  liberal  es  ella.  Después  de  tantos  siglos  en  que 
todo  ha  salido  de  ella,  aun  no  está  agotada.  No  se  resiente 
de  vejez:  sus  entrañas  encierran  todavía  los  mismos  teso- 
ros. Mil  jeneraciones  han  ido  a  sepultarse  en  su  seno.  Todo 
envejece, escepto  ella,  que  se  rejuvenece  cada  año  en  la  pri- 
mavera. 

*'No  falta  nunca  a  los  hombres;  pero  los  hombres  insen- 
satos se  faltan  a  sí  mismos,  cuando  descuidan  el  cultivarla. 


1  Véanse  sobre  Fenelon  las  Noc.  de  hist.  Ii't.,  parte  III,  capítulo 
IV,  §  19. 


DESCRIPCIONES  187 


Por  su  pereza  i  por  sus  desórdenes,  dejan  crecer  los  zarzar- 
les  i  las  espinas,  en  lugar  de  los  viñedos  i  de  las  mieses.  Se 
disputan  un  bien  que  dejan  perderse.  Los  conquistadores 
dejan  intacta  la  tierra  por  cuya  posesión  ha  hecho  perecer 
millares  de  hombres  i  han  pasado  su  vida  en  una  terrible 
ajitacion.  Los  hombres  tienen  delante  de  sí  tierras  inmen- 
sas que  están  vacias  e  incultas  i  trasforman  al  jénero  hu- 
mano por  un  rincón  de  esatierra  tan  descuidada.  La  tierra» 
si  estuviese  bien  cultivada,  alimentaria  cien  veces  mas  hom- 
bres de  los  que  alimenta  ahora.  La  misma  desigualdad  del 
terreno,  que  a  primera  vista  parece?un  defecto,  se  convierte 
en  adorno  i  utilidad.  Las  montañas  se  han  elevado  i  los 
valles  se  han  abajado  en  la  forma  que  el  Señor  quiso  seña- 
larles. 

**Estas  diversas  tierras,  según  los  diversos  aspectos  del 
suelo  tienen  sus  ventajas.  En  esos  valles  profundos,  se  vé 
crecer  la  fresca  yerba  que  alimenta  los  ganados.  Cerca  de 
ellas  se  abren  vastas  campiñas  revestidas  de  ricas  mie- 
ses. Aquí  se  elevan  colinas  como  en  anfiteatro,  i  están 
coronadas  de  viñedos  i  de  árboles  frutales.  Allí,  altas  mon- 
tañas elevan  su  frente  nevada  hasta  las  nubes;  i  los  torren- 
tes que  de  ellas  se  desprenden  son  el  oríjen  de  los  rios.  Las 
rocas  que  muestran  sus  cimas  escarpadas  sostienen  la  tie- 
rra de  las  montañas,  como  los  huesos  del  cuerpo  humano 
sostienen  las  carnes.  Esta  variedad  forma  el  encanto  de 
los  paisajes,  i  al  mismo  tiempo  satisface  las  diversas  necesi- 
dades del  hombre.  No  hai  un  rincón  de  la  tierra  por  ingra- 
to que  sea,  que  no  tenga  uso  alguno." 

Fenelon.   1 
Tratado  de  la  existencia  de  Dios,  part.  I. 


1      Véanse  las  ^^bc.   de  iiist.   //?.,  par.  III,  cap.  IV,   §19. 

En  este  fragmento,  como  en  el  que  le  precede  i  el  que  lo  sigue, 
Fenelon  ha  ostentado  todo  su  talento  descriptivo.  Analiza  la  tie- 
rra, como  ha  analizado  el  aire,  señalando  todas  sus  propiedades  i 
todos  los  beneficios  que  dispensa  al  hombre.  Es  difícil  decir  mas 
cosas  en  tan  pequeño  espacio.  Cada  uno  de  los  objetos  de  la  na- 
turaleza terreste  está  espresado  por  un  rasgo  que  basta  para  mos- 
trar su  destino,  i  es  al  mismo  tiempo  una  pintura  viva,  como  es 
fácil  conocerlo,  considerando  con  cuidado  cada  una  de  sus  partes 
desligadamente. 


1S8 


MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


IV 


Las   plantas 

'^\dmirad  las  plantas   que  nacen  de  la  tierra:  ellas  sumi- 
nistran alimento  a  los  sanos  i  remedio  a  los  enfermos.   Sus 
esj3ecies  i  sus  virtudes  son  innumerables:  adornan  la  tierra, 
dan  verdura,  flores  fragantes  i  frutas  deliciosas.   ¿Veis  esas 
vastas  selvas  que  parecen   tan   antiguas  como  el   mundo? 
Esos  árboles  se  sumen  en  la  tierra  por  sus   raices,  así  como 
con  sus  ramas  se  elevan  a  los  cielos.  Sus  raices  los  defien- 
den  contra  el   viento,   i  van  a  buscar  como  por  pequeños 
tubos  subterráneos,  todos  los  jugos  destinados  al   alimen- 
to de  sus  tallos.  El  mismo  tallo  se  reviste  con  una  corteza, 
dura,  que  pone  la  madurez  tierna  al  abrigo   de  los  ataques 
del  aire.  Las  ramas  distribuyen   en   diversos  canales  la  sa- 
via que  las  raices  habian  reunido  en  el  tronco.   En  verano, 
esas  ramas  nos  protejen   con   su  sombra  contra  los  ra}- os 
del  sol;   en   invierno,  alimentan   la   llama  que  conserva  en 
nosotros  el  calor  natural.  Su  madera  no  solo  es   útil  para 
el  fuego,  es  una  materia  firme  i  duradera,  a  la  cual   la  ma- 
no del  hombre  dá  sin  mucho  trabajo  todas  las  formas  que 
quiere  para  las  grandes  obras  de  la  arquitectura  i  de  la  na- 
vegación. Ademas,  los  árboles  frutales,  inclinando   sus  ra- 
mas hacia  la  tierra,  parecen  ofrecer  sus  frutos   al   hombre. 
Los  árboles  i  las  plantas,  dejando  caer  sus  frutos  o  sus  se- 
millas, preparan  a  su  alrededor  una   numerosa  posteridad. 
La   mas   débil   planta,  la   menor   legumbre,  contiene  en  el 
pequeño  vohlmen  de  un  grano,  el  jérmen  de  todo  lo  que  se 
desplega  en   las   plantas   mas   altas  i  en  los  árboles  mas 
grandes.  La  tierra,  que  no  cambia,   hace  estos  cambios  en 
su  seno." 

Fenelon,  1 
Tratado  de  la  existencia  de  Dios,  part.    I 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  19.— Todo  el 
mecanismo  que  constituye  la  vida  de  las  plantas,  está  descrito 
aquí  con  una  gran  facilidad  de  espresion.  No  se  ha  omitido  nin- 
guna circunstancia  importante.  Cada  rasgo  descriptivo  contiene 
una  nueva  idea  i  completa  el  conocimiento  del  objeto. 


DESCRIPCIONES  189 


V 

La  lección  de  jeografía 

*'La  Sicilia  es  una  isla  del  Mediterráneo  C(ue  forma  parte 
del  reino  de  Ñapóles  ^  Se  ha  representado  a  la  Italia  como 
una  bota  que  da  un  puntapié  a  la  Sicilia.  Poned  la  pierna 
derecha  sobre  la  rodilla  izquierda,  i  suponed  que  el  hueso  de 
la  pierna  está  limitado  por  el  Meditereáneo,  la  planta  del 
pié  i  toda  la  parte  de  atrás  por  el  golfo  de  Venecia.  Toda 
la  parte  que  se  estiende  desde  el  dedo  grande  hasta  el  naci- 
miento de  la  pantorrilla  pertenece  al  reino  de  Ñapóles;  i  la 
ciudad  de  Ñapóles  está  al  lado  del  mar,  como  en  la  mitad 
de  la  parte  baja  de  la  pierna.  En  seguida,  el  papa  toma, 
sobre  el  hueso  de  la  pierna,  una  tajada  que  se  estiende  has- 
ta poco  mas  abajo  de  la  rodilla:  la  ciudad  de  Roma  está 
en  esta  tajada.  El  Piamonte,  que  pertenece  al  rei  de  Cerde- 
ña,  comienza  en  la  estremidad  septentrional,  i  se  estiende 
hacia  el  norte  partiendo  del  Mediterráneo.  Está  limitado 
al  norte  por  la  Francia  i  por  la  Suiza,  i  del  otro  lado  por 
las  posesiones  austríacas  que  descienden  por  detras  sobre 
la  corva  i  la  pantorrilla,  i  sirven  de  límite  a  los  estados  ro- 
manos. Como  la  bota  está  dispuesta  de  tal  manera  que  la 
parte  alta  es  dirijida  hacia  el  noroeste,  toda  la  rejion  si- 
tuada encima  de  los  estarlos  del  papa  se  llama  el  norte  de 
Italia:  se  sabe  que  toda  esta  comarca  ha  formado  parte 
del  imperio  de  Napoleón." 

WlLLIAM    COBTETT.    2 


1  Esta  descripción  fué  hecha  antes  de  los  cambios  políticos  que 
desde  1859  han  modificado  completamente  la  jeografía  de   Italia. 

2  Célebre  escritor  ingles  (1762-1835),  que  salido  de  una  condi- 
ción humilde  i  formado  por  su  propio  trabajo,  llegó  a  adquirir 
una  gran  reputación  como  publicista  radical  i  como  populariza- 
dor  de  conocimientos  útiles. 


190  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


VI 

Las  selvas  en  el  Brasil 

"Tratando  de  trazar  aquí  un  cuadro  del  interior  de  una 
selva  vírjen  de  los  trópicos,  no  debemos  dejar  de  llamar  la 
atención  sobre  las  relaciones  que  existen  entre  los  indivi- 
duos aislados  desde  el  punto  de  vista  del  instinto  de  con- 
servación. Con  una  vida  tan  exuberante,  una  tendencia 
tan  enérjica  al  desarrollo,  el  mismo  suelo  de  los  trópicos  a 
pesar  de  su  lujosa  fecundidad,  no  puede  suministrar  en  can- 
tidad suficiente  la  sustancia  nutritiva;  así,  el  instinto  de 
conservación  determina  entre  estos  vejetales  jigantescos, 
una  lucha  incesante;  i  el  desmonte  natural  se  opera  en  pro- 
porciones aun  mas  considerables  que  en  las  selvas  de  la 
zona  templada.  Los  árboles  llegados  ya  n  un  alto  creci- 
miento, i  que  tienen  necesidad  de  una  grande  abundancia 
de  sucos  nutritivos,  se  resienten  de  la  influencia  de  sus  ve- 
cinos aun  mas  poderosos,  se  detienen  repentinamente  en  su 
desarrollo  por  falta  de  alimento,  i  en  poco  tiempo  vienen 
a  ser  presa  de  las  fuerzas  jenerales  de  la  naturaleza,  que  los 
entrega  a  una  rápida  destrucción.  Después  de  algunos  me- 
ses de  atrofia,  se  ven  los  árboles  mas  magníficos  carcomidos 
por  las  hormigas  i  otros  insectos,  invadidos  por  la  pudri- 
cion  desde  las  raices  hasta  la  cima,  hasta  que  al  fin  se  de- 
rrumban con  estrépito,  causando  un  gran  terror  a  los  soli- 
tarios habitantes  de  las  selvas.  Jeneralmente,  los  cultiva- 
dores han  hecho  la  observación  de  que  los  árboles  aislados 
en  medio  de  muchos  otros  de  una  clase  diferente,  son  opri- 
midos mas  fácilmente  por  estos  últimos.  Un  cultivo  regu- 
lar en  que  no  se  ha  pensado  en  estas  selvas  tan  despobla- 
das, debe  pues  tener  por  objeto  no  amontonar  las  plantas 
en  un  estrecho  espacio,  sino  por  el  contrario  mantenerlas  a 
una  distancia  convenietUe. 

'*En  estas  selvas  primitivas,  el  mundo  animal  no  es  me- 
nos notable  que  el  mundo  vcjetal.  Trasportado  por  prime- 
ra vez  a  estas  rejiones,  el  naturalista  no  sabe  qué  admirar 
mas  en  los  animales,  si  las  formas,  loscolores  o  los  sonidos. 
Escepto  el  medio  dia  en  que  todos  los  seres  vivos  de  la  zona 
tórrida  buscan  el  descanso  i  la  sombra  i  en  que  una  calma 
solemne  reina  en  esa  naturaleza  tropical  inundada  por  el 
sol,  cada  hora  del  dia  llama  un  mundo  nuevo  de  creaturas. 
La  mañana  se  anuncia  por  elmujido  de  los  monos  chillones^ 


DESCRIPCIONES  19  L 


el  canto  agudo  i  grave  de  las  ranas  i  de  los  sapos,  i  el  grito 
monótono  de  las  cigarras  i  de  las  langostas.  Apenas  el  sol 
al  levantarse  en  el  horizonte,  ha  disipado  los   vapores  que 
lo  preceden,   cuando  todas   las  criaturas  saludan   con  ale- 
gría el  nuevo  dia:  las  avispas  dejan  sus  nidos  de  un  pié  de 
largo,  suspendidos  en  las   ramas,  las  hormigas  salen  de  sus 
habitaciones  de  tierra  arcillosa  artísticamente  construidas 
con   que  cubren   el   tronco   délos   árboles,  i  comienzan  sus 
peregrinaciones  en  los  senderos  que  han  trazado:  lo  mismo 
sucede  con  las  hormigas  blancas  que   agujerean  el  suelo  en 
todos  sentidos.  Las   mariposas  míis  pintadas  rivalizan  por 
su  brillo   con  el  arco  iris,  i  sobre  todo   numerosas  espéridas 
vuelan   de  flor  en  flor  buscando  su  alimento,  o  bien   reuni- 
das en  tropa  se   asolean   en   las   márjenes   arenosas  de  los 
frescos   arroyos.  El  menelao  con  reflejos  de   azul,  el  néstor, 
el  adonis,  el  laértes,la  idea,  de  un  blanco  azulejo,  el  euríloco 
con   sus  alas  sembradas   de  ojos,  toman  su  vuelo  como  las 
cives   al  través  de  los   húmedos  valles  i  de  los   verdes  zarza- 
les. La  feronia  de  vueloestrepitoso,  se  lanza  como  un  dardo 
de  árbol  en  árbol,  mientras  que  inmóvil  i  pegada  al  tronco, 
la   lechuza,  la  mas  grande  de  las   mariposas  nocturnas,  es- 
pera  la  venida  de   la   noche.  Millones  de   escarabajos,  bri- 
llando con  los  mas  vivos  resplandores,  revoletean  en  el  aire, 
hormiguean  como  piedras  preciosas  sobre  la  fresca  verdura 
de   las  hojas   o  soí)re  la  corola  embalsamada  de  las  flores. 
Por  todos  lados  se  ven   arrastrarse  los  lagartos,   noLables 
}0or  sus   formas,   su    tamaño  o  la   riqueza   de  sus   matices. 
Ávidas   de  sol,    las   serpientes   venenosas  o  inofensivas,  de 
]3álidos   colores  las  unas,  sobrepujando  otras  el  esmalte  de 
las  flores,  salen  del  follaje,  de   las  cavidades  de  los   troncos 
o  del  suelo,  se  entrelazan  a  las  ramas  i  espian  a  los  insectos 
o  a  las   aves.  Desde  este   momento,  todo  está   lleno  de  una 
vida  activa:  las  ardillas,  los  monos,  saliendo  del  interior  de 
la  selva,  se  dirijen   hacia  las  plantaciones  con  aire  de  curio- 
sidad,  i   saltan  de   árbol  en   árbol  silbando  i  chillando.    El 
jaco,  semejante  a  las  gallinas,  los   hocos  i  las  palomas,  des- 
cienden de  las  ramas  i  vagan  aquí  i  allá  por  el  suelo  húme- 
do de  la  selva.  Otras   aves  de  formas  estranas,  de  espléndi- 
do plumaje,  revoletean  solitarias  o  por  bandadas  al  través 
de  embalsamados   matorrales.  Los  papagayos  verdes,  azu- 
les o  rojos,   agrupados  en  la  cima  de  los  árboles  o  volando 
hacia  las  plantaciones  i  las  islas,  llenan  los  aires  con  parle- 
ro  bullicio.  El  tucano  saca  de  su  gran  pico  huecos   sonidos 
semejantes  al  ruido  de  un  molinete,  i  sus  lamentos  llaman 


192  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


la  lluvia.  Las  activas  pirólas  se  deslizan  fuera  de  sus  gran- 
des nidos  que  cuelgan  en  forma  de  bolsas,  para  visitar  las 
naranjas  maduras;  i  las  que  sirven  de  centinela,  anuncian 
con  sus  gritos  ásperos  i  penetrantes  la  aproximación  del 
hombre.  Las  solitarias  mu^herolas,  al  acecho  de  los  insec- 
tos, se  lanzan  de  los  árboles  o  de  los  arbustos,  i  en  su  rápi- 
do vuelo  cojen  el  menelao  que  se  mece  en  los  aires  o  al  bri- 
llante escarabajo  que  zumba.  Sin  embargo,  oculto  en  la 
enramada,  el  enamorado  tordo  exhala  su  contento  en  dul- 
ces melodías;  los  bulliciosos  gorriones  se  entregan  a  sus 
pasatiempos  en  la  espesura;  i  para  engañar  alx:azador,  re- 
piten ora  de  un  lado,  ora  del  otro,  su  canto  semejante  al 
del  ruiseñor,  mientras  a  lo  lejos  resuenan  los  golpes  que  con 
su  pico  da  el  carpintero  en  la  corteza  de  los  árboles.  Domi- 
nando todos  estos  ruidos  diversos,  el  uraponga  colocado 
en  las  mas  altas  cimas,  hace  oir  sonidos  metálicos  seme- 
jantes al  choque  del  martillo  sobre  el  yunque,  i  que,  pare- 
ciendo alejarse  o  acercarse,  según  la  posición  del  ave  dejan 
al  viajero  en  la  sorpresa.  Mientras  todo  lo  que  vive  celebra 
con  sus  cantos  la  belleza  del  dia,  los  lindos  colibríes,  que  ri- 
valizan en  brillo  i  en  magnificencia  con  los  diamantes,  las 
esmeraldas  i  los  sáfiros  voltejean  por  enjambres  al  rededor 
de  las  mas  bellas  flores.  Al  ponerse  el  sol,  la  mayor  parte 
de  los  animales  vuelven  al  reposo.  Solo  el  ájil  gamuza,  el 
feroz  tesajú,  el  tímido  agutí  i  el  tapir  con  su  hocico  en  for- 
ma de  trompa,  continúan  paciendo  aquí  i  allá,  mientras 
que  el  didelfo,  el  filandro  i  las  diversas  especies  de  gatos 
monteses,  se  deslizan  mañosamente  en  la  oscuridad  de  la 
selva  para  espiar  su  presa.  En  fin,  el  mujido  del  gato  chi- 
llón, el  grito  del  perezoso,  que  parece  pedir  socorro,  el  bulli- 
cio de  las  ranas  i  el  acento  acre  i  triste  de  las  cigarras,  vie- 
nen a  cerrar  el  dia,  i  el  grito  del  macuco,  del  capusira,  del 
sapo  volador,  i  el  barítono  de  la  rana  jigante  anuncian  la 
entrada  de  la  noche.  Millones  de  escarabajos  fosforocentes 
aparecen  como  torbellinos  por  todas  ])artes,  como  fuegos 
fatuos;  i  semejantes  a  los  fantasmas,  los  murciélagos  vam- 
piros revolotean  en  las  espesas  tinieblas  de  la  noche  de  los 
trópicos." 

Carlos  Federico  Martils,  i 

Viaje  al  Brasil. 

1  Martius  era  un  célebre  naturalista  i  viajero  alemán,  natural 
de  Baviera,  que  después  de  una  larga  vida  (1794-1868)  empleada 
en  el  estudio  i  en  el  trabajo,  ha  dejado  un  nombre  ilustre  en  la  bis- 


DESCRIPCIONES  195 


Vil 
Los  cinco  sentidos  del  hombre 

"El  cuerpo  del  hombre  está  evidentemente  destinado  no 
a  marchar  en  cuatro  patas,  como  los  animales,  sino  a  man- 
tenerse de  pié  sobre  el  suelo  en  una  actitud  recta  i  majes- 
tuosa. De  esta  manera  la  vista  de  los  objetos  situados  de- 
lante de  él  i  en  la  bóveda  celeste,  le  es  sumamente  fácil.  Los 
sentidos  tienen  por  objeto  hacerle  conocer  todo  lo  que  le 
rodea;  por  medio  de  ellos,  deben  entrar  en  íntima  relación 
con  el  resto  del  universo.  Para  ello  los  órganos  de  los  sen- 
tidos han  sido  colocados  en  la  cabeza  como  en  la  posición 
mas  conveniente,  i  han  sido  maravillosamente  adaptados 
a  las  funciones  que  deben  desempeñar. 

"Como  guardianes,  los  ojos  deben  ocupar  la  parte  mas 
elevada,  a  fin  de  poder,  conforme  a  su  destino,  dominar 
cuanto  es  posible  todos  los  objetos,  til  ojo  entero  es  movi- 
ble, a  fin  de  poder  dirijir  libremente  las  miradas  de  un  lado 
a  otro.  Resguardos  del  ojo,  los  párpados,  son  mui  suaves, 
a  fin  de  que  no  lastimen  ese  órgano:  están  también  dispues- 
tos de  la  manera  mas  cómoda  para  cubrir  la  pupila;  i  la 
providencia  ha  querido  que  esto  pudiese  tener  lugar  un  nú- 
mero incalculable  de  veces  i  con  la  mayor  rapidez.  Los  pár- 
])ados  están  defendidos  por  las  pestañas  como  por  una  pa- 
lizada. Ellas  rechazan  lo  que  el  aire  en  movimiento  podria 
arrojar  al  ojo  abierto;  i  cerrándose  herméticamente,  pro- 
teje  durante  el  sueño  el  ojo  envuelto  por  el  párpado.  FA  ojo, 

toria  de  las  ciencias.  Formando  parte  de  una  comisión  científica 
enviada  por  el  Austria  con  motivo  del  viaje  de  la  princesa  Leopol 
dina  que  venia  al  Brasil  a  desposarse  con  Pedro  1,  Martius  recorrió 
ese  inmenso  e  interesante  país  durante  tres  años,  de  1817  a  1820, 
estudiando  su  naturaleza  i  recojiendo  plantas  i  animales.  El  re- 
sultado de  estos  estudios  fué  una  serie  de  obras  científicas  sobre 
el  Brasil,  emprendidas  en  asociación  con  Spix,  otro  sabio  distin- 
guido que  habia  sido  su  compañero  de  viaje.  Soix  murió  antes  de 
ver  terminados  sus  trabajos,  i  Martius  siguió  en  ellos  con  un  ar- 
dor que  le  permitió  darles  cima.  Sus  prinx:ipales  obras,  algunas  de 
las  cuales  son  monumentales  por  su  estension  i  por  la  ciencia,  se 
refieren  a  la  botánica  i  a  la  etnografía  del  Brasil.  Sus  descripciones 
de  las  plantas,  cuando  quiere  salir  de  las  áridas  clasificítciones  téc- 
nicas, abundan  en  colorido  i  elegancia. 

TOMO    V  13 


194  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


ademas,  está  encerrado  en  una  cavidad  i  su  seguridad  está 
garantida  por  las  partes  salientes  que  lo  rodean.  Bastante 
prominente,  el  hueso  frontal  está  también  cubierto  por  las 
cejas,  que  desvian  hacia  los  lados  el  sudor  que  se  desprende 
de  la  cabeza  i  de  la  frente,  los  huesos  situados  abajo  del  ojo 
forman  una  lijera  prominencia  que  proteje  el  ojo  por  esa 
parte.  La  posición  de  la  nariz  es  tal,  que  semejante  a  una 
muralla  coloc.'ida  entre  los  dos  ojos,  sirve  a  su  vez  para  pro- 
tejerlo«. 

"(lomo  las  orejas  están  destinadas  a  percibir  el  sonido 
que  tiende  a  elevarse  por  el  movimiento  natural  del  aire,  se 
les  ha  asignado  con  mucha  sabiduría  un  lugar  elevado.  La 
entrada  de  este  órgano  está  siempre  abierta,  porque  tene- 
mos necesidad  de  este  sentido  aun  durante  el  sueño,  puesto 
que  por  medio  de  él  se  nos  despierta.  El  conducto  esterno 
es  tortuoso,  a  fin  de  que  nada  pueda  entrar  directamente. 
Ademas,  la  naturaleza  ha  tapizado  este  conducto  con  una 
sustancia  grasosa,  semejante  a  la  liga,  en  que  del)en  que- 
darse pegados  los  insectos  mas  pequeños  que  caigan  en  la 
oreja.  El  borde  esterno  que  llamamos  propiamente  oreja, 
hace  una  salida  hacia  afuera  a  fin  de  protejer  el  órgano  i  de 
evitar  que  el  sonido  se  deslice  al  pasar  i  no  penetre  en  el 
oido.  El  conducto  auditivo  es  huesoso  i  mui  contorneado, 
porque  estas  dos  cualidades  refuerzan  el  sonido. 

*'La  nariz  está  situada  en  la  cabeza,  porque  todos  los 
olores  se  dirijen  hacia  lo  alto;  i  como  al  mismo  tiempo  es 
el  juez  de  los  ahmentos  i  de  las  bebidas,  se  le  ha  colocado 
con  un  propósito  mui  sabio  en  las  inmediaciones  de  la  boca. 
Es  verdad  que  la  nariz  debia  estar  perfectamente  abierta, 
])orque  tiene  que  desempeñar  su  oficio  a  cada  instante;  pero 
a  fin  de  que  nada  dañoso  pudiera  llegar  hasta  adentro;  era 
necesario  que  el  conducto  fuese  estrechándose.  En  fin,  para 
que  el  polvo  i  los  otros  objetos  pudiesen  ser  espulsados,  de- 
bía hallarse  en  un  estado  permanente  de  humedad. 

El  gusto,  cuyo  oficio  es  distinguir  el  alimento  que  toma- 
mos, tiene  su  asiento  en  el  conducto  de  la  comida  i  de  la 
bebida.  Este  órgano  está  perfectamente  resguardado.  La 
boca  lo  encierra:  primero,  para  hacer  mui  cómodo  su  uso,  i 
segundo,  a  fin  de  evitar  que  se  embote. 

"El  tacto  está  igualmente  repartido  en  toda  la  superficie 
del  cuerpo,  a  fin  de  que  podamos  ser  advertidos  de  la  im- 
presión de  los  objetos  esteriores  i  de  los  ataques  del  frió  i 
del  calor. 

*'Para  producir  los  sonidos  diversos  que  constituyen  el 


DEJSClllPCIONES  19í 


lenguaje,  i  por  medio  de  los  cuales  el  alma  humana  espresa 
sus  pensamientos;  la  naturaleza  ha  empleado  instrumentos 
de  un  arte  increible.  La  traquiarteria  trae  a  la  boca  el  aire 
que  se  convierte  en  sonido  o  voz  humana;  la  lengua  suaviza 
el  sonido,  lo  fortifica  o  lo  modera  a  su  antojo;  los  dientes 
i  las  otras  partes  de  la  boca  concurren  también  a  este  resub 
tado. 

"Si  era  necesario  que  los  brazos  i  las  manos  pudiesen  mo- 
verse libremente  en  todos  vSentidos  i  desempeñar  funciones 
diversas  respecto  de  todas  las  partes  del  organismo,  el  lu- 
gar que  ocupan  er¿i  el  único  que  debian  tener.  ¡Cuánta  flexi- 
bilidad no  dan  las  diversas  articulaciones  que  en  la  mano 
son  mas  i  mas  delicadas  i  prolijas!  Por  medio  de  ellas  sola- 
mente podia  el  hombre  llegar  a  la  habilidad  en  la  pmtura, 
la  escultura  i  la  música.  Solamente  con  el  ausilio  de  los  bra- 
zos ha  podido  cultivar  los  campos,  construir  las  casas,  pro- 
curarse vestuarios  i  mejores  utensilios,  entregarse  a  la  na- 
vegación; domar  los  animales  mas  vigorosos  que  él  i  utili- 
zar a  su  antojo  i  de  la  manera  mas  vaiiada,  la  naturaleza 
i  los  elementos." 

"Así  como  por  medio  de  los  órganos  que  le  han  sido  da- 
dos, por  medio  de  su  constitución  sólida,  pero  al  mismo 
tiempo  mui  flexible  i  aparente  para  todos  los  movimientos, 
el  hombre  ha  sido  puesto  en  estado  de  ejecutar  lo  que,  con- 
forme a  su  naturaleza,  el  alma  quiere  i  manda  para  la  con- 
servación, la  protección  i  el  placer  del  hombre." 


J.  J.   SüLZER,  1 

Consideraciones  mora' es  sobre  las  obras  de  ¿a  nalnraleza^ 


VIII 
El  Tajo 


"Al  oir  el  nombre  de  este  rio  tan  celebrado  por  los  poetas 
la  imajinacion  excitada  involuntariamente,  se  forja  los 
mas  risueños  cuadros:  se  figuran  orillas  encantadoras,  for- 

1  Juan  Jorje  Sui-ZER  es  un  sabio  i  escritor  suizo  que  vivió  en  el 
siglo  XVIII  (1720-1779).  Cura  de  campo  i  preceptor  en  su  juven- 
tud, pasó  después  a  Berlin,  entró  a  la  academia  de  ciencias  de  esta 
ciudad  i  obtuvo  una  cátedra  de  filosofía,  llegando  a  ser  uno  de 


196  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

mada  por  anchas  praderas  esmaltadas  por  las  flores  mas 
fragantes:  vaga  exaltada  deliciosamente  bajo  la  sombra 
aromática  de  árboles  espesos,  cuyas  ramas  enlazadas  a  las 
del  laurel  de  Apolo,  se  encorvan  bajo  el  peso  de  sus  frutos 
de  oro.  El  soplo  de  los  templados  vientos  mas  suave  que 
el  mismo  céfiro,  acaricia  allí  un  follaje  eterno,  i  la  móvil 
superficie  una  onda  cristalina  que,  deslizándose  con  pesar 
por  un  lecho  brillante  de  piedras  preciosas,  arrastra  en  sus 
sinuosidades  insensibles  los  granos  de  oro  puro  que  forman 
su  arena.  Al  suave  murmullo  de  este  nuevo  Pactólo,  se 
mezcla  el  armonioso  concierto  que  forman,  saludando  a  la 
aurora,  mil  aves  brillantes  adornadas  con  el  mas  rico  plu- 
maje. Graciosas  pastoras,  pastores  felices  conducen  en  es- 
tos lugares  rebaños  deslumbradores,  de  quienes  no  se  exije 
mas  que  la  leche  superfina  o  el  vellón  que  les  sobra  i  en 
pago  de  los  cuidados  que  se  les  dispensan,  i  los  cuales  no 
tienen  que  temer  ni  el  cuchillo  del  carnicero,  ni  el  diente 
cruel  delcis  lobos  hambrientos.  Los  animales  feroces  son 
desconocidos  en  estos  apacibles  lugares:  jamas  su  proximi- 
dad llamó  al  combate  al  perro  fiel,  el  cual  si  alguna  vez 
vela  guardando  a  las  ovejas  i  a  los  corderos,  es  sólo  para 
dar  a  su  señor  el  tiempo  de  cantar  sus  constantes  amores. 

los  grandes  metafísicos  de  la  Alemania.  Hizo  prolijos  estudios 
sobre  las  ciencias  naturales,  i  escribió  diversas  obras.  Una  de  ellas 
lleva  por  título  Ensayos  de  fínica  aplicados  a  la  moral  o  conside- 
raciones morales  sobre  las  obras  de  la  naturaleza,  colección  de 
estudios  diversos,  semejante  al  que  trascribimos  en  el  testo.  Sulzer 
es  ademas  autor  de  una  obra  de  estética  mui  aplaudida,  que  tiene 
por  título  Teoría  universal  d¿  las  bellas  artes,  en  que  revela  un 
profundo  conocimiento  de  las  ciencias  i  de  las  artes,  i  los  princi- 
pios mas  sólidos  en  materia  de  gusto. 

En  el  capítulo  4°  del  libro  I  délas  /Memorias  sobre  Sócrates,  Jeno- 
fonte pone  en  boca  de  Sócrates  un  discurso  destinado  a  probar  la 
existencia  de  Dios  por  medio  de  la  armonía  que  reina  en  toda  la 
naturaleza.  Ahí  se  encuentran  algunas  líneas  referentes  a  los  sen- 
tidos de  nuestro  cuerpo,  que  contiene  ideas  mui  semejantes  a  las 
del  fragmento  trascritv^  en  el  testo:  '*¿No  es  una  maravilla  de  la 
Providencia,  dice,  que  nuestros  ojos,  órgano  débil,  estén  provistos 
de  párpados  que,  como  dos  puertas,  se  abran  en  caso  necesario 
i  se  cierren  durante  el  sueño;  que  estos  párpados  tengan  pestañas 
que,  semejantes  a  las  empalizadas,  las  defiendan  contra  el  furor 
de  los  vientos;  que  las  cejas  se  avancen  en  forma  de  techo  sobre 
los  o)OS,  para  impedir  que  el  sudor  los  incomode  cuando  cae  de 
la  frente;  que  el  oido  reciba  todos  los  sonidos  sin  llenarse  ja- 
mas, etc?" 


DESCRIPCIONES  197 


La  miel,  purísima  naturalmente,  mana  del  tronco  de  las 
encinas:  el  vino  mas  jeneroso,  un  aceite  perfumado,  no  ne- 
cesitan que  el  hombre  venga  a  estraerlos  de  las  frutas  que 
los  prodigan.  Ningún  clima  en  el  universo  recuerda  mejor 
los  campos  Eliseos,  donde  la  antigüedad  colocaba  la  mora- 
da de  paz  prometida  a  las  almas  de  los  justos. 

"La  realidad,  sin  embargo,  está  mui  lejos  de  la  pompo- 
sa reputación  que,  desde  el  campo  de  los  romanos,  se  han 
complacido  los  poetas  en  dar  al  mas  triste  de  los  rios. 

"Orillas  áridas,  ásperamente  cortadas  a  pico,  un  lecho 
jeneralmente  torrentoso,  embarazado  i  estrecho,  aguas 
amarillentas  casi  continuamente  cenagosas,  he  ahí  lo  que 
caracteriza  verdaderamente  este  rio  Tajo.  Kecorre  ordina- 
riamente campos  desprovistos  de  vejetacion,  secos,  aban- 
donados, donde  el  ardor  del  sol  devora  una  vejetacion 
dura,  corta,  leñosa,  cuando  el  soplo  de  las  tempestades  no 
eleva  un  polvo  rí^jizo  cpic  penetra  la  ropa  i  va  a  dar  su  tin 
te  siniestro  al  rostro  del  campesino,  así  como  a  los  tristes 
bosquecillos  de  encinas  pequeñas  escapadas  a  la  destruc- 
ción entre  las  rocas  desnudas.  Solo  el  buitre,  entre  las  aves 
carnívoras  que  habitan  este  austero  valle,  domina  allí  los 
aires,  amenazando  los  pequeños  rebaños  de  desaseados 
carneros  merinos,  guiados  por  pastores  mas  desaseados 
todavía,  cf)mpañeros  desgrc\ci.tdos  i  groser<>s  de  los  ani- 
males que  defienden  no  sólo  control  los  lobos  sino  contra 
los  linces  de  que  están  llenos  los  montes  de  Gredos  i  los 
Lusitanos.  Ninguna  pane  de  España  es  mas  salvaje  ni 
mas  pobre  c[ue  la  que  se  finje  ser  la  mas  risueña  i  la 
mas  rica.  Los  puntos  un  poco  menos  desheredados  por  la 
naturalez£i  que  se  encuentran  aquí  i  allí  a  lo  largo  del  rio 
que  hemos  representado  tal  como  es,  no  bastan  ni  con 
mucho  para  merecerle  el  nombre  Tajo  dorado  i  esa  cele- 
bridad que  se  le  dio,  adoptando  como  verdades  las  exaje- 
ríiciones  de  los  poetas." 


BoRY  DE  Saint   Yincent,   i 

Guía  (¿el  viajero  en  España. 


1  J.B.  BoEY  DE  Saint  Yincent,  naturalista,  jeógrafo  e  injeniero 
militar  francés,  después  de  una  vida  (1780-1846  j  ocupada  en  es- 
pediciones  i  trabajos  científicos  i  literarios,  ha  dejado  un  nombre 
ilustre  en  la  historia  de  las  ciencias  del  siglo  XIX.  Sus  obras  no 
son  notables  solo  por  su  gran  &aber,  sino  por  su  talento  descrip 
tivo  i  por  su  injenio  de  escritor. 


198  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


IX 

La  catarata  del  Nlágrara 

Esta  imponente  catarata  es  formada  por  el  rio  San  Lo- 
renzo 1,  en  su  paso  del  lago  Erie  al  lago  Ontario.  El  San 
Lorenzo  es  uno  de  los  mayores  rios  del  mundo;  i  la  masa 
de  sus  aguas  se  descarga  en  este  lugar  por  una  cascada 
perpendicular  de  150  pies  de  altura.  No  no  es  posible  pre- 
sentar a  la  imajinacion  algo  que  corresponda  a  la  grande- 
za de  la  escena.  Un  rio  estremadamente  profundo  i  rápido, 
i  que  sirve  para  llevar  al  océano  las  aguas  de  una  gran 
parte  de  la  América  del  Norte,  se  arroja  allí  precipitada 
mente  desde  una  masa  de  rocas  que  se  levantan  como  una 
muralla  en  medio  del  lecho  de  su  corriente.  El  rio,  un  poco 
mas  arriba,  tiene  cerca  de  tres  cuartos  de  milla  de  ancho; 
i  las  rocas  en  el  sitio  de  la  catarata,  se  levantan  mas  de 
cuatro  varas  sobre  la  superficie  de  las  aguas.  En  su  caida, 
éstas  no  forman  una  línea  recta,  sino  que  se  ahuecan  en  el 
centro,  formando  una  herradura  de  caballo,  de  tal  manera 
que  la  catarata  ofrece  a  la  vista  una  especie  de  teatro,  el  mas 
maravilloso  i  tremendo  que  pueda  presentar  la  naturaleza. 
Exactamente  en  el  medio  de  aquellas  murallas  circulares 
de  agua,  un  islote  que  ha  desafiado  el  furor  de  la  corriente, 
presenta  una  de  sus  estremidades  i  divide  las  aguas  en  dos 
partes;  pero  vuelven  a  unirse  mucho  antes  de  llegar  al  pre- 
cipicio. El  mujido  de  la  cascada' se  oye  a  muchas  leguas  de 
distancia;  i  la  furia  de  las  aguas  al  terminar  su  caida,  es 
inconcebible.  El  precipicio  produce  una  niebla  que  se  levan- 
ta como  verdadera  nube,  i  que  forma  el  mas  hermoso  arco 
iris  cuando  brilla  el  sol". 

Olivero  Goldsmith.  "^ 


1  El  rio  San  Lorenzo  es  el  que  lleva  al  mar  las  aguas  de  los 
grandes  lagos  de  la  América  del  Norte,  pero  no  toma  este  nombre 
sino  a  su  salida  del  lago  Ontario.  Entre  este  lago  i  el  Erie  se 
llama  propiamente  Niágara. 

-  Distinguido  escritor  ingles,  irlandés  de  nacimiento  que  vivió  en 
el  siglo  XVIII  (1728-1774),  i  que  forma  uno  de  esos  contrastes 
casi  inesplicables  entre  el  carácter  i  el  sentido  común  por  una  par- 
te, i  la  intelijencia  por  la  otra.  Uno  de  sus  amigos  le  hizo  en  vida 
un  epitafio  burlesco  que  lo  caracteriza  mut  bien,  i  que  traducido  al 
castellano,  quiere  decir:  "Aquí  yace  Olivero:  escribía  como  un  án- 
jel  i  hablaba  como  un  tonto."  V.  las  Noc.  de  Hist.  Lit.,  part.  III, 
cap.  IV.,  §  13. 


DESCRIPCIONES  199 


I 


(El  mismo  asunto) 

"Poco  tardamos  en  llegar  al  borde  de  la  catarata,  que  se 
anunciaba  con  sus  espantosos  mujidos:  está  formada  por 
el  rio  Niágara,  que  sale  del  lago  Erie  i  desemboca  en  el  lago 
Ontario,  siendo  su  altura  perpendicular  de  144  pié^.  Como 
desde  el  lago  Erie  hasta  el  salto,  corre  el  Niágara  por  una 
rápida  pendiente,  en  el  momento  de  la  caida  mas  bien  que 
un  rio  es  un  mar,  cuyos  tronadores  torrentes  se  empujan  i 
chocan  en  la  entreabierta  boca  de  un  abismo.  La  catarata 
se  divide  en  dos  brazos,  i  se  encorva  a  manera  de  herradu- 
ra. Entre  estos  brazos  se  adelanta  una  isla,  que  socavada 
por  sus  cimientos,  parece  suspendida  con  todos  sus  árboles 
sobre  el  caos  de  las  ondas.  La  masa  de  rio  que  se  precipita 
hacia  el  mediodía,  se  redondea  a  manera  de  un  inmenso  ci- 
lindro, i  desplegándose  luego  como  una  cortina  de  nieve, 
resplandece  al  sol  con  todos  los  colores,  mientras  la  que  se 
despeña  hacia  el  oriente,  baja  en  medio  de  una  sombra  es- 
pantosa, a  semejanza  de  una  columna  del  diUivio.  Mil  ar- 
co iris  se  encorvan  i  cruzan  sobre  el  pavoroso  abismo.  Las 
aguas,  al  azotar  los  estremecidos  peñascos,  saltan  en  espe- 
sos torbellinos  de  espuma,  que  se  levantan  sobre  los  bos- 
ques cual  los  remolinos  de  humo  de  un  vasto  incendio.  Los 
pinos,  los  nogales  silvestres  i  las  rocas  cortadas  a  manera 
de  fantasmas  decoran  aquella  escena  sorprendente:  las 
águilas,  arrastradas  por  la  corriente  de  aire,  bajan  revolo- 
teando al  fondo  del  antro,  i  los  carcajus  se  suspenden  por 
sus  flexibles  colas  de  la  estremidad  de  una  rama,  para  cojer 
en  el  abismo  los  mutilados  cadáveres  de  los  alces  i  de  los 
osos." 

Chateubriand,  1 
AtaJa. 


1  Véanse  las  Noc.  de  Hist.  IJt.,  part.  III,  cap.  IV,  §  32.  Esta  fa- 
mosa  descripción,  tantas  veces  reproducida  i  tantas  veces  admi- 
rada, se  presta,  sin  embargo,  a  un  análisis  detenido  por  medio  del 
cual  se  manifestaría  que  el  exceso  de  imajinacion,  la  grande  abun- 
dancia de  figuras,  pueden  ser  un  defecto.  Bn  este  sentido  la  ha 
analizado  M.  R.  Jullién,  en  sus  Questions  et  exercices  de  rhétorú 
que  et  de  littérature,  p.  6. 


200  MANUAL  DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 


X 

La  trompa  marina 

"Nos  hallábamos  a  cien  leguas  poco  mas  o  menos  de 
Santo  Domingo.  Desde  que  nos  separamos  de  las  costas  de 
Francia,  ningún  acontecimiento  habia  hecho  notable  nues- 
tra navegación.  La  brisa,  que  apenas  se  hacia  sentir  por  la 
mañana,  i  que  nos  habia  obligado  a  desplegar  todas  las 
velas,  comenzaba  a  refrescar  i;  en  breve  i  casi  sin  transi- 
ción, el  viento  se  levantó,  se  hizo  impetuoso,  i  nuestro  bu- 
que hendió  las  olas  con  una  espantosa  rapidez. 

"Aunque  el  viento  se  habia  levantado  súbitamente,  el 
tiempo  era  hermoso:  la  bóveda  del  cielo  permanecia  siem- 
pre azul.  En  la  tarde,  el  horizonte,  inflamado  entonces  por 
el  sol  que  descendia  majestuosamente  al  mar,  tenia  el  as- 
pecto de  un  vasto  incendio.  La  superficie  de  las  aguas,  res- 
plandeciente de  luz,  se  asemejaba  a  un  lago  sin  límites  de 
materias  en  estado  de  fusión;  i  si  por  casualidad  se  veia 
pasar  por  esta  parte  del  cielo  alguna  ave  marina,  nuestros 
ojos  la  distinguian  como  una  de  esas  partículas  negras  de 
papel  quemado  que  se  elevan  encima  de  las  llamas. 

"De  repente,  grandes  olas  blancas,  espumosas  i  en  forma 
de  torbellino,  i  a  las  cuales  los  rayos  inflamados  del  sol  ha- 
cían deslumbradoras,  vinieron  a  golpear  la  p^oa  de  nues- 
tro buque,  que  flotaba  entonces  en  medio  de  las  olas  de 
espuma. 

"Sin  embargo,  la  ajitacion  de  las  aguas,  estendiéndose  de 
una  manera  circular,  habia  alcanzado  ya  a  cerca  de  cien 
toesas  (doscientos  metros)  de  diámetro:  se  habria  creido, 
al  ver  este  movimiento  de  las  olas,  que  el  mar  estaba  ajita- 
do  por  alguna  convulsión  interior.  En  breve,  el  agua  se  ele- 
vó coma  una  pequeña  colina,  i  marchó  delante  de  nosotros, 
hinchándose  a  medida  que  avanzaba,  con  un  ruido,  un  mu- 
jido,  cuya  causa  no  podia  adivinar,  pero  que,  sin  embargo, 
no  tenia  nada  de  asustador.  Poco  a  poco,  i  del  medio  de 
esta  montaña  líquida,  vi  nacer,  surjir,  elevarse  una  colum- 
na que  subió  en  torbellino,  silbando,  alargándose  siempre 
i  casi  tocando  a  las  nubes  con  su  cabeza.  Entonces  ofreció 
un  espectáculo  admirable  i  sublime,  aquel  pilar  de  cristal 
entre  la  tierra  i  el  cielo:  los  reflejes   del   sol  lo  habian  colo- 


1  Término  marino  que  significa  que  el  viento  se  hace  mas  fuerte. 


DESCRIPCIONES  201 


reado  con  sus  mil  matices,  i  los  colores  del  arco  iris  que  se 
reuTiian  como  en  una  prisma,  alumbraban  este  como  con 
una  luz  viva,  purpurina,  variable,  mientras  que  la  sombra, 
recojida  en  su  base,  lo  hacia  aparecer  sobre  un  zócalo  de 
bronce  sostenido  por  montones  de  nieve. 

*'¡Una  trompa!  ¡una  trompa!"  gritaron  al  mismo  tiempo 
oficiales  i  marineros. 

"Al  oir  estas  palabras,  esperimenté  un  momento  de  te- 
rror involuntario:  era  la  primera  vez  que  veia  este  fenóme- 
no que  en  las  descripciones  embusteras,  o  a  lo  menos  exaje- 
radas,  que  babia  leido,  me  habia  sido  pintado  como  mui 
peligroso.  Me  habia  formado  de  este  accidente  del  mar  una 
idea  mui  terrible:  parecíame  que  íbamos  a  ser  sumerjidos 
bajo  esa  masa  de  agua:  pero  la  espresion  tranquila  de  to- 
das las  caras  me  dio  seguridades.  Sin  embargo,  el  silencio 
de  la  admiración  i  no  del  terror  reinaba  entre  los  marine- 
ros; i  todas  las  precauciones  se  limitaban  a  maniobrar  pa- 
ra evitar  el  encuentro  de  la  trompa. 

"Después  de  haber  admirado  algunos  instantes  esta  es- 
cena verdaderamente  májica,  el  capitán  esclamó: 

"Cargad  la  carroñada  i  de  adelante."  cuando  esta  orden 
hubo  sido  ejecutada: — "Vuelta  piloto.  ¡Atención!... ¡Fuego!" 

"El  tiro  partió  resonando;  i  la  bala  cortó  la  columna 
por  su  base.  Tembló,  bacilo  un  instante  i  después  cayó  de 
repente,  como  una  inmensa  avalancha.  2 

"Algunos  segundos  después,  el  océano  no  conservaba 
ninguna  huella  de  este  fenómeno  estraordinario". 


Pedro  HENNEQniN.  '^ 
Pequeño  viaje  marítino  al  rededor  del  mundo 


1  .  Cañón  corto  i  lijero,  mui  usado  en  la  marina  hasta  hace 
pocos  años.  Saca  su  nombre  de  la  célebre  fundición  de  Carrón  (en 
Escocia),  donde  fué  inventado  en  1774. 

2  Masas  de  nieve  que  ^e  desprenden  de  la  cima  de  las  montañas 
ruedan  engrosándose  i  se  precipitan  con  un   ruido   terrible. 

3  Pedro  Hp:xneqüin.  institutor  francés  establecido  en  Rusia,  es 
autor  de  muchas  obras  destinadas  a  la  enseñanza  de  la  juventud, 
escritas  todas  en  francés.  Unas  versan  sobre  la  literatura  e  histo- 
ria literaria,  otras  sobre  la  jeografía  i  las  ciencias  físicas. 


202  MAN  CAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XI 
El  Gulfstream  o  corriente  del  golfo 

'*E1  golfo  de  Méjico  es  un  verdadero  foco  de  calor,  tanto 
porque  se  encuentra  situado  en  la  zona  tórrida,  cuanto 
porque  está  encerrado  por  todas  partes.  Por  el  estrecho  de 
la  Florida  sale  una  inmensa  cantidad  de  a>¿ua  tibia,  cuya 
profundidad  es  de  mil  pies:  tiene  catorce  leguas  de  ancho,  y 
una  rapidez  de  ocho  kilómetros   por  hora. 

"Existe  un  rio  en  el  océano,  dice  el  comandante  Maury,  i 
No  deja  de  correr  en  las  mayores  sequías:  no  se  desbor- 
da en  las  mayores  creces.  Sus  riberas  i  su  lecho  son  capas 
de  agua  fria  entre  las  cuales  corren  aguas  tibias  i  azules. 
En  ninguna  parte  del  mundo  existe  una  corriente  tan  ma- 
jestuosa, es  mas  rápida  que  el  amazonas,  mas  impetuosa 
que  el  Missisipi;  i  la  masa  de  estos  dos  ríos  no  representa 
la  milésima  parte  del  volumen  de  aquella. 

''Al  salir  del  golfo,  la  corriente  se  lanza  en  el  Atlántico 
conservando  intacta  durante  mas  de  mil  leguas  sus  her- 
mosas aguas  azules  en  el  lecho  verdoso  del  océano:  i  el  na- 
vegante puede  observarla  llevando  el  termómetro  en  la  ma- 
no, porque  este  instrumento  sumido  a  veces  en  la  corrien- 
te i  a  veces  en  sus  orillas,  marca  una  diferencia  entre  ambas 
de  15  grados,  en  aquella  latitud,  i  de  16  i  hasta  25  grados 
asi  que  se  acerca  a  los  mares  mas  frios  del  norte. 

"El  Gulfstream  sigue  su  marcha  rápida  hasta  la  altura 
de  los  bancos  de  Terranova;  pero  en  este  punto  recibe  el 
choque  formidable  de  una  corriente  helada  que  baja  del  po- 
lo, cargada  en  ciertas  épocas  de  montañas  de  hielo.  Las 
aguas  tibias  del  Gulfstream  derriten  esos  hielos,  i  precipi- 
tan al  fondo  del  océano  las  rocas  que  ese  derretimiento  ha 
arrancado  de  las  costas  vecinas  al  polo  ní>rte,  rocas  que  se 
acumulan,  se  simentan,  elevan  poco  a  poco  el  nivel  del  mar 
i  forman  montañas  submarinas,  qu?  mas  tarde  serán  islas. 
Los  bancos  de  Terranova  no  tienen   otro  oríjen. 

"Este  choque  espantoso,  despedaza  la  preciosa  corriente; 
pero  sus  ramas  esparcidas  continúan   su   benéfica   misión: 


1  Mateo  Mauky,  cékbre  astrónomo  i  meteorolojista,i  una  de  las 
altas  glorias  científicas  de  nuestro  siglo,  nació  en  el  estado  de 
Virjinia  (Pastados  Unidos)  en  1806.  Es  autor  de  la  Jeografía  física 
del  mar,  publicada  en  1854,  la  primera  obra  en  sujénero  que  se 
conozca. 


DESCRIPCIONES  203 


una  corre  al  oreste,  i  conserva  bastante  calor  i  fuerza  para 
derretir  los  hielos  en  las  costas  ele  Islanda  i  de  Noruega,  i 
para  arrojar  allí  los  troncos  de  árboles  de  las  selva  ecuato- 
riales. Otro  brazo  rodea  con  unn  cintura  de  agua  tibia  las 
Islas  Británicas,  hace  florecer  allí  el  mirto  i  mantiene  ár- 
boles i  praderas  siempre  verdes.  Sin  él,  la  Escocia  tendria 
la  temperatura  del  Labrador  i  de  la  Siberia,  que  situadas 
en  la  misma  latitud,  tienen  durante  el  invierno  la  espanto- 
sa temperatura  media  de  20  grados  bajo  cero.  Una  tercera 
rama  penetra  en  el  canal  de  la  Mancha  i  hace  reinar  en 
Cherburgo  i  San  Malo  una  temperatura  de  invierno  mas 
suave  que  la  de  Lombardía.  No  es  raro  ver  que  se  pasen 
muchos  inviernos  en  Bretaña  sin  heladas:  la  higuera  pro- 
duce ahí  excelentes  frutos.  En  fin,  el  Gulfstream,  agotado  i 
enfriado,  trae  un  poco  de  fresco  sobre  las  costas  del  Portu- 
gal  i  del  África,  i  va  al  otro  lado  del  cabo  Verde,  a  unirse  a 
la  corriente  ecuatorial,  que  lo  lleva  de  nuevo  a  su  hogar 
primitivo". 

Alfredo  Riche  ^ 


XII 

Los  mares  polares 

'*De  todas  las  empresas  marítimas,  aquella  en  que  el 
hombre  ha  empleado  mas  perseverancia  es  el  descubrimien- 
to de  un  paso  al  norte  de  la  América  para  ir  en  via  recta  de 
Europa  al  Asia. 

"Desde  hace  mas  de  tres  siglos,  los  esploradores  están 
empeñados  en  esta  obra  con  una  perseverancia  sorprenden- 
te. Aquello  es  una  sucesión  de  mártires.  Cabot  -'   el  prime- 

1  Sabio  francés,  contemporáneo,  profesor  de  química  en  la  es- 
cuela de  farmacia  de  París  i  repetidor  en  la  escuela  politécnica. 
Esta  interesante  descripción,  que  consideramos  notable  por  su 
exactitud  i  su  claridad,  nos  parece  solo  una  abreviación  de  otra 
mucho  mas  estensa  qae  da  Elisée  Reclus  en  el  2^  tomo,  pájs.  81 
a  94,  de  su  interesante  obra  titulada  La  terre,  en  que  trata  con 
tanto  saber  como  elegancia  todas  las  cuestiones  concernientes  a 
la  física    terrestre. 

'^  Sebastian  Cabot,  el  célebre  viajero  que  descubrió  las  costas 
de  los  Estados  Unidos,  fué  piloto  mayor  de  España,  e  hizo  un 
viaje  de  esploracion  al  rio  de  la  Plata,  i  de  quien  se  ocupa  mucho 
la    historia  de    América.  Vuelto    mas  tarde  a  Inglaterra,    dirijió 


204  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

ro,  tío  salvó  sino  por  la  rebelión  de  sus  marineros  que  le  im- 
pidieron ir  mas  lejos.  Barentz  2  muerede  frió,  Willoughb\'  3 
de  hambre.  La  espedicion  de  Cortereal  ^  desaparece  com- 
pletamente. Hudson  5  es  arrojado  por  los  suyos,  sin  víve- 
res, sin  velas,  en  una  chalupa,  i  no  se  sabe  qué  suerte  corrió. 
Behring  ^,  encontrando  el  estrecho  que  separa  la  América 
del  Asia,  pereció  de  fatiga,  de  frío,  de  miseria  en  una  isla 
desierta.  En  nuestros  dias,  Frankiin  ^,  se  ha  perdido  en 
los   hielos;  i  solo  se  encuentra   muerto,  habiendo  tenido  él  i 


en  1552  una  célebre  espedicion  a  los  mares  del  norte  de  Europa, 
en  que  él  mismo  no  pudo  tomar  parte  por  sus  enfermedades  i 
su  vejez.  Esa  espedicion  fué  el  oríjen  de  las  primeras  relaciones 
comerciales  entre  1^  Rusia  i  la  Inglaterra.  M.  Michelet  se  refie- 
re en  el  testo  al  viaje  de  Cabot  en  1498,  cuyos  pormenores  son 
bastante  desconocidos.  * 

2  Guillermo  Barentz,  navegante  holandés,  que  hizo  dos  viajes 
buscando  un  paso  para  la  China  por  el  norte  de  Europa.  Descu- 
brió a  Spitzberjí  en  1595. 

3  Sir  Huofo  AVilloughby,  nave^jante  ingles,  que  formaba  parte 
de  la  espedicion  preparada  en  1552  por  Cabot.  Pereció  en  1554 
en  las  costas  de  Laponia. 

4  Gaspar  Corterreal,  célebre  navegante  portuo-ues,  que  hizo  dos 
famosos  viajes  al  nuevo  mundo.  Kn  el  primero  (1590)  esploró  las 
costas  del  Canadá.  P^n  el  segundo  (1501)  se  dirijió  a  las  rejiones 
árticas;  y  desapareció  con  todos  sus  compañeros.  Un  hermano  su- 
3'o  (Miguel  Cortereal),  que  fué  en  su  busca  al  año  siguiente,  corrió 
la  misme  suerte. 

^  Enrique  Hudson,  navegante  ingles,  que  descubrió  entre  1609 
i  1610  el  rio  que  lleva  su  nombre,  i  sobre  el  cual  está  situada  Nue- 
va York,  i  en  seguida  el  estrecho  i  la  gran  bahía  de  Hudson,  En 
1611  su  tripulación  sublevada  los  echó  al  mar  en  una  chalupa  sin 
provisiones  ni  armas,  junto  con  su  hijo  i  seis  personas  que  habian 
permanecido  fieles.  No  se  supo  nunca  la  suerte  que  corrió.  Se  le  su- 
pone muerto  en  un  naufragio  o  asesinado  por  los  salvajes. 

<>  Tito  Behring  o  Bering,  navegante  danés,  al  servicio  de  la  Ru- 
sia, que  esploró  los  mares  entre  el  Asia  i  la  América  i  el  estrecho 
que  lleva  su  nombre,  i  murió  en  la  isla  desierta  de  Avatcha,  llama- 
da hoi  de  Behring,  en  1741. 

7  Sir  John  Frankiin,  célebre  navegante  ingles  que  pereció  en 
una  espedicion  a  los  mares  del  polo     -'En  1845,   dice  mas  adelante 


^'  Véase  sobre  Cabot  el  artículo  publicado  por  el  señor  Barros 
Arana  en  la  Revista  ChilenR,  (Santiago,  1875),  t.  IT,  pjs.  666-685, 
i  1  eproducido  en  t.  VI.  J5"st«c/ios  histórico-bihliográficos,  (1909) 
pjs.   145-159  de  sus  Obras  completas. 

(Nota  del  Recopilador). 


DESCRIPCIONES  205 


l(3s  suyos  la  necesidad  terrible  de  recurrir  al  último  recurso, 
comerse  los  unos  a  los  otros.  Todo  lo  que  puede  desalentar 
a  los  hombres  se  encuentra  reunido  desde  las  entradas  de 
estas  navegaciones  del  norte.  Mucho  antes  del  círculo  po- 
lar, una  fria  neblina  pesa  sobre  el  mar,  se  apodera  de  voso- 
tros, os  cubre  de  escarcha.  Las  cuerdas  se  ponen  tiesas,  las 
velas  se  inmovilizan;  el  puente  se  hace  resbaladizo  por  el 
hielo;  la  maniobra  difícil.  Los  escollos  que  se  mueven,  las 
grandes  masas  de  hielo  que  amenazan  sin  cesar,  se  distin- 
guen apenas.  En  lo  alto  del  mástil,  en  su  garita  cargada 
de  escarcha,  el  vijía  señala  de  momento  en  momento  la 
aproximación  de  un  nuevo  enemigo,  de  un  fantasma  blan- 
co i  jigantesco  que  frecuentemente  tiene  doscientos,  tres- 
cientos pies  encima  del  agua. 

"Pero  esta  lúgubre  procesión  cjue  anuncia  el  mundo  de 
los  hielos,  i  el  combate  obstinado  para  evitarlos,  aviva  los 
deseos  de  pasar  mas  adelante.  Hai  en  lo  desconocido  del 
polo  yo  no  sé  qué  atractivo  de  horror  sublime,  de  sufri- 
miento heroico.  Los  que  sin  acometer  la  empresa  de  pasar 
de  un  mar  a  otro,  han  visitado  solo  el  norte  i  contemplado 
solo  a  Spitzberg,  conservan  una  profunda  impresión.  Esa 
masa  de  picos,  de  cadenas,  de  precipicios  cjue  eleva  a  cuatro 
mil  quinientos  pies  su  frente  de  cristales,  es  como  una  apa- 
rición en  el  sombrío  mar.  Sus  ventisqueros  se  destacan,  en 
medio  de  las  nieves  pálidas,  por  sus  vivos  resplandores, 
verdes,  azules,  purpurinos,  en  forma  de  chispas  i  de  pedre- 
rías, que  le  forman  una  diadema  deslumbradora. 

"Durante  la  noche  de  muchos  meses,  la  aurora  boreal  se 
ostenta  a  cada  instante  en  todo  el  esplendor  singular  de 
una  iluminación  siniestra.    Vastos   i  espantosos  incendios 


M.  Miclielet,  el  infortunado  Franklin  se  perdió  en  los  hielos.  Se  le 
buscó  durante  doce  arios  La  Inglaterra  desplegó  entonces  una  ho- 
norable obstinación.  Todos  la  ayudaron.  Americanos,  franceses 
han  perecido  allí.  Los  picos,  los  cabos  de  la  rejion  desolada,  al  la- 
do del  nombre  de  Franklin,  guardan  el  de  otros  que  se  sacrificaron 
por  salvar  a  nn  ingles.  En  Abril  de  1853  se  encontró  al  fin  el  pasa- 
je buscado  durante  trescientos  años.  Se  debió  el  descubrimiento  a 
un  rasgo  feliz  de  desesperación.  El  capitán  John  Mac-Clure,  que  ha- 
bia  entrado  por  el  estrecho  de  Behring,  se  enconcontró  encerrado 
entre  los  hielos,  agobiado  por  el  hambre,  i  no  pudiendo  volver,  se 
aventuró  a  marchar  hacia  adelante.  Anduvo  cuarenta  millas  i  en- 
contró en  el  mar  del  este  algunas  naves  inglesas.  Su  atrevimiento 
lo  salvó,  i  el  gran  descubrimiento  quedó  consumado. ••  Apesar  de 
los  nuevos  descubrimientos,  parece  que  aquella  via    no  será  nunca 


206  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

que  ocupan  todo  el  horizonte,  erupción  de  rayos  magníficos, 
un  Etna  fantástico  que  inunda  con  lava  ilusoria  la  escena 
del  eterno  invierno." 

J.  MiCHELET,  '. 
Eil  mar. 


XIII 

Bellezas  del  hemisferio  austral 

''Desde  que  entramos  en  la  zona  tórrida  no  nos  cansába- 
mos de  admirar  la  belleza  del  cielo  meridional  que,  a  me- 
dida que  avanzábamos  hacia  el  sur,  descubria  a  nuestros 
ojos  nuevas  constelaciones.  Se  esperimenta  un  sentimiento 
estraño  i  desconocido  cuando  se  avanza  hacia  el  Ecuador, 
i  sobre  todo  cuando  se  pasa  de  un  hemisferio  a  otro  i  se 
ven  abajarse  gradualmente  i  desaparecer  al  fin  las  estrellas 
que  se  han  aprendido  a  conocer  desde  la  primera  infancia. 
Nada  recuerda  mas  vivamente  al  viajero  la  gran  distancia 
de  su  patria  que  la  vista  de  un  nuevo  cielo.  La  acumula- 
ción de  las  glandes  estrellas,  algunas  nébulas  dispersas 
que  rivalizan  en  brillo  con  la  via  láctea,  i  espacios  notables 
por  un  color  negro  poco  común,  dan  al  cielo  meridional 
una  fisonomía  particular.  Este  espectáculo  sorprende  la 
ini'ijinaciíjn  aun  de  aquellos  C|ue,  no  habiendo  estudiado 
las  ciencias  elevadas,  contemplan  la  bóveda  celeste  como 
se  admira  un  hermoso  paisaje  o  un  majestuoso  punto  de 
vista.  No  hai  necesidad  de  ser  botanista  para  reconocer  la 
zona  tórrida  al  solo  aspecto  de  la  vejetacion;  i  sin  haber 
ad(|uirido  conocimientos  en  la  astronomía,  sin  haberse 
familiarizado  con  los  planisferios  celestes,  se  conoce  que  no 
se  está  en  Europa,  cuando  se  ve  levantarse  en  el  horizonte 
la  inmensa  constelación  del  Navio,  o  las  nubes  fosforecen  tes 
de  Magallanes.  La  tierra,  el  cielo,  todo  en  las  rejiones  equi- 
noxiales  toma  un  carácter  estraño. 

la  del  comercio  entre  la  Europa  i  el  Asia, — No  estará  demás  ad- 
vertir que  los  restos  de  la  espedicion  de  Franklin  fueron  encontra- 
dos en  1S57,  i  que  se  supo  que  su  muerte  tuvo  lugar  en  1847,  des- 
pués de  dos  años  da  penosas  esploraciones  en  los  mares  polares. 

1  Julio  Miche  et,  uno  de  los  mas  ilustres  escritores  i  de  los 
:r,as  laboriosos  historiadores  del  siglo  XIX,  nació  en  Paris  en 
1798.  Ademas  de  sus  obras  históricas  que  lo  han  hecho  célebre, 
ha  compuesto  varios  hl)ros  de  ciencia  popular,  El  insecto,  El  ave^ 
El  mar,  Lh  montaña  i  otros  de  filosofía  social.  Todos  ellos  llevan 
el  sello  de  su  talento  descriptivo,  lleno  de  concisión  i  de  vigor  i  pro 
pagan  sus  ideas  reformadoras  i  liberales. 


DESCRIPCIONES  207 


**Las  rejiones  bajas  de  la  atmósfera  estaban  desde  mu- 
chos días  cargadas  de  vapores.  En  la  noche  del  4  al  5  de  ju- 
lio (1799),  a  los  diez  i  seis  grados  de  latitud  norte,  vimos 
distintamente  por  primera  vez  la  Cruz  del  Sur:  estaba  mui 
inclinada  i  aparecia  de  tiempo  en  tiempo  entre  las  nubes, 
cuyo  centro  surcado  por  relámpagos  de  calor,  reflejaba  una 
luz  plateada.  El  placer  que  espcrimentamos  al  descubrir  la 
Cruz  del  Sur  fué  participado  ardientemente  por  los  pasaje- 
ros i  marineros  que  habian  habitado  las  colonias.  En  las  so- 
ledades de  los  mares,  se  saluda  una  estrella  como  un  amigo 
del  cual  se  ha  estado  separado  desde  largo  tiempo.  Entre 
los  portugueses  i  españoles,  ciertos  motivos  particulares 
parecen  aumentar  este  interés:  un  sentimiento  relijioso  les 
hace  querida  una  constelación  cuya  forma  trae  a  su  memo- 
ria el  recuerdo  del  símbolo  de  la  fé  que  sus  antepasados  pro- 
pagaron en  los  desiertos  del  nuevo  mundo." 

Aleiandro  de  Hümboldt,  1 
Viajes  a  Jas  rejiones  equinoxiales  del  nuevo  continente,  tomo  I. 


XIV. 
Una  aurora  boreal 

"A  mi  vuelta  de  Estocolmo  me  esperaba  otro  fenómeno 
mas  sorprendente:  una  aurora  b(jreal. 

"Volvia  a  mi  casa  a  eso  de  media  noche  con  uno  de  mis 
compañeros  de    viaje,   alumbrados  por  una  hermosa  lu— 


1  El  barón  Alejandro  de  Hümboldt,  ilustre  naturalista  prusia- 
no, nació  en  Berlin  en  1769  i  murió  en  la  misma  ciudad  en  1859.  For 
tificado  coM  los  mas  sólidos  estudios,  i  después  de  haber  publicado 
algunos  trabajos  científicos  que  lo  hicieron  conocer  del  mundo  sa- 
bio, obtuvo  del  gobierno  español  permiso  para  hacer  un  viaje  a 
América.  Asociado  con  Bompland,  distinguido  botanista  francés, 
emprendió  en  1799  el  viaje  que  le  ha  granjeado  la  mayor  parte  de 
su  fama.  Durante  cinco  años  visitó  i  esploró  la  isla  de  Tenerife, 
Venezuela,  Nueva  Granada,  la  provincia  de  Quito,  una  parte  del 
Perú,  el  virreinato  de  Nueva  España  i  las  Antillas,  i  volvió  a  Eu- 
ropa para  dar  a  luz  la  obra  estensa  en  que  consignó  sus  observa- 
ciones. La  jeografía,  la  etnografía,  la  jeolojía,  la  historia  natural  i 
la  estadística,  todo  fué  objeto  de  sus  estudios;  i  en  todos  estos  ra- 


208  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

na.  De  repente  percibimos  una  luz  vaga  i  blanquizca  espar- 
cida en  el  cielo.  Nos  preguntábamos  si  seria  alguna  nube 
alumbrada  por  la  luna;  pero  era  algo  menos  compacto  aun, 
mas  indeciso:  se  hubiera  creído  que  era  la  via  láctea  o  una 
nébula  lejana.  Mientras  estábamos  perplejos  todavía,  se 
formó  un  punto  luminoso,  se  estendió  de  una  manera  inde- 
terminada; i  de  repente  se  vieron  grandes  gavillas,  largas 
cuchillas,  inmensos  cohetes  en  el  ci-lo:  en  seguida,  todas  es- 
tas formas  se  confundían,  i  en  su  hígar  aparecía  un  arco 
luminoso  de  donde  caía  una  lluvia  de  luz.  Con  frecuencia, 
lo  que  pasaba  delante  de  nosotros  no  podía  compararse  a 
nada:  eran  formas  fujitivas,  imposible  de  describirse  i  que 
el  ojo  podía  retener  con  dificultad,  tan  rápidamente  se  su- 
cedían, se  confundían  i  se  borraban.  Jamas  se  podia  prever 
con  un  segundo  de  anticipación  el  espectáculo  que  iba  a 
ofrecer  el   calidoscopio  i  celeste.  Loque   se  creía  ver  habia 


mos  hizo  descubrimientos  i  observaciones  que  suponen  una  orga- 
nización intelectual  de  primer  orden.  El  resultado  de  sus  viajes, 
publicado  en  muchas  obras  con  diversos  títulos,  forma  una  colec- 
ción tan  valiosa  por  la  investigación  científica  como  por  la  rica 
imajinacion  del  escritor.  Citaremos  solo  una  de  esas  obras,  Exa- 
men crítico  de  la  historia  de  lajeografía  del  nuevo  continente,  en 
5  volúmenes,  publicada  entre  1835  i  1838,  i  que  es  un  monumento 
de  investigación  i  de  sagacidad  históricas.  Aparte  de  éstas,  Hum- 
boldt  escribió  muchas  otras  obras,  una  de  las  cuales  lleva  el  título 
griego  de  Cosmos  (el  mundo),  descripción  física  del  globo  i  resu- 
men dei  conjunto  de  los  conocimientos  humanos  sobre  el  cielo  i  la 
tierra,  resultado  de  un  saber  inmenso  i  de  un  gran  talento  de  es- 
posicion.  Aunque  desempeñó  en  su  patria  algunos  destinos  diplo- 
máticos, toda  su  gloria,  toda  su  reputación  proviene  de  sus  tra- 
bajos i  de  sus  obras.  La  meteorología  i  la  climatolojía,  la  física 
jeneral,  la  jeografía  botánica  i  zoolójica  le  deben  una  parte  de  sus 
progresos  modernos.  Este  saber  tan  estenso  í  tan  variado  ha  va- 
lido a  Humboldt  el  nombre  de  Aristóteles  moderno,  que  le  dieron 
sus  admiradores  i  que  el  mundo  sabio  ha  confirmado. 

1  El  caleidoscopio  es  un  anteojo  formado  por  un  tubo  de  cartón 
o  de  metal:  en  el  interior  se  colocan  a  lo  largo  barras  de  espejo,, 
formando  un  paralelípido,  i  ordinariamente  un  prisma.  Dentro 
del  espacio  comprendido  por  los  espejos  se  colocan  diversos  obje- 
tos, como  pedazos  de  vidrios  de  color,  hojitas  de  árboles,  pedazos 
pequeños  de  encaje,  etc.  Haciendo  jirar  el  instrumento  delante  del 
ojo,  se  perciben  los  dibujos  mas  variados  i  mas  simétricos  por  la  re- 
flexión de  los  objetos  en  los  espejos.  Este  instrumento,  cuya  cons- 
trucción puede  variar  mucho,  tiene  aplicaciones  muí  curiosas  en  la 
industria.  Por  medio  de  él  se  obtienen  los  modelos  mas  fantásticos 
para  la  pintura  de  las  telas. 


DESCRIPCIONES  209 


desaparecido  mientras  se  trataba  todavía  de  formarse  una 
idea  clara.  El  maravilloso  espectáculo  parecia  siempre  aca- 
bar i  recomenzar,  i  era  imposible  observar  el  pasaje  de  una 
decoración  a  otra.  No  se  las  veia  aparecer  en  el  cielo;  pero 
de  repente  se  las  encontraba  i  parecia  que  siempre  hablan 
estado  allí.  En  una  palabra,  nada  puede  dar  una  idea  de  lo 
que  hai  de  movible,  de  caprichoso,  de  impalpable  en  esos 
iuegos  brillantes  de  una  luz  nocturna;  i  aun  la  luna,  que  es- 
taba llena  en  ese  momento,  perjudicaba  con  su  brillo  al  de 
la  aurora  boreal:  por  esa  razón  la  luz  de  ésta  era  blanca  i 
pálida;  sin  esto  a  las  variaciones  de  forma  se  habrian  unido 
las  variaciones  de  colores,  los  reflejos  colorados,  verdes,  in- 
flamados, que  dan  frecuentemente  a  las  auroras  boreales 
la  apariencia  de  un  vasto  incendio." 

J.  J.  Ampere,  1 

Literatura  i  viajes  (Akmanici,  Escanáinavia),  etc. 


XV 

La  peste  de  Atenas 

**En  los  principios  de  la  epidemia,  los  médicos  no  pudie- 
ron dar  ningún  remedio  porque  no  la  conocían,  i  porque  la 
muerte  los  alcanzaba  mas  pronto  por  su  relación  mas  in- 
mediata con  los  enfermos.  Todos  los  esfuerzos  humanos 
fueron  impotentes.  En  vano  se  hicieron  rogativas  en  los 
templos,  se  consultaron  los  oráculos  o  se  recurrió  a  otras 
prácticas  semejantes.  Todo  fué  inútil;  i  abatidos  por  la 
fuerza  del  mal,  los  atenienses  acabaron  por  renunciar  a  esos 
espedientes. 

"La  enfermedad  comenzó,  según  se  dice,  en  Etiopía:  pasó 
al  Ejipto'i  a  la  Libia;  se  estendió  en  la  mayor  parte  de  los 
dominios  del  rei  de  Persia,   i   se  arrojó  de  improviso   sobre 


1  Juan  Jacobo  Ampere,  célebre  literato  francés,  nacido  en  Lyon 
en  1800  i  muerto  en  1804.  Hijo  de  un  físico  i  matemático  mui  fa- 
moso. Ampere  hizo  profundos  estudios  de  literatura  francesa  i  es- 
tranjera,  emprendió  varios  viajes  a  oriente  i  a  América,  i  escribió 
muchas  obras  de  viajes  i  de  historia  civil  i  literaria,  que  se  dis- 
tinguen por  la  grande  estension  de  sus  conocimientos  i  por  el  arte 
de  escritor. 

TOMO   V  14 


210  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

la  república  de  Atenas.  Atacó  al  principio  a  los  habitantes 
del  Pireo,  que  pretendian  que  los  del  Peloponeso  (los  lace- 
demonios)  habian  envenenado  los  pozos;  porque  aun  no 
habia  fuentes  en  ese  barrio.  Ganó  en  seguida  la  parte  alta 
de  la  ciudad;  i  entonces  fué  cuando  hizo  los  mayores  estra- 
gos. Dejó  a  cada  cual,  médico  o  nó,  el  cuidado  de  esplicar 
el  oríjen  i  de  buscar  los  remedios:  haré  solamente  la  histo- 
ria, a  fin  de  que  se  puedan,  si  reaparece,  reconocer  los  sín- 
tomas i  prevenir  los  efectos.  Diré  lo  que  sé,  porque  yo 
mismo  la  he  sufrido  i  porque  la  he  observado  en  otras  per- 
sonas. 

"En  jeneral,  la  enfermedad  atacaba  de  repente,  i  sin 
ninguna  causa  aparente,  en  medio  de  la  mejor  salud.  Al 
principio,  el  enfermo  esperimentaba  grandes  ardores  de 
cabeza,  los  ojos  se  enrojecian  e  inflamaban,  la  garganta  i 
la  lengua  se  ponian  sanguinolentas,  la  respiración  desa- 
rreglada, el  aliento  fétido.  A  estos  síntomas  sucedían  los 
estornudos  i  la  ronquera.  En  poco  tiempo,  el  mal  ganaba 
el  pecho  i  causaba  una  fuerte  tos.  Cuando  atacaba  el  co- 
razón, excitaba  fuertes  palpitaciones,  i  se  esperimentaban 
junto  con  violentos  dolores,  todas  las  erupciones  de  bilis  a 
que  los  médicos  dan  nombres  diversos.  La  ma^^or  parte  de 
los  enfermos  hacia  oir  sordos  jemidos  que  eran  seguidos  de 
convulsiones  violentas:  en  algunos  se  calmaban  pronto,  en 
otros  eran  mas  obstinadas.  La  cutis  no  era  muí  ardiente 
al  tacto,  ni  tampoco  pálida,  sino  rojiza,  lívida,  cubierta 
de  pequeñas  pústulas  i  de  úlceras.  El  interior  era  tan  ar- 
diente que  el  enfermo  no  podia  soportar  ni  las  capas  mas 
lijeras,  ni  las  frazadas  mas  finas;  permanecia  desnudo,  i  no 
tenia  mayor  placer  que  echarse  al  agua  fria.  Viéronse  mu- 
chos que  no  estaban  bien  rijilados,  se  precipitaron  a  los 
pozos,  atormentados  por  una  sed  que  no  podia  saciarse. 
Sin  embargo,  lo  mismo  daba  beber  mucho  que  poco.  El 
enfermo  no  podia  procurarse  ningún  descanso,  i  estaba 
atormentado  por  un  insomnio  continuo. 

"Mientras  el  mal  estaba  en  su  fuerza,  el  enfermo  no  se 
enflaquecia:  era  verdaderamente  sorprendente  como  el 
cuerpo  podia  soportar  tanto  sufrimiento.  Los  enfermos,  a 
lo  menos  la  ma\^or  parte,  conservando  todavia  algún  vi- 
gor, eran  consumidos  entre  el  séptimo  i  el  noveno  dia  por 
el  fuego  interior  que  los  devoraba,  o  si  pasaban  de  este 
término,  el  mal  descendía  al  bajo  vientre,  se  declaraba  allí 
una  violenta  ulceración,  sobrevenía  una  diarrea  horrible,  i 
generalmente  perecían  de  debilidad:  porque  la  enfermedad. 


DESCRIPCIONEJS  211 


después  de  haber  establecido  su  asiento  en  la  cabeza,  gana- 
ba sucesivamente  todo  el  cuerpo,  i  los  que  escapaban  de 
los  accidentes  mas  graves,  guardaban  en  las  estremidades 
las  señales  de  lo  que  hablan  sufrido.  El  mal  se  adhería  a 
los  pies  i  a  las  manos;  i  frecuentemente  no  se  escapaba  sino 
perdiendo  uno  de  estos  miembros:  muchos  perdían  la  vista; 
otros  encontraban  durante  su  convalecencia  que  lo  hablan 
olvidado  todo,  i  no  reconocían  a  sus  amigos,  ni  se  recono- 
cían a  sí  mismos. 

"Esta  enfermedad,  mas  terrible  que  todo  lo  que  puede 
decirse,  se  mostraba  superior  a  las  fuerzas  humanas  en 
todos  sus  efectos,  i  en  cualquiera  persona  que  atacase;  pero 
lo  que  sobre  todo  haciaconocer  la  difteria  de  las  enfermeda- 
des ordinarias  de  nuestra  especie,  es  que  las  aves  i  los 
cuadrúpedos  se  alimentan  con  cadáveres  humanos,  o  no 
se  acercaban  a  los  cuerpos  que  en  gran  número  quedaban 
insepultos,  o  si  se  atrevían  a  comerlos,  morian.  Se  tuvo  la 
prueba  de  ello  viendo  desaparecer  las  aves  carnívoras:  no 
se  veía  una  sola  al  rededor  de  los  cadáveres  ni  en  otra 
parte.  Los  perros,  acostumbrados  a  vivir  en  sociedad  con 
los  hombres,  hacían  sentir  mejor  los  efectos  del  contajio. 

"Tales  eran  en  jeneral  los  síntomas  de  la  enfermedad, 
sin  detenerse  en  un  gran  número  de  accidentes,  que  no  se 
asemejaban  en  las  diferentes  personas.»  Unos  perecían  desa- 
tendidos; otros  en  medio  de  los  mayores  cuidados.  No  se 
encontró,  por  decirlo  así,  ningún  remedio  que  fuese  útil  a 
los  que  lo  empleaban:  lo  que  sentaba  bien  a  uno,  hacia 
daño  a  otro.  Ningún  temperamento,  débil  o  vigoroso,  po- 
nía a  salvo  del  mal:  atacaba  a  todas  las  naturalezas  i 
resistía  a  todo  réjimen.  Lo  que  habia  de  mas  terrible  era 
el  desaliento  de  los  desgraciados  a  quienes  atacaba:  per- 
dían inmediatamente  toda  esperanza;  caían  en  un  abando- 
no completo  de  sí  mismos,  i  no  trataban  de  resistir.  Es 
verdad  que  cuidándose  unos  a  otros,  se  infectaban  mutua- 
mente, como  los  rebaños  enfermos,  i  perecían:  fué  esto  lo 
que  causó  la  mayor  destrucción.  Aquéllos  que  por  temor 
no  querían  acercarse  a  los  otros,  morian  abandonados;  i 
lachas  familias  se  estinguieron  por  falta  de  jente  para 
ci  iclarlas:  los  que  se  acercaban  a  los  enfermos  encontraban 
la  muerte.  Tal  fué  sobre  todo  la  suerte  de  las  personas  que 
poseían  algunas  virtudes:  tenían  vergüenza  de  economizar 
su  vida,  e  iban  a  cuidar  a  sus  amigos,  porque  las  personas 
de  la  casa,  abatidas  por  el  exceso  de  fatigas,  acababan  por 
ser  insensibles  a  las  quejas  de  los  moribundos.   Los  que 


212  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

habían  escapado  de  la  enfermedad,  eran  los  que  tenían  mas 
compasión  por  los  enfermos  i  por  los  muertos,  porque  ellos 
habían  conocido  los  mismos  sufrimientos,  i  porque  ya  se 
encontraban  libres  de  peligro,  pues  el  mal  no  atacaba  dos 
veces  mortalmente.  Recibían  las  felicitaciones  de  los  otros: 
ellos  mismos  gozaban  en  el  presente  por  la  vuelta  de  la 
salud,  i  tenían  para  el  porvenir  una  esperanza  confusa  de 
que  en  mucho  tiempo  no  se  verían  atacados  por  una  enfer- 
medad mortal. 

''La  afluencia  de  la  jente  de  los  campos  que  venía  a  re- 
fujiarse  a  la  ciudad,  se  unió  a  las  desgracias  de  los  atenien- 
ses para  agravarlas;  i  los  recién  venidos  sufrían  mas  que 
los  otros.  Como  no  había  casas  para  ellos,  i  como  vivían 
apretados  en  chozas  sofocadas  durante  los  mayores  calores 
de  la  estación,  perecían  confusamente;  i  los  muertos  eran 
amontonados  sobre  los  moribundos.  Algunos  desgraciados, 
medio  muertos,  ávidos  de  encontrar  agua,  se  arrastraban 
por  las  calles  i  cerca  de  las  fuentes.  Los  lugares  sagrados, 
donde  se  habían  levantado  tiendas,  estaban  repletos  con 
los  cadáveres. 

•'Cuando  el  mal  hubo  llegado  a  su  mas  alto  período,  no 
sabiendo  nadie  en  qué  iba  a  parar  aquello,  se  perdió  todo 
respeto  por  las  cosas  divinas  i  humanas.  Todas  las  ceremo- 
nias antes  en  uso  para  los  funerales,  fueron  violadas.  Ca- 
da cual  sepultaba  los  muertos  como  podía.  Muchas  perso- 
nas, por  la  escasez  de  las  cosas  mas  necesarias,  recurrían  a 
los  medios  mas  mezquinos  para  tributarles  los  últimos  de- 
beres. Unos  se  apresuraban  a  colocar  su  muerto  i  a  que- 
marlo en  una  hoguera  que  no  les  pertenecía,  dando  aviso  a 
los  que  la  habían  formado:  otros,  mientras  se  quemaba  un 
muerto,  arrojaban  sobre  él  el  cuerpo  que  ellos  mismos 
traían,  i  se  retiraban  inmediatamente. 

'*La  peste  introdujo  en  la  ciudad  muchos  otros  desórde- 
nes. Ante  el  espectáculo  de  las  rápidas  vicisitudes  de  que  los 
atenienses  eran  testigos,  de  los  ricos,  muertos  casi  repenti- 
namente, i  de  los  que  no  teniendo  nada  heredaban  sus  for- 
tunas, quisieron  muchos  abandonarse  públicamente  a  los 
placeres  de  que  antes  gozaban  con  reserva.  Buscaban  go- 
ces prontos,  bajo  la  idea  de  que  no  poseían  sus  bienes  i  su 
vida  mas  que  por  un  día.  Nadie  se  dignaba  darse  ningún 
trabajo  por  las  cosas  lejítimas,  a  causa  de  la  incertidumbre 
en  que  estaban  de  si  morirían  antes  de  haberlas  alcanzado. 
El  placer  i  todos  los  medios  de  ganar  para  procurárselo, 
hé  ahí  lo  que  se  consideró  útil  i  hermoso.  Ni  el  temor  de  los 


DESCRIPCIONES  213 


dioses  ni  el  de  las  leyes  humanas  contenian  a  nadie:  parecia 
igual  reverenciar  a  los  dioses  u  olvidarlos,  cuando  se  veia 
perecer  indiferentemente  a  todo  el  mundo.  El  culpable  no 
creia  vivir  el  tiempo  necesario  para  recibir  su  sentencia:  fi- 
gurábase mas  bien  ver  suspendida  sobre  su  cabeza  una  pe- 
na pronunciada  ya;  i,  teniendo  que  sufrirla,  creia  justo  el 
aprovecharse  de  lo  que  podia  quedarle  de  vida. 
Hé  aquí  el   cuadro  de   los  males  que  agobiaron  a  los  ate- 

TUCÍDJDES,    ^ 
Guerra  del  Peloponeso,   Hb.  II,  párrafo  47-54. 


XVI 

Colon  recibido  por  los  reyes  católicos  en  Barcelona 

"Impaciente  Colon  por  volver  a  España,  no  se  detuvo 
mas  que  cinco  dias  en  Lisboa.  El  15  de  marzo  (1493)  lle- 
gó al  puerto  de  Palos  de  Moguer,  siete  meses  i  once  dias 
después  de  su  salida  del  mismo  punto.  Tan  pronto  como  se 
divisó  su  barco,  todos  los  habitantes  corrieron  a  la  playa 
para  abrazar  a  sus  parientes  i  compatriotas,  i  para  saber 
noticias  de  su  viaje;  mas  luego  que  conocieron  el  feliz  éxito 
de  su  espedicion,  cuando  vieron  los  hombres  estraordina- 
rios  traidos  por  Colon,  los  animales  desconocidos,  i  las  ra- 
ras producciones  de  los  paises  que  habia  descubierto,  la 
efusión  del  gozo  fué  jeneral  i  no  pudo  ser  contenida:  se  repi- 

'  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,pa.vt.  I.,  cap.  IV,  §  16. — Estaadmi- 
rable  descripción  de  tan  espantosa  epidemia,  es  considerada  por 
los  críticos  corno  un  modelo  en  su  jénero.  Es  verdad  que  es  algo 
estensa;  pero  es  tan  rica  en  observaciones  exactas  i  en  rasgos 
pintorescos,  que  no  hai  un  solo  detallé  perdido,  una  sola  idea 
inútil  para  el  conocimiento  cabal  i  perfecto  de  aquella  enferme- 
dad i  de  sus  estragos.  Los  poetas  han  buscado  en  ellas  sus  imá- 
jenes;  i  los  médicos  una  enseñanza.  Los  antiguos  tenian  a  este 
respecto  la  misma  opinión  que  los  modernos.  uTomad  por  mo- 
delo a  Tucídides,  decia  Luciano  en  el  siglo  II  de  la  era  cristiana, 
porque  usa  sobriamente  de  su  grande  arte  de  describir. ..Si  cuan- 
do describe  la  p-sste  nos  parece  mas  largo,  considerad  un  poco 
las  cosas,  i  entonces  reconoceréis  su  celeridad:  él  queria  avanzar 
pero  los  numerosos  detalles  lo  retienen. n 


214  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

carón  todavS  las  campanas,  i  se  hicieron  salvas  de  artillería. 
Colon,  a  su  desembarco,  fué  recibido  con  los  mismos  hono- 
res con  que  lo  hubiera  sido  el  rei;  todo  el  pueblo  acompañó 
al  almirante  i  a  su  tropa  en  solemne  procesión  a  la  iglesia, 
en  donde  dieron  gracias  a  Dios  por  haber  coronado  con  tan 
feliz  resultado  el  viaje  mas  largo  i  mas  importante  que  se 
hubiese  emprendido  jamas.  En  la  tarde  del  mismo  dia  tuvo 
Colon  el  gusto  de  ver  entrar  en  el  puerto  a  La  Pinta,  que 
la  violencia  de  la  tempestad  habia  arrojado  mui  lejos  al 
norte. 

*'E1  primer  cuidado  de  Colon  fué  poner  en  noticia  del  rei 
i  de  la  reina,  que  estaban  entonces  en  Barcelona,  su  llegada 
i  sus  descubrimientos.  Fernando  e  Isabel,  igualmente  sor- 
prendidos i  enajenados  de  un  resultado  que  casi  no  espera- 
ban, contestaron  a  Colon  de  la  manera  mas  honorífica  i 
lisonjera,  mandándole  que  pasase  inmediatamente  a  la  cor- 
te, pues  querian  saber  de  él  mismo  los  pormenores  de  su  es- 
pedicion  i  las  circunstancias  del  señalado  servicio  que  aca- 
baba de  hacerles.  En  su  viaje  a  Barcelona,  el  pueblo  corria  en 
tropel  de  todos  los  puntos  vecinos  del  camino,  le  seguia  con 
admiración  i  le^prodigaba  los  mejores  aplausos.  Los  reyes 
dispusieron  que  su  entrada  a  la  ciudad  se  hiciese  con  todo 
el  aparato  correspondiente  a  un  acontecimiento  que  iba  a 
dar  tanto  lustre  a  su  reinado.  Los  indios  que  Colon  habia 
traido  de  los  paises  que  acababa  de  descubrir,  marchaban 
los  primeros;  su  color,  su  fisonomía  i  la  singularidad  de  to- 
da su  persona,  los  hacian  ser  considerados  como  hombres 
de  una  nueva  especie:  después  de  éstos,  se  llevaban  los 
adornos  de  oro  trabajados  por  el  arte  grosero  de  estos  pue- 
blos, los  granos  de  oro  encontrados  en  las  montañas  i  los 
polvos  del  mismo  metal  recojidos  en  los  rios,  i  por  último 
todas  las  producciones  de  aquellos  nuevos  paises.  Colon 
cerraba  la  marcha,  i  llamaba  la  atención  de  los  espectado- 
res. Todos  contemplaban  con  admiración  a  este  hombre  es- 
traordinario,  cuyo  jenio  i  valor  habian  conducido  a  los  es 
pañoles,  por  medio  de  mares  desconocidos,  al  descubri- 
miento de  un  nuevo  mundo.  Fernando  e  Isabel  le  recibieron 
sentados  en  su  trono,  revestidos  de  todos  los  ornamentos 
reales,  i  colocados  bajo  un  magnífico  dosel:  se  levantaron 
a  su  llegada;  i  no  permitiéndole  arrodillarse  para  besarles 
la  mano,  le  mandaron  tomar  asiento  en  una  silla  prepa- 
rada para  él,  i  hacerles  la  relación  de  su  viaje;  lo  que  veri- 
ficó en  seguida  con  la  gravedad  tan  conveniente  al  carác- 
ter de  la  nación  española  como  a  la  dignidad  de  la  asam- 


DESCRIPCIONES  215 


blea,  i  al  mismo  tiempo  con  la  modesta  sencillez  de  un 
ánimo  superior  que,  contento  con  haber  ejecutado  grandes 
cosas,  no  trata  de  ensalzarlas  por  vana  ostentación.  Lue- 
go que  concluyó  su  narración,  el  reí  i  la  reina  se  arrodilla- 
ron para  dar  gracias  a  Dios  por  un  descubrimiento  de  que 
esperaban  sacar  grandes  ventajas  para  sus  reinos:  dispen- 
saron a  Colon  las  muestras  mas  brillantes  del  reconoci- 
miento i  de  la  admiración  que  les  inspiraban  sus  valor  i  sus 
trabajos:  fué  confirmado  así  como  sus  herederos,  por  una 
real  cédula,  en  todos  ios  ^privilejios  estipulados  en  el  tra- 
tado de  Santa  Fé,  i  su  familia  fué  ennoblecida." 

ROBERTSON,     ^ 
Historia  de  América,  lib.  II. 


XVII 
Pompeya 

"En  Roma  no  se  encuentran  mas  que  los  restos  de  los 
monumentos  públicos,  i  esos  monumentos  no  trazan  mas 
que  la  historia  política  de  los  siglos  pasados;  pero  en  Pom- 
pe\^a  se  ofrece  a  nuestra  vista  la  vida  privada  de  los  an- 
tiguos tal  como  era.  El  volcan  que  ha  cubierto  de  cenizas 
esta  ciudad,  la  ha  preservado  de  los  ultrajes  del  tiempo. 
Jamas  se  habian  conservado  así  los  edificios  espuestos  al 
aire;  i  este  recuerdo  sacado  de  las  escavaciones,  se  ha 
encontrado  todo  entero.  Las  pinturas,  los  bronces  se  ha- 
llaban aun  en  toda  su  belleza  primitiva;  i  todo  lo  que  pue- 
de servir  á.  los  usos  domésticos  se  ha  conservado  de  una 
manera  sorprendente.  Las  ánforas  están  todavía  prepara- 
das para  el  festin  del  dia  siguiente:  la  harina  que  iba  a  ser 
amasada  está  aun  allí.  Los  restos  de  una  mujer  están  ador- 
nados con  alhajas  que  llevaba  el  dia  de  fiesta  que  el  vol— 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  VI,  §  I.  El  fragmen- 
to que  dejamos  copiado  contiene  la  hermosa  descripción  de  un  he- 
cho histórico,  que  en  realidad  no  puede  llamarse  narración,  por- 
que la  especie  particular  de  los  detalles  i  circunstancias,  está  des- 
tinada a  presentarnos  un  cuadro  visible,  palpable,  por  decirlo  avSÍ, 
de  la  acción.  Robertson  ha  agrupado  con  gran  concisión,  pero  con 
un  arte  superior,  todos  los  pormenores  conducentes  a  darnos  a 
conocer  las  fiestas  a  que  dio  lugar  la  vuelta  de  Colon  de  su  glorio- 
so viaje,  i  el  recibimiento  que  le  hicieron  los  reyes. 


216  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

can  interrumpió:  i  sus  brazos  disecados,  no  sujetan  ya  el 
brazalete  de  pedrerías  que  aun  los  rodea.  En  ninguna  par- 
te se  puede  ver  una  imájen  tan  sorprendente  de  la  interrup- 
ción súbita  de  la  vida.  El  surco  de  las  ruedas  está  marcado 
visiblemente  en  el  piso  de  las  calles;  i  las  piedras  que  ro- 
dean los  pozos,  dejan  ver  la  huella  de  las  cuerdas  que  las 
han  abierto  poco  a  poco  Se  ven  aun  en  las  paredes  de  un 
cuarto  de  guardias,  los  caracteres  mal  formados,  las  figu- 
ras groseramente  bosquejadas,  que  los  soldados  trazaban 
para  pasar  el  tiempo,  mientras  que  ese  tiempo  avanzaba 
para  tragarlos. 

''Cuando  uno  se  coloca  entre  dos  calles,  allí  donde  pue- 
de verse  por  todos  lados  la  ciudad  c[ue  subsiste  casi  entera, 
parece  que  se  espera  a  alguien,  que  va  a  llegar  alguno  de 
sus  habitantes;  i  la  misma  apariencia  de  vida  que  ofrece 
esta  mansión,  hace  sentir  mas  tristemente  su  eterno  silen- 
cio. Con  pedazos  de  lavas  petrificadas  se  ha  construido  la 
mayor  parte  de  estas  casas  han  sido  sepultadas  por  otras 
lavas.  Así,  ruinas  sobre  ruinas  i  tumbas  sobre  tumbas. 
Esta  historia  del  mundo  en  que  las  épocas  se  cuentan  por 
los  restos  de  otras  informaciones,  esta  vida  humana,  cuya 
huella  se  sigue  a  la  luz  de  los  volcanes  que  la  han  consumi- 
do, llena  el  corazón  de  una  profunda  melancolía.  ¡Cuánto 
tiempo  hace  que  existe!  ¡Cuánto  tiernpo  hace  que  vive,  que 
sufre  i  que  perece!  ¿Dónde  se  pueden  encontrar  sus  senti- 
mientos i  sus  ideas?-¿Está  impregnado  de  ellas  el  aire  que  se 
respira  en  estas  ruinas  o  están  depositados  para  siempre  en 
el  cielo  donde  reina  la  inmortalidad?  Algunas  hojas  quema- 
das de  los  manuscritos  que  se  han  encontrado  en  Hetculano 
i  en  Pompeya,  i  que  se  trata  de  desevolver  en  Portici,  es  to- 
do loque  nos  queda  para  interpretar  a  las  desgraciadas  víc- 
timas que  el  volcan,  el  rayo  de  la  tierra,  ha  devorado.  Pero 
pasando  cerca  de  estas  cenizas  que  se  cjuiere  reanimar,  uno 
no  se  atreve  a  respirar  de  miedo  que  un  soplo  lijero  se  lle- 
ve ese  polvo  donde  se  contienen  quizá  nobles  ideas." 

Madama  de  Stael  i 
Cor  ¡na. 


1   Véanse  las  Noc.  de  hist.  de  lit.,  part.  III,  cap  IV,  §  32. 

Esta  hermosa  descripción  fué  escrita  en  1807:  desde  entonces  los 
trabajos  ejecutados  en  Pompeya  han  puesto  a  la  vista  una  gran 
parte  de  la  ciudad.  Bajo  la  intelijente  dirección  del  injeniero  Fio- 
relli,  ■'^  (18611871)  las  escavaciones  han  sido  hechas  con  notable 
intelijencia  i  la  ciudad  antigua  ha  sido  esplorada.    Los  manuscri- 


DESCRirClONES  21' 


XVIII 
El  teatro  de  Atenas 

''Este  es  el  lugar  de  describrir  el  teatro  de  Atenas,  cnyo 
destino  i  cuya  gloria  parecian  adheridos  a  los  de  Sófocles. 

"Formado  al  principio  con  tablas  colocadas  a  la  lijera  so- 
bre postes,  i  construido  en  seguida  de  madera,  el  primer  tea- 
tro de  Atenas  se  hundió  mientras  se  representaba  una  pieza 
de  Pratinas.  Entonces  fué  reconstruido  de  piedra  con  gran 
magnificencia,  en  el  ángulo  de  la  cindadela. 

"Era  un  vasto  i  soberbio  edificio:  al  rededor  del  monu- 
mento habia  un  pórtico,  detras  del  cual  se  desarrollaban 
en  semi-círculo  tres  órdenes  de  gradas,  separadas  por  an- 
chos pasadizos,  comunicados  entre  sí  por  escalas.  Abajo 
se  estendia  el  lugar  de  la  orquesta,  que  quedaba  vacío  i  re- 
servado para  los  ejercicios  del  canto  i  de  la  danza:  en  fren- 
te se  levantaba  el  escenario.  En  la  primera  fila  de  gradas 
se  colocoban  los  majistrados,  los  jenerales,  los  senadores, 
los  sacerdotes:  en  la  segunda,  los  jóvenes:  el  tercer  piso 
quedaba  abandonado  para  el  resto  del  pueblo.  Habia  lu- 
gares reservados  para  las  señoras  de  Atenas  que  se  encon- 
traban así  separadas  de  los  hombres  i  de  las  cortesanas;  i 
un  banco  de  honor  destinado  a  los  grandes  ciudadanos  a 
quienes  la  nación  habia  discernido  esta  recompensa.  La  en- 
trada al  teatro  era  gratuita. 

"El  aspecto  de  la  asamblea  era  por  sí  solo  un  espectácu- 
lo animado  i  alegre.  Treinta  mil  espectadores,  i  quizá  mas, 
se  sentaban  en    las    gradas.    Unos    hacian  tender  bajo  sus 


tos  encontrados  en  aquella  ciudad  i  en  el  Herculano,  i  que  guar- 
dando todavía  la  forma  de  rollos  de  papiro,  se  convertían  en  polvo 
al  tocarlos,  han  sido  desenvueltos  mediante  injeniosos  aparatOv«, 
interpretados  i  dados  a  luz  desde  1809.  Desgraciadamente  esos  ma- 
nuscritos no  forman  parte  de  las  obras  de  ciertos  autores  que  han 
llegado  incompletas  hasta  nosotros  i  que  habrían  tenido  un  gran- 
deinteres  para  la  posteridad,  como  Tito  Livio,  Catón,  Polívío,  etc. 
Se  han  hallado  sí  algunos  fragmentos  considerables  de  Epícuro,  de 
Fílodemo  i  de  otros  filósofos V.  sobre  la  destrucción  de  esas  ciu- 
dades la  sección  VI,  §  X,  de  este  libro. 

*  Es  el  restaurador  de  los  estudios  pompeyanos.  De  1861  a  1872 
los  nuevos  hallazgos  han  sido  descritos  por  el  arqueólogo  FiorelH 
en  Gli  Scavi  di  Pompei,  i  después  de  esta  fecha  en  las  Atti  de  la 
Academia  de  Lincei,  Florencia. —  (Nota  del  Recopilador) 


218  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERAHIA 

pies  alfombras  de  púrpura,  i  se  reclinaban  sobre  cojines  que 
les  llevaban  sus  esclavos;  otros  se  hacian  servir  vino,  fru- 
tas, confites,  bebían  i  comian  riendo.  Telas  de  púrpura,  ten- 
didas sobre  las  cabezas,  los  preservaban  del  ardor  del  sol; 
porque  el  teatro  no  estaba  cubierto;  i  si  por  casualidad  caía 
una  lluvia  repentina,  cada  cual  huía;  el  teatro  i  los  acto- 
res eran  abandonados:  todos  buscaban  un  refujio  en  los 
templos  i  bajo  los  pórticos. 

"El  escenario  estaba  dividido  en  tres  partes:  el  timeleo, 
donde  se  colocaba  el  coro,  el  escenario  propiamente  dicho, 
i  en  fin  la  parte  reservada  a  las  decoraciones  i  a  las  niá- 
Cjuinas. 

"Los  griegos  se  servian  en  efecto  de  máquinas  variadas. 
Se  veian  en  su  teatro  cambios  repentinos,  dioses  que  baja- 
ban del  cielo,  fantasmas  que  salían  del  seno  de  la  tierra, 
mensajeros  celestes  que  atravesaban  el  teatro  volando.  Sin 
embargo,  se  puede  juzgar  de  la  sencillez  de  su  mecanismo 
por  uno  que  usaban  para  imitar  el  trueno:  se  limitaba 
a  arrojar  de  mui  alto  algunos  guijarros  a  una  urna  de 
bronce. 

"Las  decoraciones  que  adornaban  la  escena  estaban  di- 
vididas en  tres  clases  mui  distintas:  las  de  la  trajedia,  la  de 
la  comedía  i  del  drama  satírico.  Desde  la  primera  mirada, 
el  espectador  podía  conocer  que  jénero  de  pieza  iba  a  ver 
representar.  Las  decoraciones  de  la  trajedia  representaban 
ordinariamente  la  plaza  pública  de  una  ciudad  magnífica: 
en  el  fondo  el  pórtico  de  un  soberbio  palacio,  cuyas  tres  en- 
tradas estaban  adornadas  de  columnas:  la  del  medio  esta- 
ba reservada  al  primer  actor,  las  de  la  derecha  i  la  izquier- 
da a  los  papeles  secundarios;  el  coro  entraba  por  los  lados. 
Sin  embargo,  esta  uniformidad  no  era  constante:  a  veces 
los  ojos  del  espectador  encontraban  una  campiña  risueña 
o  una  soledad  horrible,  un  puerto  cubierto  de  naves  o  las 
tiendas  de  un  campamento  i  todo  el  aparato  de  la  guerra. 
La  grande  estension  permitía  con  frecuencia  a  los  decora- 
dores, en  vez  de  imitar  la  naturaleza,  trasportarla  al  tea- 
tro, levantar  allí  verdaderos  palacios  i  amontonar  rocas 
de  granito. 

"Un  escenario  semejante  exijia  actores  igualmente  gran- 
des. Hombres  de  una  trdla  ordinaria,  perdidos  en  medio  de 
estas  construcciones  colosales,  habría  escapado  a  las  mira- 
das de  esos  millares  de  espectadores  encerrados  en  ese  re- 
cinto inmenso,  i  su  débil  voz  no  habria  podido  llegar  a  los 
oidos  atentos  de  la  muchedumbre.  Así,  los  actores  calzaban 


DESCRIPCIONES  219 


el  coturno,  que  los  realzaba  algunas  veces  cuatro  o  cinco 
pulgadas.  Ciertas  especies  de  guantes  prolongaban  sus  bra- 
zos, su  pecho,  sus  hombros,  todas  las  partes  de  sus  cuerpos 
eran  ensanchadas  proporcionalmente.  Su  misma  voz  se  ha- 
cia mas  fuerte  i  estrepitosa:  para  esto  servia  principalmen- 
te la  máscara  que  ens^olvia  la  cabeza  de  los  actores. 

*'Hubo,sin  embargo,  muchos  otros  motivos  para  este  uso 
que  hoi  nos  parece  tan  estravagante.  Las  leyes  i  las  cos- 
tumbres de  Atenas  no  permitian  a  las  mujeres  salir  a  la  es- 
cena: todos  los  papeles  estaban,  pues,  representados  por 
hombres.  ¿Pero  qué  se  haria  entonces  el  encanto  i  la  ilusión 
de  los  papeles  de  Ifijenia,  de  Antígona  i  de  Fedra?  La  más- 
cara vino  en  ayuda  de  la  verosimilitud.  Un  hombre  cubier- 
to con  un  rostro  femenino  que  adornaban  toda  ^  las  gracias 
de  la  juventud  i  de  la  belleza,  i  cuya  inmóvil  fisonomía  era 
disimulada  por  la  distancia,  pudo,  sin  chocar  las  miradas, 
tomar  el  nombre  i  el  papel  de  esas  célebres  princesas.  Desde 
entonces,  cada  personaje  tuvo  una  figura,  im  aspecto  inva- 
riable, cuyo  tipo  se  perpetuó,  i  que  hizo  de  todos  los  héroes 
de  la  trajedia  griega,  poco  numerosos  es  verdad,  como  una 
serie  de  retratos  históricos.  Desde  la  aparición  de  un  actor, 
los  espectadores  nombraban  a  Hércules,  a  Oréstes  o  a  Aga- 
menón, cuyas  facciones  figuradas  en  la  máscara,  recono- 
cian  perfectamente.  Hemos  dicho  que  la  grande  estension 
del  escenario  ateniense  exijia  una  voz  mas  que  humana.  La 
boca  abierta  de  la  máscara,  revestida  de  láminas  de  bron- 
ce i  de  metales  sonoros,  servia  de  porta  voz;  i  esparcía  en 
la  asamblea  esos  acentos  vehementes  que  sembraban  el  es- 
panto. 

"Los  trajes  participaban  de  esta  uniformidad  que  reina- 
ba en  el  teatro  griego.  No  se  diferenciaban  sino  por  su  ma- 
yor o  menor  riqueza.  Los  reyes  ceñian  su  frente  con  una 
diadema,  se  apoyaban  en  un  cetro,  en  cuyo  estremo  habia 
un  águila,  i  usaban  largos  vestidos  flotantes  en  que  brilla- 
ban el  oro,  la  púrpura  i  todos  los  colores.  Los  héroes  esta- 
ban siempre  armados  i  cubiertos  con  una  piel  de  león,  de 
tigre  o  de  jabalí,  todos  los  que  se  encontraban  en  infortu- 
nio vestían  un  traje  negro  u  oscuro,  que  algunas  veces  caia 
en  harapos.  K\  traje  indicaba  siempre  de  una  manera  inva- 
riable, el  rango,  el  sexo  i  la  fortuna  del  personaje. 

"El  autor  no  tenia  facultad  de  designar  a  los  actores  en- 
cargados de  los  diversos  papeles:  el  arconte  los  designaba 
a  la  suerte.  Los  mismos  actores  representaban  igualmente 
en  la  comedia  que  en  la  trajedia.  Por  lo  demás,   aunque  es- 


220  MANUAL    DE    COMrOSICION    LITARARIA 

puestos  a  todos  los  inconvenientes  de  su  profesión,  las  pi- 
fias, los  silbidos,  las  injurias,  gozaban  de  una  gran  consi- 
deración, i  algunas  veces  se  veian  encargados  de  altas  fun- 
ciones públicas.  Aun  la  calidad  de  actor  se  consideraba 
honrosa,  puesto  que  era  preciso  tener  el  título  de  ciudada- 
no para  figurar  en  la  escena,  aun  entre  los  coros. 

"El  coro,  compuesto  al  principio,  en  tiempo  de  Esquilo, 
de  cincuenta  actores,  reducido  en  seguida  a  doce,  i  consti- 
tuido en  fin  en  quince  por  Sófocles,  era  dirijido  por  un  cori- 
feo, que  tomaba  la  palabra  a  su  nombre,  declamaba  o  can- 
taba mezclándose  en  la  acción.  En  los  intermedios,  que  en 
cierto  modo  equivalian  a  nuestros  entreactos,  todas  las 
voces  se  reunian  i  cantaban  en  conjunto.  Frecuentemente 
los  actores  mezclaban  el  baile  con  las  palabras,  baile  imi- 
tativo i  grave,  cuyo  objeto  era  espresar  con  mas  enerjía  los 
sentimientos  de  que  estaba  penetrado  el  autor.  La  trajedia 
griega,  mezcla  de  declamación,  de  baile  i  de  canto,  era, 
pues,  mui  semejante  a  nuestras  óperas.  La  música  sencilla 
i  lenta  no  servia  mas  que  para  arreglar  la  voz.  El  actor 
que  cantaba,  estaba  acompañado  por  la  flauta,  i  el  que 
declamaba,  por  la  lira.  El  canto  iba  precedido  de  un  pre- 
ludio ejecutado  por  uno  o  dos  flautistas". 

Fabre  d'Olivet,   1 

Estudios    Literarios 


XIX 


Las  pampas  de  América 

*'A1  este  de  la  cordillera  de  los  Andes  se  estiende  una 
vasta  llanura  que  "^e  llama  las  Pampas,  i  que  tiene  cerca 
de  900  millas  de  ancho.  Yo  he  recorrido  una  parte  de  ella. 
Aunque  colocada  toda  ella  bajo  la  misma  latitud,  se  di- 
vide en  varias  rejiones  cuyo  clima  i  cuyos  productos  di- 
fieren esencialmente.  Saliendo  de  Buenos  Aires,  la  primera 
parte  de  estas  rejiones  está  cubierta  de  trébol  i  de  cardos 


1, Antonio  Fabre  d'Olivet,  literato  francés  de  principios  de  la 
época  contemporánea  (1796-1825)  es  menos  conocido  como  no- 
Telista  i  como  autor  dramático,  que  como  erudito  i  filólogo.   Ha 


DESCRIPCIONES  221 


en  una  estension  de  108  millas  i;  la  segunda  que  tiene  450 
millas,  produce  grandes  yerbas:  i  la  tercera  que  llega  hasta 
el  pié  de  la  cordillera,  no  es  mas  que  una  selva  de  árboles 
pequeños  i  de  arbusto».  La  segunda  i  la  tercera  ofrecen 
casi  el  mismo  aspecto  todo  el  año:  todos  los  árboles,  gran- 
des i  pequeños,  están  verdes,  i  la  3^erba  de  C{ue  está  cubier- 
ta la  llanura  no  pasa  mas  que  del  verde  a  un  color  oscuro; 
pero  la  primera  rejion  presenta  un  espectáculo  diferente  en 
cada  estación.  En  invierno,  las  hojas  de  los  cardos  son 
grandes  i  esponjadas:  i  el  paisaje  en  toda  su  estension  tiene 
la  apariencia  de  un  campo  de  nabos.  El  trébol  es  estrema- 
damente  vigoroso  i  abundante  en  esta  estación;  i  la  vista 
de  los  animales  que  pacen  en  toda  libertad,  es  de  una 
gran  belleza.  En  la  primavera,  el  trébol  ha  desaparecido; 
las  hojas  de  los  cardos  cubren  el  suelo,  i  el  campo  toma 
una  apariencia  vulgar.  En  menos  de  un  mes  se  verifica  un 
cambio  estraordinario:  todo  el  pais  se  trasforma  en  una 
espesa  selva  de  cardos  enormes,  que  alcanzan  casi  de  re- 
pente una  altura  de  diez  a  once  pies,  i  que  están  llenos  de 
flores.  Cubren  el  camino  por  ambos  lados  i  ocultan  ente- 
ramente la  vista:  se  hace  imposible  distinguir  un  solo  ani- 
mal; los  tallos  de  los  cardos  están  de  tal  manera  juntos 
los  unos  a  los  otros,  i  son  tan  resistentes  que  formarían 
una  barrera  impenetrable  aun  sin  las  espinas  de  que  están 
erizados.  El  repentino  crecimiento  de  estas  plantas  es  ver- 
daderamente maravilloso:  i,  aunque  no  haya  ocurrido  nun- 
ca esta  desgracia,  no  seria  imposible  que  un  ejército  de 
invasión  poco  familiarizado  con  este  pais  se  encontrase 
encerrado  por  estos  cardos  antes  de  haber  tenido  tiempo 
de  retirarse.  Todavía  no  ha  acabado  el  verano  cuando 
esta  escena  cambia  una  vez  mas.  Los  cardos  pierden  su 
savia  i  su  verdura,  las  cabezas  se  secan,  las  hojas  se  arru- 
gan i  se  marchitan,  los  tallos  se  ennegrecen  i  mueren,  i  no 
hacen  mas  que  rozarse  con  ruido  unos  con  otros  al  menor 


espresado  sobre  los  jeroglíficos  ejipcios  i  sobre  la  Biblia  las  opinio- 
nes mas  estravagantes;  pero  sus  estudios  críticos  revelan  un  saber 
sólido.  La  interesante  descripción  del  teatro  griego  que  dejamos 
copiada,  puede  ser  comparada  con  las  pajinas  que  al  mismo  asun- 
to destina  el  abate  Barthelemy  en  su  Viaje  del  joven  Anacársis 
ea  Grecia,  una  de  las  obras  mas  notables  que  se  hayan  compuesto 
jamas  sobre  la  historia  antigua,  notable  por  una  ciencia  inmensa 
i  por  la  elegancia  del  estilo. 

1  Una  milla  inglesa  tiene  1609  metros. 


-22  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

soplo,  hasta  que  la  violencia  del  huracán  los  hecha  al  sue- 
lo; i  allí  se  descomponen  pronto  i  desaparecen;  en  fin,  el 
trébol  nace  de  nuevo,  i  la  llanura  vuelve  a  reverdecer. 

E.   Head.   1 

Las  Pampas . 


1  Sir  Francis  B.  Head,  escritor  i  arlministrador  ingles,  contem- 
poráneo nacido  en  1793,  ha  hecho  muchos  viajes,  tino  de  los  cua- 
les, de  Buenos  Aires  a  Chile,  publicó  en  1826  con  el  título  de  has 
Pampas,  que  obtuvo  mucha  boga  en  Inglaterra.  Gobernador  del 
Canadá  en  1837,  tuvo  que  sofocar  una  insurrección.  Ha  escrito 
después  obras  igualmente  célebres,  i  señaladas  por  el  mismo  estila 
pintoresco  i  descriptivo.  Se  ha  dicho  muchas  veces  que  su  descrip- 
ción de  las  pampas  es  demasiado  fantástica,  i  que  exajera  todo 
lo  que  trata;  pero  esto  no  quita  gran  cosa  a  su  mérito  de  pintor 
fácil  i  colorista. 


^#  .#i#)#)#i#)ii)#)  Ai^ 


SECCIÓN   VIH 
Retratos 

Los  retratos  consisten  en  la  descripción  del  esterior  o  de 
carácter  de  una  o  muchas  personas.  De  todos  los  adornos 
que  entran  en  la  composición  de  las  obras  narrativas,  es 
éste  el  que  mas  interesa,  i  también  el  que  mas  atrae  la 
atención  del  lector.  Ese  conjunto  de  observaciones  destina- 
das a  dar  a  conocer  una  persona,  i  que  sirven  también  para 
coordinar  nuestras  ideas  sobre  lo  que  ya  hemos  leido,  o 
para  prepararnos  para  lo  que  vamos  a  leer,  tiene  un  interés 
particular.  Pero  es  preciso  qne  los  retratos  no  sean  sim- 
ples ejercicios  literarios  en  que  el  escritor  despliegue  los  re- 
cursos de  su  injenio  i  de  su  estilo,  sino  que  estén  basados  en 
una  observación  atenta,  i  que  sean  el  fruto  del  estudio. 

Existen  retratos  de  varias  clases,  que  conviene  dar  a  co- 
nocer: 

1°  Los  retratos  jenerales,  que  comprenden  un  grupo 
mas  o  menos  considerable  de  hombres,  como  serian  por 
ejemplo,  los  atenienses,  los  romanos,  los  franceses,  los  in- 
gleses. Sin  duda,  en  cada  pais  hai  hombres  de  distintos  ca- 
racteres, serios  tmos,  lijeros  otros,  valientes,  cobardes,  así 
como  sus  fisonomías  son  diferentes;  pero  también  es  verdad 
que  hai  entre  los  naturales  de  un  pais  ciertas  cualidades 
jenerales  que  les  son  comunes,  como  lo  son  igualmente  mu- 
chos rasgos  de  su  fisonomía.  El  escritor  que  caracteriza  a 
un  pueblo,  debe  estudiar  esos  caracteres  jenerales  i  darlos 


224  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

a  conocer  tales  como  son.  Los  rasgos  esteriores  pueden  ser 
examinados;  pero  es  el  carácter  moral  lo  que  mas  importa 
conocer. 

2^  Los  retratos  morales  o  caracteres,  en  que  el  autor 
reúne  todas  sus  observaciones  sobre  un  vicio,  sobre  una 
estravagancia,  sobre  una  ridiculez.  Tomando  un  nombre 
ficticio,  i  muchas  veces  sin  tomar  nombre,  agrupa  diversas 
observaciones  que  conducen  a  pintar  un  carácter  dado,  un 
tipo  en  que  domina  esencialmente  el  vicio  o  la  estravagan- 
cia que  se  trata  de  pintar.  Este  jénero  de  retratos  exije  la 
observación  de  las  estravagancias  de  la  humanidad,  i  cier- 
to hábito  de  jeneralizar,  que  permite  reunir  en  un  solo  ser 
imajinario  los  defectos  comunes  a  una  especie  de  hombres. 

3^  Los  retratos  literarios,  en  que  no  se  busca  tanto  el 
dar  a  conocer  el  carácter  del  escritor,  sino  las  tendencias 
de  su  jenio,el  espíritu  de  sus  obras,  su  gusto,  su  estilo.  Este 
jénero,  puesto  en  boga  por  eminentes  escritores  de  nuestro 
tiempo,  forma  una  de  las  espresiones  mas  agradables  i  mas 
características  de  la  crítica  literaria.  El  crítico  sin  deseen, 
der  a  analizar  los  detalles  de  una  o  muchas  obras,  bosqueja 
fielmente  la  fisonomía  especial  del  talento  de  cada  autor. 
Esta  clase  de  retratos,  acompañan  de  ordinario  a  la  bio- 
grafía del  escritor,  i  toman  a  veces  estensas  dimensiones, 
pero  no  es  raro  encontrar  bocetos  literarios  trazados  con 
unas  cuantas  pinceladas.  Casi  parece  innecesario  advertir 
que  este  jénero  de  retratos  supone  el  estudio  de  las  obras 
del  escritor  de  que  se  trata. 

4*^  El  retrato  histórico,  es  decir  de  personajes  determina 
dos  que  ocupan  un  lugar  en  la  historia.  Algunas  veces  es  ne 
cesarlo  dar  aconocer  los  rasgos  esteriores,  el  rostro,  el  tama 
ño,  el  aire  del  individuo:  pero  la  parte  mas  importante  de 
retrato,  es  la  pintura  de  las  costumbres,  de  las   virtudes  i 
de  los  vicios.   Lo  que  distingue  a  los  hombres-  entre  sí,  en 
la  historia  particularmente,  no  es  tanto  los   detalles  de  la 
fisonomía,  del  cuerpo  o  de  su  aire  jeneral,  sino  el  jenio  i  el 
carácter:  no  hai  necesidad  de  hablar  de  las  ventajas  o  des- 
ventajas físicas,  sino  en  cuanto  esplican  i  representan  los 


RETRATOS  ,  225 


defectos  o  las  cualidades  del  alma.  El  retrato  histórico, 
ademas,  exije  conocimiento  de  los  hechos,  debe  estar  basa- 
do en  ellos  i  debe  contribuir  a  esplicarlos.  Con  un  conjunto 
ordenado  de  lugares  comunes,  i  de  frases  mas  o  menos  bien 
dispuestas,  de  cualidades  jenerales,  no  se  hace  un  retrato. 
Lo  que  se  parece  a  todo  el  mundo,  no  puede  servir  para 
caracterizar  a  nadie.  Son  mui  frecuentes  los  ejemplos  de 
esta  clase  de  retratos,  en  que  se  agrupan  rasgos  tomados 
muchas  veces  de  los  retratos  que  trazaron  los  grandes  es- 
critores de  la  antigüedad.  El  historiador,  por  el  contrario, 
al  trazar  una  imájen,  tiene  por  deber  el  enseñarnos  a  dis- 
tinguir de  cualquier  otro  el  personaje  al  cual  se  quiere  re- 
presentar. 

Las  obras  de  imajinacion,  la  epopeya,  la  novela,  etc.,  tie- 
nen también  sus  retratos.  Aunque  los  personajes  que  se  ca- 
racterizan, son  de  pura  invención,  conviene  someterse  hasta 
cierto  punto  a  las  reglas  relativas  al  retrato  histórico;  es 
decir,  es  necesario  dar  a  los  seres  imajinarios  un  carácter 
no  solo  en  armonía  con  la  naturaleza,  sino  palpable  i  dis- 
tinto del  de  la  jeneralidad  de  los  hombres. 

En  los  modelos  de  ejercicios  contenidos  en  esta  sección, 
encontrarán  los  jóvenes  ejemplos  de  retratos  de  estas  dife- 
rentes clases. 


rOMO  v  15 


226  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


Los  atenienses,  por  su  cultura,  por  su  intrepidez,  por  su 
espíritu  emprendedor  i  hasta  por  su  inconstancia,  forman 
el  pueblo  mas  interesante  de  la  antigüedad.  Novedosos  por 
carácter,  prontos  para  concebir  i  para  ejecutar,  acometian 
las  empresas  mas  riesgosas  sin  calcular  los  peligros.  Cuan- 
do conseguian  su  objeto,  no  gozaban  largo  tiempo  de  su 
triunfo,  porque  nuevas  esperanzas  los  hacían  acometer  nue- 
vas empresas.  Cuando  sufrían  un  fracaso,  no  se  desalenta- 
ban tampoco,  sino  que  meditaban  los  medios  de  volver  a 
otros  trabajos.  Su  actividad  era  infatigable;  i  para  ellos  la 
ociosidad  era  una  verdadra  desgracia. 


II 


Los  romanos  de  los  primeros  tiempos  eran  orgullosos, 
atrevidos,  metódicos,  constantes,  laboriosos  i  sufridos.  El 
amor  a  la  patria  i  a  la  libertad,  comprendida  esta  última 
como  el  respeto  a  las  leyes  que  se  había  dado  el  mismo  pue- 
blo, formaban  el  carácter  distintivo  del  pueblo  romano- 
Por  ambas  cosas  sacrificaban  su  vida  resueltamente.  So- 
brios i  modestos  en  la  vida  privada,  austeros  i  honrados 
en  sus  costumbres,  vivían  entregados  al  laboreo  de  sus  cam- 
pos o  al  cuidado  de  sus  familias,  mientras  la  patria  en  peli- 
gro no  reclamaba  sus  servicios  i  su  vida.  El  botín  recojido 
en  la  guerra  no  enriquecia  a  los  jenerales,  que  después  del 
triunfo  volvían  a  vivir  modestamente.  Esta  modestia  en 
medio  de  la  familia,  contrastaba  sobre  todo  con  la  gran- 
diosidad i  la  magnificencia  de  todo  aquello  que  era  de  ínte- 
res público,  como  los  templos,  las  fortificaciones,  las  plazas 
i  todas  las  construcciones  emprendidas  por  el  estado.  La 
molicie  les  era,  pues,  desconocida,  i  al  mismo  tiempo  su  ciu- 
dad adquiría  por  esas  obras,  así  como  por  las  conquistas 
de  sus  hijos,  el  título  de  señora  del  mundo. 


RETRATOS  22' 


III 

Los  franceses  tienen  muchos  puntos  de  semejanza  con  los 
atenienses  de  la  antigüedad.  Ardorosos,  apasionados,  aco- 
meten grandes  empresas  sin  arredrarse  por  los  peligros,  i 
cuando  fracasan  en  una  de  ellas,  meditan  los  medios  de  vol- 
ver a  recomenzar  sus  trabajos.  Civilizados  i  humanos  en 
tiempos  de  paz,  son  inhumanos  i  feroces  en  medio  de  las  re- 
vueltas civiles.  Un  impulso  del  corazón,  el  amor  a  la  gloria, 
el  entusiasmo,  los  lanza  al  peligro  sin  reserva  de  su  vida. 
Lijeros,  burlones,  vanidosos,  inconstantes,  son,  sin  embar- 
go, tesoneros  en  los  grandes  trabajos,  laboriosos  i  sufridos. 
La  depravación  de  las  costumbres  no  corrompe,  sin  em- 
bargo, su  corazón;  así  se  ha  observado  que  después  de  la 
corrupción  del  siglo  de  Luis  XV,  se  vio  aparecer  la  jenera- 
cion  esforzada  i  varonil  de  la  revolución  de  1789. 


IV 

Se  trata  de  hacer  el  retrato  moral  del  fatuo.  La  vanidad, 
el  deseo  de  ostentación,  la  pretendida  superioridad,  la  arro- 
gancia para  hablar  con  todos,  i  sobre  todas  materias,  son 
sus  rasgos  distintivos.  Habla  de  sus  talentos,  de  su  ciencia, 
de  su  fortuna,  de  sus  relaciones  con  los  grandes  i  los  pode- 
rosos, finje  ocupaciones  que  no  tiene,  i  fastidia  a  todos  con 
su  presunción.  Blfatuo  puede  no  ser  un  hombre  malo;  pero 
las  jentes  huyen  de  él. 


Hai  hombres  que  sin  tener  ideas  propias,  repiten  enfáti- 
camente lo  que  oyen  a  los  demás,  i  hasta  llegan  a  persua- 
dirse de  que  son  capaces  de  producir  algo.  Fmjen  meditar, 
toman  el  aire  de  personajes,  i  en  efecto  lo  hacen  creer  a  los 
otros  por  algunos  momentos.  La  ilusión,  sin  embargo,  no 
dura  mucho:  luego  se  descubre  al  grajo  de  la  fábula,  ador- 
nado con  la  pluma  del  pavo  real. 

VI 

¿Quién  no  ha  visto  a  un  hombre  de  mal  humor?  El  me- 
nor incidente  lo  enfurece,  lo  pone  fuera  de  sí;  llora,  se  lamen- 


228  MANUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

ta,  ruje.  Lo  que  mas  le  agradaba  hace  un  momento,  le  de- 
sagrada ahora.  Desea  vivir  en  la  soledad  i  la  soledad  le 
fastidia,  porque  no  tiene  a  quién  regañar.  Le  desagrada  el 
silencio  i  la  conversación:  si  los  otros  hablan  entre  sí,  cree 
que  es  para  censurarlo,  i  le  molesta  que  hablen  en  voz  alta. 
Su  razón  está  al  revés;  i  en  medio  de  sus  estravagancias,  es 
capaz  de  sostener  que  la  noche  es  dia. 


VII 

Los  ociosos  tienen  ordinariamente  la  manía  de  visitar. 
Recorren  sin  cesar  las  calles,  de  tal  manera  que  hacen  apa- 
recer mayor  la  población  de  una  ciudad,  porque  parecen 
estar  en  muchas  partes  a  la  vez.  Llegan  a  todas  partes  a 
hablar  de  las  mismas  cosas  i  a  repetir  la  misma  historia. 
Acompañan  todos  los  entierros,  felicitan  a  todo  el  que  está 
de  plácemes,  dan  el  pésame  a  todo  el  que  ha  sufrido  una 
pérdida.  Ordinariamente,  no  hai  nada  mas  vacío  que  la 
conversación  de  tales  jentes. 


VIII 

Hai  hombres  que  manifiestan  en  todo  una  franqueza  llena 
de  honradez.  Sus  acciones  sus  palabras  revelan  una  since- 
ridad i  un  desprendimiento  verdaderamente  admirables. 
Ellos  socorren  a  todo  el  mundo,  a  todos  sirven,  i  ni  siquie- 
ra entienden  por  sí  mismos  en  la  dirección  de  sus  propios 
negocios.  Sin  embargo,  los  que  han  tenido  relaciones  de 
cualquiera  clase  con  ellos,  saben  lo  que  vale  esa  franqueza, 
i  conocen  que  bajo  las  apariencias  de  bondad  se  oculta  una 
alma  pequeña  cuando  no  baja  i  ruin.  Esto  es  lo  que  se  lla- 
ma un  hipócrita  de  franqueza. 


IX 

El  Dante  no  solo  es  el  primer  poeta  italiano  de  su  siglo, 
sino  el  mas  grande  de  todos  los  que  hasta  entonces  habia 
producido  la  Itaha  moderna,  i  bajo  muchos  conceptos,  el 
mas  grande  de  todos  los  que  han  producido  después.  Sus 
versos  son  ásperos  en  ocasiones;  pero  esa  aspereza  es  en 


RETRATOS  229 


cierto  modo  imitativa,  porque  solo  se  le  encuentra  en  los 
pasajes  violentos  i  terribles,  mientras  que  es  suave  en  los 
pasajes  tiernos.  Verdadero  i  sencillo  aun  en  las  escenas  mas 
grandiosas,  mantiene,  sin  embargo,  la  dignidad  i  la  eleva- 
ción en  el  tono.  La  concisión  i  la  enerjía  de  su  estilo  son 
ademas  inimitables;  asi  como  el  poder  i  la  riqueza  de  su 
imajinacion  no  han  sido  sobrepiijados. 


X  • 

Shakespeare  es  el  orgullo  de  la  Inglaterra.  Fué  el  favorito 
de  sus  contemporáneos,  i  si  en  el  siglo  XVII,  el  fanatismo 
puritano  primero,  i  el  mal  gusto  en  seguida,  hicieron  oscu- 
recer en  cierto  modo  su  gloria,  su  nombre  volvió  a  brillar 
con  nuevos  resplandores  en  el  siglo  siguiente,  i  ocupa  aho- 
ra el  mas  alto  puesto  que  se  puede  ambicionar  en  literatu- 
ra. No  se  busque  en  sus  dramas  la  perfección  artística  en 
los  detalles  i  en  la  manera  de  desarrollar  el  drama;  bús- 
quese  sí  el  conocimiento  acabado  del  corazón  humano,  de- 
las  pasiones  que  lo  dominan,  el  jenio  que  da  color,  vida, 
movimiento  a  las  grandes  emociones,  que  sabe  retratarlas 
bien,  i  que  sabe  apasionar  a  sus  lectores  i  a  sus  especta- 
dores. 

Este  tema,  como  el  anterior  i  como  todos  los  que  le  son 
análogos,  no  deben  ser  tratados  por  los  jóvenes  sino  des- 
pués de  hciber  leido  algunas  obras  del  autor  de  que  se 
trata. 


XI 


Alcibíades  es  la  personificación  mas  acabada  del  carácter 
ateniense.  Fué  un  conjunto  de  vicios  i  virtudes,  único  tai- 
vez  en  las  pajinas  de  la  historia.  Nadie  era  mas  valiente 
que  él  en  el  campo  de  batalla;  poseia  una  grande  intelijen- 
cia  i  un  verdadero  jenio  militar:  su  elocuencia  arrastraba 
a  los  que  lo  oiati:  era  ademas  laborioso,  paciente,  despren- 
dido, amaba  a  su  patria  con  verdadera  pasión:  sabia  do- 
blegarse a  las  circunstancias;  i  hasta  su  belleza  física  dis- 
ponia  a  su  favor.  En  los  momentos  de  descanso,  sin  em- 
bargo, se  abandonaba  a  todos  los  excesos,  era  un  hombre 
superficial,  inclinado  a  seguir  las  modas  mas  estravagan- 
tes,  i  lo  que  aun  es  peor,  disoluto. 


230  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XII 


Catón  el  censor,  era  un  hombre  tan  notable  por  su  talen- 
to como  por  su  carácter.  Con  un  vasto  caudal  de  conoci- 
mientos, con  una  grande  aplicación  al  estudio,  fué  un  ora- 
dor distinguido  i  un  escritor  ilustre.  Su  intelijencia  se 
adaptaba  a  todo  jénero  de  trabajos.  Pero  la  entereza  de  -^n 
carácter,  su  probidad,  la  pureza  de  sus  costumbres,  su  ac- 
tividad incansable  i  su  valor  como  soldado,  han  hecho  de 
él  el  tipo  mas  acabado  de  los  romanos  de  los  buenos  tiem- 
pos. 


XIII 


La  historia  pinta  a  Catilina  como  un  hombre  intelijen- 
te,  pero  vicioso;  ardiente,  pero  animado  por  una  ambición 
sin  escrúpulos.  Vastago  de  una  familia  noble,  dilapidó  sus 
bienes,  se  rodeó  de  libertinos  que  lo  reconocian  por  jefe;  i 
confiando  demasiado  en  la  corrupción  i  en  la  degradación 
del  carácter  romano,  después  de  las  sangrientas  disencioiies 
de  Sila  i  Mario,  aspiró  al  primer  puesto  de  la  república  por 
medio  de  un  golpe  de  mano  que  se  frustró. 


XIV 


Atila,  el  terrible  jefe  délos  hunos,  era  de  raza  tártara,  i 
su  rostro  i  su  cuerpo  dejaban  ver  este  oríjen.  Chico  de  cuer- 
po, ancho  de  pecho,  de  nariz  chata,  ojos  pequeños,  color 
oscuro,  etc.  Violento  i  arrebatado  por  carácter,  era,  sin 
embargo,  clemente  con  los  que  se  le  sometian.  Entregábase 
con  frecuencia  a  la  embriaguez,  lo  que  lo  hacia  mas  inira- 
cable.  No  tenia  creencias  relijiosas,  si  bien  daba  crédito  a 
los  hechiceros.  Viviendo  en  medio  de  los  campamentos,  no 
esponia  su  persona  en  las  batallas;  i  lo  que  parece  mas  ra- 
ro, no  le  gustaba  la  guerra,  prefiriendo  imponer  al  enemigo 
con  amenazas  arrogantes.  Entablaba  negociaciones,  i  sa- 
bia imponer  su  voluntad,  como  sabia  también  mandar  las 
hordas  que  capitaneaba. 


RETRATOS  231 


XY 

En  Carlomagno,  al  lado  del  jeneral  i  del  conquistador, 
se  encuentra  también  al  hombre  de  Estado  i  al  lejislador. 
Su  gobierno  fué  fecundo  en  bienes. por  las  ordenanzas  que 
dictó,  i  que  suponen  una  gran  previsión.  Sus  planes  admi- 
nistrativos revelan  una  grande  intelijencia.  Recorría  con 
frecuencia  su  imperio,  correjia  los  abusos,  allanaba  las  difi- 
cultades i  vencia  los  peligros.  Suave  por  carácter,  sencillo 
en  sus  gustos,  era  también  económico  en  la  administración 
de  sus  tesoros  privados  i  sumamente  probo  en  la  del  teso- 
ro piiblico. 

XVI 

El  carácter  de  Luis  XI  es  uno  de  los  mas  singulares  que 
presenta  la  historia.  Valiente  como  militar,  prefería  las 
negociaciones  a  las  eventualidades  de  una  guerra;  i  en  las 
negociaciones,  sabía  perfectamente  envolver  al  enemigo. 
No  reparaba  en  gastos  para  ganarse  a  los  hombres  de 
quienes  necesitaba.  La  perfidia  fué  uno  de  sus  medios  de 
gobierno.  Implacable  con  sus  enemigos,  olvidaba  también  a 
sus  parciales  cuando  ya  no  le  eran  necesarios.  Formado  en 
la  escuela  de  la  adversidad,  adquirió  en  ella  una  gran  des- 
confianza. A  pesar  de  estas  perversas  cualidades,  Luis  XI 
hizo  grandes  bienes  a  la  Francia,  asentando  el  poder  del 
trono  sobre  las  ruinas  del  feudalismo. 

XVII 

Pocos  personajes  presenta  la  historia  en  cuyo  carácter 
se  noten  cualidades  tan  encontradas  como  eneldejaco- 
bo  I  de  Inglaterra.  Estudioso  i  erudito,  no  poseía  sin  em- 
bargo ningún  conocimiento  útil.  Tímido  en  estremo,  tuvo 
algunas  veces  rasgos  de  entereza.  Amante  de  las  prerroga- 
tivas del  poder  real  se  dejaba  dirijir  i  gobernar  por  favori- 
tos. Económico  i  hasta  mezquino  cuando  él  mismo  entre- 
gaba el  dinero,  era  pródigo  cuando  mandaba  pagar.  Acti- 
vo i  laborioso,  perdía  el  tiempo  en  frivolidades.  Solo  fué 
constante  en  su  propósito  de  mantenerse  en  paz  con  todas 
las  naciones.  En  todos  los  actos  de  su  gobierno  se  notan 
los  efectos  de  su  debilidad  i  de  la  falta  de  unidad  en  sus 
pensamientos.  SuUy  lo  llamaba  por  esto  el  loco  mas  pru- 
dente de  la  cristiandad. 


232  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XVIII 

La  gran  figura  histórica  de  la  guerra  de  treinta  años  es 
la  de  Gustavo  Adolfo,  rei  de  Suecia.  Reformó  la  táctica 
militar  para  dar  mayor  movilidad  a  sus  ejércitos,  discipli- 
nó admirablemente  a  sus  soldados,  infundió  a  éstos  una 
moralidad  desconocida  hasta  entonces,  desterró  el  lujo  en- 
tre sus  oficiales  i  cimentó  en  todas  partes  la  mas  estricta 
moralidad.  El  se  sometió  gustoso  a  todas  las  privaciones 
de  la  guerra,  se  hallaba  presente  en  todas  partes,  admira- 
ba a  sus  soldados  por  el  valor,  por  su  actividad  i  su  virtud. 
Sus  triunfos  fueron  la  obra  de  su  jenio  i  de  la  disciplina  de 
sus  tropas;  i  la  muerte,  que  lo  arrebató  en  la  mitad  de  su 
carrera  i  de  su  gloria,  no  le  permitió  llevar  a  cabo  la  em- 
presa que  habia  acometido;  pero  el  impulso  que  dio  a  la 
nación  le  sobrevivió  largos  años. 

XIX 

El  condestable  don  Alvaro  de  Luna,  favorito  de  don 
Juan  II  de  Castilla,  es  una  de  las  grandes  figuras  de  la  his- 
toria de  la  España  en  el  siglo  XV.  Nacido  en  condición 
modesta,  supo  imponerse  al  rei  i  llegar  a  ser  su  consejero 
i  director.  Intelijente,  astuto  i  atrevido,  su  engrandeci- 
miento lo  hizo  soberbio  i  orgulloso,  provocó  la  resisten- 
cia de  los  nobles  i  le  atrajo  su  ruina  i  su  muerte  en  un  ca 
dalso. 

XX 

Felipe  II  tenia  las  prendas  de  un  gran  político,  como  se 
comprendia  la  política  en  el  siglo  XVI,  pero  también  las  de 
un  gran    déspota.   Infatigable  en    el  trabajo,   reservado 
constante  i  porfiado  en   sus  empresas,  frió  a  la  compasión 
desdeñoso  a  la  lisonja,  dirijia  por  sí  mismo  todos'los  negó 
cios,  imponiéndose  en  sus  menores  detalles.  Fanático  exal 
tado  para  combatir  i  perseguir  a  los  herejes  i  protestantes 
era  a  la  vez  enemigo  terrible  del  clero  i  de  los  papas,  cuan 
do  éstos  se  oponian  a  sus  planes.   En  medio  de  las  mayo 
res  complicaciones,  tanto  en  la  desgracia  como  en  la  pros 
peridad,   conservó   inalterable  la  impasibilidad   aparente 
de  su  carácter.   Aquella  alma  de  fuego,  en  que  se  cobija- 
ban las  mas  terribles  pasiones,   estaba  envuelta  en  una 
capa  de  hielo. 


RETRATOS  233 


XXI,   XXII  I  XXIII 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra,  el  inmortal  autor  del 
Quijote,  ha  trazado  en  el  prólogo  sus  Novelas  ejemplares 
el  retrato  físico  de  su  propia  persona  con  una  gracia  i  una 
elegancia  de  estilo  verdaderamente  admirables.  En  el  ca- 
pítulo XVI,  parte  I  de  Don  Quijote,  ha  hecho  un  retrato 
semejante  de  una  moza  de  posada,  que  es  justamente  céle- 
bre. En  el  Pérsiles  i  Sejismunda  del  mismo  autor,  se  en- 
cuentra el  retrato  de  una  vieja  peregrina  escrito  con  talen- 
to i  l^uen  humor.  Hemos  reproducido  los  tres  como  mo- 
delos de  retratos  físicos,  i  como  ejemplo  de  estilo  fácil  i  de 
lenguaje  castizo. 

XXIY 

Las  leyes  i  las  costumbres  habian  hecho  de  los  esparta- 
nos un  pueblo  singularmente  sobrio.  La  intemperancia  es- 
taba proscrita.  El  lujo  habia  sido  desterrado,  así  como 
los  artistas,  que  se  consideraban  inútiles.  Eran  educados 
en  común,  i  acostumbrados  desde  la  niñez  a  todos  los  ejer- 
cicios físicos,  la  carrera,  la  lucha,  la  caza.  Aprendian  a  ha- 
blar poco  o  a  callarse,  i  a  sufrir  el  dolor  sin  quejarse.  La 
educación  de  las  mujeres  obedecía  a  las  mismas  tendencias: 
se  les  inspiraba  un  heroismo  contrario  a  las  leyes  de  la 
naturaleza  i  se  les  enseñaban  los  ejercicios  físicos.  El  res- 
peto a  los  ancianos  era  proverbial.  Los  soldados  forma- 
dos bajo  este  réjimen,  eran  incomparables;  i  el  patriotis- 
mo de  todos  los  espartanos  no  tenia  límites.  En  cambio, 
fueron  estraños  a  las  letras,  a  las  artes  i  al  comercio.  Una 
lejislacion  tan  rigurosa,  no  podia  mantenerse  en  toda  su 
pureza:  cuando  ésta  se  relajó  nació  la  corrupción.  Por  mas 
que  se  quisiera  nivelar  las  fortunas,  hubo  al  fin  pobres  i 
ricos  i  la  avaricia  de  estos  últimos,  se  hizo  famosa  en  toda 
la  Grecia. 

XXV 

Hai  hombres  que  tienen  la  manía  de  disputar  con  todos  i 
sobre  todas  las  cosas.  Se  refiere  un  suceso  que  entre  todos 
los  presentes  solo  vos  habéis  presenciado;  uno  de  esos  hom- 
bres os  disputará  diciendo  que  sabe  lo  ocurrido  por  una 
carta  que   acaba  de  recibir  de  uno  de  los  que  intervinieron 


234  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

en  el  hecho.  Habría  disputado  a  Leónidas  sobre  la  defensa 
de  las  Termopilas,  i  a  Alejandro  sobre  la  batalla  de  Arbe- 
les.  Sus  mejores  amigos  temen  la  visita  de  un  hombre  se- 
mejante: lo  abandonan  los  mismos  que  esperaban  heredar 
su  fortuna.  Los  médicos  prohiben  a  los  enfermos  del  cora- 
zón o  asma  que  hablen  con  él.  No  puede  oir  un  sermón  por- 
que no  se  le  permite  disputar  con  el  predicador.  I,  sin  em- 
bargo, es  un  buen  hombre,  estimable  por  sus  virtudes:  pe- 
ro detestable  por  su  pasión  por  las  disputas. 


XXVI 


El  egoista  no  habla  mas  que  de  sí  i  no  piensa  mas  que  en 
sí.  Parece  creer  que  no  existiesen  otros  hombres.  En  to- 
das partes,  en  la  mesa,  en  un  carruaje,  en  el  teatro  toma  el 
primer  lugar,  se  ocupa  de  sí  solo,  i  se  olvida  de  las  conside- 
raciones debidas  a  los  otros. 


XXVII 

Se  llama  bibliógrafo  el  hombre  que  tiene  conocimiento  de 
los  libros;  bibliófilo  el  que  los  ama  con  pasión  i  con  inteli- 
jencia;  i  por  último,  bibliómano,  al  que  tiene  la  manía  de 
colectar  libros  por  gusto  o  por  capricho,  sin  conocerlos  i 
sin  estudiarlos. 

Se  trata  de  hacer  el  retrato  del  bibliómano.  Unos  son  bi- 
bliómanos atesoradores,  que  guardan  i  esconden  sus  libros 
para  que  nadie  los  vea,  que  nunca  o  rara  vez  hablan  de  ellos, 
i  que  se  gozan  en  su  soledad  de  haber  reunido  esos  tesoros. 
El  bibliómano  vanidoso,  por  el  contrario,  hace  ostentación 
de  sus  libros,  que  conserva  lujosamente  encuadernados, 
que  gasta  en  ellos,  i  que  los  muestra  a  todo  el  mundo,  aun 
a  las  personas  menos  intelijentes.  El  bibliómano  esclusivo 
no  hace  caso  mas  que  de  ciertos  libros,  forma  colecciones 
de  ciertas  obras,  reterentes  todas  a  una  misma  materia,  i 
muchas  veces  reúne  únicamente  las  diversas  ediciones  de  un 
solo  autor  o  de  un  solo  libro.  El  bibliómano  envidioso  que 
se  desvive  por  lo  que  no  posee,  que  pasa  inquieto  porque 
otro  tiene  un  libro  que  él  no  ha  podido  adquirir,  i  que  com- 
praría a  cualquier  precio,  que  desearía  la  muerte  de  un  co- 
leccionista para  que  así  se  vendieran  los  libros  de  su  com- 


RETRATOS  235 


petidor  i  satisfacer  sus  deseos.  Por  fin,  i  como  variedad  de 
esta  última  clase,  existe  el  bibliómano  pirata  o  biblio-pira- 
ta  que  pide  prestados  los  libros  para  no  volverlos  jamas,  i 
que  aun  seria  capaz  de  robarlos. 

XXVIII 

Los  historiadores  contemporáneos  de  Luis  XÍV  i  los  que 
formaron  las  primeras  jeneraciones  que  se  le  siguieron,  lo 
llamaron  el  gran  rei,  adornándolo  de  las  cualidades  mas 
brillantes.  Mas  tarde,  la  historia  fué  mejor  estudiada  i  es- 
crita con  mas  independencia  i  con  mayor  discernimiento. 
Juzgado  bajo  el  punto  de  vista  del  honor,  de  las  costum- 
bres i  de  los  intereses  materiales,  Luis  XIV  i  su  gobierno 
deben  ser  condenados.  Un  libertinaje  grosero  i  sin  freno, 
acompañado  por  la  superstición  mas  estrecha  i  mas  crae 
caracterizó  su  vida,  mientras  que  en  la  administración  pu- 
bHca  desplegó  una  arrogancia  i  una  perfidia  sistemática 
que  excitaron  en  ciertos  momentos  la  cólera  de  toda  la  Eu- 
ropa i  atrajeron  sobre  la  Francia  las  mas  terribles  represalias. 


XXIX 

Carlos  XII,  rei  de  Suecia,  no  se  dejó  cegar  por  sus  triun- 
fos, ni  abatir  por  sus  reveses.  Vivió  sin  debilidad,  i  llevó 
hasta  el  exceso  las  virtudes  que  constituyen  los  héroes.  De 
allí  provinieron  sus  desgracias:  su  firmeza  se  convirtió  en 
obstinación,  su  liberalidad  en  profusión,  su  valor  en  teme- 
ridad. Sus  grandes  cualidades  han  sido  mas  funestas  que 
útiles  a  su  pais.  Mas  ambicioso  de  gloria  que  de  poder,  hi- 
zo conquistas,  nó  para  ensanchar  sus  estados,  sino  para 
hacer  i  deshacer  reyes.  Era  grande  de  cuerpo,  tenia  una  her- 
mosa frente,  grandes  ojos,  la  parte  inferior  de  la  cara  desa- 
gradable, poca  barba  i  pocos  cabellos.  Era  mui  taciturno, 
i  tenia  poco  trato  de  sociedad. 

XXX 

Por  sus  talentos,  por  sus  virtudes,  por  su  carácter,  por 
las  grandes  cosas  que  ejecutó,  Cristóbal  Colon  es  uno  de  los 
hombres  mas  grandes  e  ilustres  que  recuerde  la  historia.  Su 
jenio  concibió  un  gran  proyecto,  su  constancia  lo  hizo  acep- 


23G  MANUAL    DR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


tar,  apesar  de  las  desconfianzas  i  las  resistencias,  i  su  arro- 
jo, fundado  en  la  fé  de  sus  convicciones  científicas,  lo  llevó 
a  cabo.  La  moderación  i  la  templanza  de  su  carácter,  la  rec- 
titud de  todos  sus  actos,  su  modestia  singular,  aun  después 
de  haber  ejecutado  tan  grandes  cosas,  la  magnanimidad  su- 
perior con  que  perdonaba  a  sus  enemigos,  no  encuentran 
nada  que  les  sea  superior  en  la  historia.  Si  el  estado  de  las 
ciencias  en  su  siglo  no  le  permitió  esplicar  todos  los  fenó- 
menos que  observó  durante  sus  viajes,  señaló  a  lo  menos 
los  hechos  que  debian  llamar  la  atención  del  sabio,  i  fijó  los 
puntos  para  las  futuras  investigaciones. 

XXXI 

En  Washington  no  se  encuentran  los  rasgos  brillantes  i 
fascinadores  que  distinguen  a  otros  grandes  personajes  his- 
tóricos. Ni  los  talentos  militares,  ni  el  heroismo,  ni  el  ardo- 
roso entusiasmo  para  defender  a  su  patria  fueron  en  él  cua- 
lidades tan  distintivas  como  las  que  encontramos  en  Bolí- 
var, en  San  Martin  i  en  otros  jefes  de  la  revolución  hispano- 
americana. 

Pero  Washington  poesia  un  conjunto  armónico  de  gran- 
des cualidades  i  de  grandes  virtudes,  como  es  difícil  encon- 
trar en  la  historia.  Patriota,  desinteresado,  repubHcano 
ante  todo,  juicioso,  discreto,  moderado,  recto,  honrado, 
modesto,  poseia  ademas  las  cualidades  de  jeneral  i  de  hom- 
bre de  gobierno  para  realizar  con  acierto  todo  lo  que  se  le 
encomendó  i  todo  lo  que  la  patria  esperaba  de  él. 

XXXII 

O'Higgins  brilla  en  la  historia  americana  por  su  valor 
heroico  en  el  campo  de  batalla,  por  su  actividad  incansa- 
ble en  los  trabajos  de  organización  i  por  su  buen  sentido 
para  llevar  a  cabo  las  empresas  que  acometia.  Poseia  mas 
conocimientos  útiles  i  prácticos  que  casi  todos  los  hombres 
entre  los  cuales  vivió;  tenia  mas  ideas  de  progreso  i  mas 
conocimiento  de  las  necesidades  del  pais  que  todos  ellos; 
pero  no  habia  recibido  la  educación  prestijiosa  de  los  juris- 
consultos i  letrados  de  su  tiempo;  i  su  modestia  natural  lo 
inclinó  a  buscar  el  apoyo  i  los  consejos  de  esos  hombres 
que  fueron  el  oríjen  de  sus  defectos.  De  esta  manera,  un 
hombre  moderado,  bondadoso,  modesto,  fué  mas  de  una 
vez  dirijido  por  el  mal  camino;  la  adulación  i  la  lisonja  lo 
cegaron  en  cierto  modo;  i  el  hombre  que  habia  nacido   con 


RETKATOS,  .  237 


una  gran  alma  i  con  un  juicio  claro  i  recto,  cometió  faltas 
que  si  no  alcanzan  a  empañar  su  gloria,  le  quitan  a  lo  rné- 
nos  una  parte  de  su    brillo. 

XXXIII 

Los  tres  temas  siguiente  son  de  retratos  literarios.  Con- 
viene que  los  jóvenes  no  se  ensayen  en  esta  clase  de  ejercicios, 
sino  después  de  haber  leido  algunas  de  las  obras  de  los  au- 
tores sobre  los  cuales  quieren  escribir. 

Los  hombres  ilustres  de  la  antigüedad  reviven  en  cierto 
modo  en  las  biografías  de  Plutarco;  i  con  ellos  aparece  la 
historia  de  los  antiguos  pueblos  en  toda  su  verdad,  no  tan- 
to en  los  hechos  mismos,  cuanto  en  el  espíritu  de  esas  épo- 
cas. Plutarco  es  siempre  tranquilo;  su  estilo  es  sencillo  e 
interesa  sobre  todo  por  los  grandes  objetos  de  que  se  ocu- 
pa. Su  grande  arte  consiste  en  hacer  conocer  los  hombres, 
cuya  vida  refiere  por  los  pequeños  detalles  de  su  existen- 
cia: hace  algo  mejor  que  retratos,  muestra  a  los  personajes 
obrando. 

XXXIV 

Cicerón  es  quizá  el  mas  notablede  los  escritores  antiguos 
i  modernos,  sino  por  la  orijinalidad  i  grandeza  de  sus  pen- 
samientos, por  el  arte  de  hacer  uso  de  la  palabra  i  del  len- 
guaje. Todas  las  grandes  cualidades  del  orador  están  reu- 
nidas en  sus  discursos.  Se  le  ha  reprochado  alguna  vez  un 
cuidado  minucioso  en  la  forma,  i  por  esta  razón  se  prefiere 
aDemóstenes.  Es  verdad  que  seencuentran  en  Cicerón  algu- 
nas cadencias  afectadas,  pero  siempre  se  halla  la  armonía. 
Bajo  una  alocución  brillante,  hai  pensamientos  vigorosos, 
injeniosos  i  profundos.  El  estilo  de  los  escritos  filosóficos  de 
Cicerón  no  tiene  la  magnificencia  oratoria  de  las  arengas; 
pero  se  reconoce  al  orador  por  la  forma  del  diálogo,  cuyo 
desarrollo  es  mas  estenso  que  en  los  otros  escritores  que 
han  adoptado  esta  forma. 

XXXY 

Sir  Walter  Scott  goza  con  justicia  de  la  reputación  de  ser 
uno  de  los  mas  grandes  novelistas,  i  el  primero  sin  duda  en 
el  jénero  de  la  novela  histórica.  Sus  obras  no  son  todas  del 
mismo  mérito,  pero  todas  presentan  en  el  fondo  las  mis- 


238  m^mrASí  mm  @Mipaii|W»if.  literaria 

mas  cualidades:  un  arte  admirable  para  trazar  los  earatrtér 
res  i  hacer  hablar  los  personajes,  un  talento  májico  para 
pintar  los  lugares  i  los  trajes,  una  mezcla  de  ideal  histórico 
i  de  detalles  familiares  i  cómicos  reunidos  con  habilidad, 
una  gran  variedad  de  incidentes  dramáticos  i  de  escenas  su- 
blimes; pero  a  veces  se  encuentran  en  ellas  pasajes  demasia- 
do largos,  repeticiones  i  aun  embarazos  para  hacer  la  esposi- 
cion. 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 

1 

i 

Los  atenienses 

"Ávidos  de  novedades,  los  atenienses  son  prontos  para 
concebir  i  prontos  para  ejecutar  lo  que  han  concebido.  Vo- 
sotros, lacedemonios,  por  el  contrario,  preferis  conservar 
lo  que  poséis,  sin  imajinaros  nada  mas  allá,  i  ni  siquiera 
obráis  dentro  de  los  límites  de  lo  necesario.  Ellos  son  em- 
prendedores mas  de  lo  que  permiten  sus  fuerzas,  audaces 
hasta  la  irreflexión,  llenos  de  confianza  en  medio  de  los  ma- 
yores reveses.  Vosotros  emprendéis  menos  de  lo  que  podéis 
i  de  lo  que  deseáis,  desconfiáis  de  lo  que  aconseja  la  razón, 
persuadidos  de  que  jamas  saldréis  de  los  peligros.  Ellos  sop 
tan  inquietos  como  vosotros  sois  contemporizadores:  les 
gusta  tanto  dilatarse  a  lo  lejos,  como  a  vosotros  permane- 
cer en  vuestros  hogares.  Alejándose  de  sus  murallas,  ellos 
creen  que  adquirirán  algo;  vosotros,  alejándoos  de  las  vues- 
tras, creéis  que  vais  a  perder  lo  que  poséis.  Vencedores,  ellos 
avanzan  lo  mas  lejos  posible:  vencidos,  retroceden  mui  po- 
co. Sacrifican  su  cuerpo  por  la  patria,  como  si  les  íuera  es- 
traño,  i  sus  pensamientos  cada  vez  que  los  creen  necesarios 
para  su  servicio.  Si  no  consiguen  todo  lo  que  se  han  pro- 
puesto, se  creen  despojados  de  algo  que  les  pertenecia.  Si 
han  satisfecho  el  objeto  de  sus  ambiciones,  creen  que  han 
alcanzado  poco  en  comparación  de  lo  que  les  queda  por  ha- 
cer o  de  aquello  a  que  se  creian  con  derecho.  Fracasan  en 
una  empresa,  i  nuevas  esperanzas  llenan  las  necesidades  de 


RETRATOS  239 


SUS  corazones.  Solo  para  ellos  no  hai  diferencia  entre  espe- 
rar i  obtener,  tan  rápida  es  la  ejecución  de  sus  designios. 
I  todo  esto  sucede  en  medio  de  los  peligros  i  de  las  fatigas 
de  una  vida  continuamente  ajitada.  Ocupados  sin  cesar  en 
hacer  nuevas  adquisiciones,  gozan  mui  poco  de  lo  que  po- 
seen. No  conocen  otro  fiesta  que  el  cumplimiento  de  sus  de- 
beres; i  hacen  consistir  sus  desgraciasen  una  dulce  ociocidad 
mas  bien  que  en  la  actividad  laboriosa.  En  una  palabra,  se 
creería  que  han  nacido  para  no  conocer  ningún  reposo  i  para, 
no  darlo  a  los  otros." 


TUCÍDIDES,  1 
Guerra  del  Peloponeso,   \\h- 1. 


II 

Los  romanos 


**De  todos  los  pueblos  del  mundo,  el  mas  orgulloso  i  el 
mas  atrevido,  pero  al  mismo  tiempo  el  mas  metódico  en 
sus  consejos,  es  el  mas  constante  en  sus  máximas,  el  mas 
prudente,  el  mas  laborioso,  i  en  fin,  el  mas  paciente  ha  sido 
el  pueblo  romano.  De  todas  estas  cualidades  se  formó  la 
mejor  milicia  i  la  política  mas  previsora,  la  mas  firme  i  la 
mejor  observada  que  jamás  haya  existido. 

''El  fondo  de  un  romano  era  el  amor  a  su  patria  i  i  su 
libertad.  Bajo  este  nombre,  los  romanos,  como  los  griegos, 
concebian  un  estado  en  que  nadie  estuviese  sujeto  a  otra 
cosa  que  la  lei,  i  donde  la  lei  fuese  mas  poderosa  que  los 
hombres. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Jit.,  part.  I,  cap.  IV,  §  16. — Este  retra- 
to del  pueblo  ateniense  ha  sido  colocado  por  el  célebre  historiador 
en  uno  de  los  discursos  que  abundan  en  su  obras.  Fué  pronunciado 
por  uno  de  los  representantes  de  Corinto,  en  una  asamblea  con- 
vocada poi'  los  lacedemonios,  i  en  la  cual  diferentes  pueblos  de  la 
Grecia  espusieron  sus  quejas  contra  los  atenienses.  Ese  discurso 
cerró  la  discusión  i  se  resolvió  la  guerra,  a  pesar  de  las  esplica- 
ciones  dadas  por  los  embajadores  de  Atenas.  Es  menester  leer 
teda  esta  esposicion  preliminar  de  su  historia  para  conocer  el  arte 
de  Tucídides. 


240  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

''Por  lo  demás,  aunque  Roma  hubiese  nacido  bajo  un 
gobierno  real,  tenia,  aun  bajo  sus  reyes,  una  libertad  que 
no  corresponde  a  una  monarquía.  Ademas  dé  que  los  re- 
yes eran  electivos,  i  de  que  la  elección  se  hacia  por  todo  el 
pueblo,  el  pueblo  reunido  en  asamblea  tenia  eí  derecho  de 
confirmar  las  leyes  i  de  resolver  la  paz  o  la  guerra.  Habia 
aun  casos  particulares  en  que  los  reyes  confiaban  al  pue- 
blo el  encargo  de  administrar  justicia.  Así,  los  reyes  no 
tenían  propiamente  mas  que  el  manda  de  los  ejércitos,  i  la 
autoridad  de  convocar  las  asambleas  lejítimas,  de  propo- 
ner los  negocios,  de  mantener  las  leyes  i  de  ejecutar  los 
decretos  públicos. 

"La  libertad  era  para  los  romanos  un  tesoro  que  prefe- 
rian  a  todas  las  riquezas  del  universo.  Durante  sus  princi- 
pios, i  aun  durante  la  época  de  sus  progresos,  la  pobreza 
no  era  un  mal  para  ellos:  por  el  contrario,  la  miraban 
como  un  medio  de  guardar  intacta  su  libertad,  porque,  en 
efecto,  no  hai  nada  mas  libre  que  un  hombre  que  sabe  vivir 
con  poco,  1  que  sin  esperar  nada  de  la  liberalidad  o  de  la 
protección  de  los  otros,  busca  su  subsistencia  en  su  indus- 
tria i  en  su  trabajo. 

*'Tito  Livio  tiene  razón  para  decir  que  jamas  hubo  pue- 
blo alguno  en  que  se  hayan  honrado  mas  la  frugalidad,  el 
ahorro  i  la  pobreza.  Los  senadores  mas  ilustres,  a  juzgarlos 
por  lo  que  se  veia  en  sus  casas,  diferian  poco  de  los  pobres, 
inotenian  brillo  ni  majestad,  sino  en  público  i  en  el  senado. 
Por  lo  demás,  se  les  encontraba  ocupados  en  el  laboreo  i 
en  los  otros  cuidados  de  la  vida  del  campo,  cuando  se  les 
iba  a  buscar  para  confiarles  el  mando  de  los  ejércitos.  Es- 
tos ejemplos  son  frecuentes  en  la  historia  romana  hasta  el 
tiempo  de  las  guerras  púnicas.  Las  riquezas  eran  despre- 
ciadas: la  abnegación  i  la  inocencia  de  los  jenerales  roma- 
nos causaba  la  admiración  de  los  pueblos  vencidos. 

**Sin  embargo,  en  medio  de  este  amor  por  la  pobreza, 
los  romanos  no  economizaban  nada  para  la  grandeza  i  el 
embellecimiento  de  su  ciudad.  Desde  los  principios,  las 
obras  públicas  fueron  tales  que  Roma  no  se  avergonzó  de 
ellas  cuando  se  hizo  señora  del  mundo.  El  Capitolio,  los 
principales  templos,  los  mercados,  los  baños,  los  acueduc- 
tos i  hasta  las  cloacas  i  los  desagües  de  la  ciudad,  tenian 
una  magnificencia  que  parecia  increíble  si  no  estuviese 
atestiguada  por  todos  los  historiadores  i  confirmada  por 
los  restos  que  nos  quedan.  En  una  palabra,  todo  lo  que 
servia  al  público,   todo  lo  que  podia  dar  a  los  pueblos  una 


KBTKATOS  241 


grande  idea  de  su  patria  común,  se  hacia  sin  reparar  en 
medios.  Solo  en  las  casas  particulares  reinaba  la  economía. 
El  que  aumentaba  sus  rentas  i  por  medio  del  trabajo  i  de 
industria  hacia  mas  productivas  sus  tierras,  se  considera- 
ba mas  libre,  mas  poderoso  i  maís  feliz. 

"No  hai  nada  mas  remoto  de  tal  vida  que  la  molicie. 
Todo  tendía  mas  bien  al  otro  exceso,  a  la  dureza.  De  este 
modo,  las  costumbres  de  los  romanos  tenian  algo  no  solo 
de  rudo  i  de  ríjido;  sino  de  salvaje  i  de  feroz.  Pero  no  olvi- 
daron nada  para  estar  sometidos  a  buenas  leyes;  i  el  pue- 
blo mas  celoso  por  su  libertad  que  jamas  haya  existido,  fué 
al  mismo  tiempo  el  mas  sumiso  a  sus  majistrados  i  al 
poder  lejítimo." 

BossuET,  1 

Discurso   sobre  la  Mst .  universal  {lásate  \1\.) 


III 

Los  franceses 

"Hijos  mayores  de  la  antigüedad,  los  franceses,  roma- 
nos por  e)  jenio,  son  griegos  por  el  carácter.  Inquietos  í 
versátiles  en  la  felicidad;  constantes  en  la  adversidad:  for- 
mados para  todas  las  artes;  civilizados  hasta  el  exceso 
durante  la  calma  del  estado:  groseros  i  salvajes  en  los  tras- 
tornos políticos;  flotantes  como  las  naves  sin  lastre,  a 
merced  de  todas  las  pasiones;  un  momento  en  los  cielos, 
un  instante  después  en  los  abismos;  entusiastas  por  el  bien 
i  por  el  mal,  haciendo  el  primero  sin  exijir  reconocimiento, 
i  el  segundo  sin  sentir  remordimiento;  olvidadizos  de  sus 
crímenes  i  de  sus  virtudes;  amantes  pusilánimes  de  su  vida 
durante  la  paz,  pródigos  de  ella  en  las  batallas;  vanos, 
burlones,   ambiciosos,  a  la  vez  rutineros  i  novadores,   des- 

1  Véanse  sobre  Bossu.-T  las  Noc.  de  hist.  Ht.,  part.  III,  cap.  IV, 
§  18.  -  El  anterior  retrato  del  pueblo  romano  trazado  por  Bos- 
suet,  es  mucho  mas  estenso.  El  elocuente  historiador  francés  cita 
varios  hechos  en  corroboración  de  cada  uno  de  sus  asertos;  i  me 
ha  parecido  mas  conveniente  suprimirlos,  sin  quitar  por  eso  nin- 
guno de  los  rasgos  de  su  cuadro. 

TOMO    V  Í6 


242  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

preciando  todo  lo  que  no  es  ellos;  individualmente  los  mas 
amables  de  los  hombres;  como  cuerpo,  los  mas  desagrada- 
bles de  todos;  encantadores  en  su  propio  pais;  insoporta- 
bles en  el  estranjero:  alternativamente  mas  suaves,  mas 
inocentes  que  el  cordero  que  se  degüella,  i  mr^s  implacables, 
mas  feroces  que  el  tigre  que  destroza:  tales  fueron  los  ate- 
nienses en  otro  tiempo;  i  tales  son  los  franceses  de  ahora." 

Chateaubriand,  i 
Jenio  del  Cristianismo. 


IV 

El  fatuo 


**E1  fatuo  es  un  hombre  cuyo  carácter  lo  forma  solo  la 
vanidad;  que  no  hace  nada  por  gusto,  que  no  obra  mas 
que  por  ostentación,  i  que,  queriendo  elevarse  sobre  los 
otros,  ha  dcvScendido  mas  abajo  de  sí  mismo.  Familiar  con 
sus  superiores,  importante  con  sus  iguales,  impertinente 
con  sus  inferiores,  tutea,  proteje,  desprecia.  Lo  saludáis, 
no  os  vé;  le  habláis,  no  os  escucha;  habláis  a  otro,  enton- 
ces os  interrumpe.  Mira  a  todos  lados,  silba  en  medio  de 
la  sociedad  mas  respetable  i  de  la  conversación  mas  se- 
ria.  No  tiene  ningún  conocimiento;  pero  da  consejos  a  los 

1    Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  32. 

Otro  célebre  escritor  francés  del  siglo  XIX,  Carlos  Duglos 
(1704-1771),  caracteriza  a  los  franceses  de  un  modo  semejante  en 
su  obra  titulada  Consideraciones  sobre  las  costumbres.  «Es  el  úni- 
co pueblo,  dice,  en  que  las  costumbres  pueden  depravarse  sin  que 
se  corrompa  el  fondo  del  corazón,  i  sin  que  se  altere  el  valor:  une 
las  cualidades  heroicas  con  el  el  placer,  el  lujo  i  la  molicie:  sus  vir- 
tudes tienen  poca  consistencia,  sus  vicios  no  tienen  raices.  El  ca- 
rácter de  Alcibíades  no  es  raro  en  Francia.  El  desorden  de  las 
costumbres  i  de  la  imajinacion  no  es  contrario  a  la  franqueza  ni  a 
la  bondad  natural  del  francés.  El  amor  propio  contribuye  a  hacer- 
lo agradable.  La  frivolidad  que  perjudica  al  desarrollo  de  su  ta- 
lento i  de  sus  virtudes,  lo  preserva  al  mismo  tiempo  de  los  críme- 
nes sombríos  i  reflexivos.  La  perfidia  le  es  estraña,  i  se  cansa 
pronto  de  la  intriga.  El  francés  es  el  niño  de  Europa;  si  algunas 
veces  se  han  visto  crímenes  odiosos  entre  nosotros,  ellos  han 
desaparecido  mas  bien  por  el  carácter  nacional  que  por  la  seve- 
ridad de  las  leyes.» 


RETRATOS  243 


sabios  i  a  los  artistas.  Se  los  habría  dado  a  Vauban  2  so- 
bre las  fortificaciones,  a  Lebrun  ^  ^obre  la  pintura,  a  Ra- 
cine  ^   sobre  la  poesía. 

''Hace  un  largo  cálculo  de  sus  entradas:  no  tiene  mas 
que  sesenta  mil  libras  de  renta  i  no  puede  vivir.  Consulta 
la  moda  para  sus  estravagancias  como  para  sus  vestidos, 
para  su  médico  como  para  su  sastre.  Verdadero  personaje 
de  teatro,  creeriais  al  verlo  que  tiene  una  máscara;  si  lo 
oyerais,  creeriais  que  representa  un  papel:  sus  palabras  son 
vanas,  sus  acciones  son  mentiras,  su  mismo  silencio  es 
embustero.  Falta  a  las  ocupaciones  que  tiene,  finje  tenerlas 
cuando  no  existen.  No  va  a  donde  se  le  espera:  llega  tarde 
donde  no  le  esperan.  No  se  atreve  a  confesar  que  tiene  un 
pariente  pobre  o  desconocido.  Se  gloría  de  la  amistad  de 
un  grande  a  quien  jamas  ha  hablado,  o  que  nunca  le  ha 
contestado.  Tiene  de  los  hombres  de  injenio  la  suficiencia  i 
las  palabras  satíricas:  de  los  hombres  de  calidad  el  calzado 
i  los  acreedores. 

"Aunque  no  sea  verdaderamente  malo,  será  en  todo  lo 
contrario  del  hombre  honrado:  en  una  palabra,  es  un  hom- 
bre de  injenio  para  los  tontos  que  lo  admiran;  es  un  tonto 
para  las  personas  sensatas  que  evitan  su  trato:  es  un  fa- 
tuo, es  el  modelo  de  una  infinidad  de  jóvenes  .sonsos  i  mal 
criados." 

Desmahis  5 


V 
Menipo  o  las  plumas  del  pavo  real 

''Menipo  es  el  ave  adornada  con  diversas  plumas  que 
no  son  suyas:  no  habla,  repite  sentimientos  i  discursos,  i 
aun  se  sirve  tan  naturalmente  del  injenio  de  los  otros,  que 

2  Célebre  injeniero  i  escritor  francés  del  siglo  XVIÍ  (1633-1707) 
tan  famoso  por  sus  construcciones  militares  como  por  sus  escritos 
de  economía  política  en  que  pedia  desde  un  siglo  ántes^  muchas  de 
las  reformas  que  llevó  a  cabo  la  revolución  fn^i'csa. 

3  Famoso  pintor  del  siglo  XVII  (1619-1690).  Fué  pintor  de 
Luis  XIV,  i  gozó  de  la  consideración  de  ser  el  arbitro  del  gusto 
de  su  época, 

4  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap,  IV,  §  10, 

5  José  Francisco  Dksmahis,  escritor  francés  del  siglo  XVIII 
(1722-1761),  autor  de  comedias  i  de  poesías  celebradas  por  los 


y44  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 


él  mismo  es  el  primero  que  se  engaña,  i  que  con  frecuencia 
cree  manifestar  su  gusto,  o  esplicar  su  pensamiento,  cuan- 
do no  es  mas  que  el  eco  de  alguno  que  acaba  de  separárse- 
le. Es  un  hombre  que  está  en  vena  durante  un  cuarto  de 
hora,  que  baja  un  momento  después,  dejenera,  pierde  el 
poco  lustre  que  le  daba  su  memoria,  i  se  deja  ver  tal  cual 
es.  Solo  él  ignora  cuan  distante  está  de  lo  sublime  i  de  lo 
heroico;  e  incnpaz  de  saber  hasta  qué  punto  se  puede  ser 
injenioso,  cree  sencillamente  que  el  injenio  que  tiene  es  todo 
el  que  los  hombres  pueden  tener;  posee,  por  tanto,  el  aire  i 
la  suficiencia  del  que  en  este  punto  no  tiene  nada  que  desear 
i  que  no  envidia  a  nadie.  Habla  frecuentemente  consigo 
mismo,  i  no  se  oculta  jamas:  los  que  pasan  lo  ven,  i  enton- 
ces parece  tomar  un  partido  o  decidir  que  tal  cosa  es  sin 
réplica.  Si  lo  sacudáis  alguna  vez,  i  lo  ponéis  en  el  embara- 
zo de  saber  si  debe  volver  el  saludo  o  no;  i  mientras  delibe- 
ra, ya  estáis  fuera  de  su  alcance.  Su  vanidad  lo  ha  conver- 
tido en  hombre  honrado,  lo  ha  puesto  mas  arriba  de  sí 
mismo,  lo  ha  hecho  ser  lo  que  no  era.  Al  verlo  se  piensa  que 
no  se  ocupa  mas  que  de  sí  mismo,  que  sabe  que  todo  le  sien- 
ta bien,  que  sus  atavíos  son  variados,  cree  que  todos  los 
ojos  están  abiertos  sobre  él,  i  que  los  hombres  se  desviven 
por  contemplarlo." 

La  Bruyí:re,    i 

Los  caracteres. 


críticos.  El  retrato  que  dejamos  trascrito  fué  publicado  en  la  En- 
ciclopedia de  Diderot  (V.  las  Noc.  de  hist.  Ut.  part.  III,  cap.  IV,  § 
28)  como  uno  de  sus  artículos,  el  fatuo.  Apesar  de  lo  que  se  le  ha 
criticado  como  indigno  de  una  obra  que  reclamaba  un  trabajo  se- 
rioi  analítico,  siempre  se  le  ha  reimpreso  en  las  colecciones  de  tro 
zos  franceses,  como  un  modelo  de  retrato  moral. 

1     Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  21. 

P21  libro  de  La  BruyÉre  es  la  mas  rica  galería  de  retratos  mora- 
les que  puede  imajinarse.  El  distraido,  el  coleccionista,  el  cortesa- 
no, el  egoísta  son  cuadros  trazados  con  mano  maestra.  En  la  im- 
posibilidad de  re[)rodiicir  aquí  todos  esos  retratos,  nos  limitamos 
a  recomendarlos  a  los  jóvenes  como  otras  tantas  joyas. . 


RETRATOS  245 


VI 


El  fantástico 


"¿Qué  desgracia  ha  ocurrido  a  Melante?  Nada  en  el  es- 
terior:  todo  en  el  interior.  Sus  negocios  marchan  perfecta- 
mente: todo  el  mundo  trata  de  agradarlo.  ¿Qué  es  lo  que 
tiene  entonces?  Es  que  está  bilioso.  Ayer  se  acostó  suave 
como  las  delicias  del  jénero  humano:  hoi  da  vergüenza:  es 
menester  ocultarlo.  Al  levantarse,  el  doblez  de  un  escarpin 
le  ha  desagradado:  todo  el  dia  será  tempestuoso  i  todo  el 
mundo  sufrirá  las  consecuencias.  Da  miedo  i  lástima,  llora 
como  un  niño,  ruje  como  un  león. 

"Un  vapo-  maligno  turba  i  ennegrece  su  imajinacion,  co- 
mo la  tinta  de  su  escritorio  mancha  sus  dedos.  No  vais  a 
hablarle  de  lo  que  mas  le  gustaba  hace  un  momento:  por  la 
misma  razón  de  que  antes  le  gustaba,  no  podria  sufrirlo 
ahora.  Las  mismas  diversiones  que  antes  deseaba  tanto, 
han  llegado  a  serle  fastidiosas:  es  menester  abandonarlas.  Se 
empeña  en  contradecir,  en  quejarse,  en  molestar  a  los  otros: 
se  irrita  al  ver  que  no  quieren  molestarse.  F'recuentemente 
da  sus  golpes  al  aire  como  un  toro  furioso  que  con  sus  cuer- 
nos aguzados  va  a  batirse  contra  los  vientos.  Cuando  no 
tiene  pretesto  para  atacar  a  los  otros,  se  vuelve  contra  sí 
mismo:  se  lamenta,  no  se  encuentra  bueno  para  nada,  se 
desalienta:  reprueba  que  se  trate  de  consolarlo.  Quiere  es- 
tar solo  i  no  puede  soportar  la  soledad.  Vuelve  a  vivir  en- 
tre la  jente  i  se  irrita  contra  ella.  Si  los  otros  se  callan,  este 
silencio  afectado  lo  choca.  Si  hablan  en  voz  baja,  se  imajina 
que  es  contra  él.  Si  hablan  en  voz  alta,  cree  que  hablan  mu- 
cho i  que  están  muí  alegres  mientras  él  está  triste.  Si  los 
otros  están  tristes,  esa  tristeza  le  parece  un  reproche  de 
sus  faltas.  Sise  nen,  sospecha  que  se  burlan  de  él.  ¿Quehacer? 
Conservar  cuanto  sea  dable  la  firmeza  i  la  paciencia  i  espe- 
rar en  paz  que  mañana  vuelva  a  ser  tan  prudente  como  lo 
era  ayer.  Este  humar  estraño  se  va  como  se  viene.  Cuando 
lo  tomase  diriaque  es  un  resorte  de  máquina  que  se  desmon- 
ta de  repente:  es  como  se  pinta  a  los  endemoniados.  Su  ra- 
zón es  arrevesada:  es  la  sin  razón  en  persona.  Apuradlo  i 


246  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN   LlTERAUlA 

ol  haréis  decir  eu  pleno  día  que  es  de  noche,  yjorque  no  hai 
día  ni  noche  para  una  cabeza  desorganizada  por  su  ca- 
pricho." 

Fenelon,  1 
Obras  diversas. 


YII 
Los  visitadores 

"Se  dice  que  el  hombre  es  un  animal  sociable;  siendo  así 
me  parece  que  el  francés  es  mas  hombre  que  cualquiera  otro: 
es  el  hombre  por  excelencia,  porque  parece  ser  hecho  única- 
mente para  la  sociedad. 

•'He  observado  entre  ellos  personas  que  no  solo  son  so- 
ciables sino  que  son  la  sociedad  universal.  Se  multiplican 
en  todas  partes;  pueblan  en  un  momento  los  cuatro  barrios 
de  una  ciudad:  cien  hombres  de  esta  especie  abultan  mas  que 
dos  mil  ciudadanos:  ajuicio  de  los  estranjeros,  podrian  re- 
parar los  estragos  de  la  peste  i  del  hambre.  Se  pregunta  en 
las  escuelas  si  un  cuerpo  puede  estar  en  un  mismo  instante 
en  muchos  lugares:  ellos  son  una  prueba  de  lo  que  los  filóso- 
fos ponen  en  tela  de  juicio.  Están  siempre  apurados,  porque 
tienen  entre  manos  el  negocio  importante  de  preguntar  a 
todos  los  que  ven,  adonde  van  i  de  dónde  vienen. 

"Jamas  se  les  quitará  de  la  cabeza  la  idea  de  que  es  bue- 
na crianza  el  visitar  cada  dia  al  público  en  detalle,  i  sin  con- 
tar las  visitas  que  hacen  por  ma^^or  en  los  lugares  en  que 
hai  reuniones. 

"Golpean  mas  las  puertas  de  las  casas  que  los  vientos  i 
las  tempestades.  Si  se  examinasen  las  listas  de  todos  los 
porteros,  se  eiicontrarian  sus  nombres  anotados  cada  dia. 
Pasan  su  vida  acompañando  los  entierros,  en  los  pésames 
o  en  las  felicitaciones  a  los  recien  casados.  El  rei  no  concede 
una  gratificación  a  ninguno  de  sus  subditos  sin  que  ellos 
corran  a  manifestarle  su   satisfacción.  Al  fin  vuelven  a  sus 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  19.  -El  re- 
trato anterior  es  todavía  bastante  mas  largo;  pero  hemos  tras- 
crito solo  la  primera  parte,  que  contiene  los  rasgos  mas  promi- 
nentes. 


RETRATOS  247 


casas  mui  fatigados  para  tomar  algún  descanso  i  recomen- 
zar el  día  siguiente  sus  penosas  funciones. 

"Uno  de  ellos   murió  el  otro  dia  de  cansancio:  sobre  su 
tumba  se  escribió  este  epitafio: 

''Aquí  descansa  el  que  jamas  descansó.  Ha  asistido  a  qui- 
nientos treinta  entierros.  Se  ha  regocijado  por  el  nacimiento 
de  dos  mil  seiscientos  ochenta  niños.  Las  pensiones  conce- 
didas a  sus  amigos,  i  por  las  cuales  los  ha  felicitado  siem 
pre  en  términos  diferentes,  montan  a  dos  millones  ciento 
seis  mil  libras  i:  el  camino  que  ha  recorrido  en  las  calles  a 
nueve  mil  seiscientos  estadios  2:  el  que  ha  recorrido  en  el 
campo  solo  a  treinta  i  seis.  Su  conversación  era  divertida: 
tenia  un  fondo  de  trescientos  sesenta  i  cinco  cuentos;  poseia 
ademas  desde  su  juventud  ciento  diez  i  ocho  apotegmas  ^ 
sacados  de  los  antiguos,  que  empleaba  en  las  ocasiones  bri- 
llantes. Ha  muerto  en  fin  a  los  sesenta  años  de  edad.  ¿Cómo 
podria  acabar  de  decirse  todo  lo  que  ha  hecho  i  todo  lo  que 
ha  visto?" 


MONTESQUIEU,  * 
Cartas  persas. 


1  La  libra  francesa  del  siglo  XVIII  era  igual  al  franco  de  nues- 
tros días,  es  decir,  valia  veinte  centavos  de  nuestra  moneda.  Las 
pensiones  a  que  se  refiere  Montesquieu  eran  gratificaciones  pecu- 
niarias en  forma  de  renta  anual,  con  que  el  rei  ausiliaha  a  los  lite- 
ratos, los  poetas,  los  sabios  o  las  personas  que  habian  prestado 
servicios  importantes.  Hasta  la  cpoca  de  la  revolución  francesa, 
se  consideraba  no  solo  como  un  provecho  sino  como  un  honor  el 
gozar  de  este  beneficio. 

2  La  arena  en  que  los  griegos  se  ejercitaban  en  la  carrera  tenia 
una  estension  de  ciento  veinte  i  cinco  pasos,  i  se  denominaba  esta- 
dio. El  mismo  nombre  fué  dado  a  una  medida  itineraria  de  la  mis- 
ma estension. 

3  Palabras  sentenciosas,  respuestas  breves  i  memorables  de  al- 
gunos personajes  antiguos. 

*  Véanse  las  Noc.  de  hist  lit.,  part.  [[I,  cap.  IV,  §  28. 


248  MANUAL  DE   COMPOSICIÓN   LITERARIA 


YIII 
El  Tartufo  de  franqueza 

"Entre  las  nuraerOvSas  variedades  de  Tartufos  i,  la  mas 
peligrosa  es  la  de  esos  finjidos  hombres  de  bien,  de  que  Me- 
range  es  el  modelo  mas  acabado.  Es  verdad  que  la  natura- 
leza le  ha  servido  a  las  mil  maravillas,  i  que  debe  a  ella 
una  parte  de  sus  triunfos.  Merange  es  un  hombre  gordo, 
de  frente  descubierta,  de  rostro  colorado  i  redondo:  sus 
movimientos  son  bruscos,  sus  maneras  son  francas,  i  a  ve- 
ces ásperas.  Desde  que  os  ve  corre  al  encuentro,  os  toma 
la  mano  i  la  sacude  como  si  fuera  a  arrancarla  del  brazo: 
cualquiera  que  sea  la  pregunta  que  le  hagáis,  su  respuesta 
comienza  siempre  con  estas  palabras:  Hablando  franca- 
mente...  JaruRS  le  oiréis  vanos  cumplimientos  ni  elojios: 
detesta  la  lisonja;  i  en  cuanto  a  la  cortesía,  repite  a  cada 
rato  que  la  verdadera  reside  en  el  corazón.  Si  por  casuah- 
dad  hai  que  arreglar  con  él  algún  negocio,  se  os  entrega 
completamente,  porque  no  entiende  nada  en  esas  materias. 
Por  eso  os  envía  a  hablar  con  su  abogado,  el  mas  codicio- 
so i  el  mas  chicanero  de  todos  los  hombres.  Su  bolsa  está 
siempre  al  servicio  de  sus  amigos,  i  ésta  es  la  causa  de  que 
siempre  está  vacia;  pero  si  no  puede  serviros,  a  lo  menos 
se  apresura  a  recomendaros  un  usurero  honrado,  al  cual 
recurre  en  caso  de  necesidad. 

''Ahora  ¿cómo  sucede  que  con  un  carácter  de  franqueza 
tan  bien  cimentado,  no  tenga  Merange  un  solo  amigo,  un 
solo  conocido  que  no  se  queje  de  haber  sido  engañado  por 
él?  A  mi  turno,  voi  a  hablar  francamente:  es  porque  Me- 
range es  todo  lo  contrario  de  lo  que  parece  bajo  esas  apa- 
riencias agrestes,  bajo  esas  pérfidas  apariencias  de  un  bien- 
hechor, se  oculta  una  alma  baja,  un  corazón  seco  i  un  espí- 
ritu astuto:  es  un  verdadero  Tartufo  de  franqueza". 

Dje  Jouy,  2 
Bl  ermitaño  de  la  Cbaussée  d^  Atitin. 


1  Protagonista  de  uiia  ele  las  mas  famosas  comedías  de  Mo- 
liere. Tartufo  es  el  falso  devoto,  el  hipócrita  por  excelencia,  que, 
con  apariencias  de  relijion  i  de  virtud,  comete  los  crímenes  mas 
odiosos. 

2  Víctor  de  Jouy,  escritor  francés  contemporáneo  (1769-1846). 


RETRATOS 


249 


IX 

SI  Dante 

En  la  poesía  italiana,  el  Dante  ^  se  eleva  de  repente  co- 
mo un  jigante  entre  pigmeos.  No  solo  borra  el  recuerdo  de 
todos  los  poetas  italianos  que  lo  habian  precedido,  sino 
que  se  conquista  un  puesto  que  no  puede  quitarle  ninguno 
de  los  que  vinieron  después.  El  mismo  Petrarca  2  np  lo 
sobrepuja  en  el  jétiero  gracioso,  i  no  tiene  nada  que  se  le 
acerque  en  lo  grande  i  en  lo  terrible.  Sin  duda,  la  aspereza 
de  su  estilo  hiere  frecuentemente  el  órgano  que  Petrarca 
halaga  siempre.  Pero  en  sus  cuadros  enérjicos  en  que  toma 
su  estilo  de  maestro,  no  conserva  de  esa  aspereza  mas  que 
lo  que  es  imitativo;  i  en  las  pinturas  mas  tiernas  aparece 
en  su  lugar  todo  lo  que  es  gracia  i  la  frescura  del  colorido 
tienen  de  mas  suave  i  de  mas  delicado.  El  pintor  terrible 
de  Ugolino  es  también  el  pintor  patético  de  Francisca  de 
Rimini  3  .  Ademas,  en  todas  las  partes  de  su  poema  se  ad- 
miran las  comparaciones,  las  imájenes,  las  represejatacio- 
nes  naturales  de  los  objetos  mas  familiares,  i  sobre  todo  de 
los  objetos  campestres  en  que  la  suavidad,  la  armonía,  el 
encanto  poético  están  mas  arriba  de  todo  lo  que  se  puede 
imajinar.  I  lo  que  le  da  todavía  una  grande  i  preciosa  ven- 
taja en  este  jénero,  es  que  siempre  es  sencillo  i  verdadero: 
jamas  un  rasgo  de  injenio  viene  a  enfriar  una  espresion  de 
sentimiento  o  un  cuadro  de  la  naturaleza.  Durante  uno  o 
dos  siglos,  su  gloria  pareció  oscurecer  en  su  patria:  se  dejó 
de  admirarlo  tanto,  de  estudiarlo  i  aun  de  leerlo.  Así,  la 
lengua  se  debilitó,  la  poesía  perdió  su  fuerza  i  su  grandeza. 


Militar  en  su  juventud,  se  dedicó  mas  tarde  a  la  carrera  literaria,, 
escribió  dramas  que  fueron  aplaudidos,  i  obtuvo  un  asiento  en  la 
Academia  Francesa.  Pero  su  obra  maestra  es  El  ermitaño  de  la 
Chausée  dAntin,  colección  de  artículos  publicados  en  los  diarios 
de  Paris,  que  son  bosquejos  de  costumbres,  retratos  picantes  i  es- 
pirituales de  muchos  vicios  i  estravagancias.  Se  distinguen  entre 
ellos  los  Tartufos,  es  decir,  los  hipócritas  de  diferentes  jéneros. 

1  V.  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  II,  cap.  VII,  §  5. 

2  V.  las  Noclde  hist.  lit.,  part.  II,  cap.  VII,  §  7. 

•"i    Episodios  admirables  del  poema  del  Dante,  reproducidos  en 
la  Xll.^  sección  de  este  libro. 


250  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Ahora  hemos  vuelto  al  gran  padre  Alighieri;  i  los  Alfieri  * 
los  Parini  ^  han  hecho  vibrar  con  una  fuerza  nueva  las 
cuerdas  tanto  tiempo  descuidadas  de  la  lira  Toscana" 

GlNGUKNÉ,    6 
Historia  de  la  literatura  italiana. 


X 

Shakespeare  7 

"Shakespeare  es  el  orgullo  de  su  nación.  Un  poeta  moder- 
no lo  ha  llamado  con  justicia  el  jenio  de  las  islas  Británi- 
cas. Era  ya  el  favorito  de  sus  contemporáneos;  i  después 
del  período  del  fanatismo  puritano  que  desterró  todo  libre 
cultivo  intelectual,  después  del  reinado  de  Carlos  II,  duran- 
te el  cual  sus  dramas  dejaron  de  ser  representados  o  no 
aparecieron  en  la  escena  sino  mui  desfigurados,  su  gloria 
salió  mas  brillante  que  nunca  de  las  tinieblas  del  olvido  a 
principios  del  siglo  pasado.  En  seguida,  ha  crecido  sin  cesar 
con  la  marcha  del  tiempo;  i  continuará,  lo  digo  con  la  ma- 
yor confianza,  creciendo  considerablemente  en  los  sig-los  ve- 
nideros,  como  una  avalancha  que  se  desprende  de  la  cima 
de  los  Alpes. 

"En  Shakespeare,  el  conocimiento  de  los  hombrCvS  ha  lle- 
gado a  hacerse  proverbial.  Bajo  este  aspecto,  su  superio- 
ridad es  tal  que  se  le  ha  llamado  con  razón  el   intérprete  de 

^  Célebre  poeta  trájico  italiano.  V.  las  Noc.  dd  hist.  lit.,  parte 
III,  cap.  II.  §  19. 

5  José  Parini,  poeta  milanes  del  siglo  KVIII  (1729  1799,  céle- 
bre por  sus  odas  i  por  poemas  descriptivos  i  satíricos. 

6  P.  h.  GiNGUiNÉ,  célebre  erudito  i  crítico  francés,  nacido  en 
1748,  i  muerto  en  1815,  es  autor  de  varias  obras  que  revelan  un 
gran  saber  i  un  juicio  bien  asentado.  La  mas  famosa  de  todas  es 
la  Historia  literaria  de  la  Italia,  que  apesar  de  haber  que'dado  in- 
completa, es  un  verdadero  monumento  de  investigación  i  de  cri- 
terio. 

7  V.  las  Noc.  de  hist  lit,  part.  III,  cap.  VI,  §5.  La  primera  duda 
a  que  ha  dado  lugar  el  estudio  de  la  biografía  del  célebre  trájico 
ingles,  es  la  ortografía  de  su  nombre,  que  suele  escribirse  de  varios 
modos.  Los  mas  usados  son  Shakspeare  o  Shakespeare;  mas  las 
curiosas  discusiones  a  que  ha  dado  lugar  esta  cuestión  ortográfi- 
ca, no  han  llegado  a  una  conclusión  definitiva. 


Hetratos  251 


los  corazones.  El  talento  del  observador  es  formado  por 
la  habilidad  para  posesionarse  de  las  mas  delicadas  i  de 
las  mas  involuntarias  manifestaciones  del  alma,  i  para  in- 
dicar con  toda  seguridad,  i  con  el  ausilio  de  la  reflexión  i 
de  la  esperiencia,  ci  significado  de  cada  una  de  ellas.  Dedu- 
cir de  estas  observaciones  las  consecuencias  ulteriores  que 
encierran,  i  asociar  en  un  conjunto  armónico  según  las  le- 
3^es  de  la  verosimilitud,  los  datos  aislados,  es  lo  que  cons- 
tituye al  conocedor  del  corazón  humano.  La  cualidad  dis- 
tintiva del  poeta  dramático  es  algo  muí  diferente  de  todo 
esto.  Es  la  facultad  de  identificarse  tan  completamente  con 
todas  las  naturalezas,  aun  las  mas  estrañas,  que  aquel  que 
las  posee,  está  en  estado  de  obrar  i  de  hablar  como  repre- 
sentante de  la  humanidad  entera;  es  el  poder  de  dotar  a 
las  criaturas  de  su  imajinacion  de  una  personalidad  tan 
marcada  que  ellas  se  desenvuelven  en  seguida  en  cada  cir- 
cunstancia particular  según  las  leyes  naturales  jenerales, 
i  que  el  poeta  hace  en  cierto  modo  sobre  esas  criaturas  de 
su  imajinacion  esperimentos  que  tienen  el  mismo  valor  que 
si  se  hiciesen  sobre  objetos  reales.  Lo  que  queda  incom- 
prensible e  inesplicable  es  que  los  personajes  deban  apare- 
cer que  no  dicen  ni  hacen  nada  para  el  espectador,  i  que  sin 
embargo,  el  poeta,  por  la  representación  misma,  sin  aña- 
dir esplicaciones,  comunique  el  don  de  penetrarlos  hasta 
en  sus  mas  íntimas  profundidades.  Por  eso  es  que  Goethe 
1  ha  comparado  injeniosamente  los  personajes  de  Shakes- 
peare a  esos  relojes,  cuya  esfera  i  cuya  caja  son  de  cristal, 
i  que  al  mismo  tiempo  que  indican  la  hora  con  la  misma 
exactitud  que  los  relojes  comunes,  dejan  ver  las  ruedas  in- 
teriores que  ponen  en  movimiento  los  punteros." 

Guillermo  Schlegel,  ^ 

Curso  de  liieratura  dramática. 


XI 

Alcibíades 

"Alcibiades,  hijo  de  Clínias,  era  ateniense.  Parece  que  al 
formarlo,  la  naturaleza  quiso  probar  de  lo  que  era  capaz. 
Todos  los  historiadores  que  han  hablado  de  él,  están  acor- 

1  V.  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  VII,  §  9. 
•  2  Y.  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  VII,  §  13. 


252  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITlíJKARIA 

des  en  decir  que  nadie  llevó  tan  lejos  los  vicios  i  las  virtu- 
des. Vastago  de  una  familia  noble,  nacido  en  la  primera 
ciudad  de  la  Grecia  era  el  mas  hermoso  de  los  hombres  de 
su  tiempo;  la  naturaleza  lo  habia  dot.i  lo  de  un  talento 
vasto  i  profundo  que  le  permitia  peivi birlo  todo  i  que  lo 
hacia  apto  para  todo.  Se  mostró  gran  capitán  tanto  en 
mar  como  en  tierra.  Pero,  sobre  todo,  sobresalía  por  su 
elocuencia;  i  era  tal  el  encanto  de  su  iigura  i  la  seducción 
de  su  palabra,  que  no  se  podia  resistirle  cdfando  hablaba. 
Era  ademas  laborioso,  paciente,  desprendido  cuando  la  oca- 
sión lo  exijia,  i  no  menos  magnífico  en  sus  hábitos  que  en 
su  mesa.  Era  afable,  insinuante  i  sabia  doblegarse  a  las 
circunstancias  con  una  maravillosa  facilidad.  Pero  en  los 
momentos  de  descanso,  cuando  nada  exijia  su  contracción, 
este  hombre  a  quien  se  habia  visto  tan  infatigable,  cam- 
biaba de  repente.  No  era  mas  que  un  libertino  que  se  aban- 
donaba a  todos  los  excesos,  de  tal  manera  que  todo  el 
mundo  se  sorprendía  de  este  contraste  estraordinario  i  de 
la  reunión  de  tantas  cualidades  diversas  en  un  solo 
hombre. 

"Fué  criado  en  la  casa  de  Perícles,  del  cual  era  entenado 
según  se  ha  dicho.  Recibió  las  lecciones  de  Sócrates,  i  llegó 
a  ser  yerno  de  Hipónico,  el  mas  rico  d¿  todos  los  griegos. 
Aunque  hubiera  podido  labrarse  una  gran  posición  con  su 
imajinacion  i  los  recuerdos  de  sus  mayores,  no  habria  po- 
dido ganarse  mayores  bienes  que  los  que  habia  recibido  de 
la  naturaleza  i  de  la  fortuna.," 

CoRNELio  Nepote  i 

Vidas  de  los  gran  ¿es  capitanes. 


XII 

Catón  el  censor 

''Este  célebre  personaje  tenia  una  gran  fuerza  de  alma, 
una  grande  enerjía  de  carácter,  i  en  cualquiera  condición 
que  la  suerte  lo  hubiese  hecho  nacer,  debia  ser  el  mismo  el 
artífice  de  su  fortuna.  Dotado  de  todos  los  talentos  que 
honran  al  simple  ciudadano  o  que  constituyen  al  hábil  po- 

1  Yé,i:ise  las  Nociones  de  hist.  lit ,  part  I,  cap   VH,  §  12. 


RETRATOS  253 


lítico,  poseía  a  la  vez  la  ciencia  de  los  negocios  civiles  i  la 
economía  rural.  Unos  sellan  elevado  a  la  cumbre  de  los 
honores  por  sus  conocimientos  en  jurisprudencia,  otros  por 
su  elocuencia,  ot#3s  en  fin  por  el  brillo  de  su  gloria  militar. 
Catón  tenia  un  jcnio  fácil  i  flexible:  sobresalía  en  todos 
losjéncros,  a  punto  que  habria  podido  decirse  que  habia 
nacido  esclusivamente  para  aquel  en  que  se  ocupaba.  En 
la  guerra,  esponia  atrevidamente  su  persona  i  se  señaló 
por  muchas  acciones  brillantes:  llegado  al  mando  supre- 
mo, fué  un  jeneral  consumado.  En  tiempo  de  paz,  se  mos- 
tró habilísimo  jurisconsulto  i  famosísimo  orador,  no  de 
aquellos  cuyo  talento  brilla  con  vivo  resplandor  durante 
su  vida,  i  que  no  dejan  ningún  monumento  de  su  elo- 
cuencia, porque  la  suya  ha  sobrevivido,  i  respira  aun  en 
en  escritos  de  todo  jénero  ^  .  Tenemos  un  gran  número  de 
defensas  que  pronunció,  sea  para  sí  mismo,  sea  para  otros, 
sea  contra  sus  adversarios,  porque  sabia  anonadar  a  sus 
enemigos  no  solo  acusándolos,  sino  defendiéndose  a  sí  mis- 
mo. Si  tuvo  que  luchar  contra  rivalidades  celosas,  persi- 
guió también  vigorosamente  a  sus  rivales,  i  seria  difícil 
decidir  si  la  lucha  que  sostuvo  contra  la  nobleza  fué  mas 
peligrosa  para  ella  que  para  él.  Es  verdad  que  se  le  pue- 
de reprochar  la  brusquedad  de  su  carácter,  la  acritud  de 
su  lenguaje  i  una  franqueza  llevada  hasta  el  exceso;  pero 
resistió  victoriosamente  a  las  pasiones,  i  en  su  ríjida  pro- 
bidad despreció  siempre  las  intrigas  i  las  riquezas.  Ecóno- 
mo, infatigable,  intrépido,  tenia  una  alma  i  un  cuerpo  de 
fierro.  La  vejez  misma,  que  todo  lo  gasta,  no  pudo  doble- 
garlo: a  la  edad  de  ochenta  i  seis  años  fué  llamado  ante  la 
justicia,  compuso  i  pronunció  él  mismo  su  defensa,  i  a  los 
noventa  años  citó  a  Servio  Galbo  ante  el  pueblo." 


Tito  Livio,  ^ 
Historia  Fomann,  lib.  XXXIX,,  cap.  XL. 


1  Véanse  «obre  los  escritos  de  Catón  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part. 
T.  can  VI,  §  7. 

2  Véanse  sobre  ios   escritos  de  TiTO  Livio  las  ISloc.  de  hisi.  lii.y 
part.  I,   cap.  VI  §  9. 


254  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XIII 

Oatilina         • 

"Lucio  Catilina,  vastago  de  una  familia  noble,  tenia  una 
gran  fuerza  de  alma  i  de  cuerpo,  pero  un  carácter  perverso 
i  depravado.  Desde  su  adolescencia,  las  guerras  intesti- 
nas, los  asesinatos,  las  rapiñas,  las  discordias  civiles,  fue- 
ron diversiones  para  él,  i  continuó  ejercitando  en  ellas  su 
juventud.  Su  cuerpo  podia  soportar  el  hambre,  el  frió,  las 
trasnochadas  mas  allá  de  todo  lo  que  se  puede  creer.  Espí- 
ritu atrevido,  intrigante,  flexible,  capaz  de  disimularlo  todo 
i  de  finjirlo  todo,  ávido  de  los  bienes  de  los  otros,  pródigo 
de  los  suyos,  fogoso  en  sus  pasiones,  i  ademas  de  esto  bas- 
tante elocuente  pero  falto  de  juicio.  Su  talento  vasto  bus- 
caba sin  cesar  las  cosas  desmedidas,  increibles,  jigantescas. 

"Después  de  la  denominación  de  Sila,  sintió  violentos 
deseos  de  apoderarse  de  la  república;  i  con  tal  que  llegase  a 
gobernar,  poco  le  importaban  los  medios.  Este  espíritu 
audaz  estaba  cada  dia  mas  atormentado  por  el  desarreglo 
de  sus  negocios  i  por  la  conciencia  de  sus  crímenes.  Alentá- 
banlo a  ello  las  costumbres  corrompidas  del  estado,  desa- 
rrolladas por  dos  causas  igualmente  funestas,  el  lujo  i  la 
codicia." 

Salustio,  1 
C  a  ti  Un  a,  §  V. 


XIV 

A  til  a 


"La  historia  nos  ha  dejado  un  retrato  de  Atila  por  el 
cual  podemos  representarnos  con  bastan  te  fidelidad  a  aquel 
bárbaro  famoso.  Pequeño  de  estíitura  i  ancho  de  pecho,  te- 
nia la  cabeza  mui  abultada,  los  ojos  pequeños  i  hundidos, 
la  barba   rala,  la  nariz  aplastada  i  el  cutis  casi  negro.  Su 

1  Véanse  las  ^oc.  de  hístt.  lít.,  parte  I,  ci^p.  VII,  §  12.— Muchas 
veces  se  han  criticado  los  retratos  trazados  por  Salustio,  i  parti- 
cularmente el  de  Catilina,  como  faltos  de  verdad:  pero  se  les  con- 
sidera irreprochables  como  obra  de  arte. 


RETRATOS  255 


cuello  naturalmente  echado  para  atrás  i  sus  miradas  que 
revolvía  al  rededor  con  inquietud  o  curiosidad,  daban  a  su 
continente  un  no  sé  qué  de  soberbio  e  imperioso.  Si  algo  lle- 
gaba a  irritarle,  su  rostro  se  crispaba,  sus  ojos  fulminaban 
rayos:  los  mas  resueltos  no  osaban  arrostrar  su  ira.  Sus 
palabras  i  acciones  llevaban  el  sello  de  un  énfasis  calculado 
para  producir  efecto;  no  amenazaba  sino  en  términos  tre- 
mendos; cuando  derruia,  era  para  destruir  mas  bien  que 
para  saquear,  cuando  mataba,  era  para  dejar  millares  de 
cadáveres  insepultos  a  la  vista  de  los  vivos.  Al  mismo 
tiempo,  se  mostraba  clemente  con  los  que  sabian  someterse, 
sensible  a  las  súplicas,  jeneroso  con  sus  servidores  i  juez 
íntegro  con  sus  vasallos.  Su  traje  era  sencillo,  pero  muí 
aseado;  su  comida  se  componia  de  carnes  sin  ningún  ade- 
rezo, que  se  servian  en  fuentes  de  madera;  su  porte  modesto 
i  sus  hábitos  frugales  contrastaban  con  el  lujo  que  se  com- 
placía en  ostentar  en  su  alrededor.  A  la  irascibilidad  del 
Calmuko,  añ.-idia  los  instintos  brutales  de  aquella  raza;  se 
emborrachaba  a  menudo  i  era  furiosamente  dado  a  las  mu 
jeres  No  se  le  conocía  ninguna  creencia  relijíosa,  no  practi- 
caba culto  alguno;  únicamente  ciertos  hechiceros,  depen- 
dientes de  su  casa  como  los  chamanes  que  servian  a  los  em- 
peradores mongoles,  consultabíin  el  porvenir  a  su  vista  en 
las  ocasiones  importantes. 

'*Aquel  hombre  que  pasaba  su  vida  en  las  batallas,  rara 
vez  esponia  su  persona;  era  jeneral  nada  mas  que  con  la 
cabeza.  Asiático  en  todos  sus  instintos,  anteponía  la  polí- 
tica aun  a  la  guerra  misma,  prefiriendo  siempre  los  cálcu- 
los de  la  astucia  a  la  violencia,  i  estimándolos  en  mas. 
Crear  pretestos.  entablar  negociaciones  a  todo  trance,  en- 
redarlas unas  con  otras  como  las  mayas  de  una  red,  en  que 
el  adversíirio  acababa  por  caer,  tener  perpetuamente  a  su 
enemigo  amedrentado  con  terribles  amenazas  i  sobre  todo 
saber  aguardar  una  ocasión,  tal  era  su  suprema  habilidad. 
Muchas  veces  el  pretesto  mas  fútil  le  parecía  el  mejor, 
con  tal  que  no  se  pudiera  satisfacer;  luego  lo  recojia,  lo  ale- 
gaba de  nuevo,  lo  dejaba  dormir  años  enteros,  pero  no  le 
abandonaba  nunca  enteramente.  Era  un  curioso  espectácu- 
lo el  de  aquellas  innumerables  embajadas  con  que  andando 
los  tiempos  apuró  la  paciencia  de  la  Corte  de  Bizancio  i 
que  confiaba  a  las  favoritos  a  quienes  quería  enriquecer. 
Conociendo  las  mañas  de  aquella  corte  corrompida,  i  corrup- 
tora que  quería  comprar  con  dádivas  la  docilidad  de  los  nego- 
ciadores bárbaros,  enviaba  allí  a  sus  servidores  a  hacer  fortu- 


256  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

na  a  espensas  del  imperio,  reservándose  entrar  luego  a  repar- 
to con  ellos,  i  llevando  la  imprudencia  hasta  el  estremo  de  re- 
comendarlos a  las  liberalidades  imperiales,  i  su  recomenda- 
ción era  un  mandato.  Como  se  le  antojase  a  uno  de  sus  se- 
cretarios casarse  con  una  rica  heredera  romana,  fué  preciso 
que  Teodosio  se  la  buscase;  i  habiendo  ocurrido  que  la  jó 
ven  se  hizo  robar  por  un  amante  para  sustraerse  a  aquel 
odioso  consorcio,  el  gobierno  romano  hubo  de  reemplazar- 
la con  otra  igualmente  rica  i  mas  resignada.  Tal  era  el 
hombreen  cuyasmanosiban  a  caer  los  destinos  del  mundo.'* 

Amadeo  Thierry,  i 

Historia  de  Atila  i  de  sus  sucesores^  pnrt.  I.  cap.  II, 


XY 
Carlomag'no 

''Carlomagno  hizo  admirables  reglamentos,  i  lo  que  es 
mas  aun,  los  hizo  ejecutar.  Su  jenio  se  desplegó  en  todas 
las  partes  de  su  imperio.  En  las  leyes  de  este  príncipe  se 
halla  un  espíritu  de  previsión  que  lo  comprende  todo,  i  cier- 
ta fuerza  que  lo  arrastra  todo.  Los  pretestos  para  eludir 
los  deberes  son  suprimidos,  las  neglijencias  correjidas,  los 
abusos  reformados  o  previstos.  Sabia  castigar,  i  lo  que 
vale  mas,  sabia  perdonar.  Vasto  en  sus  designios,  sencillo 
en  la  ejecución,  nadie  tuvo  en  mas  alto  grado  el  arte  de  ha- 
cer las  mas  grandes  cosas  con  facilidad,  i  las  mas  difíciles 
con  prontitud. 

"Recorria  sin  cesar   su  vasto  imperio  dejando  sentir  su 

1  Amadeo  Thierry,  historiador  francés,  contemporáneo,  na 
cido  en  1797,  es  autor  de  varias  obras  históricas  sobre  la  domi- 
nación romana  en  la  Galia  i  los  últimos  tiempos  del  imperio  de 
occidente.  A  una  investigación  tan  prolija  como  profunda  de  las 
fuentes  histéricas,  ui.e  un  admirable  talento  de  esposicion  i  de  es- 
tilo que  lo  coloca  en  el  rango  de  los  mas  ilustres  historiadores  de 
nuestra  época.  *  ^ 

*  Thierry  ha  escrito  acerca  de  los  comienzos  del  Bajo  Imperio 
(Stilicon,  Hutrope  et  Ruñtij  1865)  Saint  Jérome,  1867.,  Saint  Jean 
Cbrjrsostome,  1S72 — etc.  Falleció  en  1873.  (Nota  del  Recopi- 
lador.) 


RETRATOS  257 


mano  donde  estaba.  Las  dificultades  renacían  por  todos 
lados;  él  las  allanaba  en  todas  partes.  Jamas  príncipe  al- 
guno supo  mejor  que  él  desafiar  los  peligos:  jamas  prínci- 
pe alguno  vSupo  evitarlos  mejor.  Se  jugó  con  codos  los  pe- 
ligros, i  mui  particularmente  con  aquellos  que  casi  siempre 
ponen  a  prueba  a  los  grandes  conquistadores,  quiero  ha- 
blar de  las  conspiraciones. 

''Este  príncipe  prodijioso  era  estremadamente  modera- 
do; su  carácter  era  suave,  sus  maneras  sencillas;  le  gustaba 
vivir  con  las  personos  de  su  corte Puso  un  arreglo  ad- 
mirable en  sus  gastos;  dio  valor  a  sus  dominios  con  pru- 
dencia, con  atención,  con  economía:  en  sus  leyes,  un  padre 
de  familia  podria  aprender  a  gobernar  su  casa.  Se  ve  en 
sus  capitulares  cual  fué  la  fuente  pura  i  sagrada  de  donde 
sacó  sus  riquezas.  No  diré  mas  que  una  palabra:  ordenaba 
que  se  vendiesen  los  huevos  de  los  gallineros  de  su  domi- 
nios i  las  3^erbas  inútiles  de  sus  jardines;  i  ese  mismo  hom- 
bre habia  distribuido  a  sus  pueblos  todas  las  riquezas  de 
los  lombardos,  í  los  inmensos  tesoros  de  e¿os  hunos  que 
habian  despojado  al  universo". 

MONTESQUIEU,   ^ 

Espiridí  de  las  leyes,  lib.  XXXI.  cap.XVHI. 


XVI 
Luis  XI 


"Entre  todos  los  hombres  que  he  conocido,  el  mas  pru- 
dente para  saHr  de  un  mal  paso  en  tiempo  de  adversidad 
era  el  rei  Luis  XI,  nuestro  señor,  el  mas  humilde  en  pala- 
bras i  en  vestidos  i  el  que  mas  trabajaba  en  ganar  un  hom- 
bre que  podia  servirle  o  que  podia  dañarle.  I  no  se  moles- 
taba de  verse  rechazado  por  el  hombre  a  quien  quería 
ganarse,  sino  que  continuaba  prometiéndole  largamente,  i 
dándole  en  efecto  dinero  i  las  tierras  que  le  agradaban.  A 
aquellos  a  quienes  habia  alejado  de  su  lado  en  tiempo  de 
paz  i  de  prosperidad,  los  volvia  a  comprar  a  cualquier  pre- 

1  Véanse  las    Nociones  de  hist.  lit ,  part,  III,  cap.  TV,  §  28. 

EjiNARDO  (véase  este  nombre  en  el  libro  citado)  part.  II.  cap. 
IV,  §  8)  en  su  vida  de  Carlomagno  ha  hecho  otro  retrato  admira- 
ble de  este  príncipe  en  que  analiza  con  gran  detención  su  carácter 
privado  i  sus  costumbres. 

TOMO   V  17 


258  MANUAL    DE    COMPOSIOTON    LITERARIA 

CÍO  cuando  tenia  necesidad,  i  se  servía  de  ellos  sin  tenerles 
ningún  odio  por  las  cosas  paradas.  Era  naturalmente  ami- 
go de  los  hombres  del  estado  llano,  i  enemigo  de  todos  los 
grandes  que  por  su  posición  no  necesitaban  de  él.  Ningún 
hombre  dio  jamas  tanto   oido  a  las  jentes,  ni  se  impuso  de 
tantas  cosas  como  él  lo  hacia,  ni  quiso  jamas  conocer  tan- 
tas personas;  porque  verdaderamente,  tan  luego  como  co- 
nocía a  todas  las  personas  de  autoridad  i  de  valor  que 
vivian   en  Inglaterra,  en   España,  en  Portugal,  en  Italia,  i 
en  los  estados  de  los  duques  de  Borgoña  i  de  Bretaña,  que- 
ría hacerlas  sus  subditos.   Estos  manejos  le  salvaron  la 
corona  de  los  enemigos  que  él  mismo  se  habia  granjeado  a 
su  advenimiento   al  trono.   Pero  sobre  todo  le  ha  servido 
su  gran  liberalidad;  porque  así  como  se  conducía  con  gran 
prudencia  durante  su  adversidad,  desde  que  se  creía  asegu- 
rado o  solamente  de  una  tregua,  descontaba  por  pequene- 
ces a  las  personas  que  le  servían  poco,  i  con  gran  trabajo 
lograba    mantener    la  paz.     Era  lijero  para    hablar    de 
otras  personas,  tanto  delante  de  ellas  como  en  su  ausen- 
cia, salvo  de  aquellas  a  quienes  temía,  las  cuales  eran  mu- 
chas:  porque  era  receloso   por  naturaleza.   I  cuando  por 
hablar  había  recibido  algún  perjuicio,  o  tenia  algunas  sos- 
pechas, quería  repararlo,  i  empleaba  estas  palabras  delan- 
te de  la  misma  persona:   "Yo  sé  bien  que   mi  lengua  me  ha 
causado  grandes  daños,  pero  también  me  proporciona  pla- 
ceres, es  justo   que  yo   repare  mi  falta".   I  no  se  limitaba 
solamente  a  estas  palabras;   sino  que  hacía  algunos  bene- 
ficios, no  pequeños,  a  la  persona  con  quien  hablaba. 

**Dios  favorece  a  un  príncipe  cuando  sabe  el  bien  i  el  mal 
que  ha  hecho,  i  sobre  todo  cuando  es  mayor  el  bien,  como 
sucede  con  el  rei  nuestro  señor.  A  mi  juicio,  los  trabajos 
que  soportó  en  la  juventud  cuando  estuvo  fujitivo  de  la 
corte  de  su  padre,  i  se  asiló  cerca  del  duque  de  Borgoña, 
donde  vivió  seis  años,  le  sirvieron  mucho,  porque  estuvo 
obligado  a  agradar  a  aquellos  de  quienes  necesitaba,  i 
aprendió  en  la  adversidad,  lo  que  no  es  poco.  Cuando  se 
encontró  grande  i  rei  coronado,  en  los  principios  no  pensó 
mas  que  en  las  venganzas;  pero  luego  le  ocurrieron  las  des- 
gracias, i  de  cuando  en  cuando  le  vino  el  arrepentimiento. 
Reparó  esta  locura  i  este  error,  ganándose  de  nuevo  a 
aquellos  a  quienes  habia  hecho  mal." 

COMMINES,  1 

Memorias,  lib.  I,  cap.  X. 


I  V.  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  1. 


RETRATOS  259 


XVII 
Jacobo  I  de  Inglaterra 

**La  escena  de  confusión  en  medio  de  la  cual  Heriot  en- 
contró sentado  al  rei,  era  una  pintura  bastante  fiel  de  las 
inclinaciones  i  de  la  naturaleza  de  ánimo  de  Jacobo  I.  Ha- 
bía allí  grandes  riquezas  en  cuadros  de  valor,  en  adornos 
preciosos;  pero  todos  estos  objetos,  amontonados  sin  aseo, 
cubiertos  de  polvo,  perdían  la  mitad  de  su  valor,  o  al  me- 
nos de  su  efecto  por  la  manera  como  se  presentaban  a  la 
vista.  La  mesa  estaba  cargada  de  enormes  volúmenes  en 
folio,  entre  los  cuales  se  encontraban  libros  frivolos,  com- 
pilaciones de  cuentos  alegres  o  de  obscenidades.  Algunas 
notas  de  discursos  de  una  estension  interminable,  ciertos 
ensayos  sobre  el  arte  de  reinar  estaban  mezclados  a  mise- 
rables cantos  o  baladas,  obras  del  real  aprendiz  en  el  arte 
de  la  poesía,  como  se  titulaba  él  mismo.  En  otro  lado,  pla- 
nes para  la  pacificación  jeneral  de  la  Europa,  con  una  lista 
de  los  perros  corredores  del  rei  i  de  los  remedios  contra  la 
rabia  canina. 

'*E1  vestido  del  rei  era  de  terciopelo  verde,  grueso  i  fuerte, 
que  estaba  a  prueba  del  puñal.  Esto  hacia  aparecer  a  Jaco- 
bo de  una  gruesura  diforme  i  sin  gracia:  i  ademas  ese  ves- 
tido estaba  abotonado  al  través  del  cuerpo,  i  su  talle  pare- 
cía irregular.  Encima  de  ese  traje  llevaba  ana  rspecie  de 
bata  de  color  oscuro,  en  cuyo  bolsillo  asomn"  ina  corne- 
ta de  caza.  En  el  suelo  se  veía  3u  rombrero  plomo,  de  copa 
alta,  cubierto  de  polvo,  pero  r  d^ado  ue  un  collar  de  gran- 


des rubíes.  Tenia  en  la  cabe;     un  gorro   de   terciopelo  azul 
en  cuya  delantera  se  alzaba       a  pluma  de  garza  muerta 
por  un  alcon  favorito  del  reí, 

**Pero  estas  anomalías  en  el  traje  i  en  los  muebles,  no 
eran  mas  que  los  signos  esteriores  de  las  que  existían  en  el 
carácter  del  real  personaje,  carácter  que  hacia  de  él  un  ob- 
jeto de  dudas  para  sus  contemporáneos  i  que  debia  legarlo 
como  un  enigma  a  los  futuros  historiadores.  Aunque  su 
instrucción  fuese  profunda,  no  poseia  ningún  conocimiento 
útil.  Lleno  de  sagacidad  en  muchas  ocasiones,  sin  tener,  sin 
embargo,  una  verdadera  prudencia;  amante  de  su  poder, 
deseoso  de  mantenerlo  i  aumentarlo,  dejaba  con  todo  la 
dirección,  como  dejaba  la  suya  propia,  a  los  favoritos  mas 
indignos.  En  palabras  era  un   defensor  de  sus  derechos,  al- 


260  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

tivo  i  osado;  en  el  hecho,  los  veía  pisoteado  sin  tener  el  va- 
lor de  resistir.  Aunque  prefería  las  negociaciones,  se  dejaba 
sobrepujar  en  sutileza,  i  temia  la  guerra  aunque  la  victoria 
fuese  fácil.  Apasionado  por  su  dignidad  real,   la  degrada 
constantemente  por  familiaridad  indebida.  Capaz  de  ocu- 
parse seriamente  de   los  negocios  públicos,  los   descuidaba 
con   frecuencia  por  la  diversión   mas  fútil.   Era  espiritual 
aunque   pedante;  i  a  pesar  de  su  erudición,  le  gustaba  con- 
versar con  personas  ignorantes  i  sin  educación.   La  misma 
timidez  de  su  carácter  no  era  uniforme:  en  ciertos  momentos 
de  su  vida,  momentos  verdaderamente  críticos,    supo  mos- 
trar el  valor  de  sus  antepasados.  Laborioso  en  las  peque- 
neces, se  divertia  con  bagatelas  cuando  se  trataba  de  cosas 
serias.  Devoto  en  el  fondo  de  su  corazón,   se   olvidaba  fre- 
cuentemente de  ello  hasta  tener  un  lenguaje  profano.  Justo 
i  bienhechor  por  naturaleza,  dejaba  a    su  alrededor  libre  el 
campo  a  la  iniquidad  i  a  la  opresión.  Era  económico  cuan- 
do tenia  que  entregar  la  plata  por  sí  mismo:  pero  tenia  una 
prodigalidad  inconsiderada,  sin  límites,  cuando  no   veia  el 
dinero.  En  una  palabra,  estas  buenas  cualidades  que  mani- 
festó en  ciertas  ocasiones,  no  eran  bastante  firmes  ni  com- 
pletas para  dirijir  su  conducta  jeneral;  i  como  no  se  mostra- 
ban mas  que  ocasionalmente,  su   único   resultado  ha    sido 
darajacobol  derecho   a  la  calificación  que  le  dio  Sully, 
la  del  loco  mas  cuerdo  de  la  cristiandad". 

SiR  Walter  Scott,  1 
Aventuras  de  Nigel. 


XVIII 

Gustavo  Adolfo 

* 'Gustavo  Adolfo  era  sin  contradicción  el  primer  jeneral 
de  su  siglo,  i  el  mas  valiente  soldado  de  un  ejército  que  él 
mismo  había  creado.  Familiarizado  con  la  táctica  de  los 
griegos  i  de  los  romanos,  había  inventado  un  nuevo  arte 
mihtar  que  después  sirvió  de  modelo  a  los  mas  grandes  je- 
nerales.  Disminuyó  los  escuadrones,  incómodo  por  la  esten- 
sion  de  terreno  que  ocupaban,  para  hacer  mas  fáciles  i  mas 

1  Véanse  las  Noc.  de  hi^t.  lit.,  par.  III,  cap.  VI,  §  16. 


RETRATOS  261 


cómodos  los  movimientos  de  la  caballería.  Con  el  mismo 
objeto  colocó  los  batallones  a  distancias  mas  considerables 
entre  sí.  Los  ejércitos  no  formaban  de  oidinario  mas  que 
una  sola  línea  de  batalla:  él  los  formó  en  dos  líneas,  de  mo- 
do que  la  segunda  pudiese  avanzar  cuando  la  primera  se 
viese  forzada  a  retirarse.  Supo  suplir  la  falta  de  caballería 
distribuyendo  los  infantes  entre  los  jinetes,  lo  que  frecuen- 
triT  .  nte  decidió  la  victoria.  La  Europa  aprendió  de  él  por 
Ui  j'  'mera  vez  la  importancia  de  la  infantería  en  las  bata- 
llas. La  Alemania  entera  ha  admirado  la  disciplina  que  dis- 
tinguió tan  gloriosamente  a  los  ejércitos  suecos  en  su  terri- 
torio. Todas  las  faltas  eran  castigadas  con  la  mayor  seve- 
ridad, pero  principalmente  la  blasfemia,  el  robo,  el  juego  y 
el  duelo.  La  sencillez  era  recomendada  por  las  leyes  milita- 
res de  Suecia;  así  en  todo  el  campamento  sin  esceptuar  la 
tienda  del  rei,  no  se  percibía  ni  oro  ni  plata.  El  ojo  del  jene- 
ral  velaba  con  tanto  cuidado  por  las  costumbres  de  los  sol- 
dados como  por  su  bravura.  Cada  rejimientodebia  formarse 
en  círculo  alrededor  de  su  ministro  para  hacer  oración  de 
la  mañana  i  de  la  tarde  i  cumplir  al  aire  libre  este  deber  re- 
lijioso.  El  rei  servia  en  tcdo  de  modelo.  Una  piedad  vivai  sin 
afectación,  elevaba  el  valor  que  animaba  su  gran  corazón. 
Escento  de  la  incredulidad  grosera  que  deja  sin  freno  los 
movimientos  feroces  del  bárbaro,  exento  también  de  la  su- 
perstición de  un  Fernando  i»  que  se  abate  como  un  insecto 
delante  del  Ser  Supremo  i  marcha  con  desden  sobre  la  hu- 
manidad que  oprime  en  la  embriaguez  de  su  felicidad,  fué 
siempre  hombre  i  cristiano;  pero  también  en  surelijion  siem- 
pre héroe  i  siempre  rei.  Soportando  como  el  último  de  sus 
soldados  todas  las  incomodidades  de  la  guerra,  presente  en 
todas  partes,  olvidando  la  muerte  que  lo  rodeaba,  mostrá- 
base siempre  en  el  camino  del  pehgro.Su  valor  natural  lo  hi- 
zo con  frecuencia  perder  de  vista  lo  que  debia  al  jeneral;  i  la 
muerte  de  un  simple  soldado  terminó  la  vida  de  un  rei.  Pero 
los  cobardes  i  los  valientes  lo  seguían  a  la  victoria,  i  a  su 
mirada  atenta  no  se  escapaba  ninguna  de  las  acciones  he- 
roicas que  su  ejemplo  habia  hecho  nacer.  La  gloria  de  este 
soberano  inflamó  en  su  nación  un  sentimiento  elevado  de 
sí  mismo  que  redobló  su  ardor.  Orgulloso  de  poseer  un  mo- 
narca semejante,  el  campesino  déla  Finlandia  i  de  la  Gotia, 


1'    Fernando  II  de    Austria,    emperador  de   Alemania  durante 
la  guerra  de  treinta  años,  contra  el  cual  combatía  el  rei  de  Suecia. 


262  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

se  despojó  alegremente  de  lo  que  le  dejaba  su  miseria:  el  sol- 
dado vertió  su  sangre  contento;  i  el  impulso  que  dio  a  la 
nación  el  jenio  de  un  solo  hombre,  sobrevivió  largo  tiempo 
a  su  creador." 

SCHILLER,   1 
Historia  de  la  guerra  de  tieinta  años,  libro  II 


XIX 


Don  Alvaro  de  Luna 

**De  bajos  principios  subió  a  la  cumbre  de  la  buena  an- 
danza; della  le  despeñó  la  ambición.  Tenia  buenas  partes 
naturales,  condición  i  costumbres  no  malas:  si  las  faltas  i 
los  vicios  sobrepujasen,  el  suceso  i  el  lematelo  muestra. 
Era  de  injenio  vivo  i  de  juicio  agudo,  sus  palabras  concer- 
tadas i  graciosas,  usaba  de  donaire  con  que  picaba,  aunque 
era  naturalmente  algo  impedido  en  la  habla:  su  astucia  i 
disimulación  grande,  el  atrevimiento,  soberbia  i  ambición 
no  menores:  el  cuerpo  tenia  pequeño,  pero  recio,  i  a  propó- 
sito para  los  trabajos  de  la  guerra;  las  facciones  del  rostro 
menudas  i  graciosas  con  cierta  majestad. 

"Todas  estas  cosas  comenzaron  desde  sus  primeros  años, 
con  la  edad  se  fueron  aumentando.  Allegóse  el  menospre- 
cio que  tenia  de  los  hombres:  común  enfermedad  de  pode- 
rosos. Dejábase  visitar  con  dificultad,  mostrábase  áspero; 
en  especial  de  media  edad  adelante  fué  en  la  cólera  mui  des- 
enfrenado: exasperado  con  el  odio  de  sus  enemigos,  i  desa- 
poderado por  los  trabajos  en  que  se  vio,  a  manera  de 
fiera  que  agorrochean  en  la  leonera,  i  después  la  sueltan, 
no  cesaba  de  hacer  riza:  ¿qué  estragos  no  hizo  con  el  deseo 
ardiente  que  tenia  de  vengarse?  Con  estas  costumbres  no 
es  maravilla  que  cayese,  sino  cosa  vergonzosa  que  por  tan- 
to tiempo  se  conservase.  Muchas  veces  le  acusaron  de  se- 
creto i  le  achacaron  delitos  cometidos  contra  la  majestad 
real.  Decían  que  tenia  mas  riquezas  que  sufría  su  fortuna 
i  calidad,  sin  cesar  de  acrecentallas;  en   particular,  que  de- 


1  Véase  las  Noc.  de  hist.  lit.,  pat.  III,  cap.  Vil,  §  10. 


RETRATOS  263 


rribaba  la  nobleza,  estaba  asimismo  apoderado  del  rei,  i 
lo  mandaba  todo:  finalmente  que  ninguna  cosa  le  faltaba 
para  reinar  fuera  del  nombre,  pues  tenia  ganadas  las  vo- 
luntades de  los  naturales,  poseia  castillos  mui  fuertes,  i 
gran  copia  de  oro  i  de  plata,  con  que  tenia  consumidos  i 
gastados  los  tesoros  reales." 

Mariana  ^ 
Historia  jeneral  de  España,  lib.  XXII,  cap.  IT. 


XX 

Felipe  II 


"Hemos  creido  descubrir  en  Felipe  II  las  prendas  de  uti 
gran  político;  pero  también  las  cualidades  de  un  gran  dés- 
pota. Sombrío  i  pensativo,  suspicaz  i  mañoso,  dotado  de 
gran  penetración  para  el  conocimiento  de  los  hombres  i  de 
prodijiosa  memoria  para  retener  los  nombres  i  no  olvidar 
los  hechos,  incansable  en  el  trabajo  i  espedito  para  el  des- 
pacho de  los  negocios,  tan  atento  a  los  asuntos  de  grave 
interés  como  cuidadoso  de  los  mas  menudos  accidentes, 
firme  en  sus  convicciones,  perseverante  en  sus  propósitos, 
i  no  escrupuloso  en  los  medios  de  ejecución,  indiferente  a 
los  placeres  que  disipan  la  atención  i  libre  de  las  pasiones 
que  distraen  el  ánimo,  frió  a  la  compasión,  desdeñoso  a  la 
lisonja  e  innaccesible  a  la  sorpresa,  dueño  siempre  i  señor 
de  sí  mismo  para  poder  dominar  a  los  demás,  cauteloso 
como  un  jesuita,   reservado  como  un  confesor  i  taciturno 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  ill,  cap.  III,  §  11.  Los  re- 
tratos históricos  del  padre  Mariana,  hermosos  como  cuadros  lite- 
rarios, han  sido,  sin  embargo,  vivamente  criticados  por  otro  je» 
suita,  el  padre  Renato  Rapin,  que  vivia  en  el  siglo  XVII  (1621- 
1687).  En  su  Instrucción  para  la  Historia,  preceptos  del  arte  his- 
tórico, publicados  por  primera  vez  en  1677,  sostiene  que  el  padre 
Mariana  por  quien,  sea  dicho  de  paso,  manifiesta  una  grande  esti- 
mación como  historiador,  compone  sus  retratos  no  con  observa** 
ciones  orijinales,  sinocon  fragmentos  tomados  de  los  historiadores 
de  la  antigüedad  i  arreglados  simétricamente  por  él.  Creemos,  a 
pesar  de  todo,  que  el  retrato  de  don  Alvaro  de  Luna  no  merece 
este  reproche.  Véase  la  Sección  III,  §  VII  de  este  Manual,  i  compí- 
rense estos  retratos. 


264  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

como  un  cartujo,  este  hombre  no  podía  ser  dominado  por 
nadie  i  tenia  que  dominar  a  todos:  tenia  que  ser  reí  absolu- 
to. El  hombre  por  cuyas  manos  pasaban  todos  los  nego- 
cios de  estado  en  una  época  en  que  sus  relaciones  se  esten- 
dian  por  las  rejiones  de  ambos  mundos;  que  lo  leia  todo  i 
lo  decretaba  todo  por  su  mano,  o  lo  anotaba  i  correjia  de 
su  puño,  no  hubiera  podido  reinar  sin  gobernar  solo,  por 
que  se  scntia  con  jenio;  con  propensión  i  con  capacidad 
para  ello. 

'^Uniendo  al  ardor  del  relijioso  la  frialdad  del  calculista, 
cuidando  de  no  separar  nunca  el  mejor  servicio  de  Dios  del 
mayor  engrandecimiento  de  sus  reinos,  i  de  que  el  fanatis- 
mo no  obstara  al  acrecimiento  o  conservación  del  poder, 
quiso  estinguir  la  herejía  que  ajitaba  la  Europa  ayudando 
a  los  católicos  contra  los  reformados  i  herejes,  pero  espe- 
rando vencer  con  los  unos  para  reinar  sobre  todos:  impo- 
nerles primero  la  creencia  relijiosa  para  someterlos  des- 
pués a  la  autoridad  política.  Hízose  el  defensor  nato  de  la 
iglesia  romana,  i  empezó  ganándose  al  papa  con  blandura; 
pero  si  el  papa  se  oponia  a  sus  planes  políticos  tratábale 
con  dureza,  i  se  gozaba  de  los  atrevimientos  que  con  el 
jefe  de  la  iglesia  se  tomaban  sus  embajadores  i.  Perseguia 
a  los  enemigos  de  la  plenitud  de  la  potestad  pontificia,  pe- 
ro no  le  asustaban  las  escomuniones.  Veneraba  a  los  frai- 
les i  se  rodeaba  de  ellos,  pero  si  atentaban  a  su  poder,  los 
mandaba  ahorcar.  Si  no  hubiera  hallado  la  Inquisición,  la 
hubiera  inventado  él,  pero  se  le  habia  anticipado  en  mas  de 
medio  siglo.  La  halló  establecida,  i  la  hizo  su  brazo  dere- 
cho, mas  nunca  consintió  que  se  erijiese  en  cabeza.  Gustá- 
bale servirse  de  los  inquisidores,  pero  dominándolos. 

**No  era  impasible,  pero  lo  parecia  en  las  ocasiones  en 
que  es  mas  difícil  reprimir  los  sentimientos  i  las  afecciones 
humanas.  La  noticia  del  desastre  de  la  invencible  escuadra 
no  le  demudó  el  rostro,  i  se  limitó  a  decir  que  habia  envia- 
do la  escuadra  a  luchar  con  los  hombres  i  no  con  los  ele- 
mentos. I  la  del  glorioso  triunfo  de  Lepanto,  no  hizo  aso- 


1  Se  recordará  que  la  primera  guerra  que  hizo  Felipe  II,  recien 
elevado  al  trono,  fué  contra  el  papa  Paulo  IV,  aliado  entonces 
(1557)  de  Enrique  II  de  Francia. 


EETEATOS  265 


mar  a  los  reales  labios  una  pequeña  sonrisa.  La  recibió  re- 
zando, calló,  i  continuó  su  oración.  Hasta  que  ésta  fué  aca- 
bada, no  mandó  entonar  el  Te  Deum. 

Modesto  Lafuente,  ^ 
'  Historia  jeneral  de  España,  Discurso  preliminar. 


XXI 

Cervantes 

**Este  que  veis  aquí,  de  rostro  aguileno,  de  cabello  casta- 
ño, frente  lisa  i  desembarazada,  de  alegres  ojos,  de  nariz 
corva,  aunque  bien  proporcionada,  las  barbas  de  plata, 
que  no  ha  veinte  años  que  fueron  de  oro,  los  bigotes  gran- 
des, la  boca  pequeña,  los  dientes  no  crecidos,  porque  no  tie- 
ne sino  seis,  i  esos  mal  acondicionados,  i  peor  puestos,  por- 
que no  tienen  correspondencia  los  unos  con  los  otros,  el 
cuerpo  entre  dos  estremos,  ni  grande  ni  pequeño,  la  color 
viva,  ánt^s  blanca  que  morena,  algo  cargado  de  espaldas, 
i  no  mui  lijero  de  pies;  éste  digo  que  es  el  rostro  del  autor 


1  Don  Modesto  L*-FUENte  es  uno  de  los  escritores  mas  ilus- 
tres que  ha  producido  la  España  en  el  siglo  XIX  (1806-1866). 
Ademas  de  muchas  obras  de  un  carácter  político  i  satírico,  escri- 
tas con  notable  injenio,  i  de  una  amena  relación  de  viajes  en  Fran- 
.cia,  Béijica  i  Holanda,  ha  dado  a  luz  su  Historia  jeneral  de  Eepa^ 
ña,  obra  monumental  por  su  estension,  29  volúmenes,  i  casi  po— 
dria  decirse  por  su  mérito.  Aprovechándose  del  trabajo  de  proli- 
ja investigación  ejecutado  por  otros  escritores,  i  poniendo  por 
su  parte  un  estudio  considerable,  ha  formado  la  historia  mas  je- 
neral i  completa  de  España  que  exista  hasta  ahora,  i  que  com- 
prende desde  los  tiempos  primitivos  hasta  la  muerte  de  Fernando 
VII,  en  1833.  Esta  obra,  escrita  toda  ella  con  claridad  i  con  arte, 
sin  esa  afectación  frecuente  de  muchos  escritores  españoles  de 
nuestra  época,  es,  sin  embargo,  dispareja.  Donde  el  autor  ha  en- 
contrado trabajos  anteriores  de  investigación,  o  donde  el  mismo 
se  ha  empeñado  en  un  estudio  atento  i  prolijo,  ha  sobrepujado, 
puede  decirse  así,  cuanto  se  habia  escrito  en  España  en  materia 
de  historia;  pero  hai  partes  mas  descuidadas.  Podemos  señalar 
como  las  mas  notables  los  reinados  de  los  reyes  católicos  Fernan- 
do e  Isabel,  Carlos  V,  Felipe  II,  Carlos  III  i  Carlos  IV  hasta  la 
invasión  de  los  franceses  en  la  península. 


266  MANUAL   DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

de  la  Galatea,  i  de  Don  Quijote  de  la  Mancha,  i  del  que  hizo 
el  Viaje  del  Parnaso,  a  imitación  del  de  César,  Caporal  Pe- 
rusino,  i  otras  obras  que  andan  por  ahí  descarriadas,  i  qui- 
zá sin  el  nombre  de  su  dueño;  llámase  comunmente  Miguel 
de  Cervantes  Saavedra:  fué  soldado  muchos  años,  i  cinco  i 
medio  cautivo,  donde  aprendió  a  tener  paciencia  en  las  ad- 
versidades: perdió  en  la  batalla  naval  de  Lepanto  la  mano 
izquierda  de  un  arcabuzazo,  herida,  que  aunque  parece  fea, 
él  la  tiene  por  hermosa,  por  haberla  cobrado  en  la  mas  me- 
morable i  alta  ocasión  que  vieron  los  pasados  siglos,  ni  es- 
peran ver  los  venideros,  militando  debajo  de  las  vencedoras 
banderas  del  hijo  del  rayo  de  la  guerra,  Carlos  V." 

Cervantes,  i 
Novelas  ejemplares,  prólogo. 


XXII 
Maritornes 

"Servia  en  la  venta  una  moza  asturiana,  ancha  de  cara, 
llana  de  cogote,  de  nariz  roma,  de  un  ojo  tuerta  *i  del  otro 
no  mui  sana,  verdad  es  que  la  gallardía  del  cuerpo  suplia 
las  demás  faltas:  no  tenia  siete  palmos  de  los  pies  a  la  ca- 
beza, i  las  espaldas  que  algún  tanto  le  cargaban,  la  hacían 
mirar  al  suelo  mas  de  lo  que  ella  quisiera." 

Cervantes,  ^ 
Don  Quijote,  p.  I,  cap.  XVI. 


XXIII 

Una  vieja  peregrina 

*'Su  edad  al  parecer  salia  délos  términos  de  la  mocedad, 
i  tocaba  en  las  márjenes  de  la  vejez;  el  rostro  daba  en  ros- 
tro, porque  a  la  vista  de  un  lince  no  alcanzara  a  verle  las  na- 

1  Véase  las  Noc  de  hi'st.  lit.,  part  III,  cap.  III,  §  13  i  14. — Este 
retrato,  puramente  físico,  es  admirablemente  trazado. 

2  Este  retrato  i  el  que  sigue  son  imajinarios,  i  se  limitan  a  la 
parte  física;  pero  pueden  servir  de  modelo  en  su  jénero  por  la  facili- 
dad de  estilo  i  por  dar  a  conocer  también  a  la  persona  descrita. 


RETRATOS  267 


rices,  porque  no  las  tenia  sino  tan  chatas  i  llanas,  que  con 
unas  pinzas  no  le  pudieran  asir  una  blisna  de  ellas;  los  ojos 
le  hacían  sombra,  porque  mas  salían  fuera  de  la  cara  que 
ella;  el  vestido  era  una  esclavina  rota  que  le  besaba  los 
calcañares  ^  sobre  la  cual  traía  una  muceta,  la  mitad 
guarnecida  de  cuero,  que  por  roto  i  despedazado  no  se  po- 
día distinguir,  si  de  cordobán  o  de  badana  fuese:  ceñíase 
con  un  cordón  de  esparto,  tan  abultado  í  poderoso,  que 
mas  parecía  gúmena  de  galera  que  cordón  de  peregrina; 
las  tocas  eran  vastas;  pero  limpias  i  blancas:  una  cubríale  la 
cabeza  un  sombrero  viejo  sin  cordón  ni  toquilla,  i  los  píes 
unos  alpargates  rotos,  i  ocupábale  la  mane  un  cordón 
hecho  a  manera  de  callado,  con  una  punta  de  acero  al  fin; 
pendíale  del  lado  izquierdo  una  calabaza  de  mas  que  me- 
diana estatura,  í  apegábale  el  cuello  un  rosario,  cuyos  pa- 
dres nuestros  eran  mayores  que  algunas  bolas  de  las  con 
que  fuegan  los  muchachos  al  argolla.  En  efecto,  toda  ella 
era  rota  í  toda  penitente,  i  como  después  se  echó  de  ver, 
toda  de  mala  condición.  Saludáronla  en  llegando,  i  ella  les 
volvió  los  saludos  con  la  voz  que  podía  prometer  la  cáte- 
dra de  sus  narices,  que  fué  mas  gangosa  que  suave.  Pregun- 
táronla dónde  iba  i  que  peregrinación  era  la  su^^a,  i  dicien- 
do i  haciendo,  convidados  como  ella  del  ameno  sitio,  se  le 
sentaron  a  la  redonda,  dejaron  pacer  el  bagaje  que  les 
servia  de  recámara,  de  despensa  i  botillería,  í  satisfaciendo 
a  la  hambre,  alegremente  la  convidaron,  i  ella  respondien- 
do a  la  pregunta  que  la  habían  hecho,  dijo:  mí  peregrinación 
es  la  que  usan  algunos  peregrinos,  quiero  decir,  que  siem- 
pre es  la  que  mas  cerca  les  viene  a  cuento  para  disculpar 
su  ociosidad." 

Cervantes, 
Per  siles  i  Sijismunda. 


3     Talones 


'^^m-^mm^mmmmmm^ 


SECCIÓN  I  X 


Paralelos 


El  paralelo  no  es  masque  la  comparación  de  dos  retratos. 
Evidentemente,  está  sometí  do  a  las  mismas  reglas  que  ellos. 
No  son  ni  puede  ser  vanos  ejercicios  de  estilo  i  de  composi- 
ción: por  el  contrario,  deben  estar  fundados  en  un  estudio 
cabal  de  los  hechos,  i  no  deben  reflejar  mas  i\ue  la  verdad. 

Los  paralelos  pueden  ser  de  tantas  clases  como  los  retra- 
tos, es  decir  hai  unos  jenerales,  como  cuando  se  compara 
■un  pueblo  con  otro;  hai  morales,  entre  dos  caracteres,  lite- 
rarios e  históricos;  pero  son  estos  últimos  los  mas  frecuen. 
tes. 

Conviene  advertir  que  los  paralelos  deben  ser  mucho  me- 
nos frecuentes  que  los  retratos.  En  efecto,  si  en  la  historia 
antigua,  i  mas  aun  en  la  moderna,  es  raro  encontrar  fisono- 
mías que  sean  a  la  vez  bastante  conocidas  i  bastante  ca- 
racterísticas para  que  sea  posible  i  útil  pintarlas,  es  mas 
difícil  todavía  el  hallar  entre  dos  caracteres  similitudes  o 
contrastes  que  tengan  al  mismo  tiempo  importancia  i  reali- 
dad. Si  estas  oposiciones  o  semejanzas  no  son  mas  que  hi- 
pótesis, si  el  autor  las  inventa  i  no  las  observa,  con  el  pro- 
pósito de  adornar  la  historia,  no  hará  mas  que  adulterarla 
i  degradarla.  Algunos  efectos  de  estilo,  el  brillo  i  la  novedad 


PARALELOS  269 


de  ciertas  antítesis  ofuscarán  a  los  lectores,  i  talvez  ha- 
brán seducido  al  mismo  autor;  pero  esos  falsos  colores  du- 
ran poco  tiempo,  i  el  talento  deja  de  brillar  donde  se  mues- 
tra el  artificio. 

Estas  juiciosas  observaciones,  estractadas  de  un  gran 
maestro  en  el  arte  de  escribir  la  historia,  M.  Daunou  i  , 
parecerian  desmentidas  con  el  ejemplo  de  Plutarco  que  ha 
comparado  veinte  i  cuatro  personajes  griegos  con  otros 
tantos  romanos,  i  cuya  obra  es  justamente  admirada  por 
la  posteridad.  Pero  es  menester  advertir  que  la  gloria  de 
Plutarco  está  fundada  en  sus  biografías  i  no  en  sus  parale- 
los, si  bien  algunos  de  éstos  son   verdaderamente  notables. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


I 


Atenas  i  Esparta  eran  las  principales  repúblicas  de  la 
Grecia  antigua.  Ambas  aspiraban  al  predominio;  pero  las 
leyes  i  las  costumbres  hablan  formado  dos  pueblos  diferen- 
tes i  antagonistas  por  su  carácter,  por  su  educación  i  por 
sus  tendencias.  Atenas  se  distinguía  por  el  cultivo  de  la  in- 
telijencia,  por  su  pasión  por  las  artes,  por  su  espíritu  indus- 
trial, por  su  comercio,  por  el  carácter  inquieto  i  emprende- 
dor, por  su  amor  a  la  libertad  i  por  su  heroism  )  en  medio 
de  una  vida  llena  de  espectáculos  i  de  placeres.  Esparta, 
por  el  contrario,  era  sombría,  rigorosa,  metódica:  su  edu- 
cación tenia  por  objeto  formar  soldados.  Despreciaba  las 
artes  i  el  cultivo  de  la  intelijencia. 


1    Daunou,  Coíírs    d'  études  historiques,   tomo   VII,   p.  430 

Esta  obra  es  formada  por  las  lecciones  que  este  eminente  sabio  i 
crítido  dio  en  el  colejio  de  Francia  durante  once  años  de  profeso- 
rado (1819—1830.) 


2'iO  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


II 


Cartago  había  llegado  a  su  grandeza  cuando  Roma  co- 
menzaba apenas  a  figurar.  El  comercio  la  había  enriqueci- 
do, i  la  riqueza  i  la  molicie  amenazan  arruinarla.  Poderosa 
por  su  escuadra,  solo  tenia  ejércitos  de  mercenarios.  El  pue- 
blo dividido  en  ricos  i  miserables,  gobernado  por  abusos 
mas  bien  que  por  las  leyes,  tenia  el  orgullo  de  su  grandeza 
i  de  su  poder,  pero  faltaba  en  él  la  unión  indispensable  para 
llevar  a  cabo  las  grandes  empresas.  Roma,  por  el  contrario, 
era  un  pueblo  nuevo,  industrioso,  trabajador,  paciente.  Go- 
bernada por  la  lei  i  por  un  réjimen  republicano  aristocráti- 
co, habia,  sin  embargo,  unión  entre  todos  sus  habitantes 
para  las  grandes  empresas  que  acometían.  Los  romanos 
eran  pobres,  pero  eran  mas  patriotas,  i  estaban  dispuestos 
a  sacrificarlo  todo.  Cartago  conquistaba  por  interés  co- 
mercial, i  por  tanto,  esplotaba  a  los  países  conquistados. 
Roma  conquistaba  por  la  gloria,  i  trataba  a  los  sometidos 
como  a  sus  propios  hijos;  de  donde  resultó  que  esta  última 
pudo  poner  sobre  las  armas  a  los  pueblos  conquistados, 
mientras  que  aquélla  no  contaba  con  el  apoyo  de  sus  co- 
lonias. 


III 


Felipo  III  de  Macedonia  comenzó  la  empresa  que  llevó  a 
cabo  su  hijo  Alejandro.  El  primero,  político,  astuto,  intri- 
gante, pérfido,  prefería  la  victoria  de  la  diplomacia  a  las  de 
la  fuerza  i  creía  que  todo  era  lejítimo  para  llegar  a  un  fin. 
Economizaba  su  dinero  para  emplearlo  en  la  guerra,  pero 
mas  que  dar  bataWas  le  gustaba  comprar  a  sus  enemigos. 
Todo  en  él  era  cálculo.  Alejandro  era  mas  impetuoso,  mas 
franco,  menos  disimulado,  mas  batallador,  en  fin.  El  pa- 
dre sabía  disimular  la  cólera,  el  hijo  se  dejaba  llevar  de  su 
furor.  Alejandro,  con  todo,  era  mas  jeneroso;  Filípo  no  per- 
donaba sino  para  utilizar  su  perdón.  El  primero  era  fru- 
gal, el  segundo  intemperante.  Uno  quería  que  se  le  amase,  i 
para  ello  empleaba  la  seducción;  el  otro  quería  que  se  le  te- 
miese, i  por  eso  empleaba  la  fuerza. 


PARALELOS  271 


IV 


Tiberio  i  Cayo  Graco  desempeñan  en  la  historia  de  la  re- 
piiblica  romana  un  papel  muí  importante.  Igualmente  va- 
lerosos i  resueltos,  justos,  dilijentes,  templados,  se  diferen- 
ciaban", sin  embargo,  entre  sí.  Tiberio,  el  mayor,  era  suave 
i  tranquilo,  su  elocuencia  era  moderada  i  su  vida  mui  fru- 
gal. Cayo  era  mas  violento  i  apasionado,  sus  discursos  mas 
ardorosos,  i  aunque  era  sobrio,  le  gustaba  mas  que  a  su 
hermano  la  ostentación  i  la  comodidad.  Si  estos  dos  hom- 
bres hubieran  figurado  al  mismo  tiempo,  se  habrian  com- 
pletado i  habrian  podido  realizar  mui  grandes  cosas;  pero 
mediaba  entre  ambos  la  diferencia  de  nueve  años  i  figura- 
ron uno  en  pos  del  otro. 


V 


Catón  de  Utica  i  César  gozaron  de  una  gloria  igual  en 
los  últimos  tiempos  de  la  república  romana.  César  la  de- 
bia  a  su  espléndida  jenerosidad;  Catón  a  la  integridad  de 
sus  costumbres.  El  primero  se  adaptaba  a  las  circunstan- 
cias; el  segundo  era  inflexible.  César,  laborioso,  franco  i  li- 
beral con  sus  amip-Qs,  aspiraba  a  los  altos  empleos,  al  man- 
do de  los  ejércitos,  n  -Jo  aquello  que  podia  dar  a  conocer 
su  jenio:  Catón  er  .  austero  i  queria  mejor  ser  hombre  vir- 
tuoso qVíC  par  leerlo. 


VI 

Isabel  la  Católica  de  Castilla  e  Isabel  de  Inglaterra,  tie- 
nen algunas  semejanzas.  Se  educaron  en  la  dura  escuela  de 
la  adversidad,  fueron  humilladas  por  sus  mismos  parientes, 
i  cuando  se  sentaron  en  el  trono,  reinaron  oo' .  s^rande  inte- 
lijencia  i  elevaron  a  su  pueblo  a  un  alto  i^írado  de  prosperi- 
dad. La  enerjía,  la  resolución,  el  conocimiento  de  los  negó» 
cios  públicos,  el  amor  a  la  patria,  la  protección  a  las  letras, 
fueron  igualmente  grandes  en  las  dos.  Pero  en  Isabel  de 
Castilla  predominaban  las  cualidades  de  su  sexo,  la  suavi- 


272  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

dad,  la  modestia,  la  benevolencia,  a  tal  punto  que  no  se  le 
podrian  reprochar  mas  que  las  persecuciones  relijiosas, 
obra  del  tiempo  mas  bien  que  de  su  carácter,  naturalmente 
afable  i  bondadoso.  Isabel  de  Inglaterra  era  mas  varonil 
en  todo:  arrogante,  orgullosa,  adusta,  irascible,  disimulada; 
i  todo  esto  confundido  con  el  deseo  de  agradar  i  de  ser  teni- 
da por  hermosa.  La  última  poseia  una  instrucción  mui  su- 
perior a  la  de  la  reina  española;  pero  ésta  habia  estudiado 
también.  Ambas  conocian  a  los  hombres  i  supieron  aprove- 
charse de  ello  en  la  elección  de  sus  consejeros. 


VII 


Carlos  Y  i  Francisco  I  pasaron  dieziocho  años  envueltos 
en  guerras  mas  encarnizadas  que  todas  las  que  hasta  en- 
tonces habia  presenciado  la  Europa.  Su  rivalidad  estaba 
fundada  en  oposición  de  intereses,  excitados  por  celos  per- 
sonales i  envenenada  por  insultos  recíprocos.  Los  domi- 
nios del  emperador  eran  mas  estensos,  pero  los  de  Fran- 
cisco I  eran  mas  reconcentrados,  i  gobernaba  con  mayor 
autoridad.  Las  tropas  del  primero  eran  mas  pacientes;  las 
del  segundo  mas  impetuosas.  Carlos  Y  meditaba  mucho 
antes  de  tomar  una  resolución,  pero  una  vez  tomada,  la 
llevaba  a  cabo  con  tesón:  su  rival  se  decidla  con  prontitud, 
atacaba  con  gran  violencia,  pero  no  era  constante.  Este 
último,  por  precipitación,  cometió  muchcis  faltas;  pero  era 
humano,  bienhechor,  jeneroso,  digno  sin  orgullo,  afable  sin 
falacia.  Fué  protector  decidido  de  las  ciencias,  de  las  letras, 
de  las  bellas  artes,  i  se  hizo  querer  por  su  heroísmo,  por  su 
jenerosidad  i  por  su  corazón.  Carlos  Y  era  reservado,  insi- 
dioso i  pérfido,  pero  poseia  grandes  talentos  i  un  conoci- 
miento tan  cabal  de  los  hombres  que  nunca  empleó  a  uno 
que  no  fuera  apto  para  el  servicio  que  se  le  exijia. 


YIII 


Carlos  Xir,  rei  de  Suecia,  era  un  gran  soldado,  pero  no 
fué  un  gran  político.  Creyendo  imitar  a  Alejandro,  se  empe- 
ñó en  una  guerra  destructora  contra  la  Rusia,  ejecutó  gran- 


PARALELOS  273 


des  proezas;  pero  no  pesó  primero  sus  fuerzas  i  las  de  sus 
enemigos,  acometió  empresas  descabelladas  mientras  los  ru- 
sos se  rehacian  i  se  fortificaban,  i  a  pesar  de  todo  su  he- 
roísmo i  de  todo  su  jenio,  sucumbió  en  la  lucha.  Alejandro 
no  fué  a  atacar  un  imperio  naciente  como  Carlos  XII,  sino 
un  imperio  en  decadencia,  cuyos  recursos,  cuyos  ejércitos, 
cuyas  armas  i  cuya  táctica  conocia  perfectamente.  Los 
persas,  en  vez  de  alejar  sus  tropas  para  evitar  nuevas  de- 
rrotas i  formar,  entre  tanto,  otros  ejércitos  mas  formida- 
bles i  mejor  disciplinados,  como  lo  hicieron  los  rusos,  preci- 
pitaron las  batallas  unas  en  pos  de  otras,  i  aniquilaron 
así  su  imperio,  que  al  fin  fué  sometido. 


TX 


La  batalla  de  Pultava  decidió  en  1709  de  la  suerte  de 
los  dos  mas  singulares  monarcas  que  existian  entonces  en 
el  mundo.  Carlos  XII  de  Suecia  i  Pedro  I  de  Rusia.  El  pri- 
mero, ilustre  por  nueve  años  de  victorias,  que  combate  solo 
por  la  gloria,  grande  por  su  heroismo  i  por  su  carácter 
magnánimo,  sobrio,  infatigable,  invencible,  como  lo  llama- 
ban sus  contemporáneos:  el  segundo,  famoso  por  nueve 
años  de  trabajos  para  formar  ejércitos  con  que  rechazar 
a  los  suecos,  i  para  civilizar  a  su  pueblo,  audaz,  astuto, 
enérjico,  terrible  con  sus  subditos,  Pedro  fué  el  vencedor, 
i  fundó  el  poder  de  su  imperio;  pero,  aunque  hubiese  sido 
derrotado,  habria  merecido  el  apodo  de  grande^  que  le 
granjearon  sus  trabajos. 


Corneille  no  tiene  rival  entre  los  poetas  cuando  ,se  ele- 
va; pero  es  desigual,  i  tanto  sus  primeras  como  sus  últi- 
mas piezas  son  inferiores  a  su  jenio.  Sus  ideas  son  con  fre- 
cuencia sublimes,  pero  su  estilo   es  a  veces  declamatorio  i 

TOMO   V  18 


274  MANUAL.   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

descuidado.  Hai  en  sus  obras  una  gran  fecundidad  de  in- 
vención: casi  en  nada  se  parecen  unas  a  otras.  Racine  te- 
nia i^  na  imajinacion  menos  fértil,  i  una  elevación  menos 
sosten'da.  Es  mas  igual,  mas  regular  en  el  plan  i  en  el  esti- 
lo: es  mai>  perfecto  en  los  detalles,  i  sobre  todo  mas  conmo- 
vedor. Es  menester  no  creer,  sin  embargo,  que  a  Racine  le 
haya  faltado  lo  sublime  ni  a  Corneille  lo  patético.  Este 
fíltimo  pinta  a  los  hombres  como  deberian  ser;  aquél  co- 
mo son. 

XI 

f 

Hernán  Cortes  i  Francisco  Pizarro  tienen  muchos  pun- 
tos de  contacto.  Los  dos  eran  osados  aventureros,  que 
con  un  puñado  de  hombres  conquistaron  dos  imperios  ri- 
cos i  poí^erosos.  La  constancia,  el  valor,  la  audacia  son 
grandes  en  ambos:  las  dificultades  que  los  dos  tuvieron  que 
vCiicer  fueron  inmensas,  Pero  Cortes  era  joven,  instruido, 
culto:  Pizarro  era  viejo,  ignorante  hasta  no  saber  leer,  i 
tosco.  El  primero,  poseia  un  gran  jenio  militar,  obraba 
por  su  propia  inspiración,  no  ovó  los  consejos  de  nadie,  ni 
estuvo  sometido  a  la  influencia  de  ninguno  de  sus  capita- 
nes. Su  superioridad  sobre  todos  ellos  era  tan  incontesta- 
ble que  ninguno  le  hacia  sombra.  El  solo  acometió  la  em- 
presa, i  él  solo  la  llevó  a  término.  Pizarro,  aunque  dotado 
de  un  talento  natural  bastante  sólido,  desconfiaba  de  sí 
misixio,  i  vivió  sometido  a  influencias  estrañas,  a  las  de 
su  hermano  Hernando  sobre  todo,  que  lo  precipitó  en  difi- 
cultades con  su  socio  Almagro,  en  una  sangrienta  guerra 
civil  i  en  injustificables  venganzas.  Cortes  era  franco,  ardo- 
roso, entusiasta:  Pizarro  tenaz,  obstinado  i  reservado. 
Aquel  vio  desconocidos  sus  servicios  por  el  rei,  no  pudo 
hacer  todo  lo  que  quería,  i  murió  oscuramente  olvidado: 
é'ste  pereció  en  el  apojeo  del  poder,  después  de  haber  hecho 
codo  aquello  de  que  era  capaz;  pero  sus  errores  fueron 
causa  de  su  muerte  trájica,  a  manos  de  sus  mismos  com- 
pañeros. 

XH 

Napoleón  i  Washington  vivieron  casi  a  un  mismo  tiempo; 
i  llenaron  el  mundo  con  la  gloria  de  sus  nombres.  Ambos 
se  distinguieron  como  militares  i  como  políticos,  i  gober- 
naron en  sus  respectivos  paises  después  de  una  revolución 


PARALELOS  275 


completa  i  radical.  El  primero  es  mas  brillante  por  su 
gran  jenio  militar,  por  el  esplendor  de  sus  campañas,  por 
su  arrogancia  i  por  la  ostentación  de  todas  sus  empresas: 
el  segundo,  mas  modesto  por  su  talento  militar  i  por  su  ca- 
rácter, se  limitó  solo  a  cumplir  leal  i  honradamente  con  su 
deber  como  jefe  de  un  ejército  i  como  primer  mandatario 
de  una  república.  Napoleón  poseia  una  ambición  sin  escrú- 
pulos, una  altanería  injusta  e  insultante  para  con  las  na- 
ciones vencidas,  una  perfidia  de  que  la  historia  ofrece  po- 
cos ejemplos,  un  espíritu  intrigante  i  desconfiado,  un  gran 
disimulo  i  una  intolerancia  que  no  admitia  nada  que  pu- 
diei'a  hacerle  sombra:  hijo  de  una  revolución  hecha  en  nom- 
bre de  la  libertad  i  de  la  igualdad,  escaló  el  poder  sin  r-epa- 
i'pren  medios,  gobernó  como  un  déspota,  restablecióla 
antigua  jerarquía  que  la  revolución  había  destruido  i  se 
manchó  con  actos  injustificables  de  violencia.  Washington, 
por  el  contrario,  no  tuyo  mas  ambición  que  la  de  ver  a  su 
patria  libre  de  la  dominación  estranjéra,  no  violó  nunca 
las  leyes  de  la  justicia,  no  cometió  una  sola  perfidia,  no 
profirió  una  mentira,  no  hizo  ninguna  promesa  que  no 
cumpliera,  no  tuvo  celos  con  ninguno  de  los  hombres  de 
su  tiempo:  elevado  al  poder  sin  pretenderlo  i  talvez  sin  de- 
searlo, cimentó  la  república  en  su  forma  mas  franca  i  mas 
liberal,  reprimiendo  a  los  que  le  pedian  que  ciñera  la  co- 
rona. 

XIII 

Washington  i  Bolívar  simbolizan  la  revolución  de  la 
inüependencia  en  sus  respectivos  paises.  Ambos  sacrifica- 
ron su  vida  entera  a  una  grande  obra,  hicieron  cuanto  se 
portia  esperar  de  ellos.  Pero  Washington  era  modesto, 
templado  en  sus  opiniones,  dotado  de  un  juicio  frió  i  sereno; 
mientras  que  Bolívar  era  impetuoso,  arrogante,  irresisti- 
ble. El  primero  estuvo  siempre  sometido  a  las  órdenes  de 
un  congreso,  ya  como  jeneral  del  ejército,  ya  como  presi- 
dente de  la  república:  el  segundo  obraba  siempre  por  su 
propia  cuenta,  i  asumia  toda  la  responsabilidad  de  sus 
actos.  Washington  era  sumamente  desinteresado:  no  que- 
ría mando  ni  pedia  tampoco  que  se  remuneraran  sus  servi- 
cios: solo  admitió  que  se  le  pagaran  los  gastos  hechos 
durante  la  guerra:  Bolívar  se  encontraba  tan  superior  a 
sus  contemporáneos  que  creia  que  él  debia  gobernarlos; 
pero  no  solo  fué  desinteresado  para  no  recibir  sueldos  ni 


276  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

las  considerables  recompensas  que  se  le  decretaron,  sino 
que  gastó  en  la  revolución  la  inmensa  fortuna  que  habia 
heredado  de  sus  padres.  El  carácter  de  Washington  se 
revela  en  sus  escritos  i  en  sus  discursos,  siempre  frió,  mo- 
derado i  razonador:  el  de  Bolívar  se  ostenta  en  una  elo- 
cuencia ardorosa  i  entusiasta.  Washington  es  un  hombre 
grande  por  la  perfección  de  sus  virtudes,  por  el  conjunto 
armónico  de  todas  las  cualidades:  Bolívar  es  grande, 
como  lo  son  los  jenios,  esto  es,  por  grandes  dotes  empaña- 
das alguna  vez  pfor  grandes  pasiones. 


XIY 


Bolívar  i  San  Martin  son  rivales  de  gloria  en  la  histo- 
ria de  la  revolución  de  la  América  del  sur.  La  educación  i 
el  carácter  de  ambos  los  separaban  abiertamente.  Herede- 
ro aquél  de  una  gran  fortuna,  adquirió  desde  su  niñez  há- 
bitos de  independencia:  el  segundo,  educado  para  militar, 
adquirió  el  espíritu  de  orden  i  disciplina  que  lo  acompañó 
siempre.  Bolívar,  arrebatado,  franco,  impetuoso,  creia 
que  bastaba  el  entusiasmo  i  el  valor  para  derrotar  al  ene- 
migo: San  Martin,  frío,  reservado,  no  abria  la  campaña 
sino  cuando  habia  formado  tropas  perfectamente  discipli- 
nadas. El  primero  entraba  en  combate  sin  tener  fé  en  la 
victoria,  para  pelear  a  la  desesperada,  para  vencer  por  el 
heroísmo  o  para  reunir  los  dispersos  en  caso  de  una  deiro- 
ta,  i  presentar  nuevas  batallas.  El  segundo  meditaba  lar- 
gamente sus  planes  de  campaña,  no  daba  batalla  sino 
cuando  estaba  seguro  de  la  victoria,  i  siempre  bajo  la  idea 
de  destruir  de  un  solo  golpe  al  enemigo. 

Indicamos  sumariamente  estas  diferencias:  los  jóvenes 
que  en  el  estudio  de  la  historia  han  podido  conocer  a  estos 
dos  grandes  hombres,  deben  reunir  las  otras  circunstancias 
para  desarrollar  estos  caracteres. 


PARALELOS  277 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 

.  I 
Atenas  i  Esparta 

"Entre  todas  las  repúblicas  de  que  estaba  compuesta  la 
Grecia,  Atenas  i  Lacedemonia  eran  sin  comparación  las 
prixjcipales.  No  se  puede  tener  mas  injenio  que  el  que  exis- 
tia en  Atenas,  ni  mas  fuerza  que  la  que  existia  en  Lacede- 
monia. Atenas  queria  el  placer:  la  vida  de  Lacedemonia 
era  dura  i  laboriosa.  Una  i  otra  amaban  la  gloria  i  la 
libertad;  pero  en  Atenas,  la  libertad  tendia  naturalmente 
a  la  licencia,  i  encadenada  por  leyes  severas  en  Lacedemo- 
nia, mientras  mas  reprimida  se  encontraba  en  el  interior, 
mas  «e  empeñaba  en  dominar  en  el  esterior.  Atenas  queria 
también  dominar,  pero  por  otro  principio.  El  interés  se 
mezclaba  a  su  gloria.  Sus  ciudadanos  se  d  istinguian  en  e- 
arte  de  navegar;  i  el  mar,  donde  ella  reinaba,  la  habia 
enriquecido.  Para  permanecer  única  sen  ora  de  todo  el  co- 
mercio, no  habia  nada  que  ella  no  quisiera  someter;  i  sus 
riquezas  que  le  inspiraban  este  deseo,  le  suministraban  los 
medios  de  satisfacerlo.  Por  el  contrario,  en  Lacedemo  nia, 
el  dinero  era  despreciado.  Como  todas  sus  leves  tendí  an  a 
hacer  una  república  guerrera,  la  gloria  de  las  armas  era  el 
único  pensamiento  de  que  estaban  dominados  los  esp  íritus 
de  sus  ciudadanos.  Desde  allí  naturalmente,  ella  queria 
dominar;  i  mientras  mas  superior  se  mostraba  al  ínteres, 
mas  se  abandonaba  a  la  ambición. 

"Lacedemonia,  por  su  vida  arreglada,  era  firme  en  sus 
máximas  i  en  sus  designios.  Atenas  era  mas  viva,  í  el  pue- 
blo era  allí  demasiado  señor.  La  filosofía  i  las  leyes  pro  du- 
cian,  es  verdad,  hermosos  efectos  en  caracteres  tan  delica- 
dos; pero  la  sola  razón  no  era  capaz  de  contenerlos.  Un 
sabio  ateniense  que  conocía  admirablemente  el  carácter  de 
su  país  (Platón),  nos  enseña  que  el  temor  era  necesario  a 
esos  espíritus  demasiado  vivos  i  demasiado  libres,  i  que  no 
hubo  medio  de  gobernarlos  cuando  la  victoria  de  Salamina 
los  hubo  afianzado  contra  los  persas. 

"Entonces  dos  cosas  los  perdieron,  la  gloria  de  sus  h  er- 


278  MAÍÍUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

tnosas  acciones  i  la  seguridad  en  que  creían  estar.  Los  ma- 
jistrados  no  eran  oidos;  i  como  la  Persia  estaba  dominada 
por  una  sujeción  excesiva,  Atenas,  dice  Platón,  sintió  los 
males  de  una  libertad  excesiva. 

"Estas  dos  grandes  repúblicas,  tan  contrarias  en  sus 
costumbres  i  en  su  conducta,  se  embarazaban  una  a  otra 
en  el  designio  que  tenian  de  sujetar  toda  la  Grecia,  de  suer- 
te que  siempre  eran  enemigas,  mas  aun  por  la  contraposi- 
ción de  sus  intereses  que  por  incompatibilidad  de  sus  carac- 
teres. 

"Las  ciudades  griegas  no  querian  la  dominación  de  nin- 
guna de  las  dos;  porque,  ademas  que  cada  una  deseaba 
conservar  su  libertad,  encontraba  demasiado  molesto  el 
imperio  de  cualquiera  de  las  dos  repúblicas.  El  de  Lacede- 
monia  era  duro.  Notábase  en  su  pueblo  yo  no  sé  qué  de  fe- 
roz. Un  gobierno  demasiado  ríjido  i  una  vida  demasiado 
laboriosa,  hacia  a  los  hombres  mui  orgullosos,  mui  auste- 
ros i  mui  imperiosos:  era  necesario  resolverse  a  no  estarja- 
mas  en  paz  bajo  el  imperio  de  una  ciudad  que,  estando  for- 
mada para  la  guerra,  no  podia  conservar  sino  continuán- 
dola sin  descanso.  Así  los  lacedemonios  querian  mandar,  i 
todo  el  mundo  temia  que  ellos  mandasen.  Los  atenienses 
eran  naturalmente  mas  suaves  i  mas  agradables.  Nada  ha- 
bia  que  ver  mas  delicioso  que  su  ciudad,  donde  las  fiestas  i 
los  juegos  eran  perpetuos,  donde  el  injenio,  la  libertad  i  la« 
pasiones  daban  cada  dia  nuevos  espectáculos.  Pero  su  con- 
ducta desigual  desagradaba  a  sus  aliados  i  era  aun  mas 
desagradable  a  sus  subditos.  Era  necesario  soportar  las 
estravagancias  de  un  pueblo  adulado,  que  según  Platón  es 
algo  mas  peligroso  que  las  de  un  príncipe  mimado  por  la 
lisonja. 

"Estas  dos  ciudades  no  permitian  a  la  Grecia  permanecer 
en  reposo". 

BossuET,     1 

Discurso  sobre  la  historia  universal,  parle  III.  cap.  V. 


1    V.  las  2^oc.  de  hísí.  Ik.,  part.  III,  oap.  IV,  ^  18. 


PARALELOS  279 


I 


II 

Roma  i  Cartago 

**Cartago,  enriquecida  antes  que  Roma,sehabiacorrom- 
pido  cambien  antes:  así,  mientras  que  en  Roma  los  empleos 
públicos  no  se  obtenian  sino  por  la  virtud,  i  no  daban  otra 
utilidad  que  el  honor  i  un  aumento  de  trabajo,  en  Cart^go 
se  vendia  todo  lo  que  el  público  puede  dar  a  los  particula- 
res, i  todo  servicio  prestado  por  los  particulares  era  paga- 
do por  el  público. 

^'Antiguas  costumbres,  cierto  hábito  de  pobreza,  hacian 
que  en  Roma  las  fortunas  fuesen  casi  iguales.  En  Cartago, 
los  particulares  tenian  las  riquezas  de  los  reyes. 

"De  las  dos  facciones  que  reinaban  en  Cartago,  una  que- 
ría siempre  la  paz,  i  la  otra  siempre  la  guerra,  de  manera 
que  era  imposible  gozar  de  la  primera,  ni  hacer  bien  la 
segunda. 

"Mientras  que  en  Roma  la  guerra  reunía  desde  luego 
todos  los  intereses,  en  Cartago  los  separaba  mas  aun. 

"En  los  estados  gobernados  por  un  príncipe,  las  divisio- 
nes se  apagan  fácilmente,  porque  tiene  en  sus  manos  un 
poder  coercitivo  que  atrae  los  dos  partidos;  pero  en  una 
república  son  mas  duraderas,  porque  el  mal  ataca  ordina- 
riamente al  mismo  poder  que  podria  curarlo. 

"En  Roma,  gobernada  por  las  leyes,  el  pueblo  sufría  que 
el  senado  tuviese  la  dirección  de  los  negocios:  en  Cartago, 
gobernada  por  los  abusos,  el  pueblo  quería  hacerlo  todo 
por  sí  mismo. 

"Cartago,  que  hacia  la  guerra  con  su  opulencia  contra 
la  pobreza  romana,  tenia  por  esto  mismo  la  desventaja:  el 
oro  i  la  plata  se  agotan;  pero  la  virtud,  la  constancia,  la 
fuerza  i  la  pobreza  no  se  agotan  jamas. 

"Los  romanos  eran  ambiciosos  por  orgullo,  i  los  cí^rta- 
jineses  por  avaricia;  los  unos  querían  mandar,  los  otros 
adquirir;  i  estos  últimos,  calculando  sin  cesar  las  entradas 
i  los  gastos,  hicieron  siempre  la  guerra  sin  entusiasmo. 

"Las  batallas  perdidas,  la  disminución  de  la  población, 
el  debilitamiento  del  comercio,  el  agotamiento  del  tesoro 
público,  la  sublevación  de  las  naciones  vecinas,  podían  ha- 
cer aceptar  a  Cartago  las  mas  duras  condiciones  de  pa/: 
pero  Roma  no  se  manejaba  por  el  sentimiento  de  los  bienes 
i  de  los  males;  no  se  determinaba  mas  que  por  la  gloría;  i 


280  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


como  no  se  imajinaba  que  pudiese  existir  si  no  mandaba, 
no  habia  esperanza  ni  temor  que  pudiese  obligarla  a  hacer 
una  paz  que  ella  no  hubiera  impuesto. 

''No  hai  nada  tan  poderoso  como  una  república  donde 
se  observan  las  leyes,  nó  por  temor,  no  por  razón,  pero  sí 
por  pasión,  como  fueron  Roma  i  Lacedemonia;  porque  en- 
tonces se  junta  a  la  prudencia  de  un  buen  gobierno  toda  la 
fuerza  que  podria  tener  una  facción. 

"Los  cartajineses  se  servian  de  tropas  estranjeras,  i  los 
romanos  empleaban  las  propias.  Como  estos  últimos  no 
habian  mirado  jamas  a  los  vencidos  mas  que  como  ins- 
trumentos para  los  triunfos  futuros,  convirtieron  en  solda- 
dos a  todos  los  pueblos  que  habian  sometido;  i  mientras 
mas  trabajos  tuvieron  en  vencerlos,  mas  aparentes  los  juz- 
gaban para  incorporarlos  en  su  república.  Así  vemos  a  los 
samnitas,  que  no  fueron  subyugados  sino  después  de  vein- 
ticuatro triunfos,  hacerse  los  ausiliares  de  los  romanos;  i 
algún  tiempo  antes  de  la  segunda  guerra  púnica  sacaron 
de  entre  ellos  i  de  entre  sus  aliados,  es  decir,  de  un  pais  que 
no  era  mas  grande  que  Ñapóles  i  los  estados  del  Papa,  se- 
tecientos mil  hombres  de  a  pié,  i  setenta  mil  de  a  caballo 
para  oponer  a  los  galos. 

''En  lo  recio  de  la  segunda  guerra  púnica,  Roma  tuvo  en 
pié  de  veintidós  a  veinticuatro  lejiones;  sin  embargo,  pare- 
ce, según  Tito  Livio,  que  no  daba  entonces  mas  que  cerca 
de  ciento  treinta  i  siete  mil  ciudadanos. 

''Cartago  empleaba  mas  fuerza  para  atacar,  Roma  para 
defenderse;  ésta,  como  se  acaba  de  decir,  armó  un  número 
prodijioso  de  hombres  contra  los  galos  i  contra  Aníbal  que 
la  atacaban  i  no  envió  mas  que  dos  lejiones  contra  los  mas 
grandes  reyes;  lo  que  hizo  sus  fuerzas  eternas. 

"El  establecimiento  de  Cartago  en  su  pais  era  menos  só- 
lido que  el  de  Roma  en  el  suyo:  esta  tíltima  tenia  a  su  alre- 
dedor treinta  colonias,  que  eran  como  sus  fortificaciones. 
Antes  de  la  batalla  de  Canas,  ningún  aliado  la  habia  aban- 
donado, porque  los  samnitas  i  los  otros  pueblos  de  Italia 
estaban  acostumbrados  a  su  dominación. 

"La  mayor  parte  de  las  ciudades  de  África  eran  poco  for- 
tificadas, se  rendian  desde  luego  a  cualquiera  que  se  presen- 
tase para  tomarlas;  por  eso  todos  los  que  desembarcaron, 
Agatócles,  Régulo,  Escipion,  pusieron  pronto  a  Cartago  en 
una  situación  desesperada.  No  se  puede  atribuir  sino  a  mal 
gobierno  lo  que  les  acaeció  en  toda  la  guerra  que  les  hizo  el 
primer  Escipion:   su  ciudad  i  sus  ejércitos  estaban  ham- 


PARALELOS  281 


brientos,  mientras  que  los  romanos  tenían  abundancia  de 
todo. 

"Entre  los  cartajineses,  los  ejércitos  que  habian  sido  bati- 
dos se  hacian  insolentes:  algunas  veces  crucificaban  a  sus 
jenerales,  los  castigaban  por  su  propia  cobardía.  Entre  los 
romanos,  el  cónsul  diezmaba  las  tropas  que  habian  huido, 
i  las  volvia  a  llevar  contra  el  enemigo. 

"El  gobierno  de  los  cartajineses  era  mui  duro:  habia 
atormentado  tanto  a  los  pueblos  de  España  que,  cuando 
los  romanos  lles^aron  ahí,  fueron  mirados  como  libertado- 
res; i  si  se  consideran  las  sumas  inmensas  que  costó  a  los 
cartajineses  el  sostener  una  guerra  en  que  al  fin  sucumbie- 
ron, se  verá  que  la  injusticia  es  mal  consejero  i  que  ni  si- 
quiera realiza  sus  propósitos. 

"La  fundación  de  Alejandría  habia  disminuido  mucho  el 
comercio  de  Cartago.  En  los  primeros  tiempos,  la  supersti- 
ción desterraba  en  cierto  modo  a  losestranjeros  del  Ejipto; 
i  cuando  los  persas  lo  hubieron  conquistado,  no  pensaron 
mas  que  en  debilitar  a  sus  nuevos  subditos;  pero,  bajo  los 
reyes  griegos,  el  Ejipto  hizo  casi  todo  el  comercio  del  mun- 
do, i  el  de  Cartago  comenzó  a  decaer. 

"Las  potencias  establecidas  por  el  comercio  pueden  sub- 
sistir durante  largo  tiempo  en  su  mediocridad;  pero  su 
grandeza  es  de  poca  duración.  Se  elevan  poco  a  poco  i  sin 
que  nadie  lo  perciba;  porque  no  ejecutan  ningún  acto  par- 
ticular que  haga  ruido  i  señale  su  poder;  pero  cuando  las 
cosas  llegan  a  un  punto  en  que  no  se  puede  impedir  que 
sean  vistos,  cada  cual  trata  de  privar  a  esa  nación  de  una 
ventaja  que  no  ha  tomado,  por  decirlo  así,  mas  que  por 
sorpresa. 

"La  caballería  cartajinesa  valia  mas  que  la  romana  por 
dos  razones:  primero,  los  caballos  numidas  i  españoles  eran 
mejores  que  los  de  ItaHa;  i  segunda,  porque  la  caballería 
romana  estaba  mal  armada.  Solo  en  las  guerras  que  los  ro- 
manos hicieron  en  Grecia,  cambiaron  de  táctica,  como  nos 
lo  enseña  Polibio." 

MONTESQUIEU,     ^ 
Grandeza  i  decadencia  de  los  romanos,  cap.  IV. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Ht.,  part,  III,  cap.  V,  §  28.  Este  para- 
lelo, trazado  con  una  gran  profundidad  i  con  una  notable  penetra- 
ción histórica,  puede  ser  analizado  comparándolo  con  el  fragmen- 
to de  Víctor  Hugo  que  trascribimos  a  continuación.  En  este  último 


282  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


El  mismo  asunto 

*'Roma,  semejante  al  águila,  su  símbolo  temible,  estiende 
sus  alas,  desplega  sus  garras,  coje  el  rayo  i  vuela.  Cartago 
es  el  sol  del  mundo.  Es  señora  de  los  océanos,  señora  de  los 
reinos,  señora  de  las  naciones.  Es  una  ciudad  magnífica, 
llena  de  esplendor  i  de  opulencia,  brillante  con  las  artes  es- 
trañas  del  oriente.  Es  una  sociedad  completa,  pulimentada, 
acabada,  a  la  cual  no  falta  nada  de  lo  que  puede  hacet  el 
trabajo  del  tiempo  i  del  hombre.  En  fin,  la  metrópoli  del 
África,  está  en  el  apojeo  de  su  civilización:  no  puede  sub^'r 
mas,  i  cada  progreso  será  en  adelante  un  paso  a  la  deca- 
dencia. Roma,  por  el  contrario,  no  tiene  nada.  Ha  tomado 
va  todo  lo  que  estaba  a  su  alcance;  pero  ha  tomado  por 
tomar,  mas  bien  que  por  enriquecerse.  Es  semi-salvaje,  semi- 
bárbara. Tiene  que  hacer  a  la  vez  su  educación  i  su  fortuna. 
Todo  está  delante  de  ella:  nada  detras. 

'^Durante  cierto  tiempo,  ambos  pueblos  existen  de  frente. 
El  uno  descansa  en  su  esplendor,  el  otro  se  engrandece  en 
la  sombra.  Pero  poco  a  poco,  el  aire  i  el  lugar  les  faltan   a 
ambos  para  desarrollarse:  Roma  comienza  a  molestar  a 
Cartago.    Hace  largo  tiempo   que  Cartago  importuna  a 
Roma.  Sentadas  sobre  las  dos  orillas  opuestas  del   Medite- 
rráneo, las  dos  ciudades  se  miran  las  caras.  El  mar  no  bas- 
ta ya  para  separarlas.  La  Europa  i  el  África  pesan  una  so- 
bre otra.  Como  dos  nubes  cargadas  de  electricidad   se  en- 
cuentran ya  mui  cerca.  Van  a  confundirse  en  el  rayo.  Esta 
es  la  peripecia  de  este  gran  drama.    ¡Cuan  grandes  son  los 
actores  que  están  delante!  dos  razas,  ésta  de  mcicaderes  i 
marinos,  aquélla  de  labradoresi  soldados;  dos  pueblos,  uno 
reinando  por  el  oro,  otro  por  el  fierro;  dos  repúblicas,  una 
teocrática,  otra  aristocrática;  Roma  i  Cartago;  Roma  con 
su  ejército,  Cartago  con  su  escuadra;  Cartago,    vieja,  rica 
astuta;  Roma,  joven,  pobre  i  vigorosa;  el  pasado  i  el  poi 
venir;  el  espíritu  de  descubrimiento  i  el  espíritu  de  conquis 
ta;  el  jenio  de  los  viajes  i  del  comercio,  el  demonio  de  la  g^iC 
rra  i  de  la  ambición;  el  oriente  i  el  mediodía  por  una  parte 


se  encontrarán  mas  brillo  i  colorido,  mas  imajinacion,  una  elegan- 
te personificación  de  Roma  i  Cartago  durante  las  guerras  púnicas; 
pero  no  se  hallarán  las  ideas  claras,  precisas  i  luminosas  que  se 
encuentran  en  el  fragmento  de  Montesquieu. 


PARALELOS  2d3 


el  occidente  i  el  norte  por  la  otra;  en  fin,  dos  mundos,  la  ci- 
vilización del  África  i  la  civilización  de  Europa. 

Ambas  se  miden  con  la  vista.  Su  actitud  antes  del  com- 
bate es  igualmente  formidable.  Roma,  estrecha  ya  en  toda 
la  parte  del  mundo  que  conoce,  reúne  todas  sus  fuerzan  i 
todos  sus  pueblos.  Cartago  que  tiene  sujeta  a  la  correa  a  la 
España,  la  América  i  esa  Bretaña  que  los  romanos  creian 
en  el  fondo  del  universo,  Cartago  ha  arrojado  el  ancla  de 
abordaje  sobre  la  Europa. 

'^La  batalla  se  traba.  Roma  copia  groseramente  la  mari- 
na de  su  rival.  La  guerra  se  enciende  primero  en  la  penínsu- 
la i  en  las  islas.  Roma  acecha  a  Cartago  en  esa  Sicilia,  don- 
de la  Grecia  ha  encontrado  al  Ejipto,en  esa  España,  do. .de 
mas  tarde  lucharán  aun  la  Europa  i  el  África,  el  oriente  i  el 
occidente,  el  mediodía  i  el  septentrión. 

"Poco  a  poco  el  combátese  empeña,  el  mundo  se  inflama* 
Los  colosos  se  atacan  cuerpo  a  cuerpo,  se  aferr^^n,  sedejaii, 
se  vuelven  aferrar.  Se  buscan  i  se  rechazan.  Cartago  pf^^a 
los  Alpes;  Roma  pasa  los  mares.  Los  dos  pueblos  personifi- 
cados en  dos  hombres,  Aníbal  i  Escipion,  se  estrechan  i  se 
encarnizan  para  concluir.  Es  un  duelo  terrible,  un  combate 
a  muerte.  Roma  vacila,  lanza  un  grito  de  angustia:  Annibpl 
ad portas!. . .  Pero  se  levanta,  agota  sus  fuerzas  paia  dar 
un  último  golpe,  se  arroja  sobre  Cartago,  i  la  borra  del 
mundo." 

VÍCTOR  Hugo  ^ 


III 
FilipD  i  Alejandro 

''Filipo  preferia  los  combates  a  los  festines  i  no  empleaba 
sus  inmensas  riquezas  mas  que  en  espediciones  militares. 
Mas  fácil  para  procurarse  dinero  que  para  conservarlo,  es- 
taba siempre  pobre,  a  pesar  de  sus  rapiñas  diarias.  Era  al 
mismo  tiempo  clemente  i  pérfido;  todo  le  parecía  lejítimo 
para  llegar  a  la  victoria;  seductor,  insidioso  en  sus  discur- 
sos, prometia  mas  de  lo  que   tenia:  la  seriedad,  la  alegría, 

1  Distinguido  poeta  i  prosador  francés  contemporáneo,  nació 
en  1802.  Véanse  sobre  él  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV, 
§  32. 


284 


MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


todo  en  él  era  cálculo.  Tuvo  amigos  no  por  afección  sino 
por.interes.  Acariciar  a  un  enemigo,  desconfiar  de  un  ami- 
go, dividir  a  dos  aliados  i  ganar  la  confianza  de  uno  i  otro, 
tal  era  su  política  ordinaria.  A  todo  esto  anadia  una  elo- 
cuencia notable,  un  estilo  lleno  de  vigor  i  de  finura,  una 
facilidad  elegante,  una  imajinacion  adornada  i  sin  esfuer- 
zos. Alejandro,  su  hijo  i  sucesor,  sobrepasó  sus  vicios  i  sus 
cualidades.  Ambos  tendian  a  la  victoria,  pero  por  medios 
diferentes:  Alejandro  por  la  fuerza  i  Filipo  por  la  intriga. 
Al  uno  gustaba  engañar  a  sus  enemigos,  al  otro  vencerlos 
en  pleno  dia.  Aquél  era  mas  prudente,  éste  mas  temerario. 
El  padre  sabia  disimular,  i  aun  con  frecuencia  sofocar  su 
cólera;  el  hijo,  una  vez  irritado,  no  sabia  ni  diferir  ni  limitar 
su  venganza.  A  uno  i  otro  gustaba  demasiado  el  vino,  pero 
su  embriaguez  era  diferente.  Filipo,  al  levantarse  de  la  me- 
sa, corria  hacia  el  enemigo,  empeñaba  el  combate;  Alejan- 
dro volvia  su  furor  no  contra  sus  enemigos  sino  contra  sus 
oficiales.  Con  frecuencia  Filipo  volvia  herido  del  combate; 
con  mayor  frecuencia  todavía  Alejandro  salió  de  un  festin 
manchado  con  la  sangre  de  sus  cortesanos.  El  uno  reinaba 
con  sus  amigos,  el  otro  sobre  sus  amigos.  El  primero  pre- 
feria  que  se  le  amase,  el  segundo  que  se  le  temiese.  Ambos 
tuvieron  gusto  por  la  literatura.  Filipo  tuvo  mas  política, 
Alejandro  mas  buena  fé.  Aquél  era  mas  moderado  en  sus 
palabras,  éste  en  sus  actos.  Alejandro  era  mas  jeneroso, 
mas  pronto  para  perdonar  a  los  vencidos;  Filipo  no  perdo- 
naba ni  a  sus  aliados.  El  padre  era  frugal,  el  hijo  intempe- 
rante. Con  estas  cualidades  diversas,  el  padre  echó  los  ci- 
mientos del  imperio  del  mundo,  i  el  hijo  tuvo  la  gloria  de 
acabar  su  obra." 

Justino  i 

Historias  ñlípicas,  lib.  IX,  §  8. 


1  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  I,  cap.  VII,  §  14.  -Los  críticos  que  se 
han  ocupado  de  Justino  creen  que  al  abreviar  la  obra  monumental 
de  TrogoPompeyo,  desgraciadamente  perdida  para  la  posteridad, 
ha  empleado  de  ordinario  los  propios  términos  i  las  mismas  fra- 
ses del  famoso  historiador  romano,  a  quien  los  antiguos  colocaban 
a  la  altura  de  Tito  Livio,  de  Salustio  i  de  Tácito.  En  efecto,  en  la 
obra  de  Justino  se  nota  poco  encadenamiento  en  las  materias,  lo 
que  supone  falto  de  tino  al  hacer  el  estracto;  pero  se  hallan  en  ella 
fragmentos  tan  notables  como  el  paralelo  que  dejamos  copiado. 


PARALELOS  285 


IV 

Tiberio  i  Cayo  Graco 

"Tiberio  tenia  el  aire  del  rostro,  la  mirada  i  los  movi- 
mientos suaves  i  tranquilos:  Cayo,  por  el  contrario,  era 
vivo  i  vehemente.  Cuando  hablaban  en  público,  el  primero 
se  mantenia  siempre  en  el  mismo  lugar,  con  una  apariencia 
llena  de  reserva;  i  el  otro  fué  el  primero  entre  los  romanos 
que  dio  el  ejemplo  de  pasearse  en  la  tribuna  i  de  echar  su 
manto  abajo  de  sus  hombros.  La  elocuencia  de  Cayo,  te- 
rrible, apasionada,  sobrecojia  violentamente  los  espíritus: 
la  de  Tiberio,  mas  suave,  era  mas  aparente  para  excitar  la 
compasión.  La  dicción  de  Tiberio  era  pura  i  castigada;  la  de 
su  hermano,  persuasiva  i  adornada  con  una  especie  de  com- 
placencia. 

*'La  misma  diferencia  existia  en  su  manera  de  vivir  i  en 
su  mesa.  Tiberio  llevaba  una  vida  sencilla  i  frugal:  Cayo, 
comparado  a  los  otros  romanos,  era  sobrio  i  templado;  pe- 
ro comparado  a  su  hermano,  era  exijente  i  se  inclinaba  a  lo 
supérfluo. 

"Sus  costumbres  no  eran  menos  diferentes  que  su  lengua- 
je. Tiberio  era  suave  i  tranquilo  i  Cayo  rudo  i  exaltado,  a 
tal  punto,  que  frecuentemente  en  medio  de  sus  discursos  ^e 
abandonaba  contra  su  voluntad  a  movimientos  impetuo- 
sos de  cólera,  alzaba  la  voz,  se  dejaba  arrastrar  a  las  invec- 
tivas i  confundia  las  cosas  en  su  arenga.  Para  remediar  es- 
tos estravíos,  hé  aquí  el  medio  que  empleaba.  Licinio,  uno 
de  sus  esclavos,  hombre  que  no  carecia  de  intelijencia,  se 
mantenia  detras  de  él  cuando  hablaba  al  público,  con  uno 
de  esos  instrumentos  de  música  que  sirven  para  arreglar  la 
voz;  i  cuando  sentia  por  la  fuerza  de  los  sonidos  que  su  se- 
ñor se  exaltaba  i  se  dejaba  arrastrar  por  la  cólera,  le  re- 
comendaba por  lo  bajo  un  tono  mas  suave.  Cayo  moderaba 
inmediatamente  su  vehemencia:  bajaba  la  voz,  suavizaba 
su  declamación  i  recobraba  una  apariencia  mas  tranquila. 

"Tales  eran  las  diferencias  que  se  notaban  entre  ellos.  Pe- 
ro la  valentía  contra  los  enemigos,  la  justicia  para  con  sus 
inferiores,  la  dilijencia  en  el  ejercicio  de  las  funciones  públi- 
cas, la  templanza  en  el  uso  de  los  placeres,  eran  iguales  en 
ambos. 

"Tiberio  tenia  nueve  años  mas  que  su  hermano,  lo  que 
puso  entre  su  administración  i  la  de  Cayo  un  intervalo  con- 


2SB  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

siderable,  i  nada  contribuyó  mas  a  hacer  malograr  sus  em- 
presas. Como  no  florecieron  los  dos  a  un  mismo  tiempo, 
no  pudieron  mancomunar  sus  fuerzas  respectivas,  i  formar 
por  medio  de  esta  unión  un  poder  temible  i  quizá  inven- 
cible." 

Plutarco,  ^ 
1  iberio  i  Cayo  Graco. 


Catón  de  Utica  i  Julio  César 

"Habia  poca  diferencia  entre  ambos  por  el  nacimiento, 
la  edad,  la  elocuencia:  tenian  una  igual  grandeza  de  alma, 
una  gloria  igualmente  grande  pero  diferente.  César  se  habia 
labrado  un  alto  renombre  por  sus  beneficios  i  su  munificen- 
cia; Catón  por  la  integridad  de  su  vida.  El  primero  se  dis- 
tinguió por  su  suavidad  i  por  su  clemencia;  el  segundo  se 
hizo  respetable  por  su  severidad.  César  adquirió  un  alto  re- 
nombre dando,  socorriendv),  perdonando;  Catón  no  mos- 
traba nunca  debilidad.  Uno  era  el  refujio  de  los  desgracia- 
dos, el  otro  el  azote  de  los  malhechores.  Se  elojiaba  en  el 
primero  la  llaneza  de  las  costumbres;  en  el  segundo  la  cons- 
tancia inquebrantable.  En  fin,  César  se  habia  hecho  una 
regla  de  conducta,  de  ser  laborioso,  vijilante,  ocupado  de 
los  intereses  de  sus  amigos,  poco  cuidadoso  de  los  suyos,  de 
no  rehusar  nada  que  le  pareciese  digno  de  ser  ofrecido,  para 
sí  mismo  deseaba  un  gran  mando,  un  ejército,  una  guerra 
en  donde  pudiese  desplegar  su  jenio.  Catón,  por  el  contra- 
río, hacia  un  estudio  de  moderación,  de  decencia,  pero  sobre 
todo  de  austeridad.  No  disputaba  a  los  ricos  en  opulencia, 
a  los  intrigantes  en  intrigas,  pero  sí  en  valor  al  mas  bravo, 
e^,  templanza  al  mas  modesto,  en  probidad  al  mas  honra- 
do; prefería  mejor  ser  virtuoso  que  parecerlo,  i  por  esto 
mismo  mientras  menos  buscaba  la  gloria,  mas  la  alcanzaba. 

Salustio,  1 

Catilina,  %S4 


1  Véanse  las   N  oc.  de  hist  lit.,  part.  I,  cap.  VII,  §  12. 
1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.^  part.  T,  cap.  V,  §8. 


PARALELOS  287 


VI 
Carlos  XII  i  Pedro  el  grande 

"El  8  de  julio  de  1709  se  dio  la  batalla  decisiva  de  Pul- 
tava,  entre  los  dos  mas  singulares  monarcas  que  existiesen 
entonces  en  el  mundo:  Carlos  XII,  ilustre  por  nueve  años 
de  victorias.  Pedro  Alexiowitz,  famoso  por  nueve  años  de 
tr?'b?jos  empleados  en  formar  tropas  iguales  a  las  tropas 
suecas;  uno  glorioso  por  haber  dado  estados,  el  otro  por 
haber  civilizado  los  suyos;  Carlos  que  busca  los  peligros  i 
que  no  combate  mas  que  por  la  gloria,  Alexiowitz  que  no 
evita  el  peligro  i  que  no  hace  la  guerra  sino  por  sus  intere- 
ses; el  monarca  sueco  liberal  por  grandeza  de  alma,  el  mos- 
covita que  no  da  jamas  sino  con  algún  propósito;  aquél  de 
una  sobriedad  i  de  una  continencia  sin  ejemplo,  de  un  ca- 
rácter magnánimo,  i  que  no  habia  sido  bárbaro  mas  que 
una  sola  vez  (en  la  muerte  de  Patkul,  embajador  i  jeneral 
del  emperador  de  Rusia);  éste  que  no  se  habia  despojado  de 
la  rudeza  de  su  educación  i  de  su  pais,  tan  terrible  para  sus 
subditos,  como  admirable  para  los  estranjeros,  i  mui  incli- 
nado a  los  CTcesos  que  abreviaron  sus  dias.  Carlos  tenia  el 
título  de  invencible,  que  un  momento  podia  quitarle;  las 
naciones  habian  dado  a  Pedro  Alexiovs^itz  el  nombre  de 
grande,  que  una  derrota  no  podia  hacerle  perder  porque  no 
lo  debia  a  la  victoria". 

VOLTAIRE,  1 
Historia  de  Carlos  XIL  lib.  IV 


VII 

Corneille  i  Raclne 

''Corneille  no  puede  ser  igualado  en  los  puntos  en  que  so- 
bresale; tiene  entonces  un  carácter  orijinal  e  inimitable:  pe- 
ro es  desigual.  Sus  primeras  comedias  son  secas,  lánguidas 
i  no  hacian  esperar  que  mas  tarde  fuese  tan  lejos,  así  como 
sus  últimas  piezas  hacen  que  nos  sorprendamos  de  que  ha- 


1   Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit ,  part.  III,  cap.  IV,  §  26. 


2SS  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

ya  podido  caer  de  tan  alto.  En  algunas  de  sus  mejores  pie- 
zas hai  faltas  inescusables  contra  las  costumbres  dramáti- 
cas 1  ;  un  estilo  declamador  que  retarda  la  acción  i  la  hace 
languidecer:  neglijencias  en  los  versos  i  en  la  espresion  que 
no  se  pueden  comprender  en  un  hombre  tan  grande.  Lo  que 
hai  en  él  de  mas  eminente  es  el  jenio  inclinado  a  lo  sublime, 
al  cual  es  deudor  de  ciertos  versos,  los  mas  felices  que  jamas 
se  hayan  leído,  de  la  marcha  jeneral  de  la  pieza,  que  algu- 
nas veces  ejecutó  contra  las  reglas  de  los  antiguos,  i  en  fin 
de  sus  desenlaces,  porque  no  siempre  se  ha  sujetado  al 
gusto  de  los  griegos  i  a  su  gran  sencillez;  sino  que  por  el 
contrario  ha  preferido  recargar  la  escena  con  acontecimien- 
to de  que  casi  siempre  ha  salido  con  buen  éxito.  Su  jenio  es 
admirable,  sobre  todo  por  la  estremada  variedad  i  por  los 
pocos  puntos  de  contacto  que  se  encuentran  en  el  gran  níí- 
mero  de  obras  que  compuso. 

"Parece  que  hai  mas  puntos  de  semejanza  en  las  de  Raci- 
ne,  que  tienden  mas  o  menos  a  un  mismo  objeto;  pero  es 
igual,  sostenido,  siempre  el  mismo  en  todas  partes,  sea  en 
la  marcha  de  sus  piezas,  que  son  precisas,  regulares,  estu- 
diadas en  el  buen  sentido  i  en  la  naturaleza;  sea  por  la  ver- 
sificación, que  es  correcta,  rica  en  sus  rimas,  elegante,  sono- 
ra, armoniosa;  exacto  imitador  de  los  antiguos  a  quienes 
ha  seguido  escrupulosamente  en  la  nitidez  i  en  la  sencillez 
de  la  acción.  A  Racine  no  le  ha  faltado  lo  grande  ni  lo  ma- 
ravilloso, así  como  a  Corneille  lo  conmovedor  i  lo  patético. 
¿Qué  mayor  ternura  que  la  que  está  esparcida  en  todo  El 
Cid,  en  Poíiuto  i  en  Horacio?  ¿Qué  grandiosidad  no  se 
encuentra  en  Mitridátes.en  Burrho?  Las  pasionesfavoritas 
de  los  antiguos,  que  los  trájicos  trataban  de  excitar  en  sus 
teatros,  i  que  se  nombran  el  terror  i  la  compasión,  han  sido 
conocidas  de  estos  dos  poetas;  Oréstes  en  la  Andrómaca  de 
Racine  i  Fedra  del  mismo  autor,  así  como  el  Edipo  i  en  Ho- 
racio de  Corneille,  son  la  prueba  de  ello. 

"Sin  embargo,  si  es  permitido  hacer  unacomparacion  en- 
tre ambos  i  señalar  en  uno  i  en  otro  lo  que  han  tenido  de 
mas  propio,  de  mas  suyo  i  lo  que  brilla  mas  ordinariamen- 
te en  sus  obras,  quizás  se  podria  hablar  así:  Corneille  nos 
somete  a  sus,  caracteres  i  a  sus  ideas;  Racine  se  conforma  a 


1  Se  llaman  costumbres  dramáticas  todos  los  rasgos  que  sirven 
para  pintar  el  carácter  de  los  personajes.  Es  menester  que  esos 
rasgos  sean  conformes  a  la  tradición  o  a  la  idea  que  el  autor 
quiere  dar  de  sus  héroes.  Toda  infracción  de  esta  lei  es  una 
falta  contra  las  costumbres  dramáticas. 


PARALELOS  289 


las  nuestras;  aquel  pinta  los  hombres  como  debieran  ser, 
éste  los  pinta  como  son.  Hai  en  el  primero  mas  de  lo  que 
se  admira  i  mas  de  lo  que  se  debe  imitar;  en  el  segundo  hai 
mas  de  lo  que  se  encuentra  en  los  otros  i  de  lo  que  se  espe- 
rimenta  en  sí  mismo.  El  uno  eleva,  sorprende,  domina,  ins- 
truye; el  otro,  agrada,  ajita,  conmueve,  penetra.  Lo  que 
hai  de  mas  hermoso,  de  mas  noble,  i  de  mas  imperioso  en 
la  razón,  es  manejado  por  el  primero;  i  por  el  segundo  lo 
que  hai  de  mas  halagüeño  i  de  mas  delicado  en  la  pasión. 
En  aquel  se  encuentran  máximas,  reglas,  preceptos;  en  éste, 
gusto  i  sentimiento.  Corneille  es  mas  moral,  Racine  mas 
natural.  Parece  que  el  uno  imita  a  Sófocles,  i  que  el  otro 
debe  mas  a  Eurípides." 


La  Bruyére,  1 

De  las  obras  del  Espíritu. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  IV.,  §  21. 


TOMO  V  19 


yr^^^^^^^m^-A^kÉ^,^A^^M^AAA^ 


\ 


SECCIÓN  X 
Disertaciones 

Bajo  este  título  vamos  a  reunir  aquí  ciertos  asuntos  de 
moral,  filosofía,  literatura,  etc.,  que,  si  bien  pueden  tratar- 
se por  estenso,  son  susceptibles  también  de  sercondensados 
en  dos  o  tres  pajinas.  Esta  clase  de  ejercicios  literarios  tiene 
una  grande  importancia,  por  cuanto  habitúan  a  los  jóve- 
nes a  meditar  sobre  cosas  abstractas,  i  a  poner  en  orden 
lójico  sus  pensamientos. 

La  primera  condición  de  este  jénero  de  escritos  es  la  cla- 
ridad, no  solo  la  claridad  de  las  voces  i  de  los  jiros,  sino 
esa  que  resulta  del  encadenamiento  de  las  ideas,  de  la  lóji- 
ca  en  los  raciocinios  i  en  las  deducciones.  El  objeto  del  es- 
critor no  es  agradar,  sino  convencer;  i  para  ello  debe  espre- 
sar sus  pensamientos  con  una  trasparencia  que  permita 
comprenderlos  por  entero.  Es  un  error  el  creer  que  la  decla- 
mación, la  vana  palabrería,  por  mas  fascinadora  que  se 
presente,  tienen  alguna  importancia  en  trabajos  de  esta  na- 
turaleza. Los  modelos  que  insertamos  en  seguida  darán  a 
conocer  lo  que  vale  la  sencillez  en  la  esposicion  i  la  sobrie- 
dad en  el  estilo. 

Los  jóvenes  que  trabajen  en  esta  clase  de  ejercicios,  en- 
contrarán a  primera  vista  sin  duda,  áridos  i  secos  los  te- 
mas que  se  les  proponen,  creerán  que  no  hai  nada,  o  casi 
nada  que  decir  sobre  ellos;  pero  meditando  un  poco  el  asun- 


292  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

to,  verán  nacer  nuevas  ideas,  i  el  trabajo  consistirá  enton- 
ces en  concentrar  los  pensamientos,  desechando  las  ideas 
accesorias  i  menos  necesarias.  Ninguno  de  losejercicios  pro- 
puestos anteriormente  reclama  mas  atención  antes  de  to- 
mar la  pluma. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


Cuando  el  hombre  contempla  la  naturaleza  entera,  queda 
sorprendido  i  confundido.  Llega  entonces  a  despreciarse  a 
sí  mismo,  así  como  a  todas  las  cosas  de  la  tierra.  Si  consi- 
dera en  seguida  los  seres  mas  pequeños,  descubre  en  ellos 
todo  un  mundo,  i  se  pierde  en  el  infinito.  Tales  espectáculos 
curan  al  hombre  de  la  presunción. 

II 

Cuando  se  conoce  el  sistema  planetario,  se  ve  que  los  as- 
tros que  jiran  al  rededor  del  sol  obedecen  a  le^^es  fijas  e  in- 
mutables. Este  sistema,  con  todos  los  astros  que  lo  compo- 
nen, no  es  mas  que  un  punto  en  el  espacio.  La  observación 
nos  hace  creer  como  verdad  averiguada  que  cada  una  de 
las  estrellas  fijas  í"s  un  sol  que  sirve  de  centro  a  otro  siste- 
ma planetario,  tan  vasto  o  mas  que  aquel  de  que  la  tierra 
forma  parte.  Así  como  muchos  de  los  planetas  que  jiran  al 
rededor  del  sol  arrastran  consigo  un  sistema  de  satélites, 
se  cree  que  del  mismo  modo  el  sol  i  las  estrellas  fijas  forman 
un  sistema  en  torno  de  un  centro  desconocido.  La  via  lác- 
tea seria  pues,  un  conjunto  de  grandes  planetas  que 
jiran  al  rededor  de  ese  centro.  Pero,  por  prodijiosa  que  nos 
parezca  la  estension  de  todo  este  sistema,  es  apenas  per- 
ceptible en  la  inmensidad  délos  espacios  infinitos;  i  por  tan- 
to, fuera  de  este  conjunto,  en  medio  del  cual  está  el  sol  que 
nos  alumbra,  hai  otras  vias  lácteas,  otros  conjuntos  de  es- 
trellas que  probablemente  obedecen  a  las  mismas  leyes  que 
rijen  el  curso  de  los  astros  que  vemos.   Nada  puede  darnos 


DISERTACIONES  293 


una  idea  mas  aproximativa  del  poder  infinito  del  Hacedor 
Supremo  que  esta  inmensidad  de  los  espacios,  poblados  de 
infinitos  sistemas  de  astros  rejidos  por  un  mismo  principio. 

ni 

El  ateísmo  proviene  de  una  ciencia  a  medias:  una  ciencia 
mas  estensa  fortifica  en  los  hombres  la  idea  de  un  Dios.  El 
ateísmo,  es  decir  la  negación  de  un  ser  que  recompensa  la 
virtud  i  castiga  el  crimen,  hace  imposible  la  sociedad,  por- 
que quita  a  las  acciones  del  hombre  su  verdadera  sanción. 
La  justicia  humana  es  impotente  para  reprimir  todos  los 
crímenes;  i  si  bien  es  verdad  que  hai  hombres  que  no  necesi- 
tan la  idea  de  Dios  para  ser  buenos,  sin  esa  idea  la  mayo- 
ría del  jénero  humano  se  dejarla  arrastrar  por  la  pendien- 
te del  crimen. 

lY 

El  duelo  nació  en  la  época  bárbara  de  la  edad  media  i  es- 
tá basado  en  una  preocupación  estravagante  que  coloca  el 
honor  del  hombreen  la  punta  de  una  espada.  Según  esta 
preocupación,  el  duelo  lejitima  las  acciones  mas  indignas. 
Los  antiguos  no  conocieron  esta  manera  de  arreglar  las 
cuestiones  de  honor.  Esto  mismo,  el  hecho  de  que  el  duelo 
sea  una  institución  moderna,  una  moda  a  que  no  se  some- 
tieron los  pueblos  mas  intelijentes  i  mas  virtuosos  de  la 
tierra,  revela  de  sobra  lo  absurdo  que  es.  El  hombre  recto, 
cuya  vida  no  tiene  manchas,  no  necesita  del  duelo  para 
mantener  su  honor:  su  vida  entera  es  el  mejor  comproban- 
te de  su  honorabilidad.  Por  el  contrario,  son  los  malvados 
los  que  ordinariamente  apelan  al  duelo  para  cubrir  con  sus 
provocaciones  la  infamia  de  su  vida. 


Parece  .que  los  hombres  al  fijar  las  doce  de  la  noche  como 
el  momento  de  separación  entre  los  dos  dias,  han  querido 
ocultarse  la  marcha  del  tiempo  para  no  hacer  sensible  el 
que  dejan  tras  de  sí.  Esa  hora,  sin  embargo,  debe  ser  el  orí- 
jen  de  profundas  meditaciones  del  espíritu.  Ella  nos  marca 
el  tiempo  trascurrido  i  la  mayor  inmediación  a  que  nos  ha- 
llamos de  la  muerte.  Pero  es  que  cada  cual  cree  que  si  es  natu- 
ral que  los  demás   mueran,  porque  eso  lo  vemos  todos  los 


294-  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


días,  i  porque  nos  habituamos  fácilmente  a  ello,  no  pode- 
mos persuadirnos  de  que  la  muerte  habrá  de  alcanzarnos  a 
nosotros  mismos. 

VI 

El  verdadero  filósofo  ve  acercarse  la  muerte  lleno  de  es- 
peranza. La  ciencia  le  ha  enseñado  a  purificar  su  alma,  i  le 
ha  enseñado  también  que  la  vida  no  basta  para  conocer  lo 
verdadero.  A  su  juicio,  no  puede  haber  felicidad  real  sino  en 
el  conocimiento  de  la  verdad,  i  éste  no  se  alcanza  sino  des- 
pués de  la  muerte. 

VII 

Cada  una  de  las  edades  del  hombre  tiene  caracteres  diver- 
sos. En  la  juventud,  el  corazón  se  abre  a  todos  los  instintos 
jenerosos,  si  bien  el  ardor  lo  arrastra  a  verdaderos  estra- 
víos.  El  interés  no  existe  para  el  joven:  la  esperanza  lo  guia 
i  lo  engaña.  La  esperíencia,  que  no  existe  para  él,  no  lo  ha 
despojado  aun  de  las  ilusiones  ni  le  ha  hecho  conocer  el 
mundo  bajo  sus  aspectos  mas  desagradables.  En  el  viejo 
por  el  contrario,  se  han  helado  esos  sentimientos  ardoro- 
sos. La  esperíencia  i  los  desengaños  le  han  dado  a  conocer 
el  mundo  por  su  lado  mas  feo,  han  marchitado  sus  senti- 
mientos i  han  apagado  su  entusiasmo.  Aun  susceptible  de 
ideas  jenerosas,  el  interés  guia  ordinariamente  sus  pasos. 

El  hombre  maduro  ocupa  el  término  medio  entre  estos 
dos  estremos:  está  tan  lejos  del  ardoroso  entusiasmo  de  la 
juventud  como  del  frió  positivismo  de  la  vejez. 

VIII 

Se  ha  discutido  mucho  el  mérito  comparativo  de  los  an- 
tiguos i  de  los  modernos  en  materias  literarias.  Esta  es 
cuestión  de  gusto  i  de  apreciación,  pero  que  debe  abordar- 
se con  conocimiento  de  causa.  Los  escritores  antiguos  cul- 
tivaron todos  los  jéneros  literarios  i  en  casi  todos  produ- 
jeron obras  maestras.  Si  los  modernos  los  sobrepujan,  no 
por  eso  es  menor  lagloria  de  aquéllos;  1.°  porque  sus  obras 
no  pueden  ser  malas  porque  hai  otras  mejores,  i  2.°  porque 
los  modernos  los  habrían  vencido  entonces  tomándolos  a 
ellos  por  modelos.  Los  defectos  de  los  antiguos  son  reales  i 


DISERTACIONES  295 


verdaderos;  pero  los  justifican  en  cierto  modo  los  errores 
de  su  filosofía,  las  superticiones  de  su  relijion  i  la  ignoran- 
cia característica  de  los  tiempos  primitivos. 

IX 

El  cultivo  de  las  ciencias  no  solo  desarrolla  la  intelijencia 
de  los  hombres  que  se  consagran  a  él,  sino  que  propende  al 
bienestar  social  i  material  de  los  pueblos  i  de  los  individuos. 
El  hombre  salvaje  es  incapaz  de  utilizar  los  beneficios  con 
que  ie  brinda  la  naturaleza.  Es  verdad  que  en  los  primeros 
tiempos,  los  progresos  científicos  fueron  sumamente  lentos, 
i  aun  mas  tarde  los  inventores  no  previeron  siempre  todas 
las  consecuencias  de  sus  descubrimientos.  Se  pueden  poner 
muchos  ejemplos  de  esta  verdad.  Los  descubridores  de 
la  electricidad  no  pudieron  presumir  que  un  cable  eléctrico 
pusiera  en  comunicación  instantánea  a  la  Europa  con  la 
América.  Daguerre,  al  descubrir  el  daguerreotipo,  no  pudo 
sospechar  que  llegaría  a  tomarse  la  imájen  fotográfica  de 
los  astros  para  estudiar  la  astronomía.  Gutenberg,  cuando 
inventó  la  imprenta,  no  pudo  imajinarse  que  habria  dia- 
rios a  precios  ínfimos  i  libros  que  esparciesen  la  ciencia  por 
todo  el  mundo.  El  fraile  alemán  que  inflamó  por  la  primera 
vez  una  mezcla  de  azufre  i  salitre,  no  pudo  soñar  en  el  fusil 
de  aguja  ni  en  los  cañones  rayados.  Los  marinos  fenicios 
que  hicieron  vidrios  con  la  arena  de  las  playas  de  España, 
no  podian  pensar  en  el  invento  de  los  telescopios  i  de  los 
microscopios.  La  ciencia,  aunque  no  conozcamos  todo  el 
alcance  de  cada  uno  de  sus  progresos,  ejerce  la  acción  mas 
poderosa  sobre  la  industria  i  las  artes,  i  hasta  sobre  la  ri- 
queza pública. 


La  protección  que  los  príncipes  han  solido  conceder  a  las 
letras  ha  sido  de  ordinario  perjudicial.  No  se  puede  esperar 
de  ellos  que  tengan  el  discernimiento  necesario  para  distin- 
guir a  los  hombres  que  son  dignos  de  su  protección;  i  por 
otra  parte,  sucede  con  frecuencia  que  sus  favores  no  alcan- 
zan mas  que  a  los  literatos  que  se  prostituyen  i  los  adulan. 
El  ejemplo  mas  frecuente  que  presentan  los  partidarios  de 
la  protección  es  el  de  Luis  XIV,  cuyo  siglo  contó  una  fa- 
lanje  numerosa  i  escojida  de  sabios  i  de  literatos.  Pero  es- 
te ejemplo,  examinado  mas  atentamente,   es  contraprodu- 


296  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

cente.  Los  mas  ilustres  sabios  de  esa  época,  Pascal  i  Des- 
cartes entre  otros,  son  verdaderamente  anteriores  a  Luis 
XíY:  i  bajo  el  reinado  de  éste  las  ciencias  brillaron  mui  po- 
co. En  las  letras  hai  que  advertir  que  los  grandes  poetas  i 
los  grandes  prosadores  de  su  siglo,  a  lo  menos  en  su  mayor 
parte,  hablan  sido  educados  i  aun  comenzaron  a  escribir, 
antes  que  Luis  XIV  subiera  al  trono.  La  protección  del  rei 
los  alcíinzó,  es  verdad;  pero  luego  que  desapareció  la  jene- 
racionen  que  figuraban  esosjenios,  la  literatura  cayó  en 
la  mayor  postración,  apesar  de  que  el  rei  mantuvo  siem- 
pre su  sistema  protector. 


XI 


Entre  las  infinitas  maravillas  operadas  por  la  civiliza 
cion  no  es  la^menor  la  confraternidad  que  reina  entre  todas 
las  naciones  del  globo.  En  los  tiempos  mas  remotos  que  re- 
cuerda la  historia,  los  hombres  vivian  separados  en  tribus 
hostiles  que  pasaban  en  guerra  constante.  Hoi  no  solo  son 
hermanos  los  habitantes  de  una  nación  entre  sí,  sino  que 
todos  los  pueblos  civilizados  cultivan  relaciones  de  amis- 
tad i  de  comercio.  De  aquí  nace  que  cada  cual  se  interese  por 
lo  que  pasa  en  cualquier  pais.  Mediante  el  progroso  jeneral 
en  estas  relaciones,  un  hombre  puede  gozar  de  los  benefi- 
cios de  la  industria  de  su  pais  i  de  los  pueblos  estranjeros, 
procurarse  mas  comodidades  que  un  rei  de  otros  tiempos  i 
decir  sin  exajeracion  que  para  él  trabajan  los  hombres  de 
todos  los  pueblos  i  de  todos  los  climas. 

XII 

Los  efectos  de  la  ignorancia  se  hacen  sentir  de  muchas 
maneras.  El  frenesí  de  las  luchas  i  de  las  persecuciones  reli- 
jiosas,  las  sublevaciones  de  los  trabajadores  contra  las 
máquinas  i  las  fábricas,  a  las  cuales  acusan  de  arrebatar- 
les su  trabajo,  las  sublevaciones  contra  los  que  venden  ví- 
veres en  las  épocas  de  escasez,  la  credulidad  en  los  reme- 
dios que  venden  los  charlatanes  son  otros  tantos  signos  de 
ignorancia.  En  ella  se  encuentra  la  aplicación  de  las  preo- 
cupaciones vulgares,  de  la  creencia  en  maleficios,  encanta- 
mientos i  hechizos.  Los  que  no  conocen  la  causa  de  las 
cosas,  están  dispuestos  a  esplicárselas  por  medio  de  los  ma- 
j'ores  absurdos. 


DISERTACIONES  297 


XIII 

Juzgar  a  la  humanidad  absolutamente  mala,  es  un  sis- 
tema falso  i  peli<^roso.  Es  verdad  que  en  el  fondo  del  cora- 
zón del  hombre  se  encuentra  el  amor  a  sí  mismo;  pero  este 
instinto  no  es  malo  sino  en  cuanto  es  exajerado  i  esclusivo: 
dirijido  prudentemente,  viene  a  ser  al  contrario  para  la 
actividad  humana,  un  útil  resorte,  porque  los  intereses 
bien  entendidos  del  individuo  no  son  sino  los  de  la  socie- 
dad. La  ciencia  de  la  moral  consiste,  pues,  en  mostrara 
los  hombres  que  su  verdadero  interés  está  de  acuerdo  con 
el  ínteres  de  sus  semejantes. 

XIV 

El  envilecimiento  de  los  romanos  bajo  la  tiranía  impe- 
rial, fué  lento  e  insensible  durante  el  gobierno  de  Augusto, 
pero  se  mostró  en  toda  su  desnudez  bajo  el  reinado  de  su 
sucesor.  El  espionaje  i  la  delación  reemplaznron  a  la  anti- 
gua lealtad  de  las  relaciones  domésticas.  Una  tiranía  es- 
pantosa, ejercida  bajo  las  formas  legales,  agobió  al  pueblo 
romano.  El  senado  fué  encargado  de  juzgar  los  delitos  de 
lesa  majestad,  es  decir,  las  palabras,  los  signos,  los  pensa- 
mientos contra  el  emperador.  El  pueblo  se  envileció  hasta 
tolerar  todo  esto  i  aplaudir  a  sus  opresores.  Todas  las 
conquistas,  las  grandes  acciones,  el  heroismo  de  otros 
tiempos  habian  venido  al  fin  a  convertirse  en  la  domina- 
ción de  algunos  monstruos. 

XV 

El  apólogo  tiene  un  fin  moral.  Por  su  gran  sencillez  está 
destinado  a  penetrar  en  el  espíritu  de  los  niños,  i  a  comuni- 
carles por  medio  de  una  ficción  agradable,  una  lección  que 
no  les  impresionaría  si  hubiera  de  conmunicárseles  de  otro 
modo.  Los  hombres,  por  otra  parte,  bajo  el  nombre  de  los 
animales,  ven  reproducidos  los  rasgos  distintivos  del  ca- 
rácter humano.  Los  niños,  por  su  lado,  pueden  aprender  a 
conocer  al  hombre  en  una  edad  en  que  son  incapaces  de 
acometer  un  estudio  serio.  Ademas,  las  fábulas  enseñan  a 
los  niños  a  conocer  a  los  animales,  i  a  distinguir  sus  diver- 
sos caracteres  cuando  no  han  podido  verlos  por  sí  mismos, 
ni  mucho  menos  hacer  ningún  estudio. 


298  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XVI 

Pocas  máximas  hai  mas  erróneas  que  aquella  que  llama 
voz  de  Dios  a  la  voz  del  pueblo.  Es  un  error  del  que  nacen 
infinitos  otros,  pretendiendo  que  todas  la  preocupaciones 
vulgares,  todos  los  absurdos  que  el  pueblo  cree,  sean  ver- 
dades. El  valor  de  las  opiniones  debe  computarse  por  su 
peso,  i  no  por  el  número  de  los  que  las  profesan.  La  gran 
mayoría  de  los  hombres  es  formada  de  ignorantes,  i  no 
por  ser  éstos  muchos  mas  que  los  hombres  ilustrados,  son 
ellos  los  que  tienen  la  razón  sobre  éstos.  No  quiere  decir 
esto  que  el  pueblo  sea  el  antípoda  de  la  verdad:  pero  sí  que 
no  se  debe  tomar  su  opinión  como  la  voz  de  la  razón. 

XVII 

El  cultivo  de  las  letras  i  de  las  ciencias  lleva  en  sí  la  re- 
compensa de  los  trabajos  que  exije.  Sin  hablar  de  la  gloria 
inmortal  que  solo  pueden  conquistarse  los  grandes  jenios, 
i  contrayéndose  a  los  beneficios  que  pueden  hallar  todos 
los  que  las  cultivan,  proporcionan  grandes  placeres  i  sacu- 
den la  inercia  de  nuestro  espíritu.  Le  abren  perspectivas 
desconocidas,  lo  acompañan  en  el  retiro,  debilitan  el  po 
der  de  las  seducciones  sensuales  i  acompañan  al  hombre, 
consolándolo  en  las  mayores  aflicciones  de  la  vida.  La  his- 
toria nos  recuerda  el  nombre  de  filósofos,  de  sabios,  de 
poetas,  que  víctimas  de  injustas  persecuciones,  hallaron 
en  las  ciencias  i  en  las  letras  el  descanso  de  sus  sufrimien- 
tos. Algunos  de  ellos  endulzaron  los  últimos  instantes  an- 
tes de  subir  al  patíbulo  que  les  prepararon  sus  enemigos. 

XVIII 

Se  pueden  contar  en  la  historia  de  la  humanidad  cuatro 
grandes  siglos,  en  que  las  artes  i  las  letras  tuvieron  un 
gran  brillo,  i  en  que  el  espíritu  humano  hizo  grandes  pro- 
gresos. En  el  siglo  de  Feríeles,  se  encuentran  Sófocles,  Aris- 
tófanes, Tucídides,  Demóstenes,  Platón,  i  muchos  grandes 
artistas;  pero  el  movimiento  estaba  circunscrito  solo  a  la 
Grecia.  El  siglo  de  Augusto  fué  ilustrado  por  Lucrecio,  Ci- 
cerón, Tito  Livio,  Virjilio,  Horacio,  Ovidio.  La  literatura 
de  este  siglo  es  mui  brillante;  pero  casi  toda  ella  es  de  imi- 
tación. En  el  siglo  de  León  X  se  vé  a  los  Médicis  llamar  a 


DISERTACIONES  299 


Florencia  a  los  sabios  griegos  arrojados  de  Constantino- 
pla  por  la  conquista  mahometana.  Las  artes  se  esparcen 
en  toda  la  Europa;  pero  la  Italia  queda  en  este  siglo  supe- 
rior a  todas  las  otras  naciones.  El  siglo  XVII,  denomina- 
do de  Luis  XIY,  aprovecha  los  descubrimientos  de  los 
otros  tres  i  los  sobrepuja,  si  no  siempre  por  el  mérito  ab- 
soluto de  las  obras,  a  lo  menos  por  la  gran  variedad.  Aun- 
que la  Francia  dirije  este  movimiento,  la  Inglaterra  i  la 
España  produjeron  también  grandes  jenios.  Por  lo  demás, 
aunque  estos  cuatro  siglos  tienen  un  gran  brillo  literario, 
no  están  mas  exentos  que  los  otros  de  las  desgracias  inhe- 
rentes a  la  humanidad. 


XIX 

El  estilo  es  el  orden  i  el  movimiento  que  el  escritor  pone 
en  sus  pensamientos;  estrechamente  encadenados,  lo  hacen 
conciso  i  vigoroso;  débilmente  ligados  entre  sí,  lo  hacen  di- 
fuso i  vulgar.  Antes  de  escribir,  es  menester  formarse  un 
plan:  allí  se  determinan  las  ideas  principales  i  las  ideas  se- 
cundarias con  el  desarrollo  que  conviene  a  unas  i  otras.  Sin 
esta  precaución,  el  escritor  se  estravía,  sus  ideas  se  siguen 
sin  orden,  i  su  obra  parece  formada  de  piezas  diferentes. 
Por  vasto  que  sea  un  asunto,  siempre  es  uno:  en  toda  obra 
se  necesita,  pues,  evitar  o  limitar  en  cuanto  sea  posible  las 
divisiones  o  subdivisiones  que  interrumpen  esa  unidad.  La 
unidad  constituye  la  perfección  de  las  obras  de  la  naturale- 
za: el  arte  debe  imitar  a  la  naturaleza.  Un  plan  bien  forma- 
do da  al  talento  del  escritor  mas  soltura  i  mas  libertad. 


XX 


El  hombre  tiene  en  su  conciencia  un  guia  infalible.  Cuando 
quiere  hacer  el  mal,  la  conciencia  se  lo  advierte.  La  concien- 
cia inclina  al  hombre  al  bien,  i  le  hace  encontrar  un  placer 
en  la  práctica  de  la  virtud:  es  una  desgracia  el  sofocaren  su 
corazón  este  sentimiento  i  el  no  dejarse  mover  mas  que  por 
el  interés.  No  hai  hombre  bastante  pervertido,  cuya  alma 
quede  completamente  cerrada  a  todos  los  instintos  jenero- 
sos.  Las  mismas  ideas  de  justicia  i  honradez  se  encuentran 
en  todas  las  naciones,  aun  en  las  mas  salvajes:  esas  ideas 
provienen  de  la  conciencia. 


300  MANCJAL    DK    COMPOSICIÓN    LITEKARIA 


XXI 

Existen  en  todas  las  condiciones  humanas  grandes  des- 
igualdades: provienen  unas  del  nacimiento,  otras  de  las  je- 
rarquías de  las  diferentes  clases  de  la  sociedad.  Es  una  in- 
sensatez el  pedir  cuenta  a  los  hombres  por  esta  desigual- 
dad. Suponiendo  restablecida  la  igualdad  entre  todos  los 
hombres,  seria  destruida  al  dia  siguiente  por  la  violencia 
de  los  linos  i  por  la  insensatez  o  la  pereza  de  los  otros.  La 
única  igualdad  posible  es  la  igualdad  ante  la  lei.  Antes  que 
existiese  el  orden  establecido  en  la  sociedad  por  la  lei,  los 
hombres  vivian  en  un  estado  de  guerra  permanente,  i  el  dé- 
bil estaba  sin  cesar  a  merced  del  fuerte.  La  lei  ha  sustituido 
el  orden  a  la  anarquía. 

XXII 

El  amor  a  la  patria  es  el  mas  noble  de  todos  los  instin- 
tos del  hombre:  este  instinto  es  el  que  hace  que  el  habitante 
de  la  zona  tórrida  i  el  habitante  de  la  zona  glacial  queden 
adheridos  al  suelo  natal,  i  que  todos  los  hombres  no  se  pre- 
cipiten hacia  los  climas  templados.  Parece  aun  que  el  hom- 
bre ama  a  su  pais  tanto  mas  cuanto  éste  es  mas  pobre  i 
atrasado.  Así  los  montañeses  se  adhieren  mas  a  su  choza 
que  los  ricos  a  su  palacio:  nadie  es  mas  feliz  que  el  esquimal 
en  el  horrible  suelo  de  su  patria.  Cuando  el  hombre  está 
alejado  de  su  pais,  sufre,  i  trata  de  despertar  en  su  espíritu 
la  imájen  de  su  patria  ausente.  Andrómaca,  cautiva  en 
Epiro,  se  consolaba  dando  nombres  trojanos  a  los  lugares 
de  su  destierro.  Las  causas  que  nos  hacen  amar  así  la  tie- 
rra natal,  son  las  mas  veces  los  recuerdos  de  la  infancia, 
circunstancias  fútiles,  que  no  bastarían  para  esplicar  las 
acciones  heroicas  a  que  con  frecuencia  da  lugar  clamor  a  la 
patria. 

XXIII 

El  gusto,  como  sentido  físico,  es  la  sensación  de  lo  bueno 
i  de  lo  malo:  en  el  sentido  moral  es  el  sentimiento  de  las  be- 
llezas i  de  los  defectos. 

El  gusto  no  es  un  sentimiento  vago  de  lo  bello:  no  existe 
sin  el  discernimiento  neto  i  terminante  de  lo  que  es  bello  i 
de  lo  que  no  lo  es.  El  sentimiento  de  las  bellezas  verdaderas 


DISERTACIONES  30 1 


se  llama  buen  gusto;  el  mal  gusto  consiste  en  juzgar  sin  dis- 
cernimiento, en  tomar  por  bello  lo  que  es  adorno  i  afecta- 
ción. El  gusto  tiene  frecuentemente  necesidad  de  hábito 
para  formarse;  la  educación  del  gusto  se  hace  por  medio  del 
estudio  de  los  buenos  modelos.  Cuando  se  dice:  Entre  gus- 
tos no  hai  disputas,  eso  no  puede  ni  debe  aplicarse  mas 
que  al  gusto  puramente  físico  i  a  los  objetos  de  fantasía, 
como  las  modas.  El  gusto  se  deteriora  en  los  pueblos,  cuan- 
do los  espíritus  se  cansan  de  lo  natural  i  se  apasionan  por 
lo  brillante  i  lo  nuevo.  El  gusto  necesita  para  desarrollarse 
que  los  hombres  se  comuniquen  sus  impresiones:  no  existe 
donde  no  hai  sociedad. 

XXIV 

La  vida  humana  es  corta,  i  la  esperiencia  que  nos  sumi- 
nistra es  limitada:  la  historia  añade  a  esa  esperiencia  laque 
han  recojido  las  jeneraciones  anteriores,  i  nos  da  de  esta 
manera  útiles  lecciones.  Ea  historia  es  la  escuela  del  jénero 
humano.  Es  útil  primeramente  a  los  príncipes,  a  quienes 
enseña  la  verdad  que  sus  cortesanos  les  ocultan  siempre. 
Los  juicios  de  la  posteridad  sobre  los  príncipes  que  les  han 
precedido,  les  enseñan  lo  que  sus  subditos  deben  pensar  de 
ellos.  No  es  menos  útil  a  los  hombres  que  desempeñan  un 
papel  en  el  estado,  i  aun  a  los  simples  particulares,  a  los 
cuales  enseña  sus  deberes  i  obligaciones  para  con  los  infe- 
riores. La  historia  forma,  pues,  un  verdadero  curso  de  mo- 
ral. Desde  este  punto  de  vista,  es  excelente  para  los  niños, 
a  quienes  instruye  despertando  su  interés.  Por  esta  razón, 
es  uno  de  los  primeros  estudios  a  que  se  le  somete. 

XXV 

Un  orador  serio  trata  de  instruir  i  de  convencer,  mientras 
que  un  declamador  busca  solo  el  brillo.  Pero,  para  instruir 
a  los  otros,  se  necesita  que  el  orador,  poruña  larga  prepara- 
ción, haya  adquirido  un  gran  fondo  de  conocimientos:  esta 
preparación  jeneral  le  permitirá  a  lo  menos  preparar  cada 
discurso  en  particular.  Se  necesita  que  ante  todo  prevalezca 
el  buen  sentido.  Hai  declamadores  que  saben  hablar  con 
mas  o  menos  soltura  sobre  cualquier  asunto,  sin  profundi- 
zar nada.  Un  orador  serio  se  preocupa  de  los  pensamientos 
i  son  los  pensamientos  los  que  suministran  las  palabras: 
sus  discursos  forman  un  largo  encadenamiento  de  hechos  i 


302  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

de  razones.  Es  menester  encaminar  todo  el  discurso  a  un 
principio  único,  de  donde  depende  todo  lo  demás.  Así  es  co- 
mo se  consigue  la  unidad  en  el  discurso.  La  condición  mas 
esencial  después  de  la  unidad  es  el  orden,  i  esta  cualidad  no 
se  consigue  sino  después  de  meditar  mucho  el  asunto. 

XXVI 

El  pensamiento  de  la  muerte  lejos  de  todo  peligro,  turba 
nuestro  espíritu,  interrumpe  nuestros  goces,  quebranta  nues- 
tra firmeza.  Solo  la  resignación  relijiosa,  la  fé  en  la  volun- 
tad i  en  la  justicia  divina,  tienen  el  poder  de  darnos  firmeza. 
I  sin  embargo,  la  historia  está  llena  de  ejemplos  brillantes 
que  nos  muestran  que  ha  sido  desafiada  con  audacia,  pro- 
vocada aun  con  entusiasmo.  ¿De  dónde  proviene  esta  apa- 
rente contradicción?  ¿No  es  verdad  que  en  presencia  del  pe- 
ligro i  de  la  muerte  el  alma  se  exalta  i  se  excita,  mientras 
que  en  el  aislamiento  de  la  meditación,  privada  del  resorte 
del  entusiasmo,  se  encuentra  en  frente  de  una  amenazante 
realidad?  Pascal  ha  dicho:  *'Es  mas  fácil  soportar  la  muerte 
sin  pensar  en  ella,  que  el  pensamiento  de  la  muerte  sin  pe- 
ligro." 

XXYII 

La  lójica,  la  sensibilidad,  la  imajinacion  son  cualidades 
eminentes  en  las  obras  literarias.  Es  fácil  señalar  cómo  se 
manifiestan  en  los  escritores  que  pueden  servir  de  modelos. 
Estas  cualidades  pueden  convertirse  en  defectos  si  no  hai 
una  cuarta  lei  para  mantenerlas  en  equilibrio.  Esta  lei  es 
la  del  gusto.  El  gusto  es  un  fallo  del  juicio  que  no  desconoce 
ni  la  imajinacion,  ni  la  sensibilidad,  ni  la  lójica,  sino  que  las 
contiene  en  sus  justos  límites.  Algunos  ejemplos  podrian 
demostrar  lo  que  seria  cada  una  de  estas  cualidades  sin  la 
intervención  del  gusto. 

XXVIII 

No  es  posible  concebir  una  literatura  libre  de  toda  espe- 
cie de  reglas.  Eso  seria  la  confusión  i  el  caos.  Pero  se  ha  pro- 
testado contra  las  reglas  demasiado  rigorosas  i  señaladas 
como  arbitrarias.  Se  ha  reducido  su  número:  algunos  auto- 
res han  suprimido  las  que  eran  mas  embarazosas.  Es  me- 
nester distinguir  las  reglas  necesarias  de  las  que  son  pura- 


DISERTACIONES  303 


mente  convencionales.  Se  conprende,  sin  entrar  aquí  en  los 
detalles,  que  hai  de  esas  dos  especies.  Uno  o  dos  ejemplos 
bastarán.  Evidentemente,  las  primeras  deben  ser  respeta- 
das: las  otras  pueden  variar  según  las  épocas.  Lo  mas  se- 
guro es  respetar  las  reglas  establecidas,  según  la  esperien- 
cia,  por  los  grandes  maestros  en  el  arte  de  escribir,  los  gran- 
des jenios;  pero  tomando  en  cuenta  con  imparcialidad  las 
diferencias  de  época,  de  pais  i  de  costumbres. 

XXIX 

La  literatura  ha  sido  siempre  el  gran  civilizador  del 
mundo.  Conserva  la  civilización  popularizando  las  ideas 
nobles  ijenerosas.  El  abatimiento  de  la  literatura  corres- 
ponde a  un  tiempo  en  que  la  civilización  sufre  cierta  para- 
lización. En  vano  las  ciencias  exactas  i  naturales  querrian 
ocupar  todo  el  lugar;  ellas  mismas  tienen  necesidad  del  so- 
corro de  la  literatura.  Los  progresos  i  el  triunfo  esclusivo 
de  la  industria,  serian  funestos  a  una  nación.  Todos  los 
trabajos  del  espíritu  se  deben  un  apoyo  mutuo:  pero  la  lite- 
ratura no  presta  solo  un  apoyo,  sino  que  lleva  en  sí  los  des- 
tinos de  la  civilización. 


XXX 

¿Puede  un  malvado  tener  jenio  literario?  ¿Puede ser  gran 
poeta,  gran  orador?  La  historia  dice  que  estos  talentos  no 
son  incompatibles  con  la  corrupción  del  corazón.  Sin  em- 
bargo, el  ideal  del  jenio  no  se  presentará  jamas  separado  del 
ideal  de  la  virtud.  ¿Puede  señalarse  el  punto  en  que  una  crí- 
tica atenta  reconocería  lo  que  falta,  desde  el  punto  de  vista 
literario,  al  hombre  de  talento  que  no  hubiese  sido  un  hom- 
bre de  bien?  ¿Puede  tomarse  al  historiador Salustio  por  ob- 
eto  de  este  estudio? 


304  MANUAL   DR    COMPOSICIÓN.   LlTBiiARlA 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


El  hombre  en  medio  del  infinito 

**La  primera  cosa  que  se  presenta  al  hombre  cuando  se 
mira,  es  su  cuerpo,  es  decir,  cierta  porción  de  materia  que 
es  de  su  propiedad.  Pero  para  comprender  lo  que  es  ella,  es 
menester  que  la  compare  con  lo  que  está  encima  de  él  i  con 
lo  que  está,  debajo,  para  que  reconozca  sus  justos  límites. 

'*Que  no  se  detenga,  pues,  a  mirar  simplemente  los  obje- 
tos que  lo  rodean;  que  contemple  la  naturaleza  entera  en 
su  alta  i  plena  majestad;  queconsidereese  brillante  luminar, 
colocado  como  una  lámpara  eterna  para  alumbrar  el  uni- 
verso; que  la  tierra  se  le  presente  como  un  punto  compara- 
da con  la  vasta  vuelta  que  este  astro  describe,  i  que  se  sor- 
prenda de  que  esta  vasta  vuelta  no  es  en  sí  misma  mas  que 
un  punto  mui  insignificante  respecto  de  la  que  abrazan  los 
astros  que  jiran  en  el  firmamento.  Pero,  si  nuestra  vista  se 
detiene  allí,  que  nuestra  imajinacion  pase  adelante.  Prime- 
ro se  cansará  ésta  de  concebir  que  la  naturaleza  de  presen- 
tarnos objetos  de  admiración.  Todo  lo  que  vemos  en  el- 
mundo  no  es  mas  que  un  rasgo  imperceptible  en*  el  amplio 
seno  de  la  naturaleza.  Ninguna  idea  se  aproxima  a  la  estén 
sion  de  sus  espacios.  Nos  complacemos  en  elevar  nuestros 
conceptos,  i  no  creamos  mas  átomos  en  comparación  a  la 
realidad  de  las  cosas.  Es  una  esfera  infinita  cuyo  centro 
está  en  todas  partes,  i  la  circunferencia  en  ninguna  ^  .  En 
fin,  es  uno  de  los  caracteres  mas  sensibles  de  la  omnipoten- 
cia de  Dios  el  que  nuestra  imajinacion  se  pierda  en  este  pen- 
samiento. 

"Que  el  hombre,  reconcentrándose  en  sí  mismo,  considere 
lo  que  es  el  espacio  al  lado  de  lo  que  es  él  mismo;  que  se  mi 
re  como  estraviado  en  este  pequeño  cantón  de  la  naturaleza; 
i  que  desde  lo  que  le  parecerá  este  pequeño  calabozo   donde 


1  Se  pretende  que  esta  hermosa  definición  del  espacio,  muchas 
veces  aplicada  i  comentada,  no  es  de  Pascal,  i  que  se  encuentra 
mas  o  menos  terminantemente  espresáda  en  algunos  de  los  filóso- 
fos de  la  antigüedad. 


DISERTACIONES 


se  encuentra  hospedado,  es  decir  este  mundo  visible,  apren- 
da a  estimar  la  tierra,  los  reinos,  las  ciudades,  a  sí  mismo, 
en  su  justo  valor. 

**¿Qué  es  el  hombre  en  el  infinito?  ¿Quién  puede  compren- 
dió? Pero,  para  presentarle  otro  prodijio  igualmente  sor- 
prendente, que  busque  entre  lo  que  conoce,  las  cosas  mas 
delicadas.  Que  un  arador,  por  ejemplo,  le  ofrezca  en  la  pe- 
quenez de  su  cuerpo  algunas  partes  incomparablemente  mas 
pequeñas,  piernas  con  articulaciones,  venasen  esas  piernas, 
sangre  en  esas  venas,  humores  en  esa  sangre,  gotas  en  esos 
humores,  vapores  en  esas  gotas:  que  dividiendo  aun  estas 
últimas  cosas,  agote  sus  fuerzas  i  sus  concepciones,  i  que  el 
último  objeto  a  que  pueda  llegar  sea  ahora  el  de  nuestra 
consideración.  Pensará  quizá  que  allí  está  la  estrema  pe- 
quenez de  la  naturaleza.  Quiero  hacerle  ver  allí  mismo  un 
nuevo  abismo,  quiero  pintarle  no  solo  el  universo  visible, 
sino  todo  aquello  que  es  capaz  de  concebir  en  la  inmensidad 
de  la  naturaleza,  en  el  recinto  mismo  de  este  átomo  imper- 
ceptible. Que  vea  allí  una  infinidad  de  mundos,  cada  uno  de 
los  cuales  tiene  su  firmamento,  sus  planetas,  su  tierra,  en  la 
misma  proporción  que  el  mundo  visible;  en  esta  tierra,  ani- 
males i  en  fin,  aradores  en  los  cuales  encontrará  lo  mismo 
que  los  primeros  han  presentado,  encontrando  aun  en  los 
otros  la  misma  cosa,  sin  fin  i  sin  descanso.  Que  se  pierda  en 
estas  maravillas  tan  sorprendentes  por  su  pequenez  como 
por  su  estension.  Porque  ¿quién  no  admirará  que  nuestro 
cuerpo,  que  hace  poco  no  era  perceptible  en  el  universo,  im- 
perceptible él  mismo  en  el  seno  del  todo,  sea  ahora  un  co- 
loso, un  mundo,  o  mas  bien  un  todo,  respecto  de  la  últi- 
ma pequenez  adonde  se  puede  llegar? 

"Quien  se  considere  de  esta  suerte,  se  espantará  sin  duda 
de  verse  como  suspendido  en  la  masa  que  la  naturaleza  le 
ha  dado  entre  estos  dos  abismos  del  infinito  i  de  la  nada 
de  que  está  igualmente  alejado.  Temblará  a  la  vista  de  es- 
tas maravillas;  i  creo  que,  cambiando  su  curiosidad  en  ad- 
miración, estará  mas  dispuesto  a  contemplar  en  silencio 
que  a  buscarlas  con  presunción.  . 

"Porque  al  fin  ¿qué  es  el  hombre  en  la  naturaleza?  Na- 
da respecto  del  infinito,  todo  respecto  de  lanada,  un  medio 
entre  la  nada  i  el  todo.  Está  infinitamente  alejado  de  los 
dos  estremos,  i  su  ser  no  está  menos  distante  de  la  nada, 
de  donde  ha  salido,  que  de  lo  infinito  adonde  camina." 

Pascal,  i 
Pensamientos. 

1  Véanse  las  Noc.  de  hits,  lit.,  part.  III,  cap.  IV.,  §  17. 

TOMO   V  20 


306  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


II 

Sistema  del  Mundo 

Por  sn  inmensa  grandiosidad,  por  la  variedad  i  la  belleza 
infinitas  que  revela  bajo  todos  aspectos,  el  sistema  del 
mundo  nos  sume  en  una  muda  sorpresa.  Si  el  cuadro  de  to- 
da esta  perfección  no  conmneve  mas  que  a  la  imajinacion, 
el  entendimiento  por  su  lado  esperimenta  otra  especie  de 
encanto,  cuando  considera  que  tanta  grandeza  i  tanta 
magnificencia  dependen,  con  un  orden  eterno  i  rigoroso,  de 
■una  sola  lei  jeneral.  El  sistema  planetario  en  que  el  sol,  co- 
locado en  el  centro  de  todas  las  órbitas,  hacer  jirar  en  cír- 
culos eternos,  por  una  atracción  poderosa,  los  globos  habi- 
tados, está  formado  de  la  sustancia  elemental  deluniverso, 
esparcida  primitivamente  en  el  espacio.  Todas  las  estrellas 
fijas  que  el  ojo  descubre  en  las  profundidades  del  cielo,  i  que 
parecen  revelar  una  especie  de  prodigalidad,  son  soles  i 
centros  de  sistemas  semejantes. 

*'Si  todos  los  mundos  i  su  organización  reconocen  un  orí- 
jen  análogo,  si  la  atracción  es  jeneral  sin  límites,  así  como 
la  repulsión  de  los  elementos;  si  con  relación  a  lo  infinito, 
lo  grande  i  lo  pequeño  son  ambos  pequeños;  ¿no  es  verdad 
que  todos  los  sistemas  de  los  mundos  han  debido  recibir,  los 
tinos  con  relación  a  los  otros,  una  constitución  relativa,  un 
enlace  sistemático  como  el  que  presentan  en  pequeño  los 
cuerpos  celestes  de  nuestro  sistema  solar,  que  considera- 
dos aisladamente  forman  un  sistema,  i  entran,  sin  embar- 
go, como  miembros  en  un  sistema  mas  vasto?  Si  en  despa- 
cio inconmesurable  en  que  se  han  formado  todos  los  soles 
delavia  láctea,  se  supone  un  punta  al  rededor  del  cual,  por 
una  causa  que  yo  ignoro,  la  naturaleza  ha  comenzado  a 
salir  del  caos,  ha  debido  nacer  allí  un  cuerpo  de  una  masa 
tan  enorme  i  de  una  atracción  tan  poderosa,  que  todos  los 
sistemas  en  via  de  creación  se  han  visto  forzados  a  gravi- 
tar al  rededor  de  él,  como  sobre  su  centro,  i  a  constituir  en 
grande  lo  que  la  materia  cósmica  elemental  que  formó  los 
planetas,  ha  hecho  en  pequeño  con  relación  al  sol.  La  ob- 
servación pone  esta  conjetura  casi  fuera  de  duda.  Por  el 
lugar  que  ocupa  en  un  plan  común,  el  ejército  de  estrellas 
constituye  un  sistema,  así  como  nuestro  sistema  planeta- 
rio forma  uno  con  relación  al  sol.  La  via  láctea  es  el  zodía- 
co de  estos  vastos  organismo  cósmicos  que  se  apartan  de 


DISERTACIONES  307 


SU  zona  lo  menos  posible,  i  que  alumbran  siempre  su  banda 
con  su  luz,  del  mismo  modo  que  el  zodíaco  de  los  planetas 
brilla  aquí  i  allá  en  ciertos  puntos,  raros  es  verdad,  con  la 
luz  de  estos  globos.  Cada  uno  de  estos  soles  con  los  plane- 
tas que  gravitan  al  rededor  de  él,  forma  un  sistema  parti- 
cular; pero  esto  no  les  impide  ser  parte  de  un  sistema  mas 
vasto,  así  como  un  Júpiter  i  Saturno,  a  pesar  de  sus  satéli- 
tes, entran  en  un  organismo  cósmico  mas  considerable. 

*'Ahora,  si  las  estrellas  fijas  constituyen  un  sistema,  cuya 
estension  está  determinada  por  la  esfera  de  atracción  del 
cuerpo  que  está  colocado  en  el  centro,  ¿no  habrá  otros  sis- 
temas solares,  i  por  decirlo  así,  otras  vias  lácteas  nacidas 
en  los  campos  sin  límites  del  espacio?  Hemos  visto  con  sor- 
presa en  el  cielo  figuras  que  no  son  otra  cosa  que  estos  sis- 
temas de  estrellas  fijas,  que  forman  parte  de  un  plan  común, 
vias  lácteas,  si  puedo  espresarme  así,  que  en  sus  diversas 
posiciones  con  relación  al  ojo  i  con  una  luz  debilitada  por 
una  inmensa  distancia,  presentan  formas  elípticas.  Son  sis- 
temas, cuyo  diámetro  es,  por  decirlo  así,  un  número  infini- 
tos de  veces,  mas  grande  que  el  diámetro  de  nuestro  siste- 
ma solar,  pero  que,  sin  duda  alguna,  han  nacido  de  la  mis- 
ma manera,  están  rejidos  i  ordenados  por  las  mismas  cau- 
sas, i  se  mantienen  por  las  mismas  leyes. 

"Pero,  ¿dónde  estará  el  fin  de  esta  organización  sistemá- 
tica? ¿dónde  cesa  la  creación?  Es  fácil  ver  que  para  estar 
en  relación  con  el  poder  del  Ser  infinito,  no  debe  tener  lími- 
tes. Sin  duda,  no  está  mas  inmediata  de  la  infinidad  del  po- 
der creador  de  Dios,  dándole  una  esfera  que  tuviese  por  ra- 
dio la  via  láctea,  que  reduciéndola  a  un  globo  de  una  pul- 
gada de  diámetro,  porque  todo  lo  que  tiene  límite,  una 
relación  determinada  con  la  unidad,  está  igualmente  aleja- 
do de  lo  infinito.  Sin  embargo,  seria  absurdo  el  ¡limitar  la 
acción  de  la  divinidad  a  una  parte  infinitamente  pequeña 
de  su  poder  creador,  e  imajinarse  sus  fuerzas  sin  límites, 
tesoro  productor  de  una  infinidad  de  mundos,  como  ociosa 
i  condenada  a  una  falta  eterna  de  ejercicio.  ¿No  es  conve- 
niente, o  por  mejor  decir,  no  es  necesario  representarse  la 
creación  en  su  conjunto,  lo  que  debe  ser  para  revelar  esta 
fuerza  que  escapa  a  toda  medida?  Por  este  motivo,  el  cam- 
po de  manifestación  de  los  atributos  divinos  es  tan  infinito 
como  estos  mismos  atributos.  Se  puede  entonces  admitir 
lejítimamente  que  el  orden  i  la  organización  del  sistema  del 
mundo  tienen  lugar  gradualmente  i  en  la  serie  de  los  tiem- 
pos: pero  en  cuanto  a  la  materia  cósmica  primitiva,  cu^^as 


308  MANUAL  DB  COMPOSICIÓN  LUCHARÍA 

propiedades  i  cuyas  fuerzas  son  el  oríjen  de  todos  estos 
cambios,  es  la  consecuencia  inmediata  de  la  esencia  divina. 
Debe  ser,  pues,  bastante  rica  para  que,  en  la  sucesión  infi- 
nita de  los  tiempos,  sus  desarrollos  i  sus  combinaciones 
puedan  acomodarse  al  plan  que  encierra  en  sí  todo  lo  que 
puede  existir,  escapar  a  toda  medida,  en  una  palabra,  ser 
infinita". 

Kant  1. 


III 

El  Ateísmo 

*'Los  ateos  son  en  su  mayor  parte  sabios  atrevidos  i  es- 
traviados  que,  no  pudiendo  comprender  la  creación,  el  orí- 
jen  del  mal  i  otras  dificultades,  han  recurrido  a  la  hipótesis 
de  la  eternidad  de  las  cosas  i  de  la  necesidad.  Hoi  hai  me- 
nos ateos  que  nunca,  desde  que  los  filósofos  han  reconocido 
que  no  hai  ningún  ser  que  vejete  sin  jérmen,  ningún  jérmen 
sin  causa  final,  i  que  el  trigo  no  proviene  de  la  podredumbre. 

''¿Por  qué  parece  que  es  imposible  una  sociedad  de  ateos? 
porque  se  juzga  que  hombres  que  no  tuviesen  freno  alguno 
no  podrían  vivir  jamas  en  sociedad;  porque  las.leyes  no 
pueden  nada  contra  los  crímenes  secretos;  porque  se  nece- 
sita un  Dios  vengador  que  castigue  en  este  mundo  o  en  el 
otro  a  los  malvados  que  se  escapan  a  la  justicia  humana. 
Supongo,  lo  que  Dios  no  quiera,  que  toda  una  gran  nación 
sea  atea,  por  principios;  convengo  que  podrán  encontrarse 
muchos  ciudadanos  que,  habiendo  nacido  bondadosos  i 
suaves,  bastante  ricos  para  no  tener  necesidad  de  ser  injus- 
tos, gobernados  por  el  honor,  i  por  consiguiente  observa- 
dores de  una  buena  conducta,  vivan  juntos  en  sociedad; 
podrán  vivir  en  paz,  en  la  inocente  satisfacción  de  las  jen- 
tes  honradas;  pero  el  ateo  pobre  i  violento,  seguro  de  la  im- 
punidad, será  un  tonto  sí  nos  os  asesina  para  robar  vues- 
tro dinero.  Desde  entonces,  todos  los  lazos  de  la  sociedad 
se  rompen;  todos  los  crímenes  secretos  inundan  la  tierra; 
así  como  las  langostas,  que  apenas  se  ven,  vienen  a  asolar 
los  campos:  el  bajo  pueblo  no  vSerá  mas  que  una  horda  de 


1  Manuel  Kant,  fundador  de  la  filosofía  alemana,  nacido  en 
Koenigsberg  en  1724  i  muerto  en  1804;  famoso  no  solo  como  filó- 
sofo, sino  como  astrónomo. 


DISERTACIONES  309 


bandidos.  ¿Quién  contendrá  a  los  grandes  i  a  los  reyes  en 
su  venganza,  en  su  ambición  a  que  quieren  inmolarlo  todo? 
Un  rei  ateo  seria  el  mas  peligroso  de  los  hombres.  La  creen- 
cia de  un  Dios  remunerador  de  las  buenas  acciones,  castiga- 
dor de  las  malas,  perdonador  de  las  faltas  lijeras;  es  pues 
la  creencia  mas  útil  al  jénero  humano;  es  el  único  freno  de 
los  hombres  poderosos  que  cometen  con  insolencia  los  crí- 
menes públicos;  es  el  único  freno  de  los  hombres  que  come- 
ten con  maña  los  crímenes  secretos". 


YOLTAIRE,  1 

Diccionario  filosófico. 


IV 
El  duelo 


"Guardaos  de  confundir  el  nombre  sagrado  del  honor 
con  esa  preocupación  feroz  que  pone  todas  las  virtudes  en 
la  punta  de  la  espada  i  que  no  sirva  mas  que  para  hacer 
malvados  valientes. 

"¿En  qué  consiste  esta  preocupación?  En  la  opinión  mas 
estravagante  i  mas  bárbara  que  jamas  ha  entrado  en  el 
espíritu  humano,  a  saber,  que  todos  los  deberes  de  socie- 
dad son  suplidos  por  la  bravura;  que  un  hombre  no  es 
malvado,  bribón,  calumniador;  que  es  urbano,  humano, 
cortés,  cuando  sabe  batirse;  que  la  mentira  se  cambia  en 
verdad,  que  el  robo  se  hace  lejítimo,  la  perfidia  honrada,  la 
infidelidad  laudable,  si  se  sostiene  todo  esto  con  un  acero 
en  la  mano;  que  una  afrenta  queda  siempre  bien  reparada 
con  una  estocada,  i  que  jamas  hai  dificultad  con  un  hom- 
bre con  tal  que  se  le  mate.  Hai,  lo  confieso,  otra  especie  de 
negocio  donde  la  jentileza  se  mezcla  a  la  crueldad,  i  donde 
no  se  matan  los  hombres  sino  por  casualidad;  es  el  duelo  en 

1  V.  las  Noc.  de  hist.  lít.,  part.  IIT,  cap.  IV,  §  26. 

Un  célebre  escritor  español,  el  padre  benedictino  Fr.  Benito  Fei- 
joo  ha  tratado  este  mismo  asunto  en  dos  discursos  diferentes  de 
su  Teatro  crítico  (Paradojas  políticas  i  morales  i  Apolojía  de  algu- 
nos personajes  famosos  en  la  historia);  pero,  ¡cosa  singular  en  un 
relijioso  español  del  siglo  XVIII!  sostiene  que  el  ateismo  no  es 
opuesto  a  la  hombría  de  bien. 


310  MANUAL  DE   COMPOSICIÓN   LITERARIA 

que  se  bate  a  la  primera  sangre  i  ¡a  la  primera  sangre,  gran 
Dios! 

^'¿Pensaron  alguna  vez  los  hombres  mas  valientes  de  la 
antigüedad  en  vengar  sus  injurias  personales  por  medio  de 
combates  particulares?  ¿Envió  César  un  cartel  a  Catón,  o 
Pompeyo  a  César  por  tantas  afrentas  recíprocas?  ¿I  se 
deshonró  acaso  el  mas  gran  capitán  de  la  Grecia  por  ha- 
berse dejado  amenazar  con  un  palo?  Otros  tiempos,  otras 
costumbres,  yo  lo  sé;  pero  el  honor  no  es  variable,  no  de- 
pende ni  de  los  tiempos,  ni  de  los  lugares,  ni  de  las  preocu- 
paciones; no  puede  pasar  ni  renacer:  tiene  su  fuente  eterna 
en  el  corazón  del  hombre  justo  i  en  la  regla  inalterable  de 
sus  deberes.  Si  los  pueblos  mas  ilustrados,  los  mas  valien- 
tes, los  mas  virtuosos  de  la  tierra  no  conocieron  el  duelo, 
digo  que  no  es  una  institución  de  honor,  sino  una  moda  ho- 
rrible i  bárbara,  digna  de  su  feroz  oríjen.  Queda  por  saber 
si  cuando  se  trata  de  su  vida  o  la  de  otro,  el  hombre  hon- 
rado debe  rejirse  por  la  moda,  i  si  no  hai  entonces  mas  ver- 
dadero valor  en  desafiarla  que  en  seguirla.  ¿Quéharia  aquel 
que  quiere  someterse  a  la  moda  en  los  lugares  en  que  reina 
un  uso  contrario?  En  Mesina  o  en  Ñapóles  iria  a  esperar  a 
su  enemigo  a  la  vuelta  de  la  esquina  para  apuñalearlo  por 
la  espalda.  Eso  se  llama  ser  valiente  en  ese  pais,  i  el  honor 
no  consiste  allí  en  hacerse  matar  por  su  enemigo  sino  en 
matarlo.  El  hombre  recto,  cuyo  vida  entera  es  sin  mancha 
i  que  nunca  dio  ninguna  señal  de  cobardía,  se  negará  a 
manchar  su  mano  con  un  homicidio.  Siempre  presto  a  servir 
a  la  patria,  a  protejer  al  débil,  a  llenar  los  deberes  mas  peli- 
grosos i  a  defender  en  todo  encuentro  justo  i  honrado,  aun 
a  precio  de  su  sangre,  lo  que  le  es  caro,  emplea  en  sus  accio- 
nes esa  inquebrantable  firmeza  que  no  se  tiene  sin  el  verda- 
dero valor.  En  la  tranquilidad  de  su  conciencia,  marcha 
con  la  cabeza  levantada  i  no  evita  ni  busca  a  su  enemigo. 
Si  las  viles  preocupaciones  se  levantan  un  instante  contra 
él,  todos  los  dias  de  su  honorable  vida  son  otros  tantos 
castigos  que  la  recusan;  i  en  una  conducta  tan  uniforme  se 
juzga  de  una  acción  por  todas  las  otras. 

"Los  hombres  tan  altaneros  i  tan  prontos  para  provo- 
car a  los  demás,  son  en  su  mayor  parte  malvados  que,  de 
miedo  que  se  les  muestre  abiertamente  el  desprecio  que  ins- 


1  Se  llaman  duelos  a  primera  sangre  aquellos  en  que  se  estipula 
que  el  combate  cese  tan  luego  como  uno  de  los  adversarios  haya 
sido  herido. 


DISERTACIONES 


311 


piran,  se  empeñan  por  encubrir  con  algunos  desafíos  la  in- 
famia de  su  vida  entera. 

*'Uno  hace  un  esfuerzo  i  se  presenta  una  vez  para  tener 
el  derecho  de  ocultarse  el  resto  de  su  vida.  El  verdadero  va- 
lor tiene  mas  constancia  i  menos  precipitación:  es  siempre 
lo  que  debe  ser,  i  no  se  necesita  excitarlo  ni  contenerlo.  El 
hombre  de  bien  lo  lleva  a  todas  partes  consigo:  al  combate, 
contra  el  enemigo:  en  una.  tertulia,  en  favor  de  los  ausentes 
i  de  la  verdad:  en  su  lecho,  contra  los  ataques  del  dolor  i  de 
la  muerte.  La  fuerza  de  alma  que  lo  inspira  es  de  moda  en 
todos  los  tiempos:  pone  siempre  la  virtud  mas  arriba  de 
los  acontecimientos,  i  no  consiste  en  batirse  sino  en  no  te- 
mer nada." 

JuanJacobo  Rousseau,  i 
Bmilio. 


Media  noche 

**E1  reloj  del  campanario  de  San  Felipe  tocó  lentamente 
las  doce  de  la  noche:  conté  uno  después  de  otro  cada  golpe 
de  la  campana,  i  el  último  me  arrancó  un  suspiro.  "Hé  ahí, 
me  dije,  un  dia  que  acaba  de  escaparse  a  mi  existencia,  i 
aunque  las  vibraciones  decrecientes  del  sonido  resuenan  to- 
davía en  mis  oidos,  la  parte  de  mi  viaje  que  ha  precedido  a 
la  media  noche  está  ya  tan  lejos  de  mí  como  el  viaje  de  Ulí- 
ses  o  de  Jason:en  este  abismo  del  pasado,  los  instantes  i  los 
siglos  tienen  la  misma  estension:  ¿i  el  porvenir  tiene  acaso 
mas  realidad?  Son  dos  nadas,  en  medio  de  las  cuales  me 
encuentro  en  equilibrio  como  sobre  el  filo  de  un  cuchillo.  En 
verdad,  el  tiempo  me  parece  algo  tan  inconcebible  que  estoi 
tentado  a  creer  que  no  existe  realmente  i  que  lo  que  se  lla- 
ma así  no  es  otra  cosa  que  un  castigo  del  pensamiento. 

"Me  regocijaba  de  haber  encontrado  esta  definición  del 
tiempo;  tan  tenebrosa  como  el  tiempo  mismo,  cuando  otro 
reloj  dio  las  doce  de  la  noche,  lo  que  me  produjo  un  senti- 
miento desagradable.  Me  queda  siempre  un  fondo  de  buen 
humor  cuando  me  ocupo  de  un  problema  que  no  tiene  so- 

1  Véanse  las  Noc.  de  his.  lit.,  parf.  III,  cap.  IV.,  §  27. 


312  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

lucion ;  i  encontré  muí  fuera  de  tiempo  este  segundo  aviso 
de  la  campana  dirijido  a  un  filósofo  como  yo;  pero  esperi- 
menté  decididamente  un  verdadero  despecho  cuando  algu- 
nos segundos  después  oí  una  tercera  campana  que  daba  co- 
mo maliciosamente  las  doce.  '*Lo  sé,  esclamé,  estendiendo 
la  mano  al  lado  del  reloj;  sí,  lo  sé,  sé  que  es  media  noche,  lo 
sé  demasiado  bien." 

*'Por  un  consejo  insidioso  del  espíritu  maligno,  los  hom- 
bres han  encargado  a  esta  hora  que  divida  sus  dias.  Ence- 
rrados en  sus  habitaciones,  duermen  o  se  divierten  cuando 
corta  uno  de  los  hilos  de  su  existencia,  el  dia  siguiente  se 
levantan  contentos  sin  pensar  en  que  tienen  un  dia  mas. 
En  vano  la  voz  profética  del  bronce  les  anuncia  la  aproxi- 
mación de  la  eternidad,  en  vano  les  repite  tristemente  cada 
hora  que  acaba  de  pasar:  no  oyen  nada,  o  si  oyen  no  com- 
prenden. ¡Oh  media  noche!...  ¡hora  horrible!...  Yo  no  soi 
supersticioso,  pero  esta  hora  me  inspira  siempre  una  espe- 
cie de  pavor,  i  tengo  el  presentimiento  de  que  si  muero  al- 
guna vez  será  a  media  noche.  Pero  ¿he  de  morir  acaso? 
¡Cómo!  ¿Podré  morir  yo  que  hablo,  yo  que  me  siento,  yo 
que  me  toco?  Trabajo  me  cuesta  creerlo;  porque  al  fin  que 
los  otros  mueran,  nada  es  mas  natural:  eso  se  ve  todos  los 
dias:  los  vemos  pasar,  nos  habituamos  a  ello;  pero  ¡morir 
yo  mismo!  no,  eso  es  demasiado.  I  vosotros,  señores,  que 
tomáis  estas  reflexiones  por  galimatías,  sabed  que  tal  es  la 
manera  de  pensar  de  todo  el  mundo  i  la  vuestra  también. 
Nadie  piensa  que  debe  morir:  si  existiese  una  raza  de  hom- 
bres inmortales,  la  idea  de  la  muerte  los  espantaría  menos 
que  a  nosotros." 

■  Javier  de  Maistre,  ^ 

Viaje  al  rededor  de  mi  cuarto. 


La  muerte  del  filósofo 

**¿Quereis  saber  por  qué  el  verdadero  filósofo  ve  acercar- 
se la  muerte  lleno  de  esperanza?  ¿En  qué  se  funda  cuando 
la  mira  como  el  principio  de  una  inmensa  felicidad?  El  ma- 
yor número  de  los  hombres  lo  ignora;  i  yo  voi  a  enseñáros- 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  IV,  §  15. 


DISERTACIONES  313 


lo.  Porque  la  verdadera  filosofía  no  es  otra  cosa  que  el 
estudio  de  la  muerte;  porque  el  sabio  aprende  sin  cesar  en 
esta  vida,  no  solamente  a  morir,  sino  a  quedar  muerto.  En 
efecto,  ¿qué  cosa  es  la  muerte?  ¿Es  acaso  otra  cosa  que  la 
separación  del  alma  i  el  cuerpo?  ¿I  no  estamos  convenci- 
dos en  que  la  perfección  del  alma  consiste,  sobre  todo,  en 
eximirse  cuanto  es  posible  del  uso  de  los  sentidos  i  de  los 
cuidados  del  cuerpo  para  contemplar  la  verdad  en  Dios? 
¿No  estamos  de  acuerdo  en  que  el  mayor  obstáculo  para 
este  ejercicio  del  alma,  está  en  los  objetos  terrestres  i  en  las 
seducciones  de  los  sentidos?  ¿No  está  claramente  demostra- 
do para  nosotros  que  el  único  medio  de  tener  una  débil  no- 
ción de  lo  verdadero,  es  considerarlo  con  los  ojos  del  es- 
píritu, cerrando  los  ojos  del  cuerpo  i  las  puertas  de  los 
sentidos?  Solo  después  de  la  muerte  podemos  llegar  a  esta 
pura  comprensión  de  lo  verdadero,  i  vosotros  habéis  reco- 
nocido conmigo  que  no  hai,  que  no  puede  haber  felicidad 
real  para  el  hombre  sino  en  el  conocimiento  de  esta  verdad, 
que  solo  Dios  puede  ser  su  principio  i  su  fuente,  i  que  su  co- 
nocimiento no  puede  ser  perfecto  sino  en  él. 

''Esperemos,  pues,  i  sin  duda  tenemos  derecho  para  ello, 
esperemos  que  el  que  ha  hecho  de  esta  investigación  el 
grande  objeto  de  su  vida  en  la  tierra,  podrá  acercarse  des- 
pués de  la  muerte,  a  esa  verdad  eterna  i  celeste;  sobre  todo 
aquel  cuyo  corazón  ha  sido  puro,  porque  nada  impuro  po- 
drá acercarse  a  aquel  que  es  la  pureza  por  excelencia. 

^^Hé  ahí  por  qué  el  sabio  vive  para  meditar  sobre  la 
muerte,  i  por  qué  su  proximidad  no  tiene  nada  de  terrible 
para  él;  hé  ahí  los  motivos  i  los  fundamentos  de  esta  con- 
fianza que  le  acompaña  hoi  en  este  pasaje  que  se  me  prescri- 
be; i  esta  conjanza  tan  apetecible,  la  tendréis  como  yo  si 
tenéis  cuidado  de  prepararos  como  yo  i  de  purificar  vues- 
tra alma."  >  : 


Platón,  i 
Fedon. 


\  Véanse  las  Noc  de  hist.  /jt., part.  I,  cap.  IV,  §  20.  —Estas  pala- 
bras forman  parte  de  uno  de  les  discursos  que  Platón  pone  en  bo- 
ca de  Sócrates. 


314  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

VII 
Las  diferentes  edades  de  la  vida 

*'Los»jÓYeíjfe^«<>íi  ardientes  en  su  deseos  i  prontos,  para 
satisfacerlos;  etatre  los  placeres  de  los  sentidos,  buscan  so- 
bre todo  los  del  amor  i  se  entregan  a  ellos  con  exceso.  In- 
constantes, se  disgustan  en  breve  de  lo  que  anhelaban:  sus 
deseos  son  violentos,  pero  de  corta  duración;  sus  voluntades 
son  imperiosas  pero  pasajeras,  como  el  hambre  i  la  sed  de 
los  enfermos.  Coléricos,  violentos,  siguen  fácilmente  el  mo- 
vimiento que  los  arrastra  i  son  incapaces  de  resistirle.  Ávi- 
dos de  honores,  no  sufren  el  desprecio,  i  su  sentimiento  esta- 
lla desde  que  se  creen  ofendidos.  El  honor  los  lisonjea,  pero 
mas  aun  la  victoria,  porque  la  juventud  quiere  dominar,  i 
la  victoria  es  una  especie  de  dominación.  Estas  dos  pasio- 
nes los  ocupan  demasiado  para  que  piensen  en  las  riquezas; 
la  codicia  no  tiene  el  menor  imperio  sobre  su  alma:  no  han 
esperimentado  todavía  la  indijencia. 

''Son  virtuosos  mas  bien  que  malvados:  el  espectáculo 
de  los  vicios  no  ha  manchado  aun  sus  miradas;  son  cré- 
dulos: aun  no  los  han  desengañado  numerosas  perfidias;  sus 
esperanzas  son  siempre  lisonjeras,  primero  porque  el  ardor 
del  carácter  los  mantiene  en  una  especie  de  embriaguez,  i  se- 
gundo porque  sus  tentativas  no  han  sido  frustradas.  No 
viven,  por  decirlo  así,  mas  que  de  esperanzas;  en  efecto,  la 
esperanza  pertenece  al  porvenir,  el  recuerdo  al  pasado;  i 
los  jóvenes  ven  el  porvenir  delante  de  ellos:  para  ellos  el 
pasado  no  es  mas  que  un  punto.  Como  están  en  el  primer 
dia  de  su  vida,  no  tienen  recuerdos  i  se  atreven  a  esperarlo 
todo.  De  ahí  viene  que  es  fácil  engañarlos,  porque  esperan 
fácilmente.  La  cólera  i  la  esperanza  a  que  se  entregan,  los 
hace  valientes:  la  primera  les  quita  el  temor,  la  segunda  les 
inspira  confianza:  el  hombre  encolerizado  no  teme  nada;  el 
hombre  que  espera  el  triunfo  es  siempre  audaz. 

"Son  susceptibles  de  vergüenza  porque  todavía  no  con- 
sideran honrado  lo  que  no  lo  es,  i  no  tienen  otra  regla  que 
la  costumbre  i  la  educación:  magnánimos,  porque  la  vida 
no  ha  marchitado  aun  su  alma,  i  porque  ignoran  las  nece- 
sidades de  los  hombres:  la  magnanimidad  consiste  en  creer- 
se capaz  de  ejecutar  grandes  cosas,  i  semejantes  sentimien- 
tos tienen  su  oríjen  en  la  esperanza. 

"Prefieren  el  honor  al  interés,  porque  lo  guia  el  sentí- 


i 


DISERTACIONES  315 


miento  mas  bien  que  el  raciocinio;  el  raciocinio  conduce  al 
interés,  el  sentimiento  al  honor.  Sus  amistades  i  sus  rela- 
ciones son  mas  vivas  que  las  de  otras  edades,  porque  se 
complacen  en  vivir  en  sociedad,  i  porque  desinteresados 
siempre,  lo  son  hasta  en  la  elección  de  un  amigo. 

"Su  defecto  mas  común  es  no  conocer  límites;  violan  a 
cada  instante  la  máxima  de  Quilon(nada  en  demasía);  todo 
en  ellos  es  exajerado:  aman  en  exceso,  aborrecen  en  exceso; 
lo  mismo  ocurrecon  las  otras  pasiones.  Creen  saberlo  todo, 
hablan  como  maestros,  i  he  aquí  lo  que  hace  excesivos 
todos  sus  sentimientos.  Si  hacen  mal,  es  mas  bien  para 
insultar  que  para  dañar.  Son  sensibles  a  la  compasión, 
porque  creen  que  todos  los  hombres  son  virtuosos  i  mejo- 
res de  lo  que  son:  exentos  de  maldad,  juzgan  a  los  otros 
por  sí  mismos,  i  se  imajinan  que  aquéllos  sufren  injusta- 
mente. Les  gusta  la  alegría  i  por  consiguiente  la  broma, 
manera  artificiosa  de  insultar  con  gracia.  Tales  son  las 
costumbres  de  los  jóvenes. 

"Las  costumbres  de  los  viejos  i  de  aquellos  cuyo  vigor 
ha  pasado,  son  casi  el  reverso  de  las  de  los  jóvenes.  La  es- 
periencia  de  una  larga  vida,  la  maldad  de  la  mayor  parte 
de  los  hombres,  sus  propios  errores,  sus  desgracias  mas 
numerosas  que  sus  dichas,  les  impiden  pronunciarse  afir- 
mativamente sobre  cualquiera  cosa:  todos  sus  acciones 
están  acompañadas  de  una  gran  timidez.  Dudan  i  no 
saben  nada  de  una  manera  positiva.  En  su  incertidumbre 
añaden  a  todo  lo  que  dicen:  quizás;  ja  veremos:  tal  es  su 
refrán  ordinario. 

"Son  morosos,  porque  la  calidad  distintiva  de  tal  carác- 
ter es  ver  bajo  una  luz  desfavorable;  desconfiados,  porque 
son  incrédulos;  incrédulos,  porque  tienen  esperiencia.  Por 
la  misma  razón,  el  amor  i  el  odio  no  tienen  vivacidad  en 
su  corazón;  pero  según  el  precepto  de  Bias,  aman  como 
debian  aborrecer  en  otro  tiempo;  i  aborrecen  como  debían 
amar  en  esa  época;  su  corazón  es  pequeño,  porque  la  vida 
ha  marchitado  los  sentimientos.  Nada  grande,  nada  subli- 
me despierta  sus  deseos;  no  piensan  mas  que  en  lo  que  pue-' 
de  hacerlos  vivir.  Son  avaros,  porque  la  plata  es  necesaria 
para  vivir,  i  la  esperiencia  les  ha  hecho  ver  cuan  fácil  es 
perder  i  cuan  difícil  adquirir. 

"Son  tímidos,  i  temen  todos  los  males  antes  que  lleguen. 
En  efecto,  su  carácter  helado  es  totalmente  contrario  al  de 
los  jóvenes,  siempre  inflamado;  también  la  vejez  trae  con- 
sigo el  temor,   porque  el  temor  es  hielo.  Tanto  mas  apega- 


316  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


dos  a  la  vida,  sobre  todo  cuando  se  acercan  a  su  fin,  cuan- 
to se  desea  mas  lo  que  ya  se  va  a  perder,  hacen  votos  mas 
ardientes  por  aquello  de  que  se  nos  priva.  Son  egoistas  en 
exceso,   defecto  que  nace  también  de  un  espíritu  pequeño. 

"Son  mas  amigos  de  lo  útil  que  de  lo  honesto,  porque 
son  egoistas,  i  porque  lo  útil  les  parece  un  bien  real,  mien- 
tras que  el  honor  no  es  para  ellos  mas  que  el  honor.  La 
vergüenza  tiene  poco  imperio  sobre  su  alma,  que,  menos 
sensible  a  la  gloria  que  al  interés,  no  toma  en  cuenta  la 
opinión.  Rara  vez  se  hartan  de  esperanzas:  primero,  por- 
que la  práctica  de  la  vida  les  ha  probado  que  no  deben 
esperar  mas  que  desgracias,  porque  la  mayor  parte  de  los 
acontecimientos  tiene  un  desenlace  desagradable;  segundo, 
porque  son  tímidos.  Viven  mas  de  recuerdos  que  de  espe- 
ranzas; porque  para  ellos  el  porvenir  no  es  nada  en  compa- 
ración del  pasado:  i  el  porvenir  es  el  dominio  de  la  esperan- 
za: así  como  el  pasado  es  de  los  recuerdos.  También  son 
grandes  habladores,  cuentan  sin  cesar  los  acontecimientos 
de  otra  época;  tanto  les  encanta  el  recuerdo  del  pasado. 
Su  cólera  es  ardiente,  pero  tiene  un  carácter  de  debilidad. 
Las  pasiones  los  han  abandonado  o  se  han  debilitado  con 
la  edad;  si  hai  una  que  los  ajite  i  presida  sus  acciones,  es  la 
de  la  ganancia.  Parecen  moderados,  porque  la  pasión  del 
interés  absorbe  en  ellos  todas  las  otras.  Raciocinan  mas 
que  lo  que  sienten,  porque  el  raciocinio  conduce  al  interés, 
el  sentimiento  a  la  virtud.  Si  hacen  mal,  es  mas  bien  por 
dañar  que  por  insultar.  Son  inclinados  a  la  compasión, 
pero  no  por  los  mismos  motivos  que  los  jóvenes:  éstos  son 
compasivos  por  humanidad;  los  viejos  porque  son  débiles, 
i  se  ven  espuestos  a  sufrirlo  todo:  esta  es  una  de  las  causas 
de  que  nace  la  compasión.  De  ahí  nace  que  vivan  tristes  i 
que  sean  enemigos  de  la  risa  i  de  la  broma.  El  humor  triste 
i  la  risa  son  incompatibles.  Tales  son  las  costumbres  de 
los  viejos. 

"Es  evidente  que  el  carácter  de  los  hombres  formados  se 
mantendrá  en  el  justo  medio  entre  el  de  los  jóvenes  i  el  de 
los  viejos,  i  se  alejará  igualmente  de  los  excesos  del  uno  i 
del  otro.  No  tienen  una  confianza  ciega  en  sí  mismos,  que 
es  el  distintivo  de  la  audacia;  no  son  tampoco  tímidos, 
porque  guardan  una  justa  proporción.  No  dan  ni  rehusan 
indiferentemente  su  confianza  a  todo  el  mundo,  vsino  que 
la  verdad  regla  todos  sus  juicios.  No  obran  solamente 
según  el  honor,  ni  solamente  según  el  interés,  sino  según 
ambos.  Exentos  de  avaricia  i  de  prodigalidad,  la  mod^ra- 

^\  i-^  .:: 


DISERTACIONES  317 


cion  preside  a  su  conducta;  pone  un  freno  a  su  cólera  i  a 
sus  pasiones.  Su  prudencia  no  carece  de  valor,  ni  su  valor 
de  prudencia,  cualidades  divididas  entre  los  jóvenes  i  los 
viejos:  porque  los  jóvenes  son  valientes,  pero  temerarios; 
los  viejos  prudentes,  pero  tímidos.  Bnjeneral,  todo  lo  que 
la  juventud  i  la  vejez  tienen  de  bueno  separadamente,  lo 
reúne  la  edad  madura,  i  todo  lo  que  peca  en  estas  dos  eda- 
des, es  reconcentrado  en  ésta  en  un  prudente  i  justo  medio. 
Por  edad  madura,  entiendo,  para  el  cuerpo  el  intervalo 
desde  treinta  hasta  treinta  i  cinco  años;  i  para  el  espíritu 
hasta  los  cuarenta  i  nueve  años." 

Aristóteles,  ^ 
Retórica. 


VIII 

Mérito  comparativo  de  los  antig-uos  i  de  los  modernos 

"Comienzo  por  manifestar  mi  deseo  de  que  los  moder- 
nos sobrepasen  a  los  antiguos.  Me  encantaría  ver  en  núes 
tro  siglo  i  en  nuestra  nación  oradores  mas  vehementes  que 
Demóstenes  i  poetas  mas  sublimes  que  Homero.  El  mundo, 
lejos  de  perder  con  ello,  ganada  mucho.  Los  antiguos  no 
serian  menos  excelentes  de  lo  que  lo  han  sido  siempre,  i  los 
modernos  darian  un  nuevo  esplendor  al  jénero  humano. 
Siempre  quedaría  a  los  antiguos  la  gloria  de  haber  comen- 
zado, de  haber  mostrado  el  camino  a  los  otros,  i  de  haber- 
les dado  con  que  enriquecerse  a  su  costa.  Habría  un  ver- 
dadero capricho  en  juzgar  una  obra  por  su  fecha. 

"Si  Virjilio  no  se  hubiese  atrevido  a  marchar  por  las  hue- 
llas de  Homero,  si  Horacio  no  se  hubiese  propuesto  seguir 
de  cercaaPíndaro,  ¡cuánto  no  habríamos  perdido!  Aun  Ho- 
mero iPíndarono  han  llegado  de  repente  a  esta  alta  perfec- 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  /,  cap.  IV,  %  20. — Este 
hermoso  fragmento  puede  dar  una  idea  del  estilo  admirable  del 
célebre  filósofo  griego.  No  se  encuentran  en  él  declamaciones  ni 
adornos  de  ningún  jénero,  pero  sí  se  halla  una  hábil  condensación 
del  pensamiento  i  un  encadenamiento  lójico  de  las  ideas,  de  tal 
manera  que  parece  leerse  una  serie  de  raciocinios.  Horacio  ha  imi- 
tado  este  pasaje  en  el  Arte  poética,  verso  158  i  siguientes. 


318  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


"cion:  antes  de  ellos  ha  habido  sin  duda  otros  poetas  que  les 
habían  abierto  el  camino,  i  a  quienes  sobrepujaron  al  fin. 
¿Por  qué  no  abrigarían  los  nuestros  la  misma  esperanza? 

"Confieso  que  la  emulación  de  los  modernos  seria  peligro- 
sa, si  se  contrajese  a  despreciar  a  los  antiguos  i  a  descuidar 
su  estudio.  El  verdadero  medio  de  vencerlos  está  en  apro- 
vechar todo  lo  que  tienen  de  esquisito,  i  en  tratar  de  seguir 
aun  mas  que  ellos  sus  ideas  sobre  la  imitación  de  la  natura- 
leza. Con  gusto  diria  yo  a  todos  los  autores  de  nuestro 
tiempo,  a  quienes  mas  estimo  i  mas  honro:— Si  llegáis  a 
vencer  a  los  antiguos,  a  ellos  mismos  deberéis  la  gloria  de 
haberlos  vencido. 

"No  temo  decir  que  los  antiguos  mas  perfectos  tienen  im- 
perfecciones: la  humanidad  no  ha  permitido  en  ningún  tiem- 
po el  alcanzar  a  una  perfección  absoluta.  Si  estuviese  obli- 
gado a  no  juzgar  a  los  antiguos  mas  que  por  mi  sola  críti- 
ca, me  veria  mui  embarazado.  Los  antiguos  tienen  una 
gran  ventaja:  por  no  conocer  perfectamente  sus  costum- 
bres, su  lengua,  su  gusto,  sus  ideas,  marchamos  a  tientas 
al  criticarlos:  habríamos  sido  quizas  censores  mas  atrevi- 
dos si  hubiésemos  sido  sul  contemporáneos.  Pero  hablo  de 
los  antiguos,  fundándome  en  la  autoridad  de  los  mismos 
antiguos.  Horacio,  este  crítico  tan  penetrante  i  tan  apasio- 
nado de  Homero,  me  sirve  de  garantía  cuando  me  atrevo  a 
sostener  que  este  gran  poeta  dormita  algunas  veces. 

"Si  me  es  permitido  pronunciar  mi  pensamiento,  sin  que- 
rer contradecir  el  de  otras  personas  mas  ilustradas  que  yo, 
confesaré  que  me  parece  ver  diversos  defectos  en  los  anti- 
guos mas  estimables.  Por  ejemplo,  yo  no  puedo  aplaudir 
los  coros  en  las  trajedias,  porque  interrumpen  la  verdadera 
acción.  No  encuentro  en  ellos  unaexacta  verosimilitud,  por- 
que ciertas  escenas  no  deben  tener  una  tropa  de  espectado- 
res. Los  discursos  del  coro  son  frecuentemente  vagos  e  insí- 
pidos: sospecho  siempre  que  estas  especies  de  intermedio  ha- 
blan sido  introducirlas  antes  que  la  trajedia  alcanzase  a 
cierta  perfección.  Ademas,  encuentro  en  los  antiguos  algu- 
*Tias  burlas  que  no  son  delicadas.  Cicerón,  el  mismo  gran 
Cicerón,  hace  algunos  juegos  de  palabras  mui  fríos.  Con 
frecuencia,  los  antiguos  tienen  una  afectación  semejante  a 
lo  que  nosotros  llamamos  pedantería. 

"Confieso  que  los  antiguos  tienen  una  gran  desventaja 
por  los  defectos  de  su  relijion  i  por  la  grosería  de  sus  doctri- 
nas filosóficas.  En  tiempo  de  Homero,  su  relijion  no  era 
.mas  que  un  tejido  monstruoso  de  cuentos  tan  ridículos,  co- 


I 


DISERTACIONES  319 


mo  los  cuentos  de  hadas;  su  filosofía  no  contenia  mas  que 
principios  vanos  i  supersticiosos.  Los  héroes  de  Homero  no 
se  asemejan  a  los  hombres  honrados,  i  aun  los  dioses  de  es- 
te poeta  están  mas  abajo  que  esos  héroes.  Nadie  querria  te- 
ner un  padre  tan  vicioso  como  Júpiter,  ni  una  mujer  tan  in- 
soportable como  Juno,  i  menos  aun  una  tan  infame  como 
Venus.  ¿Quién  querria  tener  un  amigo  tan  brutal  como  Mar- 
te, o  un  criado  tan  ladrón  como  Mercurio? 

"Es  menester  confesar  que  hai  entre  los  antiguos  auto- 
res excelentes,  i  que  los  modernos  tienen  algunos  cujas 
obras  son  preciosas.  Cuando  no  leemos  a  los  antiguos  con 
una  avidez  de  sabios,  ni  por  la  necesidad  de  instruirnos  de 
ciertos  hechos,  nos  limitamos  por  gusto  a  un  pequeño  nú- 
mero de  libros  griegos  i  latinos.  Hai  mui  pocos  excelentes, 
aunque  estas  dos  naciones  hayan  cultivado  tan  largo  tiem- 
po las  letras.  Pero  es  menester  también  considerar  lo  que 
hai  a  favor  de  ellos.  Ademas  de  que  nos  han  dado  casi  todo 
loque  tenemos  de  mejor,  debemos  estimarlos  aun  en  los  pasa- 
jes que  no  están  exentos  de  defectos.  En  realidad,  ciertos  ras- 
gos descuidados  de  los  grandes  pintores,  valen  mucho  mas 
que  las  obras  relavadas  de  los  pintores  mediocres.  Por  otra 
parte,  la  grosería  diforme  de  la  relijion  de  los  antiguos,  i  la 
falta  de  una  verdadera  filosofía  moral  en  que  estaban  an- 
tes de  Sócrates,  deben  en  cierto  modo  justificar  a  los  escri- 
tores de  la  antigüedad.  Homero  debia  pintar  sus  dioses  co- 
mo la  relijion  los  enseñaba  al  mundo  idólatra  de  su  tiem- 
po: debia  representar  a  los  hombres  según  las  costumbres 
que  reinaban  entonces  en  la  Grecia  i  en  el  x\sia  menor.  ¿No 
deben  pues  admirarse  el  orden,  la  proporción,  la  gracia,  la 
fuerza,  la  vida,  la  acción  i  el  sentimiento  que  ha  dado  a  to- 
das sus  pinturas?  Mientras  mas  monstruosa  i  ridicula  era 
la  relijion,  mas  debe  admirarse  que  le  haya  dado  realce  con 
tan  magníficas  imájenes;  mientras  mas  groseras  eran  sus 
costumbres,  mas  debe  maravillarnos  el  ver  que  haya 
dado  tanta  fuerza  a  lo  que  es  en  sí  tan  irregular,  tan  absur- 
do i  tan  chocante. 

"No  ensalzo,  pues,  a  los  antiguos  como  modelos  sin  im- 
perfecciones; no  quiero  quitar  a  nadie  la  esperanza  de  ven- 
cerlos: deseo,  por  el  contrario,  ver  a  los  modernos  victorio- 
sas por  el  estudio  de  los  mismos  antiguos  a  quienes  hayan 
vencido". 

Fenelon,  1 
Carta  sobre  las  ocupaciones  de  la  Academia  francesa. 

1    Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  parte  III,  capítulo  IV,  §  19. 
Durante  la  segunda  mitad  del  siglo  XVII  i  los  primeros  años 


320  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

IX 

Los  descubrimientos  en  la  ciencia 

"Arrojado  débil  i  desnudo  á  la  superficie  del  globo,  el 
hombre  parecía  creado  para  una  destrucción  inevitable;  los 
males  lo  asaltaban  por  todas  partes;  los  remedios  perma- 
necian  ocultos,  pero  habia  recibido  el  jenio  para  descubrir- 
los. : 

"Los  primeros  salvajes  cojieron  en  las  selvas  algunas  fru- 
tas alimenticias  i  atendieron  así  a  sus  mas  preciosas  necesi- 
dades; los  primeros  pastores  percibieron  que  los  astros  si- 
guen una  marcha  regular,  i  se  sirvieron  de  ellos  para  dirijir 
sus  escursiones  al  través  de  las  llanuras  del  desierto:  tal  fué 
el  oríjen  de  las  ciencias  matemáticas  i  de  las  ciencias  físicas. 

"Una  vez  asegurado  de  que  podia  combatir  la  natura- 
leza, el  jenio  no  se  dio  reposo;  examinó  sin  descanso;;  sin 
cesar  hizo  sobre  ella  nuevas  conquistas,  todas  señaladas 
por  alguna  mejora  en  el  estado  de  los  pueblos. 

"Sucediéndose  desde  entonces  sin  interrupción,  espíritus 
meditativos,  depositarios  fieles  de  las  doctrinas  adquiridas, 
ocupados  constantemente  en  encadenarlas,  en  vivificar  las 
unas  por  medio  de  las  otras,  nos  han  conducido  en  menos 
de  cuarenta  siglos,  desde  los  primeros  ensayos  de  estas  ob- 
servaciones agrestes  a  los  profundos  cálculos  de  Newton  i 
de  Laplace,  a  las  enumeraciones  sabias  de  Lineo  i  de  fus- 
sieu  1.  Esta  preciosa  herencia,  llevada  de  la  Caldea  al  Bjip- 

del  XVIII,  se  discutió  mucho  entre  los  escritores  franceses  el  méri- 
to comparativo  de  los  antiguos  i  de  los  modernos.  Fué  esta  cues- 
tión el  oríjen  de  muchos  libros  poco  leídos  ahora,  i  a  ella  se  refie- 
re Fenelon  en  el  fragmento  que  hemos  copiado.  La  erudición  i  el 
buen  gusto  estuvieron  en  jeneral  de  parte  de  los  defensores  de  la 
antigüedad,  pero  es  preciso  reconocer  que  rara  vez  la  cuestión  se 
colocó  bajo  su  verdadero  terreno.  Aquella  discusión,  como  debe 
suponerse,  no  llegó  a  una  solución  definitiva;  i  aunque  en  nuestro 
tiempo  no  se  haya  renovado  el  debate,  la  crítica  filosófica  ha  real- 
zado el  mérito  de  los  escritores  antiguos,  sin  deprimir  por  esto  el 
de  los  modernos.   '        t       >    '         /    -  !,r        . 

1  Jussieu  es  el  apellido  de  una  familia  francesa  que  ha  producido 
varios  i  mui  notables  botanistas.  El  autor  se  refiere  aquí  a  Ber- 
nardo de  Jussieu  (1699  1777),  autor  de  una  clasificación  metódica 
de  las  plantas,  basada  en  las  afinidades  naturales  Para  los  otros 
nombres,  Nev^rton,  Laplace,  i  Lineo.  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit., 
part.  III,  cap.  IV,  §  29  i  cap.  VII,  §  14. 


DISERTACIONES  321 


to,  del  Ejipto  a  la  Grecia,  oculta  durante  los  siglos  de  des- 
gracias i  de  tinieblas,  recobrada  en  época  mas  felices,  desi- 
gualmente desparramada  entre  los  pueblos  de  Europa,  ha 
sido  seguida  en  todas  partes  de  la  riqueza  i  del  poder:  las 
naciones  que  la  han  recojido,  han  llegado  a  ser  las  señoras 
del  mundo;  las  que  la  han  descuidado,. han  caido  en  la  debi- 
lidad i  en  la  oscuridad. 

''Es  cierto  que  durante  largo  tiempo,  los  mismos  que  tu- 
vieron la  fortuna  de  revelar  algunas  verdades  importantes, 
no  percibieron  por  completo  las  relaciones  que  las  unian  a 
todas  ni  las  consecuencias  infinitas  que  pueden  deducirse  de 
cada  una. 

''No  habria  sido  natural  que  esos  marineros  fenicios  que 
vieron  las  arenas  de  las  playas  de  la  Béticatrasformarsepor 
medio  del  fuego  en  un  vidrio  trasparente,  presintiesen  inme- 
diatamente que  esta  materia  nueva  pudiese  prolongar  para 
los  viejos  los  goces  de  la  vista,  que  ayudase  al  astrónomo 
a  penetrar  en  las  profundidades  de  los  cielos  i  a  contar  las 
estrellas  de  la  vida  láctea;  que  descubriese  al  naturalista  un 
mundo  pequeño,  pero  tan  poblado,  tan  rico  en  maravillas 
como  el  otro  que  parecía  haber  sido  concedido  esclusiva- 
mente  a  sus  sentidos  i  a  su  estudio;  que  al  fin,  su  uso  mas 
sencillo  i  mas  inmediato,  procuraría  un  dia  a  los  riberanos 
del  mar  Báltico  la  posibilidad  de  construirse  palacios  mas 
magníficos  que  los  de  Tiro  i  de  Ménfis,  i  cultivar,  casi  bajo 
los  hielos  del  círculo  polar,  las  frutas  mas  deliciosas  de  la 
zona  tórrida. 

"Cuando  un  fraile  en  el  fondo  de  un  claustro  de  Alema- 
nia, inflamó  por  la  primera  vez  una  mezcla  de  azufre  i  de 
salitre,  ¿qué  mortal  habria  podido  predecir  lo  que  iba  a 
resultar  de  su  esperimento?  Cambiar  el  arte  de  la  guerra, 
sustraer  al  valor  de  la  fuerza  física,  impedir  que  los  países 
civilizados  puedan  volver  a  ser  la  presa  de  las  naciones  bár- 
baras; tal  era  el  destino  de  una  de  las  mas  sencillas  compo- 
siciones de  la  química  i. 


1  Lo  mismo  se  puede  decir  de  todos  los  decubrimientos,  si  bien 
debe  observarse  que  en  los  tiempos  modernos  sus  trasformaciones 
son  mucho  mas  rápidas.  Así,  por  ejemplo,  Galvani  i  Volta  no  pu- 
dieron sospechar  que  el  descubrimiento  de  la  electricidad  habría 
de  producir  los  telégrafos,  i  sin  embargo  antes  de  setenta  años  de 
hechos  los  esperimentos  del  último,  el  cable  eléctrico  unía  la  Euro- 
pa i  la  América.  El  vapor,  el  daguerreotipo,  i  la  fotografía,  etc  , 
dan  lugar  a  las  mismas  reflexiones.  Cuando  Gutenberg  en  el  siglo 
TOMO  y  2L 


322  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

"Elevándose  así  encima  de  todo,  la  ciencia  lo  ha  alcan- 
zado todo  con  sus  miradas:  todas  las  ciencias  le  están  so- 
metidas; la  industria  la  ha  reconocido  por  su  reguladora; 
ha  seguido  i  protejido  al  hombre  en  todos  sus  estados,  i  se 
ha  entrelazado,  de  la  manera  mas  íntima  i  mas  sencilla,  a 
todas  las  manifestaciones  de  la  sociedad.  Ya  antes  que  hu- 
biera llegado  a  esta  altura  de  jeneralizacion,  nohabria  sido 
difícil  percibir  que  sus  observaciones,  las  mas  humildes,  las 
mas  indiferentes,  podian  hacer  nacer  cambios  tan  impor- 
tantes como  inesperados  en  las  costumbres,  en  el  comercio, 
en  la  fortuna  publica. 

"Un  botanista,  del  cual  apenas  se  conoce  el  nombre,  llevó 
a  Euiopa  el  tabaco  del  nuevo  mundo  hacia  el  tiempo  de  la 
Liga  2.  Ploi  esta  planta  produce  a  la  Francia  la  materia  de 
un  impuesto  de  cincuenta  millones  de  francos  ^.  Los  otros 
paises  de  Europa  obtienen  recursos  proporcionados:  hasta 
en  el  fondo  de  la  Turquia  i  de  la  Persia,  ha  llegado  a  ser  un 
grande  artículo  de  comercio  i  de  agricultura.  Otro  botanis- 


XV  creó  los  tipos  de  imprenta  para  falsificar  los  libros  manuscri- 
tos, ¿creería  que  su  invento  maravilloso  iba  a  civilizar  al  mundo 
por  medio  de  la  propagación  de  los  libros  a  un  precio  sumamente 
Í)ajo  i  por  millares  de  ejemplares?  ¿Creería  acaso  que  dos  siglos 
mas  tarde  habría  diarios  científicos  i  noticiosos  quejpusiesen  aleo 
Tríente  a  los  hombres  de  lo  que  pasa  en  todo  el  mundo?  Se  imaji- 
naria  acaso  que  medíante  su  invento  cualquier  hombre  podría  po- 
seer con  muí  poco  gasto  una  biblioteca  mas  numerosa  i  mas  varia- 
da que  la  que  en  los  tiempos  antiguos  i  en  la  edad  medía  podían 
reunir  los  reyes  mas  ricos  i  poderosos? 

2  La  historia  de  la  introducción  del  tabaco  en  Europa  es  mucho 
mas  oscura  de  lo  que  parecía  creerlo  Cuvier.  Se  ha  atribuido  a  va 
ríos  viajeros  del  siglo  XVÍ,  españoles  unos,  ingleses  otros.  Parece 
sin  embargo,  que  comenzó  a  cultivarse  en  Portugal  afines  del  siglo 
XV,  después  del  segundo  viaje  del  Colon.  ¡Cosa  singular!  los  euro- 
peos que  llevaron  tan  pronto  de  América  el  cultivo  del  tabaco,  tar- 
daron mucho  tiempo  en  conocer  la  cascarilla,  i  mas  aun  en  jenera- 
lizar  en  Europa  el  cultivo  de  la  papa,  que  ofrece  un  alimento  sano 
i  abundante.  Talvez  Cuvier,  al  hablar  del  tabaco  se  refiere  a  Juan 
Nicot,  que  en  1560  llevó  a  Francia  la  semilla  de  esta  planta,  de 
donde  le  vino  el  nombre  de  nicotiana;  pero  Nicot  la  tomó  en  Por- 
tugal, donde  servia  de  embajador. 

3  Del  tiempo  en  que  escribía  Cuvier  a  nuestros  días,  la  renta 
producida  por  el  tabaco  a  las  naciones  europeas  se  ha  aumentado 
considerablemente,  i  en  Francia  se  ha  quíntupHcado.  En  1866  pro- 
dujo 242  millones  de  francos. 


DISERTACIONES  323 


ta  4,  en  la  época  de  la  rejencia,  hizo  pasar  a  la  Martinica 
una  plantita  de  café,  de  este  arbusto  de  Arabia,  que  no  ha- 
bía comenzado  a  ser  conocido  en  Europa  sino  en  los  últi- 
mos años  del  reinado  de  Luis  XIV.  Esta  planta  única  ha 
dado  todas  las  de  la  América,  i  ha  enriquecido  a  muchos 
pueblos.  El  uso  de  este  grano  se  ha  hecho  vulgar,  i  cierta- 
mente ha  sido  mas  poderoso  que  toda  la  elocuencia  de  los 
moralistas  para  destruir  el  abuso  del  vino  en  las  clases  su- 
periores de  la  sociedad.  ¿Quién  podria  responder  que  hoi 
mismo  nuestros  jardines  no  encierran  alguna  yerba  despre- 
ciada, destinada  a  producir  en  nuestras  costumbres  o  en 
nuestra  economía  política  revoluciones  igualmente  gran- 
des?" 

CoviER,  5 
Informe  sobre  el  progreso  de  las  ciencias  naturales. 


X 

Males  que  la  protección  de  los  príncipes  ocasiona 
ala  literatura 

**E1  dia  en  que  cayó  la  ficción  del  derecho  divino  de  los 
reyes,  el  respeto  que  inspiraban  cayó  también.  La  venera- 
ción supersticiosa  de  que  se  rodeaban  en  otro   tiempo  no 

4  Gabriel  De  Clieu,  oficial  francés  (1688-1774)  que  servia  en  la 
guarnición  de  la  Martinica  con  el  grado  de  capitán  de  infantería: 
De  vuelta  de  un  viaje  que  hizo  a  Francia,  obtuvo  con  gran  dificul- 
tad un  vastago  de  la  planta  de  café  que  se  cultivaba  en  conserva- 
torio en  el  jardin  del  rei,  hoi  jardin  de  plantas,  i  lo  trasportó  a  la 
colonia,  donde  prosperó  i  se  propagó  rápidamente.  Las  dificulta- 
des que  tuvo  que  vencer  han  sido  celebradas  en  el  poema  de  la  Na- 
vegation  de  Esmérard.  El  mismo  De  Clieu  ha  escrito  una  intere- 
santísima relación  de  su  viaje,  i  de  los  cuidados  que  le  exijió  la  pre- 
ciosa planta. 

5  Jorje  CuviER,  uno  de  los  mas  grandes  sabios  modernos,  naci- 
do en  Mont  beliard  en  1769,  i  muerto  en  Paris  en  1832.  Como  na 
turalista  i  como  jeólogo,  es  mirado  con  justicia  como  una  de  las 
ilustres  lumbreras  de  la  ciencia.  El  ha  creado  la  anatomía  compa- 
rada, por  medio  de  una  serie  de  profundas  observaciones  que  han 
conducido  a  los  mas  grandes  descubrimientos.  El  es  el  que  ha  da- 
do la  lei  según  la  cual,  estando  en  armonía  todas  las  partes  de 
una  misma  organización,  basta  conocer  un  órgano  de  un  animal, 
para  deducir  los  otros. 


324  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

existe  ya:  i  hoi  esa  divinidad  que  percibíamos  en  sus  perso- 
nas, ha  dejado  de  imponernos.  Tenemos  la  conciencia  de 
las  reglas  según  las  cuales  se  les  debe  juzgar;  es  menester 
aplaudir  su  conducta  cuando  contribuyen  a  la  felicidad  de 
la  nación  que  les  ha  confiado  el  poder;  pero  también  es  pre- 
ciso no  olvidar  que  por  la  educación  que  reciben,  i  por  los 
homenajes  pueriles  de  que  son  objeto,  su  juicio  está  falsea- 
do, i  su  espíritu  imbuido  en  preocupaciones.  Así,  lejos  de 
esperar  que  sean  juiciosos  protectores  de  las  letras  i  que  se 
coloquen  a  la  cabeza  de  su  siglo,  debemos  mostrarnos  sa- 
tisfechos cuando  no  se  ponen  en  oposición  con  el  espíritu  dé 
la  época,  i  cuando  no  tratan  de  detener  la  marcha  de  la  so- 
ciedad Porque  a  menos  que  el  soberano,  a  pesar  de  la  des- 
ventaja intelectual  de  su  posición,  sea  un  hombre  de  espíri- 
tu vasto,  debe  suceder  que  recompensará,  no  a  los  mas  ca- 
paces, sino  a  los  mas  complacientes,  i  que  al  mismo  tiempo 
rehusará  su  protección  a  un  pensador  profundo  e  indepen- 
diente, i  la  concederá  al  autor  que  acaricie  sus  antiguas 
preocupaciones  i  defienda  los  viejos  abusos.  Por  esto  es  que 
la  costumbre  de  conceder  a  los  literatos  recompensas  hono- 
ríficas o  pecuniarias,  puede  ser  agradable  sin  duda  a  los 
que  las  reciben,  pero  tiene  una  tendencia  manifiesta  a  debi- 
litar el  atrevimiento,  la  enerjía  de  sus  pensamientos,  i  por 
consiguiente  a  disminuir  el  valor  de  sus  obras.  Podria  pro- 
barse esto  con  la  publicación  de  la  lista  de  las  pensiones  de 
literatos  que  han  sido  concedidas  por  algunos  soberanos 
de  Europa.  Esta  publicación  haria  resaltar  el  mal  que  re- 
sulta de  semejantes  recompensas.  Después  de  un  estudio 
concienzudo  de  la  historia  de  la  literatura,  puedo  afirmar 
que  por  un  ejemplo  de  recompensa  concedida  por  un  sobe- 
rano a  un  hombre,  cuyas  ideas  simbolizan  el  progreso  de 
su  siglo,  hai  veinte  concedidas  a  hombres  mas  atrasados 
que  su  época.  Resulta  de  aquí  que  en  todos  los  paises  en 
que  existe  la  protección  real,  las  ideas  en  la  literatura,  en 
lugar  de  ser  ideas  de  progreso,  son  siempre  ideas  reacciona- 
rias. Los  que  dan,  hacen  alianza  con  los  que  reciben.  El  sis- 
tema de  favores  enjendra  una  clase  necesitada  i  glotona, 
que  tiene  sobre  todo  hambre  de  pensiones,  de  empleos  i  de 
títulos;  que  pone,  por  consiguiente,  el  deseo  de  ganar  mas 
arriba  que  la  investigación  de  la  verdad,  i  vierte  en  sus  es- 
critos todas  las  preocupaciones  de  ía  corte  en  que  se  cobi- 
ja. Así  es  como  las  muestras  de  favor  se  hacen  los  signos 
de  servidumbre.  Así  es  como  el  cultivo  de  la  ciencia,  el  mas 
noble  de  todos  los  estudios,   aquel  que  eleva  mas  la  digni— 


DISERTACIONES  325 


dad  del  hombre,  cae  al  nivel  de  las  profesiones  mas  humil- 
des, de  aquellas  en  que  el  éxito  se  mide  por  la  recompensa, 
i  en  que  los  mas  altos  honores  dependen  del  que  es  por  ca- 
sualidad el  ministro  o  el  soberano  del  dia. 

"La  verdad  de  este  cuadro  es  manifiesta  para  los  que  han 
estudiado  la  historia  de  Luis  XIV  i  sus  relaciones  con  la 
revolución  francesa.  Como  el  reinado  de  este  príncipe  duró 
mas  de  medio  siglo,  podemos  presentarlo  como  el  ejemplo 
mas  perfecto  que  debe  producir  semejante  protectorado. 
En  ningún  tiempo,  los  literatos  fueron  recompensados  con 
tanta  prodigalidad,  i  en  ninguno  fueron  tan  pequeños,  tan 
serviles,  tan  completamente  inferiores  a  la  gran  vocación 
de  apóstoles  de  la  ciencia  i  de  misioneros  de  la  verdad.  La 
reputación  de  Luis  XIY  fué  fabricada  por  el  reconocimien- 
to de  los  literatos.  En  apoyo  de  esa  reputación,  se  ha  sos- 
tenido que  a  sus  cuidados  paternales  se  debe  la.  literatura 
de  su  época,  célebre  con  tan  justo  título;  pero  si  analiza- 
mos el  fondo  de  esta  opinión,  encontraremos  que,  como  la 
mayor  parte  de  las  tradiciones  de  que  se  compone  la  histo- 
ria, no  descansa  sobre  ninguna  verdad.  Encontraremos 
desde  luego  dos  hechos  principales  que  prueban  que  el  bri- 
llo de  la  literatura  de  su  reinado  no  fué  la  obra  de  sus  es- 
fuerzos, sino  de  la  jeneracion  que  se  le  precedió,  i  que  lejos 
de  que  la  Francia  se  engrandeciese  por  sus  munificencias, 
fué  al  contrario  detenida  en  su  desarrollo  por  su  protección. 
Los  hombres  mas  eminentes  que  contó  la  Francia  en  cien- 
cias en  el  siglo  XVII  florecían  precisamente  antes  de  la  épo- 
ta  en  que  Luis  XIV  puso  en  planta  su  sistema.  Después  de 
la  muerte  de  aquéllos  fué  cuando  el  protectorado  del  rei 
comenzó  a  hacerse  sentir  sobre  el  espíritu  nacional;  i  du- 
rante los  cincuenta  años  que  se  siguieron,  no  se  ve,  con  la 
sola  escepcion  de  la  acústica,  ningún  progreso  importante 
en  ninguna  de  las  ciencias  a  las  cuales  se  aplican  las  mate- 
máticas. Los  espíritus  alejados  de  los  ramos  mas  elevados 
de  la  ciencia,  se  aislaron  en  los  ramos  inferiores  i  se  concen- 
traron en  asuntos  de  menor  importancia,  cuyo  objeto  prin- 
cipal no  es  el  descubrimiento  de  la  verdad,  sino  de  la  belle- 
za de  la  forma  i  de  la  espresion.  El  sistema  de  protección  i 
de  recompensa  es  tan  esencialmente  vicioso,  que,  después 
de  la  muerte  de  los  escritores  i  de  los  artistas,  cuyas  obras 
son  la  única  cosa  que  dé  una  gloria  sólida  al  reinado  de 
Luis  XIV,  no  se  encontró  a  nadie  que  fuese  capaz,  aun  de 
imitar  sus  grandes  cualidades.  Los  poetas,  los  trájicos,  los 
cómicos,  los  pintores,   los  músicos,   los  escultores,  los  ar- 


326  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

quitectos,  habían  sido  casi  sin  escepcion,  educados  bajo  el 
réjittien  mas  libre  que  existia  antes  de  su  reinado.  Cuando 
comenzaron  sus  trabajos,  tuvieron  el  beneficio  de  una  mu- 
nificencia que  fomentaba  la  actividad  de  su  jenio.  Pero  al 
cabo  de  algunos  años,  una  vez  que  esta  jeneracion  hubo 
desaparecido,  la  falsedad  radical  del  sistema  fué  demostra- 
da claramente.  Los  hombres  mas  eminentes  habian  cesado 
de  vivir  mas  de  un  cuarto  de  siglo  antes  de  la  muerte  de 
Luis  XIV.  Los  autores  de  las  obras  inmortales  que  dieron 
tanta  gloria  a  su  reinado,  habian  cesado  de  escribir,  i  casi 
todos  de  vivir  antes  de  fines  del  siglo  XVII.  Tenemos  dere- 
cho de  preguntar  a  los  admiradores  de  Luis  XTV:  ¿cuáles 
fueron  los  hombres  que  sucedieron  a  esos  grandes  maes- 
tros? ¿dónde  están  sus  nombres?  ¿dónde  se  podrán  encon- 
trar sus  obras?  ¿quién  lee  ahora  los  libros  de  esos  oscuros 
mercenarios  que  durante  tantos  años  llenaron  la  corte  del 
gran  rei?  ¿Era  este  el  fruto  de  la  liberalidad  real?  Si  el  sis- 
tema de  recompensas  i  de  protección  es  verdaderamente 
ventajoso  a  las  artes  i  a  las  letras  ¿cómo  sucede  que  haya 
producido  los  mas  miserables  resultados  después  de  haber 
sido  empleado  tanto  tiempo?" 

BUCKLE,  1 
Historia  de  la  civilización  en  Inglaterra,  cap.  X. 


1  Enrique  Tomas  Buckle,  filósofo  e  historiador  ingles  de  una 
inmensa  erudición  i  de  una  profunda  sagacidad,  ocupa  un  puesto 
distinguido  en  la  historia  literaria  de  nuestra  época.  Nacido  en 
Lee,  en  el  condado  de  Kent  en  1822,  vivió  consagrado  al  estudio, 
con  una  pasión  de  que  se  encuentran  raros  ejemplos.  Después  de 
haber  hecho  las  mas  prolijas  i  concienzudas  investigaciones,  no  so- 
lo en  el  campo  de  la  historia  i  de  la  literatura,  sino  en  el  de  las  cien- 
cias exactas  i  naturales,  con  el  objeto  de  escribir  una  historia  de 
la  civilización,  publicó  dos  tomos  con  el  título  de  Historia  de  la 
civilización  en  Inglaterra^  en  que,  sin  detenerse  particularmente  en 
la  historia  especial  de  este  pais,  discute  varias  cuestiones  históri- 
cas referentes  a  diversos  pueblos  europeos.  Buckle  se  aparta  de 
todos  los  historiadores  en  la  manera  de  comprender  la  historia,  i 
ha  creido  abrir  un  camino  nuevo  que  no  puede  ser  recorrido  sino 
por  los  hombres  que  poseen  una  ciencia  inmensa.  La  naturaleza, 
el  clima  i  la  meteorolojía  de  un  pais  tiene,  según  él,  influencia  en  el 
carácter  del  pueblo  que  lo  habita:  luego,  dice,  es  menester  estu- 
diar las  ciencias  físicas  con  toda  prolijidad  para  escribir  la  histo- 
ria. La  historia  de  la  humanidad,  añade,  es  incompleta  si  no  se 
dan  a  conocer  todas  las  manifestaciones  de  la  actividad  humana; 
luego  debe  comprender,  mas  bien  que  la  relación  de  los  sitios  i  ba- 


DISERTACIONES  327 


XI 
Maravillas  de  la  civilización 

"La  suerte  de  los  habitantes  actuales  de  este  país  (Ingla* 
térra),  es  muí  diferente  de  la  de  sus  antepasados.  Estos,  di" 
vididos  en  pequeños  estados  o  sociedades,  tenían  pocas  re- 
laciones pacíficas  con  las  tribus  que  los  rodeaban:  sus  pen- 
samientos i  sus  intereses  tenian  en  jeneral  los  mismos  lími- 
tes que  sus  territorios  estrechos  i  sus  costumbres  groseras. 

"Ahora,  por  el  contrario,  cada  cual  se  mira  como  miembro 
de  la  gran  sociedad  civilizada  que  cubre  la  superficie  de  la 
tierra,  i  se  interesa  por  lo  que  ocurre  en  todos  los  puntos 
del  globo.  Un  ingles  que  no  tiene  mas  que  una  pequeña  for- 
tuna, puede  decir  con  verdad  i  con  orgullo  mirando  a  su  alre- 
dedor:— "Tengo  mas  bienestar  en  la  casa  que  habito  que  el 
que  podía  tener  un  reí  hace  algunos  siglos.  Las  naves  atra- 
viesan los  mares  para  traerme  de  todas  las  partes  del  mun- 
do lo  que  puede  serme  útil.  Para  mí  se  cosecha  el  té  en  la 
China;  para  mí  se  cultiva  el  algodón  en  América;  para  mí 
se  prepara  el  café  i  la  azúcar  en  las  Antillas;  para  mí  se 
crian  los  gusanos  de  seda  en  Italia;  para  hacer  mí  ropa  se 
trasquilan  los  carneros  en  la  Sajonia;  en  mi  propia  patria, 
poderosas  máquinas  de  vapor  hilan  i  tejen  para  mí,  fabrican 
cuchillería  para  mí,  i  por  medio  de  bombas  sacan  el  agua 
de  las  minas  para  que  se  puedan  estraer  los  metales  de  que 
yo  tengo  necesidad.  Por  modesto  que  sea  mi  patrimonio, 
yo  tengo  correos  que  atraviesan  los  caminos  día  i  noche 
para  llevar  mi  correspondencia;  tengo  caminos,  canales, 
puentes  para  trasportar  mi  provisión  de  carbón  para  el 
invierno;  tengo  ejércitos  i  escuadras  que  protejen  i  defien- 
den mi  feliz  país,  para  asegurar  mis  goces  i  mi  reposo.  En 
fin,  tengo  editores  e  impresores  que  me  envían  cada  día  la 
relación  de  lo  que  pasa  en  el  mundo  entero,  en  todos  los 
pueblos  mis  tributarios;  i  en  el  recinto  de  mi  casa,  tengo  li- 


tallas,  la  historia  detenida  de  todos  los  progresos  de  las  ciencias 
físicas  i  sociales.  La  parte  de  l.i  obra  de  Buckle  que  ha  visto  la  luz 
pública,  no  es  mas  que  un  ensayo  de  historia  comprendida  de  esta 
manera;  pero  un  ensayo  sumamente  notable. 

El  exceso  de  trabajo  enfermó  al  historiador.  Para  reparar  sus 
fuerzas,  emprendió  un  viaje  a  Oriente,  al  Ejipto  i  la  Palestina,  pe- 
ro murió  en  Damasco,  en  mayo  de  1862,  atacado   por  el  tifus. 


328  MANUAL    DE    COMPOSION    LTTí^PARTA 

bros,  verdadero  prodijio  entre  tantas  riquezas.  Mas  mara- 
villoso que  el  bonete  encantado  de  los  cuentos  árabe^,  ellos 
me  trasportan  en  un  minuto  a  todos  los  lugares  i  a  todos 
los  tiempos.  Por  medio  de  ellos,  puedo  evocar,  resucitar  a 
la  vida  a  todos  los  héroes  i  a  todos  los  hombres  de  bien  de 
la  antigüedad;  para  mi  satisfacción  personal,  puedo  hacer- 
les recomenzar  sus  hazañas  mas  famosas;  para  mí  los  ora- 
dores discurren,  los  historiadores  narran,  los  poetas  can- 
tan: en  una  palabra,  desde  el  ecuador  hasta  el  polo,  i  desde 
el  oríjen  del  mundo  hasta  nuestros  dias,  yo  puedo,  gracias 
a  mis  libros,  estar  en  dónde  quiera.  Este  cuadro,  lejos  de 
ser  exajerado,  podria  desarrollarse  mucho  mas;  porque  tal 
es  el  milagro  delabondad  i  la  de  providencia  divina,  que  de 
tantos  millones  de  hombres  civilizados quecubren  la  tierra, 
no  hai  uno  que  no  pueda  tener  poco  mas  o  menos  los  mis- 
mos goces  que  se  dispusiera  soberanamente  sobre  todas  las 
cosas." 

SlR  JONH  HeRSCHELL,  1 
Discurso  preliminar  sobre  el  estudio  délas  ciencias  naturales. 


IIX 


Efectos  de  la  ignorancia 

''La  ignorancia  es  por  sí  misma  una  fuente  habitual  i  fe- 
cunda de  errores;  estravía  al  hombre  desgraciado;  puede 
tener  en  mil  circuntancias  las  consecuencias  mas  funestas, 
sea  para  el  individuo,  sea  para  la  sociedad  entera.  ¡Ved 
esos  frenéticos  que  se  precipitan  contra  un  infortunado, 
quizá  mas  sinceramente  relijioso  que  ellos  mismos,  culpa, 
ble  ante  ellos  de  no  participar  de  su  creencia,  i  que  aplau- 
den su  suplicio,  creyendo  honrar  al  Dios  de  bondad  i  de 

1  Célebre  astrónomo  ingles  nacido  en  1792,  e  hijo  de  otro  as- 
trónomo igualmente  célebre,  Willian  Herschell.  Aunque  sir  John  se 
ha  consagrado  casi  esclusivamente  al  estudio  de  las  ciencias  exac- 
tas i  físicas,  i  particularmente  a  la  astronomía  en  que  han  hecho 
importantísimos  descubrimientos,  es  también  un  escritor  notable 
por  su  sencillez  i  por  el  talento  para  adaptar  sus  ideas  i  sus  inves- 
tigaciones científicas  a  las  intelijencias  mas  vulgares.  Sir  John 
Herschell  ha  muerto  en  1871. 


DISERTACIONES  329 


verdad  por  este  exceso  de  crueldad  i  de  injusticia!  i  ¡Ved 
esas  poblaciones  estraviadas  que,  en  el  seno  mismo  de  las 
ciudades,  asesinan  a  los  médicos  que  se  sacrifican  por  la 
salud  de  los  enfermos,  acusándolos  de  producir  por  el  vene- 
no los  males  que  tratan  de  curar  i  de  evitar!  2  ¡Ved  esos 
agrupamientos  déjente  que  se  encamina  a  destruir  las  má- 
quinas i  las  fábricas,  creyendo  conquistar  los  medios  de 
trabajo  por  violencias  que  atacan  la  propiedad  i  la  libertad 
de  industria,  sin  comprender  que  los  aparatos  que  producen 
una  economía  en  los  costos  de  fabricación,  dan  mas  traba- 
jo aumentando  el  consumo  que  el  que  suprimen  por  la  faci- 
lidad de  la  producción!  -^  ¡Ved  esa  muchedumbre  ciega  que 
en  los  momentos  de  escasez  se  precipita  a  los  mercados,  co- 
mete violencias  con  el  mercader  i  con  el  propietario  de  los 
granos,  pone  tasa  a  su  especie,  saquea,  creyendo  destruir 
así  los  obstáculos  que  amenazan  la  subsistenciacomun,i  no 
comprendiendo  que  la  libertad  i  la  seguridad  del  comercio 
de  granos  es  la  única  garantía  segura  de  que  no  se  repetirá 
la  escasez!  ¡Ved  esas  reuniones  numerosas  agrupadas  en  las 
plazas  al  rededor  de  un  charlatán,  escuchándolo  con  una 
crédula  avidez,  recibiendo  toda  clase  de  específicos,  a  espen- 
sas  del  bolsillo  i  de  la  salud!  Por  todas  partes  i  en  todo 
tiempo  la  ignorancia  será  juguete  de  las  apariencias,  de  las 
sujestiones  de  aquellos  que  quieren  engañarla;  cederá  a  todas 
las  influencias,  i  no  desconfiará  mas  que  de  la  esperiencia  i 
de  la  razón. 

La  ignorancia  es  alternativamente  desconfiada  i  presun- 
tuosa; acoje  todos  los  falsos  rumores;  rechaza  los  consejos; 
proscribe  las  mejoras;  está  prevenida  contra  las  luces.  En 
la  ignorancia  reconoceréis  las  causas  de  la  mayor  parte  de 

1  El  autor  se  refiere  a  las  víctimas  sacrificadas  inhumanamente 
en  las  guerras  relijiosas. 

2  Con  frecuencia  Fe  ha  visto  durante  las  epidemias  que  las  cla- 
ses ignorantes  han  acusado  a  tales  o  cuales  personas,  i  a  veces  a 
los  mismos  médicos,  de  ser  la  causa  del  mal,  de  haber  envenenado 
las  fuentes,  los  alimentos,  etc,:  de  ahí  se  han  orijinado  matanzas 
inauditas  i  atroces. 

3  Estos  ataques  contra  las  fábricas  i  las  máquinas  han  sido  por 
desgracias  demasiado  frecuentes.  En  1806,  un  hábil  mecánico  fran- 
cés, Jacquart,  estuvo  a  punto  de  ser  arrojado  al  Ródano,  en  Lyon, 
por  haber  perfeccionado  las  máquinas  de  tejer  haciendo  mas  cómo- 
do i  mas  barato  el  trabajo.  Hoi  sus  máquinas  están  adoptadas  en 
todo  el  mundo;  i  su  nombre  es  venerado  como  el  de  uno  de  los  mas 
ilustres  benefactores  de  las  clases  trabajadoras. 


330  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


las  preocupaciones  vulgares,  tan  esparcidas  como  obstina- 
das, cuyos  efectos  son  tan  funestos  i  tan  deplorables.  El 
que  no  conoce  las  causas  reales  de  los  acontecimientos, 
adopta,  para  esplicárselos,  las  primeras  suposiciones  arbi- 
trarias que  se  le  presentan  i  rechaza  en  seguida  la  luz,  por- 
que cree  saber.  La  fé  en  la  hechicería  en  los  encantamientos, 
en  los  maleficios,  ¿acaso  es  otra  cosa  que  la  consecuencia 
de  la  ignorancia  de  las  leyes  mas  sencillas  déla  naturaleza? 
¿I  la  superstición  es  acaso  otra  cosa  que  la  ignorancia  de 
las  verdaderas  relaciones  que  existen  entre  el  hombre  i  su 
creador?  I  esa  rutina  que  se  arrastra  en  las  prácticas  mas 
viciosas,  CvSa  imitación  servil  que  copia  los  ejemplos  mas 
erróneos,  ¿son  acaso  cosa  que  los  frutos  de  una  ignorancia 
que  acepta  todos  los  guias,  en  la  impotencia  de  dirijirse 
por  sí  misma?" 

De  Gérando,  1 
Historia  comparada  de  los  sistemas  de  filosofía. 


XIII 


Los  moralistas  que  juzgan  a  la  humanidad 
absolutamente  mala 

"Hai  ciertos  escritos  sobre  moral  en  que  se  comienza  por 
suponer  que  el  hombre  no  es  mas  que  un  conjunto  de  mise- 
ria i  de  corrupción,  i  que  no  puede  producir  nada  estima- 
ble. Este  sistema  es  tan  falso  como  peligroso.  Los  hombres 
son  igualmente  culpables  del  bien  i  del  mal;  pueden  corre- 
jirse  puesto  que  pueden  pervertirse  de  otro  modo  ¿para 
qué  castigar,  para  qué  recompensar,  para  qué  enseñar? 

"Los  hombres,  se  dice,  están  llenos  de  amor  propio  i  tie- 
nen grande  apego  a  su  interés.  Partamos  de  este  principio. 
Estas  disposiciones  no  tienen  en  sí  mismas  nada  de  vicioso: 
se  hacen  buenas  o  malas  por  los  efectos  que  producen.  Es 
la  savia  de  las  plantas;  i  no  hai  derecho  para  juzgar  a  éstas 
sino  por  sus  frutos.  ¿Qué  importa,  en  efecto,  que  un  hom- 
bre no  se  proponga  en  sus   acciones  mas  que  su  propia  sa- 


1  José  María  de  De  GÉRANDO,  filósofo  francés  moderno  (1772- 
1842).  Entre  muchas  obras  que  escribió,  es  notable  la  que  dejamos 
mencionada,  por  el  saber  que  revela  i  por  la  imparcialidad  con 
que  analiza  los  diversos  sistemas  filosóficos. 


DISERTACIONES  331 

tisfaccion,  si  la  hace  consistir  en  servir  a  la  sociedad?  ¿Que 
importa  que  el  entusiasmo  patriótico  haya  hecho  que  Ré- 
gulo encuentre  satisfacción  en  el  sacrificio  de  su  vida?  ¿Pro- 
duciría tales  efectos  la  virtud  puramente  desinteresada,  si 
ésta  fuese  posible?  Este  odioso  sofisma  de  interés  jeneral  ha 
sido  inventado  por  los  que,  buscando  esclusivamente  el  su- 
yo propio,  querrian  arrojar  sobre  la  humanidad  entera  el  re- 
proche que  ellos  solos  merecen.  En  vez  de  calumniar  a  la  na- 
turaleza, convendría  que  consultasen  sus  verdaderos  inte- 
reses, i  entonces  los  verian  unidos  a  los  de  la  sociedad. 

"Que  se  enseñe  a  los  hombres  a  amarse  entre  sí,  que  se  les 
pruebe  la  necesidad  de  ello  para  su  propia  felicidad.  Se  pue- 
de demostrarles  que  su  gloría  i  su  interés  no  se  encuentran 
mas  que  en  la  práctica  de  sus  deberes.  Tratando  de  degra- 
darlos, se  les  engaña,  se  les  hace  mas  desgraciados:  por  la 
idea  humillante  que  se  les  da  de  sí  mismos,  pueden  ser 
criminales  sin  avergonzarse.  Para  hacerlos  mejores  no  se 
necesita  mas  que  ilustrarlos:  el  crimen  es  siempre  un  juicio 
falso.  Hé  ahí  toda  la  ciencia  de  la  moral,  ciencia  mas 
importante  i  tan  segura  como  las  que  se  apoyan  en  las  de- 
mostraciones. Desde  que  se  forma  una  sociedad,  debe  exis- 
tir en  ella  una  moral  i  principios  seguros  de  conducta.  De- 
bemos a  todos  lo  que  nos  debemos  a  nosotros:  i  nosotros 
se  lo  debemos  igualmente,  cualesquiera  que  sean  las  diferen- 
cias de  estos  deberes.  Este  principio  es  tan  cierto  en  moral 
como  es  cierto  en  jeometría  que  todos  los  radios  de  un  cír- 
culo son  iguales,  i  se  reúnen  en  un  mismo  punto." 

DUCLOS,  1 
Consideraciones  sobre  las  costumbres. 


1  Carlos  DucLOS,  moralista  e  historiador  francés  del  siglo  XVIII 
(1704  1772),  es  conocido  por  varias  obras,  las  mas  notables  de 
las  cuales  son  una  Historia  de  Luis  XI,  i  aquella  de  que  sacamos 
el  trozo  que  trascribimos  en  e)  testo. 


332  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XIV 

utilidad  de  la  fábula 

** Platón  ha  desterrado  a  Homero  de  su  República,  pero 
ha  dado  a  Esopo  un  lugar  muí  honroso  i.  Desea  que  los  ni- 
ños mamen  estas  fábulas  con  la  leche;  recomienda  a  las  no- 
drizas que  se  las  enseñen;  porque  nunca  es  temprano  para 
acostumbrarlos  a  la  prudencia  i  a  la  virtud.  Mas  bien  que 
vernos  obligados  a  correjir  nuestros  hábitos,  es  menester 
trabajar  para  hacerlos  buenos  mientras  son  indiferentes  al 
bien  o  al  mal.  Pero  ¿qué  método  puede  contribuir  mas  útil- 
mente que  estas  fábulas?  Decid  a  un  niño  que  Craso,  ha- 
biendo ido  a  pelear  contra  los  partos,  se  interiorizó  en  su 
pais  sin  considerar  cómo  saldria  de  él;  que  esto  lo  hizo  pe- 
recer a  él  i  a  su  ejército,  a  pesar  de  los  esfuerzos  que  hizo 
para  retirarse.  Contad  al  mismo  niño  que  el  zorro  i  el  cabro 
bajaron  al  fondo  de  un  pozo  para  apagar  su  sed,  que  el  zo- 
rro salió  habiéndose  servido  délos  hombros  i  de  loscuernos 
de  su  camarada  como  de  una  escala:  por  el  contrario,  el 
cabro  se  quedó  allí  por  no  tener  tanta  previsión;  i  por  con- 
siguiente, que  es  menester  considerar  el  fin  en  todas  las  co- 
sas. Yo  pregunto  cuál  de  estos  dos  ejemplos  hará  mas  im- 
presión sobre  el  niño.  ¿No  se  detendrá  en  el  último  como 
mas  conforme  i  menos  desproporcionado  que  el  otro  a  la 
pequenez  de  su  intelijencia?  No  puede  alegarse  que  los  pen- 
samientos de  la  infancia  son  por  sí  mismos  bastante  infan- 
tiles, sin  que  haya  necesidad  de  añadir  nuevas  futilezas.  Es- 
tas futilezas  no  lo  son  sino  en  apariencias,  porque  en  el 
fondo  tienen  un  sentido  mui  sólido.  I  así  como  por  la  defi- 
nición del  punto,  de  la  línea,  de  la  superficie,  i  por  otros 
principios  mui  familiares,  llegamos  a  conocimientos  que 
miden  en  fin  el  cielo  i  la  tierra,   por  los  raciocinios  i  por  las 


1  Platón  ha  iraajinado  en  una  de  sus  obras,  la  "República, n  el 
pais  mejor  gobernado  que  sea  posible  concebir;  pero  destierra  a  los 
poetas  bajo  pretesto  de  que  sus  cantos  pueden  debilitar  el  corazón 
o  corromper  la  razón  de  los  ciudadanos.  Sin  embargo,  quiere  que 
se  les  conduzca  hasta  las  fronteras  de  su  severa  república  corona- 
dos de  flores.  A  juicio  de  Platón,  los  fabulistas  debían  quedaren 
aquel  pais  ideal,  porque  sus  obras  son  de  grande  utilidad.  Véanse 
sobre  Esopo  i  sobre  Platón  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  I,  cap.  IV, 
§  5  i  20. 


DISERTACIONES  333 


consecuencias  que  se  pueden  sacar  de  esta  fábula,  se  for- 
man el  juicio  i  las  costumbres  i  se  hacen  capaces  de  grandes 
cosas. 

"Las  fábulas  no  son  únicamente  morales,  dan  también 
otros  conocimientos;  las  propiedades  de  los  animales  i  sus 
diversos  caracteres  están  espresados  en  ellas,  i  por  consi- 
guiente, los  nuestros  también,  puesto  que  somos  el  resumen 
de  lo  que  hai  de  bueno  i  de  malo  en  las  criaturas  irraciona- 
les. Cuando  Prometeo  quiso  formar  al  hombre,  tomó  la 
cualidad  dominante  de  cada  animal:  de  estas  piezas  tan  di- 
ferentes compuso  nuestra  especie.  Así,  estas  fábulas  son  un 
cuadro  en  que  cada  uno  de  nosotros  se  encuentra  pintado. 
Lo  que  ellas  nos  representan  confirma  a  las  personas  de 
edad  avanzada  en  los  conocimientos  que  el  uso  les  ha  dado 
i  enseña  a  los  niños  lo  que  es  menester  que  sepan.  Como  es- 
tos últimos  son  recien  venidos  al  mundo,  ellos  no  conocen  a 
sus  habitantes,  no  se  conocen  a  sí  mismos  no  se  les  debe 
dejar  en  la  ignorancia  sino  el  menos  tiempo  posible:  es  me- 
nester enseñarles  lo  que  es  un  león  i  un  zorro,  para  que  com- 
paren algunas  veces  a  ese  hombre  con  ese  zorro  o  con  ese 
león.  A  esto  se  encaminan  las  fábulas;  las  primeras  nocio- 
nes de  estas  cosas  provienen  de  ellas." 

La  Fontaine,  i 
Fábulas,  prólogo. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  IV,  §  11. 


SECCIÓN  XI 


Diálogos 

El  diálogo  es  la  imájen  de  la  conversación  entre  dos  o  mas 
personas. 

Algunas  veces  se  encuentran  en  medio  de  la  narración  de 
un  hecho,  como  sucede  con  frecuencia  en  la  novela,  i  como 
suele  hallarse  en  la  historia.  Otras  veces  forma  el  todo  de 
una  composición  literaria,  como  se  verifica  en  el  drama,  en 
donde  el  autor  no  habla  en  su  propio  nombre,  sino  que 
hace  que  sus  personajes  se  dejen  conocer  por  sus  palabras. 

Pero  hai  ademas  otro  jénero  de  diálogos  que  forman  una 
obra  enteramente  distinta,  i  que  sirve  a  la  filosofía,  a  la 
teoría  oratoria  i  a  toda  cuestión  de  arte  que  se  quiere  ilus- 
trar. Es  una  forma  que  quita  al  jénero  didáctico  su  tono 
naturalmente  imperativo. Entre  estas  composiciones  es  me- 
nester distinguir  dos  órdenes  diferentes. 

Con  el  nombre  de  diálogos  filosóficos,  algunos  escritores 
han  formado  pequeñas  escenas  dramáticas,  cuyos  persona- 
jes son  dioses  de  la  mitolojía  o  algunos  hombres  ilustres 
que  hablan  familiarmente  dé  moral  o  que  recuerdan  i  espli- 
can  algunos  hechos  históricos.  Entre  estos,  los  mas  famo- 
sos son  los  Diálogos  de  los  muertos  de  Luciano  i  de  Fene- 
lon.  Suponen  estos  autores  que  sus  personajes  se  encuen- 


336  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


tran  en  el  otro  mundo,  i  que  allí  hablan  sobre  los  sucesos 
en  que  tomaron  parte  en  la  tierra. 

En  otras  ocasiones,  el  diálogo  es  un  cuadro  injenioso  i 
cómodo,  en  que  se  encuentran  espuestos,  bajo  una  forma 
mas  interesante  que  la  forma  didáctica,  diferentes  puntos 
de  filosofía,  de  política  i  de  literatura,  i  que  el  autor  trata 
estensamente.  Tales  son  los  Diálogos  de  Platón  i  de  Cice- 
rón, i  los  Diálogos  sobre  la  elocuencia  de  Fenelon. 

Todas  estas  diversas  especies  de  diálogos  están  someti- 
das a  las  mismas  reglas;  pero  como  no  es  posible  que  los  jó- 
venes se  ejerciten  en  el  diálogo  tal  como  se  encuentra  en  el 
drama  i  en  la  novela,  i  como  no  puede  exijirse  la  composi- 
ción de  un  tratado  completo  en  forma  de  diálogos,  vamos 
a  contraer  nuestras  observaciones  al  diálogo  filosófico,  en 
la  persuasión  de  que  ejercicios  de  esta  naturaleza,  al  paso 
que  sirven  para  dar  facilidad  i  soltura  al  estilo,  están  des- 
tinados a  grabar  en  el  espíritu  de  los  jóvenes  ideas  que  con- 
viene conocer. 

En  el  diálogo  filosófico,  cada  opinión  toma  la  palabra, 
por  decirlo  así,  i  se  personifica  .para  sostenerse  i  defenderse. 
Toma  un  nombre,  algunas  veces  un  nombre  famoso,  el  de 
un  hombre  que  ha  profesado  cierta  doctrina  i  representado 
cierta  idea.  Hai  tantos  interlocutores  cuantas  son  las  opi- 
niones que  se  discuten.  Todos  los  interlocutores  desarrollan 
su  opinión  i  refutan  las  objeciones  de  sus  adversarios:  no 
deben  decir  nada  que  no  se  refiera  directamente  a  la  cues- 
tión, i  que  no  esté  de  acuerdo  con  el  verdadero  punto  de 
vista.  Los  interlocutores,  ademas,  deben  hablar  con  mo- 
deración: no  importa  que  se  suponga  un  diálogo  entre 
dos  hombres  que  fueron  mortales  enemigos.  Deben  discutir 
razonadamente,  sin  reproches  i  sin  ultrajes.  Los  escrito- 
res que  han  compuesto  diálogos  de  esta  naturaleza,  han 
hecho  intervenir  a  grandes  personajes  que  en  la  tierra  es- 
tuvieron divididos  por  odios  profundos,  i,  sin  embargo, 
discuten  en  la  otra  vida  acerca  de  sus  doctrinas  i  de  sus 
acciones  con  templanza  i  con  razón. 

Hemos  dicho  que  el  diálogo  es  la  imájen  de    la  conver- 


DIÁLOGOS  337 


sacion:  como  la  conversación,  debe  animarse  cuando  se 
trata  del  punto  capital  de  la  discusión,  en  que  cada  per- 
sonaje sostiene  su  opinión.  Como  la  conversación,  tam- 
bién el  diálogo  debe  ser  cortado,  es  decir,  que  cada  inter- 
locutor debe  tomar  a  su  turno  i  frecuentemente  la  palabra, 
i  estar  atento  i  pronto  a  la  respuesta:  es  menester  evitar 
que  el  diálogo  dejenere  en  una  serie  de  monólogos. 

El  estilo  del  diálogo  debe  ser  claro  i  sencillo,  elegante  sin 
afectación,  animado  sin  declamación.  Es  necesario  em- 
plear en  el  tono  cierta  progresión,  i  hacer  que  los  interlo- 
cutores cobren  animación  por  grados. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


I 

Aníbal  i  Alejandro  disputan  en  los  campos  Elíseos  sobre 
a  cuál  de  los  dos  corresponde  la  preeminencia,  i  elijen  a  Mi- 
nos por  juez  de  la  disputa.  Cada  uno  de  ellos  pasa  en  rápi- 
da revista  la  historia  de  su  vida  i  de  sus  hazañas,  i  la  ma- 
nera cómo  ambos  se  elevaron  en  la  tierra  a  tan  grande  al- 
tura. En  el  momento  de  dar  Minos  la  sentencia,  se  presenta 
Escipion  el  africano  haciendo  valer  sus  títulos,  i  declarando 
que,  si  cede  la  preeminencia  a  Alejandro,  él  ha  vencido  a 
Aníbal,  i  debe  estar  antes  de  éste.  Minos  decide  entonces 
dando  el  primer  lugar  a  Alejandro,  el  segundo  a  Escipion  i 
el  tercero  a  Aníbal. 


II 

Filipo  i  Alejandro  se  encuentran  en  los  campos  Elíseos. 
Alejandro  refiere  a  su  padre  sumariamente  sus  conquistas. 
Filipo  le  reprueba  su  vanidad,  su  arrogancia,  el  desden  que 
manifestó  en  vida  por  las  conquistas  de  su  padre,  las  injus- 
ticias cometidas  con  algunos  de  los  jenerales  macedonios,  i 
sobre  todo  el  haber  pretendido   hacerse  pasar  por  hijo  de 

TOMO   V  2  i 


338  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN    LITPmARIA 

Júpiter.  Ajuicio  de  Filipo,  la  mejor  acción  que  su  hijo  eje- 
cutó en  el  mundo  fué  el  haber  respetado  a  la  mujer  de  Da- 
río, i  el  haber  tomado  bajo  su  protección  a  la  madre  i  las 
hijas  de  su  enemigo. 


III 


Aquíles  sostiene  que  Homero  le  debe  su  gloria,  i  pretende 
probarlo  ])or  la  Odisea,  que,  a  su  juicio,  es  tan  inferior  a  la 
Ilíada  como  Ulíses  es  inferior  a  un  héroe  tal  como  el  mismo 
Aquíles.  Homero,  por  el  contrario,  demuestra  que  lejos  de 
deber  su  gloria  a  su  héroe,  Aquíles  se  la  debe  a  él.  Podia  ele- 
jir  a  cualquier  otro  guerrero,  a  quien  habria  ilustrado,  en 
Jugar  de  cantar  a  Aquíles.  ¿Qué  habria  sido  entonces  de 
esta  gloria  de  que  Aquíles  está  tan  orgulloso?  Su  mismo 
nombre  habria  quizas  caido  en  el  olvido. 


IV 

Alcibíades,  recien  llegado  a  la  mansión  de  los  muertos, 
se  encuentran  con  Feríeles,  i  le  pregunta  si  no  hai  medio  de 
seducir  o  de  ganarse  a  los  jueces  que  en  la  otra  vida  fallan 
sobre  las  acciones  humanas.  Feríeles  le  demuestra  que  la 
elocuencia,  los  atractivos  personales,  el  talento,  no  pueden 
nada  contra  los  jueces  encargados  de  dar  su  sentencia.  Al- 
cibíades se  arrepiente,  aunque  tarde,  de  sus  pasadas  debili- 
dades, i  reconoce  que  los  mas  grandes  talentos  no  valen 
nada  en  la  otra  vida  sin  la  virtud. 


Aníbal  i  Fabio  Máximo  conversan  sobre  las  campañas 
de  la  segunda  guerra  púnica.  Aníbal  reprocha  al  segundo 
el  haber  evitado  los  combates,  deshonrándose  así  por  su 
timidez,  i  haciendo  perder  la  confianza  de  los  aliados  de 
Roma.  Fabio  sostiene  que  el  jeneral  de  un  ejército  debe  sa- 
crificar su  reputación  ante  la  salvación  de  la  república; 
porque  esa  reputación  se  reconquista  mas  tarde  con  el  pri- 
mer triunfo.  Esplica  que  tenia  necesidad  de  dar  aliento  a 
las  tropas  romanas,  desalentadas  por  los  primeros  con- 
trastes; i  que  no  queria  consumar  la  ruina  de  la  república 


DIÁLOGOS  ,  339 


aventurando  nuevos  combates.  Por  último  le  demuestra 
que,  mediante  este  sistema,  Roma  pudo  conservar  algunas 
fuerzas;  i  que  si  Escipion  el  joven  consiguió  echar  a  los  carta- 
jineses  de  Italia,  fué  debido  en  gran  parte  a  la  prudencia  de 
Fabio  para  no  destruir  los  recursos  de  la  república.  En  la 
guerra  no  se  puede  juzgar  de  las  cosas  por  el  principio,  es 
preciso  esperar  el  fin,  i  el  fin  justifica  a  Fabio. 


VI 

Luis  XI  reprocha  al  historiador  Commines  el  haber  escri- 
to su  historia  sin  ocultar  nada,  faltando  así  a  la  gratitud 
que  le  debía.  Elrei  hubiera  querido  que  Commines  no  diese  a 
conocer  su  falsa  devoción,  su  perfidia  ni  ninguno  de  los  he- 
chos que  lo  deshonran;  i  cree  que  el  historiador  debe  callar 
esos  pormenores.  Commines  sostienela  independencia  del 
historiador,  cree  que  a  la  posteridad  no  se  le  debe  ocultar 
nada,  porque  los  hechos  de  los  reyes  son  una  lección  para 
el  porvenir.  Commines  cree  que  ha  cumplido  con  su  deber  i 
con  la  gratitud,  no  dando  cabida  en  su  historia  a  las  acu- 
saciones infundadas  i  desprovistas  de  prueba. 


Vli 

En  1523  i  1524,  el  ejército  francés,  mandado  por  el  almi- 
rante Bonnivet,  sufrió  muchas  derrotas  en  el  Milanesado,  i 
se  retiraba  precipitadamente.  Bayardo,  que  cubria  la  reti- 
rada, fué  herido  mortalmente  en  Romagnano  (30  de  abril 
de  1524).  Mandaba  el  ejército  del  emperador  Carlos  V,  el 
condestable  de  Borbon,  noble  príncipe  francés  que  habia 
abandonado  las  banderas  de  la  Francia  para  vengar  las 
injurias  que  habia  recibido  del  rei  Francisco  I.  Al  ver  heri- 
do a  Bayardo,  Borbon  se  detiene  a  saludarlo  i  le  manifiesta 
cuánto  sentia  encontrarlo  en  aquel  estado.  Bayardo  le  con- 
testó.— "Señor,  no  soi  digno  de  lástima  porque  muero  como 
hombre  de  bien;  pero  vos  me  inspiráis  compasión  porque 
militáis  contra  vuestra  patria,  vuestro  rei  i  vuestro  jura- 
mento." Sobre  esta  base  estrictamente  histórica,  se  puede 
formar  un  diálogo  entre  ambos  personajes. 

Mientras  Bayardo  está  tendido  i  moribundo,  se  le  acerca 
el  condestable  de  Borbon,  lo  compadece,  promete  tratarlo 
con  miramiento,  i  le  hace  esperar  que  podrá  ser  curado. 


340  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Bayardo  responde  con  una  altanería  llena  de  moderación 
a  estas  muestras  de  interés.  El  condestable  se  sorprende: 
Bayardo  le  declara  que  prefiere  su  suerte  a  la  del  vencedor, 
porque  muere  cumpliendo  con  su  deber,  mientras  el  con- 
destable ha  traicionado  a  su  patria.  El  condestable  se 
escusa  con  la  gratitud  del  rei:  Bayardo  le  responde  que  la 
Francia  no  era  culpable  de  la  injusticia  del  rei,  i  que  no  hai 
nada  que  pueda  autorizar  a  un  hombre  a  traicionar  a 
su   patria. 

VIII 

Raimundo  Lulio,  célebre  sabio  de  la  isla  de  Palma,  que 
vivia  en  el  siglo  Xill,  que  se  ocupó  mucho  en  buscar  la  pie- 
dra filosofal,  esto  es,  la  ciencia  de  convertir  en  oro  los  otros 
metales,  habla  con  Artemisa,  la  famosa  reina  de  Caria.  Ar- 
temisa le  pregunta  si  cree  en  una  ciencia  que  puede  conducir 
a  un  resultado  tan  singular.  Raimundo  Lulio  dice  que  nó; 
pero  sostiene  que  todas  las  ciencias  deben  tener  un  límite 
ideal  al  cual  no  se  puede  llegar;  pero  que  despierte  la  acti- 
vidad i  estimule  al  trabajo,  en  la  confianza  de  que  anhelan- 
do llegar  a  ese  término,  el  espíritu  ha  de  recorrer  un  vasto 
campo,  i  ha  de  encontrar  muchas  verdades. 


IX 

Hernán  Cortés  se  burla  de  la  incredulidad  de  los  indios 
de  América  que  tomaron  a  los  españoles  por  hombre  de 
una  naturaleza  superior  i  bajados  del  cielo.*  Moctezuma, 
que  en  la  rejion  de  los  muertos  ha  estudiado  la  historia, 
sale  a  la  defensa  de  sus  compatriotas,  i  manifiesta  a  Cor- 
tés que  los  paises  mas  adelantados  de  la  tierra  cayeron  en 
errores  mas  singulares  todavía.  Así,  por  ejemplo,  los  ate- 
nienses tomaron  por  la  diosa  Minerva  a  una  mujer  de  que 
se  hizo  acompañar  el  tirano  Pisistrato  para  volver  a  su 
patria,  de  donde  habia  sido  desterrado;  i  creian  que  los 
oráculos  revelaban  el  porvenir.  Viéndose  derrotado  con  es- 
tos ejemplos,  Cortés  sostiene  que  la  ventaja  de  la  civilización 
europea  consiste  principalmente  en  la  moral,  que  ha  puesto 
a  los  pueblos  en  el  deber  de  respetarse  unos  a  otros,  i  de  no 
apelar  a  la  guerra  sino  cuando  la  lei  moral  o  la  relijion  les 
manifestaba  la  justicia  de  su  causa.  Moctezuma  rebate  es- 
te argumento  recordando  la  misma  conquista  de  Méjico. 


DIÁLOGOS  341 


X 

Un  admirador  de  Cervantes  va  a  verlo  a  la  mansión  en 
que  reside  su  espíritu,  i  traba  con  él  una  conversación.  Cer- 
vantes pide  noticias  déla  tierra,  i  del  caso  que  por  acá  se  ha- 
ce de  sus  libros.  Su  interlocutor  le  refiere  que  mientras  han 
caido  casi  en  completo  olvido  muchas  de  sus  obras,  el  Qui- 
jote goza  de  una  popularidad  i  de  una  fama  que  no  perde- 
rá jamas.  El  secreto  de  esto  consiste  en  que  esa  obra  es 
fruto  espontáneo  de  su  intelijencia,  i  fué  escrita  sm  preten- 
siones de  parecer  sabio.  Refiere  ademas  a  Cervantes  que 
muchos  eruditos  i  críticos  se  han  propuesto  comentar  i  es- 
plicar  el  gw//oíe,  interpretando  las  intenciones  del  autor, 
i  hallando  en  él  pensamientos  ocultos  i  satíricos.  Cervan- 
tes se  rie  de  sus  afanes,  declarando  en  su  libro  no  hai  nada 
oculto.  Se  le  cuenta  que  en  la  tierra  se  ha  publicado  un  li- 
bro titulado  Buscapié,  que  se  atribuye  a  él,  como  si  hubie 
ra  sido  escrito  con  el  propósito  de  defender  el  Quijote.  Cer- 
vantes declara  que  él  no  ha  escrito  el  tal  libro,  porque  el 
Quijote  no  necesitaba  defensas. 


XI 

Dos  filósofos  de  la  antigüedad,  Demócrito  i  Heráclito, 
que  vivian  en  el  siglo  V  antes  de  la  era  cristiana,  se  han 
hecho  famosos  por  su  manera  opuesta  de  ver  las  cosas  del 
mundo.  Observando  las  miserias  de  la  vida  humana,  De- 
mócrito rie  i  Heráclito  llora.  Se  les  puede  hacer  hablar:  ca- 
da uno  pretende  tener  razón  para  tomar  las  cosas  de  la 
manera  que  lo  hace.  Los  dos,  sin  embargo,  están  de  acuer- 
do en  la  locura  de  sus  semejantes.  Heráclito  se  funda  en 
esto  mismo  para  sostener  que  es  mas  humano  llorar 
que  reir. 


xn 


Pirron  era  un  filósofo  griego  que  vivia  en  el  siglo  IV  an- 
tes de  Jesucristo.  Sostenia  que  no  se  puede  tener  sobre  na- 
da ninguna  certidumbre,  i  de  ahí  proviene  que  la  palabra 
pirronismo  es  sinónima  de  escepticismo  absoluto.  Un  ve- 
cino SUJO  va  a  verlo,  i  le  pide   que  lo  admita  en  el  número 


342  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

de  SUS  discípulos.  Trata  de  imponerse  sobre  lo  que  se  le  va 
a  enseñar,  i  sabe  que  es  dudar  de  todo  por  principio.  El 
buen  sentido  del  vecino  se  revela  contra  el  absurdo  de  esta 
doctrina  i  le  opone  este  argumento:  dudar  es  pensar:  si 
pensáis,  es  cierto  que  existis.  Pirron  no  puede  rebatirlo. 


XIII 

Algunos  dias después  de  su  abdicación,  Sila  conversa  con 
el  filósofo  Eucrátes.  Este  se  sorprende  de  que  Sila  haya  po- 
dido renunciar  a  la  dictadura.  Sila  le  responde  que  ha  crei- 
do  terminada  su  misión,  i  que  no  tiene  gusto  por  un  poder 
que  nadie  le  disputa.  Lo  que  ha  amado  siempre  es  la  acti- 
vidad i  la  lucha,  porque  estima  mucho  su  gloria  para  ser 
colocado  en  el  rango  de  los  tiranos  vulgares.  ¿Quién  ha- 
bría creido,  dice  Eucrátes,  que  Sila  pudiese  deponer  jamas 
un  poder  al  cual  lo  habia  sacrificado  todo,  i  por  el  cual  ha- 
bla vertido  tanta  sangre?  Sila  responde  que  sin  las  cruel- 
dades que  han  precedido  a  su  abdicación,  este  acto  seria 
mucho  menos  glorioso.  Pero  ¿cómo  no  ha  temido  Sila  las 
venganzas?  Su  determinación  es  mui  imprudente.  Nó,  res- 
ponde Sila,  para  defenderme  tengo  mi  nombre  i  la  sorpresa 
que  he  causado  a  los  romanos. 


XIV 

Horacio  i  Virjilio  se  encuentran  en  los  campos  Elíseos  i 
se  felicitan  por  sus  obras.  No  están  celosos  el  uno  del  otro 
a  causa  de  la  diversidad  de  sus  talentos.  Gracia,  vehemen- 
cia, rapidez  de  las  odas  de  Horacio;  sencillez,  naturalidad, 
finura  de  sus  sátiras  i  de  sus  epístolas:  grande  instrucción  i 
fuerza  de  talento  que  deja  ver  en  su  Arte  poética.  Ternura 
natural  de  las  Églogas  de  Virjilio;  risueñas  pinturas  de  las 
Jeórjicas;  orden,  magnificencia,  vigor,  sublimidad  de  la 
Eneida.  Los  dos  poetas  hablan  de  todo  esto  con  naturali- 
dad i  con  modestia,  reconociendo  ambos  sus  defectos.  De- 
fectos de  Virjilio:  los  últimos  libros  de  la  Eneida  son  des- 
cuidados; Virjilio  queria  destruirlos,  lo  que  habria  sido  una 
gran  pérdida.  Virjilio  es  mas  culto,  mas  delicado,  pero  me- 
nos sencillo  i  menos  natural  que  Homero.  Defectos  de  Ho- 
racio: las  odas  contienen  algunas  cosas  inútiles,  algunas 
faltas  contra  la  armonía  o  contra  la  sencillez  de  la  pasión; 
ciertos  pasajes  tienen  pretensiones  visibles  de  orijinalidad. 


DIÁLOGOS  343 


XV 

Camilo  recuerda  a  Temístocles  su  gloria  i  su  destierro. 
Se  felicita  de  haber  tenido,  como  él,  el  honor  de  esa  pros- 
cripción popular.  Temístocles,  lleno  de  indignación  al  recor- 
dar las  injusticias  de  Atenas,  traza  el  retrato  de  esa  demo- 
cracia turbulenta,  inquieta,  mas  desconfiada  i  mas  ingrata 
que  un  déspota.  Alaba  la  virtud  de  Camilo,  pero  justifica  el 
resentimiento  que  lo  condujo  a  él  a  la  corte  del  rei  de  Persia. 
Camilo  se  muestra  mas  inflexible  acerca  de  los  deberes  del 
ciudadano  para  con  su  patria;  en  seguida,  en  medio  de  su 
entusiasmo  por  el  jenio  de  los  grandes  hombres,  cree  que  se 
vengan  sobradamente  abandonando  para  siempre  la  patria 
que  los  proscribe.  Confiesa  que  él  mismo  habría  cumplido 
esta  venganza  i  no  habría  vuelto  a  Roma,  sin  los  galos. 
Temístocles  reconoce  ese  piadoso  respecto  que  el  ciudadano 
desterrado  debe  a  su  pais.  Confiesa  que  él  mismo  es  un 
grande  ejemplo  de  la  fuerza  del  sentimiento  que  se  le  atri- 
buye haber  desconocido.  Durante  tres  años  solicitó  la  ven- 
ganza del  gran  rei:  se  prometia  tomar  su  parte  en  ella.  Se 
creia  firme  en  su  cólera  i  en  su  odio;  pero  cuando  llegó  el 
momento  déla  ejecución,  sintió  su  corazón  cambiado;!  para 
castigarse  de  lo  que  habia  comenzado  i  de  lo  que  no  tenia 
fuerza  de  acabar,  se  dio  la  muerte. 


k 


XYI 


San  Martin  i  Bolívar  recuerdan  sus  campañas  militares  i 
reconocen  que  la  misión  de  cada  uno  de  ellos  ha  completado 
la  del  otro.  Cada  uno  tuvo  un  modo  diferente  de  concebir  i 
de  ejecutar  la  guerra;  pero  su  diverjencia  era  mayor  toda- 
vía en  la  manera  de  comprender  la  dirección  de  los  negocios 
políticos.  Ambos  creian  que  los  amerícanos  no  estaban  pre- 
parados para  la  vida  republicana.  San  Martin  pensaba  que 
era  necesario  buscar  un  príncipe  europeo.  Bolívar  critica 
este  pensamiento  diciendo  que  ese  príncipe  vendría  a  ser  en 
América  el  rei  de  las  ranas  de  1^  fábula,  i  que  nadie  le  haria 
caso.  Bolívar  piensa  que  el  que  ha  hecho  la  independencia 
de  un  pais  es  el  que  debe  gobernarlo  para  sentar  sus  insti- 
tuciones, ya  sea  como  monarca,  ya  sea  como  dictador.  San 
Martin  combate  este  pensamiento,  diciendo  que  en  el  siglo^ 


344  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XIX  no  se  puede  aceptar  como  rei  o  como  dictador  al  hom- 
bre que  se  ha  conocido  en  el  campamento  como  camarada. 
Ivos  dos  jenerales  reconocen  al  fin  el  defecto  de  sus  sistemas 
respectivos,  i  convienen  en  que  solo  la  república  democrá- 
tica puede  ser  una  solución  lójica  de  este  problema. 


MODELOS  DE  EJERCICIOS 


Alejandro,  Aníbal,  Minos,  Esoipion 

"A/e/anJro.— Es  justo,  africano,  que  yo  tenga  la  preferen- 
cia sobre  tí:  tú  no  vales  lo  que  yo. 

Aníbal ¡Cómo!  a  mí  me  pertenece. 

Alejandro.  — ¡Fnes  bien!  tomemos  a  Minos  por  juez. 

Minos. — ¿Quiénes  sois  vosotros? 

Alejandro.-  Este  es  Aníbal  el  cartajines:yo  soi  Alejandro 
hijo  de  Filipo. 

M/7JOS.— ¡Por  Júpiter!  Ambos  sois  bien  ilustres.  Pero  ¿cuál 
es  el  objeto  de  vuesta  disputa? 

Alejandro.— ¡La  preeminencia!  Este  pretende  haber  sido 
mejor  jeneral  que  yo;  i  yo,  como  todos  lo  saben,  sostengo 
que  he  sobrepujado  en  talentos  militares  no  solamente  a  él 
sino  a  casi  todos  los  que  me  han  precedido. 

A/f/7 os.— ¡Pues  bien!  hable  cada  uno  a  su  turno.  Comienza 
tú  africano. 

Aníbal Digo  que  sobre  todos  son  dignos  de  elojios  aque- 
llos que,  no  siendo  nada  en  el  principio,  se  han  elevado  por 
sí  mismos  al  primer  rango,  han  conquistado  el  poder  i  han 
sido  revestidos  de  la  autoridad  suprema.  Yo,  por  ejemplo, 
habiendo  desembarcado  en  España  con  algunos  soldados, 
como  lugar-teniente  de  mi  cuñado,  fui  considerado  en  breve 
capaz  de  las  mas  grandes  proezas  i  nombrado  jeneral  en 
jefe.  Reduje  entonces  a  los  celtíberos,  triunfé  de  los  galos  oc- 
cidentales, i  pasando  altas  montañas,  recorrí  como  vence- 
dor toda  la  comarca  que  riega  el  Ródano,  destruyendo  un 


DIÁLOGOS  315 


gran  número  de  ciudades,  sometiendo  toda  la  parte  plana 
de  la  Italia,  i  llegando  hasta  los  alrededores  de  la  capital; 
maté  tantos  soldados  en  un  solo  dia,  que  medí  sus  anillos 
por  costales,  i  eché  sobre  los  rios  puentes  de  cadáveres.  He 
hecho  todo  esto  sin  hacerme  llamar  hijo  de  Júpiter  Ammon, 
sin  presentarme  como  un  dios,  sin  referir  los  sueños  de  mi 
madre,  confesando  que  era  hombre  i  teniendo  que  luchar 
contra  los  jenerales  mas  consumados,  peleando  en  los  com- 
bates contra  los  mas  bravos  soldados,  i  no  contra  medos  i 
armenios,  jentes  que  huyen  antes  que  se  les  persiga  i  que 
ceden  la  victoria  ante  la  audacia. 

'*Alejandro,es  verdad,  ha  aumentado  la  herencia  que  ha- 
bia  recibido  de  su  padre; ha  ensanchado  sus  límites,  llevado 
en  alas  de  la  fortuna;  pero  apenas  fué  vencedor,  apenas 
triunfó  del  cobarde  Darío,  cerca  de  Iso  i  en  Arbeles,  cuando 
renunció  a  las  instituciones  de  su  patria,  se  hace  adorar 
como  un  dios,  adopta  las  costumbres  de  los  medos,  mata 
a  sus  amigos  en  los  festines,  o  los  hace  condenar  a  muerte. 
Yo  he  mandado  en  mi  patria  con  equidad;  i  cuando  me 
llamó  para  servir  contra  la  numerosa  escuadra  de  nues- 
tros enemigos,  que  se  dirijia  al  África,  obedecí  al  instante, 
volví  a  ser  simple  particular,  i  la  condenación  que  se  lan- 
zó contra  mí,  me  encontró  lleno  de  calma.  Esto  es  lo  que 
he  hecho  yo,  siendo  un  bárbaro,  sin  versación  en  la  ciencia 
de  los  griegos,  yo  que  no  cantaba  como  Alejandro  los  ver- 
sos de  Homero,  i  que  no  habia  sido  educado  por  Aristóte- 
les; pero  me  dejaba  arrastrar  por  mi  buen  natural:  en  esto 
es  en  lo  que  yo  pretendo  ser  mejor  que  Alejandro.  Si  él 
parecia  mas  hermoso  que  yo,  porque  su  cabeza  estaba  co- 
ronada por  una  diadema,  quizá  esc  sea  un  título  a  los  ojos 
de  los  macedonios;  pero  no  es  una  razón  para  que  se  colo- 
que mas  arriba  que  un  hombre  valiente,  que  un  jeneral 
hábil,  que  debe  mas  a  su  consejo  que  a  la  fortuna. 

Minos.— Ha  defendido  su  causa  con  bastante  nobleza  i 
mejor  de  lo  que  se  podia  esperar  de  un  africano.  I  tú,  Ale- 
jandro, ¿qué  respondes? 

Alejandro.— Dehla,  Minos,  no  responder  nada  a  un  hom- 
bre tan  audaz.  La  fama  solo  basta  para  enseñarte  qué  mo- 
narca fui  yo,  i  qué  bandido  era  éste.  Ya  verás  como  lo 
sobrepujo.  Habiendo  subido  mui  joven  aun  al  poder,  di 
consistencia  a  un  trono  mal  afirmado;  perseguí  a  los  ase- 
sinos de  mi  padre,  espanté  a  los  griegos  con  la  ruina  de 
Tébas,  i  fui  proclamado  jeneralísimo  de  la  Grecia.  Entonces 
no  me  contenté  con  la  Macedonia,  ni  con  los  otros  estados 


346  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


que  raí  padre  me  había  dejado.  Formé  el  pro^^ecto  de  con- 
quistar toda  la  tierra,  no  pudiendo  resignarme  a  no  ser  el 
soberano  del  universo.  Me  lanzo  sobre  el  Asia  con  algunos 
soldados,  soi  vencedor  de  un  gran  combate  cerca  del  Grá- 
nico;  tomo  la  Lidia,  lajoniai  la  Prijia:  en  breve,  subyu- 
gando todo  lo  que  está  en  mi  camino,  marcho  hacia  Iso, 
donde  Darío  me  esperaba  a  la  cabeza  de  un  ejército  innu- 
merable. 

"Tú  sabes,  Minos,  cuantos  muertos  te  envié  ese  dia;  el 
barquero  dice  que  su  chalupa  no  podía  dar  abasto,  i  que 
fué  obligado  a  construir  balsas  para  pasar  un  gran  núme- 
ro. En  todas  estas  hazañas  yo  era  el  ])rimero  en  presentar 
mi  cuerpo  al  peligro,  i  me  honraba  con  mis  heridas.  En  se- 
guida, para  no  hablar  ni  de  Tiro  ni  de  Arbeles,  penetré  has- 
ta la  India,  haciendo  del  océano  los  límites  de  mi  imperio;  he 
tomado  sus  elefantes,  he  sometido  a  Poro,  he  derrotado  a 
las  escitas,  guerreros  que  no  son  despreciables,  he  atrave- 
sado el  Tañáis,  i  conseguido  la  victoria  en  un  gran  comba- 
te de  caballería.  He  hecho  bien  a  mis  amigos,  mal  a  mis 
enemigos.  Si  los  hombres  me  han  creido  un  dios,  es  menes- 
ter perdonarles  un  error  que  esplica  la  grandeza  de  mis  ha- 
zañas. En  fin,  he  muerto  en  el  trono,  mientras  que  éste, 
arrojado  de  su  patria,  ha  muerto  al  lado  de  Prusias  de 
Bitinia,  como  correspondía  a  un  hombre  malvado  i  cruel. 
No  quiero  decir  cómo  ha  triunfado  de  los  italianos;  pero 
no  ha  sido  por  el  valor,  sino  por  la  maldad,  la  perfidia  i  la 
astucia.  En  su  lucha  no  ha  habido  nada  justo,  nada  fran- 
co. Me  reprocha  mi  molicie;  pero  ha  olvidado  lo  que  hacia 
en  Capua,  cuando  en  brazos  de  las  cortesanas,  este  buen 
jeneral  perdia  en  los  placeres  un  tiempo  precioso  para  la 
guerra.  Desdeñando  la  conquista  de  occidente,  me  volví 
contra  las  naciones  orientales.  ¿Qué  cosa  grande  habría 
hecho  si  hubiese  sometido  sin  disparar  un  dardo,  la  Italia, 
la  Libia,  i  las  comarcas  que  se  estíenden  hasta  Cádiz? 
Esos  países  que  estaban  temblorosos  i  prestos  a  reconocer 
un  señor,  no  me  parecieron  dignos  de  mis  armas.  He  dicho. 
A  tí  te  toca  decidir,  Minos.  Creo  que  no  es  necesario  de- 
cir mas. 

Escipion. ~~No  pronuncies  tu  tallo  antes  de  oirme. 

Minos."    ¿Quién  eres  tú?  ¿Cuál  es  tu  patria? 

Escipion. —Soi  italiano;  Escipion,  el  jeneral  que  ha  des- 
truido a  Cartago  i  sometido  el  África  después  de  grandes 
combates. 

Minos.— Está  bien,  ¿qué  quieres  decir? 


DIÁLOGOS  :U7 


Escipion. — Que  cedo  la  preferencia  a  Alejandro  pero  que 
estoi  mas  arriba  que  Aníbal,  porque  yo  lo  he  vencido,  per- 
seguido i  condenado  a  una  fuga  vergonzosa.  Su  impruden- 
cia es  grande  en  disputar  el  paso  a  Alejandro,  cuando  vo, 
Escipion,  su  vencedor,  me  coloco  detras  de  este  príncipe. 

Minos. — ¡Por  [npiter!  tienes  razón.  Escipion.  El  primer 
rango  es  de  Alejandro  i  el  segundo  es  tuvo:  Aníbal,  si  que- 
re,  tendrá  el  tercero,  i  su  parte  no  es  digna  de  desden." 

Luciano,  ^ 
Diálogo  de  los  muertos,  Diálogo  XII 


II 

Filipo  i  Alejandro 

''Filipo. — Ahora,  Alejandro,  ya  no  puedes  decir  que  no 
eres  mi  hijo;  porque  no  habrías  muerto  si  fueras  hijo  de 
Júpiter  Ammon  2. 

Alejandro. — Yo  sabia,  padre  mió,  que  era  hijo  de  Filipo; 
pero  aceptaba  el  oráculo  porque  lo  creia  útil  a  mis  de- 
signios. 

Filipo.— ¿Cómo  dices?  ¿Creías  útil  el  dejarte  engañar 
por  los  profetas? 

Alejandro. — No  digo  eso.  Pero  los  bárbaros  me  tenían 
miedo,  ninguno  me  resistía,  creyendo  tener  que  hacer  con 
un  dios,  i  tuve  poco  trabajo  para  vencerlos. 

Filipo.— ¿I  qué  hombres  has  vencido  contra  los  cuales 
se  pudiese  pelear,  tú  que  no  has  luchado  jamas  mas  que 
con  cobardes,  siempre  prestos  a  arrojar  sus  arcos,  sus  ja- 
belinas  i  sus  escudos?  ¡Otra  cosa  es  someter  a  los  griegos, 
los  beodos,  los  focenses,  los  atenienses!  Pero  los  medos,  los 
persas,  los  caldeos,  raza  brillante  por  el  oro  i  afeminada: 
¿no  sabes  que  antes   que  tú   los   diez   mil   conducidos   por 

'    Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  1.,  cap.  V,  §  13. 

2  Bn  tiempo  de  Alejandro  se  creyó  vulgarmente  que  este  céle- 
bre conquistador  era  hijo  de  Júpiter  Ammon,  el  cual  habia  baja- 
do a  la  tierra  en  forma  de  una  serpiente.  Para  comprender  todas 
las  alusiones  de  este  diálogo,  conviene  recordar  la  historia  de 
Filipo  I  de  Alejandro,  i  leer  el  paralelo  que  ha  hecho  el  historia- 
dor Justino  entre  estos  dos  reyes.  Véase  la  Sección  IX,  §  líl  de 
este  libro. 


348  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Clearco  los  han  batido,  sin  que  hayan  esperado  los  dardos 
de  los  griegos  para  tomar  la  fuga? 

A/e/anc/ro.— Sin  embargo,  padre  mió,  los  escitas  i  los  ele- 
fantes indios  no  son  enemigos  que  deban  desdeñarse;  i  sin 
embargo,  yo  los  he  vencido  sin  sembrar  entre  ellos  la  dis- 
cordia, sin  comprar  la  victoria  con  traiciones.  Jamas  he 
hecho  falsos  juramentos,  traicionando  la  palabra  empeña- 
da, cometido  la  menor  perfidia  para  ser  vencedor.  He  so- 
metido una  parte  de  la  Grecia  sin  verter  sangre;  pero,  por 
lo  que  toca  a  Tébas,  ya  sabes.,  sin  duda,  cómo  me  vengué. 

Filipo-luo  sé  todo:  Clito  me  lo  ha  contado,  Clito  a  quien 
mataste  de  una  lanzada  en  medio  de  un  festin,  porque  te- 
nia la  audacia  de  alabar  mis  proezas  comparadas  a  las  tu- 
yas. 

Pero  parece  que  tú  dejaste  a  un  lado  la  clámide  macedó- 
nica para  vestir  la  toga  pérsica,  i  te  cubriste  la  cabeza  con 
una  tiara  i  que  quisiste  hacerte  adorar  por  los  macedonios, 
que  son  hombres  libres;  que  en  fin,  lo  que  es  el  colmo  del  ri- 
dículo, adoptaste  las  costumbres  de  los  vencidos.  No  hablo 
aquí  de  tus  otras  proezas,  como  aquellas  de  encerrar  con 
los  leones  a  los  hombres  distinguidos  por  su  sabiduría.  No 
hai  mas  que  un  rasgo  que  yo  haya  aprobado  al  saberlo,  i 
es  el  que  hayas  respetado  a  la  mujer  de  Darío,  que  era  her- 
mosa, i  el  que  tomases  a  tu  cargo  a  la  madre  i  las  hijas  de 
tu  enemigo.  Esto  es  obrar  como  rei. 

Alejandro ¿I  no  alabas  ese  ardor  que  me  hacia  desafiar 

el  peligro,  ni  ese  valor  para  escalar  el  primero  de  las  mura- 
llas i  para  recibir  tantas  heridas? 

Filipo.—^C,  yo  no  apruebo  eso,  Alejandro.  No  porque  no 
sea  algunas  veces  glorioso  a  un  rei  el  ser  herido,  i  el  hacer 
frente  al  peligro;  pero  en  el  caso  presente,  una  conducta  se- 
mejante no  te  traia  ninguna  ventaja.  La  idea  de  que  tú  eras 
un  dios,  en  el  caso  de  que  hubieras  sido  herido  i  llevado  a 
la  vista  de  todos  fuera  del  combate,  cubierto  de  sangre  i 
quejándote  de  tus  heridas,  habría  dado  materia  a  la  risa 
de  los  espectadores.  Ammon  quedaba  convencido  de  charla- 
tanismo i  de  impostura,  i  sus  profetas  de  adulación.  ¿Que 
medio  habría  para  no  reir  cuando  se  viera  al  hijo  de  Júpiter 
implorando  el  socorro  de  los  médicos?  ¿Ahora  que  estás 
muerto,  crees  que  la  muchedunbre  no  se  ría  amargamente 
de  esta  comedia,  viendo  al  hijo  de  un  dios  tendido  en  el  fé- 
retro, entregado  a  la  pobredumbre  e  hinchado  como  todos 
los  otros  cadáveres?  Por  otra  parte,  Alejandro,  esta  pre- 
tendida utilidad  del  oráculo,  que,  según    dices,  te  facilitaba 


DiÁi.oGOs  349 


la  victoria,  te  ha  quitado  en  gran  parte  la  gloria  de  tus  em- 
presas; todas  parecen  menores  viniendo  de  un  dios. 

Alejandro. — No  es  eso  lo  que  los  hombres  piensan  de  mí; 
por  el  contrario,  me  ponen  en  paralelo  con  Hércules  i  Baco; 
i  a  pesar  de  todo,  yo  soi  el  único  que  haya  tomado  la  roca 
Aornos,  de  que  ninguno  de  los  dos  pudo  apoderarse. 

Filipo.—Ysi  lo  ves:  todavía  habías  como  si  fueses  el  hijo 
de  Ammon,  i  te  comparas  a  Hércules  i  a  Baco.  ¿No  tendrás 
nunca  vergüenza,  Alejandro?  ¿No  te  desprenderás  de  esa  va- 
nidad? ¿No  te  conocerás  jamas  a  ti  mismo,  i  no  comprende- 
rás al  fin  que  has  muerto?" 

Luciano  i 
Diálogos  de  los  muertos,  dial.  XIV. 


I 


III 

Aquíles  i  Homero 

*'Agt7Í/es.— Mucho  celebro,  gran  poeta,  el  haber  servido 
para  inmortalizarte.  Mi  querella  con  Agamenón,  mi  dolor 
por  la  muerte  de  Patroclo,  mis  combates  contra  los  troya- 
nos,  la  victoria  que  conseguí  sobre  Héctor,  han  dado  para 
un  poema  el  mas  hermoso  asunto  que  jamas  se  haya  visto. 

Homero. — Confieso  que  el  asunto  es  excelente,  pero  yo 
habria  podido  encontrar  otro.  La  prueba  de  que  hai  otros, 
e?  que  yo  he  encontrado  efectivamente  uno.  Las  aventuras 
del  prudente  Ulíses  valen  bien  la  cólera  del  impetuoso  Aquí- 
les. 

v4gí7/yes.— ¡Cómo!  ¡comparar  el  astuto  i  artificioso  Ulíses 
con  el  hijo  de  Tétis,  mas  terrible  que  Marte!  Vete,  poeta 
ingrato,  tú  sentirás 

Homero —Tú  has  olvidado  que  las  sombras  no  deben  en- 
colerizarse. La  cólera  de  las  sombras  no  es  temible.  No  tie- 
nes otras  armas  que  emplear  que  las  buenas  razones. 

Aquíles —¿For  qué  vienes  a  negarme  que  me  debes  la  glo- 
ria de  tu  mas  hermoso  poema?  El  otro  no  es  mas  que  un 
montón  de  cuentos  de  viejas;  allí  todo  es  lánguido,  todo  deja 
ver  al  anciano  cuya  vivacidad  sehaestinguido  i  que  no  sabe 
concluir. 


1  Véase  las  Noc.  de  hist.  lit.j  part  I,  cap.  V,  §  13. 


350  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Homero —Tñ  te  asemejas  a  muchas  personas  que,  por  no 
conocer  los  diversos  jéneros  literarios,  creen  que  un  autor 
no  se  sostiene  cuando  pasa  de  un  jénero  vivo  i  rápido  a 
otro  mas  suave  i  mas  moderado.  Deberían  saber  que  la 
perfección  consiste  en  observar  siempre  los  diversos  carac- 
teres, en  variar  su  estilo  según  los  asuntos,  en  elevarse  o 
abajarse  a  tiempo,  i  en  pintar,  por  este  contraste,  caracte- 
res mas  marcados  i  mas  agradables.  Es  preciso  saber  tocar 
la  trompeta,  la  lira,  i  a  veces  laflauta  campestre.  Creo  que  tú 
querrias  que  yo  pintase  a  Calipso  con  sus  ninfas  en  su  gru- 
ta, como  los  héroes  i  los  dioses  que  combatian  en  las  puer- 
tas de  Troya.  Habla  de  guerra,  ese  es  tu  oficio;  pero  no  te 
metas  a  decir  sobre  la  poesía  en   mi  presencia. 

Aqmles.-\Qné  orgulloso  eres,  pobre  ciego!  Te  prevales  de 
mi   muerte. 

Homero —Me  prevalgo  también  de  la  mia.  Tú  no  eres 
mas  que  la  sombra  de  Aquíles,  i  yo  no  soi  mas  que  la  som- 
bra de   Homero. 

Aquíles— ¡khl  ¡Que  no  pueda  hacer  sentir  mi  antigua  fuer- 
za a  esta  sombra  ingrata! 

í/o/22ero.— Puesto  que  hablas  tanto  de  ingratitud,  quiero 
al  fin  desengañarte.  Tú  no  me  has  suministrado  mas  que 
un  asunto  que  yo  podia  encontrar  en  otra  parte;  pero  yo, 
yo  te  he  dado  una  gloria  que  ninguno  otro  podia  darte,  i 
que  no  se  borrará  jamas. 

A9i///es.-¡Cómo!  ¿Te  imajinas  que  sin  tus  versos  el  gran- 
de Aquíles  no  seria  admirado  por  todas  las  naciones  i  por 
todos  los  siglos? 

iío/tzero.-¡  Curios  a  vanidad,  por  haber  derramado  mas 
sangre  que  ninguno  otro  en  el  sitio  de  una  ciudad  que  no 
ha  sido  tomada  sino  después  de  tu  muerte!  ¡Cuántos  héroes 
hai  que  han  vencido  grandes  pueblos  i  conquistado  gran- 
des reinos!  Sin  embargo,  están  en  las  tinieblas  del  olvido; 
no  se  saben  ni  siquiera  sus  nombres.  Solo  las  musas  pueden 
inmortalizar  las  grandes  acciones.  Un  reique  ama  la  gloria, 
debe  buscarla  en  estas  dos  cosas:  primero,  merecerla  por  la 
virtud;  segundo,  hacerse  amar  por  los  hijos  de  las  Musas 
que  pueden  cantarlo  para  toda  la  posteridad. 

Aquíles. — Pero  no  depende  siempre  de  los  príncipes  el  te- 
ner grandes  poetas;  solo  por  casualidad  concebiste,  mucho 
tiempo  después  de  mi  muerte,  el  designio  de  componer  tu 
II  jada. 

Homero. — Es  verdad:  pero  cuando  un  príncipe  ama  las 
letras,  se  forman  durante  su  reinado  muchos  poetas.  Sus 


DIÁLOGOS  351 


recompensas  i  su  estimación  excitan  entre  ellos  una  noble 
emulación;  el  gusto  se  perfecciona  i  .  Basta  amar  i  favore- 
cer a  las  musas,  ellas  harán  aparecer  en  breve  hombres  ins- 
pirados para  alabar  todo  lo  que  hai  de  laudable.  Cuando 
un  príncipe  carece  de  un  Homero,  es  porque  no  es  digno  de 
tenerlo.  Su  falta  de  gusto  produce  la  ignorancia,  la  grovsería 
i  la  barbarie.  La  barbarie  deshonra  a  toda  una  nación,  i 
quita  toda  esperanza  de  gloria  duradera  al  príncipe  que 
reina.  ¿No  sabes  que  Alejandro,  que  desde  hace  poco  se  en- 
cuentra entre  nosotros,  lloraba  de  no  haber  tenido  un  poe- 
ta que  hiciese  por  él  lo  que  yo  he  hecho  por  ti?  Es  por- 
que él  tenia  el  gusto  por  la  gloria.  Por  lo  que  a  ti  toca,  tú 
me  lo  debes  todo,  ¡i  no  tienes  vergüenza  de  tratarme  de  in- 
grato! Este  no  es  tiempo  de  encolerizarse:  tu  cólera  delante 
de  Troya  era  a  propósito  para  suministrarme  el  asunto  de 
un  poema.  Acuérdate  solamente  que  la  Parca  te  ha  quita- 
do todas  las  otras  ventajas,  i  no  te  queda  mas  que  el  gran 
nombre  que  te  he  dado  en  mis  versos.  Adiós.  Cuando  estés 
de  mejor  humor,  vendré  a  cantarte  en  este  bosque  ciertos 
pasajes  de  la  Ilieida,  por  ejemplo  la  derrota  de  los  griegos 
durante  tu  ausencia,  laconsternacionde  los  troyanos  desde 
que  te  vieron  aparecer  para  vengar  a  Patroclo,  los  mismos 
dioses  sorprendidos  de  verte  como  Júpiter  Tonante.  Des- 
pués de  esto,  dime,  si  te  atreves,  que  Aquíles  no  debe  su 
gloria  a  Homero." 

Fenelon,  ^ 
Diálogos  de  los  muertos,  diálogo  IV. 


í  Todo  este  pasaje  es  débil  por  el  raciocinio.  Si  basta  que  un 
príncipe  ame  las  letras  para  que  se  produzcan  Horneros,  i  si  Ale- 
jandro las  amó,  como  dice  Fenelon,  es  claro  que  Alejandro  debió 
tener  un  Homero.  En  justificación  de  Fenelon,  debe  decirse  que 
sus  Diálogos  de  los  muertos  fueron  compuestos  para  la  educación 
del  Delfín,  nieto  de  Euis  XIV,  i  que  no  es  estraño  que  quisiera 
imbuirle  el  amor  a  las  letras,  aun  exajerando  la  influencia  que  so- 
bre ellas  puede  ejercer  un  príncipe.  Véanse  sobre  esto  el  modelo 
de  disertación  número  10  de  la  Sección  X  de  este  libro. 

^  Véanse  las  Noc.  de  his.  lit.,  part  IH,  cap.  IV,  §  19. 


i 


352  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


VI 

Feríeles  i  Aleibíades 

"Perídes.— ¡Cuánto  te  celebro  verte,  mi  querido  sobrino. 
Siempre  te  he  tenido  cariño. 

Aleibíades— Así  me  lo  manifestaste  desde  la  infancia.  Pe- 
ro nunca  he  tenido  tanta  necesidad  de  tu  auxilio  como  al 
presente.  Sócrates,  a  quien  acabo  de  encontrar,  me  hace 
temer  a  los  tres  jueces,  ante  los  cuales  debo  comparecer. 

Feríeles.  ~¡A.h!  mi  querido  sobrino,  ja  no  estamos  en  Ate- 
nas. Esos  tres  ancianos  inexorables  no  hacen  ningún  caso 
de  la  elocuencia.  Yo  mismo  he  esperimentado  su  rigor,  i  se- 
gún preveo,  no  te  eximirás  de  él. 

Aleibíades, — ¡Cómo!  ¿no  hai  medio  de  ganarse  a  esos  tres 
hombres?  ¿Son  acaso  insensibles  a  la  lisonja,  a  la  compa- 
sión, a  la  elegancia  del  discurso,  a  la  poesía,  a  la  música,  a 
los  raciocinios  sutiles,  a  la  narración  de  las  grandes  accio- 
nes? 

Feríeles. — Tú  sabes  bien  que  si  la  elocuencia  hubiera  de 
tener  aquí  algún  poder,  sin  vanidad,  mi  condición  debía  ser 
tan  buena  como  la  de  cualquiera  otro;  pero  aquí  no  se  ga- 
na nada  con  hablar,  esos  rasgos  lisonjeros  que  entusiasma- 
ban al  pueblo  de  Atenas,  esos  jiros  convincentes,  esas  ma- 
neras insinuantes  que  toman  los  hombres,  no  se  usan  aquí: 
los  oídos  están  tapados,  i  los  corazones  son  de  fierro.  Yo 
que  he  muerto  en  esta  desgraciada  guerra  del  Peloponeso, 
no  dejo  de  estar  castigado.  Debia  perdonárseme  una  falta 
que  me  ha  costado  la  vida;  i  aun  tú  mismo  fuiste  quien  me 
instigó  a  cometerla. 

Aleibíades.— Es  verdad  que  yo  te  aconsejé  que  empeñases 
la  guerra  mas  bien  que  dar  satisfacción.  ¿No  es  así  como  se 
hacen  siempre  las  cosas  cuando  se  gobierna  un  estado?  Se 
comienza  por  sí,  por  su  comodidad,  por  su  reputación,  por 
su  interés;  el  público  marcha  como  puede:  de  otro  modo 
¿quién  seria  el  tonto  que  se  diese  la  pena  de  gobernar,  por 
velar  dia  i  noche  para  hacer  dormir  bien  a  los  otros?  ¿En- 
cuentran esto  malo  los  jueces  de  esta  mansión? 

Feríeles.— Sí,  tan  malo,  que  después  de  haber  muerto  de 
la  peste  en  esta  maldita  guerra  en  que  perdí  la  confianza 
del  pueblo,  he  sufrido  aquí  grandes  suplicios  por  haber  tur- 
bado la  paz  sin  motivo.  Juzga  por  ésto,  mi  pobre  sobrino, 
si  te  irá  bien  a  tí. 


DIÁLOGOS  353 


Alcibía^es.^Esas  son  malas  noticias.  Los  vivos,  cuando 
están  incómodos,  dicen:  querria  estar  muerto.  Por  el  con- 
trario, yo  digo  ahora:  querria  estar  en  buena  salud. 

Feríeles. — Ya  no  es  tiempo  de  esa  túnica  de  púrpura  que 
te  arrastraba,  i  con  la  cual  encantabas  a  todas  las  mujeres 
de  Atenas  i  de  Esparta.  Tú  serás  castigado,  no  solo  por  lo 
que  has  hecho,  sino  por  lo  que  me  has  aconsejado  que  yo 
haga." 

Fenelon,  1 
Diálogos  de  los  muertos,  dial.  19. 


Fabio  Máximo  i  Aníbal 

"'Aníbal. — Te  he  hecho  pasar  malos  dias  i  malas  noches. 
Confiésalo  de  buena  fé. 

Fabio. — Es  verdad;  pero  he  tenido  mi  desquite. 

Aníbal.— Vamos  por  partes,  tú  no  hacias  mas  que  retro- 
ceder delante.de  mí,  mas  que  buscar  campamentos  inacce- 
sibles en  las  montañas;  vivias  siempre  en  las  nubes.  Mos- 
trando tanto  temor,  no  se  podia  salvar  la  reputación  de 
los  romanos. 

Fabio. — Es  preciso  atender  lo  que  mas  urje.  Después  de 
tantas  batallas  perdidas,  yo  habria  acabado  la  ruina  de  la 
república  aventurando  nuevos  combates  Era  menester  le- 
vantar el  valor  de  nuestras  tropas,  acostumbrándolas  a 
tus  armas,  a  tus  elefantes,  a  tus  astucias,  a  tu  orden  de  ba- 
talla ;#dej  arte  perder  en  los  placeres  de  Capua,  i  esperar  que 
cansases  tus  fuerzas. 

Aníbal.— Piívo,  sin  embargo,  tú  te  deshonrabas  con  tu 
timidez.  Hermoso  recurso  para  la  patria,  después  de  tan- 
tas desgracias,  el  de  un  capitán  que  no  se  atreve  a  acome- 
ter nada,  que  tiene  miedo  de  su  sombra,  como  una  lielare, 
que  no  encuentra  rocas  bastantes  escarpadas  para  colocar 
sus  tropas  siempre  temblorosas!  eso  era  mantener  la  cobar- 
día en  tu  propio  campo,  i  aumentar  la  audacia  en  el  mío. 

Fabio. — Valia  mas  deshonrarse  por  esta  cobardía,  que 
hacer  matar  toda  la  flor  de  los  romanos,  como  lo  hizo  en 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  IV,  §  19. 

TOMO   V  23 


354  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

Carias  Tereticio  Varroti.  Lo  que  sirve  para  salvar  la  patria 
i  para  hacer  inútiles  las  victorias  de  los  enemigos,  no  pue- 
de deshonrar  a  un  capitán;  se  ve  que  ha  preferido  la  sa- 
lud pública  a  su  propia  reputación,  que  le  es  mas  cara  que 
su  vida;  i  este  sacrificio  de  su  reputación  debe  traerle  otra 
mas  grande  todavía.  Poco  importa  el  dejar  hablar  a  la  jen- 
te  que  no  mira  sino  el  presente  i  lo  que  brilla.  Cuando  por 
medio  de  tu  paciencia  hayas  obtenido  un  triunfo,  las  perso- 
nas que  te  han  condenado  serán  las  primeras  en  aplaudir- 
te. No  juzgan  sino  por  el  resultado:  si  lo  consigues,  te  col- 
marán de  alabanzas. 

Aníbal, — Pero  ¿qué  querias  que  pensasen  tus  aliados? 

Fabio. — Yo  les  dejaba  pensar  todo  lo  que  quisieran  a 
trueque  de  salvar  a  Roma;  en  la  seguridad  de  que  queda- 
ría justificado  de  todas  sus  críticas  cuando  hubiera  conse- 
guido  alguna  ventaja  sobre  tí. 

Aníbal. — ¡Sobre  mí!  Pero  no  has  tenido  nunca  esa  gloria. 
Una  sola  vez  cambié  mi  campamento  delante  de  tí,  i  en  es- 
to mostré  que  sabia  burlarme  de  toda  tu  ciencia  en  el  arte 
militar,  porque  con  antorchas  amarradas  a  los  cuernos  de 
un  gran  número  de  bueyes,  te  engañé,  cambié  mi  campa- 
mento durante  la  noche,  mientras  que  tú  te  imajinabas  que 
estaba  cerca  de  tu  campo. 

Fabio. — Esas  astucias  pueden  sorprender  a  todo  el  mun- 
do; pero  no  decidieron  nada  entre  nosotros.  En  fin  no  se 
puede  negar  que  yo  te  debilité,  que  recobré  las  plazas  i  que 
repuse  el  ánimo  de  las  tropas  romanas;  i  si  el  joven  Esci- 
pion  no  me  hubiese  arrebatado  la  gloria,  yo  tehabria  arro- 
jado de  Italia.  I  si  Escipion  ha  conseguido  su  objeto,  es 
porque  Fabio  habia  salvado  a  Roma  con  su  lentitud.  Déja- 
te de  burlarte  de  un  hombre  que  retrocediendo  un  poco  de- 
lante de  tí,  es  causa  de  que  tú  hayas  abandonado  t;oda  la 
Italia  i  de  que  haya  perecido  Cartago.  No  se  trata  de  cegar 
a  la  jente  con  brillantes  comienzos,  lo  esencial  es  acabar 
bien." 

Fenelon,  1 
Diálogos  de  los  muertos,  diálogo  36. 


1  Véase  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part  III,  cap.  IV,  §  19. 


DIÁLOGOS  355 


VI 
Luis  XI  i  Felipe  de  Commines 

Luis. — Me  dicen  que  habéis  escrito  mi  historia. 

Cowmines.— Es  verdad,  señor;  i  he  hablado  como  buen 
criado. 

Luis. — Pero  se  me  asegura  que  habéis  contado  muchas 
cosas  que  yo  habria  querido  que  quedasen  en  silencio. 

Commines. — Así  será,  pero  en  resumen  yo  he  hecho  un  re- 
trato vuestro  mui  ventajoso.  ¿Habriais  querido  que  yo  hu- 
biese sido  un  adulador  perpetuo  en  lugar  de  ser  un  histo- 
riador? 

Lt//s.— Debiais  hablar  de  mí  como  un  subdito  colmado  de 
favores  por  su  señor. 

Commines. — Esehabriasido  el  medio  de  no  ser  creido  por 
nadie.  El  reconocimiento  no  es  lo  que  se  busca  en  un  histo- 
riador; por  el  contrario,  es  lo  que  lo  hace  sospechoso. 

Luis. — ¿Qué  necesidad  hai  que  haya  personas  que  tengan 
comezón  de  escribir?  Es  menester  dejar  a  los  muertos  en 
paz  i  no  manchar  su  memoria. 

Commines La  vuestra  estaba  ya  singularmente  enne- 
grecida: yo  he  tratado  de  suavizar  las  impresiones  anterio- 
res, he  dado  realce  a  todas  vuestras  buenas  cualidades:  os 
he  descargado  de  todas  las  cosas  odiosas  que  se  os  imputa- 
ban sin  pruebas.  ¿Qué  cosa  mejor  podia  hacer? 

Luis. — O  callaros  o  defenderme  en  todo.  Se  dice  que  ha- 
béis representado  todas  mis  jesticulaciones,  todas  mis  con- 
torsionaos cuando  hablaba  a  solas,  todas  mis  intrigas  con  la 
jente  baja.  Me  dicen  que  habéis  hablado  del  prestijio  de  mi 
prevoste,  de  mi  médico,  de  mi  barbero  i  de  mi  sastre: 
habéis  sacado  a  luz  toda  mi  ropa  vieja.  Me  dicen  que  no 
habéis  olvidado  mis  pequeñas  devociones,  sobre  todo  al  fin 
de  mis  dias;  mi  empeño  por  reunir  reliquias;  por  hacerme 
frotar  desde  la  cabeza  hasta  los  pies  con  el  óleo  de  la  santa 
ampolleta;  i  por  hacer  peregrinaciones  al  lugar  donde  creia 
encontrar  la  salud.  Habéis  hecho  mención  de  la  cinta  de  mi 
sombrero  cargada  de  santitos,  i  de  la  pequeña  vírjen  de 
plomo  que  yo  besaba  cuando  quería  hacer  una  mala  juga- 
da; en  fin,  de  la  cruz  de  San  Lo,  sobre  la  cual  no  quería  ha- 
cer ningún  juramento  que  no  hubiera  de  guardar  fielmente, 
porque  temía  morir  en  el  mismo  año  si  lo  violaba.  Todo  eso 
es  mui  ridículo. 


356  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Commines. — ¿Pero  noes  verdad  todo  eso?  Podia  callarlo? 

Luis. — Podíais  no  decir  nada. 

Commines. — Pero  vos  podiais  no  haber  hecho  nada. 

Luis. — Pero  ya  estaba  hecho,  i  no  era  necesario  decirlo. 

Commines.— Fero  ya  estaba  hecho,  i  no  podía  ocultarlo  a 
la  posteridad. 

Luis. — ;Cómo!  ¿no  se  pueden   ocultar  ciertas  cosas? 

Commines.-'ikhl  ¿Creéis  que  un  rei  puede  ser  ocultado  des- 
pués de  su  muerte  como  vos  ocultabais  ciertas  intrigas  du- 
rante vuestra  vida?  Mi  silencio  no  os  habria  servido  de  na- 
da, i  yo  me  habria  deshonrado,  contentaos  con  que  yo  ha- 
bria podido  decir  algo  peor,  i  se  me  habria  creido;  pero  no 
he  querido  hacerlo. 

Luis. — ¿Cómo?  ¿La  historia  no  debe  respetar  a  los  reyes? 

Commines. — ¿I  los  reyes  no  deben  respetarla  historia  i  la 
posteridad,  a  cuya  censura  no  pueden  escapar?  Los  que 
quieren  que  no  se  hable  mal  de  ellos,  no  tienen  mas  que  un 
solo  recurso,  que  es  el  obrar  bien." 

Fenelon. 
Diálogos  de  Jos  muertos,  dial.  59. 


VII 

El  condestable  de  Borbon  i  Bayardo 

^^El  condestable. — ¿No  es  el  pobre  Bayardo  el  que  veo  al 
pié  de  ese  árbol,  tendido  sobre  la  yerba  i  atravesado  por 
una  herida?  Sí,  es  él  mismo.  ¡Ah!  Lo  compadezco:  Hé  ahí 
dos  que  perecen  hoi  por  nuestras  armas,  Vandenesse  i  él. 
Estos  dos  franceses  eran  por  su  valor  dos  adornos  de  su 
nación.  Siento  que  mi  corazón  palpita  todavía  por  su  pa- 
tria. Pero,  avancemos  para  hablarlo.  ¡Ah!  mi  pobre  Ba- 
yardo, ¡con  cuánto  dolor  os  veo  en  este  estado! 

Bayardo. — También  os  veo  con  dolor. 

El  condestable.— Compr^náo  que  te  desagrade  el  verte 
en  mi  poder  por  la  suerte  de  la  guerra;  pero  no  quiero  tra- 
tarte como  prisionero:  quiero  tenerte  a  mi  lado  como  un 
buen  amigo,  i  encargarme  de  tu  curación  como  si  fueses  mi 
propio  hermano.  Así,  pues,  no  debes  molestarte  de  verme. 

5a jarc/o.— ¿Creéis  que  no  me  molesta  el  deber  favores 
al  mayor  enemigo  de  la  Francia?  No  es  mi  cautividad  ni  mi 


DIÁLOGOS  357 


herida  lo  que  me  hace  sufrir.  Moriré  en  un  momento  mas* 
la  muerte  va  a  libertarme  de  vuestras  manos. 

El  condestable. — Nó,  ¡mi  querido  Bayardo!  Espero  que 
mis  cuidados  conseguirán  curarte. 

Bayardo. — No  es  eso  lo  que  quiero:  moriré  contento. 

El  condestable.— ¿Qué  es  lo  que  tienes?  ¿No  podrás  acaso 
consolarte  de  haber  sido  vencido  i  hecho  prisionero  en  la  re- 
tirada de  Bonnivet?  Esta  no  es  tu  falta,  es  la  suya:  las  ar- 
mas son  inconstantes.  Tu  gloria  está  bastante  bien  esta- 
blecida por  tantas  grandes  acciones.  Los  imperiales  no  po- 
drán olvidar  jamas  tu  vigorosa  defensa  de  Mésiéres. 

Bayardo.— Vor  lo  que  a  mí  toca,  yo  no  puedo  olvidar 
nunca  que  vos  sois  ese  gran  condestable,  ese  príncipe  de  la 
sangre  mas  noble  que  hai  en  el  mundo,  que  trabaja  por  des- 
garrar con  sus  propias  manos  su  patria  i  el  reino  de  sus 
mayores. 

El  condestable. — ¡Cómo,  Bayardo!  ¡Yo  te  ensalzo  i  tú 
me  condenas!  ¡Yo  te  compailezco  i  tú  me  insultas! 

Bayardo.— ^\  vos  me  compadecéis,  yo  también  os  com- 
padezco, i  os  encuentro  mas  digno  de  compasión  que  yo. 
Dejo  la  vida  sin  mancha;  muero  por  mi  patria  i  por  mi  rei, 
estimado  por  los  enemigos  de  la  Francia  i  sentido  por  to- 
dos los  buenos  franceses.  Mi  estado  es  digno  de  envidia. 

El  condestable.— 1  yo,  yo  estoi  victorioso  de  un  enemigo 
que  me  ha  ultrajado;  lo  arrojo  del  Milanesado  i  hago  sentir 
a  la  Francia  cuan  desgraciada  es  por  haberme  perdido,  pre- 
cipitándome a  abandonar  sus  armas.  ¿Llamas  esto  ser 
digno  de  compasión? 

Bayardo. — Sí,  siempre  es  digno  de  compasión  el  que  obra 
contra  su  deber.  Vale  mucho  mas  perecer  combatiendo  por 
la  patria  que  alcanzando  victorias  sobre  ella.  ¡Ah!  que  ho- 
rrible gloria  se  alcanza  destruyendo  su  propio  pais! 

El  condestable.— Pero  mi  patria  habia  sido  ingrata  des- 
pués de  tantas  victorias  como  le  presté.  La  reina  madre  me 
ha  hecho  tratar  indignamente  por  despecho.  El  rei,  por  de- 
bilidad hacia  ella,  ha  cometido  conmigo  unainjusticia  enor- 
me: han  quitado  de  mi  lado  hasta  a  Matignon  i  d'Argon- 
ges,  mis  criados.  Para  salvar  mi  vida,  me  he  visto  reducido 
ha  huir  casi  solo.  ¿Qué  quenas  tú  que  hiciese? 

Bayardo.— Que  sufrieseis  toda  especie  de  males  mas  bien 
que  faltar  a  la  Francia  i  a  la  grandeza  de  vuestra  casa.  Si 
la  persecución  era  muí  violenta,  podiais  retiraros.  Valia 
mas  permanecer  pobre,  oscuro,  inútil  para  todo  que  tomar 


358  MANUAL  DH  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

los  armas  contra  nosotros.  Vuestra  gloria  habría  llegado 
a  su  colmo  en  la  pobreza  i  en  el  mas  miserable  destierro. 

El  condestable. — Pero  ¿no  ves  que  la  venganza  se  ha  uni- 
do a  la  ambición  para  arrojarme  a  estos  estremos?  He  que- 
rido que  el  rei  se  arrepintiese  de  haberme  tratado  tan  mal. 

Bayardo Era  menester  hacerlo  que  se  arrepintiera,  ma- 
nifestándole una  paciencia  a  toda  prueba,  que  en  un  héroe 
es  una  virtud  no  menos  grande  que  el  valor. 

El  condestable. — Pero  el  rei,  tan  injusto  i  tan  ciego  por 
su  madre  ¿merecia  acaso  que  yo  tuviese  tan  grandes  consi- 
deraciones? 

Bayardo. — Si  el  rei  no  lo  merecia,  la  Francia  entera  lo 
merecia;  la  dignidad  de  la  corona  de  que  sois  uno  de  los 
herederos,  lo  merecia  también.  Vuestro  deber  os  aconsejaba 
no  hacer  nada  contra  la  Francia,  de  cual  vos  podias  ser  rei 
mas  tarde. 

El  condestable.  —\Vues  bien!  conozco  mi  error  i  lo  confie- 
so. Pero  ¿sabes  cuánto  tienen  que  sufrir  los  mejores  corazo- 
nes para  resistir  a  su  resentimiento? 

Bayardo.—B'iQn  lo  sé;  pero  el  verdadero  valor  consiste  en 
resistir.  Si  conocéis  vuestra  falta,  apresuraos  a  repararla. 
Por  lo  que  a  mi  toca  yo  muero,  i  os  encuentro  mas  digno 
de  lástima  en  vuestras  prosperidades,  que  yo  en  mis  sufri- 
mientos. A.un  cuando  el  emperador  no  os  engañase,  aun- 
que os  diese  a  su  hermana  en  matrimonio,  i  aunque  divi- 
diese con  vos  la  Francia,  no  borraría  la  mancha  que  des- 
honra vuestra  vida.  ¡El  condestable  de  Borbon  rebelde!  jah! 
¡qué  vergüenza!  Escuchad  a  Bayardo  que  muere  como  ha 
vivido,  i  no  cesa  de  decir  la  verdad." 

Fenelon, 
Diálogos  de  los  muertos,  dial,  62. 


VIII 
Artemisa  i  Raimundo  Lulio  i 

"^ríe/72/séí.  Decisque  haiun  secreto  para  cambiar  los  me- 
tales en  oro,  i  que  ese  secreto  se  llama  la  piedra  filosofal,  o 
la  grande  obra. 

1  Artemisa  es  la  reina  de  Caria,  que  se  hizo  célebre  por  el  es- 
pléndido monumento  que  elevó  a  la  memoria  de  su  esposo  Mau- 
solo.  Raimundo  Lulio  (véanse  sobre  él  las  Noc.  de  hist.  lit.,  parte 


DIÁLOGOS  359 


LuJJo. — Sí,  lo  he  buscado  largo  tiempo. 

Artemisa.— ¿Lo  habéis  encontrado? 

Lulio. — No;  pero  todo  el  mundo  ha  creido  en  su  existen- 
cia. La  verdad  es  que  ese  secreto  no  es  mas  que  una  quimera. 

Artemisa. — Pero  ¿por  qué  lo  buscan?  ¿i  vos  mismo  que 
parecéis  un  hombre  de  buen  sentido  os  habéis  entregado  a 
esas  ilusiones? 

Lulio.— Es  verdad  que  no  se  puede  encontrar  la  piedra  filo- 
sofal; pero  es  bueno  que  la  busquen.  Buscándola  se  encon- 
trarán otros  secretos  que  no  se  buscaban. 

Artemisa. — ¿No  seria  mejor  buscar  esos  secretos  que  se 
pueden  encontrar,  que  pensar  en  los  que  no  se  encontrarán 
jamas? 

Lulio. — Todas  las  ciencias  tienen  su  quimera,  tras  de  la 
cual  corren  sin  poder  alcanzarla;  pero  en  su  camino  alcan- 
zan otras  cosas  mui  útiles.  Si  la  química  tiene  su  piedra  filo- 
sofal, la  jeometría  tiene  su  cuadratura  del  círculo,  la  astro- 
nomía sus  lonjitudes  i,  la  mecánica  su  movimiento  perpe- 
tuo: es  imposible  encontrar  todo  esto;  pero  es  mui  útil  bus- 
carlo. Os  hablo  en  un  idioma  que  talvez  no  comprenderéis; 
pero  comprenderéis  mucho  menos  que  la  moral  tiene  tam- 
bién su  quimera,  que  es  el  desinterés,   la  amistad   perfecta. 


II,  cap.  V,)  hizo  importantes  descubrimientos  químicos  buscando 
la  piedra  filosofal,  esto  es,  el  secreto  de  sacar  oro  de  otros  meta- 
les. Foiitenelle  supone  entre  ambos  un  estenso  diálogo,  que  he- 
mos abreviado'al  trascribirlo  aquí,  dejando,  sin  embargo,  la  idea 
principal,  que  conviene  que  los  hombres,  en  el  cultivo  de  las  cien- 
cias, aspiren  a  ir  mas  lejos  del  punto  a  que  pueden  llegar,  porque 
en  su  camino  encontrarán  muchas  verdades  que  no  esperaban  des- 
cubrir. 

Aunque  Raimundo  Lulio  i  sus  trabajos  han  sido  bastante  es- 
tudiados, i  aunque  sobre  él  se  pueden  encontrar  interesantes  no- 
ticias en  casi  todas  las  compilaciones  biográficas,  queremos  indi- 
car aquí  que  el  historiador  español  Mariana  ha  destinado  a  este 
célebre  personaje  el  cap.  IV  del  lib.  XY  de  su  Historia  Jeneral  áe 
España,  pero  que  lo  juzga  poco  favorablemente,  declarando  que 
no  comprende  el  mérito  de  sus   obras.* 


*  Véase  el  juicio  que  acerca  de  Raimundo  Lulio  formula  Menén- 
DEZ  Pela  YO  en  su  Ciencia  Española. — (Nota  del  Recopilador). 

1  La  cuestión  de  fijar  las  lonjitudes  terrestres,  sobre  todo  duran- 
te las  navegaciones,  se  creyó  un  problema  irresoluble.  A  principios 
del  siglo  XVI  se  consideraba  jeneralmente  que  el  ocuparse  de  estas 
cuestiones  tenia  algo  de  locura.  • 


360  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Jamas  se  llegará  a  conseguirla;  pero  es  bueno  que  se  preten- 
da llegar  hasta  ella.  A  lo  menos,  pretendiéndolo  se  llega  a 
muchas  otras  virtudes  o  acciones  dignas  de  alabanza  i  de 
estimación. 

Artemisa. — A  pesar  de  todo,  soi  siempre  de  opinión  de 
que  se  abandonen  todas  las  quimeras,  i  de  que  no  nos  con- 
traigamos mas  que  a  la  investigación  de  la  verdad. 

Lulio.—  Qmzá  no  lo  creeréis;  pero  es  menester  c|ue  en  to- 
das las  cosas,  los  hombres  se  propongan  un  punto  de  per- 
fección mas  allá  de  su  alcance.  Jamas  se  pondrían  en  cami- 
no si  creyesen  que  no  han  de  llegar  mas  allá  de  donde  llega- 
rán efectivamente;  es  menester  que  tengan  ante  sus  ojos  un 
término  imajinario  que  los  aliente.  Si  se  me  hubiera  dicho 
que  la  química  no  habia  de  enseñarme  a  hacer  el  oro,  la  ha- 
bría descuidado." 

FoNTENELLE,   1 
Diálogo  de  los  muertos,  part  2^,  diálogo  8*^ 


IX 
Hernán  Cortés  i  Moctezuma 

Cortés.— Confesad  la  verdad.  Erais  mui  ignorantes  voso- 
tros los  americanos  cuando  tomasteis  a  los  españoles  por 
hombres  bajados  del  sol  porque  tenían  cañones,  i  cuando 
sus  naves  os  parecian  pájaros  que  volaban  sobre  el   mar. 

Moctezuma.— Convemáo,  Pero  deseo  que  me  digáis  si  el 
pueblo  ateniense  era  bárbaro  o  culto. 

Cortés.— ¡Cómol  Son  ellos  los  que  han  enseñado  la  cultu- 
ra al  resto  de  los  hombres. 

Moctezuma.— ¿I  qué  decir  del  medio  de  que  se  valió  el  ti- 
rano Pisistrato  para  volver  a  la  cindadela  de  Atenas,  de 
donde  habia  sido  arrojado?  ¿No  vistió  a  una  mujer  con  el 
traje  de  Minerva  (porque  me  dicen  que  Minerva  era  la  dio- 
sa que  protejia  a  Atenas)?  ¿No  subió  en  un  carro  con  esa 

1  Bernardo  Fontenelle,  nacido  en  Rouen  en  1657  i  muerto  en 
Paris  en  1757,  era  sobrino  del  célebre  Corneille.  Es  autor  de  mu- 
chas obras,  la  mas  famosa  de  las  cuales  es  la  que  lleva  por  título 
Conversaciones  sobre  la  pluralidad  de  los  mundos,  en  que  ha  es- 
puesto con  un  (Stilo  claro  i  elegante  las  verdades  i  los  secretos  de 
Ja  ciencia  astronómica.  Sus  Diálogos  de  los  muertos  son  mucho 
menos  notables  que  los  de  Fenelon. 


DIÁLOGOS  361 


diosa  de  su  invención,  que  atrevesó  toda  la  ciudad  con  él 
llevándolo  por  la  mano  i  gritando  a  los  atenienses:  "Hé 
aquí  a  Pisistrato:  yo  os  lo  traigo,  i  os  ordeno  que  lo  reci- 
báis?" ¿I  este  pueblo  tan  hábil  i  tan  espiritual,  no  se  some- 
tió a  este  tirano  para  complacer  a  Minerva? 

Cortés. — ¿Quién  os  ha  enseñado  tantas  cosas  sobre  los 
atenienses? 

Moctezuma. — Desde  que  estoi  aquí,  me  he  puesto  a  estu- 
diar la  historia  en  las  conversaciones -que  he  tenido  con 
otros  muertos.  Pero  al  fin,  convendréis  en  que  los  atenien- 
ses eran  un  poco  mas  inocentes  que  nosotros.  Nosotros  no 
habíamos  visto  nunca  buques  ni  cañones:  ellos  habian  visto 
mujeres;  i  cuando  Pisistrato  quiso  reducirlos  a  su  obedien- 
cia por  medio  de  su  diosa,  les  manifestó  sin  duda  menos  es- 
timación que  la  que  vosotros  nos  manifestasteis  subyugán- 
donos con  vuestra  artillería. 

Corsés.— No  hai  pueblo  que  no  pueda  caer  una  vez  en  un 
error  grosero.  Viene  primero  la  sorpresa;  enseguida  la  mu- 
chedumbre arrastra  a  la  jente  de  buen  sentido. 

Moctezuma. — ¿Entonces  por  sorpresa  creyeron  los  grie- 
gos durante  muchos  siglos  que  la  ciencia  del  porvenir  esta- 
ba encerrada  en  un  agujero  subterráneo  en  donde  salian 
exhalaciones?  ¿I  con  qué  artificio  se  les  persuadió  que  cuan- 
do la  luna  estaba  eclipsada  podian  hacerla  volver  de  su 
desmayo  por  medio  de  un  ruido  espantoso?  ¿I  por  qué  ha- 
bia  un  número  tan  reducido  de  personas  que  se  atreviesen 
a  decir  al  oido  que  estaba  oscurecida  por  la  sombra  de  la 
tierra?  No  digo  nada  de  los  romanos  i  de  esos  dioses  a 
quienes  convidaban  a  comer  en  los  dias  de  regocijo,  ni  de 
esas  aves  sagradas  cuyo  apetito  decidia  de  todo  en  la  capi- 
tal del  mundo.  En  una  palabra,  no  podéis  señalar  una  sola 
tontera  de  nuestros  pueblos  de  América,  sin  que  yo  muestre 
una  mayor  de  vuestros  paises;  i  aun  yo  me  comprometo  a 
no  mostraros  mas  que  tonteras  griegas  o  romanas. 

Cortés. — A  pesar  de  esas  tonteras,  los  griegos  i  los  ró- 
znanos han  inventado  todas  las  artes  i  todas  las  ciencias, 
de  que  vosotros  no  teniais  la  menor  idea. 

Mocíe^í7/i?a.- Nosotros  éramos  bien  felices  ignorando 
que  hubiese  ciencias  en  el  mundo.  La  América  habia  encon- 
trado el  medio  de  salvar  este  inconveniente  por  medio  de 
prácticas  mas  admirables  quizas  que  las  artes  i  las  ciencias 
de  Europa.  Es  fácil  hacer  historias  cuando  se  sabe  escribir; 
pero  nosotros  no  sabíamos  escribir  i  hacíamos  historias. 
Se  pueden  hacer  puentes  cuando  se  sabe  construir  sobre  el 


362  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

agua;  pero  la  dificultad  está  en  no  saber  construir  i  hacer 
puentes.  Debéis  recordar  que  los  españoles  encontraron  en 
Méjico  enigmas  que  no  pudieron  comprender,  por  ejemplo, 
piedras  prodijiosas  elevadas  a  una  grande  altura  sin  el 
auxilio  de  máquinas.  ¿Qué  decis  de  todo  esto?  Me  parece 
que  hasta  el  presente  no  me  habéis  probado  mui  bien  las 
ventajas  de  la  Europa  sobre  la  América. 

Cortés.- Están  bastante  probadas  con  todo  lo  que  pue» 
den  distinguir  los  pueblos  cultos  de  los  pueblos  bárbaros. 
La  civilización  reina  entre  nosotros;  la  fuerza  i  la  violencia 
no  tienen  lugar;  todos  los  poderes  están  moderados  por  la 
justicia;  todas  las  guerras  están  fundadas  en  causas  lejíti- 
mas;  i  aun,  ved  hasta  qué  punto  somos  escrupulosos;  no- 
sotros no  fuimos  a  llevar  la  guerra  a  vuestro  pais  sino 
después  que  hubimos  examinado  rigurosamente  si  tenía- 
mos derecho  para  ello,  i  de  haber  decidido  esta  cuestión  en 
nuestro  favor. 

Aloe tezama.—] Ahí  ¡Qué  lástima  que  nosotros  no  hubié- 
semos tenido  buques  para  ir  a  descubrir  vuestras  tierras  i 
que  no  hubiésemos  decidido  que  ellas  nos  pertenecian!  Ha- 
bríamos tenido  tanto  derecho  para  conquistarlas  como 
tubísteis  vosotros  para  conquistar  las  nuestras." 

FONTENELLE,  1. 
Diálogos  de  los  muertos,  2^  parte,  dial.  28 


X 

Cervantes 


"—Señor  Miguel  Cervantes  Saavedra,  ¿estáis  visible? 
— Sí  lo  estoi. 

— Pues  venid,   que  nuevas  del   otro  mundo  os  aguardan. 
— ¿Aun  se  acuerdan  de  mí  por  allá? 

— Habéis  dejado   un  libro  de  caballerías  que  hará  eterna 
vuestra  memoria. 


1  Véase  la  nota  puesta  al  fin  del  diálogo  anterior. 

Al  trascribir  este  diálogo,  lo  hemos  abreviado,  dejando  en  él 
sus  ideas  mas  culminantes.  En  jeneral,  los  Diálogos  de  Fontene- 
lle  son  algo  estensos,  i  contienen  ademas  el  desarrollo  de  ideas 
enteramente  paradojales,  que  si  revelan  injenio  de  parte  del  es- 


DIÁLOGOS  363 


— jTanto  gusto  el  loco  manchego!  Yo  prefería  el  Per- 
siles  1. 

—Pues  os  equivocasteis  grandemente.  En  Don  Quijote 
tomasteis  bien  la  embocadura.    ¡Cómo  corre  llanamente  la 

narración!  En  un  lugar  de  la  Mancha por  el  contrario, 

en  Persiles  aquello  de  Voces  daba  el  bárbaro  Cursicurbo 
me  ha  hecho  siempre  mal  efecto.  Persiles  no  se  lee,  i  Don 
Quijote  adquiere  de  dia  en  día  mayor  celebridad. 

— ¿No  sabéis,  hermano,  en  qué  debe  consistir?  En  que  el 
Quijote  salió  espontáneo  de  mi  cabeza,  i  Persiles  fué  rebus- 
cado. I  no  creáis,  como  dicen  los  doctos,  que  traté  de  imi- 
tar el  asno  de  oro  de  Apuleyo,  no.  Pinté  un  loco  discreto, 
traté  de  acabar  con  los  perniciosos  libros  de  la  andante 
caballería,  copié  costumbres  i  caracteres  que  tenia  presen- 
tes, i  dejé  correr  mi  jenio  en  la  mas  amplia  libertad.  En 
Persiles  quise  pasar  por  docto,  escribí  ampuloso  i  culto,  i, 
por  lo  que  veo,  no  he  logrado  dar  gusto  a  aquellos  seño- 
res. ¿I  mi  Gal  ate  a? 

— Ya  se  acabó  el  mundo  ideal.  Los  pastores  i  pastoras 
no  son  de  moda.  Con  todo,  no  falta  quien  admire  vuestra 
divina  prosa,  i  se  adormezca  con  vuestros  versos. 

— Yo  he  creido  siempre  que  no  eran  buenos;  jpero  tan 
malos!...  ¿I  mis  comedias? 

— Mudemos  de  conversación.  Básteos  saber  que  la  histt)- 
ria  de  Don  Quijote  comohabiais  vaticinado,  unos  la  toman 
si  otros  la  dejan,  los  niños  la  manosean,  los  mozos  la  leen. 
Jos  jóvenes  la  estudian,  los  hombres  la  entienden  i  los  vie- 
jos la  celebran. 

— ¿I  se  ha  impreso  muchas  veces? 

— Infinitas.  Con  sumo  acierto  se  os  traslucía  que  no  ha- 
bría de  haber  nación  ni  lengua  donde  no  se  tradujera. 

— ¿Pero  no  la  habían  comentado? 

¡Cómo  que  nó!  i  dos  sabios,  Pellicer  i  Clemencin. 


critor,  no  pueden  presentarse  a  los  jóvenes  como  modelos  de  ra- 
ciocinio sólido  i  fundamental.  Bastará  recordar  que  en  uno  de  los 
mas  injeniosos  hace  hablar  a  Erostrato  con  Demetrio  de  Palero, 
i  que  el  primero  demuestra  que  tuvo  mucha  razón  para  querer 
inmortalizar  su  nombre  incendiando  el  templo  de  Diana.  Por  este 
motivo,  hemos  preferido  abreviar  los  dos  diálogos  de  F'ontenelle 
que  dejamos  trascritos  en  este  libro. 

,  ^  Para  comprender  todas  las  ideas  de  este  diálogo,  los  jóvenes 
que  no  conocen  la  historia  de  Cervantes,  pueden  leer  lo  que  acerca 
de  él  se  dice  en  las  Noc,  de  hist.  lit.,   part.  III,  cap.  III,  §  13. 


364  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LIlÜJlíARIA 

—  Creo  que  hé  visto  a  esos  señores  por  estas  tierras. 

— Pellicer  se  limitó  a  notas  eruditas,  en  corto  número  i 
casi  siempre  oportunas.  Clemencin  muchas  veces  no  os  en- 
tiende: como  escribió  siendo  anciano,  ya  no  sentia  las  be- 
llezas de  vuestro  libro,  deslíe  las  gracias  a  fuerza  de  comen- 
tarlas, i  armándose  de  autoridad  censoria  i  a  veces  ridicu- 
la, os  acusa  de  falto  de  memoria  i  de  pecar  contra  la  frase 
castellana  i. 

— ¡También  eso! 

— No  tuvo  presente  que  cuando  se  examinan  las  imáje- 
nes  con  ojos  de  artista,  se  pone  la  rodilla  en  tierra.  Tam- 
bién os  moteja   de  excesivamente  libre  de  algunos  pasajes. 

—  I  a  fé  que  no  le  falta  razón,  dijo  Cervantes  exhalando 
un  ¡ai!  lastimero. 

—También  un  literato  andaluz  ha  desenterrado  vuestro 
célebre  Buscapié  2. 

— No  os  entiendo. 

— Sí:  aquel  libro  que  dicen  escribisteis  para  manifestar  que 
Don  Quijote  es  una  sátira  contra  el  emperador  i  los  princi- 
pales señores  de  la  corte. 

—Nunca  voló  la  humilde  pluma  mia  por  la  rejion  satírica,.. 

— Pues  a  vos  lo  atribuyen. 


1  Donjuán  Antonio  Pellicer  (1740-1806)  i  don  Diego  Clemen- 
cin (1765-1834)  eruditos  españoles  que  han  comentado  el  Qui- 
jote. 

2  En  el  siglo  XVIIT,  uno  de  los  editores  del  Qmjote,  don 
Vicente  de  los  Rios,  dijo  que  por  tradición  se  sabia  que  después 
de  la  publicación  de  la  primera  parte  del  Qmjote,  Cervantes  ha- 
bia  publicado  un  librito  titulado  Buscapié,  en  el  cual  defendía 
aquella  obra  para  darla  a  conocer  mejor  en  el  mundo  de  las  le- 
tras. En  1847  don  Alfonso  de  Castro  dio  a  luz  en  Cádiz  un  pe- 
queño volumen  con  el  título  de  Buscapié,  i  que  se  suponía  ser  el 
mismo  libro  de  que  se  hablaba  en  el  siglo  pasado.  Durante  dos 
años  el  Buscapié  publicado  por  don  Adolfo  Castro,  dio  mucho  que 
hablar  a  los  literatos  que  en  España  i  en  el  estranjero  tenían  ad- 
miración por  la  gloria  de  Cervantes.  Muchos  de  ellos  creyeron  en 
la  autenticidad  del  Buscapié,  i  aun  estaban  persuadidos  de  que 
reconocían  la  frase  suelta  í  graciosa  i  el  jenío  poderoso  del  autor 
del  Qujote.  La  crítica,  sin  embargo,  comenzó  a  abrirse  camino;  i 
hoi  nadie  piensa  que  el  Buscapié  sea  otra  cosa  que  una  inocente 
superchería  fraguada  por  un  hombre  de  injenío  para  reírse  de  los 
crédulos.  El  estudio  filolójico  de  ese  libro  i  el  examen  crítico  de 
los  hechos  a  que  en  él  se  hace  referencia,  han  revelado  no  solo 
que  no  es  de  Cervantes,  sino  que  110  ha  podido  componerse  du- 
rante la  vida  de  aquel  insigne  escritor. 


DIÁLAGOS  365 


-¡A  mí!... 

—  I  si  no,  ahí  tenéis  al  buen  don  Adolfo  de  Castro  que  os 
convencerá. 

— ¿I  qué  cosa  es  el  tal  Buscapié  que  publicó  ese  mancebo? 

— Un  librejo  baladí,  taracea  de  palabras  i  jiros,  que  em- 
pleaisteis  en  el  Quijote  i  en  la  Adjunta  al  Parnaso,  mal  hil- 
vanados, sin  injenio,  sin  invención,  sin  gracia. ..Un  tour  de 
forcé  del  señor  don  Adolfo. 

— ¿I  qué  objeto  podia  tener  3^0? 

— Acreditar  i  vender  vuestro  libro. 

— ¡Pues  qué!  ¿ignora  ese  pecador  la  suerte  feliz  que  tuvo  i 
las  ediciones  que  de  él  se  hicieron?... Pero  dejemos  eso:  su- 
pongo que  me  habrán  defendido... 

— Nó,  a  fé;  unos  con  el  mayor  candor  han  chupado  el  de- 
do que  les  dio  a  mamar  don  Adolfo,  i  otros  han  callado 
lamentando  el  estado  en  que  se  hallan  las  letras  en  Espa- 
ña. Mas,  decís  bien,  dejemos  esto;  entre  las  grietas  délos 
palacios  crecen  los  jaramagos. 

— Mas  decidme,  buen  hermano,  ¿mi  libro  logró  desterrar 
las  rancias  consejas  de  la  andante  caballería? 

— I  acabó  ademas  con  los  caballeros.  Ya  no  hai  desface- 
dores de  agravios,  i  cada  dia  hai  mas  agravios  que  desfa- 
cer; ya  no  se  encuentran  doncellas  recatadas,  padres  seve- 
ros, maridos  puntillosos. ..Al  pundonor,  al  respeto  a  las  le- 
yes del  decoro,  se  les  da  hoi  el  nombre  de  Quijotadas,  i  to- 
do es  infame  behetria  i--  Hai  que  tener  mucho  cuidado 
cuando  se  combaten  los  abusos,  porque  está  mui  cerca  el 
uso  lejítimo.  Cuando  el  escarpelo  pasa  entre  la  epidermis  i 
la  carne,  es  mui  fácil  que  brote  sangre. 

— Ya  lo  he  sabido  con  dolor,  i  tal  vez  a  esto  deba  el  estar 
mas  de  dos  siglos  en  este  punto. 

—¿Ya  tendréis  noticia  de  que  os  han  levantado  una  es- 
tatua? 

—  Cuando  viví,  me  dejaron  en  la  miseria;  hoi  me  levan- 
tan estatuas  que  no  necesito  i  no  me  hacen  sufrajios  que 
tanto  anhelo. 

—  Pues  eso  cabalmente  vengo  a  deciros.  Uno  de  vuestros 
apasionados,  hombre  de  fé  i  corazón,  ha  mandado  hacer 
sufrajios  por  vuestra  alma  el  23  de  abril  de  1856,  aniver- 
sario de  nuestra  muerte. 


1  Se  daba  este  nombre  antiguamente  a  ciertas  ciudades  cuyos 
vecinos  tenían  derecho  para  darse  sus  gobernantes.  En  los  tiem- 
pos posteriores  ha  pasado  a  significar  desorden  i  confusión. 


36t)  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

— ¡Hombre  piadoso! 

—  I  en  la  capilla  del  oratorio  del  Olivar. 

—  ¿De  dónde  fui  hermano? 

— Exactamente.  Allí  se  dirán  las  preces  de  la  iglesia  i  se 
elevará  la  hostia  consagrada  en  satisfacción  de  vuestras 
culpas.    Ademas,  asistirán  a  orar  los  literatos   de  la  corte. 

— ¡I  por  aquí  se  susurraba  que  no  eran  mui  apasionados 
a  cosas  de  Iglesia! 

— De  todo  hai. 

— Dadles  gracias  en  mi  nombre,  i  decidles  que  en  este  lu- 
gar donde  resido  huele  mejor  el  aroma  del  incienso,  que  el 
humo  de  las  alabanzas." 

Cavanilt.es,  2 
Diálogo,  dial.  2"? 


2  Don  Antonio  Cavanilles,  escritor  español  contemporáneo, 
muerto  en  1875,  es  autor  de  una  estimada  Historia  de  España,  de 
que  solo  dejó  publicados  cinco  tomos,  que  alcanza  hasta  P'elipe  II, 
i  de  un  pequeño  volumen  dado  a  luz  en  Madrid  en  1857  con  el  tí- 
tulo de  Diálogos.  En  ellos  trata  con  cierta  soltura  diversas  cues- 
tiones sociales,  históricas  i  literarias.  El  mejor  tal  vez,  es  el  que 
dejamos  trascrito. 


SECCIÓN  XII 


Análisis  literario 


El  análisis  literario  consiste  en  el  examen  atento  i  deteni- 
do de  las  bellezas  i  defectos  de  un  fragmento  o  de  una  obra. 
En  literatura,  como  en  la  química,  solo  por  el  análisis  se 
llega  a  separar  lo  bueno  de  lo  malo,  lo  verdadero  de  lo  fal- 
so. El  análisis  nos  enseña  á  penetrar  en  el  secreto  de  una 
composición  literaria,  a  conocer  todos  sus  resortes,  a  adi- 
vinar lo  que  el  autor  ha  hecho  para  producir  el  conjunto,  i 
por  qué  medios  ha  conseguido  enternecer,  interesar,  exci- 
tar la  risa  o  el  terror,  excitar,  sostener  i  aumentar  la  curio- 
sidad; nos  enseña  a  descubrir  por  qué  sabia  alianza  de  los 
diversos  sentimientos,  ha  sabido  modificarlos,  suavizar  los 
unos  por  medio  de  los  otros  o  darles  mas  vigor. 
Por  medio  del  análisis  se  aprende  a  juzgar  las  obras  de 
I  los  grandes  maestros,  a  admirarlas,  a  imitarlas.  No  se 
comprende  bien  la  maquinaria  de  un  reloj  sino  después  de 
haber  desmontado  sus  ruedas:  solo  entonces  se  concibe  có- 
mo su  injenioso  conjunto  produce  el  movimiento.  Así  tam- 
bién, el  análisis  nos  conduce  a  comprender  todo  el  mérito 
de  las  obras  del  jenio.  El  espíritu  de  análisis  es  tan  indis- 
pensable a  las  personas  que  quieren  instruirse  como  a  las 
que  quieren  juzgar  sanamente  de  las  cosas.  El  análisis  es 
tan  favorable  a  las  buenas  obras,  en  las  cuales  indica  i  des- 


368  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

cubre  continuamente  nuevas  bellezas,  como  es  funesto  a 
las  producciones  defectuosas,  cuja  nulidad  revela,  hacien- 
do percibir  los  vicios  de  la  ejecución  o  la  incorrección  del 
plan,  señalando  el  falso  brillo,  los  adornos  parásitos,  i  el 
vano  lujo  que  deslumbran  los  ojos  acostumbrados  a  no  de- 
tenerse mas  que  en  la  superficie  de  las  cosas.  Así,  se  dice 
ordinariamente  de  una  obra  lijera,  que  luce  por  rasgos  vi- 
vos i  espirituales  i  por  apariencias  poco  sólidas,  que  no  re- 
siste el  análisis. 

El  análisis  se  aplica  al  estilo,  a  los  pensamientos  de  una 
obra,  como  también  a  la  composición  principal.  Reducien- 
do un  pensamiento  a  su  mas  sencilla  espresion,  separándo- 
lo de  las  grandes  palabras  que  lo  adornan,  nos  sucede  que 
lo  encontramos  falso.  Examinando  de  cerca  el  estilo  de  un 
escritor,  se  le  encuentra  difuso,  seco,  pretencioso,  hincha- 
do. El  análisis,  reduce  de  ordinario  a  mui  poca  cosa  el  esti- 
lo nebuloso,  i  el  que  está  recargado  de  adornos  i  de  figu- 
ras: es  un  rayo  de  sol  que  disipa  los  vapores  formados  en 
la  noche  i-  Por  el  contrario,  hace  resaltar  el  mérito  ¡de 
aquellos  escritos  en  que  el  estilo  posee  un  valor  propio,  en 
que  los  pensamientos  están  estrechamente  encadenados,  i 
en  que  el  lenguaje  corresponde  a  las  ideas. 

El  análisis  literario  puede  hacerse  de  viva  voz  o  por  es- 
crito. El  profesor  puede  esplicar  a  sus  alumnos  las  bellezas 
i  defectos  de  un  fragmento  cualquiera,  o  puede  exijir  de  sus 
discípulos  que  pongan  por  escrito  el  resultado  de  su  propia 
observación,  contraida  al  examen  de  ese  fragmento.  Ese 
análisis  no  debe  estraviarse  en  jeneralidades  abstractas,  ni 
tampoco  fraccionarse  indefinidamente  en  observaciones  de 
detalle.  Sin  embargo,  cuando  se  trata  de  aprender,  parece 
insistir  en  las  sinuosidades  mas  bien  que  perderse  en  las 
nubes.  Por  otra  parte,  no  creemos  difícil  el  conciliar  estos 
dos  sistemas.  Puede  comenzarse  el  análisis  por  algunas  re- 

1  Tomamos  todas  estas  observaciones  de  un  excelente  artículo  escrito 
por  M.  E.  Dupati. 


ANÁLISIS    LITE  KAKI  O  369 


flexiones  jenerales  sobre  el  fondo,  es  decir,  el  plan,  la  elec- 
ción i  la  sucesión  de  las  ideas,  i  sobre  el  efecto  que  ese  or- 
den produce  en  el  conjunto,  i  entrar  en  seguida  en  el  análi- 
sis del  estilo,  para  examinar  en  él  el  movimiento,  las  imá- 
jenes,  las  palabras  i  los  jiros. 

En  la  presente  sección  hemos  reunido  algunos  fragmen- 
tos de  análisis  literarios  estractados  de  diversos  escrito- 
res; pero  para  su  distribución,  hemos  seguido  un  sistema 
diferente  del  adoptado  en  las  otras  secciones  de  este  libro; 
si  bien  después  de  los  fragmentos  literarios  que  trascribi- 
mos acompañados  de  sus  análisis,  reunimos  aíslanos  otros 
que  así  como  los  que  se  hallan  distribuidos  en  otras  seccio- 
nes, pueden  ser  sometidos  al  análisis  en  una  clase  de  lite- 
ratura. 


MODELOS  DE  ANÁLISIS 


Vida  del  campo 

*'¡Qué  descansada  vida 
La  del  que  huye  el  mundanal  ruido, 
I  sigue  la  escondida 
Senda  por  d  jnde  han  ido 
Los  pocos  sabios  que  en  el  mundo  han  sido! 

Que  no  le  enturbia  el  pecho 
De  los  soberbios  grandes  el  estado. 
Ni  del  dorado  techo 
Se  admira,  fabricado 
Del  sabio  moro,  en  jaspes   sustentado. 

No  cura  si  la  fama 
Canta  con  voz  su  nombre  pregonera: 
Ni  cura  si  encarama 
La  lengua  lisonjera 
Lo  que  condena  la  verdad  sincera. 

¿Qué  presta  a  mi  contento 
Si  soi  del  vano  dedo  señalado, 

TOMO   V  24- 


370  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Si  en  busca  de  este  viento 

Ando  desalentado 

Con  ansias  vivas,  con  mortal  cuidado? 

¡Oh  monte!  ¡oh  fuente!  ¡oh  rio! 
¡Oh  secreto  seguro  deleitoso! 
Roto  casi  el  navio, 
A  vuestra  alma  reposo 
Huyo  de  aqueste  mar  tempestuoso. 

Un  no  rompido  sueño, 
Un  dia  puro,  alegre,  libre,  quiero: 
No  quiero  ver  el  ceño 
Vanamente  severo 
De  a  quien  la  sangre  ensalza,  o  ei  dinero. 

Despiértenme  las  aves 
Con  su  cantar  sabroso  no  aprendido; 
No  los  cuidados  graves 
De  que  es  siempre  seguido 
El  que  al  ajeno  arbitrio  está  atenido. 

Vivir  quiero  conmigo, 
Gozar  quiero  del  bien  que  debo  al  cielo, 
A  solas  sin  testigo, 
Libre  de. amor,  de  celo, 
De  odio,  de  esperanza,  de  recelo. 

Del  monte  en  la  ladera 
Por  mi  mano  plantado  tengo  un  huerto. 
Que  cf)n  la  primavera 
De  bella  flor  cubierto 
Ya  muestra  en  la  esperanza  el  fruto  cierto. 

I  como  codiciosa 
Por  ver  acrecentar  su  hermosura, 
Desde  la  cumbre  airosa 
Una  fontana  pura 
Hasta  llegar  corriendo  se  apresura. 

1  luego  sosegada 
El  paso  entre  los  árboles  torciendo, 
El  suelo  de  pasada, 
De  verdura  vistiendo 
I  con  diversas  flores  va  esparciendo. 

El  aire  el  huerto  orea, 
I  ofrece  mil  olores  al  sentido; 
Los  árboles  menea 
Con  un  manso  ruido. 
Que  del  oro  i  del  cetro  pone  olvido. 


ANÁLISIS    LITERARIO  371 


Téngase  su  tesoro 
Los  que  de  un  falso  leño  se  confian. 
No  es  mío  ver  el  lloro 
De  los  que  desconfian 
Cuando  el  cierzo  i  el  ábrego  porfían. 

La  combatía  antena 
Cruje,  i  en  ciega  noche  claro  el  día 
Se  torna:  al  cielo  suena 
Confusa  vocería 
I  la  mar  enriquecen  a  porfía. 

A  mí  una  pobrecilla 
Mesa  de  amable  paz  bien  abastada 
Me  basta,  i  la  vajilla 
De  fino  oro  labrada 
Sea  de  quien  la  mar  no  teme  airada. 

I  mientras  miserable- 
mente se  están  los  otros  abrazando 
Con  sed  insaciable 
Del  peligro- o  mando, 
Tendido  yo  a  la  sombra  esté  cantando. 

A  la  sombra  tendido 
De  hiedra  i  lauro  eterno  coronado, 
Puesto  el  atento  oido 
Al  son  dulce  acordado 
Del  plectro  sabiamente  meneado." 

Frai  Luis  d'k  León  ^' 

"Bellísima  composición,  llena  de  agrado,  de  seso  i  de  dul- 
zura; que  deja  mui  atrás  a  todas  las  que  se  han  hecho  en 
alabanza  de  la  vida  rústica,  sin  esceptuar  la  de  Horacio 
Beatus  Ule,  que  ha  sido  el  modelo  de  todas.  El  poeta  lati- 
no, que  sin  duda  tiene  mas  poesía  de  estilo  que  su  imita- 
dor, no  ofrece  la  misma  variedad  ni  el  mismo  interés,  i  des- 
truye al  fin  el  efecto  de  su  descripción  con  el  rango  satírico 
que  la  termina,  tomando  su  poema  en  aquel  punto  el  ca- 
rácter de  una  declamación  artificiosa.  Con  otra  injenuidad^ 
otra  efusión  i  otro  efecto,  habla  Horacio  del  campo  cuando 
esclama  en  la  sátira  de  los  votos:  O  rus,  guando  ego  te 
aspiciam?  ha  oda  castellana  no  se  recomienda  ni  por  lo  so- 
noro de  la  versificación,  ni  por  la  elevación  i  pompa  del 
lenguaje.  Todo  en  ella  es  sencillo,  sin  ambición  ni  aparato. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hit.  list.  part,  III  cap.  III,  §  3. 


372  MA.NUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Pero  ¡qué  raudal  tan  puro,  tan  copioso  i  tan  fácil!  ¡cómo 
se  conoce  que  el  poeta  tiene  todo  su  placer  en  la  medianía, 
en  el  estudio  i  en  el  retiro!  ¡cómo  los  hace  amar  sin  otro  se- 
creto que  el  de  amarlos  él,  i  concentuar  sus  pensamientos, 
sus  imájenes  i  su  espresion  con  el  sentimiento  que  le  inspi- 
ra, i  con  los  objetos  que  canta!  Nada  de  mas,  nada  de  me- 
nos, i  todo  en  el  modo  propio  i  conveniente.  Es  una  música 
suave  i  deliciosa  que  sale  del  corazón,  i  va  derecho  al  cora- 
zón sin  esfuerzo  i  sin  estudio.  La  imitación  de  esta  poesia 
requiere  un  talento  i  un  gusto  el  mas  esquisito;  a  nada  que 
suba  ya  no  es  ella;  a  nada  que  baje  va  no  es  poesía". 


IVIanuel  José  Quintana 

Notas  al  Parnaso  Español. 


II 

Profecía  del  Tajo 

"Folgaba  el  rei  Rodrigo 
Con  la  hermosa  Cava  en  la  ribera 
Del  Tajo  sin  testigo; 
El  pecho  sacó  fuera 
El  rio,  i  le  habló  de  esta  manera: 

En  mal  punto  te  goces, 
Injusto  forzador,  que  ya  el  sonido 
Oyó  ya,  i  las  voces, 
Las  armas  i  el  bramido 
De  Marte,  de  furor  i  ardor  ceñido. 

¡Ai!  esa  tu  alegria 
¡Qué  llantos  acarrea!  i  esa  hermosa 
Que  vio  el  sol  en  mal  dia 
A  españa,  ¡ai!  ¡cuan  llorosa, 
I  al  cetro  de  los  godos  cuan  costosa! 

Llamas,  dolores,  guerras. 
Muertes,  asolamientos,  fiero  males 
Entre  tus  brazos  cierras; 
Trabajos  inmortales 
A  tí  i  a  tus  vasallos  naturales: 


ANÁLISIS  LITERARIO  373 


A  los  que  en  Constantina 
Rompen  el  fértil  suelo,  a  los  que  baña 
El  Ebro,  a  la  vecina 
Sansueña,  a  Lusitana, 
A  toda  la  espaciosa  i  triste  España. 

Ya  dende  Cádiz  llama 
El  injuriado  conde  a  la  venganza 
Atento,  i  no  a  la  fama, 
La  bárbara  pujanza 
En  quien  para  tu  daño  no  hai  tardanza. 

Oye,  que  al  cielo  toca 
Con  temeroso  son  la  trompa  ñera. 
Que  en  África  convoca 
El  moro  a  la  bandera, 
Que  al  aire  desplegada  va  lijera. 

La  lanza  ja  blandea 
El  árabe  cruel,  i  hiere  el  viento 
Llamando  a  la  pelea: 
Innumerable  cuento 
De  escuadras  juntas  veo  en  un  momento. 

Cubre  la  jente  el  suelo, 
Debajo  de  las  velas  desparece 
La  mar,  la  voz  al  cielo 
Confusa  i  varia  crece, 
El  polvo  roba  el  dia  i  le  oscurece. 

¡Ai!  que  3^a  presurosos 
Suben  las  largas  naves:  ¡ai!  que  tienden 
Los  brazos  vigorosos 
A  los  remos,  i  encienden 
Las  rnares  espumosas  por  do  hienden. 

El  Eolo  derecho 
Hinche  la  vela  en  popa,  i  larga  entrada 
Por  el  hercúleo  estrecho 
Con  la  punta  acerada 
El  gran  padre  Neptuno  da  a  la  armada. 

;Ai  triste!  ¿i  aun  te  tiene 
El  mal  dulce  regazo?  ¿ni  llamado 
Al  mal  que  sobreviene 
No  acorres?  ¿ocupado 
No  ves  ya  el  puerto  a  Hércules  sagrado? 

Acude,  corre,  vuela. 
Traspasa  el  alta  sierra,  ocupa  el  llano, 
No  perdones  la  espuela, 


374  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


No  des  paz  a  la  mano, 

Menea  fulminando  el  hierro  insano. 

¡Ai  cuánto  de  fatiga, 
Ai  cuánto  de  dolor  está  presente 
Al  que  viste  loriga, 
Al  infante  valiente, 
A  hombres  i  caballos  juntamente! 

I  tú,  Bétis  divino, 
De  sangre  ajena  i  tuya  amancillado, 
Darás  al  mar  vecino, 
¡Cuánto  yelmo  quebrado! 
¡Cuánto  cuerpo  de  nobles  destrozado! 

El  furibundo  Marte 
Cinco  luces  las  haces  desordena 
Igual  a  cada  parte; 
La  sesta  ¡ai!  te  condena, 
Oh  cara  patria,  a  bárbara  cadena. 

Frai  Luis  de  Lron  i 


''Otra  imitación  de  Horacio  mas  rigurosa  i  ajustada  a 
su  orijinal  que  la  anterior,  pero  aplicada  a  objetos  i  tiem- 
pos diferentes.  La  justa  celebridad  que  disfruta  es  consi- 
guiente a  la  maestría  con  que  está  ejecutada.  No  se  puede 
negar,  sin  embargo,  que  considerada  por  algunos  aspec- 
tos, queda  inferior  a  la  oda  latina.  El  ritmo  escojido  por 
Luis  de  León  es  mas  gracioso  que  robusto,  i  el  argumento 
pedia  que  fuese  mas  robusto  que  gracioso.  Los  objetos  que 
pinta  el  español  son  mas  jenerales,  i,  por  consiguiente,  mas 
vagos:  en  él  se  ve  el  movimiento  i  aparato  en  grande  de  la 
invasión  proyectada:  en  el  latino  los  campeones  que  han  de 
buscar  i  castigar  a  Páris.  Esto  es  mas  determinado,  i  la 
fantasía  lo  concibe  i  se  lo  imajina  mejor.  En  toda  composi- 
ción en  que  se  trata  de  hombres,  es  preciso  ver  hombres,  i 
en  la  oda  española  no  se  ven.  El  conde  don  Julián  atento  a 
la  vengaza  i  no  la  a  fama,  único  personaje  que  señala  el 
Tajo  en  contraposición  con  Rodrigo,  no  es  figura  que  pue- 
da sufrir  comparación  con  los  dioses  i  con  los  héroes  seña- 
lados por  Nereo,  i  contrastados  en  su  vaticinio  con  el  afemi- 
nado troyano. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,   part.  III,  cap.  III,   §  3. 


ANÁLISIS    LITERARIO  37& 


Jan  galeam  Pallas  et  aegida 

Currusque  et  rabiem  parat 

Urgent  impavidi  te  Salaminius 
Teucerque,  et  Sthenelus  sciens 
Pugnae. 

Ecce  furit  te  reperire  atrox 
Tydides,  melior  patre. 

**Esta  desvantaja  está  compensada  en  Luis  de  León  con 
haber  dado  al  vaticinio  i  al  vaticinador  un  interés  que  no 
tiene  el  de  Horacio.  El  rio  que  habla  ha  de  padecer  en  la  in- 
vasión, i  su  lenguaje,  su  acento,  sus  afectos  son  consiguien- 
tes a  esta  posición  bien  entendida,  de  que  resulta  en  la  oda 
española  un  tono  mas  vivo  i  mas  apasionado. 

"Marmontel  en  el  artículo  Lírica  de  la  Enciclopedia,  ha 
hecho  mención  de  ella  con  elojio;  i  aun  da  a  entender,  para 
encarecerla  mas,  que  sirvió  de  modelo  a  Canioens  para  stt 
célebre  prosopopeya  deljigante  Adamastor.  Es  de  presu- 
mir que  el  literato  francés  no  hablase  aquí  sino  de  oídas,  i 
sin  haber  leido  por  sí  mismo  la  composición  de  que  trata, 
pues  a  haber  sido  así,  la  hubiera  dado  por  lo  que  era,  por 
una  bella  imitación  de  la  oda  de  Horacio,  i  no  otra  cosa. 
El  supone  a  Camoens  posterior  a  frai  Luis  de  León,  i  en 
eso  también  se  engaña,  porque  fueron  exactamente  con- 
temporáneos, i  el  español  murió  catorce  años  después  que 
el  portugués.  Ignoraba  igualmente  que  las  poesías  de  aquel 
fueron  impresas  por  primera  vez  cerca  de  medio  siglo  des- 
pués del  fallecimiento  de  Camoens,  i  por  consiguiente  que, 
aun  dado  caso  que  el  episodio  de  la  Lusíada  se  hubiese  es- 
crito después  de  la  oda,  no  es  por  ningún  aspecto  probable 
que  el  poeta  épico,  ni  en  Europa,  donde  se  cree  que  compu- 
so los  primeros  cantos  de  su  inmortal  poema,  ni  en  las  es- 
tremidades  del  Asia  donde  le  acabó,  tuviese  noticia  de  la 
composición  castellana.  A  tales  equivocaciones  se  espone 
un  escritor,  aunque  sea  del  mérito  de  Marmontel,  cuanda 
trata  de  una  literatura  que  no  conoce.  Estos  desaciertos 
eran  entonces  muí  comunes  en  los  estranjeros  que  habla- 
ban de  nuestras  cosas:  hoi  dia  las  estudian  i  las  conocen 
mejor." 

Manuel  José  Quintana. 
Notas  al  Parnaso  español 


376  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


III 


A  la  batalla  de  Lepanto 

^'Cantemos  al  Señor,  que  en  la  llanura 
Venció  del  ancho  mar    al  Trace  fiero; 
Tú,  Dios  de  las  batallas,  tú  eres  diestra, 
Salud  i  gloria  nuestra. 
Tú  rompiste  las  fuerzas  i  la  dura 
Frente  de  Faraón,  feroz  guerrero: 
Sus  escojidos  príncipes  cubrieron 
Los  abismos  del  mar,  i  descendieron, 
Cual  piedra,  en  el  profundo;  i  tu  ira  luego 
Los  tragó  como  arista  seca  el  fuego. 

El  soberbio  tirano,  confiado 
En  el  grande  aparato  de  sus  naves, 
Que  de  los  nuestros  la  cerviz  cautiva, 
I  las  manos  aviva 
Al  ministerio  injusto  de  su  estado, 
Derribó  con  los  brazos  suyos  graves 
Los  cedros  mas  excelsos  de  la  cima, 
I  el  árbol,  que  mas  yerto  se  sublima 
Bebiendo  ajenas  aguas  i  atrevido 
Pisando  el  bando  nuestro  i  defendido. 

Temblaron  los  pequeños  confundidos 
Del  ímpio  furor  suyo;  alzó  la  frente 
Contra  tí.  Señor  Dios,  i  con  semblante 
I  con  pecho  arrogante, 
I  los  armados  brazos  estendidos. 
Movió  el  airado  cuello  aquel  potente: 
Cercó  su  corazón  de  ardiente  saña 
Contra  las  dos  Hesperias  que  el  mar  baña; 
Porque  en  tí  confiadas  le  resisten, 
I  de  armas  de  tu  fé  i  amor  se  visten. 

Dijo  aquel  insolente  i  desdeñoso: 
¿No  conocen  mis  iras  estas  tierras, 
I  de  mis  padres  los  ilustres  hechos? 
¿O  valieron  sus  pechos 
Contra  ellos  con  el  hiingaro  medroso, 
I  de  D:ilmacia  i  Rodas  en  las  guerras? 
¿Quién  los  pudo  librar?  ¿Quién  de  sus  manos 


ANÁLISIS  LITERARIO  377 


Pudo  salvar  los  de  Austria  i  los  jermanos? 
¿Podrá  su  Dios,  podrá  por  suerte  ahora 
Guardallos  de  mi  diestra  vencedora? 

Su  Roma,  temerosa  i  humillada, 
Los  cánticos  en  lágrimas  convierte; 
Ella  i  sus  hijos  tristes  mi  ira  esperan 
Cuando  vencidos  mueran. 
Francia  está  con  discordias  quebrantada, 
I  en  España  amenaza  horrible  muerte 
Quien  honra  de  la  luna  las  banderas; 
I  aquellas  en  la  guerra,  jentes  fieras 
Ocupadas  están  en  su  defensa: 
I  aunque  no;  ¿quién  hacerme  puede  ofensa? 

Los  poderosos  pueblos  me  obedecen, 
I  el  cuello  con  su  daño  al  yugo  inclinan, 
I  me  dan,  por  salvarse,  ya  la  mano, 
I  su  valor  es  vano. 
Que  sus  luces  cayendo  se  oscurecen; 
Sus  fuertes  a  la  muerte  ya  caminan; 
Sus  vírjenes  están  en  cautiverio; 
Su  gloria  ha  vuelto  al  cetro  de  mi  imperio, 
Del  Nilo  a  Eufrates  fértil  e  Istro  frió, 
Cuanto  el  sol  alto  mira,  todo  es  mió. 

Tú,  Señor,  que  no  sufres  que  tu  gloria 
Usurpe  quien  su  fuerza  osado  estima, 
Prevaleciendo  en  vanidad  i  en  ira; 
Este  soberbio  mira 
Que  tus  aras  afea  en  su  victoria; 
No  dejes  que  los  tuyos  así  oprima, 
I  en  sus  cuerpos  cruel  las  fieras  cebe 
I  en  su  esparcida  sangre  el  odio  pruebe: 
Que  hechos  ya  su  oprobio,  dice:  ¿dónde 
El  Dios  de  éstos  está?  ¿de  quién  se  esconde? 

Por  la  debida  gloria  de  tu  nombre: 
Por  la  justa  venganza  de  tu  jente; 
Por  aquel  de  los  míseros  jemido 
Vuelve  el  brazo  tendido 
Contra  éste,  que  aborrece  ya  ser  hombre, 
I  las  honras,  que  celas  tú,  consiente; 
I  tres  i  cuatro  veces  el  castigo, 
Esfuerza  con  rigor  a  tu  enemigo, 
I  la  injuria  a  tu  nombre  cometida 
Sea  el  yerro  contrario  de  su  vida. 
Levantó  la  cabeza  el  poderoso, 


378  MANUAL   DP]    COMPOSICIÓN    LITHUARIA 

Que  tanto  odio  te  tiene,  en  nuestro  estrago, 
Juntó  el  consejo;  i  contra  nos  pensaron 
Los  que  en  él  se  hallaron. 
Venid,  dijeron,  i  en  el  mar  ondoso 
Hagamos  de  su  sangre  un  grande  lago; 
Destruyamos  a  estos  de  la  jente, 
I  el  nombre  de  su  Cristo  juntamente; 
I  dividiendo  de  ellos  los  despojos. 
Hártense  en  muerte  suya  nuestros  ojos. 
Vinieron  de  Asia  i  portentosa  Ejipto 
Los  árabes  i  leves  africanos, 
I  los  que  Grecia  junta  mal  con  ellos, 
Con  los  erguidos  cuellos. 
Con  gran  poder,  i  número  infinito; 
I  prometer  osaron  con  sus  manos 
Encender  nuestros  fines,  i  dar  muerte 
A  nuestra  juventud  con  hierro  fuerte 
Nuestros  niños  prender  i  las  doncellas, 
I  la  gloria  manchar  i  la  luz  de  ellas. 

Ocuparon  del  piélago  los  senos, 
Puesta  en  silencio  i  en  temor  la  tierra, 
I  cesaron  los  nuestros  valerosos, 
I  callaron  dudosos, 

Hasta  que  al  fiero  ardor  de  sarracenos, 
El  Señor  elijiendo  nueva  guerra. 
Se  opuso  el  joven  de  Austria  jeneroso 
Con  el  claro  español  i  belicoso. 
Que  Dios  no  sufre  ya  en  Babel  cautiva 
Que  su  Sion  querida  siempre  viva 

Cual  león  a  la  presa  apercibido. 
Sin  recelo  los  ímpios  esperaban 
A  los  que  tú.  Señor,  eras  escudo: 
Que  el  corazón  desnudo 
De  pavor,  i  de  fé  i  amor  vestido, 
Con  celestial  aliento  confiaban: 

Sus  manos  a  la  guerra  compusiste 

I  sus  brazos  fortísimos  pusiste 

Como  el  arco  acerado,  i  con  la  espada 

Vibraste  en  su  favor  la  diestra  armada. 
Turbáronse  los  grandes,  los  robustos 

Rindiéronse  temblando,  i  desmayaron; 

I  tu  entregaste,  Dios,  como  la  rueda. 

Como  la  arista  queda 

Al  ímpetu  del  viento,  a  estos  injustos; 


ANÁLISIS    LITERAKIO  379 


Que  mil  huyendo  de  uno  se  pasmaron: 
Cual  fuego  abrasa  selvas  cuya  llama 
En  las  espesas  cumbres  se  derrama, 
Tal  en  tu  ira  i  tempestad  seguiste, 
I  su  paz  de  ignominia  convertiste. 

Quebrantastes  al  cruel  dragón,  cortando 
Las  alas  de  su  cuerpo  temerosas, 
I  sus  brazos  terribles  no  vencidos: 
Que  con  hondos jemidos 
Se  retira  a  su  cueva,  do  silbando 
Tiembla  con  sus  culebras  venenosas, 
Lleno  de  miedo  torpe  en  sus  entrañas, 
De  tu  león  temiendo  las  hazañas. 
Que,  saliendo  de  España,  dio  un  rujido, 
Que  lo  dejó  asombrado  i  aturdido. 

Hoi  se  vieron  los  ojos  humillados 
Del  sublime  varón  i  su  grandeza, 
1  tú  solo.  Señor,  fuiste  exaltado; 
Que  tu  dia  es  llegado. 
Señor  de  los  ejércitos  amados, 
Sobre  la  alta  cerviz  i  su  dureza. 
Sobre  derechos  cedros  i  estendidos. 
Sobre  empinados  montes  i  crecidos, 
Sobre  torres  i  muros,  i  las  naves 
De  Tiro  que  a  los  tuyos  fueron  graves. 

Babilonia  i  Ejipto  amedrentada 
Temerá  el  fuego  i  la  asta  violenta, 
I  el  humo  subirá  a  la  luz  del  cielo, 
1  faltos  de  consuelo, 
Con  rostro  oscuro  i  soledad  turbada 
Tus  enemigos  llorarán  su  afrenta. 
Mas  tú,  Grecia,  concorde  a  la  esperanza 
Ejipcia,  i  gloria  de  su  confianza; 
Triste,  que  a  ella  pareces  no  temiendo 
A  Dios,  i  a  tu  remedio  no  atendiendo. 

Porque  ingrata  tus  hijas  adornaste 
En  adulterio  infame  a  una  impia  jente, 
Que  deseaba  profanar  tus  frutos; 
I  con  ojos  enjutos; 
Sus  odiosos  pasos  imitaste. 
Su  aborrecida  vida  i  mal  presente. 
Dios  vengará  sus  iras  en  tu  muerte; 
Que  llega  a  tu  cerviz  con  diestra  fuerte 
La  aguda  espada  suya:  ¿quién,  cuitada, 
Reprimirá  su  mano  desatada? 


380  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Mas  tú,  fuerza  del  mar,  tú,  excelsa  Tiro, 
Que  en  tus  naves  estabas  gloriosa 
I  el  término  espantabas  de  la  tierra, 
I  si  hacias  guerra. 
De  temor  la  cubrias  con  suspiro; 
¿Cómo  acabaste,  fiera  i  orgullosa? 
¿Quién  pensó  a  tu  cabeza  daño  tanto? 
Dios  para  convertir  tu  gloria  en  llanto, 
I  derribar  tus  ínclitos  i  fuerte, 
Te  hizo  perecer  con  tantas  muertes. 

Llorad,  naves  del  mar,  que  es  destruida 
Vuestras  vana  soberbia  i  pensamiento: 
¿Quién  ya  tendrá  de  ti  lástima  alguna, 
Tú,  que  sigues  la  luna, 
Asia  adúltera  en  vicios  sumerjida? 
¿Quién  mostrá  un  liv^iano  sentimiento? 
¿Quién  rogará  por  ti?  Que  a  Dios  enciende 
Tu  ira  i  la  arrogancia,  que  te  ofende; 
I  tus  viejos  delitos  i  mudanza 
Han  vuelto  contra  ti  a  pedir  venganza. 

Los  que  vieron  tus  brazos  quebrantados 
I  de  tus  pinos  ir  el  mar  desnudo, 
Que  sus  ondas  turbaron  i  llanura; 
Viendo  tu  muerte  oácura, 
Dirán  de  tus  estragos  quebrantados: 
¿Quién  contra  la  espantosa  tanto  pudo? 
El  Señor,  que  mostró  su  fuerte  mano 
Por  la  fé  de  su  príncipe  cristiano, 
I  por  el  nombre  santo  de  su  gloria 
A  su  España  concede  esta  Victoria. 

Bendita,  Señor,  sea  tu  grandeza. 
Que  después  de  los  daños  padecidos. 
Después  de  nuestras  culpas  i  castigo, 
Rompiste  al  enemigo 
De  la  antigua  soberbia  la  dureza. 
Adórente,  Señor,  tus  escojidos; 
Confiese  cuanto  cerca  el  ancho  cielo 
Tu  nombre,  o  nuestro  Dios,  nuestro  consuelo; 
I  la  cerviz  rebelde  condenada, 
Perezca  en  bravas  llamas  abrasada. 

Fernando  de  Herrera  i 


1  Véanse  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  III,  §  19. 


ANÁLISIS    LITERARIO  381 


''Esta  es  ya  la  verdadera  oda;  no  un  remedo  de  la  poesía 
griega  o  latina,  fundado  en  su  mitolojía,  i  por  lo  mismo 
atenido  a  recursos  ficticios  o  alegóricos  i  a  medios  indirec- 
tos i  de  convención.  Aquí  el  poeta  lleno  de  un  entusiasmo 
ferviente  i  relijioso,  se  considera  el  órgano  de  todo  el  pue- 
blo cristiano,  i  eleva  a  la  divinidad  los  sentimientos  de  ale- 
gría, de  gratitud  i  maravilla  que  le  exaltan  por  la  victoria 
conseguida  sobre  los  turcos  en  las  aguas  de  Lepanto.  El 
carácter  en  gran  parte,  i  las  espresiones  están  tomados  de 
la  poesía  hebraica,  i  apropiados  al  argumento  i  a  la  situa- 
ción del  modo  mas  feliz.  Herrera  fué  el  primero  que  ensayó 
este  gusto  en  nuestra  poesía,  i  le  ensayó  con  una  compo- 
sición majistral.  Es  de  ver  en  el  mismo  poema,  i  estudiarse 
con  cuidado  el  artificio  oculto  con  que  el  escritor  desde  la 
proposición  clara  i  sencilla  de  su  argumento  pasa  con  un 
desorden  aparente  de  un  afecto  a  otro,  del  odio  a  la  indig- 
nación, del  recelo  a  la  confianza,  de  la  execración  a  las 
bendiciones,  de  la  arrogancia  del  bárbaro  i  sus  campeones, 
que  está  pintada  a  maravilla,  al  valor  de  España  i  de  su 
héroe,  mas  grande  aquí  en  solo  dos  versos  que  en  todos  los 
encarecimientos  i  ficciones  de  la  oda  A  donjuán  de  Austria 
del  mismo  autor.  Pero  desde  el  principio  hasta  el  fin  pre- 
domina en  la  obra  el  sentimiento  relijioso  que  la  inspira  i 
Dios  es  siempre  a  quien  el  poeta  viene  a  parar  como  el  asilo, 
el  escudo,  el  vengador  de  su  pueblo.  Las  formas  que  la  poe- 
sía toma  son  líricas,  descriptivas  o  dramáticas,  según  con vie  • 
ne  a  los  objetos  que  alternativamen  te  conmueven  la  fantasía 
del  poeta,  dan  a  su  obra  una  admirable  variedad  ¡Qué  te- 
soro de  espresione  nuevas  i  enérjicas! — Prevaleciendo  en 
vanidad  i  en  ira. — Que  sus  aras  afea  en  su  victoria. — En 
el  mar  ondoso.— Hagamos  de  su  sangre  un  grande  lago. — 
/  de  sus  pinos  ir  el  mar  desnudo;  i  otras  ciento  de  igual  o 
ma3ror  atrevimiento  de  viveza. 

Después  de  considerar  tantos  i  tan  admirables  aciertos, 
¿podríamos  llevar  la  atención  a  esta  u  otra  locución  peno- 
sa,, o  a  algún  otro  verso  algo  desmayado  por  falta  de  fuer- 
za en  la  rima,  o  de  número  i  decadencia  en  el  sonido?  Seme- 
jante examen  en  una  obra  de  este  mérito  i  carácter  tocaría 
por  ventura  en  irreverencia  i  sacrilejio. 

I  el  árbol  quemas  yerto  se  sublima.— Aquí  la  palabra 
yerto  se  toma  por  erguido,  del  latino  erectus,  de  donde  los 
italianos  tomaron  su  erto  i  nosotros  yerto,  usado  frecuen- 
temente en  este  sentido  porHerrera,  por  Francisco  de  la  To- 


382  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

rre,  i  otros  poetas  del  siglo  XVI.  También  ha  de  hallarse 
en  la  misma  acepción  en  alguna  de  las  crónicas  del  siglo 
XV,  quizá  en  la  de  don  Alvaro  de  Luna." 

Quintana, 
Notas  al  Parnaso  Español. 


IV 
Al  sueño 


Imájen  espantosa  de  la  muerte, 
Sueño  cruel,  no  turbes  mas  mi  pecho. 
Mostrándome  cortado  el  nudo  estrecho, 
Consuelo  solo  de  mi  adversa  suerte. 

Busca  de  algún  tirano  el  muro  fuerte, 
De  jaspe  las  paredes,  de  oro  el  techo; 
O  el  rico  avaro  en  el  angosto  lecho 
Haz  que  temblando  con  sudor  despierte. 

El  uno  vea  el  popular  tumulto 
Romper  con  furias  las  herradas  puertas, 

0  al  sobornado  siervo  el  hierro  oculto; 
El  otro  sus  riquezas  descubiertas 

Con  llave  falsa  o  con  violento  insulto; 

1  déjale  al  amor  sus  glorias  ciertas. 

LuPERCio  Lkonardo  de  Arjensola,  1 

*'Este  es  el  mejor  soneto  de  Arjensola;  i  no  se  ponderará 
nada  aunque  se  diga  que  es  el  mejor  déla  lenguacastellana. 
La  idea  principal.  Jos  accesorios  que  la  enriquecen,  la  bella 
distribución  de  las  partes,  la  enerjía  déla  espresion,  la  exce- 
lencia de  los  versos,  todo  es  admirable,  i  hace  que  este  pe- 
queño poema  entre  en  el  cortísimo  número  de  aquellos  que 
desesperan  por  su  perfección.  Si  Lupercio  no  hubiese  escrito 
o  no  tuviésemos  de  él  mas  que  estos  catorces  versos,  for- 
maríamos de  su  talento  una  idea  infinitamente  mejor  que 
la  que  resulta  de  sus  demás  composiciones. 

O  el  rico  avaro  en  el  angosto  lecho 
Haz  que  temblando  con  sudor  despierte. 


1   Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  III,  §  19. 


ANÁLISIS  LITERARIO  383 


Este  angosto  lecho,  este  sudor,  este  temblar  no  tienen 
por  su  fuerza  i  por  su  viveza  nada*  que  les  iguale  en  las  de- 
mas  obras  del  poeta,  ni  que  les  exceda  en  castellano." 

Quintana, 
Notas  al  Parnaso  Español. 


(Otro  análisis  del  mismo  soneto) 

"Examinemos  uno  por  uno  los  epítetos  que  contiene  este 
bellísimo  soneto,  i  veamos  cuan  bien  aplicados  están.  Imá- 
jen  espantosa  de  ¡a  muerte:  epíteto  propio  i  mui  propio  del 
sueño,  porque  en  efecto  este  es  la  única  cosa  que  nos  da  al- 
guna idea  de  la  no  existencia.  I  aunque  condecir  solo  imájen 
de  la  muerte,  se  calificaba  bastante  el  sueño,  añadiendo  al 
sustantivo  imájen  el  adjetivo  espantosa,  el  epíteto  entero 
se  hace  mas  enérjico.  Sueño  cruel;  otro  epíteto  dado  al  sue- 
ño con  toda  oportunidad,  porque  habla  de  él  en  cuanto  le 
habia  aflijido:  i  personificándole,  debe  representarle  como 
un  personaje  cruel  que  se  complace  en  atormentarle.  Nudo 
esírec/zo; epíteto  no  inútil,  porque  lapalabra  nudono  excita 
suficientemente  la  idea  de  apretado,  pudiendo  aquel  ser 
ñojo.M.uro  /weríe, tampoco  es  inútil,  porque  aunque  la  idea 
de  muro  envuelve  la  de  resistencia  i  fuerza;  como  ésta  es  la 
que  aquí  tiene  relación  directa  con  la  circunstancia  de  ser 
el  muro  de  un  tirano,  conviene  reforzarla  e  insistir  en  ella. 
Las  dos  circunstancias  de  que  las  paredes  son  de  jaspe  i  el 
techo  de  oro,  la  fortifican  aun  mas.  Rico  avaro:  epíteto 
necesario,  porque  el  rico,  si  no  es  avaro,  no  sentirá  hasta  el 
punto  de  temblar  con  sudor,  la  pérdida  de  sus  riquezas;  i  el 
avaro,  si  es  pobre,  tampoco  se  incomodará  tanto,  como  si 
tuviese  mucho  que  perder.  Angosto  lecho:  este  epíteto,  que 
en  un  solo  rasgo  pinta  el  mal  trato  que  se  dan  los  avaros, 
la  sordidez  con  que  viven,  etc.,  no  solo  es  bueno,  es  felicísi- 
mo, poético,  i  sobremanera  enérjico.  "Romper  con  furia 
Xas  herradas  pwerías,"  circunstancia  i  epíteto  que  mutua- 
mente se  fortifican  i  que  pintan  cuan  grande  debe  ser  el  so- 
bresalto del  tirano,  al  soñar  que  el  pueblo  atumultuado 
acomete  a  su  casa  con  tal  furia, que  no  bástanlas  herradas 
puertas  para  impedir  la  entrada.  "^Sobornado  siervo,  hie- 
rro oculto^^  no  puede  ser  mas  oportuno  para  lo  que  se  tra- 
ta, que  es  del  temor  de  un  tirano.  Ya  se  sabe  que  los  que 


384  MANUAL    DE    CO:dPOSlCION    LITERARIA 

usurpaban  el  poder  supremo  en  las  antiguas  repúblicas, 
que  sonde  los  que  habla  él  poeta,  estaban  siempre  temiendo 
que  un  siervo  sobornado  lo  asesinase.  Llave  falsa,  violento 
insulto:  circunstancias  bien  escojidas;  son  los  dos  medios 
de  robar.  Me  he  detenido  a  ha  hacer  este  prolijo  examen, 
para  que  se  vea  cuánto  hai  que  estudiar  i  admirar  en  una 
composición  bien  escrita,  por  corta  que  sea." 

José  Gómez  de  Hermosilla,  ^ 
Arte  e/e  hablar,  part.  I,  lib.  IV,  cap.  II. 


Epístola  moral 

Fabio,  las  esperanzas  cortesanas 
Prisiones  son  do  el  ambicioso  muere 
I  donde  al  mas  astuto  nacen  canas; 

1  el  que  no  las  limare  o  las  rompiere, 
Ni  el  nombre  de  varón  ha  merecido. 
Ni  subir  al  honor  que  pretendiere. 

El  ánimo  plebeyo  i  abatido 
Elija  en  sus  intentos  temeroso, 
Primero  estar  suspenso  que  caído: 

Que  el  corazón  entero  i  jeneroso 
Al  caso  adverso  inclinará  la  frente, 
Antes  que  la  rodilla  al  poderoso. 

Mas  triunfos,  mas  coronas  dio  al  prudente, 
Que  supo  retirarse,  la  fortuna, 
Que  al  que  esperó  obstinada  i  locamente. 

Esta  invasión  terrible  e  importuna 
De  contrarios  sucesos  nos  espera, 
Desde  el  primer  sollozo  de  la  cuna. 

Dejémosla  pasar,  como  a  la  fiera 
Corriente  del  gran  Bétis,  cuando  airado 
Dilata  hasta  los  montes  su  ribera. 

1  Célebre  preceptista  español  nacido  en  1771  i  muerto  en  1837. 
Es  autor  de  varias  obras,  la  mas  notable  de  las  cuales  es  la  que 
dejamos  citada,  que  forma  uno  de  los  mejores  libros  que  se  hayan 
publicado  en  España  sobre  la  retórica  i  la  poética  i  una  traducción 
en  verso  de  la  Ilíada  de  Homero. 


ANÁLISIS    LITE  I?  A  RIO  385 


Aquel  entre  los  héroes  es  contado 
Que  el  premio  mereció,  no  quien  le  alcanza 
Por  vanas  consecuencias  del  Estado. 

Peculio  propio  es  ya  de  la  privanza 
Cuanto  de  Austria  fué,  cu  anco  rejia 
Con  su  temida  espada  i  fuerte  lanza. 

El  oro,  la  maldad,  la  tiranía 
Del  inicuo  procede  i  pasa  al  bueno; 
¿Qué  espera  la  virtud,  o  en  qué  confía? 

Ven  i  reposa  en  el  materno  seno 
De  la  antigua  Romúlea,  cuyo  clima 
Te  será  mas  humano  i  mas  sereno; 

A  donde  por  lo  menos,  cuando  oprima 
Nuestro  cuerpo  la  tierra,  dirá  alguno: 
Blanda  le  sea,  al  derramarla  encima; 

Donde  no  dejarás  la  mesa  ayuno, 
Cuando  te  falte  en  ella  el  pece  raro, 

0  cuando  su  pavón  nos  niegue  Juno. 
Busca,  pues,  el  sosiego  dulce  i  caro, 

Como  en  la  oscura  noche,  del    Ejeo 
Busca  el  piloto  el  eminente  faro. 

Que  si   acortas  i  ciñes  tu  deseo, 
Dirás:  lo  que  desprecio  he  conseguido; 
Que  la  opinión  vulgar  es  devaneo. 

Mas  precia  el  ruiseñor  su  pobre  nido 
De  pluma  i  leves  pajas,  mas  sus  quejas 
En  el  bosque  repuesto  i  escondido. 

Que  agradar  lisonjero  las  orejas 
De  algún  príncipe  insine,  aprisionado 
En  el  metal  de  las  doradas  rejas. 

jTriste  de  aquel  que  vive  destinado 
A  esa  antigua  colonia  de  los  vicios, 
Augur  de  los  semblantes  del  privado! 

Cese  el  ansia,  i  la  sed  de  los  oficios, 
Que  acepta  el  don,  i  burla  del  intento 
El  ídolo  a  quien  hace  sacrificio. 

Iguala  con  la  vida  el  pensamiento, 

1  no  te  pasarás  de  hoi  a  mañana. 

Ni  quizá  de  un  momento  a  otro  momento. 

Casi  no  tiene  ni  una  sombra  vana 
De  nuestra  antigua  Itálica:  ¿i  esperas? 
•Oh  error  perpetuo  de  la  suerte  humana! 

TOMO   V  25 


386  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Las  enseñas  grecianas,  las  banderas 
Del  senado  i  romana  monarquía 
Murieron  i  pasaron  sus  carreras. 

¿Qué  es  nuestra  vida  mas  que  un  breve  dia 
Do  apenas  sale  el  sol  cuando  se  pierde 
En  las  tinieblas  de  la  noche  fria? 

¿Qué  es  mas  que  el  heno,  a  la  mañana  verde, 
Seco  a  la  tarde?  ¡oh  ciego  desvarío! 
¿Será  que  de  este  sueño  me  recuerde? 
¿Será  que  pueda  ver  que  me  desvío 
De  la  vida  viviendo,  i  que  está  unida 
La  cauta  muerte  al  simple  vivir  mió? 

Como  los  ríos  en  veloz  corrida 
Se  llevan  a  la  mar,  tal  soi  llevado  ^ 

Al  último  suspiro  de  mi  vida. 

De  la  pasada  edad  ¿qué  me  ha  quedado? 
¿O  qué  tengo  yo  a  dicha  en  la  que  espero 
Sin  ninguna  noticia  de  mi  hado? 

¡Oh  si  acabase,  viendo  como  muero,  ¡ 

De  aprender  a  morir,  antes  que  llegue  | 

Aquel  forzozo  término  postrero!  | 

Antes  que  aquesta  mies  inútil  siegue 
De  la  severa  muerte  dura  mano, 
I  a  la  común  materia  se  la  entregue. 

Pasáronse  las  flores  del  verano, 
El  otoño  pasó  con  sus  racimos, 
Pasó  el  invierno  con  sus  nieves  cano. 

Las  hojas  que  en  las  altas  selvas  vimos. 
Cayeron,  i  nosotros  a  porfía 
En  nuestro  engaño  inmóviles  vivimos. 

Temamos  al  Señor  que  nos  envia 
Las  espigas  del  año  i  la  hartura, 
I  la  temprana  pluvia  i  la  tardía. 

No  imitemos  la  tierra  siempre  dura 
Á  las  aguas  del  cielo  i  al  arado, 
Ni  a  la  vid  cuyo  fruto  no  madura. 
¿Piensas  acaso  tú  que  fué  criado 
El  varón  para  el  rayo  de  la  guerra. 
Para  surcar  el  piélago  salado. 

Para  medir  el  orbe  de  la  tierra, 
I  ei  cerco  donde  el  sol  siempre  camina? 
¡Oh  quilín  así  lo  entiende,  cuánto  yerra! 


ANÁLISIS      LITERARIO  387 

Esta  nuestra  porción  alta  i  divina 
A  mayores  acciones  es  llamada, 
I  en  nobles  objeto  se  termina. 

Así  aquella  que  solo  al  hombre  es  dada, 
Sacra  razón  i  pura  me  despierta. 
De  esplendor  i  rayos  coronada; 

I  en  la  iria  rejion  dura  i  desierta 
De  aqueste  pecho  enciende  nueva  llama, 
I  la  luz  vuelve  a  arder  que  estaba  muerta. 
Quiero,  Fabio,  seguir  a  quien  me  llama, 
I  callado  pasar  entre  la  jente; 
Que  no  afecto  los  nombres  ni  la  fama. 

El  soberbio  tirano  del  Oriente 
Que  maciza  las  torres  de  cien  codos 
Del  candido  metal,  puro  i  luciente, 

Apenas  puede  ya  comprar  los  modos 
Del  pecar;  la  virtud  es  mas  barata. 
Ella  consigo  mesma  ruega  a  todos. 

¡Pol)re  de  aquel  que  corre  i  se  dilata 
Por  cuantos  son  los  climas  i  los  mares, 
Perseguidor  del  oro  i  de  la  plata! 

Un  ángulo  me  basta  entre  mis  lares, 
Un  libro  i  un  amigo,  un  sueño  breve 
Que  no  perturben  deudas  ni  pesares. 

Esto  tan  solamente  es  cuanto  debe 
Naturaleza  al  parco  i  al  discreto,  • 

I  algún  manjar  común,  honesto  i  leve. 

No  porque  así  te  escribo  hagas  conecto 
Que  pongo  la  virtud  en  ejercicio, 
Que  aun  esto  fué  difícil  a  Epicteto. 

Basta  al  que  empieza  aborrecer  el  vicio 
I  el  ánimo  enseñar  a  ser  modesto, 
Después  le  será  el  cielo  mas  propicio. 

Despreciar  el  deleite  no  es  supuesto 
De  sólida  virtud,  que  aun  el  vicioso 
En  sí  propio  le  nota  de  molesto. 

Mas  no  podrás  negarme  cuan  forzoso 
Este  camino  sea  el  alto  asiento, 
Morada  de  la  paz  i  del  reposo. 

No  sazona  la  fruta  en  un  momento 
Aquella  intelijencia  que  mensura 
La  duración  de  todo  a  su  talento: 


388  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Flor  la  vimos  primero,  hermosa  i  pura, 
Luego  materia  acerba  i  desabrida, 
I  perfecta  después,  dulce  i  madura. 

Tal  la  humana  prudencia  es  bien  que  mida 
I  dispense  i  comparta  las  acciones 
Que  han  de  ser  compañeras  de  la  vida. 

No  quiera  Dios  que  imite  esos  varones,     . 
Que  moran  nuestras  plazas  macilentos 
De  la  virtud  infames  histriones: 

Esos  inmundos,  trájicos,  atentos 
Al  aplauso  común,  cuyas  entrañas 
Son  infaustos  i  oscuros  monumentos. 

¡Cuan  callada  que  pasa  las  montañas 
El  aura  respirando  mansamente! 
¡Qué  gárrula  i  sonante  por  las  cañas! 

¡Qué  muda  la  virtud  por  el  prudente! 
Qué  redundante  i  llena  de  ruido 
Por  el  vano  ambicioso  i  aparente! 

Quiero  imitar  al  pueblo  en  el  vestido, 
En  las  cumbres  solo  a  los  mejores. 
Sin  presumir  de  roto  i  mal  ceñido. 

No  resplandezca  el  oro  i  los  colores 
En  nuestro  traje,  ni  tampoco  sea 
Igual  al  de  los  dóricos  cantores. 

Una  mediana  vida  yo  posea, 
Un  estilo  común  i  moderado. 
Que  no  lo  note  nadie  que  lo  vea. 

En  el  plebeyo  barro  mal  tostado 
Hubo  ya  quien  bebió  tan  ambicioso, 
Como  en  el  vaso  múrino  preciado. 

I  alguno  tan  ilustre  i  jeneroso 
Que  usó,  como  si  fuera  plata  neta, 
Del  cristal  trasparente  i  luminoso. 

Sin  la  templanza  ¿viste  tú  perfecta 
Alguna  cosa?  ¡Oh  muerte!  ven  callada 
Como  sueles  venir  en  la  saeta; 

No  en  la  tonante  máquina  preñada 
De  fuego  i  de  rumor,  que  no  es  mi  puerta 
De  doblados  metales  fabricada. 

Así,  Fabio,  me  muestra  descubierta 
Su  esencia  la  verdad,  i  mi  albedrío 
Con  ella  se  compone  i  se  concierta. 


ANÁLISIS  LITKllARIO  389 


No  te  burles  de  ver  cuanto  confío; 
Ni  el  arte  de  decir  vana  i  pomposa 
El  ardor  atribuyas  de  este  brio. 

¿Es  por  ventura  menos  poderosa 
Que  el  vicio,  la  virtud?  ¿es  menos  fuerte? 
No  la  arguyas  de  flaca  i  temerosa. 

La  codicia  en  las  manos  de  la  suerte 
Se  arroja  al  mar,  la  ira  a  las  espadas, 
I  la  ambición  se  rie  de  la  muerte, 

¿I  no  serán  siquiera  tan  osadas 
Las  opuestas  acciones,  si  las  miro 
De  mas  ilustres  jenios  ayudadas? 

Ya  dulce  amigo  huyo  i  me  retiro 
De  cuanto  simple  amé:  rompí  los  lazos: 
Ven  i  verás  al  alto  fin  que  aspiro 
Antes  que  el  tiempo  muera  en  nuestros  brazos. 

Francisco  de  Rioja. 

'*Es  bien  glorioso  para  Rioja  que  lo  poco  que  se  conserva 
suyo  sea  siempre  clásico  i  majistral.  Su  mejor  obra  es  esta 
epístola;  la  mas  perfecta  sin  duda  que  hai  de  su  jénero  en  la 
antigua  poesía  castellana.  Cualquiera  que  esté  versado  en 
las  obra^  de  Séneca  el  filósofo,  advertirá  fácilmente  lo  mu- 
cho que  nuestro  autor  le  debe  en  máximas  i  ])ensamientos: 
pero  están  puestos  en  cíjstellano  con  un  tacto  i  un  gusto 
tan  fino,  que  no  se  resienten  nunca  de  acjuel  carácter  de  afec- 
tación i  de  hipérbole  que  tienen  por  lo  común  en  el  moralis- 
ta latino;  mui  diferente  de  lo  que  sucede  a  Quevedo,  que  en 
sus  imitaciones  de  Séneca  se  muestra  frecuentemente  no 
menos  contajiado  con  los  vicios  de  estilo  de  su  modelo,  que 
penetrado  de  su  doctrina. 

"Por  mas  que  se  encarezca  el  mérito  de  esta  epístola,  todo 
parece  poco,  cuando  una  vez  leída  se  consideran  las  bellezas 
que  en  sí  tiene.  El  intento  es  noble  i  elevado,  los  pensa- 
mientos con  que  le  desempeña  son  igualmente  nobles,  selec- 
tos i  oportunos;  las  máximas  i  las  sentencias  sobremanera 
puras  i  virtuosas,  las  imájenes,  en  fin,  las  alusiones,  todo 
er  ornato,  aplicados  con  la  mayor  sobriedad  i  con  la  mas 
sabia  intelijencia.  Póngase  la  atención  después  en  el  modo 
con  que  todo  está  ejecutado,  i  admirará  mas  todavía  el 
valiente  desembarazo,  la  sin  igual  destreza  con  que  el  poeta, 
a  pesar  de  la  sujeción  a  que  le  obliga  el  difícil  metro  que  ha 
elejido,  anda,  vuela,  sube,  desciende,  según  su   argumento  i 


)90  '  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITUJRARIA 


SUS  ideas  lo  requieren,  sin  divagar  nunca,  sin  decaer  jamas, 
sin  entregarse  a  una  lozanía  importuna  por  buscar  la 
amenidad,  sin  dar  en  sequedad  por  buscar  la  sencillez.  La 
pesada  cadena  del  terceto,  que  ordinariamente  es  tan  ardua 
para  los  poetas  como  penosa  para  los  lectores,  parece  aquí 
un  juguete  i  un  adorno  que  sirve  a  la  grandeza  i  al  movi- 
miento. Ni  un  ripio  de  palabra,  ni  un  ripio  de  idea,  ni  una 
frase  impropia,  ni  una  voz  que  no  esté  en  su  lugar.  Nada 
hai  aquí  que  escojer;  todo  es  igualmente  bello,  todo  igual- 
mente nervioso;  si  un  terceto  sorprende  por  la  idea,  el  otro 
agrada  por  la  imájen;  este  se  hace  valer  por  la  espresion, 
aquel  por  una  limpieza  i  resolución  que  le  constituye  pro- 
verbial. Perfección  sublime  que  eleva  i  enajena  el  ánimo,  i 
que  igualmente  le  desespera. 

¿Nos  atreveremos,  sin  embargo,  como  en  el  desquite  de 
esta  admiración,  a  buscar  algún  lunar  en  una  obra  tan  bien 
acabada?  Si  esto  es  permitido,  yo  diria  que  aquellos  versos 
bajan  algún  tanto  del  tono  jeneral  de  la  epístola,  i  en  mi 
dictamen  tocan  en  prosaicos''. 

Quintana, 

Notas  al  parnaso  español. 


VI 

A  las  ruinas  de  Itálica 

Estos,  Fabio,  ¡ai  dolor!  que  vez  ali,ora 
Campos  de  soledad,  mustio  collado, 
Fueron  un  tiempo  Itálica  famosa: 
Aquí  de  Cipion  la  vencedora 
Colonia  fué:  por  tierra  derribado 
Yace  el  temido  honor  de  la  espantosa 
Muralla,  i  lastimosa  ' 

Reliquia  es  solamente 
De  su  invencible  jente. 
Solo  quedan  memorias  funerales 
Donde  erraron  ya  sombras  de  alto  ejemplo, 
Este  llano  fué  plaza,  alli  fué  templo; 


ANÁLISIS    LITERARIO  391 


De  todo  apenas  quedan  las  señales: 
Del  jimnasio  i  las  termas  regaladas 
Leves  vuelan  cenizas  desdichadas; 
Las  torres  que  desprecio  al  aire  fueron 
A  su  gran  pesadumbre  se  rindieron. 

Este  despedazado  anfiteatro, 
ímpio  honor  de  los  dioses  cuya  afrenta 
Publica  el  amarillo  jaramago, 
Ya  reducido  a  trájico  teatro 
¡Oh  fábula  del  tiempo!  representa 
Cuánta  fué  su  grandeza  i  es  su  estrago. 
¿Cómo  en  el  cerco  vago 
De  su  desierta  arena 
El  gran  pueblo  no  suena? 
¿Dónde,  pues,  fieras  hai,  está  el  desnudo 
Luchador?  ¿Dónde  está  el  atleta  fuerte? 
Todo  despareció,  cambió  la  suerte 
Voces  alegres  en  silencio  mudo: 
Mas  aun  el  tiempo  da  en  estos  despojos 
Espectáculos  fieros  a  los  ojos, 
I  miran  tan  confuso  lo  presente, 
Oue  voces  de  dolor  el  alma  siente. 

Aquí  nació  aquel  rayo  de  la  guerra, 
Gran  padre  de  la  patria,  honor  de  España, 
Pío,  felice,  triunfador  Trajano, 
Ante  quien  muda  se  postró  la  tierra, 
Que  ve  del  sol  la  cuna,  i  la  que  baña 
El  mar  también  vencido  gaditano. 
Aquí  de  Elio  Adriano, 
De  Teodosio  divino. 
De  Silio  peregrino, 
Rodaron  de  marfil  i  oro  las  cunas. 
Aquí  ya  de  laurel,  ya  de  jazmines 
Coronados  los  vieron  los  jardines 
Que  ahora  son  zarzales  i  lagunas. 
La  casa  para  el  César  fabricada, 
jAi!  yace  de  lagartos  vil  morada: 
Casas,  jardines,  Césares  murieron, 
I  aun  las  piedras  que  de  ellos  se  escribieron. 

Fabio,  si  tú  no  lloras,  pon  atenta 
La  vista  en  luengas  calles  destruidas, 
Mira  mármoles  i  arcos  destrozados, 
Mira  estatuas  soberbias,  que  violenta 


392  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LlTEllARIA 


Némesis  derribó,  yacer  tendidas, 

I  va  en  alto  silencio  sepultados 

Sus  dueños  celebrados. 

Así  a  Troya  figuro, 

Así  a  su  antiguo  muro. 

I  a  tí,  Roma,  a  quien  queda  el  nombre  apenas, 

¡Oh  patria  de  los  dioses  i  los  reyes! 

I  a  tí,  a  quien  no  valieron  justas  leyes, 

Fábrica  de  Minerva,  sabia  Atenas: 

Emulación  a^^er  de  las  edades, 

Hoi  cenizas,  hoi  vastas  soledades: 

Que  no  os  respetó  el  hado  ,  no  la  muerte 

¡Ai!  ni  por  sabia  a  tí,  ni  a  tí  por  fuerte. 

Mas  ¿para  qué  la  mente  se  derrama 
En  buscar  al  dolor  nuevo  argumento? 
Basta  ejemplo  menor,  basta  el  presente; 
Que  aun  se  ve  el  humo  aquí,  se  ve  la  llama, 
Aun  se  oyen  llantos  hoi,  hoi  ronco  acento. 
Tal  jenio,  o  relijion  fuerza  la  mente 
De  la  vecina  jente. 
Que  refiere  admirada, 
Que  en  la  noche  callada 
Una  voz  triste  se  oj^e,  que  llorando 
Cavó  Itálica,  dice  i  lastimosa 
Eco  repite  Itálica  en  la  hojosa 
Selva  que  se  le  opone  resonando, 
Itálica,  i  el  claro  nombre  oido 
De  Itálica,  renuevan  el  jemido 
Mil  sombras  nobles  de  su  gran  ruina: 
Tanto  aun  la  plebe  a  sentimiento  inclina. 

Esta  corta  piedad  que  agradecido 
Huésped  a  tus  sagrados  manes  debo. 
Te  doi  i  consagro,  oh  Itálica  famosa: 
Tú  si  el  lloroso  don  han  admitido 
Las  ingratas  cenizas  de  que  llevo 
Dulce  noticia,  asaz,  si  lastimosa. 
Permíteme  piadosa 
Usura  a  tierno  llanto. 
Que  vea  el  cuerpo  santo 
De  Jeroncio  tu  mártir  i  prelado: 
Muestra  de  su  sepulcro  algunas  señas, 
I  cavaré  con  lágrimas  las  peñas 
Que  ocultan  su  sarcófago  sagrado. 


ANÁLISIS    LITERARIO  393 

Pero  mal  pido  el  único  consuelo 
De  todo  el  bien  que  airado  quitó  el  cielo: 
Goza  en  las  tuyas  sus  reliquias  bellas 
Para  envidia  del  mundo  i  las  estrellas. 

Francisco  de  Rioja  ^ 

"Esta  composición  bellísima  es,  en  la  opinión  jeneral,  una 
de  de  las  joyas  mas  preciosas  de  nuestro  Parnasa,  i  en  con- 
cepto de  muchos  la  mejor.  Todo  en  ella  es  igualmente  grande 
i  majestuoso;  el  asunto,  la  idea,  la  contestura,  la  ejecución. 
El  aspecto  í  contemplación  de  las  ruinas  de  cualquier  pue- 
blo célebre,  previenen  por  sí  mismo  el  ánimo  a  la  meditación 
i  a  la  melancolía;  mucho  mas  si  tienen  motivos  particulares 
de  interés  para  el  que  le  contempla.  Aquí  el  poeta  se  muestra 
desde  el  principio  conmovido  tristemente  con  los  objetos 


l^Esta  canción,  considerada  por  los  críticos  como  la  mejor  pieza 
lírica  de  toda  la  poesía  española,  ha  sido  publicada  siempre 
con  el  nombre  de  don  Francisco  de  Rioja,  que  debe  a  ella  una  gran 
parte  de  su  reputación.  Sin  embargo,  existia  otra  composición  a 
las  ruinas  de  Itálica  escrita  por  Rodrigo  Caro,  escritor  andaluz 
del  siglo  XVII,  que  ofrece  muchas  semejanzas  con  la  canción  de 
Rioja.  Los  críticos  esplicaban  estas  analojías  diciendo  que  Rioja 
habia  imitado,  o  mas  bien  rehecho  la  obra  de  Caro,  perfeccionán- 
dola de  tal  manera,  que  de  una  composición  poética  de  no  escaso 
mérito,  habia  hecho  /a  mejor  pieza  lírica  del  Parnaso  español.  Pa- 
ra los  jóvenes  que  deseen  comparar  ambas  obras,  diremos  que  una 
de  las  variantes  de  Caro,  está  publicada  en  la  páj.  386  del  tomo 
XXXII  de  la  Colección  de  autores  españoles  que  dio  a  luz  en  Ma- 
drid don  Manuel  Rtvadeneira. 

Recientemente,  nuevas  investigaciones  han  hecho  creer  que  la 
Canción  a  las  ruinas  de  Itálica  en  su  forma  mas  perfecta,  i  tal  co- 
mo la  publicamos  en  el  testo, *es  la  obra  de  Rodrigo  de  Caro,  i  que 
solo  por  un  error  del  compilador  López  de  Sedaño,  que  en  el  siglo 
XVIII  publicó  una  estensa  colección  de  poesías  castellanas,  se  ha 
podido  atribuir  a  Rioja  una  obra  que  no  es  suya.    * 

Rodrigo  Caro  era  un  eclesiástico  muí  erudito  que  dejó  algunas 
obras  en  prosa  bastante  estimadas.  Según  noticias  publicadas  úl- 
timamente en  España,  nació  en  1585  i  murió  en  1648. 

*  Se  han  dado  a  conocer  seis  variantes  de  esa  Epístola,  que  ya 
la  crítica  moderna  sin  discrepancia  atribuj^e  a  Rodrigo  de  Caro. 

En  la  fecha  en  que  escribia  el  señor  Barros  Arana  (1870)  este 
punto  de  crítica  literaria  no  estaba  definitivamente  resuelto. 

Notíi  del  Recopilador. 


394  MANUAL  DH  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

que  tiene  delante  de  sí,  i  los  recorre  i  describe  con  el  acento 
solemne  i  doloroso  que  conviene  a  los  sentimientos  que  le 
ajitan.  Lo  primero  es  lo  material  de  las  ruinas:  después  el 
movimiento,  el  concurso  de  jen  tes,  i  los  espectáculos  que 
animaban  aquellos  sitios  tan  desiertos  ahora:  luego  los 
grandes  nombres  de  Trajano,  Adriano  i  Teodosio  vienen  a 
ennoblecer  el  argumento,  que  acaba  de  tomar  todo  su  real- 
ce con  la  comparación  que  hace  el  poeta  de  aquellas  ruinas 
con  las  de  Atenas  i  Roma,  cuyo  aplauso  i  lamento  entreteje 
en  su  obra  con  inimitable  maestría.  La  fantasía  así  exalta- 
da, ya  no  se  satisface  con  estos  grandes  i  dolorosos  recuer- 
dos, i  hace  intervenir  a  los  númenes  en  el  interés  de  la  ca- 
tástrofe que  llora.  Una  voz  sobrenatural  lamentará  en 
medio  del  silencio  de  la  noche  la  caida  de  Itálica,  los  ecos 
del  contorno  repetirán  tristemente  aquel  ilustre  nombre,  i 
las  sombras  que  yacen  sobre  sus  ruinas  le  responderán  con 
jemidos. 

'*La  poesía  no  alcanza  a  mas.  I  si  de  esta  disposición  tan 
magnífica  i  poética  al  mismo  paso  que  natural  i  sencilla,  se 
pasa  a  los  primores  de  ejecución,  el  escritor  se  nos  presenta 
todavía  mas  grande,  i  toda  alabanza  que  se  le  dé  parece  es- 
casa i  superfina.  ¡Qué  gravedad  i  nobleza  en  aquellas  largas 
estancias  donde  se  espacía  a  su  placer  el  raudal  numeroso 
de  los  períodos  poéticos  que  en  ellas  se  comprenden!  ¡Con 
qué  gusto  están  puestos  en  medio  aquellos  tres  versos  cor- 
tos como  para  amenizar  algún  tanto  con  su  gracia  i  armo- 
nía la  sobrada  austeridad  que  resultada  si  todos  fueran 
mayores!  I  en  medio  de  la  llanura  i  curso  de  la  versificación, 
nótese  cómo  en  la  primera  estancia  le  rompe  con  aquella 
trasposición  enfática  del  principio,  i  con  las  bellas  pausas  i 
apoyaturas  que  se  ven  en  la  misma  estancia,  en  la  siguiente, 
i  en  los  ecos  de  la  penúltima;  todas  convenientes  i  propias 
para  espresar,  ya  el  dolor  que  le  embarga,  ya  el  agolpa- 
miento de  los  objetos  que  se  le  presentan  ala  vez,  ya,  en  fin, 
la  importancia  de  la  idea  a  que  corresponde  la  palabra  en 
que  se  para. 

''Fuera  por  demás  hablar  de  la  parte  de  fantasía,  puesto 
que  hasta  el  menos  intelijente  percibe  la  vivacidad,  la  ri- 
queza i  la  variedad  de  las  imájenes  en  que  abunda  este  poe- 
ma: las  cuales,  hallándose  incorporadas  la  dicción,  no  pa- 
recen buscadas  ni  traidas  como  por  fuerza  a  enriquecer  un 
asunto  de  suyo  estéril  i  seco.  ¿Qué  necesidad  tenia  el  poeta 
de  valerse  aquí  de  este  arbitrio?  Su  asunto  le  basta,  su  do- 


ANÁLISIS   LITERARIO  395 


lor  le  inspira,  su  imajinacion  le  pinta  cuanto  escribe.  Así  es 
que  todo  en  esta  composición  siendo  tan  grande  i  tan  esco- 
jido,  parece  hecho  sin  esfuerzo  i  sin  artificio.  Una  vez  situa- 
do el  poeta  delante  de  su  objeto,  t  hallada  la  relación  que 
hai  entre  uno  i  otro,  lo  demás  nace  espontáneamente  sin  el 
menor  indicio  de  fatiga.  Lo  mas  notable  es  la  facilidad  de 
algunas  espresiones  i  palabras  que,  siendo  en  lo  común  ba- 
jas i  triviales,  aquí  por  el  lugar  en  que  están  puestas  i  por 
los  accesorios  que  las  acompañan,  se  hacen  tan  nobles  co- 
mo espresivas.  El  amarillo  jaraniago  afrentará  los  templos 
de  las  falsas  divinidades;  el  vil  lagarto  hará  su  morada  en 
las  mismas  casas  donde  rodaron  las  cunas  de  oro  i  marfil 
de  los  Césares,  i  donde  ellas  en  otro  tiempo  se  veian  ador- 
nadas con  jazmines  o  con  laureles. 

Este  despedazado  anfiteatro. — Solo  el  que  haya  visto  el 
local  a  que  se  refiere,  puede  penetrarse  bastantemente  de  la 
propiedad  que  hai  en  estn  espresion  enérjica:  porque  el  as- 
pecto que  tiene  aquel  monumento  no  es  tanto  de  una  casa 
destruida  por  la  acción  lenta  del  tiempo,  como  de  ha  de  ha- 
ber sido  rota  i  dispersada  por  las  manos  de  la  venganza  i 
del  furor. 

Las  torres  que  desprecio  al  aire  fueron. — Este  A^erso  es  el 
único  que  a  mi  parecer  desdice  algún  tanto  de  los  demás.  En 
su  sentido  obvio  i  natural  quiere  decir  que  las  torres  eran 
despreciadas  del  aire,  i  esto  no  es  consiguiente  a  la  inten- 
ción del  escritor.  Si  quiso  decir  que  las  torres  despreciaban 
los  ímpetus  i  embates  del  viento,  como  parece  mas  natural, 
ya  entonces  la  frase  es  oscura,  i  tiene  sus  visos  de  gongoris- 
mo.  Acaso  el  autor  escribió  hicieron  en  lugar  de  fueron,  i  el 
sentido  así  presentaria  menos  dificultades. 

"La  última  estancia  no  pertenece  ya  a  la  obra;  i  por  su 
objeto,  su  ejecución  i  su  estilo  está  enteramente  fuera  del 
cuadro  que  el  autor  se  propuso.  Nosotros  ignoramos  la 
historia  de  este  poema:  talvez  encargado  Rioja  de  escribir 
versos  al  mártir  San  Jeroncio,  prelado  de  Itálica,  le  sirvió 
esto  de  ocasión  i  materia  para  emplear  su  fantasía  en  las 
ruinas  i  antigüedades  del  pueblo,  i  no  tuvo  arte  ni  volun- 
tad para  enlazar  lo  uno  con  lo  otro.  En  tal  caso  esta  mala 
estancia  habrá  sido  la  causa  del  poema,  i  como  sin  ella  no 
le  tendriamos,  podriamos  llamarla  feliz  culpa. 

"Itálica  pereció;  lo  poco  que  el  tiempo  i  los  hombres  han 
dejado  de  ella  será  al  fin  devorado  también;  pero  esta  can- 
ción durará  i  con  ella  el  nombre  de  su  autor;  i  la  mostrará 


396  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


a  cuantos  hombres  de  gusto  i  de  imajinacion  lean  en  lo  ve- 
nidero versos  castellanos,  los  bellos  i  grandes  sentimientos 
que  aquellas  mudas  ruinas  supieron  inspirar  al  jenio  poéti- 
co de  Andalucía. 

Sunt  lacrymae  rerum,  et  mentem  mortalia  tanguiit." 

Quintana, 

Notas  al  Parnaso  español. 

(Otro  análisis) 

"Después  de  la  época  de  Juan  de  Mena,  nuestros  poetas 
del  siglo  XVI  mostraron  hasta  dónde  consiente  nuestra 
lengua  un  hipérbaton  natural  i  bello  sin  incurrir  en  oscuri- 
dad ni  afectación:  sirvan  por  todos  los  demás  los  siguien- 
tes ejemplos.  Rioja  empieza  de  esta  manera  su  Canción  a 
las  ruinas  de  Itálica : 

Estos,  Fabio,  ¡ai  dolor!  que  ves  ahora 
Campos  de  soledad,  mustio  collado, 
Fueron  un  tiempo  Itálica  fíimosa. 

"Es  imposible  presentar  desde  luego  un  cuadro  magnífico 
con  colores  que  hieran  mas  vivamente  la  imajinacion:  pero 
adviértase  que  gran  parte  de  este  efecto  singular  lo  produce 
la  artificiosa  colocación  de  las  palabras.  ¡Cuánto  tino, 
cuánta  filosofía  mostró  en  ella  el  poeta!  Lo  primero  que 
ocupa  su  ánimo  es  el  triste  espectáculo  que  tiene  ante  sus 
ojos;  va  a  empezar  a  describirlo;  suelta  apenas  una  pala- 
bra, i  se  vuelve  involuntariamente  al  amigo  que  tiene  al 
lado,  como  acontece  a  todo  el  que  esperimenta  una  sensa- 
ción fuerte,  que  necesita  comunicarla;  mas  la  sensación  que 
esperimenta,  le  causa  una  pena  tan  profunda  que  le  arran- 
ca una  esclamacion  dolorosa  antes  de  proseguir:  seis  pala- 
bras están  interpuestas  entre  un  pronumbre  i  un  nombre 
concertados;  i  sin  embargo,  nada  nos  parece  riías  natural, 
nada  menos  oscuro,  i  lejos  de  incomodarnos  la  inversión 
del  réjimen  gramatical,  sentimos  placer  con  la  suspensión 
en  que  el  poeta  pone  nuestro  ánimo.  Así  nos  prepara  a  reci- 
bir la  impresión  dolorosa  que  él  mismo  esperimenta;  en  el 
segundo  verso  reduplica  las  imájenes  tristes,  por  si  una 
sola  no  era  bastante;  i  cuando  ya  nos  supone  contemplan- 
do aquel  terreno  con  el  recojimiento  que  nos  inspiran  unos 
campos  solitarios  i  un  monte  árido  i  desnudo,  presenta  a 


ANÁLISIS    LITERARIO  397 


nuestra  vista  el  mas  vivo  contraste,  diciendo  que  en  aquel 
lugar,  en  aquel  mismo  sitio  existió  antiguamente  Itálica. 
Si  hubiera  soltado  este  nombre  en  el  primero  o  en  el  segun- 
do verso,  satisfecha  ya  la  curiosidad,  prestariamos  menos 
atención  a  las  circunstancias  posteriores;  pero  reservando 
el  objeto  principial  para  el  fin,  i  añadiéndole  un  epíteto 
espresivo  para  producir  mas  fuerte  vibración  en  nuestra 
alma,  el  poeta  ha  apurado  todos  los  recursos  para  lograr 
cumplidamente  su  objeto". 


Martínez  de  la  Rosa,  ^ 

Anotaciones  a  la  Poética,  canto  II. 


Vil 

Al  céfiro 

''Dulce  vecino  de  la  verde  selva, 
Huésped  eterno  del  Abril  florido, 
Vital  aliento  de  la  madre  Venus, 

Céfiro  blando; 
Sí  de  mis  ansias  el  amor  supiste. 
Tú,  que  las  quejas  de  mi  voz  llevaste, 
Oye,  no  temas,  i  a  mi  ninfa  dile. 

Di  le  que  muero. 
Filis  un  tiempo  mi  dolor  sabia, 
Filis  un  tiempo  mi  dolor  lloraba. 
Quísome  un  tiempo;  mas  agora  temo. 

Temo  sus  iras. 
Así  los  dioses  con  amor  paterno, 
Así  los  dioses  con  amor  benigno, 
Niegen  al  tiempo  que  feliz  volares 

Nieve  a  la  tierra. 
Jamas  el  peso  de  la  nube  parda. 
Cuando  amanece  en  la  elevada  cumbre. 
Toque  tus  hombros,  ni  su  mal  granizo 

Hiera  tus  alas". 

EsTÉVAN  Manuel  de  Villegas 


1  V.  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  III,  §  28. 

2  Nacido  en  Nájera  (Rioja,  en  España)  por  los  años  de  1595,  i 
muerto  en  1669.  Sus  poesías,  todas  del  jénero  erótico,  son  la  obra  de 
su  juventud.  Mas  tarde  se  dedicó  a  trabajos  mas  serios,  que  sin  embar- 
go, no  le  granjearon  la  reputación  que  se  conquistó    con  sus  ensayos 


398  MANUAL  DB  COMPOSICIÓN   LITERARIA 


"Esta  oda  muestra  las  felices  disposiciones  del  autor  i  la 
flexibilidad  de  su  talento.  Parece  griega,  no  solo  por  el 
metro  sino  por  la  pureza  del  gusto,  por  la  gracia,  por  la 
elegancia,  i  por  la  sencillez  del  pensamiento  único  que  le  sir- 
ve de  base:  prueba  manifiesta  de  que  no  era  el  talento  lo 
que  faltaba  a  Villegas  para  seguir  puntualmente  a  sus  mo- 
delos, sino  la  inclinación  i  el  gusto.  Tiene  esta  oda  la  parti- 
cularidad de  ser  los  primeros  buenos  sáficos  que  se  han  he- 
cho en  castellano,  i  el  ensa3^o  mas  feliz  de  las  imitaciones 
métricas  en  que  se  ejercitó  nuestro  poeta.  Otros  le  han  se- 
guido en  esto  con  mas  o  menos  acierto,  según  han. sabido 
escojer  su  asunto  i  dar  a  sus  composiciones  la  conveniente 
estension;  porque  ni  este  metro  es  bueno  para  todos  los 
argumentos  líricos,  ni  tampoco  sufre  ser  empleado  en  poe- 
mas algo  dilatados:  hasta  aquí  las  odas  sáficas  que  han 
hecho  mas  fortuna  son  las  mas  cortas.  El  mismo  Villegas 
en  sus  sáficos  a  la  Paloma,  Cadalso  i  Meléndez  en  varias 
odas,  i  algún  otro  mas,  haa  querido  suplir  con  el  asonante 
o  con  la  rima  la  perfección  de  la  prosodia  exacta  que  no  les 
era  asequible;  pero,  hasta  ahora  estos  ensayos  no  han  sido 
felices,  sea  por  falta  de  tino,  sea  por  falta  de  oido,  sea  que 
el  metro  no  se  preste  a  ello". 

Quintana, 

Ñolas  al  Parnaso  español. 


VIII 

LaOGOon 

{Eneida,  lib.  II) 

"Laocoon,  gran  sacerdote  de  Neptuno,  ofrecía  un  sacrifi- 
cio solemne  a  este  dios  de  los  tróvanos.  Hé  ahí  que  de  re- 
pente dos  serpientes  salidas  de  Ténedos  (tiemblo  de  horror 

poéticos.  «No  hai  iiad/i  en  la  literatura  moderna  que  se  pueda  compa- 
rar a  la  p^racia  voluptuosa  de  Villegas,  dice  Bouterwekk  en  su  Bis- 
toria  de  la  literatura  española;  i  ningún  poeta  en  jeneral  ha  consa- 
guido  mejor  fundir  la  poesía  antigua  en  la  moderna.  Verdad  es  que  no 
siempre  tiene  esa  precisión,  esa  corrección  de  pensamiento  de  los  clá- 
sicos antiguos,  cuyo  constante  respeto  le  liabria  parecido,  como  a  la 
mayor  parte  de  los  poetas  españoles,  una  esclavitud  inútil  i  calculada 
para  embarazar  al  jenio.  Pero  los  lunares  son  raros  en  las  poesías  de 
Villegas,  i  su  gracia  es  tan  seductora  que  apenas  permite  notar  los 
abusos  de  que  no  ha  podido  preservarse  por  completo. 


ANÁLISIS  LITERARIO  399 


al  referirlo),  arrastran  sus  inmensos  anillos  sobre  la  super- 
ficie plana  de  los  mares,  i  avanzan  de  frente  hacia  la  ribera 
Sus  pechos  se  levantan  en  medio  de  las  olas,  el  resto  de  su 
cuerpo  toca  apenas  la  superficie  de  las  aguas,  i  sus  movi- 
bles espaldas  se  levantan  i  se  encorvan  en  pliegues  de  un  ta- 
maño desmesurado.  La  ola  espumosa  resuena  con  sus  silbi- 
dos. Ya  estos  monstruos  ocupan  los  campos  tróvanos,  se 
les  ve  avanzar  con  los  ojos  ardientes,  rojos  de  sangre  i  de 
fuego;  los  dardos  rápidos  de  sus  lenguas  lamen  silbando  sus 
gargantas  entreabiertas.  A  su  vista,  nosotros  huimos  páli- 
dos de  terror.  Los  monstruos  siempre  de  frente  i  sin  des- 
viarse en  su  camino,  van  derecho  sobre  Laocoon.  Primero 
abrazan  con  sus  flexibles  anillos  a  los  dos  hijos  del  gran  sa- 
cerdote, los  desgarran  con  sus  mordeduras  i  se  hartan  con 
sus  miembros.  Laocoon,  con  la  espadaen  la  mano,  vuela  en 
socorro  de*sus  hijos  los  dragones  lo  toman  a  él  mismo  i  lo 
encadenan  con  sus  tortuosos  pliegues.  Ya  lo  han  abrazado 
dos  veces  por  la  mitad  del  cuerpo,  dos  veces  han  estrechado 
sus  escamosos  anillos  alrededor  de  él,  i  sin  embargo  sus 
frentes  chispeantes  i  sus  crestas  soberbias  se  elevan  todavía 
mas  arriba  de  la  cabeza  de  Laocoon.  En  vano,  este  desgra- 
ciado padre  se  empeña  por  arrancar  con  sus  dos  manos  los 
nudos  que  lo  rodean:  una  sangre  corrompida  i  un  negro 
veneno  inundan  las  vendas  sagradas  que  ciñen  su  cabeza. 
Al  mismo  tiempo,  lanza  hacia  el  cielo  clamores  horribles, 
como  los  mujidos  de  un  toro  que,  herido  porelsacrificador, 
se  escapa  del  altar  i  arroja  de  su  cuello  el  hacha  insegura. 
Entonces  los  dos  dragones  se  lanzan  con  gran  rapidez  ha- 
cia el  templo  de  Minerva;  entran  a  la  cindadela  de  la  cruel 
diosa,  i  se  ocultan  a  sus  pies  bajo  la  órbita  de  su   escudo". 


*'La  aprobación  de  los  siglos  ha  consagrado  este  episo- 
dio. Jamas  se  llevó  mas  lejos  el  arte  de  pintar  i  de  producir 
una  ilusión  completa.  Es  menestar  el  socorro  de  la  reflexión 
para  acordarse  del  poeta,  porque  los  ojos,  la  atención,  el 
pensamiento  están  vigorosamente  ocupados  por  la  situa- 
ción. No  es  éste  una  narración  o  un  cuadro;  es  una  serie  de 
escenas  terribles  i  conmovedoras  que  pasan  en  nuestra  pre- 
sencia. 

"Hemos  visto  partir  deTénedos  a  los  dos  monstruos  en- 
viados por  Palas.  Su  primer  aspecto  tan  espantoso  aun  a 
la  distancia  que  los  agranda  ante  los  ojos  de  laimajinacion, 
sus  formas  que  pertenecen  a  una  naturaleza  desconocida, 


400  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

SU  talla  desmesurada,  sus  crestas  del  color  de  la  sangre  con 
que  se  alimentan,  el  ruido  con  que  hacen  resonar  las  olas 
espumosas,  todo  anuncia  en  ellos  a  los  ajentes  de  una  ven- 
ganza del  cielo.  La  calma  de  las  olas  aumenta  el  terror  que 
inspiran  los  dragones;  el  efecto  de  la  escena  habria  desapa- 
recido o  se  habria  debilitado  mucho  si  el  poeta  los  hubiese 
hecho  arrojar  sobre  la  ribera  por  una  tempestad.  Era  me- 
nester que  los  troyanos  pudiesen  contemplarlos  i  hartarse 
con  el  espectáculo  que  causaba  su  espanto.  Este  crece  por 
grados  siguiendo  todos  los  movimientos  de  los  monstruos 
sobre  las  aguas.  Se  acercan.  Sus  ojos  lanzan  relámpagos 
siniestros  como  los  que  preceden  al  rayo:  anuncian  la  des- 
gracia que  se  prepara.  Los  horribles  silbidos  que  redoblan 
sus  lenguas  ávidas  de  beber  sangre  que  han  venido  a  bus- 
car desde  tan  lejos,  son  la  señal  de  fuga  para  los  mas  intré- 
pidos. Laocoon,  sea  por  confianza  en  los  dioses,  sea  por 
respeto  al  ministerio  augusto  que  entonces  desempeñaba, 
sea  por  inspiración  del  amor  paterno,  queda  solo  con  sus 
hijos  en  presencia  de  la  muerte.  Todas  estas  circunstancias, 
tan  hábilmente  encadenadas,  son  mui  aparentes  para  con- 
mover a  la  muchedumbre;  pero  la  marcha  firme  de  las  ser- 
pientes hacia  el  gran  sacerdote,  asegurando  a  cada  cual 
sobre  sus  propios  peligros,  viene  a  ser  para  todos  la  señal 
manifiesta  de  la  cólera  divina.  Laocoon  es  la  víctima  esco- 
jida  por  el  cielo;  hé  ahí  lo  que  piensa  el  ejército  entero. 

"Sigamos  la  admirable  gradación  que  el  pintor  ha  obser- 
vado en  el  resto  del  cuadro.  Los  reptiles  abrazan  primero 
a  los  dos  hijos  de  Laocoon;  este  desgraciado  padre  se  sien- 
te ya  morir  en  lo  que  tiene  de  mas  caro  en  el  mundo;  sin 
embargo,  vuela  al  Svicorro  de  sus  hijos:  tal  es  el  primer  mo- 
vimiento de  la  naturaleza.  Pero  inmediatamente  encade- 
nado él  mismo  por  esos  monstruos,  ve  sus  cabezas  sangrien- 
tas dominar  la  suya  i  la  de  sus  hijos,  inocentes  víctimas, 
que  no  pudiendo  tender  sus  brazos  a  su  padre,  vuelven 
hacia  él  sus  dolorosas  i  últimas  miradas.  Todos  los  sufri- 
mientos del  cuerpo,  todos  los  dolores  del  alma  se  agrupan 
sobre  él;  pero  él  se  estrecha  contra  ellos  i  se  esfuerza  en 
romper  los  invencibles  nudos  que  le  impiden  defender  a  sus 
hijos.  Este  espectáculo  nos  penetra  de  un  terror  que  hace 
que  nuestra  compasión  sea  muda;  i  detiene  nuestras  lágri- 
mas; estamos  demasiado  horrorizados  para  poder  llorar; 
aunque  cada  uno  de  los  gritos  del  gran  sacerdote  resuena 
en  nuestro  corazón.  Yirjilio  ha  descuidado  de  pintar  los 
últimos  momentos  del  sacrificador  i  de  su  familia:  ha  hecho 


ANÁLISIS    LITERARIO  401 


bien,  la  imájen  de  su  muerte  no  habría  sido  tan  espantosa 
como  el  aspecto  de  su  dolor  en  los  horribles  abrazos  de  los 
monstruos.  Hai  cosas  que  parecen  indispensables  al  vulgo 
i  que  el  talento  desecha  por  un  consejo  del  jenio. 

¿Qué  necesidad  habia  deque  la  comparación  del  gran  sa- 
cerdote con  el  toro  herido  que  huye  del  altar  i  sacude  el  ha- 
cha insegura  con  que  ha  sido  herido,  venga  a  interrumpir 
un  momento  el  placer  doloroso  de  un  terror  tan  profundo,  i 
a  desengañarnos  mostrándonos  al  poeta  tan  bien  oculto 
hasta  entonces?  Solo  un  escritor  podia  cometer  la  falta 
de  Virjilio;  jamas  un  testigo  de  la  escena,  de  cualquier  clase 
que  se  le  escoja,  habría  pensado  en  el  toro  del  secrificio  al 
trazar  los  últimos  sufrimientos  de  Laocoon.  La  compara- 
ción carece  de  nobleza,  de  oportunidad  i  de  verdad.  Se  po- 
dría decir,  continuando  el  paralelo  de  las  imájenes,  que 
Laocoon  ha  podido  salir  vivo  del  mas  cruel  de  los  supli- 
cios; pero  si  así  fuese,  este  desgraciado  padre  no  huirla;  ins- 
pirado por  el  amor  paterno,  vendría  a  exhalar  los  restos 
de  su  vida  cerca  de  sus  hijos  privados  de  luz. 

Casi  aflijidos  por  haber  encontrado  un  lunar  en  una 
creación  tan  admirable,  apresurémonos  a  añadir  que  la  re- 
tirada de  las  serpientes  que  se  refujian  bajo  la  órbita  del 
escudo  de  Palas,  termina  el  prodijio  i  pone  el  colmo  a  las 
impresiones  que  el  poeta  ha  querido  producir." 


TiSSOT,    1 
Estudios  sobre  Virjilio,  Eneida,  lib.  II. 


1  Pedro  Francisco  Tissot,  poeta  i  crítico  contemporáneo 
(1768  - 1854),  ha  hecho  un  análisis  tan  prolijo  como  concienzudo 
de  Virjiiio,  estudiando  detenidamente  cada  uno  de  sus  pasajes  i 
comparándolos  con  otro  de  los  poetas  antiguos  i  modernos,  en 
que  han  cantado  asuntos  análogos.  Los  jóvenes  encontrarán  en 
ese  libro  verdaderos  modelos  de  análisis  literario,  hechos  con  un 
buen  gusto  i  con  una  erudición  mui  distinguidos.  La  obra  de  Ti- 
ssot es  un  guía  excelente  para  aprender  a  apreciar  i  a  admirar  en 
su  conjunto  i  en  todos  sus  detalles  la  grandiosa  epopeya  latina. 
Aunque  ésta  ha  sido  el  objeto  de  otros  comentarios  notables  por 
el  saber  i  por  la  crítica,  los  Estudios  de  Tissot  enseñan  mas  que 
cualquier  otro  libro  la  interpretación  literaria  de  Virjilio^ 


TOMO  V  26 


402  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN   LITERARIA 

IX 
Un  fragmento  de  don  Quijote 

"No  es  fácil  fijarse  en  la  elección  de  un  episodio  del  Qui- 
jote. Todos  presentan  títulos  del  mejor  derecho:  i  como  en 
todos  puede  hallar  lugar  la  crítica,  yo  he  preferido  el  episo- 
dio del  caballero  del  verde  gabán,  como  le  llamaba  don 
Quijote,  por  ofrecer  un  ejemplo  de  hospitalidad  en  la  afa- 
bilidad, i  el  cortes  trato  de  don  Diego  de  Miranda  i  su  fa- 
milia. Este  trato  i  la  casa  de  don  Diego  pinta  Cervantes 
en  el  cap.  XVIII  de  la  II  parte,  de  esta  manera: 

"Halló  don  Quijote  ser  la  casa  de  don  Diego  de  Miranda, 
ancha  como  de  aldea;  las  armas,  empero,  aunque  de  pie- 
dra tosca,  encima  de  la  puerta  de  la  calle,  la  bodega  en  el 
patio,  la  cueva  en  el  portal,  i  muchas  tinajas  a  la  redonda, 
que  por  ser  del  Toboso  le  renovaron  las  memorias  de  su  en- 
cantada i  transformada  Dulcinea:  i  suspirando  i  sin  mirar 
lo  que  decia,  ni  delante  quién  estaba,  dijo: 

¡O  dulces  prendas   por  mi  mal  halladas! 
Dulces  i  alegres,  cuando  Dios  queria. 

¡O  tobosescas  tinajas,  que  me  habéis  traido  a  la  memoria 
la  dulce  prenda  de  mi  mayor  amargura!"  Cervantes  co- 
mienza, i  no  acaba  la  descripción  de  la  casa  de  don  Diego, 
porque  le  sale  al  paso  naturalmente  la  locura  de  don  Qui- 
jote; deteniendo  a  éste  el  objeto  en  que  su  exaltada  fantasía 
le  hace  olvidar  todo  lo  demás.  Tan  propio  como  es  este 
corte,  seria  impropia  una  descripción  completa;  porque  en 
un  asunto  de  no  mayor  importancia  hubiera  sido  fria  e  in- 
sulsa, como  lo  da  después  a  entender.  Si  es  de  alabar 
esta  economía,  no  es  para  recomendarse  la  propiedad  de 
los  términos,  i  aun  el  orden  de  la  descripción.  Decimos  de 
una  casa  que  es  grande,  o  espaciosa,  pero  no  ancha]  las  dos 
partículas  adversativas,  empero,  i  aunque  casi  de  igual 
naturaleza,  estarian  mejor  separadas  una  de  otra;  i  aun- 
que la  partícula  empero  en  la  idea  de  Cervantes  modifica  a 
la  sobrepuerta  o  fachada  de  la  casa,  como  para  denotar 
con  una  sola  palabra  la  vanidad  de  un  hidalgo  lugareño, 
por  su  posición  se  entiende  a  todos  los  particulares  que 
describe;  lo  cual  es  una  impropiedad. 

En  el  último  término  de  la  descripción  es  también  defec- 


ANÁLISIS    LITERARIO  403 


tuoso  el  orden.  El  portal  en  todas  las  casas  de  aquel  país 
está  antes  del  patio;  i  debió  notarse  primero  lo  que  prime- 
ro se  encuentra:  las  tinajas  estaban  a  la  ronda,  no  del  por- 
tal, sino  del  patio;  i  por  esto  debió  decir  **la  cueva  en  el 
portal,  la  bodega  en  el  patio,  i  muchas  tinajas  a  la  redon- 
da." Talvez  pudiera  añadirse  que  como  solo  en  el  primer 
miembro  de  la  descripción  hai  verbo  espreso  "halló  ser," 
falta  una  preposición  en  el  otro  para  que  no  se  suponga 
implícito  éste,  que  no  puede  cuadrarle;  pues  que  no  podre- 
mos decir:  "las  armas  empero....  ser  encima  de  la  puerta 
de  la  calle,  la  bodega  ser  en  el  patio,  la  cueva  ser  en  el  por- 
tal:" i  todo  se  remediaba  ríjendo  la  preposición  con  las 
armas,  la  bodega,  la  cueva  i  las  tinajas.  Para  no  omitir 
nada,  diré  que  como  el  relativo  que  recae  sobre  las  tinajas, 
hubiera  habido  mas  unión  i  rotundidad,  diciendo:  "i  a  la 
redonda  muchas  tinajas,  que  por  ser  del  Toboso  le  renova- 
ron las  memorias  de  su  encantada  i  transformada  Dulci- 
nea." En  el  mismo  punto  en  que  desaparecen  los  descuidos 
de  estilo,  comienzan,  las  bellezas  de  su  locución.  Los  dos 
epítetos  encantada  i  transformada,  son  aquí  mui  felices, 
espresando  un  acaecimiento  terrible  para  el  enamorado 
corazón  de  don  Quijote,  que  para  él  solo  vio  tan  principal 
señora  mudada  en  una  labradora  pobre.  Al  tropezar  su 
vista  con  tan  tristes  recuerdos,  suspirando  i  sin  mirar  lo 
que  decia,  ni  delante  de  quién  estaba,  dijo: 

"¡O  dulces  prendas  por  mi  mal  halladas! 
Dulces  i  alegres,  cuando  Dios  quería. 

¡O  tobosescas  tinajas,  que  me  habéis  traido  a  la  memo- 
ria la  dulce  prenda  de  mi  mayor  amargura!"  Los  dos  ver- 
sos de  Garcilaso  vienen  aquí  mui  bien  para  caracterizar  a 
don  Quijote;  a  quien  leyendas  de  historias  caballerescas,  i 
de  poesías  tenian  rematado  el  juicio;  i  la  esclamacion  con 
que  los  perifrasea,  es  bella  por  el  antítesis,  i  por  la  esten- 
sion  i  rotundidad  del  período.  Las  observaciones  que  me 
han  ocurrido  al  examinar  este  primer  trozo  muestran  cla- 
ramente, que  se  pueden  hallar  muchos  descuidos  en  las 
obras  de  un  escritor  injenioso  i  de  distinguidos  talentos.  I 
aunque  las  bellezas  pueden  ser  tantas,  que  a  pesar  de  estos 
descuidos  el  estilo  sea  agradaííle  en  el  todo,  bueno  es  que 
todo  escritor  evite  en  cuanto  pueda  descuidos  de  cualquiera 
clase. 

"Oyóle  decir  esto  el  estudiante  poeta,  hijo  de  don  Diego, 


404  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


que  con  su  madre  había  salido  a  recibirle;  i  madre  i  hijo 
quedaron  suspensos  de  ver  la  estraña  ñgura  de  don  Qui- 
jote." Estraña  figura  hace  también  en  esta  sentencia  aquel 
"oyóle  decir  esto;"  porque  huelga  enteramente  en  ella:  la 
suspensión  del  estudiante  poeta,  hijo  de  don  Diego,  que  con 
su  madre  habia  salido  a  recibir  a  don  Quijote,  no  se  dice 
que  fué  por  haberle  oido  aquellos  versos  i  aquella  esclama- 
cion  sentida,  sino  por  haber  visto  su  estraña  figura.  Bien 
se  deja  entender  que  en  el  estudiante  poeta  haria  otra  sen- 
sación que  en  su  madre  lo  que  uno  i  otro  i  cuantos  a  la  vis- 
ta estaban,  oirían  a  don  Quijote:  pero  por  entonces  no  era 
del  caso  indicar  nada  de  esto;  puesto  que  aun  no  habia  pa- 
sado, como  suele  decirse,  del  umbral  don  Quijote. 

"El  cual  apeándose  de  Rocinante  fué  con  mucha  cortesía 
a  pedirle  las  manos  para  besárselas."  No  se  sabe  a  quién 
fué  a  pedirle  las  manos:  porque  estaban  allí  el  estudiante 
poeta  i  su  madre,  que  habian  quedado  suspensos  al  ver  su 
estraña  figura. 

"I  don  Diego  dijo:  recibid,  señora,  con  vuestro  sólito 
agrado  al  señor  don  Quijote  de  la  Mancha,  que  es  el  que 
tenéis  delante,  andante  caballero,  i  el  mas  vaHente  i  el  mas 
discreto  que  tiene  el  mundo."  Don  Diego  que,  desde  su  en- 
cuentro con  don  Quijote,  habia  estado  todo  atento  a 
mirar  i  notar  sus  hechos  i  palabras,  i  que  por  esto  i  por  la 
confesión  misma  de  don  Quijote  lo  tenia  por  un  hombre 
disparatado  i  loco,  i  habia  ya  conocido  el  pié  de  que  cojea- 
ba, debió  presentarlo  a  su  esposa  según  el  humor  que  en  él 
se  advertia:  por  esto,  i  porque  al  cabo  era  un  hidalgo  el 
que  presentaba  a  su  esposa  a  don  Quijote,  conformándose 
con  el  estilo  caballeresco,  dijo  mui  bien:  "Recibid,  señora, 
con  vuestro  sólito  agrado  al  señor  don  Quijote  de  la 
Mancha,  que  es  el  que  tenéis  delante."  Siéntese  también 
alguna  gracia  por  el  sabor  a  las  maneras  de  este  mismo  es- 
tilo en  la  inversión  de  andante  caballero,  i  la  posición  del 
epíteto  inmediato  a  la  partícula  delante.  Pero  donde  se 
descubre  mas  filosofía  es  en  la  repetición  del  artículo,  califi- 
cando a  su  huésped  de  el  mas  valiente  i  el  mas  discreto 
que  tiene  el  mundo.  Como  la  valentía  se  distingue  entera- 
mente de  la  discreción,  i  a  veces  contrasta  con  ella,  no  dijo 
el  mas  valiente  i  discreto:  ni  se  contentó  con  decir  el  mas 
valiente  i  mas  discreto:  sino  que  para  denotar  fuertemente 
dos  calidades  a  veces  encontradas,  que  se  reunian  en  alto 
grado  en  su  huésped,  cargó  sobre  el  artículo,  haciendo  con 


ANÁLISIS    LITERARIO  405 


esto  parar  la  atención  de  doña  Cristina  en  cada  una  de  las 
prendas,  que  se  hacian  tan  singular  a  don  Quijote. 

"La  señora,  que  doña  Cristina  se  llamaba,  lo  recibió  con 
muestras  de  mucho  amor  i  cortesía:  i  don  Quijote  se  le  ofre- 
ció con  asaz  de  discretas  i  comedidas  razones."  A  primera 
vista  se  advierte  haber  puesto  equivocadamente  Cervantes 
un  caso  por  otro;  el  dativo  por  el  acusativo;  pues  cualquie- 
ra conoce  que  debió  decir:  "La  señora  lo  recibió;"  i  si  hu- 
biese quien  dudase  de  esto,  o  lo  tuviere  a  nimiedad,  vea  el 
sentido  vago  i  aun  torpe  que  haria  el  segundo  miembro  del 
periodo,  si  en  lugar  de  decir:  "i  don  Quijote  se  le  ofreció," 
hubiera  dicho  se  lo  ofreció.  Aquí  don  Quijote  se  ofreció  a  sí 
mismo  a  doña  Cristina;  i  el  pronombre  debió  estar  como 
está  en  dativo:  allí  doña  Cristina  recibió  a  don  Quijote  con 
mucho  amor  i  cortesía,  i  por  consiguiente  debió  estar  en 
acusativo." 


José  Luis  Munárriz 


1  Munárriz,  que  fué  miembro  de  la  Academia  española,  tradujo 
al  castellano  1^  Lecciones  sobre  la  retórica  i  las  bellas  letras  de 
Hugo  Blair;  i  reemplazó  las  lecciones  XX  i  XXI  del  orijinal  en  que 
el  autor  analiza  el  estilo  de  algunos  de  los  mas  ilustres  escritores 
ingleses,  por  otras  en  que  el  traductor  estudia  el  estilo  de  Cervan- 
tes i  de  don  Diego  Saavedra  Fajardo.  Las  observaciones  de  Muná- 
rriz, aunque  algo  difusas,  son  jeneralmente  juiciosas,  si  bien  a  ve> 
ees  pecan  de  purismo  o  incurre  en  algunos  errores.  Así,  por  ejem- 
plo, critica  a  Cervantes  el  empleo  del  relativo  quien  como  repro- 
ductivo de  un  plural,  sin  haberse  fijado  en  que  los  escritores  espa- 
ñoles hasta  principios  del  siglo  XVII  emplearon  a  quien  como  in- 
declinable, i,  como  hemos  dicho  en  otra  parte,  servia  indiferente- 
mente para  reproducir  el  singular  i  el  plural. 


40()  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

X 

El  Satanás  de  Milton 

{Paraíso  Perdido,  fragmentos  de  los  libros  I  i  lY)  i 

"El  Dante  i  el  Taso  pintaron,  antes  que  el  poeta  ingles,  al 
monarca  del  infierno.  La  imajinacion  del  Dante,  agotada 
por  nueve  círculos  de  tormento,  hizo  de  Satanás  un  mons- 
truo abominable,  aherrojado  en  el  centro  de  la  tierra,  mien- 
tras el  Taso  lo  hizo  ridículo  al  armarle  de  cuernos.  Arras- 
trado por  estas  autoridades,  Milton  tuvo  por  un  momento 
el  mal  gusto  de  fijar  dimensiones  a  su  Satanás;  pero  en  ver- 
dad que  se  levanta  de  su  caida  de  una  manera  sublime.  Es- 
cuchad al  príncipe  de  las  tinieblas  esclamar,  en  la  cumbre 
de  la  montaña  de  fuego  desde  donde  por  vez  primera  con- 
templa su  imperio. 

";  Adiós,  campos  afortunados,  mansión  de  las  eternas  ale- 
grías! ¡Horrores!  ¡yo  os  saludo!  ¡Yo  te  saludo  mundo  infer- 
nal! ¡Abismo!  ¡recibe  a  tu  nuevo  monarca,  que  te  trae  un 
espíritu  que  ni  los  tiempos  ni  los  lugares  cambiarán  jamas! 
A  lo  menos,  aquí  seremos  libres,  aquí  reinaremos!  ¡El  rei- 
nar, aun  en  los  infiernos,  es  digno  de  mi  ambición! 

¡Qué  modo  de  tomar  posesión  en  los  abismos  del  infierno! 

Habiéndose  congregado  el  consejo  infernal,  el  poeta  re- 
presenta a  Satanás  en  medio  de  su  senado: 

"Sus  formas  conservaban  parte  de  su  primitiva  majes- 
tad; no  parecia  un  arcánjel  caido,  sino  una  gloria  algo  os- 
curecida, como  cuando  el  sol  en  su  oriente  lanza  un  rayo 
horizontal  al  través  de  las  nieblas  de  la  mañana;  o  como 
cuando  en  un  eclipse,  oculto  este  astro  detras  de  la  luna, 
derrama  sobre  la  mitad  de  los  pueblos  un  crepúsculo  funes- 
to i  atormenta  a  los  reyes  con  el  temor  de  terribles  revo- 
luciones. Tal  parece  el  arcánjel;  aunque  oscurecido,  brilla- 
ba sobre  sus  compañeros  de  caida;  no  obstante,  su  frente 
se  mostraba  cicatrizada  por  el  rayo,  i  las  amarguras  eran 
ya  muí  antiguas  en  sus  pálidas  mejillas." 

Acabemos  de  conocer  el  carácter  de  Satanás.  Habiendo 
huido  del  infierno,  llega  a  la  tierra,  i  sintiéndose  poseido  de 
negra  desesperación  al  contemplar  las  maravillas  del  uni- 
verso, apostrofa  en  estos  términos  al  sol: 

"¡Oh  tú,  que  coronado  de  inmensa  gloria,  dejas  caer  tus 
miradas  desde  lo  alto  de  tu  solitaria  dominación,  cual  Dios 


i  Véase  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  VI,  §  6. 


ANÁLISIS    LITERARIO  407 


de  este  nuevo  universo:  tú,  en  cuya  presencia  las  estrellas 
se  ocultan  humilladas,  yo  elevo  una  voz  hacia  tí;  no,  empe- 
ro, una  voz  amiga:  no  pronuncio  tu  nombre,  ¡oh  sol!  sino 
para  decirte  cuan  odiosos  me  son  tus  rayos.  ¡Ah,  ellos  me  re 
recuerdan  la  altura  de  que  he  sido  despeñado,  i  cuan  glorioso 
brillaba  un  dia,  viendo  tu  esfera  jirar  a  mis  pies!  El  orgullo 
i  la  ambición  me  han  precipitado,  pues  me  atreví  a  decla- 
rar la  guerra  al  Rei  del  cielo,  en  el  cielo  mismo.  I  en  verdad 
que  no  merecia  tan  desleal  recompensa,  pues  me  habia  he- 
cho todo  lo  que  era  en  una  elevada  jerarquía 

Colocado  a  tanta  altura,  me  negué  a  la  obediencia,  pues 
creí  que  un  paso  mas  me  llevaria  al  rango  supremo,  i  me 
descargaría  en  un  momento  de  la  inmensa  deuda  de  una 
gratitud  eterna.  ¡Oh!  ¿Por  qué  su  omnipotente  voluntad 
no  me  creó  en  la  categoría  de  algún  ánjel  inferior?  Feliz  se- 
ria aun,  pues  mi   ambición  no   se  habria   alimentado  con 

una  ambición  ilimitada Miserable!   ¿Dónde  huiré  de  una 

cólera  infinita  i  de  una  infinita  deseperacion?    til   infierno 

me  acompaña  a  todas  partes,  yo  mismo  soi  el   infierno 

¡Oh  Dios!  ¡mitiga  tus  golpes!  ¿No  has  dejado  algún  camino 
al  arrepentimiento  i  a  la  misericordia,  fuera  de  la  obedien- 
cia? ¡La  obedencia!  El  orgullo  me  prohibe  pronunciar  esta 
palabra,  que  me  avergonzaria  ante  los  espíritus  del  abis- 
mo. No  les  seduje  por  medio  de  promesas  de  su  misión, 
cuando  me  atreví  a  ofrecerles  que  avallasaria  al  Omnipo- 
tente. ¡Ah!  Mientras  me  adoran  en  el  trono  de  los  infiernos, 
ignoran  cuan  caras  pago  aquellas  palabras  soberbias,  i 
cuanto  jimo  interiormente  bajo  el  peso  de  mis  dolores 

Pero,  ¿i  si  me  arrepintiese,  o  si  por  un  rasgo  de  la  gracia 
divina,  reconquistase  mi  primitiva  condición? Una  cla- 
se elevada  volvería  a  excitarme  en  breve  ambiciosos  propó- 
sitos, i  los  juramentos  deuna  finjida  sumisión  no  tardarían 
en  ser  desmentidos.  El  tirano  lo  sabe  i  está  tan  lejos  de 
concederme  la  paz,  cuanto  yo  lo  estoi  de  pedirle  gracia. 
¡Adiós,  pues,  esperanza,  adiós,  temor  e  importunos  remor- 
dimientos! todo  está  perdido  para  mí.. ..¡Mal,  sé  tú  mi  úni- 
co bien!  A  lo  menos,  merced  a  tí,  compartiré  el  imperio  con 
el  rei  del  cielo,  i  aun  tal  vez  reinaré  sobre  mas  de  la  mitad 
de  universo,  como  lo  echarán  de  ver  en  breve  el  hombre  i 
este  nuevo  mundo." 

Por  grande  que  sea  nuestra  admiración  por  Homero,  de- 
bemos confesar  que  nada  puede  compararse  con  este  pasa- 
je de  Milton.  Cuando  a  la  grandeza  del  asunto,  a  la  her- 
mosura de  la  poesía  i  a  la  natural  elevación  de  los  persona- 


40S  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


jes  se  añade  un  conocimiento  tan  profundo  de  las  pasiones, 
nada  mas  debe  exijirse  al  jenio.  Satanás,  arrepintiéndose 
a  la  vista  de  la  luz  que  detesta,  porque  recuerda  cuan  supe- 
rior le  ha  sido;  deseando  luego  haber  sido  creado  en  mas 
humilde  jerarquía;  endureciéndose  después  en  el  crimen  por 
orgullo,  por  vergüenza,  i  hasta  por  desconfianza  de  su  ca- 
rácter ambicioso;  i  por  último,  encargándose  del  imperio 
del  mal  durante  toda  una  eternidad,  por  único  fruto  de 
sus  reflecciones,  i  como  para  espiar  un  momento  de  arre- 
pentimiento; hé  aquí  ciertamente  si  no  nos  equivocamos, 
una  de  las  mas  sublimes  i  patéticas  concepciones  que  ha 
brotado  en  tiempo  alguno  el  cerebro  de  un  poeta." 

Chateaubriand, 
Jenio  del  cristianismo,  part.  II,  lib.  IV,  cap.  IX. 


XI 


Causas  de  la  decadencia  i  grrandeza  de  los  Romanos, 
por  Montesquieu 

"Cuando  la  dominación  de  Roma  estaba  limitada  a  la 
Italia,  la  república  podia  subsistir  fácilmente.  Todo  solda- 
do era  igualmente  ciudadano,  cada  cónsul  levantaba  un 
ejército,  i  otros  ciudadanos  iban  a  la  guerra  bajo  el  mando 
de  aquel  que  les  sucedia. 

*'Como  el  número  de  las  tropas  no  era  excesivo,  había 
cuidado  de  no  recibir  en  la  milicia  mas  que  a  personas  que 
poseyesen  algunos  bienes  para  que  tuviesen  interés  en  la 
conservación  de  la  ciudad.  En  fin,  el  senado  vijilaba  de  cer- 
ca la  conducta  de  los  jenerales  i  les  quitaba  el  pensamiento 
de  hacer  algo  contra  su  deber.  Pero  cuando  las  lejiones  pa- 
saron los  Alpes  i  el  mar,  los  soldados,  a  quienes  era  nece- 
sario dejar  durante  muchas  campañas  en  los  paises  que  se 
quería  someter,  perdieron  poco  a  poco  el  espíritu  de  ciuda- 
danos; i  los  jenerales  que  dispusieron  de  los  ejércitos  i  de  los 
reinos,  sintieron  su  fuerza  i  ya  no  pudieron  obedecer.  Los 
soldados  comenzaron  pues  ano  reconocer  mas  que  a  sus  je- 


ANÁLISIS    LITERARIO  400 


nerales,  a  fundar  todas  sus  esperanzas  en  ellos  i  a  ver  mas 
lejos  la  ciudad.  Dejaron  de  ser  soldados  de  la  república 
para  serlo  de  Sila,  de  Mario,  de  Pompeyo,  de  César;  Roma 
no  pudo  ya  saber  si  el  que  estaba  a  la  cabeza  de  un  ejército 
en  una  provincia  era  su  jeneral  o  su  enemigo. 

'^Mientras  el  pueblo  romano  no  fué  corrompido  mas  que 
por  sus  tribunos,  a  quienes  no  podia  concederles  mas  que 
su  propio  poder,  el  senado  pudo  defenderse  con  facilidad, 
porque  trabajaba  constantemente,  en  vez  de  que  el  popula- 
cho pasaba  de  la  estremidad  del  ardor  a  la  estrema  debili- 
dad; pero  cuando  el  pueblo  pudo  dar  a  sus  favoritos  una 
formidable  autoridad  en  el  esterior,  toda  la  prudencia  del 
senado  se  hizo  inútil,  i  la  república  fué  perdida." 

Bs  menester  observar  en  este  estilo  la  dignidad,  el  fondo, 
la  penetración  i  ese  poder  de  pensamiento  que  parece  con- 
densarse en  cada  espresion  hasta  llegar  a  ser  inseparable 
de  ella.  Todo  lo  anterior  puede  reducirse  a  esta  doble  idea: 

1*^  Roma,  antes  que  hubiese  salido  de  Italia,  tenia  sus 
ejércitos  disciplinados; 

2"  Roma,  desparramada  mas  allá  de  las  mares,  no  te- 
nia mas  que  ejércitos  independientes  de  las  leyes  de  la  re 
pública,  que  pertenecian  a  sus  propios  jefes,  i  prontos  a 
convertirse  en  sus  manos  en  instrumentos  de  tiranía;  de  ahí 
el  abatimiento  del  senado  delante  de  los  favoritos  del  pue- 
blo sostenidos  por  los  ejércitos. 

Examínese  todo  el  detalle  de  las  frases  que  desenvuelven 
este  tema,  i  se  encontrará  un  tejido  firme,  apretado,  de 
mallas  de  acero,  que  no  se  doblegan,  de  suerte  que  cada 
proposición  robustece  a  la  precedente,  i  a  su  vez  es  soste- 
nida i  sostiene  a  la  que  se  sigue: — ''Los  jcnerales  que  dispu- 
sieron de  los  ejércitos  i  de  los  reinos,  sintieron  su  fuerza  i 
ya  no  pudieron  obedecer."  Hai  algo  de  delicado  al  mismo 
tiempo  que  de  vigoroso  en  este  último  rasgo;  basta  sentir 
su  fuerza  para  que  un  poder  irresistible  impida  obedecer. 
I  en  esta  otra  frase:  ^'Cuando  el  pueblo  pudo  dar  a  sus 
favoritos,  etc.",  se  ve  la  ruptura  de  equilibrio  del  pueblo  i 
del  senado;  i  esto  está  espresado  de  una  manera  tan  clara, 
que  la  conclusión  "la  república  fué  perdida"  no  tiene  nada 
de  sorprendente. — Prosigamos. 

**Lo  que  hace  qne  los  estados  libres  duren  menos  que 
los  otros,  es  que  las  desgracias  i  los  triunfos  les  hacen  casi 
siempre  perder  la  libertad,  en  lugar  de  que  los  triunfos  i  las 
desgracias  de  un  estado  en  que  el    pueblo  está  sometido, 


410  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITEiíARIA 

afirman  igualmente  su  servidumbre.  Una  república  sabia 
no  debe  aventurar  nada  que  la  esponga  a  la  buena  o  mala 
fortuna;  el  único  bien  a  que  debe  aspirar,  es  la  perpetuidad 
de  su  estado. 

"Si  la  grandeza  del  imperio  perdió  la  república,  la  gran- 
deza de  la  ciudad  no  la  perdió  menos.  Roma  habia  some- 
tido todo  el  universo  con  el  auxilio  de  los  pueblos  de  Ita- 
lia, a  los  ouales  habia  dado  en  diferentes  tiempos  diversos 
privilejios.  La  mayor  parte  de  esos  pueblos  no  se  habia 
cuidado  mucho  del  derecho  de  ciudadanía  romana,  i  algu- 
nos prefirieron  guardar  sus  usos.  Pero  cuando  este  derecho 
fué  el  de  la  soberanía  universal;  cuando  no  se  era  nada  si 
no  se  era  ciudadano  romano,  i  cuando  con  este  título  se 
era  todo,  los  pueblos  de  Italia  resolvieron  perecer  o  ser  ro- 
manos; no  pudiendo  conseguir  su  objeto  con  ruegos,  toma- 
ron las  armas;  se  sublevaron  toda  esa  parte  que  mira  al 
mar  jónico;  los  otros  aliados  iban  a  seguirlos;  Roma,  obli- 
gada a  combatir  contra  los  que  eran,  por  decirlo  así,  las 
manos  con  que  encadenaba  a  todo  el  universo,  estaba  per- 
dida, iba  a  ser  reducida  a  sus  murallas:  concedió  este  dere- 
cho tan  deseado  a  los  aliados  que  siempre  habían  sido 
fieles,  i  poco  a  poco  lo  concedió  a  todos." 

La  filosofía,  la  política  de  la  historia,  en  las  obras  que 
le  son  consagradas,  proceden  haciendo  alternar  los  princi- 
pios abstractos  i  las  aplicaciones  puramente  históricas. 
Montesquieu  acaba  de  plantear  el  principio,  en  apariencia 
paradojal,  de  que  las  repúblicas  no  pueden  tener  impune- 
mente grandes  triunfos  i  grandes  reveses;  los  reveses  ma- 
tan, los  triunfos  corrompen.  Planteado  este  principio,  el 
autor  que  ha  demostrado  ya  en  la  grandeza  de  los  ejércitos 
i  la  independencia  de  los  jenerales,  una  causa  de  ruina  para 
la  república,  insiste  en  la  prosperidad  de  esta  misma  repú- 
blica como  causa  mayor  de  su  caida.  Todo  el  pasaje  si- 
guiente, en  que  el  autor  prueba  históricamente  su  tesis,  es 
mui  hermoso,  lleno  de  hechos  i  concluyente.  Bl  pensamien- 
to que  reina  en  él  es  la  lucha  de  Roma  contra  todas  las  na- 
ciones italianas  que  quieren  el  derecho  de  ciudadanía 
romana  para  participar  de  la  dominación  universal,  que 
era  el  patrimonio  de  los  romanos.  Roma  se  hace  arrancar 
este  derecho  poco  a  poco,  lo  concede  primero  a  los  aliados 
i  después  a  todos.  Una  imájen  maravillosamente  vigorosa 
i  nueva,  es  aquella  de  Roma,  "obligada  a  combatir  contra 


ANÁLISIS    LITERARIO  411 


aquellos  que  eran,  por  decirlo  así,  las  manos  con  que  enca- 
denaba al  universo." 

Mazuke,   1 
Manual  de  análisis  literario,  cap.  XI. 


TEMAS  DE  EJERCICIOS 


Adioses  de  Héctor  1  de  Andrómaca 

"Héctor  sale  inmediatamente  de  su  palacio,  i  recorriendo 
las  calles,  llega  al  través  de  la  gran  ciudad  a  las  puertas  de 
See,  por  donde  debe  salir  a  la  llanura.  Entonces  corre  a  su 
encuentro  su  esposa.  Andrómaca.  Acompáñala  una  sirvien- 
te llevando  en  su  seno  al  tierno  niño  que  no  habla  todavía, 
vastago  querido,  hermoso  como  la  estrella  mas  brillante. 
Al  ver  a  su  hijo,  el  héroe  se  sonrie  en  silencio,  mientras  que 
Andrómaca,  deshaciéndose  en  lágrimas,  se  acerca  le  toma 
la  mano  i  esclama: 

"Cruel,  tu  valor  te  perderá;  no  tienes  compasión  de  tu 
hijo,  ni  de  mí,  desgraciada,  que  en  breve  seré  viuda,  porque 
los  griegos  no  tardarán  en  matarte  atacándote  todos  jun- 
tos. ¡Valdria  mas  bajar  a  la  tumbacuando  te  haya  perdido! 
No  me  quedará  ningún  placer  cuando  hayas  sufrido  tu  suer- 
te, pero  sí  me  quedará  la  aflicción:  ya  he  perdido  a  mi  padre 
i  a  mi  augusta  madre.  El  divino  Aquíles,  después  de  haber 
devastado  la  ciudad  de  los  cilicios,  Tébas,  la  de  las  sober- 
bias puertas,  mató  a  mi  padre  Etion.  En  nuestros  palacios 
yo  tenia  siete  hermanos:  en  unsolodia  todos  fueron  precipi- 
tados a  la  mansión  de  Pluton.  El  impetuoso  Aquíles  los  in- 
moló cuando  guardaban  nuestros  toros  i  nuestras  blancas 
ovejas.  En  seguida,  condujo  aquí  a  mi  madre  con  todo  el 
botin;  i  se  le  dio  la  libertad  en  pago  de  presentes   infinitos, 

1  M.  Adolfo  Mazure,  profesor  i  literato  francés,  nacido  en  1800, 
es  autor  de  muchas  obras  de  filosofía,  de  historia  i  de  preceptos  i 
crítica  literaria.  El  Manual  de  que  tomamos  el  fragmento  que 
trascribimos  en  el  texto  es  un  libro  excelente  para  los  profesores  i 
alumnos  que  quieran  ejercitarse  en  el  análisis  literario. 


412  MANUAL   DE   COMPOSICIÓN   LITERARIA 

Diana  la  hirió  con  sus  flechas  en  el  palacio  paterno.  Héctor, 
tíí  eres  para  mí  mi  padre,  mi  madre  venerable,  mi  hermano 
i  mi  esposo.  Compadécete  de  Andrómaca,    defiéndete  desde 
lo  alto  de  nuestras  torres,  no  hagas  huérfano  a  tu  hijo  i 
viuda  a  tu  esposa.  Coloca  el  ejército  cerca  de  esa  higuera 
silvestre.  De  este  lado  sobretodo,  se  puede  escalar  laciudad; 
la  muralla  se  abaja,  i  tres  veces  los  mas  valientes   de  los 
griegos  han  intentado  el  asalto,  sea  que  un  hábil  adivino 
les  haya  dado  informes,  sea  que  los  haya  arrastrado  su 
propio  ardor." 
El  magnánimo  Héctor  le  responde  en  estos  términos: 
"Tus  pesares,  Andrómaca,  son  los  mios:  pero  yo  me  aver- 
gonzada delante  de  los  tróvanos  i  de  las  troyanas,  si  co- 
mo un  cobarde  evitase  las  batallas.  Mi  alma  por  otra  par- 
te se  resiste  a  ello.  ¿No  he  aprendido  a  conducirme  como 
valiente,  a  combatir  en  la  primera  fila,  para  conservar  la 
gloria  de  mi  padre  i  la  mia?  Sin  embargo,  mi  corazón,  mi 
razón  me  lo  dicen:  dia  vendrá  en  que  sucumbirán  la  santa 
Ilion,  i  Príamo,  i  el  pueblo  del  belicoso  Príamo.  Pero  el  dolor 
que  sufrirán  entonces  los  troyanos,  el  de  la  misma  Hécuba 
i  el  del  rei  mi  padre,  el  de  mis  hermanos  que,  tan  valientes  i 
tan  numerosos,  caerán  en  el  polvo  a  manos  de  los  enemi- 
gos, no  me  llegarán  tanto  al  corazón  como  tu  dolor,  cuan- 
do uno  de  los  griegos  te  lleve  bañada  en  lágrimas,  después 
de  haberte  arrebatado  la  libertad.  Entonces,  en  Argos,  tú 
dejarás  la  tela  para  otro;  con  el  corazón  lleno  de  amar- 
gura, tú  acarrearás  el  agua  de  la  fuente,  i  en  una  dura  ne- 
cesidad pesará  sobre  tí.   Entonces  el  pasajero  viendo  tus 
lágrimas  esclamará:  *'Hé  ahí  a  la  esposa  de  Héctor,  aquel 
que  entre  los  troyanos  sobre  salia  en    el  combate,  cuando 
alrededor  de  Ilion    se  dabanesas  grandes  batallas."  Tales 
serán  sus  palabras,  i  ellas  renovarán  tu  dolor,  porque  en- 
tonces no  tendrás  un  esposo  para  preservarte  de  la  esclavi- 
tud. ¡Ah,  ojalá  que  yo  esté  muerto  i  sepultado  bajo  la  tum- 
ba, antes  que  oiga  tus  gritos  cuando  tú  seas  arrastradas 
al  cautiverio!" 

Al  terminar  estas  palabras,  el  ilustre  Héctor  tiende  los 
brazos  para  tomar  a  su  hijo;  pero  el  niño  se  da  vuelta  i  se 
oculta  llorando  en  el  seno  de  su  nodriza:  turbado  por  el  as- 
pecto de  su  padre,  tiene  miedo  al  bronce  i  al  penacho  que 
ha  visto  flotar  terriblemente  en  la  cima  de  su  casco;  su  pa- 
dre i  su  augusta  madre  se  sonríen,  i  en  el  acto  el  héroe  qui- 
ta de  su  cabeza  el  casco  resplandeciente  i  lo  coloca  en 
la  tierra;  da  un  beso  a  su  hijo  querido,   lo  mece  en  sus 


ANÁLISIS    LITERARIO  413 


brazos  i  dirije  este  ruego  a  Júpiter  i  a  los  otros  dioses  in- 
mortales. 

''Júpiter  i  vosotras  divinidades,  concededme  que  este  niño, 
que  mi  hijo,  se  señale  como  yo  entre  los  troj^anos  que  sea 
como  yo,  fuerte,  i  que  reine  poderosamente  en  Ilion;  que  se 
diga  un  dia  cuando  vuelva  del  combate:  "Es  mas  valiente 
que  su  padre;"  que  recoja  los  despojos  ensangrentados  del 
enemigo  que  mate,  i  que  su  madre  se  regocije  en  su  alma." 

Después  de  esta  súplica,  coloca  el  niño  en  manos  de  su  es- 
posa querida,  que  lo  acerca  a  su  seno  perfumado  i  se  sonrie 
llorando.  El  héroe  conmovido  de  compasión,  la  acaricia 
con  la  mano  i  le  dice: 

"No  te  aflijas  por  mí,  amiga,  mia;  nadie  me  precipitará  a 
la  mansión  de  Pluton  antes  que  llegue  el  término  fatal. 
Pienso  que  nadie,  entre  los  humanos,  cobarde  o  valiente, 
desde  que  ha  visto  la  luz  del  dia,  puede  escapar  al  destino. 
Vuelve,  pues,  a  mi  palacio;  cuida  de  tus  trabajos,  del  huso 
i  de  los  tejidos,  distribuye  su  tarea  a  tus  mujeres.  Para  los 
hombres  nacidos  en  Ilion,  i  sobre  todo  para  mí,  están  re- 
servados los  peligros  de  la  guerra." 

Dice,  i  toma  su  casco  de  penacho  flotante.  Su  esposa  que- 
rida, mirando  hacia  atrás,  i  deshaciéndose  en  lágrimas, 
vuelve  al  palacio  de  Héctor.  En  breve  pasa  las  puertas  so- 
berbias, se  reúne  en  los  aposentos  interiores  a  sus  numero- 
sas sirvientes,  i  las  hace  prorrumpir  en  sollozos.  De  este 
modo,  en  la  mansión  de  Héctor  todavía  lleno  de  vida,  ellas 
lo  lloran  amargamente;  porque  no  esperan  que  vuelva  de 
esta  terrible  guerra,  salvándose  del  furor  i  del  brazo  délos 
griegos." 

Hombro,  i 
Ilíada^  canto  VI. 


II 
Muerte  de  Leandro  i  de  Hero 

(Hero  era  una  sacerdotisa  de  Venus,  que  servia  en  el  tem- 
plo de  Sestos,  en  la  ribera  europea  del  Helesponto  con  fre- 
cuencia su  esposo  prometido  Leandro,  saliendo  de  Abídos, 
atravesaba  a  nado  el  estrecho  para  ir  a  verla.) 

A  media  noche,  en  el  momento  en  que  las  olas  están  fu- 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit..  part.  I,  cap.  III,  §  4. 


414  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITJUKARIA 

riosamente  ajiladas  por  los  vientos,  en  que  todo  jime  bajo 
el  aliento  glacial,  en  que  las  olas,  violentamente  sacudidas, 
vienen  a  azotar  las  dos  riberas  del  estrecho.  Leandro,  arras- 
trado por  el  deseo  de  ver  una  vez  mas  a  su  tierna  esposa, 
se  precipita  a  nado  en  la  inquieta  superficie  de  las  ajjjuas. 
Pero  las  olas  corren  i  se  amontonan  i  parecen  querer  desa- 
fiar a  las  nubes:  los  vientos  se  declaran  una  g^uerra  encar- 
nizada con  que  resuena  el  espacio:  el  euro  comb?ite  al  céfiro: 
el  boreal  lanza  todo  su  poder  contra  el  noto:  los  abismos 
del  mar  resuenan  con  el  choque  espantoso  de  la  tempestad. 

Solo  i  desarmado  en  este  horrible  desorden,  Leandro  lla- 
ma en  su  ausilio  a  Venus,  la  hija  del  mar,  i  a  Neptuno,  el 
dios  de  las  tempestades;  invoca  al  mismo  Bóreas.  Pero  to- 
dos los  dioses  estaban  sordos  a  sus  ruegos,  ninguno  vino  a 
impedir  que  se  cumpliese  la  voluntad  del  destino.  El  desven- 
turado no  puede  resistir  ya  al  sacudimiento  de  las  olas, 
que  lo  arrastran  a  merced  de  su  capricho:  sus  pies  pierden 
la  elasticidad,  sus  brazos  agotados  se  resisten  a  hacer  nue- 
vos esfuerzos.  Ya  la  onda  amarga  penetra  en  su  boca  entre- 
abierta; el  desdichado  traga  el  funesto  brebaje;  entonces, 
los  vientos  desencadenados  soplan  i  estinguen  la  pérfida 
antorcha  ^,  i  ponen  un  término  a  la  vida  i  a  la  ternura  del 
desgraciado  Leandro. 

Sin  embargo,  Hero,  impaciente  por  la  vuelta  de  su  espo- 
so, permanece  con  la  vista  atentamente  fija  i  con  el  corazón 
destrozado  por  las  mas  sombrías  inquietudes.  La  aurora 
la  encuentra  esperando  aun:  ¡ah!  no  ha  percibido  nada:  por 
última  vez  recorre  con  la  vista  la  inmensa  llanura  de  las 
aguas,  para  ver  si  Leandro  estraviado,  no  viendo  brillar 
la  señal,  se  ha  perdido  en  el  dédalo  de  las  olas.  El  triste  ob- 
jeto que  reconoce  al  fin  abajo  de  la  torre,  es  el  cuerpo  de  su 
esposo  privado  de  vida,  de  Leandro,  a  quien  las  asperezas 
de  las  rocas  han  destrozado. Entonces,  desgárralos  magní- 
ficos vestidos  que  la  cubren,  lanza  un  grito  i  se  deja  caer  al 
pié  de  la  torre.  Hero  exhaló  así  el  último  suspiro  sobre  el 
cadáver  de  su  esposo,  i  quedaron  unidos  hasta  en  la  muerte. 

Museo  el  gramático,  2. 

Hero  i  Leandros 


1  La  antorcha  encendida  en  la  ribera  opuesta  para  que  le  sirviera 
de  guía. 

2  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Ut.,  part.  I,  cap.  III^  §  3. 


ANÁLISIS    LITERARIO  415 


III 

Niso  i  Euríalo 

(Cuenta  Virjilio  en  el  libro  IX  de  la  Eneida  que  habiendo 
desembarcado  los  troyanos  en  las  orillas  del  rio  Tíber,  i 
mientras  Eneas  habia  ido  a  buscar  a  Ev andró,  rei  de  los 
arcadios.  Turno,  soberano  de  los  rútulos,  fué  a  atacar  a 
los  invasores  en  su  campamento  atrincherado.  Entonces 
tuvo  lugar  el  suceso  que  trascribimos  en  seguida,  i  que  for 
ma  uno  de  los  episodios  mas  admirables  de  la  célebre  epo- 
peya). 

Guardaba  una  de  las  puertas  el  joven  Niso,  afamado  por 
su  valor  i  por  su  destreza  para  lanzar  los  venablos  i  las  fle- 
chas. A  su  lado  se  hallaba  su  compañero  Euríalo,  mas  jo- 
ven aun,  a  quien  nadie  sobrepujaba  en  belleza  éntrelos  tro- 
yanos. Unidos  con  una  estrecha  amistad,  ambos  corrian 
juntos  al  combate;  i  en  este  momentos  ambos  desempeña- 
ban el  mismo  deber  en  la  misma  puerta. 

Niso  dijo:  "¿Son  acaso  los  dioses,  Euríalo,  los  que  me 
inspiran  el  ardor  de  que  me  siento  inflamado,  o  soi  como 
tantos  otros  que  toman  como  una  inspiración  del  cielo  el 
entusiasmo  que  los  arrastra?  No  puedo  permanecer  tran 
quilo,  ardo  en  deseos  de  acometer  una  grande  empresa,  de 
hacer  frente  a  algún  peligro.  Ve  cuál  es  la  presuntuosa  ne- 
glijencia  délos  rútulos: en  su  campo  brillan  apenas  algunos 
fuegos  esparcidos;  están  sumidos  en  el  vino  i  en  el  sueño,  a 
lo  lejos  reina  un  profundo  silencio.  Oye  la  idea  que  me  ajita 
i  me  persigue.  La  vuelta  de  Eneas  es  aquí  el  objeto  de  todos 
los  deseos;  todos,  jefes  i  soldados,  piden  que  vaya  alguien 
o  informarle  de  nuestros  peligros  i  a  apresurar  su  vuelta. 
Si  me  prometen  las  recompensas  que  yo  pediré  para  tí,  por- 
que a  mí  me  basta  la  gloria,  me  parece  que  pasando  por  el 
pié  de  esos  collados,  encontraré  un  camino  que  me  lleve 
hasta  Palanteo". 

Sobrecojido  de  entusiasmo  al  oir  estas  palabras,  Euríalo 
responde  a  su  fogoso  amigo:  "¡I  yo!  Niso,  ¿rehusas  acaso 
asociarme  a  tus  jenerosos  proyectos?  Yo  no  dejaré  que  co- 
rras solo  tan  grandes  peligros;  ¡ah!  esas  no  son  las  leccio- 
nes ni  los  ejemplos  que  me  Ka  dado  mi  padre  durante  el 
sitio  de  nuestra  patria;  no  es  eso  lo  que  tú  me  has  visto 
hacer  desde  que  juntos  nos  hemos  asociado  a  los  nobles 
infortunios  de  Eneas.  Yo  también  tengo  un  corazón  que 


416  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

sabe  despreciar  la  vida;  i  yo  también  rescataré  con  mi  san 
gre  el  honor  a  que  aspiras". 

Niso  le  respondió:  "No,  yo  no  he  dudado  de  tí:  presérve- 
me el  cielo  de  ello.  ¡Ojalá  Júpiter  o  cualquiera  otro  dios  fa- 
vorable a  este  proyecto  me  traiga  triunfante  cerca  de  tí! 
Pero  tú  comprendes  que  esta  empresa  es  mui  peligrosa;  i  si 
alguna  casualidad  contraria,  si  alguna  divinidad  enemiga 
me  arrastra  a  la  desgracia,  quiero  al  menos  que  tú  me  so- 
brevivas: tú  eres  mas  joven,  i  tus  días  son  mas  preciosos 
aun.  Quiero  que  al  menos  haya  uno  que  quite  mi  cadáver  a 
los  enemigos,  o  que  los  rescate,  que  me  erija  una  tumba  i 
tribute  a  mis  cenizas  los  fimebres  honores.  Nó,  hijo,  no 
quiero  causar  tan  gran  dolor  a  tu  madre,  a  tu  madre  que 
solo  entre  todas  las  troyanas,  ha  desdeñado  el  asilo  ofreci- 
do por  Acestes  i  ha  querido  seguir  a  su  hijo". 

"Enríalo  replica:  "No  me  opones  mas  que  vanos  pretes- 
tos;  persisto.  Apresurémonos".  Despierta  a  los  soldados 
que  se  encargan  de  guardar  el  puesto,  i  ambos  se  dirijen  a 
la  tienda  de  Ascanio. 

Era  avanzada  la  noche:  era  la  hora  en  que  todos  los  seres 
animados  sumerjidos  en  el  sueño,  descansan  de  sus  traba- 
jos i  olvidan  sus  fatigas:  solo  los  jefes  de  los  troyanos  vela- 
ban aun:  en  medio  de  su  campamento,  deliberaban  sobre 
los  peligros  de  la  patria.  ¿Qué  hacer?  ¿Cómo  comunicarse 
con  Eneas?  Todos  están  de  pié,  apoyados  en  sus  largas  lan- 
zas i  con  el  escudo  al  brazo.  Niso  i  Enríalo  piden  que  se  les 
deje  entrar  porque  se  trata  de  un  asunto  mui  importante,  i 
los  momentos  son  preciosos.  Yulo  ',  el  primero,  los  recibe  i 
manda  a  Niso  que  hable 

Este  dijo:  "Escuchadnos  con  benevolencia  joh  jefes  de 
los  troyanos!  i  no  juzguéis  por  nuestra  edad  de  la  empresa 
que  venimos  a  proponeros.  En  el  campo  de  los  rútulos  rei- 
na un  profundo  silencio:  vencidos  por  el  vino,  son  presa  del 
sueño.  Tenemos  noticia  de  un  lugar  por  donde  es  posible 
atravesar  su  campamento:  está  cerca  de  la  puerta  mas  ve- 
cina al  mar  ahí  donde  el  camino  se  divide  en  dos.  Los  fue- 
gos de  su  campamento  están  casi  estinguidos,  i  arrojan  al 
aire  negras  humaredas:  si  nos  permitís  aprovecharnos  de 
esta  ocasión,  iremos  a  Palanteoi  pronto  veréis  a  Eneas  que 
vuelve,  cargado  de  sus  despojos  i  cubierto  con  su  sangre. 
No  tememos  estraviarnos:  en  nuestras  continuas  cacerías, 

1  Yulo  Ascanio,  a  quien  Virjilio  designa  con  cualquiera  de  estos 
nombres. 


ANÁLISIS    LITERARIO  417 


hemos  recorrido  todas  las  orillas  del  rio,  i  en  el  oscuro  ho- 
rizonte, mas  allá  de  los  valles,  hemos  divisado  los  alrede- 
dores de  la  ciudad". 

Al  oir  estas  palabras,  uno  de  los  jefes.  Alctes,  venerable 
por  su  edad  i  por  su  consumada  prudencia,  esclama:  '.'¡Oh 
dioses  de  nuestros  padres,  oh  dioses  protectores  de  Troya, 
vosotros  no  nos  haVjeis  condenado  a  perecer,  puesto  que 
nos  habéis  dado  jóvenes  de  un  corazón  tan  jeneroso  i  de  tan- 
ta intrepidez!"  I  al  pronunciar  estas  palabras,  estrechaba 
a  los  dos  entre  sus  brazos  i  bañaba  sus  rostros  con  sus  lá- 
grimas. "¡Qué  recompensas  se  pueden  ofrecer  que  sean  dig- 
nas de  vosotros!  ¡Ah!  la  mas.  hermosa  de  todas  está  en 
vuestra  propia  virtud:  os  la  darán  los  dioses  i  vuestra  pro- 
pia conciencia;  pero  no  faltarán  las  otras  recompensas:  es- 
peradlo todo  del  piadoso  Eneas  i  de  su  digno  hijo,  cuyo 
reconocimiento  por  semejante  servicio  será  eterno". 

"Si,  esclamó  Ascanio;  yo  que  no  espero  la  salvación  sino 
jen  la  vuelta  de  mi  padre,  yo  suplico  a  ambos  en  nombre  de 
los  dioses  protectores  de  la  familia  i  de  la  patria,  que  lla- 
méis a  mi  padre  para  poner  fin  a  nuestras  desgracias.  Mi 
esperanza,  mi  porvenir,  mi  vida,  todo  está  en  vuestras  ma- 
raos.  Yo  os  daré  dos  copas  de  plata  admirablemente  cince- 
ladas que  mi  padre  recibió  en  la  toma  de  Arisba,  dos  trípo- 
des, dos  grandes  talentos  de  oro,  i  la  antigua  taza  que  me 
obsequió  la  reina  Dido.  Mi  padre  os  dará  doce  esclavos 
escojidos,  doce  cautivos  con  sus  armas.  I  si  nosotros  nos 
hacemos  dueños  de  este  pais,  si  después  de  la  victoria  nos 
repartimos  a  la  suerte  del  botin,  el  caballo  que  monta  Tur- 
no, su  armadura  de  oro,  su  escudo,  ese  casco  con  un  pena- 
cho de  púrpura,  no  entrarán  en  el  reparto:  te  los  prometo 
a  tí,  Niso:  desde  ahora  míralos  como  tuyos.  Os  daremos 
ademas  el  territorio  que  pertenece  al  rei  latino.  I  a  tí, 
noble  niño,  cuya  edad  es  casi  igual  a  la  mia,  yo  te  doi  todo 
mi  c; razón:  desde  este  momento,  tú  serás  el  inseparable 
compañero  de  mi  vida;  jamas  buscaré  la  gloria  sin  tí;  en 
la  guerra,  en  la  paz,  serás  el  compañero  de  todas  mis  em- 
presas, el  confidente  de  todos  mis  pensamientos". 

Enríalo  responde:  "Ojalá  que  yo  no  desmienta  jamas  la 
esperanza  que  fundáis  en  mí,  si  al  menos  la  fortuna  me  fa- 
vorece i  no  me  traiciona  en  mis  primeros  pasos!  Pero  te 
pido  un  favor,  uno  solo,  mas  precioso  para  mí  que  todos 
tus  obsequios.  Tengo  una  madre,  del  antiguo  linaje  de  Pría- 
mo;  para  seguirme,  ella  lo  ha  abandonado  todo:  nada  ha 
podido  detenerla,  ni  la  tierra  de  Ilion   ni  las   murallas  del 

TOMO   Y  27 


418  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


rei  Acestes.  I  ahora  voi  a  abandonarla,  i  ella  ignora  a  qué 
peligros  me  espongo,  i  no  le  he  dado  mi  adiós.  No,  pongo 
al  cielo  por  testigo,  yo  no  habría  podido  resistir  a  las  lá- 
grimas de  mi  madre.  Te  suplico  que  le  sirvas  de  apoj^o  en 
su  miseria,  que  la  consueles  en  su  abandono.  Déjame  llevar 
conmigo  esta  esperanza:  así  acometeré  con  mayor  audacia 
todos  los  peligros". 

Al  oir  estas  palabras,  los  ojos  de  los  jefes  troyanos  se 
humedecieron.  Yulo,  cuyo  corazón  se  sintió  profundamente 
conmovido  por  este  rasgo  de  amor  filial,  dijo:  "Sí,  yo  te  lo 
prometo.  Ella  será  para  mí  mi  madre;  i  cualquiera  que  sea 
tu  suerte,  será  dignamente  recompensada  por  haber  tenido 
un  hijo  semejante.  Todas  las  promesas  que  te  he  hecho  si 
sales  bien  en  tu  empresa  i  si  vuelves  de  ella,  las  cumpliré 
en  tu  madre  i  en  tu  familia".  Hablando  así  con  los  ojos 
bañados  en  lágrimas,  desata  de  su  tahalí  su  espada  guar- 
necida de  oro  i  guardada  en  una  vaina  de  marfil,  i  se  la  da. 
Mnesteo  da  a  Niso  la  piel  de  un  león  enorme,  i  Aletes  cam- 
bia el  casco  con  el  suyo. 

Armados  de  esta  manera,  ambos  se  ponen  en  camino. 
Todos,  viejos  i  jóvenes,  los  acompañan  hasta  las  puertas, 
haciendo  mil  votos  por  su  triunfo.  El  hermoso  Ascanio  les 
confi¿i  muchas  instrucciones  importantes  para  su  padre: 
¡vanas  palabras  que  se  lleva  el  viento! 

Salen,  pasan  los  fosos  i  a  favor  de  las  sombras  de  la  no- 
che, entran  al  campo  de  los  enemigos,  donde  antes  de  mo- 
rir darán  muerte  a  muchos  guerreros.  Por  todas  partes 
ven  guerreros  tendidos  sobre  la  yerba,  sumidos  en  el  sueño 
de  la  embriaguez,  los  carros  cerca  de  la  ribera,  i  sus  con 
ductores  acostados  entre  los  arneses  i  las  ruedas,  armas 
esparcidas  aquí  i  allá  entre  las  copas  desparramadas. 

''Enríalo,  dijo  Niso,  es  menester  acometerlo  todo;  la 
ocasión  nos  convida.  Para  que  no  vengan  a  sorprendernos 
i  atacarnos  por  la  espalda,  colócate  de  centinela  i  obsérva- 
lo todo.  Voi  a  acometer  al  enemigo  i  a  abrirte  un  ancho 
paso".  Dicho  esto,  se  calla,  i  con  la  espada  en  la  mano,  car- 
ga sobre  el  orgulloso  Ramnetes,  que  recostado  sobre  ricos 
cojines,  dormia  profundamente:  era  un  jefe  poderoso  i  un 
célebre  agorero,  querido  de  Turno;  pero  su  ciencia  no  pudo 
preservarlo  de  la  muerte.  Bajo  los  golpes  de  Niso  sucumben 
tres  de  sus  soldados  que  estaban  tendidos  en  medio  de  sus 
armas.  Niso  hace  lo  que  un  león  hambriento  que  penetran- 
do en  un  vasto  pesebre,  desgarra  los  rebaños  mudos  de  te- 
rror. Enríalo  lo  imita  abandonándose  al  furor  que  lo  ani- 


ANÁLISIS  LITERARIO  410 


ma  e  inmola  «na  multitud  de  guerreros  oscuros.  Reto 
tenia  los  ojos  abiertos  i  lo  veia  todo;  pero  temblando  de 
espanto  se  ocultaba  detras  de  un  enorme  tonel.  Enríalo  se 
acerca  a  él;  el  cobarde  quiete  huir;  el  joven  troyano  le  su- 
me en  el  pecho  su  espada  i  la  saca  humeante.  El  alma  de 
Deto  se  escapa  en  olas  purpurinas  de  sangre  i  de  vino.  In- 
flamado por  esto,  i  como  embriagado  por  la  carnicería, 
Enríalo  se  dirijía  a  la  tienda  de  Mesapo,  donde  los  fuegos 
arrojaban  una  luz  moribunda  i  donde  los  caballos  coniian 
libre  i  tranquilamente.  Pero  Niso  lo  detiene.  "Suspenda- 
mos, le  dice;  el  dia  va  a  aparecer  en  breve:  hemos  hecho 
bastante  mal  a  nuestros  enemigos  i  nos  hemos  abierto  en 
medio  de  ellos  un  ancho  camino". 

Abandonan  sin  tocarlos  una  multitud  de  objetos  precio- 
sos esparcidos  en  el  suelo:  Euríalo  se  apodera  del  precioso 
tahalí  de  Ramnetes,  adornado  de  chapas  de  oro:  toma  tam- 
bién el  casco  de  Mesapo  adornado  con  un  brillante  penacho 
i  lo  coloca  en  su  cabeza.  Ambos  salen  del  campo  i  toman 
un  camino  mas  seguro. 

Entretanto,  trescientos  jinetes,  todos  con  sus  broqueles, 
i  mandados  por  Volscente,  habian  salido  de  Laurento  para 
reforzar  el  ejército  de  Turno.  Acercábanse  ya  al  campo  de 
los  rútulos  cuando  de  lejos  divisan  a  los  dos  jóvenes  que 
torcían  hacia  la  izquierda:  en  ese  momento,  la  primera  luz 
del  alba  cae  sobre  el  casco  de  Euríalo  haciéndolo  brillar  en 
medio  de  las  tinieblas. 

"No  me  engañaba,  esclama  Volscente  a  la. cabeza  de  un 
escuadrón.  Deteneos  quienes  quiera  que  seáis:  ¿Qué  hacéis 
en  estos  lugares?  ¿A  dónde  vais? 

Los  fujitivos  no  responden  nada;  antes  por  el  contrario, 
apuran  el  paso,  se  arrojan  en  el  bosque  i  ponen  toda  su  es- 
peranza en  la  oscuridad  de  la  noche  i  de  la  selva.  Los-jine- 
tes  van  a  cerrarles  todas  las  salidas  que  les  son  conocidas. 
La  selva  era  espesa,  tupida,  embarazada  por  todas  partes 
con  arbustos  espinosos,  i  apenas  entrecortada  por  algunos 
estrechos  senderos.  En  medio  de  las  tinieblas,  Euríalo  se 
siente  a  cada  paso  detenido  en  su  fuga,  i  el  botin  de  que  va 
cargado  lo  embaraza.  El  sobresalto  lo  hace  perder  el  ca- 
mino. 

Mas  feliz  que  él,  Niso  ha  podido  salir  de  la  selva,  está 
fuera  del  alcance  de  los  enemigos,  se  encuentra  en  el  lugar 
de  que  Alba  fué  fundada  mas  tarde  i  donde  el  rei  latino  po- 
seía inmensos  ganados.  Se  detiene,  percibe  que  está  solo  i 
esclama:  "¡Ah  desgraciado  Euríalo!  ¿Dónde  te  he  perdido? 


420  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITBRAiUA 

¿dónde  te  he  de  buscar?"  Vuelve  a  la  selva,  se  interna  de 
nuevo  en  sus  intrincados  senderos,  trata  de  reconocer  la 
huella  de  sus  pasos,  vaga  bajo  esas  sombras  espesas,  pone 
atento  el  oido;  pero  por  todas  partes  no  percibe  mas  que 
un  profundo  silencio.  De  repente,  oye  un  ruido  de  caballos, 
de  armas,  de  jinetes  que  persiguen  a  alguien.  Al  mismo  ins- 
tante un  grito  llega  a  sus  oídos,  i  distingue  a  Enríalo  que 
traicionado  por  la  oscuridad,  por  los  embarazos  del  cami- 
no, por  la  turbación  de  un  ataque  repentino,  ha  sido  toma- 
do por  los  rútulos  i  se  bate  en  vano  con  los  enemigos  que 
lo  arrastran. 

¿Qué  hacer?  ¿Por  qué  medio,  con  qué  armas  podrá  Niso 
quitarles  su  presa?  ¿Irá  a  arrojarse  desesperado  en  medio 
de  las  espadas  enemigas  buscando  en  ellas  una  gloriosa 
muerte?  Al  momento,  blandiendo  un  venablo,  i  levantando 
sus  ojos  hacia  el  astro  de  la  noche  que  brillaba  en  lo  alto 
del  cielo,  pide  su  protección  en  estos  términos:  "¡Oh  diosa, 
hija  de  Latona,  reina  de  las  estrellas,  guardadora  de  las 
selvas!  ayúdame  en  este  trance.  Si  alguna  vez  mi  padre  ha 
cargado  tus  altares  con  sus  ofrendas,  si  frecuentemente  yo 
he  añadido  mis  tributos  a  los  suyos  i  suspendido  los  pro- 
ductos de  mi  caza  en  las  bóvedas  sagradas  de  tus  templos, 
protéjeme;  haz  que  yo  disipe  esa  muchedumbre  enemiga,  i 
dirije  mis  dardos  por  los  aires." 

Dice,  i  con  todo  el  esfuerzo  de  su  brazo,  lanza  la  flecha; 
ésta  silba  i  brilla  al  través  de  las  tinieblas,  va  a  clavarse  en 
la  espalda  de  Sulmon  se  rompe  i  sale  por  el  pecho.  Sulmon 
cae  bañado  én  su  sangre.  Los  rútulos  espantados  dirijen 
sus  miradas  por  todas  partes.  Inflamado  por  el  buen  éxito 
de  su  primer  golpe,  Niso  lanza  un  segundo  dardo:  los  rútu- 
los lo  sienten  silbar:  palidecen:  uno  de  ellos,  Tago,  cae  con 
el  cerebro  atravesado. 

El  bárbaro  Volscente  .^e  abandona  a  todo  su  furor:  no 
sabe  ni  de  dónde  han  salido  las  flechas  ni  quién  las  ha  lan- 
zado, ni  sobre  quién  descargar  su  rabia:  "Pues  bien,  escla- 
ma, tu  sangre  va  a  pagar  la  de  mis  soldados;"  i  con  la  es- 
pada desnuda  en  la  mano  carga  sobre  Enríalo.  Al  ver  esto, 
Niso,  espantado,  fuera  de  sí,  lanza  un  grito;  no  puede  ocul- 
tarse mas  tiempo  ni  resistir  al  exceso  de  su  dolor.  "Soi  yo, 
soi  yo  quien  lo  ha  hecho  todo.  Volved  vuestras  espadas 
contra  mí.  Yo  solo  he  formado  este  plan; ese  niño  no  ha  he- 
cho nada;  no  podia  hacer  nada  contra  vosotros;  lo  juro 
por  el  cielo,  por  esas  estrellas  que  lo  han  visto  todo.  No  ha 
hecho  mas  que  querer  mucho  a  su  desgraciado  amigo." 


ANÁLISIS    LITERARIO  421 


Así  hablaba  Niso;  pero  ya  el  acero,  blandido  por  un  bra- 
zo furioso,  ha  desgarrado  el  blanco  pecho  de  Enríalo.  Cae 
moribundo  sobre  el  polvo;  la  sangre  inunda  su  hermoso 
cuerpo;  su  cabeza  se  inclina  sobre  su  hombro,  del  mismo 
modo  que  una  flor  cortada  por  el  filo  del  arado  languidece 
i  muere. 

Pero  Niso  se  lanza  en  medio  de  los  enemigos:  entre  todos 
busca  a  Volscente:  a  Volscente  solo  quiere  matar.  En  vano 
los  rútulos  se  agrupan  alrededor  de  su  jefe  para  libertarlo 
de  este  terrible  ataque:  la  espada  del  joven  troyanojirando 
en  su  mano  con  la  rapidez  del  rayo,  los  separa,  i  en  el  mo- 
mento en  que  Volscente  espantado  lanzaba  un  grito,  se  la 
clava  en  la  boca;  i  antes  de  morir  quita  la  vida  a  su  enemi- 
go. Entonces,  cubierto  de  heridas,  se  arroja  sobre  el  cuerpo 
inanimado  de  su  amigo  i  se  duerme  en  la  paz  del  último 
sueño. 

¡Felices  amigos!  Si  mis  versos  tienen  algún  poder,  vues- 
tros nombres  no  se  borrarán  jamas  de  la  memoria  de  los 
mortales,  mientras  los  descendientes  de  Eneas  ocupen  la 
roca  eterna  del  Capitolio,  mientras  Roma  dé  sus  leyes  al 
universo. 

Los  rútulos  cargan  los  despojos  de  sus  víctimas  i  los  lle- 
van al  campamento  con  el  cadáver  de  su  jefe;  lloraban  su 
muerte;  pero  el  duelo  no  era  menos  grande  en  el  campamen- 
to mismo.  La  muchedumbre  se  estrechaba  alrededor  de  los 
restos  ensangrentados  de  Ramnétes  i  de  tantos  otros;  exa- 
minaban, reconocian  el  casco  brillante  de  Mesapo  i  el  ta- 
halí dorado  de  Ramnétes. 

Ya  la  aurora  alumbraba  a  la  tierra  con  sus  primeros  ra- 
yos: Turno  está  sobre  las  armas  i  llama  a  los  guerreros  al 
combate.  Todos  se  aprestan  llenos  de  furor:  en  picas  eleva- 
das han  clavado  las  cabezas  de  Enríalo  i  de  Niso,  i  lanzan 
a  su  alrededor  horribles  clamores.  Los  troyanos  cargan  to- 
das sus  fuerzas  a  la  izquierda  de  la  ciudad:  la  derecha  está 
defendida  por  el  río:  alineados  a  lo  largo  de  fosos  profun- 
dos, colocados  en  la  cima  de  sus  elevadas  torres,  contem- 
plan con  una  dolorosa  emoción  esas  dos  cabezas  conocidas, 
pálidas  i  chorreando  una  sangre  negra.  La  lijera  fama  va 
a  llevar  ese  funesto  rumor  a  la  ciudad  entera:  llega  a  los  oí- 
dos de  la  madre  de  Enríalo. 

Al  oir  esta  noticia,  la  desventurada  siente  que  el  calor 
abandona  su  cuerpo;  la  rueca  cae  de  sus  manos  desfalleci- 
das, la  lana  se  desliza  a  sus  pies.  Se  precipita  lanzando  gri- 
tos desgarradores  i   arrancándose  los  cabellos:  fuera  de  sí 


422  MANUAL   DR    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

corre  a  las  trincheras  i  al  medio  de  las  filas  mas  avanza- 
das: no  piensa  ni  en  los  hombres  que  la  rodean,  ni  en  el  pe- 
ligro que  la  amenaza,  ni  en  los  dardos  que  llueven  por  to- 
das partes,  i  llena  el  aire  con  sus  quejas. 

**¡Bres  tú.  Enríalo,  tú,  el  consuelo  i  la  felicidad  de  mi  ve- 
jez! ¡í  tú,  cruel,  has  podido  dejarme  sola!  ¡I  cuando  ibas  a 
acometer  tan  espantosos  peligros,  tu  madre  no  ha  podido 
decirte  adiós!  ¡Ah,  tu  cuerpo  ^'-ace  en  tierra  desconocida, 
como  presa  abandonada  a  las  aves  i  a  los  perros  del  Lacio, 
i  tu  desventurada  madre  no  ha  podido  llenar  sus  últimos 
deberes  ni  cerrarte  los  ojos,  ni  lavar  tus  heridas,  ni  cubrirte 
con  esa  tela  preciosa  que  me  apresuraba  a  concluir  para  tí, 
trabajo  que  ocupaba  mis  dias  i  mis  noches,  i  que  alegraba 
los  fastidios  de  mi  vejez.  ¿Dónde  buscarte?  ¿En  qué  lugar 
encontrar  tus  miembros  desgarrados,  tu  cuerpo  hecho  pe- 
dazos? He  ahí,  hijo  mió,  todo  lo  que  puedo  ver  de  tu  exis- 
tencia; i  para  esto  te  he  seguido  por  tierra  i  por  mar.  Ma— 
tadme,  ;oh  rutulos,  si  os  queda  todavía  alguna  compasión; 
lanzad  contra  mí  todos  vuestros  dardos;  asesinadme  la 
primera;  o  bien,  tú,  poderoso  dios  de  los  dioses,  compadé- 
cete de  mí,  hiéreme  con  tu  rayo,  precipítame  en  el  negro 
Tártaro,  puesto  que  no  puedo  libertarme  de  otra  manera 
de  una  vida  odiosa." 

Estas  quejas  llegan  a  todos  los  corazones  i  ajitan  el  va- 
lor  de  todos 

Por  orden  del  prudente  Iliones  i  de  Ascanio,  que  lloraba 
de  dolor,  dos  heraldos  se  acercan  a  ella,  la  toman  suave- 
mente en  sus  brazos  i  la  trasportan  moribunda  a  su  man- 
sión solitaria." 

(El  poeta  sigue  refiriendo  los  combates  que  tuvieron  lu- 
gar entre  troyanos  i  latinos  hasta  la  vuelta  de  Eneas,  i  el 
combate  singular  en  que  éste  da  muerte  al  rei  Turno,  con 
lo  que  se  termina  el  poema). 

VlRJILIO,   1 
Eneida,  Hb.  IX. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part  7,  cap  VII,  §  4. 
Para  facilitar  el  trabajo  que  me  ha  demandado  esta  compilación, 
habría  podido  copiar  ests  fragmento  de  la  traducción  castellana 
que  en  1869  ha  publicado  en  Madrid  don  Eujenio  de  Ochoa;  pero 
esa  traducción,  demasiado  literal,  es  por  este  mismo  larga  i  difu- 
sa, i  no  refleja  perfectamente  el  colorido  del  poeta  latino.  He  pre- 
ferido, pues  hacer  por  mí  mismo  la  traducción  de  este  fragmento 
abreviándolo  en  cuanto  es  posible,  sin  suprimir,  sin  embargo  nin- 
guna de  sus  ideas  capitales. 


ANÁLISIS  LITERARIO  423 


IV 

El  Rodaballo 

"El  último  de  los  Flabios  (Doraiciano)  desgarraba  el 
universo  próximo  a  espirar:  Roma  jemia  bajo  el  yugo  de 
este  Nerón  calvo,  cuando  en  el  mar  Adriático  un  rodaballo 
monstruoso  fué  cojido  por  un  pescador.  Maravillado  éste 
al  ver  su  presa,  la  destina  al  soberano  pontífice.  ¿Quién  se 
habria  atrevido  a  venderla  o  a  comprarla?  Las  playas  ve- 
cinas estaban  cubiertas  de  delatores,  i  los  inspectores  de  la 
costa  no  habrían  dejado  de  promover  un  proceso  al  pobre 
pescador:  ellos  habrian  probado  que  ese  rodaballo,  ali- 
mentado largo  tiempo  en  los  estanques  de  César,  se  habia 
escapado  de  allí,  i  debia  volver  a  su  antiguo  dueño.  Si  se 
cree  a  Palfurio  i  a  Armilato,  el  mar  no  tiene  nada  de  her- 
moso, nada  de  raro,  en  cualquier  paraje  que  sea,  que  no 
pertenezca  al  fisco.  ¿Qué  hacer  con  el  pescado?  Darlo  para 
no  perderlo  todo.  Aunque  los  vientos  del  invierno  silbaban 
en  esa  época  i  preservaban  de  la  corrupción  a  la  reciente 
presa,  el  pescador  se  pone  en  marcha  apresuradamente  co- 
mo si  tuviese  que  temer  los  vientos  del  estío. 

"Apenas  ha  pasado  el  lago  vecino  de  Alba,  cuando  se  vé 
demorado  un  momento  por  la  muchedumbre  maravillada: 
ésta  se  desliza  al  fin,  i  las  puertas  del  salón  imperial  se 
abren  delante  de  él.  Los  senadores  esperan  en  hi  parte  de 
afuera  que  su  señor  haya  recibido  la  ofrenda.  El  pescador 
se  acerca  al  nuevo  Atrida  i  le  dice:  "Recibid  un  pescado  de- 
masiado grande  para  las  mesas  vulgares;  consagrad  este 
dia  a  vuestro  buen  jenio,  i  que  vuestro  estómago,  vacío  en 
este  momento,  se  harte  a  su  antojo  con  este  rodaballo  que 
los  dioses  reservaban  a  nuestro  siglo:  se  ha  colocado  vo- 
luntariamente en  mi  red."  ¿Hai  algo  mas  grosero  que  es- 
to? Sin  embargo,  el  César  está  orgulloso.  El  poder  supre- 
mo lo  cree  todo  cuando  se  lisonjea. 

"Pero  ¿dónde  encontrar  un  fondo  capaz  de  contener  es- 
te pescado?  Este  punto  merecia  que  se  deliberase.  Los  gran- 
des son  convocados  en  nombre  del  emperador;  los  grandes 
a  quienes  detestaba,  i  cuya  frente  pálida  llevaba  el  sello  de 
la  desconfianza,  compañera  inseparable  de  relaciones  tan 
elevadas  i  tan  temibles.  El  primero  que  se  presentó  fué  Pe- 
gaso, que  se  apresuraba  a  llegar  acomodándose  la  túnica. 
Era  el  mas  honrado    de  todos  los  cortesanos,  el   mas  inte- 


42'4  MANUAL  DB   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

í^jro  de  todos  los  niajistrauos,  aunque  en  estos  días  desas- 
trosos creyese  necesario  quitar  a  Témis  su  balanza  i  su  es- 
pada. Venia  en  seguida  Crispo,  ese  anciano  agradable  cuyo 
carácter  i  cuyas  costumbres,  conformes  a  su  elocuencia, 
respiraban  suavidad:  ¿Quién  merecería  mejor  ausiliar  con 
sus  consejos  al  señor  del  universo,  si  hubiese  sido  permitido, 
bajo  este  azote  del  jénero  humano,  censurar  la  crueldad  i 
dar  un  consejo  jeneroso?  Pero  no  hai  nada  mas  fácil  de 
irritarse  que  el  oido  de  este  tirano  que  sacrificaba  a  sus 
amigos  por  una  sola  palabra,  si  le  hablaban  de  otra  cosa 
que  de  las  lluvias  del  otoño  o  de  las  tempestades  de  la  pri- 
mavera. Crispo  conoció,  pues,  que  era  inútil  oponerse  al 
torrente,  cuando  cada  cual  encerraba  en  su  seno  la  verdad 
cautiva,  i  no  se  atreveia  a  decirla  sin  peligro  de  su  vida. 
Por  esto  fué  que  vio  tantas  veces  al  sol  recomenzar  su  ca- 
rrera, i  que  llegó  a  su  décimo  sesto  lustro.  La  misma  con- 
ducta observó  Acilio  en  medio  de  esta  corte  peligrosa:  casi 
de  la  misma  edad  que  Crispo,  acudia  acompañado  de  un 
joven  que  no  merecia  la  muerte  cruel  que  lo  esperaba;  pero 
la  víctima  estaba  ya  reservada  a  la  espada  imperial.  Desde 
largo  tiempo  es  un  prodijio  ver  a  un  noble  que  llega  a  la 
vejez.  No  sirvió  de  nada  a  ese  desgraciado  joven  el  haber 
afrontado  solo  en  las  arenas  de  Alba  el  furor  de  los  leones 
de  Numidia.  ¿Quien  no  penetra  hoi  los  motivos  secretos  de 
nuestros  patricios?  ¿Quién  seria  oh  Bruto,  el  juguete  de  tu 
vieja  estratajema?  Era  mas  fácil  sin  duda  engañar  a  nues- 
tros antiguos  reyes. 

"A  pesar  de  la  bajeza  de  su  estraccion,  Rubino  llegaba 
con  la  misma  seguridad.  Se  sentia  culpable  de  un  antiguo  ul- 
traje que  le  era  preciso  ocultar;  i  sin  embargo,  tenia  la  des- 
vergüenza de  un  libertino  que  escribe  contra  las  costumbres 
del  siglo.  Viéronse  también  aparecer  a  Montano,  a  quien 
su  enorme  vientre  im pedia  andar  lijero,  i  a  Crispino,  que 
destilaba  mas  perfumes  de  los  que  eran  necesarios  para  em- 
balsamar dos  cadáveres.  Venia  también  Pompeyo,  mas 
cruel  que  los  anteriores,  hábil  en  hacer  correr  la  sangre  por 
medio  de  secretas  calumnias,  i  Fusco,  que  debia  llevar  en 
breve  sus  entrañas  a  los  buitres  de  la  Dacia,  después  de  ha- 
ber meditado  en  vano  el  arte  de  la  guerra  en  medio  de  los 
mármoles  de  su  casa  de  recreo.  El  artificioso  Vejenton 
acompañaba  al  asesino  Catulo,  monstruo  de  infamia  aun 
en  nuestro  siglo,  adulador  aunque  ciego,  que  de  mendigo 
se  hizo  satélite,  i  que  no  merecia  mas  que  seguir  pidiendo 
limosna  a  los  carros  que  bajaban  de  la  colina  de  Arisia. 


ANÁLISIS  LITERARIO  425 


Nadie  pareció  mas  admirado  al  aspecto  del  rodaballo:  el 
pescado  está  a  la  derecha,  él  lo  admira  a  la  izquierda.  Ve- 
jenton,  no  menos  ardoroso  que  Catulo,  i  como  un  fanático 
unjido  por  los  aguijones  de  Belona,  pronuncia  este  oráculo: 
"Príncipe,  héaquí  el  presajio  seguro  del  triunfo  mas  memo- 
rable i  mas  brillante:  haréis  prisionero  algún  rei,  o  bien  Ar- 
virago  caerá  del  trono  británico.  ¿Veis  de  qué  dados  está 
erizada  su  espalda?"  No  faltaba  a  Vejenton  mas  que  seña- 
lar el  pais  i  la  edad  del  rodaballo. 

¿Cuál  es  vuestro  parecer  pregunta  el  emperador?  ¿Con- 
vendrá cortarlo  en  pedazos?-  "Guardémonos,  respondió 
Montano,  de  hacerle  tal  ultraje:  que  se  fabrique  un  fondo 
bastante  grande  i  que  sea  bastante  ancho  para  recibirlo 
todo  entero.  Esta  grande  obra  exije  el  arte  i  la  actividad 
de  un  nuevo  Prometeo.  Que  se  preparen  los  materiales  lo 
mas  pronto  posible.  Desde  hoi,  César,  los  alfareros  deben 
estar  en  vuestro  campamento."  Este  parecer,  digno  del 
autor,  fué  aceptado.  Montano  se  acordaba  de  la  intempe- 
rancia de  los  primeros  emperadores,  i  de  las  orjías  que 
prolongaba  hasta  media  noche  ese  Nerón  que  sabia  reno- 
var el  hambre  en  su  estómago  cargado  de  alimentos,  i 
cuando  sus  pulmones  estaban  abrasados  por  el  vino  de 
Falerno.  Nadie  en  nuestro  tiempo  tuvo  un  tacto  mas'fino 
ni  un  paladar  mas  delicado:  distinguia  en  el  primer  bocado 
la  ostra  de  Circe  de  la  de  las  rocas  de  Lucrino;  a  la  prime- 
ra mirada,  podia  decir  de  qué  paraje  venia  un  erizo 
del  mar. 

Todos  se  levantan:  el  consejo  ha  terminado,  i  se  manda 
salir  a  todos  estos  grandes  a  quienes  su  sublime  señor  ha- 
bia  obligado  a  acudir  en  desorden  i  llenos  de  terror  a  la 
cindadela  de  Alba,  como  si  se  tratase  de  los  Catos  o  de  los 
Sicambros;  como  si  hubiesen  llegado  súbitamente  terribles 
noticias  de  los  cuatro  puntos  del  mundo.  ¿Por  qué  no  con- 
sumió en  estas  estravagancias  la  duración  de  un  reinado 
que  ultrajó  a  la  patria  sin  que  se  levantase  un  vengador 
de  tantos  ciudadanos  ilustres  i  jenerosos?  Pero  pareció  a 
su  turno  cuando  los  últimos  ciudadanos  comenzaron  a  te- 
merle. Eso  fué  lo  que  purgó  a  la  tierra  de  un  monstruo  cu- 
bierto de  sangre." 

JüYENAL,  1 
Sátira  IV. 


1  Véase  las  Noc.  de  bist.  lit.,  part.  I,  cap.  VIII  §  4. 


426 


MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Francisca  de  Rímini 


(Al  visitar  eí  segundo  círculo  del  infierno,  Dante  llega  a 
'*un  lugar  que  carecía  de  luz,  i  que  rujia  como  el  mar  tem- 
pestuoso cuando  está  combatido  por  vientos  contrarios. 
Una  ráfaga  infernal,  que  no  se  detiene  nunca,  envuelve  en 
su  torbellino  a  los  espíritus;  los  hace  dar  vueltas  continua- 
mente, los  hiere  i  los  molesta.  Cuando  se  encuentran  ante 
su  soplo,  son  los  llantos,  los  gritos,  los  lamentos  i  las  blas- 
femias contra  la  virtud  divina."  El  poeta  supone  que  están 
condenados  a  este  tormento  los  pecadores  que  sometieron 
la  razón  a  sus  lascivos  apetitos.  Allí  encontró  a  Francisca 
de  Polenta,  hija  del  señor  de  Ravena.  Amada  por  el  joven 
Pablo  de  Rímini,  a  quien  ella  correspondia,  se  casó,  sin  em- 
bargo, con  el  hermano  mayor  de  éste,  Lanciotto,  príncipe 
cojo  i  deforme.  Los  dos  amantes  no  pudieron  olvidar  su 
primera  inclinación.  Un  dia  que  leian  juntos  un  mismo  li- 
bro, el  marido  que  los  espiaba,  los  atravesó  de  una  misma 
estocada.  Este  pasaje  del  Dante  ha  sido  el  objeto  de  algu- 
nos cuadros  famosos,  de  tal  manera  que  las  artes  han  po- 
pularizado mas  a  aquellos  desventurados  amantes.) 

Espera  que  estén  mas  cerca  de  nosotros,  dijo  Virjilio;  su- 
plícales entonces  por  ese  amor  que  los  guia  i  ellos  se  acer- 
carán a  tí. 

Tan  pronto  como  el  viento  los  inclinó  hacia  nosotros, 
levanté  la  voz: — Almas  atormentadas,  les  dije,  venid  a  res- 
ponderme, si  nadie  se  opone  a  ello. 

Así  como  las  palomas,  atraídas  por  su  deseo,  vuelan  ha- 
cia el  dulce  nido  con  alas  que  se  abren  i  se  cierran,  i  lleva- 
das por  una  misma  voluntad. 

Así  las  dos  sombras  salieron  del  grupo  en  que  estaba 
Dido,  acercándose  a  nosotros  al  través  del  aire  emponzo- 
ñado. 

— Hombre  compasivo,  dijeron,  que  vienes  a  visitarnos 
en  estas  tinieblas  a  nosotros  que  hemos  teñido  el  mundo 
con  nuestra  sangre. 

Si  fuésemos  amados  por  el  rei  del  universo,  nosotros  le 
pediríamos  por  tu  reposo.  Todo  lo  que  quieras  oir  i  decir, 
nosotros  lo  oiremos  i  lo  diremos  de  todo  corazón,  puesto 
que  el  viento  que  nos  arrastra  se  ha  calmado  un  instante. 

La  tierra  en  que  nací,  dijo  la  joven,  está  situada  sobre  el 


ANÁLISIS    LITKIIARIO  427 


golfo  en  que  el  Pó  desciende  con  todos  los  rios  que  los  si- 
guen para  descansar  en  el  mar. 

El  amor  que  se  apodera  pronto  de  todo  noble  corazón, 
adhirió  al  que  tú  vez  a  mi  lado  a  esa  forma  hermosa  que 
me  ha  sido  arrebatada,  i  cu^'^a  pérdida  siento  todavía. 

El  amor  que  obliga  a  amar  al  que  os  ama,  me  unió  tan 
estrechamente  a  la  felicidad  con  que  me  embriagaba  Pablo, 
que,  como  lo  ves,  la  muerte  misma  no  ha  podido  separarme 
de  él. 

El  amor  nos  condujo  a  la  misma  muerte.  Allí,  el  círculo 
de  Cain  espera  al  que  nos  hirió  a  los  dos. — Tales  fueron  las 
palabras  de  la  sombra. 

Desde  que  hube  oido  a  esta  alma  herida,  doblegué  la  ca- 
beza i  mantuve  el  rostro  inclinado  tanto  tiempo,  que  Yir- 
jilio  me  dijo:-  ¿En  qué  piensas? 

Yo  le  respondí: — ¡Ah!  cuántos  dulces  pensamientos,  cuán- 
tas emociones  los  han  conducido  a  este  sitio  doloroso. 

En  seguida,  me  volví  hacia  ellos  i  les  dije: — Francisca,  tu 
desgracia  me  colma  de  tristeza  i  me  hace  llorar. 

Pero,  díme,  allá  en  el  tiempo  de  los  dulces  suspiros,  por 
qué  signo  i  cómo  el  amor  os  ha  permitido  comprender  las 
oscuras  turbaciones  de  vuestra  alma? 

I  ella  respondió:  No  hai  dolor  mas  grande  que  el  de  re- 
cordar en  la  miseria  los  dias  que  fueron  felices. 

Pero  si  tienes  gran  deseo  de  saber  cuál  ha  sido  la  prime- 
ra raiz  de  nuestro  amor,  yo  haré  lo  de  aquel  que  llora  i  que 
cuenta  a  la  vez. 

Leiamos  un  día  juntos  las  aventuras  de  Lancelote  del 
lago  1  i  la  manera  como  éste  habia  sido  dominado  por  el 
amor;  estábamos  solos  i  no  abrigábamos  ninguna  descon- 
fianza. 

Muchas  veces,  en  esta  lectura,  nuestros  ojos  se  buscaron 
i  nuestro  rostro  cambió  de  color;  pero  fué  un  solo  pasaje 
el  que  decidió  de  nosotros. 

Cuando  vimos  la  dulce  sonrisa  de  la  amante  interrum- 
pida por  el  beso  del  amante,  el  que  jamas  se  ha  separado 
de  mí. 

Tocó  mis  labios  con  los  suyos  que  estaban  temblorosos; 


1  Famoso  libro  de  caballerías,  mui  leído  en  la  edad  media,  en 
que  se  cuentan  las  aventuras  de  un  célebre  caballero  criado  en  un 
palacio  encantado  que  habia  en  el  íondo  de  un  lago,  i  que  mas 
tarde  se  enamoró  de  Jeniebra,  hermana  del  reí  Arturo. 


428  MANUAL   DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

el  libro  i  el  que  lo  escribió  nos  habian  perdido.  Este  día  no 
leímos  mas. 

I  mientras  que  uno  de  los  espíritus  hablaba  así,  el  otro 
lloraba  tan  fuerte,  que  me  sentí  turbado  como  si  fuese  a 
morir." 

Dante,  ^ 
Divina  Comedia,  Infierno,  canto  V. 


VI 

Ugrolino 

(Al  llegar  al  noveno  círculo  del  infierno,  Dante  encuentra 
a  los  traidores  a  sus  deudos,  sumerjidos  en  un  lago  helado, 
''produciendo  con  sus  dientes  el  mismo  sonido  que  la  cigüe- 
ña con  su  pico.  Tenia  cada  cual  el  rostro  vuelto  hacia  aba- 
jo: su  boca  daba  muestra  del  frío  que  esperimentaban,  así 
como  sus  ojos  dejaban  ver  la  tristeza  de  su  corazón."  Allí 
vio  al  conde  Ugolino,  de  quien  hemos  dado  noticia  en  la 
nota  2^  de  la  sección  VI,  §  III). 

Vi  dos  pecadores  helados  en  una  misma  fosa,  i  colocados 
de  tal  manera,  que  la  cabeza  del  uno  servia  de  sombrero  al 
otro;  i  así  como  un  hombre  hambriento  muerde  el  pan;  así 
el  condenado  que  tenia  el  otro  debajo,  clavó  su  diente  en  el 
lugar  en  que  el  cerebro  se  une  a  la  nuca. 

—  Oh  tú  que  demuestras  por  ese  feroz  encarnizamiento  tu 
odio  contra  aquel  a  quien  devoras,  dime  cuál  es  su  motivo; 
porque 

Si  tienes  razón  para  aborrecerlo,  sabiendo  yo  quiénes 
sois  i  cuál  ha  sido  su  crimen,  yo  te  vengaré  a  tí,  si  mi  len- 
gua no  se  seca. 

El  pecador  levantó  la  boca  de  su  horrible  comida  i  la 
limpió  con  los  cabellos  de  la  cabeza  que  habia  devorado  en 
parte. 

En  seguida  habló  en  estos  términos:—  ¿Quieres  que  re- 
nueve un  dolor  desesperado  que  oprime  mi  corazón  al  pen- 
sar en  él  i  aun  antes  de  hablar? 

Pero,  si  mis  palabras  son  una  semilla  de  infamia  para 
el  traidor  a  quien  devoro,  verás  llorar  i  hablar  al  mismo 
tiempo. 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  II,  cap.  VII,  §  5. 


ANÁLISIS    LITEKAIUO  429 


Yo  no  sé  quién  eres,  ni  cómo  has  podido  llegar  hasta 
aquí;  pero  al  oirte  me  parece  que  eres  florentino. 

No  debes  ignorar  que  yo  soi  el  conde  Ugolino,  i  éste  el 
arzobispo  Ruggieri:  ahora  sabrás  por  qué  lo  trato  así. 

No  es  necesario  decirte  que  por  efecto  de  sus  malos  pen- 
samientos, yo  que  me  fiaba  en  él  fui  preso  i  en  seguida 
muerto. 

Pero  lo  que  no  puede  haber  sabido  es  cuan  cruel  fue  mi 
muerte.  Escucha  i  sabrás  si  me  ha  ofendido. 

Una  pequeña  abertura  al  través  de  la  torre,  que  por  mi 
causa  se  llama  la  torre  del  hambre,  i  en  la  que  deben  ser 
encerrados  muchos  otros  todavía. 

Me  habia  dejado  ver  que  la  luna  se  habia  renovado  mu- 
chas veces,  cuando  tuve  el  sueño  horrible  que  descorrió 
para  mí  el  velo  del  porvenir. 

Cuando  desperté  antes  de  la  aurora,  porque  oí  la  voz  de 
mis  hijos  que  estaban  prisioneros  conmigo:  lloraban  entre 
sueños  i  me  pedian  pan. 

Eres  mui  cruel  si  desde  luego  no  te  enterneces  pensando 
en  lo  que  se  anunciaba  a  mi  corazón;  i  si  ahora  no  lloras 
¿qué  es  lo  que  podrá  excitar  tus  lágrimas? 

Estábamos  despiertos,  i  se  acercaba  la  hora  en  que  acos- 
tumbraban traernos  nuestro  alimento;  pero  todos  dudába- 
mos, porque  todos  habíamos  tenido  un  sueño  semejante. 

Oí  clavar  la  puerta  de  la  horrible  torre  i  miré  a  mis  hijos 
sin  decir  una  palabra. 

No  podia  llorar  porque  estaba  como  petrificado.  Ellos 
lloraban,  i  el  niño  Anselmo  me  dijo: —  ¿Qné  tienes,  padre 
mió?  ¿Porqué  nos  miras  así? 

Sin  embargo,  no  lloré  ni  respondí  una  palabra  en  todo 
aquel  dia  ni  en  la  noc  le  siguiente,  hasta  que  otro  sol  alum- 
bró de  nuevo  al  mundo. 

Cuando  entró  en  la  dolorosa  prisión  uno  de  sus  débiles 
rayos,  i  contemplé  en  aquellos  rostros  el  aspecto  que  debia 
tener  el  mió. 

Me  mordí  las  dos  manos  de  desesperación,  i  mis  hijos, 
pensando  que  era  de  hambre,  se  levantaron  con  presteza. 

I  dijeron: —  Padre,  nuestro  dolor  será  mucho  menor  si 
nosotros  te  servimos  de  alimento:  tú  nos  diste  nuestra  mi- 
serable carne:  despójanos,  pues,  de  ella. 

Entonces  yo  me  tranquilicé  para  no  entristecerlos  mas. 
Aquel  dia  i  el  siguiente  permanecimos  mudos.  jAhldura  tie- 
rra ¿por  qué  no  te  abriste  entonces? 

Cuando  vino  el  cuarto  dia,  Gaddo  cayó  i  se  tendió  a  mis 


430  MANUAL    DK    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

pies  diciendo:  Padre  mió  ¿por  qné  no  me  auxilias?  Allí  mu- 
rió, i  así  como  tú  me  ves,  3^0  los  vi  caer  a  los  tres  uno  en 
pos  de  otro,  entre  el  quinto  i  el  sesto  día. 

En  fin,  ciego  ya,  me  puse  a  buscarlos  a  tientas  al  uno 
después  del  otro  i  los  llamaba  todavía  dos  dias  después  que 
habían  muerto:  en  seguida  el  hambre  tuvo  mas  poder  que 
el  dolor. 

Cuando  hubo  pronunciado  estas  palabras  revolviendo 
los  ojos,  cojió  de  nuevo  el  miserable  cráneo  donde  sus  dien- 
tes, como  los  de  un  perro  furioso,  penetraron  hasta  el 
hueso. 

Dante, 
Divina  Comedia,  Inñerno,  cant.  XXXII  i  XXXIII. 


VII 
Viaje  de  Astolfo  a  la  luna 

''San  Juan  unció  al  carro  cuatro  corceles  que  lanzaban 
llamaradas  resplandecientes:  se  colocó  allí  con  el  paladin, 
i  tomó  en  sus  manos  las  riendas,  hendió  los  aires  i  se  ele- 
vó a  los  cielos.  Atravesaron  toda  la  esfera  de  fuego  sin  ser 
incomodados,  porque  el  apóstol  moderó  el  ardor.  Al  fin  lle- 
gan a  la  luna.  La  mayor  parte  de  este  planeta  les  pareció 
semtjante  a  un  acero  pulimentado;  i  pensaron  que  seria 
ésta  de  un  tamaño  casi  igual  a  la  tierra. 

''Astolfo  quedó  doblemente  sorprendido  de  encontrarala 
luna  tan  grande,  a  pesar  de  lo  que  parece;  i  de  que  la  tie- 
rra, que  no  es  luminosa  por  sí  misma,  se  viese  desde  aquel 
lugar  tan  pequeña  que  apenas  se  pocíia  distinguir.  Descu- 
bre lagos,  rios,  campos,  llanuras  i  montañas  diversas  de 
las  nuestras;  ciudades  con  castillos  i  casas  tan  grandes  co- 
mo nunca  habia  visto  semejantes.  Ofreciéronse  a  su  vista 
bosques  espesos  i  vastas  selvas  donde  las  ninfas  cazan  to- 
do el  dia. 

"El  paladin,  que  no  habia  ido  allí  para  observar  todas 
estas  cí)sas,  no  se  detuvo  en  lo  (jue  llamaba  su  atención. 
El  santo  apóstol  lo  condujo  a  un  valle  encerrado  entre  dos 


ANÁLISIS    LITERARIO  431 


montañas,  en  el  cual  estaba  guardado  todo  lo  que  se  pier- 
de en  la  tierra,  sea  que  se  pierda  por  desgracia  o  por  ncgli- 
jencia,  sea  que  el  tiempo  borre  su  rnemoria:  todo  sin  escep- 
cion,  se  encontraba  allí  maravillosamente  reunido.  No  ha- 
blo únicamente  de  las  grandezas  i  de  las  riquezas  que  están 
sometidas  a  la  instabilidad  de  la  fortuna;  me  refiero  a  to- 
daá  las  cosas,  aun  a  aquellas  sobre  las  cuales  la  fortuna  no 
tiene  ningún  poder.  Allí  están  las  brillantes  reputaciones 
que  el  tiempo  carcome  poco  a  poco  i  que  al  fin  devora.  Ahí 
se  encuentran  todos  los  ruegos  impremeditados  que  noso- 
tros miserables  mortales  dirijimos  al  cielo.  Se  venias  horas 
que  se  emplean  inútilmente  en  el  juego,  i  todas  aquellas  de 
que  nosotros  ignorantes  ociosos  hacemos  tan  mal  uso.  Los 
proyectos  ridículos  que  no  llegan  a  ejecutarse  se  encuentran 
también  allí.  Los  deseos  frivolos,  cuyo  número  es  inmenso, 
llenan  la  mayor  parte  del  valle.  En  una  palabra,  todo  el 
que  ha  perdido  alguna  cosa  no  tiene  mas  que  subir  a  ese 
astro  i  buscarla  en  ese  valle:  allí  la  encontrará. 

"Astolfo  tenia  cuidado  de  hacerse  esplicar  por  su  guia  to- 
do lo  que  se  ofrecia  a  sus  miradas.  Yió  un  gran  montón 
de  vejigas  infladas,  de  donde  parecia  salir  mucho  ruido, 
i  supo  que  eran  las  antiguas  monarquías  de  los  asirios,  de 
los  persas,  de  los  medos  i  de  los  griegos,  mui  famosas  en 
otro  tiempo,  i  reducidas  hoia  un  vano  nombre.  Percibió  un 
gran  montón  de  anzuelos  de  oro  i  de  plata:  son  los  presen- 
tes que  se  hacen  a  los  príncipes  avaros  i  a  todos  aquellos 
de  quienes  dependemos,  con  el  objeto  de  recibir  algún  favor. 
Las  lisonjas  tenian  forma  de  lagos  cubiertos  de  flores;  i 
los  versos  que  se  hacen  en  alabanza  de  los  grandes  tenian 
la  figura  de  cigarras  reventadas.  Unas  garras  de  águilas 
representaban  la  grande  autoridad  que  ciertos  soberanos 
dejan  tomar  a  algunos  de  sus  subditos.  Fuelles  inflamados 
de  viento,  representan  ese  favor  pasajero  que  los  príncipes 
conceden  a  sus  favoritos,  i  que  se  estingue  siempre  con  la 
estimación  que  tienen  por  ellos. 

''Observó  también  Astolfo  ruinas  de  ciudades  i  de  casti- 
llos mezclados  con  muchas  riquezas,  i  supo  que  eran  las 
coaliciones  débiles  i  las  conjuraciones  que  se  frustran  por 
falta  de  secreto.  Bajo  la  figura  de  serpientes  con  cabeza  de 
mujer,  estaban  ocultas  todas  las  bellaquerías  de  los  ladro- 
nes i  de  los  monederos  falsos.  La  miserable  esclavitud  de 
los  cortesanos  estaba  representada  por  botellas  de  toda 
especie,  pero  todas  rotas.  El  paladin  vio  todavía  una  can- 


432  MANUAL    DE    C0>1P08IC10N    LITERARIA 


tidad  de  sopas  esparramadas:  "Esas  son,  le  dijo  San  Juan, 
las  limosnas  que  muchas  personas  mandan  se  hagan  des- 
pués de  su  muerte."  No  acabaría  nunca  si  quisiera  referir 
en  detalle  todo  lo  que  vio  el  príncipe  ingles.  Baste  decir  que 
ahí  no  faltaba  nada  de  lo  que  se  puede  imajinar,  escepto  la 
locura  que  no  se  encuentra  en  la  luna,  porque  nunca  aban- 
dona nuestro  globo.  Auxiliado  por  su  conductor,  pudo  ver 
también  algunas  de  sus  acciones  i  algunos  dias  que  habían 
empleado  mal. 

"En  seguida  Astolfo  vio  una  cosa  de  que  todos  creemos 
estar  mui  bien  dotados  i  que  nadie  piensa  pedir  al  cielo:  el 
sentido  común.  Había  allí  una  cantidad  prodijiosa,  mas 
grande  que  todas  las  demás  juntas.  Era  como  una  especie 
de  licor  sutil  que  se  evapora  mui  pronto  si  no  se  le  guarda 
con  mucho  cuidado.  Este  licor  estaba  guardado  en  botellas 
mas  o  menos  grandes  según  la  necesidad,  i  la  mas  grande 
de  todas  contenia  el  juicio  del  conde  de  Angers.  Astolfo  lo 
reconoció  sin  trabajo  por  estas  palabras  que  estaban  escri- 
tas encima:  "Sentido  común  del  paladín  Orlando."  Las 
otras  botellas  tenían  igualmente  etiquetas  con  los  nombres 
de  aquellos  a  quienes  pertenecía  el  juicio;  i  el  príncipe  ingles 
observó  una  en  que  estaba  guardada  una  gran  parte  del 
suyo.  Pero  lo  que  mas  le  sorprendió  fué  el  encontrar'  allí 
una  gran  cantidad  de  botellas  que  estaban  llenas  con  razón 
de  muchas  personas  a  quienes  creia  muí  sensatas. 

"La  ambición  hace  perder  el  juicio  a  unos;  muchos  se 
vuelven  locos  por  el  deseo  de  enriquecerse,  que  les  hace  co- 
rrer el  mundo:  otros  adhiriéndose  tontamente  a  los  gran- 
des señores,  algunos  entregándose  a  las  impertinencias  de 
la  majia,  otros  siguiendo  el  gusto  que  tienen  por  los  cua- 
dros i  por  otras  cosas  raras:  cada  cual  se  enloquece  aban- 
donándose indiscretamente  a  su  inclinación.  Veíase  en  este 
lugar  el  sentido  común  de  muchos  sofistas,  de  muchos  as- 
trólogos, i  de  una  gran  cantidad  de  poetas. 

Astolfo  se  apoderó  de  la  botella  que  contenia  el  suyo;  i 
con  el  permiso  que  le  dio  el  autor  del  Apocalipsis,  la  aplicó 
a  sus  narices  i  respiró  el  licor.  Parece  que  entonces  le  volvió 
el  juicio,  porque  Turpin  declara  ques  después  de  esta  ope- 
ración fué  prudente  durante  mucho  tiempo;  pero  el  mismo 
autor  nos  euvseña  que,  habiendo  hecho  mas  tarde  una  nue- 
va tontería,  volvió  a  ser  tan  tonto  como  lo  era  antes.  El 
paladín  tomó  en  S(guida  la  botella  en  que  estaba  el  juicio 
del  conde  de  Angers;  ninguna  pesaba  tanto.  Antes  de  aban- 


ANÁLISIS  LITERARIO  433 

donar  la  luna,  San  Juan  condujo  al  príticips  de  Inglaterra 
a  otras  partes  del  satélite,  donde  le  mostró  otras  na j,ra  vi- 
llas alegóricas." 

Ariosto,  1 
Orlando  furioso,  canto  XXXIY. 


VIII 
Herminia  entre  los  pastores 

(Entre  los  personajes  de  hxjerusaíen  libertada  figura  eti 
primera  línea  Herminia,  hija  del  sultán  de  Antioqu'a,  la 
cual  se  halla  entre  los  defensores  de  la  ciudad  santa,  aun- 
que ha  concebido  un  amor  profjndo  por  Tancredo,  el  mas 
heroico  de  los  cruzados.  En  un  combate  singular  que  se 
verificó  en  frente  de  las  murallas  de  Jc^rusalen  entre  T¿in- 
credo  i  el  sarraceno  Argante,  los  dc^s  guerreros  estaban 
igualmente  heridos  cuand  >  la  noche  vino  a  poner  término 
al  combate.  Herminia,  encargada  de  prestar  a  Argante 
los  cuidados  que  en  los  siglos  de  caballería  las  mujeres 
prestaban  a  los  guerreros  enfermos,  lamenta  no  socorrer 
mas  bien  al  héroe  a  quien  ella  ama.  Al  fin  se  determina  a 
ir  a  reunirse  con  él  en  el  campo  délos  sitia  lores.  Unida 
por  una  estrecha  amistad  con  la  guerrera  Clorinda,  se 
aprovecha  de  estas  relaciones  para  vestirse  con  sus  armas. 
En  seguida  se  hace  abrir  en  nombre  de  Clorinda  las  puer- 
tas de  la  ciudad.) 

**E1  duro  acero  oprime  i  lastima  su  cuello  delicado  i  su 
cabellera  dorada;  su  débil  mano  toma  el  escudo,  carga  de- 


i  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III.  cap.  II,  §  3.— El  Orlan- 
do  furio'O  ha  si  lo  traducido  en  verso  castellano  por  don  Augusto 
de  Burgos,  i  esa  traducción  no  carece  de  soltura  i  elegancia;  pe- 
ro me  ha  parecido  preferible  trascribir  aquí  una  tra'luccion  en 
prosa  que  dé  a  conocer  mejor,  con  mas  claridad,  i  mas  por  en 
tero,  el  pensamiento  del  autor. 

Hai  en  el  poema  del  Ariosto  otro  episodio  iafualmente  célebre 
el  de  Medoro  i  Cloridano  (cantos  XVII t  i  XIX),  imitación  del  de 
Niso  i  Enríalo  de  Virjilio,  que  hém  )s  trascrito  m  is  atrás.  La 
comparación  de  estos  dos  fragmentos,  hará  ver  la  gran  superio- 
ridad del  autor  de  la  Eneida  sobre  casi  todos  los  poetas  cuando 
se  trata  de  asuntos  tiernos  i  patéticos. 

TOMO   V  28 


;434  MANUAL   DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

masindo  pesada  para  ella;  todo  su  cuerpo  está  revestido 
de  fierro,  brilla  a  su  alrededor;  i  con  un  aire  marcial  se  es- 
fuerza en  dominarse  a  sí  misma.  El  Amor  está  presente; 
jutga  i  se  rie  a  escondidas,  como  el  dia  en  que  vistió  al  Cid 
con  un  traje  de  mujer. 

;Con  cnanto  trabajo  sostiene  este  peso  desigual,  mien- 
tras avanza  con  un  paso  lento!  Se  apoya  en  su  fiel  compa- 
ñera, a  quien  hace  marchar  adelante.  Pero  el  amor  i  la  es- 
peranza reaniman  su  espíritu  i  dan  vigor  a  sus  miembros 
fatigados:  llega  en  fin  al  lugar  en  que  la  esperaba  su  escu- 
dero, i  ahí  monta  a  caballo. 

Así  que  se  hubo  alejado  de  la  ciudad,  envió  adelante  a 
su  escudero  a  prevenir  a  Tancredo  i  a  pedir  un  salvocon- 
ducto para  entrar  al  campamento  de  los  latinos.  Durante 
€ste  tiempo,  i  para  calmar  su  impaciencia,  encima  una  al- 
tura desde  donde  divísalas  tiendas  de  campaña  en  que 
debía  hallarse  Tancredo. 

La  noche  reinaba  aun:  ninguna  nube  oscurecía  su  frente 
cargada  de  estrellas:  la  luna  naciente  esparcía  su  dulce  cla- 
ridad: la  enamorada  belleza  toma  al  cielo  por  testigo  de  su 
amor;  el  silencio  i  los  campos  son  los  confidentes  mudos  de 
sus  penas.  Dirije  sus  miradas  a  las  tiendas  de  los  cristianos 
i  esclama: 

**¡0h  campo  de  los  latinos!  ¡objeto  caro  a  mi  vista!  íQué 
aire  se  respira  ahí!  ¡cómo  reanima  i  recrea  mis  sentidos! 
jAh!  Si  alguna  vez  el  cielo  concede  un  asilo  a  mi  vida  aji- 
tada,  yo  no  lo  encontraré  sino  en  este  recinto:  no,  solo  en 
medio  de  las  armas  espero  el  reposo. 

**¡0h  campo  de  los  cristianos!  recibe  a  la  triste  Hermi- 
nia; que  alcance  en  tu  seno  esa  compasión  que  Amor  le 
prometió,  esa  compasión  que,  cuando  era  cautiva,  encon- 
tró en  el  alma  de  su  jeneroso  vencedor.  Yo  no  reclamo  mis 
estados;  yo  no  reclamo  el  cetro  que  se  me  arrebató:  ¡oh 
cristianos!  seré  muí  feliz  si  puedo  servir  bajo  vuestras  ban- 
deras." 

Así  hablaba  Herminia:  ¡ah!  ella  no  prevé  los  males  que 
le  prepara  la  fortuna.  Algunos  rayos  de  luz  reflejados  por 
sus  armas,  van  a  herir  las  mir^idas  a  lo  lejos:  su  ropa  blan- 
ca, el  tigre  de  plata  que  brilla  sobre  su  casco,  anuncian  a 
Clprinda. 

(No  lejos  de  aquel  sitio  hai  una  guardia  avanzada  de  los 
latinos,  mandada  por  dos  hermanos.  Aleando  i  Poliferno. 
.Kl  último  creyendo  reconocer  a  Clorinda,  corre  hacia  ella 
para  combatir.   La  guerrera  fitíjida  huye;  i  Tancredo  pre- 


ANÁLISIS    LITERARIO  435 


venido  de  que  se  ha  visto  a  Clorinda  en  acecho  cerca  ael 
campo,  cree  que  el  mensaje  que  ha  recibido  venia  de  ella, 
i  así  herido  como  estaba  sale  en  su  persecución  para  defen- 
derla contra  sus  propios  soldados.) 

Entre  tanto  Herminia,  casi  examine,  es  llevada  por  su 
corcel  a  la  espesura  de  una  antigua  selva.  Sus  manos  tem- 
blorosas han  dejado  de  manejar  las  riendas.  El  corcel  hu- 
ye, se  precipita,  da  tantos  rodeos,  que  al  fin  desaparece  a 
las  miradas  de  sus  enemigos,  cuyos  esfuerzos  pasan  a  ser 
inútiles. 

Llenos  de  cólera,  agotados  de  cansancio,  con  la  ver- 
güenza en  la  frente,  vuelven  a  su  puesto,  así  como  después 
de  una  partida  de  caza  larga  i  difícil,  los  perros  que  han 
perdido  en  el  bosque  la  huella  del  animal  que  perseguian, 
vuelven  llenos  de  fatiga  i  desaliento.  Herminia  no  se  de- 
tiene: temerosa,  espantada,  no  se  atreve  a  mirar  atrás  pa- 
ra ver  si  todavía  se  le  amenaza. 

Toda  la  noche,  todo  el  dia,  vaga  sin  rumbo  i  sin  guía, 
no  viendo  mas  que  sus  lágrimas,  no  o^^endo  mas  que  sus 
gritos.  En  fin,  a  la  hora  en  que  el  sol  quita  los  corceles  de 
su  carro  luminoso  para  sumirse  en  el  seno  de  las  olas, 
Herminia  llega  a  las  orillas  del  límpido  Jordán,  pone  sus 
pies  en  tierra  i  se  recuesta  en  la  ribera. 

No  busca  descanso  sino  para  sus  males,  ni  alivio  sino 
para  sus  lágrimas.  Pero  el  sueño  este  dulce  consoladorde 
JOS  mortales,  que  les  procura  el  descanso  i  el  olvido  de  sus 
penas,  viene  a  adormecer  sus  sentidos  i  la  cubre  suave- 
mente con  sus  alas  bienhechoras.  Sin  embargo,  el  amor 
bajo  mil  formas  diversas,  turba  aun  la  paz  de  su  co- 
razón. 

Despierta  en  el  momento  en  que  las  aves  saludan  con 
su  canto  la  vuelta  de  la  aurora;  i  oye  el  murmullo  de  las 
aguas  i  del  follaje,  i  el  céfiro  que  se  juega  con  la  onda  i  con 
las  flores.  \bre  sus  lánguidos  ojos  i  lleva  sus  miradas  a 
las  cabanas  solitarias  de  los  pastores;  cree  oir  a  través 
del  rio  i  de  las  ramas  una  voz  que  se  une  a  sus  quejas  i  a 
sus  suspiros. 

Sus  lágrimas  corren.  De  repente  sus  jemidos  son  inte- 
rrumpidos por  cantos  mezclados  a  la  música  de  instru- 
mentos campestres.  Se  levanta,  se  acerca  a  pasos  lentos  i 
ve  sentado  a  la  sombra  de  un  árbol  a  un  anciano  rodea- 
do de  su  rebaño.  Teje  cestos  de  mimbre  i  escucha  los  can- 
tos de  tres  jóvenes  pastores. 

La  presencia  repentina   de  un  guerrero  desconocido  los 


436  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

espanta;  pero  Herminia,  desculriendo  su  cabellera  de  oro  i 
sus  hermosos  ojos,  los  saluda  con  gracia  i  los  tranquiliza. 
"¡Felices  pastores,  mortales  queridos  de  los  dioses!  les  dijo, 
continuad  vuestros  pacíficos  trabajos.  Yo  no  os  traigo  la 
guerra,  yo  no  vengo  a  turbar  vuestros  placeres  ni  a  inte- 
rrumpir vuestros  afanes. 

"¡Oh  padre  mió!  añade  ¿cómo  en  medio  del  vasto  incen- 
dio (jue  devora  estas  comarcas,  p(jdcis  vivir  tranquilo  ea 
esta  mansión,  sin  sufrir  nada  por  los  furores  de  la  guerra?" 
— Hijo  mió,  le  responde  el  anciano,  mi  familia  i  mis  rebaños 
han  escapado  hasta  aquí  a  los  ultrajes  i  a  la  desolación. 
El  ruido  de  los  combates  no  ha  traido  todaviael  espanto  a 
nuestra  soledad. 

**t¿l  cielo  vela  por  la  la  humilde  inocencia  de  los  pastores 
i  los  proteje.  Quizá  semejante  al  rayo  que  hiere  las  cimas 
de  las  montañas  i  perdona  los  valles,  el  furor  de  las  armas 
estranjera  no  ataca  mas  que  la  cabeza  de  los  reyes.  Nues- 
tra pobreza  vil  i  despreciada  no  tienta  a  los  ávidos  sol- 
dados. 

"Esta  pobreza  tan  desdeñada  es,  sin  embargo,  tan  que- 
rida a  mi  corazón  que  yo  no  deseo  ni  cetros  ni  riquezas. 
Los  tormentos  de  la  and)icion,  los  pesares  de  la  avaricia 
no  han  penetrado  jamas  en  mi  alma  tranquila.  Esta  agua 
límpida  calma  mi  sed,  i  no  temo  que  una  mano  estranjera 
venga  a  envenenarla.  Mis  ovejas,  mi  jardin,  suministran  a 
mi  mesa  alimentos  frugales  que  no  me  han  costado  mas  que 
lijeros  trabajos. 

"Nuestras  necesidades  son  limitadas  porque  tenemos  po- 
cos deseos.  No  tengo  esclavos;  mis  hijos  me  ayudan  i  son 
los  guardianes  fieles  de  mis  rebaños.  En  este  retiro  aparta- 
do, dcmde  se  deslizan  mis  dias  tan  felices,  veo  a  los  ciervos 
i  cabritillos  saltar  en  la  llanura;  a  los  peces  jugaren  las 
ondas  i  a  las  aves  revoletear  en  los  aires. 

"Entregado  en  otro  tiempo  a  las  ilusiones  de  la  juventud, 
conocí  otras  pasiones;  desprecié  el  cayado  de  los  pastores, 
abandoné  el  lugar  de  mi  nacimiento;  viví  algún  tiempo  en 
Ménfis.  Servidor  del  reí,  fui  admitido  en  el  palacio,  i  aun- 
que simple  administrador  de  los  jardines,  vi,  conocí  la  in- 
justicia de  las  cortes. 

"Estraviado  por  una  esperanza  engañadora,  soporté 
largo  tiempo  los  contrastes  i  los  disgustos;  mas  tarde,  jun- 
to con  mi  juventud,  se  desvanecieron  mi  esperanza  i  mi 
presunción.  Sentí  la  pérdida  de  los  placeres  de  esta  vida 
modesta;  suspi'répor  el  reposo  que  había  perdido;  dije  adiós 


ANÁLISIS  LITERA  KíO  437 

a  las  grandezas,  i  de  vuelta  a  estos  bosques  amigos,  encon- 
tré de  nuevo  dias  felices".  * 

Mientras  hablaba,  Herminia  inmóvil,  atenta,  escucha 
este  sabio  i  pacífico  discurs-o.  Su  alma  se  siente  conmovida, 
el  sonido  de  esta  voz  caima  la  íijitacionde  sus  sentidos.  En 
seguida,  después  de  largas  reflexiones,  se  resuelve  a  perma- 
necer en  esta  soledad,  a  lo  menos  hasta  qne  el  destino  pro- 
teja su  vuelta. 

"jOh  anciano  bondadoso,  qué  feliz  eres  por  haber  cono- 
cido en  otro  tiempo  la  desgracia!  Si  el  cielo  no  te  envidia 
este  dulce  destino,  ten  compasión  de  mis  desventuras;  recí- 
beme en  este  asilo,  quiero  vivir  a  tu  lado.  Quizá  bajo  esta 
sombra,  mi  corazón  se  sentirá  aliviado  del  peso  que  lo 
agobia". 

**Si  apeteces  el  oro  i  las  piedras  preciosas  que  el  vulgo 
adora,  yo  podré  satisfacer  i  colmar  tus  deseos".  Al  decir 
estas  palabras,  las  lágrimas  se  desprenden  de  sus  hermosos 
ojos.  Cuentíi  una  parte  de  sus  aventuras,  i  el  anciano  cora- 
pasivíí  llora  también. 

En  seguida  la  consuela  dulcemente,  le  manifiesta  la  ter- 
nura de  un  padre,  i  la  conduce  cerca  de  su  anciana  esposa, 
a  quien  el  cielo  habia  dotado  de  un  corazón  semejante  al 
suyo.  La  hija  de  los  reyes  se  viste  con  trííjes  rtísticos,  i  cu- 
bre sus  cabellos  con  un  tosco  velo.  Pero  en  su  mirada,  en 
su  aire  se  descubre  que  no  tiene  costumbre  de  habitar  estas 
selvas. 

Estos  humildes  vestidos  no  desvanecen  su  brillo,  su  gra- 
cia, su  arrogancia.  La  majestad  se  deja  ver  todavía  en  su 
rostro,  en  sus  movimientos,  en  medio  de  estos  humildes 
trabajos.  Con  el  cayado  en  la  mano,  conduce  el  rebaño  a 
la  pradera,  i  lo  vuelve  al  aprisco". 

TORCUATO   TaSSO  1 
Jertjsalen  libertada,  cant.  VI  i  VIL 


Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  par.  III,  cap.  II,  §  4. 


438  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


IX 

El  jig-ante  Adamastor 

"Cinco  soles  serian  ya  pasados 
Desque  de  allí  salimos,  dividiendo 
Los  mares  por  ninguno  navegados, 
El  viento  siempre  próspero  teniendo; 
Cuando  una  noche  estando  descuidados, 
Aunque  todos  velando  i  no  durmiendo, 
Sobre  nuestras  cabezas  aparece 
Una  nube  que  todo  lo  oscurece. 

Iba  tan  espantosa  i  tan  cargada, 
Que  al  corazón  el  miedo  frió  toca: 
Brama  la  negra  míir  alborotada, 
Como  si  diese  contra  alguna  roca. 
"¡Oh,  potestad  etérea  sublimada! 
(Dijo  mi  corazón  i  helada  boca) 
¿Qué  castigo  este  mar  nos  representa, 
JPues  esto  es  algo  mas  que  una  tormenta?" 

Antes  de  decir  mas,  una  figura 
En  el  aire  se  muestra  tosca  i  válida. 
De  disforme  i  grandísima  estatura. 
Con  el  rostro  cargado  i  barba  escuálida: 
Los  ojos  escondidos,  la  postura 
Espantosa,  la  cara  pálida; 
Crespo  el  cabello,  secos  los  carrillos, 
Negra  la  boca  i  dientes  amarillos. 

Su  cuerpo  era  tan  grande  i  tan  monstruoso 
Que  bien  pudo  decir  que  era  el  segundo 
De  Rodas  enormísimo  coloso. 
Que  uno  de  los  prodijios  fué  del  mundo. 
Con  un  tono  de  voz  fuerte,  espantoso. 
Que  pareció  salir  del  mar  profundo, 
Comenzó  a  hablar:  las  carnes  i  el  cabello 
Erizáronsenos  de  oillo  i  vello. 

I  dijo:  *'0h  jente  osada,  mas  que  cuantas 
En  el  mundo  intentaron  grandes  cosas, 
Que  ni  de  empresas  ásperas  te  espantas, 
Ni  de  proyectos  bélicos  reposas! 
Pues  los  vedados  términos  quebrantas, 
I  navegar  los  largos  mares  osas 


ANÁLISIS    LITERARIO  439 


De  que  há  ya  tantos  años  soi  yo  el  dueño, 
I  nunca  ha  arado  estraño  o  propio  leño; 

"Pues  quieres  que  te  sean  conocidos 
Los  secretos  del  húmedo  elemento, 
A  ningún  hombre  grande  concedidos 
De  noble  e  inmortal  merecimiento: 
Oye,  oye  los  males  prevenidos 
A  tu  orgulloso  loco  atrevimiento. 
Por  todo  el  ancho  mar  i  por  la  tierra 
Que  aun  has  de  sojuzgar  con  dura  guerra. 

*'Sabe  que  cuantas  naves  este  viaje 
Que  tú  emprendes,  hicieren  atrevidas, 
Enemigo  tendrán  este  paiaje 
Con  vientos  i  tormentas  desmedidas: 
I  en  la  primera  escuadra  i,  que  el  pasaje 
Haga  por  estas  ondas  mal  sufridas. 
He  de  hacer  de  repente  atroz  castigo 
Como  inhumano,  cruel,  fiero,  enemigo. 

"Aquí  espero  tomar,  si  no  me  engaño. 
De  quien  me  descubrió  2^  suma  venganza: 
Mas  no  se  acabará  con  esto  el  daño 
De  vuestra  porfiada  confianza; 
Pues  vuestras  naves  sufrirán  cada  año, 
Si  es  cierto  lo  que  aquí  mi  ciencia  alcanza, 
Naufrajios  i  desgracias,  de  tal  suerte 
Que  el  trabajo  menor  será  la  muerte. 

"I  del  primer  ilustre  ^  que  ventura 
Hará  ser  hasta  el  cielo  conocido. 


1  Bartolomé  Díaz  descubrió  el  cabo  de  Buena  Esperanza  el  añp 
de  1488  i  Gama  lo  dobló  en  1497;  pero  como  ambos  no  eran  mas 
que  descabridores,  no  se  podia  dar  el  nombre  de  escuadra  a  los  po- 
cos buques  que  los  acompañaron.  La  primera  escuadra,  propia- 
mente tal  que  dobló  el  cabo,  fué  íaque  Pedro  Alvarez  Cabral  llevó 
el  año  de  1500,  compuesta  de  trece  buques;  pero  el  25  de  junio  so- 
brevino una  tempestad  tan  horrorosa,  que  el  mar  se  tragó  repenti- 
namente cuatro  buques,  estrelló  tres  contra  las  rocas  i  dispersó  ^ 
los  seis  restantes,  de  tal  modo  que  solo  a  mediados  de  julio  pudie- 
ron reunirse,  i  entonces  estaban  raui  maltratados. 

■2  En  una  de  las  cuatro  naves  que  se  tragó  el  marenlSOO,  según 
se  ha  dicho  en  la  nota  anterior,  iba  de  capitán  Bartolomé  Díaz, 
primer  descubridor  del  cabo  Buena  Esperanza, 

3  Don  Francisco  de  Almeida,  primer  virrei  de  la  India.  Ausiliadp 
por  su  hijo  don  l^orenzo,  consumó  la  conquista  de  ese  país;  perq 
murió  miserablemente  en  el  cabo  de  Buena  Esperanza.   Camoens 


^40  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LTTEKABIA 


Seré  nueva  i  eterna  sepultura, 
Por  juicio  alto  del  Dios  nunca  entendido. 
Dejará  aquí  el  trofeo,  que  en  la  dura 
Campaña  contra  el  Turco  habrá  obtenido: 
Pues  conmigo  en  sus  daños  le  amenaza 
La  arruinada  Quiloa  con  Mombaza. 

^,Otro  también  vendrá  de  honrada  fama 
Liberal,  caballero   enamorado, 
I  consigo  traerá  la  hermosa  dama 
Que  Amor  por  gran  merced  le  habrá  otorgado  ^ 
Ventura  triste  i  hado  atroz  los  llama 
A  mi  duro  terreno,  donde  airado 
Los  dejará  tras  un  naufrajio  vivos. 
Porque  sufran  trabajos  excesivos. 

"Verán  de  hambre  morir  sus  hijos  caros, 
Con  tanto  amor  criados  i  nacidos: 
Verán  los  cafres  ásperos  i  avaros 
Que  a  la  dama  le  quitan  sus  vestidos: 
1  sus  alabastrinos  miembros  claros 
Con  el  frió  i  calor  verán  curtidos 
Después  de  haber  pisado  largamente 
Con  delicados  pies  la  aiena  ardiente. 

"Verán  también  los  ojos  que  escaparse 
Puedan  de  tanto  mal  i  desventura, 
A  los  amantes  míseros  quedarse 
En  la  implacable  i  férvida  espesura. 
Allí,  después  ijue  lleguen  a  ablandarse 
Las  mismas  peñas  con  su  angustia  dura, 


recuerda  mas  detenidamente  a  ambos  en  el  canto   X,   octavas 
XXVI  i  XXVII  de  su  poema. 

1  Don  Manuel  de  Sousa,  que  se  casó  en  la  India  con  la  hermosí"» 
sima  doña  Leonor  de  Saa,  i  fué  muchos  años  gobernador  de  Diu. 
JEl  año  de  1552  volvia  del  oriente  con  su  mujer  i  sus  riquezas,  pero 
el  buque  se  estrelló  contra  el  cabo  de  Buena  Esperanza  De  500 
hombres  que  iban  en  él,  cien  se  ahogaron:  los  400  restantes  pudie> 
ron  salvarse  con  don  Manuel,  su  mujer  i  sus  hijos.  Viéndose  en 
aquel  abandono,  resolvieron  atravesar  a  pié  toda  el  África  para 
llegar  a  alguno  de  los  puertos  de  la  Guinea,  donde  tenían  comercio 
los  portugueses.  En  esta  atrevidísima  empresa  perecieron  casi  to- 
dos los  náufragos,  i  solo  diez  i  seis  llegaron  a  un  puerto  de  Etio- 
pía, de  donde  pasaron  a  Portugal.  Por  la  relación  que  éstos  hicie- 
ron, un  poeta  portugués,  llamado  Jerónimo  Cortercal,  compuso 
un  poema  sobre  tan  irájica  historia. 


ANÁLISIS    LITERARIO  441 


Con  grande  amor  teniéndose  abrazados 
Muertos  se  quedarán  los  desdicliados." 

Aun  iba  a  prostguir  el  monstruo  horrendo 
Contando  nuestros  hados,  cuando  alzado 
Dije:  "¿Quién  eres  tú?  que  ese  estupendo 
Cuerpo  me  tiene  eisaz  maravillado!" 
La  boca  i  negros  ojos  retorciendo, 
Un  grito  dio  espantoso  i  destemplado; 
I  respondió  con  voz  triste  i  pesada, 
Como  que  la  pregunta  no  le  agrada: 

"Yo  soi  aquel  oculto  i  grande  cabo 
A  quien  llamáis  vosotras  Tormentorio,  i 
Que  ni  a  Pomponio,  Tolomeo,  Estrabo, 
Ni  a  ningún  otro  antiguo  fui  notorio. 
Toda  la  costa  de  África  aquí  acaba 
En  este  nunca,  visto  promontorio, 
Que  hacia  CvSe  polo  antartico  se  estiende 
A  quien  vuestra  osadía  tanto  ofende. 

"Uno  fui  de  los  liijos  de  la  tierra. 
Como  Encelado,  Ejeo,  el  Centuriano:  ^ 
Llámeme  Adamastor,  e  hice  la  guerra 
Al  que  lanza  los  rayos  de  Vulcano: 
Pero  no  alzando  sierra  sobre  sierra, 
Mas  venciendo  las  olas  del  Océano: 
Fui  capitán  del  mar  por  donde  andaba 
La  escuadra  de  Neptuno  que  buscaba. 

"Amores  de  la  esposa  de  Peleo 
Me  hicieron  emprender  tamaña  empresa; 
Todas  las  diosas  despreció  el  deseo, 
Por  amar  de  las  aguas  la  princesa. 
Desnuda  entre  las  hijas  de  Nereo 
En  la  playa  la  vi,  i  al  punto  presa 
Quedó  mi  voluntad  de  tal  manera. 
Que  aun  ahora  no  hai  cosa  que  mas  quiera. 


1  Cuando  Bartolomé  Díaz  descubrió  este  cabo,  como  debe  recor- 
darse, le  dio  el  nombre  de  cabo  de  las  Tormentas,  porque  en  aquel 
mar  padeció  grandes  borrascas.  El  reí  Juan  II  le  dio  un  nombre 
mas  favorable  por  la  esperanza  que  concibió  de  descubrir  el  cami- 
no que  habia  de  llevar  a  los  portugueses  a  la  India. 

2  Ejeo  es  Briareo,  jigante  marino,  hijo  del  Cielo  i  de  la  Tierra,  i 
que  en  compañía  de  sus  hermanos  se  rebeló  contra  Júpiter.  Como 
la  fábula  refiere  que  tenia  cien  brazoF,  se  le  conoce  con  el  nombre 
de  Centimano. 


442  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

"Mas,  siéndome  imposible  el  alcanzarla 
Por  mi  cara  tan  fea  i  mal  dispuesta, 
DeLerminé  por  armas  conquistarla: 
Mi  intención  hice  a  Dóris  manifiesta: 
I  Dóris  por  temor  tuvo  que  hablarla. 
Tétis  le  respondió  con  risa  honesta: 
"¿Qué  ninfa  habrá  que  tenora  amor  bastante 
A  poder  sustentar  el  de  un  jigante? 

"Pero  por  evitar  el  mal  estraño 
Que  en  el  mar  hace,  buscaré  manera. 
De  salvar  mi  honra  i  evitar  el  daño." 
Esto  me  respondió  la  mensajera. 
Yo  no  pude  caer  en  el  engaño; 
Que  es  grande  en  los  amores  la  ceguera! 
I  lleno  de  una  loca  confianza 
Quedé  fuera  de  mí  con  la  esperanza. 

"Dejo  de  hacer  la  guerra  al  mar  horrendo; 
I  la  noche  de  Dóris  prometida, 
Se  me  fué  desde  lejos  descubriendo 
El  rostro  de  mi  Tétis  tan  querida. 
Como  loco  corrí  tras  ella,  abriendo 
Los  brazos  por  cojer  lo  que  es  mi  vida 
Comíénzole  a  besar  los  ojos  bellos. 
La  boca,  las  mejillas,  los  cabellos. 

"Mas.  de  rabia  no  sé  como  lo  cuente! 
Pues  pensando  abrazar  a  la  que  amaba, 
A  una  roca  abrazaba  estrechamente 
Que  de  zarzas  i  espinos  llena  estaba; 
I  a  una  peña  apretaba  yo  mi  frente, 
Que  como  el  rostro  anjélico  besaba. 
Atónito  quedé  con  aquel  chasco, 
I  al  lado  de  un  peñasco  otro  peñasco. 

"Ninfa  la  mas  jentil  del  océano! 
Ya  que  esta  mi  presencia  no  te  agrada, 
¿Por  qué  no  continuaste  el  juego  vano, 
O  fuese  monte,  o  nube,  o  sueño,  o  nada? 
Apárteme  furioso  i  casi  insano 
Por  la  pena  i  deshonra  allí  pasada, 
A  buscar  otro  mundo,  do  no  viese 
Quien  de  mi  mal  i  llanto  se  riese. 

"Pero  entre  tanto  todos  mis  hermanos 
Ya  eran  vencidos  i  en  miseria  puestos: 
Crecidos  montes  por  los  dioses  vanos 
Eran  a  sus  cabezas  sobrepuestos: 


ANÁLISIS  LITERARIO  443 

I  como  contra  Dios  no  valen  manos, 
Yo  que  lloraba  enojos  tan  molestos, 
Fui  sintiendo  del  cruel  hado  enemigo 
Por  mis  atrevimientos  el  castigo. 

"Convirtióse  mi  carne  en  tierra  dura, 
Mis  pies  i  manos  peñas  se  volvieron; 
Este  cuerpo  que  veis,  esta  figura 
Por  esas  hondas  aguas  se  estendieron. 
En  fin  esta  grandísima  estatura 
Los  dioses  en  un  monte  convirtieron; 
I  para  aumentar  mas  pena  tamaña 
Tétis  en  torno  me  rodea  i  baña." 

Aquesto  nos  contó;  i  con  triste  lloro 
Súbito  de  la  vista  se  apartaba: 
La  nube  se  deshizo,  i  con  sonoro 
Bramido  el  agua  lejos  resonaba. 
Alcé  las  manos  al  celeste  coro, 
I  al  Anjel  le  pedí  que  nos  guiaba. 
Que  nos  librase  de  los  casos  duros 
Que  Adamastor  profetizó  futuros." 

Camoens  1. 

Los  Lusiadas,  cant.  V. 


X 

Muerte  de  Adonis 

'Con  su  mano  delicada.  Adonis  lanza  del  mejor  modo 
que  puede  el  duro  fierro  contra  el  jabalí;  pero  un  brazo  mas 
robusto  i  mas  seguro  que  el  suyo  no  podría  penetrar  allí 
donde  dio  el  golpe.  El  afilado  ajero,  como  sí  hubiese  choca- 
do contra  una  sólida  muralla,  o  contra  una  roca   escarpa- 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  IIF,  cap.  V,  §  2. 

He  tomado  este  episodio  de  la  traducción  castellana  del  poema 
de  Camoens,  hecha  por  don  Lamberto  Gil  i  publicada  en  Madrid 
en  1818.  Esta  traducción  aunque  no  siempre  armoniosa  i  elegante, 
es  bastante  fiel.  El  mismo  traductor  ha  dicho  en  el  prólogo  de  su 
obra  que  este  trabajo  no  presentaba  grandes  dificultades,  "En 
efecto,  dice,  solo  con  mudar  la  ortografía  quedará  la  mitad  del 
poema  en  castellano;  i  no  se  necesita  mas  que  traducir  la  otra  mi- 
tad, que  es  lo  que  "nosotros  hemos  procurado  hacer." 

No  hemos  encontrado  ninguna  noticia  biográfica  acerca  del  tra- 
ductor, i  solo  sabemos  que  era  eclesiástico.  :  :     i 


444  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

da,  O  como  si  hubiese  dado  contra  un  yunque,  vuelve  atrás 
sin  haberse  enrojecido  con  una  sola  gota  de  sangre. 

Cuando  ve  esto,  Adonis  se  reconcentra  en  sí  mismo;  se 
arrepiente  demasiado  tarde,  i  aconsejándose  mejor,  piensa 
en  escaparse,  si  le  es  posible.  Siente  terror,  i  se  determina  a 
huir,  poi(|ue  viendo  de  cerca  a  este  animal  feroz,  descubre 
entre  sus  horribles  párpados,  esa  misma  luz  espantosa  que 
algunas  veces  muestra  el  cielo  cuando  con  un  tridente  de 
fuego  entreabre  las  noches  en  medio  de  las  nubes  destro- 
zadas. 

(Sin  embargo,  el  jabalí  persigue  a  Adonis,  i  Marini,  por 
una  estravagfincia  de  su  imajinacion,  i  que  puede  servir  de 
ejemplo  de  su  mal  gusto,  supone  que  el  monstruo  feroz  que- 
da encantado  al  observar  la  belleza  del  cazador  que  huye 
delante  de  él). 

Con  su  gruñido  cruel,  quiere  aplicar  un  beso  sobre  ese 
costado  que  aventaja  en  blancura  a  la  misma  nieve;  i  cre- 
yendo acariciar  el  delicado  marfil,  imprime  en  él  las  huellas 
de  sus  terribles  dientes.  Esas  heridas  son  manifestaciones 
de  su  ternura;  porque  la  naturaleza  no  le  habia  enseriado 
otros  movimientos,  otras  caricias  para  atestiguar  su  amor. 

(De  nuevo  quiere  Adonis  rechazar  al  monstruo  con  su 
lanza:  es  echado  por  tierra,  i  el  jabalí,  pasando  i  repasando 
sobre  él,  desgarra  sus  costados  con  grandes  heridas). 

¡Con  cuánta  dulzura  espira!  ¡con  cuánta  dulzura  langui- 
dece! ¡Qué  suave  palidez  emblanquece  su  rostro!  Este  no 
tiene  nada  de  horrible;  porque  en  medio  del  horror  i  de  la 
sangre,  la  risa  i  el  placer  se  encuentran  reunidos.  Sobre  sus 
párpados  vacíos  i  privados  de  sangre,  en  sus  ojos  apaga- 
dos, el  amor  sepultado  reina  todavía:  estas  dos  estrellas 
estinguidas  i  cerradas  lanzan  aun  relámpagos,  i  la  muerte 
es  hermosa  en  tan  hermoso  rostro. 

Las  frias  fuentes  arden  de  compasión,  los  pinos  i  las  en- 
cinas tan  duras  se  enternecen;  las  alturas  de  los  Alpes  vier- 
ten de  sus  fuentes  cubiertas  de  follaje,  arroyos  de  lágrimas; 
se  oyen  a  las  ninfas  que  jimen  i  lloran  en  las  montañas  i  en 
las  profundas  cavernas  de  las  inmediaciones;  las  driadas  i 
las  napeas,  amantes  unas  de  los  bosques  i  otras  de  los  ríos, 
inundaron  sus  ojos  en  lágrimas". 

Juan  B.  Marini,  i 

A./óms,  cant.  XVllI. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  par.  III,  cap.  TI,  §  11. 
Este  pasaje,  uno  de  los  mas  notables  del  afamado  poema  de  Marini, 
en  que  el  poeta  ostenta  toda  la  armonía  i  riqueza  de  su  versificación, 


ANÁLISIS    LITERARIO  445 


XI 
El  consejo  de  los  dioses 

"Entretanto,  la  fama  desplegando  sus  alas,  llega  al  cielo 
contando  lo  que  pasa  en  Italia,  i  hace  saber  al  alto  Júpiter 
las  calamidades  que  de  un  cubo  iba  a  sacar  la  suerte.  Júpi- 
ter, amigo  de  los  mortales,  i  que  se  aflije  sinceramente  de 
los  males  que  los  amenazan,  hace  sonar  las  campanas  de 
su  imperio  i  convoca  a  consejo  a  todas  las  divinidades  de 
Homero. 

Inmediatamente  sale  de  las  cocheras  del  cielo  una  multi- 
tud de  carruajes  con  ruedas  en  forma  de  estrellas,  muías, 
literas,  caballos  con  ricas  bridas  i  sillas  recamadas.  Mas  de 
cien  criados  llevando  magtiííicas  libreas,  seguían  a  sus 
señores. 

El  príncipe  de  Délos,  ante  que  todos  sus  compañeros, 
llegó  corriendo  en  un  carruaje  de  campo  que  tiraban  seis 
caballos  color  castaño.  Traia  una  capita  rosada  i  un  som- 
brero de  lerciopelo,  i  llevaba  al  cuello  el  toisón  de  oro  del 
rei  de  España:  detras  de  él  corrian  veinticuatro  doncellas 
calzadas  con  escarpines. 

Palas,  a  caballo  en  una  yegua  inglesa,  avanzaba  con  un 
aire,  orgulloso  i  despreciativo;  estaba  vestida  mitad  a  la 
griega,  mitad  a  la  española:  la  pollera  le  llegaba  a  media 
pierna,  i  una  parte  de  su  cabellera  estaba  recojida  i  la  otra 
suelta;  llevaba  sobre  la  oreja  derecha  una  hermosa  pluma 
de  garza,  i  su  cimitarra  colgaba  del  arzón  de  la  silla. 

Seguia  Venus  con  dos  carruajes:  en  el  primero,  donde  se 
ostentaba  el  oro  i  la  púrpura,  brillaba  ella  con  su  hijo  i  las 
tres  Gracias;  en  el  otro  estaban  sus  cortesanos  con  túnica  i 
espada,* su  escudero,  el  preceptor  del  príncipe  i  el  cocinero 
mayor. 

Saturno,  viejo  i  acatarrado,  i  que  antes  de  partir  se  ha- 
bía hecho  dar  un  remedio,  venia  en  litera  cerrada  con  una 
escupidera  debajo  del  asiento.  Marte  estaba  niontado  en 
un  caballo  que  daba  saltos  sobrenaturales;  este  dios  tenia 
medias  listadas  i  un  penacho  rojo  en  el  sombrero. 

La  diosa  de  las  cosechas  i  el  dios  del  vino  vinieron  juntos 


puede  servir  de  modelo  de  la  falta  de  naturalidad  con  que  aquel  em- 
pañó sus  escritos.  Esta  forma  poética,  mui  aplaudida  un  momento  en 
toda  la  Europa,  es  denominada  todavía  marinesca. 


4^6  MANUAL    DB   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

en  amistosa  conversación.  Neptuno  se  hizo  trasportar  por 
aquel  delfín  que  no  teme  navegar  al  través  de  las  ondas  del 
cielo:  el  pobie  estaba  desnudo,  lleno  de  algas  i  de  fango,  lo 
que  a  su  madre  no  causa  ningún  pesar;  i  acusa  a  su  desa- 
piadado hermano   que  lo  trata  como  si  fuera  un  pescador. 

Diana  no  se  presentó:  se  habia  levantado  mui  temprano 
para  ir  a  lavar  su  ropa  a  un  arroyo,  en  un  bosque  situado 
en  la  frontera  de  Toscana.  Volvió  cuando  era  entrada  la 
noche,  i  se  presentó  a  su  madre  a  escusarse  por  su  falta, 
trabajando  unas  calcetas  con  unos  fierrecitos. 

Juno  Lucina,  que  quería  lavarse  la  cabeza,  no  pudo  asis- 
tir. Menipo,  sobrestante  de  la  cocina  de  Júpiter,  escusó  a 
las  Parcas,  porque  en  esa  mañana  tcnian  que  amasar  el 
pan  i  que  hilar  mucha  estopa.  Sileno  se  quedó  afuera  para 
terciar  con  agua  el  vino  de  los  criados. 

Las  puertas  de  las  rejas  del  Olimpo,  jirando  sobre  goznes 
de  oro,  se  abren  con  un  ruido  semejante  al  trueno,  i  los 
dioses  pasan  del  soberbio  patio  a  la  sala  real  del  consejo, 
Allí  es  donde  brillan  esos  lujosos  e  inmortales  tapices  inac- 
cesibles al  rayo;  allí  es  donde  el  diamante,  la  esmeralda, 
todo  lo  que  el  oriente  encierra  de  rico  i  de  precioso  pierden 
su  brillo  i  su  valor. 

Los  habitantes  de  este  afortunado  reino,  tomaron  su 
asiento  en  bancos  sembrados  de  estrellas:  los  timbales  i 
las  trompetas  anuncian  la  llegada  del  rei  de  los  dioses.  Sus 
chamberlanes,  sus  pajes  i  sus  criados,  en  número  de  ciento, 
abrian  la  marcha;  los  proceres  venian  en  seguida;  detras 
de  ellos  marchaba  Hércules,  capitán  de  la  guardia  de  la 
fortaleza  armado  con  una  maza.  Como  aun  no  estaba  com- 
pletamente curado  de  su  locura,  separaba  a  la  jente  a  ma- 
zasos  para  dar  paso  al  rei,  como  puede  hacerlo  un  sacris- 
tán ebrio,  que  precediendo  a  un  gran  señor  un  dia  de  fiesta, 
rompe  brutalmente  al  uno  la  cabeza  i  al  otro  un  brazo. 

Mercurio  lo  seguia  llevando  el  sombrero  i  los  anteojos  de 
Júpiter.  En  su  mano  tenia  una  gran  bolsa  donde  guardaba 
todas  las  súpli  as  de  los  mortales,  para  destribuirlas  en  se- 
guida en  dos  cajas  agujereadas  que  Júpiter  tenia  en  su  ga- 
binete. Ahí,  ordinariamente  d(^s  veces  por  dia,  el  padre  de 
los  dioses  i  de  los  hombres  imprime  con  mucha  atención  i 
cuidado  su  augusta  firma. 

Júpiter  llega  al  fin  en  traje  real  trayendo  su  cabeza  coro- 
nada con  las  estrellas  que  se  han  descubierto.  De  sus  hom- 
bros colgaba  un  manto  imperial  quesolia  llevar  los  dias  de 
fiesta.  Su  bastón  pastoral  i  sus   zapatillas   eran   de  u  o;   i 


ANÁLISIS    LITERARIO 


447 


bajo  el  manto  tenia  una  túnica  de  seda,  obsequio  del  em- 
perador de  la  China,  cuya  cola  llevaba  en  sus  manos  Gani- 
médes. 

Al  presentarse  el  rei,  el  senado  inmortal  se  levantó  de  los 
eternos  asientos,  i  permaneció  con  la  cabeza  reverente  i  hu- 
mildemente inclinada  hasta  que  Júpiter  se  sentó  en  su  tro- 
no. A  su  izquierda,  i  en  un  lugar  eminente,  se  sentó  la  for- 
tuna, i  a  la  diestra  el  Destino.  La  Muerte  i  el  Tiempo,  que 
por  su  palidez  parecian  estar  enfermos,  le  servian  de  grada. 

Echa  una  mirada  a  su  alrededor:  al  oir  su  divina  voz,  los 
vientos  se  tranquilizan,  el  aire  se  serena,  la  tierra  se  con- 
mueve, el  océano  se  ajita  hasta  el  seno  de  sus  profundos 
abismos.  Comenzó  por  la  narración  de  los  horribles  comba- 
tes que  en  otro  tiempo  se  dieron  las  ranas  i  los  ratones." 

Tassoni  1 
El  cubo  robado,  canto  íl. 


XII 
Combate  en  una  librería 

''Sin  embargo,  lejos  del  bullicio,  los  canónigos  están  sen- 
tados a  la  mesa,  iíimolan  treinta  guisos  a  su  hambre  indo- 
mable. Su  fogoso  apetito,  excitado  por  las  circunstancias, 
recorre  todos  los  rincones  de  un  pastel  enorme.  La  sed  se 
inflama  con  la  sal  irritante.  En  ese  momento,  la  rápida 
fama,  sembrando  por  todas  partes  el  terror,  se  acerca  al 
chantre  desalentado  para  referirle  la  respuesta  del  oráculo. 
Este  se  levanta  inflamado  por  el  vino' i  por  la  bilis,  i  pre- 
tende a  su  turno  consultar  a  la  Sibila  ^.  Evrard  se  lamen- 
ta de  que  abandonen  la  comida;  pero  él  mismo  es  arrastra- 
do afuera  por  el  mayor  número. 

."Por  los  estrechos  pasadizos  de  una  barrera  oblicua,  ga- 
nan una  antigua  pieza  donde  amontonando  sin  descanso 
buenos  i  malos  libros,  Barbiii  vende  a  los  que  pasan  auto- 
res a  todo  precio.  Allí,  el  chantre  llega  con  gran  ruido  i  se 
hace  lugar  en  el  instante  funesto  en  que  con  ¡amismaauda- 

1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part  III,  cap.  II.,  §  12. 

2  La  diosa  de  la  cliicana,  a  la  cual  el  prelado,  enemigo  del  chan- 
tre, acababa  de  consultar. 


448  MANUAL,    DE3    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


cía  el  prelado  i  su  tropa  bajaban  la  escalera  tortuosa  del 
palacio.  Ambos  rivales  deteniendo  e  al  pasar,  se  miden 
con  la  vista.  Un  mismo  furor  anima  sus  almas.  Pero  Evrard, 
al  pasar  codeándose  con  Boisrude,  no  puede  contener  su 
rabia.  Entra  a  casa  de  Barlíin  i  cojiendo  con  un  brazo 
irritado  un  volumen  trunco  del  Ciro  i  ,  lanza  sobre  el  sa- 
cristán el  terrible  tomo.  Boisrude  evita  el  golpe;  pero  el  li- 
bro va  derecho  i  silbando  a  herir  en  el  estómago  al  infor- 
tunado Sidrac.  El  viejo,  agobiado  por  el  horrible  Artamé- 
nes,  cae  sin  pulso  i  sin  aliento  a  los  pies  del  prelailo.  Su 
tropa  lo  cree  muerto,  i  cada  cual  cree  que  le  ha  tocado  el 
golpe  que  lo  hirió. 

"Inmediatamente,  se  lanzan  veinte  campeones  contra 
Evrard;  los  canónigos  avanzan  para  sostt-ner  el  choque: 
la  discordia  triunfa,  i  con  un  grito  de  la  terrible  señal  del 
funesto  combate.  Todos  entran  i  se  confunden  en  la  casa 
del  librero  ausente.  Los  libros  caen  sobre  Evrard  como  el 
granizo  que  en  un  gran  jardín  derriba  con  golpes  impetuo- 
sos los  brotes  nacientes.  Cada  uno  se  arma  de  carrera  con 
el  libro  ^ue  encuentra:  uno  toma  el  E  licto  de  Amor  2^  el 
otro  el  reloj;  uno  se  apodera  de  Joñas  que  ha  visto  encua- 
dernado, el  otro  de  un  Tassq  francés,  muerto  al  nacer.  El 
dependiente  de  la  librería  trata  en  vano  de  oponerse  a  su 
furor:  los  volúmenes,  lanzados  a  la  cab^-za  sin  elección, 
vuelan  por  todos  lados  en  la  escala  empolvada.  Allí,  cerca 
de  un  Guarini,  Terencio  cae  por  tierra;  Jenofonte  se  choca 
en  el  aire  con  un  La  Serré  ^. 

**¡0h!  ¡Cuántos  escritos  oscuros,  cuántos  libros  ignora- 
dos fueron  sacados  dtl  polvo  en  este  gran  dia!  Vosotros, 
Armerindo  i  Simandro  fuisteis  1  tuzados;  i  tú,  desconocido 
Caloandro  *,  sorprendido  en  tu  reposo  por  Gaillerbois,  se- 
gún se  dice,  viste  entonces  la  luz   por  primera  vez.   Cada 


1  Artaménes  o  el  gran  Ciro,  novela  de  Mademoiselle  fie  ^cunÉ- 
RY,  impresa  en  voiúmenes  enormes.  Véanselas  Noc.  de  bist.  lit. 
part.  III,  cap.  tV,  §   22. 

2  El  EdicOt  de  /Imnr,  opúsculo  en  verso  del  abate  Re^rnier-De- 
marais.  El  reloj  de  Bonneeorse,/on//s.  poema  por  Coras.  El  Tasso 
francés  es  la  traducción  incompleta  de  Lederc. 

3  La  Serré  es  un  escritor  desconocido;  Boileau,  buscando  el  con- 
traste, lo  hace  chocar  con  Terencio;  así  como  a  Guarini,  poeta  muí 
poco  natural,  lo  opone  a  Terencio,  que  es  la   misma   naturalidad. 

4  Almerindo  i  Cimandro,  tal  es  el  título  de  una  novela  impresa 
en  1646,  desconocida  ahora.  Caloandrc  es  una  novela  italiana 
que  tradujo  al  francés  Mademoiselle  de  Scudéry. 


ANÁLISIS  LITERARIO  440 


golpe  deja  una  magulladura  en  la  carne.  Ya  mas  de  un  gue- 
rrero se  queja  de  sus  heridas.  Giraud  es  echado  al  suelo  por 
un  enorme  Le  Vayer  ^;  Marinean  herido  en  el  hombro  por  un 
Brébeuf  ^,  siente  un  terrible  dolor  en  todo  el  brazo  i  maldi- 
ce la  Farsalia  tan  p-  pular  en  otras  provincias.  Dodillon 
aturdido  por  un  Pinchen  *  en  cuarto,  tiene  por  mucho  rato 
el  rostro  pálido  i  el  corazón  abatido.  El  capellán  Garagne, 
herido  arriba  de  la  frente  en  lo  mas  reñido  del  combate  por 
un  Carlomagno  ¡efecto  prodijioso  de  los  versos  de  este  poe- 
ma! se  encuentra  próximo  a  dormirse,  bosteza  i  cierra  los 
ojos  ^.  A  mas  de  un  combatiente  es  fatal  Clelia  ^:  con  ella 
Giroux  brilla  i  se  señala  diez  veces. 

"Pero  todo  cede  a  los  esfuerzos  del  canónigo  Fabri.  Este 
guerrero  alimentado  en  las  querellas  de  la  iglesia,  es  robus- 
to de  cuerpo,  terrible  de  rostro:  jamas  se  le  ha  visto  poner 
agua  en  su  vino.  El  solo  echa  por  tierra  a  Guibert  i  a  Gras- 
set,a  Gorillon  el  bajo  i  a  Grandin  el  falsete,  Gervois  el  agra- 
dable i  a  Guérin  el  insípido.  La  tímida  brigada  de  los  chan- 
tres se  aparta  i  toma  el  camino  del  palacio,  como  a  la  vista 
del  lobo,  terror  de  los  campos  vecinos,  el  rebaño  balador 
de  los  corderos  espantados,  o  como  delante  de  A(|uíles  en 
las  campañas  del  Janto,  los  troyanos  se  salvaban  al 
abrigo  de  sus  torres.  Entonces  Brontin  dirije  a  Boisrude 
este  discurso: 

"¡Ilustre  crucero  ^,  en  cuyas  manos  jamas  ha  dado  un 
paso  atrás  nuestra  bandera  ¿será  posible  que  un  solo  ca- 
nónigo triunfe  del  prelado,  i  que  a  nuestra  vista  empañe  el 
brillo  del  roquete?  Nó,  nó;  para  ponerte  a  salvo  de  su  te- 
rrible mano,  acepta  la  protección  de  mi  cuerpo  rollizo:  ven; 
i  en  esta  trinchera,  contra  ese  guerrero  orgulloso,  haz  vo- 


2  La  Mothe  Le  Vayer,  célebre  erudito  i  escritor  sobre  muchas 
materias,  que  floreció  en  la  primera  mitad  del  siglo  XVÜ.  Sus 
obras  habían  sido  reunidas  en  dos  volúmenes  enormes. 

3  Poeta  francés  que  floreció  en  la  primera  mitad  del  siglo  XVII. 
Tradujo  la  Farsalia  de  Lucano  en  verso  francés,  i  compuso  mu- 
chas otras  poesías,  notable  s  por  su  hinchazón.  Las  burlas  de  Boi- 
leau  acabaron  con  su  fama 

4  E^critor  vulgar  i  desconocido  ohora. 

5  Poema  insoportable  de  Luis  Le  Lahoureur. 

^  Clelia  es  una  novela  en  diez  tomos  de  Mademoiselle  de  Scu. 
déry. 

7  El  crucero  o  crucifero  es  el  monacillo  que,  llevando  la.  cruz  al- 
ta, abre  la  procesión. 

TOMO    v  29 


450  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

lar  este  Quinault  i  que  me  queda  en  la  mano."  I  diciendo 
estas  palabras,  le  pasa  la  obra  suave  i  tierna.  El  sacristán, 
ardiendo  en  celo  i  en  valor,  la  toma,  se  oculta,  se  acerca,  i 
con  el  noble  escrito  da  entre  los  dos  ojos  al  audaz  atleta. 
Sin  embargo,  eso  no  basta  para  hacerlo  vacilar:  el  libro, 
sin  fuerza,  no  lastimó  su  cabeza.  El  canónigo  lo  ve,  i  ar- 
diendo en  cólera  les  dice:  "Aguardad,  pareja  coV)arde  i  as^ 
tuta,  i  juzgad  si  mi  mano,  novicia  en  las  grandes  hazañas, 
lanza  a  mis  enemigos  un  libro  que  no  haga  mal." 

"Diciendo  estas  palabras,  toma  un  viejo  Infortiat  au- 
mentado con  las  visiones  de  Accurse  i  de  Álciat  2;  montón 
inútil  de  escritura  gótica,  cuyas  tapas  eran  formadas  por 
cuatro  tablas  mal  unidas,  forradas  a  medias  con  pergami- 
no negro,  de  donde  colgaban  pendientes,  de  tres  clavos,  los 
restos  de  una  cerradura.  En  el  estante  que  lo  sostiene,  cer- 
ca de  un  Aviceno  ^^  dos  mortales  formibles  apenas  lo  mo- 
verian.  El  canónigo,  sin  embargo,  lo  levanta  sin  esfuerzo, 
i  sobre  la  pareja  pálida  i  medio  muerta,  deja  caer  con  las 
dos  manos  el  terrible  rayo.  Con  este  golpe,  los  dos  gue- 
rreros miden  la  tierra;  i  los  clavos  i  las  tablas  rotos  i  des- 
trozados, ruedan  largo  rato  en  las  gradas  de  la  escalera. 

Ante  el  sorprendente  espectáculo  de  esta  caída  imprevis- 
ta, el  prelíído  lanza  un  grito  que  llega  hasta  las  nubes:  mal- 
dice en  su  corazón  al  demonio  de  los  combates,  i  por  el 
horror  del  golpe  retrocede  seis  pasos;  pero  en  breve,  recor- 
dando sus  antiguas  proezas,  saca  del  manteo  su  diestra 
vengadora.  Se  marcha,  i  con  sus  dedos  santamente  estira- 
dos, bendice  a  la  jente  déla  calle, formada  en  dos  filas.  Sabe 
que  el  enemigo  va  a  sorprenderse  con  este  golpe  i  que  a  su 
vista  todo  el  pueblo  enfervorizado  va  a  gritar  a  los  comba- 
tientes: ''¡Profanos,  de  rodillas!" 

*'E1  chantre  que,  desde  lejos  ve  acercarse  la  tempestad, 
busca  en  vanoel  valoren  su  alma  trastornada:  abandónalo 
su  altivez,  tiembla,  cede,  huye:  su  brigada  lo  sigue  a  lo 
largo  de  la  pared.  Al  instante,  todos  se  apartan,  pero  nin- 
guno se  salva:  por  todas  partes  el  dedo  vengador  lo  sigue 


1  Célebre  poeta  francés  del  siglo  XVII,  creador,  puede  decirse 
así,  del  drama  lírico,  i  cuyas  obras  son  leidas  todavía. 

2  Accurse  i  Alciat  son  dos  célebres  jurisconsultos  italianos  que 
comentaron  el  Infortiat,  nombre  que  se  daba  a  la  segunda  parte 
del  Dijesto,  código  de  Justiniano. 

'^  Autor  árabe  que  ha  escrito  sobre  medicina. 


ANÁLISIS    LITBIIARIO  451 


i  los  atrapa.  Evrard  solo,  retirado  prudentemente  en  un 
rincón,  se  creia  a  cubierto  del  sagrado  insulto;  pero  el  pre- 
lado se  encamina  hacia  él  mañosamente,  lo  observa  con 
la  vista  como  si  se  dirijiera  a  la  derecha;  pero  de  improviso 
vuelve  a  la  izquierda,  i  con  un  brazo  afortunado,  bendice 
repentinamente  al  consternado  guerrero.  El  canónigo  sor- 
prendido por  este  rayo  mortal,  se  endereza  i  levanta  en 
vano  su  cabeza  rebelde:  temblando  a  este  respecto,  cae  de 
rodillas,  i  paga  al  miedo  lo  que  debe  al  respeto.  El  prela- 
do, lleno  de  gloria,  va  inmediatamente  al  templo  a  sabo- 
rear los  dulces  frutos  de  su  santa  victoria:  i  los  canónigos, 
castigados  de  sus  vanos  proyectos,  vuelven  a  sus  casas 
desatentados  i  benditos." 

BOILEAU,  1 
El  facistol,  cant.  V. 


XIII, 
La  Suiza 

"¡Bendito  seas,  pueblo  feliz!  Da  gracias  al  destino  que  te 
ha  negado,  junto  con  la  opulencia,  las  fuentes  de  los  vicios. 
Para  aquel  que  está  satisfecho  con  su  posición,  la  misma 
pobreza  es  una  condición  de  felicidad,  mientras  que  el  lujo 
i  la  voluptuosidad  carcomen  los  cimientos  de  ios  estados. 

Cuando  Roma  contaba  todavía  tantas  victorias  como 
batallas,  una  pobre  salsa  era  el  alimento  de  los  héroes,  i  los 
dioses  tenian  templos  de  madera;  pero  cuando  sus  riquezas 
no  tuvieron  límites,  el  mas  débil  enemigo  heló  de  esf>anto 
al  guerrero  dejenerado.  Guárdate,  pues,  de  estender  la  es- 
fera de  tus  deseos:  tu  prosperidad  durará  mientras  conser- 
ves tu  sencillez. 

La  naturaleza,  es  verdad,  cubre  de  piedras  tus  rudas 
campiñas;  pero  el  arado  pasa  al  través  de  ellas,  i  tus  siem- 
bras prosperan.  La  naturaleza  ha  levantado  la  barrera  de 
los  Alpes  para  separarte  del  resto  del  mundo,  porque  los 
hombres  son,  unos  para  otros,  el  peoí  azote.  Tu  bebida  es 
el  agua  pura;  la  leche  es  tu  alimento  mas  rebuscado;  pero 
el  apetito  i  la  alegría  sazonan  hasta  las  bellotas.  Los  pro- 
fundos  abismos   de  tus  montañas  no  producen  mas  que 

1  Véanse  las  Noc  de  h/st.  lit ,  part.  III,   cap.  IV,  §  12. 


452  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


fierro.  ¡Ah!  ¡cómo  quisiera  el  Perú  ^  ser  tan  pobre  como  tú! 
porque  donde  reina  la  libertad  todas  las  penas  se  minoran, 
las  mismas  rocas  se  cubren  de  flores  i  el  viento  boreal  se 
suaviza. 

Un  agradable  hacinamiento  de  montañas,  de  rocas  i  de 
lagos  se  descubre  poco  a  poco:  sus  formas,  al  principio  pá- 
lidas e  indecisas,  acaban  por  presentarse  claras  i  distintas. 
El  horizonte  azulejo  está  limitado  por  un  círculo  de  cimas 
brillantes,  donde  negras. selvas  detienen  los  rayos  del  sol. 
A  veces,  una  cadena  inmediata  muestríi  la  suave  pendiente 
de  sus  colinas,  desde  donde  el  bramido  de  las  vacas  es  repe- 
tido por  el  eco  del  valle;  a  veces,  se  percibe  un  lago,  espejo 
inmenso,  cu^^a  superficie  uniforme  refleja  las  luces  temblo- 
rosas de  la  aurora;  a  veces,  en  fin,  se  abre  una  larga  serie 
de  verdes  valles  que,  serpenteando  aquí  i  allá,  se  pierden 
estrechándose  a  lo  lejos. 

"Allí,  una  montaña  desnuda  amenaza  al  cielo  con  su 
cima  formada  por  el  hielo  acumulado  por  los  siglos,  i  tien- 
de hacia  abajo  sus  costados  pulimentados,  i  cuyo  frió  cris- 
tal resiste  a  todos  los  rayos  del  sol,  i  desafia  los  asaltos  del 
calor  abrasador  de  Cáncer.  No  lejos  del  hielo,  una  montaña 
fértil  estiende  su  ancha  espalda  cu'')iertacon  ricas  praderas. 
Las  mieses  se  ostentan  i  maduran  en  sus  suaves  pendien- 
tes, i  cien  rebaños  pacen  en  sus  colinas.  Un  valle  estrecho, 
cubierto  por  frescas  sombras,  separa  las  producciones  de 
las  diferentes  zonas. 

"Aquí,  una  montaña  escarpada  eleva  sus  picos  como  al- 
tas murallas;  un  rápido  torrente  se  escapa  de  ella  i  se  pre- 
cipita en  cascadas.  Cubierto  por  una  espesa  espuma,  se 
abre  paso  al  través  de  las  hendiduras  de  las  rocas,  i  con 
un  salto  impetuoso,  vence  todos  los  obstáculos  que  se  opo- 
nen a  su  furia.  La  altura  i  la  rapidez  de  su  caida,  dividen 
sus  agu  is;  en  el  aire  condensado,  se  estiende  i  se  ajita  un 
vapor  oscuro;  el  arco  iris  se  deja  ver  en  esa  agua  reducida 
a  polvo,  i  el  lejano  valle  se  riega  con  un  rocío  cc^ntinuo.  El 
viajero  maravillado,  ve  correr  en  los  aires  torrentes  que  se 
escapan  de  las  nubes  para  echarse  en  otras  nubes. 

Aun  en  los  lugares  en  que  no  penetra  jamas  la  luz  bené- 
fica del  sol,  donde  escarchas  continuas  despojan  de  follaje 


1  En  el  siglo  XVIII,  el  Perú  tenia  en  Europa  la  reputación  de  ser 
un  país  cuajado  de  oro  i  de  plata.  Parece  inútil  recordar  que  cuan- 
do Haller  escribió  su  poema,  el  Perú  estaba  sometido  a  la  domi- 
nación española. 


ANÁLISIS  LITERARIO  453 

al  valle  desierto,  las  grietas  de  las  rocas  están  adornadas 
con  gran  magnificencia  al  abrigo  de  los  ultrajes  del  tiempo 
i  de  los  rigores  del  invierno.  En  el  fondo  de  esos  abismos 
subterráneos,  que  no  han  visto  jamas  la  luz,  la  húmeda 
arcilla,  rodeada  en  forma  de  bóveda,  se  cubre  con  un  cris- 
tal brillante.  Ese  cristal,  de  vivos  resplandores,  sale  de  las 
aberturas  de  la  roca,  brilla  en  la  sombra  como  el  relámpa- 
go, i  lanza  sus  rayos  por  todos  lados.  ¡Oh  riqueza  de  la 
naturaleza!  Ocultaos,  vosotros  diamantes  enanos  de  la  In- 
dia; el  diamante  de  Europa  se  deja  ver  en  estos  lugares,  i 
toma  las  proporciones  de  una  montaña. 

"En  medio  de  un  valle  que  alza  hasta  los  cielos  sus  mu- 
rallas de  escarcha,  i  donde  el  salvaje  Bóreas  ha  establecido 
su  trono  helado,  saltan  murmurando  las  olas  apretadas  de 
un  abundante  arroyo  que  humea  al  atravesar  la  yerba 
marchita  i  quema  todo  lo  que  riega.  Sus  aguas  puras,  que 
corren  con  metales  líquidos,  están  doradas  por  sales  salu- 
dables; calentadas  en  golfos  subterráneos,  saltan  i  hierven 
por  la  lucha  de  las  sales  que  se  mezclan  en  su  seno.  En  vano 
el  viento  i  la  nieve  se  desencadenan  contra  sus  olas  ardien- 
tes; el  fuego  es  su  esencia  i  sus  aguas  son  llamas. 

"Mas  lejos,  allí  donde  veis  el  sombrio  torrente  que  se 
arrastra  con  furor,  en  sus  torbellinos  de  espuma,  las  selvas 
desarraigadas,  las  fuentes  subterráneas  filtran  al  travt^s  de 
la  montaña,  i  este  sudor  ácido  disuelve  las  sales  de  las  ro- 
cas. El  costado  de  la  montaña,  abierto  en  forma  de  bóveda 
de  alabastro,  encierra,  es  verdad,  este  pequeño  mar  en  sus 
profundas  cavidades;  pero  el  agua  corrosiva  carcome  el 
piso  de  mármol,  i  deseosa  de  servir  a  las  necesidades  del 
homVjre,  huye  al  través  de  las  hendiduras  de  las  rocas:  el 
elemento  que  vivifica  la  naturaleza  i  fertiliza  los  campos, 
se  presenta  por  sí  mismo  al  hombre  i  corre  a  su  encuentro. 
"En  la  cima  helada  del  Schreckhom,  no  hai  división  entre 
los  grandes  rios  que  riegan  la  Europa  i  llevan  a  los  dos 
mares  el  tributo  de  sus  aguas.  De  allí  se  lanza  el  Aar  Nuch- 
terland.  Abriéndose  paso  al  través  de  las  rocas  escarpadas, 
emblanquecidas  con  su  espuma,  salta  en  rápida  cascada 
con  un  ruido  formidable.  Los  ricos  tesoros  que  la  montaña 
encierra  en  su  seno,  doran  sus  olas;  el  mineral  real  colora 
la  blancura  de  sus  ondas,  i  cargado  con  el  precioso  metal, 
el  rio,  en  lugar  de  la  arena  vulgar,  arroja  sobre  la  orilla 
pajitas  de  oro  nativo.  El  pastor  ve  ese  tesoro  que  corre  a 
sus  pies  i  ¡qué  ejemplo  para  el  mundo!  lo  ve  i  lo  deja  llevar 
por  las  aguas. 


454  MANUAL    DE    C^íMPOSION    LITERARIA 


"Jamas,  pueblo  feliz,  el  negro  dominio  de  los  vicios  ha 
tomado  el  primer  lugar  en  vuestras  almas.  Sin  correr  tras 
esos  bienes  refinados  de  que  la  vanidad  hace  una  carga  i  la 
sociedad  un  disgusto,  os  contentáis  con  los  sencillos  dones 
de  la  naturaleza.  No  tenéis  enemigo  interior  que  desgarre 
vuestro  seno,  no  pagáis  los  goces  con  sangriento  remordi- 
miento; que  ese  torrente  de  deseos  de  toda  especie,  contra 
los  cuales  la  razón  no  tiene  sino  vanas  máximas,  no  haga 
estragos  en  vuestros  corazones.  Que  nada  os  abaje,  que 
nada  os  eleve:  vuestra  existencia  es  uniforme,  i  v^osotros 
debéis  morir  como  habéis  vivido. 

''¡Feliz  aquel  que,  como  vosotros,  labra  el  campo  here- 
dado de  sus  padres  con  los  bueyes{que  él  mismo  ha  criado! 
La  lana  forma  sus  vestidos,  una  corona  de  hojas  su  ador- 
no, alimentos  sencillos  i  la  leche  de  sus  rebaños  bastan  a 
sus  necesidades.  Bajo  el  soplo  del  céfiro,  bajo  el  fresco  de 
las  cascadas,  saborea,  tendido  sobre  la  tierna  hierba,  un 
sueño  que  los  afanes  no  vienen  a  turbar.  Jamas  sacudido 
por  los  mares,  se  ve  despertado  por  el  mujido  de  las  olas 
enfurecidas;  jamas,  en  los  dias  de  alarma,  viene  a  herir  su 
oido.  ¡Feliz  aquel  que,  contento  con  su  suerte  no  desea  me- 
jorarla!" 

H  ALICER,   1 

Los  Alpes. 


XIV 


Tempestad  de  verano 

"Mira  la  espesa  oscuridad  que  se  prepara  i  se  fija  en  las 
selvas;  se  estiende  i  se  dilata  sobre  todo  el  firmamento  re- 
cargado de  vapores  malignos,  atraidos  de  los  lechos  secre- 
tos en  que  descansan  las  jeneraciones  minerales.  En  esa 
triste  nube,  la  oscuridad  se  enrc/jece  i  viene  a  ser  una  fuente 
de  males.  Esa  masa  escitada  por  el  tacto  etéreo,  porel  cho- 
que de  las  nubes  i  la  guerra  de  los  vientos  irritados,  se  lan- 
za al  fin  con  furor  mientras  que  la  calma  domina  en  la  su- 
perficie de  la  tierra.  Un    silencio   fatal  reina  en  el  sombrío 


1  Véanse  sobre  Alberto  ílaller  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III., 
cap.  VIÍ,  §  4.— Esta  última  parte,  como  es  fácil  reconocerlo,  es  una 
imitación  del  Beatus  ille  de  Horacio. 


ANÁLISIS    LITERARIO  455 


espacio;  no  se  oye  mas  que  un  ruido  sordo  que  sale  de  las 
montañas,  que  anuncia  la  borrasca,  corre  murmurando  so- 
bre la  tierra,  turba  los  rios  i  hace  temblar  la  hoja  de  las 
selvas  sin  un  soplo  de  viento.  Los  habitantes  del  aire  se 
precipitan  en  los  mas  profundos  valles.  El  cuervo  que  busca 
la  tempestad,  se  atreve  apenas  a  volar  con  esta  luz  incierta. 
Las  bestias  se  paralizan  de  terror,  i  arrojan  una  mirada  la- 
mentable sobre  el  cielo  enfurecido;  el  hombre  las  abandona 
i  huye  a  la  cabana  llena  ya  de  pastores  o  busca  el  abrigo 
de  una  caverna  profunda. 

'*Todo  está  sumido  en  la  sorpresa,  el  temor  i  el  silencio, 
cuando  de  repente  el  relámpago  se  muestra  al  sur  al  ojo 
aterrorizado.  El  trueno  que  lo  sigue  mas  lentamente,  hace 
oír  su  voz  terrible  al  través  de  las  nubes  en  la  vasta  esten- 
sion.  Li  tempestad  brama  i  resuena  en  los  cielos.  Pero 
cuando  la  borrasca  se  acerca,  cuando  arrastra  su  terrible 
carga  sobre  los  vientos,  los  relámpagos  forman  entonces 
surcos  mas  anchos  i  el  ruido  redobla.  Inmediatamente,  una 
llama  lívida  se  desplega  sobre  la  cabeza:  la  nube  se  abre  i 
se  cierra  sin  cesar,  se  cierra  i  se  abre  nuevamente,  se  estien- 
de i  lo  envuelve  todo  en  un  mar  de  fuego  i  el  ruido  sigue  de 
cerca,  aumenta,  rompe  sus  lazos,  se  hace  mas  profundo  i  lo 
confunde  todo;  el  golpe  repetido  parece  destrozar  el  cielo  i 
la  tierra. 

"Un  diluvio  de  bullicioso  granizo  i  de  lluvia  se  precipita; 
las  nubes  entreabiertas  derraman  un  rio  entero:  sin  em- 
bargo, la  antorchadel  relámpago  invencible  no  se  estin- 
gue todavía.  Hace  nuevos  esfuerzos.  El  raj^o,  jirando  en 
líneas  rojas,  desgarra  orgullosamente  e  inflama  las  mon- 
tañas con  una  rabia  redoblada.  El  pino  destrozado  i  enne- 
grecido por  un  golpe,  queda  convertido  en  un  tronco  infor- 
me i  horrible.  Los  rebaños  heridos,  permanecen  tendidos 
como  un  grupo  inanimado.  Aquí,  las  suaves  ovejas,  con  la 
mirada  siempre  inocente,  parecen  vivas  i  rumiar  todavía: 
se  creeria  que  el  toro  frunce  el  ceño  i  que  el  buei  trata  de  le- 
vantarse. La  roca  escarpada  es  herida  por  el  mismo  golpe, 
así  como  la  torre  venerable  que  cae  i  pierde  para  siempre 
su  antiguo  orgullo.  Los  bosques  oscuros  tiemblan  a  la  luz 
del  relámpago;  los  árboles  mas  antiguos  se  conmueven  has- 
ta en  sus  profundas  raices.  El  rujido  furioso  resuena  en  me- 
dio de  las  montañas.  Los  culpables  espantados  escuchan: 
sus  pensamientos  se  turban;  sin  embargo,  no  siempre  el 
golpe  fatal  cae  sobre  la  cabeza  criminal. 

'•Al  fin,  las  nubes  dispersas  en  la  superficie  de  los  cielos, 


456  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

vagan  en  desorden.  El  firmamento  sin  límites  se  deja  ver  i 
estiende  sobre  el  mundo  un  azul  mas  puro.  La  naturaleza, 
después  de  la  tempestad,  se  adorna  de  nuevo;  el  brillo  i  la 
calma  se  estienden  en  un  instante  al  través  del  aire  que  se 
aclara:  una  faja  brillante  de  alegría,  adornada  por  un  rayo 
amarillo,  signo  del  peligro  pasado,  rodea  les  campos  ba- 
ñados aun  después  de  la  borrasca. 

"Todo  es  belleza  i  cantos  agradables  por  todas  partes. 
El  bramido  de  los  toros  se  une  al  balido  de  las  ovejas  que 
van  en  grupo  a  comer  el  pasto  del  valle.  El  hombre  ingra- 
to, cuya  voz  articulada  dtbia  conducir  el  coro  de  acción  de 
gracias,  el  hombre,  el  mas  favorecido  de  todos  ¿será  acaso 
el  tínico  que  se  niegue  a  tributar  este  homenaje  universal? 
Apenas  su  débil  corazón  ha  perdido  el  temor,  cuando  se 
siente  pronto  a  olvidar  la  mano  que  encadena  el  rayo  i  que 
tranquiliza  el  firmamento.  ¿Sentirá  acaso  apagarse  la  chis- 
pa de  los  remordimientos  que  la  temp  stad  ha  encendido  i 
el  sentimiento  de  respeto  por  ese  poder  que  puede  anona- 
darlo con  un  soplo? 

Thompson,  ^ 
Las  Estaciones,  El  Verano. 


XY 

La  vida  de  los  pastores 

*'Desde  que  el  áspero  viento  del  norte  abandona  el  impe- 
rio de  los  aires,  i  cuando  la  savia  reanimada  circula  en  to- 
dos los  seres;  cuando  el  seno  de  la  tierra  se  embellece  con 
los  nuevos  adornos  que  un  suave  céfiro  le  trae  en  sus  alas 
embalsamadas,  los  pastores  abandonan  las  rejiones  bajas 
en  que  la  nieve  comienza  a  deshacerse  en  ondas  turbulentas, 
i  corren  a  los  Alpes  para  encontrar  la  primera  hierba,  cuyo 
brote  se  éieva  al  través  de  los  hielos.  Los  rebaños  dejan  los 
establos  i  saludan  con  alegría  la  montaña,  donde  la  natu- 
raleza i  la  primavera  se  unen  para  proporcionarles  su  pla- 
cer. Cuando  la  alondra,  celebrando  el  alba  matinal  anuncia 
al  mundo  la  primera  mirada  de  la  luz,  el  pastor  se  aparta 
de  los  brazos  de  su  compañera  que  maldice  el  instante  de  la 


1  Véanse  las  Noc.  ele  hisí  lii.,  part,  IIÍ,  cap.  VI,  §  10. 


ANÁLISIS  LITERARIO  457 


partida,  a  pesar  de  que  está  preparada  para  ello.  Una  ma- 
nada de  terneros  con  su  marcha  pesada,  trepa  en  medio  de 
alegres  mujidos  por  el  sendero  lleno  de  roció:  vaga  lenta- 
mente donde  abunda  el  trébol,  i  siega  con  su  lengua  ávida 
el  tierno  pasto,  mientras  que  el  pastor,  sentado  cerca  de 
una  cascada,  hace  resonar  los  ecos  con  el  sonido  de  su  zam- 
pona. Cuando  las  sombras  comienzan  a  alargarse  i  cuando 
el  astro  del  dia  se  inclina  hacía  su  fresco  asilo,  los  rebaños, 
hartos  de  pasto,  vuelven  a  tomar,  en  medio  de  confusos 
balidos,  el  camino  del  conocido  establo.  La  esposa  del  pas- 
tor acoje  la  vuelta  de  éste  con  una  dulce  sonrisa.  La  alegre 
tropa  de  niños  rodea  al  padre  i  juega  a  su  alrededor.  La 
dulce  espuma  de  la  leche  es  esprimida  entre  los  dedos  la  es- 
posa, la  comida  de  la  tarde  está  preparada,  la  familia  feliz 
la  rodea,  el  trabajo  i  el  hambre  sazonan  lo  que  la  sencillez 
hapreparado;  en  fin,  el  sueño  i  su  divino  reposo  les  propor- 
cionan descanso  en  su  rústica  cama. 


}} 


Haller,  1 

Los  Alpes. 


XVI 
La  primera  noche  de  Adán  i  Eva  fuera  del  paraíso    ' 

(Adán  refiere  a  sus  hijos  la  manera  cómo  fué  arrojado 
del  paraiso  terrenal  i  sus  primeros  padecimientos  en  la 
tierra). 

^'Marchamos  a  la  sombra  de  esos  álamos,  i  habiendo 
penetrado  hasta  la  roca,  la  encontramos  hueca:  su  cavi- 
dad formaba  una  gruta.  —"Mira,  cuántas  comodidades 
nos  ofrece  la  naturaleza.  Ve  esta  risueña  gruta  i  este  arro- 
yo puro  que  corre  al  lado  con  dulce  murmullo.  Preparemos 
aquí  nuestro  asilo;  pero,  querida  Eva,  es  menester  que  3^0 
cierre  la  entrada  para  evitar  las  sorpresas  nocturnas  de 
los  enemigos". — "¿Qué  enemigos?"  preguntó  Eva  con  emo- 
ción.- *'¿No  has  notado,  le  dije,  que  la  maldición  ha  alcan- 
zado a  todo  lo  que  existe,  que  están  rotos  los  lazos  de 
amor  entre  los  seres  vivientes,  i  que  el  mas  débil  es  la  presa 
del  mas  fuerte?  Allá  abajo,  en  la  campiña,  he  visto  un  león 
joven  i  vigoroso  perseguir  con  un  funesto  rujido  a  un  ca- 
britillo  aterrorizado;  he   visto  la  guerra  entre  las  aves  que 


1    Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  III,  cap.  VII,  ^  4. 


458  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

pueblan  el  aire.  Ya  no  tenemos  poder  para  mandar  a  los 
animales,  a  no  ser  a  aquellos  cuyas  fuerzas  son  inferiores  a 
las  nuestras.  Los  que  hace  poco  jugaban  a  nuestro  alrede- 
dor con  un  aire  cariñoso  i  sumiso,  el  tigre  manchado  i  el 
león  de  larga  melena,  lanzan  ahora  espantosos  rujidos  con- 
tra nosotros,  i  tienen  en  los  ojos  un  fuego  amenazador.  Es 
cierto  que  por  la  suavidad  nosotros  nos  ganaremos  a  los 
mas  ])acíficos,  i  que  por  nuestro  arte  i  nuestra  destreza, 
nos  precaveremos  de  los  mas  feroces.  Voi  a  entrelazar  al- 
gunas ramas  delante  de  la  entrada  de  la  gruta".  Inmedia- 
tamente, acometí  el  trabajo.  Eva,  sin  embargo,  tímida  i 
sin  perderme  de  vista,  fué  a  cojer  algunas  flores  i  algunas 
hojas  para  formarnos  una  cama  i  puso  a  contribución  pa- 
ra nuestra  mesa,  los  árboles  i  los  arbustos  de  las  inmedia- 
ciones. Habiendo  hecho  su  provisión,  volvió  de  carrera  i 
la  colocó  delante  de  mí  en  la  tierna  yerba. 

Entonces  nos  sentamos  en  la  gruta  en  asientos  tapiza- 
dos de  flores.  Comenzábamos  nuestra  frugal  comida,  cuan- 
do una  nube  sombría  vino  de  repente  a  oscuprecer  el  sol  en 
su  ocaso,  i  se  estendió  sobre  nuestras  cabezas.  El  sombrío 
velo  con  que  cubrió  la  tierra  parecia  ser  para  sus  habitan- 
tes i  para  toda  la  naturaleza  un  presajio  de  destrucción. 
Un  viento  tempestuoso  que  se  levantó  en  seguida,  bramó 
al  través  de  las  montarías  i  trastornó  todas  las  selvas; 
salieron  llamas  del  seno  de  las  nubes;  i  el  estrépito  del 
trueno  vino  a  aumentar  el  horror  i  el  espanto.  Eva,  aterro- 
rizada, se  arrojó  en  mis  brazos  i  se  estrechaba  en  mi  pecho 
respirando  apenas. — "Viene,  decia  ella,  viene  el  Juez  Supre- 
mo   ¡Que   terrible  está!    Viene  a   traernos   la   muerte,  a 

nosotros  i  a  toda  la  naturaleza,  a  causa  de  mi  prevarica- 
ción. ¡Oh  Adán,  Adán!"  Diciendo  estas  palabras,  permane- 
ció temblorosa  i  muda,  apoyada  siempre  en  mí. — Tran- 
quilízate, le  dije,  esposa  querida;  pongámonos  de  rodillas 
i  adoremos  a  ese  Dios  terrible  que  domina  las  nubes  i  man- 
da los  relámpagos  i  los  rayos.  1  tú  ¡gran  Dios!  que  tiemblas 
con  tanta  bondad  el  brillo  de  tu  divinidad  paracomunicarte 
conmigo  desde  que  abrí  los  ojos,  al  salir  de  tus  manos  crea- 
doras, ¡qué  terrible  es  cuando  vienes  a  juzgar  a  todas  tus 
criaturas!"  E  inmediatamente  nos  prosternamos  delante 
de  la  gruta,  donde  con  el  rostro  pálido  i  las  manos  temblo- 
rosas, hicimos  humildemente  nuestra  oración,  esperando 
que  el  Soberano  Juez,  dominando  sobre  nuestras  cabezas, 
nos  diria  por  medio  de  su  trueno: — "Morid  ¡ingratos!  que 
la  tierra  que  habéis  pisado,  desaparezca  ante  mi  furor". 


ANÁLISIS  LITERAKIO  459 


El  cielo,  entretanto,  no  derramaba  sus  aguas;  pero  ya  no 
salían  llamas  de  las  nubes,  i  el  trueno  no  rujia  sino  a  lo 
lejos.  Entonces  levanté  la  cabeza,  diciendo: — "El  Señor  ha 
pasado  cerca  de  nosotros,  querida  Eva;  de  otro  modo 
¿cómo  cumpliría  su  promesa  si  nos  destruyese,  i  con  nues- 
tras personas  a  nuestros  descendientes?"  La  eterna  sabi- 
duría no  se  arrepiente  de  las  promesas  que  ha  hecho.  Co- 
bramos confianza,  las  nubes  se  disiparon,  i  el  sol  en  su 
ocaso  esparció  uti  brillo  admirable  sobre  los  nublados,  tal 
como  aquel  que  resplandecía  cuando  las  lejiones  de  ánjeles 
eran  llevadas  al  Edén  en  lijeras  nubes;  i  cuando  sus  huellas, 
haciendo  un  ancho  surco  de  luz,  daban  a  las  nubes  el  brillo 
de  la  llama.  Las  campiñas  humedecidas  descansaban  en 
silencio,  los  colores  renacían  mas  vivaces,  í  el  sol  |)oniente 
lanzaba  sobre  nosotros  sus  últimos  rayo^.  Celebramos  con 
una  santa  emoción  esta  escena  conmovedora.  Así  fué  como 
pasó  sobre  nuestras  cabezas  la  primera  borrasca". 

Gesner,  1 
La  muerte  de  Abel,  canto  II. 


XVII 

Las  tinieblas 

''Tuve  un  sueño  que  no  era  enteramente  un  sueño.  El  sol 
brillante  estaba  estinguido,  i  las  estrellas  vagaban  oscura 
mente  en  el  eterno  espacio,  despojada  de  sus  rayos  i  sin 
seguir  un  rumbo  fijo,  i  la  tierra  helada  flotaba  ciega  i  ne- 
gra en  el  aire  que  la  luna  no  alumbraba,  i^a  mañana  venia, 
se  iba  i  volvía  a  venir  sin  traer  la  luz,  i  los  hombres  habían 
olvidado  sus  pasiones  en  el  terror  de  esta  desolación;  i 
todos  los  corazones  helados  imploraban  en  una  oración 
egoísta  la  vuelta  de  la  luz;  i  vivían  alrededor  de  grandes 
fuegos  encendidos,  i  los  tronos,  los  palacios  de  los  reyes 
coronados,  las  cabanas,  las  habitaciones  de  todo  jénero, 
eran  quemadas  para  alumbrar  en  medio  de  las  tinieblas; 
las  ciudades  eran  presas  del  incendio,  i  los  hombres  esta- 
ban amontonados  alrededor  de  sus  habitaciones  abrazadas 
para  mirarse  los  uñosa  los   otros  una   vez   mas.    ¡Felicis 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Ht.,  part.  III,  cap.  VII,  §  7. 


460  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

los  que  vivían   en  la   proximidad  de    los   volcanes  i  de   sus 
cimas  luminosas 

'*Una  terrible  esperanza  era  todo  lo  que  les  quedaba  en 
en  el  mundo:  las  selvas  eran  entregadas  a  las  llamas;  pero 
de  hora  en  hora  se  les  veia  caer  i  desaparecer,  i  los  troncos 
chispeantes  se  estinguian  con  un  último  crujido  i  después 
todo  volvia  a  las  tinieblas,  Su  luz  desesperante,  cayendo  de 
relámpagos  pasajeros  sobre  los  rostros  de  los  hombres, 
les  daba  un  aspecto  que  no  era  de  este  mundo.  Unos,  ten- 
didos en  tierra,  ocultaban  sus  ojos  i  lloraban;  otros  apo- 
yaban sus  rostros  sobre  sus  puños  cerrados  i  se  sonreian, 
otros,  en  fin,  corrian  aquí  i  allá,  alimentaban  las  fúnebres 
hogueras,  i  miraban  con  inquietud  el  cielo  monótono  esten- 
dido como  un  paño  mortuorio  sobre  el  universo  en  des- 
trucción; en  seguida  se  arrastraban  en  el  polvo  blasfeman- 
do, hacían  rechinar  los  dientes  i  ahullaban.  Las  aves 
espantadas  lanzaban  gritos,  daban  vueltas  sobre  la  tierra 
i  ajitaban  sus  inútiles  alas.  Los  animales  mas  feroces  se  ha- 
blan hecho  tímidos  i  temblorosos;  i  las  víboras  se  arrastra- 
ban i  entrelazaban  en  medio  de  la  muchedumbre;  silbaban, 
pero  no  picaban  :  se  las  mataba  para  comerlas.  I  la  guerra 
que  habia  descansado  algún  tiempo,  recomenzaba  su  carrera 
de  degüello  i  carnicería.  La  comida  era  comprada  con  san- 
gre, i  cada  cual  satisfacía  aparte  su  apetito  feroz  i  som- 
brío. Ya  no  habia  amor;  toda  la  tierra  no  tenia  mas  que 
un  pensamiento,  el  de  la  muerte,  i  de  una  muerte  inmedia- 
ta i  sin  gloria. Todas  las  entrañas  eran  presas  de  las  tortu- 
ras del  hambre;  los  hombres  morian,  i  sus  huesos  como  su 
carne  quedaban  sin  sepultura.  Flacos  i  descarnados,  ellos 
se  devoraban  entre  sí.  Los  perros  mismos  atacaban  a  sus 
señores,  todos  los  perros  esc<  pto  uno  solo:  habiendo  que- 
dado cerca  de  un  cadáver,  espantó  a  las  aves,  los  animales 
de  presa  i  los  hombres  hambrientos,  esperando  que  el  ham- 
bre los  hiciese  sucumbir  o  que  otros  muertos  diesen  ali- 
mento a  sus  descarnadas  mandíbulas.  El  mismo  no  buscó 
ningún  alimento;  pero,  exhalando  un  ahullido  quejumbro- 
so i  prolongado  con  un  grito  rápido  de  dolor,  murió  la- 
miendo la  mano  que  no  respondía  a  sus  caricias.  Poco  a 
poco  el  hambre  cegó  a  la  muchedumbre.  De  una  ciudad 
populosa  dos  hombres  solamente  vivían  aun,  i  ellos  eran 
enemigos;  ambos  se  trasladaron  detras  de  las  cenizas  mo- 
ribundas de  un  altar  donde  una  multitud  de  cosas  santas 
había  sido  amontonada  para  un  uso  sacrilego.  Traspasa- 
dos de  frió,  con  sus  manos  heladas  i  descarnadas  revolvían 


ANÁLISIS    LITERARIO  461 


las  cenizas,  calientes  todavía,  i  ¿u  débil  soplido,  en  busca 
de  un  poco  de  vida,  llegó  a  ser  una  llama  que  apenas  era 
tal:  su  luz  aumentó  un  poco,  levantaron  sus  ojos,  se  vie- 
ron, arrojaron  un  grito  i  murieron;  murieron  al  contem- 
plar su  mutua  fealdad,  porque  cada  cual  de  ellos  ignoraba 
quién  era  aquel  sobre  cuya  frente  el  hambre  había  escrito 
la  palabra  ¡maldito!  El  mundo  estaba,  desierto;  los  países 
poblados  i  poderosos  no  eran  ya  mas  que  una  masa  inerte 
donde  no  habia  ni  estaciones,  ni  vejetacion,  ni  nrbol^fs,  ni 
hombres,  ni  vida;  una  masa  de  muerte,  un  caos  de  arcilla 
endurecida.  Los  ríos,  los  lagos  i  el  océano  estaban  inmóviles, 
i  nada  se  movia  en  sus  silenciosas  profundidades;  las  naves 
i  tripulaciones,  se  podrían  en  el  mar,  i  sus  mástiles  caían 
pieza  por  pieza;  i  una  vez  caídos,  dormían  en  el  abismo  que 
nada  ajitaba;  las  olas  estaban  muertas;  las  mareas  esta- 
ban en  la  tumba,  donde  las  habia  precedido  la  luna,  su  rei- 
na; los  vientos  se  habían  perdido  en  el  aire  paralizado,  i  las 
nubes  no  existian  ya:  las  tinieblas  no  tenian  necesidad  de 
ellas,  porque  las  tinieblas  eran  el  universo  entero." 

Lord  Byron   ^ 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit ,  part.  IH,  cap.  IV,  §  Kí. 

Este  magnífico  canto  puede  dar  una  idea  del  caráter  de  la  poesía 
romántica  cuando  ha  sido  manejada  por  un  hombre  del  jenio  de 
Byron,  «Bn  este  poema,  dice  sir  Walter  Scott,  lord  Byron  ha 
abandonado  ese  sistema  que  le  es  característico,  de  indicar  siem- 
pre al  lector  el  fin  a  donde  se  dirije.  Se  ha  contentado  con  ofrecer 
una  masa  de  ideas  vigorosas  dispuestas  sin  orden,  i  cuyo  encade 
namiento  es  difícil  tomar:  una  multitud  de  imájenes  terribles  se 
amontonan  i  se  confunden  delante  de  nosotros,  como  en  el  sueño 
de  un  hombre  que  delira,  quimeras  espantosas  en  cuya  existencia 
el  espíritu  se  niega  a  creer,  que  aturden  al  lector  i  que  perturban 
aun  el  espíritu  de  los  que  están  mas  acostumbrados  a  las  singu- 
laridades de  la  musa,  hl  asunto  es  la  invasión  de  la  tierra  por  las 
tinieblas,  que  son  llama  ¡as  como  en  Shakespeare,  el  enterrador 
de  la  muerte.  La  reunión  de  imájenes  terribles  que  el  poeta  ha  co 
locado  delante  de  nosotros  hace  sentir  mejor  la  estravagancia 
del  plan". 

Un  publicista  francés,  recordando  este  poema  de  Byron,  le  ha 
dado  una  aplicación  diferente,  pero  muí  injeniosa.  Supone  un  dia 
en  que  la  imprenta  dejara  de  funcionar  en  todos  los  paises  de  la 
tierra;  i  compara  la  situación  del  mundo  a  las  tinieblas  pinta- 
das con  tan  vigorosa  enerjía  por  lord  Byron. 

En  la  p.  79  del  tomo  II  del  Museo  de  ambas  Américas,  (Valpa- 
raiso,  1842,)  se  encuentra  una  estimable  imitación  en  verso  cas- 
tellano de  este  foema  de  B^^ron,  suscrita  por  L.  Balladeres  i  Ga- 
rriga. 


40 2  MANUAL    DB    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


XVIII 

Cristóbal  Colon 

*'¿Qué  hai,  Fernando?  ¿Por  qué  tienes  el  rostro  pálido  i 
sombrío?  ¿Me  traes  alguna  mala  noticia?" — "¡Ah!  noble 
capitán,  preparad  el  ánimo.  No  puedo  contener  por  mas 
tiempo  a  la  tripulación  sublevada.  vSi  la  tierra  no  se  deja 
ver  inmediatamente,  seréis  víctima  de  su  furor;  semejantes 
a  los  rujidos  de  la  tempestad,  sus  gritos  sediciosos  piden 
la  augusta  sangre  de  su  capitán." 

Apenas  habian  salido  estas  palabras  de  boca  del  caba- 
llero, cuando  la  muchedumbre  se  amontona  detras  de  él; 
como  olas  tumultuosas,  los  soldados  furiosos  se  precipitan 
en  el  pacífico  aposento.  La  desesperación  está  pintada  en 
sus  miradas  terribles,  la  muerte  en  sus  lívidos  rostros. — 
''¡Traidor!"  ¿Dónde  está  la  Felicidad  que  nos  prometias? 
Sálvanos  de  la  terrible  miseria  a  que  estamos  reducidos. 

"Tú  no  nos  das  víveres;  pues  bien  danos  sangre." — ''¡San- 
gre, snngre!"  gritaban  los  sediciosos.  A  la  rabia  de  lo  tem- 
pestad, el  espíritu  tranquilo  del  grande  hombre  opuso  la 
ñrmeza  de  la  roca. — "Si  mi  sangre  puede  satisfaceros,  to- 
madla i  vivid;  pero  permitidme  que  goce  déla  luz  hasta 
que  una  vez  mas  se  levante  el  sol  en  medio  de  los  fuegos  del 
oriente. 

"  Si  sus  primeros  rayos  no  alumbran  una  playa  salvado- 
ra, yo  me  entrego  voluntariamente  a  la  muerte.  Mientras 
tanto,  proseguid  resueltamente  vuestro  camino,  i  tened 
confianza  en  la  protección  del  Señor."  La  dignidad  del  hé- 
roe, su  mirada  tranquila,  triunfa  una  vez  mas  del  furor. 
Respetan  su  cabeza  i  ahorran  su  augusta  sangre. 

"Pues  bien;  que  así  sea.  Pero  si  los  primeros  rayos  no 
nos  muestran  la  tierra  de  salvación,  tú  has  visto  el  sol  por 
última  vez.  Tiembla  ante  nuestro  brazo  vengalor,"  El  prie- 
to cruel  queda  concluido;  los  rebeldes  se  retiran.  ¡Qué  la 
aurora  de  mañana  nos  revele  la  suerte  del  héroe  resig- 
nado! 

El  sol  se  inclina  en  el  horizonte,  la  luz  desaparece;  el  pe- 
cho del  héroe  está  oprimido;  la  carena  hiende  con  un  ruido 
lúgubre  el  mar  vasto  i  desierto.  Las  estrellas  se  levantan 
silenciosas;  pero  ¡ah!  ¡ninguna  trae  la  esperanza!  La  nave 
prosigue  su  camino  solitario,  i  la  ribera  de  salvación  está 
mui  lejos  todavía. 


ANÁLISIS  LITERARIO  468 


Teniendo  en  la  mano  su  fiel  telescopio  l  con  el  corazón 
lleno  de  inquietud,  el  héroe  vela  durante  la  noche  sombría, 
i  no  aparta  sus  miradas  del  occidente.  *'A1  occidente  ¡oh 
nave!  vuela  al  occidente.  ¡Oh  tierra!  objeto  de  mis  ardientes 
aspiraciones,  antes  de  morir,  mi  corazón  i  mi  espíritu  te 
saludan. 

"¡Oh  Dios  mió!  De  lo  alto  de  los  cielos  tiende  sobre  mis 
marineros  una  mirada  de  bondad,  no  permitas  que,  entre- 
gados a  la  desesperación,  encuentren  una  tumba  en  las  olas 
desiertas."  Así  habló  el  héroe  movido  de  compasión. — "Pe- 
ro ¿qué  oigo?  ¿Qu  én  anda  de  carrera?  ¿Bres  tú,  I^Vrnando, 
siempre  con  tu  rostro  pálido  i  sombrío?  ¿Qué  me  anuncian 
tus  pasos  temblorosos? 

— *'iAh!  noble  capitán,  no  hai  remedio;  los  rayos  del  sol 
comienzan  a  mostrarse  en  el  oriente."— "Calma,  amigo 
De  las  alturas  celestes  ha  salido  el  rayo  vivificador;  el  im 
perio  del  Todo  poderoso  se  estiende  de  un  polo  a  otro;  él  es 
el  que  me  abre  el  camino  de  la  muerte." — "¡Adiós,  mi  capi 
tan,  adiós  para  siempre!  Oigo  a  los  rebeldes  que  se  acer 
can." 

Apenas  habían  salido  estas  palabras  de  la  boca  del  ':aba 
llero,  cuando  la  muchedumbre  se  amontona  detras  de  él; 
como  olas  tumultuosas,  los  soldados  furiosos  se  precipitan 
en  el  pacífico  aposento. — "Sé  lo  que  me  pedís;  estoi  pronto. 
¡Adelante!  Arrojadme  en  el  mar  espumoso;  pero  sabed  que 
no  está  lejos  la  playa  de  salvación.  ¡Que  Dios  os  proteja, 
soldados  estraviados!" 

Las  espadas  hacen  oir  el  ruido  de  su  choque;  horribles 
clamores  llenan  los  aires.  Con  un  espíritu  tranquilo  i  de- 
sembarazado, el  noble  héroe  va  a  buscar  una  tumba  en  el 
mar  espumoso.   Los    lazos  mas  sagrados  están   rotos;   el 

ilustre  capitán  es  arrastrado  al  borde  del  navio "Tierra, 

tierra!" gritan,  e  inmensos  clamores,  semejante  al  ruido  del 
trueno,  repiten:  "¡Tierra,  tierra!" 

Una  faja  brillante,  coloreada  de  púrpura,  se  muestra  a 
las  rápidas  miradas.  Alumbrada  por  los  rayos  dorados  del 
sol  que  se  levanta,  la  felicidad  se  alza  en  el  seno  de  las  olas 
i  los  llama;  aparece  ese  mundo  nuevo  que  los  tímidos  pre- 


1  Bn  tiempo  de  Coló»  no  se  conocian  los  telescopios  ni  los 
anteojos  de  larga  vista,  pues  fueron  inventados  a  principios  del 
siglo  XVII. 


464  MANUAL  DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

sentimientos  sospechaban  apenas,  i  que  se  habia  revelado 
a  las  atrevidas  meditaciones  del  jenio.  Caen  a  los  pies  del 
grande  hombre  i  dan  gracias  al  poder  divino." 

Luisa  Brachmann  i 


XIX 

El  anillo  de  Policrátes 

"De  pié  en  la  azotea  de  su  palacio,  paseaba  sus  miradas 
satisfechas  sobre  la  ciudad  de  Sámos,  de  que  era  soberano. 
— "Todo  lo  que  ves  está  sometido  a  mi  poder,  decia  al  rei 
de  Ejipto.  Confiesa  que  soi  feliz" 

—  "Has  esperimentado  el  favor  de  los  dioses;  éste  ha  do- 
blegado bajo  tu  cetro  poderoso  aquellos  que  en  otro  tiem- 
po eran  tus  iguales;  pero  hai  uno  que  vive  para  vengarlos; 
mi  boca  no  puede  proclamarte  feliz  mientras  te  vijile  el  ojo 
de  un  enemigo." 

Aun  no  habia  acabado  de  hablar  el  rei  cuando  se  presen- 
ta al  tirano  un  mensajero  venido  de  Mileto: — "Enciende 
¡oh  señí)r!  el  fuego  de  los  sacrificios  i  adorna  tu  cabellera 
para  la  fiesta  con  los  vistosos   ramos  de  laurel. 

"Tu  enemigo  sucumbió  herido  por  una  jabelina;  tu  fiel  je- 
neral  Polidoro  me  ha  enviado  hacia  tí  con  esta  feliz  noti- 
cia." Dice,  i  a  pesar  del  horror  de  los  dos  príncipes,  saca 
de  una  caja  negra  una  cabeza  ensangrentada  i  bien  cono- 
cida. 

El  rei  de  Ejipto  retrocede  de  horror. — "Guárdate,  sin 
embargo,  de  fiarte  en  la  pros,>eridad,  dijo  con  una  mirada 
inquieta,  piensa  en  la  inconsta  loia  de  las  olas.  La  incierta 
fortuna  de  tu  escuadra  puede  ser  destruida  fácilmente  por 
la  tempestad." 

Hablaba  todavía,  cuando  fué  interrumpido  por  los  gri- 
tos de  alegría  que  resonaban  en  el  puerto.  Cargada  de  te- 
soros estranjeros,  una  selva  de  mástiles  vuelve  a  las  ribe- 
ras de  la  patria. 


1  Célebre  poetisa  alemana,  (1777-1822),  cuyas  baladas,  i 
particularmente  la  que  dejamos  trascrita,  son  raui  justamente 
aplaudidas. 


ANÁLISIS    LITERARIO  465 


El  huésped  real  se  sorprende:— "Tu  felicidad  es  hoi  mui 
grande,  pero  teme  su  inconstancia.  Los  invisibles  ejércitos 
de  los  espartanos  te  amenazan  con  un  peligro  inminente: 
están  ya  cerca  de  la  costa." 

Apenas  se  habían  escapado  estas  palabras  de  sus  labios, 
cuando  se  ve  a  la  muchedumbre  precijjitíirse  fuera  de  las 
naves,  i  millares  de  voces  esclaman:  "¡Victoria!  nos  hemos 
libertado  de  nuestros  enemigos.  La  tempestad  ha  destruido 
la  escuadra  espartana,  la  guerra  está  concluida." 

El  huésped  real  oye  estos  gritos  con  terror: — "En  verdad, 
debo  proclamarte  feliz;  pero  tiemblo  por  tu  suerte;  los  ce- 
los de  los  dioses  me  espantan.  La  alegría  sin  perturbación 
no  fué  jamas  el  patrimonio  de  ningún  mortal. 

"A.  mí  también  todo  me  ha  sahdo  bien,  el  favor  del  cielo 
me  ha  acompañado  en  todas  mis  empresas  de  rei;  pero  te- 
nia un  heredero  querido,  i  Dios  me  lo  quitó:  yo  lo  vi  morir, 
i  pagué  así  mi  deuda  a  la  fortuna. 

"Si  tú  quieres,  pues,  ponerte  a  salvo  contra  la  desgracia, 
invoca  a  los  jenios  invisibles,  a  fin  de  que  mezclen  el  sufri- 
miento a  tu  felicidad.  Nunca  he  visto  a  ningún  mortal  que 
acabe  pacíficamente  su  vida  cuando  los  dioses  han  derra- 
mado sobre  él  sus  favores  a  manos  llenas. 

"I  si  los  dioses  no  oyen  tus  ruegos,  escucha  el  consejo  de 
un  amigo:  llama  tú  mismo  la  desgracia;  elije  entre  todos 
los  tesoros  aquel  al  cual  tu  corazón  atribuye  mas  valor,  i 
arrójalo  al  mar." 

Sobrecojido  por  el  temor,  Policrá tes  responde: — "De  todo 
lo  que  encierra  esta  isla,  nada  es  mas  precioso  para  mí  que 
este  anillo:  voi  a  consagrarlo  a  las  Euménides  para  que 
me  perdonen  mi  fortuna."  I  arroja  el  anillo  a  las  olas. 

El  dia  siguiente,  al  rayar  la  aurora,  un  pescador,  con  la 
alegría  pintada  en  el  semblante,  se  presenta  al  príncipe. — 
"Señor,  he  cojido  un  pez  como  no  habia  encontrado  uno 
semejante  en  mis  redes,  i  vengo  a  ofrecértelo." 

I  cuando  el  cocinero  ha  abierto  el  pescado,  corre  fuera  de 
sí  i  con  la  mirada  estupcfactaesclama:— "Señor,  aquí  tienes 
el  anillo  que  llevabas  hace  poco;  acabo  de  encontrarlo  en 
las  entrañas  de  este  pescado.  ¡Oh!  tu  felicidad  no  tiene  lími- 
tes." 

El  huésped  real  se  vuelve  con  horror: — "No  puedo  perma- 
necer aquí  mas  tiempo,  i  tú  no  puedes  ya    ser  mas  mi  ami- 

TOMO  \  30 


466  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LriíJKARIA 

go.  Los  dioses  quieren  tu  pérdida;  yo  me  alejo  de  prisa 
para  no  perecer  contigo."  Dice  i  se  embarca  en  el  mismo 
instante." 

Federico  Schíller  ^ 


XX 
A  Cristo  crucificado 

No  me  mueve,  mi  Dios,  para  quererte» 
El  cielo  que  me  tienes  prometido, 
Ni  me  mueve  el  iniicrno  tan  temido 
Para  dejar  por  eso  de  ofenderte. 

Til  me  mueves,  mi  Dios,  muéveme  el  verte 
Clavado  en  esa  cruz  i  escarnecido; 
Muéveme  ver  tu  cuerpo  tan  herido; 
Muévenme  las   angustias  de  tu  muerte; 
Muéveme,  en  fin,  tu  amor  de  tal  manera 
Que,  aunque  no  hubiera  cielo  yo  te  amara, 
1  aunque  no  hubiera  infierno,  te  temiera. 

No  me  tienes  que  dar  por  que  te  quiera, 
Porque,  si  cuanto  espero  no  esperara, 
Lo  mismo  que  te  quiero  te  quisiera. 

Santa  Teresa  2. 


IVéanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part  III,  cap.  VII,  §  10.— Policrá- 
tes,  tirano  de  Sámos,  protector  de  las  artes,  de  las  ciencias  i  de  las 
letras,  ha  sido  inmortalizado  por  Heródoto,  ha  referido  sus  con- 
quistas i  los  favores  que  la  fortuna  le  dispensó.  Como  se  recorda- 
rá, Oréstes,  sátrapa  de  Sardes,  puso  fin  a  tanta  felicidad:  atrajo  a 
su  lado  a  Policrátes,  i  en  seguida,  lo  hizo  crucificar  el  año  521  an- 
tes de  Jesucristo.  El  rei  de  Ejipto  que  tuvo  esta  conversación  con 
Policrátes,  era  Amásis.  Véase  Hekódoto,  lib.  III. 

2  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.  III,  cap.  III,  §  3. 


ANÁLISIS    LITERARIO  467 


XXI 
A  la  Ascención 

¿[  dejas,  Pastor  santo, 
Tu  grei  en  este  valle  hondo,  oscuro 
Con  soledad  i  llanto, 
I  til,  rompiendo  el  puro 
Aire,  te  vas  al  inmortal  seguro? 

Los  antes  bienhadados, 
1  los  agora  tristes  i  aflijidos, 
A  tus  pechos  criados, 
De  ti  desposeidos 
¿A  do  convertirán  ya  sus  sentidos? 

¿Qué  mirarán  los  ojos 
Que  vieron  de  tu  rostro  la  hermosura. 
Que  no  le  sea  enojos? 
Quién  oyó  tu  dulzura, 
¿Qué  no  tendrá  por  sordo  i  desventura? 

Aqueste  mar  turbado 
¿Quién  le  pondrá  ya  freno?  ¿quién  concierto 
Al  viento  fiero  airado? 
Estando  tú  cubierto, 
¿Qué  norte  guiará  la  nave  al  puerto? 

¡Ai!  nube  envidiosa 
Aun  de  este  breve  goza,  ¿qué  te  aquejan? 
¿Dó  vuelas  presurosa? 
¡Cuan  rica  tú  te  alejas! 
jCuán,  pobres,  i  cuan  ciegos,  ai,  nos  dejas! 

Fk.  Luis  de  León  i. 


XXII 
La  cena  jocosa 

En  Jaén,  donde  resido. 
Vive  don  Lope  de  Sosa, 
I  diréte,  Inés,  la  cosa 
Mas  brava  de  él  que  has  oído. 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.  part.,  III,  cap.  III,  §  8. 


468  MANUAL    DB   COMPOSICIÓN   LITERARIA 

Tenia  este  caballero, 

Un  criado  portugués 

Pero  cenemos,  Inés, 
Si  te  parece,  primero. 

La  mesa  tenemos  puesta, 
Lo  que  se  ha  de  cenar  junto. 
Las  tazas  del  vino  a  punto; 
Falta  comenzar  la  fiesta. 

Comience  el  vinillo  nuevo, 
I  échale  la  bendición; 
Yo  tengo  por  devoción 
De  santiguar  lo  que  debo. 

Franco  fué,  Inés,  este  doque; 
Pero  arrójame  la  bota: 
Vale  un  Florin  cada  gota 
De  aqueste  vinillo  aloque. 

¿De  qué  taberna  se  trajo? 

Mas  ya de  la  del  castillo: 

Diez  i  seis  vale  el  cuartillo. 
No  tiene  vino  mas  bajo. 

Por  nuestro  Señor  que  es  mina 
La  taberna  de  Alcocer: 
Grande  consuelo  es  tener 
La  taberna  por  vecina. 

Si  es  o  no  invención  moderna, 
Vive  Dios!  que  no  lo  sé; 
Pero  delicada  fué 
La  invención  de  la  taberna. 

Porque  allí  llego  sediento, 
Pido  vino  de  lo  nuevo, 
Mídenlo,  dánmelo,  bebo. 
Pagólo,  i  voime  contento. 

Esto,  Inés,  ello  se  alaba, 
No  es  menester  alaballo: 
Sola  una  falta  le  hallo, 
Que  con  la  prisa  se  acaba. 

La  ensalada  i  salpicón 
Hizo  fin,  ¿qué  viene  ahora? 
La  morcilla:  gran  señora. 
Digna  de  veneración. 

¡Qué  oronda  viene  i  qué  bella! 
¡Qué  través  i  enfundia  tiene! 
Paréceme,  Inés,  que  viene 
Para  que  demos  en  ella. 


ANÁLISIS    LITP^RARIO  469 


Pues  sus;  encójase  i  entre, 
Que  es  algo  estrecho  el  camino; 
No  eches  agua,  Inés,  al  vino, 
No  se  escandahce  el  vientre. 

Echa  de  lo  tras  añejo, 
Porque  con  mas  gusto  comas: 
Dios  te  guarde  que  así  tomas. 
Como  sabia,  el  buen  consejo. 

Mas  di,  ¿no  adoras  i  precias 
La  morcilla  ilustre  i  rica? 
¡Cómo  la  traidora  pica! 
Tal  debe  tener  especias. 

¡Qué  llena  está  de  piñones! 
Morcilla  de  cortesanos, 
I  asada  por  esas  manos 
Hechas  a  cebar  lechones. 

El  corazón  me  revienta 
De  plater:  no  sé  de  ti, 
¿Cómo  te  va?  yo  por  mí 
Sospecho  que  estás  contenta. 

Alegre  estoi,  vive  Dios: 
Mas  oye  un  punto  sutil; 
¿No  pusiste  allí  un  candil? 
¿Cómo  me  parecen  dos? 

Pero  son  preguntas  viles, 
Ya  sé  lo  que  puede  ser: 
Con  ese  negro  beber 
Se  acrecientan  los  candiles. 

Probemos  lo  del  pichel, 
Alto  licor  celestial: 
No  es  el  aloquillo  tal, 
Ni  tiene  qite  ver  con  él. 

¡Qué  suavidad!  qué  clareza! 
¡Qué  rancio  gusto  i  olor! 
¡Qué  paladar!  ¡qué  color! 
Todo  con  tanta  ñneza. 

Mas  el  queso  sale  a  plaza. 
La  moradilla  va  entranda, 
I  ambos  vienen  preguntando 
Por  el  pichel  i  la  taza. 

Prueba  el  queso,  que  es  estremo, 
El  de  Pinto  no  le  iguala: 
Pues  la  aceituna  no  es  mala, 
Bien  puede  bogar  su  remo. 


470  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Haz  pues,  Inés,  lo  que  sueles. 
Daca  de  la  bota  llena 
Seis  tragos:  hecha  es  la  cena, 
Levántense  los  manteles. 

Ya.  Inés,  que  habernos  cenado 
Tan  bien  i  con  tanto  gusto. 
Parece  que  será  justo 
Volver  al  cuento  pasado. 

Pues  sabrás,  Inés  hermana, 

Que  el  portugués  cayó  enfermo 

Las  once  dan,  yo  me  duermo, 
Quédese  para  mañana. 

Baltasar  del  Alcázar  i 


XXIII 

Soneto 

La  dulce  boca  que  a  gustar  convida 
Un  humor  entre  perlas  destilado, 
I  a  no  envidiar  aquel  licor  sagrado. 
Que  a  Júpiter  muestra  el  garzón  de  Ida; 

Amantes,  no  toquéis,  si  queréis  vida, 
Porque  entre  un  labio  i  otro  colorado 
Amor  está  de  su  veneno  armado, 
Cual  entre  flor  i  flor  sierpe  escondida. 


1  Baltasar  del  Alcázar  es  un  poeta  sevillano  que  florecía  en  la 
segunda  mitad  del  siglo  XVI^  (1530  1607)  notable  sobre  todo  por 
la  naturalidad,  la  soltura  de  sus  versos  i  la  gallardía  de  su  lengua- 
je. Aunque  sus  poesías  han  sido  publicadas  varías  veces  no  hai  nin- 
guna edición  verdaderamente  completa,  i  por  lo  tanto  no  dan  a 
conocer  la  estenoion  i  el  alcance  de  su  jenio  poético.  En  el  tomo  32 
áe  la.  Biblioteca,  de  autores  españoles,  dada  a  luz  en  Madrid  por 
don  Manuel  Rivadeneira,  se  encuentran  muchas  de  ellas;  pero  en 
una  publicación  mas  reciente,  el  Ensayo  de  una  biblioteca  española 
de  libros  raros  i  curiosos,  por  Zarco  del  Valle  i  Sancho  Rayón, 
Madrid,  1863,  se  han  insertado  muchas  otras  composiciones  que 
permanecían  inéditas  i  que  se  distinguen  por  las  mismas  dotes  de 
injenio  i  por  el  mismo  donaire  aunque  con  frecuencia  son  afeadas 
por  equívocos  i  pensamientos  libres. 


ANÁLISIS    LITERARÍO  471 


No  OS  engañen  las  rosas  que  a  la  aurora 
Diréis  que  aljofaradas  i  olorosas 
Se  le  cayeron  del  purpúreo  seno: 
Manzanas  son  de  Tántalo  i  no  rosas, 
Que  después  huyen  del  que  incitan  hora 
I  solo  del  amor  queda  el  veneno. 

Luis  de  Góngora  ^. 


XXIV 
Romance  morisco 

Si  tienes  el  corazón, 
Zaide,  como  la  arrogancia 
I  a  medida  de  las  manos 
Dejas  volar  las  palabras 
Si  en  la  vega  escaramuzas 
Como  entre  las  damas  hablas, 
I  en  el  caballo  revuelves 
El  cuerpo  como  en  las  Zambras; 
Si  el  aire  de  los  bohordos 
Tienes  enjugar  la  lanza, 
I  como  danzas  la  toca. 
Con  la  cimitarra  danzas; 
Si  eres  tan  diestro  en  la  guerra 
Como  en  pasear  la  plaza 
I  como  a  fiestas  te  aplicas 
Te  aplicas  a  la  batalla: 
Si  como  el  galán  ornato, 
Usas  la  lucida  malla, 
i  oyes  el  son  de  la  trompa, 
Como  el  son  de  la  dulzaina: 


1  Véanse  las  Noc.  de  hit.  lit.  part.,  III,  cap.  III,  §  2. — Estesone- 
to  puede  dar  una  idea  de  las  formas  poéticas  conocidas  coa  el 
nombre  de  culteranismo;  pero  debemos  advertir  que  dista  mucho 
todavía  de  la  oscuridad  i  recargo  de  adornos  i  atavíos  de  otras 
poesías  del  mismo  autor. 


472  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITEiíARIA 

Si  como  en  el  regocijo 
Tiras  gallardo  las  cañas, 
En  el  campo  al  enemigo 
Le  atropellas  i  maltratas; 
Si  respondes  en  presencia, 
Como  en  ausencia  te  alabas; 
Sal  a  ver  si  te  defiendes. 
Como  en  el  Alhambra  agravias. 
I  si  no  osas  salir  solo, 
Como  lo  está  el  que  te  aguarda, 
Alguno  de  tus  amigos 
Para  que  te  ayuden  saca. 
Que  los  buenos  caballeros 
No  en  palacio  ni  entre  damas 
Se  aprovechan  de  la  lengua. 
Que  es  donde  las  manos  callan; 
Pero  aquí  que  hablan  las  manos 
*  Ven,  i  verás  como  habla 

El  que  delante  del  rei 
Por  su  respeto  callaba. 
Esto  el  moro  Tarfe  escribe 
Con  tanta  cólera  i  rabia. 
Que  donde  pone  la  pluma, 
El  delgado  papel  rasga. 
I  llamando  a  un  paje  suyo 
Le  dijo:  vete  a  la  Alhambra, 
I  en  secreto  al  moro  Zaide 
Da  de  mi  parte  esta  carta. 
I  dirásle  que  le  espero 
Donde  sus  corrientes  aguas 
Del  cristalino  Jenil 
Al  Jeneralife  bañan. 


Romancero  i, 


XXV 

El  murciélago  alevoso 

Estaba  Mirta  bella 
Cierta  noche  formando  en  su  aposento 
Con  gracioso  talento 
Una  tierna  canción,  i  porque  en  ella 


1  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lit.,  part.  II,  cap.  VI,  §  25. 


ANÁLISIS    LITERARIO  473 


Satisfacer  a  Delio  meditaba, 

Que  de  su  fe  dudaba, 

Con  vehemente  espresion  le  encarecía 

El  fuego  que  en  su  casto  pecho  ardía. 

I  estando  divertida. 
Un  murciélago  fiero,  ¡suerte  insanii! 
Entró  por  la  ventana: 
Mirta  dejó  la  pluma  sorprendida, 
Temió,  jimio,  dio  voces,  vino  jente; 
I  al  querer  dílijente 
Ocultar  la  canción,  los  versos  bellos 
De  borrones  llenó,  por  recojellos. 

I  Delio  noticioso 
Del  caso,  que  en  su  daño  había  pasado 
Justamente  enojado 
Con  el  fiero  murciélago  alevoso. 
Que  había  la  canción  interrumpido, 
1  a  su  Mirta  aflijido, 
En  cólera  i  furor  se  consumía, 
1  así  a  la  ave  funesta  maldecía: 

jOh!  monstruo  de  ave  i  bruto, 
Que  cifras  lo  peor  de  bruto  i  ave, 
Vision  nocturna  grave. 
Nuevo  horror  de  las  sombras,  nuevo  luto, 
De  la  luz  enemigo  declarado, 
Nuncio  desventurado 
De  la  tiniebla,  i  de  la  noche  fría, 
¿Qué  tienes  tú  que  hacer  donde  está  el  día? 

Tus  obras  i  figura 
Maldigan  de  común  las  otras  aves, 
Que  cánticos  suaves 
Tributan  cada  día  al  alba  pura. 
I  porque  mi  ventura  interrumpiste, 
I  a  su  autor  aflijiste. 
Todo  el  mal  i  desastre  te  suceda, 
Que  a  im  murciélago  vil  suceder  pueda. 

La  lluvia  repetida 
Que  viene  de  lo  alto  arrebatada, 
Tan  solo  reservada 
A  las  noches  se  oponga  a  tu  salida; 
O  el  relámpago  pronto  reluciente 
Te  ciegue  i  amedrente 
O  soplando  del  norte  recio  viento, 
No  permita  un  mosquito  a  tu  alimento. 


474  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

La  dueña  melindrosa, 
Tras  el  tapiz  do  tienes  tu  manida, 
Te  juzgue  inadvertida 
Por  telaraña  sucia  i  asquerosa, 
I  con  la  escoba  al  suelo  te  derribe; 
I  al  ver  que  bulle  i  vive 
Tan  fiera  i  tan  ridicula  figura, 
Suelte  la  escoba,  i  huya  con  presura. 

I  luego  sobrevenga 
El  juguetón  gatillo  bullicioso, 
I  primero  medroso 
Al  verter  se  retire,  i  se  contenga, 
I  bufe,  i  se  espeluce  horrorizado, 
I  alce  el  rabo  esponjado, 
I  el  espinazo  en  arco  suba  al  cielo, 
I  con  los  pies  apenas  toque  el  suelo. 

Mas  luego  recobrado, 
I  del  primer  horror  convalecido. 
El  pecho  al  suelo  unido. 
Traiga  el  rabo  del  uno  al  otro  lado, 
I  cocido  en  la  tierra,  observe  atento; 
I  cada  movimiento 

Que  en  ti  llegue  a  notar  su  perspicacia 
Le  provoque  el  asalto,  i  le  dé  audacia. 
En  fin  sobre  ti  venga. 

Te  acometa  i  ultraje  sin  recelo. 

Te  arrastre  por  el  suelo, 

J  a  costa  de  tu  daño  se  entretenga; 

I  por  caso  las  uñas  afiladas       ^ 

En  tus  alas  clavadas. 

Por  echarte  de  sí  con  sobresalto, 

Te  arroje  muchas  veces  a  lo  alto. 
I  acuda  a  tus  chillidos 

El  muchacho,  i  convoque  a  sus  iguales. 

Que  con  los  animales 

Suelen  ser  comunmente  desabridos; 

Que  a  todos  nos  dotó  naturaleza 

De  entrañas  de  fiereza. 

Hasta  que  ya  la  edad,  o  la  cultura 

Nos  dan  humanidad  i  mas  i  mas  cordura: 
Entre  con  algazara 

La  pueril  tropa  al  daño  prevenida 
'^         I  lazada  oprimida 

Te  echen  al  cuello  con  fiereza  rara; 


ANÁLISIS    LITERARIO  475 


I  al  oirte  chillar  alcen  el  grito 

I  te  llamen;  maldito! 

I  creyéndote  al  fin  del  diablo  imájcn, 

Te  abominen,  te  escupan  i  te  ultrajen. 

Luego  por  las  telillas 
De  tus  alas  te  claven  el  postigo, 
I  se  burlen  contigo 
I  al  hocico  te  apliquen  candelillas, 
I  se  rian  con  duros  corazones 
De  tus  jestos  i  acciones, 
I  a  tus  tristes  querellas  ponderadas,* 
Correspondan  con  fiesta  i  carcajadas. 

I  todos  bien  armados 
De  piedras,  de  navajas,  de  aguijones. 
De  clavos,  de  punzones 
De  palos  por  los  cabos  afilados 
(De  diversión  i  fiestas  ya  rendidos) 
Te  embistan  atrevidos, 
I  te  quiten  la  vida  con  i)resteza, 
Consumando  en  el  modo  su  fiereza. 

Te  puncen,  i  te  sajen. 
Te  tundan,  te  golpeen,  te  martillen. 
Te  piquen,  te  acribillen, 
Te  dividan,  te  corten  i  te  rajen, 
Te  desmiembren,  te  partan,  te  degüellen, 
Te  hiendan,  te  desuellen, 
Te  estrujen,  te  aporreen,  te  magullen, 
Te  deshagan,  confundan,  i  aturrullen. 

I  las  supersticiones 
De  las  viejas,  creyendo,  realidades, 
Por  ver  curiosidades. 
En  tu  sangre  humedezcan  algodones 
Para  encenderlos  en  la  noche  oscura, 
Creyendo  sin  cordura, 
Que  verán  en  el  aire  culebrinas, 
I  otras  tristes  visiones  peregrinas. 

Muerto  ya,  te  dispongan 
El  entierro,  te  lleven  arrastrando: 
Gori,  gori,  cantando, 
I  en  dos  filas  delante  se  compongan; 
I  otros  finjiendo  voces  lastimeras 
Sigan  de  plañideras, 
I  dirijan  entierro  tan  gracioso, 
Al  muladar  mas  sucio  i  asqueroso. 


476  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


I  en  aquella  basura, 
Un  hoyo  hondo  i  capaz  te  faciliten: 
I  en  él  te  depositen, 
I  allí  te  den  debida  sepultura: 
I  para  hacer  eterna  tu  memoria, 
Compendiada  tu  historia. 
Pongan  en  una  losa  duradera, 
Cuva  letra  dirá  de  esta  manera: 


EPITAFIO 

Aquí  yace  el  murciélago  alevoso, 
Que  al  sol  horrorizó,  i  ahuyentó  el  día 
De  pueril  saña  triunfo  lastimoso, 
Con  cruel  muerte  pagó  su  alevosía: 
No  sigas,  caminante  presuroso. 
Hasta  decir  en  esta  losa  fria: 
"Acontezca  tal  fin,  i  tal  estrella 
"A  aquel,  que  mal  hiciese  a  Mirta  bella." 

Frai  Diego  González  i 


1  El  padre  agustino  frai  Diego  González  floreció  en  el  siglo 
XVIII  í  1733-1794),  e  imitó  con  feliz  éxito  a  frai  Luis  de  León  en 
la  versión  de  algunos  salmos,  tv^mando  en  ellos  la  entonación  so- 
lemne de  tan  gran  maestro.  Pero  sus  poesías  populares  pertenecen 
al  jénero  festivo;  i  entre  éstas  el  Murciélago  alevoso  ocupa  el  pri- 
mer lugar.  Quintana,  sin  embargo  no  la  incluyó  en  su  Parnaso 
español',  pero  mientras  las  otras  poesías  del  padre  González  son 
poco  leídas  ahora,  se  hacen  todavía  numerosas  ediciones  del  Mur- 
ciélago. 

Véase  sobre  el  particular  lo  que  dice  don  Leopoldo  Augusto 
de  Cueto,  en  la  pajina  CXII  á^\  Bosquejo  histórico  crítico  déla 
poesía  castellana  en  el  siglo  XVlII,  que  ha  compuesto  como  in- 
troducción del  tomo  61  de  la  Biblioteca  ele  autores  españoles  de 
Rivadeneira. 


ANÁLISIS    LITERARIO  477 


XXVI 
A  los  colejiales  de  San  Clemente  de  Bolonia 

¿Por  qué  con  falsa  risa 

Me  preguntáis,  arrfigos, 
El  número  de  lustros  que  cumplí? 

¿I  en  la  duda  indecisa, 

Citáis  para  testigos 

Los  que  huyeron  aprisa 
Crespos  cabellos  que  en  mi  frente  vi? 

Pues  no  los  años  fueron 

Los  que  con  mano  dura 
Me  los  llevaron,  mi  doliente  ardor; 

Parte  al  alan  cedieron 

Que  el  estudio  procura. 

Parte  despojos  dieron 
A  tus  victorias,  ceguezuelo  amor. 

¿Veis  que  en  mi  rostro  imprima 

El  tiempo  sus  pisadas, 
La  lengua  turbe,  o  debilite  el  pié? 

¿Veis  que  mi  espalda  oprima? 

¿O  de  brillar  cansadas. 

La  actividad  reprima 
De  entrambas  luces  con  que  siempre  hablé? 

Pues  si  el  ardiente  brío. 

Que  la  edad  deteriora 
Con  su  fuga  veloz  existe  en  mí, 

¿No  es  vano  desvarío 

Vuestra  demanda  ahora? 

Si  alegre  canto  i  rio, 
Soi  joven  fuerte,  como  joven  fui. 

Lo  soi  i  vigoroso 

Siento  que  late  i  vive 
Propenso  a  la  virtud  mi  corazón; 

I  en  placer  delicioso 

Afectos  mil  recibe: 

Movimiento  dichoso 
I}el  alma,  si  lo  templa  la  razón, 

Talvez  Febo  en  envia 

Entusiasmo  divino, 
Que  a  la  helada  vejez  repugna  dar; 


478  MANUAL  DE  COMÍ'OSICION  LITERAllTA 

I  la  nueva  armonía 

De  idioma  peregrino, 

Las  náyades  que  cria 
El  Reno  humilde  salen  a  escuchar. 

Seguidme  i  al  umbroso 

Bosque,  mansión  de  Flora, 
Que  el  templo  cerca  ^  del  amor,  veuifl. 

Dadme,  dadme  oloroso  ; 

Incienso  i  la  sonora  ; 

Cítara,  i  de  frondoso  ) 

Mirto  mis  sienes  candidas  ceñid.  \ 

Mancebos  i  doncellas  1 

Cantan  el  himno  sacro,  '. 

I  la  pompa  solemne  comenzó.  ■ 

¿Veis  que  llegaron  ellas, 

I  entorno  al  simulacro 

Esparcen  flores  bellas,  I 

I  el  coro  de  los  jóvenes  siguió?  1 

Yo  con  estos  unido  4^ 

Presentaré  mis  dones,  'i¿ 

Cuando  postrados  ante  el  ara  estén.  ^: 

Del  certero  Cupido  | 

Sintieron  los  harpones 

¡Ai!  que  en  vano  he  querido 
Burlar  sus  tiros  i  me  hirió  también. 

Lkandro  Fernández  de  Moratin,  2 


XYII 


La  zarza 

(F^ábula,  imitación  de  Lessing  3) 

A  la  Zarza  punzante 
Un  Sauce  preguntó:  ¿Por  qué  manía 
Cuando  cerca  de  tí  pasa  un  viajante 
Clavas  la  garra  en  él  con  tal  porfía? 


1  Para  que  se  comprenda  bien  este  verso  advertiremos  que  cerca 
es  tercera  persona  del  presente  de  indicativo  del  verbo  cercar,  ro- 
dear. 

2  Véanse  las  Noc.  de  hist.  Ik.,  part.  TU,  cap.  III,  §  26. 

3  Véanse  las  Noc.  de  hist.  lie,  part.  III,  cap  VI,  §  6. 


ANÁLISIS    LITERARIO  479 


¿Es  que  te  ofende  si  contigo  topa, 

O  tratas  de  quedarte  con  su  ropa? 

No  es  (contestó  el  arbusto)  por  quitarla 

Pues  en  mí  no  la  empleo; 

Pero  me  tiro  a  cuanta  ropa  veo, 

Porque  tengo  un  placer  en  desgarrarla. 

Murmurador  injusto 
¿Por  qué  derramas  hiél?     Porque  es  mi  gusto. 
—  Gustos,  así,  tan  malos, 
(Dice  el  refrán)  merecen  palos. 

Juan  Eujenio  de  Haktzenbusch  ^ 


XXVIII 
La  caida  de  las  hojas 

(Eiejía  imitada  de  MilleA'oye)    2 

De  otoño  el  viento,  la  tierra 
Llenaba  de  hojas  marchitas, 
I  en  el  valle  solitario 
Mudo  el  ruiseñor  vacia. 
Solo  i  moribundo  un  joven 
Lentamenta  recorría 
El  bosque  donde  jugaba 
En  sus  niñeces  floridas. 
"Adiós,  adorado  bosque,    . 
Voi  a  morir,  le  decia, 
I  mi  fin  desventurado 
Tus  hojas  jai!  vaticinan. 
La  enfermedad  que  mi  seno 
Está  devorando  impía. 
Pálido  cual  flor  de  otoño 
Hacia  el  sepulcro  me  inclina. 


1  Poeta  español  contemporáneo,  nacido  en  1806,  autor  de  mu- 
chas comedias  i  dramas  justamente  aplaudidos,  de  varios  opúscu- 
los críticos  i  satíricos,  i  de  algunas  poesías  líricas  imitadas  unas 
del  alemán,  orijinales  otras,  pero  todas  notables  por  el  buen  gusto 
literario  i  por  la  corrección  constante  del  estilo. 

2  Carlos  MiLLEYOYE,  pocta  frances  (1782  161),  célebre  parti- 
cularmente por  sus  elejías.  La  que  ha  imitido  Heredia  es  la  mas 
famosa. 


480 


MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Apenas  breves  instantes 
Disfruté  la  dulce  vida, 
1  siento  mi  primavera 
Cual  sueño  desvanecida. 
Caed,  efímeras  hojas, 
I  por  el  suelo  tendidas, 
A  mi  desolada  madre 
Ocultad  mi  tumba  fria. 
Mas  si  mi  amante  velada 
Viene  en  la  tarde  sombría 
A  llorar  en  mi  sepulcro, 
Ajitándoos  conmovida. 
Despertad  mi  triste  sombra; 
I  su  fiel  llanto  reciba." 

Dijo  i  partió ¡para  siempre! 

Murió  i  al  tercero  dia 

La  sepultura  le  abrieron 

Debajo  la  árida  encina. 

Su  madre  ¡ai!  por  poco  tiempo, 

Vino  a  llorarla  aflijida; 

Pero  no  su  fiel  amante 

Como  el  infeliz  creia. 

Solo  del  pastor  los  pasos 

En  aquella  selva  umbría, 

Perturban  hoi  el  silencio 

En  torno  de  sus  cenizas. 


José  Makía  Herédia  i 


1  Poeta  cubano  nacido  en  1803  i  muerto  en  Méjico  en  1839. 
Sus  poesías  líricas  son  las  mas  notables  de  sus  obras.  Desplega  en 
ellas  un  vigor  lleno  de  inspiración  i  de  fogosidad  que  lo  coloca  en 
el  rango  de  uno  de  los  mas  ilustres  poetas  que  hayan  escrito  en 
lengua  española  en  nuestro  siglo.  La  imitación  de  Millevoye  que 
dejamos  trascrita  en  el  testo,  refleja  en  cierto  modo  la  melanco- 
lía del  orijinal,  pero  no  basta  para  dar  una  idea  del  estro  poético 
de  Heredia. 


ANÁLISIS    LITERARIO  481 


XXIX 

Miserere  i 

¡Piedad,  piedad,  Dios  mió! 
¡Que  tu  misericordia  me  socorra! 

Según  la  muchedumbre 
De  tus  clemencias,  mis  delitos  borra. 

De  mis  iniquidades 
Lávame  mas  i  mas;  mi  depravado 

Corazón  quede  limpio 
De  la  horrorosa  mancha  del  pecado. 

Porque,  Señor,  conozco 
Toda  la  fealdad  de  mi  delito, 

I  mi  conciencia  propia 
Me  acusa,  i  contra  mí  levanta  el  grito. 

Pequé  contra  tí  solo; 
A  tu  vista  obré  el  mal,  para  que  brille 

Tu  justicia,  i  vencido 
El  que  juzgue,  tiemble  i  se  arrodille. 

Objeto  de  tus  iras 
Nací,  de  iniquidades  ma:icillado; 

I  en  el  materno  seno, 
Cubrió  mi  ser  la  sombra  del  pecado. 

En  la  verdad  te  gozas, 
I  para  mas  rubor  i  afrenta  mia, 

Tesoros  me  mostraste 
De  oculta  celestial  sabiduría. 

Pero  con  el  hisopo 
Me  rociarás,  i  ni  una  mancha  leve 


1  El  miserere  es  uno  de  los  salmos  de  David,  el  50,  compuesto 
por  el  rei  poeta  cuando  fué  reprendido  por  el  profeta  Natán  por 
el  adulterio  cometido  con  Betzabet.  Es  uno  délos  cantos  mas  gr¿  n- 
diosos  de  la  relijion  cristiana,  i  por  esto  mismo  ha  sido  traducido 
e  imitado  en  todas  las  lenguas  de  la  Europa  moderna.  La  traduc- 
ción hecha  por  Bello  es  con  mucho  la  mejor  que  existe  en  castella- 
no, No  solo  se  distingue  por  la  flexibilidad  i  la  elegancia  de  la 
versificación,  sino  por  la  manera  fiel  con  que  ha  reproducido  el 
orijinal,  i  por  la  vigorosa  concisión.  Para  conocer  el  mérito  de  esta 
traducción,  bastaría  compararla  estrofa  por  estrofa  con  la  que 
han  hecho  otros  poetas  españoles. 

TOMO   V  31 


482 


MANUAL  11^  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Tendré  ya:  lavarásme, 
I  quedaré  mas  blanco  que  la  nieve. 

Sonarán  tus  acentos 
De  consuelo  i  de  paz  en  mis  oidos, 

I  celeste  alegría 
Conmoverá  mis  huesos  abatidos. 

Aparta,  pues,  aparta 
Tu  faz  ¡oh  Dios!  de  mi  maldad  horrenda, 

I  en  mi  pecho  no  dejes 
Rastro  de  culpa  que  tu  enojo  encienda. 

En  mis  entrañas  cria 
Un  corazón  que  con  ardiente  afecto 

Te  busque;  un  alma  pura, 
Enamorada  de  lo  justo  i  recto. 

De  tu  dulce  presencia, 
En  que  al  lloroso  pecador  recibes, 

No  me  arrojes  airado, 
Ni  de  tu  santa  inspiración  me  prives. 

Restaúrame  en  tu  gracia 
Que  es  del  alma  salud,  vida  i  contento; 

I  al  débil  pecho  infunde 
De  un  ánimo  real  el  noble  aliento. 

Haré  que  el  hombre  injusto 
De  su  razón  conozca  el  estravío: 

Le  mostraré  tu  senda, 
I  a  tu  lei  santa  volverá  el  impío. 

Mas  líbrame  de  sangre, 
¡Mi  Diosl  ¡mi  Salvador!  ¡inmensa  fuente 

De  piedad!  i  mi  lengua 
Loará  tu  justicia  eternamente. 

Desatarás  mis  labios. 
Si  tanto  un  pecador  que  llora  alcanza; 

I  gozosa  a  las  jentes 
Anunciará  mi  lengua  tu  alabanza. 

Que  si  víctimas  fueran 
Gratas  a  tí,  las  inmolara  luego; 

Pero  no  es  sacrificio 
Que  deleita,  el  que  consume  el  fuego. 

Un  corazón  doliente 
Es  la  espiacion  que  a  su  justicia  agrada: 

La  víctima  que  aceptas 
Es  una  alma  contrita  i  humillada. 

Vuelve  a  Sion  tu  benigno 
Rostro  primero  i  tu  piedad  amante. 


ANÁLISIS    LITERARIO  483 


I  SUS  muros  la  humilde 
Jerusalen,  Señor,  al  fin  te  levante. 

I  de  puras  ofrendas 
Se  colmarán  tus  aras,  i  propicio 

Recibirás  un  dia 
El  grande  inmaculado  sacrificio. 

Andrés  Bello 


XXX 

La  opinión 

¡Pobre  Carolina  mia! 
jNunca  la  podré  olvidar! — 
Ved  lo  que  el  mundo  decia 
Viendo  el  féretro  pasar: 

Un  clérigo: — "empiece  el  canto." 

El  doctor: — "¡cesó  el  sufrir!" 

El  padre: — "¡me  ahoga  el  llanto!" 

La  madre:— ''Iquiero  morir!" 

Un  muchacho:— ''¡qvié  adornada!" 

Un  joven: — "¡Era  mui  bella!" 

Una  moza: — "¡desgraciada!" 

C/í2a  F/e/a;—" ¡feliz  ella!" 

—"¡Duerme  en  paz!"— dicen  los  buenos. 

—"¡Adiós!"— dicen  los  demás. 

Un  j^/dso/b;— "¡Uno  menos!" 

Un  poeta: — "¡un  ánjel  mas!" 

Ramón  de  Campo  amor  ^ 


iPoeta  español  contemporáneo,  nacido  en  1817.  Es  autor  de 
un  volumen  de  Poesías,  de  otros  de  Doloras,  Humoradas,  Peque- 
ños poemas,  de  un  poema  titulado  Colon  i  de  un  libro  de  filosofía, 
titulado  El  personalismo  Distingüese  por  la  suavidad,  la  ternura 
i  el  buen  gusto  en  sus  poesías.  La  dolora,  denominación  literaria 
inventada  por  Campoamor,  es  un  jénero  intermedio  entre  la  bala- 
da i  la  elejía. 


484  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LFIEKARIA 


XXXI 

Quién  supiera  escribir 

— Escribidme  una  carta,  señor  cura. 

— Ya  sé  para  quién  es. 
— ¿Sabéis  quién  es  porque  una  noche  oscura 

Nos  visteis  juntos? — Pues. 
—Perdonad,  mas —No  estraño  ese  tropiezo. 

La  noche la  ocasión 

Dadme  pluma  i  papel.  Gracias.  Empiezo. 

Mi  querido  Ramón: 
—¿Querido? Pero  en  fin,  ja  lo  habéis  puesto: 

— Si  no  queréis — ¡Sí,  sí! 

— ¡Que  triste  estoil  ¿No  es  eso? — Por  supuesto. 

— ¡Qué  triste  estoi  sin  tí? 
Una  congoja  al  empezar  me  viene 

—  ¿Cómo  sabéis  mi  mal? ' 

— Para  un  viejo  una  niña  siempre  tiene 

El  pecho  de  cristal. 
¿Qué  es  sin  tí  el  mundo?  Un  valle  de  amargura, 

¿I  contigo?  Un  Edén. 
—Haced  la  letra  clara,  señor  cura. 

Que  lo  entienda  eso  bien. 
— El  beso  aquel  que  de  marchar  a  punto 

Te  di — ¿Cómo  sabéis? 

— Cuando  se  va  i  se  viene  i  se  está  junto 

Siempre no  os  afrentéis. 

/  si  volver  tu  afecto  no  procura. 

Tanto  me  harás  sufrir 

— ¿Sufrir  i  nada  mas?  Nó,  señor  cura, 

¡Que  me  voi  a  morir! 
—¿Morir?  ¿Sabéis  que  es  ofender  al  cielo? 

— ¡Pues,  sí  señor,  morir! 
— Yo  no  pongo  morir. — ¡Que  hombre  de  hielo! 

¡Quién  supiera  escribir! 
Señor  rector,  señor  rector!  en  vano 

Me  queréis  complacer. 
Si  no  encarnan  los  signos  de  la  mano 

Todo  el  ser  de  mi  ser. 
Escribidle,  por  Dios,  que  el  alma  mia 

Ya  en  mí  no  quiere  estar; 
Que  la  pena  no  me  ahoga  cada  dia 


ANÁLISIS    LITERARIO  485 


Porque  puedo  llorar. 
Que  mis  labios,  las  rosas  de  su  aliento 

No  se  saben  abrir, 
Que  olvidan  de  la  risa  el  movimiento 

A  fuerza  de  sentir. 
Que  mis  ojos,  que  él  tiene  por  tan  bellos, 

Cargados  con  mi  afán. 
Como  no  tienen,  quien  se  mire  en  ellos 

Cerrados  siempre  están. 
Que  es  de  cuantos  tormentos  he  sufrido, 

La  ausencia  el  mas  atroz. 
Que  es  un  perpetuo  sueño  de  mi  vida 

El  eco  de  su  voz 

Que  siendo  por  su  causa,  el  alma  mia 

¡  joza  tanto  en  sufrir! 

Dios  mió  ¡cuántas  cosas  le  diria 

Si  supiera  escribir! 

— Pues  señor,  bravo  amor.  Copio  i  concluyo: 

A  don  Ramón En  fin. 

Que  es  inútil  saber  para  esto  arguyo 

Ni  el  griego  ni  el  latin. 


Ramón  de  Campoamor. 


APÉNDICE 


Una  de  las  mayores  dificultades  que  presenta  la  práctica 
de  escribir,  consiste  en  el  uso  acertado  de  las  preposici(^nes 
que  rijen  los  complementos  de  los  verbos,  de  los  derivados 
verbales,  de  los  sustantivos  i  de  los  adjetivos.  Para  obviar 
esta  dificultad  i  para  enseñar  a  los  jóvenes  el  buen  uso  de 
la  preposición,  nos  ha  parecido  conveniente  publicar  aquí 
un  vocabulario  de  las  palabras  que  se  construyen  con  pre- 
posición, estrfirtado  de  uno  de  los  mas  notables  e  impor- 
tantes capítulos  de  la  Gramática  castellana  de  don  Vicente 
Salva,  por  don  Felipe  Antonio  M acias. 


LISTA  DE  LAS  PALABRAS 

QUE  SE  CONSTRUYEN   CON    PREPOSICIÓN 


Abandonarse  a  la,  en  manos  de  la  suerte. 

Abatirse  co/7,  erz,  por  los  reveses.  .        . 

Abordar  (una  nave)  a,  con  otra. 

Abrasarse  de  amor — en  deseos  i. 

Abrigarse  con  ropa  —  del  aguacero — hajo  techado — en  el 

portal.  ,  *  . 

Abrirse  a,  con  los  amigos. 
Abroquelarse  con,  de  su  inocencia. 


1  Se  emplea  en  esta  lista  el  guión— para  distinguir  una  de  otras 
las  diferentes  construcciones,  escusando  la  repetición  de  la  palabra 
con  que  empieza  cada  línea. 


490  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Abundar  de,  en  riquezas. 

Aburrirse  c/e,  con,  por  todo. 

Acabar  con  su  hacienda — de  venir — en  bien — por  negarse. 

Acaecer  (algo)  a  alguno — en  tal  tiempo. 

Acalorarse  con,  en,  por  la  disputa. 

Acarrear  a  lomo— en  ruedas — por  agua. 

Acendrarse  (la  virtud)  con,  en  las  pruebas. 

Acertar  a,  con  la  casa — en  el  pronóstico  2. 

Acojerse  a,  bajo  sagrado. 

Acomodarse  a,  con  otro  dictamen—  de  criado — en  una  casa, 

Acompañar  a  palacio— cotí,  de  pruebas. 

Acompañarse  de,  con  ricos. 

Aconsejarse  con,  de  sabios. 

Acontecer  a  todos,  con  todos  lo  mismo. 

Acordarse  con  los  contrarios    de  lo  pasado. 

Acosado  de,  por. 

Acreditarse  con,  para  con  alguno — de  necio. 

Acreedor  a  la  confianza — del  Estado. 

Actuarse  de,  en  los  negocios. 

Acudir  a/,  con  el  remedio. 

Acusar  (a  alguno)  ante  el  Príncipe — de  un  delito. 

Adelantarse  a  otros — en  algo. 

Adiestrarse  a  esgrimir — en  la  lucha. 

Adorar  a  Dios— ew  su  madre. 

Adorar  con,  de  tapices. 

Afable  con,  para  todos— e/2  el  trato. 

Afanarse  en  la  labor — por  ganar. 

Afecto  ¿a/ ministro — de  un  achaque. 

Aferrarse  a,  con,  en  su  opinión. 

Afianzar  con  sus  bienes — de  calumnia. 

Afianzarse  en,  sobre  los  estribos. 

Aflijido  de,  con,  por  lo  que  veia. 

Aflojar  de,  en  un  empeño. 

Aforrar  con,  de  piel— en  lo  mismo. 

Agobiarse  con,  por  los  años. 


2  El  verbo  acertar  tiene  una  acepción  cuando  se  dice  acertar 
CON  la  casa  i  otra  distinta  cuando  decimos  acertar  EN  el  pronós- 
tico. Mayor  diferencia  de  significado  hai  entre  acordarse  CON  los 
contrarios  i  acordarse  DE  lo  sucedido.  Consúltese  en  estos  casos  i 
otros  idénticos  el  Diccionario  de  la  Academia,  para  no  confundir 
lo  uno  con  lo  otro. 

Se  pone  jeneralmente  un  solo  ejemplo  de  cada  preposición,  aun- 
que una  misma  tenga  en  diversas  frases  mui  diferente  significado. 


AlÉNDICB  491 


Agradable  al,  para  el  gusto— de  gusto. 

Agraviarse  de  alguno— por  una  chanza. 

Agregarse  a,  con  otros. 

Agrio  a7  gusto— c/ejesto. 

Agudo  de  injenio — en  sus  ocurrencias. 

Ahogarse  de  calor— en  poca  agua. 

Ahorrar  de  razones — no  ahorrarse  o. no  ahorrárselas  con 

ninguno. 
Airarse  con  alguno— ífe,  por  lo  que  se  oye. 
Ajeno  a  su  carácter — c/e  verdad. 

Ajustarse  a  la  razón — con  el  amo — en  sus  costumbres. 
Alargarse  a,  hasta  la  ciudad. 
Alcanzar  al  techo — del  Rey  —  con  porfías— e/7   áias—para 

tanto. 
Alegar  de  bien  probado— e/3  defensa — por  prueba. 
Alegrarse    -/j,  Je,  por  algo. 
Alentar  ¿t  uno — corz  la  esperanza. 
Alimentarse  con,  de  yerbas. 
Alistarse  en  un  cuerpo — por  socio. 
Aliviar  del,  en  el  trabajo. 
Alternar  con  los  paisanos  — e/3  el   servicio— e/2 íre  unos   i 

otros. 
Alucinarse  con  sofismas — en  el  examen. 
Alzar  (los  ojos)  a/ cielo— (algo)  del  suelo — ^por  caudillo. 
Alzarse  a  mas — con  el  reino. 

Amable  a,  para,  para  con  todos — de  jtu\o~cn  trato. 
Amañarse  a  escribir— co/2  cualquiera» 
Amargo  al  gusto — de  sabor. 
A  mas,  ademas,  amen  de  lo  dicho. 
Amenazado  de,  por  un  peligro. 

Amenazar  (a  alguien)  a/ pecho— coz?  la  espada — de  muerte. 
Amparar  (a  uno)  de  la  persecución— e/3  la  posesión. 
Ampararse  con,  de  algo. 
Amueblar  con  sillas  i  mesas — de  nuevo  (es  decir  con  muebles 

nuevos). 
Andar  (se  usa  con  casi  todas  las  preposiciones)  a  gatas^ 

con  el  tiempo — de  capa— e//  pleitos — entre  mala  jente— 

por  conseguir  algo — sobre  un  volcan — tras  un  negocio. 
Anhelar  a  mas— por  mayor  fortuna. 
Animar  al  certamen-  en  los  contratiempos. 
Animoso  en  los,  para  los  peligros. 
Aparar  en,  con  la  mano. 
Aparejarse  al,  para  el  trabajo. 
Apartarí:e  a  un  lado — de  la  ocasión. 


492  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Apasionado  a  la,  de  la,  por  la  caza. 
Apasionarse  de,  por  alguno. 

Apearse  a,  para  merendar — de  la  muía— por  las  orejas. 
Apechugar  con,  por  todo. 

Apelar  a  otro  medio — de  la  sentencia — para  con  Dios. 
Apercibirse  a,  para  la  batalla — de  armas. 
Apesadumbrarse  de,  con  la  noticia — ^por  niñerías. 
Apetecido  del,  por  el  vulgo. 
Apoyar  con  citas — en  autoridades. 
Apreciar  en  mucho — por  sus  prendas. 

Aprender  a  escribir— coí2  Fulano— c/e  Fulano — por  principio. 
Apresurarse  a  venir— e/7  la  réplica — por  algo. 
Apropiar  a  su  idea — para  sí. 
Apurarse  en  los  contratiempos^por  poco. 

Argüir  de  falso — (ignorancia)  en  un  docto.  ¡ 

Armar  co/3  lanza— er?  corso.  ' 

Arrancar  (la  broza)  al,  del  suelo— c/e  raíz.  i 

Arrazarse  (los  ojos)  de,  en  lágrimas.  i 

Arrastrar  en  su  caida— por  tierra.  j 

Arrebatar  de  las  manos.  | 

Arrebozar  (una  fruta)  con,  de  azúcar.  | 

Arrebozarse  con,  en  la  capa. 
Arreglado  a  las  leyes — en  el  traje. 
Arreglarse  a  la  razón — con  el  acreedor. 
Arremeter  a,  con,  contra,  para  el  enemigo. 
Arribar  a  tierra  con  felicidad. 
Arriesgarse  a  salir — en  la  empresa. 

Arrojarse  a  pelear — de,  por  la  ventana — en  el  estanque. 
Arrostrar  con,  por  los  peligros  ^ 
Arruinar  desde  los,  por  los  cimientos. 
Ascender  a  otro  empleo — ea  la  carrera. 
Asesorarse  con,  de  letrados. 
Asir  de  la  ropa — por  los  cabellos. 
Asistir  a  los  enfermos — de  oyente — en  tal  casa. 
Asociarse  a,  con  otro. 
Asomarse  a,  por  la  ventana. 
Asombrarse  con  el,  del  aparato. 
Asparse  a  gritos— por  alguna  cosa. 

Áspero  al,  para  el  gusto— con,  paray  para  con  los  inferiores 
—de  condición — en  las  palabras. 


1  También  se  dice  arrostrar  los  peligros  (sin  preposición)  i  en  el 
mismo  caso  se  hallan  otros  verbos  que  si  bien  se  adaptan  a  tal  o 
cual  preposición,  i  no  a  las  demás,  se  usan  asimismo  sin  ninguna. 


APÉNDICE  493 


Asqueroso  a  la  vista — de  ver — en  su  aspecto. 

Asustarse  (fe,  coriy  por  un  ruido. 

Atar  (el  caballo)  a  un  tronco — de  pies  i  manos. 

Atarearse  con,  en  los  negocios. 

Atarse  a  una  sola  cosa -e/2  las  dificultades. 

Ataviarse  con,  de  lo  ajeno. 

Atemorizarse  de,  por  algo. 

Atentar  a  la  vida — contra  la  propiedad. 

Atento  a  la  esplicacion— con  sus  mayores. 

Atinar  al  blanco — con  la  casa. 

Atónito  con,  del,  por  el  lance. 

Atraer  a  su  bando — con  promesas. 

Atrasado  de  noticias — en  el  estudio. 

Atreverse  a  cosas  grandes— con  todos. 

Atribularse  con,  en,  por  los  trabajos. 

Atrincherarse  con  una  tapia — en  un  repecho. 

Atropellar  con,  por  todo. 

Atufarse  con,  de,  por  poco. 

Autorizado  c?e,  por  escribano. 

Avanzado  de,  en  edad. 

Avanzar  a,  hacia,  hasta  las  líneas  enemigas. 

Avenirse  a  todo — con  cualquiera. 

Aventajarse  a  otros — en  algo. 

Avergonzarse  a  pedir— c/e  pedir— por  sus  acciones. 

Aviarse  de  ropa — para  salir. 

Ayudar  a  vencer — en  un  apuro. 


Bajar  a  la  cueva— Je  la  torre -hacia  el  valle — ^por  la  esca- 
lera. 
Bajo  de  cuerpo— en  su  estilo. 
Balancear  a  tal  parte— e/2  la  duda. 
Baldarse  con  la  humedad — de  un  lado. 
Bañar  con,  de,  en  lágrimas  un  papel. 
Barajar  con  el  vecino. 
Basta  de  bulla— con  eso. 
Bastar  a,  para  enriquecerse. 
Bastardear  de  su  naturaleza — en  sus  acciones. 
Benéfico  a,  para  la  salud — con  con  sus  contrarios. 
Bordar  (algo)  a/ tambor— co//,  de  plata. 
Brindar  a  la  salud  de  alguno — con  regalos — por  e\  rei. 
Brotar  de,  en  un  peñascal. 


494  MANUAL    DE  COMPOSICIÓN   LITERARIA 

Bueno  de,  para  comer — de  por  sí — en  sí. 

Bullir  en,  por  todas  partes. 

Buscar  (el  flanco)  al  enemigo— por  donde  salir. 


O 


Cabalgar  a  mujeriegas  -en  muía. 

Caber  de  pies — en  la  mano. 

Caerá,  hacia  tal  parte — con  otro— c/e  lo  alto  — e/7  tierra— 
por  pascua — sobre  los  enemigos. 

Caerse  a  pedazos — de  viejo. 

Callar  (la  verdad)  a  otro — de,  por  miedo. 

Cambiar  (alguna  cosa)  con,  por  otra. 

Caminar  a,  para  Sevilla — de  concierto. 

Cansarse  del,  con  el  trabajo. 

Capaz  de  cien  arrobas — para  el  cargo. 

Capitular  con  el  enemigo — (a  alguno)   de  malversación. 

Caracterizar  (a  uno)  de  honrado. 

Cargar  a  flete — a,  en  hombros — con  todo — de  trigo — so- 
bre él. 

Casar  (una  persona  o  cosa)  con  otra  (un  viudo)  en  segun- 
das nupcias. 

Castigar  de,  poruña  falta. 

Ceder  a  la  autoridad— í/e  su  derecho — en  honra  de  alguno. 

Cerrar  a  piedra  i  lodo — con,  contra  el  enemigo — de  golpe. 

Cesar  de  correr  en  su  empleo. 

Clamar  a  Dios  —por  dinero. 

Clavar  a,  en  la  pared. 

Coartar  (las  facultades)  a  alguno. 

Cobrar  a,  de  los  deudores — en  papel. 

Cojer  a  mano  (al  ladrón)  con  el  hurto — de  buen  humor — de 

la,  por  la  mano. 
Colejir  de,  por  los  antecedentes. 
Colocar  con,  en  orden. 
Combatir  con,  contra  el  enemigo. 
Comenzar  a  deci. — por  reñir. 
Comer  (pan)  a  manteles — de  vijilia,  de  todo. 
Comerciar  con  su  crédito    en  granos. 
Compadecerse  del  infeliz— r/e,  por  sus  trabajos. 
Compañero  de,  en  las  fatigas. 
Comparar  (un  objeto)  a,  con  otro. 
Compartir  en  dos  cestas  la  fruta — entre  varios. 
Complacerse  con  la  noticia — de,  en  alguna  cosa. 


APÉNDICE  495 


Cómplice  con  otros — de  otro— e/í  el  delito. 

Componerse  con  los  deudores — de  bueno  i  malo. 

Comprar  (algo)  al  fiado— c/e/  vendedor. 

Comprometerse  a  pagar— co/2  alguno— e/2  jueces  arbitros. 

Concertar  (uno)  con  otro— en  jénero  i  número— (las  paces) 
entre  dos  contrarios. 

Concluir  con  algo— (a  uno)  de  ignorante. 

Concurrir  a  algún  fin — con  otros — (muchos)  —  en  un  dic- 
tamen. 

Condenar  (a  uno)  a  galeras — con  costas — en  las  costas. 

Condescender  a  los  ruegos — con  la  instancia. 

Conferir  (un  negocio)  con,  entre  los  amigos. 

Confesar  (el  delito)  a/juez. 

Confesarse  a  Dios — con  alguno — de  sus  culpas. 

Confiar  c/e,  en  alguno. 

Confinar  (a  alguno)  a,  en  tal  parte— (España)  con  Francia. 

Confirmar  (al  orador)  de  docto — en  la  fé — por  sabio. 

Conformar  (su  opinión)  a,  con  la  ajena. 

Conformarse  a/,  con  el  tiempo. 

Conforme  a,  con  su  opinión —(con  otro)  en  su  parecer. 

Confrontar  (una  cosa)  con  otra. 

Confundirse  de  lo  que  se  ve— (una  cosa)  con  otra— en  sus 
juicios. 

Congratularse  con  los  suyos— rie,  por  alguna  cosa. 

Conjeturar  (algo)  c/e,  por  señales. 

Conmutar  (algo)  con  otra  cosa — (un  voto)  en  otro. 

Conocer  de  vista — c/e,  en  tal  asunto— por  noticias. 

Consentir  con  los  caprichos— er?  algo. 

Conservarse  con,  en  salud — en  su  retiro. 

Considerar  (una  cuestión)  bajo,  en  todos  sus  aspectos— por 
todos  lados. 

Consolar  (a  uno)  úe  un  trabajo  en  sus  pesadumbres. 

Consolarse  con  sus  parientes  en  Dios. 

Conspirar  a  alguna  cosa — contra  alguno — en  un  intento. 

Constar  (el  todo)  de  partes — c/e,  en  los  autos— por  escrito. 

Constituido  en  dignidad — (un  censo)  sobre  una  dehesa. 

Consultar  coíz  letrados — (a  alguno)  para  un  empleo. 

Consumirse  a  fuego  lento — de  fastidio — en  meditaciones. 

Contajiarse  con,  del,  por  el  roce. 

Contaminarse  con  los  vicios — de,  en  la  herejía. 

Contar  (algo)  al  vecino— con  sus  fuerzas— por  verdadero. 

Contemplar  a  un  niño — en  Dios. 

Contender  con  alguno— en  hidalguía— porlas  armas— so/?re 
alguna  cosa.  . 


496  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Contentarse,  contento,  con  su  suerte — del  parecer. 

Contestar  a  la  pregunta — con  el  declarante. 

Continuar  en  su  puesto— cor?  salud— por  buen  camino. 

Contraponer  (una  cosa)  a,  Cx^n  otra. 

Contrapuntarse  de  palabras — con  alguno. 

Contrario  a,  de  muchos— en  ideas. 

Contribuir  a,  para  tal  cosa — con  dinero. 

Convenir  (una  cosa)  a/  pueblo — con  otro — en  alguna  cosa. 

Convenirse  a,  con,  en  lo  propuesto. 

Conversar  con  alguno— en,  sobre  materias  fútiles. 

Convertir  a  otro  objeto lacuestion— (la hacienda) e/3  dinero. 

Convertirse  a  Dios  (el  mal)  en  bien. 

Convidar  (a  alguno)  a  comer — con  un  billete. 

Convidarse  a,  para  la  tarea. 

Cooperar  a  alguna  cosa — con  otro. 

Coronar  con  flores — de  flores— por  monarca. 

Correr  a  pié— coí?  los  gastos— e/?  busca  de  uno— por  mal  ca- 
mino— (un  velo)  sobre  lo  pasado. 

Correrse  de  vergüenza — por  una  culpa. 

Corresponder  a  los  beneficios — con  el  bienhechor. 

Cortar  de  vestir — por  lo  sano— so6re  el  codo. 

Corto  de  jenio — en  dar. 

Coser  a  puñaladas — para  el  corte. 

Coserse  (unos)  a,  con  otros. 

Cotejar  (la  copia)  con  el  orijinal. 

Crecido  de  cuerpo — en  bienes. 

Creer  de  otro  tal  cosa— c/e  su  obligación— e/7  Dios— (a  uno) 
por,  sobre  su  dicha. 

Criar  a  los  pechos- -co/2  regalo— e/i  el  santo  temor  de  Dios. 

Cruel  con,  para,  para  con  su  esposa. 

Cruzar  /  cruzarse  de  caballero — de  brazos. 

Cuadrar  (una  cosa)  al  interesado— (lo  uno)  con  lo  otro. 

Cubrir  o  cubrirse  de,  con  ropa. 

Cuenta  (tener)  con,  de  lo  que  dicen. 

Cuidadoso  del,  por  el  resultado. 

Cuidar  de  algo,  de  alguno. 

Culpar  (a  uno)  de  omiso — en  otro  lo  que  en  sí  se  disculpa — 
(a  otro)  por  lo  que  hace. 

Cumplir  a  uno  la  promesa — cumplir  (corresponder)  a  uno 
hacer  un  esfuerzo — con  alguno — con  su  obligación — por 
su  padre. 

Curarse  de  alguna  enfermedad — en  salud — de  lo  menos  im- 
portante. 

Curtido  al,  del  sol — en  bellaquería. 

Curtirse  al,  con,  el  aire — en*\os  trabajos. 


APÉNDICE  497 


OH 


Chancearse  con  cualquiera. 

Chocar  a  los  presentes —co72  los  vecinos— en íre  sí 

Chochear  con,  pro  la  vejez,  de  viejo. 


Dar  (algo)  a  alguno— con  quien  lo  entiende — (a  alguno)  de 
palos— (a  la  madera)  de  blanco— c/e  baja— e/2  manías— 
por  visto— por  Dios — sobre  el  mas  flaco. 

Darse  a  estudiar— contra  la  pared — Je  cachete— /)or  vencido. 

Deber  (dinero)  ú,  alguno — c/e  justicia — de  venir. 

Decaer  de  su  autoridad— en  fuerzas. 

Decidir  de  la  cuestión  — sOi6re  un  punto. 

Decidirse  a  viajar— en  favor— por  un  sistema. 

Decir  (algoj  a  ofro— (bien)  conunacosa-c/e  alguno— en  con- 
ciencia—para sí. 

Declarar  a  los  oyentes  un  secreto-— por  enemigo  al  indife- 
rente. 

Declararse  a,  con  alguno — ^por  un  partido. 

Declinar  a,  hacia  tal  parte — de  allí — en  bajeza. 

Defender  (a  uno)  de  sus  contrarios— por  pobre. 

Defenderse  contra,  de  tres. 

Defraudar  (algo)  al,  del  depósito-  en  las  esperanzas. 

Dejenerar  de  su  estirpe — en  monstruo. 

Dejar  con  la  boca  abierta — de  escribir —(algo)  en  manos  de 
otro — (a  alguien)— por  loco— por  hacer. 

Deleitarse  con  la  vista — de,  en  oir. 

Deliberar  en  junta -entre  amigos — sobre  tal  cosa. 

Demandar  Je  calumnias — enjuicio. 

Departir  con  el  compañero — de,  sobre  la  guerra. 

Deponer  contra  el  acusado— (a  algtmo)  de  su  empleo — en 
juicio. 

Depresivo  a  un  personaje  de— la  nobleza. 

Derramar  i  derramarse,  á/,  en,  por  el  suelo. 

Derribar  de  la  cumbre  al  valle  -  en,  por  tierra. 

Desacreditar  o  desacreditarse,   con,  para  con  el  pueblo  - 
en  su  profesión—  entre  los  compañeros. 

Desahogarse  (con  alguno)  de  su  pena  -  en  denuestos. 

Desavenirse  con— alguno— efe  otros     (dos)  entre  sí. 

TOMO  \  32 


498  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


Desayunarse  con  chocolate — de  alguna  noticia. 

Desbordarse  (el  rio) e/2  la  arena— por  los  campos. 

Descabezarse  con,  en,  alguna  cosa. 

Descalabazarse  con,  en,  por  alguna  cosa. 

Descalabrar  a  gritos — con  su  voz. 

Descansar  de  la  fatiga    (el  amo)  en  el  criado. 

Descararse  a  insultos — con  el  jefe. 

Descargar  en,  contra,  sobre  el  inocente. 

Descargarse  con  el  ausente— ífe  alguna  cosa. 

Descender  a  los  valles-  de  buen  linaje—  en  el  favor—  por 
grados. 

Descorgarse  a/ jardin — con  una  noticia— c/e,  por  lapa- 
red. 

Descollar  en  gallardía  -  entre,  sobre  otros. 

Descomponerse  con  alguno — en  palabras. 

Desconocido  a  los  beneficios  —  de  sus  paisanos   -  para 
todos. 

Descubrirse  a,  con  alguno. 

Descuidarse  de,  en  su  obligación. 

Desembarcar  de  la  nave — en  el  puerto. 

Desenterrar  del,  de,  entre  el  polvo. 

Desertar  de  sus  banderas  a  las  contrarias. 

Desfigurar  con  cintajos  un  vestido. 

Deshacerse  de  alguna  cosa  -  en  llanto. 

Deslizarse  al,  en  el  vicio — por  la  pendiente. 

Desmentir  a  alguno — (una  cosa)  de  otra. 

Despeñarse  al,  en  el  mar— (fe  un  vicio  en  otro— por  la 
cuesta. 
•  Desposarse  con  soltera— por  poderes. 

Despuntar  de  injenioso— en  la  sátira— por  la  pintura. 

Desterrar  a  una  isla — (a  uno))  de  su  patria. 

Destinar  a  la  iglesia — (un  regalo)  para  el  superior. 

Detenerse  a  comer— co/3,  en  los  obstáculos. 

Determinarse  a  partir— e/7  favor  de  uno. 

Deudor  a  la,  de  la  hacienda— e//,  por  muchos  miles. 

Diferencia  c/e  ma^^or  a  menor— ez/íre  lo  temporal  i  eterno. 
Diferenciarse  (uno)  de  otro— er?  el  habla. 
Diferir  (algo)  a,  para  otro  tiempo— c/e  hoi  a  mañana— en 
pace  res — entre  sí. 

Dilatar  (un  asunto)  a,  para  otra  ocasión— í/e  mes  en  mes. 

Dilijente  en  su  oficio  para  cobrar. 

Diputado  a,  en  Cortes. 

Dirijir  a,  hacia  Sevilla — a  otro  en  una  empresa — para  un 
fin— por  un  atajo. 


( 


APÉNDICE  499 


Discordar  del   maestro  —en  opiniones  —  en  sonidos — sobre 

regalías. 
Disculparse  con  alguien — de  una  distracción. 
Discurrir  de  un  punto  a  otro — en  varias   materias — sobre 

artes. 
Disentir  de  Yitruvio  en  arquitectura. 
Disfrazarse  de  nievo --con,  en  traje  de  moro. 
Disgustarse  de,  con  alguna  cosa— por  frioleras. 
Disolver  en  espíritu  de  vino — con  agua  fuerte. 
Disponer  a  bien  morir— c/e  los  bienes— er?  hileras — por  sec- 
ciones. 
Disponer  a,  para  caminar 

Disputar  de,  por,  sobre  alguna  cosa — con  su  hermano. 
Distinguirse  en  las  letras — entre  todos — ^por  único. 
Distraerse  a  diferente  materia— Je,  e/2  la  conversación — con, 

por  el  ruido. 
Distribuir  en  porciones — entre  los  necesitados. 
Diverso  de  los  demás — en  carácter. 
Divertirse  en  pintar — con  un  amigo. 
Dividir  (una  cosa)  de  otra — con,  entre  muchos — en  partes — 

por  mitad. 
Doblar  a  palos— de  un  golpe — por  un  difunto. 
Dócil  al  mandato — de  condicion—parc?  aprender. 
Dolerse  de  los  pecados  —  (con  un  amigo)  de  los  trabajos  de 

otro. 
Dotar  (a  una  hija)  con  bienes  adquiridos  — c/e  lo  mejor  de  un 

patrimonio — en  medio  millón. 
Dudar  de  alguna  cosa — en  síúir—entre  el  sí  i  el  m.). 
Dulce  a/ gusto — de  trato— en  el  trato — para  tratado. 
Durar  en  el  mismo  estado— por  mucho  tiempo. 


E 

Echar  (algo)  a,  en,  por  tierra — (olor)  de  sí — de  menos — sobre 

sí  la  carga. 
Elevarse  al,  hasta  el  cielo — de  la  tierra — en  éxtasis — por  los 

aires — sobre  el  vulgo. 
Embarcarse  de  pasajero— e/2  un  vapor. 
Embeberse  en  la  doctrina— c/e/  espíritu  de  Luis  Vives. 
Embelesarse  con  un  niño— e/2  oir. 
Embestir  con,  contra  el  de  enfrente. 
Embobarse  con,  de,  en  algo. 
Embozarse  con  la  capa— e/2  el  manto. 


1 


600  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN   LITERARIA 


Embravecerse  con,  contra  el  débil. 
Embriagarse  co/2  aguardiente — c/e  júbilo. 
Embutir  de  algodón  (una  cosa)  en  otra. 

Enmendarse  con,  por  el  aviso    de  una  falta.  \ 

Empacharse  de  hablar — por  nada.  /. 

Empapar  de,  en  esencias.  | 

Empedrar  con,  de  adoquines.  ^ 

Empeñarse  en  una  cosa— por  alguno.  '( 

Empezar  a  brotar— coii  bien   -e?2  malos  términos — por  lo  n 

difícil. 
Emprender  con  cuanto  se  presenta  (alguna  obra)  por  sí 

solo.  ^ 

Empujar  a,  hacia,  hasta  un  abismo. 
Emulo  del  ministro — en  influencia. 
Encarjar  (la  puerta)  con,  en  el  cerco. 
Encapricharse  con,  en  una  tema. 
Encaramarse  a,  en,  por,  sobre  la  pared. 
Encararse/?,  con  alguno. 
Encarnizarse  con,  en  los  fujitivos. 
Encender  a,  en  la  lumbre. 
Encomendarse  o  Dios — en  sus  manos. 
Enconarse  con  alguno  — e/3  algo. 
Encontrarse  con  un  escritor  en  varias  ideas. 
Encuadernar  a  la  rústica— erz  pasta--Je  fino. 
Encumbrarse  a,  hasta  el  cielo — sobre  las  nubes. 
Endurecerse  aJ,  con,  en,  por  el  ejercicio. 
Enfadarse  con,    contra  un    subdito  —  de  la    réplica — por 

poco. 
Enfermo  del  hígado — de  peligro. 
Enfurecerse  con,  contra  alguno— c/e  ver  injusticias. 
Engastar  con  perlas — en  oro. 
Engreirse  con,  de  su  fortuna. 
Enlazar  (una  cosa)  a,  con  otra. 
Enojarse  con,  contra  el  malo— c7e  lo  que  se  dice. 
Enojoso  a  su  familia — en  el  habla. 
Enredarse  (una  cosa)a,  con  otra. 
Enriquecer  con  dádivas — de  dones. 

Ensayarse  a  cantar — en  el  canto — parahah\ar  en  público. 
Enseñar  a  leer  -por  buen  autor. 
Entapizar  con,  de  ricas  telas. 
Entender  de  alguna  cosa -en  sus  negocios. 
Enterarse  de  la  carta — en  el  asunto. 
Entrar  (se  usa  con  casi  todas  las  preposiciones)  a  saco— 


APÉNDICE  501 


con  toda  el  alma — de  novicio — ei3  la  iglesia — hastaéicoro 
— por  poco  o  por  mucho. 

Entregarse  al  estudio — en  brazos  de  la  suerte. 

Entremeterse  o  entrometerse  en  asuntos  de  otro. 

Entretenerse  a,  con  ver  la  tropa — en  leer. 

Entristecerse  con,  de,  por  la  noticia. 

Envanecerse  con,  de,  en,  por  la  victoria. 

Envejecer  con,  por  los  trabajos -ei?  el  oficio. 

Enviar  (a  alguno)  a  la  corte —co/2  un  presente — de  apo- 
derado por  vino. 

Envolver  en,  entre  lienzo  con  papeles. 

Envolverse  con,  en  la  manta. 

Equipar  (a  uno)  con,  de  lo  necesario. 

Equiparar  (una  cosa)  a,  con  otra. 

Equivocarse  con  otro — en  algo. 

Escabullirse  entre,  por  entre  la  multitud. 

Escapar  a  la  calle— co/3  vida-  en  una  tabla. 

Escarmentar  con  la  desgracia — en  cabeza  ajena. 

Escaso  de  medios — en  -pagar— para  lo  mas  preciso. 

Escojer  del,  en  el  montón — entre  varias  cosas. 

Esconderse  de  alguno — en  alguna  parte. 

Escribir  de,  sobre  historia — en  español — por  el  correo. 

EvSculpir  a  cincel -c/e  relieve— er?  mármol. 

Escudarse  con  la  íq— contra  el  peligro. 

Escupir  al,  en  el  rostro. 

Escurrirse  al  suelo — de,  de  entre,  entre  las  manos. 

Esencial  ai,  en,  para  el  negocio. 

Esforzarse  a,  en,  por  trabajar. 

Esmaltar  con,  de,  en,  i  flores. 

Espantarse  de,  por  algo. 

Especular  con  algo— erz  papel. 

Esperar  a  que  vengan — de  Dios — en  Dios. 

Estampar  a  mano — contra  la  pared — en  papel — sobre  seda. 

Estar  (se  construye  con  casi  todas  las  preposiciones)  a,  bajo 
la  orden  de  otro— con, en  ánimo  de  viajar — de  vuelta— e/2 
casa — entre  enemigos— para  salir  —  por  alguno — (algo) 
por  suceder— sirz  sosiego— so-6re  sí. 

Estéril  de,  en  frutos. 

Estrecharse  con  alguno— en  los  gastos. 

Estrellarse  corz  alguno — en,  contra  alguna  cosa. 

Estudiar  con  buenos  catedráticos — en  buen  autor -por  Ne- 
brija. 


1  Poético. 


502  MANUAIi  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Exceder  (una  cuenta)  a  otra — en  mil  reales. 
Excusarse  con  alguno — de  hacer  alguna  cosa. 
Espeler  del  reino — por  la  boca. 
Estenderse  a,  hasta  mil  reales— eíz  digresiones. 
Estraviarse  a  otra  cuestión — de  la  carrera. 


Fácil  a  cualquiera — con,  para,  para  con  los  inferiores — de 

dijerir — en  creer. 
Faltar  a  la  palabra — de  alguna  parte— ew   algo— (un  real) 

para  veinte — (la  cola)  por  desollar. 
Fatigarse  de  andar — en  pretensiones^— por  sobresalir. 
Favorable  a,  para  alguno. 
Fecundo  en  recursos — de  palabras. 
Fértil  de,  en  granos. 
Fiar  (algo)  a,  de  alguno— en  sí. 
Fiarse  a,  de,  en  alguno. 

Fiel  a,  con,  para  con  sus  amigos— erz  su  creencia. 
Firmar  con  estampilla — de  propia  mano—  en  blanco  por  su 

principal. 
Firme  de  hombros — en  su  designio. 
Flaco  de  estómago — en  sus  resoluciones. 
Flacjuar  en  la  honradez— por  los  cimientos. 
Flexible  a  la  razón— c/e  talle. 
Flojo  de  piernas — en,  para  la  fatiga. 
Fluctuar  en,  entre  dudas. 
Formar  i  formarse,   con  el   buen  ejemplo — (quejas)   de  un 

amigo  -  en  columna— por  compañías. 
Forrar  c/e,  con  seda — en  cobre. 

Fortificarse  con  fajinas — contra  el  enemigo— en  un  punto. 
Franco  con,  para,  para  con  todos — de  carácter — en  decir. 
Franquearse  a,  con  alguno. 
Freir  con,  en  aceite. 

Frisar  (una  persona  o  cosa)  con,  en  otra. 
Fuerte  de  condición — en  razones. 
Furioso  con  la  noticia— contra  el  chismoso— c/e  ira— por  un 

contratiempo. 


Ganar  al  ajedrez— con  el  tiempo— c/e  posicion—en  categoría 

—por  la  mano. 
Gastar  de  su  hacienda— en  banquetes. 


APÉNDICE  503 


Gloriarse  de  alguna  cosa — en  el  Señor. 

Gozar  i  gozarse,  con,  en  el  bien  común  —de  alguna  cosa. 

Grabar  al  agua  fuerte — con  agujas— en  madera. 

Graduar  a  claustro  pleno — (una  cosa) — de,  por  buena. 

Graduarse  de  licenciado — en  leyes. 

Grande  de  talla— e/2,  por  sus  acciones. 

Granjear  (la  voluntad)  a,  de  alguno — para  sí. 

Grato  al,  para  el  oido — de  recordar. 

Gravar  en  mucho — con  impuestos. 

Guardar  bajo,  con  llave. 

Guardarse  de  alguno,  de  algo. 

Guarecerse  bajo  el  pórtico — de  la  intemperie — en  alguna 

parte. 
Guarnecer  (una  cosa)  con,  de  otra. 
Gusto  al  baile— para  vestirse. 


H 


Haber  a  las  manos — de  morir. 

Hábil  en  papeles— para  el  empleo. 

Habilitar  (a  uno)  a,  de,  en,  para  alguna  cosa — con  fondos. 

Habitar  con  alguno — en  tal  parte ~eí?íre  fieras. 

Habituarse  a/ frió— e/7  alguna  cosa. 

Hablar  de,  en,  sobre  alguna  cosa  -  con  algunos — por  sí  i 

por  otros. 
Hacer  a  todo — de  valiente— (mucho)   con  poco   trabajo — 

(algo)  en  regla— para  sí — por  alguno. 
Hacerse  a  las  armas— c/e  rogar— (algo)  en  debida  forma— 

con  buenos  libros. 
Hallarse  a,  en  la  fiesta— co/3  un  obstáculo. 
Hartar  i  hartarse,  de  comida  con  fruta. 
Heredar  de  un  pariente — en  el  título — por,  e//  línea  recta. 
Herir  de  muerte — en  la  estimación. 
Hermanar  o  hermanarse   (una  cosa)  con  otra  — (a   dos, 

dos)  entre  sí. 
Hervir  (un  lugar)  de,  e/?  jente. 
Hocicar  con,  contra,  en  alguna  cosa. 
Holgarse  con,  de  alguna  cosa. 
Honrarse  con  la  amistad  de  un  príncipe— c/e  complacer  a 


Huésped  en  su  casa — de  su  tio. 
Huir  al  despoblado — de  la  villa. 


504  MANUAL    DE   COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Humanarse  a  lavar  los  pies  a  un  pobre— co/2  los  venci- 
dos. 

Humano  con  el  rendido — en  su  comportamiento. 
Humedecer  con^  en  un  líquido. 
Hurtar  de  la  tela — en  el  precio. 


Igual  a,  con  otro — en  fuerzas. 

Igualar  (una  cosa)  a,  con  otra— eíz  la  medida. 

Igualarse  a,  con  otro — en  saber. 

Imbuir  (a  alguno)  de,  en  alguna  cosa. 

Impaciente  con,  de,  por  la  tardanza. 

Impedido  de  un  brazo  -para  trabajar. 

Impenetrable  a  todos — en  el  secreto. 

Implicarse  con  alguno — en  alguna  cosa. 

Imponer  (pena)  al  reo — sobre  consumos. 

Importar  (mucho)  a  alguno— (de  Francia  jéneros)  a,  en 
España. 

Impresionar  (a  uno)  contra  otro — de,  en  alguna  cosa. 

Imprimir  con,  de  letra  nueva — en  el  ánimo. 

Impropio  a,  de,  en,  para  su  edad. 

Incapaz  de  heredar — para  un  cargo. 

Incierto  del  triunfo— e/2  sus  opiniones. 

Incitar  (a  alguno)  a  rebelarse — contra  otro— para  pelear. 

Incluir  en  el  número— entre  los  buenos. 

Incomprensible  a,  para  los  hombres. 

Inconsecuente  con,  para  con,  para  los  amigos—  en  algu- 
na cosa. 

Incorporar  (una  cosa)  a,  con,  en  otra. 

Increible  a,  para  muchos. 

Indeciso  en,  para  resolver. 

Independiente  de  todos-  en  sus  dictámenes. 

Indignarse  con,  contra  alguno— í/e,  poruña  mala  acción. 

Indisponer  (a  uno)  con,  contra  otro. 

Inducir  (a  uno)  a  pecar-  en  error. 

Induljente  con,  para  con,  para  el  prójimo — en  sus  jui- 
cios. 

Infatigable  en,  para  el  trabajo. 

Inferior  a  otro — en  talento. 

Inferir  (una  cosa)  de,  por  otra. 

Infestar  (un  pueblo)  con,  de  malos  ejemplos. 


APÉNDICE  505 


Infiel  a  su  amigo—ew  sus  tratos. 

Inflamar,  e  inflamarse»  c/e.  en  ira. 

Inflexible  a  los  ruegos — en  su  dictamen. 

Influir  con  el  jefe — en  alguna  cosa — para  el  indulto. 

Informar  (a  alguno)  c/e,  en,  sobre  alguna  cosa. 

Infundir  (ánimo)  a,  en  alguno. 

Injerir  de  escudete-  (un  árbol)  en  otro. 

Ingrato  a  los  beneficios—  con  los  amigos. 

Inhábil  en  sus  manejos — para  el  empleo. 

Inhabilitar  (a  alguno)  de  un  oficio — para  alguna  cosa. 

Inhibirse  (el  juez)  de,  en  el  conocimiento  de  una  causa. 

Inocente  í/e/ crimen — e/2  su  conducta. 

Inquietarse  con,  de,  por  las  hablillas. 

Insaciable  c7e  dinero — e/2  sus  apetitos. 

Insinuarse  con  los  poderosos — en  el  ánimo  del  reí, 

Insistir  en,  sobre  alguna  cosa. 

Inspirar  (alguna  cosa)  a,  en  alguno. 

Instar  para  el  logro — por  una  solicitud. 

Instruido  a  sus  espensas — con  el  ejemplo — en  su  facultad. 

Instruir  (a  alguno)  de,  en  sobre  alguna  cosa. 

Intentar  (una  acusación)  a,  contra  alguno. 

Interceder  con  alguno — por  otro. 

Interesarse  con  alguno— por  otro — en  alguna  empresa. 

Internarse  e/2  alguna  cosa,  en  algún  lugar. 

Interpelar  (unas  cosas)  con,  entre  otras. 

Interponer  (su  autoridad)  con  alguno  por  otro. 

Interpretar  c/e/ griego  a/ latin — de  griego  en  latin. 

Intervenir  en  el  reparto — por  alguno. 

Intolerante  con,  para  con  sus  amigos— e/2  materias  polí- 
ticas. 

Introducir  o  introducirse  a  consejero — con  los  que  mandan 
— e/2,  por  alguna  parte — entre  las  filas. 

Inundar  de,  en  sangre  el  suelo. 

Ir  a,  hacia  Cádiz — bajo  custodia — con  su  padre — contra  al- 
guno— de  un  lado  a  otro — en  coche — entre  bayonetas — 
por  camino  de  hierro— por  pan — sobre  Túnez — tras  un 
prófugo. 


Jeneroso  con,  para  con  los  pobre — de  espíritu — en  acciones. 

Jirar  a  cargo  de,  contra  otro — de  una  parte  a  otra — hacia 

la  izquierda — por  tal  parte — sobre  una  casa  de  comercio. 


006  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LIlEkARIA 

Jugar  a  tal  juego — (unos)  con  otros — (alguna  cosa)  con^por 

otra — de  manos. 
Juntar  (alguna  cosa)  ¿i,  con  otra. 
Jiirar  en  vano — por  su  nombre — sobre  los  Evanjelios. 
Justificarse  con,  para  con  el  jefe — de  algún  cargo. 
Juzgar  a,  por  deshonra— Je  alguna  cosa— en  una  materia — 

sobre  apariencias. 


Labrar  a  martillo— en  el  espíritu — de  piedra  un  edificio. 

Lade^^r,  i  ladearse,  (una  cosa)  a,  hacia  tal  parte. 

Ladearse  (alguno)  a  otro  partido — con  un  compañero. 

Lamentarse  de,  por  la  desgracia. 

Lanzarse  al,  en  el  mar — sobre  la  presa. 

Largo  de  manos — en  pedir. 

Lastimarse  con,  contra,  en  una  piedra— í/e  alguno. 

Lavar  con,  en  sangre  la  ofensa. 

Leer  de,  en  oposición    sobre  cánones. 

Levantar  (las  manos) — al  cielo — de  cascos — del  suelo — en 
alto— por  las  nubes — sobre  todos. 

Levantarse  con  lo  ajeno— (ie  la  silla. 

Librar  (a  alguno)  de  riesgos— en  Dios  las  esperanzas — (le- 
tras)— sobre  una  plaza — contra  un  jirante. 

Libre  de  sujeción — en  sus  discursos. 

Lidiar  con,  contra  infieles— por  fé. 

Ligar  (una  cosa)  a,  con  otra. 

Ligarse  con,  por  su  promesa. 

Lijero  de  pies — en  ofrecer. 

Limitado  de  talento — en  ciencia. 

Limpiarse  con,  en  el  pañuelo — de  la  suciedad. 

Limpio  de  manos  -en  su  traje. 

Lisonjearse  de — con  esperanzas. 

Litigar  con,  contra  un  pariente — por  pobre — sobre  un  ma- 
yorazgo. 

Loco  con  su  nieto — de  amor — en  sus  acciones — por  los 
toros. 

Luchar  con,  contra  alguno — por  recobrar  algo. 


LL 


Llamar  a  la  puerta — ajuicio — con  la  mano— c7e  tú  a  otro— 
por  señas. 


APÉNDICE  507 


Llenar  con  tierra  el  hoyo~c/e  trigo  el  saco. 
Llevarse  (bien)  con  el  vecino — de  alguna  pasión. 
Llorar  de  pena— e«,  por  la  infelicidad  ajena. 
Llover  a  cántaros— (trabajos)  en,  sobre  una  familia. 


M 


Maliciar  de  cualquiera— e/7  cualquiera  cosa. 

Malo  con,  para  con  su  padre— í7e  condición. 

Mamar  un  vicio  con,  en  leche. 

Manar  (agua)  de  una  fuente— (un  campo)  en  agua. 

Manchar  la  ropa  con,  de,  en  lodo. 

Mandar  (una  carta)  al  correo — de  emisario— en  jefe — por 

dulces. 
Manso  Je  jenio — en  su  gobierno. 
Mantener   (conversación)  con  alguno — (la  casa)   en  buen 

estado. 
Mantenerse  con,  de  yerbas — en  paz. 
Maravillarse  con,  de  alguna  noticia. 
Marcar  a  fuego  -  con  hierro — por  suyo. 
Matarse  a  trabajar — con  un  necio— por  conseguir  alguna 

cosa. 
Matizar  con,  de  colores. 
Mayor  de  edad — en  edad. 
Mediano  de  cuerpo — en  capacidad. 
Mediar  con  alguno — en  una  cuestión — entre  los  contrarios 

— por  un  amigo. 
Medir  a  palmos — (una  cosa)  con  otra— por  varas— medirlo 

todo  con  o  por  un  rasero. 
Medirse  con  sus  fuerzas — en  las  palabras. 
Meditar  en,  sobre  un  misterio — entre  sí. 
Mejorar  de  condición — (a  alguno) — en  tercio  i  quinto. 
Menor  de  edad — en  graduación. 
Merecer  con,  de,  para  con  al  o^uno. 
Meter  (dinero)  en  el  cofre — (^una  cosa)— eníre  otras  varias — 

por  camino. 
Meterse  a  gobernar — con  los  que  mandan— c/e  pies  en  los 

peligros— por  medio. 
Mirar  (la  ciudad)  a   oriente— con   buenos  ojos — de  reojo- 

por  alguno— so6re  hombro. 
Mirarse  a/ espejo— en  el  agua. 
Misericordioso  con,  para  con  los  desvalidos. 


508  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Molesto  a  todos — en  el  trato. 

Montar  a  caballo — escolera. 

Morir  a  mano,  de  mano  airada — de  poca  edad— c?e  enferme- 
dad— en  gracia  -para  el  mundo -por  Dios. 

Morirse  de  f.  io  -por  lograr  alguna  cosa. 

Mortificarse  con  ayunos— e/2  algo. 

Moverse  a  piedad-  con  lo  que  se  oye — de  una  parte  a  otra. 

Mudar  (alguna  cosa)  a  otra  parte — de  intento — (una  cosa] 
en  otra. 

Mudarse  c/e  casa — (e!  favor) — e/2  desvío. 


N 

Nacer  con  fortuna -(esto)  de  aquello— en  Castilla— para 
trabajos. 

Navegar  a,  para  Indias — con  viento  fresco — de  bolina — con- 
tra la  corriente — en  un  vapor -e/2tre  dos  aguas. 

Necesario  a,  para  la  salud. 

Necesitar  de  ausilios  para  vivir. 

Negado  de  entendimiento— para  todo. 

Neglijente  e/2,  para  recaudar. 

Negociar  con  papel — en  granos. 

Negociante  í/ejéneros  ultramarinos — en  vinos,  por  mayor. 

Ninguno  de  los  presentes— e/2 tre  tantos. 

Nivelarse  a  lo  justo — con  los  humildes. 

Noble  de  cuna — por  su  oríjen — en  sus  obras. 

Notar  con  piedra  blanca— (a  alguno)  de  hablador— (faltas) 
e/2  una  obra. 

Nutrirse  con  manjares  sustanciosos— efe,  en  sabiduría. 


Obrar  a  lei— e/7  autos. 

Obsequioso  con,  para  con  sus  huéspedes. 

Obstinarse  contra  alguno— e/2  alguna  cosa. 

Ocultar  (alguna  cosa)  a,  de  alguno— co//  la  mano. 

Ocuparse  co/2,  en  varias  ideas — en  trabajar. 

Ofenderse  con,  de  alguna  cosa— por  todo. 

Ofrecerse  a  los  peligros — de  acompañante — en  holocausto. 

Oir  con,  por  sus  oidos— c/e  persona  autorizada— e/2  justicia. 

Opinar  (bien)  de  un  sujeto— e/2,  sobre  alguna  cosa. 

Oportuna  al,  para  el  caso— e/z  las  réplicas. 


APÉNDICE  509 


Oprirnir  bajo  el  peso — con  el  poder. 

Optar  a,  por  un  empleo — entre  dos  candidatos. 

Orar  en  favor  de— por  los  difuntos. 

Ordenado  a,  para  tal  fin — en  series. 

Ordenar,  i  ordenarse,  de  sacerdote — en  filas. 

Orgulloso  con,  c/e,  por  su  caudal — en  su  aspecto. 


Padecer  con  las  impertinencias  de  otro  —  de  los  nervios— 

por  Dios. 
Pagar  a,  en  dinero—  con  palabras  —  de  sus  ahorros  —  por 

otro. 
Pagarse  con,  de  buenas  razones. 
Paliar  (alguna  cosa)  con  otra. 
Palpar  con,  por  sus  manos. 
Parar  a  la  puerta — en  casa. 

Pararse  a  descansar — con  alguno— en  alguna  cosa. 
Parecerse  a  otro — de  cara,  en  la  cara. 
Participar  en  el  negocio— c/e  alguna  cosa, 
Particularizarse  con  alguno— en  alguna  cosa. 
Partir  a,  para  Italia — (algo)  con  otro — en  pedazos — entre 

amigos — por  mitad. 
Pasado  en  cuenta  —  por  cedazo. 
Pasante  de  leves— en  teolojía. 
Pasar  a  Madrid  de  Sevilla— en  silencio — entre  montes — por 

entre  árboles — por  cobarde, 
Pasarse  (alguna  cosa)  de  la  memoria — (la  fruta)  de  madura 

— (uno)  sin  lo  que  mas  desearia. 
Pasearse  con  otro— er?,  por  el  campo. 
Pasmarse  de  frió — con  la  helada. 
Pecar  con  la  intención — contra  la  leí — de  ignorante— en  al- 

gana  cosa — por  demasía. 
Pedir  contra  alguno — de  derecho— en  justicia— paralas  áni- 
mas— por  Dios — por  alguno. 
Pegar  (una  cosa)  a,  con  otra — con  alguno — contra,  en  en  la 

pared — sobre  la  mesa. 
Pelear  en  defensa  de — por  la  patria. 
Penar  en  la  otra  vida— c7e  amores— por  alguna  persona   o 

cosa. 
Pender  de  alguna  cosa — en  la  cruz. 
Penetrar  en  la  hondura — entre,  por  entre  las  filas— -/zasía 

las  entrañas— por  lo  mas  espeso. 


510  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Pensar  en,  sobre  alguna  cosa— eníre  si— para  consigo. 

Perder  al,  en  el  juego— (algo)  de  vista. 

Perderse  (alguno)  de  vista— e/2  el  camino— por  temerario. 

Perecerse  de  risa— por  alguna  cosa. 

Peregrinar  a  rejiones  estrañas— por  el  mundo. 

Perjudicial  a,  para  la  vista. 

Permutar  (una  cosa)  con,  contra,  por  otra. 

Perniciosa  a  las  costumbres — en  el  trato— para  los  jóvenes. 

Persuadir,   i  persuadirse,  a  hacer  alguna  cosa  —  con  por 

buenas  razones. 
Pertinaz  de  carácter^-e/?  su  yerro. 
Pertrecharse  con,  de  lo  necesario. 
Pesado  de  cuerpo — en  la  conversación. 
Picar  de,  en  todo. 

Picarse  con  alguno-  de  puntal — por  frioleras. 
Pintiparado  a  alguno — para  el  caso. 
Pleitear  con,  contra  alguno — por  pobre. 
Poblar  de  árboles— e/2  buen  paraje. 
Pobre  de  espíritu — en  facultades. 
Poder  con  la  carga  -con,  para  con  alguno. 
Poderoso  a,  para  triunfar — en  estados. 
Poner  (a  uno)  a  oficio,  bajo  tutela— (bien  o  mal)  con  otro— 

(a  alguno  de  correjidor — de,  por  empeño— (alguna  cosa) 

en  tal  o  cual  parte. 
Ponerse  a  escribir — (bien)  con  Dios — de  vuelta  i  media — en 

defensa — por  medio. 
Porfiar  con,  contra  alguno — en  un  empeño — hasta  morir — 

sobre  el  mismo  tema. 
Posar  en,  sobre  alguna  parte. 
Postrarse  a  los  pies  de  alguno— de  dolor — en  cama— por  el 

suelo. 
Precaverse  contra  el  mal — del  aire. 
Preeminencia  en  clase — (de  una  cosa)  sobre  otra. 
Precipitarse  al,  en  el  foso—  de,  desde  por  las  almenas. 
Preferido  de  alguno — entre  otros. 
Preferir  (a  alguno)  en  estimación— para  un  cargo. 
Preguntar   (alguna  cosa)   a  alguno  —para  saber^oor  el 

ausente. 
Prenderse  con  alfileres— c/e  veinticinco  alfileres— ew  un  gan- 
cho. 
Prepararse  a,  para  alguna  cosa — con  armas  defensivas. 
Preponderar  (una  cosa)  a,  sobre  otra. 
Presentarse  al  rei — de,  por  candidato — en  la  corte. 


APÉNDICE  511 


Prestar  (dinero)  a  alguno— (la  dieta)  para  la  salud— so- 
bre  prenda. 

Presto,  a,  para  correr— e/2  obrar. 

Prevalecer  entre  todos— (la  verdad)  sobre  la  mentira. 

Prevenirse  al,  contra  el  peligro — de,  con  lo  necesario — en 
la  ocasión— para  un  viaje. 

Primero  de,  entre  todos. 

Principiar  con,  en,  por  tales  palabras. 

Pringarse  con,  de  grasa — en  una  miseria. 

Privar  con  alguno — (a  alguno)  de  lo  suyo. 

Probar  a  saltar — de  todo. 

Proceder  a  la  elección -eon,  sin  acuerdo— co/2íra  alguno — 
(una  cosaj  de  otra — en  justicia. 

Procurar  para  sí — por  alguno. 

Pródigo  de,  en  ofertas. 

Producir  ante  los  tribunales — ei?  juicio. 

Pronto  a  enfadarse — de  jenio—  en  las  respuestas  —  para 
trabajar. 

Propagar  en,  por  el  pais — entre  los  suyos. 

Propasarse  a,  en  una  cosa. 

Propio  al,  del,  para  el  caso. 

Proponer  (la  paz)  al  contrario — (a  alguno)  en  primer  lu- 
gar— para  la  elección — por  arbitro  a  alguno. 

Proporcionar  i  proporcionarse,  a  las  fuerzas— con,  para 
alguna  cosa. 

Proseguir  en,  con  la  tarea. 

Prosternarse,  a,  para  suplicar— ar/íe  Dios  en  tierra. 

Prostituir  (el  injenio)  al,  oro. 

Provechoso  al,  para  el  vecindario. 

Proveer  a  la  necesidad  del  pueblo — (la  plaza)  de,  con  vi- 
vires— e/2  justicia — (el  empleo)  en  el  mas  digno. 

Provocar  a  ira — (a  alguno)  con  malas  palabras. 

Pudrirse  (incomodarse)  de,  por  todo. 

Pugnar  con,  contra  otro — en  defensa  de  otro— paray  por 
escaparse. 

Pujar  con,  contra  los  obstáculos —  en,  sobre  el  precio — 
por  alguna  cosa. 

Purgarse  con  emético — de  la  culpa. 


Quebrantarse  co72,  por  el  esfuerzo — de  angustia. 
Quebrar  (el  corazón)  a  alguno— co/2  un   amigo  en  tal  can- 
tidad por  lo  mas  delgado. 


512  •  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Quebrarse  (el  ánimo)  con,  por  las  desgracias— c/e  la  cin- 
tura. 

Quedar  a,  deber — con  un  amigo  en  tal  o  cual  cosa— c/e 
asiento— c/e  pies  en  casa^para  contarlo — por  cobarde. 

Quedarse  a  servir — con  el  santo  i  la  limosna — de  mano  en 
el  juego  en  el  sermón. 

Quejarse  a  uno  c/e  otro. 

Quemarse  con,  de,  por  alguna  palabra. 

Querellarse  al  alcalde— a/jíe  el  juez — contra,  de  su  vecino. 

Quien  de  ellos  -  entre  tanto... 


R 


Rabiar  contra  alguno— c/e  hambre— por  comer. 

Rayar  con  la  virtud — en  lo  sublime. 

Razonar  con  alguno — sobre  un  punto. 

Rebajar  (una  cantidad)  de  otra. 

Rebatir  (una  razón)  con  otra — (una  cantidad)  de  otra. 

Rebosar  de,  en  agua. 

Recabar  con,  de  alguno. 

Recetar  contra  alguno— so6re  un  fondo. 

Recibir  a  cuenta — (alguna  cosa)  de  alguno  -  de  criado — (a 
alguno)  en  casa— en  cuenta— por  esposa. 

Reclamar  a,  de  Fulano  tal  cosa — ante  un  tribunal — contra 
un  hermano — enjuicio — para  sí— joor bien. 

Reclinarse  en,  sobre  alguna  cosa. 

Recojerse  a  casa — en  sí  misino. 

Reconocer  (mérito)  en  una  obra— (a  alguno)  por  amigo. 

Reconvenir  (a  alguno)  con,  de,  por,  sobre  alguna  cosa. 

Recostarse  en,  sobre  la  cama. 

Recrearse  con  la  lectura — en  leer. 

Redondearse  con  una  herencia — de  deudas — en  sus  nego- 
cios. 

Reducirse  a  lo  mas  preciso — en  los  gastos. 

Reemplazar  (a  una  persona)— con  otra — (a  Luis)  en  su  em- 
pico. 

Reflejar  (la  luz)  en,  sobre  un  plano. 

Reflexionar  en,  sobre  tal  materia. 

Refujiarse  a,  bajo,  en  sagrado. 

Regalarse  con  vinos  estranjeros— en  una  memoria. 

Regar  con.  de  llanto. 

Reglarse  a  lo  justo — por  otro. 

Regodearse  con,  en  alguna  cosa. 


APÉNDICE  513 


Reinar  en  España— eníre  las  jetites  el  terror— so6re  muchos 
millones  de  hombres. 

Reintegrado  c/e,  en  su  hacienda. 

Reintegrar  (a  un  huérfano)  en  sus  bienes. 

Reirse  c/e  Juan  con  Pedro. 

Rematar  con  una  copla— e/7  cruz — por  hacer  reir. 

Remontarse  a/,  hasta  el  cielo — en  alas  de  la  fantasía — por 
los  aires — sobre  todos. 

Renacer  a  la  vida — con,  por  la  gracia. 

Rendirse  a  la  razón — de  fatiga. 

Renunciar  a  un  pioyecto — (algo)  en  otro. 

Reo  de  muerte-  contra  la  sociedad. 

Reparar  (perjuicios)  con  favores — en  cualquier  cosa. 

Repartir  (alguna  cosa)  a,  entre  algunos — en  proporciones 
iguales. 

Representar  ¿?/rei  sobre  un  asunto. 

Representarse  (alguna  cosa)  a,  en  la  imajinacion. 

Requerirse  (algo)  en,  para  un  negocio. 

Resbalar  en,  con,  sobre  el  hielo. 

Resbalarse  de,  de  entre,  entre  las  manos — por  la  pendien- 
te. 

Resentirse  con,  contra  alguno — de,  por  alguna  cosa— en  el 
costado. 

Resfriarse  con  alguno  en  la  amistad. 

Resguardarse  con  el  muro — de  los  tiros. 

Residir  en  la  corte — entre  personas  cultas. 

Resignarse  a  los  trabajos-  con  su  suerte. 

Resolverse  a  alguna  cosa — (el  agua)  en  vapor — por  tal  par- 
tido. 

Resonar  (la  ciudad)  en  cánticos,  con  cánticos  de  gozo. 

Respaldarse  con,  contra  la  pared. 

Responder  a  la  pregunta — con  las  fianzas — del  depósito — 
por  otro. 

Retirarse  a  la  soledad— c/e/  mundo. 

Retraerse  a  alguna  parte— c/e  alguna  cosa. 

Retroceder  a,  hacia  tal  parte— c/e  un  sitio  a  otro — en  el  ca- 
mino. 

Reventar  c/e  risa— por  hablar. 

Revestir  (a  alguno)  con,  de  facultades. 

Revolver  i  revolverse  a¡,  contra,  sobre  el  enemigo — (algo) e/2 
la  mente — entre  sí. 

Rezar  a  los  santos— por  los  difuntos. 

Rico  con,  por  su  lejítima— c/e  hacienda — en  ganados. 

Ridículo  en  su  porte— por  su  traza. 

TOMO   V  33 


514  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Ríjido  coTiy  para  con,  para  su  familia— c7e  carácter— en  sus 

juicios.       ' 
Rodar  de  lo  alto — (el  carro)  por  tierra. 
Rodear  (una  plaza)  con,  de  murallas. 
Rogar  por  sí  o  por  otro. 
Romper  con  alguno— er?  llanto — por  medio. 
Rozarse  (una  cosa)  con  otra.— en  las  palabras. 


Saber  a  vino — de  trabajos^para  sí. 

Sacar  (una  cosa)  a  plaza,  a  la  plaza— a  pulso— con  bien— 
de  alguna  parte  de,  entre  infieles — en  limpio^^or  conse- 
cuencia. 

Saciar  de  viandas  a  un  glotón. 

Saciarse  de  venganza — con  poco. 

Salir  a  la,  en  la  cara— con  un  despropósito — contra  alguno 
— de  alguna  parte — de  pobre — por  fiador. 

Salir  i  salirse  con  la  pretensión— c/e  la  regla. 

Salpicar  con,  de  aceite. 

Saltar  (una  cosa)  a  los  ojos — con  una  simpleza — de  gozo — 
en  tierra— por  la  cerca. 

Salvarse  por  pies— en  el  esquife. 

Sanar  de  la  enfermed^^d — por  ensalmo. 

Satisfacer  i  satisfacerse,  de  la  duda. 

Satisfecho  consigo -de  sí. 

Secar  i  secarse,  al  aire — con  un  paño — de  sed. 

Seguir  con  la  empresa — de  cerca -en  el  intento. 

Seguirse  (una  cosa)  a,  de  otra. 

Seguro  de  ganar — en  su  virtud. 

Sembrar  de,  con  flores  el  camino. 

Semejante  a  su  padre — en  todo. 

Semejar  o  semejarse  (una  co^a)  a  otra — en  algo. 

Sentarse  a  la  mesa — de  cabecera  de  mesa — en  la  silla — sobre 
un  cofre. 

Sentenciar  a  destierro— en  justicia— por  estafa— se^«n  lei. 

Señalarse  en  la  guerra — por  discreto. 

Ser  (una  cosa)  a  gusto  de  todos— de  desear— c/e  dictamen— 
de,  para  alguno. 

Servir  con  armas  i  caballo— ííe  mayordomo— en  palacio- 
para  el  caso. 

Servirse  de  alguno — en,  para  un  lance. 


APÉNDICE  515 


Severo  de  semblante— en  sus  juicios— pero,  para  con  los 
subditos. 

Sincerarse  ante  un  juez— con  otro— c/e  la  culpa. 

Singularizarse  con  alguno— en  vestir— entre  los  suyos— por 
su  traje. 

Sisar  de  tela— er?  la  compra. 

Situado  a,  hacia  la  izquierda— so6re  el  monte. 

Situarse  en  alguna  parte— entre  dos  rios. 

Soberbio  con,  para  con,  para  susamigos— cíe  índole— en  pa- 
labras. 

Sobresalir  en  mérito— entre  todos— por  su  elocuencia. 

Sobresaltarse  con,  por  el  ruido— (ie  la  noticia. 

Sobrio  de  palabras— en  comer. 

Socorrer  con  algo— c/e  víveres. 

Solazarsa  con  fiestas— en  banquetes. 

Solicitar  del  rei — con  el  ministro — por,  para  otros. 

Solícito  con  otro— en,  para  pretender. 

Sonar  a  hueco — (alguna  cosa)  en,  hacia  tal  parte. 

Soñar  con  ladrones— en  esto  o  aquello. 

Sordo  a  las  voces — de  un  oido. 

Sorprender  con  alguna  cosa — en  el  hecho. 

Sorprendido  con,  de  la  bulla. 

Sospechar  (infidelidad)  de  un  criado  -en  alguno. 

Sospechoso  a  alguno — en  la  fé — por  su  comportamiento. 

Sostener  con  razones — (algo)  en  alguna  parte. 

Subir  a,  en  alguna  parte— c/e  alguna  parte— so6re  la  mesa. 

Subrogar  (una  cosa)— con,  por  otra— en  lugar  de  otra. 

Subsistir  con,  del  ausilio  ajeno. 

Suceder  con  Pedro  lo  que  con  Juan — (a  alguno)  en  el  empleo. 

Sufrir  de  uno  lo  que  no  sufre  de  otro — con  paciencia. 

Sujetarse,  sujeto,  a  alguno,  o  a  alguna  cosa. 

Supeditado  de  los  contrarios  i  . 

Superior  a  sus  enemigos— en  luces— por  su  injenio. 

Suplicar  al  reí — de  la  sentencia — en  revista — por  alguno. 

Suplir  en  actos  del  servicio -por  alguno. 

Suspender  de  una  argolla— c/e  empleo  i  sueldo- en  el  aire— 
por  los  cabellos. 


1  También  por  los  contrarios;  pero  se  suprimen  estas  construc- 
ciones de  participio  pasivo,  porque  se  adaptan  a  todos,  o  a  la  ma- 
yor parte  de  ellos;  i  por  lo  mismo  se  escasean  también  las  que  se 
forman  con  dichos  participios  i  la  preposición  c/e,  atendiendo  a  que 
aquéllas  i  éstas  no  vienen  a  ser  otra  cosa  que  una  oración  de  pa- 
siva; pues  Antonio  es  ABORRECIÜO  DE  o  POR  todos  equivale  a 
todos  aborrecen  a  Antonio. 


516  MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

Suspirar  de  amor— por  el  mando. 

Sustentarse  con  yerbas — de  esperanzas. 

Sustituir  a,  por  alguno— (una  cosa)  con  otra— (un   poder) 

en  alguno. 
Sustraerse  a,  de  la  obediencia. 


Tachar  (a  alguno)  de  lijero— por  su  mala  conducta. 

Tachonar  de,  con  florones  de  oro. 

Tardo  a  sentir  -r/e  oido — en  comprender. 

Tejer  con,  de  seda. 

Temblar  con  el  susto — de  frió — por  su  vida. 

Temer  o  temerse,  de  otro — ^por  sus  hijos. 

Temible  a  los  contrarios— por  su  arrojo. 

Temido  de,  entre  muchos. 

Temor  al  peligro — de  Dios 

Tener  (se  usa  con  casi  todas  las  preposiciones)  a  menos,  o 
en  menos — con  o  en  cuidado— c/e  criado  o  por  criado — 
(algo)  en,  entre  las  manos — pitra  sí — sobre  sí — (a  su  ma- 
dre) sin  sosiego. 

Tenerse  de,  en  pié — por  intelijente. 

Teñir  C077  grana — de  azul — e/?  negro. 

Terciar  en  una  contienda — entre  dos- 
Tirar  a,  hacia,  por  tal  parte— c/e  la  falda. 

Tocar  (la  herencia)  a  alguno — en  alguna  parte. 

Tomar  a.  pechos  — ba/o  su  protección — con,  en  entre  las  ma- 
nos— de  un  autor  una  especie— (una  cosa)  de  tal  modo— 
hacia  la  derecha    para  sí — por  ofensa— so/^re  sí. 

Tomarse  de  orin — con,  por  la  humedad. 

Topar  en,  con,  contra  un  poste. 

Torcido  con  otro-  de  cuerpo — en  sus  miras— por  la  punta. 

Tornar  a  las  andadas  -de  Galicia— por  el  resto. 

Trabajar  de  sastre — en  tal  materia— para  comer- por  dis- 
tinguirse. 

Trabar  de  alguno— (una  cosa)  con  otra  -  en  alguna  cosa. 

Traducir  a/,  en  castellano-  del  latin. 

Traer  (alguna  cosa)  a  alguna  parte— ante  sí — hacia  sí — de 
alguna  parte— er?,  entre  manos — por  divisa— sobre  sí. 

Traficar  en  drogas — con  su  crédito. 

Trasladar  (algo)  a   alguien  -de  Sevilla  a  Cádiz. 

Traspasar  (alguna  cosa"»  a,  en  alguno. 

Trasferir  (alguna  cosa)  a  otro  tiempo— e/i  otra  persona. 


APÉNDICE  517 


Trasferirse  de  una  parte  a  otra. 

Trasportar  (alguna  cosa)  de  la  casa  a  la  calle. 

Trasplantar  (de  una  parte)  a,  en  otra. 

Tratar  a  baqueta — con  alguno— c/e  cobarde — de,  sobre  al- 
guna cosa— e/2  lanas. 

Triste  de  aspecto—  de,  con,  por  el  suceso — en  la  entonación 
de  la  voz — para  algunos. 

Triunfar  de  los  enemigos — en  la  lid. 

Trocar  (una  cosa)  con,  en,  por  otra. 

Tropezar  con,  en,  contra  alguna  cosa. 

U 

Ufanarse,  ufano,  con,  de  sus  hechos. 
Ultimo  de  todos  ~en  la  clase. 
Ultrajar  con  apodos — de  palabra — en  la  honra. 
Uncir  (los  bueyes)  a/ carro  -(macho)  con  muía. 
Unjir  con  esencias  —por  obispo. 
Único  en  su  línea— para  el  objeto. 
Uniformar  (una  cosa)  a,  con  otra. 
Unir  (una  cosa)  a,  con  otra. 

Unirse  a,  con  los  compañeros -en  comunidad— eníre  sí. 
Uno  a  uno — uno  con  otro  -uno  de  tantos— uno  entre  mu- 
chos— uno  por  otro — uno  sobre  los  demás. 
Untar  con,  de  bálsamo. 
Usar  con,  contra,  un  simple  de  enredos. 
Útil  a  la  patria.— para  tal  cosa. 
Utilizarse  con,  de,  en  alguna  cosa. 


Vaciarse  de  alguna  cosa — por  la  boca. 

Vacilar  en  la  elección— e/2 íre  la  esperanza  i  el  temor. 

Valerse  de  alguno,  de  alguna  cosa: 

Vanagloriarse  de,  por  su  estirpe. 

Variar  de  opinión — e/z  dictámenes. 

Vecino  a/ trono  de  Antonio. 

Velar  a  los  muertos — en  defensa — por  los  que  duermen —so- 

bre  alguna  cosa. 
Vencerse  a  alguna  cosR—de  ruegos. 

Vencido  de  los  contrarios— (el  aparejo)  a,  hacia  la  derecha. 
Vender  a  tanto— e/2  tanto — una  cosa  por  otra. 
Venderse  a  alguno -en  tanto — por  amigo. 


518  MANUAL    DB  COMPOSICIÓN  LITERARIA 

Vengarse  de  una  ofensa  en  el  ofensor. 

Venir  a  casa— con  un  criado— c/e/  teatro— c/e,  hacia  Sevilla 
en  qWo— hacia  aquí— por  buen  conducto— sobre  uno  mil 
desgracias. 

Ver  íie  hacer  algo— co/3  sus  ojos— (el  mundo)  por  un  agu- 
jero. 

Verse  con  alguno— er?  altura. 

Verter  al  suelo — del  cántaro— e/2  el  jarro. 

Vestirse  con  lo  ajeno — de  paño. 

Viciarse  con  el,  del  trato. 

Vijilar  en  custodia  de  .   .  .—sobre  sus  subditos. 

Vincular  (la  gloria)  en  la  virtud— sobre  una  hacienda. 

Violentarse  a,  en  alguna  cosa. 

Visible  a,  para  todos— entre  todos. 

Vivir  a  su  gusto — con  su  suegro — de  limosna— para  ver — 
por  milagro — sobre  la  haz  de  la  tierra. 

Volar  al  cielo— Je  rama  en  rama — por  el  aire. 

Volver  a  casa — de  la  aldea — en  si— hacia  tal  parte — por  tal 
camino — por  la  verdad — sobre  sí. 

Votar  (una  novena)  a  la  Vírjen— con  la  mayoría— e/3  el  plei- 
to—por alguno. 


Zafarse  de  alguna  persona  o  cosa. 
Zambucarse  en  alguna  parte. 
Zampuzarse  en  agua. 
Zozobrar  en  la  tormenta. 


AUTORES  DE  QUIENES  HAI  FRAGMENTOS 

EN    EL 

MANUAL  DE  COMPOSICIÓN  LITERARIA 


Alcázar  (Baltazar  del),  p.  467 
Alfonso  X,  rei  de  Castilla,  69,  70. 
Ampere  (Juan  Jacobo),  p.  207. 
Apuleyo  (Lucio),  p-  157 
Aiio«to  (Luis),  p  430. 
ArisLüteles,  p.  314. 
Arjeiisola  (Lupercio),  p.  382. 
Avellaneda  (Jertrúdis  Gómez  de),  p.  30. 


B 


Bello  (Andrés),  49,  481. 

Boileau  p.  447. 

Bossuet,  p.  276,  239. 

Bory  de  Saint  Yincent  (J.  B)  ,  p.  195. 

Brachmann  (ívuisa),  p.  462. 

Bretón  de  los  Herreros  (Manuel),  p.  31 

Buckle  (Enrique  Tomas),  p.  323. 

Byron  (Lord),  p.  459. 


Camoens  (Luis),  p.  438. 
Campoamor  (Ramón),  p.  483,  484. 


520  MANUAL   DB   COMPOSICIÓN   LITERARIA 


Caro  (Rodrigo  de),  p.  390. 

Cavanilles  (Antonio),  p.  265,  266. 

Cervantes  (Miguel  de),  p.  65,  81,  265,  266. 

Cibdareal  (Hernán  Gómez  de),  p.  72. 

Cicerón,  p.  163. 

Cobett  (Guillermo),  p.  189. 

Commines,  (Felipe  de),  p.  257. 

Cuvier  (Torje),  p.  320. 


CH 


Chateaubriand,  p.  199,  241,  406. 
Chesterfield  (Lord),  p.  102. 


Dante  AHghieri,  p.  426,  428. 
Desmahis  (José  Francisco),  p.  242, 
Duelos  (Carlos),  p.  330. 


Ercilla  (Alonso  de),  p.  39,  41. 


Fabre  de  Olivet  (Antonio),  p.  217. 

Fenelon,  p.  185,  186.  188.  245,  348,  351,  352,  354,  355. 

Fontenelle  (Bernardo),  357,  359. 


Gellert  (Cristian),  p.  165. 
Gérando  (José  María  de),  p.  328. 
Gesner  (Salomón),  p.  157. 
Ginguené(P.  L.),  p.  249. 
Goldsmith  (Olivero),  p.  198. 
Góngora  (Luis  de),  p.  470. 
González  (Fr.  Diego),  p.  472. 
Guicciardini  (Francisco),  p.  148, 

H 

Halle  (Alberto),  p.  451,  456. 
Hartzenbusch  (Juan  Eujenio  de),  p.  478. 
Head  (Sir  Francisco  B.j,  p.  220. 
Hennequin  (Pedro),  p.  200. 
Heredia  (José  María),  p.  479. 


APÉNDICE  521 


Hermosilla  (José  Gómez  de),  p.  383. 
Herrera  (Fernando  de),  p.  376. 
Herschell  (Sir  John),  p.  327. 
Homero,  p.  49,  411,  306, 
Hugo  ( Víctor),  p.  49,  481. 
Humboldt  (Alejandro),  p.  206. 
Hurtado  de  Mendoza  (Diego),  p.  78. 


Jouy  (Víctor  de),  p.  248. 

Juan  Manuel,  Infante  de  Castilla,  p.  47. 

Justino,  p.  282. 

Juveual,  p.  423. 


K 


Kant  (Manuel),  p.  306. 


La  Bruybre  (Juan  de),  p.  343,  286. 
La  Fontaine  (Juan),  p.  332. 
Lafuente   (Modesto),  p.  263. 
León  (Fr.  Luis  de),  p.  369,  372,  467. 
Livio  (Tito),  p.  252. 
Luciano,  p  343,  346. 


M 


Macaulay  (Lord  Tomas),  p.  129. 

Maistre  (Javier  de),  p.  311. 

Mariana  (Juan  de),  p.  262. 

Marini  (Juan  B.),  p.  443. 

Martínez  de  la  Rosa  (Francisco),  p.  396. 

Manrique  (Jorje),  p.  33. 

Mártius  (Carlos  Federico),  p.  190. 

Mazure  (Adolfo),  p.  408. 

Mena  (Juan  de),  p.  43. 

Michelet  (Julio),  p.  203.  ,' 

Millevoye  (Carlos),  p.  479. 

Milton  (Juan),  p.  406.  .      ,      . 

Monteil  (Alejo),  p.  181. 

Montesquieu,  p.  246,  256,  278,  408. 

Moratin  (Leandro  F  de),  p.  477. 

Munárriz  (José  Luis),  p.  402; 

Museo  el  gramático,  p.  411. 

TOMO   V  34 


522  MANUAL   DB  COMPOSICIÓN   LITERARIA 

N 

Nepote  (Cornelio),  p.  251. 


Pardo  Aliaga  (Felipe);  p.  47. 

Pascal  í  Blas),  p   303. 

Pérez  de  Guzman  (Fernán),  p.  75. 

Platón,  p  99,  132,  312. 

Plinio  el  joven,  p.  143. 

Plutarco,  p.  284. 

Prescott  (Guillermo  Hickling),  p.  151. 

Pulgar  (Fernando  del),  p.  71,  75. 


Quintana  (Manuel  José),  p.  44,  371,  374,  381,  382,  397. 

R 

Rii-he  (Alfredo),  p.  202. 

Rioja  (Francisco  de),  p.  301. 

Robertson  (Guillermo),  p.  213. 

Rolljn,  p.  164. 

Romancero  (anónimo),  p.  471. 

Rousseau  (Juan  Jacobo),  p.  309. 


Salustio,  p.  254,  285. 

Schiller  (Federico),  p.  464, 

vSchlegel  (Guillermo),  p.  250. 

Scott  (Sir  Walter),  p.  259. 

Segura  (Juan  Lorenzo  de),  p.  66. 

Sevigné  (Madama  de),  p.  103,  126,  127. 

Sommer  (E.),  p.  100,102. 

Stáel  (Madama  de),  p.  215. 

Suetonio,  p.  139. 

Sulzer  (Juan  Jorje),  p.  193. 

Swift  (Jonatas),  p.  160. 


Tácito,  p.  136,  138. 
Tasso  (Torcuato),  p.  433. 
Tassoni,  p.  445. 


APÉNDICE  523 


Teócrito,  p.  398. 

Teresa  (Santa),  p.  466. 

Théry,  p.  101. 

Thierry  (Amadeo),  p.  254. 

Thompson  (Santiago),  p.  454. 

Tissot  (Pedro  Francisco),  p.  398. 

Tucídides,  p.  209,  238. 


Vega  (Lope  de),  p.  42. 

Villegas  (Esteban  Manuel  de),  p.  312,  397. 

Virjilio,  p.  411. 

Voitaire,  p.  105,  286,  308. 


iisriDioE 


Advertencia 5 

Preceptos  jenekales  de  composición 9 

SECCIÓN    I 

Traducción  al  castellano  de  trozos  escritos  en  un  idio- 
ma   ESTRANJERO 24 

SECCIÓN    II 

Traslación  a  prosa  de  una  composición  en  verso  caste- 
llano   30 

Temas  de  ejercicios 30 

I.  A  la  esperanza,  (J.  G.  de  Avellaneda) ; 31 

II.  El  Comercio,  (Bretón  de  los  Herreros) 33 

III.  Coplas  a  la  muerte  de  su  padre,  (J.  Manrique) 39 

IV.  Discurso  de  Colocólo,  (Ercilla) 39 

V.  Discurso  de  Lautaro,  id 41 

VI.  Soneto,  (Lope  de  Vega) 42 

VIL    Memorial  de  Felipe  IV,  soneto  con  estrambote,    (Lope 

de  Vega) 42 

VIH.   Lamentaciones   de  la  madre  de  Lorenzo  de  Ábalos, 

(Juan  de  Mena) 43 

IX.  La  Invención  de  la  imprenta,  (Quintana)  44 

X.  A  mi  levita,  imitación  de  Beranger,  (F.  Pardo  Aliaga)...  47 

XI.  La  oración  por  todos,   imitación  de  Víctor  Hugo,  (An- 
drés Bello) 49 

Modelos  de  ejercicios 56 


526  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


SECCIÓN  III 

Traslación  al  lenguaje  moderno  de  algunos  trozos  es- 
critos EN  caste;llano  antiguo 59 

Temas  de  ejercicios 65 

I.  Las  armas  i  las  letras,  (Cervantes) 65 

II.  Carta  de  Alejandro  a  su  madre,  (Juan  Lorenzo   de  Se 
gura) 66 

III.  Los  reyes  deben  dominar  sus  pasiones,  (Alfonso  X) 69 

IV.  Buen  uso  que  el  rei  debe  hacer  de  sus  palabras,  (Alfonso 

X) 70 

V.  Retrato  de  don  Enrique  de  Villena,  (Fernando  del  Pul- 
gar) 71 

VI.  Muerte  de  don  Enrique  de  Villena,  (Gómez  de   Cibda 
real)..... 72 

VIL   Don  Alvaro  de  Luna,  (Pérez  de  Guzman) 73 

VIH.   El  marques  de  Santillana,  (Fernando  del  Pulgar)....  75 

IX.  El  sentimiento  del  honor  es  la  primera    de    todas  las 
virtudes,   (don  Juan  Manuel) 77 

X.  Vanidad  i  pobreza,   (Hurtado  de  Mendoza) 78 

XI.  Los  jitanos  (Cervantes) 81 

Modelos  de  ejercicios 84 

SECCIÓN    IV 

EsPLiCACioN  dp:  los  homónimos  i  sinónimos 87 

Homónimos 89 

Sinónimos 92 

SECCIÓN  V 

Cartas  familiares 94 

Temas  de  ejercicios 95 

Modelos  de  ejercicios 100 

I.   Cartas  estractadas  de  Sommer 100 

IL   Id.  de  Théry 101 

III.  Id.  de  Sommer 102 


ÍNDICE  527 


Pájs. 

IV.  Lord  Chesterfield  a  su  hijo 102 

V.  Madama  de  Sevigné  a  su  hija 103 

VI.  Voltaire  a  Rousseau 105 


SECCIÓN   VI 

Narraciones 108 

Temas  de  ejercicios 111 

Modelos  de  ejercicios 126 

I.  Luis  XIV  i  el  mariscal    de  Grammont,  (Madama  de  Se 

vigoé) , 126 

II.  Muerte  de  Turena,  (Madama  de  Sevigné) 127 

III.  La  cueva  negra,  (Macaulay) 129 

IV.  Muerte  de  Sócrates,  (Platón) 132 

V.  Muerte  de  Tiberio,  (Tácito) 136 

VI.  Envenenamiento  de    Británico,  (Tácito) 138 

VIL    Muerte  de  Nerón,  (Suetonio) 139 

VI II.  Erupción  del  Vesubio:  muerte  de   Plinio:  destrucción 

de  Herculano  i  de  Porapeya,  (Plinio  el  joven} 143 

IX.  Toma  i  saqueo   de  Roma  por  los  imperiales,  (Guicciar- 
dini) 148 

X.  Captura  de  Atahualpa,  (Prescott) 151 

XI.  Lucio  trasformado  en  asno,  (Apuleyo) 157 

XII.  Gulliver    apresa    la  escuadra    del    reino   de   Blefuscu, 
(Swift) 160 

III.   La  espada  de  Damócles,  (Cicerón) 163 

Id.                   id.         (Rollin) 164 

Id.                   id.         (Gdlerj 165 

SECCIÓN  Vil 

Descripciones 167 

Temas  de  ejercicios 169 

Modelos  de  ejercicios 181 

I.    Un  castillo  feudal:  vida  de  los  señores  feudales,  (A.  Mon- 

teil) 181 

IL   El  aire,  (Fenelon) 185 

IIL  La  tierra,  (id.) 186 

IV.  Las  plantas,  (id.) 188 

V.  La  lección  de  jeografía,(William  Cobtett) 189 

VI.  Las  selvas  en  el  Brasil,  (C.  F.  Martius) 190 


526  MANUAL    DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 

Pájs. 

VIL    Los  cinco  sentidos  del  hombre,  (J  J.  Sulzer) 193 

VIH.    El  Tajo,  (Bory  dcSaint  Vicent) 195 

IX.  La  catarata  del  Niágara,   (Goldsmith) 198 

X.  El  mismo  asunto,  (Chateaubriand) 199 

Xj..    La  trompa  marina,  (Hennequin) 200 

XIL    El  gulfstream  o  corriente  del  Golfo,  (Riche) 202 

Xlir.    Los  mares  polares,  (J.  Michelet) 203 

XIY.   Bellezas  del  hemisferio  austral,  (A.  de  Humboldt) 206 

X^\   La  aurora  boreal,  (J.  J.  Ampére) 207 

XVI.   La  peste  de  Atenas,  (Tucídides) 209 

XVIL   Colon  recibido  por  los  reyes  católicos  en  Barcelona, 

(Robertson) 213 

XVIIL    Pompeya,  (M.  de  St^l) 21o 

XIX.  El  teatro  de  Atenas,  (Fabre  d'Olivet) 217 

XX.  Las  pampas  de  América,  (Head) 220 

SECCIÓN  VIII 

Retratos 223 

Temas  de  ejercicios 226 

Modelos  de  ejercicios 238 

I.  Los  atenienses,  (Tucídides) 238 

II.  Los  romanos,  (Bossuet) 239 

IJi.    Los  franceses,    (Chateaubriand) 241 

IV.  El  fatuo,  (Desmahis) 242 

V.  Menipo  o  las  plumas  del  pavo  real,  (La  Bruyére) 243 

VI.  El  fantástico,  (Fenelon) 245 

VIL   Los  visitadores,    (Montesquieu) 246 

VIH.   El  tartufo  de  franqueza,  (De  Jouy) : 248 

IX.  El  Dante,  (Ginguené) 249 

X.  Shakspeare,  (G.  Schlegel) 250 

XL  Alcibíades,  (C.  Nepote) 251 

XIL   Catón  el  censor,  (Tito  Livio) 252 

XIIL    Catilina,  (Salustio)... 254 

XIV.  Atila,  (Thierry) 254 

XV.  Carlomagno,  (Montesquieu) 256 

XVI.  Luis  XI,  (Commines) 257 

XVIL  Jacobo  I  de  Inglaterra,    (Walter  Scott) 259 

XVIIL   Gustavo  Adolfo,  (SchiUer) 260 

XIX.  Don  Alvaro  de  Luna,  (Mariana) 262 

XX.  Felipe  II,  (LafuenteJ 263 


índice  529 


Pájs. 

XXI.  Cervantes,  Cervantes) 265 

XXII.  Maritornes,  (Cervantes) 266 

XXIII.  Una  vieja  peregrina,  (Cervantes) 266 


SECCIÓN  IX 

Paralelos 268 

Temas  de  ejercicios 269 

Modelos  de  ejercicios 276 

I.  Atenas  i  Esparta,  (Bossuet) 276 

II.  Roma  i  Cartago,  (Montesquieu) 278 

III.  Kl  mismo  asunto,  (Víctor  Hugo) 281 

IV.  Filipo  i  Alejandro,  (Justino) 282 

V.  Tiberio  i  Cayo  Graco,  (Plutarco) 284 

VI.  Catón  de  Utica  i  Julio  César,  (Salustio) 285 

Vil.   Carlos  XII  i  Pedro  el  grande,  (Voltaire) 286 

VIII.   Corneillc  i  Racine,  (La  Bruyére) 286 


SECCIÓN  X 

Disertaciones ! 289 

Temas  de  ejercicios , 290 

Modelos  de  ejercicios 302 

I.  El  hombre  en  medio  del  infinito,  (Pascal) 303 

II.  Sistema  del  mundo,  (Kant) 806 

III.  El  ateísmo,  (Voltaire) 308 

IV.  El  duelo,  (J.  J.  Rousseaun) 309 

V.  Medianoche,  (J.  de  Maistre) 311 

VI.  La  muerte  del  filósofo,  (Platón) 312 

VIL    Las  diferentes  edades  de  la  vida,  (Aristóteles) 314 

VIII     Mérito  comparativo  de  los  antiguos  i  los  modernos, 

(Fenelon) 317 

IX.  Los  descubrimientos  de  la  ciencia,    (Cuvier) 320 

X.  Males  que  la  protección   de   los  príncipes   ocasiona  a  la 
literatura,   (Buckle) 323 

XI.  Maravillas  de  la  civilización,  (J.  Herschell) 327 

XII.  Efectos  de  la  ignorancia,  (De  Gérando) 328 

XIIL   Los  moralistas  que  juzgan  a  la  humanidad  absoluta- 
mente mala,   (Duelos) 330 

XIV.    Utilidad  de  la  fábula,  (La  Fontaine) 332 


530  MANUAL   DE    COMPOSICIÓN    LITERARIA 


SECCIÓN  XI 


Pá]S. 

Diálogos 335 

Temas  de  ejercicios 337 

Modelos  de  ejercicios 343 

I.  Alejandro,  caníbal,  Minos,  Scipion,   (Luciano) 346 

II.  Filipo  i  Alejandro,  (Luciano) 347 

III.  Aquíles  i  Homero,  (Fenelon) 348 

IV.  Feríeles  i  Alcibíades,  (Fenelon) 351 

V.  Fabio   Máximo  i  Aníbal,   (Fenelon) 352 

VI.  Luis  XI  i  Felipe  de  Commines,  (Fenelon) 354 

VIL   El  condestable  de  Borbon  i  Bayardo,  (Fenelon) 355 

VIH.   Artemisa  i  Raimundo  Lulio,  (Fontenelle) 357 

IX.  Hernán  Cortes  i  Moctezuma,  (Fontenelle) 359 

X.  Cervantes,  (Cavanilles) 361 

SECCIÓN  XII 

Análisis  literario 367 

Modelos  de  análisis , 369 

I.  Vida  del  campo,   (Fr.   Luis  de  León,  (análisis  de  Quin- 

tana)   369 

II.  Profecía  del  Tajo,  (Fr.  Luis  de  León) 372 

IlL    La  batalla  de  Lepanto,  (Herrera) 376 

IV.  Al  sueño,  (Arjensola) 382 

V.  Epístola  moral,  (Rioja) 384 

Vi.    A  las  ruinas  de  Itálica,  (Caro) 390 

VIL   Al  céfiro,  (Villegas) 397 

VIH.   Laocoon,  (Tissot) 398 

IX.  Un  fragmento  de  don  Quijote,  (Munárriz) 402 

X.  El  Satanás  de  Milton,  (Chateaubriand) 406 

XI.  Causas  de  la  decadencia  i  grandeza  de   los  romanos, 
xVIontesquieu  (Mazure) 408 

Ternas  de  ejercicios "^ll 

L   Adioses  de  Héctor  i  de  Andrómaca,  (Homero) 411 

II.   Muerte  de  Leandro  i  de  Hero,   (Museo  el  gramático) 413 

IIL  Niso  i  Euríalo,  (Virjilio) 4.15 

IV.  El  Rodaballo  (Juvenal) 4.23 

V.  Francisca  de  Rímini,  (Dante) 4.26 


ÍNDICE  531 


Pájs. 

VI.  Ugolino,  (Dante) 428 

VIL   Viaje  de  Astolfo  a  la  luna,  (Ariosto) 430 

VIII.  Herminia  entre  los  pastores,  (Torcuato  Tasso) 433 

IX.  El  jigante  Adamastor,  (Camoens) 438 

X.  Muerte  de  Adonis,  (J.  B.  Marini) ■. 443 

XI.  El  consejo  de  los  dioses,  (Tassoni) 445 

Xil.   Combate  en  una  librería,  (Boileau) 447 

XIII.  La  Suiza,  (Haller) 451 

XIV.  Tempestad  de  verano,  (Thompson) 454 

XV.  La  vida  de  los  pastores,  (Haller) 456 

XVI.  La  primera  noche  de  Adán  i   Eva  fuera  del  paraiso 
(Gesner) 457 

XVII.  Las  tinieblas,  (Lord  Byron) 459 

XVIII.  Cristóbal  Colon,  (Luisa  Brachmann) 462 

XIX.  El  anillo  de  Policrátes,  (SchiUer) 464 

XX.  A  Cristo  crucificado,  (Santa  Teresa) 466 

XXL   A  la  Ascensión,  (Fr.  Luis  de  León) 467 

XXII.  La  cena  jocosa,  (B.  de  Alcázar) 467 

XXIII.  vSoneto,  (Góngora) 470 

XXIV.  Romance  morisco,  (Romancero) 471 

XXV.  FA  murciélago  alevoso,  (Fr.  Diego  González) 472 

XXVI    A  los  colejiales  de  San  Clemente  de  Bolonia,  (L.  F. 

de  Moratin) 477 

XXVIL   La  Zarza,  (Hartzenbusch) 478 

XXVIII.  La  caida  de  las  hojas,  (Heredia) 479 

XXIX.  Miserere,  (A.  Belloj 481 

XXX.  La  opinión,  (Campoamor) 483 

XXXI.  Quién  supiera  escribir,  (Campoamor) 484 

Apéndice 487 

Lista  de  las  palabras  que  se  construyen  con  preposición 489 

Autores  de  quienes  hai  fragmentos  en  este  Manual 489 


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OCT  15 1940  r 

1 

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