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Full text of "Obras literarias: Libro de Caballería, Balanquerna, Félix, Poesías;"

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PRINCETON  •  NEW  JERSEY 

>  p  ±ò8í\3 

RAMON  LLULL 

Obras  Literarias 


BIBLIOTECA 


D  E 


AUTORES  CRISTIANOS 


BAJO  LOS  AUSPICIOS  Y  ALTA  DIRECCION  DE 
LA  PONTIFICIA  UNIVERSIDAD  DE  SALAMANCA 


LA  COMISIÓN  DE  DICHA  PONTIFICIA 
UNIVERSIDAD  ENCARGADA  DE  LA 
INMEDIATA  RELACIÓN  CON  LA  B.  A.  C, 
ESTÁ  INTEGRADA  EN  EL  AÑO  1948 
POR  LOS   SEÑORES  SIGUIENTES  : 


Excmo.  y  Rvdmo.  Sr.  Dr.  Fr.  Francisco  Barbado 
Viejo,  O.  P.,  Obispo  de  Salamanca  y  Gran  Canciller 
de  la  Pontificia  Universidad. 

vicepresidente:    limo.  Sr.  Dr.  Lorenzo  Miguélez 
Domínguez,  Rector  Magnífico. 

VOCALES:  Sr.  Decano  de  la  Facultad  de  Sagradas  Escri- 
turas, M.  R.  P.  Alberto  Colunga,  O.  P.;  Sr.  Decano 
de  la  Facultad  de  Teologia,  M.  I.  Sr.  Dr.  Gregorio 
Alastruey  ;  Sr.  Decano  de  la  Facultad  de  Filosofía, 
R.  P.  Dr.  Fr.  Jesús  Valbuena,  O.  P.  ;  Sr.  Decano  de 
la  Facultad  de  Derecho,  R.  P.  Dr.  Fr.  Sabino  Alon- 
so, O.  P.  ;  Sr.  Decano  de  la  Facultad  de  Historia, 
R.  P.  Dr.  Ricardo  García  Villoslada,  S.  I. 

secretario:  M.  I.  Sr.  Dr.  Lorenzo  Turrado,  Profeso) 


LA  EDITORIAL  CATOLICA   S.  A. — Apartado  40b 


I  HEM  DENTE: 


MADRID,  MCMXLVIII 


RAMON  LLULL 

OBRAS  LITERARIAS 

Libro  de   Caballería.  -  Blanquerna. 
Félix.  --  Poesías. 

EDICION  PREPARADA  Y  ANOTADA  POR  LOS  PADRES 

MIGUEL  BATLLORl,  S .  I  . 
MIGUEL  CALDENTEY,  T.  O.  R. 

INTRODUCCION  BIOGRAFICA  DE  DON 

SALVADOR     GAL  MES 

CORRESPONDIENTE   DE  LA  R.    ACADEMIA  DE   LA  HISTORIA 

INTRODUCCION  AL  «BLANQUERNA»  DEL  PADRE 

RAFAEL  GINARD  BAUÇÀ,  T.  O.  R. 


BIBLIOTECA  DE  AUTORES  CRISTIANOS 

MADRID,  MCMXLVIU 


Dr. 


NIHIL  OBVIAT 

Andrés  de  Lucas, 
Censor. 


Con  licencia  de 
los  Superiores 
regularen 


IMPRIMA  TUR  : 

t  Casimiro, 
Oh.  aux.  y  Vic.  gral. 
Madrid,  22  marzo  1948. 


LA  EDITORIAL  CATOLICA,  S.  A.— ALFONSO  XI,  4.— MADRID 


INDICE  GENERAL 


Págs. 


Prólogo  gener aj   xvn 

Introducción  biográfica    i 

Vida  coetánea  de  Ramón  Llull    43 

Bibliografía   79. 

LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERIA 

Introducción   97 

Prólogo   105 

Parte  I. — Del  principio  de  la  Caballería      109 

Parte  II. — Del  oficio  que  pertenece  al  caballero    112 

Parte  III. — Del  examen  del  escudero  que  quiere  entrar  en  la 

Orden  de  Caballería    121 

Parte  IV. — Del  modo  con  que  el  escudero  debe  recibir  la  C 

bollería    126 

Parte  V. — De  la  significación  de  las  armas  del  caballero  ...  129 

Parte  VI. — De  las  costumbres  que  pertenecen  al  caballero  ...  133 

Parte  VII. — De  la  honra  que  se  debe  hacer  al  caballero    139 

LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA 

Introducción  al  «Blanquerna»   145 

Prólogo    159 

EMPIEZA  EL  LIBRO  I,  QUE  TRATA  DEL  ESTADO 
MATRIMONIAL 

Capítulo  I. — Del  matrimonio  de  Evast  y  Aloma    160 

Capítulo  II. — Del  nacimiento  y  buena  educación  de  Blanquerna.  164 
Capítulo  III. — De  la  cuestión  que  propuso  Evast  a  su  hijo  Blan- 
querna   167 

Capítulo  IV. — De  la  contienda  que  hubo  entre  Evast  y  Aloma.  170 
Capítulo  V. — Cómo  Evast  y  Aloma  determinaron  dar  el  mando 

de  la  casa  a  su  hijo  Blanquerna   ..  176 

Capítulo  VI. — De  cómo  tentó  a  Blanquerna  una  doncella  por 

nombre  Cana   .'  ,   181 

Capítulo  VII. — De  cómo  Evast  y  Aloma  acompañaron  a  su  hijo 

Blanquerna  ,   186 


VI 


ÍNDICE  GENERAL 


Págs. 


Capítulo  VIII. — De  la  despedida   ,.,   189 

Capítulo  IX. — Del  modo  con  que  Evast  y  Aloma  arreglaron  su 

vida    I94 

Capítulo  X. — Del  hospital    197 

Capítulo  XI. — De  la  .  gula    197 

Capítulo  Xn.^De  la  torpeza   199 

Capítulo  XIII. — De  la  avaricia   200 

Capítulo  XIV. — De  la  soberbia    201 

Capítulo  XV. — De  la  pereza    202 

Capítulo  XVI.— De  la  envidia    203 

Capítulo  XVn.-De  la  ira   205 

Capítulo  XVIII.— De  la  vanagloria    206 

EMPIEZA  EL  LIBRO  II,  QUE  TRATA  DEL  ESTADO 
RELIGIOSO  ' 

PARTE  I 

Capítulo  XIX. — De  la  contienda  que  medió  entre  Cana  y  Anas- 
tasia  208 

Capítulo  XX. — Dícese  en  qué  manera  Cana  entró  en  religión.  212 

Capítulo  XXI. — De  cómo  Cana  fué  elegida  sacristana    219 

Cápítulo  XXII. — De  la  muerte  de  la  abadesa  ,   220 

Capítulo  XXIII. — De  consolación    221 

Capítulo  XXIV. — En  qué  manera  Cana  fué  elegida  abadesa   223 

Capítulo  XXV. —De  cómo  la  abadesa  Cana  ordenó  acerca  de 

los  cinco  sentidos  corporales,  y  primeramente  del  oído    226 

Capítulo  XXVI.— De  la  vista    228 

Capítulo  XX VIL— Del  olfato    230 

Capítulo  XXVIIL— Del  gusto    231 

Capítulo  XXIX.— Del  sentir    232 

Capítulo  XXX. — De  las  siete  virtudes,  y  primeramente  de  la  fe.  234 

Capítulo  XXXI. — De  la  esperanza   237 

Capítulo  XXXII. — De  la  caridad   239 

Capítulo  XXXIIL— De  la  justicia    241 

Capítulo  XXXIV. — De  la  prudencia    244 

Capítulo  XXXV.— De  la  fortaleza    24Ó 

Capítulo  XXXVL— De  la  templanza    248 

Capítulo  XXXVII. — De  la  memoria    249 

Capítulo  XXXVIIL— Del  entendimiento    251 

Capítulo  XXXIX.-^De  la  voluntad   252 

Capítulo  XL. — De  la  oración    254 

Capítulo  XLI. — -Del  espiar    256 

PARTE  11 

Capítulo  XLII. — De  los  diez  mandamientos    257 

Capítulo  XLIII. — De  la  fe  y  la  verdad    263 

Capítulo  XLIV. — .Del  entendimiento    266 

Capítulo  XLV.-^De  la  devoción    2Ó8 

Capítulo  XLVI. — .De  la  diligencia    270 

Capítulo  XLVII. — De  los  agüeros    273 


ÍNDICE  GENERAL  VII 


Págs. 


Capítulo  XLVHL — Del  valor    276 

Capítulo  XLIX. — De  la  consolación    281 

Capítulo  L. — De  la  fortaleza    286 

Capítulo  LI. — De  la  tentación    289 

Capítulo  LII. — De  la  penitencia    293 

Capítulo  LUI. — De  la  perseverancia    300 

Capítulo  L·IV. — De  la  obediencia    302 

Capítulo  LV. — Del   consejo   ,   305 

Capítulo  LVI. — De  la  ordenación  de  los  estudios    307 

Capítulo  LVII. — De  la  vanagloria    311 

Capítulo  LVLTI. — De  la  acusación    ■  314- 

Capítulo  LIX. — Cómo  Blanquerna  fué  elegido  sacristán    319 

Capítulo  LX. — Cómo  Blanquerna  fué  elegido  abad    322 

Capítulo  LXI. — Que  trata  de  la  manera  en  que  el  abad  Blan- 
querna hizo  el  libro  de  «Ave  Maria»    327 

Capítulo  LXJI. — De  «Gratia  plena»    331 

Capítulo  LXLTI. — -De  «Dominus  tecum»    336 

Capítulo  LXIV. — De  aBenedicta  tu  in  mulieribus»    339 

Capítulo  LXV. — De  «Benedictus  fructus  ventris  tui»    344 

Capítulo  LXVI. — De  «Sancta  Maria  ora  pro  nobis»    347 

EMPIEZA  EL  LIBRO  LTI,  QUE  TRATA  DE  PRELACIA 

Capítulo  LXVLL — Cómo  el  abad  Blanquerna  fué  elegido  obispo.  354 
Capítulo  LXYIII. — De  qué  manem  el  obispo  Blanquerna  or- 
denó su  obispado    356 

Capítulo  LXIX. — De  la  pobreza   .   359 

Capítulo  LXX. — De  la  mansedumbre   !   362 

Capítulo  LXXL— Del  llanto    366 

Capítulo  LXXII. — De  la  aflicción    370 

Capítulo  LXXIII. — De  la  misericordia    372 

Capítulo  LXXIV. — De  la  limpieza    376 

Capítulo  LXXV. — De  la  paz    379 

Capitulo  LXX VI. — De  la  persecución   x  382 

Capítulo  LXXVLL—  De  «quolibet»    388 

EMPIEZA   EL   LIBRO    IV,    QUE   TRATA    DEL  ESTADO 
APOSTOLICO 

Capítulo  LXXVIIL— De  qué  manera  el  obispo  Blanquerna  fué 

elegido  Papa    39I 

Capítulo  LXXIX. — De  las  ordenanzas  que  el  Papa  Blanquerna 

hizo  en  su  corte   39- 

Capítulo  LXXX.— De  «Gloria  in  excelsis  Deo»    403 

Capítulo  LXXXL— De  «Et  in  terra  pax  hominibus  bonae  vo- 

luntatis»    4ü 

Capítulo  LXXXIL— De  «Laudamus  te»    41S 

Capítulo  LXXXIII.— De  «Benedicimus  te»    42 3 

Capítulo  LXXX IV.— De  «Adoramus  te»    429 

Capítulo  LXXXV.— De  «Glorificamus  te»    434 

Capítulo  LXXXVI. — De  «Gratias  agimus  tibi  propter  magna» 

gloriam  tuam»   433 


VIII 


ÍNDICE  GENERAL 


PágS. 


Capítulo  LXXXVII. — De   «Domine  Deus  rex   caelestis,  Deus 

Pater  omnipotens»    442 

Capítulo  LXXXVTII. — De    «Domine   Fili  .unigenite*,    le  su 

Christe»    445 

Capítulo  LXXXIX. — De  «Domine  Deus  Agnus  Dei,  Filius  Pa- 
tris»   450 

Capítulo  XC. — De  «Qui  tollis  peccata  mundi,  miserere  nobis».  452 
Capítulo  XCI. — De  «Qui  tollis  peccata  mundi,  suscipe  depreca- 

tionem  nostram»    455 

Capítulo  XCII. — De  «Qui  sedes  ad  dexteram  Patris,  miserere 

nobis»    459 

Capítulo  XCIII.    De  «Quoniam  tu  solus  sanctus»   463 

Capítulo  XCIV.    De  «Tu  solus  Dominus»    465 

Capítulo  XCV. — De  «Tu  "solus  altissimus,  Iesu  Christe,  cum 

Sancto  Spiritu  in  gloria  Dei  Patris.  Amen»    468 

EMPIEZA  EL  LIBRO  V,  DE  VIDA  EREMITICA 

Capítulo  XCVI. — De   cómo   el   Papa   Blanquerna   renunció  ai 

pontificado    47 1 

Capítulo  XCVIL — De  cómo  Blanquerna  se  despidió  del  Papa 

y  de  los  cardenales    474 

Capítulo  XCVIII. — De  la  vida  que  Blanquerna  hacía  en   su  • 

ermita   475 

Capítulo  XCIX. — De    la   manera   como   Blanquerna  ermitaño 

compuso  el  «Libro  del  Amigo  y  del  Amado»   }77 

DEL  «LIBRO  DEL  AMIGO  Y  DEL  AMADO» 

Del  prólogo   479 

[Empiezan  las  metáforas  morales]    480 

EMPIEZA  EL  «ARTE  DE  CONTEMPLACION» 

Prólogo   524 

Capítulo  I. — 'Del  modo  con  que  Blanquerna  contemplaba  las 

virtudes  de  Dios    525 

Capítulo  II. — De  la  manera  en  que  Blanquerna  contemplaba, 

de  tres  en  tres,  las  virtudes  de  Dios    529 

Capítulo  III. — De  la  esencia   533 

Capítulo  IV. — De  la  unidad    537 

Capítulo  V. — De  la  trinidad    540 

Capítulo  VI. — De  la  encarnación    544 

Capítulo  VIL — Del    «Pater   noster»    547 

Capítulo  VIII. — Del  «Ave  Maria»    551 

Capítulo  IX. — De  los  mandamientos    551 

Capítulo  X. — Del  «Miserere  mei  Deus»    560 

Capítulo  XI. — De  los  siete  sacramentos  de  la  santa  Iglesia  ...  568 

Capítulo  XII. — De  las  virtudes    568 

Capítulo  XIII. — De  los  vicios    572 

Capítulo  XIV. — Del  fin  del  libro    574 


ÍNDICE  GENERAL 


IX 


Págs. 


Apéndice  I. — Versículos  sobrantes  de  la  edición  castellana    580 

Apéndice  II. — Capítulo  CXV. — De  la  pasión  de  Jesucristo,  Sal- 
vador nuestro,  y  cómo  Blanquerna  la  contemplaba,  después 
de  la  Santa  Trinidad  y  Encarnación,  con  las  tres  potencias 
de  su  alma,  por  los  actos  de  cada  una  de  las  virtudes  y 

dignidades  divinas,  aquí  expresadas    587 

FELIX  O  MARAVILLAS  DEL  MUNDO 

Introducción   599 

Prólogo   605 

LIBRO  I. — DE  DIOS 

Capítulo  I. — En  que  se  manifiesta  que  hay  Dios    606 

Capítulo  II. — Qué  es  Dios    610 

Capítulo  ILI. — De  la  unidad  de  Dios    614 

Capítulo  IV. — De  la  trinidad  de  Dios    617 

Capítulo  V. — Dónde  está  Dios    625 

Capítulo  VI. — De  la  creación  del  mundo    627 

Capítulo  VLT. — De  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios  en  nues- 
tra Señora  la  Virgen  María    630 

Capítulo  VTII. — De  la  santa  pasión  de  nuestro  Señor  Jesucristo.  640 

Capítulo  IX. — Del  pecado  original    645 

Capítulo  X. — De  María  Santísima,  nuestra  Señora   647 

Capítulo  XI. — De  los  profetas    650 

Capítulo  XII. — De  los  apóstoles    654 

LIBRO  n. — DE  LOS  ANGELES 

Capítulo  XIII. — Si  hay  o  no  ángeles    661 

Capítulo  XIV. — Qué  es  ángel   662 

Capítulo  XV. — Del  entendimiento  del  ángel    665 

Capítulo  XVI. — Del  modo  de  hablar  los  ángeles    666 

LIBRO  III  —  DE  LOS  CIELOS 

Capítulo  XVII. — Del  cielo  empíreo    670 

Capítulo  XVIII. — Del  firmamento    671 

LIBRO  IV —DE  LOS  ELEMENTOS 

Capítulo  XIX. — De  la  simplicidad  y  composición  de  los  ele- 
mentos   677 

Capítulo  XX. — De  la  generación  y  corrupción  de  los  elementos.  678 

Capítulo  XXI. — Del  movimiento  de  los  elementos    679 

Capítulo  XXII. — Del  relámpago    óSi 

Capítulo  XXIII.— Del   trueno    682 

Capítulo  XXIV. — De  las  nubes    683 

Capítulo  XXV.— De  la  lluvia    684 


X 


ÍNDICE  GENERAL 


Págs. 


Capítulo  XXVI. — De  la  nieve  y  del  hielo    686 

Capítulo  XXVTI.-^De  los  vientos    687 

Capítulo  XXVIII.— Del  tiempo    688 

Capítulo  XXIX. — De  la  batalla  que  se  hizo  delante  de  los 

[dos]  hijos  del  rey    691 

LIBRO  V.— DE  LAS  PLANTAS 

Capítulo  XXX. — De  la  generación  de  las  plantas      696 

Capítulo  XXXI. — De  la  corrupción  de  los  árboles    698 

Capítulo  XXXII. — De  la  virtud  de  las  plantas   701 

LIBRO  VI.—  DE  LOS  METALES 

Capítulo  XXXIII. — De  la  generación  de  los  mefales    70^ 

Capítulo  XXXIV. — De  la  cuestión  que  hubo  entre  el  hierro 

y  la  plata   708 

Capítulo  XXXV. — Del  imán  y  del  hierro    .  711 

Capítulo  XXXVI. — De  la  alquimia      714 

LIBRO  .  VIL— DE  LOS  ANIMALES 

Capítulo  XXXVII. — 1.    De  la  elección  del  rey    719 

Capítulo  XXXVIII. — 2.    Del  consejo  del  rey   722 

Capítulo  XXXIX. — 3.    De  la  traición  que  la  Zorra  quiso  hacer 

al  rey    724 

Capítulo  XL. — 4.    De  cómo  ]a  Zorra  fué  elegido  portero  del 

rey  '  727 

Capítulo  XLI. — 5.    De  los  embajadores  que  el  León  envió  al 

rey  de  los  hombres    736 

Capítulo  XLII. — 6.    De  la  batalla  que  hubo  entre  el  Leopardo 

y  la  Onza   «   743 

Capítulo  XLIII. — 7.    De  la  muerte  de  la  Zorra    750 

LIBRO  VIII.— DEL  HOMBRE 

[Prólogo]   753 

Capítulo  XLIV. — Qué  es  el  hombre    758 

Capítulo  XLV. — De  qué  es  el  hombre    761 

Capítulo  XLVI. — Por  qué  o  para  qué  es  el  hombre    762 

Capítulo  XLVII. — Por  qué  vive  el  hombre    764 

Capítulo  XLVLTI. — Por  qué  ama  y  desea  el  hombre  tener  hijos.  766 
Capítulo  XLIX. — Por  qué  causa  el  hombre  está  sarjo  y  en- 
fermo   768 

Capítulo  L. — Por  qué  el  hombre  envejece    771 

Capítulo  LI. — Por  qué  muere  el  hombre    773 

Capítulo  LII. — Por  qué  ama  el  hombre  los  deleites  de  este 

mundo    775 

Capítulo  LUI.— Del  placer  que  el  hombre  tiene  en  memorar  ...  775 

Capítulo  LIV. — .Del  placer  que  el  hombre  tiene  en  entender  ...  777 

Capítulo  LV. — 'Del  placer  que  el  hombre  tiene  en  amar   779 


ÍNDICE  GENERAL  XI 


Págs 


Capítulo  LVI. — Del  placer  que  el  hombre  tiene  por  el  sentido 

de  la  vista   782 

Capítulo  LVII. — Por  qué  el  hombre  tiene  placer  en  oír    784 

Capítulo  LVIII. — Por  qué  el  hombre  tiene  placer  en  oler    787 

Capítulo  LIX. — Por  qué  el  hombre  tiene  placer  en  gustar    789 

Capítulo  LX. — Por  qué  tiene  el  hombre  placer  en  tocar   79a 

Capítulo  LXI. — Por  qué  es  el  hombre  bueno  y  por  qué  malo.  795 

Capítulo  LXII. — -De  la  vida  activa  y  de  la  vida  contemplativa.  799 

Capítulo  LXIII. — De  la  fe  y  falta  de  fe      802 

Capítulo  LXIV. — De  la  esperanza  y  desesperación    805 

Capítulo  LXV. — De  la  caridad  y  la  crueldad    809 

Capítulo  LXVI. — De  la  justicia  e  injusticia   \   812 

Capítulo  LXVII. — De  la  sabiduría  y  de  la  ignorancia    815 

Capítulo  LXVILI. — De  la  potencia  e  impotencia    819 

Capítulo  LXIX. — De  la  templanza  y  de  la  gula   <   823 

Capítulo  LXX. — De  la  liberalidad  y  de  la  avaricia    825 

Capítulo  LXXI. — De  la  castidad  y  de  la  lujuria   '   829 

Capítulo  LXXII. — De  la  diligencia  y  acidia   833 

Capítulo  LXXIII. — De  la  humildad  y  de  la  soberbia    836 

Capítulo  LXXIV. — De  la  continencia  y  de  la  envidia    840 

Capítulo  LXXV. — De  la  paciencia  y  de  la  ira    844 

Capítulo  LXX VI. — De  la  bienaventuranza  y  malaventuranza  o 

de  la  felicidad  e  infelicidad    846 

Capituló  LXX VII. —De  la  lealtad  y  deslealtad    849 

Capítulo  LXXVILT. — De  la  cortesía  y  descortesía    852 

Capítulo  LXXIX.— De  la  verdad  y  de  la  falsedad    855 

Capítulo  LXXX. — Del  mérito  y  de  la  culpa    860 

Capítulo  LXXXI. — De  la  obediencia  y  desobediencia    862 

Capítulo  LXXXLI. — De  la  ordenación  e  inordinación    867 

Capítulo  LXXXIII. — De  la  riqueza  y  de  la  pobreza    870 

Capítulo  LXXXI V. — De  la  libertad  y  servitud    873 

Capítulo  LXXXV. — De  la  similitud  y  disimilitud      877 

Capítulo  LXXXVI. — De  la  alabanza  y  vituperio    8S0 

Capítulo  LXXX VII. — De  la  perfección  e  imperfección    883 

Capítulo  LXXXVLII.— De  la  nobleza  y  de  la  vileza    886 

Capítulo  LXXXIX. — Del  crecer  y  menguar    889 

Capítulo  XC. — De  la  ganancia  y  de  la  pérdida    '  892 

Capítulo  XCI. — Del  ardimiento  y  de  la  cobardía    895 

Capítulo  XCII. — Del  honor  y  deshonor    900 

Capítulo  XCIII. — De  la  hermosura  y  de  la  fealdad    903 

Capítulo  XCIV. — Del  consuelo  y  desconsuelo    907 

Capítulo  XCV. — De  la  alegría  y  de  la  tristeza   ■   910 

Capítulo  XCVI. — De  la  concordancia  y  de  la  contrariedad    914 

Capítulo  XCVII. — Del  principio  y  del  fin   916 

Capítulo  XCVUI. — De  la  grandeza  y  de  la  pequeñez    920 

Capítulo  XCIX. — De  la  costumbre  y  de  su  privación    924 

Capítulo  C. — De  la  predestinación  y  del  libre  albedrío    927 

Capítulo  CI. — De  la  abstinencia   "     932 

Capítulo  CII. — De  la  conciencia    934 

Capítulo  CIII. — De  la  confesión   «   938 

Capítulo  CIV. — De  la  penitencia   941 

Capítulo  CV. — De  la  oración   944 


XII 


ÍNDICE  GENERAL 


Págs. 


Capítulo  CVI. — De  la  limosna   948 

Capítulo  CVII. — De  la  intención    951 

Capítulo  CVILT. — De  la  tentación   954 

Capítulo  CIX. — De  la  vanagloria    957 

Capítulo  CX. — De  edificar   961 

Capítulo  CXI. — (Del  régimen   963 

Capítulo  CXLT. — De  la  elección   966 

Capítulo  CXILT. — Del  pecado    969 

Capítulo  CXIV. — De  la  resurrección    972 

Capítulo  CXV. — De  los  milagros   *.     975 

LIBRO  IX.— DEL  PARAISO 

Capítulo  CXVI. — Comienza  el  libro  IX,  que  es  del  paraíso, 

y  primeramente  de  la  gloria  de  los  ángeles  .,   979 

Capítulo  CXVII. — De  la  gloria  que  las  almas  de  los  hombres 

tienen  en  el  paraíso    982 

Capítulo  CXVTII. — De  la  gloria   que  el   cuerpo  del  hombre 

tendrá  en  el  paraíso    9^5 

LIBRO  X.— DEL  INFIERNO 

Capítulo  CXIX. — Comienza  el  libro  X,  que  es  del  infierno, 

y  primeramente  de  la  pena  de  los  malos  espíritus    988 

Capítulo  CXX.-^De  la  pena  que  padecen  las  almas  en  el  in- 
fierno   991 

Del  fin  del  libro   998 

Del  segundo  Félix    ooq 

POESIA 

Introducción  a  la  poesía  de  Ramón  Llull    1003 

I.  — Ramón  Llull,  poeta  franciscano   1003 

II.  — Juglar  de  nuestro  Señor  Jesucristo    ion 

ILI. — Juglar  de  nuestra  Señora  Santa  María    1013 

IV. — Obra  poética  y  obra  rimada  en  Ramón  Llull.  La  poesía 

del  «Llibre  del  Amic  i  del  Amat»   1017 

V. — Poeta  escolástico  popular      1019 

VI. — Leves  analogías  entre  Ramón  Llull,  Alfonso  el  Sabio 

y  Dante  Alighieri   ,   1024 

VIL — Género  y  catálogo  de  las  poesías  de  Ramón  Llull    1027 

VIII. — Nuestra  edición   1030 

HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 

De  la  confesión  que  el  hombre  debe  hacer  a  cada  una  de  las 
horas,  gntes  de  rezarla 

De  Maitines,  y  primeramente 

I.— De  Dios  uno    1035 

II.— De  Dios  Padre    1035 

III.— De  Dios  Hijo      1037 


ÍNDICE  GENERAL 


XII! 


Págs. 


IV. — Del  Espíritu  Santo    1-037 

V. — De  Creador    1039 

VI. — De  Redentor  •   1039 

VIL — De  Glorificador      1039 

De  Prima,  y  primeramente 

VIII. — De  6U  concepción      104 1 

IX. — De  la  natividad   í   1041 

X. — De  la 'pasión   .•   1041 

XI. — Bajó  a  los  infiernos    1043 

XII. — De  la  resurrección    1043 

XUT. — De  la  subida  de  Jesucristo  al  cielo    1043 

.  XIV. — Del  día  del  juicio    1045 

De  Tercia,  y  primeramente 

XV. — De  la  sapiencia      1045 

XVI. — Del  entendimiento    1045 

XVII. — Del  consejo    1047 

XVIII. — De  la  fortaleza    1047 

XIX. — De  la  ciencia    1047 

XX. — De  la  piedad    1049 

XXI. — Del  temor      1049 

Dr.  Mediodía,  y  primeramente 

XXII. — De  la  justicia     1049 

XXIII.  — De  la  prudencia    1051 

XXIV.  — De  la  fortaleza   1051 

XXV. — De  la  templanza      1051 

XXVI.— De  la  fe    1053 

XXVII. — De  la  esperanza       1053 

XXVIII.— De  la  caridad   1053 


De  Nona,  y  primeramente 


XXIX. — De  la  avaricia    1055 

XXX. — De  la  gula   1x355 

XXXI. — De  la  lujuria    1055 

XXXII.— Del  orgullo   1057 

XXXIII.  — De  la  pereza   1   1057 

XXXIV.  — De  la  envidia   1057 

XXXV.— De  la  ira    1057 

De  Vísperas,  y  primeramente 

XXXVI. — Del  matrimonio    1059 

XXXVII.— Del  bautismo   1059 

XXXVIII. — De  la  confirmación   *   1059 

XXXIX. — Del  sacramento  de  la  misa    1061 

XL. — Del  orden   1061 

XLI. — De  la  penitencia     1063 

XLII.— De  la  extremaunción    1063 


X I V 


ÍNDICE  GENERAL 


PágS. 

De  Completas,  y  primeramente 

XLIII. — Del  recuerdo    1Q65 

XLIV. — Del  entendimiento    io6s 

XLV.— De  la  voluntad    IO¿5 

XLVI.-De  los  ángeles    IOD7 

XLVII. — De  la  imaginación    10Ó7 

XLVIII. — De  los  sentidos    I007 

XLLX. — De  la  plegaria    1067 

Del  fin  de  este  libro    I0O9 

LLANTO  DE  LA  VIRGEN 
De  la  pasión  y  desconsuelo  que  hubo  nuestra  Señora  de  su  Hijo 

I. — De  cómo  fué  vendido    10y} 

II.  — De  la  traición    io7-j 

III.  — Del  beso     _  io72 

IV.  — De  la  señal    I073 

V.  — De  lá  prisión    IC75 

VI. — Desamparada    io7^ 

VIL — Negado     IQ77 

VIII. — Con  los  ojos  vendados   1077 

IX. — Escupido   .*   1077 

X. — De  las  bofetadas    1079 

XI. — De  los  escarnios    1079 

XII. — Desnudado    1079 

XILL— -Atado   1079 

XIV.— Azotado    1081 

XV, — De  cómo  llevó  la  cruz   ro8i 

XVI.— Enclavado    1081 

XVH.^Coronado    1083 

XVIII.— Colgado    1083 

XIX. — Encomienda  su  madre  a  San.  Juan  ,   1083 

XX. — Le  dan  de  beber    1085 

XXT. — De  la  pena  que  Cristo'  sentía    1085 

XXII. — De  la  pena  que  sentía  nuestra  Señora    1085 

XXIII.  — De  cómo  nuestra  Señora  rogaba  a  los  ángeles 

que  ayudaran  a  su  Hijo   1087 

XXIV.  — De  cómo  Jesucristo  encomendó  su  alma  al  Padre.  1087 
XXV. — De  la  muerte   !   1089 

XXVI.— Alanceado    1089 

XXVII. — De  cómo  fué  bajado  de  la  cruz    1089 

XX Vin. — De  cómo  la  Reina  marchóse  del  monumento  ...  1091 

XXIX. — De  cómo  la  consolaron  las  tres  Marías    1091 

XXX. — De  cómo  San  Juan  consolaba  a  nuestra  Señora.  1091 

XXXI.— Del  fin  del  «Desconsuelo»    1091 

EL  DESCONSUELO  . 

IalLXIX.—   1095 


INDICE    DE  GRABADOS 


Págs. 

.  El  caracterizado  discípulo  de  Ramón  Llull  Tomás  le  Myésicr, 
canónigo  de  Arras,  probable  autor  de  la  ¿Vida  coetánea*, 
acompañado  del  Maestro,  presenta  sus  compendios  a  la  rei- 
na de  Francia  y  Navarra  (Ms.  de  Karlsruhe,  principios  del 
siglo  XIV)    XX 

Sepulcro  del  Beato  Ramón  Llull  (siglo  xv).  Basílica  de  San 

Francisco,  Palma  de  Mallorca    40 

SepuUro  del  Beato  Ramón  Llull.  (Detalle)      45 

•  Basílica  y  claustro  de  San  Francisco  (siglo  xiv).  Palma  de  Ma- 
llorca   78 

Ramón  Llull  recibe  el  hábito  de  penitencia  (Ms.  de  Karlsruhe, 

principios  del  siglo  xiv)    94 

El  Beato  Ramón  Llull  disputa  con  los  sarracenos  (grabado 

de  1510)    104 x 

£1  martirio  del  Beato  Ramón  Llull  según  ton  grabado  de  151 5.  142 

El  monte  de  Randa  (grabado  de  1515)   '  158 

Portada  del  «Félix»  de  la  versión  castellana  de  1750,  Palma  de 

Mallorca    59$ 

Aula  de  la  extinta  Escuela  Luliana  de  Randa,  Mallorca  (prin- 
cipios del  siglo  xv)    1002 

El  Beato  Ramón  Llull  (a.  1611).  Basílica  de  San  Francisco,  Pal- 
ma de  Mallorca   1031 


PROLOGO  GENERAL 


T^ECONOCEMOS  que  el  Ululo  Obras  literarias  de 
jX  Ramón  Llull — que  tal  era  su  nombre,  y  no  Lulio — 
responde  a  una  división  convencional.  Ni  éstas  son 
puramente  literarias  ni  las  restantes  puramente  doctrinales. 
I:.v  Ramón  Llull,  el  arle  y  la  ciencia  se  armonizan  en  unión 
vital,  y  si  en  sus  novelas  asoman  sus  posiciones  filosóficas , 
teológicas  y  cosmológicas,  de  machos  de  sus  tratados  po- 
dríamos extraer  bellísimas  páginas  literarias,  ricas  de  me- 
táfora* y  de  cálido  aliento  poético. 

F.l  criterio,  pues,  ha  tenido  que  ser  esencialmente  extrín 
seco;  llamamos  obras  literarias  a  las  que  Ramón  escribid 
dentro  de  un  género  más  propio  de  las  obras  de  arte,  es  de 
cir,  novela  y  poesía  rimada.  Los  diálogos  lulianos — tanto  lot 
latinos  como  los  catalanes — ,  más  corresponden  a  una  con- 
cepción apologética  y  polémica  que  a  una  preocupación  ar- 
tística, a  pesar  de  ser  algunos  de  ellos — el  Gentil,  la  Dispu- 
tado dels  cinc  savis,  el  Liber  de  natali  pueri  Iesu,  por 
ejemplo — bellas  muestras  de  su  vivaz  fantasía  creadora. 

Nadie  se  admire,  pues,  de  no  hallar  en  este  volumen  ni 
un  fragmento  siquiera  del  pintoresquismo  arábigo  del  «Arbre 
exemplificat))  dentro  del  pletórico  Arbre  de  sciència.  Aquí 
nos  contentamos  con  reunir  algunas  obras  completas  de  ca- 
rácter literario,  cosa  más  propia  de  la  índole  general  de  esta 
Biblioteca  de  Autores  Cristianos ,  cuya  Dirección  ha  creído 
necesario  incluir  entre  sus  prestigiosos  volúmenes  <cl  nombre 
'.  del  bienaventurado  Ramón  Llull. 

La  Introducción  biográfica  es  obra  del  reverendo  don  Sal- 
vador Galmés,  el  benemérito  editor  de  las  obras  catalanas, 
que  en  pocas  páginas  ha  sabido  compendiar  la  vida  exube- 
rante y  casi  mítica  del  gran  pensador  y  agitador  mallorquín, 
no  de  un  modo  frío  y  esquemático,  sino  vivo  y  evocador, 


XVIII 


PRÓLOGO  GENERAL 


en  su  ambiente,  en  sus  viajeSj  en  sus  empresas,  en  sus  triun- 
fos y  en  sus  fracasos. 

Como  complemento  de  esta  biografía  inicial,  se  reproduce 
la  llamada  Vida  coetánea,  compuesta  en  latín,  en  París,  hacia 
el  año  131 1,  y  traducida  mucho  más  tarde  al  catalán  con 
algunas  añadiduras .  Ofrecemos  ambos  textos  encarados,  dada 
la  gran  importancia  de  ese  documento,  que  casi  nos  atreve- 
ríamos a  llamar  autobiográfico. 

Tras  una  Bibliografía  conscientemente  selecta,  no  exhaus- 
tiva, enhebramos  los  textos  lulianos  por  orden  cronológico, 
comenzando  por  las  obras  en  prosa  de  carácter  más  o  menos 
novelesco:  el  Llibre  del  Orde  de  Cavalleria,  el  Llibre  d'Evast 
e  Blanquerna  y  el  Llibre  de  meravelles,  llamado  también  Fé- 
lix por  el  nombre  de  su  protagonista.  Sendos  prólogos  seña- 
lan los  más  importantes  datos  históricos  y  doctrinales  para 
la  más  íntima  comprensión  de  las  obras.  Dada  la  índole  es- 
pecial de  esta  Biblioteca,  hemos  procurado  huir  tanto  de  la 
elucubración  erudita  como  de  la  rápida  banalidad,  esforzán- 
donos por  situar  al  lector  en  el  verdadero  punto  de  mira, 
desde  donde  poder  contemplar  con  mayor  provecho  y  deleite 
las  andanzas  de  los  héroes  lulianos  y  sus  quiméricas  fan- 
tasías. , 

Teniendo  de  todas  esas  obras  discretas  traducciones  sete- 
centistas,  muy  divulgadas  entre  los  estudiosos  lulistas  de  ha- 
bla castellana,  hemos  preferido  echar  mano  de  esas  versiones 
que  no  emprender  otras  nuevas.  Todas  ellas,  o  casi  todas, 
tienden  a  sustituir  el  bello  e  ingenuo  estilo  directo  de  Ramón 
— parte  de  origen  popular,  parte  también  de  inmediato  in- 
flujo arábigo — por  el  estilo  periódico  renacentista  y  barroco, 
con  mengua  del  valor  literario;  pero,  en  cambio,  el  lenguaje, 
ya  algo  arcaico,  y  los  frecuentes  catalanismos  y  mallorquinis- 
mos  contribuyen  a  darles  una  impresión  de  cosa  remota, 
sugerente  y  evocativa.  El  defecto  general  de  libertad  exce- 
siva en  la  interpretación  procuramos  corregirlo  mediante  co- 
piosas notas,  que  rectifican  el  sentido  incorrecto  de  muchos 
pasajes. 

De  las  obras  rimadas  de  Ramón  Llull — no  precisamente 
las  más  poéticas,  ni  siquiera  las  más  literarias — no  teníamos 
otra  versión  que  la  del  Desconhort,  castellanizado  por  Nico- 
lau de  Pachs  en  el  siglo  XVI  y  remozado  por  Jerónimo 
Rosselló  en  el  XIX.  Las  demás  poesías  aquí  incluidas  se  han 
traducido  adrede  para  esta  edición.  Entre  el  ardimiento  de 
intentar  una  versión  rimada  y  la  indeclinable  insipidez  de 
una  simple  versión  literal  en  prosa,  se  ha  seguido  la  vía 


PRÓLOGO  GENERAL 


XIX 


media  de  dar  una  traducción  fiel,  pero  desembarazada  y  li- 
teraria, y  de  carearla  con  el  texto  original  catalán. 

Con  eso  los  lectores  de  habla  castellana — Pata  quienes, 
si  no  son  filólogos,  el  catalán  antiguo  presenta  no  leves  difi- 
cultades— podrán  saborear  algo  de  las  bellezas  literarias  de 
la  obra  de  Ramón  Llull,  verdadero  plasmador  de  una  lengua 
y  de  una  literatura.  Merced  a  este  gran  pensador  y  poeta 
mallorquín,  las  letras  catalanas  siguen  una  evolución  ente- 
ramente opuesta  a  las  castellanas.  En  Castilla,  tras  los  es- 
fuerzos penosos  de  los  prosistas  y  poetas  medievales  y  tras 
el  jocundo  empuje  del  Renacimiento ,  se  llega  a  la  primera 
fijación  espontánea — extra-académica — del  idioma  y  a  la  li- 
beración o  superación  de  un  provincianismo  itálico,  con  la 
creación  de  un  estilo,  de  una  escuela,  auténticamente  es- 
pañoles. 

La  literatura  catalana  lia  seguido  otros  caminos,  más  se- 
mejantes a  los  de  la  literatura  italiana  medieval,  centrada  en 
Dante  Alighicri.  Cuando  en  Cataluña  todos  los  poetas  se 
creían  obligados,  por  una  tradición  más  que  secular,  a  ver- 
sificar no  en  catalán  vulgar,  sino  en  provenzal,  y  cuando  la 
prosa  catalana  estaba  aún  en  mantillas,  con  leves  e  intras- 
cendentes tanteos,  el  genio  de  Ramón  Llull,  con  raíces  mu- 
cho más  inconsistentes  que  el  Dante,  da  de  mano  a  la  lengua 
poética  provenzal  para  versificar  en  su  propio  idioma,  sólo 
levemente  matizado  de  sabrosos  provenzalismos ;  y  con  aque- 
lla lengua  apenas  plasmada  y  nacida  tímidamente ,  se  atreve 
a  construir  las  más  audaces  quimeras  literarias,  filosóficas, 
teológicas,  místicas  y  científicas. 

Algo  de  todo  ese  mundo  enciclopédico  bulle  y  danza  en 
sus  novelas  y  en  sus  poesías,  con  los  más  variados  tonos  y 
matices,  desde  el  franciscano  idilio  de  amor  con  la  Natu- 
raleza y  el  paisaje  hasta  sus  más  íntimos  y  desesperanzados 
pesares;  desde  las  medievales  ingenuidades  cosmológicas  has- 
ta los  proyectos  de  reforma  espiritual;  desde  la  aridez  de- 
mostrativa de  su  arte  hasta  el  humorismo  retozón  de  sus 
fábulas  orientalizantes;  desde  los  melifluos  coloquios  con  el 
Amado  hasta  el  pintoresco  y  atrevido  ejemplo  moralizador. 

Por  su  complejidad ,  pues,  y  su  amenidad,  bien  podría 
ser  este  volumen  un  pórtico  o  atrio  introductorio  a  las  otras 
obras  más  abstrusas  y  doctrinales  del  más  universal  polígrafo 
hispano  del  último  medievo, 

M.  Batllort. 


El  caracterizado  discípulo  de  Ramón  Llull  Tomás  le  Myésier,  ca- 
nónigo de  Arras,  probable  autor  de  la  «Vida  coetánea-»,  acompa- 
ñado del  Maestro,  presenta  sus  compendios  a  la  reina  de  Francia 
y  Navarra  (Ms.  de  Karlsruhe,  principios  del  siglo  xiv) 


INTRODUCCION 
BIOGRAFICA 


INTRODUCCION  BIOGRAFICA  * 


Toda  la  vida  de  Ramón  Llull  es  una  intensa  efervescencia 
del  espíritu,  una  desenfrenada  carrera  de  inquietudes,  que 
se  persiguen  como  las  olas  de  un  mar  en  perpetua  tormenta. 
Aun  en  los  períodos  de  calma  aparente — dos  de  gestación  y, 
llamémoslos  así,  de  infancia  de  su  opios — se  echa  de  ver  una 
fermentación  activísima,  como  un  hervor  de  mosto  en  el 
trujal,  que  espumea  y  exhala  la  tufarada  de  sus  cualidades 
incoercibles. 

El  temple  fulmíneo  del  alma  de  Ramón  Llull  y  el  temple 
diamantino  de  su  cuerpo  se  ensamblaron  en  un  bíos  ultra- 
potente, en  una  dynamis  formidable  y  compleja,  que  difícil- 
mente hallaríamos  en  otro  personaje  de  la  Historia.  A  los 
que  sobresalieron  por  sus  actividades  bélicas  y  por  su  noma- 
dismo viajero,  los  aventaja  en  dinámica  especulativa  y  mi- 
sional; a  los  que  fueron  eminentes  en  las  producciones  del 
espíritu,  los  aventaja  en  dinámica  física  y  oral;  a  los  que 
descollaron  por  sus  empresas  evangelizadoras,  los  vence  en 
dinámica  científica  y  literaria.  Es  un  misterio  de  borbotantes 
energías  por  fluida  vena  derramadas,  sin  número  ni  medida, 
durante  más  de  cuarenta  años  de  vida,  pleiteando  siempre  y 
por  doquier  su  negocio,  que  era  el  negocio  del  Amado.  De 
antemano  se  apareja  con  todas  las  armas  del  arte  y  de  la 
ciencia;  después,  blandiendo  siempre,  terrible  y  fulmíneo, 
la  llameante  espada  de  la  palabra  oral  y  escrita,  acude  in- 
cesantemente a  los  sabios  y  poderosos ;  recorre  todo  el  mun- 
do y  se  pone  en  contacto  con  los  humildes;  arremete  contra 
todas  las  falsas  creencias  y  contra  las  doctrinas  erróneas  de 
I3.  época,  en  pugna  con  su  fe  católica;  soporta  burlas  y  es- 
carnios y  que  le  tengan  por  loco;  sufre  desengaños  y  des- 
mayos, de  los  cuales  se  recobra  y  desquita  con  rejuvenecido 


*  Esta  Introducción  biográfica  es  una  traducción  del  opúsculo 
Dinamisme  de  Ramón  LuU  (Mallorca,  igis),  aprobada  por  el  au- 
tor.— M.  B.  . 


4 


SALVADOR  GALMÉS 


vigor.  Su  siglo  lo  encuentra  por  todas  partes :  en  Montpellier 
y  en  París,  en  Roma  y  en  Génova  y  en  Pisa,  en  Sicilia  y 
en  Nápoles,  en  Mallorca  y  en  Barcelona,  en  Chipre  y  en  Ar- 
menia y  en  Palestina,  en  Egipto  y  en  Berbería  y  en  AA-An- 
dalus,  cubierto  por  el  polvo  de  todos  los  caminos  y  por  el 
salitre  de  todos  los  mares. 

Ramón  Llull  es,  en  verdad,  un  hijo  del  siglo  XIII,  de 
aquella  centuria  aventurera  y  vagabunda,  apasionada  por  la 
riqueza  y  por  la  gloria,  que  a  un  tiempo  daba  a  luz  univer- 
sidades y  lonjas  de  comercio,  órdenes  religiosas  e  inclusas 
y  guerreaba  encarnizadamente  por  altísimos  ideales  de  cru- 
zada y  por  pequeñeces  de  tres  al  cuarto.  Esa  característica 
constituye  el  genius  aevi.  Ramón  Llull,  en  las  dos  vertientes 
de  su  vida,  fué  el  vivo  retrato  de  su  época,  un  hijo  suyo 
bien  legítimo. 

La  fuente  inextinguible  de  donde  manaban  tantas  ener- 
gías, la  combustión  interna  y  vital  que  les  daba  aliento,  fué 
el  amor,  su  pasión  dominante,  arrebatadora  e  irrefrenable, 
que  le  empujaba,  fatalmente  casi,  con  anhelos  incesantes  y 
siempre  renovados,  en  tan  ingente  pululación,  que  tal  vez 
pueda  parecemos  anormal  y  aun  morbosa.  Él  mismo  nos 
describe  por  bella  manera  esa  excitación  y  afán  por  los 
tiempos  en  que  escribía  el  Llibre  de  contemplado:  "Cual 
hombre  que,  hambriento,  se  apresura  cuando  come,  y  engulle 
grandes  bocados  por  la  grande  hambre  que  siente,  así,  Señor, 
tan  grande  es  el  deseo  que  vuestro  servidor  siente  de  poder 
morir  para  loaros,  que  noche  y  día  se  ahinca  y  se  esfuerza 
cuanto  puede  por  dar  cima  y  remate  a  este  Llibre  de  con- 
templació; y  después,  cuando  lo  hubiere  acabado,  ir  a  es- 
parcir su  sangre  y  sus  lágrimas,  por  amor  de  Dios,  en  la 
Tierra  Santa,  en  la  cual  Vos  derramasteis  sangre  preciosa 
y  lágrimas  misericordiosas",  o  "en  tierra  de  sarracenos  al- 
canzar el  martirio  por  vuestro  amor,  si  os  compluguiere  que 
él  sea  digno  de  tan  alta  gracia"  l. 

Hasta  la  edad  de  treinta  años — había  nacido  en  la  ciudad 
de  Mallorca,  probablemente  el  año  1232 — ese  dinamismo  se 
empleó,  en  parte,  en  el  servicio  real  y  en  el  arte  de  trovar,  y 
lo  restante,  en  mundanidades  y  acciones  pecaminosas.  Por 
sus  confesiones  del  mencionado  Llibre  de  contemplado  sa- 
bemos que,  a  pesar  de  su  buena  crianza  y  educación  en  su 
adolescencia,  pasó  la  juventud,  "hasta  la  medianía  de  mi 
edad — dice  él — ,  en  camino  de  locura  y  en  obras  de  pecado", 
"y  he  acostumbrado  mi  cuerpo  y  mi  alma  a  malvados  vicios 
y  a  obras  desordenadas";  que  quitó  la  honra  y  "la  buena 
fama  a  muchas  dueñas,  y  a  muchas  mujeres,  y  a  muchos 
hombres"  falsa  y  calumniosamente;  que  hizo  traiciones  y 


Llibre  de  contemplació,  c.  131,  un.  20-21. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


5 


engaños  y  vilezas,  engañando  y  traicionando  a  los  amigos, 
mintiendo  y  diciendo  falsedades,  cual  hombre  falso  e  inju- 
rioso y,  por  añadidura,  descreído,  de  guisa  que  todas  sus 
obras  eran  "en  pecado  y  en  compañía  de  vicios".  Su  gran 
pecado,  empero,  fué  la  pasión  amorosa,  que  le  encenagó  en 
el  lodo  de  la  lujuria.  "La  belleza  de  las  mujeres — confiesa — ■ 
ha  sido  pestilencia  para  mis  ojos."  Aun  ligado  en  matrimonio 
con  Blanca  Picany,  su  concupiscencia  se  extendía  a  todas 
las  mujeres,  doncellas  y  casadas,  codiciando  singularmente 
a  las  que  veía  con  más  frecuencia,  es  a  saber,  las  mujeres 
de  sus  vecinos,  de  sus  parientes  y  de  sus  amigos,  y  tan  in- 
tensamente se  apoderaba  de  él  el  amor,  "que  noche  y  día 
— según  él  reconoce — no  había  en  mi  corazón  otra  cosa  que 
amarlas".  Se  embijó  y  ensució  en  "la  bardoma,  en  la  pocilga, 
en  la  podredumbre  de  la  lujuria",  y  su  libido  llegó  a  extre- 
mos de  locura:  "Yo  soy  aquel  que,  para  alcanzar  los  placeres 
de  la  lujuria,  me  he  puesto  muchas  veces  en  peligro  de  muer- 
te y  he  sostenido  muchos  trabajos  y  muchas  ansias  y  mu- 
chos temores"  2. 

Hay  que  creer  que  su  producción  trovadoresca,  toda  ella 
de  aquel  tiempo  y  enteramente  desaparecida — «o,  más  bien, 
destruida  por  él  mismo — ,  traspiraba  tufo  de  erotismo  y 
chorreaba  mugre  de  lujuria. 

A  los  treinta  años  de  su  edad  sufrió  una  profunda  crisis 
religiosa,  que  él  mismo  atribuye  a  motivos  sobrenaturales, 
o  sea  a  cinco  apariciones  consecutivas  de  Jesús  crucificado, 
mientras  estaba  de  noche  en  su  cámara  "imaginando  una 
vana  canción...  para  una  su  enamorada,  a  la  cual  entonces 
con  vil  y  estólido  amor  amaba"  :i.  Este  hecho  lo  transformó 
por  completo,  y  fué  así  como  se  convirtió  de  carnalidad  a 
espiritualidad. 

Esta  fecha,  que  podría  fijarse  a  fines  de  junio  de  1261 
— cuando  Ramón  podía  ya  comenzar  a  cumplir  sus  treinta 
años — «,  divide  su  vida  en  dos  partes  desiguales,  radical- 
mente distintas  y  del  todo  enemigas,  aun  con  estar  ambas 
animadas  por  la  misma  pasión  del  amor  intenso — causa  mo- 
triz y  final  de  su  actividad  portentosa — ,  mas  dirigido  a 
objetos  opuestos:  la  primera,  votada  por  entero  al  amor  del 
mundo,  se  caracteriza  por  el  gozo  desenfrenado  y  por  el  me- 
nosprecio y  desamor  de  Dios  ;  la  segunda,  llena  por  completo 
del  amor  divino,  tiene  como  distintivo  la  maceración  impla- 
cable de  la  carne  y  el  afán  torturante  de  hacer  conocer  y 
amar  al  Amado.  De  aquélla — «la  del  amor  desviado  hacia  las 

J  Ibíd.,  20Q,  2.>  ;  III,  15;  12$,  13  J  143,  20  i  2o8,  IQ  ;  2IO,  2Q  ¡  JO, 
17,  22,  23  i  311,  29,  28  ;  s,  23  ;  23,  23,  2$  ;  .|S,  35,  26  ;  75,  n,  13,  1  \, 
21  ;  168,  12  ;  it>6,  30  ;  104,  16  ;  75,  11  ;  8,  17  ;  143,  18,  26. 

*  Vida  coetánea,  un.  2-3. 


6 


SALVADOR  GALMÉS 


criaturas — apenas  sabemos  más  que  lo  que  hemos  dicho,  y 
todo  de  un  modo  confuso  y  genérico;  mas,  cuanto  a  ésta, 
la  del  amor  al  Criador,  su  biografía  y  sus  obras  nos  permi- 
ten seguir,  casi  año  por  año,  el  desarrollo  de  aquella  dínamis 
maravillosa. 


I 

1261-1269  ? 

Para  alcanzar  su  nuevo  objetivo,  derivado  de  su  conver- 
sión, Ramón  Llull  concreta  su  plan  de  actividades:  procurai 
el  honor  de  Dios,  dándolo  a  conocer  y  amar  a  todo  el  mundo 
por  medio  de  la  palabra  oral  y  escrita,  y,  como  corona  de 
todo,  derramar  la  sangre  por  El  en  él  acto  más  grande  de 
amor:  el  martirio.  Hay  que  reconocer  que  fué  fiel  a  ese  plan 
toda  su  vida. 

Desde  el  primer  momento  sintió  la  necesidad  de  una 
preparación  que  no  tenía,  y  la  procuró  con  toda  su  gran 
fuerza  de  voluntad. 

Por  de  prcnto — según  refiere  la  Vida  coetánea — ,  apa- 
rejó su  alma  con  una  especie  de  purificación  lustral,  no 
pasiva  y  expectante,  sino  actuosa,  en  consonancia  con  su 
temperamento  dinámico,  emprendiendo  una  romería  peniten- 
cial a  Nuestra  Señora  de  Rocatallada  y  a  Santiago  de  Com- 
postela  "y  a  otros  lugares  santos",  que  sus  biógrafos  hacen 
durar  unos  dos  años,  pero  que  tal  vez  no  sobrepasó  uno  solo 
(1261-1262).  Después  tenía  el  designio  de  ir  "al  gran  Estudio 
de  París  para  aprender  allí  gramática  y  otras  ciencias",  pero, 
de  regreso  a  Barcelona,  "sus  amigos  y  familiares,  y  mayor- 
mente maestro  Ramón  de  Penyafort...,  se  opusieron"  y  le 
disuadieron,  haciéndole  volver  a  Mallorca,  donde  dedicó  sie- 
te u  ocho  años  al  estudio. 

La  ya  mencionada  Vida  coetánea  sólo  insinúa  que  en  este 
tiempo  consagró  sus  actividades  "a  saber  algún  tanto  de 
gramática  (latín),  y  más  adelante  compró  un  moro  para  que 
de  él  pudiese  aprender  la  lengua  arábiga".  No  habla  de  que 
se  dedicase,  ni  poco  ni  mucho,  a  aquellas  "otras  ciencias" 
que  quería  ir  a  aprender  en  París,  como  si  el  autor  anónimo 
temiera  que  el  hecho  de  haberlas  estudiado  pudiese  hacer 
tambalear  la  ilustración  divina  que  menciona  poco  después; 
pero  las  citas  y  el  contenido  de  sus  primeras  obras  hacen 
creer  a  la  crítica  moderna,  sin  reserva  alguna,  que  durante 
aquel  lapso  de  tiempo  se  entregó  con  pasión-  al  estudio  del 
trivio  y  del  cuadrivio,  es  decir,  de  todas  las  disciplinas  del 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


saber  humano,  extrayéndolo  de  fuentes  cristianas,  judías, 
árabes  y  aun  de  la  gentilidad  pagana. 

De  hecho,  en  su  primera  producción  ya  acomete  cientí- 
ficamente contra  todas  las  falsas  creencias  de  la  época:  ma- 
hometismo, judaismo,  cisma  oriental,  aun  el  fatalismo  de  los 
tártaros,  y  saca  argumentos  del  Corán,  del  Talmud,  del  sím- 
bolo Quicumque  vult.  Armado  con  la  filosofía  cristiana  de 
San  Agustín,  San  Anselmo,  San  Buenaventura  y  los  Victo- 
rinos, emprende  la  lucha  contra  Averroes,  cuya  doctrina 
habrá  de  combatir,  al  correr  de  los  años,  implacable  y  per- 
tinazmente, y  aun  apunta  sus  discrepancias  con  Platón  y 
Aristóteles.  En  las  ciencias  naturales  se  hace  eco  de  las 
opiniones  de  Avicena,  Plateado,  Constancio  \  notando  sus 
errores;  y,  en  general,  se  muestra  buen  conocedor  de  toda 
la  ciencia  arábiga.  Así  puede  reunir  todo  el  saber  de  su 
tiempo  y  añadir  nuevos  conocimientos  con  su  trabajo  per- 
sonal, llegando  a  ser  el  primer  polígrafo  o  enciclopedista  de 
la  época. 

Ahora  ya  podemos  conjeturar  la  grande  actividad  de 
Ramón  Llull  en  este  período  que  yo  llamaría  de  gestación 
de  su  obra.  El  tiempo  le  basta  para  todo:  estudia  latín  y 
árabe,  teología  pura  y  comparada,  filosofía  y  derecho,  me- 
dicina y  ciencias  naturales;  examina  los  autores  cristianos 
y  árabes  que  privan  en  su  tiempo;  observa,  examina  por 
síntesis  y  por  análisis;  compara,  asimila  y  ordena,  y,  ya  en 
sazón,  lleno  de  conocimientos,  como  panal  henchido  que 
rebosa  miel,  crea  o  intuye,  con  el  auxilio  divino,  el  plan 
vastísimo  de  su  obra. 

No  es  eso  todo;  ha  de  atender  al  cuidado  del  patrimonio 
familiar,  para  las  necesidades  de  su  vida  y  de  los  suyos,  y 
ha  de  proveer  a  su  curación  y  perfeccionamiento  espiritual, 
aniquilando  al  hombre  viejo  con  la  penitencia  y  alimentando 
al  nuevo  con  la  oración.  Y  ésta  fué,  a  nuestro  entender,  la 
primordial  actividad  de  aquella  época.  En  el  Llibre  de  con- 
templado, escrito  a  los  comienzos  del  período  siguiente,  son 
frecuentes  las  expresiones  "ante  la  figura  de  la  cruz",  "ante 
el  glorioso  altar",  "levantadas  las  manos  al  cielo",  "de  ro- 
dillas" y  otras  semejantes,  lo  cual  nos  hace  creer  que  pensó 
la  obra  en  esta  época  preliminar,  entre  efusiones  del  alma, 
entregado  a  la  oración  en  alguna  iglesia  5,  y  al  final,  enfer- 
vorizado, tomaría  notas,  al  menos  en  los  últimos  meses,  las 
cuales,  ordenadas  y  compiladas  después,  formaron  aquella 


*  Principia  medicinae,  5,  14  (ed.  Maguncia,  I,.  23). 

"  Creemos  probable  que  acudiese  frecuentemente  a  Sania  María 
la  Real,  quizás  la  más  próxima  a  su  predio  Alicbiti,  en  el  término 
de  la  ciudad  de  Mallorca,  que  sospechamos  que  es  el  actual  So'n 
Llull  de  La  Vileta. 


8 


SALVADOR  GALMÉS 


su  obra  capital.  También  podría  ser  de  entonces  la  idea 
nuclear  del  Llibre  d'amic  e  amat. 

Más  aún :  el  amor  de  Dios  y  las  inquietudes  de  novicio  le 
empujarían,  viviendo  como  vivía  entre  los  judíos  y  sarra- 
cenos de  la  isla,  a  intentar  su  conversión,  disputando  con 
ellos  frecuentemente  y  por  extenso,  como  insinúa  en  el  pró- 
logo del  Llibre  del  gentil,  su  primera  obra,  escrita  primero 
en  árabe,  y  que  comienza:  "Como  con  los  infieles  hayamos 
participado  largo  tiempo..." 

¿Quién  sería  capaz  de  ponderar  y  medir  toda  la  fuerza 
latente  y  la  energía  acumulada  durante  aquellos  años  de 
vida  oculta  o,  si  se  prefiere,  de  gestación  espiritual?  No 
por  oculta  deja  de  ser  intensa  y  gradualmente  progresiva  la 
producción  de  calorías  que  han  de  hacer  mover  una  dínamo 
de  gran  potencia.  ¿Y  quién  podría  contar  las  calorías  espi- 
rituales que  pusieron  en  movimiento  el  dinamismo  luliano 
durante  medio  siglo  de  trabajo  exuberante?  Él  estaba  en- 
tonces en  la  plenitud  de  su  vida,  entre  los  treinta  y  los  cua- 
renta años,  en  medio  de  la  efervescencia  de  la  conversión, 
en  la  primera  eclosión — la  más  violenta — del  amor  de  Dios, 
y  todo  ello  bien  nos  explica  el  empuje  de  aquella  potencia 
sin  límites. 


II 

1269-1279 

Después  de  la  que  el  autor  anónimo  llama  ilustración 
divina,  y  que  el  mismo  Ramón  considera  como  un  don  de 
Dios  6,  el  ritmo  dinámico  de  Ramón  Llull  toma  un  tono  tre- 
pidante de  marcha  acelerada.  Entonces,  antes  de  emprender 
el  apostolado  oral,  comienza  a  escribir  tan  abundantemente, 
que  casi  se  hace  imposible  imaginar  su  elaboración  normal. 

Escribe,  ante  todo,  en  su  casa,  el  Llibre  del  gentil 7,  bella 
controversia  religiosa  o  polémica  de  las  tres  leyes  (cristia- 
na, judía  y  sarracena),  y  el  Llibre  de  contemplació,  formi- 
dable enciclopedia  mística,  efusiva  y  ágil,  de  una  vastedad 
panorámica;  ambas  obras  en  árabe;  y  después  el  Art  abreu- 
jada  d'atrobar  veritat 8,  base  y  clave  de  todo  su  sistema 
filosófico,  con  su  Lectura  o  comentario,  ambas  en  catalán; 


0  Des  conhort,  8,  35  ;  prólogo  de  las  Oiiacst  iones  super  Librmn 
sententiarum;  epístola  final  de  la  Disputado  dels  cinc  savis. 

7  Llamado  también  Llibre  de  raons  en  les  tres  lligs  y  Llibre  de 
demandes  e  de  qüestions  (vid.  Contemplació,  11,  28;  77,  3  ;  366,  18). 

8  Conocida  también  con  los  nombres  de  Ari  major  y  Art  general, 
y  en  latín,  Ars  magna 


INTRODUCCIÓN  RIOGRAFICA 


9 


e  inmediatamente  traduce  en  vulgar  aquellas  dos  primeras 
obras  árabes. 

Es  un  problema  difícil  de  resolver  el  de  la  prioridad  cro- 
nológica de  cada  una  de  estas  obras,  pues  el  Art  abreujada 
cita  su  Lectura  y  el  Llibre  de  contemplació;  éste  cita  el 
Llibre  del  gentil,  el  cual,  a  su  vez,  cita  el  Art  abreujada. 
Ante  ese  círculo  de  citas,  algunos  comentaristas  creen  que 
escribió  esas  obras,  y  aun  tal  vez  otras,  simultáneamente, 
sin  darse  cuenta  de  que  su  mismo  objeto  y  su  extensión 
excluyen  tal  posibilidad,  y  de  que  el  propio  Ramón  en  el 
Llibre  de  contemplació  dice  expresamente  que  la  composición 
de  esta  obra  le  tenía  tan  embargado,  que  no  le  dejaba  tiem- 
po para  otra  cosa  alguna:  "que  en  otras  cosas  no  puedo 
entender",  decía  él  ■'.  Nosotros  conjeturamos  que  en  el  her- 
vor inicial  de  su  proselitismo  hubo  de  sostener  controver- 
sias religiosas  orales — tan  frecuentes  entonces,  aun  públi- 
camente •" — con  judíos  y  sarracenos  (entre  los  cuales  con- 
tamos a  su  esclavo,  maestro  suyo  en  lengua  árabe,  muerto 
%  trágicamente),  y  que,  habiendo  tomado  entonces  algunas 
notas,  ahora,  por  circunstancias  o  exigencias  que  ignoramos, 
las  ordenó,  escribiendo  ante  todo  en  árabe,  y  sin  consignar 
cita  alguna,  el  Llibre  del  gentil,  tal  vez  aun  antes  de  1270; 
después,  también  en  árabe  y  por  los  mismos  motivos,  compi- 
laría las  notas,  tomadas  probablemente  de  antiguo  al  acabar 
su  meditación  cotidiana,  y  así  escribió  el  gran  Llibre  de 
contemplació  (1270),  en  el  que  citaría  el  ejemplar  árabe  del 
Gentil;  entonces  publicaría  en  catalán  su  Art  abreujada 
d'atrobar  veritat  (1271),  citando  en  él  también  el  texto 
arábigo  de  Coyxtemplació;  y  finalmente  pondría  en  romance 
este  libro  y  el  del  Gentil  (1272),  donde  podía  ya  citar,  sin 
anomalías  cronológicas,  el  Art  abreujada.  Cuanto  a  la  alu- 
sión que  esta  obra  hace  a  su  propia  Lectura,  puede  fácil- 
mente explicarse,  bien  sea  que  el  autor  la  tuviese  in  mente 
con  el  propósito  de  desarrollar  en  ella  el  asunto  sólo  de  paso 
insinuado  en  el  lugar  de  la  cita,  bien  sea — y  es  lo  más 
probable — que  su  composición  inmediata  entrase  ya  en  el 
plan  del  autor  como  una  parte  integrante  de  su  obra,  publi- 
cándola de  hecho  a  continuación  aquel  mismo  año  1271. 

De  esas  obras,  la  más  valiosa,  indudablemente,  es  el 
Llibre  de  contemplació,  dividido  en  366  capítulos,  como  días 
tiene  el  año  bisiesto.  En  él,  la  lengua  se  revela  con  todo  su 
poderío,  las  efusiones  de  amor  no  han  sido  superadas,  el 
vuelo  del  pensamiento  alcanza  sublimes  excelsitudes,  la 
pintura  de  la  época  es  una  mará  villa  calidoscópica :  toda 
la  obra  es  una  joya  patrimonial  de  la  Humanidad. 

0  Llibre  de  contemplació,  131,  21  ;  cf.  28,  14. 

10  El  20  de  julio  de  1263  hubo  una  pública  en  Rarcelona  ante  el 
propio  Jaime  I. 


10 


SALVADOR  GALMÉS 


Esta  producción  primeriza  es  el  hito  inicial  de  la  activi- 
dad literaria  de  Ramón  Llull.  Poco  después,  en  un  corto 
período  de  tiempo,  pulula  una  densa  germinación,  como  la 
de  un  manojo  de  semillas  que  espigasen  a  la  vez.  Simultá- 
neamente casi,  y  como  de  un  solo  parto  (1274?),  apare- 
cen, en  nueva  serie,  el  Libre  de  demos trations,  "que  es  una 
rama  del  Art  d'atrobar  veritat" ';  los  cuatro  libros  intitula- 
dos Començaments  de  medicina,  Començaments  de  dret,  Co- 
mençaments de  filosofia,  Començaments  de  teologia,  el  Lli- 
bre del  Sant  Esperit,  hijos  todos  del  Art  d'atrobar  veritat; 
y,  al  parecer,  en  una  tercera  germinación  (1275?),  el  Lli- 
bre dels  àngels,  el  Llibre  de  chaos,  VOrde  de  Cavalleria,  el 
Llibre  de  clerecia,  el  Llibre  dels  articles,  sin  contar  otras 
obrillas  más  cortas,  como  el  Llibre  d'oracions  e  contempla- 
cions, e'l  Llibre  de  definicions  y  la  Lògica  d'Algatzel  en 
verso.  Las  citas  simultáneas  de  diversas  obras  no  nos  per- 
miten por  ahora  establecer  una  cronología  depurada  de  su 
aparición,  pero  creemos  muy  aproximado  el  orden  de  suce- 
sión que  acabamos  de  dar. 

Todas  estas  obras — aunque  parezca  difícil  de  creer — ,  o 
por  lo  menos  las  de  la  primera  y  segunda  serie,  son  anterio- 
res al  año  1275.  Hasta  entonces  su  fecundísima  actividad 
había  sido  sedentaria.  Ligado  todavía  a  la  familia  y  "some- 
tido a  orden  de  matrimonio",  se  entregó  con  todas  las  po- 
tencias de  su  alma  a  la  contemplación  divina  y  a  la  elabo- 
ración literaria  y  científica  en  reposada  labor  de  estudio; 
tan  abstraído  de  la  vida  real,  que  su  mujer,  Blanca  Picany, 
pidió  que  se  le  otorgase  un  procurador  legal  del  patrimonio 
familiar  u.  Pero  hacia  aquel  año,  o  tal  vez  ya  a  fines  de  1274, 
la  Vida  coetánea  nos  habla  de  un  viaje  de  Ramón  a  Montpel- 
lieir,  llamado  por  el  heredero  de  Mallorca,  el  infante  don 
Jaime,  deseoso  de  conocer  las  obras  publicadas,  y  especial- 
mente el  gran  Llibre  de  contemplado,  cuya  fama  había 
llegado  ya  hasta  él.  Lo  hizo  examinar  por  un  maestro  teó- 
logo de  San  Francisco,  quien  no  solamente  lo  aprobó  y  alabó, 
sino  que  se  maravilló  profundamente.  En  premio.,  el  príncipe 
heredero  otorgó  a  Ramón,  probablemente  tras  demanda  o 
insinuación  suya,  la  fundación  de  un  colegio  de  lenguas  en 
Miramar,  dotado  con  quinientos  florines  de  oro  anuales. 
El  año  1276  ya  se  había  alcanzado  la  aprobación  pontificia, 
y  es  bello  pensar  cómo,  vuelto  Ramón  a  Mallorca,  al  menos 
por  un  período  de  cuatro  años,  se  aplicó  intensamente  a  dar 
vida  a  la  nueva  institución,  ideal  de  sus  ensueños. 

¿Quién  podrá  ponderar  la  exultación  de  Ramón  Llull,  el 
tumulto  y  trajín  de  su  actividad  en  la  fábrica  del  edificio, 


a  Le  fué  concedida  por  la  corte  del  baile  de  Mallorca  el  13  de 
marzo  de  1276  (1275  ab  Incarnatfone) ;  Pasqual,  Vindidae,  T,  114  n 


INTRODUCCIÓ  N  BIOGRÁFICA 


li  , 


en  la  concepción  orgánica  de  la  obra,  en  la  elección  del  per- 
sonal, en  el  funcionamiento  vivo  de  todo  el  conjunto?  A  pe- 
sar de  ello,  su  actividad  literaria,  en  aquellos  años  de  viva 
agitación  material,  no  disminuye  sensiblemente,  sino  que  se 
conserva  en  el  mismo  ritmo  de  constante  tensión,  imposible 
de  ser  superado. 

Son  de  esa  época  una  nueva  serie  de  obras,  cuarta  gra- 
nazón iniciada  en  la  misma  ciudad  de  Montpellier  con  el 
Art  demostrativa — que  él  leyó  públicamente — y  completada 
después  en  Mallorca  (1277?)  con  diversas  derivaciones  de 
aquélla,  a  saber:  Introductoria  Artis  demonstrativae  r-\  Lec- 
tura figurarum  Artis  demonstrativae,  Regles  introductòries 
en  verso,  con  una  glosa  en  prosa;  la  Ars  inveniendi  particu- 
iaria  in  universalibus  (opúsculo  que  es  "quasi  ramunculus" 
del  Art  demostrativa),  el  Liber  propositionum  secundum 
Artem  demonsirativam,  el  Commentum  Artis  demonstrati- 
vae}  el  Liber  de  figura  elementan  y,  cerrando  el  ciclo,  según 
creemos,  la  Doctrina  pueril  (1278?),  libre  de  la  influencia 
de  la  Demostrativa.  Semejante  superproducción  es  algo  tan 
desacostumbrado,  que  al  más  erudito  y  sagaz  de  todos  los 
lulistas,  el  cisterciense  padre  Antonio  Raimundo  Pasqual,  no 
le  cupo  dentro  de  este  período,  y  la  traspasó  al  que  se  inicia 
con  el  Blanquerna,  más  allá  del  año  1283. 

Todas  las  obras  hasta  aquí  enumeradas  forman  un  con- 
junto tan  voluminoso,  al  menos,  como  diecisiete  volúmenes 
de  las  obras  catalanas,  de  cuatrocientas  páginas  cada  uno, 
en  octavo  mayor;  y  si  admitiésemos,  como  hacen  todavía 
los  últimos  biógrafos  y  comentaristas  13,  que  toda  esa  pro- 
ducción salió  a  luz  desde  1272  a  1277,  tendríamos  sólo  un 
lapso  de  cinco  años,  interrumpido  aún  por  el  viaje  y  la 
docencia  de  Montpellier,  para  realizar  todo  ese  trabajo.  La 
casi  imposibilidad  material  de  escribir  tanto  en  tan  poco 
tiempo,  además  de  la  inmensa  tarea  de  pensar  y  ordenar 
previamente  tanta  materia  (teología,  filosofía,  derecho,  me- 
dicina, apologética,  mística),  apoya  la  "ilustración  divina" 
de  que  habla  la  Vida  coetánea,  o  al  menos  implica  una  intui- 
ción genial  de  dependencias  científicas  y  de  relaciones  lógi- 
cas y  una  concepción  madura  de  la  vasta  complejidad  de  los 
conocimientos  humanos,  ambas  cosas  dones  de  Dios,  sin  que 
con  eso  queramos  excluir,  en  modo  alguno,  una  fuerte  ela- 
boración interna  vigorosamente  disciplinada  y  formidable- 
mente activa,  como  una  fermentación  de  acciones  y  pasiones 
animada  por  el  fuego  del  amor.  El  propio  Ramón  nos  insinúa 


■  Las  obras  qu«  citamos  con  título  latino  son  aquellas  de  las  cua- 
les >e  ha  perdido  el  texlo  original,  pues  en  catalán  escribió  Llull 
toda  su  producción,  fuera  de  contadas  excepciones,  que  tendremos 
cuidado  de  advertir. 

u  Longpré,  Peers  y  Ottayiano  (vid.  infra,  Bibliografía). 


12 


SALVADOR  GALMÉS 


la  intensidad  y  la  fiebre  y  aun  la  pesadez  de  su  trabajo, 
notando  la  pertinacia  14  y  el  aprieto  con  que  acababa  una 
obra  para  comenzar  otras 15,  y  sobre  todo  el  afán  de  ir 
aprisa,  el  aguijón  que  le  espolea  a  devorar  el  trabajo  insa- 
ciablemente, "cual  hombre  que,  hambriento,  engulle  grandes 
bocados  por  la  grande  hambre  que  siente".  Es  una  sobreex- 
citación pasional,  una  especie  de  ingobernable  libido  del  es- 
píritu, siempre  tensa  y  alimentada  por  nuevos  deseos  de 
complacer  y  obsequiar  a  su  Amado. 

Aun  así,  y  a  pesar  de  ese  desbocamiento  y  violencia 
dinámica,  el  período  de  cinco  años  es  evidentemente  muy 
corto;  ello  nos  obliga  a  retrotraer  la  fecha  inicial  de  su 
producción  literaria  hacia  el  año  1269  para  la  redacción 
arábiga  del  Llibre  del  gentil,  y  al  1270  para  la  del  Llibre  de 
contemplació,  que  él  mismo  arromanzaría  después  de  haber 
escrito  el  Art  abreujada,  cuando  tenía  "sobre  cuarenta  años" 
(1271  ó  1272) ;  a  las  cuales  obras  seguirían  las  de  los  grupos 
segundo  y  tercero  ahora  mismo  citadas,  todas  ellas  compues- 
tas con  una  celeridad  maravillosa. 

Precisa  también  prolongar  algo  ese  período,  dos  años 
por  lo  menos,  hasta  el  de  1279,  y  esa  prolongación  se  aviene 
más  con  el  estado  anímico  que  hay  que  suponer  en  Ramón 
ante  la  obra  de  la  fundación  del  colegio  de  Miramar,  que 
brotaba,  fresca  y  esperanzadora,  de  su  idea  y  de  su  deseo. 
Es  natural  que  su  mayor  preocupación  fuera  por  entonces 
la  formación  de  los  primeros  discípulos,  que  habían  de  ejer- 
cer una  doble  función:  iniciar  el  apostolado  misional,  de 
inaplazable  ansia  amorosa,  y  asegurar  la  eficiencia  de  la 
fundación  con  la  preparación  de  futuros  discípulos.  Hay 
que  creer,  pues,  que  Ramón,  más  bien  que  a  la  vida  de  pura 
contemplación,  que  le  atribuyen  sus  biógrafos  en  Miramar, 
se  entregó  frenéticamente  a  la  vida  de  acción  práctica  y 
positiva,  elaborando,  además  de  la  parte  material,  todo  el 
utillaje  científico  que  creía  necesario  para  realizar  su  plan 
vastísimo  y  alcanzar  su  propósito.  Ya  tenía  sus  obras  fun- 
damentales: el  Art  abreujada  d'atrobar  veritat  o  Art  major, 
con  su  Lectura;  los  cuatro  Començaments  (de  medicina,  de- 
recho, filosofía,  teología),  el  Llibre  de  demostracions,  el 
Llibre  dels  àngels,  el  Llibre  de  chaos,  el  Llibre  dels  arti- 
cles, etc.,  como  fundamento  científico  y  teológico;  el  Llibre 
de  contemplado,  horno  y  forja  que  daría  el  temple  necesa- 
rio; el  Llibre  del  gentil  y  el  Llibre  del  Sant  Esperit,  como 
palestra  de  polémica.  Ahora  ya  no  faltaba  sino  adaptar  todo 
ese  pertrecho  de  guerra  espiritual  a  sus  anhelos  de  aposto- 

"  Explícit  del  Ars  univcrsalis  (ed.  Maguncia,  I,  123)  ;  Llibre  dels 
articles,  «De  fine  huius  libri»  (ibíd.,  II,  190)  ;  Lectura  super  figuras 
Artis  demonstrativac  (ibíd.,  III,  51). 

15  Exjplicit  de  los  Principia  lucdicinac  (ibíd.,  I,  47). 


I N TRODUCCIÓN  BIOGR  \ F I C A 


13 


lado  y  suplir  las  deficiencias  circunstanciales,  derivadas  del 
campo  donde  había  que  dar  la  batalla.  Pues  bien:  el  Art  de- 
mostrativa "tiene  la  intención  de  encaminar  a  los  hombres 
que  están  en  error  y  no  tienen  arte  ni  doctrina  para  venir 
a  la  verdad;  pues  esta  Arte  es  común  a  gentiles,  judíos, 
cristianos  y  sarracenos,  y  a  todas  gentes,  de  cualquier  secta 
que  sean".  Por  eso,  "si  tú,  hombre  que  estás  en  y  (verdad), 
por  la  cual  vas  hacia  a  (Dios),  quieres  encaminar  a  aquel 
hombre  que  está  en  z  (falsedad),  por  la  cual  va  al  fuego 
perdurable,  aprende  diversos  lenguajes  y  enseña  el  tuyo, 
y  traslada  a  aquellas  lenguas  esta  Arte,  la  cual  has  de 
enseñar  de  buen  grado  y  con  la  intención  de  que  z  (falsedad) 
quede  destruida  en  aquellos  que  quisieres  convertir,  con  los 
cuales  debes  ser  amable  y  no  terrible,  ni  avaro,  ni  orgulloso, 
ni  negligente,  ni  airado,  ni  mal  hablado"  l6.  Tenía  Ramón 
tanta  fe  y  esperanza  en  la  eficacia  de  esta  obra  para  con- 
vencer a  los  infieles,  que  diez  o  doce  años  más  tarde,  en  el 
Llibre  de  meravelles,  todavía  pedía  al  rey  de  Francia  y  a  la 
Universidad  de  París  que  fuese  traducida  a  la  lengua  de  los 
tártaros  y  que  les  fuese  predicada  y  enseñada.  Según  él, 
esta  Art  demostrativa  era  aptísima  y  contenía  toda  una 
táctica  de  combate.  Lo  que  de  momento  importaba  era  des- 
plegar toda  la  energía  virtual  de  aquel  ingenio  bélico  y 
convertirla  en  plena  actualidad  de  fuerza  combativa;  y  ésa 
fué,  según  creemos,  la  tarea  que  ocupó  a  Ramón  desde  la 
fundación  de  Miramar  (1275)  hasta  cuatro  años  más  tarde. 
Él  mismo  en  el  capítulo  40  de  sus  Introductoria  Artis  de- 
monstrativae  17  nos  dice  que  se  necesita  ese  lapso  de  tiem- 
po para  aprender  una  ciencia  y  llegar  a  ser  en  ella  "repeti- 
dor", aunque  se  necesita  mucho  más  para  ser  "maestro". 
¿Será,  pues,  aventurado  creer  que  él  dedicase  menos  de 
cuatro  a  dejar  bien  preparados  a  sus  primeros  discípulos? 

Creemos  que  durante  este  tiempo  publicó  toda  aquella 
producción  que  hemos  apellidado  cuarta  granazón  de  este 
período,  derivada  toda  ella  del  Art  demostrativa.  Buena 
prueba  de  que  pretendía  con  ello  la  preparación  y  pertrecho 
técnico  de  los  nuevos  luchadores  contra  la  incredulidad,  es 
la  adopción  de  una  "manera"  arábiga  de  hablar.  La  cultura 
árabe,  frente  a  la  latina,  representaba  la  posición  de  todos 
los  infieles,  más  influidos  por  el  arabismo  que  por  el  occiden- 
talismo  cristiano,  y  Ramón,  para  combatirlos  más  eficaz- 
mente, no  duda  en  adaptarse  a  su  peculiar  postura.  "Que  no 
les  desagrade — dice  a  los  estudiantes  al  final  del  Commcntum 
Artis  deynonstrativae — la  diversidad  de  lenguaje,  antes 
aprendan  esa  manera  arábiga...;  pues  declinar  los  términos 


"  Dedicatoria  de  la  Art  demostrativa  íORL,  XVI,  112). 
17  Ed.  Maguncia,  III,  35. 


14 


SALVADOR  GALMÉS 


de  las  figuras  diciendo,  bajo  las  condiciones  de  bondad, 
bonificativo,  bonificable,  bonificar,  bonificado,  y  así  de  gran- 
deza, etc.,  no  es  un  lenguaje  muy  habitual  entre  los  lati- 
nos" 18. 

Admitida  esta  hipótesis,  y  resumiendo  todo  este  período 
que  no  pasa  de  diez  años,  se  impondrá  un  violento  esfuerzo 
de  imaginación  para  abarcar  toda  la  intensidad  y  extensión 
del  dinamismo  de  Ramón  Llull.  En  los  cuatro  primeros  años 
(de  1269  a  1273  aproximadamente)  escribe  sus  cuatro  obras 
maestras:  el  Llibre  del  gentil  y  el  Llibre  de  contemplació,  en 
su  doble  redacción  arábiga  y  catalana,  y  él  Art  abreujada 
d'atrobar  veritat,  con  su  Lectura  o  Ars  universalis,  bases 
fundamentales  del  entendimiento  y  de  la  voluntad  en  la  lucha 
apologética  y  primera  granazón  luliana.  Sigúese,  sin  inter- 
valo de  espera,  la  segunda,  formada  por  seis  o  siete  obras 
poderosas,  derivadas  todas  ellas  de  las  primeras;  e  inmedia- 
tamente nos  admira  la  tercera  granazón  de  otras  cinco  obras, 
en  las  que  ya  apuntan  directrices  de  mayor  alcance.  Hacia 
el  año  1275  emprende  su  viaje  a  Montpellier,  donde  escribe 
y  enseña  el  Art  demostrativa,  y  de  donde  regresa  con  el 
acta  fundacional  de  Miramar.  Desde  1276  hasta  1279  provee 
a  la  obra  material  de  la  fundación,  a  su  organización  docente 
y  a  los  planes  de  enseñanza  y  táctica  de  combate  mediante  la 
producción  de  obras  acomodadas,  seis  o  siete,  procedentes  del 
Art  demostrativa. 

Entonces,  cumplida  la  tarea  de  consolidar  la  fundación 
moral  y  materialmente,  llegaría  tal  vez  la  hora  de  empren- 
der aquel  viaje  a  Tierra  Santa  y  a  las  regiones  de  sarracenos, 
y  en  general  a  tierra  de  infieles,  tan  anhelado  en  el  Llibre  de 
contemplado,  y  no  sólo  para  satisfacer  devotos  fervores,  sino 
para  explorar  personalmente  el  teatro  de  la  guerra  contra  la 
infidelidad  y  poder  dar  instrucciones  bien  precisas  a  su  hues- 
te. Antes,  empero,  y  en  cumplimiento  de  un  deber  persona- 
lísimo  e  intransferible,  escribió  todavía,  seg*ún  creemos,  la 
Doctrina  pueril  para  su  hijo,  destinada  a  suplir  la  directa 
enseñanza  paterna,  revistiéndola  así,  para  darle  mayor  efi- 
cacia, de  toda  la  solemnidad  emocional  de  las  despedidas  para 
largo  tiempo. 

ni 

1280-1282 

Sigue  ahora  un  período  de  unos  tres  años,  según  nuestras 
cuentas,  difícil  de  esclarecer  y  de  clasificar.  ¿Fué  puramente 
contemplativo  o  sedentario?  ¿Fué  una  devota  expansión  de 
romero?  ¿Fué  una  exploración  metódica  de  estratega  espiri- 

■  Véase  el  texto,  latino  ibíd.,  III,  160. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRAFICA 


15 


tual?  Lo  indudable  es  que  durante  este  tiempo  no  tenemos 
datos  ciertos  de  que  escribiese  obra  alguna.  Podríamos  supo- 
ner que  a  este  período  pertenecen  aquellas  obras  de  la  cuarta 
granazón,  derivadas  todas  ellas  del  Art  demostrativa,  pero  ya 
hemos  dicho  los  motivos  que  nos  hacen  admitir  lo  contrario. 
También  sería  admisible  que  durante  ese  tiempo  Ramón  se 
entregase  totalmente  a  la  vida  contemplativa  en  el  retiro  de 
Miramar,  y  pudiera  ser  que  de  entonces  datara  el  Llibre 
d'amic  e  amat;  pero  hasta  ahora  no  hemos  hallado  argumen- 
to alguno  lo  bastante  fuerte  para  separar  su  composición  de 
la  del  Blanquerna,  cuya  quinta  parte  forma,  con  plena  depen- 
dencia lógica  de  las  restantes;  a  lo  más,  creemos  que  podría 
haber  comenzado  a  tomar  notas  en  las  meditaciones  de  los 
períodos  anteriores,  especialmente  del  primero,  las  cuales 
luego  aumentaría  y  aun  modificaría,  quién  sabe,  a  su  paso 
por  Africa,  viendo  el  ejemplo  de  los  "sufíes".  Además,  paré- 
ceños  que  repugna  al  temperamento  agitado  y  agitador  de 
Ramón  Llull  una  inacción  de  tres  o  cuatro  años,  en  pleno  es- 
tallido y  hervor  de  proyectos  y  en  plena  fiebre  nómada.  Todo 
ello  nos  induce  a  pensar  en  la  realidad  de  un  viaje  largo, 
de  algunos  años  por  lo  menos,  de  exploración  misional  y  de 
fervorosa  devoción  19. 

Tenemos  por  un  hecho  incontrovertible  que  Ramón  Llull 
recorrió  casi  todo  el  mundo  antiguo.  Él  manifiesta  ardiente- 
mente tal  deseo  en  el  Llibre  de  contemplació  (1272?),  des- 
cribe vagamente  el  viaje  en  el  Blanquerna  (1283)  y  consigna 
su  realización  en  el  Liber  de  fine  (1305) ;  pues  bien,  entre 
esas  fechas  no  nos  queda  otro  lugar,  para  situar  tal  expedi- 
ción, sino  el  lapso  que  transcurre  desde  la  fundación  de  Mi- 
ramar a  la  composición  del  Blanquerna.  Ya  hemos  dicho  los 
motivos  que  nos  hacen  creer  que  prolongaría  su  estancia  en 
Miramar  hasta  el  año  1279,  lo  cual  nos  fuerza  a  situar  en- 
tre esa  fecha  y  la  de  1283  aquel  viaje  en  torno  a  nuestro  mar, 
a  todos  los  países  de  infieles,  cismáticos  y  paganos,  asomán- 
dose tal  vez  a  las  regiones  norteñas  de  Europa,  rodeando  por 
el  Asia  occidental  hasta  los  confines  de  Tartaria  y  de  la  In- 
dia, bordeando  Etiopía  y  el  Sàhara,  en  el  mismo  corazón  del 
Africa,  y  regresando  a  España  por  al-Andalus.  Se  trata,  pues, 
de  un  viaje  que  bien  llenaría  cinco  años  de  una  vida  ordina- 
ria, pero  que  el  dinamismo  violento  de  Ramón  Llull  pudo 
cumplir  en  sólo  tres. 

Sería  vana  temeridad  querer  medir  y  sopesar  todo  el  es- 
fuerzo de  esta  epopeya.  La  capacidad  de  apreciación  y  de 


w  Puede  verse  nuestro  artículo  de  La  paraula  cristiana,  n.  45, 
septiembre  de  IQ2S,  y  Blanquerna,  78,  3  ;  80,  3  ;  85,  1,  2  ;  86,  5  ;  87, 
1  ;  80,  4  ;  88,  2,  5  ;  Llibre  de  meravelles,  c.  102  (ed.  Els  Nostres 
Clàssics,  IV,  193)  ;  Liber  de  fine,  2,  1  ;  2,  3.  Especialmente  sobre  los 
sarracenos,  v¿a<;e  Blanquerna,  43,  2,  3  ¡  44,  2,  35  50,  3  ss. 


ió 


SALVADOR  GALMÉS 


ponderación  individual,  plena  y  multiplicada,  es  su  medida, 
evidentemente  corta.  Hoy  en  día  nos  resulta  imposible  hacer- 
nos perfecto  cargo  de  todo  el  esfuerzo  necesario  para  la  mis- 
ma materialidad  de  un  viaje  semejante,  aun  sin  contar  sus 
obstáculos;  y  aún  más  imposible  imaginar  el  trabajo  combi- 
nado de  las  potencias  motiva  e  intelectual  para  la  exploración 
psicológica  y  geográfica  que  tad  vez  se  refleja  en  el  Blanquer- 
na.  La  apreciación  de  la  formidable  actividad  consagrada  a 
la  elaboración  de  todo  un  plan  orgánico  de  evangelización  y 
de  civilización  excede  la  ordinaria  capacidad  imaginativa,  y 
los  hechos  posteriores  han  venido  a  demostrar  que  su  reali- 
zación no  podía  ser  obra  individual,  sino  colectiva,  habiendo 
tenido  que  pasar  seis  centurias,  por  lo  menos,  para  alcanzar, 
con  la  creación  de  la  Congregación  romana  de  Propaganda 
Fide  y  con  los  modernos  ensayos  de  Sociedades  de  Naciones, 
un  resultado  no  mucho  más  positivo  que  el  imaginado  y  pre- 
visto entonces  por  Ramón  Llull. 


IV 

1283-1290 

Después  de  escribir  en  Perpiñán  Lo  peccat  de  N'Adam 
(1282?),  en  doscientos  versos,  a  petición  del  rey  de  Mallor- 
ca Jaime  II,  y  tal  vez  también  un  Llibre  del  passatge,  sobre 
la  reconquista  del  Santo  Sepulcro  20,  Ramón  Llull  se  retira 
a  Montpellier,  donde  residió  dos  años  seguidos.  Por  de  pronto, 
allí  escribe  el  Llibre  d'intenció,  también  dedicado  a  su  hijo,  a 
quien  consagra  las  primicias  de  su  reanudada  actividad  tras 
aquellos  años  de  peregrinaje  inquieto  y  de  olvido  de  la  pluma. 
Poco  después  de  1283  publica  el  sugestivo  Llibre  d'Evast 
e  Blanquerna,  primer  ensayo  de  novela  social,  quizás  la  obra 
más  original  de  Ramón  Llull,  de  originalidad  sin  precedentes 
en  el  mundo  de  la  literatura,  de  argumento  utópico,  más  llena 
de  anécdotas  realistas  y  de  situaciones  autobiográficas,  for- 
mando un  retablo  animado  y  redivivo  de  la  época. 

La  composición  de  esa  obra  revela  una  temporada  de 
quietud  y  reposo.  Ya  hemos  dicho  que  no  hallamos  razones 
suficientes  para  creer  que  el  Llibre  d'amic  e  amat,  que  cons- 
tituye su  parte  quinta,  fuese  compuesta  por  separado,  ni  mu- 
cho menos  el  Art  de  contemplado,  que  es  la  sexta:  ambas 
acusan  un  estado  de  calma  contemplativa,  a  pesar  de  que, 
cuando  las  estaba  escribiendo,  se  dedicaba  también  a  la  com- 
posición de  otras  obras21.  No  sabemos  exactamente  cuáles 

"  En  el  Desconhort,  hablando  de  la  expedición  a  Palestina,  dice  : 
«...  e  d'avçò  libre  n'hav  ordenat»  (v.  55). 

*  Prólogo  del  Art  de  contemplació (ORL,  TX,  43.5). 


INTRODUCCION  BIOGRÀFICA 


17 


fueran  éstas ;  pero  si  reparamos  en  la  redacción  del  Blanquer- 
ía y  de  los  trescientos  sesenta  y  seis  versículos  del  Llibre 
d'amic  e  amat — cada  uno  de  ellos  fruto  de  la  oración  cotidia- 
na— y  tenemos  en  cuenta  su  probable  asistencia  a  un  Capí- 
tulo general  de  la  Orden  de  Predicadores,  como  en  seguida 
veremos,  hay  que  concluir  que  al  menos  hubo  de  dedicar  a 
esa  célebre  novela  más  de  un  año,  hasta  el  de  1284,  y  que 
las  otras  obras  que  escribió  no  pudieron  ser  de  gran  peso, 
ya  que  en  1285  lo  hallamos  de  viaje  nuevamente  y  entregado 
a  nuevas  actividades.  Creemos,  por  tanto,  que  entonces  sólo 
escribió  el  Plant  y  las  Hores  de  nostra  Dona,  ambas  en  verso, 
las  cuales  se  avienen  muy  bien  con  la  vida  tranquila  que  por 
entonces  llevaba.  Pudiera  ser  también  de  ese  período  el  Llibre 
del  passatge — si  ya  no  lo  hubiera  escrito  antes  en  Perpiñán — , 
y  aun  tal  vez  alguna  obrilla  como  el  Art  de  dret  y  otros  Co- 
mençaments de  medicina — quizás  mero  compendio  de  los  pri- 
meros— ,  obras  basadas,  todas  ellas,  en  el  Art  demostrativa. 
Mas  en  modo  alguno  cabe  aquí  la  composición  de  esta  Art  y 
de  todas  sus  secuelas,  como  propugna  el  padre  Pasqual, 
que  nosotros  hemos  asignado  al  período  de  estancia  en  Mira- 
mar.  La  /ida  tranquila  de  estos  dos  años  en  Montpellier  no 
supone,  pues,  inactividad,  sino  como  una  concentración  de 
energías  para  ulteriores  empresas. 

Hacia  1285  parece  invadirle  una  agitación  de  fiebre  in- 
quieta. Si  admitimos  la  fecha  de  1295  para  el  poema  autobio- 
gráfico Desconhort ,  hemos  de  creer  que  hacia  1283,  quizá 
cuando  comenzaba  el  Blanquerna,  había  asistido  en  la  mis- 
ma ciudad  de  Montpellier  a  un  Capítulo  general  de  frailes 
predicadores,  y  ahora,  que  iban  a  celebrar  otro  en  Bolonia  --, 
Ramón  Llull  no  puede  menos  de  asistir,  lo  mismo  que  a  un 
tejrcero  que  celebraron  en  París  por  la  Quincuagésima  del  si- 
guiente año  (1286)  23 ,  creyendo  que  de  ellos  podría  sacar  gran 
provecho  para  la  fundación  de  colegios  poliglotas.  Nos  pare- 
ce, con  todo,  que  desde  Bolonia  se  dirigió  directamente  a 
Roma,  donde  se  entrevistaría  con  el  papa  Honorio  IV,  insis- 
tiendo en  su  idea  sobre  tales  fundaciones,  a  las  que  se  mos- 
traría propicio  el  Santo  Padre,  puesto  que,  según  nos  dice 
Spondano  en  sus  Armales,  en  el  primer  año  de  su  pontifica- 
do (1285),  a  fin  de  convertir  a  los  sarracenos  y  de  reducir  a 
los  cismáticos  orientales  a  la  unidad  de  la  fe,  mandó  esta- 
blecer en  París  un  colegio  de  lenguas  mediante  cartas  a  su 
legado  en  Francia  Jean  Colet,  cardenal  de  Santa  Cecilia. 
'¿A  la  fundación  de  esa  clase  de  colegios — añade  Spondano— 
y  a  la  conversión  de  los  sarracenos  consta  que  se  dedicó,  con 
trabajo  infatigable  y  con  el  mayor  afán,  el  catalán  Ramón 


22  Parece  insinuado  es  el  Bwnquerna,  S6,  7. 
a  Cf.  Dcscouliori,  v.  14. 


i8 


SALVADOR  GALMÉS 


LluU"  24.  Los  modernos  estudios  de  C.  Jourdain  y  Denifle- 
Chatelain  2 no  solamente  corroboran  la  veracidad  de  Spon- 
dano,  sino  que  prueban  documentalmente  que  a  los  23  de  ene- 
ro de  1286  (1285  ab  Incarnatione) ,  Honorio  IV  ordenó  al 
canciller  de  aquella  Universidad  que  proveyese  a  la  sustenta- 
ción de  los  que  allí  aprendían  el  árabe  y  las  lenguas  orien- 
tales. 

Nos  parece  lo  más  probable  que  Ramón  LlUll  no  fué  ex- 
traño a  la  decisión  pontificia — >y  quién  sabe  si  él  mismo  fué 
su  correo  diplomático — .  Si  así  fuera,  habría  permanecido  en 
Roma  desde  el  Capítulo  general  de  Bolonia  (probablemente 
por  Pentecostés  de  1285)  hasta  el  mes  de  enero  siguiente,  es- 
cribiendo entre  tanto  el  Liber  súper  pmlmmm  "Quïcumqyue"  2fi, 
animado  diálogo,  por  parábolas  y  metáforas,  entre  un  tárta- 
ro y  Blanquerna,  que  reaparece  lleno  de  prestigio ;  y  los  Cent 
noms  de  Déu,  poema  teológico  en  tercetos  monorrimos  de 
arte  menor,  de  escaso  valor  literario  y  de  influencia  oriental, 
ambos  escritos  indudablemente  en  Roma.  De  allí  se  trasla- 
daría a  París  (1286),  donde,  por  la  próxima  fiesta  de  Pente- 
costés, los  frailes  predicadores  habían  de  tener  su  Capítulo 
general 27 ,  celebrado  el  cual  creemos  que  todavía  permaneció 
en  París  un  año,  escribiendo  la  Disputatio  fidelis  et  infidelis, 
obra  dedicada  al  colegio  de  doctores  de  la  Universidad  y  llena 
de  la  obsesión  de  convertir  a  los  infieles. 

Parécenos  que  aquí  encuentra  su  momento  cronológico 
aquel  pasaje  de  la  Vida  coetánea  que  dice :  "Después  de  estas 
cosas,  fuése,  pues,  [Ramón]  al  Santo  Padre  para  obtener  que 
por  todo  el  mundo  se  construyesen  monasterios  donde  se 
aprendiesen  diversas  lenguas  para  convertir  a  los  infieles ;  y 
cuando  hubo  llegado  a  la  corte  pontificia,  halló  que  el  Santo 
Padre  acababa  de  morir  2S,  por  lo  cual,  abandonada  la  corte, 
emprendió  la  vía  de  París."  Este  regreso  tal  vez  fué  directo, 
o  tal  vez  dando  un  rodeo  por  Montpellier,  donde  en  la  Quin- 
cuagésima de  1287  asistiría  al  Capítulo  general  de  los  Me- 
nores. 

Como  quiera,  vuelto  a  París,  permaneció  allí  unos  dos 
años,  desplegando  una  gran  actividad  para  interesar  al  rey  y 


™  «...  cuiusmodi  instituendis  collegiis  et  mahometanorum  con- 
versioni  indefesso  labore  ac  summo  studio  incubuisse  reperitur  Ray- 
mundus  Lüllus  catalana?»  (Aúnales,  año  1285,  n.  22  ;  cf.  Pasqual, 
I,  165). 

25  C.  Jourdain,  Un  collège  oriental  à  Paris  au  XIIU  siècle,  en 
Excursions  històriques  et  philosophiques  à  travers  le  Moyen  Age 
(París,  1888),  219-229  ;  H.  Denifle-E.  Chatelain,  Chartularium  uni- 
versitatis  parisiensis,  I  (París,  1889),  p.  638. 

M  Es  muy  lamentable  la  pérdida  del  texto  catalán  de  esta  obra. 

w  Diríase  que  alude  a  ese  capítulo  el  Llibre  de  meravelles,  c.  59 
(ed.  cit.,  III,  83). 

28  Honorio  IV  murió  el  3  de  abril  de  1287. 


I N I RODUCC I ÓN  IUOG  K  Á  F I  CA 


a  la  Universidad  en  la  fundación  de  colegios  escribiendo 
al  mismo  tiempo  el  Llibre  de  pla-sent  visió,  lleno  de  ''muchas 
y  diversas  figuras...,  libro  de  placer  corporal  y  de  placer  es- 
piritual" (único  de  todos  los  suyos  que  el  propio  Ramón  elo- 
gió cálidamente)  80,  y  el  Llibre  de  meravelles  (1288)  31 ,  pri- 
mer modelo  de  novela  episódica,  de  carácter  autobiográfico 
y  de  valor  enciclopédico-popular,  con  ejemplos,  fábulas  y  apó-* 
logos;  todo  ello  en  forma  dialogada,  con  teorías  cosmogóni- 
cas y  meteorológicas,  con  un  estudio  acabado  del  hombre, 
antropológica  y  psicológicamente;  con  el  delicioso  episodio 
del  Llibre  de  les  bèsties,  verdadera,  sátira  política  de  influen- 
cia .oriental ;  obra  rebosante  de  fuerte  realismo  en  la  pintura 
de  las  costumbres  y  palpitante  de  sentimiento  idílico  de  la 
Naturaleza,  como  notaba  Rubió  y  Lluch. 

A  principios  de  1289  lo  hallamos  todavía  en  París  pro- 
fesando su  Arte  "en  el  estudio  del  maestro  Rertaut"  32,  pero 
no  se  fijó  allí  por  largo  espacio:  "un  tiempo"  solamente, 
dice  la  Vida  coetánea ;  "y,  vista,  la  forma  del  Estudio,  volvió- 
se a  Montpellier",  al  retiro  amable  que  reconfortaría  su  es- 
píritu, abatido  por  los  primeros  contratiempos  serios.  Algu- 
na alusión  velada  que  aparece  en  el  Llibre  de  meravelles  y  en 
el  Art  inventiva,  que  publicó  inmediatamente,  hace  sospe- 
char que  ya  entonces  tenía  detractores  que  lo  acusaban  de 
.locura. 

Desde  Montpellier,  si  ya  no  desde  París,  fuese  a  Rieti,  don- 
de a  principios  de  junio  (Pentecostés?  de  1289)  celebraron  su 
Capítulo  generad  los  frailes  menores,  al  cual  hubo  de  asistir 
Ramón  Llull  para  poder  decir  en  el  Desconhort  que  había 
asistido  también  a  tres  de  los  Capítulos  franciscanos. 

Después,  en  la  ciudad  señorial  de  los  reyes  de  Mallorca, 
se  entregaría  de  lleno  a  la  composición  del  Art  inventiva,  uno 
de  los  hitos  cimeros  de  su  producción  científico-literaria.  De- 
rivada de  la  Art  demostrativa  a  través  del  Llibre  d'intenció, 
tiene  como  finalidad  el  "ligar  el  entendimiento  a  verdadero 
entender"  por  modo  artificioso.  Ramón  se  entregó  a  esa  obra 
con  toda  intensidad,  fundando  en  ella  grandes  esperanzas, 
y  hubo  de  terminarla  muy  pronto,  a  últimos  de  verano  lo 
más  tarde.  Cuando  la  acababa,  iba  acariciando  proyectos  y 
esperando  acontecimientos  que  habían  de  acaparar  todo  su 
dinamismo,  mientras  pedía  a  Dios  que  inspirase  a  algún 
hombre  devoto  el  Art  amativa,  de  la  que  era  vía  y  sendero  la 

■  Cf.  Llibre  de  meravelles,  c.  So.  (ed.  cit.,  IV,  107). 

r  ibíd.,  c  57  (in,  73-74). 

31  Adviértase  que  el  título  De  mirabilibus  orbis  es  el  que  adopto 
Marco  Polo,  a  principios  del  siglo  siguiente,  para  la  relación  <le  sus 
viajes  a  Tartaria.  Si  la  Disputatio  fiJelis  et  infidelis  no  fuese  del 
año  1287,  como  hemos  supuesto,  habría  que  situarla  aquí  también. 

88  Bertaut  de  Saint-Denis  comenzó  a  desempeñar  la  cancillería 
universitaria  en  diciembre  de  1288;  Denifle,  o.  c,  II,  p.  23. 


20 


SALVADOR  GALMÉS 


Inventiva  que  terminaba  3:;.  Tal  vez  la  expectativa  de  poder 
explicarla  en  la  nueva  Uiniversidad  de  Montpellier,  erigida 
por  entonces  (1289),  le  hacía  tener  por  más  urgente  el  desen- 
trañar toda  su  virtualidad,  escribiendo  nuevas  obras  de  ella 
derivadas.  De  hecho  publicó  entonces  las  Quaestiones  quae 
per  Artem  demonstrativam  sive  inventivam  sólvuntur,  obra 
*de  carácter  filosóf ico-enciclopédico,  que  contiene  doscientas 
seis  cuestiones  con  sus  respectivas  soluciones  explanadas  in 
extensum,  y  parecen  también  de  entonces  algunas  obrillas 
de  escaso  tomo.  Debiéronle  fallar  las  esperanzas  antes  aca- 
riciadas, ya  que  a  principios  de  1290  lo  hallamos  dedicado  a 
la  composición  de  la  Art  amativa — que  ha  poco  no  veía  po- 
sible— ',  obra  terminada  en  el  mes  de  agosto.  Su  finalidad 
es  "ligar  la  voluntad  a  bien  amar"  silogísticamente.  Consti- 
tuye un  tratado  de  filosofía  mística  del  amor,  arenal  baldío 
a  los  comienzos,  convertido  luego  en  vergel  donde  se  abren, 
bellas  y  encendidas,  líricas  amapolas,  dignas  hermanas  de  la 
cálida  floración  del  Llibre  d'amic  e  amat.  Inmediatamente, 
lanzado  por  ímpetu  incontenible,  compone  el  Llibre  de  Banda 
Maña,  fulgurante  y  llameante,  dividido  en  treinta  capítulos 
o,  mejor,  himnos  a  la  perfección  y  belleza  de  "nuestra  señora 
Santa  María",  con  tal  hervor  amoroso,  que  la  obra,  según 
predación  del  padre  Longpré,  no  desdiría  del  melifluo  San 
1  ^rnardo. 

Sospechamos  que  por  este  tiempo  debió  morir  Blanca  Pi- 
ca; r,  la  esposa  de  Ramón,  el  cual,  para  suplir  la  ausencia  pa- 
tera x  y  el  vacío  de  la  madre  cabe  su  hijo,  le  dedica  el  Arbre 
de  filosofia  desiderat,  artificio  compendioso,  o  más  bien  es- 
quemático, para  actuar  la  presencia  de  Dios  en  todo  lugar 
y  tiempo.  A«í  llegamos  al  mes  de  noviembre  de  1290. 

Esa  temporada  de  dos  años  escasos  (1289-1290)  parecería 
insuficiente  para  tanto  trabajo,  si  hubiera  tenido  que  cum- 
plirse en  condiciones  de  normalidad.  El  mismo  Ramón  con- 
fiesa en  el  Arbre  de  filosofia  34  que  no  tiene  tiempo  para  es- 
cribir el  Art  memorativa  35  por  estar  ocupado  en  otros  nego- 
cios y  no  tener  quien  le  ayude.  Realmente,  el  dinamismo 
entonces  desplegado  exige  más  bien  un  período  de  tres  años, 
y,  por  cierto,  ni  cortos,  ni  vacíos,  ni  desaprovechados.  Si  no 
nos  constase  de  modo  indudable  que  hacia  fines  de  1290,  con 
letras  comendaticias  del  maestro  general  de  los  Menores  36, 
había  de  partir  hacia  Italia  y  que  personalmente  entregó  a 

"z  Véase  la  Art  inventiva,  al  final  de  las  cuestiones  adicionales  o 
extravagantes  (ed.  Maguncia,  V,  210). 
31  Prólogo,  n.  4  (ORL,  XVII,  402). 

C3  El  Art  memorativa,  con  la  inventiva  y  la  amativa,  había  de 
completar  el  plan  vastísimo  de  dar  arte  y  manera  de  actualizar  las 
tres  potencias  del  alma  en  la  vida  contemplativa. 

38  Véase  el  documento  en  Pasqual,  I,  186. 


I N l'RODÜCCrÒN  HIOGKÁ F ICA 


21 


mano  al  papa  Nicolás  IV  el  libro  Quomodo  Terra  Sancta  re- 
cuperan pot  est  nos  inclinaríamos  a  prolongar  la  composi- 
ción del  Llibre  de  Sancta  Maria  y  del  Arbre  de  filosofia  has- 
ta  el  año  1291. 

En  este  período  de  ocho  años,  la  actividad  de  Ramón 
Llull,  iniciada  con  calma  relativa,  crece  gradualmente  hasta 
llegar  a  un  verdadero  frenesí.  Literariamente  es  uno  de  los 
más  fructíferos  y  de  los  más  ricos  en  obras  de  alta  calidad; 
en  él  publica  Ramón  sus  grandes  obras  literarias,  a  saber: 
el  Blanquerna,  con  el  Llibre  d'amic  e  amat;  la  Plasent  visió; 
el  Llibre  de  meravelles,  con  el  episódico  Llibre  de  les  bèsties,  y 
el  Llibre  de  Sancta  Maria,  con  la  escolta  del  sugestivo  Liber 
super  psalmum  "Quicumque",  del  Art  inventiva,  una  de  sus 
más  cimeras  obras  científicas,  y  del  Art  amativa,  didáctica  y 
artística  a  la  vez.  Su  movimiento  mecánico  no  tiene  tope  ni 
conoce  el  cansancio;  probablemente  asiste  a  cinco  Capítulos 
generales  de  Ordenes  religiosas,  va  a  Roma  dos  veces  y  otras 
dos  a  París,  y  por  tres  veces  regresa  a  Montpellier.  Sus  an- 
helos espirituales  le  aguijonean,  y  se  dirige  a  los  papas,  a 
los  doctores  de  la  Sorbona,  al  mismo  rey  de  Francia,  ges- 
tionando su  negocio  opportune  et  importune.  Y,  como  pre- 
mio..., el  fracaso  de  su  enseñanza  en  París,  la  inutilidad,  al 
menos  subjetiva,  de  su  trabajo,  el  motejo  de  loco. 


V 

1291-1299 

Ramón  entonces  —  prosigue  la  Vida  coetánea  —  "partió- 
se de  Montpellier  por  la  vía  de  Génova,  donde  dicho  ibro  in- 
ventivo de  la  verdad  [Art  inventiva]  trasladó  en  m  risco". 
Si  este  hecho  no  respondía  a  la  existencia  de  muchos  sarra- 
cenos en  Génova,  tal  vez  es  que,  previendo  la  inutilidad  de  las 
tentativas  que  iba  a  probar,  determinaba  transfretar  a  flore- 
ría, si  tal  eventualidad  se  presentase,  y  para  entonces  comen- 
zaba a  prevenir  el  trabajo.  Acabada  esta  versión,  fuésc  de 
Génova  a  la  "corte  romana  para  dar  forma  de  hacer  los  mo- 
nasterios que  deseaba;  mas.  como  en  dicha  corte  roma-  a 
pudiese  poco  aprovechar  por  los  impedimentos  que  allí  sentía, 
deliberó  volverse  a  Génova  para  que  de  aquí  más  fàcilment  o 
pudiese  pasar  a  Berbería".  Mas  todo  ello  no  aconteció  tan  rá- 
pidamente como  parece  indicar  el  autor  anónimo  de  la  Vid  i 
coetánea. 

87  O  bien  con  otro  título  semejante,  pues  ni  conocemos  manuscrito 
alguno  de  esa  obra  ni  hemos  podido  comprobar  personalmente  ese 
hecho,  avalado  por  la  autoridad  del  padre  Pasqual  (I,  187). 


22 


SALVADOR  GALMES 


Con  las  letras  comendaticias  y  con  la  licencia  de  enseñar 
en  los  conventos  franciscanos  de  la  provincia  romana  y  de 
la  Pulla  particularmente,  repugna  al  temperamento  dinámi- 
co de  Ramón  el  retenerlas  ociosas,  y  hay  que  suponer  natu- 
ralmente que,  usando  de  ellas,  se  afanase,  así  en  Roma  como 
en  otros  lugares  de  Italia,  a  explicar  su  Arte.  De  esa  tempo- 
rada, y  escritas  en  Roma,  o  al  menos  en  Italia  (1292) — no  en 
Montpellier — ,  serían  las  obras  tituladas  Quaestiones  quas 
quaesivit  quídam  frater  minor  a  Raymundo  —  donde  se  cita 
el  Art  amatim,  y  cuyo  contenido  se  aviene  perfectamente  con 
el  sincrónico  magisterio  de  su  Arte — iy  el  Llibre  contra  Ante- 
crist,  que  también  cita  la  Armtiva.  De  ese  modo  se  dedica- 
ría a  la  docencia  y  a  los  trabajos  literarios,  sin  olvidar,  em- 
pero, su  principal  negocio  ni  perderlo  de  vista,  pues  es  casi 
cierto  que  entonces  presentó  al  papa  Nicolás  IV  ::s  la  deman- 
da que  no  había  podido  hacer  tres  años  antes  a  su  antecesor, 
Honorio  IV,  propugnando  además  la  unión  de  las  dos  Orde- 
nes Militares  del  Temple  y  del  Hospital 3<J.  Tal  vez  escribió 
aún  otras  obras  durante  aquellos  dos  años,  hasta  que,  desen- 
gañado y  amargado  viendo  cuan  poco  conseguía,  creyó  llega- 
do el  momento  de  regresar  a  Genova  para  navegar  a  Ber- 
bería. 

En  Genova,  por  la  Quincuagésima  de  1293,  sufrió  una 
grave  tentación  de  desesperanza,  tal  vez  a  causa  de  una  gra- 
ve enfermedad.  El  doctor  Juan  Ignacio  Valentí 40,  por  los  sín- 
tomas apuntados  en  la  Vida  coetánea  y  en  el  Arbre  de  setén- 
ela41, diagnostica  que  Ramón  fué  entonces  víctima  de  una 
crisis  de  melancolía  ansiosa,  cuyas  causas  morales  radica- 
rían, a  buen  seguro,  en  la  gran  depresión  psíquica  que  expe- 
rimentaba desde  antiguo,  agravada  todavía  por  algún  acon- 
tecimiento de  alta  trascendencia  subjetiva;  por  ejemplo,  la 
disolución  de  su  escuela  de  Miramar,  que  sospechamos  debió 
de  sobrevenir  entonces  42 .  Sea  como  fuere,  repuesto  de  su  en- 
fermedad, pero  convaleciente  aún,  y  vencida  la  tentación,  a 


38  Había  sido  elegido  el  22  de  febrero  de  1288,  tras  un  interregno 
de  diez  meses  v  dieciocho  días. 

30  Philippus  Brietius,  en  los  Anuales  de  este  Papa,  escribe  :  «Ni- 
rolaus  IV  ordines  templariorum  et  hospitaliorum  in  unum  redigere 
est  conatus,  cui  negotio  perficiendo  multum  laboravit  Raymundus 
Lull  ;  sed  difficiíms  erat  hanc  perficere  concordiam,  quam  sperare»  ; 
ap.  Pasqual,  I,  iSt. 

40  Ducs  crisis  cu  la  vida  de  Ramon  Lull.  en  La  Nostra  Tena,  7 
(Mallorca,  1934),  545  ss.  Véase  también  el  más  reciente  estudio  ca- 
racterológicoV  del  P.  Mauricio  de  Iriarte,  S.  I.,  Genio  y  figura  del 
iluminado  maestro  Beato  Ramón  Lull  (Madrid,  1945),  tíra  la  aparte  de 
la  revista  Arbor. 

11  «Del  exempli  de  la  branca  eviternal»  (ORL,  XII,  3S2). 

43  Esa  fecha  depende  de  la  cronología  del  Dcsconhort,  que  cree- 
mos del  año  1295  ;  en  él  deplora  amargamente  la  destrucción  de  su 
ideal  carísimo. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


23 


últimos  de  junio,  según  conjeturamos,  partió  para  Túnez  lle- 
vándose sus  libros. 

Aquí  comienza  una  temporada  corta,  pero  intensísima,  de 
actividad  misional. 

Es  altamente  dramática  la  estancia  de  Ramón  Llull  en 
Túnez  durante  todo  aquel  verano,  bajo  el  clima  ardiente  de 
Africa.  Predica  con  celo  y  valentía,  disputa  sobre  religión, 
concita  contra  él  el  fanatismo  popular;  lo  acusan,  lo  encar- 
celan, lo  condenan  a  muerte,  y,  si  logró  escapar,  lo  debió  a 
"un  gran  moro" — dice  la  Vida  coetánea — ,  que  convenció 
al  rey  de  que  no  merecía  pena  de  muerte  quien  por  ensalzar 
su  fe  se  exponía  a  tal  peligro;  pues,  si  no  se  consideraba  así, 
la  misma  sentencia  se  tendría  que  dar  por  bien  aplicada  ai  los 
sarracenos  que  fuesen  a  predicar  a  los  cristianos,  y  con  ello 
se  retraerían.  El  razonamiento  era  hábil  y  triunfó:  la  sen- 
tencia de  muerte  fué  conmutada  por  la  de  destierro,  bajo 
pena  capital,  de  todos  los  dominios  del  rey.  Empero,  al  sol- 
tarlo, estalló  un  alboroto  popular,  y  "cuántos  fueron  los  gol- 
pes, bofetones  y  pedradas,  no  se  podrían  contar",  exclama  el 
autor  anónimo.  Y  ésa  fué  la  despedida  más  benévola  que  es- 
perar podía. 

Ese  trágico  desenlace  estimuló  nuevamente  la  actividad 
literaria  de  Ramón.  Refugiado  en  una  na^ve  de  genoveses,  en 
el  mismo  puerto  de  Túnez  comenzó,  a  fines  de  septiembre 
de  1293,  la  Taula  general,  producto  de  una  gran  serenidad  de 
espíritu  y  de  una  frialdad  científica  que  nos  hiela;  esta  obra 
fué  acabada  en  Nápoles  el  13  de  enero  siguiente,  y  es  la  pri- 
mera entre  las  suyas  que  lleva  el  lugar  y  la  fecha  de  compo- 
sición 4;:. 

Permaneció  Ramón  en  Nápoles  hasta  fines  de  1294,  des- 
contando un  viaje  a  Barcelona  44,  donde  se  hallaba  a  fines  de 
julio.  Esa  estancia  en  la  Italia  meridional  se  caracteriza  por 
una  aceleración  de  su  dinamismo,  por  una  especie  de  multi- 
plicación de  la  energía,  a  pesar  de  la  disminución  de  su  fuer- 
za corporal  por  el  decaimiento  de  la  vejez.  Leyó  su  Arte 
públicamente,  enseñó  el  Art  inventiva  a  los  sarracenos  de 
aquel  reino  4 \  escribió  intensamente;  parece  como  si  su  po- 


*  Hasta  aquí  es  muy  difícil  determinar  la  sucesión  cronológica 
de  la  bibliografía  luliana,  pues  sólo  nos  podemos  guiar  por  conjeturas 
y  por  las  referencias  que  unas  obras  hacen  a  otras  ;  de  aquí  en  ade- 
lante ya  es  mucho  más  fácil,  pues  el  autor  suele  hacer  constar  el 
.lugar  y  la  fecha  de  composición  en  los  explícits  de  sus  obras. 

41  Véase  P.  Martí  de  Barcelona,  Nous  documents  sobre  Ramon 
Lull  y  la  seva  Escola,  en  Miscel·lània  lul·liana  (Barcelona,  1935), 
pp.  166-167,  doc.  1. 

fl  En  el  Art  de  fer  e  solre  qüestions,  llamada  en  latín  Lectura 
stiper  tArtem  inventivam»  ct  «Tabulam  generalem»,  dist.  1  (ed.  Ma- 
guncia, V,  3),  dice  el  propio  Ramón  que  está  ocupado  en  enseñar  a 
los  sarracenos  el  Art  'inventivo,  previamente  traducida  al  áraf>e.  Las 


24 


SALVADOR  GALMÉS 


tencia  productora  se  exacerbara  como  una  pasión  dominante 
y  desenfrenada ;  diríase  que  su  espíritu,  con  los  años,  se  vuel- 
ve más  inquieto  y  no  le  deja  sentar  residencia  estable  en 
parte  alguna. 

Por  lo  pronto,  el  mismo  año  1293  escribe  la  Lectura  com- 
pendiosa "Tabulae  gener -alte",  e  inmediatamente  empieza  el 
Art  de  fer  e  solre  qüestions,  obra  notablemente  voluminosa 
que  no  acabó  sino  dos  años  más  tarde  en  Roma  40 ;  al  siguien- 
te año,  todavía  en  Nápoles,  publica  Lo  sisèn  seny  que  apelam 
af fatus,  acabado  el  día  de  Pascua  (18  de  abril  de  1294) ;  la 
Disputado  dels  cim  sanis,  las  Flors  d'amors  e  flors  d'in- 
tel·ligència y  el  Llibre  de  lleugeria  e  ponderositat  dels  ele- 
ments, escrito  a  petición  de  los  médicos  napolitanos. 

En  la  misma  ciudad  de  Nápoles,  donde  residió  el  nuevo 
papa  Celestino  V  desde  mediados  de  .septiembre  hasta  su  ab- 
dicación 47 ,  le  presentó  Ramón  la  Disputació  dels  cinc  savis, 
con  la  Petitio  final,  y  las  Flors  d/amors  e  flors  d'intel·ligèn- 
cia; y,  una  vez  elegido  papa  Bonifacio  VÍLLL,  siguiólo  a 
Roma48  y  probablemente  a  los  otros  lugares  donde  residió 
la  corte  papal  al  principio  de  aquel  pontificado,  presentándo- 
le la  misma  Petitio. 

Este  seguimiento  debió  durar  hasta  principios  de  1295,  sin 
obtener  resultado  alguno  apreciable.  Parece  que  no  recibía 
una  negativa  rotunda,  pero  sí  dilaciones  continuas,  por  con- 
siderársele envuelto  en  una  atmósfera  de  locura  o  al  menos 
de  exaltación,  lo  cual  le  producía  una  fuerte  depresión  aní- 
mica. Por  la  fiesta  de  Pentecostés  tal  vez  asistiría  en  Asís 
a  un  Capítulo  general  de  frailes  menores,  el  tercero  de  és- 
tos, sin  vislumbrar,  con  todo,  más  claros  horizontes;  y  es 
lo  más  probable,  aunque  no  cierto,  que  entonces  su  alma,  en 
tristura  y  dolor,  se  exha'lase  en  aquel  amarguísimo  y  trágico 
Desconhort,  donde  se  lamenta  de  los  treinta  años  pasados  en 
suspiros  y  en  trabajos  como  procurador  de  los  infieles,  ha- 
biendo abandonado  a  su  mujer,  a  sus  hijos  y  todos  sus  bie- 
nes, gastando  de  lo  suyo  en  menoscabo  de  sus  hijos ;  de  cinco 
viajes  a  Roma,  de  seis  asistencias  a  Capítulos  generales,  de 
incesantes  visitas  a  prelados,  a  príncipes  y  a  reyes;  de  los 
tormentos  sufridos  en  Morería,  de  la  aniquilación  de  Mira- 
mar,  de  la  locura  que  le  achacaban;  y  todo,  todo  en  vano: 


investigaciones  de  Pietro  Egidi  han  comprobado  que  predicó  a  los 
sarracenos  de  Lucera  y  a  los  cautivos  del  Castelló  dellOvo  ;  Códice 
diplomático  dei  saraceni  di  Lucera  (Nápolc?,  1917),  32-33,  ap.  Anuari 
de  l'Institut  d'Estudis  Catalans,  7  (1921-26),  324. 

40  En  esta  obra  cita  la  Disputació  dels  cinc  savis  y  el  Arbre  de 
sciència,  escrito  en  1295  en  la  Ciudad  Eterna. 

47  Día  8  de  diciembre  de  1294. 

48  Art  de  fer  e  solre  qüestions,  dist.  3,  p.  2,  q.  45  5  Arbre  de  scièn- 
cia, «Qüestions  d'infidelitat»   (ORI,  XIII,  p.  183,  q.  573). 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


25 


Sènyer  Deus  gloriós  !  Ha  al  món  tal  mártir 
com  aquest  que  sostenc  com  Tu  no  puse  servir, 
e  no  ha  y  qui  m'ajut?...  49. 

Ramón  hace  un  propósito  desesperado:  huir  de  Roma  y 
no  volver  nunca  más.  Irá  a  tierras  de  sarracenos  para  dar 
alabanza  a  Dios,  sin  preocuparse  del  resultado.  Y,  efectiva- 
mente, el  próximo  septiembre — íes  decir,  a  las  pocas  semanas 
o,  a  lo  sumo,  a  los  pocos  meses — comienza  y  acaba  en  la  mis- 
ma Roma  la  enciclopedia  llamada  Arbre  de  sciència,  desde 
el  día  de  San  Miguel.  29  de  septiembre  de  1295,  a  las  calen- 
das del  siguiente  abril;  y  después,  en  Anagni,  el  Llibre  dels 
articles,  que  deja  ultimado  en  la  vigilia  de  San  Juan  Bau- 
tista; y  el  Llibre  de  ànima  racional,  en  Roma  de  nuevo,  que 
debió  de  escribir  en  el  verano;  y  los  Proverbis  de  Ramon'00, 
terminados  en  la  víspera  de  San  Lucas  o  a  fines  de  año. 

Al  llegar  a  este  punto,  dice  el  autor  anónimo  que  Ramón, 
"como  viese  que  nada  obtenía,  partióse  de  aquí  [de  la  corte 
pontificia]  y  fué  a  Génova,  donde  asimismo  compiló  algunos 
libros  de  su  Arte,  y  después  fuése  al  señor  rey  de  Mallorca, 
y,  habiendo  razonado  con  él,  partió  para  la  ciudad  de  París, 
donde  leyó  públicamente  su  Arte,  ordenando  muchos  libros". 
No  sabemos  cuáles  fueron  las  obras  que  compiló  en  Geno- 
va probablemente  en  el  invierno  de  1296.  La  visita  "al  se- 
ñor rey  de  Mallorca"  tendría  lugar  en  la  primavera  siguien- 
te, y  a  buen  seguro  que  en  Montpellier  o  en  Perpiñán,  pues 
hasta  1298  no  se  le  restituyó  de  hecho  su  reino  insular.  De 
allí  continuaría  hasta  París,  donde,  recobrado  nuevo  optimis- 
mo, vuelve  a  poner  en  movimiento  toda  su  dínamis,  acudien- 
do otra  vez  al  rey  de  Francia,  a  la  Universidad,  al  obispo, 
a  maestros  y  discípulos,  a  religiosos  y  a  laicos,  para  inte- 
resarlos en  favor  de  su  negocio,  y  reanudando  con  nuevo  , 
ardor  su  actividad  literaria,  febricitantemente,  alocadamen- 
te, epilépticamente. 

Inicia  su  labor,  a  fines  de  la  primavera  de  1297,  con  la 
Contemplatxo  Raymundi,  breve  tratado  que  presenta  al  co- 
legio de  doctores  teólogos  de  la  Sorbona,  rogando  que  lo 
acepten  y  lo  corrijan,  pues  desea  hacerlo  llegar  hasta  el  rey 
Felipe  de  Francia;  durante  el  verano  pudo  escribir  el  Trac- 
tat d'astronomia,  para  príncipes  y  altos  varones,  que  ulti- 
maría en  octubre;  el  22  del  siguiente  mes  de  febrero  aca- 
baba la  Declarado  de  Ramon  11 ,  contra  las  opiniones  ave- 
rroístas  condenadas  por  el  obispo  de  París,  en  doscientos 
diecinueve  capítulos,  tantos  cuantos  eran  los  artículos  con- 

**  Dcsconhort,  35. 

m  Adviértase,  con  todo,  que  los  manuscritos  sitúan  esos  proverbios 
en  el  año  1299  y  no  en  i2Qt>  ;  vid.  ORL,  XIY,  p.  VIII,  n.  1. 

51  Declaratio  Raymundi  per  modum  .liiilogi...,  obra  conocida  tam- 
bién con  el  nombre  De  sorte  et  Raymundo. 


26 


SALVADOR  GALMÉS 


denados;  el  22  de  agosto  de  1298,  octava  de  la  Asunción  de 
Nuestra  Señora,  ponía  fin  a  la  voluminosa  Disputatio  Ray- 
mundi  et  eremitae  super  aliquibus  dubiis  quaestionibus  "Sen- 
tentiarum"  magistri  Petri  Lombardi;  y  en  octubre,  a  V Arbre 
de  filosofía  d'amor,  de  bellísima  y  bienoliente  eflorescencia 
mística,  donde  no  es  difícil  hallar  frecuentes  alusiones  a  su 
estado  de  alma.  Aun  no  hemos  acabado.  En  el  corazón  del 
invierno  terminó  la  Brevis  practica  "Tabulae  generalis"  52 ; 
en  junio  siguiente  (1299)  publica  el  Líber  de  nova  geome- 
tria y  el  de  Quadratura  e  triungulatura  del  cercle,  llamado 
también  Començaments  de  teologia,  y  en  julio  tenía  ya  ter- 
minadas las  Quaestiones  attrebatenses.  Después,  probable- 
mente, emprende  unos  nuevos  Començaments  de  filosofía,  es- 
cribiendo en  París  eü  "primer  círculo"  y  empezando,  por  lo 
menos,  el  segundo  53. 

La  simple  enumeración  de  tantas  obras  y  tan  continua- 
das nos  da  como  vértigo.  El  propio  Ramón  Llull  parécenos 
presa  de  vértigo  y  de  ebriedad,  pero  sin  perder  nunca  de 
vista  su  ideal,  con  la  brújula  orientada  siempre  hacia  su 
norte.  Poco  satisfecho  del  progreso  ide  su  negocio,  se  des- 
pide de  la  gran  urbe,  cerebro  del  mundo  científico,  con  el 
quejumbroso  Cant  de  Ramon,  y,  probablemente  al  declinar 
el  verano,  emprende  el  regreso  a  Mallorca.  En  el  mes  de  oc- 
tubre estaba  en  Barcelona.  "Llegando  de  París",  comenzó 
y  acabó  allí  el  Dictat  de  Ramon,  que  ofrenda  a  la  memoria 
de  San  Luis  rey  de  Francia  y  al  conde-rey  Jaime  IT,  pi- 
diéndole : 

Plàcia-us  que  ra  donets  poder, 
per  vostres  regnes  e  comtats, 
castells,  viles  e  ciutats, 
que-ls  sarraïns  faça -justar 
e  los  jueus  al  disputar 


E  comencem  en  Barcelona. 

Jaime  II  el  Justo  le  concedió  graciosamente  tal  permiso, 
con  fecha  de  30  de  octubre  de  1299  54.  Después,  a  ruegos 
suyos  y  de  la  reina  doña  Blanca,  escribe  para  su  uso  las 
Oracions  de  Ramon,  y  es  casi  seguro  que  en  la  misma  ciu- 
dad de  Barcelona  inició  una  nueva  forma  de  actividad,  mi- 
sionando en  mezquitas  y  sinagogas.  Finalmente,  a  últimos 
de  año  regresa  a  Mallorca  .después  de  veinte  años  de  au- 
sencia, habiendo  desplegado  una  actividad  tan  fantástica,  que 

82  C.  Ottaviano,  creyéndola  desconocida,  la  publicó  con  el  título  de 
Ars  compendiosa;  está  fechada  en  enero  de  1299  (1298  ab  Inc.). 

M  El  «tercer  círculo»  de  esta  obra  lo  añadió  en  Mallorca  el  año 
siguiente,  1300. 

64  A.  Rubió  1  Lluch,  Documents  per  la  història  de  la  cultura 
cat ahina  mig-eval,  I,  p.  13. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRAFICA 


27 


sólo  puede  compararse  al  ritmo  calenturiento  de  un  corazón 
en  locura  de  amor. 

Es  una  bella  granazón  literaria  la  de  todo  ese  período 
de  nueve  años  tempestuosos;  presenta  obras  de  volumen 
considerable,  como  el  Arbre  de  sciència  y  el  Art  de  fer 
e  solre  qüestions,  y  otras  muy  breves;  pero  en  su  mayor 
parte  son  de  regular  extensión.  Citemos  como  más  intere- 
santes, con  el  juicio  que  merecieron  al  maestro  Rubió  y 
Lluch,  las  Flors  d'amor  e  flors  d'intel·ligència,  "tratado 
místico-alegórico  basado  en  el  Art  amativa,  dedicado  al 
papa  Celestino  V,  y  uno  de  los  más  característicos  de  Ra- 
món Llull,  donde  el  silogismo  se  combina  con  las  metáforas 
y  alegorías  trovadorescas" ;  la  Disputació  dels  cinc  savis, 
de  serena  controversia  entre  un  judío,  un  sarraceno,  un  nes- 
toriano,  un  jacobita  y  un  católico,  personificación  del  autor, 
clasificada  entre  las  grandes  obras  literarias  de  Ramón;  el 
mencionado  Arbre  de  sciència,  derivación  del  Art  inventi- 
va, verdadero  bosquete  de  dieciséis  "árboles",  ejemplares 
de  toda  la  flora  científica,  obra  puramente  didáctica,  de  for- 
ma simbólico-alegórica  y  dialogada,  en  general  más  bien 
seca,  pero  que  en  el  "Arbol  ejemplificar'  rompe  en  bella  flo- 
rescencia de  apólogos  vivos  y  palpitantes,  rica  de  léxico  y 
llena  de  anécdotas  autobiográficas;  probablemente  el  Descon- 
hort,  poema  elegiaco  en  sesenta  y  nueve  estrofas  mono- 
rrimas  de  doce,  versos  alejandrinos,  la  obra  maestra  de  la 
poesía  luliana,  y  efusión  patética  y  sincera  de  su  corazón; 
los  Proverbis  de  Ramon,  teológicos,  naturales  y  morales,  en 
número  de  seis  mil,  pesados  los  primeros,  aéreos  los  últi- 
mos en  gran  parte;  el  Arbre  de  filosofia  d'amor,  secuela 
del  Art  amativa,  con  predominio  de  la  forma  alegórica,  de 
imágenes  trovadorescas  y  de  ardientes  efusiones  líricas,  her- 
manas de  las  del  Llibre  d'amic  e  amat;  el  Cant  de  Ramon, 
en  estrofas  monorrimas  de  seis  versos  octosílabos,  inferior 
al  Desconhort  en  extensión,  pero  superior  en  sentimiento  y 
fuerza  lírica,  la  obra  métrica  más  fluida  del  autor;  el  Dictat 
de  Ramon,  poema  didáctico-teológico  en  versos  pareados  de 
nueve  sílabas,  de  marcado  sabor  popular;  y,  finalmente,  las 
Oracions  de  Ramon,  de  carácter  místico,  destinadas  a  la  de- 
voción personal  de  los  condes-reyes  de  Cataluña  y  Aragón, 
don  Jaime  y  doña  Blanca. 

Bien  pudiera  gloriarse  cualquier  literatura  de  un  rami- 
llete como  éste.  J 

¿Cómo  podía  escribir  Ramón  Llull  tan  profusamente 
entre  tantos  viajes  y  correrías,  entre  tanto  movimiento  y 
tanta  agitación  espiritual?  Quien  supiera  contestar,  cono- 
cería toda  la  secreta  fuerza  del  amor.  ¡Y  son  tan  pocos  los 
que  la  conocen! 


SALVADOR  GALMÉS 


VI 

1300-1307 

Las  desilusiones  recibidas,  el  exceso  de  trabajo  llevado 
a  cabo,  la  edad  casi  septuagenaria,  podrían  hacer  pensar 
que  el  retiro  a  su  isla  natal  tenía  un  carácter  definitivo  de 
descanso  y  de  reposo.  Mas  no  era  ése  el  temple  de  Ramón 
Llull. 

La  nueva  forma  de  actividad  misional  comenzada  en 
Barcelona  la  prosiguió  en  Mallorca  con  toda  intensidad,  y  el 
autor  anónimo  nos  dice  que  "con  disputas  y  sermones"  se 
dedicó  a  la  conversión  de  ios  sarracenos  que  habían  per- 
manecido en  la  isla.  Tampoco  durmió  su  pluma.  Ya  no  ne- 
cesita, como  en  otros  tiempos,  épocas  de  reposo  ni  previas 
gestaciones,  antes  parece  que  su  fecundidad  llega  a  ser  in- 
continente y  morbosa,  y,  como  un  árbol  que  frutece  con  ex- 
ceso, da  frutos  cada  año  más  zocatos  y  en  manojos  más 
apretados. 

Sería  fatigosa,  y,  sobre  todo,  confusa  y  reseca,  la  indi- 
vidual enumeración  de  cada  una  de  sus  obras  en  los  si- 
guientes períodos;  por  eso  las  citaremos  globalmente  y  sin 
dar  de  ellas  particular  apreciación. 

Ajpenas  llegado  a  Mallorca,  escribe  (marzo  de  1300)  la 
Aplicació  de  VArt  general,  poema  didáctico  de  mil  doscien- 
tos versos  octosílabos  pareados,  los  cuales  lo  abarcan  todo, 
menos  la  poesía;  y  a  la  vez  acaba  el  "tercer  círculo"  de  los 
Començaments  de  filosofía,  de  carácter  enciclopédico,  obra 
empezada  en  París  el  año  anterior ;  sigue  la  Medicina  de  pec- 
cat  (julio),  poema  moral  de  seis  mil  versos  en  dísticos  enea- 
sílabos, con  frecuentes  irregularidades,  obra  prosaica  y  la 
más  extensa  de  todas  las  versificadas;  el  Llibre  del  Es  de 
Déu  (septiembre)  y  el  De  coneixença  de  Déu  (octubre),  de 
asunto  puramente  teológico,  como  indican  los  títulos;  el  Lli- 
bre d'home  (noviembre),  donde  se  estudia  la  vida  y  la  muer- 
te corporal  y  espiritual  del  hombre,  y,  finalmente,  el  Lli- 
bre de  Déu  (diciembre),  dividido  en  dos  partes:  de  Dios  y 
de  Jesucristo,  'respectivamente,  resumen  metódico  del  dog- 
ma católico  sobre  la  Trinidad  y  la  Encarnación,  con  cinco 
oraciones  finales  que  son  verdaderas  joyas  de  la  literatura 
mística. 

Entonces,  con  un  año  de  retraso,  llega  a  Mallorca  la  no- 
ticia de  la  victoria  de  Kassán,  gran  kan  de  Tartaria,  sobre 
los  musulmanes  en  la  batalla  de  Nedjamaa-el-Morudí  (23  de 
diciembre  de  1299),  que  tanta  sensación  y  alegría  causó  en 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


toda  la  Cristiandad,  con  la  esperanza  de  recuperar  el  Santo 
Sepulcro;  3'  Ramón  Llull,  prometiéndose  una  gran  ganan- 
cia espiritual,  "metióse  en  una  nave"  y  voló  a  Oriente.  En 
llegando  a  Chipre,  "halló  aquella  noticia  ser  falsa",  dice  la 
Vida  coetánea.  En  realidad  era  verdadera,  pero  tardía;  la 
victoria,  infructuosa;  la  ocasión,  perdida.  Pero  como  el  úni- 
co móvil  de  Ramón  era  el  honor  del  Amado,  el  cual  podía 
procurar  en  todo  tiempo  y  lugar,  adaptándose  a  las  circuns- 
tancias como  buen  estratega,  ingenuamente  "suplicó  al  rey 
de  Chipre  que  hiciese  que  acudieran  a  su  predicación  algu- 
nos herejes  que  había  en  su  tierra,  ofreciéndole  que  él  pa- 
saría luego  al  sultán  de  Babilonia  y  al  rey  de  Siria  y  de 
Egipto  para  instruirlos  en  la  santa  fe  católica,  de  lo  cual 
dicho  rey  de  Chipre  hizo  poco  caso;  mas,  con  todo  eso,  di- 
cho reverendo  maestro  no  cesó  de  confundir  a  dichos  here- 
jes con  predicaciones  y  disputas".  El  empuje,  pues,  inicia- 
do en  Barcelona  y  alentado  en  Mallorca,  continuaba  en  las 
tierras  de  Levante,  aguijoneado  por  el  celo  del  honor  de 
Dios  con  afán  siempre  insatisfecho.  Tampoco  dejó  ociosa 
su  pluma,  y  en  septiembre  de  1301  escribía  la  interesante 
Retòrica  nova  en  el  monasterio  de  San  Juan  Crisóstomo, 
de  aquella  misma  isla  de  Chipre. 

El  clima  malsano  le  originó  una  enfermedad,  durante 
la  cual  estuvo  a  punto  de  morir  envenenado  por  un  clérigo 
y  un  esclavo  que  lo  servían,  lo  cual  le  movió  a  partir  antes 
que  realizaran  su  propósito.  Fué  a  convalecer  en  Famagus- 
ta,  donde  halló  cordial  acogida  en  el  gran  maestre  de  los 
templarios,  quien  le  hospedó  en  su  propia  casa  hasta  que 
hubo  recobrado  la  salud.  Allí  escribió,  en  el  mes  de  diciem- 
bre (1301),  el  Llibre  de  natura,  ensayo  de  física,  e  inmedia- 
tamente se  trasladó  a  Armenia,  componiendo  en  Aleás,  en 
enero  siguiente,  el  breve  tratado  De  ço  que  deu  hom  creure 
de  Déu.  Al  poco  tiempo  regresó  de  aquel  viaje  fantástico, 
verdadera  huida  de  delirante,  humanamente  hablando,  y 
"en  el  mar,  viniendo  de  Ultramar  en  el  año  1302",  escribe 
los  MU  proverbis,  muchos  de  ellos  de  carácter  popular.  Lle- 
gado a  Mallorca,  compone  otras  dos  o  tres  obras.  En  octu- 
bre de  1303  lo  encontramos  en  Montpellier,  en  plena  fiebre 
literaria,  escribiendo  la  Disputatio  fidei  et  intellectus,  se- 
guida del  Líber  de  lumine  (noviembre),  donde  estudia  las 
propiedades  físicas  de  la  luz  y  su  simbolismo;  después,  el 
Líber  de  regionibus  sanitatis  et  infirmitatis  (diciembre),  la 
pequeña  trilogía  de  las  potencias  del  alma,  a  saber:  Líber 
de  intellectu,  Líber  de  volúntate,  Liber  de  memoria  (enero 
de  1304),  compendios,  respectivamente,  del  Art  inventiva, 
del  Art  amativa  y  del  Art  memorativa.  En  el  entretanto  pa- 
rece que  hizo  una  escapada  a  Génova,  pues  hallamos  fe- 
chadas allí  en  el  mes  de  febrero  varias  obrillas  de  carác- 


30 


SALVADOR  GALMÉS 


ter  filosófico  55,  regresando  en  seguida  a  Montpellier,  donde 
permaneció  hasta  el  mes  de  abril  de  1305  en  fuerte  tensión 
productora,  ya  que  llegó  a  escribir  nueve  obras  más,  entre 
ellas  el  Libar  de  praedicatione,  dividido  en  dos  distinciones 
— una  de  la  doctrina  general  de  la  predicación  y  otra  de 
sus  condiciones — t,  seguidas  de  cien  sermones  para  las  do- 
minicas y  fiestas  del  año  56 ;  el  Líber  de  ascensu  et  deseen- 
su,  intellectus  (marzo  de  1305,  o  de  1304  ab  IncarnJ,  uno  de 
sus  tratados  de  filosofía  más  interesantes,  y  el  Líber  de  fine 
(abril  de  1305),  plan  de  organización  militar  para  la  con- 
quista de  la  Tierra  Santa,  con  abundancia  de  datos  autobio- 
gráficos y  bibliográficos.  Todas  las  obras  que  hemos  men- 
cionado en  latín  creemos  que  fueron  escritas  originaria- 
mente en  catalán,  por  más  que  se  nos  hayan  perdido  los 
textos  primigenios. 

El  5  de  junio  de  1305  fué  elegido  papa  Clemente  V,  has- 
ta entonces  arzobispo  de  Burdeos.  El  21  de  julio  notificaba 
oficialmente  la  elección  a  la  Cristiandad,  y  el  14  de  noviem- 
bre fué  solemnemente  coronado  en  Lyón. 

A  cada  nueva  elección  papal,  todo  el  enjambre  de  de- 
seos y  de  .esperanzas  que  anidaban  en  el  corazón  de  Ra- 
món Llull  volvía  a  agitarse  y  a  moverse.  Con  más  motivo 
ahora  todatvía,  tratándose  de  un  papa  francés,  amigo  de  Fe- 
lipe el  Hermoso  de  Francia  y  de  Jaime  II  el  Justo  de  Ara- 
gón, ambos  nietos  del  Conquistador,  estalló  en  el  corazón 
de  Ramón  un  renacer  de  ilusiones,  alimentadas  por  sus  an- 
helos de  amor;  y  durante  una  temporada  vuelve  a  entre- 
garse a  aquel  dinamismo  frenético,  tan  difícil  de  ordenar  y 
de  esclarecer  históricamente. 

El  24  de  junio,  diecinueve  días  después  de  la  elección 
pontificia,  lo  hallamos  ya  en  Barcelona,  donde  Jaime  II  le 
asigna  una  pensión  vitalicia  de  dos  sueldos  diarios,  aumen- 
tados hasta  cuatro  todo  el  tiempo  que  estuviese  en  su  com- 
pañía 57 ;  y  en  agosto  escribe  el  Líber  de  erroribus  iudaeo- 
rum.  Todo  nos  induce  a  conjeturar  que  ese  viaje  obedecía, 
ante  todo,  a  interesar  al  conde-rey  en  sus  proyectos,  recién 
explanados  en  el  Líber  de  fine.  Parece  que  llamón  llegó  a 
convencerlo  y  entusiasmarlo  y  que  lo  acompañó  hasta  Mont- 
pellier, donde  el  rey  Justo  se  entrevistó  con  Clemente  V,  tal 
vez  cuando  se  dirigía  a  Lyón  para  la  coronación,  ofrecién- 
dole su  persona  y  sus  señoríos,  su  ejército  y  sus  tesoros, 
para  emprender  la  guerra  contra  los  sarracenos.  Ramón 


60  Lógica  nova,  Lectura  Artis  quae  intitulat  ur  «Brevis  practica 
Tabulae  generalis*,  Liberad  probandum  aliquos  artículos  fidei  catho- 
licae  per  svllogisticas  rationes. 

66  El  último,  de  Todos  los  Santos,  se  subdivide  en  otros  nueve, 
sobre  las  bienaventuranzas. 

67  Rubió  i  Lluch,  Documents,  I,  p.  39. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


31 


asistió  personalmente  a  esas  conversaciones,  y  después  si- 
guió al  Papa  hasta  Lyón,  donde  permaneció  un  tiempo  la 
corte  pontificia.  En  el  mismo  mes  de  noviembre,  quién  sabe 
si  durante  las  mismas  fiestas  de  la  coronación,  comenzó  allí 
el  Ars  generalis  ultima,  que  no  terminó  hasta  tres  años  más 
tarde  en  Pisa;  y,  presentándosele  ocasión,  es  fácil  suponer 
que  insistiría,  opportune  et  importune,  en  sus  proyectos, 
concretados  en  el  Líber  de  fine,  del  que  tenía  Clemente  V  un 
ejemplar  enviado  por  el  rey  de  Aragón  r,s.  Todavía  reforzó 
Ramón  su  demanda  escribiendo  allí  y  entregando  al  mismo 
Papa  la  Petitio  Raymundi  pro  conversione  infidelium,  "de 
lo  cual,  así  el  Santo  Padre  como  los  cardenales,  hicieron 
poco  caso  y  no  se  preocuparon",  escribe  el  autor  anónimo. 

¿Quién  podrá  ponderar  la  desilusión  de  Ramón  Llull? 
Alicaído  y  desalentado,  sacude  el  polvo  de  la  corte  y  busca 
asilo  en  Montpellier,  su  refugio  predilecto.  A  fines  de  año, 
de  enero  a  marzo  de  1306  (1305  ab  IncarnJ,  escribe  allí  dos 
obras,  según  el  padre  Pasqual:  Ars  brevis  quae  est  de  in- 
ventione  mediorum  inris  civilis,  o  Ars  brevis  iuris,  e  ïn- 
troductorium  magnae  Artis  generalis. 

Aquí  se  nos  eclipsa  Ramón  Llull  durante  todo  el  año  1306. 
Cree  el  padre  Pasqual  que  lo  pasó  en  París,  donde  conoció 
y  trató  a  Duns  Escoto  y  donde  escribió  el  Líber  facilis 
■scientiae,  datado  allí  en  el  mes  de  junio,  y  las  Quaestiones 
super  uLibrum  facilis  scientiae",  que  le  subsiguieron.  Pero 
sus  relaciones  con  el  Doctor  Sutil  no  son  lo  bastante  cier- 
tas, y  por  lo  que  hace  a  la  mencionada  fecha,  manuscritos 
hay  que  consignan  la  de  1311;  bien  fácil  es  la  confusión 
entre  seis  y  once  en  la  numeración  romana  y  en  la  escritura 
de  la  época  por  la  semejanza  gráfica  de  la  v  y  la  x.  De  más 
peso  es  el  argumento  de  estar  fechada  en  París  y  en  aquel 
año  de  1306  la  Supplicatio  Raymundi  venerabilibus  theolo- 
giae  professoribus...  Studii  parisienses,  a  pesar  de  que  hay 
manuscritos  que  la  atribuyen  al  año  1310.  El  hecho  de  ci- 
tarla una  Obra  escrita  a  fines  de  1308  59  abogaría  la  opinión 
del  padre  Pasqual.  Pero,  aun  así,  Ramón  desaparece  de  nues- 
tra vista  en  la  mayor  parte  de  aquel  año,  ya  que  la  citada 
Supplicatio  sería  o  de  fines  de  1306  o  de  principios  de  1307. 

Tal  vez  los  desengaños  que  recibía,  ahora,  con  los  años, 
le  afectaban  más  que  en  otro  tiempo,  y  su  fracaso  en  la 
corte  pontificia,  donde  ya  sé  cernía  el  peligro  del  cisma  de 
Occidente,  le  produjo  una  fuerte  depresión  de  espíritu.  Cuan- 
do vino  la  reacción,  desconfiando  de  todo  auxilio  humano, 
resolvería  volver  a  tierra  de  sarracenos,  cuya  resistencia 
tenía  al  menos  una  excusa  en  la  fe  que  profesaban,  y  em- 

"  Véase  el  finai  de  la  Dispuiatio  Raymundi  et  Homar  samccui. 
"  El  Liber  de  convenient  ia  quant  habent  fides  et  intellectus  in 
obiecto. 


32 


SALVADOR  GALMÉS 


plearía  el  resto  del  tiempo  en  los  preparativos  necesarios, 
mas  bien  espirituales  que  de  orden  material.  Manifestación 
aislada  de  su  producción  literaria  en  este  intervalo  podría 
ser  la  traducción  latina  del  Llibre  dels  àngels  60,  fechada 
en  1307,  pero  tanto  puede  ser  de  principios  como  de  fines 
de  año. 

La  Vida  coetánea  nos  dice  que  Ramón,  dejada  la  corte 
papal  (sin  mencionar  si  pasó  o  no  por  Montpellier),  vino  a 
Mallorca,  y  que  desde  aquí,  probablemente  en  plena  prima- 
vera de  1307,  "pasó  a  Berbería,  a  tierras  de  Bugía".  De 
hecho,  allí  volvemos  a  encontrarlo  buena  parte  del  año.  Ini- 
cia su  actuación  predicando  la  fe  cristiana  públicamente 
"en  medio  de  la  plaza",  donde  se  produjo  un  grande  albo- 
roto contra  él,  librándose  de  la  furia  popular  por  interven- 
ción de  los  alguaciles,  que  lo  llevaron  al  muftí  u  obispo 
sarraceno,  según  el  autor  anónimo.  Del  diálogo  entre  la  auto- 
ridad y  el  reo  nace  el  concierto  de  una  controversia  pública, 
propuesta  por  Ramón,  cuyo  resultado  fué  el  encarcelamien- 
to, con  previos  bastonazos,  y  pedradas,  y  empellones,  y  ti- 
rones de  barba,  "que  tenía  larga",  hasta  dejarlo  casi  por 
muerto.  Metiéronlo  en  el  lugar  más  infecto  de  la  cárcel,  "en 
la  privada",  con  una  gran  cadena  al  cuello,  "donde  estuvo 
por  largo  tiempo  con  dolorosa  vida".  Las  gestiones  de  cata- 
lanes y  genoveses  consiguieron  que  lo  trasladasen  a  otro 
lugar  más  soportable,  donde  permaneció  medio  año  más  y 
donde  fueron  a  visitarle  algunos  sabios  sarracenos  con  la 
intención  de  convertirlo  a  sus  creencias.  Entáblase  entonces 
un  verdadero  pugilato  teológico,  que  se  concreta  entre  Ra- 
món y  el  sabio  Hamar,  y,  de  común  acuerdo,  cada  uno  de 
ellos  escribe  una  obra  apologética.  Así  compuso  Ramón  en 
árabe  la  Disputatio  Raymundi  christiani  et  Hamar  saracenl, 
acabada  la  cual,  la  envió  inmediatamente  al  muftí;  al  poco 
tiempo  "vino  orden  del  rey,  que  estaba  en  Constantina,  man- 
dando con  grandes  penas  que...  fuese  lanzado  de  la  tierra; 
y,  de  hecho,  metiéronlo  en  una  nave  que  iba  a  Pisa".  Cerca 
ya  de  la  costa,  el  navio  naufragó,  salvándose  Ramón  con  un 
compañero  suyo,  desnudo,  perdidos  los  libros,  agarrado  a 
un  madero  61.  Esto  sucedía  a  principios  del  invierno  de  1307. 

Bien  podríamos  dar  a  este  período  el  nombre  de  Odisea 
luliana  o  bien  Trabajos  de  Ramón  Llull,  a  la  manera  de  las 
relaciones  de  gestas  de  los  antiguos  héroes,  y  esos  títulos 
no  desdirían  de  la  realidad.  Aun  habríamos  de  añadir,  en 
favor  de  Ramón,  su  edad  más  que  septuagenaria,  en  con- 
traposición con  la  de  aquéllos,  en  da  plenitud  de  su  vida. 
Resulta  inimaginable  tal  actividad  de  predicación  en  mez- 

60  Lo  escribió  en  catalán,  en  Mallorca,  hacia  el  aüo  1275. 
"l  Véase  la  Vida  coetánea  y  el  prólogo  y  el  final  de  la  mencionada 
Disptilatio  Raymundi  et  Hamar. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


33 


quitas  y  sinagogas,  esa  movilidad  desde  Mallorca  a  Oriente 
con  la  enfermedad  que  subsiguió,  vuelta  a  Mallorca  y  nueva 
partida  a  Montpellier  y  Barcelona,  con  regreso  a  Montpellier, 
viaje  hasta  Lyón  y  vuelta  a  Montpellier  y  a  Mallorca,  y  des- 
de aquí  expedición  a  Berbería,  y  tormento,  y  cárcel,  y  nau- 
fragio en  Pisa.  Y,  en  medio  de  tanto  trajín,  pasan  de  cua- 
renta las  obras  de  ese  período. 

¿Quién  seguiría,  en  lugar  y  en  tiempo,  los  zigzags  de  la 
golondrina  en  fiebre  de  amor  y  en  angustia  de  cría? 


vn 

1308-1312 

Según  la  Vida  coetánea,  Ramón  Llull  "en  la  ciudad  de 
Pisa  fué  muy  honradamente  recibido  por  los  ciudadanos, 
entre  los  cuales  uno  lo  recibió  en  su  casa".  De  los  éxplicits 
de  las  obras  que  escribió  en  Pisa  se  deduce  claramente  que 
residió  en  el  monasterio  de  San  Domnino.  Aquí  su  dinamis- 
mo vuelve  a  tomar  un  tono  trepidante  en  aceleración  cre- 
ciente. 

Cuanto  a  actividades  literarias,  escribe  primero  el  Art 
breu  por  enero  de  1308  (1307  ab  IncaryiJ,  resumen  del  Art 
general,  y  el  Liber  ad  memoriam  confirmandam,  proba- 
blemente en  el  mismo  mes.  Entre  el  25  y  el  31  de  marzo 
aproximadamente,  ultima  el  Ars  generalis  ultima,  comen- 
zada en  Lyón  tres  años  antes;  en  abril  redacta  de  memoria 
en  latín  la  Disputatio  Raymundi  et  Hamar,  perdido  en  el 
naufragio  el  texto  árabe  original,  obra  muy  interesante  para 
la  historia  comparada  de  las  religiones  en  aquel  tiempo,  y 
publica  el  Liber  de  centum  signis  Dei  y  el  Liber  clericorum, 
ambos  el  mes  de  mayo.  Cuanto  a  otros  géneros  de  activida- 
des, parece  que,  escrito  el  Liber  ad  memoriam  confirman- 
dam, hizo  un  rápido  viaje  a  Montpellier,  donde  hallamos 
datadas  dos  obritas:  el  Liber  de  venatione  substantiae,  ac- 
cidentis et  compositi,  en  el  mes  de  febrero  62,  y  el  Liber  de 
duodecim  syltogismis,  en  marzo  63.  Vuelto  inmediatamente  a 
Pisa,  y  sin  abandonar  los  trabajos  literarios,  se  dedicó  fer- 
vorosamente a  promover  la  fundación  de  una  orden  mili- 
tar de  Jesucristo  para  recuperar  la  Tierra  Santa,  bajo  el 
patronazgo  de  la  ciudad.  Su  iniciativa  halló  eco  entre  los 
písanos,  y  el  Concejo  escribió  cartas  al  Papa  y  a  los  car- 

"  El  padre  Pasqual  la  fecha  en  febrero  del  año  siguiente,  por 
citarse  en  ella  el  Ars  generalis  ultima,  todavía  no  terminada  ;  pero 
adviértase  que  la  había  comenzado  ya  en  L}ón  en  noviembre  de  1305. 

•  Vid.  Ottaviano,  Riv.  Cult.,  1929. 


3 


34 


SALVADOR  GALMÉS 


denales  en  este  sentido.  Animado  con  nuevas  esperanzas, 
Ramón  toma  la  vía  de  Génova  (mayo),  donde  obtuvo  cartas 
comendaticias  de  igual  tenor,  con  una  oferta  de  treinta  y 
cinco  mil  florines  por  parte  de  las  matronas  de  aquella  re- 
pública para  tal  empresa.  Al  punto  hace  otra  escapada  a 
IVBontpellier,  adonde  parece  que  iba  a  beber  elixir  de  ener- 
gía, y  a  fin  de  mes  publica  allí  el  Ars  divina.  Entonces,  en 
otro  fervoroso  entusiasmo.  Ramón  vuelve  a  la  corte  pa- 
pal de  Poitiers,  y  presenta  a  Clemente  V  esta  Ars,  segu- 
ramente con  las  letras  comendaticias  de  los  comunes  de 
Pisa  y  de  Génova  y  con  las  halagadoras  ofertas  de  las  da- 
mas genovesas.  También  presentó  la  obra  al  rey  Felipe  el 
Hermoso  de  Francia,  sin  que  podamos  precisar  dónde  ni 
cuándo.  Todo  el  verano,  o  más  bien  desde  mayo  hasta  oc- 
tubre, debió  de  durar  en  máxima  tensión  este  afán,  sin  que 
le  dejase  lugar  ni  tiempo  para  escribir.  ¿Influyeron  sus  ges- 
tiones en  la  expedición  que  el  año  siguiente  fué  a  Tierra 
Santa? 

En  octubre  volvemos  a  encontrarle  en  Montpellier,  en- 
tregado a  sus  tareas  literarias;  escribe  el  Liber  de  novis 
fallaciis,  ensayo  sobre  los  sofismas  desconocidos  de  Aristó- 
teles G4,  y  el  Liber  de  experientia  realitatis  "Artis  genera- 
lis"  (noviembre),  seguido  de  una  epistola  donde  insinúa  los 
pasos  dados  entonces  en  la  corte  pontificia  en  favor  de  la 
conversión  de  los  infieles.  Ottaviano 65  menciona  otro  Lí- 
ber de  fallaciis,  de  carácter  antiaverroísta,  escrito  en  París 
después  del  De  novis  fallaciis,  tal  vez  en  diciembre  de  este 
mismo  año  1308.  De  ser  ello  así,  tal  viaje  a  París  justificaría 
la  ociosidad  literaria  de  Ramón  Llull  durante  los  meses  de 
enero  y  febrero,  en  los  que  no  sabemos  que  publicase  obra 
alguna,  a  no  ser  aquellos  Proverbis  perdidos,  que  envió  al 
rey  de  Aragón  con  una  carta  en  que  le  manifiesta  el  propó- 
sito de  ir  a  Aviñón  y  estar  cerca  del  Papa,  siempre  a  la 
mira  de  su  negocio.  En  el  mes  de  marzo,  y  en  la  misma  ciu- 
dad de  Montpellier,  vuelve  a  su  trabajo  frenéticamente.  Son 
de  marzo  de  1309  el  Liber  de  maiori  agentia  Dei  y  el  Liber 
de  convenientia  quam  habent  fides  et  intellectus  in  obiecto; 
y  también  del  mismo  mes,  entre  el  25  y  el  31  (primeros  días 
dél  año  1309  ab  Incarnatione ) ,  el  Liber  de  actiuisitione  Ter- 
rae  Sanctae,  escrito  tal  vez  en  vistas  de  la  expedición  que  se 
preparaba,  y  presentado  al  Papa  Clemente  V;  en  abril  data 
allí  mismo  otras  cuatro  obritas  (;r>.  Después  creemos  que  vol- 
vió a  la  corte  papal  de  Aviñón,  cumpliendo  el  propósito  ma- 
nifestado al  conde-rey  Jaime  II,  y  que  entonces  presentó  al 
Papa  el  Liber  de  acquisitione  Terrae  Sanctae,  insistiendo  en 

*  LONGFRÉ,  DicHonnaire  de  théologie  catholiquc,  IX,  1095. 
■  UArs  compendiosa... ,  p.  67,  n.  12c 
"*  Ibícl . ,  p.  68,  nn.  124 -127. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRAFICA 


35 


sus  proyectos  durante  toda  la  primavera  y  el  verano,  aun- 
que siempre  sin  resultado  alguno  positivo. 

Este  nuevo  fracaso,  empero,  no  le  acoquinó  por  completo, 
antes  bien,  con  juvenil  empuje  emprende  la  vía  de  París, 
"donde  públicamente  leyó  su  Arte  y  otros  muchos  libros  que 
en  tiempos  pasados  había  compuesto ;  y  fueron  a  oírle  no  tan 
sólo  estudiantes,  sino  también  gran  multitud  de  maestros"  °7. 
Tal  vez  sucedía  eso  a  los  principios  del  otoño,  y  las  lecciones 
acapararían  toda  su  actividad.  Indudablemente  lo  hallamos 
en  París  el  mes  de  noviembre,  dando  a  luz  su  Ars  mixtiva 
theologiae  et  phüosophiae,  que  inicia  una  nueva  fase  en  la 
lucha  contra  el  error,  acometiendo  al  averroísmo  clara  y 
ahincadamente.  Entre  diciembre  de  1309  y  septiembre  de  1311 
(veintidós  meses)  escribe  más  de  veinticinco  obras,  unas 
como  por  grupos,  otras  con  intervalo  de  algunos  meses,  en 
los  que  se  entregaría  de  lleno  a  procurar  su  negocio,  direc- 
tamente o  por  vía  diplomática,  dando  pasos  continuos,  insis- 
tiendo de  palabra  y  tal  vez  importunando  con  su  presencia. 
El  más  largo  intervalo  de  ociosidad  literaria  en  estos  dos 
años  es  el  que  va  de  julio  a  octubre  de  1310.  Es  posible  que 
fuese  a  Vernon,  residencia  entonces  de  Felipe  el  Hermoso, 
el  cual  le  dió  una  carta  de  recomendación,  atestiguando  su 
buena  conducta,  con  fecha  de  2  de  agosto.  En  este  mismo 
mes  redactó  un  catálogo  de  sus  obras,  que  llegaban  a  ciento 
veintitrés.  Ignoramos  lo  que  hizo  después  hasta  el  mes  de 
octubre,  en  que  comenzó,  en  el  bosque  de  Vincennes,  el  Líber 
de  possibili  et  irrupossibüi,  dedicado  al  rey  Felipe  de  Francia, 
a  quien  ofreció  inmediatamente  otras  tres  obras:  el  Líber 
de  Natali  (diciembre-enero),  la  Lamentatio  Phüosophiae  (fe- 
brero) y  el  Líber  de  divina  unitate  et  pluralitate  (marzo), 
prueba  evidente  de  la  actividad  desplegada  entonces  en  la 
corte  de  Francia,  previendo  que  el  interés  con  que  recibiese 
el  rey  sus  proyectos  había  de  repercutir  en  la  corte  papal  de 
Aviñón. 

Desde  octubre  de  1310  esa  producción  parisina  toma  un 
ritmo  más  normal  y  acelerado,  con  una  obra  cada  mes,  y 
alguno  con  dos  y  aun  tres,  como  los  de  febrero  y  agosto; 
pero  su  producción  de  aquel  período  se  resiente  de  las  pri- 
sas; es  como  gris  y  disminuida,  en  comparación  con  la  de 
su  primera  época.  La  tónica  general  es  el  antiaverroísmo, 
a  combatir  el  cual  dedicó  hasta  una  veintena  de  escritos. 
El  de  más  valor  literario  es  el  Líber  de  Natali,  cuadrito  dra- 
mático en  el  que  seis  damas,  personificación  de  otras  tantas 
virtudes,  cantan  las  excelencias  del  Niño  Jesús,  con  movi- 
mientos ceremoniosos  que  preludian  nuestro  teatro.  Su  fina- 
lidad era  estimular  al  rey  a  que  desterrase  el  averroísmo 


Vida  coetánea. 


36 


SALVADOR  GALl·lés 


de  la  Universidad  de  París,  a  que  fundiese  todas  las  Orde- 
nes militares  en  una  sola  en  favor  de  la  cruzada  contra 
Tierra  Santa,  y  a  que  instituyese  colegios  de  lenguas  para 
formar  misioneros. 

El  1.°  de  octubre  de  1311  iba  a  celebrarse  el  concilio  ge- 
neral de  Viena,  en  el  Delfinado,  convocado  por  Clemente  V, 
y,  esperando  Ramón  sacar  gran  provecho  para  sus  planes 
de  reforma  cristiano-social,  no  vacila  en  acudir  a  él.  Antes 
de  su  partida,  hacia  el  10  o  el  12  de  septiembre,  alcanza 
unas  letras  comendaticias  del  canciller  de  la  Universidad, 
como  un  certificado,  a  la  vez,  de  su  ciencia  y  de  su  orto- 
doxia; escribe  además  una  obrita:  De  perseitate  et  finati- 
tate  Dei,  con  la  ilusión  de  presentarlo  al  concilio  para  incli- 
narlo hacia  sus  proyectos,  y  emprende  el  viaje.  Durante  el 
camino  compone  el  Phantasticus,  diálogo  entre  él  y  un  clé- 
rigo bon  vivant  y  burlón  que  se  dirigía  al  concilio  a  pescar 
prebendas,  con  quien  platica  so'bre  la  fundación  de  colegios, 
la  unión  de  la  Iglesia  griega  con  la  de  Roma  y  la  destruc- 
ción del  averroísmo,  con  una  finísima  crítica  de  los  grandes 
prebendados,  gordos  y  bien  parecidos,  mientras  los  pobres 
de  Cristo  se  mueren  de  hambre  y  peligra  la  propagación  de 
la  fe  por  falta  de  recursos,  todo  ello  entreverado  con  inte 
resantes  datos  autobiográficos  y  psicológicos.  En  Viena,  si 
no  antes,  escribe  Lo  Con&kli,  la  úlltima  de  sus  obras  métricas 
y  la  más  personal  de  todas  ellas,  de  mil  doscientos  versos 
rimados,  distribuidos  en  estrofas  heptásticas  de  cinco  octo- 
sílabos (contando  a  la  provenzaJl,  eneasílabos  a  la  italiana) 
y  dos  quebrados.  Poco  después  redacta  la  Petitio  Raymundi 
in  concilio  generali  ad  acquirendam  Terram  Sanctam,  resu- 
miendo en' dos  capítulos  todos  sus  puntos  de  vista;  y  hasta 
el  mes  de  marzo  siguiente  tiene  tiempo  para  componer  otras 
dos  obrillas  68. 

Cerróse  el  concilio  en  mayo  de  1312.  En  general,  y  de 
un  modo  teórico,  casi  todos  los  capítulos  que  propugnaba 
Ramón  L·lull  fueron  aceptados,  decretándose,  además,  las 
providencias  conducentes;  pero,  prácticamente,  parécenos 
que  él  volvió  de  allí  muy  desanimado. 

Hemos  citado  más  de  setenta  obras  escritas  en  este  pe- 
ríodo de  cinco  años.  ¿Y  quién  fuera  capaz  de  contar  todas 
sus  gestiones  de  Pisa  y  de  Génova,  sus  pasos  en  París  y  en 
la  corte  papal  y  en  Viena,  sus  enseñanzas  en  la  Sorbona, 
su  tensión  anímica  mantenida  por  doquier?  Y  reparemos 
que  Ramón  frisaba  entonces  en  los  ochenta  años.  ¿Qué  va 
a  hacer  ya  en  plena  vejez,  con  pocas  ilusiones  y  con  poquí- 
sima confianza  en  los  hombres? 

88  El  Líber  de  ente  realt  él  rationis  y  el  De  ente  simpliciter  ab- 
soluto. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRÁFICA 


37 


vm 

1312-1315 

Desde  Viena  de  Francia  regresó  Ramón  Llull  a  Mallorca, 
pasando  por  Montpellier.  Aquí,  detenido  por  una  enferme- 
dad— "iacens  in  suo  lecto" — ,  en  el  mismo  mes  de  mayo  de 
1312  escribe  el  Líber  de  locatione  angelorum.  En  julio,  "ve- 
niens  de  concilio  generali",  publica  en  su  isla  natal  el  Líber 
de  participatione  christianorum  et  saracenorum  y  el  De  dif- 
ferentia  correlativorum  divinarum  dignitatum,  que  dedica  al 
rey  Federico  III  de  Sicilia,  hermano  de  Jaime  II  de  Aragón. 
Estas  dos  obras  dan  la  tónica  de  la  futura  actuación  de  Ra- 
món; se  entregará  a  la  conversión  de  los  judíos  y  de  los 
musulmanes  dondequiera  que  estén,  en  Mallorca,  en  Sicilia, 
en  Túnez,  en  heroico  ministerio  de  apostolado  individual. 

Sólo  diez  meses  residió  Ramón  Llull  en  Mallorca;  pero 
su  mano,  más  que  trémula  por  los  años,  inquieta  de  amo- 
rosos afanes,  no  puede  estar  parada,  y  escribe  una  serie 
de  diez  obras,  destinadas,  en  general,  a  la  instrucción  de 
los  cristianos  y  a  la  conversión  de  los  infieles.  Una  de  ellas, 
De  novo  modo  demonstrandi  (septiembre),  la  dedica  al  ci- 
tado rey  Federico  y  al  arzobispo  de  Monreale,  Arnau  de 
Rexa;  otra,  Quae  lex  sit  mélior,  maíor  et  veríor,  va  dirigida 
al  Papa,  a  los  cardenales  y  a  los  obispos,  y  más  especial- 
mente al  rey  Sancho  de  Mallorca  y  al  obispo  de  la  misma 
sede  Guillem  de  Vilanova,  para  que  la  hagan  aprender  a  los 
judíos,  e  incluso  pide  a  los  mercaderes  que  van  a  Berbería  v 
a  Alejandría  que  la  divulguen  entre  los  sarracenos.  De  los 
demás  escritos  hay  que  citar  el  Ars  praedícationis  (enero), 
bastante  voluminosa,  como  formada  por  ciento  ochenta  y 
dos  sermones,  y  el  Art  breu  de  predicado  (febrero). 

El  26  de  abril  de  1313,  Ramón  otorga  testamento,  y  a 
principios  de  mayo  se  embarca  hacia  el  reino  de  Sicilia.  En 
la  misma  nave — "in  mari,  de  Maioricis  apud  Siciliam  venien- 
do" — -comienza  el  librejo  De  compendiosa  contemplatione, 
que  terminó  el  mismo  mes  en  Mesina,  donde  permaneció  un 
año  entero. 

Aquí  la  actividad  productora  de  Ramón  Llull  llega  al 
frenesí,  una  especie  de  delirium  tremens  que  apenas  puede 
comprenderse  a  su  edad,  y  más  teniendo  en  cuenta  que  su 
actividad  principal  y  primaria  consistía  en  la  disputa  y 
predicación  oral,  al  menos  en  los  meses  de  junio  y  julio,  en 
que  no  sabemos  que  escribiese  obra  alguna.  En  agosto  pu- 
blica el  Llibre  de  consolació  d'ermità,  semejante  al  Descon- 


38 


SALVADOR  GALMÉS 


hort,  y  una  de  las  últimas  obras  personales  del  autor.  Inme- 
diatamente redacta  otros  treinta  y  cuatro  tratados,  dos  de 
ellos  en  árabe,  generalmente  de  asunto- teológico,  cuyos  ori- 
ginales catalanes  se  han  perdido.  Todos  ellos  se  escribieron 
en  un  período  de  diez  meses.  Prescindimos  de  su  enumera- 
ción y  cronología  para  no  alargar  en  exceso  esta  introduc- 
ción biográfica;  la  postrera  obra,  De  civitate  mundi,  está 
fechada  en  mayo  de  1314,  una  de  cuyas  partes  es,  según  pa- 
rece, el  IAber  de  consilio  divinarum  dignitatum,  en  el  que, 
según  Wadding  69,  Ramón  manifiesta  su  propósito  de  pasar 
a  la  Morería.  Según  un  documento  sospechoso  reportado 
por  el  padre  Custurer  70,  Ramón  se  embarcó  en  Madlorca  el 
14  de  agosto  de  1314,  y  desde  allí  llegó  a  Bugía.  Lo  cierto 
es  que  el  4  de  noviembre  de  1314  estaba  ya  en  Túnez,  y  que 
hasta  julio  de  1315  compuso  en  aquella  ciudad  algunos  li- 
bros de  disputa  con  los  sarracenos,  sobre  todo  una  Ars  con- 
cilií, primero  en  árabe  y  luego  en  catalán,  que  seguramente 
traduciría  al  latín  su  discípulo  fray  Ramón  de  Puigcerdà. 
Todavía  escribió  otras  quince  obras  71,  una  de  ellas,  De  Deo 
et  mundo,  dedicada  al  cadí  de  aquella  ciudad,  donde  en  di- 
ciembre del  mismo  año  1315  divulgó  la  última  de  sus  obras, 
el  Líber  de  maiori  fine  intellectus,  amoris  et  honoris  72.  Son 
obrillas  cortas,  de  argumento  filosófico  o  teológico,  de  escaso 
valor  relativo,  al  fin  como  última  granazón  de  un  árbol  viejo 
y  herido  de  muerte. 

Sesenta  y  cuatro  suman  las  escritas  en  este  último  pe- 
ríodo de  cinco  años  entre  Mallorca,  Mesina  y  Túnez.  Por 
cortas  que  sean,  con  tanto  trajín  y  con  sus  ochenta  años, 
es  imposible  imaginarnos  una  actividad  mayor  que  la  de 
aquel  calamus  velociter  scribentis. 

Piérdesenos  aquí  definitivamente  la  figura  de  Ramón  Llull 
en  un  velo  de  misterio  histórico.  La  leyenda  nos  dice  que  en 
Bugía  fué  lapidado,  y,  transportado  piadosamente  por  una 
nave  genovesa,  murió  en  su  ciudad  natal  de  Mallorca  a  con- 
secuencia de  las  heridas.  El  grande  enemigo  de  sus  doctrinas 
y  de  su  memoria,  el  inquisidor  general  de  Aragón  fray  Ni- 
colás Aymerich,  generalmente  bien  informado  de  los  hechos, 
al  cabo  de  medio  siglo  justo,  en  1365,  decía  sólo  lacónica- 
mente en  sus  Díatogi  antilulianos  73  que  Ramón  murió  en  la 
ciudad  de  Mallorca  y  que,  por  ser  de  la  Tercera  Orden  de 
San  Francisco,  recibió  sepultura  en  aquel  convento. 

El  propio  Ramón  Llull  había  dicho  en  la  plenitud  de  sus 


68  Ap.  Pasqual,  I,  322. 

70  Disertaciones  históricas...  (Mallorca,  1700),  núm.  .61. 

71  Ottaviano,  pp.  91-92,  sólo  cita  cinco. 

72  Rubió  i  Lluch,  Documents,  I,  pp.  62-66. 

79  J.  Tarré,  Los  códices  lulianos  de  la  Biblioteca  Nacional  de 
París,  en  Analecta  Sacra  Tarraconensia,  14  (1941),  161,  n.  12. 


INTRODUCCIÓN  BIOGRAFICA 


39 


días:  "Los  hombres  que  mueren,  Señor,  por  vejez,  mueren 
por  falta  de  calor  natural  y  por  sobreabundancia  de  frial- 
dad. Por  lo  cual  vuestro  servidor  y  vuestro  súbdito,  si  así 
os  pluguiese,  no  querría  morir  de  tal  muerte,  antes  querría 
morir  por  calor  de  amor,  pues  Vos,  Señor,  morir  quisisteis 
de  tal  guisa"  74.  Tal  vez  el  Amado  le  exigió  el  sacrificio  aún 
de  su  más  ardiente  deseo,  el  de  morir  por  calor  de  amor 
martirial,  reservándole  la  tan  temida  muerte  por  el  frío  de 
la  senectud. 

S.  Galmés. 


71  Llibre  de  contemplació  (ORI-,  IV,  p.  iSj,  c.  130). 


Sepulcro  del  Beato  Ramón  Llull  (siglo  XV).— Basílica  de  San  Fran- 
cisco. Palma  de  Mallorca 


Vida  coetánea 

D  E 

Ramon  Llull 


VIDA  COETANEA 
DE    RAMON  LLULL 


Por  su  capital  importancia  biográfica  y  documental,  ofre- 
cemos por  vía  de  apéndice  el  doble  texto  latino  y  catalán 
de  la  Vida  coetánea,  a  todas  luces  contemporánea  del  propio 
Ramón  Llull,  escrita  en  1311,  que  es  el  momento  en  que  se 
da  por  terminada  la  relación. 

A  pesar  de  la  opinión  contraria  del  padre  Pasqual  en  el 
siglo  XVIII  y  del  padre  Longpré  en  el  actual,  que  sostienen 
la  prioridad  del  texto  catalán  sobre  el  latino,  nosotros  nos 
inclinamos  al  parecer  de  J.  Rubió,  del  P.  De  Gaiffier  y  de 
J.  Tarré,  que  sostienen  ser  anterior  la  recensión  latina.  De 
hecho  hay  latinismos  en  el  texto  catalán  que  difícilmente 
se  explicarían  sin  un  texto  latino  previo,  fuera  de  que  la 
lengua  no  puede  corresponder  a  los  principios  del  siglo  XTV, 
ni  la  multitud  de  palabras  y  construcciones  más  tardías  po- 
drían explicarse  satisfactoriamente  por  simples  correcciones 
de  los  copistas  posteriores.  El  último  de  los  autores  citados 
cree  muy  fundadamente  que  fueron  los  cartujos  de  Vauvert 
(junto  a  París)  los  que  rogaron  a  Ramón  Llull  les  contase 
su  vida. 

El  texto  catalán  no  es  una  versión  ingenua  del  latino. 
Nótase  en  aquél  un  especial  cuidado  en  dulcificar  las  expre- 
siones y  los  pasajes  que  los  antilulianos  pudieran  utilizar 
contra  la  ortodoxia  del  Maestro;  lo  cual  prueba  también  que 
corresponde  a  una  época  posterior  a  las  impugnaciones  de 
Eymerich. 

Por  otra  parte,  los  lugares  lulianos,  sólo  insinuados  en  el 
texto  latino,  son  precisados  con  frecuencia  por  el  traductor, 
probablemente  mallorquín,  a  juzgar  por  algunas  modalidades 
del  lenguaje:  llengo  por  llengua  o  llenga,  ley  por  le  hi  o 
Vhi,  etc. 


•44 


INTRODUCCIÓN  A  LA  VIDA  COETÁNEA 


Damos  el  texto  latino  según  la  edición  crítica  del  bolan- 
dista  padre  De  Gaiffier,  aunque  suprimiendo  el  aparato  de 
variantes.  En  el  texto  catalán  seguimos  la  de  Francisco  de 
Borja  Moll,  aunque  modernizando  en  absoluto  la  ortografía, 
para  facilitar  más  su  lectura,  y  numerando  los  párrafos 
como  el  texto  latino  \ 

M.  B. 


1  Véanse  más  abajó,  en  la  Bibliografía,  las  referencias  bibliográ- 
ficas de  ambas  ediciones. 


Sepulcro  del  Beato  Ramón  Llull.  (Detalle.) 


VITA  BEATI   RAYMUNDI  LULLI 


1.  Ad  honorem,  laudem  et  amorem  solius  Domini  Dei 
nostri  Iesu  ühristi  Raymundus  quorumdam  suorum  amico- 
rum  religiosorum  devictus  instantia  narravit  scribique  per- 
misit  ista  que  sequuntur  hic,  de  conversione  sua  ad  peni- 
tentiam  et  de  aliquibus  gestis  eius. 

2.  Raymundus  senescallus  mense  regis  Maioricarum, 
dum  iuvenis  àdhuc  in  vanis  cantillenis  seu  carminibus  com- 
ponendis  et  aliis  lasciviis  seculi  deditus  esset  nimis,  sedebat 
nocte  quadam  iuxta  lectum  suum  paratus  ad  dictandum  et 
scribendum  in  suo  vulgari  unam  cantilenam  de  quadam  do- 
mina, quam  tune  amore  fatuo  diligebat.  Dum  igitur  canti- 
lenam predictam  inciperet  scribere,  respiciens  a  dextris  vidit 
dominum  Iesum  Christum  tanquam  pendentem  in  cruce;  quo 
viso  timuit,  et  relictis  que  habebat  in  manibus,  lectum  suum, 
ut  dormiret,  intravit. 

3.  In  crastino  vero  surgerte,  et  ad  vanitates  sólitas  re- 
diens,  nichil  de  visione  illa  curabat,  immo  cito  quasi  per  octo 
dies  postea,  in  loco  quo  prius,  et  quasi  hora  eadem,  iterum 
se  aptavit  ad  scribendum  et  perficiendum  cantilenam  suam 
predictam ;  cui  Dominus  iterum  in  cruce  apparuit,  sicut  ante ; 
ipse  vero  tune  territus  plus  quam  primo,  lectum  suum  in- 
trans,  ut  alias,  obdormivit;  sed  adhuc  in  crastino  apparitio- 
nem  negligens  sibi  factam,  suam  lasciviam  non  dimisit; 
immo  post  paululum  suam  cantilenam  nitebatur  perficere 
incoatam,  doñee  sibi  tertio  et  quarto  successive  diebus  inter- 
positis  aliquibus  Salvator  in  forma  semper,  qua  primitus, 
appareret. 

4.  In  quarta  ergo  vel  etiam  quinta  vice,  sicut  plus  cre- 
ditur,  eadem  apparitione  sibi  facta  territus  nimium  lectum 
suum  intravit,  secum  tota  illa  nocte  cogitando  tractans  quid- 


ACI  davall  se  segueix  la  vida  e  actes 

DEL  REVEREND  MESTRE  RAMON  LLULL 


1.  A  honor,  glòria,  llaor  e  magnificència  de  nostro  se- 
nyor Déu  Jesucrist,  lo  reverend  e  digne  de  gran  memòria 
mestre  Ramon  Llull,  del  regne  de  Mallorques,  instat  e  sol·li- 
citat una  e  moltes  vegades  per  alguns  seus  devots,  referí 
e  recontà  les  coses  davall  escrites,  on  se  contenen  la  sua 
vida,  conversió  e  penitència  molt  alta  e  maravellosa,  segons 
que  especificadament  davall  aparrà. 

2.  Recontà  primerament  e  ans  de  totes  coses  que,  es- 
tant ell  senescal  e  majordom  del  superil·lustre  senyor  rey 
de  Mallorques,  com  fos  en  la  plenitud  de  la  sua  joventut,  e  es 
fos  donat  en  l'art  de  trobar  e  compondre  cançons  e  dictats 
de  les  follies  d'aquest  món,  estant  una  nit  dins  la  sua  cam- 
bra sobre  lo  bancal  del  seu  llit,  imaginant  e  pensant  una  vana 
cançó,  e  aquella  escrivint  en  vulgar  per  una  sua  enamorada, 
la  qual  llavors  d'amor  vil  e  fada  amava;  com,  doncs,  tin- 
gués tot  lo  seu  enteniment  encès  e  ocupat  en  dictar  aquella 
vana  cançó,  remirant  a  la  part  dreta  veé  nostre  senyor  Déu 
Jesucrist  penjant  en  creu,  molt  dolorat  e  apassionat.  Lo  qual 
vist,  hac  gran  temor  en  si  mateix,  e,  lleixant  totes  aquelles 
coses  que  tenia  enfre  les  mans,  anà's  metre  en  lo  llit,  e 
va's  colgar. 

3.  E  lo  sendemà  de  matí  llevant-se,  no  curant  de  la  visió 
que  la  nit  passada  havia  haüda,  tornà  a  dictar  aquella  vana 
e  folla  cançó  que  començada  havia ;  e,  com  altra  vegada  aque- 
lla hora  e  en  aquell  lloc  mateix  tornàs  a  escriure  e  a  dictar 
aquella  mateixa  cançó,  altra  vegada  nostro  Senyor  li  apa- 
rec en  creu  en  aquella  forma  mateixa,  de  la  cual  visió  ell 
molt  pus  espaventat  que  no  de  la  primera,  lleixades  totes  co- 
ses, anà's  metre  en  lo  llit.  Jatsia  per  això  aquella  folla' volun- 
tat ell  no  lleixà,  ans  bé,  après  pocs  jorns,  tornant  ell  en  aca- 
bar aquella  cançó  e  no  curant  d'aquelles  visions  meravello- 
ses, fins  que  terçament,  quarta  e  quinta  li  aparec. 

.  4.  Per  les  quals  aparicions  així  sovinejades  ell  molt  es- 
paventat cogità  què  volien  dir  aquelles  visions  ten  sovineja- 
des, e  lo  estímul  de  la  consciència  li  dictava  que  nostro  se- 


48 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


nam  visiones  iste  tociens  itérate  significare  deberent.  Hinc 
sibi  quandoque  dictabat  conscientia,  quod  apparitiones  ille 
nichil  aliud  pretendebant,  nisi,  quod  ipse  mox  relicto  mundo 
domino  Iesu  Christo  ex  tune  integre  deserviret;  illinc  vero 
sua  conscientia  ream  se  prius  et  indignam  Ohristi  servitio 
acclamabat;  sicque  super  hiis  nunc  secum  disputans,  nunc 
attentius  Deum  orans,  laboriosam  noctem  illam  duxit  in- 
sompnem.  Denique,  dante  Patre  luminum,  consideravit  Chris- 
ti  mansuetudinem,  patientiam  ac  misericordiam,  quam  ha- 
buit  et  habet  circa  quoslibet  peccatores;  et  sic  intellexit 
tándem  certissime  Deum  velle  quod  Raymundus  mundum 
relinqueret  Christoque  corde  ex  tune  integre  deserviret. 

5.  Oepit  ergo  intra  se  cogitando  tractaré  quod  esset 
servitium  máxime  Deo  placens;  et  visum  est  quod  melius 
sive  maius  servitium  Ghristo  faceré  nemo  posset,  quam  pro 
amore  et  honore  suo  vitam  et  animam  suam  daré;  et  hoc 
in  convertendo  ad  ipsius  cultum  et  servicium  Sarracenos 
qui  sua  multitudine  Ohristianos  undique  circumeingunt.  Sed 
inter  hec  ad  se  reversus  intellexit,  ad  tantum  negocium 
nullam  se  habere  scientiam,  utpote  qui  nec  etiam  de  grama- 
tica  aliquid  nisi  forte  mínimum  didicisset.  Unde  mente  con- 
sternatus  multum  cepit  doleré. 

6.  Verum  dum  ipse  mente  lugubri  hoc  devolveret,  ecce, 
nesciebat  ipse  quomodo  sed  scit  Deus,  intra vit  cor  eius  vehe- 
mens  ac  implens  quoddam  dictamen  mentis,  quod  ipse  fac- 
türus  esset  postea  unum  librum  meliorem  de  mundo  contra 
errores  infidelium;  verumptamen  cum  ipse  super  tali  libro 
faciendo  nec  formam  videret  adhuc  aliquam  ñeque  modum, 
nimium  mirabatur;  quanto  tamen  ipse  super  hoc  plus  et 
sepius  est  miratus,  tanto  fortius  instinctus  ille  seu  dictamen 
faciendi  librum  predictum  intra  se  crescebat. 

7.  Sed  rursus  considerans  quod,  licet  Dominus  Deus 
sibi  processu  temporis  faciendi  predictum  librum  gratiam 
largiretur,  parum  tamen  vel  nichil  ipse  solus  faceré  posset, 
inde  presertim,  cum  ipse  linguam  arabicam,  que  Sarraceno- 
rum  est  propria,  penitus  ignoraret.  Sed  ad  hec  sibi  venit  in 
mentem,  quod  iret  ad  papam,  ad  reges  etiam  et  principes 
christianos  ad  excitandum  eos,  ac  impetrandum  apud  ipsos, 
quod  constituerentur  in  diversis  regnis  seu  provincias  ad 
hoc  aptis  monasteria,  in  quibus  electe  persone  religiose  et 
alie  ad  hoc  ydonee  ponerentur  ad  addiscendum  predictorum 
Sarracenorum  et  aliorum  infidelium  lingagia  ut  ex  eisdem 
personis  ibidem  convenienter  instructis  in  promptu  semper 
assumi  possent  et  mitti  persone  ydonee  ad  predicandum  et 
manifestandum  predictis  Sarracenis  et  aliis  infidelibus  piam, 
que  es  in  Christo,  fidei  catholice  veritatem. 

8.  Hiis  igitur  tribus  articulis  supradictis  in  animo  suo 
firmiter  iam  conoeptis,  videlicet  de  morte  tolleranda  pro 


VIDA  COETÀNIA 


4Q 


nyor  Déu  Jesucrist  no  volia  altra  cosa  sinó  que,  lleixant  lo 
món,  totalment  se  donàs  a  la  sua  servitut.  E  com,  d'altra 
part,  argüís  en  si  mateix  ésser  indigne  de  servir-lo,  atesa  la 
vida  que  fins  en  aquell  dia  havia  tinguda,  estec  molt  acon- 
goixat  tota  aquella  nit,  pregant  nostro  Senyor  que  l'il·lumi- 
nàs,  e,  remirant  en  si  mateix  la  gran  mansuetud,  paciència 
e  misericòrdia,  la  qual  nostro  Senyor  ha  envers  los  pecadors, 
confortà's  e  hac  vertadera  confiança  ab  nostro  Senyor  que, 
no  obstant  la  vida  que  fins  en  aquell  jorn  havia  tinguda,  vo- 
luntat era  de  nostro  Senyor  que  ell  totalment  sa  donàs  en  sa 
servitut. 

5.  E,  com  ja  per  aquest  propòsit  e  desliberació  fos  en- 
flamat  e  encès  en  l'amor  del  Cruixifix,  cogità  quin  acte,  quin 
servici  poria  ell  fer  que  fos  acceptable  e  plasent  a  l'apassio- 
nat. E,  pensant  en  açò,  ocorrec-li  lo  dit  de  l'Evangeli  qui  diu 
que  major  caritat  ne  amor  negun  no  pot  haver  envers  l'altre, 
que  posar  la  vida  per  aquell ;  e,  per  tant,  lo  dit  reverend  mes- 
tre, ell  ja  tot  encès  en  ardor  d'amor  vers  la  creu,  del·liberà 
que  major  ne  pus  plasent  acte  no  podia  fer  que  tornar  los 
infels  e  incrèduls  a  la  veritat  de  la  santa  fe  catòlica,  e  per 
allò  posar  la  persona  en  perill  de  mort.  E,  com  llongament 
sobre  açò  ell  hagués  pensat,  tornat  dins  si  mateix,  dubtà 
ell  ésser  apte  ne  dispost  a  tan  alt  ministeri ;  car,  considerant 
ésser  rl·literat  (com  en  sa  joventut  neleix  un  poc  de  gramà- 
tica no  hagués  après)  e  considerant  aquest  tan  gran  defalli- 
ment defectiu  en  tan  alt  ministeri  e  contrari  d'açò  que  ell 
desitjava,  començà  haver  tanta  dolor,  que  quasi  isqué  de  si 
mateix. 

6.  E,  pensant  aquestes  coses  ab  pensa  dolorosa,  confià 
e  pensà  que  encara  per  avant  ell  faria  llibres,  uns  bons  e  al- 
tres millors,  successivament,  contra  les  errors  dels  infeels. 
Açò,  però,  hagué  ell  per  inspiració  divinal;  car,  com  ell  era 
en  si  mateix,  no  podia  pensar  com  ni  en  quina  manera  ell  or- 
dinaria los  dits  llibres,  com  no  hagués  ciència. 

7.  E  pensant  més  avant  que,  jatsia  ell  açò  faés,  pus  no 
e  més  avant  considerant  ell  ésser  sol  en  aquest  tan  gran 
sabia  la  llengo  morisca  o  arábica,  que  res  no  li  aprofitaria, 
exercici,  e  per  açò  ell  pensà  que  anàs  al  Sant  Pare  e  als  prín- 
ceps dels  cristians  a  impetrar  que  es  faessen  diverses  mones- 
tirs, aon  hòmens  savis  e  literats  estudiassen  e  aprenguessen 
la  llengo  arábica  e  de  tots  los  altres  infeels,  per  ço  que  pos- 
quessen  entre  ells  preïcar  e  manifestar  la  veritat  de  la  san- 
ta fe  catòlica. 

8.  Aquestes,  doncs,  tres  coses  fermament  dins  la  sua 
pensa  del·liberades,  ço  és,  de  posar  la  sua  vida  per  honor  de 


50 


VITA  BEATI   RAYMUNDI  LULLI 


Ohristo,  convertendo  ad  eius  servicium  infideles,  de  libro 
supra  dicto,  si  daret  Deus,  etiam  faciendo,  nec  non  de  mo- 
nasteriis  impetrandis  pro  diversis  linguagiis  addiscendis,  ut 
superius  est  pretactum,  in  crastino  mox  ascendit  ad  eccle- 
siam,  que  non  longe  ab  ibidem  distabat,  dominum  Iesum 
Ghristum  devote  flens  largiter  exoravit,  quatinus  hec  pre- 
dicta  tria,  que  ipse  misericorditer  inspiraverat  cordi  suo,  ad 
effectum  sibi  beneplacitum  perducere  dignaretur. 

9.  Post  hec  ad  sua  reversus,  cum  nimis  esset  àdhuc  im- 
butüs  vita  et  laxivia  seculari,  in  predictis  tribus  conceptis 
negociis  persequendis  per  tres  subsequentes  menses,  scilicet 
usque  ad  sequens  festum  sancti  Francisci,  satis  fuit  tepidus 
et  remissus.  Sed  in  eodem  festo,  predicante  quodam  episcopo 
apud  Fratres  Minores,  ipso  Raymundo  presente,  quomodo 
scilicet  predictus  sanctus  Franciscus  relictis  et  reiectis  óm- 
nibus, ut  soli  Christo  firmius  inhereret  etc.,  et  ipse  Raymun- 
dus  tune  sancti  Francisci  provocatus  exemplo  venditis  mox 
possessionibus  suis,  reservatis  tamen  inde  paucis  ad  susten- 
tationem  sue  coniugis  ac  liberorum  suorum,  committens  se 
totum  Ohristo,  abiit  cum  intentione  nonquam  revertendi  ad 
propria  ad  Sanctam  Mariam  de  Ruppis  Amatore,  ad  Sanctum 
Iacobum,  et  ad  diversa  alia  loca  sancta,  causa  Dominum 
exorandi  et  sanctos  suos  pro  directione  sua  in  illis  tribus 
que  Dominus,  ut  supra  dicitur,  immiserat  cordi  suo. 

10.  Completa  ergo  peregrinatione  sua  predicta,  paravit 
iter  arripere  Parisius,  causa  discendi  ibi  gramaticam  et  ali- 
quam  aliam  scientiam  suo  proposito  congruam;  sed  ab  hoc 
itinere  parentes  et  amici  sui  et  máxime  Frater  Raymundus 
de  Ordine  Predicatorum,  qui  quondam  Domini  Gregorii  noni 
compilaverat  decretales,  suis  persuasionibus  et  consiliis  di- 
verterunt,  et  eum  ad  civitatem  suam  Maioricarum  scilicet 
rediré  fecerunt. 

11.  Cumque  venisset  illuc,  relictis  ritibus  sollempniori- 
bus  quibus  usque  tune  usus  erat,  assumpsit  sibi  vilem  habi- 
tum  de  panno  quod  ipse  invenire  poterat  grossiore  et  sic  in 
eadem  civitate  didicit  parum  de  gramàtica  emptoque  sibi  ibi- 
dem quodam  Sarraceno  linguam  Arabicam  didicit  ab  eodem. 
Deinde  post  annos  novem  contigit  quod  Sarracenus  ille,  Ray- 
mundo quadam  die  absenté,  nomen  Christi  folasphemaret ; 
quod  cum  reversus  cognovit  Raymundus  ab  hiis  qui  blasphe- 
miam  audiverant,  nimio  fidei  zelo  motus  percussit  illum 
Sarracenum  in  ore,  fronte  ac  facie.  Sarracenus  vero  rancore 
nimio  inde  concepto  ex  tune  cepit  mente  tractaré,  quomodo 
dominum  suum  posset  occidere. 

12.  Cumque  ipse  clam  procurato  sibi  gladio  quadam  die 
videret  sedentem  dominum  suum  solum,  irruit  in  eum  súbi- 
to, simul  ipsum  predicto  gladio  percussiens,  et  cum  rugitu 


VIDA  COETÀNIA 


51 


Jesucrist,  e  de  fer  los  llibres  dessús  dits  e  de  fer  construir 
e  edificar  diverses  monestirs,  així  com  damunt  és  dit;  partí's 
d'aquí  lo  dit  reverend  mestre  e  anà-se'n  a  l'església,  qui  no 
li  era  molt  lluny,  e  aquí  postrat  en  terra  suplicà  lo  apassio- 
nat ab  llàgremes,  que  li  plagués  portar  a  bona  fi  e  conclusió 
aquelles  tres  coses  que  dins  la  sua  ànima  havia  del·liberades. 

9.  E,  acabada  la  sua  oració,  tornant-se'n  en  sa  casa, 
com  los  negocis  mundanals  lo  tinguessen  encara  empatxat, 
estec  per  tres  mesos  que  ab  diligència  no  posqué  en  les  dites 
coses  treballar;  mas  vinent  la  festa  d'aquell  gloriós  sieraf [í  J 
mossènyer  sant  Francesc,  e  oint  lo  reverend  mestre  lo  ser- 
mó d'un  bisbe  qui  en  la  dita  festa  predicava,  dient  e  recon- 
tant  com  lo  gloriós  mossènyer  sant  Francesc,  lleixades  to- 
tes les  coses  mundanals,  s'era  totalment  donat  al  servici  de 
la  creu,  fonc  tocat  dintre  les  sues  entràmenes,  e  del·liberà 
que,  venudes  les  sues  possessions,  ell  faés  atretal.  E  de  fet, 
lleixada  certa  part  de  béns  per  sustentació  de  la  muller  e  in- 
fants, anà-se'n  a  l'església  de  sant  Jacme,  e  a  nostra  Dona 
de  Rocatallada,  e  a  diversos  llocs  sants,  per  suplicar  a  nos- 
tro  Senyor  que  l'endreçàs  en  aquells  tres  propòsits  que  havia 
del·liberat  fer. 

10.  Acabat,  doncs,  per  lo  dit  reverend  mestre  lo  da- 
munt dit  romiatge,  del·liberà  d'anar  al  gran  Estudi  de  Pa- 
rís, per  pendre  aquí  gramàtica  e  altres  ciències,  mitjançant 
les  quals,  e  ab  l'ajuda  de  nostro  Senyor,  posqués  donar  con- 
clusió al  seu  sant  propòsit.  Però  los  seus  amics  e  familiars, 

.e  majorment  mestre  Ramon  de  Penyafort,  de  l'orde  del  glo- 
riós mossènyer  sant  Domingo,  l'hi  contrastaren  e  l'hei  lle- 
varen de  l'enteniment  que  no  hi  anàs ;  ans  se'n  tornà  a  la  sua 
Ciutat  de  Mallorques. 

11.  E  de  fet,  essent  en  Mallorques,  posades  totes  les  su- 
perfluitats  de  vestidures,  les  quals  ell  acostumava  d'aportar, 
vestí's  de  l'hàbit  molt  honest  e  del  pus  gros  drap  que  trobà, 
e  ab  aquell  hàbit  ell  se  donà  a  saber  algun  tant  de  gra- 
màtica. E  més  avant  comprà  un  moro,  per  ço  que  d'aquell 
posqués  apendre  la  llengo  arábica  o  morisca.  E,  com  en 
aquesta  forma  ell  hagués  estat  per  espai  de  nou  anys,  esde- 
venc-se  que  un  jorn  lo  dit  moro,  absent  lo  dit  reverend  mes- 
tre, blasflemà  lo  sobressant  nom  de  Jesucrist.  La  qual  cosa 
après  com  li  fos  recontada,  mogut  per  intrínsec  zel  de  nostro 
Senyor,  ferí  lo  dit  moro  així  en  la  boca  com  en  la  cara,  cap 
e  altres  partides  del  seu  cos;  e,  com  lo  dit  moro  fos  molt  alt 
de  cor  e  fos  estat  quasi  mestre  del  dit  senyor  seu  en  mos- 
trar-li la  llengo  morisca,  hac  gran  ira  dels  dits  colps,  e  de 
fet  pensà  en  quina  forma  e  manera  lo  poria  auciure  e  matar. 

12.  E,  com  un  jorn  ell  tingués  un  coltell  molt  agut,  e 
veés  estar  son  senyor  tot  sol,  seent  en  una  cadira,  ab  gran 
crit  lleixà's  anar  vers  ell,  cridant: — Ara  morràs — .  E,  jatsia 


52 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


terribili  acclamans:  "Tu  mortuus  es."  Sed  Raymundus,  licet 
tune  ferientis  brachium,  quo  tune  gladius  tenebatur,  ut  Deo 
placuit,  aliqualiter  repulisset,  vulnus  tamen  grave,  licet  non 
letale,  super  sto-macum  ex  ferientis  ictu  rece  pit;  prevalens 
tamen  ipse  viribus,  illum  Sarracenum  sibi  substravit,  gla- 
diumque  violenter  abstulit  ab  eodem.  Deinde  aecurrente  fa- 
milia, prohibuit  Raymundus,  ne  Sarracenum  interf icerent ; 
permisit  tamen  quod  ligatum  ponerent  in  carcere,  doñee  ipse 
deliberasset  apud  se,  quid  de  illo  foret  potissime  faciendum  ; 
severum  namque  visum  sibi  fuit  illum  perimere,  quo  docente 
sibi  lingam  multum  optatam,  scilicet  Arabicam,  iam  sciebat; 
dimittere  vero  illum  vel  tenere  diutius  metuebat,  sciens 
quod  ipse  non  cessaret  ex  tune  in  mortem  ipsius  machinan. 

13.  Perplexus  igitur  circa  istud,  ascendit  ad  abbatiam 
quandam,  que  prope  erat,  orans  ibidem  Dominum  super  hac 
re  instantissime  per  tres  dies;  quibus  completis,  admirans 
quod  àdhuc  in  corde  suo  pretacta  perplexitate  remanente, 
Dominus,  ut  sibi  videbatur,  ipsius  orationem  nullatenus  exau- 
disset,  mestus  ad  domum  suam  rediit;  cumque  illue  veniens 
se  divertisset  ad  carcerem,  ut  suum  captivum  inviseret,  in- 
venit,  quod  ipse  fuñe,  quo  ligatus  fuit,  iugulaverat  semetip- 
sum.  Reddidit  ergo  Raymundus  gracias  Deo,  letus,  qui  et 
a  nece  predicti  Sarraceni  servaverat  manus  eius  innoxias, 
et  eum  a  perplexitate  illa  gravi,  pro  qua  paulo  ante  ipsum 
anxius  exoraverat,  liberaverat. 

14.  Post  hec  Raymundus  ascendit  in  montem  quendam, 
qui  non  longe  distabat  a  domo  sua,  causa  Deum  ibidem 
tranquillius  contem plandi ;  in  quo,  cum  iam  stetisset  non 
plene  per  octo  dies,  accidit  quadam  die,  dum  ipse  staret  ibi 
celos  attente  respiciens,  quod  súbito  Dominus  illustravit  men- 
tem  suam  dans  eidem  formam  et  modum  faciendi  librum, 
de  quo  supra  dicitur,  contra  errores  infidelium.  De  quo 
Raymundus  immensas  gracias  reddens  Altissimo,  descendit 
de  monte  illo  reversusque  mox  ad  abbatiam  supradictam, 
cepit  ibidem  ordinare  et  faceré  librum  illum,  vocans  ipsum 
primo  Artem  maiorem,  sed  postea  Artem  generalem;  sub 
qua  Arte  postea  plures,  ut  infra  sequitur,  fecit  libros,  in 
eisdem  multum  generalia  principia  ad  magis  specifica,  se- 
cundum  capacitatem  simplicium,  prout  experientia  eum  iam 
docuerat,  explicando.  Postquam  igitur  Raymundus,  in  predic- 
ta  stans  abbacia,  composuerat  librum  suum,  ascendit  iterum 
in  montem  predictum  et  in  eodem  loco,  in  quo  steterant  pedes 
eius,  dum  sibi  in  illo  monte  Dominus  ostenderat  modum 
Artis,  heremitorium  fieri  sibi  fecit,  habitans  in  eodem  iugi- 
ter  per  quatuor  menses  et  amplius,  die  noctuque  Deum  de- 
precans,  quod  ipsum  et  Artem,  quam  sibi  dederat  ad  hono- 
rem suum  et  Bcclesie  sue  profectum,  per  misericordiam 
suam  dirigeret  prospere. 


VIDA  COETÀNIA 


lo  dit  reverend  mestre  li  desviàs  lo  colp  segons  son  poder, 
emperò  ell  romàs  nafrat  de  colp,  emperò  no  mortal,  sobre  lo 
ventrell,  e,  lluitant  ab  ell,  fo  enderrocat  lo  dit  moro,  e  llevat 
lo  coltell;  e,  com  la  companya  de  casa  sentissen  la  remor, 
volgueren  auciure  lo  dit  moro;  però  lo  dit  reverend  mestre 
no  ho  permès,  ans  lo  féu  metre  dins  lo  càrcer  fins  que  ell 
hagués  desliberat  qué  faria  d'aquell.  E,  com  d'una  part  pen- 
sàs  com  per  part  del  dit  moro  havia  rebut  gran  benifici 
d'apendre  la  llengo  morisca,  la  qual  ell  molt  havia  desitjada 
per  fer-ne  honor  a  nostro  senyor  Déu,  per  tant  li  aparia  que 
no  li  degués  dar  mort;  e,  com  d'altra  part  dubtàs  que  altra 
vegada  no  tornàs  en  voler-lo  auciure,  estava  en  gran  dubte 
e  perplex  què  faria. 

13.  E  de  fet  anà-se'n  a  nostra  Dona  de  la  Reial  per  pro- 
gar  nostro  senyor  Déu  que  l'inspiràs  què  faria  del  dit  moro. 
E,  com  hagués  feta  oració  aquí  per  tres  dies,  e  fos  molt 
meravellat  que  lo  seu  esperit  no  es  reposava  en  dar-li  mort 
o  vida,  ans  estava  en  aquella  perplexitat  mateixa,  ab  gran 
tristor  tornà-se'n  a  casa  sua;  e,  com  passàs  per  lo  càrcer  on 
lo  catiu  era,  trobà  que  lo  dit  catiu  se  fonc  penjat  ab  la  cor- 
da ab  què  estava  lligat.  Féu,  doncs,  gràcies  lo  dit  reverend 
mestre  a  nostro  Senyor  qui  l'havia  tret  d'aquella  gran  per- 
plexitat, per  la  qual  tant  lo  havia  suplicat. 

14.  Après,  doncs,  totes  aquestes  coses,  muntà-se'n  lo 
dit  reverend  mestre  alt  en  una  muntanya  apellada  Randa, 
la  qual  no  era  molt  lluny  de  la  sua  casa,  per  ço  que  aquí 
millor  posqués  nostro  Senyor  pregar  e  servir.  E,  com  hagués 
estat  aquí  quasi  per  vuit  dies,  e  un  dia  estigués  contemplant 
e  tenint  los  ulls  vers  lo  cel,  en  un  instant  li  vénc  certa  il·lus- 
tració divinal,  donant-li  orde  e  forma  de  fer  los  dits  llibres 
contra  les  errors  dels  infeels:  de  la  qual  cosa  molt  alegre 
lo  dit  reverend  mestre,  ab  grans  llàgremes  féu  moltes  grà- 
cies a  nostro  Senyor  d'aquella  gràcia  tan  meravellosa;  e 
encontinent,  davallant  de  la  dita  muntanya,  anà-se'n  pres- 
tament  al  monestir  de  la  Reial,  per  ço  que  pus  apertament 
posqués  ordonar  los  dits  llibres;  e  de  fet  ordonà  un  molt 
bell  llibre,  lo  qual  apella  la  Art  major,  e  après  la  Art  gene- 
ral, sots  la  qual  art  après  molts  llibres  compilà,  per  la  ca- 
pacitat dels  hòmens  il·literats;  e,  com  lo  dit  reverend  mes- 
tre hagués  la  dita  obra  acabada,  muntà  altra  vegada  al  puig 
de  Randa,  e  en  aquell  lloc  on  ell  rebé  aquella  gran  il·lustra- 
ció, ell  féu  edificar  un  ermitori,  en  lo  qual  estec  per  espai 
de  quatre  mesos,  dia  e  nit  suplicant  a  nostro  Senyor  que 
aquella  Art  que  havia  ordonada  fos  a  honor  sua  e  a  profit 
de  la  santa  fe  catòlica,  e  que  li  plagués  aquella  prosperar. 


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VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


15.  Dum  igitur  ipse  staret  sic  in  heremitorio  memorato, 
venit  ad  eum  quídam  pastor  ovium,  adolescens  hylaris  facie 
et  venusta,  dicens  sibi  sub  una  hora  tot  et  tanta  bona  de 
Deo  et  de  celestibus,  de  angelis  scilicet  et  aliis,  scilicet  quot 
et  quanta,  ut  sibi  videbatur,  unus  quicumque  alius  homo 
vix  per  duos  dies  Íntegros  fuisset  locutus.  Vidensque  pastor 
ille  libros  Raymundi,  deosculatus  est  eos  flexis  genibus,  la- 
crimis  suis  rigans  eosdem,  dixitque  Raymundo,  quod  per  illos 
libros  multa  bona  Christi  Ecclesie  provenirent.  Benedixit 
etiam  pastor  ille  Raymundo  multis  benedictionibus,  tanquam 
propheticis,  signans  caput  et  totum  corpus  eius  signaculis 
sánete  crucis,  ac  recessit.  Raymundus  vero,  considerans  hec 
omnia,  mirabatur;  nam  pastorem  illum  nonquam  ipse  vide- 
rat  alias,  nec  de  ipso  audiverat  quicquam  loqui. 

16.  Post  hec  rex  Maioricarum,  audito  quod  Raymundus 
iam  fecisset  quosdam  libros  bonos,  mandavit  pro  ipso,  quod 
veniret  ad  Montem  Pessulanum,  ubi  rex  ipse  tune  erat.  Cum- 
que  venisset  Raymundus  illue,  fecit  rex  examinari  per  quem- 
dam  fratrem  de  Ordine  Minorum  libros  ipsius;  specialiter 
autem  Meditationes  quasdam,  quas  ipse  fecerat  in  devotione 
súper  omnes  dies  anni,  XXX  paragraphos  speciales  diebus 
singulis  assignando.  Quas  meditationes  prophetia  et  devo- 
tione catholica  plenas  non  sine  admiratione  reperit  frater 
ille.  Fecit  igitur  Raymundus  sub  predicta  Arte  sibi  data  in 
monte  in  civitate  illa  librum  unum  vocans  eundem  Artem 
demonstrativam,  quam  et  legit  ibidem  publice,  fecitque  super 
eundem  lecturam  suam,  in  qua  declarat  quomodo  prima  for- 
ma et  prima  materia  constituunt  chaos  deméntale,  et  quo- 
modo ipsa  quinqué  universalia  decem  quoque  predicamenta 
ab  ipso  chaos  descendunt,  et  continentur  in  eodem  secundum 
catholicam  et  theologicam  veritatem. 

17.  Sub  eodem  tempore  impetravit  etiam  Raymundus  a 
predicto  rege  Maioricarum  unum  monasterium  construí  in 
regno  suo  et  possessionibus  dotari  sufficientibus,  ac  in  eodem 
tresdecim  Fratres  Minores  instituí,  qui  lingam  ibidem  dis- 
cerent  arabicam  pro  convertendis  infidelibus  ut  superius  est 
expressum;  quibus,  nec  non  et  aliis  succendentibus  aliis  in 
eodem  monasterio  perpetuo  predictis  possessionibus  ad  eo- 
rum  necessària  ministrarentur  singulis  annis  quingenti  flo- 
reni. 

18.  Post  hoc  ivit  Raymundus  ad  curiam  Romanam,  cau- 
sa impetrandi,  si  posset,  a  domino  Papa  et  cardinalibus  huius- 
modi  monasteria  pro  diversis  linguis  discendis  per  mundum 
institui.  Sed  cum  ipse  ad  curiam  pervenisset,  invenit  Papam 
tune  recenter  mortuum,  dominum  scilicet  Honorium  papam. 
Propter  quod  derelicta  curia,  direxit  versus  Parisius  gressus 
suos  ad  communicandum  ibi  mundo,  quam  sibi  dederat  Deus 
Artem. 


VIDA  COETÀNIA 


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15.  E  de  fet,  estant  lo  dit  reverend  mestre  en  aquesta 
forma  e  manera,  esdevenc-se  que  un  jorn  li  vénc  un  pastor 
d'ovelles  jove,  ab  la  cara  molt  plasent  e  alegre,  lo  qual  dins 
una  sola  hora  li  recontà  tanta  singularitat  de  l'essència  di- 
vina e  del  cel,  e  singularment  de  natura  angèlica,  com  un 
gran  home  de  ciència  en  dos  dies  haguera  poscut  explicar; 
e,  veent  lo  dit  pastor  los  dits  llibres  que  lo  dit  reverend 
mestre  havia  ordonats,  besàl's  ab  los  genolls  en  terra,  e  ab 
llàgremes  dix  que  per  aquells  llibres  se  seguiria  molt  de  bé 
en  l'Església  de  Déu;  e,  beneint  al  dit  reverend  mestre  ab 
lo  senyal  de  la  creu,  així  com  si  fos  un  gran  profeta,  partí's 
d'ell,  e  romàs  lo  dit  reverend  mestre  tot  esbalaït,  car  no  li 
donà  de  parer  que  mai  hagués  vist  lo  dit  pastor,  e  d'aquell 
mai  hagués  oït  parlar. 

16.  Après,  doncs,  aquestes  coses,  com  lo  senyor  rei  de 
Mallorques  hagués  oït  dir  que  lo  dit  reverend  mestre  hagués 
dictats  certs  llibres,  tramès  per  ell  que  vingués  a  Montpeller. 
E,  com  fonc  junt  allà,  lo  senyor  rei  féu  examinar  los  dits 
llibres  a  un  mestre  en  teologia,  frare  menor,  e  signantment 
les  meditacions  que  ell  havia  ordonades  per  tots  los  dies  de 
l'any,  trenta  paràgrafs  especials;  les  quals  coses  ab  gran 
admiració  e  reverència  rebé  e  examinà  lo  dit  frare  menor; 
e  llavors,  en  lo  dit  lloc  de  Montpeller,  féu  lo  dit  reverend 
mestre  un  llibre  apellat  Art  demostrativa,  la  qual  llegí  aquí 
públicament,  e  sobre  aquell  féu  una  Lectura,  en  lo  qual  de- 
clarà com  la  primera  forma  e  la  primera  matèria  consti- 
tueixen un  caos  elemental,  e  com  los  deu  predicaments  uni- 
versals davallen  e  són  contenguts  en  aquell  segons  la  teolo- 
gal e  catòlica  veritat. 

17.  E  en  aquell  temps  impetrà  lo  dit  reverend  mestre, 
del  dit  senyor  rei,  ésser  edificat  un  monestir  en  lo  regne  de 
Mallorques,  ben  dotat  de  possessions,  en  lo  qual  posquessen 
viure  tretze  frares  qui  aprenguessen  la  llengo  morisca  per 
convertir  los  infeels,  als  quals  tots  anys  fossen  dats  cinc- 
cents  florins  d'or  per  llur  sustentació. 

18.  Après,  doncs,  d'aquestes  coses,  anà-se'n  lo  dit  re- 
verend mestre  al  Pare  Sant  e  als  cardinals  per  obtenir  que 
per  lo  món  se  fessen  monestirs  on  s'aprenguessen  diversos 
llengatges  per  convertir  los  infeels;  e,  com  fos  atès  a  cort, 
atrobà  lo  Sant  Pare  qui  llavors  era,  mort  de  fresc;  per  la 
qual  cosa,  lleixada  la  cort,  tornà-se'n  la  via  de  París,  ab 
propòsit  e  intenció  de  llegir  e  comunicar  VArt  públicament, 
la  qual  nostro  Senyor  li  havia  comunicada. 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


19.  Veniens  ergo  Raymundus  Parisius  tempere  cancel- 
larii  Bertoldi,  legit  in  aula  sua  commentum  Artis  generalis 
de  speciali  precepto  predicti  cancellarii ;  perlectoque  Parisius 
illo  commento,  ac  ibidem  viso  modo  scolarium,  ad  Montem 
rediit  Pessulanum,  ubi  de  novo  legit,  et  fecit  etiam  librum 
unum,  vocans  eundem  Artem  veritatis  inventivam;  ponendo 
in  ipso  libro,  nec  non  et  in  ómnibus  aliis  libuis,  quos  ex  tune 
fecit,  quatuor  tantum  figuras,  reseeatis  seu  potius  dissimu- 
latis  propter  fragilitatem  humani  intellectus,  quam  fuerat 
expertus  Parisius,  XII  figuris  ex  sexdecim,  que  prius  erant 
in  Arte  sua.  Quibus  ómnibus  in  Monte  Pessulano  rite  exple- 
tis,  iter  arripiens  venit  ad  Ianuam,  ubi  moram  faciens  non 
multam  predictum  librum  scilicet  Artis  inventive  transtulit 
in  arabicum.  Quo  facto  direxit  ad  Romanam  curiam  gressus 
suos,  cupiens  ibidem,  ut  alias,  impetrare,  monasteria  fieri 
per  mundum  pro  diversis  linguis,  ut  supra  dicitur,  addiscen- 
dis ;  sed  ibi  tune  propter  impedimenta  curie  parum  circa  suum 
intentum  proficiens  deliberato  consilio  progressus  venit  ad 
Ianuam,  ut  inde  transfretaret  in  terram  Sarracenorum,  ad 
experiendum,  utrum  ipse  saltem  solus  in  aliquo  posset  pro- 
ficere  apud  ipsos,  conferendo  cum  sapientibus  eorum,  ac  ma- 
nifestando eisdem  secundum  Artem  sibi  datam  a  Deo  Filii 
Dei  incarnationem,  nec  non  et  divinarum  Personarum  in 
summa  unitate  essentie  beatissimam  Trinitatem,  quam  ipsi 
Sarraceni  non  credunt,  immo  ceci,  nos  christianos  tres  Déos 
asserunt  colere. 

20.  Cumque  apud  Ianuenses  cito  divulgatum  esset  quod 
Raymundus  iam  venerat  ad  transfretandum  in  terram  Sarra- 
cenorum causa  convertendi  eos  ad  fidem  Ohristi,  si  posset, 
multum  edificatus  est  inde  populus,  sperantes,  quod  Deus 
per  ipsum  aliquod  bonum  notabile  f aceret  apud  ipsos  scilicet 
Sarracenos.  Audiverant  enim  Ianuenses,  ipsum  Raymundum 
post  conversionem  ipsius  ad  penitentiam  recepisse  in  quo- 
dam  monte  divinitus  scientiam  quandam  sanctam  pro  con- 
versione  infidelium.  Sed  cum  Dominus  sic  Raymundum  tanto 
gaudio  populi,  quasi  quidam  diluculo,  visitasset,  eumdem 
temptatione  gravissima  súbito  cepit  probare;  nam  cum  ad 
transfretandum,  sicut  pretangitur,  navigium  et  alia  parata 
fuissent  omnia,  librique  sui  in  navim  cum  neccessariis  aliis 
introducti,  venit  ex  quibusdam  occasionibus  sibi  tanquam 
fixum  quid  in  mente,  scilicet,  quod,  si  ipse  transsiret  ad 
Sarracenos,  illi  mox  eum  in  adventu  suo  trucidarent,  vel  Ad 
minus  carceri  perpetuo  manciparent.  Quare  Raymundus  ti- 
mens  pelli  sue,  sicut  in  passione  quondam  Domini  sanctus 
Petrus  apostolus,  oblitusque  sui  propositi  supradicti,  quo 
scilicet  mori  pro  Christo  statuerat  in  convertendo  ad  cultum 
eius  infideles,  Ianue,  quodam  detentus  inherti  timore,  re- 
mansit,  sibi  ipsi,  forsitan  ne  inaniter  de  se  presumeret,  per- 


VIDA  COETÀNIA 


57 


19.  E  de  fet,  essent  a  París,  llegí  aquí  públicament  en 
l'escola  de  mestre  Britolt,  canceller  del  dit  Estudi;  e,  com 
aquí  hagués  estat  un  temps,  e  hagués  vista  la  forma  de  l'Es- 
tudi, anà-se'n  a  Montpeller,  e  aquí  ordonà  e  féu  un  altre 
llibre,  lo  qual  apellà  YArt  de  trobar  veritat,  e  així  mateix 
reduí  en  tots  los  altres  llibres  les  setze  figures  a  quatre,  per 
amor  de  la  fragilitat  humana.  Les  quals  coses  totes  ordena- 
des, partí's  de  Montpeller  e  anà-se'n  la  via  de  Gènova,  on 

10  dit  Llibre  inventiu  de  la  veritat  transladà  en  morisc.  La 
qual  cosa  acabada,  del·liberà  d'anar  en  cort  romana,  per  dar 
forma  de  fer  los  monestirs  que  tant  desitjava;  mes,  com  en 
la  dita  cort  romana  posqués  poc  aprofitar  per  los  grans  em- 
patx  que  hi  sentia,  del·liberà  de  tornar-se'n  en  Gènova,  per 
ço  que  d'aquí  pus  fàcilment  posqués  passar  en  Berbería  per 
provar  e  si  ell  tot  sol  poria  alguna  cosa  acabar  disputant 
e  conferint  ab  ells  segons  l'art  que  nostro  Senyor  li  havia 
inspirada,  ço  és,  provant  la  santa  incarnació  del  Fill  de  Déu, 
la  santa  Trinitat,  la  qual  los  infeels  no  creuen. 

20.  E,  com  fos  arribat  en  Gènova,  tantost  fonc  divulgat 
que  ell  volia  passar  en  Berbería;  e  de  fet  lo  poble  havia  con- 
fiança que  nostro  Senyor  Déu  faria  grans  meravelles  per 
mans  d'aquell,  com  haguessen  oït  que  nostro  Senyor  l'havia 
inspirat  en  certa  muntanya.  E  de  fet,  estant  ell  en  aquest 
sant  prepòsit,  com  hi  hagués  ja  cert  passatge  per  Berbería, 
e  lo  dit  reverend  mestre  ja  hagués  recollits  los  seus  llibres, 
sobrevenc-li  una  temptació  molt  fort,  car  lo  seu  enteniment 

11  dictà,  així  reialment  com  si  ell  ho  vés,  que  encontinent 
que  ell  fos  en  Berbería,  sens  lleixar  lo  disputar  ne  preïcar, 
los  moros  lo  al·lapidarien,  o  almenys  lo  metrien  en  càrcer 
perpetual;  de  la  qual  cosa  hac  gran  temor  lo  dit  reverend 
mestre,  així  com  se  llig  de  mossènyer  sant  Pere;  e  de  fet  lo 
dit  reverend  mestre,  per  aquesta  temor,  romàs  aquella  ve 
gada,  forse  inspirat  per  nostro  Senyor,  al  qual  llavors  nu 
plagué.  E,  com  la  fusta  se  fonc  partida,  contrària  temptació 
reprès  lo  dit  reverend  mestre,  estimant  que  per  aquell  gran 
pecat  nostro  Senyor  lo  damnada;  e,  dubtant-se  que  no  ha- 


58 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


mittente  vel  dispensante  Domino,  interim  derelictus.  Verum 
recedente  iam  de  Ianua  predicto  navigio  Raymundus  mox 
súper  hoc,  quod  ipse  sic  enormiter  remanendo  dedisset  popu- 
lo scandalum  contra  fidem  in  desperationem  penitus  incidit, 
estimando  certissime,  se  propter  hoc  a  Deo  fore  dampnan- 
dum,  propter  quod  tactus  est  tanto  dolore  cordis  scilicet  in 
corpore  febricitando  gravissime  egrotavit,  sicque  apud  Ia- 
nuam  languens  diutius  nec  alicui  causam  sui  doloris  ape- 
riens,  fere  ad  nichilum  redactus  est. 

21.  Denique  adveniente  die  sancta  festi  Pentecostes  fe- 
cit  se  portari  seu  duci  ad  Fratrum  Predicatorum  ecclesiam 
dumque  fratres  audiret  hymnum  "Veni  Creator"  cantantes, 
ingemiscens  ait  intra  se:  "Ha!  nonquid  non  Spiritus  iste 
Sanctus  me  posset  salvare?"  Sicque  debilis  ductus  seu  por- 
tatus  in  dormitorium  Fratrum  super  quemdam  lectum  ibidem 
se  proiecit;  dumque  sic  ibi  iacens  sursum  respiceret,  vidit 
in  ipsius  domus  cacumine  lucem  quandam  parvulam,  quasi 
stellam  pallidam,  audivitque  de  loco  stelle  vocem  que  sibi 
talia  verba  dixit :  "In  ordine  isto  posset  salvari."  Sicque  Ray- 
mundus mittens  pro  fratribus  illius  domus  eorum  habitu 
mox  indui  petiit;  sed  fratres  propter  prioris  absentiam  hoc 
faceré  distulerunt. 

22.  Reversus  igitur  Raymundus  in  hospicium  suum  re- 
duxit  ad  memoriam  quod  Fratres  Minores  Artem,  quam  sibi 
Dominus  dederat  in  monte,  plus  peracceptando  dilexerant, 
quam  Predicatores  prefati.  Quamobrem  sperans,  quod  ipsi 
Fratres  Minores  efficacius  Artem  predictam  ad  honorem 
domini  Iesu  Ghristi,  et  utilitatem  sue  Ecclesie  promoverent, 
cogitavit,  quod  ipse  dimissis  Predicatoribus  intraret  Ordi- 
nem  Fratrum  Minorum.  Dumque  hoc  ipse  mente  tractaret, 
apparuit  iuxta  ipsum  quasi  pendens  in  pariete  cingulum 
sive  corda  una,  quali  se  cingunt  ipsi  Minores ;  dumque  super 
hac  visione  vix  esset  ad  horulam  consolatus,  respiciens  a 
longe  supra  se  vidit  lucem  illam,  sive  stellam  pallidam,  quam 
ipse,  sicut  predicitur,  apud  Predicatores  iacens  in  lectulo 
prius  viderat,  audivitque  illam  stellam  veluti  comminando 
dicentem  sic  ei:  "Nonquid  non  dixi  tibi,  quod  tu  in  Ordine 
solummodo  Predicatorum  Fratrum  posses  salvari ;  vide  ergo, 
quid  feceris." 

23.  Raymundus  igitur  considerans  hinc  sui  dampnatio- 
nem,  nisi  ipse  cum  Predicatoribus,  hinc  Artis  et  librorum, 
quos  fecerat,  perditionem,  nisi  ipse  cum  fratribus  Minoribus 
morare  tur,  elegit  (quod  erat  supermirabile)  dampnationem 
sui  ipsius  eternam  pocius  quam  Ars  predicta,  quam  nove- 
rat  se  recepisse  a  Deo  ad  multorum  salvationem  et  Dei  ho- 
norem precipue,  perderetur.  Et  sic  non  obstante  reclamatio- 
ne  stelle  predicte,  misit  pro  gardiano  Fratrum  Minorum, 


VIDA  COETÀNIA 


gués  dat  escàndil  al  poble  contra  la  fe,  quasi  vénc  en  punt 
de  desperació,  e  hac  tanta  dolor  dins  la  sua  ànima,  que 
exhal·là  de  part  de  fora,  e  caigué  en  una  gran  malaltia,  en 
la  qual  estec  per  gran  temps,  que  jamés  a  negun  no  volgué 
descobrir  la  causa  de  la  sua  malaltia. 

21.  E,  venint  la  festa  de  cincogesma,  lo  dit  reverend 
mestre,  així  malalt  corn  era,  se  féu  portar  a  l'església  de 
mossènyer  sant  Domingo;  e,  com  cantassen  aquell  sant  him- 
ne qui  diu  "Veni  creator  Spiritus",  girà  lo  seu  enteniment 
alt  vers  nostro  Senyor,  e  ab  llàgremes  cordials  suplicà'l  que, 
per  sa  gran  benignitat,  li  perdonàs  aquell  tan  gran  defalli- 
ment. E  de  fet,  com  l'haguessen  posat  dins  lo  dormidor  en 
una  cambra,  continuant  lo  dit  reverend  mestre  la  sua  alta 
oració,  remirant  en  lo  treginat  de  la  dita  cambra,  veé  una 
llum  petita,  així  com  una  estela,  de  la  qual  isqué  una  veu 
la  qual  li  dix  tals  paraules: — En  aquest  orde  te  deus  sal- 
var— .  E,  tantost  oïdes  aquestes  paraules,  lo  dit  reverend 
mestre  tramès  als  frares  que  li  vestissen  l'hàbit  de  mossè- 
nyer sant  Domingo.  La  qual  cosa  los  frares  no  gosaren  fer, 
com  lo  prior  no  hi  fos. 

22.  E,  com  lo  dit  reverend  mestre  se'n  fos  tornat  a  la 
sua  posada,  reduí-li  a  memòria  com  los  frares  menors  ha- 
vien pus  acceptable  Y  Art  que  nostro  Senyor  li  havia  inspi- 
rada, que  no  los  frares  preïcadors,  e  per  açò  pensà  que,  llei- 
xada  l'orde  de  sant  Domingo,  prengués  l'hàbit  de  mossènyer 
sant  Francesc;  e,  com  aquestes  coses  ell  pensàs,  veé  sus  en 
la  paret,  prop  d'ell,  una  corda  o  cinyell  de  mossènyer  sant 
Francesc;  e,  com  per  espai  d'una  hora  ell  hagués  pensat  en 
aquestes  coses,  mirant  en  alt  ell  veé  aquella  llum  mateixa 
la  qual  havia  vista  a  preïcadors,  e  oí  la  veu  mateixa  qui, 
quasi  menaçant,  li  dix: — E  no  t'he  dit  que  solament  en  l'orde 
de  preïcadors  te  pots  salvar?  Veges,  doncs,  què  faràs. — 

23.  La  qual  cosa  com  lo  dit  reverend  mestre  hagués 
oïda,  pensant  en  si  mateix  que,  si  ell  no  entrava  en  l'orde 
de  frars  menors,  que  los  seus  llibres  se  perdrien;  e  veent, 
d'altra  part,  la  veu  de  l'estela,  que  si  no  entrava  en  l'orde 
dels  preïcadors  no  es  salvaria :  fonc  posat  en  gran  angústia, 
e,  après  llong  pensament,  elegí  que  més  valia  ell  tot  sol  ésser 
d'amnat,  que  si  aquella  art,  ab  la  qual  molts  se  porien  salvar, 
totalment  se  perdia.  E,  no  obstant  la  paraula  de  l'estela, 
tramès  tantost  per  lo  guordià  de  frares  menors,  e  demanà-li 


6o 


VITA  BE  ATI  RAYMUNDI  LULLI 


a  quo  petiit  eorum  habitum  sibi  dari;  quem  sibi  gardianus 
daturum  se  concessit,  quando  ipse  propinquior  foret  morti. 

24.  Raymundus  ergo  licet  desperans  quod  Deus  ipsum 
salvare  vellet,  voluit  tamen,  ne  vel  a  Fratribus  aut  a  populo 
hereticus  crederetur,  confiten  superficialiter,  testamentum- 
que  condere,  quod  et  feeit.  Cumque  corpus  Christi  sacerdos 
ad  suam  presentiam  attulisset,  ac  illud  ante  faciem  Raymun- 
di  recte  stans  eidem  conferret,  sensit  ipse  Raymundus  quast 
per  impulsus  manus  cuiusdam  hominis  faciem  suam,  quam 
tune  rectam  tenuerat,  ad  dextrum  suum  humerum  retorque- 
ri,  videbaturque  sibi,  quod  simul  et  eadèm  hora  corpus  Clhris- 
ti  sibi  tune  a  sacerdote  oblatum  transmigrando  in  oppositum, 
scilicet  ad  humerum  suum  sinistrum,  talia  sibi  diceret:  "Pe- 
nam  condignam  patieris,  si  tu  me  sic  nunc  suseeperis."  Sed 
Raymundus  firmus  in  hiis  que  apud  se  supra  decreverat, 
videlicet  se  pocius  eternaliter  velle  dampnari,  quam  per  ma- 
lam  famam  sui  periret  Ars  ad  honorem  Dei  et  salvationem 
multorum  revelata,  sensit  iterum  velut  manum  hominis  suam 
adhuc  versam  faciem  retorquere  ad  rectum;  in  qua  etiam 
rectitudine  videns  tune  corpus  Domini  in  manibus  sacerdo- 
tis  mox  in  terram  de  suo  lectulo  eorruit,  osculatusque  est 
pedem  ipsius  sacerdotis ;  sicque  tune  corpus  Christi  suscepit, 
ad  hoc  quod  ipse  saltem  sub  tali  devotione  ficta  salvaret  Ar- 
tem  predictam.  O  mirabilis  temptatio!  seu  pocius,  ut  vide- 
tur,  divine  probationis  dispensatio!  Abraham  patriarcha 
contra  spem  olim  in  spem  eredidit,  iste  vero  Artem  seu  doc- 
trinam,  per  quam  multi  converterentur  ad  intelligendum  ac 
amandum  et  colendum  Deum,  proprie  salvationi  constanter 
preferens,  velut  sol  nube  tectus,  dum  nichilominus  ardens 
in  se,  sub  quadam  sue  mentis  obumbratione  de  Deo  modo 
mirabili  desperando,  Deum  et  proximum  propter  Deum  infi- 
nities  plus  quam  se  ipsum  diligere  probatus  est,  ut  eviden- 
ter  colligitur  ex  predictis. 

.  25.  Dum  igitur  adhuc  Raymundus  sic  corporis  et  anime 
gravi  langore  detineretur,  pervenit  ad  eum  rumor,  quod 
galea  quedam  stans  in  portu  se  paraverat  ad  transeundum 
in  Tunicium.  Quo  audito  ipse  quasi  gravi  sompno  evigilans 
se  mox  in  eandem  navim  cum  libris  suis  fecit  portari;  sed 
amici  sui  videntes  eum  in  mortis  ianuis  existentem,  sibi 
compatientes,  ipsum  etiam  invitum  de  navi,  quo  multum  do- 
luit,  extraxerunt.  Verumptamen  Raymundus  longe  post  ite- 
rum intellecto,  quod  quedam  navis  alia,  quam  Ianuenses 
vulgariter  barcam  vocant,  ad  predictam  civitatem  seu  reg- 
num  Sarracenorum,  scilicet  Tunicium,  se  parasset  ituram, 
fecit  se  cum  libris  et  aliis  suis  necessariis  contra  amicorum 
suorum  voluntates  et  consilia  in  illam  barcam  deferri;  mox- 
que  cum  naute  de  portu  exeuntes  inciperent  navigare,  Ray- 
mundus spem  conscientie,  quam  sub  obnubilatione  supra- 


VIDA  COETÀNIA 


ói 


l'hàbit  del  gloriós  mossènyer  sant  Francesc,  lo  qual  li  pro- 
meteren a  donar,  tantost  que  fos  pus  acostat  a  la  mort. 

24.  E,  jatsia  lo  dit  reverend  mestre  cregués  que  nostro 
Senyor  no  li  volgués  perdonar,  emperò  per  no  donar  mal 
eximpli  de  si  mateix  al  poble  que  no  morís  vertader  catòlic, 
volgué  fer  orde  de  cristià.  E,  com  lo  sacerdot  li  hagués  apor- 
tat lo  cors  preciós  de  Jesucrist,  e  estant  dret  davant  l'hei 
volgués  lliurar,  senti  lo  dit  reverend  mestre  que  per  força 
li  giraren  la  cara  a  la  part  sinestra,  e  així  mateix  lo  preciós 
cors  de  Jesucrist  li  donà  de  parer  que  passàs  també  al  cos- 
tat esquerre,  dient-li  tals  paraules: — (Pena  condigna  sosten- 
drás, si  així  en  la  forma  que  estàs  me  vols  rebre — .  Mes  lo 
dit  reverend  mestre,  estant  ferm  en  lo  seu  prepòsit,  amava 
més  ésser  damnat  ell  tot  sol,  que  si  la  sua  art,  ab  la  qual 
molts  se  podien  salvar,  se  perdia;  e.  sentint  altra  vegada 
per  força  girar  la  cara  a  l'altra  part  dreta,  tenint  nostro 
Senyor  davant,  llevà's  del  llit  e  gità's  bocaterrosa,  besant 
los  peus  del  sacerdot ;  e  ab  aquesta  ficta  devoció  damunt  dita, 
lo  dit  reverend  mestre  combregà. — Oh — diu  un  doctor — me- 
ravellosa temptació!  Abraham  patriarca,  contra  tota  espe- 
rança, fià  en  nostro  Senyor,  e  hac  esperança — .  E  lo  dit  reve- 
rend mestre  Ramon  elegí  pus  tost  ell  sol  ésser  damnat,  que 
si  la  sua  Art,  ab  la  qual  molts  se  porien  salvar  se  perdia,  en 
tant  que  havem  a  dir  que  amava  més  son  proïsme  que  si 
mateix. 

25.  Dementre,  doncs,  que  lo  dit  reverend  estava  així 
congoixat  de  la  sua  malaltia,  vénc  nova  que  una  galera  s'a- 
parellava per  anar  en  Tunis;  de  la  qual  cosa  alegrant-se 
molt  lo  dit  reverend  mestre,  féu-se  aportar  ab  los  seus  llibres 
dins  en  la  galera;  mes  los  seus  amics  veents  ell  estar  en  tan 
gran  malaltia,  forçaren-lo  de  romandre;  de  la  qual  cosa  hac 
gran  dolor  lo  dit  reverend  mestre.  Mes,  com  après  pocs  dies 
una  barca  s'aparellàs  d'anar  al  dit  lloc  mateix  de  Tunis, 
contra  voluntat  dels  dits  seus  amics  se  féu  dins  la  dita  barca 
aportar  ab  lo  que  hac  mester,  e  tantost,  a  instància  sua, 
feren  vela,  e  eixiren  del  port,  per  ço  que  no  fos  embargat  al- 
tra vegada  per  sos  amics.  E,  pensant  lo  dit  reverend  mestre 
que  ell  era  ja  en  lo  camí  per  anar  en  Berbería  (ço  que  tant 


'  02  VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


dicta  se  crediderat  amisisse,  súbito  letus  in  Domino  sancti 
Spiritus  illustratione  misericordi  recuperavit  una  cum  sui 
corporis  languidi  sospitate;  in  tantum,  quod  ipse  infra  dies 
paucissimos,  mirantibus  cunctis  qui  secum  venerant,  et  etiam 
semetipso,  sensit  se  in  adeo  bono  statu  mentis  et  corporis, 
sicut  antea  fuerat  in  tota  pretérita  vita  sua. 

26.  Redditis  igitur  inde  Deo  graciis  debitis,  cito  postea 
subintraverunt  portum  Tunicii,  ascendentesque  in  terram  in- 
traverunt  civitatem.  Raymundus  ergo,  convocatis  paulatim 
de  die  in  diem  peritioribus  in  lege  Macometi,  inter  alia  dixit 
eis  se  bene  scire  rationes  legis  christianorum  in  ómnibus  suis 
articulis  et  ad  hoc  venisse  quod  ipse,  auditis  rationibus  legis 
eorum,  scilicet  Macometi,  si  inveniret  illas,  habita  inter  ip- 
sos  súper  hiis  collatione,  validiores  quam  rationes  christia- 
norum, converteretur  ad  seotam  eorum.  Cumque  sic  de  die 
in  diem  plures  ac  peritiores  in  lege  Macometi  ad  eum  con- 
fluerent,  ostendentes  eidem  rationes  legis  sue,  ut  sic  eum  ad 
sectam  eorum  converterent,  ipse  rationibus  eorum  leviter 
satisfaciens,  ita  dixit:  uIllam  fidem  tenere  decet  quemlibet 
sapientem,  que  Eteo  eterno,  quem  cuncti  credunt  mundi  sa- 
pientes, attribuit  màiorem  bonitatem,  potestatem,  gloriam 
et  perfectionem  et  cetera  huiusmodi,  et  hec  omnia  in  maiori 
equalitate  et  concordantia.  Hla  etiam  fides  de  Deo  lauda- 
bilior  est,  que  inter  Deum,  qui  est  summa  et  prima  Causa, 
et  inter  eius  effectum  maiorem  ponit  concordantiam  seu 
convenientiam.  Sed  ego  per  ea  que  michi  proposita  sunt 
a  vobis,  adverto  iam  quod  vos  omnes  Sarraceni,  qui  estis 
sub  lege  Macometi,  non  intelligitis,  in  predictis  et  aliis  huius- 
modi divinis  dignitatibus  actus  proprios  esse  intrínsecos  et 
eternos  sine  quibus  ipse  fuissent  occiose  etiam  ab  eterno. 
Actus  vero  bonitatis  dico,  bonificativum,  bonificabile,  boni- 
ficare, actus  etiam  magnitudinis  sunt  magnificativum,  mag- 
nificabile,  magnificare;  et  sic  de  aliis  ómnibus  divinis  dig- 
nitatibus supradictis  et  consimilibus.  Sed  quia  vos  istos  ac- 
tus predictos  duabus  solummodo  divinis  dignitatibus  seu 
rationibus  attribuitis,  ut  iam  video,  sapientie  videlicet  et 
voluntati,  mamifestum  est  ex  hoc,  quod  vos  in  aliis  ómnibus 
supradictis  divinis  rationibus,  bonitate  scilicet,  magnitudi- 
ne,  etc.  occiositatem  relinquitis  ac  per  consequens  inequali- 
tatem  etiam  ac  discordiam  inter  easdem  ponitis;  quod  non 
licet.  Per  predictarum  enim  dignitatum,  rationum  seu  attri- 
butorum  substantiales  actus  intrínsecos  et  eternos  equaliter 
et  concordanter  acceptos  ut  decet  probant  evidenter  christia- 
ni,  in  una  simplicissima  divina  essentia  et  natura  esse  Tri- 
nitatem  personarum,  scilicet  Patris  et  Filii  et  Spiritus  Sancti. 

27.  Quod  et  ego  per  Artem  quandam  cuidam  heremite 
christiano  nuper  divinitus,  ut  creditur,  revelatam  vobis  de- 
monstrare potero  claris  rationibus,  Domino  largiente,  si  vos 


VIDA  COETÀNIA 


6; 


havia  desitjat),  perdé  lo  remordiment  de  consciència  com 
l'altra  vegada  no  hi  era  anat,  e  vénc  una  tan  gran  leticia  en 
l'ànima,  que  dins  molt  pocs  dies  ell  fo  així  dispost  en  la  sua 
persona  com  mai  fos  estat;  de  la  cual  cosa  se  meravellaren 
fortment  aquells  qui  ab  ell  venien. 

26.  E,  com  hagués  fetes  singulars  llaors  e  gràcias  a 
nostro  Senyor,  entraren  en  lo  port  de  Tunis.  E,  eixint  en  ter- 
ra, entraren  dins  la  ciutat,  e  lo  dit  reverend  mestre  comen- 
çà a  cercar  de  dia  en  dia  aquells  qui  eren  pus  literats  en  la 
secta  de  Mahumet,  denunciant-los  com  ell  havia  estudiada 
la  llei  de  cristians,  e  que  sabia  bé  la  llur  fe  e  fonaments 
d'aquella,  però  que  era  vengut  aquí  per  saber  la  llur  secta 
e  credulitat;  e  que,  si  era  atrobat  que  aquella  fos  mellor  que 
aquella  dels  cristians,  ne  ells  l'hei  podien  provar,  que  per  cert 
ell  se  faria  moro.  E,  com  açò  fos  sentit  per  molts,  ajustaren- 
se  tots  los  sabents  moros  qui  fossen  dins  la  ciudad  de  Tu- 
nis, al·legant  les  pus  forts  raons  que  sabien  ne  podien  en  llur 
secta;  e,  com  lo  dit  reverend  mestre  fàcilment  en  aquelles 
respongués  e  satisfés,  estaven  tos  esbalaïts  e  meravellats,  e 
per  ço  començà  a  parlar  e  dir  així:  — Aquella  fe  e  creença 
cové  a  mantenir  a  cascun  home  savi  e  literat,  la  qual  a  la  ma- 
jestat divinal,  la  qual  cascun  de  vosaltres  creu  e  atorga,  atri- 
bueix major  honor,  bonesa,  potestat,  glòria  e  perfecció,  e  to- 
tes aquestes  coses  en  major  egualtat  e  concordança;  e  així 
mateix  aquella  fe  e  creença  deu  ésser  pus  mantenguda  e  exal- 
çada,  la  qual  entre  nostro  senyor  Déu  e  lo  seu  efecte  posa  ma- 
jor concordança  e  conveniència.  E,  com  jo  entenga,  per  les 
coses  per  vosaltres  a  mi  preposades,  que  tots  vosaltres  qui  te- 
niu la  secta  de  Mahumet  no  enteneu  en  les  divináis  dignitats 
actes  propris  ésser  intrínsecs  e  eternals,  sens  los  quals  les  di- 
vináis dignitats  foren  o  seriem  ocioses  ab  aeterno  (aixi  com 
en  la  bonesa  de  Déu  podem  dir  bonificatiu,  bonificable  e  boni- 
ficar, e  en  magnificència :  magnificatiu,  magnificable  e  magni- 
ficar, e  així  de  les  altres  consemblants  dignitats;  e,  per  con- 
següent, seria  posar  ab  aeterno  ociositat  en  Déu,  la  qual  cosa 
seria  blasfèmia,  e  contra  Y  equalitat  e  concordancia  la  qual 
reialment  és  en  nostro  senyor  Déu) ;  e  per  açò,  per  aquesta 
raó,  proven  los  cristians  trinitat  de  persones  ésser  en  la  es- 
sència divinal. 

27.  La  qual  cosa  provar  necessàriament  l'altre  dia  oí  dir 
que  fonc  revelat  a  cert  ermità,  al  qual  divinalment  fonc  ins- 
pirada certa  art  a  demostrar  per  vives  raons  com  en  la 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


mecum  super  hiis  volueritis  paucis  diebus  animo  tranquillo 
conferre.  Apparebit  etiam  vobis,  si  placet,  rationabilissime 
per  eandem  Artem,  quomodo  in  Filii  Dei  Incarnatione,  per 
participationem,  scilicet,  unionis  Creatoris  et  creature  in  una 
persona  Christi,  prima  et  summa  causa  cum  suo  effectu  ra- 
tionabilissime convenit  et  concordat ;  et  quomqdo  etiam  má- 
xime et  nobilissime  hoc  apparet  in  eiusdem  Filii  Dei  Ohristi 
passione,  quam  ipse  a  parte  humanitatis  assumpte  sustinuit 
sua  voluntaria  et  misericordissima  dignatione,  pro  nobis 
peccatoribus  redimíendis  a  peccato  et  corruptione  primi  pa- 
rentis  ac  reducendis  ad  statum  glorie  et  fruitionis  divine; 
propter  quem  et  ad  quem  statum  finaliter  nos  nomines  fecit 
Deus  benedictus. 

28.  Cum  igitur  super  talibus  iam  illustrare  videretur 
Raymundus  infidelium  mentes,  contigit  ut  quidam  inter 
Sarracenos  non  parum  famosus,  qui  et  verba  et  intentionem 
Raymundi  perceperait,  cum  ortamine  supplicaret  regi  quatt- 
nus  hunc  hominem,  qui  gentem  Sarracenorum  nitebatur  sub- 
vertere  nec  non  ausu  temerario  legem  Macometi  perimere, 
capite  iuberet  truncari.  Super  quo  dum  foret  celebratum 
consilium,  prefato  viro  famoso  plurimisque  aliis  instigan- 
tibus,  iam  inclinabatur  regis  voluntas  in  necem  Raymundi; 
quod  videns  quidam  eorum  prudens  atque  scientificus  cona- 
tus  est  tanto  seeleri  obviare  suadendo  regi,  non  fore  sibi 
honorabile  ut  talem  virum  interficeret,  qui,  quamvis  legem 
suam  christianam  studeret  diffundere,  tamen  copiosa  ma- 
turitate  bonitatis  et  prudentie  videbatur  pollere;  addens, 
quod  etiam  bonus  reputaretur  Sarracenus,  qui  ad  christia- 
nos  auderet  ingredi,  causa  imprimendi  Sarracenorum  legem 
cordibus  aliorum.  Rex  autem  huiuscemodi  sermonibus  et 
consimilibus  acquiescens  desistit  a  morte  Raymundi;  ve- 
rumptamen  iussit  continuo,  ut  expelleretur  a  regno  Tunicii. 
Oum  igitur  extraheretur  de  carcere,  passus  est  a  multis 
multa  opprobria  et  verbera  et  erumpnas. 

29.  Denique  tamen  deductus  est  ad  quandam  navim  Ia- 
nuensium  proxime  recessuram;  et  dum  processisset,  edictum 
est  a  rege,  ut  penitus  lapidaretur,  si  quomodo  amplius  repe- 
riretur  in  patria;  in  immensum  dolebat;  disposuerat  enim 
viros  íaimose  reputationis  et  alios  quam  plurimos  ad  baptis- 
mum,  quos  ante  sui  recessum  toto  animo  affectabat  deducere 
ad  completum  lumen  fidei  ortodoxe.  Cum  autem  huiusmodi 
perplexitatis  acúleo  vir  Dei  teneretur  afflictus,  factum  est, 
ut  navis  illa,  supra  quam  deductus  fuerat,  proficisceretur  ad 
propria.  Quod  videns  Raymundus,  iminere  sibi  tribulationes 
undique  sentiebat;  nam  si  recederet,  videbat  animas,  quas 
iam  disposuerat  cultui  christiano,  in  laqueum  relabi  damp- 
nationis  eterne;  si  vero  remanere  presumeret,  iam  Sarrace- 
norum in  eius  mortem  paratam  insaniam  cognoscebat.  Ar- 


VIDA  COETÀNIA 


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sinplicíssima  essència  divinal  ha  trinitat  de  persones.  Les 
quals  raons  e  art,  si  ab  pensa  reposada  volrieu  escol- 
tar, veuríeu  clarament  no  tan  solament  les  dessús  dites  co- 
ses, mes  encara  com  la  segona  persona  raonablement  ha 
unida  en  si  natura  humana,  e  com  en  la  humanitat  molt 
raonablement  ha  sostinguda  passió  per  la  sua  gran  miseri- 
còrdia per  nosaltres  pecadors,  per  lo  pecat  del  primer  nos- 
tro  pare,  e  per  aportar-nos  a  la  sua  glòria  e  beatitud,  per 
la  qual  ultimadament  som  estats  creats. — 

28.  E,  com  finalment  lo  dit  reverend  mestre  ab  les  dites 
raons  començàs  a  il·lustrar  les  penses  e  enteniments  dels 
dits  infeels,  seguí's  que  un  dels  dits  infeels,  pensant  que  si 
aquelles  raons  tan  altes  e  tan  meravelloses  e  tan  necessàries 
eren  manifestades,  que  la  llur  secta  vendria  a  total  exter- 
mini e  destrucció,  denuncià  les  dessús  dites  coses  al  llur  rei, 
requerint-lo  que  a  cruel  mort  fes  morir  lo  dit  cristià.  E,  com 
sobre  les  dessús  dites  coses  lo  dit  rei  convocàs  son  consell, 
fonc  determenat  aquí,  per  la  major  part,  que  lo  dit  reverend 
mestre  degués  morir.  Mes  nostro  senyor  Déu,  qui  no  permet 
sos  servidors  venir  a  tais  perills,  volent  que  en  majors  coses 
fos  encara  més  servit  per  lo  dit  reverend  mestre,  mès  en 
l'enteniment  d'un  gran  moro  que,  contra  V  opinió  e  consell 
de  tots  los  altres,  digués  tals  paraules:  — No  cové  a  un  tan 
alt  príncep  e  rei  com  tu  est,  donar  tal  juí  ne  sentència  a  un 
qui,  per  exalçar  la  sua  llei,  s'és  mès  en  aquest  perill;  car 
seguir-s'hia  que,  si  un  dels  nostros  anava  entre  los  cristians 
per  convertir-los  a  la  nostra  llei,  que  així  mateix  lo  mata- 
rien a  tal  mort;  e,  per  consegüent,  no  es  trobarien  moros 
qui  d'aquí  avant  gosassen  anar  per  convertir  los  infels  a 
la  nostra  llei  e  a  la  bona  part:  la  qual  cosa  seria  contra  la 
nostra  llei  e  en  derogació  d'aquella — u  Tantes  bones  paraules 
sabé  dir  lo  dit  moro,  que  ell  revocà  lo  consell  e  determinació 
del  dit  rei,  e  fo  determenat  que  el  foragitassen  de  tot  lo 
regne  de  Tunis;  e,  com  lo  traguessen  del  càrcer  per  amenar- 
lo  a  una  nau  de  genovesos,  quants  foren  los  colps,  galtades 
e  pedrades,  no  es  porien  recomptar. 

29.  Alegrava's,  emperò,  lo  dit  mestre  reverend,  remem- 
brant  la  passió  del  seu  Amat ;  dolia's,  emperò,  e  no  poc,  de  la 
perdició  de  les  ànimes,  les  quals  ja  veia  ésser  algun  tant  apa- 
rellades a  rebre  lo  sant  baptisme ;  e  açò  lo  féu  estar  en  gran 
perplexitat,  car  veïa  que,  si  se  n'anava,  totes  aquelles  àni- 
mes se  perdrien,  e,  si  romania,  era  determenat  que  morís. 

s 


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VITA   BEATI   RAYMUNDI  LULLI 


dens  quippe  totus  Dei  amore  non  timebat  mortis  pericula 
subintrare,  si  tamen  ex  hoc  posset  consequi  animabus  effec- 
tum  aliqualem  salutis.  Et  relicta  navi  recedente  quandam 
aliam  in  eodem  portu  latenter  intravit;  sperabat  enim  si 
aliquo  modo  posset  venire  ad  terram  absque  impedimento 
Ímpetus  bestialis  eorum,  ut  in  supradictis  opus  bonum,  quod 
inceperat,  consummaret. 

30.  Hiis  igitur  sic  se  habentibus  accidit  quendam  chris- 
tianum  in  gestu  et  habitu  similem  Raymundo  transiré  per 
civitatem,  quem  suspicati  Sarraceni  fore  Raymundum  ap- 
prehenderunt ;  qui  dum  vellent  eum  lapidare,  clamabat  homo 
ille  dicens :  "Non  sum  ego  Raymundus."  Et  investigantes  sci- 
verunt  Raymundum  fore  in  navi;  evasitque  ille  de  manibus 
eorum.  Remansit  itaque  Raymundus  ibidem  tribus  septima- 
nis;  qui  videns  se  nichil  posse  ibi  pro  Ohristi  servitio  adim- 
plere,  pervenit  Neapolim,  ibique  legens  Artem  suam  moratus 
est  usque  ad  electionem  Domini  Pape  Celestini  quinti. 

31.  Post  hec  ivit  Raymundus  ad  curiam  Romanam,  ut 
aliquid  impetraret  sibi  diu  affectatum,  sicut  superius  est 
expressum,  pro  Ohristi  fide  a  domino  Papa;  ibique  libros 
composuit.  Aliquo  vero  tempore  retroacto,  domino  Celestino 
Pape  quinto  successit  dominus  Bonifacius  Papa  octavus  cui 
etiam  totis  viribus  conatus  est  supplicare  Raymundus  pro 
aliquibus  utilitatibus  fidei  christiane.  Et  quamvis  multas 
angustias  frequenter  sequendo  summum  Pontificem  patere- 
tur,  ab  intento  siquidem  nullatenus  desinebat,  sperans  ut 
indubitanter  ipsum  exaudiré  dignaretur,  qui  non  pro  bono 
proprio  vel  prebenda,  sed  incessanter  pro  bono  catholico 
fidei  supplicabat  publico. 

32.  Denique  tamen  videns  Raymundus,  se  a  summo  Pon- 
tífice aliquid  obtinere  non  posse,  profectus  est  ad  civitatem 
Ianue,  ubi  libros  aliquos  compilavit.  Deinde  advenit  ad  re- 
gem  Maioricarum,  et  habito  invicem  colloquio  arripuit  iter 
Parisius,  ibique  Artem  suam  publice  legens  libros  quam 
plurimos  compilavit.  Postea  regem  allocutus  est  supplicans 
ei  super  quibusdam  perutilibus  Ecclesie  saínete  Dei.  Sed  vi- 
dens se  parum  vél  nichil  super  talibus  obtinere,  regressus 
est  Maioricas,  ubi  trahens  moram  conatus  est  tam  disputa- 
tionibus  quam  etiam  predicationibus  trahere  Sarracenos  in- 
números ibi  morantes  in  viam  salutis.  Fecit  etiam  ibidem 
libros  nonnullos. 

33.  Factum  est  igitur,  dum  Raymundus  talibus  insuda- 
ret  laboribus,  ut  nova  discurrerent,  videlicet,  quod  Imperator 
Tartarorum  Cassianus  regnum  Syrie  fuisset  agressus,  illud- 
que  totum  suo  dominio  ambiebat.  Quod  cum  audisset  etiam 
Raymundus,  inventa  navi  parata  transfretavit  usque  Cyprum, 
ibique  reperit  nova  illa  penitus  fore  falsa.  Videns  igitur 
Raymundus  se  frustratum  esse  ab  intentione  qua  venerat, 


VIDA  COETÀNIA 


*7 


E,  jatsia  ab  aquell  avalot  l'haguessen  amenat  en  una  nau  de 
genovesos,  emperò,  no  obstant  lo  perill  de  la  mort,  ell  s'isqué 
de  la  nau,  e  amagadament  anà  en  terra,  esperant  lloc  e  temps 
d'entrar  en  la  ciutat  per  convertir  aquelles  ànimes. 

30.  E,  mentre  que  ell  estava  així,  seguí's  que  un  crestià, 
qui  en  hàbit  e  en  gest  li  semblava,  anant  per  la  ciutat,  fo 
pres  ab  gran  avalot;  e,  com  lo  volguessen  al  lapidar,  cridava 
ab  gran  veu:  — -No  só  jo  mestre  Ramon — r,  e,  meravellant-se 
d'allò,  sobresegueren,  e  de  fet  trobaren  que  no  era  ell,  e 
per  açò  lo  lleixaren  anar.  E,  com  açò  pervengués  a  sabuda 
del  dit  reverend  mestre,  considerà  que  allò  era  misteri  divi- 
nal, e  que,  per  consegüent,  ell  no  hi  poria  aprofitar  en  res. 
Llavors  tornà  en  nau  e  vénc-se'n  en  Nàpols,  e  aquí  pública- 
ment llegí  la  sua  art,  fins  que  papa  Celestí  fonc  elegit. 

31.  Feta  l'elecció  de  papa  Celestí  quint,  vénc  lo  dit  re- 
verend mestre  en  Roma,  per  veure  si  poria  obtenir  ço  que 
havia  desitjat;  e,  com  hagués  estat  aquí  per  algun  temps,  e 
hagués  ordonats  aquí  alguns  llibres,  succeí  papa  Bonifaci 
octau,  al  qual  així  mateix  moltes  voltes  suplicà  lo  dit  reve- 
rend mestre  per  algunes  utilitats  de  la  santa  fe  catòlica. 
E,  jatsia  sostingués  molts  enuigs  e  afanys  en  seguir  la  dita 
cort,  emperò  per  honor  de  nostro  Senyor  tot  ho  portava  ale- 
grement. 

32.  E,  com  vés  a  la  fi  que  res  no  obtenia,  partí's  d'aquí 
e  anà  en  Gènova,  on  així  mateix  compilà  alguns  llibres  de 
la  sua  art,  e  enaprés  vingué  al  senyor  rei  de  Mallorques. 
E,  haüt  son  raonament  ab  ell,  anà-se'n  a  la  ciutat  de  París, 
on  llegí  públicament  la  sua  art,  ordonant  molts  llibres.  E, 
com  hagués  suplicat  lo  dit  rei  sobre  algunes  utilitats  de  la 
santa  fe  catòlica,  e  vés  que  no  aprofitava,  tornà  en  Mallor- 
ques. E,  estant  aquí,  contínuament  treballava  ab  disputes  e 
sermons  en  convertir  los  moros  qui  aquí  eren,  a  la  santa  fe 
catòlica. 

33.  E,  com  en  aquesta  forma  treballàs  lo  dit  reverend 
mestre,  seguí's  que  vénc  nova  que  lo  gran  tartre  havia  con- 
quistat tot  lo  regne  de  Síria;  la  qual  cosa  com  hagués  oïda 
lo  dit  reverend  mestre,  mès-se  en  una  nau,  e  anà  fins  en  Xi- 
pre; e.  com  fos  arribat  allà,  trobà  aquella  nova  ésser  falsa. 
E.  veent  lo  dit  reverend  mestre  que  no  podia  acabar  lo  per- 


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VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


cepit  viam  aliam  percunctari,  qua  posset  tempus  a  Deo  Bibi 
preStitum  non  in  ocio  sed  magis  in  opere  Deo  accepto  pro- 
ximoque  proficuo  consumere.  Condiderat  enim  siíbi  corde  per- 
vigili  consiliüm  illud  Apostoli  dicentis:  Bonum  autem  fa^- 
cientes  non  deficiamus,  tempore  enim  suo  metemus  non  de- 
ficientes 1 ;  et  Prophete  dicentis :  Euntes  ibant  et  flebant 
mittentes  semina  sua,  venientes  autem  venient  cum  exulta- 
tione  portantes  manípulos  suos  2. 

34.  Accèssit  itaque  Raymundus  ad  regem  Oippri,  affectu 
multo  supplicans  ei,  quatenus  quosdam  infideles  atque  scis- 
maticos,  videlieet  lacopinos,  Nosculinos,  Momminos,  cohor- 
taret  ad  suam  predicationem  nec  non  disputationem  venire; 
cum  hoc  etiam  supplicavit,  quod  facto  eo  quod  ibi  posset 
ad  edificationem  predietorum,  rex  Oyppri  vellet  eum  mittere 
ad  Soldanum,  qui  Sarracenus  est,  atque  ad  regem  Egipti  et 
Syrie,  ut  eos  sancta  fide  catholica  informaret.  Rex  autem  de 
hiis  ómnibus  non  curavit.  Tune  Raymundus  confídens  in  illo 
qui  verbum  evangelizat  in  virtute  multa  3,  predicationibus  et 
disputat  ion  ibus  apud  illos  cepit  cum  solo  Dei  auxilio  viriliter 
operari.  Sed  tándem  predicationibus  et  doctrinis  insistens, 
corporal!  iníirmitate  non  módica  gravatus  est.  Duo  autem 
sibi  serviebant,  clericus  scilicet  et  famulus,  qui  non  ponentes 
Deum  ante  conspectum  suum,  sue  salutis  immemares,  cogi- 
tarunt  viri  Dei  bona  scelerosis  manibus  extorquere;  et  dum 
se  cognosceret  per  illos  toxicatum,  Raymundus  eos  a  suo 
servitio  mansueto  corde  fugavit. 

35.  Perveniens  in  Famagostam  receptus  est  hylariter 
per  Magistrum  Templi,  qui  erat  in  civitate  de  Limisson,  stans 
in  domo  eius  quousque  recuperasset  pristinam  sanitatem. 
Post  hec  autem  Raymundus  transfretans  Ianuam  quam  plu- 
res  edidit  ibi  libros.  Deinde  profectus  Parisius,  et  Artem 
suam  efficaciter  ibi  legit,  et  libros  plurimos  compilavit. 
Tempore  igitur  domini  Clementis  pape  quinti  a  civitate  Pa- 
risiensi  recedens  pervenit  Ludunum,  ibique  residens  summo 
pontifici  supplicabat  de  re  pro  fide  uberrime  bonitatis,  vi- 
delicet ut  ipse  dominus  papa  ediceret  monasteria  fieri  in 
quibus  viri  constituerentur  devoti  et  apti,  qui  diversarum 
gentium  ydiomata  addiscentes  possent  universis  infidelibus 
predicare  evangelia  iuxta  Domini  mandatum  dicentis:  Ite 
in  mundum  universum  predicare  evangelium  omni  creature  4. 
Que  quidem  supplicatio  tam  domino  Pape  quam  et  cardina- 
libus  modicum  fuit  cure. 

36.  Hinc  Raymundus  regressus  Maioricas  transfretavit 
ad  quandam  terram  Sarracenorum,  que  vocatur  Bugia,  in 
cuius  civitatis  sollempni  platea  stans  Raymundus  clamabat 
alta  voce,  prorrumpen»  in  hec  verba:  "Lex  christianorum 


1  Gal.  6,  9. 
8  Ps.  67,  12. 


2  Ps.  125,  6. 
*  Me.  16,  15. 


VIDA  COETÀNIA 


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què  era  vingut,  pensà  en  quina  forma  despengués  lo  temps 
de  la  sua  vida  en  honor  de  nostro  senyor  Déu,  seguint  lo  dit 
de  l'apòstol,  qui  diu  "feent  bé  no  defalgues,  ans  contínua- 
ment aquell  exercites";  e  del  profeta,  dient  "anant  anaven, 
e  plorant  sembraven  lo  seu  sement;  venint,  emperò,  vindran 
ab  alegria,  aportant  lo  llur  sementer. 

34.  E  de  fet,  estant  aquí,  suplica  lo  rei  de  Cipre  que  al- 
guns heretges  que  havia  en  la  sua  terra  aquells  fes  venir  a 
la  sua  preïcació,  oferint-li  que  après  ell  passaria  al  soldà  de 
Babilonia  e  al  rei  de  Síria  e  d'Egipte,  per  informar-los  en 
la  santa  fe  catòlica;  de  la  qual  cosa  lo  dit  rei  de  Cipre  hac 
poca  cura.  Mes,  ja  per  això,  lo  dit  reverend  mestre,  confiant 
de  l'ajuda  de  nostro  Senyor,  no  cessà  de  confondre  los  dits 
heretges  ab  preïcacions  e  disputes;  e,  com  per  algun  temps 
hagués  així  estat,  plagué  a  nostro  Senyor  que  caigué  en  cer- 
ta malaltia  corporal;  "e,  com  tingués  dues  persones  qui  el 
pensaven  (ço  és,  un  capellà  e  un  mosso),  abdosos,  instigats 
per  lo  mal  espirit,  metzinaren  lo  dit  reverend  mestre;  la 
qual  cosa  com  lo  dit  reverend  mestre  hagués  coneguda,  ab 
gran  humilitat  donà'ls  comiat. 

35.  E  mudà's  en  la  ciutat  de  Famagosta,  aon  fo  ale- 
grement rebut  per  lo  mestre  del  Temple  qui  era  en  la  ciutat 
de  Limiso,  e  tinguél  en  sa  casa  fins  que  hagué  recobrada 
la  salut.  E  après  mès-se  en  una  nau,  e  vénc-se'n  en  Gènova, 
e  féu  diversos  llibres.  En  après  tornà  en  lo  Estudi  de  París, 
on  llegí  la  sua  art  e  compilà  diversos  llibres.  En  temps  de 
papa  Climent  quint  partí's  lo  reverend  mestre  de  la  ciutat 
de  París,  e  vénc-se'n  al  Sant  Pare,  suplicant-lo  que  fes  cons- 
truir diversos  monestirs,  en  los  quals  s'aprenguessen  diver- 
sos llenguatges  per  preïcar  la  santa  fe  catòlica  als  infeels, 
així  com  nostre  Senyor  ho  havia  manat  als  apòstols,  dient 
"anau  per  tot  l'universal  món  a  preïcar  lo  sant  Evangeli  a 
tota  crea  tura".  De  la  qual  cosa  així  lo  Sant  Pare  con  los 
cardinals  hagueren  poca  cura  ne  ànsia. 

36.  Per  la  qual  cosa  lo  dit  reverend  mestre,  elevat  tot 
en  esperit,  vénc  en  Mallorques,  e  d'aquí  passà  en  Berbería, 
en  la  terra  de  Bugia.  E,  com  fos  en  mig  de  la  plaça,  oblidat 
lo  perill  de  la  mort,  començà  a  cridar  altes  veus:  — La  llei 


7^ 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


est  vera,  sancta  et  Deo  accepta,  lex  autem  Sarracenorum 
falsa  et  errónea;  et  hoc  sum  paratus  probare."  Dura  vero 
hec  dicens  talia  ad  fidem  Christi  paganorum  iam  assis- 
tentem  multitudinem  lingua  Sarracénica  ortaretur,  irruerunt 
multis  nephandis  manibus  super  eum,  volentes  ipsum  peni- 
tus  lapidare;  quibus  sic  sevientibus  contra  eum,  antistes 
vel  episcopus  civitatis  noncios  mittens  iubet  sibi  hominem 
hunc  duci;  cuius  conspectui  Raymundo  presentato  ait  epi- 
scopus :  "Cur  tanta  f uisti  f atuitate  detentus,  ut  legem  veram 
Machometi  presumpseris  impugnare?  Nescis,  sic  quemlibet 
hoc  presumentem  subiacere  sententie  capitali?"  Respondit 
Raymundus:  "Verus  Christi  servus  expertus  fidei  catholice 
veritatem  mortis  corporalis  pericula  timere  non  debet,  ubi 
vite  spiritualis  gratiam  potest  animabus  infidelium  adipisci." 

37.    Oui  episcopus  dixit:  "Si  ergo  credis  legem  Christi 
esse  veram,  legem  vero  Mjacometi  falsam  consideras,  ratio- 
nem  necessariam  hoc  probantem  adducas."  Erat  enim  epi- 
scopus ille  famosus  in  philosophia.  Raymundus  autem  re- 
spondit: "Conveniamus  ambo  in  aliquo  communi;  deinde  ra- 
tionem  necessariam  tibi  dabo."  Quod  cum  placuisset  episco- 
po,  interrogavit  eum  Raymundus,  dicens:  "Estne  Deus  per- 
fecte bonus?"  Respondit  episcopus  quod  sic.  Tune  Raymun- 
dus volens  probare  Trinitatem  sic  ce  pit  arguere :  "Omne  Ens 
perfecte  bonum  est  in  se  ita  perfectum,  quod  non  indiget 
faceré  bonum  extra  se,  atque  mendicaré;  tu  dicis  quod  Deus 
est  perfecte  bonus  ab  eterno  et  in  eternum;  ergo  non  indi- 
get mendicaré  et  faceré  bonum  extra  se ;  quia  si  sic,  tune  non 
esset  perfecte  bonus  simpliciter.  Et  quia  tu  negas  beatissi- 
mam  Trinitatem,  pósito  quod  non  Sit,  Deus  non  fuit  per- 
fecte bonus  ab  eterno,  usque  quod  produxit  bonum  mundi 
in  tempore.  Tu  autem  credis  creationem  mundi  et  ideo  Deus 
fuit  magis  perfectus  in  bonitate,  quando  creavit  mundum 
in  tempore,  quam  ante;  cum  bonitas  sit  magis  bona  diffun- 
dendo  se,  quam  existendo  occiosa.  Hoc  autem  habeo  per  te. 
Per  me  vero  habeo,  quod  bonitas  ab  eterno  in  eternum  est 
diffusiva;  et  hoc  est  de  ratione  boni,  quod  sui  ipsius  sit  dif- 
fusivum;  quoniam  Deus  Pater  bonus  de  sua  bonitate  Filium 
bonum  generat,  et  ab  utroque  Spiritus  bonus  Sanctus  est 
inspiratus". 

38.  Igitur  episcopus  ratione  huiusmodi  stupefactus  ñe- 
que unam  instantiam  replicavit;  sed  eum  iussit  statim  car- 
ceri  mancipari.  Verumptamen  exiit  edictum  ab  episcopo,  ut 
in  mortem  huius  viri  nullatenus  conspirarent ;  intendebat 
enim  ipse  dictum  virum  exponere  morti  condigne.  Raymun- 


VIDA  COETÀNIA 


dels  crestians  és  santa  e  vertadera,  e  la  secta  dels  moros  és 
falsa  e  malvada;  e  açò  só  aparellat  de  provar — .  E,  com 
aquestes  paraules  hagués  dites  per  moltes  vegades,  llevà's 
una  gran  multitud  de  moros,  qui  ab  gran  avalot  lo  volgue- 
ren matar;  la  qual  cosa  com  fos  denunciada  al  bisbe  de  la 
ciutat,  tramès  los  seus  saigs  per  pendre  lo  dit  reverend 
mestre  e  que  l'hei  menassen  davant.  Lo  qual  con  li  fos  pre- 
sentat davant,  començà-li  a  parlar  lo  bisbe  dient:  — Com  és 
estada  tanta  la  tua  follia,  que  vulles  impugnar  la  llei  de 
Mahumet,  cor  sia  certa  cosa  que  cascun  qui  aquella  impugna 
degué  morir  a  mala  mort  ? — .  Respòs  lo  dit  reverend  mestre : 
— Lo  ver  servidor  de  Déu  no  deu  tembre  lo  perill  de  la  mort, 
per  manifestar  aquella  als  infeels,  qui  són  en  error,  e  aquells 
aportar  a  via  de  salvació. — 

37.  Al  qual  respòs  lo  bisbe:  — Ver  dius,  mes  ¿qual  és 
aquella  llei  qui  sia  falsa  e  errónea:  aquella  dels  cristians, 
o  dels  moros?  car  a  mi  plau  oir  la  tua  raó;  si  n'has  neguna 
a  provar  la  tua  llei,  digues-la,  car  jo  l'escoltaré  volenters — . 
Al  qual  respòs  lo  dit  reverend  mestre:  — Plau-me;  dóna'm 
lloc  condecent,  on  sien  los  teus  savis,  e  jo  provar-t'he  per 
raons  necessàries  la  llei  dels  cristians  ésser  santa  e  vertade- 
ra. E  de  fet,  assignat  lloc  e  temps,  interrogà  lo  dit  reverend 
mestre  al  bisbe,  dient:  — Deman-te  nostro  senyor  Déu  si  és 
sobirana  bonesa — .  Respòs  lo  bisbe  que  sí.  Llavors  lo  dit 
reverend  mestre,  volent  provar  la  santa  Trinitat,  argüí  així : 
-^-Tota  sobirana  bonesa  és  així  perfeta  en  si  mateixa,  que 
en  si  mateixa  és  tot  bé,  e  no  fretura  obrar  algun  bé  defora 
de  si,  ne  haver  necessitat  d'aquell.  Com,  doncs,  nostro  senyor 
Déu  sia  sobirana  bonesa  eternalment  e  sens  començament, 
segueix-se  que  nostro  senyor  Déu  no  ha  necessitat  d'obrar 
algun  bé  fora  de  si  mateix;  car,  si  així  era,  no  seria  en  ell 
sobirana  bonesa  ne  perfecció.  E,  com  tu  necs  en  Déu  eternal 
producció,  ço  és,  la  persona  del  Fill,  segueix-se  que  ans  de  la 
creació,  del  món  nostro  Senyor  no  havia  tanta  perfecció  com 
ha  haüda  après,  com  l'ha  creat  (car  perfecció  és  produir  bé 
de  si  mateix),  ço  que  seria  gran  error  que  nostro  Senyor 
cresqués  un  temps  més  en  perfecció  que  altre.  Jo,  emperò, 
crec  que  la  bonesa  de  nostro  Senyor  eternalment  és  difusi- 
va de  bé,  e  açò  es  pertany  o  sobiran  bé,  que  Déu  lo  Pare 
eternalment  de  la  sua  bondat  mateixa  engenra  Déu  lo  Fill,  e 
d'abdosos  és  produït  lo  Sant  Espirit. 

38.  Meravellat  lo  bisbe  d'aquesta  raó  tan  alta,  no  respòs 
sol  una  paraula,  mes  manà  tantost  que  fos  mès  dintre  en  lo 
càrcer.  Gran  multitud,  emperò,  de  moros  havia  allí  defora, 
esperant  que  lo  dit  reverend  mestre  fos  alapidat;  emperò 
fonc  fet  manament  per  lo  bisbe  que  no  fos  negun  qui  el  gosàs 
tocar,  car  ell  a  bell  procés  e  sentència  lo  volia  condemnar 
a  mort.  No  contrastant  emperò  lo  dit  manament,  mentres 


72 


VITA  BE  ATI  RAYMUNDI  LUI.LI 


dus  igitur  exiens  domum  episcopi  eundo  ad  carcerem  hinc 
quidem  concussus  ictibus  baculomm,  hinc  manuum,  inde 
vero  per  barbam,  que  sibi  prolixa  fuerat,  acriter  tractus, 
reclusus  est  apud  latrinam  carceris  latronum,  ubi  per  aliquod 
tempus  penabilem  vitam  duxit;  postea  vero  positus  est  in 
quamdam  domiculam  eiusdem  carceris. 

39.  Die  vero  antecrastina  congregati  sunt  clerici  legis 
coram  episcopo,  petentes  ipsum  interficere.  Inito  vero  con- 
silio,  qualiter  eum  perderent,  determinabatur  per  maiorem 
partem,  ut  adduceretur  Raymundus;  et  si  percipere  possent, 
esse  eum  virum  scientificum,  penitus  interficeretur;  si  vero 
foret  homo  insipiens  et  stultus,  dimitterent  eum  tanquam 
stultum.  Quod  audáens  quidam  eorum,  qui .  transfretaverat 
Ianua  Tunicium  cum  Raymundo,  quique  audiverat  sermonea 
atque  rationes  suas  frequenter,  ait  ad  eos:  "Videte  ne  hu<¿ 
in  pretorium  presen tetur;  tales  si  quidem  contra  legem  nos- 
tram  rationes  movebit,  quas  difficile  vel  impossibile  erit 
nobis  solvere."  Tune  vero  concordantes,  quod  non  adducere- 
tur, pauco  tempore  retroacto  ipsum  mutaverunt  in  carcerem 
leniorem.  Deinde  congregati  Ianuenses  et  Catelani  inibi  exis- 
tentes impetra verunt,  ut  in  locum  decentiorem  poneretur; 
quod  et  factum  est. 

40.  Stetit  ergo  Raymundus  per  dimidium  anni  carcera- 
tus  ibádem,  ad  quem  venientes  clerici  vel  noncii  episcopi 
frequenter,  ut  eum  ad  legem  Macometi  converterent,  promit- 
tebant  ei  uxores,  honores,  domum  et  peceuniam  copiosam; 
fundatus  autem  supra  firmam  petram5  vir  Dei  Raymun- 
dus aiebat:  "E5go,  si  credere  volueritis  in  dominum  Iesum 
Ghristum  istamque  legem  erroneam  curabitis  prostergare, 
divicias  summas  vobis  offero  et  vitam  eternam  promitto." 
Dum  vero  talibus  frequenter  insisterent,  concordaverunt  fa- 
ceré quilibet  unum  librum,  ubi  utraque  pars  suam  legem, 
quibus  posset  rationibus  efficacioribus  confirmaret;  insuper 
qui  rationibus  firmiordbus  uteretur,  lex  eius  verior  credere- 
tur.  Et  cum  Raymundus  iam  suo  libro  daret  efficacem  ope- 
ram,  factum  est,  ut  ex  parte  regis  Bugie  mitteretur,  qui  in 
civitate  Contextine  tune  temporis  residebat,  quatenus  Ray- 
mundus de  Bugia  visis  litteris  pelleretur. 

41.  Ascendens  ergo  navim  quandam  in  portu  illo,  pre- 
ceptum  est  domino  dicte  navis,  ut  in  terram  illam  non  sine- 
ret  hunc  virum  amplius  remeare.  Dum  igitur  navis  illa 
Ianuam  transfretare^  accidit  ut  supra  portum  Pisanorum 


c  Luc.  6,  48. 


VIDA  COETÀNIA 


73 


que  l'amenaven  al  càrcer  fonc  tan  gran  l'avalot,  que  los  uns 
ab  bastons,  altres  ab  pedres,  altres  ab  punyades  e  tirant-li 
la  barba,  que  tenia  llonga,  lo  lleixaren  quasi  per  mort;  sinó 
que  per  los  saigs  fonc  defensat  així  com  los  era  estat  manat 
per  lo  bisbe.  Emperò  ab  aquest  gran  avalot  ells  lo  menaren 
fins  a  la  presó,  e  a  la  privada  de  la  presó  lo  meteren,  ab  una 
grossa  cadena  al  coll,  aon  estec  per  un  gran  temps,  ab  dolo- 
rosa vida. 

39.  Lo  sendemà,  emperò,  foren  ajustats  los  sacrapassos 
de  la  llei,  demanants  al  bisbe  que  fos  al.lapidat;  e,  convocat 
llur  consell,  fonc  determenat,  per  la  major  part,  que  lo  dit 
reverend  mestre  fos  amenat  aquí  davant  ells,  e,  si  coneixien 
que  fos  home  de  ciència,  que  morís;  si,  emperò,  comprenien 
que  ço  que  havia  fet  hagués  fet  per  oradura,  que  el  lleixassen 
anar.  E,  oïda  la  determinació  del  consell  per  un  moro  qui  ja 
a  Tunis  l'havia  conegut:  dix:  — Guordats-vos  no  el  façau 
venir  ací  davant  tots,  car  ell  vos  farà  tals  arguments  contra 
la  nostra  llei,  que  serà  impossible  de  respondre-li — .  E  llavors 
concordaren  que  no  ho  fessen,  però  per  fer-lo  morir  muda- 
ren-lo en  un  altre  càrcer  pus  cruel;  però  per  los  cristians 
catalans  e  genovesos  fonc  suplicat  que  el  ne  traguessen,  e 
de  fet  mudaren-lo  en  un  altre  lloc  pus  suportable. 

40.  Estec,  doncs,  lo  dit  reverend  mestre  per  espai  de 
sis  mesos  en  aquell  càrcer,  al  qual  per  cascun  dia  venien  los 
moros,  pregant-lo  que  es  convertís  a  la  llei  de  Mahumet, 
oferint-li  mullers,  honors  e  tresors  infinits.  Ell,  emperò,  així 
com  aquell  qui  era  fundat  sobre  la  immoble  pedra,  ço  és,  en 
la  fervent  amor  del  seu  mestre  Jesús,  responia'ls  dient:  — E 
si  vosaltres  volets  renunciar  en  aqueixa  vostra  secta  errónea 
e  falsa,  e  volrets  creure  en  lo  sant  nom  de  Jesús,  jo  us  pro- 
met la  vida  eternal  e  tresors  los  quals  mai  no  us  mancaran — . 
E,  com  per  espai  de  molts  dies  haguessen  estat  cascuna  de 
les  parts  mantenint  sa  opinió  e  creença,  fonc  "concordat  en- 
tre ells  que  cascun  fes  un  llibre  en  lo  qual  cascun  provàs  la 
sua  llei  ésser  vertadera,  e  que  aquella  llei  que  ab  millors 
raons  seria  provada,  que  fos  tinguda  per  millor;  de  la  qual 
cosa  hac  singular  plaer  lo  dit  reverend  mestre,  car  havia 
confiança  en  nostre  Senyor  que  en  aquella  forma  ell  los  con- 
vertiria. Mes  lo  diable,  enemic  de  la  veritat,  que  tots  temps 
volria  les  ànimes  anar  a  perdició,  veent  que  per  aquell  camí 
totes  aquelles  ànimes  anirien  en  paradís,  ginyà  que  venc 
manament  del  rei  de  Bugia,  qui  era  en  Contestina,  manant 
ab  grans  penes  que  lo  dit  reverend  mestre  fos  foragitat  de 
la  terra. 

41.  E  de  fet  meteren-lo  en  una  nau  qui  anava  en  Pisa, 
e  en  aquesta  forma  lo  dit  reverend  mestre  no  pogué  acabar 
la  dita  obra,  la  qual  ab  gran  alegria  havia  ja  bé  enantada; 
e  manarem  al  patró  de  la  nau,  ab  grans  penes,  que  no  el  llei- 


74 


VITA  BEAT!  RAYMUNDI  LULLI 


valida  tempestas  maris  insurgeret  (erant  enim  decem  milia- 
ribus  remoti  a  portu  prefato),  et  cum  navis  undique  patere- 
tür  gravissimos  procellarum  impulsus,  denique  naufragium 
patientes,  aliqui  namque  mortui  et  submersi  sunt,  alii  vero 
auxilio  Dei  previo  evaserunt;  inter  quos  Raymundus  et  so-' 
cius  eius  ómnibus  libris  et  rauba  deperditis  quasi  nudus  sú- 
per barcham  ad  maris  [super]  littora  pervenerunt.  Et  per- 
veniens  in  civitatem  Pisanam  quidam  ex  civibus  ipsum  ho- 
norifice  susceperunt,  ubi  vir  Dei,  licet  iam  foret  antiquus 
et  debilis,  semper  tamen  labori  pro  Christo  insistens  Artem 
8uam  generalem  ultimatam  perfecit.  Cuius  quidem  Artis  nec 
non  aliorum  librorum  suorum  immensa  efficacia  et  cogni- 
tione  sápida  et  perfecta  dignus  est,  qui  non  huius  mundi 
gloriam  vel  vanam  philosophiam,  sed  Dei  firmam  dilectio- 
nem  et  sapientiam  tanquam  finem  ultimum  et  summum  Bo- 
num  intendit. 

42.  Completa  igitur  Arte  predicta  multisque  ibidem  li- 
bris aliis  consummatis,  communitatem  civitatis  Pisane  vo- 
lens  etiam  ad  Ohristi  servicium  incitare,  proposuit  eorum 
eonsilio,  bonum  fore  ut  in  eodem  constituerentur  ordine  Re- 
ligiosi  milites  Christiani,  ad  hoc  scilicet  ordinati,  ut  propter 
recuperandam  Terram  Sanctam  continuum  prelium  exhibe- 
rent  perfidis  Sarracenis.  Cuius  grato  eloquio  gratoque  mo- 
nito  condescendentes  litteras  summo  Pontifici  et  cardinali- 
bus  super  huiuscemodi  salutari  negocio  conscripserunt.  Hiis 
vero  litteris  impetratis  in  civitate  Pisana,  Ianuam  iter  ar- 
ripuit,  consimiles  litteras  impetra vit;  ubi  ad  eum  devote 
matrone  atque  vidue  plurime  concurrentes,  civitatis  eiusdem 
nobiles  promiserunt  ei  XX  quinqué  milia  florenorum  in  au- 
xilium  Terre  Sánete.  Separatus  itaque  de  Ianua  pervenit  ad 
papam  Avinione  tune  temporis  residentem.  Videns  autem  se 
de  proposito  suo  ibidem  aliquid  obtinere  non  posse,  Parisius 
iter  arripuit,  ubi  et  Artem  suam  publice  legit,  et  alios  li- 
bros quam  plurimos,  quos  fecerat  temporibus  retroactis.  Ad- 
fuit  autem  lecture  sue  tam  magistrorum  quam  etiam  scola- 
rium  multitudo:  quibus  non  solum  p»hilosophicis  rationibus 
exhibebat  roboratam  doctrinam,  verum  etiam  altis  principiis 
fidei  ehristiane  mirum  in  modum  confirmatam  sapientiam 
proferebat. 

43.  Sed  quia  propter  dicta  commentatoris  Aristotelis, 
scilicet  Averroys,  videbat  quam  plurimos  a  veritatis  rectitu- 
dine  precipue  fidei  catholice  non  nullatenus  deviare,  dicentes 
fidem  ohristianam  quantum  ad  modum  intelligendi  fore  im- 
possibilem,  sed  oppinentur  eam  veram  esse  quantum  ad  mo- 
dum credendi,  cum  sint  ehristianorum  collegio  complantati, 
ideo  Raymundus  via  demonstrativa  et  scientifici  habitus  hu- 
iusmodi  conceptum  eorum  nitens  improbare,  eos  ad  redargu- 
tionem  multipliciter  reducebat;  quoniam  si  lides  catholica 


VIDA  COETÀNIA 


75 


xas  en  neguna  terra  de  moros.  E,  com  la  dita  nau  anàs  en 
Gènova  e  fos  ja  prop  de  port  pisà,  seguí's  una  gran  tempestat 
en  la  mar,  de  la  qual  la  nau  ferí,  e  molts  hi  moriren,  e  alguns 
escaparen  ab  l'ajuda  de  nostro  senyor  Déu,  entre  els  quals 
fonc  lo  dit  reverend  mestre  e  un  companyó,  qui  escaparen 
ab  la  barca,  perduts  emperò  los  llibres  e  la  roba,  sí  que  nuu 
isqué  en  terra.  E,  venint  en  la  ciutat  de  Pisa,  fonc  molt  hon- 
radament rebut  per  los  ciutadans,  entre  los  quals  la  un  lo 
rebé  dins  sa  casa.  E  estant  aquí.  lo  dit  reverend  mestre,  jat- 
sia  fos  molt  antic  de  dies,  emperò  no  cessava  de  servir  a  son 
Creador;  per  la  qual  cosa,  estant  aquí,  ordonà  YArt  general 
darrera,  a  coneixença  e  intel·ligència  de  la  qual  pervenen 
aquells  qui  no  per  vana  glòria,  mes  per  sola  amor  e  honor 
de  nostro  Senyor,  se  ireten  a  estudiar. 

42.  E,  complida  la  dita  Art  e  altres  llibres  molts,  pro- 
posà en  lo  consell  del  comú  de  Pisa  que  seria  bona  cosa  que 
alcuns  ciutadins  llurs  se  fessen  cavallers  de  Jesucrist  per 
conquistar  la  Terra  Santa;  e  de  fet  lo  comú,  a  precs  seus. 
escrisqué  al  Sant  Pare  e  cardinals  sobre  aquells  afers.  E  així 
mateix,  anant  en  Gènova,  consemblants  lletres  impetra;  e 
de  fet  moltes  persones  devotes  li  feren  de  grans  profertes 
per  aquell  negoci,  que  més  de  trenta  mília  florins  hac  de  pro- 
fertes solament  de  Gènova.  E,  partint-se  d'aquí,  vénc-se'n  en 
Avinyó,  on  era  lo  Sant  Pare.  per  portar  lo  dit  negoci  a  bona 
conclusió.  E.  com  veés  que  ab  ell  res  no  podia  acabar,  par- 
tí's d'aquí  e  anà-se'n  en  París,  aon  públicament  llegí  la 
sua  Art  e  altres  llibres  molts,  los  quals  en  temps  passat  havia 
fets.  Vengueren,  emperò,  a  oir-lo  no  tan  solaments  estu- 
diants, mes  encara  gran  multitud  de  mestres,  los  quals  afer- 
maren que  la  dita  santa  ciència  e  doctrina  era  corroborada 
no  tan  solament  per  raons  de  filosofia,  mes  encara  per  prin- 
cipis e  regles  de  santa  teologia; 

43.  jatsia  alguns  volguessen  dir  que  la  santa  fe  católica 
no  era  provable;  contra  l'opinió  dels  quals  lo  dit  reverend 
mestre  féu  diversos  llibres  e  tractats. 


76 


VITA  BEATI  RAYMUNDI  LULLI 


secundum  modum  intelligendi  est  improbabilis,  impossibile 
est  quod  sit  vera.  Super  quo  siquidem  libros  effecit. 

44.  Post  hec  autem  sciens  Raymundus,  fore  a  sanc- 
tissimo  patre  domino  demente  papa  quinto  genérale  conci- 
lium  celebrandum  apud  civitatem  Viennensem,  anno  Domi- 
ni MCCCXI  in  kalendis  octobris,  proposuit  iré  ad  dictum 
concilium,  ut  tria  ibidem  impetraret  ad  reparationem  fidei 
ortodoxe.  Primiun  quidem,  ut  locus  constitueretur  sufficiens, 
in  quo  viri  devoti  et  intellectu  vigentes  ponerentur,  studen- 
tes  in  diversis  linguarum  generibus,  quod  omni  creature 
scirent  doctrinam  evangelicam  predicare.  Secundum  vero,  ut 
de  cunctis  religiosis  militibus  christianis  fieret  unus  Ordo, 
qui  ultra  mare  contra  Sarracenos  usque  ad  recuperationem 
Terre  Sánete  bella  continua  retinerent.  Tertium  autem,  ut 
contra  oppiniones  Averroys,  qui  in  multis  perversor  extitit 
veritatis,  dominus  papa  celeriter  ordinaret  remedium,  quod 
per  viros  intelligentes  catholicos  non  intendentes  ad  sui 
gloriam  sed  Christi  honorem,  obiceretur  predictis  oppinioni- 
bus  et  eas  tenentibus,  que  obviare  videntur  veritati  et  sa- 
pientie  increate,  Filio  Dei  Patris.  Et  de  his  compilavit  Ray- 
mundus quemdam  libellum,  qui  intitulatur  Liber  Natalis, 
promittens  insuper  habere  rationes  cogentes  tam  philoso- 
pihicas  quam  theologicas  contra  eos ;  quas  quidem  clarissime 
pertractavit  in  aliquibus  librorum  suorum.  Fecit  enim  iste 
famulus  Dei,  summe  veritatis  et  profundissime  Trinitatis 
verus  expressor,  inter  cotidianos  labores  suos  centum  et  XX 
et  tres  libros  et  plures. 

45.  Nam  iam  elapsi  erant  anni  XL  postquam  totum  cor 
suum  et  totam  animara  suam  omnes  et  totas  vires  su  as  et 
totam  mentem  suam  in  Deum  direxerat;  in  cuius  temporis 
intervallo  libros  fecit  continué,  cum  vacare  potuit,  diligen- 
ter;  qui  verbum  Prophete  David  mérito  potuit  pronunciare, 
dicentis :  Eructa vit  cor  meum  verbum  bonum,  dico  ego  opera 
mea  Regi.  Linga  mea  calamus  scribe  velociter  scribentis  G. 
Profecto  linga  sua  calamus  fuit  illius  scribe  increati,  videli- 
cet  Spiritus  sancti,  qui  dat  Verbum  evangelizantibus  in  vir- 
tute  multa7,  de  quo  siquidem  loquens  Salvator  apostolis  ait: 
Non  enim  vos  estis,  qui  loquimini;  sed  Spiritus  Patris  ves- 
tri,  qui  loquitur  in  vobis3.  Librorum  autem  suorum  utilita- 
tem  volens  ómnibus  esse  communem  multos  in  linga  edidit 
arábica,  cum  ydioma  illud  novisset.  Divulgati  quidem  sunt 
libri  sui  per  universum,  sed  in  tribus  locis  fecit  eos  precipue 
congregan;  videlicet  in  monasterio  Cartusiensium  Parisius, 
et  apud  quandam  nobilem  civitatis  Ianue,  et  apud  quandam 
nobilem  civitatis  Maioricarum. 


a  Mat.  6,  20. 


VIDA  COETÀNIA 


44.  A>prés  de  les  dessús  dites  coses,  sabent  lo  dit  reve« 
rend  mestre  per  lo  sant  pare  Climent  deure  ésser  aplegat 
consell  general  en  la  ciutat  de  Viana  en  l'any  de  nostro  Se- 
nyor mil  tres-cents  e  onze,  del·liberà  d'anar  al  dit  concili  per 
proposar  tres  coses  a  honor  e  reverència  e  augment  de  la 
santa  fe  catòlica:  la  primera,  que  fossen  construïts  llocs  a- 
on  certes  persones  devotes  e  d'alta  intel·ligència  estudiassen 
en  diversos  llenguatges,  per  ço  que  a  totes  les  nacions  pos- 
quessen  preïcar  lo  sant  Evangeli;  lo  segon,  que  a  tots  los 
cavallers  cristians  fos  donat  cert  orde  que  continuadament 
treballassen  en  conquistar  la  Terra  Santa;  la  terça,  que, 
contra  l'opinió  d'Aiverroïs,  qui  en  moltes  coses  ha  volgut 
adversar  a  la  santa  fe  catòlica,  fos  proveït  per  hòmens  de 
ciència,  ordonant  llibres  contra  les  dites  errors  e  contra  tots 
aquells  qui  la  dita  opinió  tendrien,  e  per  açò  féu  ell  un  llibre 
que  és  apellat  Liber  de  natali  Pueri,  aon  promet  fer  raons 
així  filosoficals  com  teologicals  contra  les  dites  errors.  E  de 
fet  així  ho  ha  fet  en  diverses  llibres  seus,  car  lo  dit  reverend 
mestre,  servidor  de  nostro  Senyor  e  manifestador  de  la  ve- 
ritat, ultra  cent  e  vint-e-tres  volums  de  llibres  ha  fets  per 
honor  de  la  santa  Trinitat. 

45.  Car  quoranta  anys  passats  havia  que  lo  seu  cor  e 
tota  la  sua  ànima  havia  transportada  en  nostro  Senyor,  e, 
per  tant,  pot  dir  aquest  sant  home  les  paraules  que  dix 
David :  Eructavit  cor  meum  verbum  bonum,  lingua  mea  ca- 
lavvus  scribae,  car  en  veritat  la  sua  llengua  és  estada  ploma 
del  Sant  Esperit,  lo  qual  ab  la  sua  vertut  increada  l'ha  fet 
així  altament  parlar;  del  qual  dix  lo  nostre  mestre  Jesús: 
"No  sou  vosaltres  qui  parlau,  car  lo  Sant  Esperit  és  qui 
parla  en  vosaltres".  E,  per  açò  que  mils  posquessen  aprofitar, 
instruí  alguns  en  la  llenguo  morisca,  la  qual  molt  bé  ell  havia 
apresa ;  e  de  fet  foren  divulgats  los  seus  llibres  per  tot  l'uni- 
versal món,  e  especialment  en  certs  llocs,  ço  és,  en  la  ciutat 
de  París  en  un  monestir  de  cartotxans,  e  en  la  ciutat  de  Gè- 
nova, e  en  la  ciutat  de  Mallorques,  d'  on  ell  era  nadiu,  de  la 
qual  cosa  reporta  gran  preu  e  honor  la  dita  ciutat. 

Deo  gratias.  Finito  libro  sit  laus  et  gloria  Christo.  Amen. 


Basílica  y  claustro  de  San  Francisco  (siglo  XIV). 
Palmo  de  Mallorca 


Bibliografía 


BIBLIOGRAFIA 


Uno  de  los  obstáculos — y  no  el  menor — con  que  tropie- 
zan los  estudiosos  del  lulismo  suele  ser  la  dificultad  de 
orientarse  en  el  maremàgnum  cada  vez  más  ingente  de  la 
bibliografía  luliana. 

Mal  pueden  ayudarle  a  salvar  esa  dificultad  los  reperto- 
rios bibliográficos  corrientes:  sus  afanes  por  ser  exhaus- 
tivos, más  bien  le  ayudan  a  desorientarle. 

Adrede  se  omiten,  pues,  muchísimas  referencias  a  obras 
y  estudios — de  gran  mérito  no  pocas  veces — a  los  que  el 
lidista  ha  de  llegar  tras  una  larga  n/  aun  penitencial  pere- 
grinación bibliográfica.  Aquí,  empero,  hallará  dónde  encon- 
trarlas cuando  conviniere. 

Además,  se  procura  acompañar  cada  cita  de  unas  breves 
palabras  sobre  su  contenido  y  su  valor,  lo  cual  ahorrará  mu* 
chas  búsquedas  y  consultas  inútiles. — M.  B. 


1.    OBRAS  DE  RAMON  LLULL 

1.    Textos  catalanes 

Obras  de  R.  L.:  I.  Gentil,  L.  de  la  primera  c  segona  intouió, 
L.  de  mil  proverbis,  ed.  J.  Rosselló  y  M.  Obrador  (Palma,  1901)  ; 

II.  Arbre  de  fil.  d'amor,  L.  de  oració,  L.  de  Déu,  De  concxcnca  de 
Déu,  Del  Es  de  Déu,  ed.  J.  Rosselló  y  M.  Costa  y  Llobera  (1901)  ; 

III.  Fèlix  de  les  meravelles,  ed.  J.  Rosselló  y  M.  Obrador,  2  vols.  (1903). 
[Esta  colección,  con  prólogo  y  notas  en  castellano,  y  no  muy  esme- 
rada críticamente,  se  suspendió  para  dar  paso  a  la  siguiente.] 

Obres  de  R.  L.  Edició  original  (=  ORL)  :  I.  Doctrina  pueril, 
L.  del  Orde  de  Cavalleria,  L.  de  clerecia,  Art  de  confessió,  ed.  M.  Obra- 
dor (Palma,  1905)  ;  II-VIII.  L.  de  contemplado,  ed.  M.  Obrador, 
M.  Ferrà,  S.  Galmés  (1006-14)  ;  IX.  Blanquecía,  ed.  S.  Galmés  y 
M.  Ferrà  (1914)  ;  X.  L.  de  Sta.  Maria,  Hores  de  Sta.  Maria,  L.  de 
Benedicta  tu  (1915)  ;  XI-XTÍI.  Arbre  de  sciència  (1917-26)  ;  XIV.  Pro- 
verbis de  Ramon,  Mil  prov.,  Prov.  d'ensenyament  (1928)  ;  XV.  L.  de 
demostracions  (1930)  ;  XVI.  Art  demostrativa,  Regles  introductòries, 


82 


MIGUEL  BATLLORI 


Taula  general  (1932)  ;  XVII.  Art  amativa,  Arbre  de  filosofia  deside- 
rat  (1933)  ;  XVIII.  L.  d'intenció,  Arbre  de  filosofia  d'amor,  Oracions 
e  contemplacions,  Flors,  Oracions,  Contemplado  Raymundi ,  Compen- 
diosa contcmplatio  (1935)  ;  XIX-XX.  Rhns  (1936-3S)  :  t.  X-XX 
éd.  S.  Galmés  ;  t.  XXI,  en  prensa.  [Es  la  edición  básica  de  las  obras 
catalanas  completas  de  R.  L.,  preparada  sobre  los  mejores  mss.,  si 
bien  una  reedición  de  los  primeros  tomos,  ya  agotados,  exigiría  una 
rectificación  de  los  mss.  básicos.  El  tomo  XXI,  en  prensa,  y  los  ss. 
estarán  preparados  por  los  padres  de  la  tercera  orden  regular  de 
San  Francisco  Miguel  Tous,  M.  Caldentey  y  R.  Ginard  Bauçà.] 

Els  Nostres  Clàssics  (ed.  Barcino,  Barcelona)  :  serie  A,  t.  3,  Ra- 
mon Lull,  Poesies  -,  ed.  R.  d'Alòs  (1928)  [antología  de  las  obras  ri- 
madas, muy  cuidadosa,  pero  modernizando  excesivamente  la  orto- 
grafía] ;  t.  14,  LI.  d'Amic  e  Amat,  LI.  d'Ave  Maria,  ed.  M.  Olivar 
y  S.  Galmés  (1927)  [con  escasas  divergencias,  viene  a  ser  una  re- 
edición, con  la  ortografía  modernizada,  de  la  ed.  de  S.  Galmés  y 
M.  Ferrà  en  Obres,  IX]  ;  t.  34,  38,  42  y  4Ó-47,  L.  de  meravelles 
(1931-34)  [la  más  perfecta  edición  que  existe  de  esta  obra]  ;  t.  50-51, 
L.  de  Evast  e  Blanquerna,  ed.  S.  Galmés,  I  (1935)  [publicación  in- 
terrumpida, fundada  en  el  ms.  hisp.  610  de  Munich,  con  las  varian- 
tes— habrían  de  ir  en  el  último  tomo — de  los  demás  mss.  y  eds.  an- 
tiguas ;  está  en  prensa  su  continuación,  a  cargo  de  Pere  Bohigas  y 
del  Dr.  Seb.  Garcías  Palou]. 

2.    Textos  latinos 

Beati  Raimündi  Lulli,  Opera  omnia,  I-X  (Maguncia,  1721-40), 
ed.  I.  Salzinger  [la  más  famosa  y  la  más  completa  edición  de  las  obras 
latinas,  si  bien  no  satisface  a  las  exigencias  críticas  modernas  ;  sobre 
ella,  vid.  A.  Gottron,  L'edició  maguntina  de  R.  L.  Amb  un  apèndix 
bibliogràfic  dels  mss.  i  impresos  lidian s  de  Maguncia,  «Estudis  de 
bibliografía  íuliana  publicats  en  celebració  del  sisè  centenari  de  la 
mort  de  R.  L.»,  I  (Barcelona,  Inst.  d 'Est.  Catalans,  1915),  trad.  de 
J.  Rubió;  E.  Fajarnés,  Sobre  la  impresión  de  las  obras  de  R.  L., 
en  Maguncia,  del  compilador  de  las  mismas,  doctor  Salzinger, 
iRev.  de  Menorca»,  24  (1929),  168-71  ;  E.-W.  Platzeck,  Al  margen 
del  lulïsta  P.  A.  R.  Pasqual,  O.  Cist.,  AST,  14  (1941),  183-97]. 

[Las  demás  ediciones,  tanto  catalanas  como  latinas,  anteriores 
a  1868,  pueden  verse  en  E.  Rogent  i  E.  Duran,  Bibliografia  de  les 
impresions  lul·lianes,  «Estudis  de  bibliografía  Iuliana...»,  II  (Barce- 
lona, 1.  d'E.  C,  1927)  ;  para  las  más  recientes,  véase  infra,  III- V]. 


II     PRINCIPALES  FONDOS  MANUSCRITOS 
1.  Generalidades 

J.  Rumo,  Notes  sobre  la  transmissió  manuscrita  de  l'opus  lul·lià, 
en  Franciscana  (Barcelona,  1928),  335-48  [sobre  el  modo  como  el  pro- 
pio R.  L.  procuraba  difundir  sus  obras]. 

R.  d'Alòs,  Los  catálogos  lidíanos  (Barcelona,  1918)  [los  diversos 
catálogos  antiguos  suelen  estar  relacionados  con  importantes  fon- 
dos mss.]. 


BIBLIOGRAFÍA 


2.  Mallorca 

R.  u'Ai.ós,  Inventari  de  mss.  lul-lians,  de  Mallorca,  segons  notes 
de  J.  Rosselló.  ML,  385-402  [también  en  EF,  47  (1935),  69-S6  ;  notas 
interesantes,  sobre  todo  para  los  fondos  de  la  Bibl.  Provincial  y  de 
las  bibliotecas  particulares  Rosselló,  Ayamans,  Prohens  y  Ferran  Cap- 
deboa  ;  otros  números  coinciden  con  las  Notes  sigs.]. 

M.  Obrador,  Notes  per  a  un  catàleg  d'alguns  còdexs  lul-lians  de 
les  biblioteques  de  Palma  de  M.,  BUC,  17  (1932),  166-83  [publ.  por 
1.  Rubió  ;  tratan  de  las  bibliotecas  Provincial,  Sapiencia,  Arqueolò- 
gica, Ayamans,  Palou  de  Cómase ma,  Prohens,  Rosselló  y  Vivot.  Como 
la  localización  que  dan  a  los  mss.  esas  notas  de  J.  Rosselló  y  de 
M.  Obrador  no  siempre  corresponde  a  la  actual,  conviene  consultar 
más  bien  el  estudio  sig.]. 

P.  BOHIGAS,  Fondos  manuscritos  de  bibliotecas  de  Mallorca,  «Bi- 
blioteconomia» (Barcelona,  1944),  80-S  [mss.  lulianos  de  las  bibliotecas 
Provincial,  Arqueològica,  Sapiència,  Franciscanos,  Vivot  y  Aguiló], 

M.  Batllori,  El  lüHsmo  en  Italia  (ensayo  de  síntesis),  «Rev.  de 
Filosofía»,  2  (Madrid,  1943),  253-313,  479-537  [en  las  páginas  2S4-6  se 
señala  el  origen  mallorquín  de  los  grandes  fondos  de  Roma  y  Milán]. 

3.  Roma 

Códices  vaticani  ¡ali)ii,  I...  (Roma,  1902...)  [catálogo  en  curso  de 
publicación  ;  hasta  ahora  comprende  pocos  códices  lulianos  ;  hay  al- 
gunos más  en  los  catálogos  de  otros  fondos  de  la  misma  Bibl.  Vatica- 
na ;  R.  d'Alòs  preparaba  un  estudio  completo  de  todos  los  mss. 
de  R.  L.  conservados  en  bibliotecas  romanas  y  de  todos  los  mss.  ca- 
talanes de  la  Nacional  de  Xápoles,  pero  no  llegó  a  publicarlo]. 

4.  Milán 

M.  Obrador  1  E.  Aguiló,  Viatge  d'investigació  a  les  biblioteques 
de  Munich  y  Milà,  AIEC,  2  (1908),  598-613  [con  indicaciones  precisas 
de  los  más  importantes  mss.  lulianos  de  la  Ambrosiana]. 

C.  OXTAVIANO,  L'«Ars  compendiosa»  de  R.  Lulle,  avec  une  ctudc 
sur  les  bibliographic  el  le  fond  ambrosien  de  Lulle.  «Études  de  philo- 
sophie  médiévale»,  13  (París,  1930)  [comprende  algunos  mss.  más 
que  los  indicados  por  Obrador-Aguiló,  añadiendo  los  pseudolu- 
jianos] . 

5.  Venècia 

M.  OBRADOR,  Ramón  I.ull  en  Venècia.  Reseña  de  los  códices  e  im- 
presos lulianos  existentes  en  la  biblioteca  veneciana  de  San  Marcos. 
BSAL,  8  11899-900),  301-24  [fondo  antiquísimo  y  muy  importante,  ini- 
ciado en  tiempos  del  dux  Gradenigo,  contemporáneo  de  R .  L.]. 

6.  Innichen 

J.  Rubió,  Los  códices  lulianos  de  la  biblioteca  de  innichen  (Tírol), 
«Rev.  de  Filología  Esp.»,  4  (Madrid,  1917),  303-40  [14  mss.  con 
79  obras,  legados  a  aquella  colegiata  por  Nicola  Poli,  médico  vene- 
ciano]. 


Q4 


MIGUEL  BATLLORI 


7.  Munich 

Obrador-Aguiló  (II/4)  [J.  Rubió  tiene  en  preparación  un  estudio 
completo  de  este  fondo,  procedente  en  gran  parte  de  Barcelona  y  tras- 
ladado a  Alemania  con  motivo  de  la  edición  maguntina  ;  vid.  su- 
pra I/2]. 

8.  París 

P.  Bohigas,  El  repertori  de  manuscrits  catalans  de  la  Fundació 
Patxot.  Missió  de  París,  EUC,  15  (1930),  92-139,  197-230;  16  (1931), 
82-111,  213-310  [no  se  da  todavía  la  descripción  sistemática  de  los 
mss.,  sino  sólo  algunas  notas  interesantísimas,  sacadas  de  aquel  Re- 
pertori en  formación]. 

J.  'Parré,  Los  códices  lulianos  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París, 
ASP,  14  (1941),  155-82  [los  fondos  principales  proceden  de  la  Sorbona 
y  de  varios  monasterios  franceses  ;  no  es  un  estudio  bibliográfico, 
sino  crítico,  con  muchas  aportaciones  y  apreciaciones  nuevas;  mss.  es- 
tudiados en  Littré-Hauréau  (III/2)  y  en  el  trabajo  anterior]. 

9.  Oxford 

J.  M.  Batista  i  Roca,  Catàlech  de  les  obres  lulianes  d' Oxford, 
BABLB,  8  (1915-16),  204-28,  308-30  [algunos  mss.  son  de  antigua 
oriundez  inglesa  ;  otros,  de  origen  italiano]. 

P.  Bohigas,  El  repertori  de  manuscrits  catalans.  Missió  a  Angla- 
terra, EUC,  12  (1927),  411-57  [completa  y  rectifica  el  estudio  ante- 
rior, aportando  además  nuevas  conclusiones  sobre  el  origen  del 
pseudolulismo  alquímico]. 

[Sobre  los  restantes  fondos  mss.,  vid.  infra,  III  y  V.] 


m.    OBRAS  GENERAjIoES  BIOBIBL·IOGRAPICAS 
1.    Obras  antiguas 

J.  Custurer,  Disertaciones  históricas  del  beato  R.  L.,  doctor  ilu- 
minado y  mártir,  con  un  apéndiz  de  su  vida  (Palma  de  Mallorca,  1700) 
[primariamente  sobre  el  culto  y  la  ortodoxia  lulianos,  pero  con  fre- 
cuentes excursus  a  la  vida  y  a  las  obras  de  R.  L.  ;  aunque  escrito 
aprisa  y  por  encargo  de  los  jurados,  pudo  fundarse  en  estudios  ante- 
riores del  P.  Andrés  Moragues,  también  de  la  Compañía  de  Jesús, 
hoy  perdidos  ;  sobre  el  autor,  vid.  principalmente  J.  M.  March.  El 
P.  Jaume  Ctisturer  i  els  seus  catàlegs  lul  lians,  «Butlletí  de  la  Bi- 
blioteca de  Catalunya»,  5  (1918-19),  32-44]  • 

J.-B.  Sollier,  Acta  beati  Raymundi  Lulli  (Amberes,  1708)  y  en 
Aci-a  sanctorum  iunii,  V  (ibíd.  1709),  633-736  [publica  en  latín  los 
más  importantes  documentos  anteriores  sobre  la  vida  y  las  obras 
de  R.  L.  ;  hay  segunda  ed.,  Venècia,  1744  ;  sobre  Sollier  y  su  obra. 
Vid.   A.  GOTTRON  (I/2)]. 

A.  R.  Pasqual,  Vindiciae  lullianae . . . ,  Í-IV  (Aviñón,  1778)  [hasta 
el  presente  es  el  más  completo  estudio  de  las  doctrinas  ínUarjas,  so- 


BIBLIOGRAFÍA 


85 


bre  todo  teológicas  ;  la  ocasión  de  las  Vindiciae  fué  la  publicación 
<le  dos  tartos  eruditas  del  P.  Feijoo  sobre  R.  L.  ;  el  t.  I  del  P.  Pas- 
qual contiene  una  vida  del  Maestro,  que  apenas  ha  conseguido  supe- 
rar E.  A.  Peers,  v  de  la  cual  hav  un  texto  español  del  mismo  au- 
tor (IV/i)]. 

2.    Obras  modernas 

M.  MenÉNDEZ  y  Pelayo,  Hist.  de  los  heterodoxos  españoles,  I 
(Madrid,  1880),  513-40,  cap.  V,  Reacción  antiaverroísta.  Teodicea  lu- 
liana.  Vindicación  de  Raimundo  Lulio  (Ramón  Lull)  y  de  R.  Sabun- 
de  [con  este  estudio  de  M.  y  P.  se  abre  una  nueva  época  en  los  es- 
tudios críticos  lulianos  ;  cito  por  esa  ed.  antigua  porque  la  de  las 
primeras  Obras  completas  (Madrid,  1911)  sólo  la  aventaja  en  número 
de  erratas  ;  en  prensa  una  nueva  ed.  por  el  C.  S.  de  I.  C.]. 

Littké-Hai  ki  \r,  Ilistoire  littcraire  de  la  France,  XXIX  (Pa- 
rís, 1885),  1-3S6,  567-8  [a  pesar  de  las  importantes  aportaciones  pos- 
teriores, este  trabajo  resulta  aún  imprescindible  para  el  conocimien- 
to de  los  mss.  de  París  y,  en  general,  para  toda  la  parte  inédita  del 
opus  luliano]. 

G.  Gobuloyich,  Biblioteca  bio-biblio  gráfica  della  Terra  Santa  e 
dell'Oriente  francescano,  I  (Quaracchi,  1906),  361-92,  núm.  ni, 
B.  Raimando  Lullo  di  Majorica  [no  tiene  tanta  importancia  como  las 
•lemas  obras  de  este  apartado  III/2,  pero  interesa,  sobre  todo,  lo 
referente  a  las  relaciones  entre  R.  L.  y  el  Próximo  Oriente]. 

A.  Rubió  i  Lluch,  Ramon  Lull  en  els  Estudis  universitaris  cata- 
lans, EUC,  4  (1911),  281-98  [la  tirada  aparte,  citada  por  muchos  lu- 
listas,  <se  intitula  Ramon  L·iill.  Sumari  d'unes  lliçons  en  els  EUC  ;  es 
qn  guión  de  las  lecciones,  tan  breve  como  denso,  y  que  aun  hoy  día 
resulta  útil  al  investigador]. 

[J.  Rubió  Balaguer],  art.  Lull,  Ramón  en  la  Enciclopedia  Espa- 
sa, 49  (1923),  551-9  [podría  repetirse  de  este  art.  lo  dicho  del  ante- 
rior, con  la  ventaja  de  ser  doce  años  más  moderno.;  véase  también 
su  estudio,  a  punto  de  publicarse,  en  el  t.  I  de  la  Historia  de  las 
literaturas  hispánicas  dirigida  por  G.  Díaz-Plaja]. 

E.  Longpré,  art.  Lidie  Raymond  (Le  bienheureux)  en  el  Diction- 
naire  de  théologic  catholique,  LX  (París,  1926),  1072-141  [aun  des- 
pués de  la  publicación  de  la  obra  de  los  Carreras  (vid.  infra),  toda- 
vía es  imprescindible  6U  consulta,  sobre  todo  en  lo  que  se  refiere  a 
la  bibliografía  de  las  obras  de  R.  L.]. 

Miscel·lània  lul·liana  (Barcelona,  1935)  [aportaciones  de  casi  todos 
los  lulistas  contemporáneos,  con  ocasión  del  séptimo  centenario  del 
nacimiento  de  R.  L.  ;  apenas  queda  aspecto  luliano  sin  su  corres- 
pondiente aportación  ;  viene  a  ser  como  una  tirada  aparte  de  EF,  46 
{1934),  161-4S0;  47  (1935),  5-250]. 

T.  y  J.  Carreras  y  Artau,  Filosofia  cristiana  de  los  siglos  XIII 
al  XV,  I  (Madrid,  1939),  parte  III,  El  escolasticismo  popular.  Ramón 
Lull  (Raimundo  Lulio),  II  (M.  1943),  parte  IV,  Esbozo  de  una  his- 
toria filosófica  del  lulismo  [esta  importante  obra  forma  parte  de  la 
Hist.  de  la  filosofía  esp.  iniciada  por  Bonilla  y  Sanmartín  y  continua- 
da* a  cargo  de  la  Asociación  Esp.  para  el  Progreso  de  las  Ciencias  ; 
c>  e!  trabajo  mí*  completo  que  tenemos,  y  el  primero  que  debería  leer 
qiien  desease  adentrarse  en  los  estudios  Julianos  ;  en  sendos  capúr.'us 


86 


MIGUEL  BAÏLLORI 


del  tomo  I  se  estudian  vida,  psicología,  obras,  ambiente  inicial,  la 
Ars  magna,  su  desintegración,  las  últimas  Artes,  el  método  luliano, 
metafísica  y  teología,  psicología  y  mística,  doctrina  moral,  pedagó- 
gica y  política  ;  el  t.  II  es  en  realidad  la  primera  historia  científica 
del  lulismo]. 


IV.  BIOGRAFIAS 

[Además  de  las  obras  del  apartado  III,  señalamos,  entre  las  ma- 
chas biografías  de  R.  L.,  las  siguientes  :] 

1.  Antiguas 

Vita  beat  i  R.  L.,  «Analecta  bollandiana»,  48  (Bruselas,  1930), 
130-78  [es  la  ed.  crítica,  dispuesta  por  el  P.  B.  de  Gaiffier,  de  la.  vul- 
garmente llamada  Vida  coetània;  De  Gaiffier  cree,  como  J.  Rubió, 
EUC,  12  (1927),  477,  que  el  texto  latino  es  anterior  al  catalán  :  se 
trata  de  una  de  las  más  firmes  bases  de  la  biografía  de  R.  L.]. 

Vida  coetània  del  reverend  mestre  Ramon  Lull  segons  el  manus- 
crit, 16.432  del  British  Mitseum,  novament  transcrita  i  publicada  amb 
introducció,  notes  i  glossari  per  Francesc  de  B.  Moll  (Palma,  1933  \ 
[tirada  aparte  del  «Bolletí  del  Diccionari  de  la  llengua  catalana», 
tomo  XV  (Palma)  ;  véase  la  nota  anterior  ;  Pasqual,  Vindiciae, 
I,  4,  y  Longpré,  1072-3,  sostienen  la  prioridad  de  este  texto  catalán 
sobre  el  latino]. 

A.  R.  Pasqual,  Vida  del  beato  Raymundo  Lidio,  I-II  (Palma, 
Soc.  Arq.  Luliana,  1890-91  [corresponde  a  la  vida  latina  de  las 
Vindiciae,  I,  Dissertatio  praevia ;  vid.  supra,  III/i]. 

2.  Modernas 

Ll.  Riber,  Vida  i  actes  del  reverend  mestre  i  benaventurat  màrtir 
Ramon.  Lull  (Palma,  1916)  [tiene  más  carácter  literario  que  crítico, 
pero  es  una  buena  iniciación  al  conocimiento  de  la  persona  de  R.  L.  ; 
hay  traducción  castellana  puesta  al  día  :  Raimundo  Lidio  (Ramón 
Lull),  «Colección  Pro  Ecclesia  et  Patria»,  I  (Barcelona,  1935)]. 

E.  A.  Peers,  Ramon  Lull.  A  Biography  (Londres,  1929)  [de  esta 
biografía  ha  escrito  J.  Rubió,  EUC,  15  (1930),  180  :  «El  major  elogi 
que  en  podem  fer,  és  remarcar  que  des  del  P.  Pasqual  en  el  se- 
gle XVIII  és  la  temptativa  més  seriosa  i  reeixida  que  s'ha  consagrat 
a  la  història  de  R.  Lull»  ;  al  final,  pp.  421-34,  contiene  una  abun- 
dantísima bibliografía  luliana]. 

F.  Sureda  Blanes,  El  b.  R.  L...  Su  época,  su  vida,  sus  obras,  sus 
empresas  (Madrid,  1934)  [biografía  compuesta  con  ocasión  del  cen- 
tenario luliano]. 

S.  Galmés,  VA  dinamisme  de  R.  L.  (Palma,  1935)  [reedición  del 
estudio  del  mismo  título  publicado  en  ML,  59-96,  y  en  EF,  46  (1934), 
216-56  ;  aun  a  los  pocos  años  de  aparecer  la  biografía  de  Peers  podía 
mosén  Galmés  trazar  otra  nueva,  original  y  reducida,  la  primera 
que  debería  leer  el  estudioso  lulista  ;  con  pocas  variaciones,  es  el 
estudio  que  encabeza  el  presente  volumen  como  Introducción  bio- 
gráfica]. 


RIBLIOT.K  M  Í  V 


87 


M.  DE  Iriartk,  Genio  y  figura  del  b.  R.  l.ull,  «Arbor»,  4  (1945, 
U),  375-435- 

[Las  restantes  biografías  y  estudií»  parciales  sobre  la  vida  de 
R.  I.,  pueden  verse  infra,  V/2]. 


V.  BIBLIOGRAFIAS 
I.    Bibliografías  del  "opu.s"  luliano 

Lxttr&Haureau,  Gobulovich,  Longpré,  Carrlras  (III/2) ,  Otta- 

\l\SO    (II/4),    ROGENÏ-DURAN  (I/2). 

J.  Avinyó,  Les  obres  autentiques  del  beat  R.  L.  (Barcelona, 
1935)  [trabajo  útil,  pero  imperfecto  en  las  citas  e  índices  ;  indica 
cronológicamente  el  contenido  de  cada  obra  de  R.  L.  y  enumera  los 
principales  mss.  y  ediciones  ;  un  avance  del  mismo,  en  forma  abre- 
viada :  Vil  Centenari  de  la  naixença  de  R.  L.  Les  seves  obres  autèn- 
tiques. EF,  44  (I932)i  42-75,  169-84]. 

2.    Bibliografías  sobre  R.  L.  y  el  lulismo 

a)  Sistemáticas. 

Longpré,  Carreras  (II/2),  Peers  (IV/2),  pp.  421-34. 

R.  d'ÀLÒSj  Lullistiche  JJteratur  der  Gegenwart ,  «Wissenschaft 
und  Weisheit»,  2  (Friburgo  de  Br.  1935),  288-310  [a  partir  de  media- 
dos del  siglo  pasado  ;  sin  ser  exhaustivo,  resulta  un  trabajo  muy 
útil,  j>ero  difícilmente  consultable  en  España]. 

F.  SüREDA  Blanes,  El  lulismo  como  expresión  de  una  escuela 
filosófica  nacional,  2.a  parte,  extracto  de  «Las  ciencias»,  dic.  1040 
[!a  bibliografía  moderna  va  agrupada  por  naciones]. 

b)  Cronológicas. 

AIEC,  I-VH1  (1907-31)  [recoge  toda  la  bibliografía  referente  a 
Cataluña  ;  a  partir  del  t.  II  (1908)  los  índices  onomásticos  facilitan 
La  búsqueda  ;  además  en  VI  (1915-26),  880-2  ;  ATI  (1921-26),  373-9, 
y  VIII  (1927-31),  325-40,  R.  d'Alòs,  con  el  título  Moviment  lul·lià, 
sistematizaba  las  nuevas  aportaciones,  sometiéndolas  a  inteligente 
crítica] . 

J.  Vives,  bibliografia  hispànica  de  ciències  històrico-eclesiàsliques, 
AST,  IV-XXI  (1928-48)  [en  la  sección  «Autores»  se  consignan  anual- 
mente todas  las  aportaciones  sobre  R.  L.,  añadiendo  una  breve 
nota  que  desmenuza  su  contenido  ;  pero  deben  consultarse  también 
Us  secciones  «Bibliotecas  y  archivos»  y  «Teología  y  Filosofía»]. 


VI.    PRINCIPALES  ASPECTOS  DE  R.  L. 
L  Teología 

Pasqual  (III,  d,  Longpré  (III/2),  cois.  1119-34. 

S.  GARCÍAS  Palou,  Notas  de  introducción  al  estudio  de  las  obras 
teológicas  del  b.  R.  L.,  extracto  de  la  «Miscelánea  Comillas»,  II 
(ibíd.,  1044),  203-34  [insiste — contra  el  lulismo  doctrinalmente  derro- 
tista— en  ka  importancia  de  las  obras  de  R.  L.  en  la  historia  de  la 


88 


MIGUEL  BATLLORI 


teología  católica  ;  sobre  su  interés  en  dos  cuestiones  particulares 
vid.,  del  mismo  autor,  El  primado  romano  en  los  escritos  del  b.  R.  Jj, 
RET,  2  (1942),  521-46  ;  La  infalibilidad  pontificia  en  tA  rbré  de  ¿cien- 
cia» del  b.  R.  L.,  RET,  4  (1944),  229-55  ;  El  b.  R.  L.  y  la  cuestión 
de  la  renunciabilidad  de  la  Sede  Romana,  AST,  17  (1944),  67-96;  y 
Cuestiones  de  psicología  y  fisiología  humanas  en  Cristo,  tratadas  en 
los  escritos  teológicos  del  b.  R.  El.,  ibíd.  3  (1943),  249-307]. 

L.  Eijo  Garay,  La  finalidad  de  la  encarnación  según  el  b.  R.  L., 
RET,  2  (1942),  201-27  [la  tesis  llamada  escotista  1a  explanó  muchos 
añps  antes  R.  L.  ;  sobre  este  punto  defendió  en  la  Univ.  Gregoriana 
de  Roma  su  tesis  doctoral,  aun  inédita,  el  P.  B.  Nicolau,  T.  O.  R.  : 
vid.  «Analecta  T.  O.  R.,  ©tí.  Francisci»',  I,  11  (Roma,  1933),  325-6; 
cf.  también  Samuel  d'Algaida,  O.  M.  Cap.,  Christologia  lulliana..., 
«Collectanea  Franciscana»,  1  (1931),  145-83]. 

M.  Caldentey,  ...  La  corredención  de  la  Virgen  a  la  luz  del 
b,  R.  L....,  «Estudios  Marianos»,  2  (Madrid»  1944),  287-322  [viene  a  ser 
un  complemento  de  la  memoria  presentada  por  el  mismo  autor  al 
Congreso  Mariano  Nacional  de  Zaragoza  sobre  La  mediación  univer- 
sal de  María...  según...  R.  L.  (Palma,  s.  a.).;  vid.  también  Principio 
fundamental  de  la  mariología  liiliana,  «Verdad  y  Vida»,  1  (1943), 
113-24  ;  Santa  María,  rey  na  y  señora...,  según  el  I.  D.»,  «España  Mi- 
sionera», I  (1944),  37-59  ;  y  La  asunción  de  la  Virgen  María  en  los 
escritores  catalanes  de  la  Edad  Media,  «Estudios  Marianos»  (Ma- 
drid, 1947),  429  ss.,  en  que  se  da  marcada  importancia  a  R.  L.]. 


2.    Ascética  y  mística 

Longpré,  cois.  1128-32  ;  Carreras,  I,  548-609. 

E.-W.  Platzeck,  íjx  vida  eremítica  en  las  obras  del  b.  R.  L., 
«Rev.  de  Espiritualidad»,  1  (San  Sebastián,  1942),  61-79,  II7~43  [idea- 
rio de  R.  L.  sobre  la  vida  eremítica  en  general  y  sobre  la  vida 
contemplativa  del  ermitaño]. 

B.  Guasp,  La  vida  erem.  en  Mallorca,  BSAL,  28  (1941),  224-304 
[y  en  libro  aparte  en  catalán,  Mallorca  1947]. 

J.  Torras  i  Bages,  La  tradició  catalana  (1892),  O.  C,  VI  (Barce- 
lona, Bibl.  Balmes,  1935),  274-380  :  part.  2.8,  cap.  II,  El  beat  Ramon 
Llull  [los  párrafos  correspondientes  al  Llibre  de  contemplació  y  a  la 
Mística  lul·liana  (pp.  314-65)  son  los  más  interesantes  de  todo  el 
capítulo,  que  en  su  mayor  parte  ha  sido  muy  superado]. 

J.  H.  Probst,  La  mystique  de  R.  L.  et  l'Art  de  contemplació, 
«Beitràge  zur  Geschichte  der  Philosophie  des  Mittelalters»,  XIII, 
2-3  (Münster  i.  W.,  1914)  [estudio  importante,  pero  suponiendo  siem- 
pre una  mística  casi  puramente  natural  ;  el  autor  na  completado 
su  trabajo  en  aportaciones  posteriores  :  L'am-our  mystique  dans 
l' «Amic  e  Amat»  de  R.  L.,  «Arxius  de  l 'Institut  de  Ciències»,  4 
(Barcelona,  I.  d'E.  C,  1917),  293-322  ;  Lull,  mystique  pour  Vaction, 
ML,  436-45  (EF,  XLVII,  1935,  87-99)  J  K.  L  's  Mystik,  ihre  Gruná- 
lage,  ihre  Form,  «Wissenschaft  und  Weisheit»,  2  (Friburgo  de  Br., 
1935),  252-65]. 

J.  de  Guibert,  La  méthode  des  trois  puissanecs  et  l'Art  de  con- 
tcmplation  de  R.  Lulle,  «Revue  d'Ascétique  et  Mystique»,  6  (Tolo- 
sa, 1925),  366-78  [incluido  también  en  Études  de  théologie  mystique, 


BIBLIOGRAFÍA 


cBibliothèque  de  la  Rev.  d'Ase,  et  Myst.»,  2.a  ¿crie,  fase,  i  (Toa- 
lause,  1930)  ;  posición  de  R.  L.  en  la  oración  metódica]. 

G.  M.  Bertini,  «Lo  Libre  de  Amic  e  Amat*  di  R.  L.  in  una  ver- 
sione  castigliana  inédita  del  sec.  XVI,  «Bulletin  hispaniquej,  41 
(Burdeos,  1940),  113-25  [estudio  preliminar  a  un  texto  a  punto  de 
publicarse]. 

A.  Sancho,  La  mística  de  R.  L.,  «Rev.  de  Espiritualidad»,  2 
(rgdj),  10-34  [insiste  en  el  intelectualismo  doctrinal  de  R.  L»], 

3.  Filosofía 

a)  Hilariones  entre  filosofía  y  teología. 

J.  Miralles  Sbert,  Carta  con  motivo  del  7.0  centenario  del  na- 
cimiento del  b.  R.  L.,  «Bol.  Oficial  del  Obispado  de  Mallorca*,  72 
(1932),  293-319  [estudio  a  fondo  del  problema,  reproducido  en  BSAJL, 
24  (1932-33^,  173*86,  y  cu  «Razón  y  Fe»,  100  (Madrid,  1932,  III), 

M.  Florí,  Las  relaciones  entre  la  fil.  y  la  teol.,  y  concepto  de 
til.  cristiana  en  el  *Arte  Magna»  del  b.  R.  L.,  «Razón  y  Fe»,  106 
í-934,  III),  2S0-9Ó,  450-68;  107  (1935,  I),  171-7  [es  la  eterna  cuestión 
del  racionalismo  teológico  de  R.  L.,  pero  enfocada  a  través  del 
problema  actual  de  la  filosofía  cristiana]. 

M.  Oltra,  Cuestiones  trinitarias  en  D.  Scoto  y  R.  L.,  «Verdad  y 
Vida»,  1  (Madrid,  1940),  287-92  [sobre  el  pretendido  racionalismo 
de  R.  L.]. 

Mendía,  B.,  Posición  adoptada  por  R.  L.  en  el  problema  de  las 
relaciones  entre  ¡a  fe  y  la  razón,  «Verdad  y  Vida»,  4  (1946),  29-62, 
221-58. 

B.  Xiberta,  La  doctrina  del  maestro  R.  Ll.  sobre  la  demostración 
de  los  dogmas  juzgada  a  la  luz  de  la  hist.  y  de  la  teol.,  aStudia  mo- 
nographica  et  recensiones»,  1  (Mallorca,  Schola  lullistica,  1947),  5-32 
[revisión  histórica  del  problema  desde  nuevos  puntos  de  vista]. 

b)  Método  y  doctrinas. 

Longpré,  cois.  11 13-26  ;  Carreras,  I,  335-640. 

M.  Menéxdez  y  Pela  yo,  R.  L...  Discurso...  (1SS4),  en  La  Cien- 
-ia  Esp.,  1  (Madrid,  1933)  [lo  considera  principalmente  como  filósofo]. 

J.  H.  Probst,  Caractere  et  origine  des  idees  du  b.  R.  L.  (Tolo- 
sa, 1912)  [abarca  método,  doctrinas  y  fuentes  del  pensamiento  lu- 
iiano]. 

G.  MAURA  y  Gelabert,  Ensayo  sobre  la  fil.  del  b.  R.  L.t  «Rev.  Lu- 
liana»,  1  (1901),  26-32,  49-56  [este  y  otros  ensayos  filosóficos  del 
mismo  autor  publ.  en  la  misma  revista,  I-V  (1901-1905),  a  pesar  de 
resultar  un  tanto  anticuados,  constituyen  una  de  las  aportaciones 
más  serias  del  lulismo  exaltado  de  principios  de  siglo]. 

J.  CasadessÚS,  El  *Arte  magna*  de  R.  L.  (Barcelona,  191 7)  [ex- 
posición sucinta  y  clara  del  método  luliano]. 

J.  Avinyó,  El  tliber  de  ascensu  et  descensu  intellectus»  de  R.  Ll., 
BSAL,  25  (1934),  57*63  [exposición  de  este  libro,  que  viene  a  ser  un 
compendio  de  toda  la  filosofía  luliana  ;  en  esta  exposición,  J.  A.  si- 
gue- la  tendencia  iniciada  por  Salvador  Bové  principalmente  en  su 
obra,  ya  caducada,  Santo  Tomás  de  A.  y  el  descenso  del  entendi- 
miento. Platón  y  Aristóteles  harmonizados  por  el  b.  R.  L.  (Barce- 
lona, 1913)]. 


90 


MIGUEL  BATLLORI 


4.  Estética 

M.  Menendez  y  Pelayo,  Historia  de  las  ideas  estéticas  en  Es- 
paña (1883).  O.  C,  ed.  nac,  I  (Madrid-Santander,  C.  S.  T.  C,  1940}, 
397-429  [excelente  iniciación]. 

A.  Rubió  r  Lluch,  R.  Ll.  i  el  co>iceptc  de  Vari  en  Vedat  mitja- 
na, «La  Paraula  Cristiana»,  20  (1934),  292-308  [se  refiere  principal- 
mente al  concepto  de  «arte»,  aunque  extendiéndose  también  al  de 
«belleza»]. 

G.  Forteza,  La  irradiació  estètica  de  l'obra  lul·liana,  LNT,  7 
(1934),  357-73  [ensayo  de  un  artista,  más  intuitivo  que  sistemático, 
pero  de  intuiciones  exactas  y  fecundas]. 

F.  Sureda  Blanes,  Estética  luliana...,  «Rev.  de  Ideas  Estéticas», 
2  (Madrid,  1944),  núm.  6,  pp.  3-51,  103-14  [estas  últimas  páginas 
contienen,  en  versión  castellana,  los  textos  lulianos  comprobatorios 
de  la  primera  parte,  que  estudia  :  I.  La  persona  del  Doctor  Ilumina- 
do ;  II.  Sinceridad  y  actividades  artísticas  de  R.  L.  ;  III.  La  doc- 
trina luliana  de  la  «belleza»  ;  IV.  Estética  cristológica]. 

5.    Poesía  y  Novelística 

M.  Menéndez  y  Pelayo,  La  poesía  mística  en  España  (1881),  O.  C, 
ed.  nac,  VII  (1941),  84-7  [interesante  para  precisar  la  posición  de 
R.  L.  en  la  poesía  religiosa  medieval]. 

M.  de  Montoliu,  R.  Ll.  trobador,  EUC,  21  (1936),  363-98  [este 
vol.  de  EUC  es  el  t.  I  del  Homenatge  a  Antoni  Rubió  i  Lluch;  es- 
tudia M.  de  M.  los  contactos  de  la  poesía  de  R.  L.  con  los  temas 
de  la  lírica  provenzal]. 

M.  Menéndez  y  Pelayo,  Orígenes  de  la  novela,  I  (1905),  O.  C, 
ed.  nac,  XIII  (1943),  116-38  [es  todavía  el  mejor  trabajo  que  tene- 
mos sobre  la  novelística  luliana,  principalmente  6obre  el  Blanqucrna 
y  el  Fèlix]. 

6.  Derecho 

P.  Andreu  de  Palma,  Els  sistemes  jurídics  i  les  idees  jurídiques 
de  R.  L.,  «Les  Ules  d'ür»,  14  (Palma,  1936)  [trabajo  más  expositivo 
que  crítico-histórico,  pero  que  puede  orientar]. 

E.  Wohlhaupter,  R.  L.  und  dic  Rechtwissenschaft,  en  Ernst 
Mayer  Festschrift  (Weimar,  1932),  169-202  [niega  la  influencia  de 
R.  L.  en  la  hist.  del  derecho  posterior  a  los  glosadores  ;  vid.  tam- 
bién Dic  «Ars  brevis,  quae  est  de  inventione  mediorum  iuris  civilis* 
des  R.  L.  (EF,  XLVI,  1934,  196-215)  ;  R.  L.  ein  Vorlaufer  der  Post- 
¿lossatorcn  9 .  en  Aiti  del  Congresso  inlcrnazionale  di  diritlo  romane.  I 
(Roma,  1934),  493-514]. 

7.    Ciencias  naturales 

A.  R.  PASQUAL,  Descubrimiento  de  la  aguja  náutica,  de  la  situa- 
ción de  la  América,  del  arte  de  navegar  y  de  un  nuevo  método  para 
el  adelantamiento  en  las  artes  y  ciencias...  (Madrid,  1789)  [rebajando 


BIBLIOGRAFÍA 


algunos  exagerados  entusiasmos  folíanos,  resulta  un  estudio  prove- 
choso a  la  distancia  de  siglo  y  medio]. 

M.  Massltí.  La  teoría  lul·liana  de  les  matees,  I.NT,  7  (1934), 
■04-15  [ensayo  ampliado  en  í'tui  teoría  medieval  sobre  la  mate** 
«Las  Ciencias».  6  (1043),  250-67]. 

[Sobre  las  ciencias  matemáticas,  vid.  infra,  VII/5.] 

8.  Pseudolulismo 

M.  BÍASSUTÍ,  R.  L.  y  la  alquímia,  BSAL,  28  111)39-431,  3Ï5-39  [estu- 
dia con  seriedad  científica  el  origen  y  la  evolución  de  la  alquimia, 
el  concepto  luliano  de  la  materia,  la  leyenda  de  Llull  alquimista  y 
sus  ideas  sobre  la  alquimia  ;  pp.  538-9,  buena  bibliografía]. 

M.  Batllori,  El  seudo-Lull  y  Arnau  de  Vilanova*  Notas  de  mss. 
italians;.  BSAL,  28  11939-43),  441-5S. 


VII     HISTORIA  DEL  LULISMO 
L    Obras  generales 

J.  Avinyó,  Història  del  lulisme  (Barcelona,  1925)  [promete  una 
segunda  parte,  que  no  llegó  a  publicar  ;  se  limita  casi  sólo  a  la 
causa  de  la  ortodoxia  luliana  ;  su  escasa  información  sobre  fuentes 
y  bibliografía  la  hace  muy  poco  útil  hoy  en  día]. 

T,  v  J.  Carreras  y  Artau,  Filosofía  cristiana  de  los  siglos  XI i l 
ml  XV  [vid.  supra,  ITI/2]. 

¡2.    Ortodoxia  y  culto 

F.  D.  Gazulla,  Los  reyes  de  Aragón  y  la  purísima  Concepción 
d?  María  santísima.  BABLB,  3  (1905-06),  1-18,  49-63,  143-51,  224-33, 
*S7-^4,  388-93,  476-9,  546-50;  4  (1007-08), ,  1 16-22,  137-46,  226-37, 

198-303,  408-16  [con  mucha  documentación  sobre  el  lulismo  de  fines 
del  XI Y  y  principios  del  XV]. 

— Historia  de  la  falsa  bula  a  nombre  del  papa  Gregorio  XI  inven" 
toda  por  el  dominico  fray  Xieolás  Aymerich  contra  las  doctrinas 
lulianas,  BSAL,  12  (1908-09),  264-70,  273-8,  289-91,  305-7,  571-3  ¡  13 
[1910-11),  1-4,  ¿2-4,  58-62,  68-9,  106-10  [trabajo  sumamente  documen- 
tado, que  viene  a  ser  un  complemento  del  anterior]. 

E.  FajarwÉSj  Documentos,  «Rev.  de  Menorca»,  24  (1929),  308-11, 
364-77;  25  (i93o)j  65-74.  273-82  ;  2-  '1932».  149-51.  208-13,  221-8  [lás- 
tima que  la  transcripción  y  edición  no  corresponda  siempre  al  valor 
e  interés  de  los  documentos,  casi  todos  de  los  siglos  XYI-XVII]. 

P.  M^rtí  de  Barcelona,  Nous  docs.  sobre  R.  L.  i  la  seva  escola, 
ML,  i'V>-qS  i'v  en  EF.  i6  ( 10^4 1 ,  }  26-58  ;  los  docs.  corresponden  a  los 

ugios  xin-xvnj. 

T.  Por  1  Martí.  Per  la  glorificació  del  b.  R.  L.  e>i  el  segle  XVII, 
ML,  109-29  [y  en  EF,  46  (1954),  269-99;  con  gran  aportación  docu- 
menta! sacada  de  los  archivos  de  Roma]. 

J.  Tarrk.  I  n  doe.  del  papa  Benet  XIV  sobre  el  lul  lisme,  EUC, 
2r>  (1935),  142-61  [instrucción  a4  promotor  de  la  fe,  muy  desfavorable 
a  la  cansa  luliana;  interesantes  notas  históricas  de  T.  T.]. 


02 


MIGUEL  BATLLORI 


J.  Muntaner,  Docs.  lidíanos,  BSAL,  28  (1939-40),  43-54  [de  los  si- 
glos xvi-xvm]. 

J.  Carreras  Artau,  La  cuestión  de  la  ortodoxia  lidia  na  ante  el 
concilio  de  Trcnto,  BSAL,  29  (1945),  501-20. 

3.  Francia 

J.  Carreras,  Una  aportació  als  orígens  doctrhials  de  l'antiiul-íis- 
mc,  ML,  3-35  [y  en  EF,  46  (1934),  163-95  ;  examina  las  oposiciones 
doctrinales  entre  R.  L.  y  Eymerich  y  estudia  el  antilulismo  de 
Ger  son] . 

E.  Vansteenberghe,  Un  traite  inconnu  de  Gerson  «Sur  la  doctrine 
de  Raymond  Lude»,  «Revue  des  Sciences  Religieuses»,  26  (Estras 
burgo,  1936),  441-73  [esta  obra  de  Gerson  es  la  clave  para  explicarse 
el  antilulismo  parisino  del  siglo  XV,  sólo  superado  a  principios  del 
s.  XVI  por  Lefèbvre  d'Étaples  ;  falta  un  trabajo  de  conjunto  sobre 
el  lulismo  en  Francia]. 

4.  Italia 

M.  Batllori  (II/2)  [estudia  en  forma  sumaria  Iqs  contactos  per 
sonales  de  R.  L.  con  Italia,  los  manuscritos  lulianos  de  bibliotecas 
.talianas  y  el  lulismo  medieval,  renacentista,  barroco  y  moderno  en 
aquella  nación]. 

5.  Alemania 

L.  Klaiber,  jR.  L.  und  Deutschland,  SFG,  1.  Reihe,  5  (1935),  219-2 
[atiende  más  a  la  bibliografía  luliana  de  Alemania  que  a  las  reía 
ciones  del  lulismo  alemán  con  el  de  Francia  e  Italia] . 

M.  Honecker,  Lullus-Handschriften  aus  dem  Besitz  des  Kard 
N.  v..  Cues,  SFG,  6  (1937),  252-309  [estos  10  mss.  de  Cues  y  4  de 
Tréveris  constituyen  el  fundamento  documental  del  lulismo  de  Cusa 
el  influjo  doctrinal  ha  sido  estudiado  por  el  mismo  Honecker,  Ra 
mon  Lulls  Wahlforschlag  grundlage  des  Kaiserwahlplanes  bei  N.  y 
Cues?,  «Historisches  Jahrbuch»,  57  (Colonia,  1938),  563-74;  por  el 
padre  M.  Florí,  El  principio  de  coincidencia  de  N.  de  C,  ¿inspirado 
en  R.  L.f,  «Las  Ciencias»,  7  (1942),  585-606;  por  el  padre  E.-W 
Platzeck,  Observaciones  del  P.  A.  R.  Pasqual  O.  Cist.  sobre  lulista 
alemanes  :  El  lulismo  en  las  obras  del  card.  N.  de  C,  RET,  1  (1941* 
731-65  ;  Doctrinas  teológicas  y  filosóficas  de  R.  L.  en  las  obras  de 
N.  de  C,  ibíd.,  2  (1942),  257-324  ;  y  por  J.  E.  Hofmann,  Die  Queden 
der  cusanischen  Mathematik...,  «Cusanus  Studien»,  7  (Heidelbert; 
1942)]. 

6.  Inglaterra 

C.  Clavería,  Sobre  la  trad.  inglesa  del  «L.  del  0.  dz  Cavalleria 
de  R.  L.n,  AST,  15  (1942),  65-74  í6^  recogen  muchas  noticias  sobre  e 
lulismo  renacentista  de  Inglaterra]. 

7.  Portugal 

A.  Martins,  A  filosofia  de  R.  Lulo  na  literatura  portuguesa,  «Bro- 
téria»,  34  (Lisboa,  1942,  I),  473-82  [influjos  lulianos  en  el  Livro  da 
corte  snpcriall]. 


BIBLIOGRAFÍA 


93 


VIII.  REVISTAD 

¡"Se  señalan  las  que  suelen  tratar  más  de  lulismo  y  se  dan  las  si- 
glas con  que  se  han  citado  en  esta  Introducción  bibliográfica]. 

Bolleti  de  la  Societat  Arqueològica  Lul·liana,  i  (1894)...  Palma  de 
Mallorca.  BSAL. 

La  Xostra  Terra,  1  (1928)...  Palma  de  Mallorca.  LNT. 

Mediterraneum ,  1  (1936),  transformada  en  Studia  nwnographica  et 
recensiones  Í1947).  Palma  de  Mallorca. 

Revista  de  Menorca,  1  (1888)...  Mahón. 

Revista  luliana,  1-5  í  1901-05).  Barcelona. 

Anuari  de  l'Institut  d'Estudis  Catalans,  1  (1907)...  Barcelona. 
AIEC. 

Estudis  Universitaris  Catalans,  1  (1907)...  Barcelona.  EUC. 
Butlletí  de  la  Biblioteca  de  Catalunya,  1   (1914)...  Barcelona. 
A  nal  ceta  Sacra  Tarraconensia,  1  (1925)...  Barcelona.  AST. 
Estudis  Franciscans,  1  (1907)...  Barcelona.  EF  [o  ML,  supra,  III,  2]. 
Boletín  de  la  Real  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barcelona,  1 
(1901)...  BABLB. 

Iji  Paraula  Cristiana,  1  (1925)...  Barcelona. 
Ims  Ciencias,  1  (1934)...  Madrid. 

Revista  Española  de  Teología.  1  (1941)...  Madrid.  RET. 
Spanische  Forschungen  der  Gòrresgesellschaft ,  1.  Reihe,  1  Í1928)... 
Mtin<rter  i.  Westf.  SFG. 


El 


Beato 


Ramón 


Llull  viste  el  hábito  de  penitencia  («Brevieuhun» 
de  Karlsruhe,  siglo  XIV) 


I 


i 

Libro  de  la  Orden 
de  Caballería 


INTRODUCCION 


La  mayor  parte  de  los  biógrafos  y  bibliógrafos  bulistas 
creen  que  el  Llibre  del  Orde  de  Cavalleria  es  una  de  las  obras 
primerizas  de  Ramón  Llull,  escrita  cuando  aun  tenía  fresco 
— como  cosa  vivida — el  recuerdo  de  sus  andanzas  caballe- 
rescas. 

Pocas  obras  de  toda  la  literatura  medieval  de  Occidente 
reflejan  con  tan  espontánea  belleza  la  valoración  heroica  y 
religiosa  de  la  vida  como  ese  tratadito  luliano,  florecido  en 
el  siglo  de  la  Caballería  auténtica,  antes  de  la  ficticia  exal- 
tación decorativa  a  que  se  llegó,  sobre  todo,  en  el  siglo  XV, 
con  un  precedente,  en  Cataluña,  en  el  reinado  trecentista  del 
Ceremonioso.  En  toda  la  literatura  hispánica  sólo  puede  com- 
parársele el  título  21  de  la  segunda  Partida,  con  la  distancia 
que  media  entre  un  código  legislativo  y  una  obra  de  creación 
artística. 

Créese  comúnmente  que  Ramón  lo  compuso  hacia  el 
año  1275,  pues  aparece  ya  citado  en  la  Doctrina  pueril,  an- 
terior a  la  fundación  del  colegio  misional  de  Miramar  (1276). 
Sus  siete  partes — ^correspondientes  a  los  siete  planetas  que 
"gobiernan  y  ordenan  los  cuerpos  terrestres" — exponen  suce- 
sivamente los  orígenes  de  la  Caballería,  el  oficio  del  caballero, 
el  examen  de  los  escuderos,  la  vestidura  de  las  armas,  el  sig- 
nificado de  cada  una  de  ellas,  las  costumbres  propias  de  los 
que  profesan  él  Orden  de  Caballería  y  el  honor  que  les  es 
debido. 

Ni  puede  faltar  en  Llull  la  ingenua  ficción  novelesca.  En 
el  breve  y  sabroso  prólogo  cuenta  cómo  un  viejo  caballero, 
viendo  "que  sus  días  eran  breves  y  por  la  vejez  le  faltaban  las 
fuerzas  naturales  para  el  uso  de  las  armas",  se  retiró  a 
hacer  vida  eremítica.  Pero  su  yermo,  como  todos  los  acoge- 
dores yermos  lulianos,  era  "un  hermoso  prado",  con  "un 
árbol  muy  grande,  todo  cargado  de  fruta",  y  ornado  "de  una 
fuente  muy  hermosa  y  clara,  que  fertilizaba  el  prado  y  todos 
los  árboles  al  derredor".  Acertó  a  pasar  por  allí  "un  distin- 
guido escudero",  que  acudía  a  la  corte  de  un  rey  para  que 


98 


MIGUEL  BATLLORI 


le  armase  caballero  con  ocasión  de  las  solemnes  Cortes  que 
había  convocado;  y,  departiendo  con  el  anciano  sobre  la 
Caballería,  entrególe  éste  un  libro  "hecho  para  restablecer 
la  devoción,  lealtad  y  ordenanza  que  debe  tener  el  caballero 
en  su  Orden",  rogándole  que  lo  llevase  a  la  corte  y  lo  pre- 
sentase al  rey.  Si  esa  ficción  pudiera  tener  algún  sentido 
histórico,  tal  vez  podríamos  ver  en  ella  una  alusión  a  cierta 
ofrenda  del  Llibre  del  Orde  de  Cavalleria  a  Jaime  I  el  Con- 
quistador, el  rey  de  quien  pudo  cantar  Costa  y  Llobera  que 

al  segle  d'or  de  la  Cavalleria 
ningú  brandà  com  ell  l'espasa  triomfal. 

La  prevalencia  del  lulismo  doctrinal  sobre  el  puramente 
literario  en  toda  la  edad  media,  aun  en  Cataluña,  explica 
que  no  haya  sido  ésta,  precisamente,  una  de  las  obras  mas 
divulgadas,  a  pesar  de  su  alto  poder  evocativo.  El  original 
catalán  se  nos  ha  conservado  en  poquísimos  manuscritos,  y 
todos  ya  del  siglo  XV.  Permaneció  inédito  hasta  que  en  1879 
lo  publicó  en  Barcelona  Mariano  Ajguiló,  y  en  1901  lo  re- 
editó José  llamón  de  Luanco,  junto  con  la  versión  caste- 
llana setecentista  de  que  hablaremos  luego.  Por  fin,  Mateo 
Obrador  lo  incluyó  en  el  tomo  primero  de  las  Obres  de  Ra- 
mon Lull  (Palma  de  Mallorca,  1906). 

Por  el  testimonio  de  los  antiguos  catálogos  lulianos  y 
de  la  edición  francesa  de  1504,  tenemos  noticia  de  una  vieja 
versión  latina  intitulada  Liber  müitiae  saecuJaris  y  Líber 
de  ordine  equestri,  de  la  cual  no  se  conoce  manuscrito  ni 
edición  alguna. 

Del  influjo  de  este  libro  luliano  en  la  literatura  catalana 
posterior  interesa  sobre  todo  la  impronta  que  dejó  en  la 
obra  maestra  de  la  novelística  medieval  del  siglo  XV  en 
Cataluña  y  en  Valencia,  el  Tirant  lo  Blanch,  iniciado  por 
Joanot  Martorell  y  ultimado  por  Martí  Joan  de  Gualba.  No- 
táronlo ya  Mariano  Aguiló  en  sus  ediciones  del  Llibre  de 
Cavalleria  y  del  Tirant,  y  Menéndez  y  Pelayo  en  sus  Oríge- 
nes de  la  novela;  pero  fué  Nicolau  d'Olwer  quien  precisó  los 
más  importantes  lugares  paralelos  en  su  estudio  juvenil  So- 
bre les  fonts  catalanes  del  uTirant  lo  Blanch"  1.  Sólo  que  re- 
cientemente Pedro  Boñigas  ha  podido  comprobar  que  Mar- 
torell no  conoció  el  texto  luliano  sino  a  través  del  plagio  que 
de  él  hizo  el  escritor  cuatrocentista  que  tradujo  o  adaptó 
al  catalán  eü  poema  épico  francés  del  siglo  XIII  Gui  de  Wa- 
rewic,  de  antiquísimo  abolengo  inglés  2. 


1  Extracto  de  la  Revista  de  Bibliografía  Catalana,  7  (Barcelo- 
na, 1907). 

a  Está  a  punto  de  publicarse  un  volumen  de  «Els  Nostres  Clàssics», 
a  cargo  de  P.  Bohigas,  intitulado  Guillem  de  Vàroych.  Tractats  me- 


INTRODUCCIÓN  AL  LIHRO  DK  CABALLERÍA  QQ 


De  este  modo,  los  reflejos  lulianos  en  los  primeros  capí- 
tulos del  Tirant  son  frecuentísimos,  como  señalaremos  en 
las  notas  de  nuestra  edición.  El  primero  contiene  ya  una 
paráfrasis  del  prólogo  de  Ramón  Llull  al  Llibre  de  Cava- 
lleria: en  ambos  escritos  se  dice  que  la  materia  se  divide  en 
siete  partes,  cuantos  son  los  planetas  que  rigen  el  curso  de 
los  acontecimientos  terrestres;  pero,  mientras  la  obrilla  lu- 
liana  se  ciñe  puntualmente  a  esa  división,  el  Tirant  sigue  un 
plan  enteramente  distinto.  Eso  solo  ya  bastaría  para  in- 
dicar una  fuente  externa  de  inspiración. 

Llull  nos  traza  una  historia  rapidísima  y  sumaria  del 
ermitaño  que,  habiendo  sido  un  famoso  caballero,  después 
de  muchas  hazañas  se  había  retirado  a  hacer  vida  eremítica. 
El  autor  del  Tirant  injerta  ese  episodio  en  la  vida  del  conde 
Guillem  de  Varoich — el  mismo  Warwick  inglés — ,  dedicando 
tres  capítulos — del  segundo  al  cuarto — a  contar  la  senti- 
mental despedida  de  su  esposa  para  ir  él  en  peregrinación  a 
Jerusalén  y  retirarse  luego  al  desierto. 

Mediados  otros  episodios,  reaparece  la  huella  de  Ramón 
en  el  capítulo  27,  donde  el  idílico  paisaje  del  prólogo  luliano 
se  convierte  ya  en  una  decoración  de  fina  sensualidad  caba- 
lleresca, "molt  delitos",  con  "gran  espessura  d'arbres",  en 
que  la  fuente  bella  y  clara  del  místico  franciscano  es  ya  "una 
molt  bella  e  lúcida  font  que  sobre  les  verds  florides  herbes 
ab  suau  remor  corria".  Aquel  árbol  ingenuamente  frutecido, 
se  ha  convertido  en  "un  pi  de  singular  bellea",  a  cuya  som- 
bra no  se  posa  el  ermitaño,  como  en  Llull,  a  "contemplar, 
adorar  y  rogar  a  Dios",  sino  que  allá  acuden  todas  las  bes- 
tias salvajes  de  aquella  selva,  "que  era  un  gran  delit  de 
veure-ies". 

También  en  la  novela  valenciana  la  indicción  de  unas 
Cortes  por  un  noble  rey — nominalmente  el  de  Inglaterra — 
es  la  ocasión  del  encuentro  del  joven  gentilhombre — Tirant, 
"de  llinatge  antic  e  natural  de  Bretanya" — con  el  noble  y 
anciano  eremita  Guillem  de  Varoich,  el  cual,  a  pesar  de  ha- 
ber renunciado  al  mundo  caballeresco,  "se  delitava  llegir  un 
llibre,  qui  és  anomenat  Arbre  de  batalles"  (cap.  28).  Y  en 
los  cinco  capítulos  siguientes — del  28  al  32 — ,  departiendo 
el  anciano  con  el  mancebo,  expone  las  principales  cuestiones 
del  Llibre  del  Orde  de  Cavalleria,  como  a  su  tiempo  adverti- 
remos en  las  notas  de  nuestra  edición. 

Fuera  de  eso,  en  las  disputas  de  Tirant  con  los  africanos 
después  de  su  naufragio  en  Berbería,  y  en  su  participación 
en  la  conversión  al  cristianismo  de  Escariano,  rey  de  la  Gran 


uors'de  Cavalleria,  en  cuya  noticia  preliminar  se  tratará  ampliamente 
ese  asunto.  Véase  además  la  edición  del  Tirant,  en  prensa  también, 
preparada  por  Martín  de  Riquer  para  la  Biblioteca  Perenne,  de  Bar- 
celona. 


100 


MIGUEL  BATLLORI 


Etiopía,  juntamente  con  su  esposa  (cap.  330),  se  muestra 
el  héroe  de  la  novela  fiel  discípulo' del  pensador  mallorquín, 
que  en  su  tratado  caballeresco  afirmaba  que  "ofici  de  cava- 
ller és  de  mantenir  e  defendre  la  santa  fe  catòlica". 

Esa  curiosa  influencia  de  uno  de  los  más  ardientes  mís- 
ticos de  nuestro  medievo  en  una  de  las  novelas  más  despre- 
ocupadas y  livianas  del  decadentista  otoño  de  la  edad  media, 
no  sólo  interesa  a  la  literatura  catalana  y  a  la  historia  crí- 
tica de  los  libros  de  Caballería  cuatrocentistas:  ella  conecta* 
al  príncipe  de  la  literatura  catalana,  Ramón  Llull,  con  el 
príncipe  de  las  letras  españolas,  Miguel  de  Cervantes,  quien 
al  menos  a  través  del  Tirant — único  libro  que,  con  el  Ama- 
dís,  se  salva  de  la  quema — conoció  los  ideales  lulianos  de  la 
Caballería.  El  elogio  que  del  Tirant  hace  Cervantes  por  boca 
del  cura,  tan  difícil  de  interpretar  en  su  segunda  parte,  res- 
ponde a  una  lectura  detenida  de  toda  la  novela,  cuyos  capí- 
tulos 68  y  220 — los  que  narran  las  picarescas  bodas  de  Es- 
tefanía con  el  Condestable  y  la  lucha  de  Tirant  con  el  alano — 
parecen  haber  inspirado  la  divertida  escena,  en  casa  de  los 
duques,  "Del  temeroso  espanto  cencerril  y  gatuno  en  el 
discurso  de  los  amores  de  la  enamorada  Altisidora"  (II,  46). 

Si  Cervantes  conoció  ciertamente  el  Tirant  mediante  la 
fiel  traducción  castellana  impresa  en  Valladolid  el  año  1511, 
la  expansión  del  Llibre  del  Orde  de  Cavalleria  en  Castilla 
durante  la  edad  media  pudo  realizarse  a  través  del  mismo 
texto  catalán  o  de  la  antigua  versión  latina. 

De  todos  los  escritores  castellanos  del  medioevo,  el  que 
más  debe,  sin  duda,  a  Ramón  Llull  es  el  infante  don  Juan 
Manuel,  que  para  su  bello  Libro  del  cavallero  e  del  escudero 
busca  su  inspiración  doctrinal  en  el  Llibre  de  meravelles,  y  su 
ficción  novelesca  en  el  Llibre  de  Cavalleria,  del  mismo  modo 
que  en  el  Libro  de  los  estados  son  el  Gentil  y  el  Blanquerna 
sus  fuentes  principales. 

El  mismo  autor  confiesa  en  el  primero  de  los  menciona- 
dos libros,  al  dedicarlo  al  arzobispo  de  Toledo  don  Juan  de 
Aragón,  que  la  primera  idea  se  la  sugirió  un  tratado  que  se 
hizo  leer  "seyendo  en  Sevilla",  un  día  que  "non  podía  dor- 
mir, pensando  en  algunas  cosas  en  que...  cuydava  que  servi- 
ría a  Dios  muy  granadamente"  3.  Del  tal  libro — sin  duda  el 
del  Orden  de  Caballería — dice:  "me  paresció  que  las  razo- 
nes que  en  él  se  contenían  eran  muy  buenas... ;  et  otrosí  puse-y 
algunas  otras  razones  que  fallé  scriptas,  et  otras  algunas 
que  pertenescían  para  seer-y  puestas". 

Esta  es  la  génesis  del  Libro  del  cavallero  e  del  escudero, 


•"Véase  la  edición  crítica  Don  Juan  Manuel.  El  libro  del  cauallero 
et  del  escudero.  Mit  Einleitung  und  Anmerkungen  nach  der  Hand- 
schrift  neu  herausgegeben  von  S.  Grafcnberg,  «Romanische  For- 
schungen»,  7  (Erlangen,  1893),  427-550. 


INTRODUCCIÓN   AL  LIBRO   DE  CABALLERIA 


I  OI 


que  comienza  también  con  las  consabidas  Cortes  convocadas 
por  "un  rey  muy  bueno  et  muy  onrado  et  que  fazia  muchas 
buenas  obras",  y  con  la  aparición  en  escena  de  "un  scudero 
mancebo"  que  a  ellas  acudía.  Una  laguna  que  va  desde  el 
principio  del  capítulo  3  hasta  el  16.  nos  impide  conocer  toda 
la  afinidad  que,  sin  duda,  tendrían  entrambas  obras;  empero, 
la  filiación  luliana  continúa  por  todo  el  libro  castellano,  en  el 
cual,  como  señalaremos  en  las  notas  de  nuestra  edición,  cons- 
tantemente el  infante  echa  mano  del  Libro  de  Caballería  en 
los  entretenidos  diálogos  entre  el  mozo  y  el  anciano. 

Fuera  de  la  península  Ibérica,  el  medio  más  obvio  de 
difusión  del  pequeño  tratado  luliano  sobre  la  Caballería  se- 
ría, sin  duda,  la  antigua  traducción  latina,  de  que  ya  se  ha 
hablado.  Lo  raro  es  que  no  se  haya  señalado  contacto  algu- 
no de  esta  obra — en  catalán  o  en  latín — con  el  mundo  caba- 
lleresco italiano,  sobre  todo  si  se  tiene  en  cuenta  la  amplí- 
sima divulgación  del  Félix  en  lengua  italiana,  y  precisamente 
en  relación  con  la  ariostesca  corte  de  Ferrara,  de  cuyo  am- 
biente salió  la  versión  italiana  de  Tirante  ti  Blanco,  tradotto 
dallo  spagnuolo  da  nvesser  Lelio  di  Manfredi  y  publicada  en 
Venècia  el  año  1538. 

En  Francia  sí  tuvo  resonante  eco  el  Llibre  del  Orde  de 
Cavalleria,  como  lo  prueban,  al  menos,  los  diez  manuscritos 
que  se  conocen  con  la  versión  francesa — seis  en  la  Nacional 
de  París,  dos  en  el  British  Museum  y  otros  dos  en  Oxford 
y  Edimburgo — ,  más  las  dos  ediciones  de  1504  y  1505,  basa- 
das en  un  texto  latino  y  divulgadas  por  el  editor  de  París 
Antoine  Vérart  en  pleno  ambiente  renacentista,  y  la  de  Lyón 
1510,  salida  de  las  prensas  de  Michel  le  Noir  y  cuidada  por 
Symphorien  Champier,  el  editor  y  primer  fantástico  biógra- 
fo de  Arnau  de  Vilanova. 

Esa  profusión  de  manuscritos  y  de  ediciones  4  permite 
sospechar  que  un  estudio  a  fondo  de  los  tratados  caballe- 
rescos franceses  posteriores  al  siglo  XUT  nos  revelaría  una 
huella  luliana  más  interesante  tal  vez,  y  más  antigua,  que 
la  dejada  en  Gran  Bretaña. 

La  difusión  del  Llibre  de  Cavalleria  en  Escocia  y  en  In- 
glaterra proviene  de  antiguas  traducciones  francesas,  y  llega 
a  su  más  alto  punto  a  partir  de  mediados  del  siglo  XV. 

Ya  hacia  1456  Gilbert  of  the  Haye  había  traducido  al 
dialecto  escocés  esta  pintoresca  obra  luliana  con  el  título  de 
The  Buke  of  the  Order  of  Knychthede,  sin  conocer  el  nombre 


4  Véase  The  Book  oj  the  Ordre  of  Chivalry  translated  and  printed 
t>y  William  Caxton  frotn  a  French  versión  of  Ramón  Lull's  *Lc  libre 
l'el  Orde  de  Cauayleria*  iogether  with  Adam  Loufut's  scottish  tran- 
\cript  {Harleian  MS.  hi^q)  edite  d  by  Alfred  T.  P.  Byles,  «Early  Eny- 
ish  Text  Society»,  o.  S.,  168  (Londres,  1926). 


102 


MIGUEL  BATLLORI 


del  verdadero  autor;  y  en  1494  volvía  a  traducirlo  al  esco- 
cés Adam  Loutfut. 

Diez  años  antes,  aproximadamente  (1484),  sobre  un  có- 
dice francés  y  anónimo,  el  impresor  humanista  William  Cax- 
ton — de  cuyas  prensas  salieron  los  primeros  incunables  en 
inglés — había  traducido  y  editado  en  Westminster  The  Boolc 
of  the  Ordre  of  Chivalry,  como  si  se  tratase  de  un  libro  es- 
crito originariamente  en  Inglaterra,  al  que  añadió  un  curio- 
sísimo epílogo  suyo  en  exaltación  y  alabanza  de  la  Caballería, 
tan  enaltecida  en  el  tratadito  luliano:  "El  cual  libro — dice 
Caxton — se  ha  traducido  del  francés  al  inglés  a  requerimien- 
to de  un  gentil  y  noble  escudero...  y  conforme  a  la  copia  que 
dicho  escudero  me  entregó;  el  cual  libro  no  es  indispensable 
tenga  todo  hombre  común,  sino  sólo  el  noble  gentilhombre 
que  por  su  virtud  quiere  acercarse  y  entrar  en  el  noble  Orden 
de  la  Caballería,  la  cual  en  estos  últimos  tiempos  ha  sido 
ejercida  conforme  a  este  libro  aquí  antes  escrito,  pero  olvi- 
dado, y  los  ejercicios  de  Caballería  no  han  sido  usados,  hon- 
rados ni  ejercidos  como  lo  fueron  en  tiempo  antiguo,  cuando 
las  nobles  acciones  de  los  caballeros  de  Inglaterra  que  ejer- 
cieron la  Caballería  fueron  famosas  en  todo  el  mundo..." 

"Esto  hará — prosigue  más  adelante — que  los  gentiles- 
hom!bres  vuelvan  a  los  antiguos  usos  de  Caballería,  ganen 
fama  y  renombre,  y  estén,  por  lo  mismo,  siempre  prestos 
para  servir  a  su  príncipe  cuando  los  llame  o  tenga  necesidad 
de  ellos.  Finalmente,  todo  hombre  que  provenga  de  noble 
linaje  y  quiera  llegar  al  noble  Orden  de  Caballería,  lea  este 
pequeño  libro,  y  Observe  después  las  enseñanzas  y  manda- 
mientos que  comprende." 

Caxton  escribe  este  exultante  epílogo  y  publica  el  libro 
de  nuestro  Ramón  Llull  en  un  momento  en  que  el  auténtico 
caballero  medieval  va  cediendo  el  paso — a  través  de  la  vida 
courtoise  del  cuatrocientos — a  otro  nuevo  tipo  de  caballero, 
el  del  Renacimiento,  il  cortigiano,  menos  religioso,  menos 
bélico,  más  burgués  y  filosófico.  Y  no  cabe  dudar  que  el  es- 
fuerzo editorial  del  humanista  inglés  divulgando  entonces  en 
su  patria  este  y  otros  tratados  medievales  de  Caballería, 
contribuyó  no  poco  a  que,  aun  en  los  reinados  de  Enri- 
que Vm  y  de  Isabel,  se  siguiera  viviendo  el  mundo  ideal 
de  la  Caballería. 

Más  aún :  este  ambiente  aristocrático  y  cortesano  se  aden- 
tra hasta  los  primeros  años  del  barroco  inglés,  penetrando 
hondamente  en  ios  dramas  de  Shakespeare,  en  los  que  la 
crítica  moderna — particularmente  la  búsqueda  minuciosa  de 
W.  H.  Schofield  5 — ha  hallado  indudables  influencias  del  LZí- 


B  Chivalry  in  English  Literaiurc,  «Harvard  Studie?  in  comparativl 
Literatura»,  II  (Cambridge,  U.  S.  A.,  1912),  216  ss 


INTRODUCCIÓN  AL  LIBRO  DE  CABALLERÍA  IO^ 


bre  del  Orde  de  Cavalleria,  que  viene  a  enlazar  así  el  nombre 
del  patriarca  de  la  literatura  catalana  con  el  máximo  pres- 
tigio de  la  literatura  inglesa,  del  mismo  modo  que  antes  lo 
hemos  podido  enlazar  con  Miguel  de  Cervantes  a  través  de 
las  jocundas  y  heroicas  aventuras  de  Tirant  lo  Blanch. 

La  única  versión  castellana  que  se  conoce  del  Llibre  del 
Orde  de  Cavalleria  es  la  que  compuso  el  gran  lulista  cister- 
ciense  padre  Antonio  Raimundo  Pasqual  a  mediados  del  si- 
glo XVLLT,  cuyo  original — con  el  texto  catalán  en  columna 
encarada — se  conserva  manuscrito  en  la  Biblioteca  provin- 
cial de  Palma  de  Mallorca.  Entre  los  papeles  de  Jovellanos 
hállase  en  Gijón  una  copia  de  todo  ese  manuscrito,  la  cual 
sirvió  de  base  a  José  Ramón  de  Luanco  para  su  edición: 
Libro  de  la  Orden  de  Caballería  del  B.  Raimundo  Lulio,  tra- 
ducido en  lengua  castellana.  Publícalo  la  Real  Academia  de 
Buenas  Letras  (Barcelona,  1901). 

Este  es  el  texto  que  hemos  seguido  en  la  presente  edi- 
ción. Por  de  pronto  hay  que  reconocer  que  la  versión  es  mu- 
cho más  fiel  y  precisa  que  las  otras  dos — también  setecentis- 
tas — del  Blanquerna  y  del  Félix,  y  con  muchos  menos  cata- 
lanismos de  dicción.  A  las  veces  el  traductor  sustituye  el 
estilo  directo  de  Ramón  Llull,  tan  expresivo  y  simpático,  por 
el  párrafo  renacentista,  pero  con  más  tino  que  los  otros  dos 
traductores.  En  los  puntos  obscuros  o  mal  traducidos,  damos 
en  nota  el  texto  catalán.  Al  pie  de  la  página  insinuamos  tam- 
bién, oportunamente,  otros  lugares  paralelos  del  propio  Llull 
y  los  pasajes  que  de  este  curioso  libro  han  tomado  el  infante 
don  Juan  Manuel  y  los  autores  del  Tirant  ïo  Blanch. 


M.  Batllori. 


El  Beato  Ramón  Lluü  disputa  con  ¡os  sarracenos  (grabado  de  1510) 


LIBRO  DE  LA  ORDEN 
DE  CABALLERIA 


Dios  honrado  y  glorioso,  que  sois  el  complemento  de  todos 
los  bienes:  con  v-uestra  gracia  y  bendición  empieza  este 
libro,  que  es  de  la  Orden  de  Caballería. 


PRÓLOGO 

Por  la  significación  de  los  siete  planetas  l,  que  son  cuer- 
pos celestes  y  gobiernan  y  ordenan  los  cuerpos  terrestres, 
dividimos  este  Libro  de  Caballería  en  siete  partes,  para  de- 
mostrar que  los  caballeros  en  honor  y  señorío  exceden  al 
pueblo,  para  ordenarlo  y  defenderlo.  La  primera  parte  es 
del  Principio  de  la  Caballería.  La  segunda  es  del  Oficio  del 
caballero.  La  tercera  es  del  Examen  que  se  debe  hacer  al 
escudero  cuando  quiere  entrar  en  la  Orden  de  Caballería. 
La  cuarta  es  del  Modo  con  que  debe  ser  armado  el  caballero. 
La  quinta  es  De  lo  que  significan  las  armas  del  caballero.  La 
sexta  es  de  las  Costumbres  que  debe  tener  el  caballero. 
La  séptima  es  del  Honor  que  se  debe  hacer  al  caballero. 

1.  En  una  tierra  aconteció  que  un  sabio  caballero,  que 
con  la  nobleza  y  fuerza  de  su  gran  coraje  por  muchos  años 
había  mantenido  la  Orden  de  Caballería,  y  su  sabiduría  y 
ventura  lo  habían  conservado  en  el  honor  de  la  misma  en 
guerras,  torneos,  asaltos  y  batallas,  se  determinó  a  hacer 
vida  eremítica  cuando  vió  que  sus  días  eran  breves  y  por 
la  vejez  le  faltaban  las  fuerzas  naturales  para  el  uso  de  las 
armas.  Entonces  dejó  sus  heredades,  que  repartió  a  sus  hi- 
jos, y  en  un  bosque  abundante  de  aguas  y  frutales  fijó  su 
habitación,  y  huyó  del  mundo  para  que  la  flaqueza  de  su 


Esta  misma  idea  pasó  al  Tirant  lo  Blanch,  cap.  i. 


IOÓ 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


cuerpo,  ocasionada  de  su  vejez,  no  le  deshonrase  en  aquellos 
ejercicios  en  que  la  sabiduría  y  ventura  por  largo  tiempo  lo 
habían  tenido  honrado  Con  esto  el  caballero  pensó  en  la 
muerte,  y,  acordándose  del  tránsito  de  este  siglo  al  otro, 
entendió  que  había  de  llegar  a  ser  juzgado  por  una  sentencia 
perdurable. 

2.  En  aquella  selva  donde  vivía  el  caballero  había,  en 
un  hermoso  prado,  un  árbol  muy  grande,  todo  cargado  de 
fruta,  y  debajo  de  él  corría  una  fuente  muy  hermosa  y  clara, 
que  fertilizaba  el  prado  y  todos  los  árboles  al  derredor  ¿. 
A  este  lugar  acostumbraba  el  caballero  venir  todos  los  día3 
a  adorar,  contemplar  y  rogar  a  Dios,  a  quien  daba  gracias 
y  reconocimientos  por  la  gran  honra  que  le  había  hecho  en 
este  mundo  todos  los  días  de  su  vida. 

3.  En  aquel  tiempo,  a  la  entrada  de  la  primavera,  un 
gran  rey,  muy  noble  y  muy  colmado  de  buenas  costumbres, 
convocó  Cortes  4 ;  y,  por  la  gran  fama  de  ellas  que  corrió 
por  el  mundo,  un  distinguido  escudero  5,  solo,  montado  en 
su  caballo,  iba  a  la  corte  para  ser  armado  nuevo  caballero; 
y  por  él  trabajo  que  había  padecido  andando  en  su  caballo, 
se  durmió.  En  aquella  hora,  el  caballero  que  en  él  bosque 
hacía  penitencia  vino  a  la  fuente  a  contemplar  a  Dios  y  des- 
preciar la  vanidad  de  este  mundo,  como  cada  día  acostum- 
braba. 

4.  Mientras  que  el  escudero,  durmiendo,  cabalgaba,  su 
caballo  salió  del  camino,  se  metió  por  el  bosque,  y  por  éi 
anduvo  de  una  parte  a  otra,  como  le  daba  la  gana,  hasta 
que  llegó  a  la  fuente  donde  el  caballero  estaba  en  oración. 
El  caballero,  viendo  venir  al  escudero,  dejó  su  oración,  se 
sentó  en  el  prado  a  la  sombra  de  dicho  árbol  y  empezó  a 
leer  un  libro  que  tenía  en  su  falda.  El  caballo,  luego  que 
llegó  a  la  fuente,  se  puso  a  beber;  y  el  escudero,  que,  dur- 
miendo, sintió  que  su  caballo  no  se  movía,  despertó  y  vió 
delante  de  sí  el  caballero,  quien  era  muy  viejo  y  traía  una 
grande  barba,  el  pelo  largo  y  roto  el  vestido;  por  su  vejez 
y  penitencia  que  hacía,  estaba  flaco  y  descolorido ;  y  por  las 
lágrimas  que  vertía,  estaban  apocados  sus  ojos,  y  tenía  el 
semblante  de  una  vida  muy  santa.  Mucho  se  maravilló  el 
uno  del  otro,  porque  el  caballero  había  estado  tan  largo 
tiempo  en  aquella  soledad  sin  haber  visto  hombre  alguno, 
desde  que  renunció  al  mundo  y  se  dejó  de  llevar  armas.  Y  el 

a  El  Tirant,  como  dijimos  en  la  introducción,  amplía  esta  breve 
historia  en  los  caps.  2-4,  que  narran  la  peregrinación  y  vida  eremí- 
tica del  conde  Guillermo  de  Vàroich,  el  legendario  Gui  de  Warwick 
de  Inglaterra  y  Francia. 

8  Compárese  este  paisaje  con  el  del  cap  27  del  Tirant. 

4  El  mismo  tema  en  la  novela  valenciana,  cap.  28. 

"  También  el  caballero  Tirante  el  Blanco  era  «gentilhom  de  lli- 
natge antic  e  natural  de  Bretanya». 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERIA. — PROLOGO  107 


escudero  se  admiró  grandemente  cómo  había  parado  en  aquel 
lugar. 

5.  El  escudero  bajó  de  su  palafrén,  saludando  con  agra- 
do al  caballero,  quien  le  correspondió  cuanto  mejor  pudo,  y 
juntos  se  sentaron  en  la  bella  hierba.  El  caballero,  que  co- 
noció que  el  escudero,  para  honrarle,  no  quería  hablar  el 
primero,  le  dijo:  — ¿Cuál  es  vuestro  ánimo,  adonde  vais  y 
por  qué  habéis  venido  aquí? 

6.  Respondió  el  escudero:  — Señor,  ha  corrido  la  fama, 
aun  por  tierras  distantes,  que  un  rey  muy  sabio  ha  convo- 
cado Cortes,  en  que  se  armará  caballero  6,  y  después  armará 
otros  barones,  extranjeros  y  nacionales;  por  este  motivo  voy 
a  aquella  corte  para  ser  armado  nuevo  caballero ;  y  mientras 
que,  por  el  trabajo  que  he  pasado  en  mis  grandes  jornadas, 
me  dormí  andando,  mi  caballo  me  ha  traído  a  este  lugar  7. 

7.  Cuando  el  caballero  oyó  hablar  de  Caballería  y  trajo 
a  la  memoria  la  Orden  de  Caballería  y  lo  que  toca  al  caba- 
llero, echó  un  gran  suspiro,  y  entró  en  la  consideración  de 
la  honra  en  la  cual  se  acordaba  que  la  Caballería  por  mucho 
tiempo  le  había  mantenido.  Mientras  que  el  caballero  estaba 
así  pensando,  le  preguntó  el  escudero  en  qué  se  detenía  su 
consideración.  Respondió  el  caballero:  — Bello  hijo,  mis  pen- 
samientos están  en  la  Orden  de  Caballería  8  y  en  la  grande 
obligación  que  tiene  el  caballero  de  mantener  el  excelso  ho- 
nor de  la  Caballería. 

8.  El  escudero  rogó  al  caballero  que  le  dijese  cuál  es 
la  Orden  de  Caballería,  y  de  qué  modo  el  caballero  la  puede 
mejor  honrar  y  conservarse  en  la  honra  que  ella  le  da. 

9.  — ¿  Cómo,  pues,  hijo — dijo  el  caballero — ,  tú  no  sabes 
la  regla  y  Orden  de  Caballería?  Y  ¿cómo  puedes  tú  pedir 
la  Caballería  hasta  que  sepas  la  Orden  de  Caballería?  Por- 
que ningún  caballero  puede  observar  la  Orden  que  ignora, 
ni  puede  amar  su  Orden  de  Caballería  ni  lo  que  la  pertenece, 
si  no  sabe  en  qué  consiste,  ni  sabe  conocer  las  faltas  que  se 
cometen  contra  su  Orden.  Tampoco  un  caballero  debe  armar 
caballero  si  ignora  la  Orden  de  Caballería,  porque  es  desor- 
denado el  caballero  que  hace  otro  caballero  sin  saberle  en- 
señar las  costumbres  que  pertenecen  al  caballero. 

10.  Mientras  que  el  caballero  decía  estas  palabras  y  re- 
prehendía el  escudero  que  pedía  Caballería,  le  dijo  éste: 
— Señor,  si  es  de  vuestro  gusto  explicarme  la  Orden  de  Ca- 
ballería ,J,  me  siento  con  bastante  ánimo  para  aprenderla  y 
seguir  su  regla  y  orden. 

11.  —Bello  amigo — dijo  el  caballero — ,  la  regla  y  orden 

e  El  original  luliano  precisa  más  :  «e  farà  si  mateix  cavaller». 
Compárese  con  el  Tirant,  cap.  29. 

•  Amplificado  en  la  novela  de  Martorell,  cap.  30. 

•  Véase  el  cap.  31  del  Tirant. 


io8 


OBRAS    LITERARIAS   DE   RAMON  LLULL 


de  Caballería  está  en  este  libro,  en  el  cual  yo  leo  algunas 
veces  para  que  me  haga  acordar  la  gracia  y  merced  que  Dios 
me  ha  hecho  en  este  mundo,  porque  de  todo  mi  poder  hon- 
raba y  mantenía  la  Orden  de  Caballería;  pues,  así  como  la 
Caballería  da  10  todo  lo  que  le  pertenece  al  caballero,  así 
debe  el  caballero  emplear  todas  sus  fuerzas  en  honrar  la 
Caballería. 

12.  El  caballero  entregó  el  libro  al  escudero,  quien,  ha- 
biéndolo leído,  entendió  que  caballero  es  un  hombre  escogido 
entre  mil 11  para  tener  un  oficio  más  noble  que  todos,  y  com- 
prendió la  regla  y  orden  de  Caballería;  entonces  consideró 
un  poco  y  dijo:  — Bendito  seáis,  Dios  y  Señor  mío,  que  me 
habéis  traído  a  lugar  y  tiempo  que  tenga  yo  conocimiento 
de  la  Caballería,  la  que  he  deseado  mucho  tiempo  sin  saber 
la  nobleza  de  su  Orden  ni  la  honra  en  que  Dios  ha  puesto  a 
todos  los  que  están  en  la  Orden  de  Caballería. 

13.  — Amable  hijo — dijo  el  caballero — yo  estoy  cercano 
a  la  muerte,  y  mis  días  no  serán  muchos;  por  esto,  como 
este  libro  sea  hecho  para  restablecer  la  devoción,  lealtad  y 
ordenanza  que  debe  tener  el  caballero  en  su  Orden  12,  llevaos, 
bello  hijo,  este  libro  a  la  corte  adonde  vais  y  enseñadlo  a 
todos  los  que  quieran  ser  armados  nuevos  caballeros;  guar- 
dadlo bien,  ya  que  lo  tenéis,  si  amáis  la  Orden  de  Caballería; 
y  cuando  seréis  armado  nuevo  caballero,  volved  por  este  lu- 
gar, y  me  diréis  quiénes  son  los  nuevos  caballeros  que  no 
habrán  sido  obedientes  a  la  doctrina  de  Caballería. 

14.  Dió  el  caballero  su  bendición  al  escudero,  quien  tomó 
el  libro,  se  despidió  muy  atentamente  del  caballero,  montó 
su  caballo,  y  muy  alegremente  se  fué  a  la  corte.  Y  allí,  sabia 
y  discretamente  presentó  este  libro  al  noble  rey  y  a  toda  su 
gran  corte,  y  ofreció  que  todo  caballero  que  ame  estar  en  la 
Orden  de  Caballería,  lo  pueda  copiar,  para  leerlo  muchas  ve- 
ces y  tener  en  memoria  la  Orden  de  Caballería. 


m  La  edición  de  Luanco  dice  de  por  error. 
•  11  La  mismísima  idea  aparece  en  las  Partidas,  ley  i.a,  partida  2.a, 
tít.  21. 

12  Véase  una  paráfrasis  de  esos  conceptos  en  el  cap.  39  del  Tirant: 
«Com  Tirant  se  partí  de  l'ermità,  content  de  les  bones  doctrines  que 
li  luivia  dades.  ...  E  prec-vos  que  us  n'aporteu  aquest  llibre  e  el  mos- 
treu a  monsenyor  lo  rei  e  a  tots  los  bons  cavallers,  per  ço  que  sàpien 
quina  cosa  és  l'Orde  de  Cavalleria.  E  al  tornar  que  fareu  vos  prec, 
mon  fill,  que  torneu  per  ací  e  que  em  sapiau  dir  qui  són  estats  fets 
novells  cavallers,  e  totes  les  festes  i  gales  que  s'hi  faran  que  jo  les 
puga  saber,  que  us  ho  tindré  a  gran  servei.  E  donà-li  lo  llibre  ab  lo 
comiat  ensems.  Tirant  pres  lo  llibre  ab  inestimable  alegria,  íaent-li'n 
infinides  gràcies,  e  promèes-ili  de  tornar  per  ell.  Tirant  li  féu  gran  re- 
verència, pujà  a  cavall  e  tingué  son  camí.» 


LIBRO   DE   LA   ORDEN   DE   CABALLERÍA. — P.  I 


IOQ 


PARTE  I 

Del  principio  de  la  Caballería 

1.  Faltó  en  el  mundo  la  caridad,  lealtad,  justicia  y  ver- 
dad1; empezó  la  enemistad,  deslealtad,  injuria  y  falsedad; 
y  de  esto  se  originó  error  y  perturbación  en  el  pueblo  de 
Dios,  que  fué  criado  para  que  los  hombres  amasen,  cono- 
ciesen, honrasen,  sirviesen  y  temiesen  a  Dios. 

2.  Luego  que  comenzó  en  el  mundo  el  desprecio  de  la 
justicia  por  haberse  apocado  la  caridad,  convino  que  por  me- 
dio del  temor  volviese  a  ser  honrada  la  justicia;  por  esto 
todo  el  pueblo  se  dividió  en  millares  de  hombres,  y  de  cada 
mil  de  ellos  fué  elegido  y  escogido  uno,  que  era  el  más  ama- 
ble, más  sabio,  más  leal,  más  fuerte,  de  más  noble  ánimo,  de 
mejor  trato  y  crianza  entre  todos  los  demás. 

3.  Se  buscó  también  entre  las  bestias  la  más  bella,  que 
corre  más,  que  puede  aguantar  mayor  trabajo  y  que  convie- 
ne más  al  servicio  del  hombre.  Y  porque  el  caballo  es  el 
bruto  más  noble  y  más  apto  para  servirle,  por  esto  fué  es- 
cogido y  dado  a  aquel  hombre  que  entre  mil  fué  escogido; 
y  éste  es  el  motivo  por  que  aquel  hombre  se  llama  caballero. 

4.  Habiéndose  destinado  para  el  hombre  más  noble  el 
bruto  más  generoso  2,  convino  que  entre  todas  las  armas  se 
escogiesen  y  tomasen  las  que  son  más  nobles  y  conducentes 
para  combatir  y  defenderse  de  las  heridas  y  de  la  muerte; 
y  éstas  son  las  que  se  apropiaron  al  caballero.  Al  que  quiere 
entrar  en  la  Orden  de  Caballería  le  conviene  considerar  y 
meditar  el  noble  principio  de  la  Caballería;  y  es  menester 
que  la  nobleza  de  su  corazón  y  buena  crianza  la  haga  con- 
cordar y  avenir  con  el  principio  de  la  Caballería,  porque,  si 
no  lo  hace  así,  es  contrario  al  Orden  de  Caballería  y  sus 
principios.  Por  esto  no  conviene  que  la  Orden  de  Caballería 
admita  en  la  participación  de  sus  honras  a  los  que  la  son 
enemigos  y  contrarios  a  sus  principios. 

5.  Amor  y  temor  convienen  entre  sí  contra  el  desamor 
y  menosprecio;  por  esto  convino  que  el  caballero,  por  su  no- 
bleza de  ánimo  y  buenas  costumbres  y  por  la  honra  tan  alta 
y  grande  que  se  le  hizo  escogiéndolo  entre  todos  y  dándole 
caballo  y  armas,  fuese  amado  y  temido  de  las  gentes;  para 


1  -Véase  el  cap.  32  del  Tirant. 

2  Más  preciso  y  pintoresco  en  el  original  :  «Con  hom  hac  ajustada 
la  pus  noble  bístia  al  pus  noble  home...»  Compárese  este  capítulo 
con  Arbre  de  sciència,  «Arbre  imperial»,  III,  2  (ORL,  XI,  309). 


TIO  OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


que  por  el  amor  redujese  al  prístino  estado  la  caridad  y  buen 
trato,  y  por  el  temor,  la  verdad  y  justicia. 

6.  El  varón,  en  cuanto  tiene  más  seso  y  entendimiento 
y  es  de  naturaleza  más  fuerte  que  la  mujer,  puede  ser  mejor 
que  ella;  porque  si  no  podía  ser  tan  bueno  como  la  mujer, 
se  seguiría  que  la  bondad  y  fuerza  de  la  naturaleza  sería 
contraria  a  la  bondad  del  corazón  y  de  las  buenas  obras. 
Por  esto,  así  como  el  hombre  por  su  naturaleza  tiene  mayor 
disposición  que  la  mujer  para  tener  noble  corazón  y  ser  bue- 
no, así  tiene  mayor  disposición  que  la  mujer  para  ser  aleve ; 
porque  si  no  la  tenía,  no  sería  digno  de  tener  mayor  nobleza 
de  corazón  y  mayor  mérito  en  ser  bueno  que  la  mujer. 

7.  Ten  cuenta,  escudero,  con  lo  que  debes  hacer  si  tomas 
la  Orden  de  Caballería;  porque  si  te  haces  caballero,  igual- 
mente recibes  la  honra  y  la  servidumbre  que  toca  a  los  ami- 
gos de  la  Caballería;  porque,  en  cuanto  tienes  más  nobles 
principios,  estás  más  obligado  a  ser  bueno  y  agradable  a 
Dios  y  a  las  gentes;  pero  si  eres  aleve,  eres  el  mayor  ene- 
migo de  la  Caballería  y  el  más  contrario  a  sus  principios 
y  a  su  honradura. 

8.  Tan  grande  y  noble  es  la  Orden  de  Caballería,  que  no 
le  bastó  formarse  de  las  personas  más  nobles,  ni  que  se 
le  destinasen  los  más  generosos  brutos  y  armas  las  más 
honradas,  sino  que  fué  menester  que  fuesen  señores  de  las 
gentes  los  que  están  en  la  Orden  de  Caballería.  Y  como  el  se- 
ñorío tiene  tanta  nobleza  y  la  servidumbre  tanto  abatimien- 
to, tú,  que  tomas  la  Orden  de  Caballería,  si  eres  vil  y  mal- 
vado, puedes  pensar  cuánta  es  la  injuria  que  haces  a  tus 
inferiores  y  a  tus  compañeros  que  son  buenos;  porque  por 
la  vileza  de  tus  obras  deberías  ser  súbdito  y  no  señor  s,  y 
por  la  nobleza  de  los  caballeros  que  son  buenos,  eres  indigno 
de  ser  llamado  caballero. 

9.  Aun  no  basta  al  grande  honor  que  pertenece  al  ca- 
ballero elección,  caballo,  armas  ni  señorío,  sino  que  es  me- 
nester que  tenga  escudero  y  trotero  que  le  sirvan  y  cuiden 
de  sus  caballos;  y  que  las  gentes  aren,  caven  y  saquen  la 
maleza  de  la  tierra,  para  que  dé  frutos,  de  que  vivan  el  ca- 
ballero y  sus  brutos ;  y  él  ande  a  caballo,  se  trate  como  señor 
y  viva  cómodamente  de  aquellas  cosas  en  que  sus  hombres  4 
pasan  trabajo  e  incomodidad. 

10.  Los  clérigos  tienen  ciencia  y  doctrina,  como  puedan, 
sepan  y  quieran  amar,  conocer  y  honrar  a  Dios  y  sus  obras, 
y  enseñen  las  gentes,  dándoles  buen  ejemplo  en  amar  y  hon- 
rar a  Dios;  y  para  que  puedan  practicar  ordenadamente  es- 


*  «y  no  señor»  lo  añade  la  traducción  castellana. 

*  Ramón  había  escrito  «los  hòmens»,  sin  adjetivo  posesivo. 


LIBRO   DE   LA    ORDEN    DE   CABALLERÍA. — P.  I 


I  I  T 


tas  cosas,  cursan  y  aprenden  en  las  escuelas.  Y  así 3  como 
los  clérigos,  por  su  vida  honesta,  buen  ejemplo  y  ciencia, 
tienen  orden  y  oficio  para  inclinar  las  gentes  a  la  devoción 
y  buena  vida,  así  los  caballeros,  manteniendo  la  Orden  de 
Caballería  por  su  nobleza  de  corazón  y  fuerza  de  armas,  tie- 
nen su  ordenación  para  inclinar  las  gentes  al  temor,  con 
que  teman  unos  hombres  delinquir  contra  los  otros. 

11.  La  ciencia  y  escuela  de  la  Orden  de  Caballería  es 
que  el  caballero  haga  enseñar  de  montar  a  caballo  a  su  hijo 
en  su  mocedad;  porque  si  entonces  no  lo  aprende,  en  la  ma- 
yor edad  no  lo  podrá  aprender.  Conviene  también  que  el  hijo 
de  caballero,  cuando  es  escudero,  sepa  cuidar  del  caballo;  no 
menos  conviene  que  primero  sea  subdito  que  señor,  y  sepa 
servir  a  señor,  pues  sin  esto  no  conocería,  cuando  caballero  e, 
la  nobleza  de  su  señorío.  Por  esto  el  caballero  debe  someter 
su  hijo  a  otro  caballero,  para  que  aprenda  de  aderezar  y 
guarnecer  7  y  las  demás  cosas  que  pertenecen  al  honor  de 
caballero. 

12.  Como  el  que  quiere  ser  carpintero  o  zapatero  nece- 
sita de  tener  maestro  carpintero  o  zapatero,  así  el  que  ama 
la  Orden  de  Caballería  y  quiere  ser  caballero,  conviene  que 
tenga  maestro  que  sea  caballero,  porque  tanto  es  cosa  fuera 
de  propósito  que  un  escudero  aprenda  la  Orden  de  Caballe- 
ría de  otro  que  de  caballero,  como  lo  sería  si  el  carpintero 
enseñaba  3  al  que  quiere  ser  zapatero. 

13.  Así  como  los  juristas,  médicos  y  clérigos  tienen  cien- 
cia y  libros,  oyen  la  lición  y  por  enseñanza  de  letras  apren- 
den su  oficio ;  tan  honrada  y  excelente  es  la  Orden  de  Caba- 
llería, que  no  basta  que  se  enseñe  al  escudero  la  Orden  de 
Caballería  por  cuidar  del  caballo,  ni  por  servir  a  señor,  ni  por 
acompañarle  en  hechos  de  armas,  ni  por  cualesquiera  otras 
cosas  semejantes,  sino  que  sería  lo  más  conveniente  que  un 
individuo  de  la  Orden  de  Caballería  hiciese  escuela  de  ella, 
que  se  dispusiese  como  ciencia  escrita  en  libros  y  que  se  en- 
señase como  arte,  al  modo  que  se  enseñan  otras  ciencias;  y 
que  los  hijos  de  caballeros  aprendiesen  primero  la  ciencia  de 
Caballería  y  después  fuesen  escuderos  que  anduviesen  por  el 
mundo  con  los  caballeros  °. 


B  «Y  así»  es  una  falsa  versión  de  «On,  enaxí...»,  que  significa  «por 
consiguiente,  así...». 

1  El  original  :  «con  seria  cavaller». 

7  Traducción  libre  de  «per  ço  que  aprenga  a  tallar  e  a  guarnir». 

8  En  vez  de  «enseñara»  ;  ese  catalanismo  de  traducir  por  imper- 
fecto de  indicativo,  en  vez  de  subjuntivo,  las  oraciones  subordinadas 
irreales,  es  muy  frecuente  en  esta  versión  del  padre  Pasqual  ;  en  ade- 
lante, pues,  ya  no  lo  advertiremos  ;  el  mismo  lector  sabrá  interpre- 
tar por  sí  mismo  el  recto  sentido  de  la  frase. 

•  Según  el  texto  catalán,  «e  en  après  que  fossen  escuders,  e  que 
anassen  per  les  terres  ab  los  cavallers». 


112 


OBRAS    LITERARIAS    DE   RAMON  LLULL 


14.  Si  no  hubiese  faltas  en  los  clérigos  y  caballeros, 
casi  no  las  habría  en  las  otras  personas ;  porque  por  los  clé- 
rigos tendrían  devoción  y  amor  a  Dios,  y  por  los  caballeros 
temerían  hacer  injuria  a  sus  prójimos.  Por  tanto,  si  los  clé- 
rigos para  ser  buenos  tienen  escuelas,  maestro  y  enseñanza, 
y  si  son  tantas  las  ciencias  cuya  doctrina  está  escrita,  se 
hace  grande  injuria  a  la  Orden  de  Caballería  no  formar  de 
ella  una  ciencia  demostrada  por  letras  y  enseñada  en  escue- 
la, como  las  otras  ciencias.  Por  este  motivo  el  autor  de  este 
libro  suplica  al  noble  rey  y  a  toda  su  corte  que  se  junta  a 
honor  de  la  Caballería,  que  se  cumpla  lo  sobredicho  con  la 
honrada  Orden  de  Caballería,  que  es  agradable  a  Dios. 


PARTE  II 

Del  oficio  que  pertenece  al  caballero 

1.  El  oficio  de  caballero  es  el  fin  e  intención  para  que 
fué  instituida  la  Orden  de  Caballería  1.  Por  esto,  si  el  caba- 
llero no  cumple  con  el  oficio  de  Caballería,  es  contrario  a  su 
Orden  y  a  los  sobredichos  principios  de  Caballería;  por  cuya 
contrariedad,  aunque  sea  así  llamado,  no  es  en  verdad  caba- 
llero, y  es  más  vil  que  el  tejedor  y  trompetero  que  cumplen 
con  su  oficio. 

2.  Oficio  de  caballero  es  mantener  la  santa  fe  católica, 
por  la  cual  creemos  que  Dios  Padre  envió  su  Hijo  a  tomar 
carne  en  la  gloriosa  Virgen  nuestra  Señora  Santa  María,  y 
que  Jesucristo,  para  honrar  y  multiplicar  la  fe,  sufrió  en 
este  mundo  muchos  trabajos,  afrentas  y  penosa  muerte.  Por 
esto,  así  como  Dios  nuestro  Señor  ha  escogido  los  clérigos 
para  mantener  la  santa  fe  con  las  sagradas  Escrituras  y 
probaciones  necesarias,  y  que  la  prediquen  a  'los  infieles  con 
tanta  caridad  que  deseen  morir  por  ella,  así  Dios  de  la  gloria 
ha  escogido  los  caballeros  para  que  con  sus  armas  venzan  y 
y  se  apoderen  de  los  infieles,  que  cada  día  tiran  a  la  destruc- 
ción de  la  santa  Iglesia.  Y  por  esto  Dios  en  este  mundo  y  en 
el  otro  honra  a  los  caballeros  que  son  mantenedores  y  defen- 
sores del  oficio  de  Dios  y  de  la  fe,  por  la  cual  nos  habernos 
de  salvar. 

3.  El  caballero  que  tiene  fe  y  no  la  usa  2,  y  es  contrario 


1  Véase  el  Arbre  de  sciència,  «Arbre  humanal»,  V,  6  (ORL,  XI, 
214-215). 

1  Aquí  corrijo  el  texto  castellano,  que  dice  :  «El  caballero  que  no 
tiene  fe  y  la  manifiesta  con  sus  voces,  .pero  es  contrario  a  los  que 
mantienen  la  fe,  es  como  el  entendimiento  de  un  hombre...»,  donde 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.   II  IT 3 


a  los  que  mantienen  la  fe,  es  como  el  entendimiento  de  un 
hombre  a  quien  Dios  ha  dado  razón  y  usa  de  sinrazón  e  ig- 
norancia. Y  así,  el  que  teniendo  fe  es  contrario  a  la  fe,  quiere 
salvarse  por  lo  que  es  contra  la  fe;  y  por  esto  su  voluntad 
concuerda  con  la  descreencia,  que  es  contraria  a  la  fe  y  a  la 
salvación,  por  cuya  descreencia  el  hombre  es  juzgado  a 
padecer  trabajos  que  no  tienen  fin. 

4.  Muchos  son  los  oficios  que  Dios  en  este  mundo  ha 
dado  a  los  hombres  para  que  le  sirvan;  pero  los  dos  más 
nobles,  más  honrados  y  más  cercanos,  son  el  de  clérigo  y  el 
de  caballero  3 ;  por  esto,  la  mayor  amistad  del  mundo  debería 
estar  entre  el  clero  y  caballeros  4.  Por  cuya  razón,  así  como 
el  clérigo  no  sigue  su  Orden  de  Clerecía  cuando  es  contrario 
al  Orden  de  Caballería,  tampoco  el  caballero  cumple  con  su 
Orden  de  Caballería  cuando  es  contrario  y  desobediente  a 
los  clérigos,  que  están  obligados  a  amar  y  mantener  la 
Orden  de  Caballería. 

5.  No  cumplen  los  hombres  con  su  orden  solamente  por 
amarla,  sino  mayormente  por  amar  las  otras  órdenes.  Por 
esto,  amar  una  orden  y  desarmar  la  otra  es  un  desorden, 
porque  Dios  no  ha  dado  una  orden  contra  la  otra.  Y,  así 
como  el  religioso  que  ama  tanto  su  orden  que  es  enemigo 
de  otra,  no  sigue  el  orden,  así  el  caballero  no  cumple  con 
su  oficio  cuando  ama  tanto  su  orden  que  desprecia  y  des- 
ama la  otra.  Porque,  si  el  caballero  tenía  su  Orden  de  Ca- 
ballería desamando  y  destruyendo  otra  orden,  se  seguiría 
que  Dios  y  orden  serían  contrarios,  cuya  contrariedad  es 
imposible.  , 

6.  Tan  noble  cosa  es  el  oficio  de  caballero  5,  que  cada 
uno  habría  de  ser  señor  y  gobernador  de  alguna  tierra; 
pero  no  bastan  las  tierras  para  todos,  porque  son  muchos; 
y  significaría  que  Dios  uno  es  señor  de  todas  las  cosas,  un 
emperador  que,  debiendo  ser  caballero,  fuese  señor  de  todos 


se  ve  que  el  padre  Pasqual  leyó  mal  el  manuscrito,  interpretando 
«cavayler  qui  ha  je  fe  e  veus  de  fes,  en  vez  de  la  lección  correcta 
«cavaller  qui  ha  ja  fe  e  no  ús  de  fe»,  error  paleográfico  fácilmente 
explicable. 

3  Esta  misma  idea  la  tomó  el  infante  don  Juan  Manuel  en  su 
Libro  del  caballero  et  del  escudero:  «Et  por  ende  vos  digo  que  el 
mayor  et  más  onrado  estado  que  es  entre  los  legos  es  la  cavalleria» 
(ed.  citada  en  la  n.  3  de  la  introducción,  p.  452). 

4  «entre  clergue  e  cavaller»  escribió  Ramón,  con  más  fino  sentido 
del  estilo. 

6  El  ^  texto  castellano  resulta  algo  obscuro  ;  véase  el  original  : 
«Tant  és  noble  cosa  oftici  de  cavaller,  que  cascú  cavaller  deuria  és- 
ser senyor  e  regidor  de  terra  ;  mas  per  los  cavallers  qui  són  molts 
no  basten  les  terres.  E  a  significar  que  un  Déu  és  senyor  de  totes 
coses,  emperador  deu  ésser  cavaller  e  senyor  de  tots  cavallers  ;  mas, 
car  emperador  no  poria  ]>er  si  mateix  règer  tots  los  cavallers,  cové 
que  haja  desots  si  revs  qui  sien  cavallers...» 


114  OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLUL·L 


los  caballeros.  Mas,  porque  este  emperador  no  pudiera  por 
sí  solo  regir  todos  los  caballeros,  convendría  que  debajo  de 
sí  tuviese  reyes  caballeros,  para  que  le  ayudasen  a  mante- 
ner la  Orden  de  Caballería;  y  que  los  reyes  debajo  de  sí  tu- 
viesen condes,  comdores,  varvasores  6  y  los  demás  grados  de 
Caballería;  debajo  de  cuyos  grados  deben  estar  los  caba- 
lleros de  un  escudo,  que  sean  gobernados  y  estén  sujetos 
a  los  referidos  grados  de  Caballería. 

7.  Para  demostrar  el  excelente  señorío,  sabiduría  y  po- 
der de  Dios  nuestro  Señor,  que,  siendo  uno,  puede  y  sabe 
regir  y  gobernar  cuanto  hay  en  el  mundo,  fuera  desconve- 
niente un  caballero  que  por  sí  solo  pudiese  regir  todos  los 
hombres  del  mundo,  pues  en  este  caso  no  sería  tam  bien  sig- 
nificado el  dominio,  poder  y  sabiduría  de  Dios  nuestro  Señor. 
Por  esto  ha  querido  Dios  que  para  regir  todas  las  gentes 
del  mundo  sean  necesarios  muchos  oficiales  caballeros.  Por 
ende,  el  rey  o  príncipe,  que  hace  procuradores,  vegueres  o 
bailes  a  los  que  no  son  caballeros,  hace  contra  el  oficio  de 
Caballería,  porque  el  caballero,  según  la  dignidad  de  su 
oficio,  es  más  conveniente  que  cualquier  otro  hombre  para 
dominar  al  pueblo,  pues  por  el  honor  de  su  oficio  se  le  debe 
mayor  honra  que  a  otro  hombre  que  no  tiene  oficio  tan  hon- 
rado. Y  por  el  honor  de  su  Orden  tiene  nobleza  de  ánimo, 
y  por  ella  más  dificultosamente  que  otro  hombre  se  inclina 
a  la  maldad,  engaño  y  viles  operaciones. 

8.  Oficio  de  caballero  es  mantener  y  defender  su  señor 
terrenal,  pues  ni  rey,  [ni]  príncipe,  ni  alto  barón  sin  ayuda 
pudiera  mantener  la  justicia  en  sus  vasallos.  Por  esto,  si  el 
pueblo  o  algún  hombre  se  opone  a  los  mandamientos  del 
rey  o  príncipe,  deben  los  caballeros  ayudar  a  su  señor,  que 
por  sí  solo  es  un  hombre  como  los  demás.  Y  así,  el  mal  ca- 
ballero, que  más  ayuda  al  pueblo  que  a  su  señor,  o  que  quiere 
hacerse  dueño  y  quitar  los  estados  a  su  señor,  no  cumple 
con  el  oficio  por  el  cual  es  llamado  caballero. 

9.  Por  los  caballeros  debe  mantenerse  la  justicia;  por- 
que, así  como  el  oficio  de  los  jueces  es  juzgar,  el  de  los 
caballeros  es  de  mantener  la  justicia.  Y,  si  se  puede  compo- 
ner que  el  caballero  tenga  tantas  letras  que  le  baste  su 
ciencia  para  ser  juez,  conviene  que  lo  sea  el  caballero;  por- 
que el  más  conveniente  para  este  empleo  es  aquel  por  quien 
mejor  puede  estar  mantenida  la  justicia,  con  tal  que  el  ca- 
ballero sea  atpto  para  juez. 

10.  Correr  en  caballo  bien  guarnecido,  jugar  la  lanza 
en  las  lizas,  andar  con  armas,  torneos,  hacer  tablas  redon- 
das, esgrimir,  cazar  ciervos,  osos,  jabalíes  y  leones  y  otros 


8  Los  comtors  y  varvassors  eran  en  Cataluña  grados  feudales  nr 
feriores  al  conde  y  por  éste  otorgados. 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.   II  «5 


semejantes  ejercicios,  pertenecen  al  oficio  de  caballero  7,  pues 
con  todo  esto  se  acostumbran  a  hechos  de  armas  y  a  man- 
tener la  Orden  de  Caballería.  Por  tanto,  despreciar  la  cos- 
tumbre y  uso  de  aquello  con  que  el  caballero  está  dispuesto 
para  el  uso  de  su  oficio,  es  menospreciar  la  Orden  de  Ca- 
ballería. 

11.  Así  como  todos  los  ejercicios  referidos  pertenecen 
al  caballero  cuanto  al  cuerpo,  le  tocan  cuanto  al  alma  la 
justicia:,  sabiduría,  caridad,  lealtad,  verdad,  humildad,  for- 
taleza, esperanza,  cautela  y  otras  virtudes  semejantes;  por 
esto  el  caballero  que  practica  los  ejercicios  pertenecientes  a 
la  Orden  de  Caballería  cuanto  al  cuerpo,  y  omite  las  vir- 
tudes correspondientes  al  alma,  no  es  amigo  de  la  Orden  de 
Caballería :  porque,  si  lo  fuese,  se  seguiría  que  el  cuerpo  y 
Caballería  juntamente  serían  contrarios  al  alma  y  sus  vir- 
tudes, lo  que  no  es  verdad. 

12.  Oficio  de  Caballería  es  guardar  la  tierra,  pues  por 
el  temor  de  ellos  no  se  atreven  las  gentes  a  destruirla,  y 
por  el  temor  de  los  caballeros  no  se  atreven  los  reyes  y  prín- 
cipes a  invadir  unos  a  otros.  Pero  el  caballero  malvado  que 
no  ayuda  a  su  natural  señor  terrenal  contra,  otro  príncipe, 
es  caballero  sin  oficio,  y  es  como  la  fe  sin  obras  y  como  la 
descreencia,  que  es  contraria  a  la  fe.  Y  si  tal  caballero  cum- 
plía entonces  con  la  Orden  y  oficio  de  Caballería,  la  Caba- 
llería y  su  Orden  sería  injuriosa  al  caballero  que  pelea  hasta 
la  muerte  por  la  justicia  y  para  sostener  y  defender  su 
señor. 

13.  No  hay  oficio  hecho  que  no  pueda  ser  deshecho; 
pues,  si  lo  que  es  hecho  no  podía  ser  deshecho  ni  destruido, 
sería  como  Dios,  que  no  es  hecho  ni  puede  ser  destruido. 
Y  como  el  oficio  de  Caballería  sea  hecho  y  ordenado  por 
Dios  y  sea  conservado  por  los  caballeros  que  aman  la  Orden 
de  Caballería,  el  malvado  caballero,  que  se  extravía  de  la 
Orden  de  Caballería,  desamando  su  oficio  deshace  en  sí  mis- 
mo la  Caballería. 

14.  El  rey  o  príncipe  que  en  sí  mismo  deshace  la  Orden 
de  Caballería,  no  sólo  deshace  en  sí  mismo  su  ser  de  caba- 
llero, sino  también  en  los  caballeros  súbditos  suyos;  pues 
éstos,  por  el  mal  ejemplo  de  su  señor  y  para  ser  amados  de 
él  y  seguir  sus  malas  costumbres,  hacen  lo  que  no  corres- 
ponde a  la  Caballería  ni  a  su  Orden.  Y  por  esto  los  malos 
príncipes  no  sólo  en  sí  mismos  son  contrarios  a  la  Orden  de 
Caballería,  sino  que  también  lo  son  en  sus  súbditos,  en  quie- 
nes deshacen  la  Orden  de  Caballería.  Y,  si  extraviar  un  ca- 
ballero de  su  Orden  es  gran  maldad  y  muy  gran  vileza  de 

*  Lo  mismo  escribió  don  Juan  Manuel  :  «cCa  non  ha  cosa  que  más 
«e  allegue  con  las  maneras  del  cavallero,  que  ser  montero  et  caçador» 
(ed.  cit.,  p.  498). 


n6 


OBRAS    LITERARIAS   DE    RAMON  LLI7LE 


corazón,  ¡cuánto  mayor  lo  es  el  extraviar  muchos  caba- 
lleros de  la  Orden  de  Caballería! 

15.  ;  Ah,  cuánta  es  la  fortaleza  de  ánimo  en  un  ca:ballero 
que  vence  y  se  apodera  de  muchos  caballeros  malvados! 
Este  caballero  es  aquel  príncipe  o  alto  barón  que  ama  tanto 
la  Orden  de  Caballería,  que,  sin  embargo  de  que  muchos 
malos  hombres  que  se  llaman  caballeros  le  aconsejan  cada 
día  hacer  maldades,  falimientos  s  y  engaños  con  que  des- 
truya en  sí  mismo  la  Caballería,  este  bienaventurado  prín- 
cipe, con  la  sola  nobleza  de  su  corazón  y  con  la  ayuda  que 
por.  el  pundonor  le  da  la  Caballería  y  su  Orden,  destruye  y 
vence  todos  los  enemigos  de  la  Caballería. 

16.  Si  la  Caballería  consistiese  más  en  la  fuerza  del 
cuerpo  que  en  la  fuerza  de  ánimo,  se  seguiría  que  la  Orden 
de  Caballería  concordaría  más  fuertemente  con  el  cuerpo 
que  con  el  alma;  y  si  esto  fuese  así,  mayor  nobleza  tendría 
el  cuerpo  que  el  alma.  Por  esto,  como  el  ánimo  noble  no 
pueda  ser  vencido  ni  rendido  por  uno,  ni  aun  por  todos  los 
hombres,  y  el  cuerpo  sea  vencido  y  preso  por  otro ;  el 9  ca- 
ballero que,  huyendo  de  la  batalla  y  desamparando  su  señor, 
teme  más  la  fuerza  del  cuerpo  que  la  maldad  y  flaqueza  de 
su  corazón,  no  cumple  con  el  oficio  de  caballero  ni  sirve 
ni  obedece  a  la  honrada  Orden  de  Caballería,  que  fué  prin- 
cipiada por  la  nobleza  de  ánimo. 

17.  Si  la  menor  nobleza  de  corazón  conviniese  mejor  con 
la  Orden  de  Caballería  que  la  mayor,  la  flaqueza  y  cobardía 
concordarían  con  la  Caballería,  contra  el  ardimiento  y  fuer- 
za de  corazón;  y  si  esto  fuese  así,  la  flaqueza  y  cobardía 
serían  el  oficio  de  caballero,  y  el  ardimiento  y  fortaleza  des- 
ordenarían la  Orden  de  Caballería.  Mas,  como  esto  no  sea 
así,  si  tú,  caballero,  quieres  y  amas  mucho  la  Caballería, 
debes  esforzarte  para  que  cuanto  más  te  falten  compañe- 
ros, armas  y  municiones,  tengas  mayor  ardimiento  y  espe- 
ranza contra  los  contrarios  de  Caballería.  Y  si  mueres  por 
mantener  la  Caballería,  la  aprecias  en  lo  que  más  la  puedes 
amar,  servir  y  tener;  porque  en  ningún  lugar  tan  agrada- 
blemente está  la  Caballería  como  en  un  corazón  noble,  y 
ningún  hombre  puede  más  amar,  honrar  y  tener  la  Caba- 
llería, que  el  que  muere  por  mantener  su  honor. 

18.  Caballería  y  ardimiento  no  se  avienen  bien  sin  sa- 
biduría y  cordura;  pues,  si  no  fuese  así,  convendrían  con  la 
Caballería  la  locura  y  la  ignorancia;  y  si  esto  fuese,  la  sa- 


s  Catalanismo  por  «falliments»,  faltas. 

9  La  edición  de  Luanco  dice  y  el  caballero;  todo  este  párrafo  es 
una  inhábil  versión  de  :  «...  e  un  cors  sia  vensut  per  altre  e  pres, 
lo  malvat  cavaller  qui  tem  pus  fortment  la  força  del  cors,  con  faig 
a  la  batalla  e  desempara  son  senyor,  que  no  fa  la  malvestat  e  la 
flaquesa  de  son  coratge,  no  usa  del  offici  de  cavaller». 


LIHRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.   II  1*7 


biduría  y  cordura,  que  son  contrarias  a  la  ignorancia  y 
locura,  serían  contrarias  al  Orden,  lo  que  es  imposible;  por 
cuya  imposibilidad  a  ti,  caballero  que  tienes  grande  amor 
al  Orden  de  Caballería,  está  significado  que,  así  como  la  Ca- 
ballería por  la  nobleza  de  ánimo  te  hace  tener  ardimiento  y 
despreciar  los  peligros  para  poder  honrarla,  conviene  que 
la  Orden  de  Caballería  te  haga  amar  la  sabiduría  y  cordura, 
con  que  la  puedas  honrar  contra  el  desorden  que  hay  en 
aquellos  que  piensan  cumplir  con  el  honor  de  Caballería  por 
la  locura  y  mengua  de  entendimiento. 

19.  Oficio  de  caballero  es  favorecer  a  viudas,  huérfanos 
y  desvalidos;  pues,  así  como  es  costumbre  y  razón  que  los 
mayores  ayuden  y  defiendan  los  menores,  debe  ser  costum- 
bre de  la  Orden  de  Caballería  (por  ser  grande,  honrada  y 
poderosa)  dar  socorro  y  ayuda  a  los  que  la  son  inferiores 
en  honor  y  fuerza.  Esto  supuesto,  si  hacer  fuerza  a  las  viu- 
das que  han  menester  ayuda,  quitar  la  hacienda  a  los  huér- 
fanos que  necesitan  de  curador,  y  robar  y  destruir  los  mez- 
quinos y  desvalidos  a  quienes  se  debe  dar,  concuerda  con 
la  Orden  de  Caballería;  la  maldad,  engaño,  crueldad  y  fali- 
miento convienen  con  el  orden,  nobleza  y  honradura.  Mas, 
si  esto  es  así,  el  caballero  y  su  Orden  son  contrarios  al 
principio  de  la  Orden  de  Caballería. 

20.  Si  Dios  ha  dado  ojos  al  menestral  para  que  vea  ira- 
bajando,  los  ha  dado  también  al  pecador  para  que  llore  sus 
pecados.  Y  si  al  caballero  ha  dado  el  corazón  para  que  sea 
aposento  de  la  nobleza  de  ánimo,  al  caballero  que  tiene  va- 
lor y  honradura  ha  dado  el  corazón  para  que  en  él  tenga 
piedad  de  meterse  a  ayudar,  salvar  y  guardar  aquellos  que 
levantan  sús  ojos  con  lágrimas  y  sus  corazones  con  espe- 
ranza a  los  caballeros,  para  que  los  ayuden,  defiendan  y  so- 
corran sus  necesidades.  Por  esto  el  caballero  que  no  tiene 
ojos  para  ver  los  desvalidos,  ni  corazón  que  cuide  de  sus  ne- 
cesidades, no  es  caballero  verdadero  ni  está  en  la  Orden  de 
Caballería,  porque  tan  alta  y  noble  cosa  es  la  Caballería,  que 
a  tales  ciegos  y  de  vil  corazón  los  echa  de  su  Orden  y  de  su 
beneficio. 

21.  Si  la  Caballería,  que  es  empleo  tan  honrado,  fuese 
oficio  de  robar,  de  destruir  los  pobres  y  desvalidos,  de  en- 
gañar y  de  forzar  las  viudas  y  otras  mujeres,  fuera,  sin 
embargo,  muy  grande  y  noble  el  oficio  de  ayudar  y  sostener 
huérfanos,  viudas  y  pobres.  Por  ende,  si  la  maldad  y  engaño 
pertenecía  a  la  Orden  de  Caballería,  que  es  tan  honrada,  y 
se  tenía  en  su  honradura  por  la  maldad,  falsedad,  traición 
y  crueldad,  ¡cuánto  más  y  cuán  más  grandemente  que  la 
Caballería  sería  honrada  la  Orden  que  tuviese  su  honradura 
por  la  lealtad,  cortesía,  liberalidad  y  piedad! 


n8 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


22.  Oficio  de  caballero  es  tener  castillo  y  caballo  para 
guardar  los  caminos  y  defender  los  labradores.  Oficio  de 
caballero  es  tener  villas  y  ciudades  para  hacer  justicia  ai  las 
gentes  y  congregar  y  juntar  en  un  lugar  carpinteros,  herre- 
ros, zapateros,  pañistas  10,  mercaderes  y  demás  oficios  per- 
tenecientes al  ordenamiento  de  este  mundo,  y  que  son  nece- 
sarios para  la  conservación  del  cuerpo  según  sus  necesida 
des.  Por  tanto,  si  los  caballeros  para  mantener  su  oficio 
están  tan  bien  colocados  que  son  señores  de  castillos,  villas 
y  ciudades;  si  destruir  villas,  castillos  y  ciudades,  quemar  y 
cortar  los  árboles  y  plantas,  matar  el  ganado  y  robar  los 
caminos,  es  oficio  y  orden  de  caballero,  obrar  y  edificar  cas- 
tillos, fortalezas,  villas  y  ciudades,  defender  dos  labradores, 
tener  atalayas  para  la  seguridad  de  los  caminos  y  otras 
cosas  semejantes,  serían  el  desorden  de  Caballería;  mas, 
si  esto  fuese  así,  la  razón  por  la  cual  fué  inventada  la  Ca- 
ballería sería  una  misma  cosa  con  su  desorden  y  su  con- 
trario. 

23.  Los  traidores,  ladrones  y  robadores  deben  ser  per- 
seguidos por  los  caballeros,  porque,  así  como  la  segur  se 
hizo  para  cortar  los  árboles,  el  oficio  de  caballero  es  para 
destruir  los  hombres  malos.  Por  esto,  si  el  caballero  es 
robador,  ladrón  o  traidor,  y  los  robadores,  traidores  o  ladro- 
nes deben  ser  presos  y  muertos  por  los  caballeros;  si  el 
caballero  que  es  ladrón,  o  traidor,  o  robador,  quiere  usar  de 
su  oficio,  préndase  y  mátese  a  sí  mismo;  mas,  si  en  sí  mis- 
mo no  quiere  usar  de  su  oficio,  sino  en  otros,  mejor  se  avie- 
ne con  la  Orden  de  Caballería  en  otro  que  en  sí  mismo. 
Pero,  como  no  es  lícito  que  un  hombre  se  mate  a  sí  mismo, 
el  caballero  ladrón,  o  traidor,  o  robador,  deberá  ser  destruido 
y  muerto  por  otro  caballero.  Y  el  caballero  que  permita 
o  sostenga  al  caballero  traidor,  ladrón  o  robador,  no  usa 
de  su  oficio;  porque,  si  usaba  de  él,  procedería  contra  él 
mismo  si  destruía  o  mataba  los  ladrones  o  traidores  que 
no  son  caballeros. 

24.  Si  tú,  caballero,  tienes  dolor  o  algún  mal  en  una 
mano,  este  mal  está  más  cerca  de  la  otra  mano  que  de  mí  o 
de  otro  hombre;  asimismo,  el  vicio  o  falimiento  del  caba- 
llero ladrón,  traidor  o  robador  está  más  cerca  de  ti,  que  eres 
caballero,  que  de  mí,  que  no  lo  soy.  Por  esto,  si  tu  mal  te 
da  mayor  trabajo  que  el  mío,  ¿por  qué  excusas  o  sostienes 
al  caballero  enemigo  del  honor  de  Caballería  y  por  qué  vi- 
tuperas los  hombres  que  no  son  caballeros,  de  los  falimien- 
tos que  hacen? 

25.  El  caballero  ladrón  hace  mayor  latrocinio  al  grande 
honor  de  Caballería  cuando  le  quita  a  sí  mismo  y  su  nombre 


30  Traducción  de  «drapers»,  comerciantes  en  paños. 


LIBRO   DK  LA  ORDEN   DE  CABALLERIA. — P.  II 


119 


que  cuando  quita  dineros  u  otras  cosas,  porque  quitar  el  ho- 
nor es  dar  vileza  y  mala  fama  a  lo  que  es  digno  de  ser  ala- 
bado y  honrado.  Y  como  el  honor  y  honradura  vale  más  que 
los  dineros  y  que  el  oro  y  la  plata,  por  esto  es  mayor  falta 
envilecer  la  Caballería  que  quitar  dineros  ni  otras  cosas. 

Y  si  esto  no  fuese  así,  se  seguiría,  o  que  los  dineros  y  las 
cosas  que  se  quitan  son  mejores  que  el  hombre,  o  que  qui- 
tar un  dinero  es  mayor  latrocinio  que  quitar  muchos. 

26.  Si  el  traidor  que  mata  su  señor,  o  duerme  con  su 
mujer,  o  entrega  su  castillo,  es  en  verdad  caballero,  ¿qué 
cosa  es  aquél  que  muere  por  honrar  11  y  defender  su  señor? 

Y  si  el  caballero  traidor  es  halagado  por  su  señor,  ¿cuál 
falta  puede  hacer  por  la  cual  sea  reprehendido  y  castigado? 

Y  si  el  señor  no  mantiene  el  honor  de  la  Caballería  contra 
su  caballero  que  le  es  traidor,  ¿en  quién  lo  mantendrá?  Y  si 
el  señor  no  destruye  al  que  le  es  traidor,  ¿qué  cosa  destrui- 
ría? Y  ¿por  qué  es  señor,  ni  hombre,  ni  cosa  alguna? 

27.  Si  no  es  oficio  de  caballero  retar  o  combatir  al  trai- 
dor, y  si  es  oficio  de  caballero  que  el  traidor  se  esconda  y 
combata  al  caballero  leal,  ¿  qué  cosa  es  el  oficio  de  caballero  ? 

Y  si  el  ánimo  tan  malvado  como  el  del  caballero  traidor 
piensa  vencer  el  ánimo  del  caballero  leal,  el  gran  coraje  del 
caballero  que  combate  por  la  lealtad,  ¿qué  cosa  piensa  ven- 
cer o  superar?  Y  si  el  caballero  amigo  de  la  Caballería  y  de 
la  lealtad  es  vencido,  ¿qué  pecado  cometió,  o  adonde  se  fué 
el  honor  de  la  Caballería? 

28.  Si  el  robar  fuese  oficio  de  caballero,  el  dar  serla 
contrario  al  Orden  de  Caballería;  y  si  hubiese  algún  oficio 
que  le  tocase  el  dar,  ¿cuánto  valdría  aquel  hombre  que  tu- 
viese el  oficio  de  dar?  Y  si  hacer  dádivas  de  las  cosas  quita- 
das a  otros  se  acordaba  con  el  honor  de  la  Caballería,  el 
restituirlas,  ¿con  qué  se  avendría?  Y  si  el  caballero  debe 
quedar  en  la  posesión  de  lo  que  quita  al  que  Dios  lo  da, 
¿qué  cosa  habrá  que  no  debe  poseerla  el  caballero? 

29.  Poco  sabe  de  encomendar  el  que  al  lobo  hambrien- 
to encomienda  sus  ovejas,  y  el  que  su  mujer  hermosa  la 
encomienda  al  caballero  joven  traidor,  y  el  que  encomienda 
su  fuerte  castillo  al  caballero  avaro  y  robador.  Mas,  si  tal 
hombre  no  sabe  12  encomendar  sus  cosas,  ¿quién  es  el  que 
sabe  encomendar  sus  bienes,  y  quién  es  el  que  sabe  guardar 
y  volver  lo  encomendado? 

30.  ¿Has  visto  algún  caballero  que  no  quiera  recobrar 
su  castillo?  ¿Has  visto  a  un  caballero  que  no  quiera  guardar 


.."  Corrijo  aquí  la  edición  castellana  de  Luanco,  que  dice  «hon- 
radez» 

n  Aquí  el  texto  castellano  del  padre  Pasqual,  en  la  edición  de 
Luanco,  dice  «no  sabe  poco  de  encomendar»,  que  no  concuerda  en 
modo  alguno  con  el  sentido  genuino  del  catalán. 


120 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


su  mujer  del  caballero  traidor?  ¿Has  visto  aún  algún  ca- 
ballero robador  que  [no]  se  esconda  por  robar?  Si  no  has 
visto  tales  caballeros,  es  porque  ninguna  regla  ni  orden  po- 
drá reducirlos  al  Orden  de  Caballería. 

31.  Tener  lucido  su  arnés  y  manejar  su  caballo  es  oficio 
de  caballero.  Mas,  si  jugar  sus  armas  y  caballo  no  es  oficio 
de  caballero,  luego  lo  que  es  y  lo  que  no  es,  es  oficio  de 
caballero.  Y  si  esto  es  así,  el  oficio  de  caballero  es  y  no  es; 
mas,  como  ser  y  no  ser  son  contrarios,  y  no  es  Caballería 
destruir  su  arnés,  ¿cuál  cosa,  pues,  será  Caballería  sin  ar- 
mas? Y  ¿por  cuál 13  razón  el  hombre  es  llamado  caballero? 

32.  Es  precepto  de  la  ley  de  Dios  que  el  hombre  no  sea 
perjuro.  Por  esto,  si  el  hacer  juramento  con  falsedad  no  es 
contra  la  Orden  de  Caballería,  Dios,  que  hizo  el  precepto 
y  la  Caballería,  son  contrarios;  y  si  lo  son,  ¿dónde  está  el 
honor  de  la  Caballería,  y  cuál  es  su  oficio?  Mas,  si  Dios  y 
Caballería  concuerdan  entre  sí,  conviene  que  jurar  falso  no 
se  halle  en  los  que  mantienen  la  Caballería.  Y  si  hacer  voto 
prometiendo  a  Dios  y  jurar  en  verdad  no  se  halla  en  el  ca- 
ballero, ¿dónde  está  la  Caballería? 

33.  Si  la  justicia  y  lujuria  convienen  entre  sí,  la  Caba- 
llería, que  concuerda  con  la  justicia,  concuerda  con  la  luju- 
ria ;  y  si  la  Caballería  y  lujuria  convienen  entre  sí,  la  casti- 
dad, que  es  contraria  a  la  lujuria,  es  contra  el  honor  de  la 
Caballería;  y  si  esto  es  así,  la  verdadera  obligación  de  los 
caballeros  sería  querer  honrar  la  Caballería  para  mantener 
la  lujuria.  Mas,  si  la  justicia  y  lujuria  son  contrarias,  y  la 
Caballería  es  para  mantener  la  justicia,  luego  el  caballero 
lujurioso  y  Caballería  son  contrarios ;  y  si  lo  son,  el  vicio  de 
lujuria  en  la  Caballería  debería  ser  más  esquivado  de  lo 
que  es;  y  si  era  castigado  según  merece,  de  ningún  Orden 
habría  tantos  expelidos  como  de  la  Caballería. 

34.  Si  la  justicia  y  humildad  eran  contrarias,  la  Caba- 
llería, que  concuerda  con  la  justicia,  sería  contra  la  humil- 
dad y  concordaría  con  el  orgullo.  Y  si  el  caballero  con  ser 
orgulloso  mantiene  el  oficio  de  Caballería,  fué  muy  otra 
aquella  Caballería  que  empezó  por  la  justicia  y  para  soste- 
ner los  humildes  contra  los  orgullosos  injustos.  Y  si  esto 
es  así,  los  caballeros  de  este  tiempo  no  están  en  la  Orden 
en  que  fueron  los  primeros.  Mas,  si  los  caballeros  de  ahora 
tienen  la  regla  y  usan  del  oficio  de  los  primeros,  no  hay 
orgullo  ni  maldad  en  los  caballeros  que  vemos  orgullosos  e 
injuriosos;  y  si  lo  que  en  ellos  parece  orgullo  e  injuria  no 
lo  es,  ¿en  quién,  pues,  están  la  humildad  y  justicia,  dónde 
se  hallan  y  qué  cosas  son? 

35.  Si  la  justicia  y  la  paz  eran  contrarias,  la  Caballe- 


58  Corrijo  «cuál»  por  «tal»  del  texto  español  impreso. 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.  III 


121 


ría,  que  concuerda  con  la  justicia,  sería  contraria  a  la  paz; 
y  si  lo  es,  luego  los  que  son  enemigos  de  la  paz  y  aman  las 
guerras  y  sus  calamidades,  son  caballeros;  y  los  que  pacifi- 
can las  gentes  e  impiden  las  calamidades,  son  injuriosos 
y  contrarios  a  la  Caballería.  Y  si  esto  es  así,  y  si  los  caba- 
lleros de  ahora  usan  del  oficio  de  Caballería  con  ser  injurio- 
sos, amigos  de  guerras  y  amantes  del  mal  y  calamidades, 
pregunto:  ¿cuáles  y  quiénes  eran  los  primeros  caballeros 
que  se  concordaban  con  la  justicia  y  la  paz,  pacificando  los 
hombres  por  justicia  y  fuerza  de  armas?  Pues,  así  como  al 
principio,  es  ahora  oficio  de  caballero  pacificar  los  hombres 
por  fuerza  de  armas;  y  si  los  caballeros  aficionados  a  gue- 
rras e  injuriosos  que  hay  en  este  tiempo,  no  están  en  U 
Orden  de  Caballería  ni  cumplen  con  el  oficio  de  caballero, 
¿dónde  está  la  Caballería  y  cuáles  y  cuántos  son  los  que 
están  en  su  Orden? 

36.  Muchos  más  son  los  modos  con  que  el  caballero  pue- 
de y  debe  usar  del  oficio  de  Caballería;  mas,  como  habernos 
de  tratar  de  otras  cosas,  los  exponemos  con  la  mayor  breve- 
dad que  podemos,  y  mayormente  cuando  a  requisición  de 
un  cortés  escudero,  leal  y  veraz,  que  muchos  años  ha  seguido 
la  regla  de  caballero,  habernos  hecho  con  brevedad  este  libro, 
porque  en  breve  tiempo  ha  de  ser  armado  caballero  nuevo  u. 


PARTE  III 

del  examen  del  escudero  que  quiere  entrar  en  la  orden 
de  Caballería 

1.  Para  examinar  el  escudero,  conviene  que  el  exami- 
nador sea  caballero  amante  de  la  Orden  de  Caballería,  por- 
que hay  algunos  que  estiman  más  el  gran  número  que  el  que 
sean  buenos  los  caballeros.  Mas,  porque  la  Caballería  no 
mira  a  la  multitud  del  número,  sino  que  ama  la  nobleza 
de  ánimo  y  de  las  buenas  costumbres,  por  esto,  si  el  exami- 
nador ama  más  la  muchedumbre  de  caballeros  que  la  noble- 
za de  la  Caballería,  es  desconveniente  para  examinador,  y 
fuera  menester  ser  examinado  y  reprehendido  de  la  injuria 
que  hace  al  alto  honor  de  la  Caballería. 

2.  Lo  primero  que  se  debe  preguntar  al  escudero  para 
ser  caballero,  es  si  ama  y  teme  a  Dios;  porque  ningún  hom- 
bre sin  amor  y  temor  de  Dios  es  digno  de  entrar  en  la 
Orden  de  Caballería,  y  el  temor  le  hace  huir  de  los  faJlimien- 


14  Más  bella  es  la  frase  luliana  «deu  ésser  adobat  a  novell  cavaller». 


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OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


tos,  con  que  se  deshonra  la  Caballería  1.·  Por  esto,  cuando 
sucede  que  el  escudero  que  no*  ama  ni  teme  a  Dios  se  hace 
caballero,  toma  el  honor  por  recibir  la  Caballería,  pero  ésta 
recibe  deshonor  en  el  escudero  que  no  la  recibe  honrando 
a  Dios,  que  ha  honrado  la  Caballería.  Y,  porque  recibir  ho- 
nor y  dar  deshonor  no  se  convienen,  por  esto  el  escudero  sin 
dicho  amor  y  temor  no  es  digno  de  ser  caballero. 

3.  Así  como  caballero  sin  caballo  no  se  aviene  con  el 
oficio  de  caballero,  escudero  sin  nobleza  de  corazón  no  se 
aviene  con  la  Orden  de  Caballería ;  pues  la  nobleza  de  cora- 
zón fué  el  principio  de  ella,  y  la  vileza  de  corazón  es  la 
destrucción  de  la  misma.  Por  esto,  el  escudero  que  con  vil 
ánimo  quiere  ser  caballero,  quiere  destruir  la  Orden  que 
pide;  y  si  es  contra  la  Orden,  ¿por  qué  la  pide?  Y  el  que 
hace  caballero  al  escudero  de  corazón  vil,  ¿por  qué  deshace 
su  Orden  ? 

4.  La  nobleza  de  corazón  no  la  pidas  a  la  boca,  porque 
no  siempre  dice  verdad;  ni  la  pidas  al  vestido  honrado,  por- 
que debajo  de  algún  honroso  manto  puede  haber  un  corazón 
vil  y  flaco,  en  que  haya  maldad  y  engaño;  ni  la  pidas  al 
caballo,  porque  no  podrá  responderte;  tampoco  pidas  cora- 
zón noble  al  arnés  ni  a  los  adornos,  porque  dentro  de  ellos 
puede  haber  un  corazón  aleve  y  malvado.  Por  esto,  si  quieres 
hallar  nobleza  de  ánimo,  pídelo  a  la  fe,  esperanza,  caridad, 
justicia,  fortaleza,  lealtad  y  demás  virtudes,  porque  en  ellas 
está  la  verdadera  nobleza  de  corazón  y  por  ellas  el  caballero 
se  defiende  de  la  maldad,  engaño  y  de  los  enemigos  de  la 
Caballería. 

5.  Para  un  nuevo  caballero  se  requiere  edad  competen- 
te, porque,  si  es  muy  joven  2  el  escudero  que  quiere  hacerse 
caballero,  no  puede  aún  haber  aprendido  las  costumbres  per- 
tenecientes al  escudero  antes  de  que  pase  a  caballero;  ni 
podrá  bien  hacerse  cargo  de  lo  que  promete  al  honor  de  ia 
Caballería,  si  en  la  infancia  es  armado  nuevo  caballero.  Y  si 
el  escudero  ya  es  viejo  y  le  faltan  las  fuerzas  del  cuerpo 
cuando  quiere  ser  caballero,  antes  de  llegar  a  la  vejez  hizo 
injuria  a  la  Caballería,  que  se  mantiene  por  combatidores 
fuertes  y  es  envilecida  por  los  flacos  y  desvalidos,  que  fá- 
cilmente son  vencidos  o  huyen  3. 

6.  Así  como  la  medida  de  la  virtud  está  en  el  medio, 
y  su  contrario  en  los  dos  extremos,  que  son  vicio,  está  la 
Caballería  en  la  edad  competente  a  caballero;  pues,  si  no 
fuese  así,  habría  contrariedad  entre  la  medida  y  la  Caba- 


*  Compárese  con  la  frase  de  Ramón  Llull  ¡  «e  temor  fa  duptar  los> 
falliments  per  los  quals  cavalleria  pren  desoi.\or.» 
-  Mejor  diría  «demasiado  joven»  («trop  joves). 

8  Cuán  precisa  y  pintoresca  la  expresión  intraducibie  :  «e  és  avi- 
lada per  flachs,  despoderats,  e  vensuts  fugidors». 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.   Til  I-2;> 


Hería;  y  si  la  había,  la  virtud  y  la  Caballería  serían  contra- 
rias. Y  si  lo  son,  tú,  escudero  que  te  das  mucha  prisa,  y  tú 
que  te  tardas  demasiado  para  ser  caballero,  ¿por  qué  que- 
réis entrar  en  la  Orden  de  Caballería? 

7.  Si  el  escudero  por  la  belleza  del  talle  4,  o  por  gran 
cuerpo  cubierto  de  pelo  rubio,  o  por  llevar  espejo  en  la 
bolsa,  debe  ser  hecho  caballero,  podrás  también  hacer  caba- 
llero al  hermoso  hijo  deil  payés  o  de  cualquier  mujer  bella ; 
mas,  si  lo  haces,  deshonras  y  menosprecias  la  antigüedad 
del  linaje  honrado;  y  la  mayor  nobleza  que  Dios  ha  dado  al 
hombre  y  a  la  mujer,  la  bajas  a  una  vileza  5 ;  y  con  tal  me- 
nosprecio y  deshonor  envileces  y  abates  la  Orden  de  Caba- 
llería. 

8.  Paraje  6  y  Caballería  se  convienen  y  concuerdan,  por- 
que el  paraje  no  es  mas  que  antiguo  honor  continuado,  y  la 
Caballería  es  una  Orden  y  regla  que  se  mantiene  desde  el 
tiempo  en  que  fué  instituida  hasta  el  presente.  Por  esto, 
porque  convienen  entre  sí  el  paraje  y  la  Caballería,  si  haces 
caballero  al  hombre  que  no  es  de  paraje,  en  lo  que  obras 
haces  que  sean  contrarios  paraje  y  Caballería;  y  por  esto 
el  que  haces  caballero  es  contra  paraje  y  Caballería;  y  si 
lo  es,  y  es  caballero,  ¿en  qué  consiste  la  Caballería? 

9.  Si  tienes  tanto  poder  en  la  Orden  de  Caballería  que 
puedas  meter  en  ella  al  que  no  la  conviene,  se  sigue  de  nece- 
sidad que  puedas  también  sacar  de  ella  al  que  por  paraje 
es  conveniente  que  sea  caballero.  Mas,  si  la  Caballería  tiene 
tanta  virtud  que  no  la  puedas  quitar  su  honor  ni  los  que 
por  paraje  la  convienen,  luego  no  puedes  tener  autoridad 
de  hacer  caballero  al  hombre  de  vil  linaje. 

10.  Cuanto  a  lo  corporal,  tan  honrada  es  la  naturaleza 
en  los  árboles  y  bestias  como  en  los  hombres;  pero  por  la 
nobleza  del  alma  racional,  que  solamente  participa  con  el 
cuerpo  del  hombre,  tiene  la  naturaleza  mayor  virtud  en  el 
cuerpo  humano  que  en  el  bestial.  Por  esta  razón  consiente 
la  Orden  de  Caballería  que  entre  en  ella  algún  hombre  de 
nuevo  honrado  linaje  en  atención  a  sus  muchas  nobles  cos- 
tumbres y  proezas,  autorizándolo  algún  noble  príncipe.  Por- 
que, si  no  era  así,  la  Caballería  convendría  mejor  con  la 
naturaleza  del  cuerpo  que  con  la  virtud  del  alma,  lo  que  no 
es  verdad,  porque  la  nobleza  de  ánimo  que  conviene  con  ia 
Caballería,  concuerda  más  con  el  alma  que  con  el  cuerpo. 


4  Más  exactamente  «per  bellesa  de  faysons,  ni  per  gran  cors  cor 
dat,  p^r  rosses  cabells,  ni  per  mirall  en  borsa». 

"  "El  padre  Pasqual  traduce  aquí  incorrectamente  ¡  compárese  con 
•\  texto  luliano  :  «e  la  nobilitat  que  Déus  ha  donada  a  home  majo* 
que  a  fembre,  devalles  en  viltat». 

•  Los  «hòmens  de  paratge»  en  Cataluña  venían  a  corresponder 
a  los  hidalgos  de  Castilla. 


124 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


11.  Al  examen  del  escudero  que  ha  de  pasar  a  caballero, 
corresponde  que  se  haga  inquisición  de  su  vida  y  costum- 
bres; porque,  si  por  la  mala  vida  y  depravadas  costumbres 
deben  los  caballeros  ser  echados  de  la  Orden  de  Caballería, 
mucho  menos  conviene  hacer  caballero  un  escudero  malva- 
do y  que  entre  en  la  Orden  de  donde  hubiese  de  ser  echado 
por  sus  hechos  viles  y  costumbres  desagradables. 

12.  Si  la  Caballería  conviene  tan  fuertemente  con  el 
valor  que  echa  de  su  Orden  todos  los  amigos  del  deshonor, 
si  no  recibía  los  que  tienen  valor,  lo  aman  y  lo  mantienen, 
se  seguiría  que  en  la  Caballería  se  podría  destruir  algo  con 
ia  vileza,  lo  que  no  podría  restablecer  con  la  nobleza 7.  Mas, 
porque  esto  no  es  verdad,  tú,  caballero  que  examinas  el  es- 
cudero, estás  obligado  a  inquirir  en  él  más  el  valor  y  nobleza 
que  cualquier  otra  cosa. 

13.  También  debes  saber  con  qué  intención  el  escudero 
quiere  ser  caballero;  porque,  si  es  para  ser  rico,  o  para 
señorear,  o  para  ser  honrado  sin  honrar  la  Caballería  ni  a 
los  que  la  honran,  amando  la  Caballería  ama  su  deshonor, 
por  cuyo  motivo  es  indigno  de  que  por  la  Caballería  consiga 
riqueza,  felicidad  ni  honor. 

14.  Así  como  se  desmiente  la  intención  en  los  clérigos 
que  por  simonía  son  elegidos  en  prelados,  desmiente  su  vo- 
luntad e  intención  el  mal  escudero  cuando  quiere  ser  caba- 
llero contra  la  Orden  de  Caballería.  Y  si  el  clérigo  en  todo 
cuanto  hace  es  contra  la  prelacia  si  es  simoníaco,  el  escudero 
en  todo  cuanto  hace  es  contra  la  Orden  de  Caballería  si  con 
falsa  intención  consigue  el1  oficio  de  ella. 

15.  Al  escudero  que  quiere  la  Caballería  conviene  saber 
el  gran  cargo  de  ella  y  los  grandes  peligros  8  a  que  están 
expuestos  los  que  la  quieren  mantener  9,  porque  el  caballero 
mayor  horror  ha  de  tener  del  vituperio  de  las  gentes  que 
de  la  muerte;  y  la  vergüenza  debe  dar  mayor  pena  a  su 
corazón  que  la  que  da  a  su  cuerpo  el  hambre,  sed,  calor, 
frío  o  cualquier  otro  trabajo  10.  Por  esto  todos  estos  peligros 
deben  ser  manifestados  y  denunciados  al  escudero  antes  de 
armarlo  caballero  u. 

16.  La  Caballería  no  se  puede  mantener  sin  el  arnés 
que  corresponde  al  caballero,  sin  honrados  hechos  y  sin  los 
grandes  gastos  que  convienen  al  oficio  de  Caballería.  Por 
esto  el  escudero  que  no  tiene  armas  ni  tanta  riqueza  que 

7  «seguir-sía  que  cavalleria  se  pogués  destruir  en  viltat,  e  que 
no  »  pogués  refer  en  nobilitat». 

•  Lo  propio  escribió  don  Juan  Manuel  :  «A  lo  que  rae  preguntas- 
tes  qué  cosa  es  cavalleria,  vos  respondo  que  la  cavalleria  es  estado 
muv  peligroso  et  muy  onrado». 

"8  Ramón  precisó  más  :  «aquells  qui  la  volen  pendre  e  mantenir». 

30  «ni  altra  passió  ni  treball». 

1J  Lo  mismo  que  más  arriba  :  «ans  que  sia  adobat  cavaller». 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — V.   III  125 


pueda  mantener  la  Caballería,  no  debe  ser  caballero;  porque 
por  falta  de  riqueza  falta  el  arnés,  y  por  falta  de  éste  y  de 
dinero  para  gastar,  el  mal  caballero  se  hace  robador,  trai- 
dor, ladrón,  mentiroso,  falso,  y  abraza  otros  vicios  contra- 
rios a  la  Orden  de  Caballería. 

17.  El  contrahecho,  o  demasiado  gordo,  o  de  otro  vicio 
en  el  cuerpo,  por  el  cual  no  pueda  usar  del  oficio  de  caballe- 
ro, no  debe  entrar  en  la  Orden  de  Caballería;  pues  fuera 
vileza  suya  recibir  hombre  defectuoso  o  lisiado  v¿  o  que  no 
tuviese  fuerzas  para  llevar  armas  13.  Y  es  tan  alta  y  noble 
la  Caballería  en  su  honor,  que  ni  la  riqueza  ni  nobleza  de 
corazón  ni  de  linaje  le  basta  al  escudero  que  está  lisiado 
en  algún  miembro  14. 

18.  Debe  ser  preguntado  el  escudero  que  pide  Caballe- 
ría, y  sobre  ello  se  debe  inquirir,  si  ha  hecho  alguna  mal- 
dad 15  o  engaño  que  sea  contra  la  Orden  de  Caballería ;  por- 
que podrá  haber  hecho  tal  falta  y  tan  grande,  que  no  sea 
digno  de  que  la  Caballería  lo  reciba  en  su  Orden  ni  lo  haga 
compañero  de  los  que  mantienen  el  honor  de  la  Caballería. 

19.  Si  el  escudero  tiene  vanagloria  de  lo  que  hace,  no 
parece  bueno  para  caballero,  porque  la  vanagloria  es  un  vicio 
que  no  reconoce  10  los  méritos  ni  los  galardones  de  los  be- 
neficios que  da  la  Caballería.  Tampoco  el  lagotero  se  aviene 
con  el  oficio  de  caballero,  porque  el  lagotero  tiene  corrom- 
pida su  intención,  por  la  cual  destruye  y  lisia  17  la  voluntad 
y  lealtad,  que  corresponde  al  ánimo  del  caballero. 

20.  El  escudero  orgulloso,  mal  educado,  sucio  en  sus 
palabras  y  vestidos,  de  corazón  cruel,  avaro,  mentiroso,  des- 
leal, perezoso,  iracundo,  lujurioso,  borrachón,  glotón,  perjuro 
o  que  tenga-  otros  vicios  semejantes  a  éstos,  no  conviene  con 
la  Orden  de  Caballería.  Mas,  si  la  Caballería  podía  recibir  los 
que  son  contra  su  Orden,  se  seguiría  que  orden  y  desorden 
serían  una  misma  cosa.  Pero,  como  la  Caballería  sea  una  pura 
ordenación  del  valor 18,  por  esto  todo  escudero,  antes  que 
pase  a  caballero,  debe  ser  examinado  en  todo  lo  sobredicho. 


r~  Curiosísima  es  la  expresión  figurativa  del  original  :  «entecat  ni 
corromput»,  donde  el  primer  participio  significa  podrido,  como  los 
frutos. 

M  La  edición  española  de  Luanco  dice,  erróneamente,  «para  lle- 
var el  arnés». 

u  Corresponde  al  catalán  «qui  sia  affollat  en  alcun  membre». 

16  No  captó  el  traductor  el  sentido  preciso  de  la  frase  luliana  : 
«Demanat  e  enquest  deu  ésser  al  6cuder  qui  demana  cavalleria  si  ha 
feyta  malvestat». 

w  Más  expresiva  es  la  frase  de  Ramón  «és  vici  que  destroeix», 
que*  destruye  los  méritos  y  los  galardones. 

"  Lo  mismo  aquí  :  «per  la  qual  corrupció  destrueix  e  affolla  la 
volentat». 

a  Véase  la  concisión  evocativa  del  estilo  luliano  ;  «con  cavaller 
sia  pura  ordonació  de  valor». 


I2Ó 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


PARTE  IV 

Del  modo  con  que  el  escudero  debe  recibir  la  Caballería 

1.  Primeramente  *,  el  escudero,  antes  de  entrar  en  la 
Orden  de  Caballería,  debe  confesarse  de  las  faltas  que  ha 
hecho  contra  Dios,  a  quien  quiere  servir  en  la  Orden  de  Ca- 
ballería, y,  hallándose  sin  pecado,  debe  recibir  el  cuerpo  de 
Jesucristo  sacramentado,  como  corresponde. 

2.  Para  armar  un  caballero  conviene  que  se  destine  una 
fiesta  de  las  que  de  precepto  se  celebran  al  año  2,  para  que 
por  razón  de  la  fiesta  se  congreguen  aquel  día  muchos  hom- 
bres en  aquel  lugar,  donde  el  escudero  ha  de  ser  armado,  y 
rueguen  todos  a  Dios  que  dé  al  escudero  gracia  y  bendición 
con  que  sea  leal  a  la  Orden  de  Caballería. 

3.  Debe  ayunar  el  escudero  la  vigilia  de  la  fiesta  en 
honra  del  santo  de  quien  se  celebra.  Y  la  noche  antecedente 
al  día  en  que  ha  de  ser  armado,  ha  de  ir  a  la  iglesia  a  velar, 
estar  en  oración  y  contemplación  y  oír  palabras  de  Dios  y 
de  la  Orden  de  Caballería.  Mas,  si  entonces  escucha  a  los 
juglares  que  canten  o  hablen  de  deshonestidades  y  otras 
cosas  pecaminosas,  ya  al  primer  ingreso  en  la  Orden  de  Ca- 
ballería empieza  a  deshonrarla  y  menospreciarla. 

4.  El  día  de  la  función  3  conviene  que  se  cante  misa 
solemnemente;  y  el  escudero  debe  llegarse  ante  el  altar  y 
ofrecerse  al  sacerdote,  que  está  en  lugar  de  Dios,  y  a  la  Or- 
den de  Caballería,  para  servir  en  ella  a  Dios ;  y  conviene  que 
se  obligue  y  someta  a  honrar  y  mantener  de  todo  su  poder 
la  Orden  de  Caballería.  También  conviene  que  aquel  día  haya 
sermón,  en  que  se  expliquen  los  catorce  artículos  en  que 
está  fundada  la  fe,  los  diez  mandamientos  de  la  ley  de  Dios, 
los  siete .  sacramentos  de  la  Iglesia  y  lo  demás  perteneciente 
a  la  fe.  Todo  esto  debe  el  escudero  ponerlo  bien  en  la  memo- 
ria, para  que  sepa  acordar  el  oficio  de  Caballería  con  lo  que 
pertenece  a  la  santa  fe  católica4. 

5.  Los  catorce  artículos  son  éstos:  creer  en  un  Dios 
es  el  primer  artículo.  Creer  en  el  Padre,  y  en  el  Hijo,  y  en 
el  Espíritu  Santo,  son  tres  artículos.  Y  debe  creerse  que  el 

1  De  este  capítulo  y  de  las  Partidas  echó  mano  principalmente  el 
padre  J.  M.  March  en  su  bella  conferencia  sobre  La  vetlla  de  les 
armes  de  sant  Ignasi  a  Montserrat  en  relació  amb  la  sagrada  li- 
turgia i  la  historia  (Barcelona,  1922). 

*  Más  exigente  era  Ramón  Llull  :  había  de  celebrarse  la  ves- 
tidura de  armas  en  una  fiesta  «de  les  honrades  del  any». 

3  Versión  desmañada  del  simple  «a  l'endemà»  del  original. 

4  Idénticas  prescripciones  en  don  Juan  Manuel,  ed.  cit.,  p.  491  ss. 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.  IV 


127 


Padre  y  el  Hijo  y  el  Espíritu  Santo  son  eternamente  un 
solo  Dios,  sin  fin  ni  principio.  Creer  que  Dios  es  creador  de 
cuanto  hay,  es  el  quinto.  El  sexto  es  que  Dios  es  recreador, 
esto  es,  que  ha  redimido  el  linaje  humano  del  pecado  que 
hicieron  Adán  y  Eva.  El  séptimo  es  creer  que  Dios  dará  la 
gloria  a  los  que  van  al  paraíso.  Estos  siete  artículos  perte- 
necen a  la  divinidad,  y  estos  otros  siete  a  la  humanidad  que 
el  Hijo  de  Dios  tomó  en  nuestra  Señora  Santa  María,  y  son 
éstos:  Creer  que  Jesucristo  fué  concebido  por  operación  del 
Espíritu  Santo,  cuando  San  Gabriel  saludó  a  nuestra  Se- 
ñora, es  el  primero.  El  segundo  es  creer  que  Jesucristo  nació. 
El  tercero  es  que  fué  crucificado  y  muerto  para  salvarnos. 
El  cuarto  es  que  su  alma  bajó  al  infierno  para  sacar  Adán, 
Abrahán  y  los  demás  profetas  que  antes  que  muriesen  creían 
en  su  advenimiento.  El  quinto  es  creer  que  Jesucristo  re- 
sucitó. El  sexto  es  creer  que  subió  al  cielo  el  día  de  la  ascen- 
sión. El  séptimo  es  creer  que  Jesucristo  en  el  día  del  juicio, 
cuando  todos  seremos  resucitados,  vendrá  y  juzgará  a  buenos 
y  malos.  Todo  hombre  está  obligado  a  creer  estos  catorce 
artículos,  que  son  testimonio  de  Dios  y  de  sus  obras,  y  sin 
creerlos  ninguno  se  puede  salvar. 

6.  Los  diez  mandamientos  que  Dios  en  el  monte  Sinai 
dió  a  Moisés  son  éstos:  Adorarás  y  servirás  un  Dios  tswi 
solamente.  No  seas  perjuro.  Harás  fiesta  en  el  sábado.  Hon- 
rarás tu  padre  y  madre.  No  harás  homicidio.  No  fornicarás. 
No  hurtarás.  No  harás  falso  testimonio.  No  envidiarás  la 
mujer  de  tu  prójimo.  No  tendrás  envidia  de  los  bienes  de  tu 
prójimo.  A  todo  caballero  conviene  saber  estos  diez  man- 
damientos, para  que  en  su  Orden  no  sea  desobediente  a  los 
mandamientos  que  Dios  ha  dado. 

7.  Los  siete  sacramentos  de  la  santa  madre  Iglesia  son 
éstos:  Bautismo.  Confirmación.  El  sacrificio  del  altar.  La 
penitencia  que  se  hace  de  los  pecados.  Los  órdenes  que  el 
obispo  hace,  cuando  hace  sacerdote,  diácono  y  subdiácono. 
Matrimonio.  Unción.  Por  estos  siete  sacramentos  nos  ha- 
bernos de  salvar,  y  a  honrar  y  cumplir  con  ellos  obliga  el 
juramento  de  Caballería ;  y  a  todo  caballero  toca  saber  a  qué 
cosas  está  obligado  su  oficio. 

8.  De  todas  las  cosas  antedichas  y  de  las  demás  perte- 
necientes a  la  Caballería,  debe  predicar  el  sacerdote;  y  el 
escudero  que  quiere  ser  caballero  ha  de  rogar  a  Dios  que  le 
dé  gracia  y  bendición  para  que  todo  el  tiempo  de  su  vida 
pueda  ser  servidor  suyo. 

9.  Cuando  el  sacerdote  ha  hecho  lo  que  toca  a  su  oficio, 
conviene  entonces  que  el  príncipe  o  alto  barón  B  que  quiere 


6  Como  en  catalán  las  palabras  castellanas  «varón»  y  «barón»  son 
una  misma,  «baró»,  muchas  veces  es  difícil  saber  cómo  hav  que  tra- 
ducir el  original  luKano. 


128 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


hacer  caballero  el  escudero  que  pide  Caballería,  tenga  en  sí 
mismo  la  virtud  y  orden  de  Caballería,  para  que  con  la  gracia 
de  Dios  pueda  dar  la  virtud  y  orden  de  Caballería  al  escu- 
dero que  la  quiere  recibir  6.  Mas,  si  el  caballero  en  sí  mismo 
no  es  bien  ordenado  ni  virtuoso,  no  puede  dar  lo  que  no 
tiene,  y  es  de  peor  condición  que  las  plantas,  bestias  y  aves, 
pues  éstas  tienen  virtud  de  dar  su  naturaleza  engendrando 
una  a  otra. 

10.  El  mal  caballero  que  desordenadamente  quiere  ha- 
cer caballeros  y  multiplicar  su  Orden,  hace  injuria  a  la  Ca- 
ballería y  al  escudero;  y  con  lo  que  él  debería  ser  echado 
de  la  Caballería,  quiere  hacer  lo  que  no  conviene  que  se 
haga  7.  Y  por  el  falimiento  de  tal  caballero  sucede  algunas 
veces  que  el  escudero  que  de  él  toma  la  Caballería  no  es  tan 
asistido  de  la  gracia  de  Dios  ni  de  la  virtud  de  la  Caballería; 
por  esto  es  muy  necio  todo  escudero  que  de  tal  caballero 
toma  la  Caballería. 

11.  Debe  el  escudero  arrodillarse  ante  el  altar  y  levan- 
tar a  Dios  sus  ojos  corporales  y  espirituales  y  sus  manos. 
Y  entonces  el  caballero  le  ha  de  ceñir  la  espada,  en  la  que 
se  le  significa  la  castidad  y  justicia.  Debe  darle  un  beso,  en 
significación  de  la  caridad,  y  darle  una  bofetada,  para  que 
se  acuerde  de  lo  que  promete,  del  gran  cargo  a  que  se  obliga 
y  del  grande  honor  que  recibe  por  la  Orden  de  Caballería. 

12.  Después  que  el  caballero  espiritual  y  terrenal  ha 
cumplido  con  su  oficio  en  armar  el  nuevo  caballero,  debe 
éste  montar  a  caballo  y  manifestarse  así  a  la  gente,  para 
que  todos  sepan  que  es  caballero  y  que  se  es  obligado  a  man- 
tener y  defender  el  honor  de  la  Caballería;  pues  cuantos 
más  sean  los  que  sepan  su  Caballería,  tanto  mayor  refrena- 
miento tendrá  el  nuevo  caballero  de  hacer  falimientos  que 
sean  contra  su  Orden. 

13.  En  aquel  día  se  debe  hacer  gran  festín,  con  convi- 
tes, paseos  8  y  las  demás  cosas  correspondientes  al  festín 
de  Caballería.  Y  el  señor  que  arma  caballeros  ha  de  repar- 
tir dádivas  a  los  nuevos  caballeros  9.  Y  éstos  también  de- 
ben repartirlas;  porque  el  que  recibe  tan  grande  don,  cual 
es  la  Orden  de  Caballería,  la  desmiente  si  no  hace  dádivas 
como  corresponde.  Todas  estas  y  muchas  otras  cosas,  que 
sería  largo  referirlas,  pertenecen  a  la  función  de  dar  Ca- 
ballería. 


6  «al  escuder  qui  vol  orde  e  virtut  de  cavalleria». 

7  Mucho  más  pintorescamente  escribió  Ramón  :  «e  de  assò  per  què 
ell  deuria  ésser  desfet,  vol  fer  so  qui  no  cové  ésser  fet». 

•  «hacer...  paseos»  no  corresponde  en  modo  alguno  al  «boornar» 
catalán,  que  significa  tener  justas  o  torneos. 

•  Traducción  compendiada  :  «.E  lo  senyor  qui  fa  cavaller,  deu  do- 
nar al  cavaller  novell  e  als  altres  cavallers  novells». 


LIBRO  DE  LA  ORDEN   L>E  CABALLERÍA. — P.  V 


I  2Ü 


PARTE  V 

De  la  significación  de  las  armas  del  caballero 

1.  Todo  lo  que  viste  el  sacerdote  para  decir  misa,  tiene 
alguna  significación  conveniente  con  su  oficio.  Y  porque  el 
oficio  de  clérigo  y  de  caballero  convienen  entre  sí,  por  esto 
requiere  la  Orden  de  Caballería  que  todo  lo  que  ha  menester 
el  caballero  para  usar  de  su  oficio  tenga  alguna  significación 
que  manifieste  la  nobleza  de  la  Orden  de  Caballería. 

2.  Al  caballero  se  da  espada,  que  está  formada  a  seme- 
janza de  una  cruz,  para  significar  que,  así  como  nuestro  Se- 
ñor Jesucristo  en  la  cruz  venció  la  muerte  en  que  habíamos 
incurrido  por  el  pecado  de  nuestro  padre  Adán,  así  el  caba- 
llero con  la  espada  debe  vencer  y  destruir  los  enemigos  de 
la  cruz.  Y  porque  la  espada  es  de  dos  cortes,  y  la  Caballería 
es  para  mantener  la  justicia,  la  cual  consiste  en  dar  a  cada 
uno  su  derecho,  por  esto  la  espada  significa  que  el  caballero 
con  ella  deba  mantener  la  Caballería  y  la  justicia. 

3.  Lanza  se  da  al  caballero  para  significar  la  verdad; 
porque  la  verdad  es  una  cosa  derecha  y  no  se  tuerce,  y  an- 
tecede a  Ta  falsedad;  y  el  acero  de  la  lanza  significa  la  fuerza 
que  tiene  la  verdad  sobre  la  falsedad ;  y  asta  1  denota  que 

i  la  verdad  se  manifiesta  a  todos  sin  miedo  de  la  falsedad  ni 
engaño.  Y  la  verdad  es  el  apoyo  2  de  la  esperanza ;  y  otras 

:  cosas  más  pertenecientes  a  la  verdad  están  significadas  por 
la  lanza  del  caballero. 

4.  Se  da  al  caballero  yelmo  para  significar  la  vergüen- 
j  za  3,  porque  caballero  sin  vergüenza  no  puede  ser  obediente 

a  la  Orden  de  Caballería.  Y  así  como  la  vergüenza  hace 
í  avergonzar  el  hombre  y  mirar  al  suelo,  así  el  yelmo  defiende 
el  hombre  de  las  cosas  altas,  y  mira  la  tierra,  y  es  un  medio 
que  está  entre  las  cosas  altas  y  bajas.  Y  así  como  el  yelmo 

1  «asta»  quiere  traducir  aquí  «lo  panó»,  pendón  propiamente. 

1  El  texto  del  padre  Pasqual  impreso  por  Luanco  dice  :  «la  verdad 
es  el  recodo  de  la  esperanza» ,  y  el  editor  intenta  justificarlo  en  la 
nota.  El  original  dice  «recoldament  de  esperança»,  que  es  lo  mismo 
1  que  c recolzament».  En  este  sentido  he  corregido  en  el  texto  la  lec- 
ción castellana. 

"  También  este  pasaje  lo  imitó  Juan  Manuel  :  «La  vergüença  otrosí 
I  cumple  mucho  al  ca vallero,  más  que  otra  cosa  ninguna  ;  et  tanto  le 
l  cumple,  que  yo  diría  que  valdrá  más  al  cavallero  aver  en  sí  vergüen- 
!  ça  et  non  aver  otra  manera  ninguna  buena,  que  aver  todas  las  buenas 
maneras  et  non  aver  vergüença.  Ca,  por  buenas  maneras  que  aya, 
sin  vergüença  non  oviere,  tal  cosa  podrá  fazer  algún  día,  que  en  los 
días  que  viva  siempre  será  engañado. b 


5 


130 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


defiende  la  cabeza,  que  es  el  más  alto  y  principal  miembro 
del  hombre,  así  la  vergüenza  impide  4  al  caballero  (cuyo  ofi- 
cio, después  del  de  clérigo,  es  el  más  alto)  que  no  se  incline 
a  hechos  viles,  y  no  abata  la  nobleza  de  su  corazón  a  la 
maldad,  engaño  o  alguna  mala  crianza. 

5.  La  coraza  significa  castillo  y  muralla  contra  los  vicios 
y  falimientos ;  porque,  así  como  el  castillo  y  la  muralla  están 
alrededor  cerrados  para  que  nadie  pueda  entrar  en  ellos, 
así  la  coraza  está  por  todas  partes  cerrada  y  ajustada,  para 
significar  al  noble  corazón  del  caballero,  que  no  ha  de  poder 
entrar  en  él  traición,  orgullo,  deslealtad  ni  otro  vicio. 

6.  Calzas  de  hierro  se  dan  al  caballero  para  la  segu- 
ridad de  sus  pies  y  piernas,  para  significarle  que  con  su  es- 
pada, lanza,  maza  y  sus  demás  armas  debe  hacer  que  estén 
seguros  los  caminos. 

7.  Espuelas  calza  el  caballero  para  significar  la  dili- 
gencia, cautela  y  ansia  que  le  incumben,  para  poder  tener 
honrada  su  Orden.  Porque,  así  como  él  caballero  con  la  es- 
puela pica  su  caballo  para  que  ande  aprisa  y  corra  lo  más 
acelerado  que  pueda,  así  la  diligencia  hace  acelerar  lo  que 
conviene,  la  cautela  guarda  el  hombre  de  ser  sorprendido,  y 
la  ansia  hace  procurar  el  arnés  y  gasto  necesario  al  honor 
de  la  Caballería. 

8.  La  gola  se  da  al  caballero  en  significación  de  la  obe- 
diencia; porque  el  caballero  que  no  es  obediente  a  su  señor 
ni  a  la  Orden  de  Caballería,  deshonra  su  señor  y  sale  de  su 
Orden.  Por  ende,  así  como  la  gola  rodea  el  cuello  del  caba- 
llero para  que  esté  defendido  de  heridas  y  golpes,  así  la 
obediencia  lo  hace  estar  dsntro  los  mandamientos  de  su 
señor  o  mayor,  y  dentro  la  Orden  de  Caballería,  para  que 
la  traición,  orgullo,  injuria  u  otro  vicio  no  corrompan  el  ju- 
ramento hecho  a  su  señor  y  a  la  Caballería. 

9.  Maza  se  da  al  caballero  en  significación  de  la  forta- 
leza de  su  corazón;  porque,  así  como  la  maza  vale  contra 
todas  las  demás  armas  y  da  y  hiere  por  todas  partes,  así 
la  fortaleza  de  corazón  defiende  al  caballero  de  todos  loa 
vicios  y  fortifica  las  virtudes  y  buenas  costumbres  con  que 
mantiene  el  honor  de  la  Caballería. 

10.  Dase  al  caballero  misericordia  (esto  es,  hacha)  \  para 
que,  si  le  faltan  las  otras  armas,  eche  mano  del  hacha;  y  si 
está  tan  cerca  de  su  enemigo  que  no  le  pueda  herir  con  lanza 
ni  espada  ni  maza,  le  dé  golpe  con  el  hacha.  Por  esto  sig- 
nifica esta  arma  que  el  caballero  no  se  debe  fiar  de  sus  arma? 
ni  de  su  fuerza,  sino  que  debe  acercarse  tanto  a  Dios  por 


4  El  texto  castellano  decía  :  «así  la  vergüenza  detiene  el  caballe- 
ro», traducción  basada  en  una  mala  lectura  del  manuscrito,  que  dice 
«defèn»  ;  por  eso  corrijo  «impide  al». 

5  El  paréntesis  es  una  glosa  explicativa  del  padre  Pasqual. 


LIBRO   PE  LA   ORDEN   DE  CABALLERÍA. — P.   V  P,l 


la  esperanza,  que  con  Dios  y  su  esperanza  combata  sus  ene- 
migos y  los  contrarios  de  la  Caballería. 

11.  El  escudo  se  da  al  caballero  para  significarle  su  ofi- 
cio; porque,  así  como  el  escudo  se  mete  entre  el  caballero  y 
su  enemigo,  así  el  caballero  es  el  medio  entre  el  rey  y  su 
pueblo.  Y  así  como  el  golpe  primero  da  en  el  escudo  que  en 
el  cuerpo,  así  el  caballero  debe  exponer  su  cuerpo  delante 
de  su  señor,  si  acaso  quisiera  alguno  prenderle  o  herirla. 

12.  La  silla  en  que  cabalga  el  caballero  significa  la  se- 
guridad de  corazón  y  la  carga  de  la  Caballería;  porque,  a3i 
como  por  la  silla  el  caballero  está  seguro  sobre  su  caballo, 
así  la  firmeza  de  corazón  le  hace  estar  de  frente  en  la 
batalla,  por  lo  que  le  acaece  la  ventura  amiga  de  la  Caba- 
llería 8.  Por  la  misma  seguridad  se  desprecian  muchas  cu- 
bardes  jactancias  7  y  vanos  amagos,  y  se  refrenan  muchos 
hombres  que  no  se  atreven  a  emprender  cosa  alguna,  donde 
un  noble  coraje  hace  estar  seguro  el  caballero;  y  es  tan 
grande  la  carga  de  la  Caballería,  que  no  se  deben  mover  los 
caballeros  para  cosas  ligeras. 

13.  Al  caballero  se  da  caballo  en  significación  de  la 
nobleza  de  ánimo,  y  para  que  a  caballo  esté  más  elevado  que 
los  demás  hombres,  sea  visto  de  lejos,  tenga  más  cosas 
debajo  de  sí  y  sea  el  primero  de  todos  en  las  funciones  perte- 
necientes al  honor  de  la  Caballería  5. 

14.  Al  caballo  se  pone  freno,  y  sus  riendas  las  toma  en 
sus  manos  el  caballero,  para  significarle,  por  el  freno,  que 
refrene  su  boca  de  hablar  palabras  feas  y  falsas;  sus  manos 
de  dar  tanto,  que  después  necesite  de  pedir;  y  su  ardimien- 
to, para  no  ser  tan  atrevido  que  proceda  sin  cordura;  y 
por  las  riendas  entienda  que  se  deje  llevar  a  cualquiera  parte 
donde  lo  quiera  emplear  o  enviar  la  Orden  de  Caballería. 
Y,  cuando  será  menester,  alargue  sus  manos  gaste  y  dé 
según  corresponde  a  su  honor;  sea  animoso  y  no  tema  sus 
enemigos,  y,  cuando  dudara  de  herir,  deje  la  flaqueza  de 
corazón.  Porque,  si  hace  lo  contrario,  su  caballo,  que  es  bes- 
tia y  no  usa  de  razón,  sigue  mejor  que  él  la  regla  y  oficio 
de  Caballería. 

15.  Testera  se  pone  al  caballo  para  significar  que  nin- 
gún caballero  debe  usar  de  las  armas  sin  razón;  porque,  así 
como  la  cabeza  del  caballo  va  primero  y  delante  del  caba- 
llero, así  el  caballero  en  todo  lo  que  hace  debe  llevar  delante 

I  *  Traducción  inexacta  de  :  ccper  la  qual  seguretat  esdevé  ventura 
pmiga  de  la  cavalleria». 

7  Cuánto  más  p'.ntoresca  la  expresión  de  Ramón  Llull  :  «molts 
jvolpells  guabaments  e  moltes  vanes  semblances». 

Más  amplia  era  la  idea  del  autor  :  «que  enans  sie  a  tot  so  que-s 
frové  a  la  honor  de  cavalleria  que  altre  home». 

'  En  el  sentido  cié  «ensanche,  abra  sus  manos»  :  callaren  ses 
mans». 


132 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


la  razón;  pues  la  obra  que  se  hace  sin  razón  tiene  tanta 
vileza  en  sí,  que  no  debe  presenciarla  el  caballero.  Por  esto, 
así  como  la  testera  guarda  y  defiende  la  cabeza  del  caballo, 
así  la  razón  guarda  y  defiende  el  caballero  de  vituperio  y 
vergüenza. 

16.  Las  guarniciones  del  caballo  lo  defienden,  y  por 
ellas  se  significa  al  caballero,  que  debe  guardar  y  conservar 
sus  bienes  y  riquezas,  para  que  le  puedan  bastar  al  oficio 
de  Caballería.  Porque,  así  como  el  caballo  sin  las  guarnicio- 
nes no  podría  estar  defendido  de  golpes  y  heridas,  así  el 
caballero  sin  estos  bienes  temporales  no  podría  mantener 
el  honor  de  la  Caballería  ni  se  podría  defender  de  pensa- 
mientos malvados,  porque  la  pobreza  hace  pensar  en  enga- 
ños y  traiciones. 

17.  El  perpunte  10  da  significación  al  caballero  de  los 
grandes  trabajos  que  ha  de  sufrir  para  honrar  la  Orden  de 
Caballería.  Porque,  así  como  el  perpunte  está  sobre  los  de- 
más aderezos,  expuesto  al  sol,  lluvia  y  viento,  recibe  el  golpe 
primero  que  la  coraza  y  por  todas  partes  es  combatido  y 
herido,  así  el  caballero  está  elegido  para  mayores  trabajos 
que  cualquier  otro  hombre.  Porque  todos  los  que  están  deba- 
jo de  su  nobleza  y  guarda,  deben  recurrir  a  él,  y  debe  de- 
fenderlos a  todos;  y  primero  debe  ser  herido,  llagado  o 
muerto  que  los  hombres  que  le  están  encomendados.  Siendo, 
pues,  esto  así,  grande  es  la  carga  de  la  Caballería ;  y  por  esto 
los  príncipes  y  altos  barones  están  puestos  en  tan  grande 
trabajo  para  regir  y  defender  sus  tierras  y  pueblos  n. 

18.  Las  armas  en  el  escudo,  silla  y  perpunte,  se  dan  al 
caballero  para  ser  alabado  de  los  ardimientos  que  emprenda 
y  de  los  golpes  que  da  en  la  batalla.  Y,  si  es  cobarde,  flaco 
o  inobediente,  se  le  da  señal  para  que  sea  vituperado  y  re- 
prehendido. Y,  porque  estas  armas  se  dan  al  caballero  para 
que  se  conozca  si  es  amigo  o  enemigo  de  la  Caballería,  cada 
uno  debe  honrar  sus  armas,  para  guardarse  del  vituperio, 
que  al  caballero  lo  echa  de  la  Orden  de  Caballería. 

19.  El  rey,  príncipe  o  señor  de  caballeros  tiene  estan- 
darte 1-,  en  significación  de  que  los  caballeros  deben  mante- 
ner el  honor  de  su  señor  y  [de]  sus  estados;  porque  por  el 
honor  del  reino  o  principado  de  su  señor  son  más  honrados 
por  las  gentes,  y  por  el  deshonor  de  su  tierra  y  de  su  señor 
son  [más]  vituperados  que  los  otros  hombres.  Pues,  así  como 
por  dicho  honor  deben  ser  más  alabados,  porque  más  les 


10  Corresponde  al  «perpunte»  castellano,  que  la  Academia  Española 
define  :  «Jubón  fuerte,  colchado  con  algodón  y  pespuntado,  para  pre- 
servar v  guardar  el  cuerpo  de  las  armas  blancas». 

11  No  corresponde  con  fidelidad  a  clars  terres  e  lur  poble». 
?  Interpretación  fundada  de  «senyal». 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.  VI  I  U 


toca  a  ellos  el  honor  que  a  los  otros  hombres,  así  por  el 
deshonor  deben  ser  más  vituperados  que  ellos,  porque  pol- 
la flaqueza  o  traición  de  ellos,  más  que  por  la  de  cual  [es  J  quie- 
ra otros  que  no  son  caballeros,  son  desposeídos  de  sus  astados 
los  reyes,  príncipes  y  altos  barones,  y  se  pierden  los  reinos, 
condados  y  otras  tierras. 


PARTE  VI 

De  las  costumbres  que  PERTENECEN  al  caballero 

1.  Si  por  la  nobleza  de  corazón  fué  elegido  el  caballero 
por  superior  a  los  que  están  sujetos  a  su  servicio,  conviene 
al  caballero  la  nobleza  de  costumbres  y  buen  trato;  porque 
la  sola  nobleza  de  corazón  no  pudiera  exaltarle  al  alto  honor 
de  la  Caballería  sin  que  en  la  elección  se  atendiesen  las  vir- 
tudes y  buenas  costumbres.  Y,  siendo  esto  así,  es  preciso 
que  el  caballero  se  ejercite  en  buenas  costumbres  y  buen 
trato  l. 

2.  Todo  caballero  debe  saber  las  siete  virtudes  que  son 
raíz  y  principio  de  todas  las  buenas  costumbres  y  son  vía  y 
camino  para  la  celestial  gloria  perdurable;  de  estas  virtudes 
hay  tres  que  son  teológicas,  y  las  otras  cuatro  son  cardi- 
nales. Las  teológicas  son  fe,  esperanza  y  caridad.  Las  car- 
dinales son  justicia,  prudencia,  fortaleza  y  templanza. 

3.  El  caballero  sin  fe  no  puede  ser  bien  acostumbrado, 
porque  por  la  fe  espiritualmente  ve  el  hombre  a  Dios  y  sus 
obras,  creyendo  en  las  cosas  invisibles,  y  por  la  fe  tiene 
esperanza,  caridad  y  lealtad,  y  es  servidor  de  la  verdad.  Mas 
por  falta  de  fe,  descree  a  Dios  y  sus  obras  y  las  cosas  invi- 
sibles, que  sin  fe  no  puede  el  hombre  entender  ni  saber.  Por 
la  fe  que  tienen  los  caballeros  bien  acostumbrados,  van  en 
peregrinación  a  la  Tierra  Santa  de  L'ltramar.  pelean  con- 
tra los  enemigos  de  la  cruz,  y  son  mártires  cuando  mueren 
por  exaltar  la  santa  fe  católica.  También  por  la  fe  defienden 
a  los  clérigos  de  aquellos  malvados  hombres  que  por  falta 
de  fe  los  desprecian,  los  roban  y,  cuanto  pueden,  les  quitan 
las  haciendas. 

4.  La  esperanza  es  una  virtud  que  conviene  muchísimo 
al  oficio  de  caballero,  porque  por  la  esperanza  se  acuerden 
de  Dios  en  la  batalla,  en  sus  cuitas  y  tribulaciones;  y  por 
esta  esperanza  tienen  socorro  y  ayuda  de  Dios,  quien  da 
victoria  en  la  batalla  por  razón  de  la  esperanza  y  confianza 
que  tienen  los  caballeros  más  en  el  poder  de  Dios  que  en  sus 

Por  «>e  convenga  ab  bones  costumes  e  ab  bons  nudriments». 


134 


OBRAS    LITERARIAS   DE    RAMON  LLULL 


fuerzas  ni  armas.  Con  la  esperanza  se  fortalece  y  aumenta 
el  coraje  del  caballero;  por  ella  sufren  los  caballeros  los 
trabajos,  se  aventuran  en  los  peligros  a  que  se  exponen,  y, 
cuando  están  sitiados  en  los  castillos  y  ciudades  que  defien- 
den, sufren  hambre  y  sed;  y,  si  no  hubiese  esperanza,  no 
tendría  él  caballero  con  que  usar  del  oficio  de  Caballería. 

5.  El  caballero  sin  caridad  no  puede  ser  sin  crueldad, 
la  que  y  la  mala  voluntad  no  se  convienen  con  el  oficio  de 
Caballería,  y  por  esto  al  caballero  le  conviene  la  caridad; 
porque,  si  no  tiene  caridad  a  Dios  y  a  su  prójimo,  ¿cómo 
amará  a  Dios,  cómo  tendrá  piedad  de  los  desvalidos,  cómo 
tendrá  misericordia  de  los  que  ha  vencido  que  le  piden  mer- 
ced ?  Y,  si  no  hay  caridad  en  el  caballero,  ¿  cómo  podrá  estar 
en  la  Orden  de  Caballería?  La  caridad  es  virtud  que  une 
una  virtud  con  otra  y  separa  un  vicio  de  otro,  y  es  amor,  del 
que  todo  caballero  y  todo  hombre  puede  haber  de  Dios  tanto 
como  necesita  para  mantener  su  oficio;  y  la  caridad  le  hace 
ligera  la  carga  de  la  Caballería.  Y  así  como  el  caballo  sin 
pies  no  podría  llevar  al  caballero,  así  ningún  caballero  sin 
caridad  puede  sostener  la  grande  carga  que  debe  llevar  un 
corazón  noble  para  honrar  la  Caballería. 

6.  Si  el  hombre  fuese  hombre  sin  cuerpo,  sería  invisi- 
ble; y  si  lo  fuese,  no  sería  lo  que  es;  y  si  el  caballero  sin 
justicia  estuviese  en  él  oficio  de  Caballería,  se  seguiría  que  la 
justicia  no  sería  lo  que  es,  o  que  la  Caballería  sería  lo  con- 
trario de  la  misma  Caballería.  Mas,  como  la  Caballería  tuvo 
su  principio  en  la  justicia,  ¿qué  caballero  acostumbrado  en 
hacer  tuertos  e  injurias  piensa  estar  en  la  Orden  de  Caba- 
llería? Deshacer  caballero  consiste  en  romperle  por  detrás 
el  cinturón  de  la  espada  y  quitársele,  para  significarle  que 
no  debe  usar  de  la  Caballería.  Por  esto,  si  la  Caballería  y 
la  justicia  se  convienen  tanto  que  no  puede  haber  Caballería 
sin  justicia,  el  caballero  que  se  hace  injurioso  y  enemigo  de 
la  justicia  se  deshace  a  sí  mismo,  reniega  de  la  Orden  de 
Caballería  y  la  descree. 

7.  La  prudencia  es  una  virtud  por  la  cual  el  hombre 
tiene  conocimiento  del  bien  y  del  mal  y  sabe  amar  el  bien 
y  aborrecer  el  mal.  Y  es  ciencia  por  la  cual  de  las  cosas 
presentes  se  conocen  las  futuras;  y  por  ella  sabe  el  hombre, 
con  algunas  cautelas  y  maestrías  2,  huir  los  daños  corpo- 
rales y  espirituales.  Por  esto,  siendo  los  caballeros  para  per- 
seguir y  destruir  los  malos,  y  no  metiéndose  ningunos  hom- 
bres en  tantos  peligros  como  los  caballeros,  ¿qué  cosa  les 
es  más  necesaria  que  la  prudencia?  La  usanza  de  caballero 
de  guarnecer  y  combatir  no  se  conviene  tanto  con  el  oficio 
de  Caballería  como  el  uso  de  la  razón  [y]  de  entendimiento 


'  «maestries»  en  catalán  significa  engaños  solapados. 


LIBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA- — P.   VI  Ifá 


y  de  voluntad  bien  ordenada ;  porque  más  batallas  se  vencen 
por  maestría  y  cordura  que  por  muchedumbre  de  gentes, 
guarniciones  ni  caballeros.  Siendo,  pues,  esto  así,  si  tú,  ca- 
ballero, quieres  acostumbrar  tu  hijo  al  oficio  de  caballero 
para  mantener  el  honor  de  la  Caballería,  sepas  acostumbrar- 
lo a  usar  de  la  razón  y  entendimiento  cuanto  puedas,  para 
que  sea  amador  del  bien  y  enemigo  del  mal;  porque  por 
este  uso  la  prudencia  y  Caballería  se  unen  y  convienen  jun- 
tamente para  honrar  al  caballero. 

8.  La  fortaleza  es  una  virtud  que  está  en  el  corazón 
noble  contra  los  siete  pecados  mortales,  esto  es,  gula,  luju- 
ria, avaricia,  acidia,  soberbia,  envidia,  ira,  que  son  los  ca- 
minos por  donde  va  el  hombre  a  los  tormentos  infernales, 
que  no  tienen  fin.  Por  esto  el  caballero  que  anda  por  tales 
caminos  no  va  al  hospicio  \  en  que  la  nobleza  de  corazón 
constituye  su  habitación  y  estancia. 

9.  La  gula  engendra  flaqueza  de  corazón  por  la  reple- 
ción y  embargamiento  * ;  trae  pobreza  por  el  demasiado  gas- 
to en  comer  y  beber,  y  carga  tanto  el  cuerpo  con  las  vian- 
das, que  engendra  pereza  y  flaqueza.  Y  como  todos  estos  vk 
cios  sean  contrarios  al  caballero,  por  esto  su  fuerte  corazón 
con  la  abstinencia,  continencia  y  templanza,  combate  contra 
la  gula  y  sus  valederos. 

10.  La  lujuria  y  fortaleza  se  combaten  una  contra  la 
otra.  Las  armas  con  que  la  lujuria  combate  la  fortaleza  son : 
juventud,  hermosura,  mucho  comer  y  beber,  vestidos  ricos, 
ocasión,  falsedad,  traición,  injuria,  menosprecio  de  Dios  y 
del  paraíso,  poco  temor  de  las  penas  del  infierno  y  otras 
semejantes.  Pero  la  fortaleza  combate  la  lujuria  con  acor- 
darse de  Dios  y  de  sus  mandamientos,  con  entender  a  Dios 
y  los  bienes  y  males  que  puede  dar  y  con  amar  a  Dios  por  ser 
digno  de  ser  amado,  temido,  honrado  y  obedecido.  La  com- 
bate también  con  la  nobleza  del  corazón,  que  no  quiere  so- 
meterse a  malos  y  sucios  pensamientos  ni  quiere  abatirse 
de  su  alto  honor  a  ser  vituperado  de  las  gentes.  Y  como  el 
caballero  se  llame  caballero  por  combatir  los  vicios  con  la 
fuerza  de  corazón,  no  tiene  corazón  de  caballero  el  que  está 
sin  fortaleza,  ni  tiene  las  armas  con  que  el  caballero  debe 
combatir. 

11.  La  avaricia  es  un  vicio  que  abate  la  excelencia  del 
corazón  a  someterse  a  cosas  viles;  por  esto,  por  falta  de 
noble  corazón,  que  no  los  defiende  contra  la  avaricia,  son 
los  caballeros  codiciosos  y  avaros,  y  por  la  codicia  hacen 

3  Quiere  corresponder  a  «hostal»,  posada. 

4  «sancfoniment  e  embriagament»  dice  la  edición  catalana  de  Ma- 
teo Obrador,  y  significaría  pobreza  de  sangre  y  embriaguez.  Pero  el 
mismo  traductor  advierte  que  otra  lección  dice  «embarguament»,  mal- 
estar corporal.  ' 


336  OBRAS    LITERARIAS   DE    RAMON  LLULL 


injurias  y  tuertos  y  se  hacen  súbdites  y  cautivos  de  aque- 
llos bienes  que  Dios  ha  sometido  a  ellos.  Tiene  tal  costum- 
bre la  fortaleza,  que  no  ayuda  a  ningún  enemigo  suyo  y  no 
quiere  ayudar  a  quien  no  la  pide  socorro;  porque  tan  noble 
cosa  es  en  sí  misma  la  fortaleza  de  corazón,  tanta  honra 
se  le  debe  hacer,  que  en  las  cuitas  y  trabajos  debe  ser  lla- 
mada y  se  le  debe  pedir  ayuda.  Por  tanto,  cuando  el  caba- 
llero por  da  avaricia  es  tentado  a  inclinar  su  noble  corazón 
a  alguna  maldad,  deslealtad  o  traición,  entonces  debe  recu- 
rrir a  la  fortaleza,  en  la  que  no  hallará  flaqueza,  cobardía, 
desaliento  ni  falta  de  socorro  y  ayuda.  Y  porque  con  la  for- 
taleza puede  el  corazón  noble  ser  fuerte  y  vencer  todos  los 
vicios,  avaro  caballero,  diablo,  ¿por  qué  no  eres  de  noble 
y  fuerte  corazón,  para  no  someterte  por  avaricia  a  viles  pen- 
samientos y  Obras?  Porque,  si  la  avaricia  y  Caballería  se 
convienen,  ¿  [por  qué]  no  es  caballero  el  usurero? 

12.  La  acidia  es  un  vicio  por  el  cual  el  hombre  ama  el 
mal  y  desama  el  bien.  Por  tanto,  éste  es  el  vicio  por  el  cual 
mejor  se  pueden  ver  en  el  hombre  las  señales  de  condenación 
que  por  cualquier  otro;  así  como  por  su  contrario  mejor  se 
pueden  conocer  las  señales  de  salvación  que  por  otra  virtud. 
Y  así,  el  que  quiere  vencer  y  superar  la  acidia,  le  conviene 
tener  fortaleza  en  su  corazón,  con  que  venza  la  naturaleza 
del  cuerpo,  que  por  la  corrupción  del  pecado  de  Adán  está 
inclinada  al  mal.  El  que  tiene  acidia,  siempre  que  otro  hace 
bien  se  disgusta  de  ello,  y  cuando  hace  daño  se  disgusta  por- 
que no  es  mayor.  Y  por  esto  del  bien  y  del  mal  de  los  otros 
hombres  le  viene  trabajo  y  pesar.  Por  esto,  como  el  disgusto 
dé  pena  y  trabajo,  si  tú,  caballero,  quieres  vencer  este  vicio, 
te  conviene  rogar  la  fortaleza  que  fortifique  tu  corazón  con- 
tra la  acidia,  a  la  cual  vence  la  fortaleza,  teniendo  presente 
que,  si  Dios  hace  bien  a  uno  o  a  muchos  hombres,  no  se  sigue 
de  esto  que  no  te  pueda  hacer  bien  a  ti,  pues  no  le  da  todo 
lo  que  tiene,  ni  a  ti  te  quita  algo  de  lo  tuyo. 

13.  La  soberbia  es  vicio  de  desigualdad,  porque  el  or- 
gulloso no  quiere  tener  par  ni  igual,  y  por  esto  ama  ser  solo. 
Y,  como  la  humildad  y  fortaleza  son  dos  virtudes  que  aman 
la  igualdad  y  son  contra  el  orgullo,  si  tú,  caballero  orgulloso, 
quieres  vencer  tu  orgullo,  une  en  tu  corazón  la  humildad  y 
fortaleza;  porque  la  humildad  sin  fortaleza  no  es  fuerte  con- 
tra el  orgullo,  pues  en  la  humildad  en  que  no  hay  fortaleza, 
no  hay  fuerza,  y  sin  ésta  no  puede  ser  vencido  el  orgullo. 
Cuando  sobre  tu  caballo  te  verás  guarnecido  de  todas  tus 
armas,  ¿serás  orgulloso?  No,  si  la  fuerza  de  la  humildad  te 
hace  recordar  la  razón  por  que  eres  caballero;  y,  si  eres  or- 
gulloso, no  tendrás  fuerza  en  tu  corazón  para  vencer  y  echar 
de  él  los  pensamientos  altivos.  Si  acaso  eres  desribado  de  tu 
caballo,  preso  y  vencido,  ¿serás  tan  orgulloso  como  eras? 


MURO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA. — P.  VI  l¿7 


No,  porque  la  fuerza  corporal  habrá  vencido  y  superado  en 
tu  corazón  el  orgullo,  aunque  la  nobleza  de  corazón  no  es 
cosa  corporal.  ¡Cuánto  más,  pues,  la  fortaleza  y  humildad, 
que  son  cosas  espirituales,  deben  echar  fuera  el  orgullo  del 
corazón  noble,  que  es  nobleza  espiritual! 

14.  La  envidia  es  desagradable  a  la  justicia,  caridad  y 
largueza,  que  se  convienen  con  la  Orden  de  Caballería.  Por 
esto,  cuando  el  caballero  tiene  el  corazón  flaco,  no  puede  sos- 
tener ni  seguir  la  Orden  de  Caballería,  por  falta  de  fortaleza, 
que  no  está  en  su  corazón  5.  La  envidia  echa  del  corazón  la 
justicia,  caridad  y  largueza,  y  por  esto  el  caballero  codicia 
haber  los  bienes  ajenos  y  es  perezoso  para  ganar  semejantes 
bienes  por  fuerza  de  armas ;  y  por  lo  mismo  dice  mal  de  aque- 
llas cosas  que  querría  haber  de  los  que  las  poseen;  y  la  en- 
vidia le  hace  pensar  cómo  para  ello  pueda  usar  de  engaños 
y  falimientos. 

15.  La  ira  es  en  el  corazón  una  perturbación  de  acordar, 
entender  y  querer.  Y  por  esta  perturbación  el  acordar  se 
convierte  en  olvido,  el  entender  en  ignorancia  y  el  querer  en 
iracundia.  Y  como  el  acordar,  entender  y  querer  sean  la  ilu- 
minación por  la  cual  el  caballero  puede  seguir  los  caminos  de 
la  Caballería,  que  la  ira  y  perturbación  de  su  espíritu  quie- 
ren echar  de  su  corazón,  conviene  que  recorra  a  la  fortaleza, 
caridad,  abstinencia  y  paciencia,  que  son  refrenamiento  de 
la  ira  y  refrigerio  de  los  trabajos  que  [ella]  da.  Cuanto  ma- 
yor" es  la  ira,  tanto  mayor  ha  de  ser  la  fuerza  que  la  vence 
con  la  caridad,  abstinencia  y  paciencia.  Y  donde  es  mayor 
esta  fuerza,  es  menor  la  ira  y  mayor  la  caridad,  abstinencia  y 
paciencia.  Y  por  la  minoridad  de  la  ira  y  mayoridad  de  di- 
chas virtudes,  son  menores  la  mala  voluntad,  impaciencia  y 
los  otros  vicios;  y  donde  menores  son  los  vicios  y  mayores 
las  virtudes,  es  mayor  la  justicia  y  sabiduría;  por  cuya  ma- 
yoridad es  mayor  la  Orden  de  Caballería.  Habernos  dicho  el 
modo  con  que  la  fortaleza  está  en  el  corazón  del  caballero 
contra  ios  siete  pecados  mortales;  ahora  diremos  de  la  tem- 
planza. 

16.  La  templanza  es  una  virtud  que  está  en  medio  de 
dos  vicios,  uno  de  los  cuales  es  pecado  por  demasiada  gran- 
deza, y  el  otro  por  demasiada  poquedad;  y  por  esto  entre  lo 
demasiado  ha  de  estar  la  templanza  en  tal  cuantidad  que 
convenga  a  la  virtud,  porque,  si  así  no  lo  fuera,  no  habría 
medio  entre  lo  demasiado  y  lo  poco,  lo  que  no  es  verdad. 
El  caballero  bien  acostumbrado  debe  ser  templado  en  el  ar- 
dimiento, en  comer  y  beber,  en  hablar  (en  que  se  puede  men- 
Itir),  en  vestir  (en  que  puede  haber  vanagloria),  en  gastar 

I  '  En  e>te  pacaje  preferimos  la  puntuación  de  Pasqual  s  la  que  da 
Obrador  al  texto  catalán  :  «Per  defalliment  de  fortitudo  qui  no  ¿<«  en 
lo  coratge  del  cavaller,  enveja  gita  de  son  coratge  justícia...» 


]  ;VS  OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


y  en  todas  las  demás  cosas  semejantes.  Y  sin  templanza  no 
puede  mantener  el  honor  de  la  Caballería,  ni  la  puede  con- 
servar en  el  medio,  que  es  virtud,  por  no  estar  en  las  extre- 
midades. 

17.  Debe  ser  usanza  de  caballero  oir  misa  y  sermón,  ado- 
rar, rogar  y  temer  a  Dios ;  porque  con  esta  costumbre  el  ca- 
ballero piensa  en  la  muerte  y  en  la  vileza  de  este  mundo,  pide 
a  Dios  la  gloria  celestial  y  teme  las  penas  del  infierno,  y  por 
esto  usa  de  las  virtudes  y  costumbres  que  pertenecen  a  la 
Orden  de  Caballería.  Mas  el  caballero  que  hace  lo  contrario 
y  cree  en  agüeros  y  adivinanzas,  hace  contra  Dios,  y  tiene 
mayor  fe  y  esperanza  en  el  viento  de  su  cabeza  °,  y  en  las 
operaciones  de  las  aves,  y  en  las  adivinanzas  7,  que  en  Dios 
y  sus  operaciones ;  por  esto  el  tal  caballero  no  es  agradable 
a  Dios  ni  mantiene  la  Orden  de  Caballería. 

18.  El  carpintero,  zapatero  y  los  demás  menestrales  no 
podrían  usar  de  su  oficio  sin  el  arte  y  modo  que  les  perte- 
nece. Y  como  Dios  haya  dado  al  caballero  razón  y  discreción 
para  saber  ejercitarse  en  los  hechos  de  armas  y  mantener  la 
regla  y  arte  de  Caballería,  si  el  caballero  deja  su  discreción, 
que  la  razón  le  significa  y  demuestra,  y  echa  fuera  la  nobleza 
de  corazón,  y  sigue  agüeros  y  adivinanzas,  entonces  es  como 
el  loco,  que  no  usa  de  razón  y  obra  por  casualidad  8.  Por  esto 
el  tal  caballero  es  contra  Dios,  y  según  razón  debe  ser  ven- 
cido y  superado  por  su  enemigo,  que  contra  él  usa  de  razón, 
discreción  y  esperanza,  que  tiene  en  Dios.  Y  si  esto  no  fuese 
así,  se  seguiría  que  los  agüeros,  adivinanzas  y  alma  sin  ra- 
zón, se  conviniesen  mejor  con  la  Orden  de  Caballería  que 
Dios,  discreción,  fe,  esperanza  y  nobleza  de  corazón;  lo  que 
es  imposible. 

19.  Así  como  el  juez  sigue  su  oficio  cuando  juzga  según 
los  testimonios,  así  el  caballero  hace  su  oficio  cuando  usa 
de  razón  y  discreción,  que  le  son  testimonios  de  lo  que  debe 
hacer  en  hecho  de  armas.  Y  así  como  el  juez  daría  sentencia 
falsa  si  no  juzgaba  según  los  testimonios,  sino  por  agüeros 
y  adivinanzas,  así  el  caballero  hace  contra  lo  que  es  de  su 
oficio  cuando  desmiente  lo  que  la  razón  y  discreción  le  mues- 
tran, y  se  dirige  por  lo  que  hacen  las  aves,  que  lo  hacen  por 
sus  necesidades,  y  por  casualidad  van  por  el  aire  volando  9. 
Y,  siendo  esto  así,  por  tanto,  debe  el  caballero  seguir  la  ra- 
zón y  discreción  y  lo  que  le  significan  sus  armas,  según  arri- 
ba está  explicado;  ni  debe  tomar  significación  necesaria  de 


6  Cambiamos  «el  viento  de  su  campo»,  de  la  edición  castellana, 
por  «el  viento  de  su  cabeza»,  que  corresponde  al  catalán  «cap». 

7  «adivinanzas»  es  una  traducción  muy  imperfecta  de  «averanys», 
predicciones  (originariamente  fundadas  en  las  aves;. 

8  «e  fa  a  ventura  so  que  fa». 

*  Igualmente  «van  volant  per  l'àer  a  ventura». 


LIBRÓ  I>K  LA  ORDEN*  DE  CABALLERÍA. — P'.  Vil  l  \g 


lo  que  se  hace  por  casualidad  10,  ni  por  ello  arreglar  sus  cos- 
tumbres. 

20.  Conviene  al  11  caballero  que  sea  amador  del  bien 
común,  pues  por  la  común  utilidad  de  las  gentes  fué  esta- 
blecida la  Caballería;  y  el  bien  común  es  mayor  y  más  ne- 
cesario que  el  especial.  También  conviene  al  caballero  hablar 
bellamente,  vestir  con  aseo  1L>,  usar  de  buen  arnés  y  tener 
casa  grande,  pues  todas  estas  cosas  son  necesarias  para 
honrar  la  Caballería.  Cortesanía  y  caballería  se  convienen, 
pues  la  es  contraria  la  villanía  y  feas  palabras.  Pertenecen 
también  al  caballero  la  privanza  con  hombres  buenos,  la 
lealtad,  verdad,  ardimiento,  verdadera  largueza,  honestidad, 
humildad,  piedad  y  demás  partidas  semejantes;  porque,  así 
como  el  hombre  debe  reconocer  que  en  Dios  está  toda  la 
nobleza,  así  al  caballero  se  debe  atribuir  todo  aquello  de 
que  la  Caballería  recibe  honor  por  los  que  están  en  su  Orden. 

21.  Por  la  costumbre  y  buena  crianza  que  da  el  caba- 
llero a  su  caballo  no  es  tan  13  mantenido  el  honor  de  la  Ca- 
ballería como  por  las  costumbres  y  buen  trato  que  usa  y 
enseña  a  su  hijo  porque  la  Caballería  no  está  en  el  caballo 
ni  en  las  armas,  sino  en  el  caballero.  Por  esto  el  caballero 
que  enseña  bien  su  caballo  y  acostumbra  a  malos  tratos  15 
a  sí  mismo  y  a  su  hijo,  si  podía,  se  haría  bestia  a  sí  mismo 
y  a  su  hijo,  y  a  su  caballo  lo  haría  caballero. 


P  A  R  T  E   V  I  I 

De  la  honra  que  se  debe  hacer  al  caballero 

1.  Según  va  referido  en  este  libro,  Dios  ha  honrado  al 
caballero  y  lo  ha  honrado  también  el  pueblo ;  y  1  la  Caba- 
llería es  un  oficio  muy  honroso  y  necesario  al  régimen  del 
mundo;  por  esto  el  caballero,  por  todas  las  referidas  y  mu- 
chas otras  razones,  debe  ser  honrado  por  las  gentes. 

2.  Si  el  rey,  príncipe  y  señor  de  alguna  tierra  debe  ser 
caballero,  pues  sin  este  honor  no  merece  ser  príncipe  ni 

1"  «so  qui-s  fa  a  ventura». 

"  El  texto  español  dice  «el  caballero»,  que  aquí  resulta  confuso. 
H  Ramón  IJull  repite  con  ingenuo  estilo  :   «l>ellament  parlar  e 
bellament  vestir». 

"  La  edición  de  Luanco  dice  «tanbién». 

M  Traducción  compendiosa  de  «que  cavaller  fa  en  si  mateix  o  en 
son  fill». 

*  «a  malvats  nudrimento». 

1  La  conjunción  «y»  no  refleja  el  genuino  sentido  del  origina]  : 
«doncs  cavalleria  és  honrat  offici». 


140  OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


señor  de  estados,  es  consiguiente  que  los  caballeros  deben 
ser  honrados  por  los  reyes  y  altos  barones;  porque,  así 
como  los  caballeros  hacen  que  los  reyes  y  altos  barones  es- 
tén honrados  sobre  los  otros  hombres,  así  los  reyes  y  ba- 
rones deben  tener  honrados  los  caballeros  sobre  los  demás 
hombres. 

3.  La  Caballería  y  la  franqueza-  convienen  entre  sí, 
como  también  la  franqueza  y  señorío  del  rey  o  príncipe;  y 
así  3  conviene  que  el  caballero  sea  franco,  para  que  el  rey  y 
príncipe  sea  señor.  Y,  siendo  esto  así,  por  tanto,  conviene 
que  el  honor  del  rey  o  de  cualquier  otro  señor  se  convenga 
con  el  honor  del  caballero,  de  tal  modo  que  el  dueño  de  es- 
tados sea  señor,  y  el  caballero  sea  honrado. 

4.  Al  honor  de  caballero  corresponde  ser  amado  por  ser 
bueno,  ser  temido  por  ser  fuerte,  ser  alabado  por  sus  buenos 
hechos  y  ser  rogado  por  ser  privado  y  consejero  del  señor. 
Por  esto,  despreciar  el  caballero  por  ser.de  la  misma  natu- 
raleza de  los  demás  hombres,  es  despreciar  todas  las  sobre- 
dichas cosas,  por  las  cuales  debe  ser  honrado  el  caballero. 

5.  El  señor  que  en  su  corte,  en  su  consejo  y  en  su  mesá 
hace  honra  al  caballero,  se  hace  honra  a  sí  mismo  en  la 
batalla.  El  señor  que  hace  su  embajador  a  un  sabio  caba- 
llero, encomienda  su  honor  a  la  nobleza  de  corazón.  El  señor 
que  hace  mucha  honra  al  caballero  que  es  su  fiel  servidor, 
se  hace  a  sí  mismo  mucha  honra.  El  señor  que  ayuda  y  sos- 
tiene al  caballero,  tiene  bien  ordenado  su  oficio  y  mantiene 
su  señorío.  El  señor  que  tiene  por  privado  al  caballero,  tiene 
amistad  con  la  Caballería. 

6.  Solicitar  la  mujer  de  caballero,  o  inclinarla  a  maldad, 
no  es  honor  de  caballero.  La  mujer  de  caballero  que  concibe 
hijo  de  un  villano,  no  honra  la  Caballería  y  destruye  la 
antigüedad  de  linaje  del  caballero/  El  caballero  que  por 
deshonestidad  tiene  hijo  de  villana,  no  honra  el  paraje  ni 
Caballería.  Por  tanto,  el  paraje  en  mujer  y  caballero  se  con- 
viene por  el  matrimonio  con  el  honor  de  la  Caballería,  y  lo 
contrario  tira  a  su  destrucción. 

7.  Si  los  hombres  que  no  son  caballeros  están  obligados 
a  honrar  al  caballero,  ¡  cuánto  más  un  caballero  está  tenido  4 
a  honrar  a  sí  mismo  y  a  su  igual !  Y  si  el  caballero  está  obli- 
gado a  honrar  su  cuerpo  en  ir  bien  montado,  lúcidamente 
vestido  y  arreado,  y  servido  de  buenas  personas,  ¡cuánto 
más  debe  honrar  su  noble  corazón,  por  el  cual  es  caballero! 
El  cual  es  deshonrado  cuando  el  caballero  admite  en  él  viles 


a  Poco  felizmente  «franqueza»  traduce  «franquesa»  en  el  sentido 
de  privilegio  o  exención  de  tributos. 

s  Lo  mismo  aquí  :  «car  lo  cavaller  cavé  ésser  franch». 

4  Quiere  reflejar  ei  «és  tengut»  del  original,  que  significa  «estéi 
obligado». 


UBRO  DE  LA  ORDEN  DE  CABALLERÍA.  — R.  VII  I  i  I 


y  malvados  pensamientos,  engaños  y  traiciones,  y  echa  de 
él  los  pensamientos  nobles,  que  pertenecen  a  la  nobleza  de 
corazón. 

8.  El  caballero  que  deshonra  a  sí  mismo  y  su  igual  ca- 
ballero, no  ha  de  ser  digno  de  honor  ni  de  ser  honrado;  pues, 
si  lo  era,  se  haría  injuria  al  caballero,  que  en  sí  mismo  y 
en  otro  tiene  honrada  la  Caballería.  Por  tanto,  corno  la  Ca- 
ballería esté  y  se  sostenga  en  el  caballero,  ¿quién  puedo 
honrar  o  deshonrar  la  Caballería  tanto  como  el  caballero? 

9.  Muchos  son  los  honores  y  honramientos  que  deben 
hacerse  al  caballero,  y  cuanto  éstos  son  mayores,  más  obli- 
gado está  el  caballero  a  honrar  la  Caballería.  Mas,  como 
habernos  de  escribir  el  Libro  de  la  Orden  de  Clerecía,  hace- 
mos tan  breve  éste  de  la  Orden  de  Caballería,  que  está  aca- 
bado a  gloria  y  bendición  de  Dios  nuestro  Señor. 


Libro  de  Evast 
y  Blanquerna 


INTRODUCCION  AL  BLANQUERNA 


Para  llevar  a  los  lectores  a  una  más  íntima  comprensión 
del  libro  de  Blanquerna,  antepondremos  al  examen  de  esta 
obra  una  breve  prolusión  sobre  los  lugares  lulianos  de  Ma- 
llorca con  ella  relacionados:  Randa,  La  Real  y  Miramar.  Tu- 
vieron tan  grande  influencia  en  la  composición  de  este  libro, 
que  los  consideramos  como  otras  tantas  fuentes  de  donde,  en 
parte,  procede,  y  sin  conocerlas  no  es  posible  tener  una  idea 
cabal  de  esta  magna  utopía  y  obra  de  apostolado,  redactada 
con  aquel  fervor  y  sano  optimismo  que  caracterizan  su  pri- 
mera época  de  escritor  l.  Habíase  ya  construido  el  colegio  de 
Miramar,  y  miraba,  confiado,  hacia  el  futuro.  Su  mente  se 
había  henchido  de  luz  en  el  monte  de  Randa.  El  monasterio 
de  La  Real  le  había  saturado  de  aromas  marianos.  Y  en  este 
estado  de  espíritu  compuso  el  libro  de  Blanquerna,  donde 
recoge  sus  experiencias  de  ermitaño  y  hace  el  más  cumplido 
elogio  de  la  soledad  2 ;  describe  la  naturaleza  con  inefable 
hechizo;  traza  un  plan  completo  para  la  reforma  de  la  Iglesia, 
de  la  vida  monástica  y  la  sociedad;  habla  de  estudios  y 
nos  arrebata  con  las  elevaciones  místicas  a  que  ascendió 
en  los  susodichos  tres  lugares,  cuyos  recuerdos  palpitan  en 
la  presente  obra,  si  no  la  principal,  la  más  característica  de 
la  inmensa  producción  luliana.  El  ambiente  del  Blanquerna 
es  idéntico  al  que  respiró  el  santo  Maestro  en  La  Real,  Mi- 
ramar y  Randa,  ambiente  que  se  delata  en  seguida  a  los  lec- 

1  Yéan>e,  para  corroborar  nuestra  afirmación,  los  tres  primeros 
capítulos  del  Llibre  de  Contemplació.  Son  un  himno  desbordante  de 
alegría.  El  tedeum  de  gratitud  por  el  beneficio  recibido  en  Randa. 
El  júbilo  del  hombre  nuevo  que  ha  sido  bautizado  en  fuego  y  Kspí- 
ritu  Santo. 

•  «Sólo  estaba  el  amigo  a  la  sombra  de  uii  bello  árbol,  y  pasando 
varios  hombres  ¡par  aquel  paraje,  le  preguntaron  por  qué  estaba  solo. 
Respondióles  el  amigo  :  (Ahora  estoy  solo  que  os  he  visto  y  oído, 
pues  antes  tenía  la  compañía  de  mi  Amado.»  (Obres  de  Ramon  LÜU, 
Sigla--:  ORE  [I-XX,  Mallorca,  1906-1938],  EX,  385,  v.  47).  Concuerda 
con  este  pensamiento  luliano  una  grave  sentencia  de  Séneca,  ep.  7. 
citada  por  Tomás  de  Kempis,  De  hnitatione  Christi,  lib.  I,  cap.  20  : 
tQuoties  inter  nomines  fui,  minor  homo  redii.» 


146 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


tores  familiarizados  con  aquellos  parajes,  donde  vaga  la 
grande  sombra  de  Ramón  Llull. 

Los  santos  lugares  lulianos  de  Mallorca,  cargados  de  his- 
toria y  vestidos  de  hermosura,  van  indefectiblemente  unidos 
al  nombre  del  insigne  Doctor,  apóstol  y  mártir,  que  tanto 
viajó,  soñó  y  escribió.  Y,  en  primer  término,  el  monte  de 
Randa,  su  Sinaí  y  su  Tabor.  En  el  monte  de  Randa  su  mente 
se  transfiguró,  y  en  un  incendio  de  luz  concibió  su  Arte. 
Aquella  Arte  abstrusa  y  bravia 3  que  consideró  como  un 
don  recibido  del  cielo,  y  a  la  que  atribuyó  una  eficacia  in- 
falible para  conocer  el  secreto  de  todas  las  ciencias  y  des- 
truir los  errores. 

Encara  us  -dic  que  port  una  «Art  general» 
que  novamennt  és  dada  per  do  espirital, 
per  qui  hom  pot  saber  tota  re  natural 
segons  qu 'enteniment  ateyn  lo  sensual. 
A  dret  e  medicina  e  a  tot  saber  val, 
e  a  theologia,  la  qual  m'és  mays  coral  : 
a  soure  qüestions  nuylla  art  tant  no  val, 
e  a  destruir  errors  per  raó  natural  4. 

Y  es  tan  honda  e  indestructible  su  creencia  en  el  origen 
divino  del  Arte,  que  lo  afirmado  en  el  Desconhort  (1295?)  lo 
reitera  en  su  elegía  Del  cant  de  Ramon  (1299)  5  y  lo  repitió 
al  autor  anónimo  de  la  Vida  coetánea  (1311?)  6.  No  es  ex- 
traño, pues,  que  Ramón  Llull  amara  tanto  su  Arte  y  sus 
libros  y  los  defendiese  como  a  las  niñas  de  sus  ojos.  Veía 
en  ellos  un  sagrado  depósito  que  Dios  le  había  confiado 
para  el  enderezamiento  de  la  cristiandad  y  de  todo  el  mundo. 
Sea  lo  que  fuere  de  su  iluminación  celestial,  no  podemos 
menos  de  admitir  que  el  Espíritu  renovador  descendió  sobre 
Ramón  Llull,  como  en  otro  tiempo  sobre  los  apóstoles,  y 
puso  en  su  mano  trémula  la  antorcha  de  (la  fe  y  encendió 
en  su  espíritu  un  inmenso  ardor  de  apostolado.  Sin  este 
contacto  con  él  Espíritu  septiforme,  fuente  viva,  llama  y 
caridad,  jamás  el  Doctor  Iluminado  hubiera  compuesto  el 


3  El  Arte  luliana  siempre  resultó  de  difícil  comprensión.  El  mon- 
je que  el  mismo  Ramón  Llull  introduce  en  el  bello  prólogo  de  Arbre 
de  Sciència  ya  se  lo  dijo.  «Molt  plac  al  monge  quant  hac  trobat 
Ramon  al  qual  dix  que  ell  l'avia  cercat  longament,  per  ço  que'l  pre- 
gàs  que  fa  és  un  libre  general  a  totes  sciències  qui  leugerament  s 
pogués  entendre,  e  por  lo  qual  hom  pogués  entendre  la  sua  «Ar 
general»  que  feta  havia,  car  era  trop  sobtií  a  entendre»  (ORL,  XT,  .}> 

4  ORL,  XIX,  223. 

5  ORL,  XIX,  258.    Dice  :   «Novel  saber  ay  atrobat  :  |  pot  n'o 
conèxer  veritat  |  e  destruir  la  falsetat.  |  Sarrains  seran  batejat,  |  ta^ 
tres,  jueus,  e  mant  errat  |  per  lo  saber  que  Déus  m'à  dat.»  (Vid.  Dis 
putatio  Eremitae  et  Raymundi,  prl.,  ed.  Maguntina,  IV). 

6  Vid.  supra,  Vita  b.  R.  Lulli,  n.  14. 


INTRODUCCIÓN  AL  BLANQUERNA 


147 


Blanquerna,  este  libro  tan  humano  y  tan  divino,  tan  sereno 
y  tan  apasionado.  Esta  síntesis  maravillosa  donde  brilla  el 
poeta,  el  soñador,  el  ermitaño,  el  misionero,  el  fundador  de 
colegios  de  lenguas  orientales  y  el  reformador  de  todas  las 
clases  de  la  sociedad.  Sin  la  luz  de  Randa,  este  libro  no 
tendría  explicación.  Muy  certeramente  se  pueden  aplicar 
a  Ramón  Llull  aquellas  vehementes  palabras  de  Manzoni: 

su  te  lo  Spirito 
rinnovator  discese, 
e  l'inconsunta  fiaccola 
ne  la  toa  destra  aecese  ; 
quando,  segnal  de'  popoli, 
ti  collocò  sul  monte 
e  ne'  tuoi  labbri  il  fon  te 
de  la  parola  apri  7. 

En  aquel  día  memorable  que  el  Maestro  llama  día  de  su 
iluminación  fué  consagrado  oficialmente  como  apóstol — el 
San  Pablo  de  la  edad  media — y  obtuvo  la  láurea  de  doctor 
en  la  escuela  de  Dios.  Desde  entonces,  embriagado  de  luz 
y  de  cruz,  de  amor  y  de  celo,  su  palabra  fué  viva  y  vital, 
inagotable  e  incoercible.  Y  en  libro  alguno  es  más  hechicera 
y  temblante  de  emoción  que  en  el  Blanquerna.  Las  aguas 
profundas  y  límpidas  retenidas  en  el  subsuelo  de  su  espíritu 
habían  roto  su  encerramiento  y  saltaban  en  chorro  incon- 
tenible. Fué  lleno  de  Espíritu  Santo  y  empezó  a  hablar 
y  escribir,  a  misionar  y  viajar,  lanzándose  a  la  acción  con 
orgiástico  desenfreno.  Y  en  el  Blanquerna  especificó  su  pro- 
grama de  acción,  que  en  Randa,  ante  Dios,  había  solemne- 
mente ratificado. 

El  nombre  de  Ramón  Llull  va  también  ligado  al  monas- 
terio de  La  Real,  donde  se  retiraba  con  frecuencia  a  orar 
y  componer  sus  libros  s.  Y  puede  afirmarse  con  toda  seguri- 
dad que  al  describir,  con  morosa  complacencia,  la  abadía 
del  Blanquerna0,  tomó  como  modelo  para  la  descripción  este 
famoso  monasterio  de  Santa  María  de  La  Real.  Aquí  se  había 
refugiado  al  principio  de  su  conversión  después  de  haber 
sido  uno  de  aquellos 

astrologues  no  vés  dans  les  yeux  d 'une  fem  me  ¡ 

aquí  profundizó  en  los  estudios  sagrados  y  profanos,  se  fa- 
miliarizó con  la  contemplación  y  tomó  cuerpo  su  devoción 
a  la  Santísima  Virgen,  asistiendo  a  las  prácticas  piadosas 

7  I'tuii  Sacrl:  La  Pe  titéeoste. 

8  Vid.  supra,  Vida  coetània,  nn.  1^-14. 

•  ORL,  IX,  173-239.  Vid.  G.  Seguí,  El  cenáculo  del  b.  R.  L..  en 
Analecta  Sacra  Tarraconcnsia ,  15  (1942),  75-92. 


148 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


de  unos  monjes  cistercienses  que  por  tradición  orientaban 
su  vida  religiosa  en  sentido  mariano.  El  delicioso  y  suavísi- 
mo Llibre  de  Ave  Maria,  que  comprende  los  capítulos  61-66 
del  Blanquerna,  es  un  eco  y  una  consecuencia  de  lo  que  pre- 
senció y  vivió  en  La  Real  nuestro  insigne  Maestro.  Puede 
decirse,  por  consiguiente,  que  gran  parte  del  Blanquerna 
está  empapada  de  recuerdos  de  La  Real,  y  muchos  capítulos 
merecen  ser  considerados  como  una  narración  de  fondo  his- 
tórico, aunque  con  una  considerable  dosis  de  fantasía,  de  la 
manera  de  vivir  en  aquel  monasterio. 

Bl  afecto  a,  sus  amigos  los  cistercienses  estuvo  tan  ahin- 
cado en  su  corazón,  que — a  pesar  de  poderse  sospechar  que 
el  prior  de  La  Real  intervino  positivamente  en  el  fracaso  del 
colegio  de  Miramar — no  les  olvidó  en  la  hora  de  otorgar  su 
testamento.  Hay  en  él  una  cláusula  que  demuestra  cuánto 
amó  a  aquella  comunidad,  pues  le  hacía  un  legado  de  sus 
libros,  los  hijos  de  su  alma,  su  alma  entera  10.  "Item  lego 
monasterio  de  Regali  unum  coffre  meum  cum  libris  qui  ibi 
sunt,  quem  habeo  in  hospicio  dicti  Petri  de  Sanctominato"  n. 
Y  como  si  el  espíritu  de  Ramón  Llull  no  se  hubiera  jamá3 
ausentado  de  La  Real,  allí  floreció  el  P.  Antonio  Raymundo 
Pasqual,  el  lulista  más  insigne  de  todos  los  tiempos. 

Pero  el  lugar  luliano  que  tiene  una  conexión  más  apre- 
tada con  el  Blanquerna  es  Miramar.  Inmediatamente  después 
de  la  conquista  de  Mallorca  (1229),  Miramar  perteneció  al 
monasterio  cisterciense  de  La  Real,  pero  el  rey  Jaime  II, 
amijo  y  protector  de  Ramón  Llull,  trocó  con  Miramar  la 
parte  de  la  alquería  de  Deyá  que  había  heredado  de  su  pa- 
riente el  conde  Ñuño  Sanç,  y  este  cambio  se  hizo  "ad  opus 
monasterii  fratrum  Minorum  de  Miramar",  según  dice  la 
escritura  otorgada  en  9  febrero  1279  12. 

Miramar  fué  la  alegría  de  Ramón  Llull,  un  oasis  de  so- 
siego en  el  tumulto  de  su  vida  huracanada.  Y  esta  placidez 
y  sosiego  quedaron  reflejados  para  siempre  en  el  Blanquerna,, 
en  cuyas  páginas  viven  el  paisaje,  las  fuentes  y  la  inenarra- 
ble belleza  de  este  santo  lugar  luliano. 

El  capítulo  65  habla  expresamente  de  Miramar.  "Acon- 
teció un  día  que,  celebrando  sínodo,  el  obispo  predicaba  al 


1,1  Tal  vez  no  exista  en  la  historia  del  pensamiento  humano  autor.; 
alguno  que  haya  confiado  más  en  sus  libros  ni  haya  sentido  por 
ellos  un  afecto  más  entrañable.  Nada  lo  cía  a  entender  mejor  que 
este  pasaje  de  la  Vida  Coetània,  ed.  Moll,  19  :  «O,  diu  hun  Doctor, 
marauellosa  temptació !  abraam  patriarca  contra  tota  speransa  fia 
en  nostro  senyor,  e  hac  speransa,  e  lo  dit  Reuerend  mestra  Ramal 
elegí  pustost  ell  sol  ésser  dampnat  que  si  la  sua  art  ab  la  qual  molts 
se  porien  saluar  se  perdia,  entant  que  hauem  a  dir  que  amaua  mes 
son  prohisme  que  simatex.» 

11  Joan  Avinyó,  El  terciari  francescà  Beat  Ramon  Lull  (1912),  534.. 

r-  Homenaje  al  Beato  Ramón  Llull  (Palma,  1877),  7. 


INTRODUCCIÓN  AL  BLANQUES  NA 


clero  y  le  pedía  consejo  como  pudiera  honrar  mucho  el  ben- 
dito fruto  del  vientre  virginal  de  la  Virgen  Santa  María. 
Por  'casualidad  y  fortuna  concurría  en  aquel  sínodo  un  ecle- 
siástico que  era  natural  de  una  isla  sobre  el  mar,  que  se 
llama  Mallorca,  y  dió  relación  al  obispo,  en  presencia  de  to- 
dos, cómo  aquella  isla  es  de  un  rey  noble  muy  sabio,  que 
se  llama  Jaime,  rey  de  Mallorca,  el  cual  es  un  rey  conde- 
corado con  muchas  y  buenas  costumbres,  y  tiene  gran  devo- 
ción cómo  por  la  predicación  sea  honrado  Jesucristo  entre 
los  infieles ;  y  por  esto  ha  ordenado  que  trece  frailes  menores 
estudien  y  aprendan  la  lengua  arábiga  en  un  monasterio 
llamado  Miramar,  el  cual  está  fundado  y  establecido  en  un 
paraje  a  propósito  y  conveniente,  y  los  ha  proveído  paia 
esto  de  todo  lo  necesario,  y  cuando  sepan  bien  la  lengua  ará- 
biga, con  licencia  de  su  general,  vayan  a  predicar  y  honrar 
entre  los  infieles  el  bendito  fruto  del  vientre  virginal  de  la 
Virgen  Santa  María,  por  cuyo  honor  padezcan  hambre,  sed, 
calor,  frío,  pavor  y  la  muerte.  Cuyo  estatuto  está  allí  esta- 
blecido para  siempre" 

Pero  si  Miramar  fué  su  alegría,  puesto  que  allí  vió  cum- 
plido uno  de  los  sueños  más  largamente  acariciados,  la  fun- 
dación de  colegios  de  lenguas  orientales,  fué,  por  otra  parte, 
motivo  de  eterno  desconsuelo.  Alguien,  que  Ramón  Llull 
nunca  quiso  nombrar,  muy  pronto  echó  a  perder  aquella 
escuela  de  apóstoles  y  mártires,  sobre  cuyos  muros  se  hu- 
bieran podido  esculpir  estas  litúrgicas  palabras:  "lapides 
pretiosi  omnes  mur  i  tur'  u.  Las  causas  de  la  destrucción 
de  Miramar  nos  son  desconocidas.  La  única  vez  que  Ramón 
Llull  aludió  a  esta  fracasada,  empresa  no  consignó  detalle 
alguno.  He  aquí  sus  palabras: 

N'ermità  :  la  manera  com  Déus  fos  mays  amat 
ja  la  vos  ay  contada,  si  béu  avets  membrat  : 
so  és,  que  1  papa  agués  mant  home  letrat 
qui  desiràs  per  Jesu  esser  marturiat, 
per  so  que  per  . tot  lo  món  fos  entès  e  honrat, 
e  que  cascú  lenguatge  fos  mostrat, 
segons  que  a  Miramar  ha  estat  ordenat: 
e  aja'n  consciència  qui  lio  ha  afaitat!'17'. 

"  ORL,  IX,  230.  La  traducción  está  tomada  del  texto  que  publica- 
mos. Al  final  del  Art  de  Contempl-ació,  que  constituye  la  última  parte 
del  Bíanquema,  habla  de  nuevo  de  Miramar  :  «Remembrat  han  fra- 
res menors  i  lo  Salvador,  qui  volc  vestir  ¡  ab  sí  lo  sant  religiós,  |  e 
han  faty  Miramar  bastir  ]  al  rey  de  Mallorca  morós  :  |  iran  serraïns 
convertir  per  fer  plaer  |  a  Déu,  qui  a  mort  volc  venir  |  per  no.-, 
haver»  (ibíd.,  499).  En  Del  Cant  de  Ramon  (1299)  evoca  también  la 
fundación  de  Miramar  :  «Lo  monestir  de  Miramar  |  fiu  a  Frares  Me- 
nors donar  ■  per  sarrayns  a  preïcar»  (ORL,  XIX,  257). 

H  Común  de  dedicación  de  Iglesia.  Ant.  ad  Nonam. 

Jp  ORL,  XIX,  246. 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


No  puede  ponerse  en  duda  que  muchas  páginas  del  Blan- 
querna  llevan  el  sello  de  Miramar  16.  Tal  vez  allí  se  escribió 
la  maravilla  del  Llibre  de  Amic  e  Amat,  joya  literaria  de  in- 
estimable valor  engastada  en  el  Blanquerna.  En  Miramar 
aprendió  Ramón  Llull  el  amor  franciscano  a  la  Naturaleza, 
que  esmalta  y  perfuma  este  libro  desde  el  principio  hasta 
el  fin.  El  amor  a  la  Naturaleza,  característica  de  los  espí- 
ritus selectos,  es  algo  esencial  en  Ramón  Llull  después  de 
su  conversión  1T.  Antes  amaba  las  fiestas,  el  tumulto  de  la 
corte,  las  ciudades  vocingleras.  En  cambio,  después  de  su 
crisis  espiritual,  buscó  la  soledad  para  encontrarse  a  sí  mis- 
mo, dialogar  con  Dios  y  dar  una  dirección  levantada  a  las 
energías,  que  hasta  entonces  había  dilapidado. 

"Solitudo,  beatitudo".  La  virtud  es  vida  interior,  con- 
centración. Por  esto  los  santos  aman  la  soledad.  Y  la  buscan 
los  genios  y  los  artistas,  que,  en  cuanto  "artistas  y  genios, 
tienen  algo  de  santos,  pues  tienden  a  la  perfección,  viven 
en  la  luz  y  en  actividad  ininterrumpida.  Blanquerna,  al  re- 
husar el  amor  y  la  compañía  de  Natana,  que  se  le  ofrece 
ingenuamente  para  acompañarle  en  la  soledad,  dice:  "No 
conviene  que  vos  ni  otra  persona  me  acompañe;  ni  quiero 
más  compañía  que  de  Dios,  de  los  árboles,  de  las  hierbas,  de 
las  aves,  de  las  fieras,  de  las  fuentes  y  aguas,  de  los  prados, 
de  las  riberas,  del  sol,  de  la  luna  y  de  los  astros,  pues  nada 
de  todo  esto  impide  a  mi  alma  el  contemplar  y  entender  a 
Dios"  18. 

En  Randa,  en  La  Real  y,  sobre  todo,  en  Miramar  había 
árboles,  fuentes,  bosques,  paisajes  maravillosos.  Las  poten- 
cias y  sentidos  del  anacoreta  se  impregnaron  de  bellezas 
puras.  Y  el  libro  de  Blanquerna,  reflejo  de  aquellos  lugares, 
se  llenó  de  rumor  y  perfume  de  selva,  de  fuentes  cristalinas, 
de  ermitaños,  de  azul  y  de  estrellas,  que  evocan  las  noches  y 
los  días  que  allí  pasó  en  penitencia,  oración,  estudio  y  tra- 
bajo corporal.  Sí,  también  en  trabajo  corporal,  pues  él  mis- 
mo labraba  el  idílico  huerto,  plantado  por  su  mano  del  monte 
en  la  ladera  ly. 

Mas  la  desgracia  se  ha  cernido  sobre  estos  santos  luga- 
res lulianos,  añadiendo  a  su  belleza  originaria  la  que  hay 
en  las  ruinas  y  desolación.  Yo  no  sé  qué  trágico  destino  tie- 
nen las  cosas  y  los  libros  del  Maestro.  El  colegio  y  santuario 

™  Véanse  en  especial  los  capítulos  96-99,  que  preceden  inmedia- 
tamente al  diálogo  del  Amigo  y  del  Amado.  Ramón  Llull  nunca 
escribió  páginas  más  bellas,  de  un  tan  sabroso  primitivismo  y  deli- 
ciosa rusticidad.  Estos  capítulos  no  hacen  sino  reproducir  el  tenor 
de  vida  del  santo  ermitaño  en  el  paisaje  de  Miramar. 

17  ORL,  X,  7-14  ;  XI,  3-3  ;  vid.  Llibre  de  les  Meravelles  y  Llibre 
de  contemplació,  passim.  Y  en  muchos  otros  libros  del  Maestro. 

w  ORL,  IX,  41. 

10  ORL,  IX,  375- 


INTRODUCCIÓN  AL  BLÀNQUERNA 


de  Randa,  durante  mucho  tiempo  estuvo  abandonado.  De 
La  Real  huyeron  los  monjes  y  se  confiscaron  sus  propie- 
dades. Todos  los  intentos  de  reconstrucción  de  Miramar  han 
fracasado.  El  archiduque  de  Austria  Luis  Salvador  lo  dig- 
nificó, lo  cruzó  de  caminitos,  lo  sembró  de  mirandas  y  mo- 
numentos, reconstruyó  la  ermita  de  la  Santísima  Trinidad, 
la  primera  entre  las  devociones  lulianas  20.  Y  otra  vez  se 
halla  en  lamentable  abandono.  Ante  aquellas  riberas  flagela- 
das por  el  viento  y  que  el  mar  platea  con  sus  encajes  de 
espuma,  Miramar,  afligido  por  la  destrucción  de  la  obr^  de 
Ramón  Llull, 

se  lamente 

ct,  nialgré  les  honneurs  que  lui  rend  l'univers, 
.-'enivre  chaqué  nuit  du  cri  de  la  tourmente 
que  poussent  vers  les  cieux  ses  rivages  déserts  *. 

Son  tantas  las  cuestiones,  pensamientos  y  comentarios 
que  suscita  el  libro  de  Blanqucrna,  que  darían  lugar  a  una 
obra  voluminosa.  Pero  nos  habremos  de  contener  en  los  lí- 
mites prescritos. 

Como  ya  hemos  apuntado  más  arriba,  es  un  libro  de 
intención  apostólica,  como  todos  los  del  Maestro.  Se  refiere 
a  los  distintos  estados  sociales,  y  emplea  sus  inagotables 
recursos  de  escritor  para  conseguir  su  objeto.  Obra  de  ado- 
rable sencillez — recuerda  /  Fiorctti  di  San  Francesco — ,  don- 
de se  mezclan  lo  útil  y  lo  dulce;  lo  humano  y  lo  divino;  la 
doctrina,  la  narración  y  el  apólogo;  la  ciencia  y  la  expe- 
riencia; el  estilo  llano  y  el  más  sublime  lirismo;  lo  autobio- 
gráfico con  lo  imaginado  o  leído,  y  donde  el  autor,  literaria- 
mente, da  por  cumplidos  sus  altísimos  ideales.  El  Blanquerna 
es  una  especie  de  cosmos  en  el  que  pusieron  las  manos  el 
cielo  y  la  tierra.  Libro  de  verdadera  acción  católica,  com- 
puesto con  el  fin  de  unificar  a  todos  los  hombres  en  un  solo 
rebaño  y  bajo  el  cayado  de  un  Pastor  único.  Y  es  que  Ramón 
Llull,  buscador  de  la  unidad  en  la  ciencia,  procuró  con  todo 
ahinco  la  unidad  en  la  fe  y  costumbres  cristianas.  Pero  nun- 
ca sabe  despojarse  de  su  cualidad  de  soñador  y  fantástico. 
Tan  perfecta  deseaba  la  terrenal  ciudad  de  Dios  y  con  tanto 
optimismo  traza  los  planes,  que  muchas  veces  entra  en  los 
dominios  de  la  utopía.  Sin  embargo,  todo  tiene  explicación. 
Como  él  dice  arrebatadamente:  "força  d'amor  no  segueix 
manera  com  l'amic  ama  molt  fortment  son  amat"  --.  El  amor 

*  Para  Ramón  Llull,  la  fiesta  de  la  Santísima  Trinidad  es  ala  pus 
alta  e  la  pus  noble  de  l'any...  Aquella  festa  es  fi  e  compliment  de 
totes-  les  altres  festes,  e  ella  es  per  primera  intenció  e  totes  les  altres 
festes  són  per  la  segona...  La  festa  de  Sancta  Trinitat  qui  val  més 
que  totes  altres...»  (ÒRL,  X,  51) 

2t  BU'PEI.AIRE,  LFSROS. 

ORL,  IX.  377. 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


no  razona,  sino  lánzase  con  ímpetu  a  la  consecución  de  sus 
ideales  y  no  cree  nada  imposible.  Y  Ramón  Llull  era  empu- 
jado por  sus  ímpetus  de  amor. 

El  libro  de  Blanquerna  fué  compuesto  probablemente 
en  Montpellier  por  los  años  1283-1285,  al  menos  en  una  pri 
mera  redacción  20.  Eil  eruditísimo  y  sagaz  investigador  Jos' 
Tarré,  presbítero,  ha  puesto  en  claro  que  el  nombre  primi- 
tivo era  Blaquerna  y  no  Blanquerna.  He  aquí  sus  palabras: 
"Hallamos  la  forma  Blaquerna  en  los  más  antiguos  manus- 
critos catalanes,  latinos  o  franceses  del  Félix  de  las  Mara- 
villas, del  Super  psalmum  "Quicumique"  y  del  Libro  de  Evast. 
Posteriormente,  los  copistas  adoptaron  la  forma  más  eufó- 
nica de  Blanquerna.  La  fama  de  un  prodigio  semanal,  la 
magnificencia  del  edificio,  ponderada  por  los  peregrinos  y 
cruzados,  y  las  solemnes  asambleas  celebradas  en  1276  para 
ratificar  la  unión  de  la  Iglesia  Griega  con  la  Romana,  divul- 
garon en  Occidente  el  nombre  de  una  basílica  de  Constanti- 
nopla  llamada  Santa  María  de  la  Blaquerna"  24. 

Es  verdad  que  el  eminente  lulista  Mateo  Obrador  había 
consignado  que  en  el  primer  catálogo  de  las  obras  lulianas, 
compuesto  hacia  el  año  1311,  en  vida  de  Ramón  Llull,  ya 
aparece  el  Blanquerna  enunciado  en  esta  forma:  Líber  Bra- 
chernae  25,  pero  nadie  hasta  Tarré  se  había  ocupado  a  fondo 
de  esta  interesante  cuestión. 

En  muchos  de  sus  libros,  Ramón  Llull  pone  un  prólogo, 
donde  explica  el  simbolismo  que  atribuye  a  las  diversas 
partes  de  la  obra.  El  Blanquerna  tiene  su  prólogo.  En  signi- 
ficación de  las  cinco  llagas  que  taladraron  las  manos,  los 
pies  y  el  costado  de  Jesucristo  en  el  árbol  de  la  santa  cruz, 
divide  el  libro  de  Blanquerna  en  cinco  libros.  Trata  en  ellos 
de  los  cinco  estados  básicos  de  la  sociedad  cristiana:  matri- 
monio, vida  religiosa,  prelacia,  supremo  pontificado,  vida 
eremítica. 

Evast  era  un  joven  muy  rico  en  bienes  perecederos,  pero 
más  en  virtudes.  Aficionado  al  estudio,  entendía  sin  difi- 
cultad la  Santa  Escritura.  Su  piedad  le  inclinaba  a  la  vida 
religiosa.  Pero,  último  vástago  de  un  noble  linaje  a  punto 
de  extinguirse,  creyóse  en  la  obligación  de  someterse  al  yugo 
del  matrimonio.  Proscrito  el  fausto,  se  celebraron  sus  bodas 
con  Aloma  con  austera  moderación.  La  fiesta  fué  para  ios 
pobres.  Con  público  pregón,  se  'les  invitó  al  banquete  y  se 

33  ORL,  IX,  proemi  de  Galniés,  XIY. 

Jorge  Rubió,  en  su  estudio  ^obre  la  literatura  medieval  catala- 
na, a  punto  de  publicar  en  la  Historia  de  las  literaturas  hispánicas, 
dirigida  por  G.  Díaz-Plaja,  aboga  por  la  redacción  del  Blanquerna 
en  dos  etapas  diferentes. 

*  José  Tarré,  Códices  lulianos  de  la  Biblioteca  Nacional  de  Pa- 
rís, en  Analecta  Sacra  Tarraconensia,  14  (1941),  159,  nota  9. 

x  Libre  de  Amidi  c  Amat  (Mallorca,  1904),  ed.  Obrador,  14. 


INTRODUCCIÓN   AL   BLANQUERNA  15.^ 


les  socorrió  con  larga  mano.  Los  novios  sirvieron  a  la  mesa 
y,  en  memoria  de  la  humildad  de  Jesucristo,  lavaron  y  be- 
saron las  manos  y  los  pies  a  trece  de  los  más  miserables, 
y  les  obsequiaron  con  sendos  vestidos  nuevos  26. 

Los  esposos  Bvast  y  Aloma  vivieron  largo  tiempo  sin 
fruto  de  bendición.  Aloma  estaba  acongojada,  como  en  otro 
tiempo  la  madre  de  Samuel.  Pero  Dios  se  acordó  de  su  tris- 
teza y  le  concedió  un  hijo,  a  quien  se  impuso  el  nombre 
de  Blanquerna.  Este  hijo  fué  su  gloria,  su  honor  y  su  ale- 
gría, y  más  tarde  motivo  de  lágrimas  inconsolables.  Blan- 
querna, sintiendo  la  llamada  de  Dios,  quiso,  contra  el  parecer 
de  su  madre,  ser  ermitaño.  En  la  niñez  fué  educado  con 
severidad.  Por  su  parte,  Aloma  dulcificaba  el  rigor  paternal 
y,  a  espaldas  del  marido,  regalaba  a  Blanquerna  con  pasteles 
y  golosinas. 

Fantaseaban  los  esposos  sobre  el  brillante  porvenir  de 
su  hijo.  Este  les  pide  licencia  para  retirarse  a  la  soledad, 
y  las  bellas  fantasías  se  desmoronan.  Aloma  apela  a  una 
estratagema  para  enamorarle  de  una  linda  muchacha.  Se 
prepara  una  entrevista  de  los  dos  jóvenes,  a  fin  de  que  Blan- 
querna caiga  en  las  redes  del  amor  humano.  Y  sucede  lo 
imprevisto.  La  deseada  nuera  cae  en  las  redes  del  amor 
divino  y,  enfervorizada  por  Blanquerna,  toma  la  irrevocable 
decisión  de  hacerse  religiosa. 

Después  de  este  fracaso  fué  ya  inevitable  acceder  al  deseo 
del  hijo,  que  reiteraba  su  petición  con  insistencia  amable 
e  incansable.  Acompañado  de  sus  padres,  va  a  la  selva.  Hay 
una  patética  y  entrañable  despedida  de  Aloma  27 .  Blanquerna, 
ya  solo,  se  adentra  por  lo  más  cerrado  del  bosque,  sin  saber 
adonde  va,  confiándose  a  la  voluntad  de  Dios.  Su  norma 
será  detenerse  en  parajes  donde  brote  el  agua  y  crezcan  las 
hierbas,  con  que  refrescar  y  alimentar  su  cuerpo. 

Natana  había  ofrecido  su  amor  a  Blanquerna  por  encargo 

i  de  la  madre  de  Blanquerna  y  de  su  propia  madre.  Pues  bien, 
Natana  se  fugó  secretamente  de  su  hogar  para  encerrarse 
en  un  monasterio  de  religiosas.  Fué  un  caso  muy  parecido 
al  de  Clara  de  Asís,  ganada  a  Dios  por  San  Francisco.  Blan- 

¡i  querna,  en  una  plática  que  debía  ser  de  amores  profanos, 
sembró,  en  el  pecho  de  la  enamorada  doncella,  la  semilla 


■  Es  muy  notable  el  interés  y  misericordia  que  Ramón  Llull  de- 
|  muestra  para  con  los  pobres  a  través  de  estos  perfectos  casados.  En 
el  Blanquerna  insiste  muchas  veces  en  favor  de  los  eternos  Lá/.aros 
I  que  esperan,  en  vano,  las  migajas  que  caen  de  la  mesa  de  los  eter- 
nos Epulones.  Véanse,  entre  otros,  los  capítulos  og,  nn.   1-5  ;  72, 
j  número  6;  76,  n.  8.  En  el  Llibre  de  Santa  María  es  hasta  agresivo 
I  contra  los  potentados  que  no  socorren  a  los  humildes.  Léanse  los 
capítulos  zb  y  27,  donde  hay  conceptos  que  parecen  ríe  un  sociólogo 
I  cristianamente  avanzado  de  nuestros  días 
ï7  ORL,  IX,  4S  y  49. 


154 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


de  la  vocación  religiosa.  Y  esta  semilla,  caída  en  buena 
tierra,  dió  el  ciento  por  uno. 

Clara  fué  perseguida  por  sus  parientes.  Con  lisonjas  y 
violencias  intentaron  arrancarla  del  convento  donde  se  había 
refugiado.  Es  casi  la  misma  historia  de  Natana,  que  muy 
bien  pudo  tener  la  de  Clara  Scifi  (1194-1253)  por  modelo, 
pues  Ramón  Llull  no  redactó  él  libro  de  Blanquerna  antes 
de  1283. 

Después  de  despedirse  de  sus  padres,  Blanquerna  caminó 
todo  el  día  bosque  adentro.  Al  anochecer  llegó  a  una  pradera. 
Én  la  pradera  manaba  la  imprescindible  fuente  del  típico 
paisaje  luliano,  cobijada  por  un  árbol  frondoso.  Al  rumor 
de  la  fuente — ojo  y  corazón  de  la  selva — durmióse  en  paz. 
A  la  mañana  siguiente  púsose  de  nuevo  en  marcha  y  dió 
con  el  palacio  de  los  diez  mandamientos,  desterrados  del 
mundo  y  repudiados  porque  significan  el  deber. 

Andando  por  el  bosque,  Blanquerna  vió  a  unas  damas 
—la  Fe  y  la  Verdad — que  habían  sido  rechazadas  por  los 
moros.  Encontróse  con  el  Entendimiento,  que  explicaba  a 
muchos  escolares  filosofía  y  teología.  Poco  tiempo  después, 
Blanquerna  dejó  su  vida  nómada  y  fué  monje  de  un  monas- 
terio. Nombrado  abad,  organizó  admirablemente  la  vida  mo- 
nástica e  impulsó,  con  todas  sus  fuerzas,  la  devoción  a  la 
Santísima  Virgen.  Para  mejor  conseguirlo  compuso  el  deli- 
cioso Llibre  de  Ave  Maria,  uno  de  los  más  poéticos  de  Ramón 
Llull,  con  el  que  termina  la  segunda  parte  de  la  obra  28. 

La  trama  del  libro  que  estamos  analizando  es  muy  trans- 
parente, y  el  lector  más  distraído  adivina  desde  sus  comien- 
zos que  Blanquerna,  el  protagonista,  pasará  sucesivamente 
por  los  diversos  grados  de  la  jerarquía  eclesiástica  y  con 
energía  y  suavidad  reducirá  todas  las  cosas  a  la  intención 
primera  por  que  fueron  creadas.  Como  en  Blanquerna  la 
teoría  y  la  práctica  iban  de  acuerdo,  el  triunfo  en  lo  que 
predicaba  le  era  relativamente  fácil. 

Blanquerna  después  de  abad  fué  obispo,  y  una  de  sus 
primeras  disposiciones  fué  reducir  los  gastos  personales  en 
beneficio  de  los  pobres.  Y  siempre  quiso  estar  rodeado  de 
pordioseros  29. 

28  Vid.  infra,  caps.  61-66. 

29  Blanquerna,  cap.  68,  1111.  3  y  4.  Esta  conducta  parece  un  eco  de 
las  palabras  de  San  León  Papa  en  el  magnífico  elogio  que  hace  de  San 
Lorenzo  Mártir,  rodeado  de  una  corona  de  pobres  :  [Impius  persecu- 
tor] postulat  sibi  ab  immaculato  ■sacrarii  praesule  opes  ecclesiasticas, 
quieras  avidissimus  inhiabat,  inferri.  Cui  levita  castissirnus,  ubi  eas 
repositas  haberet,  ostendens,  numerosissimos  sanctorum  pauperum 
obtulit  greges,  in  quorum  victu  atque  vestitu  inamissibiles  condide- 
rat  facultates,  quae  tanto  integrius  erant  salvae,  quanto  sanctius 
probabantur  expensae.  Fremit  ergo  praedo  frustratus,  et  in  odium 
religionis,  quae  talem  divitiarum  usum  instituisset,  ardescens»... 
(Breviario  Romano,  fiesta  de  San  Lorenzo  Mártir,  in  II  nocturno). 


INTRODUCCIÓN  AL  BLANQUERIA 


155 


Ordenó  a  los  canónigos  se  dividiesen  en  tres  secciones. 
La  primera  cuidaría  de  introducir  en  la  diócesis  el  espíritu 
de  las  bienaventuranzas,  a  fin  de  que  todo  fuera  regulado 
por  estas  divinas  paradojas,  que  son  el  meollo  del  santo 
Evangelio;  la  segunda  sección  había  de  dedicarse  al  estudio 
de  la  teología  y  derecho  canónico,  y  el  tercer  grupo  al  ser- 
vicio de  la  Iglesia 

Murió  el  Papa.  Y  Blanquerna  fué  uno  de  los  candidatos  a 
la  Silla  Apostólica.  El  Juglar  de  Valor — (uno  de  estos  jugla- 
res lulianos  que  decían  la  verdad  sin  rodeos  :;1  —  se  presentó 
denodadamente  ante  la  asamblea  de  los  cardenales  reunidos 
para  deliberar  sobre  la  elección  del  futuro  Pontífice.  El  Ju- 
glar de  Valor  hizo  un  cumplido  elogio  de  Blanquerna  como 
prelado.  Y  todos  los  cardenales,  que,  por  otra  parte,  ya  es- 
taban favorablemente  informados,  convinieron  en  que  Blan- 
querna, a  pesar  de  sus  resistencias,  fuese  elegido  Papa 

El  papa  Blanquerna  se  tomó  unas  semanas  para  estudiar 
y  trazar  sus  planes.  Había  ordenado  su  diócesis  según  el 
espíritu  de  las  bienaventuranzas.  Alhora  quiere  enderezar  el 
mundo  guiándose  por  el  "Gloria  in  excelsis  Deo",  cuya  letra 
dividió  en  dieciséis  partes  e  hizo  de  ella  su  programa  de  go- 
bierno. Tomó  la  primera  parte  para  sí  y  las  otras  las  distri- 
buyó a  sus  cardenales,  para  que  todos  predicaran  a  las  gen- 
tes aquello  que,  según  la  intención  de  Blanquerna,  significa- 
ban los  respectivos  versículos  del  "Gloria  in  excelsis  Deo". 

Y  así  el  Papa  tuvo  por  mote  o  divisa  las  primeras  palabras 
del  "Gloria".  Y  hubo  el  cardenal  de  "Et  in  terra  pax  homi- 
nibus  bonae  voluntatis".  Y  el  cardenal  de  "Laudamus  te". 

Y  el  cardenal  de  "Benedicimus  te".  Hasta  que  se  agotaron 
lo.s  versículos  del  "Gloria". 

Como  es  obvio,  no  descuidó  Blanquerna  la  fundación  de 
colegios  según  el  modelo  de  Miramar,  en  la  isla  de  Mallor- 
ca 33,  para  la  conversión  de  los  moros  y  demás  infieles,  hasta 
que  todo  el  mundo  fuese  cristiano. 

"  Para  saber  algo  de  lo  que  pensaba  Ramón  Llull  referente  al 
Episcopado  y  clero  de  su  tiempo,  véase  Llibre  de  Meravelles,  I  (Bar- 
celona 1931),  77;  III,  159;  ORL,  IV,  45-50;  XX,  267-272. 

"  Blanquerna,  cap.  78,  nn.  4-8;  cap.  79,  n.  5.  Los  juglares  lu- 
lianos son  la  antítesis  de  los  juglares  que  el  Maestro  conoció  en  las 
cortes  y  tastillos.  (Véase  ORL,  IV,  97-103.) 

*-  Blanquerna,  cap.  78,  n.  10. 

"  Ibíd.,  cap.  80,  n.  3.  Véase  más  abajo  el  Félix,  cap.  S7.  Algu- 
nos han  afirmado  que  el  Maestro  Ramón  Llull  se  anticipó  a  todos 
en  la  fundación  de  colegios  de  lenguas  orientales.  No  están  en  lo 
cierto.  El  Doctor  Iluminado  no  necesita  para  su  gloria  de  nuestra- 
exageraciones.  Creadas  por  San  Ramón  de  Penyafort,  dominico,  es- 
tas escuelas  ya  funcionaban  en  Túnez  alrededor  "de  1242-1245.  Y  algo 
I  similar  se  había  intentado  en  Mallorca  después  de  conquistada  por 
I Jaime  I,  bajo  la  dirección  del  Reato  Miguel  de  Benazar,  también 
¡dominico;  vid.  J.  M.  COLL,  O.  P.,  Escuelas  de  lenguas  orientales,  en 
\Analccla  Sacra  Tarraconctisia,  17  (1944),  1 15-138 ;   iS  (194S),  59-89. 


RAFAEL  GINARD  BAUÇA 


El  libro  quinto,  de  la  vida  eremítica,  es  el  más  bello  del 
Blanquerna  y  quizás  de  toda  la  producción  luliana.  En  las 
jugosas  páginas  que  preceden  las  metáforas  del  Llibre  de 
Amic  e  Amat — insuperable  mosaico  de  pensamientos  incrus- 
tado en  este  quinto  libro — nos  cuenta  Ramón  Llull  cómo  el 
papa  Blanquerna  envejeció  y,  deseoso  de  soledad  y  vida  con- 
templativa, renunció  al  supremo  pontificado  :u.  No  obstante, 
uno  se  engañaría  si  pensara  que  Blanquerna  se  hallaba  ago- 
tado. Había,  sí,  envejecido  exteriormente,  pero  conservaba  la 
juventud  del  alma  y  la  plenitud  de  sus  facultades  y  gran  vi- 
gor corporal.  Y  si  no  fuera  de  este  modo,  ¿  cómo  hubiera  po- 
dido resistir  la  vida  en  los  bosques  y  montañas  y  componer  la 
maravilla  del  Llibre  de  Amic  e  Amat?  35 

La  renuncia  del  papa  Blanquerna  es  tan  semejante  a  la 
del  papa  Celestino  V,  que  en  seguida  se  plantea  el  lector  el 
problema  de  su  mutua  relación.  ¿Sucedió  por  acaso  que  Ra- 
món, diez  años  antes,  preludiase  inconscientemente  "il  gran 
rifiuto"?  ¿Añadió  esta  última  parte  después  del  hecho  his- 
tórico? ¿Hay  que  atrasar  la  fecha  de  composición  de  toda 
la  obra?  3,1  Difícil  es  dar  una  respuesta  segura. 

Es  curioso  observar  que  la  génesis  del  Llibre  de  Amic  e 
Amat  ya  se  encuentra  en  muchos  pasajes  del  Llibre  de  con- 
templació '7,  un  lago  enorme  que  contiene  en  principio  y  de 
donde  se  derivan  todos  los  ríos  y  arroyos  de  las  obras  lulia- 
nas.  Pero  el  Llibre  de  Amic  e  Amat  constituye  algo  de  ex- 
cepción en  los  escritos  del  Maestro,  pues  no  hay  otro  que 
esté  elaborado  con  una  concentración  más  exquisita.  Cada 
versículo  es  como  un  grano  de  luz  y  de  incienso,  y  en  cada 
uno  aparece  el  teólogo,  el  pensador,  el  santo  y  el  soberano 
artista  que  había  en  Ramón  Llull.  Los  366  versículos  son 


M  Sebastián  Garcías  Palóu,  El  Beato  Ramón  Llull  y  la  cuestión 
de  la  renunciabilidad  de  la  Sede  Romana,  en  Analecta  Sacra  Tana- 
conensia,  17  (1944)^95. 

35  «Fora  dels  llibres  sagrats,  jo  no  recordo  haver  llegida  poesia 
mística  més  alta  i  que  entrés  més  sobiranament,  esbalaïdora  i  llu- 
minosa, en  la  meva  ànima»  (Jacinto  Verdaguer,  Perles  del  «Lli- 
bre d'Amic  e  d'Amaty>  [Barcelona  1908],  17). 

La  primera  es  la  tesis  tradicional  ;  la  .segunda,  la  de  Jorge  Ru- 
bió ;  la  tercera,  la  de  José  Tarré,  en  los  estudios  ya  citados. 

37  «...  natura  és  d'amor  que  l'amic  remembre  e  entena  e  vulla  so 
que  remembra  e  entén  e  vol  l'amat»  (Llibre  de  contemplació,  cap.  278, 
n.  16  ;  vid.  ibíd.,  cap.  281,  nn.  4,  19,  28  ;  cap.  289,  nn.  26,  27  ; 
cap.  312,  n.  10;  cap.  343,  n.  24;  cap.  349,  n.  24).  Nos  complacemos 
en  transcribir  lo  del  capitulo  312,  n.  10,  por  la  gran  semejanza  que 
tiene  con  el  capitulo  5,  libro  III,  del  Kempis:  «Tant  és  cosa  exce- 
l·lent e  alta  el  noble  amor,  que  tota  res  vens  e  forsa  e  apodera,  e  per 
nulla  cosa  no  és  vensuda  ni  apoderada  com  és  vertaderament  for- 
mada en  l'amic  :  car  en  axí  com  lo  foc  ha  natura  que  on  hom  més 
de  lenva  li  dóna  pus  fort  crex,  en  axí  és  natura  de  vertadera  amor 
que  ori  pus  forment  és  turmentat  l'amic  per  son  amat  pus  fortment 
l'ama.» 


INTRODUCCIÓN  AL  M.ANQl'KRNA 


como  la  quintaesencia  de  todos  los  libros  lulianos.  Y  estos 
versículos  encierran  tanta  substancia,  que  "caseu  vers  basta 
a  tot  un  dia  a  contemplar  Déu,  segons  la  Art  del  llibre  de 
contemplació"  ts. 

Después  de  las  alturas  escalofriantes  del  Cantar  de  los 
Cantares  luliano,  torna  a  aparecer  la  suave  y  fácil  llanura. 
Ya  es  llanura  el  Art  de  contemplació  con  que  finaliza  el  libro 
de  Blanquerna  !".  En  estilo  sosegado  y  didáctico,  expone  Ra- 
món Llull  la  manera  de  contemplar  con  provecho  sobre  la 
unidad  y  trinidad  de  Dios,  la  Encarnación,  el  Pater  nostcr 
y  Ave  Maria,  los  mandamientos,  el  Miserere  mei  Deus,  los 
siete  sacramentos,  las  siete  virtudes  y  los  siete  pecados 
capitales... 

La  vida  de  Ramón  Llull  es  una  vida  de  audacia,  de  lá- 
grimas, de  ideas  fijas,  de  fracasos,  de  arrebatada  actividad, 
de  exaltado  optimismo  y  terribles  depresiones.  Es  un  genio  y 
un  santo.  Y  los  genios  y  los  santos  están  destinados  al  mar- 
tirio. Por  esto  Ramón  Llull  tuvo  que  pagar  las  consecuencias 
de  su  doble  grandeza 

R.  Ginard  Bauçà 


*  ORL,  IX,  379. 

1  El  Bl.  se  nos  ha  conservado  en  muchos  mss.  catalanes,  cit.  en 
los  repertorios  de  la  Bibliografía  (supra).  La  1."  ed.  es  de  Valen* 
eia,  1521,  con  prólogo  de  Joan  Bonllavi,  catalán,  y  texto  modernizado 
y  valencianizado  ;  la  única  segura  y  completa  es  la  de  ORL,  IX. 
Kl  LI.  d'Amic  c  Amat  tiene  su  tradición  ras.  aparte  en  cat.  y  lat.  y 
muchas  ediciones  en  todas  las  lenguas  cultas.  Un  mallorquín  anó- 
nimo tradujo  el  Bl.  entero  al  cast.  en  el  s.  XVIII,  sobre  el  texto 
j  de  J.  Bonllavi,  y  lo  publicó  en  Palma,  1749;  por  ser  la  versión  e<p. 
más  conocida  de  los  lulistas  no  catalanes  (reeditada  en  Madrid  por 
M.  Pelayo,  Ovejero  y  L.  Riber),  es  la  eme  seguimos  en  el  presen- 
te volumen,  anotando,  empero,  sus  principales  divergencias  con  el 
lexto  tatalán,  trabajo  realizado  por  el  P.  Caldentey,  T.  O.  R.  La  nu- 
meración y  los  títulos  de  los  capítulos  se  adaptan  a  los  de  ORL,  IX. 


El  mode  de  Randa  (grabado  de  1515) 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


SEÑOR  DIOS  GLORIOSO 

uno  en  esencia  y  trino  en  personas:  a  honra  y  gloria  vuestra, 
con.  vuestra  bendición,  virtud  y  gracia,  damos  principio  al 
libro  de  Evast,  Aloma  y  Blanquerna,  su  hijo,  el  cual  fué 
hecho  a  fin  de  que  los  hombres  traten  de  amaros,  conoceros, 
recordaros  y  serviros  como  a  su  verdadero  Dios,  señor  y 
criador  de  todas  Zas  cosas 


PRÓL O G  O 

En  significación  de  las  cinco  llagas  que  en  el  árbol  de  a 
cruz  recibió  nuestro  señor  Jesucristo  para  redimir  a  su  pue- 
blo de  la  servidumbre  del  demonio  y  del  cautiverio  en  que 
estaba,  queremos  dividir  este  libro  en  cinco,  en  los  cuales 
daremos  doctrina  y  regla  de  vivir  a  cinco  estados  de  perso- 
nas, a  quienes  este  libro  será  muy  útil.  El  primero  será  del 
estado  del  matrimonio;  el  segundo,  del  estado  de  religión; 
el  tercero,  del  estado  de  prelacia;  el  cuarto,  del  estado  de 
la  Apostólica  Señoría,  que  reside  en  el  señor  Papa  y  en  los 
eminentísimos  cardenales;  el  quinto,  del  estado  de  la  vida 
eremítica. 


EMPIEZA  EL  LIBRO  PRIMERO,  QU 
TRATA  DEL  ESTADO  MATRIMONIA 


CAPÍTULO  I 

Del  matrimonio  de  Evast  y  Aloma 

1.  En  una  ciudad  aconteció  que  Cierto  bizarro  joven 
hijo  de  un  hidalgo,  por  muerte  de  su  padre,  quedó  muy  ric 
en  bienes  de  fortuna  y,  por  la  buena  educación,  no  con  me- 
nos fondo  de  buenas  costumbres.  Llamábase  éste  Evast 
mozo  de  lindo  talle,  bello  y  de  noble  corazón,  muy  bie" 
adeudado,  y  tan  capaz  en  letras  y  ciencias,  que  entendí 
bastantemente  la  Sagrada  Escritura.  Prendas  tan  relevan 
tes  fueron  motivo  eficaz  para  que  muchos  religiosos  desease" 
atraerle  a  su  religión,  como  también  algunos  seglares  ganar 
le  así  y  emparentar  con  él  por  vía  de  casamiento.  Tomand 
cuerpo  estas  pretensiones  cada  día,  y  vacilando  en  la  elec 
ción,  una  noche  sintió  impulsos  de  tomar  el  estado  de  religió 
para  huir  los  deleites  vanos  del  mundo.  Pero  acordándo 
de  los  muchos  bienes  que  su  padre  le  había  mandado,  y  vien 
do,  por  otra  parte,  que  de  solo  él  pendía  la  conservación  d 
su  casa  y  familia  y  la  continuación  de  las  crecidas  limosna 
que  hacía  antes  su  padre,  por  todos  estos  motivos  y  porqu 
era  cabeza  de  su  linaje,  inclinóse  al  matrimonio,  con  resolu 
ción  de  que,  mientras  estuviera  casado,  había  de  dar  bue 
ejemplo  y  enseñanza  a  los  demás  casados.  Deseó  tambié 
tener  hijos  que  fuesen  buenos  y  siervos  de  Dios,  a  quiene 
dejase  su  hacienda  mientras  perseveraba  con  ánimo  de  entra 
a  servir  a  Dios  en  alguna  religión. 

2.  Habiendo  ya  deliberado  y  resuelto  todo  esto,  encarg 
a  los  deudos  de  mayor  confianza  le  buscasen  en  la  ciuda 
para  esposa  una  doncella  noble,  pues  que  en  la  nobleza  d 
la  sangre  queda  el  corazón  contra  toda  vileza  ennoblecido 
Quísola  de  cuerpo  sano  y  en  todas  sus  facciones  bien  forma 
da,  para  que  pudiese  la  naturaleza  comunicar  esta  gallará 
disposición  a  la  prole.  Mas,  sobre  todo,  les  encargó  le  bus 


I.IBKO  DE  EVASÏ  Y  BLANQÜERNA . — C .   I  CÓl 


casen  mujer  humilde  y  bien  morigerada,  quien  y  cuyos  pa- 
rientes se  tuviesen  de  su  parentesco  por  muy  contentos  y 
honrados. 

3.  Vivía  entonces  en  aquella  ciudad  una  señora  principal 
de  loables  costumbres  y  muy  honrada,  viuda  de  muchos  años, 
la  cual  tenía  una  hija  llamada  Aloma,  quien,  según  la  fama 
pública,  era  doncella  muy  recatada  y  tan  capaz,  que  regia 
y  llevaba  todo  el  manejo  y  economía  de  su  casa.  Dábale  la 
buena  madre  autoridad  para  ello,  a  fin  de  que  a  su  tiempo, 
siendo  casada,  supiese  regir  y  gobernar  su  casa.  Teníate 
ocupada  para  que  la  ociosidad  no  fuese  ocasión  de  que  la 
viniesen  algunos  locos  y  malos  pensamientos,  que  pudiesen 
inducirla  a  1  cometer  alguna  liviandad  o  desenvoltura. 

4.  Las  calidades  que  buscaba  Evast  en  la  que  había  de 
elegir  para  esposa  adornaban  todas  a  Aloma,  por  lo  que  los 
deudos  y  amigos  estuvieron  bien  seguros  de  haberlas  encon- 
trado en  ella  cabalmente.  Y,  por  divina  disposición,  fué 
celebrado  ditre  los  dos  el  casamiento. 

5.  Corrió  por  toda  la  ciudad  la  voz  del  casamiento  de 
Evast  y  Aloma,  y  fueron  muchos  los  que  desearon  cumpli- 
mentarlos en  el  día  de  su  boda.  Pero  Evast  rehusó  el  cortejo 
para  dar  muestras  de  humildad  al  mundo,  quien  suele  des- 
preciarla en  semejantes  funciones,  apreciando  solamente  la 
ostentación  y  soberbia.  Vestidos,  pues,  entrambos  con  humil- 
des ropas,  se  encaminaron  a  la  iglesia  con  poca  comitiva, 
para  significar  su  humildad  y  no  turbar  con  el  bullicio  lo 
sagrado  y  respetable  del  santo  sacrificio  de  la  misa  2.  Lleva- 
ron en  su  compañía  algunas  personas  santas  y  devotas  para 
que  fuesen  de  Dios  más  aceptas  sus  oraciones,  y  la  oblación 
que  ambos  a  dos  le  hacían  de  sus  bienes  y  de  sí  mismo  fuese 
a  su  divina  Majestad  más  agradable. 

6.  Celebró  la  misa  nupcial  un  santo  sacerdófc,  a  fin 
de  que  por  su  santidad  se  dignase  Dios  derramar  su  gracia 
y  bendición  sobre  los  recién  casados.  El  mismo  sacerdote 
les  predicó  y  catequizó  en  el  fin  por  el  cual  había  ordenado 
3l  Señor  el  santo  sacramento  del  matrimonio.  Entre  otros 
documentos,  les  dijo  la  forma  de  vida  que  debían  guardar, 
a  mutua  obligación  que  en  virtud  de  este  sacramento  con- 
:raían  y  la  promesa  que  uno  al  otro  había  hecho,  para  que, 
:on  el  exacto  cumplimiento  de  sus  obligaciones,  fuera  Dios 
servido  y  su  gracia  resplandeciera  en  ellos  en  presencia  de 
iodos. 

7.  Todo  aquel  día  de  bodas  fué  día  de  oración  y  devo-* 
nón  para  ellos  y  de  gran  fiesta  para  los  pobres  de  Jesucris- 
to, los  cuales  alaban  y  bendicen  a  Dios  cuando  se  les  hace 


El  texto  catalán  dice  ta  vils  obres». 
«...  lo  sagrament  o*e  la  missa». 


IÓ2 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


limosna,  representándose  en  ellos  Jesucristo  en  aquellas  bo- 
das en  que  son  llamados  y  extrañados  los  ricos,  que,  olvi- 
dados de  la  pasión  del  Salvador,  malbaratan  sus  bienes  tem- 
porales, obsequiando  a  los  hombres  llenos  de  vanidad  como 
ellos  mismos,  sin  atender  la  falta  que  hacen  sus  prodigali- 
dades a  los  pobres. 

8.  En  aquel  día  los  dos  novios  sirvieron  a  los  pobres; 
y  en  memoria  de  la  humildad  de  nuestro  Redentor  lavaron 
y  besaron  los  pies  a  trece  de  ellos,  que  vistieron  también  con 
nuevas  vestiduras.  Mandaron,  asimismo,  pregonar  por  toda  la 
ciudad  que  todo  mendigo  que  quisiese  limosna  por  amor  de 
Dios  acudiese  a  comer  en  aquellas  bodas. 

9.  Los  parientes  y  amigos  de  Evast  y  Aloma  sirvieron 
también  en  aquel  día  a  los  pobres  de  Jesucristo.  Después 
cada  uno  se  fué  a  comer  a  su  casa,  para  no  usurpar  a  los 
pobres  la  comida,  y  los  dos  novios  comieron  juntos  en  la 
mesa  de  los  trece  mendigos.  Después  de  haber  comido, 
Evast  se  fué  a  un  monasterio  de  religiosos,  en  donde  perse- 
veró en  oración  todo  lo  restante  de  aquell  día,  y  lo  propio 
hizo  Aloma  en  un  monasterio  de  religiosas.  A  estos  dos 
monasterios  y  a  todos  los  demás  de  la  ciudad  hizo  Evast 
abultada  pitanza  para  solemnizar  su  boda. 

10.  Con  mucha  honra  y  decencia  trataba  Efvast  a  su 
consorte,  a  fin  de  que  se  arraigase  más  en  ella  el  amor  y  el 
temor,  que  son  las  prendas  más  apreciables  en  el  corazón  de 
la  mujer.  Dióle,  asimismo,  el  mando  y  la  economía  de  la 
casa,  escogiendo  para  sí  ejercitarse  en  la  mercancía,  suje- 
tándose a  este  empleo  para  la  manutención  de  su  casa,  sm 
menoscabo  de  su  hacienda,  y  para  no  vivir  ocioso;  respecto 
que  por  este  vicio  viene  el  hombre  a  ser  pobre,  soberbio 
y  perezoso,  y  por  la  misma  confianza  que  ponen  algunos 
ciudadaSjps  en  sus  riquezas  e  hidalguía,  van  declinando  en 
pobreza  y  dan  en  muchos  vicios. 

11.  No  vivía  en  casa  de  Evast  criado  alguno  de  tra- 
viesas costumbres,  porque  no  sirviesen  sus  liviandades  a 
Aloma  de  escándalo.  Iban  entrambos  a  misa  cada  día,  y,  en 
restituyéndose  a  casa,  lo  primero  era  repartir  alguna  limosna 
de  los  bienes  que  Dios  les  había  encomendado,  y  después 
cuidaban  de  la  economía  de  su  casa.  Entre  semana  y  en  las 
fiestas  iban  gustosos  a  los  sermones,  y  a  algunas  personas 
religiosas  a  oír  la  divina  palabra  y  a  tomar  doctrina  con 
que  vivieran  en  santidad  de  vida. 

12.  Reformábase  sobremanera  toda  la  ciudad  por  los 
ejemplares  procederes  de  estos  dos  casados,  porque  no  sólo 
los  del  estado  conyugal,  sí  también  los  del  estado  religioso 
quedaban  edificados  de  su  modo  de  vivir.  Teníanles  amor  y 
respeto  todos  los  ciudadanos,  y  el  crédito  de  sus  virtudes  era' 
tan  grande,  que  todos,  >a:sí  hombres  como  mujeres,  encontra- 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUÉRNA. — C.  I  163 


ban  en  ellos  consejo  y  favor  y  en  sus  necesidades  consuelo. 

13.  Largo  tiempo  vivieron  sin  recibir  fruto  de  bendición 
estos  casados.  Aconteció  un  día  que,  considerando  Aloma  la 
brevedad  de  la  vida  humana,  acordóse  que  el  fin  que  había 
tenido  entonces  en  tomar  aquel  estado  había  sido  tener  hijos 
siervos  del  Altísimo.  Vistióse  luego  de  melancólica  tristeza 
su  corazón,  y  explicaron  su  dolor  con  vivas  lágrimas  sus 
ojos.  Entró  en  un  ameno  vergel  de  su  casa  y,  arrodillada  a 
la  sombra  de  un  frondoso  árbol  que  junto  a  una  regalada 
fuente  había,  regaba  con  lágrimas  el  suelo,  rogando  a  Dios  a 
se  dignase  por  su  piedad  librar  su  corazón  de  aquella  pena, 
dándole  un  hijo  que  fuera  siervo  suyo. 

14.  Al  mismo  tiempo  que  con  lágrimas  y  suspiros  ro- 
gaba al  Señor  4  oyera  sus  clamores,  entró  Evast  en  el  vergel, 
como  solía,  y,  admirado  de  ver  a  su  esposa  tan  llorosa,  dijo : 
— ¿Qué  es  esto,  Aloma;  de  qué  lloráis,  de  qué  os  afligís  y 
en  qué  puedo  yo  aliviar  vuestra  pena?  Mucho  extraño  veros 
con  tantas  lágrimas  y  que  vuestro  semblante  indique  a  mis 
ojos  un  tal  quebranto,  puesto  que  jamás  hasta  ahora  he  co- 
nocido en  vos  señal  alguna  de  tristeza,  enfado  o  disgusto. 
Decidme,  esposa,  ¿qué  es  eato?  Pensaba  yo  saber  todo  el 
secreto  de  vuestro  corazón;  mas  ahora  me  parece  que  aflige 
vuestro  pensamiento  algún  funesto  objeto  que  no  me  habéis 
comunicado. 

15.  Consideró  Aloma  las  palabras  de  su  esposo,  y  como 
su  amor  iba  siempre  acompañado  de  las  circunspecciones  del 
respeto,  se  corría  de  haberle  de  descubrir  su  corazón.  Mas, 
deseando  precaver  el  daño  si  Evast,  su  marido,  entraba  en 
alguna  dudosa  sospecha  con  ella,  resolvióse  a  descubrir  abier- 
tamente el  motivo  de  su  llanto.  — Señor  y  esposo  mío — le 
dijo — ,  desde  que  las  leyes  del  matrimonio  me  sujetaron  a 
vuestro  dulce  dominio,  jamás  sentí  deseos  que  tan  fuerte- 
mente apremiasen  mi  corazón  como  los  que  ahora  siento  de 
: tener  hijos;  porque  gran  menoscabo  fuera  de  nuestra  ha- 
cienda si  la  heredase  quien  no  fuese  nuestro  hijo;  y  conozco 
bien  la  merced  y  favor  particular  que  hace  Dios  a  los  casados 
dándoles  hijos  para  su  gloria,  en  quienes  el  nombre  y  linaje 
ide  sus  padres  se  conserve.  De  aquí  es  que,  pensando  yo  en 
;la  muerte  y  viéndome  sin  sucesión  que  mantenga  en  esta 
casa  el  bien  y  limosna  que  de  ella  sale,  no  puedo  contener  mi 
llanto,  ni  quiere  mi  corazón  en  cosa  alguna  consolarse. 

16.  — ^Esposa  mía — respondió  Evast — ■,  no  ignoráis  que, 
si  bien  la  virtud  divina  dió  ser  a  todas  las  cosas  para  ser- 
vicio del  hombre,  muchas  veces,  para  ejercitar  su  paciencia 

ly  rendir  a  su  alta  providencia  su  voluntad,  le  niega  lo  que 

3  Sería  más  conforme  al  original  decir  :  «rogando  al  soberano  Dios 
j|v  Señor  de  cuanto  existe». 

*  «...  a  Déu  del  cel  e  de  la  terra.» 


iÓ4 


desea  5.  Este  orden  lleva  Dios  para  dar  a  los  mortales  oca- 
sión de  grande  mérito,  por  el  cual  su  divina  justicia  les  re- 
munere en  el  cielo  con  el  colmo  de  mucha  gloria.  Siendo  esto 
así,  necias  son  aquellas  almas  que  de  otra  suerte  lo  consi- 
deran; y  querer  alcanzar  todo  lo  concupiscible,  indicio  es 
no  leve  de  soberbia.  De  aquí  se  deduce  que  mejor  y  mayor 
virtud  es  en  e»l  hombre  la  paciencia  cuando  no  puede  lograr 
el  bien  que  desea,  que  el  mismo  bien  que  se  sigue  de  la  po- 
sesión de  lo  amable  cuando  consigue  sus  deseos.  A  más  que 
si  fuera  cosa  infalible  y  cierta  que  cuantos  hombres  hay  y 
habrá  en  el  mundo  han  de  amar  y  servir  a  Dios,  bueno  fuera 
el  deseo  de  tener  hijos;  pero  siendo  tan  dudoso  si  le  serán 
o  no  obedientes,  muy  perplejo  estoy  en  desearlos. 

17.  Otras  muchas  buenas  razones  y  ejemplos  dió  Evast 
a  su  esposa  para  consolarla  y  echar  de  su  corazón  la  tris- 
teza; y,  como  tiernamente  se  amaban,  con  las  palabras  de 
su  esposo  quedó  Aloma  consolada,  y  dijo  así:  — Bendigo  y 
adoro  aquel  soberano  Señor  que  tiene  en  su  mano  todas  las 
cosas,  y  bendito  sea  quien  me  da  a  conocer  mi  propia  mise- 
ria. No  soy  yo  digna  de  conseguir  todo  lo  que  deseo,  ni 
tengo  merecidos  ni  agradecidos,  como  defbiera,  los  bienes 
temporales  de  que  Dios  nos  ha  prosperado.  Sujetar  debo  to- 
dos mis  deseos  y  toda  mi  voluntad  a  la  suya.  Afhora  conozco 
que  en  toda  mi  vida  no  me  conviene  desear  sino  sólo  lo  que 
a  Dios  pluguiere.  Culpables  y  locos  fueron  mis  deseos;  mas 
la  infinita  misericordia  de  Dios  será  en  adelante  el  blanco 
de  mi  amor  y  esperanza. 


CAPITULO  II 

Del  nacimiento  y  buena  educación  de  Blanquerna 

1.  En  caridad,  paciencia  y  humildad  continua  vivían  am- 
bos consortes.  En  los  domingos  y  fiestas  principales  iba 
Evast  a  los  monasterios  de  religiosos  a  alabar  1  a  Dios  y  a 
cantar  con  ellos  los  oficios  divinos,  y  lo  propio  hacía  Aloma 
en  los  monasterios  de  religiosas.  Iban  también  a  servir  a  los 
enfermos  en  los  hospitales  y  a  visitar  los  pobres  vergonzan- 
tes, cuyas  necesidades  subvenían  secretamente  con  limosna. 
Cuidaban,  asimismo,  de  dar  a  los  niños  huérfanos  oficio,  por- 


Traducido  más  fielmente  :  «...  le  niega  lo  que  desea,  para  que  e! 
hombre  conozca  su  gran  poder  y  querer,  y  tenga  paciencia,  y  rinda 
su  voluntad  a  la  divina.» 

1  «...  e  cantava  e  loava  ab  ells  el  seu  creador.» 


LIBRO  DE  FA'AST  V  BLANQUERNA . — C.  2 


l65 


que,  llegando  a  mayor  edad,  no  les  fuese  la  pobreza  ocasión 
de  caer  en  algún  pecado. 

2.  Mientras  que  se  ejercitaban  en  estos  y  otros  oficios 
de  piedad,  Dios,  que  es  de  todo  bien  y  gracia  el  complemento, 
se  acordó  de  los  buenos  deseos  de  Aloma  y  de  su  paciencia 
y  humildad,  y  dióle  un  hermosísimo  hijo,  que  fué  llamado 
Blanquerna.  Muy  extraordinario  fué  el  júbilo,  alegría  y  con- 
tento que  en  este  nacimiento  tuvieron  ambos  consortes.  Evast 
se  encaminó  a  la  iglesia  a  dar  a  Dios  las  gracias  por  el  hijo 
recién  nacido,  rogándole  le  hiciera  siervo  suyo  en  toda  su 
vida;  y  en  expresión  de  su  gozo  dió  a  los  pobres  larga  limos- 
na. Recibió  Blanquerna  el  sagrado  bautismo  2,  acogiéndole 
para  padrinos  personas  de  santa  vida,  por  cuyos  mereci- 
mientos enriqueciese  más  Dios  al  niño  con  los  dones  de  su 
gracia.  A  petición  de  Evast,  cantó  misa  solemne  el  que  había 
sido  ministro  del  sacro  bautismo,  que  era  un  sacerdote  muy 
ejemplar  y  virtuoso,  pues  no  es  razón  que  un  tan  gran  sacra- 
mento, principio  y  senda  de  la  vida  eterna,  sea  administrado 
de  quien  se  hace  por  sus  pecados  indigno. 

3.  Tuvo  Blanquerna  por  ama  una  mujer  muy  sana  y  ro- 
busta, para  que  se  criase  el  niño  más  sano  y  robusto,  pues 
por  la  mala  leche  quedan  los  niños  enfermizos  y  desmedra- 
dos. Era  también  de  vida  recatada  y  muy  honesta;  y  debería 
en  gran  manera  precaverse  en  dar  los  niños  a  amas  de  salud 
quebrada,  viciosas  o  de  recia  condición,  de  corrompida  com- 
plexión o  aliento. 

4.  Un  año  entero  estuvo  el  niño  sin  gustar  otra  cosa 
más  que  leche  pura,  pues  por  falta  de  robustez  en  la  diges- 
tión no  pueden  los  niños  en  aquel  primer  año  digerir  otra 
vianda,  aunque  sean  papas  de  leche  o  de  aceite  u  otra  cosa 
semejante,  que  tal  vez  les  hacen  comer  por  fuerza ;  y  de  aquí 
nace  ser  algunos  niños  sarnosos,  bubosos  y  padecer  tumores 
y  úlceras,  acarreándoseles  los  humores  a  la  parte  superior, 
lo  que  les  gasta  el  cerebro  y  la  vista,  y  engendrándose  de 
aquí  otras  enfermedades  y  achaques. 

5.  Criado  con  toda  diligencia  fué  el  niño  Blanquerna. 
Vestíale  su  madre  de  manera  que  en  el  invierno  sintiera  en 

1  «...  al  octavo  día»,  según  el  original.  Evidentemente,  todo  este 
capítulo,  breve  tratado  de  puericultura  y  pedagogía  cristiana,  con- 
tiene noticias  autobiográficas.  Evocando  el  día  en  que  fué  engendra- 
;  <lo  a  la  vida  natural  y  a  la  vida  sobrenatural,  dice  Ramón  Llull  en  el 
Llibre  de  contemplació  (Mallorca,  hacia  1272)  :  «Coratjosament  e  de- 
vota vos  clam  mercè,  Sènyer  Déus,,  que  vós  benéescats  mon  pare  e 
ma  mare,  per  so  car  me  engenraren,  creents,  en  via  de  veritat  ; 
¡je  prec-vos,  Sènyer,  que  vós  donets  la  vostra  gràcia  als  padrins  qui  ni 
¡  tengren  a  les  fonts,  confessants  per  mi  veritat;  e  prec-vos,  Sènyer, 
¿que  benéescats  lo  capellà  qui-m  batejà,  e  tots  aquells  qui  a  mon 
fi  baptisme  foren  ne  hi  ajudaren  ;  car  tots  aquells  qui  hi  foren  ne  hi 
]  ajudaren,  Sènver,  foren  occasió  del  entrament  que  jo  fiu  en  via 
vera»  (ORL,  II,  125). 


i66 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


algo  el  frío,  y  en  el  estío  el  calor,  para  que  los  elementos  dé 
que  el  cuerpo  se  compone  concordasen  bien  con  el  tiempo  en 
el  cual  tienen  sus  operaciones,  para  influir  al  cuerpo  tem- 
plada calidad  y  no  se  habituasen  a  subir  a  la  parte  superior 
los  malos  humores.  De  esta  manera  crió  Aloma  a  su  hijo  has- 
ta que  pudo  andar  y  jugar  con  los  demás  niños.  No  le  prohi- 
bió cosa  alguna  de  lo  que  la  naturaleza  apetece  y  requiere 
en  aquella  infantil  edad,  así  es  que  hasta  los  ocho  años  le 
permitió  vivir  con  libertad  :'  y  según  el  curso  natural. 

6.  Cumplida  esta  edad,  le  aplicó  su  padre  al  estudio  de 
las  letras,  y  le  hizo  enseñar  según  los  tratados  del  libro  de 
Doctrina  pueril  \  en  donde  se  previene  que  al  principio  debe 
el  padre  enseñar  a  su  hijo  en  lengua  materna,  en  la  cual  le 
ha  de  dar  clara  noticia  de  los  artículos  de  nuestra  santa  fe, 
de  los  mandamientos  del  decálogo,  de  los  sacramentos,  de 
los  pecados  capitales  y  de  las  virtudes  a  ellos  opuestas,  y, 
en  fin,  de  todo  lo  demás,  como  en  dicho  libro  se  contiene. 

7.  Sucedió  un  día  que  Aloma,  antes  de  partirse  el  niño 
al  aula  \  le  dió  de  almorzar  carne  asada,  y,  por  si  le  venía 
gana  en  la  escuela,  le  dió  de  resguardo  un  tamaño  flaón. 
Sabiéndolo  Evast,  reprendió  ásperamente  a  su  mujer,  dicién- 
dola  que  a  los  niños  por  la  mañana  se  les  había  de  dar  un 
mendrugo  de  pan,  y  no  más,  porque  o  no  se  críen  golosos 
o  no  pierdan  la  gana  de  comer  en  la  mesa;  pues  el  pan  a  se- 
cas no  sabe  tanto  a  los  muchachos,  que  opriman  y  fuercen 
las  operaciones  de  la  naturaleza  por  la  demasiada  comida; 
y  aun  pan  solo  no  se  les  debe  dar  sin  que  le  pidan. 

8.  A  todo  género  de  viandas  acostumbraron  sus  padres 
a  Blanquerna,  para  que  no  se  inclinara  su  naturaleza  a  unas, 
más  que  a  otras,  y  le  vedaron  el  vino  fuerte  y  generoso,  y 
el  muy  aguado,  y  las  salsas  picantes,  que  destruyen  el  calor 
natural.  Diéronle  un  pedagogo  entendido,  el  cual  cada  día  I 
enseñábale  a  tener  oración  y  oír  misa  con  mucha  quietud  y 
devoción,  y  después  le  acompañaba  a  la  escuela  de  música 
para  que  aprendiese  a  servir  bien  la  misa  cantada. 

9.  Tan  capaz  se  hizo  Blanquerna  de  la  gramática,  que  en- 
tendía y  hablaba  el  latín  con  toda  perfección.  Después  estu- 
dió lógica,  retórica  y  filosofía  natural,  con  que  entendiese 
más  fácilmente  la  medicina,  para  saber  conservar  con  entera 
salud  su  cuerpo.  Cursó  la  sagrada  teología  para  conocer, 
amar  y  servir  más  a  Dios  y  dirigir  a  la  eterna  vida  su  alma '. 

'  Kn  el  texto  primitivo  no  se  lee  «con  libertad». 
*  Libro  del  mismo  Ramón  Llull,  cuadro  ideal  de  la  educación,  es- 
crito en  Mallorca  cerca  del  año  1278. 

s  «...  ans  que  anàs  a  l'escola  dematí»,  dice  el  texto  catalán. 

6  «...  lo  qual  tantost  dematí  lo  portava  tols  jorns  a  l'església  e 
mostrava-li  de  pregar  a  Déu  e  d'oyr  missa.» 

7  Las  disciplinas  que  en  tiempos  de  Ramón  Llull  se  estudiabau 
eran  las  siguientes  :  gramática,  es  a  saber,  la  de  la  lengua  latina  ; 


MURO  DE  EVAST  Y  BLANQUEKNA .  — C .  3 


167 


10.  Enterado  que  estuvo  del  Libro  de  los  principios  y 
grados  de  la  medicina  \  por  donde  alcanzó  suficiente  noticia 
para  conservar  la  salud,  aplicóle  su  padre  al  estudio  de  la 
teología  expositiva  en  que  oía  de  continuo  la  Sagrada  Es- 
critura y  respondía  algunas  veces  a  las  dificultades  teoló- 
gicas. 

11.  Mientras  aprovechaba  en  estas  artes  y  ciencias,  criá- 
bale su  padre  con  amor  y  temor,  virtudes  con  que  debe  edu- 
carse la  gente  moza,  ejercitándose  en  esta  edad  en  ayunos, 
oraciones,  confesiones  y  limosnas;  en  enseñarse  humildes  en 
el  hablar  y  vestir,  y  en  acompañarse  con  buenos.  Estas  y 
otras  cosas  a  este  tenor  enseñaba  Evast  a  su  hijo,  para  que, 
cuando  varón,  fuese  por  hábito  y  por  naturaleza  agradable  a 
Dios  y  a  los  hombres,  y  que  no  se  resistiese  en  recibir  y  ha- 
cerse a  las  ccstumbres  convenientes  a  la  buena  educación, 
que  debe  resplandecer  principalmente  en  los  nobles  y  perso- 
nas de  distinción. 


CAPITULO  III 

De  la  cuestión  que  propuso  Evast  a  su  hijo  Blanquerna 

1.  Los  rayos  de  la  divina  luz  despertaron  en  Evast  la  me- 
moria de  aquel  tiempo  en  que  deseó  entrar  en  religión.  Para 
ejecutarlo  quiso  hacer  primero  experiencias  en  su  hijo,  de  si 
sería  o  no  capaz  de  gobernarse  a  sí  mismo  y  a  su  casa,  según 
el  gusto  y  agrado  de  Dios,  con  que  pudiesen  ambos  consortes 
entrar  en  religión,  dejando  el  mundo  y  todos  sus  bienes  tem- 
porales. Mientras  que  Evast  discurría  esto,  su  hijo  Blanquer- 
na. que  venía  del  aula,  acababa  de  entrar  por  casa.  Era  éste 
entonces  de  edad  de  dieciocho  años,  muy  gentil,  bien  dispues- 
to y  agraciado  y,  sobre  todo,  muy  obediente  a  sus  padres, 
muchacho  bien  criado  y  de  buenas  costumbres. 

2.  —Amable  hijo — díjole  Evast — ,  ven  aquí  a  ver  cómo 
sueltas  esta  cuestión  que  voy  a  proponerte.  En  un  castillo  sito 
a  la  entrada  de  un  dilatado  bosque,  no  muy  lejos  de  acá,  un 

lógica,  retórica,  filosofía  natural,  la  que  Ramón  Llull  dice  medicina 
y  ahora  diríamos  higiene,  y  la  ciencia  de  la  teología,  que  hemos  de 
creer  no  sería  sino  la  doctrina  cristiana.  De  esta  Raí  ¿o  studiorum 
héblase  m;\>  extensamente  en  Doctrina  pueril  (ORL,  I,  130  ss.). 

*  Obra  del  Doctor  Iluminado,  escrita  en  Mallorca  cerca  del  año  1274. 
En  ha^  edición  de  Maguncia  aparece  intitulada  Líber  principioruni 
medicínete.  No  pocos  lulistas  se  inclinan  a  identificar  dicho  libro  con 
los  Començaments  de  Medicina,  inédito,  del  cual  se  conservan  ma* 
nuscritos  en  Milán  y  en  Palma  <le  Mallorca. 

v  «de  teologia»,  dice  simplemente  el  original. 


i68 


OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


cazador  de  arco  y  flecha  fué  a  «azar  ciervos,  cabras  monteses 
y  otro  venado,  como  solía.  Aconteció,  pues,  que,  disparando 
una  saeta,  la  clavó  en  un  ciervo,  al  que,  mal  herido,  siguió 
sin  poderlo  alcanzar  ni  hallar  en  todo  aquel  día.  Mientras  que 
se  restituía  a  la  ciudad,  encontróse  con  un  parador  que  traía 
en  su  mano  la  saeta  misma  que  él  había  disparado  al  ciervo. 
Preguntóle  dónde  había  encontrado  aquella  saeta  que  había 
sido  suya.  Respondióle  que  la  había  arrancado  de  un  ciervo 
que  había  encontrado  herido  y  muerto,  que  había  vendido 
después  a  un  carnicero.  Ventilóse  aquí  entre  los  dos  la  cues- 
tión sobre  de  quién  había  de  ser  el  precio  del  ciervo.  Preten- 
díale el  cazador,  porque  él  había  muerto  al  ciervo,  y,  a  no 
haberle  él  herido,  no  le  habría  hallado  el  parador.  Este  res- 
pondía que  a  él  solo  le  tocaba,  pues  la  fortuna  se  lo  había 
dado,  y  que  él  ya,  desconfiando  del  hallazgo,  le  había  aban- 
donado, pues  se  volvía  ya  a  la  ciudad  1.  Alhora  quiero  saber 
de  ti,  hijo  mío,  cómo  sentenciarás  el  pleito :  por  quién  de  los 
dos  ha  de  quedar  el  ciervo,  o  si  por  entrambos. 

3.  — 'Bien  sabéis,  padre  y  señor  mío — respondió  Blan- 
querna — >,  que  es  de  mayor  fuerza  y  virtud  ¡la  ocasión  que  la 
fortuna  o  casualidad,  porque  en  la  ocasión  está  la  intención 
última  por  la  cual  fué  herido  y  muerto  el  ciervo,  y  la  casuali- 
dad o  fortuna  de  todo  en  todo  es  praeter  intención ;  y  como  el 
parador  halló  al  ciervo  de  mera  casualidad  y  éste  fué  muerto 
por  ocasión,  conviniéndose  la  ocasión  con  el  que  mató  el  cier- 
vo y  no  con  el  que  le  halló  muerto,  por  esto,  según  derecho  y 
justicia,  y  para  conservar  la  mayoridad  que  tiene  la  ocasión 
sobre  la  casualidad,  debe  ser  juzgado  el  ciervo  a  favor  del  ca- 
zador ;  pues  que  si  fuera  adjudicado  al  parador,  se  haría  a  la 
ocasión  notable  injuria  y  se  daría  a  la  fortuna  el  honor  que 
no  le  corresponde.  Por  cuya  razón,  de  todo  en  todo  juzgo  a  fa- 
vor del  cazador  el  precio  del  ciervo,  con  tal  que  deba  el  caza- 
dor probar  primero  ser  suya  la  saeta,  porque  es  muy  dable 
que  fuera  de  otro  cazador  que  hubiese  muerto  al  ciervo,  y  no 
del  que  pretende  haberle  muerto. 

4.  Adelantó  más  Evast,  preguntando  si  era  justo  que  el 
parador  restituyese  al  cazador  el  ciervo,  o  si  sólo  el  precio 
que  de  él  había  sacado.  A  esto  respondió  Blanquerna  que  el 
carnicero  tenía  derecho  y  razón  sobre  el  ciervo,  pues,  según 
costumbre  de  su  oficio,  le  había  comprado  con  intención  de 
que  era  del  parador,  y  éste,  asimismo,  se  le  había  vendido  con 
intención  de  que  fuese  suyo  el  precio.  Por  tanto — dijo — ,  se 
hacía  injuria  al  carnicero  quitándole  la  ganancia  que  sacaría 
del  ciervo.  A  más  de  esto,  no  hay  razón  para  que  el  parador 
reciba  daño  por  aquello  mismo  que  merece  agradecimiento,  lo 


1  Añádase  según  el  original  :  «Cada  uno  profería,  a  su  vez,  mu- 
chas y  grandes  razones  en  contra  del  otro.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLÀNQUERNA. — C.  T,  109 


que  sucedería  si,  a  más  de  restituir  al  cazador  el  ciervo,  sa- 
tisficiese su  precio  y  ganancia  al  carnicero.  Por  lo  cual  es  a 
justicia  y  razón  conforme  que  sólo  el  precio  del  venado  sea 
del  cazador. 

5.  Prosiguió  Evast:  — Dime,  hijo,  ¿estará  acaso  el  ca- 
zador obligado  a  dar  al  parador  alguna  parte  del  precio  del 
ciervo?  — Dos  maneras  de  derechos  generales,  padre  y  señor 
mío,  hay  en  el  mundo,  de  quienes  se  derivan  los  demás  dere- 
chos especiales.  El  uno  es  según  Dios,  y  el  otro  según  el 
mundo.  El  primero,  por  ser  regulado  y  ordenado  según  Dios, 
conviene  sea  más  delicado,  sutil  y  de  mayor  conciencia  que  el 
segundo.  Luego  por  estas  dos  reglas  sobredichas  podéis  infe- 
rir y  conocer  que,  según  derecho  más  noble  y  necesario,  el 
cazador  está  obligado  a  darle  algo  por  su  trabajo,  conforme 
caridad,  conciencia  y  hermandad,  y  aun  por  urbanidad  y  cor- 
tesía contra  la  avaricia,  envidia  e  injuria.  Mas  porque  el  ca- 
zador, por  su  libre  albedrío,  pueda  ganar  el  mérito  de  las 
virtudes  arriba  mencionadas  dando  al  otro  parte  del  precio 
del  ciervo,  queda  establecido,  por  divina  ordenación  y  dere- 
cho temporal,  que  por  ninguna  ley  humana  esté  obligado  a 
dar  parte  alguna  al  parador  del  precio  del  ciervo;  y  de  lo 
contrario  no  resultaría  la  libertad  que  se  requiere  y  concuer- 
da con  el  mérito,  con  la  cual  puede  el  hombre  adquirir  dichas 
virtudes.  Ni  menos  el  derecho  temporal  estuviera  sujeto  al 
eterno;  y  si  esto  fuera  así,  habría  Dios  injuriado  al  derecho 
más  noble,  para  ensalzar  al  menos  noble,  lo  que  es  grande 
inconveniente  y  muy  opuesto  a  la  razón. 

6.  Aún  instó  Evast  diciendo:  — Vaya,  hijo,  dime:  ¿co- 
mete acaso  alguna  culpa  grave  2  el  cazador  no  dando  al  pa- 
rador alguna  cosa?  —^Diferencia  va,  padre  mío — respondió 
Blanquerna — ,  entre  culpa  mortal  y  venial.  Si  el  parador  tu- 
viera algún  derecho  en  llevar  parte  del  precio  del  ciervo,  la 
ordenación  de  aquellas  dos  reglas  sería,  sin  duda,  contra  Dios 
y  justicia,  lo  que  es  imposible.  Por  cuya  imposibilidad  podréis 
entender  y  saber  que  no  peca  gravemente  el  cazador  dejando 
de  dar  algo  al  parador.  Pero  en  no  querer  usar  de  cortesía 
ni  caridad,  como  conviene  para  modificar  su  codicia  :,  comete 
:ulpa  venial,  por  la  cual  no  merece  condenación  eterna,  sí 
sólo  menos  gloria  en  el  cielo 

7.  Estas  y  otras  muchas  cuestiones,  que  fuera  prolijo 
-eferir,  proponía  Evast  a  su  hijo,  quien  a  todas  respondía 
ion  cabal  solución  y  eficaces  razones. 

8.  Viendo,  pues,  a  su  hijo  ilustrado  con  tan  alta  sabi- 
luría,  y  adornado  de  tanta  pericia  y  buenas  costumbres,  tuvo 
le  ello  grande  regocijo.  Entróse  en  el  oratorio  de  su  casa, 

3  «...  comet  peccatu. 
I    *  «...  mortificar  6a  consciència». 

!    *  Hay  en  este  pasaje  un  verdadero  caso  de  moral  casuística. 


170 


OBRAS    LITERARIAS   DE    RAMON  LLULL 


en  donde  con  Aloma  solía  retirarse  para  orar  y  oír  misa 
todos  los  días,  como  también  después  de  haber  comido  para 
dar  a  Dios  las  debidas  gracias.  Venerábase  en  el  altar  la  ima- 
gen del  glorioso  apóstoil  San  Andrés,  en  quien  los  dos  con- 
sortes tenían  puestas  sus  esperanzas  para  que  les  alcanzase 
del  Señor  su  bendición  y  gracia. 

9.  Arrodillado  Evast  delante  del  altar,  santiguándose 
primero,  como  solía,  hizo  esta  breve  oración:  — Señor  Dios 
glorioso,  que  no  olvidaste  a  tu  siervo  que  tanto  tiempo  ha  an- 
helado servirte  en  la  religión ;  bendito  seas  y  bendita,  sea  tu 
humilde  y  piadosa  misericordia,  que  quiso  darme  el  cumpli- 
miento de  mis  deseos  en  mi  hijo  Blanquerna,  que  tanto  tiem- 
po he  suspirado  y  deseado,  para  que,  renunciando  los  bienes 
temporales,  yo  y  mi  esposa  te  pudiésemos  contemplar,  amar 
y  servir  en  el  estado  perfectísimo  de  religión,  acordándonos 
de  tu  santa  pasión  y  llorando  nuestras  culpas  y  pecados.  Ado- 
ro, Señor,  tu  bondad,  grandeza,  poder,  sabiduría,  amor  y 
todas  las  demás  perfecciones  con  que  eres  un  Dios  en  esen- 
cia, Padre,  Hijo  y  Espíritu  Santo.  Bendito  seas  en  ti  mismo, 
en  todas  tus  virtudes  y  honores,  porque  me  diste  un  hijo  tan 
sabio  y  de  tan  buenas  costumbres,  a  quien  desde  hoy  puedo 
fiar  el  cuidado  y  mando  de  mi  casa.  A  ti  te  lo  encomiendo, 
Señor,  pues  a  ello  estoy  obligado. 


CAPÍTULO  IV 

DE  LA  CONTIENDA  QUE  HUBO  ENTRE  EVAST  Y  ALOMA 

1.  En  gran  cuidado  entró  Evast  buscando  modo  para 
descubrir  su  ánimo  a  su  esposa  e  inducirla  a  entrar  en  reli- 
gión, pues  dudaba  mucho  de  su  consentimiento.  Al  otro  día, 
oída  la  misa,  y  estando  solos  en  el  oratorio  por  haber  ya  sa- 
lido los  demás,  habló  Evast  a  Aloma,  diciéndole  así:  — Que- 
rida esposa  mía,  por  la  gracia  de  Dios,  nuestro  hijo  Blan- 
querna está  dotado  de  gran  sabiduría  y  de  muy  buenas 
costumbres  y  crianza.  Ya  me  parece  se  halla  en  edad  en  que 
sabrá  gobernarse  a  sí  mismo,  cuidar  de  nuestros  bienes  y 
de  toda  la  casa.  Ya  es  tiempo  de  buscarle  esposa  y  de  que 
nosotros,  dejando  este  miserable  mundo,  nos  retiremos  a  vi- 
vir en  alguna  religión  más  santamente ;  y  así  como  con  nues- 
tro modo  de  vivir  hemos  dado  hasta  ahora  luz  y  regla  a  los 
que  viven  en  matrimonio,  también  deseo  que  en  adelante,  por 
cantidad  de  vida,  demos  buen  ejemplo  a  los  que  viven  en  reli- 
gión. Para  esto  miro  conveniente  que  desmembremos  una 
porción  de  nuestros  bienes  temporales,  para  repararla  por 


LIBRO  DE  KVAST  V  BLANQUERNA C.    J  f 71 


aiñor  de  Dios  entre  los  pobres  de  Jesucristo,  y  que  escojáis 
vos  un  monasterio  de  religiosas,  el  que  mejor  os  pareciere,  y 
yo,  con  vuestra  licencia,  entraré  en  otro  de  religiosos,  lo  qut; 
tanto  he  deseado. 

2.  Muy  extraña  pareció  a  Aloma  la  propuesta,  y  luego 
mudó  de  color,  recelando  si  en  algo  habría  disgustado  a  su 
marido  que  le  diese  motivo  de  apartarse  de  ella.  Antes  de  res- 
ponder empezó  a  estar  suspensa  y  pensativa,  por  lo  que  le 
dijo  Evast:  — Alloma  mía,  ¿por  qué  no  respondéis?  ¿En  qué 
pensáis  ahora  ?  ¿  Habéis  oído  lo  que  os  he  dicho  ?  — Esposo  y 
señor — respondió  Aloma  —,  muy  bien.  Y  de  vuestras  palabras 
imagino  que  quizá  os  habré  dado  algún  disgusto  que  os  dé 
motivo  de  apartaros  de  mí;  y,  si  así  es,  castigadme  como  os 
pareciere,  mas  no  con  dejarme  ahora,  a  la  fin  de  mis  días, 
cuando  más  que  nunca  necesito  de  vuestro  amparo  y  consejo. 

3.  --Bien  segura  podéis  estar,  esposa — (respondió  Evast — , 
que  no  me  habéis  dado  jamás  ni  el  menor  disgusto ;  antes  os 
digo  que,  desde  aquel  día  en  que  quiso  Dios  unirnos  con  el 
vínculo  del  santo  matrimonio,  he  dado  siempre  gracias  a  su 
divina  Majestad  por  haberme  favorecido  con  vuestra  amable 
compañía ;  pues  entre  los  muchos  favores  que  en  üste  mundo 
está  repartiendo  a  sus  siervos  el  Altísimo,  de  que  se  le  de- 
bieran dar  siempre  gracias  repetidas,  uno  es  el  logro  de  una 
fiel  y  buena  compañera.  No  penséis,  pues,  haberme  en  alguna 
manera  disgustado  en  cuanto  os  he  visto  obrar,  antes  os  pido 
perdón  por  si  acaso  he  faltado  o  si  algo  he  obrado  contra 
vuestro  parecer  y  dictamen.  Mas  estando  nosotros  al  cabo 
ie  nuestros  días,  y  siendo  el  estado  religioso  mucho  más  per- 
recto  que  el  matrimonial,  y  debiendo  los  mortales  acercarse 
siempre  más  a  Dios  por  buenas  obras,  cuanto  les  fuere  posi- 
ble, mientras  ahora  tenemos  tiempo  y  ocasión  oportuna  para 
*llo,  os  ruego  que,  así  como  siempre  me  habéis  obedecido,  os 
iignéis  también  ahora  condescender  en  que,  dejando  a  nues- 
tro hijo  Blanquerna  en  la  vida  activa,  entremos  ambos  en 
a  contemplativa,  poniendo  todo  nuestro  conato  en  ver  cómo 
>odremos,  con  la  gracia  de  Dios,  estar  juntos  en  la  gloria 
internamente  y  sin  fin. 

4.  — -Dueño  y  señor  mío — respondió  Aloma — ,  con  rubor 
|v'  reverencia  responde  mi  amor  a  vuestra  propuesta.  Sabe 
Dios  que  no  cupo  jamás  en  mi  pensamiento  ni  dictamen  dejar 
ie  obedecer  en  nada  a  vuestros  preceptos,  ni  que  hubiese  ja- 
nás  entre  mi  voluntad  y  la  vuestra  oposición  alguna.  Pero 
bor  cuanto  el  principio  de  nuestra  sociedad  estuvo  en  el 
Vínculo  del  matrimonio,  y  el  principio  en  todo  tiempo  mira  al 
in  como  su  correlativo,  por  esto  soy  de  sentir  de  que  vivamos 
imbos  iup.tos  hasta  la  fin  y  sólo  la  muerte  nos  separe.  Y  así 
t|abéis  de  entender  que  no  convengo  en  obrar  contra  el  prin- 
cipio cíel  estado  primero  en  que  Dios  me  colocó,  conservó  y 


172 


O]',  RAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


guardó  de  faltar  en  algo  la  fidelidad  del  matrimonio.  En  todo 
lo  demás,  mientras  redunde  a  gloria  y  alabanza  de  Dios,  po- 
dréis mandarme,  que  obedeceré  gustosa ;  pero  tanto  como  de- 
jar el  estado  en  que  Dios  me  ha  puesto,  eso  no.  Ni  vos,  sal- 
vando vuestro  honor,  me  debéis  aconsejar  otro  estado  a  que 
no  tengo  tanta  inclinación  como  al  en  que  al  presente  me 
hallo;  pues  sé  que  muchos  hombres  y  mujeres,  por  falta  de 
devoción,  menosprecian  su  estado  y  le  abandonan.  Por  ahora 
quisiera  me  dijeseis  por  qué  más  amáis  el  estado  de  religión 
que  el  de!  matrimonio  que  tenéis. 

5.  — Mucho  siento,  esposa  mía,  vuestra  respuesta — dijo 
Evast — ,  aunque  pienso  me  decís  esto  para  enseñar  que  con 
resignaros  a  mi  voluntad  me  hacéis  mayor  ohsequio,  y  que- 
réis darme  a  entender  que  con  repugnancia  dejáis  este  estado, 
y  por  mi  respete  tomáis  el  de  religión,  porque  os  quede  yo 
más  deudor  y  obligado ;  pero  en  vano  buscáis  medios  con  que 
tenerme  más  grato,  porque  estoy  sobre  manera  contento  y 
satisfecho  de  vos  y  de  vuestro  entrañable  cariño ;  apliquemos 
sobre  todo  nuestro  conato  en  ganar  amor  y  mérito  para  con 
Dios,  a  cuyo  tribuna!  hemos  de  venir  todos.  Según  sé  vues- 
tra santa  vida  y  mis  muchos  deslices,  más  gustosa  pasaréis 
vos  al  estado  religioso  que  no  yo. 

6.  Cuando  Aloma  entendió  que  su  esposo  creía  que  ella 
se  excusaba  de  consentir  a  la  propuesta  sólo  para  probar  su 
amor  y  ganarle  más  el  agrado,  se  le  llenaron  de  lágrimas  los 
ojos  y,  entre  sollozos  y  suspiros,  le  dijo :  — {Esposo  mío,  sólo 
Dios  sabe  los  pensamientos  de'l  hombre.  Habéis  de  entender 
que  en  mi  vida  no  tuvo  jamás  mi  corazón  tanta  pena  como 
ahora,  que  contrasta  con  vuestra  voluntad;  porque,  viendo 
que  mi  fidelidad  y  amor  que  siempre  os  he  tenido,  ahora  no 
se  rinde  a  vuestro  querer,  se  oprime  con  tal  fuerza!  mi  cora- 
zón, que  saltan  las  lágrimas  a  los  ojos,  quienes  sólo  de  mira- 
ros quedan  corridos;  y  mi  conciencia  con  dificultad  me  hace 
pensar  sea  falta  aquello  mismo  en  que  no  puede  haiberla.  Os 
hago  saber,  pues,  que  os  respondo  seriamente  según  mi  amor 
y  estado.  Mi  amor  me  da  pena  no  obedeciendo  a  vuestros  in- 
tentos y  me  hace  aborrecer  la  separación  que  habría  entre 
los  dos  en  caso  de  entrar  en  religión.  Intolerable  fuera  para 
mí  vuestra  ausencia,  porque  mi  amor  apetece  vuestra  socie- 
dad en  todo  tiempo,  ni  puede  consentir  mi  vista  en  carecer  de 
vuestra  presencia.  Sin  duda  siento  mucho  no  poder  cumplir 
aquello  en  que  vuestro  deseo  tendría  su  complacenciai,  y  mi 
afecto  su  despecho  y  desconsuelo. 

7.  —  -(Mucho  me  gusta,  esposa,  vuestro  amoroso  razona- 
miento— respondió  Evast — .  Y  sé  muy  bien  que  es  voluntad 
de  Dios  que  ame  el  hombre  a  su  buena  mujer.  Todos  estos 
motivos  y  otros  muchos  serán  a  mi  corazón  estímulos  de  do- 
lor habiéndome  de  apartar  de  vos.  Vuestra  presencia  llena 


LIBRO  DE  KVAS  T  V  BLANQUERNA . — C.  .} 


173 


de  júbilo  el  cauce  de  mi  pecho;  vuestra  honestidad  y  buenas 
costumbres  abultan  mucho  más  mi  regocijo.  Ni  puedo  disi- 
mularlo oyendo  a  muchos  que  alaban  vuestros  procederes, 
pues  entonces  sin  querer  se  asoma  el  júbilo  en  mi  semblante. 
Pero  me  conviene  amar  más  a  Dios,  mi  Criador  y  Salvador, 
que  no  a  vos  ni  a  cualquiera  otra  criatura;  y  porque  deseo 
sacrificar  y  recibir  su  sacratísimo  y  glorioso  cuerpo,  por  esto 
la  valentía  de  mi  ardentísimo  deseo  borra  de  la  memoria  los 
trabajos  que  padeceré  ausente  de  vuestra  amada  compañía. 
Siento  en  el  alma  daros  ocasión  de  pena  y  tristeza,  pero  el 
amor  alienta  al  corazón  a  sufrir  muchos  trabajos  y  hace  des- 
preciar lo  humano  por  lo  divino.  Ruégoos,  pues,  que  para 
amar  y  servir  a  Dios  nos  alentemos  a  sufrir  valerosamente 
los  trabajos  que  han  de  resultar  de  mi  separación  y  la 
vuestra. 

8.  — Verdad  es,  señor  mío — 'dijo  Aloma — ,  que  el  cele- 
brar y  sacrificar  el  sagrado  cuerpo  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo es  el  más  noble  y  más  provechoso  ministerio  que  haya 
en  este  mundo ;  mas  no  por  eso  es  lícito  al  hombre  allegarse 
a  tan  alta  dignidad  sin  ordenación  y  disposición,  ni  ha  de 
ser  con  daño  de  tercero,  a  quien  tal  vez  el  enfado  podría  ser 
ocasión  de  algún  pecado.  No  todos  los  hombres  son  dignos,  ni 
alguno  debe  presumir  serlo  de  tan  ailto  y  glorioso  ministerio. 
Si  tanto,  pues,  deseáis  ser  eclesiástico  y  celebrar,  suplid  la 
ejecución  con  andar  cada  día  a  la  iglesia  de  los  religiosos,  y 
allá  les  ayudaréis  a  misa,  cantaréis  con  ellos  los  salmos,  las 
lecciones,  los  responsorios  y  las  antífonas,  y  asistiréis  a  la 
misa  solemne,  como  hasta  aquí  lo  habéis  hecho.  Y,  sobre  todo, 
que  arda  en  vuestro  corazón  el  deseo  del  sacerdocio,  muy  en- 
horabuena; pero  1  no  os  tengáis  por  digno  de  tan  alta  digni- 
dad, que  en  verdad  no  lo  sois ;  pues  Dios  os  puso  en  el  estado 
del  matrimonio,  en  que  no  le  podéis  recibir.  Yo  todos  los  días 
me  iré  al  monasterio  de  las  monjas,  como  acostumbré,  y  las 
ayudaré  2  a  cantar  y  a  responder  a  la  misa.  Hagamos  cuan- 
to podamos,  mas  no  salgamos  del  estado  en  que  somos,  pues 
Dios  en  él  nos  ha  puesto. 

9.  — Cansado  y  enfadado  estoy,  Aloma — dijo  Evast — ,  de 
poseer  y  contratar  los  bienes  temporales,  porque  estorban  mis 
oraciones ;  y  mi  ánimo  es  renunciar  las  delicias  de  la  carne  y 
entregarme  tan  del  todo  a  la  oración,  que  nada  haya  en  mi 
corazón  y  pensamiento  sino  Dios.  Yo  deseo  hacer  penitencia 
y  dar  satisfacción  de  mis  culpas  y  de  los  excesos  que  hice 
comiendo,  bebiendo,  vistiendo,  calzando  y  usando  de  blanda 


«.  ..  mas  que  no  us  ne  tingau  per  digne,  car  110  u  sou,  en  quant 
Déus  no  us  ha  posat  en  estament  que  u  po^ueu  ésser,  estant  ja  vós 
primer  en  orde  de  matrimoni.» 

J  a...  e  ajudar  les  he  a  cantar  e  a  respondre  a  la  missa  e  a  la 
honor  del  sanct  sacrifici  del  altar.» 


174 


(  >BRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


cama  y  de  otras  muchas  cosas  en  que  he  faltado.  Late  tam- 
bién en  mi  pecho  un  fervoroso  deseo  de  predicar  la  palabra  de 
Dios  y  la  pasión  de  su  Hijo  nuestro  Señor.  Y  como  el  estado 
religioso  es  para  esto  y  para  otras  muchas  cosas  más  a  pro- 
pósito que  el  matrimonial,  quisiera  por  esto  dejar  el  mundo 
y  el  estado  que  tengo  y  vivir  en  el  de  los  felices  religiosos 
que  hacen  penitencia,  y  todo  lo  sobredicho.  Si  vos  me  quitáis 
tantas  dichas  como  puedo  alcanzar  en  la  religión,  enemiga 
seréis  de  los  auges  de  mi  gloria. 

10.  — Señor — respondió  Moma — „  si  para  servir  mejor  a 
Dios  queréis  renunciar  al  mundo,  y  vuestros  bienes  a  Blam- 
querna,  y  convenís  en  que  nos  quedemos  juntos,  soy  conten- 
ta. Ein  este  oratorio  podremos  adorar,  alabar  y  suplicar  al 
Señor  sin  cuidado  de  bienes  temporales,  ni  aun  del  sustento 
corporal,  que  nuestro  hijo  Blanquerna  cuidará  exactamente 
de  todo.  No  hay  necesidad  de  mudar  estado:  si  buscáis  vida 
penitente  y  austera,  más  apta  es  para  esto  vuestra  misma 
casa,  que  no  la  religión,  porque  más  secreta  será  en  el  estado 
del  matrimonio.  Si  queréis  que  para  esto  pasemos  a  un  de- 
sierto o  a  un  monte,  pronta  estoy,  que  cuanto  más  austera 
será  nuestra  vida  para  servir  al  Rey  de  la  gloria,  mayor  será 
el  júbilo  de  mi  alma.  Vivamos  castos,  sin  gozar  aun  de  1q 
que  permite  el  tálamo  conyugal.  Predicaréis  a  todos  los  ca- 
sados con  vuestro  buen  ejemplo  y  alentaréis  a  los  religiosos 
en  la  perseverancia  de  su  vocación.  Haced  de  mí  lo  que  os 
parezca  mientras  no  desdiga  al  sacramento  del  matrimonio. 

11.  — Grande  virtud  es,  esposa — dijo  Evast — ,  vivir  en 
obediencia  y  sujetar  al  albedrío  de  otro,  por  amor  de  Dios, 
la  voluntad.  — nVirtud  grande — replicó  Aloma — es  ser  uno 
dueño  de  su  propia  voluntad,  rigiéndola  como  debe,  y  ésta 
mejor  la  conoce  cada  cual  en  sí  mismo  que  no  en  otro. 

12.  — -Grande  mérito  atesora — respondió  Evast — quien, 
dejándolo  todo  por  Dios,  se  entrega  todo  a  servirle.  -^Mérito 
grande  granjea — replicó  Aloma — quien  vive  en  el  mundo  po- 
seyendo sus  bienes,  sin  culpa,  y  entregándose  a  servir  los  po- 
bres de  Jesucristo.  Grande  mérito  es  ser  rico  de  bienes  tem- 
porales y  pobre  de  espíritu ;  y,  si  es  virtud  el  pedir  por  amor 
de  Dios,  no  se  sigue  ser  vicio  el  dar  por  su  amor  a  los  pobres. 
A  más  de  que  no  es  seguro  mandar  a  un  mozo  como  Blan- 
querna tanta  riqueza,  no  teniendo  nosotros  experiencia  de  si 
es  capaz  de  administrarla.  Por  esto  tengo  por  más  acertado 
que  hagamos  en  casa;  la  penitencia  que  queréis;  y,  si  os  pa- 
rece conveniente  salimos  de  ella,  convengo,  pero  con  tal  que 
instruyamos  primero  a  nuestro  hijo  cómo  pueda  y  sepa  go- 
bernarse a  sí  mismo  y  a  los  bienes  domésticos,  para  que  se 
conserven  para  los  pobres,  los  cuales  hallan  cada  día  en  nues- 
tra limosna  su  sustento. 


LIRRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  A 


175 


13.  — «Muchas  razones  fuertes  y  verdaderas  os  he  pro- 
puesto— dijo  Evast — ,  por  las  cuales  podéis  y  debéis  obedecer 
a  mis  demandas.  Y  aun  os  ruego  no  os  excuséis  más  ni  os 
resistáis,  antes  bien  me  deis  gusto  en  hacer  lo  que  tanto  tiem- 
po ha  que  deseo.  Ni  es  razón  me  provoquéis  a  tristeza  o  ren- 
cor, pues  sabéis  cuán  fielmente  os  amé  siempre. 

14.  — Evast,  mi  señor — respondió  Aloma — •:  oídas  vues- 
tras razones,  he  tanteado  si  podría  mi  corazón  condescender 
a  vuestros  ruegos  y  preceptos,  mas  no  hallo  medio ;  y  porque 
sé  que  de  una  inobediencia  nacen  no  pocas  veces  la  ira  y  el 
despecho,  os  suplico  no  me  habléis  más  en  esta  materia,  que 
no  responderé  palabra,  pues  temo  no  nazca  algún  desabri- 
miento entre  los  dos.  Volvamos  a  nuestras  pláticas  y  hable- 
mos de  Dios  y  de  sus  obras,  como  solíamos ;  y  en  cualquiera 
ocasión  que  os  determinéis  a  lo  que  antes  tengo  dicho,  apa- 
rejada estoy  para  cuanto  quisiereis. 

15.  Muy  malcontento  quedó  Evast  viendo  no  podía  in- 
ducir a  su  esposa  a  su  intento.  Por  muchos  días  y  horas  re- 
pitió las  sobredichas  razones,  mas  en  vano,  porque  la  hallaba 
siempre  más  constante,  sin  poder  recabar  cosa  de  ella,  antes 
se  airaba  y  afligía  más.  Compasivo  Evast  de  su  enojo,  pro- 
puso no  hablarla  más  en  este  punto  y  dejólo  todo  en  manos 
de  Dios.  Quiso  contentarla  con  hacer  penitencia  en  casa, 
guardando  clausura  para  que  por  la  vista  o  por  di  oído  no 
entrasen  las  vanidades  del  mundo,  que  están  reñidas  con  el 
entender,  memorar  y  amar  a  Dios  y  a  sus  honores.  Al  otro 
día  3,  oída  la  misa,  llamó  a  Aloma,  como  solía,  la  cual,  al  oír 
su  voz,  empezó  a  llorar,  pensando  la  quería  persuadir  sus 
pretensiones,  que  tanto  la  molestaban.  A  vista  de  su  llanto, 
dijo  Evast :  — Esposa,  no  lloréis,  pues  tan  intrépido  y  fuerte 
es  vuestro  coraje,  que  no  pude  rendirle  con  tantos  ruegos; 
yo  quiero  inclinar  mi  corazón  a  vuestro  querer  y  quiero  obe- 
deceros. Tratemos  del  cómo  hemos  de  hacer  los  dos  peniten- 
cia y  vida  austera  secretamente  en  casa  todo  efl  tiempo  que 
Dios  será  servido  darnos  vida.  Demos  a  nuestro  hijo  Blan- 
querna  absoluto  poder  sobre  todos  nuestros  bienes,  reserván- 
donos sólo  la  porción  de  renta  necesaria  para  el  preciso  sus- 
tento 4.  Hagámosle  espontáneamente  donación  de  todo  lo  de- 
más y  casémosle  cuanto  antes.  Mañana,  después  de  la  misa, 
le  llamaremos  y  le  comunicaremos  nuestros  designios.  Al  en- 
tretanto dispongamos  nuestras  cosas  y  escribamos  la  regla 
a  que  nos  obligamos  para  hacer  penitencia. 

3  t...  1 'altre  dia  dematí,  après  de  missa.» 

4  «...  per  a  sostenir  la  nostra  vida  dementre  que  a  Dén  placía  que 
viseam.u 


I7Ó  OBRAS    LITERARIAS    DE    RAMON  LLULL 


16.  Grande  gozo  tuvo  Aloma  de  esta  resolución,  y  alabó 
al  Señor,  que  le  había  indinado  a  su  dictamen.  Respondióle, 
pues,  que  estaba  pronta  en  cumplir  cuanto  le  había  prometi- 
do. Aprobó  lo  de  hacer  penitencia  secretamente  en  casa  y  el 
escribir  la  regla  a  que  entrambos  se  obligasen. 


CAPÍTULO  V 

Cómo  Evast  y  Aloma  determinaron  dar  el  mando  de  la 
casa  a  su  hijo  blanquerna 

1.  Al  otro  día,  oída  la  misa,  Evast  y  Aloma  llamaron 
a  Blanquerna  1  en  el  oratorio,  en  cuyo  altar  estaba  la  santa 
cruz,  y  hablóle  el  padre  en  esta  forma:  — Amable  hijo:  mu- 
cho conviene  el  que  tengamos  presente  el  principio  de  donde 
procedemos,  y  el  fin  para  que  fuimos  criados,  y  adonde  va- 
mos a  parar,  y  que  reconozcamos  el  favor  que  hemos  reci- 
bido de  Dios.  Llegóse  ya  el  tiempo  en  que  yo  y  tu  madre 
debemos  menospreciar  este  mundo  y  renunciar  los  bienes 
temporales.  Por  nuestra  ancianidad  y  flaqueza,  barruntamos 
estarse  ya  muy  cercana  nuestra  muerte.  Tiempo  es  de  em- 
prender una  vida  recoleta  y  de  gastar  nuestros  pocos  días 
en  llorar  nuestras  culpas  en  oración  y  penitencia.  Por  esto, 
amado  hijo,  desde  hoy  te  nombramos  heredero  universal  de 
nuestros  bienes  temporales,  y  en  nuestras  oraciones  y  bue- 
nas obras  que  haremos,  te  acogemos  en  parte.  En  adelante 
serás  el  dueño  de  nuestra  hacienda  y  casa;  procura  gober- 
narla de  manera  que  no  perezca  el  bien  que  de  ella  sale,  ni 
nos  falte  el  congruo  corporal  sustento,  y  que  los  hijos  que 
tengas  puedan  ser  criados  con  ella  de  modo  que  sean  agra- 
dables a  Dios. 

2.  Dichas  estas  y  semejantes  palabras,  tomó  su  sello 
y  Aloma  las  llaves  de  la  casa,  para  entregárselo.  Mas  Blan- 
querna, sin  quererlo  aceptar  2,  dió  en  llanto.  Dobló  los  ojos 
hacia  el  altar  y,  viendo  la  santa  cruz,  se  acordó  luego  de  la 
pasión  del  Redentor  y  que  él  y  sus  discípulos,  renunciando 
los  bienes  de  la  tierra,  habían  sido  pobres.  Después  de  ha- 
ber gastado  largo  rato  en  este  pensamiento,  dijo: 

3.  — Señor  padre,  grande  es  la  honra  que  vos  y  mi  se- 
ñora madre  queréis  hacerme  y  grande  la  confianza  que  te- 


3  Dígase  más  fielmente:  «...  llamaron  a  Blanquerna  al  pie  del  altar 
en  donde  estaba  la  santa  cruz.» 

2  En  el  original  :  «Mas  Blanquerna  no  aceptó  lo  que  Evast  y  Ajo- 
rna querían  entregarle,  y  comenzó  a  considerar  y  a  mirar  la  cruz  y  se 
acordó. . .» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAÍíQUERNA. — C.  5  177 


néis  de  mí,  pues  queréis  recomendarme  tantos  bienes  sin 
examen  previo  de  mi  caridad,  fidelidad,  justicia  y  demás  vir- 
tudes. Dios  os  lo  pague;  mas  sabed  que  no  quiero  meter 
jamás  en  mi  corazón  riquezas  ni  deleites  mundanos,  ni  mi 
afecto  desea  cosa  fuera  de  solo  Dios,  quien  me  ha  criado 
para  que  fuera  su  tabernáculo.  Grande  injuria  fuera  echarle 
de  donde  quiere  morar  y  quedaría  mi  corazón  ofendido  si 
le  apartaba  de  Dios. 

4.  Sobremanera  atónitos  quedaron  ambos  de  las  pala- 
bras del  hijo,  a  quien  su  padre  respondió:  — Pues  ¿cuáles 
son  tus  designios,  hijo  mío?  ¿Qué  quieres  decir  con  eso?  Pas- 
mado estoy  de  lo  que  dices,  y  te  ruego  no  disimules  a  tu 
padre  tus  intentos.  — Señor  y  padre  mío — respondió  Blan- 
querna — ,  la  divina  luz  estimula  mi  alma  a  memorar,  enten- 
der y  amar  la  pobreza  y  la  vida  eremítica  y  a  renunciar  la 
escasez  y  poquedad  de  este  mundo  miserable.  Sin  ésta  podré 
más  perfectamente  amar  y  contemplar  al  Hijo  de  Dios  vivo, 
que  vino  al  mundo  a  vestirse  de  nuestra  carne  para  redimir- 
nos y  padeció  acerbísima  pasión  y  muerte,  como  aquella  cruz 
me  lo  representa  a  la  vista.  Esta  dolorosa  memoria  me  es- 
timula a  seguir  las  pisadas  de  Elias,  de  San  Juan  Bautista 
y  de  los  demás  Santos  Padres  del  yermo,  quienes,  para  huir- 
las vanidades  del  mundo  y  vencer  las  asechanzas  del  ene- 
migo y  las  rebeldías  de  la  carne,  hicieron  vida  austera  y 
penitente  en  los  páramos  y  montes,  sin  que  nada  les  estor- 
bará la  contemplación  del  Señor  de  las  alturas,  único  prin- 
cipio y  fin  de  todos  los  bienes. 

5.  — Hijo  mío — dijo  Evast — ,  contentísimo  estoy  de  los 
devotos  deseos  de  tu  corazón.  No  pocas  veces  dudé  en  pedir 
hijos  a  Dios,  temiendo  no  fueran  malos  y  transgresores  de 
sus  divinos  preceptos;  mas  ahora  acabo  de  conocer  que  fue- 
ron santos  los  deseos  de  tu  madre  y  las  muchas  plegarias 
que  hizo  al  cielo  para  haberte.  En  atención,  pues,  que  deseas 
servir  a  Dios,  en  ninguna  manera  reprendo  tus  designios, 
pero,  habiendo  de  recompensar  los  favores  que  de  tus  padres 
recibiste,  debes  quedarte  en  el  mundo  hasta  que  hayan  muer- 
to. Después  podrás  cumplir  la  devoción  que  tienes  :;. 

6.  — Señor  padre — respondió  Blanquerna — ,  bien  conoz- 
co el  beneficio  natural  que  recibí  de  vos  y  de  mi  madre  4  y  sé 
que  me  habéis  criado  con  desvelo,  mas  a  todo  esto  excede 
el  beneficio  que  de  Dios  he  recibido  \  Considero  los  muchos 


3  «...  puis  en  avant  pots  complir  la  devoció  e  la  voluntat  que  es 
i?n  tu  per  la  divinal  virtud. d 
e  de  madona  Aloma». 

s  «Mas  sobre  tot  benefici  és  aquell  que  he  reebut  de  Déu,  e  lu 
inal  raó  per  què  som  en  lo  món  és  per  conèxer,  amar,  loar  e  con- 
emplar  Déu.  E  car  estar  en  lo  món  és  perill,  majorment  a  home 
ove,  per  açò  vull  fngÍT  al  món.» 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


riesgos  que  el  vivir  en  el  mundo  acarrea,  particularmente 
en  los  mozos;  por  esto  quiero  escapar  sus  lazos  volando  al 
desierto  a  servir  a  Dios,  quien  será  mi  padre  y  mi  maestro. 
Por  su  amor  renuncio  honras,  riquezas  y  toda  la  gloria  mun- 
dana, pues  sé  que  teniéndole  a  él,  nada  me  ha  de  faltar; 
y  a  faltarme  este  infinito  bien,  ¿  quién  podría  suplir  la  falta 
del  que  mi  alma  ha  deseado,  y  con  tantas  ansias  desea? 

7.  — Amable  hijo — dijo  Evast— ,  si  tú  no  obedeces  a  mis 
ruegos,  injuria  haces  a  tus  padres  y  a  los  pobres  de  Jesu- 
cristo, que  sacan  de  esta  casa  tanta  limosna,  la  cual  queda 
acabada  si  te  ausentas  de  nosotros;  y  serás  responsable  de- 
lante de  Dios  si  tus  padres,  por  falta  de  administrador,  han 
de  dejar  de  hacer  la  penitencia  que  desean.  Y,  en  fin,  tú  se- 
rás causa  de  los  trabajos  que  en  nuestra  ancianidad  nos 
aguardan.  Y  siendo  la  culpa  y  la  injuria  tan  aborrecida  de 
Dios,  según  leyes  de  justicia  y  caridad,  no  puedes  permitir 
que  perezcan  los  bienes  domésticos,  ni  debes  ser  ocasión  de 
nuestros  trabajos,  ni  óbice  del  bien  que  resultará  de  nuestra 
penitencia. 

8.  — Señor — replicó  Blanquerna — ,  quiere  Dios  que  v  I 
hombre  trabaje  en  su  servicio  hasta  la  muerte.  Según  me 
parece  de  vuestra  edad,  vos  y  mi  santa  madre  6  todavía  po- 
déis trabajar  cuidando  de  los  bienes  de  casa  y  haciendo  de 
ellos  limosna.  Cuantos  más  contrarios  serán  vuestros  días 
a  los  trabajos  que  en  servicio  de  Dios  padeceréis,  tanto  ma- 
yor será  vuestro  mérito.  Perseverando,  pues,  en  el  estado 
que  tenéis,  no  desconfiéis  de  la  divina  protección,  ni  sigáis 
el  rumbo  de  muchos,  que  renuncian  los  bienes  del  mundo 
sólo  a  fin  del  descanso,  lo  que  es  peligroso  para  sí  y  para 
otros  que  toman  su  ejemplo.  En  vuestra  decrépita  ancia- 
nidad, estando  vuestras  fuerzas  caídas,  encomendaréis,  sí, 
vuestros  bienes  a  persona  fiel,  que  haga  de  ellos  el  bien  que 
acostumbráis,  repartiéndolos  a  los  pobres,  a  quienes  se  de- 
ben    Y  así,  señor,  os  ruego  no  seáis  vos  la  rèmora  de  mi 


■  «...  ma  dona  Aloma.» 

7  Las  palabras  «a  quienes  se  deben»  no  se  leen  en  el  original, 
pero  interpretan  fielmente  el  pensamiento  del  Maestro,  quien,  reite- 
radas veces,  dice  en  el  Blanquerna  que  los  bienes  superfluos  de  los, 
ricos  son  patrimonio  de  los  pobres  (cap.  69,  nn.  3-5  ;  cap.  70,  n.  1  ; 
cap.  76,  n.  7).  Ni  tan  sólo  en  el  Blanquerna.  En  el  Llibre  de  Santa 
Maria,  para  no  citar  sino  otro  libro  luliano,  escribirá  Ramón  Llull 
palabras  tan  duras  como  las  siguientes  :  «E  encara  us  prec,  reyna, 
que  vós  dels  béns  temporals  façats  fer  almoyna  a  aquells  qui  són  rics, 
e,  si  no  la  volen  fer,  per  ma  fe !  tollets-íos  lurs  riqueses  e  dona- 
lats-les  a  altres  qui-n  facen  almoyna  ;  car  no  és  raó  que  ells  terr 
guen  aquelles  riqueses  empatxades  e  majorment  en  aquells  qui  són 
rics  d'almoynes  ;  car  les  almoynes  vós,  reyna,  sots  tenguda  que  les 
guardéis  e  les  salvets  als  pobres  de  qui  són,  e  a  aquells  qui  sots 
umbra  e  confiança  de  vós  les  han  donades,  sots  tenguda  a  raó,  e  raó 
de  natura  és  e  bo  consent,  que  vós  salvets  la  comanda  que  a  vós 


LIBRO  DK  EVAST  Y  BLANQVERNA. 


felicidad  y  deseo  y  no  me  expongáis  a  riesgo  por  cosas  co- 
rruptibles y  transitorias,  ni  reprendáis  lo  que  debierais  ala- 
bar, ni  se  entristezca  vuestro  corazón  de  lo  que  debiera 
alegrarse. 

9.  — Prueba  primero — dijo  Evast — el  hacer  penitencia  y 
vida  austera  entre  nosotros,  antes  de  partirte  al  yermo  a 
hacerla.  Tantea  si  tienes  valor  para  permanecer  en  la  auste- 
ridad de  vida  a  que  tu  devoción  te  inclina,  pues  empresa 
grande  es  la  que  intentas,  y  no  debes  abalanzarte  a  ella  sin 
tener  en  ti  mismo  alguna  experiencia.  Sabe  que  no  px>cas 
veces  acontece  que  el  hombre  con  facilidad  emprende  la  aus- 
teridad y  el  rigor  antes  de  experimentar  su  molestia,  pero 
después,  sintiendo  su  peso  con  fastidio,  le  aborrece,  y  echan- 
do la  carga,  vuelve  a  las  comodidades  del  cuerpo  y  a  sus  pri- 
meras delicias.  Entonces  es  ultrajada  y  mofada  su  incons- 
tancia: por  lo  que.  amable  hijo,  no  seas  fácil  en  tus  fervo- 
res, refrena  tus  deseos  y  entiende  lo  que  te  digo. 

10.  — SeñGT  padre — respondió  Blanquerna — .  ensayarse 
uno  en  sufrir  trabajos  y  en  hacer  austera  vida,  no  es  más 
que  meterse  en  una  duda  nacida  de  poca  devoción  y  amoi. 
porque  la  devoción  alivia  el  peso,  y  el  amor  suaviza  las  amar- 
guras. Cuanto  más  recios  son  los  trabajos  y  rigores  de  la 
vida,  tanto  más  noble  y  más  grande  es  la  devoción  y  el  amcr. 
Y  lo  son.  asimismo,  la  paciencia  y  las  demás  virtudes;  y,  así, 
discurro  que  sólo  será  trabajo  para  mi  alma  el  no  ser  mayor 
el  trabajo  y  la  austeridad  de  vida. 

11.  Otras  muchas  razones  le  propuso  Evast  para  echar 
de  su  corazón  sus  propósitos;  pero  cuanto  más  le  rogaba  y 
argüía,  con  tanto  mayor  tesón  y  réplicas  le  veía.  Acabó,  en 
fin,  temiendo  no  ofendiera  a  Dios  y  que  no  estuviese  Blan- 
querna inflamado  del  divino  amor  para  seguir  su  vocación. 
Después  del  padre  entró  la  madre,  quien  con  sentimiento  y 
lágrimas  dijo  al  hijo  estas  palabras: 

12.  — Amable  hijo,  hallándoos  en  el  eremitorio,  ¿qué 
comeréis?  Y.  roto  este  vestido,  <qué  vestiréis?  Y  si  enfer- 
máis, ¿quién  cuidará  de  vos?  ¡Oh  hijo  mío,  dulce  y  muy 
amado !  -\  ten  lástima  de  tu  cuerpo,  que  yo  crié  con  tanta 
delicadeza:  ten  compasión  de  Evast,  tu  pobre  padre,  y  de 
mí,  porque  en  tu  ausencia  y  en  los  recelos  de  tu  muerte  y 
trabajos  tendremos  multiplicadas  penas,  cuando  esperába- 
mos de  ti  el  consuelo  y  la  asistencia  a  la  fin  de  nuestros  días. 
Ahora  que  habías  de  ser  nuestra  alegría  y  queríamos  darte 


i  lan  comanada.  Mas  que  vós,  reyua,  sofnrats  que  sien  tants  hómens 
tuatarfosos,  ergullosos,  avars,  vanagloriosos,  e  grans  menjadors  e 
òevedors.  plens  de  males  costumes,  e  que  ells  posseesquen  los  béns 
lels  pobres  qu:  moren  de  fam.  set,  nuedat,  fret,  e  tot  dia  criden  per 
bmor  de  nostra  Dona  :  almovna!  almoyna!»  (ORL,  X,  207). 
*  tBell  fill»,  léese  solamente  en  e!  texto  catalán. 


iSo  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


esposa  hermosa,  buena,  noble  y  rica,  ¿ahora  quieres  dejar- 
nos y  entregar  tu  cuerpo  a  padecer  una  muerte  sin  culpa?, 
pues  no  has  cometido  aún  tan  graves  pecados  que  debas  ha- 
cer tan  rígida  penitencia,  afligiendo  a  tu  cuerpo  y  a  nos- 
otros, que  jamás  te  hicimos  injuria  ni  agravio. — Otras  mu- 
chas razones  le  dijo,  y  todas  con  tantas  lágrimas,  que  las 
movió  a  Evast  y  Blanquerna.  Largo  rato  lloraron  los  tres 
antes  de  responder  el  hijo  a  los  reparos  de  la  madre. 

13.  Después  que  hubo  pagado  la  naturaleza  a  la  parte 
sensitiva  el  tributo  de  las  lágrimas,  no  quedaron  en  Blan- 
querna amortiguados  los  impulsos  de  su  vocación,  ni  tardó 
la  fortaleza  en  alentar  su  corazón  contra  los  desmayos  del 
sentimiento.  Esforzado,  pues,  con  el  auxilio  de  la  gracia,  res- 
pondió: — Madre  mía,  el  amor  predominante  en  mi  voluntad 
me  hace  inobediente  a  la  vuestra,  que  siempre  en  verdad 
amé  y  finamente  amo  9.  Hijo  vuestro  soy ;  de  vos  y  de  mi 
padre  Evast  recibí  el  ser  que  tengo;  criado  me  habéis  con 
todo  el  desvelo  posible;  dueño  queréis  hacerme  de  cuanto 
poseéis  y  queréis  sujetaros  a  mi  dominio;  mas  ni  puedo  ser- 
viros en  el  mundo  ni  alegraros  con  mi  presencia;  entriste- 
ceros conviene  con  mi  ausencia.  Ya  sé  que  no  puedo  satis- 
facer lo  mucho  que  por  mí  habéis  hecho,  ni  el  cariño  que 
me  tenéis;  mas  yo  no  soy  mío,  sino  de  otro  que  me  ha  to- 
mado y  prendido.  Si  yo  fuera  mío,  a  vosotros  me  diera  para 
acataros  siempre  y  serviros;  pero  si  Dios  me  ha  prendido, 
y  me  arranca  de  vosotros,  y  me  aparta  de  las  delicias  del 
mundo ;  si  me  obliga  a  vivir  solo  ^en  selvas  y  dilatados  bos- 
ques, entre  fieras  y  bestias,  y  en  parajes  en  donde  faltan 
viandas,  vestidos  y  sociedad  humana  y  otras  cosas  muchas 
necesarias  a  la  vida  del  hombre,  Dios,  que  da  de  comer,  be- 
ber y  vestir  a  las  bestias  y  aves  de  aquellos  páramos,  y  los 
conserva  con  salud,  proveerá  mi  cuerpo  de  todo  lo  necesario 
para  sustento  de  la  vida,  de  donde  podrá  mi  alma  contem- 
plar sus  perfecciones  y  su  gloria.  Y  si  acaso  mi  cuerpo,  ven- 
cido de  la  necesidad,  falleciere,  habrá  el  Señor  dispuesto  de 
lo  suyo  y  mi  alma  habrá  usado  de  esperanza,  caridad  y  for- 
taleza en  vez  de  su  Criador  y  de  los  trabajos  del  cuerpo,  y 
la  utilidad  del  alma  será  tanta,  que  los  trabajos  corporales 
en  tal  caso  deben  reputarse  en  nada,  ni  deben  llamarse  pe- 
nosos. Toda  mi  vida  rogaré  a  Dios  por  vosotros,  y  si  acaso 
Dios,  por  algún  mérito,  quisiera  premiarme  con  algún  favor, 
le  rogaré  lo  haga  a  vosotros.  Perdonad,  que  no  puedo  obede- 
ceros, y  siendo  ocasión  de  vuestra  pena,  en  gracia  os  pido 
me  olvidéis,  para  que  no  os  dé  más  trabajo.  Dadme  vuestra 
bendición,  que  quiero  partirme  adonde  puso  Dios  mis  deseos. 


n  Dígase  más  fielmente:  «...que  hace  inobediente  a  la  vuestr 
que  tanto  y  tan  entrañablemente  me  ha  amado.)) 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUÉRNA. — C.  6  l8l 


14.  Dichas  estas  y  otras  palabras,  hincóse  Blanquerna 
de  rodillas  y  pidió  a  sus  padres  la  bendición  para  partirse  "'. 
— ¿Cómo,  hijo,  ya  te  despides? — dijo  Aloma.  — Dilectísima 
madre  mía — respondió  Blanquerna—,  resuelto  estoy  de  par- 
tirme desde  luego,  con  vuestra  licencia11,  a  los  páramos 
adonde  Dios  y  la  fortuna  me  condujesen;  dadme  para  ello 
vuestra  bendición  y  no  retardéis  mi  viaje,  porque  cuanto 
más  tardare,  tanto  más  se  aumentará  nuestra  pena,  y  la  di- 
lación de  mis  deseos  atormentará  más  mi  corazón. 

15.  — Hijo  mío  querido — dijo  Aloma — ,  quédate  por  lo 
menos  este  día  y  esta  noche,  que  no  hay  razón  para  tan 
arrebatada  marcha.  Gastemos  este  poco  tiempo  en  llantos, 
amor  y  sentimiento  de  tu  despedida,  y  mañana,  oída  misa, 
tu  padre  y  yo  te  daremos  nuestra  bendición  y  licencia  por 
toda  nuestra  vida.  Quiera  Dios  que  en  el  cielo  nos  juntemos 
y  nos  conozcamos;  y  si  ahora  es  tu  ausencia  para  nosotros 
tan  sentida,  séanos  tu  amada  presencia  alegre  por  eternida- 
des en  la  gloria. 


CAPÍTULO  VI 

.  De  cómo  tentó  a  Blanquerna  una  doncella  por 
nombre  Cana 

1.  Concluido  que  hubo  Aloma  su  razonamiento,  salió  del 
oratorio  y  fuése  a  casa  de  una  señora  viuda  muy  íntima 
amiga  suya  \  llamada  Anastasia.  Tenía  ésta  una  hija  her- 
mosísima y  muy  linda,  cuyo  nombre  era  Cana.  Retiradas  las 
tres  a  un  aposento  de  la  casa,  empezó  Aloma  a  lamentarse 
diciendo;  — ¡Ay  de  mí  triste,  y  cómo  me  quedo  por  siempre 
desconsolada  en  quien  pensaba  había  de  ser  toda  mi  alegría ! 
Perdido  he  a  mi  hijo  Blanquerna,  a  quien,  después  de  Dios, 
amaba  sobre  todo  lo  del  mundo;  y  si  en  vosotras,  amigas, 
no  hallo  medio  de  recobrarle,  dolorida  y  triste  quedará  mi 
alma  toda  la  vida. 

2.  Atónitas  se  quedaron  con  esto  Anastasia  y  Cana,  y, 
compadecida  Anastasia,  la  dijo:  — Hermana  y  amiga,  no  11o- 


*  «r...  que  anar  volia  en  lo  ermitatge  a  Déu  servir.» 
11  Las  palabras  «con  vuestra  licencia»  no  aparecen  en  el  texto 
primitivo. 

1  Las  palabras  «muy  íntima  amiga  suya»  no  aparecen  en  el  texto 
catalán,  si  bien  se  presuponen  por  lo  que  se  dice  casi  a  continua- 
ción :  .<En  gran  amistat  era  Aloma  amb  Nastàsia  e  amb  Natana  sa 
filla.»  Se  ve  que  el  traductor  leyó  mal  el  manuscrito,  y,  confundiendo 
la  t  con  una  c,  y  tomando  la  sílaba  na  por  artículo  personal,  convir- 
tió el  original  Ñata  na  en  Cana. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE   KAM()N  LLULL 


réis ;  que,  si  en  algo  os  podemos  valer,  os  serviremos  de  gus- 
to y  con  empeño,  mientras  de  ello  no  resulte  infamia  o  mur- 
muración.— Contóle  Aloma  lo  que  había  pasado  entre  ella, 
Evast  y  Blanquerna;  cómo  éste  no  había  querido  obedecer 
sus  ruegos  y  estaba  en  ánimo  de  partirse  2  al  desierto,  al  otro 
día,  para  hacer  penitencia  hasta  la  muerte.  — El  favor  que 
os  pido,  señora — prosiguió — ,  es  que  Cana  hable  a  Blanquer- 
na y  que  mañosamente  le  haga  olvidar  esta  quimera,  y  que 
le  incline  al  matrimonio  y  a  que  sea  su  marido.  Nosotros  les 
haremos  donación  de  cuanto  tenemos  y,  desde  luego,  serán 
suyos  nuestros  bienes. 

3.  Acordaron  ambas  que  Aloma,  el  mismo  día  después 
de  comer,  llevase  consigo  a  Blanquerna,  a  quien  dejarían  solo 
con  Cana,  para  que  tratasen  de  amores,  de  manera  que  en- 
tendiera él  que  Cana  le  quería  para  esposo  y  que  este  deseo 
tenía  en  su  corazón  hondas  raíces.  Por  este  medio  pensaron 
torcer  a  Blanquerna  la  inclinación  3.  Concertada  la  trampa, 
fuése  Aloma  algo  consolada  a  casa,  en  donde  halló  a  Evast 
y  a  Blanquerna  llorando  en  el  oratorio  la  vecina  despedida. 
— Tiempo  es  de  comer — dijo  Aloma — ;  salid  y  comamos,  que 
os  sobrará  tiempo  para  lágrimas. 

4.  Muchos  platos  les  sirvieron  en  la  mesa;  pero  poco 
comieron.  Acabada  la  comida,  tomó  Aloma  su  manto  y  dijo 
a  Blanquerna  la  acompañase  a  casa  de  una  amiga  suya,  con 
quien  había  de  tratar  cierto  negocio.  Acompañóla  a  casa  de 
Anastasia,  a  quien  encontraron  sola  con  su  hija,  ricamente 
vestida,  a  más  de  ser  extremada  su  natural  hermosura.  Dí- 
jola  Aloma  que  hiciese  compañía  a  su  hijo,  al  tiempo  que 
ella  hablaría  con  su  madre.  Quedaron  ambos  en  la  pieza  a 
solas,  y  Aloma  y  Anastasia  entraron  a  hablar  en  otro  cuarto 
más  retirado. 

5.  Mientras  estaban  sentados  lado  por  lado  y  Blanquer- 
na pensaba  en  ejecutar  su  viaje,  empezó  la  doncella  a  expli- 
carse así :  — Tiempo  ha,  señor  Blanquerna,  que  deseo  descu- 
briros mi  corazón,  y  por  la  inclinación  particular  que  es 
tengo,  gustara  sobremanera  de  ser  esposa  vuestra.  La  vio- 
lencia del  amor  con  que  os  amo  me  obliga  a  deciros  estas 
palabras.  Vuestro  nacimiento  y  riquezas  os  hacen,  sin  duda, 
merecedor  de  más  noble  y  rica  esposa;  mas  el  cordial  afecto 
que  os  tengo  y  la  buena  intención  que  llevo  de  que  seáis  mi 
esposo,  han  de  valerme  con  vos,  pues  no  hay  algún  siniestro 
o  desordenado  fin  en  esta  mi  pretensión,  y  ojalá  se  cumplie- 
ran mis  deseos,  para  lograr  el  tener  hijos  que  sean  buenos 
siervos  de  Dios  y  que  se  os  asemejen  en  la  santa  vida  que 
hacéis  por  la  gracia  del  Señor  y  por  la  buena  educación  y 


"  «...  que  lo  sent  demà  demalí. » 

n  «...e  induir-lo-ien  a  orde  de  matrimoni.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  6  183 


ejemplo  de  vuestros  padres,  quienes  son  los  más  santos  y 
virtuosos  que  hay  en  esta  ciudad. 

6.  Bella  y  hermosa  era  Cana,  y  con  mucha  discreción 
y  muestras  de  grande  amor  dijo  estas  y  otras  palabras  a 
Blanquerna,  quien  no  por  eso  olvidó  ni  apartó  de  su  corazón 
su  santo  propósito,  ni  el  fuego  del  divino  espíritu  que  había 
inflamado  su  corazón  tardó  en  socorrerle.  Habiendo,  pues, 
considerado  un  rato  las  palabras  de  Cana,  dijo :  — Aquel  Rey 
de  los  reyes,  consuelo  y  esperanza  de  todos  los  pecadores, 
que  no  olvida  las  necesidades  de  sus  siervos,  adoro  y  ben- 
digo, porque  su  divina  virtud  me  favorece  contra  las  ten- 
taciones que  desde  hoy  empiezan  a  embestirme.  Vístese  de 
júbilo  mi  corazón  en  el  principio  de  esta  guerra,  y  la  fuerza 
que  siento  en  resistirme  ahora,  me  hace  esperar  que  la  ten- 
dré en  adelante. — Mucho  en  esta  forma  alabó  y  bendijo 
Blanquerna  a  Dios  antes  de  responder  a  la  propuesta  de 
Cana. 

7.  Viendo  ésta  que  Blanquerna,  sin  responderle,  alegre 
bendecía  a  Dios,  no  sin  algún  sobresalto,  le  dijo:  — ¿Cómo, 
señor,  no  respondéis  a  mis  palabras?  ¿Qué  es  lo  que  decís, 
que  excita  a  tanto  gozo  vuestro  espíritu?  — Con  las  tuces 
de  su  gracia — respondió  Blanquerna — ha  iluminado  mi  co- 
razón el  Espíritu  Santo,  para  desear  la  vida  eremítica,  en 
que  tenga  en  mi  corazón  a  Dios  sólo.  Sabed,  señora,  que  al 
explicar  vuestros  afectos,  el  deleite  sensual  empezó  a  batir 
mi  alma,  tanto  por  la  fragilidad  natural  como  por  astucia 
de  enemigo.  Mas  ésta  luego  se  puso  en  presencia  de  su  aman- 
te, y  la  divina  luz  la  ilustró  con  su  amor;  de  donde  conozco 
que  no  olvida  Dios  a  su  siervo,  antes  me  esfuerza  tanto  para 
despreciar  vuestra  propuesta,  que  me  admiro  que  en  una 
señora  como  vos  haya  cabido  pensamiento  tan  extraño  como 
es  el  que  deje  yo  el  amor  del  soberano  Dios  por  el  vuestro. 
Tal  cual  vez  dudé  si  tendría  valor  para  resistir  a  las  tenta- 
ciones que  en  el  desierto  me  esperan;  mas  ahora  bien  en- 
tiendo que  Dios  me  ayudará,  y  no  temo,  como  antes  solía, 
vengan  tentaciones,  pues  el  vencimiento  que  logro  ahora  en 
el  principio  me  anima  a  despreciarlas  todas. 

8.  Admirada  la  doncella  de  la  santidad  y  ánimo  cons- 
tante del  joven,  le  dijo:  — ¿Cómo  no  respondéis,  amigo,  a 
mis  preguntas?  — Si  queréis  hablarme  de  Dios — respondió 
Blanquerna — ,  o  darme  doctrina  como  le  pueda  más  amar, 
honrar  y  servir,  muy  agradables  me  serán  vuestras  pala- 
bras: mas  no  me  entretengáis  con  estas  vanidades  y  dejad- 
me discurrir  mi  viaje  mientras  que  tarda  mi  madre  en  des- 
pedirse de  la  vuestra. 

9.  — ¿Cómo  podréis  — dijo  Cana  —  soportar  hasta  la 
muerte  vida  tan  austera  en  las  selvas  y  cómo  se  os  hace  tan 
fácil  aguantar  lo  que  tal  vez  no  podréis  sufrir?  -  ¿Quién  o;ó 


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ÒBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


valor — respondió  Bl'anquerna — |para  sufrir  trabajos  y  tor- 
mentos a  Santa  Catalina,  a  Santa  Eulalia,  a  Santa  Margarita 
y  otras  vírgenes  y  mártires,  que  por  mor  de  mi  amado  Señor 
Jesucristo  fueron  atormentadas,  colgadas,  quemadas  y  muer- 
tas ?  ¿  Y  si  aquellas  doncellas  mozas,  tiernas,  y  mujeres  frági- 
les, con  la  gracia  de  Dios,  padecieron  tanto  y  aun  deseaban 
padecer  más,  yo,  que  soy  hombre,  no  sabré  tolerar  en  el  ere- 
mitorio hambre,  sed,  frío,  calor  y  miedo  por  amor  de  Dios? 
¿  Y  no  será  en  mí  virtud,  sin  comparación  mayor,  confiar  en 
la  providencia  divina  en  el  desierto,  que  si  en  esta  ciudad 
pusiese  mis  esperanzas  en  la  asistencia  a  mis  padres  y  en 
las  riquezas  de  este  mundo? 

10.  — «Muchas  veces  acontece — dijo  Cana — que,  hallan- 
dose  el  hombre  entre  sus  parientes  y  amigos,  se  resuelve 
animoso  a  emprender  alguna  grande  obra  o  hazaña  por  don- 
de pueda  ganar  aplauso  y  premio ;  pero  cuando  después  sien- 
te el  trabajo,  desmaya  y  retrocede  de  la  empresa  que  pensaba 
llevar  a  cabo.  Así,  cuando  vos  en  el  desierto  experimentareis 
el  rigor  de  vida  y  lo  extraño  y  ruin  de  las  viandas,  os  arre- 
pentiréis de  haber  dejado  a  vuestros  padres,  parientes  y 
amigos,  y,  hallándoos  sólo  entre  fieras,  mudaréis  de  parecer, 
temeréis  lo  que  ahora  no  teméis. 

11.  — Señora — respondió  Blanquerna — ,  yo  voy  a  los 
bosques  a  contemplar  a  mi  Señor  Jesucristo  y  a  su  gloriosa 
Madre  la  Virgen  María.  Llevo  por  compañeras  la  fe,  la  espe- 
ranza, la  caridad,  la  justicia,  la  prudencia,  la  fortaleza  y  la 
templanza.  Necesito  la  fe  para  creer  los  artículos  de  nuestra 
santa  fe  católica,  apostólica,  romana,  para  vencer  las  tenta- 
ciones que  causa  la  ignorancia.  Llevo  la  esperanza  para 
esperar  y  confiar  en  la  fuerza  y  ayuda  de  aquel  que  sólo 
puede  ayudarme.  La  caridad  lleva  mi  corazón  a  las  selvas, 
y  ella  me  hace  parecer  que  esta  ciudad  y  demás  poblaciones 
sean  unos  despoblados.  Con  ella  lo  puede  todo  el  hombre 
y  todo  lo  vence.  La  justicia  me  obliga  a  volver  a  Dios  el 
cuerpo  y  el  alma,  porque  es  Criador  y  Bienhechor  mío  y  de 
cuanto  tiene  ser.  La  prudencia  me  da  a  conocer  y  menospre- 
ciar al  mundo,  caduco,  lleno  de  engaños  y  errores,  y  me  hace 
desear  la  eterna  bienaventuranza.  La  fortaleza,  con  la  fuerza 
del  Altísimo,  alienta  mi  corazón  para  sufrir  por  su  amor 
cualquier  trabajo.  Llevo  conmigo  la  templanza,  como  señora 
de  mi  boca,  de  mi  apetito  y  de  mi  vientre.  En  caso,  pero, 
que  yo  en  el  desierto  no  pudiese  usar  de  estas  virtudes,  sería 
preciso  restituirme  a  casa;  y  si  allá  no  pudiese  sufrir  ham- 
bre, sed,  frío,  calor,  desnudez,  temor,  pobreza  y  tentaciones, 
¿  cómo  me  socorrerían  las  virtudes  y  sus  obras  ?,  sin  las  cua- 
les ni  pudiera  ni  quisiera  vivir  en  aquellos  ni  en  otros  para- 
jes. Vos,  señora — prosiguió — ,  queréis  espantarme  con  lo 
mismo  que  deseo  padecer  por  amor  de  quien  padeció  por 


L1RRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  6 


mi  amor  mayores  trabajos  que  los  que  vos  me  ponderáis. 
Sabed  que  el  deseo  de  padecer  éstos  y  muchos  más  me  saca 
de  mi  patria  y  me  lleva  a  donde  los  padezca,  y  no  es  mi  gusto 
vivir  ni  habitar  donde  me  falte  ocasión  de  padecer. 

12.  — Mucho  me  gustan  vuestras  palabras — dijo  Cana — , 
por  lo  que  quisiera  siempre  estar  con  vos:  llevadme  en  vues- 
tra compañía  y  hagamos  juntos  penitencia  en  donde  os  pa- 
reciere. —No  conviene — 'respondió  Blanquerna — que  ni  vos 
ni  otra  persona  rae  acompañe;  ni  quiero  más  compañía  que 
de  Dios,  de  los  árboles,  de  las  hierbas,  de  las  aves,  de  las 
fieras,  de  las  fuentes  y  aguas ;  de  los  prados,  de  las  riberas, 
del  sol,  de  la  luna  y  de  los  astros;  pues  nada  de  todo  esto 
impide  a  mi  alma  el  contemplar  y  entender  a  Dios. 

13.  — Señor — dijo  Cana — siendo  yo  vuestra  compañe- 
ra, si  por  acaso  alguna  vez  sentís  estímulos  de  la  carne,  ten- 
dréis con  la  resistencia  mayor  mérito  y  seréis  más  contrario 
a  la  lujuria,  vicio  tan  abominable  a  Dios.  Si  vencéis  vuestra 
carne,  será  mayor  vuestra  fortaleza.  Si  tenéis  confianza  de 
sujetarla,  será  mayor  vuestra  esperanza.  En  aquello  en  que 
podáis  haber  mayor  mérito,  será  mayor  vuestra  sabiduría, 
y,  venciéndoos  a  vos  mismo,  mayor  será  en  Dios  vuestra 
caridad.  Por  estos  y  otros  motivos  debéis  admitirme  por  com- 
pañera. — Prohibido  está  por  la  ley — 'respondió  Blanquerna — 
el  tentar  a  Dios;  ni  debe  el  hombre  tentarse  a  sí  mismo  en 
la  forma  que  decís,  pues  tiene  esto  resabios  de  soberbia  y 
vanagloria  y  peligra  mucho  por  la  flaqueza  con  que  quedó 
por  la  culpa.  Cuando  el  hombre  se  halla  casualmente  en  la 
ocasión,  que  use  de  las  virtudes  como  decís,  esto  sí;  pero  yo. 
por  cuanto  hay  en  el  mundo,  no  os  llevaría  conmigo ;  lo  que 
os  aconsejo  es  que  dejéis  el  mundo  y  entréis  en  algún  mo- 
nasterio de  religiosas,  para  memorar,  entender  y  amar  la 
santa  virtud  de  Dios,  para  meditar  la  vileza  de  este  mundo 
y  la  gloria  eterna  del  otro. 

14.  — ^Entonces — dijo  Cana — ■,  en  el  principio  de  nuestra 
plática,  el  amor  me  inclinaba  a  amaros  por  el  donaire  y  gen- 
tileza de  vuestro  cuerpo;  mas  ahora,  con  vuestras  palabras, 
subió  mi  alma  a  amar  vuestras  virtudes.  Mudado  he  mi  pa- 
recer; ilustrado  habéis  mi  alma  con  la  virtud  divina,  y  mi 
cuerpo  habéis  entregado  a  Dios.  A  Jesucristo  me  habéis  dado 
por  esposo,  lo  que  no  imaginaba  cuando  deseaba  ser  vuestra 
esposa. — Mientras  que  la  doncella  así  hablaba,  las  madres 
estaban  escuchando.  Mucho  le  pesó  a  Anastasia  lo  que  su  hija 
acababa  de  decir,  por  lo  que  dijo  a  Aloma:  — Señora,  no  su- 
friré yo  que  hable  más  Blanquerna  con  mi  hija. — Y  luego 
entraron  en  la  pieza  donde  estaban  los  dos  y  cesó  el  razo- 
namiento. 

15.  Despidióse  Blanquerna  de  Cana,  y  el  amor  sencillo, 
[¡pin  rebozo,  la  obligó  a  decirle  llorando  en  presencia  de  las 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dos  estas  palabras :  — iNo  me  olvidéis  en  vuestras  oraciones, 
Blanquerna,  pues  4  vuestra  persuasión  me  hace  semejante 
a  vos  en  e¡l  deseo  de  servir  a  Dios.  Esta  casa  ha  de  ser  para 
mí  d  eremitorio  que  vos  vais  a  buscar. — Instruyóla  Blanquer- 
na en  el  modo  de  guardar  con  cuidado  las  siete  virtudes  y  el 
estado  virginal  toda  su  vida.  Restituyóse  a  su  casa  con  su 
madre,  y  ésta  refirió  a  Evast  el  motivo  que  había  tenido  de 
llevar  a  su  hijo  a  casa  de  Anastasia  y  'lo  que  entre  él  y  Cana 
había  pasado.  Mandó  Evast  que  no  se  impidiese  su  viaje, 
porque  era  obra  de  Dios,  y  es  de  temer  mucho  el  querer  im- 
pedir a  los  que  están  resueltos  a  servirle. 

16.  Toda  la  noche  estuvieron  los  tres  en  el  oratorio.  Los 
llantos  y  ios  coloquios  que  entre  sí  tuvieron,  ¿quién  los  podrá 
explicar?  Las  devotas  palabras  que  dijo  Blanquerna  de  Dios 
y  de  su  gloria  en  aquella  noche,  ¿quién  las  sabrá  referir? 
Las  bendiciones  que  sus  padres  le  dieron,  ¿quién  las  podrá 
escribir?  ¿Y  quién  podría  oír  sin  lágrimas  los  devotos  colo- 
quios de  'los  tres? 


CAPÍTULO  VII 

De  cómo  Evast  y  Aloma  acompañaron  a  su  hijo 
Blanquerna 

1.  Al  otro  día,  oída  misa,  llamó  Evast  a  sus  parientes 
y  amigos  para  que  viniesen  a  honrarle  acompañando  a  su 
hijo.  Cuando  estuvieron  todos  juntos  en  su  casa1,  les  refirió 
cómo  la  divina  bondad  había  enamorado  a  Blanquerna  para 
hacerse  ermitaño  y  contem/plar  la  virtud  de  Dios  en  las  sel- 
vas y  lugares  inaccesibles.  Pasmados  se  quedaron  todos  al 
oír  esto,  y  rogaron  a  Blanquerna  no  se  ausentase,  por  no  des- 
consolar a  sus  padres  con  su  ausencia,  diciéndole  que  todos 
le  mirarían  como  a  su  jefe  y  caudillo,  después  de  la  muerte 
de  su  padre,  como  hasta  aquí  lo  habían  hecho.  Pero  Evast 
les  dijo  no  'le  hablaran  más  en  aquella  materia,  porque  tan 
arraigada  tenía  la  divina  inspiración,  que  por  un  mundo  en- 
tero no  dejaría  su  viaje.  — Padre  y  señor  mío — dijo  Blan- 
querna— ,  para  sacudir  de  mí  la  vanagloria  o  para  que  la 
gente  no  atribuya  a  pompa  la  honra  que  vos  y  estos  señores 
quieren  hacerme,  y  aún  más,  porque  soy  indigno  de  ellas, 
si  os  parece,  en  casa  me  despediré  de  todos,  y  con  vuestra 
bendición  y  la  de  Dios  me  partiré  secretamente. 

4  «...  pus  que  vostres  paraules  me  fan  resemblar  esta  cambra  en 
que  so  les  habitacions  on  vós  desirats  anar.» 


LIBRO  DE  EVAS T  V  BLANQUERNA. — C.  7  <s7 


2.  — Hijo — -respondió  Evast — ,  por  el  decir  vano  de  la 
gente  no  hemos  de  dejar  de  dar  un  buen  ejemplo,  como  tú 
le  das  a  todos  nosotros,  pues  que  con  ir  a  servir  a  Dios  des- 
preciando el  mundo,  da  el  hombre  un  buen  ejemplo  de  sí 
mismo.  Más  monta  el  buen  ejemplo  que  tomará  la  gente  bue- 
na que  no  lo  que  dirán  los  fatuos,  y  con  esto  quedarás  más 
esforzado  y  opuesto  a  vanagloria  y  resistirás  con  más  valor 
las  tentaciones  de  salir  de  tu  eremitorio. 

3.  Acompañáronlo  sus  padres  y  otras  muchas  personas, 
y  corriendo  por  la  ciudad  la  voz  de  su  partida,  le  dió  muchas 
bendiciones  todo  el  pueblo  y  a  no  pocos  pecadores  remordie- 
ron sus  conciencias,  cuando  muchos  justos  se  alentaron  a 
aumentar  sus  buenas  obras,  aplicándose  más  al  servicio  de 
Dios.  Muchos  se  lastimaron  de  Evast  y  Aloma,  púas  pensa- 
ron no  habían  de  ver  más  a  su  hijo.  Compadeciéronse  de  los 
trabajos  y  vida  rígida  que  de  preciso  tendría  en  la  soJedad, 
en  donde  le  ha'bía  de  faltar  lo  necesario  para  el  sustento  de 
la  vida  corporal. 

4.  Era  entonces  Blanquerna  mozo  galán,  blanco,  rubio  y 
colorado  y  muy  agradable  a  la  vista,  porque  la  Naturaleza 
le  había  dotado  de  todas  aquellas  facciones  que  sirven 
halago  a  los  ojos.  Su  alma  estaba  colmada  de  virtudes  y  en 
su  corazón  moraba  día  y  noche  la  memoria  de  la  grandeza 
de  Dios.  El  santo  propósito  que  deseaba  cumplir  su  voluntad 
encendía  en  amor  de  Dios  a  cuantos  le  miraban,  de  modo  que 
por"  la  piedad  y  devoción  que  en  ellos  excitaba,  enternecido 
el  corazón,  se  explicaba  en  lágrimas  sentidas. 

5.  Cuando  Blanquerna,  con  toda  'la  comitiva,  estuvo  fue- 
ra de  la  ciudad,  rogó  a  sus  padres,  y  a  los  demás  se  sirviesen 
dejarlo  solo.  Pero  su  madre  dijo  no  lo  haría  hasta  entrar 
al  bosque  adonde  iba.  Del  mismo  parecer  fué  su  padre  con 
los  demás  l.  Por  el  camino  le  preguntó  Evast  el  motivo  prin- 
cipal que  había  tenido  en  dejar  el  mundo  y  hacerse  ermitaño. 
— 'Señor — respondió  Blanquerna — >,  quiso  Dios  que  me  apli- 
caseis a  la  teología  y  a  otras  ciencias  que  me  dieron  cono- 
cimiento de  Dios,  quien  por  lo  que  obra  su  virtud  en  las 
criaturas  se  representa,  y  como  este  mundo  es  grande  es- 
I  torbo  para  contemplarle  y  considerar  su  encumbrada  virtud. 

por  esto  -  le  dejo  y  me  retiro  a  los  montes  y  desiertos.  Con- 
migo llevo  todo  lo  que  aprendí;  solitario  quiero  vivir,  para 
que  nada  me  impida  el  memorar,  conocer,  amar,  alabar  y 
bendecir  a  Dios  con  lo  que  sé.  Esta    es,  señor,  la  razón  prin- 

VA  traductor  omite  «y  todos  siguieron  a  Blanquerna».  • 
u      ]k-v  açò  (ksampaf  lo  món.  Ab  mi  port  en  los  munts  ço  que 
!he  après  e  vull  ésser  solitari.» 

li  3  «Aquesta  ¿s,  sènver,  la  pus  principal  raó  per  què  jo  leix  lo 
mon... 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


cipaJl  y  la  que  más  ilumina  mi  entendimiento  y  me  convenci; 
para  dejar  el  mundo,  a  vos,  a  mis  parientes  y  amigos.  Otras 
tengo  sin  ésta,  y  la  una  es  que  apenas  veo  en  el  mundo  quien 
haga  lo  que  debe,  o  lo  que  puede,  en  conocer,  amar,  honrar 
y  servir  a  Dios,  su  Señor  y  Criador,  ni  quien  le  agradezca  los 
beneficios  recibidos  y  los  que  recibe  cada  día  ;  antes  ya  casi 
el  mundo  todo  va  revuelto  en  engaños,  trampas,  errores  y 
vanidades ;  por  esto,  señor,  estimo  más  vivir  entre  las  fieras, 
árboles  y  aves,  que  no  tienen  culpa,  que  entre  hombres  in- 
gratos a  los  beneficios  que  han  recibido  y  reciben  de  Dios 
nuestro  Señor. 

6.  Dichas  estas  y  otras  razones  que  sería  largo  de  con- 
tar 4,  rogóle  Aloma  un  favor.  — 1¿  Qué  favor,  madre  ? — res- 
pondió Blanquerna — .  En  caso  que  yo  pueda  sin  estorbo  de 
mi  viaje,  gustoso  lo  haré ;  cuando  no,  perdonad,  señora.  ■ — No 
pido  tal — dijo  la  madre — >;  lo  que  te  pido  puedes  hacerlo  sin 
dificultad  ni  embarazo.  — iPues,  señora,  como  madre,  bien  sa- 
béis que  no  reservé  cosa  en  mí  que  no  esté  sujeta  a  vuestra 
voluntad,  mientras  no  contraviniere  a  la  voluntad  del  que 
me  enamoró,  en  pensar  y  considerar  sus  honores.  Si  lo  que 
me  pedís  se  conviene  con  su  voluntad,  otorgado  y  concedido 
está.  — Hijo — dijo  la  madre — ,  lo  que  te  pido  es  que  antes  de 
morir  vuelvas  a  habitar  un  poco  en  mi  compañía;  después 
pasarás  otra  vez  a  tu  eremitorio,  o  si  no,  me  envíes  por  lo 
menos  algún  mensajero,  quien  me  dé  noticias  de  tu  morada, 
y  yo  iré  a  verte  y  a  estar  contigo  el  tiempo  que  te  fuese 
de  gusto  mi  compañía.  — ¿Bien  entendéis,  señora — respondió 
Blanquerna — i,  que  no  tengo  certeza  ni  del  tiempo  de  mi  vida 
ni  de  mi  muerte,  ni  menos  de  la  vuestra.  Si,  pues,  os  pro- 
metiese de  venir  a  visitaros  en  tal  tiempo  y  muriese  antes, 
podríais  culparme  de  mentiroso  y  desleal ;  y  si  yo  algún  tiem- 
po volvía,  sería  esto  renovaros  la  pena  que  tenéis  ahora  de 
mi  partida.  Enviaros  mensajero  no  es  posible,  porque  toda 
mi  vida,  según  intento,  ha  de  ser  solitaria.  Y  así,  señora,  me 
pedís  un  imposible,  según  la  divina  voluntad  me  mandó  obe- 
decer a  sus  preceptos,  a  que  no  quiero  contradecir  3. 

7.  — Amado  hijo — dijo  Aloma — ¿en  dónde,  dime,  ha- 
rás tu  morada  o  en  qué  parte  andarás  ?  — Madre — (respondió 
Blanquerna1 — ,  no  puedo  decir  lo  que  no  sé;  iré  por  los  bos- 
ques y  montañas  a  buscar  paraje  en  donde  haya  agua  y  algu- 
nas hierbas  con  que  pueda  alimentar  mi  cuerpo.  Cuál  sea  este 
lugar  ni  cuál  esta  habitación,  amena  o  áspera,  ni  por  dónde 
se  va  a  ella,  todo  lo  dejo  en  la  mano  y  voluntad  de  Dios; 


1  «Com  Blanquerna  hac  fenides  aquestes  paraules»,  dice  simple- 
.  mente  el  autor. 

3  El  original  calla  «a  que  no  quiero  contradecir». 


LIBRO  Dfe  KVAST  V  61ANQUERNA. — C.  8 


porque  él  es  toda  mi  esperanza 6  y  conformidad,  todo  mi 
deseo  y  amor.  En  él  espero,  en  él  me  alegro,  y  con  hu- 
mildad le  ruego  me  enderece  al  encuentro  de  este  sitio  opor- 
tuno en  donde  le  pueda  contemplar,  amar  y  servir  y  honrar 
toda  mi  vida  y  rogar  le  por  vos  y  por  mi  padre. 


CAPÍTULO  VIH 


De  la  despedida 

1.  Llegaron,  en  fin,  al  lugar  en  donde  habia  de  embos- 
carse Blanquerna  l.  Pararon  todos,  y  éste,  hincado  de  rodi- 
llas, pidió  a  su  padre  le  diese  la  bendición  en  lugar  de  la  he- 
rencia. Arrodillado  también  Evast  y  orando,  dijo:  — ¡Oh 
divina  Sabiduría,  que  eres  infinita  en  bondad,  grandeza,  eter- 
nidad, poder,  sabiduría,  amor  y  perfección!  ¡Tú  eres  tu  virtud 
en  todas  estas  virtudes  y  dignidades  sin  diferencia!  Adorote 
en  ti  misma  y  en  todas  tus  virtudes  y  dignidades.  A  servirte 
y  contemplarte  en  tus  honores  se  encamina  mi  hijo.  En  qué 
lugar,  yo  no  lo  sé ;  mas  sé,  Señor,  que  adondequiera  que  vaya, 
eres  tú  allá  por  esencia,  presencia  y  potencia,  con  todas  tu¿ 
virtudes  y  poderes  y  con  todo  complemento  2,  un  Dios  eterno, 
que  lo  criaste  y  conservas  todo,  y  eres  el  fin  y  complemento 
de  todo.  Divina  esencia  que  lo  comprendes  todo,  a  ti  te  en- 
comiendo a  mi  hijo;  guárdale,  pues  en  ti  puso  todo  su  amor 
y  esperanza.  Enamórale  en  su  servicio  y  dale  inteligencia  de 
tu  virtud  para  que  te  ame  más.  Señor  eterno,  recibe  a  mi 
hijo  y  hazle  perseverar  toda  su  vida  en  pensar  y  contemplan 
tu  gloria.  No  quieras,  Señor,  castigar  mis  culpas  en  mi  hijo; 
y  si  él  ha  pecado,  sea  de  vuestro  gusto  el  que  haga  yo  por  él 
la  penitencia.  No  olvidéis  el  gusto  que  tengo  de  que  vaya  a 
serviros,  ni  la  pena  que  siento  de  su  ausencia.  Esencia  sim- 
ple, acto  puro  sin  fin  y  sin  principio,  tú  me  diste  a  Blanquer- 
na; criéle  con  mis  flacas  fuerzas,  instruí'le  en  tu  servicio; 
virgen  en  cuerpo  y  alma  te  lo  vuelvo  y  encomiendo;  y  en  gra- 
cia de  tu  santa  Trinidad,  y  con  la  bendición  de  la  santa  hu- 
manidad que  termina  en  el  Hijo  del  divino  Padre,  que  es  en 

*  «Qua!  que  sia  la  terra,  nil  loe,  ni  les  encontrades,  tot  sia  en 
,1a  mà  de  Déu,  car  en  ell  és  ma  esperança,  e  en  ell  me  confiv  que -ni 
|do  endreçament.» 

1  «Bementre  que  Blanquerna  parlava  en  axí  ab  Aloma  sa  mare, 
¡esdevengren  al  loc  on  Blanquerna  devia  entrar  en  lo  boscatge.» 

2  No  aparecen  en  el  original  las  siguientes  palabras  :  «un  Dios 
¡eterno  que  lo  criaste  v  conservas  todo  y  eres  el  fin  y  complemento 
de  todo». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


ti  encomiendo  a  mi  hijo.  La  Reina  <M  cielo  y  tierra,  Maria 
Madre  de  Dios,  con  todas  las  vírgenes 4 ;  San  Miguel,  con 
todos  los  ángeles;  A'braham,  Isaac,  Jacob  y  San  Joaquín,  con 
todos  los  santos  patriarcas ;  San  Pedro  y  San  Pablo,  con  to- 
dos los  apóstoles ;  San  Lorenzo  y  San  Vicente,  con  todos  ios' 
mártires;  San  Benito  5 ,  San  Francisco  y  Santo  Domingo,  con 
todos  los  confesores,  guarden  y  ayuden  a  mi  hijo.  En  manos 
de  Elias  y  de  San  Juan  Bautista,  que  fueron  ermitaños,  le 
encomiendo,  para  que  tú,  Señor,  por  sus  méritos,  le  guardes 
y  defiendas  en  su  eremitorio. 

2.  Acabada  esta  oración,  rogóle  su  hijo  se  levantase 
para  hacerle  la  debida  honra.  Hízolo  el  padre,  y,  arrodillado 
Blanquerna,  besóle  pies  y  manos,  y  Evast  le  besó  en  el  ros- 
tro, y  haciéndole  la  señal  de  la  cruz,  con  lágrimas  de  senti- 
miento, le  dio  su  bendición  y  gracia. 

3.  Obtenida  la  bendición  paternall,  postróse  Blanquerna 
a  los  pies  de  su  madre,  a  quien  amaba  tiernamente  °.  AJtendía 
asimismo  la  madre  la  hermosa  vista,  el  gentil  semblante  y 
piadoso  gesto  de  su  hijo.  ConstriñóÜes  la  fuerza  de  amor,  y" 
sin  poder  hablar  mirábanse  los  dos  hito  a  hito,  derramando 
muchas  lágrimas.  Largo  rato  estuvieron  ambos  en  esta  pos- 
tura;  pero  Blanquerna,  que  deseaba  partirse,  alentando  su 
corazón,  dijo :  ¡ — Tiempo  es  que  me  vaya  y  me  separe  de  vos ; 
ruégaos,  madre  mía,  me  deis  vuestra  santa  bendición  7. 

4.  Recobrada  Aloma  por  la  virtud  del  muy  alto  Señor, 
dijo:  — lAjmable  hijo,  razón  es  me  acuerde  de  la  Reina  del 
cielo,  Madre  del  Hijo  de  Dios  nuestro  Señor  Jesucristo,  para 
que  te  sea  patrona  favorable  en  todas  tus  necesidades. — 
Postróse  Aloma,  y  besando  la  tierra,  levantando  ojos  y  ma- 
nos al  cielo,  dijo:  — (Reina  y  Virgen  Santísima,  que  por  tu 
glorioso  Hijo  eres  en  todas  partes  venerada  e  invocada:  mi 
hijo  se  va  solo,  y  no  sé  adonde ;  sé  que  va  a  servir  a  tu  amado 
Hijo,  a  memorarle,  amarle  y  contemplarle;  quieras  tú,  Reina, 
guardarle  y  defenderle  8.  Tú  reinas  con  tu  Hijo  en  ia  gloria, 
y  tu  Hijo  (hace  partir  y  a'lejar  de  mí  al  mío,  y  me  hace  quedar 
sola,  sin  hijo.  Virgen  y  Madre  'bendita,  amaré  a  tu  Hijo,  para 

3  «en  benedicció  de  la  humana  natura  que  ajustéis.  Al  Fill  tkl 
Pare  celestial  qui  en  tu  és  comanmon  fill  Blanquerna. » 

4  «con  todas  las  vírgenes»  es  un  añadido  del  traductor. 
•'  «Sent  Bernart»,  según  el  texto  catalán. 

|;  Aquí  el  traductor  ha  truncado  el  texto  original,  que  reza  así: 
«Com  Blanquerna  hac  reebuda  la  benedicció  de  son  pare,  ell  s'age- 
nollà a  Aloma  sa  mare,  demanant  sa  benedicció  e  gràcia  per  benigni- 
tat del  Rey  de  glòria.  Blanquerna  estec  de  genolls  devant  sa  mare 
Aloma  ;  ab  lo  seu  piados  esguardament  esguardava  sa  mare.  Aloma 
era  estant  en  peus,  e  esguardava  lo  bell  visatge  de  son  fill  Blan- 
querna.» 

7  «K  dix  a  Aloma  que  ell  esperava  son  cumiat  e  sa  gràcia.» 

8  Helo  ahí,  más  fielmente  traducido  :  «Si  a  tu  hijo  va  a  amar 
y  honrar,  quieras  tú  a  mi  hijo  guardar,  defender  y  amar.» 


LIBRO  DE  EVÁST  Y  BLANQUERNA — <J .  8  IQ1 


que  tú  al  mío  a-mes,  y  tú  amarás  al  mío,  porque  el  tuyo  es 
amado  de  ti.  Triste  está  mi  alma  por  su  partida;  mas  tú, 
Reina,  estás  alegre  en  presencia  de  tu  Hijo.  No  tengo  más 
que  un  hijo,  y  me  lo  quita  el  tuyo.  Oblígale  a  exponerse  a 
riesgo  de  dar  en  mala  gente  y  fieras  y  a  vivir  solo  toda  su 
vida.  Le  obligará  a  comer  yerbas  crudas  y  llegarán  a  ser  sus 
ropas  los  pelos,  los  cabellos,  di  aire,  el  sol 9  y  los  astros. 
Inclina,  Señora,  tus  ojos  y  atiende  euán  bello  es  mi  hijo  en 
cuerpo  y  corazón.  Atiende,  Señora,  cómo  el  sol,  y  el  viento, 
y  ¡la  desnudez  denegrirán  y  afearán  la  belleza  de  sus  faccio- 
nes. Virgen  gloriosa,  cuando  mi  hijo  tendrá  frío,  ¿quién  le 
calentará?  Cuando  estará  enfermo,  ¿quién  le  asistirá?  Cuan- 
do tendrá  hambre,  ¿quién  le  dará  de  comer?  Y  si  teme, 
¿quién  le  alentará?  Si  tú,  Señora,  no  le  asistieses,  aunque 
yo  no  te  lo  rogase,  ¿en  dónde  sería  tu  piedad  y  tu  miseri- 
cordia? El  dolor  que  tuviste  de  tu  Hijo  viéndole  crucificado 
y  muerto,  hágate  memoria  de  la  pena  que  tengo  viendo  que 
el  mío  va  a  morir  solo,  en  aflicciones  y  penitencias,  en  los 
bosques,  y  no  sé  en  cuál  parte.  Si  tu  Hijo,  Señora,  murió  por 
amor  sin  culpa,  el  mío  lleva  sólo  el  amor  a  la  muerte.  De 
lo  que  comprendo  de  tu  Hijo  y  del  mío  y  de  'la  esperanza  que 
en  ti  tengo,  algo  útil  saldrá  mi  hijo. 

5.  Otras  muchas  cosas  decía  Aloma  con  devoción  a  la 
Reina  del  cielo,  en  las  cuales,  por  el  exceso  de  amor  y  devo- 
ción, no  guardaba  orden  ni  modo.  En  este  intermedio  levan- 
tó Blanquerna  los  ojos  y  vió  que  se  caia  ya  el  sol,  por  lo  que 
dijo  a  sus  padres  y  a  la  demás  comitiva  que  era  ya  tiempo 
de  que  se  volviesen  a  la  ciudad  y  que  él  hiciese  su  viaje. 
Levantóse  Aloma,  y  su  hijo  le  besó  manos  y  pies,  y  ella  le 
besó  en  los  ojos,  en  las  manos  y  en  el  rostro;  hízole  sobre 
su  cabeza  la  señal  de  la  cruz  y  dióle  su  bendición  y  gracia. 
Besóle  otra  vez,  y  con  lágrimas  le  dijo:  — Dulce  hijo  mío, 
encomiéndote  a  la  protección  y  defensa  de  la  gloriosa  Virgen 
¡  María  y  de  sus  virtudes,  por  quienes  son  favorecidos  los 
[  pecadores  todos.  Su  madre  Santa  Ana  y  el  santo  varón  José 
í  Abarimatía,  quien  pidió  el  santísimo  cuerpo  del  Señor,  sean 
en  tu  custodia.  Santa  María  Magdalena,  Santa  Catalina, 
Santa  Eulalia,  Santa  Engracia  10  y  las  demás  santas  sean 
|!en  tu  favor  y  ayuda,  pues  a  todas  te  encomiendo,  para  que 
seas  por  sus  manos  defendido.  Y  por  el  dolor  y  lástima  que 
tengo  y  tendré  de  tu  partida,  pido  a  todo  viviente  que  pueda 
valerte  se  apiade  de  ti,  te  ayude  y  defienda  contra  el  espíritu 
maligno.  Y  tú,  hijo  mío,  puesto  que  eres  tan  noble  de  cora- 
ízón,  persevera  en  tu  santa  vida,  de  manera  que,  por  la  gracia 
y  poder  de  Dios,  tu  padre  y  yo  podamos  hallarte  en  la  etern.i 


Kl  autor  ralla  «el  aire,  el  sol». 
'  «Sancta  Clara»  léese  en  el  original. 


IL>2  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


gloria.  Amén. — Dicho  esto  le  abrazó  y  besó  con  muchas  lá- 
grimas, y  a  breve  rato  cayó  por  tierra  desmayada. 

6.  Recibida  la  bendición  de  sus  padres  y  recobrada  Alo- 
ma, postróse  Blanquerna  y,  levantando  al  cielo  sus  ojos 
llorosos  y  sus  manos,  adoró  a  Dios  en  cada  uno  de  los  catorce 
artículos  de  nuestra  santa  fe  católica,  diciendo :  — Señor  Dios 
glorioso,  que  eres  uno  en  Trinidad  y  trino  en  Unidad:  en  ti 
adoro  unidad  de  esencia  y  trinidad  de  personas,  sin  alguna 
composición  o  minoridad.  Adoro,  Señor,  alabo  y  bendigo 
en  tu  divina  esencia  al  Padre  infinito  y  eterno,  el  cual  de 
toda  su  infinita  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabidu- 
ría, amor  y  perfección  engendró  al  Hijo,  infinito  en  bondad, 
grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor  y  perfección. 
A  este  Hijo  divino  y  singular  adoro,  bendigo  y  alabo  en  si 
mismo  y  en  el  Padre,  y  al  Padre  adoro  en  sí  mismo  y  en 
el  Hijo.  Adoro,  Señor,  alabo  y  bendigo  al  Espíritu  Santo, 
cuyo  ser  es,  saliendo  y  procediendo  deil  Padre  y  del  Hijo, 
infinitamente  en  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabi- 
duría, amor  y  perfección.  A  este  divino  Espíritu  adoro  en 
sí  mismo,  y  en  el  Padre  y  en  el  Hijo;  y  al  Padre  y  al  Hijo 
adoro  en  el  divino  Espíritu;  y  las  tres  personas  y  virtudes 
esenciales  dichas  adoro  en  la  esencia  y  en  la  unidad;  y  la 
esencia  y  unidad  adoro  en  las  virtudes  personales.  Señor 
Dios  glorioso — prosiguió  Blanquerna — ,  adorote  como  a  Cria- 
dor, que  criaste  de  la  nada  al  mundo  y  todo  lo  contenido 
en  él,  para  que  fueras  conocido  y  amado  en  tus  obras  > 
nosotros  fuésemos  en  tu  gloria  partícipes  de  tu  bienaventu- 
ranza. Adorote,  Señor  Dios  todopoderoso  y  misericordioso, 
como  a  recriador  y  bienhechor  que  sólo  puedes  perdonar 
pecados  y  restituir  la  gracia  espiritual  a  los  ángeles  y  a  los 
hombres.  Adorote  u,  Señor  Dios  verdadero  y  glorificador  de 
los  santos,  en  tu  interminable  gloria,  adonde  por  tu  infinita 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  virtud  y  misericordia 
nos  quieras  elevar  y  acoger  a  la  fin  de  nuestros  días,  pues 
que  a  causa  de  nuestras  culpas  no  tenemos  méritos  propios 
condignos  de  ello.  Adorote,  Señor  Dios,  como  a  Criador 
y  Salvador  que  eres,  en  tu  santa  concepción,  por  obra  del 
Espíritu  Santo,  en  las  virginales  entrañas  de  la  humilde 
Virgen  María,  por  la  cual  quedaron  unidas  las  dos  natura- 
lezas, divina  y  humana,  en  una  persona  llamada  Jesucristo. 
Adorote  y  bendígote,  Señor,  en  tu  santo  y  glorioso  nacimien- 
to, en  que  saliste  Dios  y  Hombre,  y  en  la  virginidad  de  tu 
santísima  Madre  María,  Señora  nuestra,  siempre  virgen,  an- 
tes del  parto,  en  el  parto  y  después  de  él,  sin  algún  género  de 
corrupción.  Adorote,  Señor,  en  tu  pasión  y  muerte  que  pade- 
ciste en  la  cruz  para  redimir  al  linaje  humano.  Adorote, 


11  Las  palabras  «Adorote...  ello»  son  añadidas  por  el  traductor. 


UHRO  DL  EVASX  Y  BLANQUERNA . — C.  8  Iy^ 


Señor,  en  tu  santísima  alma,  que  bajó  a  los  infiernos  para 
sacar  las  almas  de  los  santos  padres,  esto  es,  de  Adán  lt, 
Noé,  Abraham,  Moisés,  David,  y  los  demás  santos  patriarcas 
y  profetas,  que  tanto  tiempo  habían  deseado  tu  santo  adve- 
nimiento. Adorote,  Señor,  en  tu  gloriosa  resurrección,  porque 
quisiste  resucitar  y,  glorificado,  aparecer,  primero  que  a 
ningún  otro,  a  tu  santísima  Mjadre,  para  que  le  sirviera  de 
consuelo  y  a  nosotros  de  señal  de  nuestra  resurrección. 
Adorote,  Señor,  en  tu  admirable  ascensión,  cuando  por  tu 
ívirtud  propia  subiste  al  cielo  a  sentarte  a  la  diestra  de  Dios 
'Padre.  Adorote,  Señor,  y  te  temo,  porque  en  el  día  del  juicio 
universal  has  de  venir  a  juzgarnos  a  todos,  buenos  y  malos, 
a  los  buenos  para  darles  gloria  sin  fin,  y  a  los  malos  para 
condenarles  a  eternos  tormentos. 

7.  Habiendo  Blanquerna  adorado  a  Dios  en  los  sobredi- 
chos  catorce  artículos,  adoró  y  bendijo  a  la  Virgen  María, 
i  los  ángeles,  a  los  apóstoles  y  a  todos  los  santos  del  cielo, 
n  púsose  bajo  la  protección  y  amparo  de  Dios  y  de  toda  la 
:orte  celestial.  Hizo  gracias  a  Dios  y  a  todos  los  santos  y 
-ogó  mucho  por  sus  padres.  Tan  devota  era  su  oración,  que 
odos  los  de  su  comitiva  lloraban  y  pedían  con  clamores  a 
Dios  le  dirigiese  y  guardase  siempre. 

8.  Concluida  que  hubo  Blanquerna  su  oración,  después 
ie  haber  pedido  a  sus  padres  perdón  de  la  pena  y  trabajo 
jue  por  causa  suya  padecían,  tomó  el  humilde  y  grosero 
/estído  de  un  criado  de  la  casa  de  su  padre  y  dióle  el  suyo 
ico  y  delicado.  Tomó  siete  panes,  en  memoria  de  las  siete 
-irtudes  que  deseaba  tener  toda  su  vida,  santiguóse  y,  diri- 
giendo hacia  el  bosque  sus  pasos,  empezó  su  camino,  dicien- 
lo:  —En  nombre  del  Padre,  y  del  Hijo,  y  del  Espíritu  Santo, 
m  Dios  en  esencia,  quien  sea  principio,  medio  y  fin  de  todo 
ni  viaje. 

9.  Evast,  Aloma  y  los  demás  se  detuvieron  a  mirarle 
íasta  que,  emboscado,  le  perdieron  de  vista.  Entonces  la 
nadre  dijo:  — ¡Ay,  triste  de  mí,  perdido  he  de  vista  a  mi 
lijo,  a  quien  no  veré  jamás  en  toda  mi  vida!— Con  grande 
entimiento,  suspiros  y  llanto,  se  volvieron  todos  a  la  ciudad 
íablando  de  Blanquerna  y  de  la  mucha  devoción  que  Dios 
e  había  dado  sobre  cuantos  hombres  habían  visto. 


«Adam,  Noé,  Abraaru  e  els  altres  profetes»  leemos  simplemente 
n  el  original. 


194 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  IX 

Del  modo  con  que  Evast  y  Aloma  arreglaron  su  vida 

1.  Al  otro  día,  oída  misa,  quedaron  Evast  y  Aloma  solos 
en  su  oratorio,  tratando  largamente  del  estado  de  su  vida. 
La  regla  que  habían  de  observar  toda  su  vida  la  ordenaron 
en  la  forma  siguiente.  Primeramente  determinaron  de  enco- 
mendar todos  sus  bienes  a  algún  religioso  lego  fiel,  quien, 
sacando  sólo  lo  preciso  para  el  consumo  de  la  casa,  repartiese 
lo  demás  entre  los  pobres  de  Jesucristo.  Resolvieron  vestirse 
de  humildes  y  honestas  vestiduras;  de  comer  carne  sólo  tres 
días  de  la  semana;  de  no  vestir  lino,  ni  dormir  en  lienzo; 
de  no  conocerse  carnalmente  ;  de  levantarse  a  la  madrugada 
a  rezar;  de  oír  misa  cada  día,  después  de  la  cual  continuasen 
la  oración  o  hablasen  de  Dios;  de  lavar,  antes  de  comer, 
las  manos  y  los  pies  a  trece  pobres,  convidándoles  a  comer 
en  su  propia  mesa  con  ellos,  y  de  no  salir  de  casa.  En  la 
noche,  antes  de  acostarse,  dispusieron  examinar  muy  por 
menudo  sus  conciencias,  por  ver  si  en  aquel  día  habían 
faltado  contra  Dios  o  su  regla,  y  que  en  tal  caso,  el  uno 
diese  al  otro  disciplina,  diciendo  su  culpa.  Esta  es  la  regla 
que  Evast  y  Aloma  tomaron  para  guardarla  por  toda  su  vida. 

2.  No  poco  cuidado  dió  a  entrambos  el  encontrar  reli- 
gioso a  quien  encomendasen  todos  sus  bienes  y  rentas,  pues 
en  la  ciudad  no  le  hallaban  a  propósito.  Aloma  dijo  a  Evast 
que  en  tal  caso  nombrasen  por  mayordomo  a  alguno  de  sus 
parientes.  Respondióle  Evast  que  no  convenía,  porque  los 
parientes  se  complacen  de  tales  mandas  y  piensan  y  aun 
desean  que  los  hagan  sus  herederos.  Acordóse  entonces  de 
que  en  una  abadía  no  muy  lejos  de  la  ciudad  vivía  un  monje 
extranjero,  sacerdote  anciano  muy  ejemplar.  Fué  1  luego  a 
visitarle,  y  habiendo  hablado  con  él  de  su  estado,  rogó  al 
abad  diese  licencia  al  monje  para  ser  ecónomo  y  director 
suyo  y  de  sus  bienes,  con  que  él  y  su  mujer  pudiesen  guardar 
la  sobredicha  regla  y  tener  quien  les  dijese  misa  y  confesase. 
Otorgóle  el  abad  la  licencia  que  pedía  para  el  monje,  a  quien 
nombró  administrador  de  todo  lo  suyo,  y  así  los  tres  tomaron 


1  El  original  es  más  conciso  :  «Evast  pregà  l'abat  que  li  donàs  per 
governador  lo  monge,  per  tal  que  pogués  perseverar  en  la  regla  da- 
munt dita,  e  que  es  confessassen  d'ell  Evast  e  Aloma.  Atorgat  i 
lo  monge  a  Evast  e  Aloma,  e  foren  en  l'estament  segons  que  es 
conté  en  la  regla  que  pregueren.» 


LIRRÜ  DK  EVAST  Y  HLANQl'KRNA .— C .  o 


IO5 


la  forma  de  vida  según  la  regla  sobredicha,  lo  que  fué  para 
toda  la  ciudad  de  grande  edificación  y  ejemplo. 

3.  Por  divina  disposición  -  cayó  Evast  en  una  grave 
enfermedad,  de  que  creyó  había  de  morir,  por  lo  que  llamó 
a  Aloma,  su  mujer,  y  la  dijo:  — Señora,  yo  quiero  con  vuestro 
consejo  hacer  mi  testamento,  y  quiero  tomar  vuestro  pare- 
cer para  acertar  en  ordenar  y  disponer  de  mis  bienes  de 
manera  que  Dios  quede  de  ello  bien  servido.  Y,  así,  os  ruego 
me  declaréis  vuestra  voluntad  sobre  lo  que  voy  a  disponer 
para  después  de  mi  muerte. — Vivamente  se  dolía  Aloma 
de  la  enfermedad  de  su  esposo  y  mucho  lloró  antes  que 
pudiese  responderle.  — Señor  Evast — le  dijo — ,  por  cuanto 
hay  en  el  mundo,  no  ha  de  oponerse  mi  voluntad  a  la  vuestra. 
Ordenad  de  vuestros  bienes  y  de  los  míos  como  os  pareciere, 
y  disponed  de  mí  cuanto  fuese  de  vuestro  gusto,  porque  en 
un  todo  tenéis  rendida  mi  voluntad  a  la  vuestra. 

4.  — Entre  las  cosas  que  por  amor  de  Dios  se  hacen  en 
el  mundo — dijo  Evast — ,  muy  loable  es  la  limosna  perpetua 
que  se  da  a  los  pobres  de  Jesucristo;  por  esto,  mi  voluntad 
es  que  de  mis  bienes  se  funde  un  hospital,  en  donde  sean 
acogidos  y  asistidos  todos  los  pobres  desvalidos  y  enfermos, 
y  que  vos  estéis  allá  para  ayudar  a  su  administración  y  para 
servir  a  los  pobres  que  acudieren  a  él,  para  que  por  vuestros 
méritos  Dios  tenga  piedad  de  mí  pecador,  conserve  en  su 
bendición  y  gracia  a  vos  y  a  Blanquerna,  y  que  el  religioso 
y  procurador  de  aquel  hospital  sea  este  santo  varón  que 
ahora  nos  manda,  y  muerto  éste,  se  buscará  otro  hábil  para 
su  régimen,  y  se  guardará  este  orden  según  las  dichas  con- 
diciones.— Muy  del  agrado  de  Aloma  fué  esta  disposición, 
y  respondióle  que  estaba  pronta  para  obedecer  a  todos  sus 
mandatos.  Dispuso  Evast  el  testamento  como  queda  dicho, 
dejando  el  hospital  bajo  la  protección  del  príncipe,  y  del 
obispo,  y  de  los  regidores  de  la  ciudad,  según  la  sobredicha 
forma.  Y  mandó  que  después  de  muerto  fuese  su  cadáver 
llevado  a  la  iglesia  humildemente,  sin  pompa  ni  vanidad, 
y  que  no  se  le  cubriera  con  púrpura  ni  telas  de  oro  \  ni 
acompañara  con  llanto  su  parentela,  ni  se  diera  señal  alguna 
de  tristeza  más  de  lo  que  exige  el  curso  natural  y  la  voluntad 
de  Dios. 

5.  Confesóse  para  morir  y  recibió  el  sagrado  cuerpo  de 
Jesucristo,  en  cuya  presencia  dijo  estas  palabras:  — Adorote, 
verdadera  carne  y  cuerpo  de  Jesucristo,  que  te  haces  presente 


1  aDementre  que  FLvast  e  Aloma  estaven  segons  que  damunt  és 
dit,  é  tota  la  ciutat  era  exemplificada  de  la  bona  doctrina  de  Evast 
e  Aloma,  esdevenc-se  per  volentat  de  Déu  que  Evast  fo  fortment 
1  malalt.» 

*  No  leemos  en  el  original  «y  que  no  se  le  cubriera  con  púrpura 
ni  telas  de  oro». 


igó  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


a  mis  corporales  ojos  bajo  la  especie  de  pan 4,  en  que, 
mirándote  con  los  ojos  de  la  fe,  te  reverencio.  Adorote,  Hijo 
de  Dios  vivo,  que  en  la  santa  cruz  padeciste  en  este  mismo 
cuerpo  que  glorioso  espiritualmente  miro,  a  quien  te  juntaste 
y  uniste.  Este  glorioso  cuerpo  representa  a  mi  alma  tu 
infinito  poder,  quien,  bajo  la  especie  de  pan,  hace  existir  la 
verdadera  carne  y  verdadero  ser  humano,  y  tu  grande  humil- 
dad y  benignidad  le  presenta  a  los  ojos  de  este  ingrato  ; 
horrible  pecador  para  comunicarle  gracia  y  bendición.  E 
su  glorioso  y  glorificado  cuerpo  confío  y  espero;  pídote  per 
dón,  y  quiero  recibirte  según  todo  tu  poder,  para  que  tú 
Señor  Dios  mío  Jesucristo,  me  recibas  en  tu  soberano  reino 
para  conocer  y  contemplar  tus  virtudes,  y  en  tu  virtud  y  po 
tu  virtud  quede  libre  de  las  manos  de  mis  mortales  enemigo- 
Amén. 

6.    Habiendo  Evast  recibido  el  sacratísimo  cuerpo  d 
Jesucristo  y  hecho  cuanto  toca  a  un  devoto  y  fiel  cristiano 
se  durmió,  y  por  virtud  de  Dios  y  por  los  méritos  de  Alom 
y  Blanquerna,  que  oraban  cada  día  por  Evast,  restituyóle 
Dios  la  salud,  y  convaleció  enteramente.  Hallándose,  pues, 
perfectamente  sano,  y  vuelto  a  su  prístino  modo  de  vida, 
sucedió  un  día  que,  buscando  una  carta  en  su  arca,  encontró 
con  el  testamento  que  había  hecho  y  lo  leyó.  Largo  rat 
pensó  en  el  bien  que  de  su  muerte  había  de  seguirse  por  1 
que  mandaba  en  él,  y,  llamando  a  su  esposa,  le  dijo :  — Seño 
ra,  si  yo  hubiera  muerto,  escrito  veo  el  bien  que  a  los  pobre 
de  Jesucristo  hubiera  venido  de  mi  muerte ;  no  es  razón  que 
por  haberme  Dios  alargado  la  vida,  reciban  daño  o  perjuici 
aquellos  a  quienes  se  da  limosna  por  su  amor,  y  así  me  parece 
razón  que  cumplamos  el  testamento  en  vida,  que  quizá,  fal- 
tando nosotros,  no  serán  los  albaceas  tan  diligentes  como 
nosotros,  y  podría  ser  tal  vez  Dios  abreviara  nuestros  días, 
para  que  no  esté  entretenido  tanto  bien  como  se  espera  de  la 
fundación  del  hospital  y  de  lo  demás  ordenado  en  el  testa- 
mento.— Muy  bien  pareció  a  Aloma  la  propuesta  de  su  ma- 
rido, y  respondióle  que  estaba  resignada  su  voluntad  en 
aquello  y  en  todo  cuanto  dispusiese. 


k  «forma  de  pa,  lo  qual  pa  no  ador,  ans  ador  e  henéese  lo  sani 
cors  de  Jesú  Christ,  qui  en  aquella  pa  és  representat  als  meus  ulls 
esperituals». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  B LAN QU ERNA. — C.  tO 


C  A  PIT  U  LO  X 
Del  hospital 

1.  Luego  vendió  Evast  su  casa,  de  que  le  pagaron  crecida 
cantidad  de  dinero,  y  en  un  paraje  de  la  ciudad  muy  a  propó- 
sito levantó  un  famoso  hospital,  que  alhajó  muy  bien  y  dotó 
de  sus  rentas.  Largo  tiempo  le  habitaron  ambos  consortes, 
sirviendo  a  los  pobres  de  Jesucristo;  esto  es,  Evast  a  los 
varones,  y  Aloma  a  las  mujeres.  Cumpliendo  con  los  enfer- 
mos, siendo  ya  hora  de  comer,  ambos  a  dos  iban  a  pedir  por 
amor  de  Dios  lo  preciso  para  el  sustento  de  aquel  día,  o  tal 
vez  comían  con  alguno  que  por  caridad  los  convidaba.  No  1 
disfrutaban  cosa  del  hospital,  pues,  gozando  ellos  de  saluo, 
querían  sirviese  todo  para  los  enfermos  y  para  los  demáo 
que  no  podían  buscar  limosnas,  y  así  pedían  los  dos  cuanto 
era  necesario  para  su  sustento. 

2.  Era  su  vida  muy  ejemplar,  y  por  sus  méritos  hizo 
Dios  muchas  gracias  y  favores  en  aquella  ciudad  a  muchas 
personas,  y  por  las  oraciones  de  entrambos  curaba  Dios  a 
muchos  de  aquel  hospital.  De  aquí  se  reducían  muchos  a 
hacer  penitencia  de  sus  pecados  y  por  su  ejemplo  entraban 
otros  en  religión;  y,  en  fin,  cuanto  hacían  los  dos  servía 
de  regla  y  ejemplo,  exhortación  y  remordimiento  a  cuantos 
atendían  su  santa  vida,  que  ponía  freno  a  los  pecadores 
para  refrenar  y  mortificar  los  siete  pecados  mortales,  segú-n 
veremos  en  los  siguientes  capítulos. 


C  A  P1TU  LO  XI 
De  la  gula 

1.  Después  de  haber  servido  a  los  enfermos  del  hospital, 
salieron  en  cierta  ocasión  Evast  y  Aloma  a  buscar  de  li- 
mosna su  comida  \  Al  pasar  por  una  calle  vecina  al  palacio 
episcopal  encontraron  al  obispo,  que,  acompañado  de  muchos 
clérigos  y  canónigos,  venía  a  pasearse  a  caballo  por  el  campo 


1  «De  milla  cosa  que  fos  del  espita]  no  volien  menjar  ne  dependre 
a  lu/  persona,  e  acaptaven  per  amor  de  Déu  Ço  que  havien  mester 
a  sustentar  lur  vida.» 

1  «e  anaven  cercar  alcuna  personé  qui» ls  donà*  a  menjar  per  ta 
amor  de  Déu,  per  amor  del  qual  ell-  havien  donat  a  menjar  a  molts 
malalts  en  l'espitnl». 


19S  OBRAS    LITERARIAS   DE   RAMON  LLTJLL 


para  vivir  más  sano  y  comer  de  más  buen  gusto.  Este  ejerci- 
cio solía  hacer  el  obispo  cada  día  muy  de  mañana,  y  en 
volviendo  hacía  cantar  la  misa  y  después  se  iba  a  comer. 
Cuando  éste  vió  a  los  dos  consortes,  los  convidó  a  comer, 
y  así  comieron  con  el  obispo  aquel  día. 

2.  Acabada  la  comida,  estando  ya  para  dar  gracias  a 
Dios,  un  rico  hidalgo,  el  mismo  que  había  comprado  la  casa 
de  Evast,  regaló  un  pavo  lardado  al  obispo,  que  todavía 
se  estaba  sobre  la  mesa.  Volvió  éste  a  comer,  y  le  dió  a  gustar 
a  los  dos  convidados,  quienes  humildemente,  como  pobres, 
estaban  sentados  en  el  suelo  delante  del  obispo.  Todos  co- 
mieron del  pavo,  a  excepción  de  Evast  y  Aloma,  que  no  lo 
quisieron  gustar,  y  preguntándoles  el  obispo  por  qué  no  co- 
mían del  pavo,  respondió  Evast:  - — Señor,  ordenación  y  vo- 
luntad de  Dios  es  que  el  hombre  coma  para  satisfacer  su 
cuerpo,  según  lo  necesita,  y  no  es  ordenación  ni  voluntad 
de  Dios  que  el  hombre  coma  lo  que  el  cuerpo  no  necesita, 
porque  puede  serle  ocasión  de  enfermedad  o  muerte,  que 
concuerda  con  la  gula,  que  se  opone  a  la  templanza;  y  como 
nosotros  ya  hemos  satisfecho  al  cuerpo  lo  que  basta,  por  eso 
no  queremos  comer  pavo  ni  otra  vianda  alguna  que  se  oponga 
a  la  voluntad  de  Dios  y  a  la  templanza,  ni  -exponernos  a  pe- 
ligros de  enfermedad  o  muerte. 

3.  Mucho  discurrió  el  obispo  en  todo  aquel  día  sobre 
la  respuesta  de  Evast,  acordándose  de  su  nobleza  y  estado 
honorífico  que  tenía  antes,  cómo  los  dos  consortes  habían 
dejado  el  mundo  y  vendido  su  casa,  que  era  una  de  las 
mejores,  más  ricas  y  más  antiguas  de  cuantas  había  en 
aquella  ciudad,  y  cómo  la  había  comprado  el  mismo  que  le 
había  regalado  el  pavo.  Mientras  el  obispo  consideraba  todo 
esto  y  el  gran  bien  que  los  dos  consortes  hacían,  sintióse 
algo  indispuesto  el  estómago  por  haber  comido  demasiado, 
por  cuya  demasía  había  enfermado  ya  muchas  veces.  Hacién- 
dose, pues,  cargo  el,  obispo  del  modo  de  vivir  de  Evast  y  de 
Aloma,  se  reprendió  a  sí  mismo  y  túvose  por  culpable,  y  de 
allí  en  adelante  cantaba  misa  antes  de  ir  a  paseo,  y  de  esta 
manera  venció  el  vicio  de  la  gula  que  le  tenía  antes  sujeto. 
Y  con  tal  constancia  se  ejercitó  en  la  virtud  de  la  templan- 
za, que  con  ésta  adquirió  después  las  demás  virtudes  y  vivió 
muchos  años  con  salud  e  hizo  mucho  bien  en  el  obispado. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA .—  C.  T2 


CA  PITU  LO  XII 

De  la  torpeza 

1.  En  la  misma  ciudad  en  donde  Bvast  y  Aloma  hacían 
vida  penitente  aconteció  que  un  viejo  lujurioso  se  casó  con 
una  mujer  moza,  y  otra  ya  casi  vieja,  que  vivamente  desea- 
ba tener  marido  ',  se  casó  con  un  joven  muy  bizarro,  quien 
convino  porque  ella  era  muy  rica.  La  mujer  moza  y  el  mari- 
do mozo  eran  vecinos,  y  se  veían  y  trataban  con  chanzas 
muy  a  menudo  -'.  El  demonio,  que  se  esfuerza  cuanto  puede 
en  inducir  a  los  hombres  a  pecar,  hizo  de  manera  que  los 
dos  cayeron  en  pecado  de  lujuria.  Mientras  vivían  con  esta 
mala  correspondencia,  sucedió  que  el  viejo,  el  mozo  y  sus 

"mujeres  fueron  a  la  iglesia  un  día  de  fiesta  a  oír  misa, 
y  al  tiempo  que  la  oían,  se  levantó  una  muy  recia  tempestad 
de  lluvia.  Estaban  puntualmente  en  aquella  misma  hora 
Evast  y  Aloma  a  las  puertas  de  sus  casas,  pidiendo  limosna 
por  amor  de  Dios,  como  solían.  De  cada  una  de  las  dos  casas 
salió  una  criada  con  capotes,  chancletas  y  sombreros  :;,  que 
llevaban  a  la  iglesia  para  sus  amos  y  señoras.  Dijo  la  una 
a  la  otra:  — Demos,  hermana,  limosna  a  estos  pobres,  para 
que  nos  lleven  esta  ropa  a  la  iglesia  sin  que  nosotras  nos  mo- 
jemos.— Convino  la  otra,  y  así  lo  ejecutaron  4. 

2.  Evast  llevó  el  recado  para  los  hombres  y  Aloma  para 
las  mujeres  a  la  iglesia,  que  estaba  toda  llena  de  gente,  y  a 
vista  de  todo  el  mundo  cumplieron  con  el  mandato.  Mucho 
se  maravilló  el  auditorio,  y  en  particular  éstos,  a  quienes 
se  dirigía  este  tan  solemne  acto  de  humildad.  Y  como  su 
santa  vida  y  antigua  nobleza  era  en  la  ciudad  bien  notoria, 
el  hombre  joven  y  la  mujer  moza  propusieron  dejar  su  mala 
correspondencia,  y  la  vieja  se  arrepintió  de  la  intención  con 
que  había  tomado  marido  mozo,  y  lo  mismo  hizo  el  viejo, 
amando  cada  uno  la  caridad  por  el  buen  ejemplo  de  Evast 
y  de  Aloma. 


1  «per  ço  car  amava  el  carnal  delit». 
■  El  autor  dice  tan  sólo  «e  veien-se  suvítu». 
■•tcapa  de  pluja  e  galotxes»  leemos  en  el  original. 
*  te  donaren  del  pa  a  Evast  e  a  Aloma,  dients  que  portassen  a 
lurs  dones  les  capes  e  les  galopxes». 


200 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  XIII 

De  la  avaricia 

1.  Pasaban  un  día  por  la  plaza  los  dos  consortes  bus- 
cando quien  les  diese  de  comer,  y  no  encontraron.  Vivía  a  la 
sazón  en  este  puesto  un  cambiador  de  moneda,  hombre  muy 
rico  y  codicioso  sin  medida,  quien  tenía  delante  gran  canti- 
dad de  dinero.  Rogáronle  ambos  consortes  que,  por  amor  de 
Dios,  les  diese  de  comer  o  algún  dinerillo  para  mercarlo. 
El  cambiador,  que  era  muy  avariento,  les  respondió  se  fuesen 
muy  en  hora  buena,  que  ni  lo  uno  ni  lo  otro  les  daría; 
y,  levantándose  de  la  tabla,  se  fué  en  casa  de  un  zapatero 
a  calzarse  unos  zapatos. 

2.  Prosiguiendo  Evast  y  Aloma  en  buscar  la  limosna, 
acertaron  a  pasar  por  casa  del  zapatero  adonde  el  cambiador 
avaro  se  calzaba.  Llamóles  el  zapatero  y  di  joles:  — Herma- 
nos, hora  es  de  comer ;  yo  no  soy  rico,  pobre  soy,  tengo  hijos 
y  mujer,  que  vivimos  de  mi  trabajo;  un  pedazo  de  carne  hay 
en  mi  olla  y  un  dinerito  de  vino  puedo  comprar;  el  pan  que 
tengo  no  basta  para  todos;  por  amor  de  Dios,  os  ruego  que 
uno  de  vosotros  se  quede  a  comer  conmigo  y  lleve  su  parte 
de  lo  que  Dios  me  ha  dado  a  ganar. 

3.  Evast  dijo  entonces  a  Aloma  se  quedase  a  comer,  que 
él  iría  a  buscar  a  otro  que  se  lo  diese ;  pero  Aloma,  que  ama- 
ba y  honraba  mucho  a  su  marido,  respondió  que  más  razón 
era  que  él  se  quedase  allí,  que  ella  buscaría  en  dónde  comer. 
Caridad  y  amor  ardían  en  los  corazones  de  entrambos,  y 
vivamente  se  compadecía  el  uno  del  otro,  porque  hacía  recio 
viento  y  lluvia  y  con  mucho  trabajo  iban  por  las  calles  bus- 
cando limosna  por  amor  de  Dios.  Mientras  estaban  en  esta 
amorosa  contienda,  Evast  mandó  seriamente  a  su  esposa 
se  quedase  allí.  Y,  como  ésta  siempre  había  sido  obediente 
a  su  esposo,  se  quedó,  y  Evast  se  fué  a  buscar  donde  por 
amor  de  Dios  le  diesen  de  comer. 

4.  Al  tiempo  que  todo  esto  sucedía,  el  cambiador  con- 
sideró su  gran  riqueza  y  pensó  en  la  muerte  y  en  la  di- 
vina justicia,  y  dijo  allá  en  su  corazón  estas  palabras: 
"¡Oh  mezquino  y  desdichado,  cómo  hasta  hoy  viviste  ciego 
en  ti  mismo!  ¡Cómo  eres  siervo  y  esclavo  de  la  avaricia! 
¿  Qué  vale  tu  dinero  y  tu  riqueza  sin  caridad  ?  ¿  Adonde  está 
el  agradecimiento  que  debes  a  Dios  por  los  bienes  que  te  ha 
dado?  Cuanto  tienes  no  vale  tanto  como  la  buena  voluntad 
que  este  pobre  zapatero  enseña  con  los  amigos  de  Dios,  ni 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANOUERNA. — C.  14 


J* 1 1 


con  todo  tu  dinero  puedes  comprar  la  recíproca  caridad  de 
Evast  y  de  Aloma."  Una  y  muchas  veces  pensó  el  cambia- 
dor en  el  amor  y  santa  vida  de  estos  casados,  y  por  el  buen 
ejemplo  que  ellos  daban  de  sí  mismos  y  por  la  buena  volun- 
tad del  zapatero  salió  aquél  de  la  servidumbre  del  pecado 
de  la  avaricia,  en  adelante  fué  manirroto  y  liberal  con  los 
pobres  de  Jesucristo  y  por  la  virtud  de  la  liberalidad  adqui- 
rió para  sí  muchas  otras  virtudes. 


CA  PÏTULO  XIV 

DE  LA  SOBERBIA 

1.  En  ocasión  que  Aloma  comía  en  casa  del  zapatero, 
Evast  buscaba  én  dónde  comer,  y  acertó  a  pasar  por  casa 
de  un  hombre  rico,  soberbio  y  presumido.  Era  éste  un  mer- 
cader de  paños  que  hacía  a  sus  parientes  y  amigos  un  es- 
pléndido convite  y  deseaba  casar  una  hija  suya  con  un  ca- 
ballero muy  principal  de  aquella  ciudad.  Vió  Evast  a  la  puerta 
muchos  pobres,  que  esperaban  limosna  de  las  sobras  de  la 
mesa;  mezclóse  con  ellos,  y  los  alentó  y  consoló  en  su  po- 
breza, haciéndoles  memoria  de  la  pobreza  y  humildad  de 
nuestro  Señor  Jesucristo  y  de  sus  apóstoles,  que  tanto  ama- 
ron la  mendiguez. 

2.  Después  de  haber  comido  señores  y  criados,  sacó  uno 
de  éstos  las  sobras  de  mesa  y  cocina  para  repartir  entre  los 
pobres  que  estaban  a  la  puerta.  Tenía  cada  cual  su  escudilla 
o  plato  y  su  vaso,  en  que  recibía  el  vino  y  lo  demás  que  por 
amor  de  Dios  le  daban,  menos  Evast,  que  no  tenia  en  qué 
recibir  las  coles  que  le  daban,  ni  vaso  en  qué  tomar  el  vino ; 
por  esto  rogó  a  otro  pobre  le  hiciese  la  caridad  de  recibir  en 
su  escudilla  y  vaso  la  ración.  Hicieron,  pues,  los  dos  com- 
pañía y  hermandad,  y  comieron  y  bebieron  juntos  a  la  puerta 
de  la  casa  del  mercader. 

3.  Al  tiempo  que  comían,  salió  el  dueño  de  la  casa  con 
todos  los  convidados,  los  cuailes,  viendo  a  Evast  sentado  en 
el  suelo  entre  los  demás  pobres,  se  quedaron  atónitos  de  su 
humildad,  porque  le  conocían  muy  bien;  y  de  aquí  el  mer- 
cader abrió  los  ojos  y  conoció  su  soberbia  en  pretender  casar 

i  a  su  hija  con  gente  de  mayor  distinción ;  ilustróle  Dios  por 
el  buen  ejemplo  de  Evast,  y  salió  de  la  servidumbre  de  la 
soberbia,  y  en  adelante  amó  la  humildad  y  dió  su  hija  por 
esposa  a  otro  mercader,  su  igual. 


202 


OBRAS   LITERARIAS  DE  RAMON  LLT7LL 


CAPÍTULO  XV 
De  la  pereza 

1.  En  aquella  ciudad,  donde  Evast  y  Aloma  continuaban 
su  modo  de  vida  mortificada  y  penitente,  vivía  un  hombre 
muy  rico,  esclavo  en  extremo  de  la  pereza.  Este  no  era 
casado,  ni  quería  casarse,  y  toda  la  riqueza  que  tenía  no  le 
aprovechaba  a  él  ni  a  otro  alguno.  Todos  los  días  se  estaba 
en  la  plaza  burlándose  de  cuantos  pasaban  por  allí,  y  era  tal 
su  genio,  que  tenía  ira  y  disgusto  viendo  a  alguno  hacer  al- 
guna obra  buena  y  se  alegraba  y  complacía  cuando  oía  decir 
mal  de  otros,  así  de  hombres  como  mujeres.  Aconteció,  pues, 
un  día  que,  yendo  este  hombre  a  comer,  encontró  por  la  calle 
donde  iba  a  Evast  y  a  Aloma,  y  reparó  allí  que  dos  mujeres, 
a  quienes  éstos  habían  casado  por  el  amor  de  Dios,  estaban 
batallando  sobre  cuál  había  de  dar  de  comer  en  aquel  día  a 
sus  bienhechores,  pues  las  dos  lo  pretendían. 

2.  Prosiguiendo  su  camino,  llegó  al  hospital  que  Evast 
y  Aloma  habían  fundado,  el  cual  era  muy  capaz  y  bien  cons- 
truido, en  que  vivían  muchos  pobres  y  criados,  que  con  todo 
desvelo  les  servían.  Cada  pobre  estaba  en  su  cama  y  delante 
de  sí  tenía  su  ración.  El  perezoso  comenzó  a  discurrir  consi- 
go el  gran  bien  que  Evast  y  Aloma  hacían  por  amor  de  Dios 
cada  día,  y  quiso  examinar  en  su  conciencia  si  él  había  hecho 
algún  bien  por  amor  de  Dios  con  tantos  bienes  que  Dios  le 
había  dado.  Después  de  largo  examen,  no  pudo  encontrar 
que  jamás  hubiese  hecho  tanta  limosna  como  era  una  ración 
sola  de  las  que  tenían  delante  de  sí  aquellos  pobres  enfermos. 

3.  "¡Oh  ingrato  y  desconocido  pecador — dijo  consigo 
entonces — ,  y  qué  grande  injuria  has  hecho  a  los  pobres  de 
Jesucristo  en  todo  este  tiempo!  ¿Adonde  son  tus  buenas 
obras  y  los  méritos  que  de  ellas  se  te  esperan  después  de  tu 
muerte  para  que  presenten  tu  alma  al  Señor  de  cielo  y  tierra, 
que  la  crió  para  su  servicio,  y  la  defiendan  del  mortal  enemi- 
go que  después  de  tu  muerte  la  aguarda  para  llevarla  al 
fuego  eterno  del  infierno?  ¡Ay  de  mí,  mezquino,  enfermo 
estoy!  ¿Y  qué  enfermo  hay  en  este  hospital  como  yo?"  Mien- 
tras que  entre  sí  decía  esto,  reparó  que  en  el  fondo  de  la  sala 
había  dos  camas  de  sarmientos  dispuestas  con  un  pobre 
jergón,  y  en  cada  una  una  manta  grande  1.  Fuése  este  hom- 
bre a  una  de  las  dos  y,  quitándose  la  ropa,  se  echó  en  ella, 


1  «una  flaçada  tan  solament». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA.     C.  l6  2Ò3 


diciendo  a  los  sirvientes  del  hospital  que  le  diesen  de  comer, 
pues  estaba  enfermo  y  había  venido  allí  a  curarse. 

4.  De  todo  cuanto  quiso  comer  y  beber  le  dieron  a  este 
enfermo  perezoso,  quien  se  estuvo  en  la  cama  hasta  que 
Evast  y  Aloma  se  retiraron  a  dormir.  Encontróle  allí  Evast 
y  le  dijo:  --Hermano  amigo,  ¿quién  sois,  que  os  habéis 
echado  en  mi  cama?  Dejad  ésa,  y  tomad  una  de  las  otras, 
que  son  mejores.  — Señor — respondió  el  enfermo— 1,  no  pien- 
so levantarme  de  esta  cama  hasta  que  esté  sano.  — Pues  ¿y 
qué  enfermedad  es  la  vuestra? — le  preguntaron  ambos.  Dijo 
el  enfermo:  — Señores,  el  pecado  de  acidia  tiene  mi  alma 
encarcelada,  de  manera  que  no  me  da  licencia  de  hacer  algún 
bien  de  los  bienes  que  Dios  me  ha  recomendado,  y  creo  y 
confío  que  por  vuestras  oraciones  me  sacará  Dios  de  esta 
servitud  en  que  estoy  y  quedaré  libre  de  su  poder  tiránico. 

5.  Respondió  Evast  que  ni  la  acidia  ni  otro  ningún  peca- 
do tiene  tanto  poder  como  es  quitar  el  libre  albedrío  que 
Dios  ha  criado  en  el  hombre,  con  tal  fuerza  y  virtud,  que  por 
ningún  pecado  puede  ser  superado  ni  vencido.  Pero,  puesto 
que  tenéis  fe  en  nuestras  oraciones,  aunque  no  somos  dignos 
de  ser  oídos,  rogaremos  a  Dios  que  por  su  bondad  os  avive 
la  memoria  de  su  virtud  y  honor  en  la  sagrada  pasión  de 
Jesucristo  y  en  la  viveza  y  brevedad  de  la  vida  humana,  para 
que  en  adelante  le  sirváis  con  bienes  y  persona  todo  el  tiempo 
de  vuestra  vida. 

6.  Muy  devotamente  y  con  gran  contrición  se  arrepintió 
este  enfermo  y  oró  a  Dios  junto  con  Evast  y  Aloma,  y,  con- 
cluida la  oración,  se  halló  libre  de  la  enfermedad  de  acidia, 
y  rogó  a  entrambos  le  llevasen  al  altar  que  estaba  dedicado 
a  San  Andrés,  en  cuya  presencia  se  arrodilló  y  se  ofreció  a 
Dios  con  todos  sus  bienes,  diciendo  quería  servir  en  el  hos- 
pital por  toda  su  vida. 


CAPÍTULO  XVI 
De  la  envidia 

1.  Vivía  en  la  misma  ciudad  un  hombre  muy  rico,  el  cual 
en  otro  tiempo  quiso  comprar  la  casa  de  Evast.  Esta,  sobre 
ser  muy  bella,  lograba  la  situación  en  un  paraje  tal,  que 
siempre  que  aquel  rico  salía  de  la  suya  daba  motivo  con  su 
vista  de  codiciarla  más,  llegando  a  tal  extremo,  que  pasó  a 
tener  odio  mortal  al  dueño  que  la  habitaba,  ocupando  lo  más 
del  día  en  maquinar  medios  con  qué  adquirirla. 

2.  Mientras  estaba  así  arraigado  el  odio  en  el  corazón 


204  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  EL  ULL 


de  este  hombre  1,  fué  Dios  servido  de  llevarse  a  mejor  vida 
al  que  había  comprado  la  casa  de  Evast,  y  concurrían  a  la 
puerta  muchos  pobres  aguardando  limosna,  como  es  costum- 
bre hacerla  por  el  alma  del  difunto  después  de  haber  dado 
a  su  cadáver  sepultura,  y  entre  ellos  estaban  Evast  y  Aloma, 
esperando  recibirla  por  amor  de  Jesucristo  *. 

3.  Grande  ejemplo  de  humildad  tomaron  en  esta  oca- 
sión todos  los  que  habían  acompañado  el  cadáver  del  difunto, 
viendo  a  Evast  y  Aloma  estarse  allí  entre  los  pobres  esperan- 
do la  limosna,  y  encarecieron  y  alabaron  mucho  su  modo 
de  vida.  Entonces  el  envidioso,  que  oía  la  conversación,  acor- 
dándose de  su  pecado,  dijo  consigo  mismo: 

4.  "¡Oh  fatuo  y  sin  juicio!  ¿Y  qué  le  vale  ahora  esta 
casa  a  su  dueño?  ¿Quién  de  los  dos  es  más  aplaudido,  el 
que  ha  poco  murió  o  Evast,  que  la  vendió  y  de  su  precio 
edificó  el  hospital,  en  que  se  hace  tanta  limosna?  Culpable 
envidioso,  dime:  ¿qué  culpa  tenía  este  hombre  que  ahora 
ha  muerto  para  que,  sin  motivo,  tanto  tiempo  le  miraras 
con  mala  voluntad  y  sobrecejo?  Desgraciado,  ¿cómo  podrás 
satisfacer  por  este  pecado,  que  tanto  tiempo  te  ha  tenido  a 
las  puertas  del  infernal  fuego,  que  nunca  deja  de  atormen- 
tar a  los  que  viven  en  el  pecado  de  envidia?  ¿Encontrarás, 
por  ventura,  algún  medio  para  echar  de  ti  a  la  envidia?" 

5.  Al  tiempo  que  así  discurría,  reprendiéndose  del  peca- 
do en  que  estaba,  resolvió  hacer,  mientras  duraba  esta  buena 
disposición,  alguna  acción  tan  señalada,  que  le  mereciese 
con  Dios  el  estar  de  manera  confirmado  en  la  caridad  y  en 
la  virtud,  que  en  adelante  no  le  dominase  la  envidia.  Por 
lo  cual,  viendo  que  todos  aquellos  caballeros  que  habían 
venido  a  honrar  al  difunto  estaban  para  despedirse,  les  dijo 
estas  palabras: 

6.  — Señores  míos,  que  habéis  venido  a  honrar  al  que  era 
dueño  de  esta  casa :  por  amor  de  Dios  :!  os  ruego  me  acom- 
pañéis hasta  mi  casa,  y  vengan  también  Evast  y  Aloma  con 
nosotros. — (Siguiéronle  todos,  y,  llegando  al  portal  de  su 
casa,  mandó  abrir  las  puertas,  y  en  medio  de  la  calle,  en 
presencia  de  todos,  confesó  su  envidia,  puso  a  Evast  y  Aloma 
en  posesión  de  su  casa,  que  era  muy  rica,  y  con  alta  voz 
dijo  que  hacía  de  ella  donación  y  entrega  al  hospital,  y  de- 
claróles también  todas  aquellas  palabras  que  en  los  adentros 
de  su  corazón  había  dicho  de  sí  mismo,  a  fin  que  tuviese  más 
ocasión  de  ser  enemigo  del  pecado  de  la  envidia  y  más  amigo 
de  la  caridad  y  para  que  quedase  más  castigada  su  culpa. 


1  «Longament  fo  aquest  home  envejós  e  en  mala  volentat.  De- 
mentre  que  ell  estava  en  aquest  peccat...» 

2  En  el  texto  primitivo  no  vemos  «por  amor  de  Jesucristo». 

3  «Per  Déu  vos  prec  e  per  Santa  Maria.» 


MURO  DE  EVÁST  Y  BLANQUERNA. — C.  l~  2(>5 


CAPÍTULO  XVII 

De  la  ira 

1.  Mucho  tiempo  había  que  estaba  en  el  hospital  de 
Evast  un  enfermo  padeciendo  una  úlcera  fistulosa  en  la 
pierna,  que  le  consumía  por  no  poder  curar  de  ella  perfecta- 
mente. Un  día  que  sobremanera  le  dolía,  viendo  cuán  largo 
tiempo  había  que  duraba  la  enfermedad,  se  encolerizó  de 
modo  que,  a  más  de  desearse  la  muerte,  se  maldijo  a  sí,  y 
al  día  en  que  había  nacido,  y  a  quien  le  había  criado  l,  y  s 
la  misma  vida  que  gozaba.  Tanto  le  subió  la  cólera,  que  mal- 
dijo en  su  corazón  a  Dios  y  a  todas  sus  obras. 

2.  Mientras  que  el  enfermo  estaba  con  esta  cólera,  el 
cirujano  le  estaba  curando,  y  Evast,  que  de  costumbre  allí 
asistía,  le  ató  las  vendas  a  la  pierna  y,  puesto  de  rodillas, 
le  besó  los  pies,  como  solía. 

3.  Por  la  grande  caridad  y  humildad  de  Evast  ilustró 
Dios  la  conciencia  del  enfermo,  quien,  conociendo  su  culpa 
y  su  ira.  dijo  consigo  mismo:  "¡Oh  desdichado  de  mí,  qué 
cosa  tan  rara!  ¡Tú,  por  la  ira  en  que  estás,  eres  enemigo  de 
Dios  y  de  sus  obras,  y  Evast  piensa  servir  a  los  siervos  de 
Dios  y  sirve  a  un  esclavo  del  demonio!"  Pasmóse  Evast 
al  oír  esto  y  le  preguntó  qué  significaban  estas  palabras. 

4.  — Señor — respondió  el  enfermo — ,  tanta  es  la  ira  de 
mi  corazón  por  la  enfermedad  en  que  me  hallo,  que  más 
estimaría  morir  que  vivir;  y  tan  apoderada  está  de  mí 
esta  ira,  que  me  hace  maldecir  a  Dios  y  a  mí  mismo  y  a 
todo  cuanto  hay.  Pero  vuestra  piedad,  humildad  y  caridad 
me  hacen  un  vivo  recuerdo  y  memoria  de  mis  culpas  y  rue- 
dan a  conocer  la  mucha  gracia  que  Dios  me  ha  hecho,  dán- 
dome a  un  hombre  como  Evast  por  enfermero.  Y  puesto 
que  tanta  es  mi  sinrazón  y  mi  olvido,  no  es  justo  que  me 
permitáis  estar  más  en  vuestro  hospital,  ni  sirváis  a  un  pe- 
cador tan  grande  como  yo. 

5.  — Hermano  mío  y  buen  amigo — dijo  Evast  al  enfer- 
mo— ,  Dios  quiere  que  yo  tenga  mérito  en  serviros,  y  vos  en 
tener  paciencia.  De  aquí  podéis  conocer  la  vileza  y  miseria 
en  que  estamos  en  este  mundo,  pues  de  lo  que  os  airáis  de- 
bierais alegraros:  vos  estáis  en  este  mundo  para  adquirir 
méritos,  por  los  cuales  Dios  tenga  razón  de  llevaros  3  gozar 
de  su  gloria.  Luego  cuanto  más  Dios  os  multiplica  la  enfer- 


1  Está  dk  más  *y  a  quien  le  había  criado». 


206 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


medad  y  el  dolor,  tanto  más  os  da  ocasión  de  que  os  ejerci- 
téis en  la  paciencia  y  os  acordéis  de  la  amarga  pasión  que 
sostuvo  pendiente  en  la  cruz  por  vos  y  por  todos  nosotros. — 
Tan  devotamente  hablaba  Evast  y  tan  piadosamente  aconse- 
jaba al  enfermo  que  tuviese  paciencia  y  se  arrepiitiese  y 
refrenase  su  ira,  que  en  fin  se  arrepintió  y  prorrumpió  en 
estas  palabras: 

6.  "¡Oh  Dios  pacientísimo  y  misericordiosísimo!  ¡Quién 
había  de  imaginar  tu  gran  paciencia,  con  la  cual  has  vencido 
mi  ira  con  tal  valentía,  que  de  aquí  en  adelante  por  todos 
los  días  de  mi  vida  me  ofrezco  a  tener  paciencia!  Y  cuanto 
más  vivamente  me  sujetaras  a  padecer  y  sufrir,  tanto  más 
agradable  me  será  la  vida  y  mucho  más  se  me  hará  evidente 
y  demostrable  tu  excelente  señorío  e  inefable  caridad."  Estas 
y  otras  muchas  expresiones  hacía  el  enfermo,  pidiendo  a  Dios 
perdón  y  alegrándose  en  su  infinita  misericordia. 


CAPÍTULO  XVIII 

De  la  vanagloria 

1.  En  una  solemne  fiesta  predicó  un  religioso  a  un  nu- 
merosísimo concurso.  Acompañáronle  a  su  monasterio  mu- 
chos prohombres  y  otra  gente  \  de  lo  que  quedó  el  predicador 
muy  pagado,  porque  así  reparasen  aquella  honra  los  demás 
frailes.  Mientras  iban  por  la  calle,  hacíales  el  predicador 
varias  preguntas,  para  oír  en  la  respuesta  elogios  en  su 
sermón,  y  logró  el  deseado  efecto,  de  que  estaba  muy  ufano. 

2.  Al  mismo  tiempo  encontraron  a  aquella  mujer  moza 
que  Evast  y  Aloma,  por  su  buen  ejemplo,  habían  sacado 
del  pecado  torpe.  A  su  vista,  se  acordó  el  fraile  de  lo  mucho 
que  había  trabajado  en  sacar  aquella  mujer,  que  él  confe- 
saba, de  tal  pecado,  y  que  su  predicación  y  avisos  no  habían 
podido  tanto  como  el  buen  ejemplo  de  Evast  y  Aloma.  Aquí 
conoció  su  vanagloria,  y  propuso  castigarla  con  alguna  peni- 
tencia y  no  mezclarla  jamás  en  sus  predicaciones. 

3.  Pasando  esto,  el  religioso  lego  que  le  acompañaba  le 
dijo:  — Padre,  dígame,  ¿de  qué  sermón  se  saca  más  fruto: 
del  de  la  palabra  o  del  de  obras  buenas  y  ejemplares? — Res- 
pondióle que,  así  como  el  obrar  bien  importa  más  virtud  y 
mayor  trabajo  que  el  hablar  y  enseñar  cómo  se  deba  obrar 
bien,  así  es  mayor  el  fruto  que  el  hombre  saca  con  el  buen 
ejemplo  que  con  las  palabras,  y  no  ha  mucho,  añadió,  que 


1  «gran  re  de  prohoms». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQüERNA. — C.  ift 


por  buen  ejemplo  se  convirtió  una  mujer  deshonesta  en  quien 
no  habían  aprovechado  ni  sermones  ni  palabras. 

4.  Despidióse  luego  de  toda  la  comitiva,  y  se  fué  con  3u 
compañero  al  monasterio,  sin  permitir  que  otro  alguno  ie 
acompañara.  Y,  por  virtud  divina  y  el  ejemplo  de  Evast 
y  Aloma,  se  resolvió  a  que  sus  obras  en  adelante  correspon- 
diesen a  las  palabras  de  sus  sermones. 

5.  En  esta  forma  -  iban  Evast  y  Aloma  desterrando 
de  las  almas  los  siete  pecados  capitales.  Prolijo  fuera  haber 
de  referir  los  muchos  bienes  que  se  seguían  de  su  santo  modo 
de  vivir.  Mientras  que  con  todas  sus  fuerzas  servían  y  ama- 
ban a  Dios,  plugo  a  su  divina  Majestad  sacar  a  Evast  de 
las  miserias  y  peligros  del  mundo  y  llamarle  a  su  santa 
gloria. 

6.  Murió  Evast  al  mundo  y  vivió  para  el  cielo.  Quedó 
sola  Aloma,  rogando  cada  día  por  el  alma  de  su  marido  y 
para  que  Dios  la  sacase  de  este  mundo,  en  caso  de  haber 
hecho  cumplida  penitencia.  No  se  atrevía  a  afligirse  por  no 
ser  inobediente  a  la  voluntad  de  Dios.  Consolarse  no  podia, 
porque  carecía  de  la  vista  de  su  esposo  y  de  su  hijo  Blan- 
querna.  Vieja  era  por  sus  años  y  aflicciones,  y  ocasionábale 
la  ancianidad  muchos  trabajos  y  dolores.  Mas  Dios,  que  no 
olvida  a  los  suyos,  la  llamó  para  la  gloria,  en  donde  encontró 
el  alma  de  Evast,  su  marido  tan  amado. 

.  Fin  del  libro  :;  que  trata  del  matrimonio  en  persona  de 
Evast,  de  Aloma  y  de  Blanquerna  su  hijo,  con  la  práctica 
de  muy  buenos  y  particulares  documentos  y  ejemplos. 


2  «Segons  la  manera  que  oïda  havets,  per  la  gràcia  de  Déu,  Evast 
e  Aloma  per  bo  exempli  mortificaven  e  destruïen  los  peccats  da- 
munt dits.» 

3  Así  se  cierra  el  libro  en  el  original  :  «Fenit  és  lo  primer  libre 
de  Evast  e  Aloma.» 


EMPIEZA  EL  LIBRO  SEGUNDO,  QUE 
TRATA  DEL  ESTADO  RELIGIOSO 


PARTE  PRIMERA 

C  A  P  í  T  ULU  XIX 

De  la  contienda  que  medió  entre  Cana  y  Anastasia 

1.  Después  que  Blanquerna  se  hubo  despedido  de  Cana, 
estaba  la  doncella  pensando  muy  despacio,  cada  día,  en  las 
palabias  que  éste  le  había  dicho  al  despedirse  y  muy  a  me- 
nudo meditaba  en  la  sagrada  pasión  de  Jesucristo,  teniendo 
de  continuo  fija  su  imaginación  en  los  trabajos,  penas  y 
muerte  cruel  que  Santa  Catalina,  Santa  Eulalia  y  Santa  Mar- 
garita padecieron  con  tal  constancia  por  amor  de  Jesucristo 
y  para  su  mayor  honra  y  gloria  1. 

2.  Por  la  virtud  de  Dios  y  porque  es  naturaleza  del 
pensamiento  el  inclinar  y  convertir  la  voluntad  a  amar  aque- 
lla cosa  que  frecuentemente  piensa,  tuvo  la  doncella  gran 
deseo  de  dejar  el  mundo  y  entrar  en  religión. 

3.  Viendo  Anastasia  a  su  hija  tan  pensativa  y  mudada 
de  lo  que  antes  era,  pensó  estaba  enamorada  de  Blanquerna, 
y  hablóla  diciendo:  — -Querida  hija  mía,  ¿cómo  estás  tan 
profunda?  ¿Qué  es  lo  que  tienes?  ¿En  qué  piensas?  Bien 
creo  yo  que  son  en  Blanquerna  todos  tus  pensamientos.  Si 
le  querías  por  esposo,  bien  puedes  olvidarlo,  que,  como  sabes, 
ya  se  ha  hecho  para  siempre  ermitaño.  Si  quieres  marido, 
yo  conozco  en  la  ciudad  un  hidalgo  honrado  que  tiene  un 
hijo  joven,  muy  gentil  y  bizarro,  que  puede  ser  tuyo,  porque 
tu  dote  es  pingüe,  tu  linaje  generoso,  tu  hermosura  mucha 
y,  sobre  todo,  eres  bien  criada.  Con  estas  calidades,  bien 
puedes  escoger  el  mejor  de  cuantos  hay. 

4.  Preguntóle  Cana  si  sabía  cuál  era  el  hombre  en  todo 
el  mundo  más  bello,  mejor  y  más  poderoso,  y  si  éste  la  quería 


1  «e  cogitava  en  la  passió  de  Jesú  Chfist,  e  en  los  treballs  e  la 
mort  de  Santa  Catherina,  Santa  Eulalia,  Santa  Margarita,  que  sos- 
tengren  per  l'amor  de  Déu  en  est  món». 


LIBRO  DE  EVÀST  Y  BLANQÜÉRNA.— C  10 


por  esposa,  pues  que  ella  se  sentía  tan  rica  y  noble  de  cora- 
zón, que  no  sólo  quería  escoger  ei  mejor  de  la  ciudad,  sino 
el  mejor  de  todo  el  mundo.  — -Hija— -(respondió  la  madre-  . 
¿quién  sabe  ni  puede  encontrar  el  mejor  del  mundo?  Ni  tú 
eres  rica  ni  de  tan  noble  linaje,  que  reyes,  emperadores  o 
príncipes  te  quisieran  dar  a  un  hijo  por  esposo.  — Si  a  mí, 
pues,  me  falta  riqueza — dijo  Cana — ,  honra  y  virtudes  para 
ser  esposa  digna  de  algún  hijo  de  reyes,  ¿habría  acaso  al- 
guno tan  humilde  o  tan  bueno  que  quisiese  humillarse  a  ser 
esposo  mío? — 'Respondióla  la  madre  que  si  le  había,  no  lo 
sabía. 

5.  — Pues  señora — dijo  Cana — •,  ¿habéis  oído  hablar  de 
Jesucristo,  Hijo  del  Rey  del  cielo  y  tierra  y  Señor  de  todo 
lo  criado,  que  es  el  mejor,  el  más  bello,  el  más  sabio  y  más 
amable  de  cuantos  hubo  ni  habrá?  Tan  grande  es  su  humil- 
dad, que  quiso  humillarse  a  tomar  la  naturaleza  humana  en 
unidad  de  persona ;  tan  grande  es  su  humildad,  que  la  piedad 
y  el  amor  le  humillaron  a  ser  pobre,  a  padecer  y  morir,  para 
que  los  pecadores,  que  por  sí  nada  podían,  se  salvasen  y 
escapasen  de  las  penas  del  infierno.  Y  así,  madre  mía — pro- 
siguió Cana — ,  a  este  Señor  quiero  por  esposo,  y  ruego  me 
lo  deis  lo  más  pronto,  porque  le  quiero  muy  mucho.  No  os 
haga  fuerza  el  que  sea  tan  grande  y  poderoso,  que  más  se 
humilló  en  otras  cosas. 
.  6.  Disgustóse  mucho  Anastasia,  conociendo  que  su  hija 
pedía  estado  religioso,  y  hablóle  mal  de  éste  y  alabó  el  del 
matrimonio.  De  aquí  se  originó  entre  madre  e  hija  la  cuestión 
sobre  cuál  era  mejor,  religión  o  matrimonio.  La  madre  ala- 
baba el  matrimonio  diciendo  que  Dios  le  había  instituido 
en  el  paraíso,  y  que  con  el  matrimonio  se  gobierna  y  sustenta 
el  mundo,  porque  si  todos  entrasen  en  religión,  en  breve 
quedaría  el  mundo  despoblado,  y  que  la  religión  era  por  el 
matrimonio,  el  cual  puede  subsistir  sin  la  religión.  La  hija 
respondió  que  así  como  Dios  hizo  en  el  paraíso  el  matrimonio 
corporal,  así  -  por  luz  de  gracia  y  de  fe,  en  la  religión  hace 
un  matrimonio  espiritual;  y  que  si  el  matrimonio  es  orden 
para  que  los  hombres  sean  en  el  mundo,  la  religión  es  orden 
para  que  sean  en  el  cielo.  Ni  porque  el  fruto  no  puede  ser 
sin  el  árbol,  se  sigue  mejor  el  árbol  que  el  fruto,  aunque 
le  haya  Dios  criado  para  el  fruto. 

7.  Mientras  estaban  en  esta  contienda,  dijo  Anastasia 
que  ella  también  en  otro  tiempo  había  estado  casi  resuelta 
de  entrar  en  religión,  pero  que  algunos  religiosos  y  religio- 
sas se  lo  habían  disuadido,  aconsejándole  que  se  casase  ¡ 
de  Ib  cual  discurría  que  había  algunas  cosas  difíciles  de  tole- 


J  «en  axí  e>peritualment  ;ht  him  «le  gràcia  fa  en  coratge  de  home 
concebre  orde  de  religió». 


2TO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


rar  en  la  religión,  en  el  matrimonio  algunos  placeres  muy 
agradables  y  vida  descansada  :;. 

8.  —Madre  y  Señora — respondió  Cana—,  no  todos  los 
que  viven  en  religión  son  de  un  mismo  parecer.  El  estado  de 
sí  es  tan  noble,  que  no  permite  que  aJlma  alguna  viva  en  él  su- 
cia por  concupiscencia  vana  o  mala.  Por  esto  el  mayor  -tra- 
bajo del  religioso  es  estar  descontento  de  su  estado  y  apete- 
cer las  vanidades  mundanas,  y  su  mayor  placer  es  amar  su 
estado,  conocer  que  escapó  las  vanidades  y  peligros  del  mun- 
do y  que  tiene  a  Dios  en  su  corazón,  y  estar  siempre  pensan- 
do y  meditando  en  sus  honores. 

9.  Anastasia  dijo:  — Hija,  aquí  hay  un  bizarro  joven, 
lindo  caballero  y  muy  virtuoso,  según  tengo  entendido  por 
su  madre  y  otras  personas,  el  que  te  quisiera  por  esposa,  y 
está  de  ti  muy  enamorado.  — 'Señora  madre — respondió 
Cana — ¿y  este  caballero  que  me  decís  es  tan  fuerte  y  pode- 
roso que  pueda  perdonarme  mis  pecados,  o  curarme  si  caigo 
enferma,  o  darme  la  gloria  celestial,  y,  si  hay  hambre  o  ca- 
restía, podrá  darme  los  bienes  temporales  en  abundancia? 
Vencida  de  estas  razones,  Anastasia  cerró  la  boca,  y  por  que 
su  hija  no  se  confirmase  más  en  sus  propósitos,  pensó  que 
en  otra  oeasión  la  inclinaría  al  matrimonio.  Fuese  de  donde 
estaba  y  asomóse  a  la  ventana  a  entretenerse  a  ver  pasar  la 
gente. 

10.  Estando  en  la  ventana,  vió  pasar  a  una  doncella  que 
el  día  después  había  de  ser  novia,  la  cual  venía  de  la  iglesia 
muy  adornada,  dando  las  galas  a  su  natural  hermosura  ma- 
yor realce.  Iba  montada  en  un  gallardo  palafrén,  y  seguíanla 
a  pie  mudhos  hombres  honrados  y  muchas  mujeres;  ni  fal- 
taban juglares  que  cantaban  y  tañían  sus  instrumentos,  y 
para  hacerla  favor,  otros  bailaban.  Llamó  la  madre  a  su  hija 
y  di  jola:  — Mira,  mira  qué  gusto  y  alegría  causa  esta  donce- 
lla en  el  estado  que  toma;  mira  qué  honras  la  hacen. — Aun 
no  había  acabado  de  hablar,  cuando  pasaron  4  por  la  calle  un 
difunto  que  llevaban  a  enterrar,  a  quien  con  alaridos  y  llantos 
seguía  su  mujer  propia.  — ¡Muy  afligida  está,  madre  mía, 
aquella  pobre  mujer — dijo  Cana — por  haber  perdido  a  su  ma- 
rido.— No  respondió  a  esto  Anastasia,  antes  se  quitó  de  la 
ventana,  porque  se  retirase  también  su  hija  y  no  atendiese 
más  al  llanto  de  la  triste  viuda. 

11.  Estando  las  dos  en  su  cuarto,  entró  una  criada  muy 
llorosa  y  dió  noticia  a  Anastasia  de  que  una  su  comadre  ha- 
bía muerto  de  sobreparto  y  que  la  habían  abierto  para  sa- 
carle de  las  entrañas  viva  la  criatura.  —(Madre,  ¿entendéis 
esto  ? — dijo  Cana. — <No  la  respondió  palabra,  sino  que,  saJlien- 


3  «y  vida  descansada»  es  un  añadido  del  traductor. 

4  «passà  un  cors  que  hom  portava  soterrar  a  l'es^leya». 


URRO  DH  EVAST  Y  BLANQUERNA.-  C.  iq 


2T  r 


do  luego,  fuése  a  hacer  duelo  en  casa  de  la  difunta  que  se 
había  de  enterrar  el  mismo  día.  En  ese  intermedio  5  pensó 
Cana  en  las  repetidas  persuasiones  de  su  madre,  y  como  te- 
mía las  astucias  del  enemigo  y  la  ligereza  del  corazón  de  la 
mujer,  que  fácilmente  se  muda,  y  aun  |  temía]  que  su  madre 
no  le  urdiese  alguna  trampa  para  apagar  su  devoción  que 
tenía  de  ser  religiosa.  Por  esto,  envió  secretamente  un  re- 
cado a  la  abadesa  de  un  ejemplar  monasterio  que  había  en 
la  ciudad  para  que  la  enviase  dos  monjas  el  día  siguiente  por 
la  mañana;  tal  hora,  en  que  su  madre  sería  a  misa,  porque 
tenía  algunas  cosas  que  comunicarle. 

12.  Hecha  esta  diligencia,  asomóse  otra  vez  a  la  venta- 
na a  ver  la  llorosa  viuda  cuando  volviera  del  entierro  de  su 
marido.  Al  mismo  tiempo  vió  a  un  trompeta  que  pregonaba 
anduvieran  todos  a  ver  la  justicia  que  se  hacía  de  un  hijo  de 
un  hidalgo,  que  llevaban  al  suplicio  por  haber  muerto  a  un 
hombre.  Por  delante  de  la  casa  pasó  el  ajusticiado,  a  quien 
seguían  sus  padres  y  otra  gente  con  incomparable  dolor  y  lá- 
grimas. Al  mismo  tiempo  vió  venir  la  doncella  a  su  madre, 
que,  habiendo  encontrado  este  triste  espectáculo,  lloraba  de 
piedad  de  la  afligida  madre  del  desgraciado  joven.  L·legando 
a  casa,  le  dijo  Cana :  — Madre  y  señora,  vuestros  ojos  me  di- 
cen que  habéis  llorado  y  que  vuestro  corazón  se  ha  movido 
a  piedad  y  devoción.  ¿Habéis  tenido  acaso  contrición  o  es- 
crúpulo de  haberme  reprendido  por  la  santa  vocación  que 
Dios  me  da  de  entrar  en  religión  ?  — ■{Hija — respondió  la  ma- 
dre— ,  no  me  hables  más  de  este  punto  ni  pienses  en  tomar 
otro  estado  que  el  del  matrimonio;  cuando  no,  te  deshere- 
daré y  apalearé,  y  aun  haré  que  tus  parientes  te  den  muchos 
palos  y  azotes.  — Madre — respondió  Cana— semejante  me 
haréis  en  esto  a  las  santas  del  cielo,  que  por  amor  de  su  es- 
poso Jesús  padecieron  muchas  heridas,  penas  y  trabajos  en 
este  mundo,  y  padeciendo  así,  murieron  para  obtener  una 
gloria  que  no  ha  de  tener  fin.  Y  así  no  me  amenacéis  lo  mis- 
mo que  yo  deseo  y  quisiera  tener  ya  en  mi  corazón. 

13.  Toda  aquella  noche  discurrió  Anastasia  cómo  podría 
dar  a  su  hija  esposo  que  ella  tuviese  como  a  hijo  y  quienes 
poseyesen  la  mucha  riqueza  que  su  marido  había  mandado  a 
Cana,  su  hija,  y  sentía  perderla,  en  caso  que  ella  se  hiciese 
religiosa.  Por  el  contrario,  la  hija  discurrió  toda  la  noch^ 
cómo  entraría  en  religión.  Al  otro  día  por  la  mañana,  estan- 


"  Mala  traducción  del  siguiente  texto  :  «Dementre  que  Nastasia 
era  fóra  l'alberc,  Natana  pensà  en  les  paraules  de  Nastasia,  ni  com 
la  havia  temptada  per  ço  que  la  endugués  a  orde  de  matremoni. 
Batana  temé  lo  demoni  e  la  frevoltat  de  coratge  de  fembra,  que 
leugerament  se  gira,  e  hac  paor  que  se  mare  no  li  faés  alcuna 
maestría  j>er  la  qual  li  tolgués  la  devoció  que  ella  havia  a  religió.» 


212 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


do  Anastasia  a  misa,  envió  la  abadesa  dos  monjas  que  acom- 
pañasen a  Cana  al  monasterio.  Y  hallándose  para  salir  de 
casa,  porque  la  madre  no  pensase  que  hubiese  ido  a  algún 
paraje  menos  decente,  dijo  a  la  criada  la  dijese  que  ella  e¿ 
taría  en  él  monasterio  de  las  monjas. 


CA  PITUJLO  XX 

DÍCESE  EN  QUÉ  MANERA  CANA  ENTRÓ  EN  RELIGIÓN  1 

1.  Luego  que  Cana  llegó  al  monasterio,  fué  recibida  con 
mucha  honra  y  cortesía  por  la  madre  abadesa  y  demás  reli- 
giosas, quienes  inmediatamente  la  introdujeron  en  capítulo. 
Y  estando  allí  todas  juntas,  empezó  a  explicarse  en  esta  for- 
ma: — 'Sabed,  señoras,  que  la  divina  virtud  ha  vencido  en  mí 
a  la  falsa  tentación  del  demonio,  quien  me  hacía  tentar  a 
Blanquerna  para  hacerle  inobediente  a  la  divina  inspiración, 
que  le  llamaba  a  la  vida  eremítica  para  que  fuese  su  siervo  y 
contemplativo  amante.  Al  partirse  me  dejó  siete  matronas  2 
muy  graves,  las  que  vengo  a  guardar  en  mi  corazón,  y  a 
quienes  quiero  servir  en  este  monasterio,  si  es  de  vuestro 
gusto.  Por  estas  siete  señoras  entiendo  las  siete  virtudes,  con 
las  cuales  el  hombre  sirve  a  Dios  y  alcanza  la  eterna1  bien- 
aventuranza y  huye  de  tos  siete  demonios,  que  son  los  siete 
pecados  mortales,  que  por  tantos  días  Evast  y  Adorna  en 
esta  ciudad  han  combatjdo  y  vencido.  Pan  y  agua  pido  no 
más  para  sustento  de  mi  vida.  Huir  quiero  el  mundo  antes 
de  enredarme  en  él,  o  que  me  impida  de  ser  subdita  y  escla- 
va de  las  siete  señoras  antedichas,  a  quienes  no  pudiera  yo 
servir  tan  eabailmente  estando  en  el  siglo  como  en  religión. 

2.  Estas  palabras  dijo  Cana  con  tan  grande  devoción  y 
lágrimas  nacidas  del  interior  de  su  corazón,  que  la  abadesa  y 
todas  las  religiosas,  por  su  buen  ejemplo,  fueron  excitadas  a 
igual  devoción  y  lágrimas,  y  dijo  la  abadesa  a  Cana :  — Ben- 
dito sea  y  alabado  el  nombre  de  Jesucristo,  y  sea  magnifi- 
cada su  santa  virtud  por  el  buen  ejemplo  y  espejo  que  nos  ha 
enviado,  que  nos  hace  más  amable  nuestro  orden  y  despre- 
ciable la  vanidad  de  este  mundo.  Seáis  muy  bien  venida,  hija 
mía — dijo  la  abadesa — i,  pues  la  divina  luz  ilustró  vuestro 
corazón  y  vos  nos  ilumináis  para  que  perseveremos  en  obrar 

1  Este  capítulo  nos  trae  a  las  mientes  la  entrada  en  el  claustro 
de  Santa  [nés  de  Asís,  hermana  de  Santa  Clara.  ¿Podría  decir  algá 
en  favor  del  franeiscanismo  de  Ramón  Llull  ? 

J  «vij.  dones  le-  quals  vuM  servir  en  aquest  monestir  enfre  vos- 
altres». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA . — -C .  30  2i  ; 


bien.  Muy  gustosa  estaré  yo  de  recibiros  en  nuestra  compa- 
ñía; pero  primero  conviene,  según  es  costumbre,  que  pro- 
ponga a  todo  el  convento  que  yo  os  reciba  :; ;  y  así  apartaos 
un  poquito  y  dadnos  lugar  a  que  yo  lo  haga,  y  luego  después 
os  volveré  la  respuesta. 

3.  Al  entretanto  entró  la  doncella  a  la  iglesia  a  suplicai 
a  la  Reina  del  cielo  que,  por  su  gran  liberalidad  y  bondad,  le 
alcanzase  gracia  de  su  Hijo  Jesucristo  que  la  abadesa  y  de- 
más religiosas  la  quisiesen  admitir  y  vestir  su  santo  hábito. 
Mientras  estaba  en  esta  fervorosa  oración,  la  abadesa  pro- 
puso a  las  religiosas,  que  estaban  en  capítulo,  si  les  pare- 
cía bien  admitirla  para  religiosa.  Convinieron  todas  unáni- 
mes, y  se  alegraron  mucho  de  tenerla  por  hermana  y  com- 
pañera. Dijo  una  monja  que  como  Cana  era  tan  rica,  su  in* 
greso  sería  de  mucha  conveniencia  al  monasterio;  mas  las 
otras  la  reprendieron  diciendo  que,  cuando  se  recibe  alguna 
persona  en  religión,  no  se  debe  tener  intención  a  las  riquezas 
temporales,  porque  se  le  hace  grande  injuria  a  aquella  per- 
sona cuando  se  recibe  por  la  intención  de  las  riquezas  que 
posee  y  desprecia  y  no  por  las  virtudes  con  que  viene  a  la 
religión. 

4.  La  sacristana  dijo  a  la  abadesa  que  a  ella  le  parecía 
necesario,  antes  de  darle  el  hábito,  que  fuese  probada  y  exa- 
minada por  algún  tiempo  su  vocación.  A  esto  respondió  la 
abadesa  que  muchos,  por  no  dar  qué  decir  y  como  por  ver- 
güenza, permanecieron  en  el  estado  religioso  tanto  tiempo 
hasta  que  sintieron  en  sí  verdadera  devoción,  por  la  cual  ama- 
ron después  hallarse  en  religión.  Y  dicho  esto,  envió  a  llamar 
a  la  doncella,  diciéndola  que  estaba  ya  admitida  por  religiosa. 

5.  Habiéndose  presentado  Cana,  propúsole  la  abadesa  si 
quería  vestir  el  hábito  luego,  o  si  primero  estaría  por  algún 
tiempo  en  el  monasterio  para  probar  y  experimentar  la  vida 
áspera  que  hacían  las  monjas  para  mortificar  sus  cuerpos, 
y  ver  si  le  gustarían  el  modo  y  costumbres  del  monasterio. 
A  lo  que  respondió  Cana  que  no  había  necesidad  de  probar 
su  devoción,  porque  la  que  tenía  al  estado  religioso  bien  se 
la  podía  conservar  por  su  gracia  y  piedad  el  que  se  la  había 
dado.  Por  esto  quiso  luego  tomar  el  hábito,  y  también  por  si 
acaso  su  madre  o  sus  parientes  intentasen  sacarla,  pudiese 
el  monasterio  defenderla  de  ellos  en  virtud  de  sus  privile- 
gios. 

6.  Mientras  Cana  recibía  el  hábito  y  juraba  los  votos  de 
la  Orden  y  la  abadesa  le  daba  su  bendición,  como  es  costum- 
bre*, Anastasia,  su  madre,  llegó  a  su  casa  y  pensóse  hallar  en 
ella  a  su  hija;  pero  la  criada  le, dijo  que  ella  se  había  ido  al 
monasterio  acompañada  de  dos  monjas.  Muy  descontenta  es- 

Las  palabras  «y  así...  respuesta»  no  aparecen  en  el  original. 


214 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tuvo  la  madre  oyendo  estas  palabras,  y  de  hecho  se  fué  muy 
airada  al  monasterio,  y,  preguntando  por  su  hija,  dijo  la  que- 
ría ver.  Llamóla  la  abadesa,  y  salió  la  hija  vestida  de  religio- 
sa. Al  verla  su  madre  con  aquel  traje,  rompió  en  grandes  lá- 
grimas, amenazando  a  la  abadesa  y  todas  las  monjas,  y  vol- 
vióse a  su  casa,  y  llamó  luego  a  todos  sus  parientes  que  vi- 
niesen apresurados  a  su  casa. 

7.  Acudieron  todos  prontamente,  y  refirióles  Anastasia 
todo  el  suceso  de  su  hija.  Muy  coléricos  y  airados  se  queda- 
ron contra  el  monasterio,  y  resolvieron  unánimes  pasar  todos 
a  él  con  intento  de  que  si  'la  abadesa  no  los  restituía  libre  y 
voluntariamente  a  Cana,  sacarla  por  fuerza,  matando  a  las 
monjas,  quemando  y  arruinando  todo  el  convento.  Anastasia, 
sus  parientes  y  amigos  fueron  al  monasterio  y  pidieron  les 
entregasen  a  Cana.  Respondió  la  abadesa  que  ya  no  era  po- 
sible entregarla,  porque  ya  había  recibido  el  hábito.  Alboro- 
táronse todos,  y  con  grandes  gritos  dijeron  que,  si  no  lo 
hacían  voluntariamente,  pegarían  fuego  al  monasterio  y  las 
quemarían  vivas.  Espantáronse  mucho  las  monjas  y  la  aba- 
desa *,  quien  les  pidió  por  merced  se  reportasen  y  que  se 
apartasen  un  poco  mientras  lo  consultaría  con  las  monjas. 

8.  Juntáronse,  pues,  todas  en  capítulo,  y  a  este  tiempo 
lloraba  Cana,  y,  orando  de  corazón  a  Dios,  suplicaba  a  la 
abadesa  y  a  las  demás  religiosas  que  por  ningún  modo  la 
sacasen  de  la  religión  ni  la  entregasen '  a  su  madre  ni  a  sus, 
parientes  5,  que  pretendían  sujetarla  a  la  vileza  y  vanidad  del 
mundo.  En  gran  peligro  y  duda  se  hallaba  la  abadesa  y  todo 
el  convento  y  mucho  temían ;  por  otra  parte,  se  compadecían 
más  de  verse  obligadas  a  restituir  a  Cana.  Estando  todas  en 
esta  congoja,  dijo  una  de  las  religiosas  que  valía  más  y  era 
más  acertado  que  restituyesen  a  Cana,  que  si,  por  retenerla, 
habían  de  perecer  todas  y  destruirse  el  monasterio.  Entonces 
Cana  respondió  y  dijo  a  la  abadesa  y  demás  religiosas  estas 
palabras : 

9.  — Bien  persuadida  estoy  que  habréis  oído  decir  como 
nuestro  esposo  Jesucristo  deseó  morir  y  padecer  martirio  por 
nuestra  redención;  y  que  Dios  quiso  dar  a  los  apóstoles  y  a 
muchos  otros  fervor  y  devoción,  para  que  en  ellos  se  demos- 
trase el  afecto  que  el  Hijo  de  Dios  tiene  a  muchos  que  le 
sirven  y  aman,  sin  poner  el  menor  reparo  en  morir  por  amar 
a  su  amor  y  honrar  a  su  honor.  Dió  también  Dios  semejante 
devoción  a  Santa  Catalina,  a  Santa  Eulalia,  a  Santa  Mar- 
garita, a  Santa  Engracia  y  a  las  demás  santas  mártires  para 
que  amasen  y  deseasen  sufrir  pasión  y  muerte  por  su  amor. 


4  «e  respòs  que  ella  volia  haver  consell  ab  les  dones  si  retria 
Netana». 

5  El  original  calla  «ni  a  sus  parientes». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA.  — C.  20 


2  15 


para  que  sirviera  de  ejemplo  a  todas  las  gentes  y  que  ama- 
sen y  deseasen  morir  para  servir  a  su  divina  Majestad.  De 
aquí  es  que  si  por  mí  morís,  moriréis  para  honrar  a  Dios  y 
lograréis  el  ser  mártires,  dando  este  buen  ejemplo  de  vos- 
otras a  todas  las  gentes.  Y  si,  tal  vez,  permitís  que  mi  ma- 
dre y  mis  parientes  me  saquen  por  fuerza  de  la  religión, 
daréis  un  mal  ejemplo  y  motivo  a  los  demás  de  introducirse 
esta  mala  costumbre ;  de  manera  6  que  en  cualquier  ocasión 
que  recibáis  alguna  religiosa  en  este  monasterio  sin  el  con- 
senso de  sus  parientes,  vendrán  amenazándoos,  y  cada  vez 
os  hallaréis  en  el  mismo  peligro  y  trabajo  que  ahora  os  ha- 
lláis.— Muy  vivamente  instaba  Cana  a  la  abadesa  y  a  las 
demás  monjas  que  no  la  desamparasen  ni  mostrasen  tener 
falta  de  devoción,  acordándoles  la  pasión  de  su  esposo  Je- 
sucristo; y  mucho  les  remordía  la  conciencia  con  los  ejem- 
plos del  martirio  de  Santa  Catalina,  de  Santa  Eulalia,  de 
Santa  Engracia,  de  Santa  Margarita  y  de  las  demás  santas 
vírgenes,  que  gustosísimas  murieron  para  honrar  y  servir 
a  su  amado  esposo  Jesucristo. 

10.  Tan  devotas  eran  y  tan  piadosas  las  palabras  que 
Cana  decía  a  la  abadesa  y  a  las  demás  monjas  y  tenían  tanta 
fuerza  y  virtud,  que  con  ellas  cobró  tal  fuerza  y  aliento  su 
corazón,  que  resolvieron  antes  morir  que  entregarla  o  des- 
ampararla; y  confiándose  mucho  en  sus  palabras,  pusieron 
toda  su  esperanza  en  Dios,  quien  defiende  y  ampara  a  sus 
siervos  siempre  que  quiere.  Tal  era  el  miedo  que  tenía  la 
abadesa  y  todas  las  religiosas,  que  no  se  atrevían  a  partici- 
par su  resolución  a  Anastasia  7  ni  a  los  que  estaban  con  ella 
armados  aguardando  a  la  puerta  del  convento.  Conoció  Cana 
que  estaban  asustadas  y  que  no  osaban,  y  dijo  que  ella  iría 
a  volver  la  respuesta  a  su  madre  y  a  los  demás  de  la  resolu- 
ción que  la  abadesa  y  religiosas  habían  tomado  por  influjo 
del  Espíritu  Santo,  si  le  daban  el  permiso. 

11.  Dióselo  la  abadesa,  y  luego  fué  a  esconderse  en  su 
celda;  lo  mismo  ejecutaron  las  religiosas,  temiendo  mucho 
a  la  muerte.  Pero  Cana,  como  era  de  noble  y  alentado  cora- 
zón, santiguóse  primero  y  después  dijo  estas  palabras :  — Es- 
peranza, fortaleza,  caridad  y  justicia,  supuesto  que  me  ha- 
béis sujetado  a  serviros  en  esta  Orden,  ya  es  tiempo  que  me 
ayudéis  contra  el  furor  de  vuestros  enemigos,  quienes,  por 

*  El  autor  dice  solamente  :  «...  e  totes  les  vegades  vos  menea- 
ran les  gents  que  reebats  nulía  fembra  contra  lur  volentat.» 

?  Traducido  más  fielmente  :  «No  se  atrevían  a  participar  a  Anas- 
tasia, ni  a  los  demás,  la  resolución  que  la  abadesa  y  todas  las  reli- 
giosas habían  tomado  por  influjo  del  Espíritu  Santa.  La  abadesa 
y  todas  las  religiosas  se  escondieron  y  huyeron  y  temieron  mucho 
por  su  vida.  Cana,  como  era  de  noble  y  valiente  corazón,  después 
de  haber  hecho  sobre  su  rostro  la  señal  de  la  cruz,  dijo  estas  pala- 
bras.» 


2  IÓ  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sacarme  a  mí,  intentan  destruir  a  este  monasterio  con  todas 
estas  santas  religiosas,  que  no  tienen  culpa  alguna  de  los  pe- 
cados que  yo  he  cometido. — Al  decir  esto,  tomó  las  llaves  de 
la  puerta  y,  asomándose  a  una  ventana  que  estaba  más  arri- 
ba, desde  allí  se  dejó  ver  a  su  madre  y  a  los  demás  y  habló- 
les en  esta  forma: 

12.  — Sea  usted  muy  bien  venida,  señora  madre,  y  salu- 
dando a  todos  estos  señores,  sobre  todos  hago  la  señal  de  la 
cruz,  por  la  cual  os  acordéis  de  la  pasión  del  Hijo  de  Dios,  Je- 
sucristo, quien  por  nosotros  quiso  ser  hombre  y  entregarse  a 
la  muerte  por  salvarnos  a  todos.  De  parte  de  mi  señora  la 
abadesa  y  de  todo  el  convento,  os  saludo  y  os  hago  saber 
cómo  todas  están  en  resolución  de  padecer  antes  la  muerte 
que  restituirme  a  vosotros,  para  mostraros  que  nuestro  Se- 
ñor Jesucristo  tiene  señoras  sus  sirvientes  que  desean  mo- 
rir por  su  amor  y  por  su  honor.  Sólo  en  Dios  confían,  y  sólo 
recuerdan  su  justicia  y  su  poder.  Y  así,  no  hay  para  qué  aro- 
marse contra  mujeres  que  no  pretenden  defenderse.  Aquí  es- 
tán las  llaves,  haced  lo  que  os  pareciere. — En  esto  Cana  echó 
las  llaves  del  monasterio  a  su  madre  Anastasia,  rogándola 
encarecidamente  que  la  matasen  primero  a  ella,  pues  era  la 
ocasión  y  el  motivo  de  la  muerte  de  las  demás  y  de  la  des- 
trucción del  monasterio. 

13.  No  faltaron  en  este  lance  en  socorrer  a  Cana  con  su 
virtud  la  esperanza,  la  caridad,  la  justicia  y  la  fortaleza. 
Y  Dios,  que  no  olvida  a  sus  siervos  que  le  alaban  y  le  aman, 
puso  tanta  virtud  en  sus  palabras,  que  su  madre  y  los  otros 
que  estaban  allí,  movidos  a  compasión,  lloraron  por  las  pia- 
dosas palabras  que  Cana  les  decía  y  por  la  santa  vida  dé  la 
abadesa  y  de  las  religiosas  de  aquel  convento,  que  habían  ele- 
gido morir  por  amor  de  su  esposo  Jesucristo.  Se  mudó  el 
corazón  de  Anastasia  y  de  todos  los  demás,  y  vino  en  ellos 
la.  devoción,  la  abstinencia,  conciencia  y  caridad,  y  se  arre- 
pintieron todos  y  alabaron  y  bendijeron  a  Dios,  que  había 
dado  tanta  virtud  a  Cana  y  a  todas  las  religiosas  del  monas- 
terio. Y,  saludándole  muy  corteses,  dijéronle  que  no  temiese 
de  ellos,  mas  que  dijese  a  la  abadesa  que  ellos  se  volvían  a 
sus  casas,  que  rogase  por  ellos  a  Dios  les  perdonase  la  loca 
intención  e  injurioso  deseo  que  habían  concebido  contra  ella 
y  contra  todo  el  monasterio. 

14.  Volviéronse  todos  a  vista  de  Cana,  y  luego  ésta  se 
fué  a  tocar  la  campana  para  convocar  a  capítulo  a  la  madre 
abadesa  y  las  demás  monjas ;  mas  tanto  era  el  miedo  que  te- 
nían, que  no  se  atrevieron  a  venir,  lo  que  la  obligó  a  buscar- 
las por  el  convento,  diciéndoles  la  gran  misericordia  y  pie- 
dad que  Dios  había  usado  con  ellas  y  cómo  jamás  se  olvida 
de  los  que  en  Bl  ponen  todas  sus  esperanzas.  Es  indecible  el 


LIBRO  I>K  EVAST  V  HLANQUKRNA. — C 


- 1  7 


gozo  y  la  alegría  que  causó  este  suceso  a  todas,  y  luego  la 
abadesa  fué  a  mirar  por  la  ventana  del  monasterio,  y  vió  que 
ya  todos  se  habían  retirado,  a  excepción  de  Anastasia,  que 
sola  se  había  quedado  a  la  puerta,  llorando  amargamente  y 
lamentándose  con  estas  palabras: 

15.  — ,¡Aiy  de  mí,  triste  y  desventurada  pecadora  ¡—do- 
cía—  ;  ¿adonde  está  el  agradecimiento  y  las  gracias  debidas 
a  su  divina  Majestad  por  haberte  dado  una  hija  tan  buena 
y  de  corazón  tan  noble  como  es  la  mía?  ¿Ni  qué  culpa  tenía 
la  abadesa  ni  las  monjas  de  este  convento  8  para  que  tú  amo- 
tinases a  todos  tus  parientes  e  intentases  quitarlas  la  vida? 
¿Puede  igualarse  alguna  culpa,  por  más  grave  que  sea,  a 
ésta?  Y  ¡oh,  cuán  sin  medida  mayor  se  enseñaría  conmigo  la 
piedad  y  misericordia  de  Dios  si  se  dignase  perdonarme  pe- 
cados tan  enormes !  ¿  Podré  esperar  que  la  abadesa  y  las  ole- 
más  religiosas  quieran  perdonarme  y  enseñarse  conmigo  tan 
piadosas  y  humildes  que  consientan  en  admitir  en  su  compa- 
ñía a  esta  mujer  culpable? — iDe  mucho  gusto  y  agrado  fue- 
ron los  lamentos  de  Anastasia  para  la  abadesa  y  para  las 
demás  religiosas  que  la  escuchaban,  y  señaladamente  para 
su  hija.  Y,  después  de  esto  °,  reparando  Anastasia  en  la  aba- 
desa y  en  las  demás  que  allí  la  estaban  observando,  echóle 
las  llaves  del  monasterio,  suplicándola  por  amor  de  Dios  man- 
dase aforirle  la  puerta,  porque  deseaba  entrar  en  e1  monaste- 
rio para  pedir  perdón  a  ella  y  a  todas  las  otras. 

16.  Mandó  luego  la  abadesa  abrir  la  puerta,  y  con  mu- 
cho agrado  la  recibió  en  sus  brazos,  y  con  toda  la  comunidad 
se  encaminaron  a  la  iglesia  para  alabar  a  Dios  y  bendecir 
su  santo  nombre,  dándole  repetidas  gracias  por  haberlas 
librado  de  la  muerte.  Entraron  inmediatamente  después  en 
capítulo,  y  allí,  puesta  de  rodillas  y  besando  la  tierra,  pidió 
Anastasia  perdón  a  la  abadesa  primero,  y  después  a  todas 
las  religiosas,  las  que  la  recibieron  en  sus  brazos,  dándole 
muchos  besos  en  señal  de  que  la  habían  perdonado..  Cuando 
Anastasia  llegó  a  pedir  perdón  a  su  hija,  hincósele  de  rodi- 
llas; y  al  ver  ésta  a  su  madre  en  tal  postura,  arrodillóse 
luego,  besándole  pies  y  manos,  regando  con  sus  lágrimas  la 
tierra  que  besaba,  alabando  la  virtud  y  misericordia  de  Dios; 
mas  la  madre,  hecha  toda  un  mar  de  llanto,  así  le  decía: 

17.  — Amable  hija,  aunque,  como  es  costumbre,  suele 
ponerse  la  hija  de  rodillas  delante  de  su  madre  y  pedirle 
perdón,  tan  grave  es  la  culpa  que  contra  ti  he  cometido,  que 
no  soy  digna  de  pedirte  perdón,  ni  de  estar  arrodillada,  ni 
en  otra  postura  delante  de  ti,  por  haber  intentado,  ¡ay  de 

s  «que  volies  fer  destruir  als  teus  parents  ?» 

'  lis  más  conforme  decir  :  «Anastasia  lanzó  las  llaves  por  la  ven- 
tana a  la  abadesa,  para  que  le  abriera  la  puerta  y  dejara  entrar  en 
el  monasterio  para  pedir  perdón  a  ella  y  a  todas  las  religiosas.» 


2lS 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mí!,  ser  ocasión  de  tu  muerte  y  de  todas  estas  santas  reli- 
giosas. Pero,  dulce  hija  mía,  si  en  tu  corazón  sientes  piadosa 
y  compasiva  inclinación  a  perdonarme,  ¿cómo  podrá  tu  hu- 
mildad dejar  de  consolarme  con  tu  amable  compañía?  ¿Y 
cómo  ha  de  dejar  Dios,  si  interpongo  tus  méritos,  de  oír 
mis  oraciones  y  perdonarme  y,  acordándose  de  mí,  llevarme 
a  su  santa  gloria? — Mientras  decía  estas  y  otras  palabras, 
que  fuera  prolijo  referirlas  todas,  estaba  Anastasia  dando 
repetidos  besos  a  su  hija,  la  cual  se  hallaba  tan  absorta  con 
la  alegría,  devoción  y  caridad,  que  no  podía  proferir  pala- 
bra, con  que  sólo  se  explicaba  con  levantar  las  manos  y  ojos 
al  cielo,  mirando  al  santo  crucifijo  que  allí  estaba,  conti- 
nuando en  besar  pies  y  manos  a  su  madre;  y  no  eran  sola» 
éstas  las  que  lloraban,  mas  la  abadesa  y  todas  las  monjas 
estaban  llorando,  mientras  oían  las  tiernas  y  devotas  pala- 
bras de  las  dos. 

18.  — Hija — continuó  la  madre — ,  ¿adonde  está  tu  co- 
razón? ¡Oye  mis  voces,  mira  y  atiende  a  mis  palabras  y  ol- 
vida mis  pasadas  culpas!  — Madre  y  señora  mía — respondió 
la  hija — ,  vuestro  es  mi  corazón  y  toda  soy  vuestra.  No  pa- 
rece que  haya  culpa  en  aquel  corazón  que  favorece  Dios  con 
tanta  y  tal  abundancia  de  devoción  como  hay  en  vos;  ya  os 
están  perdonadas  vuestras  culpas,  y,  estando  vos  sin  culpa, 
no  hay  para  qué  pidáis  perdón;  cuanto  hay  en  mí  y  pende 
de  mí,  todo  es  vuestro. 

19.  En  aquel  día  fué  muy  bendito  y  alabado  el  santo 
nombre  de  Dios  por  todas  las  monjas  en  aquel  monasterio, 
y  en  aquel  mismo  día  pidió  Anastasia  a  la  abadesa  y  a  las 
demás  religiosas  le  vistiesen  el  hábito  de  su  religión;  pero, 
considerando  que  era  muy  anciana,  delicada  y  de  comple- 
xión muy  débil,  aconsejáronla  que  fabricase  una  casa  de- 
lante del  monasterio,  vecina  a  la  iglesia,  y  que  allí  habitase, 
destinándole  para  su  sustento  alguna  pitanza  de  las  que  no 
pudiera  usar  en  el  monasterio.  Tomó  Anastasia  este  consejo 
de  la  abadesa  y  de  las  monjas,  y  vivió  bajo  su  dirección, 
dando  muy  buen  ejemplo  a  todas  las  señoras  que  observaban 
su  modo  de  vida.  Vistió  humilde  y  honestamente,  semejante 
en  alguna  manera  al  modo  de  vestir  de  las  religiosas. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  2  i 


210 


CAPÍTULO  XXI 

De  cómo  Cana  fué  elegida  sacristana 

1.  En  breve  tiempo  supo  Cana  leer,  cantar  y  rezar  el 
divino  oficio.  Y  estando  la  mayor  parte  del  día  orando  en  la 
iglesia,  asistía  con  mucho  gusto  a  la  sacristana.  La  abadesa, 
que  estaba  pensando  cuál  empleo  sería  más  de  su  genio  para 
que  le  sirviese  con  mayor  devoción,  habiendo  observado  el 
gusto  que  tenía  en  frecuentar  la  iglesia  y  en  asistir  a  la 
sacristana,  dióle  este  encargo,  de  consejo  de  todo  el  conven- 
to, y  di  jóle  estas  palabras: 

2.  — Cana,  yo  quiero  daros  un  encargo  en  este  monas- 
terio, pues  ya  me  parece  tiempo,  y  porque  tengo  visto  que 
os  gusta  mucho  visitar  los  altares,  y  ver  la  santa  cruz  en 
que  se  nos  representa  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo,  esposo 
de  nuestras  almas,  y  porque  gustosa  cuidáis  del  aseo  y  lim- 
pieza de  la  iglesia  y  de  todo  cuanto  sirve  para  honrar  a  Je- 
sucristo en  el  oficio  de  la  Iglesia,  por  tanto,  todo  el  convento 
quiere  y  os  ruega  seáis  sacristana. 

3.  Muy  agradecida  se  mostró  Cana  con  la  abadesa  y 
demás  religiosas  por  la  honra  singular  que  le  hacían.  Mas 
considerándose  indigna,  pidió  encarecidamente  se  excusasen 
de  honrarla  con  aquel  encargo,  pues  no  ha'bía  venido  al  mo- 
nasterio  a  este  fin,  ni  parecía  razonable  quitar  el  cargo  a  la 
sacristana  que  actualmente  lo  ejercía,  a  más  de  no  haber 
faltado  en  cumplir  con  su  obligación. 

4.  A  esto  satisfizo  la  abadesa  con  decir  que  era  muy 
natural  y  razonable  conferir  los  empleos  a  los  mejores,  a 
fin  de  conservar  más  cabalmente  la  regla  de  la  Orden;  y  que 
si  alguna  religiosa  había  por  mucho  tiempo  trabajado  en 
ejercer  su  oficio,  entonces  suele  la  religión  hacerle  alguna 
gracia;  y  como  la  sacristana  está  ya  muy  vieja  y  ha  tra- 
bajado mucho  en  este  encargo,  por  eso  queremos  que  des- 
canse y  tome  con  humildad  y  paciencia  si  os  damos  a  vos 
este  empleo,  pues  queremos  que  trabajéis  en  él  y  obedezcáis 
a  nuestros  preceptos. 

5.  En  fin,  Cana  aceptó,  y  cumplía  muy  bien  con  su  oficio 
de  sacristana.  Estábase  lo  más  del  día  en  la  iglesia  en  ora- 
ción con  su  madre,  tratando  de  Dios  y  de  su  poder  y  honor, 
de  la  pasión  de  Jesucristo,  y  de  la  gloria  del  paraíso,  y  de 
las  penas  del  infierno.  Decíale  a  su  madre  la  hija  un  día: 
— ¿No  os  parece  que  es  más  gustosa  y  agradable  a  Dios  y 
a  los  santos  la  conversación  que  ahora  frecuentamos  todos 


220 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLUL'L 


los  días,  que  la  que  teníamos  estando  en  el  siglo  hablando 
de  las  cosas  de  la  tierra  ?  — :Bendito  sea  el  nombre  de  Dios 
— respondió  la  madre — ,  que  me  ha  puesto  en  este  estado, 
favoreciéndome  con  el  consuelo  de  tu  amada  compañía  todos 
los  días. 

6.  — Bien  conozco,  hija  mía — prosiguió — ,  que,  si  hubie- 
ses quedado  en  el  siglo  y  tuvieses  marido,  no  me  sería  po- 
sible estar  contigo  cada  día,  como  ahora  que  estás  en  reli- 
gión ;  y  bien  claro  veo  ahora  que  era  ceguera  de  mi  entendi- 
miento cuanto  obraba  para  impediros  el  ingreso  en  ella  ;  por 
lo  cual,  ya  me  parece  sería  tiempo  de  repartir  la  hacienda 
que  nos  queda  entre  los  pobres  de  Jesucristo. — A  esto  res- 
pondió Cana  que  cada  día  estaba  pensando  cómo  podría  re- 
partir la  que  su  padre  le  había  dejado,  para  que  diese  mucho 
fruto  y  aprovechase  por  largo  tiempo;  y  a  este  fin,  dijo, 
siempre  estoy  observando,  según  el  estado  en  que  esta  el 
monasterio,  en  qué  modo  pudiera  éste  mejorarse  con  nues- 
tros bienes  J,  para  servicio  de  Dios  y  de  su  Madre  Santísima 
la  Virgen  María. 


CAPÍTULO  XXII 

De  la  muerte  de  la  abadesa 

1.  La  misericordia  y  la  justicia  de  Dios  quiso  dar  el 
galardón  a  la  abadesa,  ya  muy  anciana  y  que  había  traba- 
jado mucho  en  la  religión  para  servir  a  Su  Majestad,  quien 
quiso  llamarla  a  su  santa  gloria  para  mostrarle  cuál  era 
aquel  Señor  a  quien  ella  había  servido,  y,  para  enseñarle 
que  su  poder  puede  premiar  a  sus  siervos,  quiso  darse  a  sí 
mismo  a  su  sierva  en  la  gloria  para  que  fuese  su  gloria, 
porque  la  abadesa,  cuando  vivía  en  este  mundo,  toda  se 
había  entregado  a  Dios.  Los  nuncios  que  le  envió  para  lla- 
marla a  sí  fueron  los  trabajos  que  con  resignación  pade- 
cía en  su  conciencia  y  en  su  enfermedad,  y  esto  a  fin  de 
ejercitarla  en  la  paciencia  y  obediencia,  para  purificar  su 
corazón  de  toda  culpa  y  que  después  de  esta  vida  pasase 
en  derechura  ai  eterno  descanso. 

2.  Mientras  estaba  enferma  acordaron  las  monjas  les 
quisiese  dar  su  consejo  sobre  cuál  habían  de  elegir  abadesa 
después  de  su  muerte,  supuesto  que  ninguna  estaba  tan  in- 
formada de  todas  y  de  su  obediencia  como  ella.  Y  así,  al- 
gunas religiosas,  las  más  celosas,  le  rogaron  secretamente 


'  Snlnan  las  palabras  pipara.,,  María». 


LIBRO  DK  EVA9T  V  RLANOTERNA. — C.  2T, 


22T 


les  dijese  cuál  en  particular  sería  mejor  para  abadesa,  a  lo 
cual  respondió,  según  su  juicio  y  parecer,  tenía  por  muy 
conveniente  se  eligiese  a  sor  Cana,  pues  siempre  la  había 
encontrado  muy  obediente  y  muy  amante  del  estado  reli- 
gioso, donde  había  entrado  dejando  tantas  riquezas  y  hon- 
ras.— Y  como  estoy  para  morir — prosiguió--,  bien  podéis 
pensar  en  conciencia  que  no  he  de  mentir,  y  así  os  aconsejo 
hagáis  a  sor  Cana  abadesa. 

3.  Fué  la  voluntad  de  Dios  que  la  abadesa  pasase  de 
esta  vida  a  la  gloria  perdurable  del  paraíso.  Y  procuraron 
enterrarla  con  mucha  honra,  asistiendo  a  su  entierro  los 
primeros  de  aquella  ciudad,  hombres,  mujeres  y  religiosos, 
llorando  toda  Ha  gente  de  aquel  país,  y  en  particular  las  reli- 
giosas del  convento,  y  más  que  todos  sor  Cana.  Muchas  mi- 
sas se  celebraron  en  aquel  monasterio  y  en  las  demás  igle- 
sias de  la  ciudad  por  el  alma  de  la  abadesa,  que  estaba  en 
opinión  de  una  santa,  empleando  todo  aquel  día  las  religio- 
sas en  oración  y  en  llorar  la  ausencia  de  la  abadesa,  que  era 
lo  que  más  estimaban  en  este  mundo.  Y  resolvieron  que  l, 
acabada  la  función  del  entierro  y  oración  fúnebre,  alguna  de 
las  religiosas  hiciese  en  capítulo  un  discurso  de  las  bellas 
prendas  de  la  abadesa  para  consolar  a  las  demás. 


CA  PÍTULO  XXIII 

De  consolación 

1.  Todas  las  religiosas  acordaron  en  que  sor  Cana  di- 
jese algo  T?ara  consolarlas  en  la  muerte  de  la  abadesa.  Y  ella, 
alzándose  en  pie,  se  inclinó  delante  del  crucifijo,  dando  gra- 
cias a  Dios  y  a  todas  las  monjas  por  honra  tan  particular, 
y  añadió  que  en  capítulo  había  muchas  religiosas  que,  como 
más  sabias,  desempeñarían  mejor  el  asunto;  mas,  supuesto 
que  era  su  gusto,  diría  lo  que  Dios  fuese  servido  inspirarle. 
Y  empezó  su  discurso  en  esta  forma: 

2.  "Vivamente  deseo  confortar  y  consolar  a  mí  misma,  y 
que  sea  tal  este  consuelo,  que  sirva  a  todas  las  demás  de 
norma  y  ejemplo  para  consolarse  cada  cual  a  sí  misma.  De 
este  nuevo  método  solía  usar  un  santo  religioso  que  predi- 
caba muy  noblemente,  hablando  consigo  mismo. 

3.  "Murió  mi  señora  abadesa,  la  que  hasta  hoy  fué  mi 
superiora;  y  de  aquí  es  que  la  caridad  y  la  justicia  para 


1  «Consell  f<>  empres  per  les  dones  que  en  lo  capítol,  alcana  dona, 
après  lo  sermó  que-l  frare  féu  de  l'abadesa.» 


222  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLl'LL 


compadecer  su  muerte  están  moviendo  a  mi  alma  a  tristeza 
y  dolor,  dando  ésta  fuertes  impulsos  al  corazón  para  que  su- 
ministre lágrimas  a  los  ojos.  Preciso  es  el  llanto,  pues  mucho 
con  el  amor  concuerda.  Manda  la  justicia  que  en  la  muerte 
de  sus  superiores  el  hombre  llore;  luego,  si  quiero  consolar- 
me, justo  es  que  llore,  pues  sin  el  llanto  no  habría  modo  para 
hallar  consuelo.  Lloro  porque  se  ausentó  de  mis  ojos  la  que 
amaba  y  enseñaba  el  camino  de  mi  salvación.  Si  considero 
el  gozo  de  su  bienaventuranza,  conviene  alegrarme ;  y  es  tan 
crecida  esta  alegría,  que  me  precisa  a  llorar,  pues  no  hay 
alegría  en  este  mundo  cumplida  sin  el  llanto.  Todas  senti- 
mos su  falta  y  ausencia  1,  cuando  en  ésta  encontró  nuestra 
abadesa  el  cumplimiento  de  su  descanso.  Y  así,  alegrarme 
conviene  por  lo  que  logra,  entristecerme  debo  por  lo  que 
pierdo;  con  que  igualmente  por  el  gozo  y  la  tristeza  es  jus- 
to llore.  Y  pues  tengo  dos  motivos  para  llorar,  será  preciso 
que  sea  doble  el  llanto:  y  si  no  lloro,  como  es  razón  que 
llore,  justo  es  que  llore  la  culpa  que  tengo  de  no  llorar.  No 
se  olvida  mi  alma  en  hacer  cuanto  puede  para  llorar.  Pero 
si  la  justicia  quiere  desconsolarme  y  castigarme,  no  me  per- 
mita el  llanto;  mas  si  gusta  consolarme  y  premiarme,  rué- 
gola  me  deje  llorar  cuanto  quisiere,  y  por  mucho  tiempo. 

4.  "Para  complacerme  en  cuanto  quiere  y  dispone  su 
criador  fué  criada  mi  voluntad;  luego,  si  ésta  no  quiere  lo 
que  sü  criador,  preciso  será  mi  desconsuelo.  Si  por  mis  con- 
veniencias deseo  ilo  que  sería  en  menoscabo  de  mi  aíbadesa, 
¿adonde  está  la  caridad  que  me  inclinaba  a  amarla?  Es  muy 
justo  que,  si  estoy  apesarada  por  la  muerte  del  cuerpo,  me 
alegre  y  consuele  por  el  bien  que  está  logrando  su  alma. 
¿  Será  acaso  razonable  desconsolarme  por  verla  ya  libre  de 
peligros  ?  Y  si  tú,  cuerpo  mío,  semejante  en  naturaleza  a  las 
bestias,  pretendes  desconsolar  a  mi  alma  por  la  muerte  del 
cuerpo  de  la  abadesa,  a  ti  semejante  en  naturaleza,  también 
mi  alma  quiere  consolarme,  por  ser  semejante,  asimismo,  en 
naturaleza  a  la  suya.  Llora,  llora,  cuerpo  mío,  cuanto  quie- 
ras, pues  en  tu  mismo  llanto  pretende  hallar  mi  alma  su  con- 
suelo. A  ti,  cuerpo  mío,  pertenece  el  llorar,  y  sólo  debe  estar 
mi  alma  toda  ocupada  en  recordar  la  virginidad,  perseve- 
rancia, santidad  y  buenas  obras,  dignidad  y  feliz  muerte  de 
mi  superiora  mi  señora  la  abadesa ;  por 2  lo  que  me  con- 
suelo esperando  alegrarme  con  ella  en  la  bienaventuranza 
que  goza  y  estará  gozando  sin  fin."  Tan  devotamente  y  con 
expresiones  tan  naturales,  que  son  las  más  a  propósito  para 


1  «Fretura  e  defalliment  són  seguits  enfre  nos  per  lo  cumplimeiil 
e-l  repòs  en  lo  qual  és  vengut  nostre  major.  Alegrar  me  cové  de 
son  bé,  e  a  entristar  me  cove  de  la  mia  fretura  e  del  meu  defalli- 
ment.» 

-  Cállase  en  el  original  «por...  fin». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  2] 


el  consuelo,  se  consolaba  Cana  a  sí  misma;  y  tan  piadosa- 
mente lloraba,  que  movía  a  las  demás  a  piedad  y  llanto, 
consolando  a  todas  con  las  palabras  que  decía  y  con  lo  mu- 
cho que  lloraba.  Todas  alabaron  y  bendijeron  a  Dios  y  a  su 
divina  voluntad,  que  quiso  ejercer  en  ella  su  poder;  dicien- 
do que  ya  era  ocasión  de  amar,  y  llorar,  y  tener  paciencia, 
pues  su  llorar  recordar  y  amar  servía  para  facilitar  en 
todas  el  consuelo. 


CAPÍTULO  XXIV 

En  qué  manera  Cana  fué  elegida  abadesa 

1.  Ya  se  habían  juntado  en  capítulo  para  elegir  aba- 
desa  Cana  y  todas  las  religiosas  que  tenían  voto  en  la  elec- 
ción, cuando  ésta  empezó  a  persuadirlas  que  era  cosa  muy 
necesaria  e  importante  el  tener  un  buen  superior,  porque 
de  la  bondad  de  éste  se  sirve  Dios  como  de  conducto  para 
comunicar  virtud  a  los  súbditos.  — Y  como  nuestra  supe- 
riora ha  pasado  de  ésta  a  mejor  vida,  digo  que  es  muy  ne- 
cesario e  importante  para  todas  nosotras,  según  pide  la 
razón  y  la  naturaleza1,  que  busquemos  cuál  entre  todas  es 
mayor  en  santidad  y  en  amor  de  Dios,  pues,  según  buena 
ordenación  y  conforme  a  la  voluntad  de  Dios,  es  aquélla  la 
más  digna  de  ser  nuestra  superiora  y  nuestra  prelada. 

2.  Todas  aprobaron  lo  que  Cana  había  dicho,  y  que- 
rían elegir  abadesa  del  modo  que  acostumbraban;  pero  les 
dijo  que  había  oído  y  sabía  un  nuevo  modo  de  elección,  que 
consistía  en  arte  y  figuras,  practicando  las  condiciones  del 
arte  de  elección  según  el  Libro  del  gentil  y  de  los  tres  sa- 
bios 1,  que  se  conforma  con  el  Arte  de  hallar  la  verdad  -, 


3  «e  lo  lur  plorar  amar,  és  occasió  e  raó  de  la  lar  consolació». 

1  El  Llibre  del  gentil  e  dels  tres  savis  (en  la  ed.  de  Maguncia 
Liber  de  gentili  el  tribus  sapientibus),  escrito  en  Mallorca  (¿1272?), 
tiene  por  argumento  una  larga  y  tolerante  discusión  teológica  entre 
tres  sabios — un  judío,  un  cristiano  y  un  sarraceno — ,  cada  uno  de  los 
cuales  expone  los  fundamentos  de  su  ley  en  presencia  de  un  pagano. 
Ramón  Llull  primeramente  lo  escribió  en  árabe  y  después  lo  tradujo 
al  catalán- 

-  Art  inventiva  (en  la  ed.  de  Maguncia  Ars  inventiva  veritatis  sen 
ars  intelectiva  veritatis).  Otro  libro  del  Doctor  Iluminado,  escrito 
en  Montpellier  el  año  1289  en  lengua  catalana  y  más  tarde,  en  1291, 
traducido  al  árabe  por  el  mismo  autor.  «Esta  Art  inventiva — dice 
Carreras  y  Artau — ,  juntamente  con  el  Art  aniativa,  y  el  Art  memo- 
rativa, que  Llull  no  llegó  a  escribir,  respondían  al  plan  de  actuali- 
zar 11  objetar,  mediante  las  reglas  del  arte,  las  tres  potencias  del 
alma,  haciéndolas  aptas  para  la  vida  contemplativa.  De  dichas  tres 


224 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLÜLL 


con  cuyo  método  siempre  se  halla  la  verdad,  y  por  este 
modo — (prosiguió  Cana — ,  podemos  saber  cuál  sea  verdadera- 
mente la  más  conveniente  y  mejor  religiosa  para  ser  nues- 
tra abadesa. 

3.  Rogáronla  todas  les  declarase  el  modo  por  el  cuai, 
según  arte,  pudiesen  encontrar  la  que  sería  mejor  para 
abadesa,  y  respondió  Cana  que  con  brevedad  les  diría  los 
principios  de  este  arte.  —Divídese — -dijo — en  dos  partes:  la 
primera  enseña  el  modo  con  que  se  deben  elegir  los  voca- 
les; la  segunda,  en  qué  manera  éstos  deben  elegir  su  prela- 
do. Voy  ahora  a  explicaros  la  primera  parte,  y  luego  la  se- 
gunda. 

4.  Nosotras — dijo  Cana — somos  veinte  monjas  en  ca- 
pítulo, que  tenemos  voto  en  la  elección.  Según  dicho  arte, 
es  menester  de  las  veinte  elegir  número  impar,  como  cinco 
o  siete,  por  ser  éste  más  conveniente,  para  hacer  elección 
y  encontrar  la  verdad,  que  otro  número,  y  aun  el  siete  es 
más  a  propósito  que  el  cinco.  En  primer  lugar,  todas  han 
de  jurar  dirán  la  verdad;  después  pregúntese,  en  secreto, 
a  la  primera  monja,  cuál  de  las  diecinueve  es  mejor  para 
una  de  las  siete  vocales  que  deberán  elegir  la  abadesa,  y  en 
esta  forma  váyase  preguntando  a  la  segunda,  después  a  la 
tercera,  y  así  de  las  demás,  hasta  la  última.  Y  se  irá  escri- 
biendo y  notando  todo  lo  que  cada  una  dirá,  y,  después  que 
todas  habrán  dicho  su  parecer,  véase,  y  con  puntualidad  se 
encontrará,  cuáles  son  las  religiosas  que  han  tenido  más  vo- 
tos, y  sean  éstas  las  siete  que  deberán  elegir  a  la  abadesa. 

5.  La  segunda  parte  de  este  arte  de  elección  explica 
la  manera  con  que  los  electores  deben  elegir  su  prelado.  Por 
lo  cual  conviene,  en  primer  lugar,  que  éstos  concuerden  en 
elegir  de  cierto  número  y  de  cierta  calidad  de  personas,  se- 
gún les  parecerá  bien,  cotejando  la  una  con  la  otra,  según 
estas  cuatro  calidades,  es  a  saber:  la  primera,  cuál  ama  y 
conoce  más  a  Dios.  La  segunda,  cuál  ama  y  conoce  más  a 
las  virtudes.  La  tercera,  cuál  más  conoce  y  aborrece  a  los 
vicios.  La  cuarta,  cuál  es  más  conveniente  cuanto  a  lo  per- 
sonal. 

6.  Cada  uno  de  estos  siete  electores  puede  elegir  a 
una  persona,  para  que  ésta  entre  en  el  número  de  los  suje- 
tos entre  los  cuales  se  debe  elegir  el  superior.  Y,  para  que 
más  llanamente  se  entienda  este  arte,  supongamos  que  el 
número  cierto  de  personas,  entre  las  cuales  debe  escogerse 
y  elegirse  superior,  sea  el  número  nueve.  Primero  deberán 


artes  derivan,  respectivamente,  tres  árboles,  a  saber  :  el  Arbre  de 
sçiència,  el  de  amar  (Arbre  de  filosofia  d'amor)  y  el  de  membrançM 
sólo  esbozado  en  el  Arbre  de  filosofia,  desiderat»  (Historia  de  la  fi- 
losofía española,  I  [Madrid,  1939].  291)- 


LIBRO  DF.  EVAST  Y  BLANQÜERNA . — C .  24  225 


partirse  los  siete  en  dos  partes,  esto  es,  dos  en  una  parte 
y  cinco  en  la  otra;  y  estos  cinco  escudriñarán  cuál  de  aque- 
llos dos  debe  ser  elegido,  y  se  escribirá  secretamente  el  que 
tuviere  más  votos.  Hecho  esto,  deberá  cotejarse  este  que 
tuvo  más  votos  con  uno  de  los  cinco,  que  se  pondrá  en  lu- 
gar del  otro  que  quedó  vencido  por  tener  menos  votos,  y 
se  pondrá  este  que  fué  ya  vencido  en  lugar  del  que  entra 
en  cotejo  con  el  primero  o  segundo,  y  se  hará  lo  mismo  por 
orden  en  todos  los  demás;  y  si  a  este  número  se  añade  el 
octavo  y  el  nono,  que  no  son  del  número  de  los  electores, 
según  este  número  serán  multiplicadas  treinta  y  seis  ca- 
meras, en  las  cuales  se  verán  los  votos  que  tuvo  cada  uno, 
y  entonces  se  elija  por  prelado  el  que  tuviere  más  votos  o 
más  cameras  3.  . 

7.  Después  que  Cana  hubo  explicado  el  arte  de  elec- 
ción a  las  religiosas,  una  le  preguntó  que,  si  aconteciese  tal 
vez  hallarse  en  dichas  cameras  votos  iguales,  ¿qué  manda 
el  arte  se  haga  en  este  caso?  A  esto  satisfizo  diciendo  que, 
si  fuesen  dos  o  tres  o  más  los  que  tuviesen  iguales  votos 
o  cameras,  en  este  caso  debe  por  arte  inquirirse  cuál  de 
ellos  solamente  tiene  mayor  conveniencia  o  concordancia 
con  las  cuatro  condiciones  o  calidades  arriba  expresadas, 
y  éste  será  el  más  digno  de  ser  elegido  por  superior  o  pre- 
lado. 

8.  Mucho  gustó  a  todas  las  religiosas  este  arte  y  ma- 
nera de  elección,  diciendo  que,  según  éste,  no  se  podía 
errar  en  la  elección,  y  luego  establecieron  de  allí  en  adelan- 
te, siempre  que  se  hubiese  de  hacer  la  elección,  se  practi- 
case en  aquel  modo  y  arte  que  Cana  les  había  señalado. 
Y  habiendo  buscado  el  libro  que  trata  de  este  arte,  lo  apren- 
dieron, y  poco  después  hicieron  la  elección  conforme  el  arte, 
y  con  éste  hallaron  que  Cana  debía  ser  su  abadesa. 

9.  Eligieron,  pues,  a  Cana  abadesa;  y  aunque  sintió 
mucho  la  hubieran  hecho  esta  honra,  con  todo,  bendecía  a 
Dios,  que  se  había  dignado  honrarla  sobre  las  demás.  Pero 
dudando  por  si  acaso  había  errado  en  el  arte,  quiso  ver  las 
treinta  y  seis  cameras  en  que  éste  se  encuentran,  pues  en 
tal  caso  no  debía  ser  ella  abadesa,  sí  sólo  la  que  conven- 
dría más  según  el  modo  de  proceder  del  arte.  Según  esto, 
Cana  y  las  demás  religiosas  que  no  habían  sido  del  núme- 
ro de  las  siete  que  habían  hecho  la  elección,  las  reconocie- 
ron, examinando  el  modo  que  habían  seguido  en  la  eleción 


3  £n  el  capítulo  6o,  Ramón  Llull  propondrá  sabiamente  a  los  mon- 
jes esa  misma  manera  de  elegir  su  abad.  ¿Quién  no  ve  los  grande 
inconvenientes  que  nacerían  del  voto  deliberativo  de  todos  los  miem- 
bros de  una  comunidad  religiosa,  sea  de  hombres,  sea  de  mujeres, 
en  la  elección  de  su  superior  mayor  ? 


S 


22Ó 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


segrin  dicho  arte,  y  encontraron  que  habían  observado  sus 
reglas  puntualmente.  Desde  entonces  entró  Cana  en  cuidado 
de  cómo  sabría  bien  regirse  a  sí  misma  y  a  las  demás,  por 
io  que  estaba  meditando  cómo  podría  ordenar  el  monaste- 
rio a  buenas  costumbres. 


CAPÍTULO  XXV 

DE  CÓMO  LA  ABADESA  CANA  ORDENÓ  ACERCA  DE  LOS  CINCO 
SENTIDOS  CORPORALES,  Y  PRIMERAMENTE  DEL  OÍDO 

1.  La  abadesa  Cana  mandó  tocar  la  campana,  para  con- 
vocar a  capítulo  las  monjas  y  tomar  su  consejo  y  parecer 
sobre  lo  que  se  podría  hacer,  para  que  en  el  monasterio  to- 
das usasen  debidamente  del  sentido  del  oído,  para  observar 
y  seguir  mejor  la  regla  de  su  Instituto.  Mientras  la  abade- 
sa estaba  en  capítulo  y  acudían  las  demás,  una  religiosa 
que  volvía  de  pedir  limosna  por  amor  de  Dios  en  la  ciudad 
entró  en  capítulo  y  contó  a  las  otras  monjas  cómo  había 
visto  una  novia  muy  hermosa  y  ricamente  vestida,  la  cual 
acompañaban  sus  deudos  a  la  iglesia  con  mucha  honra  y 
alegría.  Esto  contaba  la  monja  con  mucho  agrado,  y  las 
demás  lo  escuchaban  con  igual  gusto.  Muy  bien  observó 
la  abadesa  las  palabras  y  el  desorden  que  se  seguía  de  lo 
que  las  monjas  que  salían  a  pedir  limosna  estaban  contan- 
do de  las  vanidades  y  deleites  del  mundo  a  las  otras  mon- 
jas. 

2.  Habiendo,  pues,  concurrido  ya  todas  a  capítulo,  em- 
pezó Cana,  la  abadesa,  a  bendecir  a  Dios,  y  dijo  estas  pa- 
labras: — 'Mucho  ha  pensado  y  buscado  mi  alma  en  qué 
rncdo  pudiera  yo  volver  a  Dios  los  bienes  de  mi  madre 
Anastasia  y  los  míos  que  me  dió,  para  que  con  ellos  le  sir- 
viera 1 ;  pero  ahora,  por  la  virtud  de  Dios  iluminada  mi 
alma,  determino  dar  a  este  monasterio  todas  nuestras  ri- 
quezas, pero  con  condición  que  ninguna  religiosa  salga  de 
este  convento  de  aquí  en  adelante  a  buscar  limosna  por  la 
ciudad,  porque  así  no  nos  vengan  a  contar  lo  que  hubie- 
sen visto  u  oído  de  cosas  del  mundo;  pues,  por  oír  hablar 
de  estos  deleites  temporales,  nos  acordamos  y  muchas  veces 
deseamos  las  vanidades  del  mundo;  y  estos  deseos  nos  im- 
piden y  embarazan  en  las  oraciones  y  meditaciones  de  la 
pasión  de  nuestro  Señor  Jesucristo. 


1  Las  palabras  «para  que  con  ellos  le  sirviera»  no  se  leen  en  el 

original. 


227 


3.  Establecieron,  pues,  que  ninguna  monja,  sin  urgen- 
te necesidad,  saliese  del  monasterio,  en  atención  que  los  bie- 
nes que  la  abadesa  y  su  madre  daban  al  monasterio  eran 
tantos,  que  bastaban  para  subvenir  a  las  necesidades  que 
las  obligaban  antes  a  pedir  limosnas.  Buscaron,  pues,  al- 
gunos religiosos  legos,  hombres  ancianos,  de  buenas  y  ho- 
nestas costumbres  y  aprobados  en  otra  religión,  quienes 
cuidasen  de  sus  bienes,  y  de  éstos  proveían  el  monasterio, 
pero  sin  entrar  en  él;  y  si  la  abadesa  o  cualquiera  otra  re- 
ligiosa necesitaban  de  alguna  cosa  secreta  que  no  conve- 
nía comunicar  a  los  frailes,  tenían  algunas  mujeres  viudas 
beatas  en  la  ciudad,  que  eran  muy  buenas  y  muy  honestas, 
quienes  les  procuraban  cuanto  necesitaban. 

4.  También  ordenaron  y  establecieron  cierto  número 
determinado  de  religiosas,  poniéndolo  por  escrito,  y  que  no 
recibiesen  otra  alguna  viviendo  éstas;  y  lo  hicieron  a  fin 
que  bastasen  para  el  monasterio  los  bienes  que  le  había 
dado  la  abadesa,  y  también  para  tener  motivo  de  excusar- 
se si  las  empeñaban  para  que  recibiesen  alguna  otra  religio- 
sa; a  excepción  que,  si  alguna  señora  seglar  quisiese  entrar 
o  poner  su  hija  en  el  monasterio,  debiese  corresponder  con 
una  pensión  correspondiente  hasta  tanto  que  muriese  algu- 
na, y  en  este  caso  cesaría  la  pensión  y  entraría  en  lugar  de 
la  difunta. 

5.  La  abadesa  todos  los  días  iba  buscando  si  encon- 
traría alguna  cosa  a  propósito  para  ordenar  el  oído,  cuan- 
do un  día,  entrando  en  el  huerto,  vió  dos  monjas  que  hila- 
ban en  una  parte,  y  otra  sola  en  otra  parte.  Entró  después 
en  el  dormitorio,  y  de  éste  en  las  celdas,  donde  las  religio- 
sa^  acostumbraban  hilar,  y  observó  que  no  trabajaban  to- 
das juntas  en  un  lugar.  Al  otro  día  por  la  mañana  convocó 
a  capítulo,  y  estableció  que  todas  las  monjas  hilasen  jun- 
tas en  un  mismo  puesto,  y  que  entre  tanto  estuviese  una 
de  ellas  allí  leyendo  en  lengua  vulgar,  para  que  todas  lo  en- 
tendieran, algún  libro  de  la  pasión  de  Jesucristo,  de  la  vida 
y  martirio  de  los  santos  y  santas  y  de  la  vida  de  los  anti- 
guos santos  padres;  y  que  estuviesen  en  este  libro  los  mila- 
gros de  la  Virgen  María,  y  de  las  vírgenes,  y  de  los  márti- 
res, y  de  otros  santos,  y  que  se  leyese  en  los  días  de  fiesta 
y  en  los  demás  días,  según  que  a  cada  cual  tocaría  por  or- 
den. Buscaron  este  librito,  y  se  ejecutó  la  ordenación  en  el 
monasterio,  y  en  muchos  otros  que  tomaron  doctrina  y  en- 
señanza de  aquél. 

6.  Mucho  deseó  la  abadesa  se  observase  puntualmente 
esta  determinación,  para  que,  oyendo  la  lectura  de  aquel 
libro,  apartase  el  alma  su  imaginación  de  las  vanidades  del 
mundo  y  de  los  viles  y  desordenados  pensamientos  que  la 


228  Obras  literarias  de  ramón  llull 


inclinan  al  pecado,  y  que  cada  cual  de  las  religiosas  se  ena- 
morase de  la  buena  vida  de  aquellos  santos ;  pues  del  mis- 
mo modo  que  el  alma,  viendo  algunas  cosas  hermosas,  se 
mueve  a  amar,  así,  oyendo  algunas  palabras  agradables,  se 
mueve  a  desear. 


CAPÍTULO  XXVI 

De  la  vista 

1.  Estando  en  capítulo  la  abadesa  con  todas  las  religio- 
sas, les  dijo  que,  según  plugo  a  la  divina  ordenación  de  arre- 
glar y  ordenar  el  hombre,  tiene  éste  obligación  de  usar  de 
su  vista  corporal  en  tal  manera,  que  vaya  siempre  ordenada 
a  la  vida  espiritual. — Por  lo  cual  será  bien — prosiguió — que 
se  haga  ordenación  y  establecimiento  entre  nosotras  para 
usar  bien  de  la  vista  corporal.  Y  primeramente  ordénense 
nuestros  ojos  a  mirar  las  imágenes  de  Cristo  crucificado,  de 
María  Santísima  y  las  demás  que  nos  representan  los  he- 
chos de  los  santos  que  pasaron  de  esta  vida.  Honremos  a 
estas  figuras,  humillándonos  a  ellas  siempre  que  las  veamos, 
acordándonos  de  lo  que  nos  significan. 

2.  Sean  honestos  y  humildes  nuestros  vestidos,  y  en 
la  cara  1  no  haya  afeite  alguno,  más  de  lo  que  Dios  y  la 
naturaleza  han  puesto  en  ella.  Guando  las  seglares  vendrán 
a  vernos  y  escucharnos,  vayan  reguladas  nuestras  palabras, 
según  queda  ordenado  en  el  capítulo  del  oír.  Y  cuando  ve- 
remos sus  riquezas  y  soberbias  vestiduras  y  sus  caras  afei- 
tadas con  arte,  entonces  conviene  alabar  y  bendecir  a  Dios, 
que,  haciéndonos  sirvientes  de  la  humildad,  nos  ha  librado 
y  defendido  de  las  vanidades  de  este  mundo  miserable.  Y  en- 
tonces con  los  ojos  espirituales  debemos  mirar  a  nuestro 
Señor  Jesucristo,  su  santísima  Madre  la  Virgen  Miaría,  los 
santos  apóstoles  y  demás  santos,  que  vestían  muy  humildes 
vestidos.  Cada  una  de  nosotras  puede  ganar  muchos  méri- 
tos, si  sabe  ejecutarlo  en  esta  forma.  Antes  bien,  cuando 
veremos  estas  señoras  seglares  soberbiamente  vestidas,  las 
podremos  advertir  que,  en  viniendo  a  visitarnos,  vengan  con 
vestidos  humildes  y  sin  afeites  en  el  rostro  2,  para  que  no 

1  «en  nostres  fayçons  no  haja  nulla  maestría  ni  superfluytat». 

-  «e  en  lurs  fayçons  no  aja  adob  ni  maestría».  Nuevamente  Ra- 
món Llull  clamará  contra  el  abuso  de  las  señoras  en  pintarse  y 
afeitarse  la  cara  en  los  capítulos  42,  71,  74,  81,  92  y  94  del  Llibre 
de  Blanquerna.  También  en  el  Llibre  de  contemplació  (ORL,  IV, 
Ï12-113),  en  Arbre  de  sciència  (ORL,  XII,  389),  Llibre  de  Santa 
Maria  (ORL,  X,  109,  11 2-1 13),  Llibre  de  home  (ORL,  XXI,  en  pren- 


LIBRO        EVAST  V  BLANQUERNA.     C,  20 


22Q 


ocasionen  a  nuestra  alma  alguna  tentación  de  algunos  vano.3 
deseos  del  mundo. 

3.  Cuando  veamos  el  cementerio,  entonces  es  tiempo 
oportuno  de  pensar  en  la  muerte  y,  con  los  ojos  del  alma, 
ver  los  gusanos  que  nos  han  de  roer  los  ojos  con  que  ahora 
vemos,  y  las  orejas  con  que  oímos,  y  la  lengua  con  que  ha- 
blamos. Cuando  estemos  en  las  letrinas  y  veamos  las  inmun- 
dicias que  salen  de  nuestro  cuerpo,  entonces  es  ocasión  de 
pensar  en  la  vileza  de  nuestra  naturaleza,  para  que  con  esta 
consideración  en  nosotras  se  exalte  y  crezca  la  humildad  y 
se  mortifique  y  minore  la  soberbia.  Si  entramos  en  la  huerta 
y  vemos  la  pobre  bestia  que  está  rodando  la  noria  y  pone- 
mos la  vista  en  los  árboles  y  en  las  yerbas,  entonces  es 
tiempo  de  dar  gracias  a  Dios,  que  nos  hizo  de  más  noble 
naturaleza  que  a  las  bestias,  árboles  y  yerbas,  siendo  así 
que  pudo  crearnos  de  naturaleza  semejante  a  ellos,  si  hu- 
biese querido. 

4.  Miremos  el  cielo,  y  consideremos  cuán  grande  es; 
miremos  el  sol,  la  luna,  las  estrellas,  el  mar  y  la  tierra.  Con- 
sideremos cuántos  hombres  hay  y  hubo  en  el  mundo;  cuán- 
tas aves,  cuántos  peces,  cuánto  ganado  y  cuántos  árboles  y 
hierbas,  y  en  todas  estas  cosas  alabemos  a  Dios,  que  es  tan 
grande.  Porque  si  Dios  ha  criado  tantas,  tan  buenas,  tan 
grandes  y  tan  varias  criaturas,  ¡cuánto  más  bueno,  grande 
y  poderoso  es  él,  que  es  creador  de  todo  cuanto  hay!  Y  ha- 
biéndolas criado  todas  para  servicio  del  hombre,  ¡  cuán  gran- 


sa),  para  no  citar  más  que  algunos  pasajes  de  algunos  de  sus  libros, 
el  apóstol  mallorquín  reprobará  la  misma  moda  femenina.  En  el 
Llibre  de  $a>ita  María,  el  bienaventurado  Maestro  narra  esta  bella 
parábola  :  «Recontà  Entenció  e  dix  que,  en  una  noble  ciutat,  estava 
una  dona  muller  de  un  noble  burgués.  Aquella  dona  era  molt  bella 
corporalment  e  tsperital,  e,  por  ço  que  sa  beutat  no  fos  occasió  que 
negun  hom  cobejàs  carnal  delit  en  ella,  no  vestia  de  nobles  dra.ps, 
ni  ses  beutats  no  manifestava,  ans  aytant  como  podia  les  tenia  secre- 
tes, car  dona  era  qui  amava  molt  castedat.  Aquesta  dona,  com  anava 
a  l'esgleya,  anava  humilment  vestida,  per  ço  que  donàs  eximpli  de 
humilitat,  e  per  entenció  que  nostra  Dona  la  exoís  de  ses  paraules. 
Un  dia  s'esdevenc  que  lo  burgués  hac  maridada  una  filla,  e  volc 
que  anàs  a  l'esgleya  molt  noblement  vestida,  e  ab  gran  honrament 
de  gent,  e  les  altres  dones  digueren  a  la  bona  dona  que  adobas  e 
pintàs  sa  filla  ;  mas  la  dona  demanà  a  son  marit  e  a  les  altres 
dones  per  qual  entenció  volien  que  anàs  e  l'esgleya,  e  lo  marit  res 
pòs  que  per  ço  que,  prenent  ella  gràcia  e  benedicció  del  sagrament, 
del  matrimoni,  pregàs  Déu  que  la  faés  bona  dona,  e  que  li  donàs  in- 
fans  qui  fossen  a  servey  seu  ;  e  la  dona  respòs  e  dix  que  no  s  pen- 
sava que  Déus  exoís  fembra  qui-1  pregàs  ab  altres  colors  mas  ab 
aquelles  que  ell  li  havia  donades,  ni  que  a  ell  pregar  anàs  ab  vanitat 
e  ab  amar  la  vana  glòria  d'aquest  món.  Per  que,  adones,  la  bona 
dona,  segons  veres  colors  de  fayçons  e  ab  humils  vestiment  e  sens 
uffana  de  gent,  anà  a  l'esgleya,  e  pregà  nostra  Dona  que  a  sa  filla 
donàs  beutat  esperital  e  que  la  faés  bona  en  amar,  en  membrar  e 
entendre  nostra  Dona»  (ORL,  X,  112-113). 


230  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


de  debe  ser  el  agradecimiento  y  las  gracias  que  debemos 
hacer  a  Dios ! — Con  estas  y  otras  consideraciones  exhortaba 
la  abadesa  a  las  religiosas  a  mirar  con  los  ojos  corporales 
y  espirituales,  para  que  su  corazón  se  exaltase  en  el  amor 
de  Dios  y  que  no  se  inclinase  al  pecado  ni  a  la  maldad. 


CAPÍTULO  XXVII 

Del  olfato 

1.  — Oler  lirios,  rosas  y  flores — continuó  la  abadesa — 
da  deleite  y  placer  al  cuerpo,  mas  el  alma  por  este  deleite 
está  en  peligro  de  inclinarse  al  deseo  de  alguna  vanidad  de 
la  carne;  y,  según  esto,  bueno  será  que  nosotras,  que  esta- 
mos en  este  monasterio  para  hacer  penitencia  y  vida  aus- 
tera, no  usemos  flores,  a  excepción  de  cuando  las  llevemos 
al  altar  para  que  esté  más  aseado  y  adornado.  Cuando  sin- 
tamos los  buenos  olores  de  almizcle,  ámbar  1,  algalia  u  otros 
de  los  con  que  suelen  llevar  perfumados  sus  vestidos  las  se- 
ñoras seglares,  bueno  será  entonces  nos  acordemos  de  la  es- 
ponja, hiél  y  vinagre  2  con  que  dieron  de  beber  a  nuestro 
esposo  Jesucristo  en  el  día  de  su  pasión  santísima,  y  pode- 
mos 3  acordarnos  también  de  los  escarnios  que  le  hacían  los 
malditos  judíos  escupiéndole  en  la  cara;  y  asimismo  cómo 
quiso  nacer  en  un  establo,  para  darnos  ejemplo  que  no  nos 
deleitemos  en  los  olores  que  mueven  al  hombre  al  pecado. 

2.  Cuando  las  mujeres  seglares  vengan  a  mezclarse  en- 
tre nosotras  y  sintamos  olor  de  algunos  colores  que  se 
hubiesen  puesto  en  la  cara  para  parecer  más  hermosas,  en- 
tonces será  ocasión  de  recordar  la  vileza  de  su  corazón  y 
será  muy  bien  corregirlas,  porque,  si  no  están  avergonzadas 
entre  nosotras  de  dar  muestras  de  su  loca  intención,  menoa 
debemos  nosotras  tener  empacho  de  corregirlas,  pues  claro 
está  que  no  cabe  vergüenza  sino  en  lo  malo  y  defectuoso. 

3.  Mucho  debe  esquivarse  el  sentir  malos  olores,  por- 
que éstos  infectan  el  aire  y  por  la  corrupción  se  engendra 
en  el  cuerpo  enfermedad  y  muerte.  Pero  aun  más  debe  es- 
quivarse 4  el  frecuentar  la  mujer  que  pone  en  su  cara  afeite 
y  colores,  y  en  sus  vestidos  olores  y  perfumes,  pues  todo 
esto  da  señal  de  que  tiene  malos  deseos;  porque  si  por  la 


J  «e  per  almesc  e  per  ambre»,  dice  simplemente  el  autor. 
-  «remembrem  lo  fel  e  la  suja  e:l  vinagre». 

3  Las  palabras  «y  podemos...  cara»  están  de  sobra. 

4  «pus  esquivadora  cosa  és  amistat  de  fembra,  qui  en  sa  faç,  ui 
en  sos  vestiments  posa  odors». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  28  2$1 


corrupción  del  aire  enferma  el  cuerpo  y  se  inclina  a  muerte 
corporal,  más  presto,  por  la  privanza  y  amistad  de  mujer 
mala,  se  inclina  el  alma  muchas  veces  a  pensar  y  desear 
obras  viles,  por  las  cuales  la  voluntad  culpable  y  el  recuerdo 
son  al  hombre  ocasión  de  pena  eterna. — En  este  modo  y  en 
otros  muchos  ordenó  la  abadesa  5  en  el  monasterio  los  medios 
con  que  en  el  olfato  obviasen  el  pecado  y  la  ocasión  dp  per- 
der la  celestial  y  perdurable  bienaventuranza. 


CAPITULO  XXVIII 
Del  gusto 

1.  La  abadesa  dijo  a  las  monjas  estas  palabras:  — La 
principal  razón  por  que  estamos  nosotras  en  religión  es  para 
contemplar,  adorar  y  servir  a  Dios;  y  como  entre  las  otras 
cosas  que  mayormente  impiden  la  oración  y  contemplación 
una  es  la  superfluidad  en  el  comer  y  en  el  beber,  buena  or- 
denación será  que  comamos  y  bebamos  con  templanza,  de 
manera  que  entre  nosotras  no  esté  la'  hipocresía  que  hay 
en  aquellos  que  entran  en  religión  y  comen  y  beben  supèrflua 
y  delicadamente,  dando  muestras  a  las  gentes  que  hacen 
vida  áspera  comiendo  y  bebiendo  pocas  y  ruines  viandas. 

2.  Si  le  fuese  prohibido  al  religioso  el  comer  carne,  no 
conviene  que  el  pescado  u  otro  manjar  le  sea  semejante  en 
el  gusto  y  deleite,  como  sucede  cuando  se  le  mezclan  muchas 
salsas,  sainetes  y  otras  cosas  delicadas.  Si  es  cosa  buena  el 
ayunar,  no  es  lícito  comer  tanto  en  una  hora  del  día  como 
en  dos,  pues  en  este  caso  no  habría  gran  virtud  en  el  ayu- 
nar. Si  nuestras  vestiduras  y  nuestras  camas  significan  que 
estamos  en  religión,  el  pan  que  comemos  y  el  vino  que  be- 
bemos debe  también  significar  vida  austera. 

3.  El  mucho  comer  y  beber  engendran  apostemas  y 
mala  sangre,  que  es  ocasión  de  enfermedad  y  muerte.  Y  por 
la  superfluidad  de  viandas,  el  cuerpo  ocasiona  al  alma  el 
desear  los  carnales  deleites.  Muchos  monasterios  hay  que 
están  pobres  y  empeñados  por  gastar  superfluamente  en  el 
comer.  Si  algún  religioso  come  mejor  y  más  delicadamente 
en  la  religión  que  cuando  estaba  en  el  siglo,  es  evidente  que 
hacía  más  penitencia  cuando  seglar  que  ahora  cuando  es 
religioso.  Padecer  hambre  y  sed  con  paciencia  es  mortifica- 
ción para  la  culpa  y  salud  para  el  cuerpo  \  y  así  como  la 

8  «com  per  odoració  no  fos  peccat  en  lo  monestir  occasió  de  per- 
dre la  Subirana  benauyrança  perdurable». 

1  «e  és  sanitat  de  cors,  consumant  natura  en  lo  cors  alcuna  su- 
perflu) tat  de  males  humors».  El  traductor  amplifica  el  texto. 


232 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


paciencia  con  las  demás  virtudes  destruye,  por  voluntad  de 
Dios,  los  vicios  en  el  alma,  así  también  la  naturaleza,  por 
hambre  y  sed,  consume  en  el  cuerpo  alguna  superfluidad  de 
malos  humores. 

4.  Comamos  y  bebamos  nosotras  sólo  a  fin  de  conser- 
var la  vida  para  amar  y  servir  a  nuestro  Señor  Dios,  y  no 
vivamos  para  comer  y  beber  y  destruir  2  los  bienes  del  mo- 
nasterio, poniendo  en  mal  peligro  nuestras  almas.  Si  nos 
profesamos  siervas  de  Dios  porque  somos  sus  criaturas  y 
redimidas  por  su  glorioso  Hijo,  quien  se  encarnó  por  nos- 
otras, no  sirvamos,  pues,  a  nuestro  estómago,  quien  no  per- 
dona ni  da  remedio  alguno  a  sus  sirvientes,  y  confiemos  más 
en  las  virtudes  del  alma  que  en  los  regalos  del  cuerpo. — 
Todas  estas  palabras  y  muchas  otras  decía  la  abadesa  a  las 
monjas,  para  que  cada  cual  procurase  afligir  su  cuerpo  con 
hambre,  sed  y  viandas  cuaresmales  y  que,  por  los  méritos 
de  su  vida  penitente,  perdonase  Dios  a  todos  los  que  están 
sujetos  al  pecado  de  la  gula. 


CAPÍTULO  XXIX 


Del  sentir 

1.  — El  sentido  1  a  quien  pertenece  el  sentir  como  sen- 
tido particular  es  el  tacto,  que  se  halla  difundido  por  todo 
el  cuerpo;  de  aquí  es  que  todo  el  cuerpo  debe  sentir  aflicción 
por  amor  de  Dios.  Si  estamos  en  invierno,  entonces  es  tiem- 
po de  sentir  frío,  y  si  en  verano,  de  sentir  calor  por  amor 
de  Dios;  y  si  quisiésemos  excusarnos  de  sentir  frío  y  calor, 
sería  hacer  injuria  a  la  boca,  si  no  la  excusásemos  igualmen- 
te el  sentir  hambre  y  sentir  sed.  Como  el  señor  temporal 
quiere  ser  bien  servido  por  su  vasallo,  así  Dios  quiere  que 
el  cuerpo  del  hombre,  que  es  suyo,  le  sirva;  y  si  nuestro 
cuerpo  no  sufre  pasiones  y  trabajos,  ¿  en  qué  está  el  servicio 
que  hace  a  nuestro  Señor  Dios?  Porque  así  como  nos  ha 
dado  ojos  para  ver  las  cosas  corporales,  y  que  por  éstas  le 
veamos  espiritualmente,  del  mismo  modo  ha  dado  sentimiento 
al  cuerpo,  para  que  mediante  éste,  el  alma,  que  es  forma  del 
cuerpo,  tenga  paciencia  y  2  alabe  y  bendiga  a  Dios. 


2  El  original  calla  «destruir...  almas». 

1  «Sentiment  és  tocament  qui-s  pertany  a  tot  lo  cors.  Tot  lo 
cors  és  creatura  de  Déu  :  doncs  tot  lo  cors  deu  sentir  aflicció  per 
amor  de  Déu.» 

2  En  el  texto  primitivo  no  hallamos  las  palabras  «y  alabe  y  ben- 
diga a  Dios». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  29  233 


2.  Aspera  y  dura  cama  y  hábitos  groseros  convienen 
al  religioso,  como  al  seglar  vestidos  delicados  y  blanda  ca- 
ma. Si  algunos  insectos  3  nos  están  molestando  sin  dejarnos 
dormir,  bien  claro  se  nos  significa  que  poco  tiempo  habernos 
empleado  en  la  oración,  pues  más  vale  encomendarse  a  Dios  * 
y  velar  en  la  oración,  que  desear  dormir  y  no  poder  por 
causa  de  esta  molestia,  la  que  suele  no  sentir  quien  vela 
mucho.  El  dormir  mucho  y  la  religión  no  concuerdan,  pues, 
a  ser  así,  no  hubiera  diferencia  entre  el  religioso  y  el 
seglar. 

3.  En  5  el  concepto  del  entendimiento  se  corrompe  la 
virginidad  cuando  llega  el  alma  a  desear  los  carnales  de- 
leites, y  se  hace  merecedora  de  sentir  la  pena  del  infernal 
fuego  el  alma  que  desea  corromperse  en  el  tal  deleite,  cuan- 
do, por  el  contrario,  el  cuerpo  que  es  virgen  en  obras  y 
pensamientos  es  digno  de  obtener  gloria  sin  fin.  Sentir  y 
consentir  más  a  la  naturaleza  del  cuerpo  que  a  la  virtud  del 
alma,  es  demostrar  que  el  cuerpo  domina  al  alma,  que  es 
cosa  muy  perversa  y  mala.  Y  si  nuestro  esposo  Jesucristo 
sintió  por  nosotras  graves  trabajos,  angustias  y  muerte, 
razón  será  sintamos  por  su  amor  vida  áspera  y  mortificada. 
Y  pues  estamos  aquí  congregadas  para  servir  a  Dios,  si 
no  queremos  apartarnos  de  los  duros  y  ásperos  sentimien- 
tos del  mundo,  dejemos  el  monasterio  y  vamos  a  vivir  en 
el  mundo  para  sentir  sus  deleites  y  vanidades.  Y  si  tene- 
mos estos  deseos,  por  los  cuales  hemos  de  ser  juzgadas  a 
sentir  las  penas  del  fuego  eterno,  ponga  una  de  nosotras  un 
dedo  en  el  fuego  para  probar  si  podrá  sufrir  aquél  una 

:  hora  sola. 

4.  Cuando  el  alma,  en  las  enfermedades,  calenturas, 
I  dolores  u  otros  trabajos  que  siente  el  cuerpo,  tiene  pacien- 
l  cia,  entonces  usa  de  la  virtud.  Y  si,  tal  vez,  Dios  quiere  que 
I  tu  cuerpo  los  padezca,  y  tú  no  tienes  paciencia,  piensa  allá 
|i  en  tu  alma  si  tu  voluntad  concuerda  o  si  es  contraria  a  la 
|  voluntad  de  Dios.  Si  en  tu  corazón  sientes  alguna  tristeza 
I  por  no  estar  y  vivir  con  tus  parientes,  como  deseas  tal  vez, 
I  busca  entonces  si  tienes  a  Dios  en  tu  corazón.  Y  cuando 
I  sientas  en  tu  alma  alguna  tentación  o  loco  pensamiento, 


1  «si  sentim  puces,  ni  menjança  en  nostre  lit». 
'  «Molt  és  mellor  cosa  pregar  Déu  e  vetlar,  que  voler  durrair 
le  sentir  puces  o  altra  menjança.  Si  no  volem  sentir  puces,  poys, 
|vullarn.  molt  vetlar.» 

s  «Si  desiram  sentir  carnals  delits,  en  concebiment  de  pensa  se 
corromp  nostra  virginitat.  Cors  verge  és  digne  de  sentir  foc  infernal 
[si  sa  ànima  desira  que  sia  corromput-  Sentir  més  la  natura  de  son 
cors  que  la  virtut  de  sa  ànima  demostra  que  son  cors  és  senvor  de 
sa  ànima.  Si  sentí  Jesu  Christi...» 


234 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sabe  que  Dios  entonces  quiere  tí  que  tu  alma  se  despierte 
a  contemplar  en  la  oración  su  santísima  voluntad,  acordán- 
dote de  su  sagrada  pasión  y  dándole  muchas  bendiciones, 
loores  y  gracias. 

5.  Después  que  hubo  la  abadesa  concluido  todas  las  or- 
denaciones, para  dar  enseñanza  y  doctrina  a  las  religiosas 
de  cómo  debían  usar  los  cinco  sentidos  corporales,  continuó 
en  decirles  estas  palabras: 

6.  — Dios,  por  su  santísima  voluntad,  dispuso  que  Blan- 
querna  me  pusiese  bajo  el  dominio  y  protección  de  estas 
siete  reinas:  fe,  esperanza,  caridad,  justicia,  prudencia,  for- 
taleza y  templanza,  que  son  las  siete  virtudes  de  que  más 
necesitamos.  Y  pues  os  plugo  elegirme  vuestra  abadesa,  os 
ruego  y  mando  que  las  tengamos  en  grande  estimación, 
obedeciéndolas  en  un  todo;  y  si,  por  desgracia,  alguna  de 
vosotras  cometiere  algún  error  o  engaño  contra  estas  siete 
reinas,  esté  obligada  a  pedir  perdón  en  capítulo  delante 
de  todas,  para  que  tenga  mayor  erubescencia  de  su  falta7 
y  tomen  las  demás  ejemplo,  para  oponernos  más  a  los  ene- 
migos de  estas  siete  virtudes  y  reinas. — Aprobaron  todas 
cuanto  había  dicho  la  abadesa,  y  establecieron  de  juntarse 
en  capítulo  en  una  cierta  hora,  todos  los  días,  para  examinar 
en  su  conciencia  cada  cual  si  había  faltado  en  alguna  cosa 
contra  las  siete  reinas  arriba  expresadas,  o  si  hubiese  hecho 
cosa  que  tuviese  algún  resabio  o  semejanza  de  los  siete 
pecados  mortales. 


CAPÍTULO  XXX 

De  las  siete  virtudes,  y  primeramente  de  la  fe 

1.  Aconteció  un  día  que  una  religiosa  por  sugestión 
diabólica  fué  tentada  contra  da  fe,  mientras  estaba  conside- 
rando en  da  Santísima  Trinidad  de  nuestro  Señor  Dios,  y  en 
la  encarnación  del  divino  Hijo,  en  la  virginidad  de  la  Virgen 
Santa  María,  y  en  la  hostia  consagrada  *,  transubstanciada 
en  verdadera  carne  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo.  Mien- 


G  Traducido  con  más  fidelidad,  dice  así  :  «...  entonces  quiere  Dios 
hacerte  sentir  su  virtud  por  la  oración  recordando  su  pasión,  pues 
por  la  tentación  quiere  que  tu  alma  se  despierte  contemplando  sus 

bendiciones.» 

7  «e  que  pus  tart  no  torn  en  semblant  cas,  e  que  les  altres  clones 
ne  prenguen  exempli  e-n  sien  contràries  als  enemics  de  les  .vij«¡re- 

gines». 

1  «e  la  hostia  sagrada  transsubstanciadn  de  nostre  Senyor  Déus». 


MURO  DÉ  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  30  2 


tras  estaba  en  esta  tentación,  acordóse  de  la  ordenación  y 
establecimiento  hecho,  según  llevamos  dicho  en  el  capítulo 
antecedente.  Y  cuando  la  abadesa  con  todas  las  demás  esta- 
ban en  capítulo,  púsose  en  pie,  pidiendo  disciplina  y  correc- 
ción con  estas  palabras:  — Manda  Dios  y  ordena  que,  ha- 
llándose el  alma  en  alguna  tentación,  acuda  a  Dios  y  a  las 
virtudes  que  nos  dió,  para  que  nos  ayuden  en  nuestras  nece- 
sidades. Obró  mi  alma  como  flaca  y  miserable,  y  pecó,  para 
que  por  su  flaqueza  fuese  mayormente  conocido  el  poder  de 
Dios  y  para  que  la  fortaleza  y  la  esperanza  fortificasen  la  fe 
en  mi  alma.  Mas  ¿por  qué  ésta  se  olvidó  de  Dios,  y  de  la 
fortaleza  y  esperanza,  y  dudó  en  la  trinidad  del  Altísimo, 
escudriñando  cómo  era  posible  en  Dios  la  unidad  de  esencia 
y  trinidad  de  «personas,  que  fuesen  distintas  sin  diversidad  y 
composición  de  esencia;  y  no  solamente  dudó  en  este  mis- 
terio, sí  que  también  dudó  en  la  encarnación  del  Hijo  de 
Dios,  pensando  cómo  podía,  caber  tanta  humildad  en  la  na- 
turaleza divina  que  quisiese  unir  a  sí  la  humana  para  ser  con 
ésta  una  sola  persona?  Y  aún  más:  ¡dudó  mi  alma  contra  el 
poder  de  la  divina  virtud,  imaginando  cómo  podía  ser  que  la 
Virgen  María  Santísima  fuese  virgen  en  el  parto  y  después 
del  parto !  De  este  modo  cayó  en  duda  mi  alma  en  lo  expre- 
sado, pero  mayormente  en  la  hostia  consagrada,  que  tiene 
el  color  y  sabor  de  pan,  estando  bajo  de  estos  accidentes  la 
verdadera  carne  de  nuestro  esposo  Jesucristo.  Por  esta  sola 
duda,  bien  merezco  se  me  dé  penitencia,  y  confieso  ante  todo 
el  capítulo  la  flaqueza  de  mi  fe,  para  que  tomen  todas  ejem- 
plo y  sepan  guardarse  de  la  tentación  del  enemigo  en  igual 
lance.  Y,  en  fin,  pido  se  me  declare  esta  duda,  para  que  no 
vuelva  en  mi  alma  otra  vez. — -La  abadesa  satisfizo  con  decir: 
2.  — No  convenía  que  nuestra  alma  entendiese  tanto 
como  es  la  obra  que  tiene  Dios  en  sí  mismo  engendrando  el 
Padre  al  Hijo  y  procediendo  el  Espíritu  Santo  del  Padre  y 
del  Hijo;  porque,  si  nuestra  alma  no  entiende  todo  lo  que 
Dios  ha  hecho  y  criado,  siendo  cosa  finida  y  terminada, 
¿  cuánto  menos  2  puede  entender  todo  lo  que  Dios  tiene  y 
obra  en  sí  mismo,  que  es  infinito  y  eterno?  Y  lo  que  no  en- 
tendemos en  Dios  es  aquella  cosa  para  cuya  inteligencia  no 
es  suficiente  nuestro  entendimiento  por  la  mucha  imperfec- 
ción en  que  ahora  está;  y,  por  esto,  manda  Dios  que  con  la 
luz  de  la  fe  creamos  lo  que  no  podemos  entender  de  su 
santa  e  incomprensible  trinidad  y  demás  artículos.  Aunque 
.bastantemente  ha  dado  Dios  virtud  a  nuestro  entendimiento 
para  conocer  por  medio  de  las  criaturas  al  que  es  creador 
I  de  todas;  porque,  así  como  puede  entender  que  el  hombre 


«Doncs,  quant  menys  pot  entendre  tot  ço  que  Déu  fa  en  si 


236 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


es  una  persona  compuesta  de  dos  naturalezas  diversas,  es 
a  saber,  de  cuerpo  y  alma,  aun  mejor,  sin  comparación, 
puede  Dios  ser  una  esencia  en  tres  personas  y  que  estas 
tres  personas  sean  la  misma  esencia;  y  si  Dios  no  tuviese 
tal  poder,  se  seguiría  que  Dios  sería  más  poderoso  en  unir 
la  pluralidad  en  la  criatura  que  en  sí  mismo,  lo  que  es  incon- 
veniente y  no  se  puede  conceder. 

3.  Todo  cuanto  hizo  Dios  en  este  mundo  fué  para  de- 
mostrarnos sus  virtudes  y  para  que  fuese  conocido  y  amado 
por  nosotros,  y  que  por  este  medio  tuviese  razón  y  motivo  de 
usar  con  nosotros  de  su  justicia  y  misericordia,  por  la  cual 
nos  da  gloria  sin  fin.  Y  así,  el  Hijo  de  Dios  tomó  nuestra 
humana  naturaleza  para  usar  con  nosotros  de  humildad, 
dándonos  ejemplo  cómo  debemos  ser  humildes.  Quiso  tam- 
bién enseñarnos  su  poder  y  caridad,  que  mayormente  no» 
demostró  en  su  encarnación  que  en  la  creación  de  todo  un 
mundo  de  la  nada;  y  mayor  obligación  tenemos  de  amar  a 
Dios  porque  quiso  encarnarse  y  morir  por  nosotros,  que 
por  cualquiera  otra  cosa  que  hubiera  podido  hacer  por  nos- 
otros. Luego,  así  como  nuestro  entendimiento  entiende  que, 
según  el  curso  natural,  parece  cosa  imposible  que  el  Hijo 
de  Dios  deba  encarnarse,  del  mismo  modo  nuestro  entendi- 
miento cree  esplritualmente  que  Dios,  según  su  grande  hu- 
mildad, caridad  y  poder,  que  son  infinitos  y  una  misma  cosa 
en  él 3,  quiso  y  pudo  encarnarse.  Porque,  si  no  quisiese  o  no 
pudiese  unir  a  sí  la  naturaleza  humana,  sería  demostrarnos 
que  en  él  había  falta  de  voluntad  y  de  poder  sujetándonos 
y  obligándonos  a  conocerla  y  adorarla,  lo  que  es  imposible  4. 
Y  así,  por  estas  razones  y,  aún  más,  porque  Dios  quiere 
y  puede  unir  el  alma  al  cuerpo  y  que  juntos  sean  una  per- 
sona, si  bien  el  alma  es  de  una  naturaleza  y  el  cuerpo  de 
otra,  puede  nuestra  alma  mortificar  y  vencer  las  dudas  que 
tenía  en  la  encarnación  del  divino  Hijo. 

4.  Dios  creó  a  Adán  y  púsole  en  el  paraíso,  y,  sacán- 
dole una  costilla  del  costado,  hizo  a  Eva,  su  mujer.  Esta 
obra  fué  milagrosa  y  no  según  el  curso  natural;  y  el  con- 
cebir de  la  Virgen  Santísima,  quedando  preñada  del  Hijo 
de  Dios,  que  vino  en  ella  y  nació  de  ella  verdadero  hombre 
y  verdadero  Dios,  quedando  ella  siempre  virgen,  fué  obra 
milagrosa  y  sobrenatural,  para  demostrar  que  Dios  tiene 
mayor  poder  que  la  naturaleza  creada,  en  cuanto  obra  lo 
que  ésta  no  puede  obrar,  demostrándose  así  Señor  de  la 
naturaleza.  Luego,  si  Dios  no  obrase  sobre  la  naturaleza, 
no  demostraría  tener  poder  sobre  la  misma. 

5.  Por  ser  el  hombre  compuesto  de  alma  y  cuerpo,  no 

3  En  el  original  no  se  lee  «que  son  infinitas  y  una  misma  cosa 
en  él». 

4  Igualmente  falta  en  el  original  «lo  que  es  imposible». 


LIBRO  I>K  EVAS!  Y  BLANQUERNÀ C.  31 


puede  ser  visto  con  los  ojos  corporales,  pues  éstos  solamen- 
te ven  parte  del  hombre,  es  a  saber,  el  cuerpo;  pero  con  los 
ojos  espirituales  puede  ser  visto  y  entendido,  viendo  con  los 
ojos  del  entendimiento  al  alma  y  con  los  del  cuerpo  al  cuer- 
po. Pues  así  con  los  ojos  corporales  ve  el  hombre  la  hostia 
sacrosanta  en  figura  y  color  de  pan,  y  con  los  espirituales 
el  precioso  cuerpo  de  Jesucristo;  porque  como  aquéllos  ven 
las  cosas  corporales,  así  éstos  las  espirituales;  y  así  como 
los  ojos  del  cuerpo,  por  el  color  y  claridad,  ven  la  hostia, 
así  también  los  ojos  del  alma  ven  por  virtud  de  Dios,  en 
la  sagrada  hostia,  la  verdadera  carne  de  nuestro  esposo 
Jesucristo,  el  cual,  con  su  voluntad,  poder  y  sabiduría  infi- 
nita, quiere  que  bajo  aquella  figura  y  color  de  pan  esté 
verdaderamente  la  carne  y  sangre  de  Jesucristo.  Y  si  esto 
no  lo  quisiera  o  no  lo  pudiera  hacer  Dios,  se  seguiría  que 
no  sería  infinito  y  perfecto  en  su  querer,  poder  y  saber, 
lo  que  no  es  así,  mientras  vemos  con  el  entendimiento  que 
hay  toda  perfección  y  toda  infinidad  en  las  virtudes  de 
Dios;  y,  por  esto,  con  los  ojos  espirituales,  mediante  la  vir- 
tud divina,  vemos  lo  que  los  ojos  corporales  no  pueden  ver. 

6.  Con  estas  y  otras  razones  venció  la  abadesa  aquellas 
dudas  en  que  había  caído  contra  la  fe  aquella  monja,  y  se 
alegraron  de  corazón  todas  las  religiosas,  y  en  particular 
la  que  había  faltado,  quedando  muy  fortificada  contra  las 
tentaciones  en  la  fe,  de  manera  que  en  adelante  no  pudo 
el  demonio  hacerla  más  dudar  contra  la  fe  en  ninguno  de 
sus  artículos.  Todas  alabaron  y  dieron  gracias  a  Dios  por 
haberles  dado  tan  buena, abadesa,  dotándola  de  tanta  sabidu- 
ría, que  con  su  ciencia  y  santa  vida  tan  valientemente  las 
instruía  en  conocer  y  amar  a  su  esposo  Jesucristo  y  todas 
sus  obras  y  en  saber  servirle. 


CAPÍTULO  XXXI 

De  la  esperanza 

1.  Estaba  en  el  monasterio  una  religiosa  que  en  el  siglo 
había  sido  grande  pecadora,  y  aun  estando  en  religión  había 
cometido  algunos  pecados  mortales.  Un  día,  acordándose 
de  la  gran  justicia  de  Dios  y  de  los  pecados  cometidos, 
cargó  tanto  su  consideración  sobre  sus  faltas,  que  se  olvidó 
de  la  misericordia  de  Dios  y  túvose  por  culpable,  de  manera 
y  en  particular  por  los  pecados  cometidos  siendo  religiosa, 
que  desesperó  de  que  Dios  la  quisiese  perdonar,  pareciéndole 


238 


ÓBRA'S  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que,  por  mucho  que  obrase  bien  en  adelante,  no  pudiera  al- 
canzar la  gracia  y  perdón  de  Dios. 

2.  Mientras  pensaba  así  la  religiosa,  viniéronle  deseos 
de  volver  a  pecar,  como  solía  antes;  mas  por  los  méritos 
de  la  penitencia  que  había  hecho  de  sus  pecados  y  por  la 
santa  vida  de  la  abadesa  y  demás  religiosas,  Dios  la  miró 
con  los  ojos  de  su  misericordia  e  hízola  recordar  lo  que  la 
abadesa  había  ordenado  sobre  la  virtud  de  la  esperanza  y 
demás  virtudes.  Y  estando  en  capítulo,  en  presencia  de  todas 
confesó  la  tentación  que  había  tenido  contra  la  esperanza, 
pidiendo  perdón  y  consejo  a  la  abadesa  contra  esta  tentación 
que  la  atormentaba  mucho. 

3.  Respondió  la  abadesa  y  dijo  estas  palabras:  — El 
error  contra  la  esperanza  suele  acontecer  cuando  el  hombre 
piensa  que  Dios  sea  más  justo  que  misericordioso;  y  por 
esto  muchos  caen  en  desesperación.  Mas,  siendo  Dios  mise- 
ricordioso y  mayor  que  todas  las  criaturas,  de  necesidad  3e 
sigue  que  el  hombre,  que  es  criatura,  no  pueda  pecar  tanto 
como  Dios  puede  perdonar;  por  lo  que  es  muy  necesario, 
cuando  uno  está  considerando  sus  culpas  y  pecados,  que  en- 
tonces acuda  a  pensar  en  la  gran  misericordia  de  Dios, 
a  quien  hacen  mucha  honra  todos  los  que  la  comparan  igual 
a  su  justicia,  y  por  esta  honra  que  le  hacen,  la  misericordia 
de  Dios  perdona  al  pecador  sus  pecados  y  culpas  mortales 
dándole  dolor  y  contrición  de  ellos. 

4.  El  recuerdo  de  la  encarnación  y  pasión  santísima 
del  Hijo  de  Dios  vivifica  a  la  esperanza  y  mortifica  a  la 
desesperanza;  porque,  si  Dios  quiso  unir  a  su  divina  nata- 
raleza  la  humana  y  quiso  que  ésta  padeciese  grandes  tra- 
bajos, pasión  y  muerte  para  redimirnos  del  poder  del  demo- 
nio, bien  claro  se  infiere  que,  si  nos  confiamos  en  su  piedad 
y  misericordia,  quiere  perdonarnos;  mas  por  falta  de  caridad, 
que  no  se  halla  en  el  alma  que  desespera  de  Dios,  acontece 
que  el  hombre  no  se  acuerda  de  la  santa  humildad  que  mos- 
tró en  encarnarse  y  se  olvida  de  su  santísima  pasión,  y  en 
este  modo,  la  desesperación  vence  y  se  apodera  de  la  espe- 
ranza. Pero  cuando  la  caridad  y  la  esperanza  se  concuerdan 
y  se  ayudan  entre  sí  en  oponerse  a  la  desesperación  y  al 
pecado,  entonces  obligan  a  Dios  a  que  perdone,  haciendo  qu¿ 
el  hombre  le  ame  y  confíe  en  El.  Y,  por  consiguiente,  quien 
en  su  recordar,  entender  y  querer  sabe  con  la  caridad  usar 
de  la  esperanza,  es  muy  fácil  que  a  éste  le  sean  perdonadas 
todas  sus  culpas. 

5.  Mientras  la  abadesa  decía  estas  palabras,  díjole  la 
bolsera  que  a  ella  también  le  acontecía  frecuentemente 
faltar  contra  la  esperanza  cuando  pensaba  en  el  gasto 
del  monasterio,  pues  dudaba  muchas  veces  que  pudiese  bas- 
tar el  dinero  que  tenía.  Respondióla  la  abadesa  que,  antes 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  3 2  239 


bien,  debía  suceder  lo  contrario,  pues  por  lo  mismo  tenía 
ocasión  de  acordarse  de  la  riqueza  y  largueza  de  Dios,  quien 
franquea  a  las  criaturas  todo  lo  que  necesitan;  y  si  a  la3 
bestias,  a  las  aves,  a  los  peces,  que  son  irracionales,  y  a  los 
hombres  seglares,  que  aman  y  siguen  el  mundo,  les  da  Dios 
de  qué  vivir,  injuria  nos  haría  si  faltase  en  darle  a  las  que 
estamos  en  este  monasterio  para  servirle  y  para  huir  de  lo* 
terrenos  deleites,  y  más  cuando  confiamos  en  él.  Y  de  aquí 
se  infiere  que  el  estar  el  pensamiento  en  estos  temores 
y  confiarse  al  mismo  tiempo  en  Dios,  es  virtud,  y  así  debe 
ejecutarlo  luego  que  el  hombre  se  sienta  tentado  de  este 
vicio. 


CAPÍTULO  XXXII 

DE  LA  CARIDAD 

1.  En  presencia  de  la  abadesa  y  demás  religiosas,  dijo 
una  monja  su  culpa,  en  que  había  continuado  por  mucho 
tiempo,  contra  la  caridad;  porque  había  más  amado  a  Dios 
por  el  interés  de  la  gloria  que  por  ser  quien  es,  y  mayor- 
mente  le  había  temido  por  el  temor  del  infierno  que  por  su 
bondad.  La  abadesa  respondióle  diciendo  estas  palabras: 
— De  tal  manera  es  Dios  merecedor  de  ser  amado  y  temido 
por  su  excelente  bondad  y  virtud,  que  más  debe  el  hombre 
amarle  y  temerle  por  ser  quien  es  que  para  obtener  la  gloria 
y  evitar  el  infierno;  pues  amando  la  gloria  se  ama  uno  a  sí 
propio,  y  por  este  amor  teme  las  penas  del  infierno ;  y  como 
el  hombre  debe  amar  más  a  Dios  que  a  sí,  por  eso  no  es  con- 
forme a  caridad  y  justicia  el  amar  y  temer  a  Dios  por 
aquello  que  es  menos  noble,  cuando  debe  amarle  por  ser 
Dios  lo  más  noble,  siéndolo  más  y  mejor  que  todas  las  cria- 
turas juntas. 

2.  Después  que  la  abadesa  hubo  dado  la  razón  de  cómo 
se  debe  amar  a  Dios  y  amar  la  gloria  y  temer  el  infierno, 
dijo  otra  monja  que  confesaba  su  culpa  contra  Dios  y  las 
demás  religiosas,  porque  la  intención  con  que  entró  en  la 
Orden  no  fué  regulada  por  el  amor  o  caridad  a  Dios  y  a 
las  monjas,  sí  solamente  había  entrado  porque  era  pobre 
y  no  tenía  con  qué  sustentarse  en  el  mundo.  Satisfizo  la 
abadesa,  y  dijo  que  en  una  misma  obra  puede  ordenarse  y 
desordenarse  la  intención,  porque  cuando  alguno  por  pobre- 
za'entra  en  religión,  puede  dirigir  principalmente  la  caridad 
a  Dios  y  a  la  religión,  y  después  a  sí  y  a  lo  que  necesita; 
mas  porque,  entrando  en  religión,  vuestra  principal  intención 
fué  en  vuestra  propia  conveniencia  y  no  en  amar  a  Dios, 


240 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


la  regla  y  la  compañía  de  las  religiosas,  por  eso  sois  en  la 
religión  culpable  contra  Dios  y  contra  las  religiosas,  y  quiero 
que  hagáis  penitencia  por  esta  culpa. 

3.  — La  verdad  es — dijo  otra  monja — que  yo  deseaba 
ser  abadesa  más  por  mi  honra  que  por  caridad  o  amor  que 
tuviese  a  Dios  ni  a  las  monjas. — Respondióle  la  abadesa  que 
desear  y  amar  la  prelacia  por  el  honor  es  soberbia  y  vana- 
gloria y  es  contra  Jesucristo,  quien,  viviendo  en  este  mundo, 
quiso  ser  humilde  y  pobre ;  mas  desearla  para  servir  a  Dios 
y  enderezar  y  ordenar  por  las  sendas  de  la  virtud  y  salva- 
ción a  los  que  van  desordenados  y  descaminados,  esto  sí  es 
amar  a  Dios  y  a  su  prójimo,  y  es  caridad  muy  de  su  gusto 
y  agrado.  Y,  por  consiguiente,  para  mortificar  y  desvanecer 
tan  vanos  y  locos  deseos  como  son  el  desear  prelacias  por 
obtener  honores,  conviene  acordarse  de  la  vida  de  Jesucristo 
y  de  los  santos,  que  siempre  amaron  la  pobreza  y  humildad. 
Puede  también  vencerlos  si  considera  los  trabajos  que  en 
gobernar  a  sus  súbditos  sostiene  el  prelado,  siéndolo  para 
servir  a  todos.  Y  así,  claro  está  que  el  yerro  que  habéis 
cometido  en  desear  locamente  la  prelacia  fué  contra  vuestra 
libertad,  porque  ser  monja  conventual  es  estar  sujeta  a  su 
menor,  y  ser  abadesa  es  estar  en  sujeción  y  servidumbre  de 
todas;  por  lo  que,  si  fuese  del  gusto  de  Dios  y  de  las  mon- 
jas, cuando  vuestra  voluntad  fuese  bien  ordenada,  con  gran- 
dísimo gusto  trocaría  con  vos  el  empleo. 

4.  — Señora  abadesa — dijo  otra — ,  tiempo  ha  que  estoy 
deseando  haber  caridad  con  Dios  y  mi  prójimo,  y  como  soy 
-ignorante,  quisiera  me  diese  doctrina  y  enseñanza  para 
lograrlo. — Respondió  la  abadesa  que  quien  desea  tener  ca- 
ridad, según  conviene  tenerla,  es  menester  que  la  sepa 
recordar  y  entender,  porque,  si  falta  sabiduría  en  su  memoria 
y  entendimiento,  no  puede  estar  en  su  voluntad  la  caridad; 
por  eso,  pues,  conviene  lo  primero  entender  y  acordarse 
frecuentemente  de  Dios  y  de  su  poder,  sabiduría,  amor  y 
de  sus  obras  y  virtudes,  y  de  la  vileza  y  miseria  de  este 
mundo,  de  la  gloria  del  paraíso  y  penas  del  infierno ;  y  tener 
presente  el  gran  amor  que  Dios  usó  con  nosotros  haciéndo 
nos  a  todos  de  una  misma  naturaleza,  carne  y  sangre,  la 
cual  quiso  por  nuestro  amor  unir  a  sí  el  Hijo  de  Dios  y  en 
ella  morir  crucificado  por  nosotros.  Con  este  modo  de  re- 
cordar y  entender  concibe  la  voluntad  caridad  y  amor;  y  por 
olvidarle  e  ignorarle  huye  y  escapa  el  amor  de  nuestra 
voluntad,  y  se  introduce  en  ella  la  ira,  la  iniquidad,  la  fal- 
sedad y  la  malicia. 

5.  Después  de  esto  exhortó  la  abadesa  a  todas  las 
religiosas  a  esforzarse  en  obtener  la  caridad,  pues  no  se 
resiste  a  ninguno  que  la  busca,  pudiendo  cada  cual  alcan- 
zarla a  medida  de  sus  deseos.  —Con  la  caridad — decía — , 


LIHko  DE  EVAST  Y  BLA  NQU  ERNA .    -C.  24  I 


puede  el  hombre  sostener  cualquier  género  de  trabajo,  ha- 
ciendo que  sea  fácil  y  suave  lo  que  parece  fuerte  y  dificultoso 
de  sufrir,  y  en  lo  que  es  agradable  al  deseo  y  al  pensamien- 
to, la  caridad  llena  de  júbilo  al  hombre  1  siempre  que  lo 
sepa  con  caridad  recordar  y  entender,  que  hizo  bajar  al 
mismo  Dios  desde  el  cielo  a  la  tierra;  hizo  que  se  encarnase, 
llorase  y  sufriese  trabajos  hasta  hacerle  morir  crucificado. 
La  caridad  hizo  que  crease  al  mundo  y  cuanto  tiene  ser, 
y  su  caridad  está  proveyendo,  hoy  y  cada  día,  a  nosotros 
y  todas  las  criaturas,  y  nos  las  dió  todas  para  que  nos  sirvan, 
y  nos  da  nosotras  a  nosotras  mismas  para  que  con  aquéllas 
y  con  nosotras  a  Dios  sólo  sirvamos;  y  aún  más,  la  caridad 
divina  ha  creado  para  nosotros  el  paraíso,  al  cual  nos  llama, 
adonde  tengamos  gloria  perdurable.  Luego  si  tantos  bienes, 
tan  grandes  y  tan  útiles  y  necesarios  nos  acarreó  la  caridad, 
comunicándose  ésta  tan  liberalmente  a  quien  la  desea,  gran 
maldad,  gran  iniquidad  y  gran  culpa  tiene  el  corazón  Je 
aquel  en  quien  no  habita  la  caridad. 


CAPITULO  XXXIII 

De  la  justicia 

1.  En  dicho  monasterio  había  una  monja  muy  grave- 
mente enferma.  Y  como  la  abadesa  acostumbraba  cada  día 
buscar  todo  el  convento  por  si  había  algo  que  mejorar,  o  si 
de  su  presencia  podía  seguirse  algún  fruto,  entró  también 
en  la  enfermería,  y  encontró  aquella  enferma  que  estaba 
muy  impaciente  en  su  enfermedad,  de  manera  que  con  sus 
palabras,  llenas  de  ira  y  despecho,  daba  indicios  de  que  su 
alma  no  estuviese  justificada. 

2.  Lo  que  dió  motivo  a  la  abadesa  de  preguntar  a  la 
monja  qué  había  hecho  de  la  justicia,  caridad,  fortaleza  y 
paciencia  y  en  dónde  las  había  dejado  l.  — Es — dijo — tan 
vehemente  y  agudo  el  dolor  de  este  mal  que  me  está  aniqui- 
lando, que  no  es  dable  pueda  caber  en  mi  alma  virtud  algu- 
na, y  estoy  tan  llena  de  ira  y  me  domina  ésta  de  manera 
que  más  presto  deseara  la  muerte  que  la  vida. 

3.  — ¡Hay  tal  locura! — dijo  la  abadesa — .  Dime  por  tu 
vida:  ¿cuál  te  parece  sería  mayor  pena  de  estas  dos:  o  el 
estarte  bajo  de  una  gran  montaña  de  azufre  y  fuego  o  la 


1  «fa  hom  alegrar  totes  les  vegades  que  hom  ab  caritat  ho  sabrà 
membrar  e  entendre.  Tant  ús  noble  e  alta  virtut  caritat,  que  Deu 
feu  devallar  del  cel  en  terra». 

1  El  autor  calla  «y  en  donde  las  había  dejado». 


242 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


enfermedad  que  padeces  y  que  murieses  sin  justicia?  Es 
muy  seguro  que,  si  mueres  así,  irá  tu  alma  a  habitar  entre 
las  llamas  del  infernal  fuego  sin  fin.  ¿Quién  piensas  que 
es  el  que  te  da  la  enfermedad?  Sepas  que  el  no  tener  tú 
paciencia  es  no  amar  a  Dios  ni  a  su  justicia  2,  quien  te  da 
este  mal  para  castigo  de  tus  culpas,  y  te  opones  a  su  justicia 
con  no  amar  sus  obras.  No  tienes  fortaleza  en  tu  corazón, 
porque  la  enfermedad,  ahuyentando  a  la  caridad  y  justicia, 
puso  en  él  la  ira,  la  impaciencia  y  la  injuria.  Dándote  Dios 
esa  enfermedad,  te  pide  que  tú  misma  te  des  a  él  con  jus- 
ticia, caridad  y  paciencia,  para  darte  la  salud  de  la  eterna 
bienaventuranza. — Tantas  y  tan  buenas  palabras  dijo  la 
abadesa  a  la  enferma  hasta  que  la  caridad,  paciencia,  forta- 
leza y  justicia  recobraron  aquella  alma  perdida,  y  dijo  enton 
ees  la  monja  estas  palabras: 

4.  "Adorote  y  bendigo,  divina  virtud  de  justicia,  porque 
me  castigas  y  me  sustentas,  no  castigándome  según  la  mul- 
titud de  mis  culpas,  mereciendo  ya  padecer  estos  trabajos 
y  muchos  más.  Haz  de  mí,  Señor,  lo  que  sea  más  de  tu 
agrado  y  que  mi  voluntad  quiera  solamente  lo  que  tú  quieras. 
No  soy  digna  de  merecer  la  gloria,  pues  por  mis  culpas  sóio 
merezco  perdurables  penas.  Si  quieres  castigarme,  ejercita- 
rás en  mí  tu  gran  justicia,  y  tu  gran  misericordia,  si  me 
perdonas.  En  lo  uno  y  en  lo  otro,  Señor,  adoro  tu  infinita 
justicia  y  espero  en  tu  dulce  misericordia,  a  quien  está  ro- 
gando por  nosotros  la  Reina  del  cielo."  Mientras  que  la  re- 
ligiosa hacía  estos  coloquios,  sintió  tanta  devoción  con  que 
la  caridad,  justicia,  fortaleza  y  paciencia  habían  ilenado  su 
corazón,  que  en  adelante  le  fué  muy  fácil  de  tolerar  la  en- 
fermedad. 

5.  Después  que  la  abadesa  hubo  con  su  buena  doctrina 
consolado  a  la  enferma,  entró  en  un  aposento  secreto  que 
servía  de  cárcel,  donde  estaba  otra  monja  por  haber  faltado 
a  su  honestidad  y  a  la  Regla  de  la  Orden .  Vino,  pues,^  a 
verla  y  consolarla  en  la  penitencia  que  hacía,  y  encontróla 
arrodillada  llorando  y  que  con  sollozos  decía  así:  "¡Oh  santa 
justicia  de  Dios,  bajo  cuyo  dominio  están  sujetas  todas  las 
cosas!  Adorote  y  bendigo,  porque  en  los  trabajos  que  sufro 
conozco  tu  equidad  y  mis  culpas,  de  cuyo  conocimiento  nace 
para  mi  alma  él  consuelo.  Tu  justicia  me  obliga  a  amarlo, 
y  mis  pecados  excitan  en  mí  el  desconsuelo.  Cuanto  más 
fuertemente  me  castigas,  tanto  más  te  me  das  a  conocer  y 
te  demuestras,  haciendo  que  más  me  acuerde  de  tu  gran 
misericordia;  por  lo  que  estoy  resuelta  de  permanecer  siem- 
pre en  esta  pena  que  siento  en  el  cuerpo,  para  que  mi  alma 
pueda  de  continuo  conocerte,  amarte  y  contemplarte  y  pueda 


'7  No  leemos  en  el  texto  primitivo  «ni  a  su  justicia». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLAÑQUERNA .- — C.  33  2  l 


en  ti  siempre  alegrarme."  Tan  devotas  y  santas  fueron  las 
palabras  que  decía  esta  monja,  que  movieron  a  devoción 
y  misericordia  a  la  abadesa  para  el  perdón,  quien,  llorosa 
y  compasiva,  le  dijo: 

6.  — No  es  conveniente  que  haya  falta  allí  donde  la 
justicia  de  Dios  quiere  tener  su  comunicación  y  residencia. 
Y  así,  estoy  dispuesta  a  perdonaros,  y  aun  a  solicitar  quy 
todas  las  religiosas  os  perdonen,  supuesto  que  la  divina 
justicia  perdona  a  todos  los  que  bendicen  y  alaban  en  sus 
obras.  Descarnada  y  macilenta  os  miro  por  la  grande  aflic- 
ción de  vuestro  cuerpo:  pobres  y  rotos  están  vuestros  vesti- 
dos, poca  y  ruin  es  vuestra  comida;  vuestra  cama  son  duros 
sarmientos,  y  la  soledad  y  las  tinieblas  son  vuestra  compa- 
ñía; pero  vuestra  alma  tiene  por  compañía  el  divino  esplen- 
dor, que  os  hace  conocer  y  amar  su  justicia.  Pedid,  y  se  os 
dará.  Arrepentios,  y  se  os  perdonará.  Vuestra  contrición 
y  devoción  os  hacen  más  noble  que  a  mí  la  virginidad. 

7.  Terminó  su  devoto  discurso  con  el  llanto  de  la  aba- 
desa, a  quien  la  religiosa  dió  repetidas  gracias,  y  añadió  ser 
muy  natural  al  Señor,  que  es  bueno,  el  amar  y  desear  el  bien 
y  la  bendición  de  sus  súbditos.  — Esta  mi  cárcel — dijo — 
y  modo  de  vida  sirve  de  escarmiento  y  enseñanza  a  las  de- 
más, para  que  teman  de  macular  sus  cuerpos  cometiendo 
alguna  falta  o  alguna  maldad.  Perdón  pido,  arrepentida  de 
mis  culpas  y  pecados,  y  que  por  todos  los  días  de  mi  vida 
me  dejen  estar  en  la  penitencia  en  que  al  presente  estoy, 
pues  cuanto  mayores  son  los  trabajos  que  siento  en  mi  per- 
sona, tanto  más  mi  alma  queda  exaltada  en  Dios.  El  sea 
en  mi  alma,  y  más  que  se  me  multipliquen  trabajos  y  peni- 
tencias. 

8.  Terminada  esta  plática,  salió  la  abadesa  y  fuése  a 
la  huerta,  donde  vió  bajo  de  un  árbol  otra  monja  quo 
lloraba.  Esta  había  vivido  en  el  siglo  con  grandes  riquezas 
y  honores,  y,  acordándose  de  los  placeres  y  deleites  que 
antes  solía  gozar,  sentía  mucho  la  vida  áspera  a  que  estab-a 
precisada  en  el  monasterio.  Preguntóle  la  abadesa  el  motivn 
de  su  llanto  y  desconsuelo,  y  luego  la  monja  le  exprés* 
cuanto  tenía  en  su  corazón.  ■ — ¡Oh  alma  loca  e  injusta! — ex- 
clamó la  abadesa — ,  ¿has  pensado  y  reflexionado  algún  tiem- 
po que  hay  justicia,  y  que  con  viandas  ásperas  castiga  a  los 
que  en  el  mundo  comieron  delicadamente,  y  con  humildes 
vestidos  humilla  a  los  que  vistieron  soberbias  y  ricas  ves- 
tiduras, y  con  ásperas  y  duras  camas  atormenta  a  los  que 
las  buscaron  blandas  y  delicadas?  ¿Cómo  no  vas,  ¡oh  in- 
sensata!, a  llorar  a  la  iglesia?  ¡Vete  allí,  y  levanta  los  ojos 
a  la  cruz,  y  mira  a  nuestro  esposo  Jesucristo,  Señor  de  cíelo 
y  tierra,  en  cuál  cama  descansa!  ¡Mira  cómo  están  teñidas 
sus  vestiduras  de  color  bermejo,  es  a  saber,  de  la  sangre  que 


244 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


salió  de  su  cuerpo  precioso!  ¡Mira  cómo  está  desnudo,  cru- 
cificado y  desamparado!  ¡Sed  tuvo  :!,  pero  mira  cómo  le 
dieron  a  beber  vinagre  con  sal  y  hiél  mezclado!  ¡Mira  con 
qué  corona  de  agudas  y  penetrantes  espinas,  por  honor, 
ciñeron  su  cabeza!  ¡Y  considera  también  cómo  su  delicado 
y  precioso  cuerpo  fué  cruelmente  azotado  y  llagado! — Con 
tal  energía  reprendió  la  abadesa  a  aquella  monja  y  quedó 
ésta  tan  edificada  para  en  adelante,  que  jamás  cupo  en  su 
corazón  aquel  loco  pensamiento,  como  antes  solía. 


CAPÍTULO  XXXIV 

DE  LA  PRUDENCIA 

1.  Una  monja  estaba  en  un  pecado  sin  tener  conocimien- 
to cierto  de  si  era  venial  o  mortal,  ni  buscaba  saberlo,  porque 
deseaba  continuar,  y  temía  haberle  de  dejar  sabiendo  fue- 
se mortal.  Aconteció,  pues,  un  día  que,  mientras  estaba  en 
capítulo  con  la  abadesa,  tuvo  conciencia  de  la  falta  que 
había  cometido  contra  sabiduría,  como  llevamos  dicho;  pidió 
perdón  de  su  pecado  1,  y  di  jóle  entonces  la  abadesa  estas 
palabras : 

2.  - — Dios  ha  dado  al  hombre  razón  y  discreción  para 
usar  de  ellas  contra  el  pecado,  amando  las  virtudes  y  abo- 
rreciendo los  vicios.  Cuando  el  hombre  no  quiere  servirse 
de  la  razón  para  excusarse  de  tener  conciencia  del  pecado 
en  que  está,  entonces  la  justicia  de  Dios  tiene  razón  de 
quitarle  la  discreción  y  conciencia  mientras  vive  en  este 
mundo;  y,  por  eso,  en  él  estamos  viendo  muchos  pecadores 
que  tienen  obcecados  los  ojos  del  entendimiento,  para  que 
de  aquí  en  adelante  no  tengan  conciencia  ni  contrición  de 
sus  pecados,  y  vemos  que  mueren  muchos  en  tal  estado,  en 
que  bien  se  puede  conocer  que  van  condenados,  pues  no  sa- 
tisfacen ¡los  agravios  e  injurias  que  han  hecho  a  otros,  ni  tie- 
nen en  el  fin  de  su  vida  contrición  de  sus  pecados.  Y  como 
la  justicia  y  sabiduría  tienen  entre  sí  compañía  y  amistad, 
de  aquí  que  la  justicia  castiga  a  los  que  no  honran  a  la  sa- 
biduría. 

3.  Mientras  que  la  abadesa  en  capítulo  hacía  este  dis- 
curso, estaba  allí  otra  monja  que  tenía  un  hijo  en  aquella 
ciudad,  grande  abogado,  quien  antes  quería  estudiar  las  divi- 
nas letras  y  entrar  en  religión;  mas  la  madre  le  hizo  estu- 


8  «Set  hac  :  vejas  com  de  sal,  suja,  fel,  vinagre  fo  abeurat.» 
1  1£1  autor  pasa  en  silencio  «pidió  perdón  de  su  pecado». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAÏÍQÜERNA . — Ç .  34  24$ 


diar  leyes  y  el  derecho  civil  para  que  fuese  seglar  y  se 
casase.  Acordóse,  pues,  esta  religiosa  de  haber  visto  mu- 
chas veces  que  su  hijo  se  servía  malamente  de  su  ciencia, 
por  lo  que  hízose  conciencia  de  las  faltas  que  había  hecho 
contra  la  sabiduría  y  dijo  estas  palabras: 

4.  — Culpable  me  confieso  contra  la  sabiduría  y  contra 
la  Sagrada  Escritura,  por  la  cual  el  hombre  tiene  conoci- 
miento de  Dios. — Y,  en  consecuencia,  pidió  esta  religiosa  per- 
dón de  su  culpa,  según  hemos  insinuado  antes.  Entonces  le 
dijo  la  abadesa  que  muy  gravemente  había  errado  contra  la 
sabiduría  y  contra  el  don  del  entendimiento  que  da  el 
Espíritu  Santo,  porque  la  voluntad  que  tenía  su  hijo  de 
ser  religioso  y  de  aprender  la  Sagrada  Escritura  le  había 
sido  dada  de  Dios  por  el  Espíritu  Santo,  quien  quería  darte 
también  sabiduría  y  entendimiento  para  ser  de  él  conocido 
y  amado  y  darle  la  celestial  bienaventuranza.  — Y  por  esto 
— añadió — ,  de  aquella  falta  y  de  todas  las  demás  culpas 
y  pecados  que  hará  vuestro  hijo  usando  mal  del  derecho 
y  ciencia 2  que  aprendió  tiene  la  culpa  su  madre,  por  la 
cual  tendrá  menos  gloria,  si  se  salva,  y  pena  mayor,  si  se 
condena. — Mucho  se  movió  la  abadesa  contra  esta  religiosa 
y  grande  fué  la  penitencia  que  le  impuso. 

5.  En  el  mismo  tiempo  que  la  abadesa  hablaba  de  los 
dones  que  da  el  Espíritu  Santo,  una  monja  se  acordó  en 
sí  misma  de  la  ignorancia  en  que  estaba,  porque  no  sabía 
los  diez  mandamientos  de  la  ley,  ni  los  catorce  artículos 
de  la  fe,  ni  los  siete  dones  que  da  el  Espíritu  Santo,  ni  las 
ocho  bienaventuranzas  que  nuestro  Señor  Jesucristo  prome- 
tió en  su  Evangelio,  ni  sabía  las  siete  virtudes,  por  las  cua- 
les va  el  hombre  al  paraíso,  ni  los  siete  pecados  mortales, 
por  los  cuales  se  va  al  fuego  del  infierno.  Todas  estas  cosas 
ignoraba  esta  religiosa  en  su  alma,  siendo  tan  necesario  y 
provechoso  el  saberlas.  De  esta  ignorancia  contraria  a  la 
sabiduría  pidió  perdón,  rogando  se  las  enseñasen  todas. 

6.  Muy  vivamente  reprendió  la  abadesa  a  esta  monja 
con  estas  palabras:  — Quien  ignora  los  diez  mandamientos 
de  la  ley,  ¿cómo  sabrá  ser  obediente  a  Dios?  Y  si  es  inobe- 
diente, ¿cómo  lo  sabrá  conocer?  Y  quien  no  sabe  los  catorce 
artículos  de  nuestra  santa  fe,  claro  está  que  no  sabe  creer 
ni  usar  de  fe,  según  conviene.  Y  quien  no  sabe  los  siete 
dones  del  Espíritu  Santo,  ¿cómo  ha  de  agradecérselo,  si 
ignora  lo  que  le  da?  Y  el  que  ignora  las  ocho  bienaventu- 
ranzas, no  ha  de  saber  desear  la  gloria  perdurable.  Y  quien 
no  sabe  e  ignora  las  siete  virtudes,  ¿cómo  tendrá  luz  para 
ver  las  sendas  por  donde  se  camina  a  la  salvación?  Y  fl 


1  «de  la  ciencia  del  derecho»  reza  el  original. 


246 


OBRAS  LITERARIAS   DE   RAMON  LLULL 


que  no  sabe  conocer  los  siete  pecados  mortales,  ¿  cómo  sabrá 
guardarse  de  ellos,  arrepentirse  y  confesarse,  y  cómo  ha 
de  tener  contrición  de  haberlos  cometido?  Quien,  pues,  desea 
saber  todo  lo  sobredicho,  lea  el  libro  de  Doctrina  pueril, 
donde  estas  y  muchas  otras  cosas  buenas  se  hallan  escritas. 


CAPÍTULO  XXXV 

De  la  fortaleza 

1.  Así  como  a  la  prudencia  llamamos  sabiduría,  así  tam- 
bién a  la  valentía  de  ánimo  llamamos  fortaleza,  para  que 
las  mujeres  lo  entiendan  más  fácilmente.  Mientras,  pues,  una 
religiosa  todos  los  días  adoraba  a  Dios,  rogando  le  diese 
las  siete  virtudes  para  servirle  con  éstas  y  que  la  defendiese 
de  los  siete  pecados  mortales,  era  frecuentemente  tentada  de 
vanagloria  por  su  buena  vida  y  devota  oración  que  hacía,  en 
la  cual  la  caridad  y  contrición  de  sus  culpas  la  hacían  llorar 
y  acordarse  de  la  misericordia  de  Dios. 

2.  Era  tan  fuertemente  tentada  de  esta  vanagloria  aque- 
lla religiosa,  que  le  parecía  que  Dios  debía  de  hacer  por  ella 
milagros  y  que  ¡la  debía  honrar  en  su  gloria  más  que  a  todas 
las  otras  mujeres.  Un  día,  estando  la  religiosa  con  esta 
vanagloria  en  su  oración,  conoció  su  falta,  y  quedó  muy 
maravillada  de  que  tan  mal  pensamiento  como  es  la  vana- 
gloria pudiese  entrar  en  su  alma  cuando  estaba  en  tan  de- 
vota oración.  Por  lo  cual,  hallándose  en  capítulo,  en  presencia 
de  las  demás,  confesó  su  culpa  y  preguntó  a  la  abadesa  de 
dónde  podía  venirle  esta  falta.  A  la  que  satisfizo  diciendo : 

3.  — (Compañía  y  hermandad  tienen  las  mismas  virtudes 
entre  sí,  porque  las  unas  son  exaltadas  por  las  otras,  morti- 
ficando a  los  vicios.  De  donde,  cuando  la  caridad,  justicia, 
fe  y  esperanza  son  muy  altas  y  sublimes  en  contemplar  las 
virtudes  de  Dios,  entonces  la  prudencia  y  la  fortaleza  quie- 
ren estar  en  su  compañía;  y  por  esto,  cuando  acontece  que 
el  alma  viene  a  ser  tentada  de  vanagloria,  si  tiene  bastante 
sabiduría  para  conocer  aquella  tentación  y  está  fuerte  la 
razón  para  resistirle,  entonces  se  inclina  su  memoria  a  en- 
tender la  vileza  en  que  está  por  el  pecado  y  sube  el  enten- 
dimiento a  entender  la  nobleza  y  verdad  de  Dios,  y  a  las 
horas  la  sabiduría  1  esfuerza  su  alto  poder  y  es  virtud  en 
compañía  de  otras  virtudes.  Pero  cuando  la  vanagloria  ven- 
ce, y  el  alma  se  olvida  de  sus  culpas,  y  no  entiende  en  las 

1  «Adones  saviea  força  son  alt  poder  en  virtut  en  la  companyia 
de  las  altres  virtuts». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUÉRNA. — C.  35  247 


virtudes  de  Dios,  y  consiente  en  la  vanagloria,  entonces  por 
falta  de  sabiduría  y  valentía  de  ánimo  descaecen  las  otras 
virtudes  al  pecado  y  se  desvanecen. 

4.  Después  que  la  abadesa  hubo  explicado  el  modo  con 
que  en  la  oración  muchas  veces  se  mezcla  entre  las  virtudes 
la  vanagloria,  la  cual  tentación  suele  molestar  a  los  que 
hacen  buenas  obras,  otra  monja  le  dijo  que  muchas  veces 
estaba  tentada  de  salirse  de  la  religión,  de  lo  cual 2  se  sentía 
culpable  delante  de  Dios,  y  arrepentida  pedía  corrección  y 
doctrina.  Respondióle  la  abadesa  que  aquella  tentación  era 
por  flaqueza  y  falta  de  valentía  de  ánimo  en  quien  hay  falta 
de  caridad  para  amar  la  religión  y  despreciar  al  mundo;  por- 
que, acordándose  la  memoria  del  mundo  y  sus  deleites  y  ol- 
vidando la  honestidad  y  santa  vida  de  las  buenas  religiosas 
que  viven  en  religión,  queda  la  fortaleza  mortificada  en  la 
voluntad,  y  por  eso  debe  el  hombre  olvidar  aquellas  cosas 
que  pueden  ocasionarle  la  tentación  y  debe  recordar  con  gran 
valentía  de  ánimo  otras  cosas  buenas  contrarias  a  la  dicha 
tentación. 

5.  Otra  monja  dijo  a  la  abadesa  que  cada  día  tenía  ten- 
tación de  regalarse  comiendo  y  bebiendo  y  de  hablar  mal  de 
la  Regla  de  la  Orden.  Y  la  abadesa  le  respondió  que  Dios 
quiso  ordenar  que  las  criaturas  fuesen  muchas  y  distintas, 
para  que  en  muchos  y  distintos  modos  sirviesen  al  hombre, 
a  quien  las  ha  dado  para  que  el  hombre  en  muchas  maneras 
sirva  a  Dios.  Y  por  esto,  la  tentación  es  para  que  la  for- 
taleza venza  con  la  abstinencia  a  la  gula  y  a  la  desordena- 
ción de  las  palabras,  y  este  vencimiento  logra  cuando  la  ca- 
ridad y  la  justicia  le  ayudan  contra  los  pecados,  y  entonces 
la  tentación  es  ocasión  a  las  virtudes  para  que  pongan  en 
uso  la  virtud  que  Dios  les  ha  dado,  a  fin  que  el  alma  logre 
por  ello  mayor  gloria. 

6.  En  el  mismo  capítulo  asistía  una  religiosa  muy  bella 
y  de  muy  noble  familia,  quien  había  dado  al  convento  mu- 
chas riquezas.  Era  ésta  muy  a  menudo  tentada  de  soberbia, 
y  pidió  a  la  abadesa  quisiese  darle  algún  consejo  contra  este 
vicio.  Aconsejóle  la  abadesa  que,  todas  las  veces  que  le  vi- 
niera esta  tentación,  entrase  en  el  huerto,  y  que  mirase  al 
jumento  que  rodaba  la  noria,  y  que  pensase  por  cuál  cosa 
del  mundo  quisiera  ser  jumento,  y  aquello  mismo  que  ella 
despreciaría  para  no  serlo  le  fortalecería  su  corazón  contra 
la  soberbia,  pensando  en  Dios,  quien  habría  podido  hacerla 
tal  si  hubiese  querido.  Y  más  le  dijo:  que,  después  de  esta 
consideración,  anduviese  al  cementerio,  y  que  imaginase  los 
muertos  que  estaban  allí,  y  pensase  en  la  corrupción  y  fetor 
de  sus  carnes,  y  se  acordase  de  la  inmundicia  y  suciedad  que 


5  El  original  calla  tdc  lo  cunl...  doctrina», 


248  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sale  de  su  estómago,  y  después  anduviese  a  la  iglesia,  y  que 
contemplase  en  la  cruz,  para  recordarse  a  cuánta!  humildad 
quiso  humillarse  Dios.  Todas  estas  cosas  y  muchas  más  dijo 
la  abadesa  a  esta  religiosa  por  darle  doctrina  para  fortalecer 
su  corazón  contra  la  soberbia,  y  que  todas  las  cosas  repu- 
diase y  despreciase  antes  que  ofender  a  Dios  nuestro  Señor. 


CAPÍTULO  XXXVI 

DE  LA  TEMPLANZA 

1.  Hallábase  la  abadesa  en  capítulo,  cuando  dijo  estas 
palabras :  — !Por  virtud  de  Dios  hemos  ordenado  y  tratado  de 
las  virtudes  antes  expresadas.  Ahora  conviene  que  tratemos 
de  la  virtud  de  templanza,  y  quiero  saber  si  hay  entre  nos- 
otras alguna  monja  que  haya  cometido  alguna  falta  contra 
esta  virtud. — \A\\  oír  esto,  dijo  una  religiosa  que  no  tenia 
conocimiento  de  la  virtud  de  templanza,  por  lo  cual  ignoraba 
si  en  ella  había  faltado.  La  abadesa  dijo  que  la  templanza 
es  una  virtud  que  está  en  medio  entre  lo  poco  y  lo  mucho. 
Y  por  que  se  dé  más  clara  noticia  de  esto,  supongamos  que 
por  lo  mucho  se  entiende  la  grandeza  de  Dios,  la  cual  es 
mayor  que  todas  las  demás  cosas,  sin  que  por  esto  se  siga 
alguna  desordenación,  y  por  lo  poco  se  entiende  el  hombre, 
porque  en  Dios  ninguna  cosa  hay  que  sea  poca.  Y  porque 
lo  mucho  y  lo  poco  constituyen  el  medio  en  la  criatura,  no 
cabe  haJber  en  Dios  templanza,  por  cuanto  en  sí  no  tiene  cosa 
alguna  que  sea  mucho  ni  poco  \  pero  sí  en  el  hombre,  quien 
tiene  mucho  y  poco  y  según  distintos  término»  es  en  sí  mucho 
y  poco  naturalmente. 

2.  — Por  otro  modo — ^prosiguió  la  abadesa — ,  Dios  ha 
creado  a  la  templanza  entre  dos  términos,  es  a  saber,  entre 
lo  poco  y  lo  mucho,  para  que  la  templanza  sea  medio  por  el 
cual  el  hombre  pueda  y  sepa  usar  la  sabiduría,  justicia,  for- 
taleza, caridad  y  de  las  demás  virtudes,  porque  en  el  comer 
y  en  el  beber,  en  el  dormir  y  en  el  velar,  en  el  hablar  y  en 
el  callar,  en  el  andar  y  en  el  estar,  en  el  vestir  y  en  el  cal- 
zar, en  el  gastar  y  en  el  guardar,  en  el  imaginar  y  discurrir 
y  en  otras  cosas  semejantes  tiene  necesidad  el  hombre  de  la 
templanza,  a  fin  de  que  la  sabiduría  tenga  conocimiento  de 
lo  que  es  mucho  y  de  lo  que  es  poco,  y  que  la  caridad  ame 
el  medio,  y  la  justicia  saque  de  los  vicios  templanza  y  la  dé 
a  la  caridad,  y  que  la  fortaleza  sea  en  el  corazón  del  nombre 


1  El  autor  pasa  en  silencio  «pero  sí...  naturalmente». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLÀNQUERNA.  -C.  37  24-9 


contra  lo  mucho  y  lo  poco,  para  que  se  convenga  con  la  tem- 
planza, por  la  cual  la  fortaleza  se  concuerda  con  las  demás 
virtudes  que  con  la  templanza  concuerdan. 

3.  Después  de  haber  la  abadesa  enseñado  la  manera  con 
que  se  halla  concordancia  entre  la  templanza  y  las  otras 
virtudes,  la  religiosa  se  acordó  de  las  faltas  que  había  hecho 
contra  la  templanza,  y  exclamó  diciendo:  — ¡Ay  de  mí,  pe- 
cadora! ¡Oh,  cuán  grande  es  mi  culpa  en  lo  que  he  faltado 
por  mi  ignorancia  en  el  comer  y  beber,  en  el  hablar  y  en 
otras  cosas  contra  justicia,  sabiduría,  fortaleza  y  templanza ! 
Pues  la  justicia  me  daba  conciencia  y  la  sabiduría  me  reve- 
laba lo  que  era  mucho  y  lo  que  era  poco,  para  que  la  caridad 
amase  a  la  templanza;  y  por  haber  dado  Dios  al  alma  la 
libertad  para  poder  usar  de  estas  virtudes  y  no  haber  mi 
alma  querido  usar  de  ellas,  antes  usó  de  los  vicios,  de  aquí 
soy  culpable,  y  pido  perdón  y  penitencia  de  mi  culpa. 

4.  Entonces  dijo  la  abadesa  a  las  monjas  que  en  el  alma 
hay  tres  potencias,  es  a  saber:  memoria,  entendimiento  y 
voluntad,  y  cuanto  obra  el  alma  es  con  estas  tres  potencias, 
y  así,  para  que  nuestra  alma  sea  ordenada  en  sus  operacio- 
nes, es  preciso  que  cada  cual  de  nosotras  sea  ordenada  en 
estas  tres  potencias,  por  das  cuales  tenga  ordenación  en  los 
cinco  sentidos  corporales,  los  que  conviene  sean  ordenados 
por  el  alma  en  sus  siete  virtudes  principales  y  en  los  actos 
de  estas  virtudes  2,  según  hemos  dicho  antes,  la  cual  orde- 
nación lograremos  si  nosotras  somos  ordenadas  en  las  tres 
potencias  del  alma.  Por  lo  cual,  en  primer  lugar,  es  bien  que 
tratemos  de  la  memoria. 


CAPÍTULO  XXXVII 

De  la  memoria 

1.  — (La  memoria — dijo  'la  abadesa — fué  dada  a  nuestra 
alma  para  que  nos  acordemos  del  Soberano  Bien,  de  donde 
tienen  principio  y  se  derivan  todos  los  bienes,  el  cual  nos 
creó  y  nos  hizo  gracia  de  juntarnos  en  este  monasterio  para 
acordarnos  de  él  y  olvidar  las  vanidades  de  este  mundo,  y 
recibir  premio  en  el  otro,  para  olvidar  en  nuestras  almas 
toda  culpa.  Y  habiendo  nosotras  recibido  de  Dios  tantos  be- 
neficios, y  en  particular  habiendo  Dios  tomado  nuestra  natu- 
raleza, entregándola  a  grandísimos  trabajos  y  grave  muerte 
para  salvarnos,  es,  sin  duda,  grande  la  obligación  en  que 
estamos  de  acordarnos  de  todas  estas  cosas  en  todo  el  tiempo 


-  Igualmente  calla  «y  en  los  actos  de  estas  virtudes». 


250 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  nuestra  vida  y  en  todas  las  horas  del  día.  Y  por  eso,  quiero 
y  mando  que  cada  una  de  vosotras  recuerde  todos  los  días 
la  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor  y  per- 
fección de  Dios,  y  que  os  acordéis  y  penséis  en  su  santa  en- 
carnación y  pasión  y  en  las  otras  cosas  pertenecientes  a 
Dios,  porque  con  estas  -memoria»  desaparecen  las  tentacio- 
nes, y  vienen  a  olvidarse  los  trabajos,  y  queda  el  alma  ilu- 
minada con  luz  de  bendición. 

2.  Acordarnos  conviene  de  la  gloria  del  paraíso  para 
desearla  y  de  las  penas  del  infierno  para  temerlas,  no  olvi- 
dándonos de  la  muerte,  a  fin  de  que  estemos  preparadas,  pues 
tenemos  certeza  que  hemos  de  morir  y  no  sabemos  cuándo. 
Acordémonos  que  venimos  de  la  nada,  para  que  no  haya  en- 
tre nosotras  soberbia  ni  presunción,  sin  olvidar  la  podredum- 
bre y  corrupción  de  nuestro  cuerpo,  para  tener  humildad  y 
mansedumbre.  Acordémonos  las  unas  de  las  otras  y  abracé- 
monos con  caridad  y  justicia,  para  que  la  paz  esté  siempre 
entre  nosotras.  Si  sabemos  memorar,  sabremos  olvidar,  y  si 
sabemos  Olvidar,  sabremos  memorar,  y  en  sabiendo  memo- 
rar y  olvidar,  sabremos  entender  y  amar.  Consideremos  nues- 
tros pecados,  para  acordarnos  de  la  justicia  y  misericordia 
de  Dios,  y  tengamos  en  la  memoria  las  virtudes,  para  que 
las  amemos. 

3.  No  es  conveniente  acordarnos  de  lo  que  hacíamos 
en  el  mundo,  pues  con  este  recuerdo  se  mueve  la  voluntad  a 
desear  el  mundo,  y  cuando  nos  halláremos  en  alguna  tenta- 
ción, recurramos  a  Dios  y  a  la  Virgen  María  Santísima  y 
a  todos  los  santos  del  cielo,  y  pidámosles  socorro  y  ayuda. 
Cada  cual  de  nosotras  acuérdese  de  su  ángel  custodio,  que 
Dios  le  dió  para  guardarla  y  defenderla  de  pecar,  haciéndole 
cada  día  alguna  honra,  y  tenga  también  cada  una  devoción 
a  algún  santo  especial,  para  que  sea  su  procurador  en  la 
corte  celestial,  acordándose  de  él  todos  los  días  y  haciéndole 
alguna  honra  y  oración.  Acordémonos  con  frecuencia  de  la 
vida  de  los  santos  y  santas,  para  que  con  esta  memoria  nos 
enamoremos  a  imitarles.  Acordémonos  de  los  infieles,  rogan- 
do por  ellos  a  Dios  para  que  les  dé  luz  de  inteligencia  y  fe 
para  conocerle  y  adorarle  y  para  que  vengan  en  camino  de 
salvación.  Por  la  noche,  después  de  las  completas,  cada  una 
haga  memoria  si  en  aquel  día  ha  ofendido  en  algo  a  su  Crea- 
dor, y  por  la  mañana,  después  de  los  maitines,  acordémonos, 
asimismo,  en  qué  estado  hemos  pasado  aquella  noche. — En 
este  y  en  otros  modos  enseñaba  la  abadesa  a  todas  las  reli- 
giosas a  memorar,  para  que  en  la  dulce  y  piadosa  miseri- 
cordia de  Dios  fuesen  acordadas  y  encomendadas.  Y  todas 
alababan  y  bendecían  a  Dios  por  haber  dado  tanta  sabiduría, 
caridad  y  castidad  a  su  abadesa  sor  Cana. 


UliRo  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C 


CAPÍTULO  XXXVIII 

Del  entendimiento 

1.  La  abadesa  sor  Cana  dijo  a  sus  monjas  que  el  en- 
tendimiento era  luz  espiritual  que  iluminaba  el  alma  para 
entender  verdad  de  su  Creador  y  de  sus  obras,  y  que  la  vo- 
luntad, antes  de  moverse  a  querer  o  no  querer  alguna  cosa, 
recibía  luz  del  entendimiento  para  no  errar  en  sus  operacio- 
nes ;  porque  así  como  los  ciegos  yerran  el  camino  por  donde 
van  por  faltarles  la  vista  corporal,  del  mismo  modo  el  alma 
yerra  en  su  memorar  y  querer  cuando  no  recibe  luz  del  en- 
tendimiento. 

2.  — 'Muchas  veces  acontece  [ — dijo — ]  que  por  el  de- 
masiado memorar  y  querer  se  turba  el  entendimiento,  y  por 
esto,  quien  desea  recibir  de  él  la  luz  espiritual,  conviene  que 
tenga  templanza  en  su  memorar,  querer  y  entender;  por  lo 
cual,  el  hombre  que  desea  entender,  sepa  memorar  y  querer, 
y  el  que  desea  memorar  y  querer,  sepa  entender;  pues  por 
el  mucho  memorar  y  querer  se  engendra  el  mucho  entender, 
y  por  el  mucho  entender,  el  mucho  memorar,  y  el  mucho  que- 
rer cuando  sabe  el  hombre  memorar  la  obra  de  su  memorar, 
entender  y  querer. 

3.  Si  deseamos  entender  a  Dios,  conviene,  lo  primero, 
que  usemos  de  fe,  y  después  de  inteligencia,  y  que  creamos 
lo  que  no  podemos  entender,  y  que  entendamos  lo  que  Dios 
tiene  en  su  esencia  y  en  sus  obras,  y  entendamos  que  Dios  es 
cosa  mayor  de  lo  que  nosotros  podemos  entender,  porque  si 
nuestro  entendimiento  no  es  bastante  para  entender  todo  lo 
que  somos  y  obramos,  ¿  cuánto  menos,  sin  comparación,  bas- 
tará para  entender  a  Dios  y  a  sus  obras  ?  Lo  cual,  si  no  fuese 
así,  se  seguiría  que  fuésemos  en  esencia  y  en  obras  mayores 
que  Dios,  lo  que  es  imposible. 

4.  Este  no  poder  entender,  claro  está  que  no  es  falta 
del  entendimiento,  mas  sólo  de  aquel  o  de  aquella  que,  te- 
niendo entendimiento,  no  sabe  o  no  quiere  usar  de  él  en 
aquello  que  no  puede  entender,  siendo  así  que  aquel  que  no 
quiere  usar  de  su  entendimiento  en  lo  que  podría  entender, 
no  quiere  usar  de  la  mejor  criatura  que  Dios  quiso  crear  por 
él,  y  desprecia  el  más  excelente  placer,  como  es  el  que  logra 
el  alma  mediante  la  inteligencia,  ni  teme  entristecerla  con 
la  ignorancia.  Pues  cuanto  más  el  entendimiento  entiende  1 
las  cosas  dificultosas  y  altas,  tanto  es  mayor  y  más  noble  y 

1  «On  pus  fortment  entén  enteniment,  pus  noble  e  major  e  pus 
alt  és  per  son  entendre  ;  mas  per  massa  membrar  pot  la  memòria...)) 


252 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


más  elevado  por  su  inteligencia,  lo  que  no  sucede  siempre 
así  en  las  otras  potencias,  pues,  por  acordar  demasiado, 
puede  ser  la  memoria  menor  en  su  acto,  como  también  puede 
la  voluntad  ser  menor  en  su  querer  por  el  demasiado  amar 
o  aborrecer.  Y  quien  no  quiere  entender  aquello  que  le  fuera 
fácil  de  entender,  ¿qué  razón  hay  para  que  quiera  memo- 
rarlo ni  amarlo? 

5.  Antes  debe  desear  que  el  entendimiento  tenga  ig- 
norancia de  lo  que  no  le  es  posible  entender.  Y  cuando  el 
entendimiento  entiende  la  verdad,  debe  la  voluntad  amarla, 
y  si  la  falsedad,  aborrecerla,  y  si  el  entendimiento  entiende 
a  la  voluntad,  debe  ésta  apreciarle  y  amarle,  porque  así  como 
fué  hecha  la  voluntad  para  amar  al  entendimiento,  así  tam- 
bién el  entendimiento  para  entender  a  la  voluntad,  y  cuando 
la  memoria  recuerda  con  frecuencia  sin  entender  ni  querer, 
entonces  la  imaginación  se  acostumbra  a  imaginar  en  tal 
manera,  que  el  hombre  suele  volverse  loco. 

6.  AJI  tiempo  que  la  abadesa  estaba  así  enseñando  a  las 
monjas  cómo  debían  usar  del  entendimiento,  una  religiosa 
la  preguntó  en  qué  manera  podía  la  memoria  memorar,  sin 
entender  y  sin  querer.  Respondióle  la  abadesa  que  cuando  el 
hombre  recuerda  una  cosa  y  después  otra,  haciéndolo  con 
tanta  prisa  y  frecuencia  que  no  da  lugar  a  la  voluntad  de 
amarla  o  aborrecerla  ni  al  entendimiento  de  entenderla,  en- 
tonces la  memoria  recuerda  sin  entender  ni  querer  y  obra  en 
su  memorar  casualmente  y  a  la  ventura,  por  cuyo  uso  se 
desordena  la  imaginación,  y  por  este  desorden  se  destruye  la 
virtud  memorativa  2,  y  sucede  algunas  veces  que  el  hombre 
que  así  lo  hace  pierde  el  seso  y  se  vuelve  loco  o  mentecato, 
como  tengo  dicho. 


CAPÍTULO  XXXIX 

De  la  voluntad 

1.  Prosiguió  la  abadesa  diciendo  a  las  monjas  que  Dios 
había  dado  al  hombre  la  voluntad;  y  a  los  peces,  y  a  las 
aves,  y  a  los  brutos,  y  a  los  demás  vivientes,  el  apetito  na- 
tural, que  es  muy  semejante  a  la  voluntad;  y,  según  esto, 
dijo  que  la  voluntad  del  ¡hombre  era  más  noble  que  la  de 
todas  las  demás  criaturas  que  carecen  del  uso  de  razón,  y 
esto  a  fin  de  que  la  voluntad  humana  no  quiera  cosa  alguna 
sin  razón,  y  de  aquí  que  si  el  hombre  o  la  mujer  ama  o  abo- 
rrece alguna  cosa  sin  razón,  entonces  tiene  peor  voluntad  que 
ninguna  otra  criatura. 

-  No  leemos  en  el  texto  primitivo  «y  sucede...  dicho». 


LIBRÓ  DE  EvAST  V  BLANQUERNA.    -C.  3Ç 


2.  El  amar  lo  bueno  y  desamar  lo  malo  [ — dijo — 1 
conviene  a  la  voluntad;  pero  cuando  el  hombre  ama  más  el 
menor  bien  que  el  mayor,  entonces  dispone  su  voluntad  para 
amar  lo  malo  y  desamar  lo  bueno.  -Al  entretanto  que  así 
sutilmente  se  explicaba  la  abadesa,  díjole  una  religiosa  que 
no  era  lícito  hablar  con  semejantes  sutilezas  a  las  mujeres, 
a  lo  cual  satisfizo  diciendo  que,  supuesto  que  el  entendimien- 
to podía  entenderlas,  era  muy  conveniente  que  quisiese  la 
voluntad  que  el  entendimiento  las  entendiese,  para  que  más 
exaltase  en  su  inteligencia  y  mejor  pudiese  la  voluntad  con- 
templar y  amar  a  Dios  y  a  sus  obras,  porque  si  Dios  no 
quisiese  ser  contemplado  por  el  entender  y  amar  de  las  cria- 
turas, no  las  hubiera  dado  tan  gran  virtud  como  les  dió  en 
su  memorar,  entender  y  amar,  a  fin  que  sea  de  ellas  más  en- 
tendido y  por  la  mayor  inteligencia  sea  mayor  el  amor.  Que 
si  tal  vez  por  querer  entender  alguna  cosa  fútil  naciere  al- 
guna duda,  entonces  se  debe  recurrir  a  la  fe  y  a  la  fortaleza, 
por  la  cual  se  fortifica  el  corazón  del  hombre  en  creer  aquello 
que  no  puede  entender. 

3.  El  libre  albedrío  concuerda  más  con  la  voluntad, 
mientras  vivimos  en  este  mundo  1,  que  con  el  memorar  ni 
con  el  entender,  como  también  la  obediencia  mejor  se  con- 
viene con  la  religión  que  con  el  estado  seglar  o  fuera  de  la 
religión,  y  esto  es  porque  la  libertad  está  más  constreñida 
en  la  religión  que  en  el  siglo,  por  cuanto  la  voluntad  que  li- 
bremente ama  la  sujeción  de  su  libre  albedrío  a  la  obediencia 
está  más  elevada  para  obtener  más  mérito,  caridad  y  jus- 
ticia, que  la  voluntad  que  no  está  sujeta  a  la  obediencia; 
porque  si  el  placer  que  hay  en  amar  de  grado  a  la  cosa  ama- 
da es  grande,  mayor  es  el  mérito  en  amarla  contra  su  volun- 
tad, obedeciendo  a  sus  mayores;  porque  la  voluntad  en  este 
caso  se  sujeta  a  sí  misma,  en  cuanto  ama  aquello  que  siente 
ser  en  sí  mayor  disposición  para  desamar,  y  si  no  te  atreves 
a  discurrir  estas  cosas  por  demasiadamente  fútiles,  tú  pones 
duda  y  te  opones  a  la  exaltación  de  tu  fe,  que  debes  amar  y 
desear,  para  que  en  ti  sea  mayor  la  fortaleza  y  la  esperanza. 
Y  advierte  que,  en  lo  que  acabo  de  decirte,  te  doy  indicios 
de  algún  secreto  que  no  me  atrevo  a  explicarte  del  todo  en 
la  ocasión  en  que  ahora  estamos. 

4.  En  fin,  pues  cada  cual  de  nosotras  tiene  voluntad 
y  entendimiento,  tenga  cada  una  su  voluntad  sujeta  a  su  en- 
tendimiento, y  quiero  y  mando  que  la  voluntad' de  cada  una 
esté  obligada  y  sujeta  a  la  mía,  y  que  mi  entendimiento 
y  voluntad  estén  obligados  y  sujetos  en  general  al  entendi- 
miento y  voluntad  de  vosotras,  porque  según  este  modo  esta 
establecido  el  cargo  de  abadesa  y  abad. 


1  El  original  calla  «mientras  vivimos  en  e>te  mando». 


254 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  XL 

DE  LA  ORACIÓN 

1.  Estando  la  abadesa  con  todas  las  monjas  en  capí-  • 
tulo,  quiso  informarse  del  modo  con  que  hacían  oración, 
por  ser  muy  necesario  el  orden  en  la  oración,  pues,  siendo 
ordenada,  es  la  más  noble  obra  que  hay  en  la  religión,  y, 
por  el  contrario,  es  muy  desagradable  a  Dios  cuando  es 
desordenada.  Mientras  la  abadesa  decía  estas  palabras,  una 
monja  pidió  perdón  por  haber  errado  muchas  veces  en  la 
oración,  diciendo  algunas  palabras  de  oración  y  teniendo  al 
mismo  tiempo  su  corazón  en  otras  cosas  vanas,  contrarias 
a  la  oración.  Respondióle  la  abadesa  diciendo  que  la  oración 
se  puede  hacer  en  cuatro  modos.  El  primero  es  cuando  el 
corazón  contempla  en  Dios  sin  hablar  la  boca  palabra.  Ei 
segundo,  cuando  el  corazón  y  la  boca  concuerdan  en  la  ora- 
ción y  el  alma  entiende  lo  que  las  palabras  significan.  E¡ 
tercero,  cuando  el  hombre  lleva  una  vida  santa,  sin  cometer 
pecado  mortal,  pues  en  este  caso  cuanto  hace  por  amor  de 
Dios  es  oración.  El  cuarto  es  cuando  el  hombre  con  la  boca 
dice  palabras  de  oración  y  su  corazón  está  pensando  en  otras 
cosas.  Este  cuarto  modo  de  oración  es  desagradable  a  Dios, 
y  no  se  logra  en  ella  algún  buen  fruto  por  faltarle  la  caridad, 
sabiduría  y  fortaleza,  por  cuya  falta  el  alma  olvida  e  ignora 
lo  que  significan  las  palabras  de  la  oración,  y  en  tal  caso 
es -muy  conveniente  el  recurso  a  dichas  virtudes  y  que  con 
ellas  el  hombre  procure  que  su  alma  se  concuerde  con  las 
palabras  de  la  oración,  memorando,  entendiendo  y  amando 
el  alma  aquellas  palabras  que  está  pronunciando  la  boca. 

2.  — Bien  habéis  entendido,  por  lo  que  hemos  dicho 
antes,  cómo  Blanquerna  adoraba  a  Dios  en  los  catorce 
artículos  de  la  fe,  y  cómo  Evast  le  adoraba  en  su  esencia 
y  en  sus  virtudes,  y  también  cómo  Aloma  oraba  a  Dios  y  a 
la  Santísima  Virgen  María  por  su  hijo  Blanquerna,  y  el  gran 
fervor  y  amor  que  tenían  en  su  oración,  la  cual  se  concor- 
daba con  las  palabras ;  por  esto,  es  conveniente  que  en  nues- 
tras oraciones  amemos  a  Dios  y  a  sus  obras  con  tal  fervor, 
que  nuestra  alma  y  las  palabras  se  concuerden  en  la  oración, 
de  manera  que  el  agua  del  corazón  suba  a  los  ojos,  derra- 
mándose en  lágrimas,  y  que  en  nuestra  alma  las  virtudes 
superen  y  venzan  a  nuestros  vicios  y  pecados,  consolándose 
nuestra  alma  con  los  llantos  y  alegrándose  con  devoción, 
dando  siempre  en  nuestras  oraciones  gloria  y  gracias  a'Dio3. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  40 


255 


3.  Estando  en  oración,  debemos  memorar,  entender  y 
amar  a  las  virtudes  y  obras  de  Dios,  y  debemos,  con  Ce, 
esperanza,  caridad,  justicia,  sabiduría,  fortaleza  y  templan- 
za, ordenar  nuestra  alma  y  nuestro  cuerpo,  para  poder  exal- 
tar la  memoria  y  el  entendimiento  en  contemplar  a  Dios 
y  desear  su  mayor  gloria,  y  después  nos  conviene  recordar, 
entender  y  aborrecer  nuestras  culpas  y  la  vileza  de  este 
mundo,  y  en  esta  forma,  con  el  auxilio  del  Espíritu  Santo, 
será  iluminada  nuestra  alma  en  orar  a  Dios,  y  nuestras 
oraciones  serán  oídas  por  la  justicia  y  misericordia  de  Dios, 
en  quien  está  toda  perfección  y  en  el  cual  toda  oración 
perfecta  halla  el  cumplimiento  y  la  virtud  de  saludable  bien- 
aventuranza. 

4.  Rogar  debemos  por  el  Santo  Padre  Apostólico,  y 
por  sus  hermanos  los  cardenales,  y  por  todos  los  prelados; 
por  todos  los  reyes  y  príncipes  y  por  todos  los  cristianos, 
para  que  Dios  les  dé  tanta  devoción,  que  toda  su  vida  sea 
para  conocerle  y  amarle,  y  para  que  vuelva  en  ellos  aquel 
fervor  y  celo  de  la  exaltación  de  la  fe  que  había  en  el  mundo 
en  tiempo  que  en  él  estaban  nuestro  esposo  Jesucristo  y  su¿ 
apóstoles. 

5.  En  la  oración  no  se  olvide  nuestra  alma  de  los  in- 
fieles, que  son  nuestra  carne  y  sangre,  siendo  en  especie 
y  forma  semejantes  a  nosotros.  Ignorancia  de  fe  y  de  cien- 
cia-hay en  ellos  por  falta  de  maestros  que  los  enseñen,  según 
vemos.  No  conocen  aquéllos  a  Dios,  ni  le  aman  y  honran, 
ni  le  dan  gracias  por  los  bienes  que  les  da,  porque  no  creen 
en  él  del  modo  que  debieran  creer,  y  aun  muchos  de  ellos 
están  blasfemando  y  maldiciendo  a  nuestro  esposo  y  señor 
Jesucristo,  pensando  que  haya  sido  puramente  hombre,  pe- 
cador y  falso  engañador,  por  lo  que  gran  virtud  será  en 
aquellos  que,  en  presencia  de  estos  infieles,  confesaren  el 
santo  nombre  de  Dios  y  sus  virtudes,  honor  y  perfecció  i, 
y  sería  muy  del  agrado  del  Señor  aquel  que  procurase  que 
le  honrasen  los  que  le  deshonran,  siendo  así  que  todos  los 
que  padecerán  martirio  para  exaltar  su  santo  nombre,  com- 
parecerán con  vestiduras  semejantes  a  las  de  Jesucristo,  en 
cortes,  el  día  del  juicio. 

6.  Hagamos  gracias  a  Dios  por  habernos  dado  el  ser 
humano,  haciendo  también  que  nos  sirvan  tantas  criaturas. 
Y  como  no  somos  bastantes  para  darle  las  debidas  gracias 
por  tantos  beneficios,  roguemos  todos  los  días  a  la  Virgen 
Santa  María  y  a  todos  los  ángeles  y  santos  del  paraíso, 
haciéndoles  memoria  que  lo  hagan  y  se  lo  agradezcan  por 
nosotros.  No  nos  estimemos  dignos  del  bien  que  recibimos 
ni  de  la  gloria  que  esperamos  y  seamos  agradecidas  a  Dios, 
quien  nos  ha  librado  de  la  servidumbre  del  mundo  y  nos 
ha  juntado  aquí  para  hacer  penitencia.  Y  para  que  seamos 


256 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


defendidas  de  los  vicios,  llevando  una  vida  santa,  pidamos 
a  Dios  nos  colme  de  virtudes.  Adoremos  a  nuestro  Salvador 
en  nuestros  pensamientos  con  llantos  y  devoción,  perseve- 
rando siempre  así  para  no  desviarnos  de  honrar,  rogar  y 
amar  al  que  nos  dió  el  corazón  para  amarle,  y  los  ojos  para 
llorar,  y  la  boca  para  alabar  su  virtud  y  sus  obras. — En  este 
y  en  muchos  otros  modos  dió  la  abadesa  enseñanza  a  las 
monjas  para  que  pudiesen  orar,  adorar  y  contemplar  a  Dios 
nuestro  Señor. 


CAPÍTULO  XLI 
De  espiar 

1.  En  presencia  de  todas  las  monjas,  habló  la  abadesa 
en  esta  forma :  — Acuérdome  que,  cuando  yo  veía  a  mi 
señora  la  abadesa,  que  Dios  haya  perdonado,  temía  su  pre- 
sencia y  disimulaba  algunas  cosas  por  que  no  las  reparase. 
Para  que,  pues,  en  el  alma  de  cada  una  de  vosotras  esté 
de  continuo  el  temor  de  la  justicia  de  la  religión,  con  vues- 
tro parecer  y  consejo,  quiero  hacer  un  nuevo  estatuto  en 
este  monasterio,  es  a  saber:  que  cada  semana  elijamos  se- 
cretamente una  monja  para  espía  o  escolta,  que  vaya  ob- 
servando cuanto  haremos,  con  tal  que  ninguna  sepa  cuál  es, 
a  fin  que  la  una  se  tema  de  la  otra  como  si  yo  misma  estu- 
viese presente;  y  que  después,  en  capítulo,  vaya  contando 
todo  lo  que  habrá  observado  en  nosotras  que  fuese  mal  visto 
y  contra  nuestra  Orden. 

2.  Quiero  también  ordenar  que  pongamos  otra  espía 
en  la  ciudad,  para  que,  cuando  algunas  monjas  nuestras 
entraren  allá  por  alguna  precisión,  vayan  atendiendo  cómo 
se  portan  y  adonde  van,  y  si  oyeren  hablar  de  ellas  o  de 
nosotras  algo  menos  decente  u  otra  cualquiera  cosa  de 
que  seamos  culpables. 

3.  Y  no  solamente  quiero  que  se  ponga  espía  que  os 
observe  a  vosotras,  pero  también  quiero  que  se  me  ponga 
a  mí,  para  que  me  guarde  yo  mejor  de  cometer  cualquiera 
falta;  y,  a  este  fin,  quiero  que  todas  las  semanas  elijamos 
tres  monjas  de  las  más  ancianas  1  y  más  honestas  de  nues- 
tra Orden,  y  que  éstas,  con  todo  secreto,  elijan  a  una  monja 
que  vaya  observando  todo  lo  que  yo  hiciere,  sin  que  yo  sepa 
cuál  es.  Y  quiero  que  en  capítulo,  delante  de  todas  las 
monjas,  me  acuse,  si  me  habrá  visto  algo  que  sea  descon- 
veniente a  mi  religión  y  estado,  para  que  en  presencia  da 


1  «Tres  dones»  solamente  dice  el  autor. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  42 


257 


todas  lleve  yo  la  penitencia  y  pida  perdón. — Todas  las  mon- 
jas tuvieron  por  bien  lo  que  la  abadesa  había  propuesto, 
y,  según  lo  quiso  ordenar  y  disponer,  del  mismo  modo  con- 
sintieron gustosas  que  se  hiciese. 

4.  Mucho  tiempo  vivió  la  abadesa  en  aquel  monasterio 
observando  todas  las  susodichas  ordenaciones,  por  cuya  bue- 
na doctrina  y  santas  costumbres  hubo  en  aquel  monasterio 
muy  santas  religiosas.  Y  muchas  buenas  mujeres  de  aquella 
ciudad  tomaron  de  ella  buen  ejemplo,  y  muchos  otros  mo- 
nasterios tomaron  la  Regla,  doctrina  y  forma  de  vida  que 
la  abadesa  Cana  había  ordenado  en  su  monasterio. 

Hemos  acabado  -,  para  gloria  de  Dios,  la  primera  parte 
del  libro,  que  trata  del  estado  de  religión  en  las  mujeres. 
Ahora  conviene  que  volvamos  a  tratar  de  Blanquerna,  que 
va  por  la  vía  eremítica  buscando  paraje  a  propósito  para 
adorar,  contemplar,  conocer  y  amar  a  Dios,  Creador  glo- 
rioso y  Señor  de  todas  las  cosas. 


SEGUNDA  PARTE 


CAPÍTULO  XLII 

De  los  diez  Mandamientos 

1.  Despedido  ya  Blanquerna  de  Evast  y  Aloma,  sus  pa- 
dres, anduvo  todo  aquel  día  por  el  bosque,  y  al  anochecer 
llegó  a  un  prado  muy  ameno  en  que  había  una  bella  fuente, 

[  y  sobre  ella  un  árbol  muy  frondoso,  en  cuyo  puesto  descansó 

[  de  su  fatiga  y  durmió  aquella  noche.  Siendo  muy  de  maña- 
nita, empezó  su  oración,  como  tenía  de  costumbre,  y  por  la 
soledad  y  extrañeza  de  aquel  sitio,  pudiendo  con  libertad 
mirar  por  todas  partes  el  cielo  y  las  estrellas,  se  hallaba  su 

j  alma  exaltada  en  la  contemplación  y  amor  de  Dios.  Pero  por 
el  miedo  de  las  fieras  que  sentía  en  aquel  prado,  se  le  enti- 
biaba de  alguna  manera  en  su  alma  la  oración,  aunque  con 

I  esperanza  y  fortaleza  alentaba  su  corazón  y  confiaba  en  el 

I  soberano  auxilio  del  Señor. 

2.  Hasta  rayar  el  sol  continuó  Blanquerna  su  oración,  y 
I  después  prosiguió  su  viaje  todo  aquel  día,  hasta  que,  ponién- 
I  dose  ya  el  sol,  llegó  a  un  paraje  muy  delicioso  cubierto  de 


3  Kn  el  texto  catalán  :  «Fenit  ¿s  lo  liLrt-  del  orde  de  les  dones  wr 
l·iacia  e  ¡*r  ajuda  de  Déu»,  y  nada  más. 

0 


258 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


gran  multitud  de  árboles,  en  el  cual 1  había  un  suntuoso 
palacio,  noblemente  construido,  sobre  cuyo  portal  estaban 
escritas  en  letras  de  oro  y  azul  estas  palabras :  No  adorarás 
a  dioses  extraños.  No  jurarás  el  nombre  de  Dios  en  vano. 
Guardarás  el  santo  día  del  domingo.  Honrarás  a  tu  padre  y 
a  tu  madre.  No  matarás.  No  fornicarás.  No  hurtarás.  No 
levantarás  falso  testimonio.  No  desearás  la  mujer  de  tu  pró- 
jimo. No  desearás  los  bienes  de  tu  prójimo.  Estos  que  ves 
son  los  diez  Mandamientos,  que  están  en  este  palacio  ban- 
didos y  extrañados  en  este  bosque,  despreciados,  desobede- 
cidos y  olvidados  en  el  mundo  por  las  gentes.  En  este  pala- 
ció  desconsolados  lloran  y  se  lamentan  por  el  honor  que  en 
algún  tiempo  solían  tener  en  el  mundo,  procurando  que  Dios 
fuese  honrado  y  los  hombres  consiguiesen  la  salvación  per- 
durable. 

3.  Muy  maravillado  quedó  Blanquerna  de  las  palabras 
que  había  leído  escritas  sobre  el  portal  del  palacio.  Tocó  a 
la  puerta  y  quiso  entrar  en  él  para  ver  los  diez  Mandamien- 
tos. Un  gentil  joven  que  estaba  a  la  puerta  abrió,  y,  que- 
riendo Blanquerna  entrar,  le  detuvo  diciendo  que  en  aquel 
palacio  nadie  podía  entrar  que  fuese  desobediente  a  los  diez 
^andamientos.  Respondió  Blanquerna  que  él  había  echado 
de  su  corazón  todas  las  cosas  del  mundo  y  entregado  total- 
mente su  alma  al  servicio  de  Dios,  Señor  y  Creador  de  todos 
los  bienes,  y  le  hizo  relación  de  toda  su  vida  y  estado  para 
poder  entrar  en  aquel  palacio.  Pero  el  joven,  cerrando  la 
puerta,  le  dijo  que  no  podía  dejarle  entrar  sin  pedir  primero 
licencia  a  los  diez  Mandamientos.  Entróse  adentro,  pidió  li- 
cencia y  dió  relación  del  estado  de  Blanquerna,  de  que  se 
alegraron  algo  los  Mandamientos,  y  mandaron  al  joven  le 
dejase  entrar  y  trajese  a  su  presencia. 

4.  Entró  Blanquerna,  y  se  halló  en  un  grande  y  hermoso 
salón,  donde  estaban  escritos  los  nombres  de  todos  aquellos 
que  son  inobedientes  a  los  diez  Mandamientos.  Había  en  él 
diez  sillas  de  oro,  plata  y  marfil,  primorosamente  entalladas, 
y  sentados  en  ellas  con  grande  honorificencia  los  diez  Man- 
damientos, ricamente  vestidos  de  telas  de  brocado  y  seda, 
grandes  barbas  y  luengos  cabellos,  cuyos  semblantes  indica- 
ban ser  hombres  ancianos.  Tenía  cada  uno  un  libro  en  la 
falda,  y,  con  llantos  y  gemidos,  cada  cual  se  lamentaba  y 
decía  estas  donosas  palabras: 

5.  — 1¡  AJh  mezquino  y  despreciado  de  las  gentes ! — dijo  el 
primer  Mandamiento — ,  muertos  son  ya  tus  amadores,  por 
quienes  eras  tú  servido  muy  honradamente.  Muchos  son  los 
hombres  en  este  mundo  que  creen  en  ídolos,  haciendo  dioses 


1  «En  aquell  loe  hac  un  bell  palau,  obrat  molt  noblement.  Blan- 
querna venc  a  la  porta  del  palau.  Al  cap  del  portal  eren  escrites...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  42  259 


extraños  del  sol,  de  la  luna  y  las  estrellas,  y  que,  amando  más 
a  sus  propias  personas,  a  sus  mujeres,  hijos  y  riquezas  que 
a  Dios,  hacen  dioses  extraños  de  aquello  que  aman  más  que 
a  Dios,  que  es  el  Soberano  Bien  sobre  todos  los  bienes.  ¡Oh 
triste  de  mí!  ¿En  dónde  están  aquellos  que  aman  a  Dios 
sobre  todas  das  cosas?  ¿Quién  es  aquel  que  por  amor  de  Dios 
quiera  entregarse  a  la  muerte  y  sufrir  todo  género  'de  tra- 
bajos? Cuanto  más  recuerdo  y  considero  la  multitud  de  las 
gentes,  más  pocos  veo  ser  los  nombres  que  aman  a  Dios  ver- 
daderamente, y  por  esto  crece  en  mi  alma  más  fuertemente 
el  dolor  y  se  multiplica  mi  tristeza.  Recordados  son  los  pe- 
cadores por  la  misericordia  de  Dios,  quien  los  sustenta  y 
provee  de  'los  bienes  temporales.  Pero  ¿quién  es  aquel  que 
se  acuerda  de  cuán  grande  es  la  justicia  de  Dios?  ¿Y  quién 
el  que  le  da  las  gracias  que  debe  por  los  beneficios  que  de 
ella  recibe? — Concluidas  estas  razones,  púsose  a  leer  en  su 
libro,  llorando  y  compadeciéndose  de  sí,  y,  mientras  más  leía, 
crecía  más  fuertemente  su  tristeza  y  desconsuelo. 

6.  Sobremanera  admirado  quedó  Blanquerna  del  penoso 
duelo  y  triste  llanto  del  primer  Mandamiento,  y  le  preguntó 
qué  cosa  era  lo  que  leía  en  aquel  libro  que  le  causaba  tan 
doloroso  quebranto  — Amable  hijo — respondió — ,  en  este 
libro  va  escrita  la  gran  gloria  de  la  celestial  bienaventuranza 

•  y  la  pena  grande  que  padecerán  todos  aquellos  que  a  mí  son 
desobedientes  y  desleales.  Y  están  escritos  aquí  todos  aque- 
llos que  me  obedecen  y  los  que  me  son  inobedientes ;  y,  siendo 
mayor  el  número  de  éstos  que  no  de  aquéllos,  sin  tener  yo 
la  menor  culpa  ni  injusticia  de  que  me  sean  así  inobedientes, 
y  aun  lo  son  más  aquellos  que  en  este  mundo  reciben  de 
Dios  mayores  honras,  por  esto,  toda  la  vez  que  leo  en  este 
libro,  va  doblándose  mi  desconsuelo,  mi  tristeza  y  mi  dolor. 

7.  Mientras  así  se  acongojaba  este  Mandamiento,  la- 
mentábase también  el  segundo,  y  lloraba  tan  fuertemente, 
que,  oyéndolo  Blanquerna,  se  enterneció  de  mañera  con  sus 

\  tiernas  palabras  y  amargas  lágrimas,  que  le  movieron  a  com- 
pasión y  dolor  de  corazón.  — (¡Oh  cautivo  olvidado! — dijo  el 
segundo  Mandamiento — ,  jurar  falsamente  por  Dios  es  gran 
I  desprecio  de  tu  Señor,  con  que  se  hace  honra  a  la  criatura 
\  sobre  el  alto  señorío  de  su  Creador.  Y  amando  más  Dios  una 
»  sola  ánima  que  todas  las  riquezas  de  este  mundo,  el  hombre 
perjuro  ama  más  aquello  por  que  jura,  que  a  Dios  y  a  su 
t  eterna  gloria,  que  puede  conseguir. 

8.  Del  mismo  modo  se  lamentaba  y  lloraba  el  tercer 
I  Mandamiento,  y  decía:  — iDios  mandó  a  los  judíos  que  se 
t  santificasen  y  guardasen  el  día  del  sábado.  Y  el  Hijo  de  Dios 


3  Las  palabras  aque  le  causaba  tan  doloroso  quebranto»  no  apare- 
cen en  el  original. 


2ÓO 


OBRAS  LITERARIAS  PE  RAMON  LLULL 


encarnado  ordenó  que  los  cristianos  santificasen  y  guarda- 
sen el  día  de  domingo.  Y  aunque  los  malditos  judíos  sean 
blasfemos  contra  nuestro  Señor  Jesucristo  y  estén  en  gran- 
des errores,  pero  santifican  y  honran  mejor  que  los  cristia- 
nos su  santo  día.  Luego,  pues,  ¿quién  podrá  consolar  a  mi 
alma  del  gran  defecto  de  los  cristianos?  Y  aún  más,  con- 
siderando cuánto  mayores  son  las  culpas  y  defectos  que 
cometen  los  hombres  comiendo,  bebiendo,  jugando  y  de  todas 
maneras,  usando  más  de  vanidades  en  los  días  de  precepto 
que  en  lo  restante  de  la  semana,  ¿  quiénes  y  cuántos  son 
aquellos  que  me  sirven  y  obedecen? 

9.  En  altas  voces  llorando  decía  también  el  cuarto  Man- 
damiento: — Padre  es  Dios  de  todas  las  criaturas  por  gracia 
y  creación,  y  madre  es  de  todos  los  hombres  la  justicia  y 
misericordia  de  Dios.  Yo  soy  dado  Mandamiento  al  hombre 
que  honre  a  su  padre  y  a  su  madre.  Pero  ¿quién  es  a  mí 
obediente  en  honrar  a  Dios  como  Creador  y  Redentor?  ¿Y 
quién  es  aquel  que  tiene  verdadera  confianza  en  su  miseri- 
cordia? ¿Y  quién  es  el  que  teme  y  ama  su  divina  justicia? 

10.  No  pudo  contenerse  el  quinto  Mandamiento  sin  pro- 
rrumpir en  estas  vivas  expresiones,  diciendo:  — Muerta  es 
la  caridad  en  aquel  que  mata  a  su  prójimo.  Con  el  pecado 
mata  su  alma  el  que  a  mí  es  desobediente.  Y  más  fuerte- 
mente soy  desobedecido  por  la  muerte  espiritual  que  por- 
la  corporal.  Más  temido  es  por  la  justicia  el  príncipe  y 
señor  de  la  tierra  que  el  Señor  del  cielo.  Deshonrado  y  ultra- 
jado soy  por  todos  aquellos  que  no  me  obedecen.  Triste  y 
desconsolada  está  mi  alma,  viéndoles  caminar  por  sendas 
que  los  precipitan  a  tormentos  perdurables  del  infierno. 

11.  Dijo  también  el  sexto  Mandamiento :  — Yo  soy  Man- 
damiento de  Dios  contra  la  fornicación.  Dado  soy  por  Dios 
nuestro  Señor  para  destruir  y  anihilar  la  suciedad  del  cuerpo 
y  corazón  humano.  Teñidas  son  cejas  3  y  cabellos ;  puestos 
son  colores  en  la  cara  y  en  los  pechos;  hechos  son  ricos  y 
bordados  vestidos  y  puestos  son  olores  de  amizcle,  algalia 
y  otros  perfumes;  y  todo  para  que  sea  yo  desobedecido 
y  despreciado  de  las  gentes.  Perdido  tengo  yo  por  la  lujuria 
el  mayorazgo  y  señorío  de  aquellos  a  quienes  soy  yo  envia- 
do. Enemigo  soy  de  la  lujuria  y  de  todos  sus  valedores. 
¿Adonde — decidme — ha  parado  mi  virtud?  ¿Y  de  dónde  ha 
venido  a  la  lujuria  tanta  fuerza  como  tiene  en  aquellos 
a  quienes  yo  soy  enviado?  Pero  sepan  que,  si  por  mi  enemi- 
go, me  tienen  las  gentes  deshonrado  y  desconsolado,  mi 


3  «...  posades  són  colors  e  ornats  sos  vestiments,  per  ço  que  sia 
desobeït  e  menyspreat  ;  perduda  he  ma  heretat  e  ma  senyoria  per 
lucxúria  en  aquells  als  quals  jo  son  tramès.  Si  l  meu  enemic  luxúria 
me.  te  deshonrat,  trist,  desconsolat,  la  mia  sor  justícia  pendra  ven*' 
jança  contra  aquells  qui  mi  tenen  desonrat.» 


LIHRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA.     C.  42 


hermana  la  justicia  tomará  venganza  de  cuantos  me  hubie- 
sen deshonrado  y  desobedecido. 

12.  Aquí  empezó  el  séptimo  Mandamiento,  y  llorando 
dijo  estas  palabras:  — Amistad  y  amor  hay  entre  mí  y  la 
caridad  y  justicia.  El  latrocinio  causa  cada  día  falsedades 
y  engaños.  Yo  soy  Mandamiento  contra  el  latrocinio  para 
que  viva  entre  mí  y  las  gentes  la  caridad.  Es  verdad  que  la 
justicia  castiga  a  los  ladrones;  pero  no  les  hace  obedientes 
a  mí  por  la  caridad,  si  no  es  por  el  temor  de  ella  misma. 
Robados  son  los  bienes  que  Dios  da  a  mis  desobedientes, 
porque  no  lo  agradecen  a  Dios  que  se  los  ha  dado,  sino  que 
el  bien  que  tienen  se  lo  apropian  y  atribuyen  a  sí  mismos. 
Y  si  yo  por  su  daño  sufro  en  este  mundo  pasión  y  dolor, 
también  padecerán  ellos  en  el  otro  perdurables  penas  y 
tormentos  por  el  deshonor  que  aquí  me  hacen. 

13.  Con  gran  pena  y  dolor  habló  también  el  octavo  Man- 
damiento, y  dijo:  — Falso  testimonio  me  persigue  y  acomete 
cruelmente  entre  las  gentes,  haciendo  desobedientes  a  todos 
aquellos  por  quienes  me  creía  ser  yo  más  honrado  y  obede- 
cido. Falso  testimonio  hace  de  la  honra  de  Dios  aquel  que 
ama  más  las  honras  de  su  orden  que  las  de  su  Dios.  Negar 
en  Dios  la  Trinidad  y  que  el  Hijo  de  Dios  haya  encarnado, 
ís  muy  grande  y  falso  testimonio  contra  el  honor,  bondad, 
grandeza,  poder,  sabiduría,  amor  y  perfección  de  Dios.  Con- 
:ra  mi  voluntad  son  el  multiplicar  la  mala  fama  y  negar  la 
verdad.  Todos  los  días  hago  mandamiento,  y  todos  los  días 
soy  desobedecido.  Falso  testimonio  me  ha  desposeído  de  mi 

i  ierencia,  y  por  su  causa  me  hallo  yo  en  este  bosque  con  los 
[lemás  Mandamientos;  porque  a  él  solo  se  dan  los  honores 
bue  a  mí  solían  darme  en  otro  tiempo.  Amar  a  este  mundo 
nás  que  al  otro  es  un  falso  testimonio  contra  la  gloria,  mag- 
nificencia y  perfección  de  Dios,  y  por  esta  causa  serán  aque- 
llos tales  gravemente  castigados  por  mi  hermana  la  justicia  \ 

14.  Multiplicóse  en  el  mundo  la  envidia,  y  quejóse  gra- 
vemente el  noveno  Mandamiento  de  la  injuria  que  le  hacían 
la  envidia  y  la  lujuria,  diciendo  estas  palabras:  — Si  tú,  ca- 

idad,  tuvieses  en  este  mundo  tanto  poder  como  la  envidia; 
si  tú,  justicia,  castigases  prontamente  aquellos  que  envi- 
ian  y  codician  la  mujer  de  su  prójimo,  sería  yo  honrado  y 
emido  por  aquellos  que  ultrajan  y  deshonran  mi  virtud. 
'  teniendo  la  lujuria  tan  gran  fuerza  contra  mí,  ¿dónde  está 
1  auxilio  y  favor  que  he  de  tener  de  vosotras?  ¡No  os  olvi- 
éis,  caridad  y  justicia,  amigas  mías,  de  fortificar  en  las 
entes  nobles  corazones  y  deseos,  para  ser  yo  honrado,  ama- 

4  El  texto  catalán  es  más  conciso  :   «Fals  testimoni  m'a  gitat  de 
jon  heretatge,  e  a  ell  són  donats  los  honraments  que  jo  solia  haver, 
mar  més  aquest  món  que  l'altre  és  fals  testimoni  donat  contra  iu 
òria  de  Déu.» 


2Ó2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


do  y  obedecido  contra  la  envidia  y  la  lujuria !  No  me  dejéis  5 
vos,  obediencia  amiga,  ni  me  desamparéis  por  la  envidia  y 
lujuria,  las  cuales  me  hacen  ser  desagradables  a  Dios  y  a 
mí  toda  vez  que  las  obedezco. 

15.  Estaba  ya  Blanquerna  en  presencia  del  décimo  Man- 
damiento, quien  se  compadecía  tiernamente  y  decía:  — ¡Ay, 
desventurado  de  mí!  ¿Quién  me  ha  puesto  en  la  ira  y  des- 
gracia de  la  esperanza  y  fortaleza,  cuando  yo  por  ningún 
tiempo  he  cometido  contra  ellas  falsedad  ni  engaño?  Por 
cuanto  codiciar  riquezas  y  posesiones  contra  su  prójimo  es 
desesperanza  y  flaqueza  de  corazón,  que  no  se  confía  ni 
espera  en  las  riquezas  y  virtudes  de  Dios.  Tratado  se  han 
mucho  caridad,  justicia  y  prudencia  en  destruir  y  perder  a 
mis  enemigos  y  reconciliarme  en  aquella  antigua  amistad 
que  solía  tener  yo  con  la  esperanza  y  fortaleza.  ¡Olvidado 
me  veo  ya  de  mis  valedores  y  despreciado  y  deshonrado  soy 
por  mis  enemigos ! —  Estas  y  otras  muchas  razones  y.  tier- 
nas palabras  decían  con  dolorosos  llantos  los  diez  Manda- 
mientos, y  tan  vivamente  lloraban,  que  no  podía  Blanquer- 
na contener  sus  lágrimas. 

16.  Mucho  tiempo  lloró  Blanquerna  en  compañía  de 
los  diez  Mandamientos,  y  les  dijo  si  habría  alguna  cosa  en 
que  les  pudiese  ayudar  y  valer  para  cumplir  sus  deseos  y 
aliviar  el  dolor  y  tristeza  en  que  se  hallaban.  Respondié- 
ronle los  diez  Mandamientos  que  a  su  gran  pena  y  dolor 
ninguna  cosa  podía  ayudar  sino  muy  gran  devoción  y  aflic- 
ción de  espíritu  en  los  grandes  prelados,  príncipes  y  reli- 
giosos, que  con  fervor  y  ánimo  vigoroso  castigasen  a  los 
inobedientes  a  sus  mandatos.  Con  esta  respuesta  se  arrodilló 
Blanquerna  ante  los  diez  Mandamientos  y,  pidiéndoles  li- 
cencia de  proseguir  su  viaje,  suplicóles  gracia  y  virtud  para 
que  con  cada  uno  de  ellos  pudiese  perseverar  en  su  santo 
propósito  y  serles  obediente  en  su  vida  eremítica.  Cada  cual 
de  los  Mandamientos  dió  su  bendición  a  Blanquerna,  quien 
la  recibió  con  mucho  agrado,  y  se  despidió  de  todos  para  ir 
a  buscar  algún  puesto  proporcionado,  donde  pudiese  vivir 
sus  días  en  estado  de  ermitaño. 


"  «No-m  lexets  per  enveja,  luxúria,  qui  us  fan  desagradable  a  Déu 
e  a  mi  totes  les  vegades  que  obeïts  a  luxúria  enveja.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLÁNQUERNA. — C.  43 


CAPITULO  XLIII 

De  la  fe  y  la  verdad 

1.  De  aquel  gran  palacio  de  los  Mandamientos  salió 
Blanquerna  para  buscar  en  la  selva,  de  un  lugar  a  otro, 
algún  sitio  acomodado  y  a  propósito  donde  pudiese  edificar 
su  celda.  Y  siendo  ya  hora  de  nona,  en  que  había  rezado  ya 
sus  horas  canónicas,  sentóse  junto  a  una  bella  fuente,  y  co- 
mió allá  uno  de  aquellos  siete  panes  que  llevó  de  provisión, 
bebió  del  agua  de  la  fuente  y,  habiendo  hecho  gracias  a 
Dios,  prosiguió  su  viaje.  Mientras  discurría  por  aquel  bos- 
que, encontrábase  tal  vez  con  leones,  ya  con  osos,  lobos, 
sierpes  y  otras  muchas  fieras  y  terribles  bestias,  cuya  horri- 
ble vista  ocasionaba  en  el  corazón  de  Blanquerna  gran  terror 
y  espanto,  así  por  considerarse  solo  y  desamparado  como 
también  por  no  tener  en  costumbre  tan  fieros  y  horribles  ob- 
jetos. Pero  la  esperanza  y  fortaleza  le  hicieron  recuerdo  del 
gran  poder  de  Dios,  y  la  caridad  y  justicia  fortificaban  su 
corazón,  y,  poniéndose  en  devota  oración,  daba  gracias  a 
Dios  de  tal  compañía,  por  la  cual  se  acordaba  de  su  poder 
infinito,  que  le  hacía  confiar  en  su  esperanza. 

2.  Yendo  así  Blanquerna  por  el  bosque,  oyó  junto  a  sí 
una  voz  muy  agria,  extraña  y  dolorosa,  que  le  causó  muy 
grande  y  espantoso  susto.  Y  a  pocos  pasos  vió  atravesar  de 
un  lado  del  bosque  a  dos  mujeres  solas,  noblemente  vestida*3 
y  de  bellísima  y  agradable  presencia,  una  de  las  cuales  llo- 
raba fuertemente  y  se  lamentaba.  Salió  Blanquerna  al  en- 
cuentro de  la  desconsolada,  y  preguntóla  que  quién  era  y 
cuál  la  causa  de  su  tristeza  y  llanto.  Respondióle  la  afligida 
y  dijo:  — Yo  soy  la  Fe,  que  en  compañía  de  esta  señora  no 
pasado  a  tierra  de  los  moros  con  el  fin  de  convertirles  al  ca- 
mino de  salvación,  y  no  me  han  querido  recibir  a  mí,  ni  aque- 
lla cuyo  nombre  es  Verdad.  Incrédulos  son  y  contrarios  a 
mí  y  a  esta  señora  Verdad.  Triste  y  afligida  está  mi  alma, 
porque  Dios  no  es  creído,  honrado  ni  amado  en  aquellas  tie- 
rras. Grande  es  mi  dolor  y  piedad  por  la  condenación  de 
aquellas  gentes  ignorantes.  Conviéneme  llorar  la  gran  per- 
dición que  causa  aquel  error  en  que  están,  y  conviéneme 
también  lamentarme  por  el  mérito  que  pierden  aquellos  que 
no  van  a  mostrarlos  a  mi  hermano  y  a  mi  hermana. 

3.  Preguntó  Blanquerna  a  la  Fe  quiénes  eran  sus  her- 
manos. Respondióle  la  Fe:  — -Esta  señora  Verdad  es  mi 
hermana,  y  el  Entendimiento  es  mi  hermano,  a  quien  voy 


264 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


yo  ahora,  para  que  él  vaya  a  aquellas  gentes  de  donde  yo 
vengo  y  con  razones  necesarias  les  demuestre  los  catorce 
artículos,  y  aquéllos  primero  en  los  cuales  son  a  mí  des- 
creyentes. Porque  llegado  ha  un  tiempo  en  que  no  quieren 
ya  admitir  autoridades  de  la  Sagrada  (Escritura  y  santos 
padres  1 ;  y  no  se  ven  ahora  milagros  como  se  hacían  en 
otro  tiempo,  por  los  cuales  eran  iluminados  los  ignorantes, 
de  mi  luz  y  de  mi  hermana  Verdad.  Y  porque  las  gentes  pi- 
den razones  y  demostraciones  necesarias,  voyme  yo  a  mi 
hermano,  el  cual  tiene  poder  suficiente  por  virtud  de  Dios 
de  probar  mis  catorce  artículos. 

4.  Respondió  Blanquerna  que  ella,  que  es  Fe,  perde- 
ría en  ello  su  mérito  si  el  Entendimiento  demostrase  con 
razones  los  artículos  por  los  cuales  ella  recibe  iluminación 
en  su  creer  contra  el  entender.  Pero  la  Fe  respondió  que 
no  era  conveniente  cosa  que  la:  principal  razón  por  la  cual 
el  hombre  quiere  convertir  los  infieles,  sea  para  que  la  fe 
sea  ocasión  de  mayor  mérito.  — Antes  bien — dijo — ,  conviene 
que  yo  sea  por  la  segunda  intención,  y  sea  la  primera  el  que 
Dios  sea  amado  y  conocido  y  que  el  entendimiento  pueda 


1  a...  no  volen  reebre  autoritats  de  sants.»  No  es  aquí  sólo,  en  el 
Llibre  de  Blanquerna,  que  Ramón  Llull  lanza  esta  amarga  queja  :  no 
quieren  admitir  autoridades.  También  la  oímos  en  otras  obras  su- 
yas teológicas  o  apologéticas  y  sobre  la  cruzada.  Esta  idea  fija  del 
misionólogo  y  misionero  mallorquín  de  pretender  probar  en  lo  po- 
sible los  artículos  de  la  fe  obedecía  a  la  dificultad  histórica  del 
uso  del  argumento  de  autoridad  en  las  disputas  con  los  infieles  y 
también  con  los  cismáticos.  En  el  libro  de  Doctrina  pueril  leemos  las 
siguientes  palabras  :  «No  som  en  temps  de  miracles,  car  la  devoció 
era  major,  de  convertir  lo  món,  en  los  apòstols,  que  no  és  ara  en  lo 
temps  en  què  som  ;  ne  rahons  fundades  sobre  auctoritats  no  reben 
los  infeels  :  dones  convinent  és  a  convertir  los  infeels  ab  lo  Libre  de 
demostracions  e  la  Art  de  trobar  veritat,  la  qual  sia  mostrada,  per  tal 
que  ab  ella  los  combata  hom  lur  intel·ligència  per  so  que  conegueu 
e  amen  Déu»  (ORE,  I,  156).  Con  los  judíos  tampoco  se  puede  disputar 
con  provecho  tomando  como  base  la  Sagrada  Escritura.  En  el  Líber 
de  acquisitione  Terrae  Sanctae  dice  el  Maestro  con  relación  a  una 
disputa  habida  entre  un  cristiano  y  un  judío  :  «Cum  authoritatibus 
disputabant  et  nullo  modo  poterant  convenire,  eo  quod  quilibet  textum 
sacrae  scripturae  ad  suum  propositum  exponebat»  (ed.  Longpré,  en 
CriteHon,  III  [Barcelona,  1927],  266).  Ni,  finalmente,  con  los  cismá- 
ticos vale  el  argumento  de  autoridad,  porque  «authoritates  possunt 
diversimode^  exponi,  et  de  ipsis  haberi  diversae  opiniones»,  dice  el 
Doctor  Iluminado  en  el  Líber  de  quinqué  sapientibus  (ed.  Mag.  II 
[1722],  4)  disputa  sucesiva  del  autor  con  un  sabio  griego,  nestoriano, 
jacobita  y  mahometano.  Con  razón,  pues,  exclama  el  erudito  inves- 
tigador Dr.  Garcías  :  «...  el  método  apologético  del  Arcangélico,  sig- 
nifica en  la  historia  de  la  teología  católica  un  esfuerzo  poderoso  de 
la  razón  humana  para  servicio  de  la  fe  católica...  Representa  el  ideal 
de  la  especulación  teológica,  no  por  pura  gimnasia  intelectual,  sino 
para  poder  formular  tales  principios  ante  la  fe  católica,  que,  sin  des- 
truirla, no  pueda  haber  razón  humana  que  obligue  a  desvalorizarlos.» 
Cf.  Notas  de  introducción  al  estudio  de  las  obras  teológicas  del  Beato 
Ramón  Llull  (Comillas  [Santander],  1944,  13-14). 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAÑQUERNA. — C.   I  • 


265 


usar  de  su  virtud,  para  que  yo  sea  con  él  en  mayor  y  más 
alto  grado.  Porque  cuanto  más  alto  asciende  y  puede  as- 
cender el  entendimiento  a  entender  los  artículos  de  la  fe, 
tanto  más  puedo  yo  subir,  que  soy  la  Fe,  y  subo  más  alto 
sobre  el  entendimiento  y  creo  aun  aquello  que  no  puedo 
entender.  Y  en  cuanto  más  el  hombre  afirma  que  mi  her- 
mana la  Verdad  no  está  en  las  razones  necesarias  proba- 
das por  mi  hermano  el  Entendimiento,  en  tanto  más  es  con- 
tra mi  hermana  Verdad,  que  aquí  está,  y  contra  mi  herma- 
no, aunque  puedan  ser  calumniadas  por  alguna  floja  y  apa- 
rente razón,  en  comparación  de  mí,  de  mi  hermana  y  de  mi 
hermano. 

5.  A  esto  replicó  Blanquerna  y  dijo:  — (Mirad,  señora, 
que  ya  muchas  veces  han  ido  a  los  infieles  hombres  reli- 
giosos y  otros  muchos  a  predicarles  la  santa  fe  romana, 
y  no  les  pudieron  convertir;  de  que  se  infiere  no  querer 
Dios,  al  parecer,  su  conversión  por  ahora.  Pero  cuando 
Dios  quiera,  será  muy  fácil  cosa  el  convertirles. — <  Respon- 
dióle la  Fe:  — £>i  Dios  aborreciera  y  no  quisiera  la  conver- 
sión de  las  gentes,  dime:  ¿a  qué  fin  habría  encarnado? 
¿Y  por  qué  razón  habría  sufrido  pasión  y  muerte  en  la 
cruz  y  por  qué  honrado  tan  altamente  a  los  apóstoles  y 
mártires,  que  padecieron  muerte  para  exaltarme  a  mí  en 
este  mundo?  ¿Y  no  sabéis  vos  que  Dios  aguarda,  todo  día, 
verdaderos  y  leales  amadores,  que  vayan  a  él  con  Jibre  y 
franca  voluntad  y  de  ninguna  manera  forzada,  para  que 
puedan  merecer  gloria  grande  2,  que  a  Dios  se  conviene  más 
darla  cuanto  mayor?  Sabed  que  esto  es  tentar  a  Dios  y 
creerse  las  gentes  que,  cuando  será  su  voluntad,  se  la  dará 
a  ellos  de  padecer  martirio  por  su  divino  amor.  Y  si  no,  de- 
cidme: ¿cuál  pronunciación  tiene  más  fuerza  y  energía,  la 
que  con  Dios  manda  al  hombre  sufrir  y  padecer  trabajos 
y  muerte  por  su  amor,  mientras  esperan  algunos  simple 
y  bestialmente  que  Dios  lo  vuelva  a  mandar,  o  verdadera- 
mente la  que  la  cruz  de  Cristo  ya  nos  representa  y  mani- 
fiesta a  nuestros  ojos,  y  la  que  ahora  nos  significan  las  pa- 
labras de  Jesucristo,  que  dijo  a  San  Pedro  en  el  Evange- 
lio, cuando  repitió  tres  veces:  "Si  me  amas,  apacienta  mis 
ovejas?"  ¿Y  cuál,  dime,  es  mayor  error  contra  Dios,  con- 
tra mi  hermano  y  contra  mi  hermana?  Entended,  pues,  que 
la  falta  de  perseverancia  y  continuación  de  las  disputas 
contra  los  infieles  es  la  razón  por  que  parece  a  las  gentes 
que  el  error  no  puede  ser  vencido  ni  superado  por  nosotros 
con  vivas  razones. 

í  6.  Habiendo  la  Fe  así  reprendido  fuertemente  a  Blan- 
querna, ella  se  tornó  a  su  llanto,  lamentándose  con  grandes 

*  «per  co  que  meresquen  gran  glòria  ;  e  les  gents  tempten  Déu 
e  euyden-se  que  com  Déus  ho  voldrà». 


266 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


gritos,  como  solía,  y  encaminóse  en  compañía  de  su  herma- 
na la  Verdad  hacia  el  Entendimiento,  su  hermano,  y,  si- 
guiendo Blanquerna  a  los  dos,  procuraba  con  todas  sus 
fuerzas  consolar  a  la  Fe,  y  le  decía  estas  palabras:  — Sabio 
es  Dios  en  todas  cosas,  y  su  justicia  en  ninguna  cosa  es 
defectuosa.  Y  así,  sabiendo  Dios,  señora  Fe,  que  vos  ha- 
béis hecho  todo  vuestro  poder  en  convertir  a  los  infieles  a 
Dios,  su  divina  justicia  os  tiene  por  excusada,  y  por  esto 
os  conviene  consolaros  en  la  sabiduría  y  justicia  de  Dios; 
y  sabed  que  es  tan  grande  vuestro  mérito  como  si,  en  efecto, 
hubiésedes  convertido  ya  a  los  infieles,  pues  que  tan  vi- 
vamente lo  deseáis. — Respondió  llorando  la  Fe,  diciendo  a 
Blanquerna:  — ¡Oh  triste  e  infelice  de  mí!  Jamás  pude  yo 
pensar  ser  tan  fuertemente  despreciada  por  las  gentes;  y 
¿  quién  creerá  que  pueda  yo  jamás  consolarme,  viendo  a  mi 
Creador  y  a  mi  Luz  tan  ultrajado,  tan  ignorado,  desamado  y 
blasfemado  por  'las  gentes?  Si  por  mis  méritos  y  poderes 
me  consolara,  caridad  y  amor,  ¿'cómo  serían  en  mi  volun- 
tad? Tal  género  de  consuelo  proviene  por  carecer  de  amor, 
devoción  y  piedad,  que  son  hermanas  mías,  contra  cuya  vir- 
tud sería  sin  duda  mi  consolación. — 'Mientras  así  reprendía 
Ta  Fe  a  Blanquerna,  llenóse  su  corazón  de  rubor  y  concien- 
cia, y,  continuando  así  su  razonamiento,  llegaron  los  tres 
compañeros  a  aquellas  cercanías  donde  el  Entendimiento  te- 
nía su  tabernáculo  y  real  asiento. 


CAPÍTULO  XLIV 


Del  entendimiento 

1.  A  la  sombra  de  un  árbol  muy  hermoso,  cargado  de 
flores  y  frutos,  sobre  la  fresca  hierba,  junto  a  una  bella  y 
clara  fuente,  había  una  alta  y  magnífica  silla  de  oro  y  plata, 
marfil  y  ébora,  sutil  y  primorosamente  labrada  y  tachonada 
de  ricas  piedras  preciosas,  esmaltada  en  azul  y  otros  muy 
elegantes  colores.  Ocupábala  sentado  un  viejo  y  respetable 
anciano,  con  barbas  canas,  vestido  noblemente  de  terciopelo 
carmesí,  en  que  era  significada  la  pasión  del  Hijo  de  Dios. 
Llamábase  aquel  personaje  Entendimiento,  el  cual  dictaba  a 
muchos  escolares  filosofía  y  teología.  A  este  tiempo  llegaron 
la  Fe,  Verdad  y  Blanquerna  ante  el  Entendimiento,  y  salu- 
dáronle con  gran  respeto  a  él  y  sus  discípulos,  quienes  los 
recibieron  con  mucho  agrado  y  cortesía. 

2.  El  Entendimiento  quiso  informarse  de  sus  hermanas 
la  Fe  y  Verdad,  y  preguntólas  de  su  estado  y  qué  fruto  ha- 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  4  I 


2Ò7 


bían  logrado  en  los  intentos  que  las  habían  obligado  a  tan 
largo  viaje.  Con  gran  compasión  y  dolor  de  su  corazón  res- 
pondió la  Fe,  su  hermana,  y  refirióle  cuanto  les  había  suce- 
dido en  su  misión  a  tierras  de  moros,  y  que  allí  habían  en- 
contrado a  muchos  hombres  sabios  en  filosofía,  los  cuales  no 
creían  en  sus  propios  dogmas  de  Mahoma  y  que  no  querían 
admitir  autoridades  de  santos  ni  tener  creencia  verdadera 
sin  inteligencia.  — (Y  por  esta  causa,  yo,  mi  hermana  la  Ver- 
dad— dijo  la  Fe — ,  venimos  a  vos,  y  os  rogamos  sea  de  vues- 
tro agrado  pasar  a  aquéllos  y  demostrarles  la  verdad  con  ra- 
zones necesarias,  y  les  saquéis  del  error  en  que  se  hallan, 
para  que  Dios  sea  por  ellos  conocido  y  amado,  y  sean  con 
esto  aliviados  mis  tormentos. 

3.  Entonces  el  Entendimiento  se  volvió  a  sus  discípulos, 
y  les  dijo:  — Llegó  ya  el  tiempo  en  que  se  halla  exaltado 
nuestro  conocimiento,  y  los  infieles  piden  razones  y  demos- 
traciones necesarias  y  desprecian  a  la  creencia.  Hora  es  ya 
que  nos  pasemos  a  ellos  y  usemos  de  la  ciencia  que  tenemos ; 
porque,  si  no  usamos  de  ella  según  debemos,  para  honrar 
aquel  de  quien  la  hemos  recibido,  haremos  contra  la  concien- 
cia y  contra  aquello  mismo  que  sabemos,  .y  así  no  querría- 
mos tener  el  mérito  y  gloria  que  pudiéramos  haber  usando 
de  nuestro  entendimiento.  Muy  grande  es  la  dificultad  y 
duda  que  tienen  los  moros  sabios  en  su  misma  ley  y  creen- 
cia. En  duda  se  hallan  los  judíos  por  el  cautiverio  en  que 
se  hallan  y  desean  tener  seguro  conocimiento  de  la  verdad. 
Grande  es  el  número  de  los  idólatras  que  no  tienen  conoci- 
miento alguno  de  Dios.  Así,  pues,  hora  es  que  nos  vamos. 
Y  por  esto  deseo  yo  saber  quiénes  de  vosotros  quieren  venir 
en  mi  compañía  y  de  mis  hermanas,  y  allá  disputaremos  con 
los  infieles  con  un  nuevo  modo,  enseñándoles  el  Arte  abre- 
viado de  hallar  ¡a  verdad  l.  Y  cuando  la  hubiesen  aprendido, 
entonces  podremos  fácilmente  convencerles  por  el  mismo  arte 
y  sus  principios. 

4.  Habiendo  concluido  el  Entendimiento  esta  propuesta, 


1  Del  libro  de  Ramón  Llull  Art  abrcujada  d'atrobar  veritat  (en  la 
ed.  de  Maguncia,  Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem  seu  Ars 
magna  et  major),  escrito  en  Mallorca  cerca  del  año  1271,  dice  Carreras 
y  Artau  :  «Obra  capital,  aunque  no  ha  va  sido  de  las  más  divulgadas, 
puesto  que  constituye  el  primer  modelo,  harto  complicado  y  difícil, 
del  arte  general  luliana.  Es  el  punto  de  partida  para  conocer  la  evo- 
lución del  arte  señera!  en  su  doble  proceso  de  reducción  y  de  per- 
feccionamiento lógico.  Nosotros,  para  distinguir  esta  obra  del  Ars 
magna,  gene  ralis  et  ultima,  que  cierra  dicho  proceso,  la  denomina- 
remos también  Ars  magna  primitiva.  Es  un  artificio  lógico,  pero  de 
base  y  trascendencia  metafísicas,  cuyo  objeto  es  reducir  los  conoci- 
mientos humanos  a  un  corto  número  de  principios  y,  consiguiente- 
mente, expresar  todas  las  relaciones  posibles  entre  las  ideas  mediante 
combinaciones  figuradas.  De  esta  obra  troncal,  el  autor  hace  derivar 
las  diversas  artes  particulares»  (o.  c,  p.  289). 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLÚLL 


los  discípulos  se  excusaron  con  su  maestro,  diciéndole:  — Te- 
merosa cosa  es,  señor,  la  muerte  y  sostener  trabajos  y  tor- 
mentos, y  extraña  cosa  es  padecer  hambre,  sed,  calor  y  frío, 
dejar  a  su  propia  patria  y  amigos,  peregrinando  en  tierras 
extrañas  entre  bárbaras  gentes,  que  martirizan  y  quitan  la 
vida  al  hombre  cuando  los  reprende  de  su  falsa  ley  y  creen- 
cia.— A  estas  razones  y  respuesta  no  pudo  contenerse  la 
Verdad  de  hablar  y  decir  estas  palabras :  — Si  todo  esto  que 
decís  son  cosas  temibles,  ¿cuánto  más  lo  será  el  ser  ene- 
migo de  Dios,  de  mí,  de  mi  hermano  y  de  mi  hermana, 
y  aun  de  la  Esperanza,  Caridad,  Justicia  y  Fortaleza?  Si 
mi  hermano,  decidme,  se  ha  dado  a  vosotros,  ¿dónde  está 
el  amor  y  honra  que  vosotros  tenéis  y  hacéis  a  mi  hermano 
y  a  mí,  contra  la  falsedad,  la  cual  me  tiene  afrentada  y 
deshonrada  entre  tantas  gentes?  ¿Y  quién  de  vosotros  en 
el  día  del  juicio  querrá  ser  semejante  a  Jesucristo  con  la 
insignia  de  las  vestiduras  encarnadas?  O  si  no,  ¿cuál  de 
vosotros,  si  muriere  de  muerte  natural,  quisiera  morir  para 
honrar  a  su  Señor  celestial? — Lloró  la  Verdad  inconsola- 
blemente y  tornó  la  Fe  a  lamentarse  con  sus  graves  dolores. 
Y  dijo  el  Entendimiento  estas  palabras:  — ¡Oh  miserable 
de  mí!  ¿Cuál  es  el  agradecimiento  que  manifiestan  todos 
aquellos  a  quienes  yo  he  demostrado  la  verdad?  Y  aún  más: 
¡Oh  Fe  y  Verdad,  id  vosotras  a  la  Devoción,  vuestra  her- 
mana, y  rogadla  que  venga  a  estos  discípulos  míos  que 
viven  sin  piedad,  para  que  les  inflame  y  enamore  su  corazón 
a  seguirme  en  el  viaje  que  vosotras  tanto  deseáis! — Luego 
se  partieron  la  Fe,  Verdad  y  Blanquerna  en  busca  de  la 
Devoción,  en  cuya  jornada  y  compañía  loaba  Blanquerna 
y  bendecía  a  Dios  nuestro  Señor,  dándole  infinitas  gracias 
por  haberle  llevado  a  tal  lugar,  donde  había  oído  tan  sabias 
y  devotas  palabras,  cuales  por  ningún  tiempo  había  oído 
decir  a  persona  alguna. 


CAPITULO  XLV 

De  la  devoción 

1.  Llegaron  los  tres  compañeros  a  un  cierto  lugar,  en 
donde  encontraron  a  la  Devoción,  *  que  estaba  en  oración 
bajo  de  un  pino  muy  hermoso  y  lloraba,  deseando  el  honor 
de  Jesucristo  y  meditando  su  santísima  muerte  y  cruel 
pasión.  Con  grande  respeto  recibió  la  Devoción  a  la  Fe  y 
a  la  Verdad,  y  saludólas  con  agradable  y  alegre  semblante; 
pero  las  dos  correspondieron  a  la  Devoción  con  muestras 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANgUERNA. — C.  45 


2Óg 


de  tribulación  y  de  tristeza,  por  cuyo  semblante  la  Devoción 
entró  en  recelo  si  su  hermano  habría  recibido  algún  dis- 
gusto, y  preguntólas  luego  de  su  estado.  Respondiéronla 
las  dos  hermanas,  refiriendo  a  la  Devoción  todo  cuanto  el 
Entendimiento,  su  hermano,  había  dicho,  y  que  éste  le  roga- 
ba muy  encarecidamente  que  fuese,  como  debía  ir,  a  sus 
discípulos  y  los  enamorase  y  moviese  a  seguir  en  loar  y 
honrar  la  Santísima  Trinidad  de  Dios  y  la  encarnación 
de  su  divino  Hijo,  y  para  que  Dios  y  sus  obras  tuviesen  la 
alabanza  que  se  merecen  entre  nosotros,  con  que  seamos 
en  el  agrado  de  Dios  nuestro  Señor,  y  que  todos  aquellos 
que  viven  ciegos  en  la  falsedad  y  error  sean  iluminados 
por  la  luz  de  la  Fe,  por  la  Verdad  y  por  el  Entendimiento. 

2.  — ¡Cómo,  qué  me  decís! — dijo  la  Devoción — ;  los 
discípulos  de  mi  hermano  el  Entendimiento,  ¿no  me  tienen 
a  mí  en  su  corazón?  ¿Cómo  puede  ser  eso,  si  mi  hermano 
les  enseña  la  Verdad,  mi  hermana?  Por  cierto  es  contra 
naturaleza  —  prosiguió  la  Devoción  —  que  ellos  tengan  co- 
nocimiento de  Dios  y  de  sus  obras  y  no  tengan  caridad  y 
devoción  en  Dios  y  en  sus  obras.  ¡Ah,  qué  desventura! 
Esta  contrariedad  es  originada  en  el  hombre  por  su  olvido 
de  la  virtud  divina,  y. de  la  gloria  celestial,  y  de  las  penas 
del  infierno,  sin  acordarse  1  de  las  honorables  virtudes  que 
hoy  en  día  son  miserablemente  despreciadas,  y  también  por 
la  demasía  con  que  el  hombre  frecuentemente  recuerda  las 
vanidades  del  mundo,  sin  que  la  muerte  les  cause  algún 
miedo  ni  espanto.  ¡Oh  triste  y  miserable  de  mí!  ¿En  dónde, 
pues,  están  la  Esperanza,  Caridad,  Justicia,  Prudencia  y 
Fortaleza,  para  que  ayuden  a  nosotras  y  a  la  sabiduría 
de  mi  hermano? — -Muy  admirada  quedó  la  Devoción  y  en 
gran  manera  se  afligía  con  la  expresión  de  sus  voces. 

3.  Mientras  la  Devoción  así  se  maravillaba  y  acongojaba 
de  la  ingratitud  de  los  discípulos  de  su  hermano  el  Enten- 
dimiento, que  temían  más  en  sufrir  trabajos  y  muerte  para 
honrar  a  Dios  y  poseer  la  gloria  celestial  que  vivir  sin 
caridad,  esperanza,  fortaleza  y  las  demás  virtudes  y  ser  2 
condenados  a  las  penas  del  infierno,  la  Fe  y  la  Verdad 
pidieron  con  grandes  ruegos  a  la  Devoción  se  encaminase 
a  toda  prisa  a  aquellos  discípulos  del  Entendimiento,  pues 
se  tardaba  demasiadamente,  y  era  ya  tiempo  que  los  hom- 
bres devotos  y  científicos  fuesen  a  predicar  y  enseñar  a  los 
infieles,  cuyas  miserables  almas  van  corriendo  a  los  infier- 
nos, como  las  aguas  del  río  no  cesan  de  correr  al  mar.  Res- 
pondió la  Devoción,  y  dijo:  — Bien  sabéis  vosotras  que  el 

.  poder  de  las  virtudes  no  es  bastante  sobre  el  libre  albediío 


1  No  leemos  en  el  original  «->in  acordarse...,  despreciadas». 
a  Igualmente  calla  el  autor  «v  ser...  infierno». 


270 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  los  discípulos  de  mi  hermano,  y  por  esto  no  puedo  estar 
en  ellos  sin  su  libre  voluntad,  porque»  si  pudiera,  sería  ya 
en  mis  operaciones  contra  la  Verdad,  Caridad  y  Justicia, 
que  se  convienen  con  el  mérito  de  gloria  o  de  pena  por  culpa. 
Y  por  esta  razón  conviene  que  vosotras  os  volváis  a  mi 
hermano  y  a  sus  discípulos,  y  decidles  que  ellos  pueden 
tenerme  en  su  compañía  y  en  su  corazón  a  cualquiera  hora 
que  quieran  tenerme,  cuan  presto  quieran  acordarse  de  mí 
y  amarme;  y  decidles  también  que  les  hago  presente  que 
para  que  ellos  me  quieran  tener  está  representada  en  la 
santa  cruz  la  imagen  de  nuestro  Señor  Jesucristo,  por  quien 
debieran  tener  gran  confusión  y  vergüenza  en  vista  de  la 
injuria  que  se  le  hizo,  porque  no  quieren  resolverse  en  ir  a 
honrar  su  honor  y  tomarla  por  propia. 

4.  Habiendo  la  Devoción  concluido  estas  palabras  3,  la 
Fe  y  la  Verdad  se  volvieron  al  Entendimiento  llenas  de 
desconsuelo,  y  Blanquerna  se  despidió  de  ellas  con  mucho 
agrado  y  reverencia,  y  se  fué  también  a  buscar  su  habitación 
por  la  selva,  en  cuya  soledad  y  camino  meditaba  aquellas 
palabras  que  había  dicho  a  Devoción,  y  loaba  y  bendecía  a 
la  caridad,  sabiduría  y  justicia  de  Dios,  quienes  así  habían 
encargado  y  obligado  a  los  fieles  cristianos,  por  la  encarna- 
ción y  pasión  del  Hijo  de  Dios,  a  que  no  dudasen  en  sostener 
trabajos  y  la  muerte  para  honrar  a  Dios  y  a  sus  obras. 


CAPITULO  XLVI 

DE  LA  DILIGENCIA 

1.  Con  gran  solicitud  y  ansia  buscaba  Blanquerna  por 
aquel  desierto  el  puesto  que  deseaba  para  su  habitación,  y 
no  cesaba  su  corazón  de  amar,  ni  su  alma  de  recordar,  ni 
su  boca  de  bendecir  y  loar  el  santo  nombre  de  Dios.  A  este 
tiempo  descubrió  a  un  hombre  a  caballo  que  venía  al  en- 
cuentro muy  aceleradamente  y  traía  gran  cantidad  de  di- 
nero. Llegado  1  ya  el  hombre  a  emparejar  con  Blanquerna, 
éste  le  saludó  y  preguntóle  la  causa  por  qué  andaba  tan 
apresurado.  Respondióle  el  hombre  que  él  era  mayordomo 
de  un  cierto  rey,  quien  le  enviaba  a  una  ciudad  para  preve- 
nirle posada  y  hacer  todas  aquellas  prevenciones  y  provi- 
siones que  al  honor  de  un  rey  correspondían,  porque  allí  se 
habían  de  celebrar  cortes  con  todos  sus  barones.  Blanquerna 


1  Blanquerna  saluda  aquell  home  e  demanà  a  ell  qual  cosa  era», 
del  traductor. 

1  «Blanquerna  saludà  aquell  home  e  demanà  a  ell  qual  cosa  era...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  46  2  7  T 


quiso  preguntarle  otras  cosas,  pero  el  mayordomo  no  quiso 
detenerse  con  él,  por  no  perder  tiempo,  ni  quiso  tampoco 
responder  a  todas  sus  preguntas. 

2.  Todo  aquel  día  anduvo  Blanquerna,  hasta  que,  siendo 
ya  muy  tarde,  sacó  un  pan  de  aquellos  que  llevaba  y  comiólo, 
con  algunas  hierbas  crudas,  junto  a  una  fuente.  Mientras  así 
comía,  vió  Blanquerna  a  un  escudero  montado  en  un  pala- 
frén, que  ligeramente  caminaba.  Venía  éste  de  la  corte  ro- 
mana, y  pasaba  a  una  ciudad  donde  habían  elegido  a  un 
obispo  que  estaba  ya  confirmado  y  consagrado  por  el  papa. 
Y  por  eso,  aquel  escudero  corría  la  posta  a  pedir  las  albri- 
cias al  cabildo  de  aquella  ciudad  y  a  los  parientes  del  obispo. 
Mientras  2  el  escudero  daba  de  beber  al  palafrén  en  aquella 
fuente,  delante  de  Blanquerna,  éste  le  preguntó  de  dónde 
venía  y  adonde  iba  tan  apresurado.  Pero  era  tan  grande  la 
ansia  y  prisa  del  escudero,  que  apenas  pudo  dejarse  enten- 
der de  Blanquerna,  ni  aun  dejar  al  palafrén  que  saciase 
su  sed. 

3.  Habiendo  comido  ya  Blanquerna,  se  hincó  de  rodillas 
y  dió  gracias  a  Dios.  Y,  estando  así  loando  y  bendiciéndole, 
siendo  ya  hora  de  nona,  vió  venir  a  pie  a  un  pobre  mercader 
derrotado,  llorando  y  lamentándose  fuertemente,  y  decía  es- 
tas palabras:  — i¡Aíh  cuitado,  miserable  y  triste  de  ti,  des- 
pués que  por  tiempo  tan  dilatado  has  ido  trabajando  en  va- 
rias tierras,  y  sosteniendo  tanta  hambre,  sed,  calor,  frío  y 
temores  para  ganar  lo  que  ahora  tan  desgraciadamente  has 
perdido!  Di,  cautivo  y  mezquino,  ¿qué  harás  y  qué  ha  de 
ser  de  tu  mujer  y  de  tus  hijos,  habiéndote  robado  cuanto 
tenías  y  llevabas?  Si  pides  justicia  contra  aquel  que  te  ha 
robado,  vivirás  todo  el  tiempo  en  continuos  peligros  y  rece- 
los que  te  quiten  la  vida  los  robadores,  puesto  que  entre  ellos 
y  sus  manos  estás  precisado  a  vivir  y  habitar.  —  'Buen  ami- 
go— 'dijo  Blanquerna — ,  ¿adonde  vais  y  quién  os  tiene  en 
tan  gran  tristeza  como  me  representa  vuestro  desconsuelo  ? — 
Refirióle  el  mercader  todo  el  suceso,  diciéndole  cómo  un  cier- 
to caballero,  dueño  de  un  castillo  junto  al  lugar  adonde  se 
encaminaba,  le  había  robado  cuanto  tenía,  perdiendo  3  toda 
su  hacienda,  que  había  adquirido  con  tantas  miserias,  fati- 
gas y  trabajos  por  el  discurso  de  toda  su  vida,  y  que  por  esto 
iba  a  clamar  a  la  justicia  contra  aquel  caballero  que  le  había 
robado. 

4.  Poco  después  de  haberse  partido  de  Blanquerna  el 
desgraciado  mercader,  llegó  otro  hombre  que  venía  también 


3  «Dementre  son  palafré  bevia,  Vescuder  recontava  les  paraules 
damunt  dites  a  Blanquerna  ;  mas  tant  se  cuvtava  l'escuder,  que  a  pe- 
nes poc  donar  a  entendre  les  paraules  a  Blanquerna.» 

3  «ni  com  havia  perdut  tot  ço  on  tot  temps  ell  havia  treballat». 
Y  aquí  termina  el  parágrafo  en  el  texto  primitivo. 


272 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


a  paso  muy  apresurado,  llevando  a  cuestas  gran  cantidad  de 
gansos  y  gallinas.  Preguntóle  Blanquerna  si  le  sabría  decir 
dónde  podría  encontrar  en  aquella  selva  algún  puesto  en 
que  pudiese  habitar,  y  fuese  en  algún  monte  donde  hubiese 
agua  viva  y  alguna  fruta  silvestre,  para  morar  en  él  y  vivir 
en  vida  ermitaña.  Pero  tan  grande  era  la  preocupación  de 
aquel  hombre  por  causas  de  un  pleito  que  llevaba,  que  ya  4 
por  esto,  y  también  por  el  ruido  de  la  carga  que  traía,  ni 
entendió  ni  respondió  a  las  palabras  de  Blanquerna.  Y,  cre- 
yéndose que  le  preguntaba  de  su  estado  y  viaje,  le  respondió 
en  esta  forma:  — Señor,  yo  voy  ahí  a  una  villa,  junto  a  un 
castillo,  porque  llevo  un  pleito  contra  un  hermano  mío,  pi- 
diéndole una  viña  que  mi  padre  me  ha  mandado  en  su  testa- 
mento, y  traigo  este  presente,  que  aquí  veis,  para  el  juez  y 
los  abogados  de  una  y  otra  parte,  y  aun  les  traigo  aquí  unos 
dineros  que  he  tomado  de  prestado  a  gran  usura  e  interés. 
Y  por  amor  de  Dios  os  pido  que,  si  vos  entendéis  de  pleitos, 
me  ayudéis  con  vuestros  consejos. 

5.  En  gran  manera  se  admiró  Blanquerna  de  la  eficacia 
y  fervor  con  que  aquel  hombre  deseaba  ganar  la  viña.  Y,  acor- 
dándose de  aquellas  palabras  de  la  Fe,  de  la  Verdad,  del 
Entendimiento  y  Devoción  y  de  la  gran  diligencia  que  había 
encontrado,  conocido  y  experimentado  en  todos  aquellos  hom- 
bres, se  arrodilló  Blanquerna  y,  movido  su  corazón  a  gran 
devoción,  llenáronse  de  lágrimas  sus  ojos  y,  llorando,  pro- 
rrumpió en  estas  palabras:  — ¡Oh  voluntad  extraña  contra 
todo  orden  y  naturaleza,  en  quien  falta  el  saber  y  rectitud 
de  coraje  y  animosidad!  ¿De  dónde  te  ha  venido  a  ti  el  que 
hagas  olvidar  con  tanto  esfuerzo  el  honor  y  conocimiento 
de  Dios,  y  no  quieras  dar  devoción  a  aquellos  infelices  que 
temen  el  sufrir  trabajos  y  la  muerte  para  honrar  a  Dios  y 
enderezar  a  los  errantes  por  el  camino  de  la  salvación?  ¡Ali 
voluntad,  cuán  grande  es  tu  fatuidad  y  cuán  poco  tu  agra- 
decimiento a  tu  Creador  por  lo  mucho  que  por  ti  ha  hecho! 
¡  Y  cuán  poco  es  el  temor  que  tienes  a  los  trabajos  y  penas 
infernales,  en  las  cuales  jamás  podrás  tú  conseguir  tus  de- 
seos !  ¡  Oh  necia  e  ignorante  voluntad !  ¿  En  dónde. 5  es  el  bien 
merecido,  por  quien  puede  ser  premiado,  ni  el  mayordomo  so- 
lícito, ni  el  escudero  apresurado,  ni  el  mercador  afligido,  ni 
el  rústico  mezquino  y  avariento,  cuando  todos  juntos  van 
siguiendo  el  camino  de  la  ambición  y  codicia?  ¡Ah  miserable 
de  ti !  ¿  Cómo  no  procuras  los  remedios  que  puedes  haber  en 
este  mundo,  antes  que  te  acometa  la  muerte?  ¿Y  por  qué 
no  temes  el  perder  en  esta  vida  lo  que  en  la  otra  jamás  pue- 


4  El  original  calla  «que  ya...  Blanquerna». 

5  «On  és  lo  bé  qui-t  pot  ésser  guardonat  per  lo  majordom,  ni 
l'escuder,  ni-l  mercader  ni-l  pagès?» 


LIRRO  DE  EVAST  Y  BLÀNQUERNA. — C.  .17 


de  ser  recuperable?  ¿Y  por  qué — dime — temes  ahora  en  este 
mundo  perder  los  deleites  temporales,  pudiendo  después  con- 
seguir en  el  otro  la  eterna  herencia  de  bienaventuranza?— 
Muy  admirado  se  quedó  aquel  villano  de  las  palabras  de 
Blanquerna;  pero  despidióse  de  él,  prosiguió  su  camino,  vol- 
viendo en  sus  pensamientos  y  afanes. 


CAPÍTULO  XLVII 

De  los  agüeros 

1.  Día  era  ya  muy  claro  y  el  sol  con  sus  resplandores 
iluminaba  toda  aquella  selva  por  donde  Blanquerna  camina- 
ba, cuando  descubrió  a  un  caballero  en  una  alta  montaña, 
montado  en  su  caballo,  bien  guarnecido  de  todas  armas.  Era 
aquel  caballero  de  profesión  agorero,  y  había  pasado  a  aquel 
puesto  para  levantar  agüeros,  que  le  manifestasen  la  verdad 
del  suceso  en  un  desafío  que  intentaba  contra  otro  caballero, 
mortal  enemigo  suyo.  Mientras  aquel  caballero  estaba  así, 
de  observación,  mirando  por  todas  partes  si  pasaría  alguna 
águila,  azor,  halcón  o  alguna  otra  ave  en  que  pudiese  levan- 
tar agüero  y  conocer  lo  que  deseaba  saber,  Blanquerna  subió 
a  aquel  monte  para  preguntarle  si  sabría  en  él  algún  lugar 
a  propósito  y  conveniente  para  establecer  su  ermita. 

2.  Habiendo  ya  arribado  Blanquerna  al  caballero,  ambos 
a  dos  se  saludaron  cortesanamente,  y  preguntándose  uno  al 
otro  de  su  estado,  recíprocamente  se  informaron  del  motivo 
por  que  habían  ido  a  aquel  paraje.  Y  habiendo  entendido 
Blanquerna  la  causa  que  había  obligado  al  caballero  a  subir 
al  monte,  di  jóle  Blanquerna  estas  palabras:  — {Caballero  y 
señor  mío:  noble  sois  y  de  corazón  animoso,  según  me  sig- 
nifica la  belleza  y  disposición  de  vuestro  talle,  de  vuestro 
caballo  y  de  vuestras  armas,  con  que  manifestáis  hallaros 
bien  prevenido  y  armado  para  defenderos  de  cualquier  otro 
caballero  enemigo.  — Decís  bien,  amigo  mío — respondió  el 
caballero — >,  que  soy  yo  bien  formado  en  mi  persona,  que 
estoy  bien  armado  y  que  en  mi  corazón  no  sentí  jamás  fla- 
queza alguna  que  me  inclinase  a  cometer  por  ningún  tiempo 
maldad  alguna  ni  engaño;  y  por  la  gracia  de  Dios,  mucho 
tiempo  ha  que  estoy  en  Orden  de  Caballería,  cuyas  1  leyes  he 
guardado  inviolablemente;  y  por  esto  he  creído  siempre  no 
poder  ser  vencido  cuerpo  a  cuerpo  por  ningún  otro  caballero. 


1  No  se  lee  en  el  original  «cuyas  leyes  he  guardado  inviolable' 
mente». 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


3.  — Señor — (dijo  Blanquerna — todo  cuanto  tiene  ser  y 
existe  en  este  mundo  va  encaminado  por  estas  dos  cosas,  a 
saber :  por  la  ocasión  2  o  causa  y  por  la  ventura  o  casualidad. 
La  ocasión  es  aquella  cosa  que  tiene  respeto  y  mira  a  las 
cosas  por  venir,  según  que  la  razón  y  la  discreción  lo  conoce 
por  la  iluminación  del  entendimiento  y  de  la  fe.  Y  la  ventura 
o  acaso  es  aquella  cosa  que  acontece  sin  ocasión,  causa  o 
previsión  alguna.  Esto  supuesto,  preguntóos  ahora  cuál  de 
estas  dos  cosas  es  más  fuerte  y  poderosa:  ¿la  ocasión  o  la 
ventura?  — Buen  amigo — respondió  el  caballero — ,  sin  duda 
será  más  fuerte  la  ocasión,  que  se  conviene  con  la  razón  y 
con  intención,  que  no  la  ventura,  que  se  conviene  con  aquella 
cosa  que  sucede  sin  deliberación  de  razón,  ni  discreción,  ni 
de  intención. — Dijo  Blanquerna  al  caballero  que  muy  sabia- 
mente había  respondido,  pero  que  sus  obras  eran  contrarias 
a  sus  palabras,  en  cuanto  creía  y  se  confiaba  en  agüeros, 
porque  las  aves  van  volando  por  el  aire  por  ocasión,  a  fin 
de  buscar  su  propia  comida,  y  su  volar  es  por  la  ventura  en 
cuanto  a  la  rectitud  tomada  en  su  vuelo,  con  que  pasan  cerca 
o  lejos  del  hombre.  Y,  por  esta  razón,  aquel  caballero  que 
batalla  con  otro,  gobernado  por  el  vailor  y  naturaleza  de  las 
aves,  no  es  tan  fuerte  ni  sabio  en  el  arte  de  la  guerra  como 
el  otro  que  pelea  por  arbitrio  de  la  razón  y  discreción  de  su 
entendimiento,  lo  cual  significa  el  suceso  de  las  cosas,  según 
las  circunstancias  de  la  guerra.  Y  así,  señor,  por  estas  ra- 
zones podéis  entender  que  contra  vos  será  más  fuerte  vues- 
tro enemigo,  si  se  dirige  por  aquello  que  le  enseña  la  razón, 
que  lo  seréis  vos  contra  él  si  os  gobernáis  por  las  operacio- 
nes que  las  aves  hacen  a  ventura,  sin  necesidad  de  razón, 
por  cuanto  ésta  en  las  aves  no  puede  usar  de  su  virtud,  y 
mayormente  porque  esta  detestable  costumbre  es  muy  des- 
agradable a  Dios  nuestro  Señor,  y  es  contra  la  esperanza, 
caridad,  fortaleza  y  justicia;  y  por  esta  causa  os  tengo  y 
reputo  por  el  más  inútil  en  la  guerra. 

4.  Mucho  tiempo  meditó  el  caballero  las  palabras  que 
Blanquerna  le  dijo ;  y  por  los  méritos  de  éste  y  por  la  fuerza 
y  naturaleza  de  la  razón  conoció  el  caballero  sus  defectos  y 
errores,  y  dijo  estas  palabras:  — (Repetidas  veces  me  ha  su- 
cedido que  la  razón  me  demostraba  cómo  debía  practicar 
algunas  aventuras  y  ardides  en  las  armas,  pero,  creyendo  y 
confiándome  más  en  los  agüeros  que  en  mi  entendimiento, 
dejaba  aquello  que  me  dictaba  la  razón  y,  siguiendo  a  los 
agüeros,  hacía  todo  lo  contrario  al  dictamen  de  la  razón  e 
inteligencia.  Bendito  y  alabado  sea  mi  Dios,  que  por  vos  me 
ha  enviado  tal  conocimiento,  por  el  cual,  de  aquí  en  adelante, 
no  tendrán  poder  en  mí  hados  ni  agüeros. 


2  El  autor  dice  simplemente  «occasió  e  ventura» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C 


5.  — Señor — dijo  Blanquerna — >,  aun  os  falta  saber  que 
Dios  ha  establecido  otra  ley  en  la  guerra,  distinta  de  la  so- 
bredicha, y  consiste  en  que,  cuando  la  razón  dicta  y  enseña, 
modo  como  pueda  el  hombre  devastar  a  su  enemigo,  enton- 
ces la  razón  debe  mirar  si  aquello  tiene  concordancia  con 
caridad,  esperanza,  justicia  3  y  fortaleza ;  porque  todas  estas 
virtudes  son  hermanas  de  la  razón,  y  ésta  no  puede  tener 
buen  efecto  en  sus  pensamientos,  siempre  que  se  contraríe  a 
sus  hermanas.  Y,  por  esto,  conviene  mucho  que  tengáis  siem- 
pre en  vuestra  memoria  la  concordancia  que  hay  y  media 
entre  la  razón  y  las  dichas  virtudes. — Estas  razones  de  Blan- 
querna gustaron  mucho  al  caballero,  y  éste  le  aseguró  que 
él  haría  un  examen  de  conciencia  cual  no  había  hecho  en 
todo  el  discurso  de  su  vida. 

6.  Por  largo  rato  pensó  el  caballero  si  en  la  guerra  había 
usado  de  caridad  y  de  justicia  y  de  esperanza,  hasta  que  en 
su  conciencia  se  acordó  de  la  injuria  y  enemistad  que  tenía 
contra  su  enemigo,  y  de  la  confianza  y  credulidad  que  había 
puesto  en  agüeros,  y  cómo  en  su  corazón  había  reinado  la 
soberbia  y  vanagloria,  en  lugar  de  la  virtud  y  la  fortaleza. 
Por  donde,  habiendo  meditado  el  caballero  mucho  tiempo 
todas  estas  y  otras  cosas,  por  las  cuales  había  entrado  en 
conocimiento  de  sus  faltas,  entonces  bendijo  y  alabó  a  Dios 
nuestro  Señor,  arrepintiéndose  de  sus  culpas.  Y  poniéndose 
en  servicio  y  obsequio  de  la  razón  y  de  sus  hermanas,  dijo 
a  Blanquerna  estas  palabras:  — (Bendito  y  alabado  sea  mi 
Dios,  que  me  ha  dado  fuerza,  con  la  cual  he  vencido  a  mis 
enemigos  y  a  mi  propio  corazón.  En  mi  vida  he  ganado  yo 
batalla  tan  ventajosa,  y  para  mí  tan  estimable,  como  ésta. 
Por  los  enemigos  que  he  vencido  ahora  en  mi  corazón,  ven- 
ceré yo  también  a  mis  enemigos  en  el  corazón  de  aquel  ca- 
ballero, contra  el  cual  he  sido  tanto  tiempo  mortal  enemigo. 
;Ah  infeliz  de  mí!  ¿Cuál  puede  ser  bien  ganada  y  bien  ven- 
cida batalla,  sino  aquella  que  se  vence  con  la  caridad,  jus- 
ticia, paciencia,  humildad  y  fortaleza?  Pues  con  estas  vir- 

udes  vence  el  hombre  y  triunfa  de  toda  maldad,  de  toda 
injuria  y  de  toda  soberbia  y  engaño. — Concluidas  estas  pa- 
labras, despidióse  Blanquerna  del  noble  caballero  y  se  enca- 
minó a  su  viaje. 


s  En  el  texto  primitivo  léese  también  «prudència». 


276 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  XLVIII 

Del  valor 

1.  Muy  deseoso  iba  Blanquerna  de  hallar  en  aquel  bos- 
que el  puesto  que  anhelaba  para  hacer  penitencia,  cuando, 
a  este  tiempo,  descubrió  un  camino  por  donde  venía  un  ju- 
glar a  pie,  muy  pobremente  vestido,  cuyo  gesto  y  semblante 
manifestaba  su  miseria  y  la  tristeza  de  su  corazón.  Pregun- 
tóle Blanquerna  cuál  era  la  causa  y  motivo  de  su  aflcción  y 
dolor,  que  indicaba  su  semblante.  — Señor — respondió  el  ju- 
glar— ,  yo  vengo  de  una  corte  donde  han  hecho  nuevamente 
caballero  ¡a  un  noble  varón  de  esta  comarca,  en  cuya  corte 
me  creí  encontrar  a  Valor,  para  que  me  ayudase  y  socorriese 
en  mi  pobre  vestir,  en  remuneración  de  las  reprensiones  que 
por  dilatado  tiempo  tengo  hechas  contra  todos  los  enemigos 
de  Valor;  y  por  más  que  haya  alabado  a  los  que  en  este 
mundo  mantienen  valor,  por  ningún  tiempo  en  aquella  corte 
he  podido  yo  conseguir  de  él,  ni  de  ninguno  de  sus  amadores, 
premio  alguno.  Por  cuyo  motivo  he  pensado  formar  un  nuevo 
poema  para  satirizar  a  Valor  y  a  sus  servidores. 

2.  — Buen  amigo — ^respondió  Blanquerna — •,  antes  de  for- 
mar este  poema  os  conviene  que  sepáis  primero  qué  cosa  es 
valor  y  quiénes  sus  servidores,  para  que  vuestro  dictado  con- 
tenga verdad.  — ¡Señor — (dijo  el  juglar — ,  mucho  tiempo  ha 
que  tengo  yo  conocimiento  del  valor,  y  le  he  buscado  siem- 
pre por  varios  países,  sin  que  jamás  me  haya  socorrido  en 
mi  pobreza  ni  por  é!  haya  podido  librarme  de  la  servidumbre 
y  molestia  dg  necias  gentes.  — tAmigo — dijo  Blanquerna — , 
si  Valor  fue*e  lo  que  vos  entendéis,  de  ahí  necesariamente 
convendría  que  él  os  valiese,  porque  si  no  lo  hiciera,  no  sería 
valor.  Y  pudiera  ser  que  lo  que  vos  llamáis  valor,  sea  .des- 
valor, malicia  y  grande  defecto.  Y  por  eso,  si  la  malicia  y 
maldecir,  ignorancia  y  desvalor  os  hacen  vestir  tan  pobre- 
mente, se  sigue  muy  bien  que  con  grande  injuria  y  sin  razón 
decís  que  Valor  os  ha  faltado  e  injuriado. 

3.  — Señor — dijo  el  juglar — r,  pues  que  con  tanto  tesón 
defendéis  a  Valor,  quiero  que  me  digáis  qué  cosa  es  valor. — 
Respondió  Blanquerna  que  valor  es  valimiento  de  virtudes 
contra  vicios;  y  valor  es  aquella  cosa  por  la  cual  es  la  uti- 
lidad y  conservación  contra  el  engaño  y  defecto.  Bajo  de 
este  valor  están  la  verdad,  liberalidal,  cortesía,  humildad, 
medida,  lealtad,  piedad,  gratitud,  conocimiento  y  otras  mu- 
chas virtudes,  hijas  de  la  fe,  esperanza,  caridad,  justicia, 


Llimo  on  EVAST  v  nLANgrKRNA.—  C.  4«s  277 


prudencia,  fortaleza  y  templanza,  de  las  cuales  es  hija  la 
de  valor. — Mientras  le  manifestaba  Blanquerna  qué  cosa  era 
valor,  venía  un  caballero  a  pie  con  espada  en  mano  y  lanza 
al  hombro,  y,  estando  ya  junto  a  los  dos,  le  conoció  el  juglar 
y  dijo  a  Blanquerna  que  aquél  era  el  emperador  ',  que  le 
reconocía  muy  bien,  porque  le  había  visto  muchas  veces. 
Hiciéronle  todos  grande  honor  y  reverencia,  y  el  emperador 
les  saludó  también  con  agrado. 

4.  El  juglar  preguntó  al  emperador  qué  casualidad  le 
había  traído  allí  en  aquel  bosque,  solo  y  a  pie.  Respondió 
el  emperador  que,  siguiendo  en  la  caza  de  un  jabalí,  se  desvió 
tanto,  que  había  perdido  su  compañía,  y  que,  habiendo  al- 
canzado al  jabalí,  éste  le  mató  su  caballo;  pero,  en  fin,  él  le 
había  herido  y  muerto.  Habiéndoles  referido  el  suceso,  el 
emperador  les  pidió  si  tendrían  alguna  cosa  que  comer,  por- 
que se  hallaba  muy  hambriento,  pues  había  pasado  dos  días 
sin  comer  ni  beber  cosa  alguna.  —Señor — -dijo  Blanquerna — , 
muy  cerca  de  aquí  hay  una  bella  fuente  de  gentil  y  crista- 
lina agua ;  allí  podéis  beber  y  comer  también  algunas  tiernas 
y  sabrosas  hierbas  que  hay  alrededor  de  la  fuente. — Pero  el 
emperador  le  respondió  que  no  podía  beber  sin  comer  y  que 
no  estaba  acostumbrado  a  hierbas,  por  lo  cual  creía  sin  duda 
morir  en  breve  mientras  no  tuviese  algo  que  comer  de  aquello 
que  tenía  en  costumbre. 

5.  Entonces  Blanquerna  condujo  al  emperador  a  la  fuen- 
te, y  reclinándose  los  tres  sobre  aquella  fresca  hierba,  sacó 
Blanquerna  tres  panes  que  le  habían  quedado  de  su  provi- 
sión, y  juntos  comieron  aquel  día.  A  este  tiempo  preguntó 
Blanquerna  al  emperador  qué  cosa  le  parecía  entonces  apro- 
vecharle más,  o  el  pan  que  comía  o  todo  su  imperio.  A  que 
respondió  que,  en  aquella  ocasión,  más  valía  y  le  aprove- 
chaba aquel  pan  que  comía  que  todo  su  imperio.  — Muy  pobre 
de  valor,  pues- — dijo  Blanquerna — >,  es  aquel  imperio  que  no  ' 
es  tan  provechoso  como  el  pan  para  su  señor.  Y  por  esto  tú, 
juglar,  puedes  conocer  qué  cosa  es  valor;  pues  todo  valor 
consiste  en  tres  cosas.  La  primera,  en  las  cosas  terrenales 
que  valen  para  sustentar  y  mantener  el  cuerpo.  La  segunda, 
en  ganar  virtudes  y  mérito.  La  tercera,  en  cuanto  todas  las 
cosas  son  buenas,  si  Dios,  con  ellas  y  por  ellas,  es  conocido, 
amado  y  servido  y  quiere  usar  de  su  poder  en  sus  criaturas. 

6.  El  emperador  preguntó  entonces  a  los  dos  con  qué 

1  Evidentemente,  hay  en. este  capítulo  una  bella  alusión  al  joven 
y  apuesto  Rodolfo  de  Habsburgo,  landgrave  de  Alsacià  primeramente, 
y  más  tarde  heredero  de  lo  Casa  de  Hohenstaufen,  la  piedad  del  cual 
corría  en  alas  de  la  fama.  Tan  grato  es  el  recuerdo  que  Ramón  Llull 
guarda  del  emperador,  con  quien  trabó  amistad  en  Alemania,  que  en 
varios  pasajes  de  Blanquertta  hace  aparecer  su  figura  con  tanta  de- 
voción como  cariño.  (Cf.  cap.  78,  n.  7  ;  79,  n.  3  ;  82,  n.  7,  y  (al  final 
del  libro). 


278 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


motivo  habían  entrado  en  hablar  de  valor.  Respondió  el  ju- 
glar, refiriéndole  cómo,  habiéndose  encontrado  por  el  cami- 
no, disputaban  de  valor,  a  tiempo  que  su  majestad  había 
llegado  a  ellos.  Entró  después  Blanquerna  y  dijo  así:  — Se- 
ñor, en  muy  nobles  y  heroicas  acciones  habéis  manifestado 
muchas  veces  ser  amigo  de  Valor;  pero,  si  vos  en  algún 
tiempo  hubieseis  hecho  alguna  maldad  y  engaño  contra  Va- 
lor, no  os  podrá  él  ahora  ayudar  en  este  bosque,  donde  vues- 
tro poder  es  tan  pobre  y  limitado  como  el  de  cualquiera  de 
nosotros.  Y  si  en  vuestro  ánimo  hay  noble  y  valeroso  coraje 
que  concuerda  con  el  valor  y  las  virtudes  antedichasv  de  las 
cuales  es  hija  la  virtud  de  Valor,  ésta  os  podrá  ayudar  en 
este  bosque,  para  que  tengáis  paciencia  y  humildad  y  os 
consoléis  con  la  esperanza  en  Dios,  que  os  puede  ayudar  en 
este  y  cualquier  otro  lugar. 

7.  Muy  grande  conferencia  tuvieron  los  tres  sobre  la 
virtud  de  Valor,  y  anduvieron  juntos  tanto  tiempo,  hasta  que 
llegaron  a  un  hermoso  prado  rodeado  de  vistosos  árboles,  en 
medio  del  cual  había  un  palacio  construido  de  mármol  fino 
y  cerrado  de  fuerte  muralla,  sobre  cuyo  portal  estaban  es- 
critas las  palabras  siguientes:  "Este  es  el  palacio  de  la 
señora  Valor,  adonde  no  puede  ni  debe  entrar  hombre  alguno 
que  sea  enemigo  y  perseguidor  de  Valor.  En  este  palacio 
está  la  virtud  de  Valor,  que  está  bandida  y  desterrada  del 
mundo  y  de  sus  amadores,  porque  aman  a  Desvalor.  Aquí 
llora  Valor  y  se  lamenta  todos  los  días  por  sus  daños,  y 
deseando  recobrar  su  honor,  espera  que  sus  valedores  le 
restituyan  en  el  mundo,  para  que  el  honor  y  valor  de  Dios 
sean  multiplicados  por  todas  las  tierras  y  2  las  gentes.  Des- 
consolada está  la  virtud  de  Valor  y  multiplicado  el  Desva- 
lor y  la  malicia.  En  la  deshonra  de  Valor  sienten  daño  los 
hombres  todos.  Si  el  Desvalor  fuese  Valor,  sería  mayor  de 
lo  que  es  en  el  mundo  el  honor  de  Dios.  Perennemente  es- 
pera Valor  a  quien  le  ame  de  corazón  y  recuerde  con  fre- 
cuencia, y  deseando  su  honor,  se  compadezca  de  sus  daños." 

8.  Muy  maravillados  quedaron  los  tres  de  las  palabras 
que  habían  leído  sobre  el  portal  de  aquel  palacio  y  de  lo 
que  significaban.  Y  queriendo  entrar  en  él,  tocaron  a  la 
puerta,  y  asomándose  a  la  ventana  una  noble  y  gentil  don- 
cella, les  preguntó  a  los  tres  qué  querían  y  cuál  era  su  ca- 
lidad y  estado.  Cada  uno  de  ellos  dijo  su  nombre  y  condición 
a  la  doncella,  pidiéndola  les  dejase  entrar  en  aquel  palacio 
para  ver  a  la  señora  de  Valor.  Dió  parte  la  doncella  a  Va- 
lor de  las  condiciones  y  nombres  de  los  sujetos,  pidiéndola 
licencia  para  dejarlos  entrar  a  verla;  pero  Valor  no  quiso 
dejar  entrar  al  emperador  ni  al  juglar,  porque  eran  sus 


2  Las  palabras  «y  las  gentes»  son  un  añadido  del  traductor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  ¿£  270 


enemigos  y  eran  de  aquellos  que  la  perseguían  en  el  mundo 
y  la  tenían  desterrada  en  aquel  bosque.  Y  porque  Blan- 
querna  sólo  era  servidor  suyo,  le  dió  licencia  que  entrase 
él  solamente,  y  mandó  que  se  le  hiciese  un  honrado  reci- 
bimiento y  hospedaje. 

9.  Entró  Blanquerna  solo  en  el  palacio,  donde  vió  a  la 
virtud  de  Valor,  que  decía  estas  palabras:  — Creada  soy 
yo  Valor  para  significar  y  demostrar  el  valor  de  mi  Creador 
y  Señor.  Dios  hace  valer  los  cielos  y  las  estrellas,  los  cuatro 
elementos,  los  metales,  plantas,  bestias,  las  aves  y  los  peces  \ 
para  que  el  hombre  tenga  valor  sobre  todas  estas  cosas. 

Y  porque  el  hombre  no  quiere  tenerle,  vale  menos  que  todas 
estas  cosas  y  cualquier  otra  criatura,  en  cuanto  ama  y  quie- 
re a  Desvalor,  pensando  que  sea  Valor.  Muchos  son  los 
hombres  en  el  mundo  que  poseen  honores  y  riquezas  munda- 
nas, en  las  cuales  hay  desvalor.  Pobres  y  despreciados  son 
en  el  mundo  los  amigos  de  Valor.  Muchos  son  los  libros  4 
en  el  mundo  donde  se  encuentra  la  descripción  del  Valor, 
y  muchos  son  los  libros  en  que  está  escrita  la  verdad  de  la 
encarnación  del  Hijo  de  Dios  y  de  su  muerte  santísima,  pol- 
la cual  fué  hecha  la  recreación.  Pero  muy  poco  valen  los 
libros  para  los  infieles  por  la  falta  que  tienen  de  directores. 
Muchos  son  los  que  poseen  bienes  de  la  santa  Madre  Iglesia 
para  que  puedan  ensalzar  a  Valor.  Pero  ¿quién  es  el  que 
quiere  exaltar  al  valor  y  honor  de  la  santa  Madre  Iglesia 
contra  el  deshonor,  infidelidad  y  error?  Muchos  son  los 
hombres  que  quieren  y  desean  que  Dios  haya  valor,  para  que 
ellos  tengan  honor,  pero  pocos  son  los  hombres  que  aman 
a  Valor,  para  que  Dios  haya  honor.  Si  jamás  he  hecho  a 
nadie  injuria,  ¿por  qué  razón  se  me  hace  a  mí  deshonor? 

Y  si  Desvalor  jamás  hizo  justicia  ni  premió  a  ninguno, 
¿por  qué  razón  se  ha  de  llevar  el  honor? — Con  estas  tiernas 
y  semejantes  expresiones  desahogaba  su  triste  y  afligido 
corazón,  y  vertía  por  sus  ojos  amargas  lágrimas  y  se  lamen- 
taba de  sus  daños. 

10.  Hasta  el  .día  siguiente  por  la  mañana  estuvo  Blan- 
querna en  el  palacio  de  la  señora  de  Valor  5,  en  cuyo  tiem- 
po se  ocupó  en  consolarla,  y,  dándole  buenas  esperanzas,  la 
decía:  — Fuerte  es  Dios  sobre  todos  los  poderes,  y  su  sa- 
biduría no  tiene  defecto  alguno.  Todo  el  mundo  es  obra  y 
criatura  suya;  por  esto,  conviene  que  venga  a  su  cumpli- 
miento y  perfección,  a  lo  cual  no  pudiera  llegar  sin  que 
el  Desvalor  viniese  en  descaecimiento,  y  subiese  Valor  a  su 
exaltación  y  pujanza,  recuperando  su  honor.  La  misericor- 


3  En  el  original  no  se  hace  mención  de  los  peces. 

4  «Molts  són  los  libres  on  és  escrita  veritat  de  la  encarnació...», 
dice  simplemente  el  autor. 

"estec  Blanquerna  ab  valor",  leemos  tan  sólo  en  el  original. 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dia  de  Dios  no  olvida  a  los  pecadores,  y  la  justicia  de  Dios 
no  tiene  amistad  con  los  enemigos  de  Valor. — Estas  y  otras 
muchas  razones  consolatorias  decía  Bianquerna  a  Valor  con 
amorosas  lágrimas,  y  así,  con  llanto  y  devoción,  se  despidió 
de  Valor,  a  quien  rindió  su  corazón  para  todo  el  tiempo 
de  su  vida,  y  Valor  le  aceptó  en  su  comanda  y  guarda. 

11.  Salió  Bianquerna  del  palacio,  y,  volviendo  a  su  viaje, 
refirió  al  emperador  y  al  juglar  el  llanto  y  desconsuelo 
en  que  había  encontrado  a  Valor,  dándoles  cuenta  de  cuanto 
había  dicho  y  de  las  quejas  que  tenía  contra  sus  enemigos. 
El  emperador  y  el  juglar  consideraron  mucho  las  palabras 
que  Bianquerna  les  dijo  de  Valor,  y  a  cada  uno  de  ellos  les 
remordía  la  conciencia  por  las  faltas  que  habían  cometido 
muchas  veces  contra  Valor.  Y  habiendo  el  emperador  con- 
siderado muy  bien  sus  defectos,  quiso  saber  y  preguntó  a 
Bianquerna  de  su  vida,  y  éste  se  la  refirió  toda  con  puntua- 
lidad, y  también  el  estado  y  vida  de  sus  padres  Evast  y 
Aloma,  y  que  él  iba  a  hacer  vida  eremítica  para  contemplar 
y  tener  en  su  corazón  a  Dios  y  su  honor  solamente  y  huir 
del  mundo,  enemigo  de  Valor. 

12.  Entonces  la  humildad  de  Dios  nuestro  Señor  movió 
su  divina  piedad  y  paciencia  al  perdón  para  acordarse  del 
emperador,  quien  por  la  misericordia  de  Dios  concibió  en  su 
alma  verdadera  contrición  y  arrepentimiento  de  sus  pecados, 
diciendo  estas  palabras:  — ¡Oh  necio  y  culpable!  ¿Por  qué 
persigues  a  Valor,  persiguiendo  las  bestias  fieras  con  gran 
peligro  y  riesgo  de  tu  vida?  ¿Y  el  tiempo  más  precioso  de 
ella  has  gastado  en  lo  que  es  Desvalor,  creyéndote  que  era 
Valor?  Y  puesto  que  a  gran  culpa  corresponde  satisfacción 
grande,  y  a  gran  desorden  grande  ordenación,  por  esto, 
aquí  en  este  puesto  y  en  presencia  de  Bianquerna,  prometo 
y  voto  que  de  aquí  en  adelante  mi  persona  y  mi  imperio  nos 
hemos  de  poner  en  servicio  de  Valor,  para  que  esta  virtud 
recobre  en  mí  y  en  los  otros  la  posesión  que  de  mucho 
tiempo  había  perdido.  Y,  por  esto,  conviene  y  es  razón  de 
que  yo  establezca  una  ordenación  en  mí  y  en  todo  mi  imperio 
para  honrar  a  Valor,  y  que  por  mi  ejemplo  le  sea  restituido 
el  honor  y  vuelva  a  habitar  en  nosotros  sin  tristeza  y  con 
toda  alegría. 

13.  Con  esta  conversación G  iban  los  tres  compañeros 
por  un  camino  que  desviaba  mucho  a  Bianquerna  del  destino 
que  llevaba  en  su  viaje.  Por  cuyo  motivo  dijo  éste  al  empe- 
rador que  a  él  le  convenía  volverse  a  aquellos  parajes  en 
que  buscaba  poner  su  ermita,  y  hallándose  a  la  sazón  bajo 
un  hermoso  árbol,  pidió  Bianquerna  licencia  al  emperador, 
y  con  mucha  urbanidad  y  cortesía  se  despidió  de  él  y  del 


6  «Dient  l'emperador  estes  paraules  anaven  tots  tres.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERXA. — C.  4  O  28  I 


juglar,  y  correspondiendo  el  emperador,  dijo  a  Blanquerna 
estas  palabras:  — Bendita  sea  aquella  hora  en  que  os  encon- 
tré en  este  bosque.  Muy  sensible  y  dolorosa  es  para  mí  la 
separación  de  vuestra  agradable  presencia.  Veo  que  me 
conviene  ordenar  mi  casa  y  la  de  la  emperatriz,  mi  esposa, 
y  quiero  también  poner  en  orden  a  todo  mi  imperio,  valién- 
dome de  aquellos  hombres  que  son  amantes  de  Valor  para 
que,  de  este  modo,  pueda  cumplirle  lo  que  le  tengo  prometido. 
A  este  intento  quiero  formar  un  libro  de  aquella  ordenación, 
y  por  este  juglar  y  otros  muchos  le  distribuiré  por  todo  el 
mundo,  para  que  manifiesten  y  demuestren  qué  cosa  es  Valor 
en  las  cortes  de  los  grandes  príncipes  y  señores,  donde  esta 
virtud  es  blasfemada  y  despreciada,  y  que  reprendan  a 
Desvalor  y  le  destierren  de  todo  lugar  donde  es  amado  y 
honrado.  Mandaré  también  que  estos  juglares  no  tomen 
salario  ni  gaje  alguno  de  otra  persona  que  de  la  mía  y  de 
mi  real  erario,  para  que  de  este  modo  puedan  ser  más  fieles 
loadores  de  Valor.  Y,  finalmente,  en  habiendo  educado  a  mis 
hijos,  quiero  dejar  a  mi  imperio  y  en  vuestra  compañía  y 
ermita  servir  a  Dios  y  a  Valor  toda  mi  vida,  para  que 
pueda  poseerles  por  siempre  mi  corazón.  Ruégoos,  amigo, 
me  encomendéis  muy  de  veras  a  Dios  que  me  perdone  mis 
pecados,  pues  me  confío  mucho  en  vuestras  oraciones. 


CAPÍTULO  XL·IX 

De  la  consolación 

1,  A  las  cercanías  de  aquella  comarca  por  donde  Blan- 
querna caminaba  a  su  destino,  estaba  un  pastor  que  guarda- 
ba una  grande  grey,  el  cual  tenía  un  hijo  de  edad  de  siete 
años  que  amaba  mucho,  y,  por  el  grande  amor  que  le  tenía, 
quiso  un  día  llevarlo  consigo  a  la  montaña.  Sucedió,  pues, 
que,  estando  los  dos  con  el  ganado,  el  pastor  se  durmió, 
como  acostumbraba,  y  el  muchacho  se  desvió  del  puesto 
donde  su  padre  dormía,  y  un  lobo  1  que  venía  a  embestir 
al  ganado  encontró  con  el  chico,  que  estaba  por  allí  diver- 
tido, e  hizo  presa  de  él  y  se  lo  llevó.  Con  los  gritos  y  cla- 
mores que  daba  el  chico  despertó  el  pastor,  y  viendo  que 
el  lobo  se  llevaba  a  su  hijo,  le  echó  los  perros  y  siguió  al 
lobo  con  toda  presteza;  pero  fué  en  vano,  porque,  antes 
que  los  mastines  le  hubiesen  alcanzado,  ya  el  lobo  había 
muerto  al  chico  y  comídole  las  tripas  y  las  entrañas.  Cuan- 


1  «Un  lop  venia  al  lxísliar,  e  atróbà  l'infant  e  pres  aquell.» 


282 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


do  llegó  el  pastor  y  vió  muerto  y  despedazado  a  su  hijo,  fué 
extraordinario  su  desconsuelo,  y  con  grandes  llantos  dijo 
estas  palabras: 

2.  — ¡Ah  miserable  y  triste  de  mí!  ¡Perdido  has  lo  que 
más  amabas  en  este  mundo!  ¡Muerto  yace  aquí  tu  hijo, 
siendo  tú  la  causa  y  ocasión  de  su  muerte,  pues  contra  la 
voluntad  de  su  madre  lo  trajiste  tú  a  este  bosque  !  ¡Ein  pena 
y  tristezas  has  puesto  tú  a  la  pobre  madre  por  todos  los 
días  de  su  vida !  ¡  Sobre  todo  dolor  debes  lamentarte  y  sobre 
todo  llanto  debes  tú  de  llorar!  ¡Aflígete,  pues,  y  desconsué- 
late tanto,  que  en  ti  jamás  pueda  entrar  gozo  ni  consuelo 
alguno!  ¿Cómo  2  has  de  tener  aliento,  triste  y  culpable  de 
ti,  de  ponerte  delante  de  tu  mujer?  ¿Qué  cuenta  le  darás 
tú  de  su  hijo  tan  amado  y  gracioso  ? — Mientras  así  se  lamen- 
taba, no  cesaba  el  afligido  pastor  de  abrazar  y  besar  a  su 
hijo,  y  decíale  también:  --¡Ah  hijo  mío!  ¿Dónde  está  aque- 
lla hermosura  de  tu  semblante,  que  me  representaba  tu 
gracioso  gesto?  Y  ¿dónde  está  ahora  el  gran  gozo  y  placer 
que  sentía  mi  corazón  en  tu  amada  vista?  ¡Ah  hijo!  Muer- 
to eres,  y  tu  muerte  me  hace  a  mí  desear  morir.  ¿Quién 
consolará  a  mi  corazón  en  adelante,  pues  no  tenía  otra 
cosa  que  a  ti  solo  en  este  «mundo,  ni  otra  cosa  tenía  en  mi 
corazón  que  a  ti  solo?  Vivo  soy  y  no  quiero  vivir,  sino 
morir.  Con  congoja  y  dolor  grande  estoy  porque  no  me  siento 
morir.  Mi  vida,  hijo  mío,  es  muerta  en  tu  muerte ;  no  espero 
ya  consuelo  alguno,  ni  que  se  me  perdone  la  culpa  y  pecado 
que  yo  tengo  en  tu  muerte. 

3.  Tan  grandes  y  excesivos  eran  los  gritos  y  el  llanto 
del  pastor  y  los  alaridos  de  los  perros  que  batallaban  con  el 
lobo,  que  Blanquerna 3,  admirado  de  la  vocería,  atajó  su 
camino  a  aquel  ruido  para  ver  qué  cosa  era.  Y  habiendo 
llegado  al  puesto,  viendo  aquella  tragedia  y  al  pastor  tan 
afligido,  llorando  y  lamentándose  y  abrazando  a  su  hijo 
quiso  Blanquerna  consolarle,  y  empezó  a  decirle  algunas 
palabras  de  consuelo;  pero  era  tan  grande  la  congoja  y  el 
dolor  que  le  tenía  oprimido,  que  no  le  daba  muestras  de 
que  le  viese  ni  oyese  sus  voces. 

4.  Viendo  a  este  tiempo  Blanquerna  al  lobo  que  pelea- 
ba con  los  mastines,  y  que  había  muerto  ya  uno  de  ellos 
y  tenía  ya  al  otro  por  el  suelo,  pensó  de  ayudar  a  éste  y 
matar  al  lobo,  para  ver  si  con  la  muerte  del  lobo  pudiese 
de  algún  modo  consolar  al  pastor.  A  este  fin  tomó  Blanquer- 
na una  porra  que  el  pastor  llevaba,  y,  movido  de  gran  piedad 


-  «Davant  ta  muller  estaràs  vergonyós  e  colpable.  Dementre  que  l 
pastor  deia...» 

3  «Blanquerna  dreçà  son  camí  a  aquelles  veus,  de  les  quals  fo  molt 
fortment  maravellat.  Blanquerna  venc  en  aquell  loe  on  lo  pastor  plo- 
rava e  planyia...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  49 


28;, 


por  la  muerte  del  niño,  saltó  con  gran  presteza  contra  el 
lobo,  quien,  queriendo  escaparse,  fué  detenido  por  el  mastín 
hasta  que  pudo  llegar  a  él  y  le  mató  de  un  porrazo.  Y  vol- 
viéndose Blanquerna  al  pastor,  le  dijo:  — Muerto  tenéis 
ya  a  vuestro  enemigo,  por  cuya  razón  conviene  que  vuestra 
tristeza  y  pena  se  convierta  en  consuelo. 

5.  Muy  buenas  y  devotas  palabras  y  razones  de  gran 
consuelo  dijo  Blanquerna  al  pastor;  pero  éste,  por  más  que 
le  dijese,  no  quiso  responderle  ni  dejar  su  llanto  y  duelo 
que  hacía  con  todas  sus  fuerzas,  de  que  se  admiró  mucho 
Blanquerna  y  se  movió  a  gran  compasión  y  piedad.  Y  pensó 
que  por  la  sobrada  ira  y  tristeza  había  perdido  el  pobre 
pastor  la  memoria,  y  no  tenía  conocimiento  de  sí  mismo  ni 
de  sus  palabras.  Y  por  esto,  a  fin  de  restituirle  a  su  propio 
conocimiento,  con  el  cual  pudiese  inducirle  a  algún  consuelo, 
empezó  Blanquerna  a  hablarle  con  un  nuevo  modo  de  conso- 
lación, formado  según  la  razón  natural,  y  dijo  al  pastor 
estas  palabras: 

6.  — ¡Oh  necio  desventurado!  Tú  que  has  sido  la  oca- 
sión y  causa  de  la  muerte  de  tu  hijo,  ¿cómo  no  lloras  y  te 
lamentas  mucho  más  por  el  daño  que  has  recibido?  Grande 
es  tu  desconocimiento  4,  pues  tan  fácilmente  te  has  conso- 
lado de  aquel  que  amabas  tanto.  Muerto  es  tu  hijo,  y  el 
lobo  ha  muerto  también  a  tu  mujer  y  a  tus  perros. — El  pas- 
tor, que  amaba  mucho  a  su  mujer,  pensó  que  Blanqúerna 
le  decía  la  verdad  y  que  él  no  lloraba,  ni  se  dolía,  ni  lamen- 
taba con  el  modo  que  había  emprendido,  y  por  esto  dijo  a 
Blanquerna:  — ¿Es  verdad  que  mi  mujer  es  muerta?  ¿Y  lo 
que  hago  ahora  es  llorar  o  consolarme? — Respondióle  Blan- 
querna: — Vete,  y  verás  cómo  el  lobo  ha  muerto  a  tu,  mu- 
jer.— Fuéronse  los  dos  al  puesto  donde  estaba  muerto  y 
tendido  el  lobo,  y  Blanquerna  dijo  al  pastor:  — Ve  aquí,  ésta 
es  tu  mujer. — Se  quedó  el  pastor  absorto  de  las  palabras 
de  Blanquerna,  con  que  creyó  haber  perdido  el  juicio  o  que 
el  lobo  era  su  mujer. 

7.  Viendo  Blanquerna  que  la  memoria  del  pastor  empe- 
zaba a  recobrarse,  restituyéndose  a  su  naturaleza  y  acción, 
y  su  entendimiento  empezaba  a  entender,  hizo  volver  al 
pastor  al  lugar  mismo  donde  estaba  el  difunto  muchacho, 
y  tomándole  Blanquerna  en  sus  brazos,  empezó  con  grandes 
llantos  y  lamentos  a  besarle  y  abrazarle,  de  lo  cual  se  admiró 
mucho  el  pastor.  Y  cuanto  más  se  maravillaba  por  el  llanto 
de  Blanquerna,  tanto  más  iba  recobrando  la  inteligencia  que 
había  perdido.  Cuando,  en  fin,  el  pastor  hubo  totalmente 
recobrado  su  entendimiento,  y  su  memoria  se  puso  en  su 


4  «Desconexença  és  en  tu,  e  leugerament  te  est  aconsolat  de  ço  que 
tant  amaves.»- 


284  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


primer  estado,  se  volvió  al  puesto  donde  estaba  tendido  el 
lobo,  y  se  alegró  en  gran  manera  cuando  conoció  que  el 
lobo  no  era  su  mujer,  por  cuyo  gozo  refrenó  y  disminuyó  en 
gran  parte  su  dolor  y  tristeza.  Y  volviéndose  a  Blanquerna 
y  viéndole  aún  con  su  hijo  en  los  brazos,  llorando  y  lamen- 
tándose, le  dijo  el  pastor:  — Señor,  ¿por  qué  lloráis  vos 
tanto  por  mi  hijo?  Dádmelo  a  mí  y  dejadme  volver  a  mi 
llanto  y  dolor,  como  de  antes.  — Costumbre  es  de  mí  tierra 
— le  respondió  Blanquerna — que  el  hombre  ayude  a  llorar 
y  sentir  el  daño  y  la  pérdida  del  otro ;  y,  por  eso,  yo  os  quiero 
también  ayudar  y  acompañar  en  vuestro  llanto  y  pena,  para 
que  sea  grande  el  llanto  y  duelo  que  vos  tenéis  por  la  muerte 
de  vuestro  amado  hijo,  teniendo  vos  tanta  razón  de  mucho 
llorar  y  gemir.  Y  si  vos  quisieseis  seguir  la  costumbre  de  mi 
país,  yo  os  mostraré  arte  y  modo  con  que  lloréis  mucho  más 
la  muerte  de  vuestro  hijo,  pues  vos  de  ella  sois  muy  culpa- 
ble. — Señor — dijo  el  pastor — ,  vuestras  palabras  son  para 
mí  de  mucho  agrado  y  consuelo,  y,  por  esto,  os  ruego  me 
digáis  el  modo  y  costumbre  que  tenéis  en  vuestra  tierra  con 
el  cual  pueda  yo  llorar  mucho  y  lamentarme  por  mi  hijo 
mientras  la  muerte  me  mantenga  en  vida  y  más  fuertemente 
sea  yo  en  ello  atormentado.  ' 

8.  Respondió  Blanquerna  al  pastor:  — Antes  que  vos 
sepáis  el  arte  y  modo  con  que  podáis  tener  grande  llanto 
y  duelo,  conviene  que  tengáis  conocimiento  qué  cosa  es 
caridad  5,  justicia  y  fortaleza,  y  conviene  también  que  vos 
me  digáis  la  verdad  de  lo  que  yo  os  preguntare.  — Señor 
— dijo  el  pastor — ,  cuanto  me  dijereis  aprenderé,  y  cuanto 
yo  supiese  os  diré  en  verdad,  con  que  vos  me  enseñéis  el 
modo  y  arte  con  el  cual  pueda  yo  tener  tanta  tristeza  y 
dolor,  que  pueda  la  muerte  quitarme  la  vida  en  el  descon- 
suelo que  debo  tener  de  la  muerte  de  mi  hijo.  — Pues  decid 
la  verdad — le  preguntó  Blanquerna  al  pastor — ,  ¿cuál  de  los 
dos  habéis  amado  más  en  este  mundo  hasta  ahora,  a  Dios 
o  a  vuestro  hijo? — Respondióle  el  pastor  que  más  había 
amado  a  su  hijo  que  a  Dios.  — Gran  falta  de  caridad — dijo 
Blanquerna — hay  en  el  hombre  que  ama  más  a  cualquiera 
otra  cosa  que  a  Dios;  y  pues  justicia  es  aquella  virtud  que 
castiga  a  todos  aquellos  que  no  aman  más  a  Dios  que  a 
cualquiera  otra  cosa,  y  vos  habéis  tenido  más  amor  a  vuestro 
hijo  que  a  Dios,  por  esto,  la  divina  justicia  os  ha  castigado 
y  ha  quitado  la  vida  a  vuestro  hijo;  y  la  sabiduría  de  Dios 
quiere  en  vos  que  de  aquí  en  adelante  él  sea  amado  sobre 
todas  las  cosas  del  mundo,  para  que  de  este  modo  haya  en 
vos  prudencia,  por  la  cual  tengáis  fortaleza  contra  la  ira 
en  que  estáis  y  mortifiquéis  vuestro  corazón,  teniendo  espe- 


8  «caritat,  justícia,  prudència,  fortitudo,  esperança»; 


LIBRO  DE  KVAST  V  BLANQUEEN  A. — C.  49 


ranza  que  veréis  a  vuestro  hijo  que  ahora  está  gozando  de 
la  gloria  de  Dios,  y  por  eso,  en  adelante  no  mortifiquéis 
ni  dañéis  más  a  vuestro  cuerpo,  sino  que  esperéis  ver  a 
vuestro  hijo  en  la  gloria  del  paraíso. 

9.  El  pastor  comenzó  a  acordar  y  entender  las  palabras 
que  Blanquerna  le  decía;  y  cuanto  más  pensaba  y  meditaba 
en  ellas,  tanto  más  se  sentía  aliviado  de  su  tristeza  y  dolor. 
Y  porque  creía  que  su  dolor  debía  multiplicarse,  por  esto 
se  maravilló  mucho  y  dijo  a  Blanquerna:  — Cuanto  más 
recuerdo  vuestras  palabras,  menos  tristeza  siento  en  mí ; 
antes  bien,  por  ellas  me  siento  más  consolado;  pues  ¿dónde 
es,  señor,  la  tristeza  que  vos  queréis  multiplicar  en  mí  con 
vuestras  palabras?- -Respondió  Blanquerna  y  preguntó  al 
pastor:  — Decidme  la  verdad:  ¿cuál  de  estas  dos  cosas  amá- 
bais  más  antes  de  la  muerte  de  vuestro  hijo,  el  gozo  o  la 
tristeza? — Respondió  el  pastor  que  el  gozo.  Entonces  di  jóle 
Blanquerna:  — Pues  si  ahora  que  vuestro  hijo  ha  muerto 
amáis  más  a  la  tristeza  que  al  gozo,  ¡luego  la  muerte  es 
dadora  de  gozo  y  de  tristeza,  conforme  vos  tanto  la  amáis! 
De  donde,  como  la  muerte  haya  sido  para  vos  tan  dañosa, 
no  debéis  permitirle  tanto  dominio  y  señorío  que  os  haga 
desear  más  la  tristeza  que  la  paciencia  y  alegría;  antes 
bien,  conviene  que  ahora,  que  vuestro  hijo  ha  muerto,  seáis 
mucho  más  contrario  a  la  muerte  que  cuando  vuestro  hijo 
vivía. 

10.  El  pastor  dijo  a  Blanquerna:  — Pues,  señor,  ¿cómo 
podré  ser  yo  contrario  a  la  muerte  que  ha  muerto  a  mi  hijo 
y  no  quiere  matarme  a  mí?  — Con  paciencia  y  consolación 
— respondió  Blanquerna — ,  teniendo  gozo  y  complacencia  de 
todo  aquello  que  ordena  la  justicia  de  Dios,  y  teniendo  ale- 
gría en  vuestro  corazón,  en  quien  está  la  fortaleza  y  contra 
la  tristeza,  y  teniendo  gozo  de  tener  prudencia  y  utilidad 
de  lo  mismo  en  que  recibís  daño  en  las  cosas  terrenas,  por 
cuyo  gozo  el  hombre  se  contraría  con  la  muerte  corporal 
y  espiritual  y  tiene  concordancia  con  la  vida  celestial,  que 
ha  de  durar  eternamente. 

11.  Muy  largo  sería  de  contar  todo  lo  que  Blanquerna 
dijo  al  pastor  para  poderle  consolar;  y  por  el  arte  y  método 
que  usó,  consiguió  el  intento  y  le  sacó  de  la  gran  tristeza  en 
que  se  hallaba,  poniéndole  en  estado  de  consolación  y  gozo, 
como  lo  manifestó  el  pastor  con  las  siguientes  razones: 
— Alegrado  se  ha  mi  alma  en  esto  que  de  aquí  en  adelante 
quiere  y  desea  tener  conocimiento  de  su  Creador  y  poseer 
las  virtudes  que  no  tenía  en  uso  ni  costumbre.  Salido  ha 
mi  hijo  del  gran  peligro  en  que  estaba  en  este  mundo,  su- 
biendo a  gozar  de  su  Señor  y  Creador  en  su  eterna  gloria. 


*  El  traductor  añadió  uv  por  eso...,  paraíso». 


286 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Sea  mi  voluntad  en  todos  tiempos  rendida  y  resignada  a  la 
voluntad  de  Dios,  y  mi  querer  en  obedecer  a  mi  Dios  y  Señor 
y  a  su  infinito  querer. — Y  acabando  estas  palabras  y  otras 
muchas,  el  pastor  tomó  a  su  difunto  hijo  y,  besándole,  se  io 
cargó  a  cuestas,  y,  bendiciendo  y  alabando  a  Dios,  dijo  que 
mucho  mayor  era  el  mérito  y  provecho  que  había  logrado 
por  la  muerte  de  su  hijo,  usando  de  las  virtudes  referidas, 
que  el  daño  que  había  recibido.  Y,  finalmente,  se  despidieron 
ambos  a  dos  con  recíproco  agrado,  y  el  pastor  se  quedó  muy 
consolado  y  pacífico  por  las  palabras  de  Blanquerna  y  pro- 
metió usar  de  paciencia  todo  el  tiempo  de  su  vida.  Pero 
quedaba  en  gran  cuidado  cómo  podría  consolar  a  su  mujer 
de  la  muerte  de  su  hijo,  a  quien  amaba  sobre  todas  las  cosas. 

12.  Blanquerna  dió  modo  y  regla  al  pastor  cómo  pudiese 
consolar  a  su  mujer,  siguiendo  el  método  con  que  le  había 
consolado  a  él,  y  le  dijo  que  cuando  daría  cuenta  a  su  mujer 
de  la  muerte  de  su  hijo,  que  al  mismo  tiempo  la  diese  noticia 
de  la  muerte  de  un  hermano  de  ella,  al  cual  también  amaba 
mucho ;  y  que  cuando  ella  estuviera  en  su  llanto  y  duelo,  que 
su  hermano  viniese  a  consolarla,  y,  viéndole  vivo,  ella  se 
consolaría  y  alegraría  de  su  vida,  del  mismo  modo  que  se 
alegró  el  pastor  cuando  entendió  y  conoció  que  el  lobo 
muerto  no  era  su  mujer. 


CAPITULO  L 

DE  LA  FORTALEZA 

1.  En  aquella  selva  por  donde  iba  divagando  Blanquer- 
na había  un  fuerte  castillo,  del  cual  era  señor  y  dueño  un 
esforzado  caballero,  el  cual  era  tan  arrogante  y  soberbio, 
así  por  lo  incontrastable  del  castillo  como  por  su  gran  peri- 
cia y  destreza  en  las  armas  y  valentía  de  su  persona,  que  por 
eso  hacía  muchas  injurias  y  violencias  a  los  que  vivían  en 
su  vecindad  y  cercanías.  Aconteció  un  día  que  este  caballero, 
bien  guarnecido  y  montado  en  su  caballo,  por  sí  solo  temera- 
riamente asaltó  otro  castillo  que  poseía  una  señora  viuda, 
la  cual  tenía  una  hija  de  extremada  belleza.  Y  teniendo  la 
fortuna  de  encontrar  fuera  de  la  puerta  del  castillo  a  la 
doncella,  que  se  paseaba  con  otras  doncellas,  robó  aquélla1 
y,  poniéndola  sobre  el  cuello  del  caballo  con  violencia  y  for- 
zadamente con  su  voluntad  y  de  las  otras  compañeras,  se 
la  llevó  y  entróse  por  aquel  gran  bosque.  Mucho  fué  el  albo- 

1  «e  pres  aquella)  en  lo  coll  de  son  cavall  la  posà  a  força  de  la 
doncella  e  de  totes  les  altres». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  50 


287 


roto  y  grande  la  vocería  que  levantaron  los  del  castillo, 
corriendo  precipitados  al  alcance  de  aquel  temerario  caba- 
llero para  quitarle  de  su  poder  a  la  doncella,  que  con  grandes 
gritos  y  llantos  se  lamentaba,  a  cuyo  tiempo  pudo  llegar 
a  sus  alcances  un  escudero  de  la  comitiva,  y  se  puso  a 
combatir  con  el  caballero;  pero  éste  le  hirió  tan  fuertemente, 
que  lo  derribó  al  suelo,  le  mató  el  caballo  y  se  escapó  con  la 
doncella  hacia  su  castillo. 

2.  La  casualidad  llevó  a  Blanquerna,  que  iba  de  una 
parte  a  la  otra  del  bosque,  a  encontrarse  con  el  caballero  y 
la  doncella.  Viéndole  ésta,  con  llantos  y  gemidos  impondera- 
bles le  pidió  socorro  y  ayuda.  Pero  Blanquerna,  considerando 
que  la  flaqueza  de  sus  fuerzas  corporales  no  era  bastante 
para  competir  con  la  valentía  y  poder  del  caballero,  resolvió 
de  ayudar  a  la  doncella  con  la  virtud  de  la  fortaleza  y  cari- 
dad, que  son  las  fuerzas  espirituales  del  alma,  y  habló  al 
caballero  con  este  ejemplo. 

3.  — Cuéntase  que,  en  cierta  ocasión,  un  hombre  muy 
sabio  en  filosofía  y  teología  y  otras  ciencias  tuvo  devoción 
de  ir  a  predicar  a  los  moros  la  verdad  de  la  santa  fe  católica, 
para  destruir  su  error  y  que  el  nombre  de  Dios  fuese  adorado 
y  alabado  entre  ellos,  así  como  lo  es  entre  nosotros.  Este 
santo  varón  lo  puso  en  ejecución,  y  predicaba  y  enseñaba  la 
verdad  de  nuestra  santa  fe  y,  en  cuanto  podía,  destruía  la 
maldita  secta  de  Mahoma.  Divulgóse  por  toda  aquella  tierra 
todo  lo  que  hacía  y  predicaba,  por  cuya  causa  el  rey  moro 
hizo  mandato  a  aquel  santo  hombre  cristiano  que  saliese 
desterrado  de  todo  su  reino,  apercibiéndole  que,  de  lo  con- 
trario, sería  condenado  a  muerte.  No  quiso  el  santo  hombre 
obedecer  al  mandamiento  corporal  del  rey  moro,  porque  la 
caridad  y  fortaleza  tenían  apoderado  su  corazón  y  le  hacían 
despreciar  la  muerte  corporal.  Sabiendo  el  rey  su  desprecio, 
se  indignó  en  gran  manera  contra  aquél  y,  haciéndole  venir 
a  su  presencia,  le  dijo  estas  palabras: 

4.  — Necio  y  fatuo  cristiano,  que  has  despreciado  mi 
mandamiento  y  la  fuerza  de  mi  señorío,  ¿no  ,ves  que  en  mí 
hay  tanto  poder,  que  lo  tengo  para  quitarte  la  vida  ó  hacer- 
te penar  con  variedad  de  tormentos?  ¿Adonde  está  tu  poder, 
con  el  cual  has  despreciado  mi  fuerza,  autoridad  y  manda- 
miento? — Señor — respondió  el  santo  hombre  cristiano — , 
verdad  es  que  vuestro  poder  corporal  puede  vencer  y  superar 
el  poder  de  mi  cuerpo;  pero  la  fortaleza  de  mi  corazón  no 
puede  ser  vencida  por  la  fuerza  que  vos  tenéis,  ni  por  la 
de  todos  los  hombres  de  vuestro  reino,  porque  2  la  fuerza 


a  oE  car  força  de  coratge  és  pus  noble  e  major  que  força  corpo- 
ral, per  açò  caritat,  qui  és  en  mon  coratge,  ama  tant  fortment  la 
força  de  mon  coratge,  que-m  fa  menysprear  tota  la  força  corporal 
que  vós  havets  en  vostra  persona  e  en  vostre  regne.» 


288 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


del  corazón  ama  tan  fuertemente  la  fortaleza  que  hay  en 
él,  que  me  hace  despreciar  la  fuerza  corporal  de  vuestro 
mandamiento  que  vos  tenéis  en  vuestra  persona  y  en  todo 
vuestro  reino.  Por  lo  cual  la  fuerza  y  caridad  de  mi  corazón 
están  prontas  a  combatir  contra  todos  los  poderes  de  vuestra 
alma  y  de  todas  las  almas  que  son  en  todo  vuestro  reino  y 
señorío. 

5.  Admiróse  mucho  el  rey  de  la  respuesta  del  cristiano, 
y  quiso  saber  qué  cosa  era  aquella  gran  fortaleza  de  su  cora- 
zón que  de  tal  manera  desafiaba  a  todas  las  fuerzas  y  cari- 
dad de  las  almas  que  había  en  su  tierra.  — Señor — respon- 
dió el  cristiano — ,  tan  grande  es  la  encarnación  del  Hijo  de 
Dios  y  la  pasión  que  sufrió  por  nosotros  y  tan  fuerte  cosa 
es  la  verdad  contra  la  falsedad,  que  por  esto  estoy  yo  con 
tan  grande  caridad  y  con  tanta  fortaleza  de  corazón,  que  3 
ni  vos  ni  todos  los  hombres  de  vuestro  reino  no  pudieran 
contrastar  mi  fortaleza,  porque  todos  vosotros  estáis  en 
error  y  no  tenéis  fe  ni  devoción  en  la  encarnación  ni  en  la 
pasión  de  mi  Señor  Jesucristo. 

6.  Muy  airado  se  puso  el  rey  moro  contra  el  cristiano, 
y  mandó  que  se  juntasen  a  su  presencia  todos  los  más 
sabios  y  doctos  de  su  tierra  y  todos  aquellos  que  tuviesen 
mayor  caridad,  para  que  venciesen  la  gran  fortaleza  y  cari- 
dad del  corazón  de  aquel  cristiano  y  diesen  a  su  cuerpo 
cruel  muerte.  Juntáronse  todos  contra  el  cristiano;  pero 
éste  les  venció  a  todos  y  superó  con  la  fuerza  espiritual 
y  con  la  caridad.  Y  dijo  también  al  rey  que  él  haría  injuria 
al  cuerpo  si  le  separaba  del  alma,  que  tiene  mayor  virtud 
en  fortaleza  y  caridad  que  no  tenía  él,  ni  todas  las  almas 
de  todos  los  moros  de  su  reino,  y  que  también  haría  injuria 
a  su  alma  si  no  la  premiaba  por  sus  méritos  4. 

7.  Cuando  Blanquerna  hubo  referido  al  caballero  este 
suceso  y  ejemplo,  le  hizo  esta  pregunta:  — Señor — dijo 
Blanquerna — ,  ¿cuál  os  parece  más  fuerte  y  noble  en  sí,  la 
fuerza  del  corazón  del  cristiano,  que  superó  y  venció  los 
corazones  y  fuerzas  de  tantos  hombres,  o  aquella  fuerza 
corporal  que  el  rey  moro  tenía  mayor  que  el  cristiano  ?— Res  ■ 
pondió  el  caballero  que,  sin  duda,  la  fortaleza  del  corazón 
es  la  mayor  y  más  noble  cosa  que  pueda  haber  en  el  hom- 
bre. — Pues,  señor — dijo  Blanquerna — ,  en  cuanto  mayor  y 
más  noble  es  la  fuerza,  en  tanto  debe  ser  más  amada  por 


3  «que  en  tota  vostra  terra  ni  en  fre  tots  los  hòmens  que  vós 
havets,  no  és  tanta  caritat,  fortitudo  qui  pogués  per  raons  contras- 
tar a  la  mia.» 

4  De  este  bello  torneo  espiritual  con  sola  ¡a  fuerza  del  corazón  es 
símbolo  y  figura  aquel  torneo  corporal  con  ¡a  espada,  de  que  se  habla 
en  el  capítulo  64,  nn.  13-16,  entre  un  caballero  cristiano  y  la  flor  y 
nata  de  los  caballeros  de  la  corte  de  un  rey  sarraceno. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA.  C.  51  28Q 


la  caridad,  y  vos  bien  conocéis  que  la  fuerza  corporal  en 
mí,  ni  la  doncella  que  lleváis,  no  es  tan  grande  que  pueda 
contrastar  la  fuerza  de  vuestro  caballo,  de  vuestras  armas 
y  vuestra  persona ;  y,  por  esto,  mirad  muy  bien  en  dónde  hay 
más  fuerza:  ¿en  vuestro  corazón  o  en  vuestro  caballo,  armas 
y  persona?  Y  si  en  vuestro  corazón  hay  más  fuerza  contra 
injuria,  maldad  y  lujuria  que  en  vuestro  caballo,  armas  y 
persona,  es  cierto  que  vos  volveréis  la  doncella,  que  lleváis 
contra  su  voluntad,  al  mismo  lugar  de  donde  la  habéis  ro- 
bado, y  no  inclinaréis  vuestro  corazón  a  maldad  ni  defecto 
alguno;  porque  así  como  Dios  ha  dado  fuerza  a  vuestro 
cuerpo,  del  mismo  modo,  por  virtud  de  Dios,  tendréis  forta- 
leza y  noble  corazón,  con  el  cual  tendréis  caridad  a  toda 
buena  operación  en  que  haya  lealtad,  cortesía,  crianza  y 
humildad. 

8.  Consideró  mucho  el  caballero  las  palabras  que  decía 
Blanquerna,  y  no  quiso  que  mala  crianza,  déscortesía  ni 
vileza  fuesen  por  él  en  tanto  exaltadas,  que  le  venciesen  ni 
dominasen  su  corazón,  con  el  cual  él  había  vencido  y  supera- 
do varias  veces  a  muchos  caballeros  en  combates  y  torneos, 
y  por  esto,  dijo  a  Blanquerna  estas  palabras:  — Jamás  fui 
yo  vencido  ni  superado  por  hombre  alguno ;  pero,  si  no  obe- 
deciera yo  a  vuestras  palabras,  mala  crianza,  vileza  y  villa- 
nía vencerían  a  mi  corazón,  que  para  mí  es  muy  amable, 
pues  por  su  valentía  he  sido  siempre  sobrado  a  mis  enemi- 
gos, y  ahora  ya  por  vuestras  palabras  va  venciendo  en  mi 
el  poder  a  la  maldad  y  villanía  que  solían  estar  en  mí.  Y,  por 
esto,  aquí  tenéis  a  la  doncella;  ruégoos  que  vos  mismo  la 
volváis  al  castillo  de  donde  yo  la  he  robado  a  su  madre, 
porque  yo  no  pudiera  volver  allá  con  seguridad,  aunque  les 
volviese  la  doncella,  por  haber  malherido  a  un  escudero  del 
castillo. — Y  con  esto  Blanquerna  y  la  doncella  se  partieron, 
despidiéndose  con  mucho  agrado  del  caballero. 


CAPÍTULO  LI 

De  la  tentación 

1.  Muy  disgustado  quedó  Blanquerna  por  la  precisión 
de  torcer  su  camino  para  acompañar  aquella  doncella  que 
el  caballero  le  había  encomendado;  pero  la  caridad  y  forta- 
leza le  obligaron  a  encaminarse  con  la  doncella  hacia  su 
castillo,  en  cuyo  tiempo  se  sintió  Blanquerna  tentado  en  su 
corazón  del  deleite  carnal,  así  por  la  hermosura  y  gentileza 
de  la  doncella  como  por  la  soledad  en  que  se  hallaba  en  aquel 
bosque.  Pero  apenas  sintió  Blanquerna  la  tentación,  cuando 


10 


2ÇO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


prontamente  se  acordó  de  la  medicina  con  la  cual  mortifica 
el  hombre  toda  tentación,  a  saber:  el  acordarse  de  Dios, 
de  la  pasión  de  su  Hijo,  de  la  gloria  celestial  y  de  las  penas 
infernales.  Y  púsose  en  oración,  pidiendo  socorro  y  ayuda  a 
las  siete  virtudes  que  iban  en  su  compañía,  teniendo  también 
en  memoria  la  vileza  y  suciedad  que  hay  en  la  obra  de 
lujuria,  y  deseó  tener  aquella  noble  obra  que  tienen  las  vir- 
tudes cuando  unas  a  otras  se  ayudan  mutuamente  contra 
los  vicios  y 1  purifican  de  ellos  al  alma. 

2.  Repetidas  veces  tuvo  Blanquerna  en  el  camino  la 
tentación  de  lujuria;  pero,  según  queda  dicho,  aplicaba 
luego  todo  su  entendimiento  a  la  oración,  y  de  este  modo 
mortificaba  la  tentación  del  espíritu  maligno.  Por  sugestión 
del  demonio  entró  semejantemente  la  doncella  en  la  misma 
tentación  de  pecar  con  Blanquerna;  y  porque  ella  no  tenía 
el  arte  y  modo  que  aquél  contra  la  tentación,  le  dijo  la 
doncella  estas  palabras:  — 'Señor,  en  vuestro  poder  estoy, 
vuestras  palabras  me  han  librado  de  las  manos  de  aquel 
caballero,  por  lo  cual  no  os  puedo  dar  otra  paga  ni  puedo 
hacer  otra  cosa  por  vos,  sino  que  os  podéis  servir  de  mi 
persona  a  vuestro  beneplácito. 

3.  Con  estas  palabras  de  la  doncella  sintió  Blanquerna 
multiplicarse  en  sí  la  tentación,  y  tornó  a  acordarse  de  Dios 
y  de  las  virtudes,  como  había  acostumbrado.  Mientras  Blan- 
querna consideraba  así  la  virtud  de  la  fortaleza  y  nobleza 
de  coraje,  por  luz  de  gracia  y  por  inspiración  de  la  divina 
sabiduría,  recordó  y  entendió  cómo  Dios  desamparaba  algu- 
nas veces  a  muchos  pecadores  para  que  sean  ocasión  a  los 
hombres  justos  que  no  yerren,  sino  que  puedan  multiplicar 
sus  virtudes.  Y,  por  esto,  entendió  Blanquerna  que  la  gracia 
de  Dios  había  desamparado  a  la  doncella,  para  que  él  tu- 
viese mayor  ocasión  de  ser  más  fuerte  contra  la  tentación 
de  lujuria  y  por  la  mayor  fortaleza  tuviese  mayor  mérito. 
Y,  por  esta  causa,  Blanquerna  prontamente  se  postró  por 
tierra  y  bendijo  y  alabó  a  Dios,  quien  le  daba  tantos  modos 
por  donde  pudiese  exaltar  sus  virtudes.  Y  estando  así  ado- 
rando y  bendiciendo  a  Dios,  por  la  divina  virtud  fué  inspi- 
rada la  voluntad  de  Blanquerna  cómo  instruyese  y  adoctri- 
nase a  la  doncella  contra  la  tentación,  siempre  que  fuese 
tentada  por  la  lujuria  o  cualquier  otro  pecado. 

4.  — Doncella — díjola  Blanquerna — ,  es  naturaleza  del 
entendimiento  que  haga  amar  mucho  o  aborrecer  aquello 
que  es  muy  recordado ;  y  por  esto,  toda  la  vez  que  el  hombre 
es  tentado  de  cometer  algún  pecado,  debe  el  hombre  acor- 
darse mucho  de  la  vileza,  suciedad  y  fealdad  del  pecado  y 
del  daño  que  de  él  se  sigue;  porque  cuanto  más  el  hombre 


1  El  autor  calla  «y  purifican  de  ellos  su  alma». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA.  C.  51  2QI 


recuerda  de  este  modo  la  vileza  de  la  obra,  en  tanto  el 
entendimiento  hace  que  la  voluntad  más  fuertemente  abo- 
rrezca el  pecado.  Hay  otro  modo  de  mortificar  la  tentación, 
y  es  de  esta  manera:  si  el  hombre  se  acuerda  de  Dios  y  de 
su  bondad,  grandeza,  poder,  sabiduría,  justicia,  amor  y  per- 
fección, y  del  grande  amor  que  tiene  al  hombre,  y  la  gran 
gloria  que  le  tiene  preparada,  y  cómo  es  gran  cosa  usar  de 
la  fe,  esperanza,  caridad,  justicia,  prudencia,  fortaleza  y 
templanza.  El  tercer  modo  es  que  el  hombre  debe  olvidar 
el  pecado  y  todas  sus  circunstancias  luego  que  se  siente 
tentado,  porque,  con  olvidar  el  pecado  y  todas  sus  circuns- 
tancias, la  voluntad  queda  mortificada  para  no  amar  al 
pecado;  y  por  esto,  debe  el  hombre  divertir  su  memoria  a 
otras  cosas  que  no  tengan  semejanza  con  aquellas  de  que  es 
tentado.  Y  con  estos  tres  modos  referidos  puede  el  hombre 
mortificar  la  voluntad  de  pecar  y  vencer  toda  tentación. 
Entendió  la  doncella  que  Blanquerna  le  decía  todo  esto  por- 
que había  conocido  el  pecado  de  que  estaba  tentada,  y  ben- 
dijo y  alabó  a  Dios,  que  había  dado  a  Blanquerna  tanta 
virtud  contra  la  tentación.  Y  todas  las  veces  que  se  sentia 
tentada  con  Blanquerna,  usaba  de  la  doctrina  que  éste  le 
había  dado,  por  la  cual  mortificaba  su  tentación  y  habituaba 
su  alma  a  las  virtudes. 

5.  Muy  largo  tiempo  anduvieron  la  doncella  y  Blanquer- 
na por  el  bosque,  y  caminaron  tanto,  que  la  doncella,  fati- 
gada del  camino,  quiso  descansar  bajo  de  un  árbol,  a  cuya 
sombra  se  rindió  al  sueño.  Y  mientras  dormía,  se  detuvo 
Blanquerna  en  oración,  contemplando  la  divina  bendición. 
Y  a  este  tiempo  oyó  una  voz  lamentable  y  llorosa,  que  daba 
indicios  de  gran  tristeza  y  desconsuelo.  Y  con  este  motivo 
dejó  la  oración  y  se  encaminó  hacia  aquella  voz,  y  encontró 
aquel  pobre  escudero  que  el  caballero  había  herido,  que  se 
volvía  muy  desconsolado  y  afligido. 

6.  — Buen  amigo — di  jóle  Blanquerna — ,  ¿qué  es  lo  que 
tenéis,  de  que  tanto  os  quejáis  y  lamentáis?  ¿Habría  alguna 
cosa  que  pudiese  compensar  vuestro  daño,  por  donde  os  que- 
daseis alegre  y  consolado?  — Señor — respondió  el  escude- 
ro— ,  desconsolado  estoy  y  airado,  porque  no  puedo  cumplir 
aquello  a  que  soy  mandado. — Refirióle  entonces  cómo  él  fué 
en  seguimiento  de  aquel  caballero  para  recuperar  a  la  don- 
cella, que  éste  le  había  herido  y  llevádose  a  la  doncella. 
— Buen  amigo — dijo  Blanquerna — ,  la  razón  quiere  que  vos 
estéis  consolado  por  haber  hecho  cuanto  habéis  podido,  por 
lo  que  merecéis  tanto  agradecimiento  como  si  hubieseis  re- 
cuperado a  la  doncella.  — Señor — respondió  el  escudero — , 
naturaleza  es  de  la  caridad  que  hombre  ninguno  debe  con- 
solarse con  hacer  solamente  todo  lo  que  puede,  sin  dar  cum- 
plimiento a  todo  aquello  que  desea  hacer;  y  deseando  tanto 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON"  LLULL 


yo  servir  a  la  señora  que  me  ha  criado,  no  habiéndose  por 
mi  cumplido  mi  deseo,  por  esto  es  razón  que  en  su  descon- 
suelo quede  yo  también  desconsolado,  por  más  que  en  ello 
haya  yo  hecho  mi  posible. 

7.  Consideró  mucho  Blanquerna  las  razones  del  escude- 
ro, las  cuales  le  significaban  gran  perfección  de  caridad  y 
fortaleza;  y  en  esta  consideración  se  acordó  que,  por  defec- 
to de  caridad,  se  tenían  por  excusados  algunos  que  quieren 
ampliar  la  santa  fe  católica,  en  cuanto  que  en  ello  aplican 
su  poder,  sin  poder  llevar  al  fin  de  perfección  lo  que  tanto 
deseaban,  por  cuya  falta  de  perfección  debieran  estar  des- 
consolados por  el  deshonor  que  Dios  recibe  de  aquellos  que 
no  le  conocen  y  de  los  que  no  quieren  honrarle,  según  que  le 
conocen.  Mientras  Blanquerna  se  hallaba  en  estas  considera- 
ciones, dijo  al  escudero :  — tBuen  amigo,  ¿  ves  allá  la  doncella 
que  vos  buscáis,  reclinada  2  bajo  aquel  árbol,  que  está  dur- 
miendo? Y  sabed  que,  porque  vos  tenéis  perfecta  caridad, 
quiere  Dios  que  sea  cumplido  el  deseo  de  vuestro  corazón  y 
que  llevéis  mérito  de  aquello  en  que  vos  habéis  trabajado. — 
Muy  alegre  se  quedó  el  escudero  de  lo  que  Blanquerna  le 
dijo,  y  luego,  al  punto,  se  fué  a  la  doncella  que  dormía  bajo 
el  árbol  y  despertóla,  y,  despidiéndose  los  dos  de  Blanquerna 
muy  agradablemente,  se  volvieron  al  castillo  con  mucho  gozo 
y  alegría. 

8.  Volvióse  Blanquerna  a  su  viaje,  deseando  con  ansia 
y  congoja  encontrar  algún  puesto  donde  pudiese  servir  a 
Dios  como  deseaba,  sin  que  en  dos  días  continuos  pudiese 
encontrar  en  aquel  bosque  alguna  cosa  que  comer,  hasta  que 
al  tercer  día  se  halló  fieramente  apretado  del  hambre,  y 
cuanto  más  le  apretaba,  tanto  más  valeroso  esperaba  y  con- 
fiaba en  Dios  nuestro  Señor,  que  le  ayudaría  contra  el  ham- 
bre y  la  tentación  que  tenía,  con  la  cual  el  demonio  le  que- 
ría hacer  pecar  contra  la  virtud  de  la  esperanza  y  paciencia 
con  la  desesperanza  e  impaciencia.  Mientras  Blanquerna  así 
batallaba  con  la  hambre  y  resistía  con  la  virtud  a  la  tenta- 
ción con  todo  su  poder,  la  prudencia  quiso  ayudarle,  e  ilu- 
minó los  ojos  mentales  de  su  pensamiento  considerando  que 
la  grande  aflicción  y  elevada  oración  mortifican  el  cuerpo  por 
la  influencia  de  caridad  y  devoción.  Y  estando  en  esta  con- 
sideración, entonces  se  esforzó,  con  todos  sus  poderes,  en 
loar  y  rogar  y  contemplar  a  Dios,  amándole  y  sirviéndole. 
Y  por  la  virtud  de  Dios,  que  dirigía  a  Blanquerna,  y  por  la 
naturaleza  de  su  entendimiento,  que  le  entendía,  y  de  su 
voluntad,  que  le  amaba,  sus  ojos  se  llenaron  de  lágrimas 


2  Las  palabras  «reclinada  bajo  aquel  árbol,  que  está,  durmiendo» 
son  un  añadido  del  traductor. 


LIBRO  T>E  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  52  2Q1 


y  su  corazón  de  devoción  y  caridad;  con  que  tan  altamente 
fué  arrobado  Blanquerna  en  su  oración,  que  ni  sintió  ham- 
bre, ni  sed,  ni  pasión  alguna,  antes  bien  se  halló  en  muy 
grande  bienaventuranza,  y  su  cuerpo  cobró  virtud  y  fuerza 
por  la  oración,  a  la  cual  con  todo  afecto  se  había  entregado. 
De  este  modo  Blanquerna  adoraba  a  Dios,  e  iba  por  la  sel- 
va sin  comer  ni  beber,  y  a  toda  hora  que  se  sentía  oprimido 
del  hambre  o  sed,  adoraba  a  Dios  de  la  manera  que  arriba 
se  ha  dicho,  y  Dios  le  enviaba  fuerza  y  virtud,  por  la  cual 
su  alma  se  mantenía  en  devoción  y  su  cuerpo  en  fuerzas 
y  sustentación. 


CAPÍTULO  LII 

De  la  penitencia 

1.  Caminando  Blanquerna  por  aquel  bosque,  acordándo- 
se y  amando  a  su  Señor,  Dios  y  Creador,  y  cantando  Gloria 
in  excelsis  Deo,  descubrió  un  camino,  por  el  cual  anduvo, 
hasta  que,  siendo  hora  de  nona,  se  encontró  con  un  escudero, 
que  venía  por  otro  camino  muy  lloroso  y  que  con  su  sem- 
blante manifestaba  gran  tristeza.  Blanquerna  preguntó  al 
escudero  por  qué  lloraba.  Respondió  éste:  — Señor,  estoy 
llorando  por  causa  que  mi  amo,  a  quien  yo  servía,  que  se 
llama  Narpán,  me  retiene  la  paga  de  mi  servirtud,  y  no  me 
la  quiere  dar;  y  le  he  dejado  porque  no  puedo  servirle  a  su 
gusto,  a  causa  de  que  él  es  un  hombre  tan  codicioso  y  desor- 
denado en  sus  operaciones,  que  hombre  ninguno  le  puede 
sufrir  ni  tolerar. 

2.  — Buen  amigo — dijo  Blanquerna — ,  ¿dónde  está  este 
señor  Narpán  que  vos  me  nombráis  y  a  quien  servíais  ?  — Se- 
ñor— respondió  el  escudero — ,  vive  ahí  cerca  una  abadía  de 
monjes,  en  cuyo  monasterio  ha  fabricado  una  casa,  y  ha  ve- 
nido allá  a  hacer  penitencia;  pero  sabed  que  la  penitencia 
que  hace  es  muy  semejante  a  la  penitencia  del  lobo. — -Pre- 
guntóle Blanquerna  :  — Pues — decidme — y,  cuál  es  la  peniten- 
cia del  lobo?  — Señor — dijo  el  escudero — ,  cuéntase  que  en 
cierta  ocasión  sucedió  que  un  lobo  entró  en  un  corral  de 
muchas  ovejas,  carneros  1  y  corderinos  y  mató  un  gran  nú- 
mero de  ganado.  Al  día  siguiente  por  la  mañanita,  cuando  el 
dueño  de  las  ovejas  entró  eñ  el  corral  y  vió  la  gran  carnicería 
del  lobo  y  el  daño  que  había  hecho  matando  a  tantas  ovejas, 

3  Igualmente  no  leemos  en  el  original  «con  todo...  entregado». 
1  «carneros  y  conlerillos»,  amplificación  dtl  traductor- 


294 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


se  indignó  tan  fuertemente  contra  el  pastor,  porque  no  había 
guardado  en  aquella  noche  el  corral,  que  furiosamente  le 
mató ;  y  después  de  haberlo  ejecutado,  él  se  arrepintió  y  sin- 
tió la  muerte  del  pastor  y  de  las  ovejas.  Guando  el  lobo  supo 
que  el  dueño  del  ganado  había  muerto  al  pastor  por  el  mal 
que  él  había  hecho,  se  compadeció  mucho  del  daño  que  ha- 
bía causado,  y  de  la  pérdida  del  buen  hombre  dueño  del  ga- 
nado, y  mucho  más  de  la  muerte  del  pastor,  de  la  cual  él 
había  sido  ocasión ;  y  tuvo  gran  contrición  de  corazón,  y  dijo 
que  convenía  de  todos  modos  que  él  hiciese  penitencia  por 
ello.  Y,  por  eso,  se  retiró  en  una  viña  bien  cargada  de  uvas 
maduras,  que  era  del  mismo  dueño  de  las  ovejas  que  él  ha- 
bía muerto,  y  todos  los  días  iba  comiendo,  gastando  y  des- 
truyendo las  uvas  de  la  viña  a  toda  su  voluntad  y  satisfac- 
ción; y  de  esta  manera  hacía  penitencia.  Y  así,  sabed  que  del 
mismo  modo  hace  penitencia  aquel  señor  que  yo  he  servido 
muoho  tiempo,  porque  él  es  hombre  que  ha  sido  gran  pecador 
en  este  mundo,  y  ha  muerto  a  muchos  hombres  y  cometido 
otros  muchos  pecados;  y,  por  esto,  ahora  ha  venido  a  este 
monasterio  para  hacer  penitencia;  donde  come  y  bebe  deli- 
cadamente, duerme2  en  buena  y  mullida  cama,  cubierta  de 
ricas  ropas,  y  vive  en  gran  deleite  de  su  persona  y  gran 
bienaventuranza ;  de  cuyo  modo  de  vida  toman  aquellos  mon- 
jes muy  mal  ejemplo,  y  muchos  de  ellos  se  lo  envidian  y 
desearían  vivir  como  él  en  tantas  delicias. 

3.  — 'Decidme,  amigo  mío — (dijo  Blanquerna — ¡,  ¿os  pa- 
rece que,  si  yo  fuese  al  monasterio  y  estuviese  algún  tiem- 
po con  él,  le  pudiera  convertir  y  poner  en  buen  estado? — 
Respondió  el  escudero:  — <Si  vos  os  estáis  con  él,  podrá  su- 
cederos  lo  que  al  papagayo.  — <¿Y  cómo  le  sucedió  al  papa- 
gayo?— -dijo  Blanquerna.  — -En  una  tierra  aconteció — dijo  el 
escudero — que  dos  monas  ponían  leña  sobre  una  lucerna, 
creyéndose  que  era  fuego,  y  soplaban  para  que  se  encendie- 
se. Un  papagayo  que  estaba  en  un  árbol  decía  a  las  monas 
que  aquello  que  lucía  no  era  fuego,  sino  lucerna;  pero  las 
monas  no  escuchaban  sus  palabras  ni  paraban  de  soplar  a 
la  lucerna.  Al  entretanto  sobrevino  un  cuervo,  y  le  dijo  al 
papagayo  que  no  quisiese  cansarse  en  dar  corrección  a  los 
que  no  la  reciben,  porque  s.  las  monas  eran  bestias  que  no 
admitían  doctrina ;  pero  el  papagayo  4  no  quiso  contenerse 
por  el  consejo  del  cuervo,  antes  bien  bajó  del  árbol  y  metió- 
se entre  las  monas  para  que  le  oyesen,  y  una  de  ellas  se 
agarró  del  papagayo  y  le  mató.  Así  os  sucederá  a  vos,  si 
quisiéredes  corregir  y  castigar  aquel  que  no  admite  correc- 

11  «e  beu  e  jau  a  sa  volentat»,  y  nada  más  dice  el  texto  primitivo. 

*  El  autor  silencia  aporque...  doctrina». 

*  «Lo  papagay  avalla  del  arbre  e  mes-se  enfre  les  bugies.» 


lib:ro  de  evast  y  blanquerna. — c.  52  295 


ción  ni  castigo  de  nadie  0 ;  antes  bien  os  digo  que  sus  malos 
vicios,  si  habitáis  con  él,  os  harán  perder  algunas  buenas 
crianzas,  si  las  habéis. 

4.  Entonces  dijo  Blanquerna:  — <Yo  me  confío  en  las 
palabras  que  la  zorra  dijo  una  vez  al  puercoespin. — El  es- 
cudero le  rogó  que  le  contase  aquel  ejemplo.  — «Una  zorra 
— dijo  Blanquerna — iba  por  un.  bosque,  y  encontró  a  un 
puercoespin  que  esperaba  a  un  león,  con  quien  quería  com- 
batirse. Preguntóle  la  zorra  qué  era  lo  que  esperaba.  Y  el 
espín  le  descubrió  todo  su  interior.  Pero  la  zorra  le  dijo  que 
él  no  tenía  sino  dos  colmillos  con  que  combatir  con  el  león, 
mas  éste  tenía  muchos  dientes  y  muchas  uñas,  con  que  po- 
día bien  defenderse  de  él;  por  lo  cual  a  ella  le  parecía  que 
el  león  había  de  llevarle  gran  ventaja  en  la  batalla.  Y  di- 
cho esto,  llegó  el  león  y  combatió  con  el  puercoespin,  y  le 
mató  y  despedazó  todo,  por  cuanto  le  llevaba  ventaja  en 
armas.  Y  así,  de  semejante  modo,  tengo  yo  pujanza  ^  se- 
ñorío de  armas  contra  Narpán,  porque  yo  combatiré  con 
él  con  el  auxilio  de  las  divinas  virtudes  y  de  las  virtudes 
creadas,  y  él  no  podrá  combatir  conmigo  sino  con  los  vi- 
cios tan  solamente,  los  cuales  no  tienen  fuerza  ni  poder 
contra  Dios  ni  contra  las  virtudes. 

5.  Y  habiendo  oído  el  escudero  este  ejemplo,  se  des- 
pidió de  Blanquerna  y  prosiguió  su  camino.  Consideraba 
Blanquerna  el  gran  peligro  que  podía  tener  el  monasterio 
por  el  mal  ejemplo  de  Narpán,  que  falsamente  hacía  peni- 
tencia en  él;  y  la  caridad  y  esperanza  le  movieron  a  en- 
caminarse al  monasterio,  en  donde  encontró  a  Narpán,  de 
quien  el  escudero  le  había  hablado.  — Amigo — díjole  Nar- 
pán— ,  ¿de  dónde  venís?  ¿Quisiereis,  por  ventura,  estar 
con  un  señor  y  servirle  un  año  o  más  tiempo?  — Señor,  yo 
salgo  ahora  de  esa  selva — respondió  Blanquerna — y  voy 
buscando  mi  conveniencia.  Yo  estaría  gustoso  con  algún  se- 
ñor, como  yo  por  él  pudiese  mejorar  mi  fortuna  y  que  él 
también  por  mí  ganase  alguna  mejoría.  Y  así.  pues  vos  ha- 
béis preguntado  de  mi  estado,  el  que  yo  os  he  referido,  os 
ruego  también  me  digáis  del  vuestro  y  a  qué  fin  vivís  en  este 
monasterio. 

6.  Respondió  Narpán:  — Yo  estoy  en  este  monasterio 
para  hacer  penitencia  de  mis  pecados  que  he  cometido  en  el 
mundo,  del  cual  he  huido.  Y  un  escudero  que  yo  tenía  me 
ha  dejado,  y  necesito  de  otro;  y  por  eso,  si  vos  queréis  estar 
conmigo,  yo  os  pagaré  vuestro  trabajo,  de  manera  que  vos 
estaréis  satisfecho  y  contento.  — Señor — dijo  Blanquerna — , 
si  vos  hacéis  penitencia  y  yo  estuviere  con  vos  y  os  sirviere,' 
por  consiguiente,  yo  haré  también  penitencia;  y  por  esto,  yo 


•  t...  aquell  qui  no  reeb  correcció.» 


296 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


estaré  con  vos  un  año,  con  tal  condición  que  vos  hagáis  pe- 
nitencia.— jAjjústáronse  los  dos  en  su  contrato,  y  Blanquer- 
na le  sirvió  ocho  días,  según  la  voluntad  de  Narpán,  con  el 
fin  de  que  éste  le  cobrase  amor  en  su  corazón  y  que  Blan- 
querna pudiese  conocer  mejor  y  saber  sus  costumbres. 

7.  AJI  octavo  día  mandó  Narpán  a  Blanquerna  que  ma- 
tase un  pato  de  aquellos  que  tenía  a  pasto  y  le  guisase  para 
comer.  Entróse  Blanquerna  en  el  corral  donde  estaban  los 
patos  y  otras  muchas  gallinas  y  capones,  y  habiendo  encon- 
trado en  él  a  la  zorra  que  había  entrado  para  comer  de  las 
gallinas,  la  matp  y  la  desolló  toda,  salvo  la  cabeza,  el  rabo 
y  las  manos  6 ;  púsola  en  el  asador,  y  así  bien  asada,  cuando 
Narpán  estuvo  en  la  mesa,  se  la  trajo  cubierta  en  un  taller  y 
púsosela  delante.  Cuando  Nlarpán  vió  a  la  zorra  en  la  mesa, 
se  admiró  mucho  y  dijo  a  Blanquerna  que  por  qué  no  ha- 
bía guisado  el  pato  que  le  había  mandado  y  había  guisado 
la  zorra,  que  era  cosa  tan  horrible  de  verla  y  de  comerla. 
— fSeñor — respondió  Blanquerna-^-,  no  tienen  los  patos  y  las 
gallinas  tan  mortal  enemigo  como  es  la  zorra,  y  porque  vos 
amáis  tanto  los  patos  y  las  gallinas,  conviene  que  vos  os 
comáis  a  su  enemigo. —  Muy  enojado  se  puso  Narpán  contra 
Blanquerna,  y  le  dijo  mil  villanías,'  porque  le  persuadía  co- 
miese de  la  zorra  y  no  le  había  guisado  el  pato.  — Señor — dijo 
Blanquerna — t,  así  como  la  zorra  es  contra  las  gallinas  y  los 
patos,  así  los  patos,  gallinas,  capones  y  buenos  pucheros 
son  contra  "penitencia;  y  por  cuanto  yo  estoy  obligado  a  ser- 
viros según*  forma  de  penitencia,  os  he  guisado  la  zorra,  que 
se  conviene  eon  penitencia,  y  si  vos  coméis  de  ella  y  os  de- 
jáis de  viandas  delicadas,  vos  haréis  penitencia. 

&  Todo  aquel  día  pasó  Narpán  sin  querer  comer  carne 
y  estuvo  muy  airado  contra  Blanquerna.  Y  cuando  a  la  no- 
che quiso  Nlarpán  echarse  en  la  cama,  encontró  que  Blan- 
querna había  puesto  la  almohada  bajo  los  colchones,  y  so- 
bre éstos  el  jergón 7 ,  y  sobre  el  jergón  las  tablas  de  la  cama, 
y  sobre  las  tablas  la  colcha,  y  después  la  manta,  y  sobre  la 
manta  las  sábanas.  Cuando  Narpán  vió  este  trastueco,  dijo 
a  Blanquerna  por  qué  no  había  hecho  la  cama  como  solía,  y 
cómo  no  le  bastaba  ya  el  haberle  dado  tan  mal  día  y  mal 
comer,  que  aun  le  quería  dar  mala  noche.  Respondió  Blan- 
querna que  aquélla  estaba  hecha  conforme  a  penitencia,  y 
que  de  otra  manera  él  no  sabía  componer  la  cama  para  hom- 
bre que  quería  hacer  penitencia.  Como  Narpán  era  hombre 
perezoso,  no  quiso  recomponerse  la  cama  ni  ponerla  según 
se  acostumbra  hacer.  El  se  sentó,  esperando  que  Blanquerna 


8  «Blanquerna  aucís  la  volp  e  escorxà  aquella,  sal  la  coa,  e  mes-la 
en  ast.» 

7  «e  lo  matalaf  dejús  lo  saclit,  e  les  flaçades  foren  dejús  los  len- 
çols  e-l  cobertor». 


LIBRO!  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA — C.  52 


297 


se  hincase  para  descalzarle,  como  solía ;  pero  éste  le  dijo  que 
la  humildad  era  amiga  de  todos  aquellos  ,  que  hacían  peni- 
tencia, y s  por  esto,  que  él  mismo  se  descalzara.  Aquella 
noche  Narpán  se  echó  en  la  cama  que  Blanquerna  había  con- 
trahecho, y  no  pudo  pegar  los  ojos  en  toda  ella,  y  consideró 
mucho  en  los  pecados  que  había  cometido  en  el  mundo  y  en 
las  palabras  que  Blanquerna  le  había  dicho. 

9.  A  la  media  noche,  cuando  los  monjes  se  levantaron 
a  cantar  maitines,  Blanquerna  oyó  la  campana,  y  dijo  a 
Narpán  que  se  levantase  a  los  maitines  para  hacer  oración 
a  Dios.  Pero  Narpán  le  respondió  que  no  estaba  acostum- 
brado a  levantarse  a  tal  hora  ni 9  avezado  de  ir  a  maitines. 
Con  todo,  Blanquerna  quiso  que  se  levantara  absolutamente, 
y  le  quitó  de  encima  la  ropa  de  la  cama.  Y  10  entonces  Nar- 
pán se  levantó  y  se  fué  vistiendo,  dándole  Blanquerna  en 
primer  lugar  un  escapulario  de  paño  muy  gordo  y  áspero, 
hecho  de  pelo  de  cabra,  el  cual  llevaba  Narpán  sobre  el  ves- 
tido talar.  Y  por  lo  que  Narpán  había  considerado  aquella 
noche  y  porque  empezó  ya  a  tener  contrición  en  su  corazón, 
obedeció  a  Blanquerna  y  vistió  sobre  sus  carnes  aquel  esca- 
pulario de  sayal.  Y  después  le  dió  Blanquerna  el  vestido, 
que  era  de  blanquilla  de  Narbona,  y  después  la  camisa  de 
Holanda  fina,  y  púsosela  sobre  el  vestido. 

10.  Cuando  Narpán  estuvo  así  levantado  y  vestido, 
Blanquerna  se  fué  con  él  a  la  iglesia  para  estar  en  oración 
y  contemplación,  y 11  di  jóle  rogase  a  Dios  para  sí  y  por 
todos  sus  prójimos  que  eran  pecadores  en  el  mundo.  Pero 
Narpán  le  dijo  que  él  tendría  gran  vergüenza  del  abad  y  de 
los  monjes  cuando  le  viesen  vestido  de  aquella  forma. 
Y  Blanquerna  le  respondió  que  vergüenza  y  fortaleza  se 
convienen  con  penitencia;  y  di  jóle  también  que  Dios  premia- 
ba en  la  bienaventuranza  del  paraíso  a  todos  aquellos  que 
tenían  paciencia  y  humildad  en  este  mundo  y  sufrían  ser 
mofados  y  reprendidos  por  hacer  obras  de  penitencia. 

11.  Blanquerna  y  Narpán  continuaron  su  estación  en  la 
iglesia  hasta  día  claro,  que  los  monjes  querían  entrar  en 
capítulo  a  pedir  satisfacción  por  sus  culpas,  para  que,  des- 
pués de  la  satisfacción  y  las  disciplinas,  dijesen  misa,  la  cual 
más  dignamente  es  celebrada  precediendo  la  satisfacción 
del  capítulo.  A  tiempo  que  los  monjes  entraban  en  él,  pre- 
guntó el  abad  a  Narpán  cómo  iba  vestido  tan  extrañamente 
y  por  qué  se  había  levantado  tan  de  mañanita.  Respondióle 


s  Las  palabras  «y  por...  descalzara*  son  un  añadido  del  traductor. 
,J  No  dice  el  original  «ni  avezado  de  ir  a  maitines». 
w  Traducido  más  fielmente  :  «Blanquerna  quiso  que  se  levantara 
absolutamente,  y  le  quitó  de  encima  la  ropa  de  la  cama  y  dióle  a 
vestir  un  escapulario...» 

11  El  original  no  dice  «y  dfjole...  mundo». 


2o8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  IXULL 


Narpán  que  porque  así  le  había  vestido  su  criado  y  le  había 
despertado  y  hecho  levantar  a  aquella  hora,  y  que  en  ade- 
lante él  quería  ser  obediente  a  Blanquerna,  su  criado,  en 
cuanto  le  aconsejase.  Después  Blanquerna  dijo  al  abad  que 
él  tenía  que  hablar  algunas  cosas  a  Narpán  en  presencia 
suya  y  de  la  comunidad.  Conque  los  tres  entraron  en  capí- 
tulo, y  los  monjes  se  maravillaron  mucho  del  traje  y  vesti- 
do de  Narpán,  tan  12  extravagante. 

12.  Cuando  toda  la  comunidad  estuvo  en  capítulo,  Blan- 
querna se  levantó  en  pie  y  dijo  estas  palabras:  — A  la  pe- 
nitencia pertenecen  tres  cosas,  a  saber:  contrición  de  cora- 
zón, confesión  de  boca  y  satisfacción  por  obra  de  los  pecados 
que  el  hombre  ha  cometido.  A  la  contrición  se  conviene  el 
recordar  y  arrepentirse,  llorar  y  aborrecer  los  pecados  co- 
metidos; y  conviene  también  que  el  hombre  confíe  en  la 
misericordia  de  Dios,  tema  y  ame  su  divina  justicia.  A  la 
confesión  13  se  conviene  que  el  hombre  confiese  sus  pecados, 
sin  rebozo  ni  repugnancia  alguna,  con  todas  las  circuns- 
tancias que  los  agravaren,  y  también  que  tenga  propósito 
de  no  querer  por  ningún  tiempo  volverlos  a  cometer.  A  la 
satisfacción  se  conviene  que  el  hombre  restituya  todo  aque- 
llo que  injustamente  retiene  de  otro,  sean 14  bienes  o  la 
fama,  y  que  aflija  y  castigue  su  cuerpo  con  vigilias  y  ora- 
ciones, con  pocas  y  ruines  viandas,  con  dura  cama,  con 
humildes  y  groseros  vestidos  y  otras  cosas  semejantes.  Aho- 
ra, pues,  como  estas  tres  cosas  correspondan  a  la  peniten- 
cia, y  entre  yo  y  Narpán  tengamos  firmada  carta  de  con- 
trato que  yo  deba  servirle  según  regla  de  penitencia,  por 
esto,  en  presencia  de  todo  el  capítulo,  requiero  a  Narpán 
que  me  sea  guardada  la  condición  de  nuestro  contrato. 

13.  Concluida  la  propuesta  de  Blanquerna,  respondió 
Narpán  en  presencia  de  todos,  diciendo  que  hasta  entonces, 
por  mucho  tiempo,  había  vivido  ciego  y  sin  conocimiento, 
ignorando  las  condiciones  que  pertenecían  a  la  penitencia, 
y  que  Dios  le  había  enviado  a  Blanquerna,  quien  había  ilu- 
minado los  ojos  de  su  alma,  por  lo  cual  en  adelante,  todo 
el  tiempo  de  su  vida,  quería  servir  a  Dios  y  hacer  peniten- 
cia en  todos  aquellos  modos  que  serían  del  gusto  y  agrado 
de  Blanquerna.  El  abad  con  todos  los  monjes  loaron  mucho 
y  dieron  grandes  alabanzas  a  Dios  nuestro  Señor,  porque 
manifestaba  su  divina  virtud  en  las  palabras  de  Narpán 
y  de  Blanquerna. 


12  Más  exacto  :  «...  los  monjes  se  maravillaron  mucho  de  los  ves- 
tidos de  Narpán.» 

14  En  buena  traducción,  diría  :  «A  la  confesión  se  conviene  que 
el  hombre  confiese  sus  pecados  y  no  quiera  volver  por  ningún  tiem- 
po a  cometerlos.)» 

M  Las  palabras  «sean  bienes  o  la  fama»  es  nna  glosa. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  52  2QO 


14.  Salieron  los  dos  del  capítulo  y  se  fueron  a  su  posa- 
da, y  10  estando  los  dos  solos  en  su  cuarto,  no  se  olvidaba 
Blanquerna  de  su  viaje,  antes  bien  deseaba  con  ansia  irse 
a  buscar  su  ermita,  y  con  este  motivo  declaró  a  Narpán 
su  resolución,  y  le  rogó  encarecidamente  le  soltase  la  pro- 
mesa con  que  se  había  obligado  a  servirle  por  tiempo  de 
un  año,  suplicándole  le  restituyese  el  auto  de  obligación, 
por  cuanto  su  merced  ya  había  entrado  en  el  conocimiento 
de  sus  defectos.  Pero  fué  muy  grande  el  disgusto  de  Nar- 
pán cuando  entendió  que  Blanquerna  quería  separarse  de 
él,  y  con  gran  dolor  de  corazón,  llantos  y  devoción,  le  dijo 
estas  palabras: 

15.  — Iluminado  estoy  por  la  divina  inspiración  y  mo- 
ndo a  devoción,  contrición  y  satisfacción.  Si  mis  malditas 
costumbres,  que  son  mis  mortales  enemigos,  quisiesen  de 
nuevo  apoderarse  de  mí,  ¿quién  me  ayudará  a  defenderme 
de  ellos?  Si  quedara  yo  ahora  sin  maestro,  ¿quién  me  en- 
señaría a  amar,  servir  y  honrar  a  Dios,  que  es  digno  de 
tan  grande  honor  y  ante  quien  soy  yo  tan  culpable?  A  la 
justicia  reclamo,  para  que  me  sea  guardada  la  convenien- 
cia que  me  ha  sido  prometida  por  mi  maestro  Blanquerna. 
Si  yo  soy  obediente  a  mi  maestro,  ¿por  qué  mi  maestro 
ha  de  ser  mi  enemigo  apartándose  de  mí?  Compañero  quie- 
ro ser  y  servidor  de  Blanquerna,  pero  no  señor,  como  entre 
los  dos  estaba  convenido  y  contratado.  Con  mi  señor  y 
maestro  Blanquerna  iría  yo  de  toda  mi  voluntad  al  desierto: 
pero  quedarme  conviene  en  este  monasterio,  para  dar  satis- 
facción al  señor  abad  y  a  todo  el  convento,  que  tanto  tiempo 
me  han  servido,  y  me  conviene  dar  buen  ejemplo,  pues  en 
mi  mejorada  vida  debe  tener  algún  provecho  este  monas- 
terio. 

16.  Tan  devotas  y  llenas  de  razón  eran  las  palabras  de 
Narpán  y  tan  devotamente  pronunciadas,  que  movieron  el 
corazón  de  Blanquerna  a  devoción  y  contrición,  llanto  y  con- 
sideración. Por  lo  cual  se  resolvió  a  quedarse  con  Narpán 
todo  aquel  año,  para  que  así  le  conservase  en  su  buen  es- 
tado y  disposición  y  que  ambos  a  dos  diesen  buen  ejemplo 
a  todos  los  monjes  de  aquel  convento.  En  aquel  día  confir- 
mó y  ratificó  Blanquerna  la  promesa  y  obligación  que  ha- 
bía hecho  a  Narpán,  y  los  dos  concordaron  en  que  vistiesen 
cilicio  sobre  sus  carnes  y  fuesen  buenos  compañeros  todo 
aquel  año  en  el  monasterio,  haciendo  penitencia  y  dando 
gloria  y  alabanzas  a  Dios  nuestro  Señor.  Alegráronse  mu- 
cho el  abad.  Narpán  y  todos  los  monjes  de  haber  revocado 
Blanquerna  su  partenza  y  resuelto  de  quedarse  en  el  con- 
vento. 


*  El  autor  no  dice  «y  estando  los  dos  <o!oc  en  su  cuarto». 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  LUI 

DE  LA  PERSEVERANCIA 

1.  Todo  aquel  año  perseveraron  juntos  Narpán  y  Blan- 
querna haciendo  penitencia;  y  éste  todos  los  días  cantaba 
con  los  monjes  en  'la  iglesia  las  antífonas,  salmos,  prosas, 
himnos  y  responsorios  y  expositaba  y  declaraba  a  los  mon- 
jes la  Sagrada  Escritura.  Deseaban  mucho  el  abad  y  todos 
los  monjes  que  Blanquerna  lo  fuese  y  que  les  enseñase  gra- 
mática y  teología  y  las  demás  ciencias  que  sabía ;  pero 
Blanquerna  siempre  se  excusaba,  porque  quería  perseverar 
siempre  constante  en  la  vocación  de  vivir  en  vida  eremítica. 

2.  En  un  día  de  fiesta  quiso  el  abad  predicar  el  ser- 
món, y  dudó  en  predicar,  porque  no  sabía  hablar  en  latín 
ni  declarar  las  Escrituras,  y  tenía  gran  vergüenza  por  Blan- 
querna, porque  sabía  que  él  conocería  muy  bien  los  yerros 
y  defectos  de  sus  palabras.  Por  lo  que,  cuando  el  abad  y 
toda  la  comunidad  estuvieron  ya  en  el  capítulo  y  Narpán 
y  Blanquerna  hubieron  entrado  para  oír  al  abad  que  había 
de  predicar,  antes  que  éste  hubiese  empezado  el  sermón, 
entró  en  capítulo  el  aposentador  para  avisar  al  abad  como 
muchos  caballeros  y  otras  personas  a  pie  1  habían  venido 
al  monasterio  para  honrar  la  fiesta  y  habían  determinado 
de  quedarse  a  comer  aquel  día  en  él.  Mandó  luego  el  abad 
que  les  previniesen  una  buena  comida,  que  diesen  cebada 
a  los  caballos  y  a  todos  lo  que  les  fuese  necesario,  por  ser 
así  costumbre  de  aquel  monasterio.  Y  volviéndose  después 
a  Blanquerna,  le  dijo  estas  palabras:  — Sabed  que  yo  tenía 
voluntad  de  predicar  hoy  el  sermón;  pero,  conociendo  que 
en  mí  hay  falta  de  saber,  no  hallo  en  mi  alma  que  yo  pueda 
predicar  ni  que  esté  en  disposición  para  decir  lo  que  co- 
rresponde al  honor  del  santo  que  hoy  veneramos.  Y,  por  eso, 
yo  deseo  mucho  que  vos,  Blanquerna,  seáis  monje,  para 
predicar  a  todos  nosotros  y  a  aquellos  que  vendrían  a  este 
monasterio  a  honrar  las  fiestas;  porque  si  nosotros  tene- 
mos la  costumbre  de  proveer  a  los  cuerpos  de  viandas  cor- 
porales por  medio  de  la  limosna,  haríamos  injuria  a  las  al- 
mas si  no  las  saciáramos  de  viandas  espirituales,  con  ser- 
mones y  doctrina,  enseñándoles  la  palabra  de  Dios. 

3.  Respondió  Blanquerna  al  abad,  diciendo  que  la  perse- 
verancia es  una  virtud  en  la  cual  se  demuestra  la  perfec- 


1  «a  pie»  no  lo  dice  el  original. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA, — C.  53  .W 


ción  de  las  otras  virtudes.  — Pues  sin  perfección  de  virtudes 
— dijo — no  puede  la  perseverancia  ser  virtud;  y  por  cuanto 
yo  me  he  sujetado  a  ser  para  siempre  servidor  de  las  virtu- 
des, por  eso  conviene  que  sirva  también  a  la  perseverancia, 
en  la  cual  todas  las  virtudes  muestran  sus  operaciones.  Y  así, 
si  yo  dejara  ahora  el  propósito  con  el  cual  he  salido  de  mi 
tierra  y  mudara  de  voluntad,  sin  duda  haría  injuria  a  la  ca- 
ridad, fortaleza  y  demás  virtudes,  lo  2  que  yo  no  tengo  en 
deliberación.  Por  todo  lo  cual  os  ruego,  señor,  y  a  toda  la  co- 
munidad, me  tengáis  por  excusado. 

4.  —(Oíd,  Blanquerna — 'respondió  el  abad — \;  en  cierta 
ocasión  aconteció  que  un  ermitaño  iba  hacia  una  ciudad, 
cuyo  rey  pocos  días  antes  había  muerto.  Era  costumbre  de 
aquella  ciudad  que  el  primer  hombre  extranjero  que,  al  ter- 
cer día  después  de  la  muerte  del  rey,  entraba  en  ella,  aquél 
había  de  ser  rey.  Por  ordenación  de  Dios  sucedió  que  aquel 
ermitaño  entró  primero,  al  tercer  día,  en  aquella  ciudad,  y 
le  hicieron  rey;  pero  el  ermitaño  de  ningún  modo  quería 
serlo,  antes  bien  se  opuso  fuertemente  a  la  elección,  porque 
absolutamente  quería  perseverar  en  vida  ermitaña.  Siguióse 
causa  y  pleito  entre  el  ermitaño  y  los  electores  que  le  ha- 
bían elegido  y  aceptado  por  rey  sobre  si  éste  pudiera  per- 
severar, siendo  rey,  en  la  devoción  que  tenía,  en  la  cual  que- 
ría aún  permanecer.  Y  fué  sentenciada  la  causa  3  a  favor  de 
los  electores:  que  el  ermitaño  podía  muy  bien  ser  extraño, 
por  el  entendimiento  y  voluntad,  al  oficio  de  rey  y  perse- 
verar en  la  devoción  entre  las  gentes  siendo  rey,  como  en  la 
soledad  en  que  vivía  como  ermitaño,  y  que  con  mayor  fuer- 
za podía  usar  de  la  fortaleza,  esperanza  y  justicia  y  de  las 
demás  virtudes,  y  con  esto  serviría  mucho  más  a  la  per- 
severancia. — Del  mismo  modo,  pues- — dijo — ,  será  razón  que 
vos,  Blanquerna,  estéis  obligado  a  perseverar  con  nosotros, 
que  también  somos  ermitaños  y  queremos  ser  .vuestros  com- 
pañeros. 

5.  A  esto  respondió  Blanquerna  y  dijo:  — Bien  podéis 
acordaros,  señor,  que  San  Juan  Bautista  fué  ermitaño,  vi- 
viendo solo  en  su  ermita,  en  donde,  comiendo  langostas  y 
miel  silvestre,  traía  sus  vestiduras  de  piel  de  camellos;  y 
como  Jesucristo  dió  testimonio  de  él,  dijo  que,  entre  los  na- 
cidos de  las  mujeres,  no  había  salido  otro  mayor  que  San 
Juan  Bautista.  Y  porque  San  Juan  vivía  solo  en  su  desierto, 
donde  hacía  áspera  vida  y  pasaba  grandes  aflicciones,  por 
esto  le  honra  Dios  en  su  gloria,  según  su  divina  palabra. 


3  El  autor  silencia  «lo  que  yo  tengo  en  deliberación». 

"  «Judici  e  sentencia  hagren  per  si  los  elegedors,  dient  que  l'er- 
mità pudia  ésser  excusat  en  entenció  e  en  volentat  a  ufici  de  rey  pus 
fortment  que  éser  extranyat  de  les  gents  en  los  loes  agrests,  on 
estava  en  vida  erraitana,  e  pus  fortment  pudia  usar  de  fortitudo...» 


3°2  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


6.  Pero  el  prior  respondió  así  a  Blanquerna:  — Nuestro 
Señor  Jesucristo,  que  es  hombre  mejor  que  San  Juan  Bau- 
tista, sin  comparación  alguna,  y  andaba  y  estaba  en  compa- 
ñía de  los  apóstoles,  ha  dado  significación  que  más  noble 
virtud  es  la  perseverancia  entre  los  hombres  que  viven  jun- 
tos en  comunidad,  y  en  quienes  no  se  pierde  la  perseveran- 
cia por  la  compañía  de  otros  hombres,  que  aquella  perseve- 
rancia que  se  halla  solamente  en  un  hombre  que  está  solo 
y  sin  compañía. — Por  cuya  razón  convenía  que,  según  razón 
de  justicia  y  esperanza,  fuese  Blanquerna  obediente  en  acep- 
tar aquello  que  el  abad  y  todo  el  monasterio  quería  y  le 
rogaba. 


CAPÍTULO  LIV 

De  la  obediencia 

1.  El  monje  bolsero  dijo  a  Blanquerna  que  en  todo  el 
mundo  no  había  virtud  más  meritoria  que  la  obediencia. 
Y  como  la  obediencia  sea  mayor  en  el  hombre  que  se  sujeta 
a  la  voluntad  de  otros  que  no  el  que  vive  solo  en  su  ermi- 
ta, por  esto  sería  Blanquerna  más  contrario  a  la  obediencia, 
si  la  dejase  de  tener  y  profesar  allí  donde  es  más  virtuosa 
y  a  Dios  más  agradable. 

2.  Respondió  Blanquerna  con  este  ejemplo:  — En  cierta 
ocasión  sucedió  que  un  hombre  ciego  tenía  un  hijo  que  le 
guiaba  cuando  iba  pidiendo  limosna  de  puerta  en  puerta  por 
amor  de  Dios.  El  hijo  del  ciego  crió  un  perro  y  le  enseñó 
a  guiar  a  su  padre.  Por  muerte  de  su  hijo,  se  vió  precisado 
el  pobre  ciego  a  guiarse  por  el  perro  que  llevaba  atado,  como 
su  hijo  le  había  enseñado.  Y  saliéndose  un  día  fuera  de  la 
ciudad,  se  encaminó  a  una  aldea  1  para  pedir  limosna  por 
amor  de  Dios.  Por  el  camino  saltó  una  liebre,  y  el  perro,  que- 
riéndola alcanzar,  se  salió  del  camino,  y  el  ciego  le  seguía. 
Pero  el  perro,  persiguiendo  a  la  liebre  que  se  había  bajado 
por  un  despeñadero,  quiso  andar  tras  la  liebre;  y  el  pobre 
ciego,  que  seguía  al  perro,  se  cayó  por  el  despeñadero  y  se 
rompió  una  pierna  y  \  se  crujió  todo. — Y  prosiguió  Blan- 
querna con  estas  palabras : 

3.  — Grande  es  la  gracia  que  hace  Dios  al  hombre  cuan- 
do le  da  vista  corporal,  para  que  los  ojos  de  la  mente  obe- 
dezcan a  aquello  que  la  vista  corporal  significa  en  las  cria- 
turas visibles  de  la  nobleza  del  Creador;  pero  mayor  gracia 
hace  Dios  al  hombre  cuando  su  voluntad  obedece  a  los  ojos 


1  Las  palabras  apara...  Dios»  son  una  amplificación  de! 'traductor. 
3  También  está  de  más  «y  se  crujió  todo». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  54  303 


de  su  entendimiento,  que  entiende  aquellas  cosas  a  que  la 
voluntad  debe  ser  más  obediente,  porque  la  voluntad  obe- 
diente a  aquel  que  no  tiene  entendimiento  es  semejante  al 
estado  en  que  me  hallo.  Y  si  el  entendimiento  hubiese  de  ser 
obediente  a  la  voluntad,  no  estaría  la  inteligencia  en  tan 
grande  honor  mientras  la  voluntad  no  le  fuese  mucho  más 
obediente. 

4.  Cuando  Blanquerna  hubo  acabado  estas  y  muchas 
otras  razones,  el  padre  sacristán  quiso  responderle,  y  dijo 
así;  — Muy  bien  conocemos  y  entendemos  el  símil  con  que 
os  habéis  explicado,  significando  en  esto  que  la  voluntad 
está  en  peligro  de  errar  cuando  obedece  al  entendimiento 
en  quien  hay  falta  de  inteligencia;  y  por  esto,  en  fuerza  de 
las  mismas  razones  vuestras,  queremos  que  la  caridad  y  jus- 
ticia hagan  juicio  sobre  ello. — Mientras  el  sacristán  decía  es- 
tas palbras,  vino  un  criado  a  decirle  que  fuese  a  dar  el  viá- 
tico a  un  fraile  lego  que  estaba  enfermo  a  la  muerte.  Fuese 
luego  el  sacristán,  y  el  abad  y  todos  los  monjes  acompañaron 
el  santísimo  cuerpo  de  Jesucristo  y  confortaron  al  enfermo. 
Cuando  el  padre  sacristán  dijo  al  enfermo  que  él  debía  creer 
que  aquella  hostia  consagrada  era  el  verdadero  cuerpo  de 
Jesucristo,  respondió  el  enfermo  que  él  no  creía  que  aque- 
lla hostia,  que  veía  bajo  la  figura  del  pan,  fuese  carne  de 
Jesucristo. 

5.  Escandalizáronse  mucho  el  abad  y  todos  los  monjes 
cuando  vieron  que  el  fraile  estaba  en  aquel  error  y  descreen- 
cia; y  por  eso  llamaron  a  Blanquerna,  y  le  rogaron  que  ex- 
hortase al  enfermo  y  le  instruyese,  para  librarle  del  error 
en  que  estaba.  Obedeció  Blanquerna  a  este  ruego,  y  pregun- 
tó al  enfermo  si  el  entendimiento  humano  tenía  más  noble 
virtud  que  los  ojos  corporales.  El  enfermo  concedió  que  en 
el  entendimiento  era  más  noble  cosa  la  inteligencia  que  la 
vista  en  los  ojos  corporales.  Entonces  Blanquerna  dijo  al 
enfermo  que,  supuesto  que  la  inteligencia  era  cosa  más  no- 
ble que  la  vista  corporal,  convenía  que  el  hombre  fuese  más 
obediente  a  la  inteligencia  que  a  la  vista  corporal,  para  que 
así  guardase  el  hombre  a  la  inteligencia  su  honor;  la  cual 
entiende  en  la  hostia  consagrada  una  obra  de  gran  milagro 
hecha  por  el  poder  divino,  así  como  entiende  que  el  mundo 
es  creado  de  la  nada. 

6.  Díjole  también  que  naturalmente,  bajo  la  forma  del 
cuerpo  del  hombre,  están  los  cuatro  elementos  que  son  invi- 
sibles a  los  ojos  corporales,  los  cuales  no  ven  otra  cosa  sino 
solamente  la  forma  o  figura  del  hombre,  en  la  cual  están 
compuestos;  pero  la  forma  primera  de  los  elementos  existe 
en  aquella  forma  secretamente,  según  3  el  entendimiento  bien 

'  No  leemos  en  e!  original  «según  el  entendimiento  bien  lo 
percibe». 


304  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


lo  percibe.  Luego,  pues,  si  la  naturaleza  es  bastante  y  tiene 
poder  suficiente  para  hacer  tal  obra,  ¿cuánto  más  lo  serán 
el  poder,  la  sabiduría  y  la  voluntad  de  Dios  en  hacer  que  la 
carne  y  cuerpo  verdadero  dé  nuestro  Redentor  Jesucristo 
existan  bajo  los  accidentes  y  figura  de  pan  ?  Porque,  si  esto 
no  fuese  así,  Dios  no  daría  muestras  de  que  su  poder  sea 
sobre  el  poder  natural. — Estas  y  otras  muchas  razDnes  dijo 
Blanquerna  al  enfermo 4,  las  cuales  creyó.  Y  confirmado 
por  ellas  en  la  fe,  recibió  el  sacratísimo  cuerpo  de  Jesucristo, 
como  fiel  cristiano,  y  adoró  y  alabó  a  Dios  por  haberle 
sacado  del  error  en  que  solía  estar.  Murió  después  el  enfer- 
mo devotamente  con  fe  y  Dios  llevóse  para  sí  a  su  alma. 
Poco  después  de  este  suceso  se  volvieron  el  abad  y  dos  mon- 
jes a  aquel  razonamiento  en  que  estaban  con  Blanquerna. 

7.  Y  di  jóle  el  abad  lo  siguiente:  — Este  caso  que  ahora 
acaba  de  acontecer  con  5  este  fraile,  a  quien  Dios  haya  per- 
donado, es  para  nosotros  un  vivo  ejemplo  y  manifestación 
de  que  Dios  nuestro  Señor  quiere  que  vos  seáis  su  servidor 
en  nuestra  compañía;  porque  si  vos  ahora  no  hubieseis 
estado  con  nosotros,  sin  duda  que  Dios  hubiera  perdido  a 
esta  alma,  que  hoy  ha  pasado  de  esta  vida,  y  de  su  conde- 
nación tuviéramos  nosotros  grande  escrúpulo  y  cargo  de 
conciencia  por  la  ignorancia  que  en  nosotros  hay,  en  cuanto 
ninguno  sabíamos  decir  al  difunto  aquellas  razones  que  vos 
le  habéis  dicho.  Muchas  veces  sucede  que  dispone  Dios  seme- 
jantes casualidades  para  que  por  ellas  perciba  el  hombre 
y  entienda  la  voluntad  de  Dios.  Y  vos  no  solamente  habéis 
aprovechado  al  alma  del  difunto,  sino  aun  a  todos  nosotros 
habéis  dado  doctrina  con  que  podamos  contrastar  a  las  ten- 
taciones, siempre  que  las  tengamos  en  semejante  caso. 

8.  Respondió  Blanquerna  y  dijo :  — Aun  hay  otra  mane- 
ra con  la  cual  puede  el  hombre  librar  de  error  a  aquel  que 
tiene  tentación  contra  la  verdad  del  sagrado  cuerpo  de  Jesu- 
cristo, y  es  por  medio  de  la  fe;  porque  Dios  quiere  que  el 
hombre  sea  obediente  a  la  fe,  mortificando  la  imaginación 
cuando  quiere  dar  al  entendimiento  falsa  semejanza  contra 
la  obra  del  poder  divino;  y  vosotros  podéis  usar  de  este 
modo,  aunque  os  halléis  en  ignorancia  por  falta  de  cien- 
cia.— Pero  el  abad  respondió  a  Blanquerna,  y  dijo  que  es 
más  fuerte  cosa  y  más  segura  combatir  al  error  con  fe  y  con 
inteligencia  que  con  la  fe  solamente,  y  por  eso  la  justicia 
acusa  a  nuestra  conciencia,  la  cual  es  contra  vuestras  razo- 
nes excusándoos  de  nuestra  compañía. 


4  «lo  qual  reebé  lo  cors  de  Jesu  Christ,  com  a  fael  crestià». 
6  Sobran  las  palabras  «con...  perdonado». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  HLANQTERNA. — C.  55 


CAPITULO  LV 
Del  consejo 

1.  Blanquerna  consideró  muy  bien  y  pensó  en  todo  lo 
que  le  habían  dicho  y  en  el  suceso  de  la  tentación  del  difunto. 
Y  mientras  Blanquerna  estaba  en  esta  consideración,  el 
abad  y  todos  los  monjes  le  rogaban  y  persuadían  a  que 
entrase  por  monje.  Y  Narpán,  llorando,  dijo  a  Blanquerna 
estas  palabras :  — Amable  amigo  y  maestro  mío  1  Blanquer- 
na, ¡en  qué  pensáis!  ¿Por  qué  no  obedecéis  a  los  ruegos 
del  señor  abad  y  de  toda  la  comunidad,  y  mayormente  a 
vuestro  entendimiento,  el  cual  os  hace  cargo  de  conciencia 
si  no  diereis  a  estos  siervos  de  Dios  inteligencia,  con  la  cual 
puedan  más  fácilmente  tener  conocimiento  de  Dios  y  2  de 
sus  obras?  Porque  en  cuanto  el  entendimiento  es  más  exal- 
tado en  el  conocimiento  de  Dios,  en  tanto  la  voluntad  se 
halla  más  altamente  dispuesta  para  ser  exaltada  en  ei  amor 
de  Dios  y  de  sus  servidores.  Por  donde,  si  vos  ahora  os 
hacéis  monje,  yo  también  entraré  con  vos,  y  quiero  ser  vues- 
tro compañero  y  vuestro  sirviente,  y  de  este  modo  aprove- 
charéis a  vos  mismo  y  a  todos  los  demás,  y  si  os  estuviereis 
solo  en  el  desierto,  no  aprovecharéis  sino  a  vos  tan  sola- 
mente. 

2.  Respondió  Blanquerna,  diciendo  que  injuria  se  haría 
al  hombre  contemplativo  que  vive  solitario  por  el  amor 
de  Dios,  si  su  oración  no  aprovechara  a  otro  sino  solamente 
a  sí.  — Pero  yo  [ — dijo — ]  he  entrado  en  consideración  por 
otro  modo,  a  saber,  por  la  conciencia s,  la  cual  me  hace 
acordar  en  mi  corazón  de  la  devoción  y  de  que  muchas 
y  diferentes  voluntades  deben  ser  unidas  y  estar  sujetas 
debajo  de  un  iluminado  y  exaltado  entendimiento,  el  cual 
sea  su  director  y  pastor;  y  la  conciencia  me  hace  acordar 
también  del  capítulo  de  devoción  y  del  daño  que  sienten  los 
discípulos  del  entendimiento  cuando  no  tienen  devoción. — 
Luego,  pues,  por  todas  estas  razones — dijo  Blanquerna  al 
señor  abad  y  a  los  demás — ,  debe  el  hombre  en  todas  cosas 
obrar  con  deliberación  y  consejo  antes  de  pasar  de  un 
propósito  a  otro.  Y  así,  que  él  se  aconsejaría  con  las  siete 


'  «Amable  amic  Blanquerna».  dioé  simplemente  el  autor. 
1  «y  de  sus  obras»  lo  añade  el  traductor. 

3  «per  la  conciencia  qui-m  fa  remembrar  que  diverses  volentats 
deuen  ésser  ovelles  e  deuen  estar  sots  il·luminat  e  exalçat  enteni- 
ment, qui  sia  lur  pastor». 


30Ó 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


virtudes,  las  cuales  le  habían  dado  buen  consejo  muchas 
veces.  De  esta  respuesta4  quedaron  el  abad  y  todos  los 
monjes  con  gran  júbilo  y  alegría,  y  rogaron  a  Dios  que, 
en  aquel  acuerdo  y  consejo  que  Blanquerna  se  había  reser- 
vado para  su  determinación,  se  les  fuese  salvado  su  derecho 
y  satisfecha  su  necesidad. 

3.  Todo  aquel  día  y  toda  la  noche  estuvo  el  pensamiento 
de  Blanquerna  ocupado  en  otras  muchas  consideraciones, 
porque  algunas  otras  cosas  debe  el  hombre  considerar  en 
el  medio  5  antes  de  entrar  en  el  consejo  principal  de  aquello 
que  entiende  inquirir ;  porque  por  razón  que  el  entendimiento 
comienza  nuevamente  a  restablecerse  en  su  virtud  en  aquello 
que  el  hombre  intenta  haber,  de  ahí  el  entendimiento  entiende 
aquella  cosa  más  clara  y  manifiestamente,  por  haberse  hecho 
en  ello  doblado  discurso.  Al  otro  día  por  la  mañana,  después 
de  haber  oído  misa,  hizo  Blanquerna  su  oración,  como  había 
siempre  acostumbrado,  y  finida  su  oración,  volvió  en  sus 
pensamientos  y  revocó  en  su  memoria  a  cada  una  de  las 
siete  virtudes  de  por  sí,  y  continuó  en  esta  consideración 
hasta  hora  de  nona,  que  le  llamaron  a  comer.  Después  de 
haber  comido,  se  fué  Blanquerna  al  jardín  a  pasearse  un 
poco  y  recrear  su  espíritu  para  entrar  en  oración,  y  después 
de  ella  se  fué  a  tomar  la  siesta,  para  que  de  este  modo  la 
comida  fuese  más  prontamente  digerida  y  en  la  noche  pudiese 
velar  mejor  y  considerar.  Pero  aquella  noche  no  quiso  velar, 
sino  que  se  puso  a  dormir  para  poderse  levantar  muy  de 
mañanita  y  entrar  otra  vez  en  sus  pensamientos  y  considera- 
ciones, por  razón  que  siempre  que  oraba  o  meditaba  por 
las  mañanitas,  su  imaginación  tenía  mayor  concordancia 
con  el  entendimiento. 

4.  Levantóse  Blanquerna  a  la  hora  de  maitines,  y  en- 
tróse en  el  jardín  para  mirar  al  cielo  y  las  estrellas,  y  con 
esto  tener  mayor  devoción.  Arrodillóse  en  tierra  y  santiguóse 
y,  alzando  sus  manos  y  ojos  al  cielo  con  afectuosa  voluntad, 
rogó  a  Dios  nuestro  Señor  fuese  servido  de  acordarse  de 
su  servidor  y  le  diese  luz  para  obrar  todo  aquello  que  fuese 
de  su  mayor  agrado.  Por  voluntad  de  Dios  fué  inspirado 
Blanquerna  en  determinarse  de  ser  monje,  porque  consideró 
y  entendió  que  podía  hacer  mucho  mayor  bien  y  servicio 
a  Dios  estando  en  el  monasterio  que  en  el  desierto.  Y  con- 
firmándose en  este  propósito,  se  acordó  que  toda  la  vez  que 
había  considerado  sobre  aquella  materia  había  formado 


4  El  texto  catalán  dice  sencillamente  :  «L'abat  e  tots  los  altres 
pregaren  Déu...» 

*  «en  lo  mig  ans  que  entre  en  consell;  car  l'enteniment  co- 
mença novellament  a  retornar  en  sa  virtut  sobre  açò  que  hom  proposa 
a  perseguir,  e  l'enteniment  ho  entén  pus  manifestament  per  ço  car 

hi  <':<.  fet  doble  retornament.o 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


56 


aquel  mismo  concepto,  sin  que  ninguna  de  las  virtudes  le 
hubiese  contrariado.  La  esperanza  le  puso  en  el  consuelo 
y  confianza  de  que  podría  venir  tiempo  en  que  sería  ermitaño 
y  en  aquella  vida  que  tanto  deseaba,  y  la  prudencia  le  hacía 
entender  que  la  vida  que  él  haría  en  aquel  monasterio  sería 
ocasión  de  multiplicar  su  santidad  en  vida  ermitaña. 

5.  Habiendo  Blanquerna  concebido  esta  devoción,  se 
fué  al  capítulo,  donde  encontró  al  abad  y  todos  los  monjes, 
que  hablaban  con  Narpán  de  la  santa  vida  y  gran  ciencia 
de  Blanquerna,  y  éste  se  arrodilló  delante  del  abad  y  toda 
la  comunidad  que  allí  estaba,  y  se  entregó  a  la  orden  y  a 
todo  el  convento,  sin  retención  ni  condición  alguna  °,  para 
en  todo  y  por  todo  obedecer  sus  preceptos,  pidiendo  le  vis- 
tiesen el  hábito ;  de  lo  cual  tuvieron  el  abad  y  todos  los  mon- 
jes grande  gozo  y  alegría.  Blanquerna  y  Narpán  recibieron 
el  hábito  y  la  bendición  con  mucho  agrado,  y  después  hicie- 
ron los  votos  y  promesas  que  se  requerían  en  aquella  orden. 


CAPÍTULO  LVI 

DE  LA  ORDENACIÓN  DE  LOS  ESTUDIOS 

1.  Al  día  siguiente,  el  abad  y  toda  la  comunidad  entra- 
ron en  el  capítulo  con  Blanquerna,  para  el  fin  de  ordenar 
y  establecer  los  estudios.  Y  fué  ordenado  por  todos  que  se 
destinase  un  puesto  del  monasterio  que  fuese  más  a  pro- 
pósito y  conveniente  para  estudiar  y  leer.  Después  de  haber 
destinado  el  puesto  proporcionado  para  el  estudio,  ordena- 
ron también  el  tiempo,  porque  sin  ordenación  de  tiempo  no 
puede  ser  provechoso  ni  duradero  el  estudio.  Después  de  la 
ordenación  del  tiempo,  ordenaron  de  las  personas  que  debían 
destinarse  para  las  escuelas,  según  proporción  de  la  edad, 
de  la  inclinación,  de  natural  entendimiento  y  de  buenas  cos- 
tumbres, y,  finalmente,  después  de  todas  estas  ordenaciones, 
quisieron  determinar  qué  ciencias  debían  enseñar  y  estudiar. 
Mientras  se  discurría  sobre  el  establecimiento  de  las  ciencias 
que  se  debían  estudiar,  un  hombre  trajo  al  capítulo  una  carta 
de  dos  monjes  en  que  pedían  dineros  para  su  gasto  y  compra 
de  libros  de  jurisprudencia.  Leyó  el  abad  aquella  carta  en 
presencia  de  todo  el  convento,  y  después  refirió  a  Blanquer- 
na cómo  ellos  mantenían  dos  monjes  en  Montpellier  para 
estudiar  de  leyes,  para  poderse  servir  de  ellos  en  el  monas- 
terio en  sus  negocios  temporales.  Al  tiempo  que  el  abad  re- 

•  Las  palabras  «para...  hábito»  son  tina  amplificación  del  texto 
primitivo.  . 


308  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


feria  estas  cosas,  vino  otro  hombre  a  decir  que  un  fraile  lego 
estaba  muy  malo  en  una  granja  del  monasterio,  y  que  en- 
viase luego  a  llamar  un  médico  para  visitarle  y  recetarle 
lo  que  fuese  menester.  Envió  el  abad  luego  un  criado  a  la 
ciudad  por  un  médico,  y  éste  no  quiso  ir  a  la  granja  sin  gran 
propina,  y  aun  no  quería  estar  con  el  enfermo  más  que  un 
día,  y  él  fraile  se  murió  por  falta  de  médico  que  le  visitase 
a  menudo,  y  el  abad  y  monjes  tuvieron  gran  disgusto  y 
escrúpulo  de  conciencia  por  su  muerte. 

2.  Estando  aún  en  capítulo  el  abad  y  monjes,  aconteció 
que  un  obispo  por  casualidad  pasó  por  aquel  monasterio  y 
entró  en  el  capitulo,  donde  fué  recibido  por  el  abad  y  monjes 
con  grande  honor  y  reverencia.  El  obispo  era  un  gran  pre- 
lado y  hombre  sabio  en  mutíhas  ciencias,  y  por  eso  hizo  mu- 
chas preguntas  y  propuso  algunas  cuestiones  sobre  varias 
ciencias  y  materias;  pero  ninguno  de  aquellos  monjes  supo 
responder  a  ellas,  sino  Blanquerna  solamente,  el  cual  res- 
pondía y  expositaba  con  razón  natural  todas  las  cuestiones 
del  obispo.  Todo  aquel  día  se  ocupó  la  comunidad  en  cortejar 
al  señor  obispo  1,  manteniéndole  la  conversación  caritativa- 
mente, y  al  otro  día,  por  la  mañanita,  montó  a  caballo  y 
prosiguió  su  camino.  Y  el  abad  y  monjes  2,  después  de  haber 
celebrado  misa,  se  volvieron  a  juntar  en  capítulo  para  orde- 
nar sobre  qué  ciencias  había  de  enseñar  Blanquerna. 

3.  Preguntó  el  abad  a  Blanquerna  qué  ciencias  le  pa- 
recía que  debía  enseñar  a  los  monjes  y  frailes  que  habían  de 
estudiar.  — Señor — respondió  Blanquerna — ,  en  cierta  oca- 
sión sucedió  que  un  hombre  fué  vulnerado  de  muerte,  ha- 
biendo recibido  una  herida  en  la  cara  y  otra  mortal  en  el 
vientre.  El  médico  aplicó  primeramente  sus  remedios  para 
curarle  la  herida  de  la  cara,  que  había  visto  primero,  y 
mientras  se  ocupó  en  curarle  la  cara,  el  hombre  fué  per- 
diendo tanta  sangre  por  da  herida  del  vientre,  que  acabó  la 
vida.  En  otra  ocasión  aconteció  que  una  zorra  preguntó  a 
una  gallina  3  para  qué  tenía  las  alas  y  el  pico,  las  plumas  y 
las  uñas.  Respondióle  la  gallina  que  por  la  necesidad,  y  que 
la  naturaleza  le  había  dado  todas  estas  cosas  porque  le  eran 
necesarias.  Por  esta  parábola  y  por  otras  muchas — dijo  Blan- 
querna al  abad — podéis  entender  cuáles  son  las  ciencias  más 
necesarias  que  deben  aprender  vuestros  monjes. 

4.  El  abad  y  todos  los  monjes  rogaron  a  Blanquerna  les 
declarase  las  palabras  que  les  decía  por  símiles.  Y  éste  des- 
pués les  declaró  el  ejemplo  del  hombre  vulnerado  por  otro 
ejemplo,  diciendo:  — Una  vez  sucedió  que  un  abad  envió  un 
monje  a  estudiar,  el  cual  era  muy  bien  disciplinado  cuando 

1  Está  de  más  «manteniéndole...  camino». 

-  «l'endemà  matí,  après  la  missa*. 

3  «una  volp  demanà  a  l'àguila...  L'àguila  respòs». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUKRNA. 


56 


salió  del  monasterio.  Y  el  tiempo  que  estudió  estuvo  en  com- 
pañía de  otros  estudiantes  seglares  y  mundanos,  y  aprendió 
las  malas  costumbres  de  aquéllos,  olvidando  las  buenas  que 
tenía,  y  por  eso,  cuando  el  monje  volvió  al  monasterio,  era 
muy  vicioso,  y  con  las  obras  les  enseñó  vicios,  y  con  su  doc- 
trina ciencia;  y  con  los  vicios  corrompió  todos  los  monjes 
en  malditas  costumbres  y  abusaron  de  la  ciencia  que  les 
había  enseñado. — Cuando  Blanquerna  hubo  declarado  el  pri- 
mer ejemplo,  les  declaró  el  segundo  por  otro  ejemplo,  di- 
ciendo: — «Sucedió  una  vez  que,  estando  un  ruiseñor  en  un 
árbol  muy  frondoso  y  florido,  le  preguntó  al  árbol  por  qué 
tenía  tantas  hojas  y  flores.  Respondió  el  árbol  que  la  natu- 
raleza había  ordenado  que  en  él  fuesen  las  hojas  y  las  flores 
para  que  fuesen  en  él  los  frutos.  Luego,  según  estas  pala- 
bras— 4dijo  Blanquerna—,  está  significado  que,  pues  nosotros 
estamos  en  este  lugar  y  hemos,  desamparado  el  mundo,  con- 
viene que  tengamos  distiritas  ciencias,  para  poder  obtener  la 
ciencia  de  la  sagrada  teología,  la  cual  es  el  fin  y  comple- 
mento de  todas  las  demás  ciencias  4. 


"*  Sabido  es  que,  hasta  el  siglo  XIII,  casi  no  existían  más  centros 
de  formación  científica  que  las  escuelas  monacales,  para  la  instruc- 
ción de  los  mismos  monjes,  y  las  catedralicias,  en  que  se  educaban 
los  hijos  de  los  nobles  que  aspiraban  a  las  prebendas  eclesiásticas. 
Mirando  solamente  a  España,  algunas  de  estas  escuelas,  como  la 
de  la  catedral  de  Vich,  alcanzaron  un  renombre  glorioso,  y  no  me- 
nos alto  fué  el  nivel  a  que  llegaron  los  estudios  en  los  monasterios 
de  Ripoll,  San  Millán  de  la  Cogolla,  Santo  Domingo  de  Silos  y 
San  Juan  de  la  Peña.  Mas  no  siempre  en  todas  y  en  cada  una  de 
estas  instituciones  monacales  y  catedralicias  se  había  dado  a  la 
sagrada  teología  el  lugar  de  honor  que  para  ella  reclamaba  Ramón 
Llull  y  reivindicaría  más  tarde  solemnemente  el  concilio  de  Trento. 
¿  No  era  el  Doctor  Iluminado,  para  no  citar  sino  uno  solo  de  sus 
libros,  el  que  había  escrito  en  Doctrina  pueril  (Mallorca,  1278)  : 
«Theologia  és  sciència  en  parlar  de  Déu.  On  aquesta  sciència  de 
Theologia  sàpies,  fill,  que  és  pus  noble  sciència  que  totes  les  altres  : 
e  car  equesta  sciència  majorment  sia  conservada  e  amada  per  los 
hòmens  religiosos,  per  assò  són  honrables.  Amable  fill  :  los  cler- 
gues són  establits  en  lo  món  per  so  que  aprenen  Theologia,  e  que 
la  mostren  als  hòmens,  per  tal  que  sien  amadors  de  Déu,  e  que-s 
sapien  guardar  de  peccat.  On  per  assò  los  clergues  qui  amen  més 
altra  sciència  que  Theologia,  no  seguexen  los  comensaments  per 
los  quals  són  clergues»  (ORL,  I,  134)" 

Requisito  indispensable  para  que  los  alumnos  del  clero  regular 
y  .secular  apreciaran,  cual  conviene,  la  ciencia  de  la  sagrada  teo- 
logía, qui  és  fi  c  compliment  de  totes  altres  ciències,  era  ía  erección 
de  cátedras  de  teología  en  los  monasterios,  como  se  declara  en  este 
capítulo,  y  también  en  las  catedrales,  como  se  verá  en  el  capítu- 
lo 68.  Recordemos  que,  más  de  dos  siglos  después,  el  concilio  Tri- 
dentino  hará  de  ello  una  solemne  obligación  en  el  primer  decreto 
de  reforma,  de  la  sesión  V  (17  de  junio  1546). 

Cf.  nuestro  estudio  Reminiscencias  lulianas  en  la.  obra  reforma- 
dora del  concilio  de  Trento,  en  Boletín  de  la  Sociedad  Arqueológica 
Luliana,  29  (1945),  481  ss. 

Está  fuera  de  duda  que,  bajo  el  velo  simbólico  de  los  monjes 
de  que  se  habla  en  todo  el  lib.  II  De  religión,  se  esconden  los  de 


510  OBRAS  LITERARIAS  DE  í>LAMÓN  LLULL 


5.  Cuando  Blanquerna  hubo  declarado  las  parábolas  y 
ejemplos  sobredichos,  ordenaron  que  Blanquerna  primera- 
mente les  enseñase  gramática,  para  mejor  entender  las  otras 
ciencias,  y  después  les  enseñase  la  lógica,  para  entender  y 
aprender  la  filosofía  natural,  y  la  filosofía  moral,  para  que 
mejor  entendiesen  la  teología;  y  cuando  hubiesen  aprendido 
la  teología,  les  enseñase  la  medicina,  y  después  la  ciencia  del 
derecho.  Mientras  se  establecía  esta  ordenación,  uno  de  los 
monjes  dijo  que  le  parecía  imposible  que  los  estudiantes  pu- 
diesen aprender  todas  estas  ciencias.  Pero  Blanquerna  res- 
pondió que  de  cada  ciencia  podrían  aprender  cómodamente 
lo  que  era  menester,  y  después,  a  la  fin,  con  un  año  o  poco 
más  tiempo,  los  principios  y  el  arte  de  cada  una  de  las  cua- 
tro ciencias  principales  y  más  necesarias,  que  son:  la  teolo- 
gía, la  filosofía  natural,  el  derecho  y  la  medicina;  y  con  los 
principios,  en  debida  forma  .enseñados  y  aprendidos  por  el 
arte,  podían  usar  después  de  las  ciencias,  según  les  fuese 
necesario;  porque  con  los  principios  bien  ordenados  y  ense- 
ñados por  el  arte  en  una  ciencia,  puede  el  hombre  usar  de 
otros  principios  y  servirse  de  ellos  en  otras  ciencias. 


la  tan  conocida  como  amada  abadía  de  Santa  María  de  La  Real, 
de  Mallorca,  entre  los  cuales  el  cultivo  de  la  ciencia  no  era  muy 
vehemente  en  la  época  del  polígrafo  mallorquín.  Como  en  él  no  6e 
daban  clases  de  estudios  generales,  los  que  se  consagraban  a  la  cien- 
cia eran  enviados  a  Montpellier,  en  donde  asistían  a  las  lecciones 
públicas  de  una  Universidad  en  que  prevalecían  las  ciencias  de  medi- 
cina y  derecho.  Con  ello  el  monasterio'  de  La  Real  siempre  tenía  en- 
treabierta una  puerta  a  la  relajación,  ya  que  no  era  raro  que  a  los 
estudiantes  que  volvían  de  la  Universidad  se  les  hubiera  pegado  algún 
tanto  el  polvo  de  la  vanagloria  del  siglo  ;  por  esto,  ¿  por  qué  no 
establecer  en  cada  monasterio  un  estudio  general,  en  donde  los  mon- 
jes, sin  salir  de  la  clausura,  cultivaran  con  ahinco  las  ciencias  ecle- 
siásticas ?  De  esto  se  seguirían  notables  ventajas,  tales  como  el  in- 
cremento de  la  vida  contemplativa  y  el  buen  nombre  del  monasterio. 
Cf.  P.  G.  Seguí,  M.  SS.  CC,  El  cenáculo  del  beato  Ramón  Llull,  en 
Analccta  Sacra  Tarraconensia,  15  (1942),  8  y  9. 

Aun  otro  bien  reportaría  la  ordenación  de  tales  estudios  al 
monasterio  :  el  aumento  de  vocaciones,  hasta  entre  la  clase  rica, 
como  se  desprende  de  lo  que  dice  el  autor  de  Blanquerna  en  el 
siguiente  capítulo,  es  a  saber  :  «Una  vegada  s'esdevenc  en  est  mo- 
nestir que  un  fill  de  un  burgués  molt  honrat  se  volc  retre  monge, 
e  lo  pare  ab  gran  re  de  sos  amics  vengren  en  est  monestir  e  for- 
çadament  tragueren-lo  del  monestir,  dients  que  ells  no  volien  con- 
sentir que  fos  monge  per  ço  car  nosaltres  (los  monges),  havíem 
defalliment  de  letres  ;  e  consentiren  que  fos  en  altre  ordre  on  havia 
hòmens  molt  letrats»  (ORL,  IX,  193). 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  57  JII 


CAPÍTULO  LVII 

De  la  vanagloria 

1.  Conforme  la  ordenación  arriba  dicha,  enseñaba  Blan- 
querna  a  aquellos  monjes  las  ciencias  referidas  y  el  arte  de 
cada  una  de  ellas.  Y  un  día,  mientras  Blanquerna  les  ense- 
ñaba, estando  el  abad  en  su  cuarto  en  compañía  del  prior  y 
del  bolsero  hablando  de  Blanquerna  y  sus  discípulos,  el  bol- 
sero dijo  al  abad  y  al  prior  que  él  se  temía  que  vendría  tiem- 
po en  que  ellos  serían  despreciados  por  los  discípulos  de 
Blanquerna,  por  razón  que  la  ciencia  es  ocasión  de  vanaglo- 
ria y  soberbia,  por  lo  cual  son  despreciados  los  que  no  tienen 
ciencia.  Y,  por  eso,  el  bolsero  aconsejaba  al  abad  y  prior  que 
quitasen  los  estudios,  y  mayormente  por  el  motivo  del  gran 
gasto  que  ocasionaban  al  monasterio. 

2.  Consideraron  mucho  el  abad  y  el  prior  la  propuesta 
del  bolsero;  pero  como  el  abad  era  hombre  muy  santo  y  de- 
voto, aunque  no  muy  sabio,  tenía  buen  juicio  natural,  acom- 
pañado con  devoción,  y  por  eso  dijo  al  bolsero  estas  pala- 
bras: — lEn  la  ciencia  natural  hay  un  libro  que  trata  de  las 
virtudes  morales,  y  Blanquerna  enseña  en  teología  tres  vir- 
tudes teologales.  Y  así,  aquellas  virtudes  serán  razón  y  doc- 
trina para  los  estudiantes,  como  tengan  humildad  y  concien- 
cia 1  y  nos  honren  y  respeten  a  nosotros,  que  somos  sus  pro- 
curadores y  proveedores  en  que  ellos  tengan  ciencia,  y  por 
eso  yo  vivo  en  la  esperanza  que  la  vanagloria  y  soberbia  no 
inclinarán  sus  corazones  a  cosa  alguna  contra  nosotros  que 
sea  villanía  ni  maldad. 

3.  El  prior  imaginaba,  consideraba  y  deseaba  frecuen- 
temente ser  abad  por  muerte  de  éste;  pero,  por  cuanto  se 
reconocía  hombre  de  poca  ciencia,  consideraba  que  si  el  abad 
muriese,  de  consecuencia  sería  elegido  Blanquerna  o  alguno 
de  sus  discípulos,  por  cuyos  recelos  el  prior  vivía  triste  y 
melancólico  y  deseaba  que  se  perdiesen  los  estudios.  Pero 
como  el  abad  era  muy  diferente  y  de  santa  vida  y  estaba 
todos  los  días  muy  vigilante  sobre  las  operaciones  y  porte 
de  los  monjes,  viendo  al  prior  todos  los  días  tan  triste  y  pen- 
sativo, quiso  saber  la  causa  de  su  continuada  tristeza;  por- 
que muy  mal  indicio  es  en  el  monje  y  cualquier  religioso  el 
estarse  triste  todo  el  día,  mientras  no  lo  esté  por  tener  pre- 
sente en  su  memoria  los  pecados  que  ha  cometido  o  las  cul- 


1  (humilitat  e  jr.stíeia». 


312 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


pas  y  defectos  que  hay  en  este  mundo,  por  los  cuales  no  se 
hace  a  Dios  aquel  honor  y  reverencia  que  le  pertenece. 

4.  Por  eso  el  abad  mandó  al  prior,  en  virtud  de  santa 
obediencia,  le  revelase  y  declarase  la  tristeza  que  reinaba  en 
su  corazón.  A  que  respondió  el  prior  diciendo  que  la  causa 
de  sus  pensamientos  y  tristeza  era  cosa  secreta,  la  que  no 
convenía  ser  sabida  sino  por  vía  de  confesión.  Con  esto  en- 
tendió el  abad  que  la  tristeza  en  que  estaba  el  prior  no  era 
virtuosa,  y  acordándose  del  día  en  que  el  bolsero  le  dijo 
aquellas  palabras  ya  referidas,  por  esto  el  abad  refirió  al 
prior  este  ejemplo:  — En  cierta  ocasión  aconteció  en  este 
monasterio  que  un  joven,  hijo  de  un  ciudadano  muy  honrado, 
quería  entrar  monje.  Pero  su  padre  con  otros  amigos  suyos 
vinieron  aquí,  y  por  la  fuerza  le  sacaron  del  monasterio,  di- 
ciendo que  de  ninguna  de  las  maneras  querían  consentir  que 
fuese  monje  de  este  monasterio,  porque  nosotros  teníamos 
falta  de  ciencias  y  de  saber,  y  consintiéronle  que  se  hiciera 
fraile  de  otra  religión  en  que  había  muchos  hombres  de  le- 
tras y  ciencias. 

5.  Mientras  el  abad  hablaba  con  el  prior,  diciéndole 
muy  buenas  palabras  de  consuelo  para  librarle  de  la  tristeza 
en  que  estaba,  llegaron 2  al  monasterio  dos  religiosos  ex- 
tranjeros muy  doctos,  y  vinieron  con  mucha  reverencia  a 
visitar  al  abad,  que  estaba  con  el  prior,  y  aquél  les  recibió 
con  mucho  agrado,  haciéndoles  entrar  en  su  cuarto,  en  donde 
se  mantuvieron  los  cuatro  juntos  por  gran  rato  hablando 
siempre  de  Dios.  Los  dos  religiosos  proponían  al  abad  y  al 
prior  algunas  cuestiones  de  teología  y  de  la  Sagrada  Escri- 
tura, pero  ninguno  de  ellos  sabía  responderlas.  Y  estando 
en  esta  conferencia,  se  acordó  el  abad  de  un  monje  discípulo 
de  Blanquerna,  que  estaba  siempre  manifestando  gran  con- 
tento y  alegría,  y  le  envió  a  llamar  para  que  respondiese  a 
aquellas  cuestiones  que  los  dos  religiosos  extranjeros  pro-' 
ponían.  Vino  luego  aquel  monje  y  les  soltó  las  cuestiones, 
y  él  les  propuso  otras,  a  que  no  supieron  responder.  A  este 
tiempo,  el  aposentador  fué  a  llamar  a  comer  a  los  dos  re- 
ligiosos, y  habiéndose  ya  despedido,  preguntó  el  abad  al  mon- 
je cuál  era  la  causa  de  estar  siempre  tan  alegre  y  contento. 
— Señor — respondió  el  monje — »,  tan  grande  es  el  gusto  que 
recibo  de  lo  que  aprendo  en  la  ciencia  de  filosofía,  por  la 
cual  se  me  da  ocasión  de  tener  conocimiento  de  Dios,  y  me 
tengo  por  tan  venturoso  y  bienaventurado  de  estarme  en  la 
religión  y  haberme  huido  del  mundo,  que  de  día  y  noche  es- 
toy en  continuo  gozo  y  alegría.  Y  mayormente  porque  mi 
ciencia  me  hace  despreciar  al  mundo  y  la  vanagloria  y  me 
hace  amar  a  Dios  y  a  la  humildad. 


-  «-ij-  religiosos  vengreñ  al  monestir,  qui  eren  grans  clergues». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERIA. — C.  57  313 


6.  El  monje  se  volvió  a  oír  la  lección  de  Blanquerna,  en 
la  cual  demostraba  por  razones  naturales  de  filosofía  cómo 
las  criaturas  significan  a  su  Creador  y  a  sus  obras,  y  el  abad 
se  quedó  en  su  cuarto  con  el  prior  y  le  refirió  este  ejemplo : 
— -En  cierta  ocasión  sucedió  que  entre  el  pino,  la  palma  y  la 
higuera  hubo  gran  cuestión,  ponderando  cada  uno  la  nobleza 
con  que  Dios  le  había  dotado  por  naturaleza  más  que  al  otro. 
Allegaba  el  pino  que  la  piña  y  la  cascara  del  piñón  estaban 
en  él  para  conservar  al  piñón,  que  era  su  semilla,  la  cual  era 
conservadora  de  su  especie  y  linaje,  y  por  eso  era  él  más 
noble  que  los  otros.  La  palma  defendía  su  derecho  y  decía 
que  ella  era  más  noble,  porque  daba  dulzura  al  dátil  y  en  su 
hueso  conservaba  su  naturaleza.  La  higuera  decía  que  ella 
valía  más  que  los  dos,  porque  todo  el  fruto  que  ella  daba  era 
dulzura  y  todo  bueno,  dentro  y  fuera.  Y  así,  del  mismo  modo 
— dijo  el  abad  al  prior — ,  puede  ser  consolada  vuestra  alma, 
porque  nosotros  somos  la  corteza  y  la  cáscara,  y  Blanquerna 
y  sus  discípulos  son  el  grano;  nosotros  somos  lo  que  está 
por  defuera  del  dátil,  que  el  hombre  come,  y  el  hueso  es 
la  conservación  de  las  ciencias;  y  por  esto,  muertos  nos- 
otros, vendrá  tiempo  que  todo  este  monasterio  será  seme- 
jante al  fruto  de  la  higuera,  y  en  él  habrá  muy  grandes  y 
doctos  eclesiásticos,  muchos  abades,  oficiales  y  estudiantes. 

7.  Por  las  razones  y  símiles  del  abad  conoció  el  prior 
su  error,  y  empezó  a  descubrir  sus  faltas,  confesando  al  abad 
cómo  la  soberbia  y  vanagloria  le  habían  inducido  a  la  ambi- 
ción de  honores,  con  lo  cual  se  quedó  su  alma  aliviada  del 
trabajo  y  molestia  en  que  le  había  tenido  la  tristeza  por 
mucho  tiempo,  y  por  eso  dijo  al  abad  estas  palabras:  — En 
cierta  ocasión  sucedió  que  un  hombre  muy  rico  estaba  gra- 
vemente enfermo,  y  sentía  mucho  su  muerte,  porque  había 
de  dejar  sus  riquezas  a  su  mujer  y  a  sus  hijos,  y  por  la 
tristeza  de  su  alma  y  por  el  temor  de  la  muerte,  era  ator- 
mentado en  dos  maneras:  de  una  parte,  por  la  enfermedad, 
y  de  otra,  por  la  tristeza  de  su  alma. — Cuando  el  prior  hubo 
revelado  sus  pensamientos  con  este  ejemplo,  pidió  perdón 
al  señor  abad  de  sus  faltas,  y  salió  de  la  opresión  de  su 
tristeza  y  recuperó  la  alegría  en  que  antes  solía  estar. 

8.  En  3  aquella  tierra  aconteció  que,  con  motivo  de  cele- 
brar el  rey  sus  cortes  para  tratar  negocios  muy  difíciles 
y  de  grande  importancia,  consultaba  los  grandes  barones  y 
prelados,  y  envió  letras  al  abad  de  este  monasterio  para  que 
pasara  a  sus  cortes,  con  orden  de  llevar  consigo  a  los  más 
doctos  y  sabios  monjes  de  su  convento.  El  abad  y  el  prior 
pasaron  a  las  cortes  acompañados  de  Blanquerna  y  otros 


8  «En  aquella  terra  s'esdevenc  quel  rey  tenc  gran  cort  e  demanà 
de  consell  sos  barons.» 


314 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


monjes.  Y  en  aquella  asamblea  fué  tan  distinguido  Blan- 
querna,  que  entre  todos  los  dictámenes  y  consejos  que  se 
propusieron  al  rey,  sólo  fué  elegido  y  aprobado  el  de  Blan- 
querna,  y  éste  predicó  aquel  día  al  rey  y  a  todo  su  pueblo, 
en  que  concurría  un  gran  número  de  prelados  y  religiosos 
que  fueron  llamados  a  aquellas  cortes,  y  fué  muy  alabado 
del  rey  y  de  todos  los  demás  aquel  sermón.  Cuando  el  abad 
y  el  prior  se  restituían  con  Blanquerna  al  monasterio,  le 
tocaban  las  especies  sobre  lo  que  había  dicho  en  el  consejo 
y  en  el  sermón,  pero  Blanquerna  los  divertía  con  otros  asun- 
tos, con  el  fin  de  mortificar  en  sí  la  vanagloria.  El  abad, 
regocijado,  ponderaba  al  prior  cuán  grande  era  la  gracia  y 
virtud  de  Blanquerna,  que  así  acertaba  en  todos  sus  hechos, 
y  el  honor  que  por  él  habían  recibido  en  aquel  día  todos  los 
monjes  de  su  monasterio,  y  cómo  el  rey,  por  el  gusto  y  satis- 
facción que  había  tenido  de  Blanquerna,  había  elegido  sepul- 
tura en  aquel  monasterio. 


CAPÍTULO  LVIII 

DE  LA  ACUSACION 

1.  Por  el  tiempo  de  la  Pascua  había  ya  Blanquerna  con- 
cluido la  lectura  de  sus  libros  a  los  estudiantes,  y  por  el 
trabajo  que  había  pasado  en  los  estudios,  el  abad  y  el  bolsero 
quisieron  llevárselo  a  las  granjas,  para  que  su  persona  tomase 
algún  recreo.  Y  a  su  potenza  del  monasterio  mandaron 
hacer  prevención  del  pescado  salado,  salsas  y  otras  muchas 
cosas  para  llevárselo.  Pero  Blanquerna  reprendió  al  abad  y 
bolsero  de  esta  providencia,  diciéndoles  que  llevaban  estas 
cosas  para  el  viaje  contra  la  virtud)  de  la  esperanza  y 
pobreza ;  y  porque  convenía  que  ellos  hiciesen  su  viaje  acom- 
pañados de  las  virtudes,  era  muy  justo  que  dejasen  algunas 
de  aquellas  cosas,  que  son  contrarias  a  la  vida  austera  y 
semejantes  a  la  vida  activa.  Muchas  cosas  de  las  que  querían 
llevarse  el  abad  y  bolsero  las  hizo  dejar  Blanquerna  con 
sus  persuasiones,  aunque  el  bolsero  contradecía  con  grande 
esfuerzo  a  Blanquerna,  mayormente  sobre  las  colchas,  almo- 
hadas, tazas  y  jarros  que  había  descargado  de  la  mula. 

2.  Mientras  los  tres  estaban  ya  por  camino,  encontra- 
ron al  obispo  que  iba  de  paseo,  y  delante  de  él  un  sobrino 
suyo  a  quien  amaba  mucho,  con  gran  número  de  compañeros 
que  cazaban  con  azores  y  halcones  y  llevaban  muchos  perros 
de  varias  especies.  El  obispo  convidó  aquel  día  al  abad  con 
sus  companeros,  y  juntos  entraron  en  la  ciudad  y  comieron 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  58 


con  el  obispo,  en  cuya  mesa  se  sacó  gran  variedad  de  viandas 
muy  bien  guisadas,  se  presentaron  muchas  fuentes  doradas 
y  otra  vajilla  de  plata  y  gran  multitud  de  familia  que  comía 
todos  los  días  en  aquel  palacio.  Después  de  haber  comido 
y  rezado  la  oración  acostumbrada,  se  levantaron  de  la  mesa, 
y  luego  entraron  allí  algunos  juglares  con  varios  instrumen- 
tos, que  bailaron  y  cantaron  y  decían  muchas  palabras  con- 
trarias a  los  versos  que  habían  rezado  al  levantarse  de  la 
mesa.  — Señor — dijo  Blanquerna  al  obispo — ,  aquí  veo  estos 
juglares  que  se  tienen  por  obligados  a  daros  gusto  y  placer, 
por  haberles  vos  dado  de  comer.  Yo  he  comido  con  vos,  y 
por  esto,  si  fuese  de  vuestro  agrado,  quisiera  también  ser 
vuestro  juglar  y  deciros  algunas  palabras  que  fuesen  de  vues- 
tra complacencia  y  provecho. — Gustó  mucho  al  obispo  y  a 
los  demás  el  que  Blanquerna  hablase  y  dijese  lo  que  deseaba. 

3.  Entonces  Blanquerna  se  levantó  en  pie,  y  empezó 
a  reprender  agriamente  al  obispo  de  la  superfluidad  d¿  las 
viandas  que  hacía  guisar  todos  los  días,  de  los  vestidos,  de 
la  excesiva  familia  que  mantenía,  de  la  abundancia  de  vajilla 
de  plata  tan  preciosa  que  tenía  para  la  mesa,  y,  sobre  todo, 
le  reprendía  por  el  gusto  que  tomaba  en  oír  aquellos  juglares 
y  bufones,  que  son  enemigos  del  honor  de  Jesucristo,  por  el 
cual  era  él  tan  honrado,  y  quien  había  creado  para  él  tantas 
criaturas  con  que  daba  placer  a  su  persona.  Y  sacando  Blan- 
querna un  santo  cristo  que  llevaba  siempre  consigo,  lo 
enseñó  al  obispo  y  a  todos  los  que  estaban  allí,  y  prorrumpió 
en  estas  vivas  voces:  — Muerto  es  Jesucristo  y  muerta  es 
devoción.  Para  honrar  a  Jesucristo  son  dadas  las  prelaturas, 
dignidades,  prioratos,  canonicatos,  pabordías  y  otros  muchos 
eclesiásticos  beneficios;  pero  ¿quién  es  el  que  honra  a  Jesu- 
cristo? No  vos,  sino  quien  honra  a  su  santa  pasión. — Lloró 
mucho  Blanquerna  en  esta  ocasión,  y  el  obispo  y  todos  los 
demás  quedaron  muy  avergonzados  de  aquella  reprensión 
de  Blanquerna,  y  el  abad  y  el  bolsero  tomaron  gran  disgusto 
de  la  reprensión  tan  fuerte  que  había  dado  Blanquerna  al 
obispo. 

4.  El  abad  y  sus  compañeros  1  se  despidieron  del  señor 
obispo  y  fueron  a  hospedarse  en  un  monasterio,  en  el  cual 
había  un  célebre  predicador  que  regía  y  gobernaba  todo 
aquel  monasterio,  el  cual,  por  respeto  de  aquel  gran  predi- 
cador, era  muy  respetado  y  frecuentado  de  toda  la  gente 
de  aquella  comarca.  Aquella  noche  fueron  muy  bien  hospe- 
dados y  servidos  en  el  monasterio  el  abad  y  sus  compañeros ; 
y  el  bolsero  tuvo  ocasión  de  conversar  despacio  con  el  pre- 
dicador, y  le  aconsejó  que  se  saliese  de  la  en  que  estaba 
y  entrase  en  su  orden.  Cuando  el  abad  y  Blanquerna  hu- 


1  avengren  a  hostal  en  un  monestir  on  havia  un  bon  prevea dor». 


3i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bieron  salido  de  aquel  monasterio,  el  bolsero  les  dió  parte 
cómo  él  había  procurado  y  solicitado  aquel  religioso  tan 
gran  predicador  que  viniese  a  tomar  el  hábito  de  su  monas- 
terio; pero  Blanquerna,  reprendiéndole  fuertemente,  le  dijo 
estas  palabras :  — Envidia,  que  es  defecto  de  caridad ;  sober- 
bia, avaricia  e  injuria,  todos  estos  vicios  vienen  en  nuestra 
compañía.  Aquellos  buenos  religiosos  que  esta  noche  nos  han 
hospedado  han  procurado  agasajarnos  y  cariñosamente  nos 
han  recibido  y  abrazado,  y  nosotros  les  hemos  sonsacado  y 
hurtado  un  religioso  que  es  la  honra  y  complemento  de  su 
comunidad.  De  esta  maldad  conviene  sea  hecha  acusación  en 
capítulo  y  sea  dignamente  castigada. 

5.  Al  anochecer  fueron  a  hospedarse  el  abad,  Blanquer- 
na y  el  bolsero  en  otro  monasterio,  donde  fueron  muy  bien 
recibidos.  Y  mientras  el  abad  y  Blanquerna  hablaban  con 
los  religiosos  que  les  enseñaban  todo  el  monasterio,  el  bol- 
sero se  estaba  en  contienda  con  uno  de  aquéllos,  diciendo 
que  era  mucho  mejor  y  más  bella  la  iglesia,  el  claustro  y 
capítulo,  el  refitorio,  dormitorio  y  demás  partidas  del  mo- 
nasterio de  donde  era  monje  que  no  la  iglesia  y  demás  cosas 
de  aquél.  Y  cuando  hubieron  altercado  sobre  esto,  empezaron 
a  disputar  sobre  la  orden  de  cada  uno  de  ellos;  y  cada  cual 
alababa  de  tal  manera  la  suya,  que  decía  mal  de  la  otra,  y  2 
mayormente  el  bolsero.  Blanquerna  atendió  muy  bien  a  las 
palabras  de  éste,  y  guardólas  muy  bien  en  su  memoria  para 
acusarle  de  ellas  cuando  entraría  en  su  capítulo. 

6.  Continuando  su  viaje  el  abad,  Blanquerna  y  el  bol- 
sero, pasaron  por  un  paraje  muy  delicioso  y  abundante  de 
aguas,  campos  y  viñas,  árboles  y  muchos  pastos,  de  que  era 
dueño  un  rico  hidalgo,  y  el  bolsero  entonces  dijo  al  abad  que, 
toda  la  vez  que  pasaba  por  aquel  paraje,  lo  codiciaba  para 
la  abadía,  porque  les  sería  muy  provechoso  y  de  gran  cose- 
cha. Pero  el  abad  preguntó  al  bolsero  si  tendría  el  tesorero 
dinero  bastante  para  comprarlo.  A  que  respondió  el  bolsero 
que  todo  el  caudal  que  tenía  el  tesorero  lo  había  de  menester 
para  pagar  las  deudas  que  habían  contraído  por  ia  compra 
de  un  castillo;  pero  que,  en  habiendo  pagado  aquellas  deu- 
das, irían  ahorrando  dinero  para  comprar  aquel  predio,  y  se 
moderarían  en  sus  viandas,  a  fin  que  mejor  y  más  pronta- 
mente lo  pudiesen  comprar,  cuyo  ahorro  y  moderación  ha- 
bían ya  hecho  en  ocasión  que  compraron  el  castillo.  Blan- 
querna notó  muy  bien  y  guardó  en  su  corazón  estas  pala- 
bras, y  dijo  que  aun  no  se  habían  apartado  de  su  compañía 
la  envidia,  injuria  y  avaricia,  por  lo  cual  así  exclamó :  — ¡  Ah 
infeliz,  cuán  grande  es  el  error  de  este  mundo!  Pues  no 


2  «y  mayormente  el  bolsero»  es  una  amplificación  del  texto  pri- 
mitivo. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  58  .}I7 


está  defendido  el  religioso  de  pecado  por  el  hábito  que 
viste,  sino  por  la  caridad  y  por  la  justicia.  ¡Comer  habas 
y  lentejas  beber  vino  pasado  y  agrio,  llevar  largos  hábitos, 
dos  capillas  y  estribos  de  madera  y  levantarse  a  maitines! 
¿  Por  qué  no  ayudáis  a  la  justicia  y  caridad,  para  que  estén 
en  nuestra  compañía? — Y  dicho  esto,  rogó  al  abad  que  se 
volviese  al  monasterio,  porque  su  alma  estaba  muy  trabajada 
y  turbada  y  deseaba  recrearse  en  compañía  de  sus  discípu- 
los hablando  con  ellos  de  Dios. 

7.  Cuando  el  abad,  Blanquerna  y  el  bolsero  se  hubie- 
ron restituido  a  su  monasterio,  habiendo  entrado  en  capítulo, 
Blanquerna  acusó  al  abad  y  al  bolsero  del  grande  equipaje 
que  llevaban  por  el  camino  cuando  se  partieron  del  monas- 
terio, y  dijo  que  el  hombre  constituido  en  religión  debe  tener 
complacencia  cuando  en  su  viaje  experimenta  alguna  falta 
o  necesidad  de  algunas  cosas,  porque  aquella  penuria  le  es 
ocasión  de  tener  esperanza,  paciencia,  pobreza  y  humildad, 
y  a  los  rústicos  y  demás  personas  que  encuentra  por  el  ca- 
mino les  sirve  de  buen  ejemplo. 

8.  El  abad  y  el  bolsero  acusaron  también  a  Blanquerna, 
porque  reprendió  tan  fuertemente  al  obispo  quien  les  había 
convidado;  pero  Blanquerna  se  excusó  diciendo:  — La  cari- 
dad, verdad,  justicia  y  fortaleza  me  hacían  reprender  al 
obispo,  el  cual  no  podía  darme  ni  ocasionarme  daño  alguno 
en  la  vida  corporal  ni  espiritual.  Y  si  yo  hubiese  tenido 
rubor  y  miedo  en  reprenderle,  ¿en  dónde  estarían  las  vir- 
tudes sobredichas?  Y  si  yo  me  avergonzara  y  temiera  de 
hablar  lo  que  es  razón  que  diga,  ¡sin  duda  me  tendría  por 
gustoso  de  callar  el  deshonor  e  injuria  que  se  hace  a  mi 
Señor,  Creador  y  Salvador!  Amar  y  acordarse  de  Jesucristo 
y  aborrecer  por  él  todo  mal,  se  conviene  contra  el  comer 
y  holgarse,  olvidando  el  honor  y  las  gracias  que  deben  darse 
a  Dios. 

9.  Blanquerna  se  excusó  muy  bien,  porque  tenía  buen 
derecho,  y  acusó  al  bolsero,  porque  quiso  sonsacar  y  hurtar 
aquel  buen  predicador  a  los  religiosos  que  los  habían  hospe- 
dado tan  cortesanamente.  Y  con  muy  fuertes  y  verdaderas 
razones  probó  Blanquerna  cómo  envidia,  falsedad,  injuria, 
villanía  y  codicia  reinan  en  aquellos  que  sonsacan  los  unos 
religiosos  de  otros,  siendo  contra  la  ley  de  comunidad  cual- 
quier religioso  que  sonsaca  de  cualquier  orden  a  otro  reli- 
gioso, y  puede  aquel  tal,  por  vicio  de  propiedad,  ser  acusado 
y  castigado. 

10.  Alabar  alguna  religión  contra  la  irregularidad  de 
otra  religión  es  cosa  lícita;  pero  alabar  una  religión  sobre 
otra  religión  es  decir  mal  de  ésta,  y  es  contra  comunidad, 


3  «Menjar  faves,  beure  vi  mudat...» 


3i8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


caridad,  justicia,  hermandad  y  unidad  de  Dios.  Codiciar 
villas  y  castillos  es  avaricia  y  propiedad.  Empeñarse  y  pedir 
prestado  para  adquirir  villas  y  castillos  y  muchas  posesiones, 
es  hacer  compañía  de  religioso  y  de  hombre  seglar  y  es 
hacer  injuria  a  la  pitanza  y  abstinencia  del  convento  y  a  las 
limosnas  de  los  pobres.  Empeñar  el  monasterio  por  la  nece- 
sidad de  la  comida,  que  falta  por  causa  de  la  peste  o  por 
falta  de  lluvias  o  por  otras  causas  naturales,  es  cosa  muy 
lícita,  y  4  lo  es  igualmente  usar  de  la  abstinencia  y  modera- 
ción en  las  provisiones  y  en  el  comer  con  el  fin  de  servir  a 
Dios.  Y  por  eso  dijo  Blanquerna  que  acusaba  al  bolsero  de 
todos  los  antedichos  cargos,  y  quería  que  en  su  presencia 
le  fuese  dada  una  buena  disciplina. 

11.  'Sentenciado  fué  el  bolsero  a  pasar  por  algunas  dis- 
ciplinas, a  cuyo  fin  uno  de  aquellos  monjes  trajo  un  manojo 
de  mimbres  atados,  y  queriendo  sacudir  al  bolsero  con  todo 
aquel  manojo,  se  opuso  Blanquerna,  y  tomó  las  mimbres  y 
desatólas,  diciendo  que  muchas  mimbres  significaban  vana- 
gloria en  dar  disciplinas,  porque  causaban  daño  a  la  persona 
en  cuanto  la  cascaban  y  no  daban 5  tanto  sentimiento  la 
pasión  como  una  varilla  sola.  Y  por  esto  el  bolsero  fué  dis- 
ciplinado con  una  sola  mimbre,  por  lo  cual  sintió  mayor 
pasión  que  la  que  habría  tenido  con  todas  juntas.  Y  desde 
entonces  fué  ordenado  y  establecido  que  en  adelante  se  diesen 
las  disciplinas  sobre  las  carnes  desnudas  con  una  sola  varilla. 

12.  Muy  confuso  y  avergonzado  se  quedó  el  bolsero  en 
esta  ocasión,  y  quiso  excusarse  de  algunas  cosas  diciendo 
estas  palabras :  — La  razón  por  que  yo  soy  acusado  de  envi- 
dia y  codicia  es  contra  justicia  y  caridad,  las  cuales  me  ha- 
cen desear  que  el  monasterio  tuviese  muchas  villas  y  casti- 
llos y  posesiones,  para  que  en  este  monasterio  pudiese  haber 
muchos  monjes  y  pudiese  hacerse  mucha  limosna. — 'Pero 
Blanquerna  respondió  que  nuestro  Señor  Jesucristo  podía 
haber  tenido  en  este  mundo  la  compañía  de  muchos  prínci- 
pes, si  los  hubiese  querido,  pero  que,  para  significarnos  y 
demostrarnos  humildad  y  pobreza,  quiso  elegir  la  compañía 
de  pobres  hombres  y  pocos,  para  destruir  la  soberbia  y  va- 
nagloria. Y  por  esta  razón  es  mucho  mejor  querer  y  desear 
la  santidad  de  pocos  hombres  que  no  la  multitud  de  muchos 
en  quienes  se  halle  defecto,  engaño  y  pecado;  y  que  mayor 
limosna  dió  Santa  Sofía  en  la  edificación  de  la  iglesia  de 
Constantinopla  que  no  el  emperador,  porque  más  agradable 
era  a  Dios  aquella  malla  que  ella  daba  todos  los  días  a  aque- 
lla obra,  que  todo  cuanto  el  emperador  expendía,  por  cuya 
malla  se  edificó  y  concluyó  la  iglesia.  Y  porque  vos,  padre 


*  El  autor  silencia  ay  lo  es...  Dios». 
c'  «e  no  donaven  sentiment  de  passió». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


59 


bolsero,  os  habéis  excusado  contra  justicia  y  contra  verda- 
dero arrepentimiento  y  contrición,  conviene  que  otra  vez 
hagáis  satisfacción  con  disciplinas.  Por  lo  cual  el  bolsero 
fué  otra  vez  castigado  con  disciplinas  por  razón  que  su 
excusa  no  valía  nada. 


CAPITULO  LIX 

CÓMO  BLANQUERNA  FUÉ  ELEGIDO  SACRISTÁN 

1.  Por  tanto  tiempo  continuó  Blanquerna  en  leer  y  en- 
señar a  sus  discípulos,  que  muchos  de  ellos  se  aprovecharon 
maravillosamente  y  salieron  grandes  maestros  y  grandes 
predicadores  y  muy  devotos.  Por  la  fama  que  se  divulgó  en 
todas  aquellas  tierras  de  la  gran  doctrina  que  Blanquerna 
enseñaba  en  aquel  monasterio,  muchos  monasterios  enviaban 
a  aquél  monjes  para,  aprender  la  doctrina  de  Blanquerna, 
y  muchos  hombres  de  aquella  comarca  se  aficionaron 1  a 
aquel  monasterio  por  la  doctrina  y  predicación  de  Blanquer- 
na y  de  sus  discípulos,  en  tanto  que  en  él  fundaron  cape- 
llanías perpetuas  en  sufragio  de  sus  almas  y  de  todos  los 
fieles  difuntos.  Grande  fué  el  bien  y  la  utilidad  que  granjeó 
aquel  monasterio  por  la  ciencia  que  en  él  enseñaba  Blan- 
querna. Regentando  aún  Blanquerna  su  magisterio,  aconte- 
ció pasar  el  padre  sacristán  de  ésta  a  la  mejor  vida. 

2.  Y  deseando  Blanquerna  con  vivos  afectos  estarse 
todos  los  días  en  contemplación,  no  lo  podía  conseguir  por 
las  ocupaciones  del  estudio  en  que  vigorosamente  trabajaba. 
El  abad  y  todo  el  convento  determinaron  que  Blanquerna 
fuese  sacristán  y  que  otro  monje,  que  era  ya  gran  maestro 
en  la  ciencia  que  Blanquerna  le  había  enseñado,  gobernase 
la  escuela  en  lugar  de  su  maestro.  Conque  nuevamente  fué 
ordenado  Blanquerna  de  sacerdote,  habiendo  recibido  con 
gran  temor  y  reverencia  aquel  sagrado  oficio,  reputándose 
por  indigno  de  recibirlo,  y  humilde  y  secretamente  cantó 
misa  nueva  sin  fausto  ni  vanidad  alguna.  Fué  asimismo  nom- 
brado sacristán,  y  cuidaba  de  tener  muy  limpia  la  iglesia  y 
todo  cuanto  pertenecía  a  su  oficio.  Celebraba  misa  todos  los 
días  y  estaba  en  oración.  A  la  noche  dormía  en  el  suelo 
delante  del  altar  para  honrar  a  la  Virgen  Santa  María.  Los 
lloros  y  oraciones  que  hacía  Blanquerna,  ¿quién  las  pudiera 
referir?  El  alto  modo  que  usaba  en  su  contemplación  fer- 


1  Debe  suprimirse  «se  aficionaron...  en  tanto  que». 


320  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL  | 


vorosa,  ¿quién  le  pudiera  explicar?  Y  el  arte  que  tenía  en 
elevar  su  alma  a  Dios,  ¿quién  lo  pudiera  saber? 

3.  Sucedió  una  noche  que  Blanquerna,  después  de  las 
completas,  se  estaba  en  oración,  y  por  la  grande  abundancia 
de  devoción  derramaba  copiosas  lágrimas,  y  meditaba  cómo, 
mientras  el  sacerdote  estaba  en  el  santo  sacrificio  de  la 
misa,  que  allí  estaban  presentes  los  ángeles  haciendo  reve- 
rencia y  honor  al  santo  sacrificio  y  sacratísimo  cuerpo  de 
Jesucristo,  su  Señor.  Muy  fuertemente  concibió  Blanquerna 
esta  consideración,  y  mientras  estaba  en  este  pensamiento, 
y  vencido  del  sueño,  soñó  todo  cuanto  había  meditado,  y  con- 
sideró que,  por  influjo  de  la  grande  imaginación  que  tenía, 
cuando  velando  pensaba  y  meditaba  en  el  sagrado  ministe- 
rio referido,  le  parecía,  cuando  dormía,  que  él  cantaba  la 
misa  y  que  San  Miguel  y  San  Gabriel  se  la  ayudaban.  Dos 
o  tres  veces  se  despertó  Blanquerna  aquella  noche,  y  cada 
vez  que  se  dormía  tornaba  en  aquel  sueño  mismo;  a  me- 
dianoche se  levantó  a  tocar  la  campana,  y  cantó  los  mai- 
tines con  los  monjes,  y  después  púsose  en  oración,  y  revocó 
a  la  memoria  todo  cuanto  había  soñado  aquella  noche.  Mien- 
tras Blanquerna  recordaba  todo  esto,  se  revistió  para  cantar 
misa.  Y  cuando  estuvo  ya  delante  del  altar,  le  pareció  que 
a  cada  un  lado  del  altar  veía  un  ángel  con  alas,  y  que  en  la 
una  mano  tenía  cada  cual  una  cruz  y  en  la  otra  un  libro. 
Quedóse  Blanquerna  muy  admirado  de  esta  visión,  y  fué  de 
opinión  que  fuese  realmente  así  como  a  él  le  parecía;  pero 
Blanquerna  no  quiso  adelantarse  a  decir  misa  hasta  que  salió 
de  aquella  duda,  y,  por  esto,  recurrió  prontamente  a  las 
virtudes,  con  las  cuales  a  toda  hora  se  había  ayudado  en  sus 
necesidades.  Y  primeramente  la  justicia  le  hizo  acordar  su 
indignidad  de  poder  ver  a  los  ángeles.  La  prudencia  le  dió 
inteligencia  cómo,  por  el  exceso  e  influjo  de  la  consideración, 
y  por  la  flaqueza  del  cerebro  y  del  sentido  de  la  vista,  que 
se  le  había  debilitado  por  la  abstinencia  y  vigilias,  y  por  ia 
la  gran  vivacidad  de  su  corazón,  la  imaginación  le  fantasea- 
ba y  representaba  algunas  vanidades  con  semejanza  de 
verdad.  La  fortaleza  fortificó  su  corazón  contra  la  potencia 
imaginativa,  la  cual  alguna  vez  imaginaba'  alguna  desorde- 
nación, de  la  cual  tomaba  la  vista  algunas  vanas  semejan- 
zas contra  la  verdad.  Por  todas  estas  virtudes  fué  ayudado 
Blanquerna  hasta  que  fué  librado  de  la  duda  en  que  había 
entrado,  y  después  pasó  a  celebrar  misa  muy  devotamente, 
como  siempre  había  acostumbrado. 

4.  Una  noche  aconteció  que,  estando  Blanquerna  solc. 
en  la  iglesia,  imaginó  los  demonios  y  sus  horribles  figuras 
que  toman  cuando  quieren  espantar  y  atemorizar  a  los  hom- 
bres. Y  mientras  se  hallaba  preocupado  de  esta  considera- 
ción, sintió  entrar  en  su  corazón  un  grande  espanto,  por  lo 


LIBRO  L»E  EVAST  y  ULANQUERNA.  C.  5Q  ^21 


cual  tuvo  gran  miedo  de  estarse  solo  en  la  iglesia,  y  estuvo 
en  resolución  de  irse  a  dormir  aquella  noche  en  el  dormito- 
rio con  los  otros  monjes;  pero  en  este  intermedio  se  acordó 
y  conoció  que  era  tentado  contra  la  fortaleza  y  contra  la 
prudencia,  para  que  estas  virtudes  fuesen  en  él  más  exalta- 
das, cuya  exaltación  adquirieron  cuando  Blanquerna  se  acor- 
dó del  grande  y  perfecto  poder  de  Dios  que  podía  así  igual- 
mente defenderle  estando  solo  en  la  iglesia  como  en  el  dor- 
mitorio en  compañía.  Y  con  esto  fortificó  su  corazón  contra 
la  tentación  y  el  miedo  que  tenía,  y  poniéndose  en  oración, 
se  acordó  cómo  el  gran  poder  de  Dios,  que  había  querido 
que  Blanquerna  fuera  tentado,  como  se  ha  dicho,  era  tan 
poderoso  en  un  lugar  como  en  todos. 

5.  De  muchas  y  varias  maneras  era  tentado  Blanquerna 
de  día  y  de  noche;  pero,  luego  que  sentía  la  tentación, 
inmediatamente  traía  a  su  memoria  las  siete  virtudes,  y, 
según  aquella  virtud  que  era  más  conducente  para  mortifi- 
car la  tentación,  adoraba  a  Dios  en  aquellas  virtudes  increa- 
das que  se  representaban  a  Blanquerna  por  el  recuerdo  que 
tenía  de  las  siete  virtudes  creadas;  y  cuanto  más  era  ten- 
tado y  mayor  el  combate  con  la  tentación,  tanto  más  eleva- 
dos eran  sus  méritos,  y  por  esto  loaba  y  bendecía  a  Dios, 
que  le  daba  ocasión,  como  fuesen  grandes  sus  méritos,  para 
que  la  divina  justicia  le  diese  gran  gloria.  En  esta  forma 
vivía  Blanquerna  y  servía  a  Dios  todos  los  días.  Grande  era 
la  virtud  que  Dios  nuestro  Señor  manifestase  de  sí  mismo 
en  Blanquerna,  porque  era  éste  luz  y  ejemplo  a  todos  los 
otros  monjes  y  a  las  demás  gentes  de  aquella  tierra,  como 
todos  viviesen  y  perseverasen  en  santa  vida.  Y  por  la  santa 
conservación  de  Blanquerna,  enviaba  Dios  su  bendición 2 
sobre  todos  los  moradores  de  aquella  comarca  y  a  todas  las 
demás  tierras  circunvecinas,  con  salud,  paz  y  abundancia 
de  frutos  espirituales  y  temporales.  Y  todos,  asimismo,  ben- 
decían y  loaban  a  Dios  por  tanta  virtud  como  había  dado 
a  un  hombre,  por  el  cual 3  muchos  hombres  adquirían  mu- 
chas virtudes  y  abundaban  de  todos  los  bienes. 


2  Según  el  original  :  «Beneïa  Déu  totes  les  gents  e  totes  les  terres 
d'aquella  encontrada  en  sanitat,  pau,  abundància  de  fruyts  esperituals 
e  terrenals.» 

3  «per  aquell  havien  tantes  virtuts  molts  hòmens». 


322 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLtTLL 


CAPITULO  LX 

CÓMO  BLANQUERNA  FUÉ  ELEGIDO  ABAD 

1.  La  avanzada  edad  del  señor  abad  no  daba  ya  lugar  a 
su  cansada  persona  en  poder  satisfacer  y  cumplir  con  todos 
los  negocios  y  necesidades  del  monasterio.  Y  habiendo  en- 
trado en  capítulo  con  toda  la  comunidad,  les  pidió  miseri- 
cordia, diciendo  estas  palabras :  — Mucho  tiempo  ha  que  por 
vosotros,  señores  míos,  se  me  está  haciendo  el  honor  de 
tenerme  por  vuestro  superior.  Indigno  me  confieso  de  tan 
grande  honor  que  he  recibido.  A  tiempo  he  llegado  ya  en  que 
me  veo  desposeído  de  fuerzas  en  mi  persona,  por  cuyo  mo- 
tivo soy  yo  mucho  más  indigno  de  ser  vuestro  pastor.  He 
llegado  ya  ad  fin  de  mis  días,  y  por  esto  quisiera  estarme 
sujeto  a  alguno  de  vosotros,  para  que  así  pudiese  ser  yo  más 
obediente.  Y  por  esto,  os  ruego  muy  de  veras  que  tengáis 
compasión  de  mí  y  elijáis  entre  vosotros  a  alguno  por  abad. 
Y  1  si  yo  en  algo  hubiese  faltado  o  cometido  algún  error- 
contra  vosotros,  os  pido  perdón  y  os  suplico  me  lo  perdonéis. 

2.  De  común  consejo  y  acuerdo  de  Blanquerna  y  de  toda 
la  comunidad  fué  resuelto  conceder  al  señor  abad  la  gracia 
que  les  había  pedido,  para  significar  y  demostrar  caridad 
y  justicia,  las  cuailes  requerían  que  se  le  fuese  dado  el  pre- 
mio correspondiente  al  trabajo  en  que  por  mucho  tiempo 
había  perseverado  y  prestado  en  guardar  y  servir  a  sus 
ovejas.  La  caridad  quiso  que  al  señor  abad  se  le  fuese  seña- 
lado un  puesto  conveniente  en  alguna  granja  del  monasterio, 
donde  se  estuviese  y  viviese  por  todos  sus  días  2,  y  también 
un  monje  para  que  le  sirviese,  y,  asimismo,  se  le  diese  a  su 
cuerpo  alguna  pitanza  con  que  prolongase  más  su  vida.  El 
abad  dió  muchas  gracias  a  todo  el  capítulo  por  la  miseri- 
cordia que  le  habían  concedido  y  les  entregó  el  sello  de  la 
abadía,  renunciándola  en  presencia  de  todo  el  capítulo;  y 
todos  los  monjes  determinaron  y  ordenaron  que  el  señor 
abad  se  quedase  con  ellos  hasta  tanto  que  hubiesen  elegido 
nuevo  abad. 

3.  Fué  acordado  por  los  monjes  que,  conforme  el  Arte 
de  elección  en  que  fué  elegida  sor  Cana  en  abadesa,  fuese 
elegido  también  el  abad.  Y  habiendo  preguntado  los  vocales 
a  Blanquerna  cuál  de  los  monjes  le  parecía  más  digno  para 
abad,  respondió  con  estas  palabras:  — (Común  hermandad 

1  Debe  suprimirse  el  párrafo  «Y  si  yo...  perdonéis». 

2  El  texto  primitivo  pasa  en  silencio  «todos  sus  días». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERIA. — C.  6o  323 


es  la  caridad  entre  nosotros;  luego  se  sigue  que,  para  sig- 
nificar que  la  caridad  sea  común  virtud  y  para  dar  buen 
ejemplo  de  nosotros  mismos,  sería  cosa  muy  conveniente 
que  eligiésemos  en  pastor  algún  obispo  de  estas  vecindades 
que  fuese  hombre  de  más  santa  vida  que  otros  obispos. — - 
Respondieron  los  padres  vocales,  diciendo  que  no  era  cos- 
tumbre en  su  Orden  de  elegir  en  abad  hombre  que  no  fuese 
de  su  religión,  y,  mayormente,  que  ellos  no  creían  que  obispo 
alguno  quisiese  dejar  su  obispado  y  entrar  en  su  Orden  para 
ser  abad,  por  razón  de  que  el  obispo  tiene  más  amplia  regla 
que  el  abad. 

4.  Replicó  Blanquerna  a  los  vocales,  diciendo  que  mu- 
chas veces  sucedía  que  de  abades  elegían  a  muchos  obispos ; 
y  por  eso  era  grande  razón  que  de  los  obispos  se  eligiese 
alguno  en  abad,  siendo  así  que  el  ser  abad  se  convenga  más 
con  la  vida  contemplativa  que  no  el  ser  obispo  y  esté  más 
con  la  vida  activa  que  no  el  abad.  Luego  como  la  vida  con- 
templativa sea  mejor  y  más  cercana  a  Dios  que  la  vida  ac- 
tiva, y  de  la  vida  contemplativa  pasan  los  abades  para  ser 
obispos  a  la  vida  activa,  con  mucha  mejor  razón  pueden  y 
deben  pasar  los  obispos  de  la  vida  activa  para  ser  abades  a 
la  contemplativa.  Y  por  esta  razón  es  y  será  cosa  muy  buena 
que,  de  aquí  en  adelante,  se  introduzca  la  costumbre  que  el 
obispo  pueda  y  deba  ser  elegido  abad,  para  que  de  este  modo 
la  vida  contemplativa  sea  exaltada  y  amada  sobre  la  vida 
activa.  Y  así — -dijo  Blanquerna — ,  según  mi  entendimiento 
y  mi  voluntad,  hallo  ser  bueno  que  elijamos  en  abad  a  algún 
obispo. 

5.  El  uno  de  los  siete  vocales  del  capítulo  era  el  bolsero, 
y  dijo  a  Blanquerna  que,  si  eligiesen  en  abad  a  algún  obispo 
u  otra  persona  extraña  de  la  Orden  y  de  su  monasterio,  sería 
dar  a  entender  que  en  él  había  falta  de  buenas  personas  dig- 
nas de  ser  elegidas  para  abad ;  por  lo  cual  no  convenía  fuese 
elegido  para  este  ministerio  obispo  alguno,  mayormente  cuan- 
do él  creía  que  no  era  posible  se  encontrase  obispo  que  qui- 
siese dejar  su  obispado  para  ser  abad.  A  esto  respondió 
Blanquerna:  — -Las  palabras  del  bolsero  significan  soberbia, 
vanagloria,  desesperanza  y  propiedad,  contra  la  justicia,  ca- 
ridad y  esperanza.  Porque  la  prudencia  quiere  que  la  mejor 
persona  sea  elegida,  la  caridad  hace  comunidad  en  diver- 
sidad de  Ordenes,  la  justicia  condena  la  propiedad  en  aquello 
que  debe  ser  común  caridad  y  hermandad  y  la  esperanza 
hace  acordar  que,  si  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo  sufrió 
muerte  y  pasión  por  los  hombres  que  poseen  obispados,  por 
consiguiente,  nosotros  encontraremos  algún  obisno  que,  para 
honrar  a  Jesucristo,  quiera  dejar  su  obispado  para  la  abadía. 

6.  El  bolsero  dejó  esta  razón  que  primero  había  pro- 
puesto contra  Blanquerna  y  tomó  esotra,  diciendo  así :  — El 


324 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


abad  debe  estar  acostumbrado  a  comer  de  nuestras  viandas, 
a  seguir  la  comunidad,  y  debe  estar  bien  instruido  de  nues- 
tras costumbres,  a  fin  que  sea  luz  y  ejemplo  a  todos  nos- 
otros, para  que  estemos  y  perseveremos  en  todas  buenas 
obras,  y  por  eso,  no  me  parece  que  hombre  alguno  que  esté 
fuera  de  nuestra  Orden  sea  tan  conveniente  y  a  propósito 
para  ser  abad  como  uno  que  haya  perseverado  por  mucho 
tiempo  ordenadamente  en  la  Regla  de  nuestra  Orden.  — Pa- 
dre bolsero — respondió  Blanquerna — ,  aun  va  siguiendo  vues- 
tra voluntad  el  camino  y  capti vidad  de  la  desesperanza ;  pues 
que  Dios,  que  os  ha  dirigido  y  enderezado  en  nuestra  Orden, 
puede  dirigir  y  acostumbrar  a  otro  religioso  extraño,  si 
entrase  en  nuestra  Orden,  en  todas  las  costumbres  de  la 
religión. — (Mientras  Blanquerna  y  el  bolsero  se  contendían  de 
este  modo,  aquel  obispo  a  quien  Blanquerna  había  repren- 
dido tan  fuertemente  cuando  les  convidó,  como  arriba  se 
dijo,  vino  a  aquel  monasterio,  y  cesaron  las  controversias  de 
Blanquerna  y  el  bolsero,  y  salieron  todos  los  monjes  a  reci- 
birle y  hacerle  honras  a  él  y  a  toda  su  familia. 

7.  El  obispo  quiso  hacer  grande  honra  a  aquel  monje 
que  había  renunciado  la  abadía,  según  el  honor  que  corres- 
ponde hacerse  a  todo  abad.  Pero  aquel  monje  refirió  al  obis- 
po la  gracia  que  el  capítulo  le  había  concedido,  habiendo 
resignado  y  renunciado  la  abadía,  y  cómo  le  había  asignado 
una  granja  muy  deliciosa,  donde  pudiese  vivir  fuera  del  mo- 
nasterio y  dar  en  aquel  lugar  alguna  pitanza  a  su  cansado 
cuerpo,  algo  mayor  de  la  que  en  el  monasterio  podía  haber 
significado  a  la  comunidad.  El  obispo  3  tuvo  gran  complacen- 
cia de  lo  que  el  monje  le  dijo,  y  le  rogó  muy  de  veras  le 
quisiese  admitir  en  su  compañía,  para  que  ambos  a  dos  pu- 
diesen contemplar  en  Dios.  Apreció  mucho  el  monje  la  com- 
pañía del  obispo,  y  juntos  se  fueron  a  habitar  en  aquella 
granja;  y  aunque  el  obispo  llevaba  toda  su  familia,  pero  no 
se  quedó  con  él  sino  un  solo  criado.  Largo  tiempo  estuvo 
aquel  prelado  con  el  monje  haciendo  penitencia,  empleando 
los  días  su  conversación  en  cosas  de  Dios  y  de  su  gloria  y 
de  la  vanidad  de  este  mundo,  con  desprecio  de  ella. 

8.  Después  de  todo  eso,  el  bolsero  4  con  los  demás  voca- 
les se  juntaron  otra  vez  en  capítulo  para  hacer  elección  de 
abad,  y  discurrieron  por  el  Arte  cuál  de  todos  los  monjes 
del  monasterio  era  más  suficiente  para  ser  abad  cual  nece- 
sitaban, y  fué  manifestado  a  todos  los  vocales  que  Blan- 
querna debía  ser  elegido,  según  todas  las  condiciones  que 


3  El  texto  catalán  es  más  conciso,  y  dice  así  :  «Lo  bisbe  e  aquell 
monge  s'en  anaren  estar  en  aquella  granja.  Lo  bisbe  ne  tramès  tots 
sos  companyons  e  retench  ab  si  un  escuder  tan  solament.» 

4  «Lo  ceílerer  e  ls  altres  elegedors  retornaren  a  les  paraules  en 
que  ésser  sulien,  e  entercaren  per  art  e  per  necessitat  qual  persona...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA.  C.  ÒO 


325 


convienen  al  que  ha  de  ser  abad,  a  excepción  de  una  sola 
condición,  a  saber:  que  Blanquerna  era  hombre  mucho  más 
amante  de  la  vida  contemplativa  que  de  la  activa.  Como  al 
oficio  de  abad  conviene  más  la  vida  activa  que  la  contempla- 
tiva, para  que  así  contribuya  mejor  con  su  providencia  a 
las  urgencias  del  monasterio,  por  eso  fué  disputado  con  los 
vocales  la  cuestión  de  si,  por  aquella  condición,  debía  Blan- 
querna ser  excluido  del  oficio  de  abad.  Mas  uno  de  los  vocales 
satisfizo  a  los  otros,  diciendo:  — <Así  como  nuestro  maestro 
Blanquerna  nos  ha  enseñado  el  modo  cómo  con  las  virtudes 
socorramos  a  nuestras  necesidades,  conviene  también  que  en 
este  caso  recurramos  a  la  esperanza  y  a  la  justicia  y  confie- 
mos 5  en  la  santa  vida  contemplativa  en  que  Blanquerna  se 
ejercita,  que  satisfará  en  su  vida  activa  por  la  justicia  a 
todos  nosotros,  tanto  o  mucho  mejor  como  si  fuese  más  ejer- 
citado en  la  vida  activa  que  en  la  contemplativa.  Por  lo  cual, 
no  dudemos  en  elegir  a  Blanquerna  por  abad  y  que  sea  nues- 
tro pastor,  pues  ha  sido  primero  nuestro  maestro  y  doctor. 

9.  En  vista  de  todas  estas  razones  6,  concordaron  uná- 
nimes todos  los  capitulares  y  eligieron  por  su  abad  a  Blan- 
querna, y  publicaron  a  él  y  a  todos  los  otros  monjes  la 
elección  que  habían  hecho.  Muy  sensible  fué  para  Blanquer- 
na esta  elección,  y  alegaba  muchas  razones  para  excusarse  y 
probar  que  él  no  debía  ser  abad.  Pero  ninguna  de  estas  ra- 
zones quisieron  admitir  los  monjes,  antes  bien  quisieron  ab- 
solutamente que  lo  fuese.  En  fin,  Blanquerna  fué  abad,  y 
siéndole  preeiso  todos  los  días  perseverar  en  su  oficio,  ocu- 
pado en  tratar  y  pensar  en  las  cosas  temporales,  le  embara- 
zaban éstas  para  meditar  en  las  cosas  espirituales  y  celes- 
tiales. Y  por  esta  causa  lloraba  Blanquerna,  por  la  servidum- 
bre en  que  había  parado,  y  deseaba  la  libertad  para  poder 
contemplar  a  Dios  y  meditar  la  santa  pasión  de  su  Redentor, 
por  lo  cual  exclamó,  diciendo: 

10.  — «Virtudes  amigas,  vosotras  que  solíais  ayudarme  y 
me  guardasteis  y  librasteis  de  la  servidumbre  en  que  mis 
padres  Evast  y  Aloma  querían  sujetarme,  ¿adonde  os  habéis 
ido?  Y  ¿por  qué  no  me  habéis  ayudado  contra  la  servidum- 
bre en  que  he  venido  a  parar? — Mientras  Blanquerna  des- 
ahogaba su  corazón  con  esas  palabras,  en  su  consideración 
encontró  a  la  fortaleza  y  a  la  prudencia,  que  le  decían  men- 
talmente : 

11.  — 'Fuerte  es  el  corazón  que  no  cuida  de  soberbia  por 
honor  de  abadía  ni  por  ser  señor  de  muchos  hombres.  Obe- 


5  Traducido  con  más  exactitud  :  «...  y  confiemos  en  la  santa  vida 
de  Blanquerna,  la  cual  en  vida  contemplativa  satisfaga  por  la  jus- 
ticia a  todos  nosotros...» 

6  Según  el  original,  debe  leerse  simplemente  :  «Blanquerna,  pues, 
fué  elegido  abad.  Muy  sensible  fué  para  Blanquerna...» 


326 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


diente  es  el  abad,  por  fortaleza  de  corazón,  cuando7  finge 
aquello  mismo  que  su  entendimiento  le  dicta  que  ha  de  se- 
guir, como  es  el  convento  y  entrar  en  la  enfermería. — Al 
tiempo  que  la  fortaleza  así  le  hablaba,  respondió  la  pru- 
dencia, diciendo  que  en  los  méritos  de  todos  los  monjes  entra 
en  parte  el  abad  cuando  tiene  ordenada  su  voluntad  a  ser 
servidor  y  subdito  de  todos  los  monjes.  — Grande  soy  yo 
— dijo  la  prudencia — en  gobernar  a  una  persona;  pero  mu- 
cho mayor  soy  en  gobernar  a  muchas  personas,  y  por  esto 
la  justicia  y  el  mérito  se  concuerdan  mejor  en  mí  que  no 
solían  antes  de  ahora  8. 

12.  Por  lo  que  la  prudencia  le  significaba  aumento  de 
gloria,  quiso  alegrarse  Blanquerna;  pero  la  caridad  le  hizo 
acordar  que  él  no  podía  contemplar  en  Dios  tan  bien  como 
antes  solía.  Y  porque  amaba  mas  a  Dios  que  a  su  mérito  y 
gloria,  por  todo  esto  la  caridad  y  los  cariños  al  tiempo 
pasado,  en  que  solía  contemplar  a  Dios  a  su  medida  y  gusto, 
le  hicieron  llorar  dilatadamente  9.  En  esta  disposición  se  es- 
taba Blanquerna  y  permaneció  por  largo  tiempo  con  el  oficio 
de  abad.  Y  por  devoción  de  lograr  algún  recreo  y  consuelo, 
se  pasaba  muchas  veces  a  la  granja  en  donde  moraban  el 
obispo  y  aquel  monje  que  fué  abad,  y  junto  con  ellos  recrea- 
ba su  persona  algún  poco  y  su  aJlma  con  la  contemplación 
de  Dios  nuestro  Señor. 


T  En  buena  traducción,  debemos  decir  :  «Obediente  es  el  abad 
por  fortaleza  de  corazón  cuando,  según  le  señala  el  entendimiento, 
sigue  en  todo  a  la  comunidad  y  entra  muy  de  tarde  en  tarde  en  la 
enfermería.» 

8  Es  muy  de  notarse  y  digno  de  escribirse  en  letras  de  oro  lo 
que,  con  tanta  brevedad  como  sabiduría,  dice  el  bienaventurado 
Maestro  en  este  párrafo  acerca  del  abad,  figura  de  todo  prelado 
religioso  ;  es  a  saber  :  r.°,  debe  «seguir  covent  e  entrar  a  tart  en 
enfermería»  ;  2.°,  no  debe  enorgullecerse  «per  honor  de  abadia  ni 
per  ésser  senyor  de  molts  hòmens»  ;  3.0,  considere,  más  bien,  la 
enorme  responsabilidad  de  su  cargo,  pensando  que  si  se  necesita 
mucha  prudencia  «en  gobernar  una  persona»,  «mas  molt  major... 
en  governar  moltes  persones»  ;  4.0,  animándose,  empero,  con  la  espe- 
ranza de  «que  en  los  mèrits  de  tots  los  monges  ha  part  l'abat,  qui 
té  ordenat  son  voler  a  ésser  servidor  e  sotsmès  de  sos  monges» 
(ORL,  IX,  209,  n.  11). 

9  «per  açò  caritat  e  anyorament  lo  feeren  plorar  longament». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  6l 


327 


CAPITULO  LXI 

Que  trata  de  la  ivunera  en  que  el  abad  Blanquerna  hizo 
el  libro  de  "a ve  maría" 

1.  Blanquerna,  como  va  dicho  *,  fué  abad  de  una  abadía 
muy  honorífica,  de  una  comunidad  muy  numerosa,  rica  y  de 
muchas  rentas.  Y  pensaba  todos  los  días  cómo  pudiese  por 
algún  nuevo  modo  servir  más  y  honrar  a  la  Virgen  María. 
Estábase  un  día  considerando  y  meditando  en  el  honor  de 
nuestra  Señora  Santa  María,  y  por  la  divina  virtud  fué  ins- 
pirada su  voluntad  que  edificase  en  el  monasterio  un  cuarto 
o  celda  en  puesto  apartado,  para  habitar  un  monje  que 
todos  los  días  se  ocupase  en  saludar  en  ella  a  la  Virgen 
María,  y  que  allí  comiese  y  durmiese  sin  seguir  a  la  comuni- 
dad, y  que  fuese  jubilado  y  exento  de  todas  aquellas  obliga- 
ciones por  donde  mejor  pudiese  estudiar,  saludar  y  contem- 
plar a  la  Virgen  Santa  María.  Y  en  efecto,  el  abad  Blan- 
querna hizo  edificar  aquella  celda,  imponiéndole  el  título 
y  nombre  de  Ave  María.  Después  de  edificada  esta  celda, 
entraron  en  capítulo  el  abad  con  todo  el  convento  y  dijo 
estas  palabras :  — Toda  la  mayor  honra  que  la  criatura  haya 
podido  recibir  de  su  Creador  fué  hecha  en  el  vientre  virginal 
de  la  humilde  Virgen  nuestra  Señora  Santa  María,  cuando 
el  Hijo  de  Dios  tomó  en  él  carne  humana.  Y  por  esta  razón 
conviene  que  nuestra  Orden,  la  cual  está  bajo  el  título  e  in- 
vocación de  la  Virgen  María,  honre  con  todos  sus  poderes 
a  la  Virgen  Santa  María.  Y  por  eso  yo  deseo  saber  quién  de 
vosotros  quisiera  saludar  todos  los  días  a  la  Virgen  María, 
estándose  perenne  en  la  celda  que  tiene  por  nombre  Ave 
María. — Muchos  fueron  los  monjes  que  deseaban  habitar 
aquella  celda  y  servir  un  tal  oficio.  Pero  el  abad  dijo  que 
el  monje  que  había  de  tener  aquel  encargo  convenía  que 
fuese  un  grande  eclesiástico  y  docto  en  muchas  y  varias 
ciencias,  para  que  supiese  elevar  mejor  su  entendimiento  en 
contemplar  y  saludar  a  la  Virgen  María,  y  convenía  también 
que  aquel  monje  fuese  muy  devoto  y  de  santa  vida.  Según 
esto,  fué  elegido  entre  todos  aquel  monje  en  quien  concurrían 
mejor  las  condiciones  referidas. 

2.  Aquel  monje  elegido  fué  a  ocupar  aquella  celda  de 
Ave  María,  y  en  ella  tenía  sus  libros,  su  silla  y  una  imagen 
de  nuestra  Señora.  Y  un  fraile  lego  le  traía  todos  los  días 


J  icomo  va  dicho»  es  un  añadido  del  traductor. 


328 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


la  ración  del  convento.  El  monje  decía  misa  todos  los  días 
en  la  iglesia,  e  iba  con  libertad  por  todo  el  monasterio,  y 
hablaba  con  cualquier  que  quisiese,  y  gozaba  de  otros  mu- 
chos privilegios.  Sucedió  un  día  que  el  abad  entró  en  la  celda 
de  Ave  María  y  quiso  saber  de  qué  manera  saludaba  el  mon- 
je a  la  Virgen  María.  Y  luego  el  monje  se  arrodilló  delante 
de  la  imagen  de  nuestra  Señora,  como  acostumbraba,  y  dijo 
estas  y  otras  muchas  palabras: 

3.  "¡Ave  María!  Salúdate  este  tu  siervo  de  parte  de 
los  ángeles,  de  los  patriarcas,  de  los  profetas,  de  los  már- 
tires, confesores  y  vírgenes;  y  saludóte  yo  de  parte  de  todos 
los  santos  de  la  gloria.  ¡Ave  María!  Saludos  te  traigo  de 
todos  los  cristianos,  justos  y  pecadores.  Los  justos  te  salu- 
dan, porque  eres  tú  digna  de  salutación  y  porque  eres  espe- 
ranza de  su  salvación.  Los  pecadores  te  saludan,  pues  que 
te  piden  perdón  y  tienen  esperanza  que  con  tus  ojos  miseri- 
cordiosos mires  a  tu  Hijo  bendito,  para  que  él  tenga  miseri- 
cordia y  piedad  de  sus  culpas  y  pecados,  haciéndole  recuerdo 
tú,  Señora,  de  su  gran  pasión,  que  sufrió  por  ellos  y  para 
perdonarles  sus  pecados. 

4.  "¡Ave  María!  Saludos  te  traigo  2  de  parte  de  los  mo- 
ros, judíos,  griegos,  mogoles,  tártaros,  turcos,  búlgaros,  hún- 
garos de  Hungría  la  Menor,  comanes,  beduinos,  asasinos, 
surianos,  jacobinos,  nestorianos,  marotinos,  russios,  arme- 
nios y  georgianos.  Todos  estos  y  otros  muchos  cismáticos 
e  infieles  te  saludan  por  mí,  que  soy  su  procurador.  En  tu 
salutación  los  pongo  para  que  tu  Hijo  piadoso  quiera  acor- 
darse de  ellos,  y  tú,  que  eres  madre  de  misericordia3,  con- 
sigas de  él  que  les  envíe  devotos  predicadores  que  los  diri- 
jan y  enseñen  a  conocerte  y  amarte,  y  á  tu  Hijo  glorioso, 
de  tal  modo  que  puedan  salvarse  y  en  este  mundo  sepan  de 
todo  su  poder  servirte  y  honrarte  a  ti  y  a  tu  Hijo  bendito. 

5.  "¡Ave  María!  Estos  infieles,  por  quienes  te  saludo, 
viven  con  ignorancia  de  tu  salud  y  del  honor  grande  que 
Dios  te  ha  dado.  Hombres  son  semejantes  en  figura  y  natu- 
raleza a  la  de  tu  Hijo,  a  quien  tú  amas  tanto  y  por  quien 
eres  tú  tan  honrada  y  amada.  Perdidos,  se  van  todos  los 
días  4  al  fuego  perdurable  por  la  ignorancia  que  tienen  de 
él.  Y  la  gloria  perdurable  de  tu  Hijo  glorioso  van  perdien- 
do, porque  ninguno  les  predica  ni  enseña  la  verdad  de  la 
santa  fe  católica.  Bocas  tienen,  con  que  podrán  alabarte 
si  te  conocen;  corazón  tienen,  con  que  podrán  amarte;  manos 
tienen,  con  que  podrán  servirte,  y  pies  tienen,  con  que  po- 


-  «Saluts  te  port  dels  serraïns,  jueus,  grecs,  mogols,  tartres,  búl- 
gars, ongres  de  Ungria  la  menor,  comans,  nestorins,  rossos,  gui- 
novins.»  '.  . 

3  El  autor  calla  «que  eres  madre  de  misericordia». 

*  Calla  también  «todos  los  días». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  6l 


329 


drán  caminar  por  tus  carreras.  Digna  eres  tú,  Señora,  que 
por  todas  las  gentes  y  por  todas  las  tierras  del  mundo  seas 
conocida,  amada,  servida  y  honrada.  Saludante  todos  mucho 
por  mí,  pidiéndote  tu  gloria  y  bendición  5. 

6.  "¡Ave  María!  Conviene  llorar,  y  hacer  penitencia,  y 
sufrir  áspera  vida,  y  me  conviene  también,  Señora,  que 
te  ame,  te  alabe,  te  sirva  y  te  conozca  por  todos  los  días  6 
de  mi  vida,  para  que  mis  salutaciones  te  sean  más  agrada- 
bles.— ^Lloraba  el  monje  con  exceso  mientras  saludaba  a  la 
Virgen  Santa  María,  y  lloraba  también  el  abad  Blanquerna 
por  la  devoción  del  monje  y  las  salutaciones  devotas  que 
daba  a  la  Virgen  María.  La  dulzura  y  virtud  que  había  en 
los  dos  mientras  lloraban  y  saludaban  a  la  Virgen  María, 
¿quién  os  la  pudiera  decir?  Y  la  piedad  7  y  compasión  que 
tenían  de  los  infieles  olvidados  por  los  fieles,  ¿quién  os  la 
pudiera  referir?" 

7.  — Amable  hijo — dijo  el  abad — ,  saluda,  saluda  mu- 
chas veces  a  la  Virgen  María,  la  cual  es  nuestra  salud  y 
'bendición,  en  cuya  salud  son  salvados  aquellos  que  sin  su 
salud  fueran  ultrajados  y  condenados.  En  nuestra  madre 
Eva  fué  nuestra  condenación,  y  en  la  Virgen  Santa  María 
es  nuestra  salvación.  Miaría  es  luz  y  resplandor  iluminado 
e  iluminante  contra  las  tinieblas  y  pecados,  sin  defecto 
alguno.  Ave  es  un  ser  sin  malicia  y  sin  defecto.  Saludemos, 
pues,  y  amemos  a  la  Virgen  Santa  María,  en  la  cual  y  por 
la  cual  conseguiremos  virtudes  con  que  vencemos  a  los  vicios. 
Acuérdate,  hijo,  como  son  muchos  los  que  no  saludan  a  nues- 
tra Señora  Santa  María  y  cuán  bienaventurados  son  aque- 
llos que  nuestra  Señora  Santa  María  ama  y  recuerda  por 
aquel  tan  noble  recuerdo  y  tan  piadoso  afecto  que  le  tuvie- 
ron. ¡Mira  cuán  grande  es  el  cielo  y  cuán  bellamente  ilumi- 
nado por  el  sol,  por  la  luna  y  las  estrellas  todas!  ¡Mira  la 


5  Este  pasaje  es  un  bello  himno  a  María,  Reina  y  Señora  de  las 
Misiones,  título  que  no  leemos,  ciertamente,  qiioad  nomen,  pero  sí 
quoad  rem-,  en  los  libros  del  Beato.  En  efecto,  según  el  Doctor  Ilu- 
minado, María  es  :  luz  que  ilumina  a  todos  los  hombres,  cris- 
tianos y  paganos,  y  sin  ella,  ninguno  puede  estar  fuera  de  tinieblas  ; 
2.0,  ella  es  la  que  suscita  misioneros  para  la  conversión  de  los  infie- 
les y  la  vuelta  de  los  cismáticos  al  verdadero  redil"  de  la  Iglesia  ; 
3.a,  María  es  la  que  dobla  los  entendimiento  a  la  verdad  del  Evan- 
gelio ;  4.0,  el  florecimiento  de  los  colegios  de  misiones  está  en  ma- 
nos de  la  Santísima  Virgen  ;  5.0,  María,  en  fin,  es  la  limosnera  de 
la  fe,  que  la  da  a  quien  quiere,  como  quiere  y  cuando  quiere.  (Llibre 
de  Santa  Maria,  ORL,  X,  226,  185-186,  212-213,  153-154,  206,  152-153.) 
Cf.  nuestros  estudios  Nuestra  Señora  Santa  María,  Reina  y  Señora 
de  las  Misianes,  según  el  iluminado  Doctor  y  procurador  de  infieles, 
Beato  Ramón  Llull,  en  España  Misionera,  I  (1944),  37-59,  y  María 
en  el  apostolado  oriental,  a  la  luz  del  Doctor  Iluminado,  Beato  Ra- 
món Llull,  en  la  misma  revista,  II  (1945),  170-182. 

*  Sobra  «todos  los  días». 
'   *  El  autor  silencia  el  párrafo  tY  la  piedad...  referir». 


330 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tierra  y  el  mar,  los  hombres,  las  aves,  las  bestias,  las  plan- 
tas, las  hierbas  y  peces  y  todos  los  demás  vivientes  del  mun- 
do! Todo  cuanto  tiene  ser,  es  todo  en  servicio  de  la  Virgen 
Santa  María  3,  y  todo  es  de  su  Hijo,  que  lo  ha  creado  todo. 
Saluda,  pues,  hijo,  a  la  Virgen  Santa  María,  amándola  y 
acordándola,  pues  ella  no  cesa  de  acordarse  y  de  amar  y 
ayudar  a  todos  aquellos  que  la  saludan  con  elevado  entendi- 
miento, y  salúdala  y  llora  con  afectuosa  voluntad,  pues  le 
agrada  mucho  a  nuestra  Señora  Santa  María  este  género  de 
salutación.  Reconoce,  pues,  hijo,  todos  los  poderes  de  tu 
alma  y  mira  si  los  empleas  todos  en  saludar  a  la  Virgen 
María. 

8.  Mientras  el  abad  esforzaba  y  animaba  al  monje  de 
Ave  Miaría  en  saludar  a  nuestra  Señora  cuanto  podía,  dijo 
éste  al  abad  estas  palabras:  — Vencido  está  mi  poder  y 
elevado  es  el  honor  de  la  Virgen  Santa  María.  No  puedo 
ya  más  amar,  ni  puede  mi  discurso  más  altamente  ascender, 
ni  mi  consideración  considerar.  Acá  abajo,  pues,  me  convie- 
ne quedarme  en  mis  defectos.  Y  si  pudiera,  quisiera  más 
fuertemente  llorar,  amar  y  saludar  a  la  Reina  de  los  cielos, 
de  la  tierra  y  del  mar.  Consolado  y  alegre  me  tiene  la  Virgen 
Santa  María  todas  las  veces  que  la  saludo,  pues  su  salutación 
es  toda  mi  compañía,  mi  descanso  y  mi  consuelo. 

9.  Grande  admiración  y  gusto  tuvo  el  abad  del  monje 
de  Ave  María  por  el  admirable  modo  con  que  saludaba  y 
sabía  saludar  y  contemplar  a  la  Virgen  María,  y  por  esto, 
muchas  veces  en  la  semana  venía  a  saludarla  con  el  monje, 
para  honrar  a  nuestra  Señora  y  para  que  le  ayudase  a  llorar 
y  cada  cual  por  sí  -pudiese  más  vigorosamente  exaltar  su 
alma  a  honrar  y  contemplar  a  la  Virgen  Santa  María.  Hom- 
bre de  tan  santa  vida  fué  aquel  monje  de  Ave  María,  que 
muchos  de  loe  monjes  0  del  monasterio  por  su  ejemplo  ser- 
vían más  devotamente  a  la  Virgen  Santa  María. 


8  En  su  poema  Hores  de  nostra  Dona  dedica  a  la  Virgen  María 
esta  flor  de  gentileza  : 

Lo  món  ha  sol  un  creador 
qu  di  ha  creat  per  far  honor 
a  la  puella,  sa  mayre, 
de  los  peccadors  guyayre... 

(ORL,  XIX,  176-177.)  / 

•  «...que  molts  hòmens  monges  havia  en  aquell  monestir  qui-n 
servien  pus  ordenadament  nostra  Dona,  e  com-  havien  temptacions 
O  des  pagament  de  nuiles  coses,  s'en  venien  al  monge  per  ço  que 
fo^sen  per  ses  paraules  consolats  e  adoctrináis  en  servir  nostra  Dona.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERJMA. 


CAPÍTULO  LXI1 

"De  gratia  plenav 

1.  En  un  tiempo  sucedió  que,  por  falta  de  lluvias,  se 
experimentó  en  aquella  tierra  gran  carestía  de  trigo,  en  cuya 
ocasión  el  abad  hacía  grande  limosna  a  todos  los  pobres  que 
venían  a  aquel  monasterio,  y  por  razón  del  hambre  que  se 
padecía  en  aquella  tierra  y  por  la  excesiva  limosna  de  pan 
y  de  legumbres  que  se  daba  en  el  monasterio  a  cuantos  en 
él  recurrían,  creció  el  número  de  los  pobres  que  iban  allá  a 
tomarla.  Un  día  aconteció  que  el  bolsero  entró  a  reconocer 
los  graneros  del  monasterio  \  y  halló  que  la  grande  limosna 
que  daba  el  abad  no  podía  durar  mucho,  porque  el  convento 
no  tenía  trigo  para  su  abasto,  que  pudiese  bastar  hasta  la 
cosecha  del  nuevo.  Por  lo  cual  estuvo  muy  disgustado  el 
bolsero,  y  dijo  al  abad  que  suspendiese  la  limosna  que  hacíar 
porque  era  tan  poco  el  trigo  que  había  encontrado  en  los 
graneros  y  en  las  granjas,  que  en  breve  había  de  faltar  para 
el  convento. 

2.  Muy  desconsolado  quedó  el  abad  por  lo  que  el  bolsero 
le  dijo,  y  luego  se  fué  a  las  granjas  2  junto  con  el  bolsero 
para  ver  si  era¡  tanta  la  falta  de  trigo  como  éste  le  había 
dicho.  De  camino  que  se  restituían  los  dos  al  monasterio,  el 
abad  se  fué  solo  a  una  granja,  de  la  cual  cuidaba  como  gran- 
jero un  fraile  lego  que  amaba  y  honraba  sobre  todas  las 
cosas  la  Virgen  María.  Y  en  toda  aquella  granja  no  se  en- 
contró más  que  un  silo  de  trigo.  Malcontento  estuvo  el  abad 
de  haber  encontrado  tan  poco  de  trigo,  y  tuvo  gran  dolor  y 
compasión,  porque  había  de  cesar  aquella  gran  limosna  del 
monasterio;  por  cuyo  dolor  sintió  su  alma  gran  tristeza  y 
sus  ojos  derramaron  muchas  lágrimas.  El  fraile  granjero 
preguntó  al  abad  por  qué  lloraba.  — Buen  hijo — respondió 
el  abad — ,  llorar  me  es  preciso  la  muerte  de  los  pobres  que, 
sin  duda,  habrán  de  morir  de  hambre  si  cesare  la  limosna 
que  se  acostumbra  dar  en  este  monasterio,  la  cual  habrá  de 
cesar  por  la  falta  que  tenemos  de  trigo.  — Señor — dijo  el 
fraile — ,  a  honor  de  la  Virgen  Santa  María  haced  limosna 
como  hasta  aquí  lo  habéis  acostumbrado,  que  yo  os  proveeré 
de  trigo  bastante  para  todo  este  año;  y  no  lo  dudéis,  señor, 
que  yo  os  doy  por  fiadora  la  Virgen  María,  la  cual  es  llena 


1  «entrà  en  los  graners  qni  eren  en  lo  monestir,  e  anà  per  les  gran- 
ges e  a  trobà...» 

'  «e  anà  a  las  granges  e  als  graners». 


332 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  gracia. — (Respondió  el  abad:  — Tan  abonada  y  suficiente 
es  la  fianza,  que  seríamos  muy  culpables  si  la  rehusáramos 
y  cesara  la  limosna. 

3.  Con  grande  alegría  se  volvió  el  abad  al  monasterio  y 
continuó  todos  los  días  en  dar  limosna,  como  lo  había  siem- 
pre acostumbrado.  Pero  por  la  continuación  del  tiempo  y  la 
multitud  de  pobres  que  recibían  limosna,  se  acabó  el  trigo 
del  monasterio  y  de  todas  las*  granjas,  a  excepción  del  trigo 
que  había  en  el  silo  de  la  granja  de  aquel  fraile  que  había 
dado  por  fianza  la  Virgen  María.  El  abad  envió  orden  al 
granjero  que  le  remitiese  el  trigo,  como  lo  había  prometido, 
y  éste  se  fué  a  abrir  el  silo,  y  remitió  la  mitad  del  trigo  que 
había  en  él.  El  abad  envió  otra  vez  por  trigo  al  granjero, 
y  éste,  abriendo  el  silo,  lo  encontró  como  lo  había  dejado 
medio  de  trigo,  y  lo  envió  todo  al  abad.  Cuando  el  fraile  3 
hubo  cerrado  el  silo  y  cargado  todos  los  bagajes  del  trigo  y 
partídose  ya  del  monasterio,  entonces  dijo  4 :  Ave  Maria,  gra- 
tia plena,  como  acostumbraba.  Y  al  decir  gratia  filena,  se 
admiró  mucho  de  que  el  silo  estuviese  vacío  y  sin  trigo  y 
cómo  la  Virgen  Santa  Miaría  no  lo  tenía  lleno,  pues  la  ha- 
bía dado  por  fiadora  al  señor  abad. 

4.  Mientras  el  granjero  estaba  en  este  pensamiento, 
dudó  que  la  Virgen  María  fuese  llena  de  gracia,  pues  le  pa- 
recía que,  si  la  Virgen  María  fuese  llena  de  gracia,  el  silo 
había  de  estar  perenne  lleno  de  trigo.  Envió  otra  vez  el  abad 
al  granjero,  diciéndole  que  le  enviase  trigo,  porque  el  que 
le  había  remitido  se  había  ya  consumido.  Y  entonces  el  frai- 
le, poniendo  toda  su  confianza  en  la  Virgen  María,  otra  vez 
abrió  el  silo,  y  le  encontró  lleno  de  trigo,  por  lo  cual 5,  acor- 
dándose de  la  Virgen  María,  le  dió  muchas  alabanzas,  y  co- 
noció verdaderamente  que  con  toda  plenitud  era  llena  de 
gracia.  En  todo  aquel  año  encontró  siempre  el  granjero  lleno 
de  trigo  aquel  silo  toda  la  vez  y  a  toda  hora  que  le  abriese, 
y  bastó  aquel  silo  solo  a  todo  el  convento  y  para  toda  la 
limosna  que  en  él  se  daba  hasta  la  cosecha  del  nuevo.  El 
abad  y  los  monjes  dieron  alabanzas  y  bendiciones  a  la  Vir- 
gen Santa  María  por  haberse  dignado  de  acordarse  de  ellos 
y  abastecerlos  tan  cumplidamente  de  su  gracia  en  todas 
sus  necesidades. 

5.  En  una  fiesta  aconteció  que  el  granjero  vino  ad  mo- 
nasterio para  celebrarla.  El  abad  (le  preguntó  cómo  había 
sido  lo  del  trigo  del  silo,  que  los  había  bastado  para  todo 
el  año.  Respondió  el  lego  que  entre  las  demás  palabras  que 


3  Aquí,  y  siempre  que  se  menciona  el  mismo  sujeto,  leemos  «lo 
granger»  en  el  texto  catalán. 

4  «dix  avemaries  segons  que  havia  acostumat». 

6  «e  lo  granger  remembra  com  nostra  Dona  era  plena  de  gracia». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  62 


son  en  la  Ave  Maria,  tenía  él  gran  devoción  en  Gratia  ple- 
na, y  que  por  eso  confiaba  en  la  Virgen  Santa  María  que  ha- 
bía de  tener  el  silo  lleno  de  trigo  mientras  durase  la  ca- 
restía en  aquella  tierra.  Consideró  mucho  el  abad  en  las 
palabras  que  le  dijo  el  fraile  granjero  de  la  Virgen  Santa 
María  y  de  la  devoción  que  tenía  a  Gratia  plena.  Y  por 
esto,  en  un  puesto  del  monasterio  apartado,  hizo  edificar 
una  celda,  que  intituló  con  el  nombre  de  Gratia  plena,  en  la 
cual  estuviese  el  fraile  todos  los  días  de  su  vida  honrando  y 
contemplando  a  la  Virgen  Santa  María,  llena  de  gracia. 

6.  Muy  santo  y  devoto  era  el  fraile  de  Gratia  plena, 
y  de  todo  su  poder  honraba  todos  los  días  a  la  Virgen  San- 
ta Miaría  meditando  y  contemplando  en  la  gracia  de  la  cual 
era  llena.  Y  por  la  vejez  y  santa  vida  que  tenia  el  fraile, 
iban  los  monjes  a  estar  con  él  algunas  horas  del  día  para 
oír  las  devotas  palabras  que  decía,  las  cuales  des  causaban 
mucha  edificación  y  movían  a  devoción  y  caridad,  y  por 
ellas  volvían  consolados  y  alegres.  Todo  aquel  monasterio 
era  iluminado  por  aquel  fraile  y  el  otro  monje  de  Ave  Mfil·· 
ría,  y  muchas  veces  se  veían  y  saludaban  los  dos,  y  el  monje 
hablaba  de  Ave  Maria,  y  el  fraile  de  Gratia  plena.  El  rego- 
cijo y  la  fraternal  compañía,  ¿quién  os  lo  pudiera  decir? 
Y  el  ejemplo  y  saludables  consejos  que  daban  a  todos  los 
monjes  y  frailes,  ¿quién  los  pudiera  referir 

7.  El  abad  Blanquerna  tuvo  deseo  de  llorar  y  contem- 
plar a  la  Virgen  María,  a  causa  que  por  los  grandes  nego- 
cios temporales  que  debía  tratar  para  el  monasterio  había 
demasiadamente  inclinado  sus  pensamientos  en  aquellas  co- 
sas temporales ;  y  por  este  motivo,  un  día  se  fué  solo  a  visi- 
tar al  fraile  de  Gratia  plena,  y  quiso  saber  de  él  en  qué  ma- 
nera contemplaba  a  la  Virgen  María.  Mientras  el  abad  en- 
traba por  la  celda  del  fraile,  le  encontró  que  estaba  arro- 
dillado delante  de  la  imagen  de  la  Virgen  María,  y  llorando 
y  contemplando  en  Ave,  gratia  plena,  decía  estas  palabras: 

8.  "Virgen  Santa  María,  llena  eres  tú  de  gracia  G,  cuya 
gracia  es  tu  Hijo  bendito,  quien  es  el  complemento  y  ple- 
nitud de  todo  cuanto  hay  en  el  mundo.  En  ti,  llena  de  gra- 
cia, está  llena  la  memoria  y  el  entendimiento  y  la  voluntad 
de  mi  alma,  y  todo  el  mundo  no  puede  llenar  lo  que  tú  tie- 
nes lleno.  Y  ¿sabes  por  qué?  Por  cuanto  tú  puedes  ser  y 
eres  más  llena  por  tu  Hijo,  que  no  es  todo  el  mundo,  como 
sea  así  que  todo  el  mundo  no  es  tan  bueno  como  tú  lo  eres. 
Tú  eres  llena  de  gracia,  por  la  cual  recuperamos  la  gracia 
que  habíamos  perdido.  En  ti,  llena  de  gracia,  están  llenas 
nuestras  virtudes,  a  saber:  nuestra  fe,  esperanza,  caridad, 


e  aPlena  ets  Maria  de  ple  qui  és  ton  Fill.» 


334 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


justicia,  prudencia,  fortaleza  y  nuestra  templanza.  Por7  ser 
tú  toda  llena  de  gracia,  aquel  que  te  acuerda,  entiende  y 
ama  es  lleno  de  gracia;  y  el  que  por  ti  es  acordado,  enten- 
dido y  amado,  no  tiene  defecto  alguno. 

9.  "Llena  de  gracia.  Llena  fuiste  tú,  Virgen  María,  de 
Dios  y  Hombre  después  que  el  ángel  San  Gabriel  te  saludó. 
Aquel  Dios  y  Hombre  de  quien  tú  eres  madre,  es  lleno  de 
bondad,  grandeza,  eternidad,  de  poder  y  saber  infinito.  Lue- 
go si  tu  plenitud  es  eternal  e  infinita  en  bondad,  grandeza, 
poder,  sabiduría  y  voluntad,  tu  grande  plenitud  8  no  puede 
ser  vacía  ni  menguada.  De  donde,  como  tú,  llena  de  gracia, 
seas,  María,  tan  llena  de  todo  cumplimiento,  llena,  pues, 
a  mi  alma  de  caridad  y  de  saber,  con  que  pueda  yo  llena- 
mente amarte  y  conocerte;  y  llena  mis  ojos  de  lágrimas  y 
de  lloros  para  honrar  9  tus  honores  y  para  llorar  las  des- 
honras y  ultrajes  que  recibes  de  las  demás  gentes  del  mun- 
do, y  para  llorar  también  mis  culpas  y  pecados." 

10.  Al  tenor  de  estas  razones  y  otras  muchas,  adoraba 
y  contemplaba  aquel  fraile  a  la  Virgen  María  cuando  fué 
a  visitarle  el  abad,  quien  se  maravilló  mucho  de  oír  que  de 
boca  de  un  hombre  lego  pudiesen  salir  tan  sutiles  y  devo- 
tas palabras ;  y  pensó  que  por  la  plenitud  y  complemento  de 
la  Virgen  María  eran  llenas  sus  palabras  de  ciencia  infusa 
y  devoción10.  Por  lo  cual,  el  abad  dijo  al  fraile:  — Dios  te 
salve,  buen  hijo,  ¿quién  te  ha  llenado  de  la  Gratia  plena 
de  la  Virgen  María? — ¡Respondió  el  fraile  al  abad  con  las 


7  «Nos  som  plens  car  tu  ets  plena.  Ple  és  de  gràcia  qui  tu  remem- 
bra e  ama.» 

s  «lo  teu  ple  no  pot  ésser  buydat  ni  minvat  ni  muntiplicat». 
y  «...  para  honrar  tus  honores  y  para  llorar  mis  culpas  y  peca- 
dos», ésta  es  la  traducción  fiel. 

10  La  lectura  de  este  y  del  precedente  capítulo  nos  trae  a  la  me- 
moria, no  sé  por  qué,  aquel  idílico  pasaje  de  los  Milagros  de  nnc st ra 
Señora,  de  Berceo  : 

Dun  clérigo  otro  nos  diz  la  escriptura 
que  de  Sancta  Maria  amava  su  figura  : 
siempre  se  inclinava  contra  la  su  pintura, 
avie  mui  grand  vergüenza  de  la  su  catadura. 

Amava  al  so  Fijo  e  amava  a  ella, 
tenie  per  sol  al  Fijo,  la  Madre  por  estrella, 
querrie  bien  al  Fijuelo  e  bien  a  la  Poncella, 
porque  los  servie  poeco  estava  con  grand  querella. 

Apriso  cinco  motes,  motes  de  alegría 
que  fabla  de  los  gozos  de  la  Virgo  Maria  : 
Dizíelos  el  clérigo  delante  cada  día ; 
avie  ella  con  ellos  mui  grand  placenteria  : . 

Gozo  ayas,  Maria,  que  el  ángel  credist. 
Gozo  ayas,  María,  Que  virgo  concebist. 
Gozo  ayas,  Maria,  que  a  Cristo  parist: 
La  lei  vieia  çerrasti,  e  la  nueva  abrist. 

(Milagros  de  nuestra  Señora  [Madrid,  1934]  i  31-3*0 

Un  estudio  sobre  las  fuentes  de  los  milagros  de  nuestra  Señora, 
en  Ramón  Llull,  sería  muy  interesante. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  62  335 


saludes,  y  le  dijo:  — Señor,  si  vos  supieseis  algunas  cosas 
por  las  cuales  pudiese  yo  mucho  amar  y  honrar  a  la  Vir 
gen  Santa  María,  os  suplico  me  las  enseñéis;  porque,  sien- 
do la  Virgen  María  toda  llena  de  gracia  y  de  virtud,  nece- 
sito yo  de  cumplida  inteligencia,  con  la  cual  pueda  perfecta- 
mente entender;  y  por  el  perfecto  conocimiento  llenase  yo 
y  cumpliese  mi  voluntad  de  mucho  amar  y  loar  a  la  Virgen 
Santa  María  de  Gratia  plena. 

11.  Cuando  el  abad  vió  la  plenitud  de  la  devoción  y 
grande  caridad  que  había  en  el  alma  del  fraile  y  se  acor- 
dó que  en  su  alma  no  había  tanta  devoción  como  en  la  del 
fraile,  dijo  estas  palabras:  — ¡Ah,  por  qué  he  sido  yo  abad 
y  no  fui  fraile  ermitaño,  y  que  tuviese  gran  cumplimiento 
de  devoción,  como  tiene  este  fraile! — El  abad  Blanquerna 
se  arrodilló  delante  del  fraile  de  Gratia  plena  y  le  rogó  mu- 
cho que  le  enseñase  el  modo  como  pudiese  reemplazar  aque- 
lla devoción  en  que  solía  estar,  la  cual  había  perdido  por 
los  negocios  de  la  abadía.  Lloró  el  fraile  y  lloró  también 
Blanquerna,  y  el  uno  miraba  al  otro  con  semblante  amoroso 
y  de  piedad,  sin  que  uno  al  otro  pudiese  hablar  por  el  ex- 
ceso de  amor,  pero  cada  uno  señalaba  al  otro  la  imagen  de  la 
Virgen  María,  y  la  pasión  de  su  Hijo  santísimo,  y  el  dolor 
que  sufría  cuando  los  judíos  le  atormentaban  y  mataban  en 
la  cruz,  en  que  estaba  pendiente  para  que  todos  le  viesen 
y  le  mofasen. 

12.  Lloraron  muy  mucho  los  dos  antes  que  pudiesen 
hablarse,  y  el  abad  se  estuvo  tanto  tiempo  de  rodillas,  hasta 
que  el  fraile  le  dijo  estas  palabras:  — (Llena  era  de  gracia  la 
Virgen  María,  cuando  su  Hijo  se  estaba  muriendo.  Aquella 
gracia  significaba  la  gracia  de  la  cual  están  llenos  los  hijos 
de  Dios  en  este  mundo,  cuando  padecen  trabajos  y  muerte 
para  honrar  al  Hijo  de  la  Virgen  María,  que  está  en  la  glo- 
ria, en  la  cual  está  la  Gratia  plena  de  la*  Virgen  María. — 
Y  por  falta  que  hay  en  el  mundo  de  la  Gratia  plena,  lloró 
el  abad  Blanquerna  las  culpas  y  pecados  de  aquellos  que 
no  dejan  estar  en  este  mundo  a  Gratia  plena  y  dijo  estas 
palabras : 

13.  — Llorar,  conocer  y  amar,  ¿  tendrías  por  ventura 
tanto  poder  que  a  la  Señora  llena  de  gracia  hicierais  acordar 
del  defecto  en  que  estamos  en  esta  presente  vida?  ¡Y  que 
quisiera  por  vosotros  inclinarse  a  rogar  muy  de  veras  a  su 
bendito  Hijo  que  os  llenara  de  tanta  gracia,  que  os  hiciera 
ir  a  predicar  su  honor  a  los  infieles!  ¡De  manera  que  la 
santa  Iglesia  romana  recuperase  la  Tierra  Santa  que  poseen 
los  moros  en  gran  deshonor  nuestro!  ¡En  el  cual  deshonor 
está  significado  el  desconocimiento  o  ingratitud  y  defecto 
de  caridad  y  la  poca  memoria  de  la  santa  y  preciosa  san- 
gre que  allí  derramó  por  nosotros  pecadores!  ¿Habría  al- 


336 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


guna  cosa  que  para  conseguir  todo  eso  nos  pudiese  ayudar? 
— Hermano — dijo  el  abad — ,  ayudadme  vos  a  llorar  y  a  ro- 
gar, y  lloremos  juntos  tan  vivamente  y  tanto  tiempo  hasta 
que  la  Reina  del  cielo,  a  quien  vos  amáis  tanto,  quiera  ayu- 
dar a  todas'  las  gentes  del  mundo  y  darles  tanta  gracia, 
que  para  honrar  y  amar  a  su  Hijo  bendito  quieran  des- 
preciar y  abandonar  cuanto  hay  de  mundano  en  esta  vida.— 
Lloraron  amargamente  el  abad  y  el  fraile,  y  después  de 
sus  lloros  se  despidieron  los  dos  muy  agradablemente.  El 
abad  Blanquerna  sintió  en  su  alma  que  la  devoción  en  que 
solía  estar  había  ya  vuelto  en  su  primitivo  ser,  y  por  eso 
propuso  de  volver  a  menudo  a  llorar  y  contemplar  a  la 
Virgen  María  en  la  celda  de  Gratia  plena. 


CAPÍTULO  LXIII 

De  "Dominus  tecum" 

1.  En  una  ocasión  sucedió  que,  estando  el  abad  Blan- 
querna en  capítulo,  vino  un  granjero  a  dar  noticia  al  capí- 
tulo cómo  un  pagez  había  entrado  a  cavar  en  una  viña  de 
la  granja  pretendiendo  que  la  viña  era  suya,  y  había  ame- 
nazado fuertemente  al  fraile  que  le  quería  sacar  de  la  viña. 
El  abad  pidió  consejo  a  los  monjes  sobre  el  hecho  que  el 
fraile  refirió;  y  un  monje  anciano  dijo  al  señor  abad  estas 
palabras :  — (Mucho  tiempo  ha  que  hay  esta  cuestión  entre 
nosotros  y  el  pagez  sobre  aquella  viña,  y  gran  daño  ha  re- 
cibido el  monasterio  en  ello,  habiéndonos  difamado  mucho 
este  hombre  entre  las  gentes  por  causa  de  aquella  viña,  y 
así  me  parece  nos  será  conveniente  que  pasemos  a  la  granja 
y  de  hecho  saquemos  al  pagez  de  la  viña,  y  nos  pongamos 
en  custodia  y  defensa  de  algún  caballero  que  la  guarde  y 
defienda  por  nosotros  del  pagez. 

2.  El  abad  consideró  mucho  sobre  el  dictamen  del  mon- 
je, y  en  presencia  de  todos  dijo  estas  palabras:  — Cosa  es 
muy  indecente  que  hombres  religiosos,  por  derechos  de  po- 
sesiones, se  pongan  en  peligro  de  muerte,  ni  de  matar  ellos 
a  alguno,  y  también  es  contra  justicia  que  hombres  religio- 
sos se  dejen  perder  sus  herencias.  Por  eso,  según  caridad 
y  esperanza,  conviene  que  en  tal  caso  el  hombre  recurra  a 
Dios  y  a  las  virtudes,  combatiendo  con  ellas  a  los  vicios; 
porque  con  estas  armas  debe  cualquier  hombre  primeramen- 
te combatir  y  defenderse ;  y  con  mayor  razón  el  hombre  re- 
ligioso.— Habiendo  el  abad  proferido  estas  palabras,  se  puso 
a  caballo,  y  acompañado  del  bolsero  se  fueron  a  la  viña 


LIBRO  DE  EVAST  Y  HLANQUERNA .— C.  63  337 


que  labraba  el  pagez,  al  cual  saludó  el  abad  diciéndole:  — Do- 
minus  tecum. — Pero  el  pagez  no  respondió  palabra  al  abad, 
sino  que  prosiguió  en  cavar  la  viña,  teniendo  las  armas  jun- 
to a  sí  para  defenderse,  siempre  que  le  quisiesen  ofender. 
Cada  vez  que  el  pagez  daba  con  el  azadón  en  la  tierra  repe- 
tía el  abad:  Dominus  tecum.  Pero  el  pagez  hacía  como  que 
no  sentía  ni  veía  al  abad,  sino  que  continuaba  en  cavar  más 
y  más  la  tierra. 

3.  El  abad  se  admiró  de  que  el  pagez  no  le  respondie 
se,  y  aún  más  porque  la  virtud  de  las  palabras  de  la  salu- 
tación no  aprovechaban;  con  lo  que  pensó  el  abad  que  les 
convenía  apearse,  y,  arrodillado  delante  del  pagez,  le  salu- 
dase con  devoción  y  humildad  para  que  viniese  la  virtud 
sobre  su  salutación.  En  efecto,  se  apeó  el  abad,  y  puesto 
de  rodillas  delante  del  pagez,  elevando  su  pensamiento  y 
sus  manos  y  sus  ojos  al  cielo,  dijo  estas  palabras: 

4.  — Reina  del  cielo  y  de  la  tierra,  Dios  fué  en  ti  Hom- 
bre y  Dios.  En  gloria  es  él  Señor,  y  en  ti  es  como  hijo, 
Dios  y  Hombre.  Tuya  es  en  este  mundo  nuestra  Orden  y 
bajo  de  tu  protección.  Y  así,  por  aquella  virtud  con  que  el 
Señor  fué  en  ti,  te  ruego  que  tú  seas  entre  nosotros  y  este 
hombre,  de  manera  que  por  ti  recibamos  virtud  por  la  cual 
seamos  siervos  de  la  virtud  que  tú  tenías  cuando  el  Señor 
fué  en  ti. 

5.  El  bolsero  reprendió  fuertemente  al  abad,  diciéndole 
que  todo  el  monasterio  quedaba  envilecido  y  deshonrado  por 
la  honra  que  hacía  al  pagez.  Pero  el  abad  le  respondió  dicien- 
do que  el  Hijo  de  Dios  hizo  un  acto  de  grande  humildad  cuan- 
do quiso  ser  todo  en  la  Virgen  María,  Dios  y  Hombre,  y 
en  la  cruz  quiso  ser  atormentado,  injuriado  y  muerto;  por 
lo  cual  las  mejores  armas  del  monje  son  la  humildad,  cari- 
dad, paciencia  y  oración.  Tan  humilde  y  devotamente  ora- 
ba el  abad  y  decía  Dominus  tecum,  que  Dios  puso  tan  gran 
virtud  en  sus  palabras  y  en  la  devoción  que  tenía,  que  el 
pagez  entró  en  conciencia  de  la  injuria  que  hacía  al  mo- 
nasterio, y  por  la  conciencia  tuvo  contrición,  caridad  y  jus- 
ticia, y  así  prorrumpió  en  estas  palabras: 

6.  — 'Señor  abad:  ¿cuál  debe  ser  la  causa  que  así,  de 
repente,  mi  corazón  se  haya  mudado  a  contrición,  caridad 
y  justicia?  Y  ¿quién  ha  echado  de  mi  corazón  a  la  avaricia, 
ira  e  injuria  ? — Respondió  el  abad  y  dijo :  — Por  la  voluntad 
de  Dios  sucedió  que  el  ángel  San  Gabriel  bajó  a  saludar  a 
la  Virgen  Santa  María,  y  entre  otras  palabras  le  dijo  éstas: 
Dominus  tecum.  Y  por  la  virtud  de  estas  palabras,  la  vir- 
tud me  ha  hecho  confiar  como  Dominus  tecum  te  dé  vir- 
tud por  la  cual  el  Señor  de  cielo  y  tierra  y  de  todo  cuanto 
tiene  ser  sea  en  ti  y  contigo,  para  que  las  virtudes  sean  en 


338 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tu  corazón,  por  las  cuales  los  vicios  y  pecados  te  sean  abo- 
minables. 

7.  Cuando  el  abad  hubo  dado  esta  respuesta  al  pa- 
gez, dijo  éste  que  vencido  y  superado  le  tenia  el  Dominus 
tecum,  y  que  por  esto  quería  servir  para  siempre  a  Domi- 
nus tecum.  Y  rogó  al  señor  abad  le  concediese  provisión  del 
monasterio,  para  poder  vivir  en  vida  ermitaña  en  un  lugar 
eminente  junto  a  la  abadía.  Concedióle  el  abad  todo  lo  que 
pedía,  y  mandó  se  le  fabricase  una  celda  en  aquella  mon- 
taña cerca  del  monasterio,  en  la  cual  él  quería  habitar  para 
contemplar  todos  los  días  a  nuestro  Señor  Jesucristo  y  a  la 
Virgen  Santa  María  en  Dominus  tecum.  Y  el  abad  puso 
nombre  a  aquella  celda  Dominus  tecum,  y  quiso  también 
en  aquel  puesto  edificar  una  capilla ;  pero  el  pagez  no  lo 
consintió,  por  temor  de  que  con  motivo  de  romerías  o  vi- 
gilias fuesen  allí  algunas  personas  y  le  embarazasen  su  ora- 
ción y  le  amortiguasen  su  devoción. 

8.  Cuando  el  pagez  estuvo  ya  en  la  celda  de  Dominus 
tecum,  el  abad  le  dió  regla  y  modo  como  por  Dominus  te- 
cum pudiese  contemplar  en  Dios  y  en  la  Virgen  Santa  Ma- 
ría, según  la  fórmula  de  estas  palabras:  — El  Señor  de  los 
ángeles  y  de  todo  cuanto  tiene  ser  hizo  en  la  Virgen  María 
la  mejor  obra  que  la  criatura  pueda  recibir,  cuando  en  ella 
quiso  tomar  naturaleza  humana,  porque  obra  más  noble  no 
pudo  hacer  Dios  en  la  criatura.  Señor  es  Dios  de  la  naturale- 
za en  la  Virgen  Santa  María  y  en  todas  las  cosas  donde  sea 
la  naturaleza  naturada,  pero  más  altamente  exaltó  Dios  la 
naturaleza  en  la  Virgen  María  que  en  ninguna  otra  criatura. 
Y,  por  tanto,  el  Señor  de  la  naturaleza  en  mucho  mejor 
y  más  noble  modo  fué  en  la  Virgen  y  con  la  Virgen  Santa 
María  cuando  el  ángel  la  dijo  Dominus  tecum,  que  no  fué  en 
otra  criatura  alguna,  y  por  esta  razón  deben  todos  hacer 
honor  y  reverencia  a  Dominus  tecum. — Por  estas  y  otras 
consideraciones  dió  regla  y  doctrina  el  abad  al  pagez  ermi- 
taño como  contemplase  en  Dios  y  la  Virgen  Santa  María 
con  las  palabras  Dominus  tecum. 

9.  Por  dilatado  tiempo  estuvo  el  ermitaño  en  aquel  lu- 
gar haciendo  penitencia  y  áspera  vida,  contemplando  en 
Dios  y  la  Virgen  María.  Y  la  abundancia  de  su  gran  devo- 
ción exaltaba  su  entendimiento  por  ciencia  infusa  a  mayor 
inteligencia,  que  no  era  el  entendimiento  de  muchos  mon- 
jes que  tienen  ciencia  adquirida,  la  cual  por  falta  de  devo- 
ción no  puede  llegar  al  alto  conocimiento  de  la  divina  esen- 
cia y  de  su  operación.  Tan  grande  era  la  devoción  del  er- 
mitaño, que  muchos  de  los  monjes  iban  a  él  para  vivificar 
y  fortificar  su  devoción  y  ciencia,  en  vista  de  la  santa  vida 
en  que  vivía  y  por  las  santas  y  altísimas  palabras  que  de- 
cía de  Dominus  tecum. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  64  339 


CAPITULO  LXIV 

De  "Benedicta  tu  in  mulieribus" 

1.  El  abad  Blanquerna  tenía  por  costumbre  ir  a  visitar 
con  frecuencia  aquel  monje  que  había  sido  abad,  y  al  señor 
obispo  que  habitaba  con  el  monje  en  aquella  granja.  Suce- 
dió un  día  que,  yendo  el  abad  a  visitar  a  los  dos,  pasó  por 
una  dilatada  selva,  y  en  el  camino  había  una  bella  fuente 
debajo  un  frondoso  árbol,  a  cuya  sombra  estaba  un  caba- 
llero bien  prevenido  de  todas  armas,  el  cual  iba  buscando 
aventuras  por  amor  de  su  amada.  Aquel  caballero,  por  el 
gran  calor  que  hacía,  se  había  quitado  el  yelmo  de  la  ca- 
beza, y  su  caballo  se  apacentaba  por  la  fresca  hierba  que 
había  junto  a  la  fuente.  Cantaba  el  caballero  una  nueva 
canción,  con  la  cual  maldecía  de  los  trovadores  que  habían 
dicho  mal  del  amor  y  no  habían  alabado  sobre  todas  a  aque- 
lla mujer,  su  enamorada,  que  él  tanto  amaba. 

2.  El  abad  Blanquerna  que  oyó  la  canción  y  entendió 
las  palabras,  llegó  a  aquel  lugar  donde  el  caballero  canta- 
ba y,  apeándose,  se  acercó  junto  a  él  y  le  dijo  estas  pala- 
bras: — «Naturaleza  es  del  amor  que  al  hombre  hace  amar 
aquellas  cosas  que  le.  son  gustosas  y  agradables.  Y  parecién- 
dome  que  vos  estáis  enamorado  de  alguna  mujer,  según 
vuestra  canción  me  indica,  pues  la  alabáis  sobre  todas  las 
otras  mujeres,  os  ruego  que  me  digáis  la  verdad:  si  por 
ventura  hubiese  otra  mujer  mejor  y  más  noble  y  más  bella 
que  vuestra  dama,  si  la  amaríais  más  que  a  la  que  ahora 
amáis  tanto. — El  caballero  dejó  su  canto  y  respondió  al 
abad,  diciendo: 

3.  — fíi  hubiese  por  ventura  otra  mujer  más  noble  y 
más  bella  que  aquella  a  quien  el  amor  me  ha  rendido,  in- 
jurioso sería  el  amor  si  no  me  hiciera  amar  la  mejor  más 
que  a  todas  las  otras  mujeres;  y  el  amante  que  no  ama  la 
mejor  mujer  tiene  defectuoso  amor;  y  el  amor  comete  gran 
falta  contra  la  mejor  mujer  si  no  la  hace  ser  amada  con 
más  vigor  y  por  el  mejor  amante  que  a  cualquiera  otra  mu- 
jer que  no  sea  de  tanta  belleza,  valor  ni  riqueza. — Cuando 
el  caballero  hubo  dado  esta  respuesta,  el  abad  le  hizo  las 
siguientes  preguntas: 

4.  — ^Señor  caballero,  os  suplico  me  digáis  por  qué  lle- 
váis estas  armas. — Respondió  el  caballero:  — Para  poder 
defender  a  mi  cuerpo  contra  aquellos  que  quisieren  ofen- 
derme.— Preguntó  más  el  abad  al  caballero  si  tenía  algunas 


340  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


armas  con  que  poder  defender  a  su  amada  contra  aquella 
mujer  que  el  abad  amaba  mucho.  Respondió  el  caballero: 
— Amor,  belleza  y  valor  me  esfuerzan  y  animan  a  defender 
y  probar  que  mi  señora  es  la  mejor  y  digna  de  mayor  loor 
y  honor  sobre  cualquiera  otra  mujer.  — Señor — dijo  el 
abad — ,  en  más  noble  manera  puede  y  debe  ser  loada  mi 
señora  que  no  la  vuestra,  en  cuanto  el  amor,  belleza  y  va- 
lor le  son  más  favorables;  y  por  eso  es  digna  de  mayor 
loor  mi  Señora  que  no  la  vuestra,  y,  por  tanto,  yo  soy  más 
noble  amante,  servidor  y  loador  de  mi  señora  que  no  vos 
de  la  vuestra. 

5.  Miuy  disgustado  quedó  el  caballero  de  lo  que  el  abad 
le  dijo,  y  le  respondió  que,  si  el  abad  fuese  caballero,  que 
bien  presto  le  libraría  a  muerte  o  prisión  y  ultraje  por  aque- 
llas palabras  que  decía,  y  que  a  fuerza  de  armas  le  haría 
otorgar  que  su  señora  era  la  mejor  y  más  noble  mujer  de 
cuantas  haya  en  el  mundo.  — (Señor — respondió  el  abad — , 
conocimiento  y  razón  son  las  armas  espirituales  con  que 
el  hombre  vence  a  la  maldad  y  error.  Luego  si  vos  con  es- 
tas armas  quisiéredes  combatir  conmigo  y  que  veamos  cuál 
señora  es  mejor  y  más  bella  y  digna  de  mayor  honor,  o  la 
vuestra  o  la  mía,  de  esta  manera  estoy  contento  y  no  temo 
a  vuestras  razones,  antes  bien  me  siento  en  el  corazón  bas- 
tante fuerza,  con  que  os  haré  otorgar  que  mi  señora  es  me- 
jor y  de  mayor  estimación  y  valor  que  no  la  vuestra. 

6.  En  gran  contienda  estuvieron  el  abad  y  el  caballero 
sobre  cuál  señora  era  la  mejor.  Y  los  dos  acordaron  en  que 
cada  uno  alabara  a  su  señora,  para  ver  cuál  de  cuál  podría 
decir  mejores  alabanzas.  Quiso  el  abad  que  fuese  primero 
el  caballero  en  decir  las  alabanzas  de  la  que  tanto  amaba 
y  apreciaba.  Y  el  caballero  empezó  a  alabarla  con  las  si- 
guientes palabras:  — Tan  bella  y  galante  es  mi  señora,  que 
su  amor  me  ha  hecho  vencer  y  sujetar  a  muchos  caballe- 
ros, y  para  honrarla  me  he  expuesto  yo  muchas  veces  a  pe- 
ligro de  muerte,  y  por  su  amor  he  sufrido  repetidas  veces 
hambre,  sed,  calor,  frío  y  otros  muchos  trabajos  en  mi  per- 
sona, para  servirla.  Luego,  como  todas  esas  cosas  sean  me- 
jores y  de  mayor  trabajo  que  no  lo  que  vos  hacéis  y  sufrís 
por  la  que  servís,  por  esto,  señor  monje — idijo  el  caballe- 
ro— »,  está  significado  que,  si  vuestra  señora  fuese  mejor 
y  más  bella  que  la  mía,  vos  haríais  y  hubierais  hecho  ma- 
yores cosas  y  pasado  mayores  trabajos  para  loarla  y  ser- 
virla que  lo  que  yo  he  hecho  y  padecido  para  loar  y  servir 
a  mi  señora. — (Otras  muchas  razones  dijo  el  caballero  en 
alabanza  de  su  dama,  que  sería  largo  de  contar. 

7.  — Señor  caballero — 'dijo  el  abad — ,  muchas  alaban- 
zas pudiera  yo  referir,  en  verdad,  de  mi  señora ;  pero  por- 
que una  sola  basta  para  loarla  cumplidamente  y  probar  que 


LIBRO  PE  EVAST  Y  BLAXQUERXA. — C.  64  34 1 


ella  es  mejor  y  más  bella  que  la  vuestra,  por  esto  no  la 
quiero  loar  contra  todas  vuestras  alabanzas,  sino  con  esta 
única  y  sola  alabanza:  Benedicta  tu  in  mulieribus.  El  caba- 
llero quiso  que  el  abad  le  declarase  la  alabanza  de  Benedic- 
ta tu  in  mulieribus,  y  el  abad  le  declaró  las  palabras  que  el 
ángel  San  Gabriel  dijo  a  la  Virgen  María  por  estas  razones. 

8.  Voluntad  fué  del  Hijo  de  Dios,  que  quiso  elegir  a  la 
Virgen  Santa  María  entre  todas  las  otras  mujeres,  y  quiso 
hacerla  mayor  gracia  que  toda  la  gracia  que  hay  en  todas 
las  otras  mujeres,  en  cuanto  Dios  tomó  de  la  Virgen  Santa 
María  carne  humana,  cuando  en  ella  se  encarnó  y  cuando 
ella  lo  concibió  Dios  y  Hombre  en  su  vientre  virginal  por 
gracia  del  Espíritu  Santo,  quedando  ella  siempre  virgen  y 
pura.  Esta  mujer  es  madre  de  Dios  y  Hombre.  El  Dios  de 
quien  ella  es  madre,  es  mayor  que  todas  las  criaturas.  Y  el 
Hijo  Hombre  1  de  quien  ella  es  madre,  es  mejor  que  todas 
las  criaturas,  porque  es  una  persona  con  el  Hijo  de  Dios, 
que  es  Creador  de  todas  las  criaturas.  Esta  mujer  es  mi 
señora,  la  cual  es  patrona  y  cabeza  de  nuestra  Orden.  Y  esta 
alabanza  solamente  es  bastante  para  vencer  cualquiera  otra 
alabanza  que  se  hubiese  dicho  de  cualquiera  otra  mujer, 
sea  quien  fuere. 

9.  Consideró  mucho  el  caballero  en  la  alabanza  que  el 
abad  había  dicho  de  la  Virgen  Santa  María.  Y  por  luz  de 
gracia  y  por  los  méritos  del  abad,  el  caballero  consideró  en 
el  vano  y  necio  amor  que  tenía  a  la  mujer  que  amaba,  y 
cómo  por  aquel  amor  vivía  en  pecado  mortal  y  en  peligro 
de  condenación,  y  cómo  la  dama  a  quien  servía  no  tenía  po- 
der para  defenderle  del  fuego  infernal,  ni  de  darle  por  pre- 
mio la  celestial  gloria,  ni  tenía  modo  cómo  poderle  alargar 
la  vida  estando  enfermo  2.  Mientras  el  caballero  pensaba  y 
meditaba  todo  esto,  rompió  en  suspiros  y  llantos  y  dijo 
estas  palabras: 

10.  — Tardado  os  habéis,  amor,  en  hacer  enamorar  a 
este  culpable  pecador  de  la  que  es  la  mejor  mujer.  Si  yo, 
amor,  os  hubiera  conocido,  os  hubiera  amado  y  por  vos 
hubiera  sido  todos  los  días  de  mi  vida  súbdito  y  servidor 
de  la  mejor  mujer  de  quien  es  siervo  este  monje,  el  cual 
ha  hecho  honor  a  su  señora,  en  cuanto  me  la  ha  dado  a 
conocer  por  la  mejor,  la  más  noble  y  de  mayor  estimación 
sobre  todas  las  mujeres.  Si  en  vos,  amor,  hubiese  piedad, 
perdón,  paciencia,  don  caridad  y  humildad,  ¿pudierais  ha- 
cerme servidor  de  la  mejor  señora?  ¿Y,  por  ventura,  la 
muerte  quisiera  detenerse  hasta  tanto  que  yo  por  su  amor 
hubiese  ejecutado  muchas  cosas? — Esas  y  otras  muchas  ex- 

1  ae-l  fill  home  de  qui  és  mare  és  mellor  que  totes  creatures,  per 
ço  car  és  una  persona  ab  el  Fill  de  Déu». 

2  En  el  original  no  se  lee  «estando  enfermo». 


342 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


presiones  decía  el  caballero  con  gran  contrición;  tanto,  que 
el  abad  que  lo  estaba  oyendo,  se  sintió  movido  a  lágrimas 
y  devoción. 

11.  — Señor  monje — dijo  el  caballero — ,  ¿pudierais  ha- 
cer que  la  señora  a  quien  vos  amáis  tanto  fuese  contenta 
de  que  yo  la  amara?  ¿Y  que  para  honrarla  me  esforzara  yo 
con  todos  mis  poderes,  todos- los  días  de  mi  vida,  en  batallas 
y  guerras,  en  las  cuales  yo  me  ejercitase  siempre  contra 
aquellos  que  la  deshonran  y  le  niegan  su  valor? — Respon- 
dióle el  abad  que  en  cuanto  es  mayor  el  valor  de  la  mejor 
mujer,  en  tanto  le  es  más  agradable  el  hombre  pecador  que 
se  arrepiente  de  sus  pecados  y  se  hace  su  siervo  y  amante; 
y  por  esto  es  ella  tanto  más  digna  de  tener  mayor  honor 
sobre  todas  las  demás  mujeres. — Muy  grande  gozo  tuvo  el 
caballero,  y  lloró  dilatadamente,  diciendo  estas  palabras: 

12.  — No  soy  yo  sabio  ni  entendido  en  las  lenguas  con 
que  yo  pudiese  con  palabras  decir  alabanzas  de  esa  Virgen 
Santa  María  a  los  infieles;  pero  yo  con  armas  quiero  ir  a 
honrarla  y  tenerla  por  mi  señora,  pues  la  ha  honrado  Dios 
a  ella  sobre  todas  las  otras  mujeres.  Un  nuevo  modo  quiero 
emprender  en  honrar  a  la  Virgen  Santa  María,  y  es  de  esta 
manera:  que  me  vaya  a  tierra  de  moros  a  combatir  contra 
todo  caballero  que  no  fuere  servidor  de  la  Virgen  Santa 
María,  y  habiendo  vencido  a  uno,  pase  a  vencer  a  otro. — 
Habiendo  dicho  el  caballero  estas  palabras,  se  despidió  del 
abad,  y  éste  le  dió  su  bendición  y  puso  por  nombre  a  aquella, 
nueva  regla  que  el  caballero  había  tomado  Benedicta  tu  in 
mulieribus. 

13.  Por  voluntad  de  Dios  sucedió  que  el  caballero  ser- 
vidor de  Benedicta  tu  in  mulieribus  fué  a  una  tierra  de  un 
rey  moro,  y  cuando  estuvo  allí,  se  fué  armado  con  su  caballo 
al  palacio  del  rey  y  dijo  que  quería  hablar  con  él.  Mandó 
el  rey  que  entrara  a  su  presencia.  Y  cuando  el  caballero 
estuvo  delante  del  rey  moro,  le  dijo  estas  palabras:  — Yo 
soy  servidor  y  amador  de  una  señora  que  es  mejor  y  más 
noble  que  todas  las  mujeres  del  mundo,  la  cual  es  Madre  de 
Dios  y  Hombre  por  gracia  del  Espíritu  Santo,  y  ?  se  llama 
Santa  María  y  es  virgen  y  madre.  Y  así,  a  cualquier  hom- 
bre que  negare  este  honor  a  esa  Señora,  yo,  desde  ahora,  en 
vuestra  corte  le  desafío  a  batalla  para  hacerle  confesar  el 
honor  que  pertenece  a  la  Virgen  Santa  María,  mi  señora, 
de  la  cual  me  he  hecho  nuevamente  caballero. 

14.  El  rey  moro  respondió  al  caballero  que  él  no  creía 
que  Santa  María  fuese  Madre  de  Dios,  aunque  bien  creía 
que  era  mujer  santa  y  virgen  y  madre  de  un  profeta;  y  que 


•  Igualmente  calla  el  original  «y  se  llama  Santa  María  y  es  virgen 
y  madre». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  64  $43 


sobre  esto  no  quería  que  él  se  combatiese  con  ninguno  de  su 
tierra,  sino  que  le  respondiese  y  se  lo  probase,  con  razón, 
a  él  mismo,  que  negaba  a  la  Virgen  María,  el  honor  que 
él  le  decía.  Respondió  el  caballero  al  rey,  diciendo  que  el 
mayor  honor  que  tiene  la  Virgen  Santa  María  es  el  ser 
Madre  de  Dios,  y  que,  por  tanto,  él  se  combatiría  con  cual- 
quier hombre  que  quitase  y  negase  aquel  honor  a  la  Virgen 
Santa  María,  el  cual  de  ella  sola  conviene  ser  proclamado. 
Y  por  cuanto  él  no  tenía  letras  ni  sabía  las  Escrituras,  no 
quería  responder  al  rey  ni  a  ningún  otro  hombre  de  su 
reino  con  razones,  pero  que,  a  fuerza  de  armas,  el  desafiaba 
sobre  este  punto  a  todos  los  caballeros  de  su  corte,  uno 
por  uno. 

15.  Muy  airado  se  puso  el  rey  contra  el  caballero  cris- 
tiano que  así  desafiaba  a  toda  su  corte,  y  mandó  que  le 
quitasen  la  vida  a  mala  muerte.  Pero  un  caballero  moro 
dijo  al  rey  que,  si  el  caballero  cristiano  muriese  sin  batalla, 
sería  dar  a  entender  que  en  su  real  corte  habría  falta  de 
caballería,  y  pidió  al  rey  le  concediese  el  permiso  de  com- 
batirse con  el  caballero  cristiano.  Del  agrado  del  rey  fué 
y  de  toda  su  corte  que  se  tuviese  la  batalla  entre  los  dos 
caballeros.  Cuando  los  dos  se  hallaron  en  el  campo,  el 
caballero  cristiano  se  acordó  de  su  señora  la  Virgen  Santa 
María  4  y  dijo :  Benedicta  tu  in  mulieribus ,  y  haciendo  sobre 
su  cara  la  señal  de  la  cruz,  picó  fuertemente  su  caballo,  y 
embistiendo  al  caballero  moro,  le  hirió  y  a  fuerza  de  cuchi- 
lladas le  venció  y  mató  5. 

16.  A  grande  ira  e  indignación  fué  conmovido  el  rey 
moro  y  todos  sus  caballeros  contra  el  caballero  cristiano 
por  la  victoria  que  había  ganado.  Y  mandó  entonces  el  rey 
moro  que  tantos  caballeros,  uno  después  de  otro,  se  com- 
batiesen con  ei  caballero  cristiano  hasta  haberlo  vencido  y 
muerto.  Entró  luego  en  el  campo  uno  de  aquellos  caballeros 
contra  el  cristiano,  y  combatiéronse  todo  aquel  día  con 

4  Asimismo  pasa  en  silencio  el  autor  «la  Virgen  Santa  María». 

5  En  este  sugestivo  pasaje,  en  el  cual  nosotros  no  vemos  sino 
un  bello  ejemplo  con  el  cual  Ramón  Llull,  caballero  andante  de 
nuestra  Señora  Santa  María,  recomienda  a  todos  los  cristianos  el 
velar,  con  todas  sus  fuerzas  y  hasta  la  muerte,  por  el  honor  y  la 
gloria  de  la  Santísima  Virgen,  alguien  parece  hal>er  visto  la  idea 
•de  la  fundación  de  una  nueva  Orden  de  Caballería,  bajo  la  jurisdic- 
ción de  una  orden  leligiosa  ya  constituida,  cuyos  caballeros  tendrían 
por  lema  y  por  programa  las  siguientes  palabras  :  «Servidor,  amador 
«ora  de  una  dona  qui  és  mellor  que  totes  fembres,  e  qui  és  mare  de 
Déu  e  home,  per  gràcia  de  Sant  Esperit.  On,  qui  nega  aqueste  ho- 
nor a  nostra  Dona,  jo  l'arremesc  de  batalla  en  vostra  cort,  per  tal 
que  li  faça  atorgar  la  honor  qui  cové  ésser  feta  a  nostra  Dona  vérge 
Santa  Maria,  de  la  cual  som  cavaller  novellament»  (ORL,  IX, 
228).  Cf.  P.  A.  de  Palma  de  Mallorca,  Els  sistenves  jurídics  i  les 
idees  jurídiques  de  Ramon  Llull  (Mallorca,  1936),  94. 

Véase  lo  que  dijimos  en  el  capitulo  50,  nota  4. 


344 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


grande  esfuerzo  y  denuedo,  sin  que  el  uno  pudiese  vencer 
al  otro.  Y  aquella  noche  descansaron  los  dos  caballeros  de 
sus  fatigas,  habiendo  tenido  el  rey  moro  la  justicia  en  el 
campo  de  batalla  el  dia  de  la  función,  para  precaver  no  se 
divulgase  la  fama  que  por  exceso  de  voluntad  y  parcialidad 
hubiese  sido  en  algo  injuriado  en  la  batalla  aquel  caballero 
cristiano,  y  mandó  saliesen  los  dos  del  campo.  Al  dia  si- 
guiente 6  volvieron  otra  vez  los  dos  caballeros  a  entrar  en 
el  campo  de  batalla  para  combatirse.  Y  al  tiempo  que  el 
caballero  cristiano  iba  ya  con  la  espada  en  mano  a  descargar 
sobre  el  caballero  moro,  éste  se  dió  por  vencido  y  confesó 
que  la  Virgen  María  era  digna  de  ser  loada  con  aquella 
alabanza  por  la  cual  la  loaba  el  cristiano.  Y  en  presencia 
de  todos  dijo  estas  palabras:  — Yo  quiero  ser  cristiano  de 
la  Regla  y  Orden  de  Benedicta  tu  in  mulieribus,  y  estoy 
pronto  y  aparejado  a  combatir  con  otro  moro  que  negase 
su  honor  a  la  Virgen  Santa  María. — Grande  ira  concibió 
el  rey  moro,  y  mandó  luego  prender  a  los  dos  caballeros  y 
que  fuesen  muertos  degollados.  Ellos  fueron  mártires  por 
nuestra  Señora  la  Virgen  Santa  María,  la  cual  los  honra 
en  la  gloria  de  su  Hijo  bendito,  porque  por  su  honor  habían 
recibido  martirio,  y  está  pronta  en  honrar  a  todos  aquellos 
que  del  mismo  modo  la  quisieren  honrar. 


CAPITULO  LXV 

De  "Benedictus  fructus  ventris  tui" 

1.  Habiendo  llegado  el  abad  a  la  granja  donde  vivían 
en  contemplación  el  obispo  y  aquel  monje  que  fué  abad  1,  les 
refirió  el  abad  Blanquerna  el  suceso  del  caballero  que  había 
encontrado  junto  a  la  fuente  cantando  canciones  de  amor; 
y.  les  refirió  cuanto  había  dicho  el  caballero  y  la  regla  a 
que  se  había  obligado.  Consideró  mucho  el  obispo  lo  que  el 
abad  les  refirió  del  caballero,  y  se  acordó  de  las  palabras 
que  son  en  la  Ave  María  después  de  Benedicta  tu  in  mulie- 
rilms,  y  habiendo  meditado  gran  rato  sobre  esto,  dijo  el 
obispo  al  abad  estas  palabras: 

2.  ■ — Bendigo  yo  a  la  divina  luz  de  piedad  y  de  gracia, 
que  ha  iluminado  a  ese  hombre  pecador,  que  se  ha  sujetado 
para  todos  los  días  de  su  vida  a  ser  servidor  del  bienaventu- 
rado Fruto  que  estuvo  en  el  vientre  de  la  humilde  Virgen, 

"  «al  día  .siguiente  por  la  mañanita»,  debe  más  bien  decir. 
1  Las  palabras  «que  fué  abad»  son  un  añadido  del  traductor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


345 


nuestra  Señora  Santa  María.  Aquel  Fruto  precioso  adoro 
y  bendigo,  y  a  loarlo  me  sujeto  con  todos  los  poderes  corpo- 
rales de  mi  cuerpo  y  con  todos  los  espirituales  de  mi  alma. 
El  obispo  después,  con  mucho  agrado  y  gran  devoción,  se 
despidió  del  abad  [y]  del  monje,  de  quien  había  sido  com- 
pañero en  honrar  a  la  Virgen  Santa  María,  y  se  volvió  a  su 
obispado.  Los  canónigos  y  clero  y  todo  el  pueblo  de  aquella 
ciudad  tuvieron  muy  grande  regocijo  por  haber  recuperado 
a  su  obispo,  el  cual  creían  ya  haber  perdido. 

3.  Desde  que  el  obispo  se  hubo  restituido  a  su  obispado, 
se  ocupaba  todos  los  días  su  pensamiento  cómo  pudiese 
encontrar  algún  modo  con  el  cual  pudiese  honrar  mucho  el 
bendito  Fruto  que  la  gloriosa  Virgen  María  tuvo  en  su  vir- 
ginal vientre  por  gracia  del  Espíritu  Santo.  Aconteció  un 
día  que,  celebrando  sínodo  el  obispo,  predicaba  al  clero  y  le 
pedía  consejo  cómo  pudiera  honrar  mucho  el  bendito  Fruto 
del  vientre  virginal  de  la  Virgen  Santa  María.  Por  casuali- 
dad y  fortuna  concurría  en  aquel  sínodo  un  eclesiástico  que 
era  natural  de  una  isla  sobre  el  mar,  que  se  llama  Mallorca, 
y  dió  relación  al  obispo,  en  presencia  de  todos,  cómo  aquella 
isla  es  la  de  un  rey  noble,  muy  sabio,  que  se  llama  Jaime, 
rey  de  Mallorca,  el  cual  es  un  rey  condecorado  con  muchas 
y  muy  buenas  costumbres  y  tiene  gran  devoción  cómo  por 
la  predicación  sea  honrado  Jesucristo  entre  los  infieles; 
y  por  esto  ha  ordenado  que  trece  frailes  menores  estudien 
y  aprendan  la  lengua  arábiga  en  un  monasterio  llamado 
Miramar,  el  cual  está  fundado  y  establecido  en  un  paraje 
a  propósito  y  conveniente,  y  les  ha  proveído  para  esto  de 
todo  lo  necesario,  y  cuando  sepan  bien  la  lengua  arábiga, 
con  licencia  de  su  general,  vayan  a  predicar  y  honrar  entre 
los  infieles  el  bendito  Fruto  del  vientre  virginal  de  la  Virgen 
Santa  María,  por  cuyo  honor  padezcan  hambre,  sed,  calor, 
frío,  pavor  y  la  muerte.  Cuyo  estatuto  está  allí  establecido 
para  siempre  2. 


1  Cerca  del  año  i275;  el  rey  Jaime  II  de  Mallorca,  siendo  aún 
niño,  a  ruegos  de  Ramon  Llulí,  su  antiguo  senescal  y  mayordomo, 
fundó  el  colegio  de  lenguas  orientales  de  Miramar,  en  la  vertiente 
norte  de  la  sierra  de  Mallorca,  entre  las  ahora  llamadas  villas  de 
Valldemosa  y  Deyà,  dotándole  de  muchas  rentas,  en  el  cual  vivie- 
sen in  perpctiium  trece  frailes  menores,  ocupados  en  el  estudio  de 
diversas  lenguas.  Para  su  sustentación,  el  rey  les  señaló  la  pensión 
anual  de  500  florines  de  oro.  crSub  eodem  tempore  impetravit  etiam 
Raimundus  a  predicto  rege  Maioricarum  unum  monasterium  construí 
in  regno  suo,  et  possesionibus  dotari  sufficientibus,  ac  in  eodem 
tresdecim  Fratres  Minores  instituí,  qui  linguam  ibidem  discerent 
arabicam  pro  convertendis  infidelibus  ut  superius  est  expressum  ; 
quibus-,  nec  non  et  aliis  succedentibus  aliis  in  eodem  monasterio 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLVLL 


4.  Agradó  mucho  al  obispo  y  a  todos  los  demás  aquel 
establecimiento,  y  fué  muy  alabada  la  devoción  del  rey  y 
de  los  frailes,  los  cuales  por  el  amor  de  Dios  deseaban  ser 
mártires.  Y  por  esto,  pocos  días  después,  el  obispo  estable- 
ció y  fundó  en  lugar  conveniente  y  apartado  de  la  población 
un  monasterio  muy  bello,  y  por  voluntad  del  papa  y  del 
cabildo  de  aquel  obispado  fué  dotado  aquel  monasterio  de  lo 
suficiente  para  poderse  mantener  cómodamente  y  estudiar 
en  él  trece  personas  que  aprendiesen  diversas  ciencias  y 
lenguas,  para  que  la  santa  Madre  Iglesia  hiciese  su  deber 
en  honrar  el  bendito  Fruto  del  vientre  virginal  de  la  Virgen 
Santa  María.  Y  el  obispo  intituló  aquel  monasterio  con  el 
nombre  de  Benedictus  fructus  ventris  tui 3,  y  renunció  el 
obispado,  y,  con  algunos  canónigos  y  otros  seglares,  se  entró 
en  aquel  monasterio  para  honrar  el  bendito  Fruto  del  vien- 
tre virginal  de  la  Virgen  Santa  María,  según  la  Regla  y 
norma  del  monasterio  de  Miramar  que  hay  en  la  isla  de 
Mallorca. 


perpetuo  predictis  possesionibus  ad  eorum  necessària  ministraren- 
tur  singuhs  annis  quingenti  floreni»  (n.  17). 

Un  año  después  (16  noviembre  1276),  el  Papa  Juan  XXI  aprobó 
la  nueva  fundación. 

El  P.  G.  Seguí,  M.  SS.  CC,  después  de  ponderar  las  estrecha*» 
relaciones  que  unían  al  Doctor  Iluminado  con  los  monjes  de  la  aba- 
día de  La  Real,  de  Mallorca,  dice  :  «La  fervorosa  comunidad  cis- 
terciense  no  pudo  ofrecerle  sus  trece  monjes,  que  eran  precisos  para 
dar  comienzo  al  suspirado  monasterio  de  misiones,  pues  era  contra 
el  espíritu,  costumbres  y  resoluciones  de  los  capítulos  de  su  Orden, 
principalmente  el  del  año  1299  ;  pero  sí  le  procuró  uno  de  los  luga- 
res más  pintorescos  y  más  cómodos  de  su  alquería  de  Deyá,  con  su 
«vinya  e-l  fenollar»,  fuente  deliciosa  y  panorama  delicioso,  apto  para 
emprender  el  vuelo  de  águila  hacia  las  lejanas  tierras  de  infieles» 
(El  Cenáculo  del  Beato  Ramón  Llull,  en  Analecta  Sacra  Tarraconen- 
sia,  15  [1942],  91).  Jaime  II  de  Mallorca  compensó  a  los  desprendi- 
dos monjes  con  la  alquería  por  nombre  Matona. 

Por  causas  que  todavía  permanecen  en  el  misterio,  la  vida  del 
colegio  de  Miramar — que,  según  los  deseos  de  Llull  no  era  sino  la 
primera  simiente  de  un  bello  plantel  de  colegios  de  misiones  que 
habían  de  florecer  por  todo  el  mundo — fué  tan  efímera,  que  el  Pro- 
curador de  infieles,  quiero  decir  Ramón,  llora  con  lágrimas  de  sangre 
su  destrucción  en  el  poema  Desconort ,  escrito  seguramente  en  1295. 

En  el  cap.  80,  n.  .3,  de  Blanquerna  vuélvese  a  hablar  del  colegio 
de  Miramar. 

6  «Benedictus  fructus»  leemos  solamente  en  el  texto  primitivo. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  66 


347 


CAPITULO  LXVI 

De  "Sancta  María,  ora  pro  nobis"  1 

1.  Aquel  monje  que  había  sido  abad  tenía  grandes  de- 
seos de  ver  al  obispo  que  había  estado  en  su  compañía. 
Y  hallándose  en  estos  pensamientos,  se  acordó  en  la  Ave 
Maria  de  aquellas  palabras  Sancta  Maria,  ora  pro  nobis,  y 
resolvió  de  por  toda  su  vida  ser  predicador  de  estas  palabras 
a  honor  de  la  Virgen  María.  Y  considerando  el  monje  como 
son  muchos  los  predicadores  que  predican  la  palabra  de  Dios 
en  los  lugares  poblados  y  en  las  iglesias,  pero  para  los  pas- 
tores que  viven  en  las  montañas  y  en  las  selvas  y  bosques 
no  hay  predicadores  destinados,  por  esto  él  mismo  dijo  al 
abad  estas  palabras: 

2.  — fSegún  mi  conocimiento,  gran  necesidad  tienen  de 
predicadores  las  gentes  que  viven  por  las  montañas  y  por 
los  desiertos,  y  no  vienen  ni  tienen  disposición  de  venir  a  las 
iglesias,  y  por  este  motivo  pido  se  me  dé  por  regla  y  oficio 
cómo  todos  los  días  de  mi  vida  sea  yo  predicador  de  los 
pastores,  a  los  cuales  predique  Sancta  Maria,  ora  pro  nobis, 
por  cuanto  los  pastores  tienen  grande  oportunidad  y  dis- 
posición para  considerarlo  y  meditarlo  bien,  porque  están 
solos  y  no  hay  alguno  que  les  embarace  en  pensar  aquello 
que  uno  les  puede  significar  del  honor  de  la  Virgen  Santa 
María;  y  cuanto  mayor  y  mejor  es  la  consideración,  tanto 
más  puede  en  ellos  multiplicar  la  devoción  y  amor  en  amar 
y  honrar  a  la  Virgen  Santa  María. 

3.  Agradó  mucho  al  abad  la  devoción  y  el  nuevo  método 
que  el  monje  quería  tomar  para  honrar  a  la  Virgen  María, 
y  se  volvió  a  su  monasterio  para  procurar  establecer,  con 
aprobación  de  todo  el  capítulo,  para  que  siempre  fuese  en 
costumbre  y  por  ordenación  que  un  monje  de  aquel  monas- 
terio fuese  predicador  de  los  pastores,  y  que  aquel  oficio 
tuviese  por  título  y  nombre  Oficio  de  2  "Sancta  Maria,  ora  pro 
nobis".  A  todo  el  convento  pareció  muy  bien  aquel  estable- 
cimiento, y  aquel  monje  que  fué  abad  tomó  este  oficio  y  pi- 
dió la  regla  y  doctrina  al  abad  Blanquerna  cómo  había  de 
predicar  a  los  pastores  Sancta  Maria,  ora  pro  nobis.  Y  el 


1  En  tiempos  de  Ramón  Llull  todavía  no  estaban  en  uso  en  la 
Iglesia  las  demás  palabras  de  la  Santa  María  :  nunc  et  in  hora  mor- 
tts  nostrae.  Amen.  A  quién  corresponda  su  paternidad  ha  sido  muy 
discutido. 

1  «e  aquell  ufici  hagués  nom  ufici  de  Ora  pro  nobis». 


34S 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


abad  significó  con  estas  palabras  la  regla  y  doctrina  que  el 
monje  pedía: 

4.  — íEs  cosa  natural — dijo  el  abad — que  entre  el  enten- 
dimiento y  la  voluntad  haya  concordancia  cuando  el  enten- 
dimiento entiende  aquello  mismo  que  la  voluntad  ama  y  la 
voluntad  ama  aquello  mismo  que  el  entendimiento  entiende. 
Y  por  eso  es  muy  provechoso  aquel  sermón,  cuando  por  él 
son  declaradas  las  razones  necesarias  probables  por  natu- 
raleza del  entendimiento.  Luego,  como  los  pastores  sean  gen- 
te más  dispuesta  para  entender  por  razones  que  por  auto- 
ridades, por  tanto,  amarán  más  fácilmente  los  honores  de 
la  Virgen  María  si  los  entendiesen .  por  razones  naturales 
probables  que  si  los  hubiesen  de  entender  por  autoridades. 

5.  Cuando  el  entendimiento  ha  entendido  una  razón  de 
las  que  predica  el  predicador,  entonces  el  entendimiento  la 
encomienda  a  la  memoria,  entendiendo  otra  razón  que  pro- 
pone el  predicador.  Y  cuando  el  sermón  es  muy  prolijo  o  de 
muy  sutiles  conceptos,  la  memoria  no  puede  retornar  todo 
aquello  que  el  entendimiento  le  ha  encomendado,  y  por  esta 
causa  se  origina  en  los  oyentes  la  ignorancia  y  falta  de  de- 
voción. Luego  como  esto  sea  así,  por  tanto,  será  muy  buena 
ordenación  que  el  predicador  haga  breves  los  sermones. 

6.  La  voluntad  tiene  naturaleza  de  amar  aquello  que 
le  es  más  agradable.  Luego,  en  cuanto  las  razones  son  de 
mejor  naturaleza,  tanto  más  las  debe  guardar  el  hombre 
para  la  fin,  para  que  la  voluntad  quede  en  ello  con  mayor 
deseo,  y  que  por  el  deseo  entre  la  devoción  a  las  palabras, 
y  por  la  devoción  se  siga  la  obra.  Y,  por  tanto,  conviene  que 
el  hombre  a  la  fin  de  su  sermón  diga  las  mejores  razones 
que  supiere. — Estas  y  otras  muchas  cosas  dijo  el  abad  Blan- 
querna  que  eran  necesarias  para  saber  predicar,  y  con  espe- 
cialidad las  buenas  obras  y  devotas  palabras. 

7.  Cuando  el  abad  hubo  enseñado  al  monje  Ora  pro  no- 
bis  los  modos  referidos  y  otros  muchos  por  los  cuales  su- 
piese predicar,  el  abad  se  puso  a  contemplar  delante  el 
monje  a  la  Virgen  Santa  María,  a  fin  que  éste  tomase  en  ello 
la  regla  y  doctrina  para  predicar  Ora  pro  nobis,  y,  por  esto, 
el  abad  dijo  estas  palabras: 

8.  — Santa  María,  yo  adoro  y  bendigo  a  tu  hijo  glorio- 
so, a  quien  niegues  tú  por  nosotros  pecadores.  Siendo  tú, 
Señora,  más  voluntariosa  en  rogar  por  nosotros,  pecadores, 
que  lo  somos  nosotros,  no  hay  necesidad  de  que  te  roguemos 
a  que  ruegues  por  nosotros  3.  Pero  por  cuanto  no  seríamos 


3  En  Hores  de  nostra  Dona  (Miramar,  1275?),  el  juglar  de  la 
Virgen  María  canta  también  esta  sublime  mediación  intercesora  ele 
la  bendita  Madre  de  Dios  (ORL,  XIX,  196)  : 

Senyors  àngels  :  no  us  cal  pregar 
la  Reyna,  que.ns  vulla  amar; 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERXA. — C.  66  ,V19 


dignos  de  ser  participantes  en  tus  oraciones  si  no  te  rogá- 
ramos y  confiáramos  en  tus  oraciones,  por  tanto,  somos  obli- 
gados a  rogarte  y  contemplar  en  tus  honores  y  de  hacerte 
reverencia  y  honor,  para  que  tú  nos  recuerdes  con  tu  pia- 
doso recuerdo,  y  nos  mires  con  tus  ojos  misericordiosos  en 
este  tiempo  tenebroso  en  que  estamos  por  falta  de  devoción 
y  caridad,  por  cuya  falta  olvidamos  la  santísima  pasión  de 
tu  Hijo  bendito,  en  cuanto  no  nos  acordamos  de  él  como 
debiéramos,  ni  menos  para  honrarte  a  ti  y  a  tu  Hijo  hace- 
mos todo  aquello  que  debiéramos  y  pudiéramos  hacer;  pero 
tú,  Señora,  no  ceses  de  rogar  a  Dios  por  nosotros  con  todos 
tus  poderes.  Luego  siendo  esto  así,  tú,  Reina  de  los  reyes  y 
Reina  de  las  reinas,  ayúdanos  a  que  te  honremos,  honrando 
a  tu  Hijo  en  aquel  lugar  donde  4  eres  tú  deshonrada  y  tu 
Hijo  desamado,  deshonrado,  descreído  y  blasfemado  por 
aquellos  hombres  a  quienes  tu  bendito  Hijo  espera  que  vayan 
a  honrarle  y  defenderle  de  los  defectos  que  falsamente  le 
son  atribuidos  por  aquellos  que  viven  en  error  y  van  cami- 
nando al  fuego  perdurable. 

9.  Cuan  presto  tú,  Reina,  fuiste  llena  de  gracia  y  del 
Espíritu  Santo  y  del  Hijo  de  Dios,  que  concebiste,  tan  presto 
fuiste  tenida  y  obligada  a  rogar  por  nosotros  pecadores; 
porque  en  cuanto  fueron  mayores  tus  honores,  en  tanto  con- 
viene que  se  considerasen  más  en  ti  los  justos  y  los  pecado- 
res; y  cuanto  más  fuertemente  nos  confiamos  en  ti,  tanto 
tu  justicia  te  hace  ser  más  cuidadosa  en  curar  nuestras  en- 
fermedades y  perdonar  nuestras  culpas. 

10.  Inclina,  Reina,  tus  ojos  aquí  abajo  entre  nosotros, 
y  mira  cuántos  son  los  hombres  que  te  ruegan  y  te  honran, 
acordándote  y  cantando  tus  loores.  ¿Dónde,  pues,  es  tu  jus- 
ticia, tu  piedad,  tu  caridad  y  nobleza,  si  no  ruegas  a  tu  Hijo 
glorioso  por  nosotros?  Y  si  tu  Hijo  no  oyere  tus  plegarias, 
¿dónde  está  el  amor  que  te  tenía  cuando  en  ti  se  encarnó? 
¿  Y  cuando  estando  crucificado  en  la  cruz,  próximo  a  la  muer- 
te, se  acordó  y  se  despidió  de  ti,  cuando  te  recomendó  a  San 
Juan? 

11.  — Amable  hijo — dijo  el  abad  al  monje — ,  según  el 
modo  que  habéis  oído,  podéis  ir  a  predicar  y  hacer  contem- 
plar a  los  pastores  la  Virgen  María;  y  estaos  allá  con  ellos, 


car  ella.ns  ha  tan  gran  amor, 
que  no. y  ha  mester  pregador. 

Palabras  de  las  cuales,  como  veremos,  se  hace  también  eco  el 
Divino  Poeta  (Parad.,  cant.  33,  vv.  13-15)  : 

La  tua  tx-nitfnitá  no  pur  soccorre 
a  chi  dimanda,  nía  voltc  fiatc 
liberalnunte  al  dimandar  precorre. 

1  «en  aquells,  loes  0:1  és  menyspreat,  desamát,  descreut,  blas- 
tomat». 


35o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  algunas  fiestas  del  año  volveréis  acá  entre  nosotros.  La 
gracia  y  bendición  de  Dios  y  de  la  Virgen  María  sea  en 
vos.  A  Dios  y  a  la  Virgen  María  seáis  encomendado.  Y  pues 
os  habéis  humillado  para  honrar  a  la  Virgen  María,  seréis 
exaltado  como  hagáis  que  ella  sea  acordada,  rogada  y  ama- 
da ;  porque  sus  oraciones  os  subirán  a  la  gloria,  que  no  tiene 
fin. — «El  monje  se  despidió  del  abad  y  de  sus  compañeros  y 
se  fué  a  aquellos  parajes  donde  viven  los  pastores. 

12.  Andaba  el  monje  de  Ora  pro  nobis  por  los  montes  y 
por  los  llanos  y  por  los  bosques  a  predicar  "'  a  los  pastores 
los  honores  de  la  Virgen  María  y  a  rogarla  por  los  justos  y 
por  los  pecadores.  Sucedió  un  día  que  el  monje  se  hallaba  en 
un  espacioso  valle,  donde  había  gran  número  de  ganado  y 
una  cueva  muy  grande,  en  la  cual  un  pastor  tenía  escondida 
una  mujer,  que  la  había  robado  a  su  marido,  y  pecaba  con 
ella  todos  los  días.  El  monje  por  acaso  llegó  a  aquella  cueva, 
en  la  cual  encontró  al  pastor  que  comía  con  aquella  mujer, 
y  fué  agradablemente  recibido  y  hospedado  por  los  dos,  y 
le  convidaron  a  comer,  diciendo:  — |Señor — dijo  el  pastor — . 
nuestra  comida  es  pan  y  agua  y  un  poco  de  queso  y  cebolla ; 
plegaos  de  comer  de  lo  que  Dios  nos  ha  dado. — -El  monje 
contentóse  de  comer  con  el  pastor  y  bebió  del  agua,  como 
había  acostumbrado  cuando  comía  con  los  otros  pastores  a 
quienes  predicaba. 

13.  Mientras  estaban  comiendo,  fué  preciso  que  el  pas- 
tor fuese  a  sacar  las  ovejas  que  habían  entrado  en  un  campo 
de  panes  G,  y  con  este  motivo  se  quedó  el  monje  con  la  mujer 
en  la  cueva.  Y  preguntándola  de  su  estado,  le  refirió  cómo 
era  mujer  de  otro  pastor  y  que  vivía  con  aquél  en  pecado,  y 
que  estaba  muy  arrepentida  de  la  gran  falta  que  había  co- 
metido contra  su  marido,  pero  que,  por  el  temor  tan  grande 
que  tenía,  no  osaba  volverse  a  su  marido,  ni  el  pastor  con 
quien  ella  vivía  la  quería  soltar  por  el  grande  amor  que  ia 
tenía.  Cuando  el  pastor  hubo  enderezado  su  ganado,  se  vol- 
vió a  la  cueva  y  comieron  juntos,  y  cuando  hubieron  co- 
mido, el  monje  santiguó  y  bendijo  la  mesa,  y  les  refirió  este 
ejemplo : 

14.  — lEn  cierta  ocasión  sucedió  que  un  pastor  vivía  con 
una  mujer  en  pecado  de  lujuria  en  una  montaña.  Aquella 
mujer  rogaba  todos  los  días  a  la  Virgen  Santa  María  que 
la  sacase  del  pecado  en  que  estaba.  Una  noche,  cuando  el 
pastor  dormía,  le  pareció  ver  a  la  Virgen  Santa  María  que 
escribía  en  un  libro  todos  aquellos  por  quienes  rogaba  a  su 
Hijo  bendito.  Y  escribiendo  en  el  libro  el  nombre  de  aquella 


3  «preycant  a  los  pastors  los  honraments  de  nostra  Dona  qui  prega 
per  justs  e  per  peccadors». 
,;  «camp  de  blat». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA.  C.  66  35  1 


mujer  que  el  pastor  tenía,  éste  rogaba  a  la  Virgen  María 
que  escribiese  también  en  aquel  libro  su  nombre.  Y  la  Vir- 
gen Santa  María  le  respondió  diciendo  que,  por  cuanto  él 
no  la  rogaba  todos  los  días,  no  era  digno  que  su  nombre  fuera 
escrito  en  aquel  libro. 

15.  — Señor — dijo  el  pastor  al  monje — <,  ¿sabéis  vos  si 
la  Virgen  María  quisiera  rogar  a  Dios  por  mí,  si  yo  todos 
los  días  la  rogara? — Respondió  el  monje  que  él  le  afianza- 
ría que  la  Virgen  María  rogaría  por  él  a  Dios,  con  tal  que 
él  no  hiciese  deshonor  a  su  Hijo,  a  quien  deshonran  todos 
aquellos  que  viven  en  pecado,  y  a  quien  honran  todos  aque- 
llos que  salen  de  pecado.  Mientras  el  monje  decía  estas  pala- 
bras, el  pastor  tuvo  conciencia  del  pecado  en  que  estaba  y 
dijo  al  monje  así : 

16.  — tEn  pecado  de  lujuria  estoy,  y  quisiera  salir  de  él 
para  que  así  honrara  al  Hijo  de  la  Virgen  Santa  María,  y 
que  la  Virgen  María  rogara  por  mí  a  su  Hijo;  pero  por 
cuanto  esta  mujer  no  tendría  quien  la  cuidara  ni  quien  mi- 
rara por  ella,  si  yo  la  dejase,  ni  tampoco  se  atrevería  a  vol- 
verse a  estar  con  su  marido,  por  eso  me  conviene  estarme 
en  pecado. — El  monje,  preguntó  a  la  mujer  si  ella  se  confiaba 
tanto  en  las  oraciones  de  la  Virgen  Santa  María  que  qui- 
siese irse  con  él  para  volverse  a  estar  con  su  marido.  Res- 
pondió la  mujer  que  ella  volvería  gustosamente  a  vivir  con 
su  marido  y  que  delante  de  él  se  acusaría  a  sí  misma  de  sus 
faltas,  para  que  de  ellas  tomase  la  venganza,  esperando  que 
la  Virgen  Santa  Miaría  le  ayudaría  en  la  penitencia  y  castigo 
que  su  marido  la  hiciese  padecer  y  sufrir,  si  él  la  quisiese 
acompañar. 

17.  Fuéronse  el  monje  y  la  mujer  a  la  casa  del  pastor 
su  marido,  y  quedó  el  pastor  en  la  cueva  haciendo  penitencia 
por  toda  su  vida,  adorando  y  rogando  todos  los  días  a  la 
Virgen  Santa  María.  Mientras  el  monje  y  la  mujer  iban  a 
esto,  encontraron  al  pastor,  marido  de  la  mujer  que  buscaba, 
que  estaba  durmiendo  a  la  sombra  de  un  árbol,  el  cual  an- 
daba buscando  a  su  mujer  e  iba  con  armas  para  matar  al 
otro  pastor  que  se  la  había  robado.  El  monje  y  la  mujer  se 
arrodillaron  delante  del  pastor  su  marido,  que  estaba  dur- 
miendo, y  dijo  el  monje  estas  palabras: 

18.  — Sanefa  Maria,  ora  pro  nobis!  Virgen  Santa  Ma- 
ría, cumplida  es  tu  oración  en  esta  mujer  pecadora  que  está 
arrepentida  de  su  pecado;  porque  si  tú  no  rogaras  por  ella, 
no  se  arrepintiera.  Pero  aun  te  queda  que  cumplir  y  hacer 
otra  cosa,  y  es  que  el  pastor  su  marido  reciba  la  gracia  de 
tu  Hijo,  por  la  cual  perdone  a  su  mujer.  Y  conviene  que  tú 
remuneres  a  nuestra  esperanza  que  en  ti  hemos  puesto, 
con  que  nos  ayudes. — Cuando  el  monje  hubo  concluido  estas 
palabras,  la  mujer  con  grandes  lágrimas  y  contrición  de  su 


352 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


corazón  empezó  a  decir:  — Pecadora  soy  y  culpable  contra 
mi  marido  y  mi  señor,  el  cual  puede  usar  en  mí  de  justicia 
y  de  perdón,  siendo  yo  contenta  de  todo  aquello  que  en  mí 
quisiese  ejecutar.  Mas  si  sucediese  tal  vez  que  mi  marido 
quisiese  perdonarme,  deseosa  estoy  yo  de  vivir  en  vida  ermi- 
taña  y  estarme  sola  haciendo  penitencia,  todos  los  días  de 
mi  vida,  por  la  falta  que  he  cometido  contra  mi  marido.  Si 
acaso  mi  marido  me  hiriese,  me  atormentase  y  me  pusiese 
en  prisión,  él  obraría  con  justicia,  y  yo  con  justicia  y  pa- 
ciencia sufriré  mi  tormento.  Daré  gracias  a  la  Reina  del 
cielo  y  bendeciré  a  su  Hijo  bendito,  porque  dispondrá  que 
yo  en  este  mundo  haga  penitencia  de  mis  pecados,  por  los 
cuales  soy  yo  también  culpable. — Y  mientras  la  mujer  del 
pastor  estaba  diciendo  esto,  decía  también  muy  a  menudo 
Sancta  Maria,  ora  pro  nobis,  porque  le  parecía  que  estas  pa- 
labras le  ayudaban  en  sus  necesidades. 

19.  Estando  el  monje  y  la  mujer  arrodillados  delante  del 
pastor  que  dormía,  éste  soñaba  que  le  prendían  y  lo  ahor- 
caban por  haber  muerto  a  un  hombre,  y  cuando  estaba  para 
expirar,  un  demonio  de  horrible  figura  quería  apoderarse 
de  su  alma,  pero  la  Virgen  María  la  detenía  en  su  cuerpo 
para  que  el  demonio  no  la  agarrase.  Y  rogaba  a  su  Hijo 
bendito  que  quisiese  perdonar  al  pastor  la  muerte  tan  injus- 
ta que  había  cometido  en  aquel  hombre,  con  grande  injusti- 
cia. Cuando  el  pastor  hubo  hecho  este  sueño,  se  quedó  con 
agonía  y  pesadilla,  y  oyó  tendido  aquellas  palabras  que  de- 
cían el  monje  y  su  mujer,  con  las  cuales  se  despertó,  y  vió 
a  su  mujer  y  al  monje  que,  arrodillados  delante  de  él,  ado- 
raban y  rogaban  con  lágrimas  a  la  Virgen  Santa  María, 
diciendo  las  palabras  referidas. 

20.  Muy  maravillado  se  quedó  el  pastor  del  monje  y  su 
mujer;  y  por  la  virtud  de  las  palabras  que  decían  y  por 
lo  que  había  soñado,  fué  movido  su  corazón  a  llorar  y  perdo- 
nar, y  junto  con  ellos,  con  muchas  lágrimas,  alabó  y  rogó 
a  la  Virgen  Santa  María.  Y  así  llorando  se  estuvieron  los 
tres  largo  rato  en  oración,  y,  después  de  ella,  dijo  el  pastor 
estas  palabras:  — Si  la  lujuria  mueve  el  cuerpo  a  pecar, 
¿  cuánto  más  la  memoria  de  la  pasión  del  Hijo  de  Dios  Jesu- 
cristo y  de  la  nobleza  de  la  Virgen  Santa  María  debe  mover 
la  voluntad  a  tener  piedad  y  a  perdonar?  Al  que  se  arrepien- 
te y  se  juzga  a  sí  mismo,  no  quieras  castigar  dos  veces.  Y  si 
yo  no  perdonare,  injustamente  pido  yo  perdón;  y  por  esto, 
no  sólo  perdono  yo,  sí  que  aun  daría  cuanto  pudiese  dar  a 
quien  me  pidiese  perdón.  Y  pues  la  Virgen  Santa  María 
por  mí  está  pidiendo  perdón,  mucha  razón  es  que  yo  per- 
done también. 

21.  Habiendo  el  pastor  dicho  estas  palabras,  arrodillán- 
dose su  mujer  delante  de  él,  le  besó  las  manos  y  los  pies 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  66  353 


y  le  pidió  perdón.  Su  marido  la  perdonó  y  le  dijo  se  fuese 
a  su  casa  y  en  ella  estuviese  con  santa  paz,  como  de  antes 
habían  estado  por  largo  tiempo.  — Señor — respondió  la  mu- 
jer— ,  yo  no  soy  digna  de  habitar  en  vuestra  compañía;  y  así, 
no  solamente  os  conviene  perdonarme,  pero  aun  os  conviene 
que  me  deis  permiso  por  el  cual  pueda  yo  estarme  sola  y  vi- 
vir pobremente  en  vida  ermitaña,  comiendo  de  las  hierbas 
crudas  y  bebiendo  7  agua  fría,  haciendo  penitencia  por  mis 
grandes  pecados  y  defectos,  que  he  cometido  contra  Dios 
y  contra  vos. — Después  de  este  razonamiento  fué  ordenado 
entre  los  tres  que  la  buena  mujer  hiciese  penitencia  en  una 
alta  montaña,  dentro  de  una  cueva  que  había  allí  junto  a 
una  fuente,  y  que  su  marido  alguna  vez  la  trajese  alguna 
pitanza,  con  la  cual  pudiese  mantener  su  cuerpo,  y  que,  de 
allí  en  adelante,  los  dos  no  se  conociesen  carnalmente,  sino 
que  estuviesen  y  viviesen  siempre  en  castidad.  Muy  grande 
fué  la  devoción  y  santa  vida  de  los  dos  consortes,  y  cuando 
el  marido  iba  a  visitarla  eran  muy  grandes  las  bendiciones 
que  el  uno  daba  al  otro,  y  era  también  grande  la  doctrina 
que  recíprocamente  se  daban  como  pudiesen  honrar,  servir 
y  loar  a  Dios  y  a  la  Virgen  Santa  María. 

22.  En  un  hermoso  prado,  junto  a  una  bella  fuente, 
estaban  muchos  pastores  guardando  gran  número  de  gana- 
dos. Y  vino  allá  el  monje  de  Ora  pro  nobis  y  saludó  a  los 
pastores,  y  les  rogó  que  quisiesen  oír  su  sermón,  y  el  monje 
les  predicó  con  ejemplos  para  que  así  les  moviese  mejor  a 
devoción.  Tan  agradables  sermones  hacía  el  monje  a  los 
pastores,  que  todos  los  días  pensaban  en  aquello  que  les 
predicaba;  y  por  aquello  que  pensaban  y  meditaban,  se 
enamoraban  de  servir  y  loar  a  Dios  y  de  honrar  y  orar  a  la 
Virgen  Santa  María.  Siete  días  estuvo  allí  el  monje  con  ellos, 
y  al  octavo  día  se  despidió,  y  se  fué  a  predicar  a  otros  pasto- 
res de  aquellas  comarcas.  Los  bienes  y  'loores  que  se  daban, 
por  los  cuales  era  Dios  más  loado  por  aquellos  pastores  a 
quien  el  monje  predicaba,  ¿quién  os  los  pudiera  decir?  Y  la 
buena  fama  que  tenía  el  monje  por  todas  aquellas  tierras, 
¿quién  os  la  pudiera  referir?  Y  el  número  de  los  pastores 
que  venían  a  oírle  predicar,  ¿quién  os  los  pudiera  nombrar? 

Aquí  ha  finido  el  libro  de  Religión  s,  donde  por  gracia 
de  Dios  se  ha  tratado,  con  bellas  invenciones  y  deliciosos 
ejemplos,  con  mucha  doctrina,  todo  lo  esencial  y  bueno  que 
I03  verdaderos  religiosos  deben  saber  practicar  y  tratar  en 
sí  y  en  los  otros  para  más  cómodamente  servir  a  Dios,  co- 
mo a  ello  están  obligados  por  especial  cargo  y  promesa  que 
le  tienen  hecha. 

7  Las  palabras  «y  bebiendo  agua  fría»  faltan  en  el  original. 
3  JtEspJegat  és,  lo'  libre  de  Religió»  v  nada  más  leemos  en  el  texto 
primitivo. 


EMPIEZA  EL  LIBRO  TERCERO:  DE  PRELACIA 


CAPITULO  LXVI1 

CÓMO  EL  ABAD  BLANQUERNA  FUÉ  ELEGIDO  OBISPO 

1.  Después  1  de  haber  el  obispo  renunciado  su  obispado, 
y  retirádose  ya  en  el  monasterio  y  estudio  del  idioma  ará- 
bigo, que  él  mismo  había  establecido  y  fundado  a  fin  que 
muchos  pudiesen  estudiar  y  aprender  en  él  varias  ciencias 
e  idiomas,  según  hemos  dicho  en  el  antecedente  libro,  los 
canónigos  se  juntaron  en  capítulo  para  disponer  la  elección 
de  prelado.  En  cuya  ocasión  dijo  uno  de  ellos  que,  antes 
de  pasar  a  la  elección,  sería  muy  conveniente  tomar  consejo 
del  obispo  que  había  renunciado  el  obispado,  para  saber 
cuál  de  entre  todos  le  parecía  debía  ser  elegido  obispo,  pues 
por  tanto  había  renunciado,  deseoso  de  morir  para  honrar 
a  Jesucristo,  le  parecía  que  debía  ser  llamado  a  la  elección 
y  votar  en  capítulo  como  los  demás.  Todos  aprobaron  la 
propuesta  del  canónigo,  y  luego  le  enviaron  a  llamar.  Vino, 
pues,  a  capítulo  el  que  antes  había  sido  obispo,  y  después 
de  haberle  notificado  el  motivo  por  el  cual  le  habían  hecho 
venir,  dijo  en  presencia  de  todos  eligiesen  al  abad  Blanquer- 
na,  pues  no  sabía  otro  tan  digno  como  él  para  ser  obispo. 
Y  caso  que  lo  rehusase,  les  aconsejaba  eligiesen  obispo  se- 
gún el  modo  y  arte  de  elección. 

2.  Desagradó  mucho  esta  proposición  al  arcediano  y  a 
algunos  canónigos,  pues,  siendo  ellos  seglares,  se  recelaban 
que,  si  el  abad  Blanquerna  era  su  obispo,  les  obligaría  a  que 
fuesen  canónigos  reglares.  Aunque  la  mayor  parte  del  cabil- 
do aprobó  que  el  abad  Blanquerna  fuese  su  obispo,  con  todo, 
quisieron  se  eligiese  según  el  modo  del  referido  arte  de 
elección;  pero  el  arcediano  con  algunos  canónigos  se  opu- 
sieron a  que  se  hiciera  la  elección  según  el  arte,  por  cuyo 
motivo  los  demás  canónigos  que  deseaban  que  Blanquerna 
fuese  el  obispo  le  eligieron  sin  usar  el  arte  de  elección,  si 
bien  algunos  se  opusieron  y  pasaron  a  elegir  al  arcediano 
por  obispo. 


1  «Com  lo  bisbe  hac  renunciat  al  bisbat  e  fo  en  l'estudi  aràbic, 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  67 


VIS 


3.  Gran  discordia  había  entre  los  canónigos  por  no  ha- 
berse concordado  en  la  elección,  y  dos  de  ellos  fueron  a 
notificar  al  abad  Blanquerna  como  le  habían  elegido  por 
obispo,  habiendo  tenido  más  votos  que  el  arcediano,  por  lo 
cual  le  suplicaban  muy  de  veras,  como  también  por  parte 
de  sus  compañeros,  viniese  a  tomar  posesión  del  obispado, 
y  luego  pasaría  a  Roma  por  la  confirmación  del  Pontífice. 
Sintió 2  vivamente  el  abad  Blanquerna  la  noticia  que  los 
canónigos  le  participaron,  y  de  hecho  se  excusó,  diciendo  no 
convenía  a  la  vida  contemplativa  dejar  la  religión  para  ser 
obispo,  con  que  los  dos  canónigos  y  los  demás  que  le  habían 
elegido  quedaron  muy  descontentos  por  haberles  dicho  el 
abad  que  no  quería  ser  obispo.  En  ínterin,  el  arcediano  pasó 
a  Roma  para  obtener  la  confirmación  del  Papa;  pero  la 
mayor  parte  de  los  canónigos  enviaron  también  a  Roma  sus 
procuradores  para  oponerse  a  la  elección  del  arcediano,  y 
suplicaron  al  Santo  Padre  Apostólico  mandase  al  abad  Blan- 
querna aceptar  el  obispado,  pues  3  había  sido  electo  por  la 
mayor  parte  de  los  canónigos. 

4.  Después  de  haber  el  señor  Papa  oído  ambas  partes, 
habló  en  esta  forma:  — Todo  lo  que  tiene  resabios  o  seme- 
janza de  simonía  debe  esquivarse  en  cualquier  elección,  y 
lo  que  más  se  opone  y  es  más  contrario  a  la  simonía  es 
siempre  lo  más  conveniente.  Por  cuya  razón,  soy  de  parecer 
que  el  abad  Blanquerna,  que  rehusa  el  ser  obispo  y  no 
quiere  pasar  de  la  estrechez  de  vida  en  que  está  a  otra  más 
amplia,  deba  ser  y  de  hecho  sea  obispo,  y  no  el  arcediano, 
quien,  según  parece,  viene  muy  voluntarioso. — Por  todo  lo 
cual  quiso  el  Papa  y  mandó  que  absolutamente  Blanquerna 
fuese  obispo,  y  a  este  tenor  le  fué  mandado  por  escrito.  Muy 
desconsolado  quedó  el  abad  Blanquerna  y  todo  el  convento 
por  el  precepto  que  le  había  impuesto  el  Pontífice,  por  lo 
cual  le  envió  dos  monjes  a  ver  si  podría  excusarse,  propo- 
niéndole el  derecho  que  le  asistía,  haciéndole  presente  que, 
si  el  otro  había  podido  renunciar  el  obispado  para  elegir 
vida  más  austera,  bien  parecía  justo  que  él  pudiese  renun- 
ciar la  elección  siendo  ya  monje  y  estándose  en  vida  más 
estrecha  y  contemplativa. 

5.  De  hecho,  estos  monjes  se  fueron  a  Roma,  y  supli- 
caron al  señor  Papa  se  dignase  de  no  quitarles  a  su  abad 
Blanquerna  por  la  gran  falta  que  les  haría,  en  atención  a  lo 
mucho  que  había  mejorado  y  continuaba  en  mejorar  a  su 
monasterio,  y  mayormente  porque  se  excusaba  razonable- 
mente, según  el  derecho  y  los  motivos  que  se  le  habían 

3  Una  traducción  más  fiel  sería  :  «El  abad  Blanquerna  se  excusó, 
diciendo  que  no  convenía  a  la  vida  contemplativa  dejar  la  religión 
para  ser  obispo,  y  dijo  que  de  ninguna  manera  sería  elegido  obispo.» 
*  3  En  el  texto  primitivo  no  se  halla  apues...  canónigos». 


35<5  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


expuesto.  Pero  el  Papa 4  no  quiso  admitir  ni  dar  lugar  a 
las  excusaciones  propuestas  por  los  monjes,  antes  quiso 
absolutamente  que  el  abad  Blanquerna  fuese  obispo  para 
que  mejorase  el  obispado,  como  había  mejorado  el  monas- 
terio. Y  porque  quería  se  ejercitase  en  la  obediencia,  des- 
pachó expresamente  un  rescripto  al  abad,  en  el  que  se  le 
mandaba  por  santa  obediencia  dejase  la  abadía  y  aceptase 
el  obispado.  En  fin,  el  abad  Blanquerna  hubo  de  obedecer 
renunciando  la  abadía,  con  universal  sentimiento  y  dolor  de 
los  monjes,  porque  perdían  tan  noble  abad,  y  aceptando  el 
obispado  con  singular  gozo  y  alegría  de  los  canónigos  que 
le  habían  elegido,  por  5  cuanto  en  éT  lograrían  el  más  digno 
y  mejor  obispo. 


CAPÍTULO  LXVIII 

De  qué  manera  el  obispo  Blanquerna  ordenó  su  obispado 

1.  Entró  en  capítulo  el  obispo  con  sus  canónigos,  y  les 
habló  de  esta  forma:  — 'Vuestra  voluntad  es,  señores,  que 
yo  sea  vuestro  pastor.  En  gran  servitud  me  hallaba  yo  cuan- 
do era  abad,  mas  ahora  estoy  en  mucha  mayor,  pues  con 
más  grande  afán  y  peligro  guarda  el  pastor  a  sus  ovejas 
cuando  gordas  que  cuando  son  flacas.  Y  así,  pues  habéis 
querido  que  yo  sea  vuestro  obispo,  os  pido  ayuda  y  consejo 
para  ser  buen  pastor  y  guardar  bien  mis  ovejas.  Y  quiero 
primeramente  saber  de  vosotros  cuánta  es  la  renta  de  esta 
iglesia,  cuántos  son  los  canónigos  y  los  beneficiados  en  la 
catedral  y  cómo  se  reparten  las  rentas  de  la  iglesia.  Todas 
estas  cosas  quiero  se  me  pongan  por  escrito,  para  que  pueda 
yo  allá  a  mis  solas  discurrir  si  pudiera  mejorar  algunas 
cosas  en  esta  iglesia  a  honra  de  Dios  y  de  la  Virgen  María  \ 
y  para  dar  buen  ejemplo  a  los  seglares,  los  cuales  pecan 
muchas  veces  por  el  mal  ejemplo  2  que  les  dan  su  pastor 
y  sus  compañeros  los  canónigos  y  los  otros  eclesiásticos 
y  curas. 

2.  Luego,  en  presencia  del  obispo  y  de  los  canónigos, 
fué  puesto  por  escrito  todo  lo  que  el  obispo  mandaba,  y  vió 
que  en  aquella  catedral  había  veinticuatro  canónigos,  sin 
contar  el  arcediano,  sacristán,  paborde,  deán  y  cabiscol;  y 

*  «a  totes  passades  volc  lo  papa  que  fos  bisbe  l'abat  Blanquerna... 
e  volia  que  usàs  de  obediencia  que  fos  bisbe»'. 
6  El  original  calla  «por...  obispo». 
1  «y  de  la  Virgen  María»  no  se  halla  en  el  original. 
-  «per  lo  mal  exempli  que  han  de  lur  pastor  e  de  sos  companyons». 


LIBRO  DK  EVAST  V  BLANQUERIA. — C.  68  357 


que  había  trece  racioneros  y  otros  oficiales,  según  se  con- 
viene haber  en  una  catedral.  Muy  dotada  estaba  aquella  igle- 
sia, pues  la  porción  sola  del  obispo  montaba  hasta  tres  mil 
libras  de  renta  por  cada  año.  Mucho  estaba  pensando  el  obis- 
po en  el  estado  de  su  diócesis  y  en  cuál  modo  pudiera  mejo- 
rarlo. 

3.  Sucedió  un  día  que  en  la  misa  se  cantó  ei  evangelio 
en  que  nuestro  Señor  Jesucristo  prometió  las  ocho  bienaven- 
turanzas. Y  después  de  concluida  la  misa,  entró  el  obispo 
en  capítulo,  según  tenía  por  costumbre  una  vez  a  la  semana, 
y,  estando  allí  con  todos  los  canónigos,  habló  en  esta  forma: 
— Bien  habéis  entendido,  señores,  como  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo promete  en  su  evangelio  ocho  bienaventuranzas;  por 
lo  cual  quisiera,  con  vuestro  consejo  y  voluntad,  ordenar 
en  este  obispado  tal  regla  y  ordenación,  con  que  pudiésemos 
todos  obtener  las  ocho  bienaventuranzas  referidas.  Y  empe- 
zando primero  por  mis  rentas,  hago  de  ellas  tres  partes:  la 
una  quiero  sea  repartida  entre  los  pobres  de  Jesucristo;  la 
otra  se  gaste  en  pacificar  a  los  que  están  en  enemistades 
y  disensiones,  y  la  tercera,  para  mi  manutención  y  para  el 
gasto  de  toda  mi  familia. 

4.  El  arcediano  dijo  entonces  al  obispo  que  gran  desho- 
nor sería  de  su  persona  y  de  todo  el  clero  de  la  catedral 
si  no  mantenía  en  su  casa  mucha  familia  para  acompañarle 
y  honrarle,  lo  que  no  pudiera  mantener  con  sola  la  tercera 
parte  de  sus  rentas.  Mas  el  obispo  respondió  diciendo  que 
ninguna  honra  debe  ser  deseada,  si  no  es  con  la  intención 
de  servir  a  Dios;  y  que  honra  uno  más  a  Dios  con  hacer 
limosna  que  con  tener  mucha  familia  supèrflua  por  osten- 
tación y  vanagloria.  Pues  mucho  mejor  y  más  honrado  queda 
el  palacio  del  prelado  cuando  están  en  sus  puertas  muchos 
pobres  3  a  quienes  se  da  bien  de  comer  y  se  les  hace  limos- 
na, que  no  cuando  en  la  mesa  del  prelado  sirven  muchas  co- 
pas doradas  y  otra  vajilla  de  plata,  ni  cuando  comen  en  ella 
muchos  criados  y  familia,  ni  cuando  en  la  caballeriza  hay 
muchos  caballos  y  muchas  muías,  ni  menos  cuando  en  los 
cofres  guarda  muchos  preciosos  vestidos  y  mucha  moneda 
y  dinero  recogido. 

5.  En  fin,  quiso  el  obispo  y  ordenó  que  el  número  de  los 
canónigos  se  dividiese  en  tres  partes :  la  una  fuese  destinada 
para  servir  las  ocho  bienaventuranzas,  la  otra  para  estudiar 
la  teología  y  cánones,  y  la  tercera  se  destinase  para  el  ser- 
vicio de  la  iglesia.  Y  ordenó  asimismo  que  todos  los  veinti- 
cuatro canónigos  y  él  mismo  fueran  reglares;  como  también 
para  todos  los  clérigos  que  servían  sus  beneficios  cantando 
en  la  iglesia,  concluidas  las  horas  y  la  misa,  estudiasen 


*  «molts  pobres  a  qui  hora  dóna  almoina». 


358 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLCLL 


teología  y  el  derecho  canónico,  y  que  comiesen  juntos  en 
el  refitorio  y  durmiesen  en  el  dormitorio,  a  fin  de  que,  mu- 
riendo algún  canónigo,  fuese  uno  de  ellos  elegido  en  lugar 
del  difunto,  y  que  se  les  proveyesen  las  vicarías  o  curatos 
de  las  iglesias  parroquiales.  Todas  estas  ordenaciones  quiso 
el  obispo  Blanquerna  fuesen  establecidas  para  siempre,  y 
que  fuesen  otorgadas  por  todo  el  cabildo  de  los  canónigos 
y  por  los  demás  eclesiásticos  de  su  iglesia  y  confirmadas 
por  el  Papa  y  cardenales. 

6.  Fuerte  disputa  tuvo  el  obispo  sobre  estas  ordenacio- 
nes con  el  arcediano  y  algunos  canónigos,  sus  parciales; 
pero  en  resolución  les  dijo  que  no  sería  obispo,  menos  que 
ellos  otorgasen  y  consintiesen  en  aquellas  ordenaciones,  y 
que  enviaría  al  Papa  a  suplicarle  las  confirmase,  y  caso 
que  no  quisiese  confirmarlas,  le  excusase  de  ser  obispo,  pues 
no  quería  ser  pastor  sin  poder  defender  sus  ovejas  de  los 
lobos.  De  hecho  envió  luego  al  Papa  todo  el  proceso  de  sus 
ordenaciones  por  medio  de  dos  canónigos  muy  santos  y  devo- 
tos. Al  instante  que  el  Papa  hubo  leído  todas  las  ordenaciones 
que  el  obispo  Blanquerna  había  hecho  en  su  obispado,  envió 
un  rescrito  para  que  en  un  todo  se  hiciese  la  voluntad  del 
obispo.  Y  alegróse  mucho  entonces  de  haberle  confirmado, 
esperando  entrar  en  parte  del  mérito  de  todo  el  bien  que 
hacía  el  obispo  Blanquerna,  por  cuya  razón  confirmó  para 
siempre  todas  las  ordenaciones  que  él  le  había  enviado. 
Guando  llegaron  de  la  corte  romana  los  enviados  con  la  con- 
firmación de  las  ordenaciones,  alegróse  sumamente  el  obispo 
Blanquerna,  y  arregló  su  obispado  según  queda  dicho  arriba, 
empezando  por  la  ordenación  de  los  estudios,  y  después  por 
la  de  las  ocho  bienaventuranzas  4,  como  se  dirá  en  los  capí- 
tulos siguientes  5. 


4  Confesamos  que  la  idea  de  los  seminarios  no  es  del  todo  clara 
y  precisa  en  los  escritos  del  Doctor  Iluminado.  Sin  embargo,  en  aquel 
maravilloso  plan  de  estudios  y  vida  común  que  el  obispo  Blanquerna 
prescribe  para  los  clérigos  que  servían  y  cantaban  en  las  iglesias 
y  que  habían  de  obtener  las  canonjías,  parroquias  y  demás  bene- 
ficios eclesiásticos  de  sus  respectivas  diócesis,  ¿  no  vemos  esbozados, 
más  que  levemente,  los  futuros  seminarios  diocesanos  o  interdiocesa- 
nos decretados  por  el  concilio  de  Trento  ? 

Como  ya  lo  habrá  notado  el  lector  por  lo  que  se  dice  en  el  ca- 
pítulo 65,  a  los  ojos  del  Beato,  mayor  era  la  necesidad  de  erigir 
por  toda  la  haz  del  mundo  seminarios  o  colegios  de  lenguas  orienta- 
les, en  donde  los  futuros  misioneros  aprendieran,  juntamente  con 
las  diversas  lenguas  bárbaras,  un  método  racional  para  penetrar  la 
mentalidad  de  los  pueblos  que  habían  de  convertir.  Cf.  nuestro 
opúsculo  Reminiscencias  Julianas  en-  la  obra  reformadora  del  conci- 
lio de  Trento  (Palma  de  Mallorca,  1946),  y  Boletín  de  la  Sociedad 
Arqueológica  Luliana,  XXIX  (1945),  482  ss' 

5  Ha)-  que  suprimir  «como...  siguientes». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  ÓQ 


CAPITULO  LXIX 

De  la  pobreza 

1.  El  obispo  entró  en  capítulo  con  los  canónigos,  y  les 
dijo  que  nuestro  Señor  Jesucristo  prometió  el  reino  de  los 
cielos  a  todos  los  que  serían  pobres  de  espíritu;  y  por  esta 
razón  quería  que  uno  de  los  canónigos  fuese  destinado  al 
oficio  de  pobreza  para  predicarla  y  ser  cabeza  y  jefe  de 
todos  los  pobres  de  aquella  ciudad,  a  cuyo  efecto,  ante  todas 
las  cosas,  había  de  partir  todo  el  producto  de  su  canonicato 
por  amor  de  Dios,  y  en  seguida  de  esto,  ir  pidiendo  por  amor 
de  Dios  todo  lo  preciso  para  sustentar  su  vida,  vistiendo 
pobremente  y  corrigiendo  sin  empacho  alguno  a  los  ricos 
de  espíritu.  Mientras  el  obispo  proponía  el  método  que  se 
debía  llevar  en  aquel  oficio,  un  canónigo  de  muy  santa  vida 
se  puso  en  pie  y  pidió  se  le  concediese  el  tal  oficio  de  Pobre- 
za, prometiendo  cumplir  con  todo  su  poder  las  condiciones 
expresadas  pertenecientes  a  este  oficio  y  encargo,  si  se  lo 
otorgaban  *. 

2.  Fuéle  concedido  al  canónigo  el  empleo,  y  luego  el 
obispo  2  hizo  publicar  por  todas  las  iglesias  de  la  ciudad 
como  tal  canónigo  había  tomado  el  oficio  de  pobreza  para 
ser  jefe  y  cabeza  de  todos  los  pobres;  y  así,  que  todos  recu- 
rriesen a  él,  quien  iría  con  ellos  por  la  ciudad  pidiendo  por 
amor  de  Dios  cuanto  necesitasen  para  sustentar  la  vida. 
Y  el  obispo  concedió  muchos  días  de  perdón  a  los  que  le 
hiciesen  limosna.  El  canónigo  dió  por  amor  de  Dios  todos 
sus  ricos  vestidos,  sus  caballerías  y  demás  alhajas  y  muebles 
de  su  casa,  y,  pobremente  vestido,  iba  pidiendo  por  amor  de 
Dios  para  los  pobres  vergonzantes,  desvalidos  y  enfermos; 
y,  asimismo,  para  casar  pobres  doncellas  y  criar  chicos  huér- 
fanos y  menesterosos,  a  quienes  ;  procuraba  después  dar 
maestros  de  letras  o  artes  mecánicas,  para  que  pudiesen 
así  ganarse  la  vida. 

3.  Aconteció  un  día  que  este  canónigo  fué  convidado 
a  comer  en  casa  del  arcediano.  Y  mientras  estaban  comien- 
do, vió  que  el  arcediano  se  regalaba  con  distintas  viandas 
muy  delicadas  y  costosas.  Vista  por  el  Canónigo  de  Pobreza 
toda  aquella  profusión,  levantóse  de  la  mesa,  exclamando 


1  El  autor  calla  asi  se  lo  otorgaban». 

~  «e  lo  bisbe  féu  preycar  ]>er  les  esgleyes  que  aquell  canonge  fos 
cap  de  los  pobres  e  que  acaptaria  ais  pobres  e  donà  gran  perdó...». 
'  «als  quals  faia  mostrar  alcun  mester  de  què  vivissen». 


360  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


en  alta  voz:  'Huyamos  de  aquí,  huyamos,  que  el  arcediano 
gasta  los  bienes  de  Jesucristo  y  de  sus  pobres."  Y  así  gri- 
tando, salióse  de  casa  del  arcediano  y  fuóre  por  las  calles  de 
la  ciudad  y  casas  de  los  canónigos.  Y  sc^oiíanle  muchos  po- 
bres, que  decían  a  voces  las  mismas  palabras  del  canónigo. 
Muy  corrido  se  quedó  el  arcediano  en  esta  ocasión,  y  muchos 
fueron  los  que  sintieron  se  les  remordía  la  conciencia  por 
la  reprensión  que  daba  el  canónigo  al  arcediano. 

4.  Otro  día  sucedió  que  el  Canónigo  de  Pobreza  comía  con 
el  cabiscol;  y  mientras  estaban  comiendo,  entraron  en  casa 
de  éste  muchas  caballerías  cargadas  de  trigo,  propio  del  ca- 
biscol, quien  era  hombre  muy  avaro  y  recogía  dinero  para 
enriquecer  un  sobrino  suyo  que  amaba  mucho.  Al  punto 
que  el  canónigo  reparó  entrar  tantas  cargas  de  trigo,  se 
levantó  de  la  mesa  y  se  fué  por  las  calles  de  la  ciudad  reco- 
giendo los  pobres  de  Jesucristo.  Después  que  hubo  juntado 
a  muchos,  se  fué .  con  ellos  al  palacio  del  .obispo  gritando : 
"¡Justicia,  justicia!"  Y  clamaban  así  con  él  todos  los  po- 
bres. Mucho  se  maravilló  el  obispo  y  los  que  estaban  con  él 
al  oír  estos  clamores,  y  saliendo  a  la  puerta  de  palacio  con 
sus  canónigos,  encontraron  muchos  pobres,  que,  acompaña- 
dos del  Canónigo  de  Pobreza,  su  procurador,  clamaban  a 
grandes  voces:  "¡Justicia,  justicia!"  Preguntó  el  obispo  al 
canónigo  que  por  cuál  motivo  clamaban  así,  y  respondióle 
con  estas  palabras: 

5.  — 'Señor :  está  escrito  que  todo  lo  que  sobra  a  los  ecle- 
siásticos, a  excepción  de  lo  preciso  y  honesto,  debe  de  ser 
y  es  de  los  pobres  de  Jesucristo.  Y  como  el  cabiscol  de  vues- 
tra iglesia  tiene  recogido  mucho  trigo  y  quiere  ahora  ven- 
derlo para  comprar  con  este  dinero  un  castillo  para  su  so- 
brino, pídoos,  señor,  que  el  trigo  o  el  dinero  que  se  saque 
de  él  sea  entregado  a  los  pobres  que  vos  me  habéis  encomen- 
dado, pues  debe  ser  suyo;  porque  el  cabiscol  no  tiene  boca 
ni  estómago  para  tanto  trigo  como  tiene  recogido;  y  no 
siendo  su  sobrino  eclesiástico  ni  pobre,  no  tiene  derecho 
para  servirse  de  él;  y,  por  tanto,  pido  y  requiero  que  se  me 
haga  justicia. — Entonces  el  obispo,  para  saber  la  verdad  del 
hecho,  envió  a  llamar  al  cabiscol,  y  encontró  que  era  así 
como  decía  el  canónigo;  por  lo  cual  quedó  muy  avergonzado 
y  confuso,  en  cuya  consecuencia  el  obispo  sentenció  que  todo 
el  trigo  fuese  entregado  a  los  pobres  de  Jesucristo,  con  tal 
que,  si  el  sobrino  quisiese  juzgarse  y  tenerse  por  pobre,  pu- 
diese obtener  igual  porción  de  trigo  como  uno  de  los  demás 
pobres. 

6.  Predicaba  el  canónigo  todos  los  días  por  las  plazas 
de  la  ciudad  la  pobreza  e  increpaba  el  deseo  a  las  riquezas, 
cuando,  un  día,  cierto  caballero  muy  rico  y  muy  honrado  de 
aquella  ciudad  le  convidó  a  comer.  Y  antes  de  ponerse  a  la 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  69 


361 


mesa,  rogó  el  canónigo  al  caballero  le  enseñase  toda  la  casa. 
El  caballero  4  condújole  por  todo,  y  el  canónigo  observó  que 
en  toda  la  casa  no  había  pieza  alguna  que  no  estuviese  con 
todos  los  adornos  correspondientes;  pues,  a  más  de  ser  la 
casa  muy  hermosamente  fabricada,  estaban  todos  los  cuartos 
con  todo  el  aseo  y  compostura  que  a  su  estado  correspondía. 
En  algunas  piezas  había  muchas  camas  cumplidamente  ade- 
rezadas con  ricos  lienzos,  mantas  y  pabellones.  En  otras  ha- 
bía distintas  armas,  bellísimas  colgaduras  de  terciopelo  y 
bancos  primorosamente  entallados.  En  las  caballerizas  había 
bellos  caballos  y  bellas  muías.  En  la  cocina,  granúe  aderezo, 
y  en  el  corral,  gran  multitud  de  gallinas,  gansos  y  otra  vo- 
latería, y  bastante  leña.  En  el  jardín,  muchos  árboles  y  bellas 
flores  5.  En  la  bodega,  gran  copia  de  vino  blanco  y  tinto  ". 
En  los  graneros  abundaba  el  trigo  y  la  cebada,  y  en  la  des- 
pensa, el  pan  y  la  harina.  En  los  aparadores  había  copiosa 
vajilla  de  plata,  y  en  los  guardarropas,  bellas  ropas  y  ricos 
vestidos.  En  las  arcas,  cantidad  de  moneda,  y  en  los  cofres, 
muchas,  ricas  y  preciosas  joyas  y  copiosa  cantidad  de  telas 
finas  7.  En  suma,  así  el  caballero  como  su  esposa  y  demás 
familia  estaban  muy  bien  y  ricamente  vestidos,  y  lograban 
cumplidamente  todo  cuanto  necesitaban.  Después  que  el  ca- 
nónigo lo  hubo  visto  todo,  dijo  que,  en  cuanto  había  obser- 
vado en  toda  la  casa,  nada  había  visto  que  tuviese  rastro  ni 
señal  de  pobreza,  y,  por  consiguiente,  que  él  no  quería  comer 
en  aquella  casa,  puesto  que  aquel  caballero  era  siervo  de  la 
riqueza,  que  era  contraria  a  su  señora  la  pobreza. 

7.  Ya  estaba  el  canónigo  para  salir  de  aquella  casa  e 
irse  a  comer  a  otra  parte,  cuando  el  caballero  le  dijo  que 
aun  tenía  otro  aposento  secreto  en  casa,  que  él  no  había 
visto,  y  deseaba  que  le  viese ;  y  condujo  al  canónigo  en  aque- 
lla pieza,  que  estaba  pobremente  aderezada.  En  ella  comie- 
ron privadamente  aquel  día  el  canónigo,  el  caballero  y  su 
mujer  unas  pocas  y  flacas  viandas.  Después  el  caballero  le 
enseñó  la  pobre  cama  donde  solía  dormir  con  su  mujer  y  el 
cilicio  que  vestían,  y  le  enseñó  un  libro  donde  estaban  escritas 
todas  las  limosnas  secretas  que  hacían.  En  otro  cuarto  ex- 
cusado había  un  crucifijo,  en  cuya  presencia  el  caballero  y 
su  mujer  acostumbraban  estar  en  oración  y  contemplación, 
rogando  a  Dios  y  hablando  de  Dios.  Mucho  se  maravilló  el 


4  «Per  totes  les  cases  del  albere  lo  menà,  e  lo  canonge  viu  eme  en 
tot  l'alberc  no  hac  milla  cambra  ni  nulla  casa  a  qui  "defallís  nulla 
cosa  ;  car  l'alberc  era  molt  bell  e  bé  obrat.  En  cada  casa  havia  tot 
ço  qui  pertanyia  a  son  ofici  ;  car  en  la  cambra  havia  molts  lits  e 
oïts  rics  draps,  e  en  lo  palau  hac  moltes  armes  e  moltes  taules, 
moltes  bèsties  en  l'estable.» 

a  En  el  texto  catalán  no  se  hace  mención  de  las  flores. 
"  «Ni  tampoco  de  los  vinos»,  reza  el  original. 
*  «e  en  les  caxes  molts  diners»,  dice  simplemente  el  autor. 


362  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


canónigo  del  modo  de  vivir  de  aquel  caballero  y  su  mujer, 
y  preguntóles  por  cuál  motivo  iban  los  dos  vestidos  tan  rica- 
mente, y  por  qué  tenían  su  casa  tan  ricamente  aseada  y 
abastecida  de  todo,  y  por  qué  tanta  familia  y  ostentación. 
A  esto  satisfizo  el  caballero  diciendo  que  tenia  su  casa  así 
abastecida  de  todo  a  fin  de  que  fuese  más  pobre  de  espíritu ; 
por  cuanto  mayores  eran  las  riquezas  y  los  bienes  tempo- 
rales y  más  frecuente  las  veía  y  las  despreciaba,  tanto  más 
era  pobre  de  espíritu.  Ajgradó  mucho  al  canónigo  el  modo  de 
vida  de  aquel  caballero  y  su  mujer,  y  alabó  y  bendijo  a  Dios, 
que  le  había  dado  tan  buenos  compañeros  en  servir  a  la  po- 
breza de  espíritu. 


CAPÍTULO  LXX 

DE  LA  MANSEDUMBRE 

1.  El  obispo  Blanquerna  encargó  a  otro  canónigo  el  ofi- 
cio de  Mansedumbre,  con  la  obligación  de  predicarla,  y  que 
se  mostrase  mansueto  y  benigno,  para  que  sus  sermones 
fuesen  más  veraces  y  diesen  mayor  fruto.  Y  repartió  los 
demás  oficios  entre  los  otros  canónigos  destinados  a  servir 
las  otras  bienaventuranzas,  reservando  para  sí  el  oficio  de 
Paz.  Aconteció  un  día  que  el  mayordomo  del  arcediano  había 
comprado  mucha  carne,  gallinas  y  perdices;  y  a  tiempo  que 
el  Canónigo  de  Pdbreza,  acompañado  de  muchos  pobres,  iba 
por  la  ciudad  pidiendo  por  amor  de  Dios,  se  encontró  con 
dicho  mayordomo,  que  conducía  a  dos  hombres  cargados  con 
toda  aquella  provisión  de  carne  y  volatería.  Y  luego  el  ca- 
nónigo, con  todos  los  pobres  que  iban  con  él,  gritaron  a 
grandes  voces:  "¡Ah  ladrones,  ah  ladrones,  que  el  arce- 
diano hurta  la  carne  a  los  pobres  de  Jesucristo!"  Muy  airado 
y  disgustado  se  quedó  por  ello  el  mayordomo,  y  mucho  se 
escandalizó  y  enfadó  el  arcediano  cuando  aquél  se  lo  contó; 
tanto,  que  pensó  sacudir  al  Canónigo  de  Pobreza.  Mas  el  de 
Mansedumbre  le  hizo  presente  a  la  memoria  como  nuestro 
Señor  Jesucristo  fué  mansueto  en  su  pasión  y  en  la  cruz, 
en  la  cual,  siendo  inocentísimo,  se  dejó  enclavar,  vulnerar 
y  matar,  y  siendo  el  arcediano  culpado,  ¡  con  cuánta  mayor 
razón  debía  ser  más  paciente  y  mansueto  si  el  Canónigo  de 
Pobreza  con  justicia  le  acusaba  y  le  reprendía  de  la  injuria 
que  hacía  a  los  pobres  de  Jesucristo,  que  el  obispo  y  todo 
el  cabildo  le  tenían  recomendados !  Con  tanta  devoción  y  hu- 
mildad habló  el  Canónigo  de  Mansedumbre  al  arcediano,  que 
tuvo  paciencia  y  conciencia,  refrenó  la  ira  y  mala  voluntad 
y  pidió  perdón  al  Canónigo  de  Pobreza. 


LIIiKO  DE  EVAST  V  BLÀNQUERNA . — C .  7<»  363 


2.  En  la  misma  ciudad  había  una  mujer  que  amaba 
mucho  a  su  marido.  Era  éste  lujurioso;  y  porque  faltaba 
a  la  fidelidad  debida  a  su  mujer,  estaba  ésta  muy  impacien- 
te, y  prorrumpía  frecuentemente  con  muchas  palabras  villa- 
nas y  descorteses  contra  su  marido.  Aconteció  un  día  que, 
mientras  iba  con  otras  mujeres  a  la  iglesia,  estaba  el  Ca- 
nónigo de  Mansedumbre  predicando  en  la  calle,  delante  de 
la  iglesia  de  la  paciencia  y  mansedumbre,  y  decía  estas 
palabras:  "Mucho  más  fuerte  es  el  simple  y  el  mansueto 
que  el  iracundo  y  el  impaciente  orgulloso,  porque  el  man- 
sueto pelea  con  caridad,  justicia,  prudencia  y  fortaleza  con- 
tra el  otro,  y  el  impaciente  airado  pelea  con  los  vicios  con- 
trarios a  estas  virtudes."  Hízose  cargo  la  mujer  de  lo  que 
decía  el  canónigo,  y  quiso  probar  si  con  blandas  y  humildes 
palabras  corregiría  a  su  marido  con  mansedumbre  y  pa- 
ciencia; por  lo  cual,  en  adelante,  sabiendo  que  su  marido 
le  había  faltado,  le  avisaba  con  palabras  suaves  y  humil- 
des y  le  mostraba  alegre  el  semblante,  como  si  tal  cosa  no 
fuese;  y  con  esto  vino  a  suceder  que,  cuanto  mayores  eran 
los  yerros  que  el  marido  cometía  contra  ella,  tanto  más  se 
aumentaban  en  su  conciencia  los  remordimientos  de  sus  pe- 
cados; y  por  la  multiplicación  de  la  conciencia,  vinieron 
en  él  la  castidad,  la  justicia  y  la  vergüenza,  que  concuerdan 
con  la  conciencia,  y  vencieron  con  la  fortaleza  a  la  lujuria 
en  el  corazón  del  marido. 

3.  Predicaba  en  la  plaza  el  Canónigo  de  Mansedumbre 
al  tiempo  que  un  hombre  increpaba  a  otro  de  latrocinio,  y 
éste  airadamente  se  escudaba,  amenazándole  de  manera  que, 
según  las  palabras  que  decía,  parecía  que  fuese  como  Dios, 
que  no  pudiese  errar  ni  cometer  alguna  falta;  y  cuanto  más 
fuertemente  se  excusaba,  tanto  más  crecía  la  ira,  por  la  cual 
iba  aumentándose  la  sospecha  en  el  otro  que  le  increpaba, 
siendo  así  que  la  ira  y  la  sospecha  concuerdan  entre  sí,  y 
suelen  los  hombres  culpados  excusarse  con  mayor  energía 
de  voces  que  los  inocentes.  Mientras  los  dos  así  porfiaban,  el 
canónigo  que  estaba  predicando  dijo  estas  palabras:  "In- 
creparon a  Jesucristo  muy  injustamente  cuando  le  decían 
que  era  encantador,  endemoniado  y  samaritano  2 ;  respondió, 
pero  humilde  y  benignamente,  con  pocas  palabras,  diciendo 
que  no  era  endemoniado  ni  encantador.  Y,  por  esto,  el  que 
se  excusa  más  altamente  de  lo  que  hizo  Jesucristo,  parece 
da  a  entender  con  sus  palabras  que  no  puede  errar  ni  co- 
meter pecado." 

4.  A  tiempo  que  el  canónigo  acababa  de  decir  las  pa- 
labras referidas,  desprendióse  una  teja  de  im  tejado  muy 


1  En  el  texto  primitivo  no  se  halla  «delante  de  la  iglesia». 
~  «embriac  e  endemonia  t» . 


364 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


alto  y  le  abrió  una  grande  llaga  en  la  cabeza,  que  sufrió 
con  paciencia  y  mansedumbre,  diciendo "  algunas  palabras 
muy  humildes  y  devotas.  Y  sucedió  también  que,  mientras 
le  llevaban  en  casa  del  cirujano,  estaban  dos  hombres  riñen - 
do  en  la  calle,  y  el  uno,  queriendo  dar  al  otro  con  un  cuchi- 
llo, hirió  al  canónigo  en  un  brazo  y  le  llagó  malamente. 
Mas  éste,  con  grande  benignidad  y  paciencia,  dijo  que  Dios 
le  perdonase  la  mala  obra  que  le  había  hecho;  y  alabó  y 
bendijo  a  Dios,  que  quería  y  ordenaba  que  tuviese  paciencia. 
De  estas  palabras  del  canónigo  quedaron  muy  edificados  to- 
dos los  que  iban  con  él,  y  mayormente  el  otro,  que  tanto 
se  excusaba  del  latrocinio  de  que  le  acusaban. 

5.  Después  de  largo  tiempo,  cuando  ya  el  canónigo  se 
hallaba  sano  de  sus  heridas,  sucedió  que  el  príncipe  de  aque- 
lla tierra  desheredaba  y  hacía  muchas  injurias  a  la  Igle- 
sia, por  ser  un  mal  cristiano,  quien  no  quería  obedecer  al 
obispo  Blanquerna  en  lo  que  le  amonestaba  y  le  decía  se- 
gún su  oficio.  Vino  a  noticia  del  Papa  la  violencia  y  la  in- 
juria que  hacía  aquel  príncipe  a  la  Iglesia,  y,  en  consecuen- 
cia, envió  orden  al  obispo  que  le  descomulgase.  Mas  como 
sabían  que  el  príncipe  era  hombre  malo  y  cruel,  por  temor 
que  no  les  matase,  estaban  todos  muy  medrosos  y  repara- 
ban y  temían  mucho  descomulgarle.  Entró,  pues,  un  día  el 
obispo  y  los  canónigos  en  capítulo,  donde  concurrieron  tam- 
bién los  que  eran  oficiales  de  las  ocho  bienaventuranzas  del 
Evangelio;  y  se  disputó  entre  todos  cuál  de  ellos,  según  su 
oficio,  debía  ir  a  descomulgar  al  príncipe.  Y  determinó  el 
obispo  que  el  Canónigo  de  Mansedumbre  debía  ejecutarlo 
por  razón  que  Jesucristo,  que  es  su  Pastor,  de  quien  son 
procuradores  los  demás  pastores  y  prelados  de  este  mundo, 
fué  mansueto;  y  también  porque  la  excomunión  debe  inti- 
marse con  palabras  de  mansedumbre  y  contrición,  por  todo 
lo  cual  fué  concluido  que  el  Canónigo  de  Mansedumbre  de- 
bía ir  a  descomulgar  al  príncipe. 

6.  Vino,  pues,  el  canónigo  en  presencia  del  príncipe,  y 
le  habló  en  esta  forma:  — Nuestro  Señor  Jesucristo  dijo 
que  los  mansuetos  poseerían  la  tierra;  por  tanto,  a  mí,  que 
tengo  el  oficio  de  Mansedumbre,  me  envían  a  vos  para  des- 
comulgaros por  la  violencia  e  injuria  que  hacéis  a  la  Igle- 
sia. Vencido  ha  en  mí  la  mansedumbre  al  temor,  y  me  hace 
venir  a  vos,  despreciando  el  peligro  de  muerte.  Mas,  si  en 
vos  hay  fortaleza,  justicia  3,  paciencia  y  mansedumbre,  és- 
tas harán  que  os  sean  agradables  mis  palabras;  si,  pero,  en 
vos  se  encuentran  la  ira,  la  desobediencia  y  la  injuria,  con 
mis  razones  humildes  y  benignas  pretendo  vencer  vuestras 
orgullosas  palabras. 


3  En  el  original  se  lee  también  «humildad». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  70  365 


7.  Sintió  vivamente  el  príncipe  que  el  canónigo  le  des- 
comulgase, y  mandó  que,  en  su  presencia,  le  despojasen,  le 
atasen  y  le  azotasen,  y  que  le  hiciesen  después  morir  a  mala 
muerte.  Mas  el  canónigo,  mientras  le  desnudaban  y  ataban, 
rogaba  a  Dios  que  perdonase  al  príncipe  y  a  los  que  esta- 
ban para  azotarle,  y  alababa  y  bendecía  a  Dios,  que  le  ha- 
cía llevar  esta  penitencia  por  los  pecados  que  había  come- 
tido en  este  mundo.  Y  cuanto  más  reciamente  le  azotaban 
y  atormentaban,  tanto  más  se  le  traslucía  la  piedad  en  el 
aspecto  y  con  mayor  devoción  decía:  "Señor  Jesucristo,  tú 
me  criaste  a  tu  semejanza  y  tomaste  naturaleza  semejan- 
te a  la  mía,  y  ahora  dispones  que  yo  sea  atormentado  en 
este  modo  semejante  a  la  manera  con  que  quisiste#ser  ator- 
mentado, para  que  yo  te  sea  semejante,  por  lo  que  no  podría 
yo  retribuirte  ni  agradecer  los  dones  y  el  favor  que  te  has 
dignado  darme  y  hacerme.  Alabóte  y  bendígote,  Señor,  por- 
que quieres  honrarme  tanto  y  exaltarme.  No  sería  yo  man- 
sueto ni  a  ti  semejante  si 4  aborreciese  y  maldijese  a  los 
que  me  atormentan  y  mandan  atormentarme." 

8.  Mucho  se  maravilló  el  príncipe  de  las  palabras  que 
decía  el  canónigo,  por  lo  cual  mandó  que  no  le  azotasen  ni 
atormentasen  más,  y  luego  le  habló  de  esta  forma:  — So- 
lían los  eclesiásticos  en  algún  tiempo  ser  soberbios,  holga- 
zanes 5  y  descomedidos :  ¿  de  dónde,  pues,  viene  ahora  que 
tú  hables  con  palabras  tan  humildes,  tan  mansuetas  y  de- 
votas? ¿Habría  ya,  por  ventura,  llegado  el  tiempo  en  que 
vuelvan  en  vosotros,  eclesiásticos,  la  humildad,  la  manse- 
dumbre y  la  devoción?  ¿Y  que  los  seglares  tomásemos  de 
ello  ejemplo  y  enseñanza?  Ruégote,  por  Dios,  y  te  conjuro 
que  me  digas  la  verdad  sobre  el  estado  de  tu  obispo  y  de 
tus  compañeros,  pues  no  dejará  de  haber  alguna  nueva  y 
rara  virtud  en  los  que,  en  lance  tan  apretado  como  es  éste, 
han  enviado  a  mí  un  hombre  como  eres  tú. 

9.  Entonces  el  canónigo  refirió  al  príncipe  todo  lo  que 
había  acontecido  al  obispo  Blanquerna :  cómo  antes  era  abad 
de  cierto  monasterio  de  monjes  y  cómo  después  ellos  le 
habían  elegido  por  su  obispo,  y  le  informó  de  cómo  había 
ordenado  y  regulado  toda  su  diócesis  y  que  él  era  uno  de 
los  ocho  canónigos,  los  cuales,  en  su  forma  y  modo  de  vida, 
significaban  las  ocho  bienaventuranzas  que  prometió  Jesu- 
cristo a  sus  apóstoles  y  discípulos  y  a  todos  sus  sucesores. 
En  esto,  la  divina  luz,  con  amor  celestial,  ilustró  el  corazón 
del  príncipe,  quien  se  explicó  con  estas  voces:  — [No  es  ra- 
zón que  un  tal  obispo  y  tales  compañeros  sean  desobedeci- 
dos en  cosa  alguna. — Y  luego  después,  el  príncipe,  junto  con 


4  Más  exacto  :  «...  si  me  irritara  con  los  que  me  atormentan.» 
*  El  original  calla  «holgazanes». 


;,66 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


él  canónigo,  se  fué  a  pedir  perdón  al  obispo  Blanquerna  y 
a  sus  canónigos  y  6  satisfizo  el  agravio  e  injuria  que  había 
hecho  a  la  Iglesia.  Y  cuando  le  hubieron  absuelto  de  la  ex- 
comunión, encomendóse  en  la  gracia  y  bendición  del  obispo 
y  de  todo  el  cabildo. 


CAPÍTULO  LXXI 

Del  LLANTO 

1.  El  obispo  Blanquerna  instruyó  al  Canónigo  de  Llan- 
tos cómo  debiese  llorar  en  común  por  todas  aquellas  cosas 
que  convenían  ser  lloradas,  y  dióle  arte  y  regla  para  mo- 
ver su  corazón  a  amar  tan  de  veras  a  Dios,  hasta  que  lle- 
gase a  subir  el  agua  a  los  ojos  para  llorar.  Aconteció,  pues, 
un  día  que  este  canónigo  pasaba  por  el  matadero,  y  reparó 
que  el  Canónigo  de  Mansedumbre  se  entretenía  allí  miran- 
do cómo  los  cortantes  ataban  y  degollaban  a  los  corderos 
sin  que  éstos  se  resistiesen  ni  balasen;  antes  recibían  la 
muerte  en  paz.  Preguntóle  entonces  el  Canónigo  de  Llantos 
por  cuál  motivo  se  entretenía  allí.  Y  respondióle  que  estaba 
mirando  matar  aquellos  corderos  para  acordarse  de  su  se- 
ñor Jesucristo,  quien,  como  manso  cordero,  se  dejó  prender, 
atar,  atormentar  y  matar  para  salvar  a  los  pecadores.  Al 
oír  esto  el  canónigo,  dijo :  — Llorar,  pues,  me  conviene  ahora 
la  muerte  de  Jesucristo. — Y  luego  los  dos  canónigos  se  de- 
tuvieron algún  tiempo  llorando  con  devoción.  Y  muchas  ve- 
ces venían  allí  los  dos  a  llorar,  por  el  consuelo  que  experi- 
mentaban en  el  llanto  y  por  el  fruto  que  sacaban  de  muchos 
hombres  que,  viéndoles  llorar  así,  se  sentían  movidos  a  con- 
trición de  sus  pecados  y  lloraban  la  pasión  que  por  ellos  ha- 
bía sufrido  nuestro  Señor  Jesucristo. 

2.  Otro  día,  el  Canónigo  de  Llantos  pasaba  por  delante 
de  una  sinagoga,  y  vió  que  concurrían  allá  muchos  judíos 
para  rogar  a  Dios.  Y  parándose  delante  de  la  puerta,  se 
acordó  de  cómo  los  malditos  judíos  habían  concertado  la 
muerte  de  Jesucristo ;  y 1  cómo  en  este  mundo  le  habían 
deshonrado,  despreciado,  atormentado,  blasfemado,  crucifi- 
cado y  muerto;  y  cómo  perseveraban  en  no  creer  en  él,  y 
le  maldecían  sin  cesar  todos  los  días.  Pensando  en  todas  es- 
tas cosas  el  canónigo  y  cómo  los  tales  judíos  ignorante  y 


,;  «e  lo  príncep  demanà  perdó,  e  féu  satisfacció,  e  comenàn-s  e  en 
la  benedicció  del  bisbe,  e  de  tot  lo  capítol». 

1  «ni  com  l'avien  desonrat  en  lo  món,  ni  com  lo  descreien  e-1 
male  en  tots  jorns». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  71  367 


maliciosamente  se  condenan,  lloró  muy  fuertemente,  dicien- 
do estas  palabras:  "¡Alh  caridad  y  devoción!  Y  ¿por  qué 
no  acudís  a  honrar  a  nuestro  Señor  Dios  entre  aquellas  gen- 
tes que  creen  honrarle  y  le  deshonran  ?  ¡  Oh  piedad !  Y  ¿  cómo 
no  os  compadecéis  de  estas  gentes  perdidas  que  todos  los 
días  se  precipitan  ignorantemente  en  el  fuego  perdurable?" 
duchas  otras  exclamaciones,  acompañadas  con  lágrimas,  hizo 
allí  el  canónigo.  Y  repetidas  veces  venía  en  aquel  paraje  a 
llorar,  para  que  la  divina  gracia  iluminase  a  los  errantes  y 
diese  devoción  a  los  cristianos,  con  que,  por  virtud  de  Dios, 
tuviesen  mayor  cuidado  y  diligencia  que  no  tienen  en  alum- 
brar a  los  infieles. 

3.  Cierta  mujer  tenía  a  su  marido,  que  mucho  amaba, 
esclavo  en  tierra  de  moros,  que  fué  después  redimido  por 
gran  cantidad  de  dinero.  Y  como,  después  de  haber  vendido 
la  buena  mujer  todos  sus  bienes  y  los  de  su  marido,  no  bas- 
tase lo  que  había  sacado  para  pagar  la  redención,  iba  por 
las  iglesias  y  por  las  plazas  recogiendo  por  amor  de  Dios, 
para  cumplir  la  cantidad  de  dinero  para  el  rescate  -.  Un  día, 
pues,  el  Canónigo  de  Llantos  encontró  en  la  plaza  a  esta 
buena  mujer,  que  llevaba  consigo  a  cuatro  hijos  chiquititos, 
pidiendo  limosna  y  llorando,  mientras  estaba  contando  a  mu- 
chos hidalgos  la  esclavitud  en  que  se  hallaba  su  marido  y  los 
tormentos  que  padecía  en  su  cautiverio.  Todos  aquellos  se- 
ñores, compadeciéndose  de  aquella  mujer,  le  dieron  dineros 
y  la  consolaron  en  su  tribulación.  Después  que  la  buena  mu- 
jer hubo  acabado  de  explicar  sus  sentimientos  y  recibido  la 
limosna,  el  canónigo,  llorando,  dijo  estas  palabras:  — Llora 
la  mujer  a  su  marido  y  se  compadece  de  los  tormentos  que 
padece  en  su  cautiverio;  reducido  ha  sus  hijos  a  la  mendi- 
guez y  va  con  ellos  entre  la  gente  pidiendo  una  limosna  por 
amor  de  Dios,  y  ¡hace  cuanto  puede  para  recobrar  a  su  ma- 
rido! Pero  ¿quién  es  el  que  haga  otro  tanto  para  honrar  a 
su  Creador,  Bienhechor  y  Señor  de  todo  cuanto  hay,  digo 
a  nuestro  Señor  Jesucristo  ?  Este  Señor  es  mucho  más  ama- 
ble que  no  lo  es  el  marido  de  esta  buena  mujer.  En  escla- 
vitud están  los  lugares  donde  él  fué  concebido,  donde  nació 
y  donde  fué  aprisionado,  crucificado  y  muerto,  porque  se 
hallan  en  poder  de  los  moros.  Luego  :!  más  sentidamente  de- 
bemos llorar  por  Jesucristo  que  no  por  el  hombre  que  vive 
estando  en  poder  de  los  infieles.  Y  así,  ¿cuál  de  vosotros  me 
ayudará  a  llorar  la  ingratitud  de  las  gentes  que  no  hacen 
cuanto  pueden  para  honrar  y  obedecer  a  su  Señor,  Creador 


■  El  autor  solamente  dice  «acaptava  per  les  places». 
3  El  original  no  contiene  el  párrafo  «Luego...  infieles». 


368 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


y  Redentor? — Muy  fuertemente  lloró  4  el  canónigo,  hasta 
obligar  a  los  demás  que  se  humillasen  en  acompañarle  con 
el  llanto. 

4.  A  la  entrada  de  la  ciudad  habitaban  las  mujeres  pros- 
titutas. Y  pasando  por  aquel  barrio  en  una  ocasión  el  Ca- 
nónigo de  Llantos,  vió  a  muchas  de  ellas  que  vivían  allí,  y 
acercándose  a  ellas,  empezó  a  decir  estas  palabras :  — Llorar 
quiero  los  pecados  de  estas  infelices  pecadoras,  que  por  un 
dinero  se  entregan  al  demonio,  y  siendo  así  que  un  mundo 
entero  no  vale  tanto  como  una  sola  alma,  con  todo  esto,  cada 
una  de  estas  mujeres  entrega  su  alma  y  cuerpo  al  demonio 
por  un  dinero.  Llorar  me  conviene  el  que  el  príncipe  o  los 
regidores  de  la  ciudad  no  prohiban  que  en  lugar  tan  público 
como  es  éste  habiten  estas  mujeres,  las  cuales  son  ocasión 
de  pecar  a  cuantos  pasan  por  aquí.  Lloran  mis  ojos,  pues 
no  hay  en  esta  ciudad  quien  procure  que  estas  mujeres  no 
anden  y  estén  en  tan  peligroso  oficio. — Mientras  así  lloraba 
el  canónigo,  aquellas  mujeres  comenzaron  a  llorar  con  él, 
excusándose  con  decir  que  lo  hacían  a  causa  de  su  pobreza. 
Tan  piadosamente  lloraban  el  canónigo  y  las  mujeres,  que 
movían  a  gran  compasión  la  gente  que  por  allí  pasaba.  A  este 
tiempo,  un  caballero  muy  rico,  que  no  tenía  sucesión,  entra- 
ba montado  a  caballo  por  la  ciudad  con  su  mujer  y  mucha 
familia,  y  acertaron  a  pasar  por  allí  y  oyeron  las  palabras 
que  decía  el  canónigo  llorando  con  aquellas  infelices'.  Y  Dios, 
por  los  méritos  del  canónigo,  fué  servido  de  inspirar  con  su 
divina  gracia  al  caballero  y  su  mujer,  de  manera  que  reci- 
bieron como  a  hijas  aquellas  mujeres,  llevándoselas  en  casa. 
Y,  en  consecuencia,  aquel  caballero  y  su  mujer  casaron  a 
las  unas,  y  las  otras  encomendaron  a  otros  señores  para 
que  en  casa  las  enseñasen  a  servir  y  vivir  honestamente;  a 
otras  dieron  algún  oficio  para  ganarse  la  vida;  y  al  cabo 
hizo  aquel  caballero  un  hospital,  donde  estuviesen  sirviendo 
a  Dios  todas  aquellas  mujeres  que  quisiesen  abandonar  y 
apartarse  de  aquel  pecado  público  de  lujuria,  dotando  el  hos- 
pital con  algunas  rentas  5.  Y  después  trató  con  el  príncipe 
y  con  los  ministros  de  la  ciudad  que  en  adelante  no  estu- 
viesen semejantes  mujeres  en  las  cercanías  G  de  las  puertas 
de  la  ciudad,  ni  en  las  calles  o  caminos  públicos,  para  obviar 
el  mal  ejemplo  que  pudieran  tomar  de  ellas  los  hombres  y 
las  mujeres  que  van  transitando  por  allí. 

5.  En  el  día  de  Pascua  de  Resurrección,  el  Canónigo  de 


4  «Plorà  lo  canonge,  e  les  gents  en  la  plaça  pensaren  de  lurs  di- 
ners a  nombrar,  e  lurs  mercaderies  a  parlar,  e  per  açò  los  plors  del 
canonge  començaren  a  multiplicar.» 

0  En  el  texto  primitivo  no  leemos  adotando...  rentas». 

0  El  texto  catalán  dice  sencillamente  .  «per  los  camins  qui  son  a 
lVntrant  de  la  ciutat». 


LIBRO  DE  KVAST  Y  RLANQUERNA. — C.  71  ^6q 


Llantos,  para  dar  alguna  tregua  a  las  lágrimas  y  recrearse 
de  lo  mucho  que  había  llorado  la  sagrada  pasión  de  nuestro 
Señor  Jesucristo  en  la  Semana  Santa,  vino  a  la  iglesia  donde 
el  obispo  Blanquerna  debía  predicar,  y  al  llegar  a  las  puer- 
tas, vió  que  entraban  en  ella  muchas  mujeres  ricamente  ves- 
tidas, compuestas  las  cejas  7  y  afeitadas  sus  caras  con  colo- 
res blancos  y  encarnados,  para  ser  vistas  de  los  hombres 
y  codiciadas  torpemente.  También  reparó  algunos  mozos  no- 
blemente vestidos  y  bien  peinados,  con  guirnaldas  en  la  ca- 
beza y  divisas  en  sus  vestidos s,  y  que  antes  miraban  y  aten- 
dían a  las  mujeres  y  a  sus  facciones  que  no  al  altar  ni  a  la 
cruz,  donde  se  nos  representa  la  santa  pasión  del  Hijo  de 
Dios,  Jesucristo.  Viendo  el  canónigo  todos  estos  desórdenes, 
púsose  a  la  puerta  de  la  iglesia,  y  se  estaba  allí  llorando  los 
pecados  de  las  gentes  y  el  olvido  e  ingratitud  que  tenían  de 
la  cruel  pasión  de  Jesucristo,  su  Salvador. 

6.  Mientras  el  canónigo  así  lloraba,  vino  el  obispo  a  la 
iglesia,  y  encontrándole  allí  a  la  puerta  llorando,  le  preguntó 
el  motivo  de  su  llanto.  A  que  respondió:  — Señor,  acordán- 
dose el  Hijo  de  Dios  de  su  pueblo  perdido,  quiso  encarnarse 
y  sufrir  pasión  y  muerte  para  recuperarle.  Olvidada  es  ahora 
su  santa  pasión  y  no  hay  alguno  que  santamente  se  alegre 
de  su  santa  resurrección.  Recordada  9  es  por  hombres  y  mu- 
jeres la  lujuria,  pues  todos  traen  y  dan  señas  de  ella  vinien- 
do a  esta  iglesia,  no  para  arrepentirse  de  sus  pecados,  sí 
para  multiplicar  aquí  sus  vicios.  Consolaréme  en  mis  llantos, 
pues  en  ellos  solamente  encuentro  mi  consuelo,  porque  el 
acordarme  de  sus  pecados  es  el  motivo  de  mi  pena  y  des- 
consuelo. 

7.  Pareció  bien  al  obispo  el  que  así  llorase  el  canónigo, 
y,  acercándose  a  él,  lloraron  los  dos  largo  rato.  E  inmedia- 
tamente cuantos  estaban  dentro  de  la  iglesia  supieron  el  mo- 
tivo, por  qué  lloraban,  y  se  quedaron  muy  corridos  y  aver- 
gonzados todos  aquellos  hombres  y  aquellas  mujeres,  que 
daban  señas  de  lujuria  en  su  porte  y  modo  de  vestir.  En  se- 
guida de  esto  predicó  el  obispo,  y  les  dijo  que  no  permitiría 
en  adelante  que  los  hombres  y  las  mujeres  entre  sí  pudiesen 
verse  en  la  iglesia.  Y  valióse  del  ejemplo  de  los  judíos  y  de 
los  moros,  diciendo  que  si  aquéllos,  que  son  infieles  y  se  ha- 
llan en  error  y  en  vía  de  condenación,  tienen  y  observan  esta 
buena  ordenación,  ¡con  cuánta  mayor  razón  debemos  guar- 
darla y  observarla  los  que  somos  cristianos  10  y  estamos  en 

7  «Tintes  hagueren  lurs  celles  e  luts  cabells  ;  en  iur  cara  foren 
colors  de  blanc  e  de  vermell.» 

8  El  autor  pasa  en  alto  ay  divisas  en  sus  vestidos». 

9  Versión  fiel  :  «Recordada  es  la  lujuria.  Las  mujeres  y  los  hom- 
bres que  llevan  señales  de  lujuria  vienen  a  esta  iglesia  para  que 
nos  vean  llorar.» 

w  «los  crestians  qui  són  en  veritat». 


370 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


la  verdadera  ley  y  camino  de  salvación,  precaviendo  que  no 
se  haga  alguna  irreverencia  y  deshonor  al  santo  sacrificio 
del  altar,  cuando  es  digno  de  infinito  honor! 

8.  Continuaba  todos  los  días  el  Canónigo  de  Llantos  a 
llorar  en  la  iglesia  por  los  pecados  del  pueblo,  e  iba  por  to- 
das las  calles  de  la  ciudad,  y  lloraba  siempre  que  veía  alguna 
cosa  que  mereciese  ser  llorada;  porque  en  aquellas  cosas  en 
que  podía  percibir  que  Dios  no  fuese  amado,  conocido  y  obe- 
decido, en  todas  se  esforzaba  a  llorar,  para  mover  la  gente 
a  contrición  y  conciencia  y  que  diesen  gloria  a  Dios  pidién- 
dole perdón  y  devoción.  ¿Quién  sería  bastante  para  deciros 
el  bien  que  hacía  el  Canónigo  de  Llantos  y  el  mal  que  se 
evitaba  por  lo  que  él  obraba?  ¿Y11  los  que  se  ríen  y  huelgan 
mientras  van  errados,  cómo  pudieran  holgarse  y  dormir  si 
quisieran  imitarle? 


CAPÍTULO  LXXII 

DE  LA  AFLICCIÓN 

1.  Predicaba  todos  los  días  el  Canónigo  de  Aflicción 
ayunos,  vigilias  y  aflicciones,  diciendo  que  nuestro  Señor 
Jesucristo  promete  hartura  a  los  que  padecerán  hambre  y 
sed  por  su  amor.  Aconteció,  pues,  un  día  que  un  trajinero 
comía  pan  y  cebolla  mientras  el  macho  comía  la  cebada. 
Flaco  y  descolorido  estaba  el  trajinero,  cuando  el  macho 
bien  gordo  y  brioso;  y  reparándolo  el  canónigo,  pregun- 
tóle por  qué  cuidaba  más  del  macho  que  de  sí  propio.  A  que 
respondió  que  el  macho  no  podría  llevar  la  carga  si  no  co- 
mía bastante  cebada,  pero  él  bien  podía  pasar  con  pan  y  ce- 
bolla. En  seguida  de  este  razonamiento,  dijo  el  canónigo  en 
presencia  de  muchos  hombres: 

2.  — (El  ayunar  o  comer  flacas  viandas  por  avaricia,  no 
es  ocasión  1  para  merecer  obtener  la  bienaventuranza  de  la 
hartura  que  Dios  promete  en  su  Evangelio,  quien  no  manda 
al  hombre  saciar  más  a  su  jumento  que  a  su  propio  cuerpo, 
porque  no  concuerdan  entre  sí  la  avaricia  y  la  justicia. 

3.  Otro  día  que  el  Canónigo  de  Aflicción  predicabá  en 
una  plaza,  acertó  a  pasar  por  allí,  montado  a  caballo,  el  ar- 
cediano, que  iba  a  un  castillo  a  divertirse,  y  en  otra  caba- 
  •  i  ¿i 

11  «Ni  aquells  qui  tan  rien,  si-l  volen  resemblar,  com  se  poden 
adurmir  ?» 

1  «no  és  ocasió  de  les  benanvrances  que  Déus  promet  en  l'evan- 
geli ;  ni  sadollar  son  asse  e  donar  fam  a  sa  persona  per  avaricia 
no  s  concorda  ab  justicia. » 


LIKRO  DE  EVAST  V  HLANQUERNA. — C.  7 2  3?1 


Hería  hacía  llevar  barriles  de  vino  y  gallinas,  muertas  ya 
del  día  antes  a  fin  que  fuesen  más  tiernas  para  la  comida, 
con  su  provisión  de  pan  fresco,  salsas  y  dulces.  Era  muy 
gordo  y  gran  comedor  el  arcediano,  a  quien,  delante  de  to- 
dos, preguntó  el  canónigo  cuál  valía  más  para  el  cuerpo  y 
para  el  alma:  la  hartura  de  viandas  corporales  o  la  hartu- 
ra de  la  gracia  que  Dios  promete  a  los  que  por  su  amor  pa- 
decerán hambre,  sed  y  aflicción.  Fuése  el  arcediano  sin  res- 
ponderle palabra,  porque  llevaba  mal  pleito. 

4.  El  canónigo  salió  de  aquélla  y  se  fué  a  otra  ciudad 
a  predicar  aflicción.  Y  en  el  crucero  de  dos  caminos  encontró 
a  dos  religiosos  que  disputaban  sobre  cuál  camino  habían 
de  tomar,  pues  el  uno  tenía  devoción  de  ir  a  predicar  en  un 
lugar  y  el  otro  decía  que  era  muy  lejos,  y  que,  antes  de  lle- 
gar allí,  padecerían  por  el  camino  hambre  y  sed;  y  por  esto, 
más  quería  andar  por  el  otro  camino,  para  hallarse  más 
presto  en  poblado.  Cuando  el  canónigo  hubo  entendido  el 
asunto  de  la  contienda,  reprendió  severamente  al  fraile  que 
para  predicar  la  palabra  de  Dios  temía  padecer  hambre  y 
sed,  diciéndole  que  si  nuestro  Señor  Jesucristo  no  temió  el 
sufrir  hambre  y  sed,  pasión  y  muerte  para  salvar  a  su  pue- 
blo, ¡cuánto  menos  debe  el  hombre  excusarse  de  sufrir  ham- 
bre y  sed  para  honrar  a  Dios  2  habiendo  recibido  de  Su  Ma- 
jestad tan  grandes  beneficios! 

5.  Entrando  después  el  canónigo  en  aquella  ciudad  don- 
de iba  a  predicar,  encontró  a  un  hombre  que  por  amor  de 
Dios  daba  de  limosna  un  dinerito  a  un  pobre,  para  que  Dios 
le  perdonase  y  le  tuviese  por  excusado  de  un  ayuno  que  había 
quebrantado  en  la  Cuaresma,  sobre  lo  cual  hubo  entre  el 
canónigo  y  el  que  daba  la  limosna  una  larga  disputa,  a  sa- 
ber, si  aquel  dinerillo  le  excusaría  o  no  del  ayuno.  Alegaba 
el  hombre  que  se  seguía  mayor  bien  de  aquel  dinerillo  que 
daba  que  del  ayuno,  y,  por  consiguiente,  quedaba  excusado 
por  aquella  limosna  que  hacía.  Respondió  el  canónigo  que. 
en  el  presente  caso,  no  era  aquella  limosna  hecha  según  jus- 
ticia, porque,  según  ésta,  era  conveniente  que  el  que  había 
pecado  por  superfluidad  de  gula  fuese  castigado  y  mortifi- 
cado con  hambre  y  sed,  a  cuya  mortificación  no  equivalía 
aquel  dinerito.  Y  con  esto  le  convenció  el  canónigo,  y  re- 
prendióle después  severamente. 

6.  Estando  ya  el  canónigo  dentro  de  la  ciudad,  encon- 
tró a  muchos  pobres  que  iban  buscando  limosna  por  amor 
de  Dios ;  y  todos  acudieron  a  él  como  a  su  jefe,  quien  andaba 
con  ellos  por  las  casas  de  los  ricos  gritando  a  voces:  "Ham- 
bre, hambre,  hambre."  Cuando  un  día  sucedió  que  un  mer- 
cader muy  rico  mandó  que  al  canónigo  y  a  los  demás  po- 

*  Es  más  conforme  decir  «para  honrar  a  Dios  y  para  predicar  la 
divina  palabra». 


.372 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bres  se  les  diese  tanto  de  comer  y  beber  hasta  que  estuviesen 
del  todo  hartos.  Pero,  después  que  todos  hubieron  comido 
muy  bien,  volvieron  a  gritar  con  mayor  ahinco  que  antes: 
"Hambre,  hambre."  De  lo  que  se  maravilló  mucho  aquel 
mercader,  y  creyéndose  que  aun  no  habían  comido  bastan- 
te, mandó  se  les  diese  más.  Entonces  le  dijo  el  canónigo : 
— iSeñor,  muy  bien  hemos  comido  todos,  a  Dios  gracias, 
y  a  vos,  por  la  merced  recibida ;  pero  sabed  que,  si  gritamos 
"hambre",  es  para  animaros  ai  vos  y  los  demás  ricos  a  pade- 
cer hambre  y  sed  por  amor  de  Dios,  para  que  logréis  estar 
hartos  de  saludable  bendición  en  la  gloria  de  Dios. 

7.  El  canónigo  se  esforzaba  cuanto  podía  a  padecer 
hambre  y  sed  por  amor  de  Dios,  en  penitencia  de  sus  pro- 
pias culpas,  y  para  dar  ejemplo  a  la  gente  como  sufriesen 
hambre,  sed  y  aflicciones  y  tuviesen  muy  frecuente  en  la 
memoria  la  hambre  que  tuvo  Jesucristo  en  el  desierto  y  la 
sed  que  padeció  en  la  cruz,  para  3  salvar  y  redimir  del  poder 
del  demonio  a  nosotros  pecadores.  Y  no  tan  solamente  el 
oficio  del  canónigo  era  de  emplearse  en  predicar  la  hambre 
corporal,  sino  también  la  espiritual,  para  que  todo  el  mun- 
do tuviese  hambre  y  deseos  de  justicia,  caridad  y  de  las  de- 
más virtudes,  hasta  llegar  por  ellas  a  hartarse  y  saciarse 
en  el  estado  de  una  buena  y  santa  vida. 


CAPÍTULO  LXXIII 

DE  LA  MISERICORDIA 

1.  Mientras  el  Canónigo  de  Misericordia  la  iba  predi- 
cando todos  los  días,  aconteció  que,  según  justicia,  debía 
ser  sentenciado  a  muerte  un  hombre:  éste  tenía  mujer  y 
cinco  hijos,  quienes  se  sustentaban  de  lo  que  él  ganaba  tra 
bajando  con  su  oficio.  Mandó  el  rey  que  se  hiciese  justicia 
de  aquel  hombre;  y  luego  su  buena  mujer  recurrió  al  Ca- 
nónigo de  Misericordia,  rogándole  vivamente  que  interce- 
diese por  ella  y  por  sus  hijos  con  el  rey  que  usase  de  mise- 
ricordia con  su  marido,  para  que  la  madre  y  los  hijos  tuvie- 
sen de  qué  vivir.  Bl  canónigo  se  fué  al  rey  y  le  habló  en 
esta  forma: 

2.  — Señor,  hermanas  son  la  misericordia  y  la  justicia. 
Luego  x,  así  como  vos  sois  elegido  rey  para  administrar  jus- 


3  Las  palabras  «para...  pecadores»  no  aparecen  en  el  texto  pri- 
mitivo. 

1  «On,  si  vós  sots  elet  a  rey  per  servir  justícia,  si  vós  a  peccat 
sots  inclinat  nuil  temps.» 


LIBRO  DE  KVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  73  M> 


ticia,  del  mismo  modo  conviene  que  seáis  el  conservador 
de  la  misericordia,  para  que  ésta  os  perdone  y  que  se  cum- 
pla en  vos  la  palabra  que  nuestro  Señor  Jesucristo  dijo  en 
el  Evangelio:  "Que  todos  los  que  vivirán  misericordiosa- 
mente, alcanzarán  misericordia."  Y  si  vos,  algunas  veces, 
no  sois  misericordioso,  no  se  os  concederá  misericordia. 
Siendo,  pues,  yo  el  procurador  de  Misericordia,  por  esto,  en 
presencia  de  la  Justicia,  os  requiero  que  tengáis  misericor- 
dia y  la  ejercitéis  con  esta  mujer,  dándole  y  restituyéndole 
su  marido. — Mucho  consideró  el  rey  en  las  palabras  que  le 
dijo  el  Canónigo  de  Misericordia,  y  temiendo  obrar  contra 
justicia  si  obedecía  al  canónigo,  le  respondió  así: 

3.  — Es  muy  justo  y  conveniente  que  yo  tema  y  honre 
a  la  justicia,  pero  temo  deshonrarla  si  perdono  ahora;  y 
si  dejo  de  perdonar,  también  temo  que  no  quede  agraviada, 
porque  no  obedezco  a  la  misericordia,  su  hermana.  Por  lo 
cual  estoy  en  gran  cuidado,  e  ignoro  lo  que  debo  hacer  para 
elegir  lo  mejor. — Respondióle  el  canónigo  y  dijo  que  cuanto 
más  el  hombre  era  en  sus  obras  semejante  a  Dios,  en  tanto 
era  mejor  y  más  noble  y  de  mejores  costumbres.  Y  siendo 
así  que  Dios  perdona  a  los  pecadores  algunas  veces  y  otras 
no,  es  evidente  que  al  que  era  señor  terreno  y  príncipe  para 
representar  a  Dios  y  ser  su  ministro  en  la  tierra,  le  sería  lí- 
cito algunas  veces  el  perdonar  y  otras  el  castigar.  Tantas 
y  tan  buenas  razones  dijo  el  canónigo  al  rey  y  tan  piado- 
samente le  pidió  misericordia,  que  el  rey  le  concedió  la  gra- 
cia para  aquel  hombre  ya  sentenciado  a  muerte,  diciendo 
que  no  merecía  el  canónigo  dejar  de  ser  obedecido  en  lo  que 
pedía,  ni  otro  cualquier  hombre  que  fuese  así  de  veras  ser- 
vidor de  Misericordia  y  que  tan  piadosamente  como  él  la 
supiese  pedir  y  procurar. 

4.  Era  tan  solícito  en  servir  a  su  oficio  este  canónigo, 
que  muchas  veces  se  presentaba  en  las  curias  2  para  honrar, 
asistir  y  abogar  por  los  pobres  y  por  los  huérfanos  y  viudas 
que  no  tenían  quien  los  defendiese,  y  esto  sin  paga  o  salario 
alguno.  Este  canónigo,  sobre  ser  un  buen  cristiano,  era  muy 
gran  letrado,  y  muchas  veces  reprendía  a  los  abogados  que 
defendían  los  pleitos  con  trampas  y  embustes,  y  todos  le 
temían,  de  manera  que  por  temor  de  él  no  enredaban  más 
los  pleitos,  como  solían  antes.  Un  día  aconteció  que  un  la- 
brador recibía  gran  daño  e  injuria  de  un  su  vecino,  que  in- 
justamente pretendía  quitarle  una  pieza  de  tierra;  y  por 
más  que  repetidas  veces  había  acudido  a  quejarse  ante  el 
juez  de  la  injuria  que  se  le  hacía,  nunca  pudo  recabar  ser 
atendido.  Después  de  esto,  se  fué  el  labrador  a  palacio  del 
rey  para  hacerle  evidencia  de  la  injuria  que  se  le  hacía,  pero 


a  El  autor  dice  más  detalladamente  «en  la  plaça  on  era  la  cort». 


374 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


no  pudo  lograr  ocasión  oportuna  para  hablarle,  pues  unas 
veces  había  salido  el  rey  a  cazar,  otras  estaba  retirado  solo 
en  su  cámara,  otras  estaba  comiendo  o  dormía  y  otras  se 
estaba  de  recreo  y  divertimiento.  En  vista  de  esto,  recurrió 
el  labrador  al  Canónigo  de  Misericordia,  y  después  de  ha- 
berle informado  del  aprieto  en  que  se  hallaba  y  cómo  no 
había  podido  lograr  en  tantas  veces  hablar  con  el  rey,  im- 
ploró su  patrocinio.  Estaba  a  la  sazón  el  canónigo  en  la  cu- 
ria 3  defendiendo  a  una  pobre  mujer  en  un  pleito,  y  alzando 
la  voz,  dijo:  — ¿Hay  alguno  que  espere  y  confíe  en  la  Mise- 
ricordia?— Y  luego,  muchos  hombres  y  mujeres  respondieron 
que  sí,  que  ellos  esperaban  en  la  Misericordia.  Entonces  el 
canónigo  les  rogó  le  ayudasen  en  honrar  a  la  Misericordia; 
y  se  fué  con  todos  al  palacio  del  rey,  y  allí,  en  altas  voces, 
clamaron  juntos:  "¡Misericordia,  misericordia!" 

5.  Mucho  se  admiró  el  rey  y  cuantos  estaban  con  él  de 
aquellos  clamores,  y,  saliendo  a  la  puerta,  preguntó  al  canó- 
nigo por  cuál  motivo  él  y  sus  compañeros  gritaban  así.  Res- 
pondióle el  canónigo  y  dijo:  — 'Nuestro  Señor  Jesucristo, 
por  tener  misericordia,  se  entregó  a  la  muerte,  y  vos,  señor, 
por  misericordia  os  habéis  dado  en  comer  y  dormir,  cazar  y 
pasearos,  y  en  otras  diversiones,  por  cuya  causa  no  podemos 
veros  ni  hablaros  nosotros  ni  los  que  acuden  a  vos  precisa- 
dos a  pedir  justicia. — Avergonzado  sobremanera  se  quedó  el 
rey  por  lo  que  le  decía  el  canónigo,  y  mandó  y  estableció  que 
en  adelante,  en  la  puerta  de  palacio,  estuviese  perenne  un 
hombre  que  recibiese  y  oyese  a  cuantos  acudirían  a  él  por 
falta  de  juez  ordinario,  y  que  le  informase  de  todo,  para  que 
fuesen  castigadas  las  justicias,  jueces  o  cualesquier  oficiales 
o  ministros  que  debidamente  y  justamente  no  se  hubiesen 
portado  en  el  oficio  y  empleo  que  se  les  tenía  encargado. 

6.  En  presencia  del  canónigo  aconteció  un  día  que  un 
labrador  al  principio  del  invierno,  que  se  comienza  a  sem- 
brar, perdió  un  buey,  quedándose  con  uno  solamente.  El 
pobre  hombre,  recogiendo  todo  el  dinero  que  pudo,  se  fué 
al  mercado  para  comprar  otro  buey.  Estaba  en  el  mercado 
un  pañista  a  quien  el  labrador  debía  algunos  dineros,  y  se 
fué  al  juez  a  instar  para  que  el  labrador  le  pagase  lo  que 
le  estaba  debiendo.  Y  luego  el  juez  le  obligó  a  pagar,  sin 
darle  más  tiempo.  Entonces  el  pobre  labrador  recurrió  al 
Canónigo  de  Misericordia,  suplicando  le  ayudase  e  interce- 
diese para  que  se  le  concediese  más  tiempo  para  satisfacer 
la  deuda,  y  que  ínterin  pudiese  comprar  el  buey  de  que 
necesitaba  para  no  perder  la  siembra,  para  que  su  mujer 
y  sus  hijos  tuviesen  de  qué  vivir  en  aquel  año.  Luego  el 
canónigo  se  fué  con  el  labrador  al  juez  y  al  pañista,  y  les 


3  «lo  canonge  qui  era  en  la  plaça  e  raonava  un  plet». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  73  375 


rogó  que,  por  amor  de  Dios,  diesen  alguna  dilación  al  pobre 
hombre  para  pagar  la  deuda,  para  que  su  familia  en  aquel 
año  tuviese  de  qué  alimentarse.  Pero  1  por  más  súplicas  que 
hizo,  no  pudo  recabar  ni  del  juez  ni  del  pañista  que  se  le 
dilatase  la  paga,  antes  hubo  de  pagarle  con  el  dinero  que 
traía  para  comprar  el  buey.  No  tenía  el  canónigo  con  qué 
pudiese  socorrer  a  este  hombre,  porque  ya  había  repartido 
por  amor  de  Dios  todo  el  producto  de  su  canonicato,  pero 
dijo  que  le  trújese  el  buey  que  le  quedaba.  Y  habiéndolo 
ejecutado  el  labrador,  anduvieron  los  dos  con  el  buey  por 
el  mercado  y  por  toda  la  ciudad,  diciendo  a  alta  voz  si  había 
en  aquella  ciudad  quien  quisiese  darse  a  sí  mismo  por  aquel 
buey.  Pero,  por  más  que  fuesen  gritando  y  buscando,  no  en- 
contraron quien  quisiese  darse  a  sí  mismo  por  el  buey.  En 
ínterin  encontraron  al  rey  que  venía  de  oír  misa,  y  el  canó- 
nigo le  preguntó  si  quería  darse  a  sí  mismo  por  aquel  buey. 
Mucho  se  maravilló  el  rey  de  lo  que  decía  el  canónigo,  y  le 
dijo  le  declarase  lo  que  significaban  sus  palabras. 

7.  — Señor — dijo  el  canónigo — :  Dios  se  da  a  sí  mismo 
a  todos  los  que  se  dan  a  él;  y  en  cuanto  Dios  excede  y  vale 
más  que  no  valen  aquellos  a  quienes  se  da,  en  tanto  les  hace 
misericordia  del  exceso.  Luego  mayor  es  la  misericordia  que 
Dios  hace  de  sí  mismo  cuando  se  da  a  aquellos  a  quienes 
perdona  y  a  quienes  se  da,  que  no  sería  la  misericordia  que 
vos  haríais  de  vos  mismo  a  este  labrador  si  él  os  diera  el 
buey  y  vos  le  dieseis  a  vos  mismo. — Agradó  mucho  al  rey 
y  a  todos  los  circunstantes  el  razonamiento  que  hizo  el  canó- 
nigo de  la  misericordia  de  Dios  y  mucho  los  alentó  en  la 
esperanza  de  su  misericordia,  y  5  en  seguida  de  esto  contó 
al  rey  cuanto  había  pasado  con  el  labrador  y  la  necesidad 
en  que  se  hallaba.  Entonces  mandó  el  rey  que  fuesen  luego 
restituidos  al  labrador  los  dineros  que  el  juez  le  había  hecho 
pagar,  y  satisfizo  por  aquél  de  su  propio  al  pañista,  e  hizo 
notar  en  su  libro  todo  lo  acontecido,  por  si  algún  día  el 
pañista  recurriese  al  rey  pidiendo  misericordia,  porque  ,;  ha- 
bía resuelto  usar  con  el  pañista  de  justicia  y  no  de  miseri- 
cordia, puesto  que  éste  no  había  querido  usarla  con  el  labra- 
dor. Y  estableció  después  que  ningún  hombre  fuese  apremia- 
do ni  despojado  de  cosa  alguna  que  le  fuese  precisa  para 
ejercer  su  oficio. 

8.  Todos  los  días  andaba  el  canónigo  por  la  ciudad,  re- 
parando con  aquellos  que  agraviaban  a  la  misericordia,  y 


4  aTant  no  pregà  lo  canonge  de  misericordia  que  li  tengués  prou 
ab  lo  vaguer,  ni  ab  lo  draper,  ni  no  volgren  alongar  <leï  deute  lo 
pagès.» 

5  El  original  silencia  «y  en  seguida...  hallaba». 

0  «que  lo  rey  volia  usar  en  ell  de  justicia»,  dice  simplemente  el 
texto  catalán. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


escribía  sus  nombres,  y  después  acudía  al  Canónigo  de  Mun- 
dicia para  que  les  hiciese  cargo  de  conciencia,  y  el  Canónigo 
de  Llantos  se  los  nombrada  para  que  llorase  sus  pecados, 
y  que  el  Canónigo  de  Aflicción  ayunase,  orase  y7  sufriese 
alguna  mortificación  y  aflicción  por  ello.  En  este  modo 
trabajaba  noche  y  día  el  Canónigo  de  Misericordia  para 
servir  y  honrar  a  la  Misericordia.  Y  todos  los  ocho  canónigos 
oficiales  de  las  ocho  bienaventuranzas  se  juntaban  todos 
los  días  en  un  puesto  destinado,  y  se  ayudaban  los  unos  con 
los  otros  en  honrar  y  servir  a  las  ocho  bienaventuranzas, 
para  que  con  ellas  fuese  Dios  servido  y  honrado.  El  bien 
y  la  bella  ordenación  que  de  sus  obras  se  seguía  en  aquella 
ciudad,  ¿quién  os  lo  pudiera  decir?  Y  el  buen  ejemplo  que 
de  ello  tomaban  las  otras  ciudades,  ¿  quién  os  lo  pudiera  ex- 
plicar? 


CAPITULO  LXXIV 

De  LA  LIMPIEZA 

1.  El  Canónigo  de  Mundicia  predicaba  todos  los  días  la 
mundicia  y  limpieza  de  corazón,  para  que  en  la  otra  vida 
viesen  a  Dios  todos  los  que  tendrían  limpia  su  conciencia, 
según  había  prometido  Jesucristo  en  el  Evangelio.  Este 
canónigo  iba  cada  día  por  la  ciudad  observando  los  que 
vivían  en  estado  de  pecado  mortal  y  los  que  vivían  en  estado 
de  penitencia.  Y  a  los  que  estaban  en  pecado  mortal  les  pre- 
dicaba, proponiéndoles  muchos  símiles  y  ejemplos,  con  que 
les  movía  a  tener  remordimientos  y  conciencia  de  sus  peca- 
dos. Sucedió  un  día  que  este  canónigo,  en  presencia  de 
muchas  personas  de  distinción,  hizo  esta  comparación  y  di- 
jo así: 

2.  — En  cierto  país  había  un  hombre  que  tenía  en  el  vien- 
tre una  gran  culebra  que  le  roía  el  vientre  y  devoraba  las 
entrañas,  y  tenía  en  su  mano  una  piedra  preciosa  muy  her- 
mosa, con  cuya  vista  divertía  algún  tanto  los  cuidados  en  que 
se  hallaba  por  la  culebra  que  le  atormentaba  y  le  acababa 
la  vida  sin  remedio.  Mientras  este  hombre  se  hallaba  en  esta 
congoja,  vino  un  médico  y  le  dijo  que  le  sacaría  del  vientre 
la  culebra  con  tal  que  él  le  diese  aquella  piedra  preciosa. 
Pero  aquel  hombre  la  estimaba  tanto  que  no  quiso  darla 
al  médico  que  quería  curarle,  y,  luego  después,  la  serpiente 
le  mató  en  presencia  del  médico,  y  éste  se  llevó  la  piedra 
preciosa.  La  culebra — prosiguió  el  canónigo — significa  la 


7  Las  palabras  «y  sufriese...  ello»  son  un- añadido  del  traductor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQÜERNA. — C.  74  $77 


conciencia  del  hombre,  que  está  remordiendo  al  alma  por  los 
pecados  en  que  está.  La  piedra  preciosa  significa  las  rique- 
zas temporales  que,  aunque  mal  adquiridas,  se  poseen  con 
gusto.  Y  la  muerte  significa  que  las  riquezas  quedan  para 
los  vivos,  y  el  alma  del  que  malamente  las  poseía  las  pierde 
y  va  al  fuego  eterno.  Luego,  siendo  esto  así,  más  loco  es  el 
que  con  conciencia  de  pecado  muere  en  pecado  que  no  aquel 
hombre  que  quiso  antes  morir  que  dar  al  médico  aquella 
piedra  preciosa. 

3.  A  tiempo  que  el  canónigo  decía  esto,  un  hombre  llora- 
ba copiosamente  en  su  presencia,  y  dijo  estas  palabras :  — La 
culebra  tengo  en  el  vientre  que  me  roe  el  corazón,  y  la  pie- 
dra preciosa  que  me  está  pidiendo  el  médico  tengo  en  mis 
manos,  y  la  muerte  viene  con  el  demonio  que  quiere  quitar- 
me la  piedra  preciosa  y  llevarse  mi  alma  consigo. — El  canó- 
nigo secretamente  rogó  a  aquel  hombre  que  le  explicase 
aquello  que  significaban  sus  palabras.  Díjole  el  hombre  que 
estaba  en  pecado  mortal,  y  que  le  remordía  la  conciencia 
porque  no  se  confesaba  y  salía  de  él,  pues  veinte  años  había 
que  perseveraba  en  la  culpa  y  no  se  había  confesado.  Muy 
severamente  reprendió  el  canónigo  a  aquel  hombre,  porque 
no  salía  del  pecado  en  que  estaba,  y  mayormente  porque 
no  se  confesaba.  — Señor — respondió  el  hombre — ,  temo  de 
manera  que  la  confesión  no  me  quite  la  piedra  preciosa,  que 
no  quiero  confesarme;  y  cuando  quiero  confesarme,  pienso 
que  no  dejaré  de  pecar,  despreciando  la  confesión,  la  cual 
nada  aprovecha  si  el  que  confiesa  no  lleva  intención  de  dejar 
del  todo  el  pecado. — Grande  fué  la  disputa  que  hubo  entre 
el  canónigo  y  aquel  hombre  sobre  si  el  que  permanecía  en 
voluntad  de  no  dejar  el  pecado  debía  confesarse  o  no.  Mien- 
tras estaban  los  dos  en  esta  contienda,  llegó  el  Canónigo  de 
Misericordia,  a  quien  eligieron  por  juez,  y  luego  dió  la  sen- 
tencia, diciendo  que  la  misericordia  de  Dios  era  más  cercana 
a  los  confesantes  sin  ficción  ni  dolo,  ya  sea  que  no  estén 
con  propósito  de  dejar  el  pecado  descubriéndolo  al  confesor, 
que  a  los  no  confesantes.  Y  esto  era  porque  la  misericordia, 
la  conciencia  y  la  confesión  concuerdan  entre  sí  contra  la 
obstinación,  la  crueldad  y  desesperación. 

4.  Estaba  el  Canónigo  de  Mundicia  discurriendo  con  al- 
gunos hidalgos  en  la  plaza,  cuando  pasó  por  delante  de 
ellos  1  una  mujer  muy  ricamente  vestida,  que  se  había  pues- 
to en  la  cara  muchos  afeites  y  colores  para  ser  más  bien 
vista  y  mejor  parecida  para  los  deleites  sensuales.  Entonces 
el  canónigo,  haciendo  de  manera  que  la  mujer  lo  entendiese, 
propuso  esta  cuestión  a  los  circunstantes:  — ¿Cuál  puede 

1  «Denant  tots  passà  una  dona  vestida  molt  noblement,  e  en  ses 
fayçons  havia  posades  diverses  colors  per  ço  que  fos  vista  plaent  als 
plaers  de  lucxúria.» 


17$  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


ser  mayor,  o  la  limpieza  del  cuerpo  o  la  suciedad  del  al- 
ma?— Un  hombre  sabio  de  los  circunstantes  respondió,  y 
dijo  que,  por  cuanto  el  alma  era  más  noble  criatura  que  el 
cuerpo  y  tenía  mayor  limpieza  y  pureza,  en  tanto  podía  ser 
más  ensuciada  por  la  voluntad  desordenada  o  por  sucia  me- 
moria, que  recordase  la  tal  suciedad,  a  fin  que  la  voluntad  la 
amase.  Agradó  mucho  al  canónigo  lo  que  en  verdad  había 
dicho  aquel  sabio,  y  rogóle  fuese  su  compañero  para  servir 
a  la  Mundicia  de  corazón.  Estando  los  dos  en  estas  razones, 
pasó  por  allí  un  marrano  que  se  había  revolcado  en  un  loda- 
zal muy  hediondo;  y  luego  dijo  el  canónigo,  en  presencia 
de  todos,  que  no  había  en  aquel  cerdo  tanta  suciedad  y  he- 
diondez como  en  la  mujer 2  que  llevaba  aquellos  afeites  y 
colores  en  la  cara.  En  aquella  misma  plaza  había  un  hombre 
menos  cuerdo,  pariente  de  aquella  mujer,  y  reprendió  y  ame- 
nazó al  canónigo  por  lo  que  estaba  diciendo ;  mas  el  canónigo 
le  respondió  que  tan  contrario  era  a  la  limpieza  de  corazón 
el  callar  la  verdad  como  el  hablar  contra  su  propia  concien- 
cia; por  lo  cual  pidió  que  dijesen  los  demás  cuál  de  los  dos 
había  cometido  el  error. 

5.  Continuaba  todos  los  días  el  canónigo  en  ir  por  las 
casas  de  los  eclesiásticos  para  inquirir  quiénes  eran  los  que 
llevaban  una  buena  y  santa  vida,  e  iba  escribiendo  sus  nom- 
bres, y  después  los  indicaba  al  obispo  y  a  los  canónigos, 
para  que,  viniendo  el  caso  de  haber  de  elegir  algún  canóni- 
go o  de  proveer  algún  beneficio,  supiesen  ya  a  quién  debía 
ser  proveído.  Informábase  también  de  los  pecados  de  los  se- 
glares y  de  su  mala  educación  y  costumbres,  notándolo  todo 
por  escrito,  y  después  procuraba  con  todo  su  poder  plantar 
en  ellos  las  buenas  costumbres  y  desarraigar  las  malas.  Por 
las  noches  iba  por  las  calles  tañendo  un  caracol  para  ser 
oído,  y  decía  en  alta  (voz  estas  palabras:  "Ya  pasó  el  día 
y  ha  venido  la  noche.  Antes  de  dormir  examine  cada  uno  su 
conciencia,  por  si  en  este  día  ha  hecho  alguna  cosa  contra 
la.  limpieza  de  corazón  y  su  conciencia,  y  por  la  mañanita 
vaya  a  perdir  perdón  y  tomar  penitencia.  Si  es  cosa  sucia  3 
el  que  se  vea  en  la  persona  lo  que  por  indecente  manda  la 
naturaleza  que  se  cubra,  ¡  cuánto  más  sucia  cosa  es  el  amar, 
recordar  y  entender  culpas  y  pecados,  que  son  la  causa  de 
que  el  alma  pierde  el  ver  a  Dios  y  se  está  en  infierno  por 
toda  una  eternidad,  volviéndose  a  sí  misma  y  a  los  demonios, 
que  es  el  más  feo  y  horroroso  espectáculo!" 


'  «com  en  la  dona  qui  portava  color  en  ses  favçons». 
3  «si  és  sutza  cosa  veer  carunyada  e  los  loes  sutzes  de  la  persona 
los  quals  natura  mana  cobrir». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERXA. — C .  75 


CAPITULO  LXXV 

De  la  paz 

1.  Eligió  para  sí  el  obispo  Blanquerna  el  oficio  de  pa- 
cificación, porque  los  que  se  ejercitarán  en  él  serán  llamados 
hijos  de  Dios;  y  por  esta  razón  quiso  el  obispo  tener  este 
encargo  y  destinar  la  tercera  parte  de  sus  rentas  para  em- 
plearla en  pacificar  a  los  que  estaban  en  riñas  y  enemista- 
des. Viniendo  un  día  el  obispo  de  cantar  vísperas  en  la  cate- 
dral, donde  para  el  mayor  decoro  de  la  misma  iglesia  concu- 
rría todos  los  días  a  horas  y  a  cantar  misa,  aconteció  que 
muchos  judíos  acudieron  a  él,  quejándose  de  los  cristianos, 
que  en  la  víspera  de  Pascua  de  Resurrección  les  habían  ape- 
dreado y  herido  malamente  a  dos  de  ellos.  Mucho  discurrió 
el  obispo  en  la  querella  que  le  habían  dado  los  judíos  contra 
los  cristianos,  y  pensó  que  la  enemistad  y  mala  voluntad  que 
hay  entre  judíos  y  cristianos  cesarían  si  tuviesen  todos  una 
misma  fe  y  creencia,  por  lo  cual  determinó  ir,  todos  los  sá- 
bados, a  la  sinagoga  a  disputar  con  los  judíos  y  a  predicar- 
les para  que  se  hiciesen  cristianos,  para  alabar  y  bendecir  a 
nuestro  Señor  Jesucristo,  y  que  tuviesen  paz  y  amistad  con 
los  cristianos.  Por  este  medio  se  logró  que  muchos  judíos 
venían  a  bautizarse  y  recibir  la  santa  fe  de  los  cristianos. 

Y  el  obispo,  de  aquella  tercera  parte  de  sus  réditos  que  re- 
partía por  amor  de  Dios,  les  hacía  copiosa  limosna,  y  señaló 
un  procurador  que  cuidase  de  todos  los  que  se  harían  cris- 
tianos, socorriéndoles  hasta  que  tuviesen  algún  oficio  o  al- 
gún medio  para  poder  vivir  o  1  con  que  pudiesen,  sudando 
y  trabajando,  pasar  la  vida. 

2.  En  los  contornos  de  la  misma  ciudad  había  dos  caba- 
lleros hermanos  a  quienes  el  padre  había  dejado  un  castillo,  y 
no  podían  ajustarse  en  la  repartición  de  la  heredad,  y,  parti- 
cularmente, litigaban  sobre  una  viña,  por  cuyo  motivo  había 
tal  ojeriza  entre  los  dos,  que  estaban  resueltos  a  matarse,  sin 
que  ninguno  fuese  bastante  a  ponerles  en  paz.  Supo 2  el 
obispo  Blanquerna  la  discordia  de  los  dos  caballeros  herma- 
nos y  convidó  un  día  a  uno  de  los  dos  y  le  regaló  un  hermoso 
caballo,  rogándole  después  encarecidamente  le  vendiese  aque- 
lla parte  de  la  viña  sobre  que  pleiteaba  con  su  hermano. 

Y  logró  que  el  caballero  se  la  vendiese  por  mil  morabatines. 
Otro  día  convidó  el  obispo  al  otro  hermano,  regalóle  otro 


1  Están  de  más  las  palabras  «o  con...  vida». 

2  «Lo  bisbe  Blanquerna  convida  un  jorn    j-  dels  cavallers.» 


38o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


caballo  y  compróle  también  su  parte  de  la  viña  por  otros  mil 
morabatines.  Toda  la  viña  no  valía  más  de  los  mil  moraba- 
tines,  y  así  el  obispo  la  compró  dos  veces,  porque  cada  uno 
de  los  caballeros  tuvo  intención  de  vender  toda  la  viña,  por 
cuanto  cada  cual  la  tenía  toda  por  suya.  Después  que  el 
obispo  hubo  tomado  posesión  de  la  viña,  pasó  allá  y  rogó  a 
los  dos  caballeros  hermanos  le  ayudasen  a  partir  la  viña  en 
dos  partes  iguales.  Y  hecha  la  partición  por  los  dos  junto 
con  el  obispo,  dió  éste  una  parte  al  uno  y  la  otra  al  otro, 
y  así  hizo  que  en  adelante  estuvieran  en  paz  y  concordia  los 
dos  hermanos. 

3.  En  la  ciudad  en  que  Blanquerna  era  obispo  había 
un  ciudadano  muy  honrado  por  su  linaje  y  riquezas,  pero  sin 
honra,  en  cuanto  era  muy  sujeto  al  pecado  de  la  lujuria.  Vi- 
vía este  hombre  en  continua  inquietud  y  riña  con  su  mujer 
y  con  sus  parientes,  porque  por  una  vil  mujercilla  no  cui- 
daba de  su  casa  ni  de  su  mujer.  El  obispo  Blanquerna  no 
podía  recabar  en  ninguna  manera  con  el  hidalgo  que  se  apar- 
tase de  aquella  mala  mujer.  Un  día,  pues,  el  obispo  envió  a 
llamar  secretamente  la  mujercilla,  y  la  instó  vivamente  que 
dejase  y  no  admitiese  aquel  ciudadano,  y  por  razón  de  su 
oficio  se  lo  mandó.  Mas  ella  respondió  al  obispo  que  le  placía, 
pero  que  era  pobre  y  que,  si  aquel  ciudadano  u  otro  no  se  lo 
daba  del  suyo,  no  tenía  con  qué  vivir.  Con  tan  devotas  3  y 
humildes  palabras  la  rogó  y  amonestó  el  obispo,  prometiendo 
darle  del  suyo  y  socorrerla,  que  ella,  en  fin,  le  prometió  que 
se  casaría  con  la  limosna  que  le  diese  y  que  jamás  por  nin- 
gún tiempo  volvería  ni  estaría  con  aquel  hidalgo.  Dióle  el 
obispo  quinientos  florines  para  su  dote  y  le  dió  marido. 
Y  aquel  ciudadano,  por  el  buen  ejemplo  y  castigo  que  le 
dió  el  obispo  y  porque  la  mujer  no  quiso  en  adelante  volver 
al  pecado  de  lujuria  en  que  vivía  antes  con  él,  volvió  a  querer 
y  amar  a  su  mujer,  e  hízose  la  paz  con  todos  sus  parientes 
y  se  acabó  toda  aquella  mala  voluntad  en  que  solían  estar. 

4.  Esforzóse  el  demonio  un  día  y  procuró  en  aquella 
ciudad  que  un  pañista  matase  a  un  mercader  a  quien  debía 
gran  cantidad  de  dinero  por  paños  que  le  había  comprado. 
El  mercader  tenía  dos  hijos :  el  uno  era  ya  de  edad  robusta, 
y  perseguía  fuertemente  al  homicida  de  su  padre,  por  lo  cual 
había  bandos  muy  reñidos  en  la  ciudad  entre  las  dos  parcia- 
lidades, que  eran  muy  prepotentes,  sin  que  ninguno  pudiese 
ponerlos  en  paz.  Los  prohombres  de  aquella  ciudad  acudie- 
ron al  obispo  Blanquerna,  suplicándole  que,  supuesto  que 
tenía  el  oficio  de  pacificar,  pusiese  en  paz  aquellos  dos  par- 
tidos, de4  que  se  originaba  la  ruina  y  perdición  de  toda  la 

3  «Ab  tan  devotes  e  humils  paraules  pregà  lo  bisbe  la  fembra, 
que  ella  li  promès  que  pendria  marit  e  que  no  seria  ab  lo  burgués.» 
*  El  autor  no  dice  «de  que...  ciudad». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  75  381 


ciudad.  El  obispo  inmediatamente  pasó  en  casa  de  aquel  que 
deseaba  vengar  la  muerte  de  su  padre,  y  le  rogó  le  diese  al 
otro  hermano  estudiante,  pues  quería  cuidar  de  su  educa- 
ción y,  cuando  estuviese  en  edad,  hacerle  canónigo.  El  hom- 
bre, gustosísimo,  entregó  su  hermano  al  obispo,  quien  en 
adelante  le  convidaba  muchas  veces  en  la  semana  para  trabar 
con  él  amistad  estrecha,  y  le  hizo  también  su  baile,  y  toda 
la  vez  que  se  entretenía  con  éste,  para  ganar  más  su  amor, 
se  mostraba  muy  cariñoso  con  su  hermano  el  estudiante,  con 
muestras  de  grande  amor.  Después  que  el  obispo  hubo  hecho 
tanto  que  conoció  y  vió  que  su  baile  le  amaba  y  temía  mu- 
cho, siendo  así  que  amor  y  temor  concuerdan  entre  sí,  hizo 
un  día  un  gran  convite,  donde  fueron  convidados  y  comieron 
juntos  todos  los  bandoleros  de  la  ciudad  de  una  y  otra  fac- 
ción. Y  acabada  la  solemnidad  del  convite,  hizo  al  hermano 
del  baile,  en  presencia  de  todos,  rector  de  una  gran  iglesia 
muy  rica;  y  en  seguida  de  esto,  empuñando  una  cruz,  arro- 
dillóse a  los  pies  del  baile,  rogándole  5  que  en  honor  y  reve- 
rencia de  la  santa  cruz,  en  que  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo 
perdonó  a  los  que  le  estaban  crucificando,  quisiese  perdonar 
al  pañista,  quien,  muy  arrepentido  de  haberle  muerto  a  su 
padre,  le  estaba  pidiendo  perdón.  Todos  ü  los  prohombres,  los 
canónigos  y  demás  personas  que  estaban  allí,  al  ver  al  obispo 
arrodillarse,  se  arrodillaron  también.  Viendo  el  baile  que  el 
señor  obispo,  junto  con  el  pañista,  tan  humilde  y  devota- 
mente le  pedían  perdón,  movido  a  gran  piedad  y  misericor- 
dia, perdonó  generosamente  al  pañista.  Y  luego  allí,  en  pre- 
sencia del  obispo,  inmediatamente  se  concluyó  la  paz,  amis- 
tad y  concordia  entre  los  dos  bandos.  Y  para  mayor  segu- 
ridad y  firmeza,  fué  tratado  entre  las  dos  partes  matrimonio, 
a  que  contribuyó  el  obispo  con  dineros  y  joyas  de  la  renta 
que  tenía  destinada  para  tratar  y  componer  paces  entre  los 
hombres. 

5.  Con  muchos  y  distintos  modos  el  obispo  Blanquerna 
iba  pacificando  a  los  que  estaban  reñidos,  convidando  y  rega- 
lando a  los  prohombres  de  aquella  ciudad,  y  les  honraba 
mucho,  a  fin  de  que  todos  7  le  amasen  y  por  amor  le  bendi- 
jesen. Y  como  estaba  en  gracia  y  estimación  de  todo  el  pue- 
blo, que  le  amaba,  luego  que  sucedía  alguna  riña  o  disensión 
en  la  ciudad,  de  contado  lo  ajustaba  todo  y  poníalo  todo  en 
paz.  Continuamente  estaba  el  obispo  predicando  la  paz,  y 

5  ce  pregà -1  que  per  honraruent  Je  la  creu  degués  perdonar  al 
draper». 

•  Una  traducción  más  fiel  sería  :  «Todos  los  prohombres,  y  los 
canónigos,  y  los  demás  asistentes  se  arrodillaron,  viendo  de  hinojos 
al  obispo,  y  fué  perdonado  el  pañista.  Y  se  concertó  la  paz  y  la 
amistad  entre  los  dos  bandos  y  fué  tratado  entre  las  dos  partes 
matrimonio.» 

'  tper  ço  que  tuyt  l'amassen  e  per  la  amor  l'obeissen». 


382 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


decía  y  enseñaba  que  las  riñas  y  disensiones  eran  ocasión  de 
todo  mal,  y  la  paz  y  concordia  lo  eran  de  todo  bien,  y  por 
esta  razón  nuestro  Señor  Jesucristo,  mientras  estuvo  acá 
entre  nosotros,  predicaba  cada  día  la  paz.  Grande  era  en 
verdad  el  bien  que  el  obispo  hacía  y  procuraba  con  su  buena 
conducta  a  todo  el  pueblo,  y  todos  alaba'ban  y  bendecían  a 
Dios,  que  les  había  dado  tan  buen  pastor,  y  por  sus  méritos 
llenaba  Dios  de  bendiciones  a  toda  aquella  ciudad. 


CAPITULO  LXXVI 

De  la  persecución 

1.  Consideró  el  Canónigo  de  Persecución  el  gran  cargo 
que  llevaba  por  razón  de  su  oficio.  Y  para  obrar  según  jus- 
ticia, iba  1  todos  los  días  por  las  calles  de  la  ciudad  obser- 
vando si  acaso  encontraría  alguna  cosa  en  que  pudiese  ejer- 
cer su  oficio,  cuando  un  día,  al  pasar  por  delante  de  una 
taberna,  reparó  que  se  habían  juntado  allí  muchos  2  tahúres, 
golosos,  truhanes  y  otros  picaros  glotones,  que  bebían  en  la 
taberna  y  cantaban,  bailaban  y  tañían  instrumentos.  En- 
tróse luego  el  canónigo  en  la  taberna,  compró  vino  y  bebió 
con  todos  aquellos  tahúres,  y  después,  bailando  con  ellos, 
cantó  las  siguientes  coplas  en  honra  y  alabanza  de  la  Virgen 
Santa  María: 

Señora  Virgen  Santa,  a  vos,  María, 
doy  mi  querer,  que  quiere  enamorarse 
tanto  de  vos,  que  sin  vos  no  querría 
amar  nada  de  cuanto  puede  amarse, 
si  amor  que  os  lleva  a  vos  por  norte  y  guía 
suele  sobre  otro  amor  más  afinarse  ; 
quien  quiere  amar  sin  vos,  su  amor  malogra  ; 
con  vos,  Madre  de  amor,  amor  se  logra. 

Pues  quiere  mi  querer  a  vos,  Señora, 
mi  recuerdo  y  saber  os  quiere  dar  ; 
pues  de  ellos  sin  querer,  ¿qué  haría  ahora? 
Si  os  place,  haced  al  clero  memorar, 
entender  y  amar,  yendo  ya  en  buen  hora 
a  Siria  y"  demás  partes  de  ultramar, 
a  convertir  los  moros  predicando, 
los  cristianos  aquí  pacificando 


1  El  texto  primitivo  calla  «iba...  a  su  oficio». 
-  «gran  re  de  tafurs  e  de  gulliarts  e  de  arlots». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  76 


¿  Cuántos  son  hoy  los  fieles 
que  dicen  morirían 

por  vuestro  Hijo,  sin  lances  se  ofrecían  ? 
Pero  muy  pocos  van  a  los  infieles 
para  los  convertir, 

pues  los  más  temen  mucho  allí  morir*. 

2.  Cuando  el  canónigo  hubo  acabado  de  cantar,  rogóles 
se  sentasen  y  bebiesen  y  que 4  cantasen  algunas  canciones 
agradables.  Mientras  el  canónigo  se  entretenía  en  la  taberna 
con  aquella  gente  vil,  los  que  pasaban  por  la  calle  le  escar- 
necían y  reprendían  porque  estaba  en  compañía  de  aquellos 
picaros.  Mas  el  canónigo  sólo  ponía  todo  su  cuidado  en  ga- 
narles el  amor  y  la  amistad,  y  con  esto,  todos  gustaban  de 
su  compañía,  respetándole  como  a  su  principal,  y  escuchaban 
de  buena  gana  lo  que  les  decía  de  Jesucristo  y  de  los  apóstoles 
y  del  desprecio  del  mundo.  Y  por  las  palabras  dulces  y  devo- 
tas que  les  decía  y  porque  muchos  días  en  la  semana  iba 
acompañándose  con  esta  gente,  muchos  de  ellos  se  convertían 
y  se  ejercitaban  en  obras  buenas,  y  no  dejaba  de  continuarlo, 
por  más  que  la  gente  le  murmurase  y  le  mofase. 

3  Damos  el  texto  original  de  esta  poesía  de  forma  trovadoresca, 
editada  no  pocas  veces  por  separado  : 

A  vós,  Dona  Verge  Santa  Maria, 
do  mon  voler  qui  -s  vol  enamorar 
de  vós  tan  fort  que,  sens  vós,  noi  volria 
en  milla  re  desirar  ni  amar, 
car  tot  voler  ha  melloria 
sobre  tot  altre  qui  no  sia 
volent  en  vós  qui  és  mayre  d'amo» 
qui  vós  no  vol  no  ha  d'on  s'enamor 

Pus  mon  voler  vol  vostra  senyoria, 
lo  meu  membrar  e  -1  saber  vos  vull  dar  ; 
car,  sens  voler,  Dona,  jo  què  -Is  faria  ? 
E  vós,  Dona,  si  us  play,  façatj  membrar 
entendre,  amar,  a  clerecia, 
per  ço  que  vagen  en  Surïa 
los  iufeels  convertir,  preycar, 
e.ls  crestians  facen  pacificar. 

Mant  home  se  vana  que  morrla 
pel  vostre  Fill,  si  loc  venia  ; 
mas  paucs  són  celis  qui  -1  vagen  preycar 
als  infeels.  car  mort  los  fay  duutar. 

Dice  Manuel  de  Montoliu  en  su  eruditísimo  trabajo  Ramón  L·lull 
trobador,  en  Estudis  Universitaris  Catala)ts,  21  (1936),  365  :  «Una 
de  las  composicions  poètiques  de  Ramon  Llull  més  belles,  i  que 
potser  més  que  cap  altra  té  el  to  i  l'estructura  de  la  lírica  troba- 
doresca, és  l'Oració  A  vós,  Dona  Verge  Santa  Maria,  inclosa  en  el 
Blanquerna,  la  qual  podria  anar  signada  per  Guerau  de  Riquier  o 
un  altre  dels  lírics  provençals  contemporanis.  En  la  primera  estrofa, 
sobre  tot,  la  Verge  Maria  deixa  entreveure  encara  entre  els  seus 
resplendors  celestials  algun  vestigi  de  l'antiga  «domna»  dels  tro- 
badors, a  la  qual  encara  podrien  ésser  adreçats  aquells  versos»  : 

A  vós... — do  mon  voler  qui  es  vol  enamorar — de  vós  tan  fort,  que,  sens  vós, 
■no  volria^-cn  nulla  re  desirar  ni  amar. 

En  la  segunda  y  tercera  estrofas,  la  preocupación  de  Tierra  Santa 
(Suria),  la  eterna 'obsesión  de  Ramón  Llull. 

4  «e  contassen  algunes  paraules  agradables». 


3§4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


3.  El  Canónigo  de  Persecución  iba  todos  los  días  por  las 
calles  observando  los  artífices  de  aquella  ciudad,  como  son 
pañistas,  sastres,  curtidores,  zapateros,  plateros  5,  herreros, 
y  así  de  los  demás,  y  cuando  veía  o  conocía  que  alguno  de 
ellos  hacía  alguna  maula  en  su  oficio,  luego  se  lo  afeaba  y 
reprendía  en  tal  modo,  que  toda  la  vecindad  lo  oyese  y  lo 
notase.  Por  lo  cual  todos  los  artífices  de  la  ciudad  le  temían 
grandemente  y  le  respetaban,  y  con  esto  no  cometían  en- 
gaño alguno  en  su  oficio,  aunque  otros  lo  llevaban  mal  y  le 
tenían  mala  voluntad. 

4.  En  la  calle  de  los  Pañistas,  cuando  éstos  se  habían 
ido  a  comer,  vino  un  día  el  Canónigo  de  Persecución,  acom- 
pañado de  una  tropa  de  tahúres  y  zagalones,  y  subiendo  en 
los  cobertizos  que  suelen  tener  sobre  las  puertas  de  sus  tien- 
das para  oscurecerlas  y  hacer  que  no  se  pueda  bien  distinguir 
el  color  y  la  mala  calidad  del  paño,  los  rompieron  y  los  des- 
trozaron todos,  como  también  las  cortinas  que  estaban  allí 
para  embarazar  la  luz,  y  lo  echaron  todo  en  la  calle.  Cuando 
los  dueños,  volviendo  ya  de  comer  en  sus  casas,  encontraron 
que  el  canónigo  y  sus  compañeros  habían  hecho  aquel  des- 
trozo, se  encolerizaron  grandemente  y  se  dijeron  de  una  y 
otra  parte  mil  villanías  y  vituperios.  Mas  el  canónigo  y  sus 
compañeros  estaban  gritando:  "¡Justicia!  ¡Justicia!",  mien- 
tras los  pañistas  acudieron  a  dar  querella  contra  el  canónigo 
y  toda  su  comitiva.  El  baile  y  el  juez  de  la  ciudad,  informa- 
dos del  suceso,  reprendieron  muy  severamente  al  canónigo  y 
a  sus  compañeros  hasta  perderles  el  respeto,  diciendo  que 
habían  hecho  muy  mal,  y  señaladamente  al  canónigo,  porque 
se  acompañaba  con  gente  tan  vil. 

5.  Hallábase  a  la  sazón  en  la  misma  plaza  el  Canónigo 
de  Misericordia,  el  cual  acudió  a  mantener  la  razón  de  su 
compañero,  y  dijo  así :  — ÍE\  Canónigo  de  Persecución  trabaja 
para  que  se  mantenga  justicia,  la  cual  quiere  y  manda 
que  la  luz  del  sol  que  ilumina  los  ojos,  por  cuyo  medio  quiere 
Dios  que  el  hombre  vea,  no  sea  impedida  de  entrar  en  las 
tiendas  por  los  engañosos  pañistas,  que  trampean  a  los  que 
vienen  a  comprarles  el  paño.  Los  jugadores  bellacos  ni  los 
demás  picaros  no  encubren  con  arte  sus  vicios,  antes  los 
están  manifestando  a  todos,  mas  los  pañistas  celan  con  maña 
y  ocultan  lo  que  la  justicia  manda  que  esté  patente  y  mani- 
fiesto; por  cuya  razón  más  vil  gente  son  estos  pañistas  que 
aquellos  picaros  desvergonzados,  en  cuanto  están  más  opues- 
tos a  la  justicia. — (Después  que  el  Canónigo  de  Misericordia 
hubo  dicho  esto,  el  Canónigo  de  Persecución,  con  todos  los 
tahúres  y  demás  picaros  que  iban  con  él,  clamaron  con  altas 
voces:  ''¡Injuria,  injuria  hace  el  rey  en  no  tener  bailes,  jue- 


r'  El  original  no  menciona  los  plateros  y  sí  los  acarnicers». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  76  3S5 


ees  o  ministros  que  amen  y  sirvan  a  la  justicia!"  Y  conti- 
nuando en  clamar:  "¡Injuria,  injuria!",  fuéronse  todos  al  rey 
a  8  querellarse  del  juez,  del  baile  y  de  sus  miembros  todos, 
como  también  de  los  pañistas,  requiriéndole  que  les  admi- 
nistrase y  mantuviese  justicia.  El  rey,  después  de  estar  in- 
formado de  todo  el  suceso,  mandó  y  estableció  que,  en  ade- 
lante, ningún  pañista  o  mercader  tuviese  en  su  tienda  co- 
bertizo, ni  cortinas,  ni  otra  cosa  alguna  que  pudiese  allí  im- 
pedir la  luz  y  claridad  del  cielo  ni  la  vista  a  los  que  quisiesen 
comprar  paños. 

6.  En  aquella  ciudad  murió  un  caballero,  y  mientras  lo 
llevaban  a  la  iglesia  a  enterrar,  seguían  el  cadáver  su  mujer, 
sus  hijos  y  sus  parientes,  todos  enlutados,  y  llorábanle  gran- 
demente, explicando  el  sentimiento  con  mesarse  los  cabellos  y 
rasgarse  los  vestidos.  Acompañaba  7  también  el  entierro  un 
escudero  armado,  montado  en  un  caballo,  arrastrando  baye- 
tas, quien  con  fuertes  gemidos  lloraba  la  muerte  de  su  señor, 
llevando  las  armas  punta  abajo.  Encontróse  el  Canónigo  de 
Persecución  con  el  entierro,  y  vió  que  los  que  lloraban  así 
hacían  deshonor  a  la  voluntad  de  Dios  nuestro  Señor,  la 
cual  quería  que  aquel  caballero  hubiese  pasado  de  este  mundo 
al  otro.  Ocasión  le  pareció  ésta  de  trabajar  por  la  justicia, 
y  recurrió  luego  al  Canónigo  de  Llantos  y  al  Canónigo  de 
Pobreza,  rogándoles  vivamente  le  ayudasen  a  mantener  el 
honor  que  convenía  hacerse  a  la  voluntad  de  nuestro  Señor 
Dios.  Y  los  tres  canónigos  acudieron  al  príncipe  y  al  obispo, 
y  propusieron  a  los  dos  estas  razones. 

7.  —'Señores — dijo  el  Canónigo  de  Persecución — :  en 
vosotros  dos  está  representado  el  divino  señorío;  por  tanto, 
os  pido  decidáis  si  los  que  lloran  al  caballero  difunto,  que 
Dios  quiso  que  muriese,  hacen  deshonor  a  la  voluntad  de 
Dios.  Y  si  por  derecho  de  justicia  juzgáis  que  ofenden  a  Dios, 
pido  por  satisfacción  que  de  hoy  en  adelante  no  acompañe 
al  difunto  persona  alguna  que  llore  ni  dé  muestras  de  tener 
sentimiento  ni  disgusto  de  lo  que  Dios  quiere  y  dispone  su 
divina  voluntad,  ni  que  con  sus  llantos  vayan  perturbando 
el  divino  sacrificio  de  la  misa. — •Luego  después  el  Canónigo 
de  Llantos  añadió  que  el  llorar  debe  ser  por  contrición  y 
confesión.  — Y  [ — dijo — i]  como  los  que  acompañan  al  di- 
funto lloran  por  vanagloria  e  hipocresía,  y  sean  sus  llantos 
contra  la  voluntad  de  Dios,  por  tanto,  me  querello  de  los 
que  con  sus  llantos  hacen  deshonor  al  oficio  que  se  me  ha 
encargado,  en  cuanto  no  lloran  por  lo  que  debe  el  hombre 
llorar. — El  Canónigo  de  Pobreza  habló  después,  y  dijo  que 


6  «al  cual  se  clamaren  del  \*aguer  e  del  batle  e  deis  drapers, 
e  lo  rey  féu  establiment». 

'  «En  un  gran  cavall  guarnit  cavalcava  un  eàçuder  qui  cridava 
e  plorava  la  mort  de  son  senyor,  e  les  armes  .i  envers  portava.» 


33 


386 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


todo  el  dinero  que  se  gastaba  en  las  garnachas  y  mantos  de 
luto  que  vestían  los  que  lloraban  y  asistían  a  la  función 
fúnebre  era  hurtado  a  los  pobres  y  al  alma  del  difunto,  y 
quería  recobrarle  y  que  se  mandase  que,  en  adelante,  todo 
lo  que  habían  de  gastar  en  lutos  fuese  dado  de  limosna  a  los 
pobres  de  Jesucristo,  quedando  prohibido  el  vestir  luto  por 
muerte  de  ninguno  jamás.  El  obispo  y  el  príncipe  tuvieron 
junta  con  los  prohombres  de  la  ciudad  sobre  lo  dicho  y  ale- 
gado por  los  tres  canónigos,  y  fué  acordado  y  resuelto  que 
en  aquella  ciudad  para  siempre  se  observase  y  guardase  la 
ordenación  y  pragmática  que  se  hizo  al  tenor  de  lo  pro- 
puesto y  suplicado  por  los  tres  canónigos. 

8.  Después  de  Navidad  aconteció  que  el  arcediano  quiso 
cantar  su  primera  misa,  y  fué  grande  el  concurso  de  la  gente 
forastera  que  acudió  para  hacerle  honor.  Cuando  el  arcedia- 
no hubo  llegado  a  la  iglesia  con  mucho  fausto  y  pompa 8, 
acompañado  de  juglares,  y  estaba  ya  para  empezar  la  misa, 
empezó  el  Canónigo  de  Persecución  a  decir  en  altas  voces: 
"Simple  fué  nuestro  Señor  Jesucristo,  que  quiso  nacer  y 
conversar  con  los  hombres  con  suma  humildad  y  pobreza, 
para  darnos  ejemplo ;  mas  9  el  arcediano,  que  con  soberbia 
y  vanagloria  ha  juntado  aquí  tanta  gente,  no  parece  quiera 
ser  semejante  a  Jesucristo  ni  seguir  su  doctrina." 

9.  Mientras  el  canónigo  exclamaba  en  esta  forma,  los 
circunstantes  le  reprendían  y  le  amenazaban;  mas  por  eso 
no  dejaba  el  canónigo,  levantando  la  voz  cuanto  podía,  de 
corregir  la  falta  del  arcediano,  diciendo  que  no  era  lícito  ni 
conveniente  que  hombre  alguno  cantase  misa  ni  ministrase 
un  tan  alto  sacrificio  como  es  el  Santo  Sacramento  del  Al- 
tar 10  teniendo  en  su  cuerpo  el  demonio  de  la  vanagloria. 
Sobre  lo  cual  lloró  el  Canónigo  de  Llantos  el  deshonor  que 
se  hacía  a  la  misa.  El  obispo  predicó  para  componer  la  paz 
entre  el  arcediano  y  la  humildad;  pero  el  Canónigo  de  Mun- 
dicia reprendió  al  obispo  por  haber  dado  el  permiso  al  arce- 
diano de  empezar  con  tanto  fausto  y  soberbia  el  más  11  alto 
y  más  noble  y.  más  santo  ministerio  de  cuanto  hay,  y  repren- 
dió, asimismo,  al  rey  por  haber  venido  a  oír  aquella  misa, 
que  habían  deshonrado  cuantos  habían  concurrido  allí. 

10.  Era  por  el  mes  de  abril,  cuando  en  aquella  tierra, 
donde  había  venido  el  canónigo  a  predicar,  se  experimentaba 
una  grande  escasez  de  agua,  por  lo  cual  el  obispo  con  mu- 
chos clérigos  y  religiosos  hicieron  una  procesión  a  honra 
de  Dios  para  que  les  diese  lluvia  para  las  mieses  que  morían 


8  «ab  gran  porriba  e  ufana»,  dice  solamente  el  texto  catalán. 
8  «Si  f'artiaca  avé  en  ajustar  a  sa  missa  tan  gran  solemnitat,  ab 
crgull  e  vanagloria  vol  ésser  semblant  l'artiaca  a  Jesu  Christ.» 

10  «deguées  cantar  missa»,  leemos  .implemente  en  el  autor. 

11  (do  pus  noble  ofici  e-1  pus  sant  e-l  pus  humil  qui  pusca  ésser». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERÑA. — C.  76  367 


de  sed.  El  Canónigo  de  Persecución,  como  si  fuese  loco,  según 
tenía  por  costumbre,  iba  por  la  ciudad  diciendo  algunas  locu- 
ras, a  fin  de  inducir  con  éstas  a  los  hombres  a  buenas  cos- 
tumbres. Y  mientras  continuaba  en  ir  así,  pensando  todos 
que  fuese  loco,  púsose  en  medio  de  la  procesión  entre  el  cle- 
ro 12  y  en  alta  voz,  para  que  todos  le  entendiesen,  dijo  estas 
palabras:  "Aquí  es  Dios  honrado  por  muchos  clérigos  y 
frailes  para  que  envíe  la  lluvia  para  las  mieses;  pero  pocos 
son  los  eclesiásticos  y  religiosos  que  honren  o  quieran  hon- 
rar a  Dios,  yendo  a  predicar  a  los  moros  y  a  los  judíos  y  a 
los  demás  infieles,  entre  quienes  es  deshonrado  y  descono- 
cido el  santo  nombre  de  Dios,  cuyas  13  almas  por  esta  causa 
van  perdidas  y  condenadas,  de  cuya  perdición  se  sigue  ma- 
yor daño,  que  no  sería  si  se  secasen  todas  las  mieses  de  la 
tierra.  Luego,  si  en  esta  ciudad  hay  tantos  frailes  y  cléri- 
gos para  pedir  a  Dios  la  lluvia,  ¿cómo  puede  ser  que  en 
todo  el  orbe  no  pueda  juntarse  igual  número,  que  vayan 
a  predicar  a  los  infieles  la  santa  Trinidad  de  Dios  y  la  encar- 
nación y  pasión  del  Hijo  de  Dios?"  Muy  fuertemente  decía 
el  canónigo  estas  palabras  en  alta  voz,  sin  querer  callar  por 
ninguno.  Dos  capellanes  le  dieron  algunos  golpes  y  le  sacu- 
dieron malamente  por  lo  que  decía;  pero  cuanto  más  le  mal- 
trataban, tanto  más  rogaba  a  la  justicia  que  le  ayudase, 
pues  la  servía. 

11.  Acabada  la  procesión,  sucedió  que  llevaban  a  ahorcar 
a  un  hombre  por  ladrón.  Preguntó  el  Canónigo  de  Persecu- 
ción a  los  que  le  acompañaban  por  qué  habían  de  ahorcar 
aquel  hombre,  y  respondiéronle  que  porque  era  un  gran  juga- 
dor y  gran  ladrón.  Preguntó  después  al  sentenciado  si  era 
verdad  lo  que  decían.  Y  respondióle  que  había  sido  ladrón 
para  poder  jugar  a  la  gresca  con  los  dados.  Entonces  dijo 
el  canónigo  que  el  rey  debía  ser  ahorcado  antes  que  el  ladrón, 
y  en  horca  más  alta.  Sintieron  mucho  aquellos  ministros 
que  el  canónigo  hablase  del  rey  con  tal  desprecio ;  y  después 
de  haberse  ejecutado  la  sentencia,  llevaron  al  canónigo  ma- 
niatado, como  si  fuera  un  loco,  a  presencia  del  rey,  dicién- 
dole  todo  lo  que  había  dicho.  El  rey  quiso  saber  por  cuál 
motivo  había  hablado  así.  Y  respondióle  el  canónigo  que  por 
Justicia,  a  quien  servía;  pues  por  no  haber  prohibido  el  rey 
en  sus  dominios  el  juego  a  los  dados,  había  sido  ladrón 
aquél,  que  hubiera  sido  hombre  veraz  y  justo  a  no  ser  por 
los  dados.  — Luego  [ — dijo — ]  cuando  el  príncipe  que  da 
ocasión  a  la  maldad  manda  ahorcar  a  los  que  hacen  lo  que 
él  no  quiere,  debiera  más  .presto  ser  ahorcado  él  mismo,  que 
no  los  que  ejecutan  la  maldad. — Mucho  consideró  el  rey  en 


12  El  texto  primitivo  pasa  por  alto  «entre  el  clero». 
18  Asimismo  silencia  «cu vas...  tierra». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


las  palabras  del  canónigo  loco,  y  dijo  que  éste  se  fingía  loco 
y  quería  parecer  tal  para  hacer  sabios  a  los  demás;  y  man- 
dó 14  que  todos  le  honrasen  y  que  ninguno  le  perdiese  el 
respeto  por  lo  que  dijese  o  hiciere,  y,  asimismo,  ordenó  se 
publicase  por  todos  sus  dominios  un  bando  prohibiendo  el 
juego  a  los  dados  bajo  de  cierta  pena. 

12.  En  ocasión  que  el  Canónigo  de  Persecución  salía  de 
aquella  ciudad  para  pasar  a  otra,  aconteció  encontrarse  con 
una  tropa  de  peregrinos  que  venían  de  Santiago,  vestidos  a 
semejanza  de  los  apóstoles.  Preguntóles  el  canónigo  de  cuál 
Orden  eran.  Y  respondiéronle:  — De  la  de  los  Apóstoles.— 
Y  luego  el  canónigo  les  dijo  que  el  oficio  que  él  ejercía  y  el 
nombre  de  la  Orden  que  ellos  profesaban  concordaban  entre 
sí.  Entonces  estos  religiosos,  que  habían  dicho  ser  de  la  Or- 
den de  los  Apóstoles,  rogáronle  les  explicase  en  qué  estaba 
la  concordancia  que  decía.  Explicóse  el  canónigo  diciendo 
que  el  apóstol  debe  ser  perseguido  injustamente,  por  cuya 
razón,  si  ellos  querían  ser  de  la  Orden  de  los  Apóstoles,  con- 
venía que  en  las  ciudades,  villas  y  lugares  por  donde  pasasen 
predicasen  allí  la  palabra  de  Dios  y  reprendiesen  severa- 
mente los  pecados  de  los  hombres,  sin  temer  la  muerte  o 
sufrir  cualquier  otro  trabajo,  y  que  fuesen  a  predicar  la 
santa  fe  católica  a  los  infieles  sin  temor  alguno,  a  fin  de  ser 
más  semejantes  a  los  apóstoles.  En  esta  forma  iba  el  Canó- 
nigo de  Persecución  por  aquellos  países  corrigiendo  a  todos 
los  que  no  cumplían  con  todo  su  poder  y  deber  en  sus  oficios 
y  empleos,  aunque  muchas  veces  era  perseguido,  herido  y 
atormentado  por  aquellos  que  él  estaba  corrigiendo.  Y  por 
sus  méritos  hacía  Dios  muchos  beneficios  a  todos  aquellos 
países  donde  iba  y  moraba  este  canónigo,  porque  en  la  mul- 
tiplicación de  los  trabajos  y  persecuciones  que  padecía,  mul- 
tiplicaba Dios  en  su  pueblo  su  virtud  y  gracia  por  los  méritos 
del  canónigo. 


CAPÍTULO  LXXVII 
De  quolibet 

1.  Según  tenía  por  costumbre,  el  obispo  Blanquerna  or- 
denó y  mandó  se  tuviese  una  disputa  quodlïbetal,  a  fin  que 
si  algún  eclesiástico  o  seglar  veía  o  conocía  alguna  cosa  que 
pudiese  mejorarse  o  establecerse  nuevamente  en  su  obispado, 
fuese  allí  propuesta  a  manera  de  cuestión,  para  que  él  la 
pudiese  reformar  y  poner  en  ejecución.  Mientras  el  obispo 

11  «t-  manà  que  hom  li  íaés  honrnment,  e  que  d'aquí  en  avant 
fos  establiment  e  costuma  que  en  aquella  terra  no  fas  joc  de  daos». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLÀNQUERNA. — C.  77  $89 


en  una  ocasión  se  estaba  en  capítulo  con  la  disputa  quodli- 
betal,  vino  un  hombre  seglar  a  proponerle  esta  cuestión,  a 
saber:  si  el  obispo,  al  levantarse  por  la  mañana,  debe  ir  a 
paseo  antes  de  decir  u  oír  misa.  Muchas  razones  se  alegaron 
a  favor  de  una  y  otra  parte,  pero  el  obispo  soltó  la  cues- 
tión, diciendo  que  si  los  seglares  tienen  por  regla  y  costumbre 
de  ir  primero  a  oír  misa  antes  de  ir  a  pasearse  o  hacer  otras 
cosas,  ¿con  cuánta  mayor  razón  los  eclesiásticos,  que  viven 
del  patrimonio  de  la  santa  Madre  Iglesia,  deben  primero  oír 
o  decir  misa  1  que  hacer  cualquiera  otra  cosa  ?  Y  no  siendo 
así,  dan  mal  ejemplo  a  los  seglares. 

2.  Otras  muchas  cuestiones  muy  buenas  fueron  propues- 
tas en  presencia  del  obispo,  quien  las  soltó  y  resolvió  todas; 
pero  señaladamente  se  le  propusieron  diez  cuestiones,  que 
son  las  siguientes: 

La  primera,  si  los  cristianos  son  culpables  de  la  igno- 
rancia en  que  están  los  infieles  que  ignoran  la  santa  fe  ca- 
tólica. 

La  segunda,  quiénes  son  los  que  tienen  mayor  poder 
y  oportunidad,  o  los  católicos,  que  tienen  y  siguen  la  verdad 
para  reducir  a  los  infieles  a  abrazar  y  seguir  las  sendas  de 
la  verdad,  o  los  infieles  para  echar  a  los  católicos  de  la  ver- 
dad y  ponerles  en  error. 

La  tercera,  si  los  cristianos  son  culpables  de  que  esté 
en  poder  de  los  moros  la  Tierra  Santa  de  ultramar,  donde 
Jesucristo  fué  concebido  y  nació  y  fué  crucificado  y  muerto. 

La  cuarta,  sí  los  artículos  de  la  santa  fe  católica  de  los 
cristianos  pueden  ser  entendidos  por  razones  necesarias. 

La  quinta,  si  la  fe  vale  más  o  menos,  en  caso  de  poder 
ser  entendidos  sus  artículos  por  razones  necesarias. 

La  sexta,  cuál  es  la  más  principal  razón  por  que  el  hom- 
bre fué  criado. 

La  séptima,  si  debe  hacerse  la  visita  sobre  los  obispos  y 
los  arzobispos,  por  la  cual  sean  depuestos  en  caso  de  usar 
mal  de  su  oficio. 

La  octava,  cuál  es  mayor  pecado,  o  que  el  obispo  dé  a  sus 
parientes  los  bienes  de  la  Iglesia  o  el  retenerse  para  sí  los 
bienes  del  cristiano  que  se  encontrase  ser  judío. 

La  nona,  si  los  bienes  de  la  santa  Iglesia  debe  el  hombre 
emplear  y  gastar  en  pacificar  los  reyes  y  demás  príncipes 
cristianos. 

La  décima,  cuál  es  la  obra  más  noble  que  el  hombre  pueda 
procurar  a  honra  de  Dios. 

3.  Maravillado  se  quedó  el  obispo  de  las  diez  cuestiones 
referidas  cuando  le  fueron  propuestas,  porque  tenían  mucho 


1  Dígase,  más  bien,  «cantar  misa». 


39P 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


fondo  y  harta  dificultad  2,  y  mucho  se  discurrió  sobre  ellas 
por  una  y  otra  parte.  Mas  el  obispo  no  quiso  resolverlas,  si 
que  determinó  pasar  a  Roma  para  proponerlas  al  Papa  y  a 
los  cardenales  que  las  soltasen  y  resolviesen,  y  que  obrasen 
en  consecuencia  de  la  resolución  y  determinación  que  toma- 
rían. Y,  si  tal  vez  no  lo  hiciesen  así,  estaba  en  ánimo  de  re- 
prenderles delante  de  todos,  sin  temor  de  perder  su  obispado 
y  sin  temer  cualquier  trabajo,  ni  aun  la  muerte. 

4.  Cuando  el  obispo  Blanquerna  estuvo  en  Roma,  pro- 
puso en  el  consistorio  ante  el  Papa  y  los  cardenales  las  diez 
cuestiones  referidas,  y  dijo  en  esta  forma:  "El  error  se  ha 
introducido  en  el  mundo,  y  nos  hallamos  muy  faltos  de  cari- 
dad y  devoción.  Extrañada  de  entre  nosotros  está  la  virtud 
de  Valor,  según  se  notó  ya  en  el  libro  de  religión,  por  lo  cual 
vengo  a  suplicar  se  me  resuelvan  y  determinen  estas  diez 
cuestiones,  y  a  sus  verdaderas  resoluciones  y  determinacio- 
nes se  haga  la  debida  satisfacción,  en  que  la  verdad  eche  del 
mundo  al  error,  multiplicando  en  él  la  caridad  y  la  devoción." 

Muy  del  agrado  del  Santo  Padre  Apostólico  y  de  los  carde- 
nales y  de  toda  la  corte  fueron  las  cuestiones;  y  pasando  a 
informarse  del  sujeto,  supieron  que  el  obispo  Blanquerna  era 
hombre  muy  docto  y  de  muy  santa  vida.  Mientras  que  el  Papa 
y  los  cardenales  trataban  de  resolver  y  determinar  las  cues- 
tiones referidas,  fué  voluntad  de  Dios  nuestro  Señor  que  el 
Papa  cayese  en  una  enfermedad  de  que  murió,  y  por  esta  ra- 
zón quedaron  las  cuestiones  indecisas. 

Finido  es  el  tercer  dibro  :;,  del  estado  de  prelacia,  en  que, 
por  gracia  de  nuestro  Señor  Dios,  se  ha  mostrado,  con  el 
ejemplo  del  obispo  Blanquerna  y  de  sus  canónigos,  el  buen 
modo  que  podrían  los  prelados  practicar  en  regir  y  apacen- 
tar las  ovejas  de  sus  obispados  que  están  a  su  cargo,  como 
lo  ejecutó  santamente  Blanquerna  en  su  obispado  para  el  ser- 
vicio de  Dios  con  muy  buenas  ordenaciones,  pías  exhortacio- 
nes y  bellos  ejemplos,  según  queda  dicho  en  todo  este  libro. 


2  «car  molt  gran  sentència  signifiquen  e  rnolt...» 
:!  Aquí  termina  el  capítulo,  según  el  original. 


EMPIEZA  EL  LIBRO  CUARTO,  QUE 
TRATA  DEL  ESTADO  APOSTOLICO 


CAPITULO  LXXVIII 

De  qué  manera  el  obispo  Blanquerna  fué  elegido  Papa 

1.  Muy  gran  disgusto  tuvo  el  obispo  Blanquerna  de  la 
muerte  del  Papa  por  muchas  razones,  y  señaladamente  por 
razón  de  las  cuestiones  que  había  propuesto  al  Sacro  Colegio. 
Mientras  los  cardenales  trataban  la  creación  del  Papa,  el 
obispo  Blanquerna  se  fué  a  un  cardenal  para  decirle  que,  si 
por  algún  motivo  se  dilatase  la  elección  del  Papa,  rogaba  y 
suplicaba  con  todas  veras  que  el  interino  se  dignase  de  pro- 
veer se  le  diese  respuesta  y  solución  a  las  diez  cuestiones  que 
él  había  propuesto,  por  cuanto  deseaba  mucho  saber  el  dicta- 
men de  los  cardenales  que  tomarían  en  la  determinación  de 
aquellas  cuestiones.  Respondióle  el  cardenal,  diciendo  que  en 
breve  tiempo  se  haría  la  elección  del  Papa,  porque  era  muy 
grande  inconveniente  y  que  sería  cosa  muy  peligrosa  que  el 
Pontificado  estuviese  vacante  por  mucho  tiempo.  Pero  que  él 
mismo,  según  le  parecía  a  primera  vista,  respondería  a  una 
de  las  cuestiones,  pero  sin  determinar  aquélla.  Y  dijo  de  esta 
manera : 

— *Si  los  artículos  de  la  santa  fe  cristiana  pudieran  ser  en- 
tendidos por  razones  contrarias,  la  fe,  por  esto,  valdría  me- 
nos, porque  el  hombre  no  tendría  por  ello  tanto  mérito. 

2.  Respondió  el  obispo,  diciendo: 

— -Dos  maneras  hay  de  demostración :  la  una  es  cuando  la 
cosa  se  demuestra  sin  que  pueda  en  ello  haber  contradicción, 
así  como  es  demostrar  que  el  cuadrángulo  tiene  más  ángu- 
los que  el  triángulo.  La  otra  es  cuando  en  ella  puede  ser 
hecha  contradicción,  como  es  probar  la  causa  por  su  efecto. 
Y  por  esto,  la  fe  tiene  sujeto  en  aquello  en  que  la  demostra- 
ción puede  ser  calumniada  é  impugnada.  Pero  que  él  no  en- 
tendía decir  que  los  artículos  de  la  fe  pudiesen  ser  demos- 
trados de  tal  modo  que  no  pudiese  ser  hecha  contradicción, 
como  se  ha  dicho  de  su  primera  especie  de  demostración, 
porque,  si  pudiesen  ser  demostrados  por  el  primer  modo  de 


392 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


demostración,  sería  imposible  que  los  artículos  estuviesen 
fundados  en  la  fe;  y  sí  que  él  preguntaba  si  por  el  segundo 
modo  de  demostración  podían  ser  o  no  entendidos  los  artícu- 
los, de  forma  que  pudiese  ser  destruida  por  razones  necesa- 
rias, y  que  lo  contrario,  por  razones  necesarias,  pudiese  ser 
destruido. — (Aun  dijo  más  el  obispo  [es  a  saber] :  que  si  los 
artículos  podían  ser  entendidos  por  razones  necesarias,  que 
él  entendía  probar  por  necesarias  razones  que  la  fe  por  ello 
sería  más  noble  y  mayor  y  más  meritoria,  y  que  el  entendi- 
miento y  la  caridad  estarían  con  más  noble  disposición,  se-, 
gún  está  demostrado  en  el  primer  libro  De  la  demostración 
de  los  artículos  l.  Y  si  esto  no  fuese  así,  se  seguiría  que  la 
fe  y  el  entendimiento  serían  el  uno  para  la  destrucción  del 
otro,  lo  cual  es  imposible,  según  las  condiciones  de  los  árbo- 
les del  libro  intitulado  Del  gentil  y  de  los  tres  sabios  2. 


1  El  Llibre  de  demostracions  (en  la  ed.  de  Maguncia  Libo  mi* 
randarum  demonstrácipnum) ,  Mallorca,  1274.  Este  libro,  redactado 
originariamente  en  catalán,  viene  a  ser  un  bello  tratado  de  teodicea 
racional  para  la  conversión  de  los  infieles,  dividido  en  cuatro  par- 
tes :  i.a  Posibilidad  para  el  entendimiento  de  demostrar  en  cierto 
tmodo  los  artículos  de  la  fe  católica.  2.a  Pruebas  de  la  existencia 
de  Dios.  3.a  Pruebas  de  la  Trinidad.  4.a  Pruebas  de  la  encarnación. 
En  él  se  nota  el  influjo  de  Ricardo  de  San  Víctor  v  de  San  Ansel- 
mo (ORL,  XV). 

2  Del  Llibre  del  gentil  c  dels  tres  savis  (en  la  ed.  de  Maguncia, 
Líber  de  gentili  et  tribus  sapientibus)  ya  hablamos  en  el  capítulo  24, 
nota  1. 

El  P.  B.  Salva,  T.  O.  R.,  en  su  trabajo  Oualiter  fidei  articuli  sint 
mtione  demonstrabiles  ex  B.  Raymundi  Lulli  sententia,  dice  que, 
según  el  Doctor  Iluminado,  las  razones  necesarias ,  cuando  se  trata 
de  demostrar  los  misterios  de  la  fe.  no  engendran  una  evidencia 
en  el  entendimiento,  y,  por  tanto,  deben  tomarse  como  necesarias 
en  sentido  lato,  es  a  saber,  o  porque  se  asientan  en  principios  nece- 
sarios, es. decir,  las  razones  divinas  o  atributos  de  Dios,  o  porque 
solamente  suponen  una  necesidad  moral,  o,  finalmente,  porque  ayu- 
dando la  gracia  de  Dios,  son  en  verdad  eficaces  para  ayudar  a  la 
fe  cristiana.  El  citado  autor  trae  a  este  respecto  varios  testimonios 
del  Beato.  Así,  por  ejemplo,  cuanto  al  misterio  de  la  Encarnación  : 
«Desideravit  cognoscere  intellectus  utrum  Deus  sit  incarnatus.  Sed 
cognovit  id  probari  non  posse  de  ne  ees  sítate,  videlicet  Deum  esse 
incarnatum  :  eo  quia  talis  incarnatio  non  est  naturalis,  nee  esse 
aliquid  quod  Deum  cogeré  possit  ad  recipiendam  humanam  natu- 
ram.  Sed  ascendit  intellectus  ad  rationes  Dei,  quae  aequaliter  mun- 
di  existunt  causae  :  et  per  illam  aequalitatem  voluit  incarnationem 
istam  beatissimam  probare»  (De  ascensu  et  descensu  intellectus). 
Lo  mismo  debe  decirse  con  relación  a'  la  Trinidad  y  los  demás  mis- 
terios :  «Quemadmodum  Deus  permittit  quod  homo  possit  peccare, 
ad  hoc  uf  non  corrumpatur  liberum  arbitrium,  ita  Deus  permittit 
quod  demonstrationes  Trinitatis  et  Incarnationis  et  aliorum  articu- 
lorum  possint  calumnian'  per  falsas  similitudines  destructibiles  :  et 
hoc  Deus  permittit  ad  hoc  u't  homo  sit  liber  ad.  credendum  vel 
.intelligendum  artículos,  quia  si  articuli  essent  ita  demonstrabiles, 
quod  non  possent  calumnian,  non  esset  fides  per  illos  artículos  in 
homine,  nec  humanus  intellectus  esset  ita  exaltatus  in  intelligendo 
illos»  (Demoñstratiónum  Liber  IV).  No  se  le  oculta  al  Maestro,  lo 
mismo  que  al  Angélico,  que  una  demostración  evidente  o  apodíctica 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  7S 


3.  Agradó  mucho  al  cardenal  la  respuesta  del  obispo,  y 
cuando  se  halló  en  el  consistorio  con  sus  compañeros,  él  ala- 
bó mucho  al  obispo  Blanquerna  por  su  ciencia,  según  la  res- 
puesta que  le  había  dado.  Mientras  el  cardenal  así  alababa 
al  obispo  Blanquerna,  sucedió  que  aquel  eclesiástico  que  ha- 
bía renunciado  el  obispado  que  tenía  el  obispo  Blanquerna  8 
había  venido  a  la  corte  romana  con  dos  religiosos  y  un  hom- 
bre seglar,  y  todos  cuatro  habían  aprendido  y  sabían  muy 
bien  la  lengua  arábiga,  y  habían  pasado  a  la  corte  para  pedir- 
licencia  y  la  bendición  con  letras  apostólicas  para  pasar  a 
alguna  tierra  de  infieles  a  predicar  y  convertir  aquellas  gen- 
tes hasta  recibir  el  martirio  por  amor  de  Dios.  Y  mientras 
estaban  en  el  consistorio  con  los  cardenales,  declarando  su 
petición,  sobrevino  el  obispo  Blanquerna,  y,  como  se  conocie- 
ron, fué  muy  devoto  y  amoroso  el  recibimiento  que  recípro- 
camente se  hicieron.  Y  4  habiendo  salido  Blanquerna  del  con- 

excluye  la  fe.  Por  otra  parte,  Ramón  Llull  no  se  cansa  ile  repetir 
en  sus  escritos  que  él  quiere  probar  los  artículos  de  la  íe  de  tal 
manera  «quod  habitus  fidei  maneat  integer  el  iüesus?»  ( Supplicatio 
sacrae  theologiac  professoribus  ac  baccalaureis  Studü  Parisiensis). 
Cf.  Analecta  Tertii  órdinis  Regularis  Sancti  Francisci,  1  (1935), 
285  ss.,  312  ss,,  352  ss.    f  * 

También  en  este  capitulo  de  Blanquerna,  jS,  n.  2,  se  hab.a  de 
demostraciones  que  no  injurien  en  ninguna  manera  la  fe. 

Históricamente  hablando — y  lo  confiesa  Carreras  y  Artau  (Historia 
de  la  filosofía  española,  I  [1939],  522) — ,  las  famosas  razones  nece- 
sarias y  todas  las  audacias  ltuianas  tocantes  a  la  demostración  ra- 
cional de  la  fe  cristiana  no  van  más  allá  de  la  doctrina  agustinianu- 
ánselmiana.  Más  que  demostrar  necesariamente  los  misterios  reve- 
lados, cosa  que  Llull  juzgaba  no  sólo  imposible,  sino  también  peca- 
minosa :  qitia  finitum  non  potest  compreíiendere  infinitum  (Líber 
de  perseitate,  cód.  Ottob.  lat.  405,  fot."  199  v.),  quería  hacerlos  razo- 
nables en  todo  lo  posible,  lo  que  es  cierta  manera  de  demostración 
de  conveniencia,  usada  libremente  por  los  Santos  Padres  y  teólogos. 
Más  que  ensalzar  la  razón  humana  con  menoscabo  de  la  fe,  quería 
servirse  de  ella  para  exaltación  y  propagación  de  la  fe  católica.  V,  en 
este  sentido,  se  dirigirá  a  los  profesores  y  bachilleres  de  la  Univer- 
sidad de  París,  diciendo  :  «Quoniam  est  máxima  derogatio  catholicae 
fidei,  quod  aput  infideles  communiter  est  divulgatum,  videlicet,  quod 
fides  christianorum  per  rationes  cogentes  humanum  intellectum  sit 
magis  improbabilis,  et  propter  hoc  asserunt  quod  christiana  fides 
per  nullam  insolubilem  rationem  possit  confirman,  sed  potius  im- 
proban ;  qui  etiam  dicunt  quod  nos  fideles  christiani  hoc  idem 
dicamus  :  ideo  Raymundus  advertens  quod  hoc  sit  extirpandum, 
supplicat,  quanto  humilius  et  ardentius  potest,  facultati  sacrae  theo- 
logiae  venerabilium  magistrorum,  quatenus  vobis  reverendis  magis- 
tris  ac  domini^  placeat  in  scriptis  poneré  illas  rationes,  quae  vfde- 
buntur  magis  confirmare  catholicam  fidem  christianorum ,  ot  prae- 
dictus  error  per  earumdem  efficaciam  possit  extirpan  aput  inlwleles» 
(Supplicatio  sacrae  theologiac  professoribus  ac  baccalaureis  Studü 
Parisiensis  red.  Mag.,  II,  1722],  1,  col.  2.a). 

Razones  o  argumentos  que  sólo  confirman  no  son  apodícticos,  sino 
de  conveniencia. 

3  «Esdevenc-se  que  lo  clergue  qui  su  lia  ésser  bis1>e  del  bisbat  on 
Blanquerna  era  bisbe.» 

4  El  original  calla  «y  habiendo...  consistorio». 


394  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sistorio,  los  cardenales  preguntaron  a  aquellos  cuatro  que 
allí  se  habían  presentado  de  las  cualidades  de  Blanquerna,  y 
ellos  dijeron  mucho  bien  de  él  y  les  refirieron  todo  el  bien  que 
primeramente  hizo  en  la  abadía  y  lo  que  últimamente  había 
obrado  en  su  obispado,  según  ya  hemos  dicho. 

4.  Sucedió  cierto  día  que,  estando  comiendo  un  carde- 
nal, vino  a  su  corte  un  juglar  muy  bien  vestido  y  muy  bien 
aderezado,  que  era  hombre  de  muy  agradable  y  graciosa  lo- 
quela,  de  bello  y  gentil  talle  y  cantaba  y  tañía  muy  bien  los 
instrumentos.  Aquel  juglar  se  hacía  llamar  juglar  del  Va- 
lor, y  era  aquel  mismo  que  Blanquerna  encontró  en  la  selva 
cuando  encontró  al  emperador  y  a  Valor,  como  5  está  dicho 
en  él  libro  segundo,  capítulo  de  Valor.  Cuando  el  cardenal 
hubo  ya  comido,  entró  el  juglar  y  cantó  unas  canciones  y 
coplas  que  el  emperador  había  compuesto  a  honor  de  la  Vir- 
gen Santa  Miaría  y  de  Valor,  y  tocó  algunos  instrumentos, 
con  los  cuales  formaba  las  danzas  y  notas  que  el  emperador 
había  hecho  a  honor  de  nuestra  Señora.  Y  fué  muy  gustoso 
y  agradable  de  ver  al  juglar  con  sus  instrumentos.  Cuando 
el  juglar  hubo  concluido  toda  esta  diversión,  le  preguntó  el 
cardenal  de  algunas  noticias  y  de  su  estado. 

5.  — Señor — respondió  el  juglar — 1:  por  disposición  de 
Dios  sucedió  que  mi  señor  el  emperador  y  yo  nos  encontra- 
mos en  una  selva  con  un  santo  hombre,  que  se  llamaba  Blan- 
querna, el  cual  iba  buscando  por  aquel  desierto  algún  puesto 
proporcionado  en  donde  pudiese  poner  su  ermita,  para  adorar 
y  contemplar  a  Dios  nuestro  Señor  todos  los  días  de  su  vida. 
EJn  aquella  selva  estaba  la  virtud  de  Valor,  que  se  lamen- 
taba contra  aquellos  que  la  habían  quitado  y  mudado  su  nom- 
bre y  todos  los  días  la  están  persiguiendo  en  este  mundo. 
Y,  por  eso,  mi  señor  el  emperador  ha  nombrado  diversos  ju- 
glares para  que  vayan  por  el  mundo  y  sean  predicadores  y 
pregoneros  de  Valor,  y  entre  ellos  me  ha  enviado  a  mí  a  esta 
corte  para  ser  loador  de  Valor  y  reprender  y  calumniar  a 
todos  aquellos  que  son  sus  contrarios,  alabando  a  Desvalor 
en  apariencia  de  Valor. — Agradaron  mucho  al  cardenal  y  a 
todos  los  de  su  corte  las  palabras  y  razones  del  juglar,  y  des- 
pués el  cardenal  le  mandó  dar  una  bella  copa  de  plata  dora- 
da en  que  él  bebía;  pero  el  juglar  no  la  quiso  aceptar,  di- 
ciendo estas  palabras: 

6.  — Mandamiento  se  me  ha  hecho  por  el  emperador,  mi 
señor,  y  lo  he  jurado  corporalmente  sobre  los  Santos  Evan- 
gelios, de  no  tomar  cosa  alguna  de  este  mundo  de  ninguna 
persona,  sino  solamente  de  mi  señor  el  emperador,  el  cual  me 
da  renta  bastante  todos  los  días  para  todo  lo  necesario  que 
yo  he  menester  para  mi  subsistencia.  Por  lo  cual  yo  estoy 


c  «segons  que  és  recontal  en  lo  capítol  de  vnlor». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA . — C.  78  395 


excusado  de  recibir  vuestro  regalo,  y  también  porque  por  dá- 
divas son  corrompidos  los  juglares  en  alabar  aquellos  que 
deben  ser  blasfemados  y  en  blasfemar  aquellos  que  deben  ser 
alabados.  Y  por  cuanto  por  semejantes  falsas  alabanzas  y 
blasfemias  sea  deshonrada  y  olvidada  la  virtud  de  Valor,  por 
tanto,  mi  señor  el  emperador  no  quiere  que  yo,  ni  otro  juglar 
alguno  de  su  corte,  tome  dádiva  alguna  ds  vos  ni  de  hombre 
alguno  del  mundo. 

7.  — Buen  amigo — .respondió  el  cardenal — ,  ¿por  ventu- 
ra, conoceríais  vos  aquel  hombre  que  vos  llamáis  Blanquerna 
si  lo  viérais? 

— iSeñor — respondió  el  juglar — ,  muy  bien  le  conocería  yo 
si  le  viera ;  pero  no  creo  verle  en  un  lugar  como  éste,  porque 
creo  tiene  hecha  su  habitación  en  lugares  desiertos  e  inhabi- 
tados, en  la  cual  propuso  mi  señor  el  emperador  ser  su  com- 
pañero cuando  hubiese  ordenado  su  imperio  y  educado  a  su 
hijo  hasta  que  fuese  mayor  y  pudiese  y  supiese  regir  bien  y 
gobernar  su  imperio. — (El  cardenal  envió  por  el  obispo  Blan- 
querna, a  que  viniese  luego  a  estar  con  él.  Y  habiendo  lle- 
gado allí,  el  juglar  le  miró  y  remiró,  y  conociéndole,  tuvo 
gran  gusto  de  verle;  pero  se  maravilló  mucho  porque  lo  vió 
tan  noblemente  vestido  y  que  traía  anillo  de  oro  en  los  de- 
dos. El  obispo  le  preguntó  por  el  emperador,  y  refirió  al 
juglar  toda  su  vida,  porque  el  juglar  quiso  sab  ría,  para  que 
le  corrigiese,  si ,;  acaso  se  había  entibiado  en  su  devoción  que 
tenía  antes  de  ser  ermitaño. 

8.  Gran  complacencia  tuvieron  uno  del  otro  de  haberse 
encontrado  allí,  y  el  juglar  rogaba  mucho  al  obispo  Blanquer- 
na que  le  ayudase  en  aquella  corte  a  mantener  Valor  mien- 
tras estuviese  en  ella,  y  el  obispo  le  prometió  que  lo  haría 
muy  gustosamente.  Al  otro  día  por  la  mañana,  después  de 
misa,  el  juglar  se  presentó  en  el  consistorio  de  los  señores  car- 
denales, en  donde  se  esperaban  el  uno  al  otro  para  hacer  su 
elección ;  y  cuando  estuvo  dentro,  en  presencia  de  los  carde- 
nales, dijo  estas  palabras:  —Valor  tiene  mayor  esperanza  en 
aquellos  que  son  mayores  y  más  honrados  en  este  mundo 
que  no  en  los  otros;  y  aquellos  le  hacen  más  deshonor  que 
por  ella  están  en  mayor  honor,  y  por  esto  se  les  sigue  y 
espera  mayor  culpa  y  maldición,  por  la  cual  llevarán  en  el 
otro  mundo  mayor  pena,  que  no  tendrán  aquellos  a  quienes 
Valor  no  les  tiene  tan  honrados,  por  el  mayor  deshonor  que 
hacen  en  este  mundo  a  la  virtud  de  Valor. 

9.  Cada  uno  7  de  los  cardenales  consideró  muy  profun- 
damente lo  que  el  juglar  les  había  dicho.  Y  después  de  haber 


*  «si:s  £oa  refredat  de  la  devoció  que  suiia  haver  a  £sset  ermità». 

1  La  versión  castellana  no  *e  ciñe  bien  al  texto  catalán,  que  reza 
así  :  «Caseu  dels  cardenals  considerà  molt  fortment  en  les  paraules 
que  1  juglar  deia;  e  lo  cardenal  recontà  a  sos  companyons.. .4 


396  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


salido  éste  del  consistorio,  el  cardenal  que  le  había  convida- 
do refirió  a  sus  compañeros  todo  lo  que  el  juglar  le  había 
dicho  de  Blanquerna,  y  por  aquellas  palabras  que  él  cardenal 
les  dijo  en  favor  de  Blanquerna,  y  por  otras  muchas  que  ha- 
bían oído  decir  a  otros,  concordaron  unánimes  todos  los  car- 
denales en  elegir  que  Blanquerna  fuese  creado  Papa.  Y  todos 
quisieron  y  dijeron  en  una  voz  que  él  fuese  Papa,  y  luego 
inmediatamente  cantaron  el  Veni  Creator  Spiritus  y  el  Te 
Dewn  laudamus,  y  tomaron  a  Blanquerna  para  sentarlo  en  la 
silla  apostólica! ;  pero  Blanquerna  no  lo  quiso,  y  dijo  estas 
palabras : 

10.  — :Fama  es  por  todo  el  mundo  que  el  Papa  podría  con 
sus  hermanos  los  cardenales  ordenar  y  poner  en  buen  esta- 
do a  todo  el  mundo,  si  quisiese.  Y  como  el  mundo  ahora  se 
halle  en  tan  gran  discordancia  y  desorden,  es  cosa  temerosa 
el  ser  Papa,  y  en  él  es  significada  gran  culpa  mientras  no  use 
de  su  poder  en  ordenar  el  mundo,  siguiendo  su  voluntad  todo 
el  poder  que  Dios  le  dió  para  ordenarle.  Y,  como  yo  sea  in- 
digno de  tener  poder  tan  grande,  en  cuanto  me  falta  el  saber 
y  querer,  por  esto  tan  noble  y  tan  grande  poder  como  es  este 
poder  apostolical,  no  debe  ser  encomendado  a  mi  flaco  saber 
y  querer.  Y,  por  tanto,  yo  renuncio  el  poder  apostolical  y 
pido  que  sea  dada  respuesta  a  las  diez  cuestiones  que  yo  he 
propuesto  a  esta  corte. 

11.  Cuanto  más  fuertemente  el  obispo  Blanquerna  se  ex- 
cusaba y  renunciaba  el  pontificado,  con  tanta  mayor  fuerza 
se  movía  la  voluntad  de  los  cardenales  a  que  él  fuese  Papa, 
siendo  condición  de  la  elección  que  aquellos  que  más  fuer- 
temente ¡se  excusan  y  renuncian  deben  ser  preferidos  en 
la  elección,  como  se  convenga  con  las  demás  condiciones  que 
corresponden  al  hombre  digno  de  ser  elegido.  Mientras  que 
así  se  estaban,  excusándose  el  obispo  Blanquerna  en  que  de 
ninguna  manera  quería  ser  Papa,  uno  de  los  cardenales,  que 
deseaba  serlo,  dijo  que  él  quería  hablar  aparte  a  sus  compa- 
ñeros, y  les  dijo  estas  palabras:  — Muchas  veces  sucede  que 
los  hombres,  con  maestría,  se  hacen  de  rogar  y  rogar  en 
admitir  el  pontificado  para  que  tengamos  voluntad  en  crearle 
Papa.  Luego,  si  en  él  hay  esta  tal  voluntad,  por  esto  es  indig- 
no de  ser  Papa. 

12.  Pensaron  mucho  los  cardenales  en  lo  que  el  carde- 
nal les  propuso;  pero,  por  cuanto  vieron  que  en  las  palabras 
del  obispo  Blanquerna  no  se  significaba  haber  maestría  al- 
guna, y  ya  por  la  buena  fama  que  tenía  y  porque  aquel  car- 
denal quería  ser  Papa,  de  lo  que  tuvieron  algún  conocimiento 
por  ciertos  indicios,  por  esto  conocieron  que  lo  que  el  cardenal 
decía  era  todo  cautela,  y  quisieron  de  todas  maneras  que  el 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  7Q  ^Q7 


obispo  Blanquerna  fuese  Papa  por  v  la  buena  fama  que  tenía. 
Pero,  con  todo  eso,  no  quiso  admitirlo  ni  otorgarlo  hasta  tan- 
to que  uno  de  los  cardenales  le  dijo  que,  si  él  era  Papa,  podría 
ordenar  todo  aquello  que  deseaba  cumplir  por  la  solución  de 
las  cuestiones  sobredichas.  Y  por  este  motivo,  el  obispo  Blan- 
querna, con  gran  temor  y  con  grande  esperanza  de  que  Dios 
le  ayudaría  y  con  la  intención  de  que  podría  hacer  mayor 
fruto  y  provecho  a  la  ordenación  que  significaban  las  cues- 
tiones, consintió  entonces  en  recibir  el  oficio  papal,  y  dijo 
estas  palabras. 

13.  — En  mí  hay  falta  de  saber  y  querer  que  se  iguale 
al  poder  apostolical.  Si  por  vosotros  soy  elegido  Papa,  os 
pido  que  me  ayudéis,  como  por  igual  querer  y  saber  usemos 
del  poder  que  se  me  ha  dado  en  procurar  que  Dios  sea  cono- 
cido y  amado,  y  que  su  pueblo  sea  por  él  bienaventurado. 
Y  si  no  lo  hiciereis,  me  haréis  grande  injuria  y  gran  peca- 
do.— Todos  los  cardenales  prometieron  gustosamente  al  Papa 
que  le  ayudarían  en  todo  lo  que  era  su  voluntad,  según  la 
libertad  del  saber  y  del  poder  que  Dios  les  había  dado  y  según 
el  cargo  a  que  Dios  había  sujetado  su  voluntad  a  servírsele. 
Y,  de  esta  forma,  el  obispo  Blanquerna  fué  elegido  Papa. 


CAPÍTULO  LXXIX 
De  las  ordenanzas  que  el  Papa  Blanquerna  hizo  en 

su  CORTE 

1.  Según  dejamos  ya  referido,  quedó  elegido  y  creado 
Papa  el  obispo  Blanquerna,.  Bendito  sea  Dios  por  ello.  Antes 
que  el  Papa  Blanquerna  dispusiese  alguna  ordenación  en  su 
corte,  estuvo  así  por  algún  tiempo  con  inacción,  por  el  fin 
de  examinar  y  conocer  el  estado  y  modo  de  la  corte,  y  todos 
los  días  iba  notando  en  unas  tablillas  que  llevaba  consigo  to- 
das aquellas  cosas  que  necesitaban  de  mejorarse  en  su  corte. 
Sucedió  un  día  que,  estando  el  Papa  Blanquerna  en  la  venta- 
na, vió  venir  un  cardenal  con  mucho  acompañamiento  de  su 
familia,  los  cuales  iban  muy  bien  vestidos  y  montados  a 
caballo ;  había  muchos  parientes  del  cardenal.  Y  poco  después 
vió  venir  a  otro  cardenal  con  poco  acompañamiento,  y  que 
no  iban  tan  bien  vestidos  y  ataviados.  Consideró  mucho  e) 
Papa  todo  esto  que  había  visto  de  los  dos  cardenales,  y  cuan- 
do estuvo  en  el  consistorio,  dijo  estas  palabras  al  cardenal 
que  había  venido  con  poco  acompañamiento  y  humildemente 
Vestido  y  ataviado: 


■  No  leemos  en  el  original  «por...  tenía». 


39$  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


2.  — <Saber  quiero  de  vos  la  causa:  ¿por  qué  no  habéis 
venido  a  mi  corte  con  tanta  compañía  y  tan  noblemente  ves- 
tida como  el  otro  cardenal  que  venía  delante  de  vos,  siendo 
así  que  ves  tenéis  obligación  de  honrar  tanto  a  mi  corte  como 
el  otro  cardenal,  teniendo  vos  tanta  renta -como  aquél? 

' — Señor — respondió  el  cardenal — ,  yo  para  la  manuten- 
ción de  rni  familia  y  en  la  limosna  consumo  toda  la  renta  del 
cardenalato,  que  no  me  sobra  nada  1,  y  he  prestado  juramen- 
to de  no  tomar  dádivas  de  hombre  ninguno  por  servicios  ni 
sobornos;  y  como  mis  rentas  no  basten  para  más,  por  eso 
no  he  podido  llevar  más  acompañamiento  ni  más  bien  ata- 
viado.— ¡Preguntó  el  Papa  al  otro  cardenal  por  qué  había  ve- 
nido con  tanto  acompañamiento  y  tan  bien  vestido.  Respon- 
dió el  cardenal  que  para  honrar  a  su  corte.  El  Papa  hizo  es- 
tar a  la  vista  de  este  cardenal,  y  quiso  informarse  con  toda 
diligencia  de  su  modo  de  vivir.  Y  halló  que  el  cardenal  toma- 
ba servicios  y  sobornos,  y  había  quebrantado  el  sacramento 
y  promesa  que  había  prestado  cuando  fué  creado  cardenal 
y  que  las  gentes  le  prestaban  servicios  y  rogaban  con  dona- 
tivos para  el  despacho  de  sus  peticiones  y  negocios,  y  le 
acompañaban  siempre  que  iba  a  la  corte;  y  por  eso  llevaba 
mayor  acompañamiento  que  los  otros  cardenales. 

3.  Cierto  día  sucedió  que  el  Papa  convidó  a  todos  los 
cardenales,  y  tuvo  gran  corte  aquel  día.  Y  después  de  haber 
comido  entró  por  el  palacio  un  hombre  vestido  como  loco, 
raso  de  cabeza,  que  en  la  una  mano  traía  un  gavilán  y  en 
otra  un  perro  atado  con  una  cuerda.  El  hombre  saludó  al 
señor  Papa,  a  los  señores  cardenales  y  a  toda  la  corte,  de 
parte  del  señor  emperador,  y  dijo  estas  palabras:  — Yo  soy 
Raimundo  el  fatuo,  y  vengo  a  esta  corte  de  mandamiento 
del  emperador  para  usar  de  mi  oficio  y  para  buscar  a  mis 
compañeros. — Y  habiendo  dicho  estas  palabras,  dió  de  co- 
mer al  gavilán  e  hízosele  venir  a  la  mano  dos  o  tres  veces. 
Después  le  hirió  con  la  cuerda  con  que  llevaba  atado  a  su  pe- 
rro, y  otra  vez  le  llamó  que  viniese  a  la  mano;  pero  el  gavi- 
lán, escarmentado  de  haberle  herido  el  loco,  se  escapó  volando 
fuera  del  palacio  del  Papa  y  se  hizo  salvaje.  Después  que 
Raimundo  el  fatuo  hubo  perdido  el  gavilán,  él  sacudió  y  cas- 
tigó muy  fuertemente  a  su  perro  dos  o  tres  veces;  pero  siem- 
pre, y  cuando  le  llamaba,  el  perro  se  volvía  a  él  voluntaria- 
mente, que  no  se  le  esquivaba. 

4.  — Raimundo  fatuo — preguntóle  el  Papa — ,  ¿cuál  es 
tu  oficio?  ¿Y  por  qué  has  venido,  como  dices,  a  esta  corte 
para  buscar  a  tus  compañeros?  ¿Y  qué  significa  lo  que  has 
hecho  ante  nosotros  con  tu  gavilán  y  con  tu  perro?  — Se- 


1  Según  el  original,  están  de  más  las  palabras  «no  me  sobra 

nada». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  RLANQUERNA. — C.  79 


ñor — respondió  Raimundo  el  fatuo — ,  yo  me  hallaba  en  la 
corte  del  emperador  y  aprendía  de  ser  loco  para  ganar  di- 
neros. El  emperador  me  ha  contado  tantas  cosas  de  la  pa- 
sión de  Jesucristo  y  de  la  nobleza  de  Dios,  que  quiero  ser 
loco  para  hacerle  reverencia  y  honor,  y  no  quiero  guardar 
modo  en  mis  palabras,  a  fuer  de  gran  amor.  Y  por  cuanto 
vuestra  corte  tiene  mayor  honor  por  la  encarnación  y  la 
pasión  de  mi  Amado  que  cualquiera  otra  corte,  creo  encon- 
trar aquí  muchos  compañeros  que  sean  de  mi  oficio.  El  ga- 
vilán significa  los  hombres  que  no  ayudan  a  sostener  el  ho- 
nor y  la  ordenación  de  vuestra  corte  sin  paga  y  sin  servicios, 
y  cuando  el  hombre  les  pide  alguna  cosa  sin  darles  nada, 
entonces  el  hombre  les  hiere  su  corazón  con  pena  y  trabajo, 
y  por  eso  se  hacen  al  hombre  extraños  y  esquivos.  El  perro 
significa  los  hombres  que  viven  tan  inflamados  del  amor  y 
unidos  con  el  honor  y  ordenación  de  vuestra  corte,  para  que 
Dios  sea  en  ella  honrado,  que  sin  satisfacerles  el  hombre 
sus  trabajos  sufren  voluntaria  y  gustosamente  trabajos  y 
afanes  por  aquellos  que  tienen  pretensiones  en  la  corte,  y 
ésos  son  amables  a  los  hombres  y  agradables  a  Dios. 

5.  Habiendo  Raimundo  el  fatuo  hecho  su  oficio  y  respon- 
dido ai  Papa,  el  juglar  de  Valor  cantó  y  tocó  sus  instrumen- 
tos muy  dulcemente  a  honra  de  Valor,  y  después  dijo  estas 
palabras:  — Para  la  honra  del  señor  se  hace  honra  a  su 
caballo  con  bello  freno,  bella  silla  y  ricos  jaeces;  y  si  el 
señor  en  su  corazón  tiene  amor  a  las  virtudes,  entonces  es 
honrada  la  virtud  de  Valor  en  su  corazón  2,  en  su  cota  de 
malla  y  en  sus  adornos.  Y  cuando  es  honrado  el  señor  que 
ama  los  vicios  y  aborrece  las  virtudes,  queda  entonces  des- 
honrada la  de  Valor  en  el  honor  de  su  enemigo,  quien  ama 
el  deshonor  de  Valor.  — Juglar  de  Valor— dijo  el  Papa — , 
¿qué  quieres  decir  con  estas  palabras?  — Señores- — respondió 
el  juglar — ,  mis  palabras  significan  las  preguntas  que  vos 
habéis  hecho  a  los  dos  cardenales,  de  los  cuales  el  uno  hon- 
raba a  Valor  con  injuria,  perjuicio  y  vanagloria,  y  el  otro  le 
honraba  con  justicia,  verdad,  humildad  y  fortaleza. 

6.  Habiendo  dicho  el  juglar  estas  palabras,  exclamó  el 
Papa,  y  con  lágrimas  en  los  ojos  dijo:  — ¡Oh  Canónigo  de 
Llantos,  cuánto  quisiera  yo  que  os  hallareis  en  esta  corte, 
para  ayudarme  a  llorar  el  deshonor  que  en  ella  se  hace  a 
Valor,  por  el  cual  cesa  el  honor  que  se  debe  a  mi  Señor  Dios 
Jesucristo! — 'Lloró  mucho  el  Papa,  y  dijo  que,  a  no  echar- 
se de  su  corte  el  deshonor  que  se  hace  a  Valor  y  hacer  que 
en  ella  se  mantenga  con  honor,  que  todos  los  cardenales 
faltarán  a  su  obligación  y  serán  contrarios  a  Valor,  y,  ma- 
yormente, al  Papa  su  señor,  al  cual  libremente  prometieron 


3  «en  son  coratge  e  en  son  arnés»,  dice  sencillamente  el  autor. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que  de  todo  su  saber  y  querer  ayudarían  a  mantener  el  po- 
der que  tenían  en  honrar  a  Valor.  Todos  los  cardenales,  a 
excepción  del  camarlengo,  dijeron  al  Papa  que  estaban  pron- 
tos a  convenir  en  ordenar  todas  aquellas  cosas  por  las  cuáles 
fuese  restablecido  a  Valor  el  honor  que  solía  tener. 

7.  Y  el  Papa,  con  grandes  lágrimas  y  devoción,  teniendo 
presente  vivamente  el  -cargo  tan  grande  en  que  estaba  cons- 
tituido para  honrar  la  santa  pasión  de  Jesucristo,  dijo  estas 
palabras:  — Quince  son  los  cardenales  que  me  están  dados 
por  compañeros,  por  los  cuales  pueda  yo  ser  conservado  y 
asistido  en  ser  en  la  tierna  procurador  de  Jesucristo.  Divida- 
mos en  dieciséis  partes  3  el  himno  Gloria  in  excelsis  Deo,  y  la 
primera  parte  me  sea  dada  a  mí,  por  ser  el  primero  por  la 
dignidad  de  oficio,  y  a  cada  uno  de  los  cardenales  le  sea  dada 
su  parte  según  el  orden  y  antigüedad  de  su  oficio  y  según  la 
serie  de  cada  una  de  las  partes  o  versículos ;  y  cada  una  sea  el 
propio  oficio,  con  el  cual  se  tenga  cada  uno  por  obligado  en 
honrar  y  mantener  la  corte,  para  que  en  ella  y  por  ella  sea 
honrado  Jesucristo,  y  por  toda  la  redondez  del  mundo. — To- 
dos los  cardenales  tuvieron  por  muy  santo  y  bueno  lo  que  el 
Papa  les  propuso,  y  Su  Santidad  tomó  por  oficio  propio  Gloria 
in  excelsis  Deo;  después  el  cardenal  decano  tomó  Et  in  terra 
pax  hominibus  bonae  voluntatis,  y  así,  consecutivamente,  los 
demás  cardenales,  por  su  orden,  tomaron  las  partes  y  ver- 
sículos siguientes ;  y  4  a  cada  una  parte  le  asignaron  por  pro- 
pio oficio,  y  cada  uno  de  los  cardenales  era  llamado  con  el 
propio  nombre  del  versículo  que  le  correspondía  por  la  serie 
y  el  orden  del  Gloria  in  excelsis  Deo. 

8.  Habiendo  hecho  el  Papa  y  los  cardenales  la  ordena- 
ción sobredicha,  ordenaron  también  que  todos  los  cardena- 
les tuviesen  rentas  iguales  para  el  gasto  necesario,  y  deter- 
minado número  de  familia  y  cabalgaduras,  según  lo  que  con- 
venía a  justicia,  templanza  y  humildad,  como  también  que 
tuviesen  alguna  ayuda  de  costa  supernumeraria  para  los  gas- 
tos extraordinarios,  y  tan  suficiente  que  no  tuviesen  nece- 
sidad de  tomar  de  ninguna  persona  servicio  alguno  ni  so- 
borno, mientras  no  fuese  alguna  cosa  comestible,  y  el  carde- 
nal que  tomase  servicio  de  cualquiera  persona,  que  fuese  pri- 
vado desde  luego  del  cardenalato;  cuando  no,  que  el  Papa  y 
todos  los  cardenales  hiciesen  alguna  penitencia,  ayunando  a 
pan  y  agua  todos  los  viernes,  hasta  que  el  cardenal  hubiese 
perdido  el  cardenalato.  Este  establecimiento  fué  confirmado 
por  el  Papa  y  los  cardenales,  y  fué  estipulado  con  promesa  y 
juramento.  Después  fueron  nombrados  varios  oficiales,  que 
se  llamaban  espías,  para  que  éstos  velasen  si  algún  cardenal 


3  «en  -XV-  parts»,  leemos  en  el  texto  catalán. 
1  «e  a  cascuna  part  asignarem  propi  nfici». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  79 


4OI 


contravenía  a  los  establecimientos  referidos.  Y  sobre  estos 
espías  fueron  asignados  otros,  para  inquirir  si  aquéllos  cum- 
plían bien  en  su  oficio,  y  si  no  lo  hiciesen,  que  fuesen  pri- 
vados perpetuamente  de  toda  prebenda  y  de  cualquiera  otro 
beneficio  eclesiástico.  Muy  bien  ordenado  fué  el  estableci- 
miento referido,  siendo  muy  necesaria  su  conservación,  a  fin 
de  que  los  cardenales  por  el  motivo  del  mayor  poder  no  ten- 
gan disensiones  entre  sí,  ni  soberbia  el  uno  contra  el  otro, 
y  que  los  que  van  a  la  corte  a  sus  pretensiones  no  sean  ro- 
bados ni  vivan  con  pobreza  ni  mal  ejemplo,  ni  se  les  dé  oca- 
sión de  murmurar  del  Papa  y  de  sus  compañeros,  antes  bien, 
conciban  mayor  devoción  de  loar  y  servir  a  Dios  y  por  la 
santa  vida,  caridad  y  hermandad  del  Papa  y  sus  compa- 
ñeros 5. 


5  La  reforma  de  la  Curia  romana  y  del  alto  clero,  decretada  en  la 
sesión  XXIII  del  Concilio  Tridentirío,  era  uno  de  los  ideales  más 
acariciados  por  Ramón  Llull.  Aquel  grito  angustioso  del  santo  obis- 
po de  Braga,  Bartolomé  de  los  Mártires  :  «Illustrissimi  cardinales 
indigent,  ut  mihi  videtur,  il·lustríssima  reforma»,  ya  lo  había  profe- 
rido siglos  antes,  no  sólo  en  orden  a  los  cardenales,  sino  también 
para  los  obispos  y  alto  clero,  Llull,  el  llamado  Pluintasticus.  Ni  se 
contenta  el  apóstol  mallorquín  con  lamentar — lo  que  hace  con  todo 
respeto — aquella  ola  de  mundanidad  y  corrupción  que  invade  las  al- 
tas jerarquías  eclesiásticas,  sino  que  no  para  hasta  dejar  establecido 
el  tipo  ideal  perfecto  de  lo  que  él  llama  apostólico  señorío,  como 
verá  el  lector  por  lo  que  se  dice  en  este  y  siguientes  capítulos  del 
Blanqnerna. 

¿Qué  más?  Aun  osaría  decir  que  parecen  inspiradas  en  el  Blan- 
querna  las  siguientes  ordenaciones,  contenidas  en  el  decreto  de  re- 
forma, cap.  i  de  la  última  sesión  del  Concilio  de  Trento  :  «...  Haec 
cum  ad  restituendam  ecclesiasticam  disciplinara  praecipue  esse  Sancta 
Synodus  animadvertat,  admonet  episcopos,  ut  secura  ea  saepe  me- 
ditantes, factis  etiam  ipsis,  ac  vitae  actionibus,  quod  est  veluti  per- 
petuum  quoddam  praedicandi  genus,  se  muneri  suo  conformes  os- 
tendant  :  in  primis  vero  ita  mores  suos  omnes'  componant,  ut  reli- 
qui  ab  eis  frugalitatis,  modestiae,  coutinentiae,  ac  quae  nos  tanto- 
pere  commendat  Deo  sanctae  humilitatis  exempla  parere  possjnt. 
Quapropter,  exemplo  Patrum  nostrorum  in  Concilio  Carthaginensi, 
non  solum  iubet  ut  episcopi  modesta  superlectili,  et  mensa,  ac  tota 
eius  domo  caveant,  ne  quid  appareat,  quod  a  sancto  hoc  instituto 
sit  alienum  ;  quodque  non  simplicitatem,  Dei  zelum,  ac  vanitatura 
contemptum  praeseferat.  Omnino  vero  eis  interdicit  ne  ex  reditibus 
Ecclesiae  consauguineos,  familiaresve  suos  augere  studeant,  ne  res 
'ecclesiastieas,  quae  Dei  sunt,  consanguineis  donent  ;  sed,  si  paupe- 
res  sint,  iis  ut  pauperibus  distribuant  ;  eas  autem  non  distrahant, 
nec  dissipem  illorum  causa  ;  irao  quam  máxime  potest,  eos  sancta 
Synodus  monet  ut  humanum  hunc  erga  fratres,  nepotes,  propinquos- 
que  carnis  affectum,  unde  multorum  raalorum  in  Eccíesia  semina- 
num  extat,  penitus  deponant.  Quae  vero  de  episcopis  dicta  sunt, 
eadem  non  solum  in  quibuscumque  beneficia  ecclesiastica,  tan  secu- 
laria  quam  regularia  obtinentibus  pro  gradus  sui  conditione  obser- 
van, sed  ad  sanctae  Romanae  Ecclesiae  cardinales  pertinere  decer- 
nit  ;  quorum  consilio  aput  Sanctissimum  Romanara  Pontificem  uui- 
versalis  Ecclesiae  administrado  nitatur,  nefas  videri  potest,  non  iis 
etiam  virtutum  insignibus,  ac  vivendi  disciplina  eos  fulgere,  que 


402 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


9.  A  más  de  las  ordenaciones  y  establecimientos  sobre- 
dichos, fué  asimismo  ordenado  que  de  los  bienes  de  la  santa 
Madre  Iglesia  y  de  los  que  sobre  del  gasto  a  los  obispos  y 
arzobispos  y  demás  prelados  G  y  religiosos  fuesen  procura- 
dos, gobernados  y  mantenidos  los  oficios,  y  que  todos  los 
obispos,  arzobispos  y  prelados,  y  sus  subditos,  deban  ser 
tenidos  en  abastecer  y  reemplazar  a  los'  cardenales,  para  que 
puedan  proveer  con  sus  oficios  en  todas  sus  diócesis. 

10.  Fué  ordenado  también  por  el  Papa  y  los  cardenales 
que,  un  día  en  la  semana,  el  Papa  tuviese  consistorio  con 
los  cardenales  tan  solamente,  y  que  en  él  cada  uno  acusase 
al  otro,  como  lo  hacen  los  religiosos  en  su  capítulo,  y  que 
cada  uno  de  los  cardenales  pidiese  venia  y  tomase  discipli- 
nas 7  por  sus  faltas,  en  presencia  de  los  otros.  Y  este  mismo 
establecimiento  fué  ordenado  por  los  mismos  cardenales,  en 
que  un  día  en  la  semana  tuviesen  capítulo  o  residencia  cada 
uno  en  sus  oficiales.  Después  fué  ordenado  que  uno  de  los 
cardenales  tuviese  capítulo  a  los  escribanos  un  día  en  la 
semana,  y  después  de  aquél,  otro  cardenal,  y  asimismo  los 
jueces  y  abogados  de  la  corte,  según  se  seguían  por  orden. 

11.  Otro  estatuto  muy  importante  y  necesario  ordena- 
ron el  Papa  y  los  cardenales,  y  es.  que  por  todo  el  mundo 
tuviesen  procuradores  que  les  hiciesen  saber  por  cartas  o 
por  otros  mensajeros  el  estado  en  que  se  hallaban  los  pue- 
blos, para  el  fin  de  que  si  en  ellos  ocurriese  alguna  irregu- 
laridad o  mudanza,  o  se  necesitase  de  enmendar  en  ellos  al- 
guna cosa,  que  pudiesen  desde  luego  tratar  y  proveer  de  re- 


merito  oinnium  in  se  oculos  convertant»  (Sacrosanctum  oecunicni- 
cum  Conciliiun  Tridentinum...  [Matriti,  1769],  367-368).  A  la  verdad, 
que  los  cardenales,  obispos  y  altas  dignidades  de  la  Iglesia  vivan 
continentemente  ;  que  moderen  su  tren  de  vida  ;  que  renuncien  a 
la  simonía  y  al  nepotismo,  que  tantos  males  acarrean  a  la  Iglesia, 
y,  si  en  algo  quieren  favorecer  a  sus  parientes,  sea  como  a  pobres 
y  en  cuanto  son  pobres  ;  y  que,  por  su  alto  rango  y  como  colabora- 
dores que  son  del  Vicario  de  Cristo  en  la  tierra,  atraen  sobre  sí  las 
miradas  de  ios  cristianos,  siendo  por  su  buen  ejemplo  motivo  de 
edificación  a  todos,  y,  por  su  mala  vida,  piedra  de  escándalo  ;  todo 
esto — repito — ,  y  mucho  más,  lo  dice  y  recomienda  el  autor  del  Blan- 
querna,  ora  en  parábolas  y  alegorías,  ora  en  términos  claros  y  pre- 
cisos, como  se  prueba  de  ía  lectura  de  los  capítulos  68  y  69  y  del  79 
y  siguientes.  Cf.  mi  artículo  Rcminisccncids  luí  lanas  en  la  obra  re- 
formadora de  T rento  (Palma  de  ^Mallorca,  1946)  y  Boletín  de  la  So- 
ciedad Arqueológica  Luliana,  XXIX  (1945),  491-496. 

6  «e  de  la  superfluytat  que-ls  bisbes  e-ls  arquebisbes  e  altres 
prelats  han  de  despendre  los  béns  de  santa  Esgleya,  fossent  procurats 
los  oficis  que-ls  cardenals  han  preses  de  Gloria  in  excelsis  Deo,  e  que 
un  dels  cardenals  fos  tengut  a  respondre  a  la  messió  de  tots  els 
uficis,  e  que  tots  los  bisbes,  arquebisbes,  prelats,  e  lurs  sotmeses, 
deguessen  bastar  lo  cardenal  com  pogués  proveir  als  oficis.» 

7  Ramón  L·lull  dice  solamente  «prengués  venies». 


Llimo  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  8o  403 


medio  para  la  utilidad  y  provecho  de  aquellas  tierras.  De 
este  modo  ordenó  el  Papa  Blanquerna  y  enderezó  su  corte, 
cuyo  buen  gobierno  y  ordenanza  no  lo  pudiera  ninguno  ex- 
presar. Y  el  mérito  que  por  ello  tendría,  ¿quién  os  lo  podrá 
decir  y  escribir? 


CAPÍTULO  LXXX 


De  "Gloria  in  excelsis  Deo" 

1.  El  Papa  Blanquerna  tuvo  consistorio  con  sus  carde- 
nales para  el  fin  de  que  por  sus  buenas  obras  fuese  dada 
gloria  a  Dios  en  las  alturas;  y  por  esto,  el  Papa  rogó  muy 
encarecidamente  a  los  cardenales  que  le  ayudasen  a  usar  de 
su  oficio  en  dar  gloria  a  Dios,  de  tal  manera  que  las  gentes 
pudiesen  restituirse  a  la  intención  por  la  cual  son  los  oficios 
y  las  ciencias  y  dar  gloria  a  Dios,  por  cuanto  el  mundo  ha 
llegado  a  tan  grave  defecto,  que  apenas  hay  hombre  alguno 
que  tenga  verdadera  intención  al  fin  por  que  es  creado,  ni 
al  oficio  en  que  está  constituido.  Mientras  el  Papa  así  exhor- 
taba a  los  cardenales,  un  embajador  moro  entró  en  el  con- 
sistorio, y,  en  presencia  de  todos,  presentó  al  Papa  una  car- 
ta de  parte  del  soldán  de  Babilonia,  en  la  cual,  entre  otras 
muchas  cosas,  le  decía  que  se  maravillaba  1  mucho  de  él  y 
de  todos  los  príncipes  y  reyes  cristianos,  porque  no  conquis- 
taban la  Tierra  Santa  de  ultramar  y  porque  querían  llevar 
el  método  de  su  profeta  Mahoma,  que  adquirió  aquellas  tie- 
rras por  conquista  a  fuerza  de  armas,  y  no  querían  llevar 
el  modo  que  usó  Jesucristo  y  sus  apóstoles,  los  cuales  con 
la  predicación  y  martirio  convirtieron  a  todo  el  mundo.  Y  por 
cuanto  el  Papa  y  los  cristianos  no  querían  seguir  el  modo 
que  tuvieron  los  primeros  fundadores  en  conquistar  las  tie- 
rras, por  esto  no  quería  Dios  que  ellos  2  fuesen  poseedores 
de  la  Tierra  Santa  de  Jerusalén  ni  de  las  demás  ultrama- 
rinas. Estas  letras  presentó  el  moro  al  Papa,  y  otras  seme- 
jantes a  los  reyes  y  príncipes  cristianos  3.  Consideró  mucho 
  •*! 

1  «se  maravellava  molt...  com  en  conquerir  la  Santa  Terra  d'ul- 
tra  mar  prenien  la  manera  de  lur  profeta  Mafumet  qui  les  terres 
que  conqués...» 

3  En  el  texto  catalán  leemos  tan  sólo  «ells  posseissen  la  Santa 
Terra  d'ultra  mar». 

s  Fracasadas  o  en  vías  de  fracasar  las  Cruzadas,  Llull  pone  6u 
confianza,  más  que  en  la  fuerza  de  las  armas,  en  una  cruzada  espi- 
ritual por  medio  de  las  armas  de  la  persuasión  y  de  la  dialéctica. 
También  en  el  Llibre  de  contemplació  (Mallorca,,  hacia  1272),  el 
Beato  dice  que  el  Santo  Sepulcro  y  la  Tierra  Santa  de  ultramar  de- 
ben conquistarse  no  con  el  hierro,  sino  con  la  predicación,  la  cari- 


4ü4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


el  Papa  y  los  cardenales  en  lo  que  el  soldán  le  había  escri- 
to; y  entonces  Raimundo  el  fatuo  les  dijo  estas  palabras: 
— Envió  la  Fe  a  Contrición  para  que  la  Esperanza  le  remi- 
tiese devoción  y  perdón,  para  que  le  honrasen  en  aquellos 
lugares  en  donde  su  amado  Jesucristo  es  deshonrado  y  vili- 
pendiado.— El  juglar  de  Valor  dijo  también  que  gran  des- 
honor recibe  la  virtud  de  Valor  en  aquellos  lugares  en  donde 
el  Hijo  de  Dios  y  los  apóstoles  la  hicieron  mayor  gracia  y 
honor  que  en  ningún  otro  lugar  del  mundo.  Habiéndose  pro- 


dad,  las  oraciones  y  el  deseo  del  martirio.  Merecen  citarse  sus  pa- 
labras :  «Molts  cavallers  veg  que  van  en  la  sancta  terra  d'outramar 
e  euyden  aquella  conquerré  per  forsa  á 'armes.  On,  com  ve  a  la  fi, 
tots  s'i  consumen,  sens  que  no  vénen  a  fi  de  so  que-s  euyden.  On, 
par-me,  Sènyer,  que  lo  conqueriment  d'aquella  sancta  terra  no-s 
deja  conquerir  sinó  per  la  manera  on  la  conquesés  vós  e-ls  vostres 
apòstols,  qui  la  "conquerís  ab  amor,  e  ab  oracions,  e  ab.  escampament 
de  làgremes  e  de  sang.  Con  lo  sant  sepulcre,  Sènyer,  e  la  sancta 
terra  d'outramar  par  que-s  deja  conquerré  per  predicació,  milis  que 
per  forsa  d'armes,  faen-se  a  avant,  Sènyer,  los  sants  cavallers  reli- 
gioses, e  guarnesquen-se  del  senyal  de  la  creu,  e  umplen-se  de  la 
gracia  del  Sant  Spirit,  e  ya  jen  preïcar  veritat  de  la  vostra  passió 
als  infeels,  e  escampen  per  la  vostra  amor  totes  les  aigües  de  lurs 
ulls,  e  tota  la  sang  de  lurs  cors,  així  com  vós  feés  per  amor  d'ells  ! 
Tant  cavaller  e  tan  noble  príncep  és  anat  en  la  terra  d'outramar, 
Sènyer,  per  conquerré,  que,  si  a  vós  plagués  la  manera,  bé  par  ver 
que  la  aguessen  tolta  als  sarravns  qui  mal  nostre  grat  la  posseexen» 
(ORL,  IV,  58-59). 

Sin  embargo,  no  se  puede  negar  que  en  las  obras  de  Cruzada 
del  bienaventurado  Maestro,  singularmente  en  el  tratado  De  fine 
(Montpellier,  1305),  juegan  un  papel  simultáneo  las  armas  mate- 
riales v  las  espirituales,  pero  aquéllas  subordinadas  a  éstas.  Sólo  es 
lícito  echar  mano  de  las  armas  materiales  cuando  ellas  están  al  ser- 
vicio de  las  armas  intelectuales  (ibíd.,  ORL,  VIII,,  376)  »  «On  si  la 
C  (tots  els  crestiàns)  mou  la  I  (potència  motiva)  entellectual  a  en- 
dressar  la  I  (potència  motiva)  entellectual  de  los  infeels,  adones  és 
leguda  cosa  que  per  armes  e  per  forsa  sensual  se  mova  la  I  (po- 
tència motiva)  sensual  de  la  C  (tots  els  crestiàns)  contra  la  I  (po- 
tència motiva)  sensual  dels  infeels,  qui  vol  destruir  la  I  (potència 
motiva)  sensual  de  la  C  (tots  els  crestiàns).»  Cf.  Carreras  y  Artau, 
1.  c,  p.  625  ss. 

•  Ni  es  necesario  salimos  del  Blanqucrua  (cap.  87,  n.  4),  para  ver 
en  toda  su  pureza  el  pensamiento  del  Beato  :  «En  una  provincia  s'es- 
devenc  que  los  benauyrats  devots  qui  anaven  preyear  la  paraula  de 
Déu  als  infeels,  no  foren  escoltats,  e  gità-ls  hom  de  la  terra.  E  lo  car- 
denal recoiri  •  al  braç  seglar,  e  tractà  ab  los  prínceps  crestiàns  e  ab 
l'apostoli  que  per  força  d'armes,  fossen  guerrejats  e  vençuts  tots 
aquells  qui  no  lexen  entrar  en  lur  terra  los  sants  crestiàns  qui  hi  volen 
preyear  la  paraula  de  Déu,  e  que  l'esgleya  no  hagués  treves  ab  null 
infeel  qui  no  soferís  que  los  crestiàns  hi  demostrassen  veritat  de  la 
fe  cathòlica.  Tant  fo  gran  lo  poder  dels  crestiàns,  que  los  infeels 
d'aquella  terra  soferiren  que  hom  los  pugnés  preyear,  e  que  fossen 
treves  enfre  ells,  aytant  de  temps  com  ells  soferiren  que  los  cres- 
tiàns en  lur  terres  preycassen  e  convertissin  los  infeels»  (ORL, 
ix,  339-340).         ,  '     „.  .  v  ,  , 

Creemos  que  asi  aparece  suficientemente  ilustrada  la  doctrina 
luliana  de  las  dos  espadas,  que  para  no  pocos  ha  sido  motivo  de 
confusión. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAXQUERNA. — C.  8o  4Ò5 


nunciado  estas  sentenciosas  palabras,  entró  por  la  corte  un 
mensajero  con  la  noticia  de  que  dos  asesinos  habían  muerto 
a  un  rey  cristiano  y  que  los  habían  cogido  y  hecho  morir 
a  mala  muerte.  Y  habiendo  el  mensajero  acabado  su  rela- 
ción, entonces  dijo  el  juglar  de  Valor:  — ¿Qué  valió  a  Jesu- 
cristo su  humildad  y  la  gran  caridad  que  hizo  de  sí  mismo 
a  su  pueblo  cuando  quiso  sufrir  muerte  y  pasión,  si  por 
error  los  asesinos  tienen  mayor  devoción  de  morir  por  su 
superior  que  no  la  tienen  los  cristianos  de  morir  para  hon- 
rar a  Dios  y  Señor? — A  este  tiempo  vió  el  fatuo  a  los  car- 
denales que  se  hablaban  en  secreto,  y  pensó  que  hablaban 
de  su  Amado,  y  ellos  hablaban  de  la  elección  de  dos  obispos, 
que  habían  sido  elegidos  en  discordia,  y  por  eso  dijo  a  los 
cardenales  que  las  palabras  de  mayor  gusto  son  aquellas 
que  pasan  entre  el  Amigo  y  el  Amado. 

2.  Muy  maravillosa  fué  la  moción  que  tuvo  el  Papa  en 
ordenar  cómo  la  fe  de  la  santa  Madre  Iglesia  puede  multi- 
plicarse y  que  la  devoción  que  solía  haber  entre  las  gentes 
en  rogar  a  Dios  pudiese  restablecerse  en  este  mundo;  y,  por 
eso,  envió  mensajeros  por  todas  las  tierras  a  los  superiores 
de  las  religiones  y  a  los  maestros  del  templo  y  del  hospital, 
con  orden  de  que  viniesen  a  hablar  con  él,  para  ordenar  el 
modo  cómo  pudiesen  todos  dar  gloria  a  Dios.  Habiendo  ya 
llegado  todos  aquéllos,  y  presentádose  delante  del  Papa  y 
los  cardenales,  Raimundo  el  loco  dijo  estas  palabras:  — En- 
contráronse el  Amigo  y  el  Amado,  y  sus  bocas  callaron,  y 
los  ojos,  con  que  se  hacían  señas  de  amor,  lloraron,  y  sus 
amores  hablaron.  — 'Este  ejemplo — dijo  el  juglar  de  Valor — 
significa  aquello  que  se  ha  denunciado  al  Papa  y  a  los  car- 
denales por  el  soldán  y  el  suceso  de  los  asesinos;  y  si  de  esto 
no  se  sigue  algún  provecho,  se  hace  injuria  a  Valor,  y  no 
son  amados  los  criados  más  honrados  que  mueren  por  amor, 
puesto  que  valen  más  los  amores  que  entre  sí  se  hablan  que 
las  bocas  que  comen. — Dijo  también  Raimundo  el  loco  que 
un  escribiente  escribía  en  un  libro  los  nombres  de  los  aman- 
tes y  los  de  los  amados;  y  uno  de  los  amantes  le  preguntó 
si  había  escrito  en  aquel  libro  el  nombre  de  su  amado.  El 
escribiente  le  respondió:  — ¿Has  tú  comido  tal  vez  algún 
manjar  que  haya  sido  escogido  4  con  fuego  de  amor?  ¿Y  te 
has  lavado  las  manos  con  lágrimas  de  tus  ojos?  ¿Y  eres  tú 
beodo  y  loco  por  amor  que  hayas  bebido?  ¿Te  expusiste  ja- 
más a  peligro  alguno  para  honrar  a  tu  Amado?  ¿Tienes  tú 
materiales  de  amor  D  de  que  hagas  tinta  con  que  escriba  tu 
Amado?  Sin  todo  esto,  no  eres  digno  de  que  tu  Amado  sea 
escrito  en  este  libro. 


*  «cocido»,  conforme  al  original,  que  dice  «qui  fos  cuit». 

*  «metzina  d'amor». 


40Ó  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


3.  Concluidas  estas  palabras,  el  Papa  y  los  cardenales 
y  los  religiosos,  para  honrar  la  Gloria  de -Dios,  establecie- 
ron que  de  todos  los  religiosos  científicos  fuesen  señalados 
algunos  para  aprender  varias  ciencias  y  lenguas;  y  que  por 
todo  el  mundo  fuesen  establecidas  casas  de  estudios,  en  don- 
de fuesen  suficientemente  proveídos  y  abastecidos  de  todo  lo 
necesario  para  su  manutención,  según  la  planta  del  monas- 
terio de  Miramar,  que  hay  en  la  isla  de  Mallorca.  Del  agra- 
do del  Papa  y  de  todos  los  demás  fué  esta  ordenación.  Y  en- 
tonces el  Papa  envió  por  todas  las  naciones  de  los  infieles 
a  que  hiciesen  venir  algunos  de  ellos  para  aprender  nuestra 
lengua  y  que  se  aprendiese  la  suya,  y  después  juntos  con 
ellos  fuesen  a  sus  tierras  a  predicar  a  los  otros  infieles.  Y  que 
a  aquellos  infieles  que  habrían  aprendido  la  lengua  latina  y 
tendrían  conocimiento  de  la  santa  fe  católica,  se  les  fuese 
dando  dinero,  bagajes  y  ricos  vestidos,  a  fin  de  que c  con 
esto  se  diesen  por  agradecidos  y  satisfechos  y  alabasen  a 
los  cristianos,  y  habiéndose  restituido  a  sus  tierras,  les  ayu- 
dasen y  mantuviesen. 

4.  Dividió  el  Papa  todo  el  mundo  en  doce  partes,  y  se- 
ñaló doce  procuradores,  para  que  fuese  cada  uno  de  ellos  a 
aquella  parte  que  le  estaba  asignada  para  informarse  del  es- 
tado de  aquella  tierra,  a  fin  que  con  esto  el  Papa  pudiese  te- 
ner puntual  noticia  del  estado  general  de  todo  el  mundo. 
Aconteció  que  aquellos  procuradores  que  pasaron  a  los  infie- 
les trajeron  de  Alejandría  y  de  la  Georgia,  de  la  India  y  la 
Grecia,  algunos  cristianos  religiosos  para  habitar  entre  nos- 
otros, y  que  su  voluntad  se  conformase  con  la  nuestra  y  con 
nuestros  religiosos,  y  que  por  la  unión  y  comunicación  fue- 
sen dirigidos  y  avisados  en  aquellas  cosas  en  que  yerran  con- 
tra la  santa  fe  romana,  y  después  se  volviesen  para  enseñar 
y  dirigir  aquellos  que  poseen  sus  tierras.  Por  este  motivo, 
el  Papa  envió  algunos  de  nuestros  religiosos  a  aquellos  pro- 
curadores, y  mandó  que  cada  año  tuviesen  obligación  de  en- 
viarle cierto  número  de  religiosos  de  los  de  allá  para  comu- 
nicar con  nosotros  y  aprender  nuestra  lengua. 

5.  — Amables  hijos — dijo  el  Papa  a  los  religiosos — ,  ju- 
díos y  moros  viven  entre  nosotros,  que  tienen  creencia  y 
están  en  error,  destruyendo  y  menospreciando  la  fe  católica. 
Y  porque  todos  estamos  obligados  a  honrar  la  Gloria  de 
Dios,  quiero  y  mando  que  de  los  judíos  y  moros  que  viven 
entre  los  cristianos  sean  señalados  algunos  para  aprender 
latín  y  entender  las  Escrituras,  y  que  lo  aprendan  dentro  de 
un  cierto  y  determinado  tiempo;  cuando  no,  que  lleven  al- 
guna pena.  Y  mientras  estén  ocupados  en  este  estudio  sean 


fi  «per  ço  que-s  loassen  deis  crestians»,  leemos  solamente  en  el 
original. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  8o 


4o; 


proveídos  y  gobernados  de  los  bienes  de  la  santa  Iglesia,  y 
cuando  lo  hubieren  aprendido,  sean  hechos  francos  y  que  los 
honren  sobre  todos  los  demás.  Y  de  este  modo  serán  más  a 
propósito  para  entender  la  verdad  y  convertir  a  los  otros. 

6.  Habiendo  dicho  el  Papa  estas  palabras,  el  camarlengo 
dijo  que,  si  el  Papa  ponía  tal  estatuto,  todos  los  judíos  y  mo- 
res que  viven  entre  nosotros  se  huirían  a  otras  tierras,  y  de 
este  modo  se  disminuiría  el  fondo  le  la  santa  Madre  Iglesia. 
Y  entonces  Raimundo  el  loco  dijo  al  camarlengo  esta  pará- 
bola: — Un  hombre  amaba  mucho  a  una  bella  mujer,  a  quien 
decía  que  la  amaba  más  que  a  ninguna  otra.  La  mujer  le 
preguntó  por  qué  la  amaba  más  que  a  ninguna  otra  mujer, 
y  él  le  respondió  que  porque  era  más  bella  que  cualquiera 
otra  mujer.  Entonces  ella  con  el  dedo  señaló  hacia  una  parte; 
dijo  que  allá,  en  aquella  parte,  había  otra  que  era  más  her- 
mosa que  ella;  el  hombre  se  volvió  luego  a  aquella  parte  a 
mirarlo.  Y  porque  lo  hizo,  le  dijo  la  mujer  que  si  otra  hubiese 
visto  allí  más  hermosa  que  ella,  que  sin  duda  la  amaría  más; 
y  con  esto  significó  que  no  la  amaba  perfectamente. — Enton- 
ces dijo  el  juglar  de  Valor  que,  si  hubiese  otra  cosa  mejor 
que  los  dineros,  que  el  camarlengo  la  amaría  más  que  a  los 
dineros7,  y  por  esto  propuso  esta  cuestión:  ¿cuál  cosa  es 
contraria  a  la  Gloria  de  Dios  y  a  Valor:  la  disminución  de 
las  rentas  o  el  deshonor  que  los  moros  y  judíos  hacen  a  la 
Gloria  de  Dios  y  a  Valor? 

7.  Y,  en  virtud  de  esto,  fué  establecido  todo  en  la  forma 
y  modo  que  quiso  y  mandó  el  Papa.  A  más  de  todo  esto,  pre- 
guntó el  Papa  a  los  maestros  del  templo  y  del  hospital  qué 
parte  pondrían  ellos  en  honrar  la  Gloria  de  Dios.  Y  respon- 
dieron los  dos  que  ellos  ya  estaban  en  Ultramar  para  defen- 
der la  Tierra  Santa  y  exaltar  la  fe  católica.  Entonces  dijo 
el  juglar  a  Raimundo  el  loco  si  el  amor  que  tenía  él  a  su  Ama- 
do iba  creciendo  a  medida  que  recibía  de  él  más  gustos  y 
consuelos  \  o  si  disminuía  cuando  su  Amado  le  escaseaba 
los  placeres.  Respondió  el  loco:  — Si  el  Amado  me  disminu- 
yera los  placeres  que  me  da,  se  seguiría  que  le  amaría  menos, 
si  le  podía  amar  más.  Y  si  no  pudiera  dejarle  de  amar,  el 
amor  no  podría  multiplicarse  en  amar  a  su  Amado.  Pero 
que  los  trabajos  que  sufría  iban  creciendo  todos  los  días, 
y  en  cuanto  mayores  eran,  multiplicaban  más  los  placeres  que 
tenía  en  amar  a  su  Amado. — Entonces  dijo  el  Santo  Padre 
Apostólico  a  los  dos  maestros  que,  según  lo  que  significaban 
las  palabras  sobredichas,  se  seguía  que  para  honrar  la  Gloria 
de  Dios  los  dos  maestros  ordenasen  que  se  formase  de  las 


7  «Lo  juglar  de  valor  dix  que  si  fos  altra  cosa  mellor  que  IV'u, 
lo  camarlenc  l'amara  més  que  Déu.» 

X<>  leemos  en  el  original  to  si...  placeres», 


408  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dos  una  sola  Orden,  para  que  el  juglar  de  Valor  no  se  que- 
jase del  deshonor  que  hacen  a  Valor,  en  cuanto  se  contra- 
rían en  aquello  en  que  tendrían  concordancia  si  tuviese  una 
Orden  solamente  9 ;  y  que  en  sus  casas  y  maestrazgos  erigie- 
sen y  ordenasen  estudios,  en  los  cuales  sus  caballeros  apren- 
diesen algunas  breves  razones  por  el  Arte  abreviado  de  ha- 
llar  la  verdad,  para  probar  los  artículos  de  la  santa  fe  cató-, 
lica  y  para  dar  consejo  por  este  Arte  y  ser  consejeros  de  los 
maestres,  príncipes  y  prelados;  y  que,  habiendo  aprendido 
en  ellos  diferentes  lenguas,  se  fuesen  después  a  los  reyes  y 
príncipes  infieles  para  desafiar  un  caballero  a  otro  en  hechos 
de  armas  o  ciencia,  para  mantener  la  verdad  y  el  honor  de- 
bido a  Valor  que  tiene  "la  santa  fe  católica.  Otorgado  fué  al 
Papa  la  ordenación  referida  por  los  maestros  y  por  todos 
los  frailes  de  sus  Ordenes.  Y  entonces  Raimundo  el  fatuo 
dijo  estas  palabras:  — (Venció  la  humildad  a  la  soberbia. — 
Y  el  Amigo  dijo  a  su  Ajinado:  — iSi  tú,  Amado  mío,  murieras, 
yo  iría  a  llorar  sobre  tu  sepulcro. — Y  el  Amado  le  respondió : 
— Llora  en  presencia  de  la  cruz,  que  es  mi  monumento  10. — 
Lloró  amargamente  el  Amigo,  y  dijo  que  por  mucho  llorar  se 
le  oscurece  la  vista  de  los  ojos  y  se  le  aclara  la  ciencia  en  los 
ojos  de  su  entendimiento.  Y  por  esta  causa  hizo  aquella  Or- 
den cuanto  pudo  para  honrar  la  Gloria  de  Dios. 

8.  En  el  modo  que  arriba  se  ha  dicho  ordenó  el  Papa 
cómo  la  gloria  de  Dios  fuese  honrada,  teniendo  oficiales  ad- 
ministradores y  procuradores  para  cumplir  y  observar  todo 
aquello  que  había  ordenado,  y  todos  los  días  se  esforzaba 
cuanto  podía  en  que  se  consiguiese  el  fruto  y  utilidad  de 
esta  ordenación.  Cierto  día  sucedió  que  Raimundo  el  fatuo 
y  el  juglar  de  Valor  se  presentaron  delante  del  Papa  con 
papel  y  tinta,  diciéndole  que  ellos  querían  enviar  escrita  la 
ordenación  referida  al  soldán  y  al  califa  de  Bagdad,  para 
que  viesen  si  ellos  tenían  tan  nobles  subditos  como  el  Papa, 

9  La  fusión  de  las  Ordenes  religioso-militares  en  una  sola  era 
una  de  las  ideas  obsesionantes  de  Llull,  y  la  manifiesta  en  muchos 
de  sus  libros.  Por  otra  parte,  era  fruto  del  ambiente  de  ^la  época. 
Pilé  va  proyectada  por  Gregorio  X  en  el  concilio  de  Lyón  (1274), 
v  más  tarde  por  Nicolás  IY  (1288-1292),  Bonifacio  VIII  (1294-1303) 
v  Clemente  V  (1305-1314).  Los  Templarios,  reacios  a  toda  fusión  con 
los  Hospitalarios,  fueron  disueltos  en  1312. 

En  su  plan  de  proyecto  de  cruzada,  expuesto  en  el  trataclo  /.)<• 
fine,  Ramón  pone  al  frente  de  las  Ordenes  militares,  reducidas  a 
una  sola,  el  bellator  rex,  a  cuyos  guerreros  han  de  seguir  los  predi- 
cadores, los  teólogos,  los  profesionales  de  las  artes  liberales,^  los  ar- 
tesanos v,  en  fin,  todos  aquellos  que  nosotros  llamaríamos  artífices  de 
la  paz.  Una  razón  más  del  carácter  pacifista  del  Beato  y  de  que, 
a  su  modo  de  ver,  sólo  era  lícito  usar  de  la  espada  material  cuando 
ésta  estaba  al  servicio  de  la  espiritual.  (Dívi  Raymundi  Lulli... 
Hbellus  de  fine  [Palmae  Balear.,  1665],  98  ss.). 

10  «monumento»,  conforme  a  la  palabra  del  texto  catalán,  «mo- 
niment». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQÜERNA. — C.  8o 


40Q 


en  quienes  pudiesen  hacer  tan  bella  ordenación  como  el  Papa 
había  hecho  para  honrar  la  Gloria  de  Dios  en  los  cielos  y 
para  restituir  en  el  mundo  a  Valor. 

9.  Aconteció  también  un  día  que  el  Cardenal  de  Domine 
Deics  Agnus  Dei  Filius  Patris  envió  a  cierta  tierra  para  ex- 
plorar el  gobierno  del  obispo  y  del  príncipe  de  aquella  tierra. 
Y  mientras  la  espía  se  mantenía  en  aquel  país,  fué  hecho 
mandamiento  a  aquel  obispo,  de  orden  del  Papa,  que  mantu- 
viese y  proveyese  cada  un  año  cincuenta  tártaros  y  veinte 
frailes  11  que  el  Papa  enviaba  a  su  obispado  para  que  los 
tártaros  enseñasen  su  idioma  a  los  frailes,  y  éstos  el  suyo 
a  los  tártaros,  conforme  se  había  ordenado  en  la  corte  de 
Roma,  y,  asimismo,  que  el  obispo  hiciese  construir  un  mo- 
nasterio fuera  de  la  ciudad,  en  que  estuviesen  todos  ellos 
juntos,  y  les  contribuyese  perpetuamente  con  cierta  renta, 
con  que  pudiesen  vivir.  Muy  descontento  quedó  el  obispo  del 
mandamiento  del  Papa,  porque  sentía  mucho  el  gasto.  Y  por 
3sto  dijo  mal  del  Papa  y  de  los  cardenales  en  presencia  del 
príncipe  de  aquella  tierra,  el  cual  respondió  muy  fuertemente 
al  obispo,  diciéndole  que  por  ningún  tiempo  jamás  había  oído 
decir  que  ningún  Papa  y  otros  cardenales  hubiesen  usado  tan 
bien  de  su  poder  en  ordenar  cómo  la  Gloria  de  Dios  fuese 
tan  honrada;  y  que  él,  para  honrar  la  Gloria  de  Dios  y  por 
el  buen  ejemplo  que  el  Papa  y  los  cardenales  le  daban,  quería 
ser  participante  en  gasto  que  causarían  los  estudiantes  y 
quería  a  sus  costas  y  expensas  hacer  la  mitad  de  aquel  mo- 
nasterio. Muchas  alabanzas  dió  el  rey  de  la  ordenación  del 
Papa  y  de  los  cardenales,  y  dijo  que  le  parecía  haber  lle- 
gado ya  el  tiempo  en  que  Dios  quería  que  sus  siervos  le  die- 
sen grande  honor  y  que  los  errantes  viniesen  a  su  conver- 
sión. 

10.  Inmediatamente  que  la  espía  tuvo  noticia  de  las  pa- 
labras que  el  obispo  y  el  príncipe  habían  dicho,  lo  escribió 
todo  a  su  señor  el  cardenal,  y  le  escribió  también  que  el  obis- 
po había  comprado  una  heredad  para  un  sobrino  suyo  por 
veinte  mil  libras,  según  se  había  podido  informar.  Aquella 
carta  fué  leída  en  el  consistorio  ante  el  Papa.  Y  el  cardenal 
a  quien  se  había  remitido  la  carta  anotó  el  nombre  de  aquel 
rey,  a  fin  de  que,  si  sucediese  alguna  ocasión  de  pasaje  a  ul- 
tramar o  de  hacer  el  Papa  alguna  gracia  de  algún  rey,  se  la 
concediese  a  aquél.  Envió  luego  el  Papa  su  nuncio  al  rey  para 
darle  las  gracias,  y  mandó  que  fuese  suyo  aquel  castillo  o 
heredad  del  obispo  y  que  este  hombre  hubiese  de  pagar  diez 
mil  libras  para  la  obra  del  monasterio  referido.  Y  mandó 
también  al  cabildo  de  aquel  obispado  que,  en  caso  de  resistir- 
se el  obispo  en  pagar  el  gasto  y  obra  de  aquel  monasterio, 


"  El  texto  primitivo  dice  «diez  frailes)). 


4IO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


fuese  depuesto  de  su  dignidad,  y  en  su  lugar  eligiesen  a  otro 
obispo  que  hiciese  la  obra  y  gasto  referido,  y  que  aquel  obis- 
po que  había  hablado  mal  del  Papa  se  quedase  en  la  iglesia 
con  la  renta  de  un  simple  canónigo.  Dijo  entonces  el  loco  a 
su  Amado:  — Págame  y  dame  el  galardón  del  tiempo  que  te 
he  servido. — iMultiplicó  el  Almado  al  amante  sus  amores  y  la 
enfermedad  de  amor  que  padecía,  y  le  dijo :  — Mira  cómo  el 
Papa  y  los  cardenales  honran  la  Gloria  de  su  Señor  y  ha- 
cen 12  bien  lo  que  deben  cada  uno  en  su  oficio. — Y  el  juglar, 
por  medio  de  Devoción,  envió  carta  a  la  virtud  de  Valor 
para  consolarla,  la  cual  lloraba  por  el  deshonor  que  sus  ene- 
migos habían  hecho  por  largo  tiempo  a  su  Señor. 

11.  Por  todo  el  mundo  se  extendió  la  fama  del  gran 
bien  y  santa  vida  del  Papa,  y  cada  día  multiplicaba  Valor 
y  disminuía  Deshonor.  El  bien  que  se  seguía  de  la  ordena- 
ción que  el  Papa  había  establecido  iluminaba  a  todo  el  mun- 
do. Y  Devoción  13  decía  a  todos  aquellos  que  oían  hablar  de 
la  ordenación  que  por  todo  el  mundo  estaba  ya  escrito  y 
trasladado  el  tenor  de  aquella  ordenación.  Sucedió  un  día 
que  el  Papa  envió  un  caballero  eclesiástico  del  orden  de  cien- 
cia y  de  caballería  a  un  rey  moro,  y  aquel  caballero,  a  fuerza 
de  armas,  venció  a  diez  caballeros  moros,  uno  por  uno,  en 
distintos  días ;  y  después  venció  con  razones  a  todos  los  mo- 
ros sabios  de  aquella  tierra,  probándoles  a  todos  ellos,  con 
toda  claridad,  que  nuestra  santa  fe  católica  es  verdadera. 
Por  este  tal  bienaventurado  mensajero  y  por  otros  seme- 
jantes iluminaba  el  mundo  la  ordenación  que  el  Santo  Pa- 
dre había  establecido. 

12.  Aconteció  un  día  que  de  aquellos  cincuenta  tártaros 
que  aprendieron  nuestro  idioma  y  se  catequizaron  en  nuestra 
santa  fe,  se  convirtieron  los  treinta.  Y  el  Papa  los  envió, 
con  cinco  frailes  que  sabían  la  lengua  tártara,  al  gran  kan, 
a  quien  predicaron  la  santa  fe  de  los  cristianos  y  convirtie- 
ron a  muchos  en  su  corte,  y  al  gran  kan  le  sacaron  del  error 
en  que  estaba,  poniéndole  en  estado  de  duda,  por  cuya  duda 
después,  con  el  tiempo,  se  redujo  a  vía  de  salvación. 

13.  En  una  tierra  también  estaban  estudiando  en  nues- 
tras letras  diez  judíos  y  diez  moros  con  diez  religiosos;  y 
habiendo  aprendido  nuestra  ley  y  nuestra  ciencia,  convir- 
tiéronse a  Dios  la  mitad  de  ellos,  y  predicaban  a  los  otrob 
judíos  y  moros  la  santa  fe  católica  delante  de  aquellos  que 
no  se  habían  convertido,  y  esto  lo  continuaban  todos  los 
días.  Y  por  cuanto  la  corte  apostólica  empleaba  su  poder, 
y  por  la  continuación  de  la  predicación  y  disputas,  y  porque, 


12  El  original  no  dice  «y  hacen...  oficio». 

13  «e  devoció  donava  a  tots  aquells  qui  oien  recontar  l 'ordena- 
ment ;  e  per  tot  lo  món  era  escrit  lo  procés  de  l'ordenació.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEAN  A. — C.  8l 


411 


asimismo,  la  verdad  en  todos  los  tiempos  es  poderosa  y  do- 
minante sobre  la  falsedad,  Dios  nuestro  Señor  dió  gracias 
a  aquellos  predicadores  y  disputadores,  de  tal  suerte  que  to- 
dos los  judíos  y  moros  de  aquella  tierra  se  convirtieron  y 
bautizaron  y  predicaban  a  los  demás  la  santa  fe  cristiana. 
Luego,  como  esto  fuese  así,  ¿quién  podría  referiros  el  bien 
y  honor  que  se  seguía  a  la  santa  fe  católica  por  el  Papa 
Blanquerna  14  honrando  la  Gloria  de  Dios? 


CAPÍTULO  LXXXI 

DE  "ET  IN  TERRA  PAX  HOMINIBUS  BONAE  VOLUNTATIS" 

1.  El  cardenal  que  servía  el  oficio  de  In  terra  pax  ho- 
minibus  bonae  voluntatis  enviaba  por  toda  la  ciudad  de  Roma 
sus  espías  para  espiar  y  saber  si  algún  hombre  estaba  re- 
ñido con  otro,  y  lo  mismo  hacía  por  varias  tierras,  tratando 
paz  todos  los  días  con  todo  su  poder.  Aconteció  que  un  espía 
que  había  enviado  por  la  ciudad  de  Roma,  le  dijo  un  día 
que  en  aquella  ciudad  había  un  cristiano  y  un  judío  que 
estaban  todos  los  días  en  contiendas  y  disputando  sobre  su 
ley  y  tenían  entre  sí  gran  discordia,  en  tanto  que,  mientras 
disputaban,  se  airaban  mucho  el  uno  contra  el  otro  y  por 
esto  vivían  entre  sí  con  mala  voluntad.  Cierto  día  vino  el 
cardenal  a  aquel  puesto  donde  disputaban  y,  hablando  con 
ellos,  les  dijo  estas  palabras: 

2.  — Naturaleza  es  del  entendimiento  que  entienda  me- 
jor cuando  el  hombre  está  alegre  y  contento  que  cuando  está 
airado,  porque  la  ira  turba  el  entendimiento  y  por  la  turba- 
ción no  entiende  aquello  que  podría  y  debería  entender,  si 
el  hombre  no  estuviera  airado.  Otra  naturaleza  tiene  el  en- 
tendimiento para  entender,  es  a  saber :  que  el  hombre  afirme 
ser  posible  aquello  que  la  voluntad  quiere  que  entienda  el 
entendimiento;  porque  si  antes  que  el  entendimiento  lo  en- 
tienda afirmase  ser  imposible  aquella  cosa,  entonces  el  en- 
tendimiento no  estará  dispuesto  para  poder  entender  la  po- 
sibilidad o  imposibilidad  que  fuere  inteligible  en  aquella 
cosa.  Aun  tiene  otra  naturaleza  el  entendimiento  para  subir 
a  entender  alguna  cosa,  y  es  que  ame  igualmente  la  volun- 
tad aquello  que  afirma  o  niega  antes  que  el  entendimiento 
la  entienda;  porque  cuando  la  voluntad  se  inclina  a  una  par- 
te antes  que  el  entendimiento  la  entienda,  entonces  queda 
impedido  el  entendimiento  para  entender.  Todos  estos  mo- 


14  Aquí  termina  el  capítulo  en  el  texto  primitivo. 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dos  y  otros  muchos  son  menester  para  entender,  y  aún  más, 
a  fin  que  el  entendimiento  pueda  entender.  Y  dado  caso  que 
por  todos  estos  modos  el  entendimiento  no  pudiera  enten- 
der, convendrá  que  el  hombre  recurra  al  Arte  abreviado  de 
hallar  la  verdad,  que  es  arte  por  el  cual  el  entendimiento  as- 
ciende a  entender,  del  mismo  modo  que  la  voz  va  subiendo 
con  el  canto  por  el  arte  de  la  música  K — De  tal  manera  ins- 
truyó el  cardenal  a  aquellos  dos  sabios  disputantes,  que,  por 
la  humildad  que  usó  en  irles  a  buscar,  quedaron  los  dos  muy 
amigos  y  se  amaron  y  amigablemente  continuaron  en  sus 
disputas,  otorgándose  en  adelante  el  uno  al  otro  la  verdad. 
Partióse  el  cardenal  de  los  dos  dándoles  su  bendición  y  amo- 


1  ¿Fué  músico  Ramón  Llull  ?'  Es  cierto  que,  al  menos,  tuvo  una 
cultura  musical  no  común  en  los  hombres  de  su  tiempo.  En  el  libro 
de  Doctrina  pueril  define  la  música  diciendo  :  «Música  és  art  pel- 
la qual  havem  doctrina  en  cantar  e  a  tocar  esturments  dretament, 
e  tost  e  espau,  alsant  e  baxant  e  egualant  los  punts  e  les  veus,  en 
tal  manera  que  sien  concordants  veus  e  sons.  On,  aquesta  art  és, 
fill,  atrobada  per  so  que,  cantant  e  ab  esturments,  hom  sia  loador 
de  Déu  :  e  aquesta  art  tenen  los  clergues  qui  canten  en  l'esgleya 
per  loar  Déu  ;  e  contra  los  comensaments  d'esta  art  són  los  juglars 
qui  canten  e  sonen  esturments  denant  los  prínceps,  per  la  vanitai 
mundana»  (ORL,  1,  133).  Y  si  nos  es  lícito  recoger  en  el  Blanquet 11a , 
como  autobiográficas,  algunas  noticias  que  hacen  referencia  al  di- 
vino arte,  podemos  imaginar  a  Ramón  Llull,  siendo  niño,  en  las 
iglesias  cantando  durante  los  divinos  oficios  (cap.  2,  n.  8),  y,  en  su 
ardorosa  juventud,  en  las  cortes  de  los  reyes  y  de  los  poderosos  de 
la  tierra,  cantando,  bailando  y  tañendo  instrumentos  músicos  (cap.  78, 
n.  4,  y  cap.  79,  n.  5),  al  estilo  de  los  trovadores  y  juglares  de  la 
época,  que,  como  leemos  en  el  Llibre  de  c onl erti plació ,  «per  la  bellea 
dels  balls,  e  dels  mots,  e  de  les  novelles  raons  que  atroben,  e  deis 
bons  sons...  són  escoltats,  e  demanats,  e  apellats,  e  volguts,  e  arnats» 
(ORL,  IV,  97  ss.),  siendo  la  viola  el  instrumento  favorito  de  los 
juglares  y  trovadores,  según  se  desprende  de  esta  y  semejantes 
alusiones  que  vemos  en  los  libros  luhanos  :  «Ne-l  jugar  no  pot  fer 
la  nota  en  la  viula  con  les  cordes  no  són  posades  en  orden»  (L.  áty 
ànima  racional  (ORL,  XXI,  71).  Llull,  una  vez  convertido,  no  aposta- 
tó del  arte  de  juglaría,  sino  que  se  sirvió  de  ella  para  dar  gloria  a 
Dios.  Y  si  alababa  y  bendecía  a  Dios  in  hymnis  el  cantlcis,  como  el 
Profeta  Rey,  ¿por  qué  no  in  choráis  et  órgano?  Aquella  bellísima 
poesía,  de  aire  trovadoresco,  A  vós  Dona  Verge  Santa  María,  la  .can- 
ta en  verdad  el  Canónigo  de  Persecución,  que  bien  podría  figurar 
a  nuestro  trovador  convertido,  al  ritmo  de  la  danza  y  al  son  de 
instrumentos  músicos,  como  los  primitivos  trovadores  franciscanos 
í  Blanqucrna,  cap.  76,  n.  1). 

Digamos,  finalmente,  que  el  mismo  bienaventurado  Maestro  se- 
ñala la  música  en  que  deben  cantarse  algunos  de  sus  poemas.  Así, 
el  Desconhort  «canta  s  en  lo  so  de  Berart»  (ORL,  XIX,  254)  ;  Hores 
de  nostra  Dona  «canten-se  al  so  dels  himnes»  (ibíd.,  172)  ;  y  los  Cent 
nonti  de  Déu  se  pueden  «cantar  segons  que-ls  psalms  se  canten  en 
la  Sancta  Esgleya»  (ibíd.,  80). 

J.  Vancell  aplicó  a  la  música  los  principios  del  Ars  magna,  y  da 
por  cierto  que  «lo  Beat  Llull  féu  entrar  en  lo  cabal  científic  de  son 
lemps  lo  modo  de  investigar  los  principis  primers  i  universalíssims 
de  la  música».  Cf.  su  artículo  Del  Beat  Llull  i  de  la  música,  en  Ho- 
menatge al  Doctor  Arcangèlic  (Barcelona,  1901),  86. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAÑQUERNA. — C.  Si  41^ 


nestándoles  que  se  regalasen  el  uno  al  otro  *  para  que  así 
tuviesen  ocasión  de  grande  amistad,  por  la  cual  más  fácil- 
mente pudiesen  entenderse  en  sus  disputas. 

3.  En  aquel  tiempo,  dos  reyes  cristianos,  muy  nobles 
y  poderosos,  se  estaban  reñidos  entre  sí  y  en  sangrienta 
guerra,  habiéndose  ya  presentado  batalla.  El  cardenal,  con 
letras  del  Papa,  pasó  a  aquellos  dos  reyes,  para  efecto  de 
pacificarles,  y  trajo  consigo  muchas  joyas  y  mucha  moneda 
para  regalar  a  uno  y  a  otro,  y  dió  ■  también  mucha  moneda 
a  sus  caballeros.  Todo  el  esfuerzo  puso  el  cardenal  para  po- 
ner paz  a  aquellos  dos  reyes,  porque  había  mucho  tiempo 
que  perseveraban  los  dos  en  su  mala  voluntad,  sin  que  ja- 
más se  hubiese  tratado  de  paz;  por  cuyo  motivo  estaba  el 
uno  tan  airado  contra  el  otro,  que  el  cardenal  no  pudo  con- 
seguirla, ni  aun  hubo  modo  con  que  les  redujese  a  unas  tre- 
guas, ya  que  no  podía  lograr  la  paz,  por  lo  cual  escribió  al 
Papa  esta  carta: 

4.  "Guerra  hubo  entre  Dios  y  el  género  humano,  des- 
pués que  Adán  hubo  pecado,  y  todos  éramos  desviados  de 
la  paz  y  de  la  bendición  de  Dios.  Y  por  cuanto  la  guerra 
era  muy  grande,  fué  conveniente  que  Dios  en  su  propia  per- 
sona viniese  a  poner  paz  y  concordia  entre  él  y  la  criatura 
y 4,  como  Soberano  Bien,  darse  a  sí  mismo  a  la  criatura. 
Y,  por  tanto,  la  Persona  del  Hijo  de  Dios  quiso  venir  a  to- 
mar carne  humana  en  la  humilde  Virgen  Miaría,  y  subió 
después  a  padecer  muerte  y  pasión  en  la  cruz  en  cuanto 
hombre."  Esta  carta  fué  leída  en  presencia  del  Papa  y  de 
los  cardenales,  y  Raimundo  el  loco  dijo  este  ejemplo :  — Cier- 
ta mujer  padecía  gran  discordia  y  grandes  trabajos  con  su 
marido.  Y  estando  en  esta  desunión,  se  nació  un  hijo;  y  por 
el  hijo,  que  los  dos  amaban  mucho,  tuvieron  paz  y  concordia 
todo  el  tiempo  de  su  vida. — Dijo  el  juglar  de  Valor  que  Hu- 
mildad, Caridad,  Verdad  y  Paz  eran  hermanas  de  Valor. 

5.  El  Papa  consideró  mucho  en  lo  que  aquellas  palabras 
significaban,  y,  por  la  gran  voluntad  que  tenía  de  tratar  de 
todo  bien,  entendió  lo  que  significaban.  Y  por  esto  el  Papa, 
con  cuatro  cardenales,  se  fué  a  los  dos  reyes  que  estaban 
muy  remotos  de  la  corte  romana,  y  les  regaló  de  muchas 
joyas  y  donativos,  y  tuvo  gran  corte  de  prelados,  príncipes 
y  barones  y  gastó  mucho  en  aquellas  cortes.  Antes  que  el 
Papa  hablase  de  la  paz  a  aquellos  dos  reyes,  dijo  en  presen- 
cia de  todos  que  él  había  venido  allí  para  tratar  una  expe- 
dición y  pasaje  a  ultramar  contra  los  enemigos  de  la  cruz, 
y  que  quería  y  rogaba  a  los  dos  reyes  que  ellos  emprendie- 


-"  «que-s  tranieiessen  joyes  la  un  a  l'ahre». 
*  «e  donà  molts  dons  a'lurs  consellers». 
4  El  autor  silencia  «y...  criatura». 


4H 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sen  el  pasaje  y  expedición,  el  uno  contra  los  moros  de  Le- 
vante y  el  otro  contra  los  de  Poniente,  y  habiéndolos  con- 
quistado, que  se  juntasen  los  dos  y  fuesen  a  conquistar  los 
moros  que  están  al  Mediodía.  Y  el  Papa  les  concedió  grandes 
indulgencias  y  otorgóles  la  cruzada,  y  de  los  bienes  de  la 
santa  Madre  Iglesia  hizo  grandes  donativos  a  los  dos  prín- 
cipes y  otros  barones,  y  él  se  encargó  del  gobierno  y  co- 
mando de  las  tierras  de  los  dos  reyes.  Tan  del  gusto  de  los 
dos  fué  aquella  ordenación  y  fué  tan  grande  el  ardor  y  co- 
raje que  cada  uno  de  ellos  concibió  en  esta  empresa  contra 
los  infieles,  que  ambos  a  dos  acordaron  de  poner  en  manos 
y  poder  del  Papa  el  hecho  de  sus  pretensiones,  que  eran  el 
motivo  de  la  guerra  %  y  emprendieron  la  expedición,  y  so- 
breseyó la  cuestión  del  punto  sobre  que  litigaban,  y  con  el 
fin  que  no  se  dilatase  su  ejecución, 

6.  Habiendo  (i  hecho  aquellos  dos  reyes  grandes  preven- 
ciones con  los  pertrechos  necesarios  para  la  expedición,  em- 
prendieron el  pasaje,  en  el  cual  concurrieron  muchos  de 
aquellos  religiosos  que  habían  aprendido  la  lengua  arábiga, 
con  el  destino  de  mensajeros  de  los  moros,  para  que  se  con- 
virtiesen antes  que  los  dos  reyes  les  quitasen  las  vidas  y 
sus  almas  no  fuesen  a  parar  en  el  fuego  perdurable.  Volvióse 
el  Papa  a  Roma,  y  procuraba  con  todo  su  poder  que  el  santo 
pasaje  de  ultramar  llegase  a  su  total  cumplimiento.  El  car- 
denal que  tenía  el  oficio  de  pacificar  se  mantuvo  por  dilatado 
tiempo  en  aquellas  tierras  de  dos  dos  reyes,  con  el  fin  de  pa- 
cificar las  unas  gentes  con  las  otras.  Aconteció  un  día  que, 
pasando  a  caballo  por  la  plaza,  vió  a  dos  roperos  que  se  re- 
ñían por  la  envidia  que  el  uno  tenía  al  logro  del  otro,  pare- 
ciéndoles  a  cada  uno  que  el  otro  le  quitaba  la  ganancia.  El 
cardenal  compró  las  dos  tiendas,  que  eran  de  un  ciudadano 
de  aquella  ciudad,  y  mandó  construir  otras  dos,  distantes 
la  una  de  la  otra,  y  a  cada  uno  de  los  dos  roperos  dió  una  de 
ellas.  Y  de  las  dos  que  había  fabricado  hizo  fabricar  dos 
casas,  en  cada  una  de  las  cuales  puso  un  hombre  que  viviese 
encerrado,  y  que  los  dos  se  mantuviesen  de  limosna  y  pre- 
dicasen la  paz  y  concordia  y  otras  buenas  doctrinas  a  las 
gentes  de  aquella  plaza  y  a  los  que  pasarían  por  aquella 
calle. 

7.  Un  día  aconteció  que  un  espía  del  cardenal,  pasando 
por  la  plaza,  vió  a  los  dos  encerrados  que  se  reñían,  dicién- 
dose el  uno  al  otro  palabras  villanas,  porque  se  tenían  en- 
vidia. Luego  que  lo  supo  el  cardenal,  sacó  a  uno  de  aquellos 
reclusos  y  lo  mudó  a  otro  lugar  distante  de  aquél,  y  de  la 
casa  que  lo  había  echado  hizo  construir  una  plaza,  donde 

5  El  autor  pasa  en  silencio  «que...  guerra». 

0  «Anaren  los  dos  -ij-  reys,  e  fo  fet  molt  gran  passatge,  e  anaren 
en  aquell  passatge  molts  dels  frares.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  8l  415 


viviesen  hombres  a  quienes  el  encerrado  les  hablase  de 
palabras  de  paz  y  de  Dios,  y  semejante  plaza  hizo  para  el 
otro  recluso.  Muy  grande  era  el  bien  que  aquellos  dos  hom- 
bres ocasionaban  en  aquella  ciudad,  y  fué  igualmente  muy 
bueno  el  establecimiento  que  allí  hizo  el  cardenal  de  que 
en  las  plazas,  donde  se  cometían  tantos  males,  deban  estar 
hombres  buenos  y  devotos,  para  que  mortifiquen  allí  los 
males  por  el  ejemplo  de  buena  vida,  por  devotas  palabras 
y  por  la  lición  de  libros  de  oraciones  y  contemplaciones. 

8.  Pasó  el  cardenal  a  esta  ciudad7  que  mediaba  entre 
la  tierra  de  un  arzobispo  y  de  un  rey,  los  cuales  lidiaban 
sobre  los  lindes  de  aquella  ciudad,  por  cuyo  motivo  había 
grande  enemistad  entre  los  dos.  El  cardenal  no  pudo  com- 
poner sus  diferencias,  porque  nunca  pudo  echar  la  avaricia 
que  estaba  arraigada  en  el  alma  de  cada  uno  de  los  prínci- 
pes, y  por  eso  se  volvió  a  Roma  y  suplicó  al  Papa  se  dignase 
de  pasar  en  persona  a  poner  paz  entre  el  arzobispo  y  el  rey. 
Condescendió  el  Santo  Padre,  y  pasó  luego  a  aquella  ciudad 
donde  había  la  disensión,  y  convocó  al  rey  y  al  arzobispo, 
haciéndoles  un  gran  convite  y  una  solemne  fiesta,  en  cuyo 
día  les  predicó  la  paz,  diciéndoles  que  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo la  predicaba  todos  los  días.  Antes  de  irse  a  comer, 
quiso  el  Papa  que  el  rey  le  manifestase  el  punto  sobre  que 
lidiaba  con  el  arzobispo,  y  el  rey  le  enseñó  los  lindes  hasta 
donde  pretendía  extenderse  su  señorío.  El  Papa  dijo  al  rey 
que,  según  tenía  entendido,  aun  se  extendía  más  allá  su 
señorío,  y  por  eso  quiso  que  el  rey  tomase  algo  más  de  lo 
que  era  de  la  Iglesia,  porque  más  apreciable  era  la  paz 
que  de  esto  resultaba  que  no  valía  la  renta  que  el  arzobispo 
percibía  de  aquella  porción.  Cuando  el  rey  vió  que  el  Papa 
le  quería  dar  más  porción  de  la  ciudad  de  lo  que  él  preten- 
día, dijo  al  Pontífice  estas  palabras:  — Venid,  señor,  y  to- 
mad vuestra  parte  de  mi  porción,  de  la  cual  por  mucho  tiem- 
po he  desheredado  a  la  Iglesia. — Y  por  eso  el  rey  quiso 
asignar  a  la  Iglesia  aun  mucho  más  de  lo  que  pedía  el  arzo- 
bispo. Gran  trabajo  y  contienda  hubo  entre  el  Papa  y  el  rey 
antes  de  poderse  concordar,  porque  cada  cual  quería  dar 
al  otro  de  los  derechos  de  su  propio  señorío;  y  por  esto  fué 
puesta  la  cuestión  en  manos  de  dos  varones  ancianos,  bien 
noticiosos  de  la  verdad  de  las  lindes,  y  aquéllos  dieron  su 
dictamen  y  fué  aprobado  su  parecer,  con  lo  cual  fué  hecha 
la  paz  y  amistad  entre  el  rey  y  el  arzobispo. 

9.  En  una  ciudad  donde  se  hallaba  el  cardenal  que  iba 
procurando  la  paz,  había  un  hombre  viejo  casado  con  una 
mujer  moza,  a  la  cual  amaba  tan  excesivamente,,  que  le  te- 
nía grandes  celos,  los  cuales  le  causaban  gran  trabajo  en  su 


«en  una  altre  ciutat». 


4i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


persona.  Y  llegaba  a  tal  extremo  su  celosía,  que  su  mujer 
y  él  propio  y  toda  su  familia  padecían  grandes  trabajos  y 
graves  daños.  Aconteció  un  día  que,  hallándose  en  la  plaza 
el  celoso  viejo,  pasó  por  allí  el  cardenal,  y  al  verle  dijeron 
todos :  "Aquél  es  el  cardenal  que  va  tratando  paz."  Consideró 
entonces  el  buen  hombre  si  el  cardenal  podría  ponerle  en  paz 
y  sacarle  del  gran  trabajo  en  que  los  celos  le  habían  puesto. 
Cuando  el  cardenal  se  hubo  restituido  a  su  posada,  fué  el  vie- 
jo celoso  a  visitarle,  y  le  refirió  secretamente  cuanto  le  pa- 
saba y  le  suplicó  se  dignase  darle  consejo  cómo  podría  lo- 
grar la  paz.  El  cardenal  respondió  al  buen  hombre,  y  le  dijo 
muchas  buenas  palabras  y  razones,  y  le  encargó  8  que  todos 
los  dias  iuese  una  vez  a  hablar  con  él  secretamente.  Al  otro 
día,  el  cardenal  envió  a  llamar  a  aquella  mujer  y  le  habló, 
aconsejándola  que  no  se  adornase  con  vestidos  ni  atavíos,  ni 
se  pusiese  afeites  en  la  cara,  ni  mostrase  en  su  persona  señal 
alguna  ni  gesto  de  liviandad,  antes  bien  que  a  su  marido  le 
diese  todo  honor  y  que  en  sus  rígidas  palabras  ejercitase  la 
paciencia.  Cuando  el  cardenal  hubo  dado  esta  doctrina  a  la 
mujer,  sin  que  su  marido  lo  supiese,  predicaba  todos  los  días 
cosas  de  Dios  y  de  santa  vida,  vituperando  el  vicio  de  la  tor- 
peza y  alabando  la  virtud  de  la  castidad ;  y  en  cualquier  par- 
te que  él  cardenal  predicase,  llevaba  siempre  en  su  compa- 
ñía aquel  hombre  celoso;  y  cuando  se  volvía  a  su  posada, 
el  cardenal  lo  convidaba,  y  leían  los  dos  la  Sagrada  Escritu- 
ra. Tanto  tiempo  se  mantuvo  el  cardenal  en  aquella  ciudad 
con  el  fin  de  pacificar  a  aquel  hombre  y  librarle  de  la  celo- 
sía en  que  vivía,  hasta  que  aquellas  palabras  que  el  cardenal 
le  hablaba  de  las  cosas  de  Dios  y  la  buena  vida  de  la  mu- 
jer le  libraron  de  aquellos  malos  pensamientos  que  son  la 
causa  de  ponerse  celosos  los  hombres. 

10.  A  otra  ciudad  pasó  el  cardenal  para  inquirir  si. en 
ella  había  alguna  enemistad  o  trabajo.  Sucedió  un  día  que 
el  cardenal,  según  había  siempre  acostumbrado,  envió  por 
cuatro  prohombres  de  aquella  ciudad  para  informarse  si  en 
ella  había  algún  hombre  que  necesitase  de  pacificarse  con 
otro.  Entre  aquellos  cuatro  prohombres  había  uno  que  era 
de  muy  honrado  linaje  y  había  sido  muy  rico,  y  estaba  en 
grande  aflicción  y  trabajo  noche  y  día,  cuando  consideraba 
que  no  podía  conservar  el  honor  que  había  empezado  a  man- 
tener y  había  por  mucho  tiempo  mantenido.  Por  lo  cual  pi- 
dió consejo  al  cardenal,  refiriéndole  el  trabajo  en  que  le  ha- 


*  La  versión  desvíase  ligeramente  del  texto  catalán,  que  reza  así  : 
«...  e  dix-li  que  tots  jorns  vengues  parlar  ab  ell  una  vegada.;  e  se- 
cretament lo  cardenal  parlà  ab  sa  muller,  a  la  cual  eonsellá...»  ;  que 
vale  tanto  como  decir  :  «...  y  le  encargó  que  todos  los  días  fuese 
una  vez  a  hablar  con  él  ;  y  secretamente  el  cardenal  habló  con  su 
mujer,  aconsejándole. . .» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  8l  417 


bían  puesto  sus  pensamientos.  Aquel  buen  hombre  no  tenía 
mujer.  Pero  tenía  cinco  hijos,  y  el  cardenal  le  aconsejó  que 
«entrase  en  alguna  religión,  en  la  cual  no  tendría  miedo  de 
venir  en  pobreza  y  sonrojo.  Y  recomendó  uno  de  sus  hijos  al 
príncipe  de  aquella  tierra,  y  otro  al  obispo  de  aquella  ciu- 
dad para  hacerle  eclesiástico,  y  el  cardenal  tomó  otro  para 
criarlo  y  aconsejarlo 9,  con  que  los  restantes  se  quedaron 
bien  heredados  de  los  bienes  su  padre,  y  éste  se  entró  en 
orden  de  religión,  donde  tuvo  paz  todos  los  días  de  su  vida, 
huyendo  del  mundo  y  de  la  vanagloria  en  que  antes  estaba. 

11.  Mientras  el  cardenal  se  hallaba  en  aquella  ciudad, 
le  vino  de  Roma  un  mensaje  o  enviado  de  un  espía  que  el  car- 
denal mantenía  en  ella  avisándole  que  se  restituyese  a  aque- 
lla corte  para  pacificar  a  dos  procuradores  de  dos  príncipes 
que  estaban  muy  encontrados  uno  contra  otro.  Pasó  el  car- 
denal a  Roma,  y  secretamente  envió  por  uno  de  los  procu- 
radores, y  le  hizo  prestar  juramento  de  guardar  el  secreto 
de  lo  que  el  cardenal  le  diría.  Y  [habiéndolo  jurado,  le  dijo 
el  cardenal  que  en  su  nombre  regalaría  con  dádivas  y  joyas 
al  otro  procurador,  su  contrario,  y  por  cuanto  él  era  hombre 
avaro  y  pensaría  que  el  otro  le  enviaba  las  joyas,  refrena- 
ría de  este  modo  y  mitigaría  su  ira,  advirtiéndole  que,  en 
el  caso  de  que  su  contrario  le  diese  las  gracias  por  alguna 
cosa,  le  diese  a  entender  que  él  se  la  había  regalado.  La  mis- 
ma diligencia  practicó  el  cardenal  con  el  otro  procurador, 
adversario  del  primero,  y  les  enviaba  a  los  dos  muy  frecuen- 
temente dádivas  y  presentes,  de  manera  que  cada  cual  de 
ellos  se  creía  que  él  uno  regalaba  al  otro.  Y  por  este  medio, 
sin  que  el  cardenal  tuviese  necesidad  de  hablarles  más  en 
adelante,  quedaron  ambos  a  dos^muy  amigos.  En  esta  y  otras 
muchas  maneras  pacificaba  el  cardenal  a  los  hombres  para 
que  se  tuviesen  buena  voluntad  y  hubiese  paz  en  la  tierra, 
la  cual 10  fuese  ocasión  de  vida  y  de  la  vía  de  salvación. 
Grande  era  el  bien  que  hacía  el  cardenal  procurando  la  paz 
en  la  tierra;  porque  cuando  en  ella  se  experimentaba  algún 
trabajo,  recurrían  luego  todos  a  él  para  que  tratase  la  paz 
y  concordia  entre  las  gentes. 

12.  Iba  también  el  cardenal  por  las  cortes  donde  había 
pleitos  y  contradicciones,  y  (mantenía  en  ellas  sus  procura- 
dores para  pacificar  y  componer  los  litigantes,  y  muchas  ve- 
ces él  mismo  pasaba  en  persona  y  los  ajustaba  y  pacificaba. 
Asimismo  trataba  el  cardenal  con  muchas  devotas  y  virtuo- 
sas mujeres,  privadas  suyas,  a  quienes  daba  regla  y  doctri- 
na cómo  pacificasen  a  otras  mujeres  que  se  hallaban  con  tra- 


9  oper  nodrir  e  per  l>eneiiciar»,  dice  el  original. 

10  «per  ço  que  pau  fos  occasió  a  via  saludable». 


14 


4i8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bajos  y  en  mala  voluntad.  Aquel  gran  bien  que  hacía  el  car- 
denal pacificando  a  las  gentes  era  tan  agradable  a  Dios  y 
a  ellas,  que  nuestro  Señor,  por  los  méritos  del  cardenal,  abun- 
daba la  paz  en  aquellas  tierras  adonde  iba  y  moraba  y  toda 
la  gente  alababa  a  Dios. 


CAPÍTULO  LXXXII 

De  "laudamus  te" 

1.  EÏ1  Cardenal  de  Laudamus  te  se  apropió  el  oficio  de 
loar  a  Dios  en  la  corte  de  Roma,  y  enviaba  sus  procuradores 
por  las  tierras  de  cristianos  para  loar  a  Dios,  y  aun  él  mis- 
mo 1  iba  muchas  veces  en  persona  por  aquellas  tierras  dando 
loores  a  Dios  por  la  predicación  de  la  obra  que  tiene  en  sí 
mismo,  esto  es,  en  sus  Personas  divinas  por  la  generación  y 
espiración,  y  loándolas  también  por  la  obra  que  tiene  en  las 
criaturas  creándolas  y  conservándolas,  y  beatificando  en  su 
gloria  a  los  ángeles  y  a  los  hombres,  y  cómo  castiga  en  el 
infierno  a  los  condenados.  En  un  tiempo  sucedió  que  el  car- 
denal alababa  a  Dios  en  una  ciudad  en  la  cual  había  una 
buena  mujer  que  tenía  dos  hijos,  uno  eclesiástico  y  otro 
seglar,  y  la  buena  mujer  y  sus  hijos  alababan  mucho  a  Dios 
todos  los  días.  Y  sobre  eso  era  la  cuestión:  ¿cuál  de  todos 
tres  alababa  más  a  Dios?  Cada  una  de  las  partes  tenía  sus 
defensores,  que  daban  sus  razones  y  ponderaban  las  alaban- 
zas que  cada  una  daba  a  Dios  en  esta  forma. 

2.  La  buena  mujer  había  educado  a  sus  hijos  en  la  bue- 
na crianza  de  alabar  a  Dios, -y  ella  tenía  en  costumbre,  des- 
pués que  su  marido  había  muerto,  de  ir  entre  las  mujeres 
reprendiéndolas  de  todos  aquellos  defectos  en  que  erraban,  y 
en  su  presencia  alababa  a  Dios  con  todo  el  esfuerzo  que  po- 
día. Y  por  la  reprensión  que  la  buena  mujer  daba  a  las  otras 
por  sus  vestidos,  por  sus  afeites  2  y  malas  crianzas  y  por  las 
alabanzas  que  le  veían  dar  de  Dios,  eran  muchas  de  ellas 
bien  morigeradas  en  aquella  ciudad  y  todas  la  temían,  por- 
que así  tan  fuertemente  reprendía,  conocía  y  expiaba  sus 
secretos  y  faltas. 

3.  El  hijo  eclesiástico  era  sacerdote  y  amante  de  la  po- 
breza, y  decía  misa  3  todos  los  días.  Y  cuando  era  hora  de 

1  El  traductor  amplifica  el  original,  que  dice  así  :  «...  e  ell  en  6a 
persona  anava  moltes  vegades  per  les  terres  donar  laor  de  Déu  e  de 
la  obra  que  ha  en  si  meteix,  ço  és  a  saber,  en  *es  persones  divines, 
e  de  la  obra  per  la  qual  usa  de  les  creatures.» 

2  «en  lurs  lavaments»,  leemos  en  el  texto  primitivo. 
s  Dígase  más  bien  «cantaba  misa». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  82  4IQ 


comer,  se  iba  a  casa  de  algún  bienhechor  y  le  pedía  de  comer 
aquel  día  por  amor  de  Dios,  y  que  al  día  siguiente  él  diria 
misa  por  su  alma  4.  Muchas  veces  aquel  eclesiástico  iba  a 
comer  y  pedir  limosna  con  los  pobres  a  las  puertas  de  los 
conventos  de  religiosos  y  del  palacio  del  obispo.  E  iba  entre 
los  eclesiásticos,  reprendiéndolos  de  las  faltas  que  les  veía 
cometer,  y  no  reparaba  en  decir  la  verdad,  reprendiendo  a 
cualquier  eclesiástico  que  le  viese  ultrajar  la  honestidad  y 
santa  vida.  Y  ~J  cuando  los  reprendía  loaba  siempre  a  Dios 
y  bendecía  su  santo  nombre,  y  loando  a  Dios,  los  corregía. 
Aquel  eclesiástico  tenía  por  costumbre  de  ir  todos  los  días 
por  las  calles  de  la  ciudad,  y  cuando  se  encontraba  con  otros 
eclesiásticos  y  los  veía  cometer  algunos  yerros,  luego  los  re- 
prendía y  después  se  entraba  en  una  iglesia  que  tenía  por 
costumbre  ü,  y  allí  se  estaba  muy  despacio  en  oración  y  con- 
templación, loando  siempre  y  bendiciendo  a  Dios  nuestro 
Señor.  Y  si  en  aquella  iglesia  veía  algunos  eclesiásticos  des- 
lizar en  algunas  acciones  defectuosas,  los  reprendía,  y  lo 
mismo  ejecutaba  en  todas  las  demás  iglesias. 

4.  El  otro  hermano,  que  era  hombre  seglar,  iba  por  las 
calles  de  la  ciudad,  y  cuando  encontraba  algún  otro  seglar 
que  cometiese  alguna  falta  y  se  desordenase  en  su  vestir 
o  en  el  porte,  como  en  el  hablar  o  en  cualquier  cosa  que 
fuese,  le  daba  luego  su  reprensión,  sin  que  temiese  la  calum- 
nia ni  daño  alguno  en  su  persona;  y  cuando  él  los  había 
reprendido,  alababa  y  bendecía  a  Dios  delante  de  aquellos 
mismos  que  había  corregido.  Y  por  la  gran  libertad  que  tenía 
en  reprender  a  los  errantes  y  en  loar  a  Dios  nuestro  Señor, 
todos  los  hombres  de  aquella  ciudad  le  temían,  mayormente 
los  que  erraban. 

5.  Grande  era  el  bien  que  aquel  hombre  hacía  en  aquella 
ciudad,  y  grande  igualmente  el  bien  que  en  ella  hacía  la 
buena  mujer,  su  madre,  y  su  hermano  el  eclesiástico  7.  Y  por 
eso  había  muy  fuerte  cuestión  en  aquella  ciudad,  entre  las 
mujeres  y  los  eclesiásticos  y  los  seglares,  cuál  de  los  tres 
más  y  mejor  alababa  a  Dios.  Y  cada  una  de  las  tres  par- 
cialidades defendía  a  aquel  que  en  su  estado  era  loador  de 
Dios.  Todas  las  partes  comparecieron  delante  del  cardenal 
y  le  propusieron  la  cuestión,  la  cual  fué  muy  del  gusto  del 
cardenal,  y  la  pasó  a  Roma  para  que  Su  Santidad  la  decidie- 
ra y  estableciera  que  en  la  ciudad  de  Roma  hubiese  otra 
mujer  y  otro  eclesiástico  y  un  hombre  seglar  que,  del  mismo 
modo,  alabasen  a  Dios,  y  que  aquellos  tres  oficios  se  con- 
servasen perpetuamente  en  dicha  ciudad  de  Roma. 


4  «e  que  ell  per  la  sua  ànima  degués  cantar  l'endemà». 
3  Falta  en  el  original  «y...  nombre». 
■  «venia  a  les  esgleyes»,  dice  sencillamente  el  autor. 
7  «la  dona  e-l  clergue»,  según  el  texto  catalán. 


420 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


6.  Cuando  el  cardenal  estuvo  ya  en  la  corte  romana  y 
hubo  propuesto  al  Pontífice  y  a  los  cardenales  aquella  cues- 
tión, Raimundo  el  loco  se  presentó  ante  el  sagrado  consis- 
torio y  trajo  fuego,  leña,  un  cedazo,  harina,  y  agua,  y  dijo 
que  él  quería  hacer  una  hogaza  de  esperanza,  justicia,  cas- 
tidad y  humildad  para  darla  a  comer  a  aquellos  en  quienes 
se  halla  desesperanza,  crueldad,  injuria,  lujuria  y  soberbia. 
Y  después  el  juglar  de  Valor  dijo  al  cardenal  que  había  pro- 
puesto la  cuestión  que  le  suplicaba  muy  mucho  que  Rai- 
mundo el  loco  fuese  entendido  y  oído  en  aquella  cuestión, 
porque  para  loar  a  Dios  y  reprender  los  defectos  de  la  corte 
romana  Raimundo  el  Sabio  había  tomado  el  oficio  de  loco. 
Agradó  mucho  al  cardenal  y  a  todos  los  demás  que  Rai- 
mundo el  loco  fuese  oído  y  entendido  en  la  cuestión. 

7.  Mientras  el  Papa  y  los  cardenales  trataban  de  deci- 
dir la  cuestión,  un  correo  del  emperador  trajo  una  carta  al 
juglar  de  Valor,  en  que  se  mandaba  dijese  al  Papa  y  a  los 
cardenales  se  dignasen  de  declarar  cuál  de  cuatro  loadores 
alababa  más  altamente  a  Dios,  los  cuales  se  expresan  en  el 
contenido  de  estas  palabras: 

8.  En  un  monasterio  había  un  religioso  de  santa  vida 
que  era  grande  eclesiástico.  Tenía  aquel  religioso  gran  devo- 
ción de  alabar  a  Dios  en  aquellas  obras  que  Dios  tiene  en 
sí  mismo,  a  saber:  en  engendrar  el  Padre  al  Hijo,  y  en  pro- 
ceder el  Espíritu  Santo  del  Padre  y  del  Hijo.  Aquel  religioso 
se  había  entregado  totalmente  en  alabar  la  Santa  Trinidad, 
diciendo  que,  sobre  todas  cosas,  debe  darse  alabanza  a  la 
más  noble  y  más  alta  obra  que  sea;  y  por  cuanto  la  mayor 
y  más  alta  obra  es  en  el  engendrar  a  Dios  y  dar  procesión 
a  Dios,  en  el  cual,  Engendrado  y  Procedido,  existe  la  afini- 
dad 8  y  eternidad  de  bondad,  grandeza,  poder,  sabiduría, 
amor  y  protección,  por  eso  no  tenia  el  religioso  intención 
de  alabar  a  Dios  sino  tan  solamente  en  su  Santa  Trinidad 
y  Unidad.  En  el  modo  susodicho  alababa  continuamente  a 
Dios  de  palabra  y  de  pensamiento  este  buen  religioso.  Y  por 
Las  criaturas  y  por  la  obra  que  Dios  hace  en  ellas  se  esfor- 
zaba, con  todos  sus  poderes,  en  probar  a  los  cristianos  aque- 
llo por  que  se  loaba  y  debía  loarse  a  Dios.  Y  de  los  loores 
que  él  decía  y  probaba  se  originaba  gran  devoción  y  caridad 
en  aquellos  en  quien  el  religioso  decía  alabanzas  de  Dios,  y 
por  la  devoción  y  caridad  que  tenían,  se  seguía  de  ello  muy 
buenas  obras  y  se  evitaban  y  cesaban  muchas  malas. 

9.  Había  también  un  obispo  que  tenía  gran  devoción  de 
alabar  a  Dios  en  la  obra  de  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios, 
por  cuanto  la  mayor  obra  que  el  Creador  puede  hacer  en  la 


8  «es  infinitat  e  eternitat  de  bonea,  poder,  saviea,  amor,  per- 
fecció.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  82  4 21 


criatura  es  unir  a  sí  mismo  el  Creador  y  la  criatura,  con  lo 
cual  sea  una  persona  solamente.  Y  por  la  gran  devoción  que 
el  obispo  tenía  de  alabar  a  Dios  en  la  mayor  obra  que  Dios 
puede  hacer  a  la  criatura,  propuso  de  ir  a  loar  a  Dios  entre 
los  infieles,  para  con  aquel  loor  poderlos  convertir  y  allí 
pudiese  recibir  martirio.  Aquel  obispo  pasó  a  tierra  de  mo- 
ros para  loar  a  la  santa  encarnación  y  pasión  del  Hijo  de 
Dios,  y  con  la  predicación  causó  mucho  bien  en  aquella  tierra, 
y,  finalmente,  por  loar  a  Dios  nuestro  Señor  en  esa  moda, 
logró  en  ella  la  corona  de  martirio. 

10.  En  la  misma  ciudad  en  donde  el  santo  obispo  recibió 
el  martirio  había  un  filósofo  que  era  grande  maestro  en  filo- 
sofía, y  por  las  razones  que  había  oído  decir  al  obispo  de  la 
encarnación  del  Hijo  de  Dios,  se  convirtió  a  la  fe  cristiana 
y  tuvo  devoción  de  loar  a  Dios  en  aquellas  tierras  en  que 
no  es  conocido,  y  todas  las  gentes  que  hay  en  ellas  creen  y 
adoran  a  los  ídolos.  Y,  en  efecto,  aquel  filósofo  se  fué  a 
aquellas  tierras  para  loar  a  Dios  y  probar  que  Dios  existe 
y  que  es  un  solo  Dios,  el  cual  es  primera  causa  y  soberano 
bien  sobre  todas  las  cosas.  Y  le  loaba,  asimismo,  en  el  bien 
que  hacía  a  las  criaturas,  las  cuales,  según  su  bondad,  signi- 
fican y  demuestran  la  bondad  de  su  Creador.  Mientras  el 
filósofo  por  las  criaturas  les  probaba  y  demostraba  que  hay 
Dios  y  que  es  todo  bueno  soberanamente,  el  pueblo  de  aque- 
lla ciudad  lo  mató  y  fué  mártir  por  loar  a  Dios,  diciendo 
que  era  Señor  y  Creador  de  todas  las  criaturas. 

11.  Después  de  la  muerte  de  aquel  filósofo,  un  caballero 
cristiano  vino  a  aquella  ciudad  misma  en  que  el  filósofo 
había  recibido  martirio  para  loar  a  Dios,  por  cuya  muerte 
y  martirio  obraba  Dios  en  ella  muchos  milagros,  por  los  cua- 
les muchas  gentes  se  convirtieron  a  Dios  y  le  loaban  9.  Aquel 
caballero  había  pasado  a  aquella  ciudad  para  desafiar  cuer- 
po a  cuerpo  a  cualquiera  que  dijese  que  no  había  Dios  y  que 
Dios  no  había  creado  el  sol,  la  luna  y  las  estrellas  y  a  todas 
las  demás  criaturas  del  mundo,  algunas  de  las  cuales  adoran 
los  idólatras  en  semejanza  de  Dios.  Y  sobre  este  punto  com- 
batió con  muchos  caballeros,  y  venció  a  muchos,  hasta  que, 
finalmente,  lo  mató  un  archero  con  un  dardo  que  lo  tiró, 
partiéndole  por  medio  el  corazón.  Y  con  esto  el  caballero 
fué  mártir  por  loar  a  Dios  con  las  armas. 

12.  Habiéndose  leído  aquella  carta,  el  Papa  y  los  carde- 
nales loaron  y  bendijeron  a  Dios  por  los  loores  que  aquellos 
cuatro  loadores  le  habían  dado.  Y  fueron  muy  grandes  los 
encomios  que  se  dijeron  en  la  corte  y  los  razonamientos 
que  por  una  y  otra  parte  se  hicieron.  Y  cuanto  más  fuerte- 
mente se  empeñaban  las  partes  en  juzgar  cuál  de  todos  los 


•  El  original  no  dice  «y  le  loaban». 


422 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


cuatro  había  alabado  mejor  a  Dios,  tanto  más  fuertemente 
crecía  la  devoción  en  los  que  oían  las  contiendas  y  disputas 
de  las  partes.  Y  por  eso  el  Cardenal  de  Laudamus  te  suplicó 
al  Santo  Padre  que  dilatase  y  suspendiese  la  solución  y  deci- 
sión de  aquellas  cuestiones  por  largo  tiempo,  y  que,  al  en- 
tretanto, fuesen  asignados  en  la  corte  abogados  a  cada  una 
de  las  partes,  y  que  diesen  todas  sus  razones  por  escrito, 
porque  si  en  la  corte  había  dos  reyes  que  lidiaban  sobre  sus 
derechos  por  espacio  de  veinte  años,  y  10  aun  no  se  había 
dado  sentencia  ni  declaración,  con  cuánta  mayor  razón  debía 
ser  prorrogada  la  determinación  de  las  referidas  cuestiones, 
a  fin  que  por  este  medio  fuese  creciendo  en  la  corte  la  devo- 
ción y  el  buen  ejemplo  entre  las  gentes,  por  cuyo  ejemplo  y 
devoción  se  dispusiesen  muchos  en  ser  loadores  de  Dios  y 
morir  mártires,  a  imitación  de  los  sucesos  referidos. 

13.  Fué  concedido  al  Cardenal  de  Laudamus  te  por  el 
Papa  y  los  cardenales  todo  lo  que  pedía,  y  de  los  bienes  de 
la  santa  Madre  Iglesia  fueron  gratificados  abogados  para 
que  todos  los  días  alegasen  en  favor  de  las  partes  sobredi- 
chas. Sucedió  un  día  que  el  abogado  que  defendía  la  parte 
del  obispo  que  fué  martirizado  por  loar  la  encarnación  del 
Hijo  de  Dios,  puso  dos  razones  en  su  alegato,  a  saber:  que 
Dios  puede  ser  más  alabado  por  justicia  y  por  misericordia 
en  un  pecador  eclesiástico  que  en  otro  hombre  que  no  sea 
eclesiástico,  porque  el  eclesiástico,  que  hace  oficio  de  Jesu- 
cristo, es  más  pecador  cuando  peca  que  cualquier  otro  hom- 

.  bre,  y  por  esto  Dios  puede  manifestarle  mayor  justicia  en 
castigarlo  o  mayor  misericordia  en  perdonarle  sus  pecados. 
Y  pues  esta  mayor  demostración  de  loor  se  forma  por  la 
encarnación  del  Hijo  de  Dios  y  por  el  sacrificio  del  altar  y 
por  la  santa  pasión  <Je  Jesucristo,  por  tanto,  entendía  pro- 
bar el  abogado  que  el  obispo  loaba  más  fervorosamente  a 
Dios  que  todos  los  demás.  Semejantes  razones  formaban  los 
abogados  de  las  otras  partes,  y  proponían  muchas  y  muy 
buenas  cuestiones  en  su  pleito,  de  lo  cual  se  originaba  en  la 
corte  mucho  bien  en  todos  aquellos  que  las  oían. 

14.  Mientras  que  el  pleito  referido  se  sustanciaba,  todos 
los  días,  en  la  corte,  Raimundo  el  fatuo  propuso  al  Papa  y 
a  los  cardenales  esta  cuestión:  ¿cuál  debe  ser  la  causa  que 
en  las  crónicas  e  historias 11  fueron  y  son  más  alabados 
los  Papas  que  fueron  pobres  y  menesterosos  de  los  bienes 
temporales  que  los  Papas  que  tienen  muchas  riquezas  y  abun- 
dancia de  bienes  de  este  mundo  después  que  adquirieron  el 
Imperio  de  Roma?  Respondió  el  Papa,  y  dijo  a  Raimundo 
el  loco  que  muy  leve  y  fácil  de  soltar  era  aquella  cuestión. 


10  Silencia  también  «y  aun...  declaración». 

11  Igualmente  calla  «en  las  crónicas  e  historias». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  83 


423 


CAPÍTULO  LXXXIII 

De  "benedicimus  te" 

1.  El  Cardenal  de  Benedicimus  te  se  presentó  delante 
del  Papa  y  los  cardenales  acompañado  de  muchos  hombres, 
a  quienes  había  asignado  diferentes  oficios  para  bendecir  a 
Dios  y  que  fuesen  por  varias  tierras  bendiciéndole,  para  que 
Dios  bendijera  a  aquellas  tierras,  a  fin  que  en  ellas  fuese 
bendecido  su  santo  nombre.  Aquellos  hombres  habían  de 
tener  obligación  de  ir  gritando  por  las  calles,  y  decir:  "Ben- 
dito sea  nuestro  Señor  Dios,  que  ha  creado  los  ángeles  y  los 
cielos,  y  las  estrellas,  los  hombres,  las  aves,  las  bestias,  los 
peces,  los  árboles,  las  plantas,  las  hierbas,  las  piedras,  los 
elementos,  los  metales  y  todas  las  otras  criaturas.  Y1  ben- 
dito sea  Dios,  quien,  como  ordenador  del  mundo,  ha  puesto 
y  ordenado  en  él  tantos  y  tan  diversos  oficios,  como  son 
eclesiásticos  2,  religiosos,  caballeros,  prelados,  príncipes,  la- 
bradores, mercaderes,  roperos,  curtidores,  carniceros,  pes- 
cadores, herreros,  carpinteros  y  todos  los  demás  oficios." 
Aquellos  hombres  habían  prometido  de  ir  pregonando  a  alta 
voz  y  bendecir  a  Dios,  porque  quiso  humillarse  a  tomar  carne 
humana,  sufrir  pasión  y  muerte  en  ella  por  nosotros  para 
redimir  nuestros  pecados  y  salvarnos,  y  porque  quiso  hacer 
milagros,  y  porque  ha  creado  el  paraíso  y  el  infierno,  y  por- 
que resucitará  a  los  buenos  y  a  los  malos,  sentenciando  los 
buenos  a  gloria  sin  fin,  y  a  los  malos  a  pena  eterna.  Aun 
deben  aquellos  hombres  pregonar  y  bendecir  a  Dios  en  su 
esencia  divina  y  en  su  Trinidad  santa,  y  en  sus  divinas  vir- 
tudes, y  en  todas  las  demás  cosas  en  que  puedan  significar 
su  divina  nobleza  y  voluntad  3. 

2.  Habiendo  el  cardenal  hecho  relación  al  Papa  y  a  los 
otros  cardenales  de  la  ordenanza  que  había  establecido  para 
bendecir  el  santo  nombre  de  Dios,  suplicó  al  Santo  Padre 
concediese  grandes  indulgencias  a  todos  aquellos  que  se  en- 
cargarían y  servirían  el  dicho  oficio,  mandando  a  todos  los 
eclesiásticos  que,  dondequiera  que  aquéllos  anduviesen,  se 

1  El  orden  aparece  algún  tanto  invertido  respecto  del  original, 
que  reza  así  :  «Beneit  sia  Déus.  qui  ha  creat  arbres,  bèsties,  aucelk, 
hòmens,  metalls,  elements,  celis,  estelles,  àngels,  e  totes  les  altres 
cre atures. » 

2  «clergues,  cavallers,  religioses,  prelats,  prínceps,  lauradors,  mer- 
caders, ferrers,  fusters,  drapers,  çabaters,  pellicers,  carnicers,  pes- 
cadors» . 

3  En  el  original  falta  «y  voluntad». 


424 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


les  diese  de  comer  todo  el  tiempo  que  se  mantuviesen  en  sus 
tierras  bendiciendo  el  nombre  de  Dios.  Aplaudió  mucho  el 
Papa  y  los  cardenales  lo  que  el  Cardenal  de  Benedidmus  te 
había  ordenado.  Y  mandó  a  todos  los  obispos  y  demás  pre- 
lados cuidasen  de  la  asistencia  de  aquellos  operarios  en  todo 
lo  necesario,  mientras  se  mantuviesen  en  sus  diócesis,  y  con- 
cedió grandes  perdones  a  aquéllos  y  a  todos  los  que  les  diesen 
favor  y  auxilio  4 ;  y  les  envió  de  dos  en  dos  con  sus  privile- 
gios por  varias  tierras  y  obispados.  Muy  admirablemente 
loaban  y  bendecían  a  Dios  estos  operarios,  pregonando  no- 
che y  día  el  santo  nombre  de  Dios  y  su  alta  virtud.  Y  por 
las  bendiciones  que  decían  de  Dios,  les  bendijo  Dios  a  ellos 
y  a  sus  palabras  y  daba  devoción  a  las  gentes,  por  lo  cual 
vivían  en  santa  vida. 

3.  El  cardenal  andaba  por  la  ciudad  de  Roma,  y  traía 
consigo  mucho  dinero,  el  que  repartía  entre  los  pobres  para 
que  bendijesen  a  Dios,  y  por  las  calles  rogaba  y  exhortaba 
a  las  gentes  que  bendijesen  a  Dios.  Sucedió  un  día  que  un 
pregonero  que  5  hacía  las  gridas  por  la  ciudad  consideró  en 
la  gran  devoción  del  cardenal  y  por  la  voluntad  divina  con- 
cibió devoción  de  hacer  gridas  del  nombre  de  Dios  por  la 
ciudad;  y  vino  al  cardenal,  y  con  su  licencia  tomó  el  oficio 
de  pregonar  que  el  santo  nombre  de  Dios  fuese  bendecido 
por  todas  las  gentes.  Y  el  cardenal  le  asignó,  todos  los  días, 
cinco  sueldos  de  renta  para  mantenerse  y  comprar  fruta  y 
avellanas  para  dar  a  los  muchachos  que  le  siguiesen,  gri- 
tando que  el  santo  nombre  de  Dios  fuese  bendito  y  alabado, 
diciendo  así:  "Bendito  sea  nuestro  Señor  Dios,  loado  sea 
Dios,  adorado  sea  Dios,  obedecido  sea  Dios,  y  la  obra  y  la 
virtud  de  Dios  sea  por  siempre  loada  y  servida."  Aquel  pre- 
gonero andaba  todos  los  días  por  la  ciudad  de  Roma  acom- 
pañado de  un  gran  número  de  muchachos,  y  pregonaba  y 
bendecía  con  ellos  a  Dios  y  a  su  virtud.  Mientras  el  prego- 
nero y  los  muchachos  así  gritaban  y  bendecían  a  Dios,  mu- 
chos hombres  pecadores  recordaban,  entendían,  amaban  y 
temían  a  Dios,  y  mortificaban  sus  vicios,  y  vivificaban  en  sus 
corazones  las  virtudes,  y  los  hombres  justos,  por  ello,  exal- 
taban su  devoción  de  amar  y  servir  a  Dios. 

4.  En  cierta  ciudad  donde  moraban  dos  de  aquellos  hom- 
bres que  pregonaban  y  bendecían  a  Dios,  sucedió  un  día  que 
un  rico  y  sabio  mercader,  que  había  quedado  viudo,  tuvo  vo- 
luntad de  bendecir  a  Dios  en  aquella  manera  que  más  fuer- 
temente la  pudiese  bendecir,  y  vendió  todo  lo  que  tenía,  y 
del  dinero  compró  un  buen  caballo  y  una  copa  de  oro  muy 
bella  y  muy  ricamente  labrada01.  Aquel  mercader,  montado 


4  Falta  también  «y...  auxilio». 
6  «qui  sulia  cridar  vi». 

*  «una  copa  d'aur»,  dice  simplemente  el  original. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA . — C.  83 


42.S 


a  caballo  y  llevando  la  copa  de  oro  en  la  mano,  andaba  por 
la  ciudad  gritando  que  él  daría  el  caballo  y  la  copa  al  que 
mejor  le  enseñase  a  bendecir  a  Dios.  Mientras  el  mercader 
iba  de  este  modo  gritando  por  la  ciudad,  había  en  ella  mu- 
chos hombres  que  deseaban  haber  el  caballo  y  la  copa,  que 
valían  mucho,  y  discurrieron  muchos  diversos  modos  de  ben- 
decir a  Dios,  y  por  eso  se  puso  en  cuestión  cuál  de  aquéllos 
era  el  mejor  modo  de  bendecir  a  Dios. 

En  cierta  elección  de  obispo  tuvo  un  canónigo  muchos 
votos  para  serlo,  y  bendijo  a  Dios  por  no  haber  sido  obispo. 
Y  el  que  tuvo  la  elección  bendijo  a  Dios  por  haberle  encar- 
gado de  un  cargo  tan  grande  y  tan  peligroso  y  de  tan  honrado 
y  provechoso  oficio.  Y  por  esto  fué  hecha  cuestión  cuál  de 
los  dos  daba  a  Dios  mayor  bendición. 

Y  es  cuestión  quién  da  mayor  bendición  a  Dios:  ¿el 
hombre  a  quien  multiplica  Dios  sus  bienes  y  le  da  salud  y 
honra  en  este  mundo,  y  bendice  a  Dios,  o  aquel  que  está  en- 
fermo y  deshonrado  y  a  quien  Dios  le  quita  los  bienes  tem- 
porales, y  lo  lleva  con  paciencia  7  y  bendice  a  Dios? 

Un  hombre  hirió  de  muerte  a  otro  con  gran  sinrazón,  y 
el  herido  tuvo  paciencia  y  bendijo  a  Dios.  Y  el  que  le  hirió 
bendijo  y  alabó  a  Dios  cuando  lo  ahorcaban  y  se  juzgó 
culpable  y  lo  llevó  con  paciencia.  Es  8  cuestión :  ¿  cuál  de  los 
dos  bendecía  mejor  a  Dios? 

Un  hombre  loaba  y  bendecía  a  Dios  cuando  veía  a  los  le- 
prosos y  a  las  bestias,  por  no  haberle  hecho  Dios  bestia  ni 
leproso,  sino  que  le  había  hecho  hombre.  Otro  bendecía  y 
loaba  a  Dios  porque  le  había  hecho  gracia  de  vivir  sin  pecado 
mortal.  Y  por  eso  es  cuestión:  ¿cuál  le  bendecía  más  viva- 
mente ? 

Entre  un  hombre  y  una  mujer  había  cuestión:  ¿quién 
debía  bendecir  más  a  Dios,  o  el  hombre,  porque  no  le  había 
hecho  Dios  mujer,  o  la  mujer,  porque  no  le  había  hecho 
hombre  y  estaba  más  sujeta  en  este  mundo  que  el  hombre? 

Otra  cuestión  hubo  entre  un  cristiano  y  un  moro:  ¿cuál 
debía,  según  su  ley,  bendecir  mejor  a  Dios  nuestro  Señor? 

Entre  una  mujer  y  un  hijo  suyo  había  cuestión.  Porque 
el  hijo  bendecía  a  Dios  por  haberle  dado  buena  madre,  y  la 
madre  bendecía  a  Dios  por  haberle  dado  un  buen  hijo.  ¿Cuál '} 
de  los  dos  bendecía  más  a  Dios? 

Un  rey  bendecía  a  Dios  porque  le  había  dado  un  buen 
pueblo.  Y  el  pueblo  bendecía  a  Dios  porque  le  había  dado 
un  buen  rey.  Y  por  eso  era  cuestión:  ¿quién  bendecía  mejor 
a  Dios,  el  rey  o  el  pueblo?  Todas  estas  cuestiones  y  otras 
muchas  fueron  dadas  por  escrito  al  mercader,  para  que  él 

7  El  texto  primitivo  pasa  en  silencio  «y  lo  lleva  con  paciencia». 
-   •  Sobra  «es  cuestión...  Dios». 
*  Sobra  también  «cuál...  Dios». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


diese  el  caballo  y  la  copa  a  aquel  que  le  había  traído  la  mejor 
cuestión,  que  era  significativa  del  que  mejor  y  más  alta- 
mente bendecía  a  nuestro  Señor  Dios. 

5.  Cuando  el  mercader  tuvo  por  escrito  las  cuestiones 
sobredichas,  montado  en  su  caballo  con  las  cuestiones  y  la 
copa,  se  fué  a  Roma,  al  Cardenal  de  Benedicimus  te  10,  y  le 
suplicó  hiciese  determinar  aquellas  cuestiones,  a  fin  de  que 
él  pudiese  escoger  aquel  modo  con  que  pudiese  bendecir  a 
Dios  y  diese  el  caballo  y  la  copa  al  que  le  habría  traído  la 
mejor  cuestión.  El  cardenal,  acompañado  del  mercader,  vino 
en  el  consistorio  ante  el  Papa  y  los  demás  cardenales  para 
decidir  y  determinar  según  cuál  de  aquellas  cuestiones  se 
alababa  más  a  Dios.  Pero  de  común  acuerdo  del  Papa  y 
cardenales  fué  resuelto  que  las  cuestiones  se  disputasen  por 
largo  tiempo  en  la  corte,  a  fin  que  no  fuesen  olvidadas  y 
que  por  el  recuerdo  que  de  ellas  habrían  muchos  hombres 
tomasen  ejemplo  y  modo  de  devoción  en  loar  y  bendecir  a 
Dios  y  el  oficio  del  cardenal  lograse  por  ello  mayor  utilidad. 
Y  por  esto  fué  ordenado  que  a  la  puerta  de  la  iglesia  mayor 
de  Roma  fuese  fabricado  un  caballo  de  mármol,  y  montado 
en  él,  un  hombre  que  llevase  una  copa  en  la  mano,  y  en  el 
pedestal  fuesen  grabadas  y  escritas  las  cuestiones  sobredi- 
chas y  el  motivo  por  que  el  mercader  pasó  a  Roma. 

6.  Aconteció  un  día  que,  paseándose  el  cardenal  a  ca- 
ballo por  la  ciudad  de  Roma  para  ver  si  oiría  a  algún  hombre 
bendecir  a  Dios,  acertó  a  pasar  por  delante  de  un  bodegón, 
donde  había  muchos  picaros  y  holgazanes  que  jugaban  a 
dados,  uno  de  los  cuales  maldecía  y  blasfemaba  de  Dios, 
diciendo  muy  viles  y  sucias  palabras  contra  Jesucristo  y  la 
Virgen  Santa  María  por  causa  de  un  juego  que  había  per- 
dido a  los  dados.  El  cardenal  se  apeó  del  caballo  que  mon- 
taba, y  lo  dió  a  este  picaro  que  blasfemaba  de  Dios,  para 
que  le  bendijera  y  que  por  ningún  tiempo  jamás  le  maldijese 
ni  blasfemase.  Y  después  se  fué  al  Papa  y  a  los  otros  car- 
denales y  les  dijo  estas  palabras:  — 'Había  un  religioso  que, 
hallándose  presente  un  día  a  la  misa  que  cantaba  un  maestro 
en  teología,  consideraba  cómo  el  maestro,  por  sus  palabras, 
había  dado  razón  y  doctrina  por  dilatado  tiempo  cómo  Dios 
fuese  loado  y  bendecido  por  sus  discípulos.  Y  así,  yo  estoy 
más  fuertemente  adrado — dijo  el  cardenal — ,  cuando  considero 
y  veo  con  mis  ojos  que  por  el  juego  de  dados  son  tantos  los 
picaros  y  tacaños  que  blasfeman  y  maldicen  a  Dios  y  a 
Santa  María  y  a  los  santos  de  la  gloria.  Y  por  eso  pido  se 
me  dé  satisfacción  de  la  injuria  y  agravio  que  me  hacen  los 
dados  en  perjuicio  del  ministerio  que  se  me  está  encomen- 
dado. Y  si  no  se  diere  satisfacción  a  mi  oficio  por  aquellos 


10  «al  cardenal  de  beneir  Déu»,  dice  el  original. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  8$ 


427 


que  tienen  el  poder,  son  contrarios  a  la  bendición  de  Dios 
y  concuerdan  en  llevar  en  él  la  maldición.— /Tan  vivas  y  efi- 
caces palabras  dijo  el  cardenal  al  Papa  y  a  sus  compañeros, 
que  movieron  sus  corazones  a  contrición  y  a  pensamientos 
y  tuvieron  conciencia  del  poder  que  tenían,  el  cual  superaba 
a  su  querer  en11  el  bien  que  podían  hacer  y  no  lo  nacían. 
Entonces  el  juglar  de  Valor  dijo :  — «¿  Qué  vale  el  Amigo  que 
no  veda  el  deshonor  de  su  Amado  ? — »Y  Raimundo  el  loco  dijo 
que  el  amante  fué  atormentado  por  su  Amado,  al  cual  amigo 
preguntaron  si  era  hora  de  descansar  mientras  le  atormen- 
taban. Y  él  respondió  diciendo  [que,]  con  lo  que  supiese  su 
Amado,  hora  era  de  descansar  en  los  trabajos  que  sufría  por 
su  amor  '-. 

7.  Y  mientras  estaban  en  estas  razones,  entró  en  el  con- 
sistorio un  legado  del  Papa,  dándole  relación  de  haber  cum- 
plido su  mandato  en  excomulgar  a  un  príncipe  que  usurpaba 
los  bienes  de  la  Iglesia.  Entonces  el  Cardenal  de  Benedici- 
mus  te  propuso  esta  cuestión  al  Papa:  ¿cuál  cosa  debía  ser 
más  prohibida :  aquellos  por  que  las  gentes  blasfemaban  y 
deshonraban  a  Dios  o  el  príncipe  que  usurpaba  solamente 
bienes  a  un  obispado? 

8.  Paseábase  un  día  a  caballo  el  Papa  Blanquerna,  y  vió 
a  muchos  holgazanes,  picaros  y  gente  perdida  13  que  estaban 
en  una  taberna,  gritando  y  diciendo:  "Bendito  sea  Dios  y 
alabado  sea  el  nombre  de  nuestro  Señor  Dios."  Preguntó  el 
Papa  cómo  podía  ser  que  los  picaros  bendijesen  a  Dios  en 
aquel  lugar  y  que  el  nombre  de  Dios  fuese  por  tal  gente  ala- 
bado. — Señor — respondió  un  caballero  romano — ,  ahí  hay 
uno  de  esos  a  quien  el  Cardenal  Benedicimus  te  ha  dado  un 
bello  caballo,  y  aquél  ha  tomado  la  costumbre  de  que,  cuando 
está  en  compañía  de  otros  picaros  y  semejante  gente  per- 
dida, les  habla  muchas  buenas  palabras  de  Dios.  Y  tan  de- 
votamente las  dice,  que  muchas  veces  14  los  hace  llorar,  ha- 
blándoles  de  la  misericordia  de  Dios  y  de  su  santa  pasión, 
que  voluntariamente  quiso  padecer  para  salvar  los  pecado- 
res; y  los  conforta  en  su  pobreza,  haciendo  que  la  tomen 
con  paciencia;  y  cuando  los  tiene  dispuestos  en  aquella  de- 
voción, los  hace  gritar  y  bendecir  el  santo  nombre  de  Dios. 
Y  toda  aquella  gente  perdida  de  esta  ciudad  lo  han  hecho 
caporal  y  señor  a  aquel  picaro,  el  cual  es  ahora  de  tan  buenas 
costumbres,  que  causa  gran  devoción  a  las  gentes  con  sus 
palabras  y  con  las  buenas  obras  que  hace. — El  Papa  se  ale- 


"  El  original  silencia  «en  el  bien...  hacían». 
13  «per  son  amat». 

13  Ramón  Llnll  dice  tan  sólo  «e  viu  gran  re  de  ribauts». 

14  «moltes  vegades  los  fa  plorar  per  les  paraules  que-ls  diu  de 
"Déu  e  de  la  sua"  passió,  e  en  lur  pobretat  los  conforta  e  ls  fa  haver 

paciència.» 


428  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


gró  de  lo  que  oyó  decir  a  aquel  hombre,  y  dijo  que,  si  el 
nombre  de  aquél  era  vil,  su  vida  era  santa  y  gloriosa.  Y  le 
hizo  venir  a  su  presencia,  y  le  preguntó  cómo  podía  hacer 
bendecir  a  Dios  a  gente  tan  vil  como  son  todos  los  picaros 
y  semejante  gente  ruin,  mayormente  en  la  taberna.  — (Señor 
— respondió  aquél — ,  en  todos  los  lugares  en  donde  el  santo 
nombre  de  Dios  es  más  frecuentemente  deshonrado  y  vitu- 
perado, y  por  aquellas  gentes  que  menos  le  aprecian  y  le  ben- 
dicen, debe  el  hombre  esforzarse  más  en  que  su  santo  nombre 
sea  allí  bendito  y  alabado  por  ellos  y  15  por  aquellas  gentes 
que  menos  le  bendicen. — 'Consideró  profundamente  el  Santo 
Padre  en  las  palabras  que  le  dijo  aquel  perdido,  y  dijo  que 
era  cosa  muy  necesaria  que  el  santo  nombre  de  Dios  fuese 
bendecido  entre  aquellas  gentes  que  están  sin  creencia  y  que 
no  hacen  honor  ninguno  ni  reverencia  al  nombre  de  Dios. 

9.  Habiendo  el  Papa  dicho  estas  palabras,  vino  un  ca- 
ballero a  su  presencia  y  le  dijo :  — {Señor,  yo  he  sido  hombre 
de  armas,  y  toda  mi  vida  he  gastado  en  matar  y  destruir 
hombres  para  ganar  nombre  y  fama  entre  las  gentes  sobre 
otros  en  ia  destreza  de  las  armas.  Y  si  fuere  de  vuestro 
agrado,  quisiera  yo  ahora  el  oficio  de  que  todos  los  días  de 
mi  vida  vaya  asistiendo  a  los  que  están  próximos  a  la  muer- 
te, o  por  enfermedad  o  por  la  justicia,  y  les  predique  devotas 
palabras  de  Dios,  para  que  así  satisfaga  a  nuestro  Señor 
por  mis  culpas,  y  que  los  hombres  moribundos  estén  en  de- 
voción y  queden  mejor  informados  en  nuestra  santa  fe  catò- 
lica y  la  misericordia  de  Dios,  y  que  mueran  loando  y  ben- 
diciendo su  santo  nombre,  y  que  después  sea  yo  el  consolador 
de  los  parientes  del  difunto. — ¡Gran  consuelo  tuvo  el  Papa 
de  estas  palabras  1G,  y  concedió  aquel  oficio  al  caballero  que 
se  lo  pidió,  y  cuando  estuvo  en  su  palacio,  hizo  un  libro,  en 
que  estaba  escrita  la  doctrina  que  daba  al  caballero  de  las 
palabras  que  había  de  decir  a  los  moribundos  17.  El  caballero 
tomó  aquel  libro  en  que  estaba  escrito  todo  lo  que  convenía 
a  su  oficio,  y  andando  por  la  ciudad  de  Roma,  preguntaba 
y  .  se  informaba  por  los  que  estaban  cercanos  a  la  muerte,  y 
les  decía  tan  devotas  palabras,  que  ellos  se  quedaban  con- 
fortados y  confirmados  en  la  santa  fe  católica,  y  los  hacía 
tener  tanta  conciencia,  que  satisfacían  los  daños  y  las  inju- 
rias y  les  hacía  despreciar  este  mundo  y  desear  la  vida  eter- 
na, y,  a  la  fin,  cuando  morían,  loaban  y  bendecían  el  santo 
nombre  de  Dios.  Y  después  a  los  parientes  de  los  difuntos 
les  decía  el  caballero  tan  buenas  palabras,  que  ellos  se  que- 


16  Están  de  más  las  palabras  «y..',  por  bendicen»^ 

18  Según  el  original,  el  párrafo  debe  empezar  así,  omitiendo  las 
palabras  de  antes  :  «El  Papa  concedió  aquel  oficio.» 

17  El  texto  catalán  dice,  además,  «ni  a  aquells  qui  han  mester  a 
ésser  consolats». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C  S4 


42Q 


daban  consolados,  lo  llevaban  con  paciencia  y  alababan  y 
bendecían  la  justicia  de  Dios  y  su  gran  misericordia.  Tan 
grande  era  el  bien  que  hacía  el  caballero  en  aquella  ciudad, 
que  cuando  en  ella  había  algún  moribundo  o  alguna  persona 
que  necesitase  de  consuelo  por  alguna  tribulación  en  que  se 
hallase,  luego  enviaba  a  buscar  al  caballero,  y  éste  traía  su 
libro,  y,  leyendo,  les  decía  aquella  doctrina  que  el  Papa  Blan- 
querna  le  había  dado  ls,  con  la  cual  les  consolaba  en  las  tri- 
bulaciones o  necesidad  en  que  se  hallaban. 


CAPÍTULO  LXXXIV 

De  "adoramus  te" 

1.  El  Cardenal  de  Adoramus  te  entró  en  gran  conside- 
ración como  pudiese  encontrar  modos  con  que  Dios  1  nuestro 
Señor  fuese  perfectamente  adorado  y  contemplado  como  con- 
viene y  según  que  Dios  le  tiene  encargado  a  su  pueblo.  Mien- 
tras que  el  cardenal  se  encaminaba  al  ermitaño  y  discurría 
en  aquello  que  tanto  deseaba,  encontró  en  el  camino  por 
donde  pasaba  una  iglesia,  en  la  cual  servía  de  sacristán  y 
limosnero  2  un  pobre  hombre,  el  cual,  de  las  limosnas  que 
recogía,  hacía  cantar  misas  en  aquella  iglesia.  En  ella  había 
un  crucifijo  muy  grande  de  bulto  y  noblemente  entallado. 
En  aquella  iglesia  había  entrado  un  peregrino  que  a  grandes 
pedradas  destrozaba  el  crucifijo,  y  el  buen  hombre  sacristán 
se  lo  impedía  con  todo  su  esfuerzo.  Al  tiempo  que  los  dos  lu- 
chaban, entró  el  cardenal  en  la  iglesia,  y  se  admiró  en  gran 
manera  de  la  acción  del  peregrino  que  de  aquella  manera 
apedreaba  al  crucifijo,  y  le  dijo  que  por  qué  deshonraba 
y  apedreaba  la  figura  que  representaba  la  imagen  de  Jesu- 
cristo. — Señor — respondió  el  peregrino — ,  costumbre  era  en 
los  tiempos  pasados  que  las  gentes  adoraban  ídolos,  y  en  el 
tiempo  en  que  ahora  nos  hallamos,  del  mismo  modo,  hay 
gentes  que  adoran  ídolos,  y  los  moros  y  los  judíos  reprenden 
mucho  a  nuestros  cristianos  porque  adoramos  las  imágenes. 
Y  por  cuanto  imagen  entallada  y  de  bulto  es  más  propincua 
y  cercana  en  figura  a  ídolo  que  imagen  plana,  por  tanto, 
para  significar  que  las  imágenes  planas  son  más  a  propósito 
y  convenientes  que  las  de  bulto,  he  tomado  yo  la  costumbre 


w  Aquí  termina  el  capítulo  en  el  original. 

1  «que  Déu  fos  adorat  fortment  per  son  poble» 

'  «de  lumenària»,  dice  Llull. 


430 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLTJLL 


cómo  destruya  todas  las  imágenes  entalladas  que  están  so- 
bre los  altares  semejantes  a  los  ídolos  3. 

2.  Estando  el  cardenal  con  el  peregrino  en  estas  razones, 
entró  en  aquella  iglesia  un  hombre  que  venía  de  tierras  extra- 
ñas, y  arrodillándose  delante  del  altar,  adoró  a  Dios  y  le 
hizo  oración  muy  devota.  El  cardenal  consideró  que  Dios 
había  puesto  en  aquel  hombre  alguna  virtud  por  la  cual 
adoraba  tan  devotamente  a  Dios,  y  quiso  saber  de  aquel 
hombre  la  manera  con  que  adoraba  a  Dios  tan  devotamente*. 
— Señor — respondió  el  hombre — ,  casi  en  todos  los  hombres 
del  mundo  es  costumbre  de  que  adoren  a  Dios  para  que  les 
dé  la  gloria  y  no  les  dé  pena.  Y  muchas  veces  le  adoran  para 
que  les  dé  bienes  temporales  a  medida  de  su  deseo.  Y  como 
sea  cosa  muy  injuriosa  adorar  a  Dios  por  respeto  de  lo  que 
el  hombre  ha  menester,  más  que  por  respeto  a  la  bondad  que 
es  en  Dios,  por  eso  yo  me  voy  a  pedir  la  bendición  del  Papa, 
y  quiero  predicar  y  pregonar  por  las  plazas  y  por  las  calles 
de  las  ciudades  y  de  las  villas  el  modo  como  las  gentes  deben 
adorar  a  Dios  principalmente,  y,  mayormente,  por  ser  el 
supremo  bien  y  digno  que  por  su  bondad  y  por  su  misma 
perfección  el  hombre  le  adore,  le  ame  y  le  tribute  honor  y 
reverencia. 

3.  Con  admiración  grande  quedó  el  cardenal,  y  con  el 
peregrino  y  aquel  hombre  que  quería  ser  pregonero  y  predi- 
cador de  la  mejor  manera  que  puede  tener  el  hombre  en 
adorar  a  Dios  retrocedió  su  camino,  y  se  encaminó  a  la  ciu- 
dad de  Roma  para  representar  al  Papa  lo  de  aquellos  dos 
hombres,  como  arriba  se  ha  dicho.  Mientras  los  tres  iban 
de  camino  hablando  del  modo  como  el  hombre  debe  adorar  a 
Dios,  encontraron  a  un  judío  anciano  que  iba  a  la  corte  del 
Papa,  y  estaba  muy  fatigado  del  viaje  tan  dilatado  que  ha- 
bía hecho,  el  cual,  en  su  cara  y  gesto,  daba  muestras  de  gran 
pena  y  tristeza.  El  cardenal  le  preguntó  la  causa  de  por  qué 
iba  tan  triste  y  pensativo.  — Señor — respondió  el  judío — ,  de 
mucho  tiempo  acá  he  entrado  en  un  pensamiento  que  no 
me  deja  y  me  atormenta  tan  frecuentemente  el  alma,  que 
apenas  siento  gusto  alguno  en  cuanto  veo  y  oigo. — El  car- 
denal quiso  saber  de  cualquier  manera  el  pensamiento  del  ju- 
dío, y  éste  le  manifestó  sus  consideraciones  con  las  siguientes 
palabras:  — Señor — dijo  el  judío — ,  en  los  principios,  cuan- 
do plugo  a  Dios — bendito  sea  él — ,  que  ha  honrado  al  pue- 
blo de  los  judíos  sobre  los  otros  pueblos,  estuvimos  dos  veces 
en  cautiverio.  La  primera  duró  por  espacio  de  cuatrocientos 
años;  la  segunda  duró  setenta  años;  en  cuyos  dos  cautive- 
rios estuvimos  en  castigo  de  algunos  pecados  que  habíamos 

8  Por  prejuicios  de  misiones,  fáciles  de  excusarse,  el  gran  misio- 
nero mallorquín  se  muestra  más  partidario  de  las  imágenes  llanas, 
pinturas,  mosaicos,  etc.,  que  de  las  de  bajo  relieve  o  las  de  bulto. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  $4  43 1 


cometido.  Pero  después  del  cautiverio  y  de  las  penas  que 
padecimos  en  él,  recuperamos  la  libertad  en  que  de  antes  nos 
hallábamos.  Ahora  que  ya  no  matamos  profetas  ni  adoramos 
a  ídolos,  como  antes  lo  hacíamos,  pasamos  esta  vida  mun- 
dana con  grandes  trabajos  y  deshonras,  y  estamos  en  cauti- 
verio más  ha  de  mil  doscientos  años,  sin  saber  el  porqué. 

Y  por  eso  me  temo  mucho  que  nosotros  no  tengamos  gran 
culpa  en  la  muerte  de  Jesucristo,  por  la  cual  nos  hallamos 
en  esta  prolongada  cautividad,  por  cuya  causa  voy  yo  como 
un  hombre  desterrado,  buscando  si  alguno  podría  significar- 
me y  mostrarme  si  nosotros  estamos  en  cautividad  porque 
no  adoramos  a  Jesucristo,  a  quien  hemos  crucificado  y 
muerto. 

4.  Cuando  el  judío  hubo  acabado  sus  palabras,  el  carde- 
nal le  propuso  esta  cuestión :  — Entre  tres  sabios  se  disputa- 
ba cuál  de  todos  tres  adoraba  más  altamente  a  Dios.  El  uno 
de  ellos  iba  por  los  montes  y  por  los  llanos  adorando  a  Dios 
en  las  hierbas,  en  las  plantas,  en  las  bestias,  en  las  aves,  en 
los  peces,  en  los  hombres  y  en  todas  las  criaturas.  El  otro 
sabio  adoraba  a  Dios  en  aquello  que  Dios  obraba  sobre  el 
curso  de  la  naturaleza,  como  son  los  milagros  que  Dios  hizo 
en  crear  el  mundo  de  la  nada,  y  en  resucitar  a  los  muertos, 
y  en  todas  las  demás  cosas  que  la  naturaleza  no  puede  hacer. 
El  tercer  sabio  adoraba  a  Dios  en  aquello  que  Dios  es,  y 
obra  en  sí  mismo,  y  de  sí  mismo,  y  por  sí  mismo,  y  en  aque- 
llo que  Dios  hizo  de  la  criatura  en  sí  mismo.  Pregunto  ahora: 
¿cuál  de  los  tres  sabios  adoraba  más  perfectamente  a  Dios? 

Y  si  hubiera  otro  que  adore  a  Dios  según  los  tres  modos 
referidos,  pregunto:  ¿éste  le  adoraría  más  altamente  que 
cualquiera  de  los  tres  sabios  -referidos?  — Señor — respondió 
el  judío — ,  más  perfectamente  adora  a  Dios  aquel  que  le 
adora  en  aquello  que  Dios  es  y  obra  en  sí  mismo  que  no 
aquel  que  le  adora  en  aquello  que  obra  fuera  de  sí.  Y  aquél 
adora  más  alta  y  perfectamente  a  Dios  que  le  adora  con  los 
tres  modos  referidos  que  no  el  otro,  que  lo  adora  con  un 
solo  modo. — A  que  respondió  el  cardenal  diciendo:  — Recta- 
mente has  juzgado. — Y  le  dijo  4  que  los  filósofos  antiguos 
eran  aquellos  que  adoraban  y  loaban  a  Dios  en  los  milagros 
y  en  las  obras  que  creían  hacía  Dios  sobre  la  naturaleza. 
[Y  continuó] :  — Ahora  ha  llegado  el  tiempo  que  los  judíos 
no  creen  en  los  milagros  y  no  adoran  a  Dios,  en  cuanto  no 
creen  lo  que  hace  sobre  la  naturaleza  para  demostrar  su 
poder.  Péro  los  cristianos  creen  que  Dios  en  sí  mismo  tiene 


*  El  traductor  trunca  el  texto  primitivo,  que,  vertido  al  caste- 
llano, dice  así  :  «...  y  le  dijo  que  los  filósofos  antiguos  eran  aquellos 
que  loaban  a  Dios  en  las  obras  que  demostraba  en  el  orden  natural  ; 
y  los  iudíos  eran  aquellos  que  adoraban  a  Dios  en  los  milagros 
y  en  las  obras  que  veían  hacía  Dios  sobre  la  naturaleza.» 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mayor  obra  de  la  que  la  naturaleza  pueda  hacer  ni  recibir, 
engendrando  el  Padre,  que  es  Dios,  al  Hijo,  que  es  Dios,  y 
procediendo  de  los  dos  juntos  el  Espíritu  Santo,  que  es  Dios, 
y  todos  juntos 5  no  son  más  que  un  Dios  y  una  esencia  tan 
solamente,  y  creen  también  que  Dios  Hijo  ha  unido  a  sí  la 
naturaleza  humana  de  Jesucristo,  con  la  cual  no  es  más  que 
una  Persona.  Y  cómo  éste,  que  es  verdadero  Dios  y  verdade- 
ro Hombre,  haya  sido  por  vosotros,  judíos,  crucificado  y 
muerto,  y  él  haya  venido  entre  vosotros  a  tomar  carne  hu- 
mana, y  para  salvaros  ha  sufrido  pasión  y  muerte,  y  porque 
vosotros  no  lo  adoráis,  por  esta  causa  os  ha  castigado  a  que 
estéis  en  cautiverio  de  los  cristianos,  y  aun  de  los  moros, 
para  significar  que  de  todas  maneras  sois  indignos  de  la 
libertad,  en  cuanto  os  hace  estar  sujetos  a  los  fieles  e  infie- 
les.— Consideró  mucho  el  judío  las  palabras  del  cardenal,  y, 
por  las  preguntas  y  razones  que  le  hizo,  entendió  la  verdad 
y  se  convirtió  a  la  fe  cristiana,  y  se  tomó  el  oficio  de  ir  por 
las  sinagogas  de  los  judíos  y,  en  presencia  de  todos,  adorar 
a  Dios  con  aquellos  tres  modos  referidos,  de  cuyo  oficio  le 
concedió  el  Papa  especial  gracia. 

5.  Hallándose  el  cardenal  con  sus  oficiales  delante  del 
Papa  a  procurar  su  oficio,  entró  un  sarraceno  muy  viejo  y 
anciano,  y  presentó  al  Papa  una  carta  de  parte  de  un  rey 
moro,  con  la  cual  le  suplicaba  le  enviase  a  decir  si  era  ver- 
dad lo  que  un  cierto  cristiano  le  había  referido  de  la  fe 
católica  y  lo  había  desengañado  de  la  ley  de  Mahoma,  en  que 
estaba.  Quería  ser  cristiano  6 ;  pero  por  cuanto  el  cristianis- 
mo, le  decía  que  la  fe  católica  no  podía  probarse  con  razones, 
por  esto  dudaba  en  hacerse  cristiano,  porque  no  quería  dejar 
una  fe  por  otra.  Pero  decía  que  por  inteligencia  dejaría  la 
fe  de  Mahoma  y  entraría  en  la  fe  católica,  como  el  Papa  le 
dijese  que  era  probable;  pues  si  lo  era,  él  se  haría  cristiano 
y  adoraría  a  Jesucristo  como  Dios  y  sujetaría  todo  su  reino 
a  la  obediencia  de  la  Iglesia  romana,  para  que  todos  sus 
vasallos  adorasen  a  Jesucristo. 

6.  Cuando  aquella  carta  fué  leída  en  presencia  del  Santo 
Padre  Apostólico  y  de  los  cardenales,  entró  un  gentil  que  ve- 
nía de  aquellas  partes  del  Mediodía,  de  una  tierra  muy  aden- 
tro en  las  arenas  que  está  junto  a  una  ciudad  que  se  llama 
Gana.  En  aquellas  tierras  había  muchos  reyes  y  príncipes 
que  adoraban  ídolos,  y  al  sol,  a  las  estrellas,  a  las  aves  y  a 
las  bestias.  La  gente  de  aquel  país  es  muy  numerosa,  y  de 
estatura  muy  altos  7,  y  negros,  y  no  tienen  ley  8.  En  cierta 


•  No  leemos  en  el  original  «Quería  ser  cristiano». 

T  Tampoco  vemos  en  el  texto  primitivo'' «de  estatura  muy  alta». 

•  Véase  también  cap.  88,  nn.  2-6.  Con  razón  Ramón  Llull  es  tenido 
por  todos  por  uno  de  los  precursores  de  la  nueva  ciencia  de  Misio- 
nologia,  que  es  una  apologética  basada  en  la  etnografía.  Para  una 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  £4  433 


ocasión  sucedió  que  un  hombre  de  aquel  país  consideraba 
que  convenía  que  una  cosa  solamente  fuese  adorada,  y  que 
aquélla  fuese  más  noble  que  cualquiera  de  aquellas  que  ellos 
adoraban,  y  a  honor  de  aquella  cosa  que  él  ignoraba  lo  que 
era  andaba  por  las  tierras,  gritando  en  altas  voces  que  se 
buscase  y  preguntase  cuál  era  aquella  cosa  que  debía  ser 
adorada  tan  solamente.  Por  tanto  tiempo  se  empleó  aquel 
hombre  en  el  oficio  y  lo  sirvió  con  tal  diligencia,  que  movía 
a  devoción  a  todos  los  moradores  de  aquel  país  y  a  un  deseo 
muy  grande  de  tener  conocimiento  de  aquella  cosa  que  debía 
ser  adorada  sobre  todas  las  cosas.  Y  por  esto  tuvieron  con- 
sejo y  acordáronse  y  ordenaron  que  enviasen  por  varias  fie- 
ras mensajeros,  para  inquirir  cuál  podía  ser  aquella  cosa  que 
era  digna  de  ser  adorada  sobre  todas  las  cosas;  y  uno  de 
aquellos  mensajeros  fué  aquel  que  vino  al  Papa.  Y  el  Santo 
Padre  luego  prontamente  envió  los  artículos  de  la  fe,  y  los 
libros  por  los  cuales  son  demostrados  probables,  por  medio 
de  religiosos  que  habían  aprendido  la  lengua  arábiga,  los 
cuales  anduvieron  a  aquel  rey  sarraceno  que  había  remiti- 
do la  carta  al  Papa.  Y  cuando  los  religiosos  estuvieron  allá, 
por  la  gracia  de  Dios,  convirtieron  al  rey  y  gran  número  de 
sus  vasallos.  Y  después  aquellos  mismos  religiosos,  mensa- 
jeros del  Papa,  se  pasaron  con  el  gentil  a  aquellas  tierras 
de  donde  habían  venido,  y  denunciaron  y  demostraron  con 
razones  necesarias  que  Dios  es  el  Soberano  de  todas  las 
cosas.  Y  aquellas  gentes  le  adoraron  y  loaron  y  destruyeron 
todos  los  ídolos,  en  quienes  antes  creían  y  adoraban.  Y  fué 
establecida  concordia  y  amistad  entre  aquellas  gentes  y  los 
católicos,  y,  por  la  amistad  y  participación  que  éstos  tuvie- 
ron en  ellos,  en  breve  tiempo  recibieron  el  santo  bautismo. 

7.  En  una  solemne  fiesta  que  se  celebró,  se  hizo  una 
procesión  en  que  concurrió  el  Papa  y  los  cardenales  con 
muchos  prelados  y  religiosos  y  gran  número  de  eclesiásticos, 
en  la  cual  fueron  muy  grandes  los  cánticos  y  alabanzas  que 
dieron  todos  a  nuestro  Señor.  En  aquella  procesión  concu- 
rría también  el  Cardenal  de  Adoramus  te,  y  consideró  cuán- 
tas y  varias  son  las  tierras  en  el  mundo  donde  hay  muchas 
gentes  por  las  cuales  Dios  no  es  alabado  ni  adorado,  y  desea- 
ba vivamente  que  Dios  fuese  adorado  en  todas  aquellas  tie- 
rras. Mientras  el  cardenal  estaba  en  aquella  consideración, 
pasaba  en  esta  ocasión  por  una  calle  de  muchos  botigueros 
y  plateros,  los  cuales  tenían  en  sus  tiendas  muchas  copas, 
fuentes,  aguamaniles,  platos  y  escudillas  de  oro  y  plata  y 
otras  muchas  joyas,  como  son  sortijas,  cintillos,  bolsas,  per- 
las y  otras  piedras  preciosas.  Entonces  mandó  el  cardenal 


extensa  bibliografía  sobre  el  particular,  ef.  CABRERAS  v  Artau,  1.  c, 
p.  632,  nota  64. 


434 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


a  cuatro  de  sus  criados  que  echasen  a  la  calle  todas  aquellas 
joyas  y  vajilla  y  que  dijesen  que  él  se  lo  había  mandado.  Los 
criados  cumplieron  su  mandato,  arrojando  toda  aquella  va- 
jilla y  joyas  a  la  calle.  Los  dueños  de  aquellas  joyas  se  que- 
daron muy  escandalizados  y  alborotados,  y  estuvo  para  des- 
componerse la  procesión  por  aquella  función  que  mandó  el 
cardenal  a  sus  criados  y  por  la  pendencia  que  pensó  formar- 
se entre  ellos  y  los  dueños  de  las  joyas. 

8.  Después  de  éste  sucedió  otro  lance,  y  es  que  el  Car- 
denal de  Adoramus  te  vió  una  mujer  que  seguía  la  proce- 
sión muy  adornada  de  oro  y  plata  y  piedras  preciosas,  y 
brillaba  su  cara,  por  los  afeites  que  se  había  puesto,  del 
modo  que  lucen  las  imágenes  embarnizadas.  El  cardenal  se 
arrodilló  delante  de  la  mujer,  y,  con  ademanes  de  quererla 
adorar,  la  dijo:  — Según  os  vi  tan  afeitada  y  gentil,  os  pa- 
recéis a  algún  ídolo,  y  por  esto  os  he  hincado  la  rodilla. — 
Muy  avergonzada  se  quedó  aquella  mujer  y  todos  los  circuns- 
tantes de  esta  acción.  Y  cuando  el  Papa  hubo  celebrado  misa, 
concluida  la  procesión,  quiso  saber  la  causa  por  qué  el  car- 
denal había  turbado  la  procesión  y  por  qué  se  había  arro- 
dillado delante  de  aquella  mujer.  Y  aquel  cardenal  le  refirió 
la  devoción  que  había  tenido,  considerando  que  eran  muchas 
las  tierras  en  el  mundo  donde  Dios  no  era  adorado,  y  que, 
como  las  copas  de  oro  y  plata  y  demás  joyas  de  que  los  pre- 
lados adornaban  sus  mesas  y  llenan  sus  cofres  embarazan 
su  oficio  de  Adoramus  te}  por  esa  causa  había  mandado  echar 
a  la  calle  todas  aquellas  joyas.  Y  entonces  el  Papa  estableció 
que,  de  allí  en  adelante,  en  ninguna  ciudad  ni  lugar  donde 
se  hallase  se  permitiesen  ni  usasen  semejantes  joyas  ni  ade- 
rezos, para  que  no  fuesen  ocasión  alguna  de  inhonesta  volun- 
tad de  prelado.  Y  después  ordenó  que  ninguna  mujer  que 
anduviese  vestida  ni  ornada  a  semejanza  de  ídolo  pudiese 
concurrir  en  ninguna  procesión  ni  en  iglesia  alguna  donde 
el  Papa  cantase  misa. 


CAPÍTULO  LXXXV 

De  "glorificamos  te"' 

1.  Aquel  cardenal  a  quien  el  Papa  había  encomendado 
el  oficio  de  Glorificamus  te  dijo  al  Padre  Santo  que  él  quería 
usar  el  oficio  de  honrar  en  este  mundo  la  voluntad  de  Dios 
contra  aquellos  que  le  hacen  deshonor;  y  por  eso  propuso 
este  ejemplo:  En  una  ocasión,  cierto  rey  se  fué  a  pasear  y  di- 
vertirse en  una  selva  en  compañía  de  muchos  barones  y  otros 
caballeros  privados  suyos,  y  en  ella  andaba,  comía  y  se  recrea- 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  *5  435 


ba  con  gran  delicia.  Aconteció  un  día,  a  esta  sazón,  que  entró 
un  tiempo  muy  fuerte,  de  recios  fríos,  de  nieves  y  lluvias,  en 
aquella  selva  en  que  el  rey  se  estaba  divirtiendo,  y  el  rey 
se  mantenía  retirado  en  su  tienda  y  allí  comía  buenas  vian- 
das con  buenas  salsas,  y  bebía  buenos  y  generosos  vinos,  y 
vestía  con  mucha  ropa;  y  con  esto  no  le  ocasionaba  ningún 
daño  a  su  persona  ni  el  frío  ni  el  mal  tiempo  que  hacía  en 
aquel  sitio,  pero  destruía  y  mataba  a  sus  siervos  y  a  su  fa- 
milia, porque  no  podían  defenderse  del  mal  tiempo  que  ha- 
cía. Cuando  el  cardenal  hubo  concluido  el  ejemplo,  él  mismo 
hizo  la  exposición  por  estas  palabras.  Aquel  rey  es  el  Papa, 
y  los  barones  y  los  caballeros  son  los  cardenales  y  prelados 
de  la  santa  Iglesia,  los  cuales  no  ponen  por  fronterizos  algu- 
nos religiosos  y  otros  hombres  buenos  que  aprendan  varias 
lenguas  para  que  participen  con  aquellas  gentes  infieles  y 
puedan  entenderles  y  predicarles  sin  necesidad  de  intérpre- 
tes y  truchimanes.  Y  porque  esta  obra  sería  muy  agradable 
a  la  voluntad  divina,  todos  aquellos  que  podrían  y  deberían 
hacer  y  no  hacen  aquello  por  lo  cual  la  voluntad  de  Dios 
sea  en  este  mundo  servida  y  muy  glorificada,  tienen  gran 
culpa.  Los  que  mueren  sin  poderse  defender  del  mal  tiempo 
que  hace  son  los  cristianos  que  están  entre  los  sarracenos 
y  los  tártaros  en  sujeción  y  cautiverio,  y  tienen  ignorancia 
de  la  santa  fe  y  necesidad  de  predicadores.  Y  por  el  cautive- 
rio 1  en  que  se  hallan,  temiendo  el  que  se  les  haga  injurias 
en  sus  personas  o  en  sus  mujeres  e  hijos,  por  esto  muchas 
veces  les  creen  y  reniegan  de  la  santa  fe  católica  y  abrazan 
la  creencia  de  los  infieles,  en  la  cual  permanecen  contra  la 
voluntad  de  Dios. 

2.  Habiendo  oído  el  Papa  estas  palabras,  ordenó  a  las 
Ordenes  y  religiones  que  cultivan  las  ciencias  que,  así  como 
el  príncipe  que  guerrea  con  otro  príncipe  ordena  y  pone  sus 
guarniciones  en  las  fronteras  de  sus  dominios,  del  mismo 
modo  fuesen  construidos  monasterios  de  religiosos  por  las 
extremidades  de  las  tierras  de  los  cristianos  que  confinan 
con  los  infieles,  y  que,  según  fuese  su  idioma,  que  le  apren- 
diesen para  comunicar  con  ellos  y 'les  prediquen  y  enseñen 
los  artículos  de  la  santa  fe  católica.  Todo  esto  ordenó  el  Papa 
por  el  fin  de  emplear  todo  su  poder  y  esfuerzo  en  tener  con- 
tenta y  honrada  la  voluntad  de  Dios. 

3.  Grandes  deseos  tenía  el  cardenal  de  honrar  la  volun- 
tad de  Dios,  para  que,  honrando  su  voluntad,  glorificase  a 
Dios,  y  destinó  varios  oficiales  que  con  diferentes  oficios  le 
ayudasen  a  honrar  la  voluntad  de  Dios.  Aconteció  un  día 
que,  paseándose  el  cardenal  por  la  ciudad  de  Roma,  pasó  por 


1  «e  qoi  per  la  captivitat  en  què  són  forçadament  lur  fa  hom 
moltes  injúries  en  lurs  persones  e  en  lur<»  mullers». 


436 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


una  plaza  donde  había  mucha  gente,  y  preguntó  a  aquellos 
hombres  que  pasaban  arriba  y  abajo  por  aquella  plaza  cuá- 
les eran  sus  deseos  que  así  les  obligaban  a  andar  con  tanta 
diligencia.  Y  le  respondieron  que  la  pasión  que  tenían  a  los 
negocios  temporales  les  hacía  andar  con  aquella  diligencia. 
Y  por  esto  el  cardenal  ordenó  que  en  adelante  estuviese  por 
él  un  hombre  perpetuamente  en  aquella  plaza,  que  dijese  en 
altas  voces  a  toda  la  gente  que  enderezasen  su  intención  a 
servir  a  Dios  cuando  quisiesen  procurar  los  negocios  de  este 
mundo,  y  que  por  la  intención  de  servir  a  Dios  los  procurasen 
siempre  con  él,  para  que  en  aquella  solicitud  y  procuración 
fuese  más  honrada  la  voluntad  de  Dios  que  la  que  ellos  tenían 
en  amar  los  negocios  temporales.  Aquel  hombre  estaba  pe- 
rennemente en  la  plaza,  gritando  a  las  gentes  del  modo  como 
el  cardenal  lo  había  ordenado,  y  eran  muchos  los  hombres 
que,  por  lo  que  oían  decir  y  gritar,  enderezaban  su  voluntad 
a  servir  la  voluntad  de  Dios. 

4.  El  cardenal  nombró  otro  nuevo  oficial  que  tuviese  la 
obligación  de  ir  gritando  por  las  calles,  diciendo  a  las  gentes 
como  debían  obedecer  la  voluntad  de  Dios  en  creer  los  ca- 
torce artículos  de  la  santa  fe  católica  y  en  obedecer  y  cum- 
plir todo  aquello  que  se  les  manda  hacer  en  los  diez  manda- 
mientas  de  la  ley,  y  que  glorificasen  la  voluntad  de  Dios  por 
haber  querido  crear  el  mundo,  y  haber  querido  encarnarse,  y 
haber  dado  al  hombre  el  mundo  para  su  servicio.  Y  este 
oficial  que  dijese  también  a  cada  uno  de  los  hombres  que 
glorificasen  2  perennemente  la  voluntad  de  Dios,  por  razón 
de  que,  si  la  voluntad  de  Dios  no  hubiese  querido,  no  hubiera 
creado  el  mundo,  ni  hubiera  tomado  nuestra  naturaleza,  ni 
dado  el  mundo  al  hombre  para  su  servicio,  y  a  los  que  ha 
hecho  hombres  podía  haber  hecho  bestias.  Cuando  el  carde- 
nal hubo  dado  estas  doctrinas  a  aquel  hombre,  ministro  suyo, 
éste  le  preguntó  de  qué  había  de  vivir.  Y  el  cardenal  le  res- 
pondió que  si  un  juglar  vivía  de  las  dádivas  que  las  gentes 
le  regalaban,  y  éste  no  sabía  decirles  otra  cosa  sino  adular- 
les y  acusarles  dónde  hay  buen  vino,  ¡  cuánto  más  segura 
tendría  él  su  vivienda  si» servía  la  voluntad  de  Dios  diciendo 
las  palabras  sobredichas! 

5.  Aun  ordenó  el  cardenal  otro  oficio  muy  necesario  para 
honrar  la  voluntad  de  Dios,  a  saber,  que  otro  hombre  andu- 
viese entre  los  eclesiásticos  y  religiosos  por  las  calles  y  por 
las  iglesias,  y  en  cualquier  lugar  los  encontrase,  les  presen- 
tase a  la  memoria  la  obligación  de  obedecer  la  voluntad  de 
Dios,  quien  les  manda  en  el  Evangelio  que  vayan  por  todo 
el  mundo  a  predicar  su  Evangelio  a  todas  las  criaturas.  Des- 

'  El  texto  primitivo  debe  traducirse  así  :  «...  que  glorificasen  la 
voluntad  de  Dios  que  los  había  hecho  hombres  y  cristianos,  que,  si 
hubiéralo  querido,  la  voluntad  tle  Dios  no  hubiera  creado  el  mundo...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  85  437 


pués  que  aquel  oficio  fué  establecido  por  el  cardenal,  acon- 
teció un  día  que,  encontrándose  aquel  oficial  con  dos  eclesiás- 
ticos en  la  calle,  les  dijo  todo  aquello  que  el  cardenal  le  había 
mandado  decir,  y  ellos  le  respondieron  que  cuando  sería  la 
voluntad  de  Dios  que  el  hombre  anduviese  a  predicar  a  los 
infieles,  que  Dios  ya  daría  al  hombre  los  deseos.  Aquel  oficial 
se  quedó  muy  escandalizado  de  la  respuesta  de  los  dos  ecle- 
siásticos y  replicó,  diciéndoles  que  Dios  ya  se  lo  había  man- 
dado cuando  lo  dijo  a  los  apóstoles  en  persona  de  toda  la 
Iglesia  santa.  Y  que  Dios,  en  cuanto  había  querido  ser  hom- 
bre y  morir  por  todos  aquellos  que  están  en  el  gremio  de  la 
Iglesia,  había  encargado  tanto  a  cada  uno  de  hacer  y  obrar 
por  su  amor,  que  ninguno  debía  esperar  que  Dios  le  fuerce 
su  libre  albedrío,  sin  el  cual  no  sería  digno  de  predicar  la 
voluntad  de  Dios.  Gran  contienda  hubo  entre  aquel  procu- 
rador del  cardenal  y  los  dos  eclesiásticos,  y  sobre  este  punto 
se  hubo  razón  en  juicio  en  la  corte  del  Papa. 

6.  Propuso  un  día  el  cardenal  a  un  criado  suyo,  que  le 
había  servido  mucho  tiempo,  si  quería  servir  la  voluntad  de 
Dios  en  ir  mendigando  de  puerta  en  puerta  por  el  mundo, 
para  honrar  la  voluntad  de  Dios ;  y  cuando  le  darían  limosna, 
que  glorificase  a  Dios;  y  cuando  se  la  negaría  alguno  a  quien 
la  pidiese,  lo  sintiese  con  dolor  de  su  alma  y  llorase,  por 
cuanto  aquellos  que  no  dan  limosna  por  la  voluntad  de  Dios, 
sino  por  su  propia  voluntad,  no  son  amados  de  Dios.  Aquel 
escudero  quiso  aceptar  el  oficio,  y  andaba  con  los  pobres 
pidiendo  limosna  por  amor  de  Dios  para  conocer  aquellos 
que  honran  la  voluntad  de  Dios  dando  limosna,  y  los  que 
aprecian  menos  la  voluntad  de  Dios  que  la  limosna  que  les 
piden,  cuando  la  niegan  a  los  pobres  que  la  piden  por  amor 
de  Dios.  El  escudero  cumplía  muy  bien  su  oficio  todos  los 
días,  y  cuando  había  mendigado  por  las  puertas  la  comida 
que  había  menester  aquel  día,  se  estaba  lo  restante  de  él 
en  la  iglesia  contemplando  la  voluntad  de  Dios. 

7.  Presentóse  un  filósofo  al  cardenal  y  le  dijo  estas  pa- 
labras: — íSeñor,  costumbre  es  entre  nosotros  negar  todo 
aquello  que  es  sobre  el  curso  natural.  Y  como  yo  la  haya 
tenido  también  hasta  ahora,  la  quiero  mudar  en  otra  cos- 
tumbre en  adelante,  y  quiero  tomar  el  oficio  de  andar  entre 
los  filósofos  y  los  grandes  maestros,  diciéndoles  que  si  la 
obra  milagrosa  es  cosa  inconveniente  a  la  naturaleza,  ¡cuán- 
to más  inconveniente  ha  de  ser  al  Señor  de  la  naturaleza  el 
que  no  pueda  hacer  aquello  que  pertenece  a  su  deber  sobre 
la  obra  de  la  naturaleza! — »Muy  a  propósito  le  pareció  a  aquel 
cardenal  aquel  oficio,  y  se  lo  concedió 4.  Y  después  aquel 

.  *  «d'aquells  qui  honren  la  volentat  de  Déu  e  d'aquells  qui  la 
preen  menys  que  la  almoyna  que  hom  los  demana». 
*  El  original  calla  oy  se  lo  concedió». 


433 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


filósofo  hizo  con  él  mucho  bien,  probando  que  ha  muchas 
cosas  que  son  sobre  el  curso  de  la  naturaleza,  por  tal  que 
Dios  no  sea  contrario  a  su  voluntad  en  perfección  de  justicia, 
bondad,  infinidad,  poder,  sabiduría,  humildad  y  misericordia. 
Todos  estos  oficiales  y  otros  muchos  ordenó  el  Cardenal'  de 
Glorificamus  te,  para  que,  honrando  la  voluntad  de  Dios, 
fuese  Dios  glorificado  por  los  hombres  y  que  éstos  después 
fuesen  glorificados  en  la  gloria  por  la  voluntad  de  Dios. 


CAPITULO  LXXXVI 

De  "gratias  agimus  tibí" 

1.  El  Cardenal  de  Grafios  agimus  tibi,  que  había  tomado 
el  oficio  de  honrar  la  sabiduría  de  Dios,  estando  un  día  de- 
lante el  Papa  y  sus  compañeros  los  cardenales,  les  dijo  estas 
palabras:  — Es  cosa  natural  que  en  cuanto  el  entendimiento 
humano  está  mejor  aderezado  a  entender  a  Dios,  en  tanto  la 
voluntad  está  mejor  dispuesta  para  amar  a  Dios  y  aborrecer 
los  pecados.  Y  por  eso,  yo  pido  el  oficio  cómo  pueda  tratar, 
que  el  entendimiento  humano  sea  exaltado  a  entender  a  Dios, 
para  que  sea  conocido  y  muy  amado  por  su  pueblo,  y  que  éste 
le  dé  las  gracias  y  bendiga  su  gran  gloria. — El  Papa  y  los 
cardenales  le  concedieron  el  oficio  que  pedía. 

2.  Mientras  esto  se  trataba,  entró  en  el  consistorio  un 
célebre  y  famoso  artista,  el  cual  representó  al  Papa  que,  con 
la  multiplicación  y  variedad  de  declaraciones  que  se  hacen 
en  cada  una.de  las  ciencias  en  teología,  filosofía  natural, 
derecho  y  medicina,  se  habían  multiplicado  muchas  y  varias 
opiniones  y  que  crecían  de  día  en  día;  y  esto  se  originaba 
de  que  los  doctores  y  maestros  escribían  muchas  obras  sobre 
cada  una  de  ellas,  en  las  cuales  los  unos  eran  de  distinta 
opinión  de  los  otros,  y,  por  esto,  el  artista  dijo  al  Papa  y  a 
ios  cardenales  que  era  conveniente  que  el  hombre  concordase 
todas  las  ciencias  sobredichas,  y  reduciéndolas  a  breves  y 
necesarios  principios,  que  discurriesen  por  vía  de  arte,  para 
que,  si  se  levantase  algún  error  o  falsa  opinión,  pudiese  el 
hombre  dirigirse  y  regularse  por  el  arte  en  los  principios  de 
cada  ciencia,  y  destruyese  el  hombre  todos  los  errores  y  fal- 
sas opiniones  contrarias  a  las  ciencias  referidas. 

3.  Aplaudió  mucho  el  Cardenal  de  Gratias  agimus  Ubi 
la  propuesta  del  artista,  y  la  corroboró  y  se  interesó  en  que 
fuese  recibida  su  petición.  Luego  después  entró  ante  el  Papa 
un  doctor  canonista  y  de  leyes,  y  representó  que  eran  tantas 
las  glosas  y  los  escritos  que  había  en  la  ciencia  del  derecho, 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  SÓ 


4.V) 


que  el  entendimiento  humano  entraba  por  ello  en  gran  con- 
fusión y,  por  esta  causa,  no  podía  juzgar  ni  discernir  con 
claridad  los  hechos  ni  los  pleitos,  ni  los  estudiantes  que  apren- 
dían aquella  ciencia  podían  bastantemente  instruirse  en  sus 
fundamentos.  Y  por  eso  aconsejaba  que  aquella  ciencia  fuese 
reducida  a  arte  y  a  breves  principios  que  insiguiesen  nece- 
sidad y  razón,  a  los  cuales  se  redujese  toda  la  ciencia  del 
derecho.  Con  semejantes  súplicas  y  propuestas  representaron 
en  distintas  ocasiones  tres  maestros,  uno  en  teología,  otro  en 
filosofía  natural  y  otro  en  medicina,  suplicando  al  Papa  y  a 
los  cardenales  que  a  cada  una  de  estas  ciencias  fuesen  esta- 
blecidos por  arte  breves  y  necesarios  principios,  para  que  la 
multitud  de  escritos  no  ocasionase  confusión  en  el  entendi- 
miento humano  en  ninguna  ciencia,  y  a  fin  que  en  los  tiempos 
de  Anticristo  pueda  el  hombre  estar  más  prevenido  para 
destruir  breve  y  artificiosamente  1  todos  sus  falsos  errores. 
'  4.  Cuando  aquellos  maestros  hubieron  hecho  sus  repre- 
sentaciones, el  Cardenal  de  Grafios  agimus  Ubi  respondió  que 
aquellas  palabras  le  causaban  mucha  alegría,  y  que  aquel 
proyecto  correspondía  a  su  oficio,  que  había  tomado  para 
honrar  la  sabiduría  de  Dios,  y  por  eso  quería  que  su  empleo 
fuese  el  de  procurar  aquel  negocio.  Después  de  esto,  un  sabio 
religioso  se  levantó  en  pie  y,  en  presencia  de  todos,  dijo  que 
él  pedía  el  oficio  de  andar  entre  los  judíos,  moros,  tártaros 
y  los  demás  infieles,  para  exponer  y  declararles  los  artículos 
de  la  santa  fe  católica,  porque  muchos  de  los  infieles  duda- 
ban en  entrar  en  la  santa  fe  romana  y  hacerse  cristianos,  por 
•cuanto  no  entendían  el  modo  como  los  cristianos  tienen  otra 
creencia  distinta  de  la  que  profesan,  y  por  eso  no  quieren 
ser  cristianos. 

5.  Antes  que  el  Papa  y  los  cardenales  diesen  respuesta  a 
los  maestros  antedichos  sobre  las  providencias  y  oficios  que 
suplicaban,  se  presentaron  ante  el  Papa  dos  sabios,  uno  grie- 
go y  otro  latino,  y  dijeron  al  Papa  y  a  los  cardenales  estas 
palabras :  — iEn  el  libro  de  Espíritu  Santo  -  hay  escrita  una 
controversia  y  disputa  entre  un  latino  y  un  griego,  ante  un 
sabio  sarraceno,  el  cual  les  preguntaba:  — <¿Cuál  cosa  es  ver- 
dadera de  la  Persona  del  Espíritu  Santo:  que  proceda  del 
Padre  y  del  Hijo,  o  si  tan  solamente  del  Padre? — Cada  cual 
de  los  dos  sabios,  con  todo  su  esfuerzo,  probó  por  diez  razo- 
nes, y  el  sabio  sarraceno  se  quedó  perplejo  a  cuál  de  las  dos 
ciencias  debía  inclinarse.  Y  por  esto  dijeron  aquellos  sabios: 
— Nosotros  hemos  andado  toda  la  Grecia  y  mucha  parte  de 
tierra  de  los  latinos,  y  en  cada  lugar  que  hemos  entrado 

•  1  Está  de  más  «breve  y  artificiosamente». 
2  Ramón  Llull  escribió  el  Llibre  del  Sant  Esperit  en  Mallorca, 
cerca  <?el  año  1274.  En  él  defiende  la  procesión  del  Espíritu  Santo 
ab  utroque,  contra  los  griegos. 


440 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


hemos  propuesto  aquella  cuestión  a  los  sabios,  para  que  in- 
quieran la  verdad  de  cuál  fe  les  parece  deba  haber  tomado 
aquel  sabio  sarraceno. — Muy  gustosos  quedaron  el  Papa  y 
los  cardenales  de  la  representación  de  los  dos  sabios,  y  el 
Papa  sometió  la  respuesta  al  cardenal  que  había  tomado  el 
oficio  de  honrar  la  sabiduría  de  Dios.  Entre  aquellos  sabios 
había  un  cristiano  que  andaba  entre  los  sarracenos  y  judíos 
a  preguntar  al  gentil  cuál  de  las  tres  leyes  había  abrazado, 
según  que  se  refiere  en  el  libro  Del  gentü  y  los  tres  sabios. 

6.  El  Cardenal  de  Gratias  agimus  tibi  tuvo  muchos  coad- 
jutores para  servir  su  oficio,  y  los  enviaba  por  varias  partes 
del  mundo  a  informarse  del  modo  como  los  maestros  usaban 
de  las  ciencias  que  enseñaban.  Y  cuando  encontraba  que  al- 
gún maestro  usaba  mal  de  la  ciencia  que  enseñaba,  le  casti- 
gaba luego  y  privaba  de  su  oficio,  y  de  esto  se  seguía  mucho 
bien,  porque  todos  los  maestros  le  temían,  por  cuyo  temor 
los  estudiantes  quedaban  más  prontamente  fundados  en  las 
ciencias  que  estudiaban,  por  cuanto  los  maestros  con  mayor 
diligencia  y  más  breves  palabras  los  instruían  y  enseñaban. 
Aconteció  en  cierta  ocasión  que  el  cardenal  iba  a  una  ciudad 
donde  había  un  grande  estudio  de  ciencias,  y  al  entrar  den- 
tro de  la  ciudad,  encontró  a  dos  hijos  del  rey,  señor  de  aquer 
11a  ciudad,  el  cual  hacía  enseñar  a  sus  hijos  de  manejar 
armas  y  saber  esgrimir.  El  cardenal  preguntó  a  los  maes- 
tros de  aquellos  dos  infantes  si  el  rey  les  hacía  enseñar  cien- 
cia de  letras.  Y  los  maestros  respondieron  que  sólo  les  hacía 
enseñar  de  montar  a  caballo  y  manejar  las  armas.  —Simple 
es  el  rey — dijo  el  cardenal — que  enseña  primero  a  sus  hijos 
de  matar  hombres  que  de  conocer  a  Dios,  ni  si  el  hombre 
debe  matar  hombres. — Después  el  cardenal  se  fué  al  rey  y  le 
reprendió  muy  fuertemente,  porque  no  cuidaba  de  hacer  en- 
señar a  sus  hijos  buenas  letras  y  ciencias,  como  era  costum- 
bre en  los  tiempos  antiguos  entre  los  reyes  y  los  príncipes, 
los  cuales  mandaban  enseñar  a  sus  hijos  ciencias  para  saber 
regir  y  gobernar  a  sus  pueblos.  Plugo  mucho  al  rey  la  amo- 
nestación del  cardenal,  y  fué  prontamente  obediente  a  su 
consejo. 

7.  Tan  ¿ervoroso  era  el  Cardenal  de  Gratias  agimus  tibí 
en  enderezar  y  multiplicar  la  sabiduría,  que  iba  a  los  capí- 
tulos generales  de  los  religiosos  que  amaban  y  cultivaban 
las  ciencias,  y  junto  con  ellos  ordenaba  y  dirigía  el  modo 
cómo  podía  honrar  la  sabiduría  de  Dios  y  que  la  ciencia  fue- 
se multiplicada  en  todos  los  hombres  para  el  fin  que  cono- 
ciesen y  amasen  a  Dios.  En  cierta  ocasión  aconteció  que  un 
hijo  de  un  conde  pasaba  a  Bolonia  para  estudiar  leyes,  y  el 
cardenal,  que  también  iba  a  aquella  ciudad,  donde  se  había 
de  celebrar  el  capítulo  general  de  los  padres  predicadores, 
se  encontró  con  él,  y  por  el  camino  le  habló  tan  buenas  pala- 


LIHRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  Só  44 1 


bras,  que  se  enamoro  de  la  ciencia  de  la  teología,  la  cual  es 
más  necesaria  a  los  eclesiásticos  que  la  ciencia  de  leyes. 
Y  por  esto,  el  hijo  del  conde  se  volvió  a  París,  y  allí  estudió 
la  sagrada  teología,  en  la  cual  fué  después  gran  maestro. 

8.  Iba  un  día  el  cardenal  a  la  escuela  de  los  padres  pre- 
dicadores a  oír  la  lición  de  teología,  y  de  camino  encontró 
una  escuela  de  leyes,  en  la  cual  había  muchos  estudiantes 
vestidos  en  hábito  clerical.  Y,  prosiguiendo  más  adelante, 
encontró  otra  escuela  llena  de  canonistas,  que  vestían  hábito 
eclesiástico.  Por  lo  cual  el  cardenal  hizo  mandamiento  a  los 
estudiantes  legistas  que,  por  cuanto  las  leyes  eran  ciencia 
secular,  que  la  estudiasen  en  hábito  seglar,  para  que  no  hi- 
ciesen deshonor  al  honor  que  la  ciencia  del  derecho  canónico 
debe  haber  sobre  la  ciencia  del  derecho  civil,  y  más  princi- 
palmente hizo  aquel  mandamiento  para  que  la  simonía  no 
tomase  principio  en  los  legistas,  los  cuales,  después  de  haber- 
estudiado  la  ciencia  de  las  leyes,  se  hacen  canonistas  para 
obtener  algunas  prebendas  y  prelacias  en  la  Iglesia. 

9.  Establecida  esta  ordenación,  pasó  el  cardenal  a  visi- 
tar la  escuela  de  los  padres  predicadores,  en  la  cual  leía 
un  maestro  teólogo,  y  en  ella  cuasi  no  había  otros  estudian- 
tes, sino  religiosos.  Por  lo  cual  el  cardenal,  entonces,  en  al- 
tas voces  se  quejó,  diciendo  que  gran  deshonor  recibiría  la 
sabiduría  por  aquellos  que  aman  más  la  ciencia  lucrativa  que 
la  meritoria  y  demostrativa  de  la  divina  Sabiduría.  Y  por 
esto  mandó  el  cardenal  que,  una  vez  cada  semana,  los  padres 
predicadores  y  los  menores  predicasen  en  cada  una  de  las 
escuelas  de  leyes,  ponderándoles  el  grave  perjuicio  que  reci- 
be la  teología  por  causa  de  aquellos  que,  siendo  beneficiados 
de  los  bienes  de  la  santa  Iglesia,  aprenden  ciencia  de  leyes 
o  se  aplican  más  a  las  leyes  que  a  la  teología.  Por  estos  me- 
dios y  otros  muchos  se  esforzaba  el  Cardenal  de  Gratias  agi- 
mus  tibi  en  honrar  a  Dios  y  a  la  sabiduría,  a  fin  de  que  por 
ésta  el  hombre  adquiriese  conocimiento  como  es  tenido  y 
obligado  cada  uno  en  dar  gracias  a  Dios  de  los  bienes  que  le 
concede,  y  a  bendecir  su  gran  gloria,  a  todo  lo  cual  es  con- 
traria la  ignorancia  y  el  usar  mal  cada  uno  de  su  saber. 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  LXXXVII 

De  "Domine  Deus  rex  caelestis  Pater  omnipotens" 

1.  Entró  en  el  consistorio  el  Cardenal  de  Domine  Deus 
rex  caelestis  Deus  Pater  omnipotens  1,  y,  en  presencia  del 
Papa  y  de  los  demás  cardenales,  les  dijo  que  él  quería  ser- 
vir el  oficio  de  honrar  el  poder  de  Dios,  el  cual  era  deshon- 
rado en  este  mundo  por  muchos  hombres,  de  varias  mane- 
ras. Aconteció  un  día  que  el  Papa  había  resuelto  enviar  à  sus 
mensajeros  a  cierta  tierra,  que  se  llama  Georgia,  y  está  bajo 
el  dominio  de  un  rey  cristiano,  para  rogarle  le  enviase  algu- 
nos religiosos  de  sus  dominios  que  pudiesen  enseñar  su  len- 
guaje y  sus  letras  a  los  religiosos  latinos;  que  aquéllos  apren- 
diesen la  lengua  latina,  y  después  se  volviesen  a  sus  tierras, 
juntos  con  los  latinos,  para  predicar  allí  la  santa  fe  católica 
y  la  doctrina  de  Roma,  en  la  cual  les  instruyesen.  Mientras 
el  Papa  Blanquerna  estaba  ordenando  todas  estas  cosas,  dijo 
el  camarlengo  que  sería  cosa  muy  trabajosa  el  enviar  a 
aquellas  gentes  a  aprender  su  idioma  y  enseñarles  nuestra 
latinidad,  y  què  todo  eso  requería  mucho  tiempo  e  importaba 
mucho  gasto. 

2.  Desagradó  mucho  al  cardenal  lo  que  el  camarlengo 
había  dicho,  y  propuso  este  ejemplo :  En  cierta  ocasión  acon- 
teció que  cierto  hombre  que  se  llamaba  Jofat  iba  por  un 
camino  y  vino  a  parar  en  una  orilla  de  una  gran  laguna  o 
río,  donde  había  muchos  hombres  que  estaban  mirando  a  un 
pobre  hombre  que  se  había  ahogado  en  aquella  agua.  Pre- 
guntó Jofat  a  aquellos  hombres  por  qué  aquél  no  había 
pasado  más  arriba  del  agua,  donde  había  muy  poca,  y  hu- 
biera pasado  por  allí  a  la  otra  parte.  Respondióle  uno  de 
aquellos:  — Pero  decidme,  ¿hasta  cuándo  lo  habría  él  ejecu- 
tado, habiendo  de  aquí  al  cabo  del  agua  cinco  jornadas  ente- 
ras? — ¿Y  me  sabríais  vos  decir1 — respondió  Jofat —  hasta 
cuándo  se  levantará  este  hombre  de  ahí  y  se  volverá  vivo? 
De  este  modo  respondió  el  cardenal  al  camarlengo,  y  le  re- 
prendió fuertemente,  diciéndole  que  el  poder  de  tan  dilatado 
tiempo  puede  dirimir  y  llevar  a  su  debido  efecto  todo  esto 
que  el  Papa  quiere  ordenar  sobre  los  religiosos  de  Georgia, 
pero  el  poder  de  los  hombres  no  puede  volver  los  condena- 
dos a  estado  de  salvación,  porque  ya  han  pasado  de  la  pre- 
sente vida.  El  cardenal  tenía  un  escudero  que  le  había  servido 
muchos  años  para  lograr  de  él  algún  ascenso.  Este  cayó  en- 

1  «Cardenal  de  Domine  Deus»,  dice  solamente  el  original. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  S7  443 


fermo  de  una  calentura  continua  muy  fuerte,  y  el  cardenal 
sentía  mucho  su  enfermedad;  el  escudero  -  le  decía  que  le 
curase  y  quitase  la  calentura,  porque  aquel  poder  era  tan 
solamente  propio  de  Dios,  cuyo  poder  hacía  del  poder  de 
la  naturaleza  todo  lo  que  quería.  Curó  en  fin  el  escudero  de 
la  enfermedad,  y  después  tomó  el  oficio  de  honrar  el  poder 
de  Dios,  discurriendo  por  varias  tierras,  gritando  en  altas 
voces  y  diciendo  que  el  poder  de  Dios  es  superior  a  todo  el 
poder  de  la  naturaleza,  y,  por  esto,  puede  Dios  resucitar  el 
primer  hombre  y  hacer  concebir  y  parir  a  mujer  virgen  por 
divina  gracia ;  y  que  el  poder  de  las  estrellas  y  de  los  cuerpos 
celestes  es  vencido  y  superado  y  dispensado  por  el  poder 
soberano  de  Dios.  Muy  buen  oficio  era  el  que  tomó  aquel 
escudero,  con  el  cual  muchas  veces  confirmaba  los  fieles  cris- 
tianos en  su  fe  y  vencía  y  reducía  a  los  infieles,  que  no  creían 
que  mujer  virgen  pudiese  concebir  y  parir  y  que  hombre 
alguno  pudiese  resucitar,  siendo  así  que  el  poder  de  Dios 
sea  tan  poderoso  para  ello  como  lo  es  en  haber  creado  el 
mundo  de  la  nada,  la  cual  creación  fué  sobre  el  poder  de  la 
naturaleza. 

3.  — fèerior — dijo  el  cardenal  al  Papa — ,  preguntóos: 
¿cuál  cosa  tiene  mayor  poder:  la  verdad  o  la  falsedad ? — 
Respondióle  el  Papa  diciendo  que  la  verdad  tenía  mayor  po- 
der que  la  falsedad,  por  cuanto  la  verdad  tenía  la  ayuda  de 
Dios  y  se  convenía  con  el  ser,  y  la  falsedad  no  tenía  ayuda 
de  Dios  y  se  convenía  con  el  no  ser.  Preguntó  otra  vez  el  car- 
denal al  Papa:  — ¿Pues  cómo  puede  tener  la  falsedad  tanto 
poder  en  el  mundo,  siendo  más  los  hombres  idólatras  que 
creen  en  ídolos,  que  no  son  aquellos  que  creen  en  Dios  ? — Res- 
pondió el  Papa  que  aquel  error  no  provenía  de  que  la  false- 
dad fuese  más  poderosa  que  la  verdad,  sino  que  era  por  la 
falta  de  devoción  y  de  caridad,  que  no  quieren  enseñar  la  ver- 
dad; y  por  eso,  como  las  tinieblas  son  por  deficiencia  de  la 
luz,  del  mismo  modo,  el  error  y  la  falsedad  son  por  defecto 
de  aquellos  que  no  osan  decir  ni  predicar  la  verdad. 

4.  En  cierta  provincia  sucedió  que  aquellos  bienaventu- 
rados devotos  que  iban  a  predicar  la  palabra  de  Dios  a  los 
infieles  no  fueron  de  ellos  oídos,  sino  que  los  echaron  de  aque- 
lla tierra.  En  vista  de  esto,  el  cardenal  de  Domine  Deus  rex 
caelestis  recurrió  al  brazo  seglar,  y  trató  con  los  príncipes 
cristianos  y  con  el  Papa  qu^  a  fuerza  de  armas  ::  fuesen  inva- 


2  El  texto  está  corrompido  y  debe  rezar  así  :  «...  y  el  escudero 
le  decía  que  le  curase  y  quitóse  la  calentura  que  tan  fuertemente  le 
atormentaba.  Respondió  el  cardenal  diciendo  que  él  no  tenía  poder 
de  quitar  la  calentura,  porque  aquel  poder  era  tan  solamente  propio 
de  Dios...» 

t  3  «per  força  d'armes  fossen  guerrejats  e  vençuts  tots  aquells  qui 
no  lexen». 


4U 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


didos  todos  aquellos  príncipes  que  no  permiten  entrar  ni  de- 
tenerse en  sus  dominios  a  los  devotos  y  sabios  cristianos  que 
les  irían  a  predicar  lai  palabra  de  Dios,  y  que  la  Iglesia  nunca 
hiciese  treguas  con  ningún  príncipe  ni  dominio  de  infieles 
que  impidiese  la  predicación  de  los  cristianos  y  enseñanza  de 
la  verdad  de  la  santa  fe  católica.  Y  fué  tan  grande  el  poder 
de  los  cristianos,  que  los  infieles  de  aquella  tierra  hubieron  de 
sufrir  que  les  pudiesen  predicar  y  tuviesen  treguas  con  ellos 
todo  el  tiempo  que  ellos  consentirían  la  predicación  de  los 
cristianos  en  sus  tierras  y  en  ellas  convirtiesen  a  los  in- 
fieles 4. 

5.  Aieonteció  después  que  un  rey  sarraceno  muy  podero- 
so no  quiso  consentir  a  que  los  religiosos  cristianos  entrasen 
a  predicar  en  su  reino ;  y  dos  religiosos  que  los  moros  habían 
echado  de  su  tierra  recurrieron  al  Cardenal  de  Domine  Deus, 
representándole  que  ellos  no  podían  mantenerse  ni  predicar 
en  aquella  tierra,  porque  los  moros  no  lo  querían.  Pero  el 
cardenal  respondió  que  ellos  habían  deshonrado  él  poder  de 
la  voluntad,  el  cual  es  más  ndble  y  más  fuerte  que  el  poder 
corporal,  y  por  eso  fué  a  clamar  al  Papa  y  le  dijo  estas  pa- 
labras: — Señor  Padre  Apostólico:  el  poder  de  la  voluntad 
hace  a  los  hombres  ayunar  y  llorar  y  trabajar  para  honrar 
y  loar  el  poder  de  Dios,  el  cual  ha  sujetado  y  subordinado 
el  poder  corporal  al  poder  espiritual.  Luego,  si  el  rey  moro  se 
defiende  con  el  poder  corporal  contra  el  de  nuestras  almas, 
conviene  que  su  poder  sea  vencido  y  superado  por  mucho 
amar  y  honrar  la  santa  pasión  del  Hijo  de  Dios,  con  derra- 
mar lágrimas  y  sangre,  y  por  varones  santos,  los  cuales,  ocul- 
tamente y  a  cara  descubierta,  vayan  a  los  infieles  y 5  se  de- 
tengan entre  ellos  predicándoles  y  enseñándoles  el  camino  de 
salvación.  Y  en  esta  forma,  por  dilatada  continuación  de 
tiempo,  el  poder  corporal  de  aquéllos  sea  vencido  por  el  espi- 
ritual, para  significar  que  el  poder  de  Dios,  espiri tualmen te, 
vence  y  apodera  el  poder  sensual  e  intelectual  que  hay  en  to- 
das las  criaturas,  según  se  nos  está  representando  en  la 
hostia  consagrada. 

6.  Tan  fervoroso  y  devoto  era  el  cardenal  en  honrar  y 
servir  el  poder  de  Dios,  que  estableció 8  por  ello  varios  ofi- 
cios; pues  a  uno  encargó  el  oficio  de  andar  por  el  mundo 
predicando  y  gritando  a  altas  voces  que  ninguno  se  confiase 
en  el  poder  de  la  riqueza,  ni  de  amigos,  ni  de  sabiduría,  ni 
juventud,  ni  de  agüeros,  ni  hados,  ni  adivinaciones,  ni  en  otro 
poder  alguno  por  'los  cuales  el  hombre  pierde  la  gracia  del  po- 
der divino.  Otro  oficial  instituyó  el  cardenal  que  iba  tam- 

4  Cf.  lo  que  dijimos  sobre  la  doctrina  luliana  de  las  dos  espadas 
en  el  cap.  86,  nota  3. 

5  Las  palabras  «y...  salvación»  es  un  añadido  del  traductor. 
fi  «diverses  oficis  establí  a  honrar  lo  poder  de  Déu». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


— c.  88 


445 


bién  gritando  y  diciendo  que  el  poder  de  Dios  era  tan  grande, 
que  podía  hacer  todas  las  cosas,  como  no  se  siguiese  de  ello 
algún  pecado  y  contradicción.  Otro  oficial  gritaba  y  decía 
que  Dios  no  podía  haber  pecado,  por  cuanto  el  pecado  y  el 
no  poder  eran  concordantes  entre  sí  y  contrarios  al  poder  y 
a  las  virtudes  que  se  concuerdan.  Otro  oficial  gritaba  y  decía 
que  Dios  en  las  criaturas  no  usaba  de  todo  su  poder,  porque 
podía  hacer  más  cosas  de  las  que  había  hecho  y  que  ahora 
hacía.  Otro  oficial,  asimismo,  iba  gritando  y  decía  que  Dios 
en  su  Trinidad,  que  es  la  suprema  obra,  hacía  lo  que  podía. 
Muchos  otros  oficiales  había  que  honraban  el  poder  de  Dios, 
y  todos  tenían  su  regla  y  doctrina  cómo  honrasen  y  bendije- 
sen el  poder  de  Dios.  Y,  entre  los  otros  oficiales,  había  un 
oficio  de  enseñar  por  la  naturaleza  el  modo  como  podía  el 
hombre  mortificar  los  vicios,  y  multiplicar  las  virtudes,  y 
llorar  sus  pecados.  Había  también  otro  oficio  de  un  hombre 
que  traía  un  ramo  y  una  ave  y  un.  perro,  y  andaba  diciendo 
a  gritos  que  no  había  hombre  alguno  que  pudiese  hacer  una 
hoja  de  ramo,  ni  una  pluma  de  ave,  ni  menos  un  pelo.de 
perro,  ni  una  uña  de  su  mano,  sino  7  sólo  el  poder  de  Dios. 

7.  En  tan  grande  fama  estaba  el  Cardenal  de  Domine 
Deus  rex  caelestis,  y  también  sus  oficiales,  de  buenos  honra- 
dores  del  poder  de  Dios,  que,  cuando  algún  hombre  tenía  falta 
de  poder,  prontamente  era  socorrido,  aconsejado  y  consolado 
por  el  cardenal  y  sus  oficiales,  y  lo  mismo  se  experimentaba 
por  medio  del  cardenal  que  servía  a  la  voluntad  de  Dios  y  del 
cardenal  que  servía  a  la  divina  sabiduría.  Y  por  esto,  aque- 
llos que  tenían  falta  de  querer,  y  de  saber,  y  de  poder,  luego 
inmediatamente  recurrían  a  aquellos  cardenales,  y  s  queda- 
ban socorridos  en  sus  necesidades. 


CAPITULO  LXXXVIII 

De  "Domine  Fili  Unigenite  Iesu  Christe" 

1.  Muy  grande  fué  la  devoción  que  tenía  el  cardenal  a  la 
Persona  del  Hijo  de  Dios,  que  unió  a  sí  a  la  naturaleza  hu- 
mana, y  por  aquella  su  gran  devoción  dijo  al  Papa  y  a  los 
cardenales  estas  palabras:  — Cosa  manifiesta  es  que  vos,  se- 
ñor Padre  Santo,  y  todos  nosotros  los  cardenales  hemos  reci- 
bido grande  honor  sobre  todos  los  demás  cristianos  del  mun- 
do por  el  Hijo  de  Dios,  nuestro  Señor  Jesucristo.  Y,  por  esto, 


T  Nada  dice  el  original  de  «sino...  Dios». 

*  Las  palabras  «y...  necesidades»  no  aparecen  en  el  texto  primi 
tivo. 


44Ò  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


es  cosa  muy  digna  y  somos  obligados  a  que  enviemos  por 
todo  el  mundo  diferentes  mensajeros,  los  cuales  inquieran  y 
nos  den  aviso  del  estado  de  aquellas  tierras  y  del  modo  como 
en  ellas  es  honrado  y  servido  el  Hijo  de  Dios  por  algunos  de 
ellos  y  deshonrado  y  olvidado  por  otros.  Y  así,  para  procu- 
rar este  negocio,  yo  pido  se  me  dé  este  oficio  y  las  asisten- 
cias para  mensajeros,  que  yo  enviaré  por  todo  el  mundo  para 
que  me  informen  y  avisen  de  todo  el  estado  del  orbe.  Y  des- 
pués yo  lo  pondré  en  vuestra  noticia,  para  que  ordenéis  lo  que 
convenga,  a  fin  de  que  el  Hijo  de  Dios  sea  amado,  loado  y 
honrado  por  toda  la  redondez  del  mundo  y  que  en  él  sea 
anunciada  y  predicada  su  virtud  y  todo  lo  que  él  hizo  por 
nuestro  amor  en  la  tierra. — (Pareció  muy  bien  al  Papa  y  los 
cardenales  este  oficio  de  administrar  noticias  que  pedía  el 
Cardenal  de  Domine  Fili,  y  fuéle  otorgado  cuanto  pedía.  Y  en- 
tonces se  cumplió  la  figura  o  administración  de  cómo  los  em- 
peradores romanos,  que  dominaban  todo  el  mundo,  enviaban 
y  tenían  sus  mensajeros  en  todas  las  tierras,  los  cuales  les 
daban  noticia  e  informaban  del  estado  de  todo  el  mundo.  Etn 
lo  cual  estaba  figurado  cómo  el  Papa  había  de  ser  lugarte- 
niente de  Dios  en  la  tierra  y  señor  de  Roma,  y  sabría  el  esta- 
do de  todas  las  tierras,  para  sujetarlas  a  la  santa  fe  católica 
romana. 

2.  El  Cardenal  de  Domine  Fili  dividió  el  mundo  en  doce 
provincias,  y  estableció  doce  mensajeros  para  que  fuesen  a 
todas  las  tierras  y  saber  el  estado  general  de  todo  el  mundo. 
Aconteció  que  un  mensajero  del  cardenal,  que  pasaba  hacia 
las  partes  del  Mlediodía,  encontró  una  cáfila  de  seis  mil  came- 
llos cargados  de  sal,  que  salían  de  una  villa  que  se  llamaba 
Tibelberohe  y  se  encaminaban  a  una  tierra  donde  tiene  origen 
el  río  de  Damiata,  y  1  se  fué  en  compañía  de  aquella  cáfila, 
y  vió  allí  el  mensajero  tanta  gente,  que  en  el  espacio  de  quin- 
ce días  fué  vendida  toda  aquella  sal  que  traían  aquellos  hom- 
bres con  2  quienes  iba  de  conserva.  Aquella  gente  son  todos 
negros  e  idólatras,  y  son  hombres  de  un  genio  jovial,  y  man- 
tienen justicia  muy  severamente,  y  matan  a  todo  hombre  que 
encuentran  en  mentira,  y  de  todo  cuanto  tienen  hacen  comu- 
nidad. En  aquel  país  hay  una  isla  en  medio  de  una  gran 


1  El  traductor  añade  «y  se  fué...  cáfila». 

2  También  añade  el  traductor  «con...  conserva».  La  idea  y  el  re- 
cuerdo del  Imperio  romano,  así  como  ya  había  fascinado  a  San  Agus- 
tín en  su  De  civitate  Dei,  preocupó  también  a  Santo  Tomás  en  su 
De  regimine  principum,  y  a  Dante  en  su  obra  De  monarchia,  y  a 
otros  ilustres  pensadores  medievales.  Es  como  recogiendo  este  sen- 
timiento y  aspiración  común  de  la  época  que  Ramón  Llull  considera 
al  Papa  como  heredero  de  aquel  Imperio,  transformado,  sin  descui- 
dar el  aspecto  político,  en  una  comunidad  religiosa  y  universal, 
hasta  incluir  en  ella  a  todas  las  gentes  y  a  todos  los  pueblos  del 
mundo  conocido. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAKQUERNA. — C.  So  447 


laguna,  en  la  cual  tienen  un  dragón,  a  quien  sacrifican  todas 
aquellas  gentes  y  lo  adoran  como  Dios.  Aiquel  mensajero  an- 
duvo por  todas  aquellas  tierras  para  ver  e  informarse  de  las 
costumbres  de  sus  moradores  y  de  la  gran  multitud  de  aqué- 
llos. Admirábanse  mucho  aquellas  gentes  de  ver  aquel  men- 
sajero, porque  era  hombre  blanco  y  cristiano,  pues  por  nin- 
gún tiempo  habían  visto  ni  oído  decir  que  ningún  cristiano 
ni  hombre  blanco  hubiese  arribado  a  aquellos  países.  Aquel 
mensajero,  por  mano  de  un  criado  suyo,  envió  por  escrito 
relación  de  todo  lo  referido  y  de  otras  muchas  cosas  al  Car- 
denal de  Domine  Fili,  quien  lo  relató  todo  al  Papa  y  a  sus 
compañeros.  Muy  grande  fué  el  disgusto  que  todo  el  Colegio 
Apostólico  tuvo  cuando  oyeron  que  el  dragón  era  adorado  allí 
como  Dios,  y  trataron  luego  los  medios  cómo  pudiesen  derri- 
bar aquel  error  en  que  vivían  aquellas  miserables  gentes. 

3.  Otro  mensajero  se  fué  hacia  las  partes  del  Norte,  y 
allí  vió  y  oyó  decir  a  algunos  hombres  latinos  que  en  aquel 
país  había  muchas  gentes  que  vivían  en  varias  creencias  y  el 
demonio  los  tenía  obcecados  con  muchos  errores  por  algunas 
ilusiones  con  que  los  tenía  engañados.  Porque  había  una 
tierra,  que  se  llama  Girlanda,  a  la  cual,  de  cinco  años,  viene 
un  oso  blanco,  que  les  anuncia  en  aquel  año  gran  abundancia 
de  pescado,  que  es  el  pasto  de  aquellas  gentes.  Hay  otra  tie- 
rra también  donde  por  encantamiento  hacen  hablar  los  árbo- 
les. Y  hay  otra  tierra,  cerca  de  Bohemia,  en  la  cual  viene  una 
abubilla  a  un  gran  bosque,  y  si  algún  hombre  se  atreve  en  él 
a  cortar  algún  ramo  mientras  ella  se  halla  en  el  bosque,  in- 
mediatamente caen  del  cielo  relámpagos  y  truenos,  que  ponen 
en  gran  peligro  de  la  vida  a  todos  los  que  entonces  se  en- 
cuentran en  el  bosque.  También  hay  otra  tierra  en  la  cual 
cada  uno  cree  tener  un  dios  en  su  campo,  otro  en  su  ganado 
y  otro  en  su  jardín.  En  otra  tierra,  cerca  de  Dacia,  hay  gen- 
tes que  no  viven  de  otra  cosa  sino  de  la  caza,  y  van  corrien- 
do tras  la  fiera  o  caza  hasta  haberla  muerto,  y  allí  se  paran 
hasta  que  la  han  comido,  y  después  van  a  perseguir  otra.  To- 
das estas  noticias  y  otras  muchas  envió  escritas  el  mensaje- 
ro del  Norte  al  Cardenal  de  Domine  Fili,  el 3  cual  las  comu- 
nicó al  Papa  y  a  sus  compañeros.  Y,  en  su  consecuencia,  fu6 
establecida  la  ordenación  de  que  fuesen  enviados  a  aquellas 
gentes  hombres  devotos  y  de  santa  vida,  que  supiesen  y 
aprendiesen  aquel  lenguaje  y  les  predicasen  4  por  ejemplos, 
por  metáforas  y  semejanzas,  hasta  que  sus  sensualidades  es- 
tuviesen ordenadas  para  elevar  sus  semejanzas  a  los  poderes 
del  alma,  con  los  cuales  por  la  intelectualidad  fuesen  ilumi- 
nados en  la  santa  fe  católica. 


8  Deben  suprimirse  las  palabras  «el  cual...  compañeros». 
"' 4  «preycassen  segons  exemplis  e  costumes  e   per   metàfores  e 
per  semblances.» 


4lS  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


4.  Otro  mensajero  del  cardenal  pasó  a  la  parte  de  la 
Berbería,  y  allí  vio  muchos  gladiadores  y  alfaquines  que  pre- 
dicaban a  los  moros  el  Alcorán  y  las  bienaventuranzas  de  su 
paraíso.  Y  les  predicaban  con  tan  devotas  palabras,  que  cuasi 
todos  los  que  lo  oían  lloraban.  Admiróse  mucho  el  mensajero 
de  la  devoción  que  aquella  gente  tenía  en  aquellas  palabras, 
siendo  todo  cuanto  los  predicaban  un  error  muy  grande;  y 
conoció  que  por  el  buen  modo  y  tan  devoto  que  tenían  aqué- 
llos en  predicar  y  llorar,  y  porque  en  las  predicciones  les  refe- 
rían la  vida  de  muchos  hombres  que  morían  por  devoción, 
por  esto  lloraban  aquellas  gentes.  También  halló  un  Libro 
del  Amigo  y  del  Amado,  en  el  cual  se  refiere  que  los  hombres 
devotos  hacían  cánticos  de  Dios  y  del  amor  y  cómo  por  el 
amor  de  Dios  renunciaban  los  deleites  temporales  e  iban  por 
el  mundo  padeciendo  pobreza  y  otros  muchos  trabajos.  Aun 
vió  el  mensajero  que  en  la  curia,  donde  se  sentenciaban  los 
pleitos,  eran  brevemente  terminadas  las  causas  y  las  cues- 
tiones de  los  litigantes.  Todas  estas  cosas  y  otras  muchas 
escribió  el  mensajero  de  Berbería  al  cardenal,  y  le  envió  co- 
pia del  Libro  del  Amigo  y  del  Amado,  para  que  por  él  se  to- 
mase regla  y  modo  como  por  devoción  de  buenas  palabras 
fuesen  los  sermones  más  agradables  a  las  gentes,  y  cómo  por 
la  ordenación  que  los  moros  observan  se  pudiesen  abreviar 
los  pleitos  y  las  diferencias  que  hay  entre  nosotros. 

5.  Otro  mensajero  pasó  a  la  Turquía,  en  donde  encontró 
a  cuatro  religiosos  que  habían  aprendido  aquel  lenguaje,  pero 
los  turcos  no  les  dejaban  predicar  en  aquella  tierra,  y  sobre 
este  punto  escribió  al  cardenal,  el 5  cual  lo  refirió  al  Papa  y 
a  sus  compañeros.  Y  luego  fueron  elegidos  otros  mensajeros, 
y  el  Papa  los  envió  con  grandes  donativos  al  gran  señor  6  de 
los  turcos  y  al  de  los  tártaros,  que  habían  sujetado  a  su  do- 
minio a  la  Turquía.  Y  el  Papa,  por  medio  de  aquellos  mensa- 
jeros, suplicó  al  gran  señor  que  se  sirviese  de  permitir  y 
tolerar  que  aquellos  cuatro  religiosos  pudiesen  predicar  por 
toda  la  Turquía  a  honor  del  Hijo  de  Dios.  El  tártaro  señor 
de  la  Turquía,  movido  de  los  ruegos  y  donativos  del  Papa, 
consintió  y  toleró  aquella  predicación,  y  en  adelante  los  tur- 
cos ya  no  se  atrevieron  a  impedir  aquellos  religiosos. 

6.  Pasó  también  a  ultramar  otro  mensajero  denunciador, 
el  cual  dió  noticia  al  cardenal  cómo  dos  asesinos  habían 
muerto  a  un  príncipe  y  qué  los  habían  muerto  a  ellos.  En 
vista  de  lo  cual,  entonces  el  cardenal  se  fué  a  exhortar  a  los 
religiosos  que  aprendían  varias  lenguas  se  dispusiesen  a  de- 
sear con  todo  ardor  el  morir  por  amor  de  Jesucristo,  en  vis- 
ta de  que  por  el  error  había  homares  en  el  mundo  que  de- 

rj  Cállase  en  el  original  «el  cual...  compañeros». 
6  «al  senyor  dels  tartres  qui  havit  subjugada  a  sa  senyoria  Tur- 
quia». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  88 


449 


seaban  morir  por  la  libertad  de  sus  parientes.  Y,  por  esta 
razón,  fué  hecho  estatuto  que  un  día  a  la  semana  se  predica- 
se a  aquellos  religiosos,  a  fin  que  con  mayor  afición  estudia- 
sen y  deseasen  morir. 

7.  En  el  modo  que  se  ha  dicho,  fué  hecha  la  ordenación 
de  los  mensajeros  que  se  distribuyesen  por  varias  partes  del 
mundo.  Y  en  otra  manera  había  también  muchos  hombres 
que  tomaban  el  oficio  de  contar  ejemplos  y  buenas  palabras 
a  las  gentes,  para  que  mas  a  menudo  se  acordasen  del  Hijo 
de  Dios  y  de  la  cruelísima  pasión  que  sufrió  por  nosotros. 
Estos  operarios  iban  por  las  villas  y  por  las  ciudades  y  cas- 
tillos, y  comunicaban  con  los  oficiales  y  otras  gentes,  refi- 
riéndoles buenos  y  saludables  ejemplos.  Aconteció  un  día 
que  uno  de  aquellos  hombres  fué  a  un  carpintero  que  acepi- 
llaba un  madero,  y  le  refirió  cómo  había  oído  decir  que  en  el 
mundo  había  habido  un  leño  tan  fuerte,  que  había  sostenido 
más  peso  que  todo  el  mundo.  Quedóse  muy  admirado  el  car- 
pintero de  aquella  noticia,  y  por  la  admiración  que  tuvo,  con- 
cibió devoción  cuando  aquél  le  declaró  y  expósito  aquellas  pa- 
labras, diciéndole  que  aquel  leño  de  que  hablaba  era  el  ma- 
dero de  la  santa  cruz,  en  que  fué  enclavado  el  Hijo  de  Dios,  el 
cual  ha  cargado  y  obligado  mas  a  su  pueblo  a  servirle  y  hon- 
rarle que  no  es  todo  el  mundo.  Y  por  la  devoción  que  el  car- 
pintero concibió  en  aquellas  palabras,  fué  después  hombre 
de  buena  vida  y  salió  de  un  pecado  mortal  en  que  se  hallaba. 

8.  Sucedió  un  día  que,  saliendo  de  una  villa  uno  de  aque- 
llos operarios,  iba  a  un  castillo,  y  encontró  por  el  camino 
muchos  peregrinos  que  iban  en  romería  a  Santiago,  y,  jun- 
tándose en  su  compañía,  se  fué  con  ellos  a  aquel  santuario. 
Por  el  camino  les  contaba  muchos  ejemplos  y  otras  buenas  y 
devotas  palabras,  y  les  refería  historias  del  Antiguo  y  del 
Nuevo  Testamento,  y  los  Hechos  de  los  Apóstoles,  y  tam- 
bién de  los  emperadores,  como  se  hallan  escritos  en  las  cró- 
nicas. Tan  grande  era  el  placer  que  aquellos  peregrinos  te- 
nían en  las  palabras  de  su  compañero,  que  por  esto  sentían 
menos  trabajo  y  fatiga  del  camino  y  se  les  aumentaba  la  de- 
voción de  proseguir  su  romería  7 ;  a  cuyo  ejemplo  hubo  mu- 

7  Aquí  tenemos,  ciertamente,  un  dato  autobiográfico.  Consta  por 
la  Vida  coetánea  que  Ramón  Llull,  una  vez  convertido,  tomó  el 
bordón  de  romero  y  visitó,  entre  otros  lugares  santos,  el  sepulcro 
de  Santiago  y  el  monasterio  de  Nuestra  Señora  de  Rocamador  : 
€...  et  ipse  Raymundus  tune  sancti  Francisci  provocatus  exemplo,  ven- 
ditis  mox  possesionibus  suis,  reservatis  tamen  inde  paucis  ad  susten- 
tationem  sue  coniugis  ac  liberorum  suorum,  committens  se  totum 
Christo,  abiit  cum  intentione  nonquam  revertendi  ad  propia  ad  San- 
ctam  Mariam  de  Ruppis  Amatore,  ad  Sanctum  Iacobum,  et  ad  diver- 
sa alia  loca  sancta,  causa  Dominum  exorandi  et  sanctos  suos...» 
(n.  o). 

En  el  texto  catalán,  en  vez  de  nuestra  Señora  de  Rocamador, 
está  escrito  nostra  dona  de  rocha,  teUada  (n.  9),  y  es  asentándose 


33 


4.SO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN"  LLULL 


chos  de  ellos  que  tomaron  este  mismo  oficio  para  aliviar  a 
los  peregrinos  el  camino  y  mantenerles  en  su  devoción. 

9.  Muy  grande  era  el  'bien  y  provecho  que  se  seguía  del 
oficio  del  cardenal,  y  éste  tenía  muy  gustoso  al  Papa  y  a  los 
demás  cardenales  con  aquellas  noticias  que  le  venían  todos 
los  días  de  varias  partes  del  mundo.  Sucedió  un  día  que  cier- 
to hombre,  por  la  ambición  de  juntar  dinero,  se  hizo  relator 
de  noticias  de  parte  del  cardenal,  y  andaba  con  los  peregri- 
nos, y  éstos  le  hacían  mucha  limosna  y  asistencia.  Pero  como 
el  hombre  no  estaba  bien  instruido  en  aquel  ministerio  de 
contar  buenos  y  devotos  ejemplos,  viniendo  a  noticia  del  Car- 
denal de  Domine  Fili,  le  hizo  prender  y  poner  en  la  cárcel 
por  el  atrevimiento  de  haberse  apropiado  este  oficio  sin  su 
licencia.  Por  cuyo  motivo  estableció  que,  de  allí  en  adelante, 
ningún  relator  de  noticias  se  atreviese  a  tomar  dinero  ni  ad- 
mitir cosa  alguna  de  ningún  peregrino,  y  que  si  cosa  alguna 
necesitase,  se  le  fuese  dada  por  el  obispo  de  la  ciudad  donde 
se  hallase,  y  que  cada  uno  de  estos  operarios  llevase  sus  des- 
pachos sellados  del  cardenal. 


CAPÍTULO  LXXXIX 

De  "Domine  Deus  Agnus  Dei  Filtus  Patris" 

1.  Entró  un  día  el  Papa  con  los  cardenales  en  consistorio 
y  les  dijo  estas  palabras :  — Es  cosa  muy  cierta  que  las  Or- 
denes de  los  religiosos  que  están  entre  nosotros  se  rigen  y 
gobiernan  por  el  capítulo  que  tienen,  en  el  cual  ordenan  to- 
dos los  años  el  modo  como  la  Orden  sea  conservada  en  reli- 
gión y  santa  vida.  Y  por  eso  es  cosa  muy  necesaria  a  nos- 
otros, eclesiásticos  seculares,  que  ordenemos  de  tener  capí- 
tulo en  tal  forma  y  manera,  que  nuestra  vida  sea  agradable  1 
a  Dios,  y  a  las  demás  gentes  buen  ejemplo;  pues  sin  tener 
capítulo  general  y  especial  no  podemos  estar  perfectamente 
ordenados  en  este  mundo.  Y  siendo  esto  así,  por  tanto,  yo 
os  exhorto  a  cada  uno  de  vosotros,  hermanos  y  compañeros 
míos,  que  me  ayudéis  a  tratar  cómo  ordenemos  de  tener  ca- 
pítulo general  y  provincial  entre  nosotros.  Aplaudieron  mu- 
cho todos  los  cardenales  lo  que  el  Papa  les  propuso  y,  unáni- 
mes con  el  Papa,  ordenaron  de  tener  capítulo  en  esta  forma: 

2.  Primeramente  fué  establecido  que  cada  obispo  tuvie- 


en  este  texto  que  algunos  autores  pretenden  que  el  esclarecido  pere- 
grino mallorquín  visitara  también  el  monasterio  de  Nuestra  Señora 
iie  Montserrat. 

1  «sia  agradable  a  Déu  e  als  hòmens»  léese  en  el  texto  catalán. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAXQUERNA. — C.  Sg  45 T 


se  capítulo  una  vez  al  año  en  su  obispado,  donde  tuviese  va- 
rios pesquisidores,  que  en  capítulo  denunciasen  si  había  al- 
gún eclesiástico  que  mereciese  ser  castigado  por  algunas  fal- 
tas que  hubiese  cometido  en  aquel  año.  Después  fué  estable- 
cido que,  una  vez  al  año,  el  arzobispo  tuviese  capítulo  a 
todos  sus  obispos  sufragáneos,  y  que  en  cada  uno  de  sus 
obispados  tuviese  pesquisidores  que  en  los  capítulos  les  acu- 
sasen de  sus  faltas  y  fuesen  castigados  por  el  arzobispo.  Des- 
pués ordenó  el  Papa  con  los  cardenales  que  se  dividiese  el 
mundo  en  cuatro  partes,  y  que  los  arzobispos  de  una  parte  se 
juntasen  todos  en  un  lugar,  y  los  de  la  otra  parte  en  otro, 
y  así  de  las  demás,  y  que  cuatro  cardenales  les  tuviesen  capí- 
tulo, pasando  un  cardenal  a  cada  una  de  las  cuatro  partes,  y 
que  los  cardenales  hiciesen  pesquisa  sobre  los  arzobispos. 
A  más  de  esta  ordenación,  establecieron  que  el  Papa  tuviese 
capítulo  a  aquellos  cuatro  cardenales  una  vez  al  año,  y  que  2 
tuviesen  pesquisidores  sobre  ellos  para  saber  si  habrían  ad- 
ministrado justicia  contra  aquellos  arzobispos,  y  si  habrían 
cometido  alguna  falta  contra  su  regla,  que  los  castigase.  Des- 
pués ordenaron  que  el  Papa,  una  vez  al  año,  tuviese  capítu- 
lo a  todos  los  cardenales  de  su  corte,  sobre  los  cuales  tuvie- 
se asimismo  pesquisidores.  Aun  después  fué  hecha  ordena- 
ción que  fuesen  señalados  pesquisidores  sobre  el  Papa,  cele- 
brándose capítulo  una  vez  al  año,  y  manifestándose  que  el 
Papa  hubiese  cometido  algún  defecto  en  todo  aquel  año,  se 
tomase  alguna  penitencia.  Establecieron  también  que  de  cin- 
co en  cinco  años  se  celebrase  capítulo  general,  al  cual  con- 
curriesen todos  los  arzobispos  con  dos  discretos  electos  por 
los  obispos  de  cada  metrópoli.  Finalmente,  ordenaron  que  de 
diez  en  diez  días  celebrasen  su  concilio,  donde  concurriesen 
todos  los  arzobispos,  obispos  y  abades. 

3.  Cuando  estuvo  ya  ordenado  y  establecido  el  método 
de  tener  capítulo,  preguntó  el  Papa  a  los  cardenales :  — ¿  Cuál 
de  vosotros  quiere  servir  el  oficio  de  pesquisidor  mayor,  de- 
bajo de  cuyas  órdenes  deben  estar  sujetos  los  demás  pesqui- 
sidores, el  cual  pesquisidor  mayor  sea  el  director  del  capítu- 
lo ? — A  esta  proposición  del  Santo  Padre  respondió  un  carde- 
nal, diciendo  que  él  quería  y  deseaba  aquel  oficio  para  honrar 
y  servir  Domine  Deus  Agnus  Dei  Filius  Patris.  Y  el  Papa  le 
concedió  aquel  oficio  para  siempre,  con  tal  que  le  sirviese  con 
toda  diligencia  y  cuidado,  usando  bien  de  él.  E  inmediata- 
mente compusieron  un  libro  de  la  regla  y  método  como  el 
cardenal  pudiese  y  debiese  proceder  en  su  oficio  y  según  la 
cual  se  debía  celebrar  el  capítulo. 


=  «e  que  hagués  inquisidors  sobre  e  que-ls  punís  si  negun 
falliment  havien  fet  contra  lur  regla.  Après  fo  fet  establiment  que 
fossen  conqueridors  sobre  l'Apostoli».  El  texto  aparece  en  la  versión 
algún  tanto  amplificado. 


452 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


4.  Luego  el  Papa  envió  por  todas  las  tierras  convocando 
a  los  prelados  a  la  corte  romana  para  celebrar  concilio,  en  el 
cual  fué  establecida  y  conformada  toda  la  ordenación  refe- 
rida. Y  después  el  Cardenal  de  Domine  Deus  ordenó  y  esta- 
bleció sus  espías  y  pesquisidores  para  inquirir  y  saber  secre- 
tamente si  los  prelados  observarían  y  guardarían  el  estable- 
cimiento antedicho,  y  si  las  cosas  llegaban  a  noticia  del 
capítulo  tan  puntuales  como  el  cardenal  lo  hacía  inquirir  y 
espiar.  Y  también  si  las  espías  de  los  eclesiásticos  contra  los 
prelados,  y  de  los  prelados  contra  los  eclesiásticos,  y  de  los 
de  un  cardenal  contra  el  otro,  se  concordaban  con  las  espías 
del  cardenal.  Grande  fué  el  bien  y  utilidad  que  resultaba  de 
la  ordenación  referida,  y  los  príncipes  y  barones  tomaron  de 
ello  tan  buen  ejemplo,  que  del  mismo  modo  ordenaron  en  sus 
cortes  varios  pesquisidores,  a  fin  que  en  sus  dominios  fuese 
mantenida  la  justicia  y  la  .paz, 

5.  Las  cosas  sobre  que  se  debía  hacer  inquisición  y  pes- 
quisa son  éstas,  a  saber:  sobre  vanagloria,  soberbia,  avari- 
cia3, lujuria,  injusticia,  infidelidad,  gula  y  otras  cosas  se- 
mejantes a  éstas.  Aconteció  un  día  que  un  obispo  había  he- 
cho inquisición  en  su  obispado  contra  dos  eclesiásticos,  que 
(halló  culpables,  y  por  dinero  que  recibió  de  éstos,  no  los  acu- 
só ni  castigó  en  su  capítulo ;  y  4  los  pesquisidores  del  arzobis- 
po averiguaron  que  el  obispo  había  perdonado  a  aquellos 
eclesiásticos  por  los  dineros  que  había  admitido  de  ellos. 
Y  cuando  el  arzqbispo  tuvo  su  capítulo,  sus  pesquisidores 
acusaron  al  obispo;  pero  éste  regaló  secretamente  con  dine- 
ros al  arzobispo  y  por  esto  no  le  castigó.  Pero  los  pesquisi- 
dores del  cardenal  lo  averiguaron,  y  acusaron  al  arzobispo 
cuando  vino  a  capítulo,  y  el  cardenal,  celebrado  el  capítulo, 
castigó  severamente  al  arzobispo  y  obispo  privándoles  de  sus 
dignidades  y  oficios. 


CAPITULO  XC 

De  "Qui  tollis  peccata  mundi,  miserere  nobis" 

1.  Por  largo  tiempo  consideró  uno  de  los  cardenales 
cómo  pudiese  tomar  algún  oficio  para  servir  a  Jesucristo,  que 
cargó  sobre  sí  los  pecados  del  mundo.  Cierto  día,  mientras 
andaba  paseando  a  caballo  por  la  ciudad  de  Roma  discurrien- 


3  «avaricia,  simonía,  luxúria».  ,  , 

4  «Esdevenc-se  un  dia  que  un  bisbe  havia  feta  inquisició^  en  son 
bisbat,  e  havia -n  preses  diners,  e  no  acusà  aquells  ni  puní  ;  e  los 
enqueridors...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  90 


453 


do  qué  oficio  podía  tomar  para  *  servir  a  Jesucristo,  vió  a 
dos  procuradores  de  dos  príncipes  que  tenían  sus  cuestiones 
y  contiendas  con  mucho  enfado  y  cólera,  diciéndose  el  uno 
al  otro  muy  villanas  palabras.  Por  lo  cual  el  cardenal  consi- 
deró que  en  la  ciudad  de  Roma  era  necesario  que  hubiese 
un  procurador  superior  a  todos  los  demás  procuradores,  a 
quien  todos  temiesen,  y,  por  eso,  se  fué  al  Papa  y  le  dijo 
estas  palabras: 

2.  — Señor  Padre  Santo:  vos  sabéis  muy  bien  que  en 
vuestra  corte  hay  muchos  procuradores  de  varias  tierras  del 
mundo,  que  unos  son  contradictorios  a  los  otros,  y  por  eso, 
hay  grandes  trabajos  y  contradicciones  entre  ellos;  por  lo 
cuai,  si  fuese  de  vuestro  agrado,  yo  tomaría  gustoso  el  oficio 
de  procuración,  y  sería  causa  y  razón  por  donde  los  procu- 
radores estarían  ordenados  en  sus  negocios  y  en  sus  pala- 
bras -,  y  no  siéndolo,  que  yo  les  pudiese  castigar  según  la 
justicia  que  pidiese. — Muy  gustoso  concedió  el  Papa  al  car- 
denal aquel  oficio  sobre  todos  los  procuradores.  Y  después  el 
cardenal  estableció  otros  procuradores  subordinados  ai  él, 
para  ser  procuradores  en  corte  generalmente  de  todos  aque- 
llos que  en  ella  no  tienen  procurador;  y  aquéllos  habían  de 
ser  asalariados  de  los  bienes  de  la  santa  Iglesia,  con  el  fin 
que  no  tomasen  salario  ni  otro  estipendio  de  ningún  hoipbre 
del  mundo. 

3.  Sucedió  un  día  que  había  de  determinarse  un  pleito 
que  se  seguía  entre  un  obispo  y  un  canónigo  de  su  iglesia, 
y  antes  de  publicarse  la  sentencia,  el  uno  de  los  dos  procu- 
radores murió,  por  lo  cual  hubo  de  suspenderse  el  pleito, 
por  cuyo  motivo  el  otro  procurador  recurrió  al  Cardenal  de 
Qui  tollis  peccata  mundi,  y  éste  sustituyó  y  nombró  a  otro 
procurador  para  proseguir  la  causa  que  llevaba  el  procura- 
dor difunto,  y  con  esto  se  dió  sentencia  en  el  pleito;  de  lo 
cual  resultó  en  corte  la  cuestión:  si  la  sentencia  era  válida 
o  no  de  derecho.  Y  fué  declarado  en  la  corte  que  la  sentencia 
era  válida,  en  cuanto  el  Papa  había  hecho  la  ordenación 
de  que  el  cardenal  pudiese  nombrar  y  sustituir  procurador 
que  fuese  suficiente  por  los  ausentes,  el  cual  no  tomase  nin- 
gún salario  de  aquéllos. 

4.  En  otra  ocasión  sucedió  que  un  procurador  de  un  ar- 
zobispo puso  demanda  en  la  corte  contra  los  canónigos  de  su 
cabildo,  los  cuales  no  tenían  procurador  en  la  corte,  y  el 
cardenal  envió  uno  de  sus  procuradores  para  8  seguir,  y  es- 
cribió luego  al  cabildo  y  les  envió  a  decir  como  el  procurador 
de  su  arzobispo  había  puesto  la  demanda  contra  ellos  en  la 
curia  romana.  Y  aquel  procurador  del  cardenal  llevó  tanto 

1  En  el  original  no  leemos  «para  servir  a  Jesucristo». 
a  Igualmente  calla  el  original  «en  sus  palabras». 
'  «per  ésser  procurador  del  capítol». 


454 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tiempo  la  causa  en  la  corte  hasta  que  los  canónigos  envia- 
ron su  procurador. 

5.  AJsimismo,  el  Cardenal  de  Qui  tallis  peccata  mundi 
instituyó  un  procurador  entre  aquéllos  con  obligación  de  es- 
tarse siempre  a  las  puertas  de  la  antesala  del  Papa,  el  cual 
fuese  procurador  de  todos  aquellos  que  no  tienen  dineros 
que  dar  a  los  porteros,  y  representando  al  Papa  todo  lo  que 
aquéllos  pidiesen  y  hubiesen  menester.  Un  día  sucedió  que 
aquel  procurador  se  estaba  a  la  puerta  de  la  antesala  del 
Papa,  y  <un  pobre  eclesiástico,  a  quien  el  obispo  había  qui- 
tado injustamente  una  rectoría  que  poseía,  quiso  entrar  a 
clamar  al  Papa ;  pero  los  porteros  no  le  dejaron  entrar  y  lo 
permitieron  al  obispo  que  le  había  quitado  la  prebenda,  y, 
por  esto,  el  procurador  de  pobre  presentó  aquel  eclesiástico 
al  Cardenal  de  Qui  tollis  peocata  mundi,  y  el  cardenal  de- 
fendió 'la  causa  por  él  delante  el  Papa  contra  el  obispo. 

6.  En  cierta  ocasión  dijo  el  cardenal  al  Papa:  — Padre 
Santo,  olvidados  son  los  difuntos,  y  no  tienen  procuradores 
que  soliciten  el  que  sean  cumplidas  sus  voluntades  en  los 
testamentos  que  ordenan,  y  por  esto  os  pido  vuestra  li- 
cencia para  ser  yo  su  procurador. — <E1  Papa  fué  muy  con- 
tento de  ello,  y  mandó  que  el  cardenal  fuese  procurador  de 
los  difuntos ;  y  éste  luego  nombró  otros  de  sus  procuradores, 
y  les  envió  por  varias  partes  del  mundo  a  informarse  si  en 
ellas  había  algunos  que  se  quejasen  de  los  hombres  vivos  que 
no  han  cumplido  la  voluntad  de  los  ya  difuntos.  Por  eso  cada 
uno  de  aquellos  procuradores  del  cardenal  hacía  inquisición 
contra  el  obispo  y  arzobispo  de  aquella  tierra  donde  mora- 
ba, si  había  apremiado  a  los  albaceas  de  los  difuntos  a  cum- 
plir sus  testamentos;  y  si  algún  obispo  o  arzobispo  había 
sido  en  ello  negligente,  inmediatamente  era  acusado  al  car- 
denal, quien  le  castigaba  como  le  parecía  conveniente. 

7.  Ein  una  ciudad  llamada  Montpellier,  en  la  cual  fué  es- 
crito este  libro  de  Bvast  y  Blanquerna,  se  celebró  un  gran 
capítulo  general  de  los  padres  predicadores,  en  que  concu- 
rriesen muchos  obispos  y  otros  prelados  y  gran  número  de 
religiosos  de  todas  las  partes  de  la  cristiandad.  Y  los  frailes 
leyeron  4  en  el  capítulo  diferentes  cartas  y  libros  que  relata- 
ban la  muerte  de  muchos  religiosos  de  su  Orden  que  habían 
fallecido  hasta  aquel  año.  A  esta  sazón  levantóse  en  pie  un 
hombre  lego  que  allí  estaba  de  procurador  cómo  los  infieles 
vienen  a  la  santa  fe  católica,  y  dijo  en  presencia  de  todos 
estas  palabras:  — Si  de  la  muerte  de  los  religiosos,  cuyas  al- 
mas son  vivas  en  el  paraíso,  se  hace  tan  puntual  memoria, 
¡con  cuánta  mayor  razón  débería  hacerse  de  la  de  los  infie- 

4  «e  ligiren  letres  en  lo  capítol  de  diverses  coses  e  recontaren 
la  mort  dels  frares  de  totes  les  terres  dels  crestians  qui  eren  morts 
en  aquel  any». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  91 


455 


les,  que  mueren  en  pecado  de  ignorancia  y  pierden  la  vida 
perdurable,  y  muriendo,  se  van  en  derechura  al  fuego  infer- 
nal !  "'  Y  que  se  les  fuese  dada  doctrina  por  la  cual  entrasen 
en  conocimiento  de  cómo  nuestro  Señor  Jesucristo  ha  car- 
gado sobre  sí  los  peeados  del  mundo  por  su  encarnación, 
por  su  pasión  y  muerte  y  por  su  resurrección!  " — Al  carde- 
nal procurador  de  difuntos  llegó  la  noticia  de  la  propuesta 
que  aquel  hombre  lego  había  hecho  en  el  capítulo,  y  por  este 
motivo  ordenó  que  en  todos  los  capítulos  generales  de  los 
frailes  religiosos  fuese  hecha  memoria  de  los  infieles  difun- 
tos que  mueren  en  pecado  de  ignorancia.  Y  el  cardenal  en- 
viaba sus  procuradores  a  cada  uno  de  estos  capítulos  gene- 
rales con  sus  letras,  con  el  fin  de  que  la  santa  fe  católica  fue- 
se por  todo  el  mundo  predicada  y  exaltada. 


CAPITULO  XCI 

De  "Qui  tollis  peccata  mundi,  suscipe  deprecationem 
nostram" 

1.  El  Papa  y  todos  los  cardenales,  a  excepción  de  cinco 
de  ellos,  habían  ya  tomado  y  repartídose  varios  oficios,  que 
fueron  intitulados  según  las  rúbricas  del  Gloria  in  excelsis 
Deo,  como  hemos  referido,  y,  por  esto,  el  Santo  Padre  dijo  a 
aquellos  cinco  cardenales  que,  según  el  estado  de  la  corte 
romana,  discurriesen  de  tomar  oficios  para  completar  el  nú- 
mero de  las  rúbricas  del  Gloria  in  excelsis  Deo.  Por  lo  cual, 
uno  de  aquellos  cinco  cardenales  andaba  a  caballo  por  la  ciu- 
dad de  Roma  para  ver  y  observar  en  qué  oficio  debía  ocupar- 
se, que  fuese  nombrado  con  el  título  de  Qui  tollis  peccata 
piundi,  siiscipe  deprecationem  nostram.  Y  al  tiempo  que  iba 
así  a  caballo  por  la  ciudad  de  Roma,  pasando  por  la  curia, 
en  donde  se  tenía  audiencia,  vió  un  hombre  que,  llorando, 
decía  entre  sí  mismo  estas  palabras:  "¡Ah  desdichado  e  in- 
feliz de  mí,  cuán  grande  es  el  deshonor  que  se  hace  a  la  santa 


5  También  aquí  hay  una  nota  autobiográfica.  Consta  que  Ramón 
L·lull,  en  1294,  asistió  al  capítulo  general  de  predicadores  celebrado 
en  Moatpelfier  (6  de  junio^,  en  donde,  como  era  costumbre,  oiría 
los  nombres  de  los  más  esclarecidos  religiosos  y  de  los  insignes 
bienhechores  recientemente  fallecidos  y  el  encargo  de  los  debidos 
sufragios.  No  mucho  después  (30  de  julio),  acudía,  en  Barcelona,  al 
procurador  del  reino  de  Mallorca  para  querellarse  de  unos  hombres 
vivientes  que  no  querían  cumplir  la  voluntad  de  un  difunto.  Cf.  J.  Ta- 
rré,  Códices  lulianos  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París,  en  Analecta 
Sacra  Tarraconensia,  XIV  Í1941),  159,  nota  10  ;  y,  más  extensamente, 
P.  Martí  de  Barcelona,  Estudis  Franciscans,  46  (1934),  326. 

*  El  texto  catalán  sólo  dice  tper  sa  encarnació  e  passió». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


fe  católica!  Pues  un  judío  que  reniega  y  descree  y  blasfema 
todos  los  días  al  Hijo  de  Dios  nuestro  Señor  Jesucristo,  el 
cual  es  cabeza  1  y  f  undamento  de  la  santa  Madre  Iglesia,  tie- 
ne a  su  pleito  abogados  y  procuradores  contra  ti,  y  tú,  que 
eres  cristiano,  no  tienes  hombre  alguno  que  hable  por  ti  y 
defienda  tu  buen  derecho  contra  aquél.  Por  lo  cual  habrás  de 
ser  pobre  y  andar  con  tu  mujer  e  hijos  de  puerta  en  puerta 
pidiendo  una  limosna  por  amor  de  Dios." 

2.  Se  admiró  mucho  el  cardenal  de  las  palabras  que  aquel 
hombre  decía  en  sí  mismo,  y  preguntándole  por  qué  lloraba 
y  decía  aquellas  palabras,  le  respondió  diciendo :  — Señor,  un 
judío,  por  su  gran  riqueza,  me  hace  injuria;  sin  razón  me  pide 
más  dinero  del  que  le  debo  ni  pudiera  tener,  y,  sobre  esto, 
habernos  litigado  largo  tiempo.  Y  por  cuanto  yo  no  me  hallo 
en  posibilidad  bastante  como  él  para  poder  dar  gran  salario 
al  juez  ni  abogado,  por  esto  no  puedo  hallar  justicia  en  la  cor- 
te contra  él  y  a  favor  de  mi  derecho,  y  téngolo  a  gran  afren- 
ta, pues  por  falta  de  dinero  pierdo  mi  buen  derecho  eii  la 
corte  de  Roma,  a  la  cual  son  más  contrarios  los  judíos,  mal- 
vados por  su  creencia  y  mala  voluntad,  que  ninguna  otra 
gente  del  mundo. 

3.  Muy  grande  e  imponderable  fué  el  disgusto  que  sin- 
tió en  su  corazón  el  cardenal  cuando  oyó  las  palabras  que 
aquel  buen  hombre  le  dijo,  y  entró  en  grandes  y  profundos 
pensamientos.  Mientras  el  cardenal  tenía  así  preocupada  su 
imaginación,  entraba  en  Roma  un  obispo  que  tenía  veinte 
mil  marcos  de  plata  de  renta  todos  los  años,  y  pasó  por  la 
plaza  en  que  se  hallaba  a  la  sazón  el  cardenal.  Y  la  gente  que 
allí  había,  al  verle  pasar,  decían :  — (Ese  es  el  obispo  que  tiene 
veinte  mil  marcos  de  plata  de  renta  y  ha  comprado  2  para 
un  hermano  suyo  treinta  mil  sueldos  de  renta. — Al  oír  el  car- 
denal estas  palabras,  prorrumpió  en  un  gran  suspiro,  y  en 
su  misma  conciencia  dijo  estas  palabras:  "¡Oh  mezquino 
pobre  de  entendimiento,  de  devoción  y  caridad,  a  quien  Dios 
ha  dado  sus  veces  en  la  tierra!  ¡Cuán  mal  repartidos  son  los 
bienes  de  la  santa  Iglesia!" 

4.  Cuando  el  cardenal  hubo  considerado  largo  tiempo  so- 
bre este  punto,  vino  ante  el  Papa  y  los  otros  cardenales  y  les 
propuso  esta  cuestión:  En  una  ocasión  sucedió  que  el  En- 
tendimiento fué  requerido  para  dar  una  sentencia.  Aquel  En- 
tendimiento tenía  dos  hermanas:  la  una  se  llamaba  Memo- 
ria, y  la  otra  Voluntad.  Cuestión  hubo  entre  las  dos  cuál  de 
ellas  debía  más  presto  acompañar8  al  Entendimiento.  Ale- 
gaba la  Voluntad  contra  la  Memoria  que  por  voluntad  es  el 


1  La  palabra  «cabeza»  no  se  lee  en  el  original. 
E  «e  qui  ha  comprada  renda  a  son  frare  per-xxx-  millia  mares 
d 'argent». 

3  «devia  anar  ab  l'enteniment». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQÜERNA. — C.  ÇI 


457 


entendimiento  diligente  en  inquirir  la  verdad  y  en  querer 
juzgar  según  la  rectitud  de  justicia,  y  por  el  mucho  recordar 
está  muchas  veces  impedido  el  entendimiento  para  entender, 
y  por  esto  era  razón  que  más  presto  la  voluntad  acompañase 
al  entendimiento  para  dar  aquella  sentencia.  De  otra  parte, 
alegaba  la  Memoria  contra  la  Voluntad  diciendo  que  por  el 
demasiado  querer  es  corrompido  el  entendimiento  e  inclina- 
do a  la  ignorancia;  y  por  esto  conviene  más  presto  que  la 
memoria  y  el  entendimiento  estén  en  concordancia,  que  no 
el  entendimiento  y  la  voluntad.  Por  lo  cual,  según  el  derecho 
natural,  es  razón  que  la  memoria  más  presto  acompañe  al 
entendimiento  que  no  la  voluntad.  Habiendo  propuesto  el 
cardenal  las  razones  de  una  y  otra  parte,  suplicó  al  Papa  y 
a  los  cardenales  que  le  determinasen  aquella  cuestión  por 
recta  justicia. 

5.  Por  ser  la  cuestión  tan  fuerte  y  difícil,  fué  conve 
niente  que  se  tuviese  sobre  ella  deliberación  y  consejo  para 
inquirir  la  solución  verdadera.  Y  habiendo  el  Papa  y  los 
cardenales  examinado  las  razones  de  una  y  otra  parte  y  de- 
liberadamente inquirido  el  derecho  de  aquéllas,  sentenciaron 
que  la  memoria  fuese  primero  con  el  entendimiento,  para 
que  la  voluntad  en  el  principio  no  inclinase  el  entendimiento 
a  una  parte,  sino  que  fuese  igual  entre  las  dos  partes,  y  que, 
después,  viniese  la  voluntad,  la  cual  sería  igual  por  la  igual- 
dad de  la  memoria  y  del  entendimiento.  Agradó  mucho  al 
cardenal  la  sentencia  que  dieron  el  Papa  y  los  cardenales, 
y  dijo  estas  palabras: 

6.  — Según  la  naturaleza  de  las  tres  potencias  del  alma, 
está  ordenado  en  derecho  que  sea  dado  juez  que  lleve  pri- 
meramente su  memoria  con  el  entendimiento  y  que  los  dos 
abogados  que  llevan  el  pleito,  uno  contra  otro,  usen  prime- 
ramente de  memoria  que  de  voluntad;  pues  por  dádivas  y 
servicios  se  muda  muchas  veces  en  el  juez  la  voluntad  en 
lugar  de  la  memoria,  y  los  abogados,  por  presentes  y  servi- 
cios, multiplican  la  voluntad  y  disminuyen  la  memoria,  por 
cuya  disminución  se  desvía  su  entendimiento  del  entender, 
y  por  esto  se  dilatan  muchas  veces  los  pleitos  y  se  dan  sen- 
tencias injustas,  de  que  se  originan  disensiones,  trabajos, 
guerras  y  muertes,  y  se  multiplican  los  pecados.  De  donde, 
para  evitar  todos  los  males  sobredichos,  mucho  más  conve- 
niente sería  el  que  de  los  bienes  de  la  Iglesia  se  diese  tanta 
renta  a  diez  jueces  y  a  veinte  abogados  que  estuviesen  en 
la  corte  de  Roma  y  no  tomasen  salario  ni  servicio  de  hom- 
bre alguno,  que  no  es  el  dar  a  ese  obispo  veinte  mil  marcos 
de  plata  de  renta,  el  cual 4  ha  comprado  para  su  hermano 


*  «lo  qual  ha  comprada  renda  a  son  frare  per  xxx-  millia  mares 
d 'argent». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


treinta  mil  sueldos  de  renta,  cuyos  dineros  por  ahora  ya 
están  alineados  de  los  negocios  de  la  santa  Iglesia. — Aplau- 
dieron mucho  el  Papa  y  los  cardenales  lo  que  el  Cardenal  de 
Suscipe  deprecatíonem  nostram  había  propuesto,  e  inmedia- 
tamente fué  hecha  ordenación  y  establecimiento  de  que  diez 
jueces  y  veinte  abogados  se  mantuviesen  en  la  corte  de  Roma, 
y  que  el  Papa  les  pagase  cumplidamente  sus  salarios  de  los 
'bienes  de  la  santa  Madre  Iglesia,  con  calidad  de  que  no  to- 
masen de  hombre  alguno  otra  paga,  dádivas  ni  servicios,  y 
que  si  lo  hiciesen,  fuesen  luego  depuestos  de  sus  oficios 
y  castigados  condignamente  5.  Por  cuya  ordenación  fueron 
abreviados  los  pleitos  en  la  corte  y  fueron  establecidas  otras 
muy  bellas  ordenaciones  para  la  expedición  de  los  pleitos. 

7.  ¡Divulgóse  la  fama  por  todas  las  tierras  de  la  orde- 
nación sobredicha,  y  muchos  pretendientes  venían  a  la  corte 
romana  para  que  sus  pleitos  fuesen  determinados  con  gran 
brevedad.  Y  fué  tan  grande  la  multitud  de  los  que  acudieron 
a  aquellos  diez  jueces  y  a  los  veinte  abogados,  que  ya  no 
bastaban  para  defender  y  sentenciar  las  causas  que  se  avo- 
caban a  la  corte,  por  lo  cual  recurrieron  al  Cardenal  de  Sus- 
cipe deprecationem  nostram,  a  quien  estaban  subordinados 
los  oficios  de  aquellos  jueces  y  abogados,  y  le  representaron 
que  ellos  ya  no  podían  llevar  todo  aquel  trabajo,  y,  por  eso, 
el  cardenal  presentó  al  Papa  y  cardenales  aquella  súplica,  y 
les  ponderó  cuán  sobradamente  ocupados  y  cansados  se  ha- 
llaban aquellos  jueces  y  abogados  por  la  gran  multitud  de 
pleitos.  Por  lo  cual  el  Papa  y  los  cardenales  ordenaron  que 
en  cada  obispado  se  nombrasen  jueces  y  abogados  que  del 
mismo  modo  juzgasen  y  abogasen  los  pleitos  y  cuestiones 
de  la  gente  pobre,  y  que  fuesen  asalariados  de  los  bienes  de 
la  santa  Iglesia,  sin  tomar  salario  ni  servicio  de  persona  al- 
guna por  quien  abogasen  ni  juzgasen,  so  pena6  de  veinte 
marcos  de  plata  y  pérdida  de  su  empleo  y  de  ser  descomul- 
gados 7. 


s  Está  de  más  «y  castigados  condignamente». 

a  El  texto  primitivo  pasa  en  silencio  «so  pena...  descomulgados». 

7  Los  jueces  y  los  abogados  de  su  tiempo  estaban  muy  mal  con- 
ceptuados por  Ramón  Llull,  y  no  pocas  veces  tiene  para  ellos  gra- 
ves palabras  de  censura.  Así,"  por  ejemplo,  en  el  Llibre  de  contem- 
plació:  «Qui  podia  atrobar  vertader  jutge  e  vertader  avocat,  molt 
faria,  Sènyer,  a  amar  e  a  honrar  e  a  tenir  car  :  car  per  so  fa  més 
a  agrair  al  home  qui  és  bo  en  l'ofici  on  n'a  pocs  de  bons,  que  aquells 

3 ui  són  bons  en  l'ofici  on  n'atroba  hom  pocs  de  mals.  Com  en  ofici 
e  jutge  e  d'avocació  age  menys  de  bons  hòmens  e  de  vertaders  que 
en  altre  offici,  e  com  en  offici  de  jutge  e  d'avocació  ha  mester 
majorment  bons  hòmens  e  hòmens  savis,  e  hòmens  vertaders,  bena  - 
huirats  són,  Sènyer,  aquells  jutges  e  aquells  avocats  qui  nos  corrom- 
pen ni-s  torsen  per  diners,  ni  per  precs,  ni  per  nuiles  altres  coses. 
Los  jutges  e-ls  avocats  veg  anar,  Sènyer,  cavalcant  en  bells  pala- 
frens  e  en  bells  muls  e  mules,  e  veg-los  anar  bé  vestits,  e  veg  lurs 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERIA 


459 


CAPITULO  XCII 

DE  "QUI  SEDES  AD  DEXTERAM  PATRIS,  MISERERE  NOBIS" 

1.  En  una  fiesta  muy  grande  que  se  celebraba  en  la  ciu- 
dad de  Roma,  sucedió  que  un  diácono  cantaba  aquel  evan- 
gelio en  el  cual  dijo  Jesucristo  [Mat.  18,  9]  que  mejor  cosa 
es  entrar  en  el  paraíso  con  un  ojo  y  con  un  pie  que  entrar 
en  el  infierno  con  dos  ojos  y  dos  pies.  Y  considerando  pro- 
fundamente aquel  diácono  sobre  esta  comparación,  por  la 
gracia  del  Espíritu  Santo  fué  movida  su  voluntad  de  ir  por 
todo  el  mundo  haciendo  comparaciones  a  las  gentes  para 
inducirles  a  la  vía  de  salvación.  Por  lo  cual  el  diácono  se 
presentó  ante  el  Papa  y  los  cardenales,  y  pidió  el  oficio  de 
comparaciones.  Pero  el  Santo  Padre  le  respondió  que  aquel 
oficio  lo  tenía  destinado  para  un  cardenal  que  tuviese  sujetos 
a  sí  muchos  oficiales,  los  cuales  anduviesen  por  todo  el  mun- 
do haciendo  comparaciones,  y  que  aquel  oficio  debía  ser  lla- 
mado Qui  sedes  ad  dexteram  Patris,  miserere  nobis.  Habien- 
do el  señor  Papa  proferido  estas  palabras,  uno  de  los  car- 
denales se  levantó  en  pie  y  dijo  que  se  encargaba  de  aquel 
oficio.  Aquel  cardenal  compuso  un  gran  libro,  en  que  esta- 
ban escritas  las  comparaciones  que  sus  discípulos  debían 
proponer  a  las  gentes. 

Aconteció  un  día  que  cierto  rey  vino  a  la  corte  romana 
a  clamarse  al  Santo  Padre  Apostólico  y  a  los  cardenales  con- 
tra otro  rey  que  injustamente  le  había  desheredado  del 
reino,  sin  que  le  hubiese  hecho  agravio  ni  injuria  alguna. 
Y  cuando  hubo  explicado  su  querella,  aquel  pobre  rey,  ver- 
tiendo muchas  lágrimas  y  manifestando  gran  tristeza  de  su 
corazón,  prorrumpió  en  estas  palabras:  — Honrado  he  sido 
yo  en  el  mundo  por  mucho  tiempo,  y  ahora  estoy  hecho  un 
pobre  miserable,  despreciado  de  las  gentes,  y  vivo  en  grande 


lits  moit  nobles,  e  veg-los  menjar  molt  delicadament  ;  e-ls  pobres 
veg,  Sènyer,  plorar  e  entristir  e  emmalautir  per  los  engans  e  les 
injúries  que  prenen  per  falses  jutges  e  per  falses  avocats»  (ORL, 
IV,  71  y  75). 

Del  abuso  de  la  prolongación  de  los  pleitos  (cf.,  además,  el  cap.  88, 
n.  4,  del  Blanqucrna).  quéjase  también  el  Beato  en  otros  de  sus  libros. 
En  el  Llibre  de  Santa  Maria  leemos  las  siguientes  palabras  :  «...  e  los 
plets  qui  porien  ésser  determenats  en  breu  temps,  fan  jutges  a  advo- 
cats durar  longament,  e  són  robadors  e  enemics  de  justícia  e  de  la 
fcntenció  de  lur  offici...»  (ORL,  X,  08).  Para  evitar  tamaño  mal,  el 
bienaventurado  Maestro  sugiere  que  jueces  y  abogados  reciban  el  sa- 
lario no  de  parte  de  los  clientes,  sino  de  parte  del  Estado,  y  de  una 
manera  muy  espléndida. 


4Ó0 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


rubor  y  vergüenza  por  causa  de  un  rey  soberbio  e  injurioso, 
el  cual,  con  su  gran  poder  y  desordenada  codicia,  me  ha 
usurpado  injustamente  mi  reino. — Mientras  que  el  rey  es- 
taba en  este  llanto  y  desconsuelo,  el  Cardenal  de  Qui  sedes 
ad  deartemm  Patris  preguntó  al  rey  cuál  cosa  le  era  más 
agradable:  la  justicia  o  la  injuria.  Respondióle  el  rey  que 
la  justicia.  Entonces  el  cardenal  le  dijo  que  más  le  valdría 
y  mejor  cosa  era  el  ser  desheredado  y  ser  justo  y  paciente, 
que  no  el  ser  rey  injusto,  avaro  y  soberbio,  y  que,  por  esta 
razón,  él  hacía  contra  justicia  en  cuanto  lloraba  por  lo  mis- 
mo que  debía  alegrarse,  y  que  el  otro  que  le  había  deshe- 
redado era  el  que  debía  llorar,  porque  tenía  en  sí  la  injuria 
y  la  soberbia.  A  más  de  ésta,  le  hizo  otra  comparación,  a 
saber:  que  mayor  provecho  lograba  en  ser  amado  de  Dios 
aquel  que  ejercita  la  paciencia  y  la  humildad,  que  no  es  el 
daño  que  recibe  de  ser  despreciado  y  vituperado  de  las  gen- 
tes. Consideró  mucho  el  rey  lo  que  había  dicho  el  cardenal 
y  dijo  estas  palabras:  — Si  mi  corazón  ha  poseído  en  este 
mundo  un  reino  terrenal  que  me  han  quitado,  de  aquí  en 
adelante  posea  mi  alma  el  reino  de  la  paciencia,  esperanza, 
humildad,  justicia  y  caridad,  loando  y  amando  para  siempre 
ia  voluntad  de  Dios. — Muy  agradables  al  Papa  y  a  todos  los 
cardenales  fueron  aquellas  palabras  del  rey;  y  de  los  bienes 
de  la  Iglesia  le  destinaron  una  pensión  correspondiente  para 
su  manutención  y  trataron  el  modo  como  fuese  reintegrado 
en  el  reino  de  que  estaba  desposeído. 

2.  En  otra  ocasión  vino  a  aquella  corte  un  obispo  con 
el  motivo  de  haber  sido  capitulado  por  su  cabildo.  Era  aquel 
prelado  muy  justo  y  de  santa  vida;  y  porque  mantenía  jus- 
ticia en  sus  eclesiásticos,  intentaron  deponerle,  deseando 
aquéllos  tener  un  prelado  que  les  consintiese  sus  defectos. 
El  obispo  se  fué  al  cardenal  y  le  pidió  consejo,  [es  a  saber]  : 
¿cuál  cosa  les  convendría  más  de  estas  dos:  o  que  se  dejase 
escapar  sin  defenderse,  y  lo  tomase  con  paciencia,  humildad 
y  pobreza,  o  que  se  defendiese  y  acusase  al  cabildo,  y  prosi- 
guiese en  la  corte  su  acusación  según  tuviese  lugar  en  dere- 
cho? Largamente  conferenciaron  el  cardenal  y  el  obispo  so- 
bre la  materia  y  discurrieron  en  cuál  de  las  dos  partes  sobre- 
dichas podría  el  obispo  usar  de  mayor  perfección  y  demás 
virtudes ;  y  concluyeron  que,  en  cuanto  a  la  persona  del  obis- 
po, era  cosa  más  virtuosa  el  que  no  se  defendiese,  pues  se 
seguía  de  ello  mayor  paciencia,  fortaleza  y  humildad;  pero 
en  cuanto  a  justicia  y  caridad,  era  cosa  muy  buena  el  que  se 
defendiese  y  se  manifestase  -la  verdad,  para  que  la  justicia 
no  perdiese  su  derecho  en  su  cabildo,  que  injustamente  le 
acusaba  K  Por  lo  cual  dijo  el  cardenal  al  obispo  que  escogie- 


1  En  el  original  no  se  lee  «que  injustamente  le  acusaba». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLAKQUERNA. — C.  Ç2  461 


se  la  que  más  le  gustase,  por  cuanto  en  cada  una  de  las  par- 
tes antedichas  podía  obrar  virtuosamente,  de  tal  manera  que 
sería  a  Dios  muy  agradable. 

3.  A  cierta  ciudad  llegó  un  hombre  que  se  empleaba  en 
hacer  comparaciones  y  andaba  gritando  por  las  calles,  di- 
ciendo cuál  cosa  era  más  necesaria:  ¿o  criar  sus  hijos  en  las 
buenas  costumbres  o  enriquecerles  de  grandes  heredades? 
Y  cuál  cosa  era  mejor:  ¿o  restituir  lo  mal  ganado  y  dejar  a 
sus  hijos  pobres  y  entrar  en  el  paraíso,  o  no  restituirlo  y  de- 
jar a  sus  hijos  con  riquezas,  sin  satisfacer  sus  injurias,  y 
entrar  en  el  infierno?  Mientras  este  hombre  iba  así  gritando 
.por  las  calles,  pasó  por  casa  de  un  logrero,  el  cual,  oyendo 
las  palabras  de  aquel  hombre,  entró  en  gran  consideración 
de  ellas.  Y  como  se  le  oía  gritando  con  toda  frecuencia,  la 
conciencia  le  venció  en  la  sensualidad  y  le  fortificó  en  la  ca- 
ridad, y  satisfizo  todas  sus  injurias  y  agravios  y  crió  a  sus 
hijos  en  buenas  costumbres. 

4.  La  muerte,  que  no  perdona  a  los  jóvenes  ni  a  los  an- 
cianos, mató  a  un  hijo  de  un  honrado  ciudadano  de  Roma,  el 
cual  no  tenía  sino  a  este  solo  hijo  ni  esperaba  tener  otro, 
por  cuya  muerte  estaba  muy  triste  y  apesarado.  Supo  el  car- 
denal el  desconsuelo  de  aquel  ciudadano,  y  fué  a  visitarle  y 
le  propuso  las  siguientes  comparaciones:  — Amable  hijo — le 
dijo  el  cardenal — ,  ¿cuál  cosa  es  de  mayor  provecho  al  hom- 
bre: o  el  loar  a  Dios  por  los  bienes  que  le  ha  dado  en  este 
mundo  o  alabarlo  por  los  bienes  que  le  quita?  — Señor — res- 
pondió el  ciudadano — ,  la  una  alabanza  tiene  respecto  a  la 
gratitud  y  la  otra  a  la  paciencia;  y  por  cuanto  la  virtud  de 
la  paciencia  causa  pasión  en  el  hombre  sin  culpa,  conviene 
que  se  siga  de  ello  mayor  mérito  que  no  de  la  virtud  de  la 
gracia,  la  cual  da  placer  al  hombre  sin  pasión.  — (Bienaven- 
turado hijo — dijo  el  cardenal — «,  rectamente  has  juzgado,  y 
por  esto  tú  mismo  te  has  sentenciado  a  haber  de  tener  pa- 
ciencia; y,  así,  entiende  que  Dios  te  ha  probado  en  dos  ma- 
neras: la  una  por  la  virtud  de  la  gratitud,  la  cual  ejercitas 
en  alabar  a  Dios  por  haberte  dado  a  tu  hijo  en  este  mundo, 
la  otra  por  la  virtud  de  la  paciencia,  en  cuanto  te  lo  ha  qui- 
tado y  arrebatado  de  esta  vida.  Y,  así,  si  tu  hijo  no  hubiera 
muerto,  habrías  perdido  el  mérito  de  la  paciencia,  el  cual  es 
a  ti  disposición  para  obtener  gran  bienaventuranza. 

5.  Por  la  plaza  de  Roma  iba  otro  hombre  gritando: 
"¿Cuál  cosa  vale  más:  vender  a  buen  mercado  y  decir  ver- 
dad o  mentir  y  vender  caro?"  Mientras  decía  aquel  hombre 
esta  comparación,  pasaban  por  la  plaza  muchas  mujeres,  y 
entre  ellas  iba  una  muy  adornada,  y  su  bella  cara  muy  com- 
puesta de  afeites  y  colores  y  otras  cosas.  Y  al  verla  aquel 
hombre,  a  grandes  gritos  dijo:  "¿Cuál  cosa  vale  más:  o  la 
mujer  hermosa  que  se  muestra  amante  de  la  lujuria  o  la  mu- 


462 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


jer  fea  que  da  muestras  de  castidad  ?"  Y  en  esta  forma  iba 
gritando  aquel  buen  hombre  delante  aquellas  mujeres,  repi- 
tiendo las  mismas  palabras.  Y  aquella  mujer,  a  quien  acom- 
pañaban muchos  escuderos,  les  mandó  ¡zurrasen  a  aquel  hom- 
bre por  las  palabras  que  decía,  y  los  escuderos  sacudieron 
fuertemente  al  pregonero  de  las  comparaciones ;  pero  no  qui- 
so éste  llevarlo  con  paciencia,  antes  bien  se  fué  a  clamar  al 
cardenal  de  la  injuria  que  le  habían  hecho.  Y  el  cardenal  le 
reprendió  severamente  por  haberse  querellado  y  le  depuso 
del  oficio,  y,  en  su  lugar,  subrogó  otro  que  fuese  más  amante 
de  la  paciencia. 

6.  A  otra  ciudad  vino  un  hombre  que  por  las  calles  iba 
del  mismo  modo  gritando  y  diciendo:  "¿Cuál  cosa  vale 
más :  o  poco  se  me  da  de  eso  o  qué  dirán  las  gentes  ?"  Mien- 
tras que  pasaba  por  la  plaza  así  gritando,  la  gente  que  esta- 
ba allí  le  preguntaron  qué  significaba  aquello  que  decía. 

Y  2  él  respondió  que  el  qué  dirán  las  gentes  contra  aquellos 
que  desprecian  las  vanidades  de  este  mundo  y  el  poco  se  me 
da  de  eso  era  el  desprecio  que  el  hombre  hace  de  la  murmu- 
ración de  las  gentes,  mientras  no  obre  cosa  alguna  contra 
las  virtudes  y  contra  la  honra  de  Dios,  despreciando  el  mun- 
do. Entonces  respondió  a  aquel  hombre  un  sabio  varón,  y  le 
dijo  que  el  qué  dirán  las  gentes  tenía  muchos  secuaces,  pero 
el  poco  se  me  da  de  eso  los  tenía  mejores. 

7.  Aconteció,  en  cierta  ocasión,  que  dos  religiosos  que 
habían  aprendido  la  lengua  arábiga  se  fueron  a  tierra  de 
moros  a  predicar  la  encarnación  y  la  pasión  del  Hijo  de  Dios. 
Enfrióse  en  uno  de  ellos  la  devoción  y  la  caridad,  y  se  vol- 
vió atrás,  dejando  a  su  compañero,  porque  la  muerte  le  cau- 
saba espanto  y  extrañaba  las  buenas  viandas  que  solía  co- 
mer y  las  honras  que  tenía  entre  las  gentes.  De  camino  que 
se  volvía  atrás,  al  entrar  por  una  ciudad,  se  encontró  con 
un  hombre  que  en  altas  voces  decía  cuál  muerte  valía  más, 
o  la  que  venía  por  enfermedad  o  la  que  venía  por  martirio. 

Y  cuál  de  las  dos  se  convenía  mejor  con  las  siete  virtudes 
y  era  más  contraria  a  los  siete  pecados  mortales.  O  si  no, 
por  cuál  muerte  es  el  hombre  más  semejantes  a  las  vestidu- 
ras encarnadas  que  el  Hijo  de  Dios  vistió  en  la  humana  na- 
turaleza. Mientras  este  hombre  iba  así  gritando,  aquel  re- 
ligioso que  había  retrocedido  de  su  viaje  vino  a  ponerse  jun- 
to a  una  mujer  hermosa,  y  sintió  luego  la  tentación  carnal ; 
en  cuya  ocasión  el  oficial  de  comparaciones,  con  grandes  gri- 
tos, prorrumpió  diciendo:  "¿'Cuál  cosa  es  más  meritoria: 
o  loar  a  Dios  entre  los  infieles  con  peligro  de  la  muerte,  mor- 


2  ae  ell  dix  que  Què  diria  hom  era  lo  blasme  que  les  gents 
tenen  com  fan  alcuna  cosa  contra  les  vanitats  d'aquest  món,  e  poc 
m'o  preu  era  lo  blasme  que  hom  menysprea  pus  sia  contra  virtut 
e  contra  la  honor  de  Déu  e-1  menyspreament  d'aquest  món». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  93 


463 


tincando  el  temor  a  fuer  de  coraje,  o  estarse  entre  los  fieles 
cristianos  combatiendo  con  los  deleites  corporales?"  Consi- 
deró mucho  aquel  religioso  en  las  palabras  de  aquel  buen 
hombre,  y  tuvo  contrición  de  la  pusilanimidad  de  su  corazón 
en  que  le  puso  la  falta  de  devoción ;  con  que  volvió  ?>  sl  tierra 
de  moros  a  encontrar  a  su  compañero. 

8.  En  otra  ocasión  sucedió  que  aquel  mismo  oficial  cla- 
maba en  el  palacio  del  rey  y  decía:  "¿Cuál  cosa  vale  más: 
o  ser  rey  o  caballero  de  un  simple  escudo?"  Después  pasó  al 
palacio  del  obispo  y  decía  con  gran  grito:  "¿Cuál  vale  más: 
el  ser  obispo  o  simple  clérigo  parroquial?"  De  aquí  pasó  a 
una  abadía  de  monjes  y  gritaba,  diciendo :  "¿  Cuál  vale  más : 
o  ser  el  abad  o  monje  claustral?"  Y,  por  último,  se  fué  de- 
lante el  Papa,  gritando:  "¿Cuál  vale  más:  o  que  la  décima 
de  la  santa  Madre  Iglesia  sea  para  siempre  asignada  a  en- 
derezar el  mundo  o  que  los  obispos  no  gasten  superfinamen- 
te en  vanidades?"  En  todos  estos  modos  y  otros  muchos  gri- 
taban por  todo  el  mundo  los  oficiales  de  comparaciones,  sien- 
do muy  grande  el  bien  que  ocasionaban,  pues  todos  los  días 
despertaban  los  corazones  de  las  gentes  a  la  devoción,  con- 
ciencia, caridad,  diligencia  y  otras  muchas  virtudes. 


CAPITULO  XCIII 

De  "Quoniam  tu  solus  sanctus" 

1.  Estando  un  día  el  Papa  Blanquerna  con  sus  cardena- 
les discurriendo  en  si  podían  hacer  una  obra  de  utilidad  y 
exaltación  de  la  santa  fe  católica,  entró  un  cardenal,  el  cual 
venía  de  predicar  a  un  grande  auditorio.  Preguntóle  el  Papa 
si  había  visto  llorar  a  alguno  en  su  sermón.  Y  respondió  el 
cardenal  que  no  había  visto  llorar  a  alguno,  pero  sí  había 
visto  dormir  a  muchos  en  su  sermón.  — 'Gran  maravilla  es 
— dijo  el  Papa  a  los  cardenales — cómo  las  gentes  tienen  tan 
poca  devoción  en  los  sermones,  cuando  los  sarracenos,  que 
viven  en  error,  lloran  en  los  sermones  y  los  oyen  con  tanta 
devoción  l. — tRespondió  a  la  sazón  un  secretario  del  Papa  de 
la  lengua  arábiga,  el  cual  había  nacido  y  criádose  en  tierra 
de  ultramar,  y  era  de  los  cristianos  de  la  Sintura,  y  dijo 
que  los  sarracenos  predicaban  de  devoción  y  de  las  conside- 
raciones de  la  gloria  del  paraíso  y  de  las  penas  infernales, 
y  por  esto  tienen  tanta  devoción  en  sus  sermones  y  lloran 
por  la  devoción  que  tienen. 


3  «te  retornà  a  son  companyó»,  dice  sencillamente  el  autor. 
1  El  original  calla  «y  los  oyen  con  tanta  devoción».  • 


464 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


2.  Dichas  estas  palabras,  uno  de  los  cardenales,  que  era 
gran  filósofo  natural  y  gran  predicador2,  dijo  que  para  ei 
ministerio  de  la  predicación  sería  cosa  muy  útil  y  prove- 
chosa probar  por  razones  naturales  el  modo  cómo  las  vir- 
tudes y  los  vicios  son  contrarios,  y  3  cómo  una  virtud  con- 
cuerda con  otra  virtud  o  con  dos,  y  cómo  puede  juntar  y 
vivificar  una  virtud  con  otra  virtud,  el  cual  modo  y  regla 
se  halla  en  el  Arte  abreviado  de  hallar  la  verdad  y  en  el  li- 
bro de  los  Sermones  de  las  virtudes  y  vicios,  que  se  compuso 
después  de  aquél  en  la  ciudad  de  Mallorca.  Por  lo  cual  dijo 
el  cardenal  que  para  la  predicación  se  convienen  estas  co- 
sas: arte  natural,  devoción  y  consideración  de  las  penas  del 
infierno  y  de  la  gloria  del  paraíso  y  breve  sermón,  a  fin  que 
la  gentes  no  se  fastidien  y  queden  con  la  devoción. 

3.  Habiendo  el  cardenal  concluido  su  dictamen,  el  Papa 
y  los  cardenales  ordenaron  que  se  compusiesen  tantos  ser- 
mones como  días  tiene  el  año,  y  que  en  ellos  fuese  tratado 
de  la  mejor  materia  que  se  haÚase  a  propósito  y  conveniente 
para  predicar,  y  que  fuesen  de  proporcionada  cantidad  e  in- 
teligible a  las  gentes,  pues  por  la  ignorancia  se  hallan  mu- 
chas veces  los  corazones  de  los  hombres  faltos  de  devoción; 
y  también  que  aquellos  365  sermones  fuesen  generales  y  se 
predicasen  por  su  orden  cada  año,  uno  después  de  otro,  y 
que  fuesen  breves  4.  Después  ordenó  el  Santo  Padre  que  al- 
gunos hombres  devotos  y  de  santa  vida  anduviesen  todos  los 
días  por  las  calles  de  las  ciudades  y  villas,  diciendo  y  pro- 
poniendo a  las  gentes  consideraciones  de  las  penas  inferna- 
les y  de  la  gloria  celestial  para  que  lo  tuviesen  presente  to- 
dos los  días.  Después  que  estas  cosas  estuvieron  ordenadas, 
el  Papa  encomendó  este  oficio  a  un  cardenal,  para  que  fuese 
oficial  de  Quoniam  tu  solus  sanctus  por  medio  de  conside- 
raciones y  predicación. 


2  Igualmente  calla  «y  gran  predicador». 

8  «ni  com  una  virtut  se  concorda  ab  altra  e  un  vici  ab  altre, 
ni  per  {nial  natura  pot  hom  mortificar  un  vici  ab  una  virtut  o  ab 
dues,  ni  com  una  virtut  pot  hom  vivificar  ab  altra  ;  e  aquesta  ma- 
nera és  en  la  Art  abreujada  d'atrobar  veritat». 

El  traductor  cita  la  obra  luliana  Llibre  de  virtuts  e  peccats^  (Ma- 
llorca, 1313)  todavía  inédita,  denominada  también  en  los  antiguos 
catálogos  Llibre  de  virtuts  e  vicis  y  Liber  de  vitiis  et  virtutibus,  que 
contiene  sermones  para  ser  predicados  a  tres  clases  de  gentes  :  a  los 
ignorantes,  a  los  hombres  de  ciencia  en  grado  comparativo  y  a  los 
hombres  de  ciencia  en  grado  superlativo.  Este  libro  no  debe  con- 
fundirse con  la  Ars  magna  praedicationis  (Montpellier,  1304),  que 
contiene  108  sermones  (109  según  la  tabla  final),  de  la  cual  viene 
a  ser  un  resumen  la  Art  abreviada,  de  predicar  (Mallorca,  1313),  tam- 
bién inédita.  Otro  libro  de  sermones  escribió  el  Doctor  Iluminado, 
es  a  saber,  Sermones  de  decem  praeceptis  o  Liber  de  sermonibus  de 
decem  praeceptis,  también  inédito.  Para  referencias  bibliográficas, 
cf.  Carreras  y  Artau,  1.  c,  pp.  305  y  310. 

'  El  traductor  añade  ay  que  fuesen  breves». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  94 


465 


4.  Este  cardenal,  condecorado  con  el  oficio  referido,  tuvo 
y  estableció  después  sus  procuradores  y  oficiales  para  que 
fuesen  por  varias  tierras  clamando  y  predicando  las  penas 
infernales,  y  la  gloria  y  bienaventuranza  del  paraíso,  y  la 
muerte  y  brevedad  de  la  vida  en  este  mundo  5,  en  el  modo 
que  está  expresado  en  el  libro  De  la  doctrina  pueril,  que 
compuso  un  hombre  para  su  amado  hijo.  Y  después  ordenó 
el  cardenal  con  los  religiosos,  y  con  los  que  tenían  el  oficio 
de  predicadores,  el  cómo  debían  predicar;  y  si  en  aquel  oficio 
se  cometiese  algún  exceso  o  falta,  cómo  se  pudiese  corregir ; 
y  cómo  por  la  predicación  se  pudiese  la  voluntad  en  tal  ma- 
nera exaltar,  que  Dios  nuestro  Señor,  por  el  esfuerzo  y  exal- 
tación de  la  devoción,  fuese  en  gran  manera  amado  y  servido. 


CAPITULO  XCIV 

De  "Quoniam  tu  solus  dominus" 

1.  Aconteció  un  día  que  el  Cardenal  de  Tu  solus  sanotus 
envió  un  mensaje  al  Cardenal  de  Tu  solus  dominus  1,  noti- 
ciándole que,  por  la  diversidad  de  lenguas,  se  hallaba  muy 
impedida  la  predicación,  y  las  gridas  o  pregoneros  de  con- 
sideraciones no  podían  con  tanta  facilidad  y  claridad  influir 
a  las  gentes  devoción  del  paraíso  ni  temor  de  las  penas  in- 
fernales. Habiendo  el  cardenal  recibido  este  aviso,  lo  repre- 
sentó al  Papa,  a  fin  que  se  hiciese  alguna  ordenación  para 
que  los  predicadores  y  oficiales  de  consideraciones  consiguie- 
sen mayor  libertad  y  mejor  modo  en  el  dicho  su  oficio. 

2.  Mientras  el  Cardenal  de  Tu  solus  dominus 2  hacía 
presente  al  Papa  las  letras  que  3  le  había  enviado  el  Carde- 
nal de  Tu  solus  sanctus,  aconteció  que  otro  mensajero  del 
Cardenal  de  Domine  Fili  unigenite  Iesu  Christe,  que  tenía 
el  oficio  de  relator  de  noticias,  se  presentó  ante  el  Santo  Pa- 
dre refiriéndole  cómo 4  por  el  mundo  había  experimentado 
grandes  guerras  y  tribulaciones  entre  las  gentes  por  ser  de 
distintas  naciones  y  tener  varios  lenguajes,  por  lo  cual  no 
se  entendían  los  unos  a  los  otros,  y  por  cuya  diversidad  de 
idiomas  lidiaban  entre  sí,  y  por  aquellas  guerras  habían  ve- 

'  ela  mort  d'aquest  món». 

1  El  autor  dice  sencillamente  «al  cardenal». 

3  También  aquí  dícese  tan  sólo  «lo  cardenal». 

a  «que  li  havia  trameses  son  missatge,  esdevenc-se  que  un  missatge 
del  cardenal  de  recontament  vene  denant  l'apostoli». 

'  «grans  treballs  havia  en  lo  món  atrobats  enfre  las  gents,  per 
ço  car  eren  de  diverses  nacions,  havents  diverses  lengnatges  ;  per 
la  qual  diversitat  de  lenguatges  guerrejaven  los  uns  ab  los  altres, 
per  la  qual  guerra  e  lenguatges  se  desvariaven  en  crences  e  en  sectes 
los  uns  contra -Is  altres»,. 


466 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


nido  en  variedad  de  afectos  y  creencia  los  unos  contra  los 
otros.  Consideró  mucho  el  Papa  sobre  la  relación  de  ambos 
a  dos  mensajeros,  y  mandó  juntar  todos  los  cardenales,  pi- 
diéndoles consejo  de  lo  que  se  debía  obrar  en  este  caso  para 
destruir  la  diversidad  de  tantos  lenguajes,  de  5  que  se  origi- 
naban tantos  males,  y  qué  lengua  les  parecía  ser  más  a  pro- 
pósito y  conveniente  se  enseñase  a  todas  las  gentes  del  mun- 
do en  general  para  que  todos  se  entendiesen  y  se  amasen  y 
se  conviniesen  mejor  en  servir  a  nuestro  Señor  Dios. 

3.  Respondió  uno  de  los  cardenales  y  dijo :  — Señor  Pa- 
dre Santo,  por  lo  que  vos  proponéis,  es  cosa  muy  necesaria 
que  vos  y  vuestra  corte  seáis  muy  amables  a  los  príncipes 
cristianos  y  que  éstos  y  sus  vasallos  concuerden  en  las  cos- 
tumbres, eligiendo  a  los  mejores;  y  que  en  cada  provincia 
sea  destinada  una  ciudad,  en  la  cual  todos  hablen  en  latín, 
por  cuanto  la  lengua  latina  es  la  más  general,  y  en  ella  hay 
muchas  palabras  de  varias  lenguas,  y  en  latín  están  todos 
nuestros  libros  escritos  y  estudiados.  A  más  de  esto,  con- 
viene que  para  ellos  sean  señalados  y  destinados  hombres  y 
mujeres  de  varias  naciones,  que  vayan  a  aquella  ciudad  para 
aprender  la  lengua  latina,  los  cuales,  cuando  vuelvan  a  sus 
tierras,  la  enseñen  a  los  hijos  cuando  empezaren  a  saber  ha- 
blar; y  de  este  modo,  por  larga  continuación  de  tiempo,  po- 
dréis llevar  al  fin  deseado  que  en  todo  el  mundo  no  se  hable 
sino  una  lengua,  ni  haya  sino  una  creencia  y  una  fe,  conti- 
nuando un  Papa  después  de  otro,  que  todos  asimismo  tengan 
devoción  en  este  negocio,  según  conviene,  para  tratar  de  un 
asunto  tan  grande  como  el  que  vos  ahora  habéis  emprendido. 

4.  Habiendo  el  cardenal  concluido  su  discurso,  respon- 
dióle el  camarlengo  del  Papa  que  lo  que  él  había  propuesto 
era  muy  dificultoso  de  llevarlo  a  su  debido  efecto,  y  que  im- 
portaría un  gran  gasto  y  dispendio  el  procurar  tan  grave 
negocio.  Mientras  el  camarlengo  dijo  estas  palabras,  se  pre- 
sentó ante  el  señor  Papa  un  electo  obispo,  que  venía  a  la 
corte  para  ser  confirmado  en  su  obispado,  el  cual  tenía  quin- 
ce mil  marcos  de  plata  de  renta.  Con  aquel  obispo  electo  ve- 


5  No  se  lee  en  el  original  «de...  males».  Este  anhelo  de  Llull  de 
hacer  del  latín  una  lengua  universal  no  quedó  sepultado  en  el  olvi- 
do. No  ha  muchos  años,  en  revistas  y  congresos  se  abogaba  por 
hacer  de  la  lengua  latina  una  lengua  internacional,  que  favorecería 
grandemente  el  progreso  material,  y  singularmente  el  de  las  artes 
y  de  las  ciencias,  siendo  en  Polonia,  Alemania  e  Italia  donde  más 
se  sentía  esta  aspiración.  Cf.  L'Osservatorc  Romano,  4  octubre  1934.; 
Palaestra  latina,  enero  1935  ;  Alma  Roma  (1933),  55-62).  G.  Nicolau, 
en  nombre  de  la  Sociedad  Médica  UMFIA,  escribió  :  Projet  d'uniji- 
cation  de  la  terminologie  medícale  par  le  latín,  en  Rev.  de's  Étud.  lat. 
(1933),  23.  Sobre  B.  Raymundus  Lullus  propugnator  latini  sermonis 
ómnibus  communis  escribió  un  tan  breve  como  agudo  trabajo  el 
P.  B.  Nicolau,  T.  O.  R.,  en  Analecta  Tcrtii  Ordinis  Rcgularis  S.  Fran- 
cisci,  III  (1935),  36o"362. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  94 


467 


nía  también  un  mensajero  del  Cardenal  de  Domina  FÜi  Jesu 
Christe,  el  cual  refirió  que  por  todos  los  lugares  en  donde 
él  había  estado  había  oído  decir  que  todo  el  mal  y  el  error 
que  había  en  el  mundo  era  por  culpa  y  omisión  del  Papa  y 
de  los  cardenales,  quienes,  pudiendo  tomar  los  medios  para 
poner  en  orden  todo  el  mundo,  no  ponían  en  ello  todo  el  cui- 
dado y  diligencia;  y  que,  por  este  mal  ejemplo  que  recibían 
las  gentes  de  ellos  y  sus  oficiales,  se  hallaba  el  mundo  en 
tribulaciones  y  en  error. 

5.  Habiendo  finido  el  mensajero  su  relación,  preguntó 
el  Santo  Padre  Apostólico  a  su  camarlengo  qué  cosa  le  pa- 
recía mejor:  o  tratar  el  negocio  referido,  y  aplicar  para  ello 
cinco  mil  francos  de  plata  de  renta,  o  confirmar  el  obispo  y 
quedarse  en  la  mala  fama  en  que  estaban  él  y  los  cardenales 
y  demás  prelados  de  la  Iglesia.  Respondió  el  camarlengo  y 
dijo  que  mejor  cosa  era  tratar  aquel  gran  negocio,  como 
fuese  seguro  el  que  pudiese  llegar  al  fin  deseado.  Preguntó 
aún  el  Papa  al  camarlengo  si  con  el  poder  de  Dios  y  el  de 
la  santa  Iglesia  sería  posible  que  aquel  negocio,  o  en  todo 
o  en  parte,  viniese  a  cumplido  efecto.  Pero  el  camarlengo, 
avergonzado  y  confuso,  se  vió  entonces  precisado  a  otorgar 
al  Papa  su  intención. 

6.  — Hermanos,  amigos,  compañeros  e  hijos  míos  muy 
amados — dijo  el  Papa  a  los  cardenales — ,  para  honrar  la 
pasión  de  Jesucristo  os  requiero  que  me  ayudéis  a  tratar 
cómo  todos  los  lenguajes  del  mundo  puedan  reducirse  a  un 
solo  lenguaje;  pues  no  habiendo  sino  uno  solo  en  el  mundo, 
podrán  de  este  modo  entenderse  las  gentes  las  unas  con  las 
otras;  y  por  este  recíproco  entenderse,  amaránse  y  serán 
más  semejantes  en  sus  costumbres,  con  las  cuales  se  con- 
cordarán entre  sí.  Y  por  este  tal  trabajo  y  comunicación, 
nuestros  predicadores  irán  con  mayor  afición  y  con  más  se- 
creto a  tratar  con  los  infieles,  los  cuales  más  presto  y  de 
mejor  modo  entenderán  la  verdad  de  la  vía  saludable;  y  por 
este  medio  podrá  todo  el  mundo  venir  en  buen  estado  y  ser 
más  fácilmente  destruidos  los  errores  y  convertidos  los 
errantes  a  la  verdad. — Muy  agradable  fué  a  los  cardenales 
todo  lo  que  el  Papa  les  exhortaba  y  requería,  y  cada  uno  de 
ellos  se  le  ofreció  a  tratar  aquel  negocio  con  todos  los  po- 
deres de  su  saber  y  querer.  Y  de  esta  ordenación  establecie- 
ron luego  oficio  e  instituto,  el  cual  encomendaron  especial- 
mente a  6  un  cardenal  que  se  llamase  con  el  título  de  Tu  so- 
lus  dominus,  el  cual  tuviese  bastante  dotación  de  los  bienes 

«  de  la  Iglesia  para  poder  mantener  con  toda  diligencia  aquel 
tan  alto  oficio. 


6  «a  un  cardenal  servís  l'ufici  e  que  hagués  despesa  abastament 
a  -mantenir  aquell  ofici». 


468 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


CAPÍTULO  XCV 

De  "Tu  solus  altissímus  Iesu  Christe  cum  Sancto  Spiritu 
in  gloria  Dei  Patris.  Amen" 

1.  En  grandes  pensamientos  se  hallaba  el  Papa  Blan- 
querna  considerando  cómo  podría  tratar  paz  y  concordia  \ 
por  cuanto  no  se  convienen  en  sujetarse  a  la  obediencia  de 
un  solo  príncipe  que  los  mantuviese  en  paz  y  justicia.  A  esta 
sazón,  dos  religiosos  que  habían  aprendido  la  lengua  ará- 
biga, no  habiendo  podido  pasar  a  una  ciudad  en  donde  que- 
rían predicar  los  Evangelios,  remitieron  una  carta  al  Papa 
representándole  cómo  se  hallaban  impedidos  en  su  misión 
por  el  motivo  de  no  poder  viajar  con  seguridad  por  los  ca- 
minos, y  suplicaban  al  Santo  Padre  se  dignase  de  escribir 
a  los  príncipes  y  señores  de  aquella  tierra  para  que  les  die- 
sen una  escolta  2,  con  que  pudiesen  pasar  seguros  a  aquella 
ciudad  donde  deseaban  predicar.  Habiendo  leído  el  Papa 
aquella  carta,  llamó  a  los  cardenales  y  les  habló  en  esta 
forma : 

2.  — De  común  acuerdo  fué  resuelto  entre  nosotros  que, 
en  tanto  que  durase  la  Gloria  in  excelsis  Deo  que  se  canta 
en  la  santa  Iglesia,  fuese  3  asignada  a  cada  uno  de  los  car- 
denales una  parte  en  propio  oficio  y  título  para  servir  a  glo- 
ria de  Dios.  Y,  así,  es  cosa  muy  necesaria  destinar  mensajeros 
que  vayan  por  el  mundo  a  los  príncipes  y  traten  con  ellos 
el  modo  como  nuestros  religiosos  puedan  seguramente  ir 
por  todo  el  mundo  a  predicar  la  palabra  de  Dios;  y  que  en- 
viemos cartas  a  los  príncipes,  suplicándoles  que  por  nosotros 
den  todo  favor  y  auxilio  a  dichos  religiosos.  También  es  ne- 
cesario que  enviemos  continuadamente  mensajeros  a  las  re- 
públicas para  poder  tratar  paz  entre  la  Lombardía,  Toscana, 
Venècia,  Pisa  y  otras  repúblicas  4,  y  que  procuren  cómo  se 
trate  en  justicia  y  caridad  entre  una  y  otra  república,  y, 
por  tanto,  yo  encargo  este  oficio  al  cardenal  que  aun  no  lo 
tiene  asignado. 

3.  Con  mucho  agrado  recibió  aquel  cardenal  el  oficio  de 
mensajeros  que  el  Papa  le  había  encomendado,  y  luego  envió 


1  Más  exacto  :  «Tratar  paz  y  concordia  entre  los  pueblos  que  es- 
tán en  gran  discordia.» 

2  El  autor  escribe  «missatgers». 

8  «fos  a  cada  part  asignat  un  cardenal  per  servir  aquell  uficb). 
4  Las  palabras  «Pisa  y  otras  repúblicas»  las  añade  el  traductor. 


LTBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


95 


469 


los  suyos  por  varias  provincias  a  5  examinar  qué  caminos 
eran  los  más  practicables  y  convenientes  a  los  religiosos  y 
otros  sujetos  que  se  habían  instruido  en  diferentes  lenguas, 
para  que  por  ellos  pudiesen  pasar  secretamente  de  una  a 
otra  tierra.  Y  cuando  el  cardenal  tuvo  todas  estas  cosas  bien 
ordenadas,  envió  el  Papa  sus  nuncios  y  mensajeros  a  aque- 
llos príncipes  de  aquella  comarca  con  cartas  y  regalos,  pi- 
diéndoles tuviesen  los  caminos  asegurados  para  aquellos  que 
serían  enviados  por  el  Papa. 

4.  El  cardenal  hacía  construir  por  los  caminos  puentes, 
iglesias  y  casas  de  campo,  para  que  los  viandantes  pudiesen 
pasar  con  seguridad  y  que  por  la  comunicación  de  unas  na- 
ciones con  otras  hubiese  caridad  y  concordia  entre  ellos,  y  0 
que  la  santa  fe  romana  fuese  predicada,  conocida  y  amada 
en  las  tierras  de  los  infieles.  Grande  era  el  gasto  que  cos- 
teaba el  camarlengo  al  cardenal  para  tratar  este  negocio, 
y,  por  esto,  dijo  al  Santo  Padre  que  recogiese  mucho  tesoro 
de  la  santa  Madre  Iglesia  para  que  pudiese  ser  bastante  a 
todos  los  oficiales  de  Gloria  in  excetsis  Deo.  Y  el  Papa  man- 
dó que  todos  los  oficiales  fuesen  muy  bien  asistidos  de  todo 
lo  necesario,  y  por  la  extensión  y  mejoras  que  la  santa  Igle- 
sia romana  adquiría  por  los  operarios  de  Gloria  in  excelsis 
Deo  lograba  el  Papa  más  renta  que  no  importaba  todo  el 
gasto  que  se  empleaba  en  los  referidos  oficiales. 

5.  — Padre  Santo — dijo  un  día  el  Cardenal  de  Tu  solus 
altissimus — ,  deseo  saber  cómo  podríamos  ordenar  nuestros 
mensajeros  para  tratar  la  paz  entre  las  repúblicas. — A  que 
respondió  el  Papa  que  los  mensajeros  procurasen  saber  e 
inquirir  ante  las  repúblicas  cuál  de  ellas  tenía  quejas  y  agra- 
vios de  la  otra;  y  que  después  él  trataría  cómo  cada  poten- 
cia anualmente  viniese  a  un  lugar  señalado,  donde  concu- 
rriesen todas  las  demás  potencias,  para  que,  según  forma 
de  capítulo  o  congreso,  se  tratase  allí  de  amistad  y  correc- 
ción de  unos  a  otros,  y  que  se  estableciese  entre  ellos  una 
pena  pecuniaria  contra  el  que  no  quisiese  convenir  a  las  re- 
soluciones de  los  finidores  de  aquel  capítulo.  — Y  por  esta 
ordenanza — dijo  el  Papa — podrán  las  repúblicas  reducirse  a 
la  paz  y  concordia 7. 


s  «e  féu  encercar  quals  terres  eren  cuvinents  als  frares  e  ais 
hòmens  qui  havien  après  diverses  lenguatges,  e  que  per  aquelles 
carreres  poguessen  anar  de  una  terra  en  altra». 

8  «e  la  santa  fe  romana  fos  preycada  en  les  terres  dels  pagans 
e  dels  infeels». 

1  Muchos  años  antes  de  que  Tuan  López  de  Segòvia  (final  s.  XV), 
Domingo  Báñez  (t  1604)  y  Gabriel  Vázquez  (t  1604)  predicaran  la 
conveniencia  u  obligación  de  recurrir  al  arbitraje  para  resolver  los 
conflictos  entre  las  naciones,  vemos  la  idea  del  arbitraje  obligatorio 
en  un  plan  de  comunidad  universal,  ordenada  en  sentido  religioso, 


47o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


6.  En  una  ocasión  sucedió  que  dos  embajadores  del  rey 
de  la  India  vinieron  al  Papa  a  suplicarle  les  diese  algunos 
estudiantes  para  aprender  su  lengua;  y  el  Papa  luego  inme- 
diatamente envió  a  llamar  al  Cardenal  de  Tu  solus  altissi- 
mus,  y  le  mandó  procurase  en  cumplir  lo  que  el  rey  de  la 
India  pedía,  pues  aquella  procuración  pertenecía  a  su  minis- 
terio ;  por  lo  cual  el  cardenal,  sin  pérdida  de  tiempo,  procuró 
dar  las  disposiciones  correspondientes  a  aquel  negocio.  Muy 
grande  era  el  bien  y  buen  ejemplo  que  se  seguía  por  el  oficio 
del  Cardenal  de  Tu  solus  altissimus.  Y  por  cuanto  el  Papa 
y  los  cardenales  contribuían  con  todo  su  poder  en  cumplir 
y  servir  sus  oficios,  pues  los  habían  aceptado  para  servir  a 
Dios,  según  8  el  orden  de  Gloria  in  excelsis  Deo,  por  esto, 
Dios  nuestro  Señor  les  concedió  su  gracia,  bendición  y  acier- 
to en  todas  sus  operaciones  y  les  hacía  agradables  a  las 
gentes. 

Finido  9  está,  por  gracia  de  Dios  nuestro  Señor,  el  Libro 
del  Apostólico  Señorío,  en  todo  lo  que  ordenó  y  obró  el  Papa 
Blanquerna  con  sus  cardenales  para  enderezar  el  mundo  y 
reducirle  a  buen  estado,  según  el  cántico  de  Gloria  in  excelsis 
Deo.  Amén. 


de  acuerdo  con  las  ideas  místicas  del  autor,  pero  también  con  un 
aspecto  político,  en  la.  novela  moral  Blanquerna. 

Subrayemos,  además,  que  el  polígrafo  mallorquín,  ya  en  el  mis- 
mo siglo  XIII,  lanza  la  idea  de  una  ideal  Sociedad  de  Naciones, 
con  representación  en  ella  de  todos  los  pueblos,  dotada  de  un  poder 
coercitivo  y  dirigida  por  un  Consejo.  Ya  dijo  el  Papa  Pío  XI  en  la 
encíclica  Nova  itwpendet  que,  gracias  a  la  Iglesia,  la  cristiandad  de 
la  edad  media  constituía  una  verdadera  Sociedad  de  Naciones  Más 
aún — añadimos  nosotros — contemplada  desde  el  punto  de  vista  re- 
ligioso y  místico  de  Ramón  Llull.  Cf.  nuestro  estudio  La  paz  y  el 
arbitraje  internacional  en  Ramón  Llull,  en  Verdad  y  Vida,  I  (1943), 
456-458. 

8  Llull  no  dice  «según...  Deo». 

9  El  texto  catalán  contiene  este  explícit :  «Fenit  és  lo  libre  de 
Gloria  in  excelsis  Deo.»  Con  razón  dice  Carreras  y  Artau  que  el 
capítulo  88,  y  también  el  80,  del  Blanquerna  constituyen  el  prece- 
dente de  la  actual  Congregación  Romana  De  Propaganda  Fide  (1.  c, 
p.  632). 


EMPIEZA  EL  LIBRO  QUINTO, 
DE    VIDA  EREMITICA 


CAPITULO  XCVI 

De  cómo  el  Papa  Blanquerna  renunció  al  pontificado 

1.  Envejeció,  finalmente,  el  Papa  Blanquerna,  y  se  le 
acordaron  los  primeros  deseos  de  vivir  vida  eremítica.  Te- 
niendo consistorio  secreto  con  los  cardenales,  les  habló  de 
esta  forma:  — fPor  la  divina  bendición,  en  buen  estado  se 
halla  al  presente  el  pontificado  y  toda  la  corte  romana,  por 
cuya  ordenación  se  sigue  gran  exaltación  de  la  fe.  Y  así,  por 
la  gracia  que  Dios  ha  repartido  en  esta  corte,  y  para  que 
Dios  mantenga  en  ella  el  buen  orden  en  que  está,  bueno  se- 
ría que  eligiésemos  un  oficial  que  fuese  procurador  de  la  cor- 
te 1,  que  hiciese  todos  los  días  especial  oración,  estándose 
de  continuo  en  vida  contemplativa  para  rogar  a  Dios  que 
mantuviese  esta  corte  en  la  buena  ordenación  en  que  se  halla, 
a  fin  que  su  honor  fuese  exaltado  con  provecho  de  esta  misma 
corte. — iCada  cual  de  los  cardenales  aprobó  la  propuesta,  y 
buscaron  entre  ellos  uno  que  fuese  santo  y  devoto  y  de  gran 
perfección,  para  que  su  oración  fuese  más  agradable  a  Dios. 

2.  Cuando  el  Papa  Blanquerna  hubo  entendido  el  pare- 
cer de  todos  los  cardenales,  hincóseles  de  rodillas,  rogándo- 
les que  consintiesen  en  que  él  renunciase  el  pontificado  y  que 
se  le  diese  el  oficio  de  emplearse  en  aquella  oración.  Levan- 
táronse 2  al  oír  esto  todos  los  cardenales,  y,  arrodillándose 
delante  del  Papa,  se  opusieron  con  grande  esfuerzo,  dicien- 
do que  no  convenía  renunciase  la  dignidad  apostólica,  y  más 
cuando  en  este  caso  peligraba  la  corte  de  no  permanecer  en 
tan  grande  y  buena  ordenación  como  era  la  en  que  se  ha- 
llaba entonces  por  la  gracia  de  Dios  y  de  la  santa  vida  del 
Pontífice.  A  que  satisfizo  éste,  diciendo  que  a  tan  grande  y 
buena  ordenación  y  perfección  habían  arribado  los  carde- 


1  El  texto  primitivo  calla  oque  fuese  procurador  de  la  corte». 

2  «tots  los  cardenals  s'agenollaren  a  l'apostoli  e  tots  li  contres 
taren  dients...» 


472 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


nales  por  los  oficios  del  Gloria  in  excelsis  Deo}  que  no  ha- 
bía peligro  se  destruyese  aquella  buena  ordenación,  y  ma- 
yormente por  el  buen  régimen  del  Papa  su  sucesor,  cuando 
fuese  elegido  según  el  arte  de  elección  con  que  fué  elegida 
en  abadesa  sor  Cana.  Tanto  tiempo  perseveró  el  Papa  Blan- 
querna  de  rodillas,  y  lloró  tanto  delante  de  los  cardenales, 
y  con  tanta  devoción  y  afección  demostraba  pedirles  esta 
gracia,  que  finalmente  obedecieron  a  sus  plegarias  y  llan- 
tos 3. 

3.  Cuando  el  Papa  Blanquerna  logró  el  ser  suelto  del 
Pontificado  y  se  vió  y  se  sintió  libre  para  retirarse  a  servir 
a  Dios  en  vida  eremítica,  es  indecible  el  gozo  y  la  alegría 
que  tuvo;  y  las  gracias  que  hizo  a  Dios  y  los  cardenales, 
ninguno  sería  bastante  para  explicarlas.  Estando,  pues,  en 
este  gozo  y  consuelo,  di  joles  estas  palabras:  — {Mucho  tiem- 
po he  deseado,  señores,  servir  y  contemplar  a  Dios  en  vida 
eremítica  para  no  tener  en  mi  corazón  sino  a  Dios  tan  sola- 
mente. Mañana,  después  de  haber  celebrado  misa,  me  con- 
viene partirme  en  busca  de  mi  ermita  y  despedirme  de  vos- 
otros, señores,  que  tendré  muy  presente  toda  mi  vida  en  mi 
memoria  en  todas  oraciones.  Y  hago  gracias  particulares  a 


3  Comentando  este  pasaje,  el  erudito  investigador  doctor  S.  Gar- 
cías dice  :  «El  mérito  que  justamente  corresponde  al  Doctor  mallor- 
quín es  el  de  haber  dado  una  solución  doctrinal  acertada,  diez  años 
antes  de  la  dimisión  del  Papa  San  Celestino  V,  y  antes,  por  consi- 
guiente, de  suscitarse  la  controversia  jurídico-teológica  a  raíz  de  la 
elección  de^  cardenal  Benito  Gaetano  para  ocupar  la  silla  de  San  Pe- 
dro. Según  el  Beato  Ramón  Llull,  el  Sumo  Pontífice  'puede  renun- 
ciar a  la  tiara.  Mas  donde  creemos  debe  cifrarse,  principalmente, 
para  la  historia  de  la  teología  católica  y  el  derecho  canónico,  a  la 
vez,  la  importancia  de  la  expresada  página  escrita  por  el  Beato  Llull, 
es  en  la  exacta  visión  de  la  validez  de  la  renuncia  pontificia,  aunque 
los  cardenales  se  nieguen  a  aceptarla.  Para  el  Beato  mallorquín,  di- 
cha validez  depende,  exclusivamente,  de  la  voluntad  del  Papa,  ya 
que  éste  puede  obligar  a  aquéllos  a  reconocer  su  dimisión.  La  parte 
que,  según  el  mismo  Beato,  compete  a  los  cardenales  en  la  renuncia 
de  la  tiara,  no  es  otra  que  su  aceptación,  sea  voluntaria  o  por  im- 
posición del  mismo  Papa.» 

Para  apreciar,  como  merece,  la  importancia  del  pasaje  luliano  hay 
que  tener  en  cuenta  que  el  Doctor  Iluminado  escribía  el  Llibre  de 
Bíanquerna  diez  años  antes  de  que  Fr.  Pedro  Juan  Olivi  compusiese 
su  tratado  De  perfectione  evangélica,  en  la  que  se  suscita  la  cuestión 
De  renuntiationc  papae;  a  lo  menos  doce  años  antes  de  que  Egidio 
Romano  escribiese  su  tratado  de  derecho  eclesiástico  con  el  título 
de  De  renuntiatione  Papae,  y,  finalmente,  unos  dieciocho  años  antes 
de  que  Juan  de  París  divulgase  su  tratado  De  potestate  regia  et  papalL 
De  todos  ellos,  Ramón  Llull  es  el  que  resuelve  la  cuestión  con  ma- 
yor acierto  y  sin  abrir  senda  alguna  a  los  errores  conciliaristas,  aun 
concediendo  que  la  doctrina  del  bienaventurado  Maestro  es  la  más 
pobre,  por  hallarse  contenida  no  en  un  tratado  de  carácter  jurídico- 
teológico  escrito  por  exigencias  históricas  de  6U  época,  sino  precisa- 
mente en  una  novela.  Cf.  S.  Garcías,  El  Beato  Ramón  Llull  y  la 
cuestión  de  la  renunciabilidad  de  la  Sede  Romana,  en  Analecta  Sa- 
cra Tarraconensia,  17  (1944),  67  ss. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


Dios  y  a  vosotros  todos  por  lo  que  me  habéis  ayudado  con 
tanta  solicitud  y  cuidado  en  mantener  y  regir  el  Pontificado 
por  tanto  tiempo. 

4.  Gran  sentimiento  tuvieron  los  cardenales  al  oír  que 
estaba  determinado  de  irse  al  desierto  para  ser  ermitaño, 
y  le  rogaron  vivamente  quisiese  estarse  en  Roma  o  en  otra 
ciudad  que  más  le  gustase,  pues  allí  podría  estar  apartado 
de  las  gentes  en  oración  y  contemplación.  Mas  el  bienaven- 
turado Blanquerna  estaba  tan  inflamado  de  la  divina  inspi- 
ración, que  no  quiso  condescender  a  sus  ruegos.  Al  otro  día, 
después  de  misa,  quiso  partirse  para  su  ermita  y  despedirse 
de  sus  compañeros. 

5.  — Señor  Blanquerna — dijéronle  los  cardenales — ,  to- 
dos nosotros  os  hemos  sido  obedientes  por  largo  tiempo,  y 
hemos  cumplido  vuestros  mandamientos.  Vos  sois  ya  muy 
viejo  y  flaco,  y  necesitáis  que  vuestra  comida  y  vuestra  ha- 
bitación sea  tal,  que  baste  a  sustentar  vuestro  cuerpo,  para 
que  mejor  podáis  trabajar  en  la  vida  espiritual  contempla- 
tiva; por  lo  que  encarecidamente  os  rogamos  os  quedéis  acá 
entre  nosotros  hasta  tanto  que  hayamos  encontrado  un  ere- 
mitorio a  propósito  para  vos  y  compuéstole  de  manera  que 
podáis  habitar  en  él  y  celebrar  divino  oficio ;  y  al  entretanto, 
nosotros,  con  vuestro  consejo,  elegiremos  Papa,  quien  os 
dará  su  gracia  y  bendición  cuando  os  partiréis  de  nosotros, 
que,  sin  duda,  quedamos  muy  tristes  y  desconsolados  de 
vuestra  partenza.  Tan  devotos  y  razonables  fueron  los  rue- 
gos de  los  cardenales,  que  obligaron  a  Blanquerna  a  con- 
descender a  sus  deseos. 

6.  Estando  así  Blanquerna  en  Roma  con  los  cardenales, 
enviaron  éstos  algunos  mensajeros  que  buscasen  por  las 
selvas  y  por  los  montes  un  puesto  a  propósito  donde  pudiese 
habitar  y  aprovecharse  en  su  devoción;  y  en  una  alta  mon- 
taña donde  había  una  iglesia  solitaria  y  eremítica,  cerca  de 
una  bella  fuente,  aparejaron  una  celda  donde  pudiese  Blan- 
querna habitar,  y  dispusieron  que  un  monasterio  que  había 
al  pie  de  la  montaña  cuidase  de  proveerlo  allí  todos  los  días 
de  cuanto  necesitase.  Al  entretanto  que  esto  se  disponía,  de 
consejo  de  Blanquerna,  eligieron  por  Papa  al  Cardenal  de 
Laudamus  te,  [a]  quien  debieron  elegir  los  cardenales  según 
se  lo  demostró  el  arte  de  elección.  Y  luego  se  tomó  para 
sí  el  oficio  de  Gloria  in  excelsis  Deo,  que  tenía  antes  Blan- 
querna siendo  Pontífice,  y  el  oficio  del  cardenal  fué  dado  a 
otro  nuevamente  elegido,  quien  entró  a  ejercer  el  empleo  e£ 
lugar  del  Cardenal  de  Laudamus  te. 


474 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  XCVII 

De  cómo  Blanquerna  se  despidió  del  Papa  y  de  los 
cardenales 

1.  Levantóse  muy  de  mañana  Blanquerna  y  celebró  pri- 
vadamente misa  del  Espíritu  Santo.  Y,  algo  después,  el  Papa 
nuevamente  electo  cantó  misa  solemne,  y  predicó  y  refirió 
todo  el  bien  y  las  sabias  ordenaciones  que  su  antecesor  Blan- 
querna había  hecho  en  la  corte,  y  cómo  por  el  fervor  y  de- 
seo de  servir  a  Dios  más  altamente  había  renunciado  el  Pon- 
tificado y  se  iba  a  hacer  penitencia  en  los  altos  montes,  de- 
terminando de  estarse  en  compañía  de  los  árboles,  de  las 
aves  y  de  las  bestias  por  toda  su  vida,  para  contemplar  al 
Soberano  Señor  Dios  de  la  gloria.  Tan  bueno  era  el  asunto 
que  tenía  el  Papa  hablando  de  Blanquerna  el  ermitaño  y  lo 
narraba  con  tanta  energía  y  devoción,  que  los  cardenales  y 
el  pueblo  romano  que  estaban  escuchando  el  sermón  no  po- 
dían contener  el  llanto,  sintiendo  todos  que  Blanquerna  les 
dejase;  y  compadeciéndose  mayormente  de  él,  porque,  sien- 
do ya  tan  anciano,  quería  atormentar  su  cansado  cuerpo  con 
la  soledad  y  vida  áspera  y  penitente. 

2.  Continuaba  aún  el  sermón  y  el  desconsuelo  y  llanto 
del  pueblo,  cuando  un  ermitaño  que  tenía  su  habitación  en 
las  montañas  de  Roma  dijo  al  Papa  estas  palabras:  ■ — Señor 
Padre  Santo,  en  la  ciudad  de  Roma  hay  muchos  ermitaños 
que  viven  en  el  recinto  de  las  murallas  de  la  ciudad,  y  acon- 
tece muchas  veces  que  algunos  de  ellos  son  tentados  y  no 
tienen  arte  para  saber  contemplar  a  Dios  y  llorar  sus  pe- 
cados. Y  habiendo  Blanquerna  instituido  muchos  oficiales 
para  ordenar  el  mundo  al  servicio  de  Dios,  vengo  yo  aquí, 
de  parte  de  todos  los  ermitaños  de  Roma,  a  rogarle  que  quie- 
ra estarse  con  nosotros  en  la  ciudad  de  Roma  y  que  sea 
nuestro  maestro  y  nuestro  visitador,  tomándose  este  oficio; 
pues  así  será  de  gran  provecho  para  nosotros  y  para  sí  y 
podrá  perseverar  y  vivir  en  la  vida  eremítica  que  tanto 
desea  1. 

3.  El  Papa  y  los  cardenales  rogaron  mucho  a  Blanquer- 
na que  se  quedase  y  tomase  el  oficio  que  decía  el  ermitaño, 
por  el  gran  bien  que  se  seguiría  de  ello,  y  aún  más  por  el 
buen  ejemplo  que  daría  al  mundo.  Mas  Blanquerna  se  ex- 
cusó diciendo  que  por  ningún  modo  se  quedaría  entre  el  bu- 
llicio de  las  gentes;  y  con  esto  se  despidió  de  todos,  y  les 


1  En  el  texto  primitivo  no  se  lee  «que  tanto  desea». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA . — C.  qS 


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pidió  perdón  por  si  en  algo  les  había  ofendido  o  hubiese  fal- 
tado y  que  rogasen  a  Dios  por  él.  Concluido  esto,  el  ermi- 
taño pidió  al  Papa  aquel  oficio  que  decía  tomase  Blanquerna, 
y  el  Papa  se  lo  otorgó  y  concedió  con  su  gracia  y  bendición. 

4.  Humildes  2  y  groseros  vestidos  tomó  Blanquerna,  se- 
gún convenía  a  la  vida  eremítica  que  emprendía,  y  hacién- 
doles en  la  frente  la  señal  de  la  cruz,  por  la  cual  se  nos  pre- 
senta nuestra  redención,  besó  los  pies  y  la  mano  del  Papa, 
y  con  lágrimas  le  pidió  su  gracia  y  bendición,  encomendán- 
dose de  corazón  a  Dios.  Y  el  Papa  le  dió  su  bendición,  y 
llorando  le  dió  un  ósculo  en  la  boca,  y  lo  mismo  ejecutaron 
los  demás  cardenales.  Mandó  el  Papa  a  dos  de  ellos  le  acom- 
pañasen hasta  la  ermita  donde  había  de  habitar,  y  que,  si 
hubiera  algo  que  necesitase  de  componer,  que  lo  mandase 
hacer  luego.  Los  dos  cardenales,  y  todo  el  pueblo  de  Roma 
con  ellos,  acompañáronle  hasta  fuera  de  la  ciudad.  Y  allí 
Blanquerna  rogó  mucho  a  los  cardenales  que  se  retirasen, 
pues  bastante  le  habían  acompañado;  mas  no  quisieron  los 
cardenales  volverse,  antes  bien  fueron  juntos  con  él  hasta 
la  celda  que  se  le  había  prevenido  para  su  ermita. 

5.  Había  allí  una  bella  fuente,  y  una  iglesia  antigua,  y 
una  celda  muy  decente,  que  ::  había  hecho  fabricar  el  Papa 
para  Blanquerna.  Y,  a  cosa  de  una  milla  distante  de  la 
iglesia,  había  también  hecho  fabricar  una  casa  para  habita- 
ción de  un  hombre  que  sirviese  a  Blanquerna  y  le  aparejase 
la  comida,  para  que,  sin  estorbo  en  ello,  pudiese  mejor  es- 
tarse en  contemplación.  Aquel  hombre  era  un  diácono  muy 
amado  de  Blanquerna,  quien  no  quiso  dejarle,  antes  quiso 
estar  en  su  compañía  para  ayudarle  cada  día  en  oficio  divi- 
no. Cuando  Blanquerna  estuvo  en  su  eremitorio  y  estuvo 
compuesto  todo  lo  preciso  y  necesario  para  un  ermitaño, 
los  cardenales,  llorando,  se  despidieron  de  Blanquerna  con 
recíprocas  demostraciones  de  cordial  y  sincero  amor,  y,  en- 
comendándose a  sus  oraciones,  se  volvieron  a  Roma. 


CAPITULO  XCVIII 

De  la  vida  que  Blanquerna  hacía  en  su  ermita 

1.  Estando  Blanquerna  en  su  eremitorio,  levantábase  a 
medianoche  y  abría  las  ventanas  de  su  celda  para  ver  el  cielo 
y  las  estrellas,  y  empezaba  a  orar  con  la  mayor  devoción 

-  «Blanquerna  pres  humils  vestiments  de  vida  ermitana,  e  féu-se 
lo  senyal  per  lo  qual  és  ignificada  nostra  redemçó,  e  besà  los  peus 
e  les  mans  a  l'apostoli,  e  plorosament  lo  comanà  a  Déu.» 

*  Está  de  más  «que...  Blanquerna». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


posible,  a  fin  que  su  alma  estuviese  toda  en  Dios  y  sus  ojos 
en  lágrimas  y  llantos.  Después  de  haberse  ocupado  hasta 
maitines  en  contemplar  y  llorar  copiosamente,  entrábase  en 
la  iglesia  a  tocar  maitines,  y  luego  venía  su  diácono  y  le 
ayudaba  a  rezarlas,  y  al  romper  el  alba  celebraba  devotamen- 
te misa  y  después  decía  algunas  devotas  palabras  al  diácono, 
a  fin  de  enamorarle  de  Dios ;  y  estando  así  hablando  de  Dios 
y  de  sus  obras,  lloraban  juntos,  por  la  gran  devoción  que 
sentían  en  estos  espirituales  coloquios.  Entrábase,  pues,  el 
diácono  en  el  jardín,  y  se  ocupaba  en  cultivar  los  árboles  \ 
y  Blanquerna  salía  de  la  iglesia  para  recrear  su  alma  de  las 
fatigas  que  había  sostenido  en  su  persona,  y  esparcía  su 
vista  por  los  montes  y  por  los  llanos  a  fin  de  tomarse  algún 
recreo. 

2.  Luego  que  Blanquerna  se  sentía  recreado,  entraba  en 
oración  y  contemplación,  o  leía  la  Sagrada  Escritura  y  el 
gran  2  Libro  de  contemplación  hasta  la  hora  de  tercia,  y 
después,  rezaba  tercia,  sexta  y  nona.  Y  concluidas  estas 
horas,  íbase  el  diácono  a  guisar  algunas  hierbas  o  legumbres 
para  la  comida  de  Blanquerna,  quien  al  entretanto  entraba 
en  el  jardín  y  cultivaba  algunas  hierbas  para  evitar  el  ocio 
y  conservar  con  el  ejercicio  la  salud.  Entre  mediodía  y  hora 
de  nona  comía,  y  después  de  haber  comido,  se  Volvía  solo 
a  la  iglesia,  y  allí  hacía  gracias  a  Dios.  Concluida  la  ora- 
ción, empleaba  una  hora  en  el  recreo  o  en  el  jardín  o  en  la 
fuente,  paseándose  por  aquellos  parajes  donde  mejor  se  ale- 
grase su  alma,  y,  después,  dormía  para  poder  más  fácil- 
mente soportar  las  fatigas  de  la  noche.  Después  de  haber 
dormido,  lavábase  las  manos  y  la  cara,  y  se  estaba  así  hasta 
que  tocaba  vísperas,  y  luego  acudía  al  diácono;  y  después  de 
haber  dicho  las  vísperas  decían  las  completas,  y  el  diácono 
volvía  a  su  celda,  y  Blanquerna  se  quedaba  solo,  pensando 
y  considerando  aquellas  cosas  que  más  le  agradaban  y  le 
parecían  más  a  proposito  para  disponerse  a  entrar  en 
oración. 

3.  Después  de  puesto  el  sol,  subía  Blanquerna  sobre  ei 
terrado  de  su  celda,  y  allí,  hasta  la  primera  hora  del  sueño, 
estábase  en  oración  mirando  con  sus  ojos  llorosos  el  cielo  y 
las  estrellas  y  con  el  devoto  corazón  considerando  los  honores 
y  grandezas  de  Dios  y  las  faltas  que  contra  él  cometen  los 
hombres  de  esté  mundo.  Con  tanta  afección  y  tan  gran  fer- 
vor estaba  Blanquerna  contemplando  desde  puesto  el  sol 
hasta  la  hora  del  primer  sueño,  que  cuando  estaba  echado 
para  dormir  le  parecía  estar  tratando  con  Dios  en  aquel 
punto,  según  antes  había  sido  el  de  su  meditación  y  oración. 


1  «e  laborava  en  alcunes  roses». 

-  «e  en  lo  Llibre  de  contemplació»,  dice  simplemente  el  autor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


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4.  Este  modo  de  vida  tan  feliz  logró  Blanquerna  hasta 
que  las  gentes  de  aquella  comarca  empezaron  a  tener  par- 
ticular devoción  en  visitar  el  altar  de  la  Santísima  Trinidad 
que  había  en  aquella  iglesia,  por  lo  que  concurría  mucha 
gente  a  hacer  allí  sus  vigilias,  estándose  las  noches  en  ora- 
ción, y  estorbaban  la  contemplación  y  oración  de  Blanquer- 
na, quien  no  osaba  decir  ni  prohibirles  que  viniesen,  por  no 
dar  motivo  que  la  gente  perdiese  la  devoción  que  tenía  en 
visitar  aquella  iglesia;  por  cuyo  motivo  mudó  su  celda  en 
otro  puche  distante  una  milla  de  la  iglesia  y  de  la  casa  que 
habitaba  su  diácono,  y  allí  dormía  y  estaba  Blanquerna,  ex- 
cusándose de  ir  a  la  iglesia  mientras  había  concurso,  sin 
permitir  que  ningún  hombre  ni  mujer  alguna  entrase  en  * 
aquella  celda  que  antes  habitaba  y  había  dejado  después. 

5.  Así  vivía  y  estaba  el  ermitaño  Blanquerna,  conside- 
rando que  jamás  había  gozado  vida  tan  alegre  y  gustosa, 
ni  había  logrado  nunca  tan  buena  disposición  para  exaltar 
su  alma  en  contemplar  a  Dios,  quien  por  su  santa  vida  ben- 
decía y  enderezaba  a  todos  los  que  tenían  devoción  en  fre- 
cuentar aquella  santa  iglesia;  y  el  Papa  y  los  cardenales, 
como  también  todos  sus  oficiales,  mejor  se  conservaban  en 
su  estado  y  en  la  gracia  de  Dios  por  la  santa  vida  y  oracio- 
nes de  Blanquerna. 


CAPÍTULO  XCIX 

de  la  manera  como  blanquerna  ermitaño  compuso  el 
"Libro  del  Amigo  y  del  Amado" 

1.  Aconteció  un  día  que  el  ermitaño  que  había  en  Roma, 
según  llevamos  dicho,  anduvo  a  visitar  los  ermitaños  y  reli- 
giosos que  vivían  retirados  en  los  montes  dentro  de  Roma, 
y  halló  que  en  algunas  cosas  tenían  muchas  tentaciones, 
porque  no  sabían  portarse  de  la  manera  que  más  convenía 
a  su  modo  de  vida;  por  lo  cual  pensó  ir  al  ermitaño  Blan- 
querna a  rogarle  hiciese  un  libro  que  tratase  de  la  vida  ere- 
mítica, para  que  los  otros  ermitaños  se  enseñasen  con  este 
libro  a  saber  estar  en  contemplación  y  devoción.  Estaba 
Blanquerna  en  oración  un  día,  cuando  aquel  ermitaño  vino 
a  su  celda  y  le  rogó  por  caridad  le  compusiese  y  arreglase 
aquel  libro.  Mucho  discurrió  Blanquerna  sobre  la  materia 
y  el  método  que  elegiría  para  esta  obra. 


3  El  texto  catalán  dice  simplemente  «en  aquella  cella  on  ell  s'era 
müdat  de  estar». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


2.  Y  mientras  lo  estaba  discurriendo,  le  vino  en  volun- 
tad de  entregarse  con  mayor  esfuerzo  a  la  oración  y  contem- 
plación, para  que  en  ella  Dios  le  enseñase  la  materia  de  que 
había  de  componer  el  libro  y  método  que  había  de  observar 
en  él.  Y  continuando  así  en  sus  lágrimas  y  oración,  Dios  fué 
servido  de  exaltar  a  la  suprema  elevación  de  sus  fuerzas  su 
alma,  que  le  contemplaba,  y  sintióse  Blanquerna  fuera  de 
si  por  el  gran  fervor  y  devoción  en  que  estaba;  y  de  aquí 
pensó  en  que  la  fuerza  de  amor  no  sigue  método  ni  modo 
cuando  el  amigo  ama  fuertemente  al  amado.  Por  lo  que  le 
vino  en  voluntad  de  hacer  un  Libro  del  Amigo  y  del  Amado, 
entendiendo  por  amigo  cualquier  fiel  y  devoto  cristiano,  y 
por  el  amado,  a  Dios  nuestro  Señor. 

3.  Mientras  Blanquerna  estaba  en  esta  consideración, 
se  acordó  de  que,  en  cierta  ocasión,  siendo  él  Papa,  le  refirió 
un  moro  que  1  entre  ellos  había  algunas  personas  religiosas, 
los  cuales  son  muy  respetados  y  estimados  sobre  los  demás, 
y  se  llaman  sofíes  o  morabutos,  que  suelen  decir  algunas 
parábolas  de  amor  y  breves  sentencias  que  influyen  al  hom- 
bre gran  devoción  y  necesitan  de  exposición,  y  por  la  exposi- 
ción sube  el  entendimiento  más  alto  en  su  contemplación, 
por  cuya  elevación  asciende  la  voluntad  y  multiplica  más 
la  devoción.  Después  de  haber  considerado  todo  eso,  resolvió 
Blanquerna  componer  el  libro  según  el  dicho  método,  y  dijo 
al  ermitaño  se  volviese  a  Roma,  que  en  breve  le  enviaría 
por  su  diácono  el  Libro  del  Amigo  y  deí  Amado,  con  el  cual 
podría  multiplicar  el  fervor  y  la  devoción  en  los  ermitaños, 
que  deseaba  enamorar  de  Dios  nuestro  Señor. 


1  «los  sarraïns  han  alcuns  hòmens  religioses,  enfre  los  altres 
e  aquells  qui  són  més  preats  enfre  ells  són  unes  gents  qui  han  nom 
sufies». 


DEL  LIBRO  DEL  AMIGO  Y  DEL  AMADO 


Del  prólogo 

1.  Poníase  en  oración  Blanquerna  y  consideraba  la  ma- 
nera con  que  contemplaba  en  Dios  y  sus  virtudes,  y  salien- 
do de  este  ejercicio,  escribía  lo  que  había  contemplado.  Esto 
hacía  todos  los  días,  y  mudaba  y  variaba  en  la  oración  nue- 
vas y  diversas  razones  para  componer  el  Libro  del  Amigo  y 
del  Amado  de  distintas  materias  y  diversos  modos  1,  para 
que  pudiese  el  alma  en  poco  tiempo  discurrir  de  muchas  ma- 
neras. Comenzó  Blanquerna  con  la  bendición  de  Dios  su 2 


1  «per  tal  que  de  diverses  maneres  e  de  moltes  componès  lo 
Llibre  de  Amic  e  Amat,  e  que  aquelles  maneres  fossen  breus  e  que 
en  breu  temps  la  anima  ne  pogués  moltes  decòrrer.  E  en  la  bene- 
dicció de  Déu,  Blanquerna  començà  lo  libre,  lo  qual  departí  en  ay- 
tants  verses  com  ha  dies  en  l'any  ;  e  cascú  vers  basta  a  tot  un  dia 
•a  contemplar  Déu,  segons  la  Art" del  Llibre  de  contemplació». 

-  No  es  improbable,  ni  esta  hipótesis  fué  descartada  por  eximios 
lulistas,  como  M.  Obrador  y  Mn.  Galmés,  que  el  poema  en  prosa 
Llibre  de  Amic  e  Amat  formara  primitivamente  un  libro  aparte,  que 
después  el  autor,  per  un  anacronisme  de  romançador,  como  dice 
Mn.  Galmés,  le  incluyera  en  el  Blanquerna  juntamente  con  el  Art  de 
contemplació,  que  viene  a  ser  como  su  complemento. 

De  hecho,  en  el  más  antiguo  catálogo  de  obras  lulianas,  formado 
ya  en  vida  del  autor,  se  pone  por  separado  el  Libcr  Brac¡ucr)iae  y  el 
Libcr  Amici  et  Amati,  y,  como  reconociendo  su  carácter  indepen- 
diente, el  autor  regalaba  a  Pedro  Gradenigo,  dux  de  Venècia,  una 
versión  latina  de  este  mismo  libro,  exornada  con  un  autógrafo,  hoy 
en  la  Biblioteca  Marciana,  de  Venècia  (Llibre  d'Amic  e  Amat  [Palma 
de  Mallorca,  1904],  14,  y  Llibre  d'Amic  e  Amat  [Barcelona,  1927], 
S-g).  Sin  embargo,  en  su  Dinamisme  de  Ramon  Llull  (Mallorca,  1935, 
p.  19),  Mu.  Galmés  excluye  dicha  suposición. 

La  numeración  y  división  de  los  versículos  en  el  Llibre  d'Amic 
c  Amat  es  muy  diversa  en  los  distintos  manuscritos  y  códices.  Aquí 
nos  separamos  de  la  traducción  de  1749 — reproducida  por  E.  Oveiero 
en  1929 — ,  que  es  la  que  hemos  seguido  constantemente,  pues  admi- 
te muchos  versículos  que  la  crítica  textual  moderna  ha  rechazado 
por  espúreos.  Adoptamos,  pues,,  el  orden  de  los  versículos  de  la  edi- 
ción crítica  catalana  de  S.  Galmés  y  M.  Ferrà  (ORL,  IX,  379-431), 
echando  siempre  mano  de  la  traducción  de  1749,  fuera  de  aquellos 
versículos  que  faltan  en  aquella  versión  castellana,  y  que  nosotros 
traducimos  directamente  ;  son  los  marcados  con  un  asterisco.  A  con- 


48o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


Libro  de  contemplación,  que  se  sigue  inmediatamente  des- 
pués de  este  Libro  del  Amigo  y  del  Amado. 

1.  Preguntó  el  Amor  3  a  su  Amado  si  había  quedado  en 
él  alguna  cosa  que  amar.  Respondióle  el  Amado  que  aquello 
por  lo  cual  el  amor  del  Amigo  podía  multiplicar  se  restaba 
aún  por  amar. 

2.  Las  sendas  por  donde  el  Amigo  busca  a  su  Amado 
largas  son  y  peligrosas,  llenas  de  consideraciones,  suspiros 
y  llantos  e  iluminadas  de  amores. 

3.  Juntáronse  muchos  amadores  para  amar  a  un  Ama- 
do, quien  les  abundaba  a  todos  de  amores.  Y  cada  uno  de 
ellos  tenía  por  joya  y  caudal  a  su  Amado,  de  quien  concebía 
agradables  pensamientos,  por  los  cuales  sentía  gustosas 
tribulaciones. 

4.  Lloraba  el  Amigo  y  decía:  — ¿Cuándo  llegará  el  tiem- 
po en  que  cesarán  en  el  mundo  las  tinieblas  y  4  los  caminos 
del  infierno,  para  que  cesen  las  carreras  infernales  ?  Y  ¿  cuán- 
do llegará  la  hora  en  que  la  agua,  que  acostumbra  correr 
hacia  abajo,  tomará  la  inclinación  y  naturaleza  de  subir  ha- 
cia arriba?  Y  ¿cuándo  serán  más  los  inocentes  que  los  cul- 
pables? 

5.  — '¡AJh!,  ¿cuándo  se  gloriará  el  Amigo  de  morir  por 
su  Amado?  Y  ¿cuándo  verá  el  Amado  a  su  Amigo  enfermar 
por  su  Amor? 

6.  El  Amigo  dijo  a  su  Amado :  — Tú  que  llenas  al  sol  de 
resplandor,  llena  mi  corazón  de  amor. — Respondióle  el  Ama- 
do: — A  no  estar  tú  lleno  de  amor,  no  derramarían  lágrimas 
tus  ojos,  ni  tú  habrías  venido  a  este  lugar  para  ver  a  tu 
Amado  5  [5] . 

7.  Tentó  el  Amado  a  su  Amigo  para  ver  si  le  amaba  per- 
fectamente, y  le  preguntó  de  dónde  nacía  la  diferencia  que 
hay  entre  la  presencia  a  la  ausencia  del  Amado.  Respondió 
el  Amigo  que  de  la  ignorancia  y  del  olvido,  del  conocimiento 
y  del  recuerdo  [6]. 

8.  Preguntó  el  Amado  a  su  Amigo:  — ¿Te  acuerdas  de 
cosa  alguna  que  yo  te  haya  remunerado,  para  que  tú  quieras 
amarme?  — Sí — respondió  el  Amigo — ,  pues  entre  los  traba- 
jos y  placeres  que  me  das  no  hago  diferencia  [7]. 


tinuación  de  cada  versículo  ponemos  entre  corchetes  el  número' co- 
rrespondiente a  la  edición  castellana  de  Aguilar,  1944,  por  ser  ésta 
más  divulgada  y  conocida  que  la  de  Ovejero.  Finalmente,  los  ver- 
sículos castellanos  de  la  edición  de  1749  y  1929  que  Galmés  y  Ferrá 
tienen  por  apócrifos  los  damos  en  el  primer  apéndice  de  BÍanquer- 
na,  p.  580. 

3  «Demanà  l'amic.» 

4  El  original  calla  «y  los  caminos  del  infierno». 

5  «Ton  amador»  según  el  texto  primitivo. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99 


481 


9.  — Dime,  Amigo — preguntó  el  Amado — :  ¿tendrás  pa- 
ciencia si  te  doblo  tus  dolencias?  — Sí — respondió  el  Amigo — , 
con  tal  que  dobles  mis  amores  [8]. 

10.  Preguntó  el  Amado  al  Amigo:  — ¿Sabes  aún  lo  que 
es  amor? — Respondió  el  Amigo:  — Si  no  supiere  qué  es  amor, 
sabría  qué  cosa  es  trabajo,  tristeza  y  dolor  [9]. 

11.  Preguntaron  al  Amigo:  — ¿Por  qué  no  respondes 
a  tu  Amado,  que  te  llama? — Respondió  el  Amigo:  — Ya  me 
ofrezco  a  padecer  grandes  peligros  por  que  él  venga,  y  le 
hablo  ya  deseando  sus  honras  [10]. 

12.  — Amigo  insensato :  ¿  por  qué  acabas  tu  cuerpo,  gas- 
tas 6  tu  dinero,  y  dejas  las  delicias  de  este  mundo,  y  andas 
despreciado  de  las  gentes? — Respondió  el  Amigo:  — Para 
honrar  los  honores  de  mi  Amado,  el  cual  es  desamado  y  des- 
honrado por  más  hombres  que  amado  y  honrado  [11], 

13.  — Dime,  fatuo  por  amor :  ¿  cuál  cosa  es  más  visible : 
el  Amado  o  el  Amigo,  o  el  Amigo  en  el  Amado? — Respondió 
el  Amigo  y  dijo  que  el  Amado  es  visto  por  amores,  y  el 
Amigo  por  suspiros,  llantos,  trabajos  y  dolores  [12]. 

14.  Buscaba 7  el  Amigo  quien  dijese  a  su  Amado  que  él 
por  su  Amado  padecía  grandes  trabajos,  y  moría;  y  encon- 
tró a  su  Amado  leyendo  en  un  libro,  en  donde  estaban  escri- 
tas todas  las  enfermedades  que  el  Amor  le  daba  por  su 
Amado,  y  todos  los  agradecimientos  que  de  ello  había  el 
Amado  [13]. 

15.  La  Reina  del  cielo  presentó  su  Hijo  al  Amigo  para 
que  le  besase  el  pie,  y  que  escribiese  en  su  libro  las  virtudes 
de  la  madre  de  su  Amado  [14]. 

16.  — Pajarillo  que  cantas,  dime :  ¿  te  pusiste  al  resguar- 
do de  tu  Amado,  para  que  te  defienda  de  desamor  y  que  mul- 
tiplique en  ti  el  amor? — Respondió  el  pájaro:  — ¿Y  quién  me 
hace  cantar  sino  sólo  el  Señor  de  amor,  quien  tiene  el  des- 
amor a  deshonor?  [15]. 

17.  Entre  temor  y  esperanza  hizo  el  Amor  su  hospicio, 
en  donde  vive  por  pensamientos  y  muere  por  olvido,  cuyos 
fundamentos  distan  mucho  de  los  deleites  y  placeres  de  este 
mundo  [16]. 

18.  Cuestión  hubo  entre  los  ojos  y  la  memoria  del  Ami- 
go, porque  los  ojos  decían  que  más  valía  ver  al  Amado  que 
rememorarle,  y  la  memoria  decía  que  por  la  recordación  su- 
ben las  lágrimas  a  los  ojos,  y  el  corazón  se  inflama  en 
amor  [17], 

19.  El  Amigo  preguntó  al  entendimiento  y  a  la  volun- 
tad cuál  de  los  dos  era  más  cercano  de  su  Amado.  Y  corrie- 


0  Vensículo  truncado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 
>-  Versículo  truncado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 

16 


482 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


ron  los  dos,  y  el  entendimiento  llegó  mucho  más  presto  a  su 
Amado  que  no  la  voluntad  [18]. 

20.  Contienda  hubo  entre  el  Amigo  y  el  Amado;  y  lo 
vió  otro  amigo,  el  cual  lloró  tan  largo  tiempo,  hasta  que 
se  hizo  la  paz  entre  el  Amado  y  el  Amigo  [19]. 

21.  Los  suspiros  y  los  llantos  vinieron  al  tribunal  del 
Amado,  y  preguntáronle  por  quién  de  los  dos  se  sentía  más 
fuertemente  amado.  El  Amado  sentenció  que  los  suspiros 
están  más  cerca  al  amor,  y  los  llantos,  a  los  ojos  [20]. 

22.  Vino  el  Amigo  a  beber  en  la  fuente  en  donde  quien 
no  ama,  bebiendo,  se  enamora,  y  después  de  haber  bebido,  se 
le  doblaron  sus  langores.  Y  vino  el  Amado  a  beber  en  la 
misma  fuente  para  redoblar  a  su  Amigo  sus  amores,  en  los 
cuales  le  doblase  sus  langores  [21]. 

23.  Enfermó  el  Amigo,  y8  estaba  en  éxtasis  y  exceso 
de  pensamientos.  El  Amado  le  cuidaba:  de  mérito  le  alimen- 
taba, de  amor  le  abrevaba,  en  la  paciencia  le  recostaba,  de 
humildad  le  vestía  y  con  verdad  le  curaba  [22]. 

24.  Preguntaron  al  Amigo  en  dónde  era  su  Amado. 
Quien  respondió  diciendo:  — Vedle  ahí  en  una  casa  más 
noble  que  todas  las  demás  noblezas  creadas,  y  vedle  ahí  en 
mis  amores,  en  mis  langores  y  en  mis  llantos  [23]. 

25.  Preguntaron  al  Amigo :  — ¿  Adonde  vas  ? — Y  respon- 
dió: — Vengo  de  mi  Amado.  — ¿De  dónde  vienes?  — Voy  a 
mi  Amado.  — ¿Cuándo  volverás?  — Me  estaré  con  mi  Ama- 
do. — ¿Qué  tiempo  estarás  con  tu  Amado?  — Todo  el  tiempo 
que  serán  en  él  mis  pensamientos  [24]. 

26.  Cantaban  los  pájaros  la  alba,  y  despertóse  el  Ami- 
go, que  es  alba;  y  los  pájaros  acabaron  su  canto,  y  el  Amigo 
murió  en  la  alba  por  su  Amado  [25]. 

27.  Cantaba  el  pájaro  en  el  vergel  del  Amado.  Vino  el 
Amigo  y  dijo  al  pájaro:  — Si  no  nos  entendemos  por  la 
habla,  entendámonos  por  amor,  porque  en  tu  canto  se  re- 
presenta a  mis  ojos  mi  Amado  [26]. 

28.  Tuvo  sueño  el  Amigo,  quien  había  trabajado  mucho 
en  buscar  a  su  Amado,  y  temió  que  no  se  le  olvidase  su 
Amado;  lloró  para  no  dormirse  y  para  que  no  se  le  olvidase 
su  Amado  [27]. 

29.  Encontráronse  el  Amigo  y  el  Amado,  y  dijo  el  Ama- 
do al  Amigo:  — No  hay  necesidad  de  que  me  hables;  mas 
hazme  señas  con  tus  ojos,  que  son  palabras  a  mi  corazón, 
que  te  dé  lo  que  me  pides  [28]. 

30.  Desobedeció  el  Amigo  a  su  Amado,  y  lloró  el  Ami- 
go, y  el  Amado  vino  a  morir  con  el  vestido  de  su  Amigo, 


8  Según  el  Original  :  «...  y  pensaba  en  el  Amado  :  de  méritos  lo 
alimentaba.» 


LIRRO  DE  EVAST  Y  BLANOUERNA . — C.  99  4»3 


-para  que  el  Amigo  recobrase  lo  que  había  perdido,  y  dióle 
mayor  don  que  el  que  había  perdido  [29]. 

31.  Prendaba  el  Amado  a  su  Amigo,  y  no  le  dolía  su 
desfallecimiento  para  que  fuese  de  él  más  fuertemente  ama- 
do, y  en  el  mayor  desfallecimiento  encontró"'  el  Amigo  ma- 
yor gozo  y  recreo  [301]. 

32.  Dijo  el  Amigo:  — Los  secretos  de  mi  Amado  me 
atormentan  cuando  10  mis  obras  no  los  revelan,  y  porque 
mi  boca  los  tiene  secretos  y  no  los  revela  a  las  gentes  [31]. 

33.  Las  condiciones  del  amor  son:  que  el  Amigo  sea 
sufrido,  paciente,  humilde,  temeroso,  solícito,  confiado  y  que 
se  arriesgue  a  grandes  peligros  para  honrar  a  su  Amado. 
Y  las  condiciones  del  Amado  son:  que  es  verdadero,  libe- 
ral, piadoso  y  justo  para  con  su  Amigo  [32]. 

34.  Buscaba  el  Amigo  devoción  en  los  montes  y  en  los 
llanos  para  ver  si  su  Amado  era  servido,  y  en  todos  estos 
lugares  halló  falta;  y,  por  esto,  cavó  en  tierra  por  ver  si  en 
el  fondo  encontraría  cumplimiento,  puesto  que  sobre  la  haz 
de  la  tierra  había  falta  de  devoción  [33]. 

35.  — Dime,  pájaro  que  cantas  de  amor:  ¿por  qué  mi 
Amado  me  atormenta  con  amor,  puesto  que  me  ha  recibido 
para  servidor  suyo? — Respondió  el  pájaro:  — Si  por  amor 
no  padecías  trabajos,  ¿con  qué  amarías  a  tu  Amado?  [34]. 

36.  Pensativo  iba  el  Amigo  por  las  sendas  de  su  Amado, 
y  resbaló  y  cayó  entre  espinas,  las  cuales  le  parecieron  rosas 
y  flores  y  que  fuesen  cama  de  amores  [35]. 

37.  Preguntaron  al  Amigo  si  cambiaría  a  su  Amado  por 
otro  alguno.  Y  respondió  diciendo:  — ¿Cuál  otro  es  mejor 
ni  más  noble  que  el  Soberano  Bien,  eterno  e  infinito  en  gran- 
deza, poder,  sabiduría,  amor  y  perfección?  [36]. 

38.  Lloraba  y  cantaba  el  Amigo  cánticos  de  su  Amado, 
y  decía  que  más  pronta  y  más  viva  cosa  es  el  amor  en  el 
corazón  del  amante  que  el  relámpago  en  el  resplandor,  ni  el 
trueno  en  el  oír;  y  más  viva  cosa  es  la  agua  en  los  llantos 
que  11  el  viento  en  la  fluctuación  del  mar;  y  que  más  cercano 
es  el  suspiro  al  Amado  que  el  candor  a  la  nieve  [37]. 

39.  Preguntaron  al  Amigo  por  qué  su  Amado  era  glo- 
rioso, y  respondió:  -  Porque  es  gloria — .  Dijéronle:  — ¿Por 
qué  es  poderoso?  -Porque  es  poder.  — Y  ¿por  qué  es  sa- 
bio? — Porque  es  sabiduría.  — Y  ¿por  qué  es  amable?  — 'Por- 
que es  Ajnor  [38]. 

40.  Madrugó  el  Amigo,  e  iba  buscando  a  su  Amado, 
y  encontró  gente  que  iba  por  los  caminos,  y  les  preguntó 
si  habían  visto  a  su  Amado.  Y  respondiéronle  diciendo: 
—•¿Cuándo  fué  la  hora  en  que  tu  Amado  estuvo  ausente  de 

•  «atrob  l'amic  plaer  e  reveniment»,  dice  el  texto  primitivo. 

Versículo  alterado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 
11  «que  en  ondes  de  mar»,  escribe  Ramón  Llull. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tus  mentales  ojos  ? — Respondió  el  Amigo :  — Después  que  yo 
vi  a  mi  Amado  en  mis  pensamientos,  nunca  jamás  estuvo 
ausente  de  mis  ojos  corporales,  porque  todas  las  cosas  visi- 
bles me  representan  a  mi  Amado  [39]. 

41.  Con  ojos  de  pensamientos,  langores,  suspiros  y  llan- 
tos miraba  el  Amigo  a  su  Amado;  y  con  ojos  de  justicia, 
gracia,  piedad,  misericordia  y  liberalidad  remiraba  el  Amado 
a  su  Amigo.  Y  un  pájaro  cantaba  el  sobredicho  placentero 
aspecto  [40]. 

42.  Las  llaves  de  las  puertas  de  amor  son  sobredoradas 
de  consideraciones,  deseos,  suspiros  y  llantos;  y  el  cordón 
de  ellas  es  de  conciencia,  contrición,  devoción  y  satisfacción 
por  obra 12 ;  y  el  portero  es  justicia,  misericordia  y  pie- 
dad13  [41]. 

43.  Llamaba  el  Amigo  a  las  puertas  de  su  Amado  con 
aldabadas  de  amor 14,  y  el  Amado  oía  los  toques  del  Amigo 
con  humildad,  piedad,  paciencia  y  caridad.  Abriéronsè  las 
puertas  de  la  Divinidad  y  de  la  Humanidad,  y  entró  el  Ami- 
go a  ver  a  su  Amado  [42]. 

44.  Propio  y  común  se  encontraron,  y  entre  sí  se  mez- 
claron para  que  hubiese  benevolencia  y  amistad  entre  el 
Amigo  y  el  Amado  [43]. 

45.  Dos  son  los  fuegos  que  calientan  el  amor  del  Amigo : 
el  uno  es  de  deseos,  placeres  y  pensamientos ;  el  otro  se  com- 
pone de  temor  y  desmayos,  lágrimas  y  llantos  [44]. 

46.  Deseaba  soledad  el  Almigo,  y  fuése  a  vivir  solo  para 
lograr  la  compañía  de  su  Amado,  sin  el  cual  se  halla  solitario 
entre  las  gentes  [45]. 

47.  Solo  estaba  el  Amigo  a  la  sombra  de  un  bello  árbol. 
Y  pasando  varios  hombres  por  aquel  paraje,  le  preguntaron 
por  qué  estaba  solo.  Respondióles  el  Amigo:  — Ahora  estoy 
solo  que  os  he  visto  y  oído;  pues  antes  tenía  la  compañía 
de  mi  Amado  [46]. 

48.  Con  señas  de  amor  se  hablaban  el  Amigo  y  el  Ama- 
do; y  con  temor,  pensamientos,  lágrimas  y  llantos  refería  el 
Amigo  a  su  Amado  las  angustias  de  su  corazón  [47]. 

49.  Dudó  el  Amigo  si  su  Amado  le  faltaría  en  sus  ma- 
yores necesidades,  y  el  Amado  desenamoró  al  Amigo.  Mas 
el  Amigo  tuvo  contrición  y  penitencia  en  su  corazón,  y  el 
Amado  restituyó  al  corazón  del  Amigo  la  esperanza  y  la 
caridad,  y  a  sus  ojos,  lágrimas  y  llantos,  para  que  volviese 
en  el  Amigo  el  amor  [48]. 

50.  La  misma  proporción  tiene  la  cercanía  entre  el  Ami- 
go y  el  Amado  que  la  distancia,  porque  como  mezcla  de  vino 
y  agua  se  mezclan  los  amores  del  Amigo  y  del  Amado,  y 

a  En  el  original  leemos  simplemente  «satisfacción». 

13  Falta  en  el  texto  primitivo  «y  piedaót». 

14  «amb  colp  d 'amor  e  esperança». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99 


485 


como  claridad  y  resplandor  se  eslabonan  sus  amores,  y  como 
esencia  y  ser  se  acercan  y  se  convienen  [49]: 

51.  Dijo  el  Amigo  a  su  Amado:  — En  ti  está  mi  salud 
y  mi  dolencia;  cuanto  más  perfectamente  me  sanas,  crece 
más  mi  langor,  y  cuanto  más  me  enfermas,  más  salud  me 
das  [50]. — Suspiraba  15  el  Amigo  y  decía:  — ¡Oh  y  qué  cosa 
es  mi  amor! — Respondió  el  Amado:  — Tu  amor  es  sello1'' 
que  imprime  y  sella  amor  cuando  manifiestas  a  las  gentes 
mis  honores. 

52.  Veíase  el  Amigo  apresar  y  atar,  herir  y  matar  por 
amor  de  su  Amado.  Y  los  que  le  atormentaban  preguntában- 
le: — (¿Adonde  está  tu  Amado? — 'Respondióles  el  Amigo: 

-Helo  aquí  en  la  multiplicación  de  mis  amores  y  en  la  tole- 
rancia que  me  da  en  mis  tormentos. 

53.  Dijo  el  Amigo  a  su  Amado:  — \Yo  jamás  me  excusé 
ni  me  aparté  de  amarte  desde  que  te  conocí,  pues  por  ti,  en 
ti  y  contigo  estuve  dondequiera  que  me  hallase. — Respondió 
el  Amado:  — Ni  yo,  desde  que  tú  me  conociste  y  amaste,  te 
he  olvidado,  ni  jamás  te  engañé  ni  te  he  faltado. 

54.  Iba  el  Amigo  como  un  loco  por  cierta  ciudad,  can- 
tando de  su  Amado,  y  preguntóle  la  gente  si  había  perdido 
el  seso.  Respondió  que  su  Amado  le  había  robado  su  voluntad 
y  que  él  le  había  entregado  su  entendimiento,  y  por  esto  le 
había  quedado  sólo  la  memoria,  con  que  se  acordaba  de  su 
Amado. 

55.  Dijo  el  Amado:  — «Milagro  es  contra  el  amor  del 
Amigo  que  éste  se  duerma  olvidando  a  su  Amado. — -Respon- 
dió el  Amigo:  — Mjilagro  es  también,  y  contra  el  amor  del 
Amado,  si  éste  no  despierta  al  Amigo,  pues  que  le  ha  de- 
seado. 

56.  Subióse  el  corazón  del  Amigo  en  las  alturas  de  su 
Amado,  porque  no  tuviese  embarazo  de  amarle  en  el  abis- 
mo de  este  mundo,  y  cuando  estuvo  con  su  Amado,  con- 
templóle con  dulzura  y  placer.  Pero  el  Amado  le  hizo  bajar 
a  este  mundo  para  que  le  contemplara  con  tribulaciones  y 
penas  que  17  da  el  amor. 

57.  Al  Amigo  preguntaron:  — ¿Cuáles  son  tus  rique- 
zas?— Respondióles:  — Las  pobrezas  que  por  mi  Amado  pa- 
dezco. — Y  ¿cuál  es  tu  descanso?  — El  desfallecimiento  que 
por  amor  me  da.  — ¿Y  quién  es  tu  médico?  — La  confianza 
que  tengo  de  mi  Amado.  — ¿Y  quién  es  tu  maestro? — Res- 
pondió que  las  significaciones  que  las  criaturas  le  dan  de  su 
Amado. 

58.  Cantaba  una  avecilla  en  un  ramo  lleno  de  hojas  y 


*  Cállase  en  el  original  «Suspiraba. . .  amor». 

f  «és  sagell  e  empremta  on  mostres  los  meiífc  honraments  a  les 
nts» . 

K  «que  da  el  amor»  es  un  añadido  del  traductor. 


4<S6  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


flores,  y  el  viento  movía  las  hojas  y  esparcía  el  olor  de  las 
flores.  Preguntaba  el  Amigo  a  la  avecilla  qué  significaba  aquel 
movimiento  de  las  hojas  y  el  olor  de  las  flores.  Respondió 
que  las  hojas  en  su  movimiento  significan  obediencia,  y  el 
olor  de  las  flores,  el  tolerar  tribulaciones  y  angustias. 

59.  Iba  el  Amigo  deseando  a  su  Amado,  y  encontróse 
con  dos  amigos,  quienes  con  amor  y  llanto  se  saludaron,  se 
abrazaron  y  besaron.  Desmayóse  el  Amigo,  pues  tan  viva- 
mente le  hicieron  los  dos  amigos  memoria  de  su  Amado. 

60.  Pensó  el  Amigo  en  la  muerte,  y  temióla,  hasta  que 
se  acordó  de  su  Amado,  y  con  alta  voz  dijo  a  los  que  tenía 
presentes:  — ¡Oh,  señores:  amad  mucho,  para  que  no  temáis 
la  muerte  ni  los  peligros  en  honrar  y  servir  a  mi  Amado' 

61.  Preguntaron  al  Amigo  en  dónde  tuvieron  el  primei 
principio  sus  amores.  Y  respondió  que  en  la  nobleza  de  su 
Amado,  y  de  aquel  principio  se  inclinó  a  amar  a  su  Amado, 
a  sí  mismo  y  al  prójimo  y  a  desamar  al  engaño  y  a  la  fal- 
sedad. 

62.  — Oime,  insensato  por  amor:  si  tu  Amado  te  des- 
amaba, ¿qué  harías? — -¡Respondió  y  dijo:  — Amaríale  para 
no  morir,  puesto  que  el  desamor  es  muerte  y  el  amor  es  vida. 

63.  Preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  era  perseverancia. 
Y  respondió  que  era  bienaventuranza  y  tribulación  en  el 
Amigo  que  persevera  en  el  amar,  honrar  y  servir  a  su  Ama- 
do con  fortaleza,  paciencia  y  esperanza. 

64.  Dijo  el  Amigo  a  su  Amado  que  le  diese  la  paga  del 
tiempo  que  le  había  servido.  Tomó  el  Amado  en  cuenta  los 
pensamientos,  deseos,  llantos,  peligros  y  trabajos  que  por 
su  amor  había  padecido  el  Amigo,  y  añadió  el  Amado  a  la 
cuenta  la  eterna  bienaventuranza,  y  se  dió  a  sí  mismo  en 
paga  a  su  Amigo. 

65.  Preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  era  bienaventuran- 
za. Y  respondió  que  tribulación  padecida  por  amor. 

66.  — Dime,  loco :  ¿  qué  cosa  es  tribulación  ? — Respondió 
que  memoria  de  los  desacatos  que  se  hacen  a  mi  Amado, 
digno  de  toda  honra  [67]. 

67.  Volvió  el  Amigo  a  mirar  un  lugar  en  donde  había 
visto  a  su  Amado,  y  dijo:  — ¡Gh  lugar,  que  me  haces  pre- 
sentes las  bellas  costumbres  de  mi  Amado!  Dirásle  que  yo 
por  su  amor  padezco  trabajos  y  fatigas. — Respondió  el  lu- 
gar :  — Cuando  en  mí  estaba  tu  Amado,  padecía  por  tu  amor 
mayores  trabajos  y  tribulaciones  mayores  que  todas  las  que 
puede  dar  a  sus  siervos  el  amor  [68]. 

68.  Decía  el  Amigo  a  su  Amado:  — (Tú  eres  todo,  y  por 
todo,  y  en  todo  y  con  todo.  A  ti  quiero  entregarme  todo  para 
tenerte  todo. — Respondió  el  Amado:  — iNo  puedes  tenerme 
si  no  eres  mío  todo. — Dijo  el  Amigo:  — ^Tenme  a  mí  todo  y 
yo  téngate  a  ti  todo. — Respondió  el  Amado:  — Si  tú  me  tie- 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99 


4S/ 


nes  todo,  ¿  qué  tendrá  tu  hijo,  tu  hermano  y  tu  padre  ? — 'Dijo 
el  Amigo:  — 'Tal  todo  eres  tú,  que  puedes  abundar  y  ser 
tcdc  de  cada  uno  que  a  ti  se  te  entrega  todo  [69]. 

69.  Extendió  y  dilató  el  Amigo  sus  pensamientos  en  la 
grandeza  y  duración  de  su  Amado,  y  no  halló  en  él  prin- 
cipio, ni  medio,  ni  fin.  Y  dijo  el  Amado:  — Mentecato  Is,  ¿qué 
es  lo  que  me  dices? — ^Respondió  el  Amigo:  — Mido  el  mayor 
con  el  amor,  el  cumplimiento  con  la  falta,  la  infinidad  con 
la  cuantidad  y  con  el  temporal  la  eternidad,  a  fin  que  la  hu- 
mildad, la  paciencia,  la  fe,  la  esperanza  y  la  caridad  sean 
más  vivas  en  mi  memoria  [71]. 

70.  Las  sendas  del  amor  son  largas  y  breves,  porque  el 
amor  es  claro,  puro,  limpio,  verdadero,  sutil ;  siempre  fuerte, 
diligente,  resplandeciente  y  abundante  de  nuevos  pensamien- 
tos y  de  antiguos  recuerdos  [73]. 

71.  Preguntaron  al  Amigo  cuáles  eran  los  frutos  del 
amor.  Y  respondió  que  placeres,  pensamientos,  deseos,  sus- 
piros, ansias,  trabajos,  peligros,  tormentos  y  dolencias,  pues- 
to que  sin  estos  frutos  no  se  deja  tocar  el  amor  de  sus  ser- 
vidores [74]. 

72.  Muchas  gentes  estaban  en  presencia  del  Amigo,  quien 
se  quejaba  de  su  Amado  porque  no  aumentaba  sus  amores, 
y  quejábase  del  Amor  porque  le  daba  trabajos  y  dolores. 
Excusábase  el  Amado  diciendo  que  los  trabajos  y  dolores  de 
que  acusaba  al  Amor  era  multiplicación  de  amores  [75]. 

73.  — Dime,  fatuo:  ¿cómo  no  hablas  y  qué  es  esto  en 
que  estás  turbado  y  pensativo  ? — ¿Respondió :  -^Pienso  en  las 
bellezas  de  mi  Amado  y  en  las  semejanzas  de  las  felicidades 
y  dolores  que  traen  y  dan  los  amores  [76]. 

74.  —Dime,  fatuo:  ¿cuál  fué  primero,  tu  corazón  o  el 
amor?  — Respondió  que  a  un  mismo  tiempo  fueron  su  corazón 
y  su  amor,  porque,  a  no  serlo,  el  corazón  no  fuera  creado 
para  amar,  ni  el  amor  para  pensar  [77]. 

75.  Al  insensato  de  amor  10  preguntaron  en  dónde  co- 
menzó primero  su  amor:  si  en  los  secretos  de  su  Amado  o 
si  en  revelarlos  a  las  gentes.  Respondió  que  el  amor,  siendo 
perfecto,  no  hace  en  esto  diferencia,  porque  con  secreto  tiene 
secreto  el  Amigo  los  secretos  de  su  Amado,  y  revélalos  con 
secreto,  y  en  la  misma  revelación  los  tiene  secretos  [78]. 

76.  Secreto  de  amor  sin  revelación  da  pena  y  sentimien- 
to, y  revelar  el  amor  da  temor  y  fervor.  Y,  por  esto,  el  Amigo 
en  cualquiera  manera  desfallece  [79]. 

77.  Llamó  el  Amor  a  sus  amantes  y  díjoles  que  le  pi- 

18  Débele  corregir  el  texto,  diciendo:  — Mentecato,  ¿qué  es  lo 
que  me  dices  ?  — Respondió  el  Amigo  :  — Mido  el  menor  con  el  mayor, 
la  falta  con  el  cumplimiento  y  los  principios  con  la  infinidad  y  la 
eternidad,  a  fin  que  la  humildad,  la  paciencia,  la  caridad  y  la  espe- 
ran/a sean  más  viva-  en  mi  memoria. 

"  ademanaren  al  foll». 


488 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


diesen  los  dones  más  deseables  y  agradables.  Y  ellos  pidie- 
ron al  Amor  les  vistiese  y  adornase  de  sus  facciones,  porque 
fuesen  al  Amado  más  aceptos  y  agradables  [80]. 

78.  Llamó  el  Amigo  con  voz  alta  a  las  gentes,  y  díjolas 
que  Amor  mandaba  que  amasen  caminando,  estando  senta- 
dos, velando  y  durmiendo,  hablando  y  callando,  comprando 
y  vendiendo  y  riendo  20,  ganando  y  perdiendo,  en  placeres  y 
penas;  y  que  en  cualquiera  cosa  que  hiciesen  amasen  en 
todas,  que  así  lo  mandaba  el  Amor  [81]. 

79.  — Dime,  hombre  sin  seso:  ¿cuándo  vino  en  ti  el 
Amor? — Respondió  que  en  aquel  tiempo  cuando  [ — dijo — ] 
me  enriqueció  y  pobló  mi  corazón  de  pensamientos,  deseos, 
suspiros  y  desfallecimientos  y  llenó  mis  ojos  de  lágrimas  y 
llantos.  — ¿Qué  te  trajo  Amor?  — Hermosas  facciones,  hono- 
res y  valores  de  mi  Amado.  — ¿En  dónde  vinieron?  — En  la 
memoria  y  en  el  entendimiento.  — ¿Oon  qué  las  recibiste? 
—Con  caridad  y  esperanza.  — ¿Con  qué  las  guardas?  — Con 
justicia,  prudencia,  fortaleza  y  templanza  [82]. 

80.  Cantaba  el  Amado,  diciendo  que  poco  sabía  el  Ami- 
go de  amor  si  se  avergonzaba  de  alabar  a  su  Amado,  y  si 
temía  honrarle  en  aquel  lugar  en  donde  es  más  deshonrado ; 
y  poco  sabe  amar  quien  se  enfada  de  tribulaciones,  y  quien 
desconfía  de  su  Amado,  y  quien  no  hace  concordancia  de 
amor  y  esperanza  [83]. 

81.  Envió  el  Amigo  sus  cartas  a  su  Amado,  en  que  le 
decía  si  había  otro  amante  que  le  ayudase  a  llevar  y  a  sufrir 
los  grandes  afanes  que  padece  por  su  amor.  Y  el  Amado  res- 
pondió a  su  Amigo  que  no  había  en  él  con  qué  le  pudiese 
hacer  injuria  ni  falta  [84]. 

82.  Al  Amado  preguntaron  por  el  amor  de  su  Amigo. 
Y  respondió  que  el  amor  de  su  Amigo  es  una  mezcla  de  gozo 
y  tribulación,  de  temor  y  confianza. 

83.  Al  Amigo  preguntaron  por  el  amor  de  su  Amado. 
Respondió  que  el  amor  de  su  Amado  es  influencia  de  infinita 
bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  caridad  y  perfección, 
la  que  influye  el  Amado  a  su  Amigo  [85]. 

84.  — Dime,  fatuo  por  amor:  ¿qué  cosa  es  maravilla? — 
Respondió  que  amar  más  las  cosas  ausentes  que  las  presen- 
tes, y  amar  más  las  cosas  visibles  corruptibles  que  las  visi- 
bles e  incorruptibles  [86]. 

85.  Buscando  el  Amigo  a  su  Amado,  encontró  a  un  hom- 
bre que  moría  sin  amor  y  dijo :  — ¡  Ah,  qué  daño  tan  grande 
es  que  los  hombres,  de  cualquiera  suerte  que  mueran,  mue- 
ran si  amor! — Por  esto  dijo  el  Amigo  al  moribundo:  — Dime, 
hombre,  ¿por  qué  mueres  sin  amor? — Respondió:  — Porque 
sin  amor  vivía  [87]. 


:u  en  plorant,  en  rient». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99  48c) 


86.  Preguntó  el  Amigo  a  su  Amado  cuál  era  mayor; 
¿o  amor  o  amar?  Respondió  el  Amado  que  en  la  criatura, 
amor  era  el  árbol,  y  amar  era  su  fruto,  y  los  trabajos  y  fa- 
tigas son  las  hojas  y  las  flores.  Pero  que  en  Dios,  amor  y 
amar  eran  una  misma  cosa,  sin  algún  trabajo  o  pena  [88]. 

87.  Estaba  el  Amigo  lánguido  y  triste  a  causa  de  la  su- 
perabundancia de  pensamientos,  y  por  esto  envió  a  rogar  a 
su  Amado  le  remitiese  algún  libro  en  donde  estuviesen  escri- 
tas sus  bellezas,  para  que  le  diese  algún  remedio.  Remitió 
el  Amado  a  su  Amigo  el  libro,  y  se  le  doblaron  sus  enferme- 
dades y  trabajos  [89]. 

88.  Enfermó  de  amor  el  Amigo,  y  entró  a  visitarle  un 
médico,  quien  aumentó  sus  dolencias  y  sus  pensamientos, 
y  el  Amigo  en  aquella  misma  hora  sanó  [90]. 

89.  El  Amigo  y  el  Amor  salieron  a  recrearse  hablando 
del  Amado,  quien  se  les  hizo  presente.  Lloró  el  Amigo  y 
quedó  en  éxtasis,  y  el  Amor  se  anonadó  en  el  desmayo  del 
Amigo.  Hizo  volver  en  sí  el  Amado  a  su  Amigo,  haciéndole 
memoria  de  sus  bellezas  y  facciones  [91] . 

90.  Decía  el  Amigo  al  Amado  que  venía  a  su  corazón 
por  muchas  sendas,  y  por  muchas  se  le  hacía  presente  a  sus 
ojos,  y  que  con  muchos  nombres  le  nombraba  su  habla.  Mas 
que  el  amor  con  que  le  vivificaba  y  mortificaba  no  era  más 
que  uno  solo  [92]. 

91.  Enseñóse  a  su  Amigo  el  Amado  vestido  de  vestidu- 
ras nuevas  y  encarnadas,  y  extendió  sus  brazos  para  que  le 
abrazase  e  inclinó  su  cabeza  para  que  21,  besándole,  le  diese 
ósculo  de  paz,  y  está  en  alto  para  que  le  pueda  encon- 
trar [93]. 

92.  Ausentóse  el  Amado  de  su  Amigo,  y  buscaba  el 
Amigo  a  su  Amado  con  su  memoria  y  entendimiento  para 
poderle  amar.  Halló  el  Amigo  a  su  Amado,  y  preguntóle 
adonde  había  estado.  Respondióle  que  en  la  ausencia  de  su 
recuerdo  y  en  la  ignorancia  de  su  inteligencia  [94]. 

93.  — Dime,  insensato  por  amor:  ¿te  avergüenzas  de 
las  gentes  cuando  te  ven  llorar  por  tu  Amado? — Respondió 
que  vergüenza  sin  pecado  es  por  falta  de  amor  en  quien  no 
sabe  amar  [95]. 

94.  Sembró  el  Amado  en  el  corazón  del  Amigo  deseos, 
suspiros,  virtudes  y  amores.  Regó  el  Amigo  aquellas  se- 
millas con  lágrimas  y  llantos. 

95.  Y  sembraba  el  Amado  en  el  cuerpo  del  Amigo  traba- 
jos, tribulaciones  y  enfermedades.  Sanaba  el  Amigo  a  su 
cuerpo  con  esperanza,  devoción,  paciencia  y  consuelo  [961. 

96.  En  una  pomposa  fiesta  tuvo  el  Amado  grande  con- 
curso de  muy  honrados  varones;  hízoles  espléndidos  convi- 


21  «per  ço  que  li  do  un  besar». 


490 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tes  y  dióles  grandes  dones.  Vino  en  aquella  corte  el  Amigo, 
y  preguntóle  el  Amado:  — ¿Quién  te  ha  llamado  para  que 
vinieras  a  mi  corte? — Respondióle  el  Amigo:  — Necesidad 
y  amor  me  han  obligado  a  que  viniese  a  ver  tus  bellas  fac- 
ciones 22,  tu  gracioso  gesto,  tus  adornos  y  tu  gloria  [97]. 

97.  Preguntaron  al  Amigo  de  quién  era.  Respondióles 
que  del  Amor.  — ¿De  qué  eres?  — De  amor.  — ¿Quién  te 
engendró?  — Amor.  — ¿En  dónde  naciste?  — En  amor. 
— ¿Quién  te  crió?  — Amor.  — ¿De  qué  vienes?  — De  amor. 
— ¿Cómo  te  llamas?  — ¿Amor.  — ¿De  dónde  vienes?  — De 
amor.  — ¿Adonde  vas?  — A  amor.  — ¿En  dónde  habitas? 
— En  amor. — Preguntáronle  más:  — ¿Tienes  otra  cosa  más 
que  amor? — Respondió:  — Sí,  injurias,  culpas  y  pecados  con- 
tra mi  Amado.  — ¿OEn  tu  Amado  hay  perdón  ? — Dijo  el  Ami- 
go que  en  su  Amado  había  misericordia  y  justicia,  y,  por 
esto,  su  hospicio  era  entre  temor  y  esperanzá,  porque  la  mi- 
sericordia le  obligaba  a  esperar,  y  la  justicia,  a  temer  [98]. 

98.  Ausentóse  de  su  Amigo  el  Amado.  Buscóle  el  Amigo 
con  sus  pensamientos,  y  con  lenguaje  de  amor  preguntaba 
por  él  entre  los  hombres  [99]. 

99.  Encontró  el  Ajnigo  a  su  Amado  despreciado  entre 
las  gentes,  y  díjole  que  grande  agravio  se  hacía  a  sus  hono- 
res. Respondióle  el  Amado  que  padecía  agravios  por  fal- 
tarle siervos  y  amantes  devotos.  Lloró  el  Amigo,  y  se  le 
aumentó  su  dolor;  «y  el  Amado  le  consolaba  enseñándole 
sus  23  acatamientos,  su  semblante  y  magnificencia  [100] . 

100.  La  luz  del  aposento  del  Amado  vino  a  iluminar  el 
aposento  del  Amigo  para  expeler  las  tinieblas  y  llenarle  de 
placeres,  desfallecimientos  y  pensamientos  de  amor.  Y  el 
Amigo  echó  fuera  de  su  aposento  todas  las  cosas  para  que 
descansase  en  él  su  Amado  [101]. 

101.  Preguntaron  al  Amigo  qué  empresa  llevaba  en  su 
estandarte  el  Amado.  Respondió  el  Amigo  que  de  un  hom- 
bre muerto.  Dijéronle  por  qué  llevaba  tal  empresa.  Respon- 
dió :  — Porque  él  fué  hombre  muerto  24  y  crucificado  por 
amor,  para  que  los  que  se  glorían  de  amantes  le  sigan  [102], 

102.  Vino  el  Amado  a  hospedarse  en  casa  de  su  Amigo, 
y  el  mayordomo  le  pidió  la  paga  del  hospedaje;  mas  díjole 
el  Amigo  que  su  Amado  debía  ser  acogido  graciosamente 
y  25  aun  con  donativo,  porque  mucho  tiempo  ha  que  el  Ama- 
do pagó  el  precio  de  todos  ios  hombres  [103]. 

103.  Juntáronse  la  Memoria  y  la  Voluntad,  y  subieron 


-2  «tes  favçons  e  tots  capteniments»,  dice  simplemente  el  texto 
catalán. 

23  El  autor  escribe  solamente  «sos  capteniments». 

24  «fo  home  mort  crucificat,  e  per  ço  que  aquells  qui-s  guaben 
que  són  sos  amadors,  seguesquen  son  esclau». 

25  El  original  calla  «y  aun...  hombres». 


LIBRO  DE  BVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99  491 


en  la  montaña  del  Amado,  para  que  el  Entendimiento  se  exal- 
tase y  el  amor  del  Amigo  se  duplicase  en  amar  a  su  Ama- 
do [104]. 

104.  Cada  día,  los  suspiros  y  los  llantos  son  mensajeros 
entre  el  Amigo  y  el  Amado,  para  que  haya  entre  los  dos 
consuelo  y  compañía,  amistad  y  benevolencia  [105]. 

105.  Deseaba  el  Amigo  a  su  Amado  viéndose  -"  lejos  de 
él,  y  remitióle  sus  pensamientos  para  que  le  trajesen  la  bien- 
aventuranza de  su  Amado,  en  la  cual  por  largo  tiempo  le 
había  entretenido  [106]. 

106.  El  Amado  dió  a  su  Amigo  el  don  de  lágrimas,  sus- 
piros, penas,  pensamientos  y  dolores,  con  cuyo  beneficio 
servía  el  Amigo  a  su  Amado  [107]. 

107.  Rogaba  el  Amigo  a  su  Amado  le  diese  libertad, 
paz  y  honra  en  este  mundo;  y  el  Amado  enseñó  sus  bellezas 
a  la  memoria  y  al  entendimiento  del  Amigo,  y  dióse  por  obje- 
to a  su  voluntad  [108]. 

108.  Preguntaron  al  Amigo  en  qué  consistía  el  honor. 
Respondió  que  en  entender  y  amar  a  su  Amado.  Preguntá- 
ronle en  qué  estaba  el  deshonor.  Y  respondió  que  en  olvidar 
y  no  amar  a  su  Amado  [109]. 

109.  — Amado  mío:  el  Amor  me  atormentaba,  hasta  que 
le  dije  que  tú  estabas  presente  en  mis  tormentos;  y  enton- 
ces el  Amor  mitigó  sus  dolencias,  y  tú,  ¡oh  Amado!,  en  pre- 
mio, multiplicaste  mi  amor,  quien  me  dobló  los  tormen- 
tos [110]. 

110.  El 27  Amigo  en  la  senda  del  Amor  encontró  al  aman- 
te que  no  hablaba;  mas  con  llantos,  tribulaciones  y  macilen- 
to rostro  acusaba  y  reñía  al  Amor.  Este  se  excusaba  con  la 
lealtad,  esperanza,  sabiduría 2S,  devoción,  paciencia,  fortale- 
za, templanza  y  bienaventuranza;  y  por  esto  reprendió  al 
amante  que  se  quejaba  del  amor,  mientras  que  tan  nobles 
dones  le  había  dado  [111]. 

111.  Cantaba  el  Amigo  y  decía:  — ¡Oh,  qué  gran  mal- 
andanza es  el  amor!  ¡Ah,  qué  grande  bienaventuranza  es 
amar  a  mi  Amado,  quien  ama  a  sus  amantes  con  amor  in- 
finito, eterno  y  en  toda  perfección  cumplido! 

112.  Iba  el  Amigo  a  una  tierra  extraña,  en  donde  pen 
saba  encontrar  a  su  Amado,  y  por  el  camino  le  embistieron 
dos  leones.  El  Amigo  temió  la  muerte,  pues  deseaba  vivir 
para  servir  a  su  Amado,  y  envió  su  recuerdo  a  su  Amado, 
para  que  amor  asistiese  a  su  tránsito  y  con  él  pudiese  mejor 
padecer  la  muerte.  Mientras  que  el  Amigo  se  acordaba  de 
su  Amado,  vinieron  con  mansedumbre  los  leones  al  Amigo, 
a  quien  lamieron  las  lágrimas  de  sus  llorosos  ojos  y  le  besa- 

*s  Igualmente  pasa  en  silencio  «viéndose  lejos  de  él». 
:"  Más  exacto  :  «Encontré  en  la  senda  a  un  amante...» 
28  En  el  texto  primitivo  no  leemos  «sabiduría». 


492  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


ron  las  manos  y  los  pies;  y  el  Amigo  prosiguió  en  paz  su 
camino  en  busca  de  su  Amado. 

113.  Andaba  el  Amigo  por  montes  y  llanos;  y  no  podía 
encontrar  puerta  por  donde  pudiese  salir  de  la  cárcel  del 
amor,  que  largo  tiempo  le  había  tenido  encarcelado  el  cuer- 
po, sus  pensamientos,  sus  deseos  y  placeres. 

114.  Mientras  que  el  Amigo  iba  así  ansioso,  encontró 
a  un  ermitaño  que  dormía  cerca  de  una  hermosa  fuente.  Des- 
pertó el  Amigo  al  ermitaño,  a  quien  preguntó  si  soñando  le 
había  visto  a  su  Amado.  Respondióle  éste  que  igualmente 
encarcelados  estaban  sus  pensamientos  en  la  cárcel  del 
amor,  velando  y  durmiendo.  Mucho  gustó  al  Amigo  encon- 
trar compañero  en  cárcel,  y  lloraron  mucho  los  dos,  porque 
no  tenía  el  Amado  muchos  de  estos  amadores  [113]. 

115.  No  hay  en  el  Amado  cosa  alguna  en  que  el  Aimigo 
no  tenga  sus  ansias  y  tribulaciones,  ni  tiene  el  Amigo  en  sí 
cosa  alguna  en  que  el  Amado  no  tenga  placer  y  señorío;  y, 
por  esto,  el  amor  del  Amado  está  en  acción,  y  el 29  Amigo, 
por  amor,  está  en  dolores  y  pasión. 

116.  En  un  ramo  cantaba  un  avecilla,  diciendo  que  da- 
ría un  nuevo  pensamiento  30  de  amor  a  quien  le  diese  dos. 
Dió  el  ave  el  nuevo  pensamiento  al  Amigo,  y  éste  le  dió  dos 
al  ave,  para  que  le  prolongase  31  sus  tormentos ;  y  el  Amigo 
sintió  multiplicados  sus  dolores. 

117.  Encontráronse  el  Almado  y  el  Amigo,  y  de  su  en- 
cuentro fueron  testigos  las  salutaciones,  abrazos  y  ósculos, 
las  lágrimas  y  llantos.  Preguntó  el  Amado  al  Amigo  por  su 
estado,  y  quedó  confuso  y  turbado  el  Amigo  en  presencia  de 
su  amado. 

118.  Lucharon  entre  sí  el  Amigo  y  el  Amado,  y  pusié- 
ronlos en  paz  sus  amores,  y  fué  cuestión  cuál  amor  puso 
entre  ellos  mayor  amistad. 

119.  Amaba  el  Amigo  a  todos  los  que  temían  a  su  Ama- 
do y  temía  a  todos  los  que  no  le  temían;  y  de  aquí  resultó 
esta  duda :  ¿  cuál  era  mayor  en  el  Amigo :  amor  o  temor  ? 

120.  Creía  el  Amigo  seguir  a  su  Amado,  y  pasaba  por 
un  camino  en  donde  había  un  león  muy  fiero,  que  mataba  a 
cuantos  pasaban  por  allá  perezosamente  y  sin  devoción. 

121.  Y  decía  el  Amigo:  — ¡Al  que  no  teme  a  mi  Amado, 
le  conviene  que  todo  lo  tema;  y  quien  le  teme,  conviene  que 
en  todo  tenga  osadía  y  ardimiento. 

122.  Preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  sea  ocasión,  y  res- 
pondió que  ocasión  es  placer  en  penitencia,  entendimiento  en 
conciencia,  esperanza  en  paciencia,  santidad  en  abstinencia, 
consolación  en  reminiscencia,  amor  en  diligencia,  lealtad  en 

*  Más  correcto  :  «...  y  el  amor  del  Amigo  en  dolores  y  pasión.» 
30  «un  novell  pensament  a  amador  qui  íi-n  donàs  dos». 
11  Debe  decir  «para  que  le  aligerase». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  99 


493 


vergüenza,  riqueza  en  pobreza,  paz  en  obediencia  y  guerra 
en  malevolencia  [121]. 

123.  Iluminó  el  amor  el  nublado  que  media  entre  el  Ami- 
go y  el  Amado,  e  hízole  así  claro  y  resplandeciente  como  la 
luna  en  la  noche,  como  la  aurora  en  la  alborada,  como  el  sol 
en  el  día  y  como  el  entendimiento  en  la  voluntad,  y  por  aque- 
lla nube  así  resplandeciente  y  clara  se  hablaban  el  Amigo  y 
el  Amado  [122]. 

124.  Preguntaron  al  Amigo  cuáles  eran  las  mayores  ti- 
nieblas. Respondió  que  la  ausencia  de  su  Amado;  y  pregun- 
tado cuál  era  el  resplandor  mayor,  dijo  que  la  presencia  de 
su  Amado  [123]. 

125.  La  seña  del  Amado  aprende  el  Amigo  quien  por 
amor  se  halla  en  tribulaciones,  suspiros,  llantos,  pensamien- 
tos y  desprecios  de  las  gentes  [124]. 

126.  Escribía  el  Amigo  estas  palabras:  "Alégrase  mi 
Amado  porque  le  envío  mis  pensamientos,  y  por  él  lloran  y 
están  en  continuas  lágrimas  mis  ojos  y  32  siento  langores,  y 
sin  él  ni  vivo,  ni  toco,  ni  veo,  ni  oigo,  ni  huelo  [125]." 

127.  — J¡Oh  entendimiento  y  voluntad!  Gritad  y  desper- 
tad los  perros  grandes,  que  duermen  olvidando  a  mi  Ama- 
do. ¡Oh  ojos!  Llorad.  ¡Oh  corazón!  Suspira.  ¡Oh  memoria! 
Acuérdate  del  deshonor  grande  que  a  mi  Amado  hacen  aque- 
llos a  quienes  él  tanto  ha  honrado  en  este  mundo  [126]. 

128.  Aumentóse  la  enemistad  que  hay  entre  las  gentes  y 
mi  Amado.  Mas  33  no  por  eso  deja  mi  Amado  de  prometerles 
dones  y  retribución ;  y  con  justicia  y  sabiduría  amenaza  a  la 
memoria  y  voluntad  de  aquellos  que  desprecian  sus  prome- 
sas, y  sus  amenazas  no  estiman.  Y  de  aquí  es  que  su  miseria 
y  su  mal  les  viene  por  su  culpa,  y  no  por  mi  Amado  [127]. 

129.  Acercábase  el  Amado  al  Amigo  para  consolarle  34 ; 
éste  contentóse  de  las  penas  que  padecía  y  de  su  llanto;  y 
cuanto  más  el  Amado  se  le  acercaba,  tanto  más  amargamente 
lloraba  y  sentía  las  deshonras  que  hacían  a  su  Amado  [128]. 

130.  Con  pluma  de  amor,  tinta  de  lágrimas  y  papel  de 
pasión  escribía  el  Amigo  a  su  Amado  unas  cartas,  en  que 
le  decía  que  la  devoción  tardaba,  y  el  amor  moría,  y  que  la 
falsedad  y  el  error  \  sus  enemigos,  se  multiplicaban  en  el 
mundo  [129]. 

131.    Atábanse  los  amores  del  Amigo  y  del  Amado  con 


;r-  Es  más  conforme  al  original  «y  sin  languores,  ni  vivo,  ni  sien- 
to, ni  veo». 

33  Una  traducción  más  fiel  sería  :  «Y  promete  dones  y  galardones 
mi  Amado  y  amenaza  con  justicia  y  saoiduría.  Y  la  memoria  y  la 
voluntad  menosprecian  sus  amenazas  y  sus  promesas»,  omitiendo 
«y...  Amado».  '  . 

M  Ciñéndonos  más  al  texto  primitivo  :  «...  para  consolarle  y  con- 
fortarle en  las  penas  que  padecía  y  llanto  que  hacía.» 
.  35  Según  el  original,  «multiplicaban  sus  enemigos». 


494 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


memoria,  entendimiento  y  voluntad,  para  que  el  Amigo  y  el 
AJmado  no  se  dividiesen ;  y  la  cuerda  con  que  estos  dos  amo- 
res se  ataban  era  de  pensamientos,  suspiros,  enfermedades 
y  llantos  [130]. 

132.  Recostado  estaba  el  Amigo  en  el  lecho  del  amor. 
Las  sábanas  eran  de  placeres;  el  cobertor,  de  enfermeda- 
des, y  la  almohada,  de  llantos.  Y  dudábase  si  la  tela  de  la 
almohada  era  de  la  tela  de  las  sábanas  o  de  la  tela  del  co- 
bertor [131]. 

133.  Vestía  el  Amado  a  su  Ajmigo  con  manteo,  sotana 
y  sayo,  y  le  'hacía  jubón  de  amor  36,  camisa  de  pensamien- 
tos, medias  de  tribulaciones  y  guirnalda  de  llantos  y  sus- 
piros [132]. 

134.  Rogaba  el  Amado  a  su  Amigo  que  no  le  olvidase. 
El  Amigo  le  decía  que  no  podía  olvidarle,  pues  no  podía 
ignorarle  [133]. 

135.  Decía  el  Amado  al  Amigo  que  en  aquel  lugar  don- 
de más  se  teme  el  alabarle,  le  alabase  y  defendiese.  Respon- 
día el  Amigo  que  le  abasteciese  de  amores.  Respondió  el 
Amado  que  por  su  amor  se  había  encarnado  y  fué  crucifi- 
cado y  muerto  [134]. 

136.  Decía  el  Amigo  a  su  caro  Almado  que  le  enseñase 
medio  de  hacerle  conocer,  amar  y  alabar  a  las  gentes.  Lle- 
nó el  Amado  de  devoción,  paciencia,  caridad,  tribulaciones, 
pensamientos,  suspiros  y  llantos  al  Amigo;  y  vino  en  su 
corazón  osadía  para  alabarle,  y  en  su  boca  alabanzas  de  su 
Almado,  y  en  su  voluntad  desprecio  de  la  murmuración  de 
las  gentes  que  juzgan  falsamente  [135]. 

137.  El  Amigo,  gritando  a  las  gentes,  decía:  — Quien 
verdaderamente  se  acuerda  de  mi  Amado,  en  las  circunstan- 
cias de  su  recuerdo,  olvida  todas  las  cosas;  y  quien  todo 
lo  olvida  para  acordarse  de  mi  Amado,  de  todo  le  defiende 
mi  Amado  y  le  da  parte  de  todo  [136]. 

138.  ¡Preguntaron  al  Amigo  de  dónde  nacía  el  amor,  de 
qué  vivía  y  por  qué  moría.  Respondió  el  Amigo  que  amor 
nacía  de  recuerdo,  vivía  de  inteligencia  y  moría  por  ol- 
vido [137]. 

139.  Olvidó  el  Amigo  todo  cuanto  está  bajo  el  alto  cie- 
lo, para  que  el  entendimiento  pudiese  subir  más  alto  a  co- 
nocer al  Amado,  a  quien  la  voluntad  deseaba  17  entender, 
contemplar,  alabar  y  predicar  [138]. 

140.  Iba  el  Amigo  a  pelear  en  honra  de  su  Amado,  y 
llevaba  en  su  compañía  fe,  esperanza,  caridad,  justicia,  pru- 
dencia, fortaleza  y  templanza,  con  que  venciese  a  los  ene- 
migos de  su  Amado.  Y  el  Amigo  hubiera  sido  vencido  a 


«e  capell  li  iaia  d'amor»,  dice  Llull. 
a7  «desija  preycar,  contemplar». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  9Q 


495 


no  18  ayudarle  su  Amado  y  a  no  haberle  enseñado  sus  no- 
blezas y  significado  su  voluntad  [139]. 

141.  Deseaba  el  AJmigo  pasar  al  último  fin,  por  el  cual 
amaba  a  su  Amado,  y  los  otros  fines  impedían  su  tránsito; 
y,  por  esto,  los  dilatados  deseos  y  pensamientos  dábanle 
tristeza  y  pena  [140]. 

142.  El  Amigo  se  consolaba  y  alegraba  en  las  noble- 
zas de  su  Amado.  Mas  39  a  poco  rato  se  acordó  del  desor- 
den de  este  mundo,  y  sus  ojos  se  llenaron  de  lágrimas  por 
la  redundancia  de  su  dolor  y  tristeza  [141].  Adolecía  el 
AJmigo  a  causa  de  la  sobreabundancia  de  pensamientos  y 
deseos.  Y  le  fué  propuesta  esta  cuestión:  ¿qué  sentía  más 
vivamente,  los  placeres  o  los  tormentos?  ]142[. 

143.  El  Amigo  era  mensajero  del  Amado  para  con  prín- 
cipes cristianos  e  infieles,  a  fin  de  enseñarles  el  arte  y  sus 
principios,  para  que  pudiesen  conocer  y  amar  las  dignida- 
des de  su  Amado. 

144.  Si  ves  a  un  amante  adornado  con  ricos  vestidos, 
honrado  por  vanagloria  y  gordo  por  comer,  beber  40  y  dor- 
mir, sepas  que  ves  en  él  condenación  y  tormentos.  Pero  si 
ves  a  un  amante  con  pobres  vestidos,  despreciado  de  las  gen- 
tes, pálido  el  semblante  y  macilento  a  causa  de  los  ayunos  y 
vigilias,  sepas  que  ves  en  él  salvación  y  eterna  bendición. 

145.  Lamentóse  el  Amigo,  y  quejóse  su  corazón  del  ar- 
dor de  su  amor,  y  pensó  morirse  41.  Compadecióse  de  ello  el 
Amado,  y  pidióle  el  Amigo  consuelo  de  paciencia,  esperan- 
za y  tribulación. 

146.  Considerando  42  el  Amigo  el  tiempo  pasado,  llora- 
ba por  lo  que  había  perdido,  sin  que  nadie  le  pudiese  con- 
solar, porque  sus  pérdidas  eran  irrecuperables  [147]. 

147.  Crió  Dios  la  noche  para  que  el  Amigo  velara  y 
pensara  en  las  noblezas  de  su  Amado,  y  pensaba  el  Amigo 
que  la  hubiese  criado  para  que  reposaran  y  durmieran  los 
que  se  fatigaron  por  amor  [148], 

148.  Escarnecían  y  reprendían  las  gentes  al  Amigo  por- 
que andaba  como  fatuo  por  amor.  El  Amigo  menospreciaba 
sus  escarnios,  y  corregía  a  las  gentes  porque  no  amaban 
a  su  Amado  [149]. 

149.  Decía  el  Amigo :  — 'Vestido  estoy  de  vil  sayal,  mas 
el  Amor  viste  mi  corazón  de  agradables  pensamientos,  y  mi 
cuerpo,  de  vestiduras  de  llanto,  lágrimas  y  penas  [150]. 

150.  Cantaba  el  Ainado,  diciendo:  — Encaminé  a  mis 


38  «si  no  li  ajudàs  son  amat  a  significar  ses  nobilitats». 
■  El  autor  calla  «Mas...  tristeza». 

40  «gras  per  menjar  e  durmir»,  dice  simplemente  el  texto  catalán. 

41  Es  más  conforme  decir  :  «Murióse  el  Amigo,  lloróle  el  Amado, 
y-  dióle  consolación  de  paciencia,  esperanza  y  galardón.» 

42  «plorava  l'Amic  per  ço  que  havia  perdut». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


loadores  a  que  alabasen  mis  valores,  y  los  enemigos  de  mi 
honor  les  atormentaban,  teniéndoles  en  grande  desprecio. 
Y,  por  esto,  yo  envié  a  mis  amigos  a  que  sientan  y  lloren 
mis  afrentas.  Y  sus  lamentos  y  llantos  nacieron  de  mi 
amor  [151]. 

151.  Juraba  el  Amigo  al  Amado  que  por  su  amor  ama- 
ba y  padecía  trabajos  y  penas,  y  por  esto,  rogábale  que  le 
amase  y  se  compadeciese  de  sus  penas  y  trabajos.  Juró  el 
Amado  que  era  naturaleza  y  propiedad  de  su  amor  el  amar  a 
todos  los  que  le  amaban  y  el  apiadarse  de  todos  los  que  pade- 
cían trabajos  por  su  amor.  Alegróse  el  Amigo,  y  consolóse  en 
la  naturaleza  y  propiedad  esencial  de  su  Amado  [152]. 

152.  Vedó  el  Amado  a  su  Amigo  el  hablar,  y  éste  se 
consolaba  en  sola  la  vista  de  su  Amado  [153]. 

153.  Tanto  lloró  y  llamó  el  Amigo  a  su  Amado,  hasta 
que  éste  descendió  de  las  soberanas  alturas  de  los  cielos 
y  vino  a  la  tierra  a  llorar,  compadecerse  y  morir  por  amor, 
y  para  enseñar  a  los  hombres  a  amar  y  a  conocer  sus  ho- 
nores [154]. 

154.  Quejábase  el  Amigo  de  los  cristianos,  porque  no 
ponen  el  nombre  de  su  Amado,  Jesucristo,  en  el  principio 
de  sus  cartas,  para  que  por  lo  menos  le  hagan  aquella 
honra  que  hacen  los  sarracenos  a  Mahoma  43,  hombre  falaz 
y  pecador,  cuyo  nombre  ponen  en  el  principio  de  sus  car- 
tas para  honrarle  [155]. 

155.  Encontró  el  Amigo  a  un  escudero  macilento,  des- 
colorido y  vestido  pobremente,  e¡  cual  iba  pensativo.  Salu- 
dó éste  al  Amigo,  diciéndole  que  Dios  le  encaminase  al  en- 
cuentro de  su  Amado.  Preguntóle  el  Amigo  en  qué  le  había 
conocido.  Bl  escudero  le  respondió  que  unos  secretos  de 
amor  revelan  los  otros,  y  que  por  esto  unos  amantes  cono- 
cen a  los  otros  [156]. 

156.  Las  noblezas,  los  honores  y  las  buenas  obras  del 
Amado  son  tesoro  y  riquezas  del  Amigo  ;  y  el  tesoro  del 
Amado  son  los  pensamientos  y  deseos,  los  tormentos,  los 
llantos  y  las  lágrimas  que  sufre  el  Amigo  por  honrar  y 
amar  a  su  Amado  [157]. 

157.  Un  43  numeroso  ejército  y  una  grande  multitud  de 


49  «Grans  hosts  e  grans  companyes  se  son  ajustades  d'espirits 
d 'amors...»  La  expresión  spirits  d'amor,  aunque  sea  dicha  en  el  sen- 
tido de  enamorados  o  amigos  de  Dios,  nos  recuerda  la  de  spirito  o 
spiriti  d'amore  o  amoroso,  que  abunda  en  las  composiciones  poéticas 
de  la  Vita  Nuova  de  Dante.  Un  ejemplo  : 

E  tanto  dura  (il  desio)  talora  in  costumi 
che  fa  svegliar  lo  spirito  d'amore. 

(Vita  Nuova,  cap.  20.) 

Cf.  M.  de  Montoliu,  Ramon  L·lull  trovador,  en  Estudis  Universi- 
taris Cat-alans,  XXI  (1936),  369-370,  nota  2. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99 


497 


amantes  expertos  se  han  juntado,  los  cuales  llevan  ban- 
dera de  amor,  en  donde  está  la  imagen  y  divisa  de  su  Amado, 
y  no  quieren  que  en  su  compañía  vaya  hombre  alguno  que 
no  tenga  amor,  para  que  su  Amado  no  reciba  de  ello  des- 
honor [158]. 

158.  Los  hombres  que  demuestran  ser  locos  por  amon- 
tonar dinero,  mueven  al  Amigo  a  ser  loco  por  amor;  y  el 
rubor  que  el  Amigo  tiene  de  andar  como  loco,  entre  las  ges- 
tes, le  da  modo  como  sea  amado  y  apreciado  de  las  gentes. 
Y  por  esto  es  cuestión  cuál  de  los  dos  motivos  es  mayor 
ocasión  de  amor  [159]. 

159.  El  Amor  entristeció  al  Amigo  por  exceso  de  pen- 
samientos; cantó  el  Amado,  y  alegróse  el  Amigo  habiéndole 
oído.  Y  fué  cuestión  cuál  de  estas  dos  cosas  fué  mayor  oca- 
sión de  multiplicar  el  amor  en  el  amigo  [160]. 

160.  En  los  secretos  del  Amigo  están  revelados  los  se- 
cretos del  Amado,  y  en  los  secretos  del  Amado  están  reve- 
lados los  secretos  del  Amigo.  Y  es  cuestión  cuál  de  estos  dos 
secretos  es  mayor  ocasión  de  revelación  [161]. 

161.  Preguntaron  al  fatuo  por  cuál  señal  era  conocido 
su  Amado.  Respondió  que  por  misericordia  y  piedad,  que 
están  esencialmente  en  la  voluntad  sin  mutación  alguna 
[162]. 

162.  Por  el  particular  amor  que  tenía  el  Amigo  a  su 
Amado  amaba  el  Amigo  el  bien  común  más  que  el  particu- 
lar, porque  su  Amado  en  general  fuese  conocido,  loado  y 
deseado  por  todo  el  mundo  44  [163]. 

163.  Amor  y  Desamor  se  encontraron  en  un  vergel,  en 
donde  el  Amigo  y  el  Amado  lloraban  secretamente.  Y  Amor 
preguntó  a  Desamor  a  qué  fin  había  venido  allá.  Respondió- 
le que  para  desenamorar  al  Amigo  y  deshonrar  al  Amado. 
Mucho  disgustó  esto  que  dijo  el  Desamor  al  Amado  y  al 
Amigo,  y  multiplicaron  ambos  el  Amor  para  que  venciera  y 
destruyera  a  Desamor  [164]  45. 

164.  — Dime,  fatuo  por  amor:  ¿en  qué  sientes  ma- 
yor complacencia:  en  amar  o  en  aborrecer? — 'Respondió  que 
en  amar,  porque  aborrecía  para  poder  amar  [165]. 

165.  — (Dime,  amador:  ¿en  qué  tienes  más  inteligencia: 
en  entender  verdad  o  falsedad? — Respondió  que  en  entender 
verdad;  mas  que  entendía  la  falsedad,  para  poder  entender 
mejor  la  verdad  [166]. 

166.  Entendió  el  Amigo  que  él  era  amado  de  su  Ama- 
do, y  preguntóle  si  su  amor  y  su  misericordia  eran  en  él  una 
misma  cosa.  Afirmó  el  Amado  que  en  su  esencia  no  tienen 
diferencia  su  amor  y  su  misericordia.  Y  díjole,  por  esto, 

i  44  «por  todo  el  mundo»  es  un  añadido  del  traductor. 
*' 45  Corregimos  la  versión  castellana,  que  dice  «y  multiplicaron  am- 
bos su  amor  para  que  el  Amigo  venciera...». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


el  Almigo  que  por  qué  su  amor  le  atormentaba  y  por  qué 
no  le  curaba  de  sus  males  su  misericordia.  Respondióle  el 
Amado  que  su  misericordia  le  daba  dolencias  para  que  con 
ellas  honrase  más  vivamente  a  su  amor  [167]. 

167.  Quiso  el  Amigo  pasar  a  tierras  extrañas  para  hon- 
rar a  su  Amado,  y  quiso  disfrazarse  para  no  ser  conocido 
ni  apresado  en  el  camino;  y  jamás  pudo  quitar  los  llantos 
de  sus  ojos,  ni  apartar  de  su  rostro  la  flaqueza  y  palidez,  ni 
de  su  corazón  los  pensamientos,  los  llantos,  la  tristeza  y  la 
enfermedad;  y  por  estas  señas40  fué  conocido  y  apresado 
en  el  camino  y  entregado  a  tormentos  por  los  enemigos  de 
su  Amado  [168]. 

168.  Detenido  en  la  cárcel  del  amor  estaba  el  Amigo. 
Guardábanle  pensamientos,  deseos  y  memorias,  porque  no 
huyese  de  su  Amado;  enfermedades  le  atormentaban;  pa- 
ciencia y  esperanza  le  consolaban.  Moríase  el  Amigo ;  mas  el 
Amado  se  le  manifestó  a  sí  mismo,  a  cuya  vista  recobró  el 
aliento  el  Amigo  [169]. 

169.  Encontró  el  Amigo  a  su  Amado.  Conocióle,  y  lloró. 
Corrigióle  el  Amado,  porque  no  lloraba  antes  de  conocerle, 
y  preguntóle  en  qué  le  había  conocido,  puesto  que  antes  no 
lloraba.  Respondióle  el  Amigo  que  en  su  recuerdo,  inteligen- 
cia y  voluntad,  en  donde  se  aumentó  el  amor,  luego  que  le 
tuvo  presente  a  sus  ojos  corporales  [170]. 

170.  Preguntó  el  Amado  a  su  Amigo  qué  cosa  era  amor. 
Y  respondióle  que  presencia  de  facciones  y  palabras  del 
Amado  en  el  corazón  del  amante,  que  suspira  y  adolece  por 
desear  al  Amado. 

171.  — Y  amor  es  un  hervor  de  osadía  y  de  temor  por 
fervor;  amor  es  la  final  voluntad  en  desear  a  su  Amado; 
amor  es  aquello  que  mata  al  Amigo  cuando  oye  cantar  las 
bellezas  de  su  Amado,  y  amor  es  aquello  en  que  está  mi 
muerte  y  en  que  está  mi  voluntad  todos  los  días. 

172.  La  devoción  y  el  dolor 47  y  la  ausencia  enviaron  los 
pensamientos  por  mensajeros  al  corazón  del  Amigo,  para  que 
subiesen  las  lágrimas  a  los  ojos,  que  querían  cesar  del  llanto 
en  que  habían  perseverado  mucho  tiempo. 

173.  Decía  el  Amigo:  — Si  vosotros,  amantes,  queréis 
fuego,  venid  a  mi  corazón  y  encended  en  él  vuestras  lámpa- 
ras; y  si  queréis  agua,  venid  a  las  fuentes  de  mis  ojos, 
que  corren  en  lágrimas;  y  si  queréis  pensamientos  de  amor, 
venid  a  tomarlos  de  mis  recuerdos. 

174.  Aconteció  un  día  que  el  Amigo  pensaba  en  el  amor 
grande  que  tenía  a  su  Amado  y  en  los  grandes  trabajos  y 
peligros  en  que  se  había  visto  largo  tiempo  por  su  amor; 

40  «E  per  açò  fo  pres  en  lo  viatge».  Versículo  truncado  en  las  edi- 
ciones de  Ovejero  y  Aguilar. 
47  «e  enyorament». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  HLANQUERXA. — C  99 


499 


por  lo  cual  discurrió  que  había  de  ser  grande  su  premio.  Mien- 
tras que  pensaba  en  esto,  el  Amigo  se  acordó  que  ya  su 
Amado  le  había  pagado,  porque  le  había  enamorado  de  sus 
perfecciones  y  porque  por  su  amor  le  había  dado  penas. 

175.  Limpiaba  el  Amigo  su  rostro  y  sus  ojos  de  las  lá- 
grimas que  por  amor  derramaba,  a  fin  de  no  descubrir  las 
penas  que  le  comunicaba  su  Amado,  quien  dijo  al  Amigo  por 
qué  ocultaba  a  los  demás  amantes  las  señales  de  amor,  pues 
se  las  había  dado  para  que  les  enamorase  a  honrar  sus  va- 
lores. 

176.  — Dime,  hombre,  que  por  amor  andas  como  fatuo: 
¿hasta  cuándo  serás  cautivo  y  sujeto  a  llorar  y  padecer  tra- 
bajos y  penas? — «Respondió:  — Hasta  que  el  Amado  hará  de 
mi  alma  y  mi  cuerpo  separación. 

177.  — Dime,  insensato  por  amor:  ¿tienes  dinero? — Res- 
pondió: —Tengo  a  mi  Amado.  — ¿Tienes  villas4",  castillos 
o  ciudades,  reinos,  condados,  baronías  ni  dignidades? — Res- 
pondió: — Tengo  amores,  pensamientos,  deseos,  llantos,  tra- 
bajos y  enfermedades  por  mi  Amado,  que  son  mejores  que 
imperios  ni  reinos. 

178.  Preguntaron  al  Amigo  en  qué  conocía  la  sentencia 
de  su  Amado.  Respondió  que  en  la  igualdad  de  los  placeres 
y  trabajos  que  su  Amado  juzgaba  a  sus  amantes. 

179.  — Bime,  fatuo:  ¿quién  sabe  más  de  amor:  el  que 
tiene  placeres  o  el  que  tiene  trabajos  y  penas? — Respondió 
que  por  el  uno  sin  el  otro  no  se  puede  tener  conocimiento  de 
amor. 

180.  Preguntaron  al  Amigo  por  qué  no  se  defendía  de 
las  faltas  y  falsos  crímenes  de  que  le  acusaban  las  gentes. 
Respondió  que  porque  había  de  defender  a  su  Amado,  a 
quien  las  gentes  blasfemaban  falsamente;  y  porque  el  hom- 
bre, en  quien  puede  caber  error  o  engaño,  no  es  casi  digno 
de  alguna  excusa. 

181.  — Dime,  fatuo:  ¿por  qué  defiendes  al  Amor,  cuan- 
do maltrata  y  atormenta  tu  cuerpo  y  aflige  tu  alma? — Res- 
pondió: — Porque  me  aumenta  el  mérito  y  la  gloria. 

182.  Lamentábase  el  Amigo  y  quejábase  a  su  Amado, 
porque  mandaba  que  el  Amor  le  atormentase  con  tanta  fuer- 
za. Excusábase  el  Amado  aumentándole  pensamientos,  tra- 
bajos, peligros,  lágrimas  y  llantos. 

183.  — Dime,  fatuo:  ¿por  qué  excusas  a  los  culpables? — 
Respondió:  — Para  no  ser  semejante  a  los  que  acusan  a  los 
inocentes  a  los  culpables. 

184.  Elevó  el  Amado  el  entendimiento  del  Amigo  a  en- 
tender a  sus  alturas,  para  qUe  el  entendimiento  inclinase  la 
memoria  a  memorar  sus  propios  defectos,  y  la  voluntad  los 


tó  «Has  viles,  ni  castells,  ni  ciutats,  comdats,  ni  dugats?» 


5oo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


aborreciese  y  subiese  a  amar  las  perfecciones  del  Amado. 

185.  Cantaba  el  Amigo  cánticos  de  su  Amado,  diciendo 
que  era  tanta  la  voluntad  que  le  tenía,  que  todo  cuanto  por 
la  voluntad  de  su  Amado  aborrecía,  le  daba  mayor  placer 
y  gloria  que  todas  las  cosas  que  amaba  sin  el  amor  de  su 
Ainado. 

186.  Iba  el  Amigo  por  una  gran  ciudad,  y  preguntaba 
si  encontraría  algún  hombre  con  quien  pudiese  hablar  a  todo 
su  gusto  de  su  Amado.  Enseñáronle  un  nombre  pobre  que  llo- 
raba por  amor  y  buscaba  compañero  con  quien  pudiese  ha- 
blar de  amor. 

187.  Pensativo  estaba  y  entretenido  consigo  mismo  el 
Amigo,  discurriendo  cómo  sus  trabajos  y  penas  podían  te- 
ner principios  en  la  grandeza  de  su  Amado,  que  tiene  en  sí 
tanta  gloria;  y49  acordóse  del  sol,  quien,  aunque  esté  tan 
alto,  se  infunde  todo  aquí  abajo  a  los  ojos  débiles. 

188.  Los  pensamientos  del  Amado  estaban  entre  el  ol- 
vido de  sus  tormentos  y  el  recuerdo  de  sus  placeres;  porque 
los  placeres  que  logra  del  Amor  le  hacen  olvidar  la  fatiga  de 
los  trabajos,  y  los  tormentos  que  por  amor  padece  le  hacen 
recordar  la  felicidad  que  logra  por  amor. 

189.  Preguntaron  al  Amigo  si  era  posible  que  su  Amado 
olvidase  el  amarle.  Respondió  que  no,  mientras  que  su  me- 
moria se  acordase  de  él  y  su  entendimiento  entendiese  las 
noblezas  de  su  Amado. 

190.  — Dime,  fatuo :  ¿  de  qué  se  hace  la  mayor  compara- 
ción y  similitud? — Respondió  que  de  Amigo  y  de  Amado. 
Preguntáronle  la  razón  de  esto,  y  dijo  que  a  causa  del  amor 
que  había  entre  los  dos. 

191.  Preguntaron  al  Amado  si  por  ningún  tiempo  había 
usado  de  piedad.  Respondió:  — A  no  haberla  usado,  no  ha- 
bría enamorado  al  Amigo  de  mi  amor,  ni  le  habría  atormen- 
tado con  suspiros,  llantos,  trabajos  y  enfermedades. 

192.  Paseábase  el  Amigo  por  un  dilatado  bosque,  bus- 
cando a  su  Amado,  y  encontró  a  la  verdad  y  a  la  falsedad, 
que  disputaban  de  su  Amado,  porque  la  verdad  le  alababa 
y  la  falsedad  le  blasfemaba;  por  lo  cual  el  Amigo  llamó  al 
Amor  ¡que  ayudase  a  la  verdad  contra  50  la  falsedad. 

193.  Vino  la  tentación  al  Amigo  para  ausentarle  a  su 
Amado,  a  fin  que  la  memoria  se  despertase  y  recobrase  la 
presencia  de  su  Amado,  acordándose  de  él  con  más  viveza 
que  antes,  y  a  fin  que  el  entendimiento  quedase  más  sublime 
en  entender  y  la  voluntad  en  amar  a  su  Amado. 

194.  Olvidó  un  día  el  Amigo  a  su  Amado,  y  en  el  otro 
día  se  acordó  de  haberle  olvidado.  En  este  día,  que  se  acordó 
el  Amigo  que  había  olvidado  a  su  Amado,  estuvo  el  Amigo 


•  Sobra  «y...  débiles». 

&0  Igualmente  sobra  «contra  la  falsedad». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERIA. — C.  99  5<>i 


en  tristeza  y  dolor,  y  en  gloria  y  alegría  por  55  la  tristeza 
que  tuvo  del  olvido  y  consuelo  del  recuerdo. 

195.  Tan  vivamente  deseaba  el  Amigo  las  alabanzas  y 
honras  de  su  Amado,  que  dudaba  si  se  acordaba  bastante- 
mente de  ellas;  y  tan  vivamente  aborrecía  sus  deshonras  y 
blasfemias  52,  que  dudaba  si  las  aborrecía  bastantemente, 
por  lo  que  estaba  el  Amigo  turbado  por  su  Amado  entre 
amor  y  temor. 

196.  Moría  el  Amigo  a  causa  de  los  placeres  y  vivía  a 
causa  de  las  penas.  Los  placeres  y  penas  se  unían  y  ajustá- 
banse en  ser  una  cosa  misma  en  su  voluntad,  por  lo  que  a 
un  mismo  tiempo  vivía  y  moría  el  Amigo. 

197.  Deseaba  el  Ajnigo  olvidar  e  ignorar  a  su  Amado, 
sólo  por  el  espacio  de  una  hora,  para  ver  si  tendría  algún 
alivio  en  sus  penas ;  mas  58  pensó  que  le  sería  mayor  pasión 
el  olvido  y  la  ignorancia  que  de  su  Amado  tendría,  por  lo 
que  tuvo  paciencia  en  sus  penas  y  elevó  por  amor  a  su  en- 
tendimiento, memoria  y  voluntad  en  la  contemplación  de  su 
Amado. 

198.  Tanto  amaba  el  Amigo  a  su  Amado,  que  creía 
cuanto  él  le  decía;  y  tanto  deseaba  el  entenderle,  que  cuan- 
to oía  decir  de  él  deseaba  entender  por  razones  necesarias. 
Y,  por  esto,  el  amor  del  Amigo  se  hallaba  entre  creencia  e 
inteligencia,  fe  y  ciencia  54. 

199.  Preguntaron  al  Amigo  cuál  cosa  tenía  más  lejos  de 
su  corazón.  Respondió  que  desamor.  Preguntáronle  por  la 
razón,  y  dijo  que  porque  lo  que  tenía  más  cerca  de  su  cora- 
zón era  amor,  que  es  contrario  a  desamor. 

200.  — Dime,  fatuo:  ¿tienes  codicia? — Respondió:  — Sí, 
toda  hora  que  olvido  la  liberalidad  y  riquezas  de  mi  Amado. 

201.  — Dime,  amador:  ¿tienes  riquezas? — Respondió: 
— Sí,  tengo  amor.  — ¿Tienes  pobreza?  — Sí,  tengo  amor.— 
Fué  preguntado:  — ¿Por  qué? — Y  respondió:  — Porque  el 
amor  no  es  mayor  y  porque  no  enamora  a  muchos  amadores 
a  honrar  los  honores  dignos  de  mi  Amado. 

202.  — Dime,  Amigo:  ¿en  dónde  está  tu  poder? — Res- 
pondió: — En  el  poder  de  mi  Amado.  — ¿Con  qué  te  esfuer- 
zas contra  tus  enemigos?  — Con  las  fuerzas  de  mi  Amado. 
— ¿Con  qué  te  consuelas? — Y  respondió:  — Con  los  teeoros 
eternos  de  mi  Amado. 

203.  — Dime,  fatuo  por  amor:  <".a  quién  amas  más:  a  la 
misericordia  o  a  la  justicia  de  tu  Amado? — Respondió  que 


61  Texto  catalán  :  «...  per  ublidament  e  per  membrança.» 

52  «les  desonors  de  son  amat»,  leemos  simplemente  en  el  autor. 

53  Más  exacto  :  «Mas,  porque  le  sería  pasión  el  olvido  y  la  igno- 
rancia, tuvo  paciencia  y  elevo  su  entendimiento  y  su  memoria  a  la 
"contemplación  de  su  Amado.» 

54  Las  palabras  «fe  y  ciencia»  son  una  amplificación. 


502 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tanto  le  convenía  amar  y  temer  a  la  justicia,  que  ninguna 
mayoridad  de  valor  había  de  tener  en  su  voluntad  en  amar 
a  cosa  más  que  la  justicia  de  su  Amado. 

204.  Combatían  entre  sí  las  culpas  y  los  méritos  en  la 
voluntad  y  conciencia  del  Amigo,  y  justicia  y  reminiscencia 
multiplicábanle  la  conciencia;  pero  la  misericordia  y  la  es- 
peranza mutiplicaban  el  perdón  r°'°  en  la  voluntad  del  Amado, 
y  por  esto  los  méritos  vencieron  a  las  culpas  en  la  penitencia 
del  Amigo. 

205.  Afirmaba  el  Amigo  que  en  su  Amado  se  hallaba 
toda  perfección,  y  negaba  que  hubiese  en  él  defecto  alguno; 
y  por  esto  fué  cuestión  cuál  era  mayor:  la  afirmación  o  la 
negación. 

206.  Eclipse  hubo  en  el  cielo  y  tinieblas  en  la  tierra,  y 
por  esto  el  Amigo  se  acordó  que  la  culpa  había  apartado 
por  mucho  tiempo  a  su  Amado  de  su  querer,  por  cuya  ausen- 
cia las  tinieblas  habían  desterrado  de  su  entendimiento  la 
luz,  con  la  cual  se  representa  el  Amado  a  sus  amadores. 

207.  Vino  Amor  en  el  Amigo,  a  quien  éste  preguntó  qué 
quería.  Y  díjole  el  Amor  que  había  venido  en  él  para  que  le 
educase  y  acostumbrase,  de  suerte  que  por  él  pudiese  en  la 
muerte  vencer  a  sus  mortales  enemigos. 

208.  Enfermaba  el  Amor  porque  el  Amigo  había  olvi- 
dado a  su  Amado,  y  enfermó  el  Amigo  porque,  por  sobras 
del  mucho  memorar,  le  dió  el  Amado  trabajos,  ansias  y  lan- 
guores. 

209.  Encontró  el  Amigo  a  un  hombre  que  moría  sin 
amor;  lloró  el  Amigo  el  deshonor  que  su  Amado  recibía  en 
la  muerte  de  aquel  hombre,  y  preguntóle  el  Amigo  por  qué 
moría  sin  amor.  Respondió  que  porque  no  había  tenido  quien 
le  diese  conocimiento  del  amor,  ni  quien  le  hubiese  instruido 
a  ser  amador.  Por  lo  que  el  Amigo,  suspirando  y  llorando, 
dijo:  — ¡Oh  Devoción!  ¿Ouándo  seréis  mayor,  para  que  la 
culpa  sea  menor  y  que  mi  Amado  tenga  muchos  y  fervorosos 
loadores,  quienes  no  reparen  en  alabar,  honrar  y  servir  a 
sus  honores? 

210.  Probó  el  Amigo  si  el  Amor  podía  conservarse  en 
su  corazón  sin  memorar  a  su  Amado;  y  cesaron  el  corazón 
de  pensar  y  los  ojos  de  llorar,  y  aniquilóse  el  Amor  y  quedó 
el  Amigo  desamparado  del  Amor;  y  preguntó  a  las  gentes 
si  habían  visto  al  Amor  o  56  en  dónde  podría  encontrarle. 

211.  Amor  y  amar  y  Amigo  y  Amado  se  convienen  tan 
fuertemente  en  mi  Amado,  que  son  una  actualidad  en  esen- 
cia; y  Amigo  y  Amado  son  cosas  distintas,  concordantes  sin 


M  «benanança». 

56  Sobra  «o...  encontrarle». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  99  503 


contrariedad  alguna  ni  diversidad  de  esencia,  y,  por  esto, 
Amado  es  amable  sobre  todos  los  amores. 

212.  — Dime,  insensato  de  amor:  ¿por  qué  tienes  tan 
grande  amor? — Respondió:  — Porque  largo  y  peligroso  es 
el  viaje  en  que  voy  buscando  a  mi  Amado,  y  conviene  que 
con  fe  grande  le  busque  y  que  vaya  con  diligencia;  y,  sin 
un  grande  amor,  no  podría  yo  cumplir  en  todas  estas  cosas. 

213.  Velaba,  ayunaba,  hacía  limosnas,  lloraba  e  iba  por 
tierras  extrañas  el  Amigo  para  mover  la  voluntad  a  su  Ama- 
do a  enamorar  a  sus  súbditos,  para  que  honraran  sus  hono- 
res; pero  consideró  el  Amigo  que  no  es  de  la  naturaleza  del 
agua  el  calentar  ni  subir  arriba,  si  no  es  primero  calentada; 
y,  por  esto,  rogó  al  Amado  se  dignase  de  calentar  primero 
con  amor  sus  peregrinaciones,  limosnas  y  vigilias,  para  que 
pudiese  cumplir  sus  deseos. 

214.  El r,T  Amigo  vió  a  un  peregrino  que  cantaba  y  de- 
cía: — Si  no  basta  el  amor  del  Amigo  a  mover  su  Amado 
a  piedad  y  perdón,  ya  basta  el  amor  del  Amado  para  dar  a 
sus  criaturas  gracias  y  bendición. 

215.  — Dime,  fatuo  por  amor:  ¿por  cuál  cosa  puedes  ser 
más  semejante  a  tu  Amado? — Respondió:  — Por  entender  y 
amar  con  todo  mi  poder  las  perfecciones  y  hermosura  de  mi 
Amado. 

216.  Preguntaron  al  Amigo  si  su  Amado  tenía  falta  de 
alguna  cosa.  Respondió  que  sí,  de  amadores  y  loadores  para 
alabar  sus  valores. 

217.  El  Amado  hería  el  corazón  de  su  Amigo  con  varas 
de  amor,  para  obligarle  a  amar  el  árbol  del  cual  coge  las 
varas  con  que  hiere  a  sus  amadores.  En  cuyo  árbol  él  pa- 
deció oprobios,  tormentos  y  la  muerte  para  restaurar  el 
amor  en  los  amadores,  a  quienes  había  perdido  por  ¿8  los 
engaños  del  enemigo  del  amor. 

218.  Encontró  el  Amigo  a  su  Amado,  y  viole  muy  no- 
ble, poderoso  y  digno  de  toda  honra,  y  díjole  que  se  admi- 
raba mucho  de  las  gentes  que  tan  poco  le  amaban,  conocían 
y  honraban,  siendo  él  tan  digno.  Respondió  el  Amado  que 
él  había  criado  al  hombre  para  ser  de  él  conocido,  amado 
y  honrado.  Mas  que  en  esto  había  quedado  defraudado,  por- 
que de  mil,  sólo  los  ciento  le  temían  y  amaban;  y  que  de  los 
ciento,  los  noventa  le  temían  por  el  castigo,  y  los  diez  por 
\a  gloria;  y  que  apenas  ninguno  había  que  le  amase  por  su 
bondad  y  nobleza.  Oyendo  esto  el  Amigo,  derramó  muchas 
lágrimas  por  el  deshonor  que  se  hacía  a  su  Amado  y  díjole : 
— ¡Oh  Amado!  Tú  que  diste  tanto  al  hombre  y  le  honraste 
tanto,  ¿por  qué  el  hombre  te  ha  olvidado  tanto? 


;:  En  el  texto  primitivo  no  leemos  «El...  decía». 
*  Cállase  en  el  original  «por...  amor». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


219.  Alababa  el  Amigo  a  su  Amado,  diciéndole  que  su 
lugar  era  trascendente,  porque  está  en  donde  no  llega  el 
lugar;  y,  por  esto,  cuando  preguntaron  al  Amigo  en  dónde 
estaba  su  Amado,  respondió  y  dijo:  — Está,  mas  no  sé  en 
dónde;  sabía,  pero,  que  estaba  en  su  reminiscencia. 

220.  Compró  el  Amado  con  sus  honores  a  un  hombre 
cautivo  y  sujeto  a  pensamientos,  langores,  suspiros  y  llan- 
tos, y  preguntóle  qué  comía  y  qué  bebía.  Respondió  que  lo 
que  él  quería.  Preguntóle  más,  qué  vestía;  y  respondió  que 
lo  que  él  quería  dar.  Preguntóle  qué  quería.  Respondióle 
que  lo  que  él  quisiese.  Di  jóle  el  Amado:  — ¿Tienes  voluntad 
alguna? — Respondió  que  el  siervo  y  cautivo  no  tiene  otra 
voluntad  que  la  de  obedecer  a  su  Señor  y  a  su  Amado. 

221.  Preguntó  el  Amado  a  su  Amigo  si  tenía  paciencia. 
Respondió  que  todo  le  venía  a  gusto,  y  que  así  no  tenía  en 
qué  tuviese  impaciencia;  porque  quien  no  tenía  señorío  en 
su  voluntad,  no  podía  ser  impaciente. 

222.  El  Amor  se  daba  a  quien  él  quería,  y  por  cuanto 
no  se  daba  a  muchos  hombres,  y  porque  a  los  amadores  no 
les  hace  fuertemente  enamorar  de  su  Amado,  pues  para  ello 
tenía  precepto  y  libertad  r'9,  por  esto  el  Amigo  se  querellaba 
del  Amor  y  le  acusaba  en  presencia ,  de  su  Amado.  Mas  el 
Amor  le  excusaba,  diciendo  que  él  no  era  contrario  al  libre 
albedrío,  porque  deseaba  para  sus  amadores  grande  mérito 
y  gloria. 

223.  Grande  riña  y  discordia  hubo  entre  el  Amigo  y  el 
Amor,  porque  el  Amigo  se  enfadaba  de  los  trabajos  que  pa- 
decía por  amor;  y  se  disputó  si  era  esto  por  falta  del  Amigo 
o  del  Amor.  Comparecieron  en  el  juicio  del  Amado,  quien 
castigó  al  Amigo  con  enfermedades  y  le  premió  con  el  colmo 
del  amor. 

224.  Disputóse  si  el  Amor  era  más  cercano  a  los  pensa- 
mientos o  a  la  paciencia.  Soltó  el  Amigo  la  cuestión  diciendo 
que  el  Amor  se  engendraba  en  los  pensamientos  y  se  susten- 
taba en  la  paciencia. 

225.  Los  vecinos  del  Amigo  son  las  hermosuras  y  be- 
llezas del  Amado;  y  los  vecinos  del  Amado  son  los  pensa- 
mientos del  Amigo  y  los  trabajos  y  llantos  que  padece  por 
su  amor. 

226.  Muy  alto  quiso  subir  la  voluntad  del  Amigo  para 
poder  amar  mucho  a  su  Amado,  y  mandó  al  entendimiento 
que  subiese  con  todo  su  poder.  El  entendimiento  mandó  a  la 
memoria,  y  los  tres  subieron  a  contemplar  al  Amado  en  sus> 
honores. 

227.  Partióse  la  voluntad  del  Amigo,  y  entregóse  al 


99  «pus  n'avia  libertat»,  dice  sencillamente  Llull. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. 


99 


505 


Amado,  quien  encarceló  la  voluntad  en  el  Amigo  para  que 
por  él  fuese  amado  y  servido. 

228.  Decía  el  Amigo :  — No  piense  el  Amado  que  yo  me 
haya  pasado  a  amar  a  otro  Amado,  porque  el  Amor  me  tiene 
unido  todo  en  amar  a  un  solo  Amado. — Respondió  el  Amado, 
diciendo:  — No  piense  el  Amigo  mío  que  yo  sea  amado  y 
servido  por  él  solo ;  antes  tengo  muchos  amadores,  por  quie- 
ne  soy  amado  más  viva  y  dilatadamente  que  no  por  su  amor. 

229.  Decía  el  Amigo  a  su  Amado:  — ¡Amable  Amado! 
Tú  has  acostumbrado  y  criado  mis  ojos  a  ver  y  mis  oídos 
a  oír  tus  honores;  y  por  esto  acostumbra  tú  mi  corazón  a 
pensamientos,  por  quienes  mis  ojos  se  acostumbren  al  llanto 
y  mi  corazón  a  penas. — Respondió  el  Amado  que,  sin  tales 
costumbres  y  educación,  no  estaría  su  nombre  escrito  en  el 
libro  en  el  cual  están  escritos  todos  los  que  van  a  la  ben- 
dición eterna,  y  del  cual  están  tildados  los  nombres  de  los 
que  van  a  la  muerte  de  eterna  maldición. 

230.  En  el  corazón  del  Amigo  se  congregaban  60  las  no- 
bles hermosuras  del  Amado  y  aumentaban  los  pensamientos 
y  trabajos  en  el  Amigo,  quien  del  todo  hubiera  acabado  y 
muerto  si  el  Amado  hubiese  continuado  en  multiplicar  más 
sus  honores  y  sus  atractivas  cogitaciones  01  en  los  pensa- 
mientos de  su  Amigo. 

231.  Vino  el  Amado  a  hospedarse  en  casa  del  Amigo, 
quien  le  previno  cama  de  pensamientos,  y  sirviéronle  llantos 
y  suspiros;  y  pagó  el  Amado  al  Amigo  el  hospedaje  con  re- 
cuerdos. 

232.  Mezclaba  el  Amor  los  placeres  y  los  trabajos  en  los 
pensamientos  del  Amigo.  Quejáronse  de  esta  mezcla  los  pla- 
ceres y  acusaron  G:>  al  Amor  en  el  tribunal  del  Amado.  Mandó 
el  Amado  que  parasen,  y  acabáronse  y  desvanecieron  los 
placeres  luego  que  el  Amado  los  hubo  separado  de  los  tor- 
mentos que  el  Amor  daba  a  sus  amadores. 

233.  Las  señas  de  los  amores  que  hace  el  Amigo  a  su 
Amado  en  el  principio  son  llantos ;  en  el  medio,  tribulaciones, 
y,  a  la  fin,  dulce  muerte ;  y  por  estas  señas  predica  el  Amigo 
a  los  amadores  de  su  Amado. 

234.  Entregábase  a  la  soledad  el  Amigo;  y  asociábanle 
en  su  corazón  pensamientos;  y  en  sus  ojos,  lágrimas  y  llan- 
tos; y  en  su  cuerpo,  aflicciones  y  ayunos;  y  en  volviendo  el 
Amigo  a  la  compañía  de  las  gentes,  desamparábanle  todas 
las  cosas  dichas  y  quedaba  solo  entre  las  gentes. 


Bu  Versículo  trancado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 
61  En  el  texto  primitivo  faltan  las  palabras  «y  sus  atractivas  co- 
gitaciones». 

02  ae  acusaren  amor  a  l'ainat,  e  fenirem  e  deliren  los  plaers 
com  l'amat  los  hac  de  partits  dels  turments  que  amor  dóna  a  sos 
amadors». 


5o6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


235.  Amor  es  un  mar  alborotado  de  olas  y  vientos  sin 
puerto  ni  ribera.  Perece  el  Amigo  en  el  mar,  y  en  su  peligro 
perecen  sus  tormentos  y  nacen  sus  cumplimientos. 

236.  — Dime,  fatuo:  ¿qué  es  amor? — 'Respondió:  — ¡Una 
concordancia  de  teórica  y  práctica  a  un  fin  al  cual  se  mueve 
el  complemento  de  la  voluntad  del  Amigo,  para  que  obligue 
a  las  gentes  a  que  honren  y  sirvan  a  su  Amado. — Y  es  cues- 
tión si  el  fin  conviene  más  fuertemente  con  la  voluntad  del 
Amigo  que  desea  estar  con  su  Amado  o  63  del  que  desea  ha- 
cerle muchos  amadores. 

237.  Al  Amigo  preguntaron  quién  era  su  Amado.  Res- 
pondió que  aquel  que  hacía  amar,  desear,  languir,  suspirar, 
llorar,  ser  escarnecido  y,  en  fin,  morir ;  y  04  el  que  hace  la 
muerte  más  dulce  que  la  vida,  los  escarnios  más  preciosos 
que  la  honra  y  los  llantos  y  suspiros  más  deliciosos  que  la 
risa  y  la  alegría  [239]. 

238.  Al  Amado  65  preguntaron  quién  era  su  Amigo.  Res- 
pondió que  aquel  que,  por  honrar  y  alabar  sus  honores,  no 
dudaba  el  padecer  cualquier  trabajo ;  y  el  que  para  vivir  con 
su  Amado  muere  en  sí  mismo;  y  el  que  a  todos  dice  y  acon- 
seja que  vendan  cuanto  poseen  y  lo  renuncien  todo  para 
comprar  el  amor  de  su  Amado  [240]. 

239.  — IDime,  cautivo  de  amor06:  ¿cuál  carga  es  más 
pesada  y  más  molesta,  o  padecer  trabajos  por  amor  o  pade- 
cerlos por  desamor? — Respondió  que  lo  preguntasen  a  los 
que  hacen  penitencia  por  amor  de  su  Amado  y  a  los  que 
la  hacen  por  temor  a  las  penas  del  infierno  [242]. 

240.  Durmióse  el  Amigo  y  murióse  el  Amor,  porque  no 
tenía  de  qué  vivir.  Despertóse  el  Amigo,  y  volvió  a  vivir  el 
Amor  en  los  pensamientos  que  envió  el  Amigo  a  su  Ama- 
do [243]. 

241.  Decía  el  Amigo  que  la  ciencia  infusa  venía  de  vo- 
luntad, de  devoción  y  de  oración ;  y  la  adquirida  venía  de  es- 
tudio y  trabajo  del  entendimiento,  y  por  eso,  es  cuestión: 
¿cuál  ciencia  es  más  presto  en  el  Amigo  y  cuál  le  es  más 
agradable  y  es  más  acomodada  para  amar  al  Amado?  [244]. 

242.  — IDime,  insensato  por  amor  07 :  ¿de  dónde  has  tú 
necesidades  ? — Respondió :  — iDe  pensamientos  y  deseos  08  con 
perseverancia  de  suspiros  y  gemidos  de  mi  Amado.  — ¿Y  de 
dónde  has  todo  esto?  —¡De  amor.  — (¿Y  de  dónde  has  amor? 


,i:t  Están  de  más  las  palabras  «o...  amadores)). 

84  Igualmente  sobran  las  palabras  «y...  alegría». 

96  Es  más  conforme  decir  :  «Preguntaron  al  Amado  quién  era 
su  Amigo,  v  respondió  que  aquel  que,  para  honrar  y  alabar  sus  ho- 
nores, ño  dudaba  el  padecer  cualquier  trabajo,  y  que  renunciaba  a 
todas  las  cosas  para  obedecer  sus  mandamientos  y  sus  consejos.» 

M  «Digues,  foll»,  léese  simplemente  en  el  texto  catalán. 

*7  «Digues,  foll»,  tan  sólo  leemos  en  el  autor. 


LIHRÚ  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  gg 


507 


— »De  mi  Amado.  — ¿Y  de  dónde  has  a  tu  Amado?  — De  sí 
mismo  solamente  [245]. 

243.  — (Dime,  fatuo:  ¿quieres  ser  libre  en  todas  cosas? 
Respondió:  — !Sí,  menos  de  mi  Amado.  — ¿Y  quieres  ser  cau- 
tivo?— iDijo:  — Sí,  de  amor,  suspiros  y  pensamientos,  traba- 
jos, peligros,  destierros  y  llantos  para  servir  a  mi  Amado, 
por  quien  89 — dijo  el  Almigo — son  creadas  todas  las  cosas 
para  loar  y  conocer  sus  valores  [246]. 

244.  Atormentaba  el  Amor  al  Amigo,  por  cuyo  tormen- 
to lloraba  y  se  lamentaba  el  Amigo.  Llamábale  su  Amado, 
que  se  acercase  a  él  para  curarle;  y  cuanto  más  el  Amigo 
se  acercaba  a  su  Amado,  tanto  más  fuertemente  le  atormen- 
taba el  Amor,  porque  sentía  más  amor,  y  T"  cuanto  más  de 
amor  y  de  llanto  sentía,  tanto  más  amaba  y  más  fuertemen- 
te el  Amado  con  sus  amores  le  curaba  de  sus  dolencias  [247]. 

245.  Enfermo  estaba  el  Amor,  y  el  Amigo  le  curaba  con 
paciencia,  perseverancia,  obediencia  y  esperanza.  Convaleció 
el  Amor  y  enfermó  el  Almigo;  su  Amado  lo  curaba,  dándole 
reminiscencia  de  sus  virtudes  y  honores  [248]. 

246.  — 'Dime,  cautivo  de  amor71:  ¿qué  cosa  es  soledad? 
Respondió:  — Consuelo  y  compañía  del  Amigo  y  del  Ama- 
do. — «¿Y  qué  cosa  es  consuelo  y  compañía? — ^Respondió  que 
soledad,  estando  en  corazón  del  Amigo,  que  sólo  se  acuerda 
de  su  Amado  [250]. 

247.  Propúsose  al  Amigo  esta  cuestión:  ¿en  dónde  ha- 
bía mayor  peligro:  en  padecer  trabajos  por  amor  o  en  gozai 
felicidades.  Convino  el  Amigo  con  su  Amado,  diciendo  que 
peligros  por  felicidades  son  por  falta  de  conocimiento;  y 
peligros  por  infelicidades  son  por  impaciencia  [251]. 

248.  El  Amado  dió  libertad  al  amor  y  facultad  a  todas 
las  gentes  para  que  tomasen  de  él  a  toda  su  voluntad.  Mas 
apenas  encontró  el  amor  quien  le  metiese  en  su  corazón;  y 
por  eso  lloró  y  se  entristeció  mucho  el  Amigo,  viendo  el  des- 
honor que  aquí,  entre  nosotros,  en  el  mundo,  recibe  el  amor 
de  los  falsos  amadores  y  hombres  desagradecidos  72  [252]. 

249.  Destruía  el  Amor  todas  las  cosas  en  el  corazón  de 
su  verdadero  Amigo  para  poder  caber  y  vivir  en  él,  y  hu- 


•  aDe  pensaments  e  de  desirar,  adorar,  treballar  perseverança.» 
Traducido  más  fielmente  :   «...  por  quien  fui  creado  para  loar 
sus  valores.» 

TO  Según  el  original  :  «V,  porque  más  placeres  experimentaba 
cuanto  más  amaba,  más  fuertemente  el  Amado  le  curaba  de  sus  do- 
lencias.» Versículo  truncado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 

Tl  «Digues,  foll.» 

0  No  se  leen  en  el  original  las  siguientes  palabras  de  la  versión 
castellana  :  «V  dijo  el  amor  :  — En  lugar  alto  habito,  sin  desamparar 
el  lugar  bajo  ;  de  balde  me  ofrezco  a  todos,  y,  por  esto,  quien  no  me 
recibe  no  tendrá  excusa.» 


5o8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


biera  muerto  al  Amigo  a  no  tener  éste  memoria  de  su  Ama- 
do [253]. 

250.  Dos  pensamientos  tenía  el  Amigo:  con  el  uno  pen- 
saba todos  los  días  en  la  esencia  y  virtudes  de  su  Amado; 
y  con  el  otro,  en  las  obras  de  su  Amado;  de  aquí  nació  la 
cuestión  sobre  cuál  de  estos  pensamientos  era  más  excelen- 
te y  más  del  gusto  del  Amado  73  [254]. 

251*.  Murió  el  Amigo  por  fuerza  de  grande  amor.  En- 
terróle el  Amado  en  su  tierra,  en  la  cual  resucitó  el  Amigo. 
Y  por  eso  es  cuestión  de  quién  recibió  mayor  merced  el 
Amigo. 

252*.  En  la  cárcel  del  Amado  había  malandanzas,  peli- 
gros, dolencias,  deshonores,  extrañezas,  a  fin  de  que  su 
Amigo  no  fuese  impedido  de  loar  sus  honores  y  de  enamorar 
a  los  hombres  oue  lo  tienen  en  menosprecio. 

253*.  Un  día  estaba  el  Amigo  en  presencia  de  muchos 
hombres  a  quienes  su  Amado  honrado  había  en  demasía, 
pues  que  tanto  lo  deshonraban  en  sus  pensamientos.  Aqué- 
llos menospreciaban  a  su  Amado  y  escarnecían  a  sus  servi- 
dores. Lloró  el  Amigo,  mesóse  sus  cabellos,  golpeó  su  cara 
y  rompió  sus  vestidos,  clamando  a  gritos:  — ¿Cometióse,  al- 
guna vez,  falta  tan  grande  como  menospreciar  a  mi  Amado  ? 

254.  — Dime,  fatuo:  ¿quieres  morirte?  —  Respondió: 
Sí;  en  los  deleites  de  este  mundo,  y  en  los  pensamientos  de 
los  malditos  que  olvidan  y  ultrajan  a  mi  Amado,  en  cuyos 
pensamientos  no  quiero  entender  ni  ser  partícipe,  pues  no  se 
halla  en  ellos  mi  Amado  [258]. 

255.  — Si  tú.  cautivo  de  amor  74,  dices  la  verdad,  serás 
herido  de  las  gentes,  escarnecido,  reprendido,  atormentado 
y  condenado  a  muerte. — Respondió  el  Amigo:  — De  esto  se 
sigue  que,  si  yo  dijera  falsedades,  sería  amado,  alabado  y 
servido  y  honrado  de  las  gentes  y 75  defendido  de  los  que 
menosprecian  a  mi  Amado  [259]. 

256.  Loadores  falsos  un  día  maldecían  al  Amigo  en  pre- 
sencia de  su  Amado,  y  el  Amigo  tenía  en  ello  paciencia,  y  el 
Amado,  sabiduría,  poder  y  justicia.  El  Amigo  estimó  más 
ser  maldecido  y  reprendido  que  ser  amado  7<i  de  los  falsos 
maldicientes  [260]. 

257.  Sembraba  el  Amado  diferentes  semillas  en  el  co- 
razón del  Amigo,  de  donde  nacía,  vestía  hojas,  florecía  y 
granaba  un  solo  fruto.  Es  cuestión  de  si  de  aquel  fruto  po- 
drían nacer  diferentes  semillas  [261]. 


7;;  «del  Amado  y  del  Amigo»,  según  el  autor. 
w  «Si  tu,  foll.»" 

73  «e  defès  dels  amadors  de  mon  amat»  ;  esto  es  :  «y  apartado  de 
los  amantes  de  mi  Amado». 

7"  Es  más  exacto  decir:  «...  que  ser  uno  de  los  falsos  maldicientes.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99 


5O0 


258.  Sobre  el  Amor  estaba  el  Amado  en  grande  altura  y 
debajo  del  Amor  estaba  el  Amigo  muy  ínfimo.  El  Amor,  que 
está  en  medio,  hizo  bajar  el  Amado  al  Amigo  y  subir  el 
Amigo  al  Amado;  y  de  este  ascenso  y  descenso  vive  y  toma 
principio  el  Amor,  por  quien  enferma  el  Amigo  y  es  servido 
el  Amado;  y  77  por  este  acto  es  libremente  sano  [262]. 

259.  A  la  derecha  del  Amor  reside  el  Amado,  y  el  Amigo 
a  la  izquierda;  y,  por  esto,  sin  que  el  Amigo  pase  por  el 
Amor,  no  puede  llegar  a  su  Amado  [263]. 

260.  Delante  del  Amor  está  el  Amado,  detrás  del  Amado 
está  el  Amigo;  y,  por  esto78,  el  Amigo  no  puede  pasar  al 
Ajnor  hasta  haber  pasado  sus  pensamientos  y  deseos  por  el 
Amado  [264]. 

261.  Del  profundo  abismo  de  la  fuente  de  bondad  y 
valor  salieron  dos  semejantes  en  honor  y  valor;  igualmente 
por  el  amor  de  los  tres  se  inflaba  el  Amigo ;  y  el  Amor,  con 
todo  esto,  no  es  más  que  uno,  para  demostrar  que  aunque 
sean  tres  Amados  subsistentes,  pero  es  uno  solamente  por 
esencia  [266], 

262.  Vistióse  el  Amado  de  la  tela  de  que  estaba  vestido 
su  Amigo,  para  que  fuese  su  compañero  en  la  eterna  gloria; 
y  por  esto  el  Amigo  deseaba  continuamente  vestidos  encar- 
nados, porque  la  tela  fuese  más  semejante  a  la  vestidura  de 
su  Amado  [267]. 

263.  — Dime  so,  fatuo :  ¿  qué  hacía  tu  Amado  antes  de 
crear  el  mundo? — Respondió:  — Mi  Amado  amaba,  porque 
era  de  diferentes  propiedades  eternales,  personales  e  infini- 
tas, en  donde  hay  amante,  amor  y  Amado  [268]. 

264.  Lloraba  el  Amigo  y  estaba  muy  triste,  porque  veía 
a  los  infieles  que,  por  ignorancia,  perdían  a  su  Amado;  y  se 
alegraba  en  la  justicia  de  su  Amado,  que  castigaba  a  los  que 
le  desconocían  y  le  eran  desobedientes.  Y  por  esto  se  le  pro- 
puso la  cuestión  sobre  si  era  mayor  su  tristeza  o  su  alegría, 
y  si  tenía  mayor  felicidad  viendo  honrar  a  su  Amado,  que 
desplacer  y  tristeza  viendo  que  no  le  honraban  [269]. 

265.  Miraba  el  Amigo  a  su  Amado  en  la  mayor  diferen- 
cia y  concordancia  de  virtudes,  y  en  la  mayor  contrariedad 


77  Sobran  las  palabras  «y...  sano». 

18  «e  per  açò  l'amic  no  pot  pervenir  a  amor,  tro  que  ha  passat  sos 
pensaments  e  sos  desirers  per  l'amat». 

79  «Fa  l'amat  a  son  amic  dos  semblants  a  si  mateix  arnats  en  hon- 
raments  e  valor.  E  enamora 's  l'amic  de  tots  tres  egualment,  ja's  sia 
que  l'amor  sia  una  tant  solament  a  sis^nificança  de  la  unitat  una  en 
tres  arnats  essencialment.» 

80  «Digues,  foll!  Què  faia  ton  amat  ans  que-1  món  fos?  Respòs  : 
Convenia's  a  ésser  per  diverses  proprietats  eternals  personals,  in  fi- 
nides, on  són  amic  e  amat.» 


510  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  virtudes  y  vicios  81,  y  en  el  ser  y  perfección  que  convienen 
entre  sí  más  fuertemente,  sin  defecto,  que  el  no  ser  y  la  im- 
perfección, que  concuerdan  con  el  defecto;  y  por  esto  dijo 
que  concordancia  con  diferencia  es  perfección  que  conviene 
más  con  el  ser  sin  defecto,  que  con  defecto  y  no  ser  [270]. 

266.  Los  secretos  de  su  Amado  veía  el  Amigo  por  la 
diversidad  y  concordancia,  quienes  le  revelaban  la  pluralidad 
y  unidad  en  su  Amado,  y  por  razón  de  mayor  conveniencia 
de  esencia  sin  contrariedad  [271]. 

267.  Dijeron  al  Amigo  que  si  en  la  corrupción,  que  es 
contraria  al  ser,  en  cuanto  es  contra  generación,  que  es  con- 
traria al  no  ser,  se  hallasen  eternamente  corrompiente  y  co- 
rrompido, sería 82  imposible  que  la  generación  concordase 
con  el  ser  y  que  fuese  primera;  y  por  estas  palabras  vió 
el  Amigo  en  su  Amado  generación  eterna  [273]. 

268.  Si  fuese  falsedad  aquello  por  lo  cual  el  Amigo  pue- 
de amar  más  a  su  Amado,  sería  verdad  aquello  por  lo  cual 
el  Amigo  no  puede  amar  tanto  a  su  Amado;  y  si  esto  fue- 
se así,  seguiríase  defecto  de  mayoridad  y  de  verdad  en  el 
Amado,  y  habría  en  él  concordancia  de  falsedad  y  minori- 
dad [275]. 

269.  Alababa  el  Amigo  a  su  Amado,  diciendo  que,  si  su 
Amado  tiene  mayor  posibilidad  en  perfección  y  mayor  im- 
posibilidad en  imperfección,  conviene  que  el  Amado  sea  sim- 
ple y  pura  actualidad  en  esencia  y  adoración  s Mientras  que 
el  Amigo  de  esta  suerte  alababa  a  su  Amado,  le  era  revelada 
la  Santísima  Trinidad  de  su  Amado  [276]. 

270.  El  Amigo  veía  mayor  concordancia  en  el  número 
uno  y  tres  que  en  otro  número;  y  esto  porque  toda  forma 
corporal  pasaba  del  no  ser  al  ser  por  el  sobredicho  número ; 
y,  por  esto,  el  Amigo  miraba  a  la  Unidad  trina  y  a  la  Tri- 
nidad una  de  su  Amado,  por  la  mayor  concordancia  del  so- 
bredicho número  [277]. 

271.  El  Amigo  alababa  el  poder  y  la  sabiduría,  la  vo- 
luntad de  su  Amado,  que  todo  lo  habían  creado,  menos  la 
culpa,  la  cual  no  sería  sin  84  el  poder  y  la  sabiduría  de  su 
Amado ;  mas  ni  su  poder,  ni  su  sabiduría,  ni  su  voluntad  son 
ocasión  de  la  culpa  [278]. 

272.  Alababa  y  amaba  el  Amigo  a  su  Amado,  porque  le 


81  «e  en  ésser  perfecció,  qui-s  covenen  pus  fortment  sens  defalli- 
ment e  no  ésser,  que  ab  defalliment  e  ab  no  esser». 

m  «...  imposible  cosa  sería  que  el  no  ser  y  el  fin  conviniesen 
en  la  corrupción  y  el  corrompido.  Y,  por  estas  palabras...»,  tradu- 
cido directamente  del  texto  catalán. 

83  «operación»  y  no  «adoración». 

,l  «sens  lo  poder,  e-l  saber,  e-l  voler  de  son  amat,  al  qual  peccat 
no  són  occasió  lo  poder,  ni-l  saber,  ni-l  voler  de  son  amat.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99  .Sil 


había  creado  y  dado  cuanto  tenía.  Alabábale  y  amábale,  por- 
que quiso  tomar  su  semejanza  y  naturaleza;  y  de  aquí  con- 
viene se  haga  la  cuestión:  ¿cuál  alabanza  y  amor  debe  tener 
mayor  perfección?  [279J. 

273.  El  Amor  tentó  al  Amigo  de  sabiduría,  y  propúsole 
esta  cuestión :  si 8"'  el  Amado  le  amaba  más  en  haber  tomado 
su  naturaleza  o  en  haberle  creado.  El  Amigo  quedó  per- 
plejo, hasta  que  respondió  que  la  creación  tiene  mira  hacia 
apartar  la  infelicidad,  y  la  encarnación,  a  procurar  la  feli- 
cidad [280]. 

274.  Iba  el  Amigo  pidiendo  limosna  de  puerta  en  puerta, 
para  hacer  memoria  del  amor  de  su  Amado  a  sus  siervos. 
Y  86  como  en  un  día  no  le  diesen  limosna  alguna,  le  fué  pre- 
guntado si  le  sabía  mal.  Respondió  que  no,  porque  humil- 
dad, pobreza  y  paciencia  eran  cosas  agradables  a  su  Ama- 
do [281]. 

275.  Al  Amigo  pidieron  perdón  por  amor  de  su  Amado, 
y  el  Amigo  no  sólo  les  perdonó,  antes  les  dió  a  sí  mismo 
y  sus  bienes  [282]. 

276.  Con  87  suspiros  refería  el  Amigo  la  pasión  y  dolor 
que  su  Amado  sufrió  por  su  amor,  y  con  tristeza  y  lágrimas 
escribía  las  palabras  que  decía  su  Amado  muriendo;  y  pen- 
sando en  su  resurrección  triunfante,  se  consolaba  [283]. 

277*.  El  Amado  y  el  Amor  vinieron  a  ver  el  Amigo 
que  dormía.  El  Amado  llamó  a  su  Amigo,  y  despertóle  el 
Amor.  Y  el  Amigo  obedeció  al  Amor  y  respondió  a  su  Amado. 

278.  El  ss  Amado  educaba  al  Amigo  en  amar.  El  Amor 
le  enseñaba  a  tener  paciencia;  la  misericordia,  a  esperar;  la 
justicia,  a  temer,  y  la  fe,  a  creer;  y  siendo  ya  de  mayor 
edad,  todas  le  instruían  y  enseñaban  a  amar  [284]. 

279.  Preguntó  el  Amado  a  las  gentes  si  habían  visto  a  su 
Amigo,  y  ellos  preguntáronle  por  las  cualidades  de  su  Ami- 
go. Respondióles  el  Amado  diciendo  que  su  Amigo  era  osado 
y  temeroso,  rico  y  pobre,  alegre  y  triste,  tranquilo  89  y  pen- 
sativo; y  añadió  que  de  continuo  enfermaba  de  amor  [285]. 


Corríjase  diciendo  :  «si  el  Amado  le  amaba  más  en  tomar  su 
naturaleza  o  en  recrearlo.  El  Amigo  quedó  perplejo  hasta  que  res- 
pondió que  la  recreación  miraba  a  apartar  la  infelicidad,  y  la  en- 
carnación a  procurar  la  felicidad». 

Según  el  texto  primitivo  :  «...  y  para  que  usara  de  humildad, 
pobreza,  paciencia,  que  son  cosas  agradables  a  su  Amado.» 

s7  Dígase  más  bien  :  «Con  lágrimas  de  sus  ojos  refería  el  Amigo 
la  pasión  y  el  dolor  que  su  Amado  sufrió  por  su  amor  ;  y  con  tris- 
teza, pensamientos,  escribía  las  palabras  que  decía  ;  y  con  miseri- 
cordia, esperan/a,  se  consolaba.» 

ss  Casi  en  nada  concuerda  este  versículo  con  el  original,  que 
reza  así  :  «El  Amado  educaba  al  Amigo  en  amar  ;  y  el  Amor  en- 
señábale a  sufrir  peligros,  y  la  paciencia  doctrinábale  en  sostener 
trabajos  por  amor  de  aquel  a  quien  se  ha  entregado  por  servidor.» 

"  Está  de  más  el  adjetivo  «tranquilo». 


512 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


280.  Preguntaron  al  Amigo  si  quería  vender  su  deseo, 
quien  respondió  que  ya  lo  tenía  vendido  a  su  Amado  por  tal 
moneda,  cuyo  valor  basta  para  comprar  el  mundo  to- 
do [286]. 

281*.  — 'Predica,  loco,  diciendo  palabras  de  tu  Amado. 
Llora  y  ayuna. — Renunció  al  mundo  el  Amigo  y  fuése  a  bus- 
car a  su  Amado  con  amor,  y  loábalo  en  aquellos  lugares  en 
donde  era  deshonrado. 

282.  Edificaba  90  el  Amigo  una  hermosa  ciudad  para  que 
la  habitase  su  Amado:  los  muros  eran  de  fortaleza;  los  ci- 
mientos, de  humildad;  la  mesa,  de  templanza;  la  cama,  de 
castidad;  las  torres,  de  magnificencia;  las  puertas,  de  fe, 
esperanza  y  caridad;  las  calles,  de  piedad;  los  centinelas,  de 
justicia;  el  idioma  que  en  ella  hablaban  todos  era  de  amor, 
para  que  todas  estas  cosas  pasase  el  Amado  [289]. 

283.  El 91  Amigo  bebía  amor  en  la  fuente  del  Amado, 
y  se  embriagó  de  amor.  Preguntó  la  causa  a  otro  amador, 
y  éste  le  respondió  que  aquélla  es  la  fuente  donde  nos  lava 
el  Amado  de  las  manchas  de  la  culpa  [290]. 

284.  — Dime  92,  embriagado  de  amor:  ¿qué  cosa  es  pe- 
cado?— Respondió:  — Es  inordenación  contra  ordenación  de 
mi  Amado;  es  desviarse  de  mi  Amado;  es  por  defecto  de 
ordenación;  es  privación  del  bien  y  es  contra  el  fin  por  el 
cual  fué  creado  todo  el  mundo  [291]. 

285.  Veía  93  el  Amigo  que  la  eternidad  se  conviene  me- 
jor con  su  Amado,  que  es  esencia  infinita  en  grandeza  y  en 
toda  perfección,  que  no  con  el  mundo,  que  tiene  cuantidad, 
entidad  y  acción  finida  y  terminada ;  y»  por  esto,  en  la  justi- 
cia de  su  Amado  veía  el  Amigo  que  el  mundo  era  nuevo  y 
que  la  eternidad  de  su  Amado  conviene  ser  antes  del  tiempo 


90  Según  el  original  :  «El  Amigo  levantaba  y  construía  una  bella 
ciudad,  en  donde  habitara  su  Amado.  Con  amor,  pensamientos,  la- 
mentos, llantos  y  languores  la  construía  ¡  y  con  placeres,  esperanza, 
devoción,  la  adornaba  ;  y  con  fe,  justicia,  prudencia,  fortaleza  y 
templanza  la  guarnecía.» 

m  Dígase  más  bien  :  «El  Amigo  bebia  amor  en  la  fuente  de  su 
Amado,  en  la  cual  el  Amado  lavó  los  pies  a  su  Amigo,  que  muchas 
veces  ha  olvidado  y  menospreciado  sus  honores,  y,  por  esto,  el 
mundo  está  en  culpa.» 

82  Traducción  directa  del  texto  catalán  :  « — Dime,  loco  :  ¿qué 
es  pecado? — Respondió  :  — Es  intención  torcida  y  enderezada  contra 
la  intención  final  y  razón  por  que  mi  Amado  ha  creado  todas  las 
cosas.» 

33  Hay  que  rectificar  el  versículo,  diciendo  :  «Veía  el  Amigo  que 
el  mundo  es  creado,  puesto  que  la  eternidad  concuerda  mejor  con 
su  Amado,  el  cual  es  esencia  infinita  en  grandeza  y  en  toda  per- 
fección, que  con  el  mundo,  el  cual  tiene  cantidad  finita.  Y  por 
esto,  en  la  justicia  de  su  Amado  veía  el  Amigo  que  la  eternidad  de 
su  Amado  conviene  que  prevalezca  sobre  el  tiempo  y  la  cuantidad 
finita.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUEAN  A. — C.  99  513 


y  de  la  cuantidad  definida,  para  que  se  conociese  su  inmen- 
sidad ser  mayor  que  la  capacidad  del  mundo  [293]. 

286.  Defendía  el  Amigo  a  su  Amado  contra  los  que 
decían  que  el  mundo  era  eterno,  y  dijo  que  a  la  justicia  de 
su  Amado,  que  es  infinita  en  bondad  y  perfección,  conviene 
que  restituya  a  cada  alma  racional  su  propio  cuerpo,  a  quien 
no  bastaría  materia  ni  lugar  ordinal,  si  el  mundo  fuera  eter- 
no, ni  el  mundo  fuera  ordenado  a  un  fin  sólo,  sin  el  cual 
fin  faltaría  a  su  Amado  perfección  de  voluntad  y  sabidu- 
ría [294]. 

287.  — Dime,  fatuo:  ¿en  qué  conoces  que  la  fe  católica 
sea  verdadera  y  que  la  creencia  de  los  judíos  y  moros  sea 
falsa  y  errónea? — Respondió  que  en  las  diez  condiciones  del 
Libro  del  gentil  y  de  los  tres  sabios  [295]. 

288.  — Dime,  fatuo:  ¿en  qué  tiene  principio  la  sabidu- 
ría?— Respondió:  — En  fe  y  devoción,  que  son  la  escalera 
por  donde  sube  el  entendimiento  a  entender  los  secretos  de 
mi  Amado. — Mas  le  preguntaron:  — Fe  y  devoción,  ¿de  dón- 
de tienen  principio? — Respondió:  — De  mi  Amado,  quien  ilu- 
mina la  fe  y  calienta  la  devoción  [296]. 

289.  Preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  era  mayor:  o  posi- 
bilidad o  imposibilidad.  Respondió  94  que  en  su  Amado  la 
imposibilidad  era  mayor,  y  en  la  criatura  la  posibilidad; 
pues  que  posibilidad  y  potencia  concuerdan,  como  también 
imposibilidad  con  actualidad  [297]. 

290.  — Dime,  fatuo:  ¿qué  cosa  es  mayor:  la  diferencia 
o  la  concordancia? — Respondió  que,  menos  en  su  Amado,  la 
diferencia  era  mayor  en  pluralidad  y  la  concordancia  en 
unidad;  mas  en  su  Amado  eran  iguales  en  pluralidad11"  y 
unidad  [298]. 

291.  — Dime,  amador:  ¿qué  cosa  es  valor? — Respon- 
dió: — Lo  contrario  al  valor  de  este  mundo,  que  es  apeteci- 
do de  los  amadores  falsos  y  vanagloriosos,  que  quieren  va- 
ler teniendo  desvalor,  para  ser  perseguidores  de  valor,  más  nf>> 
que  para  seguir  a  aquel  que  a  todo  otro  valor  excede  [299J. 

292*.  — Dime,  necio:  ¿viste  alguna  vez  un  hombre  fa- 
tuo ?—• (Respondió  que  él  había  visto  a  un  obispo  que  tenía  en 
su  mesa  muchos  vasos  y  muchos  platos  y  cuchillos  de  plata, 
y  tenía  en  su  celda  muchos  vestidos  y  gran  lecho,  y  en 
sus  arcas  muchos  dineros;  y  a  la  puerta  de  su  palacio  había 
pocos  pobres. 

293.  — Fatuo  por  amor:  ¿sabes  qué  es  vileza? — Respon- 
dió que  pensamientos  viles.  — Y  ¿sabes  qué  es  cortesía  y  ur- 


'•"  En  las  ediciones  de  Ovejero  y  Je  Aguilar  este  texto  está  al 
terado. 

m  Mejor,  decir  aen  diferencia  y  unidad». 
K  Cállase  en  el  original  tmás...  excede». 

17 


5H 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


banidad  ?  97 — Dijo  que  temor  de  mi  Amado,  procediendo  de 
caridad  y  vergüenza,  que  teme  el  mal  hablar  de  las  gentes. 
— ¿Y  98  qué  es  honor ?J — Respondió:  — Pensar  en  mi  Amado 
y  desear  y  alabar  sus  honores  [300]. 

294*.  Las  penas  y  las  tribulaciones  que  el  Amigo  pade- 
cía por  amor  alteráronle  e  inclináronle  a  la  impaciencia;  y 
reprendióle  el  Amado  con  sus  honores  y  con  sus  promesas, 
diciendo  que  poco  sabía  de  amor,  pues  se  turbaba  por  mal- 
andanzas y  por  bienandanzas.  Tuvo  el  Amigo  contrición  y 
llantos  y  rogó  a  su  Amado  que  le  devolviera  amores. 

295.  — Fatuo :  ¿  qué  cosa  es  amor  ? — Respondió  que  amor 
es  aquella  cosa  que  pone  en  servidumbre  a  los  libres  y  da 
libertad  a  los  siervos;  y  de  aquí  se  origina  la  cuestión  sobre 
si  el  amor  es  más  cercano  a  servidumbre,  o  si  a  liber- 
tad [302]. 

296.  Llamaba  el  Amado  a  su  Amigo,  quien  le  respondió 
con  estas  dulces  palabras:  — ¿Qué  es  lo  que  te  place,  Ama- 
do mío,  ojo  de  mis  ojos  y  pensamiento  de  mis  pensamientos, 
cumplimiento  de  mis  perfecciones,  amor  de  mis  amores  y 
aun  más  principio  de  mis  principios?  [303]. 

297.  El  Amigo  decía  al  Amado:  — A  ti  voy,  por  ti  voy 
y  en  ti  voy;  ¿por  qué  me  llamas?;  a  contemplar  voy  la  con- 
templación de  tu  contemplación  con  la  contemplación  de  tu 
contemplación.  En  tu  virtud  soy  y  con  tu  virtud  vengo  a  tu 
virtud,  de  donde  tomo  virtud 90.  Saludóte  con  salutación, 
que  es  mi  salvación  en  tu  salutación,  de  la  cual  aguardo 
salvación  y  eterna  bendición  [304]. 

298.  Decía  con  altas  voces  el  Amigo :  — El  fuego  calien- 
ta, el  calor  alegra,  su  ligereza  atrae  hacia  arriba.  Así,  por 
semejante  modo,  el  amor  abrasa  al  pensamiento,  el  amor 
alegra  y  el  amor  prontamente  eleva  a  lo  superior.  Uin  amor 
une  tres  cosas  y  las  ata  fuertemente  entre  sí  [305]. 

299*.  — Gloria  eres,  Amado,  de  mi  gloria,  y  con  tu  glo- 
ria, en  tu  .gloria,  das  gloria  a  mi  gloria,  que  tiene  gloria  de 
tu  gloria.  Por  la  cual  gloria  tuya  me  son  igualmente  gloria 
los  trabajos  y  los  sufrimientos  que  me  vienen  para  honrar  tu 
gloria,  y  los  placeres  y  los  pensamientos  que  me  vienen 
de  tu  gloria. 

300*.  —Amado :  en  la  cárcel  del  amor  me  tienes  enamo- 
rado con  tus  amores,  que  me  han  enamorado  de  tus  amores, 
por  tus  amores  y  en  tus  amores.  Pues  no  eres  otra  cosa  más 
que  amores,  en  dos  cuajes  me  haces  estar  solo  y  en  la  com- 
pañía de  tus  amores  y  de  tus  honores.  Porque  tú  estás  solo 


5,7  «léyalla»,  dice  el  original. 

;w  En  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar  el  texto  está  alterado. 

w  Más  conforme  al  original  :  «Saludóte  con  tu  salutación,  que 
es  mi  salutación,  en  tu  salutación,  de  la  cual  espero  salutación  eterna, 
<  n  b  n. lic  ión  de  tu  bendición,  en  la  cual  bendito  soy  en  mi  bendición. » 


LIBRO  PK  EVAST  Y  BLANQUEEN  A. — C.  99 


5*5 


conmigo  solo,  que  estoy  solo  con  mis  pensamientos,  ya  que 
tu  soledad,  sola  en  honores,  me  tiene  ella  sola  para  honrar 
y  loar  sus  valores,  sin  temor  de  los  ingratos  que  no  te  tie- 
nen a  ti  solo  en  sus  amores. 

301*.  — Solaz  eres,  Amado,  de  mi  solaz;  porque  en  ti 
solazo  mis  pensamientos  con  tu  solaz,  que  es  solaz  y  alien- 
to de  mis  penas  y  de  mis  tribulaciones,  que  están  atribula- 
das en  tu  solaz,  porque  no  solazas  a  los  ignorantes  con  tu 
solaz,  y  porque  a  los  conocedores  de  tu  solaz  no  enamoras 
más  hondamente  para  honrar  tus  honores. 

302.  Quejábase  el  Amigo  a  su  Señor  de  su  Amado,  y  a 
su  Amado  de  su  Señor;  y  su  Señor  y  su  Amado  decían: 
— ¿Quién  nos  divide  a  nosotros,  que  somos  una  cosa  mis- 
ma?— Respondía  el  Amigo:  — La  piedad  del  Señor  y  la  tri- 
bulación que  viene  por  el  Amado  [309]. 

303.  Peligraba  100  el  Amigo  en  el  grande  mar  de  amor 
y  confiábase  en  la  ayuda  de  su  Amado,  quien  le  dijo:  — El 
lago  de  amor  es  muy  al  contrario  de  los  otros  lagos,  porque 
en  aquél  se  salva  quien  se  zambulle  a  lo  más  profundo,  y 
quien  no  se  anega  y  sale  fuera,  éste  se  pierde,  lo  que  muy 
al  revés  acontece  en  los  demás  lagos;  y  por  esto  el  Amigo 
deja  de  temer' [310]. 

304.  Alegrábase  el  Amigo  por  el  ser  de  su  Amado,  pues 
que  por  su  ser  todo  otro  ser  ha  venido  en  ser  y  es  susten- 
tado, obligado  y  sujetado  a  honrar  y  servir  el  ser  de  su 
Amado,  quien  por  ningún  otro  ser  puede  ser  destruido  ni 
culpado,  disminuido  y  aumentado  [311]. 

305 *.  — Amado:  en  tu  grandeza  haces  grandes  mis  de- 
.seos,  y  mis  pensamientos,  y  mis  trabajos;  pues  tan  grande 
es,  que  es  grande  toda  cosa  que  de  ti  tiene  memoria,  en- 
tendimiento y  placer,  y  tu  grandeza  hace  pequeñas  todas  las 
cosas  que  van  contra  tus  honores  y  mandamientos. 

306*.  — Eternamente  comienza,  y  ha  comenzado,  y  co- 
menzará mi  Amado;  y  eternamente  no  comienza,  no  ha  co- 
menzado, ni  comenzará.  Y  estos  comienzos  no  se  contradicen 
en  mi  Amado,  porque  es  eterno  y  tiene  en  sí  unidad  y  tri- 
nidad. 

307*.  — Mi  Amado  es  uno,  y  en  su  unidad  úñense  en  una 
voluntad  mis  pensamientos  y  mis  amores ;  y  la  unidad  de  mi 
Amado  es  suficiente  para  todas  las  unidades  y  todas  las 
pluralidades;  y  la  pluralidad  que  hay  en  mi  Amado  es  su- 
ficiente para  todas  las  unidades  y  pluralidades. 

308*.  ' — Soberano  bien  es  el  bien  de  mi  Amado,  que  es 
bien  de  mi  bien ;  porque  es  un  bien  mi  Amado  sin  otro  bien ; 

100  Es  más  conforme  decir:,  apeligraba  el  Amigo  en  el  grande 
mar  de  amor  y  confiaba  en  la  ayuda  de  su  Amado,  quien  le  so- 
corría con  tribulaciones,  pensamientos,  lágrimas  y  llantos,  suspiros 
y  penas,  ya  que  el  mar  era  de  amores  y  para  honrar  sus  honores.» 


5i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que,  si  no  lo  fuera,  mi  bien  fuera  de  otro  bien  soberano.  Y, 
pues,  no  lo  es,  consúmase  todo  mi  bien,  en  esta  vida,  en  hon- 
rar al  soberano  bien,  pues  que  así  conviene. 

309".  — Si  tú,  Amado,  sabes  que  soy  pecador,  háceste 
tú  piadoso  y  perdonador.  Y  porque  aquello  que  sabes  en  ti 
es  mejor  que  yo,  reconozco  yo  en  ti  perdón  y  amor,  ya  que 
tú  me  comunicas  contrición  y  dolor  y  deseos  de  entregarme 
a  la  muerte  para  loar  tu  valor. 

310*.  — Tu  poder,  Amado,  me  puede  salvar  por  benigni- 
dad, piedad  y  perdón,  y  puédeme  condenar  por  justicia  y  a 
causa  de  mis  entuertos.  Tu  poder  cumpla  tu  voluntad  en  mí, 
ya  que  todo  es  cumplimiento,  sea  que  me  des  salvación  o 
condenación. 

311  lül.  Puesto  en  angustia  el  Amigo,  reclamó  la  verdad 
de  su  Amado  y  dijo:  — Oh  verdad  amada,  visita  la  contri- 
ción de  mi  corazón  y  da  lágrimas  a  mis  ojos,  pues  te  ama 
mi  voluntad;  y  por  cuanto  tú,  verdad,  eres  suprema,  y  la 
culpa  es  falsedad,  socorre  mi  voluntad  con  que  venza  los 
pecados  que  son  contrarios  a  la  verdad  [316]. 

312*.  — Nunca  fué  verdad  aquello  en  que  no  hubo  mi 
Amado,  y  falso  es  aquello  en  que  no  hay  mi  Amado,  y  falso 
será  todo  aquello  en  que  no  estará  mi  Amado.  Y,  así,  necesa- 
rio es  que  sea  verdad  todo  lo  que  será,  fué  y  es,  si  en  todo 
ello  hay  mi  Amado.  Y,  así,  también  es  falso  quien  está  en 
una  verdad  en  que  no  está  mi  Amado,  sin  que  se  siga  de  ello 
contradicción. 

313.  El  Amado  creó  y  el  Amigo  destruyó;  juzgó  el  Ama- 
do y  lloró  el  Amigo;  recreó  el  Amado,  consolóse  el  Amigo; 
acabó  el  Amado  su  obra,  y  quedóse  el  Amigo  eternamente 
en  compañía  de  su  Amado  [318]. 

314.  Por  las  sendas  de  vegetación,  sentido,  imaginación, 
entendimiento  y  voluntad  iba  el  Amigo  buscando  a  su  Ama- 
do; en  estas  sendas  padecía  el  Amigo  peligros,  enfermeda- 
des, trabajos  y  muchas  dificultades  para  que  exaltase  su 
entendimiento  y  su  voluntad102;  lo  que  le  era  muy  gustoso, 
porque  su  Amado  quiere  que  sus  amadores  le  entiendan  y 
amen  altamente  [319]. 

315.  Muévese  el  Amigo  hacia  el  ser  por  la  perfección  de 
su  Amado,  y  muévese  hacia  el  no  ser  por  su  propio  defecto ; 
y  de  aquí  nace  la  cuestión:  ¿cuál  de  los  dos  movimientos 
tiene  mayor  poder  en  el  Amigo  naturalmente?  [320]. 

316.  — Metido  me  has,  Amado  mío,  entre  mi  mal  y  tu 


101  «Amat  :  veritat  visita  la  contricció  de  mon  cor,  e  puja  aygua 
a  mos  ulls  com  ma  volentat  la  ama  ;  e  car  la  tua  veritat  és  Subi- 
rana, puja  veritat  sajús  ma  volentat  a  honrar  tos  honraments, 
e  devàíla-la  a  desamar  mos  defalliments.» 

180  «exalçàs  son  entinement  e  e  sa  volentat  a  son  amat  qui  vol 
que-ls  seus  amadors  l'entenen  e  l'amen  altament». 


LIHRO  DE  EVAST  Y  !>LANQI'ERNA. — C.  99  5  l  7 


bien;  y  por  esto  te  ruego  que  de  tu  parte  haya  piedad,  mi- 
sericordia, paciencia,  clemencia,  venia,  ayuda  y  restauración; 
y  de  mi  parte,  haya  contrición,  perseverancia  y  reminiscen- 
cia, con  suspiros,  langores  y  llantos  por  tu  sacrosanta  pa- 
sión l 321 j. 

317.  — 'Amado  que  me  haces  amar:  si  no  me  ayudas, 
¿por  qué  me  quisiste  crear  y  por  qué  quisiste  padecer  por  mí 
tantos  langores  y  tan  amarga  pasión?  Ya  que  tanto  ayu- 
daste a  exaltarme,  ayúdame  a  descender,  para  acordar  y 
aborrecer  mis  culpas  y  mis  defectos,  a  fin  que  mejor  pueda 
yo  subir  mis  pensamientos  a  desear,  honrar  y  alabar  tus 
valores  [322]. 

318.  — -Mi  querer,  Amado  mío,  creaste  libre,  para  que 
pueda  amar"':  y  despreciar  tus  honores  y  para  que  pueda 
aumentar  en  él  tu  amor  [323]. 

319.  — En  esta  libertad  pusiste  mi  voluntad  en  peligro; 
por  lo  cual  te  ruego  que  en  este  peligro  te  acuerdes  de  mí. 
para  que  mi  libie  voluntad  ponga  yo  en  servitud  para  alabar 
tus  honores  y  multiplicar  en  mi  corazón  llantos  y  lango- 
res [id.]. 

320.  — Amado  mío:  jamás  de  ti  vino  en  tu  Amigo  culpa 
ni  defecto,  ni  puede  en  tu  Amigo  haber  cumplimiento  sin  tu 
gracia  y  tu  perdón.  Puesto,  pues,  que  tu  Amigo  tiene  de  ti 
un  tal  posesorio,  no  le  olvides  en  sus  tribulaciones  y  peli- 
gros [324]. 

321.  — Amado  mío,  que  en  "'4  un  nombre  solo,  que  es 
Jesucristo,  eres  nombrado  Dios  y  hombre:  en  este  nombre, 
Jesucristo,  quiere  mi  voluntad  alabarte  Dios  y  hombre.  Si 
tú,  pues,  Amado  mío,  tanto  honraste  a  tu  Amigo,  sin  mérito 
suyo,  en  nombrar  y  querer  a  tu  santo  nombre  de  Jesucristo, 
¿por  qué  no  quieres  honrar  a  tantos  hombres  ignorantes, 
quienes  a  sabiendas  no  han  sido  tari  culpables  para  con  tu 
santo  nombre,  Jesucristo,  como  yo  en  algún  tiempo  lo  fui 
en  poco  temer,  amar  y  honrar  a  tu  nombre  santo  y  salu- 
dable? [325]. 

322.  Lloraba  el  Amigo  y  decía  a  su  Amado  estas  pala- 
bras: — Amado  mío:  jamás  fuiste  avariento,  ni  dejaste  de 
ser  liberal  respecto  de  tu  Amigo  en  darle  ser,  ni  en  re- 
crearle, ni  en  darle  muchas  criaturas  que  le  sirvieran.  ¿De 
dónde,  pues,  vendría  que  tú,  que  eres  liberalidad  soberana, 
fueses  avaro  en  dar  a  tu  Amigo  llantos,  pensamientos,  lan- 
gores, sabiduría  y  amores  para  honrar  tus  honores?  Y  por 
esto,  Amado  mío,  te  ruega  tu  Amigo  le  concedas  larga  vida, 


1 '•  «Mon  voler  has  fet  franc  a  amar  tos  honraments,  e  a  menys- 
prear tes  valors,  pe-  ço  que  pasques  a  mon  voler  multiplicar  u-> 
amors.» 

1,1  uqui  en  un  nom  est  nomenat  hom  e  Déu». 
,lC  Sobran  las  palabras   «en  poco...  saludable». 


5i8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


para  poder  recibir  de  ti  muchos  de  los  dones  sobredi- 
chos [326]. 

323*.  — Amado:  si  tú  ayudas  a  los  hombres  justos  con- 
tra sus  mortales  enemigos,  ayuda  a  multiplicar  mis  pensa- 
mientos, en  desear  tus  honores.  Y  si  tú  ayudas  a  los  hombres 
injustos  para  que  recobren  justicia,  ayuda  a  tu  Amigo  para 
que  haga  sacrificio  de  su  voluntad,  en  loor  de  ti,  y  de  su 
cuerpo,  en  testimonio  de  amor  por  vía  de  martirio. 

324*.  — No  hay  en  mi  Amado  diferencia  entre  humildad, 
humilde,  humillado ;  porque  es  todo  humildad  en  pura  actua- 
lidad. Ende  el  Amigo  reprende  el  orgullo  que  quiere  hacer 
subir  a  su  Amado  a  aquellos  a  quienes  la  humildad  de  mi 
Aunado  ha  honrado  tanto  en  este  mundo,  y  el  orgullo  los  ha 
vestido  de  hipocresía,  vanagloria,  vanidades. 

325*.  La  humildad  ha  humillado  él  Asmado  al  Amigo 
por  contrición,  y  lo  mismo  ha  hecho  por  devoción.  Y  pónese 
la  cuestión:  ¿en  cuál  de  las  dos  el  Amado  se  humilló  más 
profundamente  al  Amigo?  \ 

326*.  Tuvo  el  Amado,  por  su  perfección,  misericordia  de 
su  Amigo,  y  la  tuvo  por  las  necesidades  de  su  Amigo.  Y  pó- 
nese la  cuestión:  ¿por  cuál  de  las  dos  razones  el  Amado  per- 
donó más  plenamente  las  culpas  de  su  Amigo? 

327*.  — (Rogaban  nuestra  Señora,  y  los  ángeles,  y  los 
santos  de  la  gloria  a  mi  Amado.  Y  cuando  recordé  el  error 
en  que  está  el  mundo  por  ignorancia,  pensé  en  la  grande  jus- 
ticia de  mi  Amado  y  en  la  grande  ingratitud  de  sus  amigos. 

328*.  El  Amigo  hacía  subir  los  poderes  de  su  alma,  por 
la  escalera  de  la  humanidad,  para  dar  gloria  a  la  divina  natu- 
raleza. Y  por  la  divina  naturaleza  hacía  bajar  los  poderes 
de  su  alma  para  gloriarse  en  la  naturaleza  humana  de  su 
Amado. 

329.  Cuanto  más  ásperas  y  estrechas  son  las  sendas  por 
donde  camina  el  Amigo  a  su  Amado,  tanto  más  anchos  y 
deliciosos  son  los  amores.  Y  cuanto  más  constreñidos  son 
los  amores,  tanto  más  anchas  son  las  sendas.  De  donde  se 
sigue  que,  de  cualquiera  suerte,  el  Amigo  tiene  trabajos, 
penas,  gozos  y  consuelos  por  su  Amado  [355]. 

330*.  Salen  amores  de  amores,  y  pensamientos  de  lan- 
guores, y  llantos  de  languores;  y  entran  amores  en  amores, 
y  pensamientos  en  llantos,  y  languores  en  suspiros.  Y  el 
Amado  contempla  a  su  Amigo  que  sufre  por  su  amor  todas 
estas  tribulaciones. 

331*.  Trasnocharon  y  hacían  romerías  y  peregrinacio- 
nes los  deseos  y  los  recuerdos  del  Amigo  en  las  noblezas  de 
su  Amado,  y  llevaban  al  Amigo  facciones,  y  llenaban  su  en- 
tendimiento de  resplandor,  por  la  cual  la  voluntad  multipli- 
caba sus  amores. 

332.    El  Amigo  figuraba  con  la  imaginación  y  formaba 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — C.  99  519 


las  perfecciones  de  su  Amado  en  las  cosas  corpóreas,  las 
que,  por  virtud  del  entendimiento,  sutilizaba  en  las  cosas 
espirituales  y  con  la  voluntad  adoraba  a  su  Amado  en  todas 
las  criaturas  [349]. 

333.  Compró  el  Amigo  un  día  de  llantos  por  otro  de 
pensamientos,  y  vendió  un  día  de  amores  por  el  precio  de 
un  día  de  tribulaciones.  Y  entonces  le  fueron  multiplicados 
sus  amores  y  sus  pensamientos  [360]. 

334.  Hallábase  el  Amigo  en  tierras  extrañas,  olvidán- 
dose de  su  Amado,  y  sintió  la  ausencia  de  su  casa  t06,  de  su 
mujer,  de  sus  hijos,  de  sus  amigos.  Mas  volvió  a  recordarse 
de  su  Amado  para  consolarse  y  para  que  la  extrañeza  no 
le  diese  pena  por  el  deseo  y  amor  [361]. 

335*.  Oía  el  Amigo  las  palabras  de  su  Amado,  en  las 
cuales  le  veía  su  entendimiento,  puesto  que  placíase  la  vo- 
luntad en  oírlas;  y  la  memoria  recordaba  las  virtudes  de  su 
Amado  y  sus  promesas. 

336.  Oía  el  Amigo  murmurar  e  infamar  a  su  Amado,  en 
la  cual  murmuración  veía  su  entendimiento  la  justicia  y 
paciencia  de  su  Amado,  porque  la  justicia  castigaba  a  los 
murmuradores  y  la  paciencia  los  aguardaba  a  contrición  y 
penitencia.  Y  107  dijo :  — Muy  clemente  y  piadoso  es  el  Ama- 
do, que  tiene  prevenidos  eternos  bienes  para  dar  aun  a  sus 
enemigos,  si  ellos  los  quisieren  [350]. 

337.  Enfermó  el  Amigo,  y  de  consejo  de  su  Amado, 
dispuso  su  testamento.  Sus  culpas  y  pecados  mandó  a  con- 
trición y  penitencia;  los  deleites  temporales,  al  desprecio; 
los  llantos  y  lágrimas,  a  los  ojos ;  los  suspiros  y  amores,  a  su 
corazón;  la  contemplación  de  las  perfecciones  de  su  Amado, 
al  entendimiento;  a  su  memoria  mandó  la  pasión  que  por 
amor  padeció  su  Amado,  y  a  su  trabajo,  la  solicitud  de  la 
conversión  de  los  infieles,  los  cuales  por  ignorancia  pe- 
can [353]. 

338.  Olió  el  amigo  flores,  y  se  acordó  de  la  hediondez 
del  rico  avariento,  del  viejo  108  lujurioso  y  del  soberbio  des- 
agradecido. Gustó  dulces  el  Aimigo,  y  entendió  en  ellos  las 
amarguras  de  los  bienes  temporales  y  de  la  entrada  y  salida 
de  este  mundo.  Sintió  el  Amigo  placeres  mundanos,  y  en 
ellos  entendió  el  breve  tránsito  de  este  mundo,  y  los  eternos 
tormentos  de  que  son  ocasión  los  deleites  agradables  de  este 
mundo.  Y,  por  esto,  el  Amigo  despreció  todos  los  deleites 
vanos  [327]. 

339*.    Sintió  el  Amigo  hambre,  sed,  caJor  y  frío,  pobre- 


m  «e  enyorà -s  tle  son  .-enyors  e  sa  muller  e  sos  infants  e  de  sos 
amics». 

m  «E  per  açò  és  qüestió,  en  qual  dels  clos  l'amic  creia  pus 
fort  ment.» 

^  3,6  ae  en  luexuriós»,  escribe  simplemente  el  autor. 


520 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


za,  desnudez,  enfermedad,  tribulación.  Y  hubiera  muerto  a 
no  haberse  recordado  de  su  Amado,  quien  lo  sanó  con  espe- 
ranza, recuerdo,  y  con  la  renuncia  de  este  mundo  y  el  me- 
nosprecio de  las  burlas  de  las  gentes. 

340.  Entre  trabajos  y  placeres  estaba:  el  lecho  dél  Ami- 
go; con  placeres  se  dormía  y  con  trabajos  se  despertaba. 
Y  fué  cuestión:  ¿a  cuál  de  estas  dos  cosas  está  más  vecino 
el  lecho  del  Amigo?  [331]. 

341.  El  Amigo  se  dormía  con  ira,  porque  temía  las  mal- 
diciones y  desprecios  de  las  gentes,  y  despertóse  con  pacien- 
cia, acordándose  109  de  los  malos  tratamientos  del  cuerpo  de 
su  Amado ;  y  por  esto  preguntaron  al  Amigo  de  quién  había 
tenido  mayor  empacho,  de  su  Amado  o  de  las  gentes  [332]. 

342.  Pensaba  el  Amigo  en  la  muerte,  y  temió  mucho, 
hasta  que  se  acordó  de  la  noble  ciudad  de  su  Amado,  de  la 
cual  son  puerta  y  entrada  la  muerte  y  el  amor  [333]. 

343.  Quejábase  el  Amigo  con  su  Amado  de  las  tentacio- 
nes que  cada  día  le  venían  disturbándole  sus  pensamientos, 
y  respondióle  el  Amado  que  las  tentaciones  son  ocasión  de 
que  el  hombre  recurra  con  su  memoria  a  acordarse  de  Dios 
y  110  a  amarle  y  a  honrar  sus  honores  con  los  dones  gratuitos 
que  él  da  [336]. 

344.  Perdió  el  Amigo  una  joya  que  amaba  mucho,  y  con 
mucha  impaciencia  sufrió  aquella  pérdida,  hasta  que  el  Ama- 
do le  propuso  esta  cuestión :  ¿  qué  cosa  le  era  más  provechosa, 
o  la  joya  que  antes  tenía  o  la  paciencia  que  tuvo  en  las  obras 
de  su  Amado?  [337]. 

345*.  Dormía  el  Amigo  pensando  en  los  trabajos  y  en 
los  empachos  que  encuentra  en  el  servicio  de  su  Amado;  y 
temió  que  sus  obras  vinieran  a  parar  en  nada  por  aquellos 
empachos.  Empero,  el  Amado  le  envió  conciencia,  la  cual  le 
despertó  en  sus  méritos  y  en  los  poderes  de  su  Amado. 

346.  El  Amigo  había  de  andar  camino  largo,  difícil  y 
escabroso,  y  había  llegado  el  tiempo  de  partirse  y  de  llevar 
sobre  sí  la  carga  gravísima  que  mandó  el  Amor  que  traigan 
sus  amadores.  Y,  por  esto,  el  Amigo  descargó  su  alma  de  los 
pensamientos  y  de  los  deleites  corporales,  para  que  su  cuerpo 
pudiese  más  fácilmente  llevar  la  carga  que  le  mandaba  el 
Amor,  y  que  el  alma  por  aquellas  sendas  anduviese  siempre 
en  compañía  de  su  Amado  [362]. 

347.  En  presencia  del  Amigo  hablaban  mal  un  día  de 
su  Amado.  Oyólo  el  Amigo,  y  ni  le  respondió  ni  le  defendió. 
De  ahí  nace  la  cuestión:  ¿cuál  es  más  culpable:  los  que 
blasfeman  al  Amado  o  el  Amigo  silencioso  que  no  le  de- 
fendía? [339]. 


109  «com  remembra  laors  de  son  Amat». 
310  «e  ornar  «os  honrats  capteniments». 


LIBRO  ÇE  EVAST  Y  BLANQÜERNA. — C.  99 


521 


348.  Contemplando  el  Amigo  a  su  Amado,  se  sutilizaba 
en  su  entendimiento  y  se  enamoraba  de  él  en  su  voluntad. 
Y  es  cuestión  por  cuál  de  estas  dos  cosas  se  sutilizaba  y  fe- 
cundaba más  su  memoria  en  recordar  a  su  Amado  T342J. 

349.  Con  fervoi  y  temor  iba  el  Amigo  en  su  viaje  a 
honrar  a  su  Amado.  Fervor  le  llevaba  y  temor  le  conservaba. 
Mientras  que  así  iba  el  Amigo,  encontró  a  los  suspiros  y  a 
los  llantos  que  le  llevaban  recomendaciones  de  su  Amado,  y 
le  fué  propuesta  la  cuestión :  ¿  por  cuál  de  los  cuatro  recibía 
mayor  consuelo  en  su  Amado?  Respondió  111  el  Amigo  que 
llantos  y  lágrimas  eran  hervor  de  fervor,  y  el  fervor  fuego, 
y  el  temor  guardia  [343]. 

350-'.  Mirábase  el  Amigo  en  sí  mismo  para  que  fuera 
espejo  en  donde  contemplara  a  su  Amado,  y  miraba  a  su 
Amado  para  que  le  fuera  espejo  en  el  cual  tuviera  conoci- 
miento de  sí  mismo.  Y  es  cuestión:  ¿a  cuál  de  los*  dos  es- 
pejos estaba  más  cercano  su  entendimiento? 

351.  Teología,  Filosofía,  Medicina  y  Derecho  encontra- 
ron ai  Amigo,  quien  las  preguntó  si  habían  visto  a  su  Ama- 
do. Teología  lloraba,  Filosofía  dudaba,  Medicina  y  Derecho 
se  alegraban.  Es  cuestión:  ¿qué  significaba  con  esto  cada 
una  de  las  cuatro  señoras  al  Amigo,  que  iba  en  busca  de  su 
Amado?  [345]. 

352*.  Triste  y  lloroso  iba  el  Amigo  en  busca  de  su  Ama- 
do por  sendas  sensuales  y  por  caminos  intelectuales.  Y  pó- 
nese  la  cuestión:  ¿en  cuál  de  los  dos  caminos  entró  prime- 
ramente mientras  buscaba  a  su  Amado,  y  en  cuál  el  Amado 
se  mostró  al  Amigo  más  claramente? 

353".  En  el  día  del  juicio  dirá  el  Amado  que  cada  uno 
ponga  a  un  lado  lo  que  el  Amado  le  haya  dado  en  este 
mundo,  y  ponga  en  otro  lado  lo  que  él  hombre  haya  dado 
al  mundo,  a  fin  de  que  se  vea  cuán  entrañablemente  haya 
sido  amado  lo  uno  y  lo  otro  y  cuál  de  los  dos  dones  es  más 
noble  y  en  mayor  cantidad. 

354*.  Amábase  la  voluntad  del  Amigo  a  sí  misma,  y 
preguntóle  el  entendimiento  si  era  más  semejante  a  su  Ama- 
do en  amarse  a  sí  misma  o  en  amar  a  su  Amado,  porque  su 
Amado  es  más  amante  de  sí  mismo  que  de  cualquier  otra 
cosa.  Y,  por  esto,  pónese  la  cuestión  sobre  cuál  respuesta  la 
voluntad  pudo  dar  al  entendimiento  con  más  verdad. 

355.  —  Dime,  fatuo:  ¿cuál  es  el  amor  más  grande  y  más 
verdadero  que  hay  en  la  criatura? — Respondió  que  aquel  que 
es  uno  con  el  Creador,  puesto  que  el  Creador  no  tiene  en  qué 
pueda  hacer  más  noble  criatura  [348]. 

356*.  Estando  un  día  el  Amigo  en  oración,  notó  que 
sus  ojos  no  lloraban,  y  para  que  pudiera  llorar,  envió 


111  El  original  calla  «•Respondió...  guardia». 


522 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


su  pensamiento  a  pensar  en  dineros,  mujeres,  hijos,  man- 
jares, vanagloria,  y  halló  en  su  entendimiento  que  más  hom- 
bres tenían  por  servidores  cada  una  de  las  cosas  sobredichas, 
que  no  tiene  su  Amado.  Y,  por  esto,  fueron  sus  ojos  en  llan- 
tos y  su  alma  en  tristeza  y  dolor. 

357*.  Iba  el  Amigo  meditabundo  pensando  en  su  Ama- 
do, y  encontró  por  el  camino  a  buen  golpe  de  gente,  pidién- 
dole nuevas.  Y  como  fuera  que  el  Amigo  hallaba  placer  en 
su  Amado,  no  respondió  a  lo  que  le  preguntaban,  y  dijo  que, 
para  que  no  se  alejara  de  su  Amado,  no  quería  responder 
a  sus  palabras. 

358*.  Estaba  el  Amigo  por  dentro  y  por  fuera  cubierto 
de  amor,  e  iba  a  buscar  a  su  Amado.  Decíale  el  Amor: 
— ¿Adonde  vas,  amador?— Respondió:  — Voy  a  mi  Amado, 
a  fin  de  que  tú  seas  mayor. 

359*.  — Dime,  loco:  ¿qué  es  religión? — -Respondió: 
— Limpieza  de  pensamiento,  y  desear  morir  para  honrar  a 
mi  Amado,  y  renunciar  al  mundo,  a  fin  de  que  nada  impida 
contemplarlo  y  decir  la  verdad  de  sus  honores. 

360.  — Di,  amador:  ¿qué  son  tus  tribulaciones,  llantos, 
suspiros,  tristezas,  trabajos  y  peligros  en  tu  Amado  ? — Res- 
pondió: — Delectación  del  Amado. — Mas  le  preguntaron: 
— ¿Y  por  qué  son  delectación  del  Amado? — Respondió: 
— 'Porque  son  el  con  que  el  Amado  sea  más  amado  y  haya 
el  Amigo  mayor  retribución  [358]. 

361.  Preguntaron  al  Amigo  en  quién  había  mayor  amor, 
o  en  el  Amigo  que  vivía  por  amor  o  en  el  Amigo  que  moría 
por  amor.  Dijo  que  en  el  que  moría,  porque  no  puede  ser 
mayor  el  amor  en  el  Amigo  que  muere  por  amor  y  puede  ser 
mayor  en  el  que  por  amor  vive  [363]. 

362*.  Encontráronse  dos  amigos.  El  uno  mostraba  a  su 
Amado  y  el  otro  le  entendía.  Y  era  cuestión  sobre  cuál  de  los 
dos  estaba  más  cerca  de  su  Amado.  Y  por  la  solución,  el 
Amigo  tenía  conocimiento  de  la  demostración  de  la  Trinidad. 

363*.  — Di,  loco:  ¿por  qué  hablas  con  tanta  sutileza? — 
Respondió:  — A  fin  de  que  sea  ocasión  de  subir  el  enten- 
dimiento a  las  noblezas  de  mi  Amado  y  porque  él  sea  hon- 
rado, amado  y  servido  de  más  hombres. 

364*.  Embriagábase  el  Amigo  del  vino  que  recordaba, 
entendía  y  amaba  al  Amado.  Aquel  vino  aguaba  el  Amado 
con  sus  llantos  y  con  las  lágrimas  de  su  Amigo. 

365*.  El  Amor  calentaba  e  inflamaba  al  Amigo  en  el 
recuerdo  de  su  Amado.  Y  el  Amado  lo  enfriaba  con  lágri- 
mas y  llantos,  y  con  olvido  de  los  deleites  de  este  mundo, 
y  con  renunciamiento  de  los  vanos  honores.  Y  aumentábanse 
los  amores  a  medida  que  el  Amigo  recordaba  por  quién  sos- 
tenía languores,  tribulaciones,  y  por  quién  padecían  penas  y 
persecuciones  los  hombres  mundanales. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA. — C.  99  523 


366.  — Dime  112,  fatuo  por  amor:  ¿qué  cosa  es  este  mun- 
do?— Respondió:  — Cárcel  de  los  amadores  y  siervos  de  mi 
Amado.  — ¿Y  quién  los  mete  en  la  cárcel? — Respondió  que, 
por  una  parte,  la  conciencia,  el  amor,  temor,  renunciación 
y  contrición,  y,  por  otra  parte,  la  compañía  de  gente  vil  y 
los  trabajos  sin  galardón,  en  donde  hay  castigo.  — ¿Quién 
les  da  la  libertad?  — La  misericordia,  piedad  y  justicia. 
— ¿En  dónde  los  colocan?  — En  la  eterna  gloria,  en  donde 
hay  alegre  compañía  de  los  verdaderos  amadores,  alabando 
debidamente  sin  fin,  bendiciendo  y  glorificando  al  Amado 
de  los  amadores,  a  quien  sea  siempre  dada  alabanza,  honra 
y  gloria  por  todo  el  mundo  [365]. 

Habiendo  de  tratar  Blanquerna  del  Arte  de  contempla- 
ción, quiso  aquí  dar  fin  al  Libro  del  Amigo  y  del  Amado, 
el  cual  es  acabado  a  gloria  y  honor  de  nuestro  Señor  113  Je- 
sucristo y  de  la  humilde  Virgen  Santa  María,  Madre  suya  y 
Señora  nuestra. 


1Vi  «Digues,  foll  :  què  és  aquest  món  ?  Respòs  :  Presó  dels  ama- 
dors, servidors  de  mon  amat.  E  qui -Is  met  en  presó?  Respòs  : 
Consciència,  amor,  temor,  rennneiament,  contricció,  companyia  d'àvol 
gent  ;  e  és  treball  sens  guardó  on  és  puniment.» 

113  «de  nostre  Senyor  Déus».  Aquí  acaba  el  libro  en  el  texto  ca- 
talán. 


EMPIEZA  EL  ARTE  DE  CONTEMPLACION 


P  R  Ó  L  O  G  O 

1.  Tan  alto  y  excelente  es  el  Soberano  Bien  y  tan  ínfimo 
el  hombre  por  sus  culpas  y  pecados,  que  por  esto  acontece 
muchas  veces  a  los  ermitaños  y  santos  varones  experimen- 
tar gran  dificultad  y  trabajo  en  elevar  su  alma  a  la  contem- 
plación de  Dios;  y  como  el  arte  y  método  sea  muy  condu- 
cente para  ello,  por  eso  consideró  Blanquerna  cómo  compu- 
siese un  Arte  de  contemplación,  para  que  con  él  se  ayudase 
a  tener  en  el  corazón  verdadera  contrición  y  en  sus  ojos 
abundancia  de  lágrimas  y  lloros,  y  que  su  entendimiento  y 
voluntad  ascendiesen  más  altamente  a  contemplar  a  Dios  en 
sus  honores  y  dignidades  y  cuanto  tiene  en  sí 1. 

2.  Habiendo  Blanquerna  bien  meditado  esta  considera- 
ción, compuso  este  Libro  de  contemplación  por  arte,  y  lo  di- 
vidió en  doce  partes,  a  saber:  virtudes  divinas,  esencia, 
unidad,  Trinidad,  Encarnación,  "Pater  noster",  "Ave  Ma- 
ría", mandamientos,  "Miserere  mei  Deus",  sacramentos,  vir- 
tudes y  vicios. 

3.  El  arte  de  este  libro  consiste  en  que  las  virtudes  di- 
vinas sean  primeramente  contempladas  las  unas  con  las  otras, 
y,  después,  sean  contempladas  con  las  demás  partes  de  -este 
libro,  proponiéndose  el  alma  del  devoto  contemplador  por  su 
objeto  a  las  virtudes  divinas  en  su  memoria,  entendimiento 
y  voluntad,  y  sepa  concordar  en  su  alma  las  virtudes  y  di- 
vinas dignidades  2  con  las  demás  partes  del  libro,  en  tal  ma- 
nera, que  todo  se  encamine  a  mayor  honra  y  gloria  de  las 
divinas  virtudes,  que  son  éstas:  bondad,  grandeza,  eterni- 
dad, poder,  sabiduría,  amor,  virtud,  verdad,  gloria,  perfec- 
ción, justicia,  largueza,  misericordia,  humildad,  señorío  y 
paciencia. 

4.  Todas  estas  virtudes  pueden  ser  contempladas  de  di- 
ferentes modos,  porque  el  un  modo  es  contemplar  una  virtud 
con  otra  solamente,  o  una  virtud  con  dos,  o  tres,  o  más  vir- 


■  El  autor  silencia  «y  cuanto  tiene  en  sí;>. 

-  Ramón  Llull  dice  solamente  «les  virtuts  divines». 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA 


525 


tudes.  Otro  modo  es  cuando  el  hombre  contempla  las  virtu- 
des de  la  esencia,  o  en  la  unidad,  o  en  la  Trinidad,  o  Encar- 
nación, y  así  de  las  demás  partes  del  libro.  Otro  modo  es 
cuando  en  las  virtudes  contempla  la  esencia,  o  la  unidad, 
o  la  Trinidad,  o  la  Encarnación.  Y  otro  modo  es  el  contemplar 
en  las  palabras  del  "Pater  noster",  o  del  "Ave  Maria",  etc. 
También  puede  el  hombre  contemplar  en  Dios  y  en  sus  obras 
con  todas  las  dieciséis  virtudes  expresadas  o  con  algunas  de 
ellas,  según  quisiese  el  hombre  abreviar  o  prolongar  su  con- 
templación; y  conforme  que  el  modo  de  la  contemplación  se 
conviene  y  conforma  mejor  con  unas  virtudes  que  con  otras. 

5.  Las  condiciones  de  este  arte  son  éstas,  a  saber:  que 
el  hombre  esté  en  buena  disposición  para  contemplar,  y  en 
lugar  a  propósito  y  conveniente;  pues  que  por  sobrada  re- 
flexión, o  por  demasiada  afición,  o  por  si  en  el  puesto  en  que 
se  halla  hay  mucha  prisa  y  ruido  de  gente,  o  mucho  calor  o 
frío  puede  ser  impedida  la  contemplación.  Pero  la  más  fuerte 
condición  de  este  arte  es  que  el  hombre  se  halle  libre  de  los 
cuidados  y  embarazos  de  las  cosas  temporales  en  su  memo- 
ria, entendimiento  y  voluntad,  cuando  entra  en  la  contem- 
plación. 

6.  Y  por  cuanto  yo  me  hallo  muy  ocupado  en  escribir 
otros  libros,  por  esto  trataré  brevemente  del  modo  con  que 
Blanquerna  contemplaba  por  este  arte.  Y,  primeramente,  em- 
pecemos por  la  primera  parte  de  este  libro. 


C  A  PÍTl/LO  I 

Del  modo  con  que  Blanquerna  contemplaba  las  virtudes 

de  Dios 

1.  Levantóse  Blanquerna  a  la  media  noche,  y  púsose  a 
mirar  el  cielo  y  las  estrellas,  echando  de  su  pensamiento  to- 
das las  cosas  del  mundo.  Y  poniéndose  todo  en  la  meditación 
de  las  virtudes  de  Dios,  primeramente  quiso  contemplar  la 
bondad  de  Dios  en  todas  las  dieciséis  virtudes,  y  todas  éstas 
en  la  bondad  de  Dios;  y,  por  esto,  puesto  de  rodillas,  levantó 
las  manos  al  cielo  y  su  pensamiento  a  Dios  ',  y  dijo  estas 
palabras  con  su  boca,  y  las  meditó  en  su  alma  con  todos  los 
poderes  de  su  memoria,  de  su  entendimiento  y  de  su  vo- 
luntad : 

2.  "¡Oh  Soberano  Bien,  que  eres  infinitamente  grande 

1  Aquí  la  versión  castellana  no  se  ciñe  al  original  catalán,  que 
dice  así  :  «...  e  vol  contemplar  la  bonea  de  Déu  en  totes  les  -xv- 
virtuts,  e  les  -xv-  virtuts  volc  contemplar  en  la  bonea  de  Déu, 
e.  per  açò  dix  aquestes  paraules...» 


526 


HURAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


en  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor,  virtud,  verdad,  gloria, 
perfección,  justicia,  largueza,  misericordia,  humildad,  señorío 
y  paciencia!  Adorote  recordando,  entendiendo,  amando  y  ha- 
blando en  ti  y  en  todas  las  virtudes  antedichas,  las  cuales 
son  contigo  y  tú  con  ellas  una  esencia  y  una  misma  cosa  sin 
diferencia  alguna. 

3.  "¡Soberano  Bien,  que  eres  grande;  soberano  grande, 
que  eres  bien !  Si  no  fueres  tú  eterno,  no  serías  tan  grande 
bien  que  pudiese  mi  alma  llenar,  en  ti,  a  su  memoria  de  me- 
morar, y  en  ti,  a  su  entendimiento  de  entender,  y  en  ti,  a 
su  voluntad  de  amar;  pero,  siendo  tú  bien  infinito  y  eterno, 
puedes  llenar  toda  mi  alma  y  todas  las  almas  racionales  de 
gracia  infusa  y  bendición,  memorando,  entendiendo  y  aman- 
do en  ti,  Soberano  Bien,  infinito  y  eterno." 

4.  Por  aquel  poder  que  Blanquerna  recordaba  en  sobe- 
rana bondad,  tenía  poder  y  virtud  de  elevar  su  consideración 
sobre  el  firmamento,  y  consideraba  una  grandeza  tan  grande 
que  tuviese  movimiento  infinito,  como  un  relámpago  formado 
en  seis  rectitudes  generales,  que  son  éstas:  alto,  bajo,  a  la 
derecha,  a  la  izquierda,  delante  y  detrás,  y  que  no  podía 
encontrar  término  ni  principio  ni  fin.  Admirado  se  quedó 
Blanquerna  de  tal  consideración,  y  mayormente  cuando  la 
dobló  considerando  aquella  bondad,  tan  grande  en  eternidad 
que  no  tiene  principio  ni  fin.  Mientras  Blanquerna  estaba 
todo  absorto  en  este  pensamiento  y  consideración,  acordóse 
cuán  grande  bien  es  el  poder  divino,  que  puede  ser  tan  grande 
y  tan  durable,  y  que  puede  saber  y  querer  infinitamente 
y  eternalmente,  y  puede  tener  virtud,  verdad,  gloria,  per- 
fección, justicia,  largueza,  misericordia,  humildad,  señorío  y 
paciencia  infinita  y  eternal. 

5.  Perseverando  Blanquerna  en  esta  contemplación,  em- 
pezó su  corazón  a  calentarse  y  sus  ojos  a  derramar  lágrimas 
por  el  placer  que  sentía  por  el  recordar,  entender  y  amar 
tan  nobles  virtudes  en  la  suprema  bondad.  Pero  antes  que 
Blanquerna  pudiese  perfectamente  llorar,  bajó  su  entendi- 
miento a  la  potencia  imaginativa,  y  con  ella  empezó  a  pensar 
y  dudar  cómo  podía  ser  que  antes  que  fuese  el  mundo  tu- 
viese Dios  justicia,  largueza,  misericordia,  humildad  y  se- 
ñorío. Y  por  la  participación  del  entendimiento  con  la  ima- 
ginativa, aquella  duda  enfrió  el  calor  de  su  corazón,  y  dismi- 
nuyéronsele  las  lágrimas  en  sus  ojos,  y  entonces  Blanquerna 
desnudó  su  entendimiento  de  la  potencia  imaginativa,  su- 
biéndole sobre  ella,  acordándose  que  el  Soberano  Bien  es  in- 
finito en  toda  perfección  y  2,  como  tal,  por  su  propia  virtud 


3  «E  per  ac;ò  iKK-  haver  e  sab  haver,  per  sa  vitut  e  sa  glòria, 
aviant  .perfectament  totes  les  virtuts  damunt  dites  ans  quel  món 
fos,  com  ha  ara  com  lo  món  és  ;  mas  car  lo  món  no  era,  per  aço 
defallí  que  no  era  qui  pogués  del  subirá  bé...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


527 


y  por  su  propia  gloria  puede  y  sabe  tener  tan  perfectamente 
justicia,  misericordia,  largueza,  humildad  y  señorío,  como 
todas  las  demás  virtudes  antedichas,  así  antes  que  fuese 
el  mundo  como  después  que  es  creado;  por  esto  faltaba,  o 
no  había,  quien  pudiese  de  aquel  Soberano  Bien  recibir  los 
efectos  de  su  gran  misericordia  ni  la  influencia  de  las  demás 
virtudes  referidas. 

6.  Agradó  mucho  a  la  voluntad  de  Blanquerna  la  acción 
que  hizo  el  entendimiento  cuando  dejó  acá  abajo  la  potencia 
imaginativa  que  le  impedía  y  subió  arriba  a  atender,  sin 
ella,  el  poder  infinito  de  Dios,  el  cual  conviene  que  sea  en 
justicia,  largueza,  etc.,  antes  que  fuese  el  mundo,  porque, 
si  no  lo  fuese,  se  seguiría  que  en  la  suprema  bondad  habría 
defecto  de  poder,  grandeza,  eternidad,  virtud  y  verdad  ; 
pero  siendo  imposible  que  en  Dios  haya  defecto  alguno,  por 
eso  la  voluntad  inflamó  tanto  el  corazón  de  Blanquerna,  que 
sus  ojos  se  llenaron  de  lágrimas  muy  copiosas. 

7.  Mientras  Blanquerna  contemplaba  y  lloraba  de  este 
modo,  allá  en  el  interior  de  su  alma  se  hablaban  mentalmen- 
te su  memoria,  entendimiento  y  voluntad,  y  se  complacían 
con  grande  alegría  en  las  virtudes  de  Dios,  según  significan 
las  siguientes  palabras:  — Mtanoria — dijo  el  entendimien- 
to— ,  ¿qué  recordáis  de  la  bondad  y  de  la  sabiduría  y  amor 
de  Dios?  Y  vos,  voluntad,  ¿qué  amáis  de  ellas? — Respondió 
primero  la  memoria,  diciendo:  — Cuando  yo  en  mi  recuerdo 
he  visto  y  pienso  cuán  grande  bien  es  saberse  a  sí  mismo 
mayor  y  más  noble  en  esencia  y  voluntad  que  todas  las  cosas, 
no  me  siento  tan  grande  ni  tan  elevada  como  cuando  re- 

.  cuerdo  el  Soberano  Bien  ser  infinito  en  saber  y  querer ;  y  4 
cuando  a  este  mi  recuerdo  junto  yo,  según  mi  consideración, 
la  eternidad,  poder,  virtud,  verdad,  gloria,  perfección,  etc.r 
que  son  en  él  una  cosa  misma,  entonces  me  siento  engran- 
decer y  exaltar,  memorando  estas  cosas  y  me  parece  que  voy 
creciendo  sobre  todas  cosas — 1.  Con  estas  y  otras  muchas -pa- 
labras respondió  la  memoria  al  entendimiento,  y  después  la 
voluntad  le  respondió  de  semejante  modo,  diciendo  que  ella 
no  se  sentía  tan  alta  y  tan  grande  cuando  amaba  al  Sobe- 
rano Bien  por  ser  más  sabio  y  más  amante  que  ninguna 
otra  cosa,  como  entonces  cuando  le  amaba  por  tener  sabidu- 
ría eterna  e  infinita.  El  entendimiento  después  dijo  de  sí 
mismo  a  la  memoria  y  a  la  voluntad  que  él  se  hallaba  en  el 
mismo  estado  y  semejante  al  de  las  dos  potencias  en  la  con- 
templación del  Soberano  Bien. 

8.  Acordaron  entre  sí  la  memoria,  entendimiento  y  vo- 
luntad de  contemplar  a  la  divina  bondad  en  la  virtud,  verdad 

3  «verdad»  es  un  añadido  del  traductor. 

4  ce  com  ajust  eternitat,  poder,  virtut,  veritat,  etc.,  adones  me 
sent  ençranir  e  exalçnr,  membrant  aquestes  cose*». 


52S 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  gloria ;  y  recordó  la  memoria  virtud  de  bien  infinido,  exis- 
tiendo la  virtud  infinida  en  verdad  y  gloria;  y  el  entendi- 
miento entendió  todo  aquello  que  la  memoria  recordó;  y  la 
voluntad  amó  todo  aquello  que  la  memoria  recordaba  y  el 
entendimiento  entendía.  Otra  vez  volvió  la  memoria  a  su 
recuerdo,  y  recordó  verdad  infinida  del  supremo  bien,  exis- 
tiendo en  ila  verdad,  virtud  y  gloria  infinida  r' ;  y  el  entendi- 
miento entendió  gloria  infinida  existiendo  en  la  gloria  virtud 
y  verdad,  que  son  supremo  bien  y  glorioso;  y  la  voluntad 
lo  amó  todo  junto  en  una  actualidad  y  en  una  misma  per- 
fección. 

9.  Preguntó  Blanquerna  a  su  entendimiento,  diciéndo- 
le:  — Si  el  Soberano  Bien  me  da  la  salvación,  ¿qué  entende- 
rás tú?—fY  respondió  el  entendimiento:  — Yo  entenderé  la 
misericordia  y  la  humildad  y  la  largueza  de  Dios.  — Y  tú, 
¡oh  memoria!,  si  el  Soberano  Bien  me  condena,  ¿qué  memo- 
rarás?— Respondió:  — Recordaré  la  justicia  y  señorío,  la 
perfección  y  poder  de  Dios. — Y  tú,  ¡oh  voluntad!,  ¿qué  ama- 
rás?— 'Respondió:  — 'Amaré  aquello  que  la  memoria  recorda- 
rá, si  estuviere  en  lugar  que  lo  pueda  amar,  puesto  que  las 
virtudes  del  Soberano  Bien  por  sí  mismas  son  amables. 

10.  Después  de  todo  esto,  Blanquerna  se  acordó  de  sus 
pecados,  y  entendió  cuál  grande  bien  es  haber  en  Dios  pa- 
ciencia, porque  si  no  la  hubiera,  cuan  presto  el  hombre  co- 
mete el  pecado,  sería  castigado  y  privado  de  este  mundo.  Y 
por  esto  preguntó  a  la  voluntad  qué  gracias  daría  a  la  pa- 
ciencia de  Dios,  que  le  sufría  y  había  siempre  sufrido  6.  Res- 
pondió la  voluntad,  y  dijo  que  ella  amaría  en  el  Soberano 
Bien  la  justicia,  aunque  fuese  posible  que  el  entendimiento 
pudiese  saber  que  le  había  de  condenar  por  sus  pecados. 
Agradó  mucho  a  Blanquerna  la  respuesta  que  dió  la  volun- 
tad, y  la  boca  de  Blanquerna,  con  todas  las  tres  potencias 
de  su  alma,  loaron  y  bendijeron  mucho  la  paciencia  del  Sobe- 
rano Bien  por  todas  las  virtudes  divinas. 

11.  Según  este  modo  contemplaba  Blanquerna  las  vir- 
tudes divinas  desde  la  medianoche  hasta  la  hora  de  maiti- 
nes, haciendo  gracias  a  Dios  que  se  había  humillado  a  él 
en  haberle  guiado  y  enderezado  en  su  contemplación.  Y 
cuando  quiso  finir  la  contemplación  y  tocar  a  maitines,  em- 
pezó a  acordarse  de  que  no  había  contemplado  la  paciencia 
de  Dios  tan  altamente  como  las  otras  virtudes,  por  cuanto 
la  había  contemplado  solamente  en  respecto  a  sí  mismo,  se- 
gún que  arriba  va  expresado,  y  por  esto  le  fué  conveniente 
volver  otra  vez  en  la  contemplación,  y  dijo  que  él  adoraba 
y  contemplaba  a  la  paciencia  de  Dios  en  el  ser  una  misma 


5  Sobra  la  palabra  «infinida». 

*  cquMI  havia  sostengut»,  dice  simplemente  el  autor. 


LIBRO  DE  EVASX  Y  BLANQÜERNA 


$2Ç 


cosa  con  la  suprema  bondad  y  con  las  demás  otras  virtudes, 
sin  diferencia  alguna.  Por  lo  cual  el  entendimiento  se  ad- 
miró en  gran  manera  cómo  podía  ser  la  paciencia  una  cosa 
misma  en  esencia  con  las  otras  virtudes.  Pero  la  memoria 
recordó  que  las  virtudes  en  Dios  no  tienen  diferencia  alguna 
las  unas  de  las  otras;  pero  por  cuanto  las  obras  que  tiene 
en  las  criaturas,  por  las  cuales  ellas  son  representadas  como 
por  su  efecto,  son  diversas,  [por  esto  parecen  diversas],  así 
como  parece  diversa  la  vista  cuando  mira  en  dos  espejos 
y  el  uno  es  recto  y  el  otro  oblicuo,  y  la  vista  en  sí  es  una 
sola  en  cada  uno  de  los  espejos,  sin  diferencia  alguna. 


CAPÍTULO  II 

De  la  manera  en  que  Blanquerna  contemplaba  de  tres 
en  tres  las  virtudes  de  dios 

1.  "¡Bondad  divina! — dijo  Blanquerna — ■:  tú,  que  eres 
infinitamente  grande  en  eternidad,  tú  eres  soberano  bien, 
de  donde  nace  todo  otro  bien;  y  de  tu  gran  bien  viene  todo 
el  bien  grande  y  pequeño  que  haya;  y  de  tu  eternidad  viene 
toda  otra  duración ;  y,  así,  en  todo  cuanto  eres  bien  en  gran- 
deza y  eternidad,  te  adoro,  te  invoco  y  te  amo  sobre  todo 
mi  entendimiento  y  mi  memoria;  y,  por  esto,  te  pido  que  el 
bien  que  me  has  dado  me  le  hagas  grande  y  durable  en  loar- 
te y  servirte  en  todo  aquello  que  pertenece  a  tu  honor. 

2.  "¡Grandeza  eterna!  en  poder!:  tú  eres  mucho  mayor 
de  lo  que  yo  puedo  decir  \  recordar,  entender  y  amar;  y,  por 
esto,  te  ruega  mi  poder  que  le  hagas  grande  y  durable  en 
recordar,  entender  y  amar  mucho  a  tu  gran  poder,  que  es  y 
puede  ser  infinito  y  eterno,  de  cuya  influencia  esperamos 
acá  abajo  la  gracia  y  bendición,  por  la  cual  seamos  grandes 
y  durables  y  podamos  vivir  contigo  eternamente  2. 

3.  "¡Eternidad,  tú  que  tienes  poder  de  saber  sin  fin  y 
sin  principio!:  tú  me  has  principiado  para  durar  sin  fin;  tú 
me  has  creado,  tú  tienes  poder  de  salvarme  o  de  condenarme. 
Todo  lo  que  harás  de  mí  y  de  todos  los  demás  lo  sabe  eter- 
namente tu  saber  y  lo  puede  eternamente  tu  poder,  porque 
en  tu  eternidad  no  hay  alteración  ni  mudanza  alguna.  No 
tengo  yo  poder  de  saber  a  qué  me  has  de  juzgar,  porque 
mi  poder  y  saber  tienen  su  principio;  y,  así,  por  cualquiera 
cosa  que  haga  de  mí,  plégate  que  en  este  mundo  mi  poder  y 


1  En  ti  original  falta  «decir». 

:  Igualmente  falta  en  el  original  «y  podamos  vivir  contigo». 


530 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


saber  y  mi  duración  sea  siempre  a  mayor  honra  y  servicio 
tuyo  y  para  alabar  tu  honor. 

4.  "¡Poder,  que  sabes  y  quieres  a  todo  ti  mismo!  ¡Sa- 
ber, que  quieres  y  puedes  a  todo  ti  mismo !  ¡  Querer,  que  pue- 
des y  sabes  a  todo  ti  mismo!  Tomadme  todo  mi  poder  y 
saber  para  alabaros  y  serviros,  pues  me  habéis  tomado 
todo  mi  querer.  Tú3,  ¡oh  poder,  saber  y  querer!,  del  modo 
que  eres  sin  aumento  ni  disminución  ni  variación  alguna,  tú 
puedes  saber  y  querer  todo  cuanto  hay  según  tu  poder,  saber 
y  querer  infinito.  Y  tú,  ¡oh  saber!,  sabes  todo  cuanto  quie- 
res; y  tú,  ¡oh  querer!,  quieres  y  puedes  todo  cuanto  quieres 
en  voluntad,  poder  y  saber.  Luego,  como  esto  sea  así  y 
ninguna  cosa  lo  pueda  mudar  ni  variar,  de  esta  grande  in- 
fluencia venga  a  mi  poder  gracia,  para  que  en  todo  tiempo 
pueda  poder,  querer  y  saber  asimismo  en  honrar  a  tu  poder; 
y  a  mí  saber  en  honrar  a  tu  saber,  y  a  mí  querer  en  honrar 
a  tu  amor  y  honor. 

5.  "¡Sabiduría  divina!  En  ti  es  amor  y  virtud.  Tú  te 
sabes  a  ti  misma  saber  sobre  todo  otro  saber,  y  te  sabes  a 
ti  misma  amor  sobre  todo  otro  amor,  y  te  sabes  a  ti  misma 
virtud  sobre  toda  otra  virtud.  Y  por  esto,  si  mi  saber  sabe 
que  mi  querer  es  menor  virtud  en  amar  a  tu  querer,  conviene 
que  tu  saber  sepa  que  tu  amor  es  mayor  en  amarme  a  mí 
que  mi  amor  en  amarte  a  ti;  y  si  esto  no  lo  supiese  así,  no 
sabría  tu  sabiduría  ser  mayor  la  virtud  de  tu  amor  en  el 
querer  que  lo  que  es  la  mía;  ni  mi  sabiduría  y  amor  no  ten- 
drían virtud  con  que  poderte  perfectamente  contemplar." 
Mientras  Blanquerna  contemplaba  de  este  modo,  se  acordó 
que  si  Dios  supiese  que  su  querer  amase  al  pecado,  no  ten- 
dría virtud  con  que  amarse  a  sí  mismo,  y  por  esto  entendió 
Blanquerna  que,  si  él  desamara  a  Dios,  no  tendría  virtud  con 
que  pudiese  desamar  al  pecado,  y,  por  esta  razón,  lloró  dila- 
tadamente Blanquerna  cuando  se  recordó  culpable  y  peca- 
dor por  el  tiempo  en  que  había  pecado. 

6.  "¡Aimor  divino!  Tu  virtud4  es  más  verdadera  que 
ninguna  otra  virtud;  y  por  esto  eres  tú,  amor,  más.  verda- 
dero que  cualquiera  otro  amor,  y  tu  virtud  es  más  verda- 
dera que  cualquiera  otra  virtud;  porque  si  es  verdadera  la 
virtud  que  tiene  el  sol  en  iluminar  y  la  del  fuego  en  calen- 
tar, mucho  más  verdadera  es  la  virtud  que  tienes  tú  en 
amar,  por  cuanto  entre  el  sol  y  su  resplandor  y  entre  el 
fuego  y  su  calor  hay  diferencia,  pero  entre  tu  amor,  virtud 
y  verdad  no  cabe  diferencia  esencialmente.  Y  cuanto  tu 


3  «Vós,  poder,  vós  podets  saber  e  voler  aytant  com  vós  sots 
sens  afi.^iment  e  sens  minvament,  e  sens  nuil  eamiament  ;  e  vós, 
saber,  vós  sabets  aytal  com  vós  volets.» 

4  «Vostra  virtut  és  pus  vera  que  nulla  altra  amor,  e  vostra 
veritat  és  pus  vera  que  totes  altres  veritats.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA  5.U 


amor  pone  en  verdad,  todo  lo  hace  con  virtud  infinita  y 
eternal  en  amar  a  la  verdad;  y  cuanto  hacen  los  cuerpos 
celestes  y  los  demás,  lo  hacen  con  virtud  finida,  con  tiempo 
y  cantidad.  Luego,  como  esto  sea  así,  a  ti,  amor,  virtud  y 
verdad,  me  obligo  y  sujeto  por  todos  los  días  de  mi  vida  a 
honrar  tus  honores  y  anunciar  a  los  infieles  y  a  los  devotos 
cristianos      verdad  de  la  virtud  de  tus  amores"  5. 

7.  La  virtud,  verdad  y  gloria  se  encontraron  en  los  pen- 
samientos de  Blanquerna  cuando  contemplaba  a  su  Amado, 
y  consideró  a  cuál  de  las  tres  daría  mayor  honor  en  sus 
pensamientos  y  voluntad;  pero  por  cuanto  no  podía  enten- 
der en  ellas  diferencia  alguna,  por  ser  una  misma  cosa  sin 
distinción,  por  esto  igualmente  las  hizo  honor  y  reverencia 
con  memorar,  entender  y  amar  a  su  Amado,  y  dijo:  "Ado- 
rote, virtud,  que  me  has  creado;  adorote,  verdad,  que  me 
has  de  juzgar,  y  adorote,  gloria,  en  quien  espero  ser  glori- 
ficado en  virtud  y  verdad,  que  no  cesará  por  ningún  tiempo 
de  dar  gloria  sin  fin." 

8.  Preguntó  Blanquerna  a  la  verdad  de  su  Amado: 
— Si  en  ti  la  gloria  y  perfección  no  fuese  aquello  que  tú  eres, 
¿qué  serías  tú? — Respondió  el  entendimiento  de  Blanquerna 
que  sería  falsedad,  o  una  verdad  semejante  a  la  nuestra,  o 
sería  nada,  o  alguna  cosa  en  la  cual  habría  pena  eterna  sin 
fin.  Insistió  Blanquerna:  — ¿Y  si  la  verdad  no  fuese,  qué 
sería  la  gloria? — «Respondió  la  memoria  que  sería  trabajo 
y  defecto.  — ¿Y  si  la  perfección  no  fuese,  qué  sería  la  glo- 
ria?— Respondió  'la  voluntad  que  sería  todo  lo  que  es  nada, 
o  sería  todo  cuanto  es  defecto. 

9.  Consideró  Blanquerna  en  el  color,  y  entendió  en  él 
diferencia  entre  lo  blanco  y  lo  rubio,  y  contrariedad  entre 
blanco  y  negro.  Consideró  en  la  gloria,  perfección  y  justicia 
de  su  Amado,  y  no  pudo  entender  entre  ellas  diferencia  ni 
contrariedad.  Consideró  la  blancura,  y  no  pudo  entender  en 
ella  diferencia  ni  contrariedad.  Consideró  la  gloria,  y  enten- 
dió en  ella  perfección  y  justicia.  Consideró  la  perfección, 
y  entendió  en  ella  gloria  y  justicia.  Consideró  la  justicia, 
y  entendió  en  ella  perfección  y  gloria.  Maravillóse  mucho 
Blanquerna  de  tal  consideración,  en  la  cual  exaltó  mucho  a 
su  memoria,  entendimiento  y  voluntad  para  contemplar  a  su 
Amado.  Y  deseando  su  gloria,  llenó  sus  ojos  de  lágrimas 
y  lloró  amargamente,  temiendo  la  justicia  de  su  Amado. 

10.  La  memoria,  entendimiento  y  voluntad  de  Blanquer- 
na se  esforzaban  a  subir  a  su  Amado;  la  memoria  quiso  ele- 
varse para  memorar  la  perfección;  el  entendimiento  para 
entender  la  justicia,  y  la  voluntad  para  amar  la  largueza; 


6  «veritat  de  vostra  virtut,  e  de  vostra  veritat,  e  de  vostres 
amors». 


532 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLTJLL 


pero  ninguna  de  las  tres  potencias  pudo  trascender  a  la 
otra,  porque  cada  una  había  menester  a  las  tres  virtudes  de 
su  Amado:  para  significar  que  las  tres  virtudes  referidas 
son  una  misma  cosa  en  su  Amado. 

11.  — ¡Justicia! — dijo  Blanquerna — ,  ¿qué  quieres  tú 
de  mi  voluntad? — Respondió  la  memoria  por  la  justicia: 
— Quiero  en  vos  -contrición  y  temor,  y  quiero  en  vuestros 
ojos  lloros,  y  en  vuestro  corazón  suspiros,  y  en  vuestro  cuer- 
po aflicciones. — Y  tú,  largueza,  ¿qué  quieres  de  mi  volun- 
tad?— -Respondió  el  entendimiento  por  la  largueza:  — Quié- 
rola  tener  toda  para  amar  y  para  arrepentirme  y  despreciar 
las  vanidades  de  este  mundo. — Y  tú,  misericordia,  ¿  qué  quie- 
res de  mi  memoria  y  de  mi  entendimiento — Respondióle  la 
voluntad  por  la  misericordia:  — Quiero  toda  lai  memoria  para 
memorar,  y  todo  el  entendimiento  para  entender  su  don  y 
su  perdón,  y  mayormente  para  contemplar  a  sí  misma. — Y 
entonces  Blanquerna  se  entregó  todo  en  contemplar  todo 
cuanto  deseaban  de  él  las  virtudes  de  su  Amado. 

12.  Adoraba  y  contemplaba  Blanquerna  en  su  Amado 
la  largueza,  misericordia  y  humildad;  y  las  consideraba 
mayores  y  mejores  que  cuando  las  contemplaba  en  sí  mis- 
mo, y  por  esto  decía  a  su  entendimiento  que  en  su  Amado 
no  podía  entender  toda  liberalidad,  misericordia  y  humil- 
dad; y  decía  a  su  voluntad  que  la  misericordia  de  su  Ama- 
do tenía  tan  gran  largueza,  que  podía  tomar  de  ella  cuanta 
humildad  quisiese,  y  podía  haber  de  ella  tanta  largueza 
y  misericordia  cuanta  había  menester  para  su  salvación. 

13.  En  peligro  se  vió  Blanquerna  en  su  pensamiento 
de  creer  y  juzgar  que  el  señorío  de  su  Amado  fuese  mayor 
que  la  misericordia  y  humildad,  puesto  que  su  señorío  es 
sobre  cuantos  hombres  hay  y  su  humildad  y  misericordia 
no  iluminan  en  la  fe  católica  a  los  infieles,  pero  el  Ama- 
do despertó  la  memoria  de  Blanquerna  y  la  hizo  recordar 
de  que  la  misericordia  hizo  humillar  el  Hijo  de  Dios  a  en- 
carnarse y  morir  en  cruz  en  cuanto  hombre,  para  que  su 
señorío  fuese  revelado  y  predicado  en  todo  el  mundo  por 
aquellos  a  quienes  Dios  se  ha  humillado  en  el  santo  sacri- 
ficio del  altar,  y  a  quien  ha  hecho  Dios  tantas  honras  y  los 
espera  su  misericordia  para  la  satisfacción  de  tantas  y  tan 
graves  faltas  mortales  desagradables  a  Dios  y  a  las  gentes. 

14.  Decía  Blanquerna  que  en  este  mundo  no  conviene 
al  príncipe  señorío  sin  humildad  y  paciencia,  para  signifi- 
car que  sería  inconveniente  el  que  en  Dios  hubiese  señorío 
sin  humildad  y  paciencia;  y,  por  esto,  Blanquerna,  que  era 
príncipe  y  señor  de  su  memorar,  entender  y  querer,  humi- 
lló su  principado  a  la  paciencia,  para  poder  subir  a  contem- 
plar, en  su  Amado,  humildad,  señorío  y  paciencia,  de  quien 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANQUERNA 


tiene  a  feudo  su  principado,  del  cual  debe  dar  cuenta  a  su 
Amado. 

15.  De  esta  suerte  concluyó  Blanquerna  su  oración,  y 
al  otro  día  la  prosiguió  en  otra  manera,  es  a  saber,  que,  de- 
jando la  consideración  de  la  paciencia,  empezó  por  el  se- 
ñorío, combinando  las  virtudes  de  tres  en  tres  para  usar  de 
distinto  modo ;  y  otro  día  consideraba  las  virtudes  de  cuatro 
en  cuatro,  o  de  cinco  en  cinco,  o  de  seis  en  seis  8,  o  de  dos 
en  dos,  o  las  combinaba  todas  con  la  grandeza  y  eternidad, 
y  así  de  las  demás  virtudes.  Y,  de  este  modo,  cada  vez  que 
en  su  contemplación  mudaba  la  combinación  de  una  virtud 
con  otra,  se  le  ofrecían  nuevas  razones  y  varios  modos  y 
asuntos  para  contemplar  a  su  A'mado.  Y  porque  seguía 
arte  en  su  oración  y  contemplación,  por  eso  era  Blanquer- 
na tan  fecundo  en  contemplar  su  Amado,  que  sus  ojos  no 
cesaban  todos  los  días  de  llorar,  y  su  corazón  de  suspirar, 
y  su  alma  se  derretía  en  contrición,  devoción  y  amor  de  su 
Amado. 


CA  PITULO    I  I  I 

De  la  esencia 

1.  Comenzó  Blanquerna  a  contemplar  la  divina  esen- 
cia con  las  divinas  virtudes,  y  memorando,  entendiendo  y 
amando  aquéllas,  decía  estas  palabras: 

2.  "¡Oh  esencia  divina!  Tan  grande  eres  tú  en  bon- 
dad y  eternidad,  que  entre  ti  y  entre  tu  bondad,  grande- 
za; y  eternidad  no  hay  diferencia  alguna.  Tú  eres  esencia 
y  tú  eres  Dios;  y,  pues  entre  deidad  y  Dios  no  hay  diferen- 
cia alguna,  adorote  deidad  y  Dios,  esencia  y  ser  en  una 
cosa  misma,  porque  si  la  deidad  en  Dios  y  la  esencia  y  ser 
no  fuese  una  misma  cosa,  sin  diferencia  alguna,  tu  gran- 
deza sería  finida  y  terminada  entre  tu  bondad  y  tu  bien, 
y  entre  tu  eternidad  y  tu  ser  eternal;  y  se  seguiría  que 
tu  deidad  sería  una  cosa  y  Dios  otra,  y  lo  mismo  se  se- 
guiría de  tu  ser  y  de  tu  esencia;  y  porque  tu  grandeza  es 
infinita  en  bondad  y  eternidad,  por  eso,  soberana  esen- 
cia, yo  te  adoro  y  bendigo  en  1  una  pura  actualidad  y  sim- 
ple igualdad  con  todas  tus  virtudes  y  dignidades  divinas. 

3.  "De  tu  bondad  y  grandeza  y  de  tu  bien  grande,  ¡oh 
esencia  gloriosa!,  memora  y  entiende  tu  memoria  y  enten- 
dimiento lo  que  no  puede  memorar  y  entender  de  ninguna 
otra  cosa,  en  que  la  bondad  y  el  bien,  grandeza  y  grande, 

•  El  autor  pasa  en  silencio  <ale  seis^  eu  seis». 

7  «en  una  pura  actualitat  simple  ab  totes  les  virtuts  tues». 


534 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


duración  y  durante  no  son  una  misma  posa;  porque  si  lo 
fueran,  no  habría  diferencia  entre  la  esencia  y  el  ser  de  la 
criatura  y  la  esencia  y  el  ser  del  Creador;  y  si  esto  no 
fuera  así,  tu  bondad  no  sería  soberana  en  grandeza,  como 
conviene  que  lo  sea.  Para  que,  pues,  sea  significada  mayor 
la  nobleza  de  tu  esencia  y  de  tu  ser,  entiende  y  memora 
ser  mayor  en  ser  una  cosa  misma  tu  esencia  y  tu  ser,  que 
no  la  esencia  y  el  ser  creado,  en  quien  es  defectuosa  la 
grandeza,  por  cuyo  defecto  tenemos  conocimiento  de  tu 
grande  e  infinita  grandeza,  a  quien  alabo  y  bendigo,  suje- 
tando toda  la  grandeza  de  mi  voluntad  para  adorar,  con- 
templar, loar  y  servir  a  tu  esencia  gloriosa. 

4.  "La  esencia  en  la  criatura  es  distinta  del  poder, 
saber  y  querer  creado,  porque  una  cosa  es  el  poder,  otra 
cosa  es  el  saber  y  otra  el  querer ;  y,  por  esto,  la  esencia  crea- 
da no  puede  ser  una  misma  cosa  en  su  poder,  saber  y  que- 
rer. Mas  porque  tú,  gloriosa  esencia,  no  tienes  diferencia 
en  tu  poder,  saber  y  querer,  ni  menos  entre  tu  poder,  sa- 
ber y  querer,  hay  diferencia  alguna;  por  esto  eres  una  esen- 
cia y  una  misma  cosa  con  tu  ser,  sin  2  diferencia  ni  distin- 
ción de  tu  poder,  saber  y  querer.  Y  siendo  esto  así,  por 
eso  eres  tú  soberano  bien,  pues  todo  otro  bien  es  deficiente 
en  poder,  saber  y  querer  para  ser  una  cosa  misma  con  su 
esencia;  y  de  ahí  por  su  naturaleza  se  inclina  a  la  corrup- 
ción, a  cuya  inclinación  sería  contraria  su  naturaleza  si 
no  hubiese  diferencia  entre  el  ser  y  su  esencia. 

5.  "¡Gloriosa  esencia!  Tu  poder  en  tu  ser  no  puede 
obrar  ningún  defecto.  Mi  poder  puede  hacerlo  contra  mi 
ser;  y  la  razón  de  esto  es  porque  una  cosa  es  mi  ser  y  otra 
es  mi  esencia  y  otra  mi  poder.  Y  porque  mi  poder  es  dis- 
tante por  gran  diferencia  de  mi  ser  y  de  mi  esencia,  por 
esto  puede  contra  mi  ser  y  mi  esencia.  Mas  cuanto  tu  po- 
der es  tu  esencia  y  tu  ser  sin  diferencia  alguna,  por  esto 
no  puede  hacer  cosa  alguna  contra  tu  esencia  y  ser  di- 
vino; y,  por  esta  razón,  tienes  tú,  ¡oh  esencia!,  cumplido, 
perfecto,  infinito  y  eterno  poder  en  virtud,  verdad,  gloria 
y  perfección. 

6.  "De 3  la  humanidad  es  llamado  el  hombre  tal,  la 
cual  es  esencia  del  hombre;  y  de  caballería  es  llamado  tal 
el  caballero;  y  de  la  justicia  el  justo,  y  de  la  sabiduría  el 
sabio.  De  donde  en  tu  deidad  eres  tú  Dios,  y  quien  dice  tu 
deidad,  dice  Dios,  y  quien  dice  Dios,  dice  tu  esencia;  por- 
que tu  virtud  es  bastante  para  ser  tu  esencia  y  tu  ser  en 


2  «sens  que  ab  l'ésser  de  ton  poder,  saber,  voler,  no  és  diferent 
de  nulla  cosa». 

3  «De  home  és  dita  humanitat  ^  qui  és  essència  d'home,  e  de 
cavaller  és  dita  cavalleria,  e  de  just  és  dit  justícia,  e  de  savi 
saviea.  En  la  tua  deytat  e  tu,  Déu,  qui  diu  ta  deytat.» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


verdad,  gloria  y  perfección;  y  mayor  verdad  es  en  ser  una 
cosa  misma  tu  ser  y  tu  esencia,  que  no  es  en  la  criatura 
ser  una  cosa  la  esencia  y  otra  el  ser,  y  en  ser  una  cosa 
justa  y  otra  justicia.  Y,  por  esto,  muchos  justos  y  muchos 
hombres  y  muchos  caballeros  pueden  ser  diversos  en  al- 
guna cosa  debajo  razón  de  la  justicia,  humanidad  y  caba- 
llería. Pero  no  es  así  de  tu  ser  y  de  tu  esencia,  por  cuanto 
tu  gloria  y  tu  perfección  tienen  virtud  y  verdad,  donde  no 
hay  diferencia  de  ser  y  de  esencia. 

7.  "Si  justicia  no  se  hallara  en  la  criatura,  sería  im- 
posible que  el  justo  fuese  creado,  así  como  es  imposible 
que  sea  el  hombre  sin  la  humanidad.  De  donde,  cuando  el 
hombre  y  su  humanidad  y  las  demás  criaturas  aun  no  eran 
cosa  alguna,  ya  en  tu  esencia  4  había  justo  y  justicia,  sin 
que  en  tu  esencia  haya  justo,  ni  en  ti,  justo,  haya  justicia 
por  razón  de  la  criatura,  sino  que  tú  eres  justo  y  justicia 
por  ti  mismo;  porque,  así  como  el  hombre  no  podría  ser 
sin  5  su  esencia,  esto  es,  sin  la  humildad  y  naturaleza  hu- 
mana, así,  por  el  contrario  sentido,  puede  ser  en  ti  justo  y 
justicia  sin  la  criatura.  Y  así  como  el  hombre  no  puede  ser 
sin  alguna  otra  cosa  que  no  es  hombre,  esto  es,  sin  los  ele- 
mentos materia,  forma,  accidentes,  naturaleza  y  causa  efi- 
ciente, así  en  tu  esencia  no  podría  ser  justo  ni  justicia,  si 
pudieran  en  ella  caber  accidentes,  cualidad  y  diferencia  en- 
tre el  ser  y  la  esencia.  Y  si  tu  justicia  tuviera  necesidad 
de  alguna  cosa  que  no  fuese  Dios  ni  esencia  divina,  no  po- 
dría ser  eterna,  infinita,  virtuosa,  ni  cumplida  como  lo  es  en 
toda  perfección. 

8.  "¡Esencia  divina!  Antes  que  fuese  aquel  a  quien 
das,  había  en  ti  largueza,  pues  si  tú  eres  la  largueza  y  la 
largueza  es  tú  mismo,  no  es  tu  largueza  en  tu  eternidad 
e  infinidad  posterior  a  tu  esencia;  y  lo  mismo  se  sigue  de 
tu  misericordia  y  de  las  demás  virtudes.  Ni  ahora,  cuando 
son  y  existen  las  criaturas  a  quienes  tú  das  y  perdonas,  tu 
largueza  y  misericordia  son  mayores.  Y  si  hubiese  diferen- 
cia entre  tu  largueza  y  tu  misericordia  en  tu  esencia,  no 
serías0  soberano  bien  liberal  en  dar  y  perdonar;  y  ten- 
drías misericordia  hasta  tanto  que  hubieses  creado  la  cria- 
tura; y  sería  imposible  que  creases  cosa  alguna  sin  que  an- 
tes de  la  creación  de  aquélla  tuvieses  largueza  y  miseri- 
cordia." 

9.  Consideró  Blanquerna  que  la  humildad,  señorío  y  pa- 
ciencia en  la  criatura  son  cualidades,  y  en  Dios  son  esencia ; 


4  Llull  dice  «justicia». 

•5  «sen  sa  essència,  ço  és  natura  humana». 

0  «no  fores  larc  ni  bagres  misericòrdia  tro  que  haçnesses  creada 
creatura». 


5.36 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  cómo  7  las  cualidades  son  distantes  de  la  esencia,  y  mucho 
más  en  comparación  con  la  humildad,  señorío  y  paciencia, 
como  esencia  y  ser  divinal.  Por  eso  Blanquerna  adoró  a  la 
humildad,  paciencia  y  señorío  como  ser  divinal,  y  dijo  es- 
tas palabras':  "Humildad  sin  humillar,  y  señorío  sin  domi- 
nar, y  paciencia  sin  pacienciar  no  se  convienen  en  ser  esen- 
cia soberana,  en  bondad  y  grandeza  eternal  sobre  todas  las 
criaturas.  Ni  en  la  esencia  de  Dios  s  se  conviene  humillarse 
de  mayor  a  menor,  pues  no  las  hay ;  ni  se  conviene  haber  en 
ella  señor  y  vasallo,  ni  agente  y  paciente,  según  distinción 
de  mayor  a  menor."  Mientras  Blanquerna  contemplaba  da 
este  modo,  se  quedó  turbado  y  temió  de  afirmar  contradic- 
ción; pero  por  la  grande  elevación  en  que  se  hallaba  su  en- 
tendimiento por  la  contemplación,  conoció  que  la  imagina- 
ción pecaba  en  la  falsa  comparación;  y  la  memoria  recordó 
cómo  a  Dios  se  deben  atribuir  todas  las  cosas  buenas  que 
hay  en  las  criaturas  y  que  dicen  perfección  9  en  tanto  que 
todas  ellas  convienen  que  sean  en  la  divina  esencia,  como 
no  se  siga  alguna  imperfección  en  Dios ;  y  por  cuanto  es  cosa 
buena  la  humildad,  señorío  y  paciencia  en  la  criatura,  con- 
viene que  asimismo  sean  en  la  esencia  divina;  pero  como 
en  la  criatura  no  sean  aquéllas  en  tan  grande  perfección 
como  lo  son  en  Dios,  conviene  10  que  por  otro  más  noble  modo, 
esto  es,  por  identidad,  entendamos  existir  en  la  esencia  di- 
vina humildad,  señorío  y  paciencia,  que  es  distinto  del  modo 
según  el  cual  existen  en  la  criatura,  en  la  cual  son  aquellas 
virtudes  cualidades  accidentales  que  tienen  principio,  me- 
dio y  fin. 

10.  En  esta  contemplación  decía  Blanquerna  que  la 
esencia  de  su  Amado  era  inconmutable,  por  cuanto  com- 
prendía y  no  era  comprendida;  y  era  inalterable,  por  cuanto 
era  eternidad;  y  era  incorruptible,  porque  su  poder,  querer 
y  saber,  su  virtud,  justicia  y  perfección  eran  eternas,  y  que 
por  eso  una  tal  y  tan  gloriosa  esencia  debía  ser  tenida  más 
a  menudo  en  su  memorar,  entender  y  amar  que  cualquiera 
otra  esencia  o  esencias. 

11.  Decía  también  que  el  rey,  por  razón  de  su  señorío, 
ni  por  sus  fuerzas,  belleza,  sabiduría,  poder,  justicia  y  de- 
más cualidades,  no  es  más  cercano  a  la  esencia  humana  ni 


7  «e  car  calitàt  sóii  luny  de  essència,  segons  comparació  de  humi- 
litat, senyoria,  paciència,  qui  són  essència,  per  açò  Blanquerna...». 

H  «ni  en  la  essència  de  Déu  no-s  cove  humiliar  major  a  menor,  ni 
ésser  senyor  e  vassall». 

*  Está  de  más  «y  que  dicen  perfección». 

10  «cové  que  per  altra  manera  pus  noble  entenam  ésser  en  la 
essència  humilitat,  senyoria,  paciència,  que  la  manera  segons  la 
qual  són  en  creatura,  on  són  calitats  accidentals  havent  comen- 
çament e  fi». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERXA  537 


es  más  hombre  que  el  hombre  de  fea  figura  que  es  su  vasallo 
y  es  hombre  pobre  y  de  poco  poder  y  saber;  y  esto  se  mani- 
fiesta ser  así  por  cuanto  el  rey  puede  privarse  asimismo  de 
todas  estas  cosas.  Pero  11  no  es  así  de  la  esencia  de  Dios  y 
de  sus  virtudes,  porque,  como  sean  una  misma  cosa  la  esen- 
cia y  las  virtudes,  esto  es,  bondad,  grandeza,  eternidad,  po- 
der, sabiduría,  amor,  perfección,  etc.,  por  esto  es  la  divina 
esencia  presencialmente  en  virtud,  en  sabiduría,  poder,  per- 
fección y  en  todas  las  otras  dignidades  pertenecientes  a  ella; 
y  en  todo  lugar  y  parte  de  él  y  en  todo  tiempo  y  por  todos 
tiempos  infaliblemente.  Y  esto  no  conviene  sino  solamente 
a  la  voluntad  de  Dios,  pues  que  ninguna  otra  cosa,  que  no 
sea  Dios,  no  puede  poseer  las  virtudes  de  Dios,  no  puede  ser 
su  esencia  misma. 

12.  Por  este  modo  y  por  otros  muchos  contemplaba 
Blanquerna  la  esencia  de  Dios,  combinando  las  unas  virtu- 
des con  las  otras,  según  su  inteligencia,  para  tener  muchas 
razones  y  nuevos  modos,  más  abundante  materia  para  con- 
templar la  esencia  de  Dios.  Y  cuando  hubo  finido  su  ora- 
ción, escribió  lo  que  había  contemplado,  y  después  leyó  lo 
que  había  escrito,  y  no  sintió  tanta  devoción  mientras  lo 
leía  como  cuando  lo  contemplaba.  Y  por  esto  la  contempla- 
ción no  es  tan  devota  en  leyendo  el  libro  como  lo  es  contem- 
plando las  razones  escritas  en  él;  y  la  razón  es  porque  en  la 
contemplación  la  alma  asciende  más  altamente  a  memorar, 
entender  y  amar  la  divina  esencia — por  cuanto  12  habla  con 
Dios  sin  medio — ,  que  no  cuando  lee  lo  que  ha  contemplado, 
y  porque  devoción  se  conviene  mejor  con  contemplación  que 
con  escritura. 


CAPITULO  IV 
De  la  unidad    [de  Dios] 

1.  Transfirió  Blanquerna  sus  pensamientos,  sus  consi- 
deraciones y  amores  a  contemplar  la  unidad  de  Dios,  y  dijo 
estas  palabras:  "Soberano  Bien!  Sólo  tu  bondad  es  infi- 
nita en  grandeza,  en  eternidad  y  poder,  porque  ninguna 

11  «Has  de  la  essència  de  Déu  e  de  ses  virtuts  no  és  en  axí  ¡ 
,car  per  çu  car  són  una  cosa  metexa  la  essència  e  les  virtuts  en 
bonea,  granea,  eternitat  etc.,  milla  altra  cosa  no  s  cove  a  haver 
les  virtuts  de  Déu  ni  ésser  sa  essència  ;  e  per  açò  la  divinal  essèn- 
cia és  en  virtut,  en  presència,  en  saviea,  poder,  e  en  tot  ço  qui-s 
pertany  a  sa  essència,  en  tot  loe  e  part  tot  loe,  e  en  tot  temps  e 
part-- tot  temps;  e  aquesta  cosa  no:s  cové  mas  tan  solament  a  la 
volentat   de  Déu.» 

12  Sobra  «por  medio». 


538 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


otra  bondad  tiene  con  que  pueda  ser  infinita  eternamente, 
ni  poderosa  infinitamente;  y  por  eso,  Soberano  Bien,  yo  te 
adoro  a  ti  solo,  un  Dios  que  eres  soberano  en  todas  perfec- 
ciones. Tú  eres  un  solo  bien,  de  quien  descienden  y  emanan 
todos  los  otros  bienes.  Tu  bien  tan  solamente  sostiene  a  todo 
otro  bien.  Sólo  tu  bien  es  principio  de  mi  bien;  y,  por  eso, 
todo  mi  bien  doy  y  sujeto  a  honrar,  loar  y  servir  a  tu  bien 
tan  solamente. 

2.  "¡Amable  Señor!  Grandeza  sin  principio  y  fin  en 
esencia  virtuosa  y  cumplida  en  todas  perfecciones,  conviene 
a  un  Dios  tan  solamente,  y  no  a  muchos,  por  razón  de  que 
eternidad,  que  es  sin  principio  y  fin  en  durabilidad,  se  con- 
viene con  grandeza  que  en  esencia  y  virtud  no  tenga  prin- 
cipio ni  fin,  antes  bien  sea  sin  principio  y  sin  fin  cumplida- 
mente. Y  si  esto  no  fuera  así,  seguiríase,  Señor,  que  la  jus- 
ticia y  perfección  serían  cosas  contrarias  en  la  eternidad, 
si  la  eternidad,  que  no  tiene  principio  ni  fin  en  duración,  se 
conviniese  también  con  esencial  grandeza,  habiente  cuanti- 
dad finida  y  terminada,  como  en  esencia  indefinida  e  inter- 
minable. Mas  como  tú,  Señor,  inmenso  Dios  mío,  seas  tu 
justicia  y  tu  misma  perfección,  por  esto  es  significado  a  mi 
entendimiento  que  tú  eres  un  Dios  eterno  tan  solamente." 

3.  Memoró  la  memoria  de  Blanquerna  en  la  bondad, 
grandeza,  eternidad,  sabiduría  y  voluntad  el  poder  de  Dios. 
Por  la  bondad  entendió  mejor  poder  que  otro  poder;  por  la 
grandeza  entendió  mayor  poder;  por  la  eternidad  entendió 
un  poder  más  durable;  por  la  sabiduría,  un  poder  más  sa- 
bio ;  por  la  voluntad,  un  poder  más  benigno  que  ningún  otro 
poder,  como  1  todas  las  dignidades  sean  en  Dios  esencialmen- 
te una  misma  cosa.  Y  cuando  el  entendimiento  de  Blanquer- 
na hubo  entendido  el  poder  divino,  entonces  la  memoria  me- 
moró un  poder  tan  solamente  supremo  a  todos  los  otros  po- 
deres; por  lo  cual  el  entendimiento  entendió  haber  un  Dios 
tan  solamente,  por  cuanto,  si  hubiese  muchos  dioses,  sería 
imposible  que  el  entendimiento  pudiese  entender  mayor  y 
más  noble  que  todos  los  otros  poderes. 

4.  Consideró  Blanquerna  en  la  virtud  2  de  las  plantas, 
hierbas  y  demás  cosas  que  la  naturaleza  ordena  a  un  fin ; 
y  su  entendimiento  entendió  cómo  en  cada  una  de  las  cosas 
naturales  hay  una  virtud  que  domina  todas  las  otras  virtu- 
des que  se  hallan  en  aquel  cuerpo;  y  por  eso  la  naturaleza 
en  cada  cuerpo  elementado  tiene  natural  apetito  a  un  fin 
más  que  a  otro,  por  cuanto  el  un  fin,  esto  es,  una  perfección, 
tiene  debajo  de  sí  a  las  demás  perfecciones.  Mientras  con- 
sideraba esto  Blanquerna,  su  memoria  transfirió  su  enten- 


1  El  autor  calla  «como...  cosa». 

a  «en  la  virtut  qui  és  en  les  plantes  e  en  les  coses». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


539 


dimiento  a  entender  el  fin  para  que  son  creados  los  hom- 
bres. Y  cómo  las  bestias,  aves,  plantas,  metales,  elementos, 
cielos  y  estrellas  se  han  y  llevan  a  un  fin,  que  es  servir  al 
hombre.  Y  por  esto  le  fué  significado,  según  la  perfección 
de 3  bondad,  poder,  justicia,  sabiduría,  voluntad  y  de  las 
otras  dignidades,  que  todos  los  hombres  están  obligados  a 
loar,  honrar  y  servir  a  un  Dios  tan  solamente;  porque  si 
fuesen  muchos  los  dioses,  según  la  perfección  y  la  justicia, 
saber  y  poder  de  cada  uno,  Dios  hubiera  creado  y  producido 
las  criaturas  y  los  hombres  a  muchos  fines.  Contemplando 
así  Blanquerna  en  la  virtud 4  y  unidad  de  Dios,  según  la 
manera  antedicha,  sintió  muy  elevada  su  memoria,  entendi- 
miento y  voluntad  en  5  la  contemplación  de  Dios,  por  cuanto 
se  entendía  la  unidad  de  Dios  con  sus  divinas  virtudes,  las 
cuales  conservaba  en  su  memoria,  entendimiento  y  voluntad. 

5.  Dada  es  voluntad  al  hombre,  por  la  cual  quiere  tener 
solo  y  poseer  su  castillo,  su  ciudad  y  su  reino  tí,  y  quiere  ser 
señor  de  su  mujer  y  de  su  hijo;  y  por  cuya  voluntad  quiere 
también  tener  libres  su  entendimiento  y  su  voluntad,  y  así 
de  las  demás  cosas.  Y  cuando  injuriosamente  contra  su  vo- 
luntad tiene  par  e  igual  en  estas  cosas,  siente  gran  pasión, 
la  cual  es  contra  gloria  y  señorío.  Habiendo  Blanquerna  re- 
pasado todo  esto  en  su  memoria,  consideró  la  gloria  y  se- 
ñorío de  Dios;  y  entendió  que,  si  hubiera  muchos  dioses  se- 
ñores del  mundo,  su  gloria  y  señorío  no  pudieran  ser  tan 
grandes  como  lo  son  si  hay  un  solo  Dios;  y  porque  a  Dios 
se  conviene  el  que  sea  conocida  su  mayor  gloria  y  señorío, 
por  esto  fué  demostrando  manifiestamente  al  entendimiento 
de  Blanquerna  haber  un  Dios  solamente.  Y  para  que  su  en- 
tendimiento entendiera  más  altamente,  fué  su  voluntad  más 
exaltada  con  fervor  y  devoción  a  contemplar  a  su  Amado, 
esposo  de  su  voluntad,  y  dijo  estas  palabras; 

6.  "Verdad  es,  mi  Señor  Dios,  que  no  hay  otro  Dios 
sino  tú  solamente.  A  ti  solo  me  encargo  y  me  ofrezco  para 
servirte.  De  ti  solo  espero  gracia  y  perdón,  pues  otra  lar- 
gueza no  hay  que  pueda  dar  gracia  ni  otra  misericordia  que 
pueda  perdonar  sino  solamente  la  tuya.  Humilde  7  eres  tú, 
Señor,  si  a  ti  humilde  soy.  Señor  soy  yo,  si  tuyo  sólo  soy. 
Victoria  consigo  sobre  todos  mis  enemigos,  si  por  ti  sola- 
mente soy  paciente.  Y  por  esto,  con  todo  cuanto  soy,  pue- 
do ser  y  seré,  a  ti  solo  soy  culpable  y  pecador.  A  ti  sólo 
pido  el  perdón;  y  en  ti  me  fío,  y  por  ti  me  expongo  a  los 


5  tile  poder,  justicia,  saviea,  volentat». 

*  En  el  texto  primitivo  no  se  lee  «en  la  virtud». 

*  Tampoco  se  leen  en  el  original  las  palabras  «en  la...  voluntad». 
'  «son  regne,  o  sa  mà,  o  sa  muller  o  son  fill  o  sa  memòria,  son 
teniment,  sa  volentat,  e  axí  de  les  altres  coses». 

"  «Humil  so  si  a  vós  humil  so.» 


540  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


peligros;  y  cuanto  aconteciere  de  mí,  sea  todo  a  un  fin,  en 
que  tú  seas  loado,  servido  y  honrado.  A  ti  solo  temo,  mi 
Señor;  de  ti  recibo  esfuerzo  y  vigor.  Por  ti  lloro  y  me  enar- 
dezco en  amor;  y  no  quiero  a  otro  señor  s  sino  a  ti  solo, 
que  eres  mi  Creador." 


CAPÍTULO  V 

De  la  Trinidad  [de  Dios] 

1.  Contemplar  quiso  Blanquerna  la  Santísima  Trinidad 
de  nuestro  Señor  Dios,  y,  por  eso,  en  el  principio  de  su  ora- 
ción, rogó  a  Dios  le  exaltase  las  potencias  de  su  alma  para 
poder  ascender  a  contemplar  sus  divinas  virtudes  y  digni- 
dades \  para  que  por  ellas  pudiese  contemplar  su  Trinidad 
gloriosa,  y  dijo  estas  palabras:  "¡ Santa  y  gloriosa  esen- 
cia divina',  en  quien  es  Trinidad  de  divinas  personas!  Gra- 
cia te  pido,  como  te  plega  humillarte,  para  que  mi  alma  pue- 
da subir  a  contemplarte  en  tu  Trinidad  santa  con  2  tus  pro- 
pias y  esenciales  virtudes  y  dignidades  comunes  a  las  tres 
propiedades  esenciales  personales  y  a  las  tres  divinas  per- 
sonas. No  soy  yo  digno,  Señor,  de  pedirte  el  don  que  te  pido, 
ni  menos  recibirlo ;  mas  por  cuanto  tú,  Señor,  me  lo  puedes 
dar,  y  yo  con  él  podré  mejor  amarte,  conocerte,  recordar- 
te y  alabarte,  por  esto  te  lo  pido;  pues  mi  alma  desea  co- 
nocer y  amar  todas  aquellas  cosas  por  las  cuales  pudiere 
mejor  alabarte  y  servirte,  conocerte  y  amarte,  y  por  las  cua- 
les pueda  yo  hacer  amar  y  conocer  tus  honores  y  valores  y 
tus  honr  ación  es  a  las  gentes"  a. 

2.  Confióse  Blanquerna  en  el  auxilio  de  Dios,  y  dijo 
estas  palabras:  "No  fué  jamás,  ni  es,  ni  será  en  la  criatu- 
ra que  el  bien  infinito  y  eterno  pueda  naturalmente  ser  en- 
gendrado ni  precedido,  siendo  así  que  todo  bien  creado  es 
terminado  y  finido  en  4  bondad,  grandeza,  duración,  poder, 
etcétera.  Pero  si  en  la  criatura  hubiese  un  bien  infinitamen- 
te grande  en  eternidad,  poder,  saber,  querer,  etc.,  sería  po- 
sible cosa  que  un  bien  infinito  pudiese  engendrar  otro  bien 
infinito;  y  si  esto  no  fuera  posible,  sería  imposible  que  en 
la  criatura  hubiese  un  bien  infinito,  según  arriba  habernos 


s  Hay  que  suprimir  «si  no...  creador». 

1  «ses  virtuts»,  dice  simplemente  el  autor. 

-  «Ab  tes  pròpries,  essencials  virtuts  comunes,  tes  proprietats, 
tr€Sj  essencials,  personals.» 
■  Sobra  «a  las  gentes». 

4  «granea,  eternitat»,  léese  solamente  en  el  original. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


541 


supuesto."  Cuando  Blanquerna  hubo  recordado,  entendido  y 
amado  todo  eso,  recordó  y  entendió  que  el  Soberano  Bien 
es  más  excelente  en  bondad,  grandeza  y  eternidad,  poder, 
saber  y  querer  que  el  bien  creado;  y  conviene  que  tenga 
más  alta  y  más  noble  obra  y  actualidad  que  el  bien  creado; 
porque,  si  no  lo  tuviera,  sería  imposible  que  le  fuese  supe- 
rior en  infinidad  de  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sa- 
biduría, etc. 

3.  Habiendo  Blanquerna,  con  el  auxilio  de  Dios,  eleva- 
do las  potencias  de  su  alma  en  el  más  alto  grado  que  las 
había  podido  exaltar,  se  esforzó  cómo  por  otro  modo  pudie- 
se más  altamente  elevarlas;  y  empezó  a  considerar  que  gran 
bien  es  engendrar  Dios  que  sea  bien  infinito,  eterno,  po- 
deroso, sabio,  amoroso,  virtuoso,  verdadero,  glorioso,  cum- 
plido en  toda  perfección,  justo,  liberal,  misericordioso,  hu- 
milde, señor  de  cuanto  tiene  ser,  y  en  supremo  grado  pa- 
ciente 5.  Después  de  haber  considerado  Blanquerna  todo  esto, 
per  largo  espacio  de  tiempo  consideró  otra  vez  cuán  grande 
bien  es  dar  a  Dios  procesión  en  que  sean  todas  las  virtu- 
des comunes  sobredichas.  Consideró  otra  vez  cuán  grande  es 
el  bien  de  que  es  engendrado  Dios  y  de  dónde  emana  Dios 
eternal  e  infinitamente.  Y  habiendo  considerado  Blanquer- 
na todas  estas  cosas,  consideró  por  negación  que  en  el  So- 
berano Bien  no  fuese  el  bien  que  había  considerado,  y  sin- 
tió entonces  su  alma  vacía  de  devoción  e  inteligencia;  y 
volviendo  a  considerar  en  Dios  todo  lo  que  había  considera- 
do por  afirmación,  por  este  medio  sintió  luego  a  su  alma 
llena  de  recordación  e  inteligencia  y  amor  al  Soberano  Bien ; 
y  empezó  a  llorar  y  alabar  a  Dios,  que  tan  altamente  le  ha- 
cía contemplar. 

4.  Recordó  Blanquerna  en  su  alma  a  la  virtud  creada, 
la  cual  quiso  ascender  a  más  alto  grado  por  especial  auxi- 
lio de  la  virtud  increada,  y  presentándola  en  su  memoria, 
dijo  estas  palabras:  "Los  filósofos  antiguos  dijeron  que  el 
mundo  es  eterno;  y  lo  entendieron  decir  a  honor  de  la  vir- 
tud increada,  a  quien  se  conviene  obrar  eterna  e  infinita- 
mente. Y  porque  ellos  ignoraron  en  Dios  Trinidad  y  ope- 
ración intrínseca  eternal,  atribuyeron  a  Dios  obra  eterna 
e  infinida  en  el  mundo,  y  en  las  cosas  de  que  es  compuesto 
e  integrado;  pero,  por  cuanto  a  la  virtud  de  Dios  se  con- 
viene mucho  mejor  el  obrar  en  sí  obra  eterna  e  infinida  en 
poder,  sabiduría,  amor,  perfección  y  gloria  que  en  otra 
cosa  que  no  sea  Dios,  por  eso,  la  perfecta  justicia,  sabidu- 
ría, verdad  y  gloria  de  Dios  significaron  a  Blanquerna  que 
el  mundo  había  tenido  principio  y  que  la  obra  que  la  divi- 


8  El  original  silencia  «y  en  supremo  grado». 


542 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


na  esencia  tiene  en  sí  misma  engendrando  al  Hijo,  y  pro- 
cediendo el  Espíritu  Santo  del  Padre  y  del  Hijo  6  es  eter- 
nal  e  infinida  en  toda  perfección.  Y  si  esto  no  fuera  así, 
se  seguiría  que  tan  infinida  virtud  y  capacidad  7  tendría  el 
mundo  en  recibir  eternidad,  como  8  es  en  el  divino  poder 
y  en  la  eternidad  y  virtud  de  comunicársela,  cual  es  im- 
posible; por  cuya  imposibilidad  significada  a  Blanquerna, 
quedó  su  entendimiento  tan  exaltado  y  su  voluntad  se  elevó 
tan  altamente  a  amar  la  Santísima  Trinidad  de  Dios,  que 
el  amor  dió  al  cuerpo  sus  langores,  y  a  los  ojos  lágrimas 
y  lloros,  y  al  corazón  suspiros  y  devoción,  y  a  la  boca  ora- 
ciones y  loores  de  su  Dios  glorioso. 

5.  Con  gran  temor  decía  Blanquerna  a  la  Santísima 
Trinidad,  mental  y  corpo raímente  estas  palabras:  "¡Exce- 
lente Trinidad  soberana!  Por  tus  comunes  virtudes  eleva 
mi  entendimiento  a  contemplarte  y  amarte.  En  tus  propias 
virtudes  personales  desfallece  mi  entendimiento  en  tener  de 
ti  conocimiento;  pero,  por  cuanto  mi  voluntad  asciende  a 
amarte  a  ti,  y  mi  entendimiento  a  creerte,  iluminado  con 
luz  de  fe  por  tu  bendición,  por  eso  están  en  ti  contemplan- 
do estas  potencias  mías  por  amor  y  por  fe  e  inteligencia, 
sin  que  de  esto  se  siga  contradicción  alguna." 

6.  Mientras  Blanquerna  contemplaba  de  este  modo  la 
Trinidad  soberana,  error  e  ignorancia  quisieron  inclinarle 
a  descreer  la  Santa  Trinidad  en  Dios,  considerando  que  toda 
trinidad  ,hacía  composición;  pero  volviendo  sobre  sí,  re- 
cordó Blanquerna  cómo  la  grandeza  de  Dios  es  infinida  en 
poder,  perfección  y  eternidad,  por  lo  cual  entendió  sería 
grande  inconveniente  que,  si  la  pluralidad  y  trinidad  crea- 
da no  pueden  ser  sin  composioión,  se  siga  de  aquí  que  la 
Trinidad  soberana  deba  de  ser  compuesta,  ni  entrar  en  ella 
composición  alguna 9,  porque  así  como  la  soberana  Trini- 
dad y  pluralidad  de  las  divinas  personas  es  superior  en 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  etc.,  a  la  pluralidad  y 
trinidad  creada,  asimismo  conviene  que  le  sea  superior  en 
simplicidad;  y  porque  la  unidad  de  Dios  es  superior  en 
simplicidad  a  toda  unidad  creada,  asimismo  conviene  que  el 
Soberano  Bien  tenga  pluralidad,  con  la  cual  sea  superior 
en  Trinidad  10  personal  y  en  simplicidad  a  toda  pluralidad 
creada. » 

7.  "¡ Trinidad  santa!  En  todo  lo  que  no  te  alcanza  mi 


(1  Texto  truncado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar. 

7  No  aparece  en  el  original  ay  capacidad». 

s  «com  en  donar  lo  divinal  poder,  virtut  en  la  eternitat». 

9  Está  de  más  «ni  entrar  en  ella  composición  alguna». 

10  aen  simplicitat  a  la  pluralitat  creada»,  léése  solamente  en  el 
texto  primitivo. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


entendimiento  11  eres  tú  mayor  en  grandeza,  y  es  mayor  mi 
fe  que  mi  entendimiento,  y  es  mayor  tu  grandeza  que  mi  fe, 
y  la  razón  de  esto  es  porque  tu  grandeza  es  infinida  en  toda 
perfección,  y  mi  fe  y  entendimiento  son  comprendidos  y  li- 
mitados por  tu  grandeza;  luego  si  en  lo  que  cree  de  ti  mi 
entendimiento,  soy  yo  mayor  por  fe  que  por  entendimiento, 
si  yo  te  entendiera,  sería  mayor  en  amor  por  el  entender 
que  por  el  creer;  y  si  eso  no  fuera  así,  se  seguiría  que  el 
amor  se  convendría  más  con  la  ignorancia  que  con  el  en- 
tender; y  siendo  esto  así,  aun  se  seguiría  que  el  amor  sería 
menor  en  las  alturas  del  entendimiento  y  mayor  en  sus  des- 
fallecimientos, y  esto  es  imposible,  sin  que  se  siga  contradic- 
ción alguna  ni  en  el  mérito  ni  en  el  entendimiento  por  fe  l2, 
la  cual  queda  en  su  estado  perfectamente  la  que  era  según 
la  diversidad  de  los  objetos  que  tienen  la  fe  y  el  entendi- 
miento, cuya  diversidad  habernos  significado  arriba  en  las 
divinas  virtudes  y  dignidades  comunes  a  todas  las  tres  di- 
vinas personas,  *y  según  las  propiedades  personales  divinas." 

8.  Para  usar  Blanquerna  del  Arte  de  contemplación, 
consideraba  en  su  alma  generación  con  infinidad,  eterni- 
dad y  perfección;  y  también  para  que  no  creyese  ser  seme- 
jante la  divina  generación  a  la  de  las  criaturas,  la  que  1 
no  pudo  hacer  caber  en  su  alma,  ni  entender,  amar,  ni  re- 
cordar el  que  fuese  con  eternidad,  infinidad  y  perfección, 
por  cuanto  no  pudo  creer  en  ella  simplicidad  sin  composi- 
ción y  corrupción,  según  su  entendimiento  tenía  de  ello  co- 
nocimiento; y  en  la  suprema  generación  entendió  simplici- 
dad sin  composición  y  corrupción,  en  cuanto  no  puede  ser 
sin  eternidad,  infinidad  y  perfección  en  su  entendimiento, 
memoria  y  voluntad,  que  así  la  entendía,  recordaba  y  amaba. 

9.  "¡Trinidad  santa!:  si  tú  no  fueras,  ¿en  qué  sería 
Dios  semejante  al  hombre?  Y  ¿en  qué  haría  ser  verdadera 
su  palabra  cuando  dijo:  "Hagamos  al  hombre  a  imagen  y 
semejanza  nuestra?"  [Gén.  1,  26].  Y  si  hay  Trinidad14,  no 
es  desemejante  a  la  nuestra  en  aquesto  que  se  la  pueda  asi- 
milar, aunque  sea  aquélla  un  infinito  y  eterno  poder,  sabi- 
duría, perfección,  etc."  De  esta  manera,  contemplaba  Blan- 

n  «En  ço  que  no  t 'entén,  és  major  ta  granea  e  és  menor  mon  ente- 
niment, e  en  ço  que-t  creu  sens  entendre,  és  major  ma  fe  que  mon 
enteniment  e  és  major  ta  granea  que  ma  fe  ;  e  açò  és...» 

u  «per  fe  que  roman  en  son  estament  segons  diversitat  d'objects 
entre  fe  e  enteniment». 

13  «la  qual  en  sa  ànima  no  pot  metre  en  infinitat,  eternitat  ; 
e  per  açò  entén  subirana  generació,  simplicitat  sens  compusició,  co- 
rropció,  e  en  la  jusana  generació  no  pot  creure  corropció  ni  compu- 
sició, per  ço  car  son  enteniment  n'a  conexença  en  ço  que  la  gene- 
ració creada  no  pot  metre  en  eternitat,  infinitat,  perfecció  en  son 
enteniment,  remembrament.» 

M  «E  si  és  trinitat  desemblant  a  la  nostra,  és  que  és  ésser  infinit, 
eternal,  en  poder,  saviea,  perfecció.» 


544 


OHRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


quema  la  Santísima  Trinidad  de  Dios,  y  a  ella  elevaba  to- 
dos los  poderes  de  su  alma,  cuanto  podía  para  que  así  fuese 
obediente  al  precepto  de  Dios  que  manda  que  el  hombre  ame 
a  su  Dios,  Creador  y  Señor,  con  todas  sus  fuerzas  y  con  to- 
dos sus  pensamientos  y  con  toda  su  alma  en  quien  son  la 
memoria,  entendimiento  y  voluntad. 


CAPITULO  VI 

DE  LA  ENCARNACIÓN 

1.  Recordó  Blanquerna  la  Santísima  Trinidad  de  nues- 
tro Señor  Dios  para  que  el  entendimiento  entendiese  cómo 
de  la  influencia  de  bondad  \  eternidad,  poder,  sabiduría  y 
voluntad  de  la  Trinidad  divina  debía  Dios  hacer  en  la  cria- 
tura una  obra  que  fuese  de  gran  benignidád,  durabilidad, 
poder,  sabiduría,  caridad,  etc.  Y,  por  esto,  el  entendimien- 
to entendió  que,  según  la  operación  que  hay  en  las  perso- 
nas divinas,  era  cosa  conveniente  que  Dios  asumiese  natu- 
raleza humana  en  unión  personal 2,  en  la  cual  y  por  la  cual 
fuesen  significadas  sus  divinas  virtudes  y  las  operaciones 
interiores  que  tiene  en  sus  divinas  personas,  y  que  por 
aquella  significación  la  voluntad  de  Blanquerna  y  la  de  los 
damas  hombres  amase  más  a  Dios  y  sus  obras,  por  lo  cual 
dijo  estas  palabras: 

2.  "Divina  virtud,  tú  eres  infinita  en  bondad  :;,  gran- 
deza, poder,  sabiduría,  amor  y  en  toda,  perfección,  y,  por 
eso,  si  otra  cosa  fuese  infinita  en  bondad,  grandeza,  eter- 
nidad, paciencia,  etc.,  en  ella  pudieras  tú  obrar  infinitamen- 
te por  la  grandeza,  eternidad  y  acción,  por  cuanto  tuvie- 
ras poder  para  ello,  y  aquella  cosa  pudiera  recibir  tu  ac- 
ción. Pero  por  cuanto  toda  otra  virtud  es  finida,  menos  la 
tuya,  por  esto  no  es  suficiente  cosa  alguna  a  ser  paciente  en 
eternidad  ni  en  grandeza  infinita  a  tu  obra  y  acción,  que 
es  sin  principio,  tiempo  ni  cuantidad.  Para  demostrar,  pues, 
todas  estas  cosas,  quiso  tu  sabiduría  crear  una  criatura 
mayor  y  mejor  en  virtud  que  todas  las  otras  criaturas  y 
virtudes  creadas.  Y  quiso  el  Hijo  de  Dios  ser  una  persona 
con  aquella  criatura,  para  significar  que  así  como  tu  bon- 
dad le  había  podido  dar  mayor  virtud  que  todas  criaturas, 


1  «de  la  gran  bonea,  de  eternitat,  poder». 

2  En  el  texto  primitivo  no  se  dice  «en  unión  personal». 

3  «bonea,  granea,  eternitat,  poder  saviea,  amor,  e  en  tota  per- 
fecció ;  e  per  açò,  si  fos  altra  cosa  infinida  en  granea,  eternitat,  pa- 
ciencia». 


LIBRO  DK  EVAST  Y  BLANQUERNA 


545 


' 4  esto  tu  sabiduría  lo  entendió,  así  también  la  había  que- 
ido  hacer  mayor  que  la  criatura  y  que  todas  las  demás 
Maturas. 

3.  "Mayor  es,  Señor,  la  gloria  de  tu  humana  natura- 
eza,  que  todas  las  otras  glorias  creadas,  y  esto  es  porque 
u  perfección  es  mayor  que  toda  otra  perfección;  y  por 
¡uanto  tu  justicia,  Señor,  tiene  mayor  bondad,  poder,  sabi- 
luría  y  amor  que  toda  otra  naturaleza  creada,  por  eso  quiso 
lar  mayor  perfección  a  tu  humanidad  que  a  ninguna  otra 
laturaíleaa  creada.  Y  como  esto  sea  así,  conviene,  pues,  que 
odos  los  ángeles  y  todas  las  almas  de  los  santos,  y  aun  to- 
los los  cuerpos  de  los  bienaventurados,  después  de  la  resu- 
rección,  tengan  gloria  en  tu  humana  naturaleza  y  por  ella 
medan  ascender  a  haberla  mayor  en  tu  naturaleza  divina." 

4.  Habiendo  Blanquerna  considerado  largo  rato  en  las 
:osas  antedichas,  sintió  a  su  memoria,  entendimiento  y  vo- 
mitad por  elevadas  en  la  contemplación ;  pero  aun  con  esto 
ío  daba  su  corazón  agua  a  sus  ojos  por  la  cual  se  hallasen 
m  lágrimas  y  lloros,  y  por  esto  elevó  Blanquerna  las  poten- 
ñas  de  su  alma  más  altamente  en  la  contemplación,  para 
nultiplicar  la  devoción  tan  vivamente  en  su  corazón  hasta 
jue  sus  ojos  corriesen  en  lágrimas  y  lloros,  por  ser  cosa 
nconveniente  el  contemplar  altamente  sin  derramar  lágri 
nas;  y  por  esto  bajó  Blanquerna  su  memoria  a  recordar  la 
vileza  y  miseria  de  este  mundo  y  los  pecados  que  hay  en  él ; 
y  asimismo  cuán  grande  fué  la  maldad  que  cometió  nuestro 
padre  Adán  contra  su  Creador  cuando  le  fué  inobediente,  y 
¡;uán  grande  la  misericordia,  largueza,  humildad,  paciencia 
y  señorío  de  Dios,  cuando  le  plugo  tomar  carne  humana  y 
:uando  quiso  entregar  aquella  humanidad  a  la  pobreza,  des- 
precios, tormentos,  trabajos,  congojas  y  vil  muerte,  sin  te- 
ner culpa  ni  parte  en  nuestros  defectos.  Mientras  la  memo- 
ria de  Blanquerna  estaba  acá  abajo  memorando  estas  cosas, 
isoendió  el  entendimiento  a  entender,  y,  siguiéndole  la  me- 
moria, contemplaron  en  las  otras  virtudes  divinas,  a  saber  : 
51  la  infinita  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor, 
virtud,  verdad,  gloria,  perfección,  etc.,  y  por  lo  que  el  en- 
:endimiento  contempló  y  la  memoria  recordó  de  la  bondad 
/  demás  virtudes  de  Dios  y  de  la  pasión  y  muerte  de  la  na- 
turaleza humana  de  Jesucristo,  la  voluntad  concibió  tanta 
ievoción,  que  dió  al  corazón  suspiros  y  contrición,  y  el  co- 
razón dió  a  los  ojos  lágrimas  y  llantos,  y  la  boca,  confesión 
y  loores  de  Dios. 

5.  Grande  rato  lloró  Blanquerna  contemplando  la  encar- 
tación del  Hijo  de  Dios,  como  arriba  se  había  dicho;  pero, 


4  No  se  lee  en  el  original  «y  esto  tu  sabiduría  lo  entendió». 

18 


546 


ORRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


mientras  lloraba,  la  imaginación  quiso  imaginar  el  modo 
cómo  el  Hijo  de  Dios  unió  a  sí  la  humana  naturaleza  a  se] 
con  él  un  supuesto  y  una  persona.  Y  por  cuanto  no  lo  pud( 
imaginar,  comenzó  el  entendimiento  a  ignorar  y  Blanquerm 
a  dudar,  y  cesaron  los  suspiros  y  las  lágrimas  y  los  lloro! 
por  causa  de  la  duda,  que  desvaneció  a  la  devoción  en  qu< 
antes  se  hallaba.  Cuando  Blanquerna  advirtió  el  estado  ei 
que  había  parado  su  pensamiento,  elevó  otra  vez  su  memorií 
y  su  entendimiento  a  la  grandeza  de  la  bondad,  poder,  sa 
biduría,  amor  y  perfección  de  Dios ;  y  en  la  grandeza  de 
aquellas  virtudes  entendió  su  entendimiento  que  Dios  pud< 
unir  a  sí  la  humana  naturaleza,  aunque  la  imaginación  n< 
lo  sepa  ni  pueda  imaginar,  por  ser  Dios  mayor  en  bondad 
poder,  sabiduría  y  querer  que  la  imaginación  en  imaginar 
Y  por  este  tal  memorar  y  entender,  destruyó  Blanquerna  te 
duda  que  había  tenido  de  la  encarnación,  y  volvieron  en  si 
corazón  la  contrición  y  devoción,  y  en  los  ojos  lágrimas  3 
llantos,  y  se  halló  en  más  alta  y  fervorosa  devoción  y  con 
templación  que  no  en  el  principio. 

6.  Meditó  y  contempló  profundamente  Blanquerna  la  en 
carnación  del  Hijo  de  Dios  en  el  modo  arriba  dicho;  y  cuan 
do  sintió  que  su  alma  se  fatigaba  de  aquel  primer  modo,  eli 
gió  otro,  para  que,  mudando  su  contemplación  por  otn 
nueva  manera,  recobrase  su  alma  alguna  virtud  y  fuera 
para  contemplar.  Y,  por  eso,  Blanquerna  recordó  cómo  te 
santa  encarnación  y  pasión  del  Hijo  de  Dios  es  honrada  er 
la  bondad  de  Dios,  grandeza,  eternidad  y  poder,  sabiduría 
amor  y  perfección,  etc.,  y  cómo  en  este  mundo  ha  honradc 
a  muchos  hombres  con  su  honor,  los  cuades  6  no  se  lo  dai 
como  pudieren.  A  más  de  esto,  recordó  cómo  son  muchos  Ioí 
infieles  en  este  mundo  que  no  honran  a  la  naturaleza  humana 
de  Jesucristo,  a  la  cual  ha  honrado  Dios  tanto  en  sí  mismo: 
antes  bien,  la  descreen  y  blasfeman;  y  poseen  la  Tierra  San- 
ta, en  donde  Dios  asumió  aquella  naturaleza  y  donde,  pars 
honrarnos  a  nosotros  y  restituirnos  al  supremo  señorío  que 
habíamos  perdido,  padeció  muerte  y  pasión  aquella  humans 
naturaleza.  Cuando  Blanquerna  tuvo  aplicadas  las  potencias 
de  su  alma  en  esta  materia,  entonces  renováronse  en  él  te 
devoción,  los  suspiros,  lloros  y  contrición;  y  fué  puesta  st 
alma  en  altísima  contemplación  de  la  santa  encarnación  de 
Hijo  de  Dios,  y,  por  esto,  dijo  estas  palabras:  "¡Ah  Señoi 
Dios,  que  has  honrado  y  exaltado  de  tan  gran  manera  en  tus 
divinas  virtudes  a  nuestra  humana  naturaleza!  ¡Cuándo  lle- 
gará aquel  tiempo  que  tú  exaltes  fuertemente  y  honres  ? 


s  Llull  dice  «triplemente  «la  manera  segons  la  qual  lo  Fill  d< 
Déu  e  la  natura  humana  s'ajustaren». 

ü  Texto  alterado  en  las  ediciones  de  Ovejero  y  de  Aguilar. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


547 


nuestro  memorar,  entender  y  amar  a  tu  santa  encarnación 
y  pasión!" 

7.  Tan  alta  era  la  contemplación  de  Blanquerna,  que  las 
potencias  de  su  alma  mentalmente  se  hablaban.  Y  decía  la 
memoria  que  bondad  grande,  había  grande  obra,  y  grande 
potestad,  poder  grande.  Respondía  el  entendimiento,  y  decía 
que  gran  misericordia,  amor,  largueza  y  humanidad  7  unía 
y  juntaba  menor  virtud  a  mayor.  Y  la  voluntad  decía  que 
a  ella  le  convenía  amar  sobre  todas  las  criaturas  a  su  señor 
Dios  Jesucristo;  pero  que  de  una  cosa  se  maravillaba,  y  era 
cómo  puede  ser,  supuesto  que  Jesucristo  amaba  tanto  a  su 
pueblo,  y  por  él  quiso  sufrir  tan  grande  pasión,  y  Dios  quiso 
humillarse  tanto,  por  cuál  razón  ha»y  en  el  mundo  tan- 
tas gentes  idólatras  e  infieles,  que  todos  viven  con  ignoran- 
cia de  su  honor.  Respondió  el  entendimiento,  y  dijo  que 
aquella  cosa  era  materia  a  la  voluntad  para  que  tuviese  tan- 
ta devoción  que  hiciese  al  hombre  desear  padecer  martirio 
para  honrar  la  encarnación;  y  era  materia  a  la  memoria 
cómo  recordase  y  pensase  tan  altamente  en  las  virtudes  y 
dignidades  de  Dios,  que  él  pudiese  ser  exaltado  en  tan  nece- 
sarias demostraciones  que  pudiese  significar  a  los  infieles  la 
santa  encarnación  y  pasión  de  su  señor  Dios  Jesucristo. 

8.  Tan  iluminado  e  inflamado  de  la  divina  luz  estaba  el 
espíritu  de  Blanquerna,  que  decía  estas  palabras:  "La  ma- 
yor verdad  que  sea  conjunta  de  verdad  increada  y  creada 
es  en  la  encarnación ;  luego  ¿  cómo  son  más  los  hombres  que 
la. ignoran,  descreen  y  menosprecian  que  los  que  la  honran 
y  creen?  ¡Aih  justicia!  Tú,  que  eres  tan  grande  en  poder, 
sa.ber  y  perfección,  ¿qué  harás?;  ¿castigarás  estos  defectos 
tan  grandes  y  tan  mortales  ?  ¡  AJh  misericordia !  Tú,  en  quien 
hay  tanta  benignidad,  amor,  ciencia  y  humildad,  ¿los  per- 
donarás?" Aquí  lloró  Blanquerna;  y  entre  temor  y  espe- 
ranza se  entristecía  y  se  alegraba  contemplando  la  santa  en- 
carnación del  Hijo  de  Dios. 


CAPÍTULO  VII 

Del  "Pater  noster" 

1.  Recordó  Blanquerna  las  divinas  virtudes  y  dignida- 
des, y  quiso  por  ellas  contemplar  a  Dios  en  la  oración  del 
Pater  noster,  y  quiso  poner  las  virtudes  y  el  Pater  noster 
en  su  memoria,  entendimiento  y  voluntad.  Y,  por  esto,  ha- 
blando con  Dios,  dijo  estas  palabras:  "Padre  eres  tú,  Se- 


7  tlarguea,  humilitat...». 


54S 


OBfcAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


ñor,  de  nosotros,  y  eres  padre  \  es  a  saber,  que  Dios  Pa 
dre  es  Padre  de  Dios  Hijo  infinita  y  eternalmente  en  bon 
dad,  grandeza,  poder,  sabiduría,  amor,  ¡perfección,  etc.  Y  ti 
divina  esencia  es  padre  de  la  naturaleza  humana  de  Jesu 
cristo  por  creación  y  por  benignidad,  largueza,  misericor 
dia,  humildad  y  caridad;  y,  por  eso,  dijo  Jesucristo,  cuand< 
hizo  la  oración  del  Pater  noster,  que  en  ti  es  padre,  po 
persona,  Padre  propiamente  de  Dios  Hijo;  y  tú  eres  esen 
cia,  la  cual  es  padre  de  su  humanidad,  y  asimismo  de  to 
das  las  criaturas;  y  por  cuanto  los  apóstoles  eran  criatura 
y  creían  en  la  Santa  Trinidad  y  en  la  humanidad  2  y  encar 
nación  de  nuestro  Señor  Jesucristo,  les  enseñó  y  mandó  qu 
rezasen  el  Pater  noster. 

2.  "Tú,  Señor,  eres  Padre  de  Dios  Hijo  en  los  cielos,  lo 
cuales  son  tu  misma  grande  e  infinita  bondad,  eternidad 
poder,  sabiduría,  amor,  perfección,  etc.,  que  son  esencii 
en  la  cual  es  Dios  Padre,  que  engendra  a  Dios  Hijo.  Y  po 
cuanto  en  tu  esencia  hay  infinita  perfección  en  bondad 
grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor,  gloria,  etc, 
por  esto,  Señor,  son  comparadas  tus  dignidades  a  los  cielo* 
que  son  altos,  y  son  tan  altas  tus  dignidades  y  virtudes,  qu 
ningunas  otras  virtudes  son  bastantes  a  ser  en  tan  grande 
alturas  y  excelencias  como  son  las  tuyas  solamente;  po 
cuyas  alturas  y  excelencias  nos  significas,  Señor,  en  el  Pate 
noster  que  tú  eres  padre,  porque  eres  más  alto  que  toda 
las  criaturas,  y  por  razón  que  en  tus  cielos  son  tus  obra 
por  las  cuales  Jesucristo  te  llama  padre  suyo  y  nuestro 
Luego  si  Jesucristo,  que  es  Dios  y  hombre  verdadero,  y  a 
los  cielos  es  igual  a  ti  en  cuanto  Dios  y  es  en  la  tierra  e: 
cuanto  es  hombre,  el  que  da  de  ti  testimonio  que  eres  pa 
dre  suyo  y  nuestro,  y  que  estás  en  los  cielos,  justa  cosa  e 
que  nosotros,  que  estamos  acá  en  la  tierra,  creamos  su  tes 
timonio  y  que  recemos  la  oración  del  Pater  noster. 

3.  "Santificado  sea,  Señor,  tu  santo  y  glorioso  nombr 
en  tu  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amoi 
perfección,  etc.,  en  quienes  es  el  nombre  del  Padre,  del  Hij 
y  del  Espíritu  Santo  por  generación  y  procesión,  sin  la 
cuales  no  podrían  ser  en  tu  esencia  nombres  propios  y  dis 
tintos  eterna  e  infinitamente  en  bondad,  virtud,  verdad 
perfección.  Mas  porque  hay  Padre  eternal,  Hijo  eternal 
Espíritu  Santo  eternal,  y  cada  una  de  estas  personas  es  ir 
finita  en  perfección,  por  esto  hay  en  tu  esencia  nombre 
eternales  e  infinitos  en  perfección ;  y  por  esto  es  cosa  dign 
que  sean  santificados  tus  nombres  personales  en  tu  eterna 
infinita  y  perfecta  esencia  divina." 


'  «y  eres  padre»  es  un  añadido  del  traductor. ^ 

-  También  añadió  el  traductor  «y  en  la  humanidad». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


54  9 


4.  "Y  no  solamente,  Señor,  requiere  la  justicia  que  tu 
nombre  sea  santificado  en  tus  referidas  virtudes,  pero  aun, 
según  razón,  es  digno,  asimismo,  que  sea  santificado  acá 
abajo  entre  nosotros  por  todo  el  mundo.  Y,  por  esta  razón, 
Señor,  has  establecido  tú  en  la  tierra  la  santa  Iglesia  Ro- 
mana, para  que  procure  a  que  tu  santo  nombre  sea  nom- 
brado, loado  J  y  conocido  por  todo  el  mundo,  a  fin  que  sea 
santificado  en  las  almas  de  los  hombres  y  en  el  santo  sacra- 
mento del  altar;  y  para  que  el  Santo  Padre  Apostólico  y  sus 
compañeros  los  señores  cardenales  y  los  otros  prelados  no 
sean  negligentes  y  que  por  otros  negocios  no  cesen  de  pro- 
curar cómo  tu  nombre  sea  santificado,  pues  de  esto  has  tú 
hecho  mandamiento  con  tu  propia  boca  en  la  oración  del 
Pater  noster  y  en  la  hora  de  tu  tránsito  de  este  mundo,  cuyo 
mandamiento  hiciste  tú,  Señor,  a  tus  lugartenientes  los  apos- 
tóles después  de  tu  muerte. 

5.  "El  tu  reino,  Señor,  es  tu  esencia  misma  en  tus 
propiedades  personales,  en  quienes  es  la  bondad,  grandeza, 
eternidad,  poder,  sabiduría,  amor,  perfección.  Aquel  reino, 
Señor,  venga  en  nuestra  alma  para  memorar,  entender  y 
amar  tus  propiedades  comunes  y  tus  propiedades  propias 
personales,  para  que  tu  reino  sea  honrado  acá  abajo  entre 
nosotros  y  que  podamos  nosotros  arribar  a  tu  reino  glorioso 
y  en  él  ser  bienaventurados  perpetuamente. 

6.  "Hecha  es,  Señor,  tu  voluntad  en  los  cielos  y  en  la 
tierra;  en  los  cielos,  pues  buena  es  tu  esencia,  en  la  cual 
hay  bondad  y  voluntad,  que  emana  de  Padre  infinito  e  Hijo 
infinito  en  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría, 
amor,  perfección,  etc.  Cumplida  es,  Señor,  tu  voluntad  en 
el  Hijo,  el  cual  es  eterna  e  infinitamente  engendrado  4  en 
toda  perfección.  Y,  por  eso,  Señor,  quiere  la  justicia,  la 
perfección,  virtud,  verdad,  etc.,  que  tu  voluntad  se  cum- 
pla en  la  tierra,  esto  es,  en  la  naturaleza  humana  que  to- 
maste, en  la  cual  hay  tierra  corporal  y  elemental,  la  cual 
voluntad  fué  por  obra  del  Espíritu  Santo,  cuando  te  encar- 
naste en  la  virgen  gloriosa  Santa  María. 

7.  "Tan  alta  es,  Señor,  tu  voluntad  y  tan  maravillosa, 
que  por  todo  este  mundo  debe  ser  obedecida  por  razón  de 
tu  bondad,  de  tu  poder,  perfección  y  justicia.  Obedecida  es, 
Señor,  por  tu  bondad,  humildad,  paciencia  y  misericordia 
en  todos  aquellos  que  deseen  servirte  y  desvian  y  apartan  de 
la  tierra  a  su  memorar,  entender  y  amar,  para  contemplarte 
a  ti  y  servirte.  Obedecida  es,  Señor,  tu  voluntad  por  tu 
justicia,  señorío,  poder  y  verdad  en  castigar  a  penas  infer- 


'  El  original  calla  tloado». 

1  Este  párrafo  aparece  incompleto  en  las  edicioiu--  de  Ovejero 
y  -.le  Aguilar. 


550 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


nales  a  todos  aquellos  que  no  pueden  escapar  de  tu  sentencia  5 
y  de  tu  señorío,  y  tienen  su  memoria,  entendimiento  y  vo- 
luntad aplicados  en  amar  las  vanidades  terrenas,  despre- 
ciando las  bendiciones  celestiales  que  6  les  has  prometido  dar. 

8.  "El  pan  nuestro  de  cada  día  es,  Señor,  tu  sacratí- 
simo cuerpo  glorioso,  sacrificado  en  el  altar.  Aquel  tu  cuer- 
po glorioso  está  en  los  cielos  y  está  acá  abajo  entre  nosotros 
en  la  tierra  por  el  santo  sacrificio,  cuyo  cuerpo  vemos  nos- 
otros mentalmente  por  obra  de  tu  gran  benignidad,  sabi- 
duría, voluntad  y  misericordia  7 ;  porque  así  como  nuestros 
ojos  corporales  y  los  demás  sentidos  desfallecen  para  ver  al 
pan  nuestro,  esto  es,  tu  carne  y  sangre,  así,  Señor,  son  bas- 
tantes las  virtudes  de  nuestra  alma  con  tu  auxilio  para  poder- 
ver  al  pan  nuestro  por  obra  de  tus  esenciales  dignidades  y 
virtudes;  y  pues  que,  si  tu  poder  es  grande  infinitamente, 
se  sigue  muy  bien,  Señor,  que  pueda  debajo  la  forma  o  figura 
de  pan  ser  carne  y  sangre  un  cuerpo  sacrificado  en  diversos 
lugares,  para  significar  que  tu  poder  es  infinito.  Y  si  tu 
benignidad,  voluntad,  humildad  y  largueza  es  grande  in- 
finitamente según  la  infinidad  de  tu  perfecta  justicia,  está 
significado  que  el  pan  de  cada  día  nos  lo  debas  dar  en  este 
mundo,  que  es  el  día  de  hoy,  por  razón  de  que  es  día  de  elec- 
ción; o  de  condenación  o  de  salvación;  el  cual  día  8  continua- 
mente sin  parar  camina  y  pasa  por  cada  uno  de  nosotros. 

9.  "Perdónanos,  Señor,  la  deuda  que  te  debemos;  pues 
no  te  la  pudiéramos  pagar  por  ser  todos  pecadores  en  nues- 
tro padre  Adán;  y  nos  has  obligado  tanto,  pues  nos  has 
creado,  y  has  querido  por  nuestro  amor  hacerte  hombre 
y  ser  atormentado,  crucificado  y  muerto,  que  no  pudié- 
ramos pagarte.  Y  siendo  tu  perfección  infinita  en  tu  bondad, 
grandeza,  eternidad,  etc.,  por  esto,  Señor,  no  tienes  tú 
necesidad  de  que  te  paguemos;  pues  si  la  tuvieras,  habría 
en  ti  defecto  de  perfección;  y  por  cuanto  nosotros  perdona- 
mos las  deudas  que  debemos  a  nuestras  sensibilidades,  las 
que  mortificamos  con  ayunos,  aflicciones  y  oraciones,  y  mor- 
tificamos a  nuestro  entendimiento  creyendo  por  fe  las  ma- 
ravillas que  obran  tus  virtudes,  por  esto,  Señor,  si  tú  no 
nos  perdonaras  ni  relajaras  nuestras  deudas,  cuando  nos- 
otros por  ti  relajamos  las  nuestras,  sería  en  nosotros  mayor 
perfección  que  no  en  ti,  y  porque  esto  no  conviene  ni  puede 
ser,  por  eso,  Señor,  es  cosa  conveniente  que  tú  no  nos  pidas 
nuestras  deudas,  que  no  podríamos  pagarte. 

10.  "Bien  sabemos,  Señor,  que  tu  gran  bondad,  amor, 


0  En  las  ediciones  de  Ovejero  y  Aguilar  léese  malamente  aesencia». 
0  Sobra  aque...  dar». 

7  La  versión  omite  apoder,  humilitat». 

8  «lo  qual  dia  és  trespassable  en  cascú  de  nosaltres»,  dice  sim- 
plemente el  autor. 


LIBRO  D'¿  EVAST  Y  BLANQUERNA 


551 


largueza,  misericordia,  etc.,  te  hace  desear  que  nosotros 
tuviésemos  grandes  méritos,  para  que  tu  justicia  tuviese 
razón  de  podernos  dar  gran  gloria  y  perfección.  Y  por  esto, 
Señor,  nos  dejas  tentar  del  demonio,  del  mundo  y  de  la  car- 
ne; y  por  cuanto  nosotros  somos  muy  pobres  en  memorar, 
entender  y  amar,  muy  a  menudo  nos  acontece  el  ser  vencidos 
y  superados  en  nuestras  tentaciones.  De  donde  como  tú, 
Señor,  seas  tan  grande  en  misericordia,  benignidad,  largue- 
za y  humildad,  etc.,  lo  que  nosotros  no  merecemos,  dánoslo 
tú  9  sin  tentaciones,  aunque  por  ellas  no  logremos  victoria; 
pues  nos  basta  a  nosotros,  Señor,  que  estemos  en  tu  reino 
y  tengamos  en  ti  gloria  sin  nuestros  méritos. 

11.  "Líbranos,  Señor,  del  mal,  el  cual  tenemos  cuando 
te  olvidamos  e  ignoramos  y  desamamos ;  porque  de  este  mal 
tienen  principio  y  origen  todos  los  otros  males.  Y  por  cuanto 
este  libramiento  se  ha  de  hacer,  Señor,  por  el  recordar,  en- 
tender y  amar  a  tu  bondad,  grandeza  y  eternidad,  si  tú  no 
nos  defiendes  y  libras  del  mal,  pues  nos  has  creado  y  nos 
puedes  ayudar,  será  tu  misericordia,  piedad  y  humildad  sin 
amor;  y  nosotros  seremos  creados  10  sin  señor  que  ame  a  sus 
subditos;  y  esto  es  inconveniente  que  sea  así,  por  lo  cual  mi 
recuerdo  tiene  esperanza,  Señor,  en  tu  recurso  y  ayuda."  De 
esta  manera  y  mucho  mejor  de  lo  que  se  puede  decir  ni  es- 
cribir, contemplaba  Blanquerna  las  virtudes  de  Dios  con  la 
oración  del  Pater  noster. 


CAPÍTULO  VIII 
Del  "Ave  María" 

1.  Quiso  Blanquerna  contemplar  a  la  Reina  del  cielo,  y 
de  la  tierra,  y  del  mar  y  de  todo  cuanto  hay  con  las  virtu- 
des y  dignidades  de  su  Hijo  glorioso,  nuestro  señor  Dios 
Jesucristo,  y  por  esto  dijo  estas  palabras:  "Ave  Maria! 
La  bondad  de  tu  Hijo,  que  es  infinitamente  grande  en  eter- 
nilad,  poder,  sabiduría,  amor,  perfección,  etc.,  te  saluda; 
pues  que  el  Hijo  de  Dios  tomó  de  ti  naturaleza  humana, 
con  la  cual  es  una  sola  persona,  siendo  igual  en  bondad, 
grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,  amor  y  perfección 
al  Padre  y  al  Espíritu  Santo  y  a  toda  la  esencia  en  bondad, 
grandeza  y  en  virtud,  etc. 

2.  "Gratia  plena!  1  Poder,  saber  y  querer,  que  son  un 
poder,  saber  y  querer  en  esencia  y  que  son  un  poder,  sa- 
ber y  querer  en  filiación,  se  ha  encarnado  en  carne  de  tu 

,n--  «rcrea tures  sens  senyor»,  léese  en  el  texto  catalán. 
9  «dónams  ho  tu,  si  be  temptacions  havem  ni  vencem». 
1  «Gràcia  plena.» 


552 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON"  LLULL 


carne  y  en  sangre  de  tu  sangre.  Este  poder,  saber  y  querer 
es  un  Hijo  tan  solamente  del  Padre  soberano.  Por  este 
Hijo  es  creado  en  ti  el  Hijo-hombre  y  unido  a  ser  una  per- 
sona con  el  Hijo  de  Dios.  De  donde,  como  esto  sea  así,  de 
la  influencia  y  plenitud  de  la  gracia,  de  la  cual  está  lleno  tu 
Hijo,  eres  tú,  Reina,  llena  de  gracia,  mayor  de  lo  que  nos- 
otros podemos  memorar,  entender  ni  amar;  y  de  tu  plenitud 
de  gracia  viene  influencia  a  la  memoria,  entendimiento  y 
voluntad  de  aquel  que  contempla  en  el  cumplimiento  de  tu 
gracia.  Bendita  sea,  pues,  ¡oh  Reina!,  tu  gracia,  que  es  tan 
llena,  que  cumple  a  todos  aquellos  que  por  tu  gracia  han  de 
venir  a  perdurable  cumplimiento  '-. 

3.  "Dorninus  tecum! 3  El  Señor  es  contigo,  Reina1,  el 
cual  es  virtud,  verdad  y  gloria,  que  son  el  Hijo  de  Dios. 
Aquella  virtud,  verdad  y  gloria  tienen  infinidad  en  poder, 
saber  y  querer,  y  aquella  infinidad  es  soberano  bien  en 
eternidad.  Este  señor,  Reina,  es  en  ti  Dios  y  hombre;  Dios 


:  De  esta  plenitud  de  gracia  de  María,  gracias  a  la  cual  nosotros 
somos  llenos  de  gracia,  trata  también,  como  recuerda  el  lector,  en 
el  cap.  62,  n.  8  ss.  Son  dignas  de  citarse  estas  palabras  del  Beato  : 
«Tu  ets  plena  de  gràcia  per  ço  que  recobrem  la  gracia  que  havíem 
perduda.  En  tu  és  plena  nostra  fe,  esperança,  caritat,  justícia,  pru- 
dència, fortitudo,  temprança.  Nos  som  plens  car  tu  est  plena»  (ORL, 

IX,  217).  En  verdad,  no  son  más  expresivas  las  palabras  del  Angé- 
lico :  «Beata  Virgo...  plena  fuit  gratia...  quantum  ad  refusionem  in 
omnes  homines.  Magnum  enim  est  in  quolibet  sancto,  quod  habet 
tantum  de  gratia,  quod  sufficit  ad  sahucm  multorum  ;  6ed  quando 
haberet  tamum  quod  sufficeret  ad  salutem  omnium  hominum  de 
mundo,  hoc  esset  máximum  :  et  hoc  est  in  Christo  et  in  beata  Vir- 
gine.  Nam  in  omni  periculo  potest  salutem  obtinere  ab  ipsa  Virgine 
gloriosa...»  (Op.  6).  Merced  a  esta  plenitud  de  gracias  de  la  Virgen, 
María  puede  llamarse,  y  es  con  toda  verdad,  Madre  de  nuestra  pú- 
blica utilidad  y  redención:  «Plena  sots  vós,  reyna,  de  gracia  en  pú- 
blica utilitat  ;  car  a  la  major  e  a  la  pus  noble  utilitat  qui  ésser  pusca, 
sots  eleta,  ço  és  a  saber,  que  la  major  utilitat  que  humana  natura 
pusca  reebre,  hoc  encara,  que  totes  les  creatures  pusquen  reebre,  és 
ésser  mare  de  Déu,  e  ésser  mare  del  millor  home  qui  val  més  que  tot 
quant  és  creat,  e  ésser  mare  de  nostra  pública  utilitat  e  redempció, 
e  encara  ésser  mare  de  justs  e  de  peccadors  ;  que  si  vós  no  fóssets 
mare,  e  vostre  Fill  no  fos  Déu  home,  tot  l'umanal  linatge  fora  per- 
dut, e  car  vós  sots  mare  és  restaurat  en  quant  és  recreat.  Doncs,  qui 
poria  dir  com  vós,  regina,  sots  agraciada  de  comuna  utilitat  a  la 
qual  vos  ha  Déus  eleta  e  triada  sobre  totes  les  altres  eleccions  e  so- 
bre tots  altres  dons?»  Así  Llull  en  su  Llibre  de  Santa  Maria  (ORL, 

X,  83). 

Y  la  Santísima  Virgen,  según  el  Doctor  Iluminado,  es  Madre  de 
la  pública  utilidad  y  redención  no  sólo  cuanto  a  los  hombres,  sino 
también  con  relación  a  los  ángeles.  Ramón  Llull  lo  dice  en  el  Liber 
de  hominc :  «...quae  [sanctit-as  Virginis  Mariae]  est  coelum  sancti- 
tatis  omnium  virorum  et  faeminarum  et  omnium  angelorum...»  (edi- 
ción Mag.  [1737],  57  [en  el  texto  catalán  sólo  leemos  «...  la  vostra 
santetat  que  és  cel  de  aquesta  santetat  sajús»,  ORL,  XXI,  148])  ; 
y  lo  presuixme,  sin  duda  alguna,  aquí,  en  Ari  de  contemplado, 
cap.  8,  n.  o. 

3  El  autor  calla  Dominus  tecum. 


LIBRO  DE  EVAS!  V  BLANQUERNA 


553 


es  por  el  Padre  divino,  y  es  hombre  por  haber  tomado  carne 
y  sangre  de  ti,  y  porque  es  en  ti.  El  ser  en  ti,  Reina,  tal  señor 
te  hace  ser  en  tan  gran  virtud,  verdad  y  gloria,  que,  des- 
pués de  tu  Hijo,  sobrepujas  en  virtud,  verdad  y  gloria  a 
todas  las  demás  criaturas;  y  esto  es  por  cuanto,  a  excepción 
de  tu  Hijo,  no  está  el  Señor  en  criatura  alguna  tan  virtuo- 
samente, verdadera  y  gloriosamente  como  está  en  ti,  porque 
a  ninguna  criatura  ha  dado  tanta  virtud  para  recibir  su 
virtud  como  te  ha  dado  a  ti;  y  porque  tú  puedes  por  su 
virtud  recibir  mayor  virtud  que  ninguna  otra  criatura,  es 
en  ti  más  verdaderamente  su  gloria  y  virtud  que  en  otra 
criatura. 

4.  "Benedicta  tu  in  mulieribus! 4  Bendita  eres  tú,  ¡oh 
Reina!,  entre  las  mujeres;  porque  a  ti  sola  se  te  ha  dado 
mayor  perfección  y  mayor  justicia  y  largueza  que  a  todas 
las  otras  mujeres,  y  aun  mayor  que  a  todos  los  hombres  y 
a  todos  los  ángeles  y  que  a  todas  las  demás  criaturas,  pues 
que  por  la  perfección,  justicia  y  largueza  que  se  te  ha 
dado,  es  Jesucristo  Hijo  tuyo,  que  es  perfección  de  todas 
las  demás  perfecciones,  y  justicia  de  todas  las  otras  justi- 
cias, y  largueza  de  todas  las  otras  larguezas;  y  sin  tu  Hijo, 
nada  habría  que  tuviese  ser  ni  perfección  alguna.  De  esta 
perfección,  ¡oh  Reina!,  que  es  tu  Hijo,  hace  la  justicia  que 
tú  seas  bendita  sobre  todas  las  mujeres,  por  cuanto  tienes 
mayor  perfección  que  todas  las  mujeres.  Como,  pues,  en  ti 
sea  tanta  perfección,  quiere  la  perfección  de  tu  justicia, 
largueza,  etc.,  que  tú  comuniques  perfección  a  toda  el  alma 
en  su  memoria  si  te  recuerda,  y  en  su  entendimiento  si  te 
entiende,  y  en  su  voluntad  si  te  ama;  y  si  esto  no  fuese 
así,  habría  en  tu  Hijo  y  en  ti  defecto  de  justicia  y  largue- 
za, lo  cual  es  inconveniente  e  imposible. 

5.  " '  Bened'wtus  fructus  ventris  tui  Iesus! 5  Tu  fruto, 
¡oh  Reina!,  es  bendito  de  misericordia,  humildad,  etc.,  que 
han  unido  el  fruto  de  tu  vientre  a  la  naturaleza  divina; 
cuya  unión  es  mayor  que  toda  otra  unión  que  pueda  ser  en- 
tre Dios  y  la  criatura;  y  por  eso,  Reina,  no  ha  hecho  por 
sí  la  divina  naturaleza  a  criatura  alguna  ni  a  todas  las 
criaturas  juntas  tanta  misericordia  y  humildad  como  al 
fruto  de  tu  vientre;  pues  que  sólo  aquel  Hijo  tuyo,  hombre 
glorioso,  es  hombre  en  el  Hijo  de  Dios  glorioso,  que  lo  hace 
ser  hombre,  junto  con  ser  con  sí  mismo  una  persona,  que 
es  Dios  y  hombre.  Esta  persona,  que  es  Dios,  infinita  mise- 
ricordia y  humildad  en  bondad,  eternidad,  poder,  etc.,  ha 
bendecido  a  tu  Hijo  del  ser  uno  con  la  infinidad  de  miseri- 
cordia, humildad,  bondad,  eternidad,  poder,  etc.  Y  como 


4  Calla  también  el  autor  Benedicta  tu  in  mulieribus. 

6  El  original  calla  también  Benedictas  fructus  ventris  tui  lesas. 


554 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


esto,  Reina,  sea  así,  ¿cuál  fruto,  pues,  puede  ser  tan  bien- 
aventurado como  el  fruto  de  tu  vientre  ? 

6.  "; Reina  excelentísima!  Grande  es  el  resplandor  del 
sol,  que  da  claridad  a  la  luna,  a  las  estrellas  y  al  aire;  y 
por  cuanto  a  la  misericordia  y  humildad  es  mayor  que  tu 
Hijo  que  el  resplandor  en  el  sol,  por  esto,  Reina  mía,  viene 
a  nosotros  y  a  los  ángeles  mayor  influencia  de  bendición  del 
fruto  bendito  de  tu  vientre  que  no  es  el  resplandor  del  sol, 
de  las  estrellas  y  de  las  otras  criaturas.  Y,  supuesto  la  mi- 
sericordia y  humildad,  Reina  mía,  han  exaltado  tanto  en  ti  a 
tu  bendito  fruto  y  te  han  puesto  en  tan  altas  excelencias, 
razón  será  que  tú  hagas  memoria  de  nosotros  según  la  gran 
misericordia  y  humildad  que  en  ti  se  halla.  Y  si  la  mise- 
ricordia te  ha  querido  honrar,  haz  tú,  pues,  que  por  tu 
misericordia  nos  quieras  recordar.  Y  si  la  humildad  quiso 
inclinarse  a  ti  para  exaltarte,  humilla  tú  tus  pensamientos 
hacia  nosotros  para  que  a  ellos  podamos  ascender  y  recibir 
bendiciones  del  fruto  bendito  G  de  tu  vientre. 

7.  "El  Espíritu  Santo  ha  venido  sobre  ti,  Reina  mía, 
y  te  ha  hecho  sombra  con  la  virtud  del  Altísimo.  Aquel  es- 
píritu divino  ha  venido  en  ti,  Reina,  con  el  Señor  de  todo  el 
mundo  y  Señor  del1  otro  siglo  y  te  ha  ensombrecido  7  de  la 
virtud  el  que  es  virtud  y  virtudes,  que  son  una  virtud. 
Ha  ensombrecido  a  la  naturaleza,  que  ha  tomado  de  ti  con 
infinita  grandeza,  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  etc. :  y 
te  ha  ensombrecido  a  ti  de  aquella  naturaleza  que  tomó  en 
ti,  por  la  cual  eres  Mjadre  de  toda,  virtud  y  de  todas  las 
virtudes  oreadas;  y  todas  toman  tu  sombra  y  resplandor  y 
por  tu  sombra  son  enderezadas  a  la  luz  y  resplandor  de  tu 
Hijo;  y  por  tu  sombra  está  ensombrecida  la  divina  y  hu- 
mana sombra  y  están  los  santos  en  la  gloria  en  eterna  som- 
bra apartados  del  fuego  perdurable,  en  donde  no  hay  sombra 
alguna  de  refrigerio  ni  perdón. 

8.  "¡Celestial  Reina!  Por  dos  razones  es  tu  Hijo  Señor 
de  todas  las  criaturas :  la  primera,  porque  es  Dios ;  la  segun- 
da, porque  es  hombre  conjunto  y  unido  con  Dios.  Luego 
como  tu  Hijo,  por  estas  razones,  sea  Señor  de  todo  el  mun- 
do, conviene  que  por  otras  dos  razones  seas  tú,  también, 
Señora  de  todo  el  mundo:  la  una  es  por  ser  tú  Madre  de 
Dios,  y  la  otra,  porque  eres  Madre  de  hombre  unido  perso- 
nalmente con  Dios.  Y  como  esto  sea  así,  acuérdate,  pues, 
Señora,  de  aquello  por  que  eres  señora,  para  que  te  lo  agra- 
dezca aquel  que  te  ha  hecho  señora  y  que  por  tu  recuerdo 
y  magnanimidad  seamos  nosotros  exaltados  en  la  nobleza 
de  su  señorío"  8. 

■  «del  fruto  bendito»  es  un  añadido  del  traductor. 
7  «oburnbrado»  pone  la  versión  castellana  de  1749. 
s  Cuando  el  Doctor  Iluminado  proclama  a  María  Reina  y  Señora 


LIBRO  I>L  EVASI  V  HLANQUERNA 


9.  De  esta  manera  contemplaba  Blanquerna  en  el  Ave 
Maria  y  en  nuestra  Señora  con  las  virtudes  de  su  Hijo  san- 
tísimo. Mientras  así  contemplaba,  tenía  tan  elevada  su  me- 
moria, entendimiento  y  voluntad,  que  no  pensaba  en  si  llo- 
raba o  no;  y  cuando  hubo  finido  su  contemplación,  se  acor- 
dó de  ello,  y  conoció  que  su  corazón  no  había  dado  agua  a 
sus  ojos,  por  lo  cual  en  su  contemplación  hubiesen  derrama- 
do lágrimas  y  lloros;  y  por  cuanto  fué  cosa  inconveniente 
el  contemplar  a  nuestra  Señora  sin  lloros,  por  esto  Blanquer- 
na tornó  a  contemplar  a  nuestra  Señora,  y  recordó  la  gran 
paciencia  que  tuvo  su  Hijo  glorioso  en  aquel  día  en  que  fué 
despojado,  escupido,  azotado,  coronado,  llagado,  clavado  y 


del  mundo,  señala,  al  mismo  tiempo,  el  motivo  fundamental  de  se- 
mejante privilegio  ;  es  a  saber  :  María  es  Reina  y  Señora  por  ser 
Madre  del  Redentor  del  mundo,  Rey  de  reyes  y  Señor  de  los  que 
señorean.  Ha>ta  aquí.  Ramón  Llull  no  hace  sino  ponerse  al  lado  de 
Eadmero,  San  Bernardo  y  de  los  grandes  Doctores  de  su  siglo  :  San 
Buenaventura  y  Santo  Tomás  de  Aqaino,  y  aun  de  los  mariólogos  de 
hov.  Citemos  a  uno  de  los  más  insignes  paladines  modernos  de  la 
realeza  de  María  :  «He  aquí  la  razón  fundamental  en  la  que  todos 
ios  autores  concuerdan  :  María  es  Reina  por  ser  Madre  de  Dios.  Y  a 
esta  conclusión  puede  llegarse  por  un  doble  camino  :  sea  que  consi- 
deremos a  Cristo  como  Dios,  sea  que  le  consideremos  como  hombre. 
He  aquí  el  raciocinio  en  su  doble  formalidad  :  María  es  Madre 
del  Hijo  de  Dios,  en  cuanto  a  su  humana  naturaleza.  Ahora  bien,  el 
Hijo  de  Dios,  en  cuanto  a  su  humana  naturaleza,  es  rey.  Luego  Ma- 
ría es  Madre  del  Rev,  es  decir,  luego  María  es  Reina.  2.",  María  es 
Madre  del  Hijo  de  Dios.  Ahora  bien,  el  Hijo  de  Dios  es  rev  se^ún 
su  naturaleza  divina.  Luego  María  es  Madre  del  Rey,  es  decir,  lue^o 
María  es  Reina.  La  conclusión  es  idéntica  (siempre  que  se  admita 
que  la  madre  de  un  rey  es  reina  a  su  vez},  puesto  que  Cristo,  Hijo 
de  Dios,  es  rey  lo  mismo  en  cuanto  a  su  naturaleza  divina  que  en 
cuanto  a  su  naturaleza  humana,  estando,  como  están,  ambas  natu- 
ralezas inseparablemente  unidas  en  una  misma  persona  :  la  persona 
del  V~-bo»  (P.  A.  Luis,  C.  SS.  R.,  Marta  Reina  [Zaragoza,  1942], 
107-108). 

En  su  poema  teológico  Hores  de  nostra  Dona,  canta  el  Doctor 
Iluminado  con  tanta  belleza  como  viveza  : 
Es  un  Déu  e  una  Dona 
qui  sobre  totes  és  bona. 
D'aquests  dos  és  trestot  lo  món, 
en  long,  pregon,  ample,  redon. 
La  Dona  és  sancta  Maria, 
qui  ha  fill  sens  d'om  pana, 
e  -s  un  üll  home  e  Déu... 
Lo  que  vale  tanto  como  decir  :  al  lado  de  Cristo  Rey  vemos  a  su 
Madre,  la  mejor  de  todas  las  reinas.  De  estos  dos  es  todo  el  mundo» 
en  toda  su  longitud  y  profundidad,  en  toda  su  anchura  y  redondez. 

Notemos  que  el  Doctor  Iluminado,  al  igual  que  los  Padres,  para 
celebrar  la  excelsa  soberanía  de  la  Virgen,  usa  indistintamente  las 
palabras  «reina»  y  aseñora»,  que  él  consideraba  como  voces  sinónimas. 

De  !a  realeza  de  María  y  extensión  de  esta  realeza  habla  más  lar- 
gamente Ramón  Llull  en  el  Llibre  de  Santa  Maria  <ORL,  X,  133- 
13SI,  y  también  en  Arbre  de  scièneia  (ORL,  XII,  197  ss.). 

9  «En  axí  contemplava  Blanquerna  en  la  Ave  Maria  nostra  Dona 
ab  les  virtuts  de  son  Fill.» 


556 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


muerto  en  la  cruz;  y  recordó  también  cómo  nuestra  Señora 
le  amaba  con  grande  amor  y  cómo,  mientras  le  atormenta- 
ban, se  miraban  ambos  a  dos  con  piadoso  y  agradable  sem- 
blante; y  cómo  nuestra  Señora  se  compadecía  de  su  Hijo 
glorioso  cuando  le  veía  morir,  y  se  entristecía  y  le  extra- 
ñaba en  ocasión  que  ya  le  veía  apartarse  de  ella  por  la  muer- 
te, y  sabía  que  no  tenía  culpa  alguna  y  que  era  Señor  y  Dios 
de  la  naturaleza  10.  Mientras  Blanquerna  así  contemplaba  y 
guiaba  las  potencias  de  su  alma  por  las  virtudes  y  dignida- 
des de  Dios  y  de  nuestra  Señora,  su  corazón  sintió  tanta 
devoción  y  se  halló  en  tan  fervorosa  contemplación,  que  sus 
ojos  abundaron  de  agua,  lágrimas  y  lloros. 


CAPIT  U  L  O    I  X 


DE  LOS  MANDAMIENTOS 

1.  Recordó  Blanquerna  en  los  sagrados  evangelios  la 
respuesta  que  Jesucristo  había  dado  de  los  mandamientos 


10  De  los  dolores  de  María- en  el  Calvario  habla  también  el  Doctor 
Iluminado  en  Llibre  de  contemplació  (ORL,  VII,  16S-169),  Plant  de 
¡a  Ver  ge  (ORL,  211  ss.),  Hores  de  nostra  Dona  (ORL,  XIX,  194)  y, 
de  una  manera  muy  especial,  en  Llibre  de  Scuita  Maria  (ORL,  X, 
181  ss). 

Si  examinamos  los  textos  lulianos  a  la  luz  del  principio  teológico- 
mariano  de  la  asociación,  está  fuera  de  duda  que,  según  el  bienaven- 
turado Maestro,  la  Virgen  Santísima  con  su  compasión  cooperó  pró- 
ximamente a  la  redención  del  género  humano.  No  son,  no,  estos  do- 
lores de  María,  al  decir  de  Llull,  meros  dolores  personales  de  una 
madre  que  asiste  al  martirio  de  su  hijo,  sino  que  tienen  en  sí  un 
carácter  más  universal.  ¡  María  sufre  estos  dolores  por  la  salvación 
de  los  hombres  !  En  su  dolor,  inmenso,  como  las  aguas  del  mar,  la 
Madre  de  Dios  incluso  siente  un  vivísimo  placer  en  la  muerte  de  su 
Hijo  «per  ço  car  recreava  l'umà  linatge,  la  qual  recreació  era  agra- 
dable a  nostra  Dona  per  ço  car  és  piadosa»  (Ll.  de  Santa  Maria,  1.  c). 

Muy  grandes  habían  de  ser  los  dolores  de  la  Virgen  al  pie  de  la 
cruz,  cuando  el  Doctor  Iluminado  osa  decir  que  de  los  méritos  de 
las  lágrimas  de  María  en  el  Calvario,  unidos  a  los  méritos  de  la  san- 
gre y  sudor  de  Cristo  en  la  cruz,  había  de  nacer  nuestra  vida  de 
hijos  ele  Dios,  que  se  nos  da  en  los  sacramentos.  Hablando  del  cris- 
ma del  sacramento  de  la  extremaunción,  dice,  el  juglar  de  nuestra 
Señora  : 


e  l'on  fayt  en  Xfist,  quant  penjà 
en  la  cros,  ab  sanch  e  suor, 
e  en  la  'Regina,  ab  plor, 
car  ab  negú  sen  no  peceà, 
mas  que  nostres  peecats  plorà. 

Cf.  nue.>tro  trabajo  Una  cuestión  mariana  de  máxima  actualidad :  la 
corredención  de  la  Virgen  a  la  luz  del  Doctor  Iluminado...,  en  Estu- 
dios Marianos,  III  (1944),  287-322.  1 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLANLJUKRN  A 


557 


cuando  1  dijo  por  San  Mateo,  capítulo  19,  [17] :  "Si  quieres 
entrar  en  el  Paraíso,  guarda  los  mandamientos"  de  la  ley 
de  Dios,  y  quiso  contemplar  en  ellos  con  las  divinas  virtu- 
des de  Dios,  y  dijo  estas  palabras  a  su  voluntad:  "Amarás 
a  tu  Señor  Dios,  pues  así  se  te  ha  hecho  mandamiento  por  ta 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder  y  querer  de  Dios.  Y  si 
tu  voluntad  fuese  tan  grande  que  pudieses  eternamente,  sin 
principio  ni  fin,  amar  a  Dios,  estarías  obligada  a  obedecer  su 
mandamiento,  porque  un  señor  infinitamente  y  eternamen- 
te bueno  es  el  que  te  hace  este  mandamiento;  pero  por  cuan- 
to tú  eres  principada  y  finida,  antes  de  tener  ser  no  podías 
amarle.  Ahora,  pero,  cuando  tienes  ser,  estás  obligada  a  amar; 
y  si  no  amas,  eres  inobediente  a  la  bondad  eterna  e  infini- 
ta, por  cuya  inobediencia  te  condenará  a  eterna  muerte  y  a 
pena  de  infinitos  tormentos." 

2.  El  entendimiento  decía  a  Blanquerna  que  el  poder, 
sabiduría  y  amor  de  Dios  hacían  mandamiento  a  la  voluntad 
que  amase  a  Dios  de  todo  su  corazón;  y  porque  él  entendía 
que  la  voluntad  toda  podía  amar  a  Dios  por  el  poder,  sa- 
biduría y  querer  de  Dios,  dijo  que  el  poder  que  tenía  de  no 
amar  a  Dios  de  toda  su  voluntad  no  era  del  poder,  saber  y 
querer  de  Dios,  sino  de  culpa,  defecto  y  pecado  e  inclinado 
al  no  poder,  el  cual  no  quiere  ser  poder  en  el  poder,  saber 
y  querer  de  Dios,  en  quienes  es  sustentado,  defendido  y  am- 
parado el  poder  creado  contra  el  defecto  y  podçr  de  culpa, 
si  toda  la  voluntad  creada  se  entregara  a  amar  y  obedecer 
el  mandamiento  de  Dios. 

3.  Mientras  el  entendimiento  de  Blanquerna,  consideran- 
do, decía  mentalmente  a  la  voluntad  las  palabras  antedi- 
chas, respondió  la  voluntad,  diciendo  si  le  era  lícito  el  amar 
alguna  otra  cosa  sino  solamente  a  Dios.  A  que  respondió  el 
entendimiento,  y  dijo  que  ella  podía  amar  todas  las  cria- 
turas con  el  respeto  a  Dios,  es  a  saber:  que  las  amara  con 
el  fin  de  poder  más  amar  a  Dios. 

4.  Estando  el  entendimiento  y  voluntad  de  Blanquerna 
en  estas  razones,  la  memoria  recor  dó  2  cómo  en  el  primero 
y  general  mandamiento,  en  el  cual  están  comprendidos  todos 
los  otros  mandamientos,  está  contenido  que  el  hombre  ame 
a  Dios  de  toda  su  alma,  y  por  cuanto  ella  era  una  de  las 
tres  potencias  del  alma,  por  esto  se  tenía  por  obligada  a  me- 
morar con  todo  su  poder  a  la  virtud,  "verdad  y  glori?.  de  Dios: 
y  dijo  el  entendimiento  que  ella  recordaba  que,  siendo  él  una 
de  las  tres  potencias  del  alma,  estaba  obligado  todo  a  enten- 
der la  virtud,  verdad  y  gloria  de  Dios.  Cuando  el  entendi- 
miento hubo  entendido  la  razón  que  la  memoria  memorando 


1  El  autor  calla  «cuando...  Dios». 

'  «remembrà  com  en  lo  manament  se  contc  que  hom  am  Déu». 


55$  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


le  relataba,  tuvo  conciencia  que  muchas  veces  había  omi- 
tido el  entender  la  virtud,  verdad  y  gloria  de  Dios  con  el 
fin  de  que  la  voluntad  consiguiese  por  fe  mayor  mérito.  Y  por 
cuanto  al  entendimiento  se  le  está  hecho  tan  grande  man- 
damiento en  su  totalidad  como  a  la  voluntad,  por  esto  se 
exaltó  con  todo  su  poder  a  entender  la  virtud,  verdad  y 
gloria  de  Dios;  y  pidió  perdón  de  lo  que  había  ignorado  y 
errado  ignorantemente  para  que  la  fe  hubiera  sido  mayor  en 
su  voluntad. 

5.  Hablaba  Blanquerna  con  Dios,  y  decía  que  su  justi- 
cia era  perfecta;  y  por  esto  convenía  que  el  mandamiento 
que  hacía  a  todo  su  pensamiento  fuese  justo  y  perfecto,  cuya 
perfección  no  tendría  el  mandamiento  si  no  mandase  al 
humano  pensamiento  que  todo  él  estuviese  empleado  en  amar 
la  justicia  y  perfección  de  Dios,  como  sea  así  que  el  pen- 
samiento sea  todo  entero  creado  y  beneficiado  por  la  jus- 
ticia y  perfección  de  Dios.  Y  mientras  Blanquerna  hablaba 
así  con  su  pensamiento  y  con  la  justicia  y  perfección  de 
Dios,  la  voluntad  dijo  al  entendimiento  que  ella  amaba  en 
gran  manera  la  mayoridad  de  su  entender  cuando  entendía 
a  Dios  de  todo  su  poder;  y  por  eso  reprendió  al  entendi- 
miento de  lo  que  había  errado  por  mucho  tiempo;  es  a  saber: 
que  para  obtener  mayor  gloria  no  se  había  elevado  a  entender 
cuanto  había  podido,  siendo  así  que  el  mandamiento  está 
hecho  a  todo  el  pensamiento,  que  significa  toda  la  potencia 
del  entendimiento.  Y  diciendo  la  voluntad  esas  palabras  al 
entendimiento,  le  vino  la  voluntad,  conciencia  y  contrición, 
porque  no  había  mandado  al  entendimiento  que  entendiese  a 
Dios  con  todo  su  pensamiento,  puesto  que  de  ello  se  le  estaba 
hecho  mandamiento.  Y  por  lo  que  la  voluntad  tenía  contri- 
ción, la  memoria  recordó  cómo  eran  muchos  los  hombres 
en  el  mundo  que  son  inobedientes  al  mandamiento  de  Dios, 
creyéndose  que  le  son  obedientes  con  exaltar  su  fe  y  mor- 
tificar su  entendimiento ;  y  dijo  que  por  aquella  mortificación 
se  sigue  error,  defecto  e  ignorancia  contra  el  mandamiento 
de  Dios. 

6.  Recordó  Blanquerna  otra  vez  el  mandamiento  que 
Dios  hizo  al  entendimiento  y  a  la  voluntad  cuando  mandó  al 
hombre  que  le  amase  de  su  corazón;  y  después  le  dice  que 
le  ame  de  toda  su  alma,  y  otra  vez  le  dice  que  le  ame  de 
todo  su  pensamiento.  Y  por  estas  tres  veces  en  que  se  repite 
al  hombre  el  mandamiento,  tuvo  Blanquerna  conocimiento 
que  la  largueza  de  Dios  hace  misericordia  a  su  entendimien- 
to y 3  al  de  todos  los  hombres,  en  cuanto  manda  que  en- 
tienda diversas  obras  en  las  tres  potencias  del  alma,  según 
la  diversidad  de  aquellos  tres  modos  de  amar  arriba  dichos; 


3  «y  al  de  todos  los  hombres»  es  un  añadido  del  traductor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA  «^Q 


pues  que  en  cuanto  Dios  manda  que  el  hombre  le  ame  de 
todo  su  corazón,  es  significada  la  fe,  por  la  cual  la  voluntad 
ame  sobre  aquello  que  el  entendimiento  no  puede  entender, 
y  en  cuanto  manda  que  el  hombre  le  ame  de  toda  su  alma, 
es  significado  que  todas  las  tres  potencias  del  alma  se  igua- 
len y  se  convengan  en  un  mismo  objeto  memorado,  entendido 
y  amado  igualmente.  Y  en  cuanto  manda  que  el  hombre  le 
ame  de  todo  su  pensamiento,  es  significado  que  Dios  manda 
al  hombre  que  exalte  su  entendimiento  agente  y  posible  4, 
para  que  en  el  memorar  a  Dios  obtenga  mayor  acto  y  re- 
cuerdo ;  en  amar  a  Dios,  mayor  voluntad ;  cuyos  actos  tienen 
mayoridad  en  la  exaltación  del  entendimiento,  por  el  cual 
Dios  ama  y  quiere  ser  muy  conocido. 

7.  Dijo  Blanquerna  a  su  alma  que  amar  a  Dios  de  todo 
su  corazón  y  de  toda  su  alma  y  de  todo  su  pensamiento  es 
el  primer  mandamiento;  y,  por  eso,  el  entendimiento  enten- 
dió que  por  el  segundo  mandamiento,  según  relación  al  pri- 
mero, fué  significada  la  igualdad  de  amor  entre  Blanquerna 
y  su  prójimo,  en  cuanto  Dios  manda  a  la  voluntad  que  el 
hombre  ame  a  su  prójimo  como  a  sí  mismo;  y  por  cuanto 
no  dice  de  toda  su  alma,  ni  de  todo  su  pensamiento,  ni  me- 
nos de  todo  su  corazón,  se  hace  diferencia  entre  el  primero 
y  el  segundo  mandamiento,  por  cuya  diferencia  está  signi- 
ficado que  el  primer  mandamiento  tiene  señorío  sobre  el 
segundo  y  que  éste  está  debajo  del  primero  y  sujeto  a  él, 
para  que  el  hombre  en  amar,  entender  y  recordar  más  a  Dios 
que  a  sí  mismo  ni  a  su  prójimo  obedezca  y  haga  reverencia 
honrando  la  humildad  y  señorío  de  Dios. 

8.  Amar,  entender  y  recordar  más  a  Dios  que  a  otra 
cosa  y  a  su  prójimo  tanto  como  a  sí  mismo  son  dos  manda- 
mientos que  son  principio  y  fundamento  de  los  otros;  y  el 
que  es  obediente  a  estos  dos  mandamientos,  obedece  a  Dios 
en  todos  los  demás;  y  el  que  es  inobediente  a  Dios  en  cual- 
quiera de  los  otros  mandamientos,  no  obedece  a  Dios  en 
aquellos  dos  primeros  mandamientos;  y  el  que  ama  igual- 
mente a  sí  mismo  o  a  su  prójimo  como  a  Dios,  es  inobediente 
al  primer  mandamiento  y  a  todos  los  demás. 


4  «son  enteniment»  dice  simplemente  el  original. 


5bo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


CAPÍTULO  X 
Del  ''Miserere  mei  Deus" 

1.  Exposi tando  Blanquerna  con  las  virtudes  y  dignida 
des  de  nuestro  Señor  Dios,  meditando  los  dichos  de  los  santos 
profetas,  contemplaba  a  Dios  en  su  esencia,  trinidad  y  en- 
carnación, según  está  ejemplificado  por  estas  palabras :  Pidió 
David  a  nuestro  Señor  Dios  que  le  perdonase  según  su  gran 
misericordia;  y,  por  esto,  su  alma,  en  el  principio  de  su  pe- 
tición, consideró  la  grandeza  y  misericordia  de  Dios  con  la 
bondad  y  eternidad,  y  por  cuanto  la  bondad  en  Dios  es 
mayor  que  toda  otra  bondad  y  su  eternidad  es  mayor  que 
cualquier  otra  durabilidad;  y  como  la  bondad  y  eternidad 
se  concuerdan  con  la  grandeza,  y  la  misericordia  de  Dios  es 
grande  sobre  toda  otra  misericordia,  por  esto  David  pidió  a 
la  bondad  bien  grande  de  piedad  y  de  perdón  de  Dios,  y  pi- 
dió a  ¡la  eternidad  que  aquel  don  y  perdón  fuese  durable  sin 
fin.  Y  esta  petición  y  demanda  fué  por  razón  de  que  entre 
las  personas  divinas  hay  concordancia  de  propiedades  per- 
sonales, que  son  en  la  esencia,  bondad,  grandeza,  eternidad, 
poder,  sabiduría,  misericordia,  etc. 

2.  "No  convenía — dijo  Blanquerna — 'que  David  hiciese 
diferencia  en  la  esencia  de  Dios  entre  grandeza,  misericor- 
dia y  justicia,  pues  son  una  cosa  tan  solamente.  Y,  por  esto, 
cuando  dijo  que  Dios  le  perdonase  según  su  grande  miseri- 
cordia, significó  en  Dios  gran  justicia;  por  cuanto  grande 
misericordia  se  conviene  según  gran  justicia  en  dar  y  per- 
donar, para  significar  que  mayor  justicia  es  que  grande  mi- 
sericordia perdone  grandes  culpas  y  conceda  grandes  dones, 
que  menor  misericordia  perdonar  pocas  culpas  y  conceder 
dones  pequeños.  Y  1  de  aquí  es  que  nadie  debe  desconfiar  ni 
desesperar  de  Dios.  Y  si  esto  no  fuera  así,  se  seguiría  que 
grande  misericordia  y  gran  justicia  no  tendrían  en  qué  pu- 
diesen concordarse  ni  convenirse." 

3.  Considerando  Blanquerna  en  las  palabras  sobredi- 
chas, se  alegró  fuertemente  su  alma  en  la  esperanza  de  la 
misericordia  y  de  la  justicia  de  Dios  y  de  su  grandeza,  y 
por  esto  entendió  que  grandes  bienes  durables  sin  fin  están 
aparejados  para  el  hombre  que  pide  misericordia  a  la  gran- 
deza y  justicia  de  Dios.  Y  cuando  Blanquerna  en  la  esencia 
de  Dios  hubo  contemplado  y  considerado  la  bondad,  gran- 


1  «Y...  Dio*»,  glo>a  del  traductor. 


LIBRO  Di:  KVAS ï  V  BLANQUERNA 


deza  y  misericordia,  justicia,  etc.,  entró  en  otro  pensamiento 
y  contempló  aquellas  mismas  virtudes  en  las  tres  divinas 
Personas  y  dijo  estas  palabras: 

4.  "¡Señor  2  Dios,  que  eres  padre  eterno,  primera  perso- 
na en  Trinidad!,  tú  eres  grande,  poderoso  e  infinito,  y  eres 
grande  en  tu  poder,  saber  y  querer,  en  verdad  de  bondad, 
grandeza,  eternidad,  misericordia  y  justicia.  Y,  por  esto,  Da- 
vid, en  persona  de  Ja  Iglesia  romana,  te  pidió  tu  Hijo  glo- 
rioso, el  cual,  en  sí  mismo,  es  grande  en  poder,  saber,  querer, 
virtud,  verdad,  bondad,  eternidad,  justicia  y  misericordia. 
Y  por  cuanto  te  pidió  que  tuvieses  misericordia  según  tu 
grandeza,  fué  conveniente  que  la  tuvieses  con  grandeza  tan 
grande  como  lo  es  la  tuya,  la  cual  no  pudiéramos  nosotros 
recibir  sin  alguna  cosa  igual  a  tu  grandeza.  Y,  por  esto.  Se- 
ñor, te  hacemos  gracias  de  habernos  querido  dar  a  tu  Hijo 
glorioso  por  la  encarnación  y  recreación,  por  cuyo  Hijo  se 
nos  está  significada  y  declarada  tu  gloriosa  trinidad  y  la  en- 
carnación ;  porque,  si  en  tu  divina  naturaleza  no  hubiera  dis- 
tinción de  personas,  no  nos  pudieras  dar  ni  perdonar  según 
tu  gran  misericordia,  por  cuanto  nosotros  no  tuviéramos 
virtud  en  qué  recibir  aquélla.  Mas  5  por  cuanto  tu  Hijo,  Se- 
ñor, quiso  encarnarse  y  habitar  entre  nosotros  en  aquella  hu- 
manidad suya,  pudo  nuestra  flaca  naturaleza  recibir  cumpli- 
damente la  gracia  y  misericordia ;  pues  en  cuanto  tu  Hijo  es 
Dios,  es  igual  a  tu  grandeza  y  virtud,  y  pudiste,  por  él  y  con 
él,  tanto  como  tú  eres,  dar,  perdonar  y  juzgar." 

5.  Recordó  Blanquerna  a  la  verdad,  gloria  y  perfec- 
ción en  Dios;  y  por  las  palabras  de  David  encontró  que  la 
grandeza  conviene  con  la  verdad,  gloria  y  perfección,  cuya 
grandeza  conviene  que  sea  infinita;  porque,  si  era  finida,  no 
se  convendría  con  verdad,  gloria  y  perfección,  que  son  vir- 
tudes infinitas  en  Dios;  y  como  la  grandeza  y  misericordia 
sean  virtudes  infinitas  y  David  pidiese  misericordia  según  la 
grandeza  de  Dios,  por  esto  está  significado  que  al  Padre  le 
pidió  su  Hijo,  en  quien  fuese  verdad,  gloria  y  perfección 
infinitamente,  para  que  fuese  igual  el  don  y  perdón  a  la 
grandeza  infinita  que  tiene  el  Padre  en  verdad,  gloria  y 
perfección.  Luego,  como  esto  sea  así,  por  esto  está  signifi- 


-  «SC-nyer  Déus  qui  est  Pare,  gran  en  ton  poder,  saber,  voler,  en 
virtut  de  bonea,  eternitat,  misericòrdia,  justícia!  On,  en  persona  de 
la  Esgleya...» 

3  «Car  en  açò  que-t  demanà  que  tu  haguesses  misericordia  segons 
ta  granea,  covenc  que  la  haguesses  de  ta  gran  granea  com  és  la  tna, 
la  qual  nos  no  pogrem  reebre  sens  alcuna  cosa  egual  a  la  toa  gra- 
nea, la  qual  cosa  és  ton  Fill  gloriós  qne-ns  donets  per  encarnació  e 
per  recreació.  Per  lo  qual  Fill  és  a  nos  significada  la  tua  gloriosa 
trinitat  e  encarnació...» 

4  iMas  car  ton  Fill  volguist  encarnar,  en  aquell  la  poc  nostra  na- 
tura reebre,  per  ço  car  en  quant  ton  Fill  és  Déu...» 


562 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


cado  que  David  pidió  el  don  y  perdón  en  persona  de  la  hu- 
manidad de  Jesucristo,  a  cuya  humanidad  no  se  le  pudiera 
haber  dado  sin  que  de  ella  se  hubiese  hecho  unión  con  al- 
guna persona  de  verdad,  gloria  y  perfección  igual  a  otra 
persona  que  hubiese  en  la  divina  esencia. 

6.  "Largueza,  humildad,  señorío  y  paciencia,  Señor 
Dios — dijo  Blanquerna — ,  son  en  ti  virtudes  grandes  infini- 
tamente; porque,  si  no  lo  fueran,  serían  contrarias  a  tu  mi- 
sericordia, que  es  infinita,  y  se  seguiría  que  David  te  hu- 
biera pedido  un  don  y  perdón  que  tú,  Señor,  no  le  hubieras 
podido  dar  por  defecto  de  tus  virtudes.  Y  siendo  imposible 
que  en  ti  haya  defecto  alguno,  conviene  que  tu  largueza 
tenga  en  sí  don  igual  a  sí  misma  y  que  en  tu  humildad  haya 
humildad,  en  quien  pueda  humillarse  toda,  y  tu  señorío  ten- 
ga igual  en  sí  mismo,  para  que  tu  misericordia,  igual  a  sí 
misma,  tenga,  Señor,  y  pueda  dar  a  sí  misma  paciencia 
igual.  Y  si  esto  no  fuera  así,  David  pudiera  pedirte  mayor 
misericordia  que  la  que  tú  le  pudieras  dar  ni  tener;  y  esto, 
Señor,  es  cosa  en  ti  muy  inconveniente  e  imposible." 

7.  En  el  modo  arriba  dicho,  contemp'aba  Blanquerna  a 
Dios  en  su  esencia,  trinidad  y  encarnación  con  arte,  expo- 
sitando  las  palabras  de  David  por  las  divinas  virtudes;  por 
cuya  arte  puede  el  hombre  revelar  los  secretos  y  oscurida- 
des que  los  profetas  usaban  en  sus  palabras,  para  que  el  en- 
tendimiento se  elevase  mejor  en  investigar  los  secretos 
de  Dios  y  que  más  altamente  entendiese,  y,  en  la  elevación 
del  entendimiento,  la  voluntad  se  exaltase  en  amar  más  a 
Dios  en  su  esencia,  trinidad  y  encarnación  y  en  las  demás 
obras. 


CAPITULO  XI 

De  los  siete  sacramentos  de  la  santa  Iglesia 

1.  En  los  sacramentos  de  la  santa  Iglesia  quiso  Blan- 
querna contemplar  las  divinas  virtudes,  y  dijo  a  Dios  estas 
palabras:  "¡Señor  Dios,  que  con  orden  maravilloso  has  dis- 
puesto y  ordenado  todas  las  cosas!  Así 1  como  en  una  ciudad 
corporal  terrena  están  bien  ordenados  ciertos  oficios,  así 
en  la  ciudad  de  santa  Madre  Iglesia  están  bien  ordenados 
los  siete  sacramentos;  pues  así  como  todos  los  oficios  son 
para  la  nobleza  y  perfección  de  la  ciudad,  del  mismo  modo, 
los  siete  sacramentos  son  para  demostrar  el  noble  uso  que 
tus  gloriosas  dignidades  tienen  en  las  criaturas,  el  cual  está 

1  En  el  texto  catalán  este  párrafo:  aA_sí  como...»,  aparece  después 

del  siguiente  :  «Señor  Dios...» 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


revelado  y  demostrado  en  los  siete  sacramentos,  median- 
te 2  los  cuales  la  santa  Iglesia  recibe  de  ti  el  cumplimiento 
de  la  perfección.  Y,  por  eso,  Señor,  la  bondad  y  grandeza 
de  tu  señorío  demostrará  cómo  en  los  siete  sacramentos  son 
obedientes  todas  las  criaturas  a  tu  poder,  saber  y  querer. 

2.  "¡Señor  Dios  infinito  y  poderoso!  En  el  santo  sa- 
cramento del  bautismo  quieres  tú  demostrar  la  grandeza  de 
tu  poder,  saber,  virtud  y  querer,  pues  que  por  gran  vir- 
tud en  el  poder,  saber  y  querer  revelas  a  nuestro  humano 
entendimiento  una  obra  muy  extraña  y  maravillosa  en  el 
santo  bautismo,  como,  por  agua  y  por  las  palabras  del  pres- 
bítero y  por  la  fe  de  los  padrinos,  el  infante,  que  no  usa  de 
memoria ;i,  entendimiento  ni  voluntad,  por  el  sacramento 
quede  mundado  y  limpio  del  pecado  original.  Esta  obra,  tan 
grande  y  tan  maravillosa,  Señor,  es  obra  sobrenatural,  para 
dar  a  entender  y  significar  que  tu  virtud  es  tan  grande  en 
poder,  saber  y  querer,  que  puedes,  sabes  y  quieres  hacer 
sobre  la  naturaleza  todo  lo  que  te  place  y  es  de  tu  agrado. 

3.  "¡Glorioso  Dios!  Por  cuanto  el  infante  no  tiene  uso 
de  razón  hasta  que  es  ya  mayor,  es  necesario  que  los  padri- 
nos tengan  la  virtud  que  tu  virtud  da  y  comunica  al  infante, 
cuando  se  halla  en  edad  de  confirmar  y  otorgar  por  sí  lo  que 
los  padrinos  por  él  otorgaron  y  prometieron.  Luego,  Señor, 
el  tener  de  ti  los  padrinos  tal  virtud  y  potestad,  y  el  salir  de 
aquella  obligación  en  Ta  confirmación  del  infante,  y  tener  el 
infante  aquella  virtud  por  la  confirmación  del  obispo  es  sig- 
nificación de  tu  gran  virtud,  verdad,  perfección  y  señorío,  las 
cuales,  en  el  sacramento  de  la  confirmación,  hacen  todo  aque- 
llo que  quiere  tu  querer,  sin  contraste  de  cualquier  otro  po- 
der que  no  puede  contra  tu  querer  y  poder." 

4.  Quiso  Blanquerna  entrar  a  contemplar  el  santo  sa- 
cramento del  altar  con  las  virtudes  y  dignidades  divinas;  y, 
por  eso,  en  el  principio  enderezó  y  ordenó  las  potencias  de 
su  alma  a  aquella  contemplación,  para  que,  hallándose  ya 
en  ella,  no  tuviese  embarazo  alguno  por  desordenado  recor- 
dar ni  querer  y  que  por  los  sentidos  corporales  no  fuese  in- 
obediente a  las  divinas  virtudes.  Y  por  eso  dijo  a  su  alma 
estas  palabras: 

5.  "Alma  mía,  amiga,  tú  sabes  bien  que  la  humildad 
de  Dios  es  grande,  y  es  grande  también  con  ella  igual- 
mente su  poder;  y  por  cuanto  la  humildad  y  el  poder  son 
una  misma  cosa  en  virtud,  sabiduría,  voluntad,  Verdad, 
gloria  y  perfección,  los  ojos  corporales,  que  no  ven  la  car- 
ne bajo  la  figura  de  pan  en  el  sacramento  del  altar,  no  quie- 
ren inclinarse  a  ser  inobedientes  a  las  divinas  virtudes  ante- 


2  En  el  original  no  aparecen  las  palabras  «me  liante...  perfección». 
'  Llull  dice  tan  sólo  «usa  de  enteniment,  volentat». 


564  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dichas,  las  cuales  son  tan  grandes,  que  pueden,  saben  y  quie- 
ren que  bajo  la  forma  de  pan  está  la  verdadera  carne  y  ver- 
dadera sangre  del  cuerpo  santísimo  de  Jesucristo.  Y  si  esto 
no  pudiera  ser  así,  se  seguiría  que  los  ojos  corporales  po- 
drían más  verdaderamente  tomar  por  objeto  las  cosas  corpo- 
rales que  tú,  ¡oh  alma  mía!,  las  divinas  virtudes  de  Dios  y 
sus  obras,  y  se  seguiría  aún  que  faltaría  la  grandeza  en  las 
virtudes  de  Dios  y  que  la  verdad  se  convendría  mejor  con 
las  cosas  corporales  que  con  las  cosas  espirituales,  y  esto  es 
inconveniente,  como  sea  así  que  Dios  es  esencia  espiritual, 
y  sus  virtudes  son  espirituales,  y  en  el  cuerpo  y  los  sentidos 
sensuales  son  cosas  corporales  y  corruptibles." 

6.  Grande  rato  habló  Blanquerna  mentalmente  con  la3 
potencias  de  su  alma,  y  el  entendimiento  le  respondió,  dicien- 
do que  él  entendía  grandeza  tan  grande  en  la  virtud  y  en 
el  poder  de  Dios,  que  podría  hacer  existir  verdadera  carne  y 
verdadera  sangre  bajo  la  forma  de  pan  y  vino  consagra- 
dos 4 ;  pero  no  entendía  por  qué  razón  quiso  hacer  Dios  aquel 
sacramento  ni  por  qué  debiese  instituirlo.  Entonces  respon- 
dió Blanquerna,  y  dijo  al  entendimiento  que  en  su  entender 
y  consideración  juntase,  con  el  poder  y  virtud,  la  gran  bon- 
dad, sabiduría,  amor,  perfección,  humildad,  largueza,  mi- 
sericordia y  paciencia  de  Dios,  y  que  entendiese  cómo  Dios 
demuestra  su  gran  poder  en  hacer  existir  accidentes  sin  sus- 
tancia y  sustancia  sin  accidentes;  y  cómo  tan  gran  obra  y 
tan  maravillosa  no  pueda  hacerse  según  el  curso  natural,  si, 
pero,  se  hace  por  el  poder  de  Dios,  sería  más  fuertemente 
conocido  el  poder  de  Dios  ser  sobre  el  poder  de  la  naturaleza 
que  si  tal  obra  no  hiciera.  Y  pues  la  voluntad  lo  quiere,  para 
que  sea  manifestado  en  ella  el  poder  y  sea  conocido  mayor  y 
más  noble,  demuéstrase  ser  tal  obra  más  amable  por  el  poder. 
Y  si  el  poder  no  lo  pudiera  ni  el  querer  lo  quisiera,  no  se  co- 
nocería tan  bien  el  convenirse  con  el  saber,  ni  la  humildad  de 
Dios  sería  tan  grande  para  con  nosotros,  ni  la  misericordia, 
largueza  y  paciencia  no  serían  conocidas  convenirse  tan  bien 
con  la  bondad,  grandeza,  etc.  Y  por  cuanto  nosotros  en  tal 
obra  podemos  mejor  conocer  la  nobleza  de  las  divinas  vir- 
tudes y  conocer  mejor  la  bondad,  grandeza,  virtud,  verdad, 
etcétera,  de  Dios,  en  esto  está  significada  la  razón  por  qué 
Dios  ha  querido  crear  y  ordenar  el  santo  sacramento  del 
altar. 

7.  "¡Entendimiento  amigo! — dijo  Blanquerna — :  Es- 
fuérzate en  tu  virtud,  pues  la  tienes  mayor  en  entender  que 
los  ojos  corporales  en  ver,  ni  el  gusto  en  gustar,  ni  el  tacto 
en  tocar;  pues  que  en  muchas  cosas  los  ves  errar  y  faltar 
cada  día,  no  dejes  vencerte  de  los  sentidos  corporales;  de- 


1  «sots  forma  dt  pa»  dice  bimpieinente  el  autor. 


LIBRO  I>H  BVAST  V  BLANQUERNA 


565 


fiéndete,  sí,  de  ellos  con  las  divinas  virtudes.  ¿Entiendes» 
cuán  grande  obra  y  altísima  de  entender  es  la  trinidad  de 
Dios  y  cómo  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios  es  sobre  la  na- 
turaleza? Para  significar,  pues,  esta  extraña  y  admirable 
obra  quiso  Dios  establecer  e  instituir  el  santo  sacrificio  del 
altar,  para  que  por  él  todos  los  días  se  nos  fuese  hecha  me- 
moria y  Representada  a  nuestros  ojos  la  extraña  obra  que  las 
divinas  virtudes  tienen  sobre  la  naturaleza;  pues  así  como 
nosotros,  sensual  y  corporalmente,  hacemos  la  señal  de  la 
figura  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo  en  la  cruz,  del  mismo 
modo,  en  el  santo  sacrificio  del  altar  se  hace  la  señal  de  la 
obra  milagrosa  intelectual  que  se  hace  por  las  virtudes  y 
dignidades  divinas." 

8.  Consideró  mucho  el  entendimiento  en  las  palabras 
que  Blanquerna  le  decía,  y  por  ellas  entendió  que  la  imagi- 
nativa le  había  impedido  mucho  tiempo  para  entender  el  san- 
to sacramento  del  altar,  por  cuanto  le  hacía  imaginar  más 
fuertemente  el  santo  sacramento  del  altar  en  la  obra  cor- 
poral natural  que  en  las  virtudes  y  obras  de  su  Dios  glorio- 
so, a  cuyas  obras  y  virtudes  no  puede  la  imaginativa  as- 
cender. Por  eso  el  entendimiento  otorgó  a  Blanquerna  lo  que 
le  había  dicho;  y  con  las  virtudes  de  Dios  ascendió  a  §on- 
templar  y  adorar  el  santo  sacramento  del  altar. 

9.  Entre  la  memoria  y  el  entendimiento  de  Blanquerna 
hubo  cuestión  sobre  cuál  sacramento  era  más  remoto  y  con- 
trario a  los  sentidos  corporales;  o  el  sacramento  del  al- 
tar, o  el  sacramento  de  la  penitencia,  por  cuanto  la  memo- 
ria recordó  cómo  el  hombre  pecaba  contra  Dios,  y  que  hom- 
bre es  también  el  Santo  Padre  Apostólico,  y  hombres  son 
todos  sus  lugartenientes  que  absuelven  y  perdonan  acá  en 
la  tierra  y  dan  penitencia  a  los  otros  hombres  que  con  ellos 
se  confiesan.  Y  el  entendimiento  respondió  que  el  sacramen- 
to del  altar  se  manifiesta  en  forma  corporal  y  sensible,  y  es 
forma  corporal  invisible,  la  cual  no  pueden  percibir  los  sen- 
tidos corporales.  Largamente  disputaron  sobre  esta  materia 
la  memoria  y  el  entendimiento,  y  vinieron  a  juicio  delan- 
te Blanquerna,  el  cual  dió  la  sentencia,  diciendo  que  los 
sacramentos  eran  5  igualmente  contra  las  sensualidades  y 
remotos  y  apartados  de  ellas,  por  razón  que  eran  estableci- 
dos y  creados  los  do3  antedichos  señaladamente,  y  también 
los  otros,  por  las  virtudes  divinas,  que  son  incorporales, 
sobre  los  poderes  de  la  naturaleza,  para  demostrar  la  vir- 


■  «...  eren  lo-^  sagramenta  contra  les  >en>ualitat>,  per  ço  car  ab  les 
divina  vinut>  qui  són  incorporáis  eren  establits  e  creats  los  .ij.  sa- 
graments, e  encara  los  altres,  sobre  los  poders  de  natura,  a  demos- 
trar lur  virtut  sobirana  a  virtut  natural  creada.  On,  dementre  que 
Blanquerna  donà  la  sentencia,  ell  deia  estes  paraules.» 


566 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tud  que  es  superior  a  toda  virtud  natural  creada.  Y  mien- 
tras Blanquerna  daba  la  sentencia,  decía  estas  palabras  í 

10.  "Así  como  la  divina  virtud  hace  estar  la  virtud  de 
carne  y  sangre  bajo  la  forma  o  figura  de  pan,  hace  tam- 
bién estar,  bajo  la  forma  de  hombre  presbítero,  la  virtud  de 
perdonar;  y  así  como  la  carne  y  sangre  virtuosa,  que  están 
bajo  la  forma  de  la  hostia,  no  es  de  la  hostia,  sino^e  Dios, 
del  mismo  modo,  la  virtud  que  tiene  el  presbítero  en  perdo- 
nar, no  es  del  presbítero,  sino  que  es  del  poder  de  Dios,  bajo 
la  forma  de  presbítero." 

11.  — ¡Blanquerna! — dijo  la  memoria — :  Pues  habláis 
vos  con  tanta  sutileza,  ¿me  sabríais  probar  que,  supuesto 
Dios  tiene  poder  de  obrar  e  instituir  el  sacramento  de  la  pe- 
nitencia, qué  deba  haber  de  querer  que  dicho  sacramento 
exista,  como  sea  así  que  Dios  puede  hacer  muchas  cosas  que 
su  querer  no  las  quiere  poner  en  obra? — Respondió  Blan- 
querna, diciendo:  — Así  como  en  la  gran  bondad,  misericor- 
dia, humildad  y  virtud  de  Dios  está  significado  que  Dios  quie- 
re y  debe  querer,  según  grandeza  de  justicia,  que  las  virtu- 
des sean  significadas  en  gran  grandeza  en  el  santo  sacramento 
del  altar,  así  también  por  aquella  misma  ordenación  quiere 
y  debe  querer,  según  gran  justicia,  que  exista  el  sacramento 
de  la  penitencia,  para  que  sus  divinas  virtudes  sean  mani- 
festadas y  que  los  hombres,  por  él,  sean  enderezados  en  con- 
trición, penitencia,  restitución,  consejo,  aflicción,  arrepenti- 
miento, esperanza,  y  otras  cosas  semejantes  a  éstas,  las 
cuales  no  pudieran  ser  sin  el  sacramento  de  la  penitencia. 

12.  Para  significar  el  orden  que  hay  en  las  tres  divinas 
personas,  y  cómo  por  el  orden  vino  la  persona  del  Hijo  de 
Dios  a  tomar  carne  humana,  y  cómo  el  desorden  no  se  con- 
viene con  el  bautismo,  confirmación,  sacrificio,  penitencia, 
matrimonio  y  unción,  por  esto  conviene  que  sea  el  orden 
sacerdotal,  con  el  cual  fuese  ordenado  cada  uno  de  los  so- 
bredichos sacramentos,  y  esto  está  significado  en  las  divinas 
virtudes  y  en  la  grandeza,  según  la  cual  son  a.  nosotros  sig- 
nificables  y  demostrables. 

13.  En  las  divinas  virtudes  antedichas  veía  Blanquerna 
el  orden  de  matrimonio,  así  como  había  visto  en  ellas  a  los 
otros  sacramentos,  y  dijo  estas  palabras:  "Así  como  justi- 
cia significa  que  de  las  cosas  temporales  sea  hecha  especia- 
lidad a  diversos  hombres,  del  mismo  modo  también  significa 
y  conviene  que  sea  hecha  especialidad  de  hombre  y  mujer, 
para  que  pueda  ser  la  castidad  y  virginidad  contra  lujuria, 
y  para  que  por  las  cosas  sensuales  tomen  ordenación  y  regla- 
mento las  potencias  espirituales  del  alma  para  obedecer  a  los 
mandamientos  del  divino  señorío." 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQÜERNA 


14.  "En  el  paraíso  terrenal — dijo  la  memoria  a  la  vo- 
luntad— hizo  Dios  matrimonio  entre  Adán  y  Eva  8,  y  en  sig- 
nificación de  aquel  matrimonio,  quiso  Dios  que  en  este  mun- 
do sea  el  sacramento  del  matrimonio ;  porque,  si  no  fuera,  la 
sabiduría  y  voluntad  de  Dios  no  concordarían  tan  bien  con 
la  perfección  en  demostrar  la  gran  gloria  de  Dios,  que  se 
conviene  con  la  justicia,  contra  la  cual  es  el  desordenado 
ayuntamiento  de  hombre  y  mujer;  por  cuya  desordenación  el 
hombre  se  hace  indigno  de  venir  a  la  gloria  de  Dios,  la  cual 
sería  contraria  a  la  grandeza,  perfección,  justicia  y  a  las 
demás,  si  el  hombre,  con  el  desordenado  ayuntamiento  de 
hombre  y  mujer,  viniese  a  la  verdad  de  la  gloria  de  Dios; 
y  la  sabiduría  y  virtud  divinas  habrían  puesto  mayor  virtud 
en  los  elementos  que  son  meramente  corporales,  los  cuales 
se  juntan  y  mezclan  ordenadamente  por  composición  para 
engendrar  los  cuerpos  elementados  en  otra  especie,  que  no  en 
la  voluntad  del  hombre  y  de  la  mujer,  a  fin  de  engendrar 
hijos  para  la  conservación  de  la  especie  humana  en  el  mundo." 

15.  Acordóse  Blanquerna  de  que  los  hombres  en  esto 
mundo  tienen  principio,  medio  y  fin;  y,  por  esto,  entendió 
que,  en  significación  de  la  eternidad  y  señorío  de  Dios,  la 
divina  sabiduría  ha  ordenado  cómo  en  la  entrada  que  hace 
el  hombre  en  este  mundo,  sea  el  bautismo  el  primer  sacra- 
mento que  recibe  y  que  la  extremaunción  sea  el  último,  para 
significar  la  servitud  y  obediencia  con  que  el  hombre  en  este 
mundo  ha  estado  sujeto  al  primer  sacramento  y  a  los  que 
median  entre  el  primero  y  el  último.  Y  por  cuanto  la  justi- 
cia tiene  mayor  conducencia  y  razón  de  juzgar  premio  al 
hombre  por  misericordia,  y  perdonarle  por  confesión,  contri- 
ción, confirmación  y  los  otros  sacramentos,  desde  el  primero 
hasta  el  último,  por  esto,  la  gran  justicia  y  señorío  de  Dios 
quiere  que  la  extremaunción  sea  sacramento,  para  que  con 
él  sea  hecha  confirmación  de  todos  los  otros  sacramentos  y 
que  en  él  sea  significado  cómo  todos  los  otros  sacramentos 
emanaron  del  sagrado  cuerpo  de  nuestro  Señor  Jesucristo 
en  la  cruz,  el  cual  fué  ungido  con  la  sangre  de  su  cuerpo,  y 
con  lágrimas  de  sus  ojos,  y  con  sudor  por  las  agonías  de  la 
muerte  que  sufría  para  nosotros. 


*  En  el  texto  primitivo  no  leemos  «entre  Adán  y  Eva». 


568 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLUU. 


CAPÍTULO  XII 

De  las  virtudes 

1.  Memoró  Blanquerna  las  siete  virtudes,  las  cuales  mu- 
chas veces  le  habían  ayudado  contra  el  maligno  espíritu;  y 
quiso  en  ellas  contemplar  las  virtudes  y  dignidades  divinas 
que  le  habían  comunicado  las  siete  virtudes,  y,  por  esto,  dijo 
estas  palabras:  "¡Amable  fe!  Grande  eres  tú  en  creer  de 
Dios  grandes  cosas,  y  eres  buena,  pues  por  ti  viene  el  hom- 
bre a  eterna  bienaventuranza.  Iluminada  eres  de  luz  de  gra- 
cia por  divina  sabiduría.  Tú  amas  cosas  verdaderas,  pues 
el  amor  del  Rey  celestial  te  hace  amar  a  su  virtud,  verdad, 
gloria  y  perfección. 

2.  "¡Fe  amiga!  Tú» eres  en  Dios  unidad  de  esencia  y 
trinidad  de  personas.  Cosa  grande  es  en  ti  creer  cosas  invi- 
sibles. El  creer  que  bien  infinito  y  eterno  sea  engendrado  in- 
finita y  eternamente  de  infinito  bien  eterno  y  creer  que  de 
entrambos  emane  y  proceda  infinito  bien  eterno,  es  una 
creencia  muy  grande  y  muy  maravillosa  y  es  iluminada  de 
mucho  resplandor  de  luz  de  gracia.  Y,  por  esto,  amable  fe, 
por  cuanto  tú  eres  grande,  conviene  a  mi  alma  que  rinda 
grandes  gracias  y  tenga  grandes  amores  a  la  grande  gran- 
deza, bondad  y  eternidad,  que  te  ha  creado  tan  grande  y  en 
tu  grandeza  me  ha  hecho  a  mí  tan  grande. 

3.  "Por  ti,  fe  amiga,  creo  tyo  verdaderamente  que  el 
Hijo  de  Dios,  por  su  gran  caridad,  poder,  saber,  misericor- 
dia y  humildad,  que  1  son  en  él  lo  mismo,  tomó  carne  huma- 
na de  nuestra  Señora  Santa  María  y  unió  aquélla  a  sí  mis- 
mo, y  con  ella  fué  una  persona  con  dos  naturalezas,  divina 
y  humana,  sin  corrupción,  alteración,  composición  ni  acci- 
dentes de  la,  naturaleza  divina  -  y  sin  mutación  ni  disminu- 
ción de  la  naturaleza  humana  que  tomó.  Creer,  pues,  todas 
esas  cosas  tan  grandes  y  tan  maravillosas,  que  son  por  la 
gran  grandeza  y  virtud  3,  sabiduría,  amor,  misericordia  y  be- 
nignidad del  Soberano  Bien,  es  manifestar  que  tú  eres  muy 
grande  en  mi  alma;  y,  por  esto,  mi  alma  está  muy  obligada 
a  memorar,  entender  y  amar,  honrar  y  servir  a  las  divinas 
virtudes  que  a  ti,  fe,  te  hacen  ser  en  mí  en  tan  grande  ho- 
nor y  tan  grande  caridad  4  y  en  iluminación  tan  grande." 


1  El  traductor  añade  «que  son  en  él  lo  mismo». 

2  «la  natura  divina  e  sens  camiament  de  la  natura  humana». 
■•  «virtut  doctrina,  misericòrdia...». 

4  «en  tan  gran  cantitat»,  dice  el  autor. 


LIBRO  HE  EVAST  V  BLAXQUERNA 


569 


4.  En  su  alma  hablaba  Blanquerna  con  la  esperanza,  y 
decía  que  de  grandes  cosas  debía  el  hombre  tener  grande 
esperanza;  y,  por  eso  \  de  tan  gran  bondad,  grandeza,  poder, 
sabiduría,  amor,  virtud,  verdad,  gloria,  perfección,  largue- 
za y  las  demás  como  es  Dios,  de  las  cuales  es  engendrado  por 
el  Padre  tan  grande  bien  como  son  las  divinas  virtudes  ante- 
dichas en  el  Hijo,  y  de  quienes  emana  y  procede  tan  gran 
bien,  como  son  las  dichas  virtudes  en  el  Espíritu  Santo,  se 
debe  haber  esperanza  y  deseo  de  grande  bienaventuranza; 
pues  cosa  es  imposible  que  de  cosas  tan  nobles  y  grandes 
como  las  sobredichas  no  salga  influencia  muy  grande  de  gran 
bienaventuranza  a  los  amadores  y  de  las  divinas  virtudes. 

5.  "Considera "  tú,  esperanza,  cuán  gran  cosa  es  el 
Hijo  de  Dios,  el  cual  es  tan  grande  en  virtudes,  que  ha  po- 
dido juntar  y  unir  a  sí  mismo  la  naturaleza  humana,  que  es 
criatura,  y  ha  querido  entregar  aquella  criatura  a  tormentos 
y  a  la  muerte  por  nosotros,  pecadores,  y  para  que  tú  pudie- 
ses ser  mayor  en  nosotros,  confiando  tú  en  las  virtudes  del 
Soberano  «Bien.  Mira,  esperanza,  cómo  Dios  ha  creado  gran- 
des cosas  y  en  mucho  número  y  diversas,  buenas,  bellas  y 
virtuosas,  como  son  los  ángeles,  los  cielos,  estrellas,  elemen- 
tos, los  hombres,  las  bestias,  las  aves,  los  peces,  las  plantas, 
los  metales,  las  hierbas  7  y  otras  criaturas;  y  cerno  todas 
esas  cosas  sean  tantas  y  tan  nobles  y  tan  grandes,  conside- 
ra, pues,  esperanza,  cuánto  te  conviene  esperar  y  confiar 
de  la  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  y  de  las  demás 
virtudes  divinas,  grandes  gracias  y  grandes  bendiciones. 

6.  "¡Esperanza  amiga!  Si  no  hubiera  Trinidad  ni  En- 
camación, no  pudieras  tú  esperar  de  Dios  tan  grandes  do- 
nes ni  bendiciones  como  ahora  puedes  esperar,  pues  hay 
Trinidad  y  Encarnación;  pues8  que  las  virtudes  de  Dios 
no  se  nos  manifestarían  tan  grandes  como  se  manifiestan 
ahora  por  la  existencia  de  la  Trinidad  y  de  la  Encarnación. 
Y  si  no  hubiera  resurrección,  tú  serías  menor  de  lo  que 
eres,  por  cuanto  nosotros  no  veríamos  la  caridad  ni  el  po- 
der, misericordia,  señorío,  paciencia  y  humildad  tan  grande 
en  Dios  como  lo  vemos  en  cuanto  creemos  que  hay  resu- 
rrección. Y  por  cuanto  nosotros  y  tú,  ¡oh  esperanza!,  vemos 


5  «...  car  de  tan  gran  bonea,  granea,  eternitat,  poder,  saviea,  amor, 
virtut,  veritat,  glòria,  perfecció,  justícia,  larguea,  on  és  engenrat  ai- 
tant  gran  be"  com  són  les  virtuts  damunt  dites  e  ix  aytan  gran  bé 
com  són  les  dites  virtuts,  deu  ésser  es]>erança  e  desijada  gran  bena- 
huyrança.» 

a  «Considerats,  esperança,  com  gran  cosa  és  ajustar  lo  Fill  de  Déu, 
qui  és  tan  gran  en  virtuts,  a  si  mateix  natura  humana  qui  és  crea- 
tura.» 

¿  "'  El  original  enumera  también  «sol,  luna,  terra»  v  calla  «elemen- 
tos y  hierbas». 

1  «car  les  virtuts  de  Déu  no:s  mostraren  tan  gran*  a  vós». 


57o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


con  las  divinas  virtudes  la  resurrección,  y  con  la  resurrec- 
ción vemos  la  grandeza  de  las  divinas  virtudes,  por  esto  9, 
tú  y  la  fe  concordáis  juntas  en  ser  mayores  en  ti;  y  la  fe 
y  nosotros  somos  por  ello  mayores  en  ti,  y  nosotros  tene- 
mos por  esto  mayor  concordancia  con  la  creencia. 

7.  "¡Amor  divino,  que  tienes  en  ti  amador  infinito  y 
eterno  en  amar!  De  ti 10,  que  eres  tan  grande  en  toda  per- 
fección en  tus  altos  honores,  esperamos  acá  abajo  que  nos 
des  caridad  para  amar  tus  valores  y  tus  honores;  pues  si 
en  tu  esencia  hay  tres  amados  amadores  eternos,  iguales 
e  infinitos  en  poder,  saber,  querer,  verdad,  perfección  y  glo- 
ria, de  esa  tan  grande  influencia  de  amor  que  hay  en  ti,  ven- 
ga a  nosotros  acá  abajo  tanta,  que  no  amemos  a  cosa  alguna 
para  honrarla  y  servirla,  sino  a  ti  tan  solamente. 

8.  "Naturaleza  es  del  bien  el  engendrar  a  otro  bien, 
y  naturaleza  es  del  poder  el  engendrar  a  otro  poder;  y  lo 
mismo  se  sigue  de  la  verdad  lx,  gloria  y  perfección.  Luego, 
siendo  tú  tan  grande  y  tan  noble  amor,  pues  eres  infinito  en 
bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  etc.,  ¿cómo  puede  ser 
que  nosotros,  que  somos  criaturas  tuyas,  recreadas  por  ti, 
y  que  somos  tus  siervos  y  comiprados,  no  seamos  muy  fuer- 
temente encalentados  de  tu  amor?  ¿En  dónde  es,  ¡oh  amor!, 
aquella  concordancia  que  tienes  con  la  largueza,  misericor- 
dia, humildad  y  paciencia?  Pues  de  esta  concordancia  con- 
viene que  en  ti  sea  piedad,  y  en  nosotros  esperanza,  bien- 
aventuranza y  amores. 

9.  "¡Oh  justicia  divina!  Entre  nosotros  se  dice:  de 
justo,  justicia;  y  en  ti,  justo  y  justicia  son  una  misma  cosa; 
luego,  como  tú  seas  justo  y  justicia  infinita  en  ser  esencia 
sin  diferencia,  y  por  cuanto  esto  que  en  ti  es  justo  y  justi- 
cia, esencia  y  ser,  sea  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría, 
amor,  virtud,  verdad,  gloria,  perfección,  misericordia,  lar- 
gueza, humildad,  señorío  y  paciencia,  conviene  de  necesidad, 
según  estas  tales  comunes  virtudes  y  propiedades,  que  tú 
seas  justo  y  justicia  para  con  nosotros,  con  misericordia, 
humildad,  caridad  y  paciencia,  y  que  de  ti  hayamos  justicia, 
por  la  cual  vivamos  justamente  loándote,  honrándote  y  sir- 
viéndote; y  si  en  nosotros  no  hay  justicia  de  la  justicia  que 
en  ti  hay,  ¿dónde  es  la  influencia  que  nos  viene  de  tu  justi- 
cia? Y  ¿dónde  es  la  concordancia  que  hay  entre  tu  justicia 
y  tu  bondad,  caridad,  misericordia,  humildad,  paciencia  y 
liberalidad  ? 


8  ae  per  açò  vos  concordáis,  e  vós  e  fe,  en  ésser  majors  en  vós 
e  fe,  e  nos  ne  som  majors  en  vós,  e  nos  n'auem  major  concordança 
ab  creença». 

10  «De  vós  qui  sots  tan  gran  en  tota  perfecció  en  vostres  altees, 
venran  honraments  ;  car  si  en  vostra  essència...». 
n  En  el  texto  primitivo  léese  ccvirtut». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  RLANQI  ERNA 


571 


10.  "¡Oh  esencia  divina!  La  gran  justicia  que  hay  en 
ti  hace  que  en  ti,  un  justo  infinito  y  eterno  en  bondad,  po- 
der, sabiduría  y  caridad,  engendre  otro  justo  e  infinito  y 
eterno  en  bondad,  poder,  sabiduría  y  amor,  y  de  entram- 
bos justos  hace  emanar  y  proceder  otro  justo,  eterno,  infini- 
to en  bondad,  poder,  sabiduría  y  amor.  Y  como  esto  sea 
así,  luego  de  esta  tu  justicia  salió  tan  grande  influencia,  que 
a  uno  de  nosotros  hizo  ser  una  persona  con  una'  de  vuestras 
tres  divinas  personas;  y  de  aquella  tan  grande  influencia  de 
justicia  que  vino  a  uno  de  nosotros  con  caridad,  misericor- 
dia, humildad,  etc.,  esperamos  vendrá  ya  a  todos  nosotros 
el  que  nos  haigas  justos  en  amarte,  conocerte,  honrarte  y 
servirte.  Y  si  esto  no  hicieres,  ¿dónde  está,  ¡oh  divina  esen- 
cia!, la  influencia  divina  de  la  humildad,  paciencia,  cari- 
dad y  largueza  que  hay  en  ti?  Y  ¿quién  es  aquel  Señor  de 
quien  somos  nosotros?  Puesto  que  es  cosa  muy  razonable 
que  el  señor  deba  amar,  ayudar  y  dar  a  sus  súbditos  y  sir- 
vientes. 

11.  "Prudencia  pido,  Señor  Dios  glorioso,  a  tu  poder, 
saber  y  querer,  la  cual  me  debes  dar  por  la  benignidad  que 
hay  en  ti,  según  justicia  y  misericordia.  Por  tu  poder  y 
saber  me  la  puedes  dar  tú,  Señor.  Y  por  cuanto  te  la  pido 
para  amarte,  por  esto,  la  verdad  y  justicia  deben  hacerte 
amar  en  mí  a  la  prudencia,  para  que  con  ella  te  pueda  co- 
nocer para  poderte  amar;  y  por  el  conocimiento  y  amor  sepa 
y  quiera  honrarte,  loarte,  obedecerte  y  servirte. 

12.  "¡Oh  grandeza  de  justicia!  Si  la  quieres  tener  tú, 
Señor,  en  nosotros  pecadores  para  castigarnos,  en  mayor 
uso  la  puedes  haber  si  nos  castigares,  porque,  conociendo  tu 
santa  trinidad  y  encarnación,  no  te  honramos,  amamos  y 
servimos;  que  no  la  pudieras  haber  en  aquellos  que  ignoran 
en  ti  la  Santísima  Trinidad  y  descreen  ignorantemente  tu 
encarnación.  Y  si  quieres  tener  misericordia,  humildad  y 
piedad  de  nosotros,  mayor  la  puedes  tener  en  nosotros  si 
te  conocemos  y  amamos,  que  si  ignorantemente  te  fuéremos 

•  inobedientes.  Luego,  como  esto  sea  así,  parece,  Señor,  por 
todas  estas  razones  y  otras  muchas,  que  nos  debes  dar  fe 
y  prudencia  a  nosotros,  cristianos,  y  a  los  infieles,  por  lo  cual 
te  conozcamos  y  te  amemos;  como  sea  así  que  tu  largueza 
se  convenga  con  tu  querer,  el  cual  nos  ha  creado  principal- 
mente para  amarte  y  conocerte  a  ti,  Señor,  más  que  a  nin- 
guna otra  cosa. 

13.  "¡Templanza  amiga!  Todos  los  días  te  he  menester 
contra  mis  enemigos,  los  que  me  embarazan  para  contemplar 
las  virtudes  de  mi  amado  Señor,  pará  lo  cual  he  venido  yo 
a  este  desierto.  A  las  virtudes  del  Señor,  que  te  ha  creado, 
te  pido,  pues  te  he  menester  para  servirle  a  él  totalmente. 
Padre  y  madre,  riquezas  y  parientes  he  dejado,  sólo  para 


572 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


que  en  este  estado  eremítico  pueda  estar  en  tu  compañía. 
Sin  ti,  no  puede  el  hombre  ser  contrario  a  la  gula  y  embria- 
guez por  vida  eremítica,  ni  por  religión,  ni  por  honestos  ves- 
tidos. No  ouedo  tenerte,  sin  la  bondad,  grandeza,  poder, 
sabiduría,  amor,  virtud,  humildad,  misericordia  y  liberalidad 
del  Señor,  en  quien  son  todas  estas  virtudes. 

14.  "¡Templanza  amiga!  Ningún  hombre  puede  dema- 
siadamente memorarte,  entenderte  ni  amarte;  pero  por  de- 
masiado memorar,  entender  y  amar  a  Dios  con  llorar,  ayu- 
nar, sufrir  aflicciones  y  velar,  puede  enflaquecerse  el  cuerpo, 
enfermar  y  morir;  y  el  alma  no  puede  tan  dilatadamente  ni 
con  tanta  fuerza  contemplar  las  virtudes  de  Dios.  Por  eso, 
templanza  amiga,  yo  te  he  menester  corporal  y  espiritual- 
mente.  Entrégate,  pues,  a  mí,  para  que  yo  sea  tuyo,  y  tú 
seas  señora  en  mí  de  ti  misma,  y  que  salgas  de  la  servidum- 
bre de  la  glotonería  y  de  mi  vientre."  De  este  modo  y  otras 
muchas  maneras  pedía  Blanquerna  a  las  virtudes  increadas 
las  virtudes  creadas,  para  que  con  éstas  fuese  buen  servidor 
de  Dios. 

CAPÍTULO  XIII 
De  los  vicios 

1.  Recordó  Blanquerna  los  siete  pecados  mortales,  los 
cuales  tienen  desordenado  al  mundo,  que  es  creado  por  las 
virtudes  de  Dios;  y  por  esto- preguntó  Blanquerna  a  la  di- 
vina bondad  de  dónde  habían  venido  esos  demonios  sobre- 
dichos, que  pierden  y  destruyen  al  mundo.  Y  dijo  estas  pa- 
labras: "Soberana  bondad,  tú  que  eres  tan  grande  en  vir- 
tud y  perfección  y  que  en  eternidad  y  nobleza  eres  emi- 
nente sobre  toda  criatura,  ¿de  dónde  han  venido  la  gula,  lu- 
juria, avaricia,  acedía,  soberbia,  envidia  e  ira?  Pues  estas 
siete  bestias  destruyen,  corrompen  y  estropean  los  bienes 
que  son  tuyos  por  creación  y  por  señorío.  Y,  como  tú  seas 
tan  poderosa,  sabia,  amable  y  virtuosa,  ¿por  qué  sufres  que 
tanta  maldad,  engaño,  error,  trabajo  e  ignorancia  reine  en 
el  mundo  por  los  siete  demonios  antedichos? 

2.  "Si  tú,  bondad  soberana,  fueras  maldad  o  defecto, 
pudieran  haber  venido  de  ti  los  siete  pecados  mortales,  mas 
como  tú  seas  cumplimiento  de  todos  los  cumplimientos,  y 
como  la  perfección  sea  contra  el  defecto,  y  todo  pecado  y 
cualquier  otro  mal  de  necesidad  haya  de  tener  principio,  dí- 
game, pues,  tu  eternidad,  la  cual  fué  antes  de  ser  el  prin- 
cipio del  pecado,  ¿de  dónde  ha  venido  el  pecado  y  defecto?" 

3.  Contempló  Blanquerna  la  soberana  bondad,  eterni- 
dad, poder,  sabiduría,  amor  y  las  demás  virtudes,  según 
la  manera  arriba  dicha,  y  sintió  en  su  alma  que  la  memoria 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERIA  573 


y  el  entendimiento  se  hablaban.  Y  decía  la  memoria  al  en- 
tendimiento que  ella  se  acordaba  de  que  la  voluntad  tiene 
en  su  querer  a  la  gula,  lujuria  y  a  los  demás.  Y,  por  esto,  el 
entendimiento  respondía,  entendiendo  que  el  querer  que  que- 
ría gula  o  lujuria  u  otro  vicio  nace  de  la  voluntad  y  enculpa 
a  la  voluntad,  por  cuanto  produce  aquel  querer  que  ama  al 
pecado,  y  por  aquel  querer  es  culpado  el  entendimiento  que 
entiende  el  pecado,  y  el  querer  y  la  libertad  de  la  voluntad 
con  que  se  inclina  a  querer  el  pecado;  y,  por  esto,  es  tam- 
bién culpada  la  memoria  'que  recuerda  todas  estas  cosas. 

Y  por  cuanto  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  son 
criaturas  de  la  soberana  bondad  y  dan  lugar  a  recordar,  en- 
tender y  amar  al  pecado,  por  esto  el  entendimiento  de  Blan- 
•querna  dijo  a  la  memoria,  excusando  a  la  bondad  de  Dios, 

que  los  siete  demonios  referidos  toman  principio  y  origen 
en  las  obras  del  recordar,  entender  y  amar  que  tratan  de 
cosas  desagradables  a  la  bondad  de  Dios. 

4.  "\ Sabiduría  divina!  Tú  que  eres  luz  de  todas  las 
luces,  enséñame  el  arte  y  modo  cómo  pueda  mortificar  yo 
los  siete  vicios  en  mi  memoria,  entendimiento  y  voluntad." 
Recordó  la  memoria  las  divinas  virtudes;  entendió  el  enten- 
dimiento la  brevedad  de  la  vida  de  este  mundo  y  las  penas 
infernales;  amó  la  voluntad  a  Dios  y  a  todas  las  virtudes,  y 
aborreció  los  pecados,  y  pidió  perdón  y  despreció  la  vanidad 
de  este  mundo;  y  entonces  Blanquerna  sintió  en  su  alma 
mortificados  los  vicios  y  pecados  por  las  obras  de  su  recordar, 
entender  y  amar.  Y  por  esto  dijo  a  la  divina  sabiduría  es- 
tas palabras: 

5.  "¡Soberana  bondad!  1  De  tu  virtud  viene  virtud,  y 
de  tu  poder  viene  el  poder,  y  de  tu  amor  viene  amor  -  en 
el  alma  que  quiere  recordarte,  entenderte  y  amarte.  Pero 
cuando  la  memoria  no  quiere  recordarte,  ni  el  entendimiento 
entenderte,  ni  la  voluntad  amarte,  vienen  las  culpas  e  injurias 
de  aquello  que  la  voluntad  no  quiere  querer,  y  de  aquello  que 
el  querer  quiere  en  el  recordar,  entender  y  amar  o  desamar. 

Y  por  eso,  soberana  bondad,  sea  tuyo  mi  recordar,  entender 
y  querer  con  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  para 
contemplar,  recordar,  entender  y  amar  tus  virtudes  y  abo- 
rrecer los  vicios,  culpas  e  injurias,  a  fin  que  tu  loor  y  tu 
honor,  señorío  y  virtud  sean  todos  los  días  en  mi  memoria, 
entendimiento  y  voluntad. 

6.  "¡Soberana  largueza  y  misericordia!  Dado  me  has 
memoria  para  memorar  y  entendimiento  para  entender  y 
voluntad  para  amar  tus  virtudes;  pero  aun  esto  no  me  basta 
sin  que  me  des  memoria,  entendimiento  y  voluntad  en  me- 


1  En  el  original,  »cloctrina». 
•  «voler»,  dice  el  texto  catalán. 


574 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


morar,  entender  y  amar  tus  virtudes  divinas  y  las  siete  vir- 
tudes contrarias  a  los  siete  pecados  mortales.  Aun  te  pido 
más:  que  me  des  recordar,  entender  y  querer  para  desamar 
la  gula,  lujuria  y  los  demás  vicios;  y  como  tu  poder  pueda 
darme  todas  esas  cosas  y  ellas  me  sean  muy  necesarias,  y 
como  tú  me  hayas  criado  para  todas  ellas,  por  esto  te  pido 
me  des  don  y  gracia  tal,  por  los  cuales  estén  todas  mis  po- 
tencias empleadas  en  honrar,  loar  y  servir  para  siempre  tus 
honores. 

7.  "¡Gloria  y  perfección  divina!  El  dar  poder  de  pe- 
car es  dar  ocasión  de  tener  fe,  esperanza  y  caridad  y  las 
demás  virtudes;  y  el  dar  poder  de  tener  fe,  esperanza  y 
caridad  es  don  contra  la  gula,  lujuria  y  demás  vicios;  y  por 
esto  te  pido  don  de  virtudes  y  libertad  de  pecar,  con  tal  que 
me  des  recordar,  entender  y  amar  tus  honores  y  me  des  re- 
cordar, entender  y  desamar  mis  culpas  y  pecados  y  los  va- 
nos deleites  de  este  mundo."  Lloraba  y  suspiraba  Blanquer- 
na  mientras  estaba  pidiendo  estos  dones;  y  Dios  le  daba 
todo  lo  que  quería,  y  Blanquerna,  llorando,  le  daba  infinitas 
gracias  por  ello.  La  contemplación  y  devoción  de  Blanquerna 
y  el  arte  y  alto  modo  que  tenía  en  el  contemplar,  no  hay 
quien  os  lo  pueda  decir  ni  significar,  sino  sólo  Dios,  quien 
le  enseñaba. 

Finido  3  está  por  la  gracia  de  nuestro  Señor  Dios  el  libro 
del  Arte  de  contemplación  en  vida  eremítica. 


CAPITULO  XIV 

Del  fin  del  libro 

1.  Estaba  un  día  Blanquerna  contemplando  en  Dios,  y 
teniendo  en  sus  manos  el  Libro  de  contemplación,  [y]  vino 
a  él  un  juglar  muy  lloroso,  y  con  su  semblante  y  duelo 
que  manifestaba,  daba  muestras  de  ser  muy  grande  la  tris- 
teza de  su  alma.  Y  dijo  a  Blanquerna  estas  palabras:  — Se- 
ñor Blanquerna,  fama  es  por  todo  el  mundo  de  vuestra  san- 
ta vida,  por  la  cual  la  conciencia  atormenta  a  mi  alma  con 
contrición  por  las  faltas  que  he  cometido  contra  mi  oficio; 
y  por  esto  he  venido  a  vos  para  que  me  deis  penitencia. — 
Blanquerna  preguntó  al  juglar  qué  oficio  tenía,  y  éste  le  res- 
pondió y  dijo  que  era  juglar.  — Buen  amigo — dijo  Blanquer- 
na— t  ei  oficio  de  juglaría  fué  inventado  con  buena  intención, 


*  «Fenit  és  lo  libre  de  la  Art  de  contemplació» ,  escribe  solamente 
el  autor. 


LIBRO  DE  EVAST  Y  HLANQUERNA 


575 


es  a  saber,  para  loar  a  Dios  y  para  recrear  y  consolar  a  aque- 
llos que  se  hallan  en  trabajos  y  tormentos  por  servir  a  Dios. 
Mas  hemos  ya  llegado  a  tiempo  en  que  casi  ningún  hombre 
usa  de  la  final  razón  e  intervención  por  la  cual  fueron  orde- 
nados en  el  principio  los  oficios,  pues  el  estado  y  principio  de 
los  eclesiásticos  fué  fundado  sobre  una  buena  intención  \ 
que  es  entender,  amar,  recordar  y  servir  a  Dios,  y  lo  mismo 
se  sigue  de  los  caballeros  y  de  los  juristas,  decretalistas,  mé- 
dicos, artesanos,  mercaderes,  religiosos,  ermitaños  y  de  to- 
dos los  demás  estados,  cada  uno  según  su  grado.  Pero  aho- 
ra hemos  llegado  a  tiempo  en  que  los  hombres  tienen  olvi- 
dada la  final  intención  por  la  cual  fueron  inventados  los  ofi- 
cios y  las  ciencias,  y  no  usan  de  ellos  conforme  deberían 
usar,  y  por  eso  está  el  mundo  en  error  y  trabajo,  y  Dios  es 
ignorado,  desamado  y  desobedecido  en  gran  manera  por 
aquellos  que  están  obligados  a  haberle  de  amar,  conocer,  obe- 
decer y  servirle  como  a  verdadero  Dios  y  2  Señor  que  es  de 
todo  el  mundo.  Por  esta  razón,  pues,  buen  amigo,  yo  os  doy 
por  consejo  y  en  penitencia  que  andéis  por  el  mundo  gritan- 
do y  cantando  entre  las  gentes,  a  todos  los  estados  de  los 
hombres  y  por  entre  unos  y  otros,  diciéndoles  la  intención 
por  que  fueron  inventados  en  sus  principios  el  oficio  de  jugla- 
ría y  demás  oficios.  Y  llevad  con  vos  mismo  a  este  Libro  de 
Evast  y  de  Blanquerna,  en  el  cual  están  significadas  las  ra- 
zones por  las  cuales  fueron  ordenados  e  inventados  en  sus 
principios  los  oficios  arriba  dichos.  Y  corregid  y  reprended 
con  todo  vuestro  poder,  en  su  caso,  tiempo,  lugar  y  oportu- 
nidad, a  todos  aquellos  que  usan  mal  de  sus  oficios ;  y  no  te- 
máis la  murmuración  de  las  gentes,  ni  el  padecer  trabajos, 
ni  la  muerte,  para  que  seáis  agradable  a  Dios. — Admitió  el 
juglar  aquella  penitencia  de  Blanquerna  y  aceptó  aquel  ofi- 
cio que  le  había  dado;  y  se  fué  por  el  mundo,  y  refería  y 
explicaba  el  fin  por  que  era  la  teología,  la  prelacia,  la  cle- 
recía, religión,  caballería  y  señorío  en  los  hombres,  y  decía 
el  fin  por  el  cual  eran  inventados  el  derecho  civil  y  el  dere- 
cho canónico,  la  filosofía,  la  medicina,  la  mercadería  y  otras 
cosas  semejantes  a  éstas;  y  reprendía  fuertemente  a  aque- 
llos que  no  conservaban  la  final  intención  por  la  cual  eran 
inventadas  y  ordenadas  en  el  mundo  las  ciencias,  dignidades, 
artes  y  las  demás  cosas  arriba  dichas ;  y  en  las  plazas  y  cor- 
tes y  monasterios  leía  el  Libro  de  Evast  y  Blanquerna,  con 
el  fin  de  multiplicar  en  las  gentes  la  devoción  y  que  por  este 
medio  él  tuviese  mayor  animosidad  y  fortaleza  en  cumplir 
la  penitencia  que  Blanquerna  le  había  impuesto. 


1  «sobre  bona  entenció  en  primer  ;  e  açò  mateix  se  segueix  deis 
cavallers». 

9  Cállase  en  el  original  «y...  mundo». 


576 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


2.  Hasta  3  aquí  habernos  hablado  de  Evast  y  de  Blan- 
querna.  Y  por  esto  ahora  conviene  que  volvamos  a  hablar  del 
emperador  que  Blanquerna  encontró  en  aquel  bosque.  Des- 
pués de  haber  renunciado  Blanquerna  al  Pontificado,  y  sien- 
do ya  ermitaño,  el  emperador  hubo  ya  ordenado  su  imperio 
para  el  intento  de  que  en  él  fuese  restituido  valor;  y  renun- 
ció su  imperio  a  favor  de  su  hijo,  para  quien  había  compues- 
to un  Libro  de  la  doctrina,  del  príncipe,  para  el  régimen  de 
su  persona,  de  su  palacio  y  de  su  reino.  Y  habiendo  ejecu- 
tado todas  esas  cosas,  desamparó  el  mundo  y  se  fué  a  bus- 
car a  Blanquerna  para  que  los  dos  juntos  contemplasen  a 
nuestro  Señor  Dios  en  la  vida  eremítica. 

3.  Mientras  el  emperador  iba  buscando  a  Blanquerna, 
encontró  a  un  obispo  que  iba  a  la  corte  de  Roma  para  ense- 
ñar el  Arte  obreviado  de  encontrar  la  verdad.  Aquel  obispo 
proponía  de  impetrar  del  Santo  Padre  Apostólico  el  que  pu- 
diese hacer  leer  y  enseñar  aquel  arte  en  todos  los  estudios 
generales,  a  fin  que  por  la  exaltación  del  entendimiento,  la 
cual  se  demuestra  verdaderamente  en  dicho  arte,  fuese  ma- 
yor en  el  mundo  la  devoción  en  amar,  honrar  y  servir  a  Dios, 
y  en  dar  conocimiento  de  Dios  a  los  infieles,  que  por  su  ig- 
norancia se  van  a  los  perdurables  tormentos.  Y  para  impe- 
trar este  negocio,  propuso  el  obispo  gastar  todo  su  patrimo- 
nio y  las  rentas  de  su  obispado  y  emplear  en  esto  todos  los 
días  de  su  vida.  Habiéndose,  pues,  encontrado  el  emperador 
y  el  obispo,  ambos  a  dos  se  conocieron  y  se  saludaron  muy 
civil  y  agradablemente  y  se  recibieron  recíprocamente  con 
grande  cortesanía,  y  se  informaron  uno  al  otro  de  su  estado 
y  de  sus  intentos,  que  se  comunicaron.  Gran  gusto  y  placer 
tuvo  el  emperador  de  la  devoción  del  obispo,  y  éste  de  la 
del  emperador,  quien  rogó  al  obispo  que  en  la  corte  de  Roma 
fuese  procurador  de  la  virtud  de  valor,  la  cual  ha  sido  in- 
juriada por  tantas  personas  e  impedidas  en  dar  honor  y 
loor  a  Dios.  — Y  diréis  al  juglar  de  Vailor— dijo  el  emperador 
al  obispo— que  cante  estas  coplas  en  la  corte,  para  que  el 
señor  Papa  y  los  señores  cardenales  se  acuerden  mejor  de 
los  hechos  y  santa  vida  de  los  apóstoles,  en  cuyos  tiempos 
la  santidad  de  la  vida  y  la  devoción  vivían  y  4  reinaban  en 
el  mundo. 

Excelso  Rey  glorioso, 
Señor  Dios  verdadero, 
que  en  ti  quisiste  unir  al  ser  humano, 
acuérdate  piadoso 
de  los  que  con  esmero 


s  «Recontat  havem  lo  romanç  de  Evast  e  Blanquerna,  e  retorna 
lo  conte  a  l'emperador  que  Blanquerna  atrobà  en  lo  boscatge  ;  lo  qual 
emperador  hac  ordenat  son  emperi.» 

*  No  se  lee  en  el  texto  primitivo  «y  reinaban  en  el  mundo». 


LIBRO  DE  EVAST  Y  HLANQUERNA 


577 


quieren  por  ti  6ufrir  golpe  tirano 

de  cruel,  bárbara  mano. 

Dales  valor  y  celo 

como  puedan  honrarte, 

.servirte  y  alabarte 

con  todo  su  poder  y  su  desvelo, 

siendo  muy  de  tu  gusto 

el  celo  de  tu  honor,  tan  santo  y  justo. 

Ya  en  el  mundo  ha  nacido 
nuevo  fervor,  hoy  día, 
apostólico,  puro  y  .peregrino. 
La  edad  ha  renacido 
en  que  la  sangre  hervía 
inflamada  de  amor  todo  divino  ; 
luego  el  amador  fino 
vaya  y  publique,  osado, 
el  gran  poder  bendito 
y  el  saber  infinito 

de  nuestro  Salvador  Dios  encarnado, 

a  fin  que  el  mundo  entero 

ame  y  sirva  a  Jesús,  Dios  verdadero. 

Ya  los  frailes  menores 
recuerdan,  fervorosos, 
de  un  Dios  crucificado 
los  debidos  honores. 
Ya  en  Miramar,  dichosos, 
que  el  gran  rey  de  Mallorca  ha  destinado, 
y  en  colegio  fundado, 
se  ocupan  estudiando 
el  idioma  morisco. 

Y  en  el  cristiano  aprisco 
recogerán  al  moro  bautizado, 
con"  que  de  Africa  el  suelo 
volverá  a  fecundarse  para  el  cielo. 

¿  Qué  hacéis,  predicadores  ? 
Si  tanto  a  Dios  amáis, 
esta  ocasión  lograd,  que  es  oportuna. 
Abades,  y  priores, 
y  obispos  ¿en  qué  andáis? 
Dejad  allá  los  bienes  de  fortuna  ; 
sin  tardanza  ninguna 
servid  a  Dios,  que  es  justo. 
Reyes  y  potentados, 
¿qué  pensáis,  regalados, 
con  comer  y  beber  sin  pena  o  susto, 
largo  sueño  durmiendo, 
se  logre  estar  a  Dios  gozando  y  viendo  ? 

Grandes,  chicos,  medianos, 
con  gran  placer  y  gusto,  * 
casi  todos  de  mí  se  están  burlando. 

Y  contentos  y  ufanos, 
se  me  oponen  al  justo 

proyecto  principal,  que  voy  tratando. 
Se  consume  llorando, 


19 


S78  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mi  cuerpo  desfallece  ; 

mas  mi  alma,  siempre  atenta 

en  su  recuerdo,  aumenta 

el  celo,  y  el  amor  se  aviva  y  crece. 

Mi  Dios  es  mi  deseo, 

y  el  procurar  su  honor,  todo  mi  empleo. 

Servir  quiero  a  la  Virgen, 
de  mi  esperanza  amada, 
dulce  consuelo  y  guía. 
>Ias  ¿  quién  me  enseñaría 
adonde  está,  ¡  oh  Blanquerna  !,  tu  morada  ? 
Feliz  yo,  si  consigo 
estar  siempre  con  Dios  allí  contigo 8. 


8  La  traducción  castellana  de  esta  inspirada  poesía  es  muy  libre 
e  imperfecta.  El  texto  catalán  es  como  sigue  (ORL,  IX,  493-495)  : 
Sènyer  ver  Déus,  rey  gloriós, 
Qui  ab  vós  volgués  hom  unir  I 
Membre-us  dels  vostres  serv  idors 
qui  per  vós  volen  mort  sufrir, 
e  fayts-los  ardits  lausadors 
en  vós  honrar  e  obeir 
de  lur  poder ; 

car  vós  ets  plaent,  dous  desir 
de  lur  esper. 

Nada  és  novella  frevós 
e  renovellen  li  desu- 
déis apòstols,  qui  lausant  vos 
anaven  mort  plaent  sentir. 
E,  doncs,  qui  és  verai  ni  bos, 
meta's  avant,  e  vaja  dir 
lo  gran  poder 

de  Déu,  qui  hom  fes  devenir 
en  son  saber. 

Remembrat  han  fratres  menors 
lo  Salvador,  qui  volc  vestir 
ab  si  lo  sant  religiós, 
e  han  fayt  Miramar  bastir 
al  rey  de  Mallorca  morós  : 
iran  serraïns  convertir 
per  far  plaer 

a  Déu,  qui  a  mort  volc  venir 
per  nos  haver. 

E  doncs,  què  fan  preycadors. 
pus  amen  tant  en  Déu  fruir? 
ni  què  fan  abats  ni  priors, 
bisbes,  prelats,  qui  enantir 
amen  tant  lurs  possessions  ? 
ni  què  fan  reys  qui  ab  durmir 
e  ab  haver 

cuydon  a  paráis  tenir 
e  Déus  veser  ? 

Menors  e  mijans  e  majors 
han  plaer  en  mi  scarnir, 
e  amors,  làgremes  e  plors 
e  suspirs  fan  mon  cors  languir  ; 
c  m 'ànima  creix  son  joyós 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA 


4.  — ¿Cómo,  qué  me  decís,  Señor — dijo  el  obispo  al  em- 
perador— ,  sabéis  vos  quién  es  Blanquerna? —  Respondió  el 
emperador,  y  le  refirió  cómo  un  día  se  había  encontrado  con 
él  yendo  solo  y  perdido  por  el  bosque  donde  Blanquerna  bus- 
caba lugar  para  su  ermita ;  y  dijo  también  cómo  él  le  había 
prometido  que  satisfaría  a  Valor  la  injuria  y  faltas  que  con- 
tra él  había  cometido.  El  obispo  refirió  también  al  empera- 
dor la  santa  vida  de  Blanquerna,  y  enseñóle  las  señas  por 
donde  podría  encontrar  el  puesto  donde  vivía  en  vida  ermi- 
taña.  Alegróse  mucho  el  emperador  de  lo  que  el  obispo  le  ha- 
bía referido  de  Blanquerna  y  de  haberle  enseñado  el  camino 
por  donde  podía  encontrarle.  El  obispo  tomó  las  coplas  y  se 
despidió  agradablemente  del  emperador,  y  le  dejó  en  coman- 
da 4e  la  bendición  de  Dios. 

5.  Por  6  gracia  de  nuestro  Señor  Dios,  ha  finido  el  Libro 
de  Evast,  Aloma  y  Blanquerna,  su  hijo ;  en  el  cual  se  ha  tra- 
tado del  matrimonio,  de  religión,  de  prelacia  en  los  obispos 
y  arzobispos  y  de  sus  oficiales  en  sus  obispados;  del  apos- 
tólico señorío  que  tiene  el  Santo  Padre  Apostólico  y  los  se- 
ñores cardenales  en  el  régimen  espiritual  de  la  universal 
Iglesia  santa,  y  de  la  vida  eremítica  contemplativa,  para  dar 
doctrina  cómo  todos  los  hombres  deban  vivir  en  este  mundo 
en  servicio  de  Dios  y  recibir  su  divina  gracia,  y  en  el  otro 
mundo  la  gloria,  a  la  cual  por  su  divina  bondad  nos  quiera 
llevar  para  más  perfectamente  entenderle,  amarle  y  servirle 
y  de  todo  darle  gracias  sin  fin.  Amén. 


remembrament  e  son  albir 
e  son  voler 

en  Déus,  qui  -m  fay  tots  jorns  jausir 
en  son  dever. 

La  dolça  Verge  vull  servir 
de  mon  poder, 

car  sa.y  m'a  tramès  dolç  desir  „ 
e  bo  esper. 

Blanquerna!  Qui  •m  sabria  dir 
on  dey  tener 
vas  vostra  cella,  on  desir 
sol  Déus  haver  ? 

Como  con  broche  de  oro,  Ramón  Llull  cierra  este  himno  de  ale- 
gría con  el  nombre  de  la  dulce  Virgen,  que  le  ha  inspirado  dulce  de- 
sear y  bello  esperar.  ¡  Al  recuerdo  del  colegio  de  Miramar,  tan  lar- 
gamente deseado  como  tiernamente  amado,  debe  el  Procurador  de  in- 
fieles tanto  gozo  como  respira  esta  alegre  canción  ! 

•  «Acabat  és  lo  romanç  de  Evast  e  Blanquerna,  qui  és  de  vida  de 
matremoni  e  de  l'orde  de  clerecia,  per  donar  doctrina  com  deja  hora 
viure  en  est  món  per  tal  que  en  l'altre  eternalment  sia  en  la  glòria 
de  Déu.» 


APENDICE  I 


Versículos  sobrantes  de  la  edición  castellana  1 

66.  Mas  preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  era  miseria. 
Y  respondió  el  Amigo:  — Cumplir  en  este  mundo  sus  deseos, 
puesto  que  a  deleites  brevísimos  se  siguen  perpetuos  tor- 
mentos en  el  infierno. 

70.  Entró  el  Amigo  en  un  delicioso  prado,  y  vió  a  mu- 
chos jóvenes  que  perseguían  muchedumbre  de  mariposas  y 
hollaban  las  flores,  y  cuanto  más  porfiaban  en  agarrarlas, 
tanto  más  altas  volaban  las  mariposas.  De  que  discurrió  el 
Amigo  que  tales  son  aquellos  que  con  curiosas  sutilezas 
piensan  comprender  a  su  Amado,  quien  abre  las  puertas  a 
los  simples  y  las  cierra  a  los  sutiles;  y  la  fe  muestra  aquél 
en  sus  secretos  por  la  ventana  del  Amor. 

72.  Preguntaron  al  Amigo  qué  hombres  le  parecían  más 
enfermos.  Respondió  que  los  ciegos,  que  oyen  a  los  médicos 
del  Amado  y,  viniendo  a  ellos,  no  los  reciben  para  su  propia 
curación,  puesto  que  es  suma  felicidad  ver  a  mi  Amado,  y 
pena  horrible  el  no  poderle  ver. 

114.  Preguntaron  al  Amigo  cuál  era  la  fuente  de  amor. 
Respondió  que  aquella  en  donde  el  Amado  nos  ha  limpiado 
de  nuestras  culpas,  y  en  la  cual  da  de  balde  agua  viva,  de 
la  cual  quien  bebe,  logra  vida  eterna  en  amor  sin  fin. 

146.  Dijo  el  Amigo:  — Al  que  en  todo  tiempo  es  cau- 
tivo no  se  le  debe  dar  salario  ni  premio  de  sus  trabajos,  ni 
menos  al  que  debe  más  de  lo  que  puede  panar. — Y  por  esto 
reprendió  a  los  amantes  indiscretos,  que  no  hacen  diferencia 
entre  la  gracia  y  el  premio. 

237.  Encontró  el  amor  del  Amigo  al  amor  mundano, 
quien  luego  se  convirtió  en  nada;  de  lo  que  se  admiraron 
los  hombres  que  lo  vieron,  a  quienes  dijo  el  Amigo:  — No 


1  Los  siguientes  versículos  no  se  hallan  en  la  edición  del  Llibre 
de  Blanquería  de  S.  Galmés  y  M.  Ferrà  ([Palma  de]  Mallorca,  1914). 
Por  las  razones  apuntadas  ya  en  otra  parte,  conservamos  la  numera* 
•    ción  de  la  edición  de  Aguilar. 


LIBRO  DE  EVAST  V  BLÀNQUERNA . — APENDICE  T  581 


tenéis  que  admiraros,  porque  no  es  contra  naturaleza  des- 
vanecerse las  tinieblas  en  presencia  de  la  luz. 

238.  Compró  el  Amado  al  Amigo  un  huerto,  en  donde 
criase  sus  amores.  Rególe  el  Amado  con  sudor,  y  con  cinco 
ríos  que  eran  más  dulces  que  cualquier  otra  cosa,  por  suave 
que  sea,  le  hizo  fértilísimo;  y  en  medio  de  aquel  huerto 
plantó  un  bello  árbol,  cuyo  fruto  sanaba  todas  las  enfer- 
medades. 

241.  En  una  grande  fiesta  estaba  el  Amigo  en  el  ora- 
torio de  su  Amado.  Oyó  a  los  músicos  que  cantaban,  y  las 
palabras  de  su  canto  eran  del  Amado,  mas  la  solfa  era  mun- 
dana. Y  no  pudo  contenerse  el  Amigo  sin  decir  en  altas  vo- 
ces estas  palabras:  — ¿Por  qué  ensuciasteis  las  piedras  pre- 
ciosas con  el  lodo,  vosotros  que  no  sabéis  alabar?  ¿No  sa- 
béis que  este  modo  de  cantar  no  conviene  con  los  honores 
del  Rey  de  las  vírgenes,  pues  de  esto  resulta  el  que  las  mu- 
jeres ruines  se  inclinan  a  vivir  mal? 

249.  Iba  el  Amigo  gritando  en  altas  voces  por  las  ca- 
lles y  plazas:  — El  nombre  de  mi  Amado  es  fuente  copiosa 
de  amor;  si  todos  bebiesen  de  ella,  no  fueran  partidos  sus 
amores,  como  en  el  sol  no  es  partido  el  resplandor.  Poco, 
pues,  saben  todos  los  que  rompen  el  vaso  precioso,  el  cual, 
después  de  quebrado,  para  nada  vale. 

255.  Los  que  hacen  burla  del  Amado  citaron  al  Amigo 
para  que  compareciese  en  juicio.  Compareció  el  Amigo,  mas 
no  tuvo  abogado  que  hablase  por  él,  porque  de  la  pobreza 
ninguna  riqueza  aguardaban.  Acusáronle  de  que  no  vivía 
como  los  demás  hombres.  Respondió  el  Amigo:  — Dispensa 
tengo  del  Amor. — Quisieron  prenderle  y  encarcelarle,  mas  él 
apeló  a  las  leyes  de  su  Amado. 

256.  Saliendo  el  Amigo  de  la  sala  y  tribunal  de  justicia, 
vió  al  sol  resplandeciente  y  claro,  y  dijo:  — ¡Oh  sol  reful- 
gentísimo! Tú  que  te  enseñas  obediente  a  mi  Amado,  así 
como  cumples  cada  día  veinticuatro  horas  justas,  así  te  ruego 
des  claridad  a  todos  los  que  hacen  y  administran  justicia. 

265.  Entró  el  Amigo  en  el  huerto  del  amor,  en  donde, 
vió  una  hermosa  azucena,  y  se  alegró,  por  cuanto  le  repre- 
sentaba a  su  Amado,  que  es  más  blanco  y  puro  que  todas 
las  cosas.  Después  vió  una  rosa  muy  hermosa  y  dijo:  — Asi 
como  la  rosa  es  a  los  ojos  corporales  hermosa  sobre  todas 
las  demás  flores,  así  a  los  ojos  del  entendimiento  mi  Amado 
es  mucho  más  bello  y  agradable  que  todos  los  amadores. 

272.  En  la  aurora  se  paseaba  el  Amigo,  y  miró  al  sol 
que  salía,  y,  lleno  de  regocijo,  empezó  a  cantar,  diciendo: 
— Del  casto  lecho  de  la  aurora  salió  mi  Amado  en  este  mun- 
do; quien  en  ella  juzga  mancha,  en  el  sol  discurre  tinieblas. 

274.  Al  Amigo  preguntaron  cuáles  eran  los  parientes 
de  su  Amado,  y  respondió  por  este  enigma:     Mi  Amado  es 


582 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


un  sol  que  nació  sin  madre  y  una  luna  que  nació  sin  padre. 
Padre  tiene  sin  madre,  y  Madre  sin  padre. 

287.  Preguntó  el  Amigo  si  habían  visto  a  su  Amado,  y 
dijéronle:  — ¿Qué  tal  es  tu  Amado? — Y  respondió  eí  Amigo: 
— Mi  Amado  es  cual  sin  cualidad,  porque  es  bueno  y  bon- 
dad, bello  y  belleza.  — ¿Cuánto  es  tu  Amado? — Respondió: 
— Grande  y  chico,  alto  y  bajo,  simple  y  compuesto,  y,  por 
esto,  él  es  todo  sin  composición  uno. 

288.  Con  alta  voz  decía  el  Amigo:  — Mi  Amado  es  luz 
inmensa,  y  bajo  su  sombra  es  donde  vivimos;  es  inaccesi- 
ble, a  quien  se  acercan  los  humildes,  y  es  incomprensible, 
y  le  alcanzan  los  simples.  Comprad,  pues,  humildad  y  apren- 
ded simplicidad,  para  que  de  las  tinieblas  paséis  a  la  luz 
infinita. 

292.  Preguntaron  al  Amigo  si  el  pecado  era  algo.  Res- 
pondió: — (No  sé  que  cosa  alguna  tenga  ser,  sino  la  criatura 
y  el  Amado;  si  el  Amado,  pues,  no  creó  al  pecado,  ¿cómo 
puede  el  pecado  tener  ser?  Mas  así  como  la  ceguedad  priva 
de  la  vista,  así  el  pecado  hace  perder  a  muchos  la  bienaven- 
turanza. 

300.  Entró  un  día  el  Amigo  en  un  claustro  de  religiosos., 
y  preguntáronle  si  era  religioso.  Respondió:  — Sí;  religioso 
soy  de  mi  Amado.  —¿Qué  regla  sigues? — Respondió:  — La 
de  mi  Amado.  — ¿A  quién  votaste? — iDijo:  — -A  mi  Amado. 
— 1¿  Tienes  voluntad  ? — Respondió :  — iNb ;  mi  Amado  la  tiene. 
— 1¿ Añadiste  algo  a  la  regla  de  tu  Amado? — Respondió  que 
lo  perfecto  no  admite  adición.  — Mas  ¿  por  qué  vosotros — dijo 
el  Amigo — ,  siendo  religiosos,  no  os  llamáis  con  el  nombre  de 
mi  Amado?  No  sea  que,  teniendo  el  nombre  de  otros,  dismi- 
nuyáis el  amor,  y,  oyendo  la  voz  de  otro,  no  entendáis  al 
Amado. 

306.  Preguntaron  al  Amigo  qué  cosa  era  el  mundo.  Res- 
pondió: — Es  libro  para  los  que  saben  leer,  en  el  cual  es  co- 
nocido mi  Amado. — (Preguntáronle  si  su  Amado  era  en  el 
mundo.  Respondió :  — Sí ;  como  el  escritor  en  el  libro.  — (¿  En 
quién  está  este  libro  ? — Respondió :  — |En  mi  Amado,  pues  que 
todo  lo  contiene  mi  Amado,  por  cuya  causa  el  mundo  está 
en  mi  Amado,  y  no  mi  Amado  en  el  mundo. 

307.  — Amigo — dijeron  algunos — :  ¿cuál  amador  te  pa- 
rece que  sea  fatuo  ? — Respondió  el  Amigo :  * — Aquel  que  ama 
la  sombra,  sin  cuidar  de  la  verdad.  — '¿Y  cuál  piensas  que 
sea  rico?  — IE1  que  ama  la  verdad. — i¿Y  quién  pobre? — Dijo: 
— (El  que  ama  la  falsedad. — Preguntáronle  si  el  mundo  era 
amable.  — Sí — 'dijo — ,  así  como  la  obra  a  causa  del  artífice, 
y  como  la  noche,  que  [lo  es]  por  razón  del  día  que  la  sigue. 

308.  Otros  amadores  preguntaron  al  Amigo  si  entre  él 
y  el  Amado  había  alguna  proporción.  — 'Preguntadlo — dijo — 
al  cielo  más  encumbrado,  cuyo  movimiento  es  finido,  y  el 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — APENDICE  I  583 


vigor  de  mi  Amado  es  infinito  y  eterno.  Mas,  si  la  naturaleza 
aparta  de  ellos  la  proporción,  la  voluntad  los  iguala  y  los 
hace  convenir  por  proporción,  por  razón  que  cuanta  es  la 
voluntad  de  mi  Amado  en  mover,  tanta  es  la  velocidad  del 
movimiento  del  primer  ciclo. 

312.  — ¿Qué  cosa  es  el  ser  de  tu  Amado? — (Respondió: 
— (Es  rayo  y  radiante  en  todas  cosas,  como  el  sol  en  todo  el 
mundo,  el  cual,  si  retira  su  resplandor,  deja  todas  las  cosas 
en  tinieblas  y,  difundiéndose,  es  día  de  todas  ellas.  Y  aún 
más  es  el  ser  de  mi  Amado,  fundamento  en  cuya  similitud 
es  conservado  el  orbe  todo. 

313.  Mas  le  preguntaron:  — ¿Qué  cosa  es  la  unidad  de 
tu  Amado? — (Respondió:  — Es  lo  que  une  a  tres  en  eternidad, 
sin  distinción  de  la  naturaleza  o  de  substancia,  y  ata  y  une 
tres  cosas  temporalmente.  Y  si  cosa  hay,  en  parte  alguna, 
que  perfecta  sea,  en  ella  son  tres  unidos  por  unidad. 

314.  — Fatuo  por  amor:  ¿cuan  grande  es  la  bondad  de 
tu  Amado?  — Tanta  es — respondió — ¡,  que  cualquier  otro  bien, 
en  comparación  suya,  es  nada  o  un  punto  sólo,  y  todo  lo 
cuanto  es  no  cuanto,  lo  cual,  siendo  sin  división,  tres,  tie- 
ne en  las  cosas  vestigio  individido  en  tres,  esto  es,  útil,  ho- 
nesto y  deleitable. 

315.  — Poder  de  mi  Amado — decía  el  Amigo — :  quien  te 
quiere  medir,  intenta  con  la  nada  contar  el  número ;  mas  tú 
mides  la  nada,  cuanto  de  la  nada  haces  algo.  Como,  pues,  tú 
solo  puedas  esto,  está  claro  que  tú  solo  justificas  al  impío. 

317.  Miraba  el  Amigo  al  arco  iris,  y  le  pareció  que  te- 
nía tres  colores,  y  dijo:  — Admirable  distinción  de  tres,  y 
son  los  tres  del  todo  una  cosa  misma — .  Y  dijo:  — ¿Cómo 
esto  aparece  en  la  imagen,  si  no  subsiste  en  la  verdad? 

328.  En  un  día  solemne  entró  el  Amigo  en  una  iglesia, 
y  consideraba  el  honor  que  allí  se  daba  a  su  Amado,  y  vió 
que  le  hacían  deshonor ;  y,  por  esto,  con  alta  voz,  dijo  a  toda 
aquella  multitud  de  gente:  — jGh  insensatos!  No  toquéis  con 
irreverencia  los  altares,  pues  que  son  el  lecho  del  Rey  eter- 
no; no  entréis  en  lugar  sagrado,  porque  es  su  tálamo.  Y  co- 
rrigió  las  centinelas,  porque  con  tanta  negligencia  celaban 
y  procuraban  el  honor  de  su  Amado. 

329.  — Dime,  Amigo:  ¿qué  cosa  es  amor? — (Respondió: 
— Muerte  de  quien  vive  y  vida  de  quien  muere;  es  alegría  en 
el  día  y  tristeza  en  la  muerte;  es  deleite  y  consuelo  en  la 
patria  y  tristeza  y  melancolía  en  la  peregrinación;  es  au- 
sencia suspirada  y  presencia  alegre  sin  fin. 

330.  Mas  le  preguntaron  si  se  paseaba  de  día  o  de  no- 
che. Respondió :  — Mi  amor  me  es  dulzura  amarga,  y  amar- 
gura dulce,  y  mis  lágrimas  son  testimonio  de  que  todavía 
no  me  nació  el  día;  mas  mi  amor  me  conduce  a  la  patria  en 
donde  no  puede  haber  noche. 


584 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


334.  Sobre  la  simplicidad  disputaban  dos  entre  sí.  El 
uno  decía:  — Simple  es  el  que  no  sabe  nada. — El  otro  decía: 
—(Simple  es  quien  vive  sin  pecado. — iSobrevino  el  Amigo  y 
dijo:  — iLa  verdadera  simplicidad  es  la  que  encomienda  con 
confianza  a  mi  Amado  todos  sus  hechos.  Simplicidad  es  mag- 
nificar la  fe  sobre  el  saber  en  lo  que  la  excede  y  evitar  en 
toda  forma  las  cosas  vanas,  superfluas,  curiosas  y  nimia- 
mente sutiles  y  presuntuosas  en  todo  lo  que  es  de  mi  Amado, 
porque  aquéllas  son  contrarias  a  la  simplicidad. 

335.  Otra  vez  le  preguntaron  ambos  les  dijese  si  es 
grande  la  ciencia  de  los  simples.  Respondió:  — La,  sabidu- 
ría en  los  sabihondones  es  gran  montón  y  poco  grano;  mas 
la  de  los  simples  es  montón  chico,  pero  de  innumerables 
granos,  porque  ni  presunción,  ni  curiosidad,  ni  demasiada 
sutileza  abulta  el  montón  de  los  simples — .  Pues  ¿  qué  ha- 
cen la  presunción  y  la  curiosidad? — Respondió  el  Amigo: 
— ILa  vanidad  es  madre  de  la  curiosidad,  y  la  soberbia  de 
la  presunción;  y,  por  esto,  hacen  lo  mismo  que  hacen  la 
vanidad  y  la  soberbia;  y  por  la  curiosidad  y  presunción  se 
encuentran  los  enemigos  de  mi  Amado,  así  como  por  la 
simplicidad  se  adquieren  sus  amores. 

338.  Caminaba  el  Amigo  y  decía:  — El  primer  cuer- 
po, de  nadie  es  contenido  y  lo  contiene  todo;  y  el  primer 
movimiento  no  es  contenido,  mas  él  contiene  todos  los  otros 
movimientos.  ¿Quién,  pues,  no  conoce  que  mi  Amado,  que 
totalmente  es  primero  que  todo,  todo  lo  contiene  y  de  nadie 
es  contenido? 

340.  Acordóse  el  Amigo  de  sus  pecados,  y  por  temor 
del  infierno  quiso  llorar  y  no  pudo.  Pidió  lágrimas  al  Amor, 
y  la  sabiduría  le  respondió  que  más  frecuente  y  fuerte- 
mente llorase  por  amor  de  su  Amado  que  por  temor  de  las 
penas  del  infierno,  puesto  que  le  agradan  más  los  llantos 
que  son  por  amor  que  las  lágrimas  que  se  derraman  por 
temor. 

341.  Obedeció  el  Amigo  a  la  sabiduría,  y  con  un  ojo 
lloró  muchas  y  mayores  lágrimas  por  amor  y  con  el  otro 
pocas  y  chicas  por  temor,  para  hacer  mayor  honra  a  su 
Amado  por  amor  que  por  temor;  y  las  lágrimas  por  amor 
le  servían  de  consuelo  y  descanso;  mas  las  lágrimas  por 
temor  le  daban  pena  y  tribulación. 

344.  Preguntaron  al  Amigo  de  qué  manera  se  convier- 
te el  corazón  del  hombre  a  amar  a  su  Amado.  Respondió 
que  así  como  el  girasol  se  vierte  al  sol.  — ¿Cómo  es,  pues, 
que  todos  no  aman  a  tu  Amado? — Respondió  que  a  los  que 
no  aman  les  es  noche  el  pecado. 

346.  Encontró  el  Amigo  a  un  astrólogo  adivino  y  le 
preguntó  qué  cosa  era  su  astrologia.  El  dijo  que  era  ciencia 
para  saber  lo  venidero.  — Engañaste — le  dijo  el  Amigo — ; 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — APENDICE  I  5S5 


no  es  ciencia,  sino  un  engaño  de  ciencia  y  velo  de  nigroman- 
cía y  fitomancía,  y  ciencia  de  fingidos  y  mentirosos  profe- 
tas, que  infaman  la  obra  del  soberano  Maestro,  nuncio  en 
todo  tiempo  de  malas  nuevas;  la  cual  reprueba  y  extirpa  la 
providencia  de  mi  Amado,  que  promete  dar  bien  en  lugar  del 
mal  que  ella  amenaza. 

347.  Con  altas  voces  iba  el  Amigo  diciendo:  — ¡Oh, 
qué  vanos  son  muchos  hombres  en  el  mundo,  que  siguen 
curiosidades  y  aman  presunción !  Pues  por  la  curiosidad  caen 
en  la  mayor  de  todas  las  impiedades,  esto  es,  que  abusan  de 
los  nombres  de  Dios  e  invocan  con  encantos  y  deprecacio- 
nes los  espíritus  malos,  como  si  fuesen  ángeles  buenos,  y  les 
atribuyen  los  nombres  de  Dios  y  de  los  ángeles  buenos  y 
profanan  malamente  las  cosas  santas  con  caracteres,  figuras 
e  imágenes;  y  por  la  presunción  se  han  sembrado  en  el 
mundo  cuantos  errores  hay.  Con  vivas  lágrimas  lloró  el 
Amigo  tanta.s  injurias  que  contra  de  su  Amado  cometen  mu- 
chos hombres  ignorantes. 

351.  Un  día  estaba  el  Amigo  mirando  al  oriente  y  po- 
niente, al  norte  y  mediodía,  y  conoció  la  señal  de  su  Amado, 
la  que  hizo  esculpir,  y  en  cada  una  de  las  cuatro  extremi- 
dades hizo  colocar  una  piedra  preciosa  refulgentísima  como 
un  sol;  y  llevábala  de  continuo  sobre  sí,  y  esta  señal  le  hacía 
memoria  de  la  verdad. 

352.  Visitaba  varios  lugares  el  Amigo,  y  encontró  a  mu- 
chos que  estaban  alegres,  riendo,  cantando  y  viviendo  con 
grande  gozo  y  divertimiento.  Hízose  lo  cuestión  si  en  este 
mundo  hay  más  para  reír  que  para  llorar.  Vinieron  las  virtu- 
des para  ser  jueces  y  declarar  de  la  duda.  Dijo  la  Fe :  — Más 
hay  para  llorar,  porque  son  más  los  infieles  que  los  fieles. — 
La  Esperanza  dijo:  — Más  hay  para  llorar,  porque  pocos  son 
los  que  esperan  en  Dios  y  muchos  los  que  confían  en  los  bie- 
nes del  mundo. — La  Caridad  dijo :  — Más  hay  para  llorar, 
porque  tan  pocos  son  los  que  aman  a  Dios  y  al  prójimo. — 
Todas  las  demás  virtudes  fueron  del  mismo  voto  y  parecer. 

354.  Pensando  en  la  muerte,  el  Amigo  dijo:  — 1 0h  Rei- 
na del  cielo!  Estando  yo  para  morir,  extended  y  manifestad 
vuestro  regazo,  en  que  estuvo  reclinado  mi  dulcísimo  Amado, 
y  no  temeré  a  daño  alguno  de  cuantos  me  podrían  causar  los 
enemigos. 

356.  Juntáronse  muchos  amadores,  y  preguntaron  a  un 
mensajero  de  amor  en  dónde  y  en  quién  estaba  el  corazón 
más  inflamado  en  devoción  y  amor.  Respondió :  — En  el  tem- 
plo de  mi  Amado,  humillándose  a  él  con  todas  las  fuerzas, 
y  adorando  al  Amado,  porque  él  es  un  solo  santo  de  los 
santos,  por  lo  cual  los  que  esto  no  saben  hacer,  no  saben 
legítimamente  amar. 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


357.  Los  amadores  experimentaron  el  nuncio  de  amor, 
diciéndole  que  anduviese  por  el  mundo  pregonando  que  los 
adoradores  adorasen  a  los  siervos  como  a  siervos  y  al  Señor 
como  a  Señor,  para  que  mejor  puedan  ser  oídos  sus  ruegos 
y  porque  no  hay  necesidad  de  amar  a  otro  más  que  al  Amado 
ni  de  confiar  en  otro  más  que  en  él. 

359.  Preguntaron  al  mensajero  de  amor  de  dónde  habían 
venido  al  Amado  tantos  siervos  inútiles,  que  son  más  viles 
y  más  despreciables  que  los  hombres  seglares.  Respondió 
que  esto  provenía  por  culpa  de  aquellos  que  deben  proveer 
de  servidores  al  soberano  Amado,  que  es  Rey  de  reyes,  y 
deben  examinarlos,  y  no  se  informan  como  debieran  de  la 
ciencia,  vida  y  costumbres  que  tienen;  y  los  que  ellos  no 
quisieran  para  su  caballeriza,  permiten  que  sirvan  al  Rey 
eterno  en  su  palacio  y  en  el  purísimo  ministerio  de  la  mesa. 
Por  lo  que  debieran  temer  la  dura  retribución  del  Amado, 
cuando  les  llamará  a  cuentas. 

364.  Al  Amigo  fué  propuesta  esta  cuestión:  — '¿En  dón- 
de muere  el  amor? — Respondió  que  en  los  temporales  delei- 
tes de  este  mundo.  — ¿En  dónde  vive  y  se  cría?  — En  los 
pensamientos  del  otro  mundo. — (De  aquí  sucedió  que  los  que 
íe  preguntaron  resolvieron  huirse  de  este  mundo,  para  en- 
contrar muchos  pensamientos  del  otro  mundo,  de  que  viviese 
Amor,  y,  viviendo,  se  alimentase. 


APENDICE  II 


CA  PÍTULO    CX  V  1 

De  la  pasión  de  Jesucristo,  Salvador  nuestro,  y  cómo 
Blanquerna  la  contemplaba,  después  de  la  Santa  Trini- 
dad y  Encarnación,  con  las  tres  potencias  de  su  alma, 
POR  los  actos  de  cada  una  de  las  virtudes  y  dignidades 
divinas  aquí  expresadas 

1.  Dijo  Blanquerna  a  la  memoria  que  él  quería  contem- 
plar la  pasión  de  nuestro  Señor  Jesucristo  con  el  acto  de 
dieciséis  virtudes  y  dignidades  de  nuestro  Señor  Dios,  para 
que,  con  las  tres  potencias  de  su  alma,  tuviesen  arte  y  doc- 
trina de  recordar,  entender  y  amar  mucho  a  su  Señor  Jesu- 
cristo y  todo  lo  que  conviene  ser  recordado,  entendido  y 
amado  por  su  amor;  y,  por  eso,  dijo  a  la  bondad  de  Dios 
•  estas  palabras:  "Bondad  divina,  que  eres  acto  infinito  en 
tonificar,  magnificar,  eternificar,  posificar,  conocer  y  amar, 
etcétera,  tu  acto  y  tu  entidad  tienen  igualdad  en  infinidad 
de  bien  bonificar  por  todas  las  dignidades  infinitas,  en  quie- 
nes existe  acto  eterno  e  infinito  de  unido  bien  y  de  unidad, 
que  es  bien  y  esencia  eternal  infinita  en  todas  tus  dignida- 
des. Y  porque  tú,  bondad,  eres  bonificar  y  eres  bien  en  acto 
de  paternal,  filial  y  procesional  bien,  por  esto  quisiste  que 
la1  santa  pasión  del  Hijo  del  Hombre,  el  cual  es  una  persona 
en  tu  eternal  infinito  bien,  fuese  a  todo  el  género  humano 
bien  muy  útil  y  provechoso  para  recuperar  el  bien  que  ha- 

1  En  la  versión  castellana,  este  capítulo  sigue  al  De  la  encama- 
ción. Mas,  si  bien  aparece  en  dos  mss.,  el  de  la  Biblioteca  Na- 
cional de  París  y  el  de  la  Provincial  de  Mallorca,  es  tenido  jpor  to- 
dos como  apócrifo  :  porque  el  mismo  Ramón  Llull,  en  el  prólogo 
del  Art  de  contemplació,  dice  que  divide  el  libro  en  12  partes,  decla- 
rando las  respectivas  materias,  sin  hacer,  empero,  ninguna  mención 
de  la  Pasión  de  Jesucristo,  que,  j.°,  tratada  en  capítulo  aparte,  haría 
que  fueran  trece  y  no  doce  las  partes  del  indicado  libro,  contra  la 
expresa  declaración  del  autor  ;  3.0,  corrobora  dicha  argumentación 
de  S.  Galmés  (ORL,  IX,  461,  nota)  el  hecho  de  que  el  ms.  de  Mu- 
nich, sin  duda  alguna  el  mejor  que  poseemos  (primera  mitad  del  si- 
glo XIV),  pasa  por  alto  e^te  capítulo. 


5S8  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bíamos  perdido  en  nuestro  padre  Adán  y  nuestra  madre  Eva ; 
y  que,  por  su  pasión,  las  almas  cristianas  se  esforzasen  en 
adquirir  virtudes  que  son  bien  y  a  huir  vicios  que  son  mal." 

2.  "Blanquerna  —  dijo  el  entendimiento — ,  grande  es 
Dios  en  su  esencia  y  en  su  acto,  y  en  unidad  y  unir,  y  en 
dignidades  y  en  dignificar,  pues  infinidad  e  infinir  y  eter- 
nidad y  eternificar  son  la  bondad,  poder,  sabiduría,  etc." 
Respondió  Blanquerna,  diciendo  que  por  aquella  grandeza 
tan  grande  en  la  cual  no  hay  minoridad  que  sea  de  la  en- 
tidad divinal,  fué  muy  grande  la  cruel  pasión  de  rni  Señor 
Dios  Jesucristo;  y  fué  grande  ser  traído,  vendido,  mofado, 
azotado,  despreciado,  desamparado,  negado,  crucificado  y 
muerto.  El  dolor  y  pena  tan  grande  que  mi  Señor  Jesucristo 
sufrió,  ¿quién  la  pudiera  imaginar  con  toda  tu  grandeza? 
Pues  en  cuanto  la  naturaleza  humana  de  Jesucristo  es  más 
grande 'que  toda  otra  grandeza  que  sea  en  la  criatura,  fué 
mayor  su  pasión  que  toda  otra  pasión,  la  cual  convenía  fuese 
tan  grande,  que  bastase  para  [re]  crear  el  linaje  humano 
que  estaba  perdido.  Muchas  cosas  dijo  Blanquerna  de  la 
grandeza  de  la  pasión  de  su  Redentor,  y  el  entendimiento 
consideraba  cuán  grande  es  el  deshonor  que  se  hace  a  aquella 
pasión  por  todos  aquellos  que  por  ella  están  en  tan  grandes 
honores,  felicidades  y  riquezas,  los-  cuales  no  la  hacen  honrar 
según  lo  pueden  y  deben  hacer;  y  por  lo  que  el  entendimien- 
to consideraba,  Blanquerna  lloraba  y  decía  estas  palabras: 

3.  "Voluntad  amiga:  ¿Amáis  vos  en  Dios  acto  de  eter- 
nificar que  sea  igual  en  durar  de  su  misma  eternidad?  Si 
vos  desamáis  por  negación  igual  eternificación  al  acto  de 
eternal  duración,  amáis  en  Dios  acto  de  principio  y  mino- 
ridad en  duración;  y  amáis  en  Dios  defecto  eternal."  Antes 
de  responder  a  Blanquerna,  la  voluntad  hizo  poner  los  ojos 
en  lágrimas  a  impulsos  de  la  contrición  y  a  su  corazón  en 
suspiros,  e  hizo  a  la  memoria  memorar  tanto  tiempo  hasta 
que  hubo  memorado  el  acto  eternal  sin  fin  y  principio  de 
eternidad,  el  cual  une  tres  distintas  propiedades  personales, 
etern  ales,  esenciales;  y  en  el  cuail  acto  eternalmente  son  dis- 
tintas y  concordantes  infinitamente,  sin  contrariedad  alguna, 
un  ser  eterno  y  divinal.  Con  lo  que  la  memoria  había  re- 
cordado, hubo  satisfecho  a  la  demanda  que  Blanquerna  ha- 
bía hecho;  y  éste  preguntó  a  la  voluntad  si  amaba  la  cruel 
pasión  de  su  Señor,  la  cual  había  sufrido  por  su  amor.  Y  res- 
pondió la  voluntad,  diciendo  que,  si  ella  amara  mucho  la  pa- 
sión de  Jesucristo,  movería  su  cuerpo  a  que  fuese  a  morir 
por  su  amor  y  para  honrar  sus  honorificencias  e  imitar  los 
tormentos  que  padeció  para  dar  a  todos  la  salvación. 

4.  Avergonzado  quedó  Blanquerna  de  lo  que  dijo  la  vo- 
luntad, y  empezó  a  considerar  en  el  acto  del  poder  divino, 
por  cuya  consideración  su  entendimiento  mentalmente  dijo 


LIBRO  DIC  EV AST  Y  BLANQUERNA. — APÉNDICE  II  589 


estas  palabras:  "Si  hay  poder  infinito,  sin  posificar  infinito 
de  cosas  infinitas,  es  aquel  poder  potencia  infinita  y  su  acto 
es  finido,  por  cuya  infinidad  y  finidad  el  poder  y  su  acto  son 
compuestos  de  mayoridad  y  minoridad;  y  mi  hermana  me- 
moria no  puede  memorar  en  Dios  tan  gran  poder  ni  actua- 
lidad tan  grande;  por  cuyo  no  poder  memorar,  la  hermana 
voluntad  no  podría  sentir  tanto  la  angustiosa  pasión  de  Je- 
sucristo, ni  amar  tanto  a  Dios  y  a  sus  virtudes,  ni  desamar 
tanto  a  los  vicios;  ni  yo  puedo  así  bien  considerar  que  el 
poder  infinito  pueda  mejor  tener  acto  infinito  que  finido,  ni 
que  el  acto  finido  se  convenga  con  poder  infinito." 

5.  Considerando  profundamente  en  la  divina  sabiduría 
el  entendimiento  de  Blanquerna  decía  que  de  la  sabiduría 
de  Dios  es  el  acto  de  saber  infinito  y  es  aquel  acto  de  boni- 
ficar, magnificar,  eternificar,  etc.;  porque,  si  la  sabiduría  de 
Dios  no  tuviese  tal  acto,  en  su  saber  no  hubiera  querer  y 
tendría  pena  y  defecto,  en  cuanto  la  sabiduría  no  sabría  en 
su  actualidad  perfección  de  acto  de  querer  y  de  los  actos  de 
las  demás  dignidades  divinas.  Mientras  el  entendimiento  de 
Blanquerna  consideraba  de  esta  manera,  recordó  la  memoria 
que  la  pasión  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo  no  es  enten- 
dida de  los  infieles,  por  tener  de  ella  ignorancia,  ni  en  su 
querer  es  amada  ni  honrada,  y  por  esto  la  memoria  hizo  al 
entendimiento  esta  cuestión:  ¿Quiénes  eran  sabidos  y  repu- 
tados de  la  sabiduría  de  Dios  por  más  culpables:  o  los  infie- 
les, que  por  su  ignorancia  no  honran  a  la  santa  pasión  de 
Jesucristo,  o  aquellos  católicos  que  la  saben  y  entienden  y 
no  la  honran  ni  la  hacen  honrar  por  aquellos  que  la  ignoran, 
a  quienes  la  pudieran  hacer  amar,  conocer  y  honrar? 

6.  Preguntó  Blanquerna  al  querer — que  es  acto  de  su 
voluntad — en  qué  era  semejante  al  acto  de  la  voluntad  divi- 
na. A  que  respondió  el  querer,  diciendo  que  él  era  semejante 
al  querer  de  la  voluntad  de  Dios  en  esto  que  quería  ser  igual 
al  acto  de  la  memoria  y  del  entendimiento,  para  que  pudiese 
amar  perfectamente  todo  lo  que  puede  ser  memorado  y  en- 
tendido sin  defecto.  Después  de  esta  pregunta,  Blanquerna 
preguntó  al  acto  de  su  voluntad  en  qué  cosa  era  desemejante 
al  acto  de  voluntad  de  su  Dios.  Respondió  el  querer  por 
otra  razón,  diciendo  que  en  el  ser  acto  diverso  de  la  voluntad, 
que  es  potencia,  por  cuanto  el  querer  y  la  voluntad  de  Dios 
son  una  misma  cosa,  y  el  querer  de  Dios  es  igual  al  acto  de 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  a  las  de- 
más dignidades;  y  por  esto  puede  Dios  haber  todo  cuanto 
quiere  haber  y  cuanto  es  conocido  en  su  saber,  según  acto 
infinito  de  poder,  justicia,  perfección  y  gloria.  Agradó  mu- 
cho a  Blanquerna  la  respuesta  que  le  dió  el  acto  de  su  querer, 
y  preguntóle  qué  quería  él  de  la  pasión  de  Jesucristo.  Res- 
pondió el  querer  diciendo  que  él  quería  y  deseaba  que  por 


590 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON.  LLULL 


todo  el  mundo  fuese  predicada  y  conocida  entre  los  hombres, 
pues  ella  fué  obrada  y  sufrida  para  todo  el  linaje  humano. 
Y  deseaba  también  que  hubiese  mas  hombres  que  se  aseme- 
jasen por  vía  de  martirio  que  por  muerte  natural,  a  fin  de 
que  más  fuertemente  fuese  objetada  al  ateto  de  voluntad  de 
las  gentes. 

7.  El  entendimiento  de  Blanquerna  entendió  que  virtud 
en  substancia  sin  acto  es  hábito  compuesto  de  materia  y 
forma,  y  el  acto  de  la  virtud  es  la  obra  que  era  en  la  potencia 
antes  que  fuese  la  obra;  y  por  cuanto  el  entendimiento  tiene 
más  noble  y  virtuoso  acto  en  contemplar  el  acto  de  la  virtud 
divina,  que  es  el  acto  de  la  virtud  creada,  por  esto  entendió 
que  entre  el  acto  de  la  virtud  de  Dios,  su  esencia  y  su  subs- 
tancia, no  hay  diversidad  alguna,  porque,  si  la  hubiera,  con 
igual  virtud  se  llevaría  el  entendimiento  en  contemplar  los 
actos  creados  y  los  increados;  y,  así,  en  Dios  habría  hábito 
y  virtud,  que  sería  en  potencia  sin  acto;  y  esto  es  grande 
inconveniente,  por  lo  cual  el  entendimiento  se  eleva  a  en- 
tender que  en  el  acto  de  la  virtud  divina  es  la  paternidad, 
esencia,  acto  y  substancia  sin  alguna  diversidad,  y  lo  mismo 
se  sigue  del  acto  filial  y  procesional;  y  que  todos  los  tres 
actos  distintos,  concordantes  e  iguales  en  propiedades  per- 
sonales y  en  dignidades  propias  personales,  son  un  acto 
virtuoso  en  una  esencia,  que  es  virtud  y  acto  de  virtud, 
en  la  cual  son  las  dignidades  comunes  a  las  tres  personas 
divinas.  Mientras  el  entendimiento  consideraba  de  este  modo 
el  acto  de  la  virtud  divina,  al  cual  entendía  distinto  en  per- 
sonas y  uno  en  esencia  sin  diversidad,  la  memoria  recordó 
cuán  gran  virtud  y  acto  de  virtud  es  el  desear  morir  para 
honrar  la  pasión  de  Jesucristo,  y  que  en  la  voluntad  del 
hombre  hay  falta  de  acto  de  querer  virtuoso,  cuando  teme 
más  la  muerte  corporal  que  perder  aquel  acto  de  querer  vir- 
tuoso antedicho;  y  por  lo  que  la  memoria  recordó  y  el  en- 
tendimiento hubo  entendido,  vino  en  Blanquerna  acto  de  con- 
trición, por  el  cual  la  voluntad  lloró  y  lamentóse  del  deshonor 
que  se  hace  a  Jesucristo  y  a  su  pasión  santísima  y  dolorosa. 

8.  Memoró  Blanquerna  que  en  la  verdad  donde  haya 
verificar  de  verdadero  en  acto  que  es  infinito  en  bonificar, 
magnificar,  eternificar,  etc.,  hay  mayoridad  suprema.  Y  en 
la  verdad,  en  el  verificar  y  en  el  verdadero  donde  no  haya 
distinción,  hay  mayoridad  distinta  en  verdad  con  su  acto  y 
con  su  verdadero.  Y  por  lo  que  la  memoria  memoró,  el  en- 
tendimiento entendió  que  en  Dios  conviene  que  un  verdadero 
verifique  a  otro  verdadero;  porque  de  no,  se  seguiría  en  el 
acto  de  la  verdad  divina  minoridad  del  infinito  acto  en 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  etc.,  y  serían  una  cosa 
misma  la  infinidad  y  el  infinito  en  el  acto  de  verdad,  y  esto 
es  grande  inconveniente;  por  lo  cual  el  entendimiento  de 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — APENDICE  II  5QI 


Blanquerna  dijo  estas  palabras:  "Acto  de  muerte  es  morir; 
y  morir  por  la  pasión  de  mi  Señor  Dios  Jesucristo  para  hon- 
rarla, loarla  y  amarla,  enseñarla  y  servirla  es  acto  de  ver- 
dad." Y  lloró  Blanquerna  por  la  cruel  muerte  de  su  Señor 
Jesucristo,  y  dijo  que  temor  de  morir  por  su  amor  es  acto 
compuesto  de  falso  y  verdadero,  en  cuya  composición  recibe 
mi  Señor  desagrado. 

9.  Mentalmente  entendió  y  amó  a  Blanquerna  el  gloriar- 
infinito,  contemplando  el  acto  de  la  gloria  de  Dios,  y  dijo 
así:  "Gloriar  infinito,  bonificar,  magnificar,  eternificar,  Do- 
sificar, etc.,  es  acto  de  gloria,  el  cual  por  acto  de  infinidad 
de  gloria  es  distante  de  pena.  Y  si  en  acto  de  gloria,  en 
quien  es  el  acto  de  infinidad,  no  hubiera  distinción,  concor- 
dancia e  igualdad  de  iguales  propiedades  personales,  en  el 
acto  de  la  gloria  y  de  la  infinidad  habría  confusa  gloria  en 
bonificar,  magnificar,  etc.,  por  cuya  confusión  el  acto  de 
infinita  gloria  tendría  mayor  concordancia  con  el  finir  que 
con  el  infinir,  y  esto  es  inconveniente."  Esas  y  otras  pala- 
bras decía  mentalmente  Blanquerna  de  la  gloria  de  Dios  y 
de  su  acto;  pero  la  memoria  mudó  la  materia  de  aquellas 
palabras  en  cuanto  recordó  la  cruel  pasión  de  Jesucristo,  la 
cual,  para  dar  gran  gozo,  quiso  Dios  que  fuese  mayor  que 
todas  las  demás  pasiones  de  todos  los  hombres,  cuya  gran- 
deza es  apta  y  bastante  a  causar  muchos  llantos,  lágrimas, 
suspiros,  dolores,  contriciones  y  muertes  a  los  hombres,  que 
por  ella  caminan  por  la  vía  de  perdurable  gloria;  y  por 
cuanto  aquéllos  no  aman,  ni  lloran,  ni  sienten  como  debe- 
rían, la  justicia  y  su  acto,  que  es  juzgar,  es  de  temer  mucho. 

10.  Preguntó  Blanquerna  a  todos  los  tres  actos  de  las 
tres  potencias  de  su  alma  si  podrían  contemplar  perfecta- 
mente la  santa  pasión  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo.  Res- 
pondió el  entendimiento,  y  dijo  que  convenía  contemplasen 
primero  en  el  acto  de  la  perfección  de  Dios,  para  que  por 
ello  recibiesen  gracia,  bendición  e  influencia,  por  la  cual  con- 
siguiesen perfección  en  contemplar  la  perfección  de  la  pa- 
sión de  Jesucristo.  Y,  habiendo  dicho  estas  palabras,  Blan- 
querna se  esforzó  con  todos  los  poderes  de  su  alma  a  con- 
templar la  perfección  de  Dios,  diciendo:  "¡Oh  Soberana 
Perfección,  cumplimiento  de  todas  las  perfecciones!  Tu  in- 
finito acto  es  perfección  por  esencia,  de  la  cual  desciende 
toda  otra  perfección  en  la  criatura.  Y,  por  esto,  negar  per- 
fección en  acto,  que  es  bonificar,  magnificar,  eternificar,  etc., 
es  negar  en  ti  perfeccionar  en  perfeccionante  y  perfecto  dis- 
tintos en  tu  esencia  perfecta  e  infinita  en  bondad,  grande- 
za, etc. ;  y,  si  esto  no  fuese  así,  sería  imposible  que  tuvieses 
acto  perfecto;  y,  si  no  lo  tuvieras,  serías  potencia  sin  acto, 
y  esto  es  inconveniente ;  por  lo  cual  está  significado  que  en 
ti  hay  perfeccionante  y  perfecto  en  acto  de  perfección  y  de 


592  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bondad,  grandeza,  eternidad,  etc."  Contemplando  Blanquer- 
na  en  esta  manera  la  perfección  de  Dios,  el  entendimiento 
subió  más  alto,  y  dijo  que  la  perfección  infinita  en  bondad, 
grandeza,  eternidad,  etc.,  conviene  que  dé  perfección  a  cosa 
infinita  en  bondad,  grandeza,  eternidad,  etc. ;  pues  tan  fuer- 
temente se  conviene  la  perfección  con  el  perfeccionar,  dando 
la  perfección  a  otro,  como  tener  perfección  en  sí  mismo; 
porque,  si  no  fuera  así,  el  acto  de  perfección,  sería  hábito  y 
potencia  en  quienes  hay  acto  de  imperfección.  Aun  quiso  la 
voluntad  de  Blanquerna  ascender  más  alto  a  contemplar  la 
perfección  de  Dios ;  pero  Blanquerna  la  dijo  que  ya  era  tiem- 
po de  bajar  a  contemplar  la  pasión  de  Jesucristo,  y  dijo 
estas  palabras:  "Memoria  amiga:  ¿qué  recordáis  vos  de  la 
pasión  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo?"  Respondió  la  me- 
moria, diciendo:  "Yo  recuerdo  maravillas  en  la  perfección 
de  Dios,  de  las  cuales  estoy  muy  admirada,  pensando  cómo 
puede  ser  que  acá  abajo  en  el  mundo  no  dé  perfección  a  las 
gentes  para  entender,  amar,  recordar  y  honrar  por  la  predi- 
cación y  martirio  la  perfección  de  la  pasión  de  Jesucristo, 
siendo  así  que  por  imperfección  de  entender,  amar  y  recor- 
dar viven  las  gentes  con  ignorancia  de  Jesucristo,  y  muere 
.  la  devoción  y  amor  en  la  muerte  de  la  predicación  que  solía 
haber  en  tiempo  que  los  apóstoles  por  todo  el  mundo  daban 
loores  de  Jesucristo  y  le  tributaban  honras  con  áspera  peni- 
tencia y  santa  vida."  Lloró  Blanquerna  grande  rato,  y  en  su 
alma  las  tres  potencias,  entendimiento,  memoria  y  voluntad, 
se  hablaron,  diciendo:  "¡Ah,  cuándo  llegará  aquel  tiempo 
que  a  la  pasión  de  Jesucristo  se  le  hará  toda  aquella  honra 
que  le  pertenece!" 

11.  Acto  de  justicia  es  justificar;  el  cual  conviene  ser  en 
Dios  acto  de  ^bonificar,  magnificar,  eternificar,  porque,  sin 
justificar,  el  bonificar  no  podría  convenirse  con  engendrar 
bien  infinito  y  se  convendría  con  acto  de  injuria,  que  es  in- 
juriar, si  no  bonificara,  magnificara,  eternificara,  etc.,  lo  que 
puede  bonificar  y  magnificar  y  eternificar,  etc.,  en  su  mismo 
bien  eterno  y  justo.  Y  considerando  Blanquerna  largamente 
en  el  acto  de  la  suprema  justicia  arriba  dicho,  dijo  que  la 
perfección  y  justicia  no  podrían  convenirse  en  infinidad  de 
posificar,  saber,  querer,  glorificar,  etc.,  sin  el  justificar  de 
cosas  infinitas,  es  a  saber:  que  la  justicia  justifique  en  cada 
uno  de  los  actos  de  las  divinas  dignidades  comunes  a  las 
tres  divinas  personas,  a  fin  que  los  actos  puedan  ser  en  las 
propiedades  personales  distintas,  las  cuales  tengan  distintos 
actos  en  quienes  sea  justicia  justificante  y  que  cada  un  acto 
sea  bondad,  grandeza,  eternidad,  etc.,  sin  cuyos  actos  dis- 
tintos la  justicia  no  pudiera  tener  perfectamente  su  acto 
en  las  dignidades  divinas.  Tan  altamente  contemplaba  Blan- 
querna el  acto  de  justicia  en  la  Trinidad  de  Dios,  que  apenas 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQCERNA. — APENDICE  II  5Q3 


pudo  bajar  a  recordar  el  acto  supremo  de  justificar  que  tuvo 
Dios  en  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios  y  en  su  pasión;  y 
se  maravilló  grandemente  cómo  a  la  pasión  de  Jesucristo 
se  hace  por  tantos  hombres  deshonra  e  injuria,  habiéndola 
puesto  Dios  en  tan  grande  honor  y  justicia. 

12.  Si  en  la  entidad  de  nuestro  Señor  Dios  no  hubiese 
propiedades  personales  que  tuviesen  actos  distintos,  igu: 

y  concordantes  en  acto  de  infinita  largueza,  sería  largueza 
en  Dios  potencia  sin  acto,  por  cuanto  no  habría  quien  infini- 
tamente pudiese  de  ella  recibir  don  en  bonificar,  magnificar, 
eternificar,  posificar,  etc.;  y  habría  largueza  estando  ella 
infinitamente  en  defecto  en  sí  mismo  y  en  el  acto  de  cada 
una  de  las  dignidades  divinas,  en  quienes  habría  avaricia  y 
su  acto  infinitamente;  lo  cual  es  inconveniente.  Mientras 
Blanquerna  consideraba  de  este  modo,  su  memoria  recordó 
que  un  tan  grande  acto  de  largueza,  como  él  había  enten- 
dido en  la  divina  entidad,  era  conveniente  que  influyese  lar- 
gueza y  que  diese  el  Hgo  de  Dios  a  la  humana  naturaleza 
por  encarnación,  pasión  y  muerte,  para  que  fuese  el  mayor 
acto  de  don  que  la  criatura  pudiese  recibir;  para  significar 
que,  así  como  la  largueza  puede  tener  en  la  divina  esencia 
acto  infinito,  lo  puede,  en  cuanto  a  su  entidad,  tener  en  la 
criatura,  aunque  la  criatura  no  pueda  totalmente  recibirlo, 
por  ser  entidad  terminada  y  finida  en  tiempo  y  en  cuantidad, 
por  lo  que  no  puede  contener  todo  el  infinito  largificar,  que 
es  el  acto  de  la  infinita  largueza  divina.  Cuando  la  me- 
moria hubo  r.iemorado  todo  esto,  la  voluntad  hizo  llorar, 
suspirar  y  lamentar  a  Blanquerna,  diciendo  que,  si  a  la  so- 
berana largueza  pluguiera,  tiempo  y  hora  sería  ya  que  diese 
muchos  hombres  diligentes,  fervorosos  y  devotos  para  hon- 
rar, loar,  servir,  bendecir  y  predicar  la  santa  pasión  de  Je- 
sucristo y  dar  conocimiento  de  ella  a  aquellos  infieles  que  la 
ignoran.  Y  el  entendimiento  respondió  a  Blanquerna  que  la 
largueza  de  Dios  había  dado  la  mayor  ocasión  que  el  hombre 
pueda  recibir  de  honrar  y  predicar  la  santa  pasión  de  Jesu- 
cristo, en  cuanto  el  Hijo  de  Dios  había  ya  encarnado  y  había 
entregado  aquella  humanidad  a  pobreza  y  tormentos  y  cruel 
muerte  para  salvar  a  los  hombres,  y  para  que  ninguno  tema 
ni  tenga  excusa  de  haber  de  honrar  sus  honores  y  obedecer 
a  sus  divinos  mandamientos. 

13.  Dios  es  misericordia,  y  acto  de  misericordia  es  mi- 
sericordiar;  y  por  cuanto  el  perdonar  y  el  misericordiar  se 
convienen  entre  sí,  la  imaginación  en  la  fantasía  de  Blan- 
querna quiso  imaginar  que  en  Dios  hubiese  perdonar  eterna- 
mente; y,  por  esto,  el  entendimiento,  fantásticamente,  quiso 
inclinarse  a  considerar  que  el  mundo  fuese  sin  fin  ni  princi- 
pio; pero  la  memoria  desvió  la  imaginación  del  entendimien- 
to, acordándose  aquélla  que  Dios  es  misericordia  y  su  acto, 


594 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


en  cuanto  se  conviene  con  uso  y  ejercicio  de  perdonar  y  en  ser 
principio  de  la  criatura,  pues  la  criatura  no  puede  ser  su 
principio;  y  la  misericordia  sería  sin  uso  de  perdonar  eter- 
namente si  el  eternificar  pudiese  caber  en  la  criatura.  Y  por 
lo  que  la  memoria  hubo  recordado,  el  entendimiento  se  des- 
vió de  la  imaginación,  y  entendió  distinción  entre  la  miseri- 
cordia y  su  acto  en  respecto  del  hombre,  según  que  le  to- 
maba por  objeto;  pero,  según  la  entidad  de  la  misericordia 
divina  y  su  acto,  eran,  en  cuanto  esencia,  una  misma  cosa, 
en  bondad,  grandeza,  eternidad,  etc.,  la  misericordia  y  su 
acto.  Muy  agradable  fué  a  la  voluntad  lo  que  el  entendi- 
miento había  entendido,  y  dijo:  "¡Oh  divina  misericor- 
dia, que  de  tu  Hijo  infinito  y  eterno  has  hecho  misericordia 
al  linaje  humano  por  vía  de  la  encarnación  milagrosa  y  de 
muerte  penosa,  para  que  el  acto  de  tu  misericordia  sea 
mayor  en  nosotros  para  honrarte  y  servirte!  Conviértanse 
ahora  tus  ojos  hacia  nosotros  y  usa  de  misericordia  con 
nosotros,  dándonos  santidad  y  muchas  perfecciones,  para 
que  vayamos  a  honrarte,  enseñando  a  los  infieles  el  grande 
acto  de  misericordia  que  tuviste  en  aquel  tiempo  cuando 
hacías  morir,  mofar  y  despreciar  en  la  cruz  a  nuestro  Re- 
dentor Dios  Jesucristo,  quien  de  todo  sí  mismo  hizo  a  nos- 
otros misericordia."  Por  lo  que  la  voluntad  decía  de  la  mi- 
sericordia de  Dios,  recordó  Blanquerna  a  la  grande  humil- 
dad de  Dios,  y  en  ella  no  podía  entender  acto  que  fuese 
humillar  en  bonificar,  magnificar,  eternificar,  etc.,  por  ser 
así  que  él  humillar  no  puede  ser  sino  de  menor  a  mayor,  lo 
qoie  no  hay  en  Dios,  antes  hay  lo  contrario ;  y  por  esto  con- 
viene que  entienda  acto  de  humildad  divina  que  lo  tenga  en 
la  eriatura,  cuyo  acto  no  puede  entender  en  mayoridad  ma- 
yor que  humillarse  el  infinito  en  bondad,  grandeza,  eternidad, 
etcétera,  a  ser  una  persona  con  el  finido,  terminando  en  tiem- 
po y  en  cuantidad,  y  entregar  aquella  persona  a  humildad 
por  pobreza,  desprecio,  olvido  de  las  gentes  y  por  tormentos 
y  muerte.  Cuando  Blanquerna  hubo  memorado  la  grande  hu- 
manidad sobredicha  de  la  misericordia  de  Dios,  entendió  que, 
si  Dios  no  se  hubiese  humillado  a  tomar  carne  humana  y 
no  hubiese  humillado  aquella  humanidad  de  Jesucristo  a 
cruel  pasión  y  muerte  accidental,  no  sería  tan  contrario  al 
acto  de  soberbia;  y  por  cuanto  por  el  acto  de  humildad  ha 
de  tener  mayor  contrariedad  con  la  soberbia,  y  el  acto  de 
humildad  convenga  más  con  mayoridad,  por  esto  convino 
que  el  Hijo  de  Dios  fuese  hombre,  pobre,  vendido,  olvidado, 
desamparado,  atormentado,  crucificado  y  muerto. 

14.    En  el  acto  del  señorío  de  Dios  consideró  largamente 
Blanquerna,  diciendo:  "¡Olh  soberano  señorío,  que  dominas 
todo  cuanto  tiene  ser  y  cuanto  no  le  tiene,  pues  lo  que  tiene' 
ser  has  creado  de  la  nada,  cuya  nada  no  puede  contrastar  el 


LIBRO  DE  EVAST  Y  BLANQUERNA. — APENDICE  II  5Q5 


acto  de  tus  dignidades,  el  cual  ha  creado  todo  cuanto  tiene 
ser,  siendo  todo  ello  sostenido  en  el' ser  por  el  acto  de  sus 
dignidades;  estando  debajo  de  tu  señorío  todas  las  cosas  que 
tienen  principio,  para  significar  tu  eternidad,  y  siendo  sin 
fin  en  duración  muchas  criaturas,  para  que  se  conozca  que 
tú  eres  sin  fin;  y  juzgará  tu  justicia  cuanto  señorío  hay  en 
justos  y  pecadores  perdurablemente,  según  sus  méritos!" 
Después  de  estas  palabras  dijo  al  entendimiento  que,  si  el 
mundo  fuera  sin  principio,  no  pudiera  tan  manifiestamente 
conocer  el  señorío  de  Dios  ser  dominante  sobre  todo  cuanto 
tiene  y  no  tiene  ser,  como  ahora  lo  conoce;  por  cuanto  nin- 
guna cosa  pudiera  haber  sido  hecha  de  la  nada  ni  reducida 
su  entidad  a  la  nada;  y  la  justicia  de  Dios  sería  contra  el 
acto  de  su  señorío  en  todos  los  actos  de  las  dignidades  divi- 
nas, si  el  mundo  no  tuviera  principio.  Por  las  razones  del 
entendimiento,  recordó  la  memoria  cómo  al  señorío  de  Dios 
están  sujetos  todos  los  actos  de  la  naturaleza,  pues  los  unos 
le  están  sujetos  en  cuanto  obran  naturalmente,  siendo  ayu- 
dados y  permitidos  por  el  señorío  divino,  y  los  otros  le  están 
sujetos  según  que  por  él  son  forzados  y  constreñidos,  cuando 
el  señorío  de  Dios  obra  milagrosamente  las  cosas  sobrenatu- 
rales, cuya  obra  conviene  que  sea  según  actos  de  justicia  en 
bonificar,  magnificar,  etc.,  para  conocerse  que  el  acto  de  las 
dignidades  divinas  es  sobre  el  acto  de  la  naturaleza.  Y  cuan- 
to en  mayores  cosas  y  más  a  menudo  y  más  contra  el  curso 
de  la  naturaleza  es  el  acto  de  las  dignidades,  tanto  más  es 
sobre  la  naturaleza  y  es  más  demostrado  el  Dios  de  la  natu- 
raleza tener  acto  de  señorío  en  las  cosas  naturales.  Y,  por 
eso,  recordó  la  memoria  cómo  Dios  ha  ordenado  los  siete  sa- 
cramentos, el  acto  de  los  cuales  es  muy  a  menudo  en  dife- 
rentes lugares  sobre  el  curso  de  la  naturaleza.  Quiso  la  vo- 
luntad de  Blanquerna  decir  de  ellos  alguna  cosa;  pero,  para 
evitar  prolijidad,  mudó  la  materia  en  las  siguientes  palabras, 
y  dijo  que  el  señorío  divino  la  había  muy  fuertemente  obli- 
gado en  amar  y  temer  a  su  Dios,  puesto  que  por  la  creación 
y  conservación  son  grandes  los  beneficios  que  de  él  recibe; 
y  aun  le  estaba  más  obligada  por  haber  querido  Dios  hacerse 
hombre,  y,  siendo  hombre,  quiso  morir  para  que  ella  fuese 
a  aquel  hombre  sierva  y  comprada  por  la  recreación  que  hizo 
con  su  amarga  y  dolorosa  pa.sión  que  sufrió  en  la  cruz  para 
salvar  los  pecadores. 

15.  "Entendimiento  amigo — dijo  Blanquerna — :  ¿enten- 
déis vos  cómo  el  acto  de  la  paciencia  de  Dios  es  muy  gran- 
de para  con  nosotros?  Pues  Dios  nos  ha  creado  y  recreado 
y  cada  día  recibimos  de  él  beneficios  y  gracias  sin  fin,  sién- 
dole nosotros  a  él  tan  desobedientes,  y  a  los  señores  de  la 
tierra  y  a  las  cosas  del  mundo  tan  obedientes.  Acordaos,  me- 
moria— dijo  Blanquerna — ,  cuántas  son  las  ofensas  que  todos 


596 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLÜLL 


los  días  hacemos  contra  Dios  y  cómo  la  paciencia  de  Dios 
espera  nuestra  satisfacción.  Mirad  vos,  entendimiento,  cuán- 
tos son  los  hombres  que  tienen  ignorancia  de  Dios,  le  des- 
creen y  desprecian  y  cuán  pocos  los  que  le  conocen,  aman  y 
honran.  Y  vos,  voluntad,  llorad,  llorad,  porque  los  moros  po- 
seen la  Tierra  Santa  de  ultramar,  donde  tomó  Dios  carne  hu- 
mana y  murió  en  cuanto  hombre;  y  llorad  también  porque 
los  malos  sacerdotes,  estando  en  pecado,  tratan  el  sacratísi- 
mo cuerpo  de  Jesucristo,  y  Dios  tiene  paciencia  en  todas  es- 
tas cosas."  Lloró  la  voluntad,  y  lloraron  también  la  memo- 
ria y  el  entendimiento  en  los  ojos  de  Blanquerna,  quien  dijo 
estas  palabras:  "¡Ah  y  cuán  paciente  es  Dios  para  con  el 
mundo,  quien  es  tan  culpable  contra  él  y  tan  desconocido!" 
Después  de  esos  lloros,  lloraron  todos  largamente  por  la  santa 
pasión  de  nuestro  Señor  Dios,  en  la  cual  fué  Dios  tan  pacien- 
te, pues  en  cuanto  su  muerte  fué  mayor  y  el  más  vivo  y  sen- 
sible dolor  que  ninguna  otra  muerte  que  pueda  sentirse  por 
criatura  alguna,  en  tanto  fué  mayor  su  pasión  por  haber  sido 
sin  culpa  traído,  vendido,  mofado,  azotado,  crucificado  y 
muerto  por  aquellos  a  quienes  perdonaba,  y  por  quienes  ha- 
bía venido  a  hacerse  hombre ;  y  fué  paciente  cuando  se  halló 
desamparado  de  todos  y  cuando  veía  ajar  y  reempujar  a  nues- 
tra Señora  y  llorar  en  su  pasión ;  y  fué  paciente  en  todos  sus 
actos  en  tanto  grado,  que  corazón  ninguno  lo  puede  pensar 
ni  entendimiento  alguno  entender. 

16.  De  esta  manera  y  otras  muchas,  el  ermitaño  Blan- 
querna— que  era  hombre  justo — ,  con  los  tres  actos  de  su 
alma,  contemplaba  y  adoraba  día  y  noche  los  actos  de  las 
divinas  dignidades,  y  por  los  cuales  elevaba  sus  potencias 
para  tener  conocimiento  de  la  Santísima  Trinidad  y  encar- 
nación de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo  y  de  su  santa  pa- 
sión. 


FELIX  O  MARAVILLAS 
DEL  MUNDO 


FELIX, 


LIBRO         I  | 

sis1 

8*8 

II  MARAVILLAS  11 

|  &    DEL  MUNDO,  l> 

COMPUESTO  S:f 

EN  LENGUA  LEMGSINA  POR  EL  IL- 
ïuminado  po^tòr,  .MacíUo  y  Manyr  el  Beato  vllft 
V^'?   Ray  mando  Luiio  Mallorquín  ;  y  traducido 
6   çL     en  Efpañol  por  un  Difcipuloj  puedas  ai-     $  £ 
H    Çf  <runas  notas  para  fu  mas  fácil  p  B 

intcügeucia. 

I  I     TOMO  PRIMERO.  || 

con  nc  ex  cía.  ■ 
_  ™ 

*p  '  En  Mallorca  ¿%6  17^0.  En  la  Oficina  deia  H  *¿ 
*B    £|  Viuda  FRAÜ  Impiefora  de  la  Kl  Audiencia.  $  g 

KHfc*    .#rr>    ■***■  *  v. ;  4í*7 


INTRODUCCION 


Es  el  Llibre  de  meravelles  la  obra  luliana  más  conocida 
y  divulgada  después  del  Blanquerna,  y,  como  ésta,  designada 
también  por  el  nombre  de  su  protagonista:  Fèlix.  Ambas 
constituyen  las  dos  primeras  obras  del  género  novelístico 
no  solamente  en  la  literatura  catalana,  -sino  en  todas  las  cul- 
turas hispánicas. 

Mas  la  trama  novelística  se  teje  en  entrambas  sobre  una. 
urdimbre  doctrinal:  esencialmente  religiosa  y  eclesiástica  en 
el  Blanquerna,  más  laica  y  enciclopédica  en  el  Fèlix,  por  más 
que  la  inquietud  religiosa  no  deje  nunca  tranquilo  al  grande 
ánimo  de  Ramón  Llull  e  informe  todas  las  maravillas  que  se 
exponen  en  el  decurso  de  la  narración. 

Es  el  Fèlix,  como  lo  definió  Littré  l,  un  verdadero  r ornan 
à  tiroirs,  una  novela  episódica,  un  verdadero  libro  de  caba- 
llerías a  lo  divino.  Como  Gui  de  Warwick  o  Tristán  salían 
à  recorrer  el  mundo  en  busca  de  aventuras  o  a  la  búsqueda 
del  Santo  Grial,  Félix,  a  instigación  de  su  padre,  que  se  la- 
mentaba de  la  muerte  de  la  sabiduría  y  de  la  caridad  en  el 
mundo,  va  por  montes  y  llanos,  por  yermos  y  ciudades,  por 
castillos  y  ermitas,  maravillándose  de  las  maravillas  que  Dios 
ha  esparcido  por  doquier  en  el  mundo,  alabándole  por  ellas 
y  procurando  que  todos  las  admiren  y  le  alaben.  El  libro  en- 
tero es,  pues,  como  una  extensísima  "contemplación  para 
alcanzar  amor",  hablando  en  términos  ignacianos. 

Ese  aliento  espiritual  de  la  gran  novela  luliana  late  cons- 
tantemente, así  bajo  las  idílicas  descripciones  del  paisaje 
como  en  las  lecciones  científicas  que  los  sabios  ermitaños 
exponen  a  Félix  y  en  los  pintorescos  ejemplos  que  las  con- 
firman y  coloran  más  bellamente,  todo  a  través  de  un  viaje 
fantástico  e  irreal,  donde  el  joven  viajero,  maravillado,  se 
encuentra  siempre  en  idéntico  ambiente:  en  un  bello  bosque, 
junto  a  una  clara  fuente,  frente  a  un  santo  ermitaño,  siem- 
pre el  mismo  a  pesar  de  los  frecuentes  cambios,  ya  se  llame 


•'  1  HLstoire  lUtérairc  de  ¡a  Frunce,  XXIX,  n.  257. 


6oo 


MIGUEL  BATLLORI 


Blanquerna,  como  el  héroe  de  la  otra  novela,  bien  permanezca 
en  humilde  anonimato.  Ellos — casi  diríase  él  con  mayor  pro- 
piedad— le  hablan  de  Dios,  de  los  ángeles,  del  cielo,  de  los 
elementos,  de  las  plantas,  de  los  metales,  de  los  animales  y 
del  hombre,  al  que  dedica  más  de  la  mitad  de  la  obra.  Esta 
parte  octava,  dice  el  P.  Longpré 2,  constituye  un  "intere- 
sante tratado  de  psicología",  y  todo  el  libro  "tiene  el  carácter 
de  una  enciclopedia  popular:  teología,  física,  meteorología, 
moral;  todo  se  halla  en  él". 

Ninguno  de  los  numerosos  manuscritos  catalanes  que  nos 
han  conservado  este  Llibre  de  meravelles  consigna  el  lugar 
ni  la  fecha  de  su  composición,  si  no  es  alguno  interpolado. 
Pero  las  citas  claras  que  contiene  del  Llibre  dels  àngels,  del 
Caos,  del  Gentil,  del  Llibre  dels  articles,  del  Art  demostrati- 
va y  de  lo..  Doctrina  puerU — obras,  todas  ellas,  anteriores 
al  1286 — son  ya  un  buen  indicio  cronológico  !. 

Además,  del  mismo  prólogo — autobiográfico,  como  la  ma- 
yor parte  de  dos  prólogos  lulianos — donde  Llull  dice  que 
"en  tristícia  e  el  llanguiment  estava  un  home  en  estranya 
terra",  se  deduce  que,  al  redactar  el  Fèlix,  se  hallaba  el 
autor  fuera  de  su  Patria,  casi  ciertamente  en  París,  dado  el 
claro  influjo  de  los  libros  novelescos  del  Norte  y  sus  alu- 
siones indirectas  al  rey  de  Francia. 

Ambas  circunstancias — ciudad  de  París  y  año  1287 — se 
consignan  ya  en  algunos  manuscritos  medievales;  señal  evi- 
dente de  una  antigua  tradición  en  su  favor. 

Podemos  afirmar  que  el  Llibre  de  meravelles  es  la  obra 
más  interesante  de  cuantas  compuso  Ramón  Llull  en  aquella 
larga  demora  en  París  hacia  el  año  1288,  que  nos  dió  tam- 
bién la  Disputatio  fidelis  et  infidelis,  ofrendada  a  los  docto- 
res parisinos,  y  el  perdido  Llibre  de  plasent  visió,  del  que  ha- 
bla el  propio  autor  con  gran  encomio — cosa  en  él  insólita — 
en  el  capítulo  57  del  Fèlix. 

Esta  fecha  de  1288  tal  vez  no  valga  para  el  Llibre  de  les 
bèsties,  que  constituye  el  tratado  séptimo  de  toda  la  obra, 
ya  que  en  su  introducción  se  menciona  elogiosamente  a  dos 
varones  de  la  Orden  de  ios  Apóstoles,  condenada  por  Hono- 
rio IV  en  1286  4  y  reprobada  por  el  mismo  Llull  poco  más 
adelante,  en  el  capítulo  56  del  libro  VIII.  Ello  induce  ya  a 
creer  que  la  composición  de  ese  "Tierepos",  como  lo  apellidó 


1  «Dictionnaire  de  théologie  catholique»,  IX,  1092. 
a  Mateo  Obrador,  prólogo  al  Fèlix  en  Obras  de  Ramón  Lull 
ffalma,  1903). 

4  Véase  la  nota  de  Gal  més  en  su  edición  del  Llibre  de  merave- 
lles, IV,  325,  nn.  85,  26. 


INTRODUCCIÓN  AL  FÉLIX 


6o  I 


Konrad  Hofmann  B,  debe  de  ser  un  tanto  anterior,  y  que  lue- 
go Ramón  lo  aprovechó  para  incluirlo  en  el  Fèlix  antes  del 
libro  del  hombre. 

A  idéntica  conclusión  parece  llevarnos  el  examen  mismo 
de  este  libro  de  las  bestias  y  de  sus  fuentes  literarias :  mien- 
tras en  el  Llibre  de  meravelles  es  clarísimo  el  influjo  prima- 
rio de  la  novelística  francesa,  en  el  Llibre  de  les  bèsties,  en 
cambio — a  pesar  de  la  opinión  francesa,  que  intentó  situarlo 
simplemente  en  los  ciclos  nórdicos  del  Roman  du  Renard  c — , 
la  fuente  principal  parece  ser  el  Calila  y  Dimna,  cuento  des- 
gajado del  Panchatantra,  que  Llull  pudo  conocer  en  la  ver- 
sión árabe  y  reproducir  luego  de  memoria,  con  interpreta- 
ciones y  episodios  originales,  claramente  precisados  por  Lát- 
tré.  Esta  es  también  la  tesis  de  Rubió  y  Lluch  7  y  de  Menén- 
dez  y  Pelayo. 

"No  cabe  controversia — escribe  este  insigne  crítico — ni 
sobre  el  origen  de  la  ficción  principal  ni  sobre  los  apólogos 
accesorios.  Pudo  creerse  al  principio  que  teníamos  aquí  la 
única  forma  española  conocida  del  ciclo  satírico  de  Renart. 
No  era  enteramente  desconocida  esta  creación  poética  para 
R.  Lulio,  puesto  que  de  ella  tomó  el  nombre  de  su  protago- 
nista, a  quien  designa  siempre  no  con  el  genérico  de  volp, 
sino  con  el  propio  y  peculiar  de  ATa  Ren-art,  siendo  de  notar 
la  sustitución  del  género  femenino  al  masculino  que  este  ani- 
mal tiene  en  las  versiones  francesas.  Pero  a  esto  se  reduce 
toda  la  decantada  influencia,  puesto  que  las  demás  semejan- 
zas, que  una  lectura  superficial  pudiera  sugerir  como  verosí- 
miles entre  ambas  obras,  no  son  más  que  las  muy  vagas  y  re- 
motas que  existen  entre  el  Renart  y  el  verdadero  modelo 
que  R.  Lulio  tuvo  a  la  vista,  el  cual  no  es  otro  que  el  famoso 
libro  árabe  de  Calila  y  Dimna,  del  cual  imitó  el  cuadro  de 
la  fábula  y  también  muchos  de  los  cuentos,  pero  todo  ello  con 
tan  notables  y  substanciales  diferencias,  que,  a  no  suponer- 
las nacidas  de  su  propio  ingenio  y  capricho,  indican  que  no 
tenía  el  original  a  la  vista,  aunque  recordaba  los  principa- 
les puntos  de  él.  Desde  luego,  es  original  de  Raimundo  la 
grande  escena  de  la  elección  del  rey  de  los  animales,  el  apoyo 
que  al  león  presta  el  zorro,  la  oposición  del  buey  y  del  caba- 
llo, que,  ofendidos,  se  entregan  al  hombre.  Le  pertenece  tam- 
bién el  importante  episodio  de  la  embajada  que  el  rey  de 
los  animales  envía  al  rey  de  los  hombres  por  medio  del  leo- 
pardo y  de  la  onza,  llevándole  como  presentes  el  gato  y  el 


■  Kin  katúUuiisches  Thierepos  (Munich,  1872),  tirada  aparte  de  las 
Memorias  de  la  Academia  de  Ba viera. 

6  J.  H.  Probst,  Camctèrc  ct  origines  Jes  idées  di;  />'.  Rayinoini 
Lnlle  (Tolosa,  1912),  -53*255. 

7  Ramón  IaiJI  cu  ets  Estudis  Universitaris  Catalans,  en  BUC,  | 
iftro),  290. 


Ó02 


MIGUEL  BATLLORI 


perro.  La  descripción  de  la  corte  del  rey  de  los  hombres  da 
pretexto  a  nuestro  autor  para  censurar  la  licencia  y  desho- 
nestidad de  los  cantos  y  músicas  de  los  juglares.  Otro  episo- 
dio enteramente  nuevo  y  propio  de  un  libro  de  caballerías 
es  el  combate  singular  entre  la  onza  y  el  leopardo,  a  quien 
el  león  había  robado  tiránicamente  su  mujer.  De  los  dos 
chacales  o  lobos  cervales  del  texto  árabe  no  ha  conservado 
más  que  uno,  convirtiéndole  en  zorra,  lo  mismo  que  el  tra- 
ductor latino  Juan  de  Capua"  8. 

Muchos  de  los  episodios  animalescos  de  toda  esta  fábula 
han  tenido  una  larga  vigencia  literaria  desde  Esopo  y  Fedro 
hasta  los  fabulistas  europeos  del  XVII  y  del  XVIII;  así,  por 
ejemplo,  el  episodio  de  la  zorra  y  los  pollitos  fué  también  ex- 
plotado por  La  Fontaine  en  Le  Renard  et  les  pauléis  d'Inde, 
cuya  moraleja  es  la  misma  que  en  el  texto  luliano:  "Le 
trop  d'attention  qu'on  a  pour  le  danger  j  fait  le  plus  souvant 
qu'on  y  tombe" ;  y  el  de  la  alianza  de  todos  los  enemigos  del 
lobo,  de  ascendencia  esópica,  reaparece  también  en  Le  loup 
et  les  bergers  del  fabulista  francés  del  grand  siècle,  donde 
"Le  loup  est  l'ennemi  commun :  ¡  chiens,  chasseurs,  villageois, 
s'assemblent  pour  sa  perte"  y. 

Contrariamente  a  lo  que  sucede  con  la  mayor  parte  de 
las  obras  Miañas,  este  Llibre  de  meravelles  no  se  difundió 
en  Europa  a  través  de  una  traducción  latina,  sino  en  textos 
vulgares;  el  original  catalán  consérvase  en  numerosos  ma- 
nuscritos antiguos,  pero  no  fué  publicado  hasta  tiempos 
muy  recientes,  pues  la  primera  edición  fué  la  de  Jerónimo 
Rosselló  en  la  Biblioteca  Catalana,  que  dirigía  en  Barcelona 
Mariano  Aguiló  y  Fuster  (1872-1904),  reproducida  en  la 
colección  de  Obras  de  Ramón  Lull  (Palma,  1903,  dos  tomos) ; 
mosén  Salvador  Galmés  cuidó  más  recientemente  el  texto 
de  la  edición  del  Llibre  de  meravelles  en  la  colección  "Els 
Nostres  Clàssics"  (Barcelona,  1931-34,  cuatro  tomos),  que 
es  la  que  utilizamos  en  las  notas  de  nuestra  edición  cas- 
tellana. 

En  Francia  es  famoso  el  lujoso  manuscrito,  de  la  segunda 
mitad  del  siglo  XV,  Livre  des  merveüles,  perteneciente  un 
tiempo  a  Luis  de  Brujas,  señor  de  la  Gruthuyse,  hoy  en  la 
Biblioteca  Nacional  de  París  (ms.  189),  que  contiene  un  texto 
francés  nunca  impreso  hasta  el  presente. 

Pero  donde  más  se  difundió  el  Fèlix  fué  en  Italia;  hasta 
cinco  manuscritos  se  conocen  de  la  versión  italiana:  dos  en 
Módena,  procedentes  de  la  corte  estense  de  Ferrara,  centro 
de  interés  hispánico  en  tiempos  de  Isabel  de  Este  y  de  Lu- 


s  Orígenes  de  la  novela,  1  (Madrid-Santander,  1943),  136-137. 
8  Fábulas  XII,  18,  y  X,  5,  respectivamente. 


INTRODUCCIÓN  AL  FELIX  6o;, 


crecía  Borja;  otro  en  la  Marciana,  de  Venècia,  que  cabe  re- 
lacionar con  el  de  la  Bodleian  Library,  de  Oxford,  también 
de  origen  veneciano;  y  el  último,  finalmente,  en  Munich. 

No  se  conoce  ningún  manuscrito  medieval  o  del  Renaci- 
miento que  contenga  esta  obra  en  versión  castellana.  No 
obstante,  española  fué  su  primera  edición,  impresa  en  Palma 
el  año  1750,  obra  atribuida  al  capuchino  Luis  de  Flandes, 
quien  admitió  en  sus  traducciones  excesivo  número  de  cata- 
lanismos y  barbarismos.  Es  el  texto  que  reproducimos  a  con- 
tinuación, sin  más  cambios  que  los  puramente  ortográficos, 
pero  anotando  al  pie  de  la  página  las  más  importantes  di- 
vergencias con  respecto  al  original  luliano.  Adviértase,  con 
todo,  que  muchas  de  esas  divergencias  no  dependen  tanto 
del  prurito  del  traductor  por  componer  en  estilo  periódico, 
cuanto  de  haber  seguido  un  manuscrito  (B)  distinto  del  bá- 
sico (A),  reproducido  por  Galmés  en  su  edición  "Els  Nostres 
Clàssics".  Ambos  códices  se  conservan  en  la  Sociedad  Ar- 
queológica Luliana,  de  Mallorca. 


M.  Batllop.i. 


MARAVILLAS   DEL  ORBE 


PRÓLOGO 

Dios,  en  virtud  de  tu  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder, 
sabiduría  y  voluntad,  comienza  este  Libro  de  Maravillas. 

En  tristeza  y  congoja  estaba  un  hombre  en  tierra  extra- 
ña, el  cual  se  maravillaba  de  cuán  poco  las  gentes  de  este 
mundo  conocen  y  aman  a  Dios,  que  le  ha  criado  y  puesto 
en  poder  de  los  hombres  con  tan  magnífica  liberalidad  \  con 
el  fin  de  ser  por  ellos  amado  y  conocido.  Este  hombre  llo- 
raba y  se  lamentaba  de  cuán  pocos  amadores,  servidores  y 
loadores  tiene  Dios  en  él.  Y  para  que  sea  verdaderamente 
amado,  conocido  y  servido,  hace  este  libro,  el  cual  divide  en 
diez  partes  o  tratados,  a  saber:  de  Dios,  de  los  ángeles,  del 
cielo,  de  los  elementos,  de  las  plantas,  metales,  animales, 
hombres,  paraíso  e  infierno. 

Y  como  tuviese  un  hijo  llamado  Félix,  a  quien  tierna- 
mente amaba,  le  dijo  estas  palabras:  — Amado  hijo  mío, 
cuasi  muerta  es  la  sabiduría,  caridad  y  devoción,  y  pocos 
son  los  hombres  que  siguen  el  fin  para  que  Dios  nuestro 
Señor  los  crió.  No  hay  hoy  el  fervor  ni  la  devoción  que  en 
tiempo  de  los  apóstoles  ni  de  los  mártires,  que  por  conocer 
y  amar  a  Dios  padecían  y  morían.  Y  así,  de  lo  primero  que 
te  debes  maravillar  es  de  la  falta  de  caridad  y  devoción  de 
nuestro  siglo  2.  Vete  tú  por  el  mundo  maravillándote  de  los 
hombres,  porque  cesan  de  amar  y  conocer  a  Dios.  Gasta  en 
esto  tu  vida :  en  amarle  tú  y  en  llorar  los  defectos  y  miserias 
de  los  que  le  ignoran  y  desaman. 

Obedeció  Félix  a  su  padre,  y,  con  su  licencia  y  doctrina 
y  la  bendición  de  Dios,  se  fué  por  los  bosques,  montes,  lla- 
nos, desiertos,  poblados,  castillos,  ciudades,  etc.,  maravi- 
llándose de  las  maravillas  que  hay  en  el  mundo,  preguntando 
lo  que  no  entendía  y  enseñando  lo  que  sabía,  no  excusando 
ponerse  en  los  mayores  riesgos  y  peligros  para  que  a  Dios 
se  le  hiciese  reverencia  y  honor. 

1  «cou  tan  magnífica  liberalidad»  no  corresponde  exactamente  o  la 
frase  típica  luliana  aen  gran  noblea  e  bonea». 

2  tA  meravellar  te  cové  hon  és  caritat  e  devoció  añaden,  escribió 
Ramón  Llull. 


LIBRO  I 

DE  DIOS 


CAPITULO  I 
En  que  se  manifiesta  que  hay  Dios 

Después  de  haberse  despedido  Félix  de  su  padre,  entró 
en  un  gran  bosque,  y  caminando  por  él  encontró  una  pastor- 
cita  que  guardaba  ganado,  a  quien  dijo:  — Amiga,  mucho 
me  maravillo  de  que  estéis  tan  sola  en  este  bosque,  en  que 
hay  muchas  fieras,  que  podrían  devorar 1  vuestra  persona,  y 
no  veo  en  ella  fortaleza  para  defenderos,  ni  a  vos  ni  a  vues- 
tras ovejas. 

Respondióle  la  pastora :  — Señor,  Dios  es  esperanza,  com- 
pañía y  fortaleza  de  mi  espíritu ;  y  estando  yo  2  en  este  bosque 
bajo  su  guardia  y  virtud,  no  tengo  de  qué  temer,  pues  El 
ayuda  a  todos  aquellos  que  en  El  se  fían,  y  tiene  todo  poder, 
sabiduría  y  bondad,  y  está  en  mi  compañía. 

Mucho  agradaron  a  Félix  las  palabras  de  la  pastora,  y 
se  admiró  de  que  en  ella  cupiese  tanta  esperanza  y  sabidu- 
ría. Y,  prosiguiendo  su  viaje,  a  poco  trecho  oyó  que  la  pas- 
tora daba  voces  y  lloraba,  y  vió  que  corría  tras  de  un  lobo 
que  la  llevaba  un  cordero.  Y  en  el  intermedio  que  Félix  ad- 
miraba la  ligereza  y  espíritu  de  la  pastora,  pues  alcanzaba  z 
la  fiera,  vió  que  ésta,  dejando  el  cordero,  embistió,  devoró 
y  despedazó  a  la  pastora,  sin  que  4  pudiese  llegar  a  soco- 
rrerla, por  más  que  corriendo  procuró  ejecutarlo;  y  entran- 
do el  lobo  en  el  ganado,  devoró  muchas  ovejas  y  corderos. 

Quedóse  pasmado  Félix  con  la  tragedia  que  había  visto, 
y,  acordándose  de  las  piadosas  y  devotas  palabras  que  a  la 
pastora  había  oído,  se  maravilló  de  cómo  Dios  no  la  había 

1  «dar  dampnatge»,  dice  simplemente  el  texto  original. 
a  Aquí  parafrasea  el  traductor  :  a...  e  en  sa  guarda  e  virtut  estich 
en  aquest  boscatge,  car  ell  ajuda  a  tots  aquells  qui  en  ell  se  confien.» 
3  Mala  traducción  de  «encalcaba»,  perseguía. 

1  La  frase  «sin  que  pudiese...  ejecutarlo»  es  una  añadidura  lite- 
raria del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  I 


607 


ayudado  en  aquel  lance,  pues  ella  en  él  confiaba,  y  cayó  en 
gran  tentación,  dudando  que  hubiese  Dios;  porque,  si  le  hu- 
biese, le  parecía  imposible  que  en  aquella  ocasión  hubiese 
dejado  de  asistirla.  Con  esta  tentación  y  dudoso  pensamien- 
to caminó  todo  el  día,  hasta  que  llegó  a  recogerse  por  la 
noche  en  una  ermita,  donde  había  un  santo  hombre,  que  en 
teología  y  filosofía  había  estudiado  muchos  años,  y  con  sus 
libros  y  sabiduría  en  ella  contemplaba  y  adoraba  a  Dios. 
Este  santo  ermitaño  saludó  a  Félix  con  mucho  agrado,  pero 
Félix  no  pudo  responderle  ni  articular  palabra 6,  sino  que, 
todo  aturdido,  se  echó  a  sus  pies  y  estuvo  gran  rato  sin  po- 
der prorrumpir,  de  que  se  maravillaba  el  ermitaño,  cono- 
ciendo que  aquel  hombre  estaba  poseído  de  algún  gran  pe- 
sar 7.  No  menos  se  maravillaba  Félix  de  la  tentación  que 
oprimía^su  espíritu;  y  cuanto  más  ésta  le  atormentaba,  más 
consideraba  y  se  afirmaba  en  que  no  había  Dios,  imaginando 
que,  si  le  hubiese,  no  hubiera  permitido  que  cayese  en  tan 
grande  tentación,  mayormente  cuando  él,  por  amor  del  mis- 
mo Dios,  había  hecho  propósito  de  ir  por  el  mundo  para 
procurar  que  las  gentes  le  amasen,  conociesen,  honrasen  y 
sirviesen.  — Amigo — dijo  el  ermitaño — ,  ¿  qué  tenéis  y  de  qué 
estáis  tan  aturdido?  — Señor — respondió  Félix — ,  estoy  ma- 
ravillado de  que  Dios  me  haya  desamparado  y  me  haya  de- 
jado caer  en  tan  gran  tentación,  y  lo  estoy  también  porque 
ha  desamparado  a  una  pastorcita,  a  quien  a  mi  vista  ha  de- 
vorado un  lobo. — Y  entonces  contó  al  ermitaño  la  duda  que 
tenía  de  que  hubiese  Dios,  y  le  rogó  que  le  ayudase  como 
pudiese  para  volver  a  adquirir  la  devoción  y  fe  que  había 
perdido. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  una  tierra  había  un  rey 
que  amaba  mucho  la  justicia,  y  sobre  su  trono  había  hecho 
poner  un  brazo  de  hombre,  que  era  de  piedra,  y  en  la  mano 
tenía  una  espada,  y  en  la  punta  de  la  espada  un  corazón, 
que  era  una  piedra  roja,  para  significar  a  sus  vasallos  que 
el  corazón  del  rey  tenía  voluntad  de  mover  el  brazo,  y  éste 
a  la  espada,  símbolo  de  la  justicia.  Sucedió  después  el  que- 
dar este  palacio  deshabitado  por  causa  de  una  gran  sierpe  ? ; 
y  entrando  en  él  un  santo  hombre  que  buscaba  la  soledad 
para  hacer  penitencia  y  contemplar  a  Dios,  vió  el  brazo,  la 
espada  y  el  corazón;  y  discurriendo  lo  que  quería  significar 


0  En  la  ermita,  según  se  ve  en  el  original  :  «en  aquell  armi- 
tatge.» 

*  Por  supuesto  que  «articular  palabra»  es  una  glosa  del  traductor. 

7  «que  alcun  sbayment  havia»,  escribió  Llull  con  más  viveza. 

8  El  traductor  no  supo  traducir  con  exactitud  el  original,  que 
dice  :  «E  sdevench-se  que  per  una  gran  serpent  lo  palau  fo  jaquit, 
e  nuil  home  no-y  poch  abitar»,  donde  jaquit  equivale  a  abandonado. 


6o8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


aquella  figura,  premeditó  9  sobre  ello  tanto  tiempo,  que  al- 
canzó el  fin  por  que  se  había  hecho. 

— Señor — dijo  Félix — ,  esa  similitud  que  me  decís,  ¿qué 
significa?  — Significa — dijo  el  ermitaño — el  que  debías  tú 
considerar  que  este  mundo  es  por  ocasión  de  algún  bien,  poi- 
que sin  ocasión  de  bien  no  podría  él  ser  tan  hermoso  como 
es ;  y,  si  no  hubiese  Dios,  sería  el  mundo  por  ocasión  de  mal, 
pues  habría  en  él  más  de  mal  que  bien;  y  respecto  de  que 
el  bien  conviene  con  el  ser  y  el  mal  con  el  no  ser,  se  mani- 
fiesta que  aquello  por  que  el  mundo  es  bueno  es  Dios,  y  aque- 
llo por  que  el  mundo  sería  mayor  en  mal  que  en  bien  sería 
si  no  hubiese  Dios,  sin  cuyo  ser  todo  cuanto  es  sería  al  con- 
trario de  lo  que  es,  y,  por  consecuencia,  que  el  bien  fuese 
para  que  fuese  el  mal,  y  el  mal  sería  por  sí  mismo,  y  sería 
fin  del  bien,  lo  que  no  puede  ser  y  en  lo  que  se  manifiesta 
que  hay  Dios  10. 

Habiendo  considerado  Félix  gran  rato  en  las  palabras  que 
el  buen  hombre  le  decía,  su  alma  se  empezó  a  alegrar,  por  lo 
que,  suspirando  y  llorando,  dijo  al  ermitaño  estas  palabras: 
— Virtud  y  fortaleza  de  espíritu  había  en  la  pastorcita  cuan- 
do seguía  al  lobo.  Luego,  si  hubiese  Dios,  a  la  virtud  de  la 
pastorcita  hubiera  ayudado,  con  lo  cual  no  hubiera  desfa- 
llecido la  virtud  que  solía  haber  en  mi  alma  amando  a  Dios. 
— Amigo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  caridad  y  justicia,  y 
en  premio  de  que  la  pastorcita  le  amaba,  servía  y  en  él  con- 
fiaba, le  dió  la  gloria,  y  en  el  mesmo  acto11,  ocasión  a  vos 
para  que  seáis  fuerte  contra  las  tentaciones  y  que  creáis  de 
Dios  lo  que  no  podéis  entender,  porque  hombre  que  ha  to- 
mado a  su  cargo  tan  gran  negocio  como  vos,  es  menester 
que  tenga  gran  fortaleza  de  espíritu ;  y  por  eso  ha  permitido 
Dios  que  el  demonio  os  tiente,  para  que,  venciendo  ésta,  os 
acostumbréis  a  ser  firme  y  fuerte  contra  las  demás  tenta- 
ciones y  vicios. 

Después  que  el  santo  hombre  hubo  dicho  estas  palabras, 
tomó  una  vara  e  hizo  un  círculo  alrededor  de  Félix;  y  des-* 
pués  le  preguntó  si  le  parecía  que  fuera  de  aquel  círculo  hu- 
biese alguna  cosa  de  necesidad  mayor  que  dentro.  Y,  en 
tanto  que  Félix  se  maravillaba  de  la  cuestión  que  el  ermi- 
taño le  hacía,  el  ermitaño  le  dijo  que  la  grandeza  tiene  ma- 
yor concordancia  con  el  ser  que  la  pequeñez;  y  que,  pues 
fuera  del  círculo  había  cosas  de  mayor  grandeza  y  exten- 
sión que  dentro  de  él,  era  manifiesto  que  fuera  del  círculo 
había  alguna  cosa  mayor  que  las  que  eran  dentro;  y  que 


"  «Premeditó-)   corresponde  inexactamente  a   «cogita»,  pensó. 

10  Este  argumento  se  apoya-en  la  idea  típica  de  Ramón  Llull  de- 
que todas  las  perfecciones,  aun  las  exeadas,  se  identifican,  al  menos 
lógicamente,  con  el  Ser  supremo  o  de  él  derivan. 

"  «en  el  mesmo  arto»  es  glosa  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   I  609 


por  esta  similitud  entendiese  que  la  razón  juzga  y  conoce 
que  fuera  del  firmamento  ha  de  haber  alguna  cosa  tan  gran- 
de, que  sea  causa  del  mesmo  firmamento,  y  ésta  es  Dios;  y 
como  es  manifiesto  que  aquello  que  está  dentro  del  firma- 
mento no  es  de  tan  gran  cuantidad  como  el  firmamento  mis- 
mo, pues  éste  contiene  todo  cuanto  hay  dentro  de  sí,  se  sigue 
que  hay  Dios;  porque,  si  no  fuese  este  divino  Ente  fuera 
del  firmamento,  se  seguiría  que  mayor  causa  sería  el  no  ser 
que  el  ser,  pues  fuera  del  firmamento  sería  el  no  ser  en  in- 
finita grandeza,  y  aquello  que  sería  dentro  del  firmamento 
sería  grandeza  terminada  y  finita,  lo  que  es  muy  inconve- 
niente 1L>. 

En  tanto  que  el  ermitaño  decía  estas  palabras,  pasó  una 
gran  serpiente  por  el  lado  de  Félix,  quien  tuvo  gran  temoi 
y  miedo  de  ella,  y  se  maravilló  cómo  el  ermitaño  no  había 
manifestado  tenerle;  lo  que  conocido  por  éste 13,  le  dijo: 
— Aimado  hijo,  si  no  hubiera  Dios,  no  hubiera  resurrección, 
y  el  mundo  fuera  eterno,  y  fuera  por  sí  mesmo  14,  y  el  hom- 
bre, después  de  muerto,  sería  en  privación  y  no  ser;  de  que 
se  seguiría  que  el  mundo  fuese  para  que  los  hombres  estu- 
viesen más  en  el  no  ser  que  en  el  ser,  pues  en  el  no  ser  es- 
tarían sin  fin,  y  en  el  ser  sólo  mientras  viven  en  el  mundo. 
Por  lo  que  puedes  considerar  y  conocer  en  ti  mesmo  que,  si 
no  hubiese  Dios,  tu  naturaleza  no  hubiera  tenido  miedo  de  la 
serpiente,  porque  en  este  caso  sería  cosa  natural  que  el 
hombre  desease  morir,  pues  la  muerte  sería  ocasión  de  que 
el  hombre  consiguiese  su  mayor  fin,  esto  es,  el  ser  perpe- 
tuamente en  privación.  Pero  en  que  naturalmente  has  te- 
nido miedo  de  la  muerte,  conocerás  que  hay  Dios,  con  el 
cual  los  hombres  justos  estarán  en  gloria,  que  después  de 
la  resurrección  no  tendrá  fin. 

— Señor — «dijo  Félix — ,  según  vuestras  palabras,  me  cau- 
sa más  admiración  el  que  vos  no  hayáis  tenido  miedo  de  la 
serpiente,  pues  por  naturaleza  amáis  ser,  y  no  venir  en 
privación.  —Amigo — dijo  el  ermitaño — es  cosa  tan  gus- 
tosa el  conocer  y  amar  a  Dios,  que  todos  aquellos  que  ver- 


n  tina  traducción  más  exacta  de  este  párrafo  sería:  Después  de 
esta  semejanza,  el  santo  varón  dijo  que  la  razón  juzga  y  conoce  que 
fuera  del  firmamento  ha  de  haber  alguna  cosa,  y  aquella  cosa  es 
Dios,  como  sea  que  lo  que  hay  dentro  del  firmamento  no  sea  en  tan 
gran  cantidad  como  es  el  firmamento,  que  contiene  todo  lo  eme  hay 
en  él.  Y,  si  Dios  no  existiera  fuera  del  firmamento,  se  seguiría  que 
mayor  cosa  sería  no  ser  que  ser,  pues  fuera  del  firmamento  sería  no 
ser  en  infinita  grandeza,  etc. 

18  «lo  que  conocido  por  éste»  lo  añade  innecesariamente  el  tra- 
ductor. 

14  Ramón  Llull  impugnó  constantemente  a  los  averroístas,  que 
afirmaban  la  eternidad  del  mundo  ;  según  él,  repugna  a  lá  razón 
la  misma  posibilidad  de  un  mundo  eterno. 


30 


6io 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


daderamente  saben  conocerle  y  amarle,  desean  verle  y  go- 
zarle eternamente,  y  por  ello  menosprecian  las  vanidades 
de  este  mundo  poco  durable ;  por  lo  que  yo  no  he  tenido  mie- 
do de  la  muerte,  antes  deseo  morir  para  ser  con  Dios;  en 
lo  que  conocerás  que  le  hay;  pues,  si  no  le  hubiese,  ten- 
dría yo  debilidad  de  espíritu  y  hubiera  tenido,  como  tú, 
miedo  de  la  serpiente,  el  que  has  tenido  porque  no  sabes 
con  perfección  amar  ni  conocer  a  Dios. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  prueba  que  el  ermitaño  le 
hizo  de  ila  existencia  de  Dios,  a  quien  alabó  y  bendijo  por- 
que había  iluminado  su  conocimiento;  y  con  contrición  y 
lágrimas  confesó  su  culpa,  y  alabó  y  bendijo  a  Dios  por- 
que tenía  tan  buen  contemplador  en  aquel  santo  ermita- 
ño, deseando  que  hubiese  muchos  que,  como  él,  con  gran 
sabiduría  y  amor  le  conociesen  y  amasen. 


CAPÍTULO  II 
Qué  es  Dios 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  ¿sabréisme  decir  lo 
que  es  Dios?  Pues  deseo  mucho  saberlo,  para  que  con  ese 
conocimiento  se  exalte  mi  voluntad  en  amarle  con  más 
fortaleza  que  no  le  amo,  pues  es  natural  cosa  que  por  ilu- 
minación del  entendimiento  se  eleve  la  voluntad  más  alta 
en  amar  aquello  de  que  el  entendimiento  ailcanza  mayor  co- 
nocimiento. 

El  ermitaño  se  suspendió  y  se  puso  a  considerar  1  cómo 
pudiese  dar  a  entender  a  Félix  lo  que  es  Dios;  y,  conocien- 
do éste  la  suspensión  del  ermitaño  y  que  no  respondía  a  su 
pregunta,  le  dijo:  — Señor,  un  hombre  halló  una  piedra 
preciosa  que  valía  mil  sueldos,  la  que  vendió  por  un  dinero 
a  un  hombre  que  sabía  lo  que  la  piedra  era;  y  éste,  vol- 
viéndola a  vender,  sacó  los  mil  sueldos  de  su  legítimo  va- 
lor 2 .  Y  así,  si  vos  sabéis  lo  que  es  Dios,  os  ruego  que  me 
lo  digáis,  ¡para  que  yo,  con  ese  conocimiento,  le  sepa  amar 
y  conocer.  Y,  si  vos  no  saibéis  lo  que  es  Dios,  me  causa  gran 
maravilla  el  que  podáis  amarle  tanto  sin  conocerle,  ni  que 
podáis  hacer  en  esta  ermita  tan  áspera  vida,  cuando  me 
parece  que,  sin  ese  conocimiento,  por  poca  ocasión  le  me- 
nospreciaréis, como  hizo  el  hombre  de  la  piedra  que  no  co- 

1  El  original  dice  más  simplemente  :  «Longament  considerà  lo 
hermità  en  la  demanda  que  li  hac  feta  Fèlix.» 

2  Más  parece  paráfrasis  que  traducción  :  <r...  la  qual  vene  per  ï- 
diner  a  *i¿  hom  qui  la  pera  conexia,  de  la  qual  pera  hac  -M-  sois.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  2 


6lT 


nocía,  dándola  por  un  dinero  que  conocía,  siendo  subse- 
cuente al  conocimiento  del  dinero  la  estimación  que  de  él 
hizo,  y  a  la  ignorancia  de  la  virtud  de  ia  piedra  el  despre- 
ciarla *. 

— Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — <,  en  un  país  sucedió 
que  una  mujer  osó  alabar  a  un  rey  de  muy  sabio,  poderoso 
y  dotado  de  todas  buenas  costumbres;  y  por  el  gran  bien 
que  oyó  decir  del  rey,  tuvo  deseo  de  verle  *.  Y  cuando  lo 
hubo  conseguido,  y  visto  la  gran  orden  de  su  corte,  su  buen 
régimen,  su  gran  poder,  la  belleza  de  su  persona  y,  lo  que 
es  más,  sus  buenas  costumbres  y  virtudes,  le  amó  más  que 
no  le  había  amado,  antes  que  le  hubiese  visto  ni  conocido. 
Y  pues  vos,  hijo,  habéis  ya  dicho  la  causa  por  ia  cual  la 
voluntad  ama  más  lo  que  el  hombre  conoce  que  lo  que  no 
conoce,  sabréis  que  yo,  estoy  únicamente  en  esta  ermita 
para  solicitar  conocer  lo  que  es  Dios,  en  lo  que  he  gastado 
mucho  tiempo,  estudiando  continuamente,  para  conseguir- 
lo, diversos  libros  de  filosofía  y  teología  3. 

Después  dijo  el  ermitaño  a  Félix  0 :  — Sabrás,  hijo,  que 
un  rey  tenía  mujer  muy  bella  y  bien  acostumbrada,  a  la 
que  tiernamente  amaba,  y  era  de  ella  correspondido  con 
tanto  exceso,  que  pasó  a  tener  celos  de  él  y  de  una  donce- 
lla que  la  asistía,  con  la  cual  el  rey  solía  tener  gusto  de  ha- 
blar por  su  agradable  conversación.  La  reina  esta'ba  con- 
tinuamente en  una  grande  tristeza,  sin  que  nada  la  pudiese 
alegrar,  por  más  que  el  rey  procuraba  manifestarla  su  amor; 
de  que  maravillado,  pasó  a  sospechar  que  la  reina  tuviese 
otro  cuidado  o  indecente  conversación,  por  lo  que,  celoso 
y  cuidadoso,  empezó  a  aborrecer  a  su  mujer,  y  por  ella)  a 
la  doncella  con  quien  antes  hablaba.  Y,  confuso  en  estos 
cuidados,  dejó  de  tratarla,  por  no  tener  gusto  en  ello,  de  que 
luego  la  reina  se  empezó  a  alegrar,  lo  que  admiró  al  rey 
mucho  más;  y,  viendo  que  su  mujer  volvía  a  marle  con 
más  fuerza  que  antes,  volvió  a  manifestarla  su  cariño,  para 
que,  viéndose  correspondida,  prosiguiese  en  su  alegrías 

— 'Hijo — «dijo  el  ermitaño- — ,  cuando  los  hombres  tienen 
placer  en  los  deleites  temporales  y  no  los  aman  con  la  con- 
sideración de  que  el  Creador  los  ha  creado  para  que  por  ellos 


3  Bien  se  ve  que  en  estas  últimas  frases  el  traductor  ha  amplifi- 
cado un  texto  mucho  más  ingenuo. 

4  Según  el  original,  «rhac  volentat  que  anas  en  aquella  terra  hon 
lo  rey  era».  Mosén  Galmés  anota  en  su  edición  del  Fèlix  (I,  36,  y 
IV,  321)  que  este  párrafo  parece  aludir  a  la  historia  de  la  reina  de 
Sabá  y  del  rey  Salomón,  consignada  en  el  libro  III  de  los  Re- 
yes, 10,  1-10. 

6  «En  theologia  e  en  philosophia»,  dice  Ramón  Llull,  con  grada- 
ción muy  luliana. 

a  Todo  este  párrafo  que  sigue  es  una  traducción  asaz  libre,  pero 
exacta  cuanto  al  sentido. 


6l2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  con  ellos  le  sepan  amar  y  conocer,  sucede  el  que  se  apar- 
ta Dios  de  los  hombres,  por  cuya  separación  no  pueden 
conocer  a  Dios  ni  tener  la  deleitación  que  tendrían  si  le  co- 
nociesen. Pero  cuando  los  hombres  dejan  de  amar  los  delei- 
tes como  deleites  mundanos  y  aman  sólo  en  ellos  las  simi- 
litudes que  tienen  del  Creador 7,  sucede  el  que  el  mesmo 
mundo  y  sus  criaturas  enseñan  a  los  hombres  el  modo  cómo 
amen  y  conozcan  a  Dios,  y  por  esto  puedes  tú  tener  conoci- 
miento de  lo  que  es  Dios,  considerando  que  Dios  es  aque- 
llo de  cuyo  conocimiento  el  mundo  nos  aparta  si  amamos 
el  mundo  por  el  mesmo  mundo,  y  Dios  es  aquello  de  quien 
el  mundo  nos  da  conocimiento  si  amamos  el  mundo  con  el. 
fin  de  que  podamos  conocer  y  amar  a  Dios. 

— -Amado  hijo,  el  hombre  adquiere  conocimiento  de  lo 
que  es  Dios  diciendo  que  en  Dios  no  hay  ninguna  falta  de 
nobleza,  perfección,  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sa- 
biduría, voluntad  y  virtud,  ni  de  las  demás  virtudes  y  per- 
fecciones; y  conociendo  que  Dios  no  es  ninguna  cosa  en  que 
haya  ni  pueda  haber  el  menor  defecto,  alcanza  el  hombre 
también  conocimiento  de  Dios,  diciendo:  es  cumplimiento  de 
toda  bondad,  de  toda  grandeza,  de  toda  eternidad,  poder,  sa- 
biduría, voluntad  y  de  todas  las  demás  dignidades. 

— 'Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — »,  un  mercader  tenía  mil 
pesos  8  y  deseaba  tener  otros  mil ;  y  cuando  tuvo  dos  mil, 
deseó  tener  más,  hasta  que  tuvo  cien  mil,  y  todavíaj  no  pudo 
saciar  su  deseo:  de  que  maravillado,  pensó  que  el  cumpli- 
miento de  sus  deseos  no  estaba  en  tener  dinero,  sino  en  ad- 
quirir castillos,  villas  y  posesiones,  los  cuales  deseó  tener  y 
adquirir;  pero,  habiéndolo  conseguido,  no  halló  cumplidos 
sus  deseos,  porque  cuanto  más  compraba,  más  se  le  aumen- 
taba la  voluntad  de  tener  más.  Viendo  que  de  riquezas  no 
se  podía  saciar,  creyó  se  saciaría,  y  tendrían  cumplimiento 
sus  deseos,  teniendo  mujer  e  hijos;  y,  conseguido  uno  y 
otro,  halló  que  no  se  aquietaba  su  espíritu  ni  saciaba  su 
apetito ;  entonces  quiso  tener  honras,  dignidades  y  otras  mu- 
chas cosas,  y  cuanto  más  tenía,  más  deseaba  tener,  de  que 
él  se  maravillaba  mucho.  Viendo  que  ninguna  cosa  de  este 
mundo  le  podía  saciar  ni  llenar  el  alma,  consideró  poner  a 
Dios  en  ella,  amándole  y  sirviéndole  con  todo  cuanto  su 
Majestad  le  había  dado ;  y  entonces  se  sació,  estuvo  conten- 
to y  no  quiso  tener  más.  En  lo  que  conocerás,  hijo,  que  Dios 
es  cumplimiento  del  alma  cuando  ésta  le  sirve  con  todo  su 
poder. 

Pero  todavía  has  de  saber  que  por  una  floresta,  en  la 

1  Comentario  e  interpretación  del  original  :  «Mas  quant  home  se 
lexa  amar  los  delits  d'aquest  món,  ab  los  quals  delits  e  ab  lo  qual 
món  hom  ama  Déus.» 

6  «mil  besants»,  escribió  Ramón. 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   2  Oí  V 


cual  había  una  ermita,  pasó  un  caballero  armado  de  todas 
armas,  y,  encontrando  al  ermitaño  que  cogía  unas  hierbas, 
de  que  vivía,  le  preguntó  qué  era  Dios;  y  el  ermitaño  le 
respondió  que  Dios  es  aquello  por  que  es  creado  y  orde- 
nado cuanto  tiene  ser;  y  Dios  es  aquello  que  resucitará  los 
hombres  buenos  y  malos,  y  dará  gloria  eterna  a  los  buenos 
y  pena  eterna  a  los  malos;  y  que  Dios  es  aquello  que  hace 
llover,  florecer  y  granar,  y  que  da  vida  y  sustento  a  todo 
cuanto  tiene  ser.  Cuando  el  ermitaño  hubo  satisfecho  al  ca- 
ballero, le  preguntó  qué  es  caballero.  Y  el  caballero  le  res- 
pondió que  el  caballero  es  hombre  que  hace  profesión  de 
andar  a  caballo  para  sostener  la  justicia,  guardar  y  defen- 
der al  rey  y  al  pueblo,  para  que  el  uno  pueda  reinar  y  el 
otro  vivir,  de  forma  que  el  pueblo  pue^a  amar  y  servir  a 
Dios  » 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  una  vez  sucedió  que 
un  caballero  declaró  a  una  virtuosa  mujer  lo  enamorado  que 
estaba  de  ella,  solicitándola  para  el  carnal  deleite,  y  ella  le 
preguntó  qué  era  amor.  A  que  el  caballero  respondió  que 
amor  es  aquello  que  hace  unir  diversas  voluntades  a  un  fin. 
Entonces  la  mujer  preguntó  al  caballero  si  aquel  amor  que 
la  tenía  la  uniría  a  Dios  en  la  gloria  10 ;  y  el  caballero  que- 
dó confuso  de  la  cuestión  que  la  mujer  le  había  propuesto, 
y  dijo  estas  palabras:  "Mucho  tiempo  he  estado  sujeto  al 
falso  amor  y  he  tenido  una  total  ignorancia  del  amor  ver- 
dadero." Y,  vuelto  a  la  mujer,  la  dijo  que  bien  conocía  que 
el  verdadero  amor  hacía  unir  al  hombre  a  Dios  y  le  apar- 
taba de  la  traición,  lujuria,  cobardía  y  de  todo  engaño  y 
falsedad;  pero  que  todavía  quería  saber  lo  que  es  amor  en 
si  mesmo,  porque  una  cosa  es  lo  que  el  amor  hace,  y  otra 
lo  que  el  amor  es;  y  por  esto  rogó  a  la  mujer  le  diese  cono- 
cimiento del  verdadero  amor,  pues  se  le  había  dado  del  fal- 
so amor  11 .  Mucho  agradó  a  la  mujer  la  devoción  del  caba- 
llero, y  alabó  a  Dios  porque  le  había  enardecido  con  el  fuego 
del  verdadero  amor,  y  dijo  estas  palabras :  "Señor  verdadero 
y  Dios  glorioso,  pues  por  amor  habéis  enamorado  a  este  ca- 
ballero, os  ruego  le  deis  conocimiento  de  lo  que  amor  es, 
pues  yo  por  tu  gracia  y  por  tu  virtud  se  le  he  dado  de  su 
operación;  mas  él  quiere  exaltar  su  entendimiento  a  cono- 
cerle, con  el  fin  de  poder  mejor  amaros,  y  vos  sabéis  con 
perfección  lo  qUe  es  amor  en  sí  mesmo." 


9  Traducción  complicada  de  «...  per  çordar  e  salvar  lo  rev  t  son 
pobla,  per  tal  que  puscha  regnar  en  tal  manera  que  son  poble  ne 
puscha  Déus  amar  e  conèxer.» 

"  Ramón  Llull  añade  :  «...  quan  trespass&ria  de  la  vida  d'aqoest 
segle.» 

n  Aquí  deja  sin  traducir  la  frase  «la  qual  amade  havia  sens  que 
conexença  no-n  havia  haüde». 


6i4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Por  las  palabras  de  Félix  conoció  el  ermitaño  que  no  es- 
taba satisfecho  del  conocimiento  que  le  había  dado  de  Dios, 
cuyo  ser  le  había  explicado  por  las  obras  que  Dios  hace  en 
las  criaturas;  y  vió  que  Félix  quería  saber  lo  que  es  Dios 
en  sí  mesmo  y  en  sus  obras  interiores ;  por  lo  que  le  dijo  es- 
tas palabras: 

— Un  filósofo  tenía  un  hijo  a  quién  mucho  amaba,  al  cual 
enseñó  mucho  tiempo  la  filosofía;  y  cuando  el  hijo  fué  bien 
sabio  en  esta  ciencia,  el  padre  le  enseñó  un  libro  que  él  ha- 
bía escrito,  y  le  preguntó  si  conocía  que  él  fuese  hombre 
porque  había  escrito  el  libro  o  porque  era  su  padre.  Y  el  hijo 
le  respondió  que  por  haber  escrito  el  libro  conocía  que  era 
hombre,  por  ser  acto  de  hombre  el  escribir;  pero  que  mucho 
mejor  conocía  que  era  hombre  porque  le  había  engendrado, 
por  ser  más  propio  acto  del  hombre  el  engendrar  a  otro  hom- 
bre que  el  escribir 12. — Después  de  este  ejemplo  dijo  el  ermi- 
taño que  Dios  es  aquel  que  hace  la  obra  que  ninguno  otro 
puede  hacer,  sino  es  Dios  tan  solamente,  la  cual  obra  hace 
Dios  en  las  criaturas;  pero  aquello  por  que  el  hombre  tiene 
mayor  conocimiento  de  lo  que  es  Dios,  es  por  la  obra  que 
Dios  hace  en  sí  mesmo,  engendrando  en  sí  mesmo  y  de  sí 
mesmo  Dios,  esto  es,  que  Dios  Padre  engendra  a  Dios  que  es 
Hijo,  y  del  Padre  y  del  Hijo  procede  Dios  que  es  el  Santo 
Espíritu,  y  todos  tres  son  tan  solamente  un  Dios.  El  cual 
Dios  es  aquel  que  es  Padre  Dios,  que  es  Hijo  Dios  y  que  es 
Espíritu  Santo  Dios,  y  que  es  un  Dios  y  no  tres  dioses. 
Y  Dios  es  aquel  que  es  Dios  infinito  y  eterno,  sabio,  pode- 
roso, virtuoso  y  que  es  cumplido  en  sí  mesmo  de  toda  bon- 
dad, de  toda  infinidad  y  de  toda  perfección. 

¡Mucho  agradó  a  Félix  el  conocimiento  que  el  ermitaño  le 
había  dado  de  Dios,  a  quien  alabó  y  bendijo  por  ello  y  por- 
que al  mesmo  tiemípo  sintió  que  en  su  alma  se  le  multiplicaba 
el  amor  de  Dios,  por  causa 13  del  mayor  conocimiento  de  este 
soberano  Ente  que  con  esta  explicación  había  adquirido. 


CAPÍTULO  III 

DE  LA  UNIDAD  DE  DIOS 

— En  cierto  país — dijo  Félix  al  ermitaño — había  un  rey 
que  era  muy  hermoso  en  lo  personal  y  bien  acostumbrado  de 
virtudes,  el  cual  tenía  gran  poder  de  gentes  y  de  riquezas  y 

13  Desde  «par  ser  mSs  propio»  hasta  el  fin  es  una  glosa  del  tra- 
ductor. 

18  Esta  frase  corresponde  a  «per  ço  car  mils  lo  conexia  que  d 'abans 
no  fe  ya». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  3  6l.S 


era  robusto  y  de  gTande  espíritu.  Lo  que  contemplando  uno 
de  su  corte,  deseaba  que  en  el  mundo  hubiese  muchos  reyes 
semejantes  a  aquél,  para  que  hubiese  amor  y  concordancia 
entre  ellos,  y  que  juntos  hiciesen  estar  el  mundo  en  tal  dispo- 
sición, que  Dios  fuese  conocido  y  amado  por  los  hombres. — 
Después  de  estas  palabras  dijo  Félix:  — Señor,  yo  quisiera 
saber  si  hay  un  Dios  tan  solamente  o  si  hay  muchos;  por- 
que, si  hay  uno,  deberé  amar  uno,  y  si  son  muchos,  deberé 
procurar  conocer  y  amar  a  muchos. 

— Sabrás — dijo  el  ermitaño — que,  si  hay  sólo  un  Dios, 
puede  haber  en  él  todo  cumplimiento  de  perfección;  y1,  si 
hubiese  más  de  uno,  sería  más  cumplido  que  los  otros  si  uno 
de  ellos  tuviese  la  virtud  de  todos,  y  la  tuviese  en  sí  mesmo 
y  por  sí  mesmo.  Luego  conveniente  cosa  es  que  sea  en  un 
Dios  toda  la  nobleza,  la  bondad,  la  grandeza  y  la  virtud  que 
podría  ser  en  todos  los  demás  dioses;  y  éstos,  entre  todos, 
no  podrían  tener  tanta  grandeza  como  uno;  pues  un  Dios 
puede  ser  infinito  y  puede  ser  soberano  en  bondad  y  en  po- 
der, y,  si  fuesen  muchos  iguales,  cada  uno  convendría  fuese 
finito  y  terminado  por  el  otro,  y  ninguno  sería  totalmente 
poderoso.  Y,  si  hubiese  un  Dios  infinito,  poderoso  y  soberano 
más  que  los  otros,  convendría  que  éstos  le  obedeciesen,  pues 
no  le  podrían  contrastar;  de  que  se  seguiría  que  al  fin  no 
habría  sino  un  Dios. 

Y  añadió  el  ermitaño:  — Sabrás  que  un  rey  insipiente  y 
necio  deseaba  tener  y  ser  señor  de  los  estados  de  otro  rey 
que  era  muy  sabio  y  virtuoso,  el  cual  mantenía  su  reino  en 
paz  y  justicia.  Este  sabio  rey  deseaba  ser  rey  del  reino  del 
rey  insipiente  y  necio,  porque  le  parecía  tenía  muchos  incon- 
venientes el  que  reinase  un  rey  sin  sabiduría  y  justicia.  Su- 
cedió que  ambos  a  dos  reyes  se  combatieron  en  campaña  con 
todas  sus  fuerzas,  donde  fué  vencido  aquel  que  era  sabio  y 
justo,  y  el  injusto  e  ignorante  se  apoderó  de  su  reino;  lo 
cual  causó  grandes  desórdenes  en  ambos,  por  carecer  de  sa- 
biduría para  gobernarlos;  por  lo  cual  y  por  sus  malas  cos- 
tumbres padecieron  los  vasallos  muchas  guerras,  pobreza  y 
otros  desórdenes. 

Cuando  Félix  hubo  oído  al  ermitaño,  se  le  aumentaron 
sus  dudas  2  y  dijo :  — Señor,  vuestras  palabras  parece  signi- 
fican que  haya  muchos  dioses,  porque  este  mundo  es  conti- 
nuamente en  trabajos  y  guerras,  y  hay  muchos  hombres  que 
son  enemigos  de  la  virtud  y  amadores  de  los  vicios,  siguiendo 
unos  una  secta  y  otros  otra;  por  lo  cual  y  por  vuestro  dis- 
curso parece  que  hay  muchos  dioses,  o  que  hay  uno  en  el 

1  «e  si  n  són  més  de  -i-,  fóra  déu  pus  complit  que  tots,  si 
hagués  en  si  mateix  tota  la  virtut  que  queseun  déu  hauria  en  si  ma- 
teix per  si  mateix.» 

:  Por  ese  maravellà  fortment». 


6i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


cual  hay  falta  de  sabiduría,  justicia,  bondad,  poder  y  vir- 
tud; porque,  si  hubiese  un  solo  Dios  que  fuese  sabio,  bueno, 
justo  y  poderoso,  tendría  al  mundo  o  a  los  que  le  habitan  en 
vía  de  virtud,  paz  y  caridad. 

— Querido  hijo— dijo  el  ermitaño — ,  todo  hombre  tiene 
alguna  similitud  de  Dios,  porque  todo  hombre  es  bueno  en 
cuanto  es  criatura  y  en  cuanto  tiene  entendimiento  y  volun- 
tad, y  la  bondad  del  hombre  es  semejante  a  la  bondad  de 
Dios,  pues  Dios  ha  puesto  su  similitud  en  el  entendimiento 
y  voluntad  del  hombre;  y  porque  el  hombre  es  similitud  de 
Dios,  le  es  natural  al  hombre  el  conocer  y  amar  a  su  seme- 
jante, esto  es,  a  Dios;  pero  porque  el  hombre  no  quiere  usar 
sabiamente  de  la  similitud  que  de  Dios  tiene,  obra  contra  sí 
mesmo  y  contra  la  semejanza  de  Dios,  pues  presume  cada 
uno  ser  un  dios  cuando  contra  Dios  obra.  En  lo  que  conoce- 
rás que  el  no  amar  los  hombres  a  un  solo  Dios  es  la  causa 
de  que  el  mundo  esté  en  continuos  trabajos,  desórdenes  y 
errores  ;  y  que  Dios  3  les  ha  dado  libertad,  para  que  le  pue- 
dan amar  y  conocer,  con  el  fin  de  darles  4  gran  gloria  si  fran- 
camente y  con  libre  voluntad  quieren  amarle  y  conocerle; 
porque  ama  Dios  tanto  su  similitud  en  el  hombre,  que  le  ha 
puesto,  en  estado  dé  adquirirla  y  multiplicarla  mediante  las 
buenas  obras  que  puede  ejecutar. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño—,  que,  cazando 
un  caballero,  siguió  tanto  a  un  jabalí,  que,  apartándose  de 
sus  compañeros  y  perdiéndose  en  un  bosque,  hubo  de  pasar 
la  noche  en  él,  donde  tuvo  gran  miedo.  Y  maravillándose,  por 
no  saber  la  causa  de  su  temor,  empezó  a  imaginar  que  el  sol 
era  Dios,  supuesto  que  de  día  él  no  tenía  miedo  y  de  noche 
sí,  lo  que  no  podía  dimanar  sino  de  la  ausencia  del  sol.  Por 
la  mañana,  cuando  el  caballero  se  volvía,  encontró  a  un  es- 
cudero a  cuyo  padre  había  muerto,  y  de  verle  tuvo  gran  mie- 
do, por  considerarle  ofendido  y  armado  y  él  no  tener  armas 
con  que  defenderse;  por  lo  que  se  puso  a  rogar  al  sol  que  le 
ayudase  contra  aquel  hombre,  a  quien  veía  venir  derecho 
a  él.  Mas  como  todo  esto  no  remediase  su  miedo,  antes  se 
le  aumentase  cuanto  más  el  hombre5  se  le  acercaba  con  la 
lanza  en  la  mano,  empezó  a  clamar  y  a  pedirle  que  antes 
que  le  matase  le  escuchase.  Suspendióse  el  hombre,  y  el  ca- 
ballero le  contó  el  miedo  que  había  tenido  en  el  bosque  por 
la  ausencia  del  sol,  y  cómo  había  creído  que  el  sol  fuese 
Dios;  pero  que  conocía  que  no  lo  era,  porque,  si  lo  fuese, 
no  hubiera  tenido  miedo  de  verle  venir  cuando  ya  era  me- 


3  «e-l  déus  qui  és  «i*»,  precisa  Ramón. 

4  El  texto  castellano  dice  erróneamente  «los  ha  dado  libertad» 
y  «darlos  gran  gloria».     ..  . 

5  Aquí  y  hasta  el  fin  del  capítulo,  «el  hombre»  se  refiere  al 

escudero.    '."  •  * 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  4 


617 


diodía  15 ;  y  que  le  había  de  deber  le  dijese  si  conocía  que  él 
era  más  digno  de  la  muerte  por  haber  muerto  a  su  padre 
o  por  haber  creído  que  el  sol  fuese  Dios.  El  hombre  se  ad- 
miró de  la  pregunta  que  el  caballero  le  hacía,  y  no  sabía  qué 
responderle;  por  lo  que  el  caballero  volvió  a  preguntarle  si 
le  parecía  que  él  había  ofendido  a  Dios  en  haber  dudado  lo 
que  le  había  de  responder  a  la  pregunta  que  le  acababa  de 
hacer,  cuando  no  se  hubiera  detenido  en  ello  ningún  hombre 
que  amase  más  a  Dios  que  a  su  padre.  Mucho  tiempo  estuvo 
pensativo  el  hombre  discurriendo  sobre  las  dos  preguntas 
que  el  caballero  le  había  hecho;  pero  al  fin  dijo  que  él  debía 
matarle  en  venganza  de  la  muerte  de  su  padre ;  mas  que  por- 
que había  creído  que  el  sol  era  Dios,  debía  doctrinarle  y  en- 
señarle para  que  conociese  y  amase  al  Dios  verdadero.  Y  des- 
pués se  tuvo  por  culpado  porque  tanto  tiempo  había  tardado 
y  dudado  en  responder;  y  entonces  le  dijo  el  caballero  que, 
pues  le  había  doctrinado  y  dado  conocimiento  de  Dios,  no 
debía  matarle,  antes  sí  perdonarle,  sobre  que  le  hizo  tantas 
instancias,  que  ambos  a  dos  se  aquietaron,  apaciguaron  y 
concordaron  en  servir  y  amar  a  Dios,  y  amándole  fueron  ver- 
daderos amigos  mucho  tiempo. 

Después  que  el  ermitaño  hubo  dicho  todo  esto,  añadió 
que  el  mundo  está  desordenado  y  en  trabajos  por  causa  de 
que  las  gentes  tienen  poco  amor  a  la  sabiduría  y  a  la  caridad 
y  son  diversos  en  opiniones;  pero  que  si  se  concordasen  en 
servir  y  amar  a  Dios,  cesaría  uno  y  otro  y  reinaría  sólo  la 
caridad,  amor  y  conformidad,  como  se  vió  en  el  hombre  y 
el  caballero,  que  por  el  conocimiento  de  un  solo  Dios  se 
enardecieron  en  caridad  y  depusieron  todos  sus  particulares 
enojos. 


CAPITULO  IV 
De  la  Trinidad  de  Dios 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  en  una  festividad  que 
se  celebró  el  día  dedicado  a  la  Santísima  Trinidad,  cí  predi- 
car de  este  misterio,  y  me  maravillé  mucho  de  que  el  buen 
predicador  dijese  no  deberse  dar  pruebas  de  él,  por  ser  más 
conveniente  que  las  gentes  le  crean  que  no  que  le  entiendan 
por  razones  necesarias  \  siendo  así  que,  si  lo  que  dijo  el 
predicador  es  verdad,  se  sigue  que  el  hombre  tenga  mayor 

•  «cor,  si  fos  Déu,  hagra-li  ajudat  a  sa  pahor,  pus  que  lo  veya». 

1  Sobre  el  alcance  probativo  de  pura  congruencia  que  hay  que 
dar  a  esas  crazones  'necesarias»  lu lianas  véase  la  bibliografía  citada 
más  arriba,  p.  89. 


6i8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mérito  en  creer  la  trinidad  de  Dios  que  en  conocerla  y  amar- 
la, y  que  pueda  exaltar  más  su  amor  por  ignorancia  que  por 
conocimiènto. 

A  lo  que  el  ermitaño  le  respondió  que  en  una  ciudad  ha- 
bía muchas  costumbres  que  eran  contra  Dios  y  contra  la 
justicia  y  buen  régimen,  cuyas  costumbres  eran  privilegios 
que  el  pueblo  gozaba,  por  los  cuales  el  rey  no  podía  hacer 
observar  la  justicia.  Sucedió  que,  habiendo  hecho  un  hombre 
un  homicidio,  el  rey  le  quiso  castigar;  pero  por  oponerse  a 
algunos  privilegios  hubo  de  soltarle,  contentándose  con  ha- 
berle multado,  de  que  tuvo  el  rey  un  gran  pesar,  viéndose 
obligado  a  faltar  a  la  justicia;  y  mandando  juntar  al  pueblo, 
le  dijo:  "Dos  hombres  pecadores  estaban  delante  de  un  al- 
tar, y  el  uno  rogaba  a  Dios  le  perdonase  porque  le  temía,  y 
el  otro  pedía  a  Dios  le  perdonase  porque  le  amaba.  Y,  pues 
vosotros  contra  justicia  alegáis  vuestras  malas  costumbres, 
quiero  que  me  digáis :  Dios,  ¿  a  cuál  de  aquellos  dos  hombres 
debía  primero  perdonar?"  Y,  habiéndose  juntado  los  prin- 
cipales de  la  ciudad  para  tratar  lo  que  se  había  de  responder 
al  rey  sobre  su  pregunta,  resolvieron  responderle  que  Dios 
debía  perdonar  primero  a  aquel  que  le  amaba  que  [a]  aquel 
que  le  temía ;  y  cuando  el  rey  vio  que  la  respuesta  era  contra 
las  malas  costumbres,  les  dijo:  "¡Mucho  me  agrada  vuestra 
respuesta,  y  así  tendréis  entendido  que  según  ella  yo  debo 
amar  más  a  Dios  que  temeros  a  vosotros,  pues  por  amor  de 
Dios  puedo  mantener  entre  vosotros  la  justicia,  y  por  teme- 
ros a  vosotros  habré  de  faltar  a  ella." 

Cuando  Félix  oyó  estas  palabras,  dijo  que  se  maravillaba 
mucho  de  que  el  amor  pudiese  estar  sin  el  temor,  ni  el  te- 
mor sin  el  amor.  —.Hijo — dijo  el  ermitaño — i,  aquellos  que 
quieren  creer  la  trinidad  de  Dios  y  no  quieren  entenderla, 
se  aman  más  a  sí  mesmos  que  a  Dios,  pues  creyendo  que 
adquieren  mayor  mérito  con  solamente  creer  lo  que  no  en- 
tienden, no  procuran  entender  lo  que  deberían,  con  el  fin  de 
adquirir  mayor  gloria  por  la  fe  que  por  el  conocimiento,  en 
cuyo  caso  tienen  temor  sin  amor  muchas  veces,  esto  es,  te- 
mor de  que  les  fad'te  el  premio,  sin  amor  a  Dios  por  ser 
quien  es  2. 

—Señor — dijo  Félix — ,  he  tenido  muchas  veces  deseo  de 
preguntar  a  los  sabios  de  nuestra  ley  de  qué  manera  está 
en  Dios  una  esencia  y  tres  personas,  y  he  dejado  de  ejecu- 
tarlo por  temer  no  podría  entenderlo;  por  cuya  razón  os  su- 
plico me  digáis  tantas  palabras  sobre  este  asunto,  que  con- 
sigáis el  fin  de  dármelo  a  entender. — A  lo  que  el  ermitaño 

...  s  Traducción  muy  libre  de  «ço  és  saber,  que  con  temor  és  per  ço 
que  hom  no  perdé  glòria  e  que  no  hage  pena,  e  hom  no  ama  conèxer 
ne  amar  Déu  per  la  bonesa  e  noblesa  de  Déu,  a<Jonchs  és  aquella 
temor  sens  amor». 


FÉLIX  PE  LAS  MARAVILLAS. — C.  4  6lQ 


respondió  y  dijo :  — En  una  ciudad  habia  un  mercader  3  en- 
fermo, espiritual  y  corporal  mente :  espiritual,  porque  pade- 
cía dudas  sobre  él  misterio  de  la  Santísima  Trinidad,  por  no 
alcanzar  a  entender  cómo  en  Dios  hay  una  esencia  y  tres 
personas,  y,  como  no  lo  entendía  ni  sabía  creerlo,  dudaba  en 
la  fe.  por  cuya  duda  estaba  expuesto  a  condenarse;  de  otra 
parte,  estaba  corporalmente  enfermo  y  postrado  con  calen- 
tura, y  lo  estaba  también  por  las  riquezas  adquiridas,  las 
cuales  temía  dejar.  Estando  con  estos  grandes  peligros  y 
solo,  se  puso  a  considerar  cuánto  mas  le  hubiera  valido  el 
haber  trabajado  tanto  en  amar  y  servir  a  Dios  como  en 
juntar  riquezas,  las  cuales  conocía  que  no  le  podían  ayudar 
ni  para  vencer  la  tentación  de  su  espíritu  ni  la  enfermedad 
de  su  cuerpo.  Y  deseó  tanto  el  servir  a  Dios,  que  su  majes- 
tad le  inspiró  luz  de  fe  en  el  alma,  por  medio  de  la  cual  en- 
tendió por  lo  que  antes  no  entendía  el  misterio  de  la  San- 
tísima Trinidad,  y  cesaron  sus  dudas;  pues  Dios  ha  orde- 
nado la  fe  en  el  hombre  para  que  por  ella  crea  lo  que  no 
entiende,  por  ser  éste  tan  alto  misterio,  que  los  más  hom- 
bres, y  con  especialidad  los  ocupados  en  las  cosas  munda- 
nas 4,  no  pueden  entenderle  ~°.  Y  así,  hijo  mío,  si  vos  no  po- 
déis entender  el  misterio  de  la  Santísima  Trinidad  en  Dios, 
bueno  es  que  la  creáis,  porque,  si  todo  aquello  que  el  hom- 
bre no  puede  entender  no  hubiera  de  creer,  se  siguiera  que  la 
fe  fuese  vicio,  siendo  así  que  es  virtud  muy  noble,  pues  por 
ella  son  los  más  hombres  en  vía  de  salvación,  creyendo  lo 
que  no  pueden  entender.  Y  por  esto  os  basta  a  vos  que  creáis 
el  misterio  de  la  Santísima  Trinidad,  pues  entenderle  no 
podéis. 

— Señor — dijo  Félix — ,  si  yo  no  pudiese  entender  las  pa- 
labras que  vos  me  diréis  de  este  santo  misterio,  estoy  pron- 
to a  creerle,  como  le  creo,  y  a  mantenerme  en  la  fe,  con 
asistencia  del  Altísimo 7 ;  pero  como  yo  deseo  conocer  a 
Dios  porque  es  bueno,  y  por  su  bondad  le  deseo  más  amar 
y  conocer,  que  no  por  adquirir  para  mí  la  gloria  ni  apartar- 
me de  las  infernales  penas,  quiero  aventurarme  a  buscar 
modo  de  conocer  y  amar  a  Dios,  y  por  esto  os  ruego  me  di- 
gáis lo  que  sabéis  de  este  inefable  misterio. 

El  ermitaño  le  dijo:  — «Un  filósofo  había  oído  hablar  de 


5  O  el  traductor  o  el  impresor  se  saltó  aquí  todo  un  párrafo  : 
«•I-  mercader  era  en  -I-  ciutat,  qui  havia  gonvats  molts  diners,  en 
los  quals  havia  treballat  "ongament.  Aquell  mercader...» 

*  Traducción  libre  de  tíos  homes  que  són  mercaders  e  qui  són 
negocie  jants  en  les  coses  mundanes». 

6  Aquí  junte  el  traductor  dos  párrafos  en  uno,  omitiendo  ;  «Can 
lo  ermità  hac  dites  aquestes  peraules,  ell  dix  a  Fèlix  :  — Bell  fill,  si 
vós  no  podets...» 

•  Ramón  Llull  escribió  simplemente  «los  hòmens». 

v  Amplificación  de  «son  apperellat  de  creure  e  haver  fe». 


Ó20 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


un  santo  hombre  cristiano  muy  sabio  en  teología  y  filoso- 
fía, que  estaba  en  un  desierto  contemplando  la  obra  de  Dios 
en  sí  mesmo ;  y  deseando  verle,  le  fué  a  buscar,  a  tiempo  que 
él  estaba  disputando  con  un  judío  del  misterio  de  la  San- 
tísima Trinidad ;  y  vió  que,  por  más  que  el  santo  hombre  se 
esforzaba  a  probarle  con  razones,  él  judío  no  lo  podía  en- 
tender, por  causa  de  que,  como  aborrecía  lo  que  el  cristia- 
no le  probaba,  no  podía  su  entendimiento  entender  lo  que 
su  voluntad  aborrecía.  Pero  el  filósofo,  aunque  gentil,  enten- 
dió las  razones  del  cristiano  y  sé  hizo  bautizar,  de  que  se 
maravilló  mucho  el  judío,  que  le  conocía  antes  que  hubiesen 
concurrido  juntos  en  aquel  lugar;  por  lo  que  dijo  al  filósofo 
estas  palabras:  "Mucho  me  he  maravillado  de  que  os  ha- 
yáis convertido  tan  inopinadaimente  a  la  fe  de  los  cristianos 
y  dejado  la  secta  que  hasta  ahora  habéis  seguido"  8  ;  a  las 
que  el  filósofo  respondió:  "Mucho  tiempo  ha  que  yo  he  que- 
rido por  medio  de  la  filosofía  adquirir  conocimiento  de  Dios 
y  de  las  obras  que  opera  en  la®  criaturas,  lo  que  en  parte 
he  conseguido  9 ;  pero  de  la  obra  que  Dios  tiene  en  sí  mes- 
mo no  tenía  conocimiento,  ni  le  hubiera  adquirido  a  no  ser 
que  por  la  teología,  que  el  santo  ermitaño  ha  explicado,  y 
por  la  filosofía,  que  yo  sé  y  que  de  él  he  oído,  he  venido  en 
^conocimiento  de  que  Dios  es  uno  y  trino  10,  el  cual  conoci- 
miento tú  también  puedes  alcanzar  si  supones  que  hay  tri- 
nidad, y  te  complaces  de  que  la  haya  en  Dios,  pues  probarla 
sin  suponerla  no  puede  ser,  como  ni  tampoco  probársela  a 
entendimientos  rebeldes  y  a  espíritus  orgullosos"  11. 

■ — Señor — .dijo  Félix—,  bien  he  entendido  vuestras  pala- 
bras y  la  razón  por  que  me  habéis  contado  tantos  ejemplos ; 
pero  os  ruego  no  tengáis  reparo  de  sembrar  en  mi  alma  las 
palabras  que  encierran  tanta  doctrina,  pues  yo  deseo  con 
humildad  entender  y  suponer  lo  que  habéis  dicho,  para  con- 
seguirlo, por  el  gran  placer  que  en  ello  tendré,  y1-  para 


8  Más  explícito  es  Ramón  Llull  :  «Sènyer,  molt  he  gran  meravella 
com  vós  sóts  tan  tost  convertit  a  la  fe  dels  christians.  Prech-vos 
que-m  digats  la  rahon  per  la  qual  vós  havets  pres  babtisma,  ni  havets 
desemperade  la  secta  en  què  ésser  solíets.»  • 

u  Versión  libre  de  «Lonch  temps  ha  que  jo,  per  phisolophia,  volia 
haver  conexença  de  Déu  ;  e  de  la  obra  que  Déus  ha  en  les  creatures 
venia  a  conexença  per  phisoloffia...» 

10  asón  vengut  a  conexença  de  la  trinitat  de  Déu»,  dice  el  texto 
catalán.  .  .  .  ., 

11  Estas  dos  ideas,  que  «provar  trinitat  no  es  sens  subposicio»  v 
que  «hom  no  pot  provar  trinitat  a  entendement  rebel·la  que  sia  en 
coratge  de  hom  ergullós»,  confirman  el  sentido  de  meras  congruen- 
cias oue  hay  que  dar  a  las  «razones  necesarias» .  luhanas. 

12  Aquí  el  traductor,  sin  duda  para  esquivar  la  tan  disputada  ter- 
minología luliana,  abrevia  las  frases  originales  :  «E  molt  haune  gran 
plaser  que  per  necessàries  rahons  la  pogués  entendre,  per  les  quals 
rahons  pogués  mortifficar  dubitació  e  temptació...» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  4 


621 


mortificar  las  dudas  y  tentaciones,  siempre  que  se  me  ofrez- 
can, contra  tan  santo  misterio,  el  que  deseo  amar,  servir, 
honrar  y  conocer  todos  los  días  de  mi  vida. 

Viendo  el  fervor  de  Félix,  se  inclinó  la  voluntad  del  er- 
mitaño a  condescender  con  sus  ruegos  1  y  haciéndose  la 
señal  de  la  cruz,  con  la  esperanza  de  que  el  Altísimo  le  ayu- 
daría a  explicarse,  dijo  estas  palabras:  — (Manifiesto  es  que 
Dios  ha  criado  todo  cuanto  tiene  ser  para  dar  conocimiento 
y  amor  de  sí  a  las  gentes ;  y,  por  ser  uno  en  esencia  y  trino 
en  personas,  quiso  que  el  mundo  se  compusiese  de  tres  cosas 
diversas,  esto  es,  sensualidad,  intelectualidad  y  animalidad. 
Por  sensualidad  has  de  entender  las  cosas  sensuales,  que 
son  corporales  y  sensibles;  por  intelectualidad,  el  alma  del 
hombre  y  el  ángel,  y  por  animalidad,  el  mismo  hombre  y  las 
demás  cosas  qué  tienen  cuerpo  y  espíritu,  en  cuyas  tres  co- 
sas consiste  el  mundo,  que  en  sí  es  uno ;  cuyas  tres  cosas  (y 
sin  las  cuales  el  mundo  no  sería  en  unidad)  no  serían  tam- 
poco en  sí  lo  que  son  si  cada  una  de  por  sí  no  fuese  en  sí 
m-esma  una  en  tres,  esto  es,  una  forma,  una  materia  y  una 
conjunción  o  unión  de  la  materia  y  de  la  forma,  de  que  se 
compone  todo  ente  creado.  El  alma  por  sí  es  una  esencia 
en  tres  cosas  diversas,  de  las  cuales  es  su  ser  y  sin  las  cua- 
les no  podría  ser  una  substancia;  éstas  son  la  memoria,  el 
entendimiento  y  la  voluntad.  El  animal  consiste  también  en 
tres  cosas,  esto  es,  en  cuerpo,  alma  y  la  unión  o  conjunción 
por  la  cual  el  cuerpo  y  el  alma  se  unen  y  son  un  animal, 
como  un  hombre,  un  león,  una  águila  14,  y  así  de  todas  las 
demás  cosas  qué  son  compuestas  de  cuerpo  y  ánima.  En  este 
número  de  uno  y  de  tres  consiste  el  mundo  y  todo  cuanto 
tiene  ser  creado  substancial,  para  significar  que  la  substan- 
cia de  Dios  es  una  en  tres  personas  distintas,  que  son  Pa- 
dre, Hijo  y  Espíritu  Santo.  Si  Dios  no  fuese  en  unidad  de 
substancia  y  trinidad  de  personas,  no  hubiera  criado  todo 
cuanto  tiene  ser  con  esta  disposición;  pues,  debiendo  tener 
todo  su  similitud,  según  que  es  cada  cosa  capaz  de  recibirla, 
no  podría  ser  de  otra  forma,  y  hubiera  sido  imperfecta  la 
creación  si  por  la  similitud  de  lo  creado  los  hombres  no  pu- 
diesen tener  conocimiento  de  lo  increado  15. 

Después  que  el  ermitaño  hubo  dado  a  entender  a  Félix  la 
unidad  y  la  trinidad  de  Dios  por  la  similitud  de  las  criatu- 
ras, subió  de  punto  el  discurso  para  declarar  a  Félix  estos 


13  Añadidura  del  traductor. 

14  Rampn  Llull  dice  simplemente  «•!•  aucell». 

M  Glosa,  más  que  traducción,  de  «no  hagre  creat  tot  quant  és  a 
tal  semblança  de  si  mateix,  qúe-n  pogués  ésser  conegut  e  amat  per 
los  hòmens,  e  fóra  lo  deffelliment  en  Déu,  si  -Is  hòmens  no:l  pognes- 
sen  conèxer  per  deffelliment  de  sa  semblança,  e  de  la  semblança 
del  món,  e  de  ço  que  el  món  conté  en  si  mateix». 


Ó22 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


misterios  por  las  dignidades  del  mesmo  Dios,  diciendo: 
— Amado  hijo,  en  la  naturaleza  divina  hay  bondad,  eterni- 
dad, poder,  sabiduría  y  voluntad  y  muchas  otras  dignida- 
des que  son  el  ser  de  Dios,  siendo  cada  una  Dios,  sin  que  en 
ninguna  haya  ociosidad.  Por  lo  que  la  bondad  no  cesa  de  ha- 
cer bien,  esto  es,  producir  bien  en  sí  mesma  y  de  sí  mesma ; 
y  por  la  infinidad,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad, 
hace  bien,  el  cual  engendra  de  sí  mesma  y  de  la  eternidad, 
poder,  sabiduría  y  voluntad;  y  este  bien  que  engendra  tam- 
bién de  sí  mesma  y  el  bien  engendrado  es  la  persona  del 
Hijo»  y  el  engendrador  es  la  persona  del  Padre,  y  del  Pa- 
dre y  del  Hijo  procede  el  Santo  Espíritu  16.  Y  esto  mesmo 
que  hace  la  bondad,  hace  la  inmensidad,  eternidad,  poder, 
sabiduría  y  voluntad,  y  juntos  el  Padre,  el  Hijo  y  el  Espí- 
ritu Santo  son  en  una  naturaleza  divina  una  deidad  y  un 
Dios.  En  Dios  es  una  persona  el  Padre,  por  toda  da  bondad, 
grandeza,  etc. 17,  porque  aquél',  que  engendra  al  Hijo  y  es- 
pira al  Santo  Espíritu,  es  bondad,  infinidad,  eternidad,  po- 
der, sabiduría  y  voluntad;  y  esto  mesmo  se  sigue  del  Hijo 
y  del  Santo  Espíritu,  que  son  cada  uno  bondad,  infinidad, 
eternidad,  pòder,  sabiduría  y  voluntad;  y  por  esto  basta 
en  esta  obra  que  Dios  tiene  dentro  de  sí  una  paternidad, 
una  filiación  y  una  procesión ;  y,  porque  hay  infinidad  y  eter- 
nidad, no  puede  haber  ociosidad,  ni  en  esta  divinidad  pue- 
de haber  desigualdad,  ni  mayoridad,  ni  minoridad.  Si  en 
Dios  hubiese  bondad  sin  hacer  bien,  o  infinidad  sin  hacer 
infinito,  y  así  de  la  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad, 
habría  en  Dios  ociosidad  de  bondad,  infinidad,  eternidad,  po- 
der, sabiduría  y  voluntad,  la  que  sería  contra  la  bondad, 
infinidad  y  demás  atributos.  Ajsí  como  basta  en  Dios  una 
unidad,  así  basta  en  la  mesma  unidad  una  paternidad,  una 
filiación  y  una  espiración,  pues  que  en  el  Padre,  el  Hijo  y 
el  Santo  Espíritu  es  bondad,  infinidad,  eternidad,  etc. ;  y, 
porque  el  Padre  de  toda  su  bondad,  poder,  sabiduría  y  vo- 
luntad engendra  al  Hijo,  es  el  Hijo  toda  la  bondad,  infinidad, 
eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad  del  Padre;  y  esto 
mesmo  se  sigue  del  Espíritu  Santo,  que  es  toda  la  bondad, 
infinidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad  del  Padre  y  del  Hijo, 
producido  de  todo  el'  Padre  y  de  todo  el  Hijo,  infinita  y  eter- 
namente por  todo  el  Padre  y  todo  el  Hijo.  Natural  cosa  es 
que  haya  amor  entre  Padre  e  Hijo,  y  también  lo  es  el  que 
el  hombre  ame  los  actos  de  su  memorar,  entender  y  amar. 


16  Traducción  complicada  e  inexacta  de  «...  fa  bé,  lo  qual,  engen- 
drat, és  la  persona  del  Fill,  e  lo  engenrador  és  la  persona  del  Para, 
e  del  Pare  e  del  Fill  ix  lo  sant  Spirit». 

17  «...  per  tota  bontat,  granea,  eternitat,  poder,  saviesa,  volentat»  : 
así  resume  con  frecuencia -el  traductor  castellano  todos  los  atributos 
latinos  expresados  en  el  original  con  enfadosa  repetición. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


4 


623 


Luego,  si  un  padre  ama  a  su  hijo,  que  es  engendrado  de  su 
cuerpo  y  del  de  la  mujer,  ¡cuánto  más  amaría  un  hombre 
a  su  hijo  si  le  engendrase  totalmente  de  sí  mesmo  e  igual 
a  sí  mesmo!  Y  si  el  alma  ama  su  memorar,  entender  y  amar 
por  producidos  de  su  virtud,  ¡cuánto  más  los  amaría  si  su 
memorar,  entender  y  amar  fueran  su  virtud  mesma  y  ella 
mesma ! 

Hijo,  en  tu  naturaleza  mesma  puedes  conocer  y  entender 
cómo  quieres  tú  ser  un  hombre,  y  no  dos  o  más  hombres; 
y  cómo  por  tu  humanidad  amas  ser  en  tres  cosas,  que  son 
alma,  cuerpo  y  conjunción,  sin  las  cuales  tres  cosas  tú  no 
podías  ser  hambre.  De  que  inferirás  que  así  como  por  natu- 
raleza tú  sientes  y  sabes  lo  que  amas  ser,  así  en  ti  mesmo 
puedes  conocer  lo  que  es  Dios,  que  te  ha  creado  para  que 
le  ames  y  conozcas  l8. 

Si  Dios  no  se  entendía  y  amaba  a  sí  mesmo,  no  sería 
Dios;  y  si  Dios  se  entiende  y  ama  a  sí  mesmo,  conviene  que 
bonifique,  magnifique,  eternifique  y  posifique  en  sí  mesmo  19; 
porque,  si  no  lo  hacía  -°,  sería  en  Dios  más  noble  virtud  la 
sabiduría  y  voluntad  que  la  bondad,  infinidad,  poder,  etc.,  y 
esto  es  imposible,  por  haber  en  Dios  toda  igualdad,  por  la 
que  la  bondad  bonifica  en  sí  mesma  a  sí  mesma  y  de  sí  mes- 
ma; esto  es,  bondad,  que  es  Padre,  engendra  al  Hijo  y  da 
procesión  al  Santo  Espíritu  de  sí  mesma,  en  sí  mesma  y  por 
sí  mesma;  y  esto  mesmo  se  sigue  de  la  infinidad,  eternidad  y 
poder.  Sabrás  que  un  sabio  preguntó  a  un  filósofo  cuál  era 
cosa  más  noble,  la  esencia  de  Dios  o  la  obra  de  Dios.  Y  el 
filósofo,  habiendo  considerado  largamente  sobre  ello,  res- 
pondió que  Dios'  es  tan  eterno  como  el  mundo,  y  el  mundo 
como  Dios;  y  el  motivo  que  el  filósofo  tuvo  para  entender 
y  decir  que  el  mundo  era  eterno,  fué  el  de  atribuir  a  Dios 
obra  eterna.  Y  por  lo  mismo  hubo  muchos  de  esta  opinión,, 
por  parecerles  imposible  que,  siendo  tan  noble  Dios  en  bon- 
dad, infinidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad,  pudiese  ni  de- 
biese estar  ocioso ;  pues,  como  no  alcanzaron  a  conocer  la 
obra  que  Dios  tiene  en  sí  mesmo,  engendrando  el  Padre  al 
Hijo  y  produciendo  los  dos  al  Santo  Espíritu,  incurrieron  en 
estas  y  otras  falsas  opiniones  21. 

1S  El  s^muk»  viene  a  coincidir  con  el  texto  original  :  «...  en  vós 
mateix  podets  entendre  e  saber  ço  que  és  en  nostre  senyor  Déus, 
que  ns  ha  creats  a  si  amar  e  conèxer.» 

19  Sería  más  exacto  decir  «a  sí  mismo».  Adviértase  que  estos  im- 
perfectos de  indicativo — aquí  y  en  otros  pasajes — son  un  catalanis- 
mo, en  vez  de  los  irreales  castellanos  en  -ra. 

20  El  imperfecto  «si  no  no  feya»,  mejor  se  traduciría  «si  no  lo  hi- 
ciera». 

21  Ramón  Llull  resume  aauí  la  posición  de  los  aristotélicos  y  ave- 
rroístas  sobre  la  eternidad  del  mundo  y  su  refutación  característica 
por  la  actividad  de  Dios  en  las  obras  ad  intra,  por  las  cuales  no 


Ó24 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Sabrás  que  dos  grandes  sabios  estaban  delante  de  un 
rey,  y,  queriendo  el  rey  conocer  cuál  de  los  dos  era  más  sa- 
bio, les  preguntó  cuál  era  la  cosa  más  noble  que  el  hombre 
podía  obtener  y  pedir  a  Dios  22 .  A  que  el  un  sabio  respon- 
dió que  ser  Dios;  y  el  otro  dijo  que  el  mayor  don  que  el 
hombre  podía  pedir  a  Dios  era  que  Dios  hiciese  que  la  vo- 
luntad y  el  poder  del  hombre  fuesen  una  cosa  mesma,  sin 
diferencia  alguna;  porque,  si  la  voluntad  del  hombre  fuera 
su  poder,  podría  ser  Dios  si  quería  23  ser  Dios.  Y  por  esto, 
hijo,  debéis  saber  que,  porque  Dios  es  una  cosa  misma  con 
su  poder  y  querer,  puede  todo  lo  que  quiere,  y  así  su  que- 
rer 24  conviene  que  quiera  tanto  como  puede  su  poder,  por- 
que, si  no,  sería  menor  que  e'l  poder  y  no  serían  una  cosa 
mesma;  y  así,  porque  el  poder  es  infinito  y  eterno,  tiene  todo 
poder  en  sí  mesmo;  y  el  querer  conviene  que  quiera  que  el 
poder,  que  es  Padre,  engendre  al  Hijo  y  dé  procesión  al  San- 
to Espíritu  por  toda  su  infinidad  y  eternidad  y  por  toda  la 
bondad,  sabiduría  y  poder. 

Sabrás  que  un  caballero  mostró  a  su  hijo  un  gran  salto 
que  había  dado  un  escudero;  y,  viendo  que  el  muchacho  se 
maravillaba  de  la  gran  distancia,  le  pareció  al  padre  buena 
ocasión  para  conocer  si  su  hijo  era  capaz  de  adquirir  las 
ciencias  a  que  quería  aplicarle  25 ;  y  así'  le  preguntó  que  por 
qué  se  maravillaba.  A  que  el  muchacho  respondió:  "Señor, 
yo  me  maravillo  de  la  fuerza  del  escudero,  no  del  salto  que 
ha  dado;  pues,  teniendo  la  fuerza  correspondiente  para  dar 
virtud  a  su  cuerpo  para  ejecutarle,  no  me  causa  extrañeza 
según  sus  fuerzas,  pero  me  la  causa  según  las  mías"  26,  cuya 
respuesta  agradó  mucho  al  padre. 

Dijo  Félix  al  ermitaño  que  ya  estaba  contento  y  con  co- 
nocimiento del  misterio  de  la  Santísima  Trinidad  2r,  el  que 
había  alcanzado  considerando  la  bondad,  infinidad,  poder, 


estuvo  ocioso  antes  de  la  creación.  La  frase  final  «incurrieron...» 
traduce  muy  libremente  el  original  :  «...  ja  ells  no  hagren  haüde 
falça  oppinió,  la  qual  hagren  en  creurà  que  el  món  sie  sens  comen- 
çament.» 

-  Traducción  también  asaz  defectuosa,  pues  Ramón  escribió  : 
«...e  féu-los  demanda  qual  era  la  pus  noble  cosa  que  om  podia 
haver  a  demanar  a  Déu.  La  -i-  savi  dix  que  haver  Déu...» 

23  asi  quería»  por  «si  quisiese». 

91  El  texto  castellano  dice  aquí  «su  a  querer»  ;  ya  se  advierte 
en  la  fe  de  erratas. 

25  El  original  dice  sencillamente  :  «...  si  havie  discreció  per  la 
qual  fos  en  disposició  de  haver  saviesa.» 

28  Versión  muy  libre.  Escribió  Ramón  :  «Sènyer,  dix  lo  fill,  jo-m 
meravell  Segons  la  força  de  mon  cors,  del  saut  que  ha  fet  lo  scuder, 
mas  no-m  meravell  segons  la  força  del  cors  del  scuder,  lo  qual  stech 
en  aytan  gran  virtut  com  fou  mestar  al  saut  que  féu  lo  scuder.» 

31  El  texto  catalán  es  distinto  :  «Fèlix  dix  al  hermità  que  assats 
se  tenia  per  contengut  de  la  conexença  que  havia  haüde  de  la  6anta 
trinitat...» 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  5 


625 


sabiduría  y  voluntad  de  Dios  y  las  demás  cosas  que  con- 
vienen a  la  obra  que  Dios  tiene  en  sí  mesmo,  por  toda  su 
bondad,  infinidad,  etc.;  pero  añadió  que  se  maravillaba  mu- 
cho de  que  los  filósofos  gentiles,  habiendo  sido  tan  sabios, 
ignorasen  o  no  creyesen  la  trinidad  en  Dios,  siendo  cierto 
que  sin  conocimiento  de  este  soberano  misterio  no  puede 
llegar  el  hombre  jamás  a  ser  totalmente  científico  -\ 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  los  filósofos  gentiles  no  su- 
ponían por  la  fe  lo  que  no  alcanzaban  con  el  entendimiento, 
sino  es  que  se  dirigían  por  razones  necesarias,  y  por  esto 
su  entendimiento  no  podía  levantarse  en  tan  alto  grado  para 
contemplar  a  Dios  como  el  de  los  filósofos  cristianos  católi- 
cos y  teólogos,  que  por  la  fe  comienzan,  suponiendo  ser 
Dios  uno  y  trino.  Y,  como  la  fe  es  luz  del  entendimiento, 
sube  éste,  iluminado  de  ella,  a  entender  lo  que  los  gentiles 
no  pudieron  entender  por  faltarles  la  luz  de  esta  antorcha  20. 


CAPÍTULO  V 
Dónde  está  Dios 

Félix  preguntó  al  ermitaño  dónde  estaba  Dios,  pues  se 
maravillaba  mucho  cómo  no  le  veía.  El  ermitaño  le  respondió 
que  Dios  está  en  sí  mesmo;  y  en  todo  cuanto  es,  esencial  y 
presencialmente;  pero  que,  como  no  es  cosa  corporal,  es  in- 
visible a  los  ojos  corporales,  aunque  no  a  los  espirituales, 
como  espiritual. 

Y  añadió  este  ejemplo:  — <A  un  hombre  sabio  preguntó 
un  loco  si  Dios  está  en  los  infiernos  y  en  los  lugares  inmun- 
dos, donde  hay  putrefacción  y  hedor;  y  si  está  en  las  piedras 
y  en  los  hombres  pecadores  y  en  otras  muchas  partes  donde 
a  él  le  parecía  imposible  que  Dios  pudiese  estar,  siendo  tan 
noble  y  tan  perfecto  y  estando  estos  lugares  llenos  de  fetor 
y  suciedad.  El  sabio  probó  al  loco  que  Dios  es  infinito  en 
grandeza,  en  bondad,  en  santidad,  etc.,  y  por  la  infinidad 
conviene  que  esté  en  todo  lugar  y  fuera  de  lugar;  y  por  la 
pureza  y  limpieza,  que  esté  en  todo  lugar  sin  suciedad  de 
sí  mesmo;  porque,  si  el  sol,  pasando  por  el  estiércol  e  in- 
mundicia, no  adquiere  suciedad,  ni  el  hombre  justo  no  en- 
sucia sus  potencias  aborreciendo  e  imaginando  el  pecado, 


■  Apenas  se  acerca  la  traducción  al  pensamiento  luliano  :  «...  per 
la  -qual  virtut  se  segueix  que  los  phisoloffs  crestians  ne  poden  haver 
conexença,  e  los  pnisolofts  gentils  no-n  pogren  haver  conexença.» 

■  Esta  última  frase,  «por  faltarles  la  luz  de  esta  antorcha»,  bien 
se  ve  ser  una  glosa  del  traductor.  Adviértase  también  cómo  las  ra- 
zones lulianas  presuponen  la  fe. 


Ó2Ó 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLÜLL 


¡cuánto  más  Dios,  que  es  tanto  más  noble,  más  grande,  po- 
deroso y  limpio  que  el  sol  y  que  el  hombre  justo,  puede  estar 
en  todo  lugar  sin  suciedad  ni  terminación  de  sí  mesmo ! 

También — -prosiguió  el  ermitaño— Dios  está  en  sí  mesmo ; 
porque,  queriendo  ser  Dios,  engendra  a  Dios,  y  por  esto  Dios 
está  en  Dios  y  es  un  Dios  tan  solamente,  en  el  cual  es  Dios  1 
que  es  Padre,  eh  Dios  que  es  Hijo  y  en  Dios  que  es  Espíritu 
Santo;  y  Dios  que  es  Hijo  y  Dios  que  es  Santo  Espíritu 
están  en  Dios  que  es  Padre ;  y  Dios  Hijo  está  en  Dios  Espí- 
ritu Santo,  y  Dios  Santo  Espíritu  está  en  Dios  Hijo:  cuya 
existencia  es  por  razón  de  la  generación  y  espiración.  Y  esto 
mesmo  se  sigue  de  la  esencia  de  las  dignidades  y  virtudes  de 
Dios,  porque  la'  bondad  que  es  Padre  está  en  si  mesma  en- 
gendrando al  Hijo  y  espirando  al  Santo  Espíritu  de  sí  mes- 
ma; y  la  bondad,  que  es  Hijo  y  que  es  Santo  Espíritu,  está 
*en  sí  mesma,  y  esto  mesmo  se  sigue  de  la  grandeza,  eterni- 
dad, poder,  sabiduría  y  voluntad. 

Esta  esencia  2,  hijo  mío,  no  la  puede  el  hombre  ver  con 
los  ojos  corporales,  pero  sí  con  los  espirituales.  Y  por  esto 
me  maravillo  digáis  no  habéis  visto  a  Dios,  cuando  os  he 
explicado  el  ser  'de  Dios  respondiéndoos  a  las  preguntas  de 
su  unidad  y  trinidad  que  me  habéis  hecho  s. 

Félix  dijo:  — Cuando  considero  el  error,  vileza  y  sucie- 
dad que  hay  en  el  mundo  y  la  poca  devoción,  caridad  y  temor 
que  las  gentes  tienen  a  Dios,  me  parece  que  Dios  no  está 
en  el  mundo;  porque,  así  como  el  sol,  que  está  en  el  aire, 
ilumina  y  calienta  al  aire,  al  agua  y  a  la  tierra,  manifes- 
tando e  introduciendo  por  todo  la  virtud  de  sus  rayos,  así  y 
mucho  mejor  Dios,  que  es  luz,  resplandor  y  limpieza  de  toda 
limpieza,  y  que  es  caridad  y  fuente  viva  de  vida,  si.  estuviese 
en  el  mundo,  le  iluminaría  de  su  gracia  y  no  permitiría  que 
estuviese  tan  turbado  y  lleno  de  vicios*. 

A  lo  que  el  ermitaño  respondió:  — En  una  alta  montaña 
estaba  un  hombre  que  tenía  gran  frío  por  la  mucha  nieve  que 
había,  y,  estando  mirando  un  gran  fuego  en  otra  montaña 
muy  distante,  se  maravillaba  porque  aquel  fuego  no  le  ca- 
lentaba y  porque  la  nieve  que  había  donde  él  estaba  le  en- 
friaba; que  era  un  necio  modo  de  maravillarse.  Tú,  hijo, 
puedes  considerar  por  este  ejemplo  cómo  está  Dios  en  el 
mundo,  manifestándose  a  las  gentes  por  muchas  maneras  y 

1  «qual  és  Déu  qui  és  Pare»,  diceel  texto  catalán. 

2  El  manuscrito  básico  catalán  dice  aquí  «existència»  y  no  «es- 
sència». m  4 

8  Versión  inexacta  de  «cor,  segons  que  vós  podets  membrar,  jo-us 
he  provat  Béns  ésser,  e  a  les  demandes  que  vos  ma  fets  del  ésser  de 
Déu  e  de  sa  unitat  e  trinitat,  vos  he  satisfet  complidament  ;  la  qual 
satisfacció  no  fóra  complida  sens  vista  spiritual  veeirt  Déu»% 

4  Amplificación  de  «si...  Déu...  és  en  lo  món,  ¿cora  pot  ésser  que 
lo  món  está  en  tan  torbat  stament  ?» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  6  62 7 


similitudes,  como  son  las  guerras,  las  penitencias,  las  ham- 
bres y  las  enfermedades,  que  nos  envía  para  que  le  veamos 
por  aquellas  causas8  y  procuremos  desenojarle  por  medio 
de  la  penitencia  y  buenas  obras,  y  que  nos  apartemos  y 
huyamos  del  calor  y  ardor  que  hay  en  el  mundo  y  en  sus 
vanidades,  para  que,  sirviendo  y  amando  a  Su  Majestad,  nos 
enardezcamos,  perfeccionemos  y  purifiquemos. 


CAPÍTULO  VI 
De  la  creación  del  mundo 

— -Señor — dijo  Félix — ,  cuando  considero  que  el  mundo 
fué  creado  de  la  nada,  me  maravillo  mucho,  no  alcanzando 
cómo  de  la  nada  se  puede  hacer  algo. — -El  ermitaño  res- 
pondió :  — -Un  rey  envió  un  caballero  a  la  corte  de  otro  rey. 
para  que  cuerpo  a  cuerpo  combatiese  con  un  escudero  que 
había  sido  retado  de  traidor;  y,  como  poco  después  viniese 
de  aquel  país  un  pasajero  1  y  le  dijese  que  el  caballero  que 
había  enviado  había  vencido  en  el  combate  al  escudero,  tuvo 
el  rey  de  ello  grande  alegría,  aunque  lo  que  el  pasajero  dijo 
al  rey  en  este  asunto  era  falso  y  dicho  sólo  por  lisonja: 
en  que  conocerás  que,  si  el  rey  pudo  tener  alegría  de  lo  que 
no  era  nada  ni  tenía  ser,  ¡cuánto  más  Dios,  que  tiene  poder 
soberano,  pudo  crear  al  mundo  y  darle  ser  de  la  nada! 

Félix  dijo :  — -Por  una  ciudad  pasaba  un  ermitaño  que  no 
había  entrado  en  mucho  tiempo  en  poblado  2,  y,  viendo  que 
un  cuchillero  hacía  un  cuchillo  y  un  zapatero  un  zapato,  le 
pareció  que  el  cuchillero  no  podría  hacer  el  cuchillo  sin 
hierro  ni  el  zapatero  el  zapato  sin  pellejo.  Por  \o  que  le  pa- 
reció también  que  sería  mayor  nobleza  del  mundo  si  hu- 
biese sido  hecho  de  alguna  cosa;  porque,  si  el  cuchillo,  que 
es  para  el  servicio  del  hombre,  es  hecho  de  algo,  ¡cuánto 
más  el  mundo  lo  debiera  ser,  pues  es  creado  para  que  Dios 
sea  servido,  amado  y  conocido! 

A  lo  que  el  ermitaño  respondió:  — <Un  clérigo  compró  un 
cautivo,  a  quien  preguntó  qué  quería  comer;  y  el  cautivo 
le  respondió  que  comería  lo  que  a  él  le  agradase,  como  a 
su  señor  \  y  lo  mesmo  le  dijo  de  beber,  de  vestir,  de  discu- 
rrir, de  desear  y  de  obrar  4.  Al  fin,  el  clérigo  le  preguntó  si 

6  «causas»  por  «cosas». 

1  <t-i-  donzel»,  escribió  Ramón. 

'  Traducción  libre  de  «qui  lonçament  havie  stat  en  ermitatge». 

3  «como  a  su  señor»  es  añadidura  del  traductor. 

4  Ramón  Llull  añadió  aún  :  «...  e-1  servent  tota  hora  li  responút 
que  ell  de  totes  coses  volie  ço  que  el  clerga  ne  volie». 


6  28 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tenía  voluntad;  y  el  cautivo  le  respondió  que  no,  porque  su 
señor  se  la  había  comprado  5  para  que  la  sometiese  y  subor- 
dinase a  la  suya. 

Después  de  este  ejemplo  dijo  el  ermitaño  a  Félix  que 
Dios  creó  el»  mundo  de  la  nada  para  que  el  hombre  fuese 
más  obligado  a  querer  todo  aquello  que  Dios  quiere  disponer 
del  hombre  y  del  mundo;  porque,  si  el  mundo  hubiese  sido 
hecho  y  no  creado,  aquella  materia  de  que  el  mundo  hubiera 
sido  hecho,  fuera  eterna;  y  el  hombre,  que  es  hecho  de4 
mundo,  no  tendría  tanta  obligación  a  ser  humilde  y  subdito 
de  Dios  como  la  tiene  ahora  que  el  mundo  es  creado  de  la 
nada. 

— Señor — dijo  Félix—,  ¿  cuál  es  la  principal  razón  por  que 
Dios  ha  creado  el  mundo? — <Y  el  ermitaño  respondió  que  la 
principal  razón  por  que  Dios  ha  creado  el  mundo  es  para 
ser  amado  y  conocido  por  el  hombre.  Félix  dijo:  — Manifiesto 
es  que  son  otras  cosas  mucho  más  amadas  y  conocidas  por 
el  hombre  que  Dios;  de  que  se  infiere  que  el  mundo  no  es 
creado  principalmente  para  conocer  y  amar  a  Dios,  antes 
parece  que  la  razón  más  eficaz  para  que  el  mundo  fué  creado 
es  para  que  sean  conocidas  por  él  todas  aquellas  cosas  a 
quienes  ama  más  que  a  Dios,  y  de  las  cuales  tiene  más  co- 
nocimiento que  de  Dios  mesmo. 

Mucho  se  maravilló  01  ermitaño  de  las  palabras  que  Félix 
decía,  y  en  tanto  que  estaba  suspenso,  dijo  [a]  Félix:  — [En 
una  festividad  predicó  un  santo  hombre,  y  dijo  que  la  final 
intención  para  que  las  cosas  son  creadas  se  ha  mudado  cuasi 
del  todo  en  sus  opuestos,  por  causa  de  que  las  gentes  por  ei 
pecado  se  desvían  de  la  intención  de  servir  y  amar  a  Dios; 
para  que  son  creadas;  pero  que,  por  más  que  los  hombres 
pecadores  se  desvíen  del  fin  para  que  son  creados,  Dios  no 
desvía  su  operación  del  fin  para  que  los  creó,  pues  a  los 
unos  perdona  y  les  da  la  gloria  eterna  y  a  los  otros  castiga 
con  pena  perdurable  según  sus  méritos;  y  así,  que  use  Dios 
de  su  misericordia  o  que  use  de  su  justicia,  siempre  se  sigue 
el  fin  por  que  Dios  ha  creado  al  hombre,  que  es  para  que  le 
conozca  y  ame  en  sí  mesmo  y  en  sus  obras. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  Dios  no  creó  el  mundo 
en  estado  que  el  hombre  no  pudiese  pecar,  ni  morir,  ni  tener 
hambre,  sed,  calor,  frío,  enfermedad,  pobreza,  ira  y  ot¡ 
cosas  semejantes  a  éstas?  Porque,  si  Dios  es  bueno  y  n 
malo,  me  maravillo  mucho  de  que  no  haya  separado  el  nr 
del  bien,  por  ser  contra  su  bondad. — El  ermitaño  respondió 
— Un  abad  fué  depuesto  de  una  gran  abadía  y  enviado  a 
una  muy  pequeña.  En  la  primera  había  muchos  monjes,  pe: 


6  «la  havia  comprade  per  ço  que  volgués  ço  que  la  volentat  d 
son  senyor  volria»,  dice  el  texto  catalán.  » 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  6  629 


muy  malos;  y  en  la  segunda  había  pocos,  pero  muy  buenos  6. 
El  abad  estaba  muy  sentido  de  que  lo  hubiesen  depuesto  de 
la  gran  abadía,  y  estuvo  mucho  tiempo  poseído  de  la  ira  y 
tristeza,  hasta  que  consideró  que  la  grandeza  de  la  orden  no 
está  en  la  multitud  de  personas,  de  riquezas  ni  de  honras 
mundanas,  sino  es  en  santidad  de  sujetos  reglados  y  bien 
acostumbrados  a  servir,  amar  y  conocer  a  Dios.  Por  cuya 
similitud  he  respondido  a  vuestra  pregunta,  pues  Dios  no 
quiso  ni  tuvo  intención  de  crear  en  el  mundo  multitud  de 
gentes  para  la  gloria  si  no  eran  de  santa  vida;  y  por  eso 
dejó  al  hombre  el  libre  albedrío,  para  que  la  mereciese,  y 
este  mérito  no  podría  alcanzarle  (supuesto  el  pecado  mortal 
del  primer  hombre)  si  no  padeciese  hambre,  sed,  trabajos, 
enfermedades  y  muerte ;  pues  el  mundo  no  es  bastante  a  con- 
tener la  gran  gloria  para  que  el  hombre  es  creado,  sino 
es  el  paraíso,  lugar  que  no  tendrá  fin  \ 

— nSeñor— dijo  Félix — ,  ¿por  qué  Dios  no  creó  el  mundo 
antes,  o  por  qué  no  le  creó  mayor,  más  hermoso,  mejor  y 
más  noble,  pues  la  bondad  y  poder  de  Dios  son  en  la  mayor 
grandeza  y  cumplimiento  de  virtud? — (A  lo  que  respondió  el 
ermitaño :  — Una  reina,  mujer  de  un  rey  muy  noble  y  pode- 
roso de  reinos  y  riquezas,  no  podía  tener  hijos;  por  lo  que, 
considerando  el  estado  en  que  quedarían  sus  reinos  por  falta 
de  sucesión  después  de  la  muerte  del  rey,  padecía  grandes 
tristezas.  Sucedió  un  día  que,  entrando  el  rey  en  su  retrete, 
la  halló  llorando  y  lamentándose  porque  no  tenía  sucesión; 
y  el  rey  la  consoló  diciendo:  "Señora,  un  obispo  que  tenía 
un  gran  obispado  y  señorío,  tenía  un  sobrino  que.  era  canó- 
nigo y  dignidad  de  la  misma  iglesia,  pero  hombre  de  muy 
malas  costumbres,  las  que  le  aceleraron  la  muerte  8 ;  de  la 
que  el  obispo  tuvo  gran  sentimiento,  pues  deseaba  y  dis- 
ponía que  su  sobrino  fuese  obispo  de  aquel  obispado  después 
de  su  muerte.  Ahora  os  pregunto  yo  si  el  obispo  debía  jus- 
tamente tener  sentimiento  o  no  de  la  muerte  de  su  sobrino." 
"Señor — dijo  la  reina — ,  en  cuanto  el  canónigo  era  sobrino 
del  obispo,  era  natural  en  el  obispo  el  sentimiento  de  la 
muerte  de  su  sobrino ;  pero  no  en  cuanto  a  que  por  esta  falta 


c  Más  explícito  es  el  texto  de  Ramón  Llull  :  «En  aquella  gran 
abadia  havia  molts  monges  dissoluts  e  qui  no  eren  bé  obedients  a  la 
orda.  En  la  pocha  abadia  éran  los  monges  bé  acustumats,  e  qui  se- 
guien molt  bé  lur  orda.» 

7  Todo  este  final  más  es  una  interpretación  que  una  versión  fiel  : 
«...  cor  Déus  no  hac  entenció,  con  creà  lo  món  a  multitut  de  gents, 
qui  fossen  en  glòria,  los  quals  no  fossen  stats  de  santa  vida  ;  en  la 
qual  vida  no  pogren  ésser  sens  que  hom  no  morís  ni  hagués  fam,  set 
treballs,  maleuties,  ni  mort  ;  ni  aquest  món  no  fóra  abastant  a  haver 
la  gran  glòria  a  la  qual  hom  és  creat,  ço  és,  en  peradiç  haver  glòria 
inestimable  e  qui  no  ha  fi.» 

8  Ramón  Llull  precisa  que  era  arcediano,  pero  no  asevera  que  fue- 
sen sus  malas  costumbres  las  que  le  aceleraron  la  muerte. 


630 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


se  hubiese  frustrado  la  idea  de  revestirle  del  obispado,  por 
ser  hombre  pecador."  Y  como  la  respuesta  de  la  reina  agra- 
dase mucho  al  rey,  la  dijo:  "Señora,  la  razón  por  que  yo 
soy  rey  no  es  porque  tenga  hijo  que  sea  rey,  sino  es  por  que 
reine  como  rey  y  que  tenga  en  paz  y  justicia  mis  vasallos, 
para  que  Dios  sea  amado  y  conocido.  Y  si  yo  tenía  un  hijo 
que  heredase  mis  dominios  y  éste  era  malo,  se  seguiría  mu- 
cho mal  a  los  vasallos  y  muchas  ofensas  contra  Dios9;  y 
por  esto,  Dios,  que  es  sabio  en  todas  sus  cosas,  ordena  que 
después  de  mi  muerte  haya  en  mi  reino  tal  rey  que  sea  digno 
de  reinar,  para  que  se  siga  la  final  intención  por  que  Dios 
da  a  un  hombre  potestad  sobre  los  otros  hombres."  10  Mucho 
agradaron  a  la  reina  las  palabras  del  rey,  mediante  las  cua- 
les se  consoló  y  alegró,  y  puso  toda  su  esperanza  en  la  vo- 
luntad y  ordenación  divina ;  en  premio  de  la  cual  le  dió  Dios 
un  hijo  muy  sabio,  que  reinó  muchos  años,  desvelándose 
para  que  Dios  fuese  servido,  conocido  y  amado  11 . 

Después  de  todas  estas  palabras,  dijo  el  ermitaño:  — 2Sfo 
siendo  el  mundo  por  sí  ni  para  sí,  como  no  lo  es;  ni  que 
hubiese  sido  creado  antes  ni  después,  ni  que  fuese  mayor 
ni  más  bello,  no  era  del  caso;  y  sí  él  haberle  Dios  creado 
cuando  quiso  ser  amado,  conocido  y  servido,  que  fué  el'  fin 
para  que  le  creó  tal  y  de  tanta  grandeza  como  convenía 
al  fin  para  que  le  creaba,  y  según  lo  que  quiso  ser  conocido 
y  amado  12. 


CAPÍTULO  VII 

de  la  encarnación  del  hljo  de  dlos  en  nuestra  señora 
la  Virgen  María 

Dándose  Félix  por  satisfecho,  y  asegurado  de  la  existen- 
cia de  Dios,  del  misterio  de  la  Santísima  Trinidad  y  de  las 
demás  cosas  explicadas  hasta  aquí,  pidió  licencia  al  ermi- 
taño para  proseguir  su  viaje  y  comenzado  intento  1.  Y,  ha- 
biéndole el  ermitaño  dado  su  bendición  y  encomendado  a 
Dios,  se  partió,  y,  bajando  del  monte,  se  entró  en  un  bosque, 
por  el  cual  caminó  hasta  hora  de  mediodía,  que,  habiendo 
dicho  la  de  nona,  se  puso  a  descansar  al  margen  de  un  arro- 


0  Glosa  de  «seria  molt  de  mal,  lo  qual  mal  seria  contra  ço  per  què 
seria  rey». 

J0  El  original  catalán  dice  más  brevemente  :  «...  e  seguescha  la 
fin  per  què  nom  és  en  offici  de  rey.» 

■  Interpretación  de  ae  qui  longament  regnà  en  servir  e  amar  Déu*. 
"  Traducción  algo  libre,  pero  conforme  a  las  ideas  del  original. 

1  Versión  muy  amplificada. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  7 


631 


yo,  considerando  que,  así  como  aquella  agua  corría  al  mar, 
así  las  almas  de  los  infieles  corren  noche  y  día  al  fuego  eter- 
no; y  que  para  remediar  este  daño  no  se  han  buscado  los 
medios  que  se  debían,  procurando  reducirlos  al  camino  de 
la  salvación,  enviando  para  ello  misioneros  por  todo  el  mun- 
do, que  les  mostrasen  y  enseñasen  las  católicas  verdades, 
maravillándose  de  cómo  los  católicos  no  tienen  tan  gran  amor 
a  Dios,  que  disponen  que  los  infieles  le  amen  y  conozcan. 

En  tanto  que  Félix  estaba  en  esta  admiración,  una  loca 
mujer  -  pasaba  por  aquel  paraje,  muy  bien  vestida  y  a  ca- 
ballo en  un  palafrén,  la  cual  iba  acompañada  de  un  estu- 
diante criado  de  un  prelado  ;;  que  le  había  enviado  a  bus- 
carla. Cuando  Félix  la  vió  cerca  de  sí,  se  levantó  para 
saludarla,  y,  espantándose  el  caballo,  que  ya  había  entrado 
en  el  agua,  derribó  en  ella  a  la  mujer,  la  que  se  hubiera 
anegado  4  si  el  estudiante  y  Félix  no  la  hubieran  socorrido 
y  sacado.  La  cual,  luego  que  se  vió  a  la  orilla,  se  puso  a 
llorar  y  a  hacer  extremos  porque  se  le  habían  mojado  sus 
vestidos,  y  maldijo  a  Félix  porque,  por  haberse  él  levantado, 
ella  se  había  caído.  Félix  se  maravillaba  mucho  de  cómo  la 
loca  mujer  le  blasfemaba,  pues  él  no  se  había  levantado  con 
intención  de  que  ella  cayese  en  el  agua,  y  la  había  socorrido 
a  tiempo  y  librado  de  la  muerte.  Mas,  con  todo  ello,  no  la 
respondió  ni  una  palabra  descompuesta,  antes  la  bendecía 
en  tanto  que  ella  le  maldecía. 

De  que  admirado  el  estudiante,  en  tanto  que  la  mujer 
enjugaba  sus  vestidos,  se  arrimó  a  Félix,  quien  le  preguntó 
dónde  iba  con  aquella  mujer.  Y  él  le  respondió  que  la  llevaba 
•en  casa  de  un  prelado  que  ilícitamente  la  amaba  y  le  había 
enviado  a  acompañarla  B.  — -Amigo — dijo  Félix — ,  mucho  me 
admiro  de  que  os  encarguéis  de  ejecutar  cosa  de  que  ha  de 
resultar  vuestra  condenación;  y  mucho  más  me  admiro  del 
prelado,  que,  estando  destinado  por  su  oficio  para  conocer  y 
amar  a  Dios,  ejecuta  cosas  que  le  son  tan  desagradables. — 
El  estudiante  respondió:  — Señor,  este  prelado,  de  quien  vos 
os  admiráis,  tiene  mucha  renta  y  señorío  y  ama  mucho  a 

:  El  antiguo  traductor  castellano  marginaba  pintorescamente  : 
i  Esta  mujer  me  parece  que  en  sentido  alegórico  significa  a  la  sina- 
goga ;  en  el  tropológlco,  el  alma  encenagada  en  la  culpa,  que  siente 
y  aborrece  cuanto  le  sirve  de  estorbo  para  proseguir  en  ella  ;  y  en  el 
anagógico,  la  misma  culpa  siguiendo  el  curso  de  su  despeño  hasta 
que  con  el  mayor  delito  adquiere  el  tormento  eterno.  Más  cierto  creo 
que  es  el  que  esta  mujer  significa  la  naturaleza.» 

*  «per  -i-  *ieu  clergue»,  dice  el  original  ;  y  más  abajo,  siempre 
clérigo  por  estudiante. 

4  «la  qual  mullà  tots  sos  vestiments  e  fóra  negade  en  la  aygua...», 
escribió.  Ramon. 

•  Con  más  ingenuidad  había  escrito  Ramón  IJull  :  € — Sènyer,  dix 
Id  clergue,  a  -i-  prelat  va,  lo  qual  li  ha  tremés  mi  per  missatge,  per 
tal  que  poscha  peccar  ab  ella.» 


6^2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LMJLL 


esta  mujer,  con  quien  ha  tiempo  que  peca;  y  por  que  me  dé 
algún  beneficio  ejecuto  lo  que  veis.  — lÀmigo — dijo  Félix—, 
gran  admiración  me  causa  de  que  quien  tiene,  como  vos, 
oficio  de  demonio,  quiera  adquirir  beneficio,  el  que  no  debe 
darse  a  hombre  que  sea  enemigo  de  Dios,  pues  este  oficio 
fué  principiado  para  que  Dios  fuese  amado  y  conocido.— 
Y6,  volviéndose  a  la  mujer,  la  dijo:  — .Loca  mujer,  mucho 
tengo  que  maravillarme  de  que  llores  por  haber  caído  del 
caballo  en  el  agua  y  mojado  tus  vestidos,  que  son  incen- 
tivos de  la  lujuria.  Dime,  ¿cómo  no  lloras  por  haber  caído 
en  la  culpa  y  desmerecido  la  gloria  para  la  cual  eras  creada, 
por  haberte  entrado  tú  mesma  en  el  camino  que  te  condu- 
cirá al  infierno,  habiendo  manchado  en  el  cieno  de  la  lujuria 
tu  amar,  memorar  y  entender?  ¡Ah  mujer!,  llora  porque 
has  ensuciado  tu  alma  en  tan  vil  obra,  y  no  porque  te  has 
manchado  tus  vestidos 7. — Estas  y  otras  muchas  razones  dijo 
Félix  a  la  mujer,  la  cual,  cuanto  más  la  predicaba,  más  le 
afrentaba  y  menospreciaba;  y,  subiéndose  en  su  caballo,  pro- 
siguió su  camino. 

Mucho  consideró  Félix  en  el  prelado  a  quien  la  loca  mu- 
jer iba  a  ver,  y  después  mucho  más  en  la  pobreza  con  que 
Jesucristo  vivió  en  el  mundo  y  en  cómo  la  mantuvieron  los 
apóstoles.  Estando  en  este  pensamiento,  le  vino  el  de  que 
el  prelado  no  creía  en  Jesucristo  ni  en  su  Iglesia ;  porque,  si 
lo  creyese,  no  parece  podría,  por  una  loca  mujer,  ser  contra 
Dios  y  contra  su  dignidad  y  religión  8.  Estando  con  estos 
pensamientos,  le  asaltó  lá  tentación  de  que  •  Jesucristo  no 
había  venido  al  mundo,  y  empezó  a  dudar  de  la  fe,  de  que 
tuvo  un  gran  pesar. 

Y,  estando  con  esta  congoja,  vió  venir  otra  mujer  9,  llo- 
rando y  lamentándose  porque  había  perdido  un  hijo,  a  quien 
mucho  amaba ;  y  por  el  sentimiento  que  tenía  de  su  muerte, 
en  que  no  hallaba  consuelo,  iba  buscando  un  santo  hombre 
llamado  Blanquerna,  que  habitaba  una  ermita,  donde  con- 
templaba a  Dios  10 ;  y  la  mujer  esperaba  que  con  las  pala- 
bras devotas  y  consolatorias  que  la  diría,  aliviaría  el  pesar 
de  la  muerte  de  su  hijo.  Félix  la  preguntó  que  por  qué  llo- 
raba. Y,  habiéndoselo  ella  referido  y  ponderado  el  dolor, 
sentimiento  y  tristeza  que  padecía,  y  cómo  iba  para  su  ali- 
vio buscando  aquel  santo  hombre,  se  convidó  [a]  acompañar- 


9  El  texto  medieval  repite  aquí  :  «Quant  Fèlix  hac  entesa  la  oc- 
casió  per  la  qual  la  folla  íembre  anava,  ell  vénch  a  la  fembra...» 

T  Versión  libre  de  «Folla  fembra,  plora  car  has  perdut  Déu,  e  car 
has  ensutzada  ta  ànima  en  tan  vil  obra». 
8  «contra  Déu  e  son  orda». 

'  También  aquí  acota  el  antiguo  traductor  castellano  :  «Esta  en 
el  alegórico  significa  a  la  Iglesia  ;  en  el  tropológico,  al  alma  devota, 
y  en  el  analógico,  a  la  virtud.» 

10  Est«  ultimo  inciso  es  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   7  633 


".a,  por  si  hallaba  en  su  doctrina  alivio  y  consuelo  en  la  duda 
que  padecía  w. 

Pero,  en  tanto  que  con  la  mujer  iba  por  el  bosque,  le 
vino  tentación  12  de  pecar  con  ella;  de  que  maravillado  se 
volvió  a  Dios,  a  quien  dijo  interiormente  estas  palabras: 
— Señor  y  Dios  glorioso  e  infinito  en  perfección,  ¿  cómo  o 
por  qué  has  desamparado  a  tu  siervo  Félix,  que  todo  el 
tiempo  de  su  vida  propuso  gastar  en  conocerte  y  amarte? 
Veis,  aquí  está,  Señor,  ahora  en  pecado  y  en  error,  pues  en 
tu  santa  encarnación  ha  dudado  y  en  el  deseo  carnal  ha  caí- 
do, habiendo  tenido  voluntad  de  corromper  su  virginidad. 
¿Cómo  o  por  qué  es  Félix  en  tan  mal  estado?  ¿Dónde  está 
la  fe  que  solía  tener  ?  La  virginidad  que  tanto  amaba,  ¿  dón- 
de se  ha  ido? 

En  tanto  que  Félix  hablaba  así  consigo  mesmo  y  de  sí 
mesmo  se  maravillaba,  la  mujer  que  iba  con  él  lloraba  y  en 
altas  voces  decía:  — Altísimo  Señor,  que  con  perfección  y 
justicia  haces  todas  las  cosas,  mi  voluntad  es  contra  tu  jus- 
ticia, en  cuanto  desama  la  muerte  de  mi  hijo,  el  cual  tú  has 
muerto  con  justicia,  pues  es  justo  cuanto  quiere  tu  volun- 
tad. Y  así,  es  loca  la  mía  en  cuanto  desama  lo  que  ha  que- 
rido la  tuya,  desobedeciendo  en  esto  a  tu  justicia;  pues, 
siendo  mi  voluntad  creada  para  querer  todo  cuanto  quie- 
re la  tuya,  me  maravilla  la  impaciencia  de  la  mía  contra 
tus  disposiciones. — tMucho  se  maravilló  Félix  de  las  pala- 
bras de  la  mujer,  tan  sabias  y  devotas;  y  se  maravilló  mu- 
cho más  de  que  quien  las  decía  estuviese  tan  impaciente 
por  la  muerte  de  su  hijo,  y  de  que  él  tuviese  movimientos 
de  lujuria  con  mujer  que  tan  santas  y  devotas  palabras 
decía  de  Dios. 

Con  estos  pensamientos,  llegaron  él  y  la  mujer  a  la  er- 
mita donde  estaba  el '  santo  ermitaño  Blanquerna,  al  cual 
hallaron  debajo  de  un  hermoso  árbol,  con  un  libro  en  la 
nuano,  que  contenía  mucha  ciencia  de  teología  y  filosofía, 
en  que  contemplaba  a  Dios.  Ellos  le  saludaron,  y  él  con 
mucho  agrado  les  correspondió;  y,  habiéndose  sentado  jun- 


11  Aquí  el  texto  castellano  se  separa  notablemente  del  original  : 
« — Sènyer,  d  ix  la  fembra,  jo  plor  per  la  mort  de  mon  fill,  lo  qual 
mes  amava  que  nulla  cosa  d'aquest  món.  E,  per  la  dolor,  ira  e  tristor 
en  la  qual  són  per  la  mort  de  mon  fill,  plor  e  són  desconsolade  tan 
fortment  que  a  penes  viu.  É  per  ço  que  a  me  ira  puscha  haver  algun 
remey,  vaig  a  sant  hermità  qui  a  nom  Blanquerna,  lo  qual  és 
molt  sant  hom  e  ha  gran  6aviesá,  e  les  gents  d'aquestes  terres,  con 
han  alcuna  desconsolació  ho  con  dupten  en  alcuna  cosa  van  a  ell,  e 
demànan-li  ço  en  què  dupten  ;  e-1  bon  hom  consola  los  irats  ab  les 
pe$aules  de  Déu,  e  dóna  concell  a  aquells  qui  dupten  en  ço  que  no 
entenen. — Molt  plach  a  Fèlix  ço  que  li  hac  dit  la  fembre  ;  e  ab  la  fem- 
bra anà  a  Blanquerna,  per  ço  que  li  donàs  conexença  de  la  encarna- 
;ciÓ  del  Fill  de  Déu,  en  la  qual  duptave.» 

M  «temptació  li  vénch  mòlt  gran»,  dice  el  original. 


654 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


to  a  él,  la  mujer  habló  primero,  y  dijo  al  ermitaño  las  si- 
guientes palabras:  — Señor,  en  una  alta  montaña  se  en- 
contraron Aimor  y  Temor,  que  alegremente  se  acompaña- 
ron y  saludaron.  El  Temor  preguntó  al  Amor  qué  quería-3 
y  a  qué  había  venido  a  aquellos  parajes.  El  Aimor  le  res- 
pondió que  había  venido  a  edificar  en  aquella  montaña  un 
hermoso  palacio,  en  el  cual  quería  residir  todos  los  días  de 
su  vida.  De  cuyas  palabras  se  entristeció  el  Temor  mucho, 
y,  maravillado  el  Amor  de  su  tristeza,  le  preguntó  la  causa, 
a  que  el  Temor  respondió:  "Mayor  perfección  es  el  temor 
en  el  alma  que  teme  ofender  a  Dios,  que  amor  en  el  alma 
que  ama  las  cosas  mundanas.  Y  porque  tú,  Amor,  amas 
los  deleites  del  mundo  y  yo  temo  la  justicia  de  Dios,  me 
causa  tristeza  el  que  tú  quieras  edificar  en  esta  montaña 
edificio  que  te  divierta  en  ella;  *pues,  queriendo  yo  habitar- 
la, me  estorbarás,  si  no  mudas  de  método  en  amar"  14. 

Después  de  estas  palabras,  la  mujer  contó  a  Blanquer- 
na  la  tristeza  que  tenía  por  la  muerte  de  su  hijo,  y  que 
tenía  más  amor  a  su  hijo  que  temor  a  Dios;  por  cuyo  mo- 
tivo había  venido  a  aquel  lugar  para  que  la  consolase  y  en- 
señase cómo  tendría  mayor  temor  a  Dios  que  dolor  de  la 
muerte  de  su  hijo. 

Blanquerna  se  maravilló  mucho  de  la  bella  comparación 
que  la  mujer  le  había  hecho,  admirándose  cómo  el  mismo 
conocimiento  que  tenía  de  su  defecto  no  la  consolaba  y  obli- 
gaba a  ser  obediente  a  la  voluntad  de  Dios;  por  ser  cosa 
natural  que  el  conocimiento  nos  dirija  y  ordene  por  el  ca- 
mino de  la  salvación,  haciendo  supedite  el  temor  de  Dios 
al  amor  que  tenemos  a  las  cosas  del  mundo  15.  Después  que 
Blanquerna  hubo  estado  algún  tiempo  suspenso  con  estos 
pensamientos,  dijo  a  la  mujer  las  siguientes  palabras:  — Eh 
una  ciudad  había  un  gobernador  que  era  hombre  lujurioso, 
orgulloso,  injurioso  y  avaro,  y  tenía  otras  muy  malas  cos- 
tumbres; y  el  rey  de  la  provincia,  que  residía  en  la  misma 
ciudad  16 ,  era  hombre  sabio,  justo,  liberal,  humilde  y  lleno 
de  otras  virtudes.  Sucedió  que  vino  a  aquella  ciudad  un  pe- 
regrino, y,  llegando  a  un  mesón,  oyó  que  un  santo  hombre 
decía  estas  'palabras  a  un  caballero,  por  haberle  solicitado 


13  La  traducción  castellana  dice,  por  error,  «que  tenía». 

u  Ramón  Llull  escribió  más  concisamente  :  «È  car  vós  amats  los 
delits  d'aquest  món,  e  jo  he  temor  de  la  justícia  de  Déu,  he  tristícia 
com  vós  volets  hedifficar  ni  star  en  esta  muntanya  en  la  qual  jo 
propòs  hedifficar  e  star  tots  los  jorns  de  ma  vida.» 

13  «sobre  la  amor  que  les  gents  han  en  aquest  món  e  a  ços  per- 
seque  nts». 

16  El  original  catalán  dice  simplemente  :  «Lo  rey  d'aquella  ciu:aí 
era  molt  savi...»  El  traductor  barroco  observó  aquí  :  «El  gobernador 
es  la  potencia  sensual,  y  el  rey  la  intelectual.» 


KÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   7  635 


y  engañado  a  una  hija  el  meamo  baile  17 :  "Grande  es  la  in- 
justicia del  rey,  pues  deja  que  el  gobernador  use  tan  mal  de 
su  oficio,  porque  cuanto  más  éste  ofende  al  rey  y  a  su  pue- 
blo, más  multiplica  la  pena  que  el  rey  le  habrá  de  dar"  l\ 
A  que  respondió  el  caballero  que  en  ser  el  gobernador  tan 
malo  se  conocía  que  el  rey  no  era  bueno  y  que  tenia  las 
mesmas  costumbres  que  el  gobernador.  Y  considerando  en 
unas  y  otras  palabras,  estuvo  toda  la  noche  el  peregrino 
sin  determinar  quién  había  manifestado  mejor  en  su  razo- 
namiento las  costumbres  del  rey,  el  plebeyo  o  el  caba- 
llero 19. 

Después  que  Blanquerna  hubo  dicho  esta  metáfora,  aña- 
dió la  siguiente:  — 'Una  hermosa  doncella  era  muy  solici- 
tada para  el  carnal  deleite.  Esta  doncella  amaba  la  virgini- 
dad, para  más  servir  y  amar  a  Dios,  absteniéndose  de 
aquello  en  que  era  más  solicitada  y  persuadida  20.  Sucedió 
que  un  mal  hombre  la  difamó,  sentido  de  no  haberla  podi- 
do conseguir  ;  de  que  ella  se  ofendió  tanto,  que  cayó  en 
el  pecado  de  ira  -2  y  mala  voluntad  contra  el  hombre  que 
la  había  infamado.  En  tanto  que  la  doncella  estaba  en  este 
estado,  y  por  consecuencia  en  pecado  mortal,  por  el  odio 
grande  que  le  tenía,  le  vino  deseo  de  pecar  con  un  caballe- 
ro que  mucho  tiempo  la  había  amado;  de  que  ella  se  mara- 
villó mucho,  pues  siempre  había  antepuesto  el  amor  de  su 
virginidad  a  todas  las  demás  cosas;  por  lo  que,  atormenta- 
da de  los  carnales  incentivos,  se  fué  a  confesar  con  un  re- 
ligioso, a  quien  dijo:  "Padre,  mucho  me  persiguen  ahora  los 
pensamientos  lascivos,  que  en  algún  tiempo  aborrecía,  y 
esto  siempre  con  vivos  deseos  de  pecar  con  un  caballero 
que  me  ama;  por  lo  que  os  ruego  me  digáis  de  qué  dimana 
o  en  qué  puede  consistir  el  que  así  haya  pasado  mi  alma  de 
bueno  a  mal  estado."  El  santo  religioso  dijo  a  la  doncella 
que  prosiguiese  su  confesión,  por  si  por  ella  y  por  los  de- 
más pecados  podía  conocer  el  motivo  de  las  tentaciones  que 
padecía;  y  habiendo  ella  dicho  cómo  estaba  en  pecado  de 
ira  contra  aquel  hombre  que  la  había  difamado,  conoció  el 
religioso  que  ia  doncella  estaba  desamparada  de  Dios,  y  que 
por  este  motivo  había  caído  en  aquella  tentación.  Y  así  la 

,:  Según  el  texto  primitivo  de  Ramón  Llull  :  «En  aquella  ciutat 
vénch  -i-  palegTÍ,  qui  albergà  al  hostal  de  -i-  hom  qui  de  ya  aquestes 
peraules  a  «i-  cavaller  qui-s  clamava  del  batlle  qui  li  havia  engañade 

filla,  ab  la  qual  peccava.» 

a  El  texto  catalán  añade  :  «...  e  lo  poble,  qui  ha  paciència  en  les 
males  costumes  del  batlle,  regordonara  lo  rey  ;  hon  pus  lo  batlle 
serà  contra  son  poble.» 

*  «ho  el  caveller  ho  lo  hostaler». 

•  «per  ço  que  en  aquella  cosa  hon  era  pus  cobejade  servis  Déu 
e  fos  pus  contrària  a  la  vanitat  d'aquest  món.» 

■  La  última  frase  es  una  glosa  del  traductor. 

a  «que  caech  en  ira,  que  és  peccat  mortal»,  precisa  Ramón. 


636 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLTJLL 


aconsejó  que  perdonase  a  aquel  hombre  y  que  como  a  pró- 
jimo le  amase,  para  adquirir  las  virtudes  de  paciencia  y  for- 
taleza y  no  tener  vanagloria  de  su  virginidad. 

Después  que  Blanquerna  acabó  de  decir  estas  palabras, 
entendió  la  mujer  por  ellas  y  sus  similitudes  su  doctrina. 
Y  Félix  se  maravilló  mucho  también,  pues  por  ellas  com- 
prendió la  razón  por  que  había  caído  en  la  tentación  contra 
la  fe  y  contra  la  castidad;  por  cuyo  motivo  alabó  y  bendijo 
a  Dios,  y  dijo  a  Blanquerna  las  siguientes:  — -En  una  pro- 
vincia sucedió  que  un  religioso  cristiano  disputó  tanto  con 
un  rey  moro,  que  le  dió  a  entender  que  la  ley  de  los  moros 
era  falsa;  lo  que  el  rey  comprendió  por  las  positivas  razo- 
nes que  el  religioso  le  dió 23 ;  por  lo  que  le  rogó  que  por 
otras  semejantes  probase  cómo  la  fe  de  los  cristianos  era 
verdadera,  así  como  le  había  probado  que  la  de  los  moros 
era  falsa  24,  porque  quería  bautizarse  y  ser  cristiano  y  que 
lo  fuese  también  todo  su  reino.  El  religioso  le  respondió 
que  no  podía  mostrar  por  razones  necesarias  lo  que  le  pe-, 
día,  de  que  se  desagradó  mucho  el  moro,  y  dijo  al  cristiano 
había  hecho  muy  mal  en  sacarle  de  la  creencia  de  los  sa- 
rracenos 25 ,  pues  no  sabía  darle  razones  necesarias  de  la  fe 
de  los  cristianos  2G,  por  ser  fuerte  cosa  haber  de  dejar  uno 
la  fe  que  tiene  y  en  la  que  le  han  criado  y  educado,  por  otra 
fe  27 ;  aunque  razonable  el  dejar  la  falsa  por  la  verdadera 
cuando  por  razones  necesarias  se  manifiesta  serlo ;  y  que 
así,  si  no  le  hacía  comprender  que  la  fe  de  los  cristianos  o 
religión  de  Jesucristo  2S  era  verdadera,  le  haría  matar.  Por 
lo  que  aquel  religioso  huyó  y  aquel  rey  murió  en  su  error, 
de  que  se  siguió  mucho  daño. 

Esta  similitud  dijo  Félix  por  que  Blanquerna  le  probase 
la  encarnación  del  Hijo  de  Dios  para  preservarle  en  ade- 
lante de  semejantes  tentaciones,  por  lo  peligrosas  que  son, 
y  con  especialidad  las  que  tocan  a  la  fe.  Pero,  para  precaver- 
se también  de  'las  de  lujuria,  dijo  la  siguiente:  —Un  ermi- 
taño estuvo  cuarenta  años  en  un  desierto,  en  el  cual  hizo 
vida  muy  áspera;  y  como  un  día  espulgase  su  túnica  y  se 
viese  tan  flaco  y  esperido,  por  las  grandes  aflicciones  que 
había  pasado  y  cilicios  que  se  había  puesto,  consideró  que 
Dios  le  daría  gran  gloria  por  la  gran  penitencia  que  había 


23  Se  ve  que  el  traductor  quiso  esquivar  también  aquí  la  tan  com- 
batida terminología  lüliana  :  «...  lo  qual  rey  conech,  per  les  necessà- 
ries rahons  que -l  religiós  li  hac  dites,  que  ell  era  en  stament  d<e 
dampnació»  ;  e  inmediatamente  añade  :  «Aquell  pregà  lo  religiós  que 
li  provàs  per  rahons  necessàries...» 

34  Desde  «así  como...»  es  una  amplificación  del  traductor. 

*  Ramón  Llull  añadió  :  «...  en  la  qual  creure  solia.» 

28  En  vez  de  «de  la  fe  romana». 

91  «lexar  se  fe  per  altre  fe». 

38  «a  religión  de  Jesucristo»  es  glosa. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  7 


6.17 


hecho;  y  como  inmediatamente  reflexionase  en  la  tentación 
de  vanagloria  en  que  había  caído,  se  puso  a  discurrir  al- 
gún modo  de  mortificar  en  sí  tan  fuerte  tentación  y  de  pre- 
servarse de  ella  en  lo  futuro.  Y  para  conseguirlo  ideó  ves- 
tirse su  cilicio  e  irse  a  la  ciudad  más  inmediata,  entrando 
en  ella  dando  voces  por  las  calles  y  diciendo  si  había  algu- 
no que  quisiese  comprarle  el  mérito  que  había  adquirido 
en  cuarenta  años  de  hacer  penitencia;  de  que  todos  se  ma- 
ravillaban, y  creían  que  había  perdido  el  juicio,  hasta  que 
preguntó  a  un  hombre  que  llevaba  dos  panes  si  le  daría  los 
dos  panes  por  el  mérito  adquirido  en  hacer  penitencia  cua- 
renta años;  a  lo  que  el  hombre  le  respondió  que  ni  menos 
le  daría  uno  29,  por  lo  que  el  ermitaño  se  avergonzó  y  re- 
prendió tan  fuertemente  a  sí  mesmo,  por  la  tentación  de 
vanagloria  en  que  había  incurrido,  que  en  adelante  no  la 
padeció  más,  y  se  volvió  a  hacer  penitencia  como  antes. 
Estas  palabras  dijo  Félix  a  Blanquerna  con  el  fin  de  que 
le  diese  tan  fuerte  penitencia,  que  en  ningún  tiempo  vol- 
viese a  caer  en  tentación  de  lujuria,  por  lo  que  contó  al  er- 
mitaño lo  que  le  había  pasado  sobre  este  asunto  y  sobre 
la  tentación  de  las  cosas  de  fe  que  había  antecedido  a  la 
de  lujuria. 

Mucho  agradaron  a  Blanquerna  las  dos  similitudes  que 
Félix  le  contó,  a  las  que  él  añadió  la  siguiente:  —Debajo 
de  un  hermoso  árbol,  que  estaba  al  margen  de  una  fuente, 
se  recostaban  un  filósofo  y  un  pastor;  y  el  filósofo  decía 
al  pastor  cosas  de  la  filosofía  que  el  pastor  no  entendía;  y, 
mientras  el  pastor  se  maravillaba  de  lo  que  el  filósofo  le 
decía,  vinieron  lobos  y  le  devoraron  gran  parte  de  las 
ovejas. 

Esta  similitud  dijo  el  ermitaño  a  Félix  para  que  en  ade- 
lante no  tuviese  tentaciones  de  fe,  y  añadió  la  siguiente 
para  que  se  librase  de  las  de  lujuria:  — Un  hombre  muy  rico 
era  habitualmente  en  dos  pecados:  el  uno  de  avaricia  y  el 
otro  de  ira.  Y,  como  un  día  oyese  «n  el  Evangelio  que  Dios 
manda  al  hombre  amar  a  su  enemigo,  propuso  amar  aquel 
a  quien  aborrecía.  Y  luego  que  le  amó,  Dios  le  dió  gracia 
para  que  se  apartase  del  pecado  de  avaricia,  por  ser  la  mor- 
tificación de  un  pecado  extinción  de  otro  pecado.  Y  así, 
quien  aborrece  la  lujuria,  todos  los  pecados  aborrece,  por 
ser  un  pecado  ocasión  de  que  el  hombre  incurra  en  otros, 
y  una  virtud  motivo  de  que  ejercite  las  demás  : 

Y  prosiguió  Blanquerna  diciendo  a  Félix:  — Delante  de 
un  gentil  disputaban  un  cristiano,  un  judío  y  un  sarraceno 
sobre  él  misterio  de  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios ;  y  como 


28  ¿que  no  li'n  daria  «l«  pa»,  escribió  Ramón. 

"  La  frase  «y  una  virtud...»  falta  en  el  original. 


638 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


el  judío  y  el  sarraceno  le  negasen,  el  cristiano  le  probó  en 
estos  términos:  "Manifiesto  es  que  Dios  ha  creado  el  mundo 
para  ser  conocido  y  amado;  y  como  en  Dios  haya  grande- 
za, bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad,  por  su 
bondad  ha  querido  que  el  mundo  sea  bueno,  para  que  por 
ella  se  conozca  y  ame  la  de  Dios,  que  es  bondad  infinita  31 ; 
por  su  grandeza,  que  sea  su  bondad,  grandeza,  eternidad, 
poder,  sabiduría  y  voluntad  muy  conocidas  y  amadas,  y  por 
su  eternidad,  que  los  hombres  que  le  amen  32  sean  durables 
en  gloria  sin  fin;  por  su  poder,  que  todas  aquellas  cosas 
sean  verdaderas  que  con  mayor  perfección  manifiestan  que 
Dios  puede  ser  más  conocido  y  amado;  por  su  sabiduría, 
que  aquellos  hombres  sean  más  sabios  que  más  le  aman 
y  conocen  ;  y  por.  su  voluntad,  que  aquellos  hombres  sean 
en  vía  de  verdad  y  hayan  mayor  mérito,  que  tienen  mayor 
fe,  en  que  esté  significado  más  vivamente  ser  la  bondad 
y  demás  dignidades  de  Dios  en  la  mayor  virtud,  nobleza, 
misericordia  y  justicia;  y  que  sean  en  la  mesma  aquellos 
que  siguen  la  que  les  da  más  motivos  de  amar  a  Dios  y  a 
las  virtudes,  y  de  aborrecer  los  vicios  33. 

"También  es  manifiesto  34  que  la  mayor  bondad  que  Dios 
puede  hacer  en  el  hombre,  es  hacerle  Dios  en  la  persona  del 
Hijo  de  Dios  35,  y  la  mayor  grandeza  que  puede  haber  en  el 
hombre,  es  que  sea  una  persona  con  Dios,  que  es  infinita 
grandeza;  y  la  mayor  duración  que  la  criatura  puede  tener, 
es  que  dure  sin  fin  en  ser  Dios;  y  el  mayor  poder  es  que 
pueda  ser  una  persona  con  el  Hijo  Dios;  y  la  mayor  sabi- 
duría, que  sepa  ser  él  mesmo  una  persona  con  él,  y  que 
todo  cuanto  es  creado,  es  creado  para  que  sea  Hombre 
Dios  30 ;  y  el  mayor  amor 37  que  la  criatura  puede  tener  a 
Dios  y  a  sí  mesma  es  que  ame  ser  una  persona  con  Dios; 
y  esto  mesmo  se  sigue  de  la  virtud,  verdad,  perfección  y 
nobleza."  Y  prosiguió  el  cristiano  diciendo  que  ningún  hom- 
bre podía  tener  más  motivo  de  conocer  y  amar  a  Dios  que 
el  hombre  que  sea  Dios  y  que  muera  para  que  Dios  sea  co- 
nocido y  amado,  y  su  pueblo  redimido;  y  que  ningún  pue- 
blo puede  ser  más  obligado  a  conocer  y  amar  a  Dios,  que 

31  «que  es  bondad  infinita»  lo  añade  el  traductor. 
T-  «qui-l  amaran  e-l  conexeran»,  dice  Ramón  Llull. 

33  Este  párrafo  y  el  siguiente  contienen  algunas  de  las  más 
típicas  argumentaciones  lulianas,  partiendo  de  las  dignidades  divinas. 

34  Continúa  hablando  el  cristiano,  como  se  deduce  del  original 
catalán  :  «Lo  cfestià  dix  que  la  major  bontat...» 

33  «én  la  essència  del  Fifi  de  Déu»,  escribió  Ramón  ;  ambas  expre- 
siones pueden  entenderse  rectamente.  t  ■ 

x  Apunta  a-quí  la  idea  luliana  y  escotista  del  primado  de  Cristo 
en  la  economía  de  la  creación. 

w  Por  «e  la  major  fermetat...». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.- — C.   7  639 


el  que  *cree  ser  redimido  y  salvado  por  la  encarnación  y  pa- 
sión del  Hombre  Dios. 

Después  de  esta  demostración  que  el  cristiano  hizo  del 
misterio  de  la  encarnación,  dijo  al  gentil  estas  palabras: 
"Un  rey  envió  a  la  corte  romana  por  embajador  a  un  ca« 
ballero  que  mucho  amaba,  el  cual  se  desempeñó  muy  bien 
de  las  dependencias  que  se  le  encargaron;  y,  cuando  se  vol- 
vía, fué  asaltado  de  una  cuadrilla  de  ladrones,  que  le  roba- 
ron y  mataron.  Este  caballero  tenía  mujer  e  hijos,  la  cual, 
cuando  supo  la  muerte  de  su  marido,  rogó  al  rey  ?^  que  por 
sus  méritos  le  ayudase  en  sus  necesidades  39 ;  de  que  lasti- 
mado el  rey,  se  compadeció  de  ella  y  de  sus  hijos,  y  se  en- 
ternecía al  verlos,  por  el  amor  que  al  caballero  había  tenido, 
y  que  por  servirle  había  muerto;  por  cuyos  motivos  hizo 
siempre  a  la  mujer  y  a  los  hijos  continuados  favores." 

Después  de  esta  similitud,  dijo  el  cristiano  al  gentil  si 
naturalmente  conocía  se  movía  su  voluntad  y  entendimien- 
to más  a  conocer  y  amar  a  Dios  por  las  palabras  que  él  ha- 
bía dicho  de  su  fe,  que  por  las  que  el  judío  y  sarraceno  le 
habían  dicho  de  las  suyas;  porque,  si  se  sentía  más  enar- 
decido del  amor  de  Dios  e  iluminado  de  sus  obras  por  sus 
palabras  que  por  las  ddl  judío  y  sarraceno,  era  señal  evi- 
dente que  las  suyas  eran  verdaderas  y  las  otras  falsas  *  . 
pues  de  lo  contrario  se  seguiría  que  la  bondad,  la  grande- 
za y  las  otras  virtudes  de  Dios  fuesen  contrarias  a  sí  mes- 
mas  y  a  sus  obras41,  en  cuanto  no  darían  similitud  de  sí  ni 
de  ellas  y  en  cuanto  las  obras  no  darían  similitud  del  Cria- 
dor, cuya  contrariedad  es  imposible.  Y,  habiendo  discurrido 
largamente  ei  gentil  sobre  las  palabras  de  los  tres  sabios, 
conoció  por  las  del  cristiano  que  Dios  participa  o  se  comu- 
nica más  con  el  hombre  y  con  todas  las  demás  criaturas  en 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad, 
y  así  de  los  demás  atributos,  siendo  Dios  y  hombre  4- ;  por 
lo  que  se  hizo  cristiano  y  deseó  conocer  y  amar  4  a  Dios. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  bella  similitud  con  que  Blan- 
querna  le  probó  la  encarnación  del  Hijo  de  Dios,  y  por  ello 
se  confirmó  en  la  fortaleza  de  fe  que  solía  tener;  y  bendijo 


38  El  original  expresa  más  la  escena  :  «véneh  deuant  lo  rey  ab 
tots  son  infans,  e  plorà  e  planch  la  mort  de  son  marit,  pregant  lo 
rey...» 

w  El  traductor,  llevado  de  su  afición  a  los  sentidos  alegórica, 
acota  :  «En  esta  metáfora,  el  caballero  significa  Cristo,  bien  nuestro  ; 
la  mujer,  a  la  Iglesia  ;  los  hijos,  a  los  rieles  cristianos,  y  el  rev,  a] 
Eterno  Padre.» 

Ç  «y  las  otras  falsas»  es  añadidura  del  traductor. 

41  Desde  aquí  hasta  tCriadon  falta  en  el  original. 

*  En  vez  de  tsiendo  Dios  y  hombre»,  el  original  dice  oque  jxri 
les  peraules  xiel  juheu  e  del  sarrahí». 

•  Ramón  escribió  «amar,  e  honrar,  e  conèxer». 


640 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


y  alabó  a  quien  tanta  sabiduría  había  dado  al  ermitaño  ** 
que  por  similitudes  probaba  y  respondía  a  las  cuestiones 
que  se  le  hacían,  y  por  ellas  doctrinaba  a  las  gentes,  ense- 
ñándoles buenas  costumbres  y  el  modo  de  amar,  honrar  y 
conocer  a  Dios. 


capítulo  vnr 

DE  LA  SANTA  PASIÓN  DE  NUESTRO  SEÑOR  JESUCRISTO 

Félix  dijo  a  Blanquerna :  —(Señor,  estoy  satisfecho  de 
la  prueba  que  me  habéis  dado  de  la  santa  encarnación  del 
Hijo  de  Dios,  la  cual  he  entendido  por  los  ejemplos  que  la 
significan;  pero  me  maravilla  mucho  de  que  la  naturaleza 
divina  dejase  crucificar,  atormentar  y  morir  a  la  naturale- 
za humana,  con  la  cual  es  una  persona  mesma,  siendo  así 
que  la  divina  ama  más  aquella  naturaleza  humana  que  a 
todas  las  criaturas,  y  que  es  propio  del1  amor  no  permitir 
que  padezca  ni  muera  el  objeto  amado. 

Blanquerna  respondió:  — En  la  santa  humanidad  de  Je- 
sucristo puso  la  naturaleza  divina  más  bondad  que  en  todas 
las  demás  criaturas,  y  la  grandeza  de  la  misma  naturaleza 
humana  de  Cristo  es  mayor  en  virtud  de  durar,  de  poder, 
de  entender  y  de  amar,  que  no  lo  son  todas  las  otras  natu- 
ralezas que  Dios  ha  creado.  Por  lo  que  convino  que,  así 
como  la  bondad  de  Dios  exaltó  la  bondad  de  la  humana  na- 
turaleza de  Jesucristo  sobre  toda  bondad  creada,  así  la 
bondad  de  la  humana  naturaleza  de  Jesucristo  se  ofreciese 
a  sostener  grandes  penas,  trabajos  y  muerte  1  para  honrar 
la  bondad  divina,  cuya  pena  y  trabajo  convino  fuese  mayor 
que  ningún  trabajo  ni  pena  que  se  pueda  padecer2. 

—Hijo  mío — tdijo  Blanquerna — i,  así  como  Dios  Hijo 
exaltó  la  humanidad  de  Jesucristo  en  la  mayor  grandeza  que 
pudo,  haciéndola  ser  una  persona  consigo  mésma,  así  la  hu- 
manidad de  Jesucristo  se  quiso  humillar3  para  honrar  la 
grandeza  del  Hijo  de  Dios ;  y  esta  mayor  humildad  se  ma- 
nifestó en  que  Jesucristo  quiso  ser  encarnado  en  una  mujer 
pobre,  y  pobremente  nació  y  se  crió,  y  quiso  ser  acompa- 
ñada de  pocos  y  pobres,  a  pocos  quiso  predicar,  por  po- 


**  «Blanquerna»,  según  el  texto  catalán. 

1  El  original  dice  solamente  «se  liuràs  a  gran  mal  de.  pena  a 
sostenir»,  .  ,¡ 

9  Por  «que  puscha  ésser  stimada». 

8  «se  volch  humiliar  a  la  major  poquesa  a  la  qiial  se.poch  humi- 
liar. E  açò  féu  per  honrar...» 


FÉLIX   DE  LAS  MARAVILLAS.— C.  8 


641 


eos  quiso  ser  honrado,  pocos  milagros  hizo,  según  los  mu- 
chos que  podía  hacer;  pobre  quiso  ser  y  poco  quiso  vivir; 
y,  según  el  honor  que  le  pertenecía,  fué  honrado  menos 
que  ningún  hombre  en  el  mundo,  y,  en  fin,  se  quiso  humillar 
a  la  muerte,  la  cual  conviene  con  el  no  ser  o  privación  1 ;  y 
todas  estas  cosas  hizo  para  honrar  la  grandeza  de  Dios 
Hijo.  Y  porque  Dios  quiso  ser  hombre,  quiso  también  que 
todos  cuantos  hombres  son,  fueron  y  serán,  sean  perdura- 
bles sin  fin,  para  que  la  humanidad  de  Cristo  con  gloria  sin 
fin  sea  honrada,  conocida  y  amada  por  todos  los  santos,  los 
cuales  tendrán  gloria  5  en  la  gloria  de  la  naturaleza  divinn 
y  humana  de  Jesucristo.  Y  así  conocerás  que  la  naturale- 
za humana  de  nuestro  Redentor  amó  trabajar  y  padecer 
tanto  en  este  mundo,  por  dar  en  él  honor  y  reverencia  a  la 
naturaleza  divina. 

Sabrás — dijo  Blanquerna-  que  un  rey  tenía  guerra  con 
un  conde,  al  cual  había  tomado  toda  su  tierra,  a  excepción 
de  un  castillo,  en  que  por  su  fortaleza  el  conde  se  mante- 
nía. Este  conde  era  muy  malo  y  orgulloso  y  había  hecho 
al  rey  su  señor  muchas  ofensas  ¿  injurias.  Sucedió  que  el 
conde  oyó  predicar  a  un  santo  hombre  la  santa  pasión  de  Je- 
sucristo; y  como  en  saliendo  del  sermón  se  fuese  a  su  pa- 
lacio, vió  que  un  lebrel  suyo  corría  tras  de  un  perro  peque- 
ño, el  que  luego  se  echó  en  tierra,  humillándose  para  que 
no  le  mordiese;  pero  el  lebrel  le  embistió  y  despedazó  de- 
lante de  su  señor,  de  que  el  conde  se  irritó  tanto,  que  luego 
le  mandó  matar,  y  dijo  a  los  que  le  acompañaban  que  en 
su  vida  había  visto  peor  bestia  que  aquel  lebrel,  ni  que  nin- 
gún animal  hiciese  tan  gran  crueldad,  pues  el  perro  peque- 
ño se  le  había  humillado  perqué  no  le  matase  ni  mordiese. 

En  el  acompañamiento  del  conde  había  un  sabio  y  an- 
ciano caballero,  hombre  de  santa  vida,  que,  valiéndose  de 
la  ocasión,  dijo  al  conde  estas  palabras:  "Señor  conde,  la 
más  noble  y  buena  criatura  es  aquella  que  tiene  mayor  po- 
der que  todo  cuanto  ha  sido  ni  será  creado,  y  éste  es  Je- 
sucristo, hijo  de  María  Santísima;  y  la  más  vil,  más  cruel 
y  más  mala  del  mundo  es  el  hombre  pecador  ;.  Lo  que  se 
verifica  en  que  Jesucristo,  que  tuvo  mayor  grandeza  cíe  po- 
der que  ninguna  criatura,  se  humilló  a  la  muerte  por  salvar 
a  los  judíos  y  a  todos  nosotros;  y  los  judíos  que  le  cruci- 
ficaron y  dieron  la  más  cruel  muerte  eran  hombres  peca- 
dores." Mucho  discurrió  interiormente  el  conde  en  las  pala- 
bras que  oyó  al  caballero,  y  por  virtud  de  la  santa  pasión 
de  Jesucristo  concibió  en  su  espíritu  humildad  y  contrición, 


*  Interpretación  de  «la  qual  ab  poqttesa  se  cové», 

«los  quals  hageu  gloria»,  escribió  más  bien  Ramón  Llult. 
,;  Traducción  amplificada  del  original  :  «...  e  la  pus  pocha  bèstia 
qui  sia  en  la  món  6s  l'(»m  peccador.» 


642 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  forma  que,  apartándose  de  todos7,  montó  en  un  caballo 
y  solo  se  fué  a  echar  a  los  pies  del  rey,  a  quien  pidió  con 
humildad  que  le  perdonase,  diciendo  sus  culpas  delante  de 
él  y  de  sus  consej[er]os,  quienes  se  maravillaron  de  la  ve- 
nida del  conde  y  de  sus  palabras;  por  lo  que  el  rey  dijo  las 
siguientes:  "Un  escudero  ofendió  a  un  caballero,  que  era  su 
señor.  Este  escudero  tuvo  gran  arrepentimiento  de  lo  que 
había  hecho  contra  su  amo,  y  se  huyó  por  temor  de  que  le 
hiciese  dar  la  muerte.  Sucedió  un  día  que  el  caballero  venía 
de  cazar,  y  pasó  por  delante  de  un  mesón  donde  el  escudero 
estaba  escondido,  el  cual  salió  del  mesón  y  se  echó  a  los 
pies  del  caballero,  a  quien  pidió  perdón  diciendo:  "Señor, 
falsedad  y  engaño  me  inclinaron  al  defecto  que  cometí  con- 
tra vos.  El  miedo  de  la  muerte  me  hizo  huir;  renovado 
sea  8  en  mi  espíritu  el  amor  que  largo  tiempo  os  he  tenido. 
No  pido  me  favorezcáis  en  concederme  la  vida,  antes  me 
acuso,  por  conocerme  digno  de  la  muerte.  Lo  que  os  pido  es 
que  me  perdonéis  el  delito,  para  que  se  pueda  salvar  mi 
alma."  Mucho  se  admiró  el  caballero  del  escudero,  por  no 
haber  visto  hombre  que  con  tanto  fervor  pidiese  perdón; 
y,  movido  a  ternura  y  compasión,  bajó  del  caballo  y  le 
abrazó;  y,  viendo  que  lloraba,  le  besó  en  los  ojos  y  en  la 
boca  y  armó  de  caballero,  y,  después  de  haberle  dado  gran- 
des dones,  le  encomendó  el  régimen  y  gobierno  de  su  casa 
y  familia  9. 

Después  que  el  rey  dijo  estas  palabras,  el  conde,  que 
pedía  le  perdonase,  contó  al  rey  lo  que  a  ello  le  había  mo- 
vido, y  narró  el  sermón  que  había  oído  predicar  de  la  pa- 
sión de  Jesucristo,  y  añadió  las  siguientes:  "En  tan  gran 
soberbia  estaba  mi  espíritu,  que  sola  la  consideración  de  la 
pasión  de  Jesucristo  le  hubiera  podido  humillar  y  sujetar  a 
ponerme  de  rodillas  delante  de  vuestra  majestad  y  *su  cor- 
te; porque,  si  Jesucristo,  siendo  Dios  y  hombre,  se  humilló 
a  la  muerte  y  a  los  hombres  pecadores,  sin  tener  culpa  y 
siendo  la  mesma  inocencia,  ¿por  qué  no  me  he  de  humillar 
yo  a  morir,  teniéndola,  y  mereciendo  los  mayores  castigos 
por  mi  espíritu  orgulloso,  falso  y  traidor,  que  tantas  des- 
lealtades me  ha  dictado  contra  mi  legítimo  señor  y  contra 
sus  buenas  costumbres  ?"  10  Mucho  agradaron  al  rey  y  a  su 
consejo  las  palabras  del  conde,  y  de  común  acuerdo  resol- 
vieron perdonarle,  volverle  todos  sus  estados  y  hacerle  del 


7  «apartándose  de  todos»  es  glosa  innecesaria. 

8  Diverso  es  el  sentido  del  texto  original  :  «...  retornade  és  en 
mon  coratge  la  bona  amor...» 

"  La  última  frase  traduce  libremente  :  «...  e  aquell  féu  major  en 
tot  son  alberch.» 

10  Versión  libre  de  «contre  mon  leyal  senyor  e  contre  son  le  val 
consell». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  8  64^ 


consejo  u,  alabando  todos  juntos  el  poder  de  Dios,  que  por 
medio  de.  la  humildad  vence  los  espíritus  soberbios  y  al- 
tivos. 

Después  de  algún  tiempo  sucedió  que  aquel  conde  pasa- 
ba cerca  de  un  monasterio  de  religiosos  devotos  memorando 
la  santa  pasión  de  Jesucristo  l2,  y  vió  al  hortelano  que  sa- 
caba el  estiércol  ia;  y,  como  tuviese  presente  que  Jesucristo 
se  entregó  totalmente  a  la  humildad  y  al  menosprecio  de 
las  cosas  de  este  mundo,  le  vino  deseo  de  imitarle,  y  para 
ello  entregarse  a  ejercer  aquel  oficio;  por  lo  que,  bajando 
de  su  caballo,  dijo  al  hortelano  que  le  diese  la  espuerta  en 
que  sacaba  el  estiércol;  y  sus  vestidos,  y  que  tomase  los 
suyos  y  su  caballo.  Mas  el  hortelano  le  respondió  que  si  se 
acordaba  de  un  sobrino  suyo  que  había  desaparecido  mu- 
cho tiempo  había,  al  cual  él  había  armado  caballero  y  le 
quería  prohijar,  dejándole  cuanto  tenía  y  poseía ;  a  que  res- 
pondió el  conde  que  sí,  y  que  muchas  veces  le  había  hecho 
buscar  por  diversos  países,  sin  haber  podido  adquirir  noti- 
cia de  él.  "Pues  señor — dijo  el  hortelano — .,  yo  soy  vuestro 
sobrino,  yo  soy  aquel  que  tanto  solíais  amar."  Y  entonces 
el  conde  le  conoció,  aunque  estaba  demudado  y  negro  14  por 
la  gran  penitencia  que  hacía  y  trabajo  que  tenía.  El  conde 
quedó  muy  alegre  de  haber  encontrado  a  su  sobrino,  pero 
mucho  más  maravillado  cómo  se  había  puesto  en  tan  vil 
oficio.  Mas,  haciendo  reflexión  de  que  poco  antes  lo  había  él 
deseado,  se  maravilló  de  ver  extrañaba  que  otro  hubiese 
ejecutado  lo  que  él  quería  ejecutar ;  y,  recobrándose,  le  dijo : 
"Querido  sobrino,  yo  quiero  que  de  aquí  adelante  seáis  conde 
y  señor  de  mis  estados,  para  que  yo  pueda  ser  hortelano 
toda  mi  vida."  A  que  el  hortelano  respondió:  "Señor,  el 
mismo  día  que  me  armasteis  caballero  oí  predicar  que  era 
mejor  a  la  sabiduría  del  hombre  10  saber  de  humildad  y  po- 
nerse con  ella  a  ejercer  oficio  donde  se  sirva  a  Dios  que  ser 
rey  de  Francia  16 ;  por  lo  que  no  quiero  apartar  de  mí  este 


11  El  original  se  refiere  sólo  al  rey  :  «...  al  qual  [al  conde]  perdo- 
nà, e  reté-li  tota  sa  terra,  e  féu-lo  de  son  eoncell». 

12  «memorando  la  santa  pasión  de  Jesucristo»  no  está  en  este  lugar 
del  original,  sino  algo  más  abajo. 

13  bon  hom  ortolà  se  era  donat  a  servir  aquells  sants  hòmens, 
e  aportave  fems  al  ort.»  Y  prosigue  :  «Dementre  que  lo  comte  pas- 
sava per  la  carrera,  lo  comte  remembra  en  la  santa  passió  de  Christ 
e  en  la  santa  vida  que-ls  sants  hòmens  feyen  en  aquell  monastir  ; 
-e  hac  devoció  que  en  axí  com  Jhesuchrist  se  liurà  a  humilitat  e 
menysprehà  la  vanitat  d'aquest  món,  que  en  axí  desemperàs  aquest 
món  e  que-s  liuràs  al  pus  vil  offïci  que  pogués.» 

"  El  traductor  leyó  «negre»  por  «magre»  (delgado),  que  es  la 
idea  del  original  catalán. 

13  Torcida  interpretación  de  «que  mellor  cosa  era,  en  saviesa  de 
hom,  saber  humilitat». 

1B  Recuérdese  que  Llull  escribía  el  Fèlix  en  París. 


644  OBRAS  LITHkARlAS  DE  RAMON  LLULL 


oficio,  en  que  ejercito  la  humildad,  por  vuestro  condado  17  ni 
por  cuanto  me  podéis  dar,  pues  más  me  estimo  esta  espuerta 
y  estos  pobres  vestidos  que  vuestro  caballo  y  vuestros  ricos 
adornos,  porque  con  ella  y  ellos  sé  que  soy  más  agradable 
a  la  sabiduría  de  Dios,  que  no  lo  sería  con  los  vuestros." 

Además,  has  de  saber,  hijo — dijo  Blanquerna  a  Félix — , 
quelx  en  una  ciudad  había  un  noble  ciudadano  que  tenía 
mujer,  hijos  y  grandes  riquezas.  Este  deseaba  mucho  servir 
a  Dios,  y  no  quería  que  en  su  corazón  entrase  otro  amor  que 
el  del  mesmo  Dios;  pero  por  la  mujer,  los  hijos,  las  honras 
y  las  riquezas  que  tenía,  no  podía  cumplir  sus  deseos ;  hasta 
que  consiguió  con  su  mujer  la  separación,  y  la  entregó  a 
ella  y  a  sus  hijos  todo  cuanto  tenía,  a  excepción  de  una  casa 
y  una  viña,  que  se  reservó  para  vivir,  con  cuya  disposiciÓ3i 
pudo  contemplar  a  Dios  mucho  mejor  que  antes.  Pero  to- 
davía la  casa  y  la  viña  se  lo  embarazaban  en  parte,  por  lo 
que  dió  la  casa  y  la  viña  por  amor  de  Dios,  y  entonces  pudo 
contemplar  a  Dios  mucho  mejor  y  con  más  frecuencia.  Mas 
todavía  sus  hijos  y  sus  parientes  se  lo  estorbaban  algunas 
veces;  por  lo  que,  no  hallando  el  ciudadano  del  todo  la  sa- 
tisfacción y  quietud  de  espíritu  que  buscaba  J'\  se  fué  a  tie- 
rra extraña,  donde  fué  tan  pobre,  que  no  tuvo  nada  propio, 
y  entonces  tuvo  a  Dios  en  toda  su  voluntad  y  no  tuvo  cosa 
que  le  estorbase  su  contemplación  -". 

Cuando  Blanquerna  hubo  explicado  a  Félix  por  medio 
de  estas  similitudes  la  razón  por  que  la  deidad  quiso  que 
la  humanidad  de  Jesucristo  fuese  en  este  mundo  en  pobreza, 
pasión,  desprecios  y  muerte,  Félix  por  ellas  lo  entendió,  y 
bendijo  [a  Dios],  e  hizo  propósito  interiormente  de  ser  po- 
bre toda  su  vida,  y  deseó  morir  para  dar  conocimiento  y 
amor  a  las  gentes  del  Hijo  de  Dios,  que  por  su  santa  huma- 
nidad quiso  ser  tan  conocido  y  amado. 


,T  «cuidado»  dice  e1  texto  por  error,  ya  subsanado  en  la  fe  de 
erratas. 

!x  Hasta  aquí  falta  en  el  original. 

"  Versión  libre  de  «lo  burgués  no  poch  bé  a  sa  volentat  satisfer 
e  amar  Déu...» 

*  «e  neguna  cosa  no  l'embargave  a  amar  Déu.»  Galmés  llama 
a  todo  e>te  párrafo  «resumen  autobiográfico  de  la  vida  de_  Ramón 
ut-sde  mi  conversión  hasta  su  salida  de  Mallorca,  hacia  el  año  1279» 
i  Llibre  de  meravelles,  IV,  322). 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS . — C .  Q 


<M5 


CAPITULO    I  X 

Del  pecado  original 

--Señor — dijo  Félix — ,  he  oído  decir  que,  por  el  pecado 
mortal  que  nuestro  padre  Adán  cometió  cuando  comió  deJ 
fruto  vedado  y  fué  desobediente  a  Dios,  padecemos  todos 
las  penas  corporales  que  padecemos,  como  son  hambre,  sed, 
frío,  calor,  enfermedades  y  muerte.  Y  también  he  oído  decir 
que  todo  hombre  que  no  esté  bautizado,  está  perdido  por  el 
mismo  pecado  original.  Lo  que  me  admira  mucho,  respecto 
de  que,  como  el  alma  del  hombre  no  proviene  del  alma  de 
Adán,  no  parece  regular  ni  yo  alcanzo  cómo  el  hombre  debe 
pagar  pena  del  pecado  que  él  no  cometió,  ni  por  qué  todos 
la  hayamos  de  pagar  y  padecer  por  él,  que  cometió  uno  solo. 

A  que  el  ermitaño  respondió:  — Un  rey  se  había  apo- 
derado de  un  castillo  que  pertenecía  a  un  caballero.  Este*  rey 
murió,  y  dejó  por  heredero  a  su  hijo,  ante  quien  el  caballero 
se  presentó  y  pidió  le  restituyese  el  castillo  que  su  padre  le 
había  usurpado;  a  que  el  nuevo  rey  respondió  que  él  no 
tenía  culpa  de  los  pecados  de  su  padre,  y  que  su  padre  no  le 
había  tomado  el  castillo  con  su  voluntad  (esto  es,  con  la  del 
rey  reinante),  sino  es  con  la  propia  (esto  es,  con  la  del  rey 
muerto).  A  que  el  caballero  respondió:  "Señor,  así  como  vos 
sois  rey  por  vuestro  padre  (esto  es,  por  haber  nacido  hijo 
de  rey)  l,  así  estáis  obligado  a  satisfacer  todo  aquello  que 
vuestro  padre  debía  satisfacer;  y,  pues  vos  reináis  por  el 
derecho  que  vuestro  padre  tenía  y  os  dejó  en  estos  reinos, 
estáis  obligado  a  hacer  justicia  en  lo  que  poseéis  por  heren- 
cia del  rey  vuestro  padre,  y,  por  consecuencia,  a  restituirme 
lo  que  él  me  había  usurpado"  -. 

Cuando  Blanquerna  hubo  dicho  este  ejemplo,  le  aplicó  a 
su  propósito,  diciendo:  -  En  Adán  y  Eva,  antes  que  engen- 
drasen a  Caín  y  Abel,  estaba  toda  la  humana  naturaleza, 
la  que  fué  exaltada  en  ambos  a  dos,  constituyéndolos  seño- 
res de  los  animales  :,  aves,  plantas,  peces  y  de  todas  las 
demás  cosas  creadas,  cuyo  señorío  ha  pasado,  a  nosotros, 
como  herederos  de  Adán  y  Eva,  nuestros  primeros  padres, 

'-  Ya  advierte  el  mismo  traductor  anónimo  :  «Lo  que  esiá  entró- 
los paréntesis  es  añadido  por  mí  para  dar  más  clara  inteligencia  al 
autor.» 

V Las  frases  «y  os  dejó  en  estos  reinos»  «y  por  consecuencia...» 
son  añadiduras  innecesaria:-. 

'  Glosa  gramaticalmente  incorrecta  de  «fo  exalçada  la  humana 
natura  sobre  totes  les  bèsties...» 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  por  ellos  somos  señores  de  todas  las  criaturas  sensibles. 
Luego,  así  como  por  hijos  de  Adán  y  Eva  participamos  de 
todo  este  bien  y  señorío  4,  así  por  el  mesmo  motivo,  insi- 
guiendo el  orden  de  la  justicia,  es  necesario  que  tengamos 
más  sujeción,  más  subordinación  y  más  tormento  que  nin- 
guna criatura  °,  por  razón  del  pecado  que  nuestros  primeros 
padres  cometieron  contra  su  Criador;  y  por  este  motivo 
traemos  con  nosotros  y  padecemos  las  penas  corporales  y 
espirituales  que  padecemos. 

Además,  que  si  el  alma  del  hombre  por  el  pecado  ori- 
ginal no  estuviese  sujeta  a  la  pena  antes  del  bautismo,  no 
pudiera  estar  el  hombre  en  peor  estado  que  los  brutos  ni  otra 
criatura,  como  es  necesario  lo  esté  por  ordenación  de  jus- 
ticia, por  razón  de  ser  él  quien  cometió  el  pecado  c ;  y  así 
Dios  no  podría  satisfacer  al  uso  de  su  justicia,  la  cual  con- 
viene sea  tan  grande,  que  así  como  la  bondad  de  Dios  pudo 
por  razón  de  su  grandeza  7  exaltar  la  naturaleza  del  hombre 
sobre  toda  otra  naturaleza  y  criatura  corporal,  así  la  jus- 
ticia de  Dios  puede  castigar  a  todo  el  hombre  que  carece  del 
bautismo,  como  criatura  de  más  vil  condición  que  ninguna 
otra  criatura  8. 

— Señor — dijo  Félix — ¿cómo  pudo  la  pasión  de  Jesu- 
cristo tener  tan  gran  virtud,  que  fuese  suficiente  a  redimir 
todo  el  género  humano,  siendo  Cristo  un  solo  hombre  y  no 
muchos  hombres? — CE1  ermitaño  respondió  que  la  natura- 
leza humana  de  Jesucristo,  por  sí  tan  solamente  (esto  es, 
como  humana)  9,  no  podia  tener  virtud  para  redimir  todo  el 
género  humano ;  pero,  como  era  y  es  unida  con  la  divina  en 
el  Hijo  de  Dios,  fué  por  este  motivo  tan  exaltada  en  dig- 
nidad, virtud  y  poder,  que  no  tan  solamente  pudo  y  fué  su- 
ficiente a  recrear  el  mundo  T0,  sino  es  mil  millares  de  mundos 
que  hubiese  habido. 

— íSeñor — dijo  Félix — ^  pues  que  es  tan  grande  la  virtud 
de  la  pasión  dé  Jesucristo  para  la  salvación  de  su  pueblo, 
¿cómo  es  posible  qaie  todos  los  hombres  no  se  salven,  y  por 


1  «lo  qual  honrament — prosigue  el  texto  catalán — no  havem  per 
nosaltres  mateys.» 

B  Versión  amplificada  de  «que  sim.  turmentats  e  avilats  pus  fort- 
ment  que  neguna  ereatura»  ;  y  más  abajo  !  «...  cové  que  tuyt  portem 
pena  corporal  per  lo  peccat  original.» 

c  Interpretación  personal  de  la  frase  luliana  «ni  que  altre  creatU 
ra,  stant  hom  ço  que  és  hom». 

7  Paisa  lectura  del  original  «per  gràcia». 

s  Traducción  muy  incorrecta  del  original  :  «...  en  axí  la  justicia 
de  Déu  la  natura  humana  en  universal  hage  pogude  baxar  e  punir, 
e  ésser  tot  hom  qui  no  sia  batejat  de  pus  vil  condició  que  neguna 
bèstia  ni  neguna  creatura  ;  en  la  qual  vil  condició  està  tot  hom  qui 
no  sie  batejat,  car  per  absència  del  babtisme  és  jutjat  a  dampnacio^ 

n  Todo  el  paréntesis  es  del  traductor, 
«segle»  escribió  Ramón. 


FÉLIX    DE   LAS   MARAVILLAS. — C.  10 


6.17 


qué  hay  más  infieles  que  fieles?  Pues, 'siendo  tanto  mayor 
el  número  de  aquellos  que  no  creen  su  santo  advenimiento 
que  no  el  de  los  que  le  creen,  parece  no  fué  bastante  a  la 
recreación  de  todo  el  género  humano. — Blanquerna  respon- 
dió: — ^Un  rey  tenía  muy  buenas  costumbres  y  había  hecho 
partícipe  de  ellas  a  su  reino  con  el  buen  ejemplo.  Este  rey 
tenía  un  hijo,  a  quien  tiernamente  amaba  y  enseñaba  sus 
costumbres,  educándole  lo  mejor  que  le  era  posible.  Sucedió 
que  este  rey  murió,  y,  habiéndole  heredado  su  hijo,  reinó 
mucho  tiempo  sabiamente  y  con  buenas  costumbres,  mante- 
niendo en  paz  y  justicia  su  reino.  Después  de  su  muerte  le 
heredó  un  hijo  loco  y  mal  acostumbrado,  que  gastó  y  disipó 
todo  el  reino  y  dió  tan  mal  ejemplo  a  los  vasallos,  que  casi 
todos  se  hicieron  pésimos. 

Además — dijo  Blanquerna — ,  has  de  saber,  hijo,  que  por 
una  ciudad  pasaba  un  sabio  rey  a  caballo,  con  toda  su  co- 
mitiva y  gran  corte  de  caballeros,  y,  habiendo  encontrado 
en  la  calle  un  sacerdote  que  llevaba  el  Santísimo  Sacramento, 
se  bajó  del  caballo,  se  puso  de  rodillas  y  besó  la  tierra  en 
reverencia  del  cuerpo  de  Jesucristo;  y  como  un  loco  caba- 
llero de  los  que  le  acompañaban  no  quisiese  bajar  de  su  ca- 
ballo ni  hacer  tal  reverencia,  antes  extrañase  que  el  rey  la 
hiciese,  y  el  rey  lo  reparase,  se  maravilló,  le  desterró  de  su 
corte  y  confiscó  sus  bienes  por  este  motivo. — (Después  de 
dichas  estas  palabras,  añadió  Blanquerna  las  siguientes: 
—La  pasión  de  Jesucristo  bastó  a  dar  al  rey  ejemplo  de  ca- 
ridad, justicia,  devoción  y  humildad,  y  también  bastaba  a 
dar  el  mesmo  ejemplo  al  caballero;  pero  éste  no  le  quiso 
tomar  ni  abrazar  la  virtud;  en  que  conocerás  que  no  es  el 
mundo  en  error  por  defecto  de  la  pasión  de  Jesucristo,  sino 
es  porque  no  quieren  los  hombres  usar  ni  imitar  las  buenas 
costumbres  que  Jesucristo  tuvo  en  sí  mesmo  y  dejó  para 
los  que  las  quieren  abrazar  y  seguir,  como  los  apóstoles, 
mártires  y  confesores  y  otros  santos. 


CAPITULO  X 

De  María  Santísima  nuestra  Señora 

Maravillábase  Félix  delante  de  Blanquerna  de  cómo  Ma- 
ría Santísima  pudo  quedar  virgen  después  del  nacimiento  de 
nuestro  Redentor,  por  lo  que  dijo  a  Blanquerna:  — Señor, 
mucho  me  maravillo  de  cómo  nuestra  Señora  pudo  parir  a 
su  Hijo  sin  corrupción  de  su  virginidad. — A  lo  que  Blanquer  - 
na  respondió  que  así  como  el  Hijo  de  María  Santísima  fue 
concebido  en  ella  sin  corrupción  de  su  virginidad,  así  convino 


648  '.MR AS  LITEKÁRÍAS  DE  RAMON  LLULL 


que  naciese  sin  corromperla;  porque,  si  no,  sería  su  naci- 
miento desigual  y  contra  la  naturaleza  de  su  encarnación,  y 
en  el  principio  de  la  generación  de  Jesucristo  hubiera  sido 
nuestra  Señora  más  noble  y  perfecta  que  en  .el  fin  (que  es 
en  el  nacimiento)  1;  y  la  voluntad  de  nuestra  Señora  no  hu- 
biera tenido  cumplimiento;  pues,  como  tenía  elegida  la  vir- 
ginidad, hubiera  perdido  en  el  nacimiento  de  su  Hijo  el  pro 
pósito  de  su  voluntad;  por  cuya  razón  quiso  su  Hijo  santí- 
simo conservársela  en  el  parto  y  después  del  parto,  como  se 
la  había  conservado  antes. 

Y,  en  tanto  que  Félix  se»  admiraba  de  las  palabras  de 
Blanquerna,  éste  prosiguió  diciendo:  — Un  discípulo  pregun- 
tó a  su  maestro  cómo  era  posible  que  la  luz  y  resplandor  de 
los  rayos  del  sol  entrase  y  se  comunicase  con  la  luz  y  res- 
plandor del  fuego  sin  corrupción  de  la  luz  del  fuego  y  sin 
deslucimiento  2  de  la  luz  del  sol,  que  no  está  incluido  en  la 
luz  del  fuego,  aunque  esté  dentro  de  él.  A  cuya  pregunta  el 
maestro,  que  era  muy  sabio  en  filosofía,  respondió:  "Natu- 
ral cosa  es  que  en  todo  cuerpo  compuesto  de  los  cuatro  ele- 
mentos entre  el  un  elemento  en  el  otro  sin  que  el  uno  co- 
rrompa al  otro  y  que  de  todos  cuatro  se  produzca  un  com- 
puesto, que  sea  un  cuerpo  compuesto  de  todos  cuatro;  como 
el  Hijo  de  María  Santísima,  que  fué  formado  en  su  santí- 
simo vientre  de  su  preciosa  carne,  entrando  o  comunicán- 
dose el  un  elemento  en  el  otro,  y  salió  de  él  quedando  vir- 
gen; así  como'  el  cuerpo  compuesto  que  sale  engendrado 
de  los  elementos  en  otra  especie  que  no  es  ninguno  de  ellos, 
y  sin  que  en  aquel  cuerpo  haya  ninguno  de  ellos  corrompido 
esencialmente." 

— Señor — dijo  Félix — ,  también  me  admiro  de  cómo  nues- 
tra Señora  pudo  sufrir  y  no  murió  de  dolor  viendo  a  su 
santísimo  Hijo,  a  quien  tanto  amaba,  aprisionar,  ligar,  herir, 
escarnecer,  despedazar  y,  en  fin,  morir  en  una  cruz. — -Blan- 
querna respondió :  — En  una  ciudad  había  un  ciudadano  muy 
celoso  de  su  mujer,  de  la  cual  tenía  un  hijo.  Esta  mujer  era 
muy  honesta  y  bien  acostumbrada  y  amaba  a  su  hijo  sobre 
todas  las  cosas  del  mundo.  Sucedió  que  un  sobrino  que  tenía 
el  ciudadano,  a  quien  quería  mucho,  deseoso  de  heredar  sus 
bienes,  infamó  a  la  mujer,  para  que,  aborreciendo  su  ma- 
rido a  ella  y  a  su  hijo,  pudiese  lograr  su  fin.  Y,  p^ara  más 
esforzar  su  dañado  intento,  dijo  a  su  tío  que  él  había  visto 
salir  del  cuarto  de  su  mujer  a  un  clérigo,  con  quien  antes 
le  había  hecho  creer  que  ella  tenía  ilícita  comunicación.  El 
ciudadano  se  irritó  tanto,  que  dijo  a  su  sobrino:  "Hijo,  si 

1  El  paréntesis  es  del  traductor. 

3  El  original  diçe  «^uclòíment»,  forma  substantivada  que  concuerc 
da  mejor  con  la  frase  siguiente  «que  no  és  enclosa  dintre  la  lugo* 
del  foch». 


FÉLIX    DE    LAS    MARAVILLAS. — C.    I(>  O.ju 


tú  me  amas  y  quieres  después  de  mi  muerte  poseer  mis 
riquezas,  has  de  hacer  lo  que  te  diré,  que  es  ir  incontinente 
adonde  está  mi  mujer  y  delante  de  ella  abrir  el  pecho  a  su 
hijo  y  sacarle  el  corazón,  para  que  ella,  a  vista  de  tal  atro- 
cidad, muera  de  tristeza  y  dolor."  Por  lo  que  aquel  cruei 
hombre  fué  inmediatamente  donde  estaba  la  buena  mujer, 
que,  teniendo  a.  su  hijo  en  su  regazo,  se  consolaba  de  los 
trabajos  que  sufría  por  el  genio  celoso  del  marido;  y  arre- 
batándola el  hijo  delante  de  ella  mesma,  le  metió  el  cuchillo 
en  el  pecho,  y  después,  per  la  herida,  la  mano,  en  la  que 
sacó  el  corazón  del  inocente  infante  y  le  arrojó,  aún  palpi- 
tando ;,  en  la  falda  de  su  madre.  [A]  la  cual  (en  tanto  que 
el  mal  hombre  ejecutaba  esto,  y  el  niño  lloraba  y  la  llamaba 
y  miraba  para  que  le  socorriese  y  librase  de  él)  por  la 
fuerza  del  dolor  se  le  embargaron  las  acciones;  no  pudo 
moverse  ni  socorrerle;  sólo  se  admiraba  de  cómo  el  dolor 
no  la  mataba,  que  era  lo  que  deseaba,  por  no  ver  la  cruel 
muerte  que  daban  a  su  querido  hijo.  Pero  Dios  no  quiso 
concederla  lo  que  le  pedía,  por  darla,  más  motivo  de  pa- 
decer y  de  tener  mayor  paciencia,  para  que  le  diese  gracias 
por  los  trabajos  que  la  enviaba,  y  así  dispuso  que  viviese 
muchos  años  en  trabajos  y  dolor,  para  que,  adquiriendo  gran 
mérito,  mereciese  gran  gloria. 

— Señor — dijo  Félix — ,  las  gentes  de  este  mundo,  ¿por 
qué  tienen  tan  gran  esperanza  en  María  Santísima?  Pues 
veo  muchos  hombres  que  la  muestran  tener,  y  efectiva- 
mente la  tienen,  en  algún  modo,  mayor  que  en  su  santísimo 
Hijo  !. — A  que  respondió  Blanquerna:  — Amado  hijo,  la  car- 
ne que  el  Hijo  de  Dios  tomó  en  y  de  María  Santísima  (como 
elegida  para  la  unión  de  la  Divinidad)  3  vale  sin  compara- 
ción mucho  más  que  todos  los  ángeles  y  los  arcángeles  y 
que  todos  los  hombres  que  son,  fueron  y  serán;  y  vale  más 
que  todo  cuanto  Dios  ha  criado,  y  aun  el  mismo  Dios  no 
puede  crear  cosa  alguna  tan  preciosa  ni  que  tanto  pueda 
valer.  Por  lo  que  es  necesario  que  nuestra  Señora  sea  tan 
alta  y  tan  excelente  criatura,  y  que  tenga  tal  cumplimiento 
de  perfección,  justicia,  caridad,  virtud,  santidad  y  poder,  que 
sea  bastante  a  la  esperanza  que  los  justos  y  los  pecadores 
necesitamos  tener  y  tenemos  en  ella.  Y  porque  su  Hijo  quier? 
más  oír  los  ruegos  de  su  Madre  que  los  de  todos  los  santos, 
tenemos  necesidad,  todos  los  hombres  pecadores,  de  la  inter- 
cesión de  María  Santísima,  mayormente  cuando  esta  divina 
Señora-  (por  tenernos  más  eficaz  amor)  B  es  más  diligente  en 


'  «aún  palpiuuulo»  es  añadidura  del  traductor. 

r  El  traductor  amortigua  la  ingenua  expresión  de  Félix  :  tCat 
molts  hòmens  són  qui  han  major  sperançn  en  nostra  Dona  que  en 
son  fill.» 

¿  El  paréntesis  falta  en  el  original. 


650 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


rogar  a  su  Hijo  por  nosotros  que  todos  los  demás  santos. 

Después  de  estas  palabras,  Blanquerna  dijo  a  Félix  la 
siguiente  similitud,  para  que  entendiese  mejor  lo  que  él 
había  dicho:  — En  una  provincia  había  un  rey  muy  sabio, 
y  como  en  ella  hubiese  hombres  muy  malos,  tenía  el  rey 
que  hacer  grandes  actos  de  justicia,  para  castigar  sus  gran- 
des delitos.  Sucedió  muchas  veces  disgustarse  el  rey  de 
haber  de  castigar  criminalmente  a  tantos,  por  lo  que  ¿le- 
seaba que  hubiese  en  su  corte  hombres  que  supiesen  rogar 
e  interceder  por  los  que  había  de  castigar,  pues  él  se  incli- 
naba a  perdonar  a  muchos;  pero  los  culpados,  que  sabían 
lo  recto  de  la  justicia  del  rey  y  desesperaban  alcanzar  per- 
dón, no  se  le  pedían  como  debían  °.  Por  lo  que,  teniendo  el 
rey  una  hija  muy  hermosa  y  bien  acostumbrada,  la  dijo: 
"Amada  hija,  gran  deseo  tengo  de  perdonar  a  muchos,  pero 
mis  vasallos  no  saben  el  modo  de  pedirme  perdón;  y  así 
tendrás  entendido  que  desde  hoy  te  manifestaré  todo  lo 
que  te  quiero,  para  que  los  que  contra  mí  cometen  algún 
delito,  se  valgan  de  ti,  pidiendo  te  interpongas  conmigo 
para  alcanzarles  el  perdón  que  necesitan,  y  yo  por  tu  medio 
perdonaré  a  muchos  y  tendré  el  gusto  de  usar  de  mi  mise- 
ricordia complaciéndote  a  ti 7.  Y  así,  hija  mía,  a  ti  te  toca 
hacer  que  las  gentes  se  enamoren  de  ti 8,  para  que,  aten- 
diendo a  tus  buenas  costumbres  y  virtudes,  yo  no  pueda 
dejar  de  oírte;  y  así  todos,  por  tu  bello  trato  y  por  la  espe- 
ranza que  en  ti  tendrán,  recurrirán  a  ti  en  sus  aflicciones, 
trabajos  y  defectos  que  cometan,  y  tú  los  oirás,  y  manifes- 
tarás cómo  el  mejor  modo  de  pedirme  perdón  y  misericordia 
es  tu  medio  y  tu  intercesión  * 


CAPÍTULO  XI 
De  los  profetas 

— Señor — dijo  Félix — ,  en  el  tiempo  en  que  estamos,  ¿  por 
qué  no  hay  profetas? — A  que  Blanquerna  respondió:  — Un 
rey  muy  noble  tenía  un  hijo  a  quien  mucho  amaba.  Este  rey 

0  «no  li  clamaven  mercè,  e-l  rey  feya  d'ells  justicia.» 

7  Versión  muy  libre  de  «A  mi  se  cové  que  a  vós  dó  senyal  de  gra 
amor,  per  ço  que  les  gents  que  contra  mi  fan  felliment  se  confien  e 
vós,  e  qiie  jo  per  vostres  pregueries  lus  deja  perdonar  algunes  v~ 
gades*. 

*  Más  expresiva  y  clara  es  la  frase  de  Ramón  Llull  :  «E  a  yós 
filla,  se  cove  que  les  gents  façats  en  amor  de  vós  mateixa  e  de  mi... 

0  Glosa,  más  bien  que  traducción,  del  original  :  «...  e  per  la  spe 
ranea  que  hauran  en  vós,  se  castiguen  dels  deffelliments  que  fan  ; 
e  ©ové  que  vós  los  mostréis  manera  com  degen  clamar  mercè.» 


FÉLIX   DE   LAS   MARAVILLAS. — C.    II  6s.T 


envió  por  todo  su  reino  mensajeros,  que  con  solemnidad 
participasen  a  las  gentes  unas  nuevas  cortes  que  querí?. 
hacer  para  honrar  a  su  hijo,  armarle  caballero  y  cederle 
su  reino  y  corona  1 ;  cuya  función  ejecutada,  y  concluido  el 
ceremonial  y  cumplimiento  de  las  cortes  -,  cesaron  en  su 
oficio  3  los  mensajeros. 

— Señor--volvió  a  preguntar  Félix  a  Blanquerna— ,  el 
rey  que  vos  decís,  ¿por  qué  no  hizo  antes  las  cortes,  pues 
que  su  hijo  era  digno  de  ser  antes  caballero  y  honrado? 
Y  los  mensajeros  que  las  anunciaron,  ¿por  qué  murieron 
antes  que  se  celebrasen,  cuando  tanto  tiempo  las  habían 
estado  anunciando? — Blanquerna  respondió  que  las  cortes 
principalmente  se  habían  celebrado  en  obsequio  del  rey  y 
de  su  hijo,  y  que  a  éste  le  pertenecía  mucho  más  honor  que 
el  que  las  gentes  que  a  las  cortes  vendrían  le  podrían  dar 
y  tributar4,  por  lo  que  las  hizo  cuando  y  como  quiso  que 
su  hijo  fuese  honrado,  y  no  antes  ni  después,  pues  que  aque- 
llas cortes  se  establecieron  según  el  mucho  honor  que  con- 
venía a  los  reyes,  que  quisieron  tenerlas  en  aquel  tiempo  y 
no  en  otro. 

Félix  preguntó  a  Blanquerna  por  qué  los  profetas  habían 
hablado  tan  obscuramente  de  la  venida  de  Jesucristo,  pues, 
si  hubiesen  hablado  con  más  claridad,  muchos  más  hombres 
hubieran  creído  en  él  que  no  han  creído  ni  creen,  lo  que 
ocasiona  su  condenación  eterna.  Blanquerna  respondió:  — El 
entendimiento  y  la  fe  son  criaturas  de  Dios,  y  cuanto  más 
obscuramente  hablaron  los  profetas  del  advenimiento  de 
Jesucristo,  más  ocasión  dieron  a  los  entendimientos  huma- 
nos para  ensalzarse  a  sutilizar  e  inquirir  las  obras  que  Dios 
tiene  en  sí  mesmo  y  extra  de  sí  mesmo,  en  las  cuales,  y  en 
cada  una  de  por  sí.  el  entendimiento  puede  entender  que 
el  advenimiento  de  Jesucristo  está  secretamente  anunciado 
y  significado  \  Y  esto  mesmo  se  sigue  de  la  fe,  que  puede 
ser  mayor  y  adquirir  mayor  mérito  0  en  creer  el  adveni- 

1  L·l  original  dice  solamente  :  «...  e-l  volia  heretar  de  >oii  regne», 
pero  el  sentido,  a  juzgar  por  el  contexto,  es  el  que  le  dio  el  traduc- 
tor anónimo. 

-  Traducción  obscura  dé  «Aprés  la  cavelleria  del  rey  jove  e  lo 
compliment  de  la  cort...». 

3  Falsa  versión  de  «cessaren»,  .que  aquí  significa  «murieron»,  se- 
gún .^c  desprende  del  siguiente  párrafo.  Se  refiere  a  la  muerte  de  los 
profetas  antes  de  la  venida  de  Cristo. 

J  Lo  que  sigue  es  una  declaración  del  original  :  «...rar  aquella 
cort-fo  stablida  segons  la  alte  honor  que-^  con  venia  ais  .u«  reys  que 
en  aquell  temps  volgueren  tenir  cort.» 

5  Falsa  interpretación  de  «en  les  quals  obres  l'enteniment  pot  més 
entendre,  hon  pu^  Paveniment  de  Christ  és  secretament  nunciat». 

6  «y  adquirir  mayor  mérito»  lo  añadió  el  traductor. 


652 


OBRAS  LITERARIAS   DE  RAMON  LLULL 


miento  de  Jesucristo  cuanto  más  obscuramente  7  hablaron 
de  él  los  profetas. 

Sabrás — dijo  Blanquerna — que  una  vez  sucedió  que  el 
sumo  pontífice  dijo  a  un  buen  sacerdote  que  eligiese  uno  de 
dos  obispados  que  por  entonces  había  vacantes;  y,  habiendo 
examinado  el  sacerdote  que  el  uno  era  de  mucha  renta  y 
señorío,  pero  que  los  feligreses  s  no  eran  bien  acostumbra- 
dos ni  virtuosos,  y  que  en  el  otro,  que  era  de  mucha  menor 
renta  y  menos  señorío  9,  lo  eran,  eligió  el  pequeño,  amando 
más  ser  señor  de  pocos  virtuosos  que  de  muchos  viciosos. 

— Señor — dijo  Félix — ,  según  vuestra  similitud,  parece 
que  Dios  ama  más  en  la  gloria  a  los  hombres  muy  virtuo- 
sos, aunque  sean  pocos,  que  no  a  los  que  no  hayan  sido  tan 
virtuosos,  aunque  sean  muchos.  Y,  siendo  Dios  en  todo  bue- 
no, poderoso,  grande  y  con  cumplida  voluntad,  me  causa 
admiración  el  que  Dios  no  haya  dispuesto  que  en  este  mundo 
haya  habido  muchos  más  hombres  de  mayor  virtud  y  san- 
tidad que  los  que  ha  habido  ni  hay. — Blanquerna  respondió: 
— Un  abad,  que  era  hombre  de  santa  vida  y  gran  devoción, 
tenía  en  su  monasterio  muchos  monjes  que  no  eran  tan 
honestos  ni  devotos  como  convenía  a  la  religión  que  pro- 
fesaban, aunque  había  otros  que  eran  buenos  y  observan- 
tes. Este  abad  hacía  muchas  penitencias,  ayunos  y  morti- 
ficaciones 10,  para  que,  predicando  a  sus  monjes  con  el  ejem- 
plo, se  hiciesen  buenos  observantes  y  devotos  los  que  no  le 
eran,  y  que  los  que  lo  eran  se  fortaleciesen  y  psrficionasen 
más  en  la  virtud  n. 

— Señor-  dijo  Félix-  ,  ¿  por  qué  razón  los  judíos  no  se 
hacen  cristianos,,  observando  como  observan  la  ley  antigua, 
que  es  fundamento  de  la  nueva?  Pues  me  causa  admiración 
que,  teniendo  ellos  los  principios  de  ésta,  sean  contrarios 
de  ella  mesma  v~. — Blanquerna  respondió:  — En  tiempo  de 
los  profetas  reinaba  fuertemente  la  fe,  porque  las  gentes  no 
estaban  tan  acostumbradas  a  la  sabiduría  como  lo  están  al 
presente;  por  cuyo  motivo-  los  judíos,  fundados  en  aquella 
creencia,  quieren  por  ella  mantener  la  ley  antigua,  para  lo 
que  han  hecho  muchas  glosas  al  testamento,  oponiéndose  a 

"'  «subtilment»  escribió  aquí  Ramón  Llull. 
8  «los  seus  prelats  e  sotsmeses» ,  escribió  Ramón. 
;'  «havia...  petita  renda,  e  los  clergues  e  los  lechs  eren  en  poch 
quantitat.» 

w  «feya  moltes  abstinències  en  dejuni-,  e  havia  molta  de  san 
taiiat  e  de  converció...» 

11  Él  original  prosigue  ;  «...  per  tal  que  gran  santadat  e  converci 
significas  la  alta  santadat  de  lur  creador.» 

B  La  argumentación  luhana  es  como  se  sigue  :  «Car  gran  mera 
vella  és  que  ells  teríguen  los  començaments  de  la  ley  nova,  e  qu 
ells,  ab  aquells  començaments,  sien  contraris  a  la  li  de  aquells  ÇT 
mençaments.» 


FÉLIX   DE   LAS  MARAVILLAS. — C.  11 


6«í  ; 


la  nueva  ley  1  .  Y  por  esto  y  porque  dirigen  sus  pensamien- 
tos contra  su  fin,  están  en  cautiverio,  como  lo  demostró  un 
sabio  judío  a  otro  de  su  religión,  diciéndole  que  antes  de 
la  venida  de  Cristo  habían  padecido  dos  cautividades  en 
castigo  de  sus  pecados,  y  que.  de  éstas,  la  una  duró  cuatro- 
cientos años  y  la  otra  sólo  setenta;  pero  que  la  que  actual- 
mente padecen,  ha  más  de  mil  doscientos  años,  sin  que  sepan 
ni  discurran  por  qué,  si  no  es  por  haber  dado  la  muerte  a 
Jesucristo  1 

— Señor — dijo  Félix-—,  un  cristiano,  que  era  usurero  y 
tenía  mujer  e  hijos,  llegó  al  artículo  de  la  muerte;  y  dicién- 
dole su  confesor  que.  si  no  restituía  lo  que  tan  ilícitamente 
había  ganado,  no  se  podía  salvar,  le  respondió  que  más 
quería  condenarse  que  restituir  lo  que  por  usura  había  ga- 
nado, pues  su  mujer  y  sus  hijos  quedarían  pobres.  Y  así, 
me  admiro  de  la  constitución  que  se  ha  establecido  para  que 
el  judío  que  se  vuelve  cristiano  sea  despojado  de  cuanto 
tiene,  pues  muchos  judíos  dejan  de  ser  cristianos  por  esta 
constitución. — Blanquerna  respondió;  — En  una  ciudad  ha- 
bía muchos  judíos,  de  los  cuales  el  rey  sacaba  un  gran  te- 
soro todos  los  años,  dejándolos  por  esto  vivir  y  hacer  las 
usuras  que  acostumbran  contra  los  cristianos;  y  como  su- 
cediese que  un  judío  muy  rico,  con  toda  su  familia,  abrazase 
la  religión  de  Jesucristo,  el  rey  le  tomó  cuanto  tenía,  y  él 
se  vió  obligado  a  pedir  limosna  y  pasar  una  vida  sumamente 
miserable  lc,  maravillándose  todos  de  que  el  rey  quisiese  po- 
seer (sin  creer  cargaba  su  conciencia)  10  aquellos  bienes,  pro- 
cedidos de  la  usura,  y  que  dejase  perecer  a  aquel  miserable 
con  su  familia. 

— Señor — dijo  Félix — ,  un  ermitaño,  hombre  de  santa 
vida,  entró  en  una  ciudad  donde  había  muchos  judíos,  con 
el  fin  de  alegrarse  de  todo  aquello  que  viese  en  que  se  ma- 
nifestase que  Dios  era  muy  amado  y  conocido,  y  de  entris- 
tecerse y  compungirse  de  todo  lo  contrario  y  que  fuese  en 
su  ofensa.  Sucedió  un  día  que  este  ermitaño  entró  en  la 
sinagoga  de  los  judíos,  donde  oyó  que  maldecían  a  Jesu- 
cristo ,;,  de  que  tuvo  gran  pesar  y  sentimiento,  y  se  mara- 
villó de  cómo,  siendo  el  rey  cristiano,  permitía  habitase  s*; 
tierra  gente  contraria  de  su  religión  y  que  aborrecía  y  blas- 
femaba a  quien  era  Rey  del  rey.  Y.  habiendo  salido  con  este 


13  «han  fetes  moltes  ,l;ío>c>  contre  els  tests,  e«ls  conseqüents  segne- 
xen  lnrs  pares  primers  qui  faleament  contradixeren  la  lev  nova.» 

Todo  este  párrafo,  má>  es  un  re>umen  que  una  traducción,  pero 
el  >emido  corresponde  al  original. 

^  Versión  incompleta  de  «e  sa  muller,  e»ls  infants»  e  ell  mateix 
foren  tan  pobres  que,  quirent  per  les  porto,  morien  de  f;im» 
10  Paréntesis  del  traductor. 

,;  El  texto  catalán  añade  :  «...e-l<  jabeas  no-s  garda ven  de  ell. 
car  cuvdaven-se  que  fos  juheu.» 


654  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON*  LLULL 


disgusto  de  la  sinagoga,  vió  que  llevaban  a  justiciar  un 
cristiano  porque  había  muerto  un  judío  el  viernes  santo, 
arrebatado  del  dolor  que  le  causó  contemplar  la  pasión  de 
Jesucristo  y  los  tormentos  y  muerte  que  por  mano  de  los 
judíos  padeció.  De  que  se  maravilló  mucho  más  el  ermitaño, 
considerando  cómo  era  posible  que  un  rey  y  un  pueblo  cris- 
tiano pudiesen  vivir  entre  gente  que  sólo  trataba  el  deshonor 
de  Jesucristo,  amándole  tanto  su  Padre  (y,  por  consecuen- 
cia, a  los  que  le  honran),  y  difamando  tanto  a  los  que  tratan 
su  deshonor  (y,  por  consecuencia,  a  los  que  lo  permiten)  18 . 


CAPÍTULO  XII 
De  los  apóstoles 

— Mucho  me  admira — dijo  Félix — que,  siendo  los  após- 
toles tan  pocos  en  número,  pudiesen  convertir  tantas  gentes, 
y  que,  habiendo  ahora  tantos  cristianos,  no  podamos  con- 
vertir a  los  infieles. — Blanquerna  respondió:  — Un  discípulo 
en  filosofía  encendía  fuego  delante  de  su  maestro,  y  se  ma- 
ravillaba de  que  con  una  chispa  pudiese  el  hombre  quemar 
toda  cuanta  leña  le  fuese  posible  multiplicar  y  poner  en  el 
fuego  1 ;  por  lo  que  preguntó  a  su  maestro  que  por  qué  na- 
turaleza tenía  el  fuego  tan  gran  virtud.  A  que  el  filósofo 
respondió  que  los*  apóstoles  habían  sido  inflamados  de  la 
gracia  e  inspiración  de  Dios,  quien  les  daba  materia  2  para 
que  la  caridad  y  devoción  multiplicase,  y  virtud  para  que 
el  poder  de  sus  almas  se  fortaleciese,  a  fin  de  que  las  gentes 
por  este  medio  se  enardeciesen  y  le  conociesen  y  amasen. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  no  hay  ahora  hombres 
tan  inflamados  en  el  amor  de  Dios  que  por  su  medio  ilu- 
minen a  las  gentes  para  que  le  amen  y  le  conozcan,  habien- 
do tantos  que  no  le  conocen  ni  le  aman? — Blanquerna  res- 
pondió :  — Un  rey  muy  poderoso  :;  tenía  gran  afición  a  la 
caza,  y  como  un  día,  siguiendo  a  un  oso,  se  perdiese  y  le 
cogiese  la  noche  en  el  campo,  hubo  de  recogerse  en  casa  de 

1S  Traducción  muy  libre  e  incorrecta:  «...  ab  avtals  gents,  que 
tan  contraris  són  a  la"  alta  honor  qui-s  cové  a  Jhesuchrist,  per  lo  qual 
cuyden  ésser  honrats  per  tots  temps  en  la  glòria  de  son  Pare,  qui 
tant  ama  son  honrament  e  tots  aquells  qui-l  honren  en  aquest  món, 
e  qui  tant  desama  tots  aquells  qui  li  fan  desonor.» 

1  Amplificación  de  «com  de  -i-8  spira  de  foch  podie  montiplicar 
tan  gran  foch». 

-  «e  Déus  donave-ls  manera  per  què  la  caritat  e  devoció  mon- 
tiplicava»,  dice  el  original. 

1  «molt  poderós  de  thesaur  e  de  gents». 


FÉLIX    DE   LAS   MARAVILLAS. — C.    12  ÓS.S 


un  labrador,  a  quien  dijo  que  era  un  caballero  de  los  de  la 
comitiva  del  rey  4 ;  y  como  el  labrador  le  preguntase  que  de 
qué  rey,  y  el  rey  le  respondiese  algo  enfurecido,  le  dijo  el 
labrador:  "Señor,  no  os  admiréis  que  yo  soy  rey,  y  aquel  a 
quien  vos  se  lo  llamáis  no  lo  es;  porque  el  oficio  del  rey  es 
hacer  todo  el  bien  que  puede  a  sus  vasallos  y  apartarlos  5 
de  todo  mal;  y  el  rey  de  quien  vos  habláis  tiene  otro  oficio, 
que  no  es  de  rey,  por  haberse  metido  a  cazador  siguiendo 
a  las  fieras,  para  lo  que  no  es  el  rey  (estando  continuamente 
con  desazón  y  tristeza  por  no  poderlas  alcanzar).  Pero  yo  ;, 
que  soy  rey  de  mi  voluntad  y  cumplo  con  mi  oficio,  solici- 
tando que  mi  familia  conozca  y  ame  a  Dios,  soy  verdadera- 
mente rey."  A  lo  que  el  rey  le  respondió  que  los  reyes  y 
los  grandes  señores  suelen  estar  muchas  veces  ociosos,  y 
para  apartar  malos  pensamientos,  tristezas  y  evitar  otros 
males,  ejercitan  la  caza.  Pero  el  labrador  le  replicó:  "Señor, 
en  la  caza  no  cesa  el  mal,  sino  que  se  multiplica,  según  lo 
manifiestan  las  palabras  que  un  clérigo  dijo  a  su  prelado." 
Y  como  el  rey  le  mandase  que  se  las  dijese,  el  labrador  pro- 
siguió diciendo:  "Un  obispo  llevaba  muy  mal  el  cuidado  de 
las  cosas  de  su  obispado,  y  lo  tenía  por  trabajo  insoporta- 
ble, por  lo  que  hizo  empeño  en  la  Santa  Sede  para  residir 
fuera  de  él;  y,  conseguida  la  licencia,  le  dejó  encargado  a 
un  canónigo  7,  hombre  de  muy  mala  vida  y  que  hacía  mucho 
mal  en  él.  Y  como  el  clérigo  se  lastimase  y  le  preguntase 
cómo  era  posible  que  tanto  mal  hiciese  sin  tener  conciencia 
ni  temor  de  Dios,  le  respondió  el  canónigo:  "El  obispo  no 
quiso  tener  cuenta  de  sus  ovejas,  y,  entregándomelas  a  mí, 
se  las  entregó  al  lobo,  por  lo  que  las  ha  perdido"  8,  de  cuyo 
desembarazo  el  clérigo  se  quedó  maravillado. 

"Amigo — dijo  el  rey — ,  decidme  qué  significan  estas  pa- 
labras que  el  canónigo  dijo."  "Señor — respondió  el  labra- 
dor— ,  en  una  ermita  se  encontraron  la  Voluntad  y  el  Poder, 
y  entre  ellos  tuvieron  gran  altercado,  alegando  el  Poder  que 
él  valía  más  que  la  Voluntad,  y  la  Voluntad,  que  ella  era  más 
que  el  Poder.  Y,  como  ambos  a  dos  eligiesen  por  juez,  para 
decidir  su  cuestión,  al  ermitaño'-',  éste  les  dijo:  "Sabréis 

4  Ramón  añade  :  «...  e.  pregà  lo  pagès  que-l  albergàs  per  amor 
del  rey.» 

La  versión  de  todo  este  párrafo  es  muy  poco  fiel,  aunque  bas- 
tante exacta  cuanto  al  sentido. 

8  El  texto  catalán  dice  :  «Mas  jo,  sènyer,  són  rey  de  ma  volentat, 
en  ço  que-m  sent  tal  voler,  que,  si  era 'rey  per  poder,  jo  faria  tant 
que  tots  los  jorns  de  ma  vida  e  tota  ma  terra  ordonaria  a  tal  sta- 
ment,  que  Déus  na  fos  amat  e  conegut. » 

7  El  original  escribe  :  «•!•  clerga.» 

1  Paráfrasis  de  aLo  bisbe  ha  a  retre  compte  de  ses  ovelles,  que  en 
mi  les  ha  perdudes». 

■  «lo  ermita  d'aquel  loch»,  precisa  Ramón  Llull,  para  que  no 
6e  confunda  con  Blanquerna,  interlocutor  de  Félix. 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLl'LL 


que  había  un  sabio  hombre  vasallo  de  un  rey,  el  cual 10  tenía 
gran  deseo  de  hacer  bien,  para  lo  que  deseaba  tener  tan 
gran  poder  como  el  rey  mesmo,  con  el  fin  de  emplearle  en 
hacer  todo  el  bien  que  se  perdía  en  el  que  el  rey  dejaba  de 
hacer,  por  causa  de  que  la  voluntad  del  rey  no  era  corres- 
pondiente a  su  poder." 

Después  que  Blanquerna  hubo  dicho  todas  estas  simili- 
tudes, Félix  entendió  por  ellas  la  causa  por  que  los  cris- 
tianos no  tienen  el  ardor  que  los  apóstoles  para  convertir 
e  inducir  a  vía  de  salvación  a  tantos  que  por  error  caminan 
por  la  de  su  condenación;  por  lo  que  dijo  a  Blanquerna  es- 
tas palabras:  — En  una  ciudad  murió  un  rico  hombre,  que 
dejó  muchas  riquezas  a  su  mujer  y  a  sus  hijos;  y,  habiendo 
venido  del  entierro  en  que  unos  y  otros  lloraron  lo  que  se 
deja  considerar,  se  pusieron  en  una  cuadra  a  recibir  el  pé- 
same con  todo  el  fúnebre  aparato  que  se  acostumbra;  y 
cuando  estaban  todos  con  la  mayor  serenidad,  un  gato  que 
estaba  en  la  sala  jugaba  con  una  pluma  11  con  tales  demos- 
traciones, que  la  mujer,  los  hijos  y  todos  los  circunstantes 
prorrumpieron  en  risa. 

Blanquerna  dijo:  — Un  día  estaba  un  peregrino  delante 
de  la  cruz,  la  que  miraba  con  los  ojos  corporales,  y  con  los 
espirituales  memoraba  lo  que  la  cruz  significa  de  la  santa 
pasión  de  Jesucristo.  Y,  estando  en  esta  contemplación,  vió 
entrar  en  la  iglesia  dos  capellanes  que  hablaban  de  las  cosas 
temporales,  en  las  que  mucho  se  divertían  y  complacían; 
por  lo  que  el  peregrino  les  dijo :  "Señores,  ¿  no  saben  vue- 
sas  mercedes  y-  que  después  de  la  muerte  de  Jesucristo  fué 
encomendada  la  Iglesia  en  custodia  a  San  Pedro,  desde  cuyo 
tiempo  hasta  ahora  ha  habido  muchos  santos  padres  que 
sucesivamente  la  han  gobernado?10'  Y  ¿no  saben  vuesas 
mercedes  también  que  son  ministros  e  hijos  de  la  Iglesia?14 
Pues  me  maravilla  mucho  que,  si  lo  saben  y  contemplan  la 
pasión  de  Jesucristo,  que  la  cruz  significa,  puedan  hombres 
de  su  carácter  15  estar  delante  de  ella  con  conocida  alegría, 
cuando  nuestro  Redentor  es  menospreciado  y  deshonrado  por 


10  Ès  decir,  «aquell  hom  savi»,  como  dice  el  original. 

11  Ramón  es  mucho  más  conciso  :  «...  -i-  gat,  denant  ells,  demen- 
tre  sesían  en  una  gran  salà,  jugava  ab  ploma...» 

El  texto  medieval,  menos  ceremonioso,  dice  sencillamente  : 
«Senyors  capellans,  vosaltres...» 

,:1  Acomodación  de  «après  la  mort  de  sant  Tere  tro  ara  ha  haüts 
molts  apòstols  [apostolis  ?]  que  successivament  són  estats  pastors  de 
santa  Sgleya». 

.  11  Toda  esta  segunda  interrogación  fué  interpolada  por  el  tra- 
ductor. 

15  Ramón  Llull  escribió,  más  en  general,  «negun  fill  de  ^anta 

Serle  va*. 


FELIX   DE   LAS   MARAVILLAS. — C.  12 


tantos  hcmbres  que  hay  en  el  mundo  qu^  no  creen  en  él"  ";. 

"Señor — respondió  uno  de  los  capellanes  al  peregrino—  , 
una  vez  oí  contar  que  un  rey  muy  honrado  y  muy  rico  ju- 
gaba al  ajedrez,  y  que,  viéndole  un  hombre  sabio,  le  pregun- 
tó que  por  qué  estaba  ocioso  y  no  hacía  todo  el  bien  que 
podía,  disponiendo  que  Dios  fuese  honrado  y  servido,  pues 
era  el  fin  con  que  había  creado  el  mundo  y  le  había  hecho 
a  él  rey  :.  A  lo  que  el  rey  respondió  que  jugaba  para  no 
hacer  mal  ni  pensar  mal,  y  también  para  pasar  el  tiempo. 
A  lo  que  el  sabio  le  replicó  que  Dios  no  le  había  hecho  rey 
sólo  para  que  no  hiciese  mal  ni  pensase  mal.  ni  para  que 
estuviese  ocioso,  sino  es  para  que  hiciese  bien  mientras  vi- 
viese y  pudiese.  Y,  en  tanto  que  el  sabio  decía  al  rey  estas 
palabras,  otro  sabio  consideraba  cuánto  bien  se  perdía  en 
la  ociosidad  del  rey  y  cuánto  mal  por  ella  se  ocasionaba; 
por  lo  que  dijo  al  rey:  "Señor,  el  Poder.  Sabiduría  y  Volun- 
tad se  encontraron  al  margen  de  una  bella  fuente,  y,  des- 
pués de  haberse  regocijado  y  hablado  de  muchas  cosas,  el 
Poder  contó  la  gran  virtud  que  él  tenía  en  hacer  bien  y 
privar  el  mal  de  mucho6  modos;  y  la  Sabiduría,  oyéndole, 
se  puso  a  llorar,  porque  aquella  virtud  se  perdía  y  porque 
la  Voluntad  no  movía  el  Poder  para  ejercitarle;  y,  en  tanto 
que  la  Sabiduría  lloraba,  la  Voluntad  cantaba  y  se  alegra- 
ba, y  el  Poder  estaba  ocioso." 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿de  qué  proviene  que  los  sarra- 
cenos posean  y  hayan  poseído  tanto  tiempo  la  Tierra  Santa, 
donde  Jesucristo  nació,  murió  y  fué  sepultado?  Pues  me 
maravillo  de  que  los  cristianos  lo  hayan  permitido  y  per- 
mitan \ — Blanquerna  respondió:  — Siendo  el  soldán,  prín- 
cipe sarraceno,  señor  de  aquella  tierra,  escribió  al  sumo 
pontífice  y  a  los  demás  reyes  cristianos,  aiciéndoles  se  ma- 
ravillaba de  que  los  príncipes  cristianos  pensasen  sólo  en 
conquistar  aquella  tierra  por  fuerza  de  armas  corporales, 
sin  cuidarse  de  las  espirituales,  predicando,  con  las  cuales 
solas,  sosteniendo  el  martirio  y  la  muerte,  los  apóstoles  con- 
virtieron todo  aquel  país,  que  después  perdieron  los  cris- 
tianos por  la  fuerza  de  las  armas  corporales,  cuando  Mano- 
meto  y  sus  sucesores  le  conquistaron,  el  que  con  las  mesmas 
mantienen  y  poseen,  con  deshonor  de  las  de  los  cristianos 
y  en  desdoro  del  honor  de  Jesucristo  y  del  de  sus  vicarios 
los  sumos  pontífices  1". 

1,5  Añade  aquí  el  catalán  :  «e.  per  tant  hom  que  no  li  ha  grat 
de  la  alta  honor  que  li  ha  feta  en  est  món.» 

«y  le  habí.i  hecho  a  él  rey»  es  una  añadidura  de  la  traducción. 

,v  «qui  tan  lon^ament  ho  han  sofferl»,  e>crihió  Ramón,  con  frase 
qu<?  rezuma  sus  altos  ideales  de  cruzada. 

13  Ramón  Llull  dice  :  «...  contre  la  alta  honor  que  cové  a  Jhe>u- 
xrist  e  a  sos  conseqüentes»,  es  decir,  a  sos  seguidores  los  cristianos, 
sin  referirle  pnrn  nada  a  Io>  >iimo«  pontífices, 


6s8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  los 
hombres  apetezcan  tanto  el  que  los  honren  y  veneren,  cuan- 
do es  cierto  que  sólo  Dios  debe  ser  el  honrado  y  venerado ; 
y  que,  si  algunos  otros  hombres  lo  son,  lo  son  sólo  por  el 
honor  que  en  ellos  se  atribuye  a  Dios  y  por  lo  que  de  Dios 
representan,  honrándoles  para  que  Dios  sea  honrado  en 
ellos  20. — Blanquerna  respondió  que  un  rey  muy  noble  y  po- 
deroso tenía  gran  corte  y  riquezas,  e  hizo  juntar  muchas 
gentes  para  que  todos  viesen  su  grandeza  y  el  gran  honor 
y  veneración  que  se  debe  dar  a  los  reyes  y  a  su  grandeza 
y  potestad.  Este  rey,  que  era  muy  sabio,  quiso  honrar  a  un 
hijo  suyo,  y,  para  mostrar  su  poder,  le  hizo  rey  y  seme- 
jante a  sí  en  el  mando  y  señorío,  mandando  a  todos  que 
como  a  tal  le  honrasen  y  obedeciesen  21.  Por  lo  que  muchos 
de  aquella  corte  tuvieron  envidia  del  honor  que  el  hijo  dei 
rey  gozaba,  y  quisiera  cada  uno  de  por  sí  para  sí  aquel 
honor,  dimanado  todo  de  que  no  dirigían  sus  pensamientos 
a  que  el  rey  fuese  honrado,  sino  es  a  serlo  ellos  mesmos 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿en  qué  consiste  que  los  empe- 
radores, los  reyes,  los  príncipes  y»  los  grandes  señores,  y 
también  los  prelados 23,  sean  tan  poco  honrados  después 
de  su  muerte  en  este  mundo,  y  que  los  apóstoles,  habiendo 
sido  hombres  pobres  y  despreciados  mientras  vivieron,  sean 
después  de  su  muerte  tan  honrados,  venerados  y  celebra- 
dos?— A  lo  que  Blanquerna  respondió:  — El  Anticristo  ven- 
drá al  mundo  con  intención  de  ser  honrado  en  él  con  el  honor 
que  a  Jesucristo  sólo  se  debe  dar,  y  así  el  Anticristo  querrá 
ser  honrado  contra  Cristo,  por  lo  que  en  su  muerte  será 
deshonrado  en  este  y  en  el  otro  mundo  24. 

— Señor — dijo  Félix — ,  a  un  hombre  de  mucha  autori- 
dad 25  oí  decir  que  el  Anticristo  había  ya  nacido  y  que  en 
breve  tiempo  vendría  y  reinaría  en  el  mundo ;  lo  que,  si  fuese 
cierto,  sería  señal  de  que  el  mundo  se  acabaría,  pues  des- 
pués de  su  muerte  debe  ser  el  fin  de  él.  Y,  como  Dios  haya 
creado  el  mundo  para  que  se  multipliquen  muchos  hombres 


*  Desde  «y  por  lo  que...»  ha  sido  añadido  en  la  traducción. 

-1  «manà  a  totes  les  gents  que  vengudes  eren  an  aquella  cort, 
que^honrassen  son  fill  en  la  honor  que  a  rey  se  cové.» 

-  El  texto  catalán  dice  más  bien  :  «...  lo  qual  honrament  le? 
gens  no  volien  haver  a  honrar  Déu,  mas  a  si  mateixs.» 

23  El  original  añade  :  «los  quals  són  tan  honrat?  en  aquest  món.» 

31  Ramón  Llull  dice  sólo  :  «en  aquest  món.» 

■=  Escrito  el  Fèlix  hacia  1288-S9,  es  muy  posible  que  esos  rumores 
sobre  el  Anticristo  le  viniesen  de  su  contemporáneo  Arnau  de  Vila- 
nova, cuyos  contactos  personales  con  Ramón  Llull  son  todavía  muy 
desconocidos  ;  sobre  sus  particulares  doctrinas  escatológicas,  véase 
A.  de  Vilanova,  Obres  catalanes,  I.  Escrits  icligiosos,  a  cura  del 
P.  Miguel  Batllori,  S.  I.  Pròleg  de  Joaquim  Carreras  i  Artau  :  E/5 
Nostres  Clàssics,  col·lecció  A,  volums  53-54  (Barcelona,  1917). 


l·LLIX   DE   LAS   MARAVILLAS. — C.  12 


de  santa  vida  para  la  gloria,  y  sean  tan  pocos  (respecto  de 
los  que  Dios  puede  crear)  M  los  que  ha  habido,  ms  causa 
gran  admiración  el  que  Dios  quiera  que  el  mundo  se  acabe 
tan  aprisa,  y  que  no  le  haga  durar  mucho  más,  para  que 
haya  más  santos  hombres  y  más  perseguidos  y  mártires  por 
su  nombre  y  amor. 

A  que  Blanquerna  respondió:  — Un  rey  edificaba  un 
grande  palacio,  para  cuyo  trabajo  destinó  muchos  hombres 
y  señaló  gran  renta,  por  convenir  que  el  palacio  fuese  muy 
grande  en  grandeza,  magnificencia  y  hermosura.  Sucedió 
que,  estando  los  fabricantes  construyendo  este  suntuoso  edi- 
ficio, vinieron  hombres  facinerosos  que  los  mataron.  Por  lo 
que  el  rey  envió  otros  para  que  prosiguiesen  la  fábrica,  los 
cuales  también  fueron  muertos  y  robados  por  los  facinero- 
sos; de  que  el  rey  se  indignó  mucho,  por  ver  destruían  to- 
dos los  obreros  de  su  palacio;  pero  dijo  que,  pues  su  volun- 
tad era  que  el  palacio  se  acabase,  convenía  de  necesidad  que 
la  obra  durase  tanto  tiempo  cuanto  fuese  menester  para  dar 
cumplimiento  a  su  voluntad  y  al  fin  que  había  tenido  en  em- 
pezar aquella  fábrica  -\ 

— Señor — 'dijo  Félix — ,  en  tiempo  de  los  apóstoles  se  ha- 
cían muchos  milagros,  y.  después  se  hicieron  otros  muchos 
por  muchos  santos,  de  que  dimanaba  la  conversión  de  mul- 
titud de  infieles ;  pero  ahora  se  hacen  muy  pocos  milagros,  y 
muy  pocos  infieles  se  convierten,  de  lo  que  estoy  muy  mara- 
villado.— Blanquerna  respondió  y  dijo:  — En  el  tiempo  de  los 
profetas  convenía  convertir,  a  las  gentes  persuadiéndolas  a 
que  creyesen,  porque  estaban  aptas  para  creer2";  y  en  el 
tiempo  de  Jesucristo  y  de  los  apóstoles  convino  convertir- 
los con  milagros,  porque  no  estaban  bien  fundados  en  la 
Escritura  y  amaban  más  los  milagros,  como  demostracio- 
nes de  cosas  visibles  y  corporales.  Pero  hoy  ya  estamos  en 
tiempo  en  que  las  gentes  aman  se  les  den  razones  necesa- 
rias y  convincentes,  respecto  de  estar  20  más  fundados  en  fi- 
losofía y  teología;  por  lo  que  conviene  que  a  los  que  por  fi- 
losofía han  caído  en  error  contra  la  fe.  se  les  den  por  filo- 
sofía y  teología  razones  necesarias  y  convincentes  que  des- 
truyan sus  falsas  opiniones  90  fque  es  el  medio  de  convertir- 


*  El  parénttMí-  es  una  interpolación  del  traductor. 

Ramón  Llull,  como  *e  ve,  no  veía  tan  cercano  el  fin  del  mundo 
como  muchos  de  sus  contemporáneos  ;  lo  mismo  afirma  en  otros 
pasaje-  de  sus  obras,  y  más  particularmente  en  el  Libcr  de  Atitichris- 
to,  compuesto  hacia  el  año  I29J. 

T5  Esta  última  frase  no  corresponde  exactamente  al  «car  leugera- 
ment  creyen»  del  original. 

39  Esto  es,  «porque  e>tán...»,  conforme  al  texio  catalán  :  «...  car 
són  fundades  en  gran>  sciències  de  fisolofia  e  de  theologia.» 

OT  Lo  que  sigue  entre  paréntesis  es  interpolación  del  traductor. 


66o 


OBRAS  LITERARIAS  DÉ  RAMON  LLULL 


los  por  el  presente,  pues  tienen  cerrados  los  ojos  espiritua- 
les por  falta  de  fe  y  no  está  en  nuestra  mano  darles  demos- 
tración con  milagros  para  que  se  convenzan  con  los  ;1  sensua- 
les y  corporales,  por  faltarnos  poder  para  ello)  32. 

;;i  La  traducción  dice  !as,  evidentemente  por  error. 

Ei  texto  castellano  omite  todo  un  párrafo  final,  que,  traducido 
fielmente,  dice  :  «Mucho  le  contentaron  a  Félix  las  palabras  de 
Blanquerna,  y  alabó  y  bendijo  a  Dios,  que  lo  había  iluminado  sobre 
la  encarnación  del  Hijo  de  Dios,  de  la  cual  dudaba  cuando  se  llegó 
a  Blanquerna.  Félix  se  despidió  de  Blanquerna,  y  fué  por  el  mundo 
;i  buscar  maravillas  con  las  cuales  pudiese  conocer  y  amar  a  Dios.» 


LIBRO  II 

DE    LOS  ANGELES 


Después  que  Félix  se  despidió  de  Blanquerna,  se  entró 
en  un  gran  valle,  donde  halló  un  camino,  por  donde  anduvo 
todo  aquel  día  sin  encontrar  cosa  de  que  maravillarse,  lo 
que  deseaba  mucho;  y  esforzaba  su  espíritu  para  discurrir 
en  alguna  nueva  maravilla.  Y,  caminando  con  estos  pensa- 
mientos, llegó  a  una  iglesia,  donde  estaba  un  ermitaño  que 
tenía  el  Libro  de  ¡os  ángeles  \  en  el  que  leía,  para  adquirir 
conocimiento  de  ellos. 

Y  2,  reparando  Félix,  vió  sobre  la  puerta  pintado  un  hom- 
bre con  alas,  y  unas  balanzas  en  la  mano,  que  significaba  a 
San  Miguel  - ;  y,  maravillado  de  aquella  pintura,  dijo  al  er- 
mitaño (después  de  haberse  hecho  la  señal  de  la  cruz  y  sa- 
ludádole  cariñosamente)  estas  palabras:  -  Señor,  ¿qué  sig- 
nifica esta  pintura  que  está  sobre  la  puerta  de  vuestra  igle- 
sia?— A  que  el  ermitaño  respondió  que  significaba  a  San 
Miguel,  que  pesaba  ias  almas.  Félix  dijo  al  ermitaño  4  qu:> 
deseaba  mucho  oír  algunas  razones  necesarias  que  demos- 
trasen la  existencia  de  los  ángeles;  por  lo  que  el  ermitaño  le 
dijo  las  siguientes. 


C  A  IM'TI'LO  XIII 
Si  hay  o  no  ángeles 

Hijo  ',  natural  cosa  es  que  toda  criatura  ame  su  seme- 
jante, y  que  cuanto  más  unas  cosas  son  semejantes  a  las 

1  Sin  duda  se  refiere  Ramón  a  su  propio  Llibre  dels  àngels,  uno 
de  los  primeros  que  compuso  en  Mallorca, 

Según  el  original,:  «Kélix  fo  a  la  porta  de  la  sgleya  bou  havía 
altar  de  sant  Miquel.  Sobre  la  porta...  havia,  pintat...» 

:  «hon  er  i  affigurat  que  sant  Miquel  pesa  Ve  les  ànimes.» 

1  El  texto  catalán  diré  Bolamente  :  «Fèlix  dix  al  ermita  si  era 
àngel  neguna  cosa,  cor  molt  bo  desiujave  saber.* 

1  Én  el  original  precede  un  párrafo  que,  traducido  a  la  letra,  dice 
así  :  «Cuando  FClix  hubo  rogado  al  ermitaño  que  le  dijese  si  el  ángel 
es  alguna  cosa,  el  ermitaño  le  significó  qué  es  ángel,  según  estas 
palabras  : ...» 


6Ó2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


otras,  tanto  más  se  amen  entre  sí.  De  que  dimanó  que  un  rey, 
que  tenía  dos  hijos,  amase  más  al  mayor,  porque  le  era  en 
todo  más  parecido  que  al  menor,  y  que  la  reina,  su  mujer, 
amase  mucho  más  al  menor  porque  lo  era  a  ella;  por  cuya 
razón  la  reina  se  disgustaba  y  maravillaba  del  mayor  cari- 
ño que  al  hijo  mayor  tenía  el  rey;  lo  que  le  manifestó,  di- 
ciendo se  admiraba  mucho  de  que  él  amase  más  al  un  hijo 
que  al  otro,  siéndolo  ambos  suyos.  El  rey,  que  era  muy  sabio, 
preguntó  a  la  reina  que  por  qué  ella  amaba  más  al  hijo  me- 
nor que  al  mayor;  y  la  reina  le  respondió  que  le  amaba  más 
porque  se  parecía  más  a  ella  que  a  él.  Y  entonces  el  rey  la 
dijo:  "Señora,  no  hay  criatura  alguna  que  sea  tan  semejan- 
te a  Dios  como  el  ángel,  porque  el  ángel  no  tiene  cuerpo,  es 
cosa  insensible  2,  y  tiene  mayor  poder  para  entender  y  amar 
a  Dios  que  todas  las  demás  criaturas ;  de  que  inferiréis  que, 
si  no  hubiese  ángeles,  Dios  no  amaría  tanto  aquello  que  le 
es  más  semejante  que  aquello  que  le  es  menos  semejante; 
y,  vos,  señora,  tendríais  mayor  virtud  y  orden  en  amar  vues- 
tra semejanza  (en  vuestro  hijo)  3  que  Dios  en  amar  la  suya 
en  el  ángel,  lo  que  es  imposible." 

— (Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  mucho  me  ha  agrada- 
do el  ejemplo  que  me  habéis  dado  para  demostrarme  que  hay 
ángeles;  pero  me  admiro  de  que  la  reina  no  conociese  en  el 
rey  la  naturaleza  por  que  amaba  más  su  semejante  que  su 
desemejante,  pues  que  la  reina  lo  conocía  en  sí  mesma,  por 
la  que  tenía  con  el  hijo  menor.  — Hijo — <iijo  el  ermitaño — , 
tan  grande  es  la  participación  y  unión  4  entre  la  voluntad 
y  el  entendimiento,  que  porque  la  voluntad  de  la  reina  ama- 
ba más  al  hijo  menor  que  al  mayor,  deseaba  conocer  el  enten- 
dimiento de  la  mesma  reina  ser  semejante  naturaleza  en  la 
voluntad  del  rey,  que  en  la  suya,  memorando  más  veces  la 
mesma  reina  su  semejanza  en  aquel  hijo  que  más  se  la  pare- 
cía que  en  aquel  que  más  se  parecía  al  rey. 


CAPITULO  XIV 

Qué  es  el  ángel 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿qué  es  el  ser  del  ángel,  o  qué 
cosa  es  el  ángel? — A  lo  que  el  ermitaño  respondió  y  dijo 
que  había  un  rey  que  no  sabía  lo:  que  era  ser  rey,  ni  lo  que 
al  oficio  de  rey  pertenecía;  y  como  cometiese  un  gran  de- 


•  «invisible»  en  el  original  catalán. 
:i  Todo  el  paréntesis  es  del  traductor. 
4  «y  unión»  está  interpolado. 


FÉLIX   DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    14  663 


fecto,  de  que  se  siguió  gran  daño  a  su  reino  y  a  otros,  se 
irritó  tanto  de  ello,  por  no  haberle  sido  posible  enmendar 
el  daño  que  se  había  seguido,  que  maldijo  a  quien  le  había 
engendrado  y  a  quien  le  había  concebido,  porque  no  le  ha- 
bían enseñado  en  su  juventud  ciencia  suficiente  para  saber 
reinar,  y  también  porque  le  habían  dado  oficio  que  no  sabía 
ejercer. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  esta  similitud,  porque  no 
le  parecía  que  fuese  a  propósito  para  responder  a  su  pre- 
gunta. Y,  conociendo  el  ermitaño  la  admiración  de  Félix 
y  la  falta  de  inteligencia  de  la  antecedente  similitud,  dijo 
otra  en  estos  términos:  — En  un  gran  monasterio  había 
un  santo  religioso  que  en  virtudes  y  santa  vida  sobrepuja- 
ba a  todos  los  otros;  por  cuya  razón  había  conseguido  pri- 
vilegio para  estarse  retirado  eñ  un  cuarto,  donde  comía  y 
dormía  y  oraba  cuando  quería.  Sucedió  que  un  día  le  vino 
al  pensamiento  el  inquirir  la  causa  por  que  el  hombre  ve, 
oye,  huele,  gusta  y  siente.  Estando  en  esta  consideración, 
le  vino  a  visitar  el  rey,  por  la  gran  fama  que  había  oído 
de  su  santidad  y  virtud  1 ;  y  como  el  abad  le  acompañase  y 
viese  la  pobreza  de  sus  vestidos,  la  dureza  de  su  cama  y  las 
demás  cosas,  todas  indicios  de  su  penitencia,  tomó  asunto 
para  alabar  su  áspera  vida.  El  religioso  se  maravillaba  mu- 
cho de  que  el  abad  le  alabase,  porque,  alabándole  a  él,  se 
vituperaba  a  sí  mesmo  y  a  su  religión,  pues  los  santos  hom- 
bres que  la  establecieron,  la  establecieron  para  que  todos 
los  religiosos  observasen  e  hiciesen  igual  penitencia  a  la  que 
él  hacía. 

Y,  estando  el  santo  religioso  en  esta  consideración  y 
admiración,  el  rey  dijo  al  abad  estas  palabras:  "Naturale- 
za es  de  las  cosas  corporales  que  vivifiquen  los  corporales 
sentidos  cuando  el  hombre  los  usa  para  los  placeres  sen- 
suales; y  por  esto  los  hombres  mundanos  fabrican  bellos 
palacios,  bellos  vestidos,  y  desean  ver  cosas  bellas,  para 
que  la  vista  tenga  mayor  placer  cuanto  es  más  hermoso 
el  objeto  que  poseen.  Y  lo  mismo  hacen  con  los  otros  sen- 
tidos corporales,  pues  por  el  oír  desean  palabras  en  su  elo- 
gio; por  el  oler  apetecen  fragantes  olores;  por  el  gustar, 
comer  delicados  manjares  y  beber  buenos  licores;  y  por  el 
tocar  apetecen  tener  suaves  tapicerías,  camas  y  vestidos, 
para  que  los  muevan  al  carnal  deleite"  2.  Inmediatamente 
que  el  rey  acabó  de  decir  el  oficio  de  los  sentidos,  conoció 
el  santo  religioso  lo  que  era  la  causa  de  que  los  hombres 


/  El  original  sigue  así  :  «Lo  rey  vi  aquell  sant  religiós  pobrement 
ves'tit,  e  viu  son  pobre  lit  en  què  ío  religiós  jahia.» 

3  No  es  éste  el  sentido  de  la  frase  luliana,  sino  simplemente  : 
«...e  per  lo  palpar  volen  haver  molls  draps,  molls  lits  e  molls  vesti- 
ments, e-s  mouen  a  carnals  delits.» 


664 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Sientan  las  cosas  sensibles;  esto  es,  porque  la  virtud  sen- 
sitiva ama  por  naturaleza  usar  de  las  cosas  con  quien  tiene 
similitud  para  sus  deleites  y  placeres,  porque  es  cosa  natu- 
ral el  que  todo  ame  su  semejante  y  que  se  deleite  con  ello. 

— Señor — dijo  Félix-  ,  mucho  me  maravillo  de  vuestros 
ejemplos,  pues  me  parece  que  de  ningún  modo  son  del  caso, 
para  responderme  a  lo  que  os  pregunto.  — Amigo — dijo  el 
ermitaño — ,  sabréis  que  os  digo  estas  similitudes  para  que 
exaltéis  vuestro  entendimiento  a  entender;  pues,  cuanto 
más  obscura  es  la .  similitud  o  metáfora  ;:,  más  se  exalta  el 
entendimiento  que  la  entiende. 

Dicho  esto,  prosiguió  diciendo:  — Amado  hijo,  Dios  (¡por 
siempre  sea  bendito!)  es  memorable,  inteligible  y  amable 
en  sumo  grado  ;  y  por  esto  creó  al  ángel,  que  es  unido  de  tres 
esencias4,  esto  es,  memorativa,  intelectiva  y  amativa.  Con 
la  memorativa  memora  a  Dios,  con  la  intelectiva  le  en- 
tiende y  con  la  amativa  le  ama.  Y  así  el  ángel  con  todo  su 
ser,  entendiendo,  memorando  y  amando,  contempla  a  Dios. 
Y  para  que  esta  contemplación  sea  grande,  quiere  Dios 
que  el  ángel  sea  cosa  espiritual  y  que  no  tenga  cuerpo,  para 
que  éste  no  le  dé  ningún  embarazo  ni  distraiga  de  tan  alta 
contemplación.  Además — dijo  el  ermitaño — ,  que  ninguna 
criatura  puede  ser  más  semejante  a  Dios  que  la  memoria, 
el  entendimiento  y  la  voluntad,  siendo  un  ser  unido,  que  es 
el  ángel.  Y  estas  tres  naturalezas  del  ángel  significan  en 
Dios  las  personas  divinas;  y  la  unidad  del  ángel  significa 
la  unidad  de  Dios,  que  es  una  en  tres  personas.  De  que  se 
sigue  que,  para  que  de  Dios  y  de  su  obra  y  operación  poda- 
mos tener  mayor  conocimiento,  y  que  de  este  conocimiento 
resulte  el  que  le  amemos,  alabemos  y  honremos,  ha  criado 
Dios  al  ángel  a  su  mayor  semejanza  5. 

Cuando  el  emitaño  hubo  explicado  a  Félix  lo  que  es  el 
ángel,  volvió  a  tomar  el  discurso  de  explicar  las  metáforas 
arriba  dichas,  y  dijo  que  las  alas  añadidas  a  la  figura  del 
hombre  significan  que  el  ángel  es  espíritu  que  se  mueve 
•por  cualquier  lugar  que  quiere,  sin  que  el  lugar  pueda  causar 
embarazo  a  su  movimiento,  y  por  las  balanzas  se  significa 
que  el  ángel  bueno  conduce  al  cielo  las  almas  justas,  y  ei 
malo  al  infierno  las  que  mueren  en  pecado  (en  consecuen- 
cia de  los  actos  de  la  justicia  significados  por  las  balanzas)  ; 

Asimesmo  ten  entendido  que  por  ciencia  de  rey  se  sig- 
nifica el  ser  del  ángel  bueno,  pues  que  sabe  el  fin  para  que 


:t  «o  metáfora»,  naturalmente,  es  una  gíosa  del  traductor. 
1  El  catalán  dice  «spècies». 

■'  f£l  texto  original  añade  :  «per  tal  que  en  aquella  semblança 
lo  coneja  e  lo  am.» 

0  Todo  el  paréntesis  es  una  glosa,  lo  mismo  que  la  frase  que 
sigue  :  «Asimesmo  ten  entendido  que». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS . — Ci    15  665 


es  creado  y  ama  lo  creado;  y  por  ignorancia  de  rey  se  sig- 
nifica el  ser  del  ángel  malo,  que  hace  con  su  malicia  pecar 
y  errar  muchos  hombres,  así  como  de  la  ignorancia  del 
rey  se  siguieron  muchos  males.  Y  por  los  deleites  de  los 
cinco  sentidos  corporales  se  significa  que  el  ángel  bueno  es 
aquel  que  se  deleita  en  memorar,  entender  y  amar  a  Dios, 
y  que  el  ángel  malo  es  aquel  que  se  atormenta  en  memo- 
rar, desconocer  y  desamar  a  Dios  :. 


CAPÍTULO  XV 
Del  entendimiento  del  ángel 

— Mucho  me  maravillo — dijo  Félix — de  que  el  ángel  pue- 
da tener  conocimiento  de  las  cosas  corporales,  pues  carees 
de  cuerpo,  y,  por  consecuencia,  de  ojos  corporales. — A  que 
el  ermitaño  respondió:  -  En  un  camino  se  encontraron  dos 
hombres,  el  uno  filósofo  y  el  otro  jurista,  que  hallaron  un 
peregrino  que  venía  de  Jerusalén;  y  como  el  filósofo  le  pre- 
guntase de  dónde  venía,  y  el  peregrino  le  respondiese 'que 
de  Jerusalén,  el  filósofo  volvió  a  preguntarle  las  circunstan- 
cias y  estado  de  aquella  ciudad1,  las  que  el  peregrino  narró 
según  las  había  visto  y  según  su  imaginación.  Entonces 
el  jurista  dijo  al  filósofo  se  maravillaba  mucho  de  cómo  el 
peregrino  podía  explicar  lo  que  era  Jerusalén,  cuando  (ac- 
tualmente) 2  no  le  veía  corporalmente.  A  que  el  filósofo  res- 
pondió que  el  acto  de  la  imaginación  es  imaginar  lo  que  el 
hombre  ha  visto  y  no  lo  ve,  por  cuyo  acto  el  entendimientc 
puede  entender  las  cosas  corporales,  aunque  los  ojos  corpo- 
rales no  las  hayan  visto  corporalmente. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  peregrino,  como  había  visto 
a  Jerusalén,  le  pudo  imaginar,  y  por  la  imaginación  pudo 
pasar  su  similitud  al  entendimiento  para  que  le  entendie- 
se; pero  el  ángel,  como  carece  de  ojos  corporales,  no  puede 
imaginar  lo  que  no  ha  visto,  y  así,  por  defecto  de  la  ima- 
ginación, no  lo  puede  entender. — El  ermitaño  respondió: 
-Un  maestro  leía  una  lección  a  sus  discípulos,  entre  los 
cuales  había  uno  que  era  presuntuoso,  orgulloso  y  vanaglo- 
rioso, el  cual  no  entendió  la  lección,  y  los  otros  sí.  El  estu- 

'  Ramón  escribió — a  juzgar  por  el  manuscrito  catalán  básico—' 
*qtl£*s  turmenta  a  menbrar,  couèxer  e  desamar  Déu». 

1  Traducción  inexacta  <le  «lo  philòsoff  demanà,,  al  palegrí  de  Jhe- 
rusalem  e  de  ses  encontrades» ,  es  decir,  de  Jerusalén  y  de  mis  con- 
tornos. 

■  El  paréntesis  es  una  glosa  explicativa  del  traductor. 


666 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


diante  que  no  la  entendió  creía  luego  que  el  maestro  no 
entendía  lo  que  decía,  y  entendió  lo  contrario  de  lo  que  la 
lección  en  realidad  contenía;  de  que  se  originó  una  gran 
disputa  entre  el  maestro  y  el  discípulo,  la  que  obligó  al 
maestro  a  decirle  estas  palabras:  "El  ángel  entiende  por 
la  voluntad,  y  la  voluntad  ama  por  el  entendimiento;  y  así, 
amando  el  ángel  a  Dios,  entiende  a  Dios,  y,  entendiendo  :> 
a  Dios,  ama  a  Dios  por  haberle  Dios  dado  virtud  de  que., 
cuando  ama  alguna  cosa,  incontinente  la  entienda,  y  de  que, 
cuando  entiende  alguna  cosa,  incontinente  la  ame,  si  es 
amable,  o  la  aborrezca,  si  es  aborrecible.  Pues,  así  como 
hay  orden  entre  la  imaginación  y  la  vista  corporal,  para 
que  el  hombre  pueda  imaginar  lo  que  ha  visto,  así,  y  con 
mayor  perfección,  ha  puesto  Dios  orden  entre  el  entendi- 
miento del  ángel,  que  entiende,  y  la  voluntad,  que  ama; 
en  cuyo  orden  el  ángel,  amando,  entiende  lo  que  ama  o 
desama."  Por  cuyas  palabras  entendió  el  discípulo  que  la 
causa  de  no  haber  entendido  la  lección  era  porque  aborrecía 
el  entenderla  por  humildad  y  amaba  entenderla  por  or- 
gullo y  vanagloria;  por  lo  que  dijo  a  su  maestro  y  a  los 
otros  discípulos  las  siguientes:  "Entre  un  caballero  y  un 
clérigo  se  pleiteaba  la  pertenencia  de  un  castillo,  alegando 
cada  uno  pertenecerle  a  él;  pero  en  realidad  el  castillo  era 
del  caballero,  el  cual  entendía  que  el  castillo  era  suyo;  pero 
el  clérigo  creía  'que  también  tenía  él  legítimo  derecho. 
Y,  como  ambos  a  dos  estuviesen  delante  del  juez  que  lo 
había  de  sentenciar,  éste  conoció  que  el  clérigo  deseaba 
más  poseer  el  castillo  que  el  caballero,  de  que  se  maravilló 
mucho,  pues,  según  la  razón  natural,  mayor  deseo  debe  tener 
aquel  que  entiende  lo  que  ama,  que  aquel  que  cree  en  lo 
que  ama.  Por  lo  que  dijo  que,  si  el  clérigo  tuviese  entendi- 
miento de  ángel,  aborrecería  poseer  el  castillo,  porque  el 
ángel  bueno  según  lo  que  ama  entiende,  y  según  lo  que 
entiende  ama." 


CAPÍTULO    XV  I 
Del  modo  de  hablar  los  ángeles 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  yo  os  ruego  me  di- 
gáis si  el  ángel  habla;  porque,  si  un  ángel  habla  con  otro, 
es  gran  maravilla,  pues  la  palabra  no  conviene  con  ningún 
ente  que  no  tenga  boca  y  lengua  para  mover  el  aire  en  que 
se  forma. — El  ermitaño  respondió:  — Léese  en  el  evangelio 


'J  El  texto  castellano  dice,  erróneamente,  «entendido  a  Dios». 


FÉLIX   DE   LAS   MARAVILLAS. — C.  IÒ 


607 


de  San  Juan  que  en  el  principio  era  la  Palabra  \  la  cual  Pa- 
labra es  la  persona  del  Hijo  de  Dios;  y  Dios  Padre,  enten- 
diéndose a  sí  mesmo,  engendra  la  Palabra,  que  es  el  Hijo 
sin  tener  boca  ni  lengua,  por  ser  puro  espíritu.  Y  así,  para 
que  el  ángel  le  sea  más  semejante,  le  ha  dado  Dios  virtud 
natural  de  tener  palabra  sin  boca  ni  lengua  ni  movimiento 
de  aire.  De  forma  que,  así  como  Dios  Padre,  entendiéndose 
a  sí  mesmo,  engendra  la  Palabra,  así  el  ángel,  amando  y 
entendiendo  a  Dios  y  a  sí  mesmo,  habla  a  Dios,  y  alaba 
a  Dios,  y  habla  con  otro  ángel  sin  boca,  lengua  ni  movi- 
miento de  aire. 

Sabrás — dijo  el  ermitaño — que  un  religioso  estaba  en 
oración,  en  la  que  el  demonio  le  tentó  del  pecado  de  lujuria, 
haciéndole  acordar  de  una  hermosa  mujer  que  con  él  se  ha- 
bía confesado  del  mismo  pecado.  Y  como  se  sintiese  con  mo- 
vimientos carnales,  acordándosele  lo  que  la  mujer  le  habí  a 
dicho,  su  voluntad  tuvo  placer  de  lo  que  la  memoria  memo- 
raba, hasta  que  el  entendimiento  escrupulizó  de  este  acto 
de  la  memoria  y  del  placer  de  la  voluntad;  y,  por  la  gran 
conciencia  del  entendimiento,  la  voluntad  se  inclinó  a  abo- 
rrecer, y  la  memoria  a  olvidar  los  placeres  de  la  lujuria ;  por 
lo  que  el  santo  hombre  conoció  el  modo  con  que  habla  es- 
piritualmente  el  entendimiento  a  la  memoria  y  a  la  voluntad, 
aunque  el  entendimiento,  memoria  ni  voluntad  no  tengan 
boca  ni  lengua,  ni  muevan  el  aire. 

Además,  has  de  saber  que  un  pastor  dormía- al  sol,  y,  por 
el  gran  calor  2  del  sol,  la  humedad  padecía  en  el  estómago  del 
pastor,  porque  la  sequedad  del  calor  del  mesmo  sol  la  iba 
consumiendo ;  por  cuya  razón  el  pastor  soñaba  que  veía  una 
bella  fuente,  de  la  que  deseaba  beber,  y  no  se  atrevía  por 
miedo  de  un  león  que  bebía  en  ella;  de  forma  que  imagina- 
ba la  belleza  de  la  fuente  y  se  irritaba  contra  el  león  porque 
no  se  iba  de  ella;  y  así,  en  sueños,  el  alma  del  pastor  habla- 
ba en  sí  mentalmente. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  ángel,  ¿qué  modo  tiene  de  ha- 
blar al  hombre? — A  que  el  ermitaño  respondió:  — \Un  caba- 
llero era  baile  de  una  muy  noble  ciudad,  y  su  rey  era  muy 
justo  y  muy  sabio.  En  el  principio  que  el  caballero  empezó 
a  ejercer  su  empleo  de  baile,  era  también  justo  y  leal;  pero 
después  se  hizo  muy  injusto  y  avaro ;  por  lo  que,  consideran- 
do un  día  en  el  mal  estado  en  que  se  hallaba,  se  maravilló 
mucho  de  haberse  apartado  del  recto  camino  que  solía  se- 
guir. Y,  estando  en  este  pensamiento,  sintió  tristeza  y  contri- 
ción en  su  alma,  de  que  tuvo  gran  pasión,  por  haberle  du- 
rado mucho  tiempo  este  pensamiento ;  y  se  arrepintió  de  los 
defectos  que  había  cometido  contra  su  oficio,  absteniéndose 

1  lo.  I,  I. 

J  ala  gran  calor»  escribió  el  traductor  por  catalanismo. 


668 


OBRAS  LITERARIAS   DE  RAMON  LLÜLL 


de  cometer  más  todo  el  tiempo  que  por  este  motivo  le  duró 
la  contrición.  Pero,  como  un  día  un  mercader  le  regalase 
una  bella  copa  de  plata  llena  de  dinero  porque  no  sentencia- 
se a  muerte  a  un  hijo  suyo  que  la  merecía,  él.  sintió  que  su 
alma  se  volvía  a  alegrar  ;:  con  la  representación  de  la  copa, 
e  hizo  propósito  de  no  hacer  justicia,  por  el  estímulo  del  re- 
galo, y  así  la  tomó ;  pero,  luego  que  la  tuvo  en  su  poder,,  vol- 
vió a  entristecerse  por  remorderle  la  conciencia  el  defecto 
que  cometía,  en  que  conoció  el  baile  el  modo  como  el  án- 
gel bueno  y  él  ángel  malo  hablaban  a  su  alma. 

:;  Ramón  escribió,  más  simplemente,  «ell  sentia  alebrar  sa  ànima». 


i 


LIBRO  III 

DE    LOS  CIELOS 


Después  que  Félix  hubo  hablado  largamente  con- el  ermi- 
taño de  los  ángeles,  se  partió  en  busca  de  maravillas  1  para 
por  ellas  exaltar  sus  potencias  y  amar  y  conocer  a  Dios. 
Y  como,  a  poco  de  haber  emprendido  su  camino  por  un  gran 
bosque,  empezase  una  gran  tempestad  de  truenos,  relámpa- 
gos y  agua,  se  fué  a  recoger  a  una  cabaña  2  que  descubrió, 
donde  había  un  pastor  que  guardaba  ganado.  Y,  habiéndola 
saludado,  éste  le  recibió  agradablemente;  mas,  habiéndose 
sentado  Félix  junto  a  él,  observó  que  estaba  muy  pensativo 
y  que  no  le  hablaba  palabra;  por  lo  que  le  preguntó  qué  te- 
nía y  de  qué  procedía  su  suspensión  ;. 

— Señor— respondió  el  pastor  ,  yo  soy  hijo  de  un  rico 
labrador  \  de  quien  es  este  ganado;  el  cual  me  quiso  casar  y 
dar  gran  riqueza;  pero  yo,  no  aceptando  nada,  rae  he  venido 
a  .  este  bosque,  con  el  ánimo  de  estar  desembarazado  para 
amar  y  conocer  a  Dios,  por  el  que  he  dejado  las  vanidades 
del  mundo  y  abrazado  la  virginidad  de  mi  espíritu  5. 

Félix  se  maravilló  de  la  alta  comprensión  del  pastor,  a 
quien  dijo:  — ^En  un  monasterio  había  un  santo  religioso 
que  estaba  siempre  muy  alegre,  siendo  la  causa  el  que  ama- 
ba a  Dios  y  no  tenía  pecado  mortal ;  por  lo  que,  acordándose 
de  la  gracia  que  Dios  le  hacía  y  la  esperanza  que  tenía  de 
conseguir  la  gloria,  estaba  siempre  con  el  mayor  gusto  y  re- 
gocijo: el  que  vos,  amigo,  debíais  también  tener,  pues  ha- 
béis dejado  las  riquezas  y  vanidades  temporales  por  amar  y 
conocer  a  Dios,  a  quien  debéis  estar  muy  agradecido  por  la 
gracia  que  os  ha  hecho  e  inspiración  que  os  ha  dado 

1  La  traducción  dice,  por  equivocación,  «de  mis  maravillas»  ;  el 
original,  «anà  sercar  meravelles». 

1  Según  el  texto  catalán,  era  «•!"•  cava»,  es  decir,  una  cueva,  y  no 
una  cabana. 

■  Todo  este  primer  párrafo  ea  ana  traducción  gramaticalmente 
muy  libre,  pero  exacta  cuanto  al  sentido. 

¡  tde  -i-  noble  hurgué-»,  escribió  más  propiamente  el  autor. 

'  Versión  inexacta  de  «vull  haver  Déu  en  virginitat  en  mon  co- 
ratge» ;  esto  es,  he  hecho  el  firme  propósito  de  poseer  a  Dios  en 
virginidad. 

tí  Toda  la  frase  te  inspiración  que  os  ha  dado»  es  una  añadidura 
del  traductor. 


6/0 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLTLL 


CAPÍTULO  XVII 
Del  cielo  empíreo 

— Señor — dijo  el  pastor — ,  mucho  me  maravillo  al  consi- 
derar lo  que  es  el  cielo  empíreo  y  de  qué  modo  están  en  él 
los  ángeles  y  las  almas  de  los  santos  delante  de  Jesucristo 
y  de  María  Santísima;  por  lo  que,  pareeiéndome  que  este 
cielo  estará  muy  bien  dispuesto  para  la  bienaventuranza  de 
tantos,  imagino  su  disposición  según  explicaré  en  las  si- 
guientes palabras :  Dios  y  Señor — dijo  el  pastor — ,  vos  sois 
luz  y  fuente  de  vida;  por  lo  que  me  parece  que  aquel  lugar 
donde  vos  os  representáis  a  los  santos  en  la  gloria,  está  ilu- 
minado de  luces  y  resplandores  \  los  que  se  nos  manifiestan 
en  las  estrellas  que  están  en  el  firmamento  y  en  los  planetas ; 
y  en  aquella  luz  estarán  los  cuerpos  glorificados,  que  serán 
iluminados  de  la  luz  del  cielo  empíreo,  y  aquellos  cuerpos 
iluminarán  aquel  cielo  que  es  luz. 

— Amigo — dijo  Félix — ,  por  luz  es  significada  sabiduría, 
y  sabiduría  significa  luz;  y  por  luz  es  significada  gloria,  y 
por  tinieblas,  pena  e  ignorancia. — |En  las  palabras  que  Félix 
dijo  de  la  luz,  conoció  el  pastor  que  era  sabio,  por  lo  que  le 
dijo  que  un  noble  rey  era  muy  iluminado  de  sabiduría  y  te- 
nía en  su  consejo  hombres  muy  sabios,  justos  y  honrados,  en 
quien  se  encerraba  mucho  bien.  Este  rey  habitaba  en  un 
grande  y  hermoso  palacio,  donde  había  muchas  ventanas, 
por  las  cuales  entraba  la  luz  del  sol,  que  iluminaba  todo  el 
palacio,  en  el  cual  había  personas  muy  honradas  que  estaban 
delante  del  rey,  que  las  iluminaba  de  buenas  costumbres;  y 
aquellos  hombres  que  tenían  mayor  sabiduría,  justicia,  ca- 
ridad y  humildad,  estaban  más  inmediatos  al  rey,  quien  ha- 
blaba a  su  pueblo  2  de  la  nobleza  y  alteza  de  Dios  y  de  la 
operación  que  tiene  en  sí  mesmo  y  en  sus  criaturas ;  y  ha- 
blaba de  la  caridad,  justicia,  sabiduría,  correspondencia  y 
gratitud  3  que  debe  haber  entre  el  rey  y  su  pueblo4;  siendo 
tan  grande  el  resplandor  de  la  luz  del  sol  que  entraba  en  el 
palacio,  que  todo  él  resplandecía  de  luces  y  buenas  costum- 


1  «v  resplandores»  es  una  glosa. 

-  «qui  denant  li  stave»,  añade,  precisando,  el  original. 

;:  «correspondencia  y  gratitud»  falta  en  el  texto  catalán. 

"  La  obra  original  continúa  así  :  «Tantes  bones  peraules  eren  entre 
lo  rey  e  son  poble,  e  tant  era  gran  la  resplandor  del  solell  que  en- 
tra ve  en  lo  pnlau...» 


FÉLIX   DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  l8 


6-r 


bres,  y  todos  los  que  le  habitaban  estaban  con  grandísima 
alegría. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  bella  similitud  que  el 
pastor  había  dado  del  cielo  empíreo  y  de  Jesucristo  y  los 
santos,  por  lo  que  dijo  al  pastor: 


CAPÍTULO  XVIII 
Del  firmamento 

— Yo  os  ruego  me  digáis:  el  firmamento,  ¿por  qué  se 
mueve?;  esto  es,  si  se  mueve  por  sí  mesmo  o  es  movido  por 
otro. — (A  que  el  pastor  respondió  que  él  fuego  se  mueve  hacia 
arriba  a  causa  de  que  todas  sus  partes  son  motivas  por  for- 
mas y  movibles  por  materia,  teniendo  por  toda  la  forma  y 
por  toda  la  materia  virtud  levitiva. 

Preguntó  Félix  que  por  qué  el  firmamento  se  mueve  alre- 
dedor (o  circularmente)  1 ;  a  que  respondió  el  pastor  que  el 
fuego  se  mueve  hacia  arriba  por  derecha  línea  a  causa  de 
que  todas  sus  partes  tiran  directamente  a  lo  alto,  que  es 
por  lo  que  no  se  mueve  circularmente ;  pues,  si  así  se  movie- 
se, sería  compuesto  de  partes  circulares,  como  lo  es  el  fir- 
mamento. 

Preguntó  Félix :  — ¿  Quién  sostiene  el  firmamento  ? — A  quo 
respondió  el  pastor  que  el  firmamento  se  sostiene  natural- 
mente por  movimiento  circular. 

— AÍmigo — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  causa  o  naturaleza  las 
estrellas  que  están  en  el  firmamento  y  los  planetas  influyen 
en  los  cuatro  elementos  y  en  lo  que  es  compuesto  de  ellos  ? — 
A  que  respondió  el  pastor  que,  porque  el  sol  y  el  fuego  con- 
cuerdan  en  la  lucidez,  se  calienta  el  fuego  a  sí  mesmo  y  a 
otros;  y  porque  el  sol  tiene  mayor  luz  en  los  lugares  donde 
es  verano  que  donde  es  invierno,  calienta  más  en  aquellos 
lugares  al  fuego  en  verano  que  en  invierno.  Y  allí,  por  razón 
de  multiplicarse  la  luz  y  por  participar  la  esencia  de  los  cuer- 
pos celestes  con  los  terrestres,  proviene  la  influencia  que 
preguntas  2. 


1  Todo  el  paréntesis  es  una  añadidura. 

2  Este  párrafo  queda  algo  obscuro  tanto  en  la  traducción  como 
en  el  original  :  «Per  ço  car  lo  sol  e-l  foch  se  resemblen  en  lttgor, 
és  lo  foch  escalfant,  si  mateix  e  altra,  pus  fortment  en  stiu  que  en 
ivefn,  con  sie  lo  sol  en  major  higor  en  los  lochs  on  és  stiu  que  en 
los  lochs  on  és  ivern.  Donchs,  per  rahó  deis  muntiplicaments  de  lu- 
gar feta  en  lo  foch,  e  per  la  participació  de  la  essència  dels  corses 
celestials  ab  los  terrenals,  és  la  influencia  que  demanes.» 


672  OBRAS  ¿ITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


También  preguntó  Félix  al  pastor  si  en  los  doce  signos  y 
los  siete  planetas  hay  calor,  humedad,  frialdad  y  sequedad. 
A  que  respondió  el  pastor  que  los  astrólogos  han  apropiado 
estas  cuatro  calidades  a  los  doce  signos  y  siete  planetas, 
porque  son  ocasión  de  multiplicarlas  en  los  elementos  más 
en  un  tiempo  que  en  otro ;  y  esto  es  por  razón  de  la  misma 
influencia  *que  los  cuerpos  terrestres  reciben  de  los  celestes  ". 

Félix  preguntó  al  pastor  si  hay  destino  o  si  la  influencia 
de  los  astros  obliga  y  violenta  a  que  necesariamente  haya 
de  suceder  lo  que  influyen  4.  A  que  respondió  el  pastor  que 
Dios  ha  ordenado  todo  cuanto  tiene  ser  para  ser  amado  y 
conocido,  y  ha  dado  virtud  a  unas  criaturas  para  que  tengan 
poder  sobre  las  otras,  para  el  referido  fin  de  ser  amado,  co- 
nocido y  servido  5. 

Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  lo  que  es  lo  que  el 
vulgo  llama  astro,  destino  o  hado ;  y  dijo  las  siguientes : 
— Contra  un  noble  rey  cometió  un  gran  defecto  un  caballe- 
ro vasallo  suyo,  a  quien  tuvo  preso  mucho  tiempo,  con  in- 
tención de  hacerle  quitar  la  vida.  Y,  habiendo  llegado  el  de 
que  el  rey  quería  mandar  .ejecutar  su  intento,  el  caballero 
escribió  al  rey  en  estos  términos:  "Dios  ha  dado  virtud  al 
poder  del  rey  para  que  pueda  juzgar  y  perdonar,  y  esta  vir- 
tud tiene  similitud  con  el  poder  de  Dios,  que  puede  dejar 
usar  al  firmamento  de  la  virtud  de  su  influencia  sobre  los 
cuerpos  terrestres  y  puede  contradecir  aquella  virtud  con 
otra  contraria  influencia,  según  que  quiere  castigar  o  perdo- 
nar los  hombres1;  y  entonces  la  naturaleza  nada  puede  con- 
trastar ni  oponerse  a  la  justicia  ni  el  poder  de  Dios. 

Después  de  dichas  estas  palabras,  preguntó  Félix  al  pastor 
qué  eran  las  estrellas  que  se  veían  correr  por  el  cielo.  A  que 
el  pastor  respondió  que  una  vez  sucedió,  siendo  él  estudiante, 
que  la  luz  de  una  vela  encendida  bajó  por  el  humo  de  otra 
vela  apagada,  a  causa  de  que  la  luz  de  la  encendida  quemó  la 
humedad,  frialdad  y  sequedad  del  humo  que  por  sus  cos- 
tados se  movía,  y  por  él  bajó,  y  encendió  a  la  apagada. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  sabiduría  del  pastor,  al 
cual  dijo  las  siguientes  [palabras] :  -  Amigo,  mucho  me  ad- 
miro de  que  hayáis  dejado  los  estudios  de  filosofía  y  teo- 
logía ,;  y  os  hayáis  venido  a  este  bosque,  en  el  cual  os  veo 

::  De  los  doce  signos  del  zodíaco,  los  siete  planetas,  y  sus  relació-, 
nes  con  los  cuerpos  y  elementos  terrestres  trató  Ramón  Llull  en  otras 
de  sus  obras,  sobre' lodo  en  el  Arbre  de  seiencia  («Arbre  celestial» 
en  las  Obres  de  R.  L.,  XII)  \  en  el  Tractat  d'astronomia,  todavía 
inédito  en  catalán,  escritos,  respectivamente,  en  1295  y  1296. 

1  Interpretación  muy  ampliada  de  la  frase  luhana  «Fèlix  de- 
manà al  pastor  si  fat  ni  astre  era  cosa  necessària». 

'  «v  servido»  lo  añadió  el  traductor. 

,:  Antes,  la  oración  «siendo  él  estudiante»  ya  correspondía  al  ca- 
talán «dementre  que  jo  me  stujcliave  en  theologia  e  en  fisolofria». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  iS 


vestido  pobremente 7  y  sujeto  a  guardar  tganado.  — Se- 
ñor— dijo  el  pastor — ,  en  las  ciudades  habitan  los  filóso- 
fos para  que  los  cinco  sentidos  corporales  se  ejerciten  en 
recibir  los  diversos  objetos  y  obras  que  en  ellas  se  les  re- 
presentan 8,  pues  viéndolos  y  oyéndolos  se  multiplica  la 
sabiduría  en  el  hombre.  Y  así  habéis  de  saber  que  una  vez 
sucedió  que  un  filósofo,  después  de  haber  estudiado,  se  fué 
a  pasear  fuera  de  la  ciudad,  y  vió  un  buey  que  comía  mucho 
en  un  campo  de  trigo  y  que,  cuando  hubo  comido  bastante, 
se  salió  de  él,  se  entró  en  el  bosque  y  echó  junto  a  un  árbol, 
donde  se  puso  a  romear  y  mascar  todo  aquello  que  había 
comido.  De  cuyo  ejemplo  aprovechado  el  filósofo,  se  volvió 
a  la  ciudad,  y  ,J,  tomando  todos  sus  libros,  se  subió  a  una 
alta  montaña,  donde  estuvo  mucho  tiempo  memorando  y 
discurriendo  sobre  lo  que  había  aprendido;  y  allí  adelanta- 
ba e  inventaba  nuevas  ciencias,  guardando  al  mismo  tiempo 
ganado  para  observar  algunas  cosas  del  instinto  y  natura- 
leza de  los  animales.  Iba  vestido  humildemente,  para  ser 
humilde,  y  que  la  ciencia  no  le  estimulase  a  vanagloria;  tenía 
un  pobre  lecho,  para  no  dormir  mucho;  comía  y  bebía  poco, 
para  vivir  largo  tiempo;  habitaba  en  paraje  donde  era  el 
aire  puro,  para  vivir  sano  y  para  que  su  entendimiento  su- 
tilizase más  en  dictarle  los  libros  de  filosofía,  que  componía 
con  el  fin  de  entender  mejor  los  de  teología. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  vida  del  pastor,  y  en  ella  cono- 
ció que  era  filósofo;  por  lo  que  le  preguntó  que  por  qué 
naturaleza  el  sol  parece  por  la  mañana  mayor  que  al  medio- 
día. A  lo  que  el  pastor  respondió  que  un  filósofo,  después 
de  comer,  se  iba  a  pasear  por  un  hermoso  vergel  y  se  ale- 
graba viendo  la  belleza  de  los  árboles  y  de  sus  hojas  y  flo- 
res y  en  oír  el  canto  de  las  aves;  lo  que  hacía  porque  la 
comida  se  pudiese  cocer  mejor,  para  que  recrease  y  vivificase 
su  espíritu,  fatigado  del  estudio  de  la  mañana.  Y,  paseán- 
dose así  por  el  jardín,  un  discípulo  suyo  le  vino  a  proponer 
esta  misma  cuestión,  y  él  le  dijo:  "Por  la  mañana,  cuando 
la  noche  desfallece  y  viene  el  día,  suben  los  vapores  de  la 
tierra  a  lo  alto,  los  cuales  no  son  digestos  por  falta  del 
calor,  que  no  los  ha  purificado.  Y  estos  vapores,  como  son 
gruesos,  espesan  el  aire,  en  cuya  gruesa  espesura  se  repre- 
senta por  la  mañana  la  figura  del  sol,  la  cual  parece  mayor 
en  la  recepción  e  impresión  del  aire  grueso  y  confuso  que 
en  medio  del  día,  cuando  el  sol  y  el  fuego  han  depurado  y 


7  -Según  el  original,  «vos  veig  star  SQls  e  poLreimiu  vestit». 
s  Versión  muy  libre  de  «se  exerciten  en  pendre  les  (Jivérse9  obres 
que-s  fan  en  les  ciutats  per  la  multitut  <le  les  sents», 

u  En  el  texto  catalán  sigue  «per  lo  eximpli  que  nac  après  del  bou». 


22 


674 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


digerido  10  el  aire,  en  el  cual  el  sol  parece  menor  que  por 
la  mañana  por  causa  de  que  la  impresión  umbra  11  es  menor 
en  el  aire  sutil  y  depurado  que  en  el  grueso  e  indigesto." 

-^Señor — dijo  Félix  al  pastor — ,  ¿por  qué  la  luna  es 
mayor  en  un  tiempo  que  en  otro? — Y  el  pastor  se  maravilló 
porque  Félix  le  había  llamado  señor,  habiéndole  tratado 
antes  de  impersonal 12,  siendo  así  que  él  era  el  mismo  en- 
tonces que  en  el  principio  de  la  conversación;  hasta  que 
consideró  que  el  honor  conviene  más  con  sabias  palabras 
que  con  ricos  vestidos  13.  Por  lo  que,  prosiguiendo  su  con- 
versación, respondió  a  Félix  diciendo:  — Una  mujer  se  ador- 
naba y  ponía  colores  en  la  cara  por  parecer  más  hermosa, 
para  que  los  hombres  la  apeteciesen  para  el  carnal  deleite; 
y  su  marido  la  vedó  el  ponerse  aquellos  colores,  porque  no 
la  deseasen  y  porque  ella  no  fuese  orgullosa,  lo  que  a  ella 
desazonó  mucho  14,  y  se  quejó  del  marido  a  sus  amigos ;  pero 
el  marido  dijo  delante  de  ellos  y  ella  15  estas  palabras:  "Una 
vez  sucedió  que  el  sol  por  un  día  iluminó  toda  la  luna  de  su 
resplandor,  y  viéndose  llena  y  redonda  como  el  sol,  le  pa- 
reció que  la  luz  que  tenía  era  propia  suya  y  que  no  la  re- 
cibía del  sol 16 ;  por  lo  que  se  hizo  orgullosa  y  se  volvió  con- 
tra él;  por  cuyo  motivo  el  sol  la  quitó  su  luz,  poniendo 
entre  él  y  la  luna  la  tierra,  para  que  la  luna  por  la  luz 
extraña  no  fuese  soberbia,  y  sí  defectuosa,  por  falta  de 
resplandor  y  de  forma  rotunda"  1T. 

—Señor — dijo  Félix — ,  aquella  sombra  u  opacidad  18  que 
hay  en  la  luna,  ¿qué  es? — A  que  respondió  el  pastor:  — Una 
mujer  se  maravillaba  un  día  de  ver  la  sombra  que  había 
en  la  luna,  y  mientras  se  maravillaba,  se  miró  en  un  es- 
pejo que  tenía,  en  el  cual  vió  su  cara,  y  conoció  que  la  som- 
bra de  la  luna  era  la  disposición  de  la  tierra,  la  que  se  nos 
representa  en  la  luna  como  a  la  mujer  su  cara  en  el  espejo. 

10  La  traducción  dice,  por  manifiesto  error,  «dirigido»  ;  en  ca- 
talán, «digest». 

n  Es  decir,  la  impresión  que  se  hace  en  la  sombra,  «la  emprenció 
de  ombra». 

12  Interpretación  retórica  de  «e  en  lo  començament  no-l  hac  appe- 
llat  sènyer». 

w  La"  frase  luliana  tiene  un  matiz  distinto  :  «honor  mils  se  covè 
ab  sàvies  peraules  que  ab  vils  vestiments». 

14  Ramón  Llull  precisa  más  :  «Molt  desplagué  a  la  dona  quant 
pintar,  adobar  e  ornar  no-s  gosave.» 

16  El  original  :  «denant  los  amichs  de  la  dona». 

16  «y  que  no  la  recibía  del  Bol»  es  glosa. 

17  En  el  Llibre  de  contemplació,  Ramón  Llull  había  hablado  lar- 
gamente contra  los  afeites  femeninos.  Las  costumbres  de  la  época 
a  ese  respecto  pueden  verse  en  los  curiosísimos  tratados  De  or- 
natu  mulieris  y  De  deioraiione,  de  su  contemporáneo  y  amigo  Arnau 
de  Vilanova. 

M  «u  opacidad»  es  también  una  glosa. 


LIBRO  IV 

LOS  ELEMENTOS 


Después  que  Félix  hubo  hablado  largo  tiempo  con  el 
pastor  de  los  cuerpos  celestes  y  recibido  por  su  doctrina 
conocimiento  de  ellos,  se  partió  acompañado  de  él,  y  cami- 
naron por  una  floresta  hasta  que  llegaron  a  un  camino 
por  el  cual  iba  una  doncella  a  caballo  en  un  palafrén  x. 

Y  Félix  preguntó  al  pastor  si  sabía  dónde  iba  aquel 
camino;  el  que  le  respondió  que  iba  a  una  villa  que  estaba 
cerca  de  allí,  en  la  cual  había  dos  hijos  de  un  rey  muy  noble 
y  muy  sabio,  los  cuales  aprendían  por  orden  de  su  padre 
distintas  ciencias,  pues  al  mayor  le  hacía  enseñar  la  natu- 
raleza de  las  cosas  2  y  al  menor  ejercitar  en  las  armas.  — Y 
la  doncella  que  vos  habéis  visto — le  dijo  a  Félix — viene  de 
ver,  de  orden  de  la  reina  su  madre,  al  hijo  menor,  a  quien 
ama  mucho  más  que  al  mayor. 

Y,  habiéndose  maravillado  Félix  de  esto,  le  preguntó  la 
causa  de  que  amase  más  al  menor,  y  el  pastor  respondió 
que  la  reina  amaba  más  en  su  hijo  caballería  y  bizarría  que 
sabiduría;  de  que  Félix  se  volvió  a  admirar,  pues  por  el 
ejercicio  de  las  armas  están  los  hombres  más  expuestos  al 
peligro  de  la  muerte,  y  por  la  sabiduría  saben  apartar  las 
ocasiones  y  riesgos  de  padecerla. 

— Señor — volvió  a  preguntar  Félix — ,  ¿cuál  es  la  razón 
por  que  el  rey  hace  enseñar  al  hijo  mayor  filosofía  y  al 
menor  el  ejercicio  de  las  armas  3 — A  que  respondió  el  pastor 
que  el  rey  tiene  mayor  necesidad  de  la  sabiduría  que  de 
otra  ninguna  cosa  3 ;  porque  por  la  ciencia  natural  puede 
tener  conocimiento  de  Dios  y  de  sí  mismo,  y  puede  alcanzar 
el  modo  de  gobernarse  a  sí  y  a  su  pueblo.  Y,  porque  el  rey 
necesita  de  tener  hombres  bien  enseñados  y  disciplinados 
en  las  armas,  hace  mostrar  al  hijo  menor  este  ejercicio, 
para  que  pueda  ser  guarda  y  defensa  del  hijo  mayor  y  de 
su  reino  después  de  la  muerte  de  su  padre.  Mucho  agradó 


1  Es  decir,  en  una  cabalgadura  noble. 

3  Corresponde  a  lo  añil  major  aprèn  de  natures». 

s  tque  sciència  de  arme6»,  en  el  texto  catalán. 


676 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


a  Félix  la  educación  que  el  rey  daba  a  sus  hijos,  y  dijo  que 
todos  los  reyes  debían  ejecutar  lo  mismo. 

Y,  estando  en  esta  conversación,  vieron  venir  al  rey,  que 
venía  de  ver  doctrinar  sus  hijos  4.  Y,  habiéndole  hecho  la 
reverencia  correspondiente,  él  los  saludó,  y  preguntó  a  Fé- 
lix que  por  qué  le  había  hecho  tan  gran  reverencia  y  cómo 
sabía  que  él  fuese  digno  de  ella. 

A  que  respondió  Félix  que  en  una  ciudad  había  un  rey 
de  muy  malas  costumbres,  y,  pasando  por  la  plaza,  encontró 
un  peregrino,  el  cual  no  le  saludó  ni  hizo  la  reverencia  que 
los  otros  le  hacían;  de  que  se  irritó  mucho  el  rey,  y,  cono- 
ciéndolo el  peregrino,  le  dijo:  "Señor,  sepa  vuestra  majes- 
tad que  dos  peregrinos  salían  de  Jerusalén  el  mismo  día  que 
yo  entré  en  aquella  ciudad,  y  ambos  a  dos  lloraban  y  se 
lamentaban  por  el  deshonor  que  el  cristianismo  padece  de 
que  aquella  ciudad  esté  en  poder  de  los  sarracenos,  los  cua- 
les en  ella  honran  a  Mahometo,  su  profeta,  que  negó  que 
Jesucristo  fuese  Dios.  Y  en  tanto  que  los  peregrinos  llo- 
raban, dijo  uno  de  ellos  que  seis  hombres  cristianos  había 
en  el  mundo  que  eran  reyes  los  cuales  podrían  entregar 
aquella  santa  tierra  a  los  cristianos,  pero  que  no  querían 
hacerlo,  por  causa  de  que  no  se  cuidaban  tanto  del  honor 
de  Jesucristo  como  del  de  sí  mesmos;  por  lo  que  no  eran 
dignos  de  ningún  honor.  Y  vos — dijo  el  peregrino — sois  uno 
de  aquellos  reyes,  y,  por  consecuencia,  no  digno  de  que  se 
os  haga  reverencia." — Y  añadió  Félix  que  el  rey  por  sí  y 
como  rey  es  digno  de  honor,  pues  Dios  le  ha  honrado,  y  es 
honrado  en  el  honor  que  se  hace  al  rey.  — Y  así  por  esto 
como  porque  vuestra  majestad  enseña  a  sus  hijos  a  honrar 
a  Dios,  es  digno  de  que  los  hombres  le  honremos. 

Después  de  cuya  conversación  Félix  se  despidió  del  rey 
y  del  pastor,  y  se  fué  al  lugar  donde  estaban  los  hijos  del 
rey,  y,  entrando  en  el  palacio,  vió  al  hijo  mayor  que  oía 
lección  de  filosofía,  la  que  a  él  y  a  otros  hijos  de  nobles 
enseñaba  un  filósofo,  diciendo: 


4  Ramón  Llull  escribió  :  «qui  venia  de  sqs  fills,  los  quals  havie 
vists  bé  adoctrináis  en  las  Sciencias  que  apprenian» . 

. 5  Teniendo  en  cuenta  que  en  1288-89,  cuando  Ramón  escribía  el 
Fèlïx,  Jaime  II  de  Mallorca  aun  no  había  recuperado  su  reino,  es 
muy  probable  que  los  'seis  reyes  mentados  en  este  pasaje  sean  : 
Alfonso  II  (de  Cataluña  (III  de  Aragón),  Jaime  1  de  Sicilia  (después] 
II  de  Cataluña-Aragón),  Carlos  II  de  Ncápoles,  Kelipe  IV  de  Fran- 
cia, Sancho  IV  de  Castilla  y  Dionisio  I  de  Portugál  ;  al  emperador 
no  le  llamaría  simplemente  rey. 


l-HLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. —c.  ig 


677 


CAPITULO  XIX 
De  la  simplicidad  y  composición  de  los  elementos 

— El  fuego  es  simple  elemento  en  cuanto  tiene  propia 
forma  y  propia  materia,  las  cuales  tienen  apetito  de  estar 
la  una  en  la  otra  sin  mezcla  de  ningún  otro  elemento;  y 
esto  mesmo  se  sigue  del  aire,  agua  y  tierra  en  cuanto  a  su 
simplicidad1.  Y,  porque  todos  los  elementos  están  mezcla- 
dos y  cada  uno  está  en  el  otro,  el  fuego  simple  no  puede 
estar  en  ninguna  parte  sin  los  otros  elementos,  con  los  cua- 
les se  compone,  dando  el  fuego  su  calor  al  aire,  y  recibiendo 
sequedad  de  la  tierra,  y  calentando  al  agua  con  el  fin  de 
destruirla,  siendo  el  modo  de  calentarla  el  calentar  el  aire, 
porque  el  aire  da  su  humedad  calentada  por  el  fuego  -  al 
agua,  y  el  agua  que  la  recibe  mortifica  la  frialdad  que  tiene 
en  sí  mesma;  y  asimesmo  en  si  mesma  mortifica  aquel  calor 
que  recibe  3,  el  cual  pasa  a  la  tierra,  que  del  agua  recibe 
frialdad,  junto  con  cuya  frialdad  la  tierra  recibe  el  calor 
del  fuego,  que  entró  en  el  agua  por  medio  del  aire.  Y  así 
la  tierra,  recibiendo  humedad  del  agua,  recibe  de  ella  frial- 
dad ',  cuya  humedad  entra  en  el  agua  porque  la  recibe  del 
aire,  la  que  contradice  en  la  tierra  la  sequedad  con  la  cual 
la  tierra  mortifica  la  humedad  del  aire;  y,  recibiendo  el  fue- 
go sequedad  de  la  tierra,  recibe  en  sí  la  humedad  del  aire 
que  pasa  en  el  agua  y  la  frialdad  que  pasa  en  la  tierra;  y 
recobra  el  calor  que  introdujo  en  el  aire,  y  que  del  aire  pasó 
al  agua  5 ;  cuyo  calor  es  digesto  y  mortificado,  por  haber  pa- 
sado por  todos  los  otros  elementos. 

Y,  habiendo  el  filósofo  leído  esta  lección  de  la  materia 
del  fuego  y  de  su  calor,  adquirió  por  ella  el  hijo  del  rey  co- 
nocimiento de  la  simplicidad  y  de  la  composición  del  fuego 
y  de  los  otros  elementos.  Y  repitió  la  lección  por  similitud 
en  estos  términos:  — ¿El  fuego  tuvo  una  vez  apetito  de  en- 
gendrar el  grano  de  la  pimienta,  y  unió  cuatro  puntos  de  sí 
mesmo  con  tres  de  la  tierra,  y  con  dos  del  aire  unió  dos 
de  sí  mesmo,  y  con  uno  de  sí  mesmo  unió  otro  del  agua.  Y  por 

1  «...  e  açò  mateix  se  segueix  de  la  simplicitat  quf  és  en  los  altres 
«.'laments,  ço  és  a  saber,  àer,  ayga  e  terra.» 

f  «por  el  fuego*  es  una  explicación  del  traductor. 
'  «que  recibe»  es  también  una  glosa. 

*  El  original  dice,  por  el  contrario  :  «Aquella  terra  reseb  humidi- 
tat  de  la  ayga,  reebén  d 'ela  fredor.» 

5  El  texto  catalán  prosigue  todavía  :  «...  e  que  l'aygua  mès  en  la 
terra,  e  que  la  terra  mès  en  lo  foch.» 


678 


OBRAS  LIBERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


esto  fueron  cuatro  grados  en  Ta  pimienta,  en  los  cuales  fué 
el  calor  en  cuarto  grado,  la  sequedad  en  tres,  la  humedad 
en  dos  y  la  frialdad  en  uno.  Y  así  la  pimienta  es  fuego  com- 
puesto en  cuarto  grado,  tierra  compuesta  en  tercero,  aire 
compuesto  en  segundo  y  agua  compuesta  en  primero.  Y  así, 
por  la  esencia  del  fuego,  que  es  por  el  cuarto,  tercero,  se- 
gundo y  primero  grado,  es  elemento  simple  ;  y  la  esencia  de 
la  tierra,  que  es  por  el  tercero,  segundo  y  primero,  es  la  tie- 
rra simple;  y  la  esencia  del  aire,  que  es  por  todos  los  grados, 
es  el  aire  simple;  y  la  esencia  del  agua,  que  es  también  por 
todos  los  grados,  es  el  agua  simple. 


CAPITULO  XX 

DE  LA  GENERACIÓN  Y  CORRUPCIÓN  DE  LOS  ELEMENTOS 

Dijo  el  filósofo  que  la  generación  del  elemento  se  hace 
cuando  se  engendra  a  sí  mesmo  en  alguna  cosa  elementada, 
asj  como  el  fuego,  que,  engendrando  el  grano  de  la  pimienta, 
le  engendra  bajo  complexión  de  naturaleza  cálida,  comple- 
xión de  naturaleza  fría,  húmeda  y  seca,  corrompiendo  en  la 
tierra  complexión  fría  y  húmeda;  y  en  el  aire,  complexión 
cálida  y  húmeda;  y  en  el  agua,  complexión  húmeda  y  fría. 

Y,  cuando  el  filósofo  hubo  significado  la  generación  y 
corrupción  de  los  elementos  en  el  grano  de  la  pimienta,  el 
hijo  del  rey  repitió  la  lección  por  esta  similitud:  — Una  vez 
la  justicia  quiso  engendrar  a  la  caridad  en  un  hombre  pe- 
cador, de  quien  se  había  apoderado  la  injuria;  por  lo  que 
justicia  movió  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  de 
aquel  hombre  para  que  memorase,  entendiese  y  amase  la 
caridad  de  Dios.  Y  la  sabiduría  dió  a  la  justicia  el  modo  para 
que  las  moviese  a  todo  esto;  pero,  como  la  injuria  contras- 
taba a  la  justicia,  y  la  ignorancia  a  la  sabiduría,  encontra- 
ban estas  virtudes  gran  repugnancia ;  hasta  que  1  la  forta- 
leza vino  en  ayuda  de  la  justicia,  y  la  templanza  en  ayuda 
de  la  sabiduría,  con  cuyo  auxilio  fueron  vencidas  injuria 
e  ignorancia,  pereza  y  gula,  y  fué  engendrada  la  caridad, 
en  la  cual  se  mantuvieron  justicia,  sabiduría,  fortaleza  y 
templanza. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  gran  ciencia  del  hijo  del 
rey,  a  quien  preguntó  cómo  los  elementos,  no  teniendo  dis- 
creción, pueden  engendrar  y  corromper  los  cuerpos  elemen- 
tados, ni  cómo  saben  darles  las  figuras  y  colores  que  tienen, 

 ■  \J*À 

1  Toda  la  frase  «encontraban  estas  virtudes  gran  repugnancia  ; 
hasta  que»  es  una  glosa  explicativa  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  21 


67Q 


pues  parece  que  semejante  obra  no  la  pueden  hacer  sin 
discreción.  A  que  respondió  el  hijo  del  rey  que  Dios  ama 
en  sí  mesmo  su  semejanza,  por  cuyo  amor  Dios  Padre  en- 
gendra a  Dios  Hijo,  cuyo  Hijo  engendra  el  Padre  de  su 
sabiduría  mesma.  Y  por  esto  ha  dado  Dios  virtud  a  los  ele- 
mentos de  que  por  la  virtud  de  Dios  tenga  cada  uno  apetito 
a  engendrar  sus  semejantes,  los  cuales  tienen  en  los  cuer- 
pos compuestos,  según  la  disposición  de  aquellas  especies. 

— Señor — dijo  Félix  al  hijo  del  rey — ,  ¿por  qué  natura- 
leza la  vela  encendida  enciende  otra  sin  disminución  de  su 
propia  luz? — A  que  él  respondió  diciendo  que  la  forma  y 
materia  del  fuego  apetecen  convertir  en  sí 2  la  vela  encen- 
dida, y  en  otra  vela  que  no  esté  encendida  puede  también  la 
forma  del  fuego  engendrar  de  sí  mesma  otra  forma,  y  de  su 
materia  otra  materia;  por  cuya  razón  no  se  disminuye  la 
luz  que  engendra  otra  luz  en  la  vela  que  enciende. 

Y  cuando  el  hijo  del  rey  hubo  dichas  estas  palabras,  su 
maestro  le  reprehendió  porque  no  había  respondido  por  simi- 
litud, por  lo  que  dijo  las  siguientes:  — Dios  ha  dado  natu- 
raleza al  hombre,  a  la  mujer  y  a  las  plantas,  para  que  cada 
una  engendre  su  semejante  sin  corrupción  de  su  ser  espe- 
cífico, como  el  hombre  y  la  mujer,  que  engendran  el  hijo 
sin  que  se  corrompa  el  ser  del  padre  ni  de  la  madre  en  la 
generación  del  hijo.  Y  esto  mismo  se  sigue  de  la  generación 
de  los  árboles,  porque  el  árbol  engendra  otro  árbol  seme- 
jante a  sí  mesmo  sin  corrupción  de  su  ser  específico;  y,  por 
consecuencia,  la  luz  puede  engendrar  otra  luz  sin  corrup- 
ción de  la  mesma  luz,  y  un  fiel  o  católico  volver  fiel  a  un 
gentil  o  infiel  sin  que  él  deje  de  ser  fiel  ni  corrompa  su  fe  \ 
Y  estas  generaciones  están  así  ordenadas,  para  que  den 
alguna  similitud  de  que  en  la  generación  del  Hijo  de  Dios 
no  hay  ninguna  corrupción. 


CAPÍTULO  XXI 


Del  movimiento  de  los  elementos 

El  filósofo  leía,  y  decía  que  Dios  ha  creado  cuatro  esen- 
cias, esto  es,  igneitas,  aereitas,  aqueitas  y  terreitas,  según 
se  dice  en  el  libro  llamado  Chaos  l.  Y  estas  cuatro  esencias 

2  El  traductor  advirtió  aquí  :  «Dice  el  le mosín  per  cabal»  ;  pero 
«per  cabala  no  significa  «en  sí»,  sino  «por  entero». 

•"Desde  «y,  por  consecuencia»  hasta  aquí  falta  en  el  texto  original. 

1  Se  refiere  al  Llibre  de  chaos,  escrito  por  el  propio  Ramón  Llull 
hacia  el  año  1275,  del  cual  se  nos  ha  conservado  sólo  la  versión  la- 
tina. 


'68o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


fueron  creadas  unidas  o  mezcladas  2,  y  unidas  fueron  el  hile 
que  es  llamado  chaos.  Y  cada  una  de  estas  cuatro  esencias 
consiste  en  forma  y  en  materia,  siendo  la  forma  pura  acción, 
y  la  materia,  pura  pasión,  moviéndose  la  forma  por  toda  la 
materia;  por  lo  que  es  movida  toda  la  materia  por  toda  la 
forma. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  estas  palabras,  por  pare- 
cerle  que  el  movimiento  no  podía  ser  en  la  forma  y  en  la 
materia  del  fuego,  respecto  de  que  3  toda  la  materia  está 
en  la  forma,  y  la  forma  en  la  materia.  Por  lo  que  rogó  al 
filósofo  que  se  las  expusiese,  y  éste  dijo  al  hijo  del  rey  que 
enterase  a  Félix  por  alguna  similitud  de  lo  que  dudaba.  Por 
lo  que  éste  le  dijo  que  en  la  esencia  de  Dios  son  tres  per- 
sonas, según  se  dice  en  el  Libro  del  gentil  y  en  el  de  los  ar- 
tículos 4.  Estas  tres  personas  son  sin  ningún  movimiento, 
engendrando  el  Padre  de  sí  mesmo  al  Hijo,  y  procediendo  del 
Padre  y  del  Hijo  el  Espíritu  Santo.  Y  porque  Dios  Padre 
de  todo  sí  mesmo  y  en  todo  sí  mesmo  engendra  al  Hijo  y  da 
procedimiento  al  Santo  Espíritu  infinita  y  eternamente,  no 
puede  haber  movimiento.  Y  así,  para  significar'  que  en  la 
obra  que  Dios  tiene  dentro  de  sí  mesmo  no  hay  movimiento, 
quiso  crear  en  los  elementos  la  naturaleza  del  movimiento, 
el  cual  está  dentro  de  los  elementos  por  virtud  y  por  natu- 
raleza, ya  sea  que  la  forma  esté  en  la  materia  o  que  la  ma- 
teria esté  en  la  forma;  y  este  movimiento  puede  ser  ince- 
sante 5,  pues  que  la  forma  y  la  materia  son  distintas  por 
esencia,  por  dignidad,  mayoridad  y  minoridad. 

También  preguntó  Félix  al  hijo  del  rey  cómo  el  fuego 
podía  bajar  acá  bajo  G,  siendo  natural  cosa  en  él  el  subir  a 
lo  alto,  mayormente  cuando  7  la  esfera  del  aire  y  la  del  agua 
están  situadas  entre  él  y  la  tierra.  A  que  éste  respondió  y 
dijo  que  en  el  cuerpo  elementado  están  los  elementos  mez- 
clados los  unos  en  los  otros  así  como  en  el  frasco  en  que 
están  mezclados  el  vino  y  el  agua,  donde  están  cada  una 
parte  de  vino  en  cada  una  parte  de  agua,  y  cada  una  parte 
de  agua  en  cada  una  parte  de  vino,  bajando  y  subiendo  las 
partes  del  fuego  por  todo  el  cuerpo  compuesto  de}  vino  y  del 
agua ;  cuyo  acto  de  bajar — continuó —  8  hace  el  fuego  sim- 
ple, para  poder  subir  las  partes  del  fuego  compuesto  que 
están  en  las  partes  del  aire,  agua  y  tierra. 


3  «o  mezcladas»  es  una  glosa  ;  «unidas»  corresponde  al  catalán 
«  e  n  se  ni  ps» ,  con  j  u  nia  m  ente. 

:;  Corresponde  -a  cepas  que»,  puesto  que. 

1  Libros  de  Ramón  .Llull  escritos  hacia  el  año  1272  y  1275,  res- 
pectivamente. 

0  El  texto  original  dice  «intensament»  y  no  incesante. 
8  Por  «hacia  abajo»  :'  «sajús». 

7  Aquí  «cuando»  tiene  el  sentido  de  «siendo  así  que». 
*  El  paréntesis  es  una  glosa. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — c.  22 


6Si 


C  A  P1TULÓ    X  X  I  í 
Del  relámpago  1 

También  leyó  2  el  filósofo,  y  dijo  que  el  relámpago  es 
incendio  instantáneo  de  vapores  secos,  los  cuales  se  causan 
porque  la  forma  y  la  materia  del  fuego  tienen  apetito  a 
unirse  y  ser  por  sí  solos,  sin  mezcla  de  los  otros  elementos; 
lo  que  sucede  cuando  los  vapores  suben  tan  altos,  que  cuasi 
el  sol  y  el  fuego  han  consumido  la  frialdad  y  humedad:  que 
entonces  el  gran  calor  del  fuego  se  mueve  de  aquel  lugar 
sublime  y  desciende  instantáneamente,  encendiendo  por  la 
línea  donde  encuentra  más  vapores  [secos],  quemándolos 
para  que  la  forma  del  fuego  pueda  ser  en  la  simple  materia 
del  fuego  sin  mezcla  de  los  otros  elementos. 

Y,  cuando  el  filósofo  hubo  dichos  estas  palabras  y  mu- 
chas otras  del  relámpago,  dijo  al  hijo  del  rey  que  repitiese 
la  lección  por  alguna  similitud,  y  éste  lo  hizo  en  estos  tér- 
minos: — 'Una  vez  sucedió  que  un  filósofo  se  iba  a  pasear 
por  una  llanura  con  gran  séquito  de  discípulos,  y,  viendo 
muchas  aberturas  que  el  gran  calor  del  sol  había  hecho  en 
la  tierra,  consumiendo  en  ella  la  humedad  y  frialdad,  pre- 
guntó a  un  discípulo  si  el  sol,  teniendo  gran  abundancia  de 
calor,  podría  hacer  en  la  tierra  aquellas  aberturas  en  un 
instante,  así  como  las  había  hecho  en  mucho  tiempo  con 
menos  calor  4.  A  que  respondió  el  discípulo  que  aquello  que 
un  fuego  tarda  en  quemar  una  hora  lo  podría  quemar  otro 
fuego  en  un  instante,  siendo  más  activo  y  vehemente. 

— Señor — preguntó  Félix  al  hijo  del  rey — ,  ¿  por  qué  razón 
el  relámpago  tiene  el  movimiento  tortuoso,  y  no  baja  por 
derecha  línea?— A  que  éste  respondió  y  dijo  que  una  vez 
sucedió  que  un  maestro  echó  por  una  ventana  una  neula 
(o  barquillo)  ',  la  cual,  bajando,  vió  se  movía  una  vez  hacia 


1  El  propio  traductor  se  apresuró  a  advenir  :  «.Yo/a  que  donde 
dice  relámpago  has  de  entender  propiamente  rayo,  pues  el  lemosín 
donde  se  tradujo  decía  lamp,  que  es  nombre  equívoco,  que  signi- 
fica ambas  cosas  en  dicha  lengua.»  Mas  en  catalán,  relámpago  es 
«llampec». 

2  En  el  sentido  de  «en>eñó»  ¡  el  original  dice  sólo  :  «Lo  phiso- 
loph  dix...» 

►  *  Versión  inexacta  de  «loch  sobirà»,  que  significa  sólo  «lugar 
alto». 

1  Desde  «así  como»  es  más  bien  una  aclaración  del  traductor. 
tNeula*  es   palabra   catalana  ■  que  equivale  a   «barquillo»,  pero 
— según   la  acepción  corriente  aún  en    Mallorca  -sin  arrollar  ;  ade- 


682 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


una  parte  y  otra  hacia  otra  6.  Por  lo  que  preguntó  a  un  su 
discípulo  que  por  qué  razón  la  neula  había  caído  por  linea 
oblicua  o  tortuosa7  y  no  por  línea  recta.  El  cual  respondió 
que  la  neula,  por  razón  de  ser  delgada  y  ancha,  baja  por 
el  aire  dividiéndole  con  su  tenuidad  y  revolviendo  su  an- 
chura sobre  él  para  el  mismo  efecto. 

— Señor — dijo  Félix 8 — ,  la  luz  que  se  engendra  en  el 
aire,  que  parece  ser  fuego  cuando  relampaguea,  ¿qué  es? — 
A  que  respondió  el  hijo  del  rey  que  un  discípulo  había  hecho 
aquella  cuestión  a  su  maestro,  el  cual,  para  responderle, 
tomó  un  pedazo  de  estopa  y  mojó  la  mitad  de  ella,  y  la 
otra  mitad  dejó  enjuta;  y,  pegándola  después  fuego,  éste 
quemó  la  estopa  hasta  la  parte  que  estaba  mojada,  y  de 
allí  no  pasó.  Con  lo  que  le  dió  a  entender  que  el  fuego, 
en  su  región  9,  por  la  abundancia  de  su  gran  calor,  quema 
en  las  nubes  los  vapores  cálidos  y  secos,  pero  no  puede  que- 
mar los  que  tienen  gran  abundancia  de  humedad  y  frialdad. 


CAPÍTULO  XXIII 
Del  trueno 

Dijo  el  filósofo  en  la  lección  que  el  trueno  es  encuentro 
de  los  vapores  cálidos  y  secos  movidos  en  el  aire,  por  com- 
batirse los  vientos  unos  contra  otros;  siendo  estos  vientos 
originados  de  la  ponderosidad  de  las  nubes  que  oprimen  el 
aire,  por  tener  el  agua  y  la  tierra  que  hay  en  ellas  apetito 
a  su  centro.  Después  de  estas  palabras,  repitió  el  hijo  del 
rey  la  lección  por  esta  similitud:  — Un  rey  tenía  sitiado  un 
castillo,  al  cual  hacía  tirar,  con  un  gran  ingenio  de  madera, 
piedras  de  desmesurada  grandeza  1 ;  y  los  que  estaban  dentro 
del  castillo  tenían  otro  igual  ingenio  o  instrumento,  con  el 
cual  tiraban  iguales  piedras  contra  los  del  campo  del  rey. 
Y  una  noche,  como  disparasen  unos  y  otros  a  un  tiempo, 
se  encontraron  las  piedras  en  el  aire  con  gran  estruendo,  de 
cuyo  encuentro  resultó  el  romperse  y  arrojar  de  sí  abun- 


más,  antiguamente  la  nenia  solía  ser  algo  viscosa  (cf.  Arnàu  de 
Vilanova,  Obres  catalanes,  II  [Barcelona,  1947],  p.  186,  n.  22,  ed.  de 
J.  Carreras  y  M.  Batllori). 

fl  «la  qual  embiaix  se  moch  t¿)ta  hora  tro  a  la  terra». 

7  «o  tortuosa»  es  también  una  añadidura,  lo  mismo  que  «para 
el  mismo  efecto»,  al  final  del  parraio. 

8  «al  hijo  del  rey»,  debería  añadir  el  traductor. 
*  «qui  és  en  sa  regió». 

1  Ramón  escribió  solamente  :  «•!•  rey  tenia  assatjat  un  castell, 
al  qua!  feya  trer  molts  de  gints»  ;  y  al  parigual  más  abajo. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  24 


683 


dancia  de  fuego,  que  le  encendió  mucho  mayor  en  el  aire-'; 
el  que  duró  algún  tiempo,  con  admiración  del  rey  y  de  su 
ejército,  por  no  comprender  era  causa  natural,  y  que  pro- 
cedía de  que  el  fuego  que  salió  del  encuentro  de  las  piedras 
encendió  los  vapores  cálidos  y  secos  que  había  en  el  aire, 
y  que  duró  tanto  cuanto  tuvo  en  ellos  materia  que  con- 
sumir. 


CAPÍTULO  XXIV 

DE     LAS  NUBES 

Leía  el  filósofo  y  decía  que  las  nubes  se  engendran  de  los 
vapores  que  salen  de  la  mar  y  de  la  tierra,  en  los  cuales 
están  encadenados  y  enlazados  los  cuatro  elementos.  Y  así, 
por  el  fuego  y  por  el  aire  suben  dichos  vapores,  por  ser  el 
fuego  y  el  aire  ligeros;  y  por  el  enlazamiento  que  el  agua 
y  la  tierra  tienen  con  el  fuego  y  el  aire,  suben  con  ellos 
arriba,  y  el  fuego  y  el  aire,  que  son  en  su  región,  atraen  a 
sí  los  vapores  del  agua  y  de  la  tierra,  para  sacar  y  extraer 
de  ellos  el  fuego  y  el  aire  con  que  están  mezclados.  Y,  cuan- 
do estos  vapores  han  subido  a  lo  alto,  y  el  fuego  y  el  aire 
los  han  digerido,  entonces  se  unen  el  agua  y  la  tierra,  y 
hacen  cuerpo  ancho  y  tenue1,  y  se  extienden  en  figura  de 
nube,  la  cual  se  sostiene  como  en  el  aire  como  la  nave  en  el 
agua.  Tienen  las  nubes,  por  el  fuego  y  por  el  aire,  apetito 
de  subir;  y  por  el  agua  y  por  la  tierra,  el  de  bajar;  por 
cuya  razón  son  movibles  por  sí  mesmas,  y  también  por  los 
vientos,  con  los  cuales  participan,  moviendo  éstos  la  nube 
en  el  aire  como  la  nave  en  el  agua. 

El  hijo  del  rey  repitió  la  lección  por  esta  similitud: 
— Un  pastor,  estando  en  una  montaña,  vió  que  por  la  ma- 
ñana en  lo  profundo  de  un  valle  se  engendraba  una  nube 
que  subía  a  lo  alto,  de  que  se  maravilló  mucho.  Y,  al  mesmo 
tiempo,  vió  un  gran  fuego,  de  que  salía  mucho  humo,  que 
también  subía  y  se  escampaba  por  el  aire;  el  que  subía 
porque  el  fuego  le  impelía  y  porque  el  fuego  y  el  aire  que 
había  en  el  mesmo  humo  tenían  apetito  de  subir  a  lo  alto; 


a  Versión  libre  de  «que  il·luminà  tota  la  host  del  rey».  Lo  que 
sigue,  todavía  se  separa  más  del  original  :  «Lo  colp  de  amdues  les 
peres  fo  enaxí  .erran,  que  despertà  tots  aquells  qui  dormien  en  la 
host  del  rey,  e  hagren  pahor  molt  gran  del  colp  que  ausiren  e  del 
lúm  que  vaeren  ;  lo  qual  fo  foch  qui  cremà  les  vapors  caldes  e  se- 
ques qui  eren  en  la  àer,  en  lo  qual  amdues  les  pedres  s'encon- 
traren.». 

1  «tenuo»  dice  la  traducción. 


,6cS4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


por  lo  que  el  humo  no  podía  acabar  de  convertirse  en  nube, 
a  causa  de  que  los  muchos  vapores  cálidos  y  secos  con  que 
salía  del  fuego  le  obligaban  a  subir  y  no  permitían  se  espar- 
ciese y  ampliase  como  la.  nube. 

Félix  preguntó  que  por  qué  razón  son  las  nubes  de  di- 
versos colores.  A  que  respondió  el  hijo  del  rey  que  una 
agua  pasaba  por  donde  había  muchas  piedras  coloradas,  y 
ella  lo  parecía;  y  después  pasaba  por  donde  había  muchas 
piedras  blancas,  y  ella  lo  parecía  también,  diversificando 
sus  colores  según  los  parajes  por  donde  pasaba  y  los  nue- 
vos accidentes  que  recibía  2. 


CAPÍTULO  XXV 
De    la  lluvia 

En  la  lección  que  el  filósofo  leía  1  se  contenía  que  la  llu- 
via se  engendra  en  lo  alto  del  aire,  de  las  nubes  que  se 
digieren  en  partes  propias  elementales,  esto  es,  que  el  fuego 
se  depura  en  las  nubes  por  cualidad  cálida  y  seca,  y  el  aire 
por  cualidad  húmeda  y  cálida,  y  el  agua  por  cualidad  fría 
y  húmeda,  y  la  tierra  por  cualidad  seca  y  fría.  Y  por  esto 
las  partes  de  los  elementos  que  en  las  nubes  están  mezcla- 
das, se  dividen  las  unas  de  las  otras  según  son  diversas  y 
contrarias  y  se  unen  unas  con  otras  según  son  diversas  y 
concordantes.  De  que  dimana  que  el  fuego  y  el  aire  se  di- 
viden, en  las  nubes,  del  agua  y  de  la  tierra,  y  se  mueven  a 
lo  alto  por  su  ligereza.  Y  como,  al  contrario,  por  su  ponde- 
rosidad el  agua  y  la  tierra  se  mueven  hacia  bajo,  se  en- 
gendra de  este  movimiento  la  lluvia-,  que  es  tierra  y  agua 
(o  compuesto  que  tiene  mayor  porción  de  estos  dos  elemen- 
tos que  del  fuego  y  del  aire),  dividida  en  el  aire  en  muchas 
partes,  en  las  cuales  hay  mayor  cuantidad  de  frialdad  y 
sequedad  que  de  calidez  y  humedad. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  que  aquel  maestro  dijese 
que  en  la  lluvia  había  mayor  sequedad  que  humedad,  siendo 
así  que  la  lluvia  es  de  complexión  fría  y  húmeda;  pero  el 
hijo  del  rey  le  sacó  de  duda  repitiendo  la  lección  en  estas 


2  Esta  última  frase  «y  los  nuevos  accidentes  que  recibía»  es  una 
añadidura  explicativa.  Todo  el  párrafo  está  traducido  muy  libre- 
mente, pero  con  bastante  fidelidad  al  sentido. 

1  Debería  añadirse  :  «al  hijo  del  rey». 

2  El  original  prosigue  así,  con  alguna  confusión  :  «...  que  és 
depertida  en  l'àer  en  moltes  parts  de  aygua  e  de  terra,  en.  què  és 
major  quantitat  de  fret  e  de  sech,  que  de  calt  e  de  humit.» 


FÉLIX  DK  LAS  MARAVILLAS.  — c.  2$  68.S 


palabras:  — La  tierra  es  seca  de  su  naturaleza,  y  el  agua 
de  su  naturaleza  es  fría;  y  en  lo  alto,  cuando  las  nubes  la 
disuelven  y  engendran  la  lluvia,  están  el  agua  y  la  tierra  en 
mayor  participación  que  no  en  la  esfera. por  donde  la  lluvia 
se  mueve  a  su  centro;  porque  en  el  aire  por  donde  se  mueve 
o  encamina  \  se  multiplica  la  humedad  de  la  lluvia.  Por  el 
movimiento  del  agua,  que  camina  hacia  bajo,  y  por  la  pro 
ximidad  de  la  tierra  hacia  su  centro,  la  humedad  no  puede 
privar  el  que  la  lluvia  descienda  y  participe  de  la  sequedad 
de  la  tierra  aún  más  que  de  la  humedad  del  aire  4. — Mucho 
se  maravilló  Félix  de  la  sabiduría  del  hijo  del  rey,  pues  en 
tales  términos  repetía  la  lección,  por  los  que  fué  instruido 
en  lo  que  dudaba.  Y  volvió  a  preguntar  al  hijo  del  rey  que 
por  qué  la  lluvia  es  provechosa  a  las  hierbas  y  a  las  plantas 
y  a  todas  las  otras  cosas  que  son  en  la  tierra.  A  que  éste 
respondió  que  el  fuego  y  el  aire  que  están  en  la  tierra  mez- 
clados con  ella,  tienen  apetito  de  subir  a  lo  alto,  a  sus  re- 
giones ',  y  por  esto  crecen  en  alto  las  plantas  y  los  anima- 
les; por  lo  que,;  todas  las  cosas  que  son  ligeras  se  inclinan 
a  subir  por  calidez  y  humedad;  pero,  como  el  fuego  es  cá- 
lido y  seco,  la  tierra  en  lo  alto,  dominando  al  aire  (por  el 
ayuda  del  fuego,  con  quien  concuerda)  7,  consume  la  hume- 
dad y  la  frialdad,  y  por  esto  desciende  la  lluvia,  para  mul- 
tiplicar en  los  cuerpos  elementados  estas  dos  cualidades, 
habiendo  concordancia  entre  el  aire  y  el  agua  por  cualidad 
húmeda  y  fría;  por  la  que  crecen  los  cuerpos  elementados 
en  cuantidad  ancha  o  de  amplitud  8,  para  que  sean  gruesos 
y  espesos.  Y  esto,  por  causa  de  que  el  aire  tiene  naturaleza 
de  llenar  y  el  agua  de  restriñir  aquello  que  está  lleno;  ha- 
ciendo la  tierra  lo  contrario  que  el  aire  en  cuanto  es  eva- 
cuable,  y  el  fuego  lo  contrario  que  el  agua  en  cuanto  es 
dispersible.  Y  así,  por  el  fuego  y  por  la  tierra  son  las  plan- 
tas y  los  árboles  de  derecha,  delgada  y  alta  cuantidad  y 
situación;  y9  por  el  agua  y  por  el  aire,  de  ancha  y  redonda. 


*  «o  encamina»  es  glosa. 

4  También  la  última  frase  «y  participé. V.»  está  añadida  para  com- 
pletar y  explicar  el  sentido. 

1  «a  sus  regiones»  es  interpolación  del  traductor. 

6  Mala  traducción  de  «car»  =  pues. 

7  Todo  el  paréntesis  es  una  glosa  explicativa. 

5  Traducción  errónea  de  «en  quantitat  de  ample  e  de  pregon», 
esto  es,  en  anchura  y  en  profundidad. 

"  Desde  aquí  falta  en  el  original. 


686 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


CAPÍTULO  XXVI 

DE  LA  NIEVE  Y  EL  HIELO 

Dijo  el  filósofo  que  la  nieve  se  engendra  en  el  aire  cuan- 
do la  lluvia  baja  por  él;  en  el  cual,  por  la  gran  abundancia 
de  frialdad,  se  llena  el  agua  de  aire,  restriñéndole  en  sí 
mesma.  Y  por  ser  éste  de  complexión  húmeda  y  contener 
en  sí  lucidez  blanca,  se  viste  el  agua  la  color  del  aire,  por 
lo  cual  se  ve  de  blanca  color  en  la  nieve. 

Félix  volvió  a  preguntar  por  qué  naturaleza  se  engen- 
draba el  hielo  en  el  agua.  Y  el  filósofo  dijo  al  hijo  del  rey 
que  le  respondiese,  por  lo  que  éste  dijo  que  en  el  agua  están 
el  fuego  y  el  aire,  que  tienen  apetito  de  subir  a  lo  alto;  y 
así,  cuando  el  fuego  se  quiere  subir  con  su  calor  y  con  la 
sequedad  que  tiene  por  la  tierra,  el  aire  y  el  agua  se  lo 
contradicen,  restriñendo  en  sí  el  agua  tan  fuertemente  la 
humedad,  que  se  engendra  el  hielo,  que  es  cuerpo  sólido,  y 
que  priva  la  subida  de  los  vapores  del  agua,  en  los  que 
tienen  apetito  el  fuego  y  la  tierra  de  subirse  a  lo  alto. 

Félix  volvió  a  preguntar  por  qué  naturaleza  las  bambo- 
llas 1  del  agua  suben  hacia  arriba  en  el  agua  de  la  fuente. 
Y  el  hijo  del  rey  respondió  y  dijo  que  aquellas  bambollas 
están  dentro  llenas  de  aire,  y  que  las  vestiduras  que  tienen 
por  defuera  es  agua,  que  restriñe  el  aire  de  forma  que  no 
puede  salir;  y  así,  por  lo  leve  de  éstos,  el  agua  que  viene 
de  debajo  de  la  tierra  puede  subir,  lo  que  no  podría  hacer 
por  sí  sola  si  la  ligereza  del  aire  no  la  ayudase,  cuya  lige- 
reza adquiere  por  contenerle  y  restringirle  en  sí  mesma, 
vistiéndole  con  aquellas  bambollas  porque  no  se  huya  y  que- 
dé ella  imposibilitada  de  ascender  2. 


1  Catalanismo  por  «burbujas». 

3  Todo  este  final  apenas  concuerda  con  el  texto  catalán,  que  dice  : 
«...  la  qual  aygua  no  poria  pujar  per  lo  cors  de  la  aygua  de  la  font, 
sens  la  leugeria  del  àer,  la  qual  lausreria  contén  en  si,  continent 
l'àer  en  si  mateixa.»  Todavía  es  más  ingenuo  el  comentario  del 
traductor  setecentista  :  «Nota. — Causa  de  que  ascienda  el  agua  en 
los  bufadors  o  fuentes,  que  se  ve  la  arrojan  hacia  arriba,  y  de  que 
se  hallen  tantas  fuentes  en  las  montañas  y  en  lo  más  alto  de  ellas.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  27 


687 


CAPÍTULO  XXVTT 
De  los  vientos 

Leía  ei  filósofo  y  decía  que  el  viento  es  aire  movido  por 
razón  de  aproximarse  alguna  nube  que  tiene  apetito  al  cen- 
tro de  la  tierra;  el  cual  viento  o  aire  movido,  por  hallarse 
oprimido  entre  la  nube  y  ella  l,  huye  de  aquella  opresión, 
donde  no  haya  descenso  de  nube  que  le  oprima.  Dichas  estas 
palabras  2  por  el  filósofo,  repitió  el  hijo  del  rey  la  lección 
por  esta  similitud:  — Un  hombre  preguntó  a  un  filósofo  qué 
era  viento,  y  el  filósofo  se  lo  explicó;  pero,  como  el  hombre 
no  pudiese  entenderlo  por  razones,  hizo  el  filósofo  traer  de- 
lante de  sí  un  pellejo3  lleno  de  aire,  y  después  hizo  poner 
encima  de  él  una  piedra  de  mucho  peso,  la  que  a  poco  rato 
reventó  el  pellejo  e  hizo  salir  por  los  costados  el  viento  que 
contenía,  con  gran  estrépito. 

Después  de  esto,  preguntó  Félix  al  filósofo  por  qué  había 
cuatro  vientos  principales,  esto  es,  levante,  poniente,  me- 
diodía y  tramontana.  A  que  él  respondió  que  el  viento  de 
levante  le  engendran  los  vapores  cálidos  y  secos;  el  po- 
niente, los  fríos  y  húmedos;  el  mediodía,  los  húmedos  y 
cálidos,  y  la  tramontana,  los  secos  y  fríos.  Y  la  razón  por 
que  son  engendrados  así 4  por  diversos  vapores,  es  porque, 
según  es  la  región  diversa,  así  son  las  nubes  que  los  en- 
gendran diversas  en  cualidades  concordantes  y  contrarias. 

Después  de  esto  dijo  el  hijo  del  rey  que  de  los  cuatro 
vientos  principales  se  engendraban  otros  cuatro,  que  son 
el  chaioc,  maestral,  gregal  y  ábrego  \  Y  estos  cuatro  vien- 
tos tienen  mezcladas  las  cualidades  de  que  se  engendran 
los  cuatro  vientos  principales.  De  estos  ocho  vientos  se  en- 
gendran otros  ocho  por  cualidades  más  templadas.  Y  otros 
diversos  [hay],  que  no  son  naturales  según  las  disposi- 
ciones del  sol,  pero  son  naturales  según  las  disposiciones 
de  las  tierras  y  de  las  montañas,  y  según  los  accidentes  por 
que  unas  nubes  se  mueven  en  oposición  de  las  otras. 


1  Es  decir,  entre  la  nube  y  la  tierra. 

2  «e  moltes  d'altres»,  añade  el  original. 
s  Ramón  escribió  «-Ia-  odra». 

*  Dice  la  traducción,  erróneamente  :  «así  y  por...»  ;  «n  el  origi- 
nal :  «enaxí  per  diverses  vapors». 

6  En  catalán  :  «...  exaloch,  mestre,  e  grech,  e  labeig.» 


688 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  XXVIII 
Del  tiempo 

En  la  lección  que  el  filósofo  leía,  se  contenía  del  tiempo 
lo  siguiente:  los  cuatro  tiempos  del  año  son:  el  estío,  el 
invierno,  la  primavera  y  el  otoño.  El  estío  es  por  la  cualidad 
cálida  y  seca;  el  invierno,  por  la  fría  y  húmeda;  la  prima- 
vera, por  la  húmeda  y  cálida,  y  el  otoño,  por  la  fría  y  seca. 

Y  así,  en  el  estío  hay  concordancia  entre  el  fuego  y  la 
tierra;  y  el  fuego,  que  es  cálido  y  seco,  sube  arriba  sobre 
la  tierra  en  las  plantas,  y  consume  la  frialdad  de  éstas  con 
su  calor  y  con  la  lucidez  del  sol,  por  la  cual  el  fuego  mul- 
tiplica el  calor  y  sequedad  en  la  tierra,  mortificando  la  hu- 
medad del  aire  en  las  plantas,  por  la  concordancia  que  tiene 
con  la  tierra  contra  el  agua  y  el  aire.  Y  por  esto  en  estío 
se  hace  la  digestión  de  las  plantas,  y  se  maduran  los  fru- 
tos, y  se  sazonan  las  semillas  y  los  humores  de  los  animales, 
y  recoge  el  hombre  los  trigos. 

En  "el  otoño  restriñe  el  agua  a  la  tierra,  por  lo  que  se 
quedan  los  vapores  debajo  de  ella  sin  poder  subir  a  lo  alto, 
y  entonces  se  siembra  y  se  comienza  la  generación  de  las 
semillas. 

En  el  invierno  comienzan  a  salir  éstas  sobre  la  tierra 
por  la  humedad  del  aire,  que  se  mezcla  con  la  frialdad  del 
agua;  por  la  cual  pasa  el  vapor  de  la  tierra  disecada  y 
escalfada1,  en  el  otoño;  de  que  dimana  el  nacimiento  de 
las  plantas,  que  por  cálida;  seca  y  húmeda  complexión  su- 
ben y  crecen  sobre  la  tierra. 

En  la  primavera  brotan,  florecen,  pululan  y  ponen  hojas 
y  ramos  los  árboles,  y  producen  sus  frutos,  a  causa  de  que 
la  calor  y  la  humedad  suben,  y  la  frialdad  y  sequedad  de- 
tienen aquella  humedad  y  calor  en  los  lugares  bajos,  en  los 
cuales  maduran  los  frutos  en  estío,  por  calor  y  sequedad. 

Por  estas  y  por  otras  muchas  razones  que  dijo  el  filósofo 
de  los  tiempos  del  año,  comprendió  Félix  la  causa  de  su 
variación;  y  añadió  el  filósofo  que  los  cuatro  tiempos  arriba 
dichos  se  componen  de  doce  meses,  en  cincuenta  y  dos  se- 
manas y  en  trescientos  sesenta  y  cinco  días  y  seis  horas, 
las  cuales  seis  horas  componen  el  bisiesto  en  el  cuarto  año, 
el  cual  tiene  trescientos  sesenta  y  seis  días,  compuesto  de 
veinticuatro  horas  cada  día  natural. 


1  Catalanismo  por  «calentada». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS .  — C .  28  689 


— Señor — dijo  Félix,  ¿por  qué  naturaleza  hace  mayor 
frío  al  alba  que  a  la  media  noche? — A  que  respondió  el  hijo 
del  rey  que,  porque  el  sol  es  cálido  en  el  fuego  y  comienza 
a  salir  en  el  alba,  huyen  los  vapores,  que  son  frjos  y  hú- 
medos, del  sol,  que  por  accidente  es  cálido  y  seco;  y  estos 
vapores,  descendiendo  a  nosotros,  nos  causan  mayor  frialdad 
en  aquella  hora  que  no  en  la  media  noche;  pues  en  ésta, 
como  el  sol  estaba  más  distante,  ellos  habían  subido  y 
esparcídose  por  toda  la  región  etérea  (othomosfera,  que  di- 
cen los  modernos)  -. 

El  filósofo  preguntó  al  hijo  del  rey  por  qué  razón  hace 
mayor  frío  en  los  lugares  altos  que  en  los  bajos,  siendo  así 
que  el  sol  está  más  inmediato  al  fuego  en  los  primeros  que 
en  los  segundos.  — Señor — dijo  el  discípulo--,  en  los  luga- 
res altos  se  depuran  más  fuertemente  el  fuego  y  el  aire 
que  no  en  los  bajos,  moviéndose  hacia  arriba  y  apartándose 
del  agua  y  de  la  tierra,  que  se  mueven  hacia  bajo;  y  por 
esto  en  los  llanos  o  lugares  bajos  el  fuego  y  el  aire  no  tie- 
nen tanto  poder  (para  depurarse)  ;  como  en  los  lugares  al- 
tos, donde  cuanto  más  se  depuran  y  extrañan  4,  más  se  huyen 
el  agua  y  la  tierra,  y  causan  mayor  frialdad  en  las  cimas 
de  los  montes  que  no  en  sus  profundidades,  como  lo  enseña 
la  experiencia,  por  las  nieves  y  las  aguas  de  las  fuentes  que 
son  en  las  alturas. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  por  qué  razón  es  el  aire  más 
sutil  en  lo  alto  de  los  montes  que  en  los  llanos  ? — A  que  res- 
pondió el  hijo  del  rey  que  en  lo  alto  de  los  montes  está  el 
aire  más  inmediato  a  su  propia  esfera,  la  cual  está  colocada 
debajo  de  la  del  fuego,  y  debajo  del  mismo  aire  la  del  agua, 
y  debajo  de  la  del  agua  la  de  la  tierra.  De  que  sé  sigue  que 
el  aire  es  más  depurado  y  más  sutil  cuanto  está  más  lejos 
de  la  mezcla  del  agua  y  de  la  tierra,  siendo  esta  mezcla  ma- 
yor en  los  valles  por  los  vapores  fríos  y  gruesos,  y,  por 
consecuencia,  el  aire  en  ellos  más  craso  '. 

El  filósofo  preguntó  al  hijo  del  rey  por  qué  razón  está 
el  agua  en  el  pozo  fría  en  el  estío  y  caliente  en  el  invierno. 
A  lo  que  respondió  que  en  el  estío  están  abiertos  los  poros 
de  la  tierra,  por  donde  sale  el  calor  que  el  fuego  y  el  sol 
atraen  a  sí ,;;  y  cuanto  más  los  vapores  del  fuego  suben,  más 


-  El  original  dice  solamente  :  «...  pèr  ço  rar  lo  sol  lar  era  pus 
lunv  en  la  mige  nit  que  en  l 'alba. » 

3  El  paréntesis  es  una  glosa  del  traductor. 

*  Es  decir,  >e  reparan  :  «..  aytant  quant  pus  se  depuren  e-s 
destrenyen  lo  foch  e  l'àer  en  los  Jochs  alts...» 

5  Ramón  Llull  escribió  solamente:  «. . .  segueix-se  •  que  làer  sia 
pus  depurat  e  pus  subtil,  bon  pus  és  lunv  al  mesclament  de  la  avgua 
e  de  la  terra,  e  qui-s  mescla  pus  forment  en  les  vapors  que  -ón 
fredes  e  grosses,  que  en  les  vapors  que  són  caldes  e  sobtils.» 

1  «a  ensús»,  dice  el  original,  esto  es,  hacia  arriba. 


690 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


se  depuran  y  dividen 7  de  la  frialdad,  que  permanece  abajo ; 
por  lo  que,  por  la  falta  del  calor  del  fuego,  queda  el  agua 
con  mayor  frialdad  en  el  estío  8.  Pero  en  el  invierno  el  agua 
restriñe  la  faz  de  la  tierra,  para  que  no  pasen  los  vapores 
del  fuego  que  están  debajo  de  ella;  por  lo  que  este  vapor 
que  en  ella  permanece  calienta  al  agua  en  los  pozos  y  en 
las  fuentes,  del  mismo  modo  que  el  fuego  la  calienta  en 
la  olla. 

Entonces  preguntó  el  filósofo  al  hijo  del  rey  que  por  qué 
razón  el  fuego  calienta  el  agua  en  la  olla.  A  que  éste  res- 
pondió que  en  el  agua  hay  naturalmente  calor,  por  causa 
del  fuego  que  es  unido  y  mezclado  con  ella.  Pero  este  fuego 
está  remiso  y  no  tiene  tan  gran  poder  como  ella  mesma,  por 
cuya  razón  es  ella  más  fría  que  caliente  entonces;  pero  des- 
pués 9,  por  la  gran  calor  del  fuego  que  está  debajo  de  la  olla, 
y  porque  éste  por  ella  pasa  al  agua,  mortifica  en  ella  la 
frialdad  y  aumenta  el  calor  del  fuego  con  que  está  mezcla- 
da, ayudándose  el  fuego  exterior  con  el  interior,  como  dos 
semejantes  y  concordantes  10,  y  mortificando  por  este  mo- 
tivo la  frialdad  como  contraria. 

Después  de  esto  prosiguió  el  filósofo  la  lección  diciendo 
que  la  mar  es  salada  porque  se  mueve  continuamente  arriba 
y  abajo;  arriba,  por  causa  de  que  el  calor  del  fuego  y  el  sol 
la  calientan,  y  atraen  a  sí  los  vapores  cálidos  y  secos;  y, 
porque  el  agua  es  pesada  por  su  naturaleza,  se  mueven  ha- 
cia abajo  los  vapores  fríos  y  húmedos;  y,  porque  es  redon- 
da, se  mueve  alrededor  y  en  ondas  o  a  oleadas,  según  el 
balance  de  su  rotundidad,  por  la  cual  se  mueven  las  ondas 
de  la  mar  hacia  la  tierra,  y  se  mueve  la  mar  de  Inglaterra; 
pues,  balanceando  n,  se  inclina  en  un  tiempo  a  una  parte  y 
en  otro  12  a  otra.  Y  por  esto  se  causa  la  influencia  del  mo- 
vimiento que  con  ayuda  del  viento  mueve  el  mar,  por  opri- 
mirle las  nubes,  según  que  ya  se  ha  dicho.  De  que  resulta 
que,  por  el  movimiento,  mezcla  y  turbación  de  vientos  y  de 
calidades,  se  engendra  calor  y  sequedad,  de  que  dimana  que 
el  agua  del  mar,  aunque  naturalmente  es  de  complexión  fría 
y  húmeda,  accidentalmente  se  convierte  en  complexión  cá- 
lida y  seca,  por  la  cual  se  vuelve  salada  13. 


7  «y  dividen»  es  una  añadidura  explicativa. 

8  La  última  frase  «por  lo  que...»  apenas  corresponde  al  texto 
catalán  :  «la  qual  vapor  és  major  en  fredor,  hon  menys  hi  ha  de 
calor.» 

0  «entonces»  y  «después»  ñon  palabras  añadidas  por  el  traductor. 

10  Lo  mismo  se  diga  de  toda  la  frase  «ayudándose...  concordantes». 

11  Falsa  versión  de  «car  lo  bescuns  s'enclina  a  la  -Ia-  part...»,  don- 
de «bescuns»  significa  «oblicuidad». 

12  «en  otra»,  dice  erróneamente  la  traducción. 

13  Acerca  del  concepto  luliano  de  las  mareas  véanse  los  estudios 
del  Dr.  Massntí  citados  en  la  Bibliografía,  supra,  p.  90. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — -C.  2Ç 


691 


CAPÍTULO  XXIX 

DE  LA  BATALLA  QUE  SE  HIZO  DELANTE  DE  LOS   [DOS]  HIJOS 

DEL  REY 

Luego  que  hubo  concluido  el  filósofo  la  lección,  se  entró 
en  un  bello  vergel  en  compañía  del  hijo  del  rey  y  de  otros 
discípulos,  entre  los  cuales  iba  Félix.  Y,  en  tanto  que  iban 
por  él,  mirando  los  árboles,  las  flores,  las  aguas  y  las  demás 
cosas  agradables  a  la  vista,  vino  el  hijo  del  rey  que  apren- 
día el  ejercicio  de  las  armas,  con  su  maestro,  a  ver  a  su 
hermano  mayor;  y  para  que  éste  se  recrease  1  montó  a  ca- 
ballo con  otros  compañeros,  e  hizo  diversas  escaramuzas  y 
otras  cosas,  según  que  su  maestro  le  enseñaba. 

Y,  estando  en  esta  diversión,  entraron  otros  caballeros, 
entre  los  cuales  había  uno  que  había  retado  2  de  traidor  fal- 
samente a  un  escudero,  fiado  en  su  mucho  orgullo,  grandes 
fuerzas  y  grande  habilidad  en  el  manejo  de  las  armas;  y  el 
escudero,  que  también  se  hallaba  presente,  aunque  carecía 
de  todas  estas  circunstancias,  tenía  razón,  en  la  que  confia- 
ba. Y  el  rey  envió  uno  y  otro  para  que  delante  de  sus  hijos 
tuviesen  su  duelo,  porque,  viéndoles  combatir,  aprendiese 
mejor  el  menor  y  perdiese  el  pavor  3. 

Puestos  los  dos  combatientes  en  el  campo,  en  el  principio 
el  caballero  maltrató  mucho  al  escudero;  pero  al  fin  éste 
derribó  y  mató  al  caballero,  de  que  se  admiró  mucho  el  hijo 
del  rey,  así  por  las  ventajas  que  vió  llevaba  en  el  principio 
del  combate,  como  por  las  que  tenía  en  fuerzas  y  destreza, 
más  que  el  escudero. 

Lo  que  conocido  por  el  filósofo,  le  dijo  que  en  un  árbol 
estaba  un  gallo  con  muchas  gallinas;  y  habiéndole  visto  una 
zorra,  se  puso  debajo  del  árbol  a  saltar,  correr,  jugar  y  a 
hacer  tales  movimientos  por  largo  tiempo,  que  al  gallo,  que 
la  estaba  siempre  mirando,  se  le  desvaneció  la  cabeza,  per- 
dió la  virtud  y  se  cayó  del  árbol;  e  inmediatamente  la  zorra 
le  cogió  y  mató.  Después  que  el  filósofo  hubo  dicho  estas 


1  El  texto  original  prosigue  :  «denant  ell,  en  r-  bell  prat,  lo 
fill  del  rey  ab  son  maestre  se  sgramí  longament.  Après  la  art  de 
s.errima,  pujà  lo  fill  del  rey  en  «i.  bell  cavall,  e  ab  molts  de  com- 
panvons  bornà,  e  trasch,  al  taulat,  e  feya  de  armes,  sesrons  que  son 
mestre  li  ensenvava.  Lon^ament  se  deportà  e  usà  de  art  de  armes 
lo  fill  del  rey  denant  son  frare  ;  e,  estant  que...» 

a  La  traducción  dice  «rectato»  ;  el  catalán,  <rraptave»,  por  «rep- 
tava». 

8  «y  perdiese  el  pavor»  es  una  añadidura. 


6ç2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RÀMÓN  LLULL 


palabras,  el  hijo  del  rey  4  las  expuso  diciendo  que,  mirando 
el  gallo  a  la  zorra,  tenía  miedo,  por  lo  que  su  virtud  se  dis- 
minuía, y  más  cuanto  más  la  miraba;  de  que  dimanó  el  que 
su  espíritu  se  entorpeció  y  enfrió,  y  al  fin  cayó  del  árbol. 

— Hermano — dijo  el  hijo  del  rey  que  se  ejercitaba  en  las 
armas  " — ,  ¿  qué  es  el  suceso  de  la  batalla  que  me  quieres  sig- 
nificar en  esas  palabras  ?— A  que  respondió  el  mayor  que, 
considerando  el  caballero  en  la  sinrazón  que  contra  el  escu- 
dero hacía,  perdió  la  virtud  y  fortaleza;  y  por  esto  se  le 
constreñía  el  espíritu,  y  había  venido  a  hallarse  inhábil  en 
la  batalla;  y,  al  contrario,  al  escudero,  la  verdad  y  fortaleza 
le  habían  ido  aumentando  las  fuerzas  y  virtud  cuanto  más 
había  considerado  en  el  legítimo  derecho  y  razón  que  le 
asistía. 

Mucho  se  admiró  Félix  de  que  el  hijo  del  rey  que  apren- 
día de  filosofía  hubiese  .conocido  mejor  la  causa  por  que  el 
caballero  fué  vencido  y  muerto,  que  no  su  hermano,  que  se 
ejercitaba  en  las  armas;  por  lo  que  alabó  la  ciencia  sobre 
todas  las  otras  cosas.  Después  de  esto,  preguntó  Félix  al 
filósofo  por  qué  motivo  había  caído  el  gallo  del  árbol  y  no 
habían  caído  las  gallinas.  A  lo  que  el  filósofo  dijo  al  hijo 
del  rey  que  se  ejercitaba  en  las  armas  respondiese;  pero 
el  mozo  se  halló  embarazado  y  no  supo  qué  decir;  por  lo 
que  dijo  a  su  maestro  que  respondiese  él;  mas  éste  respon- 
dió que  él  era  maestro  de  armas  y  no  de  filosofía  6. 

Por  lo  que  el  hermano  mayor  tomó  a  su  cuenta  el  des- 
empeñar al  menor,  y  respondió  a  la  cuestión  diciendo :  — Por 
un  camino  iba  un  hombre  con  su  mujer,  y  hallaron  una  sierpe 
tan  grande  y  horrible,  que  el  hombre  se  murió  de  miedo  jun- 
to de  ella;  y  la  mujer,  aunque  le  tuvo  grande  y  se  hubiera 
muerto  del  mismo,  la  confianza  que  tuvo  de  que  su  marido 
la  defendiera  la  alentó  para  que  no  desfalleciese.  Y,  viendo 
que  la  sierpe  cogía  a  su  marido  ya  muerto  y  se  le  entraba 
en  el  bosque  para  comérsele,  tuvo  valor  para  huir,  el  que 
la  hubiera  faltado  si  hubiese  visto  que  la 'sierpe,  dejando 
el  cuerpo  de  su  marido,  la  hubiera  seguido  a  ella. 

Después  de  esto,  les  7  preguntó  el  filósofo  cuál  era  la 
principal  razón  por  que  se  permitía  el  duelo  entre  dos  hom- 
bres. A  que  respondió  el  hijo  mayor  del  rey  que  la  solución 
de  esta  cuestión  estaba  dada  en  las  palabras  que  se  habían 


1  «qui  apprenia  de  phisoloña»,  precisa  Ramón. 

"  Aquí,  en  cámbio,  la  frase  «cine  se  ejercitaba  en  las  armas»  está 
añadida  por  el  traductor. 

e  «...  dix  que  >ell  era  mestre  con  sabés  hom  moure  son  cors,  e  fe- 
rir gran  colp  e  sostenir,  e  lo  phisoloff  era  mestre  com  donàs  doc- 
trina al  enteniment  de  son  frare,  per  lo  qual  enteses  son  entenimen 
altes  coses  e  subtite.» 

T  La  traducción  dice  «los».  El  original  es  más  explícito:  «....de 
manà  a  sos  scolans.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  20. 


dicho  de  la  zorra,  del  gallo  y  de  las  gallinas,  considerando 
que  la  conciencia  vence  y  desmaya  a  todos  aquellos  que  con- 
tra razón  pelean,  sucediendo  al  contrario  a  los  que  con  ra- 
zón lo  ejecutan,  pues  la  lealtad  y  verdad  les  aumentan  la 
fortaleza  8. 

Félix  dijo  al  hijo  del  rey  que  algunas  veces  sucede  que 
los  hombres  que  no  tienen  razón  ni  justicia  vencen  a  los  que 
la  tienen;  a  que  respondió  el  filósofo  y  dijo  que  un  hombre 
muy  lujurioso  tenía  un  hijo  a  quien  amaba  mucho,  y  Dios 
se  le  quitó  en  castigo  del  pecado  de  lujuria;  dándole  con  este 
medio  ocasión  para  que  ejercitase  la  paciencia  y  que  con 
ésta  adquiriese  la  castidad  y  caridad  :'  de  que  antes  estaba 
desposeído. 


8  Asi  justificaba  el  iluelo  el  hombre  medieval,  por  considerarle 
[como  verdadero  juicio  de  Dios. 

9  «castedat,  paciència  e  caritat»,  según  el  texto  catalán  ;  la  última 
frase  es  sólo  una  añadidura  explicativa. 

I 


LIBRO  V 

DE     LAS  PLANTAS 


Félix  se  partió  de  la  corte  1  alabando  y  bendiciendo  a 
Dios  porque  había  dado  tanta  sabiduría  a  aquel  rey  y  a  sus 
hijos.  Y,  caminando  por  un  gran  bosque  en  busca  de  su- 
mara villas  2,  encontró  a  un  escudero  a  caballo,  que  llorab 
y  se  lamentaba.  Y,  habiéndole  preguntado  la  causa  de  tan 
gran  sentimiento,  éste  le  respondió  diciendo:  — Un  sabio 
maestro  en  filosofía  lo  ha*  sido  mío  mucho  tiempo 3,  y  ahor 
se  ha  apartado  de  mí  para  irse  a  estar  toda  su  vida  en  un 
soledad,  habiendo  dejado  muchas  riquezas,  honras  y  digni- 
dades, para  padecer  pobreza  y  miseria,  de  que  ha  hecho  pro- 
pósito, y  de  estarse  siempre  solo  en  este  bosque ;  de  que  ten- 
go tal  sentimiento,  que  no  os  le  puedo  explicar. 

— Amigo — dijo  Félix — ,  ¿sabéis  vos  la  razón  por  que 
vuestro  maestro  quiere  estar  en  esta  soledad  y  por  que  ha 
dejado  las  riquezas  y  dignidades?  — Señor — dijo  el  escude- 
ro— ,  cuando  se  apartó  de  mí  se  lo  pregunté  4,  y  me  dijo  que 
se  venía  a  estar  solo  en  este  bosque  para  contemplar  en  las 
obras  y  naturaleza  de  las  plantas  y  árboles,  y  por  ellas,  y 
por  la  significación  que  de  él  dan,  conocer  y  amar  a  su  Cria- 
dor; lo  que  no  podía  conseguir  en  la  ciudad,  porque  las  hon- 
ras, las  dignidades  y  los  amigos  se  lo  estorbaban. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  santa  devoción  del  filósofo, 
deseó  mucho  que  hubiese  muchos  en  el  mundo  que  la  tu  vi 
sen;  por  lo  que  dijo  al  escudero:  — Amigo,  mucho  me  mará 
villo  de  vuestro  extraño  sentimiento,  pues  lloráis  del  bie 
que  hace  vuestro  maestro;  de  que  se  infiere  que  reiríais 


1  El  original  añade  :  «non  amdosos  los^  filis  del  rey  apprenien. 

2  «ensercar  meravelles»,  dice,  más  ampliamente,  el  texto  catal 

3  Maestro  y  dueño  sería,  pues  Ramón  dice  :  «ha  stat  mon  seny 
longament». 

*  Versión  muy  abreviada  de  «li  demané  per  què  era  vengut  s' 
en  est  boscatge,  ni  per  què  havia  lexats  sos  amichs,  e  s'exia  de  t 
noble  ciutat  en  què  star  solia  ab  tan  de  honrament.  Con  jo  ha 
demenat  a  mon  senyor  aquestes  coses  e  moltes  d'altres,  ell  ma  d 
que  per  ço  que  en  les  obres  de  les  plantes  e  dels  arbres  pogu 
contemplar,  conèxer  e  amar  lur  creador,  venia  star  en  est 
catge.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  29  695 


hiciese  mal;  pues  el  hombre  debe  llorar  y  tener  tristeza  de 
que  Dios  sea  tan  poco  amado  y  conocido  en  el  mundo,  siendo 
así  que  el  mundo  fué  creado  para  que  Su  Majestad  lo  sea. 
Y  así,  no  lloréis,  y  alegraos  en  la  santidad  de  vuestro  maes- 
tro, pues  debéis  tener  a  gran  dicha  el  tenerle,  porque  de  ello 
se  puede  seguir  el  que  vos  seáis  a  Dios  agradable.  Y  ahora 
os  ruego  me  mostréis  el  camino,  para  que  yo  pueda  llegar 
y  verle  donde  está. 

El  escudero  se  le  mostró,  y  en  breve  llegó  Félix  a  unos 
prados  muy  amenos,  donde  el  filósofo  había  hecho  propósito 
de  residir,  y  le  halló  en  uno  donde  había  muchos  árboles, 
cerca  de  una  hermosa  fuente,  con  un  libro  en  la  mano  le- 
yendo. Félix  le  saludó  humildemente,  y  el  filósofo  ie  respon- 
dió con  agrado;  por  lo  que,  sentándose  cerca  de  él,  le  dijo: 
— Señor,  mucho  me  maravillo  de  que  podáis  estar  en  este 
bosque  tan  solo  y  de  que  hayáis  dejado  los  deleites  y  place- 
res del  mundo;  y  así,  decidme:  en  él,  ¿qué  hacéis,  qué  co- 
méis, qué  bebéis  y  dónde  tenéis  vuestra  habitación? 

A  lo  que  el  filósofo  le  respondió:  — El  hombre  debe  sólo 
admirarse  de  los  delitos  que  los  hombres  cometen;  pero  he- 
mos llegado  a  tiempo  en  que  se  cometen  tantos,  que  nos  po- 
demos maravillar  de  que  haya  quien  obre  bien  ni  ejecute 
cosa  agradable  a  Dios;  pues  parece  que  el  mayor  delito5 
que  el  hombre  puede  hacer  hoy  en  este  mundo  es  procurar 
conocerle,  amarle  y  servirle,  cuando  sólo  fué  creado  para 
ello  (que  a  tal  maldad  ha  llegado  la  locura  en  estos  siglos, 
que  se  burlan  de  los  que  para  ello  ocupan  algunas  horas  en 
el  estudio  o  en  la  contemplación).  Ahora  has  de  saber  que 
en  este  bosque  hay  un  ermitaño  que  hace  penitencia,  el  cual 
tiene  un  criado  que  le  trae  algunas  viandas,  con  las  que  nos 
mantenemos  ambos  a  dos  corporalmente ;  y  por  la  noche,  si 
hace  mucho  frío  o  llueve,  me  voy  a  recoger  a  su  ermita;  pero 
de  día  me  estoy  en  este  bosque,  mirando  lo  que  la  natura- 
leza hace  en  los  árboles  y  en  las  hierbas,  para  que,  conside- 
rando sus  obras  y  producciones6,  pueda  contemplar  a  Dics 
según  el  arte  de  filosofía  y  teología  que  está  escrito  en  el 
Libro  llamado  de  los  artículos,  ordenado  por  el  Arte  demos- 
trativa 7. 

— Señor — dijo  Félix — ,  en  una  ciudad  había  un  noble  ciu 
dadano  que  tenía  dos  hijos  sacerdotes  s,  grandes  estudiantes 


8  Un  grave  error  de  traducción  tergiversa  aquí  el  genuino  sentido 
de  Ramón  Llull,  que  escribió  sencillamente  :  «Tot  lo  major  delit 
eme  hom  pot  haver  en  est  món  és  conèxer  e  amar  Déu»,  donde  ade- 
lit»  significa  «deleite»,  y  no  «delito».  Naturalmente  que  el  parén- 
tesis es  sólo  una  glosa  justificativa  del  traductor. 

*  *«y  producciones»  lo  añade  el  traductor. 

7  Ramón  Llull  escribió  su  Art  demostrativa  hacia  el  año  1274. 

8  Ramón  sólo  escribió  :  «los  quals  eren  grans  clergues  en  theo- 
logia  e  en  phisolofin·» . 


6g6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULI. 


en  teología  y  filosofía;  y  el  uno  de  ellos  eligió  vida  eremí- 
tica para  contemplar  a  Dios  según  la  ciencia  que  había 
aprendido,  y  el  otro  se  quedó  en  la  ciudad  para  leer,  mostrar 
y  predicar  e  inducir  las  gentes  a  contemplar  9  y  amar  a  Dios; 
por  lo  que  entre  ellos  se  movió  gran  cuestión  sobre  cuál  ha 
bía  elegido  vida  más  perfecta. 

A  lo  que  el  filósofo  respondió  diciendo:  — En  una  ciudad 
había  un  gran  filósofo,  el  que  leyó  mucho  tiempo  su  arte  en 
ella;  y,  viendo  que  sus  discípulos  aprovechaban  poco  por  ser 
malos  y  viciosos  10,  se  fué  a  un  bosque  para  recrear  en  él 
su  alma  y  su  cuerpo,  contemplando  a- Dios,  amando  más  es- 
tar en  compañía  de  las  bestias  salvajes  y  en  la  de  los  árbo- 
les, que  en  la  de  los  hombres  malvados  y  pecadores. — Y,  ha- 
biendo respondido  a  Félix  por  esta  similitud,  se  volvió  a  su 
contemplación,  del  mismo  modo  que  estaba  cuando  Félix  le 
halló. 


C  A  P  í  T  U  L  O  XXX 
De  la  generación  de  las  plantas 

Estaba  el  filósofo  sentado  debajo  de  un  hermoso  árbol 
cargado  de  hojas  y  flores,  al  cual  regaba  una  hermosa  fuen- 
te, y  en  él  había  muchas  aves,  que  dulcemente  cantaban. 
Y,  según  la  disposición  del  árbol,  de  la  fuente  y  de  las  aves, 
contemplaba  el  filósofo  la  grandeza  y  la  bondad  de  Dios,  que 
en  aquel  árbol  se  representaba [n]  como  Criador  y  como 
criatura  l.  Y,  después  que  el  filósofo  hubo  largamente  estado 
en  su  contemplación,  Félix  le  dijo:  — Señor,  mucho  me  ma- 
ravillo de  la  grandeza  de  este  árbol,  y  de  cómo  puede  ser 
que  de  tan  pequeña  cosa  como  el  grano  de  que  fué  engen- 
drado, pueda  haber  llegado  a  tener  tan  gran  magnitud. 

— Amigo — dijo  el  filósofo — ,  un  pastor  encendió  fuego  de- 
lante de  un  sabio,  y  habiendo  multiplicado  el  fuego  en  gran 
cuantidad,  el  pastor  se  maravilló  de  que  una  pequeña  chispa 
hubiese  multiplicado  tanto ;  y  preguntó  al  sabio  la  razón.  El 
cual  le  dijo  ser  naturaleza  del  fuego  convertir  en  sí  o  en  su 

0  «conèxer»  en  el  original. 

10  Versión  muy  libre  e  incorrecta  del  original  :  «Los  scolani 
d'aquell  maestre  no  profitaven  tan  fort  en  la  sciència  com  lo  mestre 
volia,  e  eran  hòmens  mundanals,  e  que  poch  preaven  la  sciència  de 
la  phisoloffia.  Lo  mestre  d'aquells  scolans  era  molt  treballat  per  les 
liçons  que  legia,  e  era  molt  despagat,  car  los  scolans  no  volien 
apendre  diligentment.» 

1  La  frase  castellana  no  corresponde  con  fidelidad  a  la  catalana  : 
«...  qui  an  aquell  arbre  se  representaven  per  manera  de  creador  e  de 
creatura.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  ,^0 


6q7 


semejante  todas  las  partes  que  con  él  participan,  por  tener 
mayor  virtud  que  ellas;  y  así,  porque  convierte  en  sí  mesmo 
muchas  cosas,  por  muchas  cosas  se  multiplica. 

Guando  el  filósofo  hubo  respondido  a  Félix  con  esta  si- 
militud, Félix  le  dijo  que,  según  ella  parecía,  se  debía  seguir 
que  Jesucristo,  que  había  tenido  virtud  mayor  que  todos  los 
otros  hombres  mientras  estuvo  en  el  mundo,  debía  haber 
convertido  a  santa  vida  todos  los  otros  hombres  con  quien 
participó;  y  que  así,  pues  había  convertido  pocos  y  quedado 
muchos  después  de  su  muerte  en  vía  de  damnación,  parecía 
que  el  árbol  tenía  mayor  poder  y  virtud  en  convertir  ea  su 
semejanza  las  partes  con  quien  participaba,  que  la  natura- 
leza de  Cristo  en  convertir  los  hombres  con  quien  había  par- 
ticipado 2. 

Mucho  agradó  al  filósofo  la  cuestión  que  Félix  le  hacía, 
por  conocer  que  era  hombre  entendido  y  sabio  ;  por  lo  que 
en  adelante  le  habló  con  palabras  y  similitudes  de  alta  ex- 
posición, y  así  le  dijo:  — Amigo,  un  rey  estaba  en  un  pala- 
cio, donde  comía  con  muchos  caballeros.  Y  entre  tanto  an- 
daba por  allí  un  hombre  que  se  había  hecho  procurador  de 
los  infieles  ;  para  solicitar  medios  de  que  viniesen  a  vía  de 
salvación;  y  así  decía  al  rey  y  a  los  caballeros  y  a  los  pre- 
lados 4  que  en  aquel  palacio  comían  que  se  aplicasen  al  es- 
tablecimiento de  tan  santa  intención,  mostrándoles  el  modo 
como  se  podía  dar  conocimiento  de  la  verdad  a  los  que  están 
en.  error,  manifestándoles  el  Arte  demostrativa  y  el  Libro 
de  los  artículos.  Pero  todos  los  que  le  oían  le  escarnecían 
y  menospreciaban,  por  lo  que  él  lloraba  y  tenía  tal  senti- 
miento, que  se  despedazaba  los  vestidos  y  arrancaba  los  ca- 
bellos. Y  al  mismo  tiempo  andaban  por  aquel  palacio  jugla- 
res cantando  y  sonando  instrumentos  para  que  los  que  en  él 
comían  se  alegrasen  y  deleitasen.  Y  como,  después  de  haber 
comido  y  bebido  mucho,  el  rey  saliese  del  palacio,  una  mu- 
jer se  echó  a  sus  pies,  pidiéndole  perdonase  a  un  hijo  suyo 
que  estaba  condenado  a  muerte;  y  un  caballero  que  la  apa- 
drinaba, porque  ella  le  había  dado  porción  de  dinero,  habló 
al  rey  sobre  lo  mesmo,  cuya  súplica  apadrinaron  muchos 
otros  caballeros  que  se  hallaron  presentes;  por  lo  que  el  rey 
perdonó  al  mozo,  que,  según  derecho,  merecía  la  muerte.  Y  el 
hombre  procurador  de  los  infieles  se  puso  entonces  a  dar 
grandes  voces  y  a  llorar,  diciendo:  "La  mujer  ha  convertido 
la  voluntad  del  caballero  con  dinero  a  amar  semejantes  co- 
sas de  las  que  ella  ama;  y  el  caballero  ha  convertido  a  la 
semejanza  de  su  voluntad  a  la  del  rey  y  a  las  de  todos  los 

5»«C01l  quien  había   participados  lo  añadió  el  traductor. 
:t  Título  que  corresponde  a  Ramón  Llull  ¡  el  rey  a  quien  alude 
en  este  "pasaje,  bien  pudiera  ser  Felipe  IV  el  Hermoso,  ae  Francia, 
i  Ramón  escribió  sólo  «clergues». 


6g8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


demás  que  con  él  interpusieron  su  ruego.  Y  en  esta  unión 
y  semejanza  de  voluntades  hay  avaricia,  injuria,  vanagloria 
y  repleción  de  comer  y  beber;  y  no  tiene  María  Santísima 
semejantes  amadores  en  amar  a  su  Hijo  en  esta  plaza." 

Después  de  dicho  esto,  añadió  el  filósofo:  — Sabrás  que 
el  Hijo  de  María  Santísima,  que  creó  libertad  en  la  voluntad 
de  los  hombres,  ha  obligado  5  los  mesmos  hombres,  por  su 
encarnación  y  muerte  y  por  la  creación,  a  que  le  honren  en 
este  mundo  (no  destruyéndoles,  no  obstante,  la  libertad  de 
su  voluntad,  como  criatura  y  similitud  suya)  para  que  me- 
rezcan más,  uniendo  sus  voluntades  con  la  de  María  Santí- 
sima para  el  referido  fin. — Mucho  agradó  a  Félix  esta  simi- 
litud, y  alabó  y  bendijo  a  Dios,  que  tanta  sabiduría  daba  al 
hombre. 


CAPÍTULO  XXXI 


De  la  corrupción  de  los  árboles 

Largamente  hablaron  el  filósofo  y  Félix  de  la  generación 
de  las  plantas  y  del  modo  según  el  cual  significa  haber  en 
Dios  generación,  engendrando  Dios  Padre  a  Dios  Hijo  sin 
corrupción,  cuyo  incorrupción  está  significada  en  la  mesma 
corrupción  de  los  árboles.  Y,  concluida  esta  conversación, 
se  fueron  a  pasear  por  el  prado  y  la  floresta  1,  en  la  cual 
había  árboles  de  diversas  maneras,  y  uno  de  ellos  a  la  orilla 
de  un  arroyo,  cargado  de  hojas  y  flores,  al  cual  estaba  cor- 
tando un  hombre ;  de  que  se  admiró  Félix,  por  verle  tan 
hermoso  y  florido,  y  así  preguntó  al  que  le  cortaba  la  razón 
por  que  destruía  árbol  tan  hermoso. 

Y  el  filósofo  respondió  por  el  hombre  en  este  ejemplo: 
— En  una  ciudad  había  un  banquero  muy  rico  de  los  bienes 
temporales,  pero  muy  pobre  de  los  bienes  espirituales.  Y, 
como  un  día  un  pobre  se  acercase  a  la  tabla  donde  él  tenía 
muchos  dineros  y  le  rogase  que  por  amor  de  Dios  le  diese 
uno,  pues  Dios  le  había  dado  tantos,  el  banquero  no  sólo 
no  se  lo  quiso  dar,  sino  es  que  le  dijo  villanas  y  afrentosas 
palabras,  las  que  el  pobre  sufrió  con  paciencia  por  su  po- 
breza, y  consideró  cuánto  daño  se  seguía  de  la  vida  de  aquel 
hombre  y  cuánto  provecho  resultaría  de  su  muerte,  pues 
aquellas  grandes  riquezas  y  dineros  estaban  estancados,  de- 


5  La  frase  Juliana  es  más  suave  \  «ha  logat...  com  lo  honren». 
1  El  original  dice  «forest»,  que  significa  «bosque»  y  no  «floresta». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  3I 


6qq 


tenidos  y  sin  causar  bien  alguno,  y  con  su  muerte  se  repar- 
tirían y  causarían  muchos  2. 

— Señor — dijo  Félix—,  ¿por  qué  naturaleza  los  árboles 
vienen  a  corrupción?  Y  la  esencia  del  árbol  que  corta  este 
hombre,  ¿dónde  estará  cuando  el  árbol  se  habrá  corrompido 
o  quemado? — Y  el  filósofo  dió  a  Félix  la  solución  por  esta 
similitud:  — Un  sabio  cristiano  disputaba  con  un  sabio  sa- 
rraceno, y  el  sarraceno  preguntó  al  cristiano  que  si,  engen- 
drando Dios  Padre  a  Dios  Hijo,  se  corrompe  alguna  cosa  de 
que  se  haga  esta  generación;  a  que  respondió  el  cristiano 
que  en  Dios  hay  más  noble  generación  que  en  los  árboles, 
en  los  cuales  no  puede  haber  generación  sin  corrupción; 
pues,  luego  que  el  árbol  está  cortado,  se  trastorna  toda  su 
esencia  para  corromper  aquel  mismo  árbol,  y  la  naturaleza 
de  aquel  árbol,  corrompiéndose,  engendra  algunas  otras  co- 
sas, en  las  que  se  restaura  su  esencia  3.  Pero  Dios  Padre  en- 
gendra de  sí  mismo  a  Dios  Hijo,  y,  porque  le  engendra  de 
todo  sí  mesmo  y  es  infinito,  eterno  y  cumiplido  de  todo  bien, 
puede  y  es  bastante  a  engendrarle  infinita,  eterna  y  perfec- 
tamente en  todo  bien  sin  corrupción;  y  el  Padre  y  el  Hijo 
permanecen  por  siempre  una  misma  esencia,  y  una  misma 
deidad,  y  una  misma  virtud. 

Después  que  el  filósofo  hubo  dicho  estas  palabras  a  Fé- 
lix 4,  vieron  que  en  aquella  ribera  mesma  donde  el  hombre 
cortaba  el  árbol  que  tenía  hojas  y  flores,  mas  no  daba  fru- 
tos, había  otro  que  estaba  tan  cargado  de  manzanas,  que 
tenía  muchas  brancas  5  desgajadas,  por  la  gran  multitud  que 
había  producido  y  no  podía  sostener. 

Por  lo  que  Félix  dijo  al  filósofo:  — Señor,  ¿por  qué  na- 
turaleza este  manzano  ha  llevado  tantas  manzanas,  que  a  sí 
mesmo  se  destruye  y  corrompe? — A  que  el  filósofo  respon- 
dió: — En  una  ciudad  había  un  obispo  y  un  caballero  que 
eran  hermanos,  y  el  obispo  era  muy  hermoso  de  persona  y 
tenía  muchas  letras;  y  porque  en  ellas,  en  su  hermosura  y 
dignidad  se  complacía,  y  olvidaba  la  final  intención  por  que 
había  sido  electo  obispo,  era  semejante  al  árbol  que  no  hacía 
ningún  fruto ;  pero  el  caballero  su  hermano,  que  era  veguer  G 
de  la  misma  ciudad  y  trabajaba  noche  y  día  para  mantener 
la  justicia  y  cumplir  con  su  obligación,  era  semejante  al  ár- 


*  El  texto  catalán  no  es  potencial,  sino  enunciativo  histórico  : 
«En  breu  de  temps  Déus  auçís  aquell  cambiador  qui  empetxava 


sa  mort  deperti's  aquella  riquesa,  e  féu  a  molt  hom  molt  de  bé.» 

■  No  es  éste  el  sentido  de  la  frase  luliana  :  «la  essència  del  qual 
arbre  se  restaura  en  aquelles  coses  que  són  engendrades  d'aquell 
arbre.» 

*  Esta  primera  frase  es  una  añadidura. 

•  Catalanismo  por  «ramas». 

8  Cargo  judicial  y  administrativo  en  las  regiones  catalanas. 


molts  diners,  q^ue  no  se'n  sequía 


7oo 


OBRAS  LITERARIAS  DE   RAMÓN  LLULL 


bol  que  desgaja  sus  ramas  con  el  mucho  fruto,  pues  por  de 
velarse  perdía  su  salud  y  corrompía  su  persona.  Por  lo  qu 
sucedió  un  día  que,  en  tanto  que  el  obispo  se  estaba  delei 
tando  y  discurriendo  medios  para  vivir  largo  tiempo  en  s 
felicidad,  un  loco  le  hizo  esta  cuestión:  "Señor,  ¿por  qué  ra 
zón  vos,  siendo  obispo,  amáis  más  los  placeres  y  el  much 
vivir  (cuando  lo  sois  para  honrar  a  Jesucristo  y  para  se 
más  semejante  a  El),  que  no  vuestro  hermano?  Y  ¿por  qu 
razón  éste  trabaja  más  en  servirle,  y,  para  conseguirlo,  n 
repara  en  los  placeres  ni  en  que  su  vida  sea  corta  o  larga 
imitando  a  Su  Majestad,  que  quiso  en  el  mundo  trabajar  mu 
cho  y  no  amó  el  vivir  largo  tiempo?"  De  cuyas  palabras  e 
obispo  se  irritó,  y  dijo  al  loco  otras  muy  villanas;  por  1 
que  un  clérigo  7  que  estaba  presente  se  levantó,  y  dió  solu 
ción  a  la  cuestión  en  las  siguientes:  "En  una  viña  había  do 
manzanos,  y  el  uno  de  ellos  llevaba  todos  los  años  mucha 
hojas  y  muchas  flores,  pero  pocos  frutos;  y  el  otro,  por  e 
contrario,  más  frutos  y  menos  hojas  y  flores.  Sucedió  qu 
el  señor  de  la  viña  entró  un  día  en  ella,  y  vió  los  dos  man- 
zanos, y,  considerando  en  sus  cualidades,  hizo  cortar  al  qu 
no  llevaba  manzanas,  y  cultivar  bien  al  que  las  llevaba.  Po 
lo  que  el  hombre  que  cuidaba  de  la  viña  3  preguntó  a  su  am 
por  qué  había  hecho  cortar  el  árbol  que  no  llevaba  fruto,  y 
le  había  mandado  cuidase  mucho  del  que  le  llevaba.  A  que 
éste  respondió  que  era  loca  la  cuestión  que  le  hacía,  pero 
que  más  loco  era  el  obispo,  que  por  sus  placeres  se  cuidaba 
más  de  vivir,  cuando  su  hermano  se  desvelaba  y  trabajaba 
para  cumplir  con  la  final  intención  de  su  oficio,  que  era  para 
lo  que  el  rey  le  había  hecho  veguer  de  aquella  ciudad,  y  ro- 
gaba a  Dios  le  diese  larga  vida  para  ejercerle  y  servirle; 
cuya  petición  tuvo  más  virtud  que  no  el  cuidado  que  el  obis- 
po tenía  de  la  suya,  pues  en  breve  se  la  cortó  Dios,  como 
árbol  inútil,  y  se  la  prolongó  a  su  hermano,  como  fructífero 
y  provechoso  9. 

— Señor — dijo  Félix — .,  ¿por  qué  naturaleza  tiene  más 
corrupción  y  causa  mayor  fetor  10  el  cuerpo  del  hombre  muer- 
to que  no  el  del  árbol  cortado? — A  que  el  filósofo  respondió 
por  esta  similitud:  — En  una  villa  había  un  mercader  que 
tenía  la  mujer  muy  hermosa u,  y  la  tenía  encerrada  por 
conocer  que  el  cura  12  la  amaba.  Este  mercader  tenía  otra 


1  Propiamente,         savi  clergue». 

s  .Más  fielmente,  «el  hombre  que  cortaba  el  man/ano». 

"  Versión  muy  libre,  pero  bastante  exacta  cuanto  al  sentido. 
1    «v  causa  mavor  fetor»  lo  añade  el  traductor. 
31  Ramón  había' escrito  :  «...  e  tenia  -I-"  folla  fembre  ab  qui  peq 
cava.» 

'-  «lo  prior  d 'aquella  vila»,  según  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.     C.  %2  7nI 


mujer  con  quien  estaba  amancebado  in,  y  el  cura  le  repren- 
dió y  privó  de  que  la  viese;  de  que  se  originó  en  aquella 
villa  gran  cuestión  sobre  quién  tenía  la  voluntad  más  co- 
rrompida y  depravada,  y  cuál  era  más  contra  el  estado  que 
profesaba,  el  cura  o  el  mercader. 


CA  P1TULO    X  X  XI  1 
Déla  virtud  de  las  plantas 

Sucedió  después  de  esto  que  en  una  gran  llanura,  donde 
se  fueron  a  pasear  el  filósofo  y  Félix,  había  muchas  hierbas 
medicinales  que  tenían  gran  virtud.  Y,  cuando  Félix  las 
hubo  visto,  preguntó  al  filósofo  que  por  qué  había  dado  Dios 
virtud  a  las  .hierbas.  A  lo  que  el  filósofo  respondió  que  Dios 
había  dado  virtud  a  las  hierbas  para  que  significasen  la 
virtud  del  mismo  Dios. 

— Señor-  dijo  Félixj — ,  el  azafrán,  ¿qué  virtud  tiene  para 
significar  la  virtud  de  Dios?- -Y  el  filósofo  respondió  a  la 
cuestión  por  similitud  en  estas  palabras:  — Un  ciudadano 
tenía  un  hermoso  hijo  bien  criado  y  bien  acostumbrado.  Este 
mozo  causaba  gran  gozo  a  su  padre  siempre  que  le  veía  y 
siempre  que  le  memoraba;  y,  por  la  gran  alegría  que  el 
ciudadano  tenía  en  estos  actos,  se  alegraba  en  Dios ;  a  quien 
alababa  porque  le  había  dado  hijo  tan  bien  dispuesto  y  her- 
moso y  de  tan  buenas  costumbres.  Y,  en  tanto  que  tenía 
toda  esta  complacencia,  fué  voluntad  de  Dios  que  el  mozo 
muriese;  de  que  el  padre  se  entristeció,  y  perdió  la  alegría 
y  complacencia  que  solía  haber  en  Dios.  Y,  como  la  tristeza 
se  le  aumentaba  por  la  falta  de  conformidad,  llegó  a  estar 
enfermo  y  a  los  umbrales  de  la  muerte;  cuando  el  médico 
que  le  curaba  compuso  un  electuario  de  oro,  de  perlas  y  de 
piedras  preciosas,  en  el  cual  mezcló  azafrán,  por  tener  la 
virtud  de  confortar  y  alegrar  el  corazón  y  de  engendrar 
buena  sangre,  con  cuyo  fin  se  lo  1  dió  al  enfermo.  Pero  la 
tristeza  de  éste  era  tan  grande,  que  ni  la  virtud  del  azafrán 
ni  de  las  otras  cosas  le  pudieron  alegrar,  hasta  que  un  día, 
considerando  en  la  muerte  de  su  hijo  y  en  el  modo  que  con 
él  se  solía  alegrar,  consideró  también  cómo  por  aquel  medio 
alababa  a  Dios  por  razón  de  su  hijo,  pero  no  especial  y 
solamente  por  el  mesmo  Dios.  Y  entonces  conoció  que  Dios 
le  había  quitado  el  hijo  porque  era  el  medio  por  el  cual  él  le 


u  Toda  esta  trase  La  añade  inútilmente  el  traductor. 
1  El  texto  español  dice,  erróneamente,  cae  la  ¿lió». 


702 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


amaba;  y  conoció  también  su  culpa,  pues  había  amado  a 
Dios  por  su  hijo  y  no  por  sí  mismo,  siendo  Dios  tan  bueno 
y  tan  noble,  que  debe  ser  amado  por  sí  mesmo  y  por  ser 
quien  es,  más  que  por  otro  ningún  motivo  2.  Y  entonces  el 
ciudadano  hizo  propósito  de  hacer  penitencia  del  defecto 
que  había  cometido  contra  Dios  y  contra  la  virtud  de  la 
paciencia,  y  se  comenzó  a  alegrar  en  la  belleza  y  bondad 
de  Dios,  olvidó  la  muerte  de  su  hijo  y  dió  gracias  a  Su  Ma 
jestad  de  que  le  hubiese  iluminado  y  dado  conocimiento  de 
su  defecto ;  y  se  sintió  luego  bueno  3,  sano  y  alegre,  por  lo 
que  bendijo  a  Dios  y  a  su  virtud,  que  le  había  sanado  de 
tal  tristeza. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  virtud  vive  el  hombre 
de  las  plantas  y  de  las  frutas  que  come? — A  que  el  filósofo 
respondió  que  en  la  conversión  que  hace  la  naturaleza  de 
las  plantas  en  sangre  y  de  la  sangre  en  carne,  después  de 
hecha  la  digestión  en  el  estómago,  se  renueva  la  virtud  de 
vivir,  esto  es,  vivir  vida  vegetativa.  Y,  porque  mejor  Félix 
pudiese  entender  la  virtud  que  tienen  las  plantas  y  hierbas  4, 
y  cómo  el  hombre  vive  de  ellas,  dijo  este  ejemplo: 

— En  una  ciudad  sucedió  que  a  un  mercader  le  quitaron 
mil  doblones  5 ;  de  que  tuvo  tan  gran  tristeza,  y  pensó  tanto 
en  el  daño  que  se  le  había  seguido,  que  se  volvió  loco,  y, 
de  conformidad,  que  fué  necesario  atarle  fuertemente  6  para 
que  no  se  matase  u  ofendiese  a  otros.  Y;  como  un  sabio 
médico  le  viniese  a  ver  7,  dijo  a  sus  amigos  que  le  curaría 
si  le  tenían  bien  atado,  lo  que  éstos  ejecutaron ;  y  el  médico, 
tomando  mil  doblones,  dijo  al  loco  que  aquéllos  eran  los 
mil  doblones  que  a  él  le  habían  quitado;  y,  haciéndole  des- 
atar, le  echó  los  doblones  sobre  la  cabeza,  y  se  los  hizo 
manejar  mucho  tiempo;  lo  que  habiendo  ejecutado  el  mer- 
cader, la  virtud  de  la  imaginativa  le  comenzó  a  volver,  y 
por  la  vista  y  el  tacto  la  imaginación  se  multiplicaba  en 
él  en  virtud,  y  esto  por  tanto  tiempo,  que  el  mercader  ima- 
ginó y  creyó  que  aquellos  doblones  eran  los  mismos  que  él 
había  perdido.  Y  cuando  su  imaginación  hubo  cobrado  su 
virtud,  su  voluntad  se  comenzó  a  alegrar  por  lo  que  la 


-  «más  que  por  otro  ningún  motivo»  es  una  añadidura  del  tra- 
ductor. 

3  Por  «estant  lo  burgués  una  ora  en  aytal  pençament». 

4  «cy  hierbas»  lo  añadió  el  traductor. 

6  El  manuscrito  catalán  dice  «-x-m-  besans»,  diez  mil  monedas 
bizantinas. 

'  Mala  traducción  castellana  de  la  frase  original  :  «Aquell  mer- 
cader co venen  que  hom  ligàs  e  ferràs...» 

7  Más  exactamente  :  •!•  savi  metge  dix  als  amichs  d'aquell  mer- 
cader que  ell  lo  garria  si  bé  n'  era  logat.  Los  parents  del  mercader 
logaren  lo  metge,  he  el  metge  hac  -x-m-  besants,  e  dix  al  foll...» 
Nada,  por  tanto,  de  atarle,  como  interpreto  el  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  32  703 


primera  imaginaba  8 ;  y  el  entendimiento  se  movió  9  a  enten- 
der, y  la  memoria  *a  memorar;  y  así  poco  a  poco  se  mul- 
tiplicó la  virtud  en  el  poder  del  alma  del  mercader,  de  forma 
que  recobró  su  sano  juicio. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  virtud  el  ruibarbo,  que 
es  cálido  y  seco,  es  bueno  para  la  calor  y  sequedad  del  hí- 
gado?— A  lo  que  respondió  el  filósofo  que  el  mercader  que 
enloqueció  por  los  doblones  que  había  perdido,  cobró  el  jui- 
cio por  los  doblones  que  tocaba  y  veía,  porque  el  corazón 
envió  su  sangre  por  todos  los  miembros  del  cuerpo,  a  causa 
de  la  alegría  que  tuvo  en  el  tacto  y  vista  de  ellos;  cuya 
alegría  avivó  en  su  corazón  el  espíritu  10,  y  la  sangre  del 
mesmo  corazón  arrojó  de  sí  la  causa  de  su  tristeza  11 ;  y  así. 
cuando  el  hígado  tiene  mucho  calor  y  sequedad  y  siente  el 
ruibarbo,  que  es  de  su  complexión,  se  alegra  con  la  parti- 
cipación de  su  semejante,  y  arroja  fuera  de  sí  su  inordinado 
calor  y  sequedad,  para  unirse  con  el  ruibarbo,  con  quien 
tiene  concordancia;  y  en  aquel  tiempo  la  naturaleza,  que 
aborrece  que  el  ruibarbo  entre  en  digestión,  porque  no  mul- 
tiplique demasiado  la  calor  del  hígado,  arroja  al  ruibarbo 
del  estómago,  con  el  cual  se  había  antes  unido  la  calor  y 
sequedad  que  había  en  el  hígado,  que  era  el  motivo  de  su 
enfermedad ;  por  lo  que  el  enfermo  queda  sano  12 . 

En  tanto  que  el  filósofo  decía  esto  a  Félix,  un  perro  que 
estaba  inmediato  a  ellos  comía  de  una  hierba,  de  que  dima- 
nó, el  que  arrojó  porción  de  cóleras  que  tenía  en  el  vientre. 
De  lo  que  se  admiró  Félix,  por  considerar  la  industria  del 
perro,  la  virtud  de  la  hierba  y  el  instinto  en  escogerla,  y 
conocer  que  fuese  buena  para  purgar  los  humores  que  le 
tenían  enfermo;  y  así,  preguntó  al  filósofo  le  declarase  por 
qué  naturaleza  el  perro,  sin  tener  entendimiento,  conoce  la 
virtud  de  la  hierba.  A  que  éste  respondió: 

— En  una  ciudad  de  católicos  había  un  hereje  que  vivía 
entre  ellos  ocultamente,  el  cual  mortificaba  gravemente  su 
cuerpo  con  el  fin  de  agradar  a  Dios  18.  Sucedió  que,  pasando 
por  una  calle,  encontró  en  ella  a  un  canónigo  noblemente 
vestido  y  a  caballo  en  un  bello  palafrén;  y,  reparando  la 
áspera  vida  que  él  hacía  y  mortificaciones  que  se  daba  y 


8  La  traducción  dice  «imaginativa»  por  «imaginabas  ¡  en  catalán  : 
«per  ço  que  la  imaginativa  íniaginave». 

9  «Movieron»  por  «movió»,  dice  el  texto  castellano. 

w  El  espíritu,  según  los  médicos  medievales,  era  una  substancia 
sutilísima  que  se  formaba  en  el  cerebro,  en  el  corazón  y  en  el  hígado, 
que  por  eso  eran  llamados  miembros  espirituales. 

u  «y  de  su  locura»,  debiera  añadirse,  conforme  al  original. 

u.Ésta  última  frase  fué  añadida  por  el  traductor. 

"  «con  el  fin  de  agradar  a  Dios»  es  también  una  glosa  expli- 
cativa, como  poco  más  abajo  las  palabras  oy  mortificaciones  que 
6e  daba»,  «y  fausto  con  que  caminaba». 


704 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


en  la  felicidad  con  que  el  canónigo  vivía  y  fausto  con  que 
caminaba,  reflexionó  interiormente  el  gran  disparate  que 
hacía  en  ayunar,  padecer  pobreza,  vestir  mal,  dormir  en 
duro  y  ser  menospreciado  de  todos,  cuando  aquel  canónigo 
con  tantas  felicidades  y  aplausos  seguía  religión  más  noble, 
de  más  séquito,  de  más  antigüedad  y  de  más  seguridad  para 
salvarse;  lo  que  se  manifestaba  en  que,  no  obstante  la  va- 
nidad, orgullo,  riqueza, y  felicidad  con  que  el  canónigo  vivía, 
no  eran  bastantes  a  abatir,  destruir  ni  hacer  menospreciar 
la  religión  que  profesaba;  ni  su  pobreza,  miseria,  trabajos 
ni  penitencia,  a  ensalzar,  aumentar  ni  dar  estimación  a  la 
que  él  había  seguido  hasta  entonces  14 . 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  similitud  que  el  filósofo 
había  hecho,  por  no  parecerle  suficiente  ni  al  propósito  de 
la  cuestión  que  él  le  había  propuesto;  por  lo  que  le  replicó 
se  la  expusiese.  Y  éste  lo  hizo  diciendo  que  la  virtud  de  la 
buena  intención  con  que  el  hereje  hacía  tan  áspera  vida, 
le  significó  la  virtud  de  la  fe  del  canónigo;  y,  como  con- 
cordaron la  virtud  de  la  intención  del  hereje  y  la  virtud  de 
la  santa  fe  católica,  desterraron  de  su  alma  los  errores  en 
que  había  vivido,  así  corno*  concordando  la  propiedad  o 
virtud  de  la  hierba  que  come  el  perro  con  el  apetito  que  el 
perro  tiene  de  comerla  (que  es  la  intención  con  que  la  na- 
turaleza busca  su  remedio),  conoce  por  la  virtud  de  su  ape- 
tito y  la  de  la  hierba  el  provecho  que  le  ha  de  hacer  en 
hacerle  arrojar  del  cuerpo  humor  que  le  es  tan  nocivo  15. 

—Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  la  gran 
virtud  que  la  naturaleza  tiene  en  las  hierbas  medicinales; 
pues,  según  he  oído  decir,  la  virtud  de  una  misma  hierba 
es  buena  para  curar  la  enfermedad  de  distintos  miembros, 
así  como  el  ruibarbo,  que  es  bueno  para  curar  el  excesivo 
calor  del  hígado  y  aprovecha  mucho  también  a  clarificar 
la  vista  y  a  limpiar  los  ojos.  — Amigo — dijo  el  filòsof  o — , 
en  este  árbol  en  que  vos  veis  hojas  y  flores  es  diversificada 
la  virtud  vegetativa  en  diversas  maneras ;  porque,  en  tantas 
hojas  y  flores  como  tiene,  se  distingue  ella  en  virtud,  pues 
no  está  la  virtud  de  la  una  hoja  en  la  otra,  ni  la  de  una 
flor  en  otra  flor,  sino  es  que  la  virtud  es  toda  una  en  sí 
mesma,  pero,  según  se  diversifican  las  cosas  que  las  reciben, 
se  diversifica  ella  también  por  todo  el  árbol.  Hijo,  esta  si- 
militud que  te  he  dicho  significa  la  gracia  y  la  virtud  que 
Dios  envía  a  los  hombres  en  este  mundo,  los  cuales  la 
reciben  de  Dios  diversamente,  según  que  son  diversos  los 


14  Todo  este  párrafo  es  una  traducción  libre  del  original,  aunque 
fiel  cuanto  al  sentido;  y  contiene  una  prueba  de  la  divinidad  de  la 
Iglesia  católica,  frecuente  en  el  medievo  entre  autores  tan  des- 
aprensivos como  Boccaccio;  por  ejemplo. 

15  Versión  también  poco  ceñida  al  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.- — C.  32  70^ 


unos  de  los  otros  en  memorar,  entender  y  amar,  y  según  que 
diversamente  usan  de  las  cosas  del  mundo.  Esta  diferencia 
de  virtud  que  Dios  estampa  en  el  mundo,  influyendo  su 
gracia,  da  significación  de  la  virtud  que  Dios  tiene  en  sí 
mismo,  cuya  virtud  es  una  esencia  sin  diferencia.  Pero 
como  el  Padre,  que  es  virtud,  engendra  el  Hijo,  que  es  vir- 
tud, y  el  Santo  Espíritu  es  producido  de  ambos  a  dos,  siendo 
aquella  mesma  virtud  del  Padre  y  del  Hijo;  y  el  Padre  y 
Hijo  y  el  Santo  Espíritu  distintos  en  propiedades  persona- 
les, se  sigue  por  esto  que  la  virtud,  que  es  toda  una,  se 
comunica  y  se  da  distintamente  en  las  divinas  personas, 
por  ser  las  personas  distintas  las  unas  de  las  otras,  y,  jun- 
tas, una  mesma  virtud  por  esencia. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿qué  virtud  hay  en  las  plantas, 
que  quiso  Jesucristo  ser  honrado  por  ellas  el  día  de  Ramos, 
cuando  las  gentes  le  hicieron  procesión  y  arrojaron  los  ra- 
mos por  las  calles  por  donde  debía  pasar? — A  cuya  cuestión 
respondió  el  filósofo  estas  palabras:  — El  día  que  Jesucristo 
vino  cabalgando  humildemente  sobre  la  somera  10  o  jumenta, 
se  manifestó  o  fué  significado  que  Dios  participó  en  la  na- 
turaleza humana  de  Jesucristo  con  todas  las  criaturas;  pues 
por  su  santísimo  cuerpo  se  significó  que  los  árboles  parti- 
cipaban con  la  vegetativa  de  Cristo,  y  por  esto  17  quiso  que 
la  vegetativa  de  los  árboles  hiciese  honor  y  reverencia  a 
su  santísimo  cuerpo  por  la  naturaleza  vegetable.  Por  la 
somera  o  jumenta  fué  significado  que  la  virtud  sensitiva 
de  Cristo  y  de  los  animales  irracionales  es,  o  fué  l8,  una  en 
la  creación.  Por  los  hombres  que  hacían  esta  reverencia  y 
honor  fué  significado  que  Cristo  es  en  naturaleza  humana 
semejante  a  ellos.  Y  porque  Cristo  es  una  persona  en  que 
son  dos  naturalezas,  esto  es,  divina  y  humana,  quiso,  como 
Dios  y  como  Hombre  19,  que  aquel  día  todas  las  criaturas 
hiciesen  reverencia  a  su  deidad  y  humanidad  sagrada. 


:6  Catalanismo  por  oasna». 
^ 17  Mala  traducción  por  «pues  quiso...». 
19  «o  fué»  es  glosa. 

19  El  original  dice  sólo  :  «per  ço  volch  Déus...»,  «a  la  deïtat  e 
humanitat  de  Christ». 


2R 


LIBRO  VI 

DE     LOS  METALES 


Después  que  el  filósofo  hubo  hablado  largamente  con 
Félix  de  las  plantas,  y  por  ellas  en  diversas  maneras  signi- 
ficado la  grandeza  y  nobleza  1  de  Dios,  mudó  el  asunto  de 
sus  palabras,  y  dijo  que  quería  hablar  de  Dios  según  la 
significación  que  los  metales  dan  de  su  nobleza,  bondad, 
grandeza,  infinidad,  etc. 


CAPÍTULO  XXXIII 


De  la  generación  de  los  metales 

— En  aquel  tiempo — dijo  el  filósofo — que  Dios  crió  los  ele- 
mentos, dispuso  y  ordenó  que  los  mismos  elementos  significa- 
sen la  glorificación  de  los  cuerpos  glorificados  que  después  del 
día  del  juicio  permanecerán  en  la  gloria  para  siempre.  Por- 
que los  elementos,  buscando  su  perfección,  se  componen  y  se 
disuelven  en  los  cuerpos  elementados,  en  los  que  no  pueden 
hallarla  a  causa  de  que  la  duración  sin  fin  no  conviene  con 
la  corrupción;  y  por  esto  los  elementos  tienen  apetito  na- 
tural al  fin  para  que  fueron  creados,  esto  es,  para  que  haya 
algunos  cuerpos  compuestos  en  que  concuerden  sin  corrup- 
ción alguna.  Y  porque  los  elementos  concuerdan  mejor  entre 
sí  en  los  metales  que  en  ningún  otro  cuerpo  elementado  2,  se 
componen  y  unen  en  ellos  con  mayor  concordancia,  a  causa 
de  haber  en  ellos  menor  corrupción  que  en  ningún  otro  cuer- 
po elementado. 

Además  dijo  el  filósofo  que  el  oro,  la  plata,  el  hierro 
otros  metales  y  piedras  se  pueden  mejor  mantener  en  di- 


1  El  original  dice  sólo  «la  noblesa  de  Déu»,  y  más  ahajo  «signi 
ficança  de  la  sua  noblesa». 

8  «que  en  ningún  otro  cuerpo  elementado»  es  glosa  del  traduc 
tor  para  precisar  más  la  frase  luliana. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  33 


707 


ferencia  e  independientes  de  todos  que  ningún  otro  cuerpo 
elementado ;  pues  todos  los  demás  tienen  necesidad  de  lo  que 
está  fuera  de  sí,  como  se  experimenta  en  las  plantas  y  en 
los  animales,  que  para  vivir  necesitan  del  aire,  del  agua,  de 
la  tierra  y  del  fuego,  lo  que  no  tienen  los  metales,  por  la 
gran  virtud  que  tienen  en  sí  mesmos. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  razón  hay  mayor  con- 
cordancia de  elementos  en  los  metales  que  en  las  plantas 
y  en  los  animales? — »A  que  él  filósofo  respondió  dicien- 
do: — *En  la  generación  que  los  elementos  hacen  de  los  me- 
tales no  hay  medio,  pues  ellos  mismos  los  engendran,  sin 
que  un  metal  engendre  otro  metal;  pero,  como  en  las  plan- 
tas una  engendra  a  otra  y  en  los  animales  un  animal  en- 
gendra a  otro  animal,  tienen  la  generación  más  fuerte  los 
metales  que  ellas.  Y  esto  está  así  ordenado  para  que  den 
significación  de  la  eterna  generación  que  es  en  Dios,  la  cual 
es  de  Dios  Padre  en  Dios  Hijo,  donde  no  hay  ninguna  otra 
cosa  (ni  medio)  4  más  que  Dios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  naturaleza  es  más  du- 
rable el  oro  que  el  hierro,  siendo  así  que  el  hierro  es  más 
fuerte  que  el  oro?— A  que  el  filósofo  respondió:  — Un  dis- 
cípulo preguntó  a  su  maestro  que  por  qué  naturaleza  la  tie- 
rra se  sostenía,  y  el  maestro  le  respondió  que  el  sostenerse 
la  tierra  consistía  en  que  el  un  elemento  está  enlazado  con 
el  otro,  entrando  el  fuego  en  el  aire,  el  aire  en  el  agua,  el 
agua  en  la  tierra  y  la  tierra  en  el  fuego;  y  por  la  levedad 
y  ponderosidad  que  está  igualmente  en  los  elementos,  se 
mantiene  la  tierra  por  sí  mesma  en  el  medio  lugar  del  fir- 
mamento, el  cual  la  hiere  igualmente  por  todas  partes  con 
la  influencia  de  su  movimiento ;  por  lo  que  está  fija.  Y,  cuan- 
do sucede  que  en  aquel  movimiento  (se  entiende  de  la  in- 
fluencia del  firmamento)  5  Jiay  algún  embarazo,  por  algún 
grueso  vapor  que  se  pone  entre  el  percutimiento  (o  conti- 
nuada influencia)  que  el  firmamento  hace  en  la  tierra,  se 
causa  en  ella  el  temblor  o  terremoto  en  aquellas  partes  don- 
de los  vapores  le  han  embarazado. 


3  Ramón  escribió  sólo  :  «se  poden  mils  sostenir  en  duració,  que 
Etegun  altre  cors  elementat». 

'  Todo  el  paréntesis  es  una  glosa  explicativa. 

■  Tanto  este  paréntesis  como  el  que  signe  son  glosas  explicativas. 


7o8 


OBRAS  LITERARIAS  T>E  RAMON  LLULL 


CAPITULO  XXXIV 

De  la  cuestión  que  hubo  entre  el  HIERRO  Y  LA  PLATA 

— 'Entre  el  hierro  y  la  plata — dijo  Félix  al  filósofo— hubo 
una  gran  cuestión,  porque  el  hierro  decía  que  las  gentes 
tenían  mayor  necesidad  de  él  que  de  la  plata,  y  que  él  era 
también  más  fuerte  que  ella,  además  de  que  por  ella  come- 
ten los  hombres  muchos  pecados  y  son  desobedientes  a  Dios. 
Pero  la  plata,  de  otra  parte,  alegaba"  y  decía  que  ella  era 
más  bella,  más  ligera,  y  tenía  mejor  sonido  que  el  hierro, 
y  que  también  era  más  amada  por  los  hombres;  y  culpaba 
al  hierro  de  que  por  él  mueren  muchas  gentes  al  filo  de  la 
espada  y  de  otras  heridas  1.  Y  así  os  suplico — prosiguió  Fé- 
lix volviéndose  al  ermitaño-Hme  digáis  cuál  os  parece  ale- 
gaba mejor. 

A  que  el  filósofo  respondió  que  por  una  plaza  donde  había 
muchas  gentes  pasaban  dos  mujeres,  la  una  muy  fea  y  la 
otra  muy  hermosa;  y  esta  última  era  lasciva,  cruel  y  envi- 
diosa - ;  y  la  primera  era  casta,  caritativa,  y  tenía  gran 
paciencia  cuando  su  marido  Ta  menospreciaba  así  por  su 
fealdad  como  porque  amaba  a  la  hermosa  con  quien  iba 
acompañada.  Entre  los  que  estaban  en  la  plaza  hubo  muchos 
que  dijeron  mal  de  la  mujer  hermosa  y  bien  de  la  mujer 
fea;  y,  como  ambas  a  dos  fuesen  a  una  iglesia  donde  se 
celebraba  la  festividad  de  un  santo  3,  y  en  ella  hubiese  una 
campana  pequeña  de  bello  sonido  y  una  grande  que  por 
quebrada  le  tenía  muy  desagradable,  le  dijo  la  mujer  fea 
a  la  hermosa  que  era  lástima  que  la  campana  grande  no 
sonase  tan  bien  como  la  pequeña.  De  cuyas  palabras  (por 
dichas  en  buena  ocasión)  4  tomó  la  mujer  hermosa  asunto 
para  considerar  la  grandeza  de  su  belleza  y  riqueza  (pero 
que  toda  ella  le  servía  sólo  de  mayorN  nota  y  mal  sonido  en 
su  fama,  al  contrario  de  la  fealdad  de  la  otra  mujer,  que  por 
su  bondad  la  tenía  buena),  y  entonces  conoció  su  defecto 
y  el  pecado  que  cometía  contra  su  marido  y  contra  sí  mes- 


1  En  el*  original  todo  este  párrafo  parece  puesto  en  1>oca  del  filó- 
sofo, y  el  final  es  más  explícito  :  «...  car  ab  ferré  mor  molt  hom 
a  glay,  yo  és  saber,  per  nafframent  de  coltell,  de  lauca,  e  de  spasa, 
e  de  cayrell.» 

-  Ramón  escribió:  «...  era  òrrea  e  eobea,  e  havia  gran  enveja.» 

3  Traducción  incorrecta  de  «hon  havia  vigília  de  ;I;  sant». 

4  Tanto  este  paréntesis  como  el  que  signe  son  añadiduras  de  la 
versión. 


fÉlix  de  las  maravillas. — c.  34  709 


ma,  y  deseó  ser  buena  a  imitación  de  la  mujer  fea,  por  lo 
cual  fué  casta  y  de  santa  vida.  Y  dijo  estas  palabras:  "Me- 
jor está  el  hierro  en  el  arado  que  el  oro  en  el  escritorio  \ 
y  mejor  está  la  espada  en  la  mano  del  príncipe  que  el  tesoro 
ocioso 8 ;  y  mejor  es  la  mujer  casta,  aunque  fea,  que  la 
hermosa  lujuriosa;  y  mejor  canta  el  gallo  en  el  alba,  que 
el  clérigo,  si  es  malo  y  lujurioso7,  en  la  iglesia;  y  mejor 
está  la  hebra  en  la  aguja  que  el  zafiro  en  el  anillo  8 ;  y,  en 
fini  a  fuerza  de  hombre  humilde  y  piadoso  no  puede  resistir 
el  hombre  orgulloso." 

— 'Señor — dijo  Félix — -,  ¿por  qué  razón  produce  natura- 
leza más  hierro  que  no  oro,  plata  ni  piedras  preciosas? — A 
que  el  filósofo  respondió  que  Dios  ha  creado  mayor  abun- 
dancia de  aquellas  cosas  que  son  más  necesarias,  que  no  de 
aquellas  que  no  lo  son  tanto,  como  de  fuego,  de  aire,  de 
agua,  de  tierra,  de  trigo,  de  sal,  de  hierro,  de  piedras  y  de 
otras  cosas  semejantes  a  éstas,  que  todas  son  más  útiles 
a  la  vida  del  hombre  que  no  la  pimienta,  el  oro,  .[la  plata] 
y  las  piedras  preciosas. 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  el  hierro  es  más  provechoso 
y  necesario  que  no  el  oro  y  la  plata,  ¿por  qué  las  gentes 
aman  más  al  oro  y  a  la  plata  que  al  hierro? — A  que  res- 
pondió el  filósofo:  — La  cosa  más  noble  y  necesaria  que 
el  hombre  puede  entender  y  amar  es  Dios,  y,  no  obstante, 
son  más  amados  en  él  mundo  el  oro  y  la  plata  que  Dios  9. 

A  que  añadió  el  filósofo  este  ejemplo:  — Un  mercader 
había  trabajado  mucho  en  juntar  dinero,  y,  habiéndolo  con- 
seguido, tuvo  deseo  de  ser  honrado  por  el  rey  y  por  las  gen- 
tes obteniendo  empleos  públicos  10.  Y  el  rey,  para  disfrutar 
el  dinero  del  mercader,  le  hizo  baile  de  una  ciudad  n,  de 
que  éste  tuvo  gran  placer.  Después  que  se  vió  baile,  quiso 
resarcir  el  dinero  que  había  dado  para  obtener  el  empleo,  y 
para  ello  hizo  muchas  injusticias  12,  por  lo  que  el  rey  se  vió 
obligado  a  confiscarle  no  sólo  los  bienes  que  había  adquirido 
siendo  baile,  sino  es  los  que  había  ganado  siendo  mercader. 
Y  así,  viéndose  pobre,  le  dijo  al  rey:  "Señor,  en  una  ciudad 


6  Interpretación  muy  libre  de  «que  lo  aur  ne  lo  argent  en  la  eaxa». 

6  «que  thesaur  en  coratge»  mejor  se  traduciría  «que  tesoro  en 
deseo». 

7  «que  malvat  clergue,  luxuriós,  avar.» 

8  Una  traducción  exacta  diría  :  «...  más  vale  el  imán 'en  la  aguja 
que  el  zafiro  en  el  anillo  de  ore» 

9  El  original  añade  :  «qui  és  pus  necessari  a  hom,  a  ésser  amat 
e  entès,  vque  argent  ne  aur». 

10  El  original  dice  sólo  :  «ell  hac  desig  de  ésser  honrat  per  lo 
rey,  e  per  les  gents  de  aquella  ciutat  hon  estave.» 

u  El  texto  catalán  especifica  «d'aquella  ciutat». 
n  Ramón  Llull  añade  aquí  :   «car  aquell  mercader  no  havia  ma- 
nera en  ço  que  feya,  e  amava  més  diners  que  justícia». 


•7io 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


había  un  hombre  ciego,  que  con  mil  libras  13  que  no  tenía 
cobró  mil  libras  que  perdido  había."  Y,  diciéndole  el  rey 
que  le  explicase  cómo  había  sucedido,  respondió  el  merca- 
der: "Un  hombre  ciego  tenía  escondidas  mil  libras  en  un 
campo  debajo  de  una  piedra,  y  todos  los  días,  fingiendo  que 
hacía  oración,  se  iba  a  aquel  lugar  y  tomaba  el  dinero  que 
había  menester  para  aquel  día,  asegurándose 14  al  mismo 
tiempo  de  que  no  le  habían  tocado  el  dinero.  Pero  como  un 
labrador,  dueño  del  campo  y  vecino  suyo,  lo  notase  e  infi- 
riese lo  que  era,  fué  y  le  tomó  las  mil  libras.  Por  la  maña- 
na 15,  cuando  el  ciego  vino  y  no  las  halló,  imaginó  luego 
que  su  vecino  se  las  había  robado;  por  lo  que,  pasando  a 
encontrarle,  le  dijo:  "Amigo,  yo  vengo  a  comunicaros  cómo 
tengo  mil  libras  escondidas  en  un  paraje  días  ha,  y,  habien- 
do cobrado  ahora  otras  mil,  estoy  dudoso  si  las  ponga  en 
la  mesma  parte  o  en  otra."  A  que  el  vecino  (maliciosamente 
y  para  robárselas  también)  16  le  aconsejó  que  las  pusiese 
en  la  mesma  parte;  y,  partiendo  inmediatamente,  puso  en 
ella  las  primeras  que  antes  había  tomado,  para  que  el  ciego 
no  las  echase  menos;  pero  el  ciego,  volviéndolas  a  hallar 
allí,  se  las  llevó,  y,  buscando  al  vecino,  le  dijo  que  con  mil 
libras  que  no  tenía  había  cobrado  mil  libras  que  perdido 
había,  y  que  más  ciego  era  él,  pues  no  le  entendía,  que  el 
mismo  ciego,  que  no  veía"  17. 

— Señor — idijo  Félix  al  filósofo — exponedme  esta  simi- 
litud al  propósito  de  la  cuestión  que  os  he  hecho. — ^A  que 
el  filósofo  respondió  que  la  mayor  ceguedad  es  amar  más 
las  cosas  que  no  tienen  vida  que  las  que  la  tienen 18,  y  amar 
más  a  quien  no  es  digno  de  ningún  honor,  que  a  Dios,  que 
tiene  conocimiento  de  todas  las  cosas  y  vale  más  que  todo 
cuanto  es  creado ;  y  que,  porque  el  mercader  quiso  adquirir 
el  honor  que  no  le  pertenecía  y  se  puso  a  ejercer  oficio  que 
no  sabía,  perdió  lo  que  antes  había  y  tenía,  y  el  rey  le  en- 
gañó, dándole  oficio  donde  aparentemente  usurpase  el  honor 
que  a  él  se  le  debía,  el  que  perdió  por  amar  más  el  dinero 
que  la  justicia 19.  Mucho  se  admiró  Félix  de  la  similitud, 
porque  en  realidad  era  obscura;  pero,  no  obstante,  entendió 
que  se  la  había  dicho  para  significarle  que,  por  apartar  el 
hombre  su  voluntad  de  la  final  intención  con  que  Dios  ha 


13  «libras»  por  «besants». 

11  Esta  última  frase  está  añadida. 

"  Falsa  traducción  de  «l'endemà»,  al  día  siguiente. 

19  El  paréntesis  es  una  glosa  del  traductor. 

37  Versión  inexacta  de  «e  dix  que  pus  orp  era  ell  en  ço  que  no 
entenia,  que  lo  orp  en  ço  que  no  vesia». 

18  Ramón  más  bien  decía  :  «ama  el  hombre  más  lo  que  no  ve 
ni  entiende,  que  lo  que  ve  y  entiende.» 

"  Traducción  muy  libre,  pero  fiel  cuanto  al  sentido. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  35 


711 


creado  todas  las  cosas,  ama  más  lo  que  debía  amar  menos, 
y  menos  lo  que  debía  amar  más;  y  entendió  también  .que 
con  aquello  que  el  hombre  tiene  puede  ganar  lo  que  no 
tiene,  si  signe  el  fin  para  que  fué  creado ;  y  que,  si  se  desvía 
de  aquel  fin,  pierde,  por  aquello  que  no  tiene,  lo  que  tiene. 


CAPÍTULO  XXXV 

Del  imán  y  del  hierro 

— En  el  imán  (o  calamita)  1  ha  puesto  Dios  tanta  sim- 
plicidad de  tierra — dijo  el  filósofo —  \  que  el  hierro  tiene 
apetito  a  ella.  Y  por  esto  la  calamita  mueve  a  si  al  hierro 
con  su  gran  influencia,  por  tener  también  éste  mayor  sim- 
plicidad de  tierra  que  otro  ningún  metal;  y  por  esto  es 
más  fuerte  que  todos  ellos.  Y  en  el  mayor  apetito  que  tiene 
la  calamita  de  tirar  a  sí  el  hierro  que  no  al  oro,  ni  a  la  plata, 
ni  a  otros  metales  en  que  la  tierra  no  tiene  tanta  simpli- 
cidad 2,  está  significada  la  perfección  que  hay  en  Dios  y  en 
el  hombre  naturalmente;  en  virtud  de  la  cual  el  hombre 
debía  amar  más  a  Dios  que  a  otra  ninguna  cosa.  Y  Dios, 
cuando  el  hombre  opera  contra  su  naturaleza  (amando  más 
las  cosas  del  mundo  que  a  Dios)  l,  le  es  más  contrario  que 
no  sería  la  calamita  al  hierro  en  su  simplicidad,  si  ésta  atraía 
a  sí  las  cosas  donde  la  hay  mayor  3  de  aire  y  de  fuego  que 
de  tierra. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿atrae  la  virtud  de  la  calamita 
al  hierro,  o  el  hierro  se  mueve  por  su  propia  virtud  a  jun- 
tarse con  la  calamita? — A  lo  que  respondió  el  filósofo  que 
en  una  ciudad  había  una  iglesia,  en  la  cual  estaba  colocada 
una  hermosa  cruz,  y  en  ella  figurado  Cristo,  Señor  nuestro, 
y  juntamente  estaba  guarnecida  de  mucho  oro  y  plata  y 
embutida  de  piedras  preciosas.  Sucedió  un  día  que  dos  hom- 
bres estaban  arrodillados  delante  de  ella,  y  el  uno  tenía  do- 
lor de  la  pasión  de  nuestro  Redentor,  que  memoraba  con 
la  presencia  de  la  cruz,  y  el  otro  envidiaba  el  oro,  la  plata 
y  las  piedras  preciosas  de  que  estaba  guarnecida.  El  que 
tenía  dolor  de  la  pasión  de  Jesucristo,  tenía  sus  pensamien- 
tos bien  ordenados,  pues  la  mayor  virtud  atraía  a  sí  la 
menor;  y  el  que  envidiaba  el  oro,  la  plata  y  las  piedras,  los 
tenía  desordenados,  pues  la  menor  virtud  atraía  a  sí  a  la 


•  1  Glosa  explicativa. 
3  Versión  muy  libre  y  condensada,  pero  fiel. 

8  Se  entiende  «simplicidad»  ;  «y  de  fuego»  es  una  añadidura  ; 
poco  más  arriba,  «atraía»  por  «atrajera». 


,712 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mayor.  También  sabrás  que  la  calamita  tiene  virtud  para 
hacer  volver  la  aguja  a  la  tramontana  y  al  mediodía,  y  que 
es  tan  fuerte  en  su  sequedad,  que  no  la  puede  fundir  el 
fuego,  aunque  funde  el  hierro.  Y  así,  porque  la  calamita 
tiene  mayor  virtud  que  el  hierro,  la  menor  virtud  tiene  na- 
turalmente apetito  a  la  mayor. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿qué  es  la  causa  de  que  el  fuego 
funda  al  hierro? — A  lo  que  el  filósofo  respondió:  — En  una 
ciudad  residía  un  rey  muy  lujurioso,  y  una  mujer  de  ella  se 
adornaba  y  pintaba  cuanto  podía  y  salía  a  la  ventana  siem- 
pre que  el  rey  pasaba  4,  deseosa  de  agradarle  para  el  carnal 
deleite.  Y,  como  en  la  compañía  del  rey  fuese  un  caballero 
y  viese  las  acciones  que  la  mujer  hacía,  creyó  que  las  hacía 
por  él  y  que  de  él  estaba  enamorada;  y  habiéndola  solici- 
tado con  este  motivo,  ella  se  excusó  por  estarlo  del  rey. 

Cuando  Félix  oyó  esta  similitud,  le  pareció  muy  obscura, 
y  rogó  al  filósofo  que  se  la  expusiese;  el  cual  le  dijo:  — El 
fuego  es  cálido  por  su  naturaleza  y  seco  por  la  tierra;  y 
así,  porque  en  el  hierro  hay  más  simplicidad  de  la  tierra 
que  de  otro  ningún  elemento,  cuando  el  fuego  le  ha  calen- 
tado mucho,  le  funde  y  deshace  5,  apeteciendo  el  que  se  una 
con  la  tierra  tan  fuertemente,  que  expela  al  aire  y  al  agua, 
los  cuales  se  unen  liquidándose,  cuya  forma  toman  también 
el  fuego  y  la  tierra  en  el  hierro  derretido,  para  expeler  al 
fuego  y  al  aire,  por  estar  más  aptos  a  salir  de  él  cuando 
está  blando  y  derretido  que  cuando  está  duro ;  pero  6,  una 
vez  que  la  tierra  se  ha  liquidado,  apetece  más  al  agua  que 
al  fuego,  y  así  luego  que  la  fuerza  de  éste  falta,  vuelve  a 
su  solidez  y  la  detiene  con  su  dureza. 

—Señor — dijo  Félix} — ,  ¿por  qué  razón  es  la  plata  más 
sonora  que  el  hierro? — A  lo  que  el  filósofo  respondió  que 
una  mujer  tenía  los  pechos  tan  secos,  que  apenas  podía 
hablar  ni  respirar,  y  un  mal  médico,  que  la  curaba,  la  daba 
a  comer  cosas  frías  y  húmedas,  creyendo  que  la  enfermedad 
procedía  de  calor  y  sequedad;  por  lo  que  aquella  mujer  pa- 
deció mucho,  pues  cuanto  más  comía  aquel  género  de  ali- 
mento, más  se  le  agravaba  la  enfermedad.  Lo  que  obser- 
vado por  el  médico,  mudó  la  cura,  y  dió  a  comer  a  la  mujer 


4  Ramón  dice  más  pintorescamente  :  «e  estave  a  la  finistre  totes 
les  vegades  que  el  rey  passave  per  aquella  carrera  hon  era  lo  hostal 
lion  la  dona  estave». 

"  «y  deshace»  es  glosa  ;  el  texto  castellano  escribe  «desasse»,  que 
interpretamos  como  del  verbo  ^deshacer» . 

,;  Desde  aquí  hasta  el  final  del  párrafo,  la  versión  se  separa  mu- 
cho del  texto  original  :  «e  car  la  terra  se  transforma  en  liquidat, 
cuyde's  la  aygua  que  ara  més  participar  ab  ella  que  ab  lo  foch,  e  per 
ço  no-s  vol  pertir  de  la  terra  ;  e  açò  mateix  fa  la  àer,  qui-s  cuyde 
que  eí  foch,  am  mes  perticipar  ab  ell  que  ab  la  terra,  per  ço  car  se 
transforma  de  solidat  en  liquidat.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  ¡Jj¡  ^13 


comidas  cálidas  y  secas,  creyendo  que  la  enfermedad  pro- 
cediese de  humedad  y  frialdad;  pero  tampoco  esta  cura  apro- 
vechó a  la  mujer,  y  antes  se  la  empeoró  más,  por  serle  tan 
contraria  como  la  primera.  Lo  que  observado  también  por 
el  médico,  desamparó  aquel  método,  y  ordenó  a  la  mujer  que 
guardase  dieta,  con  la  cual  curó,  porque  el  calor  natural 
consumió  los  humores  gruesos  e  indigestos  que  la  mujer 
tenía  por  sobrada  replepión  de  comer  y  beber;  cuyos  humo- 
res bajaban  y  subían  crudos  por  los  pechos  y  privaban  el 
movimiento  del  aire  digerido,  por  lo  cual  no  podía  forovaj 
la  voz  ni  entrar  ni  salir  la  respiración  según  convenía. 

■ — Señor — dijo  Félix — ,  ¿  por  qué  naturaleza  es  más  fuerte 
el  hierro  que  el  oro  ni  la  plata? — A  que  el  filósofo  respondió 
que  los  elementos  son  más  nobles  en  virtud  de  forma  que 
en  virtud  de  materia;  y  aunque  el  fuego  tiene  más  de  forma 
que  ningún  elemento  y  es  más  noble  y  más  fuerte  que  los 
demás,  no  obstante  no  puede  destruir  los  otros;  porque  la 
materia  refrena  su  actividad,  a  causa  de  que  no  tiene  tanta 
como  ellos;  y  por  esto  la  forma  no  puede  operar  el  todo  de 
su  virtud  en  su  propia  materia,  por  ser  ésta  de  poca  cuan- 
tidad, como  podría  operar  si  la  materia  propia  fuese  de 
cuantidad  grande  y  conveniente.  Y  lo  mesmo  se  sigue  de! 
aire,  que  también  tiene  menos  materia  propia  que  el  agua 
ni  la  tierra,  y  más  forma  que  cada  uno  de  estos  dos  elemen- 
tos por  sí;  y  del  agua,  que  también  tiene  más  de  forma 
y  menos  de  materia  que  la  tierra.  Y  así  todos  los  elementos 
son  ordenados  y  proporcionados,  en  general,  a  igual  tem- 
peramento; pero,  según  están  los  unos  más  o  menos  domi- 
nantes que  los  otros  en  los  cuerpos  elementados,  tienen 
mayor  o  menor  virtud  en  ellos,  ver  Digracia,  como  el  hierro, 
que  es  duro  y  fuerte  por  sequedad  y  frialdad,  y  el  oro  es 
blando  por  calidad  y  humedad,  y  la  plata  por  humedad  y 
frialdad,  habiendo  más  de  forma  en  el  oro  y  en  la  plata,  y 
menos  de  materia,  que  en  el  hierro  7.  Y  por  esto,  porque  8 
la  forma  del  hierro  es  poca  y  la  materia  mucha,  es  la  ma- 
teria de  la  tierra  más  indigesta  en  el  hierro  que  no  en  el 
oro  ni  en  la  plata;  por  cuya  indigestión  es  el  hierro  más 
fuerte  y  más  duro  que  ninguno  de  estos  dos  metales. 

— Señor — dijo  Félix — ,  respecto  de  que  en  el  hierro  hay 
más  materia  que  en  el  oro,  ¿cómo  es  o  de  qué  proviene  que 
sea  el  oro  más  pesado  que  el  hierro? — A  que  el  filósofo 
respondió  que  la  esponja,  aunque  es  de  gran  cuantidad,  es 
más  ligera  que  el  oro,  que  es  de  menor  cuantidad;  y  lo 


7  «que  en  el  hierro»  es  una  explicación  del  traductor. 
a  La  versión  castellana  dice  erróneamente  :  «...  v  por  esto  v  por- 
que...» 


714 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mismo  se  sigue  de  la  perla,  que  es  más  ligera  que  el  boj 9 ; 
por  causa  de  que,  cuanto  la  materia  es  más  sólida  y  sin 
poros,  es  más  pesada,  porque,  no  teniendo  poros,  no  pueden 
con  facilidad  entrar  ni  participar  en  ella  el  fuego  ni  el  aire, 
que  son  los  elementos  que  apetecen  ascender  a  lo  alto  por 
lo  leves  que  son;  y  así  el  fuego  y  el  aire  mueven  en  parte 
(aunque  levemente)  10  la  naturaleza  del  hierro  hacia  arriba 
en  cuanto  pueden,  y  no  al  oro,  porque,  no  teniendo  éste 
poros,  no  pueden  entrar  en  él,  y  sí  en  el  hierro,  por  contener 
muchos  11 . 

Después  de  estas  palabras,  dijo  el  filósofo  que  una  pobre 
mujer  dió  de  limosna  a  un  pobre,  por  amor  de  Dios,  una 
malla  12  que  tenía,  y  que  el  rey  dió  a  aquel  mismo  pobre  sus 
vestidos  reales,  y  que  así  le  dijese  quién  había  dado  más 
a  aquel  pobre,  el  rey  o  la  mujer.  Y,  como  Félix  considerase 
esta  similitud,  entendió  por  ella  que  en  el  hierro  hay  más 
materia  que  en  el  oro,  porque  tiene  materia  de  tierra;  pero, 
considerada  la  materia  en  universal,  hay  más  materia  en 
el  oro  que  en  el  hierro,  porque  el  oro  es  más  espeso  y  más 
sólido  que  el  hierro;  así  como  en  la  voluntad  de  la  pobre 
mujer,  donde  fué  más  intenso  y  sólido  el  acto  de  la  caridad 
,que  en  la  voluntad  del  rey. 


CAPÍTULO  XXXVI 

DE  LA  ALQUIMIA 

Después  de  esto,  Félix  preguntó  al  filósofo  si  la  alquimia 
es  arte  por  el  cual  el  hombre  puede  hacer  transmutación 
de  un  metal  en  otro.  A  que  el  filósofo  respondió  que  en  la 
transmutación  de  un  metal  en  otro  conviene  haber  trans- 
mutación substancial  y  accidental,  esto  es,  que  la  forma  y 
la  materia  se  transmuden,  con  todos  sus  accidentes,  en  subs- 
tancia nueva,  compuesta  de  nuevas  formas,  materias  y  ac- 
cidentes; y  tal  operación  no  se  puede  hacer  artificialmente, 
pues  la  naturaleza  ha  de  menester  todo  su  poder  K 

9  El  traductor  leyó  en  el  original  catalán  «perla»  por  «feria»,  esto 
es,  «caña»,  que  es  la  lección  correcta. 

10  Todo  el  paréntesis  está  añadido  por  el  traductor. 

11  Traducción  muy  libre  del  original  :  «en  quant  poden  pus  en- 
trar en  lo  ferré  que  en  l'aur,  en  què  no  ha  tants  de  porus  com  ha  en 
lo  ferré.» 

^  Moneda  mínima  mallorquína,  de  cobre. 

1  No  todos  los  textos  lulianos  son  tan  francos  sobre  la  imposibili- 
dad de  la  alquimia,  pero  es  cierto  que  todas  Jas  obras  Químicas  que 
se  le  atribuyen  son  espúreas  ;  véanse  los  estudios  de  M.  Masslii  > 
de  T  y  J  Carreras  Artau,  citados  en  la  Bibliografía,  pp.  85  y  91. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  36 


71.S 


— Hijo,  en  todo  principio  natural  hay  intención,  porque 
los  elementos,  cuando  se  componen  para  engendrar  los  me- 
tales, conviene  que  se  mezclen  de  tal  manera,  que  las  unas 
partes  estén  con  las  otras;  así  como  en  la  garrafa  llena  de 
vino  y  agua,  donde  están  el  vino  y  el  agua  mezclados  subs- 
tancial y  accidentalmente,  esto  es,  que  toda  la  forma,  la 
materia  y  los  accidentes  del  vino  se  mezclan  -  con  el  agua: 
con  su  forma,  su  materia  y  accidentes.  Y  en  esta  mezcla 
hay  diversas  intenciones  naturales,  según  que  las  unas  par- 
tes se  conservan ;;  en  las  otras,  y  la  cuantidad  de  estas 
partes,  sus  grados  y  situaciones,  son  intangibles,  invisibles, 
inestimables  e  inimaginables. 

— Sabrás — dijo  el  filósofo — que  entre  un  alquimista  y 
el  fuego  hubo  una  gran  cuestión,  porque  el  alquimista  decía 
que  artificialmente  puede  el  hombre  simplificar  los  elemen- 
tos y  depurar  y  apartar  el  uno  del  otro,  quedando  cada  uno 
simple  por  sí  mesmo,  y  cuerpo  simple,  compuesto  tan  sola- 
mente de  una  simple  forma  y  de  una  simple  materia,  con 
sus  accidentes  también  simples.  El  fuego  se  admiró  mucho 
de  la  loca  opinión  del  alquimista,  que  pensaba  saber  más 
de  la  esencia  de  los  elementos  simples  que  él;  por  lo  que 
le  dijo  estas  palabras : 

"En  los  metales  y  en  todos  los  cuerpos  elementados  bus- 
can los  elementos  su  perfección,  la  que  no  pueden  encontrar, 
aunque  lo  procuran  desde  que  Dios  creó  el  mundo.  Esta 
perfección  es  que  cada  elemento  sea  simple,  por  sí  rnosmo, 
"sin  corrupción;  pero,  habiendo  Dios  mezclado  las  cualidades 
de  los  elementos  (esto  es,  calor,  humedad,  frialdad  y  se- 
quedad), y  siendo  el  sujeto  de  estas  cualidades  las  formas 
y  materias  de  los  elementos  mesmos,  [los  cuales]  están  mez- 
clados en  la  confusión  de  las  simples  materias  y  de  las  sim- 
ples formas,  que  son  los  comenzamientos  o  principios  co- 
munes de  todos  los  cuerpos  elementados;  por  esto  4  es  im- 
posible que  el  un  elemento  pueda  estar  per  sí  y  sin  el  otro; 
porque,  si  el  un  elemento  pudiera  estar  sin  el  otro,  podría 
ser  el  aire  húmedo  por  sí  solo,  sin  tener  nada  de  calor,  y 
sería  con  propia  forma  y  materia,  cuantidad  y  color,  inco- 
rruptible en  algún  cuerpo  compuesto;  lo  que  es  imposible 
y  contra  los  principios  naturales,  que  son  más  fuertes  en  el 
natural  apetito  que  en  el  artificial  del  alquimista." 

— Después  de  esto — añadió  el  filósofo — dijo  el  alquimista 
al  fuego  que  un  pintor  de  colores  figuró  en  la  pared  la  ima- 
gen de  un  hombre.  Y  el  fuego  respondió  al  alquimista  que 
la  forma  y  la  materia  de  aquella  imagen  estaban  remotas; 

}  El  texto  castellano  escribe  erróneamente  «mezclen». 
3  Interpretación  falsa  del  original  :  «...  segons  que  les  untrs  parts 
són  gradades  en  les  altres»  ;  es  decir;  «graduadas». 
*  I-a  traducción  dice  «y  por  esto». 


7i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y  por  esto  estaba  sin  movimiento  natural,  porque  el  movi- 
miento natural  pertenece  a  la  naturaleza  [humana].  Des- 
pués el  alquimista  rogó  al  fuego  que  de  plata  le  hiciese  oro. 
Y  el  fuego  respondió:  "En  un  país  sucedió  que  un  león  com- 
batió mucho  tiempo  con  un  jabalí,  y  el  león  se  esforzaba 
cuanto  podía  para  despedazarle,  por  el  apetito  que  tenía 
de  comérsele;  pero  el  jabalí  se  defendía,  porque  no  quería 
perder  su  ser  ni  que  su  carne  se  transmudase  en  la  carne 
del  león,  porque  amaba  más  el  ser  en  especie  de  puerco  que 
en  especie  de  león." 

r-^Señor — dijo  Félix  al  filósofo — ,  según  vuestras  pala- 
bras, parece  queréis  decir  que  es  imposible  hacer  la  trans- 
mutación de  un  elemento  en  otro,  ni  de  un  metal  en  otro, 
según  el  arte  de  la  alquimia;  pues  decís  que  ningún  metal 
tiene  apetito  de  mudar  su  ser  en  otro  ser;  porque,  si  le 
mudaba,  no  sería  aquel  mesmo  ser  que  tenía.  Y  así  he  en- 
tendido todavía  vuestras  razones  y  similitudes ;  mas  me 
maravillo  de  que  el  hombre  pueda  tener  tal  afición  a  la 
alquimia,  si  no  es  arte  verdadero. 

A  que  el  filósofo  respondió:  — En  un  país  sucedió  que 
-un  hombre  imaginó  cómo  podía  juntar  un  gran  tesoro,  y 
para  ello  vendió  cuanto  tenía.  Y  se  fué  a  un  reino  muy 
distante,  y  dijo  al  rey  que  él  era  alquimista;  de  que  el  rey 
tuvo  gran  placer,  le  hizo  alojar  y  dar  cuanto  había  menester. 
Sucedió  después  que  aquel  hombre  metió  mucho  oro  en  tres 
bustias  5  o  cañones,  en  las  cuales  había  decocción  de  hierbas, 
que  componían  a  modo  de  un  lectuario.  Y,  como  delante  del 
rey  metiese  aquel  hombre  una  de  aquellas  bustias  en  una  cal- 
dera en  que  había  gran  porción  de  doblones  que  el  rey  le 
había  dado  para  que  multiplicase  el  oro  que  había  en  ella, 
el  que  estaba  dentro  del  cañón  se  derritió  y  aumentó  al  que 
el  rey  había  puesto  en  la  caldera,  de  forma  que  al  fin  se 
encontró  que  la  masa  del  oro  pesaba  dos  mil  doblones,  no 
habiendo  puesto  el  rey  más  de  mil 6.  Ouya  acción  repitió  el 
embustero  por  tres  veces  delante  del  rey,  quien  creyó  por 
verdad  que  aquél  era  alquimista.  Pero  al  fin  se  huyó  con  un 
gran  tesoro  que  el  rey  le  había  entregado  para  que  le  mul- 
tiplicase, creyendo  que  el  licor  o  lectuario  que  estaba  en 
los  cañones  tenía  virtud  de  multiplicar  el  oro. 

También  has  de  saber  que  había  en  una  ciudad  un  hom- 
bre muy  rico,  que  tenía  mujer,  en  la  cual  no  podía  tener 
hijos;  y  ella  lo  deseaba  tanto,  que,  sabiéndolo  una  falsa 


e  El  traductor  advirtió  al  margen  :  «Así  dice  el  lemosín»  ;  y  por 
eso  añadió  en  el  texto  «o  cañones»,  si  bien  abústia»  significa  mas  bien 
«recipiente».  ,  .  -  . , 

fi  Dice  el  original  :  ctL'aur  qui  era  en  la  bustie  pessava  -M-  dobles, 
e  el  rey  m'avia  meses  :H:M«  en  la  caldera  ;  e  a  la  fi  pesà  la  missa  del 
aur  •III·M·  dobles.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  36 


717 


mujer  que  había  en  la  misma  ciudad,  que  tenía  gran  deseo 
de  juntar  dinero,  se  fué  a  encontrarla,  y  la  dijo  que  ella  la 
daría  a  comer  cosas  con  las  cuales  se  haría  preñada;  lo  que 
la  mujer  creyó,  y  ejecutó  por  mucho  tiempo,  hasta  que  al 
fin,  habiéndola  sacado  la  engañadora  mucho  dinero,  huyó 
con  él  y  se  fué  a  vivir  en  otro  país  muy  distante. 


LIBRO  VII 


DE    LOS  ANIMALES1 


Después  que  Félix  dió  muchas  gracias  al  filósofo,  se  des- 
pidió de  él  y  se  fué  por  un  valle  lleno  de  árboles  y  fuentes, 
eu  la  salida  del  cual  encontró  dos  hombres  con  crecidas  bar- 
bas y  cabellos  y  pobremente  vestidos,  a  los  que  saludó,  y  le 
saludaron ;  y  después  les  dijo :  — Señores,  ¿  de  dónde  venís  y 
qué  orden  es  la  vuestra,  pues  parece  la  profesáis,  según 
vuestras  vestiduras  y  traje?  — Señor — dijeron  ellos — »,  nos- 
otros venimos  de  tierras  muy  distantes,  y  hemos  pasado  por 
una  gran  llanura  2,  en  la  cual  hay  gran  junta  de  animales 
salvajes  que  quieren  elegir  rey.  Y  en  cuanto  a  lo  que  nos 
preguntáis  de  quién  somos  \  nosotros  somos  llamados  del 
orden  de  los  apóstoles,  iporque  nuestros  vestidos  y  nuestra 
pobreza  significa  la  que  los  apóstoles  tuvieron  y  profesaron 
mientras  vivieron  en  este  mundo. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  que  aquellos  dos  hombres 
hubiesen  abrazado  tan  alta  orden  como  la  de  los  apóstoles; 
por  lo  que  les  dijo :  — La  orden  de  los  apóstoles  es  superior 
a  todas  las  demás,  y  quien  la  profesa  no  debe  temer  la  muer- 
te por  mostrar  el  camino  de  la  salvación  a  los  infieles  que 
están  en  error;  y  también  deben  doctrinar  y  catequizar  a  los 
cristianos  que  están  en  pecado,  dándoles  ejemplo  con  sus 
costumbres  y  santa  vida  para  que  salgan  de  él  y  predicán- 
dolos y  amonestándolos  sin  cesar  de  efectuar  uno  y  otro  y 
de  hacer  buenas  obras  con  todo  su  poder. 

— ¡Señor — dijeron  los  dos  hombres — nosotros  no  somos 
dignos  de  observar  vida  tan  perfecta  como  la  que  observa- 
ron los  apóstoles,  pero  somos  en  parte  su  figura,  la  que  se 
representa  en  nuestros  vestidos  y  en  nuestra  pobreza  y  en 

1  Acota  aquí  ingenuamente  el  traductor  :  «En  este  tratado,  los 
animales  que  comen  carne  significan  a  los  nobles  ;  y  los  que  comen 
hierba,  a  los  plebeyos  ;  el  león,  al  rey  ;  el  leopardo,  al  honrado  ;  la 
onza,  al  lisonjero  ;  la  zorra,  al  astuto  ;  la  sierpe,  al  prudente,  y  así 
<le  los  demás,  etc.  N.  B. — Además  de  lo  antecedente,  incluye  este  tra- 
tado toda  la  transmutación  metálica,  sabiéndole  dar  el  sentido  que 
le  corresponde.» 

:  «que  és  pr¿s  de  ací»,  precisa  el  original. 

3  Toda  esta  frase  falta  en  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  37 


710 


que  andamos  por  el  mundo  de  unas  partes  a  otras;  por  lo 
que  tenemos  esperanza  de  que  Dios  enviará  algún  día  hom- 
bres de  santa  vida,  los  cuales  serán  y  se  llamarán  de  la  or- 
den de  los  apóstoles,  y  sabrán  lenguas  y  ciencias  para  po- 
der predicar  y  disputar  por  el  mundo  y  convertir  por  este 
medio  los  infieles  con  el  ayuda  de  Dios  4. 

Mucho  agradó  a  Félix  lo  que  los  dos  hombres  le  dije- 
ron, y  con  ellos  lloró  mucho,  y  dijo  a  Dios  estas  palabras: 
— Señor  y  Dios  mío  Jesucristo,  ¿dónde  está  la  santidad,  fer- 
vor y  devoción  que  solía  ser  en  vuestros  apóstoles,  que  por 
amaros  y  conoceros  no  dudaban  ni  temían  trabajos,  peli- 
gros 0  ni  muerte  ?  Ruégoos,  Señor,  que  en  breve  venga  el 
tiempo  en  que  se  cumpla  la  santa  vida  que  está  significada 
y  figurada  en  la  vida  de  estos  hombres. 

Después  de  dicho  esto,  Félix  encomendó  a  Dios  los  santos 
hombres,  y,  despidiéndose  de  ellos,  se  fué  al  paraje  adonde 
le  dijeron  que  6  los  animales  querían  elegir  rey. 


CAPÍTULO  XXXVII 

1.     DE  LA  ELECCIÓN  DEL  REY 

En  una  hermosa  y  espaciosa  1  llanura,  por  donde  corría 
un  manso  arroyo,  había  gran  multitud  de  animales  salva- 
jes que  querían  elegir  rey.  Y,  cuando  estuvo  resuelto  por  la 
mayor  parte  que  lo  fuese  el  León,  el  Toro  se  opuso  y  contra- 
dijo fuertemente  tal  elección,  diciendo:  — Señores,  a  nobleza 
de  rey  conviene  belleza  de  persona,  y  así  es  menester  que 
el  que  elijamos  sea  corpulento,  hermoso  y  humilde,  y  que  no 
cause  daño  a  sus  vasallos.  Y  el  León,  a  quien  queréis  elegir, 
no  es  grande,  ni  corpulento,  ni  vive  sólo  de  hierbas,  sino  es 
que  se  come  los  otros  animales.  Y,  además  de  esto,  tiene  la 
voz  tan  horrible  y  espantosa,  que  nos  hace  estremecer  a  to- 
dos cuando  ruge.  Por  lo  que  yo  soy  de  opinión  que  elijáis  por 
rey  al  Caballo,  pues  es  grande,  bello,  ligero  y,  en  lo  que  cabe, 
humilde,  y  no  tiene  el  semblante  feroz  ni  come  carne. — Mu- 
cho agradaron  al  Ciervo,  al  Corzo,  al  Carnero  y  a  todos  los 

4  En  la  época  barroca  se  interpretó  absurdamente  este  párrafo 
como  una  visión  profètica  de  la  Compañía  de  Jesús.  El  texto  catalán 
prosigue  :  «...  e  ais  crestians  donen  bon  eximpli  per  vida  e  per  santes 
peraules  ;  e  per  tal  que  Déus  se'n  moga  a  pietat,  e  que  los  hòmens 
crestians  desigen  lo  aveniment  de  aytals  hòmens,  representem  en 
figura  los  apòstols.» 

•'6  Esta  palabra  es  una  añadidura. 

•  «le  dijeron  que»  es  del  traductor. 

1  «y  espaciosa»  lo  añade  el  traductor  por  su  cuenta. 


720 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


animales  que  viven  de  hierba,  las  palabras  que  dijo  el  Toro; 
pero  la  Zorra  ¡?e  adelantó  a  hablar  antes  que  los  demás,  y 
dijo,  oponiéndose  — Señores,  cuando  Dios  creó  el  inundo, 
no  lo  creó  para  que  el  hombre  fuese  conocido  ni  amado,  sino 
es  para  ser  conocido  y  amado  el  mesmo  Dios  por  el  hom- 
bre ;  y,  arreglado  a  esta  intención,  dispuso  Dios  que  el  hom- 
bre fuese  servido  por  los  animales,  sin  privarle  que  se  ali- 
mente de  ellos  o  de  hierbas  2 ;  y  así  vosotros  no  debéis  hacer 
caso  de  la  intención  del  Toro,  pues  aborrece  al  León  por 
causa  de  que  se  alimenta  de  carne,  sino  es  seguir,  para  vues- 
tra elección,  la  regla  y  el  orden  que  Dios  ha  puesto  entre 
las  criaturas. — De  otra  parte  alegó  el  Toro  y  sus  compañe- 
ros contra  las  palabras  de  la  Zorra,  diciendo  que  por  lo  mis- 
mo decían  ellos  que  se  eligiese  por  rey  al  Caballo;  y  que, 
pues  éste  comía  hierba,  si  él  y  sus  compañeros  tuviesen  fal- 
sa intención,  no  querrían  por  rey  a  quienes  les  comería  la 
que  ellos  necesitaban  para  alimentarse.  Y  que  así,  a  quien 
no  debían  creer  era  a  la  Zorra1,  pues  ella  quería  que  el  León 
fuese  rey  para  alimentarse  de  los  desperdicios  que  él  deja- 
ría después  de  haberse  comido  los  otros  animales,  y  que 
éste  era  el  motivo  por  que  le  proponía,  y  no  el  de  la  noble- 
za ni  generosidad  del  León  3. 

En  fin,  se  alegaron  tantas  razones  de  una  y  otra  parte, 
que  la  corte  se  turbó,  y  embarazó  la  elección;  lo  que  visto 
por  él  Oso,  el  Leopardo  y  la  Onza,  quienes  tenían  esperanza 
de  ser  reyes,  dijeron  que  las  cortes  se  alargasen  para  otro 
tiempo,  en  el  cual  se  determinaría!  qué  animal  era  más  digno 
de  ser  rey.  Entonces  la  Zorra  conoció  la  intención  con  que 
el  Oso,  el  Leopardo  y  la  Onza  habían  alargado  la  elección,  y 
dijo,  en  presencia  de  todos,  estas  palabras :  — En  una  iglesia 
catedral  se  disputaba  entre  los  canónigos  la  elección  de  obis- 
po, porque  los  unos  querían  que  lo  fuese  el  sacristán  de  la 
misma  iglesia,  que  era  hombre  sabio  y  virtuoso ;  y  los  otros, 
que  lo  fuese  el  arcediano  o  el  capiscol,  que  eran  también  pre- 
tendientes. Y,  viendo  que  sus  votos  no  podían  prevalecer4, 
consintieron  que  fuese  obispo  un  canónigo  simple,  que  era 
de  hermosa  presencia,  pero  de  flaco  espíritu,  sin  ninguna 
ciencia  y  muy  lujurioso;  de  que  se  maravillaron  mucho  to- 
dos, por  lo  que  uno  de  los  canónigos  dijo  estas  palabras :  "Si 
el  León  es  rey,  y  el  Oso,  la  Onza  y  el  Leopardo  contradicen 
a  su  elección,  quedarán  siempre  en  su  indignación  y  tendrá 


2  Traducción  inexacta  de  «jatçia  que  hom  viva  de  carn  e  de  er- 
bes»,  es  decir,  «a  pesar  de  que  el  hombre  viva  de  carne  y  de  hierbas». 

1  Falsa  versión  de  «...  per  ço  car  viu  de  les  romanalles  qui  roma- 
nen del  Lehó,  con  ha  menjat  en  la  cassa  que  ha  presa,  que  no  fa  per 
la  noblesa  del  Lehó.»  v 

4  Inciso  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  $7 


721 


poder  para  castigarlos  G;  pero  si  el  Caballo  es  rey,  y  el  León, 
el  Oso,  la  Onza,  el  Tigre  y  el  Leopardo  le  ofenden  J  en  algu- 
na cosa,  no  podrá  tomar  satisfacción,  por  no  ser  tan  fuerte 
ni  tan  valiente  animal  como  ellos." — Cuando  el  Oso,  la  Onza, 
el  Tigre  7  y  el  Leopardo  oyeron  las  palabras  de  la  Zorra,  te- 
mieron al  León,  y  consintieron  en  su  elección;  lo  que  visto 
por  los  animales  que  comen  carne  8,  eligieron  e  hicieron  ele- 
gir por  rey  al  León,  a  pesar  de  los  que  comen  hierba;  el  cual 
dió  luego  licencia  a  todos  los  que  viven  de  comer  carne  que 
comiesen  y  viviesen  de  los  que  comen  hierba. 

Sucedió,  después  de  esto,  que,  estando  un  día  en  pleno 
consistorio  tratando  de  la  ordenación  de  la  corte,  se  prolon- 
gó tanto,  que  el  León  y  sus  compañeros  tuvieron  hambre, 
por  haber  mucho  tiempo  que  no  comían  ni  bebían,  y.  habien- 
do preguntado  al  Lobo  y  a  la  Zorra  qué  podían  comer,  les 
respondieron  que  era  muy  tarde  para  poder  cazar  ■ ;  pero 
que  allí  cerca  había  un  ternero,  hijo  del  Toro,  y  un  potro, 
hijo  del  Caballo,  de  que  podían  comer  abundantemente;  por 
lo  que  el  León  envió  por  ellos,  y,  habiéndolos  hecho  venir,  se 
los  comieron.  De  que  irritados  el  Toro  y  el  Caballo,  se  fue- 
ron a  encontrar  al  hombre  para  servirle,  porque  los  venga- 
se de  lo  que  contra  ellos  se  había  hecho;  y,  cuando  estuvie- 
ron en  su  poder,  el  hombre  montó  el  Caballo  e  hizo  arar  al 
Buey. 

Sucedió,  después,  que  el  Caballo  y  el  Buey  se  encontraron, 
y  cada  uno  preguntó  al  otro  el  estado  de  sus  cosas.  Y  el 
Caballo  dijo  que  estaba  muy  cansado  y  trabajado  en  servir 
al  hombre,  pues  todo  el  día  le  montaba  y  le  hacía  correr  por 
subidas  y  bajadas,  llanos,  cuestas  y  barrancos  i0,  y  lo  restante 
de  la  noche  y  el  día  le  tenía  atado;  por  lo  que  deseaba  mu- 
cho salir  de  la  sujeción  en  que  estaba,  y  que  de  buena  gana 
se  volvería  a  ser  vasallo  del  León,  si  no  comiese  carne  y  si 
no  hubiese  tenido  algunos  votos  para  ser  elegido  rey ;  lo  que 
le  hacía  temer  volver  a  la  tierra  en  que  el  León  reinaba,  y 
que  al  fin  se  mantendría  con  el  hombre,  pues  éste  no  comía 
carne  de  caballo,  y  el  León  sí. 


8  ty  tendrá  poder  para  castigarlos»  lo  añade  el  traductor  con 
poca  habilidad. 

•  Ramón  escribió  simplemente  :  «...  e  lo  Lehó  fa  negun  falliment 
contre  lo  rey.» 

7  «el  Tigre»  falta  en  el  texto  catalán  ;  tal  vez  en  la  traducción 
quiera  tener  erróneamente  esta  palabra  un  valor  explicativo,  pues 
más  adelante  se  traduce  por  «Tigre»  la  palabra  «Onza»  del  origina! 
(«onza»  o  «lince»  en  castellano). 

■  Versión  inexacta  de  «per  la  força  del  Ors,  e  de  les  altres  bèsties 
qui  menjaven  carn...». 

0  Falsa  traducción  de  «percassar»,  buscar. 

M  Paráfrasis  retórica  del  original  :  «...  e«l  feya  córrer  amunt  e 
avall.» 


722  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Después  que  el  Caballo  hubo  dicho  el  estado  de  sus  cosas, 
el  Buey  dijo  que  él  tenía  el  gran  trabajo  de  todos  los  días 
arar,  y  que  del  trigo  que  la  tierra  que  él  araba  producía,  no 
le  dejaba  su  amo  comer,  y  sí  sólo,  cuando  le  desuncía  del 
arado,  le  dejaba  pacer  las  hierbas  que  antes  habían  pacido 
las  ovejas  y  las  cabras;  de  que  se  lastimaba  mucho,  por  lo 
que  el  Caballo  le  consolaba  lo  que  podía. 

Estando  en  esta  conversación,  vino  un  carnicero  a  mirar 
si  el  Buey  estaba  gordo,  porque  su  amo  le  quería  vender; 
por  lo  que  el  Buey  dijo  al  Caballo:  — Amigo,  mi  amo  me 
quiere  vender  para  que  me  maten  y  coman  los  hombres. — 
A  que  el  Caballo  le  dijo  que  le  daba  mala  recompensa  del 
tiempo  que  le  había  servido;  por  lo  que  juntos  lloraron;  y 
después  el  Caballo  aconsejó  al  Buey  que  huyese  y  se  vol- 
viese a  su  tierra,  pues  mejor  era  estar  en  peligro  de  muerte 
con  descanso  y  entre  sus  parientes,  que  en  peligro  de  muer- 
te con  trabajo  y  en  poder  de  amo  desagradecido 


CAPÍTULO  XXXVIII 
2.    Del  consejo  del  rey 

Después  que  el  León  fué  elegido  rey,  hizo  un  día  un  bello 
discurso  delante  de  todo  su  pueblo,  diciendo :  — Señores,  vos- 
otros habéis  querido  que  yo  sea  rey;  pero  habéis  de  saber 
que  el  oficio  del  rey  es  de  gran  peligro,  porque  por  los  pe- 
cados del  rey  sucede  muchas  veces  el  que  Dios  envía  a  la 
tierra  hambres,  enfermedades  y  muertes;  y  esto  mismo  hace 
por  los  pecados  del  pueblo.  Y  por  esto  es  al  rey  peligroso  el 
reinar,  y  a  todo  el  pueblo  peligroso  el  que  reine  el  mal  rey. 
Y  así,  pues  es  tan  gran  trabajo  a  un  rey  el  gobernarse  a  sí 
y  a  su  pueblo,  os  ruego  a  todos  juntos  me  deis  consejeros 
que  me  ayuden  y  aconsejen  de  forma  que  no  peligremos  ni 
yo  ni  vosotros.  Y  los  consejeros  que  me  deis,  os  ruego  que 
sean  sabios  y  leales,  y  tales,  que  sean  dignos  de  ser  conse- 
jeros y  de  estar  al  lado  de  un  rey. 

Mucho  agradaron  a  toda  la  nobleza  y  plebe  las  palabras 
que  el  rey  les  dijo,  y  todos  se  tuvieron  por  dichosos  en  la 
elección  que  habían  hecho;  y  resolvieron  que  el  Oso,  el  Leo- 
pardo, la  Onza,  la  Sierpe  y  el  Lobo  fuesen  consejeros  del 
rey;  los  que  juraron,  en  presencia  de  la  corte,  de  dar  al  rey 
leales  pareceres  en  todo  lo  que  pudiesen. 

Pero  la  Zorra  quedó  muy  disgustada;  por  no  haber  sido 

11  Amplificación  del  texto  catalán  :  «...  car  més  li  valia  estar  en 
perill  de  mort  e  ab  treball,  que  a,b  senyor  desconexent.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  38  723 


ella  elegida  por  uno  de  los  consejeros;  y  en  presencia  de 
todos  dijo:  -—Según  se  halla  escrito  en  el  Evangelio,  Jesu- 
cristo, que  es  rey  del  cielo  y  de  la  tierra,  quiso  tener  en  este 
mundo  compañía  y  amistad  con  hombres  simples  y  humil- 
des, y  por  esto  eligió  a  los  apóstoles  l,  para  significar  que 
por  su  virtud  los  ensalzaba  y  que  con  esta  consideración  fue- 
sen más  humildes.  Por  lo  que,  con  licencia  de  todos  vos- 
otros 2,  yo  soy  de  opinión  que  el  rey  debe  tener  en  su  con- 
sejo animales  simples  y  humildes,  para  que  no  se  ensober- 
bezcan ni  por  poder  ni  por  linaje,  y  que  no  sé  quieran  igua- 
lar con  el  rey,  y  así  a  los  animales  simples  y  que  viven  de 
hierba  se  les  dará  ejemplo  de  esperanza  y  humildad. — Mu- 
cho agradó  al  Elefante,  al  Jabalí,  al  Ciervo,  al  Carnero  y 
a  los  otros  animales  que  viven  de  hierba,  lo  que  decía  la 
Zorra;  por  lo  que  aconsejaron  al  rey  que  a  ella  misma  hi- 
ciese de  su  consejo,  pues  tenía  gran  sabiduría  y  era  bien 
hablada.  Y  la  Zorra  aconsejó,  por  otra  parte,  que  el  Elefan- 
te, el  Jabalí,  el  Ciervo  y  el  Carnero  4  fuesen  elegidos  también 
por  consejeros  del  rey. 

Mucho  le  desagradó  al  Oso,  al  Leopardo  y  a  la  Onza  el 
que  la  Zorra  fuese  del  consejo;  pues  temieron  que  con  su 
elocuencia  y  astucia  los  pusiese  mal  con  el  rey,  mayormente 
cuando  ella  había  tenido  más  parte  en  su  elección  que  nin-, 
guno.  Por  lo  que  dijo  el  Leopardo  al  rey  que  en  su  corte  es- 
taba el  Gallo,  que  era  hermoso  y  sabio,  y  sabía  ser  señor  de 
muchas  gallinas,  el  cual  cantaba  en  el  alba,  clara  y  bella- 
mente; por  lo  que  le  parecía  era  más  digno  de  ser  de  su 
consejo  que  no  la  Zorra.  Cuyo  parecer  apoyó  el  Elefante, 
añadiendo  que  el  Gallo  daría  al  rey  ejemplo  para  que  su- 
piese regir  y  sujetar  a  la  reina,  y  que  le  despertaría  tem- 
prano y  alabaría  a  Dios;  pero  que  la  Zorra  era  también 
buena  para  consejero,  pues  era  animal  entendido  y  sabía 
muchas  cosas.  Pero  el  Leopardo  le  contradijo,  diciendo  no 
convenía  que  en  el  consejo  del  rey  hubiese  dos  personas  que 
por  naturaleza  se  aborreciesen,  pues  por  sus  odios  particu- 
lares podían  turbar  el  consejo  y  perturbar  la  quietud  públi- 
ca ~.  De  otra  parte  habló  la  Zorra,  y  dijo  que  en  el  consejo 
convenía  que  hubiese  bellos  y  grandes  animales,  como  lo 
era  el  Elefante,  el  Jabalí,  el  Carnero  y  el  Ciervo''';  pues, 
para  estar  en  presencia  del  rey,  conviene  tener  hermosura 
corporal. 

1  Ramón  añade  :   aquí  eren  homens  simples  e  pobres.» 

2  El  catalán  dice  :  «a  esmenda  de  tots  vosaltres»,  es  decir,  «en 
contra  de  vosotros». 

3  El  mejor  manuscrito  catalán  suprime  «al  Ciervo»  y  añade  oe  al 
Moltó» . 

4  Véase  la  nota  anterior,  que  vale  también  aquí. 

8  «y  perturbar  la  salud  pública»  es  una  añadidura. 

e  Aquí  ya  menciona  Ramón  al  Ciervo  y  también  al  Cordero. 


724 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Por  cuyos  razonamientos  quiso  el  rey  que  la  Zorra  y  sus 
compañeros  fuesen  de  su  consejo  y  de  su  corte;  y  lo  hubiera 
puesto  en  práctica  si  el  Leopardo,  en  efecto,  no  hubiera  dicho 
al  rey  estas  palabras:  — Señor,  un  conde  tenía  guerra  con 
un  rey,  y,  no  siendo  tan  poderoso  como  él,  se  ayudó  de  la 
[guerra  del  rey  con]  industria,  dando  secretamente  gran 
porción  de  dinero  a  un  secretario  del  rey  para  que  le  avisase 
de  todas  las  providencias  que  el  rey  daba  [en  su  guerra] 
contra  él.  Por  cuya  razón  el  secretario  embarazaba  las  ideas 
del  rey7,  de  forma  que  nunca  pudo  ver  el  fin  de  la  guerra 
ni  sujetar  al  conde. — Cuando  el  León  hubo  oído  la  similitud 
que  el  Leopardo  le  había  dicho,  entendió  lo  que  le  convenía, 
y  mandó  que  el  Gallo  le  asistiese,  y  no  la  Zorra,  porque  no 
hiciese  saber  al  Elefante  ni  a  los  demás  animales  que  viven 
de  hierba  la  intención  del  rey  ni  de  sus  compañeros. 


CAPÍTULO  XXXIX 

3.     DE  LA  TRAICIÓN  QUE  LA  ZORRA  QUISO  HACER  AL  REY 

Mucho  desagradó  a  la  Zorra  y  a  sus  compañeros  el  que 
el  rey  no  los  hubiese  hecho  de  su  consejo;  y  desde  entonces 
concibió  en  su  espíritu  la  traición  y  deseo  de  la  muerte  del 
rey.  Por  lo  que  dijo  al  Elefante:  — Desde  hoy  habrá  gran 
enemistad  entre  los  animales  que  comen  carne  y  los  que  co- 
men hierba;  pues  el  rey  y  sus  consejeros  comen  carne,  y 
vosotros  no  tenéis  en  su  consejo  ningún  animal  que  sea  de 
vuestra  naturaleza  ni  que  mantenga  vuestro  derecho. — A  que 
respondió  el  Elefante  que  en  la  Sierpe  y  en  el  Gallo  tenían 
la  esperanza  de  que  mirarían  por  ellos,  pues  eran  de  la  corte 
del  rey  y  no  comían  carne.  A  lo  que  replicó  la  Zorra  diciendo 
que  en  una  tierra  sucedió  que  un  cristiano  tenía  un  esclavo 
sarraceno,  en  quien  confiaba  mucho  y  al  cual  hacía  grandes 
beneficios ;  pero  el  sarraceno,  como  era  contrario  en  religión, 
no  le  podía  querer  bien,  antes  consideraba  todos  los  días  el 
modo  de  matarle.  — Y  así,  señor — dijo  la  Zorra  al  Elefan- 
te— ,  siendo  el  Gallo  y  la  Sierpe  de  extraño  linaje  que  vos 
y  vuestros  compañeros,  aunque  no  comen  carne,  no  debéis 
confiaros  de  ellos,  antes  sí  estar  asegurados  que  os  harán 
todo  el  mal  que  podrán,  siempre  que  se  les  presente  la  oca- 
sión K 


7  Débil  traducción  de  «lo  poder  del  rey». 

J  La  última  frase  «siempre  que...»  es  una  añadidura  ;  el  texto  cas- 
tellano dice  «se  los  presente». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  39 


725 


Mucho  consideró  el  Elefante  en  las  palabras  de  la  Zorra 
y  en  el  daño  que  a  él  y  a  sus  compañeros  podía  resultar  por 
la  elección  del  rey  que  habían  hecho  y  por  los  consejeros 
que  le  habían  dado;  y,  viéndole  pensativo,  la  Zorra  le  dijo 
que  no  tuviese  miedo  del  rey  ni  de  sus  compañeros,  pues  si 
él  quería  ser  rey,  ella  buscaría  medio  de  que  lo  consiguiese. 
Mas  el  Elefante  temió  que  la  Zorra  no  le  hiciese  traición, 
pues  por  su  naturaleza  debía  amar  más  a  los  animales  que 
viven  de  carne  que  a  los  que  viven  de  hierba.  Por  lo  que  la 
respondió  estas  palabras:  — En  un  país  sucedió  que  un  mi- 
lano se  llevaba  una  rata,  y  un  ermitaño  que  lo  miraba  rogó 
a  Dios  que  aquella  rata  cayese  en  su  falda;  lo  que  Dios  le 
concedió,  y  él  volvió  a  rogar  a  Dios  que  la  volviese  en  una 
hermosa  doncella,  lo  que  Dios  también  le  concedió.  Y,  vién- 
dola el  ermitaño,  la  dijo:  "Hermosa  hija,  ¿queréis  al  sol  por 
marido?''  ''No,  señor — respondió  ella — ,  porque  al  sol  le  pri- 
van muchas  veces  las  nubes  la  claridad."  El  ermitaño  la  vol- 
vió a  preguntar  si  quería  por  marido  a  la  luna;  y  ella  dijo 
que  la  luna  no  tenía  claridad  propia,  sino  es  apropiada  por 
el  sol.  "Hermosa  hija — dijo  el  ermitaño — ,  ¿queréis  por  ma- 
rido a  las  nubes?"  Y  ella  respondió  que  no,  porque  el  viento 
las  lleva  donde  quiere.  Ni  quiso  por  marido  al  viento,  porque 
las  montañas  le  embarazaban  su  movimiento ;  ni  quiso  a  las 
montañas,  porque  los  ratones  las  horadaban;  ni  quiso  al 
hombre  por  marido,  porque  aborrecía  a  las  ratas.  De  forma 
que,  al  fin,  la  doncella  rogó  al  ermitaño  pidiese  a  Dios  la 
volviese  rata,  como  lo  era  antes,  y  que  la  diese  por  marido 
a  un  hermoso  y  grande  2  ratón. 

Cuando  la  Zorra  hubo  oído  este  ejemplo,  conoció  que  el 
Elefante  sospechaba  de  ella,  y  temió  no  la  descubriese;  pot 
lo  que  quería  decir  al  Jabalí  que  fuese  rey,  en  los  mismos 
términos  que  se  lo  había  dicho  al  Elefante.  Pero,  porque  mu- 
chos no  supiesen  su  intención,  quiso  esforzar  cuanto  pudo  el 
que  lo  fuese  el  Elefante,  diciéndole  estas  palabras:  — Un  ca- 
ballero tenía  de  su  mujer  un  hermoso  hijo;  y,  como  la  mujer 
del  caballero  muriese  y  éste  se  tornase  a  casar,  aborreció  la 
nueva  mujer  al  hijo  que  el  caballero  tanto  amaba.  Y,  cuando 
éste  fué  de  edad  de  veinte  años,  la  mujer  descubrió  medio 
para  hacer  que  su  marido  echase  al  mozo  de  casa,  y  dijo  al 
marido  que  su  hijo  la  había  solicitado  ilícitamente;  de  que 
el  padre  se  irritó  tanto,  por  lo  mucho  que  amaba  a  su  mu- 
jer, que  luego  echó  al  mozo  de  su  casa,  mandándole  que  en 
ningún  tiempo  se  le  pusiese  delante.  Lo  que  el  mozo  sintió 
mucho,  y  tuvo  gran  ira  contra  su  padre,  por  la  sinrazón  que 
con  él  ejecutaba  3. — Por  este  ejemplo  que  la  Zorra  dijo,  se 

■  «y  grande»  lo  añadió  el  traductor  sin  necesidad. 
•  Ramón  escribió  más  emotivamente  :  a...  car  sens  rahon  lo  havia 
iíitat  de  son  hostal,  e  li  havia  tolta  sa  gràcia.» 


726 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLTJLL 


alentó  en  parte  el  Elefante,  y  concibió  esperanza  de  ser  rey 
por  lo  que  la  dijo  qué  medio  podía  hallar  para  que  el  rey 
muriese  y  que  él  fuese  elegido,  cuando  el  rey  era  tan  fuerte 
y  robusto  y  tenía  tan  sabios  consejeros,  siendo  ella  tan  poca 
cosa  y  de  tan  poco  poder. 

A  que  la  Zorra  respondió  con  este  ejemplo:  — £n  una 
tierra  sucedió  que  todas  las  bestias  concordaron  en  darle  una 
diariamente  al  león,  para  que  no  las  persiguiese  cazando  4  ; 
de  forma  que  todos  los  días  echaban  suertes,  y  aquella  que 
le  caía  iba  al  león,  el  cual  se  la  comía.  Sucedió  una  vez  que 
cayó  la  suerte  sobre  una  liebre,  y,  como  temía  morir,  se  fué 
muy  despacio,  de  forma  que  era  mediodía  cuando  llegó  de- 
lante del  león,  al  cual  halló  muy  irritado  por  tener  hambre; 
y  la  preguntó  que  cómo  se  había  tardado  tanto  tiempo.  A  que 
la  liebre  respondió  que  cerca  de  aquel  lugar  había  un  otro 
león,  que  decía  que  era  rey  de  aquella  tierra,  el  cual  la  había 
perseguido  para  cogerla.  Lo  que  el  león  sintió  mucho,  cre- 
yendo que  era  verdad,  y  dijo  a  la  liebre  que  le  mostrase  el 
otro  león,  que  decía  Ser  rey  de  aquella  tierra  5.  La  que  se 
puso  delante,  y  el  león  la  siguió ;  y  le  llevó  a  un  gran  estaño f 
de  agua  que  por  todas  partes  estaba  cercado  de  un  gran 
muro,  sobre  el  que  se  puso  la  liebre  y  el  león.  Y,  viendo  éste 
la  sombra  de  ambos  en  el  agua,  la  liebre  le  dijo:  "Señor, 
mirad  el  león  que  está  en  el  agua,  que  se  quiere  comer  una 
liebre."  Lo  que  creyendo  el  león,  por  ver  en  ella  su  sombra, 
saltó  en-  el  agua  para  combatirse  con  el  león  fingido,  y  se 
anegó;  quedando  la  liebre  viva  (siendo  animal  tan  débil)  y 
muerto  el  león  (siendo  tan  fuerte)  1 .  • 

Cuando  el  Elefante  hubo  oído  este  ejemplo,  contó  a  la 
Zorra  el  siguiente :  — Un  rey  tenía  dos  caballeros  mozos  que 
le  servían,  y  un  día  que  estaba  sentado  en  su  silla  y  delante 
de  él  gran  multitud  de  barones  8  y  caballeros,  el  uno  de  aque- 
llos mozos  vió  en  el  vestido  del  rey  9  una  pulga,  y  le  dijo  que 
le  diese  licencia  para  quitársela;  y,  habiéndola  cogido,  quiso 
el  rey  verla;  y,  mostrándosela  a  los  caballeros,  les  dijo  era 


j  El  texto  original  añade  :  «...  e-1  lehó  les  en  apellà  quíties», 
decir,  que  consintió  en  ello  y  les  dió  palabra  de  contentarse. 

6  Tocia  esta  oración  de  relativo  es  una  añadidura  sobrante  del  tra- 
ductor. 

*  Catalanismo  por  «estanque». 

7  Los  dos  paréntesis  son  amplificaciones  del  traductor,  fundadas 
en  un  error  de  la  palabra  «cortesa»  (por  «certesa»,  astucia)  del  texm 
original,  que  él  interpretó,  sin  duda,  por  «cortedad»,  «pequenez»  : 
«...  e  la  lebra  ab  sa  cortesa  aucís  lo  lehó.» 

8  Aquí  y  en  otros  muchos  lugares  de  este  Llibre  de  les  bèstiet 
el  traductor  escribe  «varones»  ;  mas  el  catalán  «barons»  puede  sig- 
nificar también  «barones»,  que  cuadra  mejor  en  estos  pasajes,  por  lo 
que  modificamos  la  v  en  b. 

9  «en  -T-a  vestadura  de  sàmit  blanch,  que  el  rey  vestia»,  preoi<-r. 
Ramón  Llull. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  40 


727 


maravilla  que  tan  pequeño  animalejo  se  atreviese  al  rey; 
e  hizo  dar  al  mozo  cien  pesos  l0.  El  otro  compañero  suyo, 
envidioso  del  suceso,  puso  él  día  siguiente  un  piojo  en  el 
manto  real ;  y,  estando  el  rey  también  en  público,  se  le  quitó 
y  mostró,  de  que  el  rey  se  enojó  mucho;  y,  diciéndole  por 
qué  no  había  tenido  cuidado  de  guardar  y  limpiar  sus  ves- 
tidos, mandó  le  diesen  cien  azotes. 

Por  cuyas  palabras  conoció  la  Zorra  que  el  Elefante  te- 
mía ser  rey,  y  se  maravilló  de  que  en  bestia  tan  robusta  y 
corpulenta  cupiese  tanto  miedo;  por  lo  que  le  dijo  las  si- 
guientes :  —La  serpiente  hizo  caer  en  ira  de  Dios  a  Eva,  por 
cuya  persuasión  incurrió  en  lo  mismo  Adán  y  todos  sus  des- 
cendientes. Luego,  si  la  serpiente  causó  tanto  mal  a  Eva, 
bien  puedo  yo  con  mi  malicia  disponer  que  el  rey  caiga  en 
la  ira  y  odio  de  su  pueblo. — Y  el  Elefante,  dejándose  per- 
suadir con  el  ejemplo  de  Eva,  consintió  en  ser  traidor  a  su 
rey,  y  dijo  que  él  lo  sería  voluntario11,  luego  que  la  'Zorra 
hubiese  hecho  matar  al  rey;  lo  que  ella  le  ofreció,  y  el  Ele- 
fante a  ella  grandes  dones  y  mercedes  si  lo  ejecutaba. 


C  A  P  í  T  U LO    X  L 

4.    De  cómo  la  Zorra  fué  elegida  portero  del  rey 

En  la  corte  del  rey  se  ordenó  que  el  Gato  fuese  su  cama- 
rero, por  ser  en  algo  su  semejante  y  apto  para  cazar  y  co- 
merse los  ratones,  que  destruyen  las  ropas;  y  que  el  Perro 
fuese  su  portero,  porque  siente  1  de  lejos,  ladra  y  da  aviso 
de  los  que  vienen.  Estando  el  Gato  y  el  Perro  ejerciendo  sus 
oficios,  la  Zorra  se  fué  a  buscar  al  Buey  y  al  Caballo,  que 
faltaban  de  la  corte,  y  encontró  al  Buey  en  un  hermoso  pra- 
do 2 ;  y  habiéndole  saludado  agradablemente  y  contádola  el 
Buey  su  estado  y  cómo  voluntariamente  se  había  ido  a  en- 
tregar al  hombre,  quien  lo  había  tenido  en  esclavitud  y  al 
fin  le  había  querido  vender  a  un  carnicero  para  que  le  ma- 
tase, la  Zorra  también  contó  al  Buey  el  estado  en  que  se 
hallaba  la  corte  del  rey,  y  le  preguntó  qué  era  su  intención ; 
a  que  el  Buey  respondió  que  él  quería  vivir  en  la  corte  del 


10  Corresponde  aquí,  como  otras  veces,  a  «besants». 
31  Falsa  versión  de  «volenters»,  4de  buena  gana-'. 

Catalanismo  por  «percibe»,  «olfatea». 
e  La  versión  simplifica  el  texto  original  :   «e  a  trobà  lo  Bou  en 
la  via,  que  se'n  tornava  a  la  cort  del  rey.  En  una  bella  plana  se  atro- 
jaren Na  Ranart  e  el  Bou.» 


7¿8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


rey  y  huir  del  hombre  que  le  había  querido  hacer  matar; 
a  lo  que  la  Zorra  respondió: 

— Efo  un  reino  había  un  rey  mal  acostumbrado,  que  tenía 
muy  malos  consejeros;  y  por  la  malicia  de  éstos  y  del  rey 
padecía  el  reino  continuos  trabajos  y  aflicciones,  pues  Dios 
estaba  con  él  airado  3.  Y  duró  tanto  y  fueron  tantos  los  des- 
órdenes del  rey  y  de  su  consejo,  que,  no  pudiendo  sufrirlo 
el  pueblo,  desearon  su  muerte  4. 

Luego  que  el  Buey  oyó  las  palabras  de  la  Zorra,  conoció 
que  el  rey  y  su  consejo  eran  malos,  y  dudó  en  ir  a  vivir  bajo 
un  inicuo  gobierno;  por  lo  que  dijo  a  la  Zorra  las  siguien- 
tes: — 'En  una  ciudad  había  un  obispo  que  era  muy  contra- 
rio de  su  oficio,  y  por  su  malicia, 'deshonestidad  y  el  mal 
ejemplo  que  daba  a  su  capítulo  y  feligreses,  se  ocasionaba 
mucho  mal  y  se  dejaba  de  hacer  mucho  bien  5.  Sucedió  un 
día  que  el  obispo  hizo  una  gran  injuria  y  después  se  fué  a 
decir  misa;  lo  que  visto  por  un  canónigo,  lo  abominó  tanto, 
que  se  salió  de  la  ciudad  y  se  fué  a  los  bosques  a  vivir  entre 
los  pastores,  diciendo  que  más  quería  vivir  con  los  pastores 
que  guardaban  sus  ovejas  de  los  lobos,  que  no  con  pastor  que 
entregaba  a  los  lobos  sus  ovejas  *. 

Habiendo  oído  el  Buey  este  ejemplo,  dijo  que  se  quería 
salir  de  toda  aquella  tierra  antes  que  sujetarse  a  mal  rey  y 
a  mal  consejo.  — Señor — dijo  la  Zorra — ,  ¿habéis  oído  la 
pregunta  que  hizo  un  ermitaño  a  un  rey?  — ¿Y  qué  pregun- 
ta fué  ésa  ? — dijo  el  Buey.  A  que  respondió  la  Zorra :  — En  : 
una  alta  montaña  estaba  un  santo  ermitaño,  que  oía  que- 
jarse a  las  gentes  de  aquella  provincia  muchas  veces  del  rey 
y  de  su  mala  vida,  costumbres  y  régimen;  de  que  se  despe- 
chó tanto,  que  se  fué  a  la  corte  y  en  su  mismo  palacio  habló 
al  rey  y  le  dijo :  "Señor,  ¿  qué  vida  os  parece  que  es  más 
agradable  a  Dios,  la  de  un  ermitaño  o  la  de  un  rey  que  tenga 
buenas  costumbres  y  con  ellas  rija  a  su  pueblo?"  El  rey, 
habiendo  discurrido  sobre  la  pregunta,  le  respondió  que  la 
vida  del  rey  que  hace  buenas  obras  es  causa  de  mayor  bien 
que  no  la  vida  del  ermitaño.  "Señor,  dijo  el  ermitaño,  mu- 
cho me  agrada  vuestra  respuesta,  en  la  cual  se  significa  que 
el  mal  rey  causa  más  mal  en  su  reino  que  no  bien  el  ermi- 


-*  Esta  última  frase  «pues  Dios...»  sustituye  a  la  repetición  del 
original  :  «...  car  inesmable  era  lo  mal  que  el  rey  e  son  concell 
feyen  a  les  gens  que  staven  en  aquell  regnat.» 

4  «la  mort  del  rey  e  de  son  concell»,  precisa  Ramón. 

6  Se  omite  lo  siguiente,  tan  genuinamente  luliano  :  «...  e-s  perdia 
molt  de  bé  que  fóra  en  aquella  ciutat  si  el  bisbe  fos  aquell  que  ésser 
degre,  segons  la  regla  e  la  doctrina  que  Jhesuchrist  ne  donà  ais 
apòstols  a  sos  consegüents.» 

8  El  original  dice  :  «...  que  ab  pastor  que  les  sues  ovelles  auciu 
e  dóna  als  lops.» 

1  Todo  este  párrafo  está  traducido  muy  libremente. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  40 


729 


taño  en  su  ermita.  Y  por  esto  he  venido  a  verme  con  Vues- 
tra Majestad  8,  para  estarme  en  su  compañía  tanto  tiempo 
cuanto  sea  menester  para  que  Vuestra  Majestad  y  sus  reinos 
sean  buenos,  exhortando  y  amonestando  siempre  a  Vuestra 
Majestad,  con  el  ejemplo  y  la  palabra  de  Dios,  para  que  le 
tenga  amor,  reverencia  y  temor."  Lo  que  el  rey  aceptó,  y  el 
ermitaño  cumplió  9. 

Concluido  este  ejemplo,  añadió  la  Zorra  y  dijo  al  Buey: 
— Señor,  vos  sois  animal  semejante  al  ermitaño,  y  así,  si 
queréis,  yo  os  facilitaré  medio  por  el  cual  podáis  inducir  al 
rey  mi  señor  a  buen  estado,  de  que  se  seguirá  mucho  bien. — 
Lo  que  el  Buey  aceptó  y  ofreció  hacer  por  el  beneficio  común. 
Entonces  la  Zorra  aconsejó  al  Buey  que  se  estuviese  en  un 
hermoso  prado  que  había  cerca  de  donde  estaba  el  rey  y  sus 
barones,  y  que  descansase  y  comiese  para  que  pareciese  her- 
moso y  tuviese  fuerte  bramido;  y  que  ella  se  iría  a  la  corte, 
y  se  introduciría  con  el  rey,  y  le  contaría  lo  que  le  había 
sucedido;  y  que  el  Buey  en  dicho  prado  bramase  tres  veces 
cada  día 10  cuanto  más  fuerte  pudiese;  y  encontinente  la 
Zorra  se  partió  a  la  corte  del  rey. 

Y  estando  en  su  presencia,  ya  que  el  Buey  había  descan- 
sado y  comido  bien,  comenzó  a  bramar  fuertemente,  de  que 
el  rey  tuvo  tanto  miedo,  que  no  podía  disimularlo;  por  lo 
que  se  avergonzó  mucho,  temiendo  que  sus  barones  le  tu- 
viesen por  cobarde.  Estando  el  León  así  medroso,  aunque 
ninguno  de  los  que  estaban  presentes  había  percibido  su  te- 
mor, la  Zorra  se  acercó  a  él,  y,  encontinente  que  la  vieron, 
el  Gallo  cantó  y  el  Perro  ladró;  mas,  no  obstante,  el  rey  se 
alegró  de  ello,  y  la  preguntó  si  sabía  de  qué  animal  era  aque- 
lla voz  que  había  oído,  pues  le  parecía  que  fuese  de  bestia 
muy  grande  y  fuerte,  según  demostraba. 

— Señor — dijo  la  Zorra — ,  en  un  valle  colgó  de  un  árbol 
un  hombre  un  tímpano  11 ,  el  cual,  movido  del  viento,  pega- 
ba contra  las  ramas  y  tronco  del  árbol,  moviendo  tan  gran 
ruido,  que  resonaba  en  todo  el  valle.  Lo  que  oyendo  y  viendo 
una  mona  que  en  él  había,  creyó  que,  así  como  el  ruido  que 
el  tímpano  o  tambor  hacía  era  muy  grande,  era  consecuen- 
te que  estuviese  lleno  de  alguna  gran  cosa  buena  para  co- 
mer11'; y,  habiéndole  hecho  pedazos,  le  halló  vacío.  Y  así 

*  En  trl  texto  luliano,  aquí,  como  siempre,  se  trata  a  los  reyes 
cou  el  respetuoso  y  sencillo  ovos». 

8  Esta  lra.se  compendia  todo  el  siguiente  párrafo  :  «Aquell  ermità 
stech.  longament  en  la  cort  del  rey  dient  bones  peraules  de  Déu, 
per  les  quals  lo  rey  sdevench  en  bon  stament,  e  tot  son  regne  ne  fo 
en  bon  regiment.» 

14  Ramón  escribió,  con  mayor  sentido  de  la  fábula  :  «...  -ni-  ve- 
gadas lo  jorn,  e  •nl·  vegades  la  nit.» 

"  Quiere  decir  tambor  ;  «alduff»  en  catalán. 

M  El  original  dice  más  concretamente  :  a...  ple  de  mantegua,  ho 
de  alenna  cosa  que  fos  bona  a  manjar.» 


730  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


puede  Vuestra  Majestad  discurrir  que  esta  voz  que  oye  es 
de  bestia  que  también  lo  está,  y  que  no  tiene  la  fuerza  ni 
el  valor  que  en  la  voz  manifiesta;  y  a  quien  es  tan  noble, 
fuerte  y  espirituoso  como  lo  es  Vuestra  Majestad  y  como  lo 
debe  ser  un  rey  13,  no  le  está  bien  mostrar  miedo  de  nada, 
y  más  de  cosa  que  ignora  lo  que  es. 

En  tanto  que  la  Zorra  decía  estas  palabras,  el  Buey 
volvió  a  bramar  tan  fuertemente,  que  hizo  resonar  todos 
aquellos  valles  y  estremecer  al  León  y  a  todos  sus  compa- 
ñeros, sin  que  el  León  pudiese  dejar  de  manifestar  su  te- 
mor, diciendo  que,  si  la  fuerza  de  aquel  animal  correspondía 
a  su  bramido,  él  no  estaba  seguro  en  aquel  lugar.  Y  enton- 
ces el  Buey  volvió  a  bramar  otra  vez,  de  que  todos,  menos 
la  Zorra 14,  se  estremecieron ;  por  lo  que,  maravillado  el 
León,  la  preguntó  cómo  no  la  causaba  miedo  aquella  voz 
tan  grande  y  horrible,  cuando  a  él,  que  era  tan  poderoso 
y  fuerte,  se  le  había  causado,  y  también  al  Oso,  al  Leopardo 
y  a  todos  los  más  fuertes  animales. 

A  que  la  Zorra  respondió :  — Un  cuervo  tenía  su  nido  en 
una  roca,  y  todos  los  años  una  gran  sierpe  se  le  comía  los 
hijuelos,  de  que  estaba  desesperado;  pero  no  osaba  com- 
batir cuerpo  a  cuerpo  15  con  la  sierpe,  por  no  ser  tan  pode- 
roso ni  tan  fuerte  como  ella;  por  lo  que  ideó  ayudarse  con 
la  industria  para  vengarse.  Y  así,  habiendo  un  día  la  hija 
del  rey  de  aquella  provincia,  que  jugaba  con  algunas  donce- 
llas en  un  vergel,  quitádose  de  la  cabeza  una  guirnalda  guar- 
necida de  piedras  preciosas  y  puéstola  sobre  las  flores  1C,  el 
cuervo  se  la  abatió  y  se  la  llevó;  y,  como  le  fuesen  siguien- 
do muchos  criados  para  ver  si  la  dejaba  caer,  el  cuervo  fué 
y  la  puso  en  el  lugar  donde  estaba  la  sierpe,  y,  llegando 
los  que  le  seguían  a  coger  la  guirnalda,  la  vieron  17  y  ma- 
taron, quedando  por  este  medio  vencida  la  fuerza  por  la 
industria.  Y  así — añadió  la  Zorra — ,  yo  tengo  tanta,  que, 
si  no  puedo  vencer  por  fuerza  de  armas  al  animal  que 
tiene  esta  voz  tan  fuerte  y  tan  terrible,  me  valdré  de  eÚa, 
de  forma  que  le  haré  morir  malamente. 

Cuando  la  Zorra  hubo  contado  este  ejemplo,  la  Sierpe, 
que  también  era  del  consejo  del  rey,  dijo  el  siguiente :  — En 

13  Esa  adulación  no  está  en  el  texto  catalán,  que  sólo  dice  :  «...  e 
stats  fort  e  ardit  de  coratge,  car  a  rey  no  li  està  bé...» 

14  Ramón  Llull  especifica  que  «Na  Ranart  no  féu  negun  semblant 
de  pahor  en  si,  ans  stech  alegrament  denant  lo  rey.» 

M  «cuerpo  a  cuerpo»  lo  añade  inútilmente  el  traductor. 

lrt  «...  e  havia  posada  sa  garlanda  de  aur,  e  de  argent,  e  de  pért^ 
precioses  en  la  brancha  de  -i-  arbre.  Lo  corp  pres  aquella  garland;. 
e  volà  per  l'àer  longament,  tro  que  molts  hòmens  seguiren  lo  corp. 
per  veser  hon  posaria  la  garlanda  que  la  filia  del  rey  molt  amava, 
e  qui  plorava  forment,  car  lo  corp  se'n  portava  la  garlanda.» 

17  En  el  texto  castellano  :  «-y  la  vieron»,  advertido  ya  en  la  ft 
de  erratas. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  40  73  I 


un  estaño  había  un  agarón  1S  acostumbrado  a  comer  mucho, 
y,  como  envejeciese  y  por  la  vejez  no  pudiese  cazar,  discu- 
rrió arte  cómo  ayudarse  con  la  industria,  y  por  el  tal  a^te 
se  acarreó  la  muerte.  Y,  habiéndola  dicho  el  León  le  contase 
el  caso,  ella  prosiguió  diciendo:  — Señor,  el  agarón  se  estu- 
vo un  día  entero  sin  querer  pescar,  a  la  orilla  del  estaño, 
muy  triste;  y  un  cangrejo,  admirándose  de  ello,  le  preguntó 
que  de  qué  estaba  tan  pensativo.  A  lo  que  él  respondió  que 
tenía  gran  lástima  de  los  peces  de  aquel  estaño,  en  cuya 
compañía  había  vivido  tantos  años,  pues  había  oído  decir  a 
unos  pescadores  que  pescaban  en  otro  estaño  cerca  de  allí 
que,  en  habiendo  acabado  de  pescar  en  él,  habían  de  venir 
a  ejecutarlo  en  aquel  mismo,  y  que,  siendo  ellos  muy  hábiles 
y  diestros  en  su  oficio,  no  se  les  escaparía  pez  alguno,  y  aca- 
barían con  todos  los  que  allí  había.  Habiendo  el  cangrejo 
oído  estas  palabras,  tuvo  gran  miedo  y  se  lo  dijo  a  los  de- 
más peces;  por  lo  que  todos  concurrieron  delante  del  aga- 
rón y  le  pidieron  les  aconsejase  lo  que  habían  de  ejecutar. 
El  agarón  les  dijo  que  no  había  otro  consejo  ni  remedio  más 
que  el  de  que  él  los  condujese,  de  uno  a  uno,  a  otro  estaño 
que  había  una  legua  de  allí,  en  el  que  había  muchas  cañas 
y  bobas  r\  por  las  cuales  los  pescadores  no  los  podrían  co- 
ger ni  ofender.  A  cuyo  parecer  asintieron  todos  los  peces, 
y  el  agarón  todos  los  días  tomaba  los  que  le  parecía  y,  fin- 
giendo que  los  llevaba  a  un  otro  estaño,  se  ponía  cerca  ds 
un  .pozo  20  y  se  los  comía,  volviendo  después  por  otros,  du- 
rando esto  mucho  tiempo  y  viviendo  sin  el  trabajo  de  pescar. 
Sucedió,  al  fin,  que  el  cangrejo  rogó  al  agarón  que  le  llevase 
a  él;  y,  extendiendo  éste  su  cuello,  se  agarró  de  él  el  can- 
grejo con  ambas  manos,  y,  volando  con  él,  se  admiraba  el 
cangrejo  cómo  nunca  veía  el  estaño;  y,  cuando  el  agarón 
llegó  a  aquel  lugar  donde  se  solía  comer  los  peces,  el  cangre- 
jo vió  las  escamas  y  espinas  21  de  los  que  se  había  comido, 
y  conoció  el  engaño;  por  lo  que  dijo  entre  sí  :"En  tanto  que 
tienes  tiempo  y  vida,  es  menester  que  te  vengues  del  trai- 
dor que  te  quiere  comer."  Y  entonces  estrechó  tan  fuerte- 
mente el  cuello  del  agarón,  que  se  le  tronchó,  y  cayó  muerto 
en  tierra.  Y,  volviéndose  el  cangrejo  al  estaño  con  sus  com- 
pañeros, les  contó  lá  traición  que  él  agarón  les  había  hecho 
y  cómo  la  misma  traición  le  había  ocasionado  su  muerte. 

"  «Agarón»  no  es  palabra  castellana  ;  corresponde  aquí  al  catalán 
«agró»,  que,  según  acotación  del  mismo  traductor,  es  una  «especie 
de  ánsar,  oca  o  pato  grande,  que  habita  en  los  estanques  o  lagunas 
v  se  come  los  peces». 

19  Palabra  no  castellana,  probablemente  calcada  sobre  la  catalana 
«boves»  o  «bogues»  («ancas»  en  español),  pero  adviértase  que  el  ori- 
ginal dice  :  «En  aquell  stany  ha  moltes  canyes,  e  ha  gran  fanga.» 

**  «en  -i-  puig»,  dice  el  original,  es  decir,  en  una  colina. 

21  El  texto  catalán  dice  sólo,  más  cuerdamente,  «les  spines». 


732 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


— iSeñor — 'dijo  la  Zorra  al  rey — ,  cuando  Dios  echo  a 
Adán  del  paraíso,  maldijo  a  la  Serpiente,  que  había  aconse- 
jado a  Eva  que  comiese  del  fruto  que  el  mismo  Dios  había 
prohibido  a  Adán;  y  desde  entonces  son  todas  las  serpien- 
tes horribles  a  la  vista  y  venenosas,  y  por  la  serpiente  han 
venido  todos  los  males  al  mundo;  por  lo  cual  un  sabio  hizo 
echar  una  gran  sierpe  del  consejo  de  un  rey,  aunque  el' 
rey  la  estimaba.  Y  diciéndola  el  León  que  contase  aquel 
ejemplo,  lo  nizo  en  estos  términos :  — Hito  rey  había  oído  ha- 
blar de  un  hombre  muy  santo  y  muy  sabio,  y,  enviándole  a 
buscar,  le  rogó  que  estuviese  con  él  y  que  le  aconsejase  el 
modo  de  gobernar  su  reino,  y  que  le  reprendiese  de  algu- 
nos vicios  que  tenía  22.  El  santo  hombre  se  estuvo  con  el  rey 
con  intención  de  aconsejarle  el  obrar  bien  y  el  apartarse  del 
mal.  Y,  como  un  día  el  rey  tuviese  consejo  sobre  un  negocio 
de  grande  importancia  y  estuviese  cerca  de  él  una  gran  sierpe 
con  quien  se  aconsejaba  y  a  quien  creía  más  que  a  todos  los 
demás,  preguntó  al  rey  qué  significaba  el  rey  en  este  mundo ; 
y  el  rey  respondió  que  el  rey  es  una  similitud  de  Dios,  esto 
es,  que  el  rey  es  para  que  mantenga  en  la  tierra  la  justicia 
y  para  que  con  ella  gobierne -el  pueblo  que  Dios  le  ha  enco- 
mendado. "Señor — «volvió  a  preguntar  el  sabio—,  ¿qué  bestia 
fué  a  Dios  más  contraria  cuando  creó  el  mundo?"  Y  el  rey 
respondió  que  la  serpiente.  Y  entonces  exclamó  el  sabio:  ''Se- 
ñor, según  vuestra  respuesta,  se  sigue  el  que  vos  debéis  abo- 
rrecer la  serpiente  y  que  pecáis  gravemente  'èn  tenerla  en 
vuestra  compañía;  porque,  si  vos  representáis  la  imagen  de 
Dios  en  cuanto  sois  rey,  debéis  aborrecer  todo  aquello  que 
Dios  aborrece,  y  mucho  más  aquello  que  Dios  aborrece  más.' 
De  forma  que  por  las  palabras  que  el  santo  hombre  dijo  al 
rey,  el  rey  mandó  matar  la  serpiente,  sin  que  a  ésta  le  valiese 
el  arte  ni  la  industria  para  librarse  de  la  muerte. 

Cuando  la  Zorra  hubo  acabado  este  ejemplo,  el  Buey  vol- 
vió a  bramar  tan  fuertemente,  que  hizo  estremecer  todos 
aquellos  valles,  de  lo  que  el  León  y  todos  los  demás  tuvieron 
gran  miedo.  Por  lo  que  la  Zorra  les  dijo  que,  si  querían,  ella 
iría  a  buscar  la  fiera  de  quien  salía  la  voz  tan  extraña,  y  ve- 
ría si  podría  traerla  delante  del  rey  y  que  fuese  de  su  comi- 
tiva. Lo  que  agradó  mucho  al  León  y  a  todos  los  demás.  Y  la 
Zorra  dijo  al  León  que,  si  ella  conseguía  que  aquella  bestia 
viniese  en  su  compañía,  era  menester  que  nadie  en  su  corte 
la  ofendiese  ni  maltratase ;  lo  que  el  León  ofreció  delante  de 
todos. 

Entonces  la  Zorra  se  fué  donde  estaba  el  Buey,  el  que 


"  Versión  inexacta  de  «que  lo  reprenés  de  alguns  vici.-,  si  g«n| 
H'n  conexia». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  40 


tuvo  gran  placer  de  verla  ,a,  y  ella  le  contó  todo  lo  que  había 
sucedido.  Y  así,  que  se  fuese  delante  del  rey  e  hiciese  sem- 
blante humilde  24 ,  y  que  diese  en  sus  acciones  muestra  de 
grande  humildad  y  arrepentimiento,  que  ella  diría  que  él 
había  tenido  gran  pesar  de  lo  que  había  ejecutado;  y  que 
así,  delante  de  todos,  pidiese  perdón  al  rey  de  haberse  ido 
a  servir  al  hombre  y  dejado  de  ser  su  vasallo ;  de  forma  que 
había  de  hablar  y  estar  delante  del  rey,  de  su  corte  y  de 
su  consejo  tan  remirado,  que  todos  se  asegurasen  25  de  sus 
palabras  y  de  sus  acciones ;  y  que  les  contase  el  estado  de  los 
hombres  y  les  aconsejase  que  tuviesen  amistad  con  su  rey. 

Entonces  el  Buey  y  la  Zorra  se  fueron  a  la  corte;  y,  vién- 
dole venir,  el  rey  y  los  demás  le  conocieron,  y  tuvieron  ver- 
güenza de  haberle  tenido  miedo;  y  el  rey  se  maravilló  de 
que  el  Buey  pudiese  tener  tan  fuerte,  tan  alta  y  tan  terrible 
voz.  El  Buey  hizo  a  su  señor  la  reverencia  que  le  pertenecía, 
y  el  León  le  preguntó  su  estado ;  y  él  le  contó  todo  lo  que  le 
había  pasado  estando  sirviendo  al  hombre.  Y  el  León  le  dijo 
se  maravillaba  mucho  de  que  hubiese  cambiado  tanto  su  voz! 
A  que  respondió  el  Buey  que  él  bramaba  con  temor  y  arre- 
pentimiento, porque  temía  la  ira  del  rey  y  de  su  corte  por 
haberlos  dejado  26 ;  y  porque  el  temor  y  aflicción  hacían  tem- 
blar su  espíritu,  se  había  cambiado  su  voz,  significando  te- 
mor, arrepentimiento  y  falta  de  espíritu  (la  voz  tremulen- 
ta)  L>7.  Entonces  el  Buey  pidió  al  rey  perdón,  y  éste  se  le 
concedió  en  presencia  de  todos,  y  le  preguntó  el  estado  del 
rey  de  los  hombres.  Y  él  Buey  le  dijo  que  una  serpiente  ha- 
bía dicho  la  verdad  cuando  dijo  que  la  más  mala  y  más  falsa 
bestia  que  hay  en  el  mundo  es  el  hombre.  Y,  diciéndole  el 
León  que  le  diese  la  razón,  prosiguió  diciendo: 

— XJna  vez  sucedió  que  un  oso,  un  cuervo,  un  hombre  y 
una  sierpe  cayeron  en  una  gran  sima  2\  Y  pasando  por  allí 
un  santo  hombre  ermitaño,  los  vió,  y  le  rogaron  que  les  sacase 
de  ella,  ofreciéndole  serle  agradecidos  toda  su  vida.  Y,  ha- 
biendo sacado  al  oso,  al  cuervo  y  a  la  serpiente,  y  queriendo 
sacar  al  hombre,  la  serpiente  le  dijo  que  no  hiciese  tal.  por- 
que, si  lo  hacía,  tendría  mala  recompensa.  Pero  el  ermitaño, 
no  queriéndola  creer,  sacó  también  al  hombre.  Y  de  allí  a  poco 
tiempo  el  oso  le  trajo  una  colmena  llena  de  panales.  Y,  ha- 
biendo comido  de  ellos,  se  fué  a  predicar  a  una  ciudad;  y  al 

23  Ramón  añade  graciosamente  :  «Anulosos  se  saludaren  bella* 
ment...» 

«semblant  de  gran  saviesa»,  dice  el  original. 

a  ese  «legrasen»,  deixaria  decir,  pues  esto  significa  ese  asaut». 

**  «en  quan  longament  l'avia  lexat  per  altre  senvoratge» . 

'-'  Ese  paréntesis  e-  una  añadidura  sobrante  ;  en  cambio,  se  deja 
sin  traducir  la  frase  «per  ço  car  exia  de  cors  hon  stave  coratge  te- 
moró-  e  penident». 

JS  El  texto  catalán  dice  fciga»  («sitja»),  granero  hondo,  silo. 


734 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tiempo  de  entrar  en  ella,  el  cuervo  le  trajo  una  preciosa  guir- 
nalda que  había  quitado  de  la  cabeza  de  la  hija  del  rey,  la 
que  estimó  el  ermitaño  mucho,  porque  era  de  gran  valor. 
Y,  entrándose  en  la  ciudad,  vió  un  hombre  que  pregonaba 
que  cualquiera  que  la  hubiese  hallado,  se  la  restituyese  a 
la  hija  del  rey,  pues  sería  muy  remunerado,  y  castigado  si 
alguno  la  tenía  y  no  la  restituía.  Y  el  buen  ermitaño,  ha- 
biendo entrado  en  una  calle,  vió  al  hombre  que  había  sacado 
de  la  sima,  que  era  platero,  y  le  encomendó  secretamente  la 
guirnalda;  pero  él  la  llevó  a  la  corte  y  acusó  al  ermitaño, 
por  lo  que  éste  fué  aporreado,  preso  y  encarcelado.  Pero 
la  sierpe  que  él  había  sacado  de  la  sima  fué  y,  hallando  dor- 
mida a  la  princesa,  la  mordió  en  la  mano;  por  cuyo  motivo 
ella  se  puso  a  dar  voces  y  a  llorar,  por  habérsele  hinchado 
gravemente20;  lo  que  sabido  por  el  rey,  su  padre,  hizo  pre- 
gonar por  toda  la  ciudad  que  daría  grandes  dones  a  quien  le 
curase  su  hija.  Y  entonces  vino  la  serpiente  y,  estando  el 
rey  dormido,  le  dijo  a  La  oreja  que  en  la  cárcel  había  preso 
un  hombre  que  tenía  una  hierba  con  la*  cual  curaría  su  hija, 
cuya  hierba  había  dado  antes  la  sierpe  al  ermitaño,  y  le 
había  enseñado  él  modo  de  aplicarla  y  de  pedir  al  rey  casti- 
gase al  platero,  que  tan  desagradecido  le  había  sido.  Y.  ha- 
biéndose practicado  todo  como  la  serpiente  lo  ideó,  fué  libre 
el  ermitaño,  y  el  platero  castigado. 

Mucho  agradó  al  León  y  a  todo  su  consejo  el  ejemplo  que 
el  Buey  les  dijo  contra  el  hombre,  y  le  preguntó  si  le  parecía 
que  él  debía  tener  temor  del  rey  de  los  hombres  :  a  que  res- 
pondió el  Buey  que  era  cosa  muy  peligrosa  estar  enemistado 
con  él ;  porque  del  hombre  poderoso  e  industrioso  :;0  ninguna 
bestia  se  puede  defender. 

Lo  que  dió  mucho  que  pensar  al  León;  y,  conociendo  la 
Zorra  que  volvía  a  tener  miedo,  le  dijo :  — (Señor,  la  más  or- 
gullosa bestia  es  aquella  en  que  hay  más  avaricia  que  en  las 
otras,  y  éste  es  el  hombre  31 ;  y,  por  esto,  si  parece  bien  a 
Vuestra  Majestad  y  a  su  consejo,  será  bien  que  se  le  envíen 
embajadores  y  presentes  al  rey  de  los  hombres,  para  que  de 
vuestra  parte  le  digan  la  buena  voluntad  que  le  tenéis,  y  le 
entreguen  los  presentes  que  le  enviáis  32,  y  con  esto  os  con- 
cebirá amor  en  su  espíritu,  a  vos  y  a  vuestro  pueblo. 

Lo  que  pareció  muy  bien  al  León  y  a  su  consejo,  pero  el 
Gallo  contrastó  esta  opinión,  diciendo :  — En  un  país  sucedió 


"  ■  «sa  mà  havia  inflada  e  entuxagada»  ;  es  decir,  hinchada  y 
envenenada. 

3,1  Mejor  diría  «de  hombre  malo,  poderoso  y  engañoso». 

31  La  idea  de  Ramón  Llull  es  distinta  :  «...  la  más  orgullosa  bestia 
v  aquella  donde  hay  más  avaricia  que  en  ninguna  otra  bestia,  es  el 
hombre.  í  r 

v-  «vostres  joyes»  dice  más  concretamente  el  autor. 


FKLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  40  7  >5 


que  la  fuerza  y  la  industria  3;;  disputaban  delante  del  rey. 
Y  la  fuerza  decía  que  ella  tenia  por  naturaleza  señorío  sobre 
la  industria;  y  la  industria  alegaba  lo  contrario.  Por  lo  que, 
queriendo  el  rey  saber  cuál  tenía  razón,  las  hizo  combatir, 
y  la  industria  superó  a  la  fuerza.  Y  por  esto,  señor — dijo  el 
Gallo-  si  vos  tenéis  amistad  con  el  rey  de  los  hombres  y 
le  enviáis  vuestros  embajadores,  y  él  os  envía  los  suyos,  és- 
tos conocerán  que  ni  en  vos  ni  en  vuestros  barones  hay  in- 
genio ni  arte  para  poderos  defender  del  que  combate  con 
arte  y  con  ingenio,  y  supera  con  él  a  todos  aquellos  que  de 
él  carecen. — De  otra  parte  dijo  la  Zorra  que  Dios  cuanto 
hace  lo  hace  con  poder,  sin  arte  y  sin  industria;  por  lo  que 
parece  preciso  que,  según  naturaleza,  sean  más  poderosos 
en  la  batalla  aquellos  que  combaten  con  armas  semejantes 
a  las  de  Dios,  que  34  no  aquellos  que  combaten  con  armas  de- 
semejantes a  las  del  mismo  Dios. 

Mucho  agradó  al  León  él  ejemplo  de  La  Zorra,  y  quiso  de 
cualquier  modo  35  enviar  presentes  y  mensajeros  al  rey  de 
los  hombres;  para  lo  que  preguntó  qué  mensajeros  le  acon- 
sejaban enviarle  y  qué  joyas  debían  llevar;  y  la  Zorra  acon- 
sejó que  siguiese  el  parecer  del  Buey,  pues  él  sabía  las  cos- 
tumbres de  los  hombres  y  las  cosas  que  más  apreciaban, 
como  quien  había  estado  entre  ellos30.  Y,  habiéndoselo  pre- . 
guntado,  respondió:  — 'Señor,  cuando  el  rey  de  los  hombres 
envía  embajadores,  los  envía  escogiendo  los  más  nobles  y 
prudentes  de  su  consejo ;  y,  siéndolo  entre  los  del  vuestro  el 
Tigre  y  el  Leopardo  37 ,  deberán  éstos  ir,  y  llevar  por  pre- 
sentes al  Gato,  por  tener  en  algo  vuestra  similitud,  y  al  Perro, 
porque  los  hombres  se  agradan  mucho  de  la  caza  3S. 

Y,  -habiéndolo  el  León  ejecutado  todo  según  el  consejo  del 
Buey,  envió  al  Tigre  y  al  Leopardo  por  embajadores,  y  por 
presentes  al  Gato  y  al  Perro,  e  hizo  su  camarero  al  Buey, 
y  dió  a  la  Zorra  el  oficio  que  solía  tener  el  Perro. 


33  La  palabra  original  «maestría»  significa  más  bien  'industria  en- 
gañosa". 

**  Todo  este  segundo  término  de  la  comparación  falta  en  el  :r\;<> 
catalán. 

36  Corresponde  a  la  expresión  «de  totes  passades». 

88  También  la  frase  «como  quien  había  estado  entre  ellos»  es  una 
glosa  explicativa. 

87  «la  Onça  e  lo  Leupart»,  es  decir,  el  lince  y  el  leopardo  ;  en 
todo  el  capítulo  siguiente  se  traduce  erróneamente  «1  igre»  por 
«Lince». 

w  Versión  abreviada,  pero  bastante  fiel. 


736 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  XLI 

5.     DE  LOS  EMBAJADORES  QUE  EL  LEÓN  ENVIÓ  AL  REY 
DE  LOS  HOMBRES 

Antes  de  partirse  los  embajadores,  el  León  quiso  ense- 
ñar al  Tigre  y  al  Leopardo  el  modo  de  practicar  su  emba- 
jada, y  les  dijo  estas  palabras:  — La  sabiduría  del  señor 
está  significada  en  los  sabios  embajadores  y  en  que  hablen 
bien,  aconsejen  bien  y  estén  bien  unidos;  y  la  nobleza  del 
señor  está  significada  en  que  los  embajadores  vivan  con 
toda  orden  en  sus  casas  que  estén  bien  vestidos  y  tengan 
su  familia  bien  acostumbrada  y  bien  lucida,  y  que  así  ellos 
como  ella  no  tengan  avaricia,  lujuria,  soberbia,  ira  ni  nin- 
gún otro  vicio.  Cuyas  circunstancias  y  otras  muchas  son 
necesarias  a  los  embajadores  de  un  príncipe  y  a  la  corte  a 
quien  se  envían. 

Cuando  el  León  hubo  doctrinado  a  sus  embajadores  con 
estas  palabras  2,  se  partieron  de  la  corte  y  anduvieron  mu- 
chas tierras  hasta  llegar  a  una  ciudad  donde  el  rey  de  los 
hombres  tenía  su  parlamento.  Y  al  entrar  en  ella  había  mu- 
jeres de  las  que  se  ganan  la  vida  con  pérdida  de  sus  cuerpos 
y  almas  y  corrompiendo  los  cuerpos  y  almas  ajenas  3,  que 
en  presencia  de  los  embajadores  pecaban  con  los  hombres; 
de  que  los  embajadores  se  maravillaron  mucho ;  y  el  Leopardo 
dijo  a  sus  compañeros  *  estas  palabras : 

— Un  ciudadano  amaba  mucho  a  su  mujer,  y  como  cerca 
de  su  casa  viviese  una  mujer  mundana 5,  y  la  mujer  del 
ciudadano  viese  entrar  muchas  veces  los  hombres  a  pecar 
con  aquella  mujer,  le  vino  deseo  de  ejecutar  lo  mismo.  Y  así 
vivió  mucho  tiempo  en  pecado,  hasta  que  su  marido  la  en- 
contró cometiéndole  con  un  hombre,  de  que  se  irritó  mu- 
cho, por  lo  que  la  mujer  le  dijo:  "Una  vez  sucedió  que  en 
un  prado  se  combatían  dos  machos  de  cabrío  6,  y  por  los 
grandes  golpes  que  se  daban  les  caía  mucha  sangre  de  la 
frente,  la  que  caía  en  la  hierba,  y  una  zorra  la  lamía,  hasta 

1  Falsa  traducción  de  «que  fassen  honradament  massió»  ;  es^  de- 
cir, que  gasten  como  corresponde  a  gente  honrada  y  de  categoría. 

2  «Con  lo  Lehó  hac  adoctrináis  sos  missatgers  com  deguessen 
perlar  ab  lo  rey,  ni  com  se  deguessen  captenir...» 

3  Amplificación  de  «folles  fembres  de  bordell». 

4  En  catalán  se  lee  en  singular  «son  companyó». 

5  No  escribió  esto  Ramón,  sino  :  «Aquell  burgués  loga  va  •!•  ostal 
que  ere  prop  son  alberch,  a        folla  fembra.» 

6  El  manuscrito  B,  que  sigue  el  traductor  castellano,  dice  real- 
mente «bochs»,  que  son  machos  cabríos  ;  el  códice  A,  «bous»,  bueyes 
(cf.  ed.  Galmés,  II,  123,  y  IV,  334). 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  41 


737 


que,  encontrándose  los  dos  machos  con  gran  furor,  encon- 
traron en  medio  a  la  zorra,  y  la  hirieron  por  los  costados, 
de  forma  que  del  golpe  murió,  diciendo  que  ella  era  la 
ocasión  de  su  muerte." 

— Señores  7 — dijo  el  Perro — ,  gran  maravilla  es  de  que 
los  hombres,  que  creen  en  Dios,  no  tengan  escrúpulo  de 
dejar  pecar  estas  malas  mujeres  en  presencia  de  las  gen- 
tes que  entran  y  salen  en  esta  ciudad;  en  que  se  manifiesta 
que  los  habitadores  de  ella  y  su  señor  son  lujuriosos,  pues 
tan  desvergonzadamente,  como  los  perros,  usan  de  la  lu- 
juria.— Y,  en  diciendo  el  Perro  estas  palabras,  entraron 
en  la  ciudad  y  se  fueron  a  la  posada;  y  después  el  Leo- 
pardo y  el  Tigre,  a  ver  al  rey,  con  los  presentes  que  lle- 
vaban. 

Pero  no  lo  pudieron  conseguir,  porque  aquel  rey  tenía 
por  costumbre  dejarse  ver  muy  pocas  veces,  para  manifes- 
tar su  grandeza;  de  forma  que,  habiendo  estado  ellos,  entre 
otras,  todo  un  día  a  la  puerta  de  palacio  sin  poderlo  con- 
seguir, se  disgustaron  mucho  de  estar  en  su  corte;  y  un 
hombre  injuriado,  que  había  estado  mucho  tiempo  en  ella 
sin  poder  hablar  al  rey,  dijo  en  presencia  de  los  embaja- 
dores: — Humilde  es  Dios,  que  es  rey  del  cielo  y  de  la  tie- 
rra y  de  todo  cuanto  tiene  ser,  pues  todas  las  veces  que  el 
hombre  le  quiere  ver  y  decir  sus  necesidades,  puede,  no  te- 
niendo porteros  a  quien  se  necesite  de  dar  dinero,  ni  con- 
sejeros que  por  él  hagan  injusticias  y  engaños,  ni  cree  a 
hombres  lisonjeros,  ni  hace  vegueres 8,  jueces,  bailes  ni 
procuradores  que  sean  orgullosos,  avaros,  vanagloriosos,  lu- 
juriosos o  injuriosos.  ¡Bendito  sea  tal  rey  y  todos  aquellos 
que  le  conocen,  le  aman,  le  honrar  y  le  sirven! 

Por  las  palabras  que  el  hombre  decía  conocieron  los  em- 
bajadores que  el  rey  era  hombre  lujurioso  <J ;  por  lo  que  dijo 
el  Tigre  al  Leopardo  las  siguientes:  — Un  rey  quiso  dar 
por  mujer  su  hija  a  un  otro  rey,  y  secretamente  envió  un 
caballero  a  su  corte  para  tratar  el  casamiento.  Este  caba- 
llero, luego  que  entró  en  el  reino  10,  preguntó  a  los  pasa- 
jeros11 las  costumbres  del  rey,  los  que  le  informaron  las 
tenía  muy  malas.  Y,  habiendo,  en  fin,  encontrado  dos  ju- 
glares que  venían  de  la  corte,  les  preguntó  lo  mismo ;  y  éstos 
le  dijeron  que  el  rey  era  liberal,  cazador,  enamorado  12,  y 

"  aLeupart,  sènyer»,  en  el  texto  original. 

s  t Veguer»,  cargo  de  gobierno  y  de  justicia  en  toda  úna  comarca. 

9  El  texto  catalán  dice  «injuriós»;  epíteto  que  no  concuerda  tan 
bien  con  todo  lo  que  se  sigue. 

10  El  inciso  «luego  que  entró  en  el  reino»  lo  añade  el  traductor 
para  -mayor  claridad. 

11  Ramón  escribió  «als  pageses  e  al  poble». 

13  «enamorado»  no  refleja  todo  el  sentido  del  catalán  '(amador  <Ie 
dones». 


738 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


le  alabaron  de  otras  muchas  cosas  semejantes,  y  que  al  fin 
a  ellos  les  había  dado  dineros  y  vestidos.  Por  cuyas  alaban- 
zas y  por  los  vituperios  que  los  otros  pasajeros  y  el  pueblo 
le  habían  dicho,  conoció  el  caballero  que  el  rey  era  hombre 
malo  y  de  malas  costumbres;  y  se  volvió,  y  contó  a  su  señor 
lo  que  había,  el  que  no  quiso  casar  su  hija  con  aquel  rey, 
por  tener  escrúpulo  de  dársela  a  hombre  de  malas  costum- 
bres. 

Después  de  haber  pasado  poco  tiempo  de  este  razona- 
miento 13,  entraron  los  embajadores  a  hablar  al  rey,  y  le 
dieron  los  presentes  que  el  León  le  enviaba  y  una  carta  de 
su  parte,  que  contenía  estas  palabras:  "En  una  provincia 
había  un  rey  que  tenía  muchos  honrados  barones,  todos 
hombres  de  gran  poder.  Y  el  rey,  para  que  ellos  le  temiesen 
y  para  poder  mantener  paz  y  justicia  en  sus  dominios,  pro- 
curó tener  estrecha  amistad  con  el  emperador.  Y  el  empe- 
rador, que  le  amaba  mucho  por  sus  buenas  costumbres,  se 
la  mantenía,  con  el  mismo  fin,  y  con  el  de  que  los  barones 
del  emperador  no  osasen  desobedecerle,  ni  tampoco  los  del 
rey  al  emperador 14 ;  y  así  estaban  todos  contentos 15  y 
mantenían  uno  y  otro  la  quietud  y  la  justicia  en  sus  do- 
minios" 16.  Habiendo  el  rey  oído  el  contenido  de  las  cartas 
del  León  y  recibido  los  presentes,  dió  el  Gato  a  un  ropero  17 
que  estaba  delante,  y  el  Perro  a  un  caballero  aficionado  a 
la  caza;  de  que  se  disgustaron  mucho  los  embajadores,  pues 
el  ropero  no  era  hombre  digno  de  tener  el  Gato,  que  el  León 
enviaba  para  mostrar  su  semejanza.  Y,  cuando  se  hubieron 
vuelto  a  la  posada  18,  el  Perro  vino  a  ella,  y  les  dijo  que 
él  estaba  muy  disgustado  de  que  le  hubiesen  entregado  al 
caballero,  pues  le  quería  para  cazar  y  perseguir  los  peque- 
ños vasallos  del  León,  lo  19  que  se  vería  precisado  a  ejecutar. 

Sucedió  un  día  de  celebridad  que  el  rey  llamó  a  los  em- 
bajadores y  les  dió  de  comer  delante  de  sí  en  una  bella  sala, 
en  que  comía  él  también  con  la  reina  y  gran  multitud  de 
caballeros.  Y  en  tanto  que  comían,  andaban  por  la  sala  truha- 
nes 20,  cantando  y  sonando  instrumentos  y  diciendo  tantas 
deshonestidades  contrarias  a  las  buenas  costumbres,  que 

13  Hasta  aquí  es  una  añadidura  del  traductor. 

u  Con  muy  poco  sentido  de  la  jerarquía  feudal  se  introdujo  en  la 
versión  esta  frase  :  «ni  tampoco  los  del  rey  al  emperador». 

15  No  «contentos»,  sino  «dominados»,  significa  el  catalán  «plants» 
(por  «plans»). 

16  Amplificación  del  original  luliano  :  «...  e  havia  lo  rey  pau  en 
sa  terra.» 

M  «ropero»  traduce  mal  la  palabra  «draper»  —  («trapero». 
38  El  traductor  omitió  la  frase  «e  ab  lo  rey  hagueren  perlat  lon- 
gament  de  la  missatgeria  per  què  eren  venguts». 

19  Esta  última  frase  no  corresponde  al  texto  de  Llull  :  «e  per 
açò  havia  consciència  com  faés  cosa  contra  lo  senyor  de  qui  era  estat.» 

20  Traducción  excesiva  de  «juglars». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  41 


739 


alababan  lo  que  debían  vituperar  y  vituperaban  lo  que  de- 
bían alabar;  de  lo  que  el  rey  y  la  reina  y  todos  los  demás 
tenían  complacencia. 

Y,  en  tanto  que  estaban  con  esta  diversión,  entró  en 
la  sala  un  hombre  pobremente  vestido  y  con  grandes  barbas, 
el  cual  dijo:  — No  se  olvide  el  rey,  la  reina,  sus  barones  y 
todos  los  demás,  grandes  y  pequeños,  que  hay  en  esta  sala  21, 
de  que  Dios  ha  creado  todas  las  criaturas  que  hay  en  la 
mesa  del  rey  22  para  el  servicio  y  sustento  del  hombre  y  para 
que  el  hombre  sirva  a  Dios.  No  crean  el  rey,  la  reina  ni 
sus  barones  y  damas 23  que  Dios  olvide  la  deshonestidad 
y  el  desorden  que  hay  en  esta  sala,  en  la  cual  es  Dios  ofen- 
dido por  no  haber  quien  reprenda  lo  que  se  debe  repren- 
der, ni  quien  alabe  lo  que  se  debe  alabar,  ni  quien  dé  a 
Dios  gracias  del  honor  que  ha  dado  en  este  mundo  al  rey, 
a  la  reina  y  a  todos  los  demás  de  su  corte. — Habiendo  dicho 
el  buen  hombre  estas  palabras,  un  sabio  escudero  se  arro- 
dilló delante  del  rey,  y  le  rogó  le  diese  oficio  en  su  palacio, 
para  que  él  alabase  lo  que  se  debía  alabar  y  que  vitupe- 
rase lo  que  se  debía  vituperar;  lo  que  no  le  quiso  el  rey 
conceder,  temiendo  que  el  escudero  no  vituperase  los  de- 
fectos que  él  tenía  costumbre  de  hacer,  en  los  cuales  se 
delectaba  y  quería  mantener  hasta  el  fin  de  sus  días,  guar- 
dando para  entonces  el  hacer  penitencia  de  sus  pecados. 

Y,  en  tanto  que  el  escudero  pedía  al  rey  aquel  oficio, 
y  el  rey  se  le  negaba,  entró  el  veguer  de  la  ciudad  con  un 
nombre  que  había  muerto  a  un  caballero  alevosamente,  por 
lo  que  estaba  condenado  a  la  horca  24 ;  y  el  hombre  dijo  al 
rey  estas  palabras:  — Señor,  Dios  perdona  siempre  que  el 
hombre  le  pide  misericordia;  y,  pues  vos  sois  en  la  tierra 
lugarteniente  de  Dios,  os  pido  perdón,  el  que  me  debéis 
conceder  a  su  imitación. — A  que  respondió  el  rey:  — Dios 
es  justo  y  misericordioso,  y  obra  con  justicia  si  perdona  a 
aquel  que  comete  el  delito  por  acaso,  por  accidente  o  por 
desgracia  (y  también  al  que  después  de  cometido,  de  cual- 
quier modo  que  sea,  le  pide  perdón  con  propósito  firme  de 
la  enmienda)  25.  Pero  la  justicia  de  Dios  no  tendría  con- 
cordancia con  su  misericordia  si  ésta  perdonaba  a  quien 
hace  propósito  de  pecar  con  la  esperanza  de  ser  después 

21  «qui  menjen  en  esta  sala»,  escribió  Ramón  con  más  fuerza 
plástica. 

Y  añade  Llull,  preciso  y  detallista:  «les  quals  ha  creades  diverses 
e  delitables  a  menjar,  e  ha  fetes  aquelles  venir  de  longues  terres...» 

a  El  miembro  «ni  sus  barones  y  damas»  amengua  la  audacia  del 
original,  en  que  el  hombre  de  Dios  se  encara  sólo  con  los  reyes. 

?  En  el  texto  luliano  fué  el  rey  quien  le  condenó  :  «Aquell  rey 
menà  penjar  lo  hom  qui  havia  mort  lo  caveller.» 

*  Lo  que  incluímos  entre  paréntesis  lo  añadió,  sin  duda,  el  tra- 
ductor para  que  nadie  interpretase  torcidamente  la  falta  de  precisión 
del  párrafo  anterior. 


740 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


perdonado  (pues  esto  es  abusar  de  la  misericordia)  25.  Y,  pues 
tú  hiciste  propósito  de  matar  al  caballero  con  la  esperanza 
de  que  yo  te  perdonaría,  no  eres  por  esto  digno  de  perdón. — 
Por  cuyas  palabras,  dichas  por  el  mesmo  rey,  conocieron  los 
embajadores  que  el  rey  había  obrado  contra  sí  mesmo  en 
haber  negado  el  oficio  que  el  escudero  le  había  pedido  (pues 
por  ellas  era  digno  de  alabanza)  25. 

Después  que  el  rey  y  los  demás  hubieron  comido  y  se 
salieron  de  la  sala,  los  embajadores  se  volvieron  a  su  po- 
sada, diciendo  que  era  grande  la  nobleza  de  la  corte  y  el 
poder  26  del  rey,  si  él  fuese  sabio  y  temeroso  de  Dios.  En 
el  mesón  encontraron  a  la  mesonera  llorando,  y,  pregun- 
tándola qué  tenía,  respondió:  — En  esta  ciudad  ha  tenido 
el  rey  cortes,  y  para  ello  ha  hecho  juntar  gran  multitud  de 
gentes27,  con  gran  gasto;  y  para  subvenirle  ha  repartido 
una  gran  contribución,  tal  que  por  mi  parte  sola  habré  de 
pagar  mil  sueldos 2S,  los  que  no  tengo  ni  sé  de  dónde  sa- 
carlos. — Señora — dijeron  los  embajadores — ,  ¿el  rey  no 
tiene  tesoros? — A  lo  que  ella  respondió  que  el  rey  no  tenía 
más  tesoros  que  la  contribución  que  sacaba  de  sus  vasallos, 
y  que,  teniendo  grandes  gastos  por  las  cortes  que  todos  los 
años 29  ejecutaba,  los  destruía.  — Señora — la  dijo  el  Tigre — , 
¿qué  útilidad  se  sigue  de  tener  el  rey  cortes  todos  los 
años? — A  que  ella  respondió  que  ninguna,  antes  mucho 
daño;  porque  la  gente  se  empobrecía,  y  la  necesidad  les 
obligaba  a  cometer  muchos  engaños  y  falsedades  y  aborre- 
cer al  rey,  porque  gastaba  más  de  lo  que  tenía,  y  porque  se 
lo  quitaba  a  los  unos  para  dárselo  a  los  otros,  que  lo  me- 
nospreciaban, porque,  fingiendo  grandes  misterios  y  nego- 
cios, después  no  resultaba  cosa  de  entidad  ni  provecho. 

Y  cuando  los  embajadores  oyeron  estas  palabras,  le  des- 
preciaron también  (pues  rey  despreciado  de  sus  vasallos 
nunca  puede  ser  apreciado  de  los  extranjeros)  30.  — Seño- 
ra— dijo  el  Leopardo — ,  gran  daño  se  sigue  a  este  país  de 
que  su  rey  no  sea  bien  acostumbrado  y  rectoj — A  que  la 
hostalera  31  respondió :  — No  puede  el  hombre  explicar 32  el 
daño  que  causa  un  mal  príncipe:  por  el  mal  que  hace  y  por 
el  bien  que  deja  de  hacer,  pudiendo  hacerle.  Y  éste  es  hom- 


-3  Vid.  nota  25  pág.  739. 

-6  Versión  incolora  de  «e  gran  poder  havia  de  gents  e  de  thesaur». 
27  «qui  són  venguts  de  longues  terres».  En  el  original  quien  se 
lamenta  es  el  mesonero. 

2S  La  frase  que  sigue  sustituye  a  «los  quals  hauré  a  manlavar  de 

juheus». 

29  «les  quals  corts  fe  ya  tots  anys  .11.  vegades». 

30  El  paréntesis  es  una  añadidura  del  traductor,  quien,  en  cambio, 
omite  'a  frase  «menysprearen  lo  rey  e  tots  los  hòmens  de  la  terra». 

81  Catalanismo  por  «huéspeda». 
32  «aestmar»  significa,  mejor,  estimar,  ponderar. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  41 


74 1 


bre  que  se  confía  demasiado  de  su  consejo,  siendo  así  que 
es  compuesto  de  hombres  malvados  y  viles  y  tan  soberbios, 
que  cada  uno  cree  ser  mejor  que  el  rey,  el  que  no  se  cuida 
más  que  de  cazar,  de  pasearse  y  de  hacer  vanidades  y  ejer- 
cicios de  lujuria. 

Los  embajadores  se  volvieron  a  palacio  para  hablar  al 
rey  r¿,  y,  cuando  estuvieron  en  su  presencia,  el  rey  honró 
más  al  Leopardo  que  a  la  Onza  o  Tigre  :  4,  por  causa  de  que 
le  miró  con  más  agrado  y  semblante  más  risueño,  y  le  hizo 
sentar  más  cerca  de  sí ;  de  lo  que  la  Onza  tuvo  gran  ira  w. 
Y,  en  tanto  que  el  rey  estaba  con  los  embajadores,  cuatro 
ciudades  enviaron  ocho  mensajeros,  quejándose  de  los  ofi- 
ciales reales  que  había  en  ellas;  pues,  siendo  malos,  peca- 
dores y  avaros,  las  destruían;  por  lo  que  le  rogaban  que 
les  enviase  otros;  pero  el  rey  les  remitió  a  su  consejo36. 
El  cual,  habiéndolos  oído,  los  reprendió  mucho,  a  causa  de 
que  los  oficiales  reales  tenían  en  él  amigos,  y  con  su  con- 
sentimiento obraban  mal,  por  darles  parte  de  lo  que  ilíci- 
tamente adquirían.  Y  así  los  mensajeros  se  hubieron  de 
volver  sin  haber  adelantado  nada  en  su  pretensión. 

En  fin,  el  Leopardo  dijo  al  rey  qué  quería  que  respon- 
diese a  su  señor;  y  él  le  respondió  que  le  dijese  37  que  le 
enviase  un  oso  y  un  lobo,  para  que  se  combatiesen  el  oso 
con  un  jabalí  que  tenía  muy  fuerte,  y  el  lobo  con  un  alano  -s. 
Por  lo  que  los  embajadores  se  despidieron,  y  se  fueron 
disgustados  por  no  haberles  dado  nada  para  sí  ni  para  su 
señor,  y  por  parecerles  que  el  rey  quería  sojuzgar  al  León. 

Puestos  en  el  camino,  encontraron  a  los  ocho  mensaje- 
ros, que  se  volvían  a  sus  tierras  también  muy  disgustados; 
por  lo  que  los  unos  y  los  otros  dijeron  mal  del  rey  y  de  su 
consejo.  Y  el  Leopardo  les  preguntó  si  les  parecía  que  el 
rey  tenía  culpa  de  todo  aquel  mal  régimen.  A  que  el  uno 
de  ellos  respondió :  — En  una  ciudad  había  un  ciudadano  muy 
rico,  el  cual  murió  y  dejó  a  su  hijo  cuanto  tenía,  e  inmedia- 
tamente se  metieron  muchos  a  aconsejarle,  los  unos  que  se 
casase  y  los  otros  que  se  hiciese  sacerdote  :!!'.  Pero  él  se  es- 


"  Compárese  con  el  original  :  «Con  lo  rey  hac  dormit,  los  mis- 
satgers foren  venguts  al  palau  del  rey,  e  no  pogueren  entrar  perlar 
ab  lo  rey  tro  que  hagueren  logats  los  porters.» 

M  El  original  sólo  dice  «que  la  Onça»  ;  véase  más  arriba,  p.  735, 
n.  37- 

35  La  traducción  omite  todo  un  párrafo  :  «car  la  Unça  creya  que 
el  rey  la  degués  aytant  ho  pus  honrar  que  lo  Leupart». 

34  «e  dix  que  son  concell  proveiria  a  lurs  demandes». 

ST  Ramón  escribió  más  cortésmente  :  «...  que  li  saludas  lo  rey, 
e  que  li  digués  de  sa  part.» 

*' El  catalán  dice  :  «...  ab  lo  qual  volia  que-s  combatés  -i-  lop  tot 
!o  pus  mal  que  fos  en  la  cort  del  Lehó.» 

"  Llull  dice  más  vagamente  :  «los  altres  lo  pregaven  que  en- 
tràs  en  ofda.» 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


timó  más  40  vender  cuanto  tenía  y  hacer  un  hospital,  para 
que  se  albergasen  los  peregrinos  que  venían  de  la  Tierra 
Santa;  y  un  puente,  para  que  ellos  y  los  demás  pasajeros 
pasasen,  sin  mojarse,  un  río  que  estaba  a  la  entrada  de  la 
ciudad,  en  el  cual  se  habían  anegado  muchos  41.  Cuando  hubo 
acabado  sus  dos  obras,  soñó  una  noche  que  todo  cuanto  bien 
de  ellas  se  seguiría  le  serviría  de  mérito  delante  de  Dios. — 
Cuando  el  Leopardo  oyó  estas  palabras,  conoció  que  el  rey 
tendría  pena  en  el  infierno,  tan  grande  como  era  el  daño  que 
se  seguiría  de  las  malas  costumbres  que  él  y  su  consejo  ha- 
bían esparcido  con  su  mal  ejemplo  42 ;  por  lo  que  dijo  que  él 
se  estimaba  más  ser  bestia  irracional,  aunque  no  fuese  nada 
después  de  muerto,  que  ser  mal  rey  de  los  hombres,  a  vista 
de  los  males  que  por  serlo  se  originaban.  Al  tiempo  de  des- 
pedirse los  mensajeros  y  los  embajadores,  el  Leopardo  les 
dijo  que  confiasen  en  Dios,  para  que  en  breve  tiempo  les 
diese  buen  príncipe  43,  pues  con  esto  Dios  no  sufre  que  el 
majo  viva  mucho,  por  que  no  haga  tanto  mal  como  haría  si 
él  viviese. 

Volviendo  el  discurso  a  tratar  de  la  corte  del  León,  en 
tanto  que  sus  embajadores  estaban  en  la  del  rey  de  los  hom- 
bres, se  ha  de  saber  que  la  Zorra,  que  quedó  por  portera 
del  rey,  le  dijo  que  el  Leopardo  tenía  por  mujer  la  más  her- 
mosa bestia  del  mundo;  y  la  alabó  tanto,  que  el  rey  se  ena- 
moró de  la  Leoparda  y  la  hizo  su  mujer,  a  pesar  de  la  reina 
y  de  todo  su  consejo;  y  todos  los  que  le  componían  conci- 
bieron gran  miedo  cuando  vieron  que  la  Zorra  había  hecho 
hacer  al  rey  tan  gran  defecto  contra  su  buena  mujer  y  con- 
tra el  Leopardo,  que  era  su  leal  servidor.  Por  lo  que  el  Buey 
dijo  a  la  Zorra:  — Amiga,  gran  miedo  tengo  de  que  el  Leo- 
pardo te  ha  de  ser  muy  contrario  cuando  sepa  que  tú  has 
sido  causa  de  que  el  rey  le  quite  su  mujer. — A  lo  que  respon- 
dió la  Zorra :  — Una  vez  sucedió  que  una  doncella  de  la  reina 
cometió  una  falsedad  contra  su  señora,  y  esta  doncella  ad- 
quirió tanto  el  afecto  del  rey,  que  la  reina  la  temía  mucho, 
y  por  miedo  del  rey  no  se  osaba  vengar  de  ella. 

A  poco  tiempo  llegaron  los  embajadores  a  la  corte  del 
León,  su  señor,  y,  habiéndole  dado  cuenta  de  su  suceso,  el 
Leopardo  se  fué  a  su  casa,  donde  creyó  encontrar  su  mujer  4i, 


40  Catalanismo  por  «prefirió»  («fo  en  volentat»). 

41  El  texto  luliano  añade  :  «...  molts  pelagrins  qui  venien  e  ana- 
ven  en  Jherusalem.» 

42  Se  omite  aquí  todo  un  párrafo  :  «e  dix  que  la  pena  que  stava 
apperellada  al  rey  e  a  son  concell,  era  enesmable.» 

43  Ramón  concreta  más  :  «...  qui  hagués  bon  concell  e  bons 
officials.» 

44  aque  molt  amava»,  añade  Ramón  emotivamente. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  42 


743 


y  halló  en  ella  a  la  Mustela,  al  Hurón  45  y  a  todos  los  demás 
de  su  familia  con  suma  tristeza,  los  que  contaron  al  Leopardo 
el  deshonor  que  el  rey  le  había  hecho  y  cómo  le  había  for- 
zado su  mujer;  de  que  el  Leopardo  se  irritó  en  extremo,  y 
preguntó  si  su  mujer  había  mostrado  gusto  en  el  suceso  o 
si  había  sido  violentada.  A  que  respondió  la  Mustela  que  su 
señora  había  mostrado  gran  sentimiento  y  lloraba  mucho  este 
suceso,  por  causa  de  que  a  él  le  amaba  sobre  todas  las  cosas. 
De  cuyas  razones  el  Leopardo  se  irritó  mucho  más  que  no 
lo  hubiera  estado  si  ella  hubiese  sido  rogada  y  no  violen- 
tada; por  lo  que  con  esta  tristeza  se  puso  a  discurrir  el 
modo  de  vengarse  del  León. 


CAPITULO  XLII 
6.    De  la  batalla  que  hubo  entre  el  Leopardo  y  la  Onza 

El  Leopardo  se  volvió  a  la  corte  del  rey,  y  la  Zorra,  vién- 
dole venir,  dijo  al  rey  con  todo  secreto:  — éeñor,  por  vues- 
tros amores  con  la  Leoparda  he  caído  en  desgracia  de  su 
marido ;  y,  si  vos  no  me  honráis  y  me  tenéis  cerca  de  vuestra 
persona,  es  cierto  que  él  me  quitará  la  vida. — Por  cuyas 
razones  el  León  luego  hizo  a  la  Zorra  de  su  consejo  y  la  dió 
lugar  inmediato  a  su  persona  (e  hizo,  por  consejo  de  la  mis- 
ma, su  portero  al  Pavón,  porque  siente  mucho),  aunque 
con  disgusto  de  todos  los  barones  y  nobles,  y  sobre  todo  del 
Leopardo,  por  haber  tenido  noticia  de  que  la  Zorra  había  sido 
ocasión  de  su  desgracia. 

Por  lo  que,  en  presencia  del  rey  y  de  toda  su  corte,  retó 
al  rey  de  traición,  pues  inicuamente  le  había  quitado  a  su 
mujer;  y  que  si  en  la  corte  había  algún  barón  que  quisiese 
tomar  la  demanda  por  el  rey,  que  él  se  combatiría  con  él 
cuerpo  a  cuerpo.  Y,  aplazando  la  batalla,  dió  al  rey  una  pren- 
da suya;  de  que  el  León  tuvo  gran  ira  \  y  dijo  a  sus  barones 
que  quién  de  ellos  quería  defender  su  punto  y  estimación  con- 
tra el  Leopardo2.  Y,  como  ninguno  quisiese  tomar  el  parti- 


*  aMustela»  es  catalanismo  por  «Ardilla»  ;  «el  Hurón»  no  se  men- 
ciona en  el  original. 

1  El  texto  primitivo  es  más  explícito  :  aruolt  fo  irat  lo  rey  contra 
lo  Leupart,  e  hac  gran  vengonya  de  ses  gents,  com  fVn  apellat 
traydor.» 

*xLa  versión  omite  todo  un  párrafo  :  «Tots  los  barons  callaren, 
tro  eme  Na  Ranart  dix  aquestes  peraules  :  — Traïció  és  cosa  aui  és 
a  Déu  molt  desagradable,  e  gran  desonor  és  a  tot  lo  poble  del  rey, 
que  lur  senyor  sia  appellat  de  traïció.  Enaxí  con  lo  Leupart  fa  gran 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


do,  Ta  Onza,  acordándose  que  el  rey  de  los  hombres  había 
honrado  más  al  Leopardo  que  a  ella,  le  tomó,  aunque  le  re- 
mordía la  conciencia,  como  sabía  que  el  rey  había  obrado 
mal 3. 

En  fin,  vinieron  al  campo  de  batalla,  con  gran  concurso 
de  pueblo  4  que  quería  verlos  combatir ;  y,  habiendo  pregun- 
tado el  Gallo  a  la  Serpiente  que  cuál  le  parecía  que  vencería, 
ésta  le  respondió :  — La  batalla  se  permite  5  porque  la  ver- 
dad confunda  y  destruya  a  la  falsedad;  y,  siendo  Dios  ver- 
dad, todo  el  que  defiende  la  falsedad  combate  contra  Dios  y 
contra  la  verdad. — Cuyas  palabras  oídas  por  el  Leopardo,  se 
consoló  mucho,  y,  al  contrario,  la  Onza  concibió  gran  recelo 
y  tristeza,  temiendo  que  los  pecados  del  rey  habían  de  ser 
causa  de  su  deshonor  y  de  su  muerte. 

La  batalla  duró  todo  aquel  día  hasta  la  hora  de  comple- 
tas, porque  Ta  Onza  se  defendía  ferozmente,  y  hubiera  ven- 
cido y  muerto  al  Leopardo  si  la  falta  de  razón  no  la  desma- 
yase,  y  si  la  que  el  Leopardo  tenía,  ayudado  de  la  verdad  y 
de  la  ira  concebida  contra  el  rey,  no  le  diese  alientos;  de 
forma  que  le  parecía  que  por  ningún  motivo  podía  ser  venci- 
do. Y  le  dió  tanto  vaTor  esta  consideración,  que  al  fin  venció 
a  la  Onza  6,  y  le  hizo  confesar,  delante  de  toda  la  corte,  que  < 
el  rey  su  señor  era  falso  y  traidor ;  de  que  todo  el  pueblo  tuvo 
gran  vergüenza,  y  el  rey  mucha  más,  y  en  tanto  grado,  que 
se  arrojó  y  despedazó  al  Leopardo,  sin  que  éste  se  pudiese 
defender  contra  su  señor 7 ;  de  que  todos  los  de  la  plaza 
tuvieron  gran  despecho,  y  cada  uno  de  por  sí  deseó  estar 
bajo  el  dominio  de  otro  príncipe,  por  ser  cosa  peligrosa  el  vi- 
vir bajo  del  que  es  injurioso,  iracundo  y  traidor. 

Habiendo  estado  el  León  toda  aquella  noche  con  gran  tris- 
teza y  despecho,  por  la  mañana  juntó  su  consejo  y  Tes  dijo 
le  diesen  su  parecer  sobre  lo  que  el  rey  de  los  hombres  le 
había  enviado  a  decir  de  que  le  enviase  un  oso  y  un  lobo. 
—Señor — dijo  la  Serpiente,  que  era  el  consejero  más  sabio — , 
muchos  osos  y  muchos  lobos  hay  en  vuestro  país,  de  los  cua- 
les podéis  escoger  el  que  os  parezca  mejor  para  enviar. — (Pero 


desonor  a  son  senyor,  e  per  fer  desonor  se  vol  metre  en  perill  de 
mort,  enaxí  farà  honor  tot  bo  baró  qui  seondescha  lo  rey  de  trahi- 
ció  ;  e  qui,  per  salvar  sa  honor,  se  matrà  en  la  batalla,  trobar  n'à 
del  rev  gran  gasardó — .  Per  la  gran  desonor  que  el  rey  prenia  cant 
lo  Leopart  lo  raptava  de  trahició,  e  car  la  Unça  aïrà  lo  Leopart 
quant  lo  rey  dels  hòmens  lo  havia  honrat...» 

3  «havia  feta  malvestat  e  engan  contra  lo  Leupart,  qui  leyal- 
ment  lo  havia  servit  tot  lo  temps  de  sa  vida.» 

4  «e  tot  lo  poble  dix  :  — Ara  apperrà  qui  venerà,  ho  veritat 
ho  falcetat.» 

5  afo  atrobade»  dice  propiamente  el  texto  catalán. 

6  El  original  añade  que  la  mató. 

*  Toda  esta  parte  abrevia  notablemente  el  texto  catalán,  aunque 
conservando  el  sentido. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


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la  Zorra  dijo:  -^Señor,  el  rey  de  los  hombres  es  el  más  sa- 
bio s  y  más  poderoso  que  hay  entre  todos  los  reyes  del  mun- 
do; por  lo  que  es  necesario  que  vos,  señor,  le  enviéis  el 
más  fuerte  y  más  sabio  oso  y  lobo  que  tengáis  9.  Y,  habién- 
dole preguntado  el  rey  que  cuáles  eran  estos  dos,  le  respon- 
dió que,  pues  tenía  un  Oso  y  un  Lobo  en  su  consejo,  era  con- 
secuente que  fuesen  estos  dos  los  más  fuertes  y  sabios  en- 
tre todos  los  demás  de  su  especie ;  lo  que  al  rey  pareció  bien, 
y  los  envió,  sacándolos  de  su  consejo,  sin  que  ellos  se  osasen 
excusar,  porque  amaban  la  honra  y  temían  se  les  notase  de 
cobardes. 

Entonces  la  Zorra  dijo  al  rey  que,  así  como  enviaba  los 
más  nobles  de  su  tierra  por  presente,  así  era  necesario  que 
los  llevase  el  más  sabio  embajador  de  su  corte;  lo  que  al  rey 
pareció  bien,  y  envió  como  a  tal  a  la  Serpiente. 

Pero  antes  que  la  Serpiente  saliese  de  la  corte,  dijo  es- 
tas palabras:  — -Una  vez  sucedió  que  una  zorra  encontró  en 
un  prado  una  asadura  10,  en  la  cual  había  oculto  un  anzuelo 
que  un  cazador  había  puesto  para  cogerla;  y  la  Zorra,  vien- 
do la  asadura,  no  la  quiso  tocar,  diciendo:  "No  está  esta 
carne  puesta  en  este  prado  sin  intención  y  peligro."  Mas  como 
el  León,  después  que  estuvo  en  pecado  por  la  muerte  del  Leo- 
pardo, no  tuviese  tanta  sutileza  como  antes,  no  entendió  la 
significación  de  las  palabras  de  la  Serpiente;  por  lo  que  la 
mandó  que  se  las  expusiese.  Y  ella  dijo  [que]  aquel 11  con- 
sejo que  la  Zorra  le  había  dado  no  se  le  daba  sin  intención 
y  falsedad,  y  que,  después  que  el  Buey  y  la  Zorra  habían 
entrado  en  su  corte,  no  faltaban  en  12  ella  trabajos,  tribula- 
ciones y  peligros. 

Cuando  el  Buey  oyó  a  la  Serpiente,  se  excusó,  diciendo 
que  él  no  había  hecho  ningún  mal  contra  el  rey  13,  y  que,  si 
él  estaba  allí,  era  porque  la  Zorra  se  lo  había  aconsejado,  di- 
ciéndole  que  para  ello  bramase  tres  veces  por  la  noche  y  tres 
por  el  día  14. 

8  Por  «lo  puN  noble». 

0  «car  si  no  ho  fets — añadió  la  Zorra —  porie-us  ésser  blasme  e 
perill». 

10  Como  traducción  de  «frexura»,  propiamente  desperdicio  de  las 
entrañas  de  algún  animal. 

u  Desde  esta  palabra  hasta  «falsedad,  y»  lo  añade  por  su  cuenta 
el  traductor. 

M  El  traductor  escribió  «de»  y  añadió  la  siguiente  ingenua  acota- 
ción :  «Esto  es,  después  que  la  ignorancia  y  la  malicia.» 

13  En  la  traducción  se  evapora  el  pintoresco  sentido  de  timidez 
del  original  :  «...  e  dix  que  ell  no  li  era  de  neguua  cosa  mal  mirent, 
ni  no  era  semblant  que  ell  degués  fer  neguna  res  de  mal  estant 
contre  lo  rey  ni  sa  cort,  cor  lo  rey  lo  tenia  honrat  ;  e  car  era  bèstia 
bona '  a  menjar  de  rey,  e  lo  rey  no-l  volia  menjar,  per  ço  devia 
gardar  e  salvar  al  rey  tota  sa  honor.» 

*  «e  que  vengés  á  la  cort— prosigue  el  texto — per  tractar  ab  lo 
rey  molt  de  bé». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


Lo  que  oyendo  la  Zorra,  tuvo  gran  disgusto,  y  concibió  en 
su  corazón  mala  voluntad  contra  el  Buey;  por  lo  que,  como 
un  día  de  gran  nieve  y  frío  el  León  y  los  de  su  comitiva  no 
tuviesen  qué  comer  y  el  León  pidiese  a  la  Zorra  algún  arbi- 
trio para  ello,  ella  respondió  que  no  sabía,  pero  que  pregun- 
taría al  Pavón  si  sentía  alguna  bestia  cerca  de  allí  que  pu- 
diesen comer,  y  partió  a  encontrarle.  El  Pavón,  viéndola 
venir,  tuvo  gran  miedo;  y  ella  le  dijo  que  si  el  Rey  le  pre- 
guntaba si  sentía  alguna  bestia  que  pudiesen  comer,  que 
dijese  que  no,  pero  que  sentía  que  al  Buey  le  olía  mal  el 
aliento  y  que  en  breve  había  de  morir  de  enfermedad.  Lo 
que  el  Pavón  se  encargó  de  hacer  por  dos  fines:  el  primero, 
por  temor  de  la  Zorra,  y  el  segundo,  porque  el  Buey  le  co- 
mía el  trigo;  y  habiendo  dicho  al  León  lo  que  le  había  en- 
cargado la  Zorra,  le  vino  deseo  15  de  comerse  el  Buey,  pero 
tenía  el  reparo  de  haberle  prometido  toda  seguridad  y  de 
que  le  había  servido  bien. 

Conociendo  la  Zorra  que  el  rey  dudaba  si  se  comería  o  no 
al  Buey,  se  llegó  a  él  y  le  dijo  que,  respecto  de  que,  según 
el  conocimiento  del  Pavón,  el  Buey  había  de  morir  en  breve 
de  enfermedad,  que  por  qué  no  se  le  comían,  mayormente 
cuando  Dios  permite  al  rey  servirse  de  sus  subditos  siempre 
que  la  necesidad  le  obliga  a  ello.  Y  habiéndola  puesto  el  León 
el  reparo  de  la  seguridad  que  le  había  prometido,  ella  le 
dijo  si  se  le  comería  si  el  Buey  mismo  decía  que  se  le  comie- 
se y  le  absolvía  de  la  seguridad  que  le  había  prometido.  Y  ha- 
biéndola dicho  el  León  que  sí,  ella  se  fué  a  encontrar  un 
cuervo  que  estaba  hambriento,  y  le  dijo: 

—-El  León  tiene  gran  hambre,  y  yo  dispondré  cómo  mate 
al1  Buey,  que  está  muy  gordo  y  bastará  para  todos;  pero 
para  ello  me  has  de  ayudar  tú,  diciendo  al  León  que  te  coma ; 
lo  que  él  no  ejecutará,  pues  yo  lo  estorbaré  con  mi  consejo; 
y,  cuando  yo  me  le  ofrezca  para  que  me  coma  a  mí,  tú  has 
de  decir  que  yo  no  soy  buena  para  eso  y  que  mi  carne  es  mal- 
sana. 

Y,  habiendo  la  Zorra  doctrinado  así  al  Cuervo,  se  fué  a 
encontrar  al  Buey  y  le  dijo  que  el  rey  se  le  quería  comer, 
porque  el  Pavón  le  había  dicho  que  le  olía  mal  el  aliento  y 
que  en  breve  moriría  de  enfermedad.  De  cuya  noticia  conci- 
bió el  Buey  gran  miedo,  y  dijo  que  era  verdadera  la  palabra 
que  el  labrador  había  dicho  al  caballero.  — 1¿  Y  cómo  fué  ello  ? 
— dijo  la  Zorra — .  A  que  el  Buey  respondió :  — Un  rico  labra- 
dor deseaba  honras,  y  para  conseguirlas  dió  su  hija  por  mu- 
jer a  un  caballero  que  amaba  la  riqueza  del  labrador.  Y  la 
honra  convirtió  en  sí  a  la  riqueza,  y  la  riqueza  no  pudo  te- 
ner poder  para  que  el  labrador  pudiese  tener  la  honra  del 


15  Al  León. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  42 


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caballero;  y  el  labrador  fué  pobre  y  no  honrado,  y  el  caba- 
llero, honrado  y  rico.  Y  entonces  el  labrador  dijo  al  caba- 
llero que  en  el  parentesco  del  caballero  y  del  labrador  está 
incluida  la  pobreza  y  trabajos  del  labrador  y  la  honra  del 
caballero;  lo  que  sucede  en  este  caso,  pues  en  el  León  está 
la  muerte  del  Buey,  y  en  la  muerte  del  Buey,  el  alivio  del 
León. — Pero,  esto  no  obstante,  la  Zorra  aseguró  al  Buey  para 
que  no  tuviese  miedo,  ponderándole  la  seguridad  que  el  León 
le  había  prometido,  y  que  era  mejor  que  él  voluntariamente  se 
ofreciese  para  que  se  le  comiese,  lo  que  sería  al  León  muy 
agradable;  por  cuyo  motivo,  y  por  lo  que  le  había  ofrecido, 
no  tenía  que  temer,  además  de  que  ella  dispondría  las  cosas 
de  modo  que  el  León  no  le  ofendiese. 

Habiendo  la  Zorra  dispuesto  así  las  cosas,  se  fué  delan- 
te del  León  con  el  Buey  y  con  el  Cuervo,  y  éste  se  le  ofreció 
luego  para  que  se  le  comiese.  Pero  la  Zorra  dijo  que  el  Cuervo 
no  tenía  carne  conveniente  para  el  alimento  del  rey,  y  que 
allí  estaba  ella,  que  se  la  comiese,  pues  no  tenía  otra  cosa  para 
darle  de  comer;  pero  el  Cuervo  dijo  que  la  carne  de  Zorra 
era  muy  malsana.  Entonces  e'l  Buey  se  ofreció  del  mismo 
modo  y  para  el  mismo  efecto,  añadiendo  que  él  era  grande  y 
gordo  y  tenía  buena  carne  para  que  el  León  se  alimentase. 
Lo  que  oído  por  el  León,  le  mató  y  comió  de  él;  y  de  lo  que 
dejó,  la  Zorra  y  el  Cuervo  cuanto  gustaron. 

Después  de  muerto  el  Buey,  el  León  preguntó  al  Gallo  y 
a  la  Zorra  que  a  quién  haría  su  camarero;  y,  queriendo  el 
Gallo  hablar  primero,  la  Zorra  le  miró  con  semblante  airado, 
por  lo  que  no  se  atrevió  hasta  que  ella  hablase.  Y  la  Zorra 
dijo  que  el  Conejo  tenía  agraciada  preferencia  y  era  animal 
humilde,  y  ejercería  bien  el  empleo  que  habían  tenido  el  Gato 
y  el  Buey.  Y,  pidiendo  el  León  su  parecer  al  Gallo,  éste  ño  se 
atrevió  a  oponerse  al  de  la  Zorra,  por  lo  mucho  que  la  temía ; 
y  así  aconsejó  al  rey  lo  mismo  que  ella.  Por  lo  cual  el  León 
hizo  su  camarero  al  Conejo,  y  entonces  la  Zorra  alcanzó  todo 
el  poder  de  la  corte,  porque  el  Gallo,  el#  Pavón  y  el  Conejo  la 
temían,  y  el  León  la  creía. 

Sucedió  un  día  que  el  rey  tuvo  que  tratar  un  gran  nego- 
cio y  se  aconsejó  sobre  él  con  el  Gallo  y  con  la  Zorra.  Y  el 
Gallo  dijo  al  rey  que  no  era  él  suficiente  a  tomar  resolución  en 
semejante  dependencia  sin  otros  compañeros;  y  aconsejó  al 
rey  que  aumentase  el  número  de  los  de  su  consejo,  pues  era 
el  deshonor  tenerle  tan  diminuto  como  lo  estaba  desde  que 
faltaban  de  él  la  Serpiente,  el  Leopardo,  la  Onza  y  el  Lobo. 
Lo  que  pareció  bien  al  rey,  pero  la  Zorra  se  opuso^diciendo : 
— En  un  país  sucedió  que  había  un  hombre  a  quien  Dios  ha- 
bía dado  tanta  ciencia,  que  entendía  todo  lo  que  decían  los 
animales  y  las  aves.  Pero  se  la  había  dado  con  tal  condi- 


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OBRAS  LITERARIAS   DE  RAMON  LLULL 


ción  que,  de  cuanto  de  ellos  entendiese  ni  oyese,  no  había  de 
comunicar  nada  a  nadie,  y  que  aquel  día  que  lo  diría  había  de 
morir.  Este  hombre  tenía  un  huerto,  en  el  cual  había  una 
noria,  de  que  un  buey  sacaba  agua,  y  tenía  también  un  burro 
que  acarreaba  el  estiércol  para  estercolarle.  Sucedió  una  tar- 
de que  el  buey  estaba  muy  cansado,  y  el  burro  le  aconsejó 
que  aquella  noche  no  comiese  la  cebada,  porque  a  la  mañana 
su  amo  no  le  hiciese  tirar  la  noria;  lo  que  el  buey  ejecutó, 
estándose  toda  la  noche  echado.  Y  el  hortelano,  creyendo  que 
el  buey  estaba  enfermo,  puso  el  día  siguiente  al  burro  a  ti- 
rar la  noria,  en  que  tuvo  gran  trabajo.  Y,  habiendo  éste  en- 
trado por  la  noche  en  el  establo  y  hallado  al  buey  que  des- 
cansaba, le  dijo :  "Nuestro  amo  te  quiere  vender  a  un  carni- 
cero, porque  cree  que  estás  enfermo;  y  así,  antes  que  esto 
suceda,  es  menester  que  te  vuelvas  a  tu  trabajo  y  hagas  ver 
que  estás  bueno"  16.  Lo  que  oído  por  el  buey,  comió  aque- 
lla noche  bien  y  manifestó  estar  sano.  El  amo,  entendiendo  la 
conversación  del  buey  y  del  burro,  no  pudo  disimular  la  risa; 
lo  que  visto  por  su  mujer  y  queriendo  saber  de  qué  se  reía, 
él  no  quiso  decírselo  (temiendo  que  la  muerte  le  asaltaría  si 
decía  y  revelaba  lo  que  sabía)  17.  Pero  la  mujer,  empeñada 
en  saberlo,  le  hizo  tan  grandes  instancias,  que  por  fin  le  dijo 
que  no  comería  ni  bebería  hasta  que  se  lo  dijese,  y  que,  en 
caso  necesario,  se  dejaría  morir.  Y,  con  efecto,  no  quiso  co- 
mer ni  beber  en  todo  aquel  día  ni  aquella  noche.  Y  el  marido 
la  amaba  tanto,  que  dijo  se  lo  diría;  y  para  ejecutarlo  hizo 
primero  su  testamento;  pero  cuando  ya  se  lo  quería  decir, 
oyó  lo  que  el  perro  de  su  casa  dijo  al  gallo  y  lo  que  el  gallo 
le  respondió. — Y,  preguntado  el  León  a  la  Zorra  qué  era  lo 
que  había  dicho  el  uno  y  respondido  el  otro,  ésta  prosiguió 
diciendo:  — En  tanto  que  el  hombre  hacía  su  testamento,  el 
gallo  cantó,  y  el  perro  le  reprendió  porque  cantaba  cuando  su 
señor  había  de  morir,  siendo  tan  fino,  que  jquería  morir  por 
que  su  mujer  viviese;  a  que  el  gallo  respondió  que  bien  me- 
recía morir  hombre  tan  simple,  que  no  sabía  ser  señor  de  una 
mujer.  Y  entonces  se»puso  a  llamar  a  diez  gallinas  que  tenía, 
y  habiéndolas  hecho  venir,  hizo  de  ellas  lo  que  quiso ;  lo  que 
visto  por  el  perro,  se  consoló  con  el  gallo  de  la  muerte  de  su 
señor,  pues  era  tan  simple;  y  volvió  a  cantar,  y  el  perro  a 
alegrarse.  Y  prosiguió  el  perro  diciendo:  "Compañero,  si  tu- 
vieses una  mujer  tan  loca  como  nuestro  amo  y  te  sucediese 
el  caso  que  a  él  le  sucede,  ¿qué  harías?"  A  lo  que  el  gallo 
respondió  que  cortaría  cinco  varas  de  un  granado  que  había 
en  el  huerto  y  batiría  con  ellas  a  su  mujer  hasta  que  todas 

36  Llull  añade  :  «Aquestes  peraules  dix  l'ase  al  bou,  per  ço  que 
hom  no-l  tornas  a  tirar  la  sínia,  qui  li  era  de  major  treball  que  los 
fems  que  aportava.» 

JT  Iodo  el  paréntesis  es  una  añadidura. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  42 


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se  hubiesen  quebrado,  y  que  bebiese  y  comiese  o  se  muriese. 
Por  lo  que  luego  que  el  hombre  entendió  la  conversación  del 
gallo  y  del  perro,  se  levantó  de  la  cama  y  ejecutó  lo  que  al 
gallo  había  oído;  y,  cuando  su  mujer  estuvo  bien  apaleada, 
comió  y  bebió  e  hizo  todo  lo  que  su  marido  le  mandó. — Con- 
cluido este  ejemplo,  añadió  la  Zorra  que  el  Gallo  era  tan  sa- 
bio, que  podía  aconsejar  en  todas  cosas,  por  lo  que  no  era 
menester  que  el  rey  aumentase  el  número  de  sus  consejeros, 
mayormente  cuando  de  la  multitud  de  ellos  se  originan  gran- 
des disensiones,  diversas  opiniones,  intenciones  y  volunta- 
des, por  lo  cual  se  turba  todo  y  arrasan  los  negocios. 

Después  de  haber  acabado  la  Zorra  su  razonamiento,  hizo 
el  Gallo  el  siguiente:  — Un  papagayo  y  un  cuervo  estaban 
sobre  un  árbol,  debajo  del  cual  había  una  mona  que  había 
puesto  leña  sobre  una  lucerna  1S,  creyendo  que  era  fuego,  con 
intención  de  que  la  leña  se  encendiese,  y  de  calentarse  ella. 
Y  el  papagayo,  viéndola,  la  daba  voces,  y  decía  que  no  era 
fuego,  sino  lucerna.  Pero  el  cuervo  le  reprendió,  diciendo 
no  quisiese  aconsejar  ni  doctrinar  a  aquel  que  no  recibe  con- 
sejo ni  corrección.  Mas  el  papagayo  prosiguió  siempre  di- 
ciendo a  la  mona  que  no  era  fuego  lo  que  él  tenía  por  tal; 
y  el  cuervo  prosiguió,  otras  tantas,  en  reprenderla,  porque 
intentaba  poner  derecho  lo  que  naturalmente  es  torcido.  Has- 
ta que  al  fin  (viendo  el  papagayo  que  sus  amonestaciones 
desde  allí  no  bastaban)  19,  bajó  del  árbol  y  se  arrimó  a  la 
mona  para  darla  mejor  a  entender  lo  que  la  reprendía;  pero, 
habiéndose  acercado  a  ella,  la  mona  le  cogió  y  le  mató. 

Habiendo  oído  el  León  el  ejemplo  que  el  Gallo  había  con- 
tado, creyó  que  lo  decía  por  él,  y  le  miró  con  un  semblante 
cruel,  en  que  manifestó  su  mala  voluntad.  Y  entonces  la  Zo- 
rra cogió  al  Gallo,  le  mató  y  se  le  comió  delante  del  León. 

Habiendo  quedado  la  Zorra  por  único  consejero  del  rey, 
el  Conejo  por  su  camarero  y  el  Pavón  por  su  portero,  llegó 
ella  al  colmo  de  su  felicidad,  y  hacía  del  rey  todo  lo  que  que- 
ría. Y,  estando  en  esta  (a  su  parecer)  20  bienaventuranza,  se 
acordó  de  la  traición  que  contra  el  rey  había  concebido,  cuan- 
do dijo  al  Elefante  que  ella  dispondría  que  el  rey  muriese  y 
que  él  fuese  rey.  Y,  aunque  estaba  gustosa  de  la  grandeza 
que  había  adquirido,  tenía  temor  de  que  el  Elefante  la  des- 
cubriese, por  lo  que  quiso  tratar  de  nuevo  la  muerte  del  rey, 
para  cumplir  lo  que  al  Elefante  había  prometido. 


18  Por  «luciérnaga». 

M  El  paréntesis  ]o  añade  el  traductor. 
?■  Paréntesis  del  traductor. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  XLIII 


7.    De  la  muerte  de  la  Zorra 

No  habiéndose  olvidado  la  (Zorra  de  disponer  la  muerte 
del  rey  y  habiéndose  olvidado  de  los  honores  excesivos  que 
de  él  había  recibido,  dijo  al  Elefante  que  ya  era  hora  de  que 
el  rey  muriese,  pues  no  había  en  la  corte  otro  consejero  que 
ella.  Sobre  cuyas  palabras,  habiendo  reflexionado  el  Elefan- 
te, le  pareció  no  debía  consentir  en  la  muerte  del  rey.  Pero, 
de  otra  parte,  temía  que,  si  no  ejecutaba  lo  que  la  Zorra  de- 
cía, ella  lo  descubriría  y  dispondría  su  muerte  1.  Y  también 
temía  que,  si  él  llegaba  a  ser  rey,  la  Zorra  le  haría  las  mis- 
mas traiciones  que  a  su  señor;  por  lo  que  eligió  el  no  con- 
sentir en  la  muerte  de  éste,  aunque  peligrase  su  vida.  Y  así 
le  pareció  mejor  tratar  y  disponer  con  maña  e  industria  la 
muerte  de  la  Zorra  2 ;  pues,  si  la  traición  cabía  y  se  hallaba 
en  un  cuerpo  tan  pequeño  como  el  de  ella,  cuánto  más  debía 
caber  la  industria  y  la  lealtad  en  un  cuerpo  tan  grande  como 
el  suyo. 

Estando  el  Elefante  en  esta  consideración,  le  dijo  la  Zo- 
rra en  qué  pensaba  y  que  por  qué  no  apresuraba  y  disponía 
el  ser  rey  antes  que  volviese  la  Serpiente  de  su  embajada, 
que  con  su  sabiduría  y  destreza  se  lo  impediría.  Lo  que  oído 
por  el  Elefante,  hizo  el  ánimo  de  esperar  a  la  Serpiente  an- 
tes de  tratar  ninguna  cosa  contra  la  Zorra  3.  Y,  viendo  ésta 
que  el  Elefante  era  negligente  en  su  propio  negocio,  tuvo 
miedo  de  que  no  la  descubriese  4 ;  por  lo  que  le  dijo  que  se 
diese  priesa,  porque,  si  no,  trataría  el  hecho  de  un  modo 
que  le  pesase. 

De  cuyas  razones  tuvo  el  Elefante  gran  miedo,  y  quiso 
saber  cómo  quería  la  Zorra  que  la  tratase  cuando  él  fuese 
rey.  Y  ella  le  dijo  que  del  mismo  modo  que  la  trataba  el  rey 
actual,  siendo  su  único  consejero  ella,  su  camarero  el  Co- 
nejo y  su  portero  el  Pavón. 


1  El  traductor  omitió  aquí  todo  un  párrafo  :  «Finalment  se  acordà 
l'Orifany  que  no  consentís  a  Na  Ranart,  car  gran  consciència  avia 
que  el  rey  morís.» 

2  En  el  texto  luliano  se  da  un  fundamento  moral  a  esta  decisión  : 
«Dementre  que  l'Orifany  enaxí  considerave,  ell  dix  enfre  si  que 
enaxí  com  Na  Ranart  ab  maestria  volie  fer  auciure  lo  rey,  que  enaxí 
ell  ab  maestria  faés  auciure  al  rey  Na  Ranart.» 

3  El  texto  catalán  añade  :  «e  que  ab  la  Serpent  que  tractàs  com 
lo  rey  auciés  Na  Ranart». 

*  «hac  temor  que  la  Serpent  no  vengués,  e  que  l'Orifany  no  la 
descobrís». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  43  75¿ 

Después  la  preguntó  el  Elefante  de  qué  modo  quería  dis- 
poner la  muerte  del  rey,  y  ella  le  dijo:  — Has  de  saber  que 
el  Jabalí  es  fuerte  y  orgulloso  y  presume  ser  igual  en  per- 
sona y  fuerzas  con  el  rey;  por  lo  que  yo  le  diré  que  el  rey 
le  quiere  matar,  y  que  así  se  guarde  de  él;  y  después  diré 
al  rey  que  se  guarde  del  Jabalí,  porque  tiene  deseo  de  rei- 
nar; con  cuyo  medio  dispondré  que  el  rey  mate  al  Jabalí; 
y,  cuando  estará  cansado  y  fatigado  de  la  batalla  en  que 
le  habrá  muerto,  tú  con  poco  trabajo  le  puedes  superar  y 
ocupar  el  trono. 

Cuyo  pensamiento  oído  por  el  Elefante,  pensó  el  medio 
de  engañarla  con  el  mismo,  y  para  ello  la  dijo:  — Toda  pro- 
mesa en  que  no  hay  testigos  es  nula;  por  lo  que  yo  quiero 
que  los  haya  de  lo  que  yo  te  prometo,  pues  será  factible 
que,  cuando  yo  sea  rey,  me  olvide  de  todo  ello  si  no  hay 
quien  me  reconvenga  con  lo  que  prometí 5. — Mucho  penso 
la  Zorra  en  estas  palabras  del  Elefante,  temiendo  que  los 
testigos  la  descubrirían;  y,  observando  el  Elefante  sus  du- 
das, la  dijo  (para  asegurarla)  que  los  mejores  testigos  que 
él  podía  hallar  eran  el  Conejo  y  el  Pavón,  y  que,  pues  eran 
sus  hechuras,  no  tenía  que  temer  el  que  la  descubriesen.  Lo 
que  a  la  Zorra  pareció  bien,  y  así,  en  presencia  del  Conejo 
y  del  Pavón,  se  firmó  el  contrato ;  los  que  prometieron  guar- 
dar todo  secreto. 

Después  el  Elefante  aconsejó  a  la  Zorra  que,  en  primer 
lugar,  dijese  al  Jabalí  que  el  rey  le  quería  matar,  y  que  des- 
pués se  lo  dijese  al  rey.  Y,  habiendo  la  Zorra  seguido  este 
dictamen,  se  fué  a  buscar  al  Jabalí  para  decírselo,  en  cuyo 
intermedio  el  Elefante  se  fué  a  buscar  al  León  y  le  contó 
todo  lo  que  había  pasado,  pidiéndole  al  mismo  tiempo  per- 
dón, pues  había  amado  más  ser  su  leal  vasallo  que  rey  con 
traición.  El  León  le  dijo  que  cómo  podía  él  certificarse  de 
aquel  hecho.  Y  el  Elefante  le  respondió  que  lo  podía  conocer 
en  que  la  Zorra  había  dispuesto  quedar  por  su  único  conse- 
jero, y  que  al  Conejo  y  al  Pavón,  que  por  naturaleza  la  te- 
mían, los  había  empleado  en  los  primeros  puestos  de  su  pa- 
lacio; y  que  se  podía  certificar  de  ello  mejor,  pues  la  Zorra 
se  había  ido  a  decir  al  Jabalí  que  él  le  quería  matar,  y  que 
vendría  a  decirle  a  él  que  el  Jabalí  quería  matarle,  y  que  le 
aconsejaría  que  le  mostrase  el  semblante  orgulloso,  para  que 
el  Jabalí  tuviese  por  verdad  la  falsedad  que  ella  le  habría 
dicho. 

Después  le  dijo  el  Elefante  cómo  el  Conejo  y  el  Pavón 
habían  consentido  en  su  muerte;  de  que  el  rey  se  maravilló 
mucho,  y  más  de  que  la  Zorra,  a  quien  él  había  favorecido 
y  honrado  tanto,  tratase  semejante  traición ;  por  lo  que  dijo : 


•  Tradnrción  abreviada,  pero  fiel. 


752 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


— A  mi  padre  oí  cantar  que,  habiendo  mi  abuelo,  que  era 
rey  de  un  gran  reino,  abatido  los  barones  y  grandes,  a  quien 
por  naturaleza  pertenecía  el  honor,  y  exaltado  los  viles  y 
plebeyos,  y  entre  ellos  a  la  Mona,  ésta,  como  tenía  alguna 
similitud  con  el  hombre,  deseó  ser  rey,  concibiendo,  en  lugar 
de  agradecimiento,  traición  contra  quien  la  había  honrado 
y  distinguido.  — Señor — dijo  el  Elefante — ,  en  poco  vaso  no 
puede  caber  mucho  vino,  ni  en  vil  persona  gran  honra  ni 
lealtad;  por  lo  que  es  conveniente  el  que  matéis  a  la  Zorra, 
que  creéis  un  buen  consejo  y  que  seáis  absoluto  en  vuestros 
dominios,  no  sujetando  más  a  malvada  y  ruin  persona  la 
nobleza  que  Dios  os  ha  dado  por  sangre  y  por  oficio. 

Después  de  esto,  el  Elefante  buscó  al  Jabalí,  a  quien  ya 
la  Zorra  había  hablado,  y  le  dijo  cómo  él  sabía  lo  que  ella 
le  había  dicho ;  de  que  el  Jabalí  se  maravilló ;  y,  en  tanto  que 
los  dos  hablaban,  la  Zorra  se  fué  a  buscar  al  rey  y  a  decirle 
cómo  el  Jabalí  le  quería  matar.  Y  entonces  el  León  conoció 
del  todo  la  traición ;  y,  haciendo  juntar  delante  de  sí  muchos 
barones,  y  entre  ellos  al  Elefante,  la  Zorra,  el  Jabalí,  el  Co- 
nejo y  el  Pavón,  preguntó 6  a  estos  dos  últimos  le  dijesen  la 
verdad,  en  cuanto  habían  prometido  ser  testigos  en  favor 
de  la  Zorra  después  de  su  muerte;  de  que  ellos  concibieron 
gran  miedo,  y  ella  mucho  mayor.  Mas,  no  obstante,  dijo  es- 
tas palabras:  — Señor,  con  intención  de  tentar  y  conocer  si 
vuestros  barones  son  buenos,  le  dije  al  Elefante  y  al  Jabalí 
lo  que  sabéis.  Pero  al  Conejo  y  al  Pavón  nunca  he  dicho  lo 
que  el  Elefante  me  acumula. — Y  esto  dijo  confiada  de  que 
estos  dos  no  la  descubrirían,  por  lo  mucho  que  la  temían. 

Pero  el  rey,  mirándolos  con  semblante  horrible  y  dando 
un  gran  rugido,  para  que  la  virtud  natural  de  su  gran  seño- 
río tuviese  mayor  poder  en  el  espíritu  del  Conejo  y  del  Pa- 
vón que  el  que  tenía  en  ellos  la  naturaleza  de  la  Zorra,  les 
dijo  que  le  dijesen  la  verdad,  la  que  ellos  no  pudieron  ne- 
gar ;  y  entonces  el  rey  mató  a  la  Zorra,  con  lo  que  quedó  su 
corte  en  quietud,  y  buen  estado,  haciendo  el  rey  de  su  con- 
sejo al  Elefante,  y  al  Jabalí,  y  a  otros  honrados  barones,  y 
echando  de  él  al  Conejo  y  al  Pavón. 

Finalizado  el  Libro  de  tos  animales,  Félix  se  le  llevó  y 
presentó  a  un  rey 7  para  que  viese  y  observase  cómo  en  las 
operaciones  de  los  animales  está  significado  el  modo  de  rei- 
nar bien  y  de  precaverse  de  los  malos  consejeros,  engañosos 
privados  y  malos  hombres. 


6  Por  «pidió»,  que  ambos  sentidos  puede  tener  el  verbo  «de- 
manda». 

7  Tal  vez  el  rey  de  Francia,  Felipe  IV  el  Hermoso. 


LIBRO  VIII 


DEL  HOMBRE 


PRÓLOGO 

Después  de  haber  observado  Félix  todas  las  cosas  antece- 
dentes en  los  animales  y  presentado  el  libro  que  de  ellos  com- 
puso al  rey,  se  partió  de  la  corte  1,  y  caminó  mucho  tiempo 
sin  hallar  de  qué  admirarse,  hasta  que  llegó  a  un  prado  don- 
de halló  muchas  ovejas,  y  en  un  cercado  en  que  estaban  me- 
tidas había  entrado  un  lobo  que  las  mataba  y  devoraba,  sin 
que  un  pastor  que  estaba  cerca  de  allí,  en  una  cabaña,  se  qui- 
siese levantar  de  la  cama,  porque  hacía  mal  tiempo  de  lluvia 
y  viento.  Y  un  perro  que  inmediato  a  él  se  combatía  con  otro 
lobo,  ladraba  fuertemente  para  que  el  pastor  le  ayudase  ::, 
mas  él  de  nada  se  dolía  4. 

Y,  maravillado  Félix  de  la  pereza  y  cobardía  del  pastor, 
pues  ni  ayudaba  al  perro  que  con  el  lobo  se  combatía,  ni  a  las 
ovejas  a  quien  el  otro  lobo  devoraba,  le  dijo:  — En  guardia 
y  custodia  del  alma  nos  ha  entregado  Dios  el  cuerpo,  para 
que  no  le  entre  pecado  mortal ;  y  así  el  alma  será  por  su  cul- 
pa condenada  si  no  defiende  al  cuerpo  que  está  puesto  a  su 
cuidado.  También  ha  encomendado  Cristo  el  mundo  en  guar- 
da del  sumo  pontífice,  de  los  cardenales  y  de  los  prelados  de 
la  Iglesia.  Ladren  los  cristianos  que  están  cerca  de  los  infie- 
les, para  que  Su  Santidad  y  los  hombres  virtuosos  los  soco- 
rran, y  destruyan  todos  los  errores  que  hay  contra  la  Igle- 
sia. Piedad  y  dolor  tengo  de  las  ovejas  que  veo  despedazar 
al  lobo,  y  del  perro  que  pelea,  pues  no  hay  quien  le  ayude. 
Gran  maravilla  me  da  el  que,  no  teniendo  éste  razón  ni  co- 
nocimiento, cumpla  con  el  oficio  que  le  está  encomendado, 
y  de  que  tú,  pastor,  faltes  al  tuyo. — Estas  y  otras  muchas 
palabras  dijo  Félix  al  pastor,  el  cual  las  menospreció  todas, 

1  Hasta  aquí  no  está  en  el  original. 

2  vcen  una  cabaña»  tampoco  es  del  original. 

*  Ramón  especifica  :  «...  que  li  ajudàs  contra  lo  lop  ab  qui-s  com- 
batía, e  contra  lo  lop  qui  les  ovelles  auceya.» 

*  Frase  añadida  inútilmente  por  el  traductor. 


754 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


y,  teniéndole  por  loco,  le  dijo  muchas  villanías  y  amenazó 
rigurosamente  5. 

Por  lo  que  Félix  se  apartó  de  él,  maravillado  de  que  cu- 
piese en  el  pastor  tan  desordenada  intención;  a  cuyo  pen- 
samiento se  le  aumentó  inmediatamente  el  deseo  de  inquirir 
la  naturaleza  del  hombre  y  del  ser  humano,  para  por  él  po- 
der alcanzar  conocimiento  de  la  ocasión  por  que  el  hombre 
está  en  pecado  o  hace  buenas  obras. 

Y  a  poco  rato  encontró  en  el  camino  dos  hombres  que 
disputaban  6 ;  y,  habiéndolos  saludado,  ellos  estaban  tan  en- 
furecidos, que  no  le  respondieron,  por  lo  que  se  puso  a  escu- 
char lo  que  decían,  para  por  ello  saber  la  causa  de  su  cues- 
tión 7 ;  y  oyó  al  uno  estas  palabras  8 : 

— En  el  mundo  no  hay  cosa  tan  deleitable  como  el  honor 
y  la  buena  fama,  pues  por  adquirirla  trabajan  los  hombres 
con  gusto,  y  se  exponen  a  cualquier  peligro  9  por  que  alaben 
sus  hechos  y  sus  dichos.  Y  por  esto  se  visten  ricamente,  po- 
nen grandes  aparamentos  en  sus  casas,  bellas  armas,  bellos 
caballos ;  juntan  muchos  dineros  y  muchos  criados ;  y,  en  fin, 
por  el  honor  y  la  fama  hace  el  hombre  grandes  hechos  10  y 
se  aventura  a  grandes  hazañas,  a  batallas,  a  asaltos  y  a 
otros  muchos  peligros. 

De  otra  parte  alegaba  el  otro  hombre  11  y  decía:  — A  Dios 
solamente  pertenece  el  honor,  pues  tiene  el  ser  por  sí  mesmo, 
del  cual  carece  toda  criatura,  que  es,  en  fin,  producida  de  la 
nada,  y  a  la  nada  tornaría  si  el  mesmo  Dios  no  la  sostenía. 
Y,  si  algún  hombre  debe  ser  honrado,  debe  serlo  para  que 
en  él  lo  sea  Dios,  como  se  ve  en  el  honor  que  hacemos  a  los 
prelados,  a  los  príncipes  y  a  otros  nobles  hombres,  a  los  cua- 
les honramos  sólo  porque  Dios  los  ha  honrado  sobre  los 
otros  hombres  12. 

Después  de  estas  palabras,  dijo  el  que  había  hablado  pri- 
mero 13 :  — En  una  ciudad  había  un  ciudadano  muy  rico,  y 
con  el  fin  de  ser  honrado  tenía  en  su  casa  gran  ostentación 
y  hacía  grandes  hechos,  de  forma  que  por  sus  muchos  gastos 

5  Según  el  original  :  «...  e  manaçà-li  ergullosament,  en  tal  manera 
que  Fèlix  hac  paor  de  morir.» 

6  El  texto  catalán  prosigue  :  «la  -i-  d 'aquells  hòmens  havia  nom 
Poch-me-preu,  e  l'altre  havia  nom  Diria-hom». 

7  Llull  dice  más  ingenuamente  :  «...  per  ço  que  en  aquelles  perau- 
les  pogués  entendre  alguna  cosa  de  què-s  pogués  meravellar.» 

*  Quien  habla  es  «En  Diria-hom»,  es  decir,  el  respeto  humano, 
dirigiéndose  a  «En  Poch-me-preu»,  esto  es,  el  desprecio  de  sí  mismo. 

*  «y  se  exponen  a  cualquier  peligro»  es  una  añadidura  innece- 
saria. 

10  Ramón  añade  aquí  :   «e  vol  hom  molt  donar,  molt  convidar». 

11  Esto  es,  «En  Poch-me-preu». 

12  Ramón  continúa  aún  :  «per  ço  que  aquells  que  Déus  ha  pus 
honrats,  honren  més  Déus  que  los  altres  hòmens». 

13  Traducción  muy  inhábil  de  «En  Diria-hom  dix  a-N  Poch-me- 
preu.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


43 


755 


llegó  a  ser  pobre,  con  gran  dolor  y  sentimiento  suyo,  por  no 
poder  mantener  la  ostentación  que  antes  mantenía.  Sucedió 
que,  sabiéndolo  el  rey,  le  dió  un  castillo  y  gran  renta  14,  para 
que  pudiese  mantenerse  con  la  grandeza  que  solía;  de  que 
todos  los  hombres  de  la  ciudad  se  complacieron  mucho,  y 
alabaron  la  acción  y  generosidad  del  rey. 

Concluido  este  razonamiento,  dijo  el  que  había  hablado 
en  segundo  lugar  15 :  — En  una  ciudad  había  un  ciudadano 
que  amaba  mucho  la  honra  de  Dios;  y,  como  sucediese  que 
en  ella  hubiese  una  gran  carestía  y  hambre  16,  el  ciudadano 
daba  y  socorría  los  pobres  17  por  amor  de  Dios  cuanto  podía. 
Y,  como  su  mujer,  que  era  orgullosa  y  tenía  miedo  de  que 
su  marido  llegase  a  ser  pobre  y  por  ello  fuesen  desprecia- 
dos, le  reprendiese  porque  daba  tanta  limosna,  él  la  res- 
pondió que,  si  las  gentes  le  despreciaban,  Dios  le  apreciaría, 
y  que,  si  le  vituperaban,  Dios  le  alabaría,  y,  en  fin,  que  más 
estimaba  la  alabanza  verdadera  de  un  hombre  solo,  que  la 
falsa  de  muchos. 

En  esta  contienda  caminaban  los  dos  hombres,  y  Félix 
tras  ellos  1S,  hasta  que  llegaron  a  una  ciudad;  y  al  entrar  en 
ella,  el  que  habló  primero  (que  significa  al  amor  propio)  se 
puso  unos  calzones  19  de  grana  que  llevaba,  unos  zapatos  pin- 
tados y  otros  adornos,  en  que  se  estuvo  mucho  tiempo,  y 
tanto,  que  el  que  había  hablado  en  segundo  lugar  (que  sig- 
nifica al  amor  de  Dios)  le  fué  diciendo  que,  como  él  no  era 
ni  solicitaba  ser  allí  conocido,  no  se  le  daba  nada  de  ir  des- 
nudo ni  descalzo.  Mas  el  primero  de  ningún  modo  quiso  en- 
trar hasta  haberse  adornado  y  vestido  muy  bien. 

Sucedió  después  que  dos  hijos  de  dos  honrados  hombres 

14  Sesrún  el  original,  un  castillo  de  gran  renta. 

16  Fl  Deprecio  de  sí  mismo  al  Respeto  humano. 

ia  El  traductor  omite  la  pintoresca  descripción  luliana  :  «e  los 
pobres  anaven  morts  de  fam  per  les  carreres,  cridant  que  hom  los 
donàs  a  meniar  per  l'amor  de  Déu.» 

"  «Aquell  burgués  donave  tot  ço  que  podie  ais  pobres,  e  ell  son 
cors  ius  servia.» 

18  «per  ço  que  hoís  lurs  peraules». 

M  «Calces»  dice  Llull,  es  decir,  medias  largas.  Una  traducción  riel 
de  todo  este  párrafo  diría  :  Al  entrar  en  la  ciudad,  el  Respeto  hu- 
mano se  calzó  unas  calzas  bermeias  que  llevaba,  y  calzóse  unos 
zaoato-í  pintados,  en  calzar  los  cuales  tardó  mucho  rato,  pues  eran 
estrechos.  Tanto  tardó  en  calzarse  el  Respeto  humano,  que  el  Des- 
precio propio  y  el  Respeto  humano  se  pelearon,  y  el  Desprecio  propio 
dijo  que  en  aquella  ciudad  no  había  nadie  que  conociese  al  Respeto 
humano,  v  por  eso  no  le  vendría  .ningún  daño  si  fuese  descalzo.  El 
Respeto  humano  dijo  al  Desprecio  propio  que  se  calzase  para  que 
las  gentes  no  le  escarneciesen.  El  Desprecio  propio  respondió,  y  dijo 
que  no  le  importaba  si  alguien  le  escarnecía,  pues  buena  cosa  es 
sostener  el  escarnio,  con  tal  que  se  soporte  con  humildad.  Cuando 
el  Respeto  humano  se  hubo  calzado,  vistióse  un  bello  jubón  que 
traía,  e  iba  por  las  calles  de  aquella  ciudad  con  gran  vanidad  y 
ufanía. 


756 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  la  ciudad,  viendo  los  ricos  vestidos  de  éste,  le  espiaron 
y  se  los  quitaron,  sin  que  dijesen  nada  a  Félix  ni  a  su  com- 
pañero, que  iban  despojados.  Mucho  se  irritó  el  vanaglorioso 
de  que  le  hubiesen  quitado  sus  vestidos,  y  le  pareció  que, 
si  no  se  vengaba,  que  las  gentes  no  harían  caso  de  él  y  que 
le  tendrían  por  cobarde.  Y  así,  sacando  un  cuchillo  que  lle- 
vaba, mató  a  uno  de  los  dos,  y  el  otro  le  mató  a  él;  cuya 
desgracia  sintió  mucho  Félix  y  su  compañero,  mayormente 
por  haber  sido  ocasión  de  su  muerte  su  locura  y  vanagloria. 

Después  de  esto,  Félix  y  su  compañero  20  se  fueron  a  hos- 
pedar a  una  casa  pobre,  aunque  el  huésped,  que  tenía  mujer 
y  tres  hijos,  había  tenido  grandes  conveniencias,  riquezas  y 
empleos ;  pero  entonces  perecía  con  su  mujer  y  sus  hijos,  por 
causa  de  que  tenía  vergüenza  de  su  pobreza  y  no  quería  pe- 
dir por  amor  de  Dios.  Cuya  tentación  conociendo  el  compa- 
ñero de  Félix,  le  dijo: 

— En  una  ciudad  había  dos  caballeros  domésticos  del 
príncipe,  el  cual  un  día  de  festividad  dió  al  uno  un  caballo, 
y  al  otro  unas  vestiduras  semejantes  a  las  suyas,  y  a  este 
último  le  hizo  comer  en  su  mesa. — Este  ejemplo  le  dijo  el 
compañero  de  Félix  al  huésped,  para  que  se  acordase  que 
Jesucristo  quiso  ser  pobre  en  el  mundo  y  dió  lugar  cerca 
de  sí  a  todos  aquellos  que  son  pobres  por  su  amor  o  que  en 
la  pobreza  tienen  paciencia. 

Al  día  siguiente  se  fué  este  buen  hombre  a  encontrar  un 
prelado  de  gran  dignidad  y  renta,  y  le  dijo  que,  pues  era 
[hombre  y]  prelado  para  poder  servir  a  Dios,  con  todo 
cuanto  tenía  y  podía,  como  hombre  y  prelado,  estaba  obli- 
gado a  [hacer]  servir  y  conocer  a  Dios;  y,  si  no  lo  ejecutaba, 
obraba  contra  el  todo  de  su  poder,  dignidad  y  prelacia  21 . 
Mas  el  prelado  le  respondió  que  las  gentes  le  escarnecerían 
si  ejecutaba  lo  que  le  decía;  y  el  hombre  que,  como  va  di- 
cho, significa  el  amor  divino,  le  dijo  que  todavía  era  vivo 
Qué-dirán-los-hombres  (que  significa  el  amor  humano). 

Mucho  se  alegró  Félix  de  haber  conocido  en  esta  oca- 
sión que  su  compañero  había  tomado  el  oficio  de  ir  por  el 
mundo  alabando  y  bendiciendo  a  Dios  y  aconsejando  a  las 
gentes  hiciesen  buenas  obras,  y  le  amasen,  y  le  conociesen; 
por  lo  que  padecía  hambre,  sed,  calor,  frío,  enfermedades, 
trabajos  y  pobreza,  sin  que  él  se  diese  por  entendido  aunque 
las  gentes  le  hiriesen  y  deshonrasen;  por  lo  que  Félix  le 
preguntó  22  cómo  podía  tener  tanta  paciencia ;  y  él  respon- 
dió :  — Naturaleza  es  de  manera  23  que,  cuanto  más  sufre, 

20  «En  Poch-me-preu.» 

21  La  traducción  literal  y  lógica  sería  :  «obraría  contra  la  totalidad 
de  su  poder  y  de  su  humanidad  y  prelacia». 

22  A  «En  Poch-me-preu». 

28  El  texto  castellano  dice  «de  la  materia»  ;  el  catalán,  «de  ma- 
nera». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  43 


más  se  perfecciona.  Y  por  esto,  cuando  la  voluntad  del 
hombre  se  hace  pasiva  y  quiere  que  la  voluntad  de  Dios  sea 
sobre  ella  activa,  entonces  la  humana  voluntad  es  perfecta, 
por  cuya  perfección  da  alegría  y  consuelo  al  hombre  cuanto 
más  fervorosamente  trabaja  por  el  honor  de  Dios. 

Después  de  estas  palabras  24  se  acordó  Félix  de  la  loca 
voluntad  del  pastor  que  dejaba  devorar  al  lobo  las  ovejas 
que  le  habían  encomendado,  y  se  acordó  también  de  la  loca 
voluntad  de  Qué-dirán-los-hombres  (o  del  amor  propio),  por 
lo  que  dijo  a  En-poco-me-tengo  (o  al  humilde)  K  las  siguien- 
tes: — Señor,  ¿por  qué  virtud  o  naturaleza  podría  yo  co- 
nocer el  descuido  de  un  pastor  que  a  un  lobo  dejaba  devorar 
las  ovejas  que  su  señor  le  había  encomendado,  el  cual  le 
había  dado  gran  salario  para  que  las  guardase?  Y  ¿cómo 
podría  yo  conocer  el  motivo  por  que  Qué-dirán-los-hombres 
tenía  orgullo  y  vanagloria  y  deseaba  ser  honrado  en  el  mun- 
do? Y  ¿cómo  podría  conocer  la  causa  por  que  vos  tenéis 
tan  gran  constancia  en  amar  a  Dios  y  en  tener  paciencia 
en  los  trabajos  que  padecéis? 

— Amigo — dijo  En-poco-me-tengo — ,  en  una  ermita  que 
está  en  una  alta  montaña  cerca  de  aquí  reside  un  santo 
hombre,  que  está  allí  para  hacer  penitencia  y  considerar  el 
estado  humano,  el  cual  es  gran  filósofo;  y  en  el  principio, 
cuando  yo  quise  tomar  este  oficio,  me  vi  con  él,  para  que 
me  diese  conocimiento  del  hombre:  para  qué  es  creado,  qué 
es,  cómo  está  ordenado  por  naturaleza  y  cómo  usa  de  vir- 
tudes y  de  vicios.  Este  santo  ermitaño  da  consejo  y  modo 
a  todo  hombre  para  que  sepa  amar  y  conocer  a  Dios,  y  amar 
y  conocerse  a  sí  mismo  y  a  su  prójimo;  y  muestra  la  razón 
por  que  el  hombre  es  creado  y  por  que  sabe  adquirir  vir- 
tudes y  contrastar  los  vicios. — Gran  gozo  tuvo  Félix  de  oír 
estas  palabras,  y,  tomando  licencia  de  su  compañero,  se  fué 
a  buscar  al  ermitaño  para  que  le  mostrase  todo  lo  referido  M. 

Y,  habiendo  caminado  todo  aquel  día,  llegó  a  la  ermita, 
donde  le  halló  contemplando  a  Dios.  Le  saludó,  y  le  respon- 
dió agradablemente.  Y  Félix  le  dijo:  — Señor,  mucho  he 
deseado  saber  qué  es  el  hombre,  cómo  está  ordenado  por 
naturaleza  y  para  qué  fin  le  ha  creado  Dios;  porque  he 
observado  tantos  defectos  en  el  hombre  pecador,  que  padezco 
mil  dudas,  y  deseo  saber  el  modo  de  conocer  y  distinguir 
al  pecador  del  justo;  pues  por  este  conocimiento  sabré  co- 
nocerme a  mí  mesmo  y  a  mi  prójimo,  y  primeramente  a 
Dios. — Mucho  agradó  al  santo  ermitaño  la  buena  intención 


41  Estas  primeras  palabras  ias  añade  el  traductor  como  transición. 
*  Estos  paréntesis,  como  todos  los  semejantes  de  este  capítulo, 
son  glosas  del  traductor. 

26  Llull  repite  aquí  las  cuestiones  antedichas. 


758 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  Félix,  y  le  dijo  que  él  habia  estudiado  largo  tiempo  en 
conocer  el  ser  humano,  para  por  él  alcanzar  conocimiento  de 
Dios  y  de  sí  mesmo,  y  que  le  diría  lo  que  sabía  sobre  este 
asunto,  diciéndole  en  primer  lugar  lo  [que  es  el  hombre]. 


CAPÍTULO  XLIV 
Qué  es  el  hombre 

Dijo  el  santo  ermitaño  a  Félix  que  el  hombre  es  un  ser 
unido  de  alma  y  de  cuerpo,  en  el  cual  hay  vegetación,  sen- 
sación, imaginación,  razón  y  movimiento.  Por  la  vegetación 
es  el  nombre  situado  y  compuesto  de  los  cuatro  elementos, 
por  los  cuales  es  hombre  (en  cuanto  a  lo  corpóreo)  \  teniendo 
longitud,  latitud,  profundidad;  cabeza,  narices,  ojos,  brazos 
y  los  demás  miembros.  Por  la  potencia  sensitiva  tiene  el 
nombre  inclinación  y  apetito  al  calor,  a  la  humedad,  frial- 
dad y  sequedad,  y  apetece  comer,  beber  y  vestir;  y  por  ella 
está  sano  o  enfermo,  gordo  o  flaco;  y  así  de  las  demás  cosas 
semejantes  a  éstas. 

— Por  cuanto  el  hombre  es  vegetado,  es  elementado,  en- 
trando el  un  elemento  en  el  otro,  como  el  fuego  en  el  aire, 
el  aire  en  el  agua,  el  agua  en  la  tierra,  la  tierra  en  el  fuego, 
el  fuego  en  el  agua  y  en  la  tierra  [y  en  el  aire],  y  el  aire 
en  el  fuego  y  en  la  tierra,  y  el  agua  en  el  fuego  y  en  el  aire, 
y  la  tierra  en  el  aire  y  en  el  agua.  Este  continuo  círculo, 
amado  hijo,  se  hace  en  el  cuerpo  del  hombre  interior  y  ex- 
teriormente;  exterior  aparece  todo  el  cuerpo  y  su  figura,  e 
interior  es  la  forma  y  la  materia  humana. 

Cuya  forma  es  de  las  cuatro  formas  de  los  elementos, 
por  las  cuales  es  el  hombre  una  forma  de  cuerpo,  multipli- 
cada de  dichas  cuatro  formas  elementales.  Y  debajo  de  aque- 
lla forma  está  una  materia  común,  compuesta  de  las  cuatro 
materias  de  los  elementos;  por  cuya  materia  y  forma  el 
hombre  tiene  cuerpo  elementado. 

Y  la  forma  y  la  materia  son  un  cuerpo,  en  el  cual  ¿s  la 
sensualidad,  por  la  cual  tiene  [el  hombre]  cinco  sentidos 
corporales,  a  saber:  ver,  oír,  oler,  gustar  y  tocar.  Esta  sen- 
sualidad se  llama  forma  sensitiva,  cuyo  sujeto  es  el  cuerpo 
vegetado,  sensado,  imaginado,  raciocinado  y  movido  a  tener 
ser  humano.  Por  la  vida  ve  el  hombre  el  color  y  la  figura 
fuera  de  la  substancia  del  cuerpo;  por  el  oído  oye  el  hombre 
el  sonido,  el  ruido,  la  voz  y  la  palabra;  por  el  olfato  huele 


1  Paréntesis  añadido  por  el  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  44 


75Q 


las  flores,  el  ámbar,  el  almizcle,  y  siente  los  buenos  o  malos 
olores;  por  el  gusto  siente  lo  dulce,  lo  amargo  y  los  sabores 
de  lo  que  come  y  bebe;  por  el  sentido  (o  tacto)  siente  lo 
leve,  lo  grave,  lo  duro,  blando,  cálido,  frío,  la  sanidad,  la 
enfermedad,  el  tocamiento  y  las  otras  cosas  semejantes  a 
éstas. 

Por  la  imaginación  imagina  las  cosas  sensibles  2  cuando 
las  tiene  ausentes,  las  cuales  retiene  y  las  representa  según 
la  disposición  en  que  el  hombre  las  ha  visto,  oído,  gustado, 
olido  o  sentido.  Con  ella  imagina  la  disposición  de  las  obras 
corporales,  como  son  el  escribir,  pintar,  edificar,  etc. 3  Esta 
imaginación  se  llama  forma  o  potencia  imaginativa,  y  es 
la  virtud  de  imaginar.  Y  así  como  la  potencia  sensitiva  es 
una  misma,  aunque  diversificada  por  los  cinco  sentidos  cor- 
porales, así  la  imaginativa  es  una  misma  potencia,  mas  di- 
versificada también  según  los  cinco  sentidos  corporales,  re- 
teniendo la  disposición  de  ellos,  e  influyendo  su  operación 
diversamente  según  que  por  la  sensitiva  los  ha  recibido  *. 

Por  la  racionalidad  y  para  raciocinar  le  fué  dada  al B 
hombre  ánima  racional,  la  que  es  creada  nuevamente  cuan- 
do se  une  al  cuerpo;  pero  la  vegetativa,  sensitiva  e  ima- 
ginativa son  engendradas  por  el  padre  y  por  la  madre.  Esta 
ánima  racional  o  raciocinativa  tiene  tres  potencias,  que  son 
memoria,  entendimiento  y  voluntad,  que,  juntas,  componen 
un  alma  racional.  Por  la  memoria  se  acuerda  el  hombre  de 
las  cosas  pasadas;  por  el  entendimiento,  entiende  y  conoce, 
y  por  la  voluntad  tiene  inclinación  a  amar  o  aborrecer  [las 
cosas].  Por  el  movimiento  que  es  en  el  todo  del  hombre,  se 
entiende  la  potencia  motiva,  esto  es,  aquel  movimiento  unido 
de  vegetación,  sensación,  imaginación  y  raciocinación;  y  la 
razón  o  potencia  racional  es  en  él  mejor  y  más  noble  forma 
que  todas  las  otras,  y  señorea  al  movimiento  de  ellas,  mo- 
viéndose todas  por  su  bondad  y  virtud.  Y  por  esto  se  dice 
que  el  alma  es  forma  del  cuerpo,  pues  señorea  todo  lo  que 
hay  en  él  por  vegetación,  sensación  e  imaginación,  moviendo 
la  razón  la  imaginativa  a  imaginar,  la  sensitiva  a  sentir  y 
la  vegetativa  a  vegetar;  y  debajo  de  la  razón  6  o  potencia 


2  Versión  abreviada  :  «Per  la  imaginació  imagina  hom  les  coses 
sensibles  ;  e  con  hom  no  ha  en  presència  les  coses  que  hom  ha  sen- 
tides ab  senys  corporals,  adonchs  la  imaginativa  les  reté  e  les  re- 
presenta a  hom  en  aquella  disposició...» 

3  «edificar  castells  e  palaus,  naus  e  les  altres  coses  de  açò  sem- 
blants». 

4  «segons  que  la  sensitiva  ha  pres  sensualment». 

1  El  original  sólo  dice  :  «Per  la  rahon  ha  hom...» 

y  Todo  este  párrafo  no  corresponde  exactamente  al  original,  se- 
gún el  cual  «debajo  de  la  razón,  esto  es,  el  alma  intelectiva,  la  sen- 
sitiva mueve  a  la  vegetativa,  y  la  imaginativa  a  la  sensitiva  ;  v  de- 
bajo de  la  razón,  la  apetitiva  mueve  a  la  digestiva,  y  la  retentiva 


7Óo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


racional,  esto  es,  del  alma  intelectiva,  se  mueve  la  sensitiva, 
vegetativa  e  imaginativa;  y  debajo  de  la  misma  se  mueve 
la  apetitiva,  la  digestiva,  y  la  retentiva,  y  la  expulsiva;  y 
lo  mismo  hace  la  digestiva  y  las  demás,  que  hace  la  ape- 
titiva. 

Amado  hijo,  de  todas  estas  cosas,  esto  es,  de  todas  estas 
formas  y  materias,  que  en  el  hombre  son  muchas  y  diversas, 
se  sigue  una  forma  humana  compuesta  de  muchas  formas, 
y  una  materia  compuesta  de  muchas  materias,  cuya  forma 
y  materia  son  la  esencia  del  hombre,  y  el  hombre  es  un  ser 
compuesto  y  unido  de  forma  y  materia  humana.  Y,  en  fin, 
todo  lo  que  os  he  dicho  y  significado,  es  el  hombre. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  disposición  del  hombre,  que 
entendió  por  la  explicación  que  de  él  le  dió  el  santo  ermi- 
taño, y  estuvo  considerando  largo  tiempo  sobre  ella  antes 
de  hablarle  ninguna  palabra;  por  lo  que  el  ermitaño  le  pre- 
guntó que  de  qué  estaba  tan  pensativo.  — Señor — respondió 
Félix — ,  estoy  considerando  cómo  un  pastor,  siendo  hombre, 
podía  tener  tanta  negligencia,  que  no  ayudaba  a  las  ovejas 
que  tenia  encomendadas,  contra  un  lobo  que  las  devoraba 
en  su  presencia,  siendo  así  que  el  hombre  es  en  tan  noble 
disposición  por  su  creación;  y  cómo  un  perro,  que  delante 
del  pastor  se  combatía  con  un  lobo,  podía  tener  mayor  co- 
nocimiento del  fin  para  que  fué  creado,  que  el  pastor,  siendo 
hombre  [y  no  teniendo  conocimiento  del  fin  por  el  cual  es 
hombre]  y  pastor,  quien  no  se  quería  levantar  de  la  cama 
por  temor  de  la  lluvia  y  el  frío  que  hacía. 

Cuando  el  santo  hombre  oyó  estas  palabras  a  Félix,  co- 
noció de  lo  que  estaba  admirado,  y,  por  lo  que  así  hablaba, 
se  acordó  de  algunas  cosas  que  muchas  veces  había  memo- 
rado. Por  lo  que  con  gran  tristeza  y  lágrimas  le  dijo :  — Ama- 
do hijo,  si  en  Dios  hubiese  alguna  cosa  mala  [orgullo,  ig- 
norancia, injuria  o  algún  otro  defecto],  ésta  sería  mayor 
y  más  mala  que  todas  las  que  hay  en  el  mundo,  ni  que  el 
mesmo  mundo  7 ;  así  como,  habiendo  en  Dios  bondad  y  per- 
fección, ésta  es  mayor  que  toda  la  bondad  y  perfección  que 
hay  en  el  mundo  ni  que  el  mesmo  mundo. 

Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  lo  que  el  santo  hom- 
bre le  quería  decir,  y  dijo  llorando:  — Señor  y  Dios  mío, 


a  la  expulsiva  ;  y  la  digestiva  y  las  demás  hacen  lo  mismo  que  la 
digestiva». 

7  El  texto  luliano  dice  :  «...  major  fóra  que  neguna  cosa  que  fos 
en  lo  món  ;  ne  tot  lo  món  no  és  tan  gran  en  bonea  ni  en  compliment, 
com  fóra  aquella  en  malea  e  en  defelliment  ;  e  car  en  Déu  cové  ésser 
major  bonea  e  major  perfecció  de  totes  coses,  que  en  neguna  altra 
cosa,  per  açò  hi  fóra  major  malea  e  mayor  defelliment,  que  en 
neguna  cosa'  tot  lo  menor  mal  e  lo  menor  defelliment  que  sia  en 
lo  món.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  45  76 1 


¿cuándo  será  el  día  que  vos  seáis  amado  y  conocido  por 
todo  el  mundo?  Y  ¿cuándo  tendréis  procuradores  que  apli- 
quen todas  sus  fuerzas  para  haceros  amar  y  conocer  por 
aquellos  que  de  vos  no  tienen  amor  ni  conocimiento? 


CAPÍTULO  XLV 

DE  QUÉ  ES  EL  HOMBRE 

Después  que  Félix  hubo  llorado  mucho  tiempo,  pidió  al 
ermitaño  le  explicase  de  qué  es  el  hombre.  Y  el  ermitaño 
le  dijo  que  el  hombre  es  de  todas  aquellas  cosas  que  le 
había  explicado  en  el  antecedente  capítulo;  y  añadió:  — Has 
de  saber  que  a  un  filósofo  le  preguntó  un  discípulo  que  de 
qué  era  el  sol,  y  el  filósofo  le  respondió  que  el  sol  es  de 
lucidez  activa  y  pasiva  compuesto  y  unido;  y  los  rayos  que 
fuera  de  sí  influye,  con  los  cuales  ilumina  la  luna  y  el  aire, 
son  por  la  operación  que  la  luz  activa  tiene  en  la  pasiva. 

Amado  hijo,  el  grano  de  trigo  que  debajo  de  la  tierra 
engendra  a  los  otros  granos,  los  da  de  su  esencia  y  de  su 
ser,  de  su  forma,  de  su  materia,  de  su  cualidad,  cuantidad, 
habituación,  situación,  relación,  acción  y  pasión,  según  su 
similitud;  de  forma  que  los  granos  que  se  engendran  son 
del  grano  que  muere  en  la  tierra  y  de  aquello  que  aquel 
grano  convierte  en  su  propia  naturaleza,  tomando  de  la  tie- 
rra y  de  los  otros  elementos  forma,  materia,  cuantidad, 
cualidad  y  todos  los  otros  accidentes,  convirtiendo  en  su 
propia  especie  y  naturaleza  todo  lo  que  de  ellos  puede  tomar, 
lo  que  después  da  a  los  granos  que  engendra  y  que  multi- 
plica en  la  espiga.  Así,  pues,  el  pan,  el  vino,  la  carne  y  todas 
las  otras  cosas  que  el  hombre  come,  se  convierten  en  su 
estómago  en  sangre,  y  de  sangre  en  carne,  en  huesos,  medu- 
las, uñas  l,  cabellos  y  en  todas  las  otras  cosas  que  hay  èn 
el  cuerpo  humano.  Cuyo  cuerpo  da  su  similitud  cuando  el 
hombre  engendra  a  otro  hombre;  y  así,  el  hijo  toma  del  ser 
del  padre  la  forma,  la  materia,  la  cuantidad  y  todos  los 
otros  accidentes;  y  lo  mismo  (unitivamente)  toma  de  la 
madre;  pero  el  ser  específico  de  éstos  permanece  (a  dife- 
rencia del  grano  de  trigo!  que  pierde  su  ser  específico  para 
engendrar  los  otros  granos,  y  lo  mismo  es  de  todas  las  otras 
semillas)  2;  y  el  hijo  toma  ser  en  cuanto  es  engendrado  de 
aquello  que  el  padre  y  la  madre  convierten  en  su  especie, 


«e  moyls,  e  nirvis,  cabells...» 
-  Los  paréntesis  son  añadiduras  del  traductor. 


762 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


similitud  y  naturaleza,  comiendo,  bebiendo,  oliendo  y  to- 
cando. 

Además,  has  de  saber  que,  cuando  Dios  creó  el  mundo, 
y  formó  a  Adán  del  limo  de  la  tierra  y  a  Eva  de  su  costilla, 
éstos  engendraron  hijos  del  semen  de  Adán  y  de  lo  que 
éste  comía  y  bebía  y  en  su  naturaleza  convertía,  transubs- 
tanciándolo  en  su  especie;  y  de  aquella  materia,  forma  y 
accidentes  [que  se  transubstanció  en  la  esencia  y  ser  de 
Adán  corporalmente,  Adán  engendraba  en  Eva  hijos;  y  así] 
por  línea  y  por  continuación,  es  el  hombre  corporalmente, 
convirtiendo  lo  que  como  en  sí  mesmo,  y  después  dándole  a 
otro  hombre  en  el  acto  de  la  generación,  para  que  tenga 
nuevo  ser. 

— Señor — dijo  Félix — ,  la  humanidad  de  nuestro  Señor 
Jesucristo,  ¿de  qué  fué? — Y  el  ermitaño  respondió  y  dijo 
que  la  naturaleza  corporal  de  Cristo  fué  de  la  naturaleza 
corporal  de  María  Santísima;  porque,  así  como  Dios  del  limo 
de  la  tierra  formó  a  Adán,  obrando  sobre  las  fuerzas  de  la 
naturaleza,  así  el  mismo  Dios,  con  obra  superior  a  las  de 
la  naturaleza,  formó  e  hizo  dentro  de  María  Santísima  y  de 
su  propia  carne  el  cuerpo  de  Jesucristo,  en  el  cual  creó  el 
alma,  dándole  ser  humano  al  mismo  tiempo  corporal  y  es- 
piritualmente. 

Mucho  agradó  a  Félix  el  haber  entendido  de  qué  es  el 
hombre,  y  tuvo  gran  júbilo  cuando  conoció  que  él  era  de  la 
naturaleza  humana,  de  la  cual  es  el  mesmo  Cristo.  Pero, 
considerando  que  el  mesmo  Cristo  no  es  amado  ni  conocido 
por  todo  el  mundo,  y  que  son  muchos  más  los  hombres  que 
no  le  aman  ni  le  conocen,  aunque  son  de  su  misma  natu- 
raleza, que  los  que  le  aman  y  conocen,  se  entristeció  y  ma- 
ravilló mucho  de  que,  siendo  el  mismo  Cristo  Dios  y  hombre 
y  habiendo  hecho  tanto  por  el  hombre,  sea  tan  poco  cono- 
cido, honrado  y  servido  por  él. 

Y,  después  de  haber  llorado  mucho  con  esta  considera- 
ción, preguntó  al  ermitaño  [por  qué  es  el  hombre]. 


CAPÍTULO  XLVI 

Por  qué  o  para  qué  es  el  hombre 

— Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  memorable, 
inteligible,  amable,  honorable  y  temible,  y  tiene  otras  mu- 
chas dignidades  que  convienen  a  su  inmenso  poder  y  señorío. 
Y  para  ser  memoradd,  conocido,  amado,  honrado  y  temido, 
creó  al  hombre,  el  cual  tiene  ser  para  memorar,  entender, 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  46 


763 


amar,  honrar  y  servir  a  Dios.  Amado  hijo,  esta  que  he  dicho 
es  la  principal  razón  por  que  y  para  que  es  el  hombre;  e 
inferior  a  ésta  hay  otra,  que  es  la  de  que  el  hombre  es  para 
que  goce  de  la  gloria  en  el  cielo,  memorando,  conociendo  y 
amando  a  Dios  perdurablemente  y  sin  fin.  Después  de  esta 
razón  hay  otra,  y  ésta  es  que  el  hombre  es  o  tiene  ser 
porque  fué  engendrado  de  otro  hombre,  según  que  ya  he 
dicho. 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  la  principal  razón  por  que 
tiene  ser  el  hombre  es  para  conocer,  memorar  y  amar  a 
Dios,  ¿  cómo  es  posible  que  haya  tan  pocos  en  el  mundo  que 
le  memoren,  amen  y  conozcan,  y  cómo  es  posible  que  sean 
más  amadas  las  vanidades  del  mundo  (por  los  del  mismo 
mundo)  1  que  Dios?  — Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en 
una  ciudad  había  un  ciudadano  muy  rico,  honrado,  hermoso 
y  dotado  de  todas  buenas  costumbres,  el  cual  tenía  una  mu- 
jer muy  bella,  a  la  que  honraba  y  amaba  mucho;  y,  viendo 
ésta  a  un  villano  que  entraba  en  su  casa  a  sacar  estiércol 
de  la  caballeriza,  se  agradó  de  él,  y,  amándole  más  que  a 
su  marido,  le  entregó  su  cuerpo  deshonesta  e  ilícitamente. 
Esto  es,  hijo,  desviarse  el  hombre  del  fin  por  que  es  hombre  ; 
por  cuyo  desvío  se  acarrea  infinita  duración  en  pena  y  en 
tormento,  por  ofender  a  infinita  bondad,  grandeza,  poder, 
sabiduría,  voluntad  y  justicia. 

Después  de  dichas  estas  palabras,  prosiguió  el  ermitaño 
diciendo  las  siguientes  2 :  — La  calor  natural  es  la  causa  de 
que  viva  el  hombre;  y,  cuando  muere,  la  calor  innatural 
es  mayor  que  la  natural,  porque,  si  no,  el  hombre  no  mo- 
riría de  aquella  enfermedad. 

Por  las  antecedentes  palabras  y  similitudes  entendió  Fé- 
lix lo  que  el  ermitaño  quería  decir;  pero  se  maravilló  mucho 
de  que  hubiese  cosa  que  pudiese  apartar  al  hombre  del  fin 
para  que  es  creado,  siendo  así  que  Dios  es  más  poderoso  en 
perfección  que  ninguna  cosa  en  imperfección;  lo  que  cono- 
ciendo el  ermitaño,  le  dijo  que  el  nombre  justo  permanece 
y  camina  al  fin  para  que  es  creado,  esto  es,  para  memorar, 
entender  y  amar  a  Dios  en  gloria  sin  fin;  de  cuyo  fin  se 
desvía  el  hombre  pecador,  pero  no  se  desvía  de  forma  que 
Dios  pierda  en  él  su  derecho,  antes  se  sigue  el  fin  por  que 
Dios  le  ha  creado,  pues  en  la  justicia  que  Dios  hace,  dando 
pena  sin  fin  en  el  infierno  a  los  hombres  injustos  y  a  los 
ángeles  malos,  es  memorado.,  entendido  y  amado  por  su 
justicia;  y  por  su  misericordia,  cuando  perdona  en  este 


'-Paréntesis  del  traductor. 

1  Traducción  deficiente  de  :  «molt  stech  meravellat  Fèlix  de  tío 
que  lo  ermità  deya,  e  no  entès  la  semblança  tro  que  lo  ermità  dix 
aquestes  peraules». 


7Ó4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


mundo  a  los  pecadores  que  se  arrepienten  de  sus  culpas  ;:. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  Dios  creó  al  hombre  de 
forma  que  pudiese  pecar? — A  que  el  ermitaño  respondió  que 
si  Dios  hubiese  creado  al  hombre  de  forma  que  le  pudiese 
memorar,  entender  y  amar,  y  que  no  le  pudiese  olvidar, 
ignorar  y  desamar,  sería  el  fin  por  que  el  hombre  es  por  la 
bondad  de  Dios  y  no  por  la  justicia,  y  serían  la  bondad  y 
la  justicia  de  Dios  contrarias  en  grandeza,  cuya  contrariedad 
es  imposible.  Pero,  porque  el  hombre  justo  puede  pecar  y 
no  quiere  pecar,  la  bondad  y  la  justicia  de  Dios  concuerdan 
en  él,  a  causa  de  que  obra  bien  en  cuanto  memora,  entiende 
y  ama  a  Dios  y  no  le  quiere  Olvidar,  ignorar  y  desamar. 
Y,  cuando  hace  lo  contrario,  obra  mal  contra  la  bondad,  y 
entonces  la  justicia  le  castiga,  cuyo  castigo  es  bueno,  por- 
que el  hombre  injusto  obra  contra  la  justicia  y  bondad. 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  que  Dios  no  es  visible,  ni 
oíble,  ni  sensible,  ni  tangible,  ¿por  qué  ha  creado  ojos  para 
ver,  orejas  para  oír,  manos  para  tocar,  y  así  de  las  demás 
cosas  sensibles?  Pues  era  bastante  que  Dios  tan  solamente 
crease  el  alma,  respecto  de  ser  sólo  memorable,  inteligible 
y  amable.  — Amado  hijo,  en  Dios  hay  bondad,  grandeza, 
eternidad,  poder,  y  tiene  otras  muchas  virtudes ;  y  para  que 
las  similitudes  de  sus  virtudes  fuesen  vistas,  oídas  y  tocadas, 
hizo  al  hombre  con  ojos,  manos,  orejas  y  boca,  y  le  dió  sen- 
tidos para  que  viese  al  mundo  bueno,  grande  y  durable,  en  el 
cual  hay  poder  y  otras  muchas  cosas  que  tienen  alguna  simi- 
litud de  las  virtudes  de  Dios,  en  cuya  similitud  se  manifies- 
tan y  demuestran  para  que  el  hombre  mejor  le  pueda  memo- 
rar, conocer  y  amar,  y  ¡para  que  pueda  adquirir  virtudes  y 
huir  de  los  vicios,  adquiriendo  por  este  medio  mayor  mérito, 
y  por  él  mayor  gloria. 


CAPITULO  XLVII 
Por  qué  vive  el  hombre 

— Señor — dijo  Félix — <,  el  hombre,  ¿ipor  qué  vive  en  este 
mundo  ? — A  que  el  ermitaño  respondió :  — ¡El  hombre  vive  en 
este  mundo  para  que,  viviendo,  memore,  entienda  y  ame  a 
Dios,  y  para  que  pueda  vivir  en  el  otro  en  gloria  sin  fin.  Ade- 
más has  de  saber  1  que  el  alma  racional  es  una  cosa  mesma 
con  su  mesma  vida,  porque  aquello  que  es  alma  racional  es 

1  Interpretación  recta  de  un  lugar  algo  oscuro  en  el  original. 
1  Esta  frase,  aquí  y  más  abajo,  falta  siempre  en  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.  C.  47  765 


vida,  esto  es,  que  la  memoria,  el  entendimiento  y  la  voluntad 
son  de  naturaleza  de  vida  espiritual,  y  su  vivir  es  un  ser,  que 
es  alma,  así  como  el  ser  del  sol,  que  es  lucir  de  forma  y  de 
materia  de  luz.  Además  has  de  saber  que  la  vida  corporal  del 
hombre  consiste  en  la  unión  de  los  elementos  de  que  es  com- 
puesto aquel  cuerpo,  como  ya  habernos  dicho,  y  esta  vida  se 
llama  vegetativa,  porque  su  vivir  consiste  en  la  obra  de  la 
potencia  vegetal ;  y  el  cuerpo  vive  porque  come,  bebe,  respi- 
ra, siente  calor  y  frío  y  hace  otras  cosas  semejantes;  pues 
por  el  calor  consume  la  humedad,  frialdad  y  sequedad,  calen- 
tando al  cuerpo;  y  lo  mismo  hace  la  frialdad,  que  consume 
la  calor;  y  así  de  los  demás.  Y  por  esto  el  hombre  apetece 
comer  y  beber,  para  que  se  pueda  hacer  temperamento  de 
humores,  calidades  y  complexiones,  sin  el  cual  no  podría  vi- 
vir. Además  has  de  saber  que  esta  potencia  vegetativa  vive 
por  sí  mesma  y  por  la  sensitiva,  que  es  la  vida  sensual ;  y  por 
esto,  sin  ver  ni  oír  y  oler  puede  el  hombre  vivir,  mas  no  sin 
sentir  ni  gustar. 

Además  has  de  saber  que  por  el  ánima  racional  vive  el 
cuerpo  y  vive  la  sensitiva,  porque  el  ánima  es  tan  virtuosa 
en  su  vivir,  que  hace  vivir  todo  lo  que  en  el  hombre  es  ve- 
getado y  sensado;  y  por  la  virtud  del  alma  racional  se  tras- 
mudan los  manjares  que  el  hombre  come  y  bebe,  en  vivir 
vegetante  y  sensante  2,  verbigracia,  como  el  pan,  el  vino  y 
la  carne,  que  el  hombre  come,  que  se  transmuda  en  sangre 
y  en  carne  viviente,  vegetante  y  sensante. 

Amado  hijo,  el  hombre  es  instrumento  compuesto  de  vida 
corporal  y  espiritual,  las  cuales  causan  la  vida  del  hombre; 
y  la  muerte  [es]  lo  contrario  de  la  vida,  pues  el  hombre 
muere  por  haberse  desordenado  el  instrumento  y  por  sepa- 
rarse el  alma  del  cuerpo,  que  es  la  que  le  da  vida. 

— iSeñor: — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  causa  quieren  los  hom- 
bres vivir  mucho  tiempo  en  el  mundo? — A  lo  que  el  ermita- 
ño respondió  que  todas  las  cosas  aman  su  ser  por  naturaleza, 
y  desaman  el  no  ser  por  ella  mesma;  y  porque  el  vivir  tiene 
concordancia  con  el  ser,  y  el  morir  con  el  no  ser,  ama  el 
hombre  vivir  y  desama  el  morir. 

— Asimesmo,  porque  el  alma  da  vida  al  cuerpo  y  el  cuer- 
po recibe  vida  del  alma,  el  alma  quiere  vivir  en  el  cuerpo  y 
el  cuerpo  quiere  vivir  con  el  alma ;  y  por  esto,  el  hombre  des- 
ama el  morir,  porque  quiere  ser  hombre  viviendo;  pues  des- 
pués de  muerto  no  es  hombre,  sino  es  que  el  alma  es  una  par- 
te del  hombre  y  el  cuerpo  se  reduce  a  polvo,  dejando  de  ser 
hombre  hasta  el  día  de  la  resurrección,  que  se  volverán  a  unir 
y  serán  aquel  mismo  hombre  que  era  antes. 


-  La  traducción  castellana  dice  «vegetado  y  Alisado». 


766 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Asimesmo  has  de  saber  que  3  el  hombre  es  para  que  me- 
more, entienda  y  ame  a  Dios,  pues  es  digno  de  ser  memorado, 
entendido  y  amado,  por  ser  grande  en  bondad,  eternidad,  po- 
der, sabiduría,  voluntad  y  perfección;  por  lo  que  el  hombre 
también  naturalmente  quiere  vivir  para  poder  memorarle, 
entenderle  y  amarle  mucho.  Y  una  vez  que  está  en  pecado  y 
se  ha  desviado  del  fin  para  que  fué  creado,  innaturalmente 
quiere  vivir  mucho  tiempo,  para  cometer  delitos  en  este  mun- 
do 4  y  huir  de  la  pena  que  le  espera  en  el  otro ;  al  contrario 
del  hombre  justo,  que  desea  vivir  mucho  tiempo  para  poder 
servir  más  a  Dios  y  alcanzar  mayor  gloria. 

Has  de  saber  que  en  una  ciudad  había  un  obispo  que  era 
hombre  de  muy  buenas  costumbres  antes  que  lo  fuese,  pero 
de  muy  malas  después  de  serlo,  y  deseaba  vivir  mucho  tiem- 
po. Sucedió  un  día  que,  habiendo  muerto  un  noble  ciudada- 
no, él  dijo  el  oficio;  y,  cuando  vió  que  le  soterraban  y  le 
echaban  la  tierra  encima,  concibió  gran  horror,  y,  conside- 
rando qué  era  la  causa  de  que  el  hombre  le  tuviese  mayor  es- 
tando cerca  del  hombre  muerto,  que  cerca  de  otra  cosa  muer- 
ta, alcanzó  la  razón,  conociendo  que  el  hombre  aborrece  más 
por  naturaleza  lo  que  es  semejante  a  él  en  especie  cuando 
desfallece  (o  tiene  otro  cualquier  defecto)  5  que  no  aborrece 
ninguna  otra  cosa  por  .grande  que  le  tenga.  Y,  cuando  hubo 
considerado  sobre  esto  mucho  tiempo,  memoró  la  humani- 
dad de  nuestro  Señor  Jesucristo,  a  la  que  él  era  semejante 
por  naturaleza  humana,  y  memoró  que  él  era  pecador  y  obra- 
ba contra  la  dignidad  que  poseía;  por  lo  que  era  a  Jesucris- 
to muy  desagradable;  pues  cuanto  le  era  más  semejante  en 
naturaleza  y  en  oficio  sacerdotal,  más  le  era  desemejante,  y, 
por  consecuencia,  desagradable,  por  ser  hombre  pecador.  En 
cuya  consideración  se  detuvo  tanto,  que  conoció  sus  defec- 
tos, se  arrepintió  de  sus  pecados  y  deseó  vivir  mucho  tiem- 
po para  hacer  penitencia  de  ellos. 


CAPÍTULO  XLVIII 


POR  QUÉ  AMA  Y  DESEA  EL  HOMBRE  TENER  HIJOS 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  causa  desea  el  hombre 
tener  hijos,  cuando  sabe  que  hay  más  hombres  en  el  mundo 
en  estado  de  condenarse  que  en  el  de  salvarse  ? 

3  Palabras  de  transición  añadidas  por  el  traductor. 
*  Falsa  versión  de  «per  ço  que  hage  delits  en  est  món...»,  para 
tener  placeres  en  este  mundo. 
6  Paréntesis  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  48 


767 


— Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  naturalmente  todas 
las  cosas  aman  su  semejanza,  y  esta  naturaleza  (de  amor)  se 
principia  en  Dios,  porque  Dios,  amándose  a  sí  mesmo,  ama  su 
semejanza ;  y  por  esto  Dios  Padre,  amándose  a  sí  mesmo,  en- 
gendra al  Hijo,  que  es  a  él  semejante  en  ser  Dios  y  en  bon- 
dad, grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad.  Asi- 
mesmo  ama  Dios  su  semejanza  en  las  criaturas,  esto  es,  en 
aquello  que  las  criaturas  son  buenas,  grandes,  durables,  po- 
derosas, nobles,  en  lo  que  tienen  alguna  similitud  con  la  bon- 
dad, grandeza  y  virtudes  de  Dios.  Y  también  porque  Dios 
ama  su  semejanza,  ha  creado  el  mundo,  el  cual  ha  creado  con 
alguna  similitud  de  sí  mesmo,  y  por  esto  es  el  homíbre  hijo 
de  Dios  por  creación. 

Por  esta  naturaleza  y  razón  desea  el  hombre  tener  hijos, 
apeteciendo  que  su  semejanza  se  imprima  e  informe  en  ellos 
y  que  ésta  sea  durable,  para  que  se  represente  la  bondad, 
grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad  de  Dios. 
Pero,  porque  el  hombre  pecador  está  corrompido  por  el  pe- 
cado y  ama  contra  el  fin  para  que  es  creado,  hay  muchos 
hombres  que  desean  tener  hijos  por  naturaleza  desemejante 
a  Dios,  amando  tenerlos  para  contrario  fin  del  que  los  de- 
bían amar,  enseñándolos  por  esto  a  amar  las  vanidades  del 
mundo. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  1  en  una  ciu- 
dad sucedió  que  un  hombre  tenía  un  hijo  al  cual  honró  mucho 
mientras  vivió,  y  le  dejó  cuanto  tenía  cuando  murió.  Este 
día,  en  que  el  hijo  tenía  delante  el  cadáver  de  su  padre  y 
esperaba  a  los  clérigos  para  que  le  llevasen  a  enterrar,  mira- 
ba al  mesmo  tiempo  por  la  ventana  si  veía  venir  una  mujer 
a  quien  amaba  mucho;  y  tenía  mayor  ira  de  no  verla,  que 
pesar  de  la  muerte  de  su  padre.  Y  aun  te  diré  más:  que  de 
esto  2  tenía  gozo,  como  su  padre  le  había  dejado  toda  su 
hacienda. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  lo  que  el  ermitaño  le  decía, 
y  le  preguntó  que  por  qué  razón  o  naturaleza  podía  suceder 
aquello.  A  que  el  ermitaño  respondió:  — Una  vez  sucedió  que 
un  usurero  hizo  su  testamento  sin  querer  restituir  nada  de 
lo  que  había  adquirido,  por  dejárselo  a  un  hijo  a  quien  mu- 
cho amaba,  el  cual  tuvo  gran  alegría  de  la  muerte  de  su  pa- 
dre. Este  hijo  vivió  mucho  tiempo,  y  acordándose  un  día  de 
que  su  padre  había  sido  usurero,  de  que  le  había  dejado 
cuanto  tenía  y  de  que  él  había  tenido  gran  alegría  de  su 
muerte,  se  maravilló  de  que  su  padre  hubiese  querido  más 
irse  al  infierno  que  dejarle  a  él  pobre;  y  se  maravilló  tam- 
bién de  que  él  hubiese  podido  tener  alegría  de  la  muerte  de 


1  Toda  esta  frase  es  una  añadidura  inútil  del  traductor. 
3  La  versión  española  dice  testa». 


;68 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


su  padre,  que  tanto  le  había  amado;  hasta  que  conoció  que, 
así  como  su  padre  le  amaba  locamente,  así  Dios  le  castigó 
haciendo  que  su  hijo  ¡le  aborreciese  y  amase  más  la  herencia 
que  la  vida  ni  la  salvación  de  su  padre. 

Por  estas  palabras  del  ermitaño  conoció  Félix  que,  por- 
que los  hombres  aman  tener  hijos  loca  y  ciegamente  y  con- 
tra la  intención  por  que  los  deberían  amar,  los  castiga  Dios 
en  el  desamor  de  sus  hijos,  los  cuales  aman  más  los  bienes 
que  los  dejan  que  no  la  salvación  ni  la  vida  de  sus  padres. 

Y  cuando  Félix  hubo  comprendido  bien  esto,  preguntó  al 
ermitaño  por  qué  naturaleza  la  madre  ama  más  tener  hijo 
que  hija,  cuando  la  hija  es  más  semejante  a  ella  que  el  hijo. 
A  que  el  ermitaño  respondió :  — En  la  naturaleza  por  la  cual 
la  mujer  ama  más  tener  hijo  que  hija,  está  significada  la 
causa  por  que  el  hombre  desea  y  debe  desear  tener  hijos, 
y  ésta  es  porque,  como  Dios  ama  manifestar  y  significar  su 
virtud  y  similitud  en  la  criatura  más  noble  que  en  la  menos 
noble,  ama  también  más  la  mujer  tener  hijo  que  hija,  porque, 
siendo  el  hombre  más  noble,  más  fuerte  y  más  sabia  criatu- 
ra que  la  mujer,  ama  ésta  y  debe  amar  más  el  tener  hijos 
que  hijas,  para  producir  de  sí  mesma  cosa  que  sea  más  se- 
mejante a  Dios. 


CAPITULO  XLIX 

Por  qué  causa  el  hombre  está  sano  y  enfermo 

Félix  preguntó  al  ermitaño  que  por  qué  causa  está  el 
hombre  sano  y  enfermo.  A  que  el  ermitaño  respondió  que  en 
la  potencia  vegetativa  hay  cuatro  potencias  o  facultades,  esto 
es :  apetitiva,  retentiva,  digestiva  y  expulsiva. 

La  potencia  apetitiva  da  a  los  hombres  apetito  de  co- 
mer, beber,  calentar,  enfriar,  velar  y  dormir,  de  que  dimana 
que,  cuando  esta  potencia  pide  las  cosas  que  son  necesarias  al 
cuerpo  y  aborrece  naturalmente  las  que  no  le  son  necesarias, 
entonces  tiene  el  hombre  sanidad  corporal,  con  la  cual  tem- 
pladamente come,  bebe,  viste,  vela  y  duerme,  y  obra  de  con- 
formidad que  el  movimiento  natural  no  se  corrompa.  Y  cuan- 
do el  hombre  obra  lo  contrario  de  esto,  padece  enfermedades 
corporales. 

El  oficio  de  la  potencia  retentiva  es  de  retener  las  viandas 
que  el  hombre  come,  tanto  tiempo  cuanto  es  el  que  la  diges- 
tiva ha  menester  para  digerirlas  y  repartirlas  por  todos  los 
miembros  del  cuerpo.  Después  conviene  que  da  digestiva  dé 
pleno  poder  a  la  expulsiva,  para  que  arroje  fuera  la  materia 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  49 


76q 


gruesa,  que  no  es  necesaria  ni  provechosa  para  el  nutrimien- 
to del  cuerpo.  Y  si  la  expulsiva  arroja  fuera  toda  aquella  su- 
perfluidad, entonces  está  el  cuerpo  sano;  y  si  la  retentiva 
retiene  más  de  lo  que  debe,  entonces  se  engendra  enferme- 
dad. Y  si  la  digestiva  digiere  la  vianda  que  el  hombre  come, 
de  forma  que  la  calor  natural  pueda  obrar  contra  la  calor  in- 
natural, entonces  está  el  hombre  sano;  por  lo  que  debe  cui- 
dar más  de  la  potencia  digestiva  que  de  ninguna  de  las  otras ; 
porque  si  la  apetitiva  pide  más  o  menos  que  la  digestiva  no 
puede  cocer,  y  si  la  retentiva  retiene  más  o  menos,  o  la  expul- 
siva expele  más  o  menos  que  la  digestiva  no  pueda  obrar,  en- 
tonces enferma  el  cuerpo.  La  experiencia  en  que  el  hombre 
puede  conocer  si  la  digestiva  es  en  buena  disposición  en  su 
cuerpo,  es  considerando  en  su  oficio  o  ejercicio  muchas  veces, 
y  si  se  siente  ligero  o  pesado,  triste  o  alegre,  experimentando 
si  la  expulsiva  es  bien  ordenada,  y  qué  1  manjares  son  más 
fáciles  de  cocer  y  expeler.  Y  asimesmo  debe  el  hombre  consi- 
derar sobre  su  dormir,  velar,  etc.,  porque  todas  estas  cosas 
son  señales  por  las  cuales  puede  tener  conocimiento  de  la  di- 
gestiva. En  la  potencia  expulsiva  hay  muchas  señales  que 
significan  la  sanidad  o  la  enfermedad,  como  son  la  figura  o 
el  color  de  lo  que  la  expulsiva  arroja ;  porque  si  es  unido,  sig- 
nifica digestión;  y  si  claro,  indigestión;  lo  que  también  ma- 
nifiesta si  el  color  conviene  con  los  manjares  de  que  el  hom- 
bre se  alimenta  2.  Y  lo  mesmo  se  puede  conocer  por  los  mes- 
mos  términos  en  el  sudor,  saliva,  en  lo  que  se  arroja  por  las 
narices,  por  los  ojos,  por  las  orejas,  y  por  otras  muchas  seña- 
les que  dan  indicio  de  la  sanidad  o  enfermedad  del  hombre; 
advirtiendo  que  toda  sanidad  consiste  en  la  templanza,  orde- 
nación e  igualdad  de  la  apetitiva,  retentiva,  digestiva,  expul- 
siva; y  por  semejantes  calidades,  viandas,  humores  y  com- 
plexiones, según  que  el  cuerpo  es  de  cálida  complexión,  o  de 
húmeda,  o  de  fría,  o  de  seca.  Y  por  lo  contrario  de  todo  esto 
se  engendra  la  enfermedad. 

Has  de  saber — dijo  el  ermitaño — que  en  un  noble  monas- 
terio había  un  prior  que  era  hombre  lujurioso,  el  cual,  cuando 
consagraba  en  el  sacrificio  de  la  misa,  sentía  que  se  introdu- 
cía en  su  alma  una  gran  tristeza,  y  después  de  haberla  dicho 
estaba  mucho  más  triste  que  cuando  la  quería  decir,  de  que 
él  se  admiraba  mucho,  no  conociendo  la  ocasión  de  este  acci- 
dente. Sucedió  un  día  que,  después  de  haber  dicho  misa  y 
sentí dose  con  la  tristeza  y  despecho  que  acostumbraba,  se 
vino  un  médico  a  confesar  con  él  de  diversos  pecados  de  lu- 
juria con  grande  arrepentimiento;  y  habiéndole  confesado  y 

'••La  versión  española  dice  :  «...  y  en  que  los  manjares...»,  mien- 
tras el  texto  catalán  es  claro  :  «...  ne  guals  viandes  són...» 

2  Esa  frase  no  concuerda  con  el  original  :  «...  e  la  color  se  cové 
segons  les  viandes  que  hom  menugue.» 


28 


-770 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


absuelto,  se  sintió  mucho  más  triste  y  despechado  que  lo  es- 
taba antes;  por  lo  que  preguntó  al  médico  si  le  sabría  dar 
la  razón  por  qué  le  venía  tan  grande  tristeza  cuando  había 
dicho  misa  y  cuando  le  había  confesado.  A  lo  que  el  médico 
le  respondió: 

"Un  rey  tenía  dos  hijos,  el  uno  de  los  cuales  estaba  siem- 
pre triste,  y  el  otro  siempre  alegre,  de  que  su  padre  se  mara- 
villaba mucho;  y,  viniendo  a  su  corte  un  médico  célebre,  el 
rey  le  preguntó  la  causa  de  esta  variedad,  y  el  médico  hizo 
que  los  dos  muchachos  comiesen  delante  de  él  y  del  rey,  y 
vió  que  el  que  estaba  siempre  alegre  comía  y  bebía  templa- 
damente, y  lo  que  comía  lo  mascaba  mucho,  y  cuando  bebía, 
bebía  despacio  y  lentamente;  y  el  otro  que  siempre  estaba 
triste,  comía  mucho  y  bebía  mucho,  y  no  comía  ni  bebía  se- 
gún convenía,  de  que  dimanaba  su  tristeza,  por  no  poder  la 
digestiva  cocer  los  manjares,  y  por  esto  se  entristecía.  Y  des- 
pués de  haber  manifestado  el  médico  al  rey  la  causa  de  que 
su  hijo  estuviese  triste,  le  trajeron  delante  dos  hombres  acu- 
sados, cómplices  en  un  delito  3,  aunque  el  uno  de  los  dos  solo 
le  había  cometido,  y  éste,  que  era  el  verdadero  reo,  estaba 
delante  del  rey  compungido,  perezoso  y  sin  poder  hablar4, 
y  el  otro,  que  era  inocente,  estaba  alegre  y  hablaba  con  ar- 
dimiento y  cordura;  en  cuya  diversidad  de  acciones  y  sem- 
blantes conoció  el  rey  y  supo  distinguir  al  inocente  del  reo." 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  el 
prior,  que  estaba  tan  enfermo  espiritualmente,  pudiese  sa- 
nar al  médico  que  con  él  se  confesó. — A  que  el  ermitaño  res- 
pondió que  la  sanidad  que  el  médico  recibió  del  prior  dima- 
nó del  poder  que  Dios  ha  dado  al  hombre  que  tiene  oficio 
sacerdotal,  cuyo  poder  es  tan  grande,  que  la  enfermedad  es- 
piritual que  el  prior  por  la  lujuria  padecía,  no  le  podía  ni 
pudo  corromper  ni  destruir.  Mucho  agradó  a  Félix  lo  que  el 
ermitaño  le  dijo;  pero  se  entristeció  y  admiró  de  que  hom- 
bres a  quien  Dios  ha  dado  tan  gran  poder,  que  en  algún 
modo  es  semejante  al  suyo,  puedan  permanecer  en  pecado 
de  lujuria  ni  en  ningún  otro. 


3  Esa  complicidad  la  inventa  el  traductor,  contra  el  texto  luga- 
no, en  que  uno  de  los  acusados  era  culpable,  y  el  otro,  inocente. 

1  Traducción  inexacta  de  «vergonyós,  e  pahorós,  e  descolorit,  e 
empetxat  de  perlar  denant  lo  rey». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  50 


771 


CAPITULO  L 

POR  QUÉ  EL  HOMBRE  ENVEJECE 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  ¿por  qué  causa  el 
hombre  envejece? — A  que  el  ermitaño  respondió  diciendo: 
■ — Esa  misma1  pregunta  hizo  un  discípulo  a  su  maestro,  el 
'cual,  para  responderle,  le  mostró  una  canal  de  molino  que 
estaba  vieja  y  usada  por  el  agua  que  por  ella  había  pasado 
muchos  años.  Amado  hijo — 'prosiguió  el  ermitaño — ,  el  cuer- 
po ded  hombre  es  un  vaso,  en  el  cual  entra  y  sale  el  un  ele- 
mento en  otro  sin  cesar,  y  en  el  mismo  cuerpo  se  hace  la 
transmutación  de  una  cosa  en  otra,  así  como  el  pan,  el  vino, 
el  agua  y  las  oirás  viandas,  que  se  transmudan  en  carne  y  en 
sangre;  y  por  la  resistencia  que  la  una  cosa  hace  a  la  otra, 
se  causa  la  corrupción,  y  por  ella  la  vejez.  En  el  cuerpo  del 
hombre  entra  el  fuego  en  el  aire,  y  por  él  pasa  el  fuego  a 
calentar  el  agua,  y  el  agua,  contrastándole,  le  introduce  en  la 
tierra;  y  así  se  mortifica  el  fuego,  pasando  por  estos  tres 
elementos;  y  lo  mismo  es  de  los  otros,  que,  pasando  el  uno 
por  el  otro,  se  mortifican,  por  cuya  mortificación  el  hombre 
envejece  y  se  hace  perezoso,  frío  1  y  pesado.  Pero  la  mayor  ra- 
zón por  que  el  hombre  envejece  es  por  la  potencia  vegetativa, 
que  tiene  en  sí  otras  cuatro  que  se  unen  en  el  movimiento  de 
la  motiva;  porque  la  apetitiva  apetece  el  comer  y  desear,  y 
la  retentiva  retener,  y  la  digestiva  cocer  y  repartir,  y  la 
expulsiva  apetece  arrojar  aquello  que  no  es  menester  para 
el  nutrimento  del  cuerpo.  Y  por  este  continuado  movimien- 
to viene  la  vejez,  la  torpeza  y  la  falta  de  fuerzas  en  el  hom- 
bre para  todos  sus  usos,  como  son  el  andar,  comer,  beber, 
obrar,  hablar,  engendrar  y  las  demás  cosas  semejantes. 

— iSeñor — dijo  Félix — >,  ¿qué  es  la  causa  de  que  se  hagan 
más  aprisa  viejos  los  unos  hombres  que  los  otros  ? — A  que  el 
ermitaño  respondió:  — Un  hombre  tenía  dos  burros,  y  al  uno 
le  ponía  gran  carga  y  le  hacía  caminar  muy  de  priesa,  y  al 
otro  se  la  ponía  pequeña  y  le  dejaba  ir  despacio ;  por  lo  que 
el  primero  se  hizo  mucho  tiempo  antes  viejo  que  el  segundo. 
Además  has  de  saber  que  2  la  causa  por  que  envejece  mucho 
antes  un  cristiano  que  un  sarraceno  es  porque  el  sarraceno 
usa  más  de  cosas  dulces,  que  son  cálidas  y  húmedas,  que  el 
cristiano ;  y  con  el  agua  que  bebe,  multiplica  la  humedad,  por 

1  Por  afrèvol»,  débil. 

s  Toda  esta  frase,  repetida  más  abajo,  es  una  añadidura  del  tra- 
ductor. 


772 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


la  cual  dura  el  húmedo  radical ;  y  el  cristiano,  bebiendo  vino, 
que  es  cálido  y  seco,  multiplica  el  calor  y  consume  la  hu- 
medad. 

—Señor — dijo  Félix — ,  ¿  por  qué  causa  tienen  los  sarrace- 
nos más  perspicaz  el  entendimiento  cuanto  más  viejos  son, 
y  a  los  cristianos  se  les  disminuye  en  llegando  a  serlo  ? — A  lo 
que  el  ermitaño  respondió:  — El  vino,  que  es  evaporativo,  y 
el  exceso  de  viandas,  que  los  cristianos  comen  más  que  los 
sarracenos,  es  ocasión  de  la  destrucción  del  cerebro,  en  el 
cual  se  hace  la  impresión  o  acto  de  entender;  y  el  agua,  que 
es  húmeda  y  fría,  atempera  el  cerebro  y  la  subida  y  bajada  o 
ascenso  y  descenso  de  los  vapores,  que  por  su  humedad  suben 
a  la  humedad  del  cerebro  y  por  la  frialdad  bajan,  por  ser  la 
humedad  leve  y  la  frialdad  pesada,  por  razón  del  sujeto  en 
que  están;  y,  por  ser  el  cerebro  frío  y  húmedo,  puede  ser 
atemperado  más  por  sus  semejantes  vapores  que  por  sus 
desemejantes.  Aldemás  has  de  saber  que  para  conservar  la 
juventud  es  mucho  más  conveniente  la  vestidura  ancha  que 
la  estrecha,  porque  el  aire  pueda  participar  con  la  superficie 
del  cuerpo,  y  con  su  calor  ayudarle  a  arrojar  los  vapores  que 
la  potencia  digestiva  apetece  expeler  (esto  se  consigue  por 
medio  de  dicha  vestidura  en  la  primavera  y  estío  y  en  el  oto- 
ño e  invierno)  3,  [y]  por  causa  4  de  la  frialdad  del  aire  se 
restriñan  los  poros  y  quede  dentro  del  cuerpo  el  calor  natu- 
ral y  se  haga  mejor  la  digestión,  por  la  cual  se  conserva  la 
juventud  en  el  hombre  joven  y  se  prolonga  la  vida  en  el  viejo. 

En  tanto  que  el  ermitaño  decía  estas  palabras,  pasó  por 
delante  de  ellos  un  burro  viejo  y  flaco,  que  tenía  desollado 
el  lomo  por  la  gran  carga  que  estaba  acostumbrado  a  llevar 
a  la  ermita,  sirviendo  al  ermitaño  muchos  años  había.  Y, 
cuando  Félix  le  vió  y  consideró  que  aquel  burro  había  vivi- 
do muchos  años  sirviendo  al  hombre,  en  que  había  trabaja- 
do mucho,  lloró  y  dijo :  — Bienaventurado  de  aquel  que  apro- 
vecha una  larga  vida  en .  servir  a  Dios,  trabaja  mucho  por 
sü  honor,  y  por  el  mismo  no  teme  la  muerte.  ¡Ah  Dios  mío! 
Enardece  mi  corazón,  pues  le  has  creado,  y  pon  en  él  gran 
carga  de  trabajos,  para  amarte  con  más  fervor  y  para  que 
pueda  por  largo  tiempo  dar  conocimiento  a  los  nombres  de 
tu  gloria  y  perfección. — Por  cuyas  palabras  lloró  también  el 
ermitaño,  y  alabó  y  bendijo  a  Dios  porque  había  dado  a  Fé- 
lix tanta  devoción. 


8  Este  paréntesis  es  una  glosa  de  la  versión. 
*  La  traducción  española  dice,  sin  ningún  sentido  :   «...  el  que 
por  causa.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  51 


CAPÍTULO  LI 
Por  qué  muere  el  hombre 

Félix  preguntó  al  ermitaño  que  por  qué  muere  el  hombre. 
A  lo  que  el  ermitaño  respondió  que  en  dos  maneras  muere 
el  hombre:  la  una  por  muerte  corporal  y  la  otra  por  muerte 
espiritual.  La  muerte  corporal  es  cuando  el  cuerpo  y  el  alma 
se  separan,  y  la  muerte  espiritual  es  cuando  el  hombre  peca 
mortalmente.  — Has  de  saber,  hijo,  que  en  una  nave  hay  una 
común  forma,  multiplicada  de  muchas  formas,  y  hay  una  co- 
mún materia,  multiplicada  de  muchas  materias ;  y  así  la  nave 
es  compuesta  de  una  forma  común  y  de  una  materia  común ; 
y  cuando  la  forma  y  la  materia  se  dividen,  es  cuando  la  nave 
se  deshace,  y  se  corrompe  la  forma  común  con  la  separación 
de  las  formas  particulares  de  que  aquella  forma  es  multi- 
plicada; y  esto  mismo  sucede  de  la  materia. 

Por  cuya  similitud  conoció  Félix  el  modo  como  se  corrom- 
pe el  cuerpo  del  hombre  y  muere;  esto  es,  cuando  los  cuatro 
elementos  de  que  es  compuesto  se  desunen  el  uno  del  otro,  en 
cuya  desunión  la  forma  del  cuerpo  se  corrompe  por  la  sepa- 
ración que  la  una  forma  de  elemento  hace  de  la  del  otro  ele- 
mento \ 

Y  Félix  volvió  a  preguntar  al  ermitaño  la  causa  por  que  el 
cuerpo  del  hombre  se  corrompe  y  muere.  A  que  el  ermitaño 
respondió:  — Cuando  la  forma  del  fuego  no  concuerda1  con 
su  propia  materia,  según  tiene  apetito  de  obrar  en  ella,  ni 
la  materia  no  concuerda  con  la  forma,  según  desea  tener  de- 
bajo de  ella  pasión,  apeteciendo  una  y  otra  la  concordancia, 
que  no  pueden  conseguir  a  causa  de  que  los  otros  elementos 
los  contrastan,  entonces  la  forma  y  la  materia  aborrecen 
aquel  cuerpo  y  apetecen  otro  donde  se  puedan  mejor  conve- 
nir y  concordar;  por  cuya  causa  corrompen  aquel  cuerpo, 
apartándose  la  forma  del  fuego  de  las  formas  de  los  demás 
elementos,  y  la  materia,  de  las  materias,  cuya  separación 
ocasiona  la  muerte.  Has  de  saber  que  un  hombre  tenía  mu- 
jer, a  quien  amaba  mucho;  y  esta  mujer  tenía  un  hijo  de 
otro  marido  que  había  tenido,  y  su  marido  tenía  una  hija 
de  otra  mujer;  y  la  mujer  amaba  a  la  hijastra  para  que  su 
marido  la  amase  más  a  ella,  y  el  marido  amaba  al  hijastro 
para  ser  amado  de  su  mujer. 

1  El  original  prosigue  :  aE  açò  mateix  se  segueix  de  la  matèria. 
Cant  Fèlix  hac  apercebude  la  manera  segons  la  qual  lo  cors  ve  fií 
(Hssolviment  e  a  mort,  ell  demanà...» 


774 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Esta  similitud  dijo  el  ermitaño  a  Félix  para  que  enten- 
diese que  la  concordancia  que  la  forma  del  fuego  tiene  con 
la  materia  del  aire  y  de  la  tierra  es  para  concordar  con  su 
propia  materia,  y  ésta  concuerda  con  las  formas  de  estos  dos 
elementos  para  más  concordar  con  su  propia  forma. — En  que 
conocerás  la  causa  por  que  la  forma  y  la  materia  del  fuego 
concuerdan  en  el  cuerpo  compuesto. — Después  de  esto  dijo  el 
ermitaño : 

— Sucedió  que  la  hijastra  de  la  mujer  y  el  hijastro  del 
marido  riñeron  tan  fuertemente,  que  el  marido  ni  la  mujer 
no  los  pudieron  meter  en  paz  2 ;  por  lo  que  se  corrompió  el 
amor  que  entre  sí  tenían,  a  causa  de  que  éste  era  derivado 
de  la  concordancia  del  que  ambos  tenían  a-  la  hijastra  y  al 
hijastro,  por  lo  que  se  tuvieron  mala  voluntad  en  tanto  que 
éstos  vivieron  en  aquella  casa.  Pero,  habiendo  muerto  am- 
bos, el  marido  y  la  mujer  se  volvieron  a  concordar  y  a  amar. 

Muerte  espiritual  es — dijo  el  ermitaño — «cuando  el  alma  se 
desvía  del  fin  para  que  es  creada,  esto  es,  cuando  ignora,  ol- 
vida y  desama  a  Dios,  o  cuando  memora,  entiende  y  ama  al 
pecado  3.  Has  de  sabér,  hijo,  que  una  vez  la  forma  y  la  materia 
del  fuego  se  inclinaron  a  engendrar  una  palma,  y,  cuando  la 
hubieron  engendrado,  hubo  crecido  y  estuvo  en  estado  de 
producir  dátiles,  la  forma  del  fuego  tuvo  inclinación  a  en- 
gendrar un  olivo,  y  la  materia  a  engendrar  una  higuera ;  por 
cuya  causa  la  palma  no  pudo  fructificar,  pues  la  forma  y  la 
materia  se  desviaron  del  fin  para  que  comenzaron  a  engen- 
drarla. 

Por  cuya  similitud  entendió  Félix  la  ocasión  del  pecado  y 
la  muerte  espiritual  del  alma ;  y  preguntó  al  ermitaño  le  dije- 
se por  qué  Dios  no  ha  creado  al  hombre  con  tal  disposición 
que  en  ningún  tiempo  pudiese  morir.  A  que  éste  respondió: 
— Un  noble  rey  tenía  un  hijo,  a  quien  amaba  mucho ;  y  como 
un  día  el  príncipe  pasase  delante  de  su  padre  muy  bien  ves- 
tido y  adornado,  y  el  rey  le  mirase,  sintió  en  su  corazón  tan 
tierno  amor  a  su  hijo,  que  consideró  mucho  sobre  ello,  y  le 
vino  deseo  de  que  éste  hiciese  algunas  cosas  por  su  amor  para 
poderle  amar  más;  y  así  le  hizo  su  virrey  en  un  reino  que  él 
había  conquistado  por  fuerza  de  armas.  Y  en  tanto  que  el 
hijo  estuvo  en  aquel  reino,  guerreó  mucho  con  otro  rey  con- 
finante, que  era  muy  fuerte  y  poderoso,  en  que  tuvo  grandes 
trabajos  y  peligros,  de  que  se  desempeñó  sabia  y  varonil- 
mente. Y  cuando  el  rey  oía  lo  que  su  hijo  ejecutaba  con  tan- 
to acierto,  le  tenía  gran  amor  por  ser  su  hijo,  y  se  le  aumen- 
taba porque  era  bien  acostumbrado  y  por  el  mérito  que  ad- 


2  Por  «no. y  pogueren  metre  pau  ni  concordança». 

3  Este  último  miembro  parece  más  lógico  que  el  original  :  «e  con 
menbra  e  entén  e  desama  Déu». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  53 


775 


quiría  en  defensa  de  sus  vasallos  4 ;  por  lo  que  le  hizo  here- 
dero de  su  reino  5. 

Por  esta  similitud  entendió  Félix  que  este  mundo  no 
es  bastante  para  el  hombre  que  es  hijo  de  Dios  por  crea- 
ción, y  servidor  de  Dios  por  virtudes  y  buenas  obras;  y 
que  por  esto  quiso  Su  Majestad  que  el  hombre  muriese  y 
padeciese  trabajos  en  este  mundo,  para  que  le  [honrase], 
amase,  sirviese  y  conociese,  y  para  que  Dios  en  el  otro  le 
pueda  galardonar  y  premiar  con  gloria  que  nunca  tendrá 
fin. 


CAPÍTULO  LII 

Por  qué  ama  el  hombre  los  deleites  de  este  mundo 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  el  hombre  es  creado  para  el 
otro  mundo  y  no  para  éste,  ¿por  qué  ama  y  se  deleita  tanto 
con  los  deleites  que  hay  en  él?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la 
cuestión  que  me  haces  es  muy  difícil,  aunque  no  lo  parece. 
Pero,  según  el  entendimiento  que  Dios  me  ha  dado,  te  quie- 
ro explicar  sobre  ello  algunas  cosas,  y  primero  de  los  placeres 
espirituales  que  el  hombre  tiene  en  este  mundo,  según  las 
tres  potencias  del  alma;  y  después  de  los  corporales,  se- 
gún los  cinco  sentidos  del  cuerpo  l. 


C  A  PÍ  TULO  LUI 

¿Bu'  ,  s 

Del  placer  que  el  hombre  tiene  en  memorar 

— Félix — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  quiere  ser  memorado 
por  el  hombre,  cuya  voluntad  tiene  Dios  porque  es  digno  de 
ser  memorado;  y  por  cumplirse  la  voluntad  de  Dios,  cuando 
e]  hombre  le  memora,  tiene  placer  en  memorar  a  Dios,  a  sí 
rnesmo,  a  su  prójimo  y  a  todas  las  otras  cosas  en  que  se  si- 
gue orden,  según  el  fin  por  que  se  creó  el  placer  en  el  memo- 


4  Desde  «y  por  el  mérito...»  lo  añade  el  traductor. 
"'.Llull  dice  :  «l'aterra  de  son  regne»,  es  decir,  le  dió  por  tierra 
propia  su  reino. 

1  Los  incisos  «según  las  tres  potencias  del  alma»  y  «según  los 
cinco  sentidos  del  cuerpo»  faltan  en  el  original. 


'776 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


rar  del  hombre.  Además  has  de  saber  que  1  el  memorar  y  el 
ser  concuerdan,  y  el  olvidar  y  el  no  ser,  y  por  esto  el  memo- 
rar causa  felicidad,  e  infelicidad  el  olvidar;  y  el  hombre  me- 
mora por  la  memoria  y  olvida  por  la  memoria,  siendo  el 
memorar  su  obra  y  similitud,  y  el  olvidar,  su  obra  y  disimi- 
litud; en  euyas  palabras  te  he  significado  la  naturaleza  por 
que  el  hombre  tiene  placer  en  memorar,  esto  es,  porque  la 
memoria  tiene  placer  cuando  engendra  su  semejante,  esto  es, 
el  acto  de  memorar,  y  tendría  mayor  placer  si  su  memorar 
le  pudiese  convertir  en  el  ser  de  la  memoria  2 ;  así  como  la 
esencia  de  Dios,  en  la  cual  Dios  Padre  tiene  placer  en  enten- 
der lo  que  le  es  semejanza  de  sabiduría,  cuyo  entender  es 
Hijo,  convertido  per  generación  en  ser  sabiduría,  la  cual  es 
una  cosa  mesma  con  el  Padre.  Has  de  saber,  hijo,  que  la  me- 
moria quiere  memorar  repetidas  veces  en  muchas  cosas,  para 
que  otras  tantas  engendre  su  semejanza;  y  por  esto  quiere 
memorar  cosas  muy  diversas,  y  las  quiere  memorar  mucho, 
para  que  su  memorar  sea  grande,  en  que  nos  signifique  que 
la  memoria  es  creada  para  memorar  muy  grandes  cosas,  y 
por  ellas  mucho  a  Dios. 

Has  de  saber  que  un  caballero  enviaba  a  su  hijo  a  una 
tierra  extraña,  y,  antes  que  el  mozo  se  despidiese  de  su  pa- 
dre y  de  su  madre,  le  hicieron  retratar  en  la  pared  de  su 
cuarto  con  tan  vivos  colores,  que  significasen  las  cualidades 
y  disposición  de  su  hijo ;  y  cuando  el  padre  y  la  madre  veían 
aquella  imagen,  se  acordaban  de  él.  Y,  aunque  estuvo  mu- 
cho tiempo  ausente  en  el  ejercicio  de  las  armas,  siempre  que 
el  padre  y  la  madre  la  miraban,  se  alegraban  y  complacían, 
porque  le  memoraban. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  similitud,  por  la  cual  entendió 
que  este  mundo  es  imagen  que  significa  la  gran  bondad  y 
nobleza  de  Dios,  y  que,  porque  la  memoria  es  creada  para 
memorar  a  Dios,  por  naturaleza  se  debe  alegrar  cuando  me- 
mora la  imagen  de  Dios,  en  la  cual  están  significadas  sus  dig- 
nidades, esto  es,  en  la  bondad  de  la  criatura,  la  bondad  de 
Dios;  en  la  grandeza,  su  grandeza;  en  su  duración,  su  eter- 
nidad 3 ;  y  así  de  las  otras  cosas  semejantes  a  éstas.  Cuando 
Félix  hubo  considerado  mucho  sobre  ellas  y  conocido  la  na- 
turaleza y  principio  de  que  dimana  la  alegría  que  el  hombre 
tiene  memorando,  se  maravilló  de  que  pueda  alegrarse  me- 
morando al  pecado  y  desamando  a  Dios,  siendo  así  que  aquel 
memorar  es  contra  la  final  intención  para  que  la  memoria 
es  creada. 

Y  cuanto  más  sobre  ello  consideraba,  más  se  maravilla- 

1  Transición  añadida  por  el  traductor,  lo  mismo  que  las  dos  si- 
guientes :  «Has  de  saber  que...». 

s  «en  ésser  memòria»,  en  ser  memoria,  dice  más  concisamente  Llull. 
3  Este  último  miembro  falta  en  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


54 


777 


ba;  por  lo  que  preguntó  al  ermitaño  le  explicase  el  porqué  el 
hombre  pecador  tenía  placer  en  memorar.  — Hijo — dijo  el  er- 
mitaño— ,  un  discípulo  preguntó  a  su  maestro  cuál  era  la  cau- 
sa de  que  la  triaca  operase  contra  el  veneno,  siendo  así  que 
es  cosa  compuesta  de  veneno.  A  que  el  maestro  respondió: 
"En  un  país  había  un  mercader  que  amaba  mucho  la  riqueza 
mundana ;  y,  habiendo  en  aquella  tierra  gran  sequedad  y  fal- 
ta de  lluvias,  el  mercader  compró  mucho  trigo  a  subido  pre- 
cio, creyendo  hacer  gran  ganancia,  por  la  falta  que  preveía 
había  de  haber  4 ;  y  como  después  de  haberle  comprado  llo- 
viese mucho  y  hubiese  aquel  año  grande  abundancia  de  co- 
sechas, tomó  tal  sentimiento  e  ira  de  ello,  que,  trastocándo- 
se su  naturaleza  contra  sí,  se  aborreció  a  sí  mesmo  tan  fuer- 
temente, que  se  ahorcó  y  quitó  la  vida. 


CAPITULO  LTV 


DEL  PLACER  QUE  EL  HOMBRE  TIENE  EN  ENTENDER 

— Asimesmo  has  de  saber,  hijo,  que  según  naturaleza,  el 
mayor  placer  que  el  entendimiento  del  hombre  puede  tener  es 
entender,  y  esto  procede  de  que  el  entender  puede  ser  más 
semejante  al  entendimiento  que  ninguna  otra  cosa.  El  pla- 
cer del  entendimiento  es  mayor  en  entender  que  en  memo- 
rar ni  en  amar,  porque  es  obra  suya  y  más  semejante  a  sí 
que  no  las  otras  dos;  y  por  esta  razón  tiene  también  el  en- 
tendimiento mayor  placer  en  entenderse  a  sí  mesmo,  que  no 
en  entender  a  la  memoria  ni  a  la  voluntad;  porque,  como  es 
creádo  para  entender  a  Dios  y  a  la  obra  de  Dios,  según  obra 
natural,  debe  tener  mayor  placer  en  entender  la  obra  de  Dios 
que  en  entenderse  a  sí  mesmo  y  a  sus  obras ;  y,  cuando  sigue 
directamente  este  método  -,  camina  por  línea  recta  a  la  bien- 
aventuranza; y,  cuando  se  desvía  de  él,  se  aparta  del  fin 
para  que  es  creado,  y  va  por  línea  oblicua  a  pena  perdu- 
rable 3. 

Amado  hijo,  has  de  saber  que  un  maestro  tenía  mi- 
chos discípulos,  y  entre  ellos  uno  que  aprendía  con  más 


*  Ramón  escribió  solamente  :  «E  lo  mercader  compra  molt  blat 
a  gran  carestia,  com  pencas  que  en  aquella  terra  fos  £ran  carestia 
de  blat.» 

1  Transición  del  traductor. 

2  Es  decir,  «con  l'enteniment  ha  major  plaser  en  entendre  Déu 
que  neguna  altra  cosa». 

3  «va  per  via  per  la  qual  ve  a  pena  infernal,  que  no  ha  nuyll 
temps  fi». 


778 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


repugnancia  que  los  otros;  y,  preguntándole  el  maestro  la 
causa,  respondió  que,  como  no  sentía  interior  complacen- 
cia en  la  lección  que  le  daba,  no  quería  aprender.  A  que  el 
maestro  le  dijo  que  es  distinto  el  placer  que  se  tiene  por 
entender  que  el  que  se  tiene  por  amar,  y  que  así  él  debía 
convertir  y  sujetar  el  placer  de  amar  al  de  entender.  A  que 
el  discípulo  respondió:  "Señor,  la  ciencia  que  vos  mostráis 
es  más  propia  para  la  voluntad  que  para  el  entendimiento, 
en  cuanto  va  más  por  el  derecho  positivo  que  por  el  natu- 
ral; por  cuya  razón  mi  entendimiento  no  puede  tener  tanto 
placer  por  entender  como  tiene  la  voluntad  por  amar,  por- 
que ama  más  querer  que  entender;  y  así  os  ruego  me  di- 
gáis cuál  es  de  más  aprecio  :  o  el  entendimiento  o  la  volun- 
tad." A  que  el  maestro  respondió  que  el  entendimiento  vale 
más  en  entender  que  la  voluntad,  y  la  voluntad  vale  más 
en  amar  que  el  entendimiento.  Lo  que  habiendo  entendido 
el  discípulo  4,  volvió  a  preguntar  al  maestro  si  daría  su  en- 
tendimiento por  un  reino;  y  el  maestro  le  respondió  que  ni 
por  todo  el  mundo.  Todavía  volvió  a  preguntar  el  discípu- 
lo que,  si  su  entendimiento  no  pudiese  entender  nunca  nada, 
que  si  le  vendería  o  le  daría  por  un  reino.  A  que  el  maes- 
tro respondió  que  sí,  pues  de  poco  le  serviría  el  entendi- 
miento si  con  él  no  hubiese  de  entender. 

Mucho  agradaron  a  Félix  estas  similitudes,  y  se  mara- 
villó de  que  ningún  hombre  pueda  tener  placer  en  entender 
las  cosas  que  le  son  opuestas  \  y  que  de  entenderlas  le 
viene  mal;  por  lo  que  preguntó  al  ermitaño  que  por  qué 
razón  el  entendimiento  tiene  placer  en  entender  el  pecado 
o  la  falsedad,  siendo  así  que  ni  uno  ni  otro  tienen  similitud 
alguna  de  Dios.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  entendi- 
miento, cuando  es  bien  ordenado  y  sigue  el  fin  para  que  es 
creado,  tiene  placer  en  entender  el  pecado  y  la  falsedad  por 
tres  cosas,  [entre  otras] :  la  primera,  porque  en  el  pecado  y 
falsedad  conoce  que  no  hay  ninguna  similitud  ni  obra  de 
Dios;  la  segunda,  porque,  cuando  entiende  , el  pecado  y  la 
falsedad,  la  voluntad  se  inclina  a  aborrecerlos,  y  la  tercera, 
porque,  entendiéndolos,  engendra  su  semejanza,  esto  es,  en- 
tender, en  cuya  semejanza  o  similitud  tiene  el  entendimiento 
placer,  aunque  en  el  pecado  ni  en  la  falsedad  no  haya  nin- 
guna semejanza  de  Dios  6. 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  que  el  entendimiento  tiene 


4  Según  el  original,  «el  estudiante  se  dió  ipor  satisfecho  con  la 
respuesta  del  maestro». 

é  Llull  escribió  :  «cuando  entiende  cosa  que  le  convendría  no  en- 
tender». 

fí  El  texto  original  añade  :  «mas  d'eytant  com  no  hi  ha  semblan- 
ça de  Déu,  e  car  la  volentat,  per  son  entendre,  se'n  mon  a  "desamar 

íalcetat  e  peccat». 


FÉLIX  DK  LAS  MARAVILLAS. — C.  55 


77Q 


placer  en  entender  a  Dios  y  a  su  obra,  ¿por  qué  Dios  no 
deja  que  el  entendimiento  le  entienda  tan  fuertemente  y 
con  tanto  placer,  que  nunca  se  pueda  trastornar  a  tener  pla- 
cer en  el  pecado?  — Amado  hijo — respondió  el  ermitaño—, 
tan  fuertemente  se  podría  Dios  en  este  mundo  representar 
al  humano  entendimiento,  que  no  podría  ningún  hombre 
tener  inclinación  al  pecado,  como  sucede  a  los  bienaventu- 
rados en  la  gloria,  pero  sería  en  este  mundo  destruido  el 
libre  albedrío,  por  cuya  falta  no  podría  el  hombre  adquirir 
ningún  mérito,  aunque  tuviese  virtudes  y  venciese  los  vicios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  pues  que  en  el  entender  el  peca- 
do que  hace  tiene  el  hombre  pecador  placer,  ¿cómo  tam- 
bién tiene  pena  con  los  remordimientos  de  conciencia  cuan- 
do le  entiende?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  como  la  vo- 
luntad aborrece  naturalmente  al  pecado  y  por  accidente  le 
ama,  operando  contra  su  naturaleza,  y  el  entendimiento  en 
tiende  el  pecado  contra  la  suya  cuando  la  voluntad  le  ama, 
por  esto  el  entendimiento  naturalmente  siente  pena  en  en- 
tender el  pecado,  que  la  voluntad  ama  contra  su  natura- 
leza. 

Mucho  agradó  a  Félix  lo  que  al  ermitaño  oyó,  y  dijo 
que  por  causa  de  que  el  entendimiento  entiende  contra  su 
entender  cuando  entiende  el  pecado  que  la  voluntad  ama, 
y  por  causa  de  que  la  voluntad  ama  contra  la  naturaleza  del 
querer  cuando  ama  el  pecado  que  el  entendimiento  entiende, 
tienen  uno  y  otro  pena  en  estos  actos. 


C  A  PÍTULO  LV 

DEL  PLACER  QUE  EL  HOMBRE  TIENE  EN  AMAR  1 

— Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  Dios  hay  volun- 
tad, que  quiere  que  el  hombre  la  tenga  también,  para  que 
con  ella  ame  a  Dios;  y,  como  en  Dios  hay  gloria,  quiere  su 
voluntad  que  la  del  hombre  tenga  placer  en  amarle,  y  éste 
es  el  fin  principal  2  y  el  más  soberano  grado  por  que  natu- 
ralmente la  voluntad  del  hombre  tiene  placer  en  querer. 
[En  Dios  su  voluntad,  que  es  Dios,  tiene  todo  lo  que  quie- 
re], y  por  esto  la  humana  voluntad  desea  conseguir  aque- 
llo que  quiere;  y,  cuando  lo  consigue,  tiene  placer,  y  des- 
placer cuando  no;  significando  lo  primero  el  placer  que  Dios 


1  Ramón  escribió  «en  voler»,  en  querer,  termino  que  abarca  el 
acto  de  voluntad  y  el  de  amor. 

2  No  es  ésta  la  idea  de  Ramón  Llull,  sino  :  «aquest  plaser  és  lo 
pus  primer  e-l  pus  subirá  grau...» 


78o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tiene  en  sí  mesmo,  y  lo  segundo  lo  mesmo  por  desemejanza, 
pues  manifiesta  el  gran  placer  que  tiene  quien  tiene  todo 
lo  que  quiere,  como  sucede  en  Dios,  por  su  infinito  poder  3. 

Mucho  consideró  Félix  en  lo  que  el  ermitaño  le  decía, 
de  que  la  divina  voluntad  tiene  todo  lo  que  quiere  por  su  in- 
mensa bondad,  infinidad,  eternidad,  poder,  sabiduría 4,  etc. ; 
y  con  esta  consideración  se  maravilló  de  que  la  voluntad 
del  hombre  quiera  ninguna  otra  cosa  que  la  que  quiere  la 
de  Dios.  Y,  después  de  haber  considerado  en  esto  algún  tiem- 
po, dijo  al  ermitaño:  — En  una  ciudad  murió  un  mancebo 
hijo  de  un  noble  ciudadano,  y  su  padre,  su  madre  y  sus  pa- 
rientes hicieron  gran  duelo  por  su  muerte,  de  que  me  ma- 
ravillé mucho,  considerando  cómo  era  posible  que  tuviesen 
tan  gran  sentimiento  de  la  muerte  del  mancebo,  cuando  era 
voluntad  de  Dios  que  muriese,  siendo  así  que  la  voluntad 
del  hombre  es  creada  para  querer  todo  aquello  que  quiere 
la  de  Dios. 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  natural  cosa  es  a  la  huma- 
na voluntad  amar  su  semejante,  esto  es,  su  querer,  que  es 
su  obra;  pero  más  natural  le  es  que  ame  la  divina  voluntad 
y  su  querer  5.  Y  así,  cuando  sucede  que  la  voluntad  del  hom- 
bre se  aparta  o  gira  en  contrario  fin  y  naturaleza  de  aquel 
para  que  fué  creada,  quiere  contra  la  divina  voluntad,  y 
quiere  más  su  querer  que  el  querer  de  Dios,  teniendo  dis- 
plicencia de  lo  que  Dios  quiere  y  complacencia  de  lo  que 
no  quiere. 

Has  de  saber,  hijo,  que  en  una  ciudad  había  un  hom- 
bre usurero  que  tenía  un  hijo,  al  cual  amaba  más  que  a 
Dios  ni  que  a  ninguna  otra  cosa,  y  hacía  cuanto  podía  por 
tenerle  contento  y  divertido  y  por  juntar  dinero  para  ha- 
cerle poseer  gran  riqueza.  Sucedió  que  este  hijo  se  le  mu- 
rió, y  el  día  de  su  muerte  un  pobre  pidió  limosna  por  amor 
de  Dios  a  su  puerta;  de  que  le  dió  tal  ira,  que  no  se  pudo 
contener,  y  prorrumpió  blasfemando  y  maldiciendo  a  Dios 
y  a  todo  aquello  que  Dios  había  querido,  y  dió  al  pobre  tan- 
tos golpes,  que  le  hubiera  muerto  si  no  se  le  hubieran  qui- 
tado de  entre  las  manos.  Y  después  6  Se  maldijo  a  sí  mesmo, 
y  a  todo  cuanto  había  adquirido,  y  a  su  padre,  que  le  ha- 
bía engendrado,  y  a  su  madre,  que  le  había  concebido. 
Y,  cuando  hubo  prorrumpido  en  todas  estas  blasfemias,  se 
le  inflamó  el  corazón  con  tal  ira,  que  se  le  reventó,  y  murió 
en  presencia  de  su  vecino,  hombre  muy  sabio  y  que  amaba 

3  Traducción  muy  condensada,  pero  exacta  cuanto  al  sentido. 

4  El  texto  catalán  añade  «voluntad  y  perfección». 

5  Aquí  insiste  todavía  Ramón  :  «..  e  aqnesta  natura  avtal  se 
pren  en  ço  que  la  volentat  de  hom  és  per  ço  que  am  sobre  totes 
coses  la  divina  volentat  e  tot  ço  que  aquella  volentat  vol.» 

6  Con  lo  usurer  ach  malasit  Déu,  e  ach  batut  lo  pobre»,  repite 
más  pintorescamente  Ramón. 


FÉLIX  DE  LAS  MASA  VILLAS . — C.  55  7«9I 


y  temía  mucho  a  Dios;  el  cual  se  maravilló  mucho  del  usu- 
rero, de  su  ira  y  de  su  muerte,  y  dijo  estas  palabras:  "¡Oh, 
cuánto  es  peligroso  amar  más  el  placer  de  su  propia  volun- 
tad que  el  placer  de  la  divina!  ¡Ay,  Dios  mío,  y  cómo  vos 
hubierais  tenido  gran  placer  si  el  usurero,  después  que  le 
quitasteis  su  hijo,  se  alegrase,  queriendo  amar  lo  que  vos 
quisisteis,  y  que  sacrificase  por  vuestro  amor  sus  pasiones 
y  sentimientos  7  y  diese  cuanto  tenía  a  los  pobres  que  por 
vuestro  amor  le  pedían  limosna!" 

Estas  palabras  y  otras  muchas  dijo  el  sabio  hombre,  el 
cual  consideró  mucho  tiempo  en  lo  que  había  sucedido  al 
usurero,  y  después  se  fué  a  su  casa  y  dió  cuanto  tenía  al 
pobre  que  el  usurero  había  aporreado,  por  la  paciencia  que 
había  tenido  en  sufrir  sus  golpes  e  injurias,  alabando  a 
Dios,  pidiendo  que  le  ayudase  y  diciendo  estas  palabras: 
''Señor  Dios  mío,  por  la  necesidad  corporal  pido  limosna 
por  vuestro  amor,  y  para  sufrir  estos  golpes  os  pido  pa- 
ciencia, humildad,  caridad  y  fortaleza.  Señor  Dios  mío,  así 
como  has  querido  que  yo  sea  pobre  y  pida  limosna  por  tu 
amor,  te  suplico  que  yo  tenga  estas  y  otras  muchas  ocasio- 
nes de  alabarte  y  adorarte  con  paciencia  en  todos  mis  tra- 
bajos, los  que  me  vienen  por  tu  divina  voluntad"  s. 

Cuyas  palabras  y  suceso  considerando  el  sabio  hombre, 
dió  al  pobre  cuanto  tenía,  como  ya  se  ha  dicho  c\  por  el  buen 
ejemplo  que  le  había  dado;  pero  el  pobre  no  lo  quiso  reci- 
bir, diciendo  que  él  hacía  propósito  de  ser  pobre  todos  los 
días  de  su  vida,  y  quería  ir  por  el  mundo  pidiendo  por  amor 
de  Dios  y  alegrándose  de  todo  aquello  que  fuese  agradable 
a  su  divina  voluntad.  De  cuyas  palabras  habiendo  tomado 
el  sabio  hombre  nuevo  ejemplo,  dió  a  otros  pobres  cuanto 
tenía,  y  en  compañía  de  aquél  se  fué  por  el  mundo,  para  con 
él  complacerse  de  todo  aquello  que  les  pareciese  ser  del  agra- 
do de  Dios,  y  entristecerse  de  todo  lo  que  viesen  ejecutar 
de  su  desagrado. 


1  Versión  inexacta,  en  vez  de  :  ay  que  por  vuestro  amor  satisfa- 
ciese por  sus  errores». 

8  «per  !a  tua  volen  tat  e  honor». 

■  Este  inciso  tcorao  ya  se  ha  dicho»  refleja  la  preocupación  del 
traductor  por  esquivar  ías  continuas  repeticiones  del  estilo  luliano. 
Faltan  también  en  el  original  las  primeras  palabras  de  transición 
retórica. 


-782 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  LVI 
Del  placer  que  el  hombre  tiene  por  el  sentido  de  la  vista 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  pues  que  los  ojos  cor- 
porales no  pueden  ver  a  Dios,  por  ser  invisible,  ¿de  qué 
dimana  que  los  hombres  tengan  tan  gran  placer  en  ver  las 
cosas  corporales,  pues  es  cierto  que  mucho  más  se  deleitan 
en  ellas  que  en  [ver  con  el  entendimiento]  las  espirituales, 
que  son  las  que  dan  de  Dios  mayor  similitud. 

Mucho  agradó  al  ermitaño  la  cuestión  que  Félix  le  pro- 
ponía, y  dijo  estas  palabras:  — El  placer  que  el  hombre  tie- 
ne de  ver  es  de  dos  maneras :  la  una,  por  la  vista  espiritual, 
y  la  otra,  por  la  vista  corporal.  Por  la  vista  espiritual,  esto 
es,  por  la  visión  del  entendimiento,  puede  Dios  ser  visto 
(por  sus  atributos)  1  en  sí  mesmo  y  en  la  santa  obra  que  en 
sí  mesmo  tiene;  y  por  esta  misma  visión  puede  el  humano 
entendimiento  ver  las  obras  que  Dios  hace  en  las  criatu- 
ras; y,  por  ser  la  vista  intelectiva  mucho  más  noble  que 
la  corporal,  ha  puesto  Dios  placer  en  ver  las  cosas  corpo- 
rales, para  que  por  ellas  le  tenga  mucho  mayor  el  entendi- 
miento 2 ;  pero  por  causa  de  que  los  hombres  pecadores  se 
olvidan  de  memorar  y  entender  a  Dios  y  aman  más  las  co- 
sas mundanas  que  al  mismo  Dios,  les  queda  el  imperfecto  3 
placer  que  tienen  en  ver  las  cosas  corporales,  perdiéndose  el 
que  deberían  tener  en  entender  las*  espirituales. 

Has  de  saber — dijo  el  ermitaño — que  en  una  catedral 
había  un  canónigo  que  era  hombre  de  muy  santa  vida,  cuan- 
do muchos  otros  compañeros  suyos  eran  muy  desarreglados 
y  de  malas  costumbres;  de  lo  que  él  se  admiraba  y  disgus- 
taba tanto,  que  estaba  siempre  triste  y  cuasi  desesperado  4. 
Y  se  acostumbró  por  este  motivo  tanto  a  su  tristeza  y  dis- 
gusto, que  cayó  de  ella  enfermo,  sin  poderse  alegrar  de  nada, 
maravillado  de  su  tristeza,  ira  y  mucho  más  de  sus  com- 
pañeros, que  se  alegraban  cuando  unos  a  otros  se  veían,  y 
se  entristecían  cuando  él  los  veía  y  reprendía  de  sus  malas 
costumbres. 

Sucedió  que,  viniendo  de  la  iglesia,  donde  había  tenido 
gran  complacencia  en  ver  la  señal  de  la  cruz,  por  haber 
contemplado  en  ella  la  santa  pasión  de  Jesucristo,  en  la 


1  Acotación  explicativa  del  traductor. 

2  «per  ço  que-l  enteniment  en  entendre  aquelles  atrop  plaser». 

3  Este  epíteto  es  del  traductor. 

4  ccdespagat»  en  el  original,  desazonado. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  56 


cual  se  le  representaba  el  gran  amor  que  Dios  tiene  a  su 
pueblo  y  la  gran  misericordia  en  que  pueden  confiar  los 
justos  y  pecadores,  vió  un  canónigo  montado  en  un  bello 
palafrén,  noblemente  vestido  y  adornado  y  con  los  demás 
aparatos  correspondientes  :>,  y  que  en  una  ventana  había  una 
loca  mujer,  con  quien  el  canónigo  hablaba  deshonestamente, 
y  incontinenti  que  él  los  vió,  se  fué  con  nueva  ira  y  des- 
pecho, saliendo  de  su  espíritu  el  placer  que  había  tenido 
en  ver  la  cruz,  en  la  cual  había  contemplado  la  pasión  de 
Jesucristo. 

De  que  él  se  maravilló  mucho  viendo  que  por  tal  mo- 
tivo se  hubiese  impresionado  de  tan  gran  tristeza;  y,  ha- 
biendo llegado  a  su  posada,  encontró  a  la  puerta  un  hom- 
bre viejo  que  pedía  limosna  por  amor  de  Dios,  vestido 
humildemente,  con  gran  barba  y  con  semblante  que  demos- 
traba devoción  y  penitencia.  De  cuya  vista  incontinenti  se 
empezó  a  alegrar  y  a  olvidar  de  la  ira  que  le  había  dado 
la  vista  del  mal  canónigo  y  la  loca  mujer,  y  dijo  que  el 
placer  de  la  vista  corporal  consistía  más  en  ver  hombres 
pobres  con  vestidos  humildes  y  de  santa  vida,  que  en  ver 
hombres  pecadores  con  vestidos  ricos,  orgullosos  y  vanos. 

Hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  cuanto  más  placer  tie- 
ne el  nombre  en  ver  con  los  ojos  corporales  el  cielo,  el  sol,  la 
luna,  las  estrellas,  el  mar,  la  tierra,  el  fuego,  los  hombres,  las 
aves,  los  animales,  las  plantas,  los  colores,  el  dinero,  los  ves- 
tidos y  todas  las  otras  cosas  semejantes  a  éstas,  tanto  más 
debe  ver  con  los  ojos  espirituales  a  Dios  y  a  sus  obras,  pues 
todas  estas  cosas  Dios  las  ha  criado  agradables  a  la  vista 
para  hacerse  conocer  y  amar,  y  para  que  cuanto  más  bellas 
son,  más  le  amen  y  le  conozcan.  Y  así,  aunque  es  cosa  muy 
deleitable  el  ver  con  la  vista  corporal  las  cosas  hermosas,  lo 
es  mucho  más  el  ver  con  la  vista  espiritual  la  justicia,  la 
caridad,  la  sabiduría,  la  templanza  y  la  fortaleza  de  espíritu. 
Pero  los  que  están  en  pecado  tienen  mayor  placer  en  ver  las 
cosas  corporales  que  las  espirituales,  y  lo  que  en  esto  hay 
de  raro  y  admirable  es  que  semejantes  hombres  no  tengan 
mayor  placer  en  ver  las  cosas  feas  que  las  hermosas,  porque, 
así  como  tienen  desordenada  la  vista  espiritual  para  enten- 
der, deberían  tener  también  desordenada  la  vista  corporal 
para  ver. 

Estando  en  esta  conversación,  el  ermitaño  y  Félix  vie- 
ron venir  dos  hombres  que  se  llamaban  del  orden  de  los 
apóstoles,  los  que  les  causaron  complacencia  a  la  vista,  se- 
gún el  orden  y  disposición  de  sus  cabellos  y  barbas,  por  sig- 
nificar la  santa  vida  que  los  apóstoles  hacían  y  la  pobreza 

6  El  pintoresquismo  luliano  precisa  más  ;  «e  en  son  palafrè  hac 
molt  bella  sella,  e  fre,  e  pitral  tot  nou  ;  e  aquell  canonje  fo  calçat 
polidament,  é  ach  luis  sperons  qui  tots  luhien» 


784 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


con  que  habían  vivido  en  el  mundo.  Pero,  como  al  mismo 
tiempo  el  ermitaño  y  Félix  considerasen  el  estado  de  estos 
hombres  y  que  su  vida  no  era  semejante  a  la  de  los  apósto- 
les, tuvieron  gran  displicencia  en  verlos,  a  causa  de  que  sus 
obras  no  convenían  con  su  hálito  y  exterior  apariencia 6.  Por 
lo  que  lloraron  juntos  y  dijeron :  — -*¡  Oh  hipocresía,  cómo  sa- 
bes unir  hábito  penitente  y  falsa  intención!  ¡Oh  Dios  mío!, 
envía  hombres  agradables  a  la  vista  por  hábito  corporal  y 
espiritual,  para  que  se  vea  que  tenéis  muchos  y  verdaderos 
eervidores  y  procuradores  valerosos  en  amaros  y  alabaros. 


CAPITULO  LVII 
Por  qué  el  hombre  tiene  placer  en  oír 

Después  de  esto  dijo  el  ermitaño  que  el 1  oír  es  obra  de  la 
potencia  auditiva,  que  obra  oyendo,  para  que  por  lo  que  oye 
el  oído  le  venga  placer  al  alma,  memorando,  entendiendo  y 
amando  aquello  que  oye;  y,  por  ser  Dios  loable,  ha  querido 
ser  alabado  por  el  hombre,  y  quiere  que  los  hombres  tengan 
placer  en  oír  palabras  en  su  alabanza. 

— Señor — dijo  Félix — ,  según  las  palabras  que  me  decís, 
me  causa  gran  admiración  el  que  las  gentes  de  este  mundo 
se  deleiten  tanto  en  oír  vanidades,  vanos  elogios,  instrumen- 
tos, músicas,  cantos  y  las  demás  cosas  semejantes  a  éstas, 
siendo  así  que  cuanto  se  debe  oír  debe  ser  ordenado  para 
alabar  a  Dios,  y  los  hombres  se  deleitan  en  oír  cosís  que 
son  contra  Dios  (o  desagradables  a  Dios). 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  delante  de  un  sabio  rey  había 
un  truhán  2  que  alababa  a  un  caballero  muy  malo  y  de  muy 
malas  costumbres,  y  le  alababa  porque  le  haibía  dado  un  pa- 
lafrén que  había  quitado  a  un  monje;  y,  viendo  el  rey  al 
truhán,  tuvo  gran  pesar,  porque  conocía  la  falsedad  con  que 
le  alababa;  y  le  preguntó  que  por  qué  había  dispuesto  Dios 
que  hubiese  palabras  (o  que  el  hombre  hablase)3,  y  el  truhán 
respondió  que  las  palabras  son  para  dar  conocimiento  cuan- 
do el  hombre  habla  de  lo  que  el  alma  memora,  entiende,  ama 
o  desama ;  a  que  el  rey  le  dijo  que  le  había  dicho  la  verdad, 
pero  que,  si  no  se  la  decía  en  lo  que  le  iba  a  preguntar,  ]¿ 
haría  quitar  la  vida;  de  lo  que  el  truhán  concibió  gran  mie- 


0  Véase  supra,  pp.  6oo  y  718. 

1  Toda  esta  frase  inicial  la  añade  el  traductor. 

2  En  el  original,  un  «jutglar». 

3  Glosa  -del  traductor,  lo  mismo  que  la  frase  final  del  párrafo  an- 
terior. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  57 


785 


do,  y  se  lo  ofreció ;  y  el  rey  le  dijo :  "Dime,  ¿  alabas  tú  al  ca- 
ballero por  darme  gusto  a  mí  con  lo  que  me  dices  de  él  o  le 
alabas  porque  él  verdaderamente  merezca  ser  alabado?" 
A  que  el  juglar,  después  de  haber  estado  mucho  tiempo  pen- 
sativo, temeroso  del  castigo,  respondió:  "Señor,  el  caballe- 
ro no  es  digno  de  alabanza,  pero  yo  le  alabo  porque  me  ha 
dado  un  palafrén,  y  le  alabo  delante  de  Vuestra  Majestad  4, 
porque  Vuestra  Majestad  me  mande  dar  alguna  cosa  mejor; 
pues,  si  él  me  ha  dado  un  palafrén  como  caballero,  a  Vuestra 
Majestad,  como  a  rey,  le  compete  el  darme  a  lo  menos  un 
rico  caballo,  para  que  pueda  alabar  a  Vuestra  Majestad  más 
que  al  caballero"  5.  Entonces  dijo  el  rey:  "Tú  me  has  dicho 
la  verdad;  pero,  por  el  disgusto  que  me  has  dado  en  alabar 
al  caballero  cuando  no  lo  merece,  es  menester  que  quedes 
castigado,  y,  aunque  merecías  mayor  pena,  no  te  quiero  dar 
otra  que  el  que  vuelvas  el  palafrén  al  caballero  y  que  le  digas 
de  mi  parte  que  se  le  restituya  al  monje  a  quien  se  le  quitó, 
y  que  así  el  monje  dará  verdaderas  alabanzas  a  Dios;  y,  si 
el  caballero  no  quiere  volver  el  palafrén  a  su  legítimo  dueño, 
le  dirás  que  yo  le  quiero  para  mí ,;.  Y  sabrás  que  él  tendrá 
mayor  pesar  de  oír  estas  palabras,  que  no  ha  tenido  gusto  en 
oír  las  alabanzas  que  tú  falsamente  le  has  dado." 

Después  de  esto  se  puso  el  rey  a  considerar  en  la  vana- 
gloria que  los  hombres  tienen  en  este  mundo  oyendo  ala- 
banzas propias,  y  se  maravilló  de  que  el  hombre,  que  ha 
venido  y  ha  sido  creado  de  la  nada,  las  pueda  apetecer  y  de- 
sear tanto.  Y,  estando  en  esta  consideración,  entró  un  don- 
cel, que  le  trajo  un  libro  donde  había  pintadas  muchas  fi- 
guras e  historias,  el  cual  le  dijo  estas  palabras:  "Señor,  un 
santo  ermitaño  que  en  una'  alta  montaña,  cerca  de  uno  de 
vuestros  castillos,  hacía  penitencia,  cuando  murió  entregó 
a  mi  padre  este  libro,  y  le  dijo  que  se  le  diese  al  príncipe 
más  sabio 7  que  supiese ;  por  lo  que  os  le  envía,  respecto 
de  ser  s  Vuestra  Majestad  el  príncipe  más  sabio  y  más  de- 
voto que  se  halla  hoy  en  todo  el  mundo."  "Doncel,  dijo 
«1  rey,  ¿sabéis  vos  qué  contiene  este  libro?"  Y  el  doncel 
dijo  que  el  libro  contenía  el  placer  corporal  y  espiritual 
que  tiene  el  hombre:  el  corporal,  por  contener  muchas  y 
diversas  figuras,  hechas  con  gran  arte  y  de  tantos  mo- 
dos y  maneras  como  el  hombre  puede  pensar  de  la  dispo- 
sición de  las  criaturas  y  de  sus  obras,  pues  en  él  está  figu- 

*  Falsa  interpretación  del  original  ae  yo  lou  vós...». 
"  a... per  ço  que  dó  de  vós  laor  a  les  gents.» 

*  Todo  este  fragmento  parafrasea  el  original  ;  pero  el  final  se 
separa  claramente  del  texto  luliano,  donde  adigues-li  que  jo  l'acuyn- 
de  e^-m  desisch  de  ell»  significa  ole  retiro  mi  gracia  y  me  desentien- 
do de  él». 

7  «pus  devot»  en  el  texto  luliano. 

8  Es  decir,  por  ser... 


786 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


rada  la  disposición  del  cielo  empíreo  y  la  de  la  Suma  y  Sacra 
Majestad  y  de  los  santos  de  la  gloria;  después  está  la  figura 
del  firmamento,  del  sol,  de  la  luna,  etc.;  también  contiene  la 
historia  del  Nuevo  y  Viejo  Testamento.  Se  ven  también  fi- 
gurados en  él  los  filósofos  y  las  obras  de  la  naturaleza,  como 
son  los  hombres,  animales,  aves,  peces,  plantas,  y  de  todas 
hay  en  él  figuras  y  obras;  lo  mismo  contiene  en  lo  moral  y 
político  de  los  hombres  9,  como  prelados,  príncipes,  clérigos, 
y  de  todos  los  demás  artes  mecánicos.  Y  así,  por  orden,  está 
en  él  cada  cosa  manifiesta  y  distinta  de  otra,  según  [que  los 
hombres  y  las  bestias  y  aves  y  peces]  viven  y  hacen  sus 
obras  para  vivir.  También  contiene  historias,  batallas  de 
mar  y  de  tierra,  asedios,  mutaciones  de  reinos  10  y  todas  las 
demás  cosas  que  han  pasado,  y  de  todo  esto  hace  memoria 
por  figuras.  Este  libro  hizo  aquel  santo  ermitaño  de  todos 
los  libros  que  pudo  juntar,  y  de  todo  lo  que  pudo  ver  hacer 
a  los  hombres,  animales,  etc.,  poniéndolo  todo  en  figuras, 
para  tener,  contemplándole,  placer  corporal  y  espiritual; 
corporal,  por  ser  el  libro  hermoso  y  bien  pintado  y  figurado, 
y  espiritual,  porque  cuanto  veía  en  él  con  los  ojos  corpora- 
les lo  contemplaba  con  los  espirituales,  con  los  cuales  veía 
a  Dios  y  a  las  obras  que  tiene  en  las  criaturas,  y  tenía  pla- 
cer en  considerar  las  cosas  pasadas  y  los  instintos  de  los 
animales  u. 

El  rey  tomó  aquel  libro  12  y  se  acostumbró  gustoso  a  es- 
tudiar en  él ;  lo  que  estando  ejecutando  un  día,  vió  una  figu- 
ra que  manifestaba  un  rey  en  un  palacio,  donde  comía  con 
gran  multitud  de  caballeros ;  y  en  la  misma  sala,  muchos  ju- 
glares y  truhanes  13  que  tocaban  diversos  instrumentos ;  y 
delante  de  la  figura  del  rey  había  pintados  una  serpiente  y  un 
león,  que  entre  sí  combatían;  y  a  la  oreja  del  rey  tenía  un 
demonio  la  boca,  lo  cual  significaba  que  la  serpiente  con  alai- 
banzas  y  vanidades  combate  al  león,  que  significa  al  rey.  Lo 
que  habiendo  él  considerado,  dijo:  "¡Ah  falsats  y  vanas  ala- 
banzas!, ¿para  qué  estáis  en  el  mundo,  ni  por  qué  tienen  más 
placer  de  oíros  los  príncipes  y  los  prelados  que  los  demás 
hombres?"  Y  con  estas  palabras  prorrumpió  en  lágrimas,  y 
por  inspiración  divina  propuso  hacer  un  gran  monasterio, 
donde  se  entró  en  compañía  de  otros  religiosos  que  supie- 
sen cantar  noblemente  el  santo  oficio  de  la  misa  y  que  fue- 


8  Paráfrasis  culta  de  la  simple  expresión  luliana  «e  aço  mateix 
dels  hòmens». 

"'  «En  aquest  libre  ha  stòries  de  bataylles,  de  ciutats  e  naus  e 
galees,  e  deserets  reys...» 

31  Todo  este  párrafo  condensa  mucho  el  original,  pero  con  sufi- 
ciente fidelidad  ideológica.. 

12  El  original  precisa  que  se  trataba  del  Llibre  de  plasent  visió, 
obra  luliana  perdida,  de  carácter  enciclopédico. 

**  cv  truhanes»  lo  añade  el  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.  C.  58 


787 


sen  doctos  en  las  ciencias  de  filosofía  y  teología,  para  que 
siempre  tuviesen  placer  en  oírle  14  y  en  oír  sus  palabras,  por 
Ja  doctrina  que  incluían  de  Dios  y  de  sus  obras. 

Y  en  aquel  monasterio  vivió  largo  tiempo  1 haciéndose 
exponer  lo  que  las  historias  del  Libro  de  v-isión  significaban. 
Y  así,  entre  oír,  ver,  considerar,  memorar,  entender  y  amar, 
vivía  siempre  en  grandísimo  placer,  el  cual  mantuvo  hasta  su 
muerte,  y  en  ella  dejó  mandado  a  su  hijo  (a  quien  había  de- 
jado colocado  en  el  trono)  16  que  al  fin  de  su  vida  ejecutase 
lo  mismo  que  él  había  ejecutado. 


CAPÍTULO  LVIII 

Por  qué  el  hombre  tiene  placer  en  oler 

— En  oler  flores,  frutas,  almizcle  \  ámbar  y  las  otras  co- 
sas que  huelen  bien,  tiene  el  hombre  placer;  y  al  contrario, 
en  oler  letrinas,  carne  corrompida,  cieno,  estiércol,  etc.,  tiene 
pesar;  y  uno  y  otro  significan  el  placer  que  debe  el  hombre 
tener  en  conocer  y  amar  a  Dios,  y  el  desplacer  que  debe  te- 
ner de  todo  aquello  que  es  a  Dios  desagradable;  y  significa 
también  la  muerte  que  el  hombre  ha  de  padecer,  por  la  cual 
vendrá  a  tal  fetor  y  corrupción,  que  sea  desagradable  a  todos 
en  tanto  grado,  que  nadie  querrá  estar  cerca  de  él,  aunque 
viviendo  haya  sido  su  mayor  amigo. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  ha  dado  Dios  compla- 
cencia en  los  olores,  pues  que  no  es  odorable?  — Amado  hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  Dios  no  ha  dado  el  placer  de  oler  por- 
que él  sea  odorable,  pues  no  es  cuerpo  ni  cosa  que  por  el 
olfato  se  pueda  percibir;  pero,  como  el  oler  causa  placer, 
ha  creado  los  olores  para  que  la  voluntad  del  hombre  le  ten- 
ga cuando  el  sentido  los  perciba,  y  para  que,  mediante  este 
placer  que  recibe,  alabe  y  ame  a  Dios  2.  Además  has  de  sa- 
•ber  3,  hijo,  que  Dics  ha  dado  el  sentido  del  olfato  al  hombre 
para  que,  percibiendo  los  malos  olores,  considere  los  que  pa- 
decerá en  el  infierno,  de  azufre  y  de  otras  cosas  semejantes 
y  fetentes ;  pues  en  él  tendrán  un  gran  fetor  todos  los  cuer- 


14  *en  hoir  lo  offici  de  la  missa...» 

10  Ramón  Llull  escribió  :  «Enax'í  com  ho  considera  lo  rev,  enaxí 
ho  féu,  e  heretà  sos  fills  de  tot  quant  havia,  e  al  monestir  donà 
gran  renda  perpetual.» 

M  Paréntesis  del  traductor. 

1  El  texto  castellano  dice  «admiscle». 

2  <rqui  aquell  plaser  li  ha  donat  en  odorar»,  añade  Ramón  Llull. 
8  Esas  frases  de  transición  son  artificios  del  traductor. 


788 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


pos  de  los  hombres,  y  les  olerá  mal  el  aliento  y  los  miem- 
bros, según  los  pecados  que  habrán  cometido  con  ellos  en 
este  mundo. 

Has  de  saber,  hijo,  que  un  hombre  tenía  mujer  que 
se  componía  con  diversos  afeites  la  cara  y  se  ponía  en  ella 
tales  colores,  que  olían  mal  y  mortificaban  a  su  marido 
cuando  se  acercaba  a  ella,  siendo  así  que  ella  se  los  ponía 
con  el  fin  de  parecer  más  bella  y  de  agradarle  a  él;  pero 
el  marido,  creyendo  que  ella  se  los  ponía  por  agradar  a  otros, 
estaba  celoso,  y  así  tenía  del  mal  olor  de  la  cara  de  su  mu- 
jer disgusto  de  dos  modos:  el  uno,  porque  le  mortificaba 
los  sentidos,  y  el  otro,  porque  le  atormentaba  el  pensa- 
miento 4. 

En  que  conocerás  que,  si  la, humana  voluntad  puede  te- 
ner tan  gran  placer  o  desplacer  por  el  olor,  que  es  criatu- 
ra corporal,  cuánto  más  puede  tener  gran  placer  en  amar 
a  Dios,  que  es  cosa  espiritual,  y  cuánto  más  tendrá  la  vo- 
luntad del  hombre  pecador  mayor  disgusto  en  desamar  a 
Dios  que  en  oler  los  malos  olores  del  mismo  infierno. 

Amado  hijo,  has  de  saber  que  una  mujer  de  un  noble 
ciudadano  tenía  en  su  casa  un  hermoso  jardín,  en  el  cual 
había  diversa  suerte  de  árboles,  todos  cargados  de  hojas, 
flores  y  frutos  5,  los  que  entraba  a  ver  la  mujer  muchas  ve- 
ces, por  el  placer  que  recibía  de  su  vista  y  fragancia.  Su- 
cedió un  día  que,  paseándose  y  deleitándose  de  este  modo 
en  el  jardín,  le  dió  gana  de  entrar  en  una  secreta,  que  es- 
taba en  él,  en  la  cual  percibió  muy  mal  olor;  y  se  maravilló 
que  de  su  cuerpo  saliese  cosa  tan  hedionda  y  de  que  las 
que  había  en  el  jardín  fuesen  tan  fragantes,  odoríferas  y 
deleitables. 

Estando  en  esta  consideración,  concibió  en  su  alma  cas- 
tidad y  honestidad,  y  se  apartó  del  pecado  de  lujuria  en  que 
había  estado  mucho  tiempo,  y  dijo  estas  palabras:  "¡Oh 
infeliz  mujer,  loca  y  pecadora,  cuán  gran  maravilla  es  que 
la  manzana,  que  es  tan  hermosa  y  tan  olorosa,  en  comién- 
dola el  hombre,  se  vuelva  en  su  cuerpo  tan  fea,  tan  pútri- 
da, tan  sucia  y  tan  hedionda,  que,  cuando  ha  vuelto  a  salir 
de  él,  nadie  por  ningún  precio  la  querría  volver  a  comer!" 
Y,  habiendo  pensado  y  considerado  largo  tiempo  sobre  esto, 
dijo  que  mucho  mayor  defecto  y  asquerosidad  es  introdu- 
cir en  su  corazón,  esto  es,  en  su  amar,  el  deleite  carnal  que 
el  hombre  siente  por  el  vicio  de  la  lujuria,  pues  es  más 
hediondo  y  asqueroso  a  quien  tiene  arreglado  su  memorar, 


4  Ramón  añade  todavía  :  «E  enaxí,  per  lo  desplaer  corporal,  lo 
marit  havia  de  sa  muller  desplaser  spirital,  ço  és  a  saber,  desplaser 
de  volentat,  lo  qual  havia  per  jelosia.» 

6  «-y  frutos»  lo  añade  el  traductor,  lo  mismo  que  «de  su  vista  y 
fragancia». 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  59  789 


entender  y  amar,  que  no  lo  es  el  mal  olor  de  ninguna  in- 
mundicia ni  letrina.  De  que  se  contristó  mucho,  lloró  y  se 
arrepintió  de  los  pecados  que  había  cometido,  y  pidió  a  Dios 
misericordia.  De  que  dimanó  que  esta  mujer,  con  la  oca- 
sión del  olfato  y  por  la  gracia  de  Dios,  mudó  de  vida  y  se 
acostumbró  a  vivir  bien,  pues  siempre  que  olía  buenos  o 
malos  olores  se  arrepentía  y  aborrecía  los  pecados  de  lu- 
juria que  había  cometido,  y  de  nuevo  pedía  a  Dios  la  asis- 
tiese 8  y  perdonase. 


CAPITULO  LIX 
Por  qué  causa  el  hombre  tiene  placer  en  gustar 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  el  hom- 
bre tiene  placer  en  gustar,  cuando  come  y  bebe,  por  ser  el 
gusto  un  poder  de  la  potencia  sensitiva,  siendo  el  sujeto 
en  que  se  mueve  la  vegetativa,  que  es  compuesta  de  los 
cuatro  elementos,  por  forma  unida  de  sus  cuatro  'formas, 
debajo  de  la  cual  está  la  materia  unida  de  las  cuatro  ma- 
terias de  los  mismos  elementos. 

Amado  hijo,  sabrás  que  el  placer  que  la  sensitiva  siente 
y  recibe  de  la  vegetativa  se  le  ofrece  a  la  voluntad,  la  cual 
se  deleita  en  el  gusto  de  la  sensitiva;  siendo  gran  mara- 
villa que  el  placer  sensual  se  convierta  en  placer  espiri- 
tual (esto  es,  en  placer  de  la  voluntad)  *. 

En  que  conocerás  que  así  como  la  potencia  visiva  reci- 
be por  objeto  el  color  y  le  ofrece  por  la  imaginativa  a  la 
intelectiva  para  que  le  entienda,  así  la  sensitiva  por  el  gus- 
to recibe  la  dulzura  o  amargura,  y  la  pasa  a  la  intelectiva, 
que  por  ella  entiende  la  cualidad  de  lo  dulce  o  amargo;  y 
esto  mismo  hace  con  la  memorativa,  para  que  la  memore. 
En  que  conocerás  también  que  todas  las  tres  potencias  del 
alma  se  deleitan  por  la  del  gusto,  según  cada  una  le  pu^de 
recibir  en  sí  mesma. 

Has  de  saber,  hijo,  que  un  obispo  era  hombre  muy  de- 
licado y  había  vivido  mucho  tiempo  en  grandes  deleites. 
Sucedió  un  día  que,  estando  comiendo  y  deleitándose  con 
el  sabor  de  los  delicados  manjares,  un  escudero  que  le  ser- 
vía se  cayó  delante  de  él  -  repentinamente  muerto;  de  que 

"  E!  texto  castellano  impreso  dice  «le  asistisse»,  o  por  error  de 
imprenta  o  por  catalanismo. 

1  Paréntesis  del  traductor. 

1  «ce  denant  tots  aquells  qui  ab  ell  menjaven  a  la  taula»,  añade  el 
original. 


790 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


el  obispo  y  todos  los  presentes  tomaron  gran  espanto.  Y,  ha- . 
biendo  considerado  el  obispo  algún  tiempo  sobre  ello,  quiso 
volver  a  comer,  mas  no  pudo  hallar  en  las  viandas  el  deli- 
cado sabor  que  antes,  a  causa  del  horror  que  habia  con- 
cebido. Por  lo  que  se  levantó  de  la  mesa  diciendo  que  el 
hombre  no  debía  comer  cuando  no  hallaba  gusto  ni  sabor 
en  los  manjares,  y  que  se  maravillaba  de  que  por  aquel 
motivo  se  le  hubiese  quitado. 

A  lo  que  le  respondió  un  sabio  que  estaba  presente: 
"Señor,  un  ermitaño  habitaba  una  ermita  en  una  alta  mon- 
taña, donde  contemplaba  a  Dios.  Y,  habiendo  bajado  a  una 
ciudad  que  estaba  al  pie  de  ella,  y  caminando  por  sus  ca- 
lles, encontró  al  obispo,  que  venía  montado  en  un  hermoso 
caballo  muy  adornado  y  con  lucida  compañía,  y  delante  de 
él  muchos  escuderos  con  el  mismo  tren  3  y  montados  en  her- 
mosos palafrenes.  De  cuya  vista  tuvo  el  ermitaño  gran 
displicencia,  memorando  la  pobreza  de  Cristo  y  la  de  los 
apóstoles  cuando  andaban  por  el  mundo,  la  que  se  le  au- 
mentó tanto,  que,  volviéndose  a  su  ermita,  no  pudo  des- 
pués contemplar  a  Dios  tan  bien  como  solía,  de  4  que  se  ma- 
ravilló mucho,  considerando  que  por  el  mal  ejemplo  que 
el  obispo  le  había  dado  había  perdido  su  devoción." 

Después  de  este  ejemplo,  dijo  el  sabio  al  obispo  que  el 
placer  del  gusto  fué  dado  al  hombre  para  que  con  él  ape- 
teciese comer,  y  que  por  el  comer  viviese  el  cuerpo,  para 
que  el  cuerpo  sirviese  a  Dios.  "Y  porque  el  comer  es  para 
que  el  hombre  viva,  y  el  vivir  es  para  servir  a  Dios,  y  la 
muerte  es  contra  la  vida,  el  gusto  de  vuestra  señoría  ilus- 
trisima 5  se  ha  perdido,  porque  su  naturaleza  ha  tenido 
miedo  de  la  muerte  viendo  súbitamente  morir  al  escudero. 
Y  el  placer  que  el  ermitaño  tenía  en  contemplar  a  Dios  se 
perdió  viendo  ir  a  caballo  al  obispo  con  tanta  vanagloria, 
por  ser  el  obispo  de  la  naturaleza  del  ermitaño  en  cuanto 
hombre,  y  contra  la  vida  espiritual  del  ermitaño  en  cuanto 
la  vanagloria  con  que  vivía  y  4  caminaba  por  las  calles." 

Después  de  haber  considerado  mucho  tiempo  el  obispo 
que  vió  morir  al  escudero,  en  este  ejemplo,  entendió  que 
la  dignidad  episcopal  ,est,á  establecida  para  que  el  obispo 
sirva  a  Dios  y  procure  que  otros  le  sirvan  6,  y  no  para  que 
se  deleite  en  comer  ni  en  beber;  y  entendió  también  que 
el  otro  obispo  que  iba  montado  en  el  hermoso  caballo  con 
tanta  pompa  y  acompañamiento,  por  cuanto  cabalgaba  tan 


3  Falsa  interpretación  de  «vestits  de  nieytats»,  es  decir,  Jas  dos 
mitades  de  diferentes  colores. 

4  Desde  aquí  es  una  glosa  del  traductor. 

5  Traducción  anacrónica  de  la  simple  frase  luliana  «lo  vostre 
sentiment  de  gustar». 

8  «y  procure  que  otros  le  sirvan»  no  está  en  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  59  7QI 


pomposamente,  fué  ocasión  de  que  el  ermitaño  pecase  y  le 
faltase  la  devoción.  Por  lo  que  desde  entonces  dejó  de  comer 
delicados  manjares,  y  siempre  que  le  venía  alguna  tenta- 
ción 7,  hacía  venir  delante  de  sí  hombres  pobres,  que,  con  el 
hambre  que  tenían,  comían  poderosamente;  y  se  deleitaba 
en  verlos  comer,  y  mucho  más  en  considerar  que  él  los  daba 
de  comer  por  el  amor  de  Dios. 

Además  has  de  saber  que  a  un  capítulo  general  concu- 
rrieron gran  multitud  de  religiosos,  y  un  príncipe,  habién- 
dolos convidado  un  día,  les  dió  a  comer  muchas  y  muy  de- 
licadas viandas.  Y,  después  de  haber  comido,  un  religioso 
preguntó  cuál  sabor  era  más  deleitable  y  apreciable:  el  que 
se  siente  cuando  el  hombre  come  con  hambre,  aunque  sea 
poco  y  desabrido,  o  el  que  se  tiene  cuando  sin  necesidad 
se  come  mucho  y  muy  delicado.  Sobre  cuya  cuestión  varia- 
ron las  opiniones,  hasta  que  el  que  la  había  propuesto  la 
determinó  diciendo  que  el  sabor  de  la  comida  es  por  la  ne- 
cesidad de  haber  de  mantener  el  cuerpo,  y  no  para  deleite 
de  él  ni  para  tener  vanagloria. 

Además  has  de  saber  que  un  noble  ciudadano  estaba 
sentado  a  su  mesa  y  comía  delicadamente.  Y  en  tanto  que 
comía  y  se  deleitaba  en  ello  por  el  placer  que  tenía,  llegó 
un  pobre  a  la  puerta  a  pedir  limosna  por  amor  de  Dios;  de 
que  el  ciudadano  se  enojó,  pareciéndole  que  aquel  pobre  le 
impedía  e  interrumpía  el  gusto  con  que  comía.  Por  cuyo 
motivo  mandó  a  un  criado  le  despidiese  y  maltratase  para 
que  se  fuese  [y  no  le  molestase]. 

Y,  saliendo  el  criado  (como  que  iba  a  despedirle)  s,  entró 
al  pobre  al  cuarto  donde  su  amo  comía,  y,  poniéndosele  de- 
lante, le  dijo:  "Señor,  más  vale  el  placer  del  amar  que  el 
del  comer,  pues  el  hombre  puede  amar  a  Dios  y  no  se  puede 
comer  a  Dios.  De  que  se  infiere  que  en  dar  limosna  por 
amor  de  Dios  puede  la  voluntad  tener  mayor  placer  que  no 
en  dejar  de  darla  por  tener  más  que  comer;  y  así,  para 
que  tengáis  mayor  placer  en  dar  por  amor  de  Dios  que  en 
comer,  os  traigo  delante  este  pobre,  para  que  le  deis  de 
comer  de  aquello  que  tengáis  más  sabroso  y  regalado  y  que 
os  sea  más  agradable;  pues  tanto  crecerá  vuestro  mérito 
y  vuestro  querer  y  amar  a  Dios  °,  cuanto  es  mayor  el  placer 
que  encontréis  en  el  gusto  de  una  vianda  que  en  el  de  otra, 
si  le  dais  de  aquella  que  a  vos  más  os  agrada." 

De  cuyas  palabras  convencido  el  ciudadano,  dió  al  po- 
bre por  amor  de  Dios  un  capón  asado  que  tenía  delante,  y 
comió  de  las  otras  viandas  que  no  eran  tan  sabrosas.  Y,  en 

7  De  gula,  se  entiende  :  atotes  vegades  que  li  venia  temptació 
que  s'i  tornas...». 

**  Paréntesis  explicativo  añadido  por  el  traductor. 

?  «car  aytant  crexerà  lo  plaer  del  vostro  voler  en  amar  IK-u...». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


tanto  que  de  ellas  comía,  sentía  en  su  voluntad  y  en  su 
entendimiento  placer  de  caridad,  justicia,  sabiduría,  forta- 
leza y  templanza,  y  este  placer  era  tan  grande,  que  en  nin- 
gún tiempo  le  había  tenido  como  él,  aunque  comiese  las 
viandas  más  delicadas  y  regaladas  al  gusto  10. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  los 
animales  y  las  aves  se  dejen  de  comer  y  de  beber,  luego 
que  han  comido  y  bebido  lo  bastante  para  alimentarse,  y 
de  que  el  hombre,  siendo  racional,  coma  y  beba  excesiva- 
mente y  sin  necesidad.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  ani- 
mal, como  no  tiene  uso  de  razón,  sigue  el  curso  de  su  natu- 
raleza sensitiva,  y  por  esto  come  y  bebe  según  lo  que  siente 
o  en  tanto  que  tiene  necesidad  11 ;  pero,  como  el  hombre  tiene 
voluntad  y  entendimiento  y  se  inclina  al  placer  sensual  para 
adquirir  el  intelectual,  ama  el  primero  con  el  fin  de  tener 
mayor  el  segundo,  y  por  éste,  tenerle  contemplando  a  Dios, 
que  es  cumplimiento  de  todos  los  placeres;  esto  está  dis- 
puesto así  por  naturaleza.  Pero,  como  muchas  veces  el  hom- 
bre no  quiere  tener  el  placer  sensual  con  el  fin  de  tenerle 
mayor  intelectual  para  contemplar  a  Dios,  come  y  bebe  sólo 
para  complacerse,  por  lo  que  es  su  placer  desordenado  y 
peor  que  el  de  las  bestias,  y  come  y  bebe  más  de  lo  que  ha 
menester,  contra  el  fin  para  que  se  le  dió  el  apetito;  de  que 
dimanan  los  pecados  de  gula  y  las  enfermedades  y  muertes 
que  por  ella  se  ocasionan. 


CAPÍTULO  LX 

Por  qué  tiene  el  hombre  placer  en  tocar 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  el  placer 
del  sentir  (o  tocar)  corporal  es  para  que  haya  placer  en 
sentir  espiritual;  pero  los  hombres  mundanos  aman  más 
el  primero  que  el  segundo,  y  por  esto  apetecen  los  blandos 
tactos,  las  camas  delicadas,  las  vestiduras  delgadas  l,  etc., 
y  apetecen  sentir  placer  en  calentarse  cuando  tienen  frío 
y  en  refrescarse  cuando  tienen  calor  2. 

Pero 3,  como  Dios  ha  ordenado  por  naturaleza  que  el 


30  «com  feya  en  son  voler  e  en  son  entendre  per  lo  capó  que  havia 
donat  al  pobre»,  repite  el  original  catalán. 

11  «o  en  tanto  que  tiene  necesidad»  es  una  glosa  explicativa. 

1  «delgadas  y  blandas»,  según  el  original. 

2  Ramón  añade  :  «...  per  què  ve  sentiment  qui  dóna  desplaser», 
donde  «sentiment»  significa  sensación  de  tacto. 

3  Desde  aquí  hasta  «a  causa  de  que»  inclusive,  falta  en  el  manus- 
crito básico  catalán. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  6o 


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hombre  se  refresque  cuando  tiene  calor,  apartando  de  sí 
el  trabajo  y  el  movimiento,  y  que  con  el  movimiento  se  ca- 
liente, has  de  saber  que  esto  sucede  a  causa  de  que  el  fuego 
entra  en  el  aire,  en  el  agua  y  en  la  tierra,  y,  en  fin,  el  un 
elemento  en  el  otro;  de  que  se  origina  su  tocamento,  y  de 
éste,  hecho  dentro  del  cuerpo  del  hombre,  el  sentimiento 
del  calor,  del  frío,  del  hambre  o  de  la  sed,  cuyo  sentimiento 
se  forma  por  la  potencia  sensitiva  sobre  la  vegetativa;  y, 
según  la  disposición  de  estos  tocamentos  que  interiormente 
hace  el  un  elemento  en  el  otro,  se  forma  el  placer  o  des- 
placer sensual. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  ver  que 
el  hombre  que  está  cercano  a  la  muerte  y  todo  frío,  desee 
sentir  frío  y  no  calor 4.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  hom- 
bre que  está  cercano  a  la  muerte  ha  perdido  el  sentido 
natural,  y  la  naturaleza  quiere  recobrar  lo  que  ha  perdido; 
y  por  esto  el  enfermo  desea  sentir  frío,  pero  su  naturaleza 
no  desea  el  frío,  antes  sí  el  calor  natural,  que  ha  perdido 
por  el  calor  innatural. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  naturaleza  el  enfermo  a 
quien  viene  la  calentura  con  el  frío  desea  sentir  calor? 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  calentura  con  desordenado 
frío  es  ocasión  de  que  se  destruya  el  calor  natural;  y  por 
esto  el  enfermo  desea  calor  contra  el  frío  que  siente,  y  de- 
sea también  su  naturaleza  calor  natural,  que  destruya  al 
frío  que  la  oprime. 

Mucho  consideró  Félix  en  lo  que  el  ermitaño  decía,  ma- 
ravillándose de  que  el  hombre  desee  en  estos  casos  sentir 
una  cosa,  y  su  naturaleza  desee  sentir  otra;  como  el  en- 
fermo cercano  a  la  muerte,  que  está  frío  y  'desea  sentir 
frío,  y  su  naturaleza  desea  calor  natural.  Y,  habiendo  con- 
siderado sobre  ello,  dijo  al  ermitaño  la  causa  de  su  admira- 
ción, a  la  que  éste  le  respondió : 

— Hijo,  has  de  saber  que  un  caballero  tenía  mujer,  a 
quien  mucho  amaba,  y  ella  igualmente  le  correspondía;  pero 
era  de  tal  naturaleza,  que  nunca,  cuando  su  marido  tenía 
acto  con  ella,  quedaba  gustosa.  De  que  ella  se  maravillaba 
mucho,  pues  que  amaba  a  su  marido;  sobre  que  reflexionó 
tanto,  que  se  acordó  de  que  antes  de  casarse  había  tenido 
gran  amor  a  la  virginidad,  de  que  dimanaba  el  no  tener  al 
'presente  gusto  en  el  acto,  por  impedírselo  lo  habituada  que 
tenía  la  voluntad  a  amar  la  castidad  \ 


*  El  original  añade  aquí  «pus  que  és  tot  fret  per  la  calor  natural 
que  ha  perduda». 

*  Traducción  abreviada  del  original  :  «...  ans  que  preses  marit, 
arnava  molt  virginitat,  la  quel  havia  longament  amada,  mas  son  pare 
e  sa"  mare  la  forçaren  en  pendre  marit.  Hon,  con  la  dona  hac  açò 
considerat,  ella  apercebé  com  la  virginitat  que  amada  havia  longa- 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  causa  siente  el  hombre 
dolor  cuando  está  enfermo  ?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  una 
religiosa  era  muy  santa  y  devota,  y  cumplía  muy  bien  con 
las  reglas  de  su  orden.  Sucedió  que  un  falso  religioso  que 
la  confesaba  la  dijo  que  la  lujuria  no  era  pecado,  y  tan 
bien  se  lo  dió  a  entender,  que  la  engañó,  y  tuvo  acto  con 
ella.  Después  de  corrompida  y  de  haber  perdido  su  virgi- 
nidad, quedó  muy  triste  y  despechada;  de  que  se  maravilló 
mucho,  pues  no  creía  haber  pecado. 

Mucho  agradó  a  Félix  esta  similitud,  pues  por  ella  co- 
noció que  el  hombre  sin  dolor  no  puede  estar  enfermo,  por- 
que la  enfermedad  procede  de  desordenados  humores,  y  así 
la  religiosa  sentía  tristeza  como  estaba  en  pecado,  aunque 
no  creía  haberle  cometido  (como  el  enfermo  dolor,  sin  saber 
de  qué  le  proviene)  G.  Y,  habiendo  Félix  entendido  todo  esto, 
sintió  en  sí  una  grande  alegría,  de  que  también  se  mara- 
villó, por  no  alcanzar  la  causa,  hasta  que  conoció  que  pro- 
cedía de  que  él  era  virgen,  y  sentía  alegría  porque  su  na- 
turaleza se  deleitaba  en  la  virginidad. 

Después  de  esto,  preguntó  Félix  al  ermitaño  que  por 
qué  el  hombre  que  está  cerca  del  fuego  siente  calor,  y  por 
qué  el  hombre  que  está  sentado  en  la  piedra  siente  frío. 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  porque  Jesucristo  amaba  a  los 
hombres  que  por  amar  y  conocer  a  Dios  sentían  pobreza, 
hambre,  sed,  golpes,  escarnios,  trabajos  y  muertes,  quiso  ser 
pobre,  y  quiso  padecer  y  morir. — Luego  que  oyó  estas  ra- 
zones, entendió  Félix  la  similitud,  y  dijo  que  el  fuego  ca- 
lienta al  hombre  por  causa  de  que  tiene  apetito  de  convertir 
en  sí  al  calor  del  hombre,  y  lo  mismo  hace  la  frialdad  de 
la  piedra,  pues  cada  criatura  ama  engendrar,  aumentar  o 
convertir  7  en  sí  a  su  semejante. 

Y  8,  dicho  esto,  pasó  Félix  a  considerar,  por  la  similitud 
que  había  oído,  cuán  pocos  hombres  son  semejantes  a  Jesu- 
cristo en  padecer  por  él  y  por  su  amor  lo  que  él  padeció  por 
su  pueblo,  por  lo  que  dijo  llorando:  — ¡Ah9  leales  servido- 
res y  verdaderos  amadores  de  la  honra  de  Cristo  nuestro 
Salvador!,  ¿dónde  estáis  y  cómo  tardáis  tanto  en  venir?— 
Dichas  estas  palabras  10,  preguntó  al  ermitaño  le  dijese  qué 
era  la  causa  de  que  el  sabueso  que  caza  y  sigue  al  ciervo 
siente  más  y  mejor  la  pisada  del  ciervo  que  sigue  que  no 


ment,  li  -era  occasió  com  ab  son  marit  no  stigués  pagada,  dementre 
que  ab  aquell  ella  jahia.» 

6  Lo  contenido  en  el  paréntesis  es  una  simple  glosa  del  traductor. 

7  «aumentar  o  convertir  en  sí»  no  está  en  el  original. 

s  «Can  Fèlix  la  semblança  de  Crist  hac  entesa,  e  considerà  com 
pochs  hòmens  són  semblants... 

,J  « — Ay,  las,  amors !  Vers  sentidors  de  amor,  de  plaser  en  honrar 
Crist...»,  lésse  en  el  texto  catalán. 

w  «e  moltes  de  altres»  sigue  diciendo  el  autor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  6l 


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la  del  que  no  sigue.  Pues  de  ello  estaba  muy  admirado.  A  que 
el  ermitaño  respondió: 

— Has  de  saber,  hijo,  que  un  peregrino  estaba  en  Jeru- 
salén  en  oración,  y  sentía  en  su  corazón  gran  fervor  acor- 
dándose de  la  pasión  de  Jesucristo,  y  deseó  morir  por  su 
amor,  en  recompensa  de  la  muerte  que  por  él  había  pade- 
cido; y  cerca  del  peregrino  había  un  sarraceno  también  en 
oración,  que  no  tenía  aquellos  vivos  deseos  ni  fervor  que 
el  peregrino. — Por  cuya  similitud  entendió  Félix  que,  como 
el  sabueso  había  corrido  más  en  seguimiento  del  ciervo 
que  sigue  que  no  del  que  no  sigue,  por  esto  se  le  imprimía 
más  la  similitud  de  la  pisada  del  primero  que  no  la  del 
segundo,  por  exhalar  más  el  primero  de  su  virtud,  por  el 
violento  movimiento  que  hacía  corriendo,  que  no  el  segun- 
do, que  corría  y  se  movía  menos;  y  por  esto  el  peregrino, 
considerando  que  Dios  había  hecho  tanto  por  él,  tenía  ma- 
yor devoción  en  honrarle  que  no  el  sarraceno,  que  no  creía 
que  hubiese  Dios  hecho  tanto  por  él,  que  hubiese  tomado 
naturaleza  humana  y  que  se  hubiese  ofrecido  a  la  muerte 
por  salvarle. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  naturaleza  siente  el 
hombre  el  calor  en  la  boca  cuando  come  cosas  cálidas  y 
no  lo  siente  en  el  vientre?  — Amigo— dijo  el  ermitaño — ,  la 
vianda  en  la  boca  está  cerca  del  paladar,  donde  reside  el 
sentido  del  gusto,  y  no  en  el  vientre. 

Por  cuyas  palabras  prorrumpió  Félix  en  llanto,  diciendo: 
—¡Oh  sentimiento  de  dulzura!  Bendito  seas  tú,  que  has 
venido  al  corazón  devoto  por  gracia  y  por  amor,  siendo 
contemplador  de  Jesucristo,  su  Dios,  Señor  y  Salvador  u,  el 
cual  da  dulzura  en  el  llanto  cuando  el  hombre  siente  deseo 
de  morir  por  su  amor  [señoría,  bondad]  y  honor. 


CAPÍTULO  LXI 
Por  qué  es  el  hombre  bueno  y  por  qué  es  malo 

Preguntó  Félix  al  ermitaño  que  por  qué  es  el  hombre 
bueno  y  por  qué  es  malo.  A  que  el  ermitaño  respondió1: 

— Ainado  hijo,  el  hombre  es  bueno  cuando  usa  y  obra 
arreglado  a  las  similitudes  de  Dios,  que  Dios  ha  puesto  en 
él,  y  es  malo  cuando  usa  de  ellas  en  contra  del  fin  para  que 
Dios  las  ha  creado,  como,  v.  gr.,  cuando  no  quiere  usar  de 


P  El  texto  catalán  dice  sólo  :  «de  son  Jhesús  Salvador» 
1  Toda  esta  introducción  la  añadió  el  traductor. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL  • 


su  bondad,  que  es  una  de  ellas,  y  usa  de  su  malicia  y  de 
todas  las  demás  cosas  que  son  disimilitudes  de  la  bondad. 

Además  has  de  saber  que  Dios  quiere  que  el  hombre  sea 
bueno,  creyendo  y  sabiendo  los  catorce  artículos  de  nuestra 
santa  fe,  de  los  cuales  podrás  adquirir  conocimiento  estu- 
diando el  Libro  del  gentil  (compuesto  por  mí)  2,  en  el  cual 
puedes  también  adquirir  conocimiento  de  las  siete  virtudes, 
por  las  cuales  es  el  hombre  bueno  si  las  ama,  y  al  contrario, 
malo  si  ama  a  los  siete  vicios  sus  opuestos,  que  también  se 
explican  en  dicho  libro.  También  has  de  saber  que  es  el 
hombre  bueno  cuando  guarda  los  diez  mandamientos  y  los 
siete  sacramentos  y  cuando  agradece  a  Dios  los  siete  dones 
que  recibe  por  el  Espíritu  Santo,  de  que  se  trata  en  el  libro 
de  Doctrina  pueril,  y  cuando  opera  contra  todas  estas  cosas 
o  alguna  de  ellas,  es  malo  y  desagradable  a  Dios. 

Has  de  saber,  hijo,  que  la  bondad  del  hombre  consiste 
en  memorar,  entender  y  amar  a  Dios;  y  la  malicia,  en  lo 
contrario;  y  la  gran  bondad  consiste  en  el  mucho  memo- 
rarle, entenderle  y  amarle;  y  en  todo  lo  contrario,  la  gran 
malicia.  También  has  de  saber  que  la  causa  de  que  la  bon- 
dad del  hombre  consista  en  el  memorar,  entender  y  amar 
a  Dios  es  porque  el  hombre  fué  creado  principalmente  para 
este  fin;  y  como  es  tan  bueno  para  cumplir  con  el  fin  para 
que  fué  creado  y  tan  bueno  el  memorar,  entender  y  amar  a 
Dios,  es  el  hombre  bueno  porque  hace  lo  que  debe  y  porque 
hace  lo  bueno;  y  porque  es  malo  el  no  hacer  aquello  para 
cuyo  fin  fué  creado,  es  el  hombre  malo  cuando  memora, 
entiende  y  deja  de  amar  a  Dios,  y  cuando  ni  le  memora, 
entiende  ni  ama. 

Has  de  saber,  hijo,  que  el  firmamento,  el  sol,  la  luna, 
las  estrellas,  los  elementos,  las  plantas,  los  animales  y  todas 
las  demás  cosas  corporales  son  buenas  en  el  hombre  por 
haberlas  Dios  creado  todas  para  que  se  sirva  de  ellas  el 
mismo  hombre,  sin  el  cual  no  valdrían  nada  (porque  serían 
'inútiles  e  infructuosas);  y  el  hombre  es  bueno  en  Dios  por 
haberle  Dios  creado  para  que  sirva  al  mesmo  Dios  y  para 
que  haga  su  voluntad;  y  si  no  hubiese  Dios,  el  hombre 
nada  valdría  (porque  carecería  de  fin) ;  y  por  ser  esto  así 
como  te  refiero,  puedes  conocer  por  qué  causa  es  el  hombre 
bueno  y  por  qué  causa  es  malo,  así  en  este  mundo  como 
en  el  otro. 

— Señor — dijo  Félix — ,  si  el  hombre  es  bueno  en  Dios, 
¿podrá  ser  Dios  bueno  en  el  hombre?  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— ,  Dios  Padre  es  bueno  en  sí  mesmo,  es  bueno  en  el 
Hijo  y  es  bueno  en  el  Santo  Espíritu;  y  el  Hijo  es  bueno 
en  sí  mesmo,  en  el  Padre  y  en  el  Espíritu  Santo;  y  el  Espí- 

2  También  el  paréntesis  e's  del  traductor,  como  todos  los  demás 
de  este  capítulo. 


FÉLIX  DK  LAS'  MARAVILLAS.  C.  6l  797 


ritu  Santo  es  bueno  en  sí  mesmo,  en  el  Padre  y  en  el  Hijo; 
y  por  esto  ha  creado  Dios  el  hombre,  para  que  sea  bueno 
en  Dios  y  en  sí  mesmo,  y  que  Dios  sea  bueno  en  el  hombre 
en  cuanto  influye  en  él  su  gracia;  pero,  aunque  Dios  tiene 
bondad  en  el  hombre,  la  de  Dios  ni  crece  ni  mejora,  porque: 
Dios  es  tan  infinitamente  perfecto  y  cumplido  de  todos  bie- 
nes, que  es  imposible  se  mejore,  y  más  por  cosa  en  que 
haya  defecto  (como  le  hay  en  el  hombre). 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que,  ha 
biendo  Dios  creado  al  hombre  para  que  sea  bueno  y  no 
para  que  sea  malo,  haya  más  hombres  malos  que  buenos, 
y  que  sea  mayor  la  malicia  de  los  malos  que  la  bondad  de 
los  buenos. — Mucho  consideró  el  ermitaño  en  esta  cuestión 
y  antes  de  responder  a  Félix  se  puso  a  llorar  y  a  suspirar, 
y  cuando  las  lágrimas  y  suspiros  le  dieron  lugar  para  ello, 
le  respondió  en  estos  términos  3 : 

— Una  vez  sucedió  que  la  Bondad  y  la  Malicia  se  comba- 
tían mutuamente,  porque  la  Bondad  decía  que  ella  era  mayor 
que  la  Malicia,  porque  era  similitud  de  Dios  y  porque  la 
servía  y  seguía  el  fin  para  que,  fué  creada;  y  la  Malicia 
alegaba  que  ella  era  mayor  que  la  Bondad,  pues  era  señora 
de  más  príncipes,  barones  y  grandes  señores,  y  que  más  son 
los  hombres  que  son  muy  malos  que  los  que  son  muy  bue- 
nos; por  lo  que  hubiera  sido  vencida  la  Bondad  a  no  haber 
alegado  el  que  un  pequeño  bien  es  mayor  en  bondad  que 
muchos  grandes  males  en  malicia,  porque  la  grandeza  se 
conviene  con  el  bien  y  no  se  conviene  con  el  mal;  antes 
bien,  cuanto  la  malicia  es  mayor,  tanto  más  se  desconviene 
y  es  más  disímil  de  la  grandeza;  y  cuanto  el  bien  es  mayor, 
tanto  más  se  conviene  y  es  más  semejante  a  la  grandeza 
y  a  la  bondad 4. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  los 
hombres  se  inclinen  más  a  ser  malos  que  a  ser  buenos. 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  un  santo  hombre  tenía  en  su 
ermita  muchas  tentaciones,  y  cuanto  más  se  adelantaba  en 
la  virtud,  más  se  le  aumentaban;  y  cuanto  más  se  esforzaba 
a  ser  bueno,  más  tentaciones  tenía,  de  que  estaba  maravi- 
llado y  confuso ;  y  estando  en  esta  duda,  Dios  le  reveló  que 
la  bondad  y  santidad  del  hombre  consiste  en  contrastar  y 
en  vencer  la  malicia,  cuyo  vencimiento  y  contraste  no  se 
puede  conseguir  sin  tentaciones,  y  cuanto  éstas  son  mayores, 
tanto  es  el  hombre  mejor  cuando  las  vence. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  hombre  malo,  ¿contiene  en  sí 
alguna  cosa  buena  o  es  en  algún  modo  bueno?  — Hijo — dijo 

•  Ramón  escribió  más  concisamente  «y  lloró  largamente,  y  sus- 
pirando dijo  estas  palabras...». 

4  El  original,  con  frase  típicamente  luliana,  dice  :  aés  pus  con- 
cordant ab  granea  de  boneaj». 


7y8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


el  ermitaño — ,  una  mujer  de  un  gentil  hombre  estuvo  mucho 
tiempo  en  pecado  de  lujuria,  y  por  los  muchos  y  grandes  que 
había  cometido  desesperó  de  la  misericordia  de  Dios  y  entró 
en  sospecha  de  que  por  ninguna  penitencia  que  hiciese  no  se 
podría  salvar,  porque  Dios  no  la  perdonaría.  Y  estando  en 
esta  desesperación  y  congoja,  un  día  sintió  en  su  alma  mu- 
cha alegría,  y  dijo  estas  palabras:  "Bendito  seáis,  Dios  y  Se- 
ñor, por  vuestra  gran  justicia,  pues  que  ya  que  yo  no  soy 
buena  para  recibir  vuestra  misericordia,  lo  soy,  a  lo  menos, 
para  el  uso  de  vuestra  justicia,  la  cual  me  juzgará  a  infernal 
y  eterna  pena;  y  en  mí  será  buena,  en  cuanto  me  castigará 
con  rctitud,  y  yo  seré  buena,  para  que  en  mí  se  manifieste 
vuestra  justicia."  Cuyas  palabras  agradaron  tanto  a  Dios, 
que  el  uso  que  su  justicia  había  de  tener  en  aquella  mujer 
por  la  maldad  de  los  pecados  que  había  cometido,  se  convir- 
tió en  el  uso  de  su  misericordia  por  la  bondad  de  su  mise- 
ricordia. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿cuál  es  el  mayor  bien  que  el 
hombre  puede  hacer  en  este  mundo?  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— ;  por  su  contrario  lo  puedes  conocer,  sabiendo  que  el 
mayor  ^mal  que  hay  en  el  mundo  es  no  conocer  ni  amar  a 
Dios,  o  conocerle  y  desamarle. — Por  cuya  respuesta  conoció 
Félix  que  en  el  mal  cristiano  es  mayor  el  pecado,  cuando 
es  malo,  que  en  el  mal  infiel,  pues  es  más  malo  el  cristiano 
que  conoce  y  no  ama  a  Dios,  que  el  infiel  que  no  le  ama  ni 
conoce. 

Por  lo  que,  admirándose  Félix  de  esto,  propuso  al  ermi- 
taño esta  cuestión:  — Señor,  en  cuanto  el  entendimiento  co- 
noce a  Dios,  es  bueno,  y  es  mejor  que  el  entendimiento  que 
no  le  conoce;  y  por  esto  los  cristianos,  que  conocen  a  Dios, 
aunque  'le  desamen,  no  son  tan  malos  como  los  infieles,  que 
ni  le  conocen  ni  aman.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  ha 
dado  virtud  a  la  voluntad  del  hombre  para  poder  desviar  al 
entendimiento  del  fin  para  que  es  creado  y  para  poderle  in- 
clinar al  mesmo  fin;  esto  es,  que,  cuando  el  entendimiento 
entiende  a  Dios  y  la  voluntad  no  le  ama,  el  entendimiento 
no  tiene  buen  modo  de  entender,  y  este  entender  es  malo,  por 
el  mal  querer;  y  por  esta  causa  5,  el  entender  se  convierte  en 
mal  por  el  mal  querer  [o]  amar,  así  como  en  bien  por  querer 
bien  (o  por  querer  lo  bueno) ;  pero  el  entendimiento  no  puede 
mudar  a  la  voluntad,  sino  es  que  la  puede  multiplicar  en 
mayoridad  o  en  minoridad,  porque  tanto  como  el  entendi- 
miento entiende  el  bien  o  el  mal,  tanto  da  ocasión  a  la  volun- 
tad para  que  aumente  o  disminuya  su  querer  (o  aborrecer). 

— Señor — -dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que,  te- 
niendo la  voluntad  poder  para  convertir  en  bien  o  en  mal  los 

6  Mala  traducción,  en  vez  de  :  «y  esto  es  así  porque  el  en- 
tender...». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  62 


7QQ 


actos  del  entendimiento,  el  entendimiento  no  tenga  poder 
para  convertir  en  bien  o  en  mal  los  actos  de  la  voluntad. 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — Dios  ha  dado  al  hombre  el  libre 
albedrío,  y  éste  tiene  mayor  dependencia  con  la  voluntad  que 
con  el  entendimiento;  y  por  esto  la  voluntad  tiene  la  pro- 
piedad de  mandar  al  entendimiento,  y  el  entendimiento  la 
de  manifestar  el  bien  o  el  mal  a  la  voluntad,  para  que  ésta 
ame  lo  bueno  y  aborrezca  lo  malo,  y  ame  mucho  lo  muy 
bueno  y  aborrezca  mucho  lo  muy  malo. 

—•(Señor — dijo  Félix — ,  ¿en  qué  puede  tener  el  hombre 
mayor  placer,  en  hacer  bien  o  en  hacer  mal?  — •Hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  una  buena  mujer,  hija  de  castidad,  caridad, 
paciencia  y  fortaleza,  tenía  el  marido  lujurioso,  celoso,  ira- 
cundo y  mal  acostumbrado;  y  este  mal  hombre,  con  todos 
sus  malos  procederes,  hacía  muchos  males  y  daba  villanos 
tratos  a  su  mujer,  la  cual  tenía  mayor  placer  en  ser  casta 
y  paciente  y  proceder  bien,  que  no  tenía  sentimiento  de  los 
golpes  y  malos  tratos  que  su  marido  la  daba  sin  razón  ni 
motivo  alguno  6. 


CAPÍTULO  LXII 

DE  LA  VIDA  ACTIVA  Y  DE  LA  VIDA  CONTEMPLATIVA 

Después  de  esto,  Félix  preguntó  al  ermitaño  qué  era  lo 
que  competía  a  la  vida  activa  y  a  la  vida  contemplativa  K  Y  el 
ermitaño  respondió  que  la  vida  activa  y  la  vida  contempla- 
tiva competen  al  estado  humano,  esto  es,  la  vida  activa  por 
necesidad  y  la  contemplativa  por  perfección,  y  por  esto  un 
monje  no  quiso  ser  abad. 

— Y  ¿cómo  fué  eso? — dijo  Félix.  — En  una  noble  aba- 
día hubo  un  monje — dijo  el  ermitaño — que  salió  electo  abad, 
el  cual  no  lo  quiso  ser  por  decir  que  el  ser  abad  compete  a 
la  vida  activa,  y  ésta  no  es  propia  de  un  monje  claustral;  y 
así,  porque  la  vida  contemplativa  es  más  agradable  a  Dios,  el 
monje  se  excusaba  de  ser  abad,  diciendo  le  remordía  la  con- 
ciencia si  se  apartaba  más  del  camino  de  la  contemplación 
siendo  abad,  que  se  había  aproximado  siendo  monje  2.  De  otra 
parte,  alegaban  los  monjes  que  le  habían  electo  abad  que  él 
no  se  podía  excusar,  pues  todo  el  convento  lo  quería,  mayor- 


6  «sin  razón  o  motivo  alguno»  falta  tn  el  texto  catalán. 

1  Hasta  aquí,  transición  añadida  por  el  traductor,  lo  mismo  que, 
más  abajo,  la  frase  «además,  has  de  ^saber...». 

1  £1  original  sólo  dice  ¡  «car  deïa  que  consciència  lo  remordía  si-s 
lunyava  de  Déu,  pus  que  s'i  era  acostat». 


Soo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


mente  cuando,  siendo  él  bueno  y  ejerciendo  bien  este  empleo 
que  pertenece  a  la  vida  activa,  podían  mejor  practicar  todos 
los  monjes  la  contemplativa. 

Mucho  consideró  Félix  en  el  ejemplo  que  el  ermitaño  le 
había  dicho,  y  se  maraivilló  de  la  simonía  que  cometió  un 
canónigo  por  ser  obispo ;  y  habiéndole  dicho  el  ermitaño  que 
le  contase  cómo  había  sucedido,  le  dijo:  — >Un  canónigo  de- 
seaba ser  obispo,  y  para  conseguirlo  esperó  mucho  tiempo 
que  el  obispo  muriese  s,  y  en  tanto  hacía  todo  lo  que  podía 
para  agradar  a  los  otros  canónigos,  dándoles  muchas  dádi- 
vas, haciéndoles  grandes  sumisiones  y  pasando  grandes  tra- 
bajos porque  le  eligiesen;  lo  que  es  muy  digno  de  admira- 
ción, pues  estando  el  canónigo  libre  para  la  vida  contempla- 
tiva y  habiendo  de  tener  como  obispo .  tantas  obligaciones  y 
tantos  de  que  cuidar,  era  amar  más  la  esclavitud  que  la  li- 
bertad 4. 

— Amiado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  una  iglesia  [muy 
honrada]  había  un  obispo  muy  malo,  el  cual  temía  mucho  el 
que  le  diesen  veneno,  y  este  temor  le  provenía  por  causa  de 
que  era  tan  malo  y  de  tan  malas  costumbres;  pero  al  fin  no 
se  pudo  guardar  tanto  que  no  cayese  en  do  mismo  que  temía, 
y  muriese  del  que  le  hizo  dar  el  arcediano,  el  cual  confesó 
este  pecado  con  un  canónigo,  y  este  canónigo  fué  electo  obis- 
po pocos  días  después  en  lugar  del  muerto,  e  inmediatamente 
tuvo  gran  temor  de  que  no  le  envenenasen,  y  por  otra  parte 
tuvo  displicencia  de  mudarse  de  la  vida  contemplativa  a  la 
activa;  pero,  en  fin,  se  aventuró  a  ser  obispo  para  adquirir 
mérito,  solicitando  el  bien  común,  y  para  ser  bueno  y  hacer 
bien  donde  otro  podría  ser  que  fuese  malo  e  hiciese  mal.  Y 
habiendo  confortado  su  espíritu  con  estas  reflexiones,  les 
dijo  a  los  canónigos  las  siguientes  palabras :  "Señores  y  com- 
pañeros, vosotros  me  habéis  elegido  pastor  y,  siendo  libre, 
puestot  en  servitud ;  yo  me  esforzaré  todo  lo  posible  para  serlo 
bueno;  pero  mirad  que  si  las  ovejas  están  a  cargo  del  pastor 
y  es  bueno,  tienen  mucho  que  agradecerle".  Y,  habiendo  sido 
después  este  obispo  hombre  de  santa  vida,  no  tuvo  miedo  de 
que  le  envenenasen,  por  la  gran  esperanza  que  en  Dios  tenía 
y  en  las  buenas  obras  que  hacía;  y  así  vivió  mucho  tiempo 
en  su  dignidad,  y,  por  el  trabajo  que  sostenía  y  por  el  bien 
que  hacía,  no  había  ningún  canónigo  que  ganase  tanto  mé- 
rito en  la  vida  contemplativa  como  el  obispo  ganaba  en  la 
activa. 

Además  Jias  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en 

3  Más  maliciosa  es  la  frase  luliana  «e  sempre  que  fo  canonge  de- 
siyà  la  mort  del  bisbe  qui-il  ach  feyt  canonge». 

'  4  Aquí  suprime  el  traductor  las  siguientes  repeticiones  lulianas  : 
« — Fill — dix  lo  ermità — ,  no  era  aqueix  bisbe  semblant  a  un  altre 
bisbe  qui  desiyà  ésser  bisbe.  — E  con  fo  açò,  sènyer? — dix  Fèlix.» 


FÉLIX  DK  LAS  MARAVILLAS. — C.  02  Sol 


una  alta  montaña  estaba  un  ermitaño  en  vida  contemplativa, 
y  un  día  sucedió  que  él  consideró  en  la  santa  pasión  de  Je- 
sucristo y  en  las  gentes  que  tan  poco  le  aman  y  honran, 
respecto  del  gran  amor  que  Su  Majestad  les  tiene,  y,  estando 
en  esta  consideración,  bajó  de  su  ermita,  queriendo  trabajar 
en  la  vida  activa,  con  el  fin  de  persuadir  a  las  gentes  a  loar, 
amar  y  conocer  a  Dios  nuestro  Señor.  Y  cuando  hubo  prac- 
ticado la  vida  activa  y  padecido  los  trabajos  que  es  necesario 
padezcan  todos  aquellos  que  la  profesan,  quiso  tornarse  a  su 
ermita,  para  volverse  a  la  vida  contemplativa,  en  la  cual  no 
había  experimentado  tantos  trabajos  ni  peligros.  Pero,  con- 
siderando en  la  fortaleza,  paciencia  y  caridad,  que  concuer- 
dan  más  con  la  vida  activa  que  con  la  contemplativa,  se  le 
multiplicó  el  ardor,  el  celo,  la  devoción  y  el  amor  de  Dios, 
y  se  fué  por  el  mundo,  haciendo  todo  el  bien  que  pudo,  con 
el  fin  de  procurar  que  Dios  fuese  más  amado  y  conocido  \ 
Un  día  sucedió  que  aquel  ermitaño  dijo  a  un  arzobispo 
que  tenía  gran  renta  y  había  juntado  gran  tesoro,  que  hiciese 
un  monasterio  en  que  estuviesen  religiosos  en  vida  contem- 
plativa, para  que  rogasen  a  Dios  le  sacase  de  la  vida  activa 
en  que  estaba,  pues  tan  mal  usaba  de  ella,  que  quitaba  a  los 
pobres  de  Jesucristo  todo  el  tesoro  que  había  adquirido0;  de 
que  el  arzobispo  se  irritó  tanto,  que  hizo  aporrear  y  echar 
de  su  palacio  aquel  ermitaño,  el  cual  dijo  que  todos  aquellos 
golpes  para  él  eran  placeres  y  frutos  de  la  vida  activa  que 
practicaba,  de  la  cual  nacía,  florecía  y  granaba  el  fruto  de  la 
contemplativa. 

— -Además  has  de  saber — dijo  el  ermitaño — que  un  santo 
prelado  religioso  estuvo  mucho  tiempo  en  la  vida  activa,  ejer- 
citando, no  obstante,  en  cuanto  religioso,  la  contemplativa; 
y  así  por  la  activa  padecía  trabajos,  trabajando  corporal  y 
espiritualmente  por  la  común  utilidad,  porque  iba  a  predicar 
de  unos  lugares  a  otros  y  tenía  que  corregir  a  los  frailes 
que  estaban  a  su  cargo;  y  era  espiritual,  porque  tenía  dis- 
gusto cuando  alguno  obraba  contra  la  caridad,  castidad,  hu- 
mildad, paciencia  y  obediencia :  de  forma  que  este  santo  re- 
ligioso no  podía  sostener  los  trabajos,  sino  es  ayudándose  con 
los  placeres  de  la  vida  contemplativa,  los  que  sentía  memo- 
rando, entendiendo  y  amando  a  Dios  y  menospreciando  las 
vanidades  del  mundo. — Estas  palabras  decía  el  ermitaño  a 
Félix  para  darle  conocimiento  de  las  vidas  activa  y  contem- 
plativa. 

Y  cuando  Félix  las  hubo  entendido,  dijo  al  ermitaño  las 


8  También  este  párrafo,  como  otros  del  Fèlix,  parece  autobio- 
gráfico. 

8  Se  le  escapó  aquí  al  traductor  el  matiz  humorístico  del  origi- 
nal :•«...  per  tal  que  (pregassen  Déu  que-l  mesés  en  vida  activa,  en 
la  qual  no  era,  per  ço  car  lo  tresor  tollia  ais  pobres  de  Crist.» 


26 


S02 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


siguientes:  — Señor,  mucho  me  maravillo  de  que  Jesucristo 
y  los  apestóles  en  este  «mundo  ejerciesen  la  vida  activa  y  no 
la  contemplativa,  siendo  así  que  la  vida  contemplativa  es 
más  noble  que  la  activa.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Jesu- 
cristo y  los  apóstoles,  en  cuanto  al  cuerpo,  tenían  vida  activa, 
y  en  cuanto  ai  alma,  la  tenían  contemplativa;  y  esto  puedes 
tú  entender  por  el  ejemplo  que  te  he  dado  del  santo  prelado 
religioso. 


CAPITULO  LXIII 

DE  LA  FE  Y  FALTA  DE  FE 

Después  de  esto,  preguntó  Félix  al  ermitaño  en  qué  con- 
sistía la  fe  y  la  falta  de  ella,  o  el  creer  o  no  creer.  A  que  el 
ermitaño  respondió  1 :  — Hijo,  la  fe  es  creer  en  los  catorce 
artículos,  y  la  fe  es  luz  del  humano  entendimiento,  pues  por 
la  fe  supone  lo  que  no  entiende,  y  por  la  suposición  se  exalta 
él  en  entender  lo  que  no  podría  ejecutar  sin  la  suposición 
que  por  la  fe  hace;  y  la  falta  de  fe  es  todo  lo  contrario  de 
esto. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un  hombre 
lego  quiso  dejar  las  vanidades  del  mundo  y  emplearse  en 
conocer  y  amar  a  Dios;  este  hombre  tenía  pocas  letras  y 
sabía  muy  poco  2,  y,  no  obstante,  deseaba  tener  conocimiento 
de  Jesucristo  y  de  cómo  o  por  qué  vino  para  salvar  al  hom- 
bre y  murió  por  él,  lo  que  ningún  judío  cree.  Además  has 
de  saber  que  este  hombre  quería  entender  los  artículos  y  la 
Sagrada!  Escritura,  y,  como  no  pudiese  entender  estas  cosas, 
la  descredenza  3  o  incredulidad  quisieron  inducirle  e  incli- 
narle a  que  no  creyese  en  la  fe  católica;  pero  la  fe,  por  la 
virtud  y  gracia  de  Dios,  le  sostenía  contra  la  incredulidad  y 
le  hacía  suponer  lo  que  no  entendía,  conociendo  y  conside- 
rando que  la  fe  y  las  Escrituras  de  los  cristianos  son  verda- 
deras, mas  que  él  no  las  podía  entender,  por  lo  que  se  le  ha- 
bía dado  la  fe  para  creerlas ;  y  como  este  hombre  así  se  ayu- 
dase de  la  fe  contra  la  incredulidad,  se  empezó  a  exaltar  su 

1  Esa  transición  falta  en  el  original. 

2  Desde  aquí  hasta  «este  hombre  quería  entender»  falta  en  la  edi- 
ción catalana  de  Galmés. 

3  El  mismo  traductor  añadió  al  margen  la  siguiente  nota  acla- 
ratoria :  «N.  B.  El  autor,  en  el  lemosín  antiguo,  pone  este  término 
descredenza,  y  he  hallado  no  se  puede  verter  este  capítu!o_  con  el 
mismo  sentido  en  nuestro  idioma  sin  incluir  el  mesmo  término,  pol- 
lo que  le  he  puesto  aquí  ;  en  el  principio  del  capítulo  le  traduje  en 
el  de  falta  de  fe,  o  no  creer.» 


FKLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.— C.  63  803 


entendimiento  [por  la  luz  de  la  fe],  de  forma  que  por  este 
medio  entendió  muchas  cosas  que  antes  no  entendía,  y  en 
tanto  grado,  que  venció  del  todo  su  incredulidad  y  dejó  de 
tener  tentaciones  contra  la  fe. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  la  fe  es  amar  a  Dios  en 
su  unidad,  trinidad,  encarnación  y  los  otros  artículos,  y 
este  amor  es  operación  de  la  voluntad  sin  entender  lo  que 
se  ama,  sino  es  que  el  hombre  ama  sólo  lo  que  cree  ser  ver- 
dadero por  la  suposición  que  de  ello  hace.  Esta  fe,  hijo,  ha 
dado  Dios  a  los  hombres,  por  causa  de  que  no  pueden  en- 
tender lo  que  creen,  y  esta  fe  ha  dejado  Dios  encomendada 
al  Sumo  Pontífice,  cardenales,  prelados  y  sacerdotes,  para 
que  la  guarden  y  defiendan  contra  los  infieles  e  incrédulos, 
como  lo  son  los  judíos,  sarracenos,  herejes  y  otros  infieles, 
los  cuales  procuran  siempre  perseguir  la  fe  católica  con  el 
fin  de  destruirla  y  aniquilarla  *.  Además  has  de  saber,  hijo, 
que  los  cristianos  que  son  hombres  legos  e  iliteratos  están 
obligados  a  guardar  y  defender  la  fe  con  las  armas  corpo- 
rales, y  los  eclesiásticos  con  las  espirituales,  como  son  ra- 
zones, argumentos,  textos  de  la  Sagrada  Escritura,  oracio- 
nes y  santa  vida. 

Cuando  el  ermitaño  hubo  dicho  estas  y  otras  semejantes 
palabras,  se  puso  a  llorar  por  mucho  rato,  y  después  dijo 
las  siguientes:  — ¡Ay  Señor  y  Dios  mío!,  ¿cómo  es  posible 
permita  la  fe  de  los  cristianos,  cuando  vos  por  defenderla 
y  ensalzarla  quisisteis  ser  hombre  para  librar  al  hombre 
de  la  muerte,  que  los  sarracenos,  hijos  de  la  incredulidad, 
tengan  y  posean  la  Tierra  Santa,  donde  la  fe  fué  fundada  y 
puesta  en  guardia  de  la  Iglesia?  ¡Oh  Señor!,  ¿cuándo  será 
el  día  que  pasarán  los  valientes  y  buenos  amadores  y  loa- 
dores  vuestros  con  armas  espirituales  y  corporales  a  dar 
honor  y  ensalzar  la  fe  y  destruir  el  error,  que  la  tiene  tan 
avergonzada  y  despreciada  en  este  mundo? 

Después  de  hecha  esta  deprecación,  el  ermitaño  dijo  a 
Félix:  — Has  de  saber,  hijo,  que  hubo  un  poderoso  príncipe 
al  cual  Dios  en  este  mundo  había  dado  mucho  honor;  este 
príncipe  fué  a  cazar,  y,  siguiendo  a  un  jabalí,  encontró  con 
la  Fe  y  con  la  Infidelidad,  que  mutuamente  se  combatían  y 
peleaban,  y  la  Fe  llamó  al  príncipe  en  altas  voces  y  le  dijo: 
"¡Oh  tú,  príncipe,  que  persigues  los  animales,  que  son  cria- 
turas de  Dios!,  ven  a  ayudarme  contra  la  Infidelidad,  que 
me  tiene  tan  desolada,  oprimida  y  menospreciada,  y  es  causa 
de  que  se  haga  tan  poco  caso  de  mí  entre  los  hombres; 
deja  estar  las  bestias  y  las  fieras  en  quietud  y  ven  a  hon- 
rarme, pues  por  mí  eres  cristiano,  y  para  que  me  honren 
son  los  príncipes,  y  sin  mí  no  puede  haber  salvación;  y  allí, 


*  Ramón  escribió  simplemente  :  «...  la  fe  romana». 


S04  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


en  tanto  que  vives,  es  necesario  te  dediques  con  todo  tu 
poder  a  honrar  en  mí  a  Dios,  que  te  ha  creado  y  te  ha  en- 
salzado, y  que  seas  tan  fervoroso  en  honrar  a  Dios  en  mí 
como  lo  eres  en  perseguir  las  fieras,  y  que  dejes  mandado 
que  después  de  tu  muerte  todos  tus  sucesores  me  honren 
como  deben."  Estas  y  otras  muchas  palabras  dijo  la  Fe  a 
aquel  rey,  el  que  todas  las  despreció,  y  corrió  siguiendo  el 
jabalí,  por  lo  que  la  Fe  lloró  mucho,  y  la  Infidelidad  la 
escarneció,  burlándose  de  ella  y  diciendo  que  ella  tenía  mu- 
chos más  que  la  seguían  y  obsequiaban ;  a  que  la  Fe  respon- 
dió que  la  infidelidad  galardonaba  muy  mal  a  los  que  la 
servían  bien. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  oír  al  ermitaño,  y  mucho 
más  de  que  la  fe  de  los  cristianos  no  se  predicase  entre  los 
infieles  y  tuviese  tan  nobles  sujetos  que  la  alabasen  y  hon- 
rasen y  que  no  temiesen  padecer  trabajos,  peligros  ni  muer- 
tes para  conseguirlo. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un  hom- 
bre tomó  el  oficio  de  juglar,  esto  es,  de  ir  a  los  palacios 
de  los  príncipes  y  de  los  prelados  y  rogarles  que  ayudasen 
a  la  fe  contra  la  infidelidad.  Sucedió  un  día  que,  estando 
él  comiendo  en  la  corte  de  un  gran  prelado  con  otros  muchos 
juglares,  le  dijo  si  quería  honrar  la  fe,  pues  él  era  prelado 
y  honrado,  y  el  prelado  le  preguntó  cómo  podía  honrarla, 
á  que  el  juglar  respondió  y  dijo  que  hiciese  un  convento 
de  religiosos  que  aprendiesen  la  lengua  arábiga,  para  que 
fuesen  a  honrar  la  fe  a  la  Tierra  Santa,  donde  la  infidelidad 
tanto  la  deshonra.  El  prelado  le  respondió  que  los  sarra- 
cenos daban  la  muerte  a  todos  los  que  les  hablaban  de  esta 
materia,  y  que  así  no  convenía  que  los  hombres  muriesen 
sin  conseguir  ningún  fruto;  a  que  el  juglar  respondió  di- 
ciendo que  mayor  fruto  era  alabar  y  honrar  a  Dios  que 
salvar  y  convertir  los  hombres,  pues  más  nobleza  y  per- 
fección hay  en  Dios  solo  que  en  todos  los  hombres  juntos, 
y  .  que  así,  aunque  no  se  pudiese  convertir  ningún  sarrace- 
no, no  se  debía  dejar  de  alabar  y  honrar  a  Dios  entre  ellos, 
pues  por  sí  mesmo  es  digno  de  ser  alabado,  honrado  y  ve- 
nerado, y  todo  el  mayor  honor  que  el  hombre  le  puede  dar 
es  ofrecerse  a  morir  por  su  amor,  y  éste  es  el  modo  dé  ala- 
barle y  honrarle  en  lo  que  más  le  agrada. 

Pero  todo  lo  que  dijo  el  juglar  fué  despreciado,  por  te- 
ner aquel  prelado  muy  poca  f e  5 ;  y  por  este  motivo  y  otros 
semejantes,  el  juglar  andaba  vestido  de  negro  y  con  crecida 
barba,  e  iba  por  las  calles  haciendo  duelo  y  diciendo  que 


6  El  original  es  mucho  más  pintoresco  :  aPoch  valen  al  juttjlar  ço 
que  deya,  car  descraença  havia  en  servitut  aquell  prelat  ab  lo  qual 
lo  jutgkir  de  fe  perlava».  Todo  este  pasaje  se  suele  tener  por  auto- 
biográfico. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  Ó4  80.S 


su  Señor  Jesucristo  era  deshonrado  por  el  alto  dominio  que 
la  infidelidad  tenía  en  el  mundo,  y  lloraba,  pero  su  llanto 
era  escarnecido  por  los  hombres.  Razones  necesarias  contra 
la  infidelidad  decía,  pero  aquellos  que  le  debían  defender 
le  reprendían,  por  lo  que  la  fe  se  entristecía  y  la  infide- 
lidad se  alegraba. 

Y  así,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  siente  y  llora 
el  deshonor  que  la  fe  padece  en  este  mundo;  mira  cuánto 
son  amados  los  deleites  corporales;  repara  cuántos  son  los 
infieles  y  cuán  pocos  los  católicos;  y  de  los  católicos,  cuan 
pocos  son  los  que  aman  el  honor  y  la  exaltación  de  la  fe, 
que  Dios  les  tiene  encomendada.  Hijo,  abre  los  ojos  y  repara 
cómo  por  las  honras  humanas,  que  nada  valen,  temen  poco 
los  hombres  los  trabajos,  peligros  y  muertes  y  otras  cosas 
semejantes  a  éstas.  ¡Maravíllate,  hijo,  pues  ves  maravillas! 

Estas  y  otras  semejantes  palabras  decía  el  ermitaño  a 
Félix,  llorando  con  gran  devoción  y  fervor  de  espíritu,  y 
Félix  también  lloró  mucho  el  deshonor  que  la  fe  padece  en 
el  mundo  y  el  honor  en  que  la  infidelidad  se  halla,  lo  que 
es  gran  maravilla. 


CAPÍTULO    LX  IV 
De  la  esperanza  y  desesperación 

— Señor — dijo  Félix — ,  ruégoos  me  digáis  qué  diferencia 
hay  entre  esperanza  y  desesperación  l.  — Amado  hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  la  esperanza  es  virtud  que  Dios  ha  creado 
para  que  el  hombre  espere  en  su  grandeza,  bondad,  poder, 
justicia,  misericordia  y  en  todas  sus  dignidades;  y  la  deses- 
peración causa  todo  lo  contrario  de  esto. 

Hijo,  has  de  saber  que  el  hombre  es  creado  y  producido 
de  la  nada,  y  por  esto  es  por  sí  mesmo  tan  poco  y  tan  des- 
preciable, que  en  nada  que  por  sí  mesmo  tenga  debe  confiar, 
sino  es  en  Dios,  que  es' infinito  en  bondad,  grandeza,  eter- 
nidad, poder,  sabiduría,  voluntad  y  en  todo  cumplido  y  per- 
fecto, y  así  confía  y  debe  confiar  en  El,  porque  es  grande, 
bueno  y  poderoso.  Pero  la  desesperación  le  ocasiona  al  hom- 
bre todo  lo  contrario  de  esto. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  muy  poderoso  de 
gentes  y  de  riquezas,  joven  y  robusto,  el  que  llegó  a  com- 
batirse y  dar  batalla  a  otro  rey  que  era  hombre  viejo  y  no 
tenía  tantas  gentes  en  su  ejército  como  él;  pero,  no  obs- 

1 'Transición  que,  como  las  anteriores,  falta  en  el  texto  catalán 
editado  por  Galmés. 


8o6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tante,  porque  el  anciano  confió  en  el  poder,  justicia  y  mi- 
sericordia de  Dios,  y  el  joven  sólo  en  sus  fuerzas  y  en  su 
numeroso  ejército,  hubiera  sido  vencido  a  no  haber  vencido 
primero  la  tentación  y  considerado  que  Dios  era  más  fuerte 
que  su  juventud,  su  poder  ni  su  ejército  2.  Y  en  aquel  punto 
entendió  la  injusticia  con  que  peleaba  contra  el  rey  anciano, 
y  que  por  este  motivo  no  podía  tener  esperanza  verdadera 
de  que  Dios  le  ayudase  en  la  batalla,  respecto  de  que  la  / 
daba  contra  razón  y  justicia;  por  lo  que  se  arrepintió  y  pa- 
cificó con  el  otro  rey,  y  le  dió  satisfacción  del  agravio  que 
le  había  hecho,  diciendo  que  él  se  daba  por  vencido,  por 
haber  ganado  mayor  victoria  venciendo  la  tentación  que  la 
falta  de  esperanza  le  había  ocasionado. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  el 
hombre  pecador  pueda  tener  esperanza  en  Dios,  estando  en 
pecado  mortal.  -—Hijo — respondió  el  ermitaño — ,  un  hom- 
bre era  tan  gran  pecador,  que,  habiendo  cometido  toda  suer- 
te de  pecados  :,  reflexionó  sobre  ellos,  y  consideró  que  no 
podía  o  no  debía  ser  perdonado,  por  lo  que  desesperó  de  la 
misericordia  de  Dios;  después  de  esto  se  maravilló  de  sí 
mesmo,  porque  desconfiaba  de  la  misericordia  de  Dios,  sien- 
do ésta  tanto  mayor  sola  que  sus  pecados  juntos  4.  Estando 
maravillado  y  con  esta  consideración,  mediante  la  divina 
gracia  conoció  que  por  causa  de  que  él  amaba  el  pecado  en 
que  estaba,  desesperaba  de  la  divina  misericordia,  pues  el 
pecado  y  el  amor  del  pecado  concuerdan.  Por  lo  que  dejó 
el  amor  del  pecado  e  inmediatamente  adquirió  la  virtud  de 
la  esperanza,  y  confió  en  la  misericordia  de  Dios,  y  enton- 
ces sintió  en  su  corazón  gran  alegría,  y  se  maravilló  mucho 
de  que,  estando  el  hombre  en  pecado  mortal,  pueda  creer 
que  hay  salvación.  Mucho  consideró  este  hombre  en  esta 
nueva  maravilla,  y  tanto,  que  conoció  que  los  hombres  que 
están  en  pecado  y  creen  que  se  han  de  salvar  no  tienen 
esperanza;  {porque,  si  la  tuviesen,  se  seguiría  que  la  espe- 
ranza y  el  pecado  concordarían,  lo  que  es  imposible;  y  así, 
aquello  que  el  hombre  pecador  tiene  no  es  esperanza,  sino 
es  falsa  creencia  y  falsa  opinión,  la  que  tiene  porque  ama 
desordenadamente  su  salvación  y  teme  su  condenación. 

Hijo,  has  de  saber  que  todas  las  veces  que  el  hombre 
tiene  esperanza  en  Dios,  honra  y  alaba  a  Dios;  y  porque 
Dios  quiere  ser  loado  y  honrado  por  el  hombre,  para  tener 
motivo  de  hacerle  gran  bien,  puso  una  vez  a  un  príncipe 
en  grandes  trabajos  en  este  mundo;  el  que  los  sostenía  con 


2  Todo  este  párrafo  está  traducido  muy  libremente, 
«iots  los  -vil-  peccats  mortals  eren  en  ell». 

4  Ramón  dijo  simplemente  :  «Molt  se  meraveyllà  de  si  mateix 
com  se  podia  desesperar  de  la  misericòrdia  de  Déu,  que  és  major  que 
son  peccat.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  64 


807 


gran  constancia  por  amor  de  Dios,  y  cuanto  más  fuertes 
eran  los  trabajos,  con  más  firmeza  confiaba  y  esperaba  en 
su  divina  misericordia,  cuya  esperanza  le  sostenía,  con- 
solaba y  aliviaba  en  un  todo.  Y  cuando  sus  trabajos  se 
aumentaban  y  parecía  que  todas  sus  cosas  se  perdían,  le 
volvía  a  embestir  la  desesperación,  para  que  se  desesperase 
y  no  confiase  en  ella;  pero  la  esperanza  le  amonestaba,  de 
otra  parte,  que  cuanto  la  desesperación  más  fuertemente  le 
atormentaba  y  tentaba,  debía  tener  mayor  esperanza;  de 
forma  que  estuvo  mucho  tiempo  padeciendo  las  tentaciones 
de  la  desesperación  y  venciéndolas  otras  tantas,  hasta  que 
un  día  se  enojó  y  entristeció  por  el  contraste  que  la  espe- 
ranza y  desesperación  tenían  en  él  y  por  el  trabajo  en  que 
tanto  tiempo  había  estado  por  servir  a  Dios,  y  tanto,  que 
rogó  a  Su  Majestad  le  quitase  la  vida  o  le  aliviase  los  tra- 
bajos que  padecía,  por  parecerle  no  los  podía  sostener  más. 
Este  príncipe  se  quedó  dormido,  acabada  su  oración,  y  en 
sueños  le  pareció  que  una  voz  le  decía  que  Dios  quiere  que 
el  hombre  padezca  trabajos,  peligros,  pobrezas  y  otras  des- 
venturas en  el  mundo,  para  que  pueda  usar  y  ejecutar  la 
virtud  de  la  esperanza  contra  la  desesperación;  con  cuya 
esperanza  quiere  Dios  ser  servido,  teniendo  a  gran  honor 
el  que  el  hombre,  en  sus  peligros,  trabajos  y  tribulaciones, 
reclame  a  Dios  y  tenga  en  El  confianza,  pues  es  quien  le 
puede  dar  la  gloria  y  ayudar  en  sus  trabajos.  Habiéndose 
el  príncipe  despertado  después  de  vista  esta  visión  (o  tenido 
este  sueño),  quedó  muy  consolado,  y  deseó  toda  su  vida 
padecer  trabajos  y  peligros  para  honrar  a  Dios,  pues  con 
ellos  tenía  mayor  esperanza  en  Su  Majestad;  y  cuanto  ma- 
yor esperanza  tenía,  tanto  con  más  fortaleza  le  amaba  y 
servía. 

Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  hombre  que  espera 
por  sus  propios  méritos  ser  salvado,  no  tiene  verdadera 
esperanza,  porque  la  verdadera  esperanza  más  nos  viene 
por  gracia  y  don  de  Dios  que  por  los  méritos  de  los  hom- 
bres; y  por  esto  un  santo  hombre,  en  el  artículo  de  la  muer- 
te, dijo  que  moría  entre  esperanza  y  temor. 

— Contadme  esto,  señor — dijo  Félix.  — Un  hombre — dijo 
el  ermitaño — hubo  en  el  mundo  que  por  mucho  tiempo  fué 
pecador  y  después  fué  hombre  justo  y  de  santa  vida;  éste, 
en  su  muerte,  consideró  que  Dios  unas  veces  perdona  por 
su  misericordia  y  otras  castiga  por  su  justicia;  y  cuando 
consideraba  en  la  misericordia  de  Dios,  tenía  esperanza,  y 
cuando  consideraba  en  su  justicia,  tenía  temor;  y  por  esto 
decía  que  moría  entre  esperanza  y  temor. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  una  vez  sucedió  que  un  cris- 
tiano y  un  sarraceno  iban  por  un  desierto,  en  el  cual  en- 
contraron un  judío  que  llevaba  mucho  dinero,  y  por  quitar- 


8o8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


selo  le  mataron.  Después  de  mucho  tiempo,  estando  el  sa- 
rraceno cercano  a  la  muerte,  consideró  en  sus  defectos,  y 
con  especialidad  en  el  que  había  cometido  en  la  muerte  del 
judío,  y  se  tuvo  por  ello  por  tan  pecador,  que  desesperó  de 
la  misericordia  de  Dios.  El  cristiano,  también  después  de 
tiempo,  estando  próximo  a  la  muerte,  se  confesó  de  todos 
sus  pecados,  y  también  del  de  la  muerte  del  judío,  y  dijo 
conocía  que  la  ley  de  los  cristianos  concordaba  mejor  con 
la  grandeza  de  la  esperanza  que  ninguna  otra  ley;  de  cu- 
yas palabras  se  maravillaron  los  que  estaban  presentes,  y 
le  rogaron  se  las  expusiese,  pues  querían  saber  el  motivo 
por  que  decía  que  en  la  ley  de  los  cristianos  puede  haber 
mayor  esperanza  que  en  otra  alguna. 

Entonces  el  buen  hombre  les  contó  la  muerte  del  judío, 
y  cómo  el  sarraceno  había  muerto  sin  esperanza  de  la  mi- 
sericordia de  Dios,  por  causa  de  que  no  la  pudo  tener  tan 
grande  como  él,  pues  él;  como  cristiano,  la  tenía  mayor  que 
ninguno  de  otra  ley,  por  causa  de  que  creyó  que  Dios  se 
encarnó  por  amor  del  hombre  y  que  por  salvarle  murió,  lo 
que  no  cree  ningún  judío  ni  sarraceno. 

— Señor— dijo  Félix — ,  a  mí  me  parece  que  el  cristiano 
que  desconfía  de  la  misericordia  de  Dios  cae  en  mayor  deses- 
peración que  ningún  judío  ni  sarraceno;  porque,  así  como 
puede  tener  mayor  esperanza,  es  consecuente  que  tenga 
también  mayor  desesperación.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — , 
sabrás  que  hubo  una  gran  cuestión  entre  un  rey  y  un  es- 
cudero, porque  el  rey  decía  que  el  rey  puede  más  fácilmente 
pecar  que  el  vasallo,  y  que  así  no  comete  tan  gran  culpa, 
cuando  peca,  como  él;  a  que  el  escudero  respondía  que,  si 
fuese  cierto  lo  que  el  rey  decía,  lo  sería  también  el  que  el 
vasallo  tendría  mayor  potestad  para  hacer  bien  y  ganar 
mayor  mérito  que  el  rey,  y  lo  sería  también  el  que,  si  en 
Dios  hubiese  pecado  o  defecto,  no  sería  mayor  que  el  del 
hombre  (cuando  es  cierto  que,  si  en  Dios  hubiese  pecado 
o  defecto,  no  sólo  sería  mayor  que  el  del  hombre,  sino  es 
que  sería  infinito  como  el  mesmo  Dios)  5. 


5  El  paréntesis  es  un  comentario  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — -C.  65 


Sog 


C  A  PÍTULO  LXV 
De  la  caridad  y  la  crueldad 

Preguntó  Félix  al  ermitaño  qué  era  caridad  y  qué  era 
crueldad.  A  que  el  ermitaño  respondió:  — Hijo,  la  caridad 
es  virtud  de  que  se  sigue  amistad  entre  Dios  y  el  hombre, 
y  la  crueldad  es  vicio  tan  contrario  a  la  caridad,  que  de  él 
se  origina  enemistad  entre  el  hombre  y  Dios. 

Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  caridad  junta  a  Dios 
las  similitudes  que  el  hombre  tiene  del  mesmo  Dios,  de 
forma  que  la  bondad  de  Dios  y  la  bondad  del  hombre,  y  así 
de  los  demás  atributos,  tengan  respectiva  semejanza  y  re- 
lación como  Criador  y  criatura,  causa  y  efecto,  padre  e 
hijo,  señor  y  súbdito,  glorificador  y  glorificado. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  es  inexplicable  la  nobleza  y  la 
utilidad  que  tiene  en  sí  la  caridad,  mayormente  cuando  el 
hombre  tiene  por  primer  objeto  a  Diós  y  después  a  sí  mes- 
mo y  a  su  prójimo,  y  la  vileza  y  daño  que  se  sigue  de  la 
crueldad,  pues  por  ella  está  cuasi  perdida  y  abandonada  la 
caridad  en  el  mundo,  y  por  un.  hombre  que  haya  en  vía  de 
salvación,  hay  mil  que  por  la  crueldad  caminan  por  la  de 
su  condenación;  y  por  ella,  las  similitudes  que  el  hombre 
tiene  de  las  virtudes  de  Dios  se  convierten  en  disimilitudes, 
siendo  el  hombre  cruel  enemigo  de  Dios  y  de  sus  virtudes, 
por  ser  la  bondad  sin  caridad  contraria  a  la  bondad  de  Dios. 
Y  esto  mismo  se  sigue  de  la  grandeza  del  hombre  cruel,  que 
es  contraria  a  la  grandeza  de  Dios,  y  así  de  las  demás  cosas. 

Cuando  Félix  hubo  entendido  la  nobleza  de  la  caridad 
y  el  gran  bien  que  de  ella  se  sigue,  y  la  vileza  de  la  crueldad 
y  el  gran  mal  que  de  ella  se  origina,  y  cuando  oyó  que  el 
ermitaño  decía  que  de  mil  hombre  sólo  1  había  uno  en  vía  de 
salvación,  y  que  todos  los  demás  caminan  por  el  camino  de 
su  condenación,  se  maravilló  mucho  de  que  haya  tan  pocos 
que  sean  amantes  de  la  caridad,  siendo  virtud  tan  agrada- 
ble a  Dios,  y  de  que  haya  tantos  que  lo  sean  de  la  crueldad, 
siéndole  tan  desagradable;  por  lo  que  dijo  al  ermitaño: 

— Señor,  mucho  me  maravillo  de  que  la  caridad  esté  tan 
perdida  y  la  devoción  tan  abandonada,  y  de  que  la  crueldad 
se  haya  multiplicado  tanto.  —Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la 
caridad  se  ha  perdido  por  falsas  intenciones,  porque  esta 

K  El  traductor  leyó  «no  es  »i«  en  via  de  salvació»  en  vez  de  «ne 
és  -I-...»,  y  escribió,  equivocadamente,  «no  había  uno»,  lección  que 
corrijo  en  el  mismo  texto. 


SlO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


virtud  no  puede  residir  sino  es  en  la  ordenada  y  verdadera 
intención  y  en  la  que  se  dirige  al  fin  para  que  es  creado 
todo  cuanto  tiene  ser;  pero  como  los  hombres  convierten  la 
intención  contra  el  fin  para  que  son  creados,  dirigiéndola 
a  aquello  para  que  no  lo  son,  la  caridad  se  destruye  y  la 
crueldad  se  multiplica. 

Y  como  Félix,  por  las  antecedentes  palabras,  no  enten- 
diese bien  lo  que  el  ermitaño  le  quería  decir,  le  rogó  se  las 
expusiese  por  alguna  similitud,  para  que  las  pudiese  en- 
tender; y  el  ermitaño  le  dijo:  — Hijo,  has  de  saber  que  ha- 
*bía  un  obispo  que  toda  su  autoridad  y  jurisdicción  la  usaba 
con  la  intención  de  ser  honrado,  temido  y  loado,  y  para  esto 
hacía  convites,  festines  y  otras  vanidades,  siendo  por  este 
medio  todo  lo  que  hacía,  y  la  intención  con  que  lo  hacía, 
contra  la  intención  por  que  había  sido  electo  obispo  y  con- 
tra el  fin  para  que  fué  creada  esta  dignidad,  y  por  esto  en 
todas  sus  obras  tenía  la  crueldad  tan  gran  poder,  que  la 
caridad,  por  no  tener  en  él  en  qué  arraigarse,  no  podía 
subsistir. 

Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  la  gran  culpa  que  hay 
en  los  que  falta  la  caridad  y  vive  la  crueldad,  y  [el]  gran  mé- 
rito que  podrían  alcanzar  los  que  a  la  caridad  ayudasen  y 
la  pusiesen  en  el  alto  honor  que  le  compete;  por  lo  que  lloró 
mucho,  y  lo  mismo  hizo  el  ermitaño,  el  cual  añadió  estas 
palabras:  — Por  falta  de  caridad  son  más  amadas  las  ricas 
telas  2,  los  buenos  vinos,  los  dineros,  los  vestidos,  las  muje- 
res, los  hijos,  las  ciudades,  los  castillos  y  las  dignidades 
que  Dios;  y  por  sobra  de  crueldad  hay  huérfanos  deshere- 
dados, mujeres  viudas  y  hombres  pobres  que  se  mueren  de 
hambre,  sed  y  frío,  y  se  ha  olvidado  la  piedad,  el  perdón 
y  la  misericordia,  y  se  ha  multiplicado  la  vileza  sobre  la 
honra,  y  la  falsedad  sobre  la  verdad,  y,  en  fin,  se  han  dismi- 
nuido las  virtudes  y  se  han  aumentado  los  vicios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿habría  algún  medio  para  que 
se  pudiese  multiplicar  la  caridad  y  disminuir  la  crueldad? — 
A  que  el  ermitaño  respondió  que  quien  quisiese  ensalzar 
la  caridad,  necesitaba  de  tener  muchas  y  nobles  personas 
de  gran  espíritu  y  virtud  en  servir  y  amar  a  Dios  y  que  no 
temiesen  sufrir  ignominias  y  desprecios  de  las  gentes,  ni 
pobreza,  peligros,  trabajos,  ni  muerte  por  su  amor.  — Pero, 
como  cuasi  todos  los  hombres  que  a  la  caridad  más  la  pueden 
ayudar  le  son  contrarios,  se  va  perdiendo  cada  día  más  y 
más,  como  te  explicaré  en  el  siguiente  ejemplo3:' 

En  una  ciudad  había  un  obispo  que  era  muy  avaro,  y  el 
príncipe  de  ella  era  muy  malo  y  cruel,  y  como  a  ambos  a 


-  «las  ricas  telas»  en  lugar  de  «blanchs  pans». 
n  Esta  última  frase  es  una  añadidura. 


FÈLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  65 


Su 


dos  la  caridad  les  faltaba  y  la  crueldad  los  poseía,  todos 
los  habitantes  de  aquella  provincia  tenían  mal  ejemplo,  por 
el  cual  en  todos  se  disminuía  la  caridad  y  se  aumentaba  la 
crueldad.  En  aquella  ciudad  había  un  hombre  de  santa  vida 
y  caritativo,  pero  pobre  de  los  bienes  temporales,  aunque 
rico  de  los  espirituales.  Sucedió  un  día  que  el  príncipe  y  el 
obispo  pasaban  a  caballo  juntos  por  la  calle  donde  vivía 
aquel  pobre  hombre,  el  cual,  viéndolos  venir,  se  puso  a  dar 
voces,  diciendo  que  la  caridad  se  había  muerto  en  ellos  y 
que  la  crueldad  los  poseía;  por  lo  que  fué  inmediatamente 
preso,  aporreado  y  puesto  en  la  cárcel,  donde  estuvo  mu- 
cho tiempo  por  haber  dicho  semejantes  palabras  a  los  ene- 
migos de  la  paciencia,  caridad  y  humildad. 

Por  esto  te  aconsejo,  hijo,  que  abras  tus  ojos  corporales 
e  intelectuales  y  veas  cómo  Dios  tiene  gran  caridad,  pues 
nos  ha  creado  de  la  nada  y  ha  creado  el  cielo,  el  sol,  las 
estrellas,  el  mar,  la  tierra,  las  plantas,  los  animales  y  las 
aves,  y  que  a  todo  cuanto  tiene  ser  lo  ha  destinado  para 
servir  al  hombre;  y,  además  de  todo  esto,  por  salvarle  se 
hizo  hombre.  Tcdo  lo  cual  1  ha  hecho  por  su  gran  caridad,  en 
que  conocerás  cuán  poco  agradecidos  le  somos,  pues  con- 
sentimos que  haya  tantas  gentes  en  error  entre  nosotros, 
que  no  creen,  desprecian,  blasfeman  y  deshonran  a  Dios 
[tanto  como  pueden],  siendo  tan  pocos  los  que  tienen  cui- 
dado de  que  Dios  sea  amado,  conocido  y  honrado  en  el  mun- 
do como  lo  debería  ser. 

Has  de  saber,  hijo,  que  por  una  gran  villa  iba  un  pobre  \ 
el  cual  vió  Ta  muchos  hombres]  que  [venían  del  extremo  del 
mundo  y]  llevaban  gerifaltes  o  halcones  para  venderlos  a  los 
tártaros,  con  el  fin  de  lucrarse  y  ganar  dinero;  después  de 
esto  vió  un  obispo  que  iba  con  grande  acompañamiento  a 
Roma,  para  impetrar  su  confirmación  de  la  Santa  Sede; 
después  pasó  por  la  plaza,  y  vió  muchos  obradores  llenos  de 
ricas  telas,  y  sobre  los  tableros  muchos  dineros,  y  en  la  pla- 
tería muchos  aparadores  con  ricas  joyas,  y  platos  dorados  y 
utras  muchas  variedades  y  riquezas'';  después  vió  por  las 
calles  muchos  hombres  pobres,  desnudos,  flacos,  macilentos 
y  hambrientos,  que  pedían  caridad  por  amor  de  Dios,  y  no 
había  auien  con  ellos  la  tuviese  ni  se  la  diese,  antes  con 
crueldad  y  malos  modos  los  despedían  y  despreciaban;  de 
todo  lo  cual  aauel  pobre  hombre  se  maravilló  mucho,  por  lo 
que  exclamó  diciendo:  "¿Dónde  está  la  caridad  y  qué  hace 
la  crueldad  en  esta  ciudad?"  Y  aunque  quiso  exclamar  más 
fuerte  y  decir  otras  palabras  contra  los  hijos  de  la  crueldad. 

1  El  texto  castellano  dice  «Lodo  lo  que». 
5» El  texto  español  dice  «un  pobre  hombre». 

u  La  última  frase  en  el  texto  catalán  dice  «e  viu  moltes  altres 
vanitats». 


Sl2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


no  se  atrevió  a  ejecutarlo  por  temor  del  desprecio  de  las 
gentes,  lo  que  dimanó  de  que  él  no  era  verdaderamente  hom- 
bre caritativo,  pues  si  lo  fuese,  no  temería  ningún  desprecio 
propio  por  la  alabanza  de  Dios. 


CAPITULO  LXVI 

DE    LA    JUSTICIA    E  INJUSTICIA 

— 'Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  en 
Dios  hay  justicia,  la  cual  ama  su  similitud,  queriendo  que  en 
el  hombre  la  haya  (para  que  obre  justificadamente) ;  y  des- 
ama la  injusticia,  por  ser  el  opuesto  de  su  misma  justicia. 

Hijo,  has  de  saber  que  de  justicia  debe  el  hombre  más 
amar,  honrar,  conocer  y  servir  a  Dios  que  a  ninguna  otra 
cosa,  .pues  Dios  es  más  que  ninguna  otra  cosa,  noble,  virtuo- 
so, poderoso  y  digno  de  ser  amado,  y  todo  cuanto  tiene  ser 
no  es  tan  bueno,  tan  noble  ni  tan  poderoso  como  el  mismo 
Dios  \  por  lo  que  le  pertenece  ser  mucho  más  amado  y  reco- 
nocido que  todo  lo  demás,  siendo  la  mayor  injusticia  que  el 
hombre  puede  hacer  el  amar  más  las  otras  cosas  que  a  Dios. 

Además  has  de  saber  que,  por  causa  de  que  son  más  los 
hombres  que  aman  más  las  otras  cosas  que  a  Dios,  que  los 
que  aman  a  Dios  sobre  todas  las  cosas,  hay  más  de  injusticia 
en  el  mundo  que  de  justicia,  pues  siendo  todo  él  criatura  de 
Dios  y  no  habiendo  en  Dios  ninguna  injusticia,  es  gran  ma- 
ravilla que  en  el  mundo  haya  más  de  injusticia  que  de  jus- 
ticia, teniendo  la  justicia  del  mundo  y  el  mismo  mundo  al- 
guna similitud  con  el  mismo  Dios,  que  es  justicia  infinita2. 

— Señor — dijo  Félix — «,  mucho  me  maravillo  de  que,  sien- 
do Dios  justo  y  el  mundo  su  criatura,  permita  el  que  haya 
en.  él  tanta  injusticia,  cuando  pudo  y  puede  hacer  que  los 
hombres  sean  más  justos  que  injustos.  — Hijo — dijo  el  er- 
mitaño— ,  la  justicia  de  Dios  ha  creado  en  el  hombre  el  libre 
albedrío,  y  por  esto  no  puede,  ni  debe,  ni  quiere  constreñirle 
la  voluntad;  pero,  porque  los  hombres  libremente  se  inclinan 
a  más  amar,  servir,  conocer,  loar  y  honrarse  los  unos  a  los 
otros,  que  a  conocer,  amar,  honrar  y  servir  al  mismo  Dios, 
hay  más  de  injustos  en  el  mundo  que  de  justos  3 ;  y,  por  con- 
secuencia, más  de  injusticia  que  de  justicia  en  ellos;  pues, 
aunque  en  algún  modo  es  justo  que  el  hombre  se  complazca 

1  Hasta  aquí  es  una  amplificación  del  original. 

2  El  original  dice  solamente  :  «...  que  de  justícia,  qui  ha  elcuna 
semblança  a  la  justícia  de  Déu.» 

3  Construcción  partitiva  propia  del  catalán. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.—  C.  60  Si;, 


y  deleite  con  los  placeres  corporales,  viendo,  oyendo,  oliendo, 
gustando  y  tocando,  y  también  con  los  placeres  espirituales 
que  tiene  memorando,  entendiendo  y  amando,  lo  es  mucho 
más  el  que  dé  mayores  ensanches  a  los  espirituales  que  a  los 
corporales,  y,  si  hace  lo  contrario,  la  injusticia  es  mayor  en 
él  que  la  justicia;  por  cuyo  motivo  caen  los  hombres  en  la 
ira  de  Dios,  y  su  justicia  los  castiga,  destinándolos  a  infini- 
tos trabajos  y  penas. 

Has  de  saber,  hijo,  que  una  vez  sucedió  que  un  juez  dió 
una  sentencia  injusta  en  presencia  de  un  zapatero  que  le 
había  de  hacer  unos  zapatos,  el  que,  habiéndola  oído  y  no- 
tado, hizo  al  juez  un  zapato  muy  grande  y  otro  muy  pequeño. 
Y  cuando  se  los  fué  a  calzar  y  el  juez  vió  que  el  uno  era  tan 
grande  y  el  otro  tan  pequeño,  se  admiró  de  que  el  zapatero 
hubiese  errado  tanto  la  medida,  por  lo  que  le  reprendió ;  pero 
él  respondió  que  él  se  maravillaba  mucho  más  de  que  el  juez 
supiese  [y]  quisiese  iguales  medidas  para  sus  pies,  cuando 
en  las  sentencias  que  daba  las  quería  tan  desiguales  y  con- 
trarias a  la  justicia. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  muy  pode- 
roso de  gentes  y  de  tesoros,  el  cual  todo  cuanto  tenía  lo 
aplicaba  para  ser  honrado  y  conseguir  los  deleites  de  este 
mundo;  y  como  él  había  sido  electo  rey  para  amar  y  man- 
tener la  justicia  y  hacía  todo  lo  contrario,  [así  él,  en  elec- 
ción de  justicia,  estaba  en  injusticia  contra  justicia;  por  lo 
que]  un  rústico  tuvo  atrevimiento  para  decirle  que  él  se  es- 
timaba más  ir  detrás  de  los  bueyes  todo  el  día,  que  ser  rey; 
de  que  el  rey  se  maravilló  mucho,  y  quiso  saber  por  qué  el 
rústico  lo  decía,  por  lo  que  éste  se  explicó  diciendo :  "Señor, 
hubo  un  rey  que  toda  su  vida  y  todo  su  poder  empleó  en  las 
vanidades  de  este  mundo,  y  cuando  estuvo  cercano  a  la  muer- 
te, se  arrepintió  de  no  haber  empleado  toda  su  vida  y  poder 
en  amar,  conocer,  honrar  y  servir  a  Dios,  y  pensó  que,  si 
lo  hubiese  hecho,  podía  haber  destruido  todos  los  sarracenos 
de  Berbería  y  conquistado  todas  sus  tierras;  por  lo  que,  re- 
presentándosele la  gran  justicia  de  Dios  y  olvidándose  de  su 
gran  misericordia,  por  las  grandes  injusticias  que  había  he- 
cho, desesperó  de  ella  (y  se  condenó)." 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  hombre  pecador  es- 
taba en  oración,  y  consideró  en  las  grandes  ofensas  que  había 
hecho  a  Dios,  por  lo  que  dijo:  "La  justicia  de  Dios  y  las 
injurias  son  opuestas,  y,  habiendo  yo  con  las  injurias  con- 
trastado y  opuéstome  cuasi  todo  el  tiempo  de  mi  vida  a  su 
justicia,  tiene  éste  derecho  para  castigarme  con  fuego  eterno, 
en  cumplimiento  de  su  voluntad."  Y,  porque  este  pecador  se 
reconocía  y  juzgaba  él  mismo  de  sus  pecados  y  se  complacía 
del  uso  de  la  justicia  de  Dios,  quiso  Su  Majestad  que  el  uso 


Si4 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


de  su  justicia  y  de  su  misericordia  concordasen  con  él  y  le 
salvasen. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  usurero 
que  amaba  mucho  a  un  hijo  que  tenía,  y,  cuando  estuve  cer- 
cano a  la  muerte,  no  quiso  restituir  el  dinero  que  injusta- 
mente había  ganado,  por  amar  más  que  su  hijo  fuese  ricor 
que  su  salvación;  por  lo  que  su  confesor  le  dijo  este  ejem- 
plo: "En  una  ciudad  había  un  caballero,' el  cual  era  veguer 
de  ella,  y  no  tenía  más  que  un  hijo,  a  quien  mucho  amaba. 
Sucedió  que  el  mozo  mató  a  un  hombre,  y  el  padre  hizo  ahor- 
car a  su  hijo,  diciendo  que  más  valía  la  justicia  en  el  hombre 
que  el  amor  en  el  padre  si  le  obliga  a  obrar  injustamente." 
Mas  tan  apoderada  estaba  la  injusticia  de  aquel  mal  hombre 
usurero,  que  no  aprovechó  de  nada  el  ejemplo  que  el  con- 
fesor le  dijo. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  sucedió  una  vez  que  un 
rey  había  condenado  a  muerte  a  un  labrador  porque  había 
muerto  a  otro;  este  rey,  después  de  mucho  tiempo,  fué  a  ca- 
izar,  y  por  cierto  accidente  se  vino  a  recoger  a  la  casa  del 
hijo  del  labrador  que  había  hecho  ahorcar.  Y,  cuando  estuvo 
en  la  cama,  el  mozo  tuvo  grandes  impulsos  de  matarle,  en 
venganza  de  la  muerte  de  su  padre;  pero,  considerando  que 
el  rey  le  había  hecho  castigar  con  justicia,  exclamó  dicien- 
do: "¡Oh  injusticia,  cuánto  te  has  multiplicado  en  el  mundo 
y  cuánto  está  abandonada  de  él  la  justicia;  por  lo  que  yo, 
para  hacerla  algún  honor,  quiero  ser  justo  y  leal  al  rey, 
porque  es  mi  señor  y  porque  justamente  mandó  quitar  la 
vida  a  mi  padre!"  En  tanto  que  el  rey  dormía,  le  pareció  que 
el  labrador  le  quería  matar,  pero  que  la  justicia  le  defendía; 
por  lo  que  prometió  no  faltarla  jamás  ni  hacer  ninguna'  in- 
justicia en  toda  su  vida. 

Además,  hijo — dijo  el  ermitaño — •,  puedes  considerar  cuan 
injustamente  obra  el  hombre  contra  Dios  cuando  por  alguna 
cosa  le  deja  de  amar,  honrar  y  servir,  pues  tanto  como  es 
más  noble  que  todas  las  demás  cosas,  tanto  más  merece  ser 
amado,  servido  y  honrado  que  ellas;  y  por  ser  la  injusticia 
pecado  tan  grande,  la  justicia  de  Dios  lo  4  castiga  con  la 
mayor  pena  que  el  hombre  puede  imaginar,  que  es  la  que1  no 
tiene  fin. 

Amado  hijo,  por  causa  de  que  es  tan  grande  la  contrarie- 
dad que  hay  entre  la  justicia  y  la  injusticia,  quiere  Dios  que 
los  hombres  justos  padezcan  en  este  mundo  grandes  traba- 
jos y  peligros,  para  destruir  la  [injusticia]  <y  mantener  la 
justicia;  pero  estos  trabajos  y  peligros  no  son  llevaderos  a 
los  hombres  de  poco  espíritu  que  poco  le  aman;  por  lo  que 
por  la  justicia  son  fácilmente  vencidos,  amando  más  estarse 

4  El  texto  castellano  dice  «les». 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  67  8l5 


descansados  en  el  vicio,  que  ejercitar  con  traba-os  la  virtud: 
lo  que  es  causa  de  que  la  justicia  todos  los  días  descaece  y 
!a  injusticia  se  aumenta. 


CAPÍTULO  LXVII 
De  la  sabiduría  y  de  la  ignorancia  1 

— Has  de  saber,  hijo — -dijo  el  ermitaño — ,  que  la  sabidu- 
ría de  Dios  que  es  Padre,  entendiéndose  a  sí  mesma,  engen- 
dra el  Hijo,  que  es  sabiduría;  y  porque  Dios  Padre  con  sabi- 
duría y  amor  engendra  a  su  Hijo,  que  es  Dios,  ha  querido 
que  haya  sabiduría  en  el  hombre,  que  entiende  a  Dios  para 
que  le  ame;  pero  si  entiende  a  Dios  y  no  le  ama,  su  enten- 
der es  ocasión  de  que  en  él  haya  ignorancia  (en  cuanto  es 
su  disimilitud)  2  y,  per  consecuencia,  opuesta  o  contraria  a 
Dios  (que  es  sabiduría  infinita). 

Amado  hijo,  has  de  saber  que  a  la  sabiduría  de  Dios  le 
compete  grandeza  de  bondad,  infinidad,  eternidad,  poder 
y  voluntad,  y  por  esto  quiere  que  la  sabiduría  del  hombro 
sea  grande  en  bondad,  en  grandeza,  en  duración,  poder  y 
voluntad,  porque  tanto  cuanto  la  sabiduría  del  hombre  es 
grande  en  todas  estas  cosas,  tanto  tiene  alguna  mayor  si- 
militud con  la  de  Dios,  y  tanto  más  se  aparta  y  destruye  la 
ignorancia  (que  es  su  disimilitud). 

Has  de  saber,  hijo,  que  un  rey  cazaba  una  vez  por  un 
gran  bosque,  y,  corriendo  tras  de  un  jabalí,  cayó  del  caballo  y 
se  quebró  una  pierna ;  de  cuya  desgracia  hubiera  muerto  a  no 
haber  acudido  un  ermitaño,  que  oyó  sus  voces,  a  socorrerle, 
el  cual  se  le  llevó  a  su  ermita  y  cuidó  de  él,  hasta  que  estuvo 
curado.  Y,  en  tanto  que  le  asistía,  consideró  en  la  grandeza 
del  rey,  la  que  tenía  de  muchos  modos,  porque  era  grande 
de  persona,  de  hermosura,  de  póder  y  de  riquezas.  Estan- 
do el  ermitaño  en  esta  consideración,  deseó  que  a  todas  estas 
grandezas  las  acompañase  la  de  la  sabiduría,  sin  la  cual  nin- 
guna servía,  por  no  saber  usarlas  ni  aprovecharse  de  ellas  3. 

También  has  de  saber  que  un  pobre  hombre  sabio  estaba 
a  la  puerta  de  una  iglesia,  y  pasó  por  allí  un  ciudadano  mu/ 
rico  a  caballo,  el  que  era  hombre  muy  mundano  y  poco  de- 


1  Ramón  usa  el  término  «follia» ,  que,  más  que  'ignorancia',  sig- 
nifica 'locura'. 

2  Todos  los  paréntesis  de  este  capítulo  son  glosas  del  traductor. 
'^.Traducción  inexacta  de  «...  hagués  lo  rey  saviesa,  sens  la  qual 

havia  lo  rey,  en  totes  aquelles,  gran  foyllia,  la  qual  era  gran,  segons 
que-n  fallía  granen  de  «aviesa.» 


Sió  obras  literarias  de  ramón  llull 


voto,  por  lo  que  no  hizo  reverencia  a  la  iglesia;  de  lo  que  el 
pobre  hombre  se  admiró  mucho,  y,  considerando  en  su  locu- 
ra, dijo  entre  sí  mismo:  "¿De  qué  le  vale  a  éste  su  juventud, 
su  robustez  y  su  riqueza,  si  no  tiene  sabiduría  y,  por  falta 
de  ella,  de  todo  cuanto  tiene  usa  mal  y  no  conoce  a  Dios,  ni 
se  ¡conoce  a  sí  mesmo,  ni  a  los  bienes  que  Dios  le  ha  enco- 
mendado?" Por  lo  que,  aunque  pobre,  aquel  hombre  menos- 
preció al  ciudadano,  menospreció  su  riqueza  y  su  nobleza,  y 
dijo  que  más  quería  ser  hombre  pobre  y  entendido,  que  rico 
y  presumido  *. 

— iSeñor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  las 
gentes  del  mundo  amen  más  ser  honrados  por  ser  ricos  que 
por  ser  sabios,  siendo  la  sabiduría  más  natural  en  el  hom- 
bre que  la  riqueza,  y  más  propio  el  poseerla  que  el  poseer 
castillos,  villas  ni  ciudades,  y,  sobre  todo,  siendo  la  sabidu- 
ría del  hombre  más  agradable  a  Dios  que  todas  las  cosas  cor- 
porales y  mundanas.  -nHijo — dijo  el  emitaño — ,  la  sabiduría 
del  hombre  nace  cuando  el  hombre  entiende  y  ama  a  Dios,  y 
acaba  cuando  le  olvida  y  desama,  por  cuya  muerte  nace  la 
ignorancia,  la  cual  permanece  en  ellos,  cuando  aman  5  más 
las  honras,  los  deleites  y  las  riquezas  que  a  Dios.  Memorar, 
entender  y  amar  las  virtudes,  y  memorar,  entender  y  aborre- 
cer los  vicios,  es  la  causa  de  la  sabiduría,  y  lo  contrario 
es  la  causa  de  la  ignorancia;  y  por  ser  esto  así,  se  excusó 
Dios  de  dar  la  gloria  a  un  rey,  y  le  condenó  a  infernales 
penas. 

— Y  ¿cómo  fué  esto? — dijo  Félix — .  A  que  el  ermitaño 
respondió:  — [Un  rey  era  muy  poderoso  y  abundante  de  los 
bienes  de  este  mundo,  el  cual  vivió  con  grandes  prosperida- 
des y  honras,  cuidándose  muy  poco  de  la  de  Dios;  sucedió 
que  el  día  de  su  muerte  rogó  a  Dios  que  le  diese  la  gloria, 
y  en  visión  oyó  una  voz  que  le  dijo  que  acudiese  a  aquel 
que  más  le  había  hecho  memorar,  entender  y  amar  los  de-  * 
leites  y  las  honras  del  mundo  que  las  de  Dios,  para  que  le 
diese  lo  que  pedía. 

Además  has  de  saber  que  por  una  calle  pasaba  un  hom- 
bre loco,  el  cual  encontró  a  un  sabio,  a  quien  dijo  muchas 
injurias,  sin  ningún  motivo.  Y  el  hombre  sabio  tuvo  pacien- 
cia de  oírlas;  y  cuanto  más  paciencia  tenía,  más  crecía  su 
sabiduría.  Pero,  habiendo  el  loco  proseguido  en  infamarle  y 
deshonrarle  de  palabra  mucho  tiempo,  el  sabio  sintió  se  mu- 
daba su  paciencia  en  impaciencia;  de  que  se  maravilló,  con- 
siderando cómo  podía  ser  que  cuanto  más  se  había  exaltado 
en  él  la  sabiduría,  más  estaba  próximo  a  impacientarse  y  a 
perderla,  siendo  así  que  debía  sucederle  lo  contrario,  por  lo 


4  «...  que  ésser  rich  e  ésser  en  follia.» 

6  El  texto  castellano  dice,  por  error,  aporque  ama...» 


FÉLIX  DL  LAS  MARAVILLAS. — C.  67  Si 7 


que  [recordó,  entendió  yj  amó  la  grandeza  de  la  sabiduría, 
y  conoció  que  ésta  debía  ser  grande  en  él,  por  medio  de  la 
fortaleza,  abstinencia  y  paciencia,  las  que  empezó  a  experi- 
mentar cuando  se  sintió  inclinar  a  la  ira  e  impaciencia, 
amando  con  fortaleza  de  espíritu  la  grandeza  de  la  sabidu- 
ría, [paciencia]  y  humildad,  por  lo  que  dijo  entre  sí  mismo: 
"Loco  fué  el  religioso  que  por  ignorancia  se  apartó  de  la 
sabiduría." 

— Y  ¿cómo  fué  eso? — dijo  Félix.— A  que  el  ermitaño  res- 
pondió: — En  una  ciudad  había  un  religioso  muy  sabio  y 
que  tenía  fama  de  santa  vida;  sucedió  un  día  que  un  loco 
oyó  hablar  de  él  y  se  disgustó  de  que  le  alabasen;  por  lo 
que  dijo  que  él  le  haría  impacientar  si  quería;  y  como  le 
dijesen  que  no  podía  ser,  se  fué  a  encontrarle  y  dijo  algu- 
nas palabras  muy  injuriosas,  de  que  el  religioso  concibió  tal 
gran  ira,  que  le  dijo  otras  tantas  al  loco,  admirándose  de 
ello  todos  los  circunstantes,  pues  por  tan  poco  motivo  había 
mostrado  ser  impaciente,  cuando  por  tanto  tiempo  le  habían 
tenido  por  sabio  \ 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿cuál  es  la  obra  más  sabia  que  el 
hombre  puede  hacer  en  este  mundo? — A  que  el  ermitaño  res- 
pondió que  la  obra  más  sabia  que  el  hombre  puede  hacer 
en  el  mundo  es  tratar  en  él  del  mayor  bien  que  en  él  hay. 
que  es  la  común  utilidad  en  conocer  y  amar  a  Dios;  por  lo 
que  Félix  entendió  que  la  obra  más  sabia  es  solicitar  la  ex- 
tensión de  la  religión  cristiana,  para  que  todos  crean  que 
Dios  encarnó  por  salvar  al  hombre,  y  se  maravilló  mucho 
de  que  los  grandes  señores  sean  tan  locos  y  dejados,  que  no 
procuren  ejercitar  esta  obra  de  la  mayor  sabiduría,  para  con- 
seguir por  su  medio  grandeza  de  perfección,  justicia  y 
bondad 

— Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  un  ameno  prado, 
debajo  de  un  hermoso  árbol  e  inmediato  a  una  gran  fuente, 
se  encontraron  la  Sabiduría  y  la  Ignorancia,  donde  halla- 
ron a  la  Caridad  y  la  Devoción,  una  y  otra  llorando  amar- 
gamente cuán  poco  eran  estimadas  en  el  mundo.  Y,  habién- 
dolas preguntado  por  qué  lloraban,  respondieron  que  por- 
que en  el  mundo  se  había  perdido  su  grandeza;  lo  que  oyen- 
do la  Sabiduría  y  la  Ignorancia,  se  fueron  por  él,  la  Sabi- 
duría para  persuadir  a  los  hombres  que  aman  las  dignida- 
des, las  honras  y  las  riquezas,  pusiesen  a  la  Caridad  y  a  la 


6  Traducción  muy  libre  :  «Molt  ;-e  meravellareu  los  hòniens  quid 
religiós  havien  loat  de  saviea,  com  per  home  foll  havia  errat  contra 
saviea,  que  longement  havia  mantenguda  contra  supèrbia  e  follia.» 

7  Escápesele  aquí  al  traductor  el  recto  sentido  de  la  frase  lulia- 
na.;  t...  y  maravillóse  fuertemente  de  la  gran  locura  que  hay  en  los 
señores,  que  no  tienen  la  gran  sabiduría  que  vence  a  todas  las  demás 
sabidurías  en  grandeza  de  perfección,  justicia  y  bondad.» 


Si8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Devoción  en  la  grandeza  que  solían  ser;  y  la  Ignorancia  para 
persuadirlos  se  conservasen  con  la  poca  caridad  y  devoción 
que  por  antes  tenían. 

Además  has  de  saber  que  a  un  hombre  muy  rico  y  hon- 
rado llegaron  la  Sabiduría  y  la  Ignorancia;  y  la  Sabiduría 
le  dijo  que  toda  su  honra  y  toda  su  riqueza  emplease  en 
servir,  amar  y  conocer  a  Dios,  para  que  la  Caridad  y  la  De- 
voción se  ensalzasen.  Y  cuando  aquel  hombre  se  inclinaba 
a  obedecer  a  la  Sabiduría,  la  Ignorancia  le  dijo  que  los  de- 
leites y  riquezas  que  tenía  en  el  mundo  perderían  su  gran- 
deza y  se  apocarían  si  ejecutaba  lo  que  la  Sabiduría  le  acon- 
sejaba;, por  lo  que  la  Sabiduría,  llorando,  dijo:  "Por  vos, 
Locura,  se  ha  perdido  la  grandeza  de  la  bondad,  de  la  cari- 
dad, oración,  limosna  y  contrición,  v  por  vos  se  ha  perdido 
la  grandeza  de  la  gloria  celestial  y  aumentado  8  la  grandeza 
de  la  pena  infernal.  Cuanto  mayor  sois  vos,  Ignorancia,  en 
grandeza,  mayor  es  vuestra  malicia.  ¡  Oh,  cuándo  será  aquel 
día  que  vos  y  vuestra  malicia  seáis  abatidas,  y  que  yo  y  la 
bondad  seamos  ensalzadas!" 

Pero  la  Locura  se  alegraba,  y  quiso  probar  que  era  ma- 
yor que  la  Sabiduría,  diciendo  que  un  hombre  era  avaro  con 
el  fin  de  dejar  grandes  riquezas  y  poder  testar  de  mucho, 
por  lo  que  murió  en  la  ira  de  Dios  9.  Después  dijo  que  otro 
hombre  se  había  muerto  10  de  celos,  y  que  otro  se  condenó 
porque  no  quiso  confesar  un  pecado,  y  que  otro  había  come- 
tido [un  homicidio]  por  una  mala  palabra  que  le  habían 
dicho,  y  que  otro  amaba  más  su  propia  alabanza  que  la  de 
Dios.  Cuyas  palabras  y  otras  muchas  dichas  por  la  Locura 
[para  probar  que  ella  era  mayor  que  la  Sabiduría],  causa- 
ron a  la  Sabiduría  gran  tristeza,  considerando  que  decía  la 
verdad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  la  corte  de  un  rey 
había  dos  hombres  que  se  fingían  locos,  el  uno  con  el  fin  de 
ganar  dinero  [y  vestidos]  diciendo  palabras  imprudentes  y 
deshonestas,  para  hacer  reír  al  rey  y  a  los  caballeros;  y  el 
otro  con  el  de  poder  decir  palabras  en  alabanza  de  Dios  y 
por  su  amor  y  para  que  el  rey  y  los  caballeros  le  escuchasen 
y  a  Dios  conociesen  y  amasen.  Al  doco  que  para  juntar  di- 
nero se  fingía  loco,  había  muchos  que  le  escuchaban  y  le 
daban  grandes  dones;  y  al  loco  que  se  fingía  doco  por  la 
honra  y  servicio  de  Dios  no  había  quien  le  escuchase,  aun- 
que no  les  pedía  dones  ni  quería  eosa  alguna  de  ellos;  por 
lo  que  exclamó  en  presencia  de  todos  diciendo:  "¡Oh  Locu- 


s  El  texto  español  dice  «aumentando» . 
Ramón  añade  :   «...  per  ço  que  les  gents  lo  lohassen  que  era 
stat  molt  rich  hom.» 

10  El  original  dice  «se  mató  por  celos». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  68  Sil) 


ra,  cuánto  mayor  eres  en  el  rey  en  su  corte  que  la  Sabi- 
duría!" 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  mucho  me  admiro  de 
que  los  hombres  se  hagan  locos  para  juntar  dinero,  pues  me 
parece  podrían  ganar  más  manifestando  ser  cuerdos  que  lo- 
cos. — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  grano  de  trigo  que  mue- 
re debajo  de  la  tierra,  confunde  y  destruye  su  ser  especí- 
fico, para  que,  por  su  confusión,  la  tierra  y  los  otros  elemen- 
tos, que  están  mezclados  entre  sí,  se  mezclen  también  con  él, 
para  que  él  pueda  multiplicarse,  formando  la  espiga;  porque, 
si  el  grano  no  se  mezclase  por  medio  de  alguna  similitud  con 
la  confusión  de  los  elementos,  a  ningún  elemento  podría  con- 
vertir en  sí. — Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  la  similitud, 
y  dijo  que  el  hombre  se  hace  loco  para  agradar  a  los  locos  y 
para  por  medio  de  aquel  grado  poder  recibir  de  ellos  sus  dá- 
divas y  dones  (así  como  el  grano  de  trigo  la  sustancia  de 
los  elementos  por  la  mezcla  que  ha  hecho  debajo  de  la  tierra 
con  ellos  y  sus  cualidades). 


CAPÍ  T  U  L  O    L  X  VIII 

De  la  potencia  e  impotencia  1 

— Sabrás,  hijo,  que  Dios  ha  ordenado  el  poder  en  el  hom- 
bre de  muchos  modos,  porque  de  todos  multiplique  un  poder 
ordenado  para  amarle,  servirle  y  conocerle '-,  y  el  hombre  por 
sus  pecados  se  ha  inhabilitado  para  todo  esto  y  habilitado 
para  recar,  desamando,  olvidando  y  no  procurando  conocer 
ni  servir  a  Dios,  que  es  el  fin  para  que  le  creó  3. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  Dios  es  un  poder  que  es 
Dios,  y  todo  este  poder  se  comunica  de  tres  maneras,  esto 
es,  en  poder  que  es  Padre,  en  poder  que  es  Hijo  y  en  poder 
que  es  Espíritu  Santo,  y  todas  tres  Personas  permanecen  un 
poder  que  es  un  Dios  y  una  naturaleza  de  poder;  y  por  esto 
en  Dios  no  puede  haber  falta  de  poder,  por[que]  todo  él 
opera  obra  tan  grande  como  es  El  mesmo,  que  es  inmensa 
bondad,  grandeza,  etern:'dad,  sabiduría  y  voluntad. 

Hijo,  el  alma  del  hombre  tiene  poder^de  memorar,  en- 
tender y  amar,  y  tanto  como  más  memora  y  entiende  algu- 
na cosa,  tanto  tiene  mayor  poder  de  amarla  o  aborrecerla, 
y  tanto  como  menos  la  memora  o  entiende,  tanto  menos  pue- 

1  «Frevoltat»  más  bien  significa  «debilidad». 

-  «servirle,  amarle  y  conocerle»,  se^ún  el  original. 

a.  Versión  excesivamente  libre  :  «Mas  frevoltat,  fill — dix  lo  ermi- 
ta— ,  es  muntipücada  en  sen-ir  Déu,  amar  e  conèxer  ;  e  poder  de 
peccat,  desamar,  ablidar,  desonrar  Déu  ;  és  crescut  en  lo  món.» 


S20 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


de  amarla  o  aborrecerla,  y  por  esto  dijo  el  sabio  al  loco  que 
no  sabía  amar  a  Dios. 

— Y  ¿  cómo  fué  esto  ? — dijo  Félix. — iA  que  el  ermitaño  res- 
pondió :  — (Había  un  hombre  loco  que  se  enojaba  de  no  poder 
amar  a  Dios  como  él  decía  que  le  quería  amar  \  y  un  sabio 
le  dijo  que  no  podría  amarle  por  causa  de  que,  cuando  le  me- 
moraba, no  usaba  bien  del  poder  que  la  memoria  tenía  ni 
del  que  tenía  el  entendimiento,  dimanando  todo  de  que  por 
defecto  de  la  voluntad  perdían  la  memoria  y  el  entendimien- 
to su  poder,  y  por  la  pérdida  de  su  poder  perdía  la  voluntad 
el  suyo,  por  lo  que  en  todas  tres  potencias  se  multiplicaba 
la  ignorancia  5. 

Hijo,  el  hombre  tiene  cinco  poderes  o  facultades  sensua- 
les en  sus  cinco  sentidos  corporales,  y  por  la  costumbre  o 
hábito  de  éstos  se  acostumbra  el  alma  del  hombre  a  tener 
poder  para  obrar  bien  o  mal ;  y  si  por  ellos  se  habitúa  a  obrar 
bien,  debilita  en  sí  el  poder  del  obrar  mal ;  y  si  se  habitúa  a 
obrar  mal,  debilita  en  sí  el  poder  del  obrar  bien.  Y  por  esto 
dijo  el  sabio  al  loco  que  él  mismo  se  enloquecía. 

— Y  ¿cómo  fué  esto? — 'dijo  Félix.  — Un  loco  pecador 
— -dijo  el  ermitaño — era  glotón,  lujurioso  y  lleno  de  vicios, 
y  quería  estar  siempre  viendo  hermosas  mujeres  y  gustando 
sabrosos  manjares,  y  no  quería  ser  casto,  ni  templado  en  la 
comida,  por  lo  que  disminuía  su  querer  en  ser  casto  y  tem- 
plado y  le  multiplicaba  en  pecar  por  el  gustar  y  el  ver. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  todo  el  poder  de  Dios  obra  tan- 
to como  puede  en  sí  mesmo,  pues  si  no  lo  hiciese,  sería  ma- 
yor su  poder  que  su  obrar,  lo  que  es  imposible;  y  porque  el 
poder  de  Dios  es  tan  grande  en  sí  mesmo  como  su  obra,  quie- 
re Dios  que  el  hombre  le  sirva  y  ame  con  todo  el  suyo,  para 
que  haya  alguna  similitud  entre  poder  y  poder;  y  así,  cuan- 
do el  hombre  no  usa  de  todo  su  poder  en  servir  a  Dios,  obra 
contra  la  similitud  que  de  El  recibió,  y  por  la  disimilitud  se 
disminuye  el  poder  del  hombre,  y  esto  se  manifiesta  en  el 
poco  amor  que  un  hombre  tenía  a  su  mujer. 

Hijo,  un  hombre  tenía  mujer,  a  la  cual  quería  amar  y 
nunca  podía,  porque  memoraba  siempre  en  los  defectos  que 
la  había  visto  hacer  contra  él  y  contra  sí  mesma  0  y  en  los 
placeres  y  gustos  que  él  la  había  hecho;  y  como  en  memo- 

4  Todo  este  párrafo  no  responde  a  la  idea  de  Ramón  Llull  :  aEra 
■  i-  hom  foyll,  qui-s  tenia  per  escusat  com  Déu  no  amava,  cor  deya 
que  ell  lo  volia  amar  t  no  podia.  E  aquell  savi,  a  aquell  foyll  qui  >e 
scusava  de  Déu  amar,  dix  que  ell  no  podia  Déu  amar  per  ço  car  ha- 
frevolia  a  la  memoria  6on  menbrar,  per  ço  com  no  usava  del  poder 
de  menbrar  lo  qual  havia  ;  e  açò  mateix  feya  del  enteniment,  que 
no  havia  poder  de  entendre  Déu,  pus  que"  la  volentat  no-l  feya 
entendre.» 

0  (cfrevoltat»  en  el  texto  catalán,  y  no  ignorancia. 
8  El  original  sólo  dice  :  «los  falíiments,  íos  quals  havia  vists  fer 
a  sa  muller  contra  si  mateix.» 


FÉLIX  Dt  LAS  MARAVILLAS. — C.  6S  Sz  I 


rando  en  esto  hallaba  contrariedad  y  disimilitud  entre  él  y 
su  mujer,  cuanto  más  en  ello  memoraba,  más  se  imposibili- 
taba para  poder  amarla,  por  más  que  lo  procuraba. 

— iSeñor — dijo  Félix — ,  ¿de  qué  modo  puede  el  hombre 
multiplicar  el  poder  de  amar,  entender  y  memorar  a  Dios? 
— (Hijo— dijo  el  ermitaño— ,  un  hombre  muy  pecador  se  arro- 
pintió  e  hizo  penitencia  de  sus  pecados;  este  hombre  tenía 
muchas  tentaciones  y  de  diversas  maneras,  porque  tenía  ten- 
taciones cuando  hacía  bien  y  las  tenía  también  cuando  no 
hacía  el  mal  que  estaba  acostumbrado  a  hacer,  y  tanto  le 
atormentaron,  que  de  desesperado  quiso  tornarse  a  sus  vi- 
cios, maravillándose  de  que  Dios  no  le  diese  tan  gran  poder 
para  contrastar  las  tentaciones,  que  incontinenti  las  ven- 
ciese. Y,  estando  en  esta  maravilla,  una  voz  le  dijo  que  con 
mayor  fervor  puede  el  hombre  amar,  memorar  y  entender 
a  Dios,  contrastando  y  venciendo  las  tentaciones  y  vicios  y 
contemplando  después  al  mismo  Dios,  que  sin  tentaciones  ni 
vicios,  por  causa  de  que  tiene  más  poder  para  memorar,  en- 
tender y  amar  a  Dios  si  vence  y  supera  jos  trabajos,  los  pe- 
ligros y  las  tentaciones,  que  si  no  los  vence  ni  supera. 

— Señor — dijo  Félix — «,  gran  maravilla  me  causa  el  consi- 
derar que  Dios  haya  dado  al  hombre  poder  para  pecar.  — Hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  en  el  hombre  ha  creado  Dios  el  libre 
albedrío,  el  que  no  tendría  si  no  pudiese  pecar  y  si  no  tuvie- 
se poder  para  ello;  y  para  que  con  el  poder  se  venza  a  sí 
mesmo,  deje  de  pecar  y  adquiera  mérito,  aborreciendo  el  pe- 
cado, ha  puesto  Dios  en  su  voluntad  libertad  para  elegir  el 
bien  o  el  mal,  o  para  pecar  o  dejar  de  pecar 7. 

Hijo,  has  de  saber  que  había  un  rey  muy  poderoso,  el 
cual  todo  su  poder  lo  aplicaba  a  obrar  mal,  por  ser  muy 
pecador;  y  cuanto  más  pecaba,  más  multiplicaba  su  poder 
en  pecar  y  más  se  debilitaba  para  obrar  bien,  que  era  para 
lo  que  Dios  le  había  dado  el  gran  poder  que  él  empleaba  en 
obrar  mal. — Cuyas  palabras  considerando  Félix,  se  maravilló 
de  la  gran  culpa  que  aquel  rey  cometía,  por 'convertir  tan 
gran  poder  en  hacer  tanto  mal  a  los  otros,  imposibilitándose 
cuasi  al  mismo  tiempo  de  poder  obrar  bien  ni  de  hacerse 
bien  a  sí 8. 

— Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que 
hubo  un  santo  hombre  que  en  su  poder  quiso  multiplicar  la 
grandeza  y  apartarle  de  la  parvidad;  este  hombre  hizo  con 
todo  su  poder  buenas  obras,  y,  para  que  fuesen  gratas,  las 

7  Mucho  más  sabroso  y  expresivo  es  el  original  luliano  :  «en 
liom  ha  Dón  creat  franch  arbitre,  lo  qual  hom  uo  hauria  si  peccar 
no  podia  en  poder  peccar,  e  que  lo  poder  vença  si  mateix  en  no 
peçcar,  e  complesca  si  mateix  en  desamar  peccnt.  Açò  és  granea 
de  poder,  e  és  contra  fra  voltat  de  si  mateix». 

*  «per  ço  car  poder  en  tant  de  mal  convertia,  e  frevoltat  en  tant 
de  poder  muntiplicava». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


acompañó  con  oraciones,  sabiduría,  caridad,  justicia,  humil- 
dad, liberalidad,  paciencia  y  con  todas  las  demás  virtudes;  y 
tanto  cuanto  engrandeció  su  poder  con  ellas,  tanto  le  mul- 
tiplicó y  apartó  de  la  flojedad  (y  del  descuido  en  obrar  bien). 
Sucedió  que  este  hombre  cometió  un  pecado  mortal  y  se  ma- 
ravilló mucho  después  de  haberle  cometido,  porque  le  parecía 
que  su  poder  se  había  multiplicado  en  tanto  grado  en  obrar 
bien,  que  ya  no  podía  de  ningún  modo  obrar  mal;  por  lo  que 
dijo  estas  palabras:  "En  esta  vida  no  puede  el  poder  del 
hombre  llegar  a  tal  perfección  y  grandeza  de  bondad,  que  no 
pueda  pecar,  porque,  si  no  pudiese  pecar,  no  sería  en  tanta 
grandeza  de  bondad  como  en  la  que  es  cuando  puede  pecar  y 
no  peca".  Por  lo  que  el  santo  hombre,  después  de  hecha  esta 
reflexión,  lloró  mucho  su  pecado  y  se  arrepintió  de  él,  exal- 
tando por  este  medio  su  poder  para  hacer  bien,  con  gran 
contrición,  y  multiplicándole  en  grandeza  de  bondad,  mara- 
villándose al  mismo  tiempo  de  que  el  pecado,  que  conviene 
con  el  no  ser,  impotencia  e  imperfección  9,  hubiese  sido  causa 
de  que  él  hubiese  multiplicado  su  poder  para  obrar  bien  y 
hacer  buenas  obras. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  hombre  pecador  te- 
nía creído  que  él  podía  salir  de  pecado  siempre  que  quisie- 
se. Sucedió  un  día  que  un  compadre  suyo  le  dijo  que  Dios 
tenía  poder  para  juzgar  y  castigar  a  todos  los  pecadores, 
y  entonces  se  maravilló  mucho  aquel  hombre  de  que  el  pe- 
cador se  persuada  puede  salir  de  pecado  siempre  que  quie- 
re; porque,  si  por  sí  tuviese  poder  para  ello,  se  seguiría  que 
en  Dios  habría  falta  de  poder  para  juzgarle  y  castigarle 
siempre  que  quiere. — 'Por  cuyas  razones,  que  Félix  entendió, 
quedó  muy  admirado  de  que  los  pecadores  se  persuadan 
pueden  salir  de  pecado  siempre  que  quieran  ejecutarlo. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — »,  en  un  palacio  estuvieron 
mucho  tiempo  La  Sabiduría,  el  Poder  y  la  Voluntad,  y  todo 
aquel  tiempo  la  Impotencia  estuvo  lejos  del  Poder;  pero 
habiéndose  apartado  de  él  la  Sabiduría  y  quedado  solo  con 
la  Voluntad,  se  disminuyó  el  Poder  y  desfalleció  la  Volun- 
tad 10. — Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  que  a  grandeza  de 
poder  conviene  grandeza  de  sabiduría  y  de  voluntad,  y  se 
maravilló  de  que  una  y  otra  se  pudiesen  apartar  de  él. 

—Señor — dijo  Félix — ,  ¿ha  dejado  Dios  tanto  poder  en 
la  tierra,  que  se  pueda  conseguir  hacer  que  todos  los  infie- 
les le  amen  y  le  conozcan?  — (Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el 
Poder  y  la  Sabiduría  han  contraído  matrimonio  y  tienen 
una  hija,  que  se  llama  Voluntad,  por  medio  de  la  cual  en 

"  Ramón  escribió  más  concisamente  :    «peccat,  qui  ab  frevoltat 

se  cové». 

u  Bl  original  añade  además  :  «hac  poder  defalliment  de  granea, 

e  sí  s'ach  saviesa». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  69 


823 


el  Poder  y  en  la  Sabiduría  está  la  Voluntad. — Luego  que 
entendió  Félix  estas  palabras,  prorrumpió  en  lágrimas,  y 
dijo:  — ¡Oh  poder,  sabiduría  y  voluntad!,  ¿cuándo  será 
aquel  tiempo  que  juntas  os  acordéis  en  amar  y  conocer  mu- 
cho a  (Dios  (y  en  hacer  que  los  infieles  le  amen  y  conoz- 
can)? 11 


CAPÍTULO  LXIX 
De  la  templanza  y  de  la  gula 

La  templanza  y  la  gula  son  contrarias;  y  habiendo  en 
Dios  igualdad  de  personas,  es  la  templanza,  contradiciendo 
a  la  gula  por  modo  de  atemperamento  o  igualdad,  semejan- 
te en  alguna  cosa  a  la  igualdad  divina,  contra  la  gula,  que 
le  es  en  todo  desemejante,  por  modo  de  mayoridad  y  mi- 
noridad, que  concuerdan  con  ella  y  son  contrarias  de  la 
templanza. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  la 
templanza  sea  tan  poca  y  de  que  la  gula  sea  tan  grande, 
siendo  Dios  grande  y  no  pequeño,  y  teniendo  la  templanza, 
por  razón  de  la  igualdad,  alguna  similitud  con  Dios,  y  nin- 
guna la  gula,  como  vicio  l. — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios 
ha  creado  el  mundo  para  su  servicio,  según  que  un  maes- 
tro en  teología  se  lo  probó  a  un  filósofo.  — Y  ¿cómo  fué 
esto? — dijo  Félix.  — -Hijo,  un  filósofo  preguntó  a  un  maes- 
tro en  teología  que  por  qué  Dios  castiga  el  hombre  pecador 
sólo  por  los  pecados  que  hace,  cuando  al  justo  no  le  salva 
sólo  por  las  buenas  obras  que  ejecuta  ni  virtudes  que  tie- 
ne. Y  el  maestro  respondió  que  el  pecado  es  contra  la  in- 
finita justicia,  eternidad  y  bondad  de  Dios,  y  que  por  esto 
la  justicia  de  Dios  con  su  grandeza  le  castiga,  por  haberle 
cometido  contra  la  infinita  grandeza  de  su  justicia;  cuyo 
castigo  sería  poco  y  no  correspondiente  a  su  justicia  si  tu- 
viese en  el  infierno  fin  la  pena,  y  que  lo  mismo  sería  si  Dios 
castigase  al  hombre  por  otra  cosa  que  no  fuese  por  la  cul- 
pa; y  que  la  justicia  de  Dios  obraría  también  con  pequeñez 
y  parvidad  si  daba  la  gran  gloria  del  paraíso  tan  solamen- 
te por  la  pequeñez  del  mérito  que  el  hombre  tiene  en  obrar 
bien,  pues,  cualquiera  que  sea,  es  poco  en  comparación  de 
la  gran  gloria  que  adquiere;  ícuya  poquedad  se  multiplica 
y  remunera  con  grandeza  por  la  liberal  misericordia  de 
Dios. 

"  Todo  el  paréntesis  es  una  añadidura  del  traductor.  ■ 
1  «como  vicio»  es  una  glosa  explicativa. 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


Mucho  agradaron  a  Félix  las  palabras  del  ermitaño,  pero 
no  entendió  por  ellas  el  que  le  hubiese  dado  solución  a  la 
cuestión  que  le  había  propuesto,  por  lo  que  le  pidió  que  se 
las  explicase;  a  que  el  ermitaño  respondió:  — Hijo,  la  gran- 
deza de  la  gula  tiene  concordancia  con  el  uso  del  gran  cas- 
tigo, y  éste  con  el  uso  de  la  justicia,  para  significar  que  en 
Dios  hay  grandeza;  y  la  poquedad  de  la  templanza  significa 
la  poquedad  del  mérito  que  el  hombre  tiene  para  conseguir 
la  salvación  por  su  mérito  sólo. — «Entonces  Félix  entendió  la 
solución,  y  alabó  y  bendijo  a  Dios,  que  tanta  sabiduría  ha- 
bía dado  a  aquel  ermitaño,  el  cual  prosiguié  diciendo :  — (Has 
de  saber,  hijo,  que  por  la  templanza  se  acostumbra  el  hom- 
bre a  tenerla  en  el  memorar,  entender  y  amar,  y  por  ella 
se  templan  los  cinco  sentidos  en  sus  obras  y  se  atemperan 
los  cuatro  elementos  y  los  humores  y  cualidades  2 ;  y  de  esta 
templanza  se  sigue  la  igualdad  de  la  grandeza  en  el  hombre 
y  en  sus  obras,  las  cuales  son  agradables  a  Dios,  respecto  de 
que  tienen  alguna  similitud  con  su  igualdad  y  grandeza;  y 
porque  la  gula  es  contraria  a  la  igualdad  y  grandeza  en  el 
hombre,  le  es  a  Dios  muy  [des]  agradable. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  prelado  muy  rico  y  abun- 
dante de  bienes  temporales,  pero  muy  mal  acostumbrado  y 
desarreglado  en  el  comer  y  beber,  por  lo  que  estaba  enfermo 
muchas  veces;  sucedió  un  día  que,  habiendo  comido  y  bebido 
mucho,  un  hombre  le  propuso  una  pequeña  cuestión,  a  la 
cual  no  supo  responder,  quedándose  por  ello  muy  confuso  y 
avergonzado  delante  de  todos  los  que  estaban  presentes,  y 
más  cuando  oyó  decir  al  que  le  había  hecho  la  cuestión  que 
más  valía  templanza  con  pobreza  que  gula  con  riqueza1,  y  que 
más  valía  templanza  con  riqueza  que  con  pobreza,  y  que  la 
gula  era  peor  y  mayor  vicio  en  la  riqueza  que  en  la  pobreza 
(o  ten  el  rico  que  en  el  pobre)  3. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  muy 
glotón,  el  cual,  habiendo  un  día  comido  y  bebido  mucho  y  ha- 
llándose muy  repleto  de  manjares,  se  sintió  muy  débil,  por 
razón  de  que  la  digestión  no  se  podía  ordenadamente  hacer 
y  de  que  el  calor  natural  no  podía  sustentar  con  el  espíritu 
vital  a  los  miembros  según  convenía.  Y,  maravillándose  mu- 
cho de  sentirse  tan  débil,  volvió  a  comer  y  beber,  imaginan- 
do que  su  debilidad  procedía  de  haber  comido  y  bebido  poco ; 
pero  cuanto  más  comía  y  bebía,  más  débil  se  sentía  y  más  se 
maravillaba.  De  lo  que  estaba  admirado,  dijo  a  un  médico 
su  enfermedad,  el  cual  le  respondió  estas  palabras:  "Hubo 
un  religioso  que  hacía  santa  vida  en  contemplación,  y,  ha- 
biendo estado  mucho  tiempo  en  ella,  la  dejó  y  tomó  la 


2  «y  los  humores  y  cualidades»  falta  en  el  original. 

3  È1  paréntesis  es  una  glosa  del  traductor. 


IÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


70 


S25 


vida  activa,  en  la  que  sintió  que  se  le  resfriaba  la  devoción 
que  solía  tener,  de  que  se  maravilló  mucho;  y,  habiendo 
discurrido  largamente  sobre  ello,  comprendió  que  en  su  me- 
morar, entender  y  amar  no  tenía  tan  continuamente  a  Dios 
como  solía,  y  que,  al  contrario,  tenía  más  de  lo  que  solía 
de  las  cosas  del  mundo." 

Hijo,  has  de  saber  que  había  un  príncipe  que  deseaba 
grandemente  ser  templado,  y  para  ello,  siempre  que  se 
sentaba  a  la  mesa,  hacía  poner  una  rueda  de  oro  sobre  la 
copa  en  que  bebía,  en  la  cual  estaban  escritos  los  nom- 
bres de  la  templanza  y  gula;  y,  cuando  tenía  tentaciones 
contra  la  templanza,  los  leía,  y  repetía  por  tres  veces  que 
la  templanza  alegraba  a  los  hombres  cuando  se  habían  le- 
vantado de  la  mesa  y  que  la  gula  los  entristecía.  Sucedió 
un  día  que  aquel  príncipe,  habiendo  comido  y  bebido  bas- 
tante según  las  reglas  de  la  templanza,  la  gula  le  hizo  to- 
mar un  pedazo  de  carne  sabrosa  para  el  natural  apetito,  y 
cuando  la  tuvo  en  la  mano,  hizo  comparación,  y  dijo  que 
cuál  valía  más  en  la  memoria  y  el  entendimiento  del  hom- 
bre :  Dios  y  la  templanza,  larga  vida  y  sanidad  1  o  gula, 
enfermedad,  muerte  e  ira  de  Dios;  y  cuando  hubo  hecho 
esta  comparación,  dejó  el  pedazo  de  carne  en  el  plato,  abs- 
teniéndose de  comerle,  y  alabó  a  Dios,  que  le  había  dado 
templanza  y  conocimiento  para  que  por  su  medio  le  amase, 
[le  temiese,]  le  bendijese  y  por  mucho  tiempo  le  sirviese. 


CAPÍTULO  LXX 

De  la  liberalidad  y  de  la  avaricia 

— Hay,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  liberalidad  en  Dios, 
porque  Dios  Padre  se  da  todo  a  Dios  Hijo  y  al  Santo  Espí- 
ritu, engendrando  al  Hijo  y  espirando  al  Santo  Espíritu;  y, 
dándose  el  Padre  al  Hijo  y  al  Santo  (Espíritu,  da  el  ser  al 
uno  y  al  otro,  en  el  cual  ser  da  inmensidad  de  bondad, 
grandeza,  [eternidad,]  poder,  sabiduría  y  voluntad,  y  toda 
perfección  y  nobleza;  y  porque  el  Padre  es  liberalidad,  da  li- 
beralidad dándose  Padre,  y  dándose  todo  cuanto  es,  es  el  don 
igual  a  cada  una  de  las  personas  divinas.  Y  esto  mismo  hace 
el  Hijo,  que  se  da  todo  al  Santo  Espíritu  espirándolo,  y  el 
Santo  Espíritu  se  da  todo  en  fruición  al  Padre  y  al  Hijo. 

Has  de  saber,  hijo,  que  Dios  Padre  envió  a  encamar  a 
Dio?  Hijo,  el  cual  se  dió  todo  al  ser  de  hombre,  y  como 


'  El  texto  español  dice  «santidad)'  ;  el  catalán,  «sanitat». 


.Saó 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


hombre,  todo  a  congojosa  muerte,  para  salvar  a  los  hom- 
bres. 

Dios  ha  dado  al  hombre  su  similitud,  en  cuanto  le  ha 
dado  grandeza,  bondad,  duración,  [poder,]  sabiduría  y  vo- 
luntad y  las  otras  propiedades  semejantes  a  éstas;  además 
le  ha  dado  el  ser  humano  y  todo  el  mundo  a  su  servicio ;  por 
cuya  liberalidad  debe  el  hombre  serle  muy  agradecido  y 
darse  a  {sí  mesmo  a  Dios,  empleando  todas  sus  fuerzas  en 
conocerle,  amarle,  honrarle  y  servirle  1. 

La  avaricia  es,  hijo,  contraria  de  la  liberalidad,  y  el 
hombre  avaro  contradice  a  toda  la  liberalidad  arriba  ex- 
presada; por  lo  que,  siendo  tan  poca  la  liberalidad  en  los 
hombres  y  tanta  la  avaricia,  es  necesario  que  llores  el  des- 
honor que  esta  similitud  de  (Dios  padece  en  el  mundo,  y  la 
exaltación  en  que  su  disimilitud  se  halla. 

Mucho  consideró  Félix  en  estas  palabras,  y  se  maravi- 
lló de  que  la  liberalidad  y  grandeza  que  es  en  Dios,  siendo 
tan  grande,  se  dé  toda  y  quede  toda  en  sí  mesma ;  y,  cuando 
se  hubo  maravillado  mucho  de  la  liberalidad  de  Dios,  se 
maravilló  también  de  que  Dios  Hijo  tan  liberalmente  hu- 
biese dado  la  humanidad,  que  tomó  a  tan  grandes  traba- 
jos y  a  tan  afrentosa  muerte  por  salvar  al  hombre;  y  de 
que  los  hombres  sean  tan  avaros  e  ingratos  a  Dios,  que  se 
den  más  a  los  otros  hombres  y  a  sí  mesmos  que  a  Dios, 
que  les  ha  dado  el  ser  y  todo  cuanto  tienen. 

Cuando  Félix  de  todas  estas  y  otras  muchas  cosas  se 
hubo  maravillado,  lloró  mucho,  y  dijo:  — /¡Oh  Señor  y  Dios 
mío!,  bendito  seáis,  que  habéis  dado  al  hombre  en  el  mun- 
do entendimiento,  memoria  y  voluntad:  [ver,  oír,  gustar,  oler, 
tocar;]  honras,  villas,  castillos,  riquezas  y  muchos  otros  bie- 
nes, siendo  tan  pocos  los  que  (quieren  entregar  los  actos  de 
su  memorar,  entender  y  amar  para  amaros,  conoceros,  hon- 
raros y  serviros,  ni  que  para  ello  empleen  sus  sentidos  y  po- 
tencias 2,  ni  quieran  dar  de  sus  bienes  temporales  a  los  po- 
bres que  por  amor  de  vos  se  lo  piden. — Por  lo  que  Félix 
volvió  a  entristecerse,  y  lo  mismo  hizo  el  ermitaño,  y  juntos 
maldijeron  la  avaricia  y  se  admiraron  de  que  haya  tantos 
que  la  sigan  y  sean  sus  esclavos.  Después  de  esto  dijo  el 
ermitaño  a  Félix: 

— Hijo,  has  de  saber  que  en  tu  cuerpo  se  da  todo  el  fuego 
al  aire,  todo  el  aire  al  agua,  todo  el  agua  a  la  tierra  y  toda 
la  tierra  al  fuego ;  y  por  este  don  se  componen  y  mezclan  los 
cuatro  elementos.  Y  esto  mismo  hace  en  tu  alma  la  memoria, 
que  se  da  toda  al  entendimiento  y  a  la  voluntad,  y  el  enten- 
dimiento y  la  voluntad  se  dan  a  la  memoria,  y  la  voluntad 


1  El  original  sólo  dice  «...  a  honrar,  conèxer  e  amar  ell». 

2  Ramón  especifica  :  «...  no  volen  veser,  hovr,  anar,  ne -star...» 


FÉLIX  DK  LAS  MARAVILLAS. — C.  ~0 


827 


se  da  al  entendimiento,  y  el  encendimiento  a  la  voluntad;  y 
por  esto  es  el  alma  un  ser  unido  de  memoria,  entendimiento 
y  voluntad. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  muy  rico  y  muy 
poderoso,  el  cual  se  empleaba  todo  en  honrarse  a  sí  mesmo 
y  en  vivir  entre  los  deleites  de  este  mundo;  este  rey  deseaba 
mucho  vivir  largo  tiempo  y  que  todos  los  hombres  de  su 
reino  se  empleasen  en  honrarle  y  servirle.  Sucedió  que  es- 
tuvo enfermo  y  próximo  a  la  muerte,  y  en  sueños  le  pareció 
que  veía  inmediatas  a  sí  dos  mujeres,  que  la  una  era  la  Libe- 
ralidad y  la  otra  la  Avaricia;  y  el  rey  rogó  a  la  Liberalidad 
que  le  diese  salud  y  larga  vida;  pero  ella  le  respondió  que 
no  le  podía  dar  nada  que  fuese  contrario  a  Dios  ni  que  tu- 
viese concordancia  con  la  Avaricia. 

Además  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  tenía  un 
hijo  a  quien  amó  mucho  y  dejó  cuanto  tenía  a  la  hora  de  su 
muerte,  el  que,  habiendo  venido  de  la  iglesia,  de  asistir  al 
entierro  de  su  padre,  encontró  a  la  puerta  de  su  casa  muchos 
pobres  que  le  pidieron  limosna  por  su  alma;  pero  él,  sin 
querérsela  dar,  se  entró  en  la  caballeriza,  donde  tenía  un 
caballo  tomando  verde,  y,  como  no  tuviese  qué  comer  de- 
lante, se  enojó  mucho  con  todos  los  de  casa  y  se  puso  él 
mismo  a  echarle  de  comer  y  a  cuidarle,  porque  engordase, 
para  venderle  y  ganar  dinero. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  la 
avaricia  reine  mucho  más  en  los  ricos  que  en  los  pobres. 
--•Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  liberalidad  tiene  mayor  vo- 
der  en  la  riqueza  que  en  la  pobreza;  y  cuando  el  hombre  rico 
es  avaro,  tiene  también  mayor  poder  en  él  la  avaricia  que 
en  el  pobre,  porque,  si  no  fuese  así,  se  seguiría  que  la  ri- 
queza no  fuese  tan  poderosa  como  la  pobreza.  Y  por  causa 
de  que  en  este  mundo  es  mayor  la  avaricia  que  la  liberalidad, 
es  mayor  la  avaricia  en  los  hombres  ricos  que  en  los  hom- 
bres pobres. 

Hijo,  para  que  te  hagas  cargo  del  gran  t  poder  que  la  ava- 
ricia tiene  en  el  mundo,  mira  cuántos  hombres  trabajan  por 
juntar  dinero  y  a  cuántos  peligros  se  exponen  por  las  rique- 
zas, cuántos  rubores  pasan,  cuántas  veces  hambre,  sed,  ca- 
lor, frío,  heridas,  muertes  y  otros  inmensos  trabajos  ; ;  abre 
los  ojos  de  tu  entendimiento  y  considera  cuán  pocos  hom- 
bres trabajan  en  el  mundo  por  la  liberalidad,  y  cómo  los  más 
son  avaros  de  sí  mesmos  y  de  sus  bienes. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  muy  rico  que 
tenía  cinco  hijos,  y  el  uno  dé  ellos  se  entró  en  religión,  en 
la  cual  totalmente  se  empleó  en  amar,  conocer  y  servir  a 


n  «y  oíros  inmensos  trabajos»  lo  añade  retóricamente  el  iraductor 
por  su  cuenta. 


828 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


Dios;  el  padre  y  la  madre  sintieron  mucho  la  vocación  del 
hijo,  y  con  gran  acompañamiento  fueron  al  monasterio  para 
sacarle  por  fuerza;  pero,  como  no  lo  pudiesen  conseguir, 
dijeron  a  los  frailes  que  tomasen  un  hijo  que  tenían  cojo  y 
tuerto  y  que  les  entregasen  a  aquél;  y  como  los  frailes  no 
quisiesen  consentir,  el  padre  y  la  madre  cobraron  tal  ira, 
que  ofrecieron  y  juraron  de  no  hacer  jamás  más  limosna  a 
aquel  convento,  y  cuando  murieron,  uno  y  otro  dejaron  todo 
cuanto  tenían  a  los  otros  hijos,  sin  querer  por  ningún  mo- 
tivo dejar  nada  al  religioso. 

Además  has  de  saber  que  había  un  caballero  muy  vana- 
glorioso, y,  como  amaba  tanto  el  ser  alabado  en  el  mundo, 
daba  con  prodigalidad  cuanto  tenía.  Sucedió  que,  por  lo  mu- 
cho que  dió,  llegó  a  ser  pobre,  y  cuando  no  tuvo  que  dar, 
lo  quitaba  a  sus  labradores  súbditos  para  dárselo  a  los  otros; 
y  habiendo  una  vez  tomado  una  capa  a  un  labrador,  se  la 
dió  a  un  truhán  4  que  alababa  la  liberalidad  y  decía  mal  de 
la  avaricia.  El  truhán  dijo  al  caballero  que  él  era  avaro  de 
sí  mesmo  y  de  sus  bienes  contra  Dios,  pues  el  honor  que  a 
Dios  debía  dar  le  quería  para  sí ;  por  lo  que  con  todo  cuanto 
daba  no  era  liberal 5,  sino  es  esclavo  de  la  avaricia. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  una  vez  sucedió  que  un 
peregrino  fué  a  encontrar  a  un  rey  muy  poderoso,  y  le  dijo 
que,  pues  Dios  le  había  dado  tanto  en  este  mundo,  que  por 
qué  él  no  daba  la  Tierra  Santa  a  los  cristianos  y  se  la  quitaba 
a  los  sarracenos,  que  con  deshonor  de  la  Iglesia  la  poseían; 
y  el  rey  respondió  al  peregrino  que  él  quería  que  la  Tierra 
Santa  fuese  de  los  cristianos;  a  que  el  peregrino  respondió 
que  la  voluntad  del  rey  lo  quería,  pero  que  el  rey  no  quería 
prestar  a  su  voluntad  su  poder  y  su  tesoro  6  para  que  tuviese 
cumplimiento  su  voluntad. — Mucho  se  maravilló  Félix  de  que 
la  voluntad  del  rey  no  diese  cumplimiento  a  su  querer,  cuan- 
do su  poder  podía  dar  cumplimiento  a  su  voluntad;  pero  en- 
tendió después  que,  porque  la  voluntad  del  rey  no  se  había 
entregado  toda  al  amor  de  Dios  7,  no  quería  dar  el  rey  todo 
su  poder  para  que  se  emplease  en  tan  santo  fin  como  el  de 
conquistar  la  Tierra  Santa. 

— -Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que 
hubo  una  gran  contienda  entre  la  Liberalidad  y  la  Avaricia, 
y  se  aplazaron  para  una  batalla,  para  la  cual  cada  una  apron- 
tó sus  valedores.  Pero,  cuando  estuvieron  juntos,  vió  la  Li- 
beralidad que  la  habían  seguido  muy  pocos,  y  muchos  a  la 


4  También   aquí   traduce   esta   palabra   con  exceso  el  original 

«jutglar». 

5  El  catalán  dice  alaren»  ;  el  castellano,  por  error,  «liberidad». 
"  Ramón  sólo  escribió  «tot  lo  poder  del  rey  e  de  sa  terra». 

7  «no  ?  donava  tota  a  Déu  amar  e  conèxer». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  71 


859 


Avaricia  * ;  de  lo  que  ésta  tuvo  mucho  que  reír,  y  la  primera 
mucho  que  llorar;  y  la  Liberalidad  dijo  a  la  Avaricia  que  su 
llanto  tornaría  en  la  otra  vida  en  risa,  y  la  risa  de  la  Ava- 
ricia, en  llanto. 

Además  has  de  saber  que  había  un  hombre  avaro  en- 
fermo, el  cual  tenía  en  su  casa  muchas  gallinas,  sin  que 
quisiese  comer  de  ellas,  aunque  lo  necesitaba  para  fortificar 
su  persona.  Estando  así  enfermo,  oyó  un  asno  suyo  rebuz- 
nar, y  llamó  prontamente  para  que  le  diesen  cebada,  di- 
ciendo que  rebuznaba  porque  no  se  la  habían  dado;  este 
avaro  murió  por  debilidad  de  la  naturaleza,  y  dejó  cuanto 
tenía  a  un  hijo  que  él  había  criado  según  sus  costumbres. 
Sucedió  que  este  mozo  se  hizo  mercader  y  fué  a  una  feria, 
en  la  cual  perdió  la  mitad  de  su  caudal,  de  que  se  entristeció 
mucho;  y  como  en  el  mismo  mesón  que  él  estaba  hubiese  un 
mercader  muy  liberal  y  rico,  a  quien  se  le  quemó  cuanto  te- 
nía, y  viese  que  después  de  haberlo  perdido  estaba  muy  ale- 
gre, se  admiró,  y  le  preguntó  cómo  podía  estar  alegre  ha- 
biendo perdido  cuanto  tenía.  A  que  el  mercader  liberal  res- 
pondió que  él  estaba  alegre  porque  a  la  voluntad  de  Dios, 
a  quien  había  entregado  su  hacienda,  le  había  entregado 
también  su  voluntad  y  todo  cuanto  tenía,  y  a  sí  mismo. 


CAPÍTULO  LXXI 

DE  LA  CASTIDAD  Y  DE  LA  LUJURIA 

— La  castidad  y  la  lujuria  son  contrarias,  y  cuanto  mayo- 
res son,  más  contrarias  son  entre  sí  y  más  se  apartan  una 
de  otra. 

Sucedió  una  vez — dijo  el  ermitaño — que  a  un  hombre 
viejo  y  lujurioso  le  dieron  por  mujer  una  doncella  muy  her- 
mosa, muy  casta  y  de  muy  santa  vida  1 ;  y  las  gentes  que  los 
conocían  se  admiraban  mucho  de  que,  siendo  él  viejo,  fuese 
lujurioso,  y  de  que,  siendo  ella  joven,  fuese  casta.  Sucedió 
un  día  que  el  demonio  tentó  a  la  mujer  de  lujuria  y  al  ma- 
rido de  celos;  y  el  marido,  no  contrastando  al  demonio,  fué 
atormentado  de  esta  pasión,  y  la  mujer,  contrastándole,  se 
mantuvo  firme  en  la  castidad  y  tuvo  paciencia  para  sufrir 
palabras  muy  injuriosas  que  su  marido  la  dijo,  ciego  de  su 
pasión.  Sucedió  otro  día  que  el  marido  puso  las  manos  en 

8  Falta  aquí  la  frase  «Maravillóse  Liberalidad  de  que  tuviese  tan 
pocos  mantenedores,  y  de  que  la  Avaricia  tuviese  tantos». 

1  Vuelve  aquí  a  repetir  el  autor  :  «y  su  marido,  que  vivía  con 
ella,  era  hombre  lujurioso  y  de  mala  vida». 


S3o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


ella  y  la  maltrató  mucho  de  obra  y  de  palabra,  y  por  este 
motivo  el  demonio  en  aquel  día  la  tentó  más  que  nunca2,  y 
la  hubiera  vencido  a  no  memorar  ella  que  Dios  ama  la  cas- 
tidad y  desama  la  lujuria,  y  ama  la  paciencia  y  aborrece  la 
impaciencia;  por  lo  que  la  mujer  amó  la  grandeza  de  la 
castidad  y  de  la  paciencia,  y  alabó  a  Dios  porque  la  había 
puesto  en  estado  de  poder  adquirir  gran  mérito  con  la  ob- 
servancia de  estas  virtudes.  Y,  habiendo  acabado  su  oración, 
se  admiró  de  que  hubiese  podido  caber  en  ella  pensamiento 
alguno  ni  inclinación  a  la  lujuria,  por  más  que  el  demonio 
la  tentase  ni  su  marido  la  maltratase;  y  en  tanto  que  así 
se  maravillaba  de  sí  mesma  y  a  sí  mesma  se  menospreciaba, 
conoció  que  aquel  pensamiento  había  sido  pecado  venial  mul- 
tiplicado por  la  tentación  del  demonio  y  por  los  malos  tratos 
de  su  marido,  y  que  aquello  con  que  ella  vencía  la  tentación 
era  caridad,  justicia,  fortaleza,  abstinencia,  [castidad]  y 
paciencia,  y  entonces  se  consoló  mucho. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  por 
el  ver  y  por  el  oír  se  mueva  la  sensitiva  en  el  hombre  al 
deleite  de  la  lujuria  3 ;  y  que  por  la  sensitiva  se  mueva  la 
imaginativa,  contemplando  la  belleza  de  las  facciones  y  oyen- 
do palabras  deshonestas.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  dos  mo- 
vimientos hay  en  el  hombre,  el  uno  corporal  y  el  otro  espi- 
ritual; el  corporal  se  mueve  por  la  vista  y  los  otros  sentidos 
corporales,  y  el  espiritual  por  la  memoria,  el  entendimiento 
y  la  voluntad.  Por  lo  que  sucede  que  por  ver,  oír,  imaginar 
o  tocar  corporalmente  es  el  hombre  tentado  de  la  lujuria,  y 
entonces  se  causa  el  movimiento  o  tocamiento  en  el  alma 
de  consentirla  o  de  contrastarla,  moviendo  la  memoria  al 
entendimiento  y  a  la  voluntad  4,  y  moviendo  el  entendimien- 
to a  la  memoria  y  a  la  voluntad;  y  esto  mismo  hace  la  vo- 
luntad consintiendo  o  contrastando  a  las  otras  dos  poten- 
cias; y,  si  el  movimiento  espiritual  consiente,  se  sigue  el  cor- 
poral, y  si  no  consiente,  es  vencido  éste  por  aquél,  y  se  gana 
gran  mérito  amando  la  castidad  y  aborreciendo  la  lujuria. 

Has  de  saber,  hijo,  que  un  obispo  era  lujurioso  y  amaba 
a  una  mujer  muy  casta,  a  quien  había  rogado  muchas  veces 
condescendiese  a  sus  sacrilegos  deseos  5 ;  y  la  buena  mujer  le 
decía  siempre  que  se  apartase  de  ella  y  que  no  quisiese  dar 
de  comer  al  lobo  las  ovejas  que  le  habían  encomendado.  Pero 
el  obispo  la  persiguió  tanto,  que,  no  hallando  la  buena  mu- 


2  Versión  muy  amplificada. 

3  El  texto  original  prosigue  «car  veer  bellesa  de  faysons,  e  hoir 
peraules  de  luxúria,  mou  la  sensitiva  a  carnal  delit  ;  e  açò  mateix 
fa  la  ymaginativa». 

!  El  texto  castellano  dice,  equivocadamente,  «moviendo  el  apetito 
a  la  memoria,  al  entendimiento  y  a  la  voluntad». 
3  Traducción  retórica  de  «que  faés  sa  volentat». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  Jl 


jer  otro  modo  de  desengañarle,  le  hizo  introducir  secreta- 
mente en  su  cuarto,  y  delante  de  dos  criadas  y  de  un  sobrino 
suyo  se  desnudó,  y  se  mostró  al  obispo  con  la  camisa  sucia 
de  la  suciedad  menstrual  °,  y  le  dijo  que,  si  tenía  ojos,  que 
mirase  por  lo  que  perdía  la  castidad  y  deshonraba  al  cuerpo 
de  Jesucristo  cuando  le  sacrificaba  en  la  misa,  y  que  si  la 
amaba,  para  qué  la  quería  hacer  caer  en  la  ira  de  Dios,  en 
la  de  su  marido,  en  la  de  sus  parientes  y  en  el  menosprecio 
de  todas  las  gentes  7 ;  de  cuyas  palabras  el  obispo  tuvo  gran 
vergüenza  y  contrición,  y  se  maravilló  de  su  locura  y  de  la 
gran  castidad  y  virtud  de  la  mujer,  y  fué  después  hombre 
justo  y  de  santa  vida. 

— Señor — dijo  Félix — ,  la  lujuria,  ¿por  qué  es  pecado? 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  Padre  engendra  a  Dios 
Hijo  con  orden  en  su  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder, 
sabiduría,  justicia  y  voluntad;  y  por  esto  quiere  Dios  que 
en  el  matrimonio  sea  orden  de  bondad,  grandeza,  poder, 
justicia,  voluntad  y  sabiduría,  cuyo  orden  se  mantiene  con 
la  castidad  y  se  corrompe  con  la  lujuria.  Y  por  esto  y  por- 
que tiene  concordancia  con  la  castidad,  se  ha  dado  virtud 
al  sacramento  del  matrimonio,  para  que  entre  sí  una  vir- 
tud con  otra  virtud  mutuamente  concuerden  (esto  es,  la 
virtud  de  la  castidad  con  la  del  matrimonio)  s. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  quitó  a  un  ca- 
ballero su  mujer  para  pecar  ilícitamente  con  ella;  por  lo  que 
así  el  rey  como  la  mujer  delinquieron  contra  la  justicia,  bon- 
dad, grandeza,  etc. 9;  y  el  caballero  se  admiró  mucho  de  que 
el  rey  tuviese  mayor  amor  a  la  lujuria  que  a  todas  estas 
virtudes,  que  con  las  dignidades  o  atributos  de  Dios  tienen 
similitud. 

— tSeñor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  lo  que  oí 
contar  una  vez.  — ¿Qué  fué? — dijo  el  ermitaño:  y  Félix  pro- 
siguió diciendo:  — <Un  hombre  tenía  mujer,  a  quien  hacía 
muchas  injurias;  pero  ella  era  buena,  y  casta,  y  leal  a  su 
marido.  Y  al  mismo  tiempo  había  otro  hombre  que  hacía  a 
su  mujer  todos  los  beneficios  que  podía  y  le  daba  gusto  en 
todo  10,  y  ella  era  lujuriosa  y  de  mala  vida.  Y  de  esto  procede 
mi  maravilla,  porque  la  una  era  casta  y  buena,  no  obstan- 
te los  pesares  que  su  marido  la  daba,  y  la  otra  era  ma¡ 

8  En  el  original,  «que  era  sutza  d  sutzetat  vergonyosa  a  nomenar 
e  a  tocar». 

7  El  catalán  prosigue  «e  que  fos  enamiga  de  castedat  e  sotsraesa 
a  luxúria». 

8  El  original,  más  breve  y  conciso,  dice  solamente  :  «E  per  açò, 
fill,  és  donada  virtut  en  lo  segrament  de  matrimoni,  ta  qual  virtut 
ab  castedat  ha  concordança.» 

8  Ramón,  incansable  en  sus  repeticiones,  escribió  aquí — v  repitió 
dos-  líneas  más  abajo —  :  «contra  justicia  de  bonea,  granea,  poder, 
saviesa,  volentat». 

10  «y  le  daba  gusto  en  todo»  es  una  inútil  amplificación  retórica. 


832  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


lujuriosa,  no  obstante  los  placeres  y  gustos  que  su  marido 
la  hacía. 

A  lo  que  el  ermitaño  respondió  diciendo:  — Hijo,  la  bon- 
dad, grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría,,  voluntad  [y  Vir- 
tud] de  Dios  tienen  mayor  similitud  con  la  buena  mujer,  que 
amaba  la  castidad,  que  la  malicia,  grandeza,  poder  y  locura 
del  mal  marido  con  la  lujuria ;  y  por  esto  la  lujuria  no  tenía 
poder  contra  la  buena  mujer,  ni  la  castidad  le  tenía  para 
contener  la  mala,  que  amaba  más  la  lujuria  que  los  placeres 
y  gustos  que  su  marido  la  daba,  aunque  éstos  tenían  algu- 
na similitud  con  la  castidad  u. 

Has  de  saber,  'hijo,  que  la  Castidad  iba  una  vez  por  los 
lugares  más  encumbrados  y  por  los  valles  más  humildes,  y 
por  todas  partes  encontraba  a  la  Lujuria,  que  cada  día  más 
y  más  se  multiplicaba  y  crecía.  Sucedió  un  día  que  la  en- 
contró en  un  prelado  y  en  una  mujer  de  orden  12.  Pasó  más 
adelante,  y  la  encontró  entre  hermano  y  hermana  y  entre 
un  marido  y  su  mujer.  Y  la  Castidad  se  maravilló  de  que 
la  Lujuria  fuese  tan  grande,  y  por  ello  lloró,  al  mismo  tiem- 
po que  se  alegró  la  Lujuria,  la  que  tenía  tantos  parciales 
y  tan  abundantes  de  riquezas,  de  honras  y  de  bienes,  que 
se  maravillaba  de  que  la  Castidad,  siendo  tan  poca,  pudie- 
se vivir  ni  habitar  en  el  mundo.  Y,  en  tanto  que  la  Lujuria 
se  maravillaba,  un  hombre  que  se  había  huido  de  una  reli- 
gión vino  con  una  loca  mujer' a  quien  amaba,  el  que  estaba 
muy  mal  vestido  y  con  gran  pobreza;  y  por  el  mucho  frío 
que  hacía,  temblaba;  y  cuando  la  Castidad  vió  aquel  loco 
hombre  lujurioso,  perdido  por  la  loca  mujer,  se  maravi- 
lló mucho  de  que  por  tan  sucio  y  vil  pecado  como  el  de  la 
lujuria  hubiese  dejado  su  religión  y  estuviese  en  tanta  po- 
breza, desgracia,  suciedad  y  vileza,  y  expuesto  a  una  con- 
denación eterna. 


31  Falsa  interpretación  de  «qui  ab  castedat  havien  alcuna  sem- 
blança» ;  y  prosigue  el  original  :  «E  contrestave-y  la  foylla  fembra 
ab  les  semblances  de  luxúria,  les  quals  més  amava  e  menbrave,  que 
les  sembCances  de  castedat.» 

13  Según  el  original,  «...  en  un  hom  de  orde  e  en  una  fembra  de 
orde...»,  es  decir,  en  un  religioso  y  en  una  religiosa. 


FKLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  J2  833 

■j  " 


CAPÍTULO  LXXTI 
De  la  diligencia  y  acidia 

— Has  de  saber,  hijo — -dijo  el  ermitaño — ,  que  Dios  ha 
creado  al  hombre  para  que  le  ame  y  le  conozca;  y  porque 
Dios  es  muy  digno  de  ser  amado  y  conocido,  quiere  que  el 
hombre  mucho  le  ame  y  le  conozca  mucho,  y  que  de  este 
amar  y  conocer  tenga  principio  y  nazca  la  diligencia,  esto 
es,  el  ser  el  hombre  diligente  en  amar  y  conocer  a  Dios, 
pues  que  Dios  es  tan  digno  de  ser  amado  y  conocido. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cuando  el  hombre  se  desvía 
del  fin  para  que  fué  creado,  opera  contra  su  fin ;  por  lo  que, 
cuando  no  se  emplea  en  amar  y  entender  a  Dios,  o  entiende 
a  Dios  y  no  le  ama,  está  acidioso  y  no  tiene  cuidado  ni  di- 
ligencia de  aquello  para  que  es  creado;  y  de  esto  nace  en  él 
la  acidia  y  el  aborrecer  el  bien  ajeno  y  complacerse  del 
mal  del  prójimo. 

Hijo,  la  bondad  de  Dios  que  es  Padre  no  cesa  de  engen- 
drar a  Dios  que  es  Hijo,  porque  es  bueno  engendrar  hijo 
que  sea  Dios  infinito  en  bondad  y  perfección ;  y  esto  mismo 
sucede  de  la  grandeva  que  es  Padre  en  Dios,  que  no  cesa 
de  engendrar  Hijo  Dios,  que  es  grande  e  infinita  bondad, 
y  así  de  sus  demás  dignidades.  Y  por  ser  así,  es  justa  cosa 
y  razonable  que  el  hombre  sea  diligente  en  hacer  bien  gran- 
de y  durable  con  todo  su  poder;  y  cuando  es  negligente  en 
hacerle,  es  acidioso  y  contrario  a  la  operación  que  Dios 
tiene  en  sí  mesmo  y  a  la  que  tiene  en  las  criaturas. 

Hijo,  porque  Dios  ama  el  bien  y  el  gran  bien,  y  desama 
el  mal  y  el  gran  mal,  y  cuanto  más  es  grande  el  mal,  más 
le  desama,  está  el  hombre  obligado  a  desamar  el  mal  y  a 
amar  el  bien,  y  a  ser  diligente  en  hacerle,  y  a  desamar  o 
aborrecer  más  el  mal  cuanto  es  más  grande;  y  cuando  no 
lo  hace  así,  es  acidioso  y  obra  contra  Dios  y  contra  su 
prójimo. 

Por  cuyas  palabras  Félix  entendió  los  principios  de  la 
diligencia  y  de  su  opuesta  la  acidia,  que  el  ermitaño  había 
sentado;  y  dijo  se  admiraba  mucho  de  que  la  acidia  pueda 
ser  en  este  mundo  mayor  que  la  diligencia,  siendo  los  prin- 
cipios de  la  diligencia  tan  buenos  y  los  de  la  acidia  tan 
malos. 

é — 'Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Jesucristo  vino  al  mundo  y 
en  él  fué  muy  diligente  en  amar,  loar  y  servir  a  Dios  Padre, 
que  le  envió  a  ser  hombre.  Y  el  mismo  Cristo  fué  tan  dili- 


27 


834  OBRAS  LITERARIAS  DE  *RAMON  LLULL 


gente  en  salvar  al  hombre,  que  se  sujetó  a  trabajos,  a  tor- 
mentos y  a  la  muerte;  y  esto  mismo  quiso  que  hiciesen  los 
apóstoles  y  los  mártires,  los  cuales  fueron  muy  diligentes 
en  cumplir  con  los  Evangelios,  y  en  anuarios  y  predicarlos 
por  todo  el  mundo,  y  en  padecer  trabajos  y  muerte  por  su 
extensión  K 

En  tanto  que  él  ermitaño  decía  estas  palabras,  Félix  se 
maravillaba  cómo  los  compañeros  de  Jesucristo  que  están 
en  este  mundo  en  grandes  prosperidades  y  honras,  son  tan 
poco  diligentes  en  solicitar  que  se  le  dé  el  grande  honor  que 
le  compete ;  porque,  si  ellos  lo  fuesen,  harían  que  en  el  mun- 
do fuese  más  honrado,  conocido,  servido  y  amado  que  lo  es. 

— Además  has  de  saber,  hijo — '«dijo  el  ermitaño — ,  que  la 
acidia  es  contraria  del  bien  común  y  del  bien  especial,  y 
que  lo  es  mucho  más  del  primero  que  del  segundo;  y  por- 
que en  este  mundo  hay  más  de  acidia  que  de  diligencia, 
tiene  el  hombre  en  él  mayor  diligencia  en  el  bien  especial 
que  en  el  común ;  y  por  ello  la  diligencia  está  en  él  desorde- 
nada, porque,  debiendo  ser  mayor  en  el  bien  común  que  en 
el  especial,  y  siendo  al  contrario,  mayor  en  el  especial  que 
en  el  común,  es  causa  de  que  la  acidia  también  sea  mayor 
en  el  bien  común  que  en  el  especial. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  pecador,  al 
cual  Dios  daba  trabajos  en  el,  mundo  por  los  pecados  que 
hacía,  y  él  se  impacientaba  de  ellos  en  sus  enfermedades, 
por  la  pérdida  de  sus  hijos,  parientes,  amigos  y  riquezas, 
por  cuya  impaciencia  tenía  acidia;  y  cuando  oía  decir  que 
a  algún  hombre  le  sucedía  algún  bien,  tenía  pesar,  y,  al 
contrario,  cuando  oía  decir  que  baibía  sucedido  algún  mal, 
tenía  placer.  Sucedió  un  día  que  él  perdió  algún  caudal  en 
una  mercadería,  de  que  tuvo  gran  pesar;  y,  estando  con  él, 
oyó  decir  que  un  mercader  había  perdido  mil  libras,  y  se 
alegró,  y  que  otro  había  ganado  ciento,  y  volvió  a  entris- 
tecerse; de  lo  que  se  maravilló,  y  consideró  en  qué  podía 
consistir  el  que  él  tuviese  disgusto  de  su  mal  y  placer  del 
mal  ajeno,  y  displicencia  de  que  los  demás  tuviesen  alguna 
ganancia  o  se  les  siguiese  algún  bien;  y  entonces  conoció 
que  él  era  acidioso,  por  la  impaciencia  que  tenía  de  los  tra- 
bajos que  Dios  le  enviaba,  y  que  estos  trabajos  Dios  se  los 
enviaba  por  ser  pecador:  por  lo  que  fué  paciente  y  salió  de 
pecado,  y  después  no  tuvo  más  acidia,  antes  fué  diligente, 
así  en  amar  a  Dios  como  a  su  prójimo. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  ciudadano  muy 
rico  y  honrado,  el  cual  vivía  de  sus  rentáis  y  sin  trabajar, 
comiendo,  y  bebiendo,  y  paseándose;  por  lo  que,  estándose 


•  3  «por  su  extensión»  :  añadidura  inútil  ;  lo  mismo  que,  más  abajo, 
«servido  y  amado  que  lo  es», 


I  I  I. IX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  72 


835 


siempre  ocioso  y  sin  hacer  cosa  alguna  útil,  sentía  en  sí 
continuamente  una  gran  tristeza  y  fastidio  de  todo,  de  que 
le  dimanó  el  volverse  acidioso  y  tener  placer  del  mal  y 
desplacer  del  bien;  y  este  placer  del  mal  le  causaba  des- 
placer, porque  el  mal  no  era  mayor;  y  el  bien  que  aborre- 
cía le  aumentaba  también  la  tristeza,  porque  había  tantas 
cosas  buenas ;  de  lo  que  le  dimanaba  el  estar  de  todos  modos 
sujeto  al  trabajo  y  a  la  penalidad  por  causa  de  la  ociosidad, 
la  que  le  ocasionaba  la  acidia  que  padecía. 

Además  has  de  saber  que  un  santo  peregrino  pasó  a 
visitar  la  Tierra  Santa,  y,  estando  en  Jerusalén  y  conside- 
rando que  los  sarracenos  poseen  aquel  sagrado  lugar,  se 
maravilló  mucho  de  que  los  cristianos  se  le  dejasen  poseer 
por  su  negligencia.  Y,  estando  en  esta  consideración  2,  entró 
en  una  mezquita  de  los  moros,  donde  vió  que  honraban  a 
Mahoma,  el  cual  dijo  a  los  que  le  seguían  que  Cristo  no 
era  Dios;  y  volvió  a  maravillarse  de  nuevo  de  que  los  cris- 
tianos sean  tan  negligentes  que  no  prediquen  y  muestren 
el  camino  de  la  verdad  a  los  infieles.  Por  lo  que  se  enca- 
minó a  los  príncipes  y  prelados  de  ila  cristiandad,  amones- 
tándolos que  fuesen  diligentes  en  honrar  a  Jesucristo;  pero, 
aunque  todos  le  decían  que  tenían  obligación  de  hacerlo, 
ninguno  tomaba  a  su  cargo  el  ejecutarlo  con  tanto  fervor 
como  el  peregrino  deseaba;  de  lo  que,  admirado,  dijo  que 
entre  estos  grandes  personajes  vivía  la  acidia  y  moría  la 
diligencia. 

— Hijo — Klijo  el  ermitaño — ,  la  acidia  es  un  pecado  muy 
secreto,  así  como  la  gula;  porque  muchos  hombres  hay  go- 
losos y  acidiosos  que  no  creen  serlo;  y  por  esto  preguntó 
un  canónigo  a  un  obispo,  a  sus  compañeros  y  a  los  princi- 
pales de  una  ciudad  que  dónde  estaba  la  acidia  que  tenían. 

— Y  ¿cómo  fué  eso? — dijo  Félix.  A  que  el  ermitaño  res- 
pondió: — En  una  ciudad  había  un  hospital  destruido  por 
culpa  de  sus  malos  administradores;  y  por  esta  causa  pa- 
decían los  pobres  mucha  falta  de  camas  y  de  viandas,  y 
aun  alguna  vez  sucedió  hallarlos  muertos  de  frío-  y  de  ham- 
bre. De  este  hospital  era  patrón  el  obispo  y  el  cabildo,  por 
haberlo  dejado  así  dispuesto  el  que  lo  fundó,  pero  con  la 
condición  que,  si  no  lo  administraban  bien,  se  debiesen  cui- 
dar de  ello  los  regidores  de  aquella  ciudad,  y  que  después 
el  cabildo  ni  ed  obispo  no  pudiesen  tener  sobre  él  la  más 
mínima  señoría.  Al  canónigo  que  hemos  dicho  le  remordía 
la  conciencia  por  la  mala  administración  del  hospital;  y 
así  lo  dijo  muchas  veces  al  obispo,  al  cabildo  y  a  los  regi- 


-  También  este  pasaje  se  suele  tener  por  autobiográfico,  y  confir- 
maría aquel  viaje  de  circunnavegación  en  torno  al  Mediterráneo,  de 
que  se  ha  hablado  en  la  Introducción  de  este  volumen. 


'836 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dores ;  pero  todos  eran  tan  negligentes,  que  unos  por  otros  se 
excusaban.  Y  por  esto  preguntó  el  canónigo  si  la  acidia  se 
hallaba  entre  ellos;  y,  si  se  hallaba,  en  cuál  de  ellos  era 
mayor. 


CAPÍTULO    L  XX  III 

DE  LA  HUMILDAD  Y  DE  LA  SOBERBIA  1 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — la  humildad  y  la  soberbia 
son  contrarios  en  grandeza  y  pequenez,  por  cuya  causa 
tienen  mayor  contrariedad  en  unos  hombres  que  en  otros, 
porque,  así  como  en  unos  puede  ser  mayor  la  humildad, 
puede  en  otros  ser  mayor  la  soberbia. 

Amado  hijo,  en  cuanto  Dios  creó  al  hombre  a  su  imagen 
y  semejanza,  es  Dios  humilde,  pues  al  hombre,  a  quien  creó 
de  la  nada,  siendo  en  sí  cosa  tan  frágil  y  mala,  en  compa- 
ración de  la  gran  nobleza  de  Dios,  se  dignó  darle  su  simi- 
litud; y  porque  es  Dios  humilde,  quiere  que  el  hombre  sea 
humilde,  para  que  su  humildad  tenga  su  semejanza  en  El, 
así  como  la  tienen  los  demás  atributos  2. 

Hijo,  la  bondad  de  Dios,  y  la  magnitud,  y  las  demás 
dignidades  suyas,  se  humillaron  a  la  bondad,  magnitud  y 
demás  dignidades  del  hombre,  en  cuanto  las  hicieron  a  su 
semejanza;  y  la  humildad  del  hombre  es  buena  y  es  gran- 
de, etc.,  cuando  se  humilla  a  honrar,  servir,  obedecer  [ben- 
decir,] amar  y  loar  la  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder, 
sabiduría  y  voluntad  de  Dios. 

Hijo,  ya  has  entendido  la  raíz  de  la  humildad  de  Dios 
y  de  la 'que  hay  en  el  hombre  cuando  empieza  a  amar  y 
servir  a  este  divino  Señor:  la  humildad  de  un  hombre  para 
con  otro  hombre  nace  y  se  mantiene  humillando  cada  uno 
su  bien,  su  grandeza,  su  poder,  etc.,  al  bien,  a  la  grandeza 
y  al  poder  del  prójimo,  de  forma  que  haya  entre  uno  y  otro 
caridad  y  justicia,  'que  son  las  que  la  producén;  y,  al  con- 
trario, nace  en  ellos  la  soberbia  cuando  la  bondad  de  un 
hombre  no  tiene  concordancia  con  la  bondad  de  otro,  y  la 
voluntad  de  cada  uno  está  rebelde  y  quiere  que  su  bien  sea 
mayor  que  el  bien  del  otro,  contra  la  caridad  y  la  justi- 
cia. Ya  sabes,  hijo,  que  Dios  se  humilló  a  la  naturaleza  del 
hombre  cuando  la  tomó  en  nuestra  Señora  Santa  María,  Vir- 
gen gloriosa,  pues  fué  gran  humildad  que  la  naturaleza  de 


1  Ramón,  dice  :  «á'ergtill». 

2  Esta  última  frase  «así  como...»  es  una  añadidura. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  73 


337 


Dios,  inmensa  en  bondad,  [grandeza,  eternidad,]  sabiduría, 
poder,  [.voluntad]  y  perfección,  se  quisiese  unir  con  la  na- 
turaleza del  hombre,  finita  en  bondad,  grandeza,  poder,  sa- 
biduría, voluntad  [y  perfección). 

.  Amado  hijo,  todas  cuantas  criaturas  son,  no  son  tan 
nobles  como  la  humanidad  de  nuestro  Señor  Jesucristo,  y 
esta  tan  buena,  tan  noble  y  tan  excelente  humanidad  la  hu- 
milló Dios  a  la  mayor  humildad,  haciendo  que  fuese  pobre, 
perseguida,  vendida,  atormentada,  [trabajada,  despreciada] 
y  muerta  en  una  cruz,  sufriendo  que  todo  esto  fuese  ejecu- 
tado por  hombres  viles. 

Hijo,  has  de  saber  que  una  vez  un  hombre  soberbio  que 
había  dicho  y  hecho  villanas  acciones  y  palabras  contra  un 
vecino  suyo,  que  las  había  llevado  con  gran  paciencia  y  re- 
signación, se  fué  a  encontrar  a  un  sabio,  al  que  contó  lo 
que  le  había  sucedido,  y  cómo  se  hallaba  arrepentido  de  los 
malos  tratos  que  a  su  vecino  había  hecho,  porque  la  pacien- 
cia con  que  éste  los  había  sufrido  le  había  dado  ejemplo 
para  conocer  su  defecto,  por  lo  que  deseaba  ser  humilde; 
y  así  suplicó  al  sabio  le  dijese  cómo  podría  conseguirlo,  el 
cual  le  respondió  que  aplicase  siempre  su  memoria  a  memo- 
rar la  gran  humildad  de  Dios,  la  cual  manifestó  cuando  quiso 
que  el  hombre  se  le  semejase,  que  fué  cuando  le  creó;  y 
cuando  quiso  ser  hombre  y  humillarse  a  la  muerte,  que  fué 
cuando  le  recreó;  y  cuando  quiso  también  que  nuestra  Se- 
ñora y  los  apóstoles  todos  fuesen  humildes  y  sujetos  a  pa- 
decer pobreza,  trabajos,  peligros  y  tormentos.  También 
— dijo — se  humilla  Dios  todos  los  días  a  los  pecadores,  es- 
perando que  hagan  penitencia,  cuando  ellos  todos  los  días 
le  deshonran  y  blasfeman,  habiéndoles  dado  el  ser  y  los 
bienes  temporales.  Y  como  todavía  aquel  sabio  hombre  co- 
nociese que,  aun  después  de  haber  dicho  esto,  el  soberbio 
no  se  movía  a  ser  humilde,  le  dijo  reparase,  además  de  lo 
referido,  que  la  humildad  de  Dios  ha  humillado  su  poder  al 
poder  del  hombre  en  los  siete  sacramentos,  con  los  cuales 
el  hombre  usa  del  poder  de  Dios;  y  que  también  Dios  ha 
humillado  su  honor  y  su  poder,  dando  poder  y  libertad  al 
hombre  para  que  pueda  en  este  mundo  honrarle  o  deshon- 
rarle, dándole  o  quitándole  el  culto;  amarle  o  desamarle, 
etcétera  3.  Y  cuando  el  hombre  soberbio  oyó  estas  palabras, 
se  admiró  tanto  de  la  gran  humildad  de  Dios,  que  en  aquel 
instante  hizo  propósito  de  ser  humilde  toda  su  vida. 

— Señor — dijo  Félix — ,  habiendo  llegado  yo  una  vez  donde 
había  muchos  religiosos  y  saludádolos  cortésmente  y  con 
gran  humildad,  ellos  no  lo  hicieron  conmigo,  ni  les  debí  nin- 
guna atención.  Y,  habiendo  después  llegado  un  hombre  rico, 


3  Versión  muy  libre. 


,838 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


se  levantaron  todos  y  le  cortejaron  mucho,  de  que  yo  me  ad- 
miré y  enojé,  hasta  que  conocí  que  ellos  eran  soberbios  y 
que  yo  también  lo  era,  pues  ellos  habían  honrado  la  riqueza 
en  el  rico  y  despreciado  la  pobreza  en  mí,  y  yo  había  sen- 
tido el  ser  despreciado  por  ellos 4. 

— Hijo— dijo  el  ermitaño — ,  si  tú  quisiste  en  esta  oca- 
sión ser  honrado  por  ti  mesmo,  es  cierto  que  fuiste  sober- 
bio; pero  si  tú  quisiste  que  te  honrasen  por  la  representa- 
ción que  de  Jesucristo  hace  el  pobre,  no  lo  eres  de  ningún 
modo,  pues  tu  obligación  es  solicitar  que  el  mundo  te  me- 
nosprecie en  cuanto  a  ti  y  que  aprecie,  honre  y  alabe  lo 
que  tú  representas  de  Jesucristo  y  de  sus  obras  5.v 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿qué  es  la  causa  de  que  el  hom- 
bre sea  soberbio,  siendo  como  es  corruptible  y  mortal,  y 
engendrando  en  su  vientre  tan  asquerosos  excrementos  y  dé 
su  cuerpo  tantos  gusanos?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en 
Dios,  como  en  su  centro,  está  toda  la  nobleza,  toda  la  per- 
fección y  toda  la  bondad;  y  por  esto  el  hombre  ama  ser 
bueno,  noble  y  perfecto  en  todo,  para  semejarse  a  Dios  en 
lo  posible;  pero  cuando  convierte  estos  deseos  de  nobleza 
y  bondad  en  obras  injuriosas  y  viles  pensamientos,  se  vuelve 
soberbio  6 ;  y,  al  contrario,  cuando  ama  ser  bueno,  noble  y 
perfecto  con  humildad  y  con  deseo  de  sujetarse  con  toda  su 
posibilidad  a  servir  y  amar  a  Dios,  consigue  con  facilidad 
ser  bueno,  noble  y  perfecto  en  todo. 

Y  así  has  de  saber  que  había  un  labrador  que  tenía  her- 
mosa mujer  y  bien  nacida,  y  por  esto  la  amaba  mucho,  y  la 
adornaba,  la  hacía  estar  ociosa  y  la  alimentaba  con  exqui- 
sitos manjares  7.  Y  como  ella  se  contemplaba  hermosa  y  no- 
ble y  veía  que  el  labrador  la  honraba  más  que  a  sí  mismo, 
era  soberbia  y  le  menospreciaba,  de  cuyo  menosprecio  di- 
manó el  caer  en  pecado  de  (lujuria;  el  labrador  se  admiraba 
mucho  de  verla  tan  soberbia  y  se  admiraba  mucho  más  de 
que,  cuanto  más  da  amaba  y  honraba,  más  soberbia  se  tor- 
naba. 

Has  de  saber  que  una  vez  se  encontraron  la  Grandeza  y 
la  Pequeñez,  y  entre  las  dos  contrajeron  matrimonio,  del 


4  «...  e  que  jo  fos  erguyllós,  per  ço  con  fuy  despagat  com  no 
m 'avien  honrat  aytant  o  pus  com  lo  hom  rich,  pus"  que  jo  són  servidor 
de  Déu,  e  lo  hom  rich  és  ajustador  de  diners.» 

B  Todo  este  párrafo  está  traducido  con  excesiva  libertad.  Una 
versión  más  exacta  diría  :  «Hijo — dijo  e!l  ermitaño — ,  si  vos  quisie- 
seis ser  honrado  por  los  religiosos  para  que  honrasen  a  Dios  en  vos, 
entonces  fuerais  excusado  de  orgullo,  si  en  vuestro  ánimo  Os  plu- 
guiese que  vos,  en  cuanto  vos,  fueseis  menospreciado  de  las  gentes  ; 
mas  si  vos  mismo  quisieseis  que  ellos  mismos  os  honrasen,  entonces 
estad  cierto  que  fuisteis  orgulloso,  en  cuanto  os  dolisteis  de  que  no 
os  tributasen  honor.» 

6  amas  con  hom  aquesta  natura  converteix  en  injuria,  e  ab  vils 
feyts  que  fa,  vol  ésser  bo  e  noble,  adonchs  esdevé  erguyllós.» 

7  «mils  que  a  si  mateix»,  precisa  pintorescamente  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  73 


cual  tuvieron  una  hija,  que  fué  la  Humildad,  la  que  fué  en- 
gendrada dándole  la  Grandeza  a  la  Pequeñez  parte  de  sí 
mesma,  y  estando  la  Pequeñez  con  humildad  debajo  de  la 
Grandeza,  haciéndole  siempre  mucha  reverencia  y  honor,  y 
deseando  que  la  Grandeza  fuese  en  todas  ocasiones  mayor 
que  ella. 

Además  has  de  saber — dijo  el  ermitaño — que  había  un 
zapatero  que  tenía  un  hijo,  a  quien  mucho  amaba;  y  era 
muy  rico,  por  lo  que  tenía  todos  sus  pensamientos  en  dar 
a  su  hijo  grandes  riquezas  y  buscarle  honrada  mujer,  no 
cuidándose  de  enseñarle  ningún  oficio,  sino  es  de  vestirle 
ricamente,  etc.  Siendo  ya  de  edad  suficiente,  el  mozo  dispuso 
casarse  con  una  hija  de  un  ciudadano  pobre,  que  consintió 
en  el  casamiento  a  vista  de  su  pobreza  y  de  la  riqueza  del 
zapatero.  Pero  cuando  la  muchacha  se  vió  en  casa  del  za- 
patero, se  ensoberbeció  mucho,  y  lo  mismo  hizo  su  hijo, 
despreciando  a  su  padre,  y  su  mujer  a  su  suegra,  de  forma 
que,  en  tanto  que  vivieron,  hubo  grandes  enemistades  y 
enojos  entre  el  zapatero  y  su  hijo,  y  entre  la  nuera  y  la 
suegra 8. 

También  has  de  saber  que  un  rey  tenía  un  hermoso  hijo, 
el  cual  había  encomendado,  para  que  le  educase,  a  un  sabio 
caballero.  Y,  como  un  día  fuesen  juntos  a  caballo  por  la  ciu- 
dad, y  el  hijo  del  rey  se  deleitase  en  la  lozanía  de  su  ca- 
ballo, en  sus  adornos  y  vestidos  y  en  la  aclamación  del 
pueblo,  conoció  el  caballero  que  aquel  príncipe  no  vivía  or- 
denadamente ni  tenía  el  espíritu  humilde,  antes  sí  vanaglo- 
rioso, por  su  juventud  y  belleza,  y  soberbio  por  el  reino  que 
esperaba  heredar  9.  Y  así,  buscando  ocasión  de  dárselo  a  en- 
tender, le  llevó  por  las  calles  de  la  ciudad  donde  estaban 
los  oficios,  y  le  dijo  que  él  había  de  ser  súbdito  de  todos 
aquéllos,  y  que  en  toda  la  ciudad  no  había  ningún  hombre 
con  tanta  sujeción  como  la  que  él  había  de  tener  después 
de  la  muerte  de  su  padre;  de  cuyas  palabras  el  príncipe 
se  maravilló  mucho,  por  lo  que  su  maestro  añadió  las  si- 
guientes : 

"En  una  villa  había  diez  caballeros  que  tenían  a  su 
cargo  la  custodia  de  un  castillo  perteneciente  a  su  príncipe, 
y  tenían  un  mayordomo  que  se  cuidaba  de  tenerlos  de  comer, 
vestir  y  lo  demás  necesario  a  costa  del  erario  del  mismo 
príncipe:"  Mucho  se  admiró  el  mozo  de  oír  estas  palabras  de 
su  maestro,  por  parecerle  no  eran  del  caso,  hasta  que  él, 
explicándoselas,  le  dijo  que  en  los  diez  caballeros  está  sig- 
nificado el  pueblo,  y  en  el  mayordomo  el  rey,  que  está  obli- 
gado a  asistirle  en  todas  sus  necesidades  y  de  mantenerle 

8  El  texto  catalán  dice  propiamente  «enfre  la  muller  del  sabater 
e  son  fill». 

•  Paráfrasis  más  que  traducción. 


840 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


en  paz  y  en  justicia,  sin  que  le  falte  que  vestir  al  desnudo 
ni  que  comer  al  hambriento  10.  Y,  habiendo  escuchado  aquel 
príncipe  a  su  maestro,  se  entristeció  mucho,  y  dijo  que  era 
grande  la  esclavitud  de  los  príncipes  en  este  mundo,  y  que 
así  debía  ser  mayor  su  humildad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  tenía 
en  su  palacio  un  hombre  que  por  devoción  y  humildad  an- 
daba pobremente  vestido,  aunque  de  noble  linaje  y  caballe- 
ro; y  en  el  mismo  palacio  tenía  dos  hermanos  que  eran 
hombre  soberbios  y  amaban  las  vanidades  de  este  mundo. 
Y  como  el  rey  era  también  soberbio,  se  avergonzaba  de  que 
fuese  su  privado  aquel  caballero  pobre,  aunque  era  humilde 
y  agradable  en  todos  sus  hechos  y  dichos;  y  al  contrario, 
se  divertía  y  alegraba  con  sus  dos  hermanos  que  eran  so- 
berbios y  orgullosos,  porque  congeniaban  más  con  él  y  por- 
que cada  uno  ama  su  semejante. 


CAPÍTULO  LXXIV 

DE    LA    CONTINENCIA    Y    DE    LA  ENVIDIA 

— -La  continencia,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  es 
un  contentarse  de  lo  que  uno  tiene  o  posee,  sin  desear  ni 
apetecer  otra  cosa,  por  lo  que  es  principio  de  la  templanza 
y  contraria  de  la  envidia,  que  es  vicio  mortal  y  deseo  des- 
ordenado contra  la  perfección  de  la  continencia.  Amado  hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  la  envidia  puede  ser  mayor  en  el  hom-' 
bre  rico  que  en  el  pobre,  pues  mayor  vicio  es  en  el  rico  el 
ser  envidioso,  no  teniéndose  por  contento  de  los  muchos 
bienes  que  Dios  le  ha  dado,  que  no  en  el  pobre,  que  carece 
de  ellos;  y  lo  mismo  es  de  la  continencia,  que  mayor  virtud 
es  en  el  nombre  rico  que  en  el  'pobre  \ 

De  cuyas  razones  se  maravilló  mucho  Félix,  por  pare- 
cerle  era  imposible  que  la  continencia  pudiera  ser  mayor  en 
el  hombre  rico  que  en  el  pobre,  respecto  de  que  el  hombre 
pobre  merece  más  contentándose  con  lo  poco  que  el  hombre 

10  He  ahí  el  original  luliano  :  «Meraveyllà's  lo  fill  del. rey  de  la 
semblança  que  el  maestre  li  deya,  car  no  ía  entès  tro  que  son  maes- 
tre li  dix  que  el  príncep  que  era  pres  significa  ánima  de  rey,  qui 
sta  presa  en  lo  obligament  per  què  és  elet  a  rey,  lo  qual  rey  és 
tengut  de  scoltar  los  hòmens,  e  que  los  tenga  en  tal  pau,  que,  per 
la  pau,  son  poble,  significat  per  los  -i-  cavallers,  haya  majordom, 
ço  és,  officials  dreturers,  qui  als  cavallers  satisfaça  en  tal  manera, 
que  lo  rey  ne  sia  scusat  a  Déu.» 

u  Desde  aquí  hasta  el  final  lo  añade  el  traductor. 

1  Todo  este  párrafo  está  muy  amplificado. 


FKLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  74  84 1 


rico  con  lo  mucho;  y  conociendo  el  ermitaño  su  admiración, 
le  dijo:  — Todos  los  bienes  y  perfecciones  vienen  de  Dios,  y 
cuanto  son  mayores,  son  mejores,  como  más  semejantes  a 
su  Creador;  y  así,  cuando  sucede  que  un  rico  y  perfecto  con 
toda  su  riqueza  y  perfección  sirve  a  Dios,  puede  hacer  y 
hace  mayor  bien  que  no  el  pobre  e  imperfecto,  y  si  esto  no 
fuese  así,  no  sería  cierto  lo  que  un  rey  dijo  a  un  ermitaño. 

— -Y  ¿cómo  fué  esto? — 'dijo  Félix.  A  que  el  ermitaño  res- 
pondió: — Un  rey  pasaba  por  un  desierto  con  gran  comitiva 
de  caballeros,  y  habiendo  en  él  un  ermitaño,  quiso  saber  si 
el  rey  era  hombre  justo  y  si  se  tenía  por  contento  de  la 
riqueza  que  Dios  le  había  dado.  Y  así  le  preguntó  si  con 
gran  riqueza  se  podía  vencer  la  envidia,  y  el  rey  le  res- 
pondió que  el  humano  deseo  es  más  fuerte  cuando  vence  la 
gran  tentación  de  la  envidia  que  cuando  vence  la  pequeña; 
por  cuyas  palabras  conoció  el  ermitaño  que  el  rey  no  era 
envidioso  y  que  con  toda  su  riqueza  vencía  la  envidia  y  ejer- 
citaba la  continencia,  para  poder  amar,  servir  y  honrar  a 
Dios,  y  se  maravilló  de  que  no  hubiese  muchos  reyes  y 
muchos  hombres  como  él  en  el  mundo. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  labrador  pobre  tenía 
una  viña  cerca  de  la  heredad  de  un  caballero  muy  rico,  y  el 
labrador  le  envidiaba  al  caballero  su  heredad,  y  el  caballero 
al  labrador  la  viña;  y  como  ambos  a  dos  fuesen  a  confesarse 
con  un  mismo  confesor,  el  confesor  dió  mayor  penitencia  al 
labrador  que  no  al  caballero,  porque  el  caballero  tenía  poder 
para  quitar  al  labrador  la  viña  y  no  lo  ejecutaba,  y  así 
contrastaba  más  y  con  mayor  continencia  a  la  envidia  que 
no  el  labrador. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  la  envidia  es  contra  la 
esperanza,  justicia,  caridad,  fortaleza  y  templanza,  y  con- 
cuerda con  todos  los  vicios  contrarios  a  estas  virtudes,  los 
que  se  multiplican  en  el  hombre  por  la  envidia,  así  como  las 
virtudes  por  la  continencia2. 

Cuando  Félix  entendió  lo  que  el  ermitaño  decía  de  la 
multiplicación  de  la  envidia  y  de  la  continencia,  dijo  se  ma- 
ravillaba mucho  de  que  la  envidia  se  hubiese  multiplicado 
tanto  en  el  mundo  y  tan  poco  la  continencia;  pues  las  vir- 
tudes que  tienen  alguna  similitud  con  Dios,  debían  ser  en 
mayor  número  entre  los  hombres  que  los  vicios,  que  no  la 
tienen. 

Lo  que  habiendo  oído  el  ermitaño  a  Félix,  se  admiró  de 
que  le  hubiese  hecho  tan  ardua  cuestión,  y  estuvo  pensativo 
mucho  tiempo  antes  de  saberle  responder;  pero  por  fin  le 

2  Suprime  aquí  el  autor  todo  un  párrafo  :  «Hon,  con  se  sdevé 
que  envera  muntiplica,  adonchs,  en  6on  muntiplicament,  muntipli- 
quen  los  contraris  de  les  virtuts  ;  e  con  continència  muntiplica, 
adonchs  muntiplican  los  contraris  dels  vicis.» 


342 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


dijo:  — En  una  ciudad  residían  un  rey  y  un  obispo,  ambos 
hombres  envidiosos  y  viciosos  y  de  mala  vida,  de  forma  que 
tomaban  mal  ejemplo  de  ellos  todos  los  habitantes;  pero 
mucho  peor  lo  tomaban  del  obispo  que  del  rey,  porque  el 
obispo,  según  su  oficio,  tiene  mayor  similitud  con  Dios  que 
no  el  rey,  y  esta  similitud,  cuando  deja  de  serlo  por  el  pe- 
cado, tiene  mayor  disimilitud  con  lo  bueno. 

Y,  habiendo  oído  Féjix  estas  razones,  entendió  la  solu- 
ción de  la  cuestión,  y  se  maravilló  del  gran  mal  que  causa 
la  envidia  en  el  prelado  envidioso,  y  de  ique  Dios  permita  que 
este  vicio  pueda  ser  mayor  en  los  sacerdotes,  cuando  ellos 
están  más  obligados  a  huirle  y  apartarse  de  él  que  los  secu- 
lares 3. 

— Has  de  saber  que  un  caballero  que  tenía  dos  escude- 
ros tenía  encomendada  su  asistencia  y  el  regalo  de  su  per- 
sona al  uno,  y  a  éste  le  fiaba  sus  secretos,  no  permitiendo 
que  el  otro  se  cuidase  más  que  de  su  caballo;  sucedió  que 
ambos  a  dos  consintieron  en  una  gran  traición  contra  su 
amo,  y,  habiéndolos  de  castigar,  mandó  que  al  primero  se 
le  diese  la  muerte  con  mayor  tormento  y  afrenta  que  al  se- 
gundo. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  obispo  tenía  un  cas- 
tillo muy  hermoso  en  su  obispado,  el  que  envidiaba  para 
propio  suyo,  por  dejársele  a  un  sobrino,  a  quien  mucho  ama- 
ba; y  el  príncipe  señor  de  aquella  tierra  envidiaba  también 
el  mesmo  para  sí  propio;  por  lo  que  se  movió  gran  cuestión 
entre  los  que  lio  supieron  sobre  en  euál  de  los  dos  era  más 
grave  el  pecado  de  la  envidia,  en  el  obispo  o  en  el  príncipe. 

También  has  de  saber  que,  habiéndose  encontrado  la 
Envidia  y  la  Continencia,  la  Continencia  le  dijo  a  la  Envi- 
dia: "¿Por  qué  me  persigues?  ¿No  sabes  que  aquel  pastor 
que  envidiaba  las  ovejas  de  su  señor  vivió  poco  tiempo,  por- 
que, habiéndole  muerto  para  quitárselas,  fué  luego  descu- 
bierta su  traición,  y  él  preso  y  sentenciado  a  muerte,  no 
habiendo  podido  gozar  de  las  ovejas  más  que  sólo  un  día?" 
A  que  respondió  la  EJnvidia:  "Y  tú,  ¿para  qué  me  contras- 
tas, pues  ves  que  soy  en  este  mundo  más  amada  y  más  hon- 
rada que  tú  y, tengo  muchos  más  que  me  siguen?  ¿No  te 
acuerdas  que  yo  estaba  en  un  rey  muy  poderoso  cuando  quitó 
a  un  caballero  su  hermosa  mujer,  y  tú,  aunque  estabas  en 
el  caballero,  no  tuviste  poder  contra  mí  ni  contra  el  rey 
para  defenderla ?  4  ¿Y  no  te  acuerdas  también  cuánto  fué 
grande  aquel  día  que  un  ciudadano  envidió  la  hija  de  una 
mujer  viuda  que  un  compadre  suyo  le  había  encomendado, 
y  envidió  también  un  huerto  con  el  cual  aquella  pobre  mujer 


::  «com  clergue  sia  pus  apropriat  a  servir  Déus,  que  lech.» 

4  «contra  mi,  qui  era  en  lo  rey»,  dice  más  gráficamente  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  75 


843 


vivía  y  alimentaba  sus  hijos,  y  que,  no  contento  con  haberle 
desflorado  la  hija,  le  usurpó  el  huerto?"  A  que  respondió  la 
Continencia:  "Bien  sé  cuán  grande  eres  en  este  mundo,  pero 
también  sé  cuán  grande  eres  en  la  ira  de  Dios;  y,  aunque 
yo  soy  pequeña  en  el  mundo,  soy  grande  en  su  bendición." 

También  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un 
trajinero  que  era'  continente,  tenía  una  mujer  e  hijos  y  un 
solo  jumento,  con  el  cual  ganaba  de  comer  para  sustentar- 
los; y  uno  de  sus  hijos  deseaba  la  muerte  de  su  padre 
para  heredarle  el  jumento,  sobre  que  se  pregunta  cuál  era 
mayor,  la  continencia  del  padre  o  la  envidia  del  hijo. 


CAPITULO  LXXV 

De  la  paciencia  y  de  la  ira 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félixi — ,  que 
la  paciencia  y  la  ira  son  contrarias,  porque  la  paciencia  es 
acto  del  espíritu  fortalecido  por  la  caridad,  justicia,  humil- 
dad y  esperanza;  y  la  ira  es  debilidad  del  espíritu  inflama- 
do de  la  vanidad,  soberbia,  injuria,  locura  y  mala  voluntad. 

Félix — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  paciente,  en  cuanto 
sufre  que  el  hombre ,  que  es  su  hechura  y  a  quien  creó  para 
amarle  y  servirle  l,  le  desame  y  desprecie  por  viles  cosas  y 
por  el  pecado;  y  porque  el  hombre  es  semejanza  de  Dios,  y 
Dios  tiene  paciencia,  quiere  que  el  hombre  la  tenga,  para 
que  le  sea  más  semejante.  Tanto  ama,  hijo,  Dios  la  pacien- 
cia, que  la  humana  naturaleza  que  tomó  quiso  que  fuese 
paciente  y  que  sufriese  como  hombre  el  ser  vendido,  pobre 
y  menospreciado,  atormentado,  desamparado  y  muerto,  todo 
para  darnos  ejemplo  y  camino  de  cómo  le  hemos  de  seguir 
y  cómo,  si  queremos  tener  su  similitud,  debemos  padecer 
pobreza,  tormentos  y  muerte  por  su  amor  y  honor. 

— Sepas,  hijo,  que  nuestro  Señor  Jesucristo  es  muy  pa- 
ciente, pues  habiendo  dado  tantas  riquezas  en  este  mundo 
a  muchos  hombres,  que  le  podían  hacer  amar,  honrar  y  co- 
nocer, no  lo  hacen,  y  Su  Majestad  sufre  este  deshonor  en 
tanto  que  viven  en  él,  pero  en  el  otro  los  maldecirá  y  cas- 
tigará con  fuego  eterno. 

Hijo,  con  la  paciencia  se  consigue  el  consuelo  y  la  ale- 
gría, y  por  la  ira  nos  viene  el  desconsuelo  y  la  tristeza;  y 
así,  todos  los  hombres  pacientes  se  sienten  consolados  cuando 


1  Inhábil  traducción  de  «e  és  creat  a  honrar,  amar  e  servir  ell». 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


han  padecido  alguna  pena,  y  todos  los  impacientes,  descon- 
solados, airados  y  tristes. 

La  ira  empieza  en  la  voluntad,  que  prontamente  y  sin 
deliberación  del  entendimiento  ni  de  la  memoria  se  altera, 
porque,  invertido  el  orden  de  operar,  la  voluntad  con  la  ira 
impide  su  acto  a  las  demás  potencias,  privando  por  este  mo- 
tivo a  la  memoria  el  memorar  y  al  entendimiento  el  enten- 
der las  cosas  de  Dios  y  las  similitudes  que  las  criaturas 
tienen  de  El,  lo  que  es  causa  de  que  desprecie  sus  santos 
mandamientos  y  los  de  la  Iglesia  y  de  que  las  penas  infer- 
nales no  les  causen  horror  a  los  airados,  como  si  estuviesen 
borrachos  o  locos  2.  Pero  si  sucede  que,  cuando  la  ira  se  em- 
pieza a  encender  en  el  corazón,  el  hombre  la  contrasta  con 
la  paciencia  y  fortaleza,  la  memoria  y  el  entendimiento 
vuelven  a  tener  su  deliberación  en  él,  y  vuelve [n]  a  memorar 
y  a  entender  a  Dios  y  a  sus  similitudes ;  por  cuyo  medio  ven- 
ce la  ira,  de  que  le  resulta  ^placer  y  alegría. 

Has  de  saber,  hijo,  que  una  vez  un  hombre  sabio  habla- 
ba con  un  necio,  y  el  sabio,  que  defendía  la  razón,  la  defen- 
día con  palabras  humildes  y  ajustadas,  y,  al  contrario,  las 
del  necio,  que  defendía  la  sinrazón,  eran  orgullosas  e  inde- 
centes; de  tal  modo  que  el  hombre  sabio  sintió  que  en  su 
pecho  se  empezaba  a  encender  la  ira  y  que  sus  palabras  se 
iban  desordenando,  lo  que  le  causó  gran  admiración,  pues 
no  tenía  por  decente  que  por  las  palabras  dé  un  loco  él  se 
hubiese  de  enojar.  Y,  estando  considerando  en  ello,  dió  lugar 
a  que  su  memoria  memorase  la  paciencia,  caridad  y  demás 
virtudes  y  a  que  su  entendimiento  las  entendiese,  y  enton- 
ces conoció  que  había  sido  tentado  de  aquel  movimiento  de 
ira  para  tener  ocasión  de  ejercer  la  paciencia,  por  la  cual 
fuese  en  algo  semejante  a  Dios.  Y  así 3  volvió  a  hablar  con 
el  necio  con  palabras  tan  dulces  y  humildes,  que  le  conven- 
ció, de  forma  que  con  corazón  contrito  y  lágrimas  le  con- 
cedió la  verdad,  que  antes  le  había  negado. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un 
rey  amaba  mucho  al  pueblo  de  una  ciudad,  el  cual,  no  obs- 
tante, cometió  contra  él  una  traición,  lo  que  el  rey  sintió 
muchos  porque  los  tenía  en  concepto  de  muy  leales,  y  [no 
les  había  dado  ocasión  para  que  le  traicionasen].  Estan- 
do el  rey  con  esta  consideración  lleno  de  ira  y  dolor,  por- 
que la  ira  nos  causa  pena  y"  tormento,  deseaba  ser  sufi- 
cientemente poderoso  para  destruir  y  aniquilar  aquel  pueblo, 

2  Las  palabras  «y  los  de  la  Iglesia»  son  una  añadidura.  En  cam- 
bio, más  abajo,  después  de  «a  sus  similitudes»,  queda  por  traducir 
la  frase  «e  tem  hom  Déu  offendre». 

3  He  ahí  el  texto  original,  típicamente  luliano  :  «Lò  savi  hom 
pres  paciència  en  son  coratge  ab  fortitudo,  e  al  foyll  hom  fo  pas- 
cient,  humil,  e  de  dolces  e  humils  paraules,  ab  les  quals  convertí 
lo  foyll  hom  a  peraules  veres  e  humils...» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  75 


845 


y  cuanto  más  lo  deseaba  y  en  ello  pensaba,  más  se  le  mul- 
tiplicaba Ja  ira  y  crecía  la  pena  que  ésta  le  daba4.  Y,  mara- 
villado de  que  este  pensamiento  le  diese  tanta  pena,  con- 
sideró que  la  ira  de  Dios  debe  de  ser  grande  contra  los  que 
le  hacen  traición  y  ofenden;  por  lo  que,  estando  pensando 
en  esto  y  en  los  pecados  y  traición  que  los  hombres  cometen 
contra  Dios,  se  acordó  que  él  estaba  en  pecado  de  ira,  y 
pidió  a  Dios  que  le  perdonase  y  que  manifestase  con  él  su 
infinita  paciencia.  Y,  luego  que  se  acordó  de  la  paciencia, 
tuvo  en  Dios  esperanza,  y  sintió  que  en  su  corazón  no  había 
la  pena  y  tormento  que  antes,  cuando  sólo  pensaba  en  la 
traición  que  aquellos  vasallos  le  habían  hecho;  por  lo  que 
dijo  que  es  gran  maravilla  que  el  hombre  pida  perdón  y  que 
no  quiera  perdonar,  y  que  quiera  que  otros  tengan  pacien- 
cia y  que  no  quiera  él  tenerla;  y  se  maravilló  también  de 
que  los  hombres  no  procuren  desechar  la  ira,  considerando 
los  defectos  que  cometen  contra  Dios,  y  que  no  es  justo 
espere  misericordia  el  que  nunca  la  ha  tenido. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  hombre  pobre  y  des- 
valido trataba  un  negocio  de  la  mayor  importancia,  como 
es  el  de  que  Dios  fuese  amado,  conocido  y  servido  en  todo 
el  mundo,  y  andaba  por  él  procurando  persuadírselo  a  los 
prelados,  príncipes  y  grandes  señores,  [a  quienes  Dios  ha 
honrado  mucho  en  este  mundo  y  dado  gran  poder]  5.  Suce- 
dióle un  día  que,  hablando  sobre  ello  con  un  prelado,  se  rió 
de  él,  le  escarneció  y  menospreció;  de  que  él  hombre  pobre 
se  maravilló  mucho,  pues  veía  que  un  prelado  estimaba  tan 
poco  la  honra  de  Dios,  por  lo  que  empezó  a  sentir  ira  y  pena ; 
de  que  también  se  maravilló  mucho,  pareciéndole  no  debía 
tener  ira  hombre  que  trataba  tan  santo  negocio,  por  creer 
que  aquella  ira  que  entonces  tenía  era  vicio.  Y  habiendo  acu- 
dido a  valerse  de  la  paciencia  para  que  le  ayudase  contra  la 
ira,  no  encontró  ningún  alivio,  por  lo  que,  buscándole,  se 
puso  a  considerar  en  la  paciencia  de  nuestro  Señor  Jesucristo 
y  de  los  apóstoles,  y  entonces  se  le  multiplicó  mucho  más  la 
ira,  porque  cuanto  más  consideraba  en  estas  cosas,  más 
claramente  veía  que  él  prelado  era  desemejante  a  ellos  y 
culpable;  y  estando  el  buen  hombre' todo  admirado  de  que 
con  tantas  consideraciones  de  paciencia  no  pudiese  vencer 
la  ira,  conoció  que  aquella  ira  no  era  vicio,  porque,  si  lo 
fuese,  no  tendría  concordancia  con  la  paciencia. 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  a  mí  me  causa  ad- 
miración el  que  aquel  hombre  tuviese  pena  después  que  co- 
noció que  aquella  ira  no  era  vicio  y  que  concordaba  con  la 
paciencia.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  aquel  hombre  tenía 

'  4  Todo  este  párrafo  está  muy  condensació,  si  bien  el  sentido  co- 
rresponde al  del  original. 

6  Pasaje  que  ha  solido  considerarse  como  autobiográfico. 


§46 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


pena  porque  amaba  el  honor  de  Jesucristo  y  veía  que  el  pre- 
lado le  desamaba;  porque,  si  no  tuviese  pena,  no  tendría 
paciencia  ni  fortaleza,  que  son  virtudes  que  duran  en  el 
hombre,  causándole  pasión  cuando  desea  alguna  cosa,  hasta 
que  la  consigue. 

También  has  de  saber,  hijo,  que  en  una  ciudad  había  un 
ciudadano  muy  sabio,  noble  y  poderoso  de  riquezas  y  de 
amigos;  y  el  príncipe  que  era  señor  de  ella  era  hombre  de 
tan  malas  costumbres,  que  la  aniquilaba  y  destruía;  y  como 
el  ciudadano  era  hombre  justo  y  sabio  y  amaba  la  ciudad, 
tenía  gran  sentimiento  e  ira  contra  el  príncipe,  la  que  se  le 
aumentó  tanto  un  día,  con  motivo  de  haber  hecho  aquel 
príncipe  una  gran  crueldad  contra  ella,  que  se  puso  a  dis- 
currir el  modo  de  conmover  todo  el  pueblo  para  que  le  qui- 
tasen la  vida.  En  cuyo  dictamen  persistió  pertinaz,  hasta 
que,  memorando  la  justicia,  lealtad  y  caridad,  conoció  que 
debía  tener  paciencia,  sujetándose  a  la  voluntad  de  Dios, 
que  les  había  dado  aquel  príncipe  por  señor  natural;  por 
lo  que  se  arrepintió  de  sus  malos  pensamientos,  y  se  admiró 
de  que,  siendo  la  ira  pecado  mortal,  se  hubiese  apoderado 
tanto  de  él,,  cuando  él  deseaba  el  bien  y  la  utilidad  común ; 
hasta  que  consideró  que  la  ira  que  tenía  del  mal  de  la  ciu- 
dad no  era  vicio,  pero  que  tenía  alguna  similitud  con  el 
vicio  el  pensamiento  de  procurar  la  muerte  de  su  príncipe, 
habiéndole  faltado  la  fortaleza  para  destruir,  mediante  la 
paciencia,  la  similitud  que  la  una  ira  tenía  con  la  otra. 


CAPÍTULO  LXXVI 

DE  LA  BIENAVENTURANZA  Y  MALAVENTURANZA  O  DE  LA  FELI- 
CIDAD E  INFELICIDAD 

— (En  Dios — dijo  el  ermitaño  a  Félix — (hay  bondad,  de 
la  cual  proviene  la  bienaventuranziai  o  felicidad  en  el  hom- 
bre, y  su  contrario  es  la  malaventuranza  o  infelicidad,  que 
es  disímil  de  la  bondad  de  Dios,  cuya  bondad  formó  a  su 
similitud  la  bienaventuranza  en  el  hombre,  la  cual  tiene 
su  cumplimiento  en  la  gloria,  donde  posee  todo  cuanto  pue- 
de desear. 

Amado  hijo,  así  como  la  bondad  de  Dios  es  grande,  así 
influye  en  el  mundo  gran  similitud  de  sí  mesma  y  gran  bien- 
aventuranza en  el  hombre,  como  lo  es  el  pasao*  del  no  ser 
al  ser  por  modo  de  creación,  y  el  que  Dios  le  dé  dominio 
sobre  todas  las  otras  cosas  creadas,  y  que  le  dé  memoria, 
entendimiento  y  voluntad  con  que  pueda  conocer  y  amar  a 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  76 


847 


Dios,  a  sí  mesmo  y  a  todas  las  demás  cosas  que  con  la  bien- 
aventuranza concuerdan;  y,  en  fin,  que  Dios  le  dé  la  mayor 
bienaventuranza  y  gloria  áin  fin. 

Amado  hijo,  los  hombres  serían  felices  si  quisiesen,  pues 
Dios  les  ha  dado  a  todos  posibilidad  y  oportunidad  de  serlo 
usando  de  su  bienaventuranza;  pero,  como  se  inclinan  a  la 
malicia  y  se  hacen  desemejantes  de  Dios  por  el  pecado,  se 
acarrean  ellos  mismos  su  infelicidad,  cayendo  en  la  ira  de 
Dios,  lo  que  es  tan  grave  mal,  que  sería  mejor  no  habei 
tenido  ser  que  padecerle. 

Hijo,  de  muchos  modos  da  Dios  bienaventuranza  a  los 
hombres  y  de  muchos  se  acarrean  ellos  la  desgracia,  obran- 
do contra  la  bienaventuranza  que  Dios  les  da  para  su  honor 
y  utilidad  de  ellos  mesmos;  y  de  esto,  hijo,  nos  debemos 
admirar  [mucho  en  este  mundo],  pues  no  hay1  [hombre  al- 
guno que,  teniendo  necesidad  de  alguna  cosa  corporal,]  si 
se  la  dan,  prestan  o  venden,  no  la  tome  gustoso,  [como  re- 
galo, préstamo  o  venta] ;  y  la  bienaventuranza  que  Dios  nos 
da,  apenas  hay  ninguno  que  la  quiera  recibir  con  el  fin  de 
honrarle,  serle  agradecido  y  aprovecharse  a  sí  mismo  [evi- 
tando la  infelicidad]. 

Amado  hijo,  la  mayor  bienaventuranza  que  Dios  ha 
dado  ni  puede  dar  al  hombre,  fué  cuando  dispuso  que  la 
bienaventurada  humanidad  de  Jesucristo  fuese  una  persona 
con  el  Hijo  de  Dios ;  respecto  de  que  aquella  es  mayor  bien- 
aventuranza que  está  más  unida  y  tiene  mayor  similitud 
con  la  grandeza,  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  vo- 
luntad y  demás  dignidades  de  Dios,  que  todas  las  demás 
bienaventuranzas,  y  por  aquélla  tuvieron  ser  y  fueron  crea- 
das todas  las  demás. 

Y,  después  de  la  bienaventuranza  de  Cristo,  Señor  nues- 
tro, es  la  mayor  la  de  la  Virgen  Santísima,  su  madre,  y 
después  de  ésta  son  grandes  la[s]  de  los  ángeles,  apóstoles, 
profetas  y  mártires;  y,  en  fin,  la  mayor  bienaventuranza 
que  Dios  puede  dar  a  hombre  en  este  mundo  es  que  le  haga 
la  gracia  de  que  en  él  sea  pobre,  trabajado,  [atormentado,] 
muerto  y  menospreciado  por  loar,  amar  [conocer,]  servir 
y  honrar  a  Dios,  y  por  encaminar  por  la  vía  de  su  salvación 
a  aquellos  que  por  ignorancia  caminan  por  la  de  la  eterna 
condenación. 

— Señor-^dijo  Félix  al  ermitaño — ,  mucho  me  maravillo 
de  que  Dios  dé  en  este  mundo  bienaventuranza  de  bienes 
temporales  a  unos  y  a  otros  no,  siendo  los  unos  ricos,  robus- 

1  Aquí  nos  hemos  de  separar  forzosamente  de  la  versión  castella- 
na, gramatical  e  ideológicamente  imperfecta  :  «...  pues  no  hay  cosa 
alguna  corporal  de  que  tengan  necesidad  que,  si  se  la  dan,  prestan 
o  venden,  no  la  tome  gustoso,  solicitándolo  o  con  ruegos,  o  con 
dádivas,  o  con  promesas;  y  la  bienaventuranza...» 


848 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tos  y  ¡honrados,  y  los  otros  pobres,  enfermos  y  menospre- 
ciados. 

— Hijo — idijo  el  ermitaño — ,  un  padre  tenía  dos  hijos, 
y,  estando  para  morir,  tle  rogaron  ambos  que  les  diese  su 
gracia  y  bendición,  y  él  les  respondió  que  cuál  de  ellos  que- 
ría sus  grandes  riquezas  y  cuál  sus  buenas  costumbres;  y, 
habiendo  pedido  el  hijo  mayor  que  le  dejase  sus  riquezas, 
y  el  menor  sus  buenas  costumbres,  éste  fué  mucho  más 
feliz  con  días  que  el  mayor  con  sus  riquezas. 

— Señor — (dijo  Félix — ,  dos  hombres  había  pecadores,  y 
al  uno  le  dio  Dios  gracia  para  salir  de  pecado  y  felicidad 
de  adquirir  muchas  virtudes,  honras  y  riquezas;  y  al  otro 
le  dejó  estar  en  su  pecado,  en  el  que  permaneció  hasta  el 
día  de  su  muerte;  y  siendo  Dios  justo,  bueno,  piadoso  y 
poderoso,  me  causa  admiración  el  que  perdone  y  haga  di- 
choso al  uno  (dándole  auxilios  para  que  salga  del  pecado  y 
consiga  eterna  bienaventuranza)  2,  y  que  no  se  los  dé  ni  per- 
done al  otro  y  le  deje  morir  en  pecado  mortal. 

— iHijo — dijo  él  ermitaño — ■,  en  una  provincia  había  un 
emperador  que  a  los  unos  delincuentes  perdonaba  y  a  los 
otros  castigaba  [cuando  habían  cometido  alguna  injuria 
contra  él];  y  en  la  mesma  provincia  había  dos  reyes:  el 
uno  que  a  todos  les  perdonaba  [y  no  castigaba  a  nadie  por 
cualquier  injuria  que  hiciese] ;  y  el  otro  que  [no  perdonaba 
a  nadie,  antes  a  los  que  obraban  mal]  a  todos  les  castigaba; 
de  que  dimanaba  que  el  país  que  dominaba  el  emperador 
estuviese  muy  poblado  y  lleno  de  habitantes,  porque  en  él 
concordaba  la  justicia  y  la  misericordia,  y  que  el  país  que 
dominaban  los  dos  reyes  estuviese  cuasi  despoblado  y  des- 
habitado, por  no  concordar  en  ellos  3  estas  virtudes. 

Además  has  de  saber  que  un  rey  dió  a  un  caballero  un 
castillo  y  a  otro  un  caballo,  y  habiéndose  procurado  in- 
quirir la  causa  de  esta  diferencia  de  dádiva,  respecto  de 
que  los  dos  caballeros  eran  iguales  en  nobleza,  bondad  y 
riqueza,  se  halló  que  en  laquella  diferencia  había  mostrado  1 
el  rey  su  libre  voluntad,  y  que  libre  y  francamente  dió 
estas  dádivas,  según  su  voluntad  y  poder. 

— Señor — dijo  Félix — ,  los  gentiles  y  los  demás  que  ig- 
norantemente siguen  los'  errores,  ¿por  qué  están  en  des- 
gracia de  Dios,  ni  por  qué  se  encaminan  a  la  perdición? 
(pues  Dios  los  ha  hecho  nacer  en  aquellos  países  y  permitido 
se  eduquen  con  aquellas  costumbres)  4.  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— >,  la  desgracia  en  que  aquéllos  están  por  el  pecado 
original,  es  diversa  de  la  en  que  están  los  cristianos  peca- 


-  Glosa  teológica  del  traductor. 
'    :i  Según  el  original,  en  sus  tierras. 
4  Paréntesis  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  77 


84Q 


dores,  pues  en  los  unos  es  pecado  original  y  en  los  otros  lo 
es  actual. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillo  de  que  el 
hombre  pueda  ser  feliz  o  desgraciado  por  la  constancia  de 
los  astros  o  por  naturaleza  5;  pues,  si  esto  es  así,  la  felicidad 
no  consiste  totalmente  en  la  bondad  y  justicia  de  Dios. 
— tHijo,  un  hombre  tenía  en  su  huerta  una  rueda,  la  cual 
hacía  rodar  el  agua  siempre  que  él  quería,  y  cuando  quería 
que  no  rodase  más,  atravesaba  un  palo  y  la  detenía,  de 
forma  que  el  agua  no  la  podía  mover  sino  es  cuando  él 
quería. 

— ¡Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  Dios  hace  a  un  hombre 
dichoso  en  ser  señor  de  otro  hombre,  y  al  otro  desgraciado 
haciéndole  súbdito  y  vasallo  o  esclavo,  siendo  así  que  son 
todos  de  una  especie?  — 'Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  a  cargo 
de  un  pastor  se  pusieron  muchas  ovejas,  y  el  pastor  y  un 
perro  que  tenía  pasaban  siempre  grandes  trabajos  para 
guardarlas  y  defenderlas  de  los  lobos6. 

Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  que  la  grandeza  del 
príncipe  es  esclavitud,  pues  está  obligado  a  guardar,  regir 
y  defender  el  pueblo  y  a  ser  responsable  de  él  a  Dios;  y  en- 
tonces se  maravilló  de  que  los  príncipes  se  tengan  por  bien- 
aventurados, cuando  son  súbditos  de  todos;  y  el  ermitaño 
dijo:  — Hijo,  la  bienaventuranza  concuerda  más  con  la  li- 
bertad que  con  la  servitud;  pero,  como  los  príncipes  consi- 
deran más  el  honor  y  señorío  que  tienen  sobre  el  pueblo  que 
no  la  obligación  en  que  se  hallan  constituidos,  se  tienen  por 
dichosos  de  lo  que  son  desgraciados,  y  por  desgraciados  de 
lo  que  son  dichosos,  que  es  el  Cumplir  exactamente  con  las 
obligaciones  de  príncipe  7. 


CAPÍTULO  LXXVII 


DE  LA  LEALTAD  Y  DESLEALTAD 

— La  lealtad  se  halla  en  el  espíritu  verdadero  1  fortaleci- 
da por  la  caridad,  temor,  justicia  y  esperanza,  cuya  fortaleza 
participa  con  las  virtudes  en  concordancia  y  tiene  contra- 

5  «per  constel·lacions  ne  per  cors  de  natura»,  escribió  Ramón. 

6  Por  supuesto  que  el  sentido  es  que  «a  un  pastor  foren  comena- 
des  moltes  ove  viles». 

7  Todo  jes  te  último  párrafo  es  una  traducción  muy  resumida  del 
original.  Ramón  Llull  todavía  prosigue  :  «Entès  Fèlix  les  peraules 
del  ermità,  e  dix  que  fort  se  meraveyllava  de  tant  príncep  qui  és  en 
malevuyrança  e  cuyda  ésser  en  benevuyrança.» 

1  Mejor  diría  «en  ánimo  verdadero»  («en  coratge  vertader»). 


85O  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


riedad  y  oposición  con  los  vicios;  y  la  deslealtad  es  todo  lo 
contrario  de  esto. 

Hijo-^-dijo  el  ermitaño — ,  Dios  ha  puesto  lealtad  en  el 
hombre  para  que  un  hombre  se  pueda  fiar  de  otro,  diciéndole 
sus  secretos,  pidiéndole  consejo  y  encomendándole  sus  hijos, 
su  mujer  y  su  hacienda,  y  fiándose  de  él  para  todas  sus  co- 
•sas,  pues  para  todo  es  la  lealtad  necesaria.  También — dijo  el 
ermitaño — se  ha  encomendado  Dios  al  hombre  a  sí  mesmo  2 
y  a  todo  el  mundo,  porque  el  hombre,  en  cuanto  criatura,  es 
de  Dios,  y  Dios  tiene  encomendado  al  hombre  cuanto  hay  en 
el  hombre,  para  que  todo  se  lo  rinda  y  con  todo  le  sirva  por 
medio  de  las  buenas  obras;  y  Dios  le  ha  encomendado  su 
culto  y  honor,  queriendo  ser  memorado,  entendido  y  amado 
por  él ;  y  Jesucristo,  cuando  se  subió  a  los  cielos,  encomendó 
su  Iglesia  al  Sumo  Pontífice  y  a  sus  compañeros ;  y  al  pastor 
encomienda  las  ovejas,  para  que  las  conduzca  a  los  pastos, 
donde  por  sí  mesmas  no  se  sabrían  ir,  y  para  que  las  muestre 
la  fuente,  que  sin  la  guía  del  pastor  no  sabrían  hallar.  Tam- 
bién has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  Dios  ha  en- 
comendado al  alma  los  cinco  sentidos  del  cuerpo  para  que 
los  guarde  con  su  memorar,  entender  y  amar. 

Cuyos  encargos  y  otros  narraba  el  ermitaño  a  Félix  para 
que  entendiese  cuán  necesaria  es  la  lealtad  y  cuán  peligrosa 
la  deslealtad ;  sobre  que  Félix,  habiendo  pensado  mucho,  con- 
sideró en  cuán  mal  estado  está  el  mundo,  y  se  admiró  de  que 
en  él  hubiese  tan  poca  lealtad  y  tan  gran  deslealtad;  por  lo 
que  dijo  al  ermitaño:  — iSeñor,  si  en  el  mundo  hubiese  más 
bondad  que  malicia,  también  habría  más  lealtad  que  des- 
lealtad; pero,  como  [el  mundo  está  más  bien  en  mal  estado 
que  en  bueno,  y]  en  él  hay  más  hombres  malos  que  bue- 
nos, sucede  lo  contrario;  y  siendo  la  lealtad  amada  de  Dios 
y  la  deslealtad  aborrecida,  no  sé  ni  en  qué  la  deslealtad  se 
mantiene  ni  de  qué  proviene  [el  que  la  deslealtad  sea  mayor 
que  la  lealtad]. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un 
rey,  hombre  de  muy  santa  vida  y  que  pasaba  grandes  tra- 
bajos para  regir  y  gobernar  su  reino,  por  estar  lleno  de  muy 
malas  costumbres ;  y  como  el  rey  no  pudiese  sostener  los  tra- 
bajos que  el  regir  del  pueblo  le  ocasionaba,  y  estuviese  un 
día  en  oración  rogando  a  Dios  que  diese  gracia  al  pueblo 
para  que  enmendase  sus  costumbres  o  que  a  él  le  quitase  la 
vida,  pues  no  le  podía  regir  bien  3,  le  pareció  que  oía  una  voz 
que  le  decía:  "En  los  grandes  defectos  de  tu  pueblo  quiere 


2  Según  el  texto  original,  «Déus  ha  comenat  a  hom  si  mateix  en 
lo  món».  .  - 

3  Traducción  abreviada  de  «car  no  podia  sostenir  lo  trebayll  que 
havia  en  regnar  e  posseir  son  poble». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  77  85 1 


Dios  que  multipliques  tu  mérito,  convirtiéndolo  y  reducién- 
dolo con  tu  trabajo  al  camino  de  la  salvación." 

Por  cuyas  palabras  entendiendo  Félix  la  similitud,  cono- 
ció 4  que  la  deslealtad  permite  Dios  que  sea  tan  grande  en 
el  mundo  para  que  la  lealtad  se  pueda  multiplicar  destru- 
yéndola, pues  cuanto  mayor  es  el  vicio  que  se  destruye,  tanto 
mayor  es  necesario  que  sea  la  virtud  que  lo  consigue,  y  así 
los  males,  los  errores  y  los  vicios  que  hay  en  el  mundo  los 
sufre  Dios  para  que  el  hombre  pueda  multiplicar  mayores 
bienes,  mayores  verdades  y  mayores  virtudes. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  una  perra 
tenía  sus  cachorros  cerca  de  una  cueva  donde  había  un  lobo, 
y  como  tuviese  hambre  y  deseo  de  córner,  y  al  mismo  tiempo 
miedo  de  que  el  lobo  le  comería  los  perrillos,  se  fué  a  encon- 
trarle y  se  los  encomendó,  pareciéndole  que  con  esta  con- 
fianza los  aseguraba.  Y,  habiéndose  ido  a  comer  en  casa  de 
un  labrador,  de  quien  era,  el  lobo  se  quedó  con  los  perrillos, 
y,  viéndolos  delante  de  sí  hermosos  y  gordos,  consideró  que, 
si  crecían,  habían  de  ser  sus  enemigos,  y  que  aquella  perra 
no  se  los  había  encomendado  por  cariño,  sino  es  por  temor; 
y  así,  movido  de  esto  y  de  la  gran  hambre  que  tenía,  se  los 
comió.  Y,  cuando  la  madre  vino  y  los  echó  de  menos,  se  ad- 
miró de  la  gran  deslealtad  del  lobo,  pues  ella  se  había  fiado 
de  él;  pero  el  lobo,  por  otra  parte,  se  admiraba  de  que  ella 
le  hubiese  podido  fiar  sus  hijos  cachorros,  cuando  él  sabía 
que  ella  los  criaba  para  que  fuesen  sus  enemigos  y  defen- 
diesen de  él  las  ovejas  5.  Y  así,  cuando  oyó  que  la  perra  se 
qúejaba  de  él  y  acusaba  su  deslealtad,  la  amenazó  y  des- 
preció. 

Además  has  de  saber  que  dos  buenos  casados  no  podían 
tener  hijos  y  tenían  gran  riqueza.  Y,  como  un  día  llegase  a 
su  puerta  un  [hermoso]  muchacho  a  pedir  limosna,  ellos  le 
recogieron  y  adoptaron  por  hijo,  [y  lo  educaron  cuanto  me- 
jor pudieron],  dejándole  después  de  su  muerte  heredero  de 
todos  sus  bienes.  Y,  habiendo  llegado  este  caso,  lo  ejecuta- 
ron así,  reservándose  sólo  mil  sueldos  para  hacer  bien  por 
sus  almas;  pero  el  malvado  hijo  se  apoderó  de  todo  y  no 
quiso  dar  los  mil  sueldos,  antes  bien  se  maravillaba  de  que 
así  se  hubiesen  fiado  de  él  y  no  se  maravillaba  de  su  des- 
lealtad, como  debía. 

4  El  texto  español  dice  «conociendo».  Adviértase  también  que  la 
última  frase  de  todo  este  párrafo  se  separa  bastante  del  original  : 
«per  ço  que' hom  ne  pusca  muntiplicar  e  adur  majors  béns,  majors 
virtuts  e  majors  hordonances». 

B  Faltan  en  la  traducción  las  frases  siguientes  ¡  «...  del  labrador 
de  quien  era  la  perra.  Esta  increpó  al  lobo  de  deslealtad,  diciéndole 
que  la  lealtad  ha  de  seguir  a  toda  confianza  y  encargo,  pues  la  leal- 
tad es  para  que  puedan  conservarse  encargo  y  confianza  ;  y  el  lobo 
se  excusó  y  amenazó  a  la  perra.» 


852 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLVLL 


Además  has  de  saber  que  un  noble  varón,  señor  de  un 
castillo,  quiso  hacer  Una  peregrinación.  Y,  como  amase  mu- 
cho a  su  mujer,  que  era  muy  hermosa,  se  la  dejó  encomen- 
dada, con  el  castillo  y  cuanto  tenía,  a  un  escudero  que  él 
había  criado;  el  cual,  luego  que  su  señor  estuvo  fuera,  le 
hizo  traición  con  su  mujer  y  entregó  el  castillo  a  un  conde 
que  era  su  enemigo,  y  con  quien  el  caballero  había  tenido 
guerra  mucho  tiempo;  de  cuya  acción  se  maravillaron  todos 
los  de  aquella  tierra  [y  castillo;  y  antes  de  que  tal  desleal- 
tad cometiese,  (no  se  maravillaron  de  que  su  señor  le  hubie- 
se encomendado  su  mujer  y  su  castillo,  y  maravilláronse 
cuando  el  escudero  hubo  cometido  su  deslealtad] .  Y,  habien- 
do el  conde  apoderádose  del  castillo,  prendió  al  escudero  y 
le  preguntó  por  qué  había  hecho  tan  gran  traición  a  su  se- 
ñor; a  que  el  escudero  respondió:  "Señor,  yo  nunca  amé  a 
mi  señor  con  lealtad  ni  amor  verdadero,  y  así  como  él  me 
encomendó  todo  aquello  que  a  quien  no  le  tiene  verdadero 
no  se  puede  encomendar,  el  poco  que  le  tenía  por  el  bien  que 
de  él  recibía  me  faltó  con  la  ocasión  y  me  obligó  a  ejecutar 
lo  que  he  ejecutada"  El  conde,  oyendo  esto,  reprendió  al 
escudero  severamente  y  después  le  hizo  quitar  la  vida,  di- 
ciendo que,  ya  que  el  poco  amor  que  él  tenía  a  su  señor  no 
le  hubiese  obligado  a  ser  leal,  debía  haberle  obligado  la 
confianza  que  de  él  había  hecho  y  el  amor  que  le  había  ma- 
nifestado. Y,  cuando  el  caballero  volvió,  le  entregó  su  mu- 
jer y  su  castillo,  diciendo  no  quería  poseer  cosa  alguna  ad- 
quirida por  los  medios  de  la  traición  y  de  la  deslealtad;  por 
cuya  acción  hicieron, un  gran  concepto  del  conde  todos,  y  el 
caballero,  de  su  propia  voluntad,  se  le  sujetó  e  hizo  su 
vasallo. 


CAPÍTULO  LXXVIII 
De  la  cortesía  y  descortesía  1 

— La  cortesía 2  da  placer  a  la  vida  y  deleita  al  oído,  y  por 
esto  quiere  Dios  que  los  hombres  se  enseñen  a  saludar, 
tratar  y  hablar,  para  complacerse  los  unos  a  los  otros,  pues 
por  tales  medios  entra  por  los  sentidos  placer  al  alma,  la 

1  «De  ensenyament  e  de  vilania»,  escribe  Ramón  con  más  fuerza 
gráfica. 

2  Todo  este  primer  párrafo  está  traducido  asaz  libremente,  pero 
mucho  más  el  segundo,  que  dice  así  en  el  original  :  «Ensenyament 
e  cortesia  fa  los  hòmens  vestir,  menjar,  beure,  anar  estar,  perlar, 
e  axí  de  totes  coses,  segons  que-s  cové  ;  e  vilania  fa  de  tot  ço  lo 
contrari.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


78 


853 


que  por  él  aumenta  su  memorar,  entender  y  amar  con  ca- 
ridad, justicia,  humildad  y  las  demás  virtudes. 

Y  también  es  causa  la  cortesía  de  que  los  hombres  ad- 
quieran riquezas,  posesiones  y  bienes;  y  la  descortesía  lo 
es  de  todo  lo  contrario;  por  lo  que  es  digno  de  admiración 
— dijo  el  ermitaño — el  que  haya  tantos  hombres,  y  entre 
ellos  príncipes,  señores  y  caballeros,  malcriados,  descorteses 
y  acostumbrados  a  malas  palabras  y  peores  .hechos,  con  los 
que  se  hacen  desagradables  a  Dios  y  a  los  hombres. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  muchos  hombres  hay 3  que 
enseñan  a  sus  hijos  el  buen  trato  y  la  cortesía  sólo  para  que 
agraden  a  los  otros,  con  el  fin  de  que  sean  estimados  por 
ellos,  en  que  no  soló  no  merecen,  sino  que  desmerecen,  pues 
lo  hacen  por  mera  vanagloria  y  conveniencia  propia,  debien- 
do hacerlo  porque  los  hombres  honren  y  bendigan  a  Dios, 
por  el  agrado  que  experimentan  y  complacencia  que  les 
causa  el  hombre  cortés  y  bien  doctrinado,  mayormente  si 
es  algún  príncipe  o  gran  señor  en  los  que  sobresale,  y  está 
mejor  este  realce  que  en  los  demás  hombres. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  ciudadano  muy  luju- 
rioso a  quien  muchas  veces  acusaba  la  conciencia  su  peca- 
do, y  él  pedía  a  Dios  le  diese  gracia  para  salir  de  él ;  y  como 
un  día  estuviese  en  la  plaza  con  muchos  otros,  se  vió  pre- 
cisado a  irse  a  su  casa  a  hacer  una  necesidad  4,  y  después 
le  vino  deseo  de  ir  a  ver  una  mujer  con  quien  solía  pecar: 
lo  que  habiendo  ejecutado  y  cometido  el  pecado,  se  volvió 
a  la  plaza  con  los  otros,  y  en  ella  le  volvió  a  dar  gana  ác 
repetir  su  necesidad,  y  entonces  consideró  que  por  ningún 
motivo  lo  ejecutaría  delante  de  todos  los  circunstantes,  por 
la  vergüenza  que  le  causaría;  y  se  admiró  de  que  le  diese 
vergüenza  el  hacer  sus  necesidades  delante  de  los  hombres 
y  no  se  la  diese  el  pecar  delante  de  Dios,  ni  el  memorar, 
entender  y  amar  cosas  obscenas  delante  de  Su  Majestad, 
que  está  en  todas  partes  y  sabe  todos  nuestros  pensa- 
mientos 5. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que 
había  una  mujer  casta,  pero  que  siempre  decía  palabras 
malas  y  deshonestas,  y  en  su  compañía  había  otra  lujuriosa, 


3  E!  traductor  interpretó  mal  el  texto  luliano,  que  dice  así  :  «molt 
hom  és  ensenyat  e  cortès  en  ses  peraules  e  en  sos  feyts  per  tal 
que  sia  agredable  e  plaent  a  les  gents,  per  les  quals  vol  ésser  amat, 
honrat,  lohat,  servit  ;  e  de  aytal  ensenyament  se  deu  hom  mera- 
veyllar,  car  res  no  val,  ans  és  noïble...». 

4  «...  ach  volentat  de  escampar  aygua...»,  dice  más  ingenuamente 
Ramón  Llull  ;  v  más  abajo,  «...  li  venen  volentat  de  pixar...». 

5  Esta  oración  de  relativo  la  añade  el  traductor,  quien,  en  cambio, 
omite  las  siguientes  frases  :  «car  pus  gran  vilania  és  desobayr  Déu 
e  ensutzar  sa  ànima  de  vil  menbrament,  entendre  e  voler,  que  no  és 
pixar  denant  hom». 


354 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


pero  que  por  ningún  motivo  las  decía;  sucedió  que  esta 
mujer  lujuriosa  cometió  un  pecado  con  un  clérigo  que  todos 
los  días  decía  misa  en  la  mesma  casa,  y,  estando  las  dos 
un  día  oyendo  misa,  la  mujer  casta  dijo  una  mala  palabra, 
de  que  la  otra  se  admiró  mucho  por  ser  en  aquel  lugar,  y 
no  se  admiró  i  de  sí  mesma,  que  pecaba  con  el  clérigo,  ni  del 
clérigo,  que  decía  la  misa  el  mesmo  día  que  con  ella  había 
pecado. 

Además  has  de  saber  que  a  la  mesa  de  un  gran  señor  se 
sentó  un  hombre  pobre  y  mal  vestido,  pero  sabio  y  de  bue- 
nas costumbres,  y,  habiéndolo  advertido  un  mayordomo,  le 
levantó  de  ella  con  improperio,  [pues  no  le  parecía  bien  que 
un  hombre  vestido  tan  vilmente  como  él  iba  vestido  se  sen- 
tase a  la  mesa  de  tan  noble  varón] ;  de  que  fce  admiró  mucho 
un  caballero  que  estaba  presente  y  sabía  que  aquel  hombre, 
aunque  mal  vestido,  era  sabio,  virtuoso  y  bien  hablado,  y  el 
caballero  (aunque  muy  adornado),  vicioso,  descortés  y  des- 
vergonzado. 

También  has  de  saber  que  en  una  provincia  había  un 
rey  bien  educado  y  cortés  y  que  trabajaba  para  que  todos 
lo  fuesen;  y  como  pasase  por  la  ciudad  [en  peregrinación 
a  Santiago]  una  principal  señora,  [mujer  de  un  noble  con- 
de,] y  oyese  [en  la  posada]  que  unos  hombres,  burlándose, 
decían  palabras  sucias,  deshonestas  e  indecentes  6,  le  dió  al 
oírlas  gran  vergüenza,  y  dijo  se  maravillaba  mucho  de  que 
un  rey  tan  bueno  y  tan  sabio  consintiese  en  su  corte  hom- 
bres tan  mal  hablados  y  desvergonzados. 

Además  has  de  saber  que  en  una  plaza  estaba  un  hombre 
orgulloso  y  malcriado  diciendo  palabras  viles  y  deshonestas, 
con  las  que  infamaba  y  descubría  los  defectos  de  una  mujer 
de  la  misma  ciudad;  y  como  un  pariente  suyo  que  se  hallaba 
presente  procurase  disculparla  con  razones  prudentes  y  hu- 
mildes, el  orgulloso,  irritado,  le  maltrató  con  otras  muy 
agrias  y  descorteses,  y  aun  pasó  a  tanto  su  cólera,  que 
puso  en  él  las  manos,  lo  que  llevó  con  gran  resignación  y 
prudencia;  admirando  todos  los  prudentes  la  bondad  y  mo- 
destia del  uno  y  la  malicia  y  descompostura  del  otro. 


6  Versión  atenuada  de  «eran  -n-  hòmens  qui-s  contrestaven  de 
ioch,  e  deïen  peraules  vilanes  e  leges  de  Jhesuchrist  e  de  nostra 
Dona...». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  79 


855 


CAPÍTULO  LXXIX 
De  la  verdad  y  de  la  falsedad 

— La  verdad  y  la  falsedad — dijo  el  ermitaño — son  con- 
trarias, y  son  más  contrarias  en  las  cosas  grandes  que  en 
las  pequeñas,  porque  en  las  grandes  tienen  mayor  poder  para 
contrarrestarse  y  oponerse  que  en  las  pequeñas. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  verdad,  esto  es,  Dios 
es  su  mesma  verdad;  y  la  verdad  que  hay  en  el  hombre  y 
en  las  otras  criaturas  tiene  alguna  similitud  con  la  verdad 
de  Dios,  que  creó  la  verdad  a  su  semejanza,  contra  cuya 
similitud  es  la  falsedad,  provenida  en  el  hombre  por  el  pe- 
cado; por  cuyo  motivo  (y  no  por  sí)  la  verdad  creada  es 
contraria  de  su  semejanza,  esto  es,  de  la  verdad  increada  l. 

Luego  que  Félix  hubo  entendido  lo  que  el  ermitaño  dijo 
de  la  verdad  y  de  la  falsedad,  se  maravilló  de  que  ésta  sea 
mayor  en  el  mundo  que  aquélla,  cuando  la  verdad  creada 
contrasta  a  la  falsedad  con  ayuda  de  la  verdad  increada,  que 
es  mayor  que  todo  el  mundo;  por  lo  que  dijo  al  ermitaño 
estas  palabras:  — Señor,  una  vez  oí  decir  en  un  sermón  que 
por  cada  hombre  que  hay  en  vía  de  salvación,  que  es  el  de 
la  verdad,  hay  mil  en  la  de  damnación,  que  es  la  de  la 
mentira,  y  me  admiro  mucho  de  que  Dios  sufra  que  de  la 
verdad,  siendo  su  similitud,  haya  en  el  mundo  tan  poca 
cuantidad  y  tanta  de  la  mentira,  siendo  su  disimilitud. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  Padre  es  verdad,  y  de 
su  mesma  verdad  engendra  a  Dios  Hijo  y  espira  al  Santo 
Espíritu,  que  son  verdad;  y  como  la  verdad  creada  tenga 
alguna  similitud  con  la  verdad  increada,  como  te  he  ense- 
ñado, quiere  Dios  (para  que  la  tenga  mayor)  que  así  como 
Su  Majestad  en  sí  y  de  sí  (esto  es,  Dios  Padre)  engendra  y 
espira  grandeza  de  verdad,  que  así  los  hombres  que  son  en 
ella  y  en  vía  de  salvación  multipliquen  su  verdad  en  los 
infieles  y  en  los  malos  cristianos,  que  caminan  por  el  camino 
del  error;  cuya  multiplicación  no  habría  tanta  ocasión  de 
hacerse  si  la  falsedad  fuese  menor. 

Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  que  el  error  y  la  fal- 
sedad que  hay  en  los  hombres  es  grande,  para  que  destru- 
yéndola se  multiplique  la  verdad  y  el  mérito  de  los  que  lo 
solicitan;  pero  se  maravilló  de  que  los  que  están  en  ella  y 


1  El  paréntesis  lo  añadió  el  traductor,  y  lo  mismo  se  diga  de  los 
otros  que  aparecen  en  este  capítulo. 


856  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


la  profesan  se  cuiden  tan  poco  de  multiplicarla  y  de  destruir 
su  opuesto;  por  lo  que  el  ermitaño  dijo: 

■ — Hijo,  has  de  saber  que  había  un  santo  hombre  que 
andaba  por  el  mundo  diciendo  la  verdad  para  que  todos  la 
amasen  y  a  su  contrario  destruyesen,  y  como  un  día  se  la 
dijese  a  un  prelado,  poniéndole  delante  los  defectos  que 
cometía  si  no  observaba  la  pobreza  que  encarga  el  Evan- 
gelio ni  iba  por  el  mundo  predicando  la  verdad,  el  prelado  se 
irritó  tanto  de  oírla,  que  hizo  poner  aquel  hombre  en  la 
cárcel,  donde  estuvo  mucho  tiempo  y  con  gran  tristeza  por 
no  poder  seguir  el  mundo  diciendo  la  verdad,  maravillándose 
de  que  la  falsedad  la  hubiese  vencido;  hasta  que  consideró 
que,  estando  él  en  la  cárcel  y  teniendo  paciencia,  fe,  cari- 
dad, humildad,  esperanza  y  justicia,  etc.,  vencía  y  destruía 
en  sí  mesmo  la  falsedad,  por  cuyo  vencimiento  multiplicaba 
en  su  espíritu  la  verdad,  en  lo  que  hallaba  consuelo  y  fe- 
licidad. 

— Señor — dijo  Félix — ,  la  verdad  tiene  poder  para  ma- 
nifestarse a  sí  mesma,  y  la  falsedad  tiene  poder  para  sig- 
nificar qué  cosa  sea  la  verdad;  y  así  me  maravillo  de  que 
la  falsedad  tenga  tan  gran  poder  y  la  verdad  tan  poco,  pues 
es  cosa  más  difícil  el  persuadir  y  manifestar  que  aquello 
que  es  no  es,  y  que  aquello  que  no  es  es,  que  no  el  manifestar 
que  aquello  que  es  es  y  que  aquello  que  no  es  no  es. 

— Amado  hijo — respondió  el  ermitaño — ,  has  de  saber 
que  delante  de  un  gentil  disputaban  tres  sabios,  el  uno  cris- 
tiano, el  otro  mahometano  y  el  otro  judío.  Y,  para  disputar 
y  manifestar  al  gentil  la  verdad  y  la  falsedad,  para  que 
eligiese  la  una  y  se  apartase  de  la  otra,  se  convinieron  en 
que  aquella  ley  que  con  los  atributos  de  Dios  y  las  virtudes 
creadas  tuviese  mayor  concordancia  y  mayor  contrariedad 
con  los  vicios,  se  tuviese  por  verdadera,  y  las  demás  por 
falsas;  y  esto  por  causa  de  que  en  Dios  hay  grandeza  de 
bondad,  eternidad  y  poder,  y  así  de  los  demás  atributos,  y 
que  éstos  y  la  verdad  tienen  mayor  concordancia  con  las 
mayores  virtudes,  y  contradicen  más  a  los  mayores  vicios 
que  no  a  los  menores.  Y,  disputando  con  este  orden,  probó 
el  sabio  cristiano  ser  su  ley  verdadera  y  todas  las  otras 
falsas,  según  y  como  se  manifiesta  el  Libro  del  gentil  y  está 
contenido  en  el  Arte  demonstrativa  2. 

—Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  maravillan  vuestras 
razones,  pues,  según  decís,  es  cosa  fácil  por  este  medio  des- 
truir el  error  que  hay  en  los  infieles  y  la  falsedad  que  creen, 
con  la  verdad  de  la  fe  católica;  por  lo  que,  siendo  cosa  tan 
fácil,  me  admira  el  que  no  se  ponga  en  práctica. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  verdad  sin  caridad,  fe,  es- 


3  Véase  supra,  Introducción  biográfica;  pp.  8  y  11. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  79  857 


peranza,  justicia,  templanza,  fortaleza,  castidad,  humildad, 
[conciencia,  paciencia,  contrición]  y  diligencia,  [y  asi  de  las 
demás  virtudes,]  no  tiene  tan  gran  poder  como  la  falsedad 
multiplicada  por  la  gula,  avaricia,  lujuria,  soberbia,  envidia, 
ira  y  los  demás  vicios;  y  así,  hijo,  la  verdad  sin  las  demás 
virtudes  no  tiene  poder  contra  la  mentira,  a  quien  muchos 
vicios  acompañan  3. 

Y  entonces  el  ermitaño  lloró  mucho,  y  dijo  estas  pala- 
bras: — -Los  cuerpos  celestes,  los  planetas,  los  animales,  las 
aves  y  todo  el  orden  natural  y  espiritual  de  este  mundo  dan 
significación  de  la  virtud  y  verdad  de  Dios  y  de  sus  artículos 
a  los  hombres,  y  los  hombres  cristianos  no  osan  referirla  ni 
enseñarla  a  los  infieles,  por  temor  de  padecer  trabajos  y 
muerte  o  por  temor  de  perder  los  vanos  deleites  temporales. 
Siendo  así  que  Jesucristo,  por  mortificar  en  el  hombre  la 
falsedad  y  vivificar  la  verdad,  le  dió  ejemplo  para  que  no 
temiese  la  muerte  ni  los  trabajos  que  ocasiona,  para  que 
pudiese  manifestar  la  verdad,  mediante  la  cual  Dios  fuese 
amado,  conocido,  servido  y  venerado;  y,  por  esto,  Jesucristo 
quiso  padecer  pobreza,  trabajos  y  martirios,  para  manifes- 
tar la  verdad,  y  que  también  los  padeciesen  sus  apóstoles  y 
todos  aquellos  que  más  ama;  todo  lo  cual  casi  nada  vale 
en  el  mundo  en  este  tiempo,  por  tener  los  más  hombres  ver- 
güenza de  decirla  y  de  alabar  a  Dios,  temiendo  más  el  des- 
precio de  las  gentes  que  su  ira.— iPor  lo  que  Félix  se  admiró, 
y  dijo  que  decía  bien  el  ermitaño  en  decir  que  aun  vivía 
Qué-dirá-el-mundo. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — que  en 
un  hermoso  'prado  encontró  un  santo  ermitaño  a  la  Verdad 
que  lloraba  y  de  los  príncipes,  prelados,  caballeros,  ciuda- 
danos y  demás  hombres  de  este  mundo  se  lamentaba.  Y  el 
ermitaño  quiso  consolarla,  admirado  de  que  de  todos  se  la- 
mentase; por  lo  que  ella  le  dijo:  "Señor,  yo  no  puedo  tener 
consuelo  en  tanto  que  la  falsedad  sea  en  este  mundo  tan 
amada  y  loada  y  tenga  tantos  servidores  y  mantenedores, 
ni  yo  puedo  estar  sin  clamar  contra  aquellos  que  me  aman, 
porque  no  me  aman  y  sirven  más,  cuando  veo  que  la  false- 
dad tiene  servidores  que  trabajan  mucho  más  por  ella  que 
no  trabajan  los  míos  por  mí.  Por  lo  que  no  puedo  tener  con- 
suelo, ni  hallo  cosa  en  que  pueda  encontrar  alegría,  pues 
apenas  puedo  ser  nombrada  y  amada."  A  lo  que  el  ermitaño 
le  dijo:  "Hermana  Verdad,  un  hombre  pobre  fué  solicitado 
para  servir  de  falso  testigo  contra,  un  prelado,  ofreciéndole 
por  ello  mil  onzas  de  plata,  a  que  él  respondió  que  amaba 
más  ser  pobre  y  rico  de  verdad,  que  rico  e  hijo  de  falsedad 
De  que  debéis  tener  vos  gran  alegría,  pues  tenéis  quien  tanto 


1  «ayudan»,  debería  decir  propiamente. 


858 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


os  ame."  Lo  que  oyendo  la  Verdad,  dió  voces,  lloró  y  se  la- 
mentó mucho  más ;  de  que  se  admiró  el  santo  ermitaño,  vien- 
do que  sus  palabras  habían  multiplicado  sus  sentimientos,  y 
la  Verdad  le  dijo:  "¡Si  vos  sabéis  que  ese  hombre  pobre  por 
dineros  no  me  ha  vendido,  también  sabéis  que  reyes,  pre- 
lados y  hombres  grandes  y  potentes  me  han  vendido  por 
ellos,  y  que  son  mis  enemigos  y  desobedientes  por  miedo  4  de 
la  mentira,  que  los  tiene  dominados."  Lo  que  convenció  al 
ermitaño,  y  le  obligó  al  acompañar  a  la  Verdad  en  su  llanto. 

Atoado  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  ¿por  qué  no 
lloras  el  deshonor  que  la  verdad  padece  en  el  mundo  y  por 
qué  no  tienes  presente  siempre  que  hay  gentes  en  él  que 
creen  (y  adoran)  a  lqs  ídolos,  al  sol  y  a  otras  cosas  de  que 
hacen  dioses  extraños  ?  Mira  cómo  los  sarracenos  creen  de 
Dios  falsas  cosas,  y  lo  mismo  los  judíos  que  habitan  entre 
nosotros,  y  que  de  nuestro  (Señor  y  de  su  gloriosa  Mladre 
dicen  malas  y  villanas  palabras,  deshonrándoles  y  blasfe- 
mándoles  falsamente,  sin  que  nosotros  pongamos  remedio  en 
ello;  lo  que  si  memoras,  entiendes  y  aborreces,  me  admiro 
cómo  no  lloras. — Por  lo  que  Félix  lloró,  considerando  la  falta 
de  caridad  y  sobra  de  falsedad  que  todo  esto  significa  haber 
en  el  mundo. 

— 'Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ¡,  que  un  clérigo 
dijo  una  vez  a  un  hombre  que,  aunque  es  verdad  que  Dios 
es  uno  y  trino  y  que  se  encarnó,  esto  no  se  podía  probar  ni 
demostrar  'en  este  mundo;  de  que  aquel  hombre  se  maravilló 
mucho,  por  parecerle  que,  si  era  cierto  lo  que  el  clérigo  le 
decía,  se  seguiría  que  la  verdad,  que  es  contraria  de  la  fal- 
sedad, no  sería  demostrable ;  y  que  otras  verdades  menores 
lo  serían,  y  que  la  mayor  verdad  no  lo  sería,  lo  que  es  impo- 
sible; además  de  que,  si  lo  que  el  clérigo  decía  era  verdad, 
se  seguiría  que  el  humano  entendimiento  no  podría  ni  de- 
bería entender  tanto  a  Dios,  para  lo  cual  es  creado,  como 
podría  y  debería  entender  las  cosas  mundanas,  para  lo  cual 
no  es  creado  (sino  es  en  cuanto  tienen  relación  y  manifiestan 
las  divinas) ;  y  los  mismos  inconvenientes  se  seguirían  de 
la  memoria  y  de  la  voluntad  que  del  entendimiento,  pues 
igualmente  fueron  creadas  para  memorar  y  amar  las  mayores 
verdades,  como  el  entendimiento  para  entenderlas. 


4  La  traducción  dice  «medio»  por  error  de  imprenta  ;  en  catalán, 
«per  paor  de  falcetat». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


So 


859 


CAPÍTULO  LXXX 
Del  mérito  y  de  la  culpa 

— -Amado  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  en  cuanto  en- 
tendemos el  mérito  por  la  buena  obra,  entendemos  también 
la  culpa  por  la  mala  y  entendemos  también  la  gran  contra- 
riedad que  hay  entre  uno  y  otro. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — :,  que  por  el  gran 
mérito  se  gana  gran  gloria  y  por  la  gran  culpa  se  merece 
gran  pena  1 ;  y  por  esto,  la  grandeza  de  las  virtudes  sobrepu- 
ja a  la  grandeza  de  la3  culpas  y  multiplica  grandeza  de  mé- 
rito, y  la  grandeza  de  los  vicios  multiplica  grandeza  de  cul- 
pas, y,  por  consecuencia,  de  penas. 

Has  de  sabér,  hijo,  que  en  Dios  hay  grandeza  de  libera- 
lidad, justicia  y  misericordia.  Y  la  grandeza  de  la  libera- 
lidad le  da  al  hombre  grandeza  de  virtudes,  y  la  justicia, 
según  la  grandeza  de  las  virtudes,  recompensa  a  los  hom- 
bres por  el  mérito;  bien  entendido  que  la  liberalidad  le  da 
más  que  él  por  el  mérito  merece,  porque  no  puede  haber 
tan  gran  grandeza  de  virtudes  como  la  liberalidad  de  Dios  le 
puede  dar  de  premios,  y  por  esto  da  la  liberalidad  más  que  el 
hombre  merece.  Y  la  misericordia  perdona  las  culpas,  y  da 
sobre  los  méritos,  y  perdona  más  que  el  hombre  puede  pedir 
perdón  ni  hacer  penitencia,  porque  la  misericordia  y  la  li- 
beralidad son  en  Dios  una  cosa  mesma.  Pero  la  justicia 
de  Dios  no  castiga  al  hombre  sin  culpa  del  hombre,  y  por 
esto  conviene  que  sea  tan  grande  la  culpa  del  hombre  como 
el  castigo  que  la  justicia  le  da;  porque  si  la  justicia  le  cas- 
tigaba y  daba  mayor  pena  que  no  merece  la  culpa,  la  jus- 
ticia no  sería  justa,  lo  que  es  imposible;  pues,  como  queda 
dicho,  la  justicia  y  la  grandeza  son  en  Dios  una  mesma  cosa. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  lo  que  el  ermitaño  decía  de 
la  justicia  y  la  culpa,  por  parecerle  que  la  justicia  le  daba 
mayor  pena  al  hombre,  dándole  tormento  eterno,  que  no  era 
la  pena  que  merecía,  por  ser  el  pecado  finito  y  temporal,  y 
la  pena,  eterna ;  lo  que  conociendo  el  ermitaño,  le  dijo : 

— Has  de  saber  que  había  un  obispo  que  tenía  un  sobrino 
a  quien  amaba  más  que  a  Dios,  pues,  cuando  murió,  le  dejó 
mil  marcos  de  plata,  y  a  los  pobres  de  Jesucristo  no  dejó 
más  que  mil  sueldos.  El  tal  obispo  había  sido  hombre  avaro 

1  Las  frases  que  signen  amplifican  el  texto  original,  según  el 
cual  .«grandeza  de  virtudes  multiplica  grandeza  de  mérito,  y  gran- 
deza de  vicios  multiplica  grandeza  de  culpa». 


86o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


para  poder  enriquecer  a  su  sobrino;  por  lo  que  murió  en 
pecado  de  avaricia.  Y,  porque  amó  más  la  cosa  finita  que  la 
infinita,  fué  la  culpa  finita,  pero  cometida  contra  la  justicia 
infinita,  que  es  Dios,  cuya  infinidad  de  justicia  fué  toda 
contraria  a  aquella  culpa;  por  cuya  contrariedad  convino 
que  castigase  al  obispo  con  pena  eterna,  porque,  si  no  lo 
hiciese,  no  sería  grande  la  justicia,  ni  la  justicia  y  la  eter- 
nidad tendrían  concordancia. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  mur- 
muraba mucho  de  la  justicia  de  Dios,  porque  le  parecía  que 
él  estaba  puesto  en  mayor  peligro  que  ningún  hombre  en 
su  reino,  y  por  esto  creía  que  Dios  le  había.'  hecho  injusti- 
cia, por  cuanto  estaba  más  próximo  y  le  era  más  fácil 
pecar  que  ninguno  de  sus  subditos;  sobre  lo  que  consideró 
mucho,  sin  entender  cómo  la  grandeza  de  Dios  le  había 
puesto  en  estado  que  podía  tener  mayor  mérito  en  hacer 
bien  que  ninguno  de  sus  vasallos,  y  que  por  esto  la  justicia 
de  Dios,  así  como  es  grande  en  castigar  al  rey  por  las 
mayores  culpas,  así  es  grande  en  premiarle  por  los  mayores 
méritos.  Lo  que  alcanzando  y  comprendiendo  a'l  fin  el  rey, 
tuvo  gran  placer,  considerando  la  gran  concordancia  que  la 
justicia  y  la  liberalidad  de  Dios  tenían,  pues  habían  puesto 
en  él  mayor  mérito  haciendo  buenas  obras  y  mayor  culpa 
haciéndolas  malas. 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  estoy  admirado  de  que 
el  hombre  adquiera  mérito  del  bien  que  hace,  pues  he  oído 
decir  que  todo  el  bien  que  se  hace  en  el  mundo  le  hace  Dios ; 
luego  si  Dios  le  hace,  ¿de  qué  el  hombre  puede  adquirir 
mérito?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  un 
rey  condenó  a  un  hombre  a  muerte,  que  había  hecho  un 
homicidio,  mandando  a  un  veguer  que  conociese  e  hiciese 
justicia  de  aquel  hecho;  en  cuyo  caso  el  rey  hizo  la  justicia 
y  el  veguer  usó  de  ella,  por  lo  que  el  veguer  tuvo  mérito, 
porque,  si  no  le  hubiese  tenido,  hubiera  sido  su  uso  sin 
utilidad  propia,  esto  es,  del  mismo  que  usó  de  la  justicia, 
y  a  la  justicia  de  Dios  le  faltaría  grandeza,  cuya  falta  es 
imposible. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿de  qué  forma  adquiere  el  hom- 
bre gran  mérito  y  de  qué  forma  merece  gran  pena?  — Ama- 
do hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un  rey 
que  tenía  gran  poder  de  gentes  y  de  tesoros,  y,  según  su 
gran  poder,  podía  aquel  rey  tener  gran  mérito  o  gran  culpa; 
porque  si  el  rey  de  todo  su  poder  hace  bien,  es  tan  grande 
el  mérito  como  el  bien  que  hace;  y  si  no  hace  bien  de  todo 
su  poder,  y  de  todo  su  poder  hace  mal,  tiene  dos  veces 
tanta  culpa  como  es  el  bien  que  se  pierde,  porque  no  le  hace, 
y  como  es  el  mal  que  hace;  y  esto  mismo  sucede  cuando 
hace  bien,  porque  por  todo  lo  que  hace  bien,  tiene  mérito, 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  So 


861 


y  porque  deja  de  hacer  mal  tiene  mérito,  según  que  el  bien 
es  grande  y  según  es  grande  el  mal  que  no  quiere  hacer, 
de  que  se  origina,  gran  bien. 

Además .  has  de  saber,  hijo,  que  un  santo  hombre  que 
era  obispo  de  una  ciudad  estaba  en  oración,  y  mientras 
estaba  en  oración  pensó  en  la  bondad  de  Dios,  y  reconoció 
provenir  de  Dios  todos  los  bienes  que  Dios  le  había  dado, 
y  a  sí  mismo  no  se  atribuyó  ninguno.  Estando  en  esta  con- 
sideración, le  pareció  que  no  tenía  mérito  de  ningún  bien 
que  hubiese  hecho,  pues  veía  que  todo  aquel  bien  le  había 
hecho  Dios;  y  de  esta  consideración  se  siguió  venirle  opi- 
nión que  de  ningún  pecado  que  hubiese  hecho  tendría  culpa, 
por  parecerle  que,  pues  del  bien  no  tenía  mérito 2  (como 
él  pensaba),  tampoco  del  mal  debía  tener  culpa;  por  lo  que 
cayó  en  gran  tentación,,  y  rogó  a  Dios  que  le  iluminase  y 
le  mostrase  el  modo  según  el  cual  el  hombre  adquiere  mé- 
rito o  culpa,  porque  deseaba  saberlo  para  destruir  la  ten- 
tación en  que  estaba,  la  que  fuertemente  le  estrechaba  y 
atormentaba.  Y,  como  se  lo  rogase  a  Dios  con  gran  fervor, 
le  pareció  haberse  dormido  y  que  veía  y  se  le  manifestaba 
en  visión  cómo  el  hombre  fué  creado  para  amar  y  servir 
a  Dios  y  conocerle,  de  forma  que  el  hombre  memore,  en- 
tienda y  ame  a  Dios  y  le  sea  obediente,  que  es  el  fin  para 
que  fué  creado.  Estando  en  esta  visión,  le  pareció  que  él 
decía  a  dos  caballeros  a  quien  mucho  amaba:  "Id  por  este 
camino  a  una  fuente  que  está  al  fin  de  él,  y  traedme  de  ella 
agua."  A  lo  que  el  uno  fué  obediente,  y,  yendo  por  el  mismo 
camino  y  tornando  por  él,  trajo  el  agua  que  le  había  man- 
dado; pero  el  otro,  siendo  desobediente  al  obispo,  no  quiso 
ir  por  aquel  camino,  sino  es  por  otro,  donde  encontró  una 
fuente  envenenada,  de  la  cual  trajo  agua  al  obispo,  el  que 
murió  bebiéndola. 

— Señor — dijo  Félix — ,  una  vez  oí  decir  que  ningún  hom- 
bre que  está  en  pecado  mortal  adquiere  mérito  alguno  por 
cualquier  bien  que  haga,  de  lò  que  estoy  muy  maravillado. 
— ¿Hijo — dijo  el  ermitaño — <,  has  de  saber  que  había  dos 
pecadores,  el  uno  lego  y  el  otro  sacerdote,  y  el  lego  daba 
limosna  con  intención  de  que  Dios  le  sacase  de  pecado,  y  el 
eclesiástico  la  daba  por  hipocresía.  Y,  por  esto,  el  lego  adqui- 
ría mérito  del  bien  que  hacía,  porque  le  hacía  con  buena  in- 
tención, y  el  eclesiástico,  cuya  intención  era  mala,  en  la 
limosna  que  hacía  no  sólo  no  tenía  mérito,  sino  que  aumen- 
taba su  culpa. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  por  qué  razón  adquiere  igual  mé- 
rito, o  mayor,  el  pobre  que  da  un  dinero  que  el  rico  que  da  un 
doblón  ?  3  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  había  un  hornero  que 

2  Paréntesis  del  traductor. 

3  «doblón»  traduce  aquí  «morebalí». 


862 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


había  ganado  dos  panes  en  el  horno,  y  eil  un  pan  vendió  por 
un  dinero  para  comprar  vino,  y  con  el  otro  se  quedó  para  co- 
mer; y  como  un  pobre  le  pidiese  limosna  por  amor  de  Dios, 
el  hornero  le  dió  el  dinero  que  le  habían  dado  por  el  un  pan, 
y  comió  sin  beber  vino ;  y  en  aquella  misma  ciudad,  al  mismo 
tiempo  había  un  rico  ciudadano  que  tenía  en  su  mano  un  do- 
blón, el  cual  dió  a  un  pobre  que  se  le  pidió  por  amor  de  Dios, 
y  después  el  rico  se  fué  a  su  casa,  donde  encontró  prevenida 
la  comida,  y  comió  pan  y  carne  y  otros  manjares,  según  esta- 
ba acostumbrado. 

— -Señor — 'dijo  Félix — ,  según*  la  similitud  que  habéis  pues- 
to, parece  que  el  hornero  tuvo  mayor  mérito  que  el  rico  ciu- 
dadano, pues  él  hornero  no  bebió  vino  por  dar  el  dinero  al 
pobre,  y  el  ciudadano  no  padeció  ninguna  pena,  aunque  dió 
el  doblón. 

— jHijo — 'dijo  el  ermitaño — ,  la  justicia  de  Dios  es  tan 
grande,  que  ningún  hombre  puede  perder  ningún  bien  que 
haga;  y  por  esto  el  rico  ciudadano,  en  cuanto  no  tuvo  pena 
de  aflicción  ni  de  necesidad,  no  ganó  tanto  mérito  con  el  do- 
blón como  él  hornero  con  el  dinero ;  pero  comp  el  ciudadano 
tenía  más  obligaciones  que  mantener  que  el  hornero  y  esta- 
ba acostumbrado  a  más,  podía  temer  más  el  que  le  faltase 
para  mantener  la  dignidad  y  el  fausto  en  que  se  hallaba ;  por 
lo  que  pudo  ganar  y  ganó  tanto  mérito  como  el  hornero. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  que  estaba  en 
pecado  y  no  quería  salir  de  él,  y  por  esto  procuraba  no  me- 
morar ni  entender  en  tal  pecado,  para  que  la  conciencia  no  le 
remordiese  y  porque  la  culpa  no  fuese  tan  grande.  Otro  hom- 
bre había  que  creía  la  fe  católica,  pero  no  la  quería  enten- 
der, porque  por  la  fe  alcanzase  mayor  mérito.  Sobre  que  se 
suscitó  la  cuestión  en  cuál  de  estos  dos  hombres  había  mayor 
grandeza  de  mérito  o  de  culpa. 


CAPÍTULO  LXXXI 

DE    LA    OBEDIENCIA    Y  DESOBEDIENCIA 

— Obediencia,  hijo — dijo  el  ermitaño—,  y  desobediencia 
son  contrarias,  y  así  como  la  obediencia  es  virtud,  es,  por 
consecuencia,  la  inobediencia  vicio,  como  lo  es  también  todo 
lo  que  a  la  obediencia  se  opone. 

— 'Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  admiro  de  que,  siendo 
la  obediencia  virtud  y  Ta  desobediencia  vicio,  el  hombre  sea 
más  desobediente  que  obediente  y  abrace  más  aquel  vicio  que 
esta  virtud.  <    *  ¡ 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  8l 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  obediencia  está  en  el  hom- 
bre de  muchos  modos,  y  en  otros  tantos  puede  estar  la  inobe- 
diencia, v.  gr.,  en  obediencia  sensual  y  en  obediencia  intelec- 
tual; siendo  la  obediencia  sensual  cuando  el  hombre  obedece 
a  las  cosas  sensuales  y  a  sus  cinco  sentidos  corporales,  y  la 
intelectual  cuando  obedece  a  las  cosas  intelectuales  y  a  sus 
cinco  sentidos  intelectuales  l.  Y  estas  obediencias  se  mezclan, 
componiéndose  una  de  ambas,  sin  ser  una  ni  otra,  sino  es  un 
compuesto,  como  cuando  el  hombre  en  las  cosas  sensuales  obe- 
dece las  intelectuales  (v.  gr.,  la  sensualidad  le  incita  a  ver  un 
bello  objeto  y  la  intelectualidad  detiene  aquel  acto,  por  el  pe- 
ligro que  hay  de  apetecerle)  2;  y  otras  veces  obedece  con  los 
sentidos  espirituales  a  los  corporales,  y  los  sentidos  el  uno 
obedece  al  otro,  y  la  una  virtud  del  alma  a  otra  que  es  del 
cuerpo,  y  por  esto  se  sigue  que  el  ánima  obedece  al  cuerpo, 
según  que  las  obediencias  particulares  se  mezclan  con  las 
universales. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  justo  que  oyó 
leer  en  el  Evangelio  cómo  Dios  mandaba  a  los  apóstoles  que 
fuesen  a  predicarle  por  todo  el  mundo,  y  que  fuesen  de  dos 
en  dos,  por  lo  que  él  buscó  un  compañero,  con  el  cual  iba 
predicando  el  Evangelio,  habiendo  tomado  el  modo,  el  hábi- 
to y  la  pobreza  con  que  Dios  mandó  a  los  apóstoles  que  le 
predicasen.  Sucedió  que,  mientras  estaban  en  este  ejercicio, 
el  uno  de  ellos  sintió  la  asperísima  vida  que  hacían,  y  tuvo 
gran  miedo  de  morir  predicando  en  un  lugar,  porque  un  rey 
infiel  los  amenazó  con  la  muerte,  por  lo  que  obedeció  al  rey 
y  se  dejó  de  predicar;  y  el  otro  se  admiró  mucho  de  que  su 
compañero  fuese  más  obediente  al  rey  que  a  Dios,  y  a  las  co- 
sas corporales  que  a  las  espirituales. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rico  hombre  que 
estaba  sentado  a  su  mesa  y  había  comido  y  bebido  mucho,  y 
mientras  comía,  tomó  de  un  plato  una  gallina  ;  pero  hizo  es- 
crúpulo de  que,  si  comía  más,  sería  vicio  y  le  haría  mal.  Y, 
estando  con  este  pensamiento,  oyó  un  pobre  que  a  su  puerta 
pedía  limosna,  por  lo  que  le  vino  impulso  de  darle  la  gallina; 
mas  al  tiempo  de  dársela  se  arrepintió  y  se  la  comió,  por  lo 
que  fué  inobediente  en  el  principio  a  la  templanza  y  a  la  for- 
taleza, y  en  el  fin  a  la  caridad  y  justicia,  y  fué  obediente  a 
los  vicios  contrarios  de  estas  virtudes. 

Además  has  de  saber  que  había  un  hombre  lujurioso,  el 
cual  se  maravillaba  mucho  de  que  él  fuese  desobediente  a  la 
castidad  y  obediente  a  la  lujuria.  Sucedió  un  día  que  leía 
un  libro  donde  estaban  escritos  los  diez  mandamientos,  entre 

1  Segrán  el  texto  catalán,  «e  entel-iectual  és  con  hom  obaeix  ab 
les  cpses  spiritals,  axí  com  ab  membrar,  entendre  e  amar». 

Añadidura  de)  traductor,  lo  mismo  que  las  acostumbradas  tran- 
siciones. 


864 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


los  cuales  Dios  manda  que  el  hombre  no  sea  lujurioso,  por 
lo  que  él  propuso  de  nunca  más  serlo ;  pero  a  poco  de  haberse 
dejado  de  leer  en  el  libro,  se  sintió  el  movimiento  carnal  y  sé 
fué  a  cometer  el  pecado  de  lujuria,  aunque  la  conciencia  le 
remordía  e  impelía  a  no  hacerlo,  pues  que  Pios  lo  mandaba  y 
él  había  hecho  propósito  en  su  espíritu.  Después  de  haber 
cometido  el  pecado,  se  arrepintió  fuertemente,  y  se  mara- 
villó por  haber  sido  desobediente  a  Dios  y  a  su  conciencia 
y  obedecido  a  tan  vil  movimiento.  Estando  en  esta  mara- 
villa, comprendió  que  había  sido  desobediente  a  Dios,  porque 
no  le  amaba  ni  temía  como  debía,  y  por  esto  el  movimiento 
carnal  le  arrastraba  y  vencía;  pues,  como  congénito  con  el 
hombre,  no  le  puede  vencer  sin  tener  a  Dios  gran  amor  y 
gran  temor  3. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  hombre  estaba  delan- 
te de  un  rey  muy  poderoso,  y  memoró  cómo  Dios  manda  en 
él1  Evangelio  que  el  hombre  ame  a  Dios  de  todo  su  corazón,  y 
de  todos  sus  pensamientos,  y  con  todas  üas  fuerzas  de  su 
alma;  y  acordándose  de  que  aquel  rey,  que  amaba  las  deli- 
cias temporales,  era  desobediente  a  Dios,  porque,  si  no  lo 
fuese,  era  consecuente  que  fuese  con  todo  su  poder  a  hacer 
la  guerra  a  los  sarracenos  y  a  quitarles  todas  las  tierras  ul- 
tramarinas que  injustamente  poseen,  se  maravilló  mucho, 
por  conocer  que  no  sólo  aquel  rey  era  desobediente  a  Dios, 
sino  que  también  To  era  su  pueblo  y  todos  sus  vasallos,  y  que 
sería  gran  maravilla  si  en  rey  y  pueblo,  desobedientes  a  Dios, 
se  hallaban  [obediencia,]' caridad,  temor  ni  justicia. 

Además  has  de  saber — (dijo  el  ermitaño — (que  a  un  santo 
religioso,  diciendo  misa  y  habiendo  consagrado  y  partido  la 
hostia,  le  vino  al  pensamiento  que  aquél  no  podía  ser  el  ver- 
dadero cuerpo  de  Jesucristo,  sino  es  que  real  y  verdadera- 
mente era  pan,  como  a  sus  ojos  se  representaba,  por  parecer- 
le  imposible  que  aquella  hostia  pudiese  ser  carne  y  cuerpo 
verdadero  de  Jesucristo,  estando  dividida  en  pedazos.  Hallán- 
dose aquel  santo  hombre  con  esta  tentación,  quiso  obedecer  y 
creer  lo  que  le  representaban  sus  cinco  sentidos  corporales  y 
creer  que  aquella  hostia  no  fuese  en  realidad  el  verdadero 
cuerpo  de  Jesucristo;  pero  antes  de  negarlo  o  no  creerlo  del 
todo,  memoró  el  poder  de  Dios  y  memoró  las  palabras  que 
dijo  en  el  Evangelio,  de  que  aquel  pan  era  su  verdadero  cuer- 
po, y  así  se  halló  embarazado  sin  resolverse  a  obedecer  a  los 
sentidos  corporales  o  a  los  espirituales,  hasta  que  Dios  le 
comunicó  luz  de  gracia,  por  medio  de  la  cuál  conoció,  y  dijo 
que  mejor  era  obedecer  y  creer  a  las  cosas  que  son  más  fuer- 
tes, más  nobles,  más  verdaderas  y  más  necesarias,  que  a  las 
menos  fuertes,  menos  nobles,  menos  verdaderas  y  menos  ne- 

3  «como  congénito  con  el  hombre»  lo  añade,  naturalmente,  el 
traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.  C.  8l  865 


cesarías.  [Y  entonces  el  santo  varón  obedeció  a  las  cosas 
espirituales,  y  desobedeció  ai  las  corporales.] 

— Señor — dijo  Félix — »,  mucho  me  admiro  de  que  Dios 
quiera  que  el  hombre  crea  en  el  sacramento  del  Altar,  cuan- 
do parece  cosa  imposible  según  el  curso  de  la  naturaleza. 

— Hijo — idijo  el  ermitaño — ,  Dios  quiere  que  el  hombre 
sea  más  obediente  y  crea  más  de  su  poder,  saber  y  querer 
que  de  las  obras  de  la  naturaleza,  y  que  lo  que  parece  impo- 
sible según  el  curso  de  ésta,  lo  crea  posible  según  su  poder, 
saber  y  querer,  pues  de  lo  contrario  no  sería  superior  a  ella. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en  una  ciu- 
dad había  un  prior  o  rector  que  era  hombre  vicioso  y  de 
mala  vida,  el  cual  poseía  un  gran  priorato,  y,  no  obstante  su 
mala  vida,  amonestaba  y  predicaba  a  todos  sus  feligreses  que 
viviesen  bien.  En  aquella  iglesia  había  un  clérigo  que  era 
hombre  lujurioso  y  no  quería  obedecer  a  las  amonestacio- 
nes de  su  prelado,  por  constarle  que  éste  estaba  encenagado 
en  el  mismo  vicio.  Sucedió,  con  el  tiempo,  que  el  prior  hizo 
penitencia,  mudó  de  vida  y  vivió  justificadamente.  Y,  como 
un  día  estuviese  predicando  a  sus  feligreses  y  concurriese  al 
sermón  el  clérigo  lujurioso,  y  el  rector  reprendiese  fuertemen- 
te el  pecado  de  lujuria,  al  clérigo  le  remordió  la  conciencia 
por  hallarse  en  él,  y,  arrepintiéndose  de  sus  pecados,  creyó 
en  lo  futuro  las  amonestaciones  de  su  prelado,  no  sin  gran 
maravilla  propia  de  que  en  aquella  ocasión  le  hubiesen  hecho 
fuerza  y  causado  contrición  sus  palabras,  no  habiéndosela 
hecho  antes  en  tantas  veces  como  las  había  oído. 

Además  has  de  saber  que  entre  un  cristiano  y  un  judío 
hubo  una  gran  disputa,  no  queriendo  el  judío  creer  ni  enten- 
der las  palabras  que  el  cristiano  le  decía,  por  más  que  en  ellas 
le  probaba  los  misterios  de  la  fe  de  Jesucristo  con  fuertes  ra- 
zones. Sucedió  un  día  que  el  judío  entendió  una  de  las  que 
el  cristiano  le  daba  probándole  el  misterio  de  la  Santísima 
Trinidad,  y  que  otro  día  entendió  otra  de  las  que  le  daba 
probándole  el  de  la  Encarnación ;  por  lo  que  el  judío  se  incli- 
nó a  creer  en  las  palabras  del  cristiano  y  a  sujetarse  a  sus 
argumentos,  y  se  maravilló  de  que  los  hubiese  entendido  des- 
pués que  los  había  creído  y  de  que  no  los  hubiese  podido  en- 
tender antes  de  creerlos. 

Además  has  de  saber  que  había  un  religioso  que  lo  había 
sido  setenta  años,  el  cual  era  tan  obediente,  que  ejecutaba 
todo  lo  que  le  mandaban,  sin  querer  usar  de  su  entendimiento 
ni  voluntad  para  entender  ni  amar,  sino  es  para  creer  y  obe- 
decer 4 .  Sucedió  el  que  se  puso  a  pensar  cuán  dilatado  tiem- 
po había  estado  sujeto  a  la  obediencia,  y  le  pareció  que  por 
ella  Dios  le  debía  dar  gran  gloria,  por  lo  que  rogó  a  Su  Ma- 

4  La  frase  «ni  voluntad  para  entender  ni  amar»  la  añade  también 
inútilmente  el  traductor. 


28 


866 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


jestad  le  manifestase  la  que  le  tenía  destinada;  y  habiéndole 
dormido,  le  pareció  hallarse  en  el  paraíso,  en  el  cual  su  vo- 
luntad estaba  coronada  con  una  corona  muy  bella,  y  que  su 
entendimiento  tenía  otra,  que  no  lo  era  tanto ;  después  le  pa- 
reció ver  a  otro  religioso  joven  que  tenía  su  entendimiento 
coronado  de  una  corona  más  bella  que  aquella  con  que  lo  es- 
taba el  suyo,  y  que  sobre  su  voluntad  tenía  otra  igual  a  la  de 
su  propia  voluntad ;  en  lo  que  conoció  que  aquel  religioso 
joven  había  solicitado  entender  y  amar  las  cosas  que  deben 
serlo,  mientras  vivió  en  el  mundo,  sujetando,  no  obstante,  los 
actos  de  su  entendimiento  y  voluntad  a  las  de  sus  superiores ; 
y  por  haber  procurado  entender  lo  que  había  de  amar  o  debía 
obedecer,  tenía  el  religioso  joven  el  entendimiento  coronado 
de  más  bella  corona  que  la  que  debía  tener  el  del  anciano 
después  de  tantos  años  de  obediencia  5. 

— ¡Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  como  la  obediencia 
sea  tan  buena  en  cuanto  es  virtud  y  tan  mala  en  cuanto  es 
vicio,  me  admiro  mucho  de  que  los  hombres  seamos  más  obe- 
dientes al  demonio  que  a  Dios.  — iHijo — dijo  el  ermitaño — , 
especialmente  ha  creado  Dios  al  hombre  para  ser  por  él  ama- 
do y  conocido;  pero,  como  los  hombres  se  aman  más  a  sí 
mesmos  que  a  Dios,  y  los  más  le  ignoran  y  no  le  conocen,  por 
esto  aman  más  y  son  más  obedientes  a  aquello  que  con  más 
frecuencia  memoran,  entienden  y  aman  (que  es  a  sí  mismos 
y  a  las  cosas  del  mundo)6  que  a  Dios,  lo  que  conocerás  en  el 
ejemplo  siguiente: 

Una  loca  mujer  amaba  más  a  un  vil  hombre  con  quien 
estaba  amancebada  que  a  su  marido,  que  era  rico,  noble  y 
bien  acostumbrado.  Sucedió  encontrarla  un  día  su  marido 
en  el  acto  con  aquel  vil  hombre,  de  que  tomó  la  cólera  co- 
rrespondiente;  y  habiéndola  reprendido  porque  por  tan  vil 
obra  y  tan  vil  hombre  le  había  deshonrado,  la  loca  mujer  le 
respondió  que  porque  se  había  acostumbrado  a  memorar,  en- 
tender y  amar  aquella  obra  y  aquel  hombre,  y  a  olvidar  e 
ignorar  él  pecado  que  hacía  y  a  su  marido  7,  había  venido  a 
caer  en  tal  flaqueza,  contra  sí.  contra  Dios  y  contra  la  honra 
de  su  marido. 

Y  entonces  Félix  y  el  ermitaño  exclamaron,  y  lloraron  por 
la  locura  y  delito  que  cometemos  los  hombres  en  olvidar,  ig- 
norar y  desamar  a  Dios,  y  en  memorar,  entender  y  amar  el 
mundo  y  la  carne,  obedeciendo  a>l  demonio.  Y  habiéndosele 
saltado  con  esta  consideración  las  lágrimas  al  ermitaño,  dijo 
a  Félix: 


5  Las  últimas  frases  son  una  amplificación  retórica  de  un  original 
mucho  más  escueto. 

6  El  paréntesis  es  una  glosa  explicativa. 

7  Todo  lo  que  sigue  corresponde  al  original  «l'avia  cambiat  per 
altre» . 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  &2 


867 


— Un  rey  muy  sabio  y  devoto,  estando  un  día  en  un  re- 
fitorio  de  un  gran  convento,  comiendo  con  sus  religiosos,  y 
viendo  la  gran  obediencia  que  todos  tenían  a  su  superior,  se 
admiró  mucho  de  que  sus  vasallos  no  se  la  tuviesen  igual  a 
él;  y  exaltando  por  este  medio  su  consideración,  se  admiró 
mucho  más  de  que  los  hombres  no  fuesen  más  obedientes  a 
Dios  (cuando  por  tantos  motivos  están  más  obligados  a  serlo 
que  no  los  monjes  al  prelado  ni  los  vasallos  al  rey)  8.  [En- 
tonces lloró  el  rey  por  el  deshonor  que  se  hace  a  Dios  en  el 
mundo  por  la  falta  de  obediencia.] 


CAPITULO  LXXXII 

DE   LA    ORDENACIÓN    E    INOR  DENACIÓN 

— En  todas  las  cosas  quiere  Dios,  hijo,  que  haya  orden,  o 
que  estén  ordenadas,  y  para  significarnos  que  en  sí  mesmo 
le  hay,  le  ha  creado  extra  de  sí  mesmo  y  puesto  en  todas  las 
criaturas.  Le  hay  en  sí  mesmo,  en  cuanto  el  Padre  de  sí  mes- 
mo engendra  al  Hijo  y  en  cuanto  el  Padre  y  el  Hijo  produ- 
cen ordenadamente  al  Espíritu  Santo. 

Has  de  saber  que  en  Dios  hay  bondad,  grandeza,  eterni- 
dad, poder,"  sabiduría  y  voluntad,  y  todas  estas  dignidades  o 
atributos  están  o  son  ordenados  en  ser  una  persona,  que  es 
Padre,  el  cual  de  su  misma  bondad,  grandeza,  etc.,  engendra 
al  Hijo  y  espira  al  Espíritu  Santo,  por  cuanto  la  bondad  en- 
gendra bueno,  la  grandeza  grande  y  la  eternidad  eterno,  y  asi 
de  todos  los  demás  atributos ;  y  esto  mismo  se  sigue  en  cuan- 
to el  Hijo  espira  el  Santo  Espíritu. 

En  esta  obra,  hijo,  hay  maravillosa  ordenación,  pues  en 
una  persona  que  es  Padre,  en  otra  que  es  Hijo  y  en  otra  que 
es  Espíritu  Santo  son  y  están  unidas  todas  las  divinas  digni- 
dades inmensa  y  eternamente,  siendo  todas  juntas  una  divi- 
na esencia,  aunque  distintas  personas. — Mucho  pensó  Félix 
en  la  maravillosa  ordenación  que  Dios  tiene  en  sí  mesmo,  ad- 
mirándose de  su  infinidad,  y  el  ermitaño  prosiguió,  diciendo: 

— -Amado  hijo,  de  esta  tan  gran  orden  que  hay  en  Dios 
quiere  Su  Majestad  que  se  siga  utilidad  a  las  criaturas,  y 
para  ello  les  ordenó  su  memorar,  entender  y  amar;  y  por  este 
orden  creó  todo  cuanto  tiene  ser,  con  el  fin  de  que  las  cria- 
turas memorativas,  intelectivas  y  amativas  pudiesen  ordena- 
damente memorar,  entender  y  amar  el  gran  orden  que  tiene 
Dios  en  sí  mesmo  y  en  sus  obras.  Estas  criaturas,  hijo,  que 


8  Paréntesis  añadido  por  el  traductor. 


868 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


por  orden  pueden  memorar,  entender  y  amar  a  Dios  son  los 
ángeles  y  los  hombres,  y  los  ángeles  buenos  le  entienden,  sir- 
ven y  le  aman  ordenadamente  con  todo  su  memorar,  enten- 
der y  amar  arreglados  a  la  ordenación  que  Dios  tiene  en  si 
mesmo.  Y,  al  contrario,  los  ángeles  malos  desordenadamente 
le  memoran,  entienden  y  aborrecen,  porque  su  voluntad  abo- 
rrece todo  aquello  que  su  memoria  y  su  entendimiento  entien- 
den de  Dios. 

Hijo,  los  hombres  tienen  con  ordenación  los  cinco  senti- 
dos corporales,  para  que  usen  de  las  cosas  corpóreas  y  para 
que  por  ellas  puedan  adquirir  orden,  para  memorar,  enten- 
der y  amar  las  espirituales,  adquirir  las  virtudes  y  apar- 
tarse de  los  vicios.  En  el  cuerpo  del  hombre  están  compues- 
tos los  cuatro  elementos  por  los  cuales  cada  cuerpo  es  cuer- 
po, y  por  operación  de  los  mesmos  elementos  aquel  cuerpo 
crece  y  es  engendrado ;  siendo  esta  operación  de  los  elemen- 
tos la  potencia  vegetativa,  que  es  la  misma  obra  u  opera- 
ción que  un  elemento  tiene  en  el  otro,  y  esta  potencia  vege- 
tativa tiene  ser  y  vive  para  que  sea  lia  sensitiva,  y  la  sensi- 
tiva y  la  vegetativa  tienen  ser  y  viven  por  la  intelectiva; 
teniendo  en  sí  el  hombre  otras  muchas  ordenaciones  maravi- 
llosas para  quien  sepa  memorarlas  y  entenderlas. 

Hijo,  por  causa  de  que  Dios  es  muy  memorable,  inteligi- 
ble y  amable,  quiso  su  grandeza  ser  muy  memorada,  entendi- 
da y  amada  por  el  hombre,  y  que  también  lo  fuesen  sus  otras 
dignidades ;  y  por  esto  unió  a  sí  mesmo  y  a  todas  sus  digni- 
dades o  atributos  la  naturaleza  humana  de  Jesucristo,  para 
que  fuese  con  ella  una  persona,  para  que  aquella  humana  na- 
turaleza pudiese  con  más  fervor  y  fortaleza  memorar,  en- 
tender y  amar  a  Dios;  y  debajo  de  la  ordenación  de  aquella 
humana  naturaleza  están  ordenados  el  ángel  y  el  hombre  y 
todas  las  demás  criaturas,  para  memorar,  entender  y  amar 
a  Dios,  quien  también  ha  ordenado  la  ley  y  el  camino  de  la 
salvación,  y  ha  ordenado  que  por  hacer  bien  el  hombre  se 
salve  y  posea  la  gloria,  y  por  hacer  mal  se  condene  y  tenga 
pena  eterna;  y  que,  según  ha  de  ser  grande  la  gloria  y  la 
pena  por  toda  una  eternidad,  lo  haya  de  ser  la  gloria  y  la 
pena  que  Dios  ha  puesto  en  ella. 

Por  cuyas  palabras  se  admiró  Félix  de  que  hasta  ahora 
se  haya  puesto  tan  poco  orden  y  cuidado  en  el  mundo  para 
encaminar  por  el  camino  de  la  salvación  a  los  infieles  y  a 
otros  errados,  y  dijo  que  había  en  él  poca  ordenación  y  [no] 
poca  desordenación.  — Hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — i,  Dios 
ha  ordenado  que  en  este  mundo  haya  reyes  paira  que  manten- 
gan la  justicia,  y  que  haya  prelados  para  conservar  nuestra 
fe,  y  que  debajo  del  dominio  de  los  reyes  haya  condes,  du- 
ques, marqueses,  caballeros,  ciudadanos,  mercaderes,  labrado- 
res, y  así  de  los  demás  oficios ;  y  lo  mesmo  ha  dispuesto  en 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  82 


869 


el  estado  eclesiástico,  pues  ha  ordenado  que  bajo  la  orden 
de  I03  prelados  estén  los  clérigos,  frailes  y  demás  eclesiásti- 
cos, divididos  en  varios  oficios,  para  que  por  orden  puedan 
y  deban  mantener  la  santidad  y  verdad  en  el  mundo,  para 
que  en  él  Dios  sea  alabado,  conocido  y  amado. 

Mucho  consideró  Félix  en  las  palabras  que  el  ermitaño 
decía  sobre  el  orden  de  las  cosas;  y  dijo  que  se  maravillaba 
mucho  del  gran  desorden  que  había  en  el  mundo,  pues  había 
en  él  muchos  más  hombres  desordenados,  o  que  por  desorden 
no  entendían  y  desamaban  a  Dios,  que  aquellos  que  por  orden 
le  etntendían  y  amaban ;  por  lo  que  dijo  el  ermitaño :  — (Hijo, 
Dios  tomó  la  naturaleza  humana,  y  así  como  la  naturaleza 
divina  hizo  y  ensalzó  en  este  acto  todo  lo  más  que  pudo  a  la 
humana,  así  quiso  que  la  humana  honrase  y  venerase  cuanto 
más  pudiese  a  la  divina;  y  por  esto,  y  para  honrar  y  venerar 
a  la  divina,  quiso  que  la  humana  padeciese  en  este  mundo 
pobreza,  deshonor,  trabajos  y  muerte. 

Por  el  ejemplo  que  el  ermitaño  decía  entendió  Félix  que 
Dios  había  ordenado  que  el  hombre  pudiese  honrarle  y  ser- 
virle mucho,  sufriendo  por  él  trabajos  y  muerte,  por  cuyo 
motivo  quiere  que  multiplique  la  ordenación  y  destruya  la 
inordenación,  para  que  más  pueda  servir  a  Dios  y  apartarse 
de  los  vicios  1. 

— Además  has '  de  saber,  hijo — -dijo  el  ermitaño — ,  que 
Dios  ha  ordenado  y  dispuesto  que  haya  tanto  poder  en  el 
Sumo  Pontífice,  en  los  cardenales,  en  los  religiosos  y  en  todos 
los  eclesiásticos,  que  por  su  poder  y  saber  puedan  2  ordenar 
y  disponer  que  los  infieles  se  reduzcan  al  camino  de  la  verdad 
y  salvación;  y  lo  mesmo  pueden  los  reyes  y  los  príncipes,  a 
quienes  Dios  ha  dado  tanto  poder,  que  pueden  mantener  la 
justicia,  la  verdad  y  la  religión  en  la  tierra;  lo  que  muchos 
no  ejecutan  porque,  aunque  tienen  el  poder  y  la  sabiduría, 
les  falta  la  voluntad ;  y  por  esto  de  día  en  día  se  multiplica  el 
desorden  y  se  disminuye  el  orden. — iCon  cuya  consideración 
el  ermitaño  lloró  mucho,  de  que  Félix  se  admiraba;  y  el  er- 
mitaño siguió  diciendo: 

— Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  religioso  ocioso  en  su 
orden,  por  cuanto  no  hacía  todo  el  bien  que  podía.  Sucedió 
que  un  día,  encontrando  a  un  ciudadano,  le  preguntó  que 
por  qué  estaba  ocioso  y  por  qué  no  hacía  todo  el  bien  que 
podía  hacer.  De  que  dimanó  el  que  el  ciudadano  se  admirase 
por  saber  la  ociosidad  del  religioso  y  el  bien  que  dejaba  de 
hacer,  y  de  que  hubiese  reparado  estos  defectos  en  él  y  no  los 
hubiese  visto  ni  conocido  en  sí  mesmo;  y,  maravillándose  de 
esto,  conoció  que  aquel  desorden  provenía  de  que  a  uno  y  a 


*  Toda  esta  oración  final  es  una  añadidura  % 
2  El  texto  español  dice  «pueden». 


y  70  Obras  literarias  de  ramón  llull 


otro  les  faltaba  el  memorar,  entender  y  amar  a  Dios  con  la 
grandeza  y  perfección  que  se  debe,  para  lo  cual  fueron 

creados  J. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  admiro  de  que  el  án- 
gel pueda  saber  lo  que  el  hombre  piensa  en  sí  mesmo  o  inte- 
riormente. — Hijo — dijo  el  ermitaño—,  por  ordenación  divi- 
na está  dispuesto  el  que  así  como  el  hombre  por  las  obras 
corporales  y  exteriores  percibe  y  conoce  lo  que  otro  hombre 
piensa  interiormente  dentro  de  sí  mesmo,  así  los  ángeles  por 
las  obras  corporales  y  espirituales  exteriores  e  interiores  co- 
nocen lo  que  los  hombres  imaginan  y  piensan  interiormente; 
porque,  así  como  Dios  ha  dispuesto  que  la  mano  del  escriba- 
no que  escribe  forme  la  letra,  mediante  la  cual,  por  medio  de 
la  vista  y  la  imaginación,  el  entendimiento  conoce  lo  que 
aquél  imaginaba  cuando  da  escribía,  así  en  el  memorar,  enten- 
deir  y  amar  del  hombre,  o  en  el  ver,  oír,  gustar  [oler]  o  to- 
car, o  en  su  propio  movimiento  o  acción,  comprende  el  ángel 
lo  que  el  hombre  piensa  e  imagina. 

Félix  se  maravilló  de  lo  que  el  ermitaño  decía,  y  mucho 
más  de  que  las  plantas  y  las  bestias  sigan  ordenadamente  el 
curso  de  la  naturaleza  y  que  el  hombre  le  deje  de  seguir, 
apartándose  de  la  final  intención  para  que  fué  creado.  — Hijo 
— dijo  el  ermitaño — >,  en  el  cuerpo  del  hombre  está  ordenada 
la  potencia  vegetativa  para  convertir  en  sangre  la  vianda 
que  come,  y  después  la  convierte  en  carne,  medulas  y  terni- 
llas, y  después  las  distribuye  por  todos  los  miembros ;  y  cuan- 
do sucede  que  la  potencia  vegetativa  se  desordena  y  no  se 
puede  hacer  la  conversión  en  la  forma  referida,  todos  los 
miembros  se  desordenan,  por  causa  de  la  desordenación  ds 
la  vegetativa,  y  padece  o  muere  el  cuerpo  del  hombre.  Por 
cuyas  palabras  entendió  Félix  la  significación  de  que  por 
los  desórdenes  de  la  potencia  racional  se  desordenan  en  el 
hombre  la  sensitiva,  memorativa,  intelectiva  y  volitiva. 


CAPÍTULO  LXXXIII 
De  la  riqueza  y  de  la  pobreza 

— iLa  riqueza  espiritual — dijo  el  ermitaño — vale  más  que 
la  corporal,  porque  la  riqueza  espiritual  es  virtud  y  cumpli- 
miento de  las  tres  virtudes  del  alma,  memoria,  entendimien- 
to y  voluntad;  y  la  riqueza  corporal  lo  es  sólo  de  los  cinco 
sentidos  corporales :  ver,  oír,  oler,  gustar  y  tocar. 

Y  así  como  la  riqueza  espiritual  es  mayor  que  la  corpo- 


3  La  última  frase  final  falta  en  el  texto  luliano. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  8^ 


871 


ral  (cuando  trata  o  toma  por  objeto  las  cosas  espirituales)  \ 
así  es  mayor  la  pobreza  o  desvío  que  entonces  tiene  de  las 
corporales,  de  quien  absolutamente  se  abstrae  por  memorar, 
entender  y  amar  a  Dios,  a  sus  obras  y  virtudes  y  a  la  vida 
celestial;  y  si  no  lo  ejecuta  así,  memora,  entiende  y  ama 
las  cosas  corporales,  que  por  medio  de  los  corporales  senti- 
dos se  le  representan;  y  olvidándose  de  amar  a  Dios,  pasa 
entonces  a  ser  pobre  de  la  riqueza  espiritual  y  rica  de  la  cor- 
poral, olvidando  a  Dios  y  a  sus  obras  y  virtudes. 

—Señor — dijo  Félix — respecto  de  que  la  riqueza  espiri- 
tual es  más  noble  que  la  corporal,  ¿  por  qué  es  más  amada  la 
corporal  que  la  espiritual  ?  Pues  es  gran  maravilla  que  lo  que 
vale  menos  se  ame  más  y  que  lo  que  vale  más  se  ame  me- 
nos. — ¡Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  un  hom- 
bre halló  dos  dineros,  el  uno  de  latón  y  el  otro  de  plata ;  y  él 
creyó  que  el  de  latón  era  de  oro  y  que  el  de  plata  era  de 
plomo,  por  lo  que  amó  más  el  de  latón  que  el  de  plata. 

— (Señor — dijo  Félix — ,  gran  admiración  me  causa  el  que 
los  hombres  ricos  de  las  riquezas  temporales,  cuanto  más 
tienen,  más  desean  tener,  sucediéndoles  lo  mismo  si  acaso 
llegan  a  ser  pobres,  porque  cuanto  más  pobres  son,  más  las 
aman.  — iHijo — dijo  el  ermitaño — •,  un  hombre  amaba  mucho 
el  dinero,  el  cual  tenía  mil  sueldos,  y  los  amaba  tanto,  que 
deseaba  que  se  multiplicasen  y  que  fuesen  dos  mil,  y  después 
que  fuesen  hasta  cien  mil;  y  porque  amaba  tanto  la  multi- 
plicación del  dinero,  quería  y  amaba  sólo  que  se  multiplicase, 
y  no  el  fin  para  que  el  'dinero  debía  servir;  y  por  causa  de 
que  no  se  quería  servir  del  dinero  para  el  fin  que  debe  ser- 
vir, cuanto  más  se  le  multiplicaba  y  aumentaba,  mayor  po- 
breza sentía  y  más  falta  le  hacía. 

Por  cuya  similitud  entendió  Félix  el  modo  como  Dios 
Padre,  entendiendo  y  amando  a  su  Hijo,  le  da  inmensidad  de 
bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  voluntad, 
que  es  la  espiritual  e  infinita  riqueza  que  la  esencia  divina 
tiene  en  el  Padre,  en  el  Hijo  y  en  el  Espíritu  Santo.  Después 
que  Félix,  por  la  antecedente  similitud,  entendió  esta  espiri- 
tual riqueza,  entendió  también  que  la  divina  naturaleza  amó 
tanto  y  quiso  tanto  multiplicar  la  operación  que  tiene  en  la 
criatura  en  grandeza  de  [bondad,]  poder,  sabiduría  y  volun- 
tad [y  también  en  duración],  que  quiso  juntar  y  unir  el 
hombre  a  sí  mesma  2.  Y  por  esta  mesma  razón,  la  naturaleza 
de  Jesucristo,  por  medio  del  ejemplo  de  su  vida,  quiso  unir 
y  juntar  a  sí  la  riqueza  de  los  apóstoles,  haciéndoles  vivir 
con  santa  vida  en  este  mundo,  para  que  (en  lo  que  cupiese) 
le  fuesen  semejantes. 


-1  Paréntesis  añadido,  como  todos  los  demás  de  este  capítulo. 
?  La  yersión  española  dice,  erróneamente,  *mismo». 


872 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  la  riqueza 
de  Dios  tiene  su  similitud  en  el  hombre  justo,  y  la  riqueza 
del  hombre  justo  tiene  su  similitud  en  la  de  Dios  ;  y  la  po- 
breza de  Dios  es  cuando  el  hombre  le  arroja  de  su  corazón, 
desama  o  deja  por  las  cosas  temporales;  y  la  pobreza  de  los 
hombres  pecadores,  cuando  arrojan  de  su  corazón  o  dejan  de 
memorar,  entender  y  amar  a  Dios. — ¡De  lo  que  Félix  se  mara- 
villó, considerando  cómo  Dios  tiene  en  este  mundo  tanta  po- 
breza, pues  por  un  hombre  que  en  él  le  memora,  entiende 
y  ama,  hay  mil  que  ni  le  memoran,  aman  ni  entienden. 
Y  cuando  Félix  hubo  admirado  aquello  de  la  pobreza  que 
Dios  tiene  en  el  mundo  y  de  la  que  padecen  los  hombres  que 
en  él  no  le  memoran,  entienden  ni  aman,  prorrumpió  en  mal- 
decirla y  en  bendecir  la  riqueza  de  los  hombres  justos,  que 
se  emplean  en  memorarle,  entenderle  y  amarle.  — ÍHijo — dijo 
el  ermitaño — ,  has  de  saber  que,  no  obstante  todo  esto,  en  los 
hombres  pecadores  es  Dios  rico  por  el  uso  de  su  justicia  y 
de  su  misericordia,  perdonando  a  los  unos  y  castigando  a  los 
otros,  no  teniendo  ellos  en  Dios  riqueza  alguna  [por  justi- 
cia], antes  cuanto  más  su  justicia  es  mayor  en  castigarlos, 
más  son  pobres  miserables  y  necesitados  de  todas  cosas  en 
eterna  peina. 

De  que  Félix  se  maravilló  mucho,  considerando  la  gran 
pobreza  que  el  hombre  pecador  padece  en  el  infierno  por  ca- 
recer de  un  todo  así  sus  corporales  sentidos  como  las  tres 
potencias  del  alma  y  su  potencia  vegetativa. 

— ¡Has  de  saber — Úijo  el  ermitaño—,  que  había  un  ciu- 
dadano muy  rico  de  bienes  temporales,  el  cual  vivía  muy 
delicadamente  y  con  gran  regalo  y  era  hombre  orgulloso, 
airado  y  que  se  hacía  servir  y  respetar  mucho  de  sus  subdi- 
tos. Por  cuyo  motivo  pasaba  grandes  trabajos  y  desazones 
para  poseer  sus  riquezas  y  deleites,  por  lo  mucho  que  los 
amaba  y  quería  multiplicar,  lo  que  le  daba  trabajo  y  pena, 
mayormente  cuando  consideraba  que  no  podía  tenerlos  tan 
grandes  como  era  su  deseo  ;  de  que  venía  a  sentir  pobreza 
y  congoja  en  su  espíritu,  dimanada  de  que  los  memoraba, 
entendía  y  amaba  excesivamente,  por  lo  que  estaba  siempre 
airado.  Y  conociendo  no  podía  ser  rico  ni  saciarse  de  los  de- 
leites del  mundo  con  sus  riquezas,  las  dió  por  amor  de  Dios, 
y  entonces  sintió  en  sí  alegría  de  riqueza  espiritual,  en  la 
que  vivió  mucho  tiempo  con  pobreza  corporal,  y  al  fin  de  sus 
días  alcanzó  la  bienaventuranza. 

Además  has  de  saber  que  había  un  rey  que  tenía  gran 
esperanza,  la  cual  le  ayudaba  mucho  a  sostener  los  trabajos, 
persecuciones  y  peligros,  respecto  de  que,  siempre  que  se 
hallaba  en  alguno,  confiaba  en  Dios  y  esperaba  en  su  miseri- 
cordia. Sucedió  un  día  que  aquel  rey  se  halló  en  una  batalla, 
en  la  cual  tuvo  gran  miedo  de  morir,  y  tanto,  que  perdió  la 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  84  873 


esperanza  de  que  Dios  le  diese  victoria  ni  conservase  la  vida ; 
cuya  consideración  le  amilanó  totalmente  el  espíritu  y  privo 
la  fuerza,  y  él  se  admiraba  de  que  le  faltase  el  valor  y  la 
esperanza  que  solía  tener,  la  que  tantas  veces  le  había  ayu- 
dado y  sacado  de  los  peligros,  sin  alcanzar  que  consistía  en 
que  daba  aquella  batalla  contra  razón  y  justicia,  por  cuyo 
motivo  se  hallaba  sin  la  fortaleza  de  espíritu  y  grandeza  de 
esperanza  que  solía  tener. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  hubo 
otro  rey  muy  rico  de  gentes  y  de  reinos,  mas  muy  pobre  de 
entendimiento,  pues  no  sabía  quién  era  ni  de  dónde  había 
venido,  para  qué  había  nacido  ni  para  qué  era  rey,  ni  menos 
alcanzaba  conocimiento  alguno  de  Dios.  Sucedió  que  este  rey 
dudó  el  que  la  fe  que  tenía  fuese  verdadera,  cuya  duda  y  ten- 
tación le  trabajó  mucho  el  espíritu;  hasta  que  oyó  a  un  hom- 
bre pobre  de  los  bienes  temporales,  pero  rico  de  los  espiritua- 
les, que  seguía  su  corte,  explicar  un  artículo  a  muchos  oa* 
balleros  de  su  comitiva,  por  cuya  declaración  y  palabras, 
que  comprendió,  se  confortó  y  aquietó  su  espíritu,  y  venció 
la  tentación  que  padecía,  y  prorrumpió  diciendo  que  más 
quisiera  ser  aquel  pobre  hombre  que  rey;  pues  aquél  con  su 
sabiduría  tenía  más  y  mejor  riqueza  que  no  él  siendo  rey, 
con  todo  su  poder  y  señorío. 

Además  has  de  saber — dijo  el  ermitaño — que  había  un 
hombre  pobre  que  deseaba  hallar  una  piedra  preciosa  que  va- 
liese mil  marcos  de  oro,  y  estaba  siempre  imaginando  que, 
si  hallase  tal  piedra,  haría  con  su  valor  muchas  cosas;  y  en 
tanto  que  tenía  esta  imaginación  se  sentía  mucho  más  pobre 
y  necesitado  que  antes  que  pensase  en  la  piedra,  hasta  que 
consideró  y  se  maravilló  de  su  necedad,  que  le  hacía  ser  po- 
bre, por  carecer  de  lo  que  no  podía  tener  porque  no  tenía  ser. 


CAPITULO  LXXXIV 

DE  LA  LIBERTAD  Y  SERVITUD 

— La  libertad,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  fué  dada 
a  la  voluntad  del  hombre  para  que  tenga  libertad  de  amar 
a  Dios  y  para  que  tenga  por  este  medio  alguna  similitud  con 
la  libertad  de  su  divina  voluntad,  que  libremente  ama  cuanto 
quiere  amar. 

Y  la  libertad  de  Dios  está  libremente  en  la  bondad,  poder, 
sabiduría  y  voluntad  y  en  todos  los  demás  atributos  del  mis- 
mo Dios,  y  todos  los  atributos  están  libremente  en  su  vo- 
luntad, por  cuyo  motivo  tiene  Dios  franco  querer  en  todo  lo 


í*74 


OBRAS  LITERARIAS  Í)E  RAMON  LLULL 


bueno,  en  todo  lo  grande  y  en  todo  lo  eterno  y  en  todos  los 
demás  atributos  que  puede  su  poder.  Y  porque  es  de  la  na- 
turaleza de  la  bondad,  grandeza,  eternidad,  y  así  de  las  de- 
más dignidades,  que  el  poder  francamente  se  comunique  a  la 
voluntad  y  por  toda  la  voluntad,  por  esto  el  amor  libremente 
obra  por  toda  la  bondad,  grandeza,  eternidad  y  todos  los  de- 
más atributos,  por  cuya  incesante  operación  infinita  y  eter- 
namente se  sigue  producción  en  las  divinas  personas. 

Ajmable  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que,  con- 
forme Dios  tiene  en  sí  libertad  por  todas  sus  dignidades, 
ha  dado  su  similitud  a  la  voluntad  del  hombre,  para  que  ten- 
ga libertad  en  amar  libremente  por  todo  el  entendimiento  y 
la  memoria,  para  que  así  sean  el  entender  y  el  memorar 
francos,  y  para  que  cada  uno  de  por  sí  y  todos  juntos  sean 
francos  por  toda  el  alma  y  por  todas  sus  operaciones,  para 
que  de  tal  franqueza  se  originen  las  virtudes  libre  y  franca- 
mente sin  ninguna  restricción  ni  embarazo,  como,  v.  gr.,  la 
fe,  la  esperanza,  la  caridad,  la  justicia  y  las  demás,  etc. 

— Señor — dijo  Félix — ,  conforme  vos  habéis  demostrado 
que  está  la  libertad  en  el  alma  del  hombre,  me  maravillo  mu- 
cho de  que  el  hombre  caiga  en  la  servidumbre  y  esclavitud 
de  los  vicios  y  pecados,  teniendo  tanta  libertad  y  siendo  su 
libertad  a  la  de  Dios  tan  parecida. 

—Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  tan  franca  es  la  voluntad  de 
Dios  en  toda  su  esencia  y  en  todas  sus  dignidades,  que  a  to- 
das se  comunica  en  su  libertad,  en  sí  mesma  y  en  toda  la 
esencia,  y  en  todas  las  dignidades ;  y  por  esto  se  sigue  pro- 
ducción de  personas.  Y  porque  toda  la  libertad  de  la  volun- 
tad humana  se  debiera  convertir  y  emplear  en  memorar,  en- 
tender y  amar  a  Dios,  cuando  hace  lo  contrario  cae  en  la  es- 
clavitud del  pecado,  que  es  opuesto  a  la  similitud  y  al  ca- 
rácter que  ha  recibido  de  Dios,  teniendo  su  semejanza  [en 
libertad] . 

Amado  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  tan  noble  cosa  es  la  li- 
bertad en  el  espíritu  del  hombre,  que  ninguno  daría  la  liber- 
tad de  su  franco  querer  o  aborrecer  por  todos  los  tesoros  del 
mundo ;  y  por  esto  se  maravilló  mucho  un  santo  ermitaño  de 
un  hombre  lujurioso  que,  conociendo  esto  y  amando  tanto  su 
libertad  que  muchas  veces  le  habían  oído  decir  que  no  la  da- 
ría por  todo  el  mundo,  estaba  cautivo  de  enamorado  y  su- 
jeto a  una  loca  mujer,  a  quien  deseaba  dejar  de  querer,  por 
apartarse  de  ella,  y  no  podía l. 

Hijo,  el  Espíritu  Santo  procede  libre  y  francamente  del 
Padre  y  del  Hijo,  estando  cada  uno  en  sí  mesmo  libre  y  fran- 


1  «por  apartarse  de  ella,  y  no  podía»  lo  añade  el  traductor  por 
su  cuenta,  lo  mismo  que,  mas  abajo,  las  frases  incluidas  entre  pa- 
réntesis. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


84 


S75 


camente  sin  ninguna  sujeción;  y  también  la  libre  voluntad 
del  hombre  pecador  está  franca  en  sí  mesma,  en  el  entendi- 
miento y  en  la  memoria,  de  los  que  sale  el  franco  querer 
cuando  ama  el  pecado,  en  el  que  está  la  voluntad  en  escla- 
vitud, respecto  de  que  opera  contra  la  libertad  del  Santo  Es- 
píritu, permitiendo  la  justicia  de  Dios  se  mantenga  en  él, 
para  más  castigarle,  dejándole,  no  obstante,  su  libre  albe- 
drío,  que  tiene  gran  similitud  con  la  libertad  de  Dios,  para 
que  pueda  salir  de  él  mediante  la  divina  gracia  y  su  mise- 
ricordia. 

Hijo,  tan  noble  criatura  es  el  libre  albedrío,  que  nadie 
puede  constreñir  al  hombre  a  que  ame  lo  que  no  quiere  amar 
ni  a  que  aborrezca  lo  que  no  quiere  aborrecer,  pues  nadie  le 
puede  quitar  al  alma  la  similitud  que  tiene  de  Dios.  Pero 
como  el  hombre  debe  ejercitar  la  caridad,  la  justicia,  la  pru- 
dencia, la  fortaleza  y  la  templanza,  si  no  usa  de  ellas  y  abusa 
de  su  libertad,  [debe  entonces  obligar  y  someter  su  querer 
a  servidumbre,  por  la  cual  adquiera  virtudes  y  salga  de 
vicios].  Por  lo  que,  aunque  en  este  mundo  nadie  se  la  pue- 
da quitar,  en  el  otro  el  hombre  pecador  no  la  tendrá  para 
querer  lo  bueno,  pues  aunque  deseará  tener  la  gloria  y 
apartarse  de  la  pena  en  que  estará,  será  su  deseo  contra 
la  justicia,  caridad,  esperanza  y  contrición,  cuyas  virtudes 
aborrecerá,  permaneciendo  en  él  siempre  el  amor  y  deseo  de 
la  gloria,  que  nunca  alcanzará,  para  tener  mayor  pena. 

Félix  quedó  muy  admirado  de  lo  que  el  ermitaño  decía, 
considerando  la  gran  pena  que  los  pecadores  tendrán  en  el 
otro  mundo,  según  lo  que  explicaba  en  sus  palabras  el  er- 
mitaño. 

— Sepas,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  estaba  un  rey  sen- 
tado en  su  real  trono,  y  en  su  presencia  había  muchos  ca- 
balleros y  otras  muchas  gentes.  Lo  que  viendo  y  conside- 
rando el  rey,  tuvo  de  ello  gran  vanagloria,  persuadiéndose  a 
que  tan  solamente  él  era  libre,  y  todos  aquéllos,  sus  sub- 
ditos. Y  estando  el  rey  así  ocioso  y  con  tan  vanos  pensamien- 
tos, le  llegó  aviso  de  que  una  provincia  se  había  rebelado 
contra  él;  y  después  de  esto  un  caballero  entró  pidiendo  se 
le  administrase  justicia  contra  otro  que  le  había  injuriado. 
Y  viéndose  precisado  el  rey  a  responder  y  dar  pronta  pro- 
videncia en  uno  y  otro  asunto,  conoció  que  él  era  el  verda- 
dero esclavo,  y  todos  aquéllos  libres  (pues  se  veía  constituí- 
do  en  mayor  sujeción  que  ellos,  si  había  de  cumplir  con  su 
obligación). 

— Señor — dijo  Félix — .  mucho  me  maravillo  de  que,  sien- 
do los  reyes,  barones  y  grandes  señores  los  hombres  más 
siervos  y  más  sujetos  del  mundo  (si  han  de  cumplir  con  sus 
obligaciones),  amen  tanto  reinar,  mandar,  y  poseer  muchas 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tierras,  y  tener  muchos  vasallos;  pues  cuanto  más  tienen, 
tienen  más  que  trabajar  y  gobernar,  y,  por  consecuencia, 
mayor  sujeción  y  más  de  qué  responder. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  inmensidad  y  eternidad 
de  Dios  Padre  produce  libre  e  infinitamente  la  persona  de 
Dios  Hijo  y  la  de  Dios  Espíritu  Santo ;  y  por  ser  natural  cosa 
que  los  hombres  deseen  tener  las  similitudes  de  Dios,  en 
cuanto  las  pueden  recibir,  desean  los  reyes  y  grandes  seño- 
res ser  reyes  y  señores,  ser  libres  y  ser  francos,  para  con 
libertad  poder  obrar;  y  para  lo  mismo  desean  tener  muchos 
vasallos,  muchas  tierras  y  muchos  tesoros  2.  Pero  la  mayor 
parte,  por  estar  en  pecado,  no  saben  ordenar  sus  deseos  ni 
pensamientos,  ni  conocen  la  esclavitud  en  que  viven  (por  la 
grandeza'  que  poseen). 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  alma  por  su  naturaleza  debe 
ser  libre  y  señora  del  cuerpo ;  pero  por  el  pecado  está  sujeta 
a  él  en  el  hombre  pecador,  y  por  esta  sujeción  están  en  él 
su  memorar,  entender  y  amar  sujetos  a  los  cinco  sentidos 
corporales;  por  cuyo  motivo  son  las  cosas  espirituales  des- 
preciadas y  las  corporales  amadas,  y  es  en  tanto  grado  lo 
que  algunos  hombres  desprecian  las  espirituales  y  aman  las 
corporales,  que  del  todo  están  sujetos  a  ellas,  y,  por  conse- 
cuencia, al  pecado;  siendo  cierto  que  todo  hombre  que  tiene 
el  alma  o  sus  potencias  sujetas  al  cuerpo  y  a  sus  sentidos, 
cuando  quiere  salir  de  pecado,  no  lo  puede  conseguir. 

Has  de  saber  que  había  un  pueblo  que  amaba  mucho  la 
libertad,  y  todos  los  días  contrastaba  con  su  señor  para  con- 
seguir muchos  privilegios  y  franquezas.  Sucedió  un  día  que 
hubo  gran  cuestión  y  enfado  entre  el  señor  y  el  pueblo,  por- 
que el  pueblo  quería  a  todo  trance  que  se  le  concediese  una 
franqueza  o  privilegio  que  el  señor  no  les  quería  conceder; 
por  lo  que  les  dijo:  "En  una  ciudad  había  un  ciudadano  que 
gozaba  del  privilegio  de  que  ningún  hombre  que  hubiese 
muerto  a  otro  y  se  refugiase  a  su  casa  pudiese  ser  sacado 
de  ella  para  castigarle.  Este  ciudadano  tenía  un  vecino  que 
envidiaba  mucho  el  privilegio  y  excepción  que  el  ciudadano 
gozaba,  por  lo  que  ofreció  grandes  dones  y  dádivas  al  señor 
de  la  ciudad  para  que  se  le  Concediese  a  él  también  (lo  que 
por  fin  consiguió).  Y  como  el  ciudadano  tuviese  un  hijo,  y  su 
vecino  otro,  y  ambos  a  dos  tuviesen  un  altercado  y  llegasen 
a  las  manos,  el  hijo  del  vecino  mató  al  del  ciudadano  y  se 
retiró  a  su  casa,  por  lo  que  la  justicia  no  le  pudo  castigar. 
Y  como  el  ciudadano  viese  todos  los  días  al  que  había  muer- 


2  Omite  aquí  el  traductor  la  frase  siguiente  :  «e  aytal  desig  sig- 
nifica que  han  gran  servitud  en  usar  de  ço  que  desiyen». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  8.S  877 


to  a  su  hijo  y  no  pudiese  tomar  venganza  (ni  se  le  pudiese 
dar  castigo),  vino  a  morir  del  dolor  :\  pena  y  desesperación 
que  le  causaba  el  ver  todos  los  días  y  a  todas  las  horas  de- 
lante de  sí  a  su  enemigo,  sin  que  se  le  pudiese  castigar  ni  él 
se  pudiese  vengar. 


CAPITULO  LXXXV 
De  la  similitud  y  disimilitud 

-^En  la  esencia  de  Dios  hay  la  sabiduría,  que,  entendién- 
dose a  sí  mesma,  ama  su  semejanza,  cuya  semejanza  es  Dios 
Hijo,  engendrado  de  Dios  Padre,  que  de  sí  mesmo  le  engen- 
dra; y  por  ello  sucede  el  que  naturalmente  todas  las  criatu- 
ras aman  engendrar  su  semejante,  así  como  el  entendimiento 
del  hombre,  que  engendra  su  entender,  y  la  voluntad  su 
amar,  y  un  hombre  a  otro  hombre,  y  un  árbol  a  otro  árbol, 
y  así  de  las  demás  cosas. 

Da  Dios  sus  similitudes  a  las  criaturas;  v.  gr.,  al  hombre 
le  da  el  ser,  y  siendo  el  ser  ya  similitud  de  Dios,  es  bueno, 
grande,  durable,  poderoso,  sabio,  amoroso,  y  así  de  todas 
las  demás  cosas,  que  son  similitudes  de  Dios,  las  que  ha 
puesto  Dios  en  los  hombres  para  que  mutuamente  se  amen 
y  para  que  por  medio  de  ellas,  y  por  habérselas  Dios  dado, 
le  amen,  le  conozcan,  le  alaben  y  le  sirvan.  Hijo,  por  ser  en 
Dios  una  persona  el  Padre,  otra  el  Hijo  y  otra  el  Santo  Es- 
píritu, hay  similitúdines  y  disimilitúdines  en  las  criaturas; 
hay  similitúdines,  en  cuanto  el  Padre,  el  Hijo  y  el  Espíritu 
Santo  son  una  misma  esencia,  una  naturaleza,  una  bondad, 
una  grandeza,  y  así  de  todos  los  demás  atributos.  Hay  disi- 
militúdines en  las  criaturas,  por  ser  en  Dios  una  persona  el 
Padre,  otra  el  Hijo  y  otra  el  Espíritu  Santo;  y  así  como  las 
divinas  personas  son  semejantes,  así  es  semejante  la  opera- 
ción que  hay  entre  ellas.  Y  por  esto  quiere  Dios  que  las 
similitudes  que  el  hombre  tiene  de  Su  Majestad  sean  tam- 
bién semejantes  en  ser  grandes,  durables  y  poderosas  en  sus 
operaciones,  para  que  se  parezcan  sus  obras  a  las  similitú- 
dines que  Dios  puso  en  él.  Pero,  si  sucede  que  estas  simili- 
túdines se  conviertan  en  disimilitúdines  por  sus  obras,  en- 
tonces son  contrarias  a  las  de  Dios,  respecto  de  que  en  los 
hombres  las  obras  contradicen  a  las  similitúdines,  y  en  Dios 
nada  se  contradice.  Y  por  esto  son  los  hombres  justos  o 


.3  Las  frases  que  siguen,  redundantes  y  pleonásticas,  las  añade 
el  traductor. 


878 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


pecadores ;  esto  es :  son  justos  cuando  sus  obras  tienen  simi- 
litud y  corresponden,  en  cuanto  pueden,  a  las  similitudes  de 
Dios,  que  las  creó;  y  pecadores  cuando  no  corresponden  y 
operan  lo  contrario  del  fin  para  que  fueron  creadas  e  im- 
presas en  él. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  hombre  que  tenía  un 
hermoso  hijo  al  cual  amaba  mucho,  no  tanto  por  su  hermo- 
sura ni  por  ser  su  hijo,  cuanto  por  sus  buenas  costumbres  y 
por  su  bondad,  y  sobre  todo  porque  amaba  a  Dios  y  le  ama- 
ba en  Dios  1.  En  este  amor  había  similitud  y  disimilitud  del 
amor  que  Dios  Padre  tiene  a  Dios  Hijo :  similitud,  porque  el 
buen  hombre  amaba  a  su  hijo,  y  disimilitud,  porque  le  ama- 
ba más  y  menos  y  con  desigualdad,  lo  que  no  hay  en  el  amor 
de  Dios,  pues  Dios  Padre,  como  perfectísimo,  ama  con  per- 
fectísimo  amor,  con  toda  igualdad,  sin  mayoridad  ni  mino- 
ridad, a  su  Hijo  de  todos  modos,  y  por  todos  modos. 

Estas  y  otras  muchas  palabras  dijo  el  ermitaño  a  Félix 
para  darle  a  entender  las  similitudes  y  disimilitudes  que  hay 
entre  Dios  y  las  criaturas,  y  Félix  quedó  muy  admirado  de 
lo  que  el  ermitaño  le  había  dicho  y  de  cómo  én  tan  breves 
palabras  le  había  explicado  tan  altos  misterios  y  dado  ca- 
mino para  poder  conocer  en  qué  las  cosas  son  semejantes 
y  desemejantes  a  Dios. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  habla  un  rey  que  era  muy 
bello,  grande,  robusto  de  persona  y  poderoso  de  vasallos, 
por  cuyo  motivo  tenía  particular  vanagloria,  así  de  su  be- 
lleza como  de  su  poder,  en  lo  que  obraba  con  similitud  y  di- 
similitud ;  pues  contemplando  su  belleza,  debía  amar  las  be- 
llas obras  y  actos  de  la  justicia,  caridad,  humildad  y  demás 
virtudes,  y  por  la  grandeza  que  tenía  de  persona  y  de  poder 
debía  querer  ejecutar  grandes  actos  de  justicia,  caridad  y 
humildad.  Y  ejecutando  lo  contrario,  como  lo  ejecutaba,  eran 
desemejantes  sus  obras  a  sus  riquezas,  a  su  grandeza  y  al 
oñcio  de  rey  que  profesaba. 

Natural  cosa  es  'que  el  hombre  ame  más  al  hombre  que 
al  caballo,  que  al  árbol  ni  que  a  la  piedra,  pues  cada  uno 
ama  su  semejante  e  igual  en  especie;  por  lo  que  es  gran 
maravilla  el  que  el  hombre  ame  más  el  dinero,  los  castillos, 
los  caballos,  los)  bellos  vestidos,  el  cazar  y  ©]>  divertirse,  que  no 
el  justo  memorar,  entender  y  amar,  siendo  así  que  estos  ac- 
tos del  entendimiento,  memoria  y  voluntad  en  el  hombre  tie- 
nen más  similitud  con  Dios  que  no  los  dineros,  los  castillos, 
las  villas,  las  delicias  2,  los  caballos  y  todas  las  demás  cosas. 

Había  un  rey  que  cada  día  se  iba  a  cazar,  y  pasaba  por 
un  lugar  desierto  donde  había  un  ermitaño,  el  que  se  mara- 

1  Traducción  imprecisa  de  «e  açò  feya  per  ço  car  lo  fill  amava 
Déu,  en  lo  qual  lo  pare  lo  amave». 
z  «las  delicias»  falta  en  el  original. 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  85  8 79 


villaba  mucho  de  la  gran  afición  que  el  rey  tenía  a  la  caza, 
y  el  rey  se  maravillaba  de  que  el  ermitaño  pudiese  estar  tan 
solo  en  aquel  desierto  y  hacer  tan  áspera  vida.  Sucedió  un 
día  que  un  halcón  peregrino  que  el  rey  tenía  prendió  y  mató 
una  garza  real,  por  lo  que  el  rey  en  presencia  del  ermitaño 
alabó  grandemente  la  valentía  de  su  halcón  y  la  rapidez  de 
su  yuelo,  pues  con  tanta  gallardía  y  constancia  a  su  vista 
había  alcanzado  y  muerto  la  garza;  lo  que  habiendo  oído  el 
ermitaño,  dijo  al  rey:  "Señor,  igualmente  me  admiran  vues- 
tras palabras  que  vuestra  vida,  pues  sería  más  natural  que 
el  pueblo  alabase  al  rey  de  justo,  caritativo,  sabio  y  apli- 
cado a  su  régimen,  que  no  que  el  rey  alabase  al  halcón  de 
su  vuelo,  rapidez  y  valentía."  A  que  el  rey  respondió:  "Er- 
mitaño, el  placer  que  yo  tengo  de  haber  visto  volar  el  hal- 
cón, dimana  del  que  ha  tenido  mi  vista  agradándose  del 
vuelo  del  halcón,  el  que  ha  engendrado  placer  semejante  en 
la  voluntad."  "Señor — dijo  el  ermitaño — ,  es  cierto  que  el 
amar  es  semejante  a  la  voluntad,  pero  también  es  cierto  que 
le  es  desemejante  cuando  el  amar  es  contrario  al  fin  e  in- 
tención para  que  la  voluntad  es  creada."  "Ermitaño — dijo  el 
rey — ,  yo  me  maravillo  de  cómo  puedes  estar  solo  y  hacer 
tan  áspera  vida  y  penitencia  en  este  destierro."  "Señor — dijo 
el  ermitaño — ,  maravíllese  Vuestra  Majestad  de  sí  mesmo  y 
de  cómo  puede  estar  solo  sin  cuidarse  de  los  negocios  de  su 
reino  ni  ejercitar  el  oficio  de  rey,  pues  el  oficio  del  rey  es 
estar  entre  los  hombres,  y  regirlos,  administrarles  justicia  y 
disponer  que  vivan  en  santo  temor  de  Dios,  y  no  perseguir 
las  fieras,  tener  vanos  pensamientos  y  estar  ocioso,  cosas 
que  de  ningún  modo  competen  ni  debe  practicar  un  rey." 

— Señor — dijo  Félix — ,  respecto  de  que  cada  cosa  ama 
su  semejante,  parece  que  debía  haber  en  el  mundo  más  se- 
mejanzas que  desemejanzas,  mayormente  cuando  Dios  ha 
creado  al  hombre  semejante  a  sí;  por  lo  que  es  gran  mara- 
villa el  que  los  hombres  tengan  más  vicios  que  virtudes. — 
A  que  el  ermitaño  respondió: 

— En  lo  interior  del  hombre  se  convierten  las  viandas 
que  come  en  carne  y  sangre,  que  son  semejanzas  del  mismo 
hombre.  Sentado  esto,  has  de  saber  que  a  un  rey  le  dieron 
a  beber  veneno,  el  cual  en  el  estómago  del  rey  convirtió  en 
su  semejante  toda  la  comida  y  bebida  que  el  rey  comió  y 
bebió  aquel  día;  y  por  causa  de  que  la# naturaleza  no  pudo 
convertir  en  su  semejante  el  veneno  que  al  rey  le  habían 
dado  ni  las  viandas  que  con  él  se  habían  mezclado,  murió, 
por  haberle  faltado  a  éstas  (respecto  de  haberse  mezclado 
con  el  veneno)  3  la  semejanza  que  debían  tener  con- la  natu- 
raleza del  rey. 


3  Paréntesis  del  traductor. 


cS8o 


ÒBRÀS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  LXXXV1 

DE  LA  ALABANZA  Y  VITUPERIO 

.  — Dios,  ¡  por  siempre  sea  bendito ! — dijo  el  ermitaño  a 
Félix — ,  es  digno  de  ser  alabado  por  su  pueblo,  y  por  esto 
creó  al  hombre  para  que  le  atiabase,  y  principalmente  de  la 
operación  que  tiene  en  sí  mesmo  1. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un  pintoi 
pintaba  una  imagen  en  una  pared,  y  en  tanto  que  la  pintaba, 
muchos  hombres  que  estaban  presentes  alababan  la  destre- 
za del  pintor  en  su  arte ;  lo  que  reparando  el  pintor,  preguntó 
a  uno  de  ellos  cuál  era  más  digno  de  alabar,  la  imagen  que 
pintaba  o  la  imaginación  con  que  la  pintaba,  pues  sin  tenerla 
primero  impresa  en  ella,  no  la  podía  pintar.  A  que  el  hom- 
bre respondió:  "Dios  Padre,  entendiéndose  a  sí  mesmo,  en- 
gendra a  Dios  Hijo,  y  amando  al  Hijo  espira  al  Espíritu 
Santo ;  y  por  entender  Dios  Padre  su  bondad,  grandeza,  eter- 
nidad, etc.,  son  el  Hijo  y  el  Santo  Espíritu  bondad,  gran- 
deza, eternidad,  poder  y  todos  los  demás  atributos  de  Dios; 
en  que  conocerás  que  en  esta  obra  tan  grande  y  maravillosa 
debe  Dios  ser  más  alabado  por  ios  hombres  por  la  obra 
u  operación  que  tiene  ad  intra  que  por  la  que  tiene  ad  extra 
(y,  por  consecuencia,  que  debía  ser  más  alabado  el  pintor  por 
la  operación  de  su  imaginación  en  imaginar  la  imagen  que 
por  su  destreza  en  el  pintarla)"  2. 

— Señor — dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  el  ver 
que  Dios  no  sea  más  alabado  por  los  hombres  por  la  opera- 
ción que  tiene  en  sí  mesmo,  que  por  la  que  tiene  en  las  cria- 
turas, pues  la  que  tiene  en  sí  mesmo  es  mucho  más  perfecta 
y  apreciable  que  la  que  tiene  en  las  criaturas  (según  vos 
mesmo  dejáis  explicado). 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  obra  que  el  pintor  hacía 
en  pintar  la  imagen,  era  mejor  en  la  imaginación  del  pintor 
que  en  la  pared  que  la  pintaba;  pero  como  la  obra  de  la 
imaginación  ad  intra  era  invisible  a  los  ojos  corporales,  y 
la  obra  que  pintaba  era  visible,  los  hombres  alababan  la  obra 
que  veían  en  la  imagen  pintada,  y  no  en  la  imagen  conce- 
bida en  la  mente  o  imaginación  del  pintor. 

Hijo,  Dios  es  digno  de  que  los  hombres  le  alabemos  por 
cuanto  hace  en  este  mundo;  y  por  haber  hecho  al  hombre  a 

1  En  el  texto  catalán,  «...  que  lo  loha  de  ço  que  Déus  fa  en  si 
mateix  e  fora  si  mateix.» 

2  Los  paréntesis  son  añadiduras  de  la  traducción. 


Ï-ÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  86  88 1 


su  similitud,  quieren  los  hombres  ser  alabados  unos  por 
otros;  pero  como  no  los  ha  creado  para  este  fin,  sino  es  para 
alabar  a  Dios  mismo,  pecamos  siempre  que  tenemos  compla- 
cencia de  que  nos  alaben,  o  que  injustamente  alabamos  a 
otros,  pues  la  alabanza  se  debe  atribuir  sólo  a  Dios  (como 
de  quien  dimana  todo  el  bien  y  todas  las  buenas  obras  que 
hacemos)  3. 

Admiróse  Félix,  y  dijo  que  era  gran  maravilla  el  que  los 
hombres  amasen  más  su  alabanza  propia  que  la  alabanza 
de  Dios,  cuando  ningún  hombre  debía  ser  alabado,  y  Dios  sí. 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  había  un  rey  que  tenía  gran 
placer  de  que  le  alabasen  y  de  que  alabasen  el  gran  gasto 
que  hacía  en  tener  su  corte  muy  numerosa  y  lucida,  y  en 
que  le  alabasen  de  liberal,  por  los  grandes  dones  que  repar- 
tía y  por  otras  cosas  semejantes  a  éstas.  Este  rey  tenía  un 
judío  por  mayordomo,  al  que  amaba  más,  por  lo  bien  que 
para  su  fines  le  servía,  que  a  Jesucristo,  pues  el  judío  in- 
teriormente le  blasfemaba  (y  el  rey  lo  sabía  o  sospechaba  y 
lo  consentía) ;  lo  que  dimanaba  de  que  el  rey  temía  más  el 
que  dijesen  mal,  o  que  no  dijesen  bien  de  él,  que  el  que  le 
dijesen  o  dejasen  de  decir  de  Dios. 

Por  las  palabras  que  el  ermitaño  dijo  entendió  Félix  que, 
por  causa  que  los  hombres  se  aman  más  a  sí  mesmos  que  a 
Dios,  aman  más  sus  alabanzas  que  las  de  Dios;  y  se  mara- 
villó de  que  Dios  lo  sufra  y  permita.  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— ,  Dios  quiere  ser  alabado  por  su  infinita  paciencia, 
piedad  y  misericordia,  y  por  este  motivo  sufre  que  las  gen- 
tes le  blasfemen  y  no  le  den  las  alabanzas  que  deben  y  le 
competen. — Mucho  consideró  Félix  y  lloró  los  vituperios  que 
los  nombres  hacemos  a  Dios,  siendo  tan  bueno,  tan  noble  y 
tan  digno  de  toda  alabanza  y  honor,  y  de  que  su  infinita  pa- 
ciencia permita  que  haya  tan  pocos  que  le  honren  y  tantos 
que  le  blasfemen  y  ofendan. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  a  los  pies 
de  un  prelado  estaba  un  santo  religioso  arrodillado,  rogán- 
dole humilde  y  devotamente  que  le  diese  licencia  de  ir  a 
tierra  de  moros  a  alabar  el  nombre  de  Jesucristo,  a  quien 
ellos  no  querían  conocer  por  Dios.  El  prelado  se  excusaba 
de  darle  la  licencia,  por  temor  de  que  los  moros  le  matarían 
y  porque  creía  que  el  religioso  no  convertiría  ninguno  ni 
sacaría  ningún  fruto  de  su  viaje.  Lo  que  conociendo  el  re- 
ligioso, le  dijo:  "Señor,  el  principal  fin  para  que  el  hombre 
es  creado,  es  para  que  alabe  a  Dios,  y  así  yo  no  me  puedo 
excusar  de  ir  a  alabarle  entre  infieles  por  temor  de  la  muer- 
te, aunque  crea  no  he  de  convertir  ninguno;  pues  estoy  obli- 
gado a  alabarle,  y  excusar,  en  cuanto  me  sea  posible,  el  que 


*"  El  párrafo  siguiente  está  muy  amplificado. 


882 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


le  blasfemen  y  ofendan,  y  el  que  crean,  como  hay  muchos 
que  creen,  que  sean  dioses  el  sol,  la  luna,  los  ídolos  y  otras 
cosas  semejantes." 

Cuando  el  religioso  hubo  dicho  estas  palabras,  se  puso 
a  llorar,  y  dijo  que  había  un  rey  que  tenía  gran  deseo  de 
que  se  le  alabase  por  todo  el  mundo,  y  que,  habiendo  venido 
de  tierras  muy  remotas  unos  mercaderes  vasallos  suyos,  les 
preguntó  si  en  las  Indias  se  hablaba  de  él.  Y  como  los  mer- 
caderes le  dijesen  que  no,  se  disgustó  mucho,  y  envió  luego 
embajadores  con  grandes  presentes  al  rey  de  la  India,  para 
que  le  alabase  y  tuviesen  motivo  de  hablar  de  él  y  de  su 
generosidad  en  aquella  tierra.  Los  embajadores  que  nombró 
se  excusaron  de  hacer  el  viaje,  respecto  de  la  gran  distancia, 
del  temor  de  la  muerte  que  concibieron  podía  acaecerles  en 
el  viaje  y  de  que  efectivamente  creyeron  no  sacarían  ningún 
fruto,  aunque  consiguiesen  que  su  rey  fuese  alabado  en  aque- 
llas tierras.  Pero,  no  obstante,  el  rey  insistió  en  su  dicta- 
men 4,  y  les  dijo  que  en  las  ocasiones  arduas  y  peligrosas  era 
donde  podían  los  vasallos  manifestar  su  grande  afecto,  ala- 
bando a  su  señor  con  ardimiento;  y  que  así  quería  que,  de 
cualquier  modo,  ellos,  como  hombres  honrados  y  leales,  em- 
prendiesen aquel  viaje  y  diesen  cumplimiento  a  su  voluntad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  delante  de  un  rey  estaban 
gran  multitud  de  juglares  que  loaban  a  quien  les 5  daba  y 
vituperaban  a  quien  no  lo  hacía.  Entre  ellos  había  también 
uno  vestido  pobremente,  el  cual  alababa  a  aquellos  que  ala- 
baban a  Dios  y  vituperaba  a  aquellos  que  no  le  alababan; 
y  reparando  el  rey  en  él,  se  maravilló  de  que  fuese  tan  po- 
bremente vestido  y  derrotado,  por  lo  que  juzgó  que  aquél 
era  pobre  juglar  y  sin  habilidad.  Cada  uno  de  ellos  hizo  las 
suyas  delante  del  rey,  pero  ninguno  habló  de  Dios  ni  le  alabó, 
sino  al  rey  y  a  sus  barones  y  personas  de  su  comitiva.  El 
rey  y  los  demás  dieron  grandes  y  bellos  dones  y  dádivas  a 
todos  ellos ;  pero  a  aquel  que,  usando  bien  de  su  oficio,  alabó 
a  Dios  y  dijo  mal  del  rey  y  de  sus  barones,  porque  habían 
querido  oír  falsas  alabanzas  y  porque  habían  olvidado  las 
de  Dios,  le  reprendieron,  y  después  le  hicieron  aporrear  y 
maltratar  por  los  criados,  sin  que  él  se  alterase,  antes  lo 
llevó  con  humildad,  con  paciencia  y  por  amor  de  Dios.  Ha- 
biendo salido  el  juglar  así  maltratado  del  palacio  del  rey,  se 
fué  a  un  gran  monasterio  de  religiosos,  y  entrando  en  el 
refitorio,  donde  todos  estaban  comiendo,  les  dijo  era  gran 


4  El  original  es  mucho  más  vigoroso  :  «Lo  rey  menassà  fortment 
als  missatges...».  El  final  de  este  párrafo  se  separa  mucho  del  orir 
ginal  :  «e  car  ells  eren  per  honrar  ell,  a  totes  passades  volia  que 
anassen  en  aquell  viatge». 

6  El  texto  castellano  dice  «los»  por  catalanismo.  Poco  más  abajo, 
la  expresión  «y  derrotado»  falta  en  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  87  883 


vergüenza  el  que,  siendo  todos  ellos  tan  doctos  en  la  sagrada 
teología,  hubiese  en  el  mundo  tantos  lugares  y  tantas  gentes 
que  no  conocen  a  Dios,  o  que,  si  le  conocen,  no  le  conocen 
como  deben,  o  que  de  Dios  y  de  su  santa  Iglesia  no  conocen 
ni  creen  lo  que  deben,  dimanado  todo  de  que  Dios  tiene  po- 
cos que  le  amen  y  que  le  alaben  icomo  deben  r>. 


CAPÍTULO  LXXXVII 
De  la  perfección  e  imperfección 

— La  perfección  y  la  imperfección  son  contrarias,  y  la 
perfección  contradice  a  la  imperfección  con  justicia,  y  la 
imperfección  con  injusticia  contradice  a  la  perfección.  Y  sien- 
do Dios  perfección  y  justicia,  es  cosa  digna  de  admiración 
el  que  en  el  hombre,  que  es  criatura  de  Dios  y  que  ha  sido 
creado  para  amarle  y  servirle,  haya  más  de  imperfección 
que  de  perfección.  Has  de  saber,  hijo,  que,  entendiendo  Dios 
infinita  perfección  en  sí  mesmo,  es  conveniente  que  se  siga 
perfección;  pues  a  no  ser  así,  se  seguiría  que  la  perfección 
sería  mayor  en  grandeza  de  bondad  que  en  obra  de  perfec- 
ción, lo  que  en  Dios  es  imposible. 

Admiróse  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño,  por  pare- 
cerle  que,  si  de  perfección  se  seguía  perfección,  la  perfec- 
ción tendría  principio,  lo  que  le  pareció  imposible  en  Dios 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  Padre  es  perfección,  la  cual 
es  infinita  y  eterna,  y  la  cual  de  sí  toiesma  engendra  al  Hijo, 
que  es  Dios  infinito  y  eterno,  porque  le  engendra  de  sí  mes- 
mo, y  por  esto  Dios  Hijo,  que  es  perfección  y  consecuencia 
de  perfección  infinita  y  eterna,  es  necesario  que  sea  sin  prin- 
cipio ni  fin. 

Mucho  se  admiró  Félix  de  que  Dios  Padre  infinita  y  eterna- 
mente dé  perfección  a  Dios  Hijo,  por  considerar  que,  pues  el 
Hijo  es  del  todo  cumplido  y  perfecto,  no  necesita  de  que  Dios 
Padre  le  dé  perfección,  pues  que  la  tiene  ya.  — Hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  en  la  perfección  de  Dios  Padre  estarían  ocio- 
sas la  grandeza,  bondad,  eternidad,  poder  y  todas  las  demás 
dignidades  de  Dios  si  Dios  Padre  cesase  de  dar  perfección: 
y  así  es  necesario  que,  como  Padre  e  infinito,  no  cese  de  dar 
perfección  infinita  y  eternamente  al  Hijo  y  al  Santo  Espí- 
ritu, y  que  de  necesidad  se  siga  que  el  Hijo  y  el  Santo  Es- 
píritu reciban  infinita  y  eternamente  aquella  perfección,  la 


6  *Todo  este  final  es  una  amplificación  retórica. 


884 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que  recibe  el  Hijo  en  ser  Hijo,  y  el  Espíritu  Santo  en  ser 
Espíritu  Santo,  y  cada  uno  en  esencia,  en  naturaleza  y  en 
todo  lo  que  es  igual  al  Padre  (menos  en  la  paternidad). — 
Muy  contento  quedó  Félix  de  lo  que  al  ermitaño  había  oído 
de  la  perfección  de  Dios,  lo  que  conociendo  el  ermitaño,  pro- 
siguió explicándole  la  perfección  del  alma  en  estos  términos : 
m  — Hijo,  Dios  Padre  ha  impreso  la  imagen  de  su  perfec- 
ción en  el  alma  del  hombre,  la  cual  por  su  creación  es  per- 
fecta; esto  es  decir  que  el  alma  es  perfecta  en  su  esencia, 
perfecta  en  su  reeolencia,  perfecta  en  su  inteligencia  y  per- 
fecta en  su  volencia ;  en  cuya  esencia  es  perfecta  la  memoria 
para  memorar  y  ser  memorada;  el  entendimiento,  para  en- 
tender y  ser  entendido,  y  la  voluntad,  para  amar  y  ser 
amada. 

Ajmado  hijo,  el  alma  apetece  su  memorar,  entender  y 
amar,  por  ser  esto  su  perfección,  y  para  más  poder  memorar, 
entender  y  amar,  memora,  entiende  y  ama  en  un  tiempo  unas 
cosas  y  en  otro  otras,  por  no  cesar  de  ejercitar  los  actos  de 
sus  potencias,  porque  el  cesar  en  ello  le  es  imperfección. 

— iSeñor — dijo  Félix — ,  pues  es  perfección  del  alma  el  me- 
morar, entender  y  amar,  ¿ipor  qué,  cuando  memora,  entiende 
y  ama  una  cosa,  la  deja  de  memorar,  entender  y  amar,  y  pasa 
a  memorar,  entender  y  amar  otra?  — <Hijo — dijo  el  ermita- 
ño— ,  Dios  ha  puesto  su  semejanza  en  el  alma  del  hombre,  y 
así  como  el  Padre  engendra  su  semejanza  engendrando  al 
Hijo,  y  esta  generación  conviene  que  sea  inmensa  y  eterna 
para  que  no  deje  de  producir  su  semejanza,  así  el  alma,  ya 
que  no  puede  inmensa  y  eternamente  multiplicar  su  memo- 
rar, entender  y  amar,  memora,  entiende  y  ama  diversas  co- 
sas, para  por  este  medio  tener  alguna  mayor  similitud  con 
la  grandeza,  inmensidad  y  eternidad  de  Dios. 

— íSeñor— dijo  Félix — ,  estoy  admirado  de  que,  siendo  el 
alma  hecha  a  similitud  de  Dios,  quiera  memorar,  .entender  y 
amar  otra  cosa  más  que  a  Dios,  mayormente  siendo  Dios  tan 
perfecto  y  cumplido  en  todo,  que  puede  el  alma  en  El  solo 
perficionarse  y  saciarse  de  memorar,  entender  y  amar.  — Hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  bastante  para  que  el  alma  se 
llene  y  sacie  memorándole,  entendiéndole  y  amándole;  pero 
quiere  que  el  alma  adquiera  perfección  y  mérito  en  ejecutar- 
lo, el  que  no  podría  adquirir  si  no  memoraba,  entendía  y  ama- 
ba también  otras  cosas,  para  por  su  medio  mejor  poder  me- 
morar, entender  y  amar  a  Dios.  Has  de  saber,  hijo,  que  todo 
aquello  que  el  fuego  calienta  en  él  aire,  el  agua  y  la  tierra  \ 
todo  lo  hace  con  el  fin  de  poderse  calentar  más  a  sí  mismo, 


1  -En  el  texto  castellano  se  lee  «al  agua  y  a  la  tierra»  ;  en  el 
catalán,  «en  l'àer,  aygua  e  terra». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  87 


885 


porque  su  calor  tiene  mayor  perfección  para  calentarse  a  sí 
que  no  para  calentar  al  aire,  agua  y  tierra ;  y  esto  para  sig- 
nificarnos que  la  perfección  de  Dios  puede  más  perfeccionar 
en  sí  mesma  y  dentro  de  sí  mesma,  que  dar  perfección  fuera 
de  sí  mesma  a  las  criaturas ;  por  lo  que  el  alma,  todo  cuanto 
memora,  entiende  y  ama  que  no  es  Dios,  todo  lo  memora,  en- 
tiende y  ama  para  adquirir  mayor  perfección  para  más  me- 
morar, entender  y  amar  a  Dios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  Dios  ha  dado  perfección  al  sol, 
a  la  luna,  a  las  estrellas,  a  los  elementos,  plantas  y  animales 
y  a  todas  las  demás  cosas;  pero  el  hombre  nace  y  vive  con 
tantas  imperfecciones,  que  me  quedo  admirado  de  dónde  pro- 
vienen en  él,  mayormente  si  se  consideran  sus  vicios,  pues 
por  uno  que  haya  virtuoso,  hay  muchos  en  extremo  viciosos, 
lo  que  es  gran  maravilla  -. 

— tHijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  perfección  la  tiene  el  hom- 
bre de  dos  modos :  el  primero,  en  ser  criatura,  y  esta  perfec- 
ción es  perfecta  y  cumplida  en  él;  el  segundo,  en  ejercitar- 
los actos  de  su  memorar,  entender  y  amar.  Y  por  causa  de 
que  los  hombres  creen  que  estos  actos  adquieren  su  perfec- 
ción memorando,  entendiendo  y  amando  los  objetos  tempora- 
les y  no  los  eternos,  adquieren  imperfección. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  no  podía  tener 
hijos  de  su  mujer,  por  más  que  lo  deseaba,  pareciéndole  que, 
si  tuviese  un  hijo,  sería  todo  su  contento  y  habría  alcanzado 
su  mayor  felicidad.  Logró,  en  fin,  tenerle  muy  hermoso  y  ro- 
busto, al  que  amaba  tanto,  que  conocía  en  su  alma  mayor 
imperfección  después  de  tener  el  hijo  que  antes  de  tenerle, 
de  que  estaba  muy  maravillado;  lo  que  comunicó  con  un  sa- 
bio, el  que  le  respondió  que  el  no  haber  tenido  gusto  cumpli- 
do ni  saciádose  su  alma  después  de  haber  tenido  el  hijo,  di- 
manaba de  que  le  memoraba,  entendía  y  amaba  con  exceso  y 
desordenadamente. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  ha- 
bía un  mercader  que  creía  que  él  sería  feliz  si  llegaba  a 
tener  muchas  riquezas,  dineros  y  posesiones.  Este  mercader 
las  llegó  a  tener,  y  cuanto  más  se  le  multiplicaban,  más  se 
disgustaba  y  más  descaecía  su  memorar,  entender  y  amar, 
de  lo  que  se  admiraba  \  Y  proponiendo  su  duda  a  un  filósofo, 
éste  le  respondió:  "Calentaba  el  fuego  el  agua,  y  cuanto  más 
la  calentaba,  más  multiplicaba  su  calor  y  más  se  disminuía 
la  frialdad  del  agua,  y  cuando  más  el  fuego  multiplicaba 


2  Por  «jo-m  dó  gran  meraveylla  de  la  imperfecció  dels  hòmens 
d'on  ve,  ne  en  què-s  pren.» 

3  Versión  abreviada  del  original  :  aMolt  se  meraveyllà  lo  merca- 
der de  son  deffalliment,  lo  qual  en  sa  ànima  sentia,  per  ço  que  no-s 
podia  sadoyllar  de  riqueses...» 


886 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


su  calor,  más  le  deseaba  multiplicar  y  más  y  más  quería  mul- 
tiplicar calor  y  destruir  la  frialdad. 

Félix  se  maravilló  de  que  el  ermitaño  le  respondiese  con 
palabras  de  tan  alta  doctrina,  y  consideró  cuán  grande  es  la 
perfección  de  quien  memora,  entiende  y  ama  justa  y  ordena- 
damente a  Dios. 


CAPÍTULO  LXXXVIII 

DE  LA  NOBLEZA  Y  DE  LA  VILEZA 

— La  nobleza — dijo  el  ermitaño — es,  hijo,  de  muchas  ma- 
neras, y  lo  es  también  la  vileza,  como  su  contrario ;  mas  por- 
que en  Dios  hay  nobleza  y  no  hay  vileza,  contradice  más 
y  de  más  modos  la  nobleza  a  la  vileza  que  la  vileza  a  la  no- 
bleza ;  por  lo  que  es  gran  maravilla  el  que  en  el  mundo  ten- 
gan los  hombres  más  inclinación  a  la  vileza  que  a  la  noble- 
za. Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en  la  esencia 
de  Dios  no  hay  vileza  alguna,  por  ser  toda  nobleza,  y  esta 
nobleza  fuera  vileza  si  no  se  siguiese  y  produjese  de  su  no- 
bleza igual  nobleza. 

Maravillóse  Félix  de  oír  que  de  la  nobleza  de  Dios  es  siga 
y  produzca  nobleza;  por  lo  que  el  ermitaño  prosiguió  dicien- 
do :  — Hijo,  en  el  humano  entendimiento  hay  nobleza,  por  ha- 
ber sido  creado  para  entender  a  Dios ;  y  por  esto,  cuando  le 
entiende,  es  su  entender  noble,  [lo  cual  procede  de  la  noble- 
za del  humano  entendimiento,  y]  porque  se  sigue  el  fin  para 
que  fué  creado.  Has  de  saber,  hijo,  que  la  mayor  nobleza  que 
el  hombre  puede  considerar  la  ha  de  considerar  en  Dios,  por- 
que, si  la  podía  considerar  y  hallar  en  otra  cosa  que  no  fuese 
Dios,  se  seguiría  que  en  Dios  habría  vileza  o  falta  de  noble- 
za; y  por  esto  conviene  que  de  la  nobleza  de  Dios  se  siga  y 
produzca  nobleza  por  toda  la  bondad,  grandeza,  eternidad, 
poder,  sabiduría  y  voluntad,  y  por  todos  los  demás  atribu- 
tos, porque,  a  no  ser  así,  se  seguiría  que  en  el  hombre  habría 
mayor  nobleza  que  en  Dios ;  pues  del  hombre  se  sigue  y  pro- 
duce hombre,  y  de  la  memoria  memorar  [y  memorado],  y 
del  entendimiento  entender  [y  entendido],  y  de  la  voluntad 
amar  [y  amado]. 

Mucho  consideró  Félix  en  lo  que  el  ermitaño  decía,  y  com- 
prendió por  sus  palabras  que  en  la  divina  esencia  de  Dios 
Padre  se  sigue  y  produce  Dios  Hijo,  y  de  Dios  Padre  y  de 
Dios  Hijo  se  sigue  y  procede  el  Santo  Espíritu,  siendo  todo 
un  Dios  y  una  nobleza,  para  que  haya  nobleza  en  grandeza 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  88  887 


de  unidad,  bondad,  infinidad,  eternidad,  sabiduría  y  poder,  etc. 
Considerando  Félix  en  todas  estas  cosas,  se  maravilló  en  ex- 
tremo de  la  divina  nobleza  y  de  sus  dignidades.  Lo  que  co- 
nociendo el  ermitaño,  prpsiguió  diciendo:  — Amado  hijo,  así 
como  la  mayor  nobleza  que  pueda  haber  conviene  que  sea  en 
Dios  (o  que  sea  Dios),  así  la  mayor  nobleza  que  la  criatura 
puede  tener  conviene  que  la  tenga  en  Dios,  la  que  puede  te- 
ner de  dos  modos:  el  uno,  siendo  una  persona  unida  a  la 
naturaleza  de  Dios,  y  el  otro,  memorando,  entendiendo  y 
amando  a  Dios;  y  respecto  de  que  Dios  en  sí  mesmo  tiene 
tanta  nobleza  que  no  puede  tener  más  ni  ser  mayor,  ha 
querido  dar  a  la  criatura,  esto  es,  a  la  naturaleza  humana 
de  Cristo,  tanta  nobleza,  que  no  puede  tener  más,  por  ser 
tan  grande,  que  hace  que  por  su  medio  la  naturaleza  hu- 
mana sea  una  persona  con  la  naturaleza  divina. 

Has  de  saber,  hijo,  que  cuando  el  entendimiento  humano 
entiende  la  piedra  o  el  sol,  u  otra  criatura,  es  más  noble  en 
su  entender  que  no  lo  es  el  sujeto  que  entiende,  por  causa 
de  que  su  entender  le  es  más  propio  que  no  le  es  la  cosa 
entendida;  pero  cuando  el  entendimiento  entiende  a  Dios,  es 
más  noble  en  Dios  que  en  su  entender,  aunque  su  entender 
sea  más  propio  y  más  cercano  del  mesmo  entendimiento  que 
Dios  (por  ser  su  mismo  acto). 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  príncipe  muy  noble  y 
poderoso,  el  cual  tuvo  gran  corte  el  día  que  fué  nuevamente 
armado  caballero,  y  el  mesmo  día  dió  muchos  empleos  y 
grandes  dones,  para  manifestar  su  nobleza,  por  lo  que  con- 
cibió en  su  espíritu  gran  vanagloria,  así  del  lucimiento  de 
su  corte  como  de  sus  riquezas.  Pero  después  se  maravilló  de 
que  tan  vil  cosa  como  la  vanagloria  hubiese  cabido  en  su 
nobleza  y  en  su  entendimiento,  hasta  que  por  gracia  del  Al- 
tísimo conoció  que  no  hay  en  el  mundo  tan  desordenado 
memorar,  entender  y  amar  como  la  vileza,  por  [la]  que  se 
había  inclinado  a  la  vanagloria. 

— Señor — dijo  Félix — >,  gran  maravilla  es  de  que,  siendo 
cosa  tan  noble  y  justa  el  memorar,  entender  y  amar  a  Dios, 
el  alma  del  hombre  se  pueda  apartar  de  él  e  inclinarse  a  la 
vileza  del  pecado.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  así  como  es 
gran  nobleza  amar,  entender  y  memorar  a  Dios,  así  es  gran 
vileza  memorarle,  entenderle  y  desamarle. 

De  cuyas  palabras  Félix  se  maravilló,  por  parecerle  que 
era  mayor  nobleza  memorar,  entender  y  amar  a  Dios,  que 
vileza  memorar,  entender  y'amar  a  los  vicios;  pero  el  ermi- 
taño le  dijo  que  la  vileza  de  la  voluntad  que  desama  a  Dios, 
multiplica  la  vileza  de  la  memoria  que  la  memora  y  la  vileza 
del  entendimiento  que  le  entiende,  por  la  gran  participación 


888 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  tienen  en  sus 
obras. 

— *Has  de  saber,  hijo,  que  había  una  vez  una  señora,  mu- 
jer de  un  conde,  la  cual  era  muy  casta  y  muy  hermosa.  Su- 
cedió un  día  que  el  rey  fué  a  visitarla  y  la  solicitó  para  el 
carnal  deleite.  La  condesa  se  admiró  de  que  el  rey  la  des- 
preciase tanto  que  creyese  que  ella  podía  condescender  a  sus 
ilícitos  deseos ;  y  así  le  preguntó  que  por  qué  la  había  tenido 
en  tan  poco,  que  para  tan  vil  obra  la  había  solicitado.  A  que 
el  rey  respondió  que  por  la  nobleza  que  el  rey  tiene  mayor 
que  el  conde,  había  creído  que  ella  hubiera  condescendido  a 
su  voluntad.  A  que  la  condesa  replicó  que  había  mucha  ma- 
yor nobleza  en  el  justo,  caritativo,  fuerte  y  sabio  memorar, 
entender  y  amar,  que  no  en  los  condados,  reinos  ni  imperios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  cómo  pudo  ser  que  el  mismo  Je- 
sucristo se  entregase  a  la  muerte  en  manos  de  tan  vil  gente 
como  eran  los  judíos  que  se  la  dieron,  siendo  así  que  el  morir 
es  vileza  y  pena,  y  ésta  tanto  mayor  como  fueron  viles  y 
malos  los  hombres  que  sin  ocasión  se  la  dieron?  — Hijo — dijo 
el  ermitaño^— ,  cuanto  más  vil  muerte  padeció  la  naturaleza 
humana  de  Jesucristo  y  cuanto  más  viles  fueron  los  hom- 
bres que  se  la  dieron,  más  fué  alabada,  ensalzada  y  honrada 
por  ella  la  divina. 

— 'Señor — dijo  Félix — ,  siendo  los  sacramentos  de  nues- 
tra Madre  la  Iglesia  cosa  tan  santa,  ¿por  qué  permite  Dios 
que  por  tantos  hombres,  tan  viles  y  tan  pecadores,  sean  me- 
nospreciados y  vilipendiados?  — Hijo — «dijo  el  ermitaño — , 
Dios  es  humilde,  paciente,  justo  y  misericordioso,  y  ama 
tener  gran  nobleza  de  grandeza  en  juzgar,  perdonar,  casti- 
gar, humillar  y  permitir  1. 

— Señor — dijo  Félix — ,  cómo  puede  ser  (o  en  qué  con- 
siste) el  que  haya  tantos  hombres  en  el  mundo  nobles,  ricos 
y  emparentados,  siendo  sus  hechos  tan  viles  y  de  tan  mala 
crianza  y  educación?  ¿Y  por  qué  Dios  permite  que  en  el 
mundo  las  cosas  más  viles  sean  más  amadas  que  las  más 
nobles  ? 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  ha  dado  libertad  al  hom- 
bre para  que  libre  y  francamente  pueda  memorar,  entender 
y  amar,  porque  sería  gran  vileza  del  alma  si  de  necesidad 
y  sin  libertad  memorase,  entendiese  y  amase,  respecto  de 
que  estos  actos  no  podrían  ser  tan  nobles,  si  fuese  constre- 
ñida a  ejecutarlos  sin  libertad,  como  lo  son  ejecutándolos 
con  ella,  y  más  siendo  Dios  tan  digno  por  sus  infinitas  per- 
fecciones de  ser  franca  y  libremente  memorado,  entendido 
y  amado. 


1  «sofferir»,  dice  el  original. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  89 


889 


Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  muy  poderoso  de  gen- 
tes, pero  falto  de  sabiduría.  Este  rey  tenía  en  su  corte  un 
hombre  sabio,  pero  pobre;  y  así  el  sabio  era  [juzgado  en  la 
corte  por]  más  rico  que  el  rey,  por  su  sabiduría  y  porque 
despreciaba  los  bienes  temporales;  pero  el  rey  lo  era  más 
que  el  sabio,  en  cuanto  los  tenía  y  poseía.  Sucedió  que  el  rey 
hizo  un  pecado  de  orgullo  o  soberbia  con  cierta  ciencia  y  co- 
nocimiento 2,  y  el  sabio  hizo  otro  por  ignorancia;  en  lo  que 
el  sabio  se  mostró  más  vil  que  el  rey  por  la  ignorancia,  y 
el  rey  más  vil  que  el  sabio  por  la  sabiduría. 


CAPITULO  LXXXIX 
Del  crecer  y  menguar 

— Señor,  gran  maravilla  me  causa  el  que,  en  la  divina 
esencia,  Dios  Padre  engendre  a  Dios  Hijo  y  espire  al  Santo 
Espíritu  sin  disminución  alguna  de  su  ser,  no  siéndolo  me- 
nor el  que  el  Hijo  y  el  Espíritu  Santo  no  crezcan  ni  hayan 
crecido,  estándolos  el  Padre  engendrando  y  espirando  en  to- 
dos tiempos  y  antes  del  tiempo  infinita  y  eternamente.  — Hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  como  el  Padre  es  eterno  e  infinito,  y 
de  toda  su  infinidad  y  eternidad  engendra  al  Hijo  y  espira 
el  Santo  Espíritu,  es  imposible  que  el  Padre  pueda  dismi- 
nuirse ni  el  Hijo  ni  el  Espíritu  Santo  aumentarse;  y,  por  lo 
mismo,  de  ser  esta  operación  eterna  e  infinita,  no  cabe  en 
ella  mayoridad  ni  minoridad,  ni,  por  consecuencia,  aumento 
ni  disminución. 

— Señor — dijo  Félix — ,  Jesucristo  es  una  persona  en  la 
que  hay  dos  naturalezas,  esto  es,  divina  y  humana;  y  así, 
en  cuanto  la  divina  naturaleza  unió  a  sí  mesma  a  la  humana, 
parece  que  la  divina  ha  crecido  o  se  ha  aumentado  en  aque- 
lla unión.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  cuerpo  y  el  alma 
del  hombre  son  una  persona,  no  obstante  que  el  cuerpo  no 
es  alma,  ni  el  alma  es  cuerpo,  y,  no  obstante  ser  dos  y  unir- 
se para  ser  el  hombre,  no  por  esta  unión  el  hombre  crece,  ni 
mengua,  ni  es  más  de  una  persona. 

— Señor — dijo  Félix — ,  siendo  el  hombre  tan  pequeño 
cuando  nace  y  creciendo  en  el  cuerpo  hasta  la  competente 
edad,  ¿cómo  es  que  el  alma  no  crece,  siendo  el  hombre  un 
compuesto  de  cuerpo  y  alma?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — 


2  tun  peccat  cerquer»,  escribió  Ramón  con  frase  ceñida  y  pinto- 
resca.- La  última  frase  dé  este  párrafo  es  dudosa  en  los  diversos 
manuscritos  catalanes. 


Sgo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


el  color  del  vino  en  que  se  echa  agua  no  crece  ni  aumenta 
el  color  mesmo  del  vino,  pero  sí  el  del  agua  donde  se  fecha  o 
el  del  agua  que  se  echa  en  él,  a  la  que  da  color. 

— Señor — dijo  Félix — ,  cuando  el  hombre  ama  alguna 
cosa  lentamente  y  con  poco  fervor  y  después  la  ama  con  mu- 
cho fervor  y  vehemencia,  ¿aquella  voluntad  de  qué  creció 
(o  quién  hizo  crecer  aquella  voluntad)  ?  — Hijo — dijo  el  er- 
mitaño*— ,  había  un  hombre  que  levantaba  un  quintal  de  peso 
desde  tierra;  después  volvió  a  probar,  y  levantó  dos,  y  se 
admiró,  por  no  alcanzar  aquella  mayor  fuerza  de  dónde  pro- 
venía ;  hasta  que  un  filósofo  le  dijo  que  el  poder,  aunque  está 
siempre  en  potencia,  no  llega  siempre  a  ponerse  en  acto. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  grano  de  trigo,  ¿cómo  puede 
ni  apetece  multiplicar  tantos  granos,  no  siendo  él  más  de 
uno?  — -Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  Padre  es  uno  y  de 
sí  mesmo  engendra  a  Dios  Hijo ;  y  del  Padre  y  del  Hijo  pro- 
cede uno,  que  es  el  Santo  Espíritu,  permaneciendo  todos  tres 
una  esencia  y  una  naturaleza;  y  porque  la  esencia  y  la  na- 
turaleza es  eterna  e  infinita  y  es  una  misma  en  cada  perso- 
na, no  se  sigue  multiplicación  de  universal  a  particular  ni  de 
de  particular  a  universal.  Pero  en  el  grano  de  trigo  se  mul- 
tiplica lo  universal  en  lo  particular,  esto  es,  los  cuatro  ele- 
mentos, que  universalmente  se  comunican  en  él  debajo  de  la 
tierra;  por  lo  que  el  grano  de  trigo,  multiplicándose  él, 
multiplica  naturalmente  los  granos  que  engendra,  lo  que 
si  no  hiciese,  se  seguiría  que  de  lo  universal  y  de  lo  particu- 
lar no  se  siguiese  mayor  aumento  que  de  lo  particular  y 
particular.  Además  has  de  saber,  hijo,  que  el  grano  de  trigo 
tiene  apetito  de  conservar  su  especie,  bajo  de  la  cual  se 
contienen  muchos  granos  particulares,  los  que  naturalmen- 
te multiplica,  porque  en  la  virtud  que  el  grano  tiene  de  con- 
servar su  especie  y  en  la  universalidad  con  que  los  elemen- 
tos se  le  comunican,  se  hace  la  multiplicación  de  los  granos. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  en  este  mundo  apetece 
tanto  el  hombre  las  honras,  las  riquezas  y  las  felicidades? 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un  fi- 
lósofo que  siempre  quería  multiplicar  su  sabiduría,  y  para 
conseguirlo  multiplicaba  su  entender  y  procuraba  aprender 
muchas  cosas,  porque  cuanto  más  sabía  y  aprendía,  más  se 
multiplicaba  y  aumentaba  su  entendimiento  y  más  crecía 
su  sabiduría. 

— Señor — dijo  P"elix — ,  el  sol,  no  siendo  por  sí  cálido 
(como  no  lo  es),  ¿cómo  puede  multiplicar  el  calor  en  el  fue- 
go, siendo  éste  por  su  misma  naturaleza  cálido?  — Hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  el  entendimiento  multiplica  su  similitud  en 
lo  que  entiende,  porque  de  aquello  que  entiende  y  del  mesmo 
entendimiento  se  origina  su  entender,  cuyo  acto  de  entender 
es  similitud  del  mismo  entendimiento;  y  así,  por  causa  de 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  89  89I 


que  el  sol  y  el  fuego  son  semejantes  en  lucidez,  multiplica 
el  fuego  la  calor  en  su  misma  semejanza;  esto  es,  aumentan- 
do su  lucidez,  aumenta  su  calor,  respecto  de  ser  propio  en 
él  el  lucir  y  el  calentar  y  no  podérsele  aumentar  la  una  vir- 
tud sin  aumentársele  también  la  otra.  Además  has  de  saber, 
hijo,  que  el  calor  que  hay  en  el  agua  es  todo  del  fuego,  el 
cual  se  va  multiplicando  en  el  fuego  cuanto  más  éste  va  dis- 
minuyendo la  frialdad  del  agua,  respecto  de  que  por  la  dis- 
minución de  la  frialdad  se  aproxima  el  fuego  más  a  su  sim- 
plicidad (y  que  cuanto  más  se  aproxima  a  su  simplicidad, 
más  eficaz  es  su  virtud). 

— Señor — dijo  Félix — ,  la  bondad  y  la  santa  vida,  ¿  cómo 
se  podrían  multiplicar  tanto  en  el  mundo,  que  por  ellas  se 
destruyesen  o,  a  lo  menos,  se  disminuyesen  los  vicios7 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  había  un  hombre  que  deseaba 
ser  muy  bueno,  y,  para  conseguirlo,  memoraba,  entendía  y 
amaba  la  gran  bondad  de  Dios;  y  así,  por  la  similitud  de 
la  bondad  y  de  la  grandeza  que  había  entre  la  bondad  que  él 
amaba  tener  y  entre  la  bondad  que  memoraba,  entendía  y 
amaba  en  Dios  y  en  los  demás  hombres,  crecía  y  se  aumenta- 
ba más  y  más  en  él  cada  día  su  bondad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  siem- 
pre estaba  deseando  multiplicar  su  honor  y  estimación,  para 
lo  que  hacía  cuanto  podía;  y  cuanto  más  apetecía  y  deseaba 
ser  honrado  y  estimado,  más  crecía  y  se  aumentaba  en  su 
alma  la  pasión  y  la  tristeza;  de  que  él  se  maravillaba  discu- 
rriendo cómo  se  podrían  convertir  en  él  el  deseo  de  ias  hon- 
ras" y  estimaciones  en  trabajos  y  aflicciones,  hasta  que  un 
sabio  le  dijo:  "Señor,  es  natural  cosa  y  divino  mandato  el 
que  el  hombre  ame  la  honra  y  servicio  de  Dios  más  que  to- 
das las  demás  cosas  de  este  mundo;  y  porque  Vuestra  Ma- 
jestad no  lo  ejecuta  así  ni  se  cuida  del  servicio  y  honra  de 
Dios,  sino  del  suyo  propio,  queriendo  tomarse  lo  que  a  Dios 
sólo  compete,  se  sigue  el  que  halle  Vuestra  Majestad  triste- 
za y  trabajo  donde  creía  hallar  honor  y  gusto." 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  cómo  se  podría  ensalzar  nuestra 
santa  Iglesia  y  destruir  los  errores  que  la  persiguen  y  opri- 
men? — Hijo— dijo  el  ermitaño — ,  un  hombre  que  había  tra- 
bajado mucho  tiempo  en  utilidad  de  la  Iglesia  fué  a  París 
y  dijo  al  rey  de  Francia  y  a  la  Universidad  de  aquella  ciudad 
que  sería  muy  conveniente  el  que  en  ella  se  estableciesen  mo- 
nasterios donde  se  aprendiesen  los  distintos  idiomas  de  que 
usan  los  infieles,  y  que  en  ellos  se  tradujese  el  Arte  demons- 
trativa,  y  que  con  ella  traducida  fuesen  a  los  tártaros  y  a 
otras  naciones  bárbaras;  y  que,  de  cualquier  modo,  se  hi- 
ciesen venir  a  París  algunos  hombres  de  aquellas  mesmas 
naciones,  para  que  aprendiesen  el  uso  de  nuestras  letras  e 
idiomas,  y  que  después  fuesen  a  sus  tierras  a  enseñar  lo  que 


892  OBRAS  LITERARIAS  Í>E  RAMON  LLULL 


habían  aprendido.  Y,  habiendo  pedido  aquel  hombre  al  rey 
y  a  la  Universidad  todas  estas  cosas  y  otras  muchas,  y  so- 
bre todo  el  que  la  Santa  Sede  lo  autorizase  y  ayudase  para 
ello,  porque  así  fuese  permanente  tan  santa  obra,  no  lo  pudo 
conseguir,  no  obstante  haberles  manifestado  el  que  por  en- 
tonces no  había  otro  medio,  en  lo  humano,  de  que  se  exalta- 
se  la  fe  y  se  destruyese  el  error,  pues  convencidos  y  con- 
vertidos los  tártaros  y  otras  numerosas  naciones  de  aque- 
llas partes,  serían  luego  vencidos  y  convertidos  los  sarrace- 
nos y  moros,  mayormente  si  se  les  ayuda  con  la  predicación 
y  el  ejemplo  del  martirio  1. 


CAPÍTULO  XC 

DE  LA  GANANCIA  Y  DE  LA  PÉRDIDA 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  hubo  un 
mercader  que  se  alegraba  de  todo  lo  que  perdía  y  se  entris- 
tecía de  todo  lo  que  ganaba,  lo  que  maravillaba  a  todos.  Su- 
cedió el  que  este  mercader  perdió  mil  pesos  que  tenía  de 
parte  en  una  nave  que  se  anegó,  por  cuyo  motivo  y  para  ma- 
nifestación de  su  alegría  hizo  un  convite,  en  el  cual  le  pre- 
guntó uno  de  los  convidados  que  por  qué  se  alegraba  cuan- 
do tenía  alguna  pérdida  y  por  qué  se  entristecía  cuando  te- 
nía alguna  ganancia.  A  que  él  respondió  diciendo:  "De  la 
ociosidad  y  poco  uso  de  los  bienes  temporales  se  sigue  la 
vanagloria,  el  orgullo  y  los  falsos  deleites.  Y  siendo  todas  es- 
tas cosas  muy  temibles  para  el  hombre,  debe  amar  el  no 
tenerlas  y  temer  el  poseerlas ;  y  de  las  pérdidas  y  pobreza  se 
sigue  el  uso  y  ejercicio  de  la  fortaleza,  justicia  y  templanza 
y  de  las  demás  riquezas  espirituales;  luego  es  consecuente 
que  deba  el  hombre  alegrarse  más  de  la  pobreza  temporal  y 
de  los  trabajos  (que  ocasiona,  que  de  la  riqueza,  por  cuanto 
la  primera  le  da  motivos  de  ser  bueno,  de  ejercitar  las  vir- 
tudes y  adquirir  mérito,  y  la  segunda,  ocasiones  de  ser  malo, 
de  ejercitar  los  vicios  y  de  merecer  eternas  penas."  Has  de 
saber,  hijo,  que  en  ganar  a  Dios  gana  el  hombre  infinita  bon- 
dad, infinita  grandeza,  infinita  eternidad,  infinito  poder,  sa- 
biduría y  voluntad,  y  gana  también  todos  los  atributos  de 
Dios  y  a  todo  Dios;  y  en  perder  el  hombre  a  Dios,  pierde  a 
Dios  y  a  todas  las  cosas  expresadas. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  gran  ganancia  y  de  !a 

1  Este  párrafo  refleja  evidentemente  las  andanzas  y  los  ideales 
de  Ramón  Llull  y  la  finalidad  de  su  viaje  a  París  cuando  escribió 
allí  el  Fèlix. 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  Ç0 


gran  pérdida  que  el  hombre  puede  hacer  en  Dios  y  con  Dios, 
y  dijo  que  era  gran  maravilla  el  que  las  gentes  temiesen  tan 
poco  el  perderle  y  se  cuidasen  tan  poco  de  ganarle.  — Ade- 
más has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que,  en  cuanto 
el  hombre  es  criatura,  es  bueno,  y  es  grande,  y  es  durable,  y 
es  poderoso,  y  con  la  bondad  puede  el  hombre  ganar  gran- 
deza, multiplicando  la  bondad  y  aumentando  las  virtudes;  y 
esto  mismo  puede  hacer  de  la  grandeza  y  duración,  poder, 
sabiduría,  etc.,  y  así  en  cada  virtud  y  dignidad  puede  el  hom- 
bre ganar  [una  en]  la  otra,  o  perder  la  una  perdiendo  la 
otra  K 

Mucho  se  admiró  Félix  de  la  gran  ganancia  que  el  hombre 
puede  hacer  multiplicando  la  una  virtud  con  la  otra,  y  tan- 
to mayor  que  el  ganar  dineros,  villas  ni  castillos,  cuanto 
son  mayores  y  más  apreciables  los  bienes  espirituales  que 
los  temporales ;  por  lo  que  es  gran  maravilla  que  los  hombres 
aprecien  tanto  éstos  y  hagan  tan  poco  caso  de  adquirir 
aquéllos. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño- — ,  que  hufro  un 
mercader  que  quiso  ganar  en  una  bala  de  ropas  mucho  di- 
nero, y  como  la  encontrase  mojada  y  conociese  que  no  po- 
día venderla  sin  algún  engaño  y  baratería,  deseó  hacerle; 
pero  después  se  acordó  y  pensó  que,  si  lo  ejecutaba,  per- 
dería su  justo  memorar,  entender  y  amar,  cosa  tanto  más 
apreciable  que  el  dinero  que  mediante  el  engaño  quería  ga- 
nar, por  lo  que  dejó  de  hacerle. 

— tSeñor — -dijo  Félix — ,  ¿por  qué  naturaleza  generalmente 
aman  los  hombres  hacer  ganancias  y  huyen  de  tener  pér- 
didas? — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  con  la  ganancia  concuer- 
da la  grandeza  y  con  la  pérdida  concuerda  la  pequeñez;  y 
como  en  Dios  hay  grandeza  y  no  pequeñez,  se  ama  en  Dios 
la  grandeza  y,  por  consecuencia,  lo  que  con  ella  concuerda, 
que  es  la  ganancia  o  el  ganar,  y  se  desama  o  aborrece  la 
pérdida,  porque  no  tiene  similitud  alguna  con  las  virtudes 
de  Dios  ni  se  halla  en  Dios. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  que  las  gentes  de  este  mun- 
do amen  más  y  prefieran  las  cosas  que  son  de  poco  valor, 
virtud  y  utilidad,  a  las  que  son  de  mucho  y  de  gran  nobleza 
(como  lo  son  las  virtudes).  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el 
hombre  puede  ganarse  o  perderse  a  sí  mesmo  y  puede  con  sí 
mesmo  ganarse  a  sí  mesmo,  y  al  contrario,  perderse  a  sí 
mesmo  con  sí  mesmo.  Se  puede  ganar  a  sí  mesmo  amando, 
conociendo  y  sirviendo  a  Dios,  que  es  la  final  intención  para 
que  fué  creado,  por  cuyo  medio  conseguirá  gloria  sin  fin; 
y  se  puede  perder  a  sí  mesmo  perdiéndose  y  apartándose  del 


1  JL\  párrafo  siguiente  está  notablemente  abreviado,  pero  el  sen- 
tido es  exacto. 


894 


OBRAS  LITERARIAS  ÜE  RAMON  LLULL 


fin  para  que  fué  creado ;  por  cuyo  medio  proviene  2  a  infinitos 
tormentos  y  eternas  penas.  Además  has  de  saber  que,  según 
curso  natural,  el  entendimiento  más  gana  o  se  complace  en 
su  justo  entender,  esto  es,  entendiéndose  a  sí  mesmo,  que  no 
en  entender  los  dineros,  los  bienes,  los  castillos,  aunque  sean 
justamente  ganados  o  adquiridos ;  y  cuando  injustamente  en- 
tiende, esto  es,  injustamente  se  entiende  a  sí  mesmo,  pierde 
más  que  cuando  entiende  que  ha  perdido  el  dinero,  los  cas- 
tillos o  las  posesiones. 

Félix  se  admiraba  de  lo  que  el  ermitaño  decía,  respecto 
de  que  los  hombres  más  creen  haber  ganado  cuando  ganan 
dineros  u  otros  bienes  que  cuando  adquieren  inteligencia  y 
virtud  3 ;  y  anás  creen  haber  perdido  cuando  creen  haber  per- 
dido los  bienes  temporales  que  cuando  creen  haber  perdido 
los  espirituales. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  a  un  hombre  se  le  murió  un 
hijo  que  mucho  amaba,  y  el  día  de  su  muerte  le  vinieron  a 
visitar  muchas  gentes,  como  es  costumbre.  Y  uno  de  ellos, 
dándole  el  pésame,  le  dijo  cuánto  sentía  el  que  hubiese  per- 
dido tan  buen  hijo.  A  que  el  padre  respondió  que  era  mucho 
más  lo  que  había  ganado  en  llevar  con  paciencia  y  resig- 
nación la  muerte  de  su  hijo,  que  no  el  daño  ni  pérdida  que 
por  ella  se  le  había  ocasionado. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  hubo  un  hombre  que  llo- 
raba y  se  lamentaba  del  tiempo  que  había  perdido  por  ha- 
berle empleado  mal  y  por  ver  que  de  ningún  modo  le  podía 
recuperar.  Estando  con  este  sentimiento,  consideró  que, 
no  obstante,  podría  recuperarle  en  parte  multiplicando  la 
grandeza  de  la  justicia,  caridad,  esperanza,  sabiduría  y  for- 
taleza en  su  memorar,  entender  y  amar.  Consolado  por  este 
medio  y  por  el  de  la  reiterada  consideración  de  que  podría 
recobrarle  con  la  multiplicación  de  las  virtudes,  vió  a  un 
prelado  y  a  un  príncipe  que  estaban  jugando  al  ajedrez,  a 
quienes,  habiendo  preguntado  por  qué  jugaban,  le  respon- 
dieron que  por  pasar  el  tiempo  y  por  no  estar  ociosos;  por 
lo  que  lloró  el  santo  hombre,  considerando  el  tiempo  que 
perdían,  y  dijo:  "¡Oh,  cuánto  pierde  el  hombre  en  perder  el 
tiempo,  como  le  pierden  éstos  y  todos  aquellos  que  le  em- 
plean en  jugar  a  este  juego  (al  de  los  dados,  al  de  los  nai- 
pes) y  en  otras  diversiones!"  4  Con  cuya  consideración  lloró 


2  «proviene»  en  vez  de  «llega». 

3  Segiin  el  texto  catalán,  «que  con  guanyen  justícia  entendre»  ;  y, 
más  abajo,  «que  con  perden  just  entendre». 

4  Traducción  muy  libre;  he  ahí  el  original:  «¡A,  quant  pert 
hom  en  perdre  temps  !  Lo  qual  temps  és  perdut  a  tots  aquells  qui 
no  fan  ço  per  què  són  elets  a  offici  hon  Déus  sia  amat  e  conegut, 
en  lo  qual  offici  no  és  joch  de  escachs  ne  de  daus,  ne  cassar,  sojor- 
nar, ne  neguna  de  les  altres  coses  semblants  a  aquestes.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  qi  895 


el  santo  hombre;  de  que  Fe  maravillaron  el  príncipe  y  el  pre- 
lado, pero  mucho  más  él  de  oue  no  le  entendiesen  ni  cum- 
pliesen con  lo  que  debían  y  les  decía. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  hubo  un  caballero  que 
tuvo  un  hijo  a  quien  mataron  con  muerte  violenta  y  en  pe- 
cado, de  cuyo  suceso  el  caballero  se  entristeció  y  lloró  mu- 
cho, sin  encontrar  consuelo,  por  decir  que  le  era  de  gran 
daño  y  había  tenido  gran  pérdida  en  la  muerte  de  su  hijo, 
por  haberle  engendrado  y  ser  de  su  carne  y  sangre,  pero  que 
le  era  mucho  mayor  y  sin  comparación  más  sensible  el  que 
hubiese  muerto  en  pecado  mortal  y  el  que,  por  consecuencia, 
estuviese  en  la  ira  de  Dios  y  en  el  fuego  perdurable  por  toda 
una  eternidad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  a  una  tierra  extraña  y 
distante  fué  un  santo  religioso  con  muchos  compañeros,  con 
el  fin  de  convertir  los  infieles  que  la  habitaban,  viviendo 
entre  ellos.  Sucedió  el  haber  convertido  a  uno,  el  cual  a  la 
hora  de  su  muerte  manifestó  mantenerse  firme  en  la  fe  y 
que,  por  consecuencia,  esperaba  la  gloria ;  de  que  el  religioso 
se  alegró  mucho,  considerando  que  por  su  medio  había  Dios 
ganado  aquella  alma  [que  estaba  perdida]  (o  que  aquella 
alma  había  ganado  >por  su  medio  a  Dios).  Después  vió  el 
religioso  a  una  mujer,  a  quien  también'  había  convertido,  en 
oración,  y  que  le  decía  a  Dios  estas  palabrs:  "Dios  y  Señor, 
a  quien  yo  por  ignorancia  y  por  el  pecado  original  había 
perdido,  bendito  seas  tú,  que  me  has  hecho  la  gracia  de  que 
te  haya  vuelto  a  hallar  y  de  que  haya  en  ti  hallado  ftodo  mi 
bien  y  todo  mi  consuelo;  y  bendito  sea  aquel  que  por  ha- 
berme convertido  y  ganado  para  ti  ha  adquirido  tan  gran 
mérito." 


CAPÍTULO  XCI 
Del  ardimiento  y  de  la  cobardía 

— El  ardimiento  (o  valor) — 'dijo  el  ermitaño — -y  la  cobar- 
día son  contrarios,  y  el  ardimiento  contrasta  a  la  cobardía 
con  el  aire,  y  la  cobardía  al  ardimiento  con  la  tierra. 

Maravillóse  Félix  de  lo  que  el  ermitaño  decía,  por  lo  que 
éste  prosiguió,  diciendo :  — El  ardimiento  se  forma  de  la  san- 
gre, que  es  húmeda  y  cálida,  esparciéndola  el  corazón  en 
abundancia  por  todos  los  miembros,  con  la  cual  se  fortalecen 
ellos  y  los  espíritus,  y  de  esto  se  engendra  y  origina  el  valor, 
el  cual  falta  cuando  es  vencido  por  sus  contrarios,  que  son 
la  sequedad  y  frialdad,  las  que  restriñen  la  sangre  y  la  hacen 


So6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


retroceder  de  los  miembros  al  corazón,  [al  cual  la  sangre  de 
los  miembros  vuelve,  y  de  los  miembros  sale] ;  por  cuya  re- 
trocesión y  separación  queda  el  cuerpo  sin  espíritus  y  sin 
valor  ni  ardimiento  [y  nace  la  cobardía]. 

Amado  hijo,  por  la  virtud  de  la  fortaleza  vive  el  ardi- 
miento en  el  espíritu  del  hombre  1 ;  y  así  como  el  corazón 
da  fortaleza  y  valor  al  cuerpo  por  medio  de  la  sangre  que 
le  comunica  y  comunica  a  los  miembros,  así  esta  virtud  for- 
tifica las  otras  virtudes,  comunicándose  a  la  fe,  caridad, 
justicia  y  sabiduría,  y  éstas  la  fortifican  a  ella,  comunicán- 
dose y  mezclándose  mutuamente;  y  así  todas  juntas  dan 
virtud,  fortaleza  y  valor» al  hombre  y  ahuyentan  de  él  el 
miedo  y  la  cobardía  K 

Admiróse  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño,  y  dijo  que 
él  había  visto  muchos  hombres  sin  fe,  esperanza,  caridad, 
justicia  ni  sabiduría  valientes.  A  lo  que  el  ermitaño  respon- 
dió que  éstos  son  valientes  o  les  engendra  valor  el  mucho 
memorar,  entender  y  amar  las  cosas,  y  el  que,  como  a  los 
demás,  la  sangre  de  que  abundan  y  reparte  el  corazón  por 
sus  miembros  les  engendra  el  ardimiento  y  valor2;  aunque 
en  realidad  no  es  valor  verdadero,  porque  para  el  valor  ver- 
dadero, además  de  la  abundancia  de  la  sangre  [por  todos 
los  miembros  y  espíritus  del  cuerpo],  y  del  mucho  memo- 
rar, entender  y  amar  las  cosas,  se  requiere  el  ejercicio  de 
las  virtudes. 

— -Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que,  estando 
un  rey  y  un  emperador  ai  frente  de  sus  ejércitos  para  darse* 
la  batalla,  el  emperador  y  su  ejército  concibieron  gran  valor 
y  esperanza  de  la  victoria  por  verse  mucho  mayores  en  nú- 
mero y  en  calidad  que  los  del  rey;  y  el  rey  y  su  ejército 
concibieron  gran  miedo  al  verse  tan  pocos  y  tan  inferiores 
en  todo:  el  que  llegó  a  supeditarles  tanto,  que  estuvieron 
para  huirse,  y  lo  hubieran  ejecutado  a  no  considerar  que 
el  rey  tenía  justicia  en  lo  que  pretendía,  y  que  así  era  razón 
defenderla  hasta  morir,  dejándose  en  las  manos  de  Dios. 
Cuya  consideración  fortaleció  tanto  el  espíritu  del  rey  y  de 
sus  gentes,  que  embistieron  al  emperador  y  le  derrotaron; 
en  que  conocerás  que  el  más  valiente  es  el  que  mejor  funda 
su  razón  o  el  que  más  razón  tiene  cuando  pelea  3. 


1  El  final  de  este  párrafo  está  muy  resumido. 

2  Según  el  original,  diría  solamente  :  «estos  tales  son  valientes 
por  gran  recuerdo  y  querer,  y  por  la  sangre  que  abunda  en  los 
miembros  del  cuerpo». 

3  Traducción  fragmentaria  y  desmañada.  He  ahí  el  texto  de  Llull  : 
«Estant  aquest  rey  en  paor,  "en  volentat  li  vénch  que  se'n  fu?ís  ; 
mas  vergonya  e  justícia,  car  bon  dret  havia,  li  ajudaren,  e  confià's 
en  son  bon  dret,  e  amà  més  morir  que  ésser  desobadient  a  fortesa 
de  coratge.  Con  lo  rey  ach  pres  aytal  concebiment,  ell  sentí  que 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  ÇI  8Q7 


Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  una 
vez  se  desafiaron  un  caballero  cristiano  y  un  mahometano, 
por  defender  el  cristiano  que  Cristo  era  Dios,  y  el  sarraceno 
negarlo.  Ambos  a  dos  eran  fuertes  y  valerosos;  pero,  consi- 
derando el  cristiano  que  Dios  por  amor  del  hombre  se  había 
encarnado  y,  en  cuanto  hombre,  muerto,  se  le  aumentaba 
el  valor,  y  con  él  la  fe,  esperanza,  caridad,  fortaleza  y  jus- 
ticia, por  lo  que  venció  al  mahometano,  [que  no  creía  en 
aquella  encarnación  y  muerte]. 

— Señor — dijo  Félix — >,  en  una  provincia  había  un  mar- 
qués y  un  conde  que  se  hacían  la  guerra,  en  la  que  el  mar- 
qués era  muy  inteligente,  por  lo  que  tomaba  muy  bien  sus 
medidas  y  ordenaba  igualmente  sus  cosas  y  sus  gentes;  pero 
cuando  se  hallaba  en  la  batalla  tenía  tan  poco  valor,  que 
nada  ejecutaba  de  lo  que  había  premeditado ;  lo  que  me  cau- 
sa admiración. 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño — -,  has  de  saber  que  había  un 
hombre  que  amaba  tanto  a  su  príncipe,  que  cuando  estaba 
delante  de  él  no  le  sabía  alabar,  ejecutándolo  con  primor 
cuando  estaba  ausente,  lo  que  dimanaba  del  gran  amor  que 
le  tenía  y  del  respeto  que  le  causaba  por  ser  su  príncipe  y 
como  a  tal  temerle;  por  lo  que  el  corazón  de  este  hombre 
influía  en  él  con  tal  abundancia  y  precipitación  la  sangre 
por  todos  los  miembros  para  enardecerlos  4,  que  perturbaban 
la  memoria  y  el  entendimiento,  por  cuyo  motivo  no  podían 
obrar  ordenadamente  ni  con  acierto. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  dos  naves  de  sarracenos 
atacaron  a  una  -de  cristianos,  en  cuyo  combate  el  señor  de 
la  misma  nave,  que  iba  en  ella,  se  acobardó  tanto,  que  se 
metió  debajo  de  escotilla,  por  ser  hombre  injusto  y  pecador 
y  tener  miedo  de  morir;  y,  al  contrario,  un  hombre  justo  y 
de  buena  vida  que  iba  en  ella  se  defendió  y  la  defendió  va- 
lerosamente, sin  ser  señor  de  la  nave  ni  tener  en  ella  parte; 
de  que,  admirado  el  almirante  moro,  después  de  rendida,  dijo 
a  aquellos  dos  hombres  que,  si  no  se  volvían  moros  y  abra- 
zaban la  secta  de  Mahoma,  les  haría  quitar  la  vida.  A  lo  que 
asintió  luego  el  señor  de  la  nave,  como  hombre  injusto  y 
pecador;  pero  el  otro  nunca  quiso  consentir,  y  ge  la  dejó 


son  cor  tramès  la  sanch  per  tots  los  membres  e  los  spirits  de  son 
cors,  e  començà  molt  menbrar,  entendre  e  amar  Déu  e  virtuts  ;  e 
adonchs  fo  guarnit  ílo  rey  de  ardiment,  per  lo  qual  aneçà  e  guarní 
totes  ses  gents  de  ardiment.  Aquell  rey  se  cobaté  ab  l'emperador, 
e  fo  vençut  l'emperador  e  ses  gents,  per  ço  car  no  era  fermat  lur 
ardiment  sobre  tens  bons  fonaments  com  eren  ceylls  del  rey  e  de 
sa  gent.  Gran  fo  la  meraveylla  que  fo  per  tota  la  terra  con  lo  rey 
ab  ten  poques  de  gents  ach  vençuda  la  bataylla.» 

4  En  el  original,  «E  lo  cor  trop  influïa  la  sanch  per  tots  los  mem- 
bres e  exalçava  tant  son  voler...». 


29 


SgS 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


quitar  antes  de  abandonar  la  religión  que  profesaba,  por  lo 
que  murió  mártir 5. 

— Señor — dijo  Félix — ,  mucho  me  admiro  del  valor  y  ar- 
dimiento que  muestran  tener  los  hombres  del  mundo  por 
gamair  dinero,  honras,  riquezas  y  fama,  sin  temor  de  morir 
en  los  peligros  a  que  se  exponen  para  conseguirlo ;  pero  mu- 
cho más  de  la  cobardía  que  se  experimenta  en  la  mayor  parte 
de  los  hombres  religiosos,  que  no  osan  morir,  como  deberían, 
por  la  honra  de  Dios  y  por  su  servicio. 

— Hijo — |dijo  el  ermitaño — <,  cuando  la  memoria  memora 
mucho  y  por  mucho  tiempo  una  cosa,  y  el  entendimiento  la 
entiende,  y  la  voluntad  la  ama,  sostienen  y  se  exponen  los 
hombres  por  haberla  y  conseguirla  a  mayores  peligros  y  a 
mayores  trabajos  que  a  los  que  se  exponen  por  conseguir 
otras  que  poco  y  por  poco  tiempo  memoran,  entienden  y 
aman. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  religioso  que  predicaba 
la  fe  de  Jesucristo  en  una  ciudad  de  moros,  cuyo  príncipe 
le  hizo  intimar  un  decreto  en  que  le  mandaba  que  dejase  de 
predicar  y  se  fuese  de  aquella  ciudad,  porque,  si  no,  le  haría 
quitar  la  vida ;  a  que  el  religioso  replicó  estaba  más  obligado 
a  servir  y  a  obedecer  al  rey  del  cielo  que  al  de  la  tierra, 
por  lo  que  no  quiso  salir  de  la  ciudad  ni  dejar  de  predicar, 
estimándose  más  morir  y  obedecer  a  Dios  que  vivir  y  des- 
obedecerle. 

— Señor — dijo  Félix — ,  hubo  un  caballero  que  combatió 
con  un  escudero  en  duelo  porque  le  asistía  la  razón  y  jus- 
ticia, y  el  escudero  combatía  sólo  con  el  caballero  por  una 
porción  de  dinero  que  le  habían  [prometido  si  podía  ganar 
la  batalla]  6 ;  y  habiendo,  no  obstante  esto,  superado  y  muer- 
to el  escudero  al  caballero,  estoy  muy  admirado  jde  ello,  pues 
el  valor  y  ardimiento  es  más  propio  en  el  hombre  cuando  de- 
fiende la  justicia  y  la  razón  que  ¿cuando  pelea  por  interés. 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cada  uno  de  estos  dos  comba- 
tientes logró  en  el  combate  el  premio  a  que  anhelaba,  pues 
el  escudero  ganó  las  riquezas,  y  el  caballero  la  gloria,  por 
haber  muerto  en  defensa  de  la  justicia  que  le  asistía ;  en  que 
consiguió  mayor  galardón  y  mayor  premio  que  el  escudero 
en  haber  ganado  la  riqueza  o  ¡el  dinero. 

— Señor — dijo  Félix — ,  un  caballero  tenía  gran  deseo  de 
encontrarse  con  otro  caballero  enemigo  suyo,  pareciéndole 
que,  si  reñía  con  él,  le  vencería  y  mataría;  y  habiéndole  en- 
contrado, en  lugar  de  embestirle,  tuvo  miedo  y  huyó  de 
él,  de  que  me  maravillo. 


Todo  este  párrafo  y  el  que  signe  están  traducidos  muy  libró- 
me n  te. 

0  El  texto  español  dice  «que  le  habían  dado». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  yl  S99 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cuando  la  vista  corporal  ve 
alguna  cosa  de  que  puede  recibir  daño  el  cuerpo,  el  corazón 
se  restriñe  y  la  sangre  [huye  de]  7  los  miembros,  de  que 
dimana  el  que  el  hombre  queda  cobarde  y  falto  de  (Valor8; 
pero,  vuelto  sobre  sí  y  pasado  aquel  primer  asombro  o  pas. 
mo  que  le  causó  la  vista  del  peligro,  si  halla  tener  razón  y 
justicia  en  lo  que  emprende,  vuelve  el  corazón  a  ensanchar- 
se y  a  recoger  la  sangre  que  había  esparcido,  la  que  nueva- 
mente, y  con  nuevos  espíritus,  vuelve  a  repartir  por  los 
miembros,  y  entonces  ya  el  temor  del  peligro  no  le  acobar- 
da ni  el  valor  le  falta. 

Has  de  saber  que  había  dos  reyes,  el  uno  muy  justo, 
bueno  y  amado  de  sus  vasallos,  y  el  otro  injusto,  malo  y 
aborrecido  de  los  suyos,  los  cuales  estaban  en  guerra.  Y  ha- 
biendo llegado  el  caso  de  darse  la  batalla,  el  justo  y  bueno 
la  venció;  habiendo  sido  el  primero  que,  con  arrojo  y  des- 
precio de  la  muerte,  embistió  y  se  metió  entre  sus  ene- 
migos. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  iba  por 
el  mundo  reprendiendo  a  los  reyes  y  a  los  prelados  porque 
no  trataban  y  disponían  la  conversión  de  los  infieles,  para 
que  Dios  fuese  más  amado  y  conocido,  el  cual,  estando  un 
día  delante  de  un  prelado  injusto  y  pecador  que  tenía  gran 
compañía  y  comitiva,  quiso  reprenderle  como  a  los  demás; 
pero  al  tiempo  de  ejecutarlo  le  faltó  el  valor  y  se  acobardó, 
sin  poder  decir  lo  que  tenía  intención,  por  lo  que  recurrió 
a  ayudarse  con  la  fortaleza,  caridad,  justicia  y  humildad, 
y  para  conseguirlo  con  más  fervor  se  azotó  fuertemente  con 
unas  correas  que  llevaba,  y  así  después  se  halló  con  forta- 
leza de  espíritu  para  reprender  al  prelado,  que,  por  cuidar- 
se de  su  honor,  se  descuidada  del  de  Jesucristo;  de  cuya 
osadía  el  prelado  se  admiró,  y  le  hizo  echar  de  su  palacio, 
habiéndole  hecho  primero  dar  de  palos  por  dos  criados,  lo 
que  admiró  a  los  circunstantes  a  vista  de  la  poca  devoción 
y  menos  justicia,  paciencia,  humildad  y  caridad  del  pre- 
lado. 


7  Erróneamente,  el  traductor  interpretó  como  «se  esparce  por  los 
miembros»  la  frase  luliana  «fuig  als  membres». 

8  Compárase  con  la  rapidez  y  plasticidad  del  original  :  «e  mor 
ardiment,  e  viu  volpeatge  ;  mas  com  fortesa  de  coratge  enforteix 
lo  cor,  e  la  sanch  li  fa  trametrà  per  los  membres,  adonchs  la  vista 
corporal  no  pot  engendrar  en  lo  cor  volpeatge,  ne-n  pot  citar  ar- 
diment». 


yOO  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  XCI1 
Del  honor  y  deshonor 

— A  Dios — dijo  el  ermitaño — le  compete  todo  honor  y 
ningún  deshonor,  y  por  esto,  todo  cuanto  tiene  ser  ha  sido 
creado  para  honrarle  y  servirle;  y  por  causa  de  competerle 
a  Dios  todo  honor  y  haber  sido  creado  el  hombre  a  su  ima- 
gen y  semejanza,  apetece  por  naturaleza  todo  hombre  el  ser 
honrado  (o  el  que  le  honren). 

— Señor — dijo  Félix — ,  según  vuestras  palabras,  el  hom- 
bre quiere  ser  honrado  por  ser  imagen  de  Dios  y  por  ha- 
berle Dios  creado  [y  porque  a  Dios  le  compete  le  honra] ; 
lo  que  si  es  así  [como  vos  decís],  preguntóos:  ¿por  qué  el 
hombre  ama  más  en  este  mundo  su  propia  honra  que  la  de 
Dios?,  [pues  es  gran  maravilla  que,  si  el  hombre  ama  la 
honra  porque  es  semejante  a  Dios,  y  a  Dios  compete  la  glo- 
ria más  que  al  hombre,  ¿por  qué  el  hombre  ama  más  hon- 
rarse a  sí  mismo  que  a  Dios?] 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  honor  y  deshonor  son 
contrarios,  y  porque  el  hombre  se  inclina  a  pecar,  se  aca- 
rrea el  deshonor,  por  el  que  hace  a  la  similitud  de  Dios  que 
tiene  [cuando  se  somete  al  (pecado;  y  por  esta  sujeción  le 
viene  deshonra],  porque  ama  más  ser  él  honrado  que  no  que 
lo  sea  Dios. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en  una  ciu- 
dad había  un  ciudadano  muy  noble  y  rico,  humilde  y  bien 
acostumbrado,  por  lo  que  todos  los  días  honraba  su  alma, 
ejercitándola  en  memorar,  entender  y  amar  lo  bueno,  pues 
el  buen  memorar,  entender  y  amar  es  honrar  y  venerar  al 
alma  y,  al  mismo  tiempo,  a  la  fe,  esperanza,  caridad,  justi- 
cia, fortaleza,  templanza  y  a  las  demás  virtudes.  Este  ciu- 
dadano tenía  mujer  bella  y  noble,  por  lo  que  era  orgulloso 
y  amaba  ser  venerada  y  alabada  por  su  belleza  y  nobleza, 
según  los  cinco  sentidos  corporales.  Y  así  apetecía  traer 
ricos  vestidos  y  adornos,  para  que  la  obsequiasen  y  dijesen 
bien  de  ella  (olvidándose  de  Dios).  Y  como  [Dios  no  es 
cuerpo  ni  tiene  en  sí  los  cinco  sentidos  corporales,  por  eso  la 
mujer  amaba  más  honras  en  las  cosas  que  son  desemejantes 
a  Dios,  que  en  aquellas  que  con  Dios  tienen  semejanza. 
Y,  como]  su  marido  hiciese  todo  lo  contrario,  al  mismo  tiem- 
po que  el  uno  honraba  a  Dios,  el  otro  le  deshonraba  (o  pri- 
vaba del  honor  que  le  competía). 


FÉLIX  DL  LAS  MARAVILLAS. — C.  y¿  yul 


Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  lam- 
bía un  prelado  muy  poderoso  de  los  bienes  de  este  nnrodo. 
pero  hombre  muy  mal  acostumbrado.  Este  prelado  era  or- 
gulloso, por  lo  que  se  maravillaba  mucho  de  que  las  gentes 
no  le  hiciesen  gran  honor  y  le  tuviesen  gran  veneración.  Su- 
cedió un  día  que  él  preguntó  a  un  clérigo,  su  súbdito,  la 
causa  de  que  las  gentes  le  honrasen  y  obsequiasen  tan  poco. 
A  lo  que  el  clérigo  respondió:  "Señor,  ningún  hombre,  se- 
gún razón  y  naturaleza,  debe  ser  honrado  si  no  es  en  cuan- 
to lo  es  Dios  en  él ;  por  lo  que  quiere  Dios  que  los  hombrea 
honremos  a  los  prelados  sólo  para  ser  honrado.  Y  porqv* 
vos  amáis  sólo  el  ser  ¡honrado  por  vos  mesmo  y  no  porque 
en  vos  lo  sea  Dios,  pervertís  en  vos  la  naturaleza  del  honor 
y  la  causa  por  que  las  gentes  debían  honraros;. y  por  este 
motivo  y  porque  os  comprenden  y  entienden  orgulloso,  ava- 
ro y  lujurioso,  no  os  tienen  por  digno  del  honor  que  apete- 
céis, sino  es  del  deshonor  que  experimentáis. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  una  ciudad  sucedió 
ser  electo  obispo  un  hijo  de  un  labrador  pobre,  el  cual  lloa- 
raba mucho  a  su  padre,  y  a  su  madre,  y  a  todos  sus  parien- 
tes, pero  no  les  daba  nada,  aunque  el  obispado  era  muy  rico 
y  tenía  grandes  rentas;  por  lo  que  todos  los  feligreses  es- 
taban admirados  de  que  el  obispo  no  enriqueciese  a  su  pa- 
dre y  a  su  madre,  siéndole  tan  fácil,  y  de  que,  honrándolos 
tanto,  no  tuviese  vergüenza  de  tener  parientes  tan  pobres. 
Y  como  pasase  por  allí  un  arzobispo  y  hospedádose  en  el 
palacio  del  obispo,  en  conversación  le  dijo  que  hacía  muy 
mal  en  no  enriquecer  sus  parientes  cuando  podía,  sin  per- 
mitirlos andar  delante  de  él  tan  pobremente  vestidos  y  des- 
pojados, lo  que  era  deshonra  y  vergüenza,  no  sólo  de  su  li- 
naje, sino  es  de  su  dignidad.  A  que  el  obispo  respondió: 
"Las  riquezas  son  peligrosas  cuando  recaen  en  sujetos  de 
vil  linaje,  y  lo  mismo  sucede  de  las  honras;  y  así  yo  honro 
a  mis  parientes  por  humillarme  y  tener  presentes  mis  prin- 
cipios, y  por  lo  mesmo,  y  por  ser  la  humildad  prenda  tan 
amable,  quiero  que  vayan  mal  vestidos;  y  por  este  motivo 
y  porque  desprecio  la  honra  mía  y  de  mi  linaje  y  aprecio 
la  de  Dios,  se  cuida  Dios  de  mi  honor,  queriendo  ser  por  mi 
medio  honrado  en  manifestación  de  su  poder." 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  que  amaba 
mucho  el  ser  honrado  y  obsequiado,  y  para  conseguirlo  se 
gastaba  inútilmente  la  mayor  parte  de  las  rentas  de  su  rei- 
no, sin  cuidarse  de  que  fuese  honrado  Dios,  que  era  para 
lo  que  era  rey.  Sucedió  un  día  que  un  rico  judío  vino  delan- 
te de  él,  al  que  honró  y  recibió  alegremente,  con  el  fin  de 
que  el  judío  le  prestase  una  gran  porción  de  dinero  que  le 
había  pedido;  por  lo  que  un  cristiano  que  se  halló  presente 
exclamó,  diciendo:  "Deshonrado  y  vituperado  es  Jesucris- 


902  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


to  en  el  alma  del  judío,  que  no  cree  que  el  mesmo  Cristo 
sea  Dios  verdadero,  «antes  cree  que  sea  hombre  vil,  peca- 
dor, falso  y  engañador,  por  cuyo  motivo  quiere  mal  a  Cris- 
to y  a  todos  los  que  le  siguen.  Deshonrado  es  Cristo  en  el 
alma  del  príncipe  que  ama  más  su  honor  que  el  de  Dios. 
Deshonrado  es  Dios  en  el  poder  del  príncipe  que  podía  ha- 
cer que  Dios  fuese  honrado  en  muchos  países  donde  es  des- 
honrado y  blasfemado.  Deshonrado  es  Dios  en  todas  aque- 
llas tierras  donde  dicen  que  el  sol,  la  luna  1  y  los  ídolos  son 
dioses.  Deshonrado  es  Dios  en  todas  aquellas  partes  y  por 
todos  aquellos  hombres  que  dicen  que  no  le  hay;  y  deshon- 
rado es  Dios  todas  las  veces  que  los  hombres  aman  más  los 
dineros,  los  hijos,  las  blandas  ropas,  los  delicados  manja- 
res y  las  hermosas  mujeres  que  a  Dios."  Estas  y  otras  mu- 
chas palabras  dijo  aquel  santo  hombre  en  presencia  del  rey 
y  del  judío,  quienes  se  rieron  de  ellas,  por  lo  que  llorando 
dijo  se  maravillaba  mucho  cómo  era  Dios  tan  deshonrado 
por  el  mal  príncipe,  cuando  en  este  mundo  le  hace  Dios  ser 
honrado  sobre  todos  los  hombres,  habiendo  Dios  honrado  a 
todos  los  hombres  e  impreso  en  ellos  sus  similitudes  y  ha- 
biendo creado  tantas  criaturas  para  su  servicio,  y  ellos  y 
ellas  para  el  del  príncipe,  en  cuanto  representa  a  Dios.  Des- 
honra [el  hombre  a  Dios  deshonrándolo  con  sus  similitudes, 
en  cuanto  las  hace  contrarias  ¿a  El  por  obras  de  pecado. 
Y  deshonra]  también  en  este  mundo  el  mal  príncipe  a  Dios, 
en  cuanto  es  omiso  en  hacerle  honrar  como  debía  y  castigar 
a  los  que  le  ofenden. 

De  cuyas  palabras  se  admiró  Félix,  considerando  la  gran 
paciencia  y  humildad  de  Dios  en  sufrir  tantos  deshonores 
que  se  le  hacen  en  el  mundo  (y  tantos*  pecados  que  contra 
sus  mandamientos  se  cometen). 

— Señor — dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  lo  apre- 
ciado y  apetecido  que  es  en  el  mundo  el  obsequio  y  el  honor, 
con  especialidad  por  los  príncipes,  prelados,  clérigos,  reli- 
giosos, caballeros,  ciudadanos,  mercaderes  y  todo  género  de 
gentes,  pues  muchos  veo  que  dejaron  y  se  despojaron  de  la 
mujer,  de  los  hijos,  de  los  deleites  y  de  las  riquezas,  mas 
del  honor  nadie  se  quiere  despojar  ni  dejar,  antes  bien  to- 
dos se  airan  y  enfurecen  si  se  le  quitan  o  quieren  quitar. 

■ — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  honor  y  el  deshonor  son 
contrarios  y  tienen  mayor  contrariedad  en  la  grandeza  que 
en  la  pequenez;  y  por  competerle  a  Dios  honor,  y  gran  ho- 
nor, quiere  Su  Majestad  que  todos  los  hombres,  y  con  espe- 
cialidad los  prelados,  los  príncipes  y  los  caballeros,  deseen 
ser  honrados,  para  que  lo  sea  en  ellos  el  mesmo  Dios.  Y  por- 
que los  hombres  pervierten  esta  intención  y  quieren  ser  hon 


1  El  original  no  dice  aquí  «luna»,  sino  «upega»,  abubilla'. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  93  903 


rados  por  ellos  mesmos,  permite  Dios  que  sean  deshonrados 
con  falsas  y  sucias  imaginaciones  y  pensamientos,  para  que 
caigan  en  su  ira  y  maldición  y  sean  dignos  de  su  justicia. 
Amado  hijo,  abre  los  ojos  de  tus  pensamientos  y  repara 
cuántas  armas,  cuántos  blasones,  cuántos  edificios  y  cuán- 
tas cosas  se  han  hecho  y  hacen  en  el  mundo  para  ser  hon- 
rados los  hombres;  y  para  que  lo  sea  Dios,  mira  cuán  pocos 
trabajan. 

Lloró  Félix,  y  lo  mesmo  hizo  el  ermitaño,  y  dijeron  que 
el  deshonor  había  vencido  en  el  mundo  al  honor,  por  de- 
fecto de  los  que  le  gobiernan. 


CAPÍTULO    X  C 1 1 1 

DE  LA  HERMOSURA  Y  DE  LA  FEALDAD 

— Naturalmente — dijo  el  ermitaño — ,  ama  el  hombre  la 
hermosura,  por  haberla  en  Dios;  pero,  siendo  ésta  espiri- 
tual y  no  corporal,  es  maravilla  el  que  el  hombre  ¿e  incline 
a  amar  más  la  hermosura  corporal  que  la  espiritual.  Es  la 
hermosura  espiritual — prosiguió  el  ermitaño — el  memorar, 
entender  y  amar  a  Dios  y  a  las  virtudes,  y  memorar,  en- 
tender y  aborrecer  los  vicios.  Y  es  la  fealdad  espiritual  me- 
morar, entender  y  desamar  o  aborrecer  a  Dios  y  a  las  vir- 
tudes, y  memorar,  entender  y  amar  los  vicios;  lo  que  siendo 
así,  es  gran  maravilla  el  que  la  fealdad  esté  tan  ensalzada 
y  sea  en  tan  gran  cantidad  en  el  mundo  y  el  que  la  hermo- 
sura esté  tan  abatida  y  sea  en  tanta  poquedad  1. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  toda  la  mayor 
hermosura  que  el  hombre  puede  tener  es  considerar  en  la 
divina  esencia,  en  la  cual  Dios  Padre  de  su  hermosura  en- 
gendra a  Dios  Hijo  y  espira  a  Dios  Espíritu  Santo;  porque 
en  la  fruición  que  tiene  en  sí  mesmo  el  Padre  de  su  bondad, 
infinidad,  eternidad  y  demás  atributos,  es  hermoso  en  sí 
mesmo,  y  en  el  Hijo,  y  en  el  Santo  Espíritu;  y  el  Hijo  es 
hermoso  en  sí  mesmo,  y  en  el  Padre,  y  en  el  Santo  Espíritu ; 
y  el  Santo  Espíritu  es  hermoso  en  sí  mesmo,  y  en  el  Padre, 
y  en  el  Hijo. 

Para  que  Félix  mejor  entendiese  lo  que  es  la  divina  her- 
mosura, dijo  el  ermitaño  que  una  santa  alma  estaba  en  con- 
templación y  veía  gran  hermosura  en  su  entendimiento  y  en 
su  entender,  porque  el  entendimiento  entendía  que  podía  en- 
tender a  Dios,  y  en  este  poder  entendía  gran  hermosura,  por 

1  El  traductor,  interpretando  mal  «en  ten  gran  poquea»,  escribió 
«en  tan  poca», 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


ser  gran  hermosura  el  entenderle,  por  hermosearse  mucho 
el  entendimiento  entendiéndole ;  y  lo  mismo  veía  aquella  san- 
ta alma  en  su  memoria  y  en  su  voluntad.  Y  viendo  tanta 
hermosura  de  poder  en  sus  tres  potencias,  quiso  tenerla  y 
ejercerla,  memorando,  entendiendo  y  amando  a  Dios  para  ser 
del  todo  hermosa  en  su  esencia  y  en  sus  operaciones. 

Entendió  Félix  la  similitud  del  ermitaño,  y  dijo  que  en- 
tendiendo Dios  hermosura  de  poder  en  su  bondad,  infinidad 
y  eternidad  y  demás  atributos,  quiere  que  en  aquella  bondad 
haya  hermosura  de  producción  buena,  infinita  y  eterna,  y 
que  sea  hermosura  en  hermosura  de  operación  por  todos  los 
mismos  atributos,  siendo  todos  una  hermosura  esencial,  aun- 
que distinta,  por  las  distintas  operaciones  de  las  divinas  per- 
sonas. 

En  tanto  que  Félix  consideraba  esto,  se  maravillaba  de 
que  ningún  hombre  que  ve  y  contempla  tan  gran  hermosura 
en  Dios  se  pueda  inclinar  a  la  fealdad  ni  al  pecado,  por  lo 
que  el  ermitaño  le  dijo: 

— Has  de  saber,  hijo,  que  la  divina  hermosura  quiso  crear 
su  similitud  en  la  nobleza  del  alma,  por  lo  que  puso  en  el 
entendimiento  hermosura  de  bondad,  hermosura  de  grandeza, 
hermosura  de  duración,  hermosura  de  poder  y  hermosura  de 
entender,  por  ser  bella  cosa  al  humano  entendimiento  el  ser 
bueno,  grande,  [durable],  poderoso  y  sabio.  Y  porque  Dios 
es  inteligible  y  el  entendimiento  le  puede  entender,  puso 
Dios  en  él  la  hermosura  de  entender,  lo  que  fué  hermosa- 
mente ordenado  para  que  la  hermosura  de  la  sabiduría  fuese 
superior  ¿a  las  demás  hermosuras,  respecto  de  que  el  alma 
puede  entender  a  Dios  y  no  puede  hacerle  bueno,  ni  grande, 
ni  durable,  ni  poderoso. 

Mucho  agradó  a  Félix  lo  que  el  ermitaño  le  decía,  por 
parecerle  que  hablaba  sutil  y  hermosamente ;  por  lo  que  éste 
añadió  que  lo  mismo  que  se  había  dicho  de  la  hermosura  dei 
entendimiento,  debía  entenderse  de  la  hermosura  de  la  me- 
moria y  de  la  voluntad,  pues  Dios  es  memorable  y  amable 
igualmente  que  inteligible. 

Como  el  ermitaño  conoció  que  Félix  le  había  entendido, 
tuvo  gran  compdacencia  y,  por  consecuencia,  hermosura  de 
placer,  caridad,  justicia  y  sabiduría;  por  lo  que  dijo  que 
Dios  había  hermoseado  el  entendimiento  humano  con  hermo- 
sura de  bondad,  de  grandeza,  de  duración,  de  poder  y  de 
sabiduría,  y  había  puesto  en  él  más  hermosura  de  sabiduría 
que  de  bondad,  grandeza  ni  duración,  por  causa  de  ser  Dios 
inteligible  por  el  alma  y  no  bonificable,  magnificable,  eter- 
nificable,  [posificable],  etc.;  y  por  esto  todas  las  hermosu- 
ras se  nombran  (y  están  en  el  alma)  bajo  de  la  hermosura 
del  entendimiento,  memoria  y  voluntad. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  93  905 


Habiendo  el  ermitaño  dicho  estas  palabras  de  la  hermo- 
sura espiritual,  quiso  hablar  de  la  corporal,  y  dijo  que  Dios 
ha  hermoseado  el  cuerpo  del  hombre  con  sus  cualidades; 
esto  es  decir  que  la  substancia  está  hermoseada  de  los  ac- 
cidentes; lo  que  dijo  el  ermitaño  para  que  Félix  elevase  su 
entendimiento  todo  lo  posible,  para  entender  la  hermosura 
espiritual  puesta  en  el  alma,  la  que  está  hermoseada  con  las 
similitudes  de  Dios  y  por  El  creadas,  de  cuyas  similitudes 
resulta  la  unión  y  composición  del  alma,  y  estas  similitudes 
de  la  bondad,  de  la  grandeza,  de  la  eternidad  y  del  poder,  etc., 
hermosean  a  las  similitudes  substanciales,  esto  es,  a  la  me- 
moria, al  entendimiento  y  a  la  voluntad,  que  son  substan- 
ciales y  unidas  con  el  alma  racional,  según  explicamos  en 
nuestro  Libro  del  Caos. 

Por  las  antecedentes  palabras  dichas  por  el  ermitaño  en- 
tendió Félix  que  la  esencia  del  alma  es  un  ser  unido  de  me- 
moria, entendimiento  y  voluntad,  que  juntos  la  componen, 
por  ser  Dios  memorable,  inteligible  y  amable,  hallándose  en 
la  (mesma  alma  las  otras  similitudes  de  Dios  por  manera  de 
potencias  y  calidades,  por  no  ser  Dios  bonificable,  magnifica- 
ble  ni  eternificable  [ni  posificable]  por  el  alma. 

Y  cuanto  más  Félix  entendía  y  consideraba  las  palabras 
del  ermitaño,  más  se  maravillaba  de  que,  siendo  el  alma 
creada  de  tan  bellas,  tan- nobles  y  tan  grandes  hermosuras, 
se  pueda  inclinar  al  pecado  y  a  tantas  fealdades.  — Hijo 
-^dijo  el  ermitaño — ,  la  vida  corporal  se  deleita  en  ver  be- 
llos colores,  bellas  facciones,  bellos  vestidos,  árboles,  hojas, 
flores,  frutos,  edificios,  sol,  luna,  estrellas,  mar,  bestias,  aves, 
hombres  y  las  otras  cosas  semejantes  a  éstas,  siendo  todas 
ellas  y  toda  su  belleza  nada  en  comparación  de  la  hermosura 
del  alma  y  de  sus  potencias  y  virtudes,  y  la  hermosura  del 
alma,  con  todas  sus  potencias  y  virtudes,  nada  en  compara- 
ción de  la  hermosura  que  ¡Dios  tiene  en  su  esencia,  en  sus 
atributos,  en  sus  personas  y  en  sus  obras;  lo  que  siendo  así, 
como  lo  es,  es  gran  maravilla  el  que  la  belleza  corporal  sea 
más  amada  que  la  espiritual,  ni  la  espiritual  creada,  que  la 
espiritual  increada.  Además  has  de  saber,  Jiijo,  que  la  ma- 
yor hermosura  que  Dios  pudo  poner  en  criatura  fué  cuando 
la  hizo  tal,  que  consigo  mesmo  fuese  una  persona,  por  lo  que 
en  aquella  criatura  fueron  tan  unidas  y  semejantes  las  si- 
militudes increadas  y  creadas,  que  fueron  ama  sola  persona. 

Maravillóse  Félix  mucho  de  la  gran  hermosura  que  hubo 
en  Jesucristo,  y  de  la  belleza  de  su  vida  y  doctrina,  y  tam- 
bién de  la  de  nuestra  Señora  y  los  apóstoles;  y  se  maravilló 
también  de  la  fealdad  que  hay  en  los  hombres  cristianos 
que  consienten  que  aquella  gran  hermosura  de  Cristo  sea  en 


Qo6  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


este  mundo  menospreciada  por  los  judíos  y  por  los  sarra- 
cenos e  ignorada  por  los  tártaros  y  otros  infieles. 

— HHas  de  saber,  hijo— iprosiguió  él  ermitaño—,  que  una 
mujer  pasaba  por  un  camino  donde  había  muchas  gentes. 
Elsta  mujer  iba  noble  y  pomposamente  vestida  y  adornada, 
y  era  muy  hermosa,  pero  estaba  encenagada  en  los  pecados 
de  gula  y  lujuria;  por  lo  que  un  hombre  que  la  vió  pasar 
dijo  a  otro  que  él  estaba  admirado  de  que  en  aquella  mujer 
se  hubiesen  unido  la  hermosura  y  la  fealdad.  A  lo  que  el  otro 
respondió  diciendo : 

"Has  de  saber  que  había  un  prelado  ricamente  revestido 
cantando  la  misa  en  el  altar  mayor  de  una  iglesia,  y  estando 
consagrando  el  cuerpo  de  Jesucristo,  consideró  cuan  grande 
era  la  hermosura  que  Dios  tenía  en  aquel  sacramento,  donde 
se  hace  tan  maravillosa,  tan  milagrosa,  tan  honrada  y  tan 
noble  obra,  que  el  poder  de  Dios  vence  y  supera  todos  los 
poderes  de  la  naturaleza,  para  significarnos  su  hermosura, 
la  cual  tiene  en  su  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabi- 
duría, voluntad  y  en  todos  los  demás  atributos.  En  tanto 
que  aquel  prelado  contemplaba  la  gran  hermosura  que  el 
poder  de  Dios  tenía  en  todos  sus  atributos,  y  que  aquella 
hermosura  se  representaba  en  el  santo  sacrificio  de  la  misa, 
se  acordó  de  una  mujer  a  quien  mucho  había  lamado  y  con 
quien  mucho  tiempo  había  pecado,  y  entonces  se  maravilló 
mucho  de  que  por  tan  feo  y  sucio  pecado  hubiese  sido  ene- 
migo de  tan  gran  hermosura  como  en  aquel  santo  sacrificio 
se  le  representaba  y  entendía." 

Además  has  de  saber,  hijo — (dijo  el  ermitaño — ,  que  había 
una  mujer  muy  hermosa,  lo  que  le  ocasionaba  el  ser  orgu- 
llosa y  soberbia.  Sucedió  un  día  que,  habiéndose  mirado  en 
el  espejo,  se  puso  a  contemplar  en  su  hermosura,  y,  habiendo 
tenido  después  necesidad  de  ir  a  la  secreta,  reparó  en  ella 
la  fealdad,  horrura  y  fetor  que  saJlía  de  su  cuerpo,  y  entonces 
consideró  lia  poca  razón  que  tenía  de  ser  soberbia  y  vanaglo- 
riosa por  su  belleza,  cuando  su  cuerpo  encerraba  y  contenía 
tan  fea  y  asquerosa  porquería. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  es  feísima  cosa  el  que  los  sa- 
rracenos posean  la  Santa  Tierra  donde  Jesucristo  nació  y 
murió;  (y  por  esto  dijo  un  caballero  a  un  príncipe  que  la 
fealdad  era  mayor  y  aparecía  más  en  un  príncipe  que  en  un 
simple  caballero,  porque  la  fealdad  de  un  príncipe  arroja 
de  sí  a  la  belleza. — Entendiendo  Félix  la  razón  del  ermitaño 
y  el  porqué  había  puesto  tal  similitud,  dijo  que  Dios  es  más 
deshonrado  y  ofendido  por  los  príncipes  y  prelados  cuando 
son  malos  hombres  y  se  inclinan  a  amar  las  viles  cosas  y 
feas,  que  no  por  los  subditos ;  y  añadió  que  las  mayores  si- 
militudes de  la  beldad  se  convierten  en  este  mundo  en  ma- 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  94  907 


yores  similitudes  de  la  fealdad.  Y  diciendo  estas  palabras 
Félix,  lloró  y  maldijo  a  la  fealdad,  que  en  tantos  y  tan  gran- 
des hombres  se  mantenía  para  vencer  a  tan  grande  y  her- 
mosa belleza  (como  lo  es  la  similitud  de  Dios)  [en  bondad, 
duración,  poder,  sabiduría  y  voluntad]. 


CAPÍTULO   X  C I V 
Del  consuelo  y  desconsuelo 

— tEn  una  ciudad  había  un  buen  mozo,  hijo  de  un  noble 
ciudadano,  a'l  cual  su  padre  había  criado  muy  bien  y  ense- 
ñado a'  amar,  conocer  y  servir  a  Dios.  Este  mozo  ideó  irse 
por  el  mundo  alabando  y  bendiciendo  a  Dios,  y  para  ello 
hacerse  pobre  peregrino  y  pedir  limosna  de  puerta  en  puer- 
ta; y  sin  que  su  padre  ni  ningún  otro  supiese  nada,  se  salió 
de  su  casa  y  se  f  ué  peregrinando  por  todos  los  santuarios  de 
que  tuvo  noticia,  visitándolos  y  alabando  y  bendiciendo  a 
Dios  en  ellos.  Y  habiendo  concluido  todas  sus  peregrinacio- 
nes, tomó  el  oficio  de  consolar  dos  desconsolados  que  se  ha- 
llaban en  algún  trabajo  o  aflicción.  Este  peregrino — prosi- 
guió el  ermitaño — ¡fué  hombre  de  santa  vida  e  hizo  mucho 
bien  en  el  mundo,  consolando  los  desconsolados,  según  po- 
drás inferir  de  las  siguientes  palabras: 

Había  un  hombre  que  había  estado  mucho  tiempo  ha- 
ciendo buena  y  virtuosa  vida  y  sin  cometer  pecado  mortal, 
el  cual  fué  tentado  y  solicitado  por  una  loca  mujer  para  el 
carnal  deleite,  que  al  fin  pecó  con  ella;  de  que  inmediata- 
mente se  arrepintió  y  desconsoló  mucho,  y  en  tanto  grado, 
que  le  parecía  que  Dios  no  le  había  de  perdonar  por  ninguna 
penitencia  que  hiciese ;  y  con  este  pensamiento  y  el  de  creer 
que  había  perdido  a  Dios  y  la  gloria,  lloraba  continuamente, 
sin  poderse  consolar  por  cosa  que  viese  ni  oyese.  Estando  en 
esta  tristeza  y  congoja,  llegó  el  peregrino  a  aquella  ciudad, 
y  sabiendo  que  aquel  hombre  estaba  tan  desconsolado,  se 
fué  a  encontrarle  y  le  dijo:  "Señor,  según  tengo  entendido 
de  la  tristeza  con  que  os  halláis,  vos  estáis  desconsolado  por 
algún  trabajo  que  os  ha  sucedido  y  no  queréis  decir;  por  lo 
que,  habiéndome  yo  destinado  a  ir  por  el  mundo  consolando 
los  afligidos,  si  queréis  decirme  vuestro  dolor,  puede  ser  que 
os  le  pueda  aliviar."  Habiendo  oído  el  hombre  estas  palabras, 
se  maravilló,  y  dijo  que  a  él  le  parecía  imposible  hallar  con- 
suelo por  cosa  alguna  que  le  dijesen  ni  hiciesen;  por  lo  que 
no  quiso  decir  el  motivo  de  su  tristeza,  antes  se  puso  a  llo- 
rar delante  del  peregrino,  ponderando  el  gran  daño  y  pérdida 


9o8 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


que  había  hedho,  la  que  por  ningún  tiempo  podría  recobrar. 

De  que  se  maravilló  el  peregrino,  y  pensó  entre  sí  decir- 
le tantas  similitudes  y  ejemplos,  que,  en  fin,  acertase  con 
alguno  igual  o  semejante  al  que  le  ocasionaba  tanto  descon- 
suelo. Y  así  le  dijo:  "Una  vez  sucedió  que  un  mercader  per- 
dió todo  cuanto  tenía  en  una  nave  que  naufragó,  lo  que  le 
causaba  gran  tristeza,  por  tener  vergüenza  de  ser  pobre  en- 
tre los  que  le  habían  conocido  rico,  y  de  que  lo  fuese  su 
mujer  y  sus  hijos.  Estando  con  este  desconsuelo  y  aflicción, 
se  acordó  de  que  Jesucristo,  siendo  Dios  y  hombre,  quiso 
ser  en  el  mundo  pobre  y  despreciado,  y  que  lo  fuesen  y  es- 
tuviesen siempre  en  trabajos  su  santísima  Madre  y  los  após- 
toles; lo  que  le  hizo  comprender  que  los  que  están  en  tra- 
bajos en  el  mundo  ¡son  más  semejantes  al  mesmo  Cristo,  a 
su  Madre  y  a  los  apóstoles,  y,  por  consecuencia,  más  agra- 
dables a  Dios.  Lo  que  le  obligó  a  consolarse  y  a  apetecer 
más  la  pobreza  que  la  riqueza." 

Viendo  el  peregrino  que  el  hombre  no  se  consolaba  por 
las  palabras  que  le  decía,  y  que  antes  bien  lloraba  y  se  la- 
mentaba más,  mudó  de  asunto,  y  dijo:  "Una  vez  sucedió 
que  un  ciudadano  que  tenía  hermosa  mujer  la  encontró  con 
otro  en  el  acto  de  la  fornicación,  de  que  se  irritó  en  extre- 
mo, así  por  el  gran  amor  que  a  su  mujer  tenía,  como  por  el 
deshonor  que  se  le  seguía 1 ;  hasta  que  se  acordó  que  él  había 
cometido  muchos  iguales  defectos  contra  su  mujer  con  otras 
con  quien  había  estado  amancebado,  de  que  entonces  tuvo 
gran  dolor  y  arrepentimiento,  se  consoló  del  defecto  que  su 
mujer  había  cometido  y  de  haber  sido  deshonrado  por  ella, 
manifestando  en  todas  sus  acciones  paciencia  y  justicia,  las 
que  le  obligaron  a  olvidar  la  injuria. 

El  mismo  ciudadano  tenía  un  hijo  a  quien  mucho  ama- 
ba, y  murió,  de  que  tuvo  en  el  principio  gran  sentimiento; 
pero,  considerando  que  Dios  es  justo  y  que  todo  cuanto  su 
voluntad  quiere  lo  quiere  con  justicia.  [Entonces  el  ciuda- 
dano dijo  que  más  valía  lo  que  la  voluntad  de  Dios  había 
querido  juzgar  en  su  hijo,  que  su  mismo  hijo  y  el  amor  que 
él  le  tenía;  y  por  ésto]  se  consoló  [de  la  muerte  de  su  hijo, 
y  se  alegró  en  el  querer  de  la  voluntad  de  Dios]." 

Estas  palabras  y  otras  muchas  dijo  el  peregrino  pam 
consolar  a  aquel  hombre,  el  cual,  cuanto  más  le  decía  y  más 
ejemplos  le  sacaba,  más  se  desconsolaba  y  entristecía  y  más 
lloraba;  por  lo  que  el  peregrino  prosiguió,  diciendo: 

"Un  clérigo  se  maravillaba  del  poco  temor  que  tenía  a 
Dios  y  de  que  no  amase  más  su  misericordia.  Este  clérigo 
era  hombre  honesto  y  justo,  y  nunca  había  pecado  carnal- 

1  El  original  ¡prosigue  :  «Lo  burgués  se  penedí  de  ço  que  fet  havia 
contra  sa  muller,  con  moltes  vegades  havia  peccat  ab  una  foylla 
fembra.» 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  Q4  QOQ 


mente  hasta  entonces,  que  habla  corrompido  su  virginidad 
con  una  loca  mujer,  por  lo  que  se  hallaba  en  el  mayor  des- 
consuelo y  arrepentimiento.  Hallándose  en  este  estado,  sintió 
que  su  alma  tenía  temor  de  la  justicia  de  Dios,  y  que,  no  obs- 
tante, confiaba  en  su  gran  misericordia,  y  entonces  se  acordó 
de  las  muchas  veces  que  había  deseado  temer  a  Dios  y  amar 
su  infinita  misericordia;  lo  que  entonces  había  conseguido 
mediante  el  pecado  que  había  cometido  y  por  la  virginidad 
que  había  perdido,  y  se  alegró  mucho  de  su  arrepentimiento 
y  de  conocerse  pecador,  para  confiar,  temer  y  hacer  peni- 
tencia." 

Mucho  pensó  el  santo  hombre  en  las  antecedentes  pala>- 
bras  del  peregrino,  por  medio  de  las  cuales  se  consoló  y  ma- 
ravilló de  que  pudiese  haber  perdido  la  esperanza  en  la  mi- 
sericordia de  Dios  por  el  pecado  de  fornicación  que  había  co- 
metido ni  por  otro  alguno. 

Habiendo  el  peregrino  consolado  por  este  medio  a  aquel 
buen  hombre,  se  fué  a  encontrar  un  caballero,  a  quien  otro 
había  vencido  en  una  batalla,  el  cual  estaba  tan  desconsola- 
do por  haberlo  sido,  que  se  dejaba  morir  de  dolor  y  tristeza, 
teniéndolo  a  gran  afrenta  y  deshonor.  Por  lo  que  el  peregri- 
no le  dijo: 

"Había  un  rey  que  hacía  cuanto  podía  para  ser  honrado  y 
temido.  Sucedió  el  que  sus  vasallos  le  dejaron  y  eligieron  otro 
rey,  de  que  se  irritó  mucho  y  tuvo  el  mayor  despecho  y  des- 
contento. Estando  con  él,  conoció,  mediante  la  gracia  de  Dios, 
que  más  valía  ser  hombre  paciente  y  amar  la  humildad,  que 
no  impaciente  y  soberbio,  pues  el  que  en  los  trabajos  conser- 
va las  virtudes  es  el  que  mantiene  la  honra,  y  el  que  en  las 
prosperidades  las  desprecia  y  abandona,  el  que  la  pierde"  2. 

Además  dijo  el  peregrino  que  Jesucristo,  rey  del  cielo  y 
de  la  tierra,  sufrió  ser  deshonrado  y  muerto  en  la  cruz  para 
honrar  a  la  divinidad,  sufriendo  su  deshonor  como  hombre 
para  honrar  a  Dios.  Luego  que  el  caballero  oyó  estas  pala- 
bras, se  alegró  de  lo  que  antes  se  entristecía,  y  amó  ser  des- 
honrado en  el  mundo,  para  más  honrar  y  venerar  a  Dios  en 
su  espíritu,  con  el  ejercicio  de  la  paciencia  y  humildad;  por 
lo  que  dijo  que  más  había  ganado  siendo  vencido  que  si  hu- 
biese sido  vencedor;  pues  si  hubiese  sido  vencedor,  no  hubie- 
ra logrado  tener  tanta  ocasión  de  ser  paciente  y  humilde 
como  cuando  había  sido  vencido  3. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  aquella  ciudad  había 


-  Traducción  libre  en  exceso  :  «Estant  lo  rey  enaxí,  til  viu,  per 
gràcia  de  Déu,  que  més  li  valia  no  ésser  rey,  e  ésser  fill  de  pascièn- 
cia,  e  que  anàs  tant  humiliat  que  no  volgués  ésser  honrat,  ans 
volgués  ésser  desonrat  en  lo  mon  e  per  ses  gents  matexes,  que  ésser 
fey,  amant  honrament  contra  pasciencia  humilitat.» 

3  acornó  cuando  había  sido  vencido»,  añadidura  inútil. 


910 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


un  trico  mercader  enfermo  de  mucho  cuidado  y  cercano  a  la 
muerte,  el  cual  se  desconsolaba  viendo  que  se  moría  y  dejaba 
las  riquezas,  para  cuyo  logro  había  gastado  mucho  tiempo  y 
puesto  gran  trabajo,  el  que  sentía  haber  perdido,  y  lloraba 
porque  no  se  le  había  dado  mejor  en  el  mundo  4 ;  y  también 
porque  dejaba  su  mujer,  sus  hijos,  sus  amigos  y  esta  vida 
mundana,  que  mucho  amaba;  de  lo  que  noticioso  el  peregri- 
no, fué  a  visitarle,  para  consolarle  en  aquel  lance,  y  le  dijo: 

"Señor,  un  hombre  avaro  que  había  adquirido  grandes  ri- 
quezas, se  hallaba  cercano  a  la  muerte  y  con  gran  tristeza, 
cuando  le  vino  al  pensamiento  que  Dios  quería  que  él  murie- 
se para  que  sus  riquezas  no  estuviesen  ociosas  y  para  que 
se  repartiesen  después  de  su  muerte  entre  algunas  personas 
pobres  que  de  ellas  carecían  y  a  quienes  hacían  falta.  Ésta 
consideración  le  trajo  al  pensamiento  la  justicia  de  Dios,  por 
lo  que  se  consoló  en  su  muerte,  y  dijo  era  digno  de  ella,  pues 
viviendo  estorbaba  el  que  los  bienes  de  que  los  pobres  nece- 
sitaban se  repartiesen  entre  ellos  5  y  sirviesen  al  fin  para 
que  Dios  los  había  creado."  A  cuyas  palabras  añadió  el  pe- 
regrino que  cuanto  más  cosas  dejaba  el  hombre,  al  tiempo 
de  su  muerte,  en  este  mundo  y  más  bienes  temporales,  más 
mérito  adquiría  y  mayor  gloria  se  le  multiplicaba  si  moría 
con  resignación,  conformidad  y  temor  de  Dios. 

Lo  que  oyendo  el  mercader,  se  consoló  y  murió  alegre ;  es- 
parciéndose, así  por  éste  como  por  otros  casos  semejantes, 
tanto  la  fama  del  peregrino  en  aquella  tierra,  que  luego  que 
se  hallaban  en  algún  desconsuelo  (trabajo,  aflicción  o  peli- 
gro) le  (enviaban  a  llamar  para  que  les  consolase  (y  para  que, 
mediante  sus  palabras,  adquiriesen  resignación  para  confor- 
marse con  la  voluntad  de  Dios)  6. 


CAPÍTULO  XCV 

DE  LA  ALEGRÍA  Y  DE  LA  TRISTEZA 

— ¿La  alegría  del  alma — dijo  el  ermitaño — es  similitud  de 
la  gloria  que  Dios  tiene  en  su  esencia ;  porque,  como  Dios  ha 
creado  el  alma  a  su  similitud  y  Dios  es  gloria,  la  gloria  de 
Dios  influye  alegría  en  el  alma  del  hombre,  por  cuya  causa 
la  alegría  tiene  similitud  con  la  gloria  de  Dios. 

4  El  sentido  obscuro  de  la  traducción  es  claro  en  el  original  : 
«...  e  lexava  la  riquesa  en  què  longament  havia  trebayllat,  e  planyia 
com  nò  havia  més  de  benenança  donada  a  se  persona.)) 

5  El  original  dice  solamente  :  «pus  que  empetxava  los  béns  que 
los  pobres  han  mester». 

fl  Esos  paréntesis  son  añadiduras  retóricas. 


FKI.IX  DE  LiS  MARAVILLAS C.  95 


gil 


Hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  el  Padre  es  gloria,  que  de 
su  gloria  engendra  al  Hijo,  que  es  gloria,  y  espira  al  Santo 
Espíritu,  que  es  gloria,  porque  1  son  procedidos  de  gloria ; 
cuya  gloria  engendra  alegría  en  el  alma,  al  ver  hay  en  Dios 
tanta  y  tan  inestimable  gloria. 

Consideró  entonces  Félix  en  la  gran  alegría  que  el  alma 
tendrá  en  la  gloria,  la  que  recibirá  en  similitud  de  gloria,  por 
haber  creado  Dios  el  alma  a  su  similitud ;  por  lo  que  le  pare- 
ció debe  tener  el  hombre  tal  alegría  en  este  mundo,  que  por 
ningún  motivo  debe  entristecerse. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un 
hombre  que  consideraba  cuánto  tiempo  había  pasado  sin  es- 
tar en  el  mundo  ni  tener  ser,  y  que  ahora  le  tenía  y  era  hom- 
bre, que  es  tan  hermosa  criatura,  de  lo  que  tenía  gran  gozo 
y  alegría.  Viviendo  así  con  él,  y  a  su  parecer  feliz,  se  sintió 
enfermo,  y  consideró  en  la  muerte;  por  lo  que  cayó  en  gran 
tristeza,  considerando  cuán  mala  cosa  es  el  haber  de  morir  y 
el  haber  de  venir  en  privación Este  hombre  era  gentil  y  no 
creía  en  la  otra  vida,  sino  en  esta  humana  y  transitoria,  por 
lo  que  tenía  mayor  tristeza  cuando  pensaba  en  la  muerte,  que 
no  alegría  cuando  pensaba  en  el  ser  que  tenía.  Sucedió  que 
este  gentil  se  hizo  cristiano,  y  habiendo  vuelto  a  estar  en- 
fermo, se  complació  y  alegró  de  su  muerte,  por  la  esperan- 
za que  tenía  de  adquirir  la  vida  eterna. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que,  habiendo  parido  un  hijo 
una  buena  mujer,  con  grandes  dolores,  incontinenti  que  vió 
al  niño  olvidó  los  dolores  que  había  padecido,  y,  sintiéndose 
muy  alegre,  consideró  en  el  gran  gozo  que  nuestra  Señora 
habría  tenido  cuando  parió  a  su  santísimo  Hijo  sin  ningún 
dolor,  sabiendo  que  era  Dios  y  hombre.  Después  consideró  en 
el  gran  gozo  que  tendrá  el  Padre,  que  tiene  un  Hijo  infinito 
y  eterno,  bueno,  cumplido  y  con  todas  las  perfecciones,  el 
cual  tiene  de  sí  mesmo  y  en  sí  mesmo.  Con  ¿cuya  considera- 
ción sentía  aquella  buena  mujer  gran  gozo  y  alegría  en  eJ 
gozo  que  consideraba,  por  lo  que  se  maravilló  del  gran  gozo 
de  Dios,  del  de  nuestra  Señora  y  del  de  sí  mesma. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  dos  hermanos  que 
vendieron  y  dieron  por  amor  de  Dios  todo  cuanto  tenían,  y 
después  se  fueron  por  el  mundo,  el  uno  para  alegrarse  y  de- 
leitarse en  cuanto  viese  y  oyese  del  servicio  de  Dios,  y  el 
otro  para  entristecerse  y  mortificarse  de  cuanto  viese  y  oye- 
se que  se  ejecutaba  contra  su  santo  servicio  y  de  cuantos 
defectos  y  pecados  viese  cometer  a  sus  prójimos.  Sucedió  que, 


1  El  texto  español  dice  erróneamente»  por  lo  que»  ;  el  catalán, 
«per  co  car». 

-  «e  esdevenir  a  no  ésser»,  escribió  Ramón  menos  escolástica- 
mente. 


912 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


entrando  ambos  a  dos  en  el  palacio  de  un  rey  que  estaba  co- 
miendo en  él  con  muchos  caballeros  y  gran  comitiva,  el  que 
era  hombre  mundano  y  do  eran  también  los  de  su  corte, 
uno  de  los  dos  hermanos  empezó  a  llorar  y  a  entristecerse 
al  verlos ;  y  que  al  mismo  tiempo  el  otro  empezó  a  alegrarse 
y  regocijarse,  por  considerar  que  la  justicia  de  Dios  los  había 
de  castigar  a  todos.  El  rey  y  los  demás  se  admiraban  de  ver 
que  aquellos  dos  hombres,  el  uno  se  entristecía  y  lloraba,  y 
el  otro  se  alegraba  y  reía,  sin  saber  ellos  de  qué;  por  lo  que 
les  preguntaron  la  causa  de  semejantes  mudanzas  y,  a  su 
parecer,  extravagancias.  A  que  respondió  el  hermano  ma- 
yor 3 :  "Señor,  mi  oficio  es  entristecerme  de  todo  cuanto  veo 
o  comprendo  que  es  ofensa  de  ¡Dios;  y,  viendo  las  malas 
obras  en  que  se  ejercitan  Vuestra  Majestad  y  su  compañía, 
comprendo  están  en  su  ira,  de  lo  que  me  entristezco,  pues  el 
hombre  se  debe  entristecer  cuando  ve  a  otro-  en  vía  de  dam- 
nación y  que  es  enemigo  de  Dios."  Entonces  el  hermano  me- 
nor dijo  que  él  se  alegraba  y  tenía  complacencia  consideran- 
do que  el  rey  y  sus  compañeros  eran  criaturas  en  quienes  la 
justicia  de  Dios  se  manifestaría  en  el  otro  mundo  dándoles 
eternas  penas,  porque,  de  todo  cuanto  Dios  hace  en  este 
mundo  y  en  el  otro,  el  hombre  se  debe  alegrar  y  deleitar, 
respecto  de  que  todas  sus  obras  son  buenas  y  bien  orde- 
nadas. 

— ISeñor — preguntó  Félix  al  ermitaño — ,  la  alegría  y  la 
tristeza,  ¿  de  qué  provienen  y  de  qué  se  mantienen  ?  4  — Hi jo 
— dijo  el  ermitaño — ,  entre  las  similitudes  que  Dios  ha  pues- 
to en  el  alma  hay  una,  que  es  semejante  a  la  gloria,  según 
ya  te  he  explicado;  y  cuando  el  alma  usa  de  esta  similitud 
en  alguna  cosa  que  ama,  viene  el  gozo  en  su  corazón;  [así 
como  la  ¿voluntad,  cuyo  querer,  mezclado  con  cumplimiento, 
tiene  gozo  en  alguna  cosa  en  que  su  querer  es  cumplido]  5; 
y  ésta  es  la  vida  de  que  nace  y  vive  el  gozo.  Y  cuando  suce- 
de que  aquel  querer  o  desear  de  la  voluntad  no  tiene  cum- 
plimiento o  no  consigue  lo  que  ama,  entonces  la  tristeza  sig- 
nifica la  pena  que  ha  de  tener  (como  similitud  de  la  pena 
eterna). 

Maravillóse  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño,  y  dijo  que 
muchas  veces  los  hombres  tenían  gozo  en  pecar,  y  muchas, 
tristeza  en  obrar  bien.  — Hijo — dijo  él  ermitaño — ,  aquellos 

8  En  el  original,  «lo  frare  de  la  tristícia»  ;  y,  más  abajo,  «l'altre 
frare». 

4  Las  preguntas  de  Ramón  son  mueho  más  gráficas  :  «goig  de 
què  ve?  Ne  de  què  viu?  Ne  per  què  ve  goig?  Ne  per  què  ve  tris- 
tícia ?» 

6  El  traductor  interpretó  mal  el  texto  luliano,  diciendo  :  <ry  da 
cumplimiento  al  deseo  de  la  voluntad».  Tampoco  tradujo  con  exac- 
titud la  frase  ae  aquesta  és  la  via  e  la  raeyl  d'on  goyg  ve,  neix 
e  viu». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  95 


913 


que  encuentran  gozo  en  los  vicios,  usan  de  la  similitud  de  la 
gloria  en  contrario  fin  de  aquel  para  que  se  les  dió,  y  hacen 
que  toda  su  similitud  sea  contraria  a  la  gloria  de  Dios,  por 
cuya  contrariedad  su  semejanza  en  el  gozo  se  convierte  en 
semejanza  de  tristeza. 

Cuando  Félix  oyó  estas  palabras,  consideró  da  gran  tris- 
teza que  tendrán  los  hombres  en  el  infierno,  de  cuya  gran- 
deza se  admiró  mucho. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un 
mercader  que  envió  a  su  hijo  a  tierras  muy  remotas  con 
mercaderías,  el  que  volvió  después  de  mucho  tiempo  con  cre- 
cidas ganancias.  Cuando  el  padre  vió  a  su  hijo  y  vió  el  gran 
lucro  que  había  hecho,  tuvo  el  gozo  que  se  deja  considerar 6. 
Sucedió  que  aquella  noche  se  pegó  fuego  a  la  casa,  la  que  se 
quemó  con  toda  la  familia  que  había  en  ella,  y  el  hijo  del  mer- 
cader y  todo  cuanto  había  traído.  El  mercader  quedó  muy 
triste,  y  maravillado  de  la  muerte  de  su  hijo,  de  la  de  su 
mujer,  de  la  de  su  familia  y  de  lo  que  había  perdido,  pero 
mucho  más  de  que  cupiese  en  tan  poco  tiempo  tan  gran  gozo 
y  tan  gran  tristeza  como  las  que  él  había  tenido. 

Además  has  de  saber  que  había  una  mujer  que  tenía  un. 
hijo  a  quien  mucho  amaba,  y  cuando  el  mozo  fué  de  edad  de 
veinte  años,  se  le  murió,  de  que  la  mujer  concibió  gran  tris- 
teza, por  lo  que  estaba  siempre  llorando.  Sucedió  que,  ha- 
biéndose quedado  dormida,  se  le  reveló  que,  si  su  hijo  hubie- 
ra vivido  dos  años  más,  habría  muerto  a  un  hombre,  por  lo 
que  le  habrían  ahorcado  y  se  habría  condenado,  y  que,  por 
haberse  muerto  entonces,  no  había  llegado  este  caso  y  se  ha- 
bía salvado ;  por  lo  que  la  mujer  despertó,  tuvo  gran  alegría 
y  desterró  del  todo  de  su  espíritu  la  tristeza  que  le  causaba 
la'  muerte  de  su  hijo. 

Además  has  de  saber  que  una  santa  persona  dormía,  y 
en  sueños  le  parecía  hallarse  en  la  gloria  con  Jesucristo,  su 
santísima  Madre,  los  ángeles  y  los  santos,  de  que  se  hallaba 
tan  gozosa  cual  no  se  puede  explicar,  y  cuando  se  despertó 
tuvo  igual  tristeza,  considerando  el  gran  deshonor  que  los 
hombres  hacen  en  este  mundo  a  Jesucristo  y  a  toda  su  corte 
celestial  por  los  pecados  que  cometen,  motivo  que  la  obligó 
a  pasar  todo  el  resto  de  su  vida  en  dolor  y  tristeza. 


6  Frase  banal,  en  vez  de  la  ingenua  de  Llull  :  «ell  hac  molt  gran 
goig»  ;  lo  mismo  se  diga  de  la  última  frase  del  párrafo  :  «e  mera- 
veyllà's  com  ten  gran  goyg  e  ten  gran  tristícia  se  podien  ten  acostar 
en  ten  poch  de  temps». 


OHRAC  f/TTER  ARIAS  DE  RAMON  LLTTLL 


CAPITULO  XCVI 
De  la  concordancia  y  de  la  contrariedad 

— En  Dios  hay  concordancia  sin  contrariedad,  engendran- 
do el  Padre  de  sí  mesmo  al  Hijo  y  produciendo  al  Santo  Es- 
píritu; y  por  ser  el  Padre  concordancia  sin  (contrariedad  de 
bondad,  grandeza,  [eternidad,]  poder,  sabiduría,  etc.,  con  el 
Hijo  y  con  el  Santo  Espíritu,  hay  en  Dios  concordancia  sin 
contrariedad,  y  sin  que  la  contrariedad  pueda  ser,  por  con- 
cordar entre  sí  todas  las  divinas  dignidades. 

— Considera,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cuán  grande  es  la 
concordancia  que  (hay  en  la  divina  esencia,  pues  todas  las  dig-  . 
nidades  divinas  concuerdan  en  ser  una  esencia,  una  natura- 
leza, una  deidad,  y  cada  una  tiene  su  operación  en  sí  mesma, 
y  la  tiene  también  en  la  otra,  y  así  en  el  acto  de  la  bondad 
está  también  el  de  Ha  grandeza,  eternidad,  poder  y  los  demás, 
y  lo  mismo  se  sigue  de  la  grandeza  y  de  todas  juntas. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  gran  concordancia  que  hay 
en  Dios  y  de  que  sea  una  esencia  sin  distinción,  teniendo  con- 
cordancia en  las  dignidades  por  relación  de  diferentes  perso- 
nas, siendo  una  concordancia  en  esencia,  naturaleza  y  atri- 
butos. 

— Ornado  hijo,  entre  Dios  y  eil  hombre  hay  concordancia 
y  hay  contrariedad.  Hay  concordancia,  en  cuanto  el  hombre 
tiene  algunas  similitudes  de  Dios,  por  haber  sido  creado  a 
su  imagen  y  semejanza;  por  lo  que,  cuando  el  hombre  usa 
de  las  similitudes  que  tiene  de  Dios,  para  alabarle  y  servirle, 
hay  concordaincia  entre  similitud  y  similitud,  entre  Dios  y  la 
criatura  y  entre  la  bondad  increada  y  la  bondad  creada.  Pero 
cuando  sucede  que  las  calidades  que  hay  en  el  hombre  son 
contrarias  a  las  dignidades  de  Dios,  entonces  son  deseme- 
jantes y  contrarias  en  sus  obras  a  Dios  y  a  sus  virtudes, 
[y  así  hay  muy  gran  contrariedad  entre  Dios  y  hombre]. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  Dios  hay  bondad,  que  es 
Dios,  la  cual  tiene  su  semejanza  en  la  bondad  del  hombre,  y 
ésta  es  criatura;  por  lo  que  cuando  sucede  que  el  hombre 
obra  bien,  con  intención  de  amar  y  conocer  la  bondad  de 
Dios,  hay  concordancia  entre  semejanza  y  semejanza,  y,  por 
consecuncia,  entre  Dios  y  el  hombre ;  pero  cuando  el  hombre 
obra  bien  o  hace  bien  sólo  por  intención  de  sí  mesmo  o  por 
intención  de  otra  cosa  que  no  sea  Dios,  hay  contrariedad  en- 
tre Dios  y  el  hombre,  y  lo  mismo  sucede  cuando  obra  mal, 
pues  «contradice  a  la  bondad  de  Dios  y  de  sí  mesmo ;  por  cuyo 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  96  gi5 


motivo  se  sigue  contrariedad  entre  Dios  y  el  hombre,  y  entre 
similitud  y  similitud. 

Mucho  pensó  Félix  en  la  concordancia  y  contrariedad  quj 
el  ermitaño  decía,  y  se  maravilló  de  la  grandeza  en  que  pue- 
den ser  una  y  otra,  por  parecerse  que  puede  ser  grande  la 
concordancia  y  contrariedad  que  puede  haber  entre  el  hom- 
bre y  Dios  respecto  de  la  grandeza  de  la  similitud  que  hay 
entre  uno  y  otro,  por  lo  que  dijo  al  ermitaño  estas  palabras : 
— ySeñor,  estoy  muy  admirado  de  la  gran  contrariedad  que 
hay  entre  Dios  y  el  hombre,  pues,  según  parece,  más  son  los 
hombres  que  son  contrarios  a  Dios  que  los  que  le  son  con- 
cordantes, siendo  así  que  debería  ser  lo  contrario,  pues  los 
ha  creado  y  les  1  ha  dado  su  similitud. 

— Hijo — ¡dijo  el  ermitaño — Dios  ha  creado  los  hombres 
para  la  otra  vida  y  no  para  ésta,  y,  por  consecuencia,  para 
que  tengan  mayor  concordancia  con  EJ1  en  la  primera  que  en 
lia  segunda ;  y  por  esto,  cuanto  más  los  hombres  en  esta  vida 
son  contrarios  a  Dios,  más  los  puede  Dios  castigar  en  la  otra 
por  su  justicia  o  perdonar  por  su  misericordia  2,  en  lo  que  co- 
nocerás que  en  ellos  la  justicia  y  la  misericordia  de  Dios  pue- 
den tener  la  mayor  concordancia;  y  también  Dios  permite 
que  muchos  hombres  mallos  le  sean  contrarios,  para  que  mu- 
chos hombres  buenos  tengan  motivo  de  serle  concordantes,  y 
muy  concordantes,  sirviendo  más  a  Dios  y  trabajando  para 
concordarlos  con  él. 

Has  de  saber,  hijo,  que  hay  concordancia  entre  hombre  y 
hombre,  en  cuanto  son  de  una  especie ;  pero  mucha  mayor  la 
tienen  si  concuerdan  en  sus  obras  y  pensamientos,  entendien- 
do un  hombre  lo  mismo  que  el  otro  entiende  y  amando  lo  mis- 
mo que  ama.  Y  así  como  por  este  medio  se  consigue  la  ma- 
yor concordancia,  por  su  opuesto  se  consigue  la  mayor  con- 
trariedad. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  entre  el  alma  y  el  cuerpo 
hay  concordancia  y  hay  contrariedad  ;  concordancia,  en  cuan- 
to se  concuerdan  en  ser  un  hombre,  y  contrariedad,  en  cuan- 
to el  cuerpo  se  corrompe  y  el  atoa  queda  viva  para  volverse 
a  unir  con  él;  y  hay  otra  mayor  contrariedad  entre  ellos,  la 
que  se  padece  cuando  el  hombre  es  en  pecado,  pues  entonces 
es  el  alma  contra  la  final  intención  del  cuerpo,  y  el  cuerpo 
es  contra  la  final  intención  del  ailma,  y  así  concuerdan  en 
aquello  para  que  no  son  creados  y  se  contradicen  en  aquello 
para  que  son  creados. 

Mucho  pensó  Félix  en  la  concordancia  y  en  la  contrarie- 
dad del  cuerpo  y  del  alma,  y  cuanto  más  pensaba,  más  se  ma- 


1  ..«los»  en  la  traducción,  probablemente  por  catalanismo. 
1  La  frase  siguiente  exagera  el  sentido  del  original  :  «e  per  açò 
en  ells  justícia  o  misericòrdia  se  poden  molt  concordar» . 


9i6 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


ravillaba  de  que  él  cuerpo  y  el  alma  tengan  mayor  concor- 
dancia en  aquello  para  que  no  son  creados  que  en  aquello 
para  que  son  creados,  lo  que  conociendo  el  ermitaño,  le  diio: 
— Un  rey  memoraba,  entendía  y  amaba  más  y  con  más  fre- 
cuencia su  poder  y  su  estimación  que  el  poder  ni  el  honor  de 
Dios,  de  lo  que  dimanaba  el  que  tuviese  su  memorar,  enten- 
der y  amar  mayor  concordancia  con  el  defecto  que  con  la  per- 
fección y  con  él  no  ser  que  con  el  ser. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  entre  el  entendimiento  y  el  en- 
tender hay  concordancia,  porque  el  entender  es  obra  del  en- 
tendimiento, como  de  la  memoria  el  memorar  y  de  la  volun- 
tad el  amar;  mas  cuando  sucede  que  el  entendimiento  en- 
tiende y  su  entender  es  contra  Dios  y  contra  el  fin  para  que 
fué  creado,  se  contradicen  el  entendimiento  y  el  entender. 

Admiróse  Félix  de  que  hubiese  contrariedad  entre  el  en- 
tendimiento y  él  entender,  y  de  que,  siendo  el  entender  ope- 
ración del  mismo  entendimiento,  su  misma  obra  se  convir- 
tiese en  contrariedad,  lo  que  conociendo  el  ermitaño,  le  dijo: 
— Un  rey  era  contrario  de  su  pueblo,  y  su  pueblo  lo  era  del 
rey.  Este  rey  tenía  un  hijo,  que  también  le  era  contrario,  y 
tenía  mujer,  que  también  le  era  contraria.  Y  así  cada  uno  de 
por  sí  y  todos  juntos  le  eran  contrarios  en  lo  que  más  amaba. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  toda  concor- 
dancia o  contrariedad  se  origina  del  fin ;  porque,  si  el  hombre 
concuerda  las  cosas  según  el  fin  a  que  se  dirigen,  conseguirá 
di  fin  que  pretende,  mediante  algún  medio  que  tenga  concor- 
dancia entre  el  principio  y  el  fin;  pero  cuando  las  cosas  no 
se  concuerdan  y  son  contrarias  a  su  fin,  concuerdan  con  el  no 
ser  y  son  contrarias  del  ser;  en  lo  que  conocerás  cuán  gran 
maravilla  es  que  el  hombre  pecador,  de  tan  gran  contrarie- 
dad como  tiene  con  él  ser  (porque  contradice  al  fin  para  que 
fué  creado),  se  pueda  levantar  y  volver  a  tener  nueva  con- 
cordancia con  el  mesmo  ser  (por  medio  de  la  penitencia)  8. 


CAPÍTULO  XCVII 
Del  principio  y  del  fin 

— En  Dios  no  hay  principio  ni  fin — dijo  el  ermitaño  a 
Félix — limitados  ni  terminados,  aunque  es  cierto  que  Dios 
Padre  sea  principio  de  Dios  Hijo,  porque  le  engendra  en  sí 
mesmo ;  y  que  el  fin  sea  una  misma  cosa  en  el  Hijo  que  en  el 
Padre,  porque,  siendo  el  Padre  fin  inmenso  y  eterno,  y  en 


Paréntesis  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  97  917 


gendrando  de  todo  sí  mesmo  al  Hijo,  es  consecuente  que  sea 
también  el  Hijo  inmenso  y  eterno:  en  que  se  manifiesta  que 
el  fin  es  uno,  aunque  en  el  principio  sean  el  Padre  y  el  Hijo 
diferentes. 

Admiróse  Félix  de  oír  al  ermitaño  decir  que  el  Padre  y  el 
Hijo  son  una  misma  cosa  en  el  fin  o  son  un  mismo  fin,  aun- 
que en  el  principio  sean  diferentes;  por  lo  que  el  ermitaño 
prosiguió  diciendo  que  así  como  en  el  principio  son  diferentes 
personas,  esto  es,  una  el  Padre,  otra  el  Hijo  y  otra  el  Es- 
píritu Santo,  así  son  también  en  el  fin  diferentes  personas, 
esto  es,  que  el  fin  por  que  el  Padre  es  Padre,  es  Padre  y  es 
Hijo;  y  lo  mismo  se  sigue  del  fin  del  Hijo  y  del  Santo  Espí- 
ritu, por  lo  que  por  un  modo  son  diferentes  los  fines  y  por  el 
otro  son  un  mismo  fin,  por  ser  un  solo  Dios ;  y  lo  mismo  has 
de  entender  del  principio,  en  el  cual  son  diferentes  el  Padre 
y  el  Hijo,  y  son  un  mismo  principio  por  eficiencia  y  natura- 
leza, en  cuanto  el  Padre  de  sí  mesmo  engendra  al  Hijo. 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — mucho  me  admiro  de 
que  en  Dios  pueda  haber  bondad  y  grandeza,  etc.,  sin  prin- 
cipio, siendo  así  que  la  bondad  hace  lo  bueno,  y  la  grandeza 
lo  grande,  en  que  parece  se  manifiesta  que  tengan  principio, 
y  si  tienen  principio,  se  sigue,  por  consecuencia,  el  que  hayan 
de  tener  fin.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  cuanto  el  Padre 
es  principio  del  Hijo  y  del  Espíritu  Santo,  es  principio  de  la 
bondad,  grandeza,  eternidad  y  de  todos  los  demás  atributo?, 
existiendo  en  ellos  el  Padre,  principio  del  Hijo  y  del  Santo 
Espíritu,  de  que  se  sigue  que  de  este  modo  hay  principio  en 
Dios;  pero  en  el  de  engendrar  ni  en  el  de  proceder  no  le  hay, 
ni  de  tiempo  ni  de  (terminación,  porque,  si  le  había,  no  esta- 
rían en  él  la  bondad,  grandeza,  infinidad,  eternidad  y  los 
demás  atributos. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  cómo  puede  ser  que  Dios  sea  tan 
grande,  que  su  grandeza  no  tenga  término,  y  que  sea  tan 
durable,  que  no  tenga  principio  ni  fin  su  ser? 

— -Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  había  un  caballero  que  era 
muy  ligero  y  saltaba  más  que  ningún  hombre  que  se  hubie- 
se conocido;  y,  maravillándose  de  ello  un  escudero,  le  dijo  un 
filósofo  que  así  lo  había  ordenado  la  naturaleza,  la  cual  ha- 
bía puesto  mayor  ligereza  en  el  caballero  que  en  el  escudero. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  todo 
principio  que  tiene  mayor  concordancia  con  su  fin  es  mayor 
y  más  noble  que  otro  principio  ni  otro  fin;  lo  que  proviene 
de  que  tiene  mayor  similitud  con  el  principio  y  con  el  fin  que 
hay  en  Dios,  los  que  tienen  tan  gran  concordancia,  que  son 
una  misma  cosa. 

En  Dios  Hijo — dijo  el  ermitaño — hay  bondad,  cuya  bon- 
dad es  buena,  grande,  eterna  y  poderosa,  y  la  grandeza  es 


gi8  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


buena,  eterna  y  poderosa,  y  lo  mismo  se  sigue  del  poder ;  por 
lo  queL  concordándose  la  grandeza,  eternidad  y  el  poder  con 
la  bondad,  siendo  la  bondad  sin  fin  y  sin  principio,  se  signe 
que  todas  sean  infinitas  y  que  lo  sean  la  una  y  la  otra,  de 
forma  que  no  tengan  limitación  ni  fin. 

— Señor — dijo  Félix — j,  siendo  Dios  principio  de  este  mun- 
do, ¿cómo  permite  que  los  hombres,  así  pasados  como  pre- 
sentes, hayan  ejercitado  y  ejerciten  más  los  vicios  que  las 
virtudes?  Lo  que  me  admira  mucho,  siendo  Dios  cumplido  y 
perfecto  en  todo,  pues  parece  que  por  haber  creado  tan  malo 
y  tan  vil  mundo  haya  principiado  el  mal. 

— Hijo — (dijo  el  ermitaño — ¡,  la  final  intención  por  que 
Dios  ha  creado  el  mundo  es  para  ser  memorado,  conocido  y 
amado,  y  para  que  lo  sea  conviene  que  haya  muchos  modos 
y  medios,  y  que  éstos  sean  muy  peligrosos  y  trabajosos,  los 
que  no  lo  podrían  ser  si  en  el  mundo  no  hubiese  tan  malos  y 
viles  hombres  como  hay,  porque  no  habría  tantas  ni  tan  gran- 
des ocasiones  en  que  aumentar  el  mérito  ni  el  conocimiento 
y  adquirirle  mayor. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  Cl  ermitaño — ,  que  había  un  rey 
señor  de  una  gran  provincia,  en  la  que  había  muchos  hom- 
bres de  mala  vida  y  pésimas  costumbres.  El  rey,  que  era  muy 
bueno  y  las  tenía  muy  buenas,  hacía  cuanto  podía  para  regir 
su  pueblo  y  encaminarle  a  amar  y  servir  a  Dios;  y  cuanto 
más  el  rey  trabajaba  y  se  esforzaba  para  que  Dios  fuese 
amado  y  conocido,  más  y  mejor  manifestaba  el  fin  y  el  prin- 
cipio por  que  era  rey  y  para  que  era  rey.  Y  de  tales  hombres 
y  tales  obras  se  agrada  a  Dios  y  quiere  que  haya  gran  can- 
tidad en  el  mundo. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  orgulloso  y 
soberbio,  que  siempre  estaba  pensando  en  su  honra,  en  su  po- 
der y  en  sus  riquezas,  las  que  tenía  muy  abundantes.  Suce- 
dió un  día  el  que,  habiendo  hecho  una  gran  injuria  a  un  po- 
bre hombre,  éste  le  dijo  que  memorase  su  principio  y  su  fin ; 
por  lo  que  él  le  preguntó  que  cuál  era  su  principio  y  su  fin. 
A  que  el  pobre  respondió  que  su  principio  era  Dios,  que  le 
había  creado,  y  teu  fin  el  memorar,  entender  y  amar  al  mes- 
mo  Dios,  que  era  para  lo  que  le  había  creado,  y  que  así  no 
debía  obrar  contra  tan  noble  principio  y  tan  noble  fin,  pues 
en  deshonrarle  a  él  (como  pobre)  deshonraba  al  mismo  Dios 
en  su  imagen. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  cómo  puede  ser  que  de  mal  prin- 
cipio se  pueda  seguir  buen  fin,  ni  de  buen  principio  mal  fin, 
siendo  así  que  el  fin  y  el  principio  entre  sí  concuerdan? 

— iHijo — dijo  el  ermitaño — ■,  había  un  caballero  mal  cris- 
tiano, porque  dudaba  en  la  fe  y  era  hombre  lujurioso  y  ava- 
ro. Este  caballero  guerreaba  con  otro,  a  quien  hizo  prisio- 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  9/  QIQ 


nero  un  clérigo  que  tenía  en  su  casa  1  y  por  desprecio  del  ca- 
ballero y  de  la  religión  católica  tenia  al  clérigo  atado  y  en- 
cadenado, y  le  hacía  comer  en  tierra  delante  de  sí.  El  clérigo, 
todas  las  veces  que  estaba  delante  del  caballero,  le  hablaba  de 
Dios  y  de  nuestra  religión,  con  palabras  devotas  y  humildes, 
de  cuya  frecuente  conversación  resultó  que  el  caballero  se 
convirtió  y  se  hizo  católico  virtuoso  y  de  buenas  costumbres. 

También  has  de  saber  que  había  un  escudero,  hijo  de  un 
noble  caballero,  que  tenia  devoción  y  afición  a  servir  en  la 
orden  de  los  Templarios ;  pero  para  más  humillarse  no  quiso 
tomar  el  hábito,  sino  es  servir  en  el  Temple  2.  Sucedió  el  que. 
habiendo  estado  en  este  ejercicio  mucho  tiempo,  reparó  el 
que  no  le  hacían  a  él  tan  gran  honor  como  a  los  caballeros 
profesos,  de  que  tuvo  gran  envidia,  a  la  que  se  acostumbró 
tanto,  que  se  hizo  malo,  iracundo,  vicioso,  y  murió  en  pecado. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  tenía  la 
costumbre  de  que,  siempre  que  había  de  empezar  alguna  cosa, 
primero  consideraba  el  fin,  fuese  que  hubiese  de  hablar  u 
obrar;  y  así,  por  la  gran  concordancia  que  hay  entre  el  prin- 
cipio y  el  fin,  era  aquel  hombre  muy  sabio  en  sus  operacio- 
nes, de  forma  que  en  nada  erraba,  causándoles  admiración  a 
todos  el  acierto  con  que  se  dirigía  en  sus  obras  y  palabras, 
siendo  como  era  hombre  lego  e  iliterato  . 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  muchas 
veces  consideraba  y  se  maravillaba  del  principio  del  pecado, 
y  de  qué  provenía,  y  para  qué  era.  Sucedió  una  vez  que.  es- 
tando hablando  en  un  gran  corro  de  gente,  llegó  un  pobre 
a  pedirle  una  limosna  por  amor  de  Dios,  y  él,  por  mera  va- 
nagloria y  para  que  le  tuviesen  por  liberal,  le  dió  un  dinero. 
Cuando  se  lo  hubo  dado,  pensó  en  el  principio  y  el  fin  por 
que  se  lo  había  dado,  y  conoció  que  el  pecado  comienza  en 
la  operación  que  se  hace  contra  el  buen  fin.  de  la  cual  se 
origina  el  mal  fin. 

— Señor — dijo  Félix — ,  antes  que  el  mundo  fuese,  ¿dón- 
de o  en  qué  estaba  el  principio  y  el  fin  del  mundo  o  de  aque- 
llo que  en  él  es  principio  y  fin?  — -Hijo — dijo  el  ermitaño — , 
un  sabio  preguntó  a  un  filósofo  que  cómo  veía  Dios  las  co- 
sas que  han  de  suceder  antes  que  sucedan.  Y  el  filósofo  res- 
pondió que  Dios  en  sí  anesmo  ve  y  entiende  cuanto  es,  por- 
que es  eternidad,  que  es  sabiduría,  simplicidad,  inmensidad 
y  tiene  poder  de  saber  todo  cuanto  es  creado,  cómo  es 
creado  y  antes  que  sea  creado,  por  lo  que  ve  en  sí  mesmo, 
consigo  mesmo  y  por  naturaleza  de  sí  mesmo,  y  Jo  ve  del 

1  El  original  es  mucho  más  c'aro  :  «Aquell  cavaller  garre jà  ab  »I« 
altre  cavaller,  e  pres  -i-  clergue  qui  stave  en  la  terra  de  aquell  ca- 
vairèr  ab  qui  garre  ja  va.» 

=  El  texto  español  dice  «Templo». 

■  «car  poch  sabia  de  scriptures». 


920 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


mismo  modo  antes  que  sean  las  cosas  que  después  de  ser; 
porque,  si  no  las  veía,  sería  defectuosa  en  él  la  grandeza 
de  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría,  voluntad  y  perfec- 
ción, lo  que  es  imposible. 

— Señor — «preguntó  Félix — ,  de  las  cosas  contingentes, 
¿puede  Dios,  antes  que  sean,  saber  su  principio  y  su  fin? 
— iHijo — dijo  el  ermitaño — ,  había  un  hombre  que  tenía  li- 
bertad de  ir  por  uno  de  dos  caminos,  el  que  antes  de  elegir- 
le él,  sabía  Dios  cuál  había  de  elegir,  porque  antes  fué  la 
sabiduría  de  Dios  que  Ha  elección  que  aquel  hombre  había 
de  hacer;  y  respecto  de  que  todo  cuanto  Dios  ha  creado  y 
ordenado  lo  ha  creado  y  ordenado  para  el  fin  de  ser  amado 
y  conocido,  y  por  esto  sabe  todos  los  fines  y  principios  con- 
tingentes 4. 


CAPITULO  XCVIII 

DE    LA    GRANDEZA    Y    DE    LA  PEQUENEZ 

— 'Por  haber  en  Dios — 'dijo  él  ermitaño  a  Félix — grande- 
za infinita  sin  pequeñez,  y  ser  la  grandeza  de  Dios  buena  y 
eterna  infinitamente,  aman  naturalmente  los  hombres  gran- 
deza y  duración  en  la  bondad;  pero  accidentalmente  y  por 
el  pecado,  el  hombre  pecador  ama  más  grandeza  de  vileza, 
poco  durable,  que  grandeza  de  nobleza  eterna;  y  por  el  mes- 
mo  motivo  aman  más  los  hombres  este  mundo  perecedero 
y  transitorio  que  el  otro,  siendo  eterno. 

En  Dios  Padre  hay  grandeza  de  bondad,  eternidad,  po- 
der, sabiduría  y  voluntad,  y  de  todos  los  demás  atributos 
y  dignidades;  por  lo  que,  siendo  el  Padre  grandeza,  convie- 
ne que  la  grandeza  de  la  bondad  y  de  todas  las  demás  dig- 
nidades en  su  misma  grandeza  engendren  grandeza  de  bue- 
no, eterno,  poderoso  y  sabio,  etc.,  y  que  tal  generación  &ea 
obra  de  gran  bondad,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  volun- 
tad, y  de  todos  los  demás  atributos;  pues  si  así  no  fuese, 
se  seguiría  que  en  Dios  habría  pequeñez  de  bondad,  eter- 
nidad, etc.,  lo  que  es  imposible. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  Dios  amó  tanto  la  gran 
bondad,  duración,  poder,  sabiduría  y  voluntad  del  hombre 
y  el  ser  del  hombre,  que  quiso  ser  hombre  para  que  el  hom- 
bre fuese  grande  en  la  bondad,  en  la  eternidad  y  en  todos 
los  demás  atributos  y  dignidades  de  Dios,  y  quiso  que  el 
hombre  fuese  grande  en  memorar,  entender  y  amar  a  Dios, 


4  Traducción  desmañada  de  un  original  incorrecto. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  98 


Q2I 


y  para  ello,  y  para  que  el  hombre  le  honrase  y  le  sirviese 
mucho,  quiso  ser  hombre  y  murió  por  salvar  al  hombre. 

Cuando  Félix  hubo  entendido  la  infinita  grandeza  de 
Dios,  lo  grande  de  la  encarnación  y  lo  grande  que  el  hombre 
debe  ser  en  bondad  y  en  las  demás  similitúdines  que  de  Dios 
tiene,  se  maravilló  mucho  de  que  la  pequeñez  tenga  tanta 
fuerza  para  contrastar  la  grandeza  en  el  mundo  y  para  ha- 
cer que  los  hombres  amen  más  los  deleites  mundanos,  que 
son  parvidades  en  comparación  de  todas  las  cosas  antece- 
dentes. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  había  un 
hombre  mundano  que  amaba  tener  grandes  riquezas,  y  cuan- 
to más  tenía,  más  quería  tener,  anhelando  siempre  adqui- 
rir más  y  más,  sin  que  jamás  se  pudiese  saciar  su  apetito, 
de  que  se  maravillaba  mucho  él  mismo.  Sucedió,  en  fin,  que 
él  amó  la  grandeza  de  la  caridad,  de  la  justicia  y  de  la  sa- 
biduría en  su  riqueza,  y  entonces  se  sació  de  las  riquezas, 
y  estuvo  contento  de  las  que  tenía,  sin  querer  adquirir  más ; 
antes  bien  dió  la  mayor  parte  de  ellas  a  los  pobres  por  amor 
de  Dios. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  rey  muy  pode- 
roso, el  cual  amaba  ser  honrado  y  venerado,  con  el  fin  de 
que  su  pueblo  le  temiese  por  su  honra,  como  le  temía  por 
su  poder,  respecto  de  que  no  había  podido  conseguir  el  que 
le  quisiesen  por  su  bondad;  pero  el  pueblo,  al  contrario, 
aborrecía  la  grandeza  del  poder  del  rey  y  amaba  la  gran- 
deza de  los  privilegios,  libertades  y  franquezas  que  poseía 
y  que  aun  deseaba  y  esperaba  aumentar.  De  que  admirado 
el  rey,  les  dijo :  "Dios  quiere  que  el  príncipe  sea  bueno,  para 
que  sea  amado  por  sus  vasallos,  y  quiere  que  sea  honrado 
y  poderoso,  para  que  sea  venerado  y  temido;  y  vosotros  que- 
réis de  mí  todo  lo  contrario,  por  cuyo  motivo  no  me  po- 
déis temer  ni  amar  con  verdadero  amor,  y  así  me  veré  obli- 
gado a  hacer  que  me  le  tengáis  por  temor;  y  siendo  el  que 
se  tiene  por  amor  el  más  perfecto,  y  no  teniéndomele  a  mí 
vosotros,  deshonráis  en  mí  a  Dios,  cuyo  lugarteniente  soy 
entre  vosotros." 

— Señor — dijo  Félix — ,  es  gran  maravilla  que  el  hombre 
que  ama  este  mundo  y  sus  caducas  y  perecederas  cosas, 
sea  más  temido  y  amado  que  el  que  ama  a  Dios,  siendo  así 
que  en  este  mundo  y  en  sus  cosas  hay  ruindad  y  vileza,  y 
en  Dios  sólo  grandeza  y  nobleza.  — 'Hijo — dijo  el  ermitaño — , 
has  de  saber  que  había  un  religioso  procurador  de  su  con- 
vento, el  cual  hacía  más  honra  y  acatamiento  a  los  hom- 
bres ricos  que  a  los  pobres,  porque  estimaba  más  la  rique- 
za de  los  ricos  que  la  bondad  de  los  pobres. 

— Señor — dijo  Félix — ,  es  gran  maravilla  que  los  hom- 


922 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bres  amemos  más  en  Dios  su  gran  misericordia  que  su  gran 
justicia,  siendo  así  que  en  Dios  la  justicia,  la  misericordia 
y  la  grandeza  son  una  misma  cosa.  — Hijo — dijo  el  ermita- 
ño— ,  por  causa  de  que  los  hombres  cometemos  tan  grandes 
pecados  y  tan  grandes  defectos,  amamos  más  en  Dios  gran- 
deza de  misericordia  que  grandeza  de  justicia,  amando  al 
mismo  tiempo  más  nuestra  grandeza  que  la  grandeza  de  Dios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  grandeza  o  por  qué  na- 
turaleza de  grandeza  puede  el  hombre  multiplicar  en  sí  gran 
bondad  y  mortificar  o  disminuir  gran  malicia?  — Hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un  ciudadano  que 
amaba  tener  puestos  y  dignidades  para  ser  más  honrado 
y  venerado,  por  lo  que  todo  el  día  hablaba  con  todos  de  su 
riqueza  y  de  cuanto  hacía,  por  mera  vanidad  y  vanagloria; 
de  que  dimanaba  el  que  todos,  cuanto  más  de  estas  cosas  le 
oían  hablar,  más  le  menospreciaban  y  menos  le  amaban  y 
honraban.  Maravillado  él  de  que  los  hombres  no  le  honrasen, 
mudó  de  método,  y  procuró  amar,  entender  y  memorar  la 
caridad,  justicia  y  demás  virtudes;  y  cuando  las  hubo  me- 
morado, entendido  y  amado  con  grandeza,  mudó  su  inten- 
ción en  el  amar,  y  quiso  ser  honrado  sólo  para  que  lo  fuese 
Dios,  y  entonces  consiguió  adquirir  en  sí  grandeza  de  bon- 
dad y  destruir  grandeza  de  malicia,  y  luego  todos  le  honra- 
ron, porque  le  tuvieron  por  bueno  (por  cuyo  medio  consi- 
guió su  fin). 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿en  qué  obra  puede  adquirir  el 
hombre  mayor  grandeza?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en 
memorar,  entender  y  amar  a  Dios,  porque  en  ello  se  hace 
el  hombre  más  semejante  a  (Dios  que  en  ninguna  otra  cosa. 
Lo  que  oído  por  Félix,  se  admiró,  y  dijo  que  lo  menos  de  que 
los  hombres  se  cuidaban  era  de  memorar,  entender  y  amar 
a  Dios,  y  sí  las  otras  cosas.  — Has  de  saber,  hijo — dijo  el 
ermitaño — ,  que  había  un  rey  muy  poderoso  en  provincias, 
vasallos,  tesoros  y  en  todas  las  demás  delicias  humanas,  pero 
tenía  muy  poca  bondad,  justicia  y  sabiduría,  por  causa  de 
que  memoraba,  entendía  y  amaba  poco  a  Dios. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿  por  qué  motivo  hay  en  el  mundo 
más  ignorancia  que  sabiduría,  más  avaricia  que  liberalidad, 
más  soberbia  que  humildad  y  más  lujuria  que  castidad,  etc.  ? 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  una  vez  pelearon  la  gran  bon- 
dad y  la  gran  malicia,  y,  habiendo  sido  vencida  la  gran  bon- 
dad, se  vió  precisada,  para  «conservarse,  a  retirarse  1  entre 
muy  pocos  hombres,  que  la  conservan,  cuando  la  gran  mali- 


1  En  el  texto  castellano,  por  error,  «reiterarse»  ;  en  catalán,  «anà 
habitar  en  la  poquea  dels  hòmens».  Todo  este  párrafo  apenas  se  com- 
prende si  no  se  tiene  en  cuenta  la  forma  original  de  las  preguntas 
anteriores  :  «per  què  ha  en  aquest  món  major  granea  de  foyllia  que 
de  saviesa»,  etc. 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  98  923 


cia  halló  acogida  en  todos  los  demás :  y  éste  es  el  motivo  de 
que  haya  más  hombres  muy  malos  que  muy  buenos. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  tenía 
dos  hijos,  el  cual  tenía  gran  riqueza,  y,  para  hacer  su  testa- 
mento, los  llamó  a  ambos  y  les  preguntó  qué  cosa  era  me- 
jor, la  mucha  riqueza  o  la  mucha  sabiduría.  Y  habiendo  res- 
pondido el  uno  que  la  mucha  sabiduría  y  el  otro  que  la  mu- 
cha riqueza,  el  hombre  testó  y  dejó  su  riqueza  al  que  ama- 
ba la  sabiduría,  respecto  de  que  la  gran  riqueza  es  tan  per- 
judicial al  ignorante,  cuanto  provechosa  al  sabio. 

— Señor — dijo  Félix — ,  la  grandeza  de  la  obra,  ¿por  qué 
se  conviene  más  (o  tiene  mayor  operación)  dentro  de  la 
substancia  que  fuera  de  ella?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — , 
esto  lo  causa  el  que  Dios  tiene  mayor  operación  dentro  de 
sí  mesmo  que  extra  de  sí  mesmo;  y  porque  toda  grandeza, 
cuanto  es  más  semejante  a  Dios,  es  mayor,  por  este  motivo 
es  mayor  en  todas  las  cosas  la  operación  ad  intra  que  ad 
extra,  para  que  sean  en  ella  onás  semejantes  a  Dios 

Admiróse  Félix  de  lo  que  el  ermitaño  le  decía,  conside- 
rando que  la  mayor  nobleza  y  la  mayor  riqueza  de  los  prín- 
cipes conviene  mucho  más  con  la  bondad,  cuando  son  bue- 
nos, que  no  en  los  otros  hombres.  A  que  el  ermitaño  le  aña- 
dió que  por  causa  de  que  la  grandeza  se  convierte  en  ma- 
licia contra  la  similitud  que  tiene  de  Dios,  se  sigue  muchas 
veces  que  en  los  malos  príncipes  haya  mayor  vileza  o  sean 
más  malos,  cuando  son  malos,  que  en  los  malos  vasallos. 

Mucho  consideró  Félix  en  el  estado  de  la  grandeza  y  de 
la  pequeñez,  y  se  maravilló  de  los  grandes  defectos  que  hay 
en  el  mundo  y  cometen  los  hombres  unos  contra  otros  y  aun 
contra  el  mismo  Dios,  habiendo  en  él  tanta  grandeza  de 
bondad.  Asimismo  se  maravilló  de  la  gran  bondad  de  Jesu- 
cristo y  de  las  grandes  penas  y  tormentos  que  padeció  por 
salvar  su  pueblo,  y  también  se  admiró  considerando  la  gran- 
deza de  la  gloria  y  de  la  pena  que  nos  espera;  y  habiendo 
considerado  todas  estas  cosas,  y  el  mal  estado  del  mundo, 
y  la  pequeñez  de  la  bondad  que  hay  en  él,  cuando  Dios  quie- 
re que  sea  en  la  mayor  grandeza  de  fe,  esperanza,  caridad 
y  las  demás  virtudes,  lloró  mucho  y  tuvo  tal  sentimiento, 
que  deseó  morir,  por  parecerle  era  gran  trabajo  el  haber 
de  vivir  en  él. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  por  haber  en  el  mundo  tanto 


2  El  original  es  más  sencillo  :  «e  car  tota  granea  qui  sia  pus 
semblant  a  Déu  que  altre  és  major,  per  ço  pot  ésser  pus  gran  en 
ço  hon  és  pus  semblant  a  Déu,  que  en  ço  que  li  ès  pus  dessemblant». 
Y  continúa  :  «De  ço  que:l  ermità  dix,  se  meravevllà  Fèlix  per  què 
granea  de  linatge  de  príncep  se  descové  pus  fortment  ab  bonea  con 
en  príncep  és  malea,  que  en  altre  hom  qui  no  sia  de  linatge  ne  de 
antiga  riquesa  ne  honrament.» 


y¿4  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLÜLL 


desconocimiento,  tantas  ingratitudes  y  tantos  defectos,  me 
he  venido  a  estar  en  esta  ermita,  para  no  ver  el  mal  estado 
en  que  está  y  las  malas  operaciones  de  los  que  le  habitan, 
que  lo  son  tanto,  que  el  considerarlas  le  perturba  a  uno  el 
entendimiento  y  la  memoria,  y  le  hace  tener  mala  y  desor- 
denada voluntad;  por  lo  que  me  estoy  en  este  desierto,  con- 
templando a  Dios  y  considerando  cómo  las  cosas  han  sido 
creadas  y  el  porqué  han  sido  creadas,  lo  que  me  causa  una 
gran  alegría  y  felicidad  [cuando  lo  contemplo  y  considero]. 


CAPÍTULO  XCIX 

DE  LA  COSTUMBRE  Y  DE  SU  PRIVACIÓN  1 

— La  costumbre  espiritual — dijo  el  ermitaño  a  Félix — 
es  similitud  de  la  obra  que  Dios  tiene  en  sí  mesmo ;  y  porque 
Dios  Padre  incesantemente  engendra  al  Hijo  y  espira  al 
Santo  Espíritu,  ha  dado  virtud  a  la  forma  del  alma  para 
que  incesantemente  apetezca  informar  la  materia,  y  para  que 
la  materia  incesantemente  apetezca  ser  informada  por  la 
forma,  y  que  la  materia  y  la  forma  incesantemente  deseen 
ser  una  alma  que  incesantemente  memore,  entienda  y  ame  a 
Dios. 

Por  la  costumbre  que  el  alma  tiene  en  s\,  se  acostumbran 
la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  a  memorar,  entender 
y  amar  los  objetos  que  toman,  los  que  debieran  tomar  me- 
diante la  costumbre  de  la  fe,  esperanza,  caridad  y  demás 
virtudes;  siendo  maravilla  que  el  alma  ejecute  lo  contrario, 
acostumbrándose  a  memorar,  entender  y  amar  los  pecados 
y  vicios,  contra  la  costumbre  de  la  similitud  que  tiene  de 
Dios2. 

Dicho  esto,  pasó  el  ermitaño  a  tratar  de  las  costumbres 
del  cuerpo,  por  lo  que  dijo  a  Félix:  — El  hombre  se  acos- 
tumbra a  recibir  los  objetos  corporales  por  medio  de  los 
cinco  corporales  sentidos,  y  suministrándoselos  al  alma,  se 
acostumbran  sus  potencias  a  memorarlos,  entenderlos  y 
amarlos,  siendo  en  esto  maravilla  el  que  elija  más  los  malos 
y  viciosos  que  los  buenos  y  virtuosos,  y  sobre  todo  el  que 
no  elija  a  Dios,  para  cuyo  fin  fué  creada 3. 


1  Infeliz  traducción  del  original  :  «De  acostumança  e  desacostu- 
mança.» 

2  Contenía  aquí  el  original  :  «...  acustumant-se  incessantment  la 
forma  e  la  matèria  a  ésser  una  ànima  tan  solament.» 

3  Pierde  este  párrafo  en  la  traducción  todo  el  pintoresquismo  del 
original  :  «E  açò  és  gran  meraveylla  :  que  la  ànima  acustum  son  re- 


FÉLIX  DE  LAb  MARAVILLAS . — C.  99  925 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un 
hombre  pecaaor  que  tenia  muchas  veces  contrición  de  los 
pecados  que  nacía,  de  que  se  maravillaba,  porque,  no  obs- 
tante, voivia  a  pecar.  Sucedió  una  vez  el  que,  habiendo  he- 
cbo  un  pecado  üe  lujuria,  inmediatamente  se  arrepintió  y 
se  acordo  de  que  antes  de  hacerle  y  cuando  le  quena  hacer 
tenía  contrición,  y  que  le  hacía  casi  forzado;  de  que  se  ad- 
miro, nasta  que  por  gracia  de  Dios  conoció  que  esto  dima- 
naba de  que  el  tenía  sus  potencias  mal  acostumbradas  a 
memorar,  entender  y  amar,  por  lo  que  le  faltaba  la  grandeza 
de  constancia,  fortaleza  y  justicia;  y  así,  habiéndole  venido 
otra  vez  la  tentación  de  volver  al  pecado,  él  se  resistió  y 
se  mantuvo  firme  en  el  arrepentimiento,  lo  que  habiendo 
reiterado  en  otras  ocasiones,  perdió  la  costumbre  de  pecar 
que  tenía  y  amó  verdaderamente  la  contrición  4. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  muy  glotón, 
que  comía  y  bebía  desordenadamente.  Este  hombre  conocía 
que  el  demasiado  comer  y  beber  le  hacía  mal,  y  lo  conocía 
mas  y  mejor  después  de  comer  que  antes;  por  lo  que,  re- 
flexionando mucnas  veces  en  lo  mal  que  la  comida  le  hacía 
y  en  los  malos  electos  que  le  podía  causar  a  su  salud  y  a 
su  vida,  memoró,  entendió  y  amó  la  templanza  y  se  acos- 
tumbró a  ella 5. 

También  has  de  saber  que  había  un  ciudadano  muy  ena- 
morado de  una  hermosa  mujer,  por  lo  que  estaba  muy  celo- 
so, de  que  se  maravillaba,  pues  no  podía  percibir  en  ella 
cosa  alguna  ni  detecto  que  le  pudiese  causar  celos.  En  tanto 
que  el  ciudadano  se  maravillaba  de  sus  celos  y  no  sabía  so- 
bre qué  fundarlos,  conoció  que  el  estar  celoso  dimanaba  de 
pensar  siempre  que  su  mujer  le  engañaba  y  en  los  medios 
y  modos  por  donde  lo  podia  hacer;  y  entonces  hizo  el  ánimo 
de  pensar  siempre  bien  de  su  mujer  y  de  sus  costumbres  y 
en  las  muchas  razones  que  ella  tenia  y  le  asistían  para  obrar 
bien  y  no  mal;  lo  que  habiéndose  acostumbrado  a  memorar, 
entender  y  amar,  curó  de  sus  celos  y  se  aquietó  bu  espíritu  6. 


menbrar,  entendre  e  amar  a  veer  belles  figures,  belles  vstadures, 
belles  palaus,  e  ha  oyr  peraules  vanes  e  de  pocha  utilitat,  e  a  gustar 
bons  pans,  bons  vins,  e  axí  de  totes  les  altres  coses  corporals  ;  car 
segons  cors  de  natura  ordonada,  hom  se  deuria  acustuniar  en  les 
coses  corporals,  per  tal  que  la  ànima  se  pogués  acustuniar  a  men- 
brar, entendre  e  amar  Dèu  e  virtuts  e  bones  hobres.» 

4  Según  el  original,  te  axí  desecustumà's  a  peccar,  per  ço  car 
acustumà  gran  força  de  contricció  a  menbrar,  entendre  e  amar». 

6  .No  es  ésta  precisamente  la  idea  de  Ramón  L·lull,  sino  :  «Aquell 
hom  acustumà  son  menbrar,  entendre  e  amar,  a  conéxer  lo  mal  que 
li  feya  lo  menjar,  ans  que  menjàs  e  dementre  mentave  ;  e  per  açò 
acustumà's  a  haver  temprança  en  son  menjar.» 

*  Jisíúmase  aquí  la  terminología  luliana  :  «...  e  adonchs  per  aytal 
acustumament  acustumat  en  remenbrament,  enteniment  e  volentat, 
lo  burgués  guarí  del  mal  de  gelozia.» 


'  92Ó  Obras  literarias  de  ramón  llull 


También  has  de  saber  que  había  un  abad  que  envidiaba 
mucho  una  villa  que  había  cerca  de  su  abadía,  la  que  era 
de  un  rico  caballero  que  no  la  quería  vender.  No  obstante, 
el  abad,  siempre  que  pasaba  por  la  villa  o  la  veía,  la  envi- 
diaba y  la  deseaba  poseer,  aunque  conocía  que  lo  que  de- 
seaba no  podía  ser,  de  que  se  maravillaba  mucho.  Estando 
en  esta  admiración,  mediante  la  gracia  de  Dios  conoció  que 
el  motivo  por  que  deseaba  tanto  tener  la  villa  era  porque 
continuamente  la  estaba  memorando,  entendiendo  y  aman- 
do (y  que  por  haberse  acostumbrado  a  esto  estaba  habitual- 
mente  en  el  pecado  de  envidia) .  Por  ¿Lo  que  propuso  el  [me- 
morar, entender  y]  amar  la  caridad,  justicia,  liberalidad  7  y 
sabiduría  y  las  reglas  de  su  orden;  lo  que  habiendo  ejecu- 
tado (y  acostumbrádose  a  ello,  olvidó  la  villa  y  sanó  del  pe- 
cado de  envidia  que  le  atormentaba. 

También  has  de  saber  que  había  un  zapatero  que  conti- 
nuamente estaba  pensando  en  un  agravio  que  le  había  hecho 
un  zurrador  vecino  suyo,  por  lo  que  le  tenía  muy  mala  vo- 
luntad y  odio;  pero  no  osaba  vengarse,  por  más  que  lo  de- 
seaba, y  muchas  veces  lo  había  intentado,  porque  le  faltaba 
el  espíritu  y  valor  para  ello  al  tiempo  de  irlo  a  ejecutar; 
de  que  se  maravillaba,  hasta  que  conoció  que  esto  dimanaba 
de  lo  habituado  que  tenía  el  temor,  considerando  el  daño 
que  le  podía  resultar  y  peligro  a  que  se  exponía  al  tiempo 
de  querer  herir  o  afrentar  a  su  enemigo.  Por  lo  que  procuró 
olvidar  el  peligro  a  que  se  exponía  y  el  daño  que  le  podía 
resultar,  y  entonces,  sin  pensar  en  ello,  se  fué  a  buscarle 
y  delante  de  todos,  [en  la  plaza,]  le  afrentó  e  hirió  sin  te- 
mor alguno. 

Además  has  de  saber  que  había  un  rey  tan  acostumbrado 
a  la  caza,  que  con  todos  se  disgustaba  si  no  le  hablaban  de 
ella,  de  forma  que  había  olvidado  totalmente  el  gobierno  de 
su  reino  y  el  régimen  de  sus  pueblos ;  de  que  se  maravillaba 
él  mismo,  hasta  que  conoció  dimanaba  del  mucho  tiempo 
que  había  gastado  en  este  ejercicio  y  de  lo  mucho  que  se 
había  acostumbrado  a  memorarle,  entenderle  y  amarle;  por 
lo  que,  memorando  y  entendiendo  la  razón  por  qué  y  para 
qué  era  rey,  y  pensando  algún  tiempo  en  ello,  amó  el  serlo 
y  cumplir  con  su  obligación,  y  a  pocos  días  se  halló  habi- 
tuado y  contento,  y  fué  en  adelante  prudente,  bueno  y  sa- 
bio (y  supo  reinar). 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  habla'- 
ba  mucho,  de  que  dimanaba  el  que  también  mentía  mucho, 
y  decía  palabras  deshonestas  y  desordenadas,  no  sin  gran 
vergüenza  suya,  por  lo  que  deseaba  apartarse  de  aquel  vi- 
cio y  perder  aquella  mala  costumbre,  pero  no  podía;  de  que 


7  La  traducción  dice  «libertad»  ;  el  original,  «larguesa». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IOO 


pa- 


se admiraba,  hasta  que  consideró  tanto  sobre  ello,  que  llegó 
a  memorar,  entender  y  amar  la  justicia,  la  prudencia,  la 
sabiduría  y  la  templanza,  y  memorándolas,  entendiéndolas 
y  amándolas,  por  medio  de  la  justicia  amó  la  verdad  y  abo- 
rreció la  falsedad,  y  por  el  de  la  templanza  se  contenía  en 
hablar,  hasta  que  la  fortaleza  ayudaba  a  la  verdad,  para 
que  venciese  la  mentira,  por  cuyo  medio  [se]  corrigió  y  se 
acostumbró  a  decir  verdad  y  a  hablar  bien. 

— Señor — dijo  Félix — ,  gran  admiración  me  causa  e'l  que 
estemos  los  hombres  en  el  mundo  tan  dados  y  acostumbra- 
dos a  las  malas  obras,  a  las  falsedades  y  a  los  vanos  delei- 
tes y  a  otro  sinnúmero  de  defectos,  pues  por  esta  costumbre 
es  Dios,  siendo  tan  bueno,  menospreciado,  desamado,  olvi- 
dado y  desobedecido,  y  son  amadas  y  deseadas  las  cosas 
viles,  lo  que  es  gran  maravilla,  y  tan  grande,  que  no  puede 
serlo  mayor.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  es  digno  de 
ser  muy  amado,  muy  memorado,  muy  entendido  y  muy  obe- 
decido, y  si  sucede  lo  contrario,  es  porque  el  mundo  está 
lleno  de  malas  costumbres  y  Dios  espera  que  por  personas 
santas,  devotas  y  de  buen  ejemplo  vuelva  (o  volvamos  los 
que  le  habitamos)  las  malas  costumbres  en  buenas,  lo  que 
para  conseguirse  es  menester  que  haya  gran  santidad,  per- 
fección, fortaleza,  caridad  y  devoción  entre  nosotros.  ¿[Pero 
tal  grandeza  de  santidad  y  de  buena  vida  no  llega,  entre 
los  hombres] ;  siendo  gran  maravilla  lo  mucho  que  Dios  nos 
espera  [cada  día,  lo  mucho  que  el  demonio  puede  contras- 
tar] y  lo  mucho  que  nosotros  nos  tardamos,  sin  temor  de 
su  justicia  8. 


CAPITULO  C 

De  la  predestinación  y  del  libre  albedrío 

— iHijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  consecuencia  que  se  debe 
seguir  de  la  predestinación  es  el  que  se  cumpla  en  el  hom- 
bre lo  que  sabe  la  sabiduría  de  Dios  como  infinita ;  y  la  con- 
secuencia que  se  sigue  del  libre  albedrío  es  que  la  justicia 
de  Dios,  que  es  cumplida  y  perfecta  en  sí  mesma  y  en  las 
criaturas,  deje  al  hombre  libertad  para  poderse  salvar,  me- 
diante la  divina  gracia,  o  condenar;  pues  si  no  la  tenía1,  la 
justicia  de  Dios  no  podría  tener  operación  perfecta  ni  jus- 
ta en  el  hombre,  lo  que  es  imposible. 

Mucho  pensó  Félix  en  lo  que  el  ermitaño  le  decía  de  la 

*  Todo  este  tercer  miembro  es  una  añadidura  inútil. 
1  Aquí,  como  en  tantos  otros  pasajes,  el  imperfecto  de  indicativo 
es  un  catalanismo,  en  ve/  de  la  fornia  irreal  ;  «tuviera». 


•928 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


predestinación  y  del  libre  albedrío,  y  se  maravilló  en  extre- 
mo de  que  el  hombre  predestinado  se  pueda  condenar  y  de 
que  el  hombre  preordenado  o  precito  se  pueda  salvar;  por 
lo  que  replicó  diciendo:  — (Señor,  siendo  como  es  la  sabidu- 
ría de  Dios  cumplida  y  perfecta,  se  sigue  que,  si  ella!  sabe 
que  un  hombre  se  ha  de  salvar,  aquel  hombre  se  ha  de  sal- 
var precisamente  y  de  necesidad,  porque,  si  no  sucedía  así, 
la  sabiduría  de  Dios  no  tendría  cumplimiento.  Y  siendo  la 
justicia  de  Dios,  igualmente  que  Ta  sabiduría,  cumplida  y 
perfecta  (como  lo  es),  conviene  también  que  aquel  hombre 
se  pueda  condenar,  pues  si  esto  no  fuese  así,  la  justicia  de 
Dios  no  sería  cumplida  ni  perfecta,  porque,  si  salvaba  a 
aquel  hombre,  sería  por  necesidad  y  sin  libre  albedrío,  lo 
que  es  imposible  2. 

— Hijo — 'dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un 
hombre  que  se  maravillaba  de  la  voluntad  de  Dios,  por  pa- 
recerle  que  ésta  era  alterable,  respecto  de  que  considera- 
ba que  Dios  ama  al  hombre  como  justo  y  le  aborrece  o  des- 
ama como  pecador,  y  que  así  se  muda  tantas  veces  como  se 
muda  el  hombre  de  buen  estado  en  malo  o  de  malo  en  bue- 
no, de  pecador  en  justo  o  de  justo  en  pecador;  en  cuya  ad- 
miración estuvo  hasta  que,  mediante  Ja  gracia  de  Dios,  en- 
tendió y  conoció  que  la  voluntad  de  Dios  no  es  alterable, 
aunque  al  hombre  se  lo  parezca;  porque,  si  lo  fuese,  se  se- 
guiría que  lo  que  es  menor  mudase  y  alterase  lo  que  es  ma- 
yor, y  entonces  la  voluntad  de  Dios  sería  finita  y  estaría 
sujeta  a  los  accidentes,  lo  que  es  imposible. 

Mediante  la  antecedente  similitud,  entendió  Félix  (por  re- 
gla de  proporción)  que,  así  como  la  voluntad  de  Dios  no  pa- 
dece en  sí  mudanza  ni  alteración  alguna,  aunque  el  hom- 
bre sea  en  un  tiempo  en  un  estado  y  en  otro  y  pase  del  bien 
al  mal  o  del  mal  al  bien  (respecto  de  haber  en  Dios  suma 
igualdad  entre  sus  atributos  esencia  y  operación)  3,  así  la 
sabiduría  y  la  justicia  de  Dios  no  se  mudan  ni  alteran  por- 
que el  hombre  sea  predestinado  o  porque  sea  precito,  ni  por- 
que se  pueda  salvar  o  condenar;  y  si  el  hombre  que  es  pre- 
destinado se  hubiese  de  salvar  de  necesidad  o  el  precito  de 
necesidad  se  hubiese  de  condenar,  se  seguiría  que  de  nece- 
sidad se  mudasen  por  la  operación  del  hombre  la  justicia 
y  la  sabiduría  de  Dios,  pues  la  una  sería  contraria  a  la 


2  A  continuación  el  autor  vuelve  a  insistir  todavía  en  las  mismas 
ideas  :  «E  per  açò  són  fort  meraveyllat  de  aquesta  obra,  car  vijares 
m'és  que  de  necessitat  hom  predestinat  se  deja  salvar,  e  que  no-s 
pusca  perdre  ;  e  con  la  justícia,  m'és  vijares  que  tot  hom,  si  bé  sVs 
predestinat,  que-s  pusca  perdre.» 

8  Este  paréntesis  es  una  añadidura,  como  todos  los  demás  <le 
este  capítulo. 


FÉLIX  DE  L\S  MARAVILLAS. 


100 


920 


otra  en  cuanto  a  la  operación  u  operaciones  que  tendrían  en 
el  hombre,  lo  que  es  imposible. 

— Has  de  saber,  hijo,  que  un  discípulo  preguntó  a  su 
maestro  que,  si  Dios  podía  haber  creado  mil  mundos,  por 
qué  dejó  de  crearlos  y  por  qué  no  creó  más  de  uno.  y  si 
este  que  creó  podía  haberle  dejado  de  crear.  A  lo  que  el 
maestro  respondió  que  el  poder  de  Dios  absolutamente  pue- 
de hacer  todas  las  cosas,  como  infinito:  pero  como  su  sabi- 
duría sabía  que  Dios  no  crearía  si  no  es  uno,  y  sabía  que 
aquello  quería  la  voluntad,  por  esto  el  poder,  que  es  una 
cosa  mesma  con  la  sabiduría  y  con  la  voluntad,  no  pudo 
crear  mil  mundos  ni  pudo  dejar  de  crear  el  que  creó,  y  ese 
no  poder  es  respectivo  a  la  sabiduría  y  a  la  voluntad  y  no 
a  sí  mesmo;  y  por  esto  conviene  que  el  hombre  diga  y  afir- 
me que  Dios  puede,  en  cuanto  a  su  poder  absoluto,  pero  no 
en  cuanto  éste  está  ordenado  con  la  sabiduría  y  la  volun- 
tad, sin  que  por  esto  se  siga  contradicción,  porque,  si  se  se- 
guía, se  seguiría  también  defecto  o  en  el  poder,  o  en  la  sa- 
biduría, o  en  la  voluntad  de  Dios,  lo  que  es  imposible. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño 
y  de  las  similitudes  oue  le  había  puesto,  por  lo  que  dijo: 
— Señor,  jamás  he  oído  palabras  que  me  causen  tanta  ad- 
miración ni  que  se  la  deban  causar  a  todos  los  hombres, 
como  las  que  acabáis  de  decir,  pues  parece  imposible  que 
el  entendimiento  humano  las  pueda  comprender,  respecto  de 
que  decís  que  Dios  puede  hacer  lo  que  sabe  que  no  hará  y  lo 
que  su  voluntad  quiere  que  no  haga,  y  decís  que  no  lo  pue- 
de hacer  porque  la  sabiduría  sabe  que  la  voluntad  no  lo 
quiere,  y  así  vos  decís  que  Dios  puede  y  no  puede,  lo  que 
es  raro  y  maravilloso. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  quiere  que  el  hombre 
afirme  que  El  puede  hacer  lo  que  su  sabiduría  sabe  que  no 
hará  y  que  su  voluntad  no  quiere  que  haga,  lo  que  es  afir- 
mable  por  causa  de  que  en  el  poder  de  Dios  hay  grandeza, 
bondad  y  libertad,  y  si  debiese  hacer  tan  solamente  lo  que 
hace  y  no  pudiese  hacer  otra  cosa,  sería  constreñido  y  limi- 
tado a  seguir  aquello  que  sabe  su  sabiduría  y  aquello  que 
quiere  su  voluntad,  y  serían  la  sabiduría  y  la  voluntad  ma- 
yores en  grandeza,  nobleza  y  bondad  que  el  poder,  lo  que 
es  imposible.  Y  si  Dios  podía  hacer  aquello  que  su  sabidu- 
ría sabe  que  no  hará  y  lo  que  su  voluntad  quiere  que  no 
haga,  se  seguiría  que  el  acto  u  obra  de  su  poder  podría 
más  y  sería  mayor  en  grandeza  que  los  actos  de  la  sabidu- 
ría y  la  voluntad,  y  sería  más  noble,  más  bueno  y  mayor 
el  poder  que  la  sabiduría  ni  la  voluntad,  lo  que  es  imposi- 
ble ;  por  cuyo  motivo  es  necesario  que  el  hombre  diga  y  afir- 
me que  Dios  puede  en  cuanto  a  su  potestad  y  que  no  puede 


30 


930 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


en  cuanto  a  su  sabiduría  y  voluntad,  hablando  de  aquello 
que  no  hará  ni  que  hasta  ahora  ha  hecho,  sin  que  de  ello 
se  siga  ningún  inconveniente  ni  contradicción. 

Habiéndose  Félix  maravillado  mucho  de  esta  similitud, 
levantó  su  entendimiento  tan  alto  como  pudo,  y  rogó  a 
Dios  le  diese  gracia  para  poderla  entender,  y  entonces  en- 
tendió que  así  como  conviene  afirmar  que  Dios  puede  hacer 
lo  que  no  hará  y  que  no  lo  puede  hacer  porque  la  sabiduría 
de  Dios  sabe  que  no  lo  hará  4  ni  la  voluntad  quiere  hacerlo , 
que  así  es  el  hombre  predestinado,  por  causa  de  que  la  sabi- 
duría lo  sabe,  y  que  aquel  hombre  se  puede  condenar  res- 
pecto de  que  da  justicia  le  ha  dado  libre  albedrío.  Y  así  con- 
viene (y  se  ha  de  decir)  que  todo  hombre  que  sea  predesti- 
nado o  precito  se  pueda  salvar  o  condenar,  sin  que  se  siga 
contradicción  en  el  poder  de  Dios. 

Después  de  esto  dijo  el  ermitaño  a  Félix:  — Has  de  sa- 
ber, hijo,  que  había  un  prelado  a  quien  Dios  había  dado  gran 
poder  y  sabiduría,  pues  era  general  de  su  religión  y  tenía  a 
sus  órdenes  muchos  hombres  muy  sabios  y  doctos,  por  lo 
que,  por  consecuencia,  podía  hacer  mucho  bien;  en  lo  que 
reparando  un  hombre,  le  dijo  que  Dios  había  influido  la  simi- 
litud de  su  grandeza  en  él,  dándole  tanto  poder  y  sabiduría 
para  que  pudiese  hacer  gran  bien  con  el  poder  y  para  que  lo 
supiese  hacer  con  la  sabiduría ;  a  que  añadió  que  en  Dios  hay 
grandeza  de  voluntad,  la  que  quería  tuviese  su  similitud  en 
la  del  prelado,  para  que  con  grandeza  de  voluntad  quisiese 
usar  de  la  grandeza  del  poder  y  de  la  sabiduría;  pero  por 
causa  de  que  en  aquel  prelado  era  mayor  el  poder  y  la  sabi- 
duría que  la  voluntad,  el  poder  y  la  sabiduría  estaban  ocio- 
sos, dejando  de  obrar  todo  lo  que  podían  por  falta  del  prela- 
do, que  en  su  voluntad  no  quería  recibir  la  similitud  de  la 
voluntad  de  Dios,  que  es  tan  grande  como  su  potestad  y  su 
sabiduría. 

Como  Félix  estaba  acostumbrado  a  entender  una  si- 
militud por  otra,  entendió  por  la  antecedente-  que  conviene 
que  haya  grandeza  de  poder,  sabiduría  y  voluntad,  y  que 
igualmente  conviene  que  el  hombre  obre  con  grandeza,  me- 
diante la  cual  la  sabiduría  de  Dios  le  pueda  predestinar,  si 
está  predestinado,  y  la  justicia  condenar,  si  es  digno  de  con- 
denación ;  porque  si  no  le  podía  condenar  por  causa  de  que 
era  predestinado  y  que  de  necesidad  se  hubiese  de  salvar, 
se  seguiría  que  en  las  obras  del  hombre  tuviese  Ta  sabiduría 
de  Dios  mayor  operación  que  la  justicia,  lo  que  es  imposi- 
ble, y  en  que  se  manifiesta  que  el  hombre  (mediante  sus 
obras)  se  puede  salvar  o  condenar. 


4  La  traducción  dice  erróneamente  «lo  que  no  harás»,  pero  el  texto 
original  «que  no  ho  farà». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   100  Q^í 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cuando  el  hombre  afirma  que 
el  predestinado  se  debe  salvar,  respecto  de  que  la  sabiduría 
de  Dios  lo  sabe  y  supo  ab  aeterno  5,  afirma  la  verdad;  pero  de 
la  afirmación  de  esta  verdad  se  sigue  una  falsa  negación  si 
se  dice  que  aquel  hombre  no  se  puede  condenar.  Y  cuando 
el  hombre  afirma  que  todos  nos  podemos  salvar  o  condenar, 
afirma  la  verdad,  respecto  de  que  afirma  cumplimiento  y 
perfección  en  la  justicia  de  Dios,  la  que  no  lo  sería  ni  ten- 
dría si  no  ¡hubiese  dado  al  hombre  libre  albedrío.  Y,  no  obs- 
tante, de  esta  afirmación  se  sigue  falsa  negación,  [esto  es, 
que]  si  decimos  que  todos  los  hombres  [tenemos  libertad 
por  la  que]  nos  podemos  salvar  o  condenar  6,  parece  que  la 
sabiduría  de  Dios  no  puede  saber  quién  se  salvará  ni  quién 
se  condenará,  lo  que  es  imposible  7.  En  cuya  imposibilidad 
se  manifiesta  que  las  dos  afirmaciones  son  verdaderas,  y  las 
dos  negaciones  que  de  ellas  se  siguen  falsas;  y  siendo  esto 
así,  se  manifiesta  también  deberse  afirmar  que  el  hombre 
predestinado  se  puede  salvar  y  se  puede  condenar. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  hubo  un  hombre  que  tuvo 
grandes  tentaciones  sobre  la  predestinación,  por  parecerle 
que  él  tenía  mayor  poder  que  la  justicia  de  Dios;  y  estando 
con  esta  tentación,  se  puso  a  pensar  en  la  disposición  del 
mundo;  la  que  considerando  y  reflexionando,  conoeió  que 
el  hombre  se  halla  en  él  en  estado  de  obrar  bien  o  mal,  y 
que  Dios  ha  ordenado  que  viva  en  el  mundo  con  el  libre  al- 
bedrío para  que  le  ejercite  y  merezca  o  desmerezca,  me- 
diante el  uso  que  haga  de  las  cosas.  Y,  [si  no  existiese  el 
libre  albedrío,  y  necesariamente  el  hombre  se  salvase  por 
ser  predestinado,  y  se  condenase  por  ser  precito,  se  segui- 
ría inconveniente  para  cuanto  en  el  mundo  ha  sido  ordena- 
do; pues  no  importaría  obrar  bien  o  mal,  además  de]  que 
para  este  fin  [Dios]  creó  y  dió  el  ser  8  al  sol,  luna  y  estre- 
llas, ty  a  todas  las  obras  de  la  naturaleza  sensual  e  intelec- 
tual, las  cuales  y  todo  el  mundo  serían  desordenadas,  como 
no  creadas  para  este  fin,  lo  que  es  imposible. 


5  «ty  supo  ab  detento»  lo  añade  el  traductor. 
8  Suprimimos  un  «pues»  sobrante. 

7  Frase  de  sentido  obscuro;  he  ahí  el  original:  «E  de  aquesta  aytal 
affermació  se  segueix  falça  negació,  ço  és  saber,  que  si  tot  hom  ha 
libertat  que-s  pusca  salvar  ho  dampnar,  par  que  ia  saviesa  de  Déu 
no  pusca  saber  qui-s  salvarà  ne  qui:s  dempnarà,  e  açò  és  impossible.» 

8  Omitimos  aquí  las  palabras  «.a  todas  ellas  y». 


932 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  Cl 

DE  LA  ABSTINENCIA 

— Señor— dijo  Félix — ,  mucho  me  admiro  de  que  la  abs- 
tinencia sea  tan  poco  amada  por  los  hombres,  siendo  virtud 
tan  noble  y  tan  necesaria. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  naturalmente  la  memoria  tie- 
ne inclinación  a  su  semejante  (como  la  tienen  todas  las  co- 
sas del  mundo),  y  siendo  lo  de  ella  el  memorar,  como  del 
entendimiento  el  entender  y  de  la  voluntad  el  amar,  todas 
estas  cosas  ejercita  mediante  los  objetos  que  toma  corporal 
o  espiritualmente.  Y  así,  para  que  estas  similitudes  se  to- 
men por  las  potencias  ordenadamente,  puso  Dios  en  el  hom- 
bre virtud,  mediante  la  cual  pueda  tener  abstinencia  de  no 
obrar  por  sí  nada  a  que  no  concurran  la  justicia,  sabiduría, 
fortaleza  y  templanza  y  las  demás  virtudes;  [y  que  des- 
pués, con  estas' virtudes  y  con  la  memoria,  entendimiento  y 
voluntad,  tomen  las  semejanzas,  para  que  estén  en  ellas  las 
sobredichas  virtudes]. 

Hijo,  has  de  saber  que  quien  sepa  lo  alto,  grande  y  per- 
fecto de  la  virtud  de  la  abstinencia,  se  maravillará  del  agra- 
vio que  un  rey  muy  poderoso  la  hizo  en  presencia  de  todos 
los  de  su  corte. — Y  como  Félix  le  rogase  que  se  lo  dijese,  él 
le  respondió: 

— Un  rey  muy  poderoso  [en  gentes  y  dominios]  tuvo  un 
festín  y  convite,  a  que  concurrieron  gran  número  de  nobles 
caballeros  y  otras  gentes.  [Sentóse  en  el  trono  el  rey  muy 
noblemente  vestido,]  y,  habiendo  pasado  todo  aquel  día  en 
delicias,  comidas  y  vanidades,  comparecieron  ante  él  la  abs- 
tinencia y  su  opuesto,  y  habiendo  cometido  aquel  día  el  rey 
toda  suerte  de  pecados  l,  siempre  que  había  de  cometer  algu- 
no, y  antes  de  ejecutarlo,  se  le  representaba  en  su  memoria, 
entendimiento  y  voluntad  la  abstinencia,  con  el  fin  de  que  el 
rey  la  memorase,  entendiese  y  amase,  y  que  memorase,  en- 
tendiese y  aborreciese  a  su  opuesto;  pero  el  rey  hizo  siempre 
lo  contrario,  no  amando  la  abstinencia  y  amando  los  excesos; 
y  cuando  la  abstinencia  se  le  representaba  para  que  fuese 
abstinencia  en  comer,  beber,  hablar  y  en  lo  demás,  y  para, 
que  no  fuese  orgulloso  ni  vanaglorioso  de  su  poder  y  ri- 
quezas, el  rey  la  aborrecía,  y  amaba  el  ver,  oír  y  los  demás 


1  Versión  inexpresiva  de  «en, tots  los  -vil-  peccats  anortáis  peccà 
aquell  dia  lo  rey». 


FÉLIX   DE  LAS   MARAVILLAS.  C.  IOI 


933 


actos  y  objetos  agradable*  al  corazón  y  a  los  sentidos.  Es- 
tando el  rey  así  divertido,  vino  a  su  presencia  un  hombre 
pobre  y  mal  vestido,  el  cual  iba  por  las  cortes  de  los  prínci- 
pes sólo  a  ver  sus  operaciones  y  sus  tratos  y  los  de  sus  ba- 
rones y  grandes  para  tener  motivos  de  alabar  y  bendecir 
a  Dios;  y  cuando  veía  que  caminaban  por  el  camino  de  su 
salvación,  se  alegraba  mucho  de  que  Dios  tuviese  tan  bue- 
nos y  tan  nobles  servidores,  por  ser  consecuente  y  propio 
de  tan  gran  Señor  tener  servidores  nobles,  buenos  y  pode- 
rosos; y  cuando  veía  que  eran  malos  y  disolutos,  viles  y  de 
malas  costumbres,  se  lamentaba  y  lloraba  de  que  no  ama- 
sen y  sirviesen  a  Dios  como  debían,  pues  de  ello  se  origina- 
ba mucho  mal.  Cuando  este  pobre  hombre  llegó  delante  del 
rey  y  observó  que  le  faltaba  la  abstinencia,  dijo:  "Señor, 
Dios  ha  creado  el  alma  del  hombre  con  sus  tres  potencias 
para  que  memore,  entienda  y  ame;  estos  actos  quiere  Dios 
que  estén  ordenados  por  la  fe,  esperanza,  caridad  y  las  de- 
más virtudes;  y  así,  cuando  sucede  que  la  memoria  y  el  en- 
tendimiento entiende  alguna  cosa  antes  que  la  voluntad  la 
ame  o  la  aborrezca,  quiere  Dios  que  le  asista  la  abstinencia 
y  que  sirva  como  de  adorno  a  los  actos  de  estas  tres  po- 
tencias y  como  regla  que  las  dirija  y  ponga  límites." 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  prelado  que  fué  elec- 
to para  una  alta  prelacia,  el  mismo  día  que  lo  fué,  vió  de- 
lante de  sí  a  un  clérigo  que  le  había  hecho  un  agravio,  e 
irritado,  sin  poderse  contener,  ultrajó  y  dió  una  bofetada 
al  clérigo  delante  de  todos  los  presentes;  los  que  se  admi- 
raron de  semejante  trato,  en  nada  correspondiente  al  pre- 
lado ni  a  su  dignidad. 

También  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  no  se 
podía  abstener  de  comer  y  beber  mucho;  lo  que  habiendo 
ejecutado  un  día  como  acostumbraba,  conoció  que  le  ha- 
bía hecho  mal,  y  consideró  en  qué  podía  consistir  el  que  él 
no  se  pudiese  abstener  ni  contener  cuando  comía  y  bebía. 
Estando  con  esta  consideración,  entró  a  pasearse  en  un  jar- 
dín que  tenía,  y  vió  que  el  hortelano  estaba  quemando  un 
árbol.  Y  habiendo  considerado  el  poco  tiempo  en  que  el 
fuego  le  había  consumido,  cuando  la  naturaleza  había  tar- 
dado tanto  en  producirle,  conoció  que  el  no  saberse  él  con- 
tener de  comer  y  beber  demasiado  consistía  en  que  la  abs- 
tinencia se  consigue  con  muchas  consideraciones  y  reflexio- 
nes, y  que  sus  opuestos  (que  son  los  excesos)  se  introdu- 
cen por  la  prontitud  y  f^lta  de  reflexión,  y  que  la  abstinen- 
cia ha  de  menester  fortalecerse  y  arraigarse  por  medio  de 
la  justicia,  fortaleza  y  demás  virtudes,  no  necesitando  el  ex- 
ceso en  todo  más  que  el  placer  de  la  voluntad  y  la  con- 
sideración del  deleite.  Y  así,  aquel  hombre  en  adelante, 


934 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


cuando  tenía  apetitos,  reflexionaba  en  los  bienes  que  por 
la  abstinencia  se  consiguen  y  en  los  males  que  los  excesos 
nos  ocasionan,  y  así  era  continente  en  todo. 

Has  de  saber  que  estando  una  vez  un  caballero  para  em- 
barcarse y  pasar  el  mar,  dejó  a  su  mujer  en  un  castillo  o 
posesión  que  tenía,  y  la  dijo  al  tiempo  de  despedirse  que, 
sobre  todo,  la  encargaba  que,  si  se  hallaba  con  tentaciones 
de  cometer  el  pecado  de  lujuria,  antes  de  ejecutarlo  consi- 
derase por  tres  veces  la  infamia  que  cometía  y  la  desleal- 
tad y  ofensa  que  contra  él  hacía,  y  que  de  ello  se  arrepen- 
tiría; cuyas  palabras  la  dijo  con  el  fin  de  que  con  la  refle- 
xión que  sobre  ello  hiciese  se  abstuviese  y  diese  tiempo  para 
que  la  [caridad,  sabiduría,]  justicia  y  fortaleza  viniesen  a 
socorrerla,  [pues  apenas  sucede  que  el  hombre  se  detenga 
de  improviso  antes  de  querer  algo,  sin  que  aparezca  la  abs- 
tinencia con  alguna  virtud,  de  que  se  sigue  gran  utilidad]. 

También  has  de  saber  que  a  un  filósofo  le  preguntó  un 
discípulo  que  cómo  podía  tener  conocimiento  de  la  absti- 
nencia; a  que  el  filósofo  le  respondió  con  esta  similitud: 
"Cuando  yo  estudiaba,  pregunté  a  mi  maestro  cómo  era  la 
disposición  de  la  materia  y  de  la  forma  y  cómo  se  unen 
y  sacan  el  compuesto;  a  que  él  me  respondió  que  la  forma 
digiere  la  materia,  hasta  tanto  que  con  ella  puede  ser  un 
cuerpo,  cuya  digestión  no  se  puede  hacer  prontamente,  y  sí 
con  sucesión  de  tiempo,  porque  dentro  de  la  materia  hay 
diversas  formas  intensas,  que  unas  y  otras  digieren  las  ma- 
terias particulares,  y,  depuradas,  la  forma  común  encuen- 
tra la  común  materia  y  la  digiere  y  obliga  a  ser  común  con 
ella  mesma  en  el  supuesto  o  sujeto  que  componen." 

Entendió  Félix  por  la  antecedente  similitud  lo  que  el  er- 
mitaño decía,  y  se  admiró  de  su  sutileza,  porque  verdadera- 
mente es  sutil  la  respuesta,  y  añadió  que  era  la  abstinen- 
cia una  gran  virtud,  pues  por  ella  se  consigue  él  fin  y  la 
perfección  de  lo  que  se  obra,  por  lo  que  debía  ser  más  co- 
nocida, amada  y  venerada  en  el  mundo  que  no  lo  es. 


CAPÍTULO  CU 

DE  LA  CONCIENCIA 

— La  cogienda — idijo  el  ermitaño — es  aquella  naturale- 
za intelectiva  que  punza  al  alma  cuando  se  inclina  a  obrar 
o  pensar  contra  la  final  intención  para  que  fué  creada;  y 
esta  naturaleza  la  creó  Dios  en  el  alma  del  hombre  para 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    102  935 


que  conozca  y  distinga  lo  que  obra  según  Dios  o  contra 
Dios. 

Has  de  saber,  hijo — 'prosiguió  el  ermitaño — ,  que  en  una 
abadía  se  celebró  un  capítulo,  a  que  asistieron,  entre  otros 
monjes,  el  abad,  el  prior  y  el  despensero,  y  cada  uno  de 
ellos  por  sí  se  alabó  y  probó  lo  mucho  que  habían  aumen- 
tado por  sus  medios  y  diligencias  las  rentas  del  monaste- 
rio. Lo  que  habiendo  oído  un  monje  claustral  que  estaba 
presente,  dijo  que  se  maravillaba  mucho  [de  que  no  les  re- 
mordiese la  conciencia]  del  tiempo  que  por  hacerlo  y  conse- 
guirlo habían  perdido  y  dejado  de  contemplar  a  Dios  en  su 
unidad,  trinidad,  encarnación  y  en  los  demás  atributos,  y 
de  que  tuviesen  vanagloria  de  haber  multiplicado  las  rentas 
del  monasterio,  cuando  mayor  y  más  provechosa  multipli- 
cación pudieran  haber  hecho  con  oraciones,  contemplacio- 
nes, lágrimas  y  suspiros,  que  con  dineros,  castillos,  [ciu- 
dades] y  villas,  <por  convenirse  y  concordar  mucho  más  con 
un.  monje  el  contemplar,  suspirar  y  llorar,  que  el  adquirir, 
vender  y  comprar. 

— Señor — 'dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  el  que 
los  obispos  y  demás  prelados  hagan  tanto  deshonor  y  esti- 
men en  tan  poco  la  exaltación  de  la  Iglesia,  que  no  [les  re- 
muerda la  conciencia  el  ver  tantas  gentes  que  la  vituperan 
y  deshonran,  ni]  apliquen  para  [impedirlo]  1  las  grandes 
rentas,  tesoros  y  prosperidades  que  poseen,  [ni  ofrezcan  a 
sus  subditos  toda  la  ayuda  que  podrían], 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  así  como  4as  plantas  y  los 
animales  tienen  algún  modo  o  propiedad  por  la  cual  son  ge- 
nerables  y  corruptibles,  así  espiritualmente  la  conciencia, 
laj  abstinencia  y  las  demás  virtudes  o  propiedades  espiritua- 
les tienen  también  su  modo  de  engendrarse  y  de  corromper- 
se espiritualmente;  y  así,  cuando  sucede  que  la  conciencia 
se  halla  en  algún  hombre  sin  las  otras  virtudes,  no  tiene 
en  qué  fortificarse  ni  arraigarse,  y  le  sucede  lo  que  al  gra- 
no de  trigo  que  cae  o  se  siembra  en  las  piedras  o  entre  es- 
pinas: que  no  nace  ni  fructifica  por  no  encontrar  humor  en 
que  arraigarse  ni  de  que  producirse. 

Hijo,  has  de  saber  que  un  obispo  poseyó  cuarenta  años 
un  rico  obispado,  y  al  fin  de  sus  días  le  remordió  la  con- 
ciencia por  lo  mal  que  había  empleado  sus  rentas;  pero,  ha- 
llándose en  él  la  conciencia  sola,  sin  justicia  ni  contrición, 
esperanza  ni  satisfacción  (por  causa  de  que  muchas  veces, 
antes  de  estar  enfermo,  se  había  acostumbrado  a  no  tener 
estas  virtudes,  aunque  la  conciencia  le  remordía),  Je  suce- 
dió a  la  hora  de  la  muerte  el  hallarse  con  ella  sola  y  morir 


1  Esta  palabra  substituye  a  «ello». 


936 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


sin  Satisfacerla  (porque  por  sí  sola  y  sin  las  otras  virtudes 
poco  vale)  2. 

Hijo — Idijo  el  ermitaño — t,  has  de  saber  que  había  un 
abogado  que  por  su  diligencia  y  elocuencia  hizo  perder  mu- 
chos pleitos  a  muchos  hombres  contra  justicia,  y  como  lo 
que  él  había  hecho  perder  a  muchos  hombres  por  este  me- 
dio era  mucho  más  de  lo  que  él  había  ganado  para  sí,  su- 
cedió que,  hallándose  in  articulo  mortis,  se  confesó  y  dijo 
sus  pecados ;  y  como  el  confesor  le  dijese  que  satisficiese  lo 
que  pudiese,  ya  que  se  hallaba  imposibilitado  de  ejecutarlo 
del  todo,  respondió  que  él  se  compadecía  tanto  de  su  mujer 
y  de  sus  hijos,  que  le  parecía  acusarle  la  conciencia  si  res- 
tituía lo  que  debía,  respecto  de  que  quedarían  pobres  y  mi- 
serables. Y  aunque  el  confesor  le  replicó  que,  naturalmente 
y  según  conciencia,  debía  más  mirar  por  sí  y  por  su  salva- 
ción que  por  su  mujer  y  por  sus  hijos,  no  quiso  restituir 
nada,  por  lo  que  murió  en  pecado  [mortal,  np  queriendo 
usar  de  su  conciencia  con  justicia,  grandeza,  sabiduría  y 
fuerza,]  (y  se  condenó).  Lo  que  sirvió  de  ejemplo  al  con- 
fesor, que  [conoció  cómo  el  abogado  había  muerto  mal  por 
no  haber  tenido  en  su  conciencia  grandeza  de  justicia,  fuer- 
za y  sabiduría;  reflexionó  él  en  su  propio  estado,  y  conoció 
que  a  su  conciencia  le  faltaba  grandeza  de  justicia,  sabidu- 
ría, fuerza  y  caridad,  y  multiplicó  en  su  conciencia  grande- 
za de  virtudes,  por  las  cuales  tuvo  verdadera  conciencia  de 
cómo  él]  era  un  prelado  con  muchas  rentas  para  [el  bien 
de  la  santa  Iglesia,  por  lo  que  decidió]  repartirlas  entre 
los  pobres  y  vivir  mucho  tiempo  ¿haciendo  santa  vida. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que,  delante  de  un  prelado 
y  de  un  príncipe,  dijo  un  pobre  hombre  que  la  conciencia 
no  obligaba  sin  el  poder,  saber  y  querer;  porque  quien  la 
debe  tener  y  peca,  es  el  que  puede,  sabe  y  no  quiere  hacer 
el  bien  que  puede  y  sabe;  y  si  no  le  puede  hacer,  le  obliga 
la  conciencia  a  desear  hacerle,  si  pudiese,  y  arrepentirse 
del  que  ha  dejado  de  hacer  pudiendo  y  sabiendo,  por  no 
haber  querido;  y  si  así  no  se  ejecuta,  se  debe  tener  con- 
ciencia (porque  se  peca).  Lo  que  oyendo  todos  los  circuns- 
tantes, se  maravillaron,  por  no  entender  lo  que  el  hombre 
decía,  y  él  prosiguió  diciendo:  "Un  santo  hombre  se  fué 
entre  los  tártaros  y  otras  muchas  naciones  idólatras  3,  mi- 
rando y  considerando  las  cosas  que  aquellos  bárbaros  ha- 
cen y  cómo  viven;  maravillándose  de  que  hiciesen  a  Dios 
tal  deshonor  haciendo  dioses  de  los  íclolos  del  sol,  de  las  es- 
trellas, bestias,  aves  y  de  otras  muchas  cosas  ;  pero  mucho 


2  Este  último  paréntesis  es  una  glosa  ;  el  otro,  no.  También  son 
una  añadidura  los  de  los  párrafos  siguientes. 

8  Muchos  lulistas  han  tenido  este  párrnfo  por  autobiográfico. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    102  9.} 7 


más  se  maravilló  de  considerar  que  a  los  príncipes,  religio- 
sos y  prelados  y  a  todos  los  demás  hombres  cristianos  no 
les  remordiese  la  conciencia  en  consentirlo,  permitiendo  y 
dejando  vivir  a  aquellos  bárbaros  en  su  error,  sin  conoci- 
miento de  Dios,  que  los  ha  creado  y  dado  ser  y  vida.  Es- 
tando este  santo  hombre  en  esta  consideración,  conoció  que 
la  poca  conciencia  (o  poco  escrúpulo)  que  los  cristianos  te- 
nían de  esto,  provenía  de  la  poca  fe,  esperanza,  caridad,  jus- 
ticia y  las  demás  virtudes  que  tenían,  porque,  si  las  tuvie- 
sen como  debían,  tendrían  también  grande  conciencia  y  la 
amarían,  pues  en  Dios  hay  grandeza  y  no  pequenez,  y,  por 
consecuencia,  deberían  amar  más  los  hombres  la  semejanza 
de  Dios  en  su  conciencia  que  no  su  desemejanza. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿qué  es  la  causa  de  que  muchas 
veces  tengamos  conciencia  (o  sintamos  que  la  conciencia  nos 
remuerde)  de  aquello  [de]  que  no  la  debemos  tener  o  no  nos 
debía  remorder,  y  no  la  tengamos  de  aquello  de  que  la  de- 
bíamos tener  o  nos  debía  remorder? 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  a  un  príncipe  le  remordía  la 
conciencia  cuando  le  venían  algunos  vanos  y  lascivos  pen^ 
samientos,  y,  conociendo  le  provenían  y  los  causaba  la  ocio- 
sidad, salía  a  ejercitarse  en  la  caza  todos  los  días,  para 
desecharlos  y  apartarlos  de  sí,  y  en  el  ínterin  encomendaba 
el  gobierno  de  sus  reinos  y  vasallos  a  hombres  que  lo  re- 
gían mal;  de  que  dimanaba  que,  por  apartarse  de  los  peca- 
dos veniales  que  le  ocasionaban  J~s  malos  pensamientos, 
incurría  en  muchos'  mortales,  por  el  mal  régimen  que  daba 
a  sus  pueblos  y  por  los  muchos  agravios  que  de  ello4  se 
originaban;  lo  que  no  le  sucediera  si  hubiese  procurado 
desechar  y  vencer  los  malos  pensamientos  con  otros  bue- 
nos y,  sobre  todo,  con  ocupar  el  tiempo  en  el  gobierno  de 
sus  reinos,  pues  la  primera  virtud  es  la  obligación. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  conciencia  también  tiene 
sus  extremos,  pues  unas  veces  es  tan  aguda,  que  nos  ator- 
menta de  lo  que  no  debía,  y  otras  tan  grosera,  que  no  nos 
punza  de  lo  que  debía;  cuando  es  muy  sutil  y  nos  punza 
más  de  lo  que  debía,  proviene  del  exceso  de  amor  o  de 
temor  que  tenemos;  y  cuando  es  muy  grosera,  proviene 
de  la  falta  de  uno  y  otro:  lo  que  está  dispuesto  así  para 
que  la  conciencia  no  pueda  estar  en  nosotros  sin  la  jus- 
ticia, que  tenga  igual  la  balanza,  para  que  los  actos  de  la 
memoria,  entendimiento  y  voluntad  sean  ordenados  y  no 
declinen  a  tener  escrúpulo  de  lo  que  se  debe  tener,  ni  a  de- 
jarle de  tener  de  lo  que  se  debe  tener. 


4  «ellos»  en  la  traducción  castellana. 


938 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  CIII 

DE  LA  CONFESIÓN 

— La  confesión  es  manifestación  y  declaración  de  los 
pecados  y  defectos  1  que  el  hombre  ha  cometido  contra  Dios, 
contra  el  prójimo  y  contra  si  mesmo,  la  que  requiere  arre- 
pentimiento y  satisfacción  arreglada  al  consejo  o  peniten- 
cia que  el  confesor  le  diere,  a  quien  corresponde  enseñar 
al  penitente  el  modo  o  modos  de  ejercitar  las  virtudes  y 
apartarse  de  los  vicios  y  de  satisfacer  a  Dios  y  a  sus  pró- 
jimos de  'lias  ofensas  que  les  hubiese  hecho  y  defectos  que 
contra  sus  preceptos  hubiese  cometido. 

Has  de  saber,  hijo,  que  había  un  clérigo  que  regía  una 
gran  parroquia,  el  cual  había  estudiado  leyes  con  el  fin  de 
saber  en  la  confesión  aconsejar  y  dirigir  a  los  que  se  con- 
fesaban con  él,  pareciéndole  que  con  ellas  solas  y  sin  la 
teología  y  filosofía  podía  conseguirlo  y  ser  buen  confesor; 
[y  por  esto  el  tal  clérigo  no  sabía  aconsejar  los  modos  para 
vivificar  en  el  alma  las  virtudes  y  mortificar  los  vicios,  an- 
tes sólo  sabía  aconsejar  sobre. los  bienes  temporales  y  sobre 
la  manera  cómo  dar  con  ellos  satisfacción].  Sucedió  una 
vez  que,  habiéndose  confesado  con  él  un  hombre  de  al- 
gunos pecados  de  lujuria  y  pidiéndole  consejo  para  po- 
derse apartar  de  ellos  y  para  fortificar  en  sí  Ja  virtud  de 
la  castidad  y  resistir  los  ardores  de  la  lujuria,  el  clérigo 
no  se  le  supo  dar  ni  menos  aconsejar  ni  fortificar  en  la  fe, 
no  obstante  haberle  dicho  el  hombre  dudaba  de  ella  en  mu- 
chas ocasiones ;  de  que  el  hombre  se  admiró  2  (y  comprendió 
que,  aunque  es  bueno  que  el  confesor  sepa  leyes,  para  dis- 
tinguir los  casos  en  que  obliga  la  satisfacción  y  restitu- 
ción y  cómo  se  debe  ejecutar,  éstas  no  bastan,  sin  la  filo- 
sofía y  teología,  para  enseñar  al  penitente  a  que  abrace 
las  virtudes,  a  que  se  aparte  de  los  vicios  y  a  que  se  ra- 
dique en  la  fe). 

— Señor— (dijo  Félix — „  yo  me  maravillo  de  que  los  hom- 
bres que  no  quieren  o  no  se  hallan  dispuestos  para  apartarse 
del  pecado,  se  confiesen,  cuando  la  confesión  vale  poco  sin 
contrición  ni  satisfacción.  — (Hijo— -úijo  el  ermitaño — ,  has 
de  saber  que  un  beneficiado  tenía  en  su  casa  una  loca  mu- 


1  Ambos  términos  corresponden  al  catalán  «fallimens». 

2  Todo  lo  que  sigue  es  una  glosa  de  la  sencilla  frase  luliana  :  «Lo 
hom  se  meraveyllà  per  què  a  aytal  hom  era  comenada  confessió.» 


FÉLIX   DE   LAS   MARAVILLAS. — C.  103 


939 


jer,  con  quien  pecaba,  y,  no  obstante  esto,  decía  misa  todos 
los  días,  confesando  antes  sus  pecados  sin  contrición  ni 
satisfacción;  por  lo  que  lá  confesión  era  nula.  Pero,  no 
obstante,  como  confesándose  así  se  aproximaba  más  ai  la 
verdadera  confesión  que  si  no  se  confesase,  por  tal  proxi- 
midad, que  tenía  alguna  similitud  con  la  confesión  verda- 
dera, se  siguió  en  él,  y  se  sigue  algunas  veces  en  los  más 
hombres,  el  llegar  a  ejecutarlo  con  contrición  y  satisfac- 
ción, que  era  lo  que  al  prebendado  le  faltaba. 

— »Señor — dijo  Félix — ,  yo  me  maravillo  de  que  haya 
hombres  que  se  confiesen  con  confesor  que  saben  que  está 
en  pecado  mortal,  y  he  conocido  adgunos  que  han  dejado 
de  ejecutarlo  por  este  motivo.  — tfiijo — 'dijo  el  ermitaño — , 
la  bondad  y  la  misericordia  de  Dios  son  tan  -grandes  e  in- 
finitas como  su  justicia,  y  la  grandeza  de  Dios  influye  la 
similitud  de  estas  virtudes  con  tal  grandeza  en  el  confesor, 
que  la  parvidad  de  su  ser  ni  de  sus  defectos  no  puede  des- 
truir ni  aniquilar  el  carácter  y  similitud  de  la  grandeza 
de  estas  virtudes  que  Dios  ha  puesto  en  él. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  ha- 
bía un  hombre  que  había  cometido  un  pecado  tan  feo,  que 
por  vergüenza  dejaba  de  decirle  cuando  se  confesaba,  de 
que  se  admiraba  él  mesmo,  considerando  que  tenía  más  ver- 
güenza y  empacho  de  decir  aquel  pecado  al  confesor,  que 
de  (Dios  que  le  sabía.  [Por  mucho  tiempo  reflexionó  aquel 
hombre  en  la  causa  por  que  no  podía  confesar  el  pecado,  y 
mucho  se  maravillaba.  Sucedió  un  día,  que  él  consideró  el 
estado  en  que  se  hallaba  ty  en  las  costumbres  que  tenía;] 
hasta  que  alcanzó  que  esto  provenía  de  que  él  temía  más  el 
decir  de  las  gentes,  que  no  amaba  ni  temía  a  Dios,  [y  por 
ello  continuaba  en  el  feo  pecado  que  había  cometido  y  que 
no  podía  confesar]. 

También  has  de  saber  que  había  un  religioso  muy  docto 
en  filosofía  y  teología,  que  era  confesor  de  un  rey,  quien 
se  confesó  con  él  una  vez  de  todos  sus  pecados,  y  entre 
otros  del  de  hafoer  quitado  injustamente  un  castillo  a  un 
conde.  El  religioso,  habiendo  considerado  sobre  los  peca- 
dos del  rey,  como  era  tan  sabio,  conoció  y  le  manifestó  con 
razones  necesarias  el  principio  del  pecado,  y  de  qué  se  ori- 
gina, y  cómo  del  que  había  cometido  injustamente  contra 
el  conde  debía  darle  satisfacción;  de  que  el  rey  estuvo  muy 
contento,  y  lo  ejecutó,  quedando  instruido  en  adelante  del 
origen  del  pecado  y  de  la  forma  cómo  se  debe  destruir  y 
mortificar. 

También  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en 
un  gran  monasterio  había  un  fraile  lego  y  simple,  el  que  se 
maravillaba  de  ver  confesar  tan  a  menudo  a  los  religiosos, 


940 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


cuando  nunca  los  veía  pecar;  lo  que  dimanaba  de  parecerle 
a  él  que  no  se  podía  pecar  con  sola  la  intención  o  con  sola 
el  alma  y  sin  manifestación  de  señales  exteriores. 

También  has  de  saber  que  un  peregrino  de  Ultramar 
fué  a  estar  con  un  emperador,  y  le  dijo  que  si  se  había 
confesado  del  pecado  que  cometía  en  dejar  tener  y  poseer 
la  Tierra  Santa  a  los  infieles;  a  que  el  emperador  respondió 
que  ni  menos  había  hecho  escrúpulo  de  ello,  y  que  así  nunca 
se  había  confesado;  por  lo  que  el  peregrino  prosiguió  di- 
ciendo que  había  un  prelado  que  tenía  gran  poder,  en  el 
cual  había  grandeza  de  ociosidad  y  pequeñez  de  utilidad,  al 
que  preguntó  un  clérigo  de  su  casa  de  qué  pecados  era 
más  provechoso  y  consecuente  que  se  confesase,  de  los  que 
hacía  contra  el  honor  y  servicio  de  Dios  o  de  los  que  hacía 
contra  el  honor  y  utilidad  de  sus  prójimos.  A  que  el  pre- 
lado, juzgando  como  debía,  dijo  que  así  como  le  compete 
más  honor  a  Dios  que  al  prójimo,  así  es  consecuente  que 
sea  mayor  el  pecado  que  se  comete  contra  Dios  que  el  que 
>  se  cómete  contra  el  prójimo.  Mucho  se  maravilló  el  clérigo 
de  las  palabras  del  prelado,  pues  con  ellas  contradecía  a  sus 
obras;  por  lo  que  añadió  las  siguientes: 

"Quien  peca  contra  Dios  y  se  confiesa,  debe  darle  mayor 
satisfacción  que  la  que  da  a  su  prójimo  [con  bienes  tempo- 
rales] cuando  contra  él  ha  pecado;  pues  para  que  la  confe- 
sión sea  perfecta  es  más  necesaria  la  satisfacción  de  la  hon- 
ra, de  la  alabanza,  del  conocimiento  y  del  amor  que  se  ha 
dejado  de  tener  a  Dios,  que  no  la  satisfacción  de  las  viñas, 
castillos,  dineros  u  otras  cosas  que  se  hayan  usurpado  ta  los 
prójimos." 

También  has  de  saber  que  un  caballero,  habiendo  ido 
a  confesarse  con  un  obispo,  le  dijo  en  la  confesión  cómo 
había  robado  mil  sueldos  a  un  labrador  vasallo  suyo.  El 
obispo  le  dijo  que  era  necesario  que  los  restituyese,  porque, 
si  no,  no  le  podía  absolver.  El  caballero  le  respondió  que 
no  los  tenía;  a  que  el  obispo  volvió  a  decirle  que  hiciese  el 
ánimo  y  propósito  de  restituírselos  cuando  los  tuviese;  a 
lo  que  el  caballero  le  respondió  que  no  quería;  de  que  el 
obispo  se  admiró  mucho,  pero  mucho  más  el  caballero  de 
que  el  obispo  no  le  diese  los  mil  sueldos  para  restituirlos, 
teniendo  tan  gran  renta  y  muchos  millares  de  doblones, 
procedentes  de  ella,  detenidos  y  sin  uso  en  su  tesoro;  por 
lo  que  dijo  al  obispo: 

"Señor,  sírvase  vuestra  señoría  ilustrísima  3  decirme  quién 


3  Traducción  dieciochesca  de  la  frase  medieval  :  «Sen ver  bisbe, 
prech-vos...»  Claro  está  que  en  este  punto,  como  en  otros,  la  moral 
luliana  es  exagerada,  .pues  t  aquí  bastaba  que  el  caballero  propusiese 
seriamente  restituir  los  mil  sueldos  cuando  los  tuviese. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    104  941 


comete  mayor  defecto:  yo,  que  no  quiero  ni  tengo  voluntad 
de  restituir  los  mil  sueldos  que  no  tengo,  o  vuestra  señoría 
ilustrísima,  que  puede  dármelos  por  amor  de  Dios,  pues 
tiene  tantos,  y  deja,  por  no  hacerlo,  de  hacer  el  bien  que 
puede  y  a  que  está  obligado."  A  lo  que  el  obispo  no  supo 
qué  responder,  volviéndose  a  maravillar  el  caballero  de 
que  el  obispo  conociese  y  se  maravillase  del  pecado  que  él 
había  cometido  y  no  conociese  ni  se  maravillase  del  que 
él  cometía,  estando  tanto  más  cercano  del  entendimiento 
del  obispo  su  propio  defecto  que  el  del  caballero. 

— Señor — dijo  Félix—,  tengo  entendido  que  un  santo 
hombre  confesor,  habiendo  confesado  un  día  muchas  mu- 
jeres y  oído  los  distintos  pecados  de  lujuria  que  habían 
cometido,  tuvo  grandísimos  incentivos  y  tentaciones,  de  que 
él  se  maravillaba,  considerando  cómo  de  la  confesión,  que 
es  cosa  tan  buena,  se  puede  seguir  cosa  tan  mala,  como  las 
tentaciones  e  incentivos  de  la  lujuria.  — Hijo — dijo  el  er- 
mitaño— ,  en  Dios  hay  grandeza  de  bondad,  y  porque  la 
confesión  es  buena  y  en  Dios  hay  grandeza  y  no  parvidad, 
quiso  Dios  que  en  el  confesor  hubiese  grandeza  de  forta- 
leza, para  que  con  ella  resistiese  al  deleite  e  incentivos  car- 
nales (por  lo  que  permitió  las  tentaciones  en  el  confesor 
y  las  permite  en  nosotros  para  que,  venciéndolas,  engran- 
dezcamos nuestras  virtudes  y  merezcamos  eternos  pre- 
mios) 4. 


CAPÍTULO  CIV 
De  la  penitencia 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  los  hombres  hacen  peniten- 
cia (por  medio  de  la  caridad,  justicia,  esperanza,  sabidu- 
ría, fortaleza  y  templanza)  de  los  pecados  que  han  come- 
tido si  se  arrepienten  de  ellos;  pero  como  los  más  sin  el 
uso  de  estas  virtudes  quieren  hacer  penitencia,  obran  con- 
tra la  penitencia,  porque,  sin  ellas,  con  nada  conviene,  ni 
tiene  compañía,  ni  en  qué  arraigarse. 

Maravíllate,  hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  de  los  hom- 
bres, pues  quieren  hacer  penitencia  sin  justicia;  sin  consi- 
derar de  que,  tanto  como  han  ofendido  a  Dios,  tanta  ha  de 
ser  la  penitencia  que  deben  hacer  según  justicia,  y  otro  tan- 
to se  deben  arrepentir  de  los  pecados,  y  otro  tanto  deben 
satisfacer  a  Dios  y  a  los  prójimos,  contra  quienes  los  han 
cometido;  todo  lo  cual  es  necesario  para  que  el  hombre 


4  Glosa  del  traductor. 


942 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


engrandezca  su  justicia,  caridad  y  las  demás  virtudes  l.  Mas 
cuando  sucede  que  ellas  comienzan  a  engrandecerse  y  el 
hombre  a  querer  hacer  penitencia,  y  siente  el  trabajo  que 
en  ella  ha  de  pasar,  le  falta  la  compañía  de  la  grandeza  a 
las  demás  virtudes,  introduciéndose  en  su  lugar  la  pequeñez 
en  hacer  poca  penitencia,  por  razón  de  que  no  puede  ni 
quiere  sostener  los  trabajos  que  para  hacerla  perfecta  ha  de 
padecer.  i  . 

Has  de  saber,  hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  que  un 
caballero,  hombre  usurpador,  lujurioso,  iracundo,  homicida 
y  que  había  hecho  otros  muchos  pecados,  se  entró  religioso 
con  el  fin  de  hacer  penitencia.  Y  cuando  estuvo  en  el  con- 
vento, sintió  alguna  aflicción  corporal,  pero  ninguna  espi- 
ritual, ni  en  su  alma  dolor  ni  penn.  antes  bien  menos  ansia 
y  trabajo  y  más  descanso  que  el  que  solía  tener  cuando 
,  estaba  en  el  siglo.  Por  lo  que  se  puso  a  pensar  que  aquella 
penitencia  no  podía  ser  suficiente  ni  satisfactoria  de  los 
grandes  pecados  que  él  había  cometido;  y  así  rogó  a  su 
abad  le  enseñase  modo  y  diese  doctrina  para  hacerla  tan 
justa  y  conveniente  como  deseaba.  Pero  el  abad,  no  hacien- 
do caso  de  lo  que  el  nuevo  monje  le  decía,  le  hizo  despen- 
sero, por  verle  cuidadoso,  diligente  y  apto  para  ello;  por 
lo  que  el  caballero  no  pudo  hacer  cumplida  y  perfecta  peni- 
tencia respecto  del  nuevo  encargo  oue  tenía,  pues  la  que  lo 
ha  de  ser  requiere  muchas  lágrima?,  cogitaciones,  susoiros, 
continuos  arrepentimientos  de  haber  pecado  (y  propósitos 
de  no  volver  a  pecar,  y  esto  no  se  puede  hacer  entre  las  ocu- 
paciones y  afanes  del  mundo)  2. 

— ^Señoff — dijo  Félix — ,  mucho  me  admiro  de  que  los 
hombres  hagan  hacer  penitencia  al  cuerpo,  vistiéndole  de 
toscos  paños,  azotándole,  ayunando  y  durmiendo  mal  y  en 
duras  camas,  y  que  no  se  la  hagan  hacer  al  alma,  que  es 
quien  ha  pecado  mucho  más  que  el  cuerpo.  — Hijo — dijo  el 
ermitaño — ,  has  de  saber  que  había  un  hombre  que  estaba 
en  un  desierto  haciendo  penitencia,  el  cual  la  hacía  corpo¿ 
ral  y  espiritualmente :  corporal,  porque  se  atormentaba 
y  destruía  el  cuerpo  con  ayunos,  llantos,  vigilias,  y  con 
sufrir  calor,  frío,  soledad  y  muchas  otras  cosas  traba  iosas 
para  el  cuerpo;  y  espiritualmente.  porque  todo  el  día  hacía 
que  su  alma  estuviese  aborreciendo  el  pecado  y  amando  a 


1  Más  claro  es  «1  original  :  «...  car  aytant  com  Déu  ha  offès  Déu, 
de  aytant  vol  justícia  que  hom  se  peneda  del  peccat  que  fevt  ha  ¡ 
e  per  la  justícia  cové  que  hom,  faén  penitència,  satisfaça  a  Déu  e  a 
son  proïsme  contra  qui  ha  peccat  ;  e  açò  se  cové  per  ço  que  hom 
haja  granea  en  justícia,  caritat,  sperance,  força,  saviesa  e  tem- 
prança.» 

2  Todo  el  paréntesis  es  una  glosa  :  en  cambio,  queda  por  traducir 
«Molt  se  meraveyllà  aquell  cavaller  del  abat  qui  no  li  donava  oppor- 
tunitat  de  fer  penitència». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


104 


943 


Dios,  en  lo  que  se  esforzaba  tanto  como  podía,  teniendo 
siempre  su  voluntad  sierva  y  sujeta  de  su  entendimiento, 
por  conocer  que  así  como  esta  potencia  era  la  que  más  había 
pecado,  así  debía  ser  la  más  afligida  y  más  penitente  según 
justicia. 

— Señor — dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  el  ver  a 
muchos  hombres  que  hacen  penitencia  y,  al  mismo  tiempo, 
aman  ser  honrados  y  venerados,  de  forma  que,  si  uno  les  dice 
alguna  mala  palabra  o  les  hace  algún  mal  hecho,  se  irritan 
y  descomponen  y  aun  pasan  a  vengarse.  — Hijo — dijo  el  er- 
mitaño— ,  Dios  es  totalmente  digno  de  ser  honrado  y  vene- 
rado, y  quiere  serlo  por  ios  hombres  y  por  medio  de  los 
hombres;  esto  es,  que  le  demos  veneración  por  sí  mesmo  y 
por  la  que  nos  damos  unos  a  otros,  y  con  especialidad  por 
la  que  damos  a  los  príncipes  y  prelados,  por  cuyo  motivo 
el  demonio  tienta  a  muchos  hombres  de  todas  clases,  para 
que  cuando  hacen  penitencia  se  impacienten  si  no  los  hon- 
ran, y  pierden  la  humildad  y  la  justicia  que  debían  mantener. 

—-Señor — dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  el  ver 
muchos  religiosos  que,  haciendo  penitencia,  solicitan  ser 
obispos,  cuando  la  pueden  hacer  mejor  y  con  más  quietud 
en  sus  conventos  que  en  los  palacios  3. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  un  religioso  muy  devoto  y  de 
santa  vida  fué  electo  obispo,  el  que  se  excusó  de  serlo  por 
no  dejar  su  religión;  pero  el  capítulo  insistió  en  que  lo 
fuese,  diciendo  que  mayor  bien  podía  hacer  siendo  religioso 
y  obispo  que  siendo  sólo  religioso.  A  lo  que  él  respondió: 
"Una  vez  sucedió  que  un  monje  fué  electo  obispo,  y  aunque 
cuando  aceptó  el  obispado  lo  aceptó  con  el  fin  de  hacer  mu- 
cho bien,  después  que  fué  obispo  hizo  mucho  mal,  y  empleó 
muy  mal  sus  rentas,  cuidándose  sólo  de  vivir  delicada  y  re- 
galadamente; por  lo  que  no  quería  él  ser  como  aquél  siendo 
obispo,  ni,  por  consecuencia,  aceptar  el  obispado."  Cuya  res- 
puesta habiendo  oído  un  hombre  que  estaba  presente,  dijo 
que  de  aquella  clase  de  religiosos  (que  debía  haber  muchos 
en  el  mundo)  4  reparaba  que  había  muy  pocos. 

Has  de  saber  —  prosiguió  el  ermitaño  — -  que  había  un 
hombre  que  se  confesaba  muy  a  menudo,  pero  no  quería  ha- 
cer ninguna  penitencia,  o  dejaba  de  hacerla  luego  que  la  em- 
pezaba a  hacer;  de  que  él  mismo  se  admiraba,  por  lo  que  pre- 
guntó a  su  confesor  que  de  qué  podía  dimanar  o  provenir 
aquella  negligencia  que  experimentaba  al  tiempo  de  hacer 
la  penitencia.  A  que  el  confesor  le  respondió  que  la  penitencia 
sin  trabajo  nada  valía,  y  que  así,  por  no  quererle  él  tener, 


3  Interpretación  de  la  frase  «e  volen  ésser  bisbes,  los  quals  no 
den  fer  tanta  de  penitència  com  los  religioses». 

4  Paréntesis  del  traductor. 


944 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


carecía  de  virtud  en  que  la  penitencia  pudiese  arraigarse  y 
permanecer. 

— Señor — dijo  Félix — ,  para  hacer  gran  penitencia  con- 
viene tener  gran  mortificación,  y  para  tener  gran  mortifi- 
cación conviene  mortificar  todos  los  sentidos  en  todas  aque- 
llas cosas  que  encuentran  delectación,  pur  lo  que  me  admiro 
mucho  de  ver  hombres  que  dicen  que  hacen  penitencia  y,  al 
mismo  tiempo,  se  complacen  de  ver  cosas  bellas,  de  oír  pa- 
labras agradables,  de  comer  panes  blancos  y  de  beber  vinos 
delicados.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había 
un  hombre  tan  bueno  y  tan  fuerte  de  espíritu,  que  por  nada 
que  viese,  que  oyese,  que  comiese  ni  bebiese  manifestaba 
inmutarse,  alterarse  ni  inclinarse  al  pecado5;  antes  bien, 
cuando  estaba  entre  las  gentes  y  veía  bellas  cosas,  oía  pala- 
bras dulces  o  comía  o  bebía  manjares  delicados,  siempre  ala- 
baba a  Dios,  que  tanto  bien  daba  a  sus  criaturas ;  pero  en  su 
corazón  sentía  dolor  e  interiormente  lloraba  y  se  lamentaba 
de  que  las  criaturas  no  correspondiesen  dando  a  Dios  las  de- 
bidas gracias  por  los  beneficios  que  les  había  hecho  y  hacía. 


CAPÍTULO  CV 

De  LA  ORACIÓN 

— La  oración — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  es  el  medio  por 
el  cual  las  virtudes  de  Dios  influyen  su  similitud  en  las  vir- 
tudes del  hombre ;  y  esto  es  decir  que,  cuando  el  hombre  de- 
votamente y  con  verdadera  intención  contempla  a  Dios,  la 
bondad  del  hombre  tiene  similitud  con  la  de  Dios,  en  cuanto 
aquel  hombre  es  bueno,  por  la  oración  que  hace  contemplan- 
do a  Dios;  y  cuando  la  oración  es  grande,  la  grandeza  de 
Dios  influye  su  similitud,  haciendo  aquella  oración  grande  en 
bondad,  duración,  poder,  sabiduría,  etc.,  y  esto  mismo  hace 
la  eternidad,  que  hace  durar  la  oración  con  la  influencia  de 
su  similitud;  y  lo  mismo  es  el  poder  y  las  demás  virtudes 
de  Dios. 

Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  cuando  un  grano  de  semilla 
engendra  otro  grano  y  cuando  el  entendimiento  del  hombre 
engendra  su  entender,  se  hace  aquella  generación  por  in- 
fluencia de  la  similitud,  y  la  similitud  influyente  es  engen- 
drante, y  la  similitud  influida  es  engendrada  en  su  similitud; 
por  lo  que  es  gran  maravilla  el  que  los  hombres  no  se  esfuer- 
cen y  procuren  más  contemplar  a  Dios,  respecto  de  que  en 


c  «a  peccat  mortal»,  dice  Ramón. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  105 


945 


aquella  oración  y  contemplación  se  hace  conjunción  de  la 
similitud  increada  con  la  similitud  creada,  en  cuyo  acto  e 
instante  el  hombre  recibe  beneficio  y  gracia  de  su  Creador. 

Hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que,  en 
la  esencia  de  Dios,  la  bondad  que  es  Padre  es  semejante  a  la 
bondad  que  es  Hijo,  y  esta  similitud  está  relativamente  se- 
gún la  bondad  personal,  y  es  tan  grande  esta  similitud,  que 
es  una  común  esencia  y  una  naturaleza  que  es  Padre  y  que  es 
Hijo,  y  personal  y  relativamente  está  la  similitud  en  la  dis- 
tinción de  la  una  persona  y  .de  la  otra.  Estas  palabras  te 
digo,  hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  para  que  te  maravilles 
de  cómo  Dios  por  la  oración  quiere  significar  la  operación 
que  tiene  en  sí  mesmo  por  la  similitud  de  personas,  pues 
en  la  oración  -está  la  voluntad  de  Dios  con  similitud  a  la 
voluntad  del  hombre,  respecto  de  que  el  hombre  ama  a  Dios, 
y  Dios  ama  al  hombre,  y  el  amor  de  Dios  y  el  del  hombre 
son  entonces  semejantes  en  la  bondad,  grandeza  y  demás 
virtudes  de  Dios,  y  también  en  las  propiedades  que  Dios  ha 
dado  al  hombre,  en  algo  semejantes  a  sus  virtudes,  para  que 
pueda  recibir  su  influencia. 

Mucho  tiempo  estuvo  pensativo  Félix  y  reflexionando  las 
palabras  que  al  ermitaño  había  oído,  y  por  ellas  conoció  cuán 
agradable  le  es  a  Dios  la  oración;  pero  se  maravilló  de  que 
los  hombres  en  este  mundo  tan  poco  y  con  tan  poco  fervor 
adoren  y  contemplen  a  Dios,  cuando  es  tan  digno  de  ser  ado- 
rado y  contemplado ;  por  lo  que  dijo  al  ermitaño : 

— Señor,  había  una  vez  un  hombre  avaro,  que  se  mara- 
villaba mucho  de  que,  cuando  estaba  en  oración,  no  podía 
orar  ni  contemplar  a  Dios  con  la  devoción  ni  fervor  que  de- 
seaba; antes  bien,  cuando  quería  orar  y  contemplar,  comen- 
zaba a  desesperarse  y  bostezar  y  se  sentía  triste,  melancóli- 
co y  pesado,  y  cuando  dejaba  este  pensamiento  y  pensaba  en 
sus  riquezas  y  demás  cosas  de  este  mundo,  se  sentía  alegre 
y  regocijado,  de  que  él  mismo  se  maravillaba.  Sucedió  un 
día  que  preguntó  a  un  su  amigo  la  razón  de  lo  que  le  sucedía, 
y  él  le  respondió:  "Has  de  saber  que  había  un  príncipe  que 
amaba  mucho  el  ser  honrado  y  venerado  de  sus  vasallos, 
sólo  con  el  fin  de  que,  honrándole  y  venerándole  a  él,  apren- 
diesen a  honrar  y  venerar  más  a  Dios,  por  ser  el  príncipe,  en 
algún  modo,  su  imagen  1,  y,  por  consecuencia,  tener  alguna 
similitud  la  honra  que  a  él  se  le  hace  con  la  que  se  hace 
a  Dios;  lo  que  si  este  príncipe  no  hubiese  hecho  con  esta 
intención  y  hubiese  querido  ser  honrado  por  sí  mesmo,  hu- 
biera invertido  el  orden  del  honor,  y  Dios  no  hubiera  podido 


1  He  ahí  el  texto  original,  algo  diverso  :  «Aquell  rey  volia  ésser 
honrat  per  ço  que  Déus  fos  honrat  ;  e  per  ço  volen  que  fos  una  sem- 
blança de  honrar,  per  donar  honrament  a  altra  semblança.» 


946 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


influir  en  él  su  similitud  con  la  similitud  de  su  mismo 
honor." 

Mucho  agradó  al  ermitaño  la  comparación  que  había  he- 
cho Félix  del  hombre  avaro  y  de  la  causa  por  que  no  podía 
orar  ni  rogar  a  Dios,  que  era  el  que  invertía  y  apartaba  su 
voluntad  del  fin  para  que  Dios  la  creó;  por  lo  que  dijo  a 
Félix  estas  palabras*/ 

— Hijo,  la  oración  y  la  intención  son  dos  cosas  que  se 
deben  convertir  en  grandeza  de  bondad,  potestad,  sabiduría, 
voluntad,  justicia  y  perfección;  pero  como  la  grandeza  de  la 
bondad  se  ha  disminuido  tanto  en  el  mundo  y  la  grandeza  de 
la  malicia  e  imperfección  se  ha  aumentado,  se  ha  aumentado 
también  la  grandeza  de  la  mala  intención,  por  cuyo  motivo 
las  gentes  no  se  cuidan  de  orar,  adorar  ni  rogar  a  Dios 
como  deben,  antes  bien  hay  muchos  que  le  blasfeman  y 
maldicen,  y  en  éstos  se  incluyen  también  los  que  le  ruegan 
y  piden  cosas  inútiles,  injustas,  contra  la  bondad,  perfección 
y  grandeza  (del  mismo  Dios)  2. 

Has  de  saber  que  había  un  ropero  3  que  tenía  un  hijo  a 
quien  amaba  tanto,  que  para  dejarle  rico  cometía  muchas 
usuras  y  hacía  muchas  injurias  y  falsedades.  Este  ropero 
rogaba  a  Dios  que  diese  salud  y  larga  vida  a  su  hijo,  y  con 
mucho  más  fervor  oraba  y  contemplaba  cuando  rogaba  a 
Dios  por  su  hijo  que  cuando  rogaba  y  contemplaba  a  Dios 
por  ser  quien  es;  y  como  en  la  oración  tenía  más  fervor  y 
más  presente  la  similitud  de  su  hijo  que  la  de  Dios,  en  lugar 
de  merecer,  desmerecía,  y  en  lugar  de  alabarle,  le  desprecia- 
ba y  vituperaba. 

También  has  de  saber  que  en  un  monasterio  entró  un 
religioso  muy  joven,  el  cual,  después  que  tomó  el  hábito, 
vivió  en  él  muchos  años.  Habiendo  llegado  a  la  senectud,  le 
pareció  que  Dios  debía  darle  gran  gloria,  en  premio  del 
mucho  tiempo  que  había  vivido  en  religión.  Y  habiéndose 
dormido  con  este  pensamiento  una  noche,  soñó  que  se  había 
condenado  y  que  estaba  en  el  infierno  acompañado  de  los 
malos  espíritus.  Estando  así,  y  todo  admirado  de  haberse 
condenado,  cuando  había  creído  salvarse,  le  sacó  de  duda  uno 
de  los  malos  espíritus,  diciéndole  que  se  había  condenado 
porque  todas  las  veces  que  había  orado  y  rogado  a  Dios 
lo  había  hecho  sólo  porque  le  diese  da  gloria  del  cielo  y  le 
librase  de  las  penas  del  infierno,  y  que  nunca  había  orado 
ni  rogado  a  Dios  por  razón  del  mesmo  Dios  ni  por  ser  quien 
es  (siendo  así  que  éste  es  el  fin  principal  de  la  oración  y  el 
porqué  creó  al  hombre)  4. 


2  Glosa  inútil  y  aun  contraria  a  la  terminología  luliana. 

3  Falsa  traducción  de  «draper»,  mercader  de  paños. 

4  Añadidura  innecesaria. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  105 


Q47 


Habiendo  el  ermitaño  dicho  estas  palabras,  y  reflexio- 
nado mucho  sobre  ellas  Félix,  se  puso  a  llorar  y  lamentar; 
y  preguntándole  el  ermitaño  que  por  qué  hacía  tales  ex- 
tremos, respondió:  — 'Señor,  yo  lloro  porque  contemplo  cuán- 
tos hombres  están  en  mal  estado  porque  adoran  a  Dios  fal- 
samente y  contra  la  verdadera  intención  por  que  le  deben 
adorar,  pues  los  más  que  oran  y  ruegan  a  Dios  le  ruegan 
y  oran  más  por  temor  que  por  amor,  y  se  aman  más  a  bí 
mesmos  y  a  las  cosas  mundanas  que  a  Dios  cuando  oran. — Y 
prosiguió  diciendo:  — Cuando  considero  la  infinita  perfec- 
ción de  Dios,  su  infinita  bondad,  infinita  magnitud,  infinita 
eternidad,  infinito  poder  e  infinita  sabiduría,  y  considero 
que  son  más  los  hombres  que  adoran  al  sol,  a  los  ídolos  y  a 
las  bestias  que  a  Dios,  me  admiro  de  que  lo  estén  viendo  y 
tolerando  tanto  los  cristianos,  y  con  especialidad  tantos  ecle- 
siásticos sacerdotes,  religiosos  y  prelados  5  que  tiene  la  Igle- 
sia de  Dios. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  una  ciudad  había  un  hom- 
bre recluso  o  encarcelado  que  vivía  sólo  de  la  limosna  que 
la  gente  que  pasaba  por  la  calle  le  hacía.  Este  hombre  tenía 
la  costumbre  de  estarse  todo  él  día  a  una  ventana  mirando 
la  gente  que  pasaba  por  la  calle  y  considerando  en  lo  que 
iban  a  hacer  y  en  el  afán  con  que  lo  hacían;  pero  siempre 
discurría,  y  hallaba  que,  por  uno  que  fuese  con  buena  in- 
tención y  a  ejecutar  cosas  buenas,  iban  ciento  con  mala 
intención  y  a  ejecutar  cosas  malas.  Habiéndose  estado  en 
esta  costumbre  mucho  tiempo  y  maravillándose  de  que  Dios 
lo  sufriese  y  permitiese,  y  de  que  Dios  no  diese  gracia  y  dis- 
pusiese que  en  el  mundo  hubiese  más  de  buenos  que  de  ma- 
los, y,  sobre  todo,  de  que  la  naturaleza  humana  de  Jesucristo 
no  intercediese  sobre  esto  con  la  divina,  y  de  que  ésta  no  oye- 
se a  María  Santísima  y  a  tantos  ángeles  y  arcángeles,  márti- 
res, confesores  y  vírgenes  que  están  en  el  cielo  y  se  lo  están 
pidiendo,  se  durmió,  y  vió  en  sueños  cuán  grandes  son  los 
defectos  y  pecados  que  los  hombres  cometemos  contra  Dios; 
y  después  no  se  maravilló  de  que  Su  Majestad  dejase  estar 
y  perseverar  el  mundo  en  su  malicia  e  iniquidad. 


6  Por  «tant  sant  religiós  e  sant  hora  qui  són  en  la  santa  fe  ca- 
thólica,  com  ho  poden  sostenir  e  com  no  han  gran  dolor  de  la  vi- 
lania,  injuria,  qui  és  feta  a  Déu,  adorant-lo  sots  spècia  de  ydola, 
ho  de  bèstia,  ho  de  altra  cosa». 


948 


OBRAS  Ll  i  ERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPITULO  CVI 

De  la  limosna 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — >,  en  una  ciudad  había  un  noble 
ciudadano  muy  rico  y  opulento  de  los  bienes  temporales,  el 
que  muchos  años  había  vivido  y  vivía  con  toda  felicidad 
y  regalo.  Sucedió  un  día  que,  estando  sentado  a  su  puerta, 
pasó  un  pobre  peregrino,  que  le  pidió  limosna  por  tamor  de 
Dios.  El  ciudadano  le  respondió  que  Dios  le  ayudase;  a  que 
el  pobre  replicó  que  Dios  le  quería  ayudar  con  la  limosna 
que  él  le  había  de  hacer,  respecto  de  que  los  bienes  que  tenia 
y  poseía  eran  de  Dios  y  no  suyos. 

Admirado  el  ciudadano  de  las  palabras  del  peregrino,  y 
considerando  en  ellas  y  en  el  porqué  Dios  había  establecido 
y  ordenado  la  limosna,  conoció  que  Dios  ha  ordenado  la  li- 
mosna para  que  los  hombres  tengamos  ocasión  de  dar  a 
Dios;  y  para  tener  el  mesmo  Dios  motivo  de  podernos  re- 
compensar y  dar,  quiere  que  nos  socorramos  unos  a  otros  por 
amor  del  mismo  Dios.  Habiendo  considerado  el  ciudadano 
todo  esto,  dió  al  peregrino  un  dinero,  por  lo  que  éste  le  ben- 
dijo, y  dió  muchas  gracias  a  Dios,  y  le  rogó  que  perdonase 
a  aquel  ciudadano  sus  pecados  y  le  diese  la  gloria. 

Por  lo  que  el  ciudadano  dijo  que  aquel  dinero  que  había 
dado  de  limosna  valía  sin  comparación  mucho  más  que  otros 
muchos  que  tenía  guardados,  pues  que  aquél  sólo  había  sido 
causa  de  que  el  peregrino  bendijese  y  alabase  a  Dios  y  de 
que  rogase  por  él,  y  que  ninguno  de  los  otros  que  guardaba, 
ni  todos  juntos,  podrían  aprovecharle  tanto  si  no  los  emplea- 
ba en  (lo  mesmo. 

Estando  el  ciudadano  en  esta  consideración,  consideró 
también  él  que  muchas  veces  había  negado  la  limosna  a 
muchos  pobres  que  por  amor  de  Dios  se  la  habían  pedido, 
habiéndole  dado  Dios  tantos  bienes  temporales;  por  lo  que 
se  iluminó  su  entendimiento,  memoria  y  voluntad,  y,  ven 
diendo  cuanto  tenía,  se  lo  dió  a  los  pobres  dinero  a  dinero; 
y  cuando  se  los  hubo  dado  todos,  él  se  fué  con  ellos  de  puer- 
ta en  puerta  pidiendo  limosna  por  amor  de  Dios.  Sucedió 
un  día  que,  habiéndola  pedido  todo  él  \  no  encontró  quien 
se  la  diese,  ni  menos  un  pedazo  de  pan,  por  lo  que,  estando 
en  ayunas  y  teniendo  gran  hambre,  respecto  de  ser  hora 


1  Frase  obscura  en  castellano,  que  tampoco  corresponde  al  catalán. 
La  expresión  «ni  menos»  es  un  catalanismo  por  «ni  siquiera». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS.— C.    lOÓ  949 


de  nona,  se  admiró  de  que  aquel  día  Dios  no  le  hubiese  hecho 
la  gracia  de  encontrar  quien  le  diese  un  pedazo  de  pan.  Es- 
tando con  esta  admiración,  vió  venir  al  obispo  de  la  ciudad, 
que  cabalgaba  con  gran  tren,  fausto  y  compañía;  por  lo 
que  se  puso  a  considerar  que  &  quién  había  dado  Dios  más, 
a  él  o  al  obispo,  que  era  hombre  avaro  y  de  malas  costum- 
bres; con  cuya  consideración  se  consoló,  conociendo  que 
cuanto  [s]  más  trabajos  por  Dios  sostenía,  más  a  Dios  servía 
y  más  rico  Dios  le  hacía. 

También  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — 
que,  cuando  el  hombre  pobre  está  delante  del  rico  pidiéndo- 
le limosna  por  amor  de  Dios,  es  una  figura  y  espejo  en  que 
se  debe  considerar  lo  siguiente:  el  pedir  limosna  el  hombre 
pobre  al  hombre  rico  significa  que  el  hombre  rico  debe  me- 
morar, entender,  amar  y  alabar  a  Dios,  que  le  ha  creado, 
le  ha  dado  riquezas  y  ha  querido  que  no  sea  pobre ;  por  lo 
que  el  rico  debe  considerar  que  él  pudo  ser  pobre  y  que  aun 
puede  venir  tiempo  en  que  lo  sea.  Además  debe  considerar 
que  el  dar  es  gran  nobleza  y  generosidad,  y  el  recibir,  gran 
vileza,  y  que  por  el  dar  se  hace  semejante  al  Santo  Espí- 
ritu y  que  se  asemeja  a  la  nobleza  del  Padre  2 ;  y  que  "si  el 
hombre  rico  no  da  limosna  al  pobre,  es  desemejante  a  todas 
estas  cosas  y  a  otras  muchas.  Y  así,  cuando  el  hombre  rico 
da  un  dinero  de  limosna,  tonia  la  semejanza  de  Dios  en  dar, 
y  cuando  la  niega,  vende  la  misma  semejanza  por  un  dinero, 
al  que  manifiesta  amar  más  que  el  ser  semejante  a  Dios. 

Cuando  Félix  hubo  oído  estas  palabras  se  admiró  mucho 
de  que  los  hombres  ricos  no  den  limosna  a  los  pobres,  cuan- 
do dándola  se  pueden  parecer  a  Dios,  que  es  lo  más  a  que 
el  hombre  puede  aspirar  en  este  ni  en  el  otro  mundo. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en  una  ciu- 
dad había  un  obispo  tan  amante  de  dar  limosna  por  amor 
de  Dios,  que  en  ello  empleaba  la  mitad  de  la  renta  de  su 
obispado;  y  por  el  buen  ejemplo  que  daba  y  tomaban  todos 
los  de  la  ciudad,  en  ella  se  hacía  más  limosna  que  en  otras 
de  aquella  provincia.  Por  lo  que,  habiendo  llegado  el  día 
de  la  muerte  del  obispo,  todos  los  pobres  de  ella  tuvieron 
el  mayor  sentimiento  e  hicieron  gran  duelo,  maravillándose 
de  que  Dios  no  le  hubiese  dado  más  larga  vida,  por  el  temor 
que  tenían  de  que  el  que  fuese  nuevamente  electo  no  sería 
tan  caritativo  y  limosnero  como  el  que  habían  perdido. 

También  has  de  saber  que,  pidiendo  un  hombre  pobre 
a  un  rico  una  limosna  por  amor  de  Dios  y  por  el  de  su  san- 
tísima Madre,  el  rico  le  dió  un  dinero  por  Dios  y  otro  por 


2  Traducción  equivocada  de  un  original  bastante  obscuro  ;  «e  per 
donar  serà  semblant  al  Pare  qui  el  Sant  Spirit,  qui  és,  dóna,  e 
semblant  a  la  noblea  del  Pare  qui  dóna». 


950 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


María  Santísima,  lo  que  dió  motivo  al  pobre  de  admirar 
el  que  Dios  no  hubiese  creado  muchos  hombres  como  a  Hiél, 
para  que  honrasen  su  nombre  y  el  de  su  Madre  santísima. 

Félix  dijo  al  ermitaño  que  él  estaba  maravillado  de  que 
los  hombres  ricos  se  comiesen  el  pan  blanco  y  diesen  el 
negro  a  los  pobres.  A  que  el  ermitaño  respondió : 

— <Has  de  saber  que  un  hombre  tenía  un  hijo  y  un  hi- 
jastro, y  al  hijo  le  daba  a  comer  pan  de  trigo  y  al  hijastro 
se  lo  daba  de  cebada»,  lo  que  provenía  de  que  amaba  más 
al  hijo  que  al  hijastro. 

También  has  de  saber,  hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  que 
había  un  obispo  que  había  estudiado  el  derecho  canónico,  el 
que  dijo  a  un  ciudadano  que  todo  cuanto  los  prelados  guar- 
daban y  atesoraban  se  lo  robaban  3  a  los  pobres,  excepto  lo 
necesario  para  su  vida,  con  que  se  debían  quedar;  pero  él 
no  hacía  lo  que  decía,  antes  atesoraba  todo  cuanto  podía. 
Y  habiendo  llegado  la  hora  de  su  muerte,  hizo  su  albacea 
a  aquell  ciudadano,  el  cual  ideó  restituir  a  los  pobres  todo 
cuanto  el  obispo  difunto  había  guardado4;  pero,  habiendo 
venido  nuevo  obispo  a  la  ciudad,  se  apoderó  del  tesoro  del 
difunto,  sin  quererle  volver  ni  entregar  al  ciudadano,  por 
más  que  éste  le  (pedía,  diciendo  que  su  antecesor  lo  había 
robado  a  los  pobres,  y  que  así  se  debía  repartir  entre  ellos 
en  cumplimiento  de  su  voluntad;  en  lo  que  el  nuevo  obispo 
no  quiso  consentir. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  un  caballero  dió  una 
malla  5  de  limosna  a  un  pobre  por  amor  de  Dios,  y  no  quiso 
dar  limosna  a  otro  que  se  hallaba  presente ;  por  lo  que  aquel 
pobre  que  recibió  la  limosna  compró  con  la  malla  un  poquito 
de  pan,  de  que  dió  lai  mitad  al  otro  pobre  a  quien  el  caba- 
llero no  había  querido  dar  limosna;  de  lo  que  el  caballero 
se  admiró,  considerando  que  aquel  pobre  tenía  mayor  ca- 
ridad y  adquiría  mayor  mérito  con  una  malla  que  él  con 
todo  cuanto  tenía.  Lo  que  habiendo  expresado  al  pobre,  éste 
le  dijo  que  no  se  maravillase,  porque  él  era  más  semejante 
a  Jesucristo  por  su  pobreza  que  el  caballero  por  su  riqueza. 
Por  lo  que  el  caballero  vendió  y  dió  todo  cuanto  tenía  a  los 
pobres,  amando  ser  pobre  para  más  parecerse  a  Jesucristo, 
y  pedir  limosna  como  ellos,  y  de  todo  cuanto  le  daban  repar- 
tía y  daba  limosna  a  los  otros  pobres  por  amor  de  Dios. 


3  «emblaven,  robaven  e  tollien»,  dice  con  más  vigor  el  original. 

4  Ramón  escribió  solamente  :  «Morí  aquell  bisbe,  e  lo  tresaur  que 
havia  ajustat  hac  un  bisbe  son  acessor...» 

8  Moneda  antigua  catalana  y  mallorquina,  que  equivalía  a  medio 
dinero.  # 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. 


107 


951 


CAPITULO  CVII 

De  la  intención 

— 'Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  Dios  ha 
creado  el  mundo  para  ser  amado  y  conocido,  y  al  fin  e  in- 
tención con  que  Dios  creó  el  mundo  concurrió  su  grandeza, 
para  que  fuese  grande  el  conocimiento  y  amor  que  los  hom- 
bres deben  tener  a  Dios  y  de  Dios,  siendo  en  esto  maravilla 
el  que,  eñ  lugar  de  la  grandeza  que  Dios  influyó  para  este 
fin  e  intención,  haya  introducido  el  hombre  la  pequeñez  en 
amarle,  servirle  y  conocerle. 

Además  has  de  saber  que,  según  el  curso  y  naturaleza 
de  la  intención  que  Dios  tuvo  en  crear  el  mundo,  creó  el 
cielo,  el  sol,  la  luna,  las  estrellas,  los  elementos,  plantas, 
animales  y  metales,  para  servicio  del  hombre  o  para  que  el 
hambre  se  sirviese  de  todos.  Y  siguiendo  todos  el  fin  y  la 
intención  para  que  fueron  creados,  sólo  el  hombre  no  le 
sigue,  antes,  abusando  de  [todas  estas  cosas]  l,  parece  que 
fueron  creadas  para  otro  fin  y  que  él  no  fué  creado  para  co- 
nocer y  amar  a  Dios;  siendo  cosa  maravillosa  y  digna  de  ad- 
miración el  que  las  cosas  que  no  tienen  razón  ni  entendi- 
miento sigan  el  curso  de  su  naturaleza,  y  que  el  hombre,  que 
la  tiene,  no  le  siga. 

Asimismo  has  de  saber,  hijo,  que  en  la  ordenación  de  la 
intención  por  que  el  hombre  fué  creado  ha  ordenado  Dios 
diversas  y  muchas  intenciones,  y  muchos  grados  de  inten- 
ción en  los  mismos  hombres,  como  en  los  príncipes  y  los 
prelados  y  en  otros  muchos  sujetos  a  éstos,  como  caballeros, 
ciudadanos,  mercaderes,  labradores,  menestrales  etc.,  y  lo 
mismo  en  el  papa,  cardenales,  arzobispos,  obispos,  canóni- 
gos, [religiosos]  y  todos  los  demás  del  estado  eclesiástico; 
y  todas  estas  clases  ha  creado  Dios  con  el  fin  e  intención  de 
ser  amado  y  conocido,  honrado,  servido  y  alabado  con  gran- 
de amor  y  conocimiento;  y  la  falta  de  todo  esto  y  la  de  ser 
Dios  tan  poco  conocido  y  amado  es  gran  maravilla. 

Has  de  saber  que  había  un  obispo  que  poseía  una  gran 
renta  y  era  también  señor  de  muchas  villas,  castillos  y  de 
una  muy  noble  ciudad,  el  cual  era  hombre  avaro,  orgulloso, 
acidioso  y  lujurioso.  En  la  grandeza  de  la  ciudad,  de  los 
castillos,  de  las  villas  y  de  la  renta  que  el  obispo  tenía, 
estaba  la  intención  de  que  Dios  fuese  conocido,  [servido]  y 


1  El  texto  castellano  dice  «ellas»,  sin  sentido  gramatical. 
-  «zapateros»  dice  propiamente  Llull,  y  no  «menestrales». 


952 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


amado  (porque  Dios  lo  había  creado  con  este  fin)  3;  pero  no 
estaba  esta  grandeza  en  la  intención  del  obispo,  porque  él  se 
amaba  más  a  sí  mismo  que  a  Dios  y  había  aplicado  toda  la 
grandeza  de  su  intención  y  de  su  renta  para  sí  mesmo  y  para 
sus  temporales  deleites,  contra  la  intención  y  fin  por  que  era 
obispo  (y  por  que  Dios  le  había  dado  tan  gran  renta  y  dig- 
nidad). 

También  has  de  saber  que  había  un  príncipe  muy  pode- 
roso de  gentes,  provincias  y  tesoros,  el  cual  amaba  más  la 
vana  gloria  de  este  mundo  que  la  gloria  del  otro ;  por  lo  que 
todo  el  poder  de  su  reino  convertía  y  gastaba  en  contrarios 
fines  de  aquellos  para  que  fué  creado.  Y  como  la  intención 
del  rey  estaba  trastocada  y  viciada,  lo  estaban  también  las 
de  sus  vegueres,  bailes,  jueces  y  oficiales;  por  lo  que  todo 
aquel  reino  se  destruía  y  apartaba  de  la  final  intención  para 
que  Dios  le  había  creado. 

También  has  de  saber,  hijo,  que  la  intención  tiene  dos 
grados,  esto  es,  primero  y  segundo;  [y  la  segunda  intención 
es  para  que  exista  la  primera,]  así  como  el  mal,  que  es  para 
que  se  conozca  el  bien ;  y  el  ánima  y  el  cuerpo,  para  que  sea 
el  hombre ;  y  como  el  entendimiento,  que  es  para  que  sea  el 
entender;  el  árbol,  para  que  sea  el  fruto;  y  el  cielo  y  los  ele- 
mentos, los  árboles  y  los  animales,  para  que  sea  y  viva  el 
hombre ;  este  siglo,  para  que  sea  el  otro,  y  éste  y  el  otro  para 
que  Dios  sea  conocido  y  amado.  Y  en  todas  estas  cosas  y 
otras  semejantes  está[n]  la  primera  [y  la  segunda]  inten- 
ción; [primera  es]  la  que  concuerda  con  la  grandeza  de  la 
bondad,  [nobleza,]  perfección  y  virtud;  [y  la  segunda  tiene 
concordancia  con  pequeñez  de  nobleza,  bondad,  perfección  y 
virtudes].  Y  por  causa  de  que  los  hombres  convierten  la  pri- 
mera intención  en  segunda,  y  la  segunda  en  primera,  y  se 
aman  más  a  sí  mesmos  que  a  Dios,  destruyen  la  primera  in- 
tención [cuanto  pueden] ;  por  cuyo  motivo  es  cuasi  todo  el 
mundo  lleno  de  defectos  y  de  errores. 

Y  por  esto  se  maravillaba  un  santo  hombre  de  que,  sien- 
do creados  todos  los  hombres  del  mundo  para  que  Dios  fuese 
conocido,  amado,  alabado  y  servido,  haya  tan  pocos  que 
hagan  aquello  para  que  son  creados;  cuya  consideración  le 
obligó  a  dejar  su  casa  e  ir  por  el  mundo  exclamando  y  di- 
ciendo que  la  falsa  intención  se  aumentaba  y  la  verdadera 
se  destruía,  lo  que  es  una  gran  maravilla. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  el  principio  (del  cris- 
tianismo) f  cuando  los  ermitaños  hacían  áspera  vida  en  los 
desiertos,  fué  ordenado  que  se  juntasen,  hiciesen  comunida- 
des y  estuviesen  en  monasterios,  con  el  fin  de  que  mejor 
hiciesen  penitencia  y  de  que  los  unos  a  los  otros  se  ayuda- 


*  Paréntesis  del  traductor. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  107 


953 


sen,  diesen  buen  ejemplo  y  enseñasen  la  doctrina  y  ciencia, 
para  más  servir  y  alabar  a  Dios  4.  Mas  esta  intención  se  halla 
hoy  corrompida,  de  forma  que,  habiendo  entrado  un  hombre 
en  la  celda  de  un  monje  que  era  abad  de  una  gran  abadía, 
reparó  que  la  tenía  muy  adornada,  y  en  ella  una  grande  y 
hermosa  cama,  con  cobertor  de  seda  hecho  a  propósito,  y  que 
también  tenía  muchos  vasos  de  plata  y  ricos  muebles;  de 
que  el  hombre  se  admiró,  considerando  el  fin  e  intención  con 
•que  la  abadía  había  sido  fundada;  cuán  distinto  sería  del 
que  entonces  tenía  y  del  en  que  sus  grandes  rentas  se  ex- 
pendían. 

— Señor — dijo  Félix — ,  muchas  veces  sucede  que  los  hom- 
bres hacemos  bien,  con  intención  de  hacer  mal,  y  mal,  con 
intención  de  hacer  bien,  de  que  me  maravillo,  pues  Dios 
juzga  más  los  hombres  según  la  intención  que  según  la 
operación.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  intención  es  ope- 
ración del  alma,  y  la[s]  que  se  manifiesta  [n]  exteriormente 
son  operaciones  del  cuerpo ;  por  cuyo  motivo  Dios  quiere  juz- 
gar y  castigar  o  premiar  las  intenciones  más  que  las  opera- 
ciones 6. 

Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  había  un 
abad  que  no  consentía  ni  quería  que  sus  monjes  aprendie- 
sen la  sagrada  teología  ni  estudiasen  las  divinas  escrituras, 
con  el  fin  de  que  no  supiesen  más  que  él  y  de  que  no  estu- 
viesen ocupados  en  los  estudios,  para  que  pudiesen  adquirir 
más  bienes  temporales.  Sucedió  un  día  que  un  monje  le  dijo 
que  él  se  maravillaba  de  que  Dios  (muchas  veces")  hiciese 
bien  y  ayudase  a  los  hombres  que  hacían  mal  e  hiciese  mal 
(o  permitiese  les  sucediesen  desgracias)  a  los  hombres  que 
hacían  bien  y  tenían  buena  intención;  a  que  el  abad  respon- 
dió que  el  bien  del  hombre  es  memorar,  entender  y  amar 
bien  a  Dios;  y  a  los  hombres  que  tienen  buena  intención  es 
a  quien  Dios  les  hace  y  permite  este  bien  especial,  y  a  los 
que  tienen  mala  intención  les  da  otros  bienes  de  menos  apre- 
cio y  consideración,  como  son  riquezas,  salud,  honras,  robus- 
tez y  larga  vida.  Maravillóse  el  monje  de  lo  que  el  abad 
le  decía,  considerando  cuán  contrarias  eran  sus  palabras 
a  la  intención  que  llevaba  en  no  dejar  estudiar  ni  aprender 
a  sus  monjes. 

4  Inexacta  amplificación  del  original  luliano  :  o...  per  entenció 
que  faessen  mils  penitència  e  que  haguessen  doctrina,  la  un  de1, 
altre,  a  servir  Déu.»  Con  el  texto  español,  desde  «Mas...»  nasta  «...  de 
forma  que»,  y  desde  «cuán  distinto...»  hasta  «...  expendían»,  lo  aña- 
dió el  traductor,  lo  mismo  que  los  dos  paréntesis  del  párrafo  que 
sigue. 

6  Corrijo  aquí  el  texto  español,  aue  dice  «habría», 
"'«per  açò  Déus  vol  jutjar  les  obres  de  la  anima  pus  fortmeni 
que  les  obres  del  cors». 


954 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  CVIII 

DE  LA  TENTACIÓN 

Por  mucho  tiempo  hablaron  el  ermitaño  y  Félix  de  la  in- 
tención, y  mucho  se  maravillaron  de  que  la  intención  verda- 
dera esté  tan  perdida  en  el  mundo,  cuando  el  mismo  mundo 
fué  creado  con  verdadera  y  recta  intención.  Y  considerando 
Félix  la  recta  y  verdadera  intención  que  él  tenía  en  amcr 
y  servir  a  Dios,  cayó  en  tentación,  pareciéndole  que  él  debía 
tener  gran  gloria,  respecto  del  gran  mérito  que  adquiría 
en  la  verdadera  intención  que  profesaba;  pero  reparándose 
y  conociendo  la  tentación  aue  tenía,  se  maravilló  mucho  de 
que  en  tan  poco  tiempo  pudiese  haber  pasado  su  conciencia 
de  buen  estado  en  malo,  por  lo  que  dijo  al  ermitaño: 

— Señor,  mucho  me  admiro  de  aue  Dios  permita  aue  al 
hombre  aue  está  en  buen  estado  y  tiene  recta  y  sana  inten- 
ción le  tiente  el  diablo,  para  que  se  haga  desagradable  al 
mismo  Dios.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — .  la  tentación  y  la 
fortaleza  concuerdan  para  multiplicar  la  fe,  esperanza,  cari- 
dad, justicia  y  sabiduría:  y  cuanto  es  mayor  la  tentación 
aue  el  hombre  padece,  más  mérito  puede  adauirir  vencién- 
dola y  aumentando  estas  virtudes,  por  cuya  victoria,  venci- 
miento y  aumento  de  virtudes  se  hace  más  agradable  a  Dios. 

— Señor — dijo  Félix — >,  de  aué  modo  está  la  tentación 
entre  dos  contrarios?  — Hijo — dijo  el  ermitaño — .  has  de 
saber  que  había  un  escolar  aue  preguntó  a  su  maestro  cómo 
estaba  el  libre  albedrío  en  el  alma.  A  que  el  maestro  respon- 
dió que  el  alma  es  un  compuesto  o  conjunción  de  las  tres 
potencias :  memoria,  entendimiento  v  voluntad.  En  la  memo- 
ria hay  dos  naturalezas,  esto  es.  la  de  memorar  y  la  de 
retener  lo  memorado:  la  una  virtud  es  activa  v  la  otra  pasiva, 
y  cada  una  tiene  libertad,  según  que  es  activa  o  pasiva,  y 
esto  mismo  se  sigue  y  entiende  del  entendimiento  y  de  la 
voluntad.  Por  lo  que  de  todas  tres  potencias  se  produce  una 
libertad  aiustada  y  compuesta  de  propiedades  activas  y  pa- 
sivas, para  que  el  hombre  pueda  libremente  memorar,  enten- 
der y  amar. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño, 
por  lo  que  le  replicó  que  en  cosa  pasiva  le  parecía  imposible 
aue  hubiese  libertad.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — .  como  en 
Dios  hay  grandeza  de  justicia  y  Dios  influye  en  el  alma  sus 
similitudes,  se  requiere  que  en  el  hombre  haya  grandeza  de 


FÉLIX   DE   LAS  MARAVILLAS.  C.    Io8  955 


libertad,  porque,  si  no,  en  Dios  no  pudiera  haber  grandeza 
de  justicia  para  juzgarle. 

Y  para  que  Félix  mejor  le  entendiese,  prosiguió  el  ermita- 
ño con  esta  similitud:  — Natural  cosa  es  en  todo  elemento 
que  la  forma,  en  cuanto  es  activa,  tenga  apetito  de  oDrar 
libremente  en  la  materia,  y  que  la  materia,  en  cuanto  es 
pasiva,  tenga  apetito  a  conservar;  y  por  esto  la  forma  fran- 
camente informa  la  materia,  y  la  materia  francamente  se 
entrega  a  la  forma,  apeteciendo  estar  sumisa  a  ella,  para 
que  la  conjunción  de  ambas  sea  más  tuerte  y  más  unida. 

For  las  antecedentes  paiaüras  entendió  Félix  que,  si  en 
el  aima  no  nabía  libertad  para  padecer,  no  podría  recibir 
Lan  gran  similitud  de  1a  justicia  y  la  grandeza  de  Dios  (como 
la  que  recioe  tenienooiaj,  poique  tan  solamente  la  torma 
agente  tenaria  mérito  o  culpa,  y  no  la  torma  paciente,  esto 
es,  la  materia.  Y  en  tanto  que  t  elix  consideraba  todas  estas 
cosas,  entendió  que  la  tentación  entraba  en  el  alma  del  hom- 
Dre  según  la  disposición  de  su  libre  albedrio;  y  entonces  dijo 
que  ei  se  maravillaba  mucno  de  que  la  tentación  tuviese 
naturaleza  de  dar  pasión  a  ningún  hombre  antes  que  ei 
nombre  se  inclinase  a  nacer  bien  o  mal. 

- — nijo — dijo  ei  ermitaño — ,  una  vez  sucedió  que  en  un 
monasterio  haoia  un  monje  que  era  hombre  de  santa  vida, 
sienuo,  por  el  contrario,  todos  los  demás  muy  malos  y  de 
depravadas  costumbres;  y  por  ía  mala  conversación  y  trato 
con  enos,  padecía  el  ouen  monje  grandísimas  tentaciones,  de 
que  el  se  maravillaba,  pues  ei  no  tema  voluntad  ni  quería 
usar  de  las  maias  costumbres  que  los  otros  usaoan.  Estando 
con  esta  admiración  y  maravilla,  Dios  le  ilumino  para  que 
conociese  por  que  la  tentación  le  constrenia,  que  era  para 
dañe  ocasión  de  ejercitar  las  virtudes  y  de  vencer  los  vicios, 
l_y  pues  no  lo  hacia,  se  sentía  apretado  por  influencia  de  Dios, 
que  le  exigía  procurase  aquena  multiplicación  de  virtudesj. 

— Señor — dijo  Félix— ,  una  vez  oi  contar  que  un  mal 
hombre,  después  de  haber  vivido  mucho  tiempo  en  pecaio 
mortal,  se  arrepintió  e  hizo  penitencia,  y  fué  hombre  de 
santa  vida.  L·stando  haciendo  penitencia,  tuvo  muchas  ten- 
taciones contra  la  te,  porque  unas  veces  dudaba  (o  era  ten- 
tado en  dudar;  que  nuoiese  Dios,  y  otras  veces  dudaba  que 
fuese  trino  en  personas,  otras  dudaba  que  hubiese  encarna- 
do y  otras  el  que  hubiese  resucitado  ni  nubiese  resurrección. 
Y  asi  de  los  demás  artículos;  de  que  él  se  maravillaba  mu- 
cho, considerando  que  en  tanto  que  habia  vivido  mal  y  estado 
en  pecado  mortal,  no  habia  tenido  aquellas  tentaciones  que 
entonces  tan  fuertemente  y  tan  a  menudo  le  constreñían  y 
atormentaban,  Lcuando  llevaba  buena  vida  y,  que  ei  supiese, 
estaba  sin  pecado  mortal]. 


956 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  I.LULL 


— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  ha  creado  al  hombre 
para  que  le  ame  y  conozca,  y  quiere  que  le  ame  y  conozca 
más  en  aquellas  obras  en  que  el  hombre  puede  con  más  per- 
fección pensar  y  cogitar,  que  son  sus  operaciones  ad  intra, 
y  en  las  que  de  ellas  dimanan  en  los  artículos,  en  los  Sacra- 
mentos y  en  las  otras  cosas  semejantes  (y  arcanas),  en  las 
cuales  no  es  digno  de  considerar  ni  pensar  ningún  hombre 
que  esté  en  pecado  mortal ;  y  los  que  no  lo  están  tienen  estas 
tentaciones  para  que  con  más  vigor  exalten  su  memoria  a 
memorar,  su  entendimiento  a  entender  y  su  voluntad  a  amar 
a  Dios  y  a  sus  obras. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en  una 
alta  montaña  estaba  un  ermitaño,  hombre  de  santa  vida, 
haciendo  penitencia,  el  cual  padecía  grandes  tentaciones 
siempre  que  estaba  en  oración  y  cuando  estaba  ocioso,  de 
que  se  maravillaba,  y  rogaba  a  Dios  le  librase  de  ellas,  por- 
que le  causaban  gran  tristeza.  Estando  en  este  estado,  se  fué 
a  una  fuente  donde  solía  ir,  y  halló  inmediato  a  ella,  dormi- 
do, un  hombre,  a  quien  le  vino  tentación  de  degollar  con  un 
pequeño  cuchillo  que  llevaba,  sobre  que  pensó  mucho,  y  se 
maravilló  de  que  hubiese  podido  caber  en  él  tal  tentación  y 
mal  pensamiento,  cuando  por  ningún  motivo  le  pondría  en 
ejecución.  Estando  con  esta  admiración,  conoció  que  Dios 
había  permitido  que  tuviese  aquella  tentación  para  que  co- 
nociese la  malicia  del  demonio  y  la  fragilidad,  y  miseria  del 
hombre,  y  cuán  ligeramente  y  con  cuánta  facilidad  está  ex- 
puesto a  errar  y  delinquir.  Después  de  esto  consideró  y  se 
acordó  que,  en  el  tiempo  que  le  vino  la  tentación,  él  no 
pensaba  en  Dios  ni  en  otra  alguna  cosa.  Y  conoció  que  por 
estar  ocioso  la  había  tenido.  También  conoció  que  así  como 
para  despertar  aquel  hombre  dormido  era  necesario  tocarle, 
llamarle  o  vociferarle,  así  al  hombre  que  está  padeciendo 
la  tentación  le  es  necesario  memorar,  entender  y  amar  a 
Dios  y  a  las  virtudes  y  aborrecer  los  vicios,  para  librarse 
de  ella,  la  que  permite  Dios  tengan  los  hombres  para  que  se 
despierten  con  la  consideración  de  todas  estas  cosas. 

— Señor — dijo  Félix — -,  una  vez  oí  contar  que  un  canó- 
nigo muy  orgulloso  fué  electo  arcediano  y  después  obispo, 
el  cual,  en  el  tiempo  que  tuvo  todas  tres  dignidades,  tuvo 
grandes  ocasiones  de  ser  humilde,  y  las  tuvo  mayores  sien- 
do obispo  que  siendo  arcediano,  y  siendo  arcediano  que  sien- 
do canónigo,  de  que  él  se  maravillaba,  considerando  o  pa- 
reciéndole  que  la  humildad  era  más  contraria  (o  concordaba 
menos)  con  el  estado  de  obispo  que  con  el  de  arcediano,  y  con 
el  de  arcediano  que  con  el  de  canónigo. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  según  razón  natural,  cuanto 
más  noble  es  el  hombre,  más  propia  es  en  él  la  virtud  y  más 
impropio  el  vicio ;  y  por  esto  el  impulso  u  oda&ión  que  teñe- 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IOÇ 


957 


mos,  sea  para  lo  bueno  o  para  lo  malo,  mayor  puede  ser  y 
más  se  puede  multiplicar  en  el  hombre  cuanto  en  mayor 
carácter  o  dignidad  se  halla  y  cuanto  más  poder  tiene  para 
ponerla  en  práctica. 

— iSeñor — dijo  Félix — ,  un  hombre  tuvo  intención  de  pe- 
car carnalmente;  pero,  asistido  de  la  fortaleza,  justicia  y 
caridad,  venció  la  tentación,  por  lo  que  se  abstuvo  y  no 
cometió  el  pecado.  Sucedió  que,  después  de  poco  tiempo,  la 
tentación  le  volvió,  y  él  prontamente  y  sin  reflexión  ni  deli- 
beración fué  y  cometió  el  pecado,  de  que  él  se  maravilló, 
considerando  cómo  no  se  había  abstenido  la  segunda  vez, 
como  la  primera. 

A  que  el  ermitaño  respondió:  — La  razón  por  que  se  abs- 
tuvo la  primera  vez  fué  porque  hizo  reflexión  y  concordaron 
en  él  la  fortaleza,  justicia,  caridad  y  abstinencia;  y  la  razón 
por  que  no  se  abstuvo  en  la  segunda  fué  porque  no  la  hizo, 
ni  dió  tiempo  para  que  estas  virtudes  viniesen  y  ayudasen 
a  la  voluntad  a  resistir  y  vencer  la  tentación. 

También  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  la 
tentación  nos  da  pasión,  por  causa  de  que  nos  retenemos 
y  no  seguimos  incontinenti  el  apetito  de  nuestra  voluntad, 
la  que  es  necesario  vencer  por  medio  de  la  fortaleza,  como 
lo  ejecutaba  un  hombre  sabio,  que  mantenía  en  su  casa  y 
a  su  mesa  a  un  hombre  rústico,  ignorante  y  de  malas  cos- 
tumbres, al  que  cada  vez  que  veía  hacer  alguna  mala  acción, 
u  oía  decir  alguna  mala  palabra,  le  venía  impulso  de  echar 
de  ella,  por  el  mal  ejemplo  que  daba;  pero  al  tiempo  de  irlo 
a  poner  en  ejecución,  se  retenía  y  le  vencía  con  la  fortaleza, 
esperanza  y  caridad,  considerando  y  confiando  poderle  redu- 
cir con  el  tiempo,  la  doctrina  y  el  ejemplo,  a  ser  bien  acos- 
tumbrado y  virtuoso,  en  lo  que  adquiría  gran  mérito  l. 


CAPÍTULO  CIX 

DE  LA  VANAGLORIA 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  vanagloria  de  este  siglo 
es  contraria  de  la  gloria  verdadera  del  otro,  para  la  cual  es 
creado  el  hombre,  y  el  amar  tanto  la  vanagloria  en  este  siglo 
les  imposibilitará  a  muchos  el  poseer  la  gloria  verdadera 
en  el  otro. 

Está  la  vanagloria,  hijo,  en  complacerse  en  memorar,  en- 


*  No  es  éste  propiamente  el  sentido,  sino  «y  en  esto  ganaba  el 
hombre  sabio,  pues  vencía  la  tentación  con  fuerza  de  ánimo». 


958 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tender  y  querer,  cuando  el  complacerse  es  contra  la  caridad, 
justicia  y  sabiduría,  y  así  de  los  demás  atributos  de  Dios. 
Has  de  saber,  hijo,  que  un  obispo  tenía  gran  vanagloria  de 
la  renta  que  poseía  y  de  los  muchos  clérigos  y  otros  ecle- 
siásticos que  contenía  su  obispado  y  jurisdicción;  en  lo  que 
considerando  se  deleitaba  y  complacía  mucho.  Y  como  éste 
no  era  el  fin  ni  intención  por  que  él  era  obispo  ni  para  que 
se  crearon  estas  dignidades,  el  placer  que  tenía  se  convertid 
en  vanagloria,  y  para  aumentarla  hacía  cuanto  podía  para 
que  le  honrasen  y  venerasen.  Sucedió  que  este  obispo  enfer- 
mó gravemente  y  tuvo  gran  miedo  de  la  muerte,  consideran- 
do había  de  dejar  las  riquezas  y  dignidad  que  tenía  y  los 
placeres  de  este  mundo;  con  cuya  consideración  se  durmió, 
y  en  sueños  le  pareció  que  se  moría  y  que  un  mal  espíritu 
llevaba  su  ¡alma  a  los  infiernos,  de  que  se  admiraba,  por  ver 
al  mismo  tiempo  que  un  ángel  bueno,  a  quien  veía  y  pedía 
socorro,  no  le  ayudaba  y  que,  antes  bien,  le  respondía  que, 
pues  él  había  amado  la  vanagloria  de  este  mundo  y  olvidado 
la  gloria  verdadera  del  otro,  no  debía  admirarse  si  él  no  le 
ayudaba  ni  socorría  en  aquel  lance. 

También  has  de  saber  que  había  un  clérigo  que  cantaba 
muy  bien,  de  que  tenía  gran  vanidad.  Sucedió  que  este  clé- 
rigo fué  a  un  sermón  que  predicaba  un  religioso,  el  cual 
tenía  tanta  vanidad  en  predicar  como  el  clérigo  en  el  can- 
tar; y  el  clérigo  se  admiró  de  que  el  religioso  tuviese  tanta 
vanidad  en  el  predicar  y  persuadir,  cuando  sólo  debía  por 
ello  dar  gloria  y  alabanza  a  Dios,  pues  todo  cuanto  hay  bueno 
proviene  de  El,  y  no  se  maravilló  de  la  vanagloria  que  él 
mismo  tenía  en  el  cantar,  lo  que  es  de  maravillar,  pues  co- 
nociendo y  viendo  los  defectos  ajenos,  no  los  conocemos  ni 
vemos  en  nosotros  mesmos. 

Asimismo  has  de  saber  que  en  la  corte  de  un  rey  entra- 
ron dos  caballeros,  el  uno  vestido  pobremente  y  el  otro  rica- 
mente adornado.  El  caballero  que  iba  ricamente  adornado 
fué  recibido  con  mucho  agrado  por  el  rey  y  todos  los  de  su 
corte,  de  que  él  tuvo  gran  vanagloria;  y  del  caballero  que 
iba  pobremente  vestido  ninguno  hizo  caso,  de  lo  que  un  sabio 
que  estaba  en  ella  se  admiró,  por  saber  que  el  que  iba  rica- 
mente adornado  era  lujurioso,  vanaglorioso  y  vicioso,  y  el 
que  iba  pobremente  m  vestido  era  hombre  justo,  humilde  y 
virtuoso;  en  que  conoció  que  el  mundo  juzga  por  las  exte- 
rioridades, y  honra  las  vestiduras,  que  no  son  del  ser  ni  de 
la  naturaleza  del  hombre,  y  desprecia  las  virtudes,  que  lo 
son  y  le  hacen  estar  en  el  agrado  y  gracia  de  Dios. 

Asimismo  has  de  saber  que  un  ermitaño  llegó  a  reco- 
gerse en  un  monasterio,  de  que  el  abad  tuvo  gran  compla- 
cencia. Y  por  haber  mucho  tiempo  que  no  le  había  visto,  le 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IOÇ 


950 


mostró  el  monasterio,  que  era  bello,  perfecto  y  cumplido, 
y  tenía,  además  de  las  oficinas  necesarias,  perfecta  arqui- 
tectura y  hermosura,  de  que  el  abad  se  vanagloriaba  y  ale- 
graba, y  no  se  entristecía  del  mal  proceder  de  sus  monjes, 
que  no  era  correspondiente  al  monasterio  que  habitaban  ni 
a  la  religión  que  profesaban.  Por  lo  que  el  ermitaño,  que  lo 
sabía,  se  maravillaba  de  que  el  prelado  tuviese  tanta  vana- 
gloria y  alegría  de  las  paredes  del  monasterio  y  de  sus  ofi- 
cinas y  heredades,  y  de  que  no  se  entristeciese  de  la  desho- 
nesta vida  que  él  y  sus  monjes  hacían.  Y  habiéndose  partido 
del  monasterio,  entró  en  una  ciudad,  donde  encontró  a  un 
hombre  pobre  y  desnudo,  que  lloraba  y  se  lamentaba  por  el 
hambre  que  tenía,  por  el  frío  que  padecía  y  por  la  vergüenza 
que  le  daba  verse  así.  El  ermitaño  le  consoló  y  dió  lo  que 
pudo,  diciéndole  que  estuviese  contento  y  que  apreciase  el 
ser  de  hombre  que  tenía  y  no  se  menospreciase  ni  entriste- 
ciese por  faltarle  las  cosas  necesarias  para  la  vida,,  pues 
éstas  son  accidentales,  y  apreciable  y  noble  el  ser  de  hombre 
que  Dios  le  había  dado.  En  tanto  que  el  ermitaño  así  con- 
solaba al  pobre,  pasó  por  delante  de  ellos  un  ciudadano  a 
caballo,  ricamente  vestido  y  con  gran  vanagloria  de  los  bue- 
nos vestidos  y  buen  caballo  que  llevaba.  Por  lo  que  el  er- 
mitaño dijo  al  pobre:  "Esto  sí  que  es  maravilla,  pues  aqud 
ciudadano  se  precia  más  y  tiene  más  vanagloria  de  sus  bue- 
nos vestidos  y  de  su  buen  caballo  que  del  ser  de  hombre  que 
tiene  ni  de  ser  imagen  de  Dios;  y  así  consuélate,  hijo,  de  tu 
pobreza,  pues  sabes  que  eres  imagen  de  Dios,  por  ser  hom- 
bre, y  que  lo  eres  de  Jesucristo  y  de  los  apóstoles  por  ser 
pobre."  Consolado  el  pobre  con  estas  palabras,  se  fué  con  el 
ermitaño  por  la  ciudad,  quien  le  mostró  las  tiendas  de  los 
mercaderes,  donde  había  muchas  cosas  necesarias  para  la 
vida;  después  le  mostró  la  ropería,  la  carnicería,  la  panade- 
ría y  los  otros  lugares  donde  se  practican  las  artes  mecá- 
nicas, y  le  dijo:  "Todas  estas  cosas  son  necesarias  al  hombre 
para  vivir;  y  así  no  sé  en  qué  ninguno  de  ellos  puede  fundar 
su  vanidad  ni  tener  vanagloria,  cuando  de  tantas  cosas  ex- 
teriores necesita,  en  lo  que  se  manifiestan  sus  defectos  y 
miserias." 

— Hijo — dijo  el  ermitaño  a  Félix — ,  has  de  saber  que  une 
mujer  muy  hermosa  tenía  gran  vanagloria  de  su  hermosura. 
Sucedió  un  día  que,  estando  contemplando  su  belleza  y  ha- 
ciendo ella  gran  vanagloria,  estornudó  y  arrojó  gran  por- 
ción de  porquería  y  materia  excrementicia  1  y  asquerosa  por 
boca  y  narices;  la  que  viendo  la  mujer,  se  admiró  de  su  va- 
nagloria y  de  lo  mal  que  la  fundaba,  pues  su  cabeza  ence- 
rraba tanta  porquería,  y  sus  narices  y  boca  (a  su  parecer 


1  «gran  res  de  posterma» 


9Óo 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


tan  hermosas  y  apreciables)  eran  los  conductos  o  apañales 
por  donde  salía. 

Asimismo  has  de  saber  que  había  un  caballero  que  tenia 
un  hijo  que  nuevamente  había  sido  armado  caballero,  con 
el  cual  se  fué.  a  sitiar  un  castillo  de  otro  caballero  con  quien 
tenía  guerra.  Sucedió  que,  estando  un  día  el  caballero  con- 
templando a  su  hijo,  a  quien  tenía  cerca  de  sí  a  caballo,  y 
admirando  la  hermosura  y  bizarría  del  mozo  y  la  lozanía 
y  belleza  del  caballo,  en  cuyo  manejo  y  él  de  las  armas  era 
muy  diestro,  tuvo  gran  complacencia  y  vanagloria.  Estando 
con  ella  mirando  y  contemplando  a  su  hijo,  dispararon  del 
castillo  un  tiro  [de  saeta],  que  le  mató  y  derribó  a  los  pies 
de  su  mismo  caballo,  quedando  el  padre  a  vista  de  tal  desgra- 
cia pasmado,  aturdido  y  admirado  de  que  pudiese  haber  te- 
nido vanagloria  de  lo  que  tan  súbitamente  podía- morir  y  de- 
jar de  ser 2.  • 

También  has  de  saber,  hijo,  que  había  otro  caballero 
que  tenía  un  castillo  roquero  muy  fuerte  y  bien  guarnecido, 
tan  hermoso,  tan  espacioso  y  tan  bien  construido,  que  siem- 
pre que  el  caballero  le  veía,  memoraba  u  oía  hablar  de  él, 
se  vanagloriaba.  Sucedió  un  día  que,  habiendo  salido  a  cazar 
a  un  bosque  cerca  del  castillo,  encontró  a  otro  caballero  su 
enemigo,  quien  le  derribó,  hirió  y  quitó  el  caballo  que  lle- 
vaba ;  por  cuyo  motivo  y  el  de  no  poderse  levantar  por  causa 
de  la  herida,  se  estuvo  toda  aquella  noche  en  el  bosque,  pa- 
deciendo gran  sed,  por  la  falta  de  sangre  que  derramaba 
Hallándose  en  este  estado,  pasó  por  allí  un  pastor  que  lle- 
vaba una  bota  de  vino  en  él  zurrón,  a  quien  el  caballero  rogó 
mucho  le  diese  de  beber;  pero  el  pastor  antes  le  preguntó 
que  qué  se  estimaba  más  en  aquella  ocasión,  un  vaso  de  agua 
o  vino  o  su  castillo  roquero.  A  que  el  caballero  respondió 
que  más  amaba  y  deseaba  entonces  un  vaso  de  agua  o  vino 
que  mil  castillos.  Por  lo  que  el  pastor  le  reconvino,  diciendo 
que  mirase  cuán  sin  razón  había  tenido  tanta  vanidad  por 
ser  señor  del  castillo,  pues  por  un  vaso  de  agua  se  le  cedía 
en  aquella  ocasión  (y  entonces  le  dió  de  beber). 


2  Amplificación  retórica. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IIO 


QÓt 


CAPITULO  CX 

De  edificar 

— Señor — dijo  Félix--,  gran  maravilla  me  causa  el  que 
las  gentes  en  este  mundo  tengan  tanta  afición  a  edificar 
bellos  castillos,  grandes  palacios  y  hermosas  casas,  habiendo 
de  vivir  tan  poco  en  ellos  y  ellas,  pues  ninguno  sabe  si  vivirá 
el  día  de  mañana. 

— -Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  las  obras  exteriores  signifi- 
can las  interiores,  como  lo  comprenderás  por  el  siguiente 
ejemplo: 

En  una  ciudad  habitaba  un  obispo,  el  cual  hacía  edificar 
en  ella,  en  un  mismo  tiempo,  una  gran  iglesia  y  un  gran 
palacio,  a  cuyas  fábricas  tenía  tal  inclinación  y  afición,  que. 
imaginando  siempre  en  ellas,  olvidó  los  edificios  espirituales 
que  el  hombre  debe  hacer  en  su  alma,  con  adquisición  y  unión 
de  las  virtudes,  en  grandeza,  hermosura  y  fortaleza,  sobre 
cuyos  cimientos  y  el  de  la  bondad  y.  caridad  está  fundada  y 
edificada  la  santa  Iglesia,  siendo  el  coro  el  entendimiento, 
y  el  palacio  la  memoria,  en  la  cual  deben  estar  y  habitar,  y 
a  lo  que  el  obispo  debía  atender,  más  que  a  la  material  edifi- 
cación del  palacio  e  iglesia  corporal  y  material  en  que  estaba 
divertido  y  abstraído,  por  no  alcanzar  que  el  impulso  o  ins- 
piración que  Dios  le  dió  para  que  edificase  la  iglesia  y  pala- 
cio materiales  fué  para  que  por  ellos  trascendiese  y  pasase 
a  edificar  en  su  espíritu  y  en  los  de  sus  subditos  los  palacios 
e  iglesias  espirituales,  mediante  la  unión  y  congregación  de 
las  virtudes,  ejercicio  de  la  penitencia  y  frecuencia  de  los 
sacramentos  *. 

— Señor — dijo  Félix — ,  cáusame  gran  maravilla  el  que 
los  hombres  hagan  túmulos  o  sepulcros  suntuosos  y  muchas 
veces  de  mármoles,  jaspes  y  alabastros,  cuando  no  saben  si 
morirán  en  aquellas  villas  o  países  en  donde  los  hacen,  ni  si 
serán  enterrados  en  ellos. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — .  según  te  dejo  explicado  y  fi- 
gurado, puedes  y  debes  entender  que  el  hombre  empieza  con 
los  sentidos  exteriores  la  operación,  para  que  se  convierta  y 
acabe  en  los  interiores;  y  por  creer  el  hombre  que  ha  de 
morir  en  algún  lugar  señalado,  se  hace  en  él  edificar  su  se- 
pulcro, para  tener  después  de  su  muerte  vaso  señalado  y 
distinto  de  los  demás,  donde  se  coloque  su  cuerpo;  y  le  hace 


1  TckIo  este  final  está  muy  amplificado. 

31 


gÓ2 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


fabricar  grande,  hermoso  y  de  costosa  materia,  porque  ama 
la  grandeza  de  la  belleza  y  bondad  de  aquel  lugar.  Lo  que 
significa  que,  así  como  el  hombre  se  cuida  de  edificar  en 
este  mundo  lugar  señalado  en  que  colocar  su  cuerpo,  debe 
amar  y  apetecer  tenerle  en  el  paraíso  también  bello,  grande 
y  de  gran  gloria,  inmediato  a  Jesucristo,  para  colocar  por  el 
presente  su  alma  y  después  de  la  resurrección  su  cuerpo  y 
alma.  Pero  como  los  hombres  se  hallan  preocupados  de  las 
cosas  mundanas  y  corporales  y  olvidan  las  espirituales, 
se  cuidan  de  edificar  magníficos  sepulcros  para  sus  cuerpos 
y  se  descuidan  de  adquirir  magníficas  virtudes  para  que  se 
coloquen  en  buen  lugar  sus  almas. 

También  has  de  saber  que  había  un  rey  que  tenía  un  gran 
tesoro,  el  que  gastó  por  mera  vanagloria  en  la  fábrica  de 
un  castillo  que  contenía  un  gran  palacio,  muy  fuerte,  muy 
grande,  de  espaciosas  murallas,  de  profundos  fosos,  de  le- 
vantadas torres  y  de  grandes  habitaciones,  sin  que  le  faltase 
cosa  concerniente  a  mostrar  la  magnificencia  de  un  rey  gran- 
de y  poderoso.  El  que  se  envejeció  y  preocupó  tanto  de  la 
fábrica  de  su  castillo,  que  se  descuidó  de  fabricar  en  su  alma 
palacio  adornado  de  virtudes,  donde  Dios  fuese  hospedado  y 
contemplado,  para  que  le  sirviesen  de  defensa  contra  los 
asaltos  de  los  vicios.  Por  lo  que  sucedió  que,  habiendo  aca- 
bado de  edificar  el  castillo  y  palacio  y  queriendo  pasar  él 
mismo  a  habitarle,  murió  y  se  condenó.  [Este  rey  no  quiso 
edificar  su  castillo  en  él  otro  siglo,  donde  el  hombre  perma- 
nece para  siempre,  y  edificólo  en  este  mundo,  donde  hemos 
de  estar  tan  poco.  Lo  cual  es  muy  de  admirar],  por  haber 
antepuesto  el  cuidado  de  lo  que  tan  poco  vale  y  tan  poco  dura 
al  de  su  ailma,  que  tanto  vale  y  que  tanto  ha  de  durar:  [esos 
tales  pierden  tanta  gloria  perdurable  y  están  en  edificio  de 
fuego  que  nunca  cesa  de  quemar  a  los  condenados]. 

También  has  de  saber  que  en  un  desierto  había  un  cas- 
tillo fundado  sobre  la  eminencia  de  una  roca,  el  cual  habitaba 
un  caballero  que  era  salteador,  asesino,  traidor  y  lleno  de 
otros  muchos  vicios.  Sucedió  un  día  que  robó  y  prendió  a 
un  mercader  que  pasaba  por  aquellas  cercanías,  y  después 
de  haberle  robado,  le  llevó  al  castillo,  donde  le  metió  en  una 
torre  fuerte,  adonde  acostumbraba  encerrar  los  que  cogía 
y  robaba.  En  la  misma  torre  había  un  clérigo,  a  quien  por  el 
mismo  motivo  el  caballero  tenía  encerrado,  y,  habiéndole 
preguntado  si  podría  quebrantar  aquella  prisión  y  huirse 
una  noche,  el  clérigo  respondió  que  lo  tenía  por  imposible, 
respecto  de  lo  bien  guardado  que  estaba  el  castillo  y  de  lo 
fuerte  que  era.  De  lo  que  se  admiró  el  mercader,  consideran- 
do cómo  el  caballero  había  podido  juntar  tantos  y  tan  dis- 


FÉLIX   DK   LAS  MARAVILLAS. — G.    III  QÓJ 


tintos  materiales  para  fabricar  el  castillo,  y  no  había  juntado 
ninguno  para  fortificar  y  adornar  su  alma  de  virtudes  2. 

Asimismo  has  de  saber  que  en  una  ciudad  había  un  mer- 
cader que  toda  su  vida  había  trabajado  en  juntar  mucho 
dinero,  con  el  cual  edificó  una  grande  y  hermosa  casa,  en  la 
que  se  mantenía  con  poca  familia  y  compañía,  por  ser  hom- 
bre avaro  y  estar  acostumbrado  a  poco  gasto,  de  que  dima- 
naba el  que  en  la  casa  hubiese  muchas  salas,  piezas  y  otras 
oficinas  inhabitadas  y  sin  uso.  Sucedió  el  que,  pasando  por 
allí  el  rey  de  aquella  provincia,  le  alabaron  tanto  la  casa,  que 
la  quiso  ver,  y  habiéndola  reconocido  y  examinado  toda  y 
visto  cuánto  de  ella  se  perdía  inútilmente,  por  el  poco  aso 
del  mercader,  le  quitó  la  casa  y  la  tomó  para  su  habitación, 
de  que  el  mercader  se  maravilló.  Lo  que  conociendo  el  rey, 
le  dijo  no  debía  maravillarse,  pues  lo  que  había  hecho  era 
razón,  porque  tan  bello,  grande  y  suntuoso  edificio  no  se 
debía  perder  ni  estar  sin  quien  le  habitase. 


CAPITULO  CXI 
Del  régimen 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  tú  que  vas  por  el  mundo  bus- 
cando maravillas,  maravíllate  del  mal  régimen  que  tienen  los 
príncipes,  prelados  y  otros  que  gobiernan  el  mundo,  pues 
para  uno  que  le  tenga  bueno,  hay  ciento  que  le  tienen  malo, 
siendo  así  que  la  grandeza  del  buen  régimen  tiene  similitud 
con  la  grandeza  de  Dios,  y  la  grandeza  del  mal  régimen  es 
su  disimilitud  K 

El  régimen  es,  hijo,  para  conservar  la  final  intención 
por  que  el  hombre  es  creado,  el  que  tiene  su  origen  primero 
en  el  alma,  desde  donde  pasa  al  cuerpo,  y  vuelve  después  a 
ella  misma,  lo  que  entenderás  mejor  por  la  siguiente  simi- 
litud: 

Has  de  saber  que  había  un  rey  que,  habiendo  reinado 
mucho  tiempo  con  gran  prudencia  y  sabiduría,  deseó  descan- 
sar; y,  teniendo  un  hijo  a  quien  había  enseñado  cómo  había 
de  usar  de  sus  potencias  y  sentidos  para  que  supiese  regir 
y  gobernar  bien  sus  vasallos  espiritual  y  corporalmente  2,  le 

2  «e  en  sa  ànima  havia  tan  frèvol  hediffici  de  virtuts,  e  tan  forts 
vicis». 

1  Según  Ramón  Llull,  «meraveylle't  de  aquells  qui  han  mal  regi- 
ment per  què  són  tants,  e  de  aquells  qui  han  bon  regiment  per  què 
són  tan  pochs...». 

2  El  detallismo  medieval  de  Ramón  dice  mucho  más  pintoresca- 
mente :  «e  a  un  seu  fill  ell  hac  fet  mostrar  con  sabés  réger  se  me- 


964  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


hizo  rey  y  colocó  en  su  mismo  trono,  cediéndole  el  reino,  y 
él  se  retiró  a  un  monasterio,  donde  acabó  sus  días  contem- 
plando a  Dios  y  a  sus  obras. 

También  has  de  saber  que  en  aquella  misma  tierra  había 
un  conde  malo  y  de  mala  vida  (el  cual  había  enseñado  mal 
y  dado  mala  doctrina  a  un  hijo  que  tenía).  Este  conde  se 
maravillaba  de  que  él  rey  hubiese  dejado  su  corona  y  reti- 
rádose  del  mundo,  por  lo  que,  discurriendo  que  lo  había 
hecho  por  propia  conveniencia  y  utilidad  y  para  algún  fin 
que  él  no  alcanzaba,  se  entró  también  en  un  monasterio  y 
cedió  su  condado  en  el  hijo  que  tenía  mal  educado,  de  que 
se  siguió  que  el  conde  se  gobernó  mal  y  con  escándalo  en  el 
monasterio  y  que  el  hijo  hizo  lo  mismo  en  el  condado. 

Asimesmo  has  de  saber  que  el  rey  en  el  monasterio  consi- 
deraba en  'la  bondad  de  Dios  y  en  la  bondad  que  él  de  ella 
recibía,  y,  tanto  como  podía,  engrandecía  su  bondad  en  poder, 
sabiduría  y  voluntad  y  en  las  otras  virtudes  que  poseía  con 
similitud  a  las  de  Dios.  Por  este  régimen  y  modo  de  vivir 
y  contemplar  que  el  rey  tenía,  engrandecía  su  bondad,  me- 
morando, entendiendo  y  amando  a  Dios  y  ia  sus  obras ;  y  por 
lo  bien  que  obraba  y  hacía,  daba  ejemplo  a  su  hijo  para 
hacer  otras  tantas,  y  lo  mismo  ejecutaban  todas  las  gentes 
de  su  reino,  de  que  todos  se  maravillaban  (y  alababan  a 
Dios). 

En  este  tiempo  sucedió  que  uno  de  sus  corregidores,  que 
mucho  tiempo  había  regido  bien,  se  corrompió  por  dinero  y 
se  hizo  malvado,  sin  saber  nada  el  rey ;  de  que  todais  las  gen- 
tes se  maravillaron,  pareciéndoles  muy  mal  el  que  un  rey 
tan  bueno  tuviese  un  ministro  tan  malo.  Cuando  el  rey  1c 
supo,  tuvo  gran  ira,  y  mandó  que  se  le  diese  una  muerte 
afrentosa,  e  hizo  restituir  de  sus  bienes  todo  lo  que  a  unos 
y  a  otros  había  usurpado,  de  que  los  demás  corregidores  y 
ministros  tomaron  ejemplo  para  ser  buenos  y  contenerse. 

También  has  de  saber  que  a  la  corte  de  aquel  rey  vino  un 
santo  ermitaño  que  deseaba  estar  entre  seglares  con  el  fin 
de  adquirir  mérito,  manteniéndose  entre  ellos  firme  en  las 
buenas  costumbres  y  ejercitando  las  virtudes.  El  que  se  ma- 
ravilló mucho  cuando  vió  el  buen  régimen  que  el  rey  tenía 
en  su  persona,  en  su  casa  y  en  su  reino ;  por  lo  que  le  pregun- 
tó se  sirviese  decirle  cuál  era  la  principal  causa  y  razón 
por  que  mejor  sabía  regirse  a  sí  y  a  su  pueblo.  A  que  el  rey 
respondió  que  la  principal  razón,  después  de  la  gracia  de 
Dios,  era  la  educación  y  el  buen  ejemplo  que  su  padre  fe 
había  dado  en  regir  las  operaciones  del  alma,  por  ser  éstas 


moria  a  menbrár,  e  son  enteniment  a  entendre,  è  se  volentat  a  amar  ; 
car  per  aytal  regiment  sab  hom  réger  e  governar  sos  uylls  a  veer, 
e  ses  oreylles  a  hoyr,  e  son  nas  a  hodorar,  son  gustus  á  gustar,  e 
.son  sentit  a  palpar...». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  III 


gó.s 


similitudes  de  las  de  Dios,  y  tenerlas  en  cuanto  las  pueden 
recibir  *•. 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,  caúsame  gran  mara- 
villa el  que  Dios  a  un  hombre  solo,  como  es  el  rey,  entregue 
todo  el  gobierno  de  un  reino,  y  el  que  ponga  bajo  de  su  man- 
do tantas  y  tan  distintas  criaturas,  cuando  cualquier  hombre 
solo,  por  prudente  que  sea,  tiene  bastante  que  hacer  en  re- 
girse y  gobernarse  a  sí  y  a  su  familia.  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— ,  una  vez  sucedió  que  entre  un  rey  y  su  pueblo  hubo 
grandes  cuestiones  y  debates,  porque  el  pueblo  quería  ser 
absolutamente  franco  de  muchas  cosas  que  pertenecían  al 
rey»  y  Que  el  privarle  de  ellas  era  quitarle  su  estimación, 
poder  y  honor;  por  lo  que  el  rey  les  dijo:  "El  que  el  príncipe 
tenga  poco  poder  o  se  le  disminuya  la  autoridad,  tiene  gra- 
vísimos inconvenientes  (como,  si  lo  reflexionáis,  podéis  al- 
canzar), pues  el  príncipe,  por  medio  de  su  poder  y  de  su 
autoridad,  puede  regir  y  gobernar  su  pueblo,  y  sin  él  y  ella, 
no;  y  cuanto  más  está  refundida  en  él  la  autoridad  y  poder, 
más  se  puede  hacer  respetar,  amar  y  temer  (haciendo  justi- 
cia y  manteniendo  sus  vasallos  en  paz  y  quietud,  y  sin  él 
nada  de  esto  puede  hacer).  Por  lo  que  es  gran  maravilla  y 
poca  reflexión  vuestra  el  querer  que  os  gobierne  quien  carez- 
ca de  él,  cuando  el  que  tiene  el  príncipe  como  persona  común 
se  refunde  en  beneficio  y  utilidad  de  todos  sus  vasallos." 

Habiendo  el  ermitaño  dicho  esta  similitud,  prosiguió  di- 
ciendo la  siguiente :  — El  grano  de  trigo,  para  engendrar  otros 
granos,  les  da  su  similitud,  y  para  dar  su  similitud  a  muchos 
granos  es  necesario  que  convierta  muchas  cosas  en  su  mesma 
similitud,  como  lo  ejecuta,  tomando  debajo  de  la  tierra  la 
de  todos  los  elementos  que  entran  en  su  compuesto,  por  cuyo 
medio  engendra  los  otros  granos — ».  En  la  antecedente  simili- 
tud conoció  Félix  que  la  causa  por  que  un  rey  puede  regir 
muchos  hombres  es  porque  les  da  su  similitud  con  el  ejemplo 
de  sus  costumbres,  por  medio  de  sus  gobernadores,  [bailes]  \ 
justicias  y  oficiales,  y,  sobre  todo,  porque  él  las  ha  recibido 
primero  de  Dios  y  de  sus  virtudes,  las  que  resplandecen  en  él 
como  comunicadas  inmediatamente. — Mucho  agradó  a  Félix 
la  similitud  que  al  ermitaño  había  oído,  y  se  admiró  de  su 
gran  sabiduría  y  sutileza. 

— Sepas,  hijo — 'prosiguió  el  ermitaño — -,  que  había  un  em- 
perador que  era  hombre  simple  y  benigno  y  no  sabía  regir 
sus  vasallos,  por  lo  que  fué  a  ver  a.  este  rey  y  le  rogó  le  mos- 
trase y  enseñase  modo  de  acertar  en  su  gobierno  y  en  el 


'•Traducción  inexacta  :  «com  sien  semblants  a  les  obres  *le  Déu, 
Midons  que  semblança  ne  poden  pendre». 

'  Aquí  el  traductor  leyó  mal  el  texto  luliano,  que  dice  :  «baties», 
y  él  interpretó  «bisbes». 


q66 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


régimen  de  su  imperio,  pues  lo  necesitaba  mucho  y  deseaba 
el  acierto ;  a  lo  que  el  rey  le  respondió : 

"Que  había  un  rey  que  todos  los  hombres  con  quien  tra- 
taba o  veía,  presumía  que  fuesen  malos,  lo  que  ejecutaba  a 
vista  de  los  muchos  que  hay  en  el  mundo  que  lo  son  y  del 
mal  estado  en  que  está.  Y  así,  con  cualquiera  que  tratase 
o  hablase,  en  eü  principio  se  recelaba,  y,  presumiendo  que 
era  malo,  le  tentaba  y  experimentaba  antes  de  fiarse,  y  si  era 
malo  se  hacía  respetar  y  temer  de  él,  y  si  era  bueno  se  ha- 
cía (o  procuraba  hacerse)  amar  y  querer;  y  así  se  precau- 
cionaba de  que  ninguno  le  engañase  lantes  de  haberle  cono- 
cido y  examinado  su  intención,  con  cuya  precaución  sabía 
bien  reinar  y  regir  sus  vasallos." 

Mucho  agradó  al  emperador  la  similitud  que  el  rey  le 
dijo,  por  la  que  entendió  que  él  no  sabía  reinar,  por  causa 
de  que  de  sus  gentes,  que  eran  malas,  presumía  bien  y  no 
mal,  por  lo  que  se  dejaba  engañar  con  buena  intención  antes 
de  conocer  el  mal.  Y  entonces  se  admiró  del  mal  estado  del 
mundo  y  de  que  se  halle  tan  pervertido;  pues  es  cierto  que 
naturalmente  el  hombre  debería  antes  pensar  bien  que  mal 
de  otro  hombre,  pero  la  mailicia  está  tan  multiplicada,  que 
son  más  los  hombres  malos  que  los  buenos.  Y  así  se  ha  de 
pensar  más  mal  que  bien  de  todo  hombre  a  quien  uno  no 
tenga  tratado  y  conocido. 

La  reflexión  y  consideración  de  estas  palabras  hizo  llo- 
rar ia  Félix,  considerando  el  mal  estado  del  mundo  y  el  mal 
régimen  que  de  él  se  origina,  dimanado  de  que  el  alma  no 
rige  al  cuerpo  como  debiera;  pues  así  como  en  las  plantas 
la  forma  rige  la  materia  con  orden,  así  el  alma  con  orden 
debiera  regir  él  cuerpo,  para  que  el  régimen  del  mundo  fue- 
se bueno  y  acertado. 


CAPÍTULO  CXI1 
De  la  elección 

Félix  dijo  al  ermitaño:  — Señor,  estoy  muy  maravillado 
del  modo  como  se  gobernaba  un  príncipe,  el  cuati  era  muy 
voluntarioso  y  liberal  en  el  dar,  y  lo  era  también  en  el  qui- 
tar y  usurpar,  sin  querer  restituir  nada  de  lo  que  quitaba 
o  usurpaba. 

— ¿Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  Dios  influye  siempre  las  si- 
militudes de  sus  virtudes  en  eQ  hombre,  pero  el  hombre  no 
siempre  las  toma  ni  recibe  todas,  sino  es  unas  después  de 
otras  o  unas  veces  unas  y  otras  otras,  como  le  sucedía  a  ese 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   112  96/ 


príncipe,  que  recibía  y  se  imprimía  en  él  la  similitud  de  Dios 
en  el  dar  y  en  el  ser  liberal,  y  no  se  imprimía  en  él  la  simi- 
litud de  la  justicia  de  Dios,  pues  no  volvía  ni  restituía  aque- 
llo que  tomaba  o  usurpaba;  por  cuyo  motivo  la  similitud  de 
la  liberalidad  de  Dios  que  recibía  en  sí  mismo,  la  convertía 
en  similitud  de  avaricia. 

Has  de  saber  que  en  un  monasterio  había  dos  monjes 
que  fueron  causa  de  que  se  eligiese  un  abad,  el  uno  con  el 
fin  e  intención  de  que  alabase,  entendiese,  amase  y  sirviese 
a  Dios,  y  el  otro  con  el  fin  de  que  le  fuese  agradecido  y  le 
amase  y  honrase  a  él  más  que  a  los  otros  monjes.  Sucedió 
que  el  abad  fué  hombre  de  buenas  costumbres  y  santa  vida ; 
y  viendo  qúe  el  monje  que  le  había  elegido  abad  con  el  fin 
de  que  le  honrase  y  distinguiese  de  entre  los  demás  era  malo 
y  escandaloso,  le  hizo  poner  preso,  y  al  que  le  había  elegido 
con  el  fin  de  que  amase  y  sirviese  a  Dios,  honró  y  distinguió 
entre  todos  los  demás;  de  que  todos  los  monjes  se  maravilla- 
ban, ignorando  el  fin  y  los  motivos  que  el  abad  tenía  para 
ejecutarlo. 

También  has  de  saber  que  delante  de  un  rey  comparecie- 
ron dos  hombres,  que  ambos  solicitaban  que  los  eligiese  go- 
bernadores de  una  provincia,  el  uno  con  el  fin  de  poder  ser- 
vir a  Dios  administrándola  bien  y  haciendo  justicia,  por  ser 
hombre  bueno  y  de  buenas  costumbres,  y  el  otro  con  el  fin 
de  que  le  honrasen  y  venerasen  a  él  y  el  de  juntar  mucho 
dinero,  por  ser  hombre  avaro,  injusto  y  orgulloso;  y  como 
el  rey  también  estaba  poseído  de  estos  vicios,  eligió  al  hom- 
bre malo  y  mal  acostumbrado ;  de  cuya  elección  todos  los  de 
aquella  provincia  se  maravillaron. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿por  qué  causa  o  naturaleza  eli- 
gen y  anteponen  los  hombres  las  delicias  temporales  a  las 
espirituales,  siendo  así  que  las  espirituales  sin  comparación 
son  más  nobles  y  más  perfectas  que  las  corporales?  ■ — Hijo 
— dijo  el  ermitaño — ,  un  obispo  tenía  un  sobrino  a  quien 
amaba  mucho,  por  lo  que  deseaba  que  él  y  no  otro  fuese  obis- 
po después  de  su  muerte;  en  lo  que  conocerás  que  el  obispo 
amaba  más  elegir  similitud  sensual  que  espiritual,  por  lo 
que  Dios  le  castigó  en  la  elección  que  hacía  de  su  similitud. — 
Maravillóse  Félix  de  que  el  obispo  amase  más  elegir  para 
obispo  a  hombre  que  tuviese  más  su  similitud  corporal  que 
su  similitud  espiritual,  por  lo  que  dijo  al  ermitaño: 

— En  una  iglesia  catedral  se  hubo  de  elegir  obispo,  y  los 
canónigos,  que  eran  nobles,  querían  que  el  arcediano,  que 
también  lo  era,  lo  fuese,  alegando  que  era  hombre  [hermo- 
so] \  había  estudiado  leyes  y  hacía  gran  gasto ;  y  el  sacris- 


1  También  aquí  el  traductor  levó  «vell»  (viejo),  por  el  verdadero 
original  abell»  (hermoso). 


q68 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tán,  con  otros,  quería  que  lo  fuese  un  ipobre  clérigo  que  tenía 
muy  poca  renta,  pero  era  muy  sabio,  gran  teólogo  y  de  san- 
ta vida.  Mas  a  pluralidad  de  votos  fué  electo  el  arcediano, 
de  que  el  sacristán  se  maravilló,  considerando  que  en  aque- 
lla elección  la  soberbia  había  vencido  a  la  humildad,  la  sen- 
sualidad a  la  intelectualidad,  y  las  leyes  a  la  teología. 

Has  de  saber,  hijo,  que  nabía  dos  clérigos,  que  el  uno  se 
alegraba  de  ver  cosas  bellas,  como  bellas  vestiduras,  bellos 
arneses,  'bellas  casas  y  las  demás  cosas  semejantes  a  éstas; 
y  el  otro  amaba  oír  bellas  palabras,  verdaderas  y  bien  orde- 
nadas. El  que  eligió  belleza  en  las  figuras  visibles,  eligió  la 
belleza  que  Dios  demuestra  de  sí  mesmo  en  (las  cosas  visibles ; 
y  el  que  eligió  'la  belleza  en  las  oíbles,  eligió  la  belleza  que 
Dios  demuestra  de  sí  mesmo  por  ellas.  Sucedió  que  el  que 
amaba  la  belleza  de  las  cosas  visibles  fué  electo  obispo,  y  el 
que  amaba  la  belleza  de  las  oíbles,  refutado,  siendo  mara- 
villa que  fuese  electo  obispo  él  que  amaba  la  belleza  de  las 
cosas  visibles  (por  serlo  él),  que  no  el  que  amaba  la  belleza 
de  las  cosas  oíbles,  cuando  puede  Dios  ser  nombrado  y  no 
visto. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  en  una  abadía  había  un 
abad  que,  por  ser  hombre  avaro,  se  cuidaba  más  de  multi- 
plicar Tas  rentas  dél  monasterio  que  de  multiplicar  en  sus 
monjes  la  virtud  ni  devoción.  En  otra  abadía,  que  era  supe- 
rior a  aquélla,  murió  el  abad;  y  habiendo  en  ella  un  monje 
sabio  y  de  muy  buena  vida,  los  de  la  abadía  superior  eli- 
gieron abad  al  de  tía  inferior,  no  obstante  constarles  su  ava- 
ricia, y  no  quisieron  elegir  al  monje  saibio  y  de  buenas  cos- 
turnbres. 

Además  has  de  saber  que  delante  de  un  obispo  se  presen- 
taron dos  clérigos  que  le  pidieron  un  curato,  el  uno  que  te- 
nía por  mérito  su  buena  vida  y  buenas  costumbres,  y  el 
otro  que  no  tenía  otro  que  el  haber  servido  al  obispo  largo 
tiempo.  Y  el  obispo  proveyó  el  curato  en  aquel  que  le  ¡había» 
servido,  aunque  sabía  muy  poco  latín  y  era  de  malas  costum- 
bres. Lo  que  es  gran  maravilla  y  simonía. 

También  has  de  saber  que  una  vez  un  canónigo,  para 
poder  ser  obispo,  aprendió  leyes  y  se  manifestó  hombre  hu- 
milde y  honesto.  Sucedió  que,  habiendo  muerto  el  obispo  y 
sucedido  en  la  dignidad  el  canónigo,  se  hizo  orgulloso,  ava- 
ro y  lujurioso,  y  las  leyes  que  sabía  las  aplicó  en  contra- 
rio fin  del  que  debía;  de  que  todos  se  maravillaron  mucho, 
y  deseaban  que  le  depusiesen  y  separasen  del  obispado. 

— Hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  maravíllate  y  llora  el 
mal  y  el  desorden  que  se  sigue  de  las  malas  elecciones,  pues 
si  fuesen  hechas  buenas  y  verdaderas,  habría  mucho  más 
bien  que  no  hay  y  dejaría  de  haber  mucho  mal  que  hay.— 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS .-— C.    II3  QÓQ 


En  lo  que  pensando  y  reflexionando  Félix,  conoció  que  en  el 
mundo  había  mucho  más  mal  que  bien,  por  el  bien  que  por 
las  malas  elecciones  se  perdía  y  por  el  mucho  mal  que  de 
ellas  se  seguía. 

— «Hijo — «prosiguió  el  ermitaño--,  has  de  saber  que  en 
una  ciudad  había  un  ciudadano  muy  rico,  el  cual  eligió  el 
camino  de  los  deleites  temporales,  creyendo  hallar  en  ellos 
toda  perfección,  complacencia  y  deleite,  y  saciar  su  apetito 
y  su  deseo.  Pero,  experimentando  que  en  ninguna  cosa  qtíe 
dijese  ni  oyese  podía  hallar  gusto  cumplido,  pensó  mejor,  y 
eligió  los  deleites  y  perfecciones  espirituales,  y  con  especia- 
lidad en  Dios  y  en  su  bondad,  grandeza  y  demás  atributos, 
en  los  que  halló  en  qué  saciar  y  llenar  su  alma  perfectamen- 
te, y  entonces  tuvo  gran  gozo  y  alegría.  Por  lo  que,  vendien- 
do todo  cuanto  tenía  y  dándoselo  a  los  pobres  de  Jesucristo, 
se  retiró  todo  él  resto  de  su  vida  a  una  ermita,  en  compañía 
de  un  ermitaño,  a  contemplar  a  Dios  y  a  pensar  en  las  obras 
espirituales,  donde  se  maravillaba  muchas  veces  de  que  tan- 
tos religiosos  y  clérigos  que  hay  en  el  mundo  eligiesen  y 
buscasen  los  placeres  sensuales,  que  nunca  son  bastantes  a 
dar  cumplimiento  a  nuestros  deseos,  y  dejasen  los  espiri- 
tuales, que  nos  le  dan  y  acarrean  todo  bien  y  felicidad. 


CAPÍTULO    CXI  II 
Del  pecado 

— Señor — dijo  Félix  al  ermitaño — ,.he  oído  decir  muciia^ 
veces  que  el  pecado  en  sí  no  es  nada,  de  que  me  maravillo, 
porque,  si  el  pecado  no  es  nada,  ¿  cómo  por  él  puede  el  hom- 
bre condenarse? 

— Hijo— dijo  el  ermitaño — ,  Dios  creó  todo  cuanto  tiene 
ser  para  ser  amado  y  conocido,  y  como  ésta  sea  la  final  y 
principal  intención  para  que  Dios  creó  al  hombre,  cuando  el 
hombre  se  desvía  de  ella  amando  otras  cosas  más  que  a 
Dios,  se  desvía  de  la  final  intención  para  que  fué  creado,  en 
cuyo  acto  tiene  culpa,  la  que  tiene  por  consecuencia  la  pena. 
Y  como  este  desviarse  de  la  final  intención  para  que  el  hom- 
bre fué  creado  sea  el  pecado,  y  él  desvío  o  separación  en  sí 
no  sea  nada  ni  cosa  creada,  si  no  es  separación  del  fin  para 
que  es  creado,  por  esto  con  mucha  razón  se  dice  que  el  pe- 
cado no  es  nada. 

Has  de  saber  que  había  un  rey  que  amaba  las  delicias  de 
este  mundo  y  menospreciaba  la  gloria  del  otro.  Este  rey  lo 
era  para  ser  rico  y  abundante  en  tesoros,  honras  y  deleites 


97o 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


[de  cazar,  holgar,  comer,  beber,  vestir  y  darse  a  los  placeres 
carnales]  ;  por  lo  que  gastaba  en  ellos  el  tiempo,  sin  cuidarse 
de  la  justicia ;  y  así  su  reino  se  destruía,  por  no  tener  quien 
le  rigiese,  y  el  rey  pecaba  por  causa  de  que  se  apartaba  de  la 
final  intención  para  que  era  rey. 

— Señor — dijo  Félix — ,  también  me  maravillo  de  que  el 
cuerpo  del  hombre  pueda  pecar,  cuando  el  alma  le  señorea 
y  le  da  la  vida  y  el  movimiento,  y  él  sin  ella  nada  puede  hacer 
ni  Obrar. 

— Hijo — dijo  él  ermitaño — ,  el  alma  y  el  cuerpo  son  el 
hombre,  y  como  el  hombre  es  el  que  hace  el  pecado,  y  el 
alma  no  podría  pecar  si  con  el  cuerpo  no  fuese  hombre,  peca 
el  cuerpo,  por  ser  él  y  el  alma  el  hombre. 

Has  de  saber,  hijo,  que  cerca  de  una  fuente  estaba  un 
pastor  que  tenía  un  pan  pequeño  y  una  grande  hambre.  Su- 
cedió que,  estando  comiendo  el  pan,  le  vino  a  la  imaginación 
el  pensar  si  entonces,  con  'la  gran  hambre  y  el  poco  pan  que 
tenía,  llegase  algún  pobre  a  pedirle  (limosna  por  amor  de 
Dios  si  le  daría  dél  pan.  Y,  movido  de  la  caridad,  pensó  que 
sí,  y  que  le  daría.  Estando  con  este  pensamiento,  vió  venir 
un  pobre  con  gran  hambre,  que  le  pidió  un  pedazo  de  pan, 
y  el  pastor  le  dió  la  mitad  del  que  tenía,  por  lo  que  padeció 
gran  hambre  todo  aquell  día  y  aquella  noche. 

Después  de  haber  dicho  el  ermitaño  estas  palabras  a  Fé- 
lix le  preguntó  que  si  el  pastor  se  hubiese  muerto  antes  de 
dar  el  pan  al  pobre,  si  con  sola  la  intención  habría  tenido 
tan  gran  mérito  como  si  se  hubiese  muerto  después  de  ha- 
bérsele dado.  Habiendo  pensado  Félix  algún  tiempo  en  la 
cuestión  que  el  ermitaño  le  había  hecho,  entendió  que,  res- 
pecto de  que  el  cuerpo  del  pastor  había  padecido  mayor  pa- 
sión en  la  multiplicación  de  la  caridad  cuando  dió  la  mitad 
del  pan,  que  antes  de  haberlo  dado,  aunque  había  consentido 
el  darle,  había  adquirido  mayor  mérito  después  de  darle  que 
antes  de  haberle  dado,  y  que,  si  no  le  hubiese  dado,  sería 
culpable. 

Félix  dijo  al  ermitaño  que  él  se  maravillaba  también  de 
que  el  pecado  pudiese  crecer  ni  menguar,  no  siendo  nada.  % 
A.  que  el  ermitaño  respondió :  — Un  obispo  pecó  carnalmente 
con  una  loca  mujer,  por  lo  que  el  pecado  fué  mayor  en  el 
obispo  que  en  la  mujer,  respecto  de  que  el  obispo  se  había 
apartado  más  en  aquel  acto  de  la  intención  por  que  era  obis- 
po, que  no  l¡ai  mujer  de  la  intención  por  que  era  mujer. 

— Señor — dijo  Félix — ,  haciendo  el  pecador  el  pecado, 
¿cómo  puede  ser  que  el  pecado  no  sea  nada?  Pues  si  no  fue- 
se nada,  no  podría  ser  hecho. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  a  esta  cuestión  está  dada  so- 
lución en  la  antecedente,  esto  es,  que  el  pecado  es  mudar  y 
apartar  la  intención  en  lo  que  el  hombre  hace  de  aquello 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  113 


971 


para  que  es  creado;  y  porque  el  hombre  puede  hacer  esta 
mudanza  y  desvío  de  intención,  puede  haber  pecado  sin  que 
el  pecado  sea  nada,  ni  por  creación  ni  por  final  intención. 

Además  añadió  Félix  que  él  se  maravillaba  de  que  el 
confesor,  siendo  hombre,  pudiese  perdonar  el  pecado,  cuan- 
do en  el  pecado  que  se  comete  ofende  el  hombre  más  a  Dios 
que  al  hombre.  A  que  el  ermitaño  respondió:  — El  accidente 
no  es  en  sí  mesmo  nada,  pero  en  otro  es  alguna  cosa.— (Por 
lo  que  entendió  Félix  que  el  hombre  perdona  el  pecado  por 
el  poder  que  tiene  de  Dios,  pero  no  por  el  que  tiene  de  sí 
mesmo. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  pecado,  ¿en  qué  tiene  princi- 
pio, en  qué  se  mantiene,  cómo  se  multiplica  y  cómo  acaba? 
— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  principio  del  pecado,  su  au- 
mento, su  permanencia  y  su  disminución,  todo  consiste  en 
el  desviarse  o  mantenerse  en  la  final  intención  por  la  cual 
o  para  la  cual  las  cosas  han  sido  creadas,  [es  decir,  cuando 
se  Jas  desvía  del  fin  para  el  cual  existen]. 

Y  para  que  mejor  Félix  lo  entendiese,  el  ermitaño  pro- 
siguió diciendo:  — En  un  huerto  había  una  rueda  que  una 
bestia  hacía  andar,  con  cuyo  movimiento  sacaba  agua  para 
regarle.  Sucedió  que  el  hortelano  trastornó  la  rueda,  por  lo 
que  la  bestia  trabajaba  en  vano,  y  la  rueda  se  destruía,  y 
las  plantas  del  huerto  lo  padecían,  pues  por  falta  de  agua 
se  secaban.  Lo  que  visto  por  el  hortelano,  y  que  cuanto  más 
la  bestia  trabajaba  menos  agua  sacaba  y  más  plantas  se  des- 
truían, conoció  su  error,  y,  arrepentido  de  él,  volvió  a  poner 
la  rueda  en  el  estado  que  antes  estaba,  y  la  bestia  a  rodar 
como  solía,  y  las  plantas  del  huerto  a  vivir  como  vivían. 

— Señor — dijo  Félix — ,  ¿cómo  puede  ser  que,  no  siendo 
nada  el  pecado,  se  haya  tanto  multiplicado?  Pues  apenas 
hay  nadie  que  verdaderamente  haga  aquello  que  debe  y  para 
que  es  creado,  lo  que  es  gran  maravilla,  siendo  la  virtud 
mucho  y  el  pecado  nada. — -A  lo  que  respondió  el  ermitaño: 
— Has  de  saber  que  el  pecado  es  mayor  en  la  privación  del 
bien,  que  la  virtud  en  el  ser  del  bien,  por  causa  de  que  las 
gentes,  cuando  hacen  el  pecado,  son  más  contrarias  (o  con- 
tradicen más)  al  infinito  bien  que  al  bien  finito,  por  cuyo  mo- 
tivo serán  castigados  con  privación  de  infinito  bien. 

Dijo  Félix  que  también  se  maravillaba  mucho  de  que,  ha- 
biendo Dios  hecho  tantos  bienes  a  los  hombres  en  este  mun- 
do, ellos  se  pudiesen  inclinar  al  pecado,  que  es  cosa  con- 
traria a  Dios  y  a  sus  preceptos;  y  que  los  más  honrados, 
más  ricos,  más  poderosos,  robustos  y  bellos  suelen  ser  los 
más  ingratos  y  los  más  pecadores,  abusando  de  los  bienes  y 
dones  que  Dios  les  había  dado.  A  lo  que  respondió  el  ermi- 
taño: — Has  de  saber  que  un  obispo  era  avaro  de  mil  mar- 
cos de  plata  que  tenía  y  guardaba ;  un  arcediano  lo  era  tam- 


973 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bién  de  mil  sueldos  que  había  juntado;  y  por  causa  de  que 
la  avaricia  del  obispo  era  mayor  en  guardar  los  mil  marcos 
que  la  del  arcediano  en  guardar  los  mil  sueldos,  era  también 
mayor  el  pecado  que  el  obispo  cometía  que  el  que  el  arce- 
diano hacía. 

— Señor — dijo  Félix — ,  también  me  maravillo  de  que  el 
hombre  se  incline  más  a  hacer  mal  que  a  hacer  bien  (y  a 
pecar  que  a  virtuificar),  respecto  de  que  en  el  pecar  obra  el 
hombre  contra  la  razón  e  intención  por  que  es  creado  (y  en 
ed  virtuificar  obra  con  ella  y  camina  por  ella). — A  que  el  er- 
mitaño respondió  que  para  hacer  bien  es  necesario  que  con- 
curra la  fortaleza  de  espíritu,  la  cual  da  pasión  a  la  volun- 
tad y  al  cuerpo  para  que  el  hombre  alcance  mérito  espiritual 
y  corporal,  por  causa  de  que  la  voluntad  se  mueve  con  re- 
pugnancia a  hacer  bien,  respecto  de  la  inclinación  o  propen- 
sión que  tiene  accidentalmente,  por  el  pecado,  a  hacer  mal, 
y  de  que  para  hacer  mal  no  tiene  ninguna  repugnancia  es- 
piritual ni  corporal,  antes  bien  inclinación  a  ello;  por  cuyo 
motivo,  y  el  no  sentir  pasión  cuando  ha  de  hacer  mal  y  de 
sentirla  cuando  ha  de  hacer  bien,  se  inclina  el  hombre  más 
al  mal  que  aü  bien  1. 


CAPÍTULO  CXJV 

De  la  resurrección 

Muchas  veces  había  considerado  Félix  en  la  resurrección, 
maravillándose  de  que  el  cuerpo  del  hombre  pudiese  resu- 
citar en  el  mismo  ser  que  tenía,  siendo  el  cuerpo  corruptible 
y  convirtiéndose  en  polvo  debajo  de  la  tierra.  Por  lo  que, 
habiendo  propuesto  su  maravilla  al  ermitaño,  éste  le  res- 
pondió : 

— La  principal  razón  por  que  Dios  ha  creado  al  hombre, 
es  para  ser  por  él  conocido,  servido  y  amado.  Y  como  el 
hombre  es  un  compuesto  de  alma  y  cuerpo,  y  por  el  alma 
sola,  sin  el  cuerpo,  no  sería  hombre,  es  necesario  que  el 
cuerpo  resucite  para  que  vuelva  a  ser  el  mesmo  hombre  y 
 —  :  "r  •*  fi  i 

3  Traducción  muy  complicada.  He  aquí  el  texto  luliano  :  «L'ermi- 
tà dix  que  en  fer  bé  cové  ésser  una  virtut  que  és  apellada  fortitudo, 
ço  és  saber,  força  de  coratge,  e  aquella  dóna  pació  a  la  volentat  e  al 
cors,  per  ço  que  hom  ne  guany  mèrit  sperital  e  corporal.  E  com 
les  gents  senten  aquella  passió  spirital  e  corporal,  adonchs  greument 
se  mouen  a  fer  bé;  mas  con  fan  mal  en  peccat,  no-y  cal  ésset 
greuge  sperital  ne  corporal,  e  per  açò  no  senten  .pasció  con  fan  mal  ; 
è  per  aquesta  rahó  fan  anants  lo  mal  que  d  bé.» 


FELIX   DE  LAS  MARAVILLAS. 


i  1} 


971 


se  siga  la  final  intención  para  que  fué  creado,  que  es  el  ser 
Dios  servido,  conocido  y  amado  por  el  mesmo  hombre. 

Dios  ha  impreso  en  el  hombre  su  imagen  y  semejanza 
para  que  el  hombre  le  ame  y  le  conozca.  Dios  es  bueno,  y 
su  bondad  es  grande,  eterna  y  cumplida  de  toda  virtud; 
y  por  tener  el  hombre  la  similitud  de  Dios,  es  bueno,  cuya 
bondad  procede  de  la  bondad  de  Dios,  y  de  la  grandeza  de 
Dios  procede  el  que  el  hombre  sea  grande  en  bondad,  por 
ser  su  grandeza  y  su  bondad  similitudes  de  la  bondad  y  de 
la  grandeza  de  Dios,  y  lo  mismo  se  sigue  de  todos  los  demás 
atributos;  en  que  se  manifiesta  que,  si  Dios  hubiese  puesto 
la  similitud  de  su  grandeza  y  de  su  bondad  en  el  hombre 
(y  así  de  los  demás  atributos)  y  no  hubiese  puesto  la  de  la 
eternidad  o  duración  (en  cuanto  la  puede  recibir),  se  segui- 
ría que,  por  faltarle  la  imagen  de  este  esencialísimo  atributo, 
no  podría  amar  y  conocer  a  Dios  perpetuamente,  que  fué  el 
fin  principal  para  que  fué  creado,  y  quedaría  vacua,  inútil 
y  apartada  de  su  fin  la  intención  con  que  Dios  le  creó,  lo 
que  es  imposible. 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  hombre  cuyo  cuerpo  habrán 
comido  las  fieras,  las  aves  o  los  peces,  ¿cómo  puede  resuci- 
tar en  su  mesmo  ser,  cuando  su  carne  se  habrá  convertido 
en  la  carne  de  las  fieras,  de  las  aves  o  de  los  peces  que  se 
!e  habrán  comido,  mezclándose  con  la  de  otras  fieras,  aves 
y  peces  y  otras  cosas  que  habrán  comido  también,  convir- 
tiéndose una  cosa  en  otra  y  en  la  carne  de  unos  y  otros  ani- 
males sucesivamente,  después  de  ciento,  o  doscientos,  o  mu- 
chos más  años  que  el  hombre  habrá  muerto? 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  un  cristiano  y  un  judío  dispu- 
taban, negando  el  judío  al  cristiano  el  misterio  de  la  encar- 
nación, por  parecerle  que  era  cosa  contra  el  curso  de  la 
naturaleza,  y,  por  consecuencia,  imposible.  Pero  el  cristiano 
alegaba  y  decía  que  Dios  creó  al  mundo  de  la  nada  y  al 
hombre  del  limo  de  la  tierra,  y  creó  también  el  primer  ár- 
bol, el  primer  caballo,  etc.,  y  así  de  todas  las  demás  cesas 
sobre  el  curso  de  la  naturaleza,  y  que  así  sobre  el  curso  de 
la  naturaleza  pudo  también  tomar  carne  humana. 

Además — dijo  el  ermitaño — ,  debes  considerar  que  Dios 
es  justo  y  justísimo,  y  que,  habiendo  obrado  el  hombre  mal, 
usando  de  los  vicios,  o  bien,  usando  de  las  virtudes  (mien- 
tras vivió  en  este  mundo),  es  necesario  que  la  justicia  de 
Dios  le  resucite,  porque,  si  no  lo  hacía,  se  seguiría  que  el 
hombre  no  adquiriría  mérito  o  culpa  con  su  obrar,  y,  por 
consecuencia,  que  no  fuese  castigado  obrando  mal  ni  pre- 
miado obrando  bien,  lo  que  es  imposible.  Además  has  de 
saber  que  el  hombre  ama  más  ser  hombre  que  ser.  alma  o 
ser  espíritu  solamente,  y  amando  el  hombre  justo  el  ser 
hombre,  si  después  de  su  muerte  no  lo  hubiese  de  ser,  se 


<574  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


seguiría  que,  si  no  hubiese  resurrección,  la  similitud  que  la 
voluntad  de  Dios  influye  en  él  sería  contra  la  grandeza  de 
la  voluntad  del  hombre  justo,  la  cual  nunca  llegaría  a  tener 
cumplimiento  ni  quietud,  aun  estando  en  la  gloria,  porque 
siempre  estaría  apeteciendo  el  volver  a  ser  hombre,  y  para 
ello  unirse  al  cuerpo. 

Además — dijo  el  ermitaño — ,  debes  considerar  que  el  gu- 
sano de  seda  nos  significa  en  algún  modo  la  resurrección, 
pues  muere  y  después  de  muerto  sale  de  él  una  mariposa, 
la  cual  engendra  otro  gusano  semejante  en  especie  a  aquel 
de  que  ha  salido.  En  que  conocerás  que,  si  la  naturaleza 
tiene  virtud  y  propiedad  de  producir  del  gusano  muerto  una 
mariposa  viva,  que  engendra  otro  gusano  semejante  a  aquel 
que  ha  muerto,  mucho  más,  sin  comparación,  puede  Dios 
del  polvo  producido  del  cuerpo  del  hombre  resucitar  el  mis- 
mo cuerpo  del  hombre,  y  puede  unir  un  átomo  con  otro  áto- 
mo, siendo  (como  son)  su  sabiduría  y  su  poder  infinitos  en 
todas  partes  y  por  todas  partes. 

Además  has  de  saber,  hijo,  que  había  un  gentil  que  no 
creía  en  la  resurrección  ni  en  la  otra  vida,  sino  es  que  creía 
que,  después  de  su  muerte,  se  había  de  reducir  a  la  nada,  el 
cual  estaba  siempre  triste  con  esta  consideración.  Sucedió 
que  este  gentil  se  hizo  judío,  y  creyó  que  después  de  su 
muerte  su  alma  permanecería  para  siempre,  con  cuya  con- 
sideración y  creencia  estuvo  muy  alegre,  amando  a  Dios, 
según  lo  que  creía  por  la  fe  y  creencia  de  los  judíos  que  pro- 
fesaba, cuyo  amor  ni  alegría  no  tenía  cuando  era  gentil. 
Sucedió  después  de  tiempo  que  aquel  judío,  dejando  la  fe  y 
creencia  de  los  judíos,  se  hizo  cristiano,  y  como  tal  creyó 
en  la  resurrección  de  la  carne,  por  lo  que  amó  más  a  Dios 
que  cuando  era  judío,  conociendo  por  razones  necesarias  que 
en  la  resurrección  de  la  carne,  que  nuevamente  creía,  se  ma- 
nifestaba mayor  nobleza  y  poder  en  la  operación  que  Dios 
tiene  sobre  las  criaturas  \  y  mayor  grandeza  de  justicia,  bon- 
dad y  unidad.  Habiendo  considerado  aquel  hombre  todas  es- 
tas cosas,  conoció  que  la  resurrección  debe  ser  de  necesidad, 
pues  él  por  ningún  otro  medio  ni  modo  había  podido  ni 
podía  más  ni  mejor  entender  ni  amar  a  Dios  que  creyendoi 
en  ella,  respecto  de  que,  si  no  hubiese  resurrección,  se  se- 
guiría que  aquello  por  que  las  criaturas  pueden  más  conocer 
y  amar  a  Dios,  convendría  con  el  no  ser;  y  que  aquello  por 
lo  cual  las  criaturas  podrían  menos  conocerle  y  amarle,  con- 
vendría con  el  ser,  lo  que  es  imposible. 

Por  estas  y  otras  muchas  razones  probó  el  ermitaño  a 
Félix  con  tanta  evidencia  la  resurrección,  que  Félix  fué  cer- 


1  El  texto  catalán  prosigue  :  «e  mils  hi  demostra  granea  de  son 
poder,  voler,  justícia,  e  bonea,  e  veritat». 


FÉL·IX  DE  LAS  MARAVILLAS 


115 


Q75 


tificado  de  ella  y  no  se  maravilló,  admiró  ni  dudó  más  en  lo 
futuro.  Pero  se  maravilló  de  que  los  hombres  que  creen  en 
ella,  siendo  buenos,  puedan  dejar  de  hacer  bien,  y  siendo  mal- 
los, puedan  pecar,  siendo  cosa  tan  excelente  y  que  trae  con- 
sigo eterna  gloria  o  eterna  pena. 

— tHas  de  saber — prosiguió  el  ermitaño — que,  habiendo 
hecho  un  rey  una  gran  injuria  a  un  caballero  y  hallándose 
en  el  artículo  de  la  muerte,  el  caballero  le  pidió  que  le  die- 
se satisfacción  de  la  injuria,  pues  en  recompensa  rogaría  a 
Dios  que  en  el  día  de  la  resurrección,  uniéndose  y  resucitan- 
do su  alma  con  su  cuerpo  y  sentidos  corporales,  estuviese  en 
eterno  descanso.  A  lo  que  el  rey,  no  obstante  la  súplica  del 
caballero,  no  quiso  asentir  ni  resarcir  él  daño  que  le  había 
hecho,  de  que  el  caballero  y  todos  los  circunstantes  se  que- 
daron admirados. 


CAPITULO  CXV 
De  los  milagros 

■ — jSeñor — dijo  Félix — ,  yo  me  maravillo  de  los  hombres 
que  se  maravillan  de  los  milagros  y  de  todo  aquello  que 
Dios  hace  sobrenatural  \  respecto  de  que,  habiendo  Dios 
creado  la  naturaleza  y  teniendo  poder  absoluto  sobre  ella, 
ningún  hombre  se  debe  admirar  de  cuanto  Dios  hace  sobre  su 
natural  curso.  — (Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  es  verdad  cuan: 
to  dices  de  que,  si  los  hombres  pensaban  y  cogitaban  en 
Dios  y  de  Dios  y  en  su  poder,  como  debían,  no  se  maravilla- 
rían de  ningún  milagro  ni  de  ninguna  operación  sobrenatu- 
ral; pero  por  causa  de  que  no  memoran  ni  entienden  el  po- 
der de  Dios  como  él  es  en  sí,  se  'maravillan  de  ver  las  obras 
sobrenaturales,  por  causa  de  estar  acostumbrados  a  ver  sólo 
con  continuación  las  naturales.  Por  lo  que  debes  considerar 
que  el  hombre  se  maravilla  cuando  ve,  entiende,  oye  o  me- 
mora alguna  cosa  muy  extraña,  la  que  acostumbrándose  des- 
pués a  ver,  oír,  entender  y  memorar,  no  le  causa  extrañe- 
za  ni  admiración.  Y  por  esto  los  infieles  se  maravillan  cuan- 
do oyen  decir  que  Dios  es  uno  y  trino  y  que  encarnó  [y  cuan- 
do ven  que  los  cristianos  creen  en  los  sacramentos],  pade- 
ciéndoles cosas  muy  extrañas  [y  milagrosas],  por  no  estar 
acostumbrados  a  oírlas,  entenderlas  ni  amarlas. 

Además — añadió  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  una 
vez  disputaba  un  cristiano  con  un  sarraceno  sobre  el  mis- 


1  esobre  cors  de  naturap. 


L)7Ó  OKRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


terio  de  la  Santísima  Trinidad,  y  le  decía  que  Dios  Padre 
engendra  a  Dios  Hijo;  lo  que  oyendo  el  sarraceno,  se  ma- 
ravilló, pareciéndole  que,  habiendo  en  Dios  generación  de 
Padre  a  Hijo,  era  necesario  que  hubiese  también  tiempo  dis- 
tinto de  Hijo  a  Padre,  pues  forzosamente  el  Padre  había  de 
ser  primero  que  el  Hijo.  Y  también  se  maravilló  de  que  el 
cristiano  dijese  que  Dios  era  trino,  pues  habiendo  en  Dios 
trinidad,  era  consecuente  que  hubiese  pluralidad,  y  habien- 
do pluralidad,  consecuente  que  hubiese  composición.  Tam- 
bién se  maravilló  de  que  e¡l  cristiano  dijese  que  Dio3  había 
encarnado,  por  parecerle  que,  si  Dios  hubiese  encarnado, 
era  consecuente  que  hubiese  alterado  su  esencia.  También 
se  maravilló  del  sacramento  del  Altar,  por  parecerle  imposi- 
ble que  debajo  de  los  accidentes  de  pan  y  vino  pudiese  es- 
tar substancia  de  carne  y  sangre,  de  todo  lo  cual  [y  de  otras 
muchas  cosas]  se  maravilló  mucho.  Pero  el  cristiano  le  sacó 
de  sus  dudas,  diciendo  estas  palabras: 

"En  Dios  hay  bondad,  ¡la  cual  de  sí  mesma  engendra  al 
Hijo,  que  es  bondad,  y  así  es  el  Padre  bondad,  que  engendra 
lo  bueno,  para  que  la  bondad  no  esté  ociosa;  lo  mismo  que 
de  la  bondad — fie  dijo  el  cristiano  al  sarraceno  -se  sigue  de 
la  magnitud  o  infinidad,  de  la  eternidad,  del  poder  y  de  los 
demás  atributos  que  engendran  al  Hijo,  para  que  éstos  no 
estén  en  Dios  ociosos,  y  que  así  cada  uno  de  por  sí  y  todos 
juntos,  siendo  un  mismo  Padre,  estén  siempre  engendran- 
do sin  tener  ociosidad  en  su  operación,  por  ser  la  substan- 
cia de  Dios  infinita  y  eterna  *.  Y  porque  en  Dios  hay  infinita 
.simplicidad  y  ésta  de  sí  mesma  engendra  al  Hijo,  no  puede 
haber  en  Dios  composición,  aunque  haya  pluralidad  de  per- 
sonas, porque,  si  la  hubiese,  se  seguiría  que  la  simplicidad 
que  es  Padre  no  hubiese  engendrado  el  Hijo,  que  es  simpli- 
cidad, en  la  que  el  Padre  y  el  Hijo  son  una  misma  esencia. 
Después  de  estas  palabras  prosiguió  el  cristiano  diciendo 
que  en  Dios  no  podía  haber  alteración  por  haber  encarnado, 
respecto  de  su  infinidad  y  eternidad,  y  de  que  su  poder  y  su 
voluntad  son  una  misma  cosa,  y  de  que,  si  la  voluntad  lo 
quiere,  el  poder  lo  puede,  porque,  si  la  voluntad  lo  quería  y 
el  poder  no  lo  podía,  no  serían, el  poder  y  la  voluntad  una 
cosa  misma  en  Dios  (como  queda  explicado  en  muchas  par- 
tes de  este  libro).  Pasando  el  cristiano  a  tratar  del  sacramen- 
to del  Altar,  dijo  que  si  en  el  poder  de  la  ^naturaleza  está  !a 
sangre  en  potencia  en  el  pan,  y  en  el  pan  y  en  la  sangre 
está  la  carne  (pues  se  convierten  en  ella),  mucho  mejor  es- 


-  Interpretación  equivocada  :  «e  que  cascuna  [dignitat]  per  8 
matexe  e  ensemps,  estans  un  mateix  Pare,  sien  sens  ociositat  en 
obra  de  dintre  la  substància  de  Déu  eternalment  e  infinida.»  Los 
j)aréntesis,  como  siempre,  son  añadidura  del  traductor. 


FÉLIX   DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  115 


977 


tará  en  'la  virtud  de  Dios  y  de  su  poder  y  querer  infinito, 
virtud  o  potestad  sobrenatural,  mediante  la  cual,  debajo  de 
los  accidentes  de  pan  y  vino,  puedan  existir  las  substancias 
de  carne  y  sangre."  Habiendo  dicho  el  cristiano  al  sarraceno 
estas  y  otras  muchas  palabras  y  reflexionando  el  sarraceno 
sobre  ellas,  cesaron  sus  admiraciones  y  sus  dudas  y  se  con- 
virtió a  3a  ley  de  Jesucristo. 

— -Hijo — -dijo  el  ermitaño — ,  todo  lo  que  el  hombre  sien- 
te y  puede  sentir  con  los  sentidos  corporales  es  maravilla, 
pero  no  se  admira  de  ello  como  lo  tiene  acostumbrado,  y  lo 
mismo  le  sucede  con  las  cosas  espirituales  que  memora  y 
entiende  con  continuación. 

Por  lo  que  has  de  saber  que  una  vez  sucedió  que  un  sa- 
rraceno, gran  filósofo,  fué  apresado  por  los  cristianos  y  con- 
ducido a  su  tierra.  Y  ha>biendo  vivido  largo  tiempo  entr^ 
ellos,  se  maravillaba  de  su  modo  de  comer,  vestir,  hablar  y 
de  todo  lo  demás,  por  lo  que  escribió  a  un  amigo  suyo  que  se 
hallaba  donde  veía  gentes  que  no  estaba  acostumbrado  su  ver. 
y  a  oír  cosas  que  no  estaba  acostumbrado  a  oír,  y  a  memo- 
rar cosas  que  no  estaba  acostumbrado  a  memorar,  y  a  hacer 
otras  que  no  estaba  acostumbrado  ni  nunca  había  visto  ha- 
cer. Por  lo  que  se  maravillaba  de  cuanto  oía  y  veía,  memo- 
raba y  entendía;  lo  que  le  sucedía  al  sarraceno  y  no  a  los 
cristianos  con  quien  trataba,  porque  ellos  estaban  acostum- 
brados a  oírlas,  verlas  y  memorarlas,  y  él  no. 

— Señor — dijo  Félix — ,  yo  me  maravillo  de  que  las  gen- 
tes de  este  mundo  no  se  maravillen  de  los  defectos  y  peca- 
dos que  cometen,  y  se  maravillen  de  las  cosas  sobrenatura- 
les, pues  mayor  maravilla  es  pecar,  y  ver  que  todo  el  mun- 
do se  haya  dado  más  a  amar  sus  vanidades  y  locuras  que 
no  al  mismo  Dios,  que  no  que  Dios  resucite  muertos,  sane 
contrahechos  ni  haga  otros  milagros  sobrenaturales,  pues 
esto,  respecto  de  su  poder,  no  es  nada  ni  es  maravilla. 

— -Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  habiéndose  subido  un  filóso- 
fo a  residir  algún  tiempo  en  una  alta  montaña,  vió  desde 
ella,  una  noche,  una  gran  claridad  en  el  cielo,  de  que  se  ma- 
ravilló mucho,  y  después  se  maravilló  de  haberse  maravilla- 
do, pues  consideró  que  aquella  claridad  era  cuerpo  natural. 
Estando  con  esta  admiración,  comprendió  que  su  maravilla 
había  dimanado  de  que,  habiendo  visto  el  resplandor  en  el 
cielo  inopinadamente,  el  entendimiento  no  tuvo  deliberación 
ni  tiempo  para  entender  por  el  pronto  lo  que  después  suce- 
sivamente entendió. 

Mucho  consideró  Félix  en  la  similitud  que  el  ermitaño  le 
había  hecho,  y  se  maravilló  de  ella,  por  parecerle  obscura  y 
muy  sutil  para  entender  lo  que  él  había  preguntado.  En  tan- 
to que  así  Félix  se  maravillaba,  su  entendimiento  tuvo  tiem- 


978 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


po  para  adquirir  virtud  y  fuerza  para  entender  lo  que  antes 
no  entendía,  esto  es,  que  'los  hombres  mundanos  y  pecado- 
res aman  los  pecados,  por  cuyo  motivo  no  se  maravillan  de 
ellos,  pues  nadie  se  maravilla  de  aquello  que  ama;  pero  sí 
se  maravillan  cuando  les  sucede  alguna  cosa  que  no  aman 
sin  que  él  entendimiento  antes  da  perciba  y  comprenda,  por 
ser  inopinada  e  improvisa  y  no  tener  tiempo  para  reflectir 
sobre  ella. 


LIBRO  IX 

DEL  PARAISO 


CAPÍTULO    CX  VI 
Comienza  el  libro  IX,  que  es  del  paraíso,  y  primeramente 

DE  LA  GLORIA  DE  LOS  ÁNGELES 

—Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  gloria  de  que  gozan  los  án- 
geles en  el  paraíso  es  tan  grande,  que  quien  pudiese  enten- 
derla en  este  mundo,  sobre  todas  las  cosas  se  maravillaría, 
pues  en  ella  ha  puesto  Dios  tanta  similitud  de  su  grandeza, 
que  es  cosa  maravillosa  el  entenderla  y  amarla. — Y  para  que 
Félix  más  se  maravillase  de  la  gloria  de  los  ángeles,  dijo  el 
ermitaño  estas  palabras: 

— 'Dios  en  el  paraíso  se  manifiesta  a  los  ángeles  con  todas 
sus  virtudes  y  atributos  influyéndolos  e  imprimiéndolos  en 
ellos,  y  les  manifiesta  la  similitud  que  de  ellos  ha  puesto  en 
ïos  mismos  ángeles,  según  que  los  ángeles  los  han  podido  re- 
cibir; pues  la  bondad  de  Dios  ha  dado  su  similitud  a  la  del 
ángel,  y  lo  mismo  la  grandeza  de  Dios  a  la  grandeza  del 
ángel,  la  eternidad  a  la  eviternidad,  y  así  respective  de  to- 
dos los  demás  atributos  o  virtudes  de  Dios.  Atrae  también 
a  sí  la  bondad  de  Dios  a  la  de  los  ángeles,  engrandeciéndola 
por  este  medio,  eternificándola,  posificándola,  y  así  de  todos 
los  demás  atributos1.  Lo  mismo  hace  la  grandeza  de  Dios, 
que  atrae  a  sí  lsu  grandeza  de  los  ángeles  en  bondad,  1  eterni- 
dad,] poder  y  sabiduría,  porque  cada  atributo  de  Dios,  por 
sí  y  en  sí  y  los  unos  en  los  otros,  unen  e  informan  las  cua- 
lidades de  los  ángeles,  para  que  sean  vasos  espirituales  ca- 
paces de  recibir  la  gloria  de  Dios.  Quiere  Dios  que  la  gloria 
de  los  ángeles  sea  [muy  grande]  en  bondad,  [grandeza,] 
duración,  [poder,]  sabiduría  y  voluntad  y  en  todas  las  de- 
más cualidades  angélicas,  para  que  los  ángeles  puedan  mu- 
cho e  incesantemente  contemplarle  en  su  esencia,  en  sus  dig- 
nidades, en  su  trinidad  y  en  su  unidad;  porque  cuanto  más 
Dios  comunica  la  similitud  de  sus  dignidades  a  las  calidades 

1  Traducción  imperfecta  :  «La  bonea  de  Déu  assembla  a  si  mate- 
xa 'la  bonea  dels  àngels  en  granea  de  si  matexa  e  de  eternitat,  po- 
der, saviesa,  e  axí  de  totes.» 


980  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLU  EL 


de  los  ángeles  y  Tai  similitud  de  su  esencia  a  las  esencias  de 
los  ángeles,  más  los  ángeles  ¡le  pueden  contemplar,  fruir  y 
gozar. 

En  la  esencia  de  Dios,  la  bondad  que  es  Padre,  de  toda  sí 
mesma  engendra  al  Hijo,  que  es  bondad;  porque  la  bondad 
que  es  Padre  y  que  es  Hijo  son  una  misma  esencia,  y  está 
la  distinción  en  ia  persona  que  es  Padre  y  en  la  persona  que 
es  Hijo;  y  lo  mismo  se  entiende  del  Santo  Espiritu  y  de  to- 
das las  dignidades  de  Dios.  Y  siendo  esta  operación  intrín- 
seca en  Dios,  se  juntan  en  el  ángel  todas  sus  cualidades  a 
recibir  y  comprender  aquella  obra,  de  forma  que  por  el  amor 
y  contemplación  de  ella  misma  nace  en  ellos  tal  conocimien- 
to y  amor  de  la  gloria,  que  ni  la  imaginación  la  puede  pen- 
sar, ni  la  lengua  explicar,  ni  el  oído  percibir. 

Mucho  pensó  Félix  en  la  grandeza  de  la  gloria  de  los  án- 
geles, por  habérsela  el  ermitaño  figurado  en  la  esencia  y  en 
las  dignidades  y  personas  de  Dios;  y  por  haber  entendido 
tanta  grandeza  en  la  gloria  de  los  ángeles,  estuvo  mucho 
tiempo  maravillándose  de  ella  antes  que  pudiese  decir  al  er- 
mitaño las  siguientes  palabras:  — Señor,  mucho  me  admiro 
de  que,  participando  los  ángeles  de  tanta  gloria,  los  hombres 
no  les  hagamos  más  reverencia  y  honor,  pues,  como  peca- 
dores, no  les  creemos  ni  obedecemos,  antes  delante  de  ellos 
hacemos  malas  operaciones  y  pecados,  siéndoles  tan  desagra- 
dables. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  por  ser  el  fuego  y  el  agua 
contraríos,  operan  con  contrariedad,  el  uno  contra  el  otro. — 
Por  cuya  similitud  entendió  Félix  que  los  hombres  pecado- 
res usan  con  contrariedad  de  las  similitúdines  que  tienen  y 
recibieron  de  Dios,  cuando  los  ángeles  usan  de  ellas  con  con- 
cordancia; por  lo  cual  los  pecadores,  aunque  tienen  las  cua- 
lidades creadas  semejantes  a  las  de  los  ángeles,  usan  de  ellas 
en  contrario  fin  de  aquel  para  que  les  fueron  dadas,  cuando 
las  de  los  ángeles  nunca  se  apartan  de  él.  Mucho  agradó 
ai  ermitaño  el  que  Félix  le  hubiese  entendido,  de  que  se  ma- 
ravilló. 

Por  lo  que  prosiguió  diciendo:  — Hijo,  en  el  paraíso,  que 
es  lugar  donde  los  ángeles  poseen  la  gloria,  la  tienen  de  mu- 
chas maneras,  y  de  tantas,  que  no  te  las  puedo  nombrar  ni 
significar;  pero  en  algunas,  aunque  pocas,  te  daré  luz  y  ex- 
plicación de  las  otras:  en  el  ángel,  su  bondad  ama  su  simi- 
litud en  la  grandeza,  en  la  duración,  en  el  poder,  en  la  sabi- 
duría y  en  todas  las  demás  calidades;  y  por  esto  y  porque 
la  bondad  ama  y  entiende  su  similitud  en  las  otras,  todas 
son  buenas,  y  en  todas  existe,  y  todas  en  ella.  Por  lo  cual 
.  la  bondad  es  grande,  durable,  poderosa,  etc. ;  y  lo  mismo  que 
te  digo  de  la  bondad  debes  entender  de  la  grandeza  y  de  to- 
das las  demás,  pues  cada  una  ama  su  similitud  en  la  otra, 


FELIX   DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IIÒ 


de  que  dimana  tanta  gloria  y  superabundancia  de  amor  en 
la  esencia  del  ángel,  que  es  imposible  podértelo  explicar  ni 
significar. 

Hijo,  hasta  aquí  te  he  hablado  de  la  gloria  que  el  ángel 
posee  en  el  paraíso  contemplando  a  Dios  y  de  la  que  tiene 
contemplándose  a  sí  mesmo.  Alhora  te  quiero  explicar  la  que 
tiene  contemplando  a  los  hombres  que  aman  a  Dios,  la  cual 
has  de  entender  de  esta  forma:  los  ángeles  aman  tanto  a 
Dios,  que  aman  todo  aquello  que  Dios  ama  y  aman  también 
a  todos  aquellos  que  aman  a  Dios;  y  porque  Dios  ha  creado 
al  hombre  a  su  imagen  y  semejanza,  aman  los  ángeles  a  los 
hombres,  porque  son  imágenes  y  semejanzas  de  Dios;  y 
cuando  los  hombres  quieren  contemplar  a  Dios  en  su  imagen 
y  semejanza,  tienen  de  ello  los  ángeles  gran  gloria,  por  el 
placer  que  les  causa  el  que  los  hombres  sigan  el  fin  para 
que  Dios  los  creó  [a  su  imagen  y  semejanza]. 

Habiendo  Félix  entendido  los  tres  grados  de  gloria  de 
rué  los  ángeles  gozan,  tuvo  de  ello  gran  placer,  por  pare- 
cerle  cosa  maravillosa  y  grande  la  gloria  de  los  ángeles; 
pero,  no  obstante,  replicó  al  ermitaño  diciendo  que  le  pare- 
cía que,  si  los  ángeles  tenían  gran  gloria  y  complacencia  de 
las  buenas  obras  que  los  hombres  ejecutaban,  tendrían  tam- 
bién gran  pena  y  displicencia  de  los  pecados  y  defectos  que 
cometían.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  los  ángeles  tienen  ma- 
yor gloria  de  las  obras  que  hace  Dios  que  de  las  que  hacen 
los  hombres,  por  cuyo  motivo  la  obra  u  operación  que  tiene 
Dios  en  sí,  en  los  ángeles  y  en  los  hombres,  causa  el  que 
los  ángeles  no  sólo  no  tengan  gran  pena  de  las  malas  obras 
que  hacen  los  hombres,  sino  que  tienen  gran  gloria  y  com- 
placencia cuando  la  justicia  de  Dios  les  castiga  o  cuando  su 
misericordia  les  perdona. 

— Señor — dijo  Félix — ,  teniendo  los  ángeles  tanta  gloria 
en  Dios  y  en  sí  mismos,  me  causa  admiración  el  que  pueda 
aumentárseles  por  ninguna  cosa  que  los  hombres  hagamos 
o  digamos,  por  buena  o  mala  que  sea.  — Hijo — dijo  el  ermi- 
taño— ,  del  principio  se  sigue  el  fin,  y  del  fin  el  principio. 

En  cuyas  cortas  palabras  entendió  Félix  ser  cosa  bien 
dispuesta,  ordenada  y  razonable  que  los  ángeles  tengan  glo- 
ria en  Dios  por  el  bien  que  Dios  hace  a  los  hombres  y  por 
el  amor  que  los  hombres  tienen  a  Dios,  por  ser  justo  que 

Angeles  amen  todo  aquello  que  Dios  ama  y  a  todos  aque- 
llos que  aman  a  Dios. 


982 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


CAPÍTULO  CXVII 

DE  LA  GLORIA  QUE  LAS  ALMAS  DE  LOS  HOMBRES  TIENEN  EN  EL 

PARAÍSO 

Dijo  Félix  al  ermitaño  que  él  se  maravillaba  de  que  el 
alma  del  hombre  pueda  tener  gloria  en  el  paraíso  sin  el  cuer- 
po, amándole  tanto  y  no  pudiéndose  unir  con  él  hasta  el  día 
de  la  resurrección. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  por  ser  Dios  memorable,  in- 
teligible y  amable,  ha  creado  el  alma  del  hombre  para  que 
le  memore,  entienda  y  ame.  Y  por  haber  creado  Dios  las 
cosas  sensuales  para  manifestar  la  grandeza  de  sus  atribu- 
tos y  virtudes,  creó  el  cuerpo  para  que  viese,  oyese,  etc., 
cuan  grandes  y  bellas  son  las  cosas  temporales  que  Dios 
ha  creado;  lo  que  percibiendo  el  alma  por  medio  del  cuer- 
po, le  sirve  para  aumentar  su  memorar,  entender  y  amar  a 
Dios,  que  es  para  lo  que  fué  creada;  y  en  él  fin  del  mundo, 
después  de  la  resurrección,  le  servirá  para  aumentar  su  glo- 
ria corporal  y  espiritualmente  en  el  ser  del  hombre. 

Hijo — prosiguió  el  ermitaño; — ,  no  es  posible  poderte  ex- 
plicar la  gran  gloria  que  el  alma  del  hombre  tiene  en  el 
paraíso,  pues  Dios  con  toda  su  esencia,  con  todas  sus  dig- 
nidades, con  todas  sus  tres  personas  y  con  toda  la  gloria 
que  hay  en  sí  mesmo,  es  gloria  del  allma.  En  lo  que  puedes 
conocer  cuán  grande  y  maravillosa  será  la  gloria  del  alma, 
que  se  glorifica  en  todo  Dios. 

Mucho  se  admiró  Félix  de  las  palabras  del  ermitaño,  por 
parecerle  que,  siendo  el  alma  cosa  finita,  no  puede  tener  glo- 
ria en  toda  la  esencia,  en  todas  las  1  dignidades  y  en  todas 
las  personas  divinas.  Por  lo  que  el  ermitaño  le  dijo:  — Dios 
es  todo  sin  parte  ni  partes,  por  ser  cosa  que  no  se  puede 
dividir  ni  partir ;  y,  siendo  todo  Dios  digno,  de  ser  por  el  alma 
memorado,  entendido  y  amado  en  su  totalidad,  es  preciso 
que  el  alma  se  glorifique  en  todo  Dios,  porque,  si  no,  sería 
Dios  divisible,  lo  que  es  imposible. 

Entendió  Félix  lo  que  el  ermitaño  le  decía,  y  se  mara- 
villó de  la  gloria  que  las  almas  gozan  en  el  paraíso,  respecto 
de  que  si  el  hombre  tiene  gran  placer  y  alegría  cuando  me- 
mora, entiende  y  ama  algún  amigo,  aunque  en  él  todo  no  le 
memore  ni  entienda,  ¡  cuánto  mayor  será  su  placer  y  alegría 
en  el  paraíso,  donde  memora,  entiende  y  ama  a  todo  Dios! 


1  El  texto  español  dice  erróneamente  «rsus». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    117  Q&T, 


Habiendo  Félix  manifestado  su  nueva  admiración  al  er- 
mitaño, le  rogó  que  le  explicase  de  qué  forma  el  alma  puede 
tener  gloria  en  toda  la  esencia,  en  todas  las  dignidades  y 
eu  todas  las  personas  de  Dios. 

A  que  el  ermitaño  respondió :  — El  alma  del  hombre  justo 
memora,  entiende  y  ama  en  el  paraíso  la  esencia  de  Dios, 
que  es  bondad,  grandeza,  eternidad,  poder,  sabiduría  y  vo- 
luntad, etc.;  y  cada  uno  de  estos  atributos,  en  sí  y  por  sí 
y  en  los  otros,  es  toda  la  esencia  de  Dios,  sin  diferencia  al- 
guna de  esencia  ni  naturaleza;  y  también  memora,  entien- 
de y  ama  que  todo  el  Padre,  que  es  toda  la  esencia  y  todos 
los  atributos,  de  todo  sí  mesmo  engendra  al  Hijo  y  espira 
ail  Santo  Espíritu;  y  que  el  Espíritu  Santo,  que  es  toda  la 
esencia  y  todos  los  atributos,  en  sí  mesmo  y  de  todo  sí  mes- 
mo a  sí  mesmo  se  goza,  fruye  y  glorifica  en  sí  mesmo  en  el 
Padre  y  en  el  Hijo.  Y  porque  el  alma  memora,  entiende  y 
ama  todo  esto  en  todo  Dios  y  por  todo  Dios,  tiene  tan  gran 
g-loria  en  su  memorar,  entender  y  amar,  como  te  dejo  ex- 
plicada. 

Entendió  Félix  todo  lo  que  el  ermitaño  decía,  pero  se 
volvió  a  admirar  de  que  el  alma  pudiese  fruir  y  tener  gloria 
en  todo  Dios,  no  pudiendo  entender  tanto  a  Dios  como  Dios 
se  entiende  a  sí  mesmo;  por  lo  que  rogó  al  ermitaño  se  lo 
explicase. 

A  lo  que  el  ermitaño  respondió:  — El  alma  del  hombre 
no  puede  entender  tanto  como  la  sabiduría  de  Dios;  pero, 
por  ser  Dios  todo  en  sí  mesmo  sin  división  y  haber  Dios 
dado  la  similitud  de  su  totalidad  al  alma,  de  la  misma  for- 
ma que  le  ha  dado  la  de  su  bondad,  grandeza,  duración,  etc., 
entiende,  memora  y  ama  el  alma  a  todo  Dios  en  el  paraíso, 
porque,  si  no  fuese  así,  la  totalidad  de  Dios  no  habría  dado 
su  similitud  al  alma,  como  le  dió  la  de  la  bondad,  grandeza, 
duración,  etc.,  y  la  totalidad  sería  menor,  y  la  bondad,  gran- 
deza, duración,  etc.,  mayores,  lo  que  es  imposible.  Además 
de  que,  así  como  la  bondad  y  las  otras  dignidades  de  Dios 
son  mayores  que  la  bondad  y  las  otras  dignidades  del  alma, 
así  la  totalidad  de  Dios  es  mayor  en  el  entendimiento  de 
Dios  que  en  el  entendimiento  del  alma,  y  por  esta  Dios  se 
entiende  mejor  a  todo  sí  mesmo  que  el  alma,  aunque  ésta 
entienda  a  todo  Dios. 

Mucho  agradó  a  Félix  todo  lo  que  el  ermitaño  le  explicó 
de  Dios  y  de  su  totalidad,  por  causarle  antes  gran  admira- 
ción y  duda  el  que  el  alma  pudiese  entender  a  todo  Dios  y 
que,  entendiéndole  todo,  no  le  entendiese  tanto  como  Dios 
se  entendía  a  sí  mesmo;  por  lo  que,  habiéndose  Félix  rego- 
cijado mucho  tiempo  con  la  consideración  de  lo  que  el  er- 
mitaño le  había  declarado,  le  volvió  a  preguntar:  — íSeñor, 
pues  me  habéis  declarado  y  manifestado  cómo  el  alma  tiene 


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OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


gloria  en  memorar,  entender  y  amar  a  todo  Dios,  os  ruego 
que  también  me  declaréis  y  manifestéis  cómo  toda  el  alma 
tiene  gloria  en  Dios,  pues  parece  es  conveniente  que,  así 
como  el  alma  tiene  gloria  en  todo  Dios,  y  Dios  la  tiene  en 
sí  mesmo,  que  el  alma  la  tenga  también  en  sí  mesma  y  en 
todo  Dios. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  por  ser  todo  Dios  digno  de 
ser  memorado,  entendido  y  amado,  ha  su  totalidad  influido 
su  semejanza  en  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad  del 
alma,  de  forma  que  toda  la  esencia  del  alma,  memorando, 
entendiendo  y  amando,  quiere  Dios  que  esté  fruyendo  a  todo 
Dios,  y  que  aquel  memorar,  entender  y  amar  sea  la  misma 
esencia  del  alma,  en  cuanto  son  esencias  substanciales,  sien- 
do el  alma  una  con  ellas,  por  manera  de  forma  y  agente,  en 
memorar,  entender  y  amar  a  Dios,  en  quien  toda  el  alma  es 
glorificada,  porque  la  totalidad  de  Dios  influye  e  imprime 
en  el  alma  la  similitud  de  toda  su  gloria. 

Hijo — [dijo  él  ermitaño] — ,  tú  que  buscas  maravillas  y 
quieres  maravillarte,  procura  entender  la  gloria  que  tienen 
las  almas  en  el  paraíso  por  la  siguiente  similitud:  en  la 
esencia  del  fuego,,  cuando  quema  la  leña,  es  mayor  la  forma 
y  la  materia  que  no  el  calor  y  la  lucidez,  aunque  éstas  sean 
calidades  del  fuego ;  mas  como  por  todo  el  fuego  está  el  ca- 
lor y  la  lucidez  en  su  esencia,  no  cesa  el  calor  de  calentar  ni 
la  lucidez  de  iluminar. 

Mucho  agradó  a  Félix  la  similitud  que  el  ermitaño  le 
dijo,  pues  por  ella  entendió  que  toda  la  esencia  del  alma  fru- 
ye y  goza  esencialmente  a  Dios,  por  lo  que  toda  Ja  esencia 
tiene  gloria  por  toda  la  substancia.  Y  después  entendió  tam- 
bién que  el  alma  por  todas  y  con  todas  sus  cualidades  tendrá 
gloria,  fruyendo  y  gozando  a  Dios  en  aquellas  obras  que 
Dios  hace  en  las  criaturas;  con  cuya  inteligencia  y  conside- 
ración Félix  se  alegró  y  admiró  mucho  de  la  gran  gloria  que 
el  alma  tiene  en  el  paraíso. 

-^Maravíllate — 'prosiguió  el  ermitaño- — de  la  gran  gloria 
que  el  alma  posee  en  el  paraíso,  pues  la  memoria  memora 
que  la  voluntad  tiene  toda  la  gloria  que  quiere  tener  2 ;  lo  que 
el  entendimiento  también  entiende,  y  que  tal  gloria  la  po- 
see con  grandeza  de  amar,  entender  y  memorar,  según  que 
la  grandeza  de  Dios  influye  su  similitud  en  la  voluntad  y 
en  el  querer,  en  la  memoria  y  en  el  memorar,  y  en  el  enten- 
dimiento y  en  el  entender,  y  así  de  todas  las  demás  digni- 
dades. 


3  Las  frases  siguientes  resultan  algo  obscuras  en  Ja  traducción-, 
por  ser  ésta  demasiado  concisa  :  «e  l'enteniment  entén  que  la  vo- 
lentat  ha  aquella  glòria  que  vol  haver,  que  la  ha  per  granea  de 
voler,  entendre  e  menbrar,  segons  que  la  granea  de  Déu  inflneix 
sa  semblança...». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  IlS 


985 


Mucho  consideró  Félix  lo  que  el  ermitaño  le  había  dicho 
de  la  grandeza  de  la  gloria,  y  cuando  la  hubo  entendido,  se 
maravilló  mucho  de  ella  y  de  su  grandeza  y  de  haber  cono- 
cido un  obispo  gran  teólogo  que  amaba  más  la  falsa  gloria 
de  este  mundo  que  la  gloria  verdadera  del  otro. 


CAPÍTULO    CX  VIII 

De  la  gran  gloria  que  el  cuerpo  del  hombre  tendrá 
en  el  paraíso 

— (Señor — dijo  Félix — ,  según  he  oído  decir,  en  el  paraí- 
so el  hombre  no  comerá,  ni  beberá,  ni  olerá,  ni  tendrá  acto 
carnal,  lo  que  me  maravilla  mucho,  pues  no  sé,  sin  estas 
circunstancias,  cómo  el  cuerpo  pueda  tener  deleite  y  placer. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  en  el  paraíso  estarán  los 
cuerpos  de  los  santos  glorificados  corporalmente ;  y  así  como 
el  hierro  en  la  fragua  está  encendido  todo  y  todo  lleno  de 
fuego  por  dentro  y  por  fuera,  así  lo  estará  de  gloria  el  cuer- 
po del  bienaventurado,  respecto  de  que  el  ailma  con  quien 
estará  unido  estará  viendo  la  divina  esencia,  las  divinas  dig- 
nidades y  las  divinas  personas,  por  lo  que  será  tanta  la  gloria 
de  que  participará,  el  cuerpo  viéndose  todo  glorificado  y  per- 
fecto, que  tendrá  todo  el  cumplimiento  de  gloria  que  la  vo- 
luntad querrá,  con  grandeza  de  bondad,  duración,  poder  y 
sabiduría,  y  lo  mismo  se  seguirá,  por  consecuencia,  de  todas 
las  similitudes  que  el  alma  tiene  de  Dios. 

Respecto  de  que  1  el  entendimiento  entenderá  la  grandeza 
de  la  gloria  corporal,  la  que  la  memoria  memorará  y  la  vo- 
luntad amará;  y  'la  naturaleza  del  cuerpo  obedecerá  aquella 
grandeza  que  la  memoria  no  podrá  memorar,  ni  el  entendi- 
miento entender,  ni  la  voluntad  amar.  Y,  respecto  de  que  en 
el  paraíso  el  alma  puede  memorar,  entender  y  amar  mucho 
más  que  en  este  mundo,  porque  estará  viendo  a  Dios  en  su 
esencia,  dignidades  y  personas,  puedes  pensar  cuan  grande 
será  la  gloria  que  el  cuerpo  del  hombre  bienaventurado  ten- 
drá en  el  cielo. 

Mucho  consideró  Félix  en  las  palabras  que  había  oído  al 
ermitaño,  y  por  ellas  conoció  que  la  gloria  del  cuerpo  será 
muy  grande  y  prodigiosa;  y  el  ermitaño  prosiguió  diciendo: 
— 'En  este  mundo  apetece  el  hombre  comer,  beber,  vestir  y 
tener  deleites,  por  causa  de  que  el  cuerpo  se  desfallece  y 
procura  recuperarse  con  ellos;  pero  si  el  cuerpo  fuese  tan 
perfecto  en  virtudes  como  la  voluntad  puede  querer,  el  en- 
cendimiento entender  y  la  memoria  memorar,  y  que  esta  per- 
'  En  e<ta  traducción  castellana  equivale  a  «porque». 


986 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLÜLL 


fección  le  proviniese  de  la  influencia  que  Dios  da'  de  su  simi- 
litud al  alma  que  está  en  el  paraíso,  ningún  hombre  apete- 
cería ni  querría  comer,  beber,  vestir  ni  tener  deleite  alguno 
temporal. 

Según  las  antecedentes  paílábras  del  ermitaño,  entendió 
Félix  que  si  el  alma  bienaventurada  quiere  que  el  cuerpo 
tenga  movimiento,  le  tendrá,  y  que  si  quiere  que  le  tenga  por 
el  aire,  le  tendrá  también,  y  que  si  quiere  que  este  movi- 
miento sea  tan  grande  y  veloz  que  en  un  momento  esté  en 
el  oriente  y  en  otro  en  el  occidente,  lo  estará  también,  sin 
que  nada  se  lo  pueda  impedir  ni  estorbar,  una  vez  que  la 
voluntad  lo  quiera,  porque,  si  se  lo  impedía1,  ya  aquella  vo- 
luntad no  sería  cumplida  ni  perfecta.'  Lo  mismo  dijo  del  res- 
plandor del  cuerpo,  de  su  inmortalidad  y  de  la  gran  gloria 
que  percibirá,  y  así  de  las  demás  cosas.  Bor  lo  que,  cono- 
ciendo el  ermitaño  que  Félix  le  había  entendido  bien  y  que 
se  maravillaba  de  la  gloria  que  el  cuerpo  tendrá  en  el  pa- 
raíso, prosiguió  diciendo: 

— En  el  paraíso  el  alma  ve  a  todo  Dios,  como  ya  te  he 
explicado,  y  por  medio  de  esta  visión  influirá  la  similitud 
de  su  visión  al  cuerpo,  la  que  será  corporal,  mediante  la  cua  i 
él  hombre  verá  corporalmente  a  Jesucristo,  a  María  Santí- 
sima y  a  todos  los  santos  y  santas  que  hay  en  el  cielo,  todos 
más  lucientes  y  resplandecientes,  sin  comparación,  que  la 
misma  luz  del  sol. 

Después  de  estas  palabras  dijo  el  ermitaño  que,  por  aque- 
lla visión  que  el  alma  tendrá  de  Dios,  influirá  en  el  cuerpo 
virtud  de  oír  lo  que  hablarán  y  dirán  Jesucristo,  su  santísima 
Madre  y  todos  los  santos  de  la  gloria;  lo  que  se  la  causará 
tan  grande  al  cuerpo,  mediante  la  visión  que  el  alma  recibirá 
de  la  esencia  de  Dios,  que  no  se  puede  decir  ni  explicar. 

— ÏEÍijo — tdijo  el  ermitaño — ,  según  que  el  hombre  tiene 
placer  en  ver,  oír,  gustar  y  tocar  en  este  mundo,  le  tiene  en 
el  sentimiento  o  percepción  que  recibe;  en  lo  que  puedes 
considerar  cuan  grande  y  maravillosa  será  la  gloria  que  el 
cuerpo  sentirá  por  ver  y  oír  en  el  paraíso,  pues  que  será  a 
proporción  de  ¡la  visión  que  el  alma  tendrá  en  él  viendo  y 
oyendo  a  Jesucristo,  a  su  santísima  Madre  y  a  Tos  santos, 
según  dejo  explicado. 

Mucho  pensó  Félix  en  lo  que  el  ermitaño  decía,  por  lo  que 
comprendió  que,  así  como  el  alma  y  el  cuerpo  se  unen  en  el 
ser  de  hombre,  así  se  unen  en  la  gloria  la  gloria  que  tienen  2 
eü  cuerpo  y  el  alma,  de  que  le  resulta  mayor  ¿loria;  con 
cuya  consideración  comprendió  Félix  cuan  grande  será  Ja 
gloria  del  cuerpo,  de  la  que  se  maravilló  tanto,  que  prorrum- 


a  El  texto  castellano  dice,  sin  sentido  alguno  :  «tienen  él,  el 
cuerpo  y  el  alma». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — G.    I  l8 


Q87 


pió  en  estas  palabras  :  — ¡  Oh  Señor  y  Dios,  omnipotente  en 
todos  los  poderes  y  perfecto  en  todas  las  perfecciones,  cuán 
gran  maravilla  es  que  los  hombres  de  este  mundo  amen 
tanto  sus  vanaglorias,  y  deseen  y  amen  tan  poco  la  gloria 
verdadera  del  otro,  siendo  la  una  leve,  falsa  y  transitoria, 
y  la  otra  firme,  eterna  y  verdadera! 

— Señor — dijo  Félix — ,  el  cuerpo  del  hombre  es  compues- 
to de  los  cuatro  elementos  entre  sí  contrarios,  como  lo  es 
el  fuego  y  el  agua  por  el  calor  y  la  frialdad,  y  el  aire  y  la 
tierra  por  la  humedad  y  sequedad;  por  lo  que  me  admiro  de 
que  el  cuerpo  en  el  paraíso  pueda  tener  ni  poseer  perfecta 
gloria.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  has  de  saber  que  había 
un  hombre  que  aborrecía  mucho  a  su  mujer,  y  su  mujer  tam- 
bién le  aborrecía  a  él;  pero  tenían  un  hijo  a  quien  igual- 
mente amaban,  y  por  el  amor  que  ambos  tenían  al  hijo,  se 
amaban  y  pacificaban  mutuamente  entre  ellos,  no  obstante 
sus  odios  y  reyertas  particulares  y  continuas. 

Entendió  Félix  por  la  antecedente  similitud  el  que,  por- 
que en  el  paraíso  seguirá  el  cuerpo  lo  que  querrá  la  voluntad, 
entenderá  el  entendimiento  y  memorará  la  memoria,  se  con- 
cordarán también  en  él  los  elementos,  sin  contrariedad  al- 
guna que  les  perturbe,  por  conseguirse  en  ella  y  por  ella  el 
cumplimiento  y  perfección  para  que  los  elementos  fueron 
creados  y  parai  lo  que  se  movieron  sin  cesar  en  este  mundo, 
engendrando  unos  cuerpos  y  corrompiendo  otros. 

Habiendo  Félix  entendido  todo  lo  antecedente,  entendió 
también,  por  ello,  cuán  grande  será  la  gloria  que  el  cuerpo 
:endrá  en  el  paraíso,  porque  si,  siendo  en  este  mundo  los 
elementos  contrarios  en  el  cuerpo  que  componen,  siente,  no 
obstante,  en  él  tantas  delicias  y  placeres,  aunque  no  pueda 
seguir  ni  conseguir  todo  lo  que  desea  la  voluntad,  ¡cuánto 
más  será  grande  su  gloria  en  la  gloria,  donde  no  se  contras- 
tarán ni  opondrán  los  elementos,  ni  en  nada  contradirán  a 
lo  que  quiera  la  voluntad! 

— Señor — dijo  Félix — ,  siendo  la  gloria  que  el  cuerpo 
tendrá  en  el  paraíso  tan  grande  como  vos  decís  y  yo  com- 
prendo, y  mucho  mayor,  ¿cómo  siente  naturalmente  el  hom- 
bre morir?  — 'Hijo — dijo  él  ermitaño — ,  el  cuerpo  del  hombre 
en  este  mundo  tiene  ser  y  tiene  esencia  humana  en  tanto 
que  vive  con  el  alma,  y  cuando  muere  la  pierde;  por  lo  que 
el  privarse  de  tan  noble  ser,  como  lo  es  el  de  hombre,  le 
es  naturalmente  sensible,  por  cuyo  motivo  siente  morir; 
pero  si  incontinenti  que  muere  resucitase,  sería  otra  cosa. 

3  Suprima  aquí  el  traductor  las  ingenuas  repeticiones  del  origi- 
nal :  «Mbit  cogita  Fèlix  en  ço  que  dix  l'ermità,  e  entès  que  enaxí 
cera  la  Anima  e-l  cors  s'unexen  en  ésser  hora,  enaxí  se  unexen  la 
glòria  que  ha  lo  cors  ab  la  ànima.  E  per  açò  entès  Fèlix  con  gran 
és  la  glòria  del  cors,  de  la  qual  gloria  se  meraveyllà  kmgament  ;  e 
dix  estes  peraules...» 


LIBRO  X 

DEL  INFIERNO 


CAPÍTULO   CX IX 
Comienza  el  libro  X,  que  es  del  infierno,  y  primerament  í: 

DE  LA  PENA  DE  LOS  MALOS  ESPÍRITUS 

— *Señor — dijo  Félix — ,  gran  maravilla  me  causa  que  los 
malos  espíritus,  no  teniendo  cuerpo,  puedan  ser  atormen- 
tados por  él  fuego  material  del  infierno. 

— -Hijo— (dijo  él1  ermitaño — r,  ya  te  dejo  explicado  cómo 
en  el  paraíso  el  cuerpo,  siendo  libre,  seguirá  'la  voluntad,  por 
cuyo  motivo  estará  el  cuerpo  en  el  cielo  y  tendrá  movimiento 
por  el  aire,  sin  que  haya  cosa  que  se  'lo  pueda  impedir  ni 
estorbar.  En  lo  que  entenderás  que  lo  mismo  que  has  oído 
y  te  dejo  explicado  del  cuerpo  y  de  la  voluntad  de  los  santos 
que  estarán  en  la  gloria,  debes  entender  de  la  naturaleza 
de  los  ma<los  espíritus,  que  seguirán  en  padecer  la  pena  que 
les  impondrá  la  justicia  divina  si  su  voluntad  los  quiere 
atormentar  con  fuego  eterno.  Y  sobre  aquel  tormento  dei 
fuego  tendrán  otro,  que  será  mucho  mayor,  el  que  si  quieres 
saber  para  maravillarte,  procura  entender  las  palabras  si- 
guientes : 

Los  malos  espíritus,  en  cuanto  son  criaturas,  tienen  ca- 
lidades semejantes  a  las  propiedades  de  Dios ;  esto  es  decirte 
que  tienen  bondad,  magnitud,  duración,  poder,  ciencia  y  vo- 
luntad, cuyas  cualidades  creó  Díqs  en  ellos  para  que  gozasen 
y  fruyesen  sus  divinos  atributos.  Pero  como  ellos  operan  en 
contrario  de  las  calidades  que  les  fueron  dadas  y  para  que 
les  fueron  dadas,  padecen  la  mayor  pena  que  se  pueda  pa- 
decer, pues  la  bondad  del  mal  espíritu  (y  así  de  las  demás 
cualidades),  siendo  buenas  por  su  creación,  se  convierten 
en  ser  malas  por  la  mala  operación  en  que  el  mal  espíritu 
las  emplea. 

Has  de  saber  que  había  un  hombre  que  tenía  un  hijo  que 
se  le  parecía  mucho,  por  cuyo  motivo  el  padre  mucho  k 


FELIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    119  gSc; 


amaba.  Sucedió  que,  habiendo  hecho  un  día  un  atentado  muy 
ruin  y  villano,  y  castigándole  el  padre  por  él,  efl  hijo  se  volvió 
contra  su  padre  y  le  hirió  y  afrentó  delante  de  todos,  de  que 
el  padre  se  irritó  mucho. 

Por  las  antecedentes  similitudes  entendió  Félix  la  causa 
por  que  el  ermitaño  quería  probar  que  la  pena  de  los  malos 
espíritus  es  muy  grande  y  maravillosa,  pues  debiéndose  con- 
cordar su  bondad  (con  su  operación)  por  su  naturaleza  a  un 
fin,  esto  es,  a  la  bondad  de  Dios  y  a  la  operación  infinita- 
mente buena  que  Dios  tiene  en  sí  mismo,  engendrando  el 
Padre  all  Hijo  y  espirando  al  Santo  Espíritu;  la  bondad  de! 
demonio  se  convierte  por  su  operación  en  malicia  contra  la 
bondad  de  Dios,  y  su  obra  es  aquella  conversión  y  contra- 
riedad, la  que  le  ocasiona  el  padecer  la  mayor  pena  que  se 
pueda  padecer,  porque  se  multiplica  por  todas  sus  cuali- 
dades. 

Cuando  Félix  hubo  entendido  todo  esto,  consideró  mucho 
en  la  pena  que  padecen  los  malos  espíritus,  maravillándose 
de  que  pudiese  ser  tan  grande  la  contrariedad  que  tienen  en 
sus  cualidades,  pues  lo  es  tanto,  que  así  como  el  entendi- 
miento de  Félix  no  pudo  entender  la  gran  gloria  que  los 
ángeles  poseen  en  el  paraíso,  así  tampoco  pudo  entender  la 
gran  pena  que  los  demonios  padecen  en  el  infierno. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño-  ,  la  esencia  del  demonio  con- 
siste en  tres  cosas,  esto  es,  en  inteligencia,  recolencia  y  vo- 
lencia,  habiendo  sido  toda  creada  para  fruir  y  gozar  de  Dios 
con  todas  tres  potencias.  Pero  como  él,  por  causa  de  su  ma- 
licia e  injusticia,  con  toda  su  esencia  se  convierte  en  ser 
contra  Dios,  toda  su  esencia  se  convierte  en  pena;  así  como, 
si  sirviese  a  Dios,  toda  su  esencia  se  convertiría  en  gloria. 

Después  que  Félix  oyó  estas  palabras,  entendió  por  ellas 
cuán  grande  era  la  gloria  que  los  malos  espíritus  tendrían 
si  no  la  hubiesen  perdido,  maravillándose  de  ello  mucho.  Lo 
que  conociendo  el  ermitaño,  prosiguió  diciendo  que  en  el  prin- 
cipio, cuando  creó  Dios  todos  los  ángeles,  [entonces  los  án- 
geles] malos,  o  que  ahora  son  malos,  quisieron  ser  seme- 
jantes a  Dios;  esto  es  decir  que  cada  uno  quiso  ser  bueno 
por  sí  mesmo,  grande  por  sí  mesmo  y  así  de  las  demás  cali- 
dades, y  cada  uno  quiso  tener  el  fin  de  perfección  y  cumpli- 
miento por  sí  mesmo  y  en  sí  mesmo;  y  porque  cada  uno 
quiso  ser  semejante  o  igual  a  Dios,  fué  y  es  justo  que  cada, 
uno  esté  en  pena  y  haya  perdido  la  gloria  para  que  fué 
creado. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  los  demonios  tienen  pena  de 
conocer  a  Dios  y  a  sus  obras  y  de  conocerse  a  sí  meamos  y  a 
sus  obras,  y  también  la  tienen  de  conocer  las  obras  de  todas 
las  criaturas  y  a  ellas  mesmas,  lo  que  sucede  por  causa  de 
que  su  entendimiento,  su  voluntad  y  su  memoria  son  contra- 


990 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


rias  de  la  grandeza.  Esto  es  decir  que  tanto  cuanto  el  de- 
monio más  entiende  y  memora,  más  desama  o  aborrece  su 
voluntad  lo  que  el  entendimiento  entiende  y  la  memoria  me- 
mora que  debería  aborrecer,  siendo  esta  contrariedad  entre 
sus  potencias  tan  grande,  que  no  puede  ser  mayor,  porque 
su  memoria  memora  y  su  entendimiento  entiende  que  per- 
durablemente y  sin  fin  ha  de  permanecer  así;  por  cuyo  mo- 
tivo es  su  pena  sin  fin  e  inexplicable. 

Además  has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  en- 
tre la  forma  del  fuego  y  la  materia  del  fuego  hay  mayor 
concordancia  que  entre  la  forma  del  fuego  y  la  materia  del 
aire;  pero  si  pudiese  haber  contrariedad  entre  la  forma  del 
fuego  y  su  materia,  ésta  sería,  sin  comparación,  mucho  ma- 
yor que  la  que  pueda  haber  entre  la  forma  del  fuego  y  la 
materia  del  aire,  siendo  la  causa  de  esto  el  que  la  forma  del 
fuego  y  la  materia  del  fuego  son  más  próximas  a  tener  ser 
(o  producir  en  ser  alguna  cosa)  que  la  forma  del  fuego  y  la 
materia  del  aire. — (Por  cuyas  palabras  entendió  Félix  cuán 
grande  es  la  pena  de  los  malos  espíritus,  respecto  de  que 
mayor  contrariedad  hay  entre  su  memoria,  entendimiento  y 
voluntad,  que  no  habría  entre  la  forma  del  fuego  y  su  ma- 
teria si  la  pudiese  haber,  por  causa  de  que  ellos  son  más 
simples  en  su  ser  que  no  lo  son  la  forma  y  la  materia  del 
fuego  en  el  suyo. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  pena  que  los  demonios 
sostienen  substancial  y  accidentalmente,  por  lo  que  dijo  que 
se  admiraba  de  que  pudiesen  durar  teniendo  tan  gran  pena, 
siendo  así  que  la  pena  corrompe  y  destruye  el  ser  del  sujeto 
en  quien  existe.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  la  pena  de  los 
demonios  es  tan  grande,  que  por  ningún  motivo  ni  natura- 
leza la  podrían  sostener,  a  no  ser  que  la  justicia  de  Dios, 
consecuente  a  su  poder  y  a  su  voluntad,  los  sostiene  y  hace 
permanecer  para  que  la  padezcan. 

— Señor — dijo  Félix — ,  siendo  así  que  los  demonios  pa- 
decen mayor  pena  cuando  más  memoran,  entienden  y  quie- 
ren o  aborrecen,  me  maravillo  por  qué  quieren  tanto  memo- 
rar, entender,  amar  o  aborrecer,  ni  por  qué  apetecen  tanto 
hacer  a  los  hombres  mal,  cuando  de  ello  no  se  les  sigue_ nin- 
gún bien,  antes  sí  mayor  pena.  — Hijo — dijo  el  ermitaño — , 
al  demonio  todo  se  le  convierte  en  contrario  de  lo  que  obra, 
por  causa  del  defecto  que  cometió  el  día  que  perdió  la  gracia 
y  cayó  del  cielo;  y  por  este  motivo  hace  lo  que  no  debería 
hacer  y  no  quiere  hacer  lo  que  hacer  debería:  asá  como  la 
mala  mujer,  que,  cuando  más  su  marido  la  bate  y  la  castiga, 
más  locuras  hace  (y  más  repropia  se  vuelve),  y  así  como  el 
hombre  avaro,  que,  cuanto  más  crece  su  riqueza,  más  mul- 
tiplica su  avaricia. 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.   120  QQI 


C  A  P  f  T  U LO      C  X  X 

De  la  pena  que  padecen  las  almas  en  el  infierno 

Dijo  el  ermitaño  a  Félix  que  las  almas  que  están  en  el 
infierno  tienen  pena  substancial  y  pena  accidental,  siendo 
la  substancial  mucho  mayor  que  la  accidental. 

— Has  de  saber — prosiguió  el  ermitaño — que  la  pena 
substancial  se  padece  cuando  el  alma  siente  pena  en  su  mes- 
ma  esencia,  esto  es,  en  aquellas  cosas  de  que  es  constituida 
o  compuesta,  que  son  la  memoria,  entendimiento  y  voluntad. 
La  memoria  tiene  pena  en  memorar  mucho  cualquier  cosa 
que  memore,  y  tiene  pena  en  ser  memorada,  entendida  y  abo- 
rrecida; y  lo  mesmo  le  sucede  al  entendimiento,  pues  tiene 
pena  en  todo  cuanto  entiende  y  en  ser  entendido,  memorado 
y  aborrecido;  y  lo  mesmo  a  la  voluntad,  que  la  padece  en 
cuanto  quiere  y  es  querida  y  en  cuanto  es  memorada  y  en- 
tendida. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  si  te  quieres  maravillar,  ma- 
ravíllate de  la  gran  pena  que  el  alma  padece,  pues  es  tan 
grande  como  lo  es  el  alma  en  todo  su  mesmo  ser.  Porque 
todo  su  ser  está  en  pena,  pues  tiene  pena  de  todo  cuanto 
entiende,  memora  y  ama  o  aborrece,  y  todas  estas  tres  po- 
tencias operan  la  una  contra  la  otra,  y  cada  una  contra  sí 
mesma,  y  cada  una  padece  pena  en  la  pena  de  la  otra ;  pues 
la  memoria,  memorándose  a  sí  mesma,  da  pena  al  entendi- 
miento y  a  la  voluntad  y  a  sí  misma,  porque  la  pena  que 
causa  en  el  entendimiento  y  en  la  voluntad  la  padece  ella 
también  y  la  padecen  todas  tres  potencias. 

Y  para  que  Félix  mejor  entendiese  la  gran  pena  que  las 
almas  padecen  en  los  infiernos,  le  dijo  el  ermitaño  la  si- 
guiente similitud:  — iE\  fuego,  simple,  se  compone  a  sí  mesmo 
en  el  cuerpo  compuesto,  y  componiéndose  a  sí  mesmo,  com- 
pone en  aquel  mesmo  cuerpo  al  aire,  al  agua  y  a  la  tierra; 
y  la  mesma  operación  hacen  en  él  los  demás  elementos,  ha- 
biendo en  esta  composición  concordancia;  pero  en  el  alma 
condenada  no  la  hay,  sino  mera  contrariedad  entre  la  ne- 
moria,  entendimiento  y  voluntad. 

Maravillóse  Félix  de  la  gran  pena  que  las  almas  sostie- 
nen en  el  infierno,  pues  por  las  palabras  que  acababa  de  oír 
entendió  que  la  voluntad  quiere  que  la  memoria  memore  y 
el  entendimiento  entienda  que  llegará  a  tener  lo  que  desea, 
y  aborrece  el  que  el  entendimiento  entienda  y  la  memoria 
memore  que  ella  en  ningún  tiempo  lo  tendrá,  antes  bien  que 


902  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


tendrá  siempre  y  para  siempre  aquello  que  aborrece,  y  que 
nunca  tendrá  aquello  que  amará;  por  cuyo  motivo  la  volun- 
tad aborrece  el  memorar  de  su  memoria  y  el  entender  de  su 
entendimiento,  y  así  será  su  pena  inextinguible  y  sin  fin; 
y  lo  mismo  le  sucederá  a  su  entendimiento  y  a  su  voluntad 
y  a  toda  su  esencia. 

— Hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  el  alma  intelectiva  tie- 
ne pena  por  la  sensitiva  y  por  la  vegetativa,  respecto  de  que 
en  todo  cuanto  la  sensitiva  siente  y  la  vegetativa  vegeta 
tendrá  la  intelectiva  pena,  por  ser  su  forma  y  movimiento. 
Y  así,  pues  buscas  maravillas,  maravíllate  de  la  pena  que 
las  almas  padecen  en  el  infierno,  por  ser  tan  grande,  que 
pasa  a  ser  una  de  las  mayores  maravillas.  Además  has  de 
saber  que  en  aquel  horrible  lugar  entenderá  el  entendimiento 
para  siempre  que  Dios  es  bueno,  justo  y  perfecto  en  todo, 
y,  no  obstante,  le  entenderá  de  forma  que  le  parecerá  que  en 
Dios  no  hay  bondad,  ni  justicia,  ni  perfección,  de  cuyo  modo 
de  entender  le  resultará  tan  gran  pena,  que  no  la  podré  ex- 
plicar, ni  la  podrá  explicar  ningún  hombre;  y  la  misma  pa- 
decerán el  entendimiento  y  la  voluntad. 

Quedóse  atónito  y  admirado  Félix  de  la  pena  que  el  er- 
mitaño le  había  explicado  en  sus  palabras.  El  que  prosiguió 
diciendo:  — Después  del  día  del  juicio,  el  alma  recuperará  el 
mismo  cuerpo  en  que  vivió,  en  el  cual  tendrá  pena,  pues  en 
la  unión  que  se  hará  del  alma  y  del  cuerpo  para  que  vuel- 
van a  ser  el  hombre,  tendrá  pena  corporal,  que,  unida  a  la 
espiritual,  multiplicará  la  pena  del  cuerpo  y  del  alma,  de 
forma  que  en  la  pena  espiritual  tendrá  también  el  cuerpo 
pena. 

Has  de  saber  que  había  un  marido  y  mujer  que  se  ama- 
ban mucho,  los  que  tuvieron  un  hijo  a  quien  amaban  mucho 
más,  aunque  era  de  pésimas  costumbres;  al  cual,  habiéndole 
dado  perlesía  y  hallándose  cercano  a  la  muerte,  miraban,  y 
contemplando  la  pena  que  sostenía,  padecían  igual  pena;  y 
porque  el  marido  amaba  a  su  mujer,  tenía  pena  de  la  pena 
que  ella  tenía;  y  lo  mismo  le  sucedía  a  la  mujer,  que  la  tenía 
de  Ha  que  tenía  el  marido :  y  así  él  marido  tenía  pena  de  su 
pena,  de  la  del  hijo  y  de  la  de  la  mujer,  y  la  mujer  la  tenía 
de  la  suya,  de  la  del  padre  y  de  la  del  hijo  (e  igualmente  el 
hijo  la  tenía  y  padecía,  y  así  era  igual  la  pena  en  todos  tres). 

Por  la  antecedente  similitud  entendió  Félix  que,  en  el 
infierno,  el  alma  tendrá  pena  en  sí  imesma,  y  en  el  cuerpo, 
y  en  todo  aquello  que  amará  en  sí  y  en  el  cuerpo ;  y  lo  mismo 
le  sucederá  en  todo  aquello  que  desamará  en  sí  mesma  y  en 
el  cuerpo.  Lo  que  siendo  así,  como  lo  es,  ¿quién  podrá  ex- 
plicar la  gran  pena  que  el  alma  tendrá  en  los  infiernos? 

— Considera,  hijo — prosiguió  el  ermitaño — ,  cuan  grande 
será  la  pena  que  el  alma  tendrá  en  los  infiernos,  reflexió- 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.    121  993 


nando  que,  por  un  pequeño  deleite  que  habrá  tenido  en  este 
mundo,  habrá  perdido  la  gloria  celestial,  que  es  tan  grande 
que  no  tendrá  fin,  ni  le  tendrá  la  pena  eterna  que  habrá  de 
sufrir  y  padecer. 

Has  de  saber  que  había  un  rey  súbdito  de  un  emperador, 
el  cual  poseía  un  reino  muy  noble,  rico  y  abundante;  y  por- 
uña mentira  que  dijo  al  emperador,  el  emperador  se  irritó 
tanto,  que  le  despojó  del  reino  y  le  mandó  poner  en  una  pri- 
sión, donde  todas  las  veces  que  consideraba  y  memoré1 
por  cuán  leve  causa  había  perdido  su  reino  1  y  estaba  privado 
de  su  potestad,  libertad  y  riqueza  para  siempre,  se  aburría, 
melancolizaba  y  desesperaba,  sin  poder  hallar  remedio  ni  ali 
vio  a  su  pena. 

Además  debes  admirarte,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  de  la 
pena  que  tendrá  el  alma  en  el  infierno  considerando  la  glo- 
ria que  ha  perdido,  pues  ella  memorará  que,  si  se  hubiese 
salvado,  toda  la  voluntad  de  Dios  la  haría  bien,  y  toda  su 
gloria  la  glorificaría,  y  toda  su  grandeza  la  engrandecería; 
y  que  por  su  culpa  toda  la  voluntad  de  Dios  la  desama,  toda 
la  bondad  la  maldice  y  condena  a  infinita  pena,  y  toda  su 
grandeza  magnifica  la  pena  que  para  siempre  ha  de.  tener. 

Mucho  se  maravilló  Félix  de  la  pena  que  el  alma  sosten- 
drá en  el  infierno,  y  dijo  que  era  una  de  las  mayores  mara- 
villas el  que  el  hombre  se  inclinase  y  consintiese  en  el  pe- 
cado, sabiendo  la  pena  que  por  él  le  espera.  Y  en  tanto  que 
Félix  se  maravillaba,  el  ermitaño  prosiguió  diciendo:  — Un 
arcediano,  con  el  fin  de  ser  electo  obispo,  cometió  una  si- 
monía; y  habiendo  logrado  el  obispado,  murió  después  de 
un  mes  de  ser  obispo,  permaneciendo  en  la  simonía. — Luego 
que  Félix  oyó  estas  palabras,  se  puso  a  llorar  y  a  maravillar 
de  que  los  hombres  en  este  mundo  amemos  tan  poco  la  gloria 
del  paraíso  y  temamos  tan  poco  las  penas  del  infierno  (siendo 
unas  y  otras  tan  grandes). 


CAPITULO  CX  XI 
De  la  pena  que  el  cuerpo  del  hombre  tendrá 

EN  EL  INFIERNO 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un  rey  se 
puso  a  imaginar  un  día  el  gran  poder  que  tenía  en  este 
mundo,  el  que  so  consideraba  discurriendo  que  todo  el  poder 
que  los  hombres  de  sus  reinos  tenían,  se  juntaba  y  se  unía 

1  El  original  continúa  :  «...  €  estava  en  carcre,  se  meruveyllavc 
com  per  ten  pocha  cosa  havia  perdut  tant  de  bé,  c  havia*  tant 
de  mal.» 


32 


•  994  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


en  él  solo,  pues  todos,  en  general  y  en  especial,  se  inclinaban 
a  ser  sus  subditos  y  a  someterse  a  su  poder. 

La  antecedente  similitud  dijo  el  ermitaño  a  Félix  para 
que  se  maravillase  de  la  gran  pena  que  el  cuerpo  del  hombre 
tendrá  en  el  infierno,  y  por  ella,  y  por  (la  consideración  de 
la  gloria  que  el  cuerpo  del  hombre  tendrá  en  el  paraíso, 
entendió  la  gran  pena  que  padecerá  el  que  esté  en  el  infierno. 
Lo  que  conociendo  el  ermitaño,  prosiguió  diciendo:  — Así 
como  el  poder  del  rey  y  del  pueblo  se  unen  y  de  su  unión 
resulta  un  poder  solo,  así  se  unen  y  juntan  en  el  infierno 
las  penas  del  alma  racional  y  de  la  potencia  sensitiva,  vege- 
tativa e  imaginativa,  de  cuya  unión  resultará  una  pena  en 
el  hombre  multiplicada  de  muchas  penas,  [da  cual  pena  será 
toda  para  la  potencia  racionall,  sensitiva  y  vegetativa,  y  aun 
para  la  imaginativa,]  y,  por  consecuencia,  [será]  maravi- 
llosa pena. 

Habiendo  oído  Félix  la  antecedente  similitud  y  su  decla- 
ración, dijo  que  se  maravillaba  mucho  de  que  los  reyes  con- 
virtiesen y  gastasen  su  gran  poder  en  actos  de  vanagloria 
y  que  le  apartasen  del  servicio  de  Dios,  por  cuyo  motivo 
padecerán  en  el  infierno  la  pena  declarada  en  él.  — Hijo — dijo 
el  ermitaño — ,  puesto  en  una  ampolla  1  vino  y  agua,  se  mez- 
clan y  unen  sus  partes  de  tal  conformidad,  que  todas  las 
unas  están  en  las  otras  y  componen  un  solo  cuerpo,  con  un 
solo  color,  que  es  el  del  vino. 

Como  Félix  había  tratado  tanto  con  él  ermitaño  y  le 
había  oído  tantas  similitudes,  se  había  acostumbrado  tanto 
a  entenderlas,  que  él  mismo  las  declaraba  y  exponía,  como 
lo  ejecutó  en  ésta,  en  estos  términos:  — En  el  cuerpo  del 
hombre  están  'los  cuatro  elementos  los  unos  en  los  otros,  y 
todos  juntos  componen  un  solo  cuerpo,  por  cuyo  motivo  está 
el  calor  del  ruego  en  todos  los  otros  elementos  con  sus  mis- 
mas calidades;  esto  es  decir  que  el  calor  está  en  la  forma  y 
en  la  materia  de  cada  elemento,  y  está  también  en  la  hu- 
medad del  aire,  y  en  la  frialdad  del  agua,  y  en  la  sequedad 
de  la  tierra;  y  lo  mismo  que  hace  el  fuego  en  los  otros  ele- 
mentos hacen  los  otros  elementos  en  él  y  en  los  otros,  por 
cuyo  motivo  todos  juntos  participan  de  sus  cualidades.  Y 
por  lo  mismo,  en  el  infierno  todo  el  calor  atormentará  al 
cuerpo  por  todas  las  formas  y  todas  las  materias  y  por  todas 
sus  cualidades,  y  lo  mismo  hará  la  humedad  del  aire,  la 
frialdad  del  agua  y  la  sequedad  de  la  tierra,  componiéndose 
de  todas  las  penas  una  pena,  en  diferencia  y  unidad,  pero 
sin  concordancia  y  con  mera  contrariedad. 

Volvióse  a  admirar  Félix  de  la  gran  pena  que  I03  cuer- 
pos padecerán  en  el  infierno,  y  con  especialidad  la  que  pade- 


1  «botella»  debería  decir. 


FÉLIX  DK  LAS  MARAVILLAS. — C.  121 


995 


cerá  el  de  Mahoma,  por  haber  sido  causa  de  que  tantos 
hombres  se  hayan  ido  y  se  vayan  cada  día  a  él,  pues  en  la 
pena  que  padecerá  cada  uno  se  multiplicará  su  misma  pena. 
Después  de  haberse  maravillado  Félix  mucho  de  la  gran  pena 
que  padecerá  Mahoma,  se  maraivilló  mucho  más  de  lo  poco 
que  se  cuidan  los  cristianos  de  la  conversión  de  los  infieles, 
y  fué  de  opinión  que,  por  cuidarse  tan  poco  de  ella,  se  les 
seguirá  y  tendrán  pena  en  la  pena  que  los  infieles  padecerán 
en  los  infiernos. 

Estando  Félix  con  esta  opinión  y  consideración,  se  acor- 
dó de  San  Benito,  San  Agustín,  San  Bernardo,  Santo  Do- 
mingo y  San  Francisco  y  de  otros  muchos  santos  que  están 
en  gracia  de  Dios,  los  que  han  sido  motivo  y  dado  ocasión 
para  que  tantos  hombres  se  hayan  salvado  y  librado  de  las 
penas  del  infierno,  por  cuyo  motivo  se  maravilló  cómo  no 
hay  muchos  más  hombres  que,  como  aquellos  santos,  em- 
prendan cosas  nuevas,  de  las  cuales  por  todos  tiempos  se 
siga  utilidad,  por  la  cual  ellos  sean  remunerados  y  se  mul- 
tiplique su  gloria. 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño—,  en  una  ciudad  había  un  hos- 
pital destruido  por  la  mala  administración  del  que  cuidaba 
de  él.  Este  hospital  estaba  bajo  la  protección  del  obispo,  el 
que  tampoco  se  cuidaba  de  él,  por  ser  hombre  negligente  y 
que  temía-  más  los  trabajos  de  este  mundo  que  las  penas 
del  infierno. 

.  Lo  que  oído  por  Félix,  dijo  que,  si  el  obispo  se  condena- 
ba, tendría  pena  por  todo  el  mal  que  se  seguiría  de  haber 
dejado  perder  el  hospital  y  por  todo  el  bien  que  se  dejaría 
de  hacer  por  no  haberle  conservado,  por  lo  que  se  admiró  de 
la  negligencia  del  obispo.  Y  dijo  que  un  clérigo  estaba 
echado  en  su  cama  con  gran  descanso,  la  que  tenía  muy 
compuesta  y  aderezada  con  ricas  sábanas  y  hermosas  col- 
gaduras. Sucedió  que,  estando  con  todo  este  regalo  y  des- 
canso en  su  cama,  se  pegó  fuego  en  una  de  las  casas  más 
inmediatas,  por  16  que  incontinenti  se  levantó  el  clérigo  y 
fué  a  procurar  apagarle  con  los  demás.  Habiéndolo  conse- 
guido, se  volvió  el  clérigo  a  la  suya  y  se  echó  a  dormir,  y, 
estando  ya  casi  dormido,  le  vinieron  a  llamar  para  que  fuese 
a  confesar  y  comulgar  a  uno  de  sus  feligreses  que  estaba 
cercano  a  la  muerte;  pero,  con  la  pereza  que  tenía  por  ha- 
berse adormecido,  se  tardó  mucho  tiempo  en  ir,  de  que  re- 
sultó que,  cuando  llegó  a  casa  del  enfermo,  ya  había  muerto 
sin  comunión  ni  confesión;  por  cuyo  motivo  acusaron  al 
clérigo  delante  del  obispo,  quien  se  maravilló  mucho  de  su 
descuido  y  pereza,  por  lo  que  le  castigó  severamente ;  lo  que 
obligó  al  clérigo  a  decirle  que  él  se  maravillaba  de  que  el 
obispo  no  se  castigase  a  sí  mesmo,  por  la  culpa  que  había 
cometido  y  cometía  permitiendo  que  el  hospital  que  estaba 


'gQÓ  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


bajo  su  amparo  y  protección  se  perdiese  y  destruyese,  sin 
procurar  remediarlo,  como  era  de  su  obligación. 

Félix  preguntó  2  al  ermitaño  le  explicase  cómo  el  cuerpo 
del  hombre  en  el  fuego  infernal  podrá  sufrir  tan  gran  pena 
como  padecerá  y  le  causará  así  él  fuego  como  los  demás 
elementos,  y  la  que  le  ocasionarán  y  darán  el  hambre,  la  sed 
y  los  demás  sentidos  corporales. 

— ÍHijo — idijo  el  ermitaño — ,  el  cuerpo  del  hombre  es  cosa 
tan  débil,  que  en  este  mundo  le  atormenta  una  poca  de  ham- 
bre, o  de  sed,  o  de  ira,  o  de  calentura,  o  le  causa  dolor  un 
grano,  siendo  cosa  tan  pequeña,  en  lo  que  conocerás  que, 
según  su  debilidad  y  poca  resistencia,  el  cuerpo  no  podría 
sufrir  sin  fin  la  infernal  pena,  que  es  la  mayor  que  el  hombre 
puede  imaginar  ni  entender,  si  la  justicia  de  Dios,  como 
grande,  eterna  e  infinita,  no  le  hiciese  durar  en  el  infierno 
eternamente  y  por  todos  tiempos,  para  por  todos  tiempos 
poderle  castigar. 

— Has  de  saber,  hijo — dijo  el  ermitaño — ,  que  un  cura 
tenía  en  su  parroquia  una  mujer  muy  hermosa,  y  aunque  el 
curai  era  muy  amante  de  la  castidad,  tenía  fuertes  tentacio- 
nes siempre  que  la  veía  o  venía  a  su  iglesia;  y  aunque  él  se 
confesaba  a  menudo  para  librarse  de  ellas 3,  para  mejor 
conseguirlo,  estaba  siempre  pensando  en  lais  penas  del  in- 
fierno y  en  cómo  en  aquel  lugar  los  cuerpos  de  los  hombres 
estarán  todos  blancos  como  troncos  de  fuego  y  por  todos  los 
siglos  los  unos  sobre  los  otros,  hasta  que  se  harán  mayores 
montañas  que  él  monte  de  Canigó;  y  en  que  estarán  todos 
sumergidos  en  el  azufre,  en  el  agua  hirviendo  y  en  la¡s  lla- 
mas de  fuego,  porque  todos  los  elementos  se  mezclarán  para 
atormentarlos,  que  es  el  motivo  por  que  está  este  horrible 
lugar  en  medio  de  la  tierra.  Esto  no  obstante  y  el  usar  de 
todos  los  medios  que  se  explican  en  el  libro  de  Doctrina 
pueril,  no  era  suficiente  para  que  le  dejasen  los  pensamientos 
lascivos  que  le  ocasionaba  la  vista  de  la  mujer,  de  que  él  se 
maravillaba  mucho.  Sucedió  después  el  que  aquella  mujer  se 
confesó  con  él  de  un  pecado  de  lujuria  que  había1  cometido 
con  otro  hombre,  lo  que  aumentó  mucho  en  él  la  tentación; 
por  lo  que  incontinenti  se  puso  a  imaginar  que  en  el  infierno 
estarán  los  cuerpos  de  muchos  condenados  en  estanques  de 
acero  y  plomo  derretido,  de  la  mesma  forma  que  están  los 
peces  en  el  mar.  Mas  con  toda1  esta  consideración  no  perdió 
la  tentación,  por  lo  que  consideró  y  reflexionó  que,  pues  por 
temor  no  podía  desecharla,  debía  probar  si  lo  podría  con- 
seguir por  amor,  y,  levantando  su  espíritu  a  amar  a  Dios 


2  Confusión,  muy  típica  de  Mallorca,  entre  «preguntar»  y  crpedir». 
¿  El  texto  español  dice  «y  para*. 


FÉLIX  DE   LAS  MARAVILLAS. — C.    121  997 


y  a  sus  obras  con  todo  su  poder,  se  halló  inmediatamente 
libre  de  ella. 

Maravillado  Félix  de  que  aquel  sacerdote  no  hubiese  per- 
dido o  vencido  la  tentación  por  el  temor  de  las  penas  del 
infierno,  explicó  su  admiración  al  ermitaño  diciendo  que  en 
este  mundo  son  muchos  más  los  hombres  que  se  abstienen 

de  hacer  mal  por  temor,  que  los  que  dejan  de  hacerlo  por 
amor. 

— -Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  todo  hombre  que  se  halla  en 
buen  estado  (o  en  estado  de  salvación)  es  necesario  que  lo 
esté  porque  Dios  influye  en  él  su  gracia,  y  Dios  no  la  influye 
a  hombres  que  le  temen  más  que  no  le  aman,  por  ser  acto 
mucho  más  perfecto  el  amarle  que  el  temerle.  En  que  cono- 
cerás que  los  hombres  que  en  este  mundo  se  dejan  de  hacer 
mal  más  por  temor  que  por  amor,  no  tienen  el  temor  ni  el 
amor  con  aquella  ordenación  y  perfección  que  deben  tenerle, 
ni  siguen  la  ordenación  y  disposición  de  Dios. 

— 'Hijo — dijo  el  ermitaño—,  has  de  saber  que  había  un 
usurero  enfermo  y  cercano  a  la  muerte,  el  que  tenía  gran 
sed  y  rogaba  a  su  médico  le  hiciese  dar  un  vaso  de  agua; 
pero  el  médico,  por  temor  de  que  la  calentura  no  se  le  au- 
mentase, no  se  le  quería  dar.  Y  al  mismo  tiempo  que  estaba 
pasando  esto  entre  el  enfermo  y  el  médico,  estaba  delante  un 
religioso  con  quien  se  había  confesado  y  a  quien,  aunque 
había  declarado  los  pecados  de  usura,  no  había  querido  obe- 
decer en  restituir  lo  que  había  usurpado.  Por  cuyo  motivo 
el  religioso  preguntó  al  enfermo  si  daría  cuanto  tenía  a  quien 
le  diese  de  beber,  por  no  sufrir  aquella  sed  tan  ardiente.  A  lo 
que  el  enfermo  respondió  que  sí.  Por  lo  que  el  religioso  ex- 
clamó diciendo:  "Advierte,  hombre,  que  para  siempre  has 
de  tener  sed  mucho  más  ardiente  en  el  infierno  si  no  satis- 
faces todas  las  injurias  que  has  hecho,  y  restituyes  todo  lo 
que  has  robado  y  usurpado;  y  que,  así  como  en  este  mundo 
darías  cuanto  tienes  por  no  padecer  la  sed  que  padeces  tan 
corto  tiempo,  debes  restituirlo,  para  no  padecerla  mayor  sin 
comparación  eternamente."  Pero  aquel  obstinado  no  quiso 
ablandar  su  endurecido  corazón  con  las  santas  pailabras  del 
religioso,  por  lo  que  murió  en  pecado,  de  lo  que  todos  se 
maravillaron. 

— Señor — dijo  Félix — ,  cáusame  maravilla  el  que  el  fue- 
go infernal  pueda  durar  para  siempre,  siendo  así  que  es  pro- 
piedad del  fuego  consumir  todo  cuanto  se  pone  en  él. 

— Hijo — dijo  el  ermitaño — ,  el  infierno  está  en  el  medio 
y  centro  de  la  tierra,  [que  está  vacía]  4 ;  y  en  aquella  vacui- 
dad se  contendrán  tantos  elementos,  que  con  los  cuerpos  de 


4  «qui  és  vàcua»  dice  el  original  ;  en  el  texto  español,  «donde 
está  vacua». 


998  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMÓN  LLULL 


los  condenados  la  llenarán,  y  estarán  tan  cerrados  sus  po- 
ros, que  ningún  elemento  podrá  salir  ni  traspirar  por  vapor, 
exhalación  ni  otro  motivo.  En  aqueste  lugar  o  vacuidad  que- 
mará todo  el  fuego  a  todos  los  otros  elementos;  pero  no  los 
consumirá,  por  causa  de  que  cada  uno  tendrá  tanta  activi- 
dad en  él  como  él  en  ellos;  por  cuyo  motivo  ningún  elemento 
se  podrá  convertir  en  otro  ni  se  podrá  ^consumir  si  no  es  aue 
todos  juntos  serán  un  cuerpo  cromante,  [humificante,  frigi- 
dante]  5  y  disecante,  por  cuyo  motivo  se  influirán  en  los  cuer- 
pos de  los  hombres  mezclados;  esto  es,  que  se  mezclarán  con 
las  partes  substanciales  y  calidades  del  cuerpo,  de  forma  que 
éste  padecerá  pena  sin  consumirse  ni  consumir  su  substancia 
ni  sus  cualidades;  pero  no  tendrá  concordancia  ni  refrigerio 
alguno,  antes  será  toda  su  igualdad  substancial  y  accidental 
en  diversidad  y  contrariedad,  para  que  la  grandeza  de  Dios 
le  castigue  con  grandeza  de  pena  y  de  justicia,  y  la  eterni- 
dad hará  lo  mismo,  por  convenir  así  a  la  grandeza  de  la 
justicia  y  eternidad  de  Dios. 


Del   fin  del  libro 

Por  el  antecedente  método  enseñaba  y  doctrinaba  el  er- 
mitaño a  Félix  el  modo  de  maravillarse,  y  le  refería  y  na- 
rraba las  similitúdines  para  que  adquiriese  ciencia,  pues  me- 
diante ellas  se  ensalza  mucho  el  alma  a  memorar,  entender  y 
amar.  Y  cuando  Félix  se  halló  bien  doctrinado  y  enseñado, 
pidió  licencia  al  ermitaño  para  proseguir  su  viaje,  deseando 
encontrar  nuevas  aventuras  y  cosas  de  que  maravillarse,  y, 
habiéndosela  dado  el  ermitaño,  se  partió  Félix. 

Y  llegó  a  una  abadía  muy  noble  y  rica,  en  la  que  fué 
recibido  con  agrado  por  el  abad  y  todos  los  monjes.  Y  ha- 
biéndole preguntado  quién  era,  dónde  iba  y  de  dónde  venía, 
Félix  les  contó  cómo  su  padre  le  había  mandado  que  fuese 
por  el  mundo  buscando  maravillas  y  cosas  dignas  de  admi- 
ración, y  que  después  fuese  contándolas  por  las  cortes  de  los 
príncipes  y  de  los  prelados,  por  las  villas,  por  los  castillos, 
por  las  ciudades,  por  los  monasterios  y  por  todos  ylos  demás 
lugares  donde  habitan  gentes,  y  que,  habiendo  ya  visto  mu- 
chas y  tratado  de  muchas,  si  gustaban  se  quedaría  con  ellos 
en  el  monasterio  hasta  que  se  las  hubiese  contado  todas, 
pues  de  saberlas  podía  seguírseles  gran  utilidad  y  aumento 
de  ciencia,  devoción  y  satisfacción. 

Mucho  agradó  al  abad  y  a  todos  los  monjes  lo  que  a  Fé- 
lix oyeron,  y  mucho  más  después,  cuando  todos  los  día?  le 


1  La  traducción  dice,  absurdamente,  «humeante,  frigerante». 


FÉLIX  DE  LAS  MARAVILLAS. — C.  121 


999 


oían  contar  y  narrar  las  muchas  maravillas  que  había  notado, 
con  palabras  agradables,  sabias  y  de  mucha  doctrina,  con 
las  cuales  se  deleitaban  mucho  y  adquirían  gran  ciencia;  por 
lo  que  tuvieron  gran  deseo  de  que  Félix  tomase  el  hábito  y 
se  quedase  con  ellos  en  el  convento;  lo  que  habiéndole  ma- 
nifestado en  diversas  ocasiones,  él  se  excusaba  diciendo  es- 
taba obligado  a  ir  por  el  mundo  viendo  y  buscando  mara- 
villas y  contando  las  que  sabía  y  había  visto,  por  habérselo 
ofrecido  así  a  su  padre.  Por  lo  que  el  abad  y  todos  los  reli- 
giosos le  rogaron  que  a  lo  menos  tomase  su  hábito  y  fuese 
con  él  por  el  mundo  ejerciendo  su  oficio  y  contando  sus  ma- 
ravillas. 

A  lo  que  Félix  se  convino  y  tomó  el  hábito  en  él,  con  la 
condición  de  que  se  le  había  de  permitir  ir  por  el  mundo 
toda  su  vida,  como  mensajero  de  aquel  monasterio,  mani- 
festando a  todos  el  Libro  de  las  maravillas  que  había  com- 
puesto, para  que  se  multiplicase  y  multiplicasen  las  maravi- 
llas que  en  él  se  narraban,  añadiendo  las  que  en  adelante 
fuese  viendo,  oyendo  y  observando. 

Estando  Félix  disponiendo  su  viaje  y  ya  pronto  para 
partir  del  monasterio,  enfermó,  y,  agravándose  la  enferme- 
dad, en  el  extremo  de  ella  y  conociendo  que  se  moría,  dijo 
estas  palabras:  — ¡Oh  Señor  y  Dios  glorioso!  Si  no  fuese 
[(porque]  1  es  justo  el  que  yo  muera  y  no  viva,  por  no  ser 
digno  de  más  larga  vida  para  poderla  emplear  en  tu  servicio, 
me  maravillaría  de  tu  providencia,  porque  no  me  la  ha  alar- 
gado tanto  tiempo  que  yo  pudiese  alcanzar  el  deseado  fin  y 
cumplir  la  promesa  que  tengo  hecha  de  ir  por  el  mundo  ma- 
ravillándome de  las  gentes  que  no  te  conocen  ni  aman  y 
maravillándome  mucho  más  de  cómo  los  que  te  conocen  y 
aman  no  te  sirven,  conocen  y  aman  más.  Por  lo  que,  Señor, 
te  suplico  que,  ya  que  yo  desfallezco  y,  por  "acabar  mi  vida, 
no  puedo  proseguir  este  oficio,  proveas  de  otro  que  lo  eje- 
cute y  que  sea  más  digno  de  él,  ya  que  yo  no  puedo  ejecu- 
tarlo más  por  acabar  aquí  mi  vida. 

Murió  Félix,  y  fué  muy  llorado  del  abad  y  de  todos  los 
monjes  del  monasterio  y  sepultado  con  gran  honor  y  decen- 
cia delante  del  altar  mayor  de  la  misma  iglesia. 


Del  segundo  Félix 

Habiendo  sido  Félix  enterrado  muy  suntuosa  y  honrada- 
mente, como  queda  dicho,  el  abad  predicó  sus  honras  con 
gran  primor,  por  lo  que  un  monje,  hombre  de  muy  santa 


1  La  traducción  dice  «¿como»  ;  el  original,  «cor». 


IOOO 


OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL 


vida  y  que  había  heredado  el  espíritu  de  Félix,  por  haber 
retenido  en  su  memoria  y  entendimiento  los  ejemplos  y  na- 
ravillas  que  le  había  contado,  se  maravilló  de  que  los  hom- 
bres quisiesen  que  después  de  muertos  los  honrasen  cuando 
los  sepultan.  Por  lo  que  dijo  que  esta  maravilla  se  había  de- 
jado de  poner  Félix  en  su  libro,  y  que  así  sería  bien  añadirla ; 
y,  arrodillándose  delante  del  abad,  le  pidió  con  mucha  de- 
voción y  lágrimas  le  confiriese  el  oficio  que  Félix  tenía,  de 
ir  por  el  mundo  buscando  y  explicando  maravillas. 

Lo  que  el  abad,  con  acuerdo  de  todos  los  demás  religio- 
sos, le  concedió,  y,  habiéndole  dado  su  bendición,  se  partió 
a  publicar  y  multiplicar  su  libro,  según  las  maravillas  y  co- 
sas dignas  de  admiración  que  encontrase. 

Y  el  abad,  con  nuevo  acuerdo  de  los  demás  religiosos  del 
convento,  ordenó  que  en  él  se  nombrase  siempre  un  sujeto 
destinado  para  tal  oficio,  el  cual  debía  llamarse  Félix. 

Bendito,  alabado,  glorificado,  ensalzado  y  santificado 
para  siempre  sea  el  nombre  de  Jesucristo  y  el  de  su  bendita 
madre  María  Santísima,  nuestra  Señora.  Ajmén  2. 


3  Al  final  de  la  traducción  española  se  lee  el  siguiente  colofón  : 
«Fué  traducido  este  libro  del  idioma  lemosín  en  castellano,  por  un 
devoto  deseoso  del  servicio  de  Dios  y  del  bien  de  las  almas,  parte 
de  él  en  Barcelona,  sacado  de  un  antiquísimo  manuscrito  que  en- 
contró, y  lo  restante  en  Mallorca,  cotejado  con  otros  dos,  el  uno 
que  se  halló  en  el  Colegio  de  la  Sapiencia,  y  el  otro  en  la  librería 
de  San  Francisco  de  'Asís  de  esta  ciudad  de  Palma,  y  acabado  en 
20  de  octubre  de  1749.  Sea  el  nombre  de  Dios  bendito  y  alabado 
por  los  siglos  de  los  siglos,  amén.» 


Poesía 


INTRODUCCION  A  LA 
POESIA  DE  RAMON  LLULL 


I.    RAMON  LLULL,  POETA  FRANCISCANO 

1.  Según  una  tradición  antiquísima,  recogida  y  consig- 
nada por  Nicolás  de  Pachs  en  su  Vita  divi  Raymundi  Lulli, 
el  Doctor  Iluminado  vistió  la  librea  del  Pobrecillo  de  Asís  l. 

Un  documento  escrito,  casi  contemporáneo,  nos  ío  .ofrece 
Eymerich  (1320-1399),  inquisidor  del  reino  de  Aragón  y  ene- 
migo acérrimo  de  Ramón  Llull  y  de  su  escuela,  en  el  Diálo- 
gus,  donde  dice: 

Raimundos  Lullus  Alaioricum,  ande  traxerat  originem,  rediit,  li- 
brum  de  Planeta  [Planí  de  la  Verge]  edidit...  Paulo  post  deffunctus, 
in  con  ven  tu  Fratrum  Minorum  Maíoricàrum  est  sepultos,  erat  enim 
de  tertia  regula  beati  Francisci  \ 

Que  Ramón  Llull  era,  pues,  de  la  Tercera  Regla  del  bien- 
aventurado Francisco  es  una  verdad  histórica  que  confirman, 
además,  las  miniaturas  del  Breviculum  de  la  Biblioteca  de 
Karlsruhe  (principios  s.  XIV)  ',  una  de  las  cuales  muestra  al 
Beato  en  una  iglesia  con  frailes  menores,  recibiendo  de  ma- 
nos del  prelado  el  hábito  de  penitencia. 

2.  A  nadie,  pues,  debe  extrañar  que  en  un  antiguo  do- 
cumento, hallado  por  FXeinrich  Finke  1  en  el  fondo  de  Jai- 
me II  del  Archivo  de  la  Corona  de  Aragón  y  publicado  en 


1  Esta  lita  divi  Raymundi  Lidli  Doctoris  Jüurninati  ct  martiris 
fué  incluida  en  la  edición  del  Líber  de  anima  rationaü  del  Doctor 
Iluminado  (Alcalá  de  Henares,  1519).  Cf.  F.  Rogent  i  E.  Duran,  Bi- 
bliografia de  les  impresiona  lid  dianes  ^Barcelona,  1927),  43  ss.,  49  ss. 
y  73  ss.  ;  p.  A.  de  Palma  de  Mallorca,  O.  F.  M.  Cap.,  Hacia  ¡as 
pruebas  documentales  del  martirio  del  Be-ato  Ramón  Llull,  en  Bole- 
tín de  la  Sociedad  Arqueológica  Luüana,  XXVII  (1937),  266-26S  ; 
J.  Avinyó,  Història  del  lul·lisme  (Barcelona,  1925),  309-310. 

:  Citado  por  J.  Tarrl.  Los  códices  lidíanos  de  la  Biblioteca  Na- 
cional de  Parts,  en  Aualecta  Sacra  Tanaconcnsia.  XIV  '1941),  61, 
nota  íz. 

3  Cf.  J.  Rubió,  El  Breviculum  i  Ics  miniatures  d'en  Ramon  Lull 
de- la  Biblioteca  de  Karlsruhe,  en  Bullctí  de  la  Biblioteca  de  Cata- 
lunya (Barcelona,  1916),  73-78. 

4  Heinrich  Finke.  Acta  mragonensia,  II  (Berlin-Leipzig),  doc  =;s6, 
pp.  87S-879. 


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MIGUEL  CALDENTEY 


Acta  Aragonensia,  el  autor  llame  fratrem  al  bienaventurado 
Maestro.  Trátase  de  una  carta  enviada  desde  Genova  por  el 
noble  Cristián  Spínola,  quizás  pariente  del  genovès  Perceval 
Spínola,  tan  amigo  de  Ramón  Llull,  al  rey  Jaime  II,  y  fe- 
chada en  4  de  septiembre  de  incierto  año,  pues  mientras 
Pinke,  Keicher  y  Gottron  5  señalan  el  de  1308,  el  P.  Batllori  8 
se  inclina,  y  ello  nos  parece  más  probable,  al  de  1305.  Dice 
así  el  citado  documento: 

Per  domimiin  fratrem  Ramondum  Lugin  ipsa  [nova]  meis  apicibus 
pridie  destinavi,  qui  ad  maiestatem  vestram  [dirigit]  iter  suum,  qui 
etiam  me  pridie  requi sivit,  ut  iré  deberem  ad  curiara  summi  ponti- 
ficis cum  certis  bonis  hominibus  terre  nostre  (?),  quos  requixiveral 
velud  me,  ad  requirendum  et  deprecandum  ipsum  summum  pontifi- 
cem,  quod  honore  et  bono  fidei  christiano  [christiane  ?]  faceret  gen- 
tes assumere  crucem  sanctam  súper  terra  Saracenorum  Yspanie  in 
terra  regis  Granate...  Propter  malum  statuni,  in  quo  permanet  terra 
nostra,  in  his  attendere  non  valens.  Unde  prefatus  dominus  Ramon- 
dus,.  quod  de  civitate  non  possumus  separare  [sperare?],  ad  presens 
vadit  Marxiliam  ad  Magistrum  Arnaldum  de  Villanova  ob  eundem  ad 
curiam  summi  pontificis  causa  tractandi  et  ordinandi,  si  poterit,  ut 
predicta  crux  a  gentibus  assumatnr,  et  etiam,  quod  vestra  serenitas 
fore  debeat  huius  rei  capitaneus,  dominus  adque  caput...  Dat.  Ia- 
nue  IIII.  Septembris. 

Aquí,  como  se  ve,  al  Beato  una  vez  le  apellidan  domi- 
num  fratrem  Ramondum  y  otra  vez  es  simplemente  llamado 
dominus  Ramondus,  y  esto  unido  al  antiquísimo  testimonio 
de  las  miniaturas  del  Breviculum  de  Karlsruhe,  fácilmente 
se  explica  en  el  sentido  de  que  Llull  había  dado  su  nombre 
a  la  Tercera  Orden,  cuyos  miembros,  sin  dejar  el  mundo,  y, 
por  ende,  bien  podían  llamarse  señores,  domini,  eran  en 
verdad  hermanos,  fratres.  Fratres  y  sórores,  hermanos  y 
hermanas,  y  no  de  otro  modo,  ya  el  Pobrecillo  de  Asís  lla- 
maba a  los  penitentes,  hermanos  de  penitencia,  nombre  con 
que  son  designados  los  terciarios  franciscanos  en  los  más 
antiguos  documentos  pontificios,  ya  que  la  expresión  Ter- 
cera Orden,  Orden  de  Terciarios,  aparece  por  primera  vez 
en  el  Breve  Cum  dilecti,  de  4  de  junio  de  1230.  Un  ejemplo 
tomado  de  la  primitiva  Regula  et  vita  fratrum  vel  sororum 
de  poénitentia,  c.  10,  n.  2. 

...Si,  contra  ius  vel  privilegia,  fratre»  vel  sórores  a  postestatibus 
vel  rectoribus  locorum  in  quibus  habitant  vexentur,  minisíri  loci 


3  O.  Keicher,  Raymundus  Lidlus  luid  seine  Stellung  zur  arabis- 
chen  PhilosophU  (Münster,  1909),  20;  A.  Gottron,  Ramon  Lulls 
KreuzzugsSdeen  (Berlín,  1912),  39. 

.6  M.  Batllori,  S.  I.,  El  lulismo  en  Italia,  en  Revisto  de  Filo- 
sofía, I  (1943),  277. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL 


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presidentes  loci,  quod  videbitur  expediré,  cum  consilio  domini  epis- 
copi  faciant ' . 

Son,  por  tanto,  razones  levísimas  las  que  alega  el  padre 
Longpré,  O.  F.  M.,  en  contra  de  la  identificación  de  este 
Ramón  Lugin,  del  arriba  citado  documento,  con  nuestro 
Ramón  Llull,  cuando  dice:  "Comme  le  texte  de  la  lettre  porte, 
per  dominum  fratrem  Ramondum  Lugin  et  que — outre  le 
fait  que  Lulle  ne  fut  jamáis  religieux — les  noms  diffèrents, 
cette  identification  me  parait  tout  à  fait  improbable"  ?.  Ma- 
yor, a  primera  vista,  es  la  dificultad  que  se  origina  de  la 
palabra  Lugin,  en  vez  de  Llull.  Mas  esta  confusión  de  nom- 
bres es  más  aparente  que  real,  y,  a  nuestro  humilde  juicio, 
bastan  para  desvanecerla  del  todo  las  siguientes  palabras 
de  un  amigo:  "...  y  si  el  documento  dice  Lugin,  en  vez  de 
Llull.  sabiendo  que  en  documentos  latinos  contemporáneos 
aparece  su  nombre  escrito  Rayinundus  Luglli,  ¿no  es  más 
obvio  pensar  que  Cristián  Spínola  quiso  representar  apro- 
ximativamente el  sonido  catalán  11,  que  falta  en  latín,  con 
un  signo  aproximativo,  g,  cuyo  sonido  italiano  está  fonéti- 
camente muy  próximo  a  nuestra  11?  Además,  ¿qué  otro 
Ramón  podríamos  hallar  anigo  de  la  familia  Spínola  y  de 
Jaime  II  y  entusiasmado  locamente  de  los  ideales  de  cru- 
zada, que  anima  a  todos  los  príncipes  y  caballeros  a  acudir 
a  la  corte  pontificia  para  organizar  una  nueva  cruzada  contra 
los  sarracenos  de  España  ?  Si  ése  era  precisamente  el  primer 
plan  guerrero  propuesto  en  el  Líber  de  fine"  °. 

3.  Mas,  aun  suponiendo  que  el  Beato  Ramón  no  hubie- 
ra ceñido  el  cordón  franciscano,  al  igual  que  como  místi- 
co, como  poeta,  debe  colocarse  en  la  escuela  franciscana. 
Junto  a  San  Buenaventura,  poeta  en  prosa,  en  verso  y  hasta 
filosofando;  junto  a  fra  Pacífico,  el  trovador  convertido, 
llamado  en  el  siglo,  por  sus  poesías  galantes,  el  Rey  de  los 
versos;  y  más  propiamente,  junto  a  fra  Jacopone  de  Todi. 
Ramón  "lo  foll"  tiene,  en  verdad,  un  gran  parentesco  espi- 
ritual y  litérario  con  Jacopone,  o  Jacobo  el  insensato,  con 
su  fantasía  ardiente  y  su  crudo  realismo,  con  sus  arroba- 
mientos místicos  y  sus  depresiones  del  alma,  claridades  y 
tinieblas;  con  su  ingenuidad  candorosa  y  su  picante  iro- 
nía, ora  cantando  y  bailando,  ora  gimiendo  y  llorando,  ora 
suplicando  con  humildad,  ora  exigiendo  con  imperio.  El 
mismo  ímpetu  y  ardor  del  sentimiento.  El  mismo  desdén  de 
las  regias  artísticas.  El  mismo  celo  en  fustigar  y  señalar 
con  el  dedo  los  vicios  de  la  Iglesia,  sin  llegar,  empero,  al 


-■:  P.  Kilarino  DE  Lucerna,  O.  M.  Cap.,  Los  ideales  de  San  Fran- 
cisco (Pamplona,  5.  a.),  II,  84. 

8  Art.  Lulle  del  Dtctionnairc  de  ThcoJ,  Cath.  Taris,  1026),  io8s. 
'  L.  c.j  276-277. 


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MIGUEL  CALDENTEY 


caso  de  hacer  de  un  papa  el  blanco  de  sus  quemantes  sátiras. 

Analogías  entre  Jacopone  de  Todi  y  Ramón  Llull  las 
han  señalado  ya  no  pocos  críticos  10.  Pero,  más  que  simples 
semejanzas,  podemos  señalar  puntos  de  casi  verdadera  iden- 
tidad literaria  y  doctrinal  entre  ambos  autores.  Así,  por 
ejemplo,  lo  que  dice  Ramón  Llull  en  su  Plant  de  nostra  Dana, 
hablando  de  los  atroces  dolores  de  Jesús  en  el  Calvario  : 

Sentia  Jhesú  Crist  en  la  crots  gran  turment 
per  les  nafres  dels  claus  e  per  lo  pesament 
de  la  sua  persona,  car  en  desjuniment 
era  d'osses,  nervis,  e  pe-l  coronament 
de  cascuna  espina,  que  era  trop  punyent. 
Encara,  que  avia  aytan  gran  sentiment 
de  pena  e  dolor,  com  fo  lo  falliment 
de  tot  lo  humà  linatge  e  li  primer  parent, 
per  so  que-n  fos  fayt  lo  nostre  reparament. 
Altra  dolor  avia  Crist  en  son  pensament 
can  veya  sa  mayre  en  tan  gran  ianguiment ; 
e-ncara,  que  son  cors  mays  que  altre  era  sintcntn, 

¿no  lo  vemos  fielmente  reflejado  en  otro  drama  gemelo, 
Pianto  de  la  Madonna,  del  poeta  de  Todi  ? : 

Vergine. — E  i'  comencio  il  corrotto  [corrotto  =  pianto'], 
figliuolo,  mió  diporto, 
figlio,  chi  mi  t'ha  morto, 
figlio  mió  delicato  ? 
Meglio  averieno  fatto 
che'l  cor  m'avessin  tratto 
che  ne  la  croce  tratto 
starci  desciliato. 
Cristo. — Donna,  ove  sei  venida? 
mortal  mi  dai  feruta, 
il  tu  o  pianger  mi  stuta 
piú  che  il  mió  cruciato iZ. 

Y,  sin  embargo,  ningún  influjo  activo  ni  pasivo  entre  Ra- 
món Llull  y  Jacopo  Bsnedetti.  Son  simplemente  dos  juglares 
de  la  misma  danza  de  amor,  dos  vástagos  de  una  misma  fa- 
milia, dos  retoños  de  un  mismo  tronco,  que  ofrecen  las  mis- 
mas flores  y  llevan  los  mismos  frutos. 

Oon  todo,  Ramón  Llull  siempre  será  más  dulce,  más  no- 


10  Además  de  Menéndez  y  Pelayo,  en  su  conocido  Discurso  del 
Instituto  de  Baleares,  cf.  G.  M.  Bertini,  La  poesía  de  Ramón  Llull, 
en  La  Paraula  Cristiana,  XX  (1934),  355  ss.  ;  Ramón  d'Alòs-Moner, 
ORL,  XIX,  pról.,  XVI  ss. 

u  ORL,  XIX,  211. 

13  M.  Martina,  Antologia  italiana,  II  (Torino;  1935),  684. 
En  Le  Laudi  (ed.  Uonw  [Milano,  1945])  acusanse  las  variantes 
siguientes  : 

— Mamma,  'o  sei  venuta  ?  —  mortal  me  dài  feruta, 

ché  '1  tuo  pianger  me  stuta,  —*che  'i  vcggio  si  ai f errata. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL  IOO; 


ble  y  recatado  en  el  decir  que  el  fraile  de  Todi.  Este,  en  el 
paroxismo  de  su  fervor  religioso,  suplica  al  Señor  que  le 
haga  esclavo  de  las  enfermedades  más  dolorosas  y  repug- 
nantes y  juguete  de  toda  suerte  de  males: 

O  Signor,  per  cortesia,  —  mándame  la  malsania ! 

A  me  la  freve  quartana,  —  la  contina  e  la  terzaua, 

la  doppiá  cotidiana  —  colla  grande  idropesia. 

A  me  venga  mal  de  dente,  —  mal  de  capo  e  mal  de  ventre  ; 

a  lo  stomaco  dolor  pungente,  —  en  canna  la  squinantla, 

mal  de  occhi  e  doglia  de  flanco,  —  e  l'apostèma  al  lato  manco  ; 

tiseco  me  ionga  en  aleo,  —  ed  onne  tempo  la  frenesia. 

Agia  el  fegato  rescaldato,  —  la  milza  grossa,  el  ventre  enflato  ; 

lo  polmone  sia  piagato  —  con  gran  tossa  e  parlasia. 

A  me  vengan  le  fistelli  —  con  migliaia  de  carboncelli, 

e  li  granchi  sian  quelli  —  che  tutto  piéno  ne  sia. 

A  me  venga  la  podagra,  —  mal  de  ciglia  si  m 'agrava, 

la  sisinteria  sia  piaga — e  l'emoroide  a  me  se  dia. 

A  me  venga  el  mal  de  Pasmo  —  e  iòngasece  quel  del  pasmo  ; 

como  al  can  venga  rasmo  —  ed  en  bocea  la  gránela. 

A  me  lo  morbo  caduco  —  de  cadere  en  acqua  e'n  foco, 

e  jamai  non  trovi  loco  —  ch'io  afflitto  no  ce  sia. 

A  me  venga  cechitate,  —  muteza  e  sorditate, 

la  miseria  e  povertate  ;  — ed  onne  tempo  en  trapperia. 

Tanto  sia  el  fetor  fetente,  —  che  non  sia  nul  om  vivente 

che  non  fuga  da  me  dolente,  —  posto  en  tanta  enfermaría. 

En  terribile  fossato,  —  che  Regoverci  è  nominato, 

loco  sia  abandonato  —  da  onne  bona  compagnia. 

Gelo,  grandine,  tempestate,  —  fulguri,  troni,  oscuritate  : 

non  sia  nulla  aversitate  —  che  me  non  agia  en  sua  balla. 

Glie  demonia  enfernali — essi  sian  mei  ministrali, 

che  m'exerciten  li  mali  —  c'ho  guadagnati  a  mia  follia...". 

¡Cómo  contrastan  estos  sentimientos  del  juglar  tuder- 
tano  con  los  del  mallorquín,  cuando,  cantando,  implora  de 
Dios  la  salud  del  alma  y  del  cuerpo,  protección  contra  la 
furia  de  los  elementos  y  las  asechanzas  del  demonio,  y  com- 
pañeros reconocidos,  devotos,  leales,  humildes  y  celosos  de 
su  gloria ! : 

Santetat,  vida,  sanitat, 
gaug,  me  do  Déus,  e  libertat, 
e  gart-me  de  mal  e  peccat 
A  Déu  me  son  tot  comanat  : 
mal  esperit  ni  hom  irat 
no  hajen  en  mi  potestat 

Man  Déus  als  cels  e-ls  elemento, 
plantes  e  totes  res  vivents, 
que  no-m  fassen  mal  ni  tormén». 
Do-ras  Déus  companyons  conexens, 
devots,  leíais,  humils,  tements, 
a  procurar  sos  honraments 


13  Le  Laudi  (ed.  Uonw),  p.  131, 

M  Del  cani  de  Ramon,  ORL,  XIX,  360 


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MIGUEL  CALDENTEY 


No  hay  tanto  acíbar  en  la  boca  de  Raimón  como  en  la  de 
Jacopone  al  achacar  a  las  más  altas  jerarquías  religiosas 
y  civiles  los  pecados  y  defectos  de  su  tiempo: 

E,  doncs,  què  fan  preicador* 
pus  amen  tant  en  Déu  fruir  f 
ni  què  fan  abats  ne  priors, 
bisbes,  prelats,  qui  enantir 
amen  tant  lurs  possessions  ? 
ni  què  fan  reis  qui  ab  durmir 
e  ab  haver 

cuy  don  a  paráis  tenir 
e  Déus  veser  ?  ™ 

Hasta  en  los  mismos  anatemas  que  lanza  el  Procurador 
de  infieles  contra  el  Papa  Clemente  V  hay  un  marcado  dejo 
de  respeto  y  de  reverencia,  que  apenas  se  trasluce  en  la3 
duras  invectivas  que  el  zvlawte  fraile  vomita  contra  el  Papa 
Petro  da  Morrone  o  Pedro  Celestino  y  el  Papa  Bonifa- 
cio VIH: 

Sènyer  en  Papa  quint  Clement, 
qui  estats  senyor  de  tanta  gent  : 
fayts  que-1  consili  sia  breument  ; 
si  trop  hi  fayts  d'alonguament 
parrà  barat, 

e  Déus  vos  en  haurà  desgrat  : 
serets  jutjat. 

Sènyer  en  Papa  :  què  farets  ? 
vostre  consilii  honrar  l'ets? 
si  no-y  fayts  tot  quant  porets, 
per  tot  lo  món  blasmat  serets 
e,  mal  volgut, 
mostrarets  siats  recresut, 
e  és  {perdut. 

Sènyer  .en  Papa  :  què  farà 
lo  gran  poder  qui-n  vós  està? 
si  no  li  fayts  far  quant  porà, 
a  Jhesú  Crist  se-n  clamarà 
fortment  de  vós, 
e  car  no  vol  sia  ociós, 
e  és  raysós. 

Sènyer  en  Papa  :  fayts  prevea r 
la  saneta  fe  e  mostrar  clar, 
perquè  venguon  a  batejar 
tuyt  l'infesel,  e  per  salvar  ; 
e  eu  say  raysons 
contra  que  no  val  hirs  sermons  : 
dats-hi  perdons. 


15  Blanquerna,  ORL,  IX,  494. 

Por  lo  que  hace  a  Jacopone,  cf.  Le  taudi  (ed.  Uomo),  pp.  Ï42-143. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLl'LL 


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Sènyer  en  Papa  :  Déus  preçatu 
que  en  est  pas  siats  aydats, 
pel  Sant  Espirit  espirats, 
per  nostra  Dona  remenbrat^  ¡ 
e-l  Déu  d'amor 
ajut  a  la  cuyta  major, 
per  sa  honor  *. 

4.  Mencionamos  a  fra  Pacífico,  y,  quizás,  no  con  mucho 
razón. 

Al  golpe  de  la  gracia,  Guillermo  de  Lisciano  descíñese  la 
corona  de  laurel  para  calarse  la  capilla  de  San  Francisco. 

Xo  sabemos  que  en  el  claustro  continuara  rimando  cosa 
alguna.  Lo  más  que  podemos  otorgarle  es  que  dividiera  en 
estrofas  el  cántico  de  Fratre  Solé  y  que  compusiera  la  música 
de  algunos  himnos  piadosos  que  a  coro  entonaban  los  fieles. 
Xo  creemos  que  peque  de  exagerada  la  condesa  de  Pardo  Ba- 
zán  cuando  dice:  "La  verdadera  poesía  que  hoy  nos  resta 
del  que  después  fué  fray  Pacífico,  son  sus  visiones,  cuando 
casualmente  oyó  predicar  a  San  Francisco  de  Asís  en  San 
Severino.  y  ve  el  cuerpo  del  predicador  atravesado  por  dos 
espadas  resplandecientes  en  figura  de  cruz,  y  escrita  en  su 
frente  la  letra  tau.  signo  misterioso  con  que  el  ángel  de  la 
profecía  de  Ezequiel  señala  a  los  que  no  serán  exterminados 
porque  gimen ;  y  en  el  cielo  divisa  el  sitial  de  oro  que  perdió 
Satanás  por  su  soberbia,  reservado  para  el  humildísimo  men- 
dicante, y.  echándose  a  los  pies  de  San  Francisco,  le  pide  la 
cuerda  y  el  sayal  y  un  nombre  de  paz  que  encubriese  la  pro- 
fana gloria  del  suyo"  lz. 

5.  En  Ramón  Llull  pasa  casi  al  revés.  Verdad  es  que 
sabemos  que  en  los  años  de  su  juventud  "era  donat  en  la  art 
de  trobar  e  compondre  cansons  e  dictats  de  les  follias  de 
aquest  món"  18.  Ni  hace  falta  el  testimonio  de  la  Vida  coe- 
tánea para  concluir  que  el  senescal  y  mayordomo  del  here- 
dero de  Mallorca  era  trovador,  y  trovador  no  vulgar.  Pero 
lo  que  queremos  significar  es  que  toda  la  obra  rimada  de 
Ramón  Llull,  que  conocemos,  es  posterior  a  su  conversión. 
Calóse,  si,  la  capilla  de  San  Francisco,  pero  sin  desceñirse  la 
corona  de  laurel.  De  trovador  profano  que  era,  trocóse  en 
trovador  franciscano,  que  es  tanto  como  decir  juglar  de  nues- 
tro Señor  Jesucristo  y  de  nuestra  Señora  Santa  María. 

Nada,  o  casi  nada,  de  poesía  de  visiones,  arrobamientos 
y  carismas  celestiales  en  la  azarosa  vida  del  Beato,  como  él 
mismo  canta  en  su  Desconort: 


15  Del  concili,  ORL,  25S-260. 

Cuanto  e  Jacopone,  cf.  Le  Laudi,  pp.  147,  15:  — 
1T  San  Francisco  de  Asís    Madrid,  s.  a.),  II,  loo. 
•  a  Cf .  >nt>m,  y.  ■-.  •  : 


IOIO 


HÍIGUEL  CALDENTEY 


N'ermità  :  uo  m'escús  que  no  ha  ja  pecat 
mortalment  mantes  vets,  d'on  me  són  confessat  ; 
mas  depús  que  Jhesú  Crist  a  mi's  fo  revelat 
en  la  crots,  segons  que  damont  vos  he  contat, 
e  en  la  sua  amor  mon  voler  confermat, 
no  pequé  a  seient  en  nuyl  mortal  pecat. 
Mas  poria  ésser  que  per  so  qui's  passat 
cant  era  cech  del  món,  amant  sa  vanitat, 
no  sia  per  Jhesú  en  far  bé  ajudat; 
emperò  si  no-u  era,  tort  faria  ei  pecat 
si  no  m'ajudava  depús  que  l'ac  amat 
e,  per  la  sua  amor,  lo  món  desemparat  ]". 

La  gràcia  no  destruye  la  naturaleza,  sino  que  la  eleva. 
Si  Mateo  no  pudo  volver  a  la  mesa  de  su  banco,  Pedro  pudo 
lanzar  nuevamente  las  redes  en  el  mar.  Ramón  Llull,  una 
vez  convertido,  no  apostatará  de  la  regla  o  arte  de  jugla- 
ría, pero  la  enderezará  a  Dios,  fin  principal  para  el  que  fué 
instituida.  "Lujuria,  Señor — dice  en  su  Libre  de  contempla- 
ció— y  inspira  canciones,  y  sones,  y  danzas,  y  rimas,  y  ver- 
sos, a  los  trovadores  que,  por  lujuria,  son  loadores  y  can- 
tores. Ende,  ¿qué  pro  les  hacen,  Señor,  alabanza  de  fac- 
ciones ni  aliño  y  compostura  de  palabras,  pues  que  el  sujeto 
y  la  materia  por  que  cantan  está  llena  de  hedor  y  de  podre 
y  de  suciedad?"  20  Mas  Ramón  Llull  harto  reconoce  que 
esto  es  más  por  causa  de  los  juglares,  que  son  malos,  que 
por  defecto  del  arte  de  juglaría,  que  salió  de  las  manos  de 
Dios  puro  y  sin  mancilla,  como  la  carne  de  nuestros  prime- 
ros padres  en  el  paraíso:  "El  arte  de  juglaría,  Señor,  co- 
menzó para  loaros  y  para  bendeciros,  y  para  esto  fueron 
inventados  instrumentos,  y  bailes,  y  lays,  y  noveles  sones, 
con  que  los  hombres  se  regocijasen  en  vos...  Y  aquéllos, 
Señor,  son  bendecidos  que  en  los  instrumentos,  y  en  los 
bailes,  y  en  los  lays  se  regocijan  y  se  recrean  en  vuestro 
loor,  y  en  vuestro  amor,  y  en  vuestra  bondad,  pues  aquéllos 
conservan  el  arte  según  aquello  por  que  comenzó"  21.  En 
verdad,  Ramón  Llull  habla  según  los  sentimientos  del  Po- 
brecillo  de  Asís,  que  un  día  manda  llamar  a  un  fraile  que 
en  el  siglo  había  sido  citarista,  y  le  dice:  — Hermano,  los 
hijos  del  siglo  no  comprenden  los  secretos  divinos;  los  ins- 
trumentos musicales  se  han  hecho  para  cantar  las  alaban- 
zas del  Señor,  y  ellos  los  emplean  sólo  para  deleitar  los 
oídos.  Me  darías  un  gran  contento  si  pudieras  encontrar,  sin 
que  nadie  lo  advierta,  cualquier  instrumento  y  cantarme  al- 
guna canción — 22.  No  es  de  extrañar,  pues,  que  concluya 


19  ORL,  XIX,  225. 
30  ORL,  IV,  261. 

21  Libre  de  contemplació,  ORL,  IV,  97. 

-  V  V.  Fnchtntttt,  O.  F.  M.,  Sed  alegre?  'Bnroelonn,  1944),  24 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DK  R.  LLULL 


10 1  I 


Ramón  Llull:  "Ende,  pues,  como  vuestro  siervo  y  esclavo 
haya  sido,  hasta  ahora,  falso  loador  y  mentiroso  maldeci- 
dor, pues  que  vos  le  habéis  mirado  con  vuestros  ojos  llenos 
de  piedad  y  de  misericordia,  de  ahí  en  adelante  propónese, 
Señor,  trocarse  en  verdadero  juglar,  en  rendir  sinceras  ala- 
banzas de  su  señor  Dios"  2a. 


II.    JUGLAR  DE  NUESTRO  SEÑOR  JESUCRISTO 

1.  Ramón  Llull  puede  llamarse  con  toda  verdad  juglar 
de  nuestro  Señor  Jesucristo.  No  hay  ternura  que  iguale  a 
la  suya  al  cantar  el  idilio  del  Niñito  Dios: 

Jhesú  Crist,  Sènyerl  A,  qui  fos 
en  aquel  temps  que  nasqués  vós, 
e  vos  vesés  infant  petit, 
vostres  carns  nues  e  poc  lit, 
pobre  de  draps,  ple  de  bon  tat  ! 
A,  com  fóra  enamorat 
en  vós  veser,  tenir,  tocar, 
e  contra  erguyl  contrastar, 
veent  lo  rey  del  cel  e-1  tro 
jaer  en  paubre  liteló ! 
A,  qui  fos  en  sel  temps  nuyrit 
que  Jhesús  fo  infant  petit ! 
e  c'om  totz  jorns  ab  el  anas, 
ab  el  estés,  ab  el  jugàs  ! 
A ,  con  fóra  gaug  de  plaer ! 
A,  qui  volgra  «als  may's  a  ver  ?  Jl 

Fuera  de  Jacopone  de  Todi,  ningún  poeta  ha  cantado  de 
una  manera  tan  sencilla  y  sublime  el  misterio  de  Belén. 

2.  Con  una  suavidad  inefable,  que  envidiaría  San  Ber- 
nardino  de  Sena,  coplea  la  dulzura  de  mieles  del  nombre  de 
Jesús : 

O  Jhesú,  en  Betlem  nat ! 

tu  és  home  deïficat 

e  és  Déus  hominificat. 
Jhesú  és  home  e  deitat, 

per  so  que  Déus  participat 

estia  ab  tot  quant  ha  creat. 
Jhesú,  per  Spirit  Sant  concebut! 

tu  as  per  la  mort  en  la  creu  reemut 

l'umà  genre  qui  estava  perdut. 
Jhesú,  tu  és  resuscitat, 

e  en  lo  cel  te'n  és  pujat,  , 

C  jutjaràs  tot  home  nat. 

a  Libre  de  contemplació,  ORL,  IV,  103. 
**  Medicina  de  pecat,  ORL,  XX,  190.  ' 


IOI2 


MIGUEL  CALDENTEY 


Jhesú,  en  ta  sensualitat 

aurà  glòria  home  salvat, 

veent  ton  cors  deïficat. 
Jhesú,  per  tu  principalment 

és  lo  món  creat  de  nient,  , 

per  so  car  te  tayn  honrameut. 
Jhesú,  qui  estàs  personat 

de  home  e  de  deïtat, 

ages  de  nos  gran  pietat. 
Jhesús,  prenga-us  de  nos  dolor, 
"  car  tuyt  estam  quays  en  error, 

e  exellats  de  bona  amor. 
Jhesú,  ino-ns  gits  anoxaler, 

pus  que  tu  àuries  plaser 

com  tuyt  te  poguessen  veser. 
Jhesú,  tu  ests  bo  a  nomnar, 

e  a  entendre  e  a  remembrar, 

a  servir  e  a  enamorar  36 . 

¿Qué  importa  la  aspereza  de  las  rimas  agudas  y  vivas,  si, 
una  vez  quebrada  su  dureza  de  roca,  manan  torrentes  de 
leche  y  de  miel? 

Será  o  no  verdad  que  el  Doctor  Iluminado  haya  ejercido 
algún  influjo  en  los  posteriores  cantores  franciscanos  del 
dulcísimo  nombre  de  Jesús;  será  o  no  verdad  que, el  mo- 
nograma radiante  de  este  dulcísimo  nombre,  pintado  por  San 
Bernardino  de  Sena,  sea  el  blasón,  imagen  o  divisa  del  Ama- 
do que  Ramón  Llull  quiere  hacer  bordar  en  los  pliegues  de 
aquella  bandera  de  amor,  ante  la  cual  deben  formar,  en  ague- 
rrido ejército,  los  que  han  profesado  la  Regla  del  Amor; 
será  o  no  verdad  que  el  Procurador  de  infieles  y  predicador 
de  cruzadas  haya  querido  ir  tan  lejos  como  San  Juan  de  Ca- 
pistrano,  hasta  tomar,  bajo  la  invocación  del  nombre  de  Je- 
sús, un  puesto  de  mando  al  lado  del  generalísimo  Juan  Hu- 
niades  y  disciplinar  militarmente  las  tropas  en  el  nombre  de 
Jesús;  lo  cierto  es  que  en  la  galería  gloriosa  de  juglares 
franciscanos  de  este  divino  nombre,  antes  de  San  Bernar- 
dino de  Sena,  Beato  Mateo  de  Girgenti,  Beato  Bernardino 
de  Feltre,  Beato  Bernardino  de  Bustis,  Beato  Juan  de  Lip- 
nika,  varios  siglos  antes,  nos  hallamos  con  el  Beato  Ramón 
Llull.  Admitiendo,  naturalmente,  que  todos  ellos  sacaron  la 
devoción  al  Santísimo  Nombre  de  Jesús  de  los  escritos  de  San 
Pablo,  de  San  Bernardo  y  de  San  Buenaventura. 

3.  Hemos  nombrado  a  San  Bernardino  de  Sena.  En  rea- 
lidad de  verdad,  la  citada  loa  del  nombre  de  Jesús  tiene  su 
eco  en  la  siguiente  del  apóstol  de  la  Italia  central  y  septen- 
trional : 


29  Cent  noms  de  Deu,  ORL,  XIX,  no. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  K.  LLULL 


IOl'3 


0  Jesu,  iigiol  de  Dio, 

a  te  laude  e  gratia  io, 

10  ti  rendo,  o  segnor  mío, 
che  m'aje  recomparato. 

O  Jesu,  ferma  speranza, 

chi  nel  tuo  nonie  a  íidan/.i 

pasto  a  verá  ferma  costanza, 

ello  è  aliberato. 
0  Jesú,  speranza  mia, 

de,  volgi  per  cortesia 

11  occhi  ver  la  mente  uiia 
che  giace  nel  peccato. 

U  Jesu,  lo  mió  segnore, 

fa  di  gratia  lo  mjo  cuore 

de  l'ardente  tuo  amore 

sempre  ne  sia  infiambato. 
O  Jesú,  no  me  lasciare, 

el  mondo  per  seguitare, 

ma  tutto  lo  mío  sperare, 

sempre  sia  refermato. 
ü  Jesú,  amor  benegno, 

de  portare  fam  me  degno 

el  tuo  nome  per  ensegno 

nel  cuore  afigura  to.. . 2,1 . 

¿Podría  darse  el  caso  de  que  San  Bernardino  de  Sena  de- 
pendiera literaria  o  doctrinalmente  de  nuestro  Beato?  Esta 
hipótesis  no  es  inadmisible,  teniendo  en  cuenta  las  estrechas 
relaciones  que  Ramón  Llull  contrajo  en  los  conventos  de  los 
franciscanos,  en  sus  repetidos  viajes  por  la  península  italia- 
na. Baste  recordar  que,  en  26  de  octubre  de  1290,  el  general 
de  los  Menores,  Ramón  Gaufredi,  italiano,  le  daba  en  Mont- 
pellier  cartas  de  recomendación  para  todos  los  superiores  de 
las  provincias  franciscanas  de  Roma  y  Apulia  y  también  de 
Sicilia,  como  observa  Wadding,  an.  1290,  n.  18,  a  fin  de  que 
acogiesen  al  maestro  Ramón  Llull,  "amicus  Ordinis  et  de- 
votus  ab  antiquo,  in  relevandis  fratrum  nostrorum  inopiis 
gratiosus,  et  in  subsidiis  sollicitus...  et  attentus",  y  pusieran 
a  su  disposición  un  convento  en  el  que  pudiera  enseñar  su 
arte  para  convertir  infieles  a  cuantos  frailes  lo  desearan  27 . 
Ramón  Llull  se  aprovechó  ciertamente  de  las  letras  comen- 
daticias del  Ministro  general  de  los  Menores  en  su  quinto 
viaje  a  Italia  (Génova-Roma-Génova,  1290-1293)  y  cuarta 
visita  a  Roma.  De  este  magisterio  del  Doctor  Iluminado  en- 
tre los  franciscanos  de  Roma  y  Apulia  podrían  ser  un  ves- 
tigio las  Quaestiones  quas  quaesivit  quídam  frater  minor  a 
Raymundo  y  el  Llibre  d'Anticrist,  ambos  escritos,  probable- 


M  Miscellanea  Franccscami  (Foligno),  Y,  150. 

17  P.  Pascual,  l'indiciac  luUUmoe,  I  (Aviñón,  1778),  186,  nota  1, 

y'p-  275- 


T.0I4 


MIGUEL  CALDENTEY 


mente,  en  Italia,  lo  mismo  que  los  Cent  noms  de  Déu,  en 
este  período  de  cerca  de  dos  años. 

Tenemos,  pues,  un  hecho  que  nos  permitiría  conjeturar 
que  de  los  Cent  noms  de  Déu  bien  hubiera  podido  quedar  en 
los  conventos  de  Menores,  que  frecuentó  el  Maestro,  algún 
códice  que,  un  siglo  más  tarde,  viniera  a  parar  en  las  manos 
de  San  Bernardino  de  Sena.  Mas,  a  decir  verdad,  esta  hipó- 
tesis es  más  bella  que  fundada,  ya  que  de  toda  su  obra  poé- 
tica sólo  sabemos  que  se  difundió  en  Italia  el  Llibre  de  Amic 
e  Amat  en  su  texto  latino.  "De  sus  poesías  religiosas,  tan 
llenas  de  un  emotivo  y  purísimo  franciscanismo — dice  el  ci- 
tado P.  Batllori — ,  ni  rastro  siquiera,  a  pesar  de  las  seme- 
janzas que  tantos  críticos  han  notado  con  las  Laudi  de  Ja- 
copone  de  Todi"  28. 


III.    JUGLAR  DE  NUESTRA  SEÑORA  SANTA 
MARIA 

1.  Ramón  Llull  también  es  el  juglar  de  nuestra  Señora 
Santa  María. 

Al  decir  del  Doctor  Iluminado,  Dios  creó  el  mundo  para 
gloria  y  honor  de  su  divina  Madre : 

Lo  món  ha  sol  un  creador 
qui-1  ha  creat  per  far  honor 
a  la  puella,  sa  mayre, 
de  los  peccadors  guyayrc 
con  són  en  tribulació, 
e  pregon  ella  que  lur  do 
consell,  confort,  gaug  e  amor, 
com  serve squen  nostre  Senyor 
ab  tot  quant  han,  al  lur  poder, 
e  de  lurs  peccats  dol  haver. 
Aquella  puella  és  cabal 
<le  tot  ço  per  què  amor  val  -°. 

t 

Este  será  también  el  pensamiento  de  San  Bernardino  de 
Sena. 

Ninguna  maravilla,  pues,  que  Ramón  Llull  lea  en  todas 
y  en  cada  una  de  las  páginas  del  grande  libro  de  la  natura- 
leza, ora  escrito  con  caracteres  de  estrellas  rutilantes,  ora 
bordado  con  juegos  de  flores,  ora  grabado  en  las  blancas 
espumas  del  mar,  el  santísimo  nombre  de  María: 

Can  par  Téstela  en  l'alboi 
e  s'apareylon  tuyt  li  flor 

28  El  IuUshuo  en  Italia,  en  Revista  de  Filosofía,  I  (i943)>  ~65- 
*  Hores  de  nostra  Dona,  ORL,  XIX,  176-177. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULI, 


IOI.S 


que-l  sol  multiplic  hir  coloi 

d'esperansa 

mi  vest  alegransa 

d  "una  dousor,  confiansa 

que  a  y  en  la  Dona  d 'a  mor...  " 

Can  veg  la  terra  e  la  mar, 

lo  cel,  e  auyg  aucells  cantar, 

e  sent  de  les  flors  lur  odor 

e  de  les  viandes  sabor, 

e  toc,  drap,  fust,  aur  c  rubís 

per  la  Dona  de  paradís 

ab  la  qual  parle  en  pregan, 

quant  l'arma  e-l  cors  li  coman, 

adonchs  sent  al  cor  tal  dolsor 

qúe  hanc  no  la  sentí  major. 

E  dich  a  la  Verge,  plorant  : 

— Veus-me  Dona-n  vostre  coman"1 

2.  Esta  "Dona  d'amors"  y  "Dona  de  paradís"  es  la  nue- 
va dama  del  novel  trovador.  Y  con  la  misma  pasión  con  que 
los  trovadores  de  su  tiempo  cantaban  a  su  dama  cantigas  de 
amor  del  tenor  siguiente: 

Sen  hora,  por  amor  DÍOS, 
habed  algún  duelo  de  mí, 
que  los  mos  oios  como  irios 
coirem  del  día  que  vus  vi  ¡ 
hermanos  e  primos  e  tíos 
tódolos  yo  por  vos  perdí  ; 
se  vos  non  pensades  de  mí 
fi » 

Ramón  Llull  desahogará  su  corazón  entonando  a  la  Virgen 
María  estos  amorosos  cantares,  ricos  joyeles  de  la  poesía 
lírica  catalana: 

A  vós,  Dona  Verge  Santa  Maria 
do  mon  /voler,  qui-s  vol  enamorar 
de  vós  tan,  fort,  que,  sens  vós,  no  volria 
en  nulla  re  desirar  ni  amar  ; 
car  tot  voler  ha  melloria 
sobre  tot  altre  qui  no  sia 
volent  en  vós  qui  és  mayre  d'amor  : 
qui  vos  no  vol  no  ha  d'on  s'enamor. 

Pus  mon  voler  vol  vostra  senyoria, 
lo  meu  membrar  e-1  saber  vos  vull  dar  ; 
car  sens  voler,  Dona,  jo  què -Is  faria  ? 


.  80  Medicina  de  pecat,  ORL,  XX,  43. 
71  Hores  de  nostra  Dona,  ORL,  XIX,  197. 

"  Alfonso  el  Sabio.  Prólogo,  selección  y  glosarios  de  A.  G.  Sola- 

eCNDB,  1  (Madrid,  s.  a.),  lio. 


ioió 


MIGUEL  CALDENTEY 


E  vós,  Dona,  si  us  play,  façats  membrar, 
entendre,  amar  a  clerecia, 
per  ço  que  vagen  en  Súria 
los  infeels  convertir,  preycar, 
e-ls  crestians  facen  pacificar  88 . 

La  dolça  Verge  vull  servir 
de  mon  poder, 

car  say  m'ha  tramès  dolç  desir 
e  bo  esper  **. 

Pres  ay  la  crots,  tramet  amors 
a  la  Dona  de  pecadors 
que  d'ela  m'aport  gran  secors. 
Mon  cor  està  casa  d'amors 
e  mos  hüyls  fontanes  de  plors  : 
enfre  gaug  estag  e  dolors  88 : 

Los  nombres  de  Dona  d/amors,  Dona  de  paradís,  la  Dona 
verge,  la  Dolça  Verge,  la  Dona  de  peccadors,  la  Douça  Dona 
de  valors,  la  Douça  donzella,  la  Regina  de  valors,  la  Flor 
d'amor,  la  Mayre  de  valor  e  d'amor,  la  Mayre  e  flor,  son 
otras  tantas  rubias  estrellas  que  tachonan  de  oro  y  de  luz 
las  páginas  de  casi  todos  sus  libros  poéticos. 

Digámoslo  de  una  vez.  Como  Dante  Alighieri,  patriarca 
de  la  poesía  italiana ;  como  Gonzalo  de  Berceo,  patriarca  de 
la  de  Castilla,  Ramón  Llull,  patriarca  de  la  poesía  catalana, 
será  poeta  mariano  por  antonomasia. 

3.  Y,  dicho  sea  de  paso,  adrede  llamamos  a  Ramón  Llull 
patriarca  de  la  poesía  catalana.  Efectivamente,  no  ya  sola- 
mente la  poesía,  sino  toda  la  literatura  catalana,  nacida 
como  un  apéndice  de  la  provenzal  y  por  largo  tiempo  con- 
fundida con  el  nombre  de  lemosina,  toma  fisonomía  distinta 
de  la  provenzal,  lemosina,  y  adquiere  su  expresión  definitiva 
en  las  obras  de  Ramón  Llull.  Es  por  esto  que  Ramón  Llull, 
tanto  y  mucho  más  que  en  la  filosofía,  teología  y  mística,  es 
figura  de  primer  orden  en  el  campo  literario  catalán  36. 


88  L.  de  Blanqucrna,  ORL,  IX,  272. 
"  Ibíd.,  495. 

™  Del  cant  de  Ramon,  ORL,  XIX,  258. 
w  Cf.  Bertint,  1,  c,  pp.  253-254. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL 


I0I7 


IV.    OBRA  POETICA  Y  OBRA  RIMADA  EN 
RAMON  LLULL.  LA  POESIA  DEL  "LLIBRE 
DE  AMIC  I  AMAT" 

1.  Mas  no  todo  es  poesía  en  las  obras  rimadas  del  Maes- 
tro. Gran  parte  de  sus  libros  poéticos,  mayormente  los  del 
género  didáctico,  que  son  los  más  copiosos,  más  que  obra 
poética,  debemos  llamarla  obra  rimada,  ya  que  Ramón  Llull, 
siguiendo  la  moda  de  su  tiempo — un  ejemplo,  Brunetto  La- 
tini  (1210-1230) — ,  recurre  a  la  rima  en  dialecto  vulgar  como 
medio  muy  eficaz  para  difundir  su  pensamiento.  Lo  dice  ex- 
presamente el  Beato  en  los  Cent  noms  de  Déu:  "Aquests 
verses  rimam  en  vulgar  per  ço  que  mils  hom  los  pusca  saber 
de  cor"  j~ .  Y  otro  tanto  repite  en  Medicina  de  pecat: 

...  faç  est  tractat 
lo  qual  vull  que  sia  rimat 
car  mills  pot  ésser  decorat  ■ 

Todo  esto  es  muy  franciscano.  Pero  Ramón  Llull,  apóstol 
y  pedagogo,  para  mejor  lograr  su  intento,  usa  otro  ardid  del 
que  se  valieron  los  primitivos  apóstoles  franciscanos:  re- 
curre a  melodías  en  cierta  manera  populares.  Ahí  están  los 
Cent  noms  de  Déu,  que  se  pueden  "cantar  segons  quells 
psalps  se  canten  en  la  sancta  esgleya"  39.  Ahí  tenemos  tam- 
bién las  Hores  de  nostra  Dona  Santa  Maria,  que  "canten-se 
al  so  dels  himnes"  40. 

Y,  como  se  sirve  principalmente  de  la  rima  para  auxiliar 
a  la  memoria,  no  hará  caso  de  que  unos  versos  sean  más  lar- 
gos que  los  otros,  "car  assò  sostenim  per  so  que  meylor  ma- 
tèria puscam  posar"  41 ;  sin,  empero,  llegar  a  aquel  desdén 
de  códigos  de  gaya  ciencia  a  que  llegó  Jacopone  de  Todi,  del 
cual  se  ha  dicho  que  no  cuida  del  arte  ni  solicita  prez  de 
lengua  ni  estilo,  antes  afecta  plebeyo  hablar  con  tanto  pla- 
cer como  hallaban  los  santos  en  vestir  harapos  de  mendigos. 
Al  contrario,  Ramón  Llull  tiene  el  sentido  de  lo  bello,  y  en 
el  prólogo  de  los  Cent  nojyis  de  Déu  pide  al  Santo  Padre  y 
a  los  cardenales  que  los  hagan  poner  en  latín  y  en  un  bello 
dictado,  que  él  no  lo  sabría  poner,  porque  ignoraba  la  gra- 
mática: "...  car  yo  no  lo  y  sabria  posar  per  ço  car  ignor  gra- 
màtica" 42.  Eb  decir,  ignoraba  la  métrica  latina  o  el  latín 

57  ORL,  XIX,  Si. 
*  ORL,  XX,  3. 

39  ORL,  XIX,  So. 

40  ORL,  XIX,  172. 
11  ORL,  ibíd.,  81. 
"  ORL,  XIX,  79. 


ioi8 


MIGUEL  CALDENTÈY 


elegante  y  ornado  de  belleza  literaria,  en  el  cual  anhelaba 
ver  traducido  aquel  libro  para  provecho  también  de  los  más 
eruditos;  que  el  latín  corriente  de  las  aulas  y  de  las  canci- 
llerías no  lo  ignoraba  el  Doctor  Iluminado,  y  en  latín  escribió 
algunas  de  sus  obras  y  algunas  de  sus  cartas. 

2.  Además,  como  ya  notó  Menéndez  y  Pelayo,  Ramón 
Llull  es  poeta,  mucho  más  que  en  sus  versos,  en  sus  libros 
en  prosa,  en  el  Bilanquema,  en  el  Llibre  de  Amic  i  Amat,  en 
la  enorme  enciclopedia  ascética  Llibre  de  contemplació. 

En  vano  buscaríamos  en  la  obra  rimada  del  Maestro  per- 
las de  tan  sutil  poesía  como  estos  versículos,  tomados  al 
azar,  del  Ldibre  de  Anmc  i  Amat ; 

Cantaba  el  pájaro  en  el  vergel  del  Amado.  Vino  el  Amigo  y  dijo 
al  pájaro  :  — Si  no  nos  entendemos  por  la  habla,  entendámonos  por 
amor,  porque  en  tu  canto  se  representa  a  mis  ojos  mi  Amado 

Cantaba  una  avecilla  en  un  ramo  lleno  de  hojas  y  de  flores,  y  d 
viento  movía  las  hojas  y  esparcía  el  olor  de  las  flores.  Preguntaba 
el  Amigo  a  la  avecilla  qué  significaba  aquel  movimiento  de  las  hojas 
y  el  olor  de  las  flores.  Respondió  que  las  hojas  en  su  movimiento 
significan  obediencia,  y  el  olor  de  las  flores  el  tolerar  tribulaciones 
y  angustias  **. 

Preguntaron  al  Amigo  de  quién  era.  Respondióles  que  del  Amor. 
— ¿  De  qué  eres  ?  — De  amor.  — ¿  Quién  te  engendró  ?  — Amor.  — ¿  En 
dónde  naciste?  — En  amor.  — '¿Quién  te  crió?  — Amor.  — ¿De  dónde 
vienes?  — De  amor.  — ¿  Adónde  vas?  — A  amor.  — ¿En  dónde  ha- 
bitas ?  — En  amor. — Preguntáronle  más  :  — ¿  Tienes  otra  cosa  más 
que  amor? — Respondió:  — Sí;  injurias,  culpas  y  pecados  contra 
mi  Amado  43 . 

"Admirable  poesía — dice  Menéndez  y  Pelayo — ,  que  junta 
como  en  un  haz  de  mirra  la  pura  esencia  de  cuanto  especu- 
laron sabios  y  poetas  de  la  Edad  Media  sobre  el  amor  divino 
y  el  amor  humano,  y  realza  y  santifica  hasta  las  reminis- 
cencias provenzales  de  canciones  de  mayo  y  de  alborada,  de 
vergeles  y  pájaros  cantores,  casando  por  extraña  manera  a 
Giraldo  Borneil  con  Hugo  de  San  Víctor"  4G. 


«  ORL,  IX,  383. 
M  ORL,  IX,  387. 
4"'  ORL,  IX,  392. 

w  Edición  nacional  de  las  obras  completas  de  Menéndez  y  Pela' 
yo,  II  (Madrid,  1941),  86. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DK  R.  LLULL 


IOIC) 


V.    POETA  ESCOLASTICO  POPULAR 

1.  Mérito  no  pequeño  de  Ramón  Llull,  aun  como  poeta, 
es  haberse  servido  de  la  lengua  vulgar  para  exponer  las  más 
profundas  verdades  de  la  filosofía  y  de  la  teología.  Así,  por 
ejemplo,  de  la  trinidad  del  alma  y  del  cuerpo  y  de  la  unión 
de  los  dos  en  una  misma  persona,  que  hay  en  el  hombre,  se 
valdrá  para  ilustrar  la  trinidad  de  personas  en  unidad  de 
esencia  que  hay  en  Dios: 

En  trinitat 
ra 'a  lo  Senyor  creat, 
car  d'anime  cors  m'a- justa  t, 
e-ncara  so 
de  lur  conjuncció, 
e  ab  tots  tres  fi  faho 
vas  lo  Senyor  ; 
per  què  n'av  gran  dolor, 
tant,  que'n  suspir,  en  plano,  en  plor 
e  me'n  confés 
ab  voler,  que  ya  me» 
no  fassa  per  neguna  res 
negú  peccat 
contra  la  trinitat 
de  lo  senyor,  qui  m'a  creat 
a  son  semblant  ; 
e-n  tot  quant  són  trinant 
m'acús  penedent  en  plorant  n. 

2.  La  teoria  de  Escoto  sobre  el  primado  absoluto  de  Je- 
sucristo, más  que  escotista,  debiera  llamarse  luliana,  como 
se  desprende  de  los  siguientes  versos  de  Cent  noms  de  Déu, 
ya  citados: 

Jhesú  és  home  e  deïtat, 

per  so  que  Déus  participat 

estia  ab  tot  quant  ha  creat. 
Jhesú,  per  tu  principalment 

és  lo  món  creat  de  nient 

per  so  car  te  tayn  hónrame  ni. 
Lo  món  no  fóra  en  gran  bonea  pausat, 

si  no  fos  per  home  deïficat 

en  qui  Déus  sia  hominificat. 
Aquella  fi  és  Déus  membrar, 

conèxer,  amar  e  honrar, 

e  per  home  deificar  B. 


"  Medicina  dc  pecat,  ORL,  XX,  28. 

tó  Cent  noms  dc  Déu,  ORL,  XIX,  ixo-xx,  ri6. 


1020 


MIGUEL   CAL DEN TE Y 


Hasta  el  famoso  orden  del  divino  querer,  del  Doctor  Su- 
til, apúntase  ya  en  los  sobredichos  versos. 

3.  ¿Qué  más?  En  las  Hores  de  nostra  Dona,  el  Doctoi 
Iluminado,  dejando  en  zaga  a  los  maestros  marianos  más 
ilustres  de  su  siglo,  sin  exceptuar  al  mismo  San  Anselmo, 
nos  da  una  síntesis  de  los  títulos  y  grandezas  de  Miaría,  tal 
como  nos  la  exponen  los  más  grandes  mariólogos  de  hoy. 
Ved  ahí  los  trazos  más  salientes: 

1.  °  La  realeza  de  Maria. — La  Santísima  Virgen  es,  al 
lado  de  su  Hijo  Jesús,  Reina  y  Señora  de  cielos  y  tierras  y 
Emperatriz  del  universo: 

Es  un  Déu  e  una  Dona 
qui  sobre  totes  és  bona. 
D'aquests  dos  és  trestot  lo  món, 
en  lonch,  pregon,  ample,  redon. 
La  dona-s  sancta  Maria 
qui  ha  fill  sens  d'om  paria, 
e-s  un  fill  home  e  Déu  ; 
e  celi  qui  vol  tot  ésser  seu 
no  hage  paor,  a  la  mort, 
que  lo  mal  spirit  lo'n  port  ; 
car  Déus  lo  vol  al  cel  haver, 
pas  tot  s'és  dat  a  son  voler 

2.  °  Su  maternidad  espiritual. — Ante  Dios  Padre  tenemos 
una  Madre,  a  la  cual  invocan  todos  los  hombres,  porque  de 
ella  es  la  merced,  la  piedad  y  el  perdón : 

En  la  divina  natura 
és  un  Payre  sens  mesura  ; 
e-n  la  natura  humana 
una  don-és  c'om  reclama  : 
nostra  Dona  mayre  de  Déu, 
qui  és  filla  del  hom  fill  seu  ; 
e  del  Payre  [e]  la  Mayre  so 
mercè,  pietat  e  perdó. 
Amdós  estan  en  aquell  port 
on  hom  no  mor  a  mala  mort. 
Lo  Payre,  la  Mayre,  amdós 
sien  payre  e  mayre  de  nos  r,,\ 

3.  *  Su  mediación  universal. — La  Virgen  María  es  la  li- 
mosnera de  la  Santísima  Trinidad,  la  tesorera  de  su  Hijo 
Jesús.  Todos  los  bienes  de  la  naturaleza  y  de  la  gracia,  las 
virtudes  y  los  mismos  dones  del  Espíritu  Santo  nos  vienen 


*  ORL,  XIX,  ijs- 

*  ORL,  XIX,  i-;. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL 


1021 


por  manos  de  María.  A  espaldas  de  la  Santísima  Virgen  no 
se  pueden  vender,  comprar  ni  dispensar: 

E  qui  caritat  vol  havei 
faça  a  la  Verge  son  plaer  ; 
car,  sens  ella,  no-s  pot  donar, 
vendre,  comprar,  ne  autrejar 

Ella  se  adelanta  a  nuestras  súplicas,  y,  si  no  fuera  por 
su  amor,  ninguno  de  nosotros  podría  escapar  de  las  penas 
del  infierno  ni  alcanzar  la  gloria  del  cielo: 

Senyor.s  àngels  :  no  us  cal  pregar 
la  Reina  que-ns  vulla  amar; 
car  ella-ns  ha  tan  gran  amor 
que  no- y  ha  mésttr  pregador. 
E  vós,  sèn ver  sent  Gabriel, 
Michael,  Seraphín,  Raphael, 
fayts  Ji'n  gracias  e  mercès 
car  nostra  advocada  és  ; 
car  si  per  s'amor  no  fo^, 
ja  no  pogra  negú  de  nos 
íugir  a  pena  infernal 
ni  haver  gaug  celestial 

En  el  día  del  juicio,  Jesucristo,  después  de  haber  recha- 
zado de  sí  a  los  pecadores,  dirá  a  su  Madre:  "Madre,  llama 
a  tus  hijos  a  la  gloria  eterna  y  dame  a  ellos  por  galar- 
dón, cuanto  quieran,  pues  que  por  ellos  tanto  me  rogaste" : 

Ressucitarà  tota  gent 
e  venrà  a  lo  jutjament 
de  Jhesú  Xrist,  qui  és  senyor, 
qui  dirà  a  li  peccador  ■. 
«Anats  a  lo  foch  infernal , 
haver  dolor  perpetual!» 
E  dirà  a  la  puncella  : 


*  ORL,  XIX,  187-188.  Testimonios  de  esta  mediación  universal  de 
María  los  hallamos  en  cada  una  de  las  páginas  de  Hores  de  nostra 
'>ona. 

Día  vendrá  en  que  San  Bernardino  de  Sena  diga,  con  sublime  au- 
dacia, que  ttodos  los  dones,  y  todas  las  gracias,  y  todas  las  virtude- 
uos  vienen  por  María,  que  las  da  a  quien  quiere,  cuando  quiere 
como  quiere  :  sA  lempore  quo  Virgo  Mater  concepit  in  útero  Ver- 
hum  Dei  quamdam,  ut  sic  dicam,  iurisdictionem  obtinuit  in  omni 
Spiritus  Sancti  processione  temporali  ;  ita  quod  nalla  creatura,  ali- 
quam  a  Deo  obtinuit  gratiam,  nisi  secundum  ipsius  piae  Matris  dis- 
:*?n>ationem»  (Scrm.  4  de  Xa  t  i-e.  B.  M.  V.  [Venetiis,  1745],  IV,  gz. 
col.  2)  ;  «Ideo  omnia  dona  Spiritus,  virtutes,  et  gratiae,  quibus  vult, 
luando  vuit,  et  quomodo  vult,  per  ipsius  manus  dispensantur»  (1.  c, 
p.  93,  col.  1).  Mas,  diciendo  esto,  ¿qué  hará  ^ino  repetir  lo  que  más 
le  un  siglo  antes  había  dicho  c".  Doctor  Iluminado? 

■  ORE,  XIX,  196. 


1022 


MIGUEL  CALDENTEY 


tlSfayre,  vostres  fills  appella 

a  k  glòria  eternal, 

e  dóna  lar  mi  per  cabal, 

a  tota  la  lur  volentat, 

pus  que  per  ells  m'as  tant  pregat»  a. 

Y  si  la  Reina  no  rogara  continuamente  a  su  Hijo,  el  mun- 
do hallaríase  en  mal  trance: 

E  si  la  reyna  no  pregas 
son  Fill,  fóra-l  món  en  mal  cas  **. 

4.°  La  corredención. — Incluso  la  doctrina  de  la  corre- 
dención mariana,  que  tan  triunfalmente  se  ha  abierto  paso, 
contiénese  ya  en  Ramón  Llull  con  tanta  claridad  de  expre- 
sión como  en  cualquiera  de  los  mariólogos  modernos.  Es,  en 
efecto,  el  Doctor  Iluminado  quien  nos  enseña  que  del  sacri- 
ficio doloroso  y  precioso  de  Jesús  y  de  María  en  el  Calvario 
manan  para  las  almas  las  corrientes  de  agua  de  vida  sobre 
natural,  que  son  los  sacramentos;  y  que  en  los  orígenes  de 
esos  ríos  de  agua  viva,  que  suben  hasta  el  cielo,  hallamos,  sí, 
y  principalmente,  el  Corazón  de  Jesús,  pero  también,  aunque 
secundariamente  y  con  subordinación  a  este  mismo  Corazón 
de  Jesús,  el  Corazón  de  su  inmaculada  Madre  María. 

Hablando,  en  especial,  del  sacramento  de  la  extremaun- 
ción, dice  el  bienaventurado  Maestro,  con  palabras  precisas, 
que  el  sagrado  crisma  fué  hecho,  es  decir,  obróse,  en  virtud 
de  los  méritos  de  la  sangre  y  el  sudor  de  Cristo  en  la  cruz 
y  de  las  lágrimas  que  derramó  la  Dolorosa  al  pie  de  la  cruz: 

Es  la  extrema  uncció 
sagrament  de  querré  perdo 
a  la  fi,  assumadament 
e  c'hom  fassa  confermament 
de  la  fe  en  què  ha  estat, 
e  cascà  se'n  sia  untat 
ab  crisma  com  ver  xrestià  ; 
e  fon  fayt  en  Xrist,  quant  penjà 
en  la  evos,  ab  sang  e  suor, 
e  ab  la  Regina  ab  plor, 
car  ab  negú  sen  no  peceà, 
mas  que  .nostres  peccats  plorà*. 


35  ORL,  XIX,  iSi. 

54  ORL,  XIX,  183. 

55  ORL,  XIX,  194-195.  Arrojará  no  poca  luz  sobre  los  citados  ver- 
sos del  Doctor  Iluminado  el  examen  del  siguiente  texto  del  Llibre 
de  Blanquerna,  que  hace  referencia  también  al  sacramento  de  la  ex- 
tremaunción :  «Remembra  B'anquerna  que  en  est  món  han  los  ho- 
mes començament,  mijà  e  fi,  e  per  aço,  a  signiñeanca  de  la  eter- 
nitat, senyoria  de  Déu,  la  saviea  divina  ha  ordenat  que  en  l'entra- 
ment  que' hom  fa  en  lo  món  sia  baptisme  lo  primer  sagrament,  e 
que  la  extrema  unció  sia  lo  derrer,  a  =ignificanca  de  la  servitut  fiots 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL 


I023 


4.  Muchos  años  más  tarde,  otro  poeta  místico  mariano 
catalán,  Joan  Roiç  de  Corella  (t  1500?),  que  antes  había 
sido  también  autor  de  canciones  eróticas,  influenciado,  qui- 
zás, por  Ramón  Llull,  cantará  en  su  sin  par  Oració  a  la 
Verge  María: 

Ab  fonts  de  sang  —  regua  lo  verge  strado 
honc,  chic  infant,  —  lo  bolcàs  ab  rialles  ; 
c-ls  vostres  ulls  —  estilen  tan  gran  aygua, 
que  pot  lavar — les  sues  cruels  nafres, 
jfent  ab  la  sancli  —  un  engüent  e  col·liri 
d'infinit  preu,  —  per  levar-nos  les  taques 
que-l  primer  hom,  —  com  a  vassall  rebetlc, 
nos  ha  causat,  —  ensemps  ab  nostra  culpa™. 


la  qual  hom  ha  estat  en  lo  món  obedient  al  primer  sagrament  e  ais 
altres  qui  són  enfre  lo  primer  e-l  derrer.  E  car  justicia  ha  major 
raó  de  jutjar  a  home  guardó,  e  misericordia  de  }>erdonar  per  con- 
fessió, contricció,  confermació  e  los  altres  del  davant  al  derrer,  per 
açò  la  gran  justícia,  senyoria  de  Déu  vol  que  sia  extrema  uucció 
sagrament,  per  ço  que  sia  feta  confermació  de  tots  los  altres  sagra- 
ments, e  que  sia  significat  lo  sagramoit  que -l  cors  de  nostre  Senyor 
Déus  feu  en  la  creu,  lo  qual  fo  untat  en  sane  de  son  cors,  c  ab  là- 
gremes  de  sos  ulls,  e  ab  suor,  per  lo  destrenymoit  de  la  mort» 
(ORL,  IX,  482-483).  Fíjese  el  erudito  lector  en  las  últimas  líneas, 
que  en  la  traducción  castellana  dicen  así  :  «...  por  esto,  la  gran  jus- 
ticia y  señorío  de  Dios  quiere  que  la  extremaunción  sea  sacramento, 
para  'que  con  él  sea  significado  cómo  todos  los  otros  sacramentos 
emanaron  del  sagrado  cuerpo  de  nuestro  Señor  Dios  Jesucristo  en 
la.  cruz,  el  cual  fué  uyig'.do  con  la  sangre  de  su  cuerpo,  y  con  las 
lágrimas  de  sus  ojos,  y  con  sudor  par  las  agonías  de  la  muerte  que 
sufría  \para  nosotros*  (cf.  supra  p.  567). 

30  Cf.  R.  Miquel  i  Planes,  Obres  de  Roiç  de  Corella  (Barcelo- 
na, 1913),  409. 

Igualmente  aquel  grito  de  júbilo  oue  da  Abrahán  en  el  limbo, 
celebrando  la  parte  que  la  Virgen  María  tuvo  en  la  liberación  de  los 
patriarcas  y  profetas  de  la  Vieja  Alianza  : 

E  dix  Abrahain  :   cDe  ma  cosina  [Maria] 
e  com  és  de  nos  medicina!» 

(Hores  de  nostra  Dona,  ORL,  XIX,  180.) 

parece  resonar  en  los  siguientes  versos  que  el  «cavaller  de  València 
1  mestre  en  sacra  teología»  dirige  a  la  Madre  de  Dios  : 

Magnificat  —  ab  veu  humil  concorde 
tan  bé  cantas,  —  que -ls  serafins  bailaren, 
í  en  los  inferns  —  celebraren  grans  festes 
al  si  d'Abraham,  —  sants  Pares  i  profetes. 

(Obres  de  Roiç  de  Corella,  p.  395.) 

V  tras  J.  Roiç  de  Corella,  N.  Vinyoles  : 
Súbitament.  prenyada  gloriosa, 
Déu  vos  tramès  del  cel  riques  estrenes 
de  dotze  -stels  que  us  feren  luminosa 
tant  que  Adam  de  les  escures  penes 
ven  claredat  dins  vós  maravellosa  ; 

•  (>.  Pira  : 

Font  de  salut,  de  Déu  excellent  ara 
de  Gedeón  vós  sou  rosada  lana. 
Sens  vós  iamés  l'Esperit  Sant  rosara 


1024 


MIGUEL  CALI)ENTEY 


VI.    LEVES  ANALOGIAS  ENTRE  RAMON  LLULL 
Y  ALFONSO  EL  SABIO  Y  DANTE  ALIGHIERI 

Como  escolástico  popular,  el  Doctor  Iluminado  tiene  no 
pocos  puntos  de  semejanza  con  Alfonso  X  el  Sabio  (1221- 
1284)  y  Dante  Alighieri  (1265-1321).  Solamente  algunos 
ejemplos,  para  solaz  del  lector: 


1.    Ramón  Llull  y  Alfonso  el  Sabio 

Ramón  Llull  y  Alfonso  el  Sabio  comentan  los  males  de 
que  nos  vimos  libres  por  María,  en  especial  el  de  la  muerte 
y  del  infierno: 


Alfonso  el  Sabio 

Os  peccadores  todos  loarán 
Santa  Maria  ;  ca  dereit'y  an 
en  a  loar,  et  dereito  será  ; 
ca  muito  ben  nos  fez  sempr'e  e 

[fará, 

et  se  non  foss'ela,  foramos  iá 
todos  con  Abirón  e  con  Datán™. 


Ramón  Llull 

Senyors  àngels  :  no- us  cal  pre- 
[gar 

la  rey  na,  que'ns  vulla  amar  ; 
car  ella-ns  ha  tan  gran  amor 
que  no -y  ha  mester  pregador. 
E  vos,  sènyer  sent  Gabriel, 
Michael,  Seraphín,  Raphael, 
fayts  li'n  gràcias  e  mercès, 
car  nostra  advocada  és  ; 
car  si  per  s'anwr  no  fos, 
ja  no  pogra  negú  de  nos 
fugir  a  pena  infernal 
ni  haver  gaug  celestial  w. 


Ambos  a  dos,  paladines  de  su  mediación  universal,  pro- 
claman que  ni  una  sola  gracia  se  concede  a  los  hombres  que 
no  les  venga  inmediatamente  por  María,  o  sea  sin  su  inter- 
cesión. Incluso  los  mismos  dones  del  Espíritu  Santo.  Así, 
por  ejemplo,  el  don  del  entendimiento: 

Alfonso  el  Sabio  Ramón  Llull 

Quen  entender  quisier,  euten-        L'Espirit  Sant  enteniment 

[dedor  dóna  c'om  sia  conexent 

seia  da  Madre  de  nostro  Sennor.  de  ço  qui  és  bo  e  és  mal  ; 

Ca  ela  faz  todo  entender,  e  la  reyna  atretal 


ni  dels  inferns  portes  Ihesús  trancara 
portant  los  sants  als  cels  per  cenda  plana  ; 

con  toda  aquella  pléyade  de  poetas  que  intervinieron  en  la  justa 
de  1474  (cf.  Les  trobes  en  llaors  de  la  Verge  Maria  [Valencia,  1894], 
sin  paginación),  y  de  los  cuales  Ramón  Llull  es  ilustre  abanderado. 

07  Cantigas  de'Santa  María  de  don  Alfonso  el  Sabio  (Madrid,  1889), 
II,  335  (Cant.  240). 

88  Hores  de  nostra  Dona,  ORL,  XIX,  106. 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL 


1025 


et  entendendo  nos  faz  connocer 
nostro  Sen  ñor  et  o  seu  ben  nuer 
et  que  perçamo?  do  demo  pavor  w. 


lo  dóna  a  celis  qui  són  seus  ; 
per  ço  qu-ells  coneguen  Déu*. 
E  la  revna,  l'Espirit 
ha  un  gran  orde  stablit, 
i:'om  entene  son  Fill  aman 
en  contricci/*  e-n  ploran 
que  lur  perdó  colpes  e  torts 
e  que  los  guan  de  mala  morts  m. 


Ambos  a  dos  cantan  que,  pues  nosotros  no  somos  más 
que  miserables  mendigos  que  continuamente  tenemos  nece- 
sidad de  las  limosnas  de  la  Virgen  gloriosa,  debemos  detes- 
tar el  orgullo,  que  mucho  desagrada  a  la  humildísima  Virgen : 


Alfonso  el  Sabio 

Omildade  con  pobreça 
quer  a  Uirgen  eoroada  ; 
uiais  d'orgullo  con  requeza 
i  cía  muí  des  pagada  n\ 


Ramón  Llull 

Ergull  es  peccat  qui  en  alt 
vol  estar,  e-n  ju<;  pren  tal  salt 
que  negú  home  ergullós 
no  ha  amichs  ne  companyós. 
Ergull  no  hac  la  plasenta 
can  dix  :  aVet-me  la  serventa 
del  Senyor,  fasse'n  son  plaer. 
E  hom  qui  ergull  vol  haver, 
no  és  per  la  Verge  membrat 
a  la  mort,  quant  serà  jutjat  ; 
ans  lo  lexa  anar  a  la  sort 
del  demoni  a  mala  mort  88 . 


Y  si,  en  vez  de  espigar  a  la  ligera  en  ambos  poetas-teó- 
logos de  Santa  María,  estudiáramos  atentamente  sus  poe- 
sías, ¡qué  bellos  pensamientos  gemelos  hallaríamos  en  Ra- 
món Llull  y  Alfonso  el  Sabio,  no  ya  sobre  la  mediación  actual 
o  dispensadora  de  María,  sino  también  sobre  su  mediación 
radical  o  redentora,  preciosas  manifestaciones  del  sentir  teo- 
lógico y  mariano  de  España  en  los  siglos  de  epopeya  y  re- 
conquista! 

2.    Ramón  Llull  y  kl  Divino  Poeta 

Los  dos  ensalzan  a  porfía  la  maternal  intervención  de 
María  en  la  dispensación  de  las  gracias,  aun  sin  ser  rogada : 


■  Ibíd.,  p.  ios  (Cant.  ixçf), 
w  Ibíd.,  p.  182. 
"  Ibíd.,  p.  117  (Cant.  75;. 
(C  Ibíd.,  pp.  189-190. 

a 


I02Ó 


MIGUEL  CALDENTEY 


Dante  Alighieri 

La  tua  benignità  no  pur  soc- 
[corre 

a  chi  dimanda,  ma  volte  fiate 
liberalmente  al  dimandar  preco- 
[rre  63 . 

Uno  y  otro  se  complacen 
Hija  de  su  Hijo: 

Dante  Alighieri 

Vergine  Madre,  figlia  del  tuo 
[Figlio...  *. 


Ramón  Llull 

Senyors  àngels  :  no -us  cal  pre- 
[gar 

la  Reyna  que-us  vulla  amar  ; 
car  ella-ns  ha  tan  gran  amor 
que  no-y  ha  mester  pregador w. 

en  llamar  a  la  Virgen  María 


Ramón  Llull 

Nostra  Dona  Mayre  de  Déu 
qui  és  filla  del  hom  fill  seu  01 


La  expresión  figiia  del  tuo  Figlio,  filla  del  hom  fill  seu, 
era  nueva  y  poéticamente  bella,  si  bien  su  contenido  fuera  ya 
patrimonio  de  la  liturgia  de  la  Iglesia,  que  canta:  Genuisti 
qui  te  fecit... 67 . 


63  Parad.,  Cant.  33,  vv.  13-15. 

64  Hores  de  nostra  Dom,  ORL,  XIX,  196. 
63  Ibíd.,  Cant.  3^  v.  1. 

60  ORL,  XIX,  175. 

67  Com.  fest.  B.  M.  V.,  ad  Matui.,  respons.  3. 
También  podríamos  acusar  ciertas  analogías  entre  el  autor  del 
Llibre  de  Amic  e  Amat  y  el  de  la  Vita  Nuova. 

Como  ya  advertimos  en  una  de  las  notas  con  que  ilustramos  e! 
Blanquerna  (cf.  supra,  p.  496),  en  el  Versículo  157  :  «Grans  hosts  e 
grans  companyes  se  són  ajustades  d'espirits  d'amors...»  (ORL,  IX, 
401),  la  expresión  espirits  d'amor,  nos  recuerda  la  de  spirto  d  spirti 
d'amore  o  amoroso,  tan  frecuente  en  la  Vita  Nuova  de  Dante  : 
E  par  che  delia  sua  labbia  si  muova 
un  spirto  soave  e  pien  d'amorc, 
che  va  dicendo  alla'anima  :  sospira 

(cap.  36) . 

Ei  li  risponde  :  O  anima  penosa, 
quest'  è  uno  spiritcl  novo  d' A  more 

(cap.  39). 

Digamos  también  que  el  versículo  250,  es  a  saber  : 
Havia  en  l'Amic  dos  pensaments  :  la  un  cogitava  tots  jorns  en  la  essència 

e  en  les  virtuts  de  son  Amat,  e  l 'altre  cogitava  en  les  obres  de  son  Amat... 

(ORL,  IX,  414), 

nos  trae  a  las  mientes  ciertos  lugares  de  la  Vita  Nuova,  que  refle- 
jan una  lucha  entre  pensamientos  contrarios  en  el  alma  del  poeta  : 
Tutti  li  miei  pensier  parlan  d'amore 

ed  hanno  in  lor  si  gran  varietate, 

ch'altro  forte  ragiona  il  suo  valore, 

altro  sperando  m'aporta  dolzore... 

(cap.  1$). 

Ante  estos  textos,  el  sagaz  crítico  catalán  M.  de  Montoliu  plan- 
tea la  cuestión  de  una  posible  «dependencia  del  Llibre  de  Amic  c 
Amat,  de  Llull,  respecto  a  la  Vita  Nuova,  del  Alighieri,  hipótesis 
que  nos  llevaría  necesariamente  a  cambiar  la  fecha  de  la  composi- 
ción del  libro  luliano,  fijada  comúnmente  entre  los  años  1283  y  1285, 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DL  R.  LLULL 


VII.    GENERO  Y  CATALOGO  DE  LAS  POESIAS 
DE  RAMON  LLULL 

Podemos  dividir  las  poesías  de  Ramón  Llull  en  tres  gé- 
neros, tomados  en  sentido  lato:  lírico  provenzal,  épico  na- 
rrativo y  didáctico,  advirtiendo  que  este  último  género  y 
el  lírico  provenzal  aparecen  no  pocas  veces  confundidos  en 
un  mismo  poema. 

L     GÉNERO  LÍRICO  PROVENZAL 

A)  A  vós.  Dona  Verge  Santa  Maria.  Montpellier,  ha- 
cia 12S4.  Esta  breve  poesía,  de  aire  trovadoresco,  está  in- 
cluida en  el  Blanquerna  1  \  y  es  una  de  las  mejores  del  autor. 

B)  Sènyer  ver  Déus,  rei  gloriós.  Montpellier,  hacia  12S4. 
Un  poco  más  larga  que  la  precedente,  es  de  la  misma  época 
y  del  mismo  carácter  y  aparece  también  en  el  Llibre  de 
Blanquerna  °9. 

C)  Cant  de  R-amon  ;o.  París,  1299. .  Esta  composición, 
con  ser  bastante  breve,  pues  sólo  consta  de  80  versos  octo- 
sílabos, es  la  poesía  de  más  sentimiento  y  más  emotiva  del 
Doctor  Iluminado. 

D)  Del  concili7'-.  Viena  de  Francia,  1311.  Poema  de 
cruzada,  de  809  versos  de  ocho  y  cinco  sílabas,  muy  personal 
y  muy  vivido,  con  grande  interés  de  época. 

2.     GÉNERO  ÉPICO  NARRATIVO 

A)  Desconhort  : - .  Roma,  1295?  Poema  elegiaco  de  828 
versos  alejandrinos,  distribuidos  en  69  coplas  monorrimas 
de  a  12,  de  grande  fuerza  dramática  y  de  especial  interés 
autobiográfico,  es,  sin  duda  alguna,  la  rosa  y  el  clavel  de 
toda  la  poesía  luliana.  "Este  es  el  Desconsuelo  que  el  maes- 
tro Ramón  hizo  en  su  vejez,  cuando  vió  que  ni  el  Papa  ni 
los  otros  señores  temporales  no  quisieron  poner  orden  en 
la  conversión  de  los  infieles,  según  fueron  requeridos  por 
él  muchas  y  muy  varias  veces."  Así  en  un  manuscrito  del 
siglo  XV. 

B)  Plant  de  la  Verge  :-.  Mallorca  (tal  vez  en  Miramar). 

por  '..1  de  1303,  que  coincide  o>n  la  seg-anda  estancia  del  Maestro 
en  Montpelfier.  Cf.  M.  de  Montoí-Íu.  Ramon  Llull  trobador,  en 
Estudis  L'n:i¿rsitaris  Catalans.  XXI  11916),  160370,  nota  : 

■  ORL.  IX.  272-2::,. 
"  Ib  id.,  493-495- 
*ORL,  XIX,  2~-2Óo. 
n  ORL,  XX,  2^-288 

:i  ORL,  XIX.  219*54. 

■  < >RL.  ibíd.,  201-216. 


1028 


MIGUEL  CALDENTEY 


hacia  1275?  Poema  también  de  828  versos  alejandrinos,  dis- 
tribuidos en  32  coplas  monorrimas  de  a  12,  en  el  cual  el  Doc- 
tor Iluminado  pinta  con  tanta  elevación  como  viveza  el 
drama  del  Calvario.  Adrede  citamos  esta  composición  inme- 
diatamente después  del  Desconhort,  y  no  antes — a  pesar  de 
haber  parecido  siempre  a  la  mayoría  de  los  lulistas  crono- 
lógicamente muy  anterior  a  él — ,  porque  el  hecho  de  estar 
escrito  este  poema  en  estrofas  monorrimas  de  12  versos  ale- 
jandrinos, lo  mismo  que  el  Desconhort,  hizo  sospechar  al 
preclaro  Mn.  Galmés  que  las  dos  obras  fueran  escritas  bajo 
la  misma  impresión  literaria  y  aun  anímica:  "Car  no  desdiu 
gens  de  la  pietat  de  Ramon,  que,  després  del  Desconort, 
esclat  personalíssim  i  àdhuc  egoista  de  la  seva  pena  íntima, 
giràs  els  ulls  a  la  Dona  de  dolors,  considerant  el  seu  pati- 
ment i  desconort  en  la  passió  de  son  Fill  Jesucrist..."  74  No 
parece  alejarse  muy  mucho  de  esta  opinión  J.  S.  Pons,  cuan- 
do escribe:  "On  observera  que  le  Desconhort  et  le  Plant 
sont  de  la  méme  venue.  Cela  semble  prouver  que  les  deux 
oeuvres  ont  été  composées  dans  un  intervalle  pus  rapproché 
qu'on  ne  le  suppose.  Elles  expriment  avec  le  méme  accent 
deux  formes  du  désespoir.  Elles  suri  également  dramàtiques 
sur  des  plans  différents"  75. 

3.     GÉNERO  DIDÁCTICO 

A)  Llògica  del  Gatzel 76.  Montpellier,  hacia  1275.  Consta 
de  1.612  versos  pareados  de  nueve  sílabas,  distribuidos  en 
60  capítulos,  y  fué  escrita,  como  confiesa  su  autor, 

per  tal  que  hom  puscha  mostrar 
lògica  e  philosoffar 
a  cels  qui  no  saben  latí 
ni  aràbich...  77 

La  LJógica  del  Gatzel,  redactada  originariamente  en  ára- 
be, fué  más  tarde  traducida  sucesivamente  al  latín  y  al  ca- 
talán. Más  que  al  poeta,  que  brilla  por  su  ausencia,  hallamos 
en  esta  composición  rimada  al  pedagogo  que  busca  las  sen- 
das de  la  verdad  para  iniciar  su  cruzada  contra  el  error. 

B)  Lo  pecat  d'Adam 78.  Perpiñán,  1282.  Poema  teoló- 
gico de  200  versos  pareados  octosílabos,  escrito  a  instancias 
de  Jaime  II  de  Mallorca.  Responde  a  una  doble  pregunta: 
1.a  ¿Por  qué  Dios  prohibió  a  Adán  comer  del  fruto,  sabiendo 
que  Adán  cometería  un  pecado  del  cual  se  seguiría  la  con- 
denación eterna  para  muchos  hombres?: 

M  ORLj  XIX,  p.  XXXVIII. 

75  Raymond  Lidie  et  le  ttPlant  de  notre  Dame  sainle  Marte»,  en 
Estudis  Universitaris  Catalans,  XXII  (1936),  111-112. 

76  ORL,  XIX,  3-62.  77  Ibíd.,  3. 
™  Ibíd.,  65-73.  ' 


INTRODUCCIÓN  A  LA  POESÍA  DE  R.  LLULL  1029 


Un  senyor  rey,  qui  bé  entén, 
*.e  maravela  molt  sovén 
<le  Déu,  qui  és  bo  en  quant  és, 
no  falfs  en  neguna  res 
quan  fe  a  Adam  lo  maudameut 
que-1  fruyt  no  manjàs,  el  seient, 
c'Adam  faria  lo  peccat 
d'on  mant  hom  seria  dampnat, 
a  vent  totz  temps  pena  e  mal...  ;" 

2.'  ¿Por  qué  Dios,  que  es  bueno  por  esencia,  no  impidió  el 
pecado,  de  tal  suerte  que  ninguno  lo  cometiera,  a  fin  de 
poder  glorificar  a  todos  los  hombres?: 

Con  Déus  sia  bon  vas  tot/,  lat/, 
per  què  no  esquiva  peccatz 
tant,  que  hom  no'n  faés  negü 
e  qui  gloriagés  cascú  ?  80 

Conocido  entre  los  lulistas  bajo  variados  nombres,  J.  Ros- 
selló lo  individualizó  llamándole  Lo  pecat  de  N'Adam,  nom- 
bre que  admite  en  la  edición  original  Mn.  Galmés,  levemente 
corregido  en  Lo  pecat  d'Adam. 

C)  Hores  de  nostra  Dona  81.  Roma,  1292  ?  Poema  teo- 
lógico-mariano  de  632  versos  octosílabos,  repartidos  en  un 
prólogo  y  49  coplas  de  seis  pareados  cada  una,  compiladas 
de  siete  en  siete  y  formando  las  siete  horas  canónicas.  Y 
"canten-se  al  so  dels  himnes".  Su  valor  doctrinal  supera 
ciertamente  su  valor  literario,  escaso  en  todo  el  poema, 
fuera  de  algunas  estrofas  que  nos  recuerdan  la  manera  de 
los  trovadores.  De  esta  misma  obra  hay  una  amplificación 
en  prosa. 

D)  Els  cent  noms  de  Déu  B2.  Roma,  1292.  Poema  teo- 
lógico de  1.009  versos  tripartitos,  de  variado  número  de 
sílabas,  formando  sendos  tercetos  breves  monorrimos,  dis- 
tribuidos en  cien  capítulos  o  salmos.  "Los  sarracenos — dice 
Ramón  Llull — dicen  que  el  Alcorán  contiene  noventa  y  nueve 
nombres  de  Dios,  y  que  quien  supiese  el  que  hace  cien,  sabría 
todas  las  cosas;  por  esto  yo  hago  este  libro  de  Los  cien 
nombres  de  Dios  que  yo  sé.  Y  de  ello  no  se  sigue  que  yo 
sepa  todas  las  cosas,  y  hágolo  para  reprender  su  falsa  opi- 
nión. En  este  dictado  pongo  muchos  nombres  que  son  más 
propios  de  Dios  que  algunos  que  los  sarracenos  a  Dios  apro- 
pian... En  cada  uno  de  los  cien  nombres  de  Dios  me  pro- 
pongo poner  diez  versos,  los  cuales  se  pueden  cantar  según 
los  salmos  se  cantan  en  la  santa  Iglesia.  Y  esto  hacemos 
porque  los  sarracenos  cantan  el  Alcorán  en  la  mezquita.  Por 


"  ORL,  XIX,  65. 
■  Tbíd.,  173-108. 


^  Ibíd.,  70. 
Ibíd.,  75-170. 


1030 


MIGUEL  CAL DEN TE Y 
■*  


lo  cual  estos  versos  se  pueden  cantar  conforme  los  sarrace- 
nos cantan.  Este  libro  es  bueno  para  contemplar  a  Dios  y 
conocerle  y  para  probar  la  fe  cristiana.  Es  libro  de  gran 
consuelo  y  placer  y  es  útil  para  predicar..."  (pról.).  El  libro 
es  seco  y  desabrido,  pero  tiene  algunas  páginas  de  amena 
lectura. 

E)  Dictat  de  Ramon  83.  Barcelona,  1299.  Poema  didác- 
tico-teológico  de  290  versos  pareados  de  nueve  sílabas,  de- 
dicado a  Jaime  II  y  destinado  a  explanar  algunos  artículos 
de  la  fe.  Anejo  al  poema  va  un  comentario  en  prosa,  obra 
del  mismo  Ramón  Llull. 

F)  Medicina  de  pecat s4.  Mallorca,  1300.  Dice  Mn.  Ri- 
ber:  "Es  el  más  extenso  de  los  poemas  lulianos.  Es  un  pá- 
ramo de  una  enjutez  aterradora;  pero  precisamente  en  este 
tórrido  arenal  surgen  súbitos  oasis  de  poesía  tierna  y  fresca 
como  no  los  tiene  ninguna  obra  rimada  luliana.  ¿No  acusó 
Menéndez  y  Pelayo  la  semejanza  del  autor  del  Amigo  y  del 
Amado  con  Giraldo  de  Borneil  y  con  los  trovadores  pro- 
venzales?  Pues  precisamente  en  este  abstrusísimo  tratado 
de  Medicina  de  peccat  asoma  insospechadamente  el  trovador 
suave,  que  hace  pensar  en  lo  que  sería  el  poeta  galante  de 
sus  primeros  años,  cuando  componía  vanas  canciones  en  loor 
de  aquella  dama  que  le  caldeó  con  amores  ilegítimos"  s  . 

G)  Aplicació  de  VArt  general 80.  Mallorca,  1301.  Largo 
poema  de  1.131  versos,  cuyo  objeto  es  popularizar  el  arte 
general  en  sus  diversas  aplicaciones  a  las  ciencias  particu- 
lares. 

H)  Proverbis  d'ensenyament 87.  Después  de  1309.  Co- 
lección de  225  dísticos  octosílabos  de  carácter  moral.  De  poco 
valor. 


VIH.    NUESTRA  EDICION 

Ofrecemos  tres  obras  rimadas  completas:  las  Hores  de 
nostra  Dona,  el  Plant  de  la  Verge  y  el  Desconhort,  en  doble 
texto  catalán  y  castellano.  Para  esta  última  obra  seguimos 
la  versión  quincentista  de  Nicolás  de  Pachs,  revisada  en  el 
siglo  pasado  por  Jerónimo  Rosselló,  substituyendo  en  ella 
"Raimundo"  por  Ramón.  En  las  otras  dos  versiones  hemos 
procurado  ceñirnos  lo  más  posible  al  original. 

M.  Caldentey. 


K  ORL,  XIX,  261-276. 
M  ( URL,  XX,  T-205. 

"  Raimundo  Lidio  (Barcelona,  1935),  176. 
"  ORL,  XX,  207-251. 
M  ORL,  XIV.  373-389. 


E¡  Bmto  Ramón  Lluli  (a.  1611).  Basílica  de  San  Francisco,  Palma 

de  Mallorca 


HORES    DE    NOSTRA  DONA 


Déus,  en  vostra  virtut  comença  Ramon  aquestes 
"Hores  de  nostra  dona  Sancta  Maria" :  e  can- 
tense  al  so  dels  hym  nes. 

A  honor  del  major  senyor 

Jesú  Xrist,  vul  far,  per  sa  amor. 

set  hores  de  sua  mayre, 

que  és  de  peccats  repayre, 

per  sperança  e  perdó. 

Les  set  hores  aquestes  so: 

Maytines,  Prima,  Tèrcia. 

Migdia,  e  Nona  hi  sia, 

Vespres,  Completa,  e  si  hi  fos 
10    altra  hora,  fora'n  joyós. 

Cascuna  és  de  setenes 

qui  són  de  oracions  plenes. 

L'ora  qui  és  de  Matines 

és  de  persones  divines. 

Prima  és  de  la  humanitat 

ab  qui  Déus  ha-1  món  recreat. 

Tèrcia  del  Spirit  Sant 

qui  set  dons  dóna,  en  amant. 

Migdia  de  set  virtuts 
20    qui  són  carreres  de  saluts. 

Contra  los  set  peccats  mortals 

està  Nona,  hora  cabals. 

Vespres  són  dels  set  sagraments, 

qui  de  la  fe  són  ornaments. 

De  set  coses  és  Completa 

ab  qui  los  sants  fan  collecta 

de  sanctetat  perpetual, 

en  glòria  celestial. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


Dios,  con  vuestra  gracia  comienza  Ramón  estas 
"Horas  de  nuestra  Sejwra  Santa  María",  y 
cantan  se  al  son  de  los  himnos. 


A  honor  del  mayor  señor,  Jesucristo,  quiero  hacer,  por 
su  amor,  siete  horas  en  loor  de  su  Madre,  que  es  refugio  de 
pecadores,  por  esperanza  y  perdón.  Las  siete  horas  son: 
Maitines,  Prima,  Tercia,  Mediodía,  Nona,  Vísperas  y  Com- 
pletas, y,  si  otra  hora  hubiera,  alegraríame  de  ello.  Cada 
una  se  compone  de  siete  partes,  que  están  llenas  de  oracio- 
nes. La  hora  de  Maitines  es  sobre  las  divinas  personas.  La 
de  Prima  es  sobre  la  humanidad  con  que  Dios  redimió  el 
mundo.  La  de  Tercia,  sobre  el  Espíritu  Santo,  el  cual,  aman- 
do, da  siete  dones.  La  de  Mediodía,  sobre  las  siete  virtudes 
que  son  sendas  de  salvación.  Contra  los  siete  pecados  mor- 
tales pónese  la  hora  cabal  de  Nona.  La  de  Vísperas  es  sobre 
los  siete  sacramentos,  que  son  ornamento  de  la  fe.  La  de 
Completas  es  sobre  siete  cosas  con  las  cuales  los  santos 
hacen  cosecha  de  perpetua  santidad  en  la  gloria  del  cielo. 


1  De  estas  Hores  de  nostra  Dona  po^ccino^  una  amplificación  en 
prosa,  posterior  a  1290  (ORL,  X,  228-288),  con  el  mismo  uúmero  de 
40  capkulos,  y,  fuera  de  los  siete  últimos,  en  todos  ellos  los  mismos 
títulos  y  la  misma  materia,  si  bien  tratada  de  diversa  manera.  Su 
filiación  luliana  es  admitida  por  la  mayoría  de  autores,  si  bien  no 
falta  algún  lulista  de  nota  que  la  admite  con  ciertas  reservas,  si  no 
es  que  ya  abiertamente  la  impugne.  X..  lie,  empero,  podrá  poner  en 
tela  de  juicio  que  las  HoreS  en  pro»a  sean  una  verdadera  paráfrasis, 
algún  tanto  libre  si  se  quiere,  de  las  Hores  en  verso,  y,  en  general, 
del  genuino  pensamiento  luliano,  como  podría  probarse,  capítulo  por 
capítulo,  con  otros  lugares  paralelos  del  Llibtc  de  Santa  Marij  y 
Arbre  de  scicncia.  E-to  sólo  no.»  basta  para  que  tn  notas  >ucesivas, 
y  para  mayor  ilustración  de  la  doctrina  del  Maestro,  hágame  algu- 
nas referencias  a  dichas  Hores  en  prosa.  Por  otra  parte,  no  estará 
de  más  adornar  con  notas  doctrinales  un  poema  que,  como  Hokfs 
de  nos:r\  Dona,  es  esencialmente  teológico. 


I034 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


De  la  confessió  que  hom  deu  fer  a  cascuna  hora, 
auans  que  la  digua 

A  vós,  Mayre  de  pietat, 
30    me  confés  de  tot  mon  peccat 

ab  dolor  e  contricció, 

volent  far  satisfacció, 

a  mon  poder,  del  falliment 

c'ay  fasyt  vas  vós  e  manta  gent. 

E  vós,  Dona,  per  pietat, 

prenets  esta  hora  en  grat; 

la  cual  dic  per  vostra  lausor 

e  peí  vostro  Fill  salvador. 

Ave  Maria,  alegramén 
4o    diga  hom  al  començamén. 


DE  MATINES,  e  primerament 

I.    De  un  Déu 

Es  un  Déu  e  una  Dona 
qui  sobre  totes  és  bona. 
D'aquests  dos  és  trestot  lo  món, 
en  Ion  oh,  pregon,  ample,  redon. 
La  dona  s  sanota  Maria, 
qui  ha  fill  sens  d'om  paria, 
e-s  un  fill  home  e  déu; 
e  celi  qui  vol  tot  ésser  seu 
no  hage  paor,  a  la  mort, 
50    que  lo  mal  spirit  lo'n  port; 
car  Déus  lo  vol  al  cel  haver, 
pus  tot  s'és  dat  a  son  voler. 

II.    De  Déu  Pare 

En  la  divina  natura 
és  un  payre  sens  mesura; 
e-n  la  natura  humana 
una  donés  c'om  reclama: 
nostra  dona,  Mayre  de  Déu, 
qui  és  filla  del  hom  fill  seu; 
e  del  Payre,  la  Mayre  so 
60   mercè,  pietat  e  perdó. 

Amdós  estan  en  aquell  port 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


De  la  confesión  que  el  hombre  debe  hacer  a  cada  una 
de  las  horas  antes  de  rezarla 

A  vos,  Madre  de  piedad,  confiésome  de  todos  mis  peca- 
dos con  dolor  y  contrición,  queriendo  satisfacer,  según  mis 
fuerzas,  por  los  pecados  que  he  cometido  contra  vos  y  contra 
tanta  gente.  Y  vos,  Señora,  por  piedad,  recibid  con  agrado 
esta  hora,  que  digo  en  loor  de  vos  y  de  vuestro  Hijo  sal- 
vador. Ave  María,  alegremente,  digan  todos  al  principio. 


DE  MAITINES,  y  primeramente 


I.    De  Dios  uno 

Hay  un  solo  Dios  y  una  sola  Señora,  que  es  buena  sobre 
todas.  De  estos  dos  es  todo  el  mundo,  en  largo,  profundo, 
ancho  y  redondo.  La  Señora  es  Santa  María,  que,  sin  ayun- 
tamiento de  varón,  ha  un  hijo,  un  hijo,  por  cierto,  que  es 
hombre  y  Dios.  Y  aquel  que  quiera  ser  todo  suyo  no  tenga 
pavor  de  que,  a  la  muerte,  se  lo  lleve  el  mal  espiritu.  pues 
Dios  lo  quiere  tener  consigo  en  el  cielo,  ya  que  todo  se  ha 
entregado  a  su  querer. 


II.    De  Dios  Padre  2 

En  la  divina  naturaleza  hay  un  Padre,  sin  medida :  y  en 
la  naturaleza  humana  todos  claman  a  una  Señora:  nuestra 
Señora,  Madre  de  Dios,  que  es  hija  del  hombre  hijo  suyo. 
Y  del  Padre  y  la  Madre  son  la  merced,  el  perdón  y  la  piedad. 


1  En  las  Hokes  ta  prosa  :  «Per  un  Dea  sóa  totes  unitat.-  creades  : 
per  una  Dona  són  totes  salvacions.  Per  un  Déu  és  compliment  e  per- 
fecció del  món  :  per  una  regina  és  lo  món  restaurat,  qui  per  peccat 
era  perdut,  a  la  r:  per  la  qual  és  creat»  ORL.  X,  233».  Palibr  is 
qae  nos  recuerdan  aquello  de  San  Anselma  :  *Deus  igitur  est  Patet 
rerum  creatarejn,  et  .Maria  Mater  renun  recreatarum.  Deus  es:  I'  ■.- 
ter  con<:;:ut:on:s  omnium,  et  Mana  est  Mater  re>tiiutionis  omnium. 
Deas  tnim  genait  illum,  per  quem  omnia  sunt  facta  ¡  et  Maria  pe- 
périt  illum,  per  quem  omnia  sant  safra  ta.,  j  i  Orat.  52  ;  PL,  15S,  956». 
Y  lo  de  su  discípulo  Eadmero  :  «Sicut  Deus,  Ma  poten  tia  cuneta 
parando.  Pater  est  et  Deus  omnium,  ¡ta  Beata  Dei  Geni  tris  Maris, 
sais  mentís  cuneta  reparando,  Mater  est  et  Domina  renupi  (Dé  'x- 
ccllct'.tij  B.  flf.  Virghtls,  c.  ir:  PL,  159,  578). 


1036 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


on  hom  no  mor  a  mala  mort. 
Lo  Payre,  la  Mayre,  amdós 
sien  payre  e  mayre  de  nos. 

III.   De  déu  Fill 

Es  un  Fill  déu  en  deïtat, 
fill  de  sa  filla,  Xrits  nomnat, 
qui  és  tremés  per  son  Payre, 
per  ésser  nostre  salvayre. 
Aquell  Fill  ha  tan  gran  virtut, 
to    que,  sens  ell,  no  ha  salut; 
e  té  per  sa  mayre  perdó, 
e  no  diu  a  nuil  hom  de  no 
de  neguna  perdonanea 
si-n  sa  mayre  ha  fiança. 
Aytal  Fill  sia  conegut 
per  tot  lo  món  e  car  tengut. 


IV.    De  Sant  Spirit 

De  déu  Payre  e  Fill  amant 
hix  un  Spirit  qui  és  Sant, 
e  és  creayre  e  senyor. 
8°    e  vol  la  puella  d'amor 

mays  que  quant  ha  creait  sa  jus 
e  la  sus,  enfora  Jhesús; 
e  quant  pregom  la  puella 
que  li  ajut,  li  consella 
que  a  son  fill  ella  deman 
so  de  què  hom  la  va  pregan, 
puys  l'a  fayta  maiyre  d'onor 
e  refugi  de  peccador. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


Ambos  están  en  aquel  puerto  donde  el  hombre  no  muere  de 
mala  muerte.  El  Padre  y  la  Madre,  ambos,  sean  Padre  y 
Madre  de  nosotros. 

III.    De  Dios  Hijo  : 

Hay  un  Hijo,  Dios  en  deidad,  Hijo  de  su  Hija,  por  nom- 
bre Cristo,  a  quien  ha  enviado  su  Padre  para  ser  nuestro 
salvador.  Aquel  Hijo  tiene  tan  grande  virtud,  que  sin  él  no 
hay  salvación,  y  tiene  por  su  Madre  perdón,  que  nunca  niega 
a  ningún  hombre  que  en  su  Madre  tenga  esperanza.  Tal  Hijo 
sea  conocido  por  todo  el  mundo  y  tenido  en  aprecio. 

IV.    Del  Espíritu  Santo  4 

De  Dios  Padre  e  Hijo,  amando,  proviene  el  Espíritu  San- 
to, y  es  creador  y  señor,  y  quiere  a  la  Doncella  de  amor  más 
que  cuanto  ha  creado  aquí  abajo  y  allí  arriba,  menos  Jesu- 
cristo. Y,  cuando  el  hombre  ruega  a  la  Doncella  que  le  ayude, 
inspírale  [el  Espíritu  Santo  a  la  Doncella]  que  a  su  Hijo 
ella  pida  aquello  de  que  el  hombre  le  está  rogando,  pues  que 
la  ha  hecho  Madre  de  honor  y  refugio  de  los  pecadores. 

3  En  las  Hores  en  prosa  :  aLa  bonea  de  nostra  Dona  és  filia  de 
la  bonea  de  son  Fill  :  les  bonees  de  tots  los  hòmens  e  de  totes  les 
fembres  són  filles  de  la  bonea  de  nostra  Dona...  Totes  fins  de  crea- 
tures  són  filles  de  la  fi  del  Fill  de  Déu  hume  :  e  de  la  sua  marc 
e  filia»  (ibíd.,  236). 

Del  examen  cronológico  de  los  libros  del  Beato  se  desprende  que 
el  Doctor  Iluminado,  tenido,  y  en  verdad,  por  acérrimo  paladín  de 
la  doctrina  del  Primado  de  Cristo  y  de  la  Virgen  María,  no  abrazó 
esta  opinión  hasta  en  1285.  En  tocias  las  Hores  de  nostra  Dona, 
como  se  ve  en  esta  estrofa  III  y  también  en  la  VI,  Ramón  Llull  no 
considera  la  encarnación  sino  como  motivada  por  la  redención,  fcal 
como  la  suponen  los  tomistas.  «Sin  embargo — diremos  con  el  insigne 
lulista  Dr.  Eiio-Garay — ,  y  acaso  como  claror  de  aurora,  nuncio  de 
la  luminosa  idea  que  pronto  dominará  en  la  mente  de  Lulio,  ex- 
clama en  la  estrofa  V  : 

Lo  món  ha  un  sol  creador 
qui  l'ha  creat  per  far  honor 
a  la  puella  sa  mayrc...» 

Cf.  Finalidad  de  la  encarnación  según  el  Beato  Raimundo  Lulio, 
en  Revista  Española  de  Teología,  II  (1942),  216.  El  primer  ^libro  en 
que  el  Maestro  aboga  claramente  por  la  encarnación,  como  finalidad 
del  acto  creador,  es  Els  cent  noms  de  Déu,  escrito,  como  ya  hemos 
dicho,  en  Roma,  en  1285.  Desde  entonces  sostendrá  siempre  esta 
opinión. 

*  En  las  Hores  en  prosa  :  «L'Esperit  Sant  dóna  amor  :  nostra 
Dona  esperança  dóna.  Per  l'Esperit  Sant  són  espirades  virtuts  als 
hòmens  :  per  nostra  Dona  són  virtuts  conservades.  L'Esperit  Sant 
és  fi  d'amor  :  nostra  Dona  és  recolència  del  peccador.  Per  l'Esperit 
Sant  és  espirada  gran  bonesa  :  per  nostra  Dona  és  espirada  paciència 
e  pietat.  L'Esperit  Sant  espira  en  l'oració  indulgència  :  nostra  Dona 
espira  en  l'oració  plors  e  su^pirs»  i'ibíd.,  237-238). 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


V.     DE  CREADOR 

Lo  món  ha  sol  un  creador 
90    quU  ha  creat  per  far  honor 
a  la  puella,  sa  mayre, 
de  los  peccadors  guyayre 
com  són  en  tribulació, 
e  pregon  ella  que  lur  do 
consell,  confort,  gaug  e  amor, 
com  servesquen  nostre  Senyor 
ab  tot  quant  han,  al  lur  poder, 
e  de  lurs  peccats  dol  haver. 
Aquella  puella  s  cabal 
loo    de  tot  ço  per  què  amor  val. 

VI.     DE  RECREADOR 

Un  recreador  de  quant  és 
en  una  verge  home  se  fes, 
ab  una  tal  condició 
que  vengues  a  sal  vació 
Turnan  genre,  qu  era  perdut, 
e  que  la  Verge  fos  salut 
de  tots  aquells  qui  Taimaran, 
e  qu-el  recreayre  en  istan 
complesca  sua  demanda, 
HO   pus  sa  mayre  ho  comanda; 
per  que-s  confort  tot  peccador 
si  ama  la  dona  meyllor. 

VII.    De  glorificador 

Gloria  nostra  Dona-!  cel 
ab  Tangel  Sant  Gabriel 
e  a*b  tots  los  sants  que  la-y  són 
e-n  veser  son  fill  desiron, 
qui-ls  dóna  glòria  tan  gran, 
en  membrant,  entenent,  aman, 
e  ab  un  tal  esguardament, 
120    que  no  és  negun  hom  vivent 
qui  la  pugues  dir  ni  pensar: 
"Fill — di;x  la  Verge — s,  pus  pots  dar 
en  est  loc  tal  gloriament, 
vengon  say  tuyt  nostre  parent". 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1039 


V.    Del  Creador  5 

Uno  solo  es  el  creador  del  mundo,  quien  lo  creó  para 
hacer  honor  a  la  Doncella,  su  Madre,  guía  de  los  pecadores, 
cuando  están  atribulados  y  la  ruegan  que  les  dé  consejo, 
aliento,  gozo  y  amor,  para  servir  a  nuestro  Señor  con  todo 
cuanto  tienen,  según  sus  fuerzas,  y  arrepentirse  de  sus  pe- 
cados. Aquella  Doncella  es  cumplida  en  todo  aquello  por 
que  el  amor  vale. 

VI.    Del  Redentor  6 

El  Redentor  de  cuanto  hay  se  hizo  hombre  en  una  virgen, 
a  trueque  de  que  se  salvara  el  linaje  humano,  que  estaba 
perdido,  y  que  la  Virgen  fuera  salud  de  todos  los  que  la 
amen,  y  que  el  Redentor,  al  instante,  despache  sus  oracio- 
nes, pues  su  Madre  lo  manda,  para  que  se  anime  todo  peca- 
dor, si  ama  a  la  mejor  Señora. 

VIL    Del  Glorificador 

Disfruta  de  la  gloria  nuestra  Señora,  en  el  cielo,  con  el 
ángel  San  Gabriel  y  con  todos  los  santos  que  hay  allí,  y 
desean  ver  a  su  Hijo,  que  les  da  gloria  tan  grande,  recor- 
dando, entendiendo  y  amando,  y  en  tal  medida,  que  no  hay 
alma  viviente  que  la  pudiera  decir  o  pensar.  "Hijo — dijo  la 
Virgen — ,  pues  que  en  este  lugar  puedes  proporcionar  tan 
grande  gloria,  vengan  aquí  todos  nuestros  parientes." 


c  En  las  Hores  en  prosa  :  «A  nostra  Dona  servexen  totes  creatu- 
res  :  qui  nostra  Dona  avorreix  és  contra  totes  creatures»  (ibíd.,  239). 

*  En  las  Hores  en  prosa  :  «Adam  e  Eva  foren  occasió  de  des- 
trucció del  món  :  nostra  Dona  fo  occasió  de  recreació  del  món.  En 
los  primers  pares  fo  corromput  el  món  e  malalt  per  lo  pecat  d'ells  : 
en  nostra  Dona,  qui  és  primera  per  santedat  e  bonea,  lo  món  fo  res- 
taurat e  sanat...  En  nostra  Dona  fo  començada  la  recreació  del  món 
per  encarnació  de  son  Fill  beneyt  :  en  nostra  Dona  fo  començada  la 
salvació  dels  hòmens  per  la  sua  concepció.  Per  Déu  Fill  fo  feta 
recreació  de  totes  creatures  :  recreació  no  pot  ésser  per  Déu  Fill 
home  sen?  nostra  Dona  Sancta  Maria.  Déu  lo  Pare  ha  recrat  lo  món 
ab  lo  seu  Fill  :  nostra  Dona  *ab  son  Fill  home  ha  deliurat  tots  los 
peccadors  de  damnació.  Déu  heneyt  més  de  bé  ha  creat  en  nostra 
Dona  per  recreació  que  en  lo  món  per  natura  :  nostra  Dona  més  de 
bé  ha  procurat  als  peccadors  que  no  és  tot  lo  bé  que  han  per  natura» 
(ibíd..  283-240). 

Advierta  el  discreto  lector  que  en  Ramón  1.1  ull  la  palabra  occastó 
frecuentemente  vale  tanto  como  decir  cansa  o  motivo. 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


DE  PRIMA,  e  primerament 

VIU.    De  la  sua  concepció 

A  vós,  Mayre  de  pietat... 

Ha,  Déus!  Con  gran  meravella 
és  que  reyna  puncella 
naja  ver  home  concebut, 
qui  ver  déus  sia  sdevengut! 
Emper  no'n  sey  maravellant, 
130    pus  que  fo  per  l'Espirit  Sant, 
qui  pot  complir  quant  vol  haver 
sa  volentaft,  ab  son  poder. 
Mas  la  virtut  d'on  fo  plena 
quant  li  fo  feyta  estrena 
de  fill  déu  home  qui  fos  seu, 
no  la  pogra  far  major  Déu. 

IX.    De  la  natptitat 

Cant  consir  la  nativitat, 
que  home  ver  pusque  ser  nat 
de  fembra  verge,  e  passar 
un  cors  per  altre  sens  trencar, 
molt  estay  en  gran  spavén 
tro  que  pens  lo  concebimén 
qui  fo,  per  miracle,  complit 
per  lo  senyor  Sant  Spirit. 
Mas,  quant  consir  lo  gran  plaer 
que  la  Verge  hac  sens  doler 
en  enfantar  home  e  déu, 
me  meravell  sobre-l  sen  meu. 

X.    De  la  passió 

Anc  passió  de  passió 
150   ne  de  neguna  acció 

poc  sofrir  cos  ne  pensament, 
com  soffrí  la  Verge,  humilment, 
cant  vy  son  fill  tant  ahontat, 
sus  en  la  crots  mort  e  penjat ; 
e.  adonchs,  desirà  morir 
car  no-s  podia  sostenir; 
mas,  car  avia  gran  plaser 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


104 1 


DE  PRIMA,  y  primeramente 

VHI.    De  su  concepción 
A  vos,  Madre  de  piedad... 

¡Oh  Dios!  ¡Qué  grande  maravilla  es  que  la  Reina  virgen 
haya  concebido  a  un  hombre  verdadero  que  sea,  al  mismo 
tiempo,  verdadero  Dios!  Sin  embargo,  no  hay  de  qué  mara- 
villarme, pues  que  fué  por  obra  del  Espíritu  Santo,  que  con 
su  poder  puede  obrar  cuanto  quiere  haber  su  voluntad.  Mas 
la  virtud  de  que  fué  llena  [la  Reina  virgen]  cuando  se  le 
hizo  el  regalo  de  un  Hijo  Dios  y  hombre,  para  ser  suyo,  Dios 
no  la  podría  hacer  mayor. 


IX.     DE  LA  NATIVIDAD 

Cuando  considero  la  natividad,  es  a  saber,  que  un  hom- 
bre verdadero  pueda  haber  nacido  de  una  mujer  virgen,  y 
pasar  un  cuerpo  por  otro  sin  romperlo,  estoy  en  grande  es- 
panto, hasta  que  pienso  que  la  concepción  fué,  por  milagro, 
realizada  por  el  señor  Espíritu  Santo.  Mas,  cuando  considero 
el  grande  placer  que  hubo  la  Virgen  al  dar  a  luz,  sin  dolor, 
a  un  hombre  y  Dios,  me  maravillo  muy  sobremanera. 


X.    De  la  pasión  t 

Nunca  pasión  de  pasión,  ni  de  ninguna  acción,  pudo  su- 
frir cuerpo  ni  alma  como  sufrió  la  humilde  Virgen  cuando 
vió  a  su  Hijo  tan  deshonrado,  muerto  y  colgado  encima  de 
la  cruz.  Y  entonces  deseó  la  muerte,  pues  no  se  podía  soste- 


7  En  las  Hokls  en  prosa  :  ajudes  Escariot  traí  nostre  senyor  Jesú 
Christ  :  nostra  Dona  és  leyal  als  peccndors  qui  en  ella  han  esperança. 

Íudes  vené  Jesú  Christ  per  diners  :  ab  esperança  compra  nostra 
)ona  peccadors,  qui  en  lurs  tribulacions  e  adversitats  ella  reclamen. 
Judes  besà  Jesú  Christ  per  ço  qut-1  liuràs  als  jueus  v oients  lo  auciu- 
re  :  nostra  Dona  al  seu  Fill  mostra  les  mamelles  ab  les  quals  l'a 
alletat,  per  tal  que «ls  peccadors  no  punesca  qui  ell  loen  e  preguen. 
Nostre  Senyor  Jesú  Christ  fo  pres  e  liçat  per  ço  que  morís  :  nostra 
Dona  solta  e  trau  de  càrcer  açjuells  qui  en  ella-s  confien.  Los  jueus 
cobriren  los  ulls  de  Jesú  Christ,  per  ço  que  fos  escarnit  e  menys- 
preat :  nostra  Dona  obre  als  peccadors  ulls  de  correcció,  per  ço  qu<? 
racen  penitència  e  quv  honren  son  fill...»  (ibíd.,  244). 


1042 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


en  son  amorós  fill  veser. 
no  la  podia  pendre  mort, 
e  stava  en  guayg,  desconort. 


XI.    Devallà  als  inferns 

Cant  Jhesú  Xrist  fo  mes  al  vas, 
dix  la  reyna:  "Què  faràs? 
Iràs  a  maysó  per  morir? 
Estaràs  say  per  vivir 
en  veent  aquest  monimén?" 
Dementre  era  en  est  pensamén, 
l'arma  de  son  fill  devallà 
en  infern,  de  lo  qual  gità 
Adam  e  tots  sos  companyons, 
170    per  victòria  e  per  dons. 

E  dix  Abraham:  "De  ma  cosina! 
E  com  és  de  nos  medecina!" 


XII.    De  resurrecció 

Jhesú  ressucitat  sentit, 
recobrà  virtut  l'espirit 
de  la  reyna  en  plaer, 
on  fo  conformat  sens  doler; 
e  dix  a  son  fill  en  rién: 
"Què  s'és  feta  soptosamén 
la  greu  dolor  queus  vy  sentir? 
180    E  vós,  fill,  podets  may  morir?" 
E  quant  recobrà  son  seient 
e  conec  manifestament 
que  son  fill  fo  ressucitat, 
null  gaug  al  seu  és  comparat. 


XIII.    Del  pujament  de  Jhesú  Xrist  al  cel 

Cant  Jhesús  ac  son  fayt  complit 
al  Payre,  al  Sant  Spirit 
en  est  món,  ab  sant  Gabriel 
e  ab  tots  los  àngels  del  cel, 
pujà  el  se'n  a  son  Payre, 
190   al  cel,  qui  és  son  repayre, 
e  sa  mayre-n  lo  món  lexet, 
en  qui  molt  paubrement  visquet, 
per  ço  que  gran  eximpli  fos 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1043 


ner.  Mas,  como  había  grande  placer  en  ver  a  su  amoroso 
Hijo,  no  la  podía  llevar  la  muerte,  y  estaba  en  gozo  y  des- 
consuelo. 


XI.    Bajó  a  los  infiernos  * 

Cuando  Jesucristo  fué  puesto  en  el  sepulcro,  dijo  para  sí 
la  Reina:  "¿Qué  vas  a  hacer?  ¿Irás  a  casa  para  morir? 
¿Permanecerás  aquí  para  vivir,  a  la  vista  de  este  monumen- 
to?" Mientras  ocupábase  en  tales  pensamientos,  el  alma  de 
su  Hijo  bajó  al  infierno,  del  cual  sacó  a  Adán  y  a  todos  sus 
compañeros  con  su  victoria  y  sus  méritos.  Y  dijo  Abrahán : 
"¡Ah,  mi  parienta!  ¡Y  cómo  eres  medicina  de  nuestros  ma- 
les!" 


XII.    De  LA  RESURRECCIÓN 

Una  vez  que  hubo  visto  resucitado  a  Jesucristo,  recobró 
fuerza  el  alma  de  la  Virgen  con  placer,  en  el  que  fué  con- 
firmado sin  dolor.  Y  dijo  a  su  Hijo,  riendo:  "¿Qué  se  ha  he- 
cho tan  repentinamente  del  grave  dolor  que  os  vi  experimen- 
tar? ¿Y  vos,  Hijo,  podéis  nunca  más  morir?"  Y  cuando  volvió 
en  sí  y  conoció  a  las  claras  que  su  Hijo  había  resucitado, 
ningún  gozo  con  el  suyo  puede  compararse. 


XHI.     DE  LA  SUBIDA  DE  JESUCRISTO  AL  CIELO 

Cuando  Jesucristo  hubo  cumplido  su  misión  para  con  el 
Padre  y  el  Espíritu  Santo  en  este  mundo,  con  San  Gabriel 
y  con  todos  los  ángeles  celestiales  subióse  a  su  Padre,  al 
cielo,  que  es  su  morada,  y  dejó  a  su  Madre  en  la  tierra, 

•  En  las  Hores  en  prosa  :  «Tragué  Joú  Chríst  d'infern  Adam  e 
los  profetes  :  nostra  Dona  trau  los  peccadors  de  peccats,  qui  ella 
preguen...  Los  profetes,  nostra  Dona  bene  i  ren  con  lo  seu  Fill  los 
tragué  d'infern  :  Ies  animes  dels  peccadors,  com  pugen  a  paradís 
nostra  Dona  beneexen*  (ibí  L.  247). 


1 044 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


a  hom  rich,  avar,  ergullós, 

e  que  tots  jorns  son  fill  pregàs 

que  als  peccadors  perdonàs. 

XIV.    Del  dia  del  judici 

Ressucitarà  tota  gent, 
e  venrà  a  lo  jutjament 
de  Jhesú  Xrist,  qui  és  senyor, 
200    qui  dirà  a  li  peccador: 
"Anats  a  lo  foch  infernal, 
haver  dolor  perpetual!" 
E  dirà  a  la  puncella: 
"Mkyre,  vostres  fills  appella 
a  la  glòria  eterna], 
e  dóna  lur  mi  per  cabal 
a  tota  la  lur  volentat," 
pus  que  per  ells  m'as  tant  pregat". 


DE  TERCIA,  e  primerament 

XV.    De  saviesa 

A  vós,  Mayre... 

A  la  mayre  del  gran  Senyor, 
210   mayre  de  valor  e  d'amor, 
ha  donat  lo  Sant  Spirit 
un  do,  qui  està  molt  complit, 
apellat  sapiència, 
per  ço  que  aquel  hom  sia 
en  lo  seu  libre  nou  escrit, 
qui  haurà  d'ella  gran  bé  dit. 
Per  què,  diguen  bé  de  s'amor 
tuyt  li  just  e  li  peccador; 
car  ella-ls  darà  tal  saber 
220   que  poran  lo  seu  fill  veser. 


XVI.    De  enteniment 

L'Espirit  Sant  enteniment 
dóna  c'om  sia  conexent 
de  ço  qui  és  bo  e  és  mal; 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


IO45 


en  donde  vivió  muy  pobremente,  para  que  fuera  grande  ejem- 
plo al  hombre  rico,  avaro,  orgulloso,  y  todos  los  días  rogara 
a  su  Hijo  que  perdonara  a  los  pecadores. 

XIV.    Del  día  del  juicio  j 

Resucitará  toda  la  gente  y  vendrá  al  juicio  de  Jesucristo, 
su  Señor,  el  cual  dirá  a  los  pecadores:  "¡Id  al  fuego  del  in- 
fierno, a  padecer  para  siempre  jamás!"  Y  dirá  a  la  Virgen: 
"Madre,  llamad  a  vuestros  hijos  a  la  gloria  eterna  y  dame 
a  ellos  por  tesoro,  cuanto  quieran,  ya  que  por  ellos  tanto  me 
rogaste." 


DE  TERCIA,  y  primeramente 

XV.    De  la  sapiencia 

A  vos,  (Madre... 

A  la  Madre  del  grande  Señor,  Madre  de  valores  y  de 
amores,  ha  dado  el  Espíritu  Santo  un  don  muy  cumplido, 
llamado  sapiencia,  a  fin  de  que  sea  inscrito  en  su  libro  todo 
hombre  que  haya  dicho  bien  de  ella.  Por  lo  tanto,  digan  bien 
de  su  amor  todos  los  justos  y  pecadores,  pues  ella  les  dará 
tal  saber,  que  podrán  ver  a  su  Hijo. 

XVI.    Del  entendimiento 

El  Espíritu  Santo  da  el  [don  del]  entendimiento  para  que 
el  hombre  discierna  entre  lo  bueno  y  lo  malo,  e  igualmente, 
la  Reina  lo  da  a  los  que  son  suyos  para  que  conozcan  a  Dios. 

•  En  las  Hores  en  prosa  :  «En  lo  dia  del  juy  Déu  e  home,  qui  és 
Christ,  serà  jutge  :  en  lo  dia  en  que  som,  Maria  mare  de  Déu  da- 
vant lo  seu  Fill  és  nostra  advocada...  En  lo  dia  del  juy  noí>tre  Senyor 
Jesú  Christ  la  sua  creu  mostrarà  a  testificar  la  mort  la  qual  per  nos 
en  aquella  soferí  :  la  Verge  dels  verges  al  seu  Fill  gloriós  mostra 
les  esperances  les  qu<fls  han  en  ella  los  peccadors.  Nostre  Senyor 
Jesú  Christ  en  lo  dia  del  juy  la  lança  ab  la  qual  fo  nafrat  en  lo  costat 
mostrarà  :  nostra  Dona  mostra  a  son  Fill  Ics  amors'  les  quals  los 
peccadors  han  a  ella.  Jesú  Christ  benevt,  en  lo  dia  del  juy,  mostrarà 
los  £laus  ab  los  quals  fo  en  la  creu  clavellat  :  la  Senyora  del  cel  e 
de  la  terra  e  de  tot  ço  qui  en  ella  és,  mostra  a  son  Fill  la  gran 
pietat  la  qual  ha  de  tots  los  peccadors...  Nostre  Senyor  Tesú  Christ 
les  sues  -v-  plagues  en  lo  dia  del  juy  mostrarà  :  Sancta  Maria  al  sen 
Fill  mostrarà  les  sues  mamelles  ab  les  quals  l'a  alletat,  e  los  braços 
e  ventre  seu  ab  los  quals  l'a  portat»  (ibid.,  250). 


1046 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


e  la  reyna  atretal 
lo  dóna  a  celis  qui  són  seus, 
per  ço  quells  coneguen  Déus. 
E  la  reyna,  l'Espirit 
ha  un  gran  orde  stablit, 
c'om  entena  son  fill  aman, 
230    ab  contricció  e-n  ploran, 

que  lur  perdó  colpes  e  torts 
e  que  los  guart  de  mala  morts. 

XWI.    De  consell 

Dóna  Sant  Spirit  consell 
a  la  reyna,  que  capdell 
lo  món  a  via  de  salut; 
mas  hom  s'és  tan  desconegut, 
que  no  s  vol  lexar  capdellar 
a  la  reyna,  ne  pregar 
que  To  consell  quant  és  vençut 
240   e  en  mortal  peecat  caüt, 
e  està  tot  desemparat, 
com  a  home  desconsellat. 
E  si  la  reyna  no  pregas 
son  fill,  fóral  món  en  mal  cas. 

XVm.    De  forsa 

Sant  Spirit  dóna  força 
a  tot  hom  qui  bé  s'esforça 
a  reclamar,  quant  és  cuytat, 
la  reyna  de  pietat, 
qui  enfortex  tot  pensament, 
250    qui  sia  humil  e  tement, 
contra  falliment  e  peccat; 
e  té-lo  tan  fort  esforçat, 
si  és  pacient  per  s'amor, 
que  tuyt  li  demoni  major 
no-I  poden  pendre,  ne  forsar, 
car  al  seu  fill  lo  fa  guardar. 

XÜX.    De  sciència 

Sciència  és  donada 
per  Sant  Spirit,  pausada 
en  la  dolça  dona  d'amor, 
260   qui  la  dóna  al  peccador 
por  ço  que  sàpia  on  és 
secós,  pietat  e  mercès, 
e  que  a  ella  los  deman, 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


I047 


Y  la  Reina  y  el  Espíritu  Santo  han  establecido  un  gran  or- 
den, es  a  saber,  que  los  hombres  entiendan  a  su  Hijo  aman- 
do, con  contrición  y  llorando,  para  que  les  perdone  culpas 
y  pecados  y  que  los  defienda  de  una  mala  muerte. 

XVII.    Del  consejo 

Da  el  Espíritu  Santo  consejo  a  la  Reina,  para  que  acau- 
dille el  mundo  por  las  sendas  de  la  salvación.  Mas  el  hombre 
es  tan  desagradecido,  que  no  se  quiere  dejar  acaudillar  por 
la  Reina  ni  rogarla  que  le  aconseje  cuando  es  vencido  y  ha 
caído  en  pecado  mortal,  y  está  sin  amparo,  como  hombre  sin 
consejo.  Y,  si  la  Reina  no  rogara  a  su  Hijo,  estaría  el  mundo 
en  mal  trance. 

XVm.     DE  LA  FORTALEZA 

El  Espíritu  Santo  da  la  fortaleza  a  todo  hombre  que  se 
esfuerza  bien  en  invocar  en  todas  sus  cuitas  a  la  Reina  de 
piedad,  que  fortalece  toda  alma,  que  sea  humilde  y  temerosa, 
contra  la  culpa  y  el  pecado;  y  la  hace  tan  esforzada,  si  es 
paciente  por  su  amor,  que  ni  todos  los  demonios  mayores 
no  la  pueden  coger  ni  forzar,  pues  la  pone  en  guardia  de  su 
mismo  Hijo. 

XIX.    De  la  ciencia 

La  ciencia  es  don  del  Espíritu  Santo,  quien  la  ha  depo- 
sitado en  la  dulce  Señora  de  amor,  la  cual  la  da  al  pecador 
para  que  sepa  dónde  está  el  socorro,  la  piedad  y  la  merced, 
y  que  a  ella  se  las  pida,  pues  tiene  grande  deseo  de  dar,  y 


1048 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


car  del  donar  ha  gran  talan, 

e  dóna  sciència  infusa; 

e  quant  hom  li  quer,  no  s'escusa, 

ans  so  té  fortment  a  nial, 

a  celis  a  qui  saber  no  cal. 

XX.  De  pietat 

"Pietat:  quius  ha  donada 

270   a  la  Verge  coronada, 

ha-us  donada  al  Sant  Spirit, 
per  ço  que  no  sien  punit 
li  peccador  quan  fiança 
en  la  Verge,  qui-s  anança, 
en  tal  granea  e  bontat, 
que  per  vós  són  tuyt  li  salvat, 
estorts  a  foch  qui  may  no  mor. 
Pietat :  venits  a  mon.  cor, 
e  fayts  n'exir  suspirs  e  plors, 

280   membrant  la  reyna  d'amors." 

XXI.  De  temor 

"Temor:  d'amor  sots  venguda 
de  la  reyna  qui-ns  ajuda; 
sots  per  l'Espirit  tramesa, 
de  Déu  e  d'amor  dexesa, 
per  ço  que  tots  comunalment 
temam  a  fayre  falliment 
contra  la  dolça  puncella, 
que  ab  amor  nos  apella: 
celia  e-l  Sant  Spirit 
290   en  nos  no  han  re  departit. 
Temor:  ab  vós  mercè  deman 
a  la  reyna,  en  ploran." 


DE  MIGDIA,  e  primerament 

XXII.    De  justícia 

A  vós,  Mayre... 

Justíci  es  so  per  què  just 
fa  ver  judici;  e  al  fust 
pujà  morir  lo  Salvador 
per  desliurar  li  peccador, 
e  per  donar  justicia 
a  sa  mayre,  verge  pia, 
per  ço  que  faça  jutjament 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1049 


da  ciencia  infusa.  Y,  cuando  el  hombre  la  ruega,  no  da  ex- 
cusas, antes  bien,  lleva  muy  a  mal  a  aquellos  a  quienes  no 
interesa  el  saber. 

XX.    De  la  piedad 

"Piedad:  quien  os  ha  dado  a  la  Virgen  coronada,  os  ha 
dado  al  Espíritu  Santo,  para  que  no  sean  castigados  los  pe- 
cadores que  esperan  en  la  Virgen,  que  se  nos  adelanta  en  tal 
grandeza  y  bondad,  que  por  vos  somos  salvados  y  arranca- 
dos del  fuego  que  nunca  muere.  Piedad:  venid  a  mi  corazón 
y  haced  brotar  de  él  suspiros  y  lágrimas,  recordando  a  la 
Reina  de  amores." 

XXI.    Del  temor 

'Temor:  vos  habéis  provenido  del  amor  de  la  Reina  que 
nos  ayuda;  sois  por  el  Espíritu  Santo  enviado,  bajado  de 
Dios  y  de  amor,  para  que  todos,  sin  distinción,  temamos  co- 
meter culpa  contra  la  dulce  Virgen,  que  con  amor  nos  llama : 
ella  y  el  Espíritu  Santo  en  nosotros  nada  tienen  dividido. 
Temor:  con  vos  pido  merced  a  la  Reina,  llorando." 

DE  MEDIODIA,  y  primeramente 

XXII.    De  la  justicia 

A  vos,  Madre... 

Justicia  es  aquello  por  que  el  justo  hace  juicio  verdade- 
ro; ya  la  cruz  subió  a  morir  el  Salvador  para  libertar  a  los 
pecadores  y  para  dar  justicia  a  su  Madre,  virgen  pía,  a  fin 
de  que  haga  juicio  de  todo  hombre  que  está  arrepentido, 


1050 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


300   de  tot  hom,  qui  és  penedent, 
qui  de  peccats  deman  perdó, 
prometent  satisfacció, 
que  si-s  jutje  sia  jutjat, 
e  l  peccat  sia  perdonat. 

XXin.    De  prudència 

Prudència  esta  virtut 
per  què  hom  eleyg  sa  saJlut, 
e  fuyg  a  ma'l  e  a  peccat  ; 
e  és  donada,  de  bon  grat, 
per  nostra  Dona  son  ami  oh, 
310   com  per  altre  mal  se  castich, 
e  sàpial  bé  ,que  pot  far 
e  lo  mal  que  por  esquivar. 
Per  què  prudència  és  luts 
que  mostra  via  de  saluts, 
e  mostra  carreres  de  mort, 
e  aporta  hom  a  bon  port. 

XXIV.  De  fortitudo 

Fortitudo  és  tal  virtut, 
que  conforta  cor  conbatut, 
contra  malvestar  e  engan, 
320   ab  esperança,  e  n  pregan 
la  reyna  que  li  ajut 
com  l'enamich  sia  vengut 
ab  fortitudo,  qui  és  port 
en  qui  cascum  hom  és  tan  fort, 
que  vens  e  no  està  sobrat. 
E  qui  és  bé  enamorat 
de  la  Verge,  mayre  e  flor, 
sia  forts  contra  fals  amor. 

XXV.  De  temprança 

Temprança  és  virtut  cabal, 
330    en  sanitat  mays  qualtra  val; 
és  virtut  que  sovén  dóna 
bos  mèrits,  e  la  persona 
fa  viure  mésuradament, 
menjant,  parlant,  e  en  vistent; 
e  vol  la  dona  de  valor 
que  hom  la  haja  per  s'amor, 
car  ella  la  hac  en  est  món : 
per  què,  tots  aquells  d'ella  són 
qui  de  temprança  són  vestit 
340    e  ab  ella  són  bé  noyrit. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


IO.S1 


que  pida  perdón  de  sus  pecados,  prometiendo  satisfacer,  que 
se  juzgue  merecedor  de  juicio;  y  el  pecado  sea  perdonado. 

XXIII.  De  la  prudencia 

Prudencia  es  aquella  virtud  mediante  la  cual  el  hombre 
elige  su  salvación  y  huye  del  mal  y  del  pecado;  y  es  dada 
de  buen  grado  por  nuestra  Señora  a  su  amigo,  para  que  con 
otros  males  [penitencias]  se  castigue  y  sepa  el  bien  que 
puede  hacer  y  el  mal  que  puede  rehuir.  Así  que  la  prudencia 
es  una  luz  que  ilumina  la  senda  de  la  salvación,  y  enseña 
los  caminos  de  la  muerte,  y  conduce  el  hombre  a  buen  puerto. 

XXIV.  De  la  fortaleza 

La  fortaleza  es  tal  virtud,  que  conforta  el  corazón  com- 
batido contra  la  maldad  y  el  engaño,  con  esperanza,  y  ro- 
gando a  la  Reina  que  le  ayude  para  vencer  al  enemigo  con 
fortaleza,  que  es  puerto  en  el  cual  todos  los  hombres  son 
tan  fuertes,  que  vencen  y  no  son  vencidos.  Y  quien  está  bien 
enamorado  de  la  Virgen,  Madre  y  flor,  sea  fuerte  contra  el 
amor  falso. 

XXV.  De  la  templanza 

La  templanza  es  virtud  cabal  que,  en  la  sanidad,  más  que 
ninguna  otra  vale ;  y  es  virtud  que  da  con  frecuencia  buenos 
méritos  y  hace  vivir  la  persona  mesuradamente,  comiendo, 
hablando  y  vistiendo.  Y  quiere  la  Señora  de  valor  que  el 
hombre  la  tenga  por  amor  de  ella,  pues  ella  la  tuvo  en  este 
mundo.  Por  lo  tanto,  de  ella  son  todos  aquellos  que  se  visten 
de  templanza  y  con  ella  son  bien  nutridos. 


IÓ52 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


XXVI.    De  fe 

Fe  .és  virtut  ab  què  entén 
veritat,  nostr  entenimén, 
com  entén  sobre  son  poder; 
e  qui  la  fe  vol  mantener 
dels  articles  e  l  sagrament, 
serà  en  lo  manteniment 
de  la  Verge,  qui  fe  amà 
quant  Gabriel  la  saludà. 
La  nostra  fe-n  ella  romàs 
350    quant  Jhesú  Xrist  passà  del  pas 
de  la  mort.  E  ay  gran  dolor, 
car  la  fe  no  ha  mays  d'onor. 

XXVII.  De  sperança 

Esperança  és  la  virtut 
ab  c'om  espera  la  salut 
que  ve  de  mercè  e  perdó, 
e  mou  la  Verge  a  rahó 
que  deja  Déu  son  fill  pregar 
que  tots  aquells  vulla  salvar 
qui  en  ella  han  bon  esper. 
360    Per  què  sperança  car  tener 

la  deu  tot  hom,  pus  que  tant  val, 
e  que  la  tenga  per  sensal 
de  la  Verge,  que  li  consent 
a  tot  lo  seu  requeriment. 

XXVIII.  De  caritat 

Karitat  és  virtut  major 
ab  què  hom  ama-1  Déu  d'amor, 
en  aman  son  proïsme,  se, 
e  la  reyna,  qui  la  té 
per  ço  que  la  do  a  tot  for, 
370    e-n  puscha  hom  complir  son  cor 
aytant  quant  l'on  volrà  complir, 
e  ab  guauyg  viure  e  morir. 
E  qui  caritat  vol  haver, 
faça  [a]  la  Verge  son  plaer; 
car,  sens  ella,  nos  pot  donar, 
vendre,  comprar,  ne  autrejar. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


105^ 


XXVI.     DE  LA  FE 

La  fe  es  una  virtud  con  que  entiende  la  verdad  nuestro 
entendimiento,  cuando  entiende  sobre  su  poder.  Y  quien  quie- 
re conservar  la  fe  de  los  artículos  y  el  [santísimo]  sacra- 
mento, será  con  el  mantenimiento  de  la  Virgen,  que  amó  la 
fe  al  saludarla  Gabriel.  Nuestra  fe  en  ella  permaneció,  cuan- 
do Jesucristo  cruzó  el  paso  de  la  muerte.  Y  tengo  grande 
dolor  porque  la  fe  no  es  más  honrada, 

XXVII.     DE  LA  ESPERANZA 

La  esperanza  es  una  virtud  mediante  la  cual  el  hombre 
espera  la  salvación,  que  viene  de  la  merced  y  del  perdón,  y 
mueve  a  la  Virgen  a  rogar  a  su  Hijo,  Dios,  que  quiera  salvar 
a  todos  aquellos  que  en  ella  tienen  firme  esperanza.  Por  lo 
tanto,  todos  los  hombres  deben  apreciar  mucho  la  esperan- 
za, pues  que  tanto  vale,  y  que  la  tengan  por  censo  de  la 
Virgen  que  les  otorga  todo  cuanto  le  pidan. 

XXiVin.    De  la  caridad 

La  caridad  es  la  virtud  mayor  con  que  el  hombre  ama  al 
Dios  de  amores,  amando  a  su  prójimo,  a  sí  mismo  y  a  la 
Reina,  que  la  tiene  para  que  la  dé  a  cualquier  precio,  y  pueda 
el  hombre  henchir  su  corazón  tanto  como  lo  querrá  henchir, 
y  con  gozo  vivir  y  morir.  Y  quien  caridad  quiere  tener,  ten- 
ga siempre  contenta  a  la  Virgen,  pues  sin  ella  no  se  puede 
regalar,  vender,  comprar  ni  otorgar. 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


DE  NONA,  e  primerament 

XXDC.    De  avarícia 

A  vós,  ¡May re... 

Avarícia  és  sel  peccat 
qui  és  mays  contra  caritat, 
contra  larguea  e  perdó 
380    e  sperar  satisfacció ; 

e  no  sadolla  hom  de  res, 
ans  lo  sotsmet  a  tot  quant  és, 
e  pert  n'om  la  Verge  d'amor, 
qui  no  pregua  nostre  Senyor 
per  negun  hom  qui  sia  avar; 
car  per  re  no  i  pot  amar, 
pus  que  de  diners  fa  tresor, 
e  no  del  fill  seu,  en  son  cor. 

XXX.  De  glotonía 

Glotonia  és  aquell  peccat 
390    per  què  ve  enans  paupertat, 

e  per  què  hom  es  sovén  mal  sa 
e  en  ses  paraules  vilà; 
e  aquell  hom  qui  és  golós 
mays  qu  altre  ome  és  pereós; 
e,  quant  no  menja,  es  irat, 
e  trist  està,  quant  ha  menjat 
En  la  dona,  flor  de  amor, 
hom  golós  no  troba  sabor; 
per  què  la  Verge  no  i  requer 
400   qu-el  li  faça  negun  plaer. 

XXXI.  De  luxúria 

Luxuri-és  pudent  peccat, 
qui-n  hom  consuma  sanitat; 
e  és  peccat  qui  mays  desplau 
a  nostra  Dona,  qui-s  palau 
de  virginitat,  e  odor 
que  hix  de  blancha  flor  d'amor. 
E  aquell  hom  luxuriós 
és  trop  vilà  e  ergullós, 
si  nostra  Dona  va  pregan 
410    que  sia-n  re  d'el  menbran; 
car  dos  contraris  no  estan 
en  un  acort  nen  un  talan. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1055 


DE  NONA,  y  primeramente 

XXIX.     DE  LA  AVARICIA 

A  vos,  Madre... 

La  avaricia  es  el  pecado  más  contrario  de  la  caridad,  la 
largueza,  el  perdón,  y  del  esperar  satisfacción.  Y  no  sacia 
al  hombre  de  nada,  antes  lo  sujeta  a  todas  las  cosas,  y  por 
él  el  hombre  pierde  a  la  Virgen  de  amores,  que  no  ruega  a 
nuestro  Señor  por  ningún  hombre  que  sea  avaro;  pues  por 
nada  le  puede  amar,  ya  que  de  las  riquezas  hace  tesoro,  y 
no  del  Hijo  suyo,  en  su  corazón. 

XXX.    De  la  gula 

La  gula  es  el  pecado  por  que  viene  antes  de  tiempo  la 
pobreza  y  por  que  el  hombre  contrae  enfermedades  y  es  vi- 
llano en  sus  palabras.  Y  aquel  hombre  que  es  goloso,  es  más 
perezoso  que  cualquier  otro  hombre,  y,  cuando  no  come,  está 
enojado,  y  está  triste  cuando  está  harto.  En  la  Señora,  flor 
de  amores,  el  goloso  no  halla  ningún  sabor.  Así  que  la  Virgen 
ni  siquiera  le  requiere  para  que  le  haga  algún  placer. 

XXXI.    De  la  lujuria 

La  lujuria  es  un  pecado  hediondo,  en  el  cual  el  hombre 
consume  su  salud ;  y  es  el  pecado  que  más  desplace  a  nuestra 
Señora,  que  es  alcázar  de  la  virginidad  y  perfume  que  sale 
de  la  blanca  flor  de  amor.  Y  el  hombre  lujurioso  muy  villano 
es  y  orgulloso  si  osa  rogar  a  nuestra  Señora  que  le  recuerde 
en  algo;  pues  dos  contrarios  no  son  de  un  mismo  acuerdo  ni 
de  un  mismo  talante. 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


XXXII.  De  ergull 

Ergull  és  peccat  qui  en  alt 
vol  estar,  e-n  jus  pren  tal  salt, 
que  negú  home  ergullós 
no  ha  amichs  ne  companyós. 
Ergull  no  hac  la  plasenta, 
can  dix:  "Vet-me  la  serventa 
del  Senyor,  fasse'n  son  plaer  " 
420    E  hom  qui  ergull  vol  haver, 
no  és  per  la  Verge  membrat 
a  la  mort,  quant  serà  jutjat; 
ans  lo  lexa  anar  a  la  sort 
del  demoni,  a  mala  mort. 

XXXIII.  De  accídia 

Acóídias  neglegiment 
en  far  bé,  e  és  amament 
de  fallimet  e  de  tot  mal; 
per  què  accídia  no  val, 
ans  desval  tant,  que  tol  valor 
450   e  n  pert  hom  la  dona  d'amor, 
qui  ama  bé  en  tot  quant  és. 
Per  què-s  vilà  e  descortés 
vays  la  Verge,  accidiós 
qui  mays  qu  altre  és  envejós; 
e  ja  la  Verge  no  i  varrà 
a  la  mort,  quant  ops  li  serà. 

XXXIV.  De  enveja 

Enveja  és  desijament 
de  castell,  fembra  o  argent, 
contra  caritat  e  rahó, 
440    volent  hom  la  possessió 

d'altruy  sens  que  noy  ha  nulL  dret; 

per  què  enveja  lo  sotsmet 

a  yra  e  dampnació, 

e  ja  no  fa  s'oració 

a  nostra  Dona  que-1  ajut; 

car  envejós  no  ha  virtut 

que  sia  exoït,  ne  entès; 

car  ab  peccat  null  bé  no  és. 

XXXV.    De  yra 

Ira  és  trista  passió 
450    e  voler  contr  elecció 

de  lexar  mal  e  pendre- 1  bé; 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1057 


XXXII.    Del  orgullo 

El  orgullo  es  el  pecado  del  que  quiere  estar  en  alto,  y  da 
tal  salto  hacia  abajo,  que  ningún  hombre  orgulloso  tiene 
amigos  ni  compañeros.  Orgullo  no  tuvo  la  Hermosa  cuando 
dijo :  "He  aquí  la  esclava  del  Señor,  hágase  según  su  volun- 
tad." Y  el  hombre  que  ama  el  orgullo  no  es  por  la  Virgen 
recordado,  a  la  muerte,  cuando  será  juzgado,  antes  lo  aban- 
dona a  la  suerte  del  demonio,  a  una  mala  muerte. 

XXXIII.  De  la  PEREZA 

La  pereza  es  no  solamente  negligencia  en  hacer  el  bien, 
sino  también  propensión  al  pecado  y  a  todo  mal.  Por  lo  tan- 
to, la  pereza  no  solamente  no  vale,  sino  que  quita  valor  a 
todo,  y  por  ella  pierde  el  hombre  a  la  Señora  de  amor,  que 
ama  el  bien  en  todas  las  cosas.  Por  lo  cual  es  villano  y  des- 
cortés, con  relación  a  la  Virgen,  el  perezoso,  que  es  el  más 
envidioso  de  todos.  Y  ya  la  Virgen  no  le  valdrá,  a  la  muerte, 
cuando  le  será  necesario. 

XXXIV.  De  LA  ENVIDIA 

Envidia  es  desear  castillos,  mujeres,  riquezas,  contra  la 
caridad  y  la  razón,  pretendiendo  el  hombre  poseer  lo  ajeno, 
sin  que  a  ello  tenga  ningún  derecho.  Por  lo  que  la  envidia 
lo  sujeta  a  la  ira  y  a  la  condenación,  y  ya  no  rogará  a  nues- 
tra Señora  que  le  ayude;  que  el  envidioso  no  tiene  virtud 
para  ser  escuchado  ni  atendido,  ya  que  con  el  pecado  no 
se  aviene  ningún  bien. 

XXXV.    De  la  ira 

La  ira  es  triste  pasión  y  voluntad  contra  elección  de  de- 
jar el  mal  y  escoger  el  bien;  por  lo  que  el  hombre  airado  no 
es  dueño  de  su  libertad,  pues  la  ira  lo  tiene  en  prisiones,  y 

M 


1058 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


per  què  hom  irat  no  reté 
en  son  voler  sa  libertat, 
car  yra  lo  té  carcerat, 
e  torba  son  enteniment, 
e  fa-1  fer  mal  soptosament. 
Per  què  null  hom  qui  és  yrat 
ab  la  Verge  ha  amistat; 
ans  és  per  ella  mal  volgut, 
460    pus  que  per  yra  és  vençut. 


DE  VESPRES,  e  primerament 

XXXVI.    De  matremoni 

A  vós,  Mayre... 

Matrimoni  és  sagrament 
qui  fa  còpula  carnalment 
d'om  e  fembra,  e  és  amat 
per  la  Verge,  que  castetat 
ama,  car  està  amistat 
seguens  l'orde  qui  fo  pausat 
en  na  Eva  e  en  Adam. 
E  tot  hom  qui  castetat  am, 
sech  lo  primer  ordonament 
470    e  és  a  la  Verge  plasent, 

que  vol  que  hom  sia  engenrat, 
ordenadament,  sens  peccat. 

XXXVII.    De  babtisme 

Babtisme  està  lavament 
del  peccat  que-1  primer  parent 
han  sobre  tots  hòmens  sembrat, 
peccat  original  nomnat; 
lo  qual  babtisme  ha  en  grat 
nostra  Dona,  car  començat 
fo  per  son  fill,  sus  en  la  crots, 
480    quant  ab  sa  sanch  nos  lavà  tots 
e-n  flom  Jordà  fon  batejats, 
per  Sant  Spirit  saludats. 
Gran  fo  lo  seu  batiament, 
car  molt  home  n'a  salvament. 

XXXVIII.    De  confirmació 

Confirmar  està  sagrament 
que  confirma  l  batiament 
que  han  fayt  del  petit  infan, 


HOkAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


1059 


turba  su  entendimiento,  y  le  impele  a  hacer  el  mal  súbita- 
mente. Por  lo  tanto,  ningún  hombre  airado  goza  de  la  amis- 
tad de  la  Virgen,  antes  bien  es  por  ella  mal  querido,  puesto 
que  es  esclavo  de  la  ira. 


DE  VISPERAS,  y  primeramente 

XXXVI.    Del  matrimonio  10 
A  vos,  Madre... 

El  matrimonio  es  un  sacramento  que  hace  cópula  carnal 
de  hombre  y  de  mujer,  y  es  amado  de  la  Virgen,  que  ama  la 
castidad,  pues  es  amistad  según  el  orden  que  fué  establecido 
en  Eva  y  en  Adán.  Y  todo  hombre  que  ama  la  castidad,  si- 
gue la  primera  ordenación  y  es  agradable  a.  la  Virgen,  que 
quiere  que  el  hombre  sea  engendrado,  como  es  razón,  sin 
pecado. 

XXXVII.    Del  bautismo  11 

El  bautismo  es  la  purificación  del  pecado  que  los  prime- 
ros padres  sembraron  en  todos  los  hombres,  por  nombre  el 
pecado  original;  el  cual  bautismo  agrada  a  nuestra  Señora, 
pues  fué  comenzado  por  su  Hijo  en  lo  alto  de  la  cruz,  cuando 
con  su  sangre  nos  lavó  a  todos,  y  en  el  río  Jordán  fué  bauti- 
zado y  saludado  por  el  Espíritu  Santo.  Grande  fué  su  bau- 
tismo, pues  tiene  virtud  para  salvar  a  muchos  hombres. 

XXXVIII.    De  la  confirmación 

Confirmar  es  el  sacramento  que  corrobora  el  bautizo  que 
han  hecho  del  pequeño  infante,  el  cual  otorga,  cuando  es 
grande,  con  voluntad,  entendimiento.  Y  Cristo  instituyó  la 

*  En  las  Hores  en  prosa  :  «Déu  féu  matrimoni  de  Adam  e  Eva 
en  paradís  terrenal  :  la  senyora  Mare  de  Déu  fa  matrimoni  en  pa- 
radís terrenal  de  la  amor  sua  e  de  la  esperança  la  qual  han  en  ella 
los  peccadors»  (ibíd.,  273). 

u  En  las  Hores  en  prosa  :  «Lo  baptisme  lava  l'om  batejat  de 
peccat  original  :  la  dona  dels  sants  mumla  lo  peccador  del  peccat 
actual  com  se  pinet  e  a  ella-s  reclama.  En  baptisme  de  sanc  fo 
bategat  nostre  senyor  Jesú  Christ  :  al  peu  de  la  creu  fo  batejada 
nostra  Dona  en  aygüa  de  les  sues  làgremes.  Per  baptisme  de  foc  fo 
batejada  la  bena  venturada  verge  com  Sant  Gabriel  la  saludà  :  lo 
infeel  peccador  qui  baptisme  desi  ja  és  batejat  en  flama  d'amor.  L<< 
baptisme  de  l'aygua  ha  virtut  ab  les  paraules  del  sacerdot  :  lo  bap- 
tisme de  foc  ha  virtut  ab  nostra  Dona»  (ibíd.,  274). 


lOÓO 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


lo  qual  atorga,  quant  és  gran, 
ab  volentat,  enteniment. 
490    E  Xrist  fe  lo  confirmament 

sus  en  la  crots,  ab  sa  greu  mort; 
ab  la  qual  mort  son  say  estort 
del  mal  peccat  original; 
e  la  reyna,  que  mays  val, 
vol  que  hom  sia  confermat, 
pus  que  en  vera  fe  és  entrat. 

XXXIX.    Del  sagrament  de  la  missa 

Lo  sant  sagrament  del  altar 
és  do  en  qui  Déus  no  pot  dar 
a  paraula  mays  de  poder, 
500    ab  la  qual  Xrist  fa  son  cors  fer 
al  prevere,  en  trespassan 
pa  e  vi,  en  carn  e  en  sanen 
qui  és  de  nostro  rey  Jhesús, 
ell  estant  al  cel  e  sajús. 
La  virtut  de  aquell  sagrament 
no  la  pot  dir  home  vivent, 
ne-1  guauyg  que  nostra  Dona  n'a, 
e  majorment  s-om  just  lo  fa. 

XL.    De  orde 

Orde  d'acòlit,  diaque, 
510    prevere  e  subdiaque, 

és  sagrament  per  Déu  servir 

en  cantant,  e  la  missa  dir, 

e  en  infants  a  batejar, 

e  en  matrimoni,  confessar, 

e  lo  prevere  que  perdó, 

e  faça  extrema  uneció, 

e  sia  vicari  de  Déu, 

e  beneesca  tot  hom  seu. 

D'aquest  sagrament  fa  plaer 
520    a  la  Verge,  qui  l  vol  haver. 


HOKA5»  L·L  NUESTRA  SEÑORA 


looi 


confirmación  en  lo  alto  de  la  cruz,  con  su  dolorosa  muerte; 
con  la  cual  muerte  somos  todos  arrancados,  aquí,  del  mal  pe- 
cado original.  Y  la  Reina  que  más  vale  quiere  que  el  hombre 
sea  confirmado,  pues  que  ha  entrado  en  la  verdadera  fe. 

XXXIX.    Del  sacramento  de  la  misa 

El  sacramento  del  altar  es  un  don  en  el  cual  Dios  no 
puede  dar  más  poder  a  la  palabra,  mediante  la  cual  Cristo 
hace  hacer  su  cuerpo  al  sacerdote,  convirtiendo  el  pan  y  el 
vino  en  la  carne  y  sangre  de  nuestro  rey  Jesús,  estando 
él  en  el  cielo  y  en  la  tierra.  La  virtud  de  aquel  sacramen- 
to no  la  puede  decir  hombre  viviente,  ni  el  gozo  que  nues- 
tra Señora  tiene  en  él.  y  mayormente  si  es  justo  el  sacerdo- 
te que  celebra. 

XL.    Del  orden  12 

El  orden  de  acólito,  subdiácono,  diácono  y  sacerdote  es 
un  sacramento  ordenado  al  servicio  de  Dios,  cantando  y  di- 
ciendo misa,  y  bautizando  a  los  niños,  y  administrando  el 
matrimonio  y  la  confesión,  y  el  sacerdote  que  perdone  y  haga 
la  extremaunción,  y  sea  el  vicario  de  Dios,  y  bendiga  a  todos 
los  hombres.  De  este  sacramento  hace  contenta  a  la  Virgen, 
quien  lo  quiere  recibir. 


a  ¿Puede  llamarst  María  Virgen  sacerdote,  aVirgo  i»acerdos».  se- 
gún el  Doctor  Iluminado  ?  Al  decir  de  Ramón  Llull,  compete  única- 
intrate  a  la  Madre  de  Dios  un  sacerdocio  espiritual  y  místico,  que, 
por  otra  parte,  conviene  a  todos  los  ñeles,  según  aquello  del 
Apoc.  i,  6  :  eíecit  nos  regnum  et  sacerdotes  Deo  Patri»  ¡  y  2  leí., 
2,  5-9  :  «et  ipsi...  tanquam  sacerdotium  sanctum».  Si  bien  dicho 
>accr  iocio  toca  a  la  Madre  de  Dios  de  una  manera  más  eminente 
que  a  los  demás  ñeles,  como  compañera  y  ayudadora  le  Cristo, 
bumo  Sacerdote.  En  este  sentido  hallamos  en  el  Doctor  Iluminado 
bellos  paralelos  entre  el  sacerdote  y  la  Virgen  María,  henchidos  de 
profundo  mentido  místico.  Así,  en*  las  Hores  en  prosa:  «Lo  pre- 
vere ha  orde  per  ço  que  ordonadament  íaça  lo  sagrament  de  l'altar  : 
nostra  Dona  ha  orde  per  ço  que  sanctiñe  les  oracions  les  quals  los 
peccadors  fan  a  son  Fill.  Lo  prevere  és  ordenat  a  demanar  indul- 
gència per  son  poble  :  nostra  Dona  ha  orde  per  ço  que  a  son  poble 
lurs  peccats  remeta.  Lo  prevere  ha  orde  de  batejar  :  nostra  Dona  é-^ 
ordenada  a  confermar  los  peccadors.  Lo  prevere  és  ordenat  a  fer 
matrimoni  :  nostra  Dona  és  ordenada  a  esposar  donzelles  verges  ab 
son' Fill  qui  és  verge.  Lo  prevere  és  ordenat  a  pregar  per  los  morts, 
les  ànimes  dels  quals  són  en  purgatori  :  la  Vneyta  verge  és  orde- 
nada per  los  vius  qui  són  morts  per  peccats.  Lo  prevere  és  ordenat 
a  fer  oració  :  la  Dona  dels  àngels  ha  orde  a  donar  devoció  e  a  exau- 
sir  oració»  (ibíd.,  277-278). 


IOÒ2 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


XLI.    De  penitència 

•  Penitència  és  sagrament 
per  qui  hom  fa  dejunament, 
e-s  penet  e  requer  perdó, 

e  hom  fa  satisfacció 

de  sos  torts,  contra  greus  peccats, 

e  vol  c'om  si  encarserats 

•  en  temor  e  en  aflicció, 
ab  dolor  e  contricció. 
Aytal  sagrament  ha  virtut 

530    qui  mou  la  dona  de  salut 
a  una  tal  devoció, 
c  a  penedent  no  diu  de  no. 

XLTI.    De  extrema  uncció 

Es  la  extrema  uncció 
sagrament  de  querré  perdó 
a  la  fi,  assumadament, 
e  c'hom  fassa  confermament 
de  la  fe  en  que  ha  estat, 
e  cascú  se'n  sia  untat 
ab  crisma,  com  ver  xrestià; 
540    e  fon  fayt  en  Xrist,  quant  penjà 
en  la  cros,  ab  sanch  e  suor, 
e  en  la  regina,  ab  plor, 
car  ab  negú  sen  no  peccà, 
mas  que  nostres  peccats  plorà. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


IOÓ3 


XLI.     DE  LA  PENITENCIA  13 

La  penitencia  es  un  sacramento  por  el  cual  el  hombre 
ayuna,  y  se  arrepiente  y  pide  perdón,  y  hace  satisfacción  de 
sus  culpas  y  graves  pecados,  y  quiere  como  encarcelarse  en 
temores  y  aflicciones,  con  dolor  y  contrición.  Tan  grande 
sacramento  tiene  virtud  de  mover  a  la  Señora  de  la  salud  a 
'Woción  tan  grande,  que  al  arrepentido  no  dice  que  no. 

XLLT.    De  la  extremaunción  14 

Es  la  extremaunción  un  sacramento  por  el  cual,  en  la 
hora  de  la  muerte,  y  de  una  manera  resumida,  pedimos  per- 
dón de  nuestros  pecados  y  nos  confirmamos  en  la  fe  en  que 
hemos  vivido.  Y  cada  uno  sea  ungido,  como  verdadero  cris- 
tiano, con  el  crisma  que  brotó  de  la  sangre  y  sudor  de  Cristo 
en  la  cruz  y  de  las  lágrimas  de  la  Reina,  pues  no  pecó  en 
ningún  sentido,  sino  que  nuestros  pecados  lloró. 

13  En  las  Hores  en  prosa  :  «Lo  prevere  absol  lo  peccador  ab  sa- 
tisfacció :  nostra  Dona  absol  lo  peccador  ab  devoció.  Lo  prevere  tan- 
ca la  porta  del  paradís  ab  les  claus  de  Sant  Pere,  per  sentència  de 
vet  :  la  Mare  de  Déu  obre  les  portes  de  paradís  ab  les  claus  de  son 
fill  per  oració.  Lo  sagrament  de  penitencia  requer  del  peccador 
consciència,  contricció  e  satisfacció  :  nostra  Dona  requer  del  pecca- 
dor esperança  e  amor»  (ibíd.,  278-279). 

14  En  las  Hores  en  prosa  :  «...  Extrema  uncció  és  sagrament  a 
untar  tots  los  senys  de  l'om,  a  significar  que  l'om  se  pinet  deis  pee- 
cats  que  per  los  seus  senys  ha  fets.  Los  ulls  del  peccador  són  un- 
fcats  car  ab  ells  ha  vistes  coses  qui  Van  mogut  a  peccar  :  nos*-**" 
Dona  los  ulls  del  peccador  beneeix,  qui  de  les  coses  vistes  han  loo* 
lur  creador.  Les  orelles  del  peccador  són  untades  car  ab  aquelles 
ha  oïdes  males  e  falses  paraules  :  nestra  Dona  les  orelles  del  pec- 
cador beneeix  car  ab  elles  moltes  bones  coses  e  veres  paraules  ha 
.jídes.  Les  narils  del  peccador  són  untades  car  ab  elles  ha  odorades 
odors  les  quals  Tan  mogut  a  peccat  :  la  beneyta  verge  lo'  nas  del 
peccador  beneeix,  qui,  com  sent  odors,  la  sua  virginitat  e  bellesa  re- 
membra. La  boca  del  peccador  és  untada  car  ab  aquella  ha  mentit 
e  moltes  males  paraules  ha  dites  :  la  6enyora  del  cel  la  boca  dels 
peccadors  beneeix  car  Tan  loada,  preïcada  e  reclamada.  Les  mans 
del  peccador  en  la  extrema  uncció  són  untades  car  ab  aquelles  ha 
obrades  males  obres  :  la  Mare  de  Déu  les  mans  del  peccador  be- 
neeix car  ab  aquelles  ha  fetes  almoynes,  ponts  e  esgleyes.  Los  peus 
del  peccador  són  untats  car  ab  ells  és  anat  fer  peccats  :  la  Mare  de 
Déu  los  peus  del  peccador  beneeix  car  ab  aquells  és  anat  d  fer  ora- 
ció a  l'esgleya»  íibíd.,  279-280).  Todo  esto  es,  en  verdad,  delicioso. 


ioÓ4 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


DE  COMPLETA,  e  primerament 

XLIII.     DE  MEMBRANÇA 

A  vós,  Mayre... 

Membrança  de  gràcia,  do, 
de  sperança  e  perdó, 
fa  coratje  franch  e  joyos 
e,  en  tots  bos  faits,  virtuós 
per  virtut  del  remenbrament, 
550    si  hom  menbra  la  pus  plasent, 
qui  de  menbrar  és  joy  e  flor, 
e  fa  menbrar,  per  nostra  amor, 
a  son  fill,  nostra  frevoltat, 
per  ço  que'n  naje  pietat; 
e  per  res  no  s  pot  abstener 
que  no'ns  am  ab  tot  son  poder. 

XLIV.     DE  ENTENDRE 

Celi  qui  entén  ab  veritat 
son  falliment  e  son  peccat 
ab  contricció  e  temor, 
560    a  la  mort,  no  naja  paor 
de  son  falliment  e  peccat, 
si  entén  la  gran  pietat 
que  ha  de  tots  los  peccadors 
la  dolça  dona  de  valors, 
que  no  soffer  c'hom  sia  mort 
ab  neguna  colpa  e  tort, 
pus  que  hom  sa  valor  entén 
e-s  pinet  de  son  fallimén. 

XLiV.    De  volentat 

Qui  ha  veraya  volentat 
570    a  nostra  Dona,  de  bo  grat, 
ha  un  tan  noble  amament, 
que-n  tota  res  és  avinent, 
leyal,  humil,  franch  e  cortès, 
e  no  fall  en  neguna  res; 
car  nostra  Dona  l  té  tant  car 
que  no  i  lexa  en  res  errar. 
Amem,  donchs,  la  Verge  molt  fort, 
car  ella  és  de  tot  gaug  port, 
hon  hom  està  segurament 
580    e  no  tem  nulla  re  vivent, 


HORAS   DE   NUESTRA  SEÑORA 


IOO5 


DE  COMPLETAS  15,  y  primeramente 

XT/Í7I.    Del  recuerdo 

A  vos,  Madre... 

El  recuerdo  de  la  gracia,  de  los  dones,  de  la  esperanza  y 
del  perdón,  hace  el  corazón  franco  y  alegre  y,  en  todas  las 
buenas  obras,  virtuoso,  en  virtud  de  dicho  recuerdo,  con  tal 
que  recordemos  a  la  más  agradable,  que  es  la  alegría  y  flor 
del  recuerdo,  la  cual,  per  nuestro  amor,  hace  recordar  a  su 
Hijo  nuestra  debilidad,  a  fin  de  que  se  mueva  a  compasión. 
Y  ella  no  puede  menos  de  amarnos  con  todas  sus  fuerzas. 


XLIV.    Del  entendimiento 

Aquel  que  entiende  claramente  sus  culpas  y  pecados,  con 
contrición  y  temor,  a  la  muerte  no  tenga  pavor  de  ellos,  si 
entiende  [y  medita]  la  grande  piedad  que  tiene  de  todos 
los  pecadores  la  dulce  Señora  de  valor,  que  no  consiente  que 
el  hombre  muera  en  ninguna  culpa  o  pecado,  con  tal  que  se 
arrepienta  de  ellos  y  entienda  su  valor. 


XL,V.    De  la  voluntad 

Quien  ama  de  corazón  a  nuestra  Señora,  tiene  un  tan  no- 
ble amor,  que  en  todo  es  acertado,  leal,  humilde,  franco  y 
cortés,  y  no  yerra,  en  ninguna  cosa,  pues  nuestra  Señora  le 
aprecia  tanto,  que  en  nada  le  deja  errar.  Amemos,  pues,  a 
la  Virgen  en  gran  manera,  pues  ella  es  puerto  de  todo  gozo, 
en  donde  el  hombre  está  seguro  y  no  teme  a  nada  de  este 
mundo. 


18  En  los  siguientes  siete  capítulo-  >  salmos  De  Completa  difiere 
la  materia  y  los  títulos  en  las  dos  Hores.  En  las  en  verso  : 

De  set  coses  és  Completa 
ab  qui  los  sants  tan  eollecta 
de  sanctetat  perpetual 
en  írlòria  celestial. 

OBL,  XIX,  174J 

En  las  Hores  en  prosa  :  «Completa  serà  de  les  •  vij •  parts  de  Ave 
Maria»  ÍORL,  X,  231). 


iü66 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


XLVL   De  àngels 

"Senyors  àngels :  no  us  cal  pregar 
la  reyna,  que'ns  vulla  amar; 
car  ella  ns  ha  tan  gran  amor, 
que  no  y  ha  mester  pregador. 
E  vós,  sènyer  sent  Gabriel, 
Michael,  Seraphin,  Raphael, 
fayts-li'n  gràcias  e  mercès, 
car  nostra  advocada  és; 
car  si  per  s'amor  no  fos, 
•590    ja  no  pogra  negú  de  nos 
fugir  a  pena  infernal 
ni  haver  gaug  celestial. 

XLVII.    De  ymaginar 

Gay  so  quant  vul  ymaginar 
en  la  Verge,  gloriejar 
que  ha  al  cel  imperial. 
E  l'imaginar  mays  me  val 
que  tot  quant  ay  sentit  de  sa; 
car  tots  los  sants  qui  són  de  la 
cantón  de  la  sua  valor, 
600    pregant-la  per  li  peccador. 

Mas,  quant  ymagín  lo  turment 
que-n  infern  és  tan  longament, 
adonchs  suy  trist  e  ay  paor 
tro  menbre  la  dona  d'amor. 

XLVin.    De  sentir 

Cant  veg  la  terra  e  la  mar, 
lo  cel,  e  auyg  aucells  cantar, 
e  sent  de  les  flos  lur  odor 
e  de  les  viandes  sabor, 
e  toc  drap,  fust,  aur  e  rubís 
610    per  la  dona  de  paradís, 

ab  la  qual  parle  en  pregan, 
quant  l'arma  e  l  cors  li  coman,  • 
adonchs,  sent  al  cor  tal  dolsor, 
que  hanc  no  la  sentí  major, 
e  dich  a  la  Verge,  ploran: 
"Veus-me,  Donan  vostre  coman." 

XLIX.    DE  pregar 

Aquell  qui  bé  volrà  pregar 
la  mellor  dona,  e  orar, 
acús-se  de  son  falliment, 


HORAS  DE  NUESTRA   SEÑORA  IOÒ7 
XLVI.     DE  LOS  ÁNGELES 

"Señores  ángeles :  no  es  necesario  que  roguéis  a  la  Reina 
que  nos  quiera  amar;  pues  ella  nos  tiene  tan  grande  amor, 
que  no  necesita  de  intercesores.  Y  vos,  señor  San  Gabriel, 
Miguel,  Rafael,  con  los  serafines,  dadle  gracias  y  mercedes 
porque  es  nuestra  abogada;  que,  si  no  fuera  por  su  amor, 
ya  no  podría  ninguno  de  nosotros  escapar  de  las  penas  del 
infierno  ni  poseer  lo  gloria  del  cielo." 

XLVTI.    De  la  imaginación 

Alegre  estoy  cuando  quiero  imaginar  la  gloria  que  tiene 
la  Virgen  en  el  cielo  imperial.  Y  este  imaginar  más  me  apro- 
vecha que  todo  cuanto  he  sentido  en  este  mundo,  pues  todos 
los  santos  que  hay  allí  cantan  su  valor,  rogándole  por  los 
pecadores.  Mas  cuando  imagino  el  tormento  tan  duradero 
del  infierno,  entonces  estoy  en  tristeza  y  pavor  hasta  que 
imagino  a  la  Señora  de  amor. 

XLVH3.    De  los  sentidos 

Cuando  veo  la  tierra,  y  el  mar,  y  el  cielo,  y  oigo  cantar 
a  las  aves,  y  percibo  de  las  flores  el  buen  olor,  y  gusto  el 
sabor  de  las  viandas,  y  toco  telas,  maderas,  oro  y  rubíes  por 
la  Señora  del  paraíso,  con  la  cual  hablo  en  mis  oraciones, 
cuando  le  encomiendo  el  alma  y  el  cuerpo,  entonces  experi- 
mento tal  dulzura  en  el  corazón,  que  nunca  la  sentí  mayor, 
y  digo  a  la  Virgen,  llorando:  "Vedme  ahí,  Señora,  a  vos  me 
entrego." 

XLLX.    De  la  plegaria 

Aquel  que  querrá  rogar  y  orar,  como  conviene,  a  la  me- 
jor Señora,  acúsese  de  sus  pecados  y  desee  tan  grande  juicio 


io68 


HORES  DE  NOSTRA  DONA 


620   e  desir  aytant  jutjament 
contra  si,  com  ama  perdó; 
car  pus  ell  se  pos  en  rahó, 
noi  pot  la  Dona  de  no  dir 
de  res  que  li  vulla  querir; 
mas  celi  qui  ama  mays  salut 
que-1  judici  per  Déu  vulgut 
no  fa  oració  leyal, 
ans  s'o  té  la  Dona  a  mal. 

De  la  fi  d'aquest  libre 

Les  set  hores  són  finides 
630    e  per  Ramon  proferides. 

A  la  dolça  dona  d'amor; 
pregon  per  ell  li  peccador. 


HORAS  DE  NUESTRA  SEÑORA 


IOÓg 


contra  sí,  como  ama  el  perdón.  Que  cuanto  más  él  se  ponga 
en  razón,  no  puede  la  Señora  negarle  nada  de  lo  que  le  quie- 
ra pedir.  Mas  aquel  que  ama  más  su  salvación  que  el  juicio 
que  Dios  quiere,  no  hace  oración  leal,  antes  lo  lleva  a  mal 
la  Señora. 


Del  fin  de  este  libro 


Acaban  las  siete  horas  compuestas  por  Ramón.  Rueguen 
por  él  los  pecadores  a  la  dulce  Reina  de  amor. 


PLANT    DE    LA  VERGE 


De  la  passió  e  lo  desconort  que  ac  nostra 
Dona  de  son  fil 


Vivia  a<b  gran  gaug  la  verge  Maria 
en  veser  son  Déu  fil,  que  aüt  avia 
per  lo  Sant  Espirit,  sens  d'ome  paria: 
e  car  son  dou[s]  fil,  déu  e  home  sabia, 
lo  gran  gaug  e-1  p'laser  que  per  el  sentia, 
no  és  qui-l  pogués  dir.  Mas  gens  no  sabia 
Tira  ni-1  desconort  en  que-s  devenia, 
car  Judas  Scariot  consebut  avia 
en  trair  Jhesú  Crist,  qui  morir  volia 
10    per  nosaltres  salvar  e  per  donar  via 
com  mays  lo  servescam,  e  que  cascú  sia 
seu,  per  compra  de  mort,  car  per  nos  moria. 

I.    Com  fo  venut 

"Judas  Escariot,  tu  as  mon  fil  venut, 
lo  qual  molt  mays  val  que  so  que  n'as  aüt : 
donat  as  per  argent  lo  seynor  de  vertut. 
Tu  eres  per  mon  fil  e  per  mi  molt  volguti 
mi  as,  fals,  engañada,  e  tu  t'és  desebut, 
e  si  eu  ne  son  trista,  e  tu-n  seràs  perdut. 
Fals!  com  as  pogut  vendre  cel  qui  és  mays  temut. 
20    qui  és  home  e  déu,  e  és  rey  de  salut? 
Jo  n  romang  dolorosa,  e  tu  n'és  abatut. 


LLANTO   DE  LA  VIRGEN 


De  la  pasión  y  desconsuelo  que  hubo  nuestra 
Señora  de  su  Hijo 


Vivía  con  grande  gozo  la  Virgen  María,  contemplando  a 
su  Hijo  Dios,  habido  por  el  Espíritu  Santo,  sin  obra  de  va- 
rón. Y,  pues  no  se  le  ocultaba  que  su  dulce  Hijo  era  Dios  y 
hombre,  el  grande  gozo  y  placer  que  por  él  experimentaba 
no  hay  quien  lo  pudiera  decir.  Mas  ignoraba  del  todo  la 
tristeza  y  el  desconsuelo  que  le  sobrevendría,  pues  Judas 
Iscariote  ya  había  tramado  entregar  a  Jesucristo,  quien 
quería  morir  para  salvarnos,  para  proporcionarnos  medio 
de  que  más  le  sirviéramos  y  para  rescatarnos  de  la  muerte, 
pues  oor  nosotros  iba  a  morir. 

I.   De  cómo  fué  vendido 

"Judas  Iscariote:  tú  has  vendido  a  mi  Hijo,  el  cual  v¿le 
harto  más  que  lo  que  has  cobrado:  con  plata  cambiaste  al 
que  es  autor  de  la  gracia.  Tú  eras  muy  amado  por  mi  Hijo 
y  por  mi,  y,  falso,  me  has  engañado,  y,  a  la  vez,  te  engañaste 
a  ti  mismo,  y,  si  yo  estoy  triste,  en  cambio,  tú  serás  per- 
dido. ¡Falso!,  ¿cómo  has  podido  vender  a  aquel  que  es  más 
temido,  que  es  hombre  y  Dios  y  es  rey  de  salud?  Y,  si  yo 


1  ¿Cómo  intituló  su  autor  esta  composición,  si  es  que,  de  hecho, 
le  diera  algún  título?  Si  nos  fijamos  en  el  incipit:  aDe  la  passió  e  lo 
desconort  que  ac  nostra  Dona  de  son  fil»,  y  la  rúbrica  de  la  estrofa 
final  :  «De  la  fi  del  desconort»,  del  ms.  Ott.  lat.  845,  de  la  Biblio- 
teca Vaticana,  siglo  XIV,  que  sirvió  de  base  para  la  edición  de  1936, 
parece  que  su  nombre  debería  >er  Passió  c  descorikori  de  nos}  ni 
Dona.  Así  6ería  más  perfecto  el  paralelismo  con  el  otro  poema  ele- 
giaco Desconhort,  ya  que,  como  indicamos  en  la  Introducción ,  las  dos 
obras  podrían  ser  escritas  bajo  una  misma  impresión  literaria  y  tam- 
bién anímica.  Sin  embargo,  contra  estas  razones  se  puede  alegar  que 
el  Maestro,  al  final  del  poema,  lo  llama  genéricamente  Plant...  de 
la  Verge,  título  que  registran  también  no  pocos  manuscritos,  y  bajo 


1072 


PLANT  DE  LA  VERGE 


Judas  faüs,  traidor!  mon  cor  as  combatut 

ab  ira  e  dolor  aytant  com  as  pogut; 

per  que-n  serás  en  infern  combatut  e  vensut." 


II.   De  tració 

"Seynors:  a  tuyt  mi  clam  de  la  gran  tració 
que  an  fayt  a  mon  fil  li  fals  judeu  felló, 
qui  en  mi  s'es  fayt  home  per  lur  salvació, 
e  tots  temps  ha  fayt  bé,  e  falliment  no  fo: 
ara  lo  m'an  traït,  e  Tan  mes  en  presó. 
30    A,  judeus  traydors!  per  qual  entenció 
avets  traït  mon  (fil,  qui  de  linatge  fo 
de  David,  Moysès,  segons  profeció? 
De  aquest  gran  traïment,  lassa,  irada  so 
tan  fort,  que  tota-m  sent  en  consumació, 
e  tot  quant  ha  en  mi,  n'està  en  passió. 
De  aquest  mal  qui  m'és  fayt,  quin  trobarà  perdó  ?" 


III.    De  bes ament 

"Judas  fals  e  amic  de  tot  defalliment ! 
com  fust  anc  tan  ardit,  que  ab  boca  tan  pudent 
baysest  mon  dous  fil,  amic  de  compliment, 
40    qui  ha  boca  oient  en  tan  bel  parlament, 

qui  anc  mays  no  mentí  nin  parlet  follament, 
ans  en  diu  veritat  tan  vertuosament, 
que  nuyl  hom  viciós,  ni  qui  sia  mintent, 
no  la  deuria  baysar  per  negú  traïment? 
B  tu  fals,  erguyllós,  as  donat  baysament 
a  mon  fil,  qui  és  déu  e  home  exament, 
lo  qual  fiovín  baysava  tan  amorosament. 
A,  con  l'as  aunit  per  ton  fals  tocament!" 


IV.    De  mostrar 

"Judas:  tu  as  donat  un  fals  bays  per  seynal, 
bo    per  aportar  a  mort  lo  meu  fil,  qui  tant  val, 
e  qui  ha  entreseyna  de  persona  leyaT. 
Enemic  de  vertut  e  en  tot  ple  de  mal ! 
car  as  fayt  fals  seynal,  tu-n  auràs  tal  cabal 
que  tost  temps  ne  staràs  en  lo  foc  infernal. 
Trista!  Anc  mays  no  fo,  segons  dret  natural, 
que  ab  falsa  semblan  sa  hom  vengués  en  ostal 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


1073 


estoy  dolorosa  por  ello,  tú  serás  abatido.  ¡Judas,  falso,  trai- 
dor!, mi  corazón  has  henchido  de  pena  y  dolor  cuanto  pu- 
diste, por  lo  que  en  el  infierno  serás  atormentado  y  rendido." 

LT.    De  la  TRAICIÓN 

"Señores:  a  todos  reclamo  por  la  grande  traición  que  los 
falsos  y  felones  judíos  han  hecho  a  mi  Hijo,  que  en  mí  se 
hizo  hombre  para  salvarlos,  y  siempre  hizo  el  bien  y  nunca 
obró  el  mal;  ahora  me  lo  han  traicionado  y  metido  en  pri- 
sión. ¡Ah,  judíos  traidores!:  ¿por  qué  traicionasteis  a  mi 
Hijo,  que  era  del  linaje  de  David,  Moisés,  según  las  profe- 
cías? Tan  apenada  estoy  a  causa  de  esta  grande  traición, 
que  me  consumo  toda,  y  todo  cuanto  hay  en  mí  padece.  De 
este  mal  que  se  me  hace,  ¿quién  alcanzará  perdón?" 

III.    Del  beso 

"¡  Judas,  falso  y  amigo  de  toda  defección! :  ¿ cómo  te  atre- 
viste a  tanto,  que  con  boca  tan  maloliente  besaste  a  mi 
dulce  Hijo,  tan  buen  amigo,  que  tiene  labios  olorosos  de 
bellas  palabras,  que  nunca  mintió  ni  habló  neciamente,  sino 
que  siempre  dijo  la  verdad  con  tanta  virtud,  que  ningún 
hombre  vicioso  y  mentiroso  es  digno  de  besarle,  mayor- 
mente por  traición?  Y  tú,  falso,  orgulloso,  has  dado  un  beso 
a  mi  Hijo,  que  es  Dios  y  hombre  a  la  vez,  al  cual  yo  a  me- 
nudo besaba  con  tanto  amor.  ¡Ah,  cómo  le  has  deshonrado 
con  tu  falso  ósculo!" 

IV.    De  la  señal 

"Judas,  enemigo  de  la  virtud  y  repleto  de  maldad :  tú  has 
dado  un  falso  beso  como  señal  para  entregar  a  la  muerte 
a  mi  Hijo,  que  vale  tanto  y  que  tiene  la  marca  de  persona 
leal.  Porque  diste  una  señal  falsa,  tendrás  tal  recompensa, 
que  en  todo  tiempo  arderás  en  el  fuego  del  infierno.  ¡Ay  de 
mí!  Siempre  fué  contra  el  derecho  natural  ir  a  ofrecer  con 

el  cual  es  conocido  comúnmente  el  poema.  Por  otra  parte,  este  nom- 
bre tiene  la  ventaja  de  diferenciarlo  claramente  del  Dcsconhort . 

El  tema  del  -Plani  abunda  en  la  literatura  piadosa  de  la  Edad 
Media.  Por  lo  que  mira  a  la  lengua  catalana,  el  más  antiguo,  del 
siglo  XII,  es  la  poesía  que  empieza  :  «Aujats,  senyors,  qui  credets 
Déu  lo  paire.»  Otro  Plant,  quizás  del  siglo  XIV,  empieza  :  «De  grieu 
dolor  cruzel  amb  mortal  pena.»  Noticias  de  otros  Plants  con  refe- 
rencias bibliográficas  trae  R.  D'Alòs-Montk  (1.  c,  154-155),  cuyas 
stíh  también  estas  palabras  :  «...  cap  dels  |"Plants]  provençals  i  fran- 
cesos que  hem'  llegit  no  es  post  comparar  amb  ell  [el  de  Llull],  que 
és  certament  un  dels  més  importants  en  tota  la  literatura  del  temps, 
per  la  seva  extensió,  força  dramàtica  i  magestat  dels  versos,  tot  en 
conjunt.» 


I074  PLANT  DE  LA  VERGE 

mostrar  veçitat  de  nuylla  res  corporal, 
e  aysò  ineteyx  és  de  causa  spiritad ; 
e  tu,  fals  mostrador,  as  mostrat  hom  vidal, 
6°    qui  en  quant  és  Déu  no  poria  ésser  mortal." 

V.    De  presó 

"A,  dolenta  marrida!  Lo  meu  fil  està  pres: 
menen-lo-se'n  judeus,  sens  que  el  nos  n'és  defès, 
ni  eu,  qui  son  fembra,  no-y  poria  far  res. 
Ha  negú  emfre  nos  que  ajudar  i  pogués?" 
Anava  la  puella  pres  son  fil,  e  espès 
demandava  ajuda,  e  tirava  a  manés 
sos  cabéis,  e  sa  cara  rompia,  e  no  és 
qui  li  donàs  ajuda,  com  si  res  no  valgués 
ella  ni  son  Déu  fil ;  per  què  pietat  és 
70    oir  lo  desconort  en  lo  qual  ella  s  mes, 
ni  com  foren,  vas  ella,  vilà  e  descortés 
tuyt  li  seu  compaynó  e-1  judeu  mal  après. 

VI.  Desemparada 

Estava  la  reina  molt  fortment  irada 
can  per  los  seus  si  era  desemparada, 
car,  sinó  sant  Jouan,  per  tots  fo  lexada. 
Cridava  la  doncella:  "E  on  és  anada 
la  nostra  compaynia  qui  m'a  desonrada? 
car  m'an  jaquida  sola  ab  tant  vil  meynada. 
meynada  del  demoni,  e  qui  m'a  donada 
80    tanta  de  pressura  e  tanta  bocada, 

que  apenes  mi  sostenc,  tam  fort  són  cascada. 
Lassa  ï  e  ja  era  per  los  meus  au  jada; 
es  eu  que  amc  no  fuy  en  vas  els  errada, 
per  qual  rasó  m'an,  doncs,  axí  ublidada?" 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


IO75 


falsedad  a  una  casa,  como  verdadera,  una  cosa  corporal,  y 
lo  mismo  pasa  con  una  espiritual;  y  tú,  falso  señalador, 
has  señalado  a  un  hombre  viviente,  que,  en  cuanto  es  Dios, 
no  podía  estar  sujeto  a  la  muerte." 

V.    De  la  prisión  - 

4*¡Ay,  triste  y  afligida!  Preso  está  mi  Hijo:  llévanselo 
los  judíos,  sin  que  se  defienda  ni  sea  defendido,  y  yo,  que 
soy  mujer,  en  nada  podría  defenderlo.  ¿Hay,  por  ventura, 
entre  nosotros,  alguien  que  pudiese  prestarle  socorro?"  Iba. 
pues,  la  doncella  junto  a  su  Hijo,  pidiendo  continuamente 
auxilio,  y  mesándose  a  puñados  sus  cabellos,  y  lastimándose 
la  cara.  Mas  ninguno  le  ayudaba,  como  si  nada  valiera  ni 
ella  ni  su  Hijo  Dios.  En  verdad  daba  lástima  oír  las  quejas 
que  daba  y  ver  cómo  eran  para  con  ella  villanos  y  descor- 
teses todos  sus  compañeros  y  los  judíos  mal  educados. 

VI.  Desamparada 

En  grande  desconsuelo  estaba  la  Reina,  viendo  cómo  to- 
dos los  suyos,  menos  San  Juan,  la  habían  abandonado.  Cla- 
maba, pues,  la  doncella:  "¿Y  dónde  han  ido  los  míos,  que 
me  han  deshonrado,  al  dejarme  sola  con  esta  vil  chusma, 
meznada  del  diablo,  la  cual  me  ha  dado  tantos  empellones 
y  tantas  dentelladas,  que  apenas  me  sostengo,  tan  quebran- 
tada estoy?  ;Ay  de  mí!,  y  los  míos  ya  no  me  hacían  caso; 
y  si  yo  nunca  les  falté  en  nada.  ¿  por  qué  razón,  pues,  ahora 
me  han  olvidado?" 


1  Acentos  semejantes  a  los  que  tiene  Ramón  Llull  en  es:a  estrofa 
y  algnnas  de  las  siguientes  los  oímos  en  el  Planto  dclla  Madonna. 
de  Jacopone  : 

— Donna  del  paradiso,  —  lo  tuo  figliolo  è  preso. 
Iesú  Cristo  beato. 

Accurre,  donna.  e  vide  —  che  la  ¿ente  l'allide  ! 
credo  che  lio  s'occide  —  tanto  l'on  ftagellato.— 
— Como  esser  porria,  —  che  no  fece  mai  follia. 
Cristo.  la  spene  mia,  —  orno  I'avessc  pi:-rliato  ? — 
—Madonna.  egli  è  traduto  :  —  luda  d  l'ha  venduto, 
trenta  denari  n'ha'vuto,  —  fatto  n'ha  «ran  mercato. — 
— Succurri.  Magdalena:   —  cionca  m'è  ados.*o  ptena  ! 
Cristo  figlio  se  mena,  —  como  m'è  annunziato. — 
— Saccurri.  Madonna,  ainta !  —  ch'al  tuo  rijlio  se  jputa 
e  la  líente  lo  muta  :  —  hanlo  dato  a  Pilato. — 
—O  Pilato,  non  fare  —  lo  figlio  mió  tormentare  : 
ch'io  te  posso  mostrare  —  como  a  torto  è  acctisato. 

(Le  Laudi.  p.  264.» 


1076 


PLA  NT  DE  LA  VERGE 


VII. 


Negat 


"Negat  ha  sent  Pere  lo  meu  fil  per  paor, 
la  qual  ac  de'ls  judeus,  e  no  la  ac  major 
de  mon  fil  gloriós,  qui  és  son  creador, 
lo  qual  l'a  molt  amM,  com  leyal  amador. 
E  tu,  Pere,  qui  eres  un  paubre  piscador, 
90    has  negat  lo  meu  fil,  qui  t'es  honrat  seynor 
e  qui  tu  ha  elet  a  ésser  procurador 
de  totes  ses  oveylles,  de  qui  t'a  fayt  pastor. 
Peyre — dix  la  reyna  e  dona  de  valor — : 
tam  fort  m'as  trabayllada  per  la  paucamor 
que  aguist  a  mon  fil  per  pauca  de  temor 
de  presó  o  de  mort!  Per  què  en  planc  e-n  plor." 


"Estava  lo  meu  fil  emfre  ls  judeus  clucat: 
cascú  colps  li  donava,  dient:  "Qui  t'a  tocat? 
Pus  que  tu-t  fas  profeta,  divina  veritat." 
100    Estava  lo  meu  fil  pacient  e  senat, 
per  donar  exempli  de  gran  humilitat 
e  de  gran  paciència ;  per  què  fa  gran  pecat 
qui  no  pren  son  exempli,  qui  tant  li  ha  costat, 
e  qui  no  fa  so  que  pot  com  el  sia  honrat. 
A,  seynors!  con  són  trista,  con  tant  pauc  és  amat 
lo  meu  fil  déu  e  home,  qui  vos  ha  tant  donat, 
e  qui  per  vosaltres  és  tan  fort  avilat! 
Ha  negú  emfre  nos  qui  n'aja  pietat?" 


"Pres  està  mon  car  fil,  e,  per  vilania, 

no    en  la  sua  cara  cascú  escupia: 

cara  de  déu  e  home,  on  tot  bé  avia, 
en  qui  veyg  escupir,  com  si  la  pudia. 
En  ella  escupir  negú  no  s  jaquia, 
e  tant  estava  gran  la  inmundicia 
que  en  ella  posaven,  que  cain  la  vesia, 
d'ella  nom  venia  lo  gaug  que  solia; 
e,  car  a  ella,  la.ssa,  venir  no  i  podia 
que  la  denejàs,  ab  pauc  no  moria. 
A,  cara  gloriosa,  d'on  joy  me  venia  ! 

120    A,  can  gran  gaug  àuria  si  torçar- vos  podia!" 


VIII. 


Clucat 


IX. 


Escupit 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


I077 


VII.  Negado 

"Negado  ha  San  Pedro  a  mi  Hijo  por  miedo  que  tuvo  de 
los  judíos,  y  no  lo  hubo  mayor  de  mi  Hijo  glorioso,  que  lo 
ha  creado  y  que  lo  ha  amado  entrañablemente,  como  leal 
amador.  Y  tú,  Pedro,  que  eras  un  pobre  pescador,  has  ne- 
gado a  mi  Hijo,  que  es  tu  honrado  dueño  y  que  te  ha  ele- 
gido para  que  cuidases  de  todas  sus  ovejas,  de  las  cuales 
te  ha  constituido  pastor.  Pedro — dijo  la  Reina  y  Señora  de 
valor — :  ¡en  tanto  trabajo  me  pusiste  por  el  escaso  amor 
que  demostraste  a  mi  Hijo  a  causa  de  un  poco  de  miedo  de 
la  prisión  y  de  la  muerte!  Ende  me  lamento  y  lloro." 

VIII.    Con  los  ojos  vendados 

"Estaba  mi  Hijo  entre  los  judíos,  con  los  ojos  vendados. 
Todos  le  daban  golpes,  diciendo:  "¿Quién  te  ha  herido?  Pues 
que  te  haces  profeta,  adivina  la  verdad."  Mas  mi  Hijo  es- 
taba paciente  y  mesurado,  para  darnos  ejemplo  de  grande 
humildad  y  de  grande  paciencia.  Por  lo  que  comete  grande 
pecado  quien  no  toma  su  ejemplo,  que  tanto  le  costó,  y 
quien  no  hace  cuanto  puede  para  que  él  honrado  sea.  ¡Ah, 
señores!  ¡Cómo  estoy  triste  de  que  sea  tan  poco  amado  mi 
Hijo,  Dios  y  hombre,  que  os  ha  dado  tanto  y  que  por  vos- 
otros es  tan  envilecido!  ¿No  hay  nadie  de  vosotros  que  se 
mueva  a  piedad?" 

IX.  Escupido 

"Preso  está  mi  querido  Hijo,  y,  por  desprecio,  todos  le 
escupían  en  la  cara,  cara  de  Dios  y  hombre,  en  donde  había 
todo  bien,  en  la  cual  veo  echar  salivazos,  como  si  fuera  mal- 
oliente. Ninguno  cesaba  de  escupir  en  ella,  y. tan  grande  era 
la  inmundicia  que  ponían  en  ella,  que,  al  verla,  no  me  cau- 
saba el  gozo  que  solía;  y,  al  no  poder,  ¡ay  de  mí!,  acercarme 
a  ella  para  limpiarla,  por  poco  no  moría.  ¡Oh  cara  gloriosa, 
que  me  llenaba  de  gozo!  ¡Cuánto  me  holgaría  de  poderos 
limpiar!" 


1078 


PLANT  DE  LA  VERGE 


X .  De  gaut ades 

"Per  la  cara  e-d  col  veig  lo  meu  fil  ferir 
ab  les  mans,  e  nos  mou,  tan  fort  ama  suffrir! 
e  s  eu,  trista,  esper  quan  se,n  volran  jaquir. 
A,  cara  a  qui-s  tayn  honrament  e  servir 
e  c'om  a  vós  deman  perdó  de  son  fallir ! 
Qui  en  axí  vos  veu  colpejar  e  aunir 
per  tant  malvat  judeu,  com  se  pot  abstenir 
que  no  plor  e  no  fassa  mant  anxós  suspir? 
A,  col  tam  pacient!  com  podets  sustenir 
130    tant  espès  feriment?  ni  eu,  com  puse  vivir 
vesent-vos  per  tant  hom  tant  fort  envikinir, 
ni  los  judeus  malvats  no  ujar  de  ferir?" 

XI.  De  escarnir 

"A,  trista  de  mon  fil !  e  com  és  desonrats 
emfre  los  mals  judeus  e  los  hòmens  armats 
qui  rescarnexon  com  si  agués  pecats! 
A,  judeus  plens  de  mal!  e  no  escarnescats 
aquel  per  qui  se  rets  jutjats  e  blastomats, 
lo  dia  del  judici,  per  so  col  desonrats; 
car  adones  vos  dirá:  "Arnats,  malaiyrats, 
14<>    en  lo  foc  enfernal,  on  tots  temps  estiats, 
car  mi  eneolpàvets  de  so  d'on  sots  naf  rats" ! 
A,  fil!  per  pietat,  un  pauc  mi  esguardats, 
e  ab  vostre  veser  a  ma  pen  ajudats, 
car  en  vós  escarnir  és  mon  cor  treballats." 

XII.  Despuyllat 

"Despuyllat  és  mon  fil  e  tot  quant  ha  li  par: 
cel  qui  és  ver  seynor  de  terra  e  de  mar 
no  ha  un  petit  drap  d'on  se  puscabrigar. 
A  lassa!  Car  lo  veig  en  axí  nuu  estar 
e  per  los  fals  judeus  tant  fort  vitoperar, 
150    ab  pauc  no  pert  lo  sen,  e  l  cor  vol  esclatar. 
Seynors:  aquest  vel  meu  plasa  us  en  el  pausar. 
E  els,  com  a  enics,  no  m  volgren  escoltar, 
A,  fi'l  gloriós!  pus  vos  lexats  despuyllar, 
de  vostra  innocència  vos  vuyllats  adossar; 
car  trop  ay  gran  ira  dels  escarns  queus  veig  far 
ni  car  eu,  lasseta,  no  vos  pusc  abrassar." 

XIII.  Ligat 

'Trista  fuy  e  marrida,  can  vi  mon  fil  ligats, 
fil  qui  està  seynor  de  tot  quant  és  creats, 


LLANTO  DL  LA  VIRGLN 


1079 


X.    De  las  bofetadas 


"Por  la  cara  y  el  cuello  veo  golpear  con  las  manos  a  mi 
Hijo,  tan  amigo  del  sufrimiento,  que  no  se  mueve,  y  yo, 
triste,  aguardo  a  que  les  plega  cesar.  ¡Ah,  cara  digna  de 
todo  honor  y  acatamiento,  y  a  la  cual  deberían  los  hombres 
pedir  perdón  de  sus  pecados!  Quien  así  os  ve  golpear  y  en- 
vilecer por  los  malvados  judíos,  ¿cómo  se  puede  abstener 
de  llorar  y  de  lanzar  muchos  y  ansiosos  suspiros  ?  ¡  Oh  cuello 
muy  sufrido,  ¿cómo  podéis  tolerar  tan  repetidos  golpes?; 
y  yo.  ¿cómo  no  muero  viendo  cómo  tantos  hombres  de  tal 
suerte  os  deshonran,  y  cómo  los  malvados  judíos  no  se  can- 
san de  heriros?" 


"¡Ay,  triste  de  mí,  por  mi  Hijo!  ¡Cómo  es  deshonrado 
entre  los  malos  judíos  y  la  soldadesca,  que  le  escarnece  como 
si  fuera  culpable!  ¡Ah,  judíos,  henchidos  de  maldad!  No 
querráis  escarnecer  a  aquel  por  quien  seréis  juzgados  y 
condenados  el  día  del  juicio,  por  cuanto  le  deshonráis.  Pues 
entonces  él  diráos:  "¡Id,  malditos,  al  fuego  eterno,  en  donde 
estaréis  para  siempre  jamás,  por  haberme  culpado  de  aquello 
de  que  estáis  llagados!"  ¡Ah,  Hijo!,  por  piedad,  echadme  uní. 
sola  mirada  y  con  vuestros  ojos  aliviad  mi  pena,  que  harto 
sufre  mi  corazón  viéndoos  tan  escarnecido." 


"Desnudo  está  mi  Hijo  a  la  vista  de  todos:  aquel  que  es 
verdadero  Señor  de  tierra  y  mar  no  tiene  un  pobre  paño 
con  que  cubrirse.  ¡  Ay,  triste !  Viéndolo  así,  del  todo  desnudo, 
hecho  el  ludibrio  de  los  falsos  judíos,  por  poco  mi  razón  no 
se  desvanece  y  estalla  mi  corazón.  Señores:  plégaos  este 
mi  velo  echar  sobre  él.  Mas  ellos,  como  malvados  que  eran, 
no  quisieron  escucharme.  Ah,  Hijo  glorioso!,  pues  os  dejáis 
desnudar,  sea  de  vuestra  merced  revestiros  de  vuestra  ino- 
cencia, que  harto  atribulada  estoy  al  veros  tan  escarnecido, 
y  yo,  pobrecita  de  mí,  ¡no  poder  abrazaros!" 


XI.    De  los  escarnios 


XII. 


Desnudado 


XIII. 


Atado 


"Triste  y  afligida  estuve  viendo  atado  a  mi  Hijo,  Hijo  que 
es  Señor  de  todo  lo  que  existe.  Hijo  que  nunca  cometió  culpa 


ÍOÒO 


PLANT  DE  LA  VERGE 


fil  qui  anc  mays  no  fo  falliment  ni  peccats. 
160    Eh  axi  com  aynel  que  hom  ha  degollats, 

qui  en  res  nos  n'és  defès,  és  mon  fil  suauats 
per  pendre  e  ligar,  a  la  lur  vOlentats, 
los  seus  brasses  tan  forts  ab  un  filet  delgats. 
Mas  aysò  el  sofria  per  sa  humilitats 
e  car  amà  honrar  ab  sa  humanitats 
la  divina  natura,  qui  tant  Ta  exausats, 
que  tot  quant  ha  creat  a  el  ho  ha  donats, 
e  ab  el  s'es  ajustada  en  un  home  deïtats." 

XIV.  Batut 

Estava  Jhesú  Crist  a  un  pilar  ligat, 
170    e  per  dos  fort  ribauts  tam  fortment  assotat, 

que  tot  lo  cuir  dels  costats  li  avion  levat. 

Cridava  la  doncella:  '"A,  on  és  pietat? 

A,  judeus  traydors,  e  com  gran  crueltat 

està  en  vostre  coratge,  ple  de  gran  falsetat!" 

Cridava  la  reina  en  alts  crits  a  Pilat 

que  falsament  avia  son  fil  a  mort  jujat, 

car  en  nuyl  falliment  no-1  avia  trobat. 

"A,  fil ! — dix  la  doncellas — ,  e  com  sots  malmenat ! 

ni  com  lo  meu  cor,  ab  qui-us  he  tant  amat, 
180    està  en  gran  dolor  e  per  vós  trabayllat!" 

XV.    Con  portà  la  crou 

"De  dos  grans  fusts  fo  fayt  un  molt  greu  bastiment 
per  so  que  en  el  lo  meu  fil  suffris  turment: 
fayta  ne  fo  la  crots  on  pres  recreament 
trastot  l'humà  genre,  e,  per  avilament, 
sobre  l  col  de  mon  fil  la  posaren  vilment. 
Com  si  el  fos  bastayx,  li  feren  mandament 
que  el  portàs  la  crou,  qui  pesava  malament ; 
e  per  lo  gran  pes  e  per  lo  batiment 
a  penes  la  portava,  per  l'aflaquiment 
190    del  seu  cors  gloriós,  de  tot  mal  innocent. 
E  eu,  lassa,  a  el  no  pudia  laver  passament, 
e  cridava:  "Senyors!  fayts-lí  acurriment." 

XVI.  Clauellat 

"Can  mon  fil  fo  "al  loc  on  fo  crucificat, 
en  subines  mon  fil  els  agren  enversat, 
e  ab  tres  claus  en  la  crou  molt  fortment  clauellat, 
e  de  cascuna  part  cascú  clau  reblegat 
per  so  que  la  pena  fos  en  majoritat, 
car  en  vers  la  terra  estava  regirat. 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


ni  pecado.  Así  como  un  cordero  que  van  a  degollar,  que  en 
nada  se  defiende  ni  es  defendido,  mi  Hijo  deja  mansamente 
coger  y  atar,  a  gusto  de  ellos,  con  un  delgado  hilillo,  sus 
tan  fuertes  brazos.  Pero  esto  sufríalo  él  por  su  humildad, 
y  porque  quería  honrar  con  su  humanidad  la  divina  natu- 
raleza, que  tanto  le  ensalzó  hasta  darle  todo  lo  creado,  y 
con  ella  se  ha  unido  en  un  hombre  Dios." 


XIV.  Azotado 

Estaba  Jesucristo  atado  a  una  columna  y  era  por  dos 
sañudos  esbirros  tan  cruelmente  azotado,  que  toda  la  piel 
de  sus  costados  le  habían  arrancado.  Clamaba  la  doncella: 
"¿Dónde  está  la  compasión?  ¡Ah,  judíos  traidores,  y  cómo 
está  vuestro  corazón  lleno  de  grande  crueldad  y  falsía!" 
Clamaba  la  Reina,  a  voz  en  grito,  a  Pilatos,  que  injusta- 
mente había  condenado  a  muerte  a  su  Hijo,  ya  que  de  nin- 
guna culpa  le  había  hallado  reo.  "¡Ah,  Hijo — dijo  la  donce- 
lla— ,  y  qué  maltratado  sois!  ¡Cómo  mi  corazón,  que  os  amó 
tan  entrañablemente,  está  por  vos  en  grande  dolor  y  tra- 
bajo!" 


XV.    De  cómo  llevó  la  cruz 

"De  dos  grandes  maderos  fué  hecha  una  muy  pesada  hor- 
ca, a  fin  de  que  en  ella  mi  Hijo  sufriera  el  tormento;  hecha 
fué  la  cruz,  en  donde  obróse  la  redención  de  todo  el  linaje 
humano,  y,  para  afrenta,  cargáronla  vilmente  sobre  el  cuello 
de  mi  Hijo.  Como  si  fuese  un  ganapán,  mandáronle  cargar 
con  la  cruz,  que  mucho  pesaba;  y  por  el  grande  peso  y  por 
la  flagelación  y  enflaquecimiento  de  su  cuerpo  glorioso  y 
limpio  de  todo  mal,  apenas  la  podía  llevar.  Y  yo,  infeliz, 
no  pudiendo  llegarme  hacia  él,  gritaba:  "¡Señores!,  soco- 
rredle." 


XVI.  Enclavado 

"Cuando  mi  Hijo  estuvo  en  el  lugar  del  suplicio,  echáron- 
le en  tierra,  boca  arriba,  y  con  tres  clavos  cosiéronle  a  la 
cruz  fuertemente,  y  remacharon  estos  clavos  de  cada  parte, 
para  que  la  pena  fuera  mayor,  pues  que  estaba  vuelto  hacia 


1082 


PLANT  DE  LA  VERGE 


Lo  sanc  qui  n  decorria  tot  era  causigat: 
200    cascú  son  peu  torçava  e  era  despagat 
com  al  sanc  de  mon  fil  l'avia  acostat, 
sanc  qui  de  font  ixia  de  home  deïtat; 
e  cant  eu  lo  volia  baysar  era'm  vedat. 
A,  lassa!  com  no  moyr  o  no  m'és  ajudat?" 

XVII.  Coronat 

"Per  so  que  al  meu  fil  fos  donat  gran  turment, 
e  que  fos  escarnit  per  trastota  la  gent, 
ab  corona  d'espines,  e  cascuna  puynent, 
coronaren  mon  fil,  quax  qui  fa  honrament 
a  rey  per  son  regisme,  con  pren  coronament; 
210    e  cascuria  espina  entrava  tan  fortment 
per  lo  cap  de  mon  fil,  que  tot  era  sagnent, 
e  per  tota  la  cara  era  l  decorriment 
de  la  sanc  tro  als  peus;  mas  l'angoxós  turment 
que  eu,  lassa,  avia,  no  és  home  vivent 
B    qui  lo  pogués  pensar;  car  sol  l'esgardament 
que  mon  fil  me  fasia,  m'era  quax  foc  ardent." 

XVIII.  Penjat 

"Can  dresaren  la  creu,  e  mon  fil  penjar  vi,  - 
en  aquel  punt  un  gran  colp  en  mon  cor  sentí 
de  tan  gran  ira,  que  en  pauc  no  morí: 
220    e  la  sanc  e  suor  que  d'aquel  cors  ixi 

reguà  lo  païment;  per  qu-eu  adones  n'aguí 

e  baysé-lo  molt  car;  mas  per  so  nos  partí 

l'ira  ni  la  dolor,  ans  tota  m'estremí 

can  sentí  aquel  sanc  que  Déus  volc  prendre  en  mi. 

Dementre  que  mon  fil  penjava  en  axí, 

cascú  lo  desonrà  e  cascú  l'escarní; 

e  mon  fil  callava,  e  el  cap  teni  enelí: 

e  al  peu  de  la  creu  sent  Jouan  era  ab  mi." 

XIX.     COMANA  SA  MAY  RE  A  SENT  JOUAN 

Esguardà  Jhesú  Orist  sa  mayre  e  sent  Jouañ, 
ab  esguart  angoxós,  com  a  hom  angoxan, 
e  dix  a  sent  Jouan:  "Ma  mayre  te  coman: 
ella  sia  en  ta  guarda  de  uy  més  en  avan. 
E  vós,  mayre  e  dona,  prenets  per  fil  Jouan." 
"Trista!  Cant  eu  ausí  que  de  mi  fo  coman 
cel  qui  nom  lexava  nuyPhora,  tan  ni  quan, 
adones  me  sentí  sola,  e  pensé,  en  estan, 
que  lo  meu  fil  moria,  e  que  en  gran  affan 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


la  tierra.  La  sangre  que  de  él  corría  era  hollada.  Todos  lim- 
piaban su  pie  de  ella,  doliéndose  de  haberlo  acercado  a  la 
sangre  de  mi  Hijo,  sangre  que  salía,  como  de  su  fuente,  del 
hombre  Dios.  Mas  cuando  yo  besarla  quería,  me  era  vedado. 
¡Ah,  infeliz!,  ¿cómo  no  muero  o  no  me  es  dada  ayuda?" 


XVII.  Coronado 

'Tara  darle  mayor  tormento  y  para  que  fuera  escarne- 
cido por  toda  la  gente,  con  corona  de  espinas,  y  cada  una 
punzante,  coronaron  a  mi  Hijo,  como  quien  hace  honor  al 
rey  por  su  realeza  cuando  se  le  corona.  Y  cada  espina  pe- 
netraba tan  hondamente  en  la  cabeza  de  mi  Hijo,  que  por 
todas  partes  era  sangrante,  y  la  sangre  le  corría  por  la  cara 
hasta  los  pies.  Mas  el  atroz  tormento  que  yo,  ¡ay  de  mí!, 
padecía,  no  hay  hombre  viviente  que  imaginarlo  pudiese, 
que  solas  las  miradas  que  mi  Hijo  me  daba  éranme  como 
fuego  ardiente." 


XVIII.  Colgado 

"Cuando  levantaron  la  cruz  y  vi  a  mi  Hijo  colgado,  en 
aquel  momento  sentí  mi  corazón  herido  de  un  golpe  tan 
rudo  de  tan  grande  angustia,  que  por  poco  no  morí;  y  la 
sangre  y  sudor  que  de  aquel  cuerpo  brotó  regó  el  suelo. 
Y  así,  yo  entonces  pude  recoger  de  ella  y  besarla  muy  enca- 
recidamente; mas  por  esto  no  se  mitigó  mi  pena  y  mi  dolor, 
sino  que  toda  me  estremecí  cuando  toqué  aquella  sangre, 
que  Dios  quiso  tomar  en  mi  seno.  Mientras  que  mi  Hijo 
estaba  así  pendiente,  todos  le  deshonraron  y  todos  le  escar- 
necieron. Y  mi  Hijo  callaba,  inclinada  la  cabeza;  y  al  pie 
de  la  cruz  estaba  conmigo  San  Juan." 


XIX.    Encomienda  su  Madre  a  San  Juan 

Miró  Jesucristo  a  su  madre  y  a  San  Juan  con  mirada 
llena  de  congoja,  como  la  de  un  moribundo,  y  dijo  al  após- 
tol: "Mi  madre  te  encomiendo.  Ella  esté  a  tu  cuidado  de 
aquí  en  adelante.  Y  vos,  madre  y  señora,  tomad  por  hijo 
a  Juan."  "¡Ay  triste!  Al  escuchar  el  encargo  que  de  mí  hacía 
aquel  que  ninguna  hora  me  abandonaba,  ni  poco  ni  mucho, 
entonces  me  sentí  sola  y  pensé,  estando  en  pie,  que  mi  Hijo 
moría,  mientras  que  yo  seguiría  viviendo  con  grande  afán 


l'LAM   DE  LA  VERGE 


en  aquest  món  viuria,  on  visquí  benanan 
en  estar  ab  mon  fil,  al  qual  dix,  en  ploran: 
240   a,  fil!  mena'm  ab  tu:  per  mersè,  t'o  deman." 


XX .  Abourat 

Dementre  Jhesú  Crist  en  la  creu  pendia, 
en  auts  crits  cridava  que  gran  set  avia, 
car  tota  la  humiditat  de  son  cors  ixia 
en  sane  e  en  suor;  e,  per  vilania, 
beuratge  molt  amar,  qui  a  set  no  valia, 
de  suja  e  de  fel,  vinagre,  hom  metia 
en  la  sua  boca,  que  mal  no  deya: 
boca  dolsa  de  amor  e  qui  no  mentia. 
"A,  lassa  marrida!  E  com  tanta  aygua  sia, 
250    què  és  so  que  mon  fil,  qui  tant  la  volia, 
non  poc  gens  aver,  pus  creada  l'avia? 
Trista  son,  car  no  li-n  puse  donar  aquel  dia." 


XXI.    De  la  pena  que  Crist  sentia 

Sentia  Jhesú  Crist  en  la  crots  gran  turment, 
per  les  nafres  dels  claus  e  per  lo  pesament 
de  la  sua  persona,  car  en  desjuniment 
era  d'osses,  nervis,  e  pe  l  coronament 
de  cascuna  espina,  que  era  trop  puynent. 
Encara,  que  avia  aytan  gran  sentiment 
de  pena  e  dolor,  como  fo  lo  falliment 
260    de  tot  lo  humà  linatge  e  li  primer  parent, 
per  so  que-n  fos  fayt  lo  nostre  reparament. 
Altra  dolor  avia  Crist  en  son  pensament, 
can  veya  sa  mayre  en  tan  gran  languiment; 
e-ncara,  que  son  cors  mays  que  altre  era  sintent. 


XXII.    De  la  pena  que  sentia  nostra  Dona 

Sentia  nostra  Dona  per  son  fil  grans  dolors, 
tant  que  tota  estava  en  suspirs  e  en  plors, 
e  en  axí  tremblava  com  fembra  per  paors. 
Lo  seu  cors  verge  tot  era  en  gran  sudors, 
e  lo  cor  se  departia  per  forsa  de  langors. 
270    Tan  gran  dolor  avia  que  anc  no  fo  majors: 
les  sues  mans  torsia,  e  cridava:  "Seynors! 


LLANTO  L·L·  LA  VIRGEN 


en  este  mundo,  en  donde  viví  dichosa  al  lado  de  mi  Hijo, 
al  cual  dije  llorando:  ¡Oh  Hijo!,  llévame  contigo:  te  lo  pido 
por  favor." 

XX.    Le  dan  de  beber 

Mientras  Jesucristo  pendía  en  la  cruz,  clamaba  en  voz 
alta  que  tenía  mucha  sed,  pues  toda  la  humedad  de  su  cuerpo 
se  derramaba  en  sangre  y  sudor;  mas,  por  desprecio,  un 
brebaje  muy  amargo,  que  no  era  bueno  para  la  sed,  de  hollín 
y  de  hiél  y  de  vinagre,  ponían  en  su  boca,  que  no  decía  mal, 
boca  dulce  de  amor  que  no  sabía  mentir.  "¡Ay,  dolorida  y 
triste  de  mí!  Y,  como  haya  tanta  agua,  ¿por  qué  mi  Hijo, 
que  tanto  la  deseaba,  no  pudo  tenerla,  habiéndola  creado? 
Triste  estoy  porque  no  se  la  pude  ofrecer  aquel  día." 

XXI.     DE  LA  PENA  QUE  CRISTO  SENTÍA 

Sentía  Jesucristo  en  la  cruz  grande  tormento  por  las 
llagas  de  los  clavos  y  por  el  peso  de  su  persona,  porque  des- 
coyuntados tenía  huesos  y  nervios,  y  por  el  hincamiento  de 
las  espinas,  que  eran  muy  punzantes.  Había,  además,  tan 
grande  sentimiento  de  pena  y  de  dolor,  como  fué  el  pecado 
de  los  primeros  padres  y  de  todo  el  linaje  humano,  a  fin 
de  que  fuera  consumada  nuestra  redención.  Otro  dolor  pa- 
decía Cristo  en  su  alma  3,  y  era  ver  a  su  Madre  tan  profun- 
damente abatida,  y,  además,  su  cuerpo  era  más  sensible  que 
cualquier  otro. 

XXH.     DE  LA  PENA  QUE  SENTÍA  NUESTRA  SEÑORA 

Sentía  nuestra  Señora  tan  agudos  dolores  por  su  Hijo, 
que  no  cesaba  de  suspirar  y  de  llorar,  y  temblaba  como  una 
mujer  muerta  de  miedo.  Su  cuerpo  virgen  bañábase  en  mor- 
tales sudores  y  su  corazón  rompíase  de  tanto  penar.  Tan 
profunda  era  su  pena,  que  no  la  hubo  mayor.  Las  sus  manos 
retorcía  y  clamaba:  ''¡Señores!,  de  buen  grado  moriría,  pues 

3  Aquí,  como  ya  advertimos  en  la  p.  1006,  es  mayor  la  analogia 
con  el  poeta  tudertano  : 

Vfkgine. — E  i'  comencio  il  corrotto, 
Figliuolo,  mió  diporto, 
figlio,  chi  mi  t'ha  morto. 
figlio  mió  dilicato? 
Meglio  avtrieno  fatto 
che'l  cor  m'avessin  tratto 
che  ne  la  croce  tratto 
starci  descüiato. 
CRISTO. — Donna,  ove  sei  venutaf 
Mortal  mi  dai  feruta, 
il  tuo  pianger  mi  stuta 
pià  che  il  mió  cruc'iato. 
(Antologia  italiana,  p.  684.) 


PLANI  DE  LA  VERGE 


volentera  morria,  car  li  gran  desonors 

e  la  pena  que  dats  a  mon  fil,  qui  amors 

lo  fan  morir  en  la  creu  per  tuyt  li  pecadors, 

mi  costreynen  tan  fort  mon  cor  ab  amargors, 

que  tot  se  deslassa  e-s  bayna  en  dolors." 

XXIII.    Com  nostra  Dona  pregava  a  los  àngels  que  aju- 

DASSEN  A  SON  FIL 

Levava  nostra  Dona  les  mans  e-ls  uyls  al  cel, 
e  n  altes  vots  cridaba  a  l'àngel  sent  Miquel, 
Serafí,  Cherubí,  Gabriel  e  sen  Rafael: 
280    "Avallats  e  vejats  esta  mort  tan  cruel, 
la  qual  fan  a  mon  fil  li  malvat  infeel, 
sens  que  el  no  ha  colpa,  ans  ha  estat  feel 
al  Payre  qui  l  tramés  en  mi  per  Gabriel. 
Ve-us  e  com  mor  de  set,  e  donen-li  de  fel 
ab  suja  e  vinagre,  pus  contraris  a  mel 
que  no  és  foc  ardent  a  aygua  ni  a  gel. 
A,  senyors!  ajudats;  car  anc  Caim  d'Abel 
no  ac  mays  de  crueltat  com  an  cest  infidel." 


XXIV.    Com  Jhesú  Crist  comanà  la  sua  ànima  al  Payre 

Cridava  lo  Seynor,  qui  moria  n  la  crots, 
290    a  lo  seu  Payre  déu,  e  gitava  sanglots, 

per  angoxa  de  mort  que  l'auseia  per  tots: 

"O  sant  Payre,  mon  Déu !  Vós,  qui  tan  leyal  sots, 

prenets  lo  meu  espirit,  qui  mundarà  lo  pots 

d'Adam  e  los  profetes,  e  deligaràl  nots 

del  pecat  original,  qui  estava  en  tots. 

A,  Payre  gloriós!  vuyllats  ausir  ma  vots, 

e  perdonats  a  est  layre  qui  pres  de  mi  és  en  crots 

car  en  mi  se  confia  que  y  o  lo  gart  del  lots, 

on  estan  li  demoni  en  l'abís  mays  de  sots, 

los  quals  tracten  ma  mort  em  fan  dir  fals  mots!" 


LLANTO.DE  la  virgen 


1087 


el  grande  deshonor  y  el  tormento  que  dais  a  mi  Hijo,  a  quien 
amores  hácenle  morir  en  la  cruz  por  todos  los  pecadores, 
constriñen  mi  corazón  con  tanta  amargura,  que  se  deshace 
y  se  empapa  en  dolores." 

XXIII.  De  cómo  nuestra  Señora  rogaba  a  los  ángeles  4 

QUE  AYUDARAN  A  SU  HUO 

Levantaba  nuestra  Señora  las  manos  y  los  ojos  al  cielo, 
y  en  altas  voces  decía  al  ángel  San  Miguel,  Gabriel,  Rafael, 
y  a  los  serafines  y  querubines :  "Bajad  y  ved  qué  cruel  muer- 
te dan  a  mi  Hijo  los  malvados  infieles,  sin  tener  culpa,  antes 
bien  ha  sido  fiel  al  Padre,  que  me  lo  envió  por  Gabriel.  Ved 
cómo  muere  de  sed,  y  danle  hiél  con  hollín  y  vinagre,  más 
contrarios  a  la  miel  que  no  lo  es  el  fuego  ardiente  al  agua 
o  al  hielo.  ¡Ah,  señores!,  socorred;  pues  ni  Caín  tuvo  con 
Abel  mayor  crueldad  que  la  que  tienen  estos  infieles." 

XXIV.  De  cómo  Jesucristo  encomendó  su  alma  al  Padre 

Clamaba  el  Señor,  que  moría  en  la  cruz,  a  Dios  su  Padre, 
y  lanzaba  sollozos  por  la  angustiosa  muerte  que  le  hacía 
morir  por  todos:  "¡Oh  Santo  Padre,  mi  Dios!  Vos  que  sois 
tan  leal,  tomad  mi  espíritu,  que  limpiará  el  pozo  de  Adán 
y  los  profetas  y  desatará  el  nudo  del  pecado  original  que 
estaba  en  todos.  ¡Oh  Padre  glorioso!  ¡Oíd,  os  ruego,  mí  voz 
y  perdonad  a  este  ladrón  que  está  junto  a  mí  en  cruz,  pues 
confía  que  yo  le  guarde  del  cieno  en  donde  están  los  demo- 
nios, en  el  abismo  más  profundo,  los  cuales  traman  mi  muer- 
te y  me  hacen  prorrumpir  en  palabras  indebidas!" 

4  Es  notable  en  Ramón  este  trato  íntimo  de  María  con  los  ánge- 
les. Y  viceversa.  Aqní  es  la  Virgen,  que  se  dirige  a  los  espíritus  ce- 
lestiales. En  Hores  de  nostra  Dona,  por  ejemplo,  son  los  ángeles 
quienes  se  dirigirían  a  María  (ORL,  XIX,  196)  : 
.Senyors  àngels  :  no  -us  cal  pregar 

5a  reyna,  que  -ns  vulla  amar  ; 

car  ella  -ns  ha  tan  gran  amor, 

que  no  -y  ha  mcster  pregador.  , 

E  vós,  sènyer  sent  Gabriel, 

Michael,  Serphim,  Raphael, 

fayts  li'n  gràcias  e  mercès, 

car  nostra  advocada  és ; 

car  si  per  s'amor  no  fos, 

ja  no  pogra  nepú  de  nos 

fugir  a  pena  infernal 

ni  haver  gausr  celestial. 

Ello  es  una  bella  expresión  de  la  realeza  y  señorío  que,  según  el 
Doctor  Iluminado,  la  Virgen  ejerce  sobre  las  falamje-  angélicas,  de 
qúe  trata  ampliamente  en  Llibre  de  Santa  Maria  .'Mont pel lier,  1200) 
y  en  ,4rbre"  de  sciència  (Roma,  1925),  y  es,  a  la  vez,  una  hermosa 
prueba  de  la  devoción,  por  cierto  muy  franciscana,  que  el  Doctor 
Iluminado,  llamado  también  el  Doctor '  Arcangélico,  profesaba  a  los 
santos  ángeles,  en  honor  de  los  cuales  compuso  un  bello  tratado,  el 
¡Aibrc  de  àngels  (Mallorca,  parangonaba  por  la  riqne/a  de 

su  doctrina,  al  que  escribió  el  Doctor  Angélico.  . 


ioS8 


PLANT  DE  LA  VERGE 


XXV.    De  la  mort 

Estremí's  Jhesú  Orist  e  reclamà:  "Elí", 
qui  és  interpretat:  "Tu  qui  és  Déu  de  mi", 
Déus  de  la  humanitat,  la  qual  el  relinquí 
en  lexar-la  morir,  mas  d'ella  nos  partí; 
mas  volc  que  morís  per  so  que  agués  fi 
l'original  pecat  que,  per  la  mort,  delí. 
E,  adones,  Jhesú  Crist  espirà  e  morí: 
morí  en  quan  fo  home,  no  en  quan  fo  diví 
En  lo  punt  de  la  mort  lo  sol  s'escureí, 
310   e  sí-s  fe  la  luna,  e-1  temple  s'estremí, 

Sa  mayre  qui  l  vi  mort,  caer  al  sol  se  jaquí, 
e  dix  a  la  mort:  "A,  mort!  portats-ne  mi!" 


XXVI.  Lansejat 

En  lo  cor  de  Jhesú  estava  restaurat 
un  petit  de  sanc,  per  so  que  calsigat 
no  fos  pels  judeus;  mas  Longí  al  costat 
lo  ferí  ab  la  lansa,  e  hal  cor  traucat, 
d'on  ixi  aygua  e  sanc  qui  an  Longí  tocat 
en  los  uyls;  per  què  ha  son  veer  recobrat: 
e  d'aygua  e  de  sanc  fol  paviment  rosat. 
320   Maraveylla's  Longí,  can  el  vi  la  clardat. 
e  de  la  mort  de  Crist  ac  molt  gran  pietat, 
e  penedi's  fort  car  l'avia  nafrat 
E  yo,  lassa,  can  vi  que  Longí  fo  sanat, 
dix  als  judeus:  "Vejats  com  for  avets  errat!" 


XXVII.    Com  fo  devallat  de  la  crou 

Can  viren  los  judeus  que  Crist  fo  trespassats, 
•    cascú  lo  léxà,  e  fo  acompaynats 

de  sa  mayre  e  sent  Jouan  e  no  d'altre  home  nats; 
lo  dol  que  ambdós  fayen  no  pot  ésser  contats. 
Dementre  axí  ploraven  e  mig  jorn  fo  passats, 
330    Josep  Benamatia,  qui  era  molt  privats 
de  Jhesú  Crist  estat,  demanà  a  Pilats 
lo  cors  de  Jhesú  Crist,  e  ha-l-li  altrejats, 
sí  qu-el  e  sent  Jouan  de  la  creu  l'han  levats, 
e  de  la  douça  puella  qui  lo  pres  en  los  brats. 
En  un  nou  moniment  e  tots  tres  l'an  pausats: 
ab  una  nova  tela  en  el  l'an  soterrats. 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


XXV.     DE  LA  MUERTE 

Estremecióse  Jesucristo  y  clamó:  "¡Elí!",  que  vale  tanto 
como  decir:  "Tú  que  eres  Dios  de  mí",  Dios  de  la  humani- 
dad, la  cual  él  abandonó  al  dejarla  morir,  mas  de  ella  no  se 
partió;  pero  quiso  que  muriera  a  fin  de  que  hubiera  fin  el 
pecado  original,  que  borró  con  la  muerte.  Y  entonces  Jesu- 
cristo expiró  y  murió:  murió  en  cuanto  fué  hombre,  no  en 
cuanto  Dios.  En  el  instante  de  la  muerte,  el  sol  se  obscu- 
reció, e  igualmente  la  luna,  y  estremecióse  el  templo.  Su 
madre,  al  verle  muerto,  dejóse  caer  al  suelo,  y  dijo  a  la 
muerte:  "¡Ah  muerte!,  llevadme  también  a  mí." 

XXVI.  Alanceado 

"En  el  corazón  de  Jesús  quedaba  un  poco  de  sangre,  a  fin 
de  que  no  fuese  hollada  por  los  judíos;  mas  Longinos  hirió 
el  costado  con  la  lanza  y  abrió  el  corazón,  de  donde  salió 
agua  y  sangre,  que  tocaron  los  ojos  de  Longinos  5,  con  lo 
cual  recobró  su  vista;  y  de  agua  y  sangre  fué  teñido  el  suelo. 
Maravillóse  Longinos  cuando  él  vió  la  luz,  y  de  la  muerte 
de  Cristo  tuvo  muy  grande  compasión,  y  arrepintióse  de 
veras  de  haberle  llagado.  Y  yo,  infeliz,  viendo  cómo  Lon- 
ginos había  curado,  dije  a  los  judíos:  ¡Ved  cómo  errado 
habéis!" 

XXVLT.    De  cómo  fué  bajado  de  la  cruz 

Al  ver  los  judíos  que  Cristo  había  muerto,  lo  abando- 
naron, y  quedó  acompañado  de  su  madre  y  San  Juan,  y  no 
de  otro  hombre.  El  llanto  que  ambos  hacían  no  puede  ser 
narrado.  Mientras  así  lloraban  y  hubo  pasado  mediodía,  José 
de  Arimatea,  que  había  gozado  de  gran  privanza  con  Jesu- 
cristo, pidió  a  Pilatos  el  cuerpo  de  Jesús,  y  [Pilatos]  se  lo 
otorgó.  Así  que  él  y  San  Juan  lo  bajaron  de  la  cruz.  Des- 
pués que  la  dulce  doncella  lo  hubo  tenido  en  sus  brazos  6,  los 
tres  lo  pusieron  en  un  monumento  nuevo,  enterrándolo  en 
él  con  una  sábana  nueva. 

5  Huellas  de  la  tradición  popular  religiosa  de  la  época  adviértan- 
se en  las  estrofas  del  Plaxt  df.  la  Verge.  Así,  por  ejemplo,  este 
alumbramiento  milagroso  de  los  ojos  de  Longinos,  bañados  por  la 
preeipsa  sanare  de  Cristo.  El  mismo  nombre  de  Longino  es  legen- 
dario. En  griego,  lanza  se  dice  lonche,  y  de  aquí  que  al  soldado  que 
traspasó  el  pecho  de  Je^ús,  la  leyenda  cristiana  le  haya  llamado  Lon- 
gino, es  a  saber,  Lancero. 

*  Este  verso  : 

e  la  douça  puella  qui  lo  pres  en  sos  brats, 

viene  a  ser  como  un  royo  de  alborada  de  la  Pietà,  tema  aun  no  co- 
nocido en  la  iconografía  religiosa  de  la  época. 


iogo 


PLANT  DE  LA  VERGE 


XXVTII.    Con  la  reïna  se  partí  de  moniment 

Maria  Magdalena  venc  al  moniment 
on  trobà  la  reyna  en  gran  desconsolament, 
e  sí-s  fé  sent  Jouan,  e  preguà  humilment 
340    la  puella  d'amor  que  vengués  mantinent 
a  l'ostal,  e  presés  un  pauc  de  recreament. 
A!  dix  la  reina:  "E  tan  greu  partiment 
és  aquest  que  eu  fas  de  mon  fil!  car  no  sent 
vertut  ni  forsa,  en  anant  ni  en  seent." 
B,  adones,  la  reyna,  donà  un  baysament 
a  la  peyra  del  vas,  ab  tal  suspirament, 
que  en  pauc  no  fo  son  cor  en  esclatament: 
va-se'n  ab  Magdalena,  en  ella  sustinent. 

XXIX.     CON  LA  CONSOLAVEN"  LES   IIJ.  MARIES 

Can  amdues  foren  vengudes  a  maysó, 

350    Maria  Cleofàs  e  Maria  Salomó 

estaven  en  la  cambra  en  gran  desconsolació. 
Can  viren  la  reïna,  qui  no  is  dix  hoc  ni  no, 
car  quax  morta  estava,  mudaren  lo  sermó 
en  consolar  la  reïna,  mas  no  valc  pauc  ni  pro, 
car  tan  gran  dol  faya  que  [a]  neguna  rasó 
*   que  elles  li  dixessen,  no  donava  responsió, 
car  pres  era  de  mort  per  la  greu  passió 
que  membrà  de  son  fil,  qui  a  gran  tort  mort  fo. 
Esguardava  la  reïna  sa  e  lla  enviró 

360    si  veuria  son  fil,  rey  de  la  mar  e  l  tro. 

XXX.    Com  sent  Jouan  consolava  nostra  Dona 

Dementre  nostra  Dona  estava  en  plorar 
e  en  torsre  ses  mans  e  en  suspir  gitar, 
a  l'ostal  venc  Jouan,  e  volc-la  consolar 
la  reïna  que  plorava;  mas  anc  nos  pot  estar 
cab  ella  no  ploràs  tro  que-s  volc  esforsar; 
e  dix  a  la  reïna  que  no  volgués  membrar 
lo  seu  fil  ni  sa  mort,  per  so  que  reposar 
pogués  un  petit  car  no  [o]  poria  durar. 
"A,  Jouan! — dix  la  reïna — :  no  sabs  bé  conseyllar, 
370    car  en  membrar  mon  fil,  la  mort  nom  pot  sobrar, 
e  si  eu  l'oblidava,  fallir-m'ia  amar; 
per  qu-eu  te  prec,  fil,  que  d'el  me  vuylles  parlar." 

XXXI.    De  la  fi  del  "Desconort" 

Finit  es  aquest  Plant,  qui  és  tam  dolorós 
de  la  Verge  reïna,  mare  dels  pecadors, 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


logi 


XXVIII.    De  cómo  la  Reina  marchóse  del  monumento 

María  Magdalena  vino  al  monumento,  en  donde  encontró 
a  la  Reina  y  a  San  Juan  en  grande  desconsuelo,  y  rogó  hu- 
mildemente a  la  doncella  de  amor  que  al  momento  se  fuera 
a  la  posada  y  tomara  un  poco  de  alivio.  ";Ah — dijo  la  Rei- 
na— ,  y  qué  triste  separación  es  esta  que  yo  hago  de  mi 
Hijo!,  pues  no  siento  virtud  ni  fuerza  para  andar  ni  para 
estar  sentada."  Y  entonces  la  Reina  dió  un  beso  a  la  piedra 
del  sepulcro,  con  tales  suspiros,  que  por  poco  no  estalló  su 
corazón.  Y  vase  con  Magdalena,  apoyándose  en  ella. 

XXIX.    De  cómo  la  consolaban  las  tres  Marías 

Cuando  hubieron  llegado  a  la  posada,  María  Cleofás  y 
María  Salomé  estaban  en  la  habitación  en  grande  descon- 
suelo. Viendo  que  la  Reina  no  les  decía  sí  ni  no,  pues  estaba 
como  muerta,  cambiaron  de  conversación  para  consolarla, 
lo  que  no  les  valió  ni  poco  ni  mucho,  pues  era  tan  inmenso 
su  dolor,  que  a  ninguna  palabra  de  las  que  le  decían  no 
daba  respuesta,  pues  estaba  como  muerta  al  solo  recuerdo 
de  la  dolorosa  pasión  de  su  Hijo,  tan  injustamente  conde- 
nado a  la  muerte.  Y  miraba  la  Reina  aquí  y  allí  por  el  re- 
dedor, por  si  vería  a  su  Hijo,  rey  de  la  mar  y  del  trueno. 

XXX.    De  cómo  San  Juan  consolaba  a  nuestra  Señora 

Mientras  que  nuestra  Señora  estaba  llorando,  y  retor- 
ciendo sus  manos,  y  lanzando  suspiros,  vino  San  Juan  a  la 
posada,  y  quiso  consolar  a  la  Reina,  que  lloraba;  mas  tam- 
poco él  pudo  menos  de  llorar  con  ella,  hasta  que  quiso  hacer 
un  esfuerzo  y  dijo  a  la  Reina  que  no  quisiese  recordar  a  su 
Hijo  ni  su  muerte,  para  que  pudiera  reposar  un  poquito, 
que  no  podía  sostenerse  de  aquella  manera.  "¡Ah,  Juan! 
— dijo  la  Reina — ,  no  me  sabes  aconsejar  bien,  porque,  re- 
cordando a  mi  Hijo,  la  muerte  no  me  puede  vencer,  y,  si 
yo  le  olvidaba,  faltaríame  el  amor.  Así  que  te  ruego,  hijo, 
que  de  él  me  quieras  hablar." 

XXXI.    Del  fin  del  "Desconsuelo" 

Acabado  está  este  Llanto,  que  es  tan  doloroso,  de  la 
Virgen,  reina  y  madre  de  pecadores,  y  quiere  que  lo  canten  7 


7  Este  anhelo  de  la  Virgen,  significado  por  su  juglar,  de  que  to- 
dos, grandes  y  chicos,  canten  el  PLAN?,  hace  buenas,  a  nuestro  jui- 
cio, la^  siguientes  palabras  de  J.  S.  Pons,  refiriéndose  al  poema  lu- 
liano  :  «Córame  le  drame  religieux  se  de  ve  lo  p  pe  surtout  autour  de  la 
scène  liturgique  des  trois  Manes  au  sepulcre,  il  se  peut  qui'il  ait  été 


I092 


PLANI  DE  LA  VERGE 


lo  qual  vol  que  xanton  los  grans  e  los  menors 
la  douça  doncella  qui  és  dona  d'amors. 
Per  què,  eu  Ramon  Luyl,  qui  del  xant  ay  dolors, 
lo  do  als  uns  é  als  altres,  per  so  que  les  langors 
menbren  de  nostra  Dona,  e  la  gran  desonors 
380    qUe  és  fayt  a  son  Fill  per  prelats  e  senyors, 
car  en  la  Terra  Sancta  no  fan  dire  lausors; 
e  si  nostra  Dona  al  cel  agués  dolors, 
car  tan  pauc  onram  son  fil,  ara  l'agra  majors. 
A  vós,  Verge  reina,  coman  est  xant  d'amors. 


LLANTO  DE  LA  VIRGEN 


'  093 


grandes  y  chicos  la  dulce  doncella  que  es  señora  de  amores. 
Por  lo  que  yo,  Ramón  Llull 8,  a  quien  duele  este  canto,  en- 
trególo a  unos  y  a  otros  para  que  recuerden  las  penas  de 
nuestra  Señora  y  los  grandes  deshonores  que  hacen  a  su 
Hijo  prelados  y  señores,  por  cuanto  en  la  Tierra  Santa  no 
hacen  decir  sus  alabanzas.  Y  si  nuestra  Señora  pudiese 
padecer  en  el  cielo,  pues  tan  poco  honramos  a  su  Hijo,  ahora 
sufriría  más.  A  vos,  Virgen  Reina,  encomiendo  este  canto 
de  amor. 


précédé  d'une  représentation  assez  semblable  au  poème  de  Lulle. 
Le  Livre  des  Cérémonies  de  la  cathédrale  Saint  Jean  de  Perpignan 
mentionne,  pour  une  date  plus  récente,  il  est  vrai,  l'obligation 
qu'avaient  les  prètres  de  la  communauté  de  faire  la  représentation 
de  Marie  Majeure  et  de  Saint  Jean  Evangéliste  et  des  antres  Maties 
et  de  faire  cliantcr  le  plant»  (Raymond  Lidie  et  le  «Plant  de  notre 
Dame  Saintc  Marie»,  en  Estudis  Universitaris  Catalans,  XXII  [1936], 
no). 

8  Movidos  por  esta  autocitación,  cosa  que  no  vemos  nunca  en  las 
obras  más  antiguas  de  Llull,  en  donde  el  Maestro  calla  su  nombre, 
por  humildad,  usando,  en  todo  caso,  frases  como  éstas  :  «Un  hom 
pobre  pecador,  menyspreat  de  les  gents,  colpable,  mesquí,  indigne 
que  son  nom  sia  escrit  en  est  libre»  (pról.  de  Doctrina  pueril,  escrita 
cerca  de  1272-1275  [ORL,  I,  3]),  algunos  lulistas  opinan  que  la  fecha 
de  la  composición  del  Plaxt,  que,  según  el  P.  Pascual  y  la  mayoría 
de  los  lulistas,  es  el  año  1275,  debiera  retardarse  en  algunos  años. 


DESCON  HORT 


Déus  amorós:  ab  ta  vertut  comensa  aquest  Desconort 
de  R.  Luyl. 

I 

Déus :  ab  vostra  vertut  comens  est  Desconort. 
lo  qual  fas  en  xantan,  per  so  que  me'n  conort, 
e  c-ab  el  reconté  lo  falliment  e-1  tort 
que  hom  fa  en  vers  vós,  qui  ns  jutjats  en  la  mort ; 
e  on  mays  mi  conort,  e  meyns  ay  lo  cor  fort, 
car  d'ira  e  dolor  fa  mon  coratge  port; 
per  què-1  conort  retorna  en  molt  greu  desconort. 
E  per  aysò  estayg  en  trebay  e  n  deport, 
e  no  ay  nuyl  amic  qui  negú  gaug  m'aport, 
10   mas  tan  solament  vós ;  per  queu  lo  fax  en  port 
en  caent  e  n  levant,  e  son  say  en  tal  sort, 
que  res  no  veyg  ni  aug  d'on  me  vengua  confort. 

II 

Can  fuy  gran  e  sentí  del  món  sa  vanitat, 
comensé  a  far  mal  e  entré  en  peccat, 
ublidant  Déus  gloriós,  siguent  carnalitaf; 
mas  plac  a  Jhesú  Orist,  per  sa  gran  pietat, 
que-s  presentà  a  mi  .v.  vets  crucifigat, 
per  so  que  1  remembras  e  n  fos  enamorat 


EL  DESCONSUELO 


Este  1  es  el  Desconsuelo  que  Ramón  Llull  compuso  en 
su  vejez,  al  ver  que  el  Papa  y  los  señores  de  la  tierra  se  ne- 
gaban a  acceder  a  sus  reiteradas  súplicas  en  orden  a  la  con- 
versión de  los  infieles. 

I 

Dios,  con  vuestra  virtud,  comienzo  este  Desconsuelo,  el 
cual  canto  para  consolarme  y  para  publicar  la  grande  sin- 
razón y  el  agravio  que  los  hombres  os  hacen  a  vos,  Señor, 
que  en  el  angosto  paso  de  la  muerte  nos  juzgáis.  Y  cuanto 
más  me  consuelo,  mayor  flaqueza  siento  en  mi  corazón,  por- 
que hago  mi  alma  puerto  de  enojo  y  dolor;  por  lo  cual  el 
consuelo  se  me  trueca  en  muy  grande  desconsuelo.  Y,  así, 
estoy  en  placer,  de  una  parte,  y  de  otra,  en  trabajo.  No  ten- 
go amigo  que  me  consuele,  sino  vos  solo,  Señor,  por  quien 
sufro  este  gran  peso;  y,  ora  cayendo,  ora  levantándome,  há- 
llome  de  manera  que  no  veo  ni  oigo  cosa  que  pueda  darme 
aliento. 

II 

Cuando  fui  de  edad  crecida,  sentí  la  vanidad  del  mundo, 
y  empecé  a  hacer  mal  y  a  entrar  en  pecado,  y,  olvidado  del 
Dios  verdadero,  seguí  los  carnales  apetitos;  pero  Jesucristo, 
por  su  gran  piedad,  quiso  cinco  veces  aparecérseme  cruci- 
ficado    para  que  me  acordara  de  él,  le  amase  y  procurara 


1  Esta.»  palabras  fallan  en  los  más  anticuo»  manuscritos,  en  que 
se  lee  :  «Deus  amorós  :  ab  ta  vertut  comensa  aquest  Desconort 
de  R.  Luyl.» 

*  5  En  la  Vidu  coetánea  hállase  una  descripción  más  minuciosa  de 
esta  quíntuple  aparición  del  Crucificado  : 

«Raymundus  senescallus"  mense  re.çis  Maioricarum,  dum  iuvenis 
àdhuc  ifl  vanis  cantillenis  seu  carminibus  compont-ndis  et  aliis  Utt" 
civiis  seculi  deditus  esset  nimis,  sedebat  nocte  quadam  iuxta  lectum 
suum  paratus  ad  dictandum  et  scribendum  in  suo  vuli;ari  unam  can- 


DESCONHORT 


tant  fort,  que  eu  tractàs  com  el  fos  preïcat 
20    per  tot  lo  món,  e  que  fos  dita  veritat  , 
de  la  sua  trinitat  e  con  fo  encarnat; 
per  qu-eu  fuy  espirat  e-n  tan  gran  volentat, 
que  res  als  no  amé  mas  que  el  fos  honrat: 
e  adones  comensé  con  lo  servís  de  grat. 

III 

Can  pris  a  consirar  del  món  son  estament, 
com  paucs  són  cristians  e  molt  li  descreent, 
adones  en  mon  coratge  ac  tal  concebiment: 
que  anàs  a  prelats  e  a  reys,  exament, 
e  a  religioses,  per  tal  ordenament, 
30    que  se  n  seguís  passatge  e  tal  preïcament, 
que  ab  ferré  e  fust  e  ab  ver  argument 
se  donàs  de  nostra  fe  tan  gran  exalsament, 
que  ls  infeels  venguessen  a  convertiment. 
E  s  eu  aysó  tractan,  .xxx.  ans  ha  verament, 
nou  ay  pogut  obtenir;  per  què  n'estay  dolent 
tant,  que-n  plore  sovén  e-n  son  en  languiment. 


EL  DESCONSUELO 


IOQ7 


fuese  conocido  por  todo  el  mundo,  y  que  la  verdad  infalible 
de  la  Santísima  Trinidad  y  de  la  encarnación  gloriosa  fuese 
predicada  y  enseñada.  Y,  así,  yo  me  sentí  inspirado,  y  tuve 
tan  grande  amor  a  Dios,  que  jamás  amé  otra  cosa  sino  que 
él  fuese  honrado;  y  entonces  empecé  a  servirle  de  buena 
voluntad. 

III 

Cuando  después  consideré  el  estado  del  mundo  y  cuan 
pocos  son  los  cristianos  y  muchos  los  incrédulos  e  infieles, 
conmovido  mi  corazón,  me  hizo  concebir  el  pensamiento  de 
acudir  a  los  prelados,  reyes  y  religiosos,  demostrándoles  los 
medios  de  pasar  a  los  dominios  de  los  moros  y  cómo  con 
predicaciones,  argumentos  y  armas  se  pudiera  dar  tal  en- 
salzamiento a  nuestra  santa  fe  católica,  que  los  infieles  vi- 
niesen a  verdadera  conversión.  En  este  santo  negocio  me 
he  ocupado  por  espacio  de  treinta  años,  y  en  verdad  que 
nada  he  podido  alcanzar;  y  por  eso  estoy  tan  triste  y  tan 
a  menudo  lloro,  que  me  veo  reducido  a  grande  flaqueza. 


tilenam  de  quadam  domina,  quam  tune  arnore  fatuo  diligebat.  Dum 
igitur  cantilenam  predictam  meiperet  scribere,  respiciens  a  dextris 
vidit  dominum  Iesum  Christum  tanquam  pendentem  in  cruce  ;  quo 
viso  timuit,  et  relictis  que  habebat  in  manibus,  lectum  suum,  ut 
dormiret,  intravit.  In  crastino  vero  surgens,  et  ad  vanitates  sólitas 
rediens,  nichil  de  visione  illa  curabat,  immo  cito  quasi  per  octo  dies 
postea,  in  loco  quo  prius,  et  quasi  hora  eadem,  iterum  se  aptavit  ad 
scribendum  et  perficiendum  cantilenam  suara  predictam  ;  cui  Domi- 
nus  iterum  in  cruce  apparuit,  sicut  ante  ;  ipse  vero  tune  territus 
plus  quam  primo,  lectum  suum  intrans,  ut  alias,  obdormivit  ;  sed 
adhuc  in  crastino  apparitionem  negligens  sibi  factam,  suam  lasci- 
viam  non  dimisit  ;  immo  post  paululum  >uam  cantilenam  nitebatur 
perficere  incoatam,  doñee  sibi  tertio  et  quarto  successive  diebus  in- 
terpositis  aliquibus  Salvator  in  forma  semper,  qua  primitus  appa- 
reret.  In  quarta  ergo  vel  etiam  quinta  vice,  sicut  plus  creditur,  eadem 
apparitione  sibi  facta  territus  nimium  lectum  suum  intravit,  secum 
tota  illa  nocte  cogitando  tractans  quidnam  visiones  iste  tociens  ité- 
rate significare  deberent.  Hinc  sibi  quandoque  dictabat  conscientia, 
quod  apparitiones  ille  nichil  aliud  pretendebant,  nisi,  quod  ipse  mox 
relicto  mundo  domino  Iesu  Christo  ex  tune  integre  deserviret...» 

En  el  texto  catalán  léese  sin  titubeos  :  «...  fins  que  tersament, 
quarta  e  quinta  li  aparech  [nostre  senyor  Déu  Jhesuxrist]»  (cf.  su- 
pra, p.  46  ss.).  Las  apariciones  del  Crucificado  están  representadas 
en  una  de  las  miniaturas  de  la  vida  de  Ramón  Llull  del  citado  ma- 
nuscrito de  Karlsruhe. 

En  Del  cunt  de  Ramon  (ORL,  XIX,  257),  nácese  también  una 
alusión  a  dichas  apariciones  : 

Jesús  me  venc  crucificat  : 
volc  que  Déus  fos  per  mi  amat. 


DESCON  HORT 


IV 

Dementre  que  en  axí  estava  en  tristor, 
e  consirava  sovén  la  gran  desonor 
que  Déus  pren  en  lo  món  per  sofraxa  d'amor, 
40    con  a  home  irat  que  fuyg  a  mal  seynor, 
me  n'ané  en  un  boscatge,  on  estava  en  plor, 
tant  fort  desconortat,  que-1  cor  n'eran  dolor; 
mas  per  so  car  plorava,  hi  sentia  dolsor, 
e  car  a  Déu  parlava,  feent  a  el  clamor 
car  tant  pauc  exoex  li  just  e  l  peccador, 
adones  [c]om  lo  requiren  en  tractar  sa  honor; 
car  si  mays  los  donava  d'ajuda  e  favor, 
pus  tost  convertirien  lo  món  a  sa  valor. 

V 

En  axi  eu  estan  en  malencolia, 

50    esgardé  e  vi  un  hom  qui  venia, 

un  bastó  en  sa  mà  e  gran  barba  avia,  . 

e  en  son  dos  cilici,  e  qui  pauc  vestia. 

Segons  son  captener  hermita  paria 

e  can  fos  pres  de  mi,  dix-me  què  avia, 

ni  lo  dol  qu-eu  menava,  e  d'on  me  venia, 

ni  si  el  en  res  ajudar-me  podia. 

Es  eu  respul-li  que  tal  ira  sentia, 

que  per  el  ni  per  altre  nom  consolaria; 

car,  segons  que  hom  pért,  creyx  la  fellonia. 

60   So  qu-eu  ay  perdut,  e  dir-o  qui  poria? 

VI 

—Ramon :  dix  l'eremità,  vós,  què  avets  perdut  ? 
per  què  no-us  consolats  en  lo  rey  de  salut, 
qui  abasta  a  tot  so  qui  per  el  és  vengut  ? 
mas  aquel  qui  el  pert  no  pot  aver  vertut 
en  ésser  consolat,  car  trop  és  abatut. 
E,  si  no  avets  nuyl  amic  qui-us  ajut, 
digats-me  vostre  cor,  e  què  avets  aüt, 
car,  si  avets  flac  cor,  o  si  sots  desebut, 
bé  poria  ésser  queus  fos  acorregut 
70    per  la  mia  doctrina,  tant  que  si  sots  vensut, 
que-us  mostrara  a  venere  vostre  cor  combatut 
de  ira  e  dolor,  ab  què  Déus  hi  ajut. 


EL  DESCONSUELO 


iogy 


IV 

Mientras  que  yo  me  abandonaba  de  esta  manera  a  mis 
tristes  pensamientos,  considerando  con  frecuencia  los  gran- 
des ultrajes  que  a  Dios  se  hacen  en  el  mundo  por  falta  de 
amor,  como  hombre  enojado  y  descontento  que  huye  de  su 
mal  señor,  fuíme  al  bosque,  en  donde  me  puse  a  llorar  tan 
desconsolado,  que  estallaba  de  dolor  mi  corazón;  mas,  llo- 
rando, hablaba  yo  con  Dios  y  hallaba  en  esto  dulzura  y  re- 
medio. Quejábame  de  que  tan  poco  oiga  a  los  justos  y  pe- 
cadores cuando  tratan  de  su  honor  divino,  porque,  si  más  les 
ayudase  y  favoreciese,  más  pronto  convertirían  el  mundo 
a  la  fe. 


V 

Estando  así,  abismado  en  honda  melancolía,  miré  lejos, 
y  vi  llegar  un  hombre  con  un  cayado  en  la  mano,  luenga  la 
barba  y  vestido  de  cilicio;  y,  según  su  gesto,  parecíame  er- 
mitaño. Y,  acercándose  a  mí,  díjome  qué  causa  era  la  de  mi 
duelo  y  de  mis  lágrimas  y  si  en  algo  podíame  ayudar.  Res- 
pondí que  yo  tenía  y  sentía  tal  mal,  que  ni  él  ni  otro  podían 
darme  consuelo;  porque  el  enojo  es  tan  grande,  a  propor- 
ción de  lo  que  perdemos.  Y  dije  que  nadie  en  el  mundo  po- 
día darme  ya  lo  que  perdido  había. 


VI 

— Ramón — dijo  el  ermitaño — :  ¿qué  habéis  perdido? 
¿Por  qué  no  os  consoláis  con  Dios  omnipotente,  el  cual  a 
todas  las  criaturas  es  cumplimiento?  Quien  pierde  a  Dios 
es  quien  no  puede  tener  virtud  de  consolación,  porque  está 
muy  perdido.  Y,  si  vos  no  tenéis  amigos  que  os  ayuden, 
abridme  vuestro  corazón  y  decidme  lo  que  tenéis;  porque,  si 
flaqueza  de  corazón  o  entendimiento  es  en  vos,  bien  podrá 
ser  que  por  mi  doctrina  seáis  socorrido,  y,  si  os  vence  la 
pasión  de  ánimo,  mostraros  he,  con  la  ayuda  de  Dios,  a 
vencer  vuestra  alma  combatida  por  el  enojo  y  dolor. 


IIOO 


DESCONHORÏ 


VII 

— N'eremità :  s'eu  pogués  aportar  a  compliment 
la  honor  que  per  Déu  tracté  tan,  longament, 
no  agra  re  perdut  ni  n  fera  clamament, 
ans  guasaynara  tant,  que  a  convertiment 
ne  vengron  li  errat,  e  lo  sant  Moniment 
agren  los  crestians.  Mas  per  defalliment 
d'aquels  a  qui  Déus  ha  donat  mays  d'onrament, 
80    qui  no  m  volen  ausir,  e  tenen  a  nient 

mi  e  mes  paraules,  com  hom  qui  follament 
parla,  e  res  fa  segons  enteniment; 
per  què  eu  per  els  pert  tot  lo  procurament 
que  fas  per  honrar  Déu  e  d'òmens  salvament. 


VIII 

Encaraus  dic  que  port  un  Art  general, 
que  novament  és  dada  per  do  espirital, 
per  qui  hom  pot  saber  tota  re  natural 
segons  qu-enteniment  ateyn  lo  sensual. 
A  dret  e  medicina  e  a  tot  saber  val. 


EL  DESCONSUELO 


IIOI 


VII 

— ¡Oh  ermitaño!:  si  yo  pudiese  llevar  a  feliz  término  lo 
que  respecto  de  Dios  tan  largamente  he  tratado,  no  perdie- 
ra yo  cosa  alguna,  ni  menos  me  quejara,  antes  ganaría  tan- 
to, que  los  que  viven  en  las  sombras  del  error  vendrían  a 
convertirse,  y  los  cristianos  poseerían  el  Santo  Sepulcro  de 
Jesucristo.  Mas,  por  culpa  de  aquellos  a  quienes  Dios  honra 
más,  los  que  no  sólo  no  quieren  oírme,  sino  que  me  tienen 
a  mí  y  a  mis  palabras  en  nada,  como  a  hombre  que  habla 
neciamente  y  sin  discreción  3,  pierdo  el  trabajo  que  hago  por 
honra  de  Dios  y  bien  de  las  gentes. 

VIII 

Por  eso  os  digo,  ermitaño,  que  traigo  una  Arte  general  *, 
que  me  fué  inspirada  por  el  Espíritu  Santo,  por  medio  de  la 
cual  puede  el  hombre  saber  todas  las  cosas  naturales,  según 
la  comprensión  del  entendimiento  por  los  sentidos.  Sirve 
para  aprender  el  derecho,  la  medicina  y  todas  las  ciencias, 

5  Parecida  queja  hará  Ramón  Llull  a  un  monje  en  el  prólogo  del 
Arbre  de  sciència  (Roma,  1296),  donde  se  lee  :  «Sènyer  en  monge! 
Long  temps  he  treballat  a  encercar  veritat,  per  unes  maneres  e  per 
altres,  e,  per  la  gràcia  de  Déu,  som  vengut  a  fi  e  a  conexença  de  la 
veritat  que  tant  he  desiderada  a  saber,  la  qual  he  posada  en  mos  li- 
bres. E  car  som  desconortat,  car  no  puse  aportar  a  fi  ço  que  tant  he 
desirat  e  en  què  he  treballat  -xxx-  anys  ha  passats,  e  encara,  car 
mos  libres  són  poc  presats,  ans  vos  dic  que  molts  hòmens  me  tenen 
per  fat,  car  m'en  tramet  d'avtal  negoci...))  (ORL,  XI,  4). 
Y  también  en  su  Cant  (ORL,  XIX,  258)  : 

Som  hom  veyl,  paubre,  meinspreat , 

no  ay  ajuda  d'ome  nat 

e  ay  trop  gran  fayt  emparat ; 

gran  res  ai  de  lo  món  sereat ; 

mant  bon  exempli  ay  donat ; 

poc  som  conegut  e  amat. 

*  Especificadamente  por  esta  Arte  hase  de  entender  el  libro  Art 
abreujada  d'atrobar  veritat  (Ars  compendiosa  inveniendi  veritatem 
seu  Ars  magna  et  maior),  que  se  supone  escrita  en  Mallorca  cerca 
del  año  1271,  y  de  la  cual  dice  sabiamente  Carreras  v  Artau  :  «Obra 
capital,  aunque  no  haya  sido  de  las  más  divulgadas,  puesto  que 
constituye  el  primer  modelo,  harto  complicado  y  difícil,  del  Arte 
general  luliana.  Es  el  punto  de  partida  para  conocer  la  evolución 
del  Arte  general  en  su  doble  proceso  de  reducción  y  de  perfecciona- 
miento lógico.  Nosotros,  para  distinguir  esta  obra  del  Ars  magna, 
gene  ralis  et  ultima,  que  cierra  dicho  proceso,  la  denominaremos 
también  Ars  magna  primitiva.  Es  un  artificio  lógico,  pero  de  base 
y  transcendencias  metafísicas,  cuyo  objeto  es  reducir  los  conocimien- 
tos humanos  a  un  corto  número  de  principios,  y,  consiguientemente, 
expresar  todas  las  relaciones  posibles  entre  las  ideas,  mediante  com- 
binaciones figuradas.  De  esta  obra  troncal,  el  autor  hace  derivar  las 
diversas  Artes  particulares.»  Cf.  Historia  de  la  Filosofía  Española.  I 
1  Madrid,  1939),  28S-289. 

Ramón  Llull  siempre  creyó  haber  recibido  su  Arte  por  «.eleste  ilu- 
minación. De  ahí  el  apelativo  de  Doctor  Iluminado. 


1102 


DESCONHORT 


90    e  a  theologia,  la  qual  m'és  mays  coral: 
a  soure  qüestions  nuylla  art  tant  no  val, 
e  a  destruir  errors  per  raó  natural: 
e  tenc-la  per  perduda,  car  quax  a  hom  no  cal. 
Per  qu-eu  en  plance-n  plor,  e-n  ay  ira  mortal: 
car  nuyl  home  qui  perdés  tan  preciós  cabal, 
no  poria  aver  mays  gaug*  de  re  terrenal. 


IX 

— Ramon :  si  vos  fayts  so  que  a  vós  se  cové, 
en  procurar  honor  a  Déu,  e  a  faire  bé, 
e  no  sots  escoltat  ni  ajuda  no  us  ve 
100    d'aquels  qui  n'an  poder,  per  tot  so  no  s  cové 
que  siats  despagat,  car  Déus,  qui  tot  ho  ve, 
vos  n'a  aytant  de  grat,  com  si  s  complís  de  se 
tot  so  que  demanats;  car  hom  qui  bés  capté 
en  tractar  sa  honor,  aconsegueyx  en  se 
mèrit,  esmenda  e  do,  pietat  e  mersè. 
Per  què  fa  gran  pecat  qui  en  son  cor  reté 
ira  ni  desconort,  faent  Déus  a  el  bé 
qui-s  concorda  ab  gaug,  esperansa  e  fe. 


X 

Ramon:  de  vostra  Art  no  siats  consirós, 
HO   ans  en  siats  alegre  e  n'estiats  joiós; 

car,  pus  Déus  la-us  ha  dada,  justícia  e  valors 
la  moltiplicaran  en  leyals  amadós; 
e,  si  vós  en  est  temps  ne  sentits  amargós, 
en  altre  temps  meyllor  aurets  ajudadós 
tals,  qui  la  apendran,  e-n  venscran  les  errors 
d'aquets  món,  en  faran  molts  bons  fayts  cabalós. 
Per  què-us  prec,  mon  amic,  que  conort  sia  ab  vós, 
e  d'uy  mays  no  plorets  contra  fayt  virtuós; 
enans  vos  alegrats  contra  fayt  viciós, 
120   e  de  Déu  esperats  gràcia  e  secors. 


XI 

Ramon:  per  què  plorats  e  no  fayts  bél  semblant, 
e  que  vos  conortets  de  vostre  mal  talant? 
E,  car  no  ho  fayts,  mi  fayts  ésser  duptant 
que  siats  en  pecat  mortal,  tam  mal  estant; 


EL  DESCONSUELO 


1103 


y,  asimismo,  para  aprender  la  teología,  ciencia  para  mi  la 
más  estimada.  No  hay  otro  Arte  que  tanto  valga  para  re- 
solver cuestiones  y  para  destruir  errores  por  la  razón  natu- 
ral; y  téngola  por  perdida,  porque  casi  nadie  la  entiende  ni 
la  aprecia.  Y  por  esto  lloro  y  estoy  en  mortal  tristeza,  por- 
que cualquiera  que  perdiese  caudal  tan  precioso  no  podría 
gozar  de  cosa  alguna  de  este  mundo. 

IX 

— Ramón:  si  vos  hacéis  lo  que  os  toca  por  la  honra  de 
Dios  y  por  el  bien  del  género  humano,  y  no  sois  escuchado 
ni  alcanzáis  ayuda  de  aquellos  que  pueden  ayudaros,  por 
eso  no  debéis  estar  tan  descontento.  Quien  todo  lo  ve  os  lo 
agradece  tanto  como  si,  de  hecho,  se  cumpliera  lo  que  deman- 
dáis; porque  el  que  bien  procura  que  a  Dios  se  honre,  con- 
sigue, en  efecto,  mérito,  piedad  y  merced.  Y  por  esto  peca 
mucho  el  que  guarda  enojo  en  su  corazón  y  se  entrega  al 
pesar  y  al  desconsuelo,  cuando  Dios  le  hace  gracia  de  un 
bien  que  tanto  se  aviene  con  el  gozo,  la  fe  y  la  esperanza. 

X 

Ramón:  de  vuestra  Arte  no  tengáis  cuidado,  antes  ale- 
graos de  ella,  que,  pues  Dios  os  la  dió,  justicia  y  esfuerzo 
la  multiplicarán  en  leales  amadores.  Y  si  vos  ahora  por  ella 
sentís  adversidades,  vendrá  otro  tiempo  mejor  en  que  ten- 
gáis ayudadores  tales  que  la  estudien  y  aprendan  y  en  que 
con  ella  venzan  los  errores  de  este  mundo  y  hagan  muchos 
actos  provechosos  '°.  Por  esto  os  ruego,  amigo  mío,  que  os 
consoléis,  que  enjuguéis  vuestras  lágrimas  y  que  os  alegréis 
contra  los  vicios,  esperando  de  Dios  merced  y  socorro. 

XI 

Ramón:  ¿por  qué  lloráis  y  no  me  mostráis  alegre  y  se- 
reno el  rostro?  ¿Cómo  no  os  consoláis  en  vuestro  mal?  Du- 
dar me  hacéis  si  por  ventura,  estando  vos  en  pecado  mortal, 

0  ¿A  qué  leales  amadores  de  su  Arte  se  refiere  e]  aulor  ? 

Ya  en  vida,  Ramón  Llull  tuvo  el  presentimiento  de  que  su  Arte 
sería  más  apreciada  en  la  Urden  de  San  Francisco  que  en  la  de 
Santo  Domingo,  como  lo  prueban  las  siguientes  palabras  de  lo  Vida 
coetánea:  «...Sicque  Raymundus.  mittens  pro  Fratribus  [Predicato- 
ribus]  illius  domus  eorum  habitu  raox  indui  petiit  ;  sed  fratres  prop- 
ter  prioris  absentiam  hoc  faceré  distulerunt.  Reversus  igitur  Ray- 
mundus in  hospitium  suum  reduxit  ad  memoriam  quod  Fratres  Mi- 
nores Artem,  quam  sibi  Dominus  dederat  in  monte,  plus  peraecep- 
tando  dilexerant,  quam  Predicatores  prefati.  Quamobrem  sperans, 
quod  ipsi  Fratres  Minores  efíicacius  Artem  predictam  ad  honorem 
domini  Iesu  Christi,  et  utilitatem  sue  Ecclesie  promoverent,  cü,l;i- 
tavit,  quod  ipse  dimissis  Predicatoribus  intraret  Ordinein  I  ratrum 
Minorum»  (supra  p.  58).  ELsto  sucedería  en  Genova  el  año  1292. 


ii04 


DESCOXHORT 


per  què  siats  indigne  a  far  res  ben  estant; 
car  Déus  no  s  vol  servir  per  nuyl  home  en  pecant. 
E,  si  no  ve  a  fi  so  que  desirats  tant, 
no  és  culpa  d'aquels  d'on  vós  anats  clamant; 
car  Déus  no  vol  que  vostre  fayt  vaja  en  avant, 
130    si  estats  en  pecat;  car  de  bé  tant  ni  quant 
no  pot,  hom  pecador,  d'el  ésser  comensant; 
car  lo  bé  e  l  pecat  en  res  no  són  semblant. 

XII 

— N'ermità:  no  m'escús  que  no  aja  pecat 
mortalment,  mantes  vets,  d'on  me  són  confessat; 
mas,  depús  que  Jhesú  Crist  a  mi  s  fo  revelat 
en  la  crots,  segons  que  damont  vos  he  contat, 
e  en  la  sua  amor  mon  voler  confermat, 
no  pequé,  a  seient,  en  nuyl  mortal  pecat. 
Mas  poria  ésser  que  per  so  qui-s  passat, 
140   cant  era  ser  [cech]  del  món,  amant  sa  vanitat, 
no  sia  per  Jhesú  en  far  bé  ajudat; 
emperò,  si  nou  era,  tort  faria  e  pecat 
si  no  m'ajudava,  depús  que-1  ac  amat 
e,  per  la  sua  amor,  lo  món  desemparat. 

XIII 

— Ramon:  hom  neegligent  no  sab  bé  procurar; 
e  està  neegligent,  car  molt  no  vol  membrar 
so  que  entén  acabar-  Per  què  mi  fas  duptar 
que  lo  públic  negoci  que  tu  vols  acabar, 
ab  los  molts  grans  seynors,  qui  no-t  volen  ajudar, 
150    nos  perda  per  so  car  molt  no  lo  vols  amar; 
car  ab  pauca  amor  gran  fayt  nos  pot  menar; 
e,  si  és  pereós,  de  tu  t  deus  rancurar, 
ni  de  ton  falliment  no  deus  altrencolpar, 
ni  tu,  estant  ociós,  no-t  deus  desconortar 
per  altre,  mas  per  tu  qui  no-t  vols  esforsar 
en  far  tot  ton  poder  con  Déus  pusques  honrar. 

XIV 

— N'ermità:  vós  vejats  si  eu  són  ociós 
en  tractar  públic  bé  de  justs  e  pecados, 
car  muyller  n'ay  lexada,  fils  e  possessiós, 
160    e  -XXX.  ans  n'ay  estat  en  trebayl  e  langós, 
e  -v.  vets  a  la  cort  ab  mies  messions 
n'ay  estat,  e  encara  a  los  Preïcadors 
a  iij-  capítols  generals,  e  a  los  Menós 


EL  DESCONSUELO 


II05 


seáis  indigno  de  hacer  cosa  buena,  porque  Dios  no  quiere 
ser  servido  por  hombre  culpable.  Y,  si  no  veis  realizados 
vuestros  deseos,  no  es  por  falta  de  aquellos  contra  los  cua- 
les dirigís  vuestros  clamores.  Si  en  culpa  estáis,  no  querrá 
Dios  que  vaya  adelante  vuestro  negocio,  pues  hombre  pe- 
cador no  puede  ser  principio  de  tanto  bien,  porque  el  bien 
y  el  mal  nunca  concuerdan. 


XII 

— Ermitaño:  no  digo  que  no  haya  pecado  mortalmente 
muchas  veces,  pero  heme  confesado  de  ello.  Desde  la  hora 
en  que  Jesucristo  se  me  apareció  crucificado,  según  tengo 
dicho,  y  confirmó  mi  querer  con  su  amor,  no  caí  jamás,  a 
sabiendas,  en  pecado  mortal.  Puede  ser  que  por  lo  que  hice, 
siendo  ciego  y  amante  de  las  vanidades  del  mundo,  no  me 
vea  ahora  ayudado  por  Jesucristo  en  el  bien  que  proyecto; 
empero,  injuria  me  haría  Dios  si  no  me  ayudase,  porque  le 
amo,  y  por  su  amor  he  dejado  el  mundo. 


XIII 

— Ramón:  el  hombre  negligente  no  es  buen  procurador, 
si  de  lo  que  quiere  acabar  se  olvida.  Por  eso  me  hacéis  dudai 
del  éxito  del  negocio  que  tratáis  de  llevar  adelante  con  los 
grandes  señores,  que,  por  otra  parte,  se  niegan  a  ayudaros; 
porque  con  poco  fervor  no  se  puede  tratar  de  tan  alta  em- 
presa. Si  vos  sois  flojo,  quejaos  de  vos  mismo  y  no  culpéis 
a  los  demás.  Y,  andando  vos  tan  remiso,  no  os  debéis  des- 
consolar por  la  falta  ajena,  sino  por  la  vuestra,  que  no 
queréis  esforzaros  en  hacer  cuanto  os  es  dable  por  la  honra 
de  Dios. 

XIV 

— Ermitaño:  mirad  si,  cuando  se  trata  del  bien  público, 
del  bien  de  justos  y  pecadores,  soy  en  algo  negligente;  sabed 
que  dejé  por  esto  esposa,  hijos  y  heredades,  y  que  pasé 
treinta  años  de  trabajos  y  congojas.  Cinco  veces  fui  a  la 
corte  romana8,  a  mis  expensas;  he  asistido  a  tres  capítulos 
generales  de  Predicadores  y  a  otros  tres  capítulos  generales 


c  Ramón  Llull  nos  dice  que  ha  estado  cinco  veces  en  Roma.  De 
cuatro  de  ellas  consta  históricamente:  en  1277?,  en  1287,  en  1290- 
1293  y  en  1294-1296.  La  que  falta  para  completar  el  número  de  cin- 
co la  deberíamos  poner  en  1285. 


IIOO 


DESLOAHÜKJ 


altres  tres  generals  capítols;  e,  si  vós 
sabíets  què  n'ay  dit  a  reys  e  a  seynors, 
ni  con  ay  trebayllat,  no  seríets  duptós 
en  mi  que  sia  estat  en  est  fayt  pereós, 
ans  n'auríets  pietat,  si  sots  hom  piadós, 


XV 

— Ramon :  tot  hom  qui  vol  adur  a  compliment 
170    negú  fayt  que  sia  de  molt  gran  estament, 
cové  que-1  sapia  tractar  discretament; 
mas,  si  vós  no  sots  home  discret  ni  entenent 
segons  lo  fayt,  sin  fayts  rancurament, 
rancurat-vos  a  tort  e  sots-ne  reprendent 
d'aquels  qui  són  discrets,  e  qui  fan  sàviament 
so  qui  a  fayt  bos  cové,  e  a  l'exausament 
de  la  fe  cristiana.  Per  quèus  conseyl  breument 
que  estiats  consolat  en  vostre  defalliment, 
consirant  que  no  sots  a  lo  fayt  convinent, 
180    e  estats  emfre  vós  humil  e  pacient. 


XVI 

— N'eremità:  eu  no  só  de  tal  discreció 
c-a  fayt  tan  cabalós  abastas  ma  raó; 
e  si  eu,  ignorant,  vas  el  fas  fallió 
per  sofrayta  d'entendre  e  car  discret  no  só, 
segons  que-1  fayt  es  gran,  per  so  vuyl  compaynó 
quil  m'ajut  a  complir;  mas  nom  val  pauc  ni  pro 
requerir  compaynia,  ans  són  sol  a  bandó ; 
e,  can  los  guart  en  la  cara  e-ls  vuyl  dir  ma  rasó, 
no-m  volen  escoltar,  ans  dient  que  fat  só 
190    los  de  més,  per  so  car  los  dic  aytal  sermó. 
Emperò  al  judici  parrà  qui  ha  discreció, 
e  qui  de  sos  peccats  atrobarà  perdó. 


XVII 

— Ramon:  home  avar  can  vol  negú  fayt  far, 
so  que  volria  no  ho  sab  acabar. 
On,  si  vós  sots  avar  e  no  volets  donar 
del  vostre,  per  so  que  Déus  poguéssets  honrar, 
de  vostra  cobeitat  vos  deuríets  clamar, 


EL  DESCONSUELO 


II07 


de  Menores  7 ;  y,  si  supieseis  lo  que  he  dicho  a  reyes  y  a 
grandes  señores  y  cuanto  he  trabajado,  no  dudaríais  de  mi 
constancia  ni  me  tuvierais  por  negligente  en  este  negocio; 
antes  me  compadecierais,  si  es  que  sois  hombre  piadoso. 

XV 

— Ramón:  el  hombre  que  quiere  llevar  a  feliz  término 
una  empresa  de  tanta  importancia,  conviene  que  con  dis- 
creción la  haga  comprender.  Mas,  si  vos  no  sois  tan  dis- 
creto y  sabio  como  el  negocio  requiere,  y,  al  mismo  tiempo, 
venís  con  quejas,  con  injusticia  os  quejáis  de  los  que,  obran- 
do con  prudencia  y  sabiduría,  hacen  lo  que  pertenece  y  lo 
que  conviene  a  la  exaltación  de  la  fe  cristiana.  Por  eso, 
brevemente  os  aconsejo  que  os  consoléis  con  vuestra  falta, 
pensando  que  a  tal  empresa  no  sois  bastante,  y  habed  en 
vos  humildad  y  paciencia. 

XVI 

— Ermitaño:  si  tan  poco  discreto  soy,  que  mi  razón  no 
baste  a  cosa  tan  provechosa;  si  yo,  en  mi  ignorancia,  falto 
por  defecto  de  entendimiento  y  discreción,  por  eso  demando 
compañeros  que  me  ayuden  en  la  empresa;  mas  no  los  puedo 
hallar,  ni  pequeños  ni  grandes,  antes  me  encuentro  solo  y 
desamparado.  Y,  cuando  les  miro  cara  a  cara  y  les  quiero 
exponer  mis  razones,  no  me  quieren  escuchar,  y  los  más 
me  dicen  que  soy  necio  cuando  les  explico  mi  proyecto.  Mas 
en  el  día  del  juicio  se  verá  quién  ha  sido  discreto  y  quién 
alcanzará  perdón  de  sus  pecados  8. 

XVII 

— Ramón:  hombre  avaro  no  puede  dar  cumplimiento  a 
lo  que  quiere.  Por  esto,  si  vos  sois  codicioso  y  no  consentís 
en  dar  de  lo  vuestro  por  honra  de  Dios,  quejaros  debéis 

7  Lo^  tro  capítulos  generales  de  los  Dominicos  son  :  el  de  Mont- 
pellier  (12S3),  el  de  Bolonia  (1285)  y  el  de  París  (1286).  A  los  dos 
primeros  alúdese  en  el  Blanqucrna,  capítulos  90  y  86,  respectiva- 
mente. Los  capítulos  generales  de  los  Menores  serían  el  de  Mont- 
pellier  (1287'   el  de  Rieti  (1289)  y  el  de  Asís  (1295). 

8  Palabras  mucho  más  fuertes  profiere  Ramón  Llull  en  su  Líber 
de  fine  (Montpellier,  1305)  :  «...  et  hinc,  in  die  iudicii,  me  excusabo 
coram  supraemo  iudice,  sic  dicendo,  et  etiam  cum  dígito  demons- 
trando :  Domine  iudev  iuste,  ecce  ÍUOS  personaliter,  quibus  dixi,  et 
per  scripta,  ut  melius  potui,  demonstravi  modum  per  quem,  si  vo- 
luissent,  potuissent  convertere  infideles,  et  reducere  ad  nostrae  fidei 
catholicae  unitatem,  recuperando  vestram  praetiosam  sepulturam 
unacum  civitate  Ierusalem,  Terram  Sanctam.  Tune  super  ipsos  iu- 
dicium  quale  erit  non  est  mihi  licitum  scire,  solum  illi  pertinet,  qui 
scivit  omnia  ab  aeterno...»  (Palmae  Balear.,  1665),  5-6. 


no8 


DE  SCONHORT 


car  ella  vos  enpatxa  el  bo  fayt  procurar; 
o,  si  dar  no  podets,  paupertat  pot  estar 
200    contra  vostre  negoci,  e  deuríets  pensar 

que-ls  seynors  mays  s'aclinen,  per  donar  que  preycar, 
a  los  precs  que  hom  los  fa.  Per  què-us  vuyl  conseyllar 
que,  si  donar  podets,  pensats  tost  del  añar; 
car  per  donar  porets  tota  res  acabar. 

XVIII 

— N'ermità:  certs  siats  que  anc  mays  cobeytat 
de  deners  ni  d'onors  a  mon  coratge  plac, 
e  en  aquest  negoci  de  mon  patrimonat 
ay  tota  ora  despès  e  n'ay  tant  larguejat, 
que  li  meu  infant  n'estan  en  paupertat; 
210   per  què  de  avarícia  nom  tem  ésser  reptat; 
ni  donar  eu  no  puse  a  los  hòmens  de  grat, 
car  no  so  home  ric  ni  seynor  de  ciutat; 
per  què  de  so  d'on  m'encolpats,  m'ajats  escusat; 
ans  si  eu  fos  seynor  d'enperi  o  regnat, 
tant  del  meu  hi  donara  tro  que  fos  acabat: 
mas  home  qui  pauc  dóna  no  és  bé  escoltat. 

XIX 

— Ramon:  vana  glòria  si  fa  a  hom  amar, 
per  so  que  hom  fassa  de  si  les  gens  parlar, 
diens  de  hom  lausor,  per  so  que  ls  sia  car, 
220    e  que-1  amen  el  honren  en  sovín  nomenar. 

On,  si  vós  trebayllats  per  vós  meteyx  lausar, 
erguyl  e  vana  glòria  vos  fan  tant  menysprear 
a  cels  ab  qui  volets  vostre  fayt  acabar, 
que  no-us  deynon  veer  ni.us  volen  escoltar; 
car  nuyl  fayt  tan  honrat,  vil  hom  no  deu  menar, 
e  tot  hom  és  vil  qui  estiy  en  pecar 
e  qui  mays  que  no  s  tayn  se  vuylla  far  honrar. 
Per  què  de  vostre  tort  no  vuyllats  altr  encolpar. 

XX 

— N'eremità:  eu  no  say  per  qual  entén  ció 
230    avets  de  mi  tanta  mala  cogitació; 

car  ans  deu  hom  a  ver  bona  presumpció 
de  hom  que  no  coneyx,  que  mala  opinió. 
É  com  no  vos  pensats  que  a  fayt  qui-s  tam  bo 
se  pusca  tot  donar  home  qui  pauc  ni  pro 
no  vayla  en  lo  fayt?  Car  si  eu  tot  mal  só, 
segons  que  ho  requer  natura  e  rasó. 


EL  DESCONSUELO 


II09 


tan  sólo  de  vuestra  avaricia,  porque  ella  os  impide  hacer 
la  buena  obra.  Y,  si  nada  podéis  dar,  la  pobreza  puede  con- 
trariar vuestro  intento,  porque  habéis  de  tener  presente  que 
los  grandes  señores  más  se  inclinan  por  dádivas  que  por 
palabras  o  por  ruegos.  Por  esto  os  digo  que,  si  tenéis  algo 
que  dar,  vivid  persuadido  que  presto  será  la  ida,  porque 
dando  podréis  llevar  a  cabo  cuanto  quisiereis. 


XVIII 

— Ermitaño:  estad  seguro  de  que  codicia  de  dinero  y  de 
honra  en  mí  nunca  halló  cabida;  muy  al  contrario,  he  siem 
pre  gastado  en  este  negocio  de  mi  caudal  con  tanta  largueza, 
que  por  esto  mis  hijos  quedan  empobrecidos,  por  lo  que 
no  debéis  calificarme  de  avaro.  Ni  podría  yo  dar  mucho  a 
los  hombres,  porque  no  soy  rico  ni  señor  de  villas  y  ciu- 
dades. Así,  pues,  no  me  inculpéis,  antes  tenedme  por  excu- 
sado. Y  os  aseguro  que,  si  empuñaran  mis  manos  cetro  de 
reino  o  de  imperio,  no  dejaría  de  dar  hasta  que  fuese  aca- 
bada la  empresa.  Pero  hombre  que  poco  da  no  es  oído. 


XIX 

— Ramón:  la  vanagloria  hace  tener  al  hombre  mucho 
amor  propio,  y  le  hace  trabajar  para  que  de  él  se  hable  y 
pregone  la  fama  sus  alabanzas,  y  le  estimen  y  honren,  y 
le  tengan  las  gentes  en  su  memoria.  Si  vos  trabajáis  por 
honra  propia,  la  soberbia  y  la  vanagloria  tanto  os  rebajan, 
que  ni  se  dignarán  miraros  las  gentes  ni  escucharos,  porque 
hombre  vil  no  debe  tratar  cosa  de  tanta  honra.  Y  vil  es  y 
está  en  pecado  quien  más  gloria  quiere  que  la  que  le  per- 
tenece. Por  esto,  de  vuestra  sinrazón  no  queráis  a  nadie 
culpar. 


XX 

— Ermitaño:  yo  no  sé  por  cuál  intención  me  tenéis  vos 
en  tan  mal  concepto;  porque  de  hombre  no  conocido,  antes 
se  debe  presumir  bien  que  mal.  Pero  ¿  por  qué  no  creéis  que 
para  hecho  tan  bueno  se  pueda  encontrar  hombre  de  mucho 
valer?  Si,  según  imagináis,  yo  fuese  mal  hombre  en  todo, 
razón  y  naturaleza  me  aconsejaran  lo  contrario  de  lo  que 


IIIÓ 


DESCONHORT 


tractarà  lo  contrari;  e,  si  Déus  me  perdó, 
anc  mays  en  mon  coratge  entenció  no  fo 
que  per  aver  lausor  parlas  d'aytal  sermó; 
240    car  en  hom  pecador  nuyl  laus  pot  ésser  bo. 

XXI 

— Ramon:  per  aventura  vós  no  sots  conegut, 
e  per  so  podets  ésser  en  lo  fayt  desebut; 
car  nuyl  tresor  qui  sia  en  terra  escondut 
no  s  cové  que  sia  desirat  ni  volgut. 
On,  si  vostre  saber  no  és  apersebut, 
co  us  pensats  que  per  so  ne  siats  creegut  ? 
mas  mostrats  so  que  sabets,  per  so  que  vos  ajut 
vostra  Art  e  saber;  car  hom  desconegut 
no  ha,  per  ignorància,  honrament  ni  vertut. 
250    E  si  vós,  mon  amic,  arnats  de  hòmens  salut 
e  de  Déu  honrament,  e  que  no  sia  perdut 
vostre  saber,  fayts  tant  que  sia  conegut. 

XXII 

— N'ermità:  cous  pensats  queu  tal  saber  celàs, 
ab  lo  qual  home  nostra  fe  en  provàs 
a  los  hòmens  errats,  per  so  que  los  salvàs 
Déus,  lo  qual  tant  desir  que  tot  home  l'amàs? 
ans  siats  segur  que  de  mostrar  en  son  las. 
Mas  si  hom  en  mos  libres  fortment  estudiàs, 
e  que  per  altre  saber  en  res  no-ls  oblidàs, 
260    jon  fóra  conegut;  mas  com  gat  qui  passàs 

tost  per  brases  los  ligen:  per  què  ab  els  no  fas 
quax  res  de  mon  negoci ;  mas,  si  fos  qui  ls  membràs, 
e  qui  los  entesés,  e  que  en  els  no  dubtàs, 
hom  pogra  per  mos  libres  posar  lo  món  en  bon  cas. 

XXIII 

— Ramon:  tot  so  que  dic  fas  per  vós  conortar; 
mas,  pus  no-us  volets  abstenir  de  plorar, 
porà  ésser  que  men  vuylla  enujar. 
Emperò  escoltats,  e  vejats  si  s  pot  far 
so  que  vós  demanats  al  papa;  car  no  par 
270    que  sia  possíbol  la  nostra  fe  provar, 
ni  que  home  pusca  tals  hòmens  atrobar 
qui  si  mateyxs  se  donen  a  marturiar 
a  los  .mals  sarraïns,  per  els  a  preïcar. 
On,  per  so  vós,  amic,  nous  devets  maraveyllar, 
si-1  papa  e-ls  cardenals  nous  volen  atorgar 
so  que  les  demanats,  pus  que  no  s  pusca  far. 


EL  DESCONSUELO 


1 1  I  1 


hago.  Así  Dios  me  perdone  como  nunca  en  mí  hubo  inten- 
ción de  hablar  de  este  negocio  por  alabanza  mía,  la  cual 
no  parece  bien  en  hombre  pecador  como  yo. 


XXI 

— Ramón:  por  ventura  vos  no  sois  bastante  conocido,  y, 
por  eso,  en  el  negocio  pudierais  ser  engañado.  Ningún  tesoro 
oculto  debajo  de  la  tierra  puede  ser  deseado  ni  querido.  Por 
eso,  si  no  conocen  las  gentes  vuestra  ciencia,  nunca  se  os 
tendrá  por  lo  que  sois.  Mostrad  lo  que  sabéis;  mostrad  vues- 
tra Arte  y  ciencia,  y  os  darán  ayuda,  porque  hombre  no 
conocido  no  es  honrado  ni  reputado.  Y  si  vos,  mi  amigo, 
amáis  la  honra  de  Dios  y  la  salud  de  los  hombres,  haced 
que  vuestra  ciencia  se  extienda,  a  fin  de  que  no  se  pierda. 


XXII 

— Ermitaño:  ¿cómo  pensáis  que  yo  esconda  tal  ciencia, 
cuando  con  ella  se  puede  incontestablemente  probar  nuestra 
fe?  ¿Cómo  pensáis  que  la  oculte  a  los  hombres  errados,  que 
por  mi  saber  pueden  alcanzar  la  salvación  de  Dios,  a  quien 
quisiera  que  tanto  amasen?  Aseguraos  que  estoy  cansado 
ya  de  enseñar.  Y  si  los  hombres  muy  de  veras  estudiasen 
en  mis  libros  y  por  otra  doctrina  no  los  olvidaran,  yo  fuera 
conocido;  pero  léenlos  algunos  como  gato  que  pasa  por  bra- 
sas encendidas;  por  eso  casi  nada  alcanzo  con  ellos  en  este 
negocio.  Mas,  si  hubiese  algunos  que  de  mi  Arte  se  acorda- 
sen y  la  comprendiesen  y  en  nada  de  ella  quedasen  dudosos, 
podríase  por  mis  libros  poner  el  mundo  en  buen  estado. 


XXIII 

— Ramón:  dígoos  lo  que  os  digo  para  consolaros;  mas, 
si  no  queréis  dar  fin  a  vuestro  llanto,  no  es  extraño  que  me 
canse.  Escuchad,  y  mirad  bien  si  lo  que  demandáis  al  Sumo 
Pontífice  puede  llevarse  adelante;  porque  imposible  me  pa- 
rece demostrar  con  razones  nuestra  fe,  y  que  se  hallasen 
hombres  de  tanta  abnegación,  que  se  ofrecieran  a  padecer 
el  cruel  martirio  que  los  malvados  infieles  les  dieran  en  su 
predicación  Por  esto,  amigo  mío,  no  os  debéis  maravillar 
si  el  Papa  y  los  cardenales  no  os  quieren  conceder  lo  que 
pedís,  puesto  que  es  imposible. 


III2 


DESCONHORT 


XXIV 

— N'ermità:  si  la  fe  hom  no  pogués  provar, 
doncs  los  crestians  Déus  no  pogra  encolpar 
si  a  los  infeels  no  la  volon  mostrar, 
280    e  ls  infeels  se  pogren  per  dret  de  Déu  clamar, 
car  major  veritat  no  lex-argumentar, 
per  so  que  l'enteniment  ajut  a  nostre  amar, 
com  mays  am  trinitat  e  de  Déu  encarnar, 
e  a  la  falsetat  mays  pusca  contrastar. 
Escrit  ay  lo  Passatge  on  ay  mostrat  tot  clar, 
com  lo  sant  Sepulcre  se  pusca  recobrar, 
e  com  hom  atrob  hòmens  qui  vajen  preïcar 
la  fe,  sens  paor  de  mort,  e  qui  ho  sabion  far. 


XXV 

— Ramon:  si  hom  pogués  demostrar  nostra  fe, 
290    hom  perdria  mèrit;  e,  per  so,  nos  cové 

que-s  pusca  demostrar,  pus  que  sen  perdés  bé; 
car  en  perdre  lo  bé,  fóra  lo  mal,  de  se, 
causa  al  demostrar,  qui  contra  l  mèrit  ve, 
lo  qual  hom  ha  per  creure  veritat,  que  no  s  ve 
per  forsa  d'argument,  mas  solament  per  fe. 
Encara,  que-1  entendre  humà  gens  no  conté 
tota  la  veritat  de  Déu,  qui  infinida-s  manté 
tant,  que  causa  finida  tota  ella  no  té. 
Per  què  vostra  rasó  no  par  que  valia  re, 
300   e  car  no-us  consolats,  fayts  so  que  descové. 


EL  DESCONSUELO 


II 13 


XXIV 

— Ermitaño:  si  no  fuese  posible  probar  nuestra  fe  9,  fno] 
pudiera  Dios  culpar  a  los  cristianos  si  no  la  demostrasen  a 
los  infieles,  los  cuales  se  podrían  quejar  justamente  de  Dios 
si  no  permitiera  que  la  mayor  verdad  se  probase,  para 
que  el  entendimiento  ayude  a  amar  la  Santa  Trinidad,  la 
Encarnación  y  los  otros  artículos;  y  entendiéndolos  puede 
el  hombre  mejor  resistir  a  la  falsedad.  Escrito  tengo,  ade- 
más, [el  Pasaje  10,  en  donde  he]  demostrado  claramente  el 
modo  como  el  Santo  Sepulcro  se  puede  recobrar  y  el  medio 
de  hallarse  hombres  que  supieran  predicar  la  santa  fe  sin 
temor  de  la  muerte. 

XXV 

— Ramón:  si  el  hombre  pudiese  demostrar  nuestra  fe. 
perdería  el  mérito  de  la  fe;  y  por  eso  no  conviene  que  se 
pueda  demostrar,  pues  perdería  aquel  bien,  y,  perdiéndose 
aquel  bien,  sería  tal  demostración  causa  de  mal,  contrario 
al  mérito  que  se  gana  creyendo  la  verdad,  no  por  fuerza  de 
argumentos,  sino  por  la  fe.  Y  aún  más,  os  digo  que  el  en- 
tendimiento humano  no  comprende  todas  las  verdades  de 
Dios,  las  cuales  son  infinitas;  pues  cosa  finita  no  las  puede 
contener  todas.  Por  lo  cual,  vuestra  razón  es  nula,  y,,  no 
consolándoos,  hacéis  lo  que  no  es  debido. 
  .  ^TWI 

•  Recuerde  el  lector  lo  que  acotamos  en  el  Blanqucrna  (t>.  26a. 
nota  i .  v  p.  ^93,  nota  2)  v  lo  que  subravó  igual  mente  el  P.  Batllori 
en  el  Fèlix  fp.  620,  nota  ti)  sobre  el  sentido  y  alcance  de  las  razones 
necesarias  de  Llull  en  orden  a  los  misterios  revelados.  Que  son  ra- 
zones o  argumentos  de  conveniencia  lo  confirman  los  siguientes  ver- 
sos de  las  estrofas  25  y  26.  respectivamente  : 

Encara  Que  -l  entendre  humà  gens  no  conté 

tota  la  veritat  de  Déu,  qui  infinida  -s  manté, 

tant,  que  causa  finida  tota  rila  no  té... 

...  e  si  bé;s  pot  provar  [la  fe],  no -s  segueyx  Que  creat, 

contenzua  e  com  preña  tot  lo  ens  increat, 

mas  Que  -n  entén  avtant,  como  a  el  se  «n  és  dat 

per  so  oue  hom  aja  plena  de  Déu  sa  volentat,  • 

son  membrar  e  entendre,  poder  e  bontat. 

Las  razones  que  el  Doctor  Iluminado  llama  necesarias  significan 
solamente  un  esfuerzo  poderoso  de  la  razón  humana  para  servicio  de 
la  fe  catóüca,  para  que  el  entendimiento  avude  a  amar  la  Santa  Tri- 
nidad, la  Encarnación  y  los  otros  artículos  y  pueda  resistir  a  la  fal- 
sedad (estrofa  24)  : 

Per  so  Que  l'enteniment  aiut  a  nostre  amar. 

con  mavs  am  trinitat  e  de  Déu  encarnar, 

e  a  la  falsetat  mays  pusca  contrastar. 

••  10  Aquí  corregimos  la  versión  castellana,  que  reza  así  :  «Escrito 
tengo  además  y  demostrado  claramente  el  modo...»  Este  Llibre 
del  Passat zc  (Liber  de  transitu)  desgraciadamente  se  ha  perdido. 
Anteriormente  al  año  T2qq.  en  qne,  como  dijimos,  se  supone  es- 
crito el  Dfsconhort,  Rainófl  Llull  había  escrito  las  siguientes  obras 
^obre  la  cruzada  v  las  misiones  :   i.°  De  epístola  Sumnio  Pontifici 


iii4 


DESCONHORT 


XXVI 

— N'ermità:  si  hom  fos  a  si  meteyx  creat, 
so  qu-entenets  provar  contengre  veritat; 
mas,  car  Déus  creà  home,  per  so  quen  sia  honrat, 
qui  és  pus  noble  fi  e  ha  mays  de  altetat 
que  la  fi  que  hom  ha  en  ésser  gloriejat, 
no  val  vostra  raó;  es  ja  damunt  provat, 
que  la  fe-s  pot  provar,  si  bén  avets  membrat; 
e,  si  be  s  pot  provar,  no  s  segueyx  que  creat 
contengua  e  comprena  tot  lo  ens  increat, 
310    mas  que-n  entén  aytant,  com  a  el  sen  és  dat, 
per  so  que  hom  aja  plena  de  Déu  sa  volentat, 
son  membrar  e  entendre,  poder  e  bontat. 

XXVII 

— Ramon :  com  vós  pensats  que  hom  per  preïcar 
pusca  los  sarraïns  adur  a  batejar, 
car  segons  que  Mafumet  ha  volgut  ordenar 
que  aquel  qui-n  diu  mal  no  pusca  escapar, 
e  que  ses  raons  hom  no  vuylla  escoltar? 
Per  què  a  mi  no  par  utilitat  l'anar. 
Encara,  que  home  no  sabria  parlar 
320    lenguatge  arabesc;  mas  per  enterpretar 
no  poria  per  res  ab  els  molt  enansar; 
e  sM  lenguatge.pren,  poray  trop  trigar. 
Per  què  [a]  vós  consel  que  anets  Déu  preguar, 
e  n  una  alta  montanya  ab  mi  Déu  contemplar. 

XXVIII 

— N'ermità:  .ls  sarraïns  són  en  tal  estament, 
que  aquels  qui  són  savis,  per  forsa  d'argument 
no  creen  en  Mafumet;  ans  tenen  a  nient 
l'Alcorà,  per  so  car  no  visc  honestament. 
Per  què  aquels  venrien  tost  a  convertiment, 
330    si  hom  ab  els  estava  en  gran  disputament, 


pro  rccitpcratione  Terrae  Sanctae,  denominada  también  Libcr  dc 
cònquisitione  Sancti  Sepulchri  y  Dc  modo  convertendi  infideles  et 
recHperandi  Terram  Sanctam  (Roma,  1200).  Inédito.  Es  un  memorial 
presentado  al  Papa  Nicolás  IV  en  la  citada  fecha.  2.0  Petitio  Ray- 
mundi  pro  conversione  infidelium  ad  Caelestinum  V  (Nápoles,  1204), 
que  se  inserta  generalmente  al  final  del  Libcr  de  quinqué  sapicnti- 
bus.  3.0  Y  quizás  también  Petitio  pro  conversione  infidelium  (Ro- 
ma, 1295-1296),  dirigida  al  Papa  Bonifacio  VIH,  como  muestran  las 
primeras  palabras  :  «Advertat  sanctitas  vestra,  sanctissime  pater, 
domine  Bonifaci  papa.»  Para  más  indicacion.es  bibliográficas  de  estas 
obras  cf.  Carreras  y  Artatt,  1.  c„  p.  324. 


EL  DESCONSUELO 


ÏU5 


XXVI 

— -Ermitaño:  si  el  hombre  fuese  criado  para  sí  mismo, 
fuera  verdad  lo  que  decís;  mas  como  Dios  crió  al  hombre 
para  que  le  honrase,  lo  cual  es  más  noble  y  más  alto  fin 
que  la  gloria  que  el  mortal  anhela  procurarse,  sigúese  que 
vuestra  razón  nada  vale.  Y  tengo  ya  manifestado  que  la  fe 
se  puede  probar,  si  lo  recordáis;  y,  aunque  se  puede  probar, 
no  se  deduce  de  aquí  que  la  cosa  creada  contenga  ni  com- 
prenda la  cosa  increada;  pero  entiéndese  tanto  cuanto  le 
es  concedido,  para  que  el  hombre  reciba  de  Dios  plena  gracia 
en  el  entender,  memorar,  poder  y  querer. 

XXVII 

— Ramón:  ¿cómo  pensáis  que  pçr  la  predicación  pu- 
diese el  hombre  conducir  los  moros  al  bautismo?  Según  la 
ley  que  Mahoma  dejó  escrita,  les  está  prohibido  disputar 
con  los  cristianos,  y  debe  ser  penado  quien  mal  dijere  de  la 
ley  mahometana.  Y  por  eso  me  parece  que  no  fuera  muy 
útil  ir  allá.  Además,  no  sería  fácil  encontrar  hombres  que 
supiesen  el  idioma  arábigo,  y  poco  se  alcanzaría  si  tuviesen 
que  valerse  de  intérpretes.  Si  algunos  hubiera  que  quisiesen 
aprender  aquella  lengua,  tardarían  mucho  en  saberla.  Por 
lo  mismo,  os  aconsejo  que  nos  vayamos  los  dos  a  una  alta 
montaña  para  contemplar  a  Dios. 

XXVIII 

— Ermitaño:  en  tal  estado  se  hallan  los  moros,  que  mu- 
chos de  sus  sabios  por  razón  natural  no  creen  en  Mahoma, 
antes  hacen  muy  poco  aprecio  del  Alcorán,  porque  Mahoma 
vivió  deshonestamente.  Por  este  motivo,  no  fuera  difícil  la 
conversión  de  aquéllos  si  les  patentizasen  con  buenos  argu- 
mentos las  verdades  de  nuestra  fe;  y  después  los  converti- 
dos reducirían  el  vulgo  a  la  misma  creencia.  Ni  es  cierto, 

11  Ramón  Liull  habla  por  propia  experiencia.  Volviendo  de  sus 
primeras  peregrinaciones  a  Mallorca  (1263-1272),  compró  un  esclavo 
moro,  y  de  él  aprendió  el  cárabe,  lengua  en  la  cual  escribió  algunos 
de  mis  libros,  que  luego  tradujo  al  catalán,  entre  ellos  la  enorme  en- 
ciclopedia ascética  Llibre  de  contemplació  (Mallorca,  1272). 


1  110 


DESCÜNHORT 


e  la  fe  los  mostrava  per  forsa  d'argument, 

e  aquels  convertits,  convertrien  la  gent; 

en  apendre  lur  lenguatge  hom  no  està  longament, 

ni  no  cal  com  blastom  Mafumet  mantinent. 

E  qui  fa  so  que  pot,  lo  sant  Spirament 

fa  so  que  a  el  cové,  donant  lo  compliment. 

XXIX 

— Ramon:  cant  Déus  volrà  que-1  món  sia  convertit, 
adones  darà  los  lenguages,  per  lo  Sant  Espirit, 
e  convertirà  lo  món,  segons  que  avets  ausit 
340    de  Crist  e  dels  apòstols,  d'on  és  fayt  mant  escrit; 
e  aquel  convertiment  serà  per  tot  lo  món  sentit 
tant,  que-n  -j.  ovili  seran  li  hom  unit, 
lo  qual  mays  no  serà  en  est  món  departit ;  • 
e  aquel  serà  nostre  e  per  Déu  estabilit, 
e  ja  mays  nuyl  pecat  no  serà  consentit; 
e  car  en  aquest  «temps  cascú  hom  ha  fallit 
tam  fortment,  que  no  vol  que  sia  exibit 
Déus  a  far  en  el  miracles,  pus  que  tant  Tan  aunit. 

XXX 

— N'ermità:  en  tots  temps  ama  Déus  veritat, 

350    e  vol  ésser  per  home  conegut  e  amat; 

e,  per  so,  en  tots  temps  ha  home  libertat 

en  far  bé  e  no  mal;  e  seria  forsat, 

si,  en  est  temps  en  qui  som,  no  avia  potestat 

en  tractar  honrament  a  Déu,  e  caritat 

a  son  proxme  aver.  Per  qu-eu  no  son  pagat 

de  so  que  dit  avets:  e  avets  gran  pecat 

en  so  que  affermats,  que  tot  hom  és  ligat, 

en  est  temps  hom  no  pot  convertir  li  errat, 

ni  per  Déu  no  pot  ésser  a  sa  honor  ajudat. 

360    Per  què-n  lo  vostre  parlar  estag  desconsolat. 

XXXI 

— Ramon:  molt  meyllor  sen  és  qui  sab  retenir 
so  que  ha  guasaynat,  que  anar  convertir 
los  Sarraïns  malvats,  con  no  volen  ausir; 
per  ca  los  crestians  deu  hom  tant  de  bé  dir 
de  Déu,  en  preïcant,  que  ls  fassa  Déu  servir. 
Encara,  com  no  sab  si  bé  se  pot  seguir 
d'anar  als  sarraïns;  car  poria-y  fallir, 
en  tant  que  hom  volguessen  destruir; 
e  so  que  mays  és,  que  no  porien  esdevenir 


EL  DESCONSUELO 


1117 


además,  que  se  necesite  mucho  tiempo  para  aprender  la 
lengua  arábiga  u,  ni  es  necesario  decir,  desde  luego,  mal 
de  Mahoma.  Y  a  quien  hace  lo  que  puede,  el  Espíritu  Santo 
le  ayuda  y  da  cumplimiento  a  su  buen  propósito. 


XXIX 

— Ramón:  cuando  Dios  quiera  la  entera  conversión  del 
mundo,  entonces  dará  las  lenguas  por  el  Espíritu  Santo 
para  predicar,  así  como  sucedió  con  los  apóstoles  de  Jesu- 
cristo, según  queda  escrito;  y  será  oída  la  predicación  por 
todo  el  orbe,  y  todos  los  hombres  estarán  unidos  en  una 
misma  fe,  la  cual  jamás  será  en  este  mundo  disipada,  y 
jamás  el  pecado  consentido.  Mas  ahora  no  hay  hombre  íor- 
tal  que  no  tenga  faltas;  por  eso  Dios  no  los  quiere  oír. 


XXX 

— Ermitaño:  Dios  siempre  quiere  que  el  hombre  le  ame 
y  conozca  la  verdad.  Por  esto  le  ha  dado  el  libre  albedrío, 
así  para  hacer  el  bien  como  para  dejar  de  practicar  el  mal; 
y  forzado  obrara  si  en  nuestros  tiempos  no  pudiese  amar 
a  su  prójimo  y  a  Dios,  procurando  su  honra.  Así,  pues,  lo 
que  decís  no  me  satisface,  antes  pecáis  mucho  al  asegurar 
que  todas  las  cosas  están  ligadas,  que  en  la  actualidad  no 
es  posible  la  conversión  de  los  infieles,  y  que  Dios  no  puede 
ayudarles  en  el  negocio  de  su  honra.  Por  lo  cual,  vuestro 
hablar  mucho  me  desconsuela. 


XXXI 

— Ramón:  mucho  mejor  es  conservar  lo  que  se  ha  ga- 
nado que  ir  a  convertir  los  malvados  sarracenos  que  no 
quieren  entrar  en  razón.  Por  eso  vale  más  que  cuidemos  de 
los  cristianos,  manifestándoles  las  excelencias  de  Dios  por 
medio  de  la  predicación  del  Evangelio,  a  fin  de  que  quieran 
hacerse  sus  leales  servidores-  Además,  ¿quién  sabe  si  se  lo- 
graría el  bien  que  pensáis  con  respecto  a  los  infieles?  ¿Quién 
sabe  si  ellos  pervirtieran  a  los  que  les  predicasen?  Y  lo 
peor  es  que  ellos  nunca  fueran  buenos  cristianos,  porque 


iii8 


DESCONHORT 


370   nuyl  temps  bons  cristians,  car  no-s  poden  partir 
de  so  que  an  acostumat.  Per  què  us  plassa  jaquir 
vostra  ira,  e  mudats  alor  vostre  desir. 

XXXII 

— N'ermità:  si  fossen  pauc  li  preïcador, 
e  li  clergue  seglar  e  li  frare  menor, 
e  ncara  li  monge,  tant  abat  e  prior, 
so  que  vós  en  deïts  fóra  conseyl  meyllor. 
Mas  car  en  nostra  fe  ha  mant  hom  de  valor, 
qui  desiren  morir  per  far  a  Déu  honor, 
e  qui  poden  abastar  e  a  nos  e  a  lor, 
380    per  so  ay  desplaer ;  car  cels  qui  són  major 
no  fan  so  que  deven  en  dar  de  Déu  lausor. 
El  si  ls  payres  convertits  no  an  a  la  fe  amor, 
auran  ho  lurs  infants.  E  deïts  gran  follor, 
car  nul  hom  no  pert,  si  mor  per  son  creador. 

XXXIII 

—Ramon:  segons  que  aug  dir,  mant  hom  és  anat 
preïcar  als  tartres  e  pauc  an  enansat, 
e  ncara  als  sarraïns:  d'on  son  maraveyllat 
can  axí  estats  forts  en  vostra  volentat; 
car  de  tot  fayt  on  hom  se  sia  fadigat, 
390    e  majorment  con  tantes  vets  l'aja-ssajat, 
se  deu  tot  hom  partir,  pus  que  sia-ssenat, 
e,  si  no  sen  parteyx,  fa-se'n  tenir  per  fat. 
Per  què  us  conseyl,  germà,  que  ajats  pietat 
de  vostre  cors  meteyx,  que  tant  avets  ujat, 
e  estats  en  un  loc  on  sia  reposat, 
e  de  vostres  dampnatges  estiats  consolat. 

XXXIV 

— .N'ermità :  cel  qui  vol  molt  servir  e  honrar 
son  bon  seynor,  no  se'n  deu  per  nuylla  re  laxar, 
ni  d'el  a  servir  no  s  deuria  enujar. 
400    E,  car  en  vostre  cor  ha  fretura  d'amar, 
no  sabets  vós  meteyx  ni  altre  conseyllar; 
car,  si  hom  en  un  temps  no  pot  son  fayt  acabar, 
poràl  acabar  en  altre,  si  ho  sab  bé  menar: 
e  qui  bon  fayt  comensa  no  l'a  a  comensar, 
e  si  ls  primers  fan  pauc,  los  altres  poran  molt  far 
Per  què  us  prec  per  mersè  quem  lexàssets  estar; 
car  no  m  par  que  ab  vós  pogués  res  guasaynar, 
ans  on  mays  me  dïets,  mays  me  fayts  entristar. 


EL  DESCONSUELO  IHy 


no  es  fácil  que  se  olvidasen  de  su  creencia  y  de  sus  costum- 
bres. Así,  pues,  dejad  vuestro  enojo  y  trocad  ese  deseo  en 
cosa  mejor. 

XXXII 

— Ermitaño:  si  los  religiosos,  predicadores,  menores, 
clérigos,  seglares,  monjes,  abades  y  priores  fuesen  pocos, 
sería  más  prudente  y  acertado  lo  que  me  decís-  Mas  en  nues- 
tra santa  religión  cristiana  hay  muchos  hombres  valerosos, 
dispuestos  a  morir  por  la  honra  de  Dios,  y  ellos  bastan  para 
nosotros  y  para  los  infieles;  por  esto  duélome  de  que  los 
príncipes  de  la  fe  cristiana  no  hagan  lo  que  deben  por  la 
gloria  del  Supremo  Ser.  Si  los  moros  convertidos  no  tienen 
fe  verdadera  y  de  corazón,  sus  hijos  la  tendrán.  Así,  pues, 
errado  andáis,  porque  nada  pierde  quien  muere  por  su 
Criador. 


XXXIII 

— Ramón :  oigo  decir  que  muchos  han  ido  a  predicar  a 
los  moros  y  a  los  tártaros  y  han  aprovechado  poco.  Mara- 
villóme, pues,  de  que  tan  recio  persistáis  en  vuestro  pro- 
pósito; porque  en  cosa  por  otros  tentada,  y  de  que  se  nap 
fatigado,  no  debe  el  hombre  empeñarse,  y  si  permanece 
firme  en  su  propósito,  da  pruebas  de  poco  juicio.  Por  esto 
suplicóos,  hermano,  que  de  vuestro  mismo  cuerpo,  tan  can- 
sado, hayáis  piedad,  y  retiraos  en  un  lugar  donde  podáis 
reposar  y  os  remediéis  de  los  daños  que  habéis  experi- 
mentado. 


XXXIV 

— Ermitaño:  el  que  de  veras  quiere  servir  y  honrar  a  su 
buen  señor,  por  ninguna  cosa  debe  dejarse  ni  cansarse  de 
bien  servirle.  Por  la  falta  de  amor  que  hay  en  vuestro  co- 
razón, no  os  sabéis  consolar  a  vos  mismo  ni  a  otro.  Lo  que 
no  es  dable  en  un  tiempo  llevar  a  cabo,  si  bien  se  sabe  ges- 
tionar, en  otro  se  podrá  hacer:  a  quien  empieza  buena  obra, 
no  le  queda  por  hacer  tanto,  y  si  los  primeros  hacen  poco, 
los  otros  podrán  hacer  más.  Así.  pues,  os  ruego,  por  mer 
ced,  que  me  dejéis,  ya  que  en  vos  no  puedo  cosa  alguna 
alcanzar,  que  mayor  tristeza  me  causáis  cuanto  más  me 
decís. 


1120 


DESCONHORT 


XXXV 

Ramon  senfelloní,  e  no  volia  ausir 
410    l'ermità,  quil  pregava  con  se  degués  jaquir 
de  l[o]  dol  que  menava,  e  comensà  a  dir: 
"Senyor  Déus  gloriós!  Ha  al  món  tal  màrtir 
com  aquest  que  sostenc,  con  tu  no  pusc  servir? 
Car  no  ay  qui  m'ajut,  com  pusca  romanir 
esta  Art  que  m'as  dada,  d'on  tant  de  bés  pot  seguir, 
la  qual  tem  que  sia  perduda,  après  lo  meu  fenir; 
car  nuyl  hom  no  la  sab  bé  segons  mon  albir, 
ni  eu  no  pusc  forsar  nuyl  hom  d'ella  ausir. 
A,  las!  Si  ella-s  pert,  a  tu  què  poray  dir 
420    qui  la  m'as  donada  per  ella  enantir"? 


XXXVI 

— Ramon:  li  philòsof  qui  foren  antigament, 
d'esta  Art,  que  tu  as,  no  agren  coneximent; 
per  què  par  que  no  sia  de  gran  profitament; 
e,  si  ella  fos  vera,  fóra  en  lo  comensament 
per  los  filòsofs  atrobada;  car  lur  enteniment 
fo  pus  alt  que  lo  teu.  Emperò  si  eu  ment 
e  que  lajes  aüda  de  Déu,  fas  falliment, 
con  tems  c  aprés  ta  mort  ella  vingua  a  nient; 
car  tot  so  que  Déus  dóna  ve  a  bo  compliment. 
430    Encara,  que-ls  antics,  dementre  eren  vivent, 
les  arts  que  fayen  no  agren  exalsament, 
enans  són  exalsades  per  li  altre  conseqüent. 


XXXVII 

Consolar-se  volc  Ramon,  emperò  felló  fo, 
can  ausí  que  l'ermità  avia  opinió 
que  li  filòsof  antic,  en  los  quals  fe  no  fo, 
sien  estats  comensament  de  tot  so  qui  és  bo 
a  conèxer  Déu,  trinitat,  e  encarnació; 
car  nuyl  filòsof  antic  no  ac  opinió 
que  en  Déu  fos  trinitat,  ni  ab  hom  unió, 
440    ni  la  obra  que  Déus  ha  en  si  per  producció 
no  amà  ni  conec.  E,  dons,  per  qual  rasó 
li  filòsof  antic  agren  mays  de  visió 
en  lur  enteniment,  que  aquels  c-aprés  so, 
qui  an  lig  e  creensa,  e  esperen  resurrecció? 


EL  DESCONSUELO 


II2I 


XXXV 

Entonces  Ramón  se  enojó  y  no  quería  oír  al  ermitaño, 
que  le  rogaba  se  consolase  en  el  dolor  que  le  oprimía,  y 
exclamó:  "¡Oh  Señor  glorioso!  ¿Hay  en  el  mundo  martirio 
como  el  que  sufro,  cuando  veo  que  no  os  puedo  servir  ni 
tengo  quien  me  ayude?  ¿Cómo  quedará  este  Arte  que  me 
disteis,  de  la  cual  puede  seguirse  tanto  bien?  Mucho  temo 
que,  después  de  mi  muerte,  no  se  pierda;  porque,  según  veo, 
ningún  hombre  la  sabe  cual  yo  quisiera,  sin  que  pueda  obli- 
gar a  que  la  oigan.  ¡Ay,  triste  de  mí!  Si  ella  se  pierde,  ¿qué 
os  podré  decir,  Señor,  a  vos,  que  me  la  disteis  para  que  la 
extendiese?" 

XXXVI 

— Ramón:  los  filósofos  antiguos  no  tuvieron  noticia  de 
vuestra  Arte,  lo  que  prueba  no  ser  ella  de  gran  provecho; 
porque,  si  ella  fuese  verdadera,  la  hubieran  concebido,  sien- 
do como  era  su  entendimiento  más  alto  que  el  vuestro.  Pero, 
si  la  recibisteis  de  Dios,  no  hacéis  bien  en  haber  temor  de 
que,  después  de  vuestros  días,  se  pierda,  porque  cuanto  Dios 
da,  viene  a  cumplido  fin.  Y  aun  os  digo  que,  en  vida  de  los 
autores,  sus  artes  fueron  tan  poco  favorecidas  como  después 
han  sido  ensalzadas. 

XXXVII 

Quería  consolarse  Ramón,  pero  enojóse  viendo  que  el 
ermitaño  opinaba  que  los  antiguos  filósofos,  en  los  cuales 
no  hubo  fe,  habían  sido  principio  de  todo  lo  que  es  bueno, 
para  conocer  la  Santa  Trinidad  y  la  Encarnación,  siendo  así 
que  ellos  no  creyeron  que  Dios  fuese  trino  en  personas  ni 
que  se  quisiese  humanar,  ni  conocieron  la  producción  que 
Dios  tiene  en  sí.  Luego  ¿por  cuál  razón  los  filósofos  anti- 
guos tuvieron  mayor  aviso  en  su  entendimiento  que  los  que 
después  fueron,  los  cuales  tuvieron  ley  y  creencia  de  re- 
surrección? 12 

u  Estas  palabras  nos  traen  a  las  mientes  las  que  ya  había  escrito 
el  Doctor  Iluminado  en  Doctrina  pueril  (Mallorca,  1278?),  dedicada 
a  su  hijo  :  «Aristòtil  e  Plató  e  los  altres  filòsofs  qui  volien  haver  co- 
nexensa  de  Déu  sens  fe,  no  poeten,  fill,  pujar  tan  alt  lur  enteni- 
ment que  poguessen  haver  declaradament  conexensa  de  Déu,  ne  de 
ses  obres,  ne  de  so  per  què  hom  va  a  Déu  ;  e  assò  fo  per  so  car  no 
volien  creure  ne  haver  fe  en  aquelles  coses  per  les  quals  l'humanal 
enteniment,  per  lum  de  fe,  s'exalsa  a  entendre  a  Déu»  (ORL,  I,  135). 
Be]la  evocación  de  lo  que  había  dicho  el  Doctor  Angélico  :  «Ratio 
enim  humana  in  rebus  divinis  est  multum  deficiens.  Cuius  signum 
est  quia  philosophi,  de  rebus  humanis  naturali  investigatione  pers- 
crurantes,  in  multis  erraverunt,  et  sibiipsis  contraria  senserunt  .  » 
(2-2,  q.  2,  fl.  4). 


39 


1122 


DESCONHORT 


XXXVIII 

— Ramon:  no  pusc  far  res  com  sies  consolat: 
entín  esta  rasó  e  no  sies  irat: 
En  què  n'es  Déus  si  lo  món  no  és  en  bo  estat? 
car  no  leva  ni  baxa  a  el  quant  és  creat, 
con  sia  en  si  complit,  e  no  aja  necessitat 
450    de  nuylla  creatura:  d'on  deus  ésser  paguat 

del  compliment  que  Déus  ha  en  si  per  sa  bontat. 
E  tu,  fol,  estàs  trist,  quax  si  Déus  fos  mirvat 
per  lo  mal  estament  en  què-1  món  as  trobat. 
Fol!  Com  no  t'alegres  en  lo  compliment  de  deïtat, 
e  que  gits  a  no  cura  tot  so  qui  és  creat, 
per  so  que  a  ton  cor  abast  Déus  no  mermat? 

XXXIX 

— N'ermità:  mal  me  fa  lo  vostre  consolar: 
per  què  aquel  punt  fo  fort  on  vos  pusc  atrobar; 
e,  si  no  fos  queu  tem  vergoyna  e  mal  estar, 
460    de  uy  mays  en  avant  ab  vós  no  volgra  parlar. 
E,  doncs,  com  podets  dir  que-m  pusca  consolar 
en  veer  Déus  aunir,  no  servir,  ni  menbrar, 
ni  conèxer,  ni  amar?  E  si  bé  pot  bastar 
Déu,  per  si  mateys,  a  mon  cor  per  amar, 
no  m'abasta,  car  noi  vey  molt  fortment  honrar; 
e  car,  per  tan  vils  causes,  lo  veyg  tan  menysprear, 
estayg  en  desconort,  e  nom  pusc  alegrar; 
mas  en  so  que  Déus  és  estag  en  confortar. 

XL 

— Ramon:  Déus  tot  quant  fa,  tot  ho  fa  justament, 
470    e,  si  met  en  infern  li  malvat  discreent, 

rio  devets  per  tot  so  aver  desconsolament; 

e,  car  vós  sots  irat  car  Déus  fa  jutjament, 

és  vostra  ira  pecat,  e  fallits  malament 

contra  Déu,  e  arnats  aquels  qui  falsament 

creon  contra  Déu  e  estan  desobedient. 

E,  si  en  vós  fos  bo  e  leyal  amament, 

vós  forets  molt  pagat;  car  Déus  dóna  turment 

a  cels  qui  tot  dia  fan  ves  el  falliment; 

car  home  qui  bé  am  no  fa  rancurament 
480    de  so  que  fa  l'amat,  pus  queu  fa  dretamet. 


EL  DESCONSUELO 


II23 


XXXVIII 

— Ramón:  ¿nada  puedo  decir  con  que  podáis  recibir  con- 
suelo? Atended  a  esta  razón  y  no  permanezcáis  enojado. 
¿Qué  le  importa  a  Dios  si  el  mundo  no  está  en  buen  orden? 
Cierto  es  que  ninguna  cosa  criada  realza  ni  rebaja  a  Dios, 
pues  él  es  en  sí  cumplido,  sin  necesidad  de  la  criatura.  Por 
tanto,  debéis  estar  contento  del  cumplimiento  que  Dios  tiene 
en  sí  mismo  por  su  bondad.  ¿Por  qué  vos  solo  habéis  loca- 
mente de  entristeceros  de  esto,  como  si  Dios  recibiese  dismi- 
nución por  el  mal  estado  del  mundo  ?  Insensato  sois,  cuando 
no  os  alegráis  en  la  plenitud  de  bienes  que  Dios  tiene.  Echad 
la  tristeza  y  no  curéis  de  lo  criado,  para  que  Dios,  cumplido 
y  no  imperfecto,  llene  el  deseo  de  vuestro  corazón. 


XXXIX 

— Ermitaño:  mal  me  hace  vuestra  consolación.  ¡Desdi- 
chada fué  la  hora  en  que  me  vi  con  vos!  Y,  si  no  me  refre- 
nase temor  de  vergüenza,  de  hoy  en  adelante  jamás  vol- 
vería a  hablaros.  ¿Cómo  podéis  decirme  que  reciba  consuelo, 
cuando  veo  que  Dios  no  es  oído,  servido,  acatado,  conocido 
ni  amado?  Aunque  Dios  por  sí  mismo  baste  al  amor  de  mi 
corazón,  fáltame  verle  honrado,  en  vez  de  verle  en  menos- 
precio por  cosas  tan  viles,  de  lo  cual  estoy  muy  triste,  sin 
poderme  alegrar.  Mjas  en  lo  que  Dios  es,  estoy  bien  consolado. 


XL 

— Ramón:  en  todo  cuanto  Dios  obra  hay  el  sello  de  su 
divina  justicia,  y,  si  condena  a  las  penas  del  infierno  a  los 
incrédulos,  no  debéis  por  eso  desconsolaros,  así  como  no 
debéis  enojaros  de  lo  que  Dios  obra  justamente,  pues  pecado 
es  vuestro  enojo,  y  con  él  erráis  malamente  contra  Dios, 
amando  aquellos  que  falsamente  creen  contra  la  verdad  del 
Eterno  y  le  son  inobedientes.  Si  en  vos  hubiera  bueno  y  leal 
amor,  no  os  descontentara  que  Dios  dé  tormentos  a  los  que 
cada  día  le  ofenden;  porque  el  hombre  que  bien  ama,  no 
tiene  cuidado  ni  pesar  de  lo.  que  su  amado  hace,  porque 
Dios  obra  siempre  con  justicia. 


IÏ24 


DESCONHORT 


XL·I 

— N'ermità :  eu  no  m  duyl  per  so  que  f a-1  Senyor, 
ans  en  tot  so  que  fa  lo  lou  e  lo  aor; 
mas,  per  so  cal  volria  com  li  feés  honor, 
e  que  sobre  quant  és  hom  li  agués  amor, 
me  duyl  e  mi  complane,  e  estag  en  tristor; 
e  car  vós  no  sabets  d'on  ve  ma  greu  dolor, 
nom  sabets  conortar  ni  donar  nuyl  secor. 
Per  què-s  bo  que-m  lexets  estar  en  ira  e  plor, 
e  aprenets  com  siats  millor  consolador, 
490    car  molt  pauc  en  sabets;  e  ja  li  peccador 

per  vós  mays  no  valran,  car  no  avets,  vas  lor, 
caritat,  com  Déus  sia  d[e]  els  perdonador. 

XLII 

—Ramon:  per  so  car  am  que  en  gu'ag  estiats, 
e  que  ira  ne  dolor  en  uylla  re  ajats, 
vos  vuyl  [a]  consolar,  e  prec- vos  que  aujats: 
Déus  sofer  que  lo  món  sia  axí  malvats, 
per  so  que  mils  pusca  perdonar  a  tots  lats; 
car,  on  mays  el  perdona,  mays  ha  de  pietats, 
e  mays  li  n  cové  grat.  Per  què  segur  siats 
500    que  Déus  ha  a  son  poble  tan  alta  caritats, 

que  quax  tots  los  hòmens  del  món  seran  salvats; 
car,  si  mays  non  eron  tos  salvats  que  ls  dampnats, 
la  sua  mersè  seria  sens  gran  caritats: 
per  quèn  la  gran  mercè  de  Déu  siats  consolats. 


EL  DESCONSUELO 


II25 


XLI 

— Ermitaño:  no  me  duele  lo  que  mi  Señor  hace,  antes 
le  adoro  y  alabo  en  cuanto  hace;  mas,  como  quisiera  que 
le  honrasen  y  amasen  sobre  todas  las  cosas,  no  dejo  de  la- 
mentarme y  de  estar  triste;  y  no  me  consoláis  ni  me  soco- 
rréis porque  no  sabéis  de  dónde  viene  el  dolor  mío.  Por  eso 
convendría  que  me  dejaseis  a  solas  con  mi  pesar  y  mis  lá- 
grimas. Aprended  a  ser  mejor  consolador,  porque  poco  sa- 
béis consolar  con  vuestras  palabras.  Jamás  los  pecadores 
os  querrán,  porque  no  tenéis  caridad  con  ellos,  estando, 
como  está,  Dios  siempre  dispuesto  a  perdonarles. 

XLII 

— Ramón:  pues  por  cuanto  quisiera  que  os  consolaseis 
y  en  nada  recibieseis  duelo  y  enojo,  ruégoos  que  me  oigáis. 
Dios  sufre  que  el  mundo  sea  malvado,  como  lo  es,  para  que 
él  pueda  ejercer  su  misericordia  y  perdonar  mejor  por 
doquiera,  pues  cuanto  más  perdona,  mayor  piedad  ejerce  y 
más  le  es  agradecido.  Así,  vivid  en  la  persuasión  de  que 
Dios  tiene  tanta  caridad  con  su  pueblo,  que  casi  todos  los 
hombres  del  mundo  lograrán  la  salvación,  porque,  si  no  son 
más  los  salvados  que  los  condenados,  fuera  su  misericordia 
sin  grandeza  de  caridad  13.  Consuéleos,  pues,  la  divina  mi- 
sericordia. 


B  El  Doctor  Iluminado  no  era  ajeno  a  las  controversias  de  los 
teólogos  de  su  tiempo  sobre  si  es  o  no  mayor  el  número  de  los  que 
se  salvan  que  el  de  los  que  se  condenan,  controversias  que  aun  hoy 
día  perduran  en  las  aulas.  Podemos  resumir  el  sentir  común  de  los 
teólogos  sobre  el  particular  en  los  siguientes  puntos  :  i.°  Si  mira- 
mos a  todo  el  linaje  humano,  menos  son  los  elegidos  que  los  répro- 
bos.  2.0  Por  lo  que  hace  a  los  católicos,  aun  entre  los  adultos,  son 
más  los  que  se  salvan  que  los  que  se  condenan.  3.0  Si  se  trata  de 
todos  los  cristianos,  ya  sean  católicos,  ya  cismáticos,  ya  herejes,  no 
están  de  acuerdo  los  autores,  pues  mientras  unos  dicen  ser  mayor 
el  número  de  los  condenados  que  el  de  los  salvados,  otros  defienden 
lo  contrario.  4.0  Ni  tampoco  entre  las  sectas  no  cristianas  faltarán 
escogidos,  pues,  por  una  parte,  los  judíos  y  los  mahometanos  pue- 
den creer  en  Dios  remunerador  sobrenatural,  y,  con  la  ayuda  de 
Dios,  hacer  un  acto  de  contrición  perfecta,  y,  por  otra  parte,  los 
paganos,  si  bien  carezcan  de  toda  revelación,  si  observan  la  ley  na- 
tural, pueden  ser  conducidos  a  la  fe  mediante  una  interna  revela- 
ción y  otros  medios  tan  sólo  de  Dios  conocidos.  5.0  Una  cosa  es 
cierta,  es  a  saber,  que  ninguno  se  condena  a  no  ser  a  sabiendas  y 
voluntariamente  por  culpa  suya. 

Ahora  bien  :  contra  los  que  disminuyen  excesivamente  el  número 
de  los  elegidos,  hoy  como  en  tiempos  del  Maestro,  vale  su  argumen- 
to, es  a  saber  :  si  no  son  más  los  salvados  que  los  condenados,  la\ 
misericordia  de  Dios  fuera  sin  grandeza  de  caridad. 


DE  SCONHORT 


XLIII 

— N'ermità:  tot  dia-m  tenits  en  parlament, 
e  no-m  lexats  membrar  mon  angoxós  turment, 
e  fayts-ho  per  ço  que  git  a  ublidament 
Tira  e  l  desconort  d'on  me  ve  languiment; 
mas  res  no  acabats,  e  fayts  avocament 
510   mays  de  gran  pietat  que  de  gran  jutjament. 
Per  quèn  aysò  errats,  car  en  Déu  egalment 
estan  jutjar  e  perdonar,  segons  ordenament 
de  les  sues  vertuts;  car  nulla  no  consent 
que-n  la  sua  justicia  sia  nuyl  minvament; 
per  què-n  deu  peccador  aver  gran  espavent. 
Per  què  eu  no  plor  mas  car  no  ha  Déus  honrament 


X  LIV 

— Ramon:  aquels  hòmens  qui  són  predestinat,  • 
cové,  per  fina  forsa,  que  els  sien  salvat; 
car,  si  no  ho  eren,  poriésser  mudat 
520   lo  saber  que  Déus  ha,  en  contrarietat; 

lo  qual  mundament  no  està  en  possibilitat, 
car,  si  estar  hi  podia,  no  seria  acabat 
lo  saber  que  Déus  ha,  ans  seria  mermat; 
e,  car  està  complit,  siats,  doncs,  consolat 
en  lo  seu  compliment,  contra-1  qua-1  fayts  pecat, 
en  quant  no-us  conortats  en  so  qui-s  ja  jutjat 
e,  per  la  volentat  de  Déu,  en  axi  autrejat 
com  ho  sab  son  saber  e-u  fa  ver  veritat. 


XLV 

— N'ermità:  si  vós  fóssets  home  qui  fos  letrat, 
530    mils  sabríets  parlar  d'ome  predestinat, 
e  no  agrets  en  oblit  de  Déu  sa  libertat, 
la  qual  ha  en  si  meteyx  e  en  quant  ha  creat, 
per  la  qual  a  home  ha  dada  libertat 
con  lo  vuylla  molt  servir,  sens  que  no  sia  forsat, 
con  Déus  sia  tan  bo  que-s  deu  servir  de  grat; 
lo  qual  servir  no  pot  si,  de  necessitat, 
per  hom  predestinat  fos  servit  e  amat, 
e  fóra  hom  salvat  sens  que  no  fóra  jutjat; 
car  judici  no  pot  ésser  senes  libertat, 
540   ni  libertat  no  costreyn  precís  ni  predestinat. 


EL  DESCONSUELO 


1127 


XLITI 

— Ermitaño:  todo  el  día  me  entretenéis  con  palabras  y 
no  me  dejáis  recordar  mi  hondo  y  angustioso  pesar.  Quizás 
lo  hacéis  para  que  destierre  de  mí  el  desconsuelo  que  tanto 
me  acongoja;  pero  nada  venís  a  conseguir,  contando  más 
con  la  gran  misericordia  de  Dios  que  con  su  gran  justicia. 
Andáis  muy  equivocado  si  creéis  que  la  misericordia  de 
Dios  no  ha  de  ser  igual  a  su  justicia,  según  el  orden  de  sus 
dignidades,  de  las  cuales  ninguna  consiente  que  la  divina 
justicia  sea  diminuta.  De  esto  el  pecador  debiera  espantarse. 
Y  cuando  veo  que  no  se  tributa  a  Dios  el  honor  que  le  es 
debido,  mis  ojos  se  inundan  de  lágrimas. 

XLIV 

— -Ramón:  los  predestinados  de  necesidad  y  conveniencia 
es  que  se  salven;  porque,  si  no  se  salvasen,  el  saber  de  Dios 
pudiera  ser  mudado  por  contrariedad,  cuya  mutación  es  im- 
posible, porque,  si  posible  fuera,  la  sabiduría  divina  no  fuera 
perfecta.  Mas,  siendo  como  es  perfecta,  consolaos  en  su 
cumplimiento,  contra  el  cual  pecáis  si  no  recibís  consuelo 
en  lo  que  Dios  ha  ya  juzgado,  en  lo  que  ha  ordenado  según 
su  saber  y  albedrío  y  en  lo  que  su  verdad  pone  en  verdad  14. 

XLV 

— Ermitaño:  si  fueseis  hombre  entendido,  supierais  ha- 
blar mejor  de  la  predestinación  del  hombre  y  no  tuvierais 
en  olvido  la  libertad  que  Dios  tiene  en  sí  y  en  las  criaturas, 
por  lo  cual  dió  al  hombre  el  albedrío  de  poder  servirle  sin 
forzar  su  voluntad,  porque  Dios  es  tan  bueno,  que  debe  ser 
servido  voluntariamente.  Así,  Dios  no  fuera  servido  de  libre 
voluntad  por  el  hombre  predestinado  si  éste  por  necesidad 
le  amase  y  sirviese.  El  hombre  fuera  salvado  sin  ser  juz- 
gado, y  juicio  no  puede  haber  sin  que  el  que  es  juzgado 
haya  libertad,  la  cual  no  constriñe  al  prescrito  ni  al  pre- 
destinado 15. 


14  El  Doctor  Iluminado  escribió  un  L'iber  de  praedestinatione  et 
praescientia  (París,  1310).  Inédito.  Para  referencias  bibliográficas 
cf.  Carreras  y  Artau^  L  c,  p.  308. 

16  Entre  las  obras  teológicas  y  apologéticas  del  Doctor  Iluminado 
cítase  el  Libcr  de  praedestinatione  et  libero  arbitrio  (Montpellier,  1304). 
Inédito.  Cf.  Carreras  y  Artau,  1.  c,  p.  305. 


IÏ28 


DESCONHORT 


XLVI 

— Ramon :  si  en  vós  fos  molt  gran  speransa, 
si  tot  lo  món  està  en  molt  greu  balansa, 
del  seu  mal  estament  no  agrets  malenansa; 
car  Déus,  qui  és  tot  ple  de  gran  pietansa, 
aportarà  lo  món,  en  breu,  en  bonansa 
tan  gran,  que  cascú  home  n'aurà  alegransa. 
E  caysò  sia  ver  ajats-hi  fiansa, 
per  so  car  Déus  donà  a  home  comensansa 
ab  mersè  e  bontat,  qui  an  sa  semblansa; 
650   e,  si  vós  per  aysó  no  lexats  tristansa, 
no  aurets  en  bontat  ni  mersè,  confiansa, 
e  serets  contra  Déus  e  la  sua  amistansa. 


XL  VII 

— N'ermità:  ans  que-1  món  sia  en  bo  estament, 
serà  fayt  a  Déu  molt  vituperament. 
Encara,  que  no  veyg  far  nuyl  cadenament 
con  lo  temps  sia  prop;  car  so  que  en  cort  present, 
el  papa  els  cardenals  no  ho  prenon  mantinent, 
ans  ho  van  alongan;  per  què  n'ay  marriment 
tant,  que  no  puse  a  ver  negú  consolament; 
560    car  so  qu-eu  los  present  mostra,  tot  clarament, 
l'ordenament  del  món,  qui-s  pot  far  en  breument, 
e  nou  tenen  a  re,  ans  se-n  fan  gabament, 
con  si-u  fés  home  fat  qui  parlàs  follament; 
per  què  d'aytals  hòmens  ay  desperament. 


XLVIII 

Consirà  l'eremità  si  per  res  poria 
aconortar  Ramon,  qui  tan  fort  playnia; 
e  dix  a  Ramon  que  sancta  Maria, 
e  que,  ab  ella,  cascuna  gererchia 
dels  àngels  pregavon,  e  de  nuyt  e  de  dia, 
570    a  Jhesú  Ürist,  son  fil,  que  per  mersè  li  sia 
que-n  breu  donàs  al  món  ordenament  e  via, 
pn  el  onrar,  servir.  Per  què  asòus  deuria 


EL  DESCONSUELO 


1129 


XLVI 

— -Ramón:  si  en  vos  hubiese  gran  esperanza,  poco  cui- 
dado os  diera  que  el  mundo  estuviese  en  mal  estado,  porque 
Dios,  tan  piadoso  como  es,  pondrá  en  breve  el  mundo  en 
mejor  camino,  y  todos  los  hombres  se  alegrarán  de  ello. 
Tened  firme  confianza  de  que  esto  acontecerá,  porque  el 
hombre  tomó  principio  de  Dios  por  gracia,  piedad  y  bondad, 
semejantes  a  él-  Y  si,  por  lo  que  os  digo,  no  dejáis  la  tris- 
teza, demostráis  desconfiar  de  su  bondad  y  misericordia  y 
que  sois  contrario  de  Dios  y  de  su  amor. 

XLVII 

— Ermitaño:  antes  que  el  mundo  venga  a  buen  estado, 
será  hecha  gran  deshonra  al  Dios  verdadero.  Más  os  digo: 
que  no  veo  hacerse  ordinación  que  indique  la  proximidad  de 
tal  tiempo.  Lo  que  yo  suplico  y  expongo  a  la  corte  de  Roma, 
al  Papa  y  a  los  cardenales,  no  lo  ejecutan,  antes  me  lo  dila- 
tan; por  esto  siento  tal  dolor,  que  no  puedo  en  cosa  alguna 
alegrarme.  En  mis  súplicas  y  peticiones  les  manifiesto  el 
modo  de  poner  el  mundo  en  orden  con  brevedad;  mas  en 
tan  poco  me  tienen,  que  se  burlan  de  mí  como  de  un  loco  que 
habla  neciamente;  de  manera  que  en  tales  hombres  tengo 
ya  perdida  la  esperanza. 

XLVIIl 

Consideró  el  ermitaño  si,  por  alguna  manera,  podría  dar 
consuelo  a  Ramón,  que  tan  dolorosamente  se  plañía,  y  dí- 
jole :  — Ramón,  no  dudéis  de  que  la  Virgen  María  10  y  todas 
las  jerarquías  de  los  ángeles  y  de  los  santos  ruegan,  de  dia 
y  de  noche,  a  Jesucristo,  su  único  Hijo,  para  que  por  su 
misericordia  ponga  muy  presto  orden  en  el  mundo  y  dé 
camino  para  que  sea  servido  y  honrado.  Y  esto,  Ramón,  os 


16  En  los  trances  más  difíciles,  Ramón  Llull,  amamantado,  en 
cierta  manera,  a  los  pechos  del  monasterio  cisterciense  de  nuestra 
Señora  de  la  Real  de  Mallorca,  mira  a  la  Estrella,  invoca  a  María. 
En  otra  hora  amarga  en  demasía,  cuando  apor  tan  cierta  tenía  la 
condenación  eviternal,  como  un  hombre  que  tiene  un  pan  en  la 
mano  está  seguro  que  se  lo  llevará  a  la  boca  para  comerlo»,  siente 
algún  consuelo  y  esperanza  en  nuestra  Señora,  a  causa  de  un  libro 
que  por  amor  suyo  había  hecho,  en  el  cual  mucho  la  enaltecía  y  la 
loaba  [  :el  Llibre  de  Santa  María].  El  mismo  lo  confiesa  en  su  obra 
enciclopédica  Arbre  de  scièficis,  (Roma,  1296),  ORE,  XII,  382. 

Además,  como  ya  indicamos  en  la  introducción  a  la  poesía  de 
Ramón  Elull,  es  muy  probable  que  el  Maestro  escribiera  el  Plant  de 
la  Verge  inmediatámente  o  casi  inmediatamente  después  del  Des- 
CONHORT,  para  que  los  dolores  de  la  Virgen  al  pie  de  la  cruz  fueran 
suave  bálsamo  a  6u  alma  dolorida. 


1130 


DESCONHORT 


consolar,  Ramon;  car  Crist  tota  via 
fa  so  d'on  és  pregat  per  sa  mayre  pia, 
per  los  àngels  els  sants;  per  què  en  aysò  sia 
trastot  vostre  conort,  e  gaug  en  nos  estia. 

XLIX 

N'ermità:  can  consir  que  la  dona  de  amor. 
dona  de  valor,  de  just  e  pecador, 
e  cascú  dels  sants  pregon  nostre  Seynor 
con  tot  lo  món  fassa  a  Jhesú  Crist  honor, 
e  veyg  que  lo  món  li  fa  tan  gran  desonor, 
adones  cuyt  morir  d'ira  e  dolor; 
car  tant  són  indigne  li  malvat  peccador, 
que  Déus  nos  sosté  que  negú  prec  per  lor; 
e  en  axí  lo  món  roman  en  sa  error 
e  quax  no  és  qui  de  Déu  vuylla  donar  lausor, 
ans  lausa  si  meteyx,  son  fil  e  son  austor. 
E,  doncs,  qui  deuria  aver  gaug,  mas .  tristor  ? 

L 

— Ramon:  a  mi  no  par  siats  hom  pacient, 
590   per  so  car  per  re  no  volets  consolament. 

B  com  no  membrats  Job,  qui  ac  tant  perdiment 
e  qui  en  sa  persona  suffrí  tant  de  turment, 
e  esdevenc  si  paubre  que  no  ac  nient? 
Emperò  consolà's,  e  vós  per  re  vivent 
no-us  volets  consolar,  e  estats  sanament, 
e  avets  eretat,  deners  e  vestiment, 
infants  e  d'altres  causes  d'on  hom  ha  paguament; 
e  cor  a  Déu  no  plau  home  impacient, 
no  sosté  que  per  vós  vengua  a  compliment 
600    lo  seu  fayt  que  menats,  ni  aja  honrament. 


EL  DESCONSUELO 


"31 


debe  consolar,  pues  Jesucristo,  por  su  gran  piedad,  hace 
siempre  lo  que  le  ruegan  los  ángeles,  los  santos  y  su  pia- 
dosa Madre.  Ruégoos,  por  tanto,  que  esto  sea  vuestro  con- 
suelo y  que  de  hoy  en  adelante  os  mostréis  alegre. 

XLIX 

— Ermitaño:  cuando  pienso  que  la  Señora,  llena  de  amor 
y  valor,  dueña  de  justos  y  pecadores,  y  que  todos  los  santos 
ruegan  a  nuestro  Señor  para  que  todo  el  mundo  honre  a 
Jesucristo,  y  veo  que  el  mundo  le  hace  tanta  deshonra,  en- 
tonces me  siento  morir  de  pesar  y  tristeza.  Imagino  que, 
por  ser  los  hombres  tan  malvados  e  indignos,  Dios  casi  no 
quiere  ya  que  nadie  niegue  por  ellos;  y  de  esta  manera 
queda  el  mundo  en  su  deplorable  error;  y  no  se  halla  apenas 
hombre  alguno  sobre  la  tierra  que  quiera  alabar  a  Dios  17 , 
antes  cada  uno  se  alaba  sólo  a  sí  mismo,  a  su  hijo,  a  su 
caballo,  a  su  halcón  y  a  sus  cosas.  ¿Quién,  pues,  podrá  ale- 
grarse de  cosa  alguna?  ¿Quién  podrá  dejar  de  entristecerse? 

L 

.  - — Ramón :  paréceme  que  no  sois  hombre  paciente,  porque 
veo  que  por  ninguna  cosa  os  queréis  aquietar.  Acordaos  de 
Job,  que  perdió  tantas  cosas,  que  sufrió  en  su  persona  tantos 
tormentos  y  vino  a  tanta  pobreza,  que  no  tuvo  cosa  alguna. 
Y,  sin  embargo,  aquél  recibió  consuelo,  y  vos  por  ninguna 
cosa  del  mundo  os  queréis  consolar,  y  eso  que  estáis  sano, 
tenéis  heredades,  dinero,  vestidos,  hijos  y  otras  cosas  de 
que  los  hombres  recibieron  contentamiento.  No  place  a  Dios 
hombre  impaciente;  por  eso  no  sufre  que  por  medio  vuestro 
venga  a  feliz  término  el  negocio  que  tratáis  en  honra  suya. 


17  De  la  vanagloria  de  los  hombres  de  su  siglo  habla  también  el 
Maestro  en  su  Llibre  de  Santa  Maria  cuando  dice  :  «...  Mas  en 
aquella  ciutat  són  les  gents  tant  mundanes  e  tant  amen  la  glòria 
d'aquest  món,  que  no  volen  oir  quaix  laor  de  nostra  Dona,  e  la  un 
loa  son  drap,  l'altre  son  vi,  l'altre  son  cavall  e  son  austor  e  sa  lança, 
e  l'altre  son  fill  e  la  beutat  de  sa  filla,  e  l'altre  sa  vinva  e  son 
castell  ;  e  quant  lus  loava  nostra  Dona  np-m  porien  entendre,  tant 
són  occupats  de  les  laors  que  han  enfre  si  meteixs,  en  axí  que  nr 
he  quaix  feta  neguna  utilitat,  e.  per  açò  partesc-me  d'aquella  ciutat 
e  vaig  veer  si  en  una  altra  ciutat,  qui  és  pres  d'ací,  si  poró  fer 
negun  fruvt»  (ORL,  X,  6). 

El  mismo  pensamiento  en  el  Desconhort  y  en  el  Llibre  de  San- 
ta-Maria.  Sólo  que,  en  el  primer  lugar,  el  apóstol  mallorquín  se  duele 
de  ver  tan  poco  honrado  en  el  mundo  a  nuestro  Señor  Jesucristo,  y 
en  el  segundo  lugar  llora  el  menosprecio  en  que  los  hombres  tienen 
el  honor  de  su  bendita  Madre.  Jesucristo  y  la  Virgen  María  serán 
siempre  los;  dos  amores  del  alma  de  Ramón. 


113- 


DESCONHORT 


LI 

— N'ermità:  no  és  molt  si  hom  és  consolat 
en  perdre  infants,  diners  e  eretat, 
e  en  estar  malaute,  pus  ca  Déus  ve  de  grat. 
(Mas,  qui-s  pot  consolar  que  Déus  sia  ublidat, 
menyspreat,  blastomat,  e  tam  fort  ignorat, 
com  de  tot  so  sia  Déus  fortment  despagat? 
Encara,  que  no  sabets  com  eu  soy  menyspreat 
per  Déu,  tantas  vets  maldit  e  blastomat, 
e  en  peril  de  mort,  e  per  barba  tirat, 
610   e  per  vertut  de  Déu  pacient  són  estat; 

mas  que  Déus  en  lo  món  sia  tam  pauc  honrat, 
no  és  hom  en  lo  món  qui  men  feés  conortat. 


Lli 

— Ramon:  segons  que-m  par,  tu  fas  tot  ton  poder 
con  Déus  per  tot  lo  món  honor  pogués  aver; 
per  què  Déus  te'n '  deu  aytant  de  grat  aver, 
con  si-1  fayt  se  complia.  Per  què-t  deurà  valer 
aysò  a  consolar  e  ton  dol  remaner; 
car  mèrit  n'as  mol  gran,  e  pots  n'aver  esper 
de  molt  gran  guasardó,  e  gita  noxaler 
620    lo  falliment  dels  altres  ca  Déu  fan  desplaer, 
e  alegra't  en  tu  e  en  ton  captener, 
e  no  sies  trop  forts  en  so  que  vols  aver, 
ni  per  so  car  los  altres  no  fan  a  ton  voler; 
e  a  tu  abast  Déus  per  amar  e  temer. 


LUI 

— N'ermità:  no  és  hom  creat  principalment 
per  so  que  aja  gran  glorie jament : 
ans  ho  és  per  tal  que  Déus  aja  gran  honrament 
en  lo  món  per  son  poble.  Per  qu-eu  no  són  jausent 
si  ay  gran  guasardó,  ni  no  estayg  dolent 
630    si  n'ay  pauc,  car  no  és  d'aysò  mon  comensament; 
ans  és  tota  ma  ira,  mon  dol,  mon  marriment, 
car  no  és  en  lo  món  fayt  un  tal  ordenament 
con  Déus  fos  honrat,  amat,  per  tota  gent, 
e  que  tot  hom  fos  en  via  de  salvament. 
E,  car  vós  me  volets  dar  consolament 
de  so  d'on  no  s  pot  dar,  parlats-me  per  nient. 


EL  DESCONSUELO 


"33 


LI 

— Ermitaño:  no  es  mucho  sufrir  resignado  la  pérdida  de 
hijos,  salud  y  fortuna  cuando  lo  quiere  Dios.  Mas  ¿quién 
podrá  jamás  consolarse,  al  ver  el  olvido  y  el  menosprecio  en 
que  a  Dios  se  tiene,  al  oír  blasfemado  su  nombre  e  ignorado 
su  ser,  cuando  esto  tanto  le  agravia?  Y  aun  no  sabéis  vos 
lo  mucho  que  por  su  amor  fui  escarnecido,  golpeado,  mal- 
decido, tirado  por  las  barbas  y  puesto  en  peligro  de  muer- 
te 1S ;  a  todo  lo  cual  por  su  virtud  me  he  resignado.  No  hay 
hombre  en  el  mundo,  empero,  que  pueda  consolarme  cuando 
veo  lo  poco  que  se  le  honra  sobre  la  tierra. 


LII 

— Ramón:  paréceme  que  vos  hacéis  cuanto  está  a  vues- 
tro alcance  para  que  Dios  sea  honrado  en  todas  partes,  lo 
cual  Dios,  justo,  os  lo  agradece,  tanto  como  si  lo  que  deseáis 
tuviese  efecto.  Y  esto  os  debiera  consolar  en  vuestro  duelo; 
y  mérito  en  ello  alcalizarais,  y  aun  pudierais  esperar  ga- 
lardón. No  seáis,  pues,  como  los  necios  que  desplacen  a 
Dios:  alegraos  en  vuestro  espíritu.  No  seáis  porfiado  en  lo 
que  queréis  acabar  ni  en  lo  que  los  otros  no  hacen  a  vuestro 
gusto.  Contentaos  con  amar  y  reverenciar  al  Criador. 


LUI 

■ — Ermitaño:  no  somos  criados  principalmente  para  al- 
canzar grandes  méritos  ni  gloría,  sino  para  que  procuremos 
que  Dios  sea  en  el  mundo  honrado  por  su  pueblo.  Y,  por 
esta  razón,  no  me  alegro  del  premio  que  pueda  alcanzar  ni 
me  duelo  de  que  sea  escaso,  porque  no  soy  criado  para  ese 
fin;  empero,  me  pesa  mucho  de  que  no  se  haga  ordenación 
para  que  Dios  sea  más  amado  y  honrado  por  todo  el  mundo 
y  para  que  todas  las  naciones  abracen  la  fe  salvadora. 
Y  cuando  vos  me  queréis  consolar  con  lo  que  no  puede  dar 
consolación,  habláis  en  vano. 


"  ¡  Cómo  parece  percibirse  aquí  la  voz  del  Apóstol  de  las  gentes  ! 
(2  Cor.  23  ss.).  El  procurador  de  infieles  alude  a  los  trabajos  pade- 
cidos en  su  viaje  a  Túnez  el  año  1292,  en  que  fué  encarcelado,  con-» 
denado  a  muerte,  golpeado  y  apedreado,  secrún  se  narra  en  la  Vidá 
coetánea  (cf.  supra.  p.  63  ss.). 


1134 


DESCONHORT 


LIV 

— Ramon:  qual  és  lo  fayt,  que  vós  tant  desirats. 
per  lo  qual  en  lo  món  fos  Déus  tant  fort  honrats  ? 
car  poria  ésser  que-n  lo  fayt  no  siats, 
640    e  c-altre  sia  lo  fayt,  que  vós  no  procurats, 
per  lo  qual  lo  món  sia  a  bona  fi  menats ; 
car,  si  altre  és  lo  fayt,  per  nient  trebaylats, 
e  poríets  trebaylar,  si  mil  ans  viviats, 
que  ja  vós  no  venríets  a  so  que  volriats; 
car  hom  no  pot  complir  fayt  on  és  desviats. 
Per  quèus  prec  que  lo  fayt  clarament  me  digats, 
e  que  amdós  vejam  sil  fayt,  on' vós  estats, 
és  aquel  per  què  Déus  pot  ésser  mays  arnats. 


LV 

— N'ermità:  la  manera  con  Déus  fos  mays  amat, 
650    ja  la  vos  ay  contada,  si  bé  u  avets  membrat: 
so  és,  que-1  papa  agués  mant  home  letrat, 
qui  desiràs  per  Jhesú  ésser  marturiat, 
per  so  que  per  tot  lo  món  fos  entès  e  honrat; 
e  que  cascú  lenguatge  fos  mostrat, 
segons  que  a  Miramar  ha  estat  ordenat, 
e  aja'n  conciència  qui  ho  ha  af oliat! 
encara,  cal  passatge  fos  lo  deè  donat 
de  tot  quant  posseexen  li  clergue  el  prelat; 
e  c-asò  tant  duràs,  tro  que  fos  conquistat 
660    lo  Sepulcre.  E  d'aysò  libre  n'ay  ordenat. 


EL  DESCONSUELO 


1135 


LIV 

— Ramón :  ¿  qué  cosa  es  la  que  tanto  deseáis  y  por  la  cual 
en  el  mundo  a  Dios  tanto  se  honrara?  Pudiera  acontecer 
que  no  fuese  lo  que  vos  procuráis  lo  que  condujera  el  orbe 
a  buen  fin;  pues,  no  siendo  lo  que  pensáis,  trabajaríais  en 
vano,  y,  si  mil  años  vivieseis,  no  llegaríais  tal  vez  a  lo  que 
queréis,  porque  nadie  puede  acabar  cosa  perjudicial  y  da- 
ñosa. Por  eso  os  ruego  que  claramente  me  digáis  el  negocio, 
y  que  ambos  miremos  si  aquello  en  que  tanto  perseveráis  es 
cosa  tal  que  con  ella  pueda  Dios  ser  amado  y  servido. 

LV 

— Ermitaño:  ya  os  dije,  si  os  acordáis,  la  manera  con 
que  Dios  fuera  más  amado  y  servido;  esto  es,  que  el  Sumo 
Pontífice  buscase  muchos  hombres  esforzados  y  entendidos 
que  arrostrasen  las  penas  del  martirio  por  nuestro  Señor, 
trabajando  para  que  por  todo  el  mundo  fuese  conocido  y 
amado;  y  que  [a]  cada  cual  le  fuese  enseñada  la  lengua  de 
los  infieles,  así  como  en  el  Colegio  de  Miramar  estuvo  orde- 
nado— ¡perdone  Dios  a  quien  lo  perturbó!  19 — ,  y  que  el  Papa 

"  ¡  Remuérdale  la  conciencia  a  quien  lo  frustró !  Esta  es  la  tra- 
ducción exacta  de  : 

E  haja'n  conciència  qui  lo  ha  afoUat ! 

Tan  exquisita  es  la  amargura  de  Ramón,  que  la  ampollita  de  un 
solo  verso  es  bastante  para  contener  toda  su  fina  esencia.  Empero, 
la  nostalgia  del  recuerdo  de  su  colegio  entrañablemente  amado,  a 
hechura  del  cual  anhelaba  se  instituyeran  colegios  de  lenguas  orien- 
tales por  toda  la  haz  del  mundo,  no  le  abandonará  nunca.  Cuatro 
años  más  tarde,  el  Maestro  dirá  todavía  en  su  Cant  de  Ramon 
(ORL,  XLX,  257-259)  la  poesía  más  emotiva  y  de  más  fuerza  lírica, 
y  que,  como  el  Desconhort,  respondía  a  un  grave  estado  de  melanco- 
lía y  depresión  del  alma  : 

Lo  monestir  de  Miramai 

fiu  a  frares  Menors  donar 

per  serrayns  a  preicar. 

Enfre  la  vinya  -1  fenolar 

amor  me  pres :  fe'm  Déus  amar 

e-nfre  sospirs  e  plors  estar. 

Postrado  de  cuerpo  y  de  alma,  repútase  indigno  de  hacer  honor 
a  Dios  a  causa  de  sus  muchos  pecados  : 

No  son  digne  de  far  honor 
a  Déu  :  tan  fort  són  peccador... 

Mas  también  en  esa  agonía  del  alma  volverá  los  ojos  suplicantes 
a  María,  consuelo  de  los  desconsolados  : 

La  Verge  on  Déus  hom  se  t«s 
e  tots  los  sants  d'ela  sotsmès 
prec  que-n  ifern  no  sia  mes. 

No  sabemos  por  qué  causas  ni  la  fecha  exacta  en  que  sobrevino 
la  destrucción  del  Colegio  de  Miramar,  que  en  1292  aun  subsistía, 
como  consta  por  algunas  nuevas  confirmaciones  que  obtuvo  de  parte 
de  los  condes-reyes  Alfonso  II  y  Jaime  II. 


DESCONHORT 


LVI 

N'ermità:  encara  és  altre  ordenament 
lo  qual  seria  al  passatge  gran  anantament, 
e  a  destruir  la  error  de  la  gent: 
que  lo  papa  feés  que  a  reuniment 
venguesson  los  scismàtics,  per  desputament, 
del  qual  desputar  avem  í'ayt  tractament ; 
e-ls  scismàtics  cobrats,  qui  són  mant  hom  vivent, 
no  és  qui  pogués  contrastar  malament 
a  l'Esgleya,  per  ferre  ni  per  nuyl  argument; 
670    e  que  del  Temple  e  l'Espital  fos  fayt  un  uniment, 
e  que  lur  major  fos  rey  del  sant  Muniment ; 
per  què  a  honrar  Déus  no  say  pus  alt  tractament. 

LVII 

Consirà  l'ermità  si  Ramon  deya  veritat, 
e  emfre  si  meteyx  estec  molt  apensat, 
e  no  poc  atrobar  pus  profitós  tractat 
que  cel  que  diu  Ramon;  d'on  li  pres  pietat, 
e  penedí's  molt  fort  con  tant  l'ac  trebayllat, 
e  volc  ésser  ab  Ramon  trist  e  desconsolat, 
e  pregava  Ramon  que  li  fos  perdonat, 
680    en  plorant,  suspirant,  e  dix:  "A,  veritat, 
devoció,  caritat!  E  vas  on  és  anat 
lo  grat  que  a  Déu  deuria  ésser  donat?" 
Can  Ramon  viu  l'ermità  cab  el  s'era-cordat, 
adones  lo  va  baysar:  ensems  an  molt  plorat. 


EL  DESCONSUELO 


II37 


hiciese  la  expedición,  dando  para  la  conquista  general  la 
décima  parte  de  cuanto  poseen  los  clérigos  y  prelados  20 ;  y 
que  esto  durase  hasta  que  el  Santo  Sepulcro  tuese  conquis- 
tado. Sobre  este  asunto  tengo  escrito  ya  un  libro. 

LVI 

Ermitaño :  otra  ordenación  pudiera  hacerse  todavía  para 
llevarse  a  cabo  la  expedición  santa  y  para  destruir  el  error 
en  que  vive  tanta  gente ;  esto  es,  que  el  Santo  Padre  hiciese 
que  todos  los  cismáticos,  por  medio  de  argumentos,  viniesen 
a  convertirse  y  a  aunarse  con  los  fieles,  sobre  cuya  razonada 
discusión  tengo  escrito  un  tratado21;  y,  ganados  los  cis- 
máticos, que  son  muchos,  no  hubiera  quien  con  armas  ni 
sofismas  pudiese  contrastar  a  la  santa  Iglesia.  Y,  asimismo, 
que  se  hiciese  una  sola  Orden  del  Temple  y  de  los  Hospi- 
talarios y  que  su  gran  maestre  fuese  hecho  rey  del  Santo 
Sepulcro.  En  verdad  no  sé  cosa  mejor  para  honrar  a  Dios. 

LVII 

Consideró  el  ermitaño  si  Ramón  tenía  razón;  reflexionó 
mucho  consigo  mismo,  y  no  pudo  hallar  más  provechoso  ne- 
gocio que  el  que  Ramón  le  exponía.  Compadecióle,  y  arre- 
pintióse mucho  de  haberle  tanto  enojado.  Quiso  dolerse  y 
-desconsolarse  con  Ramón,  y  rogóle  eficazmente  que  le  per- 
donase, y,  con  suspiros  y  lágrimas,  dijo:  "¡Oh  verdad,  de- 
voción y  caridad!  ¿Dónde  está  el  agradecimiento  que  los 
hombres  deberían  tener  a  Dios?"  Y,  cuando  Ramón  vió  al 
ermitaño  consigo  reconciliado,  le  besó  y  lloró  mucho  con  él. 


30  Muchas  veces  Ramón  Llull  insiste  pidiendo  la  décima  de  los 
bienes  de  ia  Iglesia  para  la  tan  suspirada  conquista  de  Tierra  Santa, 
y,  como  cosa  ardua  que  es,  en  el  Llibre  de  Santa  Maria  hace  esta 
misma  petición  materia  de  sus  oraciones  a  la  Virgen  María  :  «Dolça 
Regina  I  Dos  tresors  ha  en  sancta  Esgleya  los  quals  vos  deman  a 
exaltació  de  la  sancta  fe  romana  :  lo  un  tresor  que -us  deman  és  deis 
béns  temporals  del  quals  ha  l'Esgleya  gran  abundància,  lo  qual  és 
dat  a  l'Esgleya  per  conservar  e  guardar  la  fe,  e  recobrar  lo  Sepulcre 
e  les  altres  terres  que  ha  perdudes  l'Esgleya.  D 'aquest  tresor  vos 
deman  la  dècima  per  tots  temps,  del  qual  sien  fets  guerrers  corpo- 
rals als  enemics  de  la  sancta  Esgleya,  e  que-n  sia  dada  messió  a  fer 
monestirs  e  mostrar  diverses  lenguatges  a  aquells  qui  voldran  anar 
preycar  la  sancta  fe  per  lo  món...»  (URL,  X,  153). 

■  ¿Cuál  es  este  tratado?  ¿El  Llibre  del  Sant  Esperit  (Liber  de 
Sancto  Spiritu  [Mallorca,  1274?]),  obra  consagrada  a  establecer  la 
procesión  del  Espíritu  Santo  ab  utroque  contra  los  griegos,  o  es, 
quizás,  Disputado  dels  V  savis  (Disputatio  quinqué  hotninum  $a- 
pientium  o  Liber  de  quinqué  sapientibus  [Nápoles,  1295],  disputa  su- 
cesiva del  autor  con  un  sabio  griego,  nestoriano,  jacobita  y  maho- 
metano, argumentación  secundum  dignitates  Dei,  reputada  como  la 
síntesis  más  completa  de  la  apologética  luliana  ? 


DESCONHORT 


L.VIII 

— Ramon,  dix  l'ermità:  com  poríem  mover 
lo  papa  e-ls  cardenals,  e  lo  fayt  obtener? 
car  en  tan  noble  fayt  vuyl  tots  temps  remaner, 
e  a  el  a  tractar  vuyl  far  tot  mon  poder, 
car  fayt  és  on  lo  món  porà  molt  mays  valer; 
690   e  car  eu  ans  no  i  vi,  ay-ne  molt  gran  desplaer, 
car,  si  eu  ans  lo  vis,  res  no-m  pogra  tener 
qu-eu  no  apresés  arabesc  e  lo  vostre  saber, 
per  anar  als  sarraïns  e  la  fe  mantener, 
senes  paor  de  mort,  e  gran  plaer  aver 
en  morir  per  Jhesú  honrar  e  car  tener, 
car  mays  val  per  el  morir  que  per  si  vida  aver. 

LIX 

— N'ermità:  eu  són  las  d'aquest  fayt  a  menar 
en  la  cort,  pus  noy  puys  nulla  re  acabar; 
e,  si  vós  volíats  en  la  cort  procurar 
700    aquest  fayt  de  Jhesú  e  vostre  poder  far 
en  la  cort  longament,  bé  puria  estar 
que-1  fayt  vengués  a  fi  si-us  volien  escoltar 
lo  papa  e-ls  cardenals ;  si  no,  que  quax  juglar 
vos  feyésets  en  la  cort,  e  los  .C.  noms  cantar, 
los  quals  ay  fayts  de  Déu  e  posats  en  rimar, 
per  ço  que  ls  hi  cantàs  e  parlàs  sens  duptar; 
mas  no-u  ay  de  conseyl,  per  so  que  meynsprear 
no  fassa  los  meus  libres,  que  Déus  m'a  fayts  trobar. 


LX 

— Ramon:  s-eu  en  la  cort  estayg,  vós,  on  irets? 

710    ni  per  què  ab  mi  en  la  cort  no  procurarets 
lo  fayt  de  Jhesú  Orist,  pus  que  mogut  l'avets? 
ni  si  hom  vós  escarneyx,  e  vós  en  què-n  serets? 
Vós  manats  a  mi  far  so  que  far  no  volets; 
per  què-m  par  que-n  est  fayt  nin  altre  no  valets. 
Mas  anem  a  la  cort,  e  en  res  no  dubtets, 
e  no  siats  d'aquels  qui  dion:  "Seynors,  fets 
so",  que  els  no  farien.  Per  què  d'asò  devets 
ésser  envergoynit,  e  scusa  no  avets, 
ans  fayts  ypocrisia,  de  qui  pecat  avets, 

720   e-1  bé  que  avets  fayt  per  vergoyna  perdets. 


EL  DESCONSUELO 


"39 


LVIII 

— Ramón — dijo  el  ermitaño — :  ¿Cómo  podríamos  indu- 
cir al  Papa  y  a  los  cardenales  a  que  hagan  lo  que  deseamos  ? 
Yo  en  tan  noble  negocio  quiero  siempre  entender,  y  quiero 
en  ello  esforzarme,  por  ser  cosa  que  mucho  ha  de  enaltecer 
al  hombre,  bésame  de  que  antes  no  lo  conociera,  pues,  a 
conocerlo,  me  hubiera  apresurado  a  aprender  la  lengua  ará- 
biga y  la  ciencia  vuestra,  para  ir  a  tierra  de  moros  en  de- 
fensa de  la  santa  fe,  sin  temor  de  la  muerte.  Pues  gran 
placer  hubiera  sido  para  mí  morir  por  la  honra  y  amor  de 
Jesucristo;  que  más  vale  morir  por  él  que  para  sí  mismo 
vivir. 


LIX 

— Ermitaño:  cansado  estoy  de  tratar  con  la  corte  ro- 
mana, sin  que  ninguna  cosa  haya  podido  alcanzar;  y  si  vos 
queréis  trabajar  por  la  santa  causa  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo en  la  metrópoli  y  en  ella  hacer,  despacio  y  con  dili- 
gencia, cuanto  os  sea  dado,  quizás  este  negocio  llegará  a 
su  fin,  si  os  quieren  escuchar  el  Santo  Padre  y  los  cardenales; 
o,  si  no,  haceos  juglar  en  la  corte  y  cantad  los  Cien  nom- 
bres de  Dios,  que  escribí  *n  rimas  para  que  cantar  se  pu- 
diesen. Aunque,  bien  mirado,  no  os  doy  este  consejo,  por 
que  no  hagáis  menospreciar  los  libros  que  Dios  me  hizo 
concebir. 


LX 

— Ramón:  si  yo  voy  a  la  corte,  ¿vos  adonde  iréis?  ¿Por 
qué  no  procuráis  conmigo  la  causa  de  Jesucristo,  pues  la 
movisteis?  Y  si  hacen  burla  y  escarnio  de  mí,  ¿adonde  es- 
taréis vos?  ¿Pretendéis,  acaso,  que  yo  haga  lo  que  vos  no 
queréis  hacer?  Paréceme  que  no  me  deseáis  mucho  a  mí  ni 
a  otro  en  este  negocio.  Ea,  pues,  vamos  a  Roma,  no  vaci- 
léis en  nada;  no  seáis  de  aquellos  que  dicen:  "Señores,  haced 
lo  que  y°  no  haría."  Avergonzado  debierais  estar  de  esto; 
que  no  tenéis  excusa,  antes  pecáis  por  hipocresía,  y  lo  que 
hasta  aquí  lograsteis  lo  perdéis  por  vergüenza. 


1 140 


DESCONHORT 


LXI 

—N'ermità:  eu  prepòs  als  sarraïns  tornar, 
per  so  que  a  la  fe  los  pusca  aportar; 
on  vayg  sens  paor  de  mort,  que  fa  pus  greu  portar, 
que  vergoyna  sofrir  per  Jhesú  Crist  honrar, 
la  qual  en  res  no  tem,  ans  la  deu  hom  amar. 
Mas  per  so  que  ma  Art  no  fassa  meynsprear 
en  tenir  la  manera  que  tenon  li  juglar, 
encara,  que-n  altre  loc  creu  mays  de  bé  far, 
per  què  no  prepòs  ara  a  cort  retornar. 
730    E,  car  vós  tan  forment  me  volets  encolpar, 
pot  ésser  que-u  fassats  per  vós  a  escusar 
a  venir  a  la  cort;  per  què-u  lexem  estar. 

LXII 

r'enedí's  l'ermità  car  ac  Ramon  reprès, 
e  dix-li,  que  per  so  que  ab  el  en  cort  stegués, 
l'habia  tan  fortment  en  axí  escomès. 
Ramón,  dix  l'ermità:  dos  ans,  prepòs,  o  tres 
a  estar  en  la  cort,  sotsposat  que  no  res 
hi  fassa;  mas,  après,  prepòs  que  eu  tengués, 
per  lo  món  sa  e  lla,  a  prelats  e  marquès 
740    religioses  e  reys,  e  fer  so  que  pogués 

en  menar  aquest  fayt  que  m'avets  escomès. 
Mas  volgra  que-n  mon  loc  altre  en  cort  estegués, 
e  que  en  axí,  un  tal  cercle  se'n  feés, 
tro  que  aquest  fayt  en  la  cort  se  presés. 

LXIII 

— N'ermità,  dix  Ramon:  bé  avets  consirat; 
car  per  aytal  cercle  pot  ésser  acabat 
lo  fayt,  qui  és  tam  bo  a  crestianitat. 
E  digats  sa  e  la,  a  rey  e  a  prelat, 
que  sil  fayt  tost  nos  pren,  que  ja  és  ordenat 
750   per  sarraïns,  que-ls  tartrés  a  el  sion  girat, 
e  ja  n'an  convertits  una  gran  quantitat; 


EL  DESCONSUELO 


II4I 


LXI 

— Ermitaño :  propóngome  volver  a  los  moros,  para  redu- 
cirles a  la  fe ;  y  voy  sin  temor  a  la  muerte,  que  arredra  más 
que  cualquiera  escarnio  sufrido  por  la  honra  de  Jesucristo. 
Yo  no  la  temo,  porque  el  hombre  debe  desearla.  Mas,  a  fin 
de  que  no  haga  yo  menospreciar  mi  Arte,  obrando  a  manera 
de  juglar,  y  porque  en  otra  parte  pienso  hacer  mayor  bien, 
no  determino  volver  a  la  corte.  Cuando  veo  la  insistencia 
con  que  de  todos  modos  me  culpáis,  sospecho  si  lo  hacéis 
para  excusaros  de  ir  a  Roma;  por  eso  dejémoslo  estar. 

LXII 

El  ermitaño  se  arrepintió  de  haber  reprendido  a  Ramón,  y 
manifestóle  que  le  había  hablado  así  para  determinarle  a  que 
emprendiese  con  él  el  camino  de  la  corte.  — Ramón — añadió 
entonces  el  ermitaño — :  dos  o  tres  años  quiero  permanecer 
en  Roma,  aunque  nada  pueda  alcanzar,  y  después  deseo 
entender  en  el  negocio  de  que  me  habéis  hablado.  Mas  qui- 
siera que  después  otro,  en  mi  lugar,  fuese  allá,  y  que  de 
tales  hombres  se  estableciera  una  orden  religiosa,  hasta 
que  tan  grande  beneficio  fuese  comprendido  y  debidamente 
apreciado  por  la  corte  romana. 

LXIII 

— 'Ermitaño — contestó  Ramón — :  bien  pensasteis,  por- 
que, con  esa  orden,  fácil  fuera  se  llevase  a  ejecución  cosa 
tan  grande  y  provechosa  para  el  cristianismo.  Decid  por 
todas  partes,  a  reyes  y  prelados,  que  se  apresuren  a  hacerlo, 
pues  los  moros  han  pervertido  ya  a  los  tártaros  22 ,  los  cua- 

22  La  invasión  de  los  tártaros  o  tátaros,  pueblo  cuya  geografía  y 
etnografía  aun  no  ha  sido  bien  marcada,  constituía  una  de  las  más 
graves  preocupaciones  de  nuestro  Beato  y  aun  de  toda  la  Euro- 
pa cristiana  de  su  tiempo.  En  1241  escribía  el  rey  Luis  IX  a  su  ma- 
dre doña  Blanca  :  «Erigat  nos,  Mater,  caeleste  solatium  quia,  si 
perveniant  ipsi,  vel  nos  ipsos,  quos  vocamus  tártaros,  ad  suas  tarta- 
reas  sedes  (lo  más  profundo  del  infierno)  retrudemus,  vel  ipsi  nos 
omnes  ad  caelum  subvehent.»  En  la  Petitio  Raymundi  pro  conver- 
sione  infidelium  ad  Caclestimim  V  (Nápoles,  1294),  Ramón  Llull  ya 
insta  al  Papa  para  que  haga  todo  lo  posible  por  convertir  a  los  tár- 
taros. Esta  conversión  sería  fácil,  siendo  así  que  los  tártaros  no  tie- 
nen ley  y  permiten  que  en  sus  tierras  se  predique  la  fe  cristiana  ; 
y  todo  aquel  que  quiera  puede  ser  cristiano,  sin  recelo  alguno  ni 
temor  del  rey.  Y  esto  es  muy  necesario,  porque  si  los  tártaros  hicie- 
sen ley  como  lo  hizo  Mahoma;  o  los  sarracenos  o  los  judíos  los  con- 
virtiesen a  la  suya,  toda  la  cristiandad  correría  gravísimo  riesgo. 
Cf.  L.  Riber,  Raimundo  Lulio  (Barcelona,  193$),  pp.  127-128. 

Dice  mucho  en  favor  de  esta  tolerancia  religiosa  de  los  tártaros, 
ensalzada  por  Ramón  Llull,  el  siguiente  hecho,  narrado  por  J.  Ta- 
rré  :  «Uno  de  los  actos  más  emocionantes  del  LT  Concilio  de  Lyón 


1142 


DESCONHORT 


e-ls  tartres,  convertits  en  sarraïnitat, 

leu  poran  destruir  quax  tota  cristianitat, 

en  tant,  que  no  serà  cristià  qui  aja  regnat, 

ni  negú  prelat  aurà  caval  sejornat. 

Vejats,  doncs,  n'ermità,  lo  món  a  quès  tornat. 

LXIV 

— Ramon,  dix  l'ermità:  fort  volria  saber 
per  qual  raó  Déus  se  pot  en  axí  captener 
del  món,  qui  és  seu,  e  l  gita  non  chaler, 
760    ni  la  sua  bontat,  com  ho  pot  sostener 

que  tans  peccadors  vajen  en  infern  mal  aver. 
Per  què-us  prec,  Ramon,  que  men  digats  vostre  saber ; 
car  on  mays  me-n  direts,  mays  en  sabray  retrer, 
e  lo  fayt  que-m  liurats  mils  poray  mantener. 
Oar,  pus  que-1  món  fo  fayt  tro  ara,  a  mon  parer, 
si  és  un  home  salvat,  mil  ne  són  en  doler 
en  infern  per  tost  temps.  E  assò,  co  s  pot  fer 
que  l'Esgleya  ni  hom  no  hi  fa  son  poder? 

LXV 

— N'ermità:  ja-us  ay  dit,  si  bé  vós  pot  membrar, 
770    que  Déus  mays  creà  hom  per  si  servir  e  honrar, 
que  per  so  que  hom  agués  gloriejar. 
E,  car  hom  no  està  en  la  fi  de  crear, 
en  quant  mays  desira  a  si  meteyx  procurar 
salvació,  que  a  Déu  honor  e  bé  estar, 
per  aysò  aytal  home  no  pot  en  gràcia  estar, 
ans  està  en  pecat  assís  en  l'abissar. 
Per  què  lo  món  se  pert,  e  no  s  vol  despertar, 
e  jens  no  m  maravel  si  Déus  no-1  vol  amar, 
ni  si  lexa-1  demoni  en  lo  món  tant  mal  far, 
780    per  so  que  del  tort  que  pren  se  pusca  fort  venjar. 

LXVI 

L'érmità  e  Ramon  preseren  cumiat, 
e  amdós,  en  ploran,  se  son  baysat  e  abrasat, 
e  cascú  dix  a  l'altre  c  a  Déu  fos  comanat 
e  en  oració  l'u  per  l'autre  menbrat. 
Al  partir  se  sguardaren  ab  mojt  gran  caritat, 
pietat  e  dolor,  cascú  ajenollat, 
e  cascú  senyà  l'altre  e  ac  agraciat. 
La  un  se  partí  del  altre  ab  mant  suspir  gitat, 
car  mays  no  pre posaven  que  fossen  assemblat 


EL  DESCONSUELO 


1143 


les,  convertidos  a  la  secta  mahomética  y  unidos  a  los  sa- 
rracenos, podrán  destruir  toda  la  cristiandad;  tanto,  que 
no  se  hallará  cristiano  que  sea  señor  del  reino  ni  habrá  pre- 
lado que  tenga  caballo  grueso.  Mirad,  pues,  ermitaño,  a  qué 
es  venido  el  mundo. 

LXIV 

— Ramón — dijo  el  ermitaño — :  mucho  deseo  saber  por  qué 
causa  Dios  quiere  así  olvidarse  del  mundo,  que  es  suyo,  y  poi- 
qué lo  deja  de  modo  que  no  tiene  semejanza  de  su  bondad, 
y  cómo  puede  sufrir  que  tantos  pecadores  vayan  al  infierno. 
Rúegoos,  Ramón,  que  me  digáis  la  verdad  y  la  causa  de 
todo  esto;  porque,  cuanto  más  me  digáis,  de  más  cosas  me 
acordaré  y  mejor  defenderé  el  negocio  que  me  encomendáis. 
Según  me  parece,  desde  el  principio  del  mundo  hasta  nues- 
tros días,  si  un  hombre  se  salva,  mil  se  condenan  en  el 
infierno.  Y  ¿cómo  es  que  la  Iglesia  ni  nadie  se  esfuerza  en 
dar  a  esto  remedio? 

LXV 

— Ermitaño:  si  bien  lo  recordáis,  ya  os  dije  que  Dios 
crió  al  hombre  más  para  que  le  sirviera  y  honrara  que  para 
que  alcanzara  gloria.  Los  hombres  no  cumplen  el  fin  de  la 
creación,  cuando  más  procuran  y  desean  su  salvación  que  la 
honra  de  Dios;  por  eso  no  pueden  tales  hombres  estar  en 
gracia  de  Dios,  antes  viven  en  pecado.  Este  es  el  abismo  por 
el  cual  va  deslizándose  el  mundo,  y  el  mundo  no  quiere 
despertar  de  su  letargo.  Por  eso  me  maravillo  si  Dios  no 
le  ama  y  si  deja  hacer  al  espíritu  maligno  tanto  mal,  en 
venganza  de  las  ofensas  que  recibe. 

LXVI 

El  ermitaño  y  Ramón  mutuamente  se  despidieron,  y, 
llorando,  se  abrazaron  y  besaron;  y  el  uno  dijo  al  otro  que 
a  Dios  le  encomendaba  y  que  por  él  en  sus  oraciones  rogaría. 
Al  separarse,  miráronse  con  mucho  amor,  piedad  y  senti- 
miento, e,  hincadas  al  suelo  las  rodillas,  cada  uno  al  otro 
santiguaba  y  bendecía.  Y  después  partieron,  exhalando  am- 
bos tiernos  suspiros,  porque  creían  no  volverse  a  ver  más 


(1274),  presidido  por  Gregorio  LX,  fué  el  bautismo  de  un  embajador 
de  Abagha,  rey  de  los  tártaros,  y  de  dos  personas  de  su  séquito, 
solemnemente  administrado  por  el  que  era  cardenal  obispo  de  Ostia 
y  .fué  elegido  Papa,  poco  tiempo  después  (enero  de  1276),  con  el  nom- 
bre de  Inocencio  III.»  Cf.  Los  códices  lulianos  de  la  Biblioteca  Na* 
cioíial  de  París,  en  Analccta  Sacra  Tarraconensia,  14  (1941),  157. 


ii44 


DESCONHORT 


9o    en  est  món,  mas  en  l'altre,  si  a  Déu  ve  de  grau 
E  can  cascú  del  autre  se  fo  un  petit  luynat, 
tant  tost  fo  l'un  per  l'altre  molt  fortment  desirat. 


LXVII 

L'ermità  rememorà  lo  trebayl  el  afán 
en  què  Ramon  avia  estat  en  mant  an; 
encara,  ques  metia  en  perill  qui-s  molt  gran: 
al  cel  levà  sos  uyls,  mans  juntas,  ajenoyllan, 
ab  pietat  e  amor  a  Déu  dix,  en  ploran: 
"O,  Déus  humil,  piados!  per  mersè  vos  deman 
c'ab  vós  sia  Ramon,  tant  que-l  gardets  de  dan. 
800   A  vós,  Déus  poderos,  mon  amic  Ramon  coman; 
e  al  món  trametets  hòmens  c-ajen  talan 
a  morir  per  vostra  amor,  e  qui  vajen  mostran 
veritat  de  la  fe,  per  lo  món  preïcan, 
segons  que  Ramon  ho  va  ja  comensan." 


LXVIII 

Can  Ramon  remembra  la  molt  gran  tempestat 
en  la  qual  longament  ac  estat  tabuxat, 
e  menbrà  l'ermità  c  a  ella  s'era  dat, 
adones  plorà  molt  fort,  e  ac  d'el  pietat, 
e  dix  a  Jhesú  Crist,  mans  juntas,  ajenoyllat: 
sio    "o,  vós,  ver  déus  e  hom,  per  qu-eu  ay  trebayllat 
com  per  tot  lo  món  fóssets  conegut  e  amat! 
Si  a  dretura  plau  que  vós  me-n  ajats  grat, 
plasia'us  que  l'ermità  ne  sia  remunerat, 
pus  que  s'és  mes  tam  fort  en  ma  societat, 
e  fayts  per  él  complir  so  on  ay  pauc  enansat, 
e  a  mi  ajudats  enansar  cristianitat." 


LXIX 

Fenit  és  lo  Desconort  que  Ramon  ha  escrit; 
e  en  lo  qual  l'ordenament  del  món  ha  dit 
e  en  rimes  posat,  per  so  que  no  s'oblit; 
820    car  poria  ésser  que  molt  home  ardit 
se  meta  en  lo  fayt,  tro  que  sia  complit 
so  que  ha  Ramon  al  papa  requerit. 
Car,  si  per  lo  papa  lo  fayt  és  stabilit 


EL  DESCONSUELO 


"45 


en  este  mundo,  sino  en  el  cielo,  mediante  la  voluntad  de 
Dios.  Y,  cuando  estuvieron  algo  distantes,  los  dos  se  de- 
searon mucho. 


LXVII 

El  ermitaño  se  acordaba  del  trabajo  y  las  fatigas  que 
Ramón  había,  durante  tantos  años,  arrostrado,  y  de  que 
aun  iba  a  ponerse  en  gran  peligro.  A)lzó  los  ojos  al  cielo,  y, 
de  rodillas,  con  las  manos  juntas  y  con  ardiente  celo,  ca- 
ridad y  lágrimas,  dijo:  "¡Oh  Dios  piadoso!,  por  merced  os 
pido  que  no  desamparéis  a  Ramón  y  que  le  guardéis  de  mal. 
A  vos,  poderoso  Señor,  os  lo  encomiendo;  enviad  al  mundo 
hombres  dispuestos  a  morir,  como  él,  por  vuestro  amor,  y 
que,  como  él,  vayan  mostrando  la  verdad  de  la  santa  fe, 
predicando  por  todo  el  orbe. 


LXVIII 

Cuando  Ramón  recordó  la  gran  tempestad  que  por  tanto 
tiempo  le  combatiera,  y  pensó  en  que  el  ermitaño  se  había 
puesto  de  su  parte,  lloró  mucho,  y  hubo  compasión  de  él,  y 
dijo  a  Jesucristo,  con  las  manos  juntas  y  arrodillado:  "¡Oh 
verdadero  Dios  y  hombre,  por  quien  tanto  he  trabajado, 
para  que  seáis  de  todos  conocido  y  amado!  Si  a  vuestra 
justicia  place  que  esto  me  agradezcáis,  plázcaos  también 
que  por  ello  sea  remunerado  el  ermitaño,  ya  que  lealmente 
se  puso  en  mi  compañía.  Haced  que  por  él  se  acabe  lo  que 
yo  he  encaminado  y  adelantado,  y  ayudadme  a  mí  para  que 
pueda  trabajar  por  la  prosperidad  del  reino  cristiano." 


LXIX 

Acabado  es  el  Desconsuelo  que  Ramón  ha  escrito,  en  el 
cual  ha  manifestado  el  orden  del  mundo.  Lo  ha  compuesto 
en  rima  para  que  mejor  pueda  conservarse  en  la  memoria; 
que  bien  pudiera  acontecer  que  algún  varón  animoso  y  es- 
forzado emprendiese  este  negocio,  hasta  que  fuera  cumplido 
lo"  que  Ramón  ha  tanto  suplicado  al  santo  Pastor  de  la 
Iglesia.  Porque,  si  Su  Santidad  lo  ordenare,  con  asentimiento 


DESCONHORT 


e  que  cascú  de  sos  frayres  hi  ajan  consentit, 
poran  ésser  del  món  tot  li  mal  departit, 
e  tot  lo  món  serà  a  Déu  tant  abellit, 
que  a  la  fe  romana  no  serà  contradit. 
Aquest  Desconort  coman  al  Sant  Spirit. 

Aquest  Desconort  fo  fet  en  la  cort  de  Roma,  e  canta's 
en  lo  so  de  Berart. 


EL  DESCONSUELO 


1147 


de  los  cardenales,  se  diera  fin  a  los  males  de  este  mundo, 
y  el  orbe  todo  fuera  ennoblecido  a  los  ojos  de  Dios,  y  la  fe 
cristiana  se  viera  felizmente  libre  de  todos  sus  contrarios. 
Encomiendo  este  triste  llanto  y  Desconsuelo  al  Espíritu 
Santo  23. 

3  En  el  texto  catalán  léese,  al  final,  esta  nota  curiosa  :  «Aquest 
Desconort  ío  fet  en  la  cort  de  Roma,  e  canta's  en  lo  so  de  Berart.» 

¿Cuál  sería  este  son,  al  ritmo  del  cual  se  cantaba  el  poema  lulia- 
no  ?  ¿  Quién  sería  este  Berardo  y  cuál  el  poema  que  llevaba  su  nom- 
bre y  que  tenía  igual  forma  que  el  poema  de  Llull  ?  Según  los  auto- 
res de  la  Histoire  littéraire  de  la  Frunce  (XXIX,  267),  a  quienes 
sigue  d'Alòs-Moner  (1.  c,  p.  164),  bien  pudiera  ser  que  se  tratara 
de  Berardo  de  MontcLidier,  héroe  del  ciclo  de  Carlomagno.  En  efecto, 
diversas  alusiones  en  la  poesía  de  los  trovadores  prueban  la  existen- 
cia de  un  poema,  hoy  perdido,  cuyo  protagonista  sería  este  Berardo. 
Por  otra  parte,  era  un  caso  frecuente  en  aquellas  épocas,  que  los 
poetas  hicieran  obras  para  cantarse  al  son  de  alguna  otra  conocida  o 
famosa.  Un  ejemplo  :  Ramón  Muntaner,  que  pone  en  su  Crònica  un 
Sermó  en  alejandrinos  monorrimos  en  so  de  Gui  de  N'Antull. 


ACABÓSE  DE  IMPRIMIR  ESTE  VOLUMEN  DE 
LAS    «OBRAS    LITERARIAS»    DE  RAMÓN 
LLULL  EL  DIA  18  DE  MARZO  DE  1948, 
VÍSPERA  DE  LA  FESTIVIDAD  DEL 
GLORIOSO   PATRIARCA  SAN 
JOSÉ,  EN  LOS  TALLERES 
DE    LA    EDITORIAL  CA- 
TÓLICA,   S.    A.,  AL- 
FONSO XI,  NÜM.  4, 
MADRID 


LAUS  DEO  VIRGINIOUE  MATRI 


BIBLIOTEC  A 

DE 

Autores  Cristianos 


Volúmenes,  publicados: 

L  SAGRADA  BIBLIA,  de  Nácar-Colunia  Í2.«  edición).  En  tela, 
70  pesetas;  en  piel,  100.  (Agotada.  En  reedición.) 

2.  SUMA  POETICA  (antología  de  la  poesía  religiosa  españo- 
la), por  José  María  Pemán  y  Miguel  Herrero  García.  En 
tela,  20  pesetas;  en  piel,  50. 

3.  OBRAS  COMPLETAS  CASTELLANAS  DE  FRAY  LUIS 
DE  LEON.  Introducciones  y  notas  por  el  P.  Félix  Gar- 
cía, O.  S.  A.  En  tela,  40  pesetas;  en  piel,  75.  (Agotadas  en 
tela.  Se  prepara  la  reedición.) 

4.  SAN  FRANCISCO  DE  ASIS.  ESCRITOS  COMPLETOS  Y 
BIOGRAFIAS  DE  SU  EPOCA  En  tela,  30  pesetas;  en 
piel,  60.  (A  punto  de  agotarse.) 

5.  PEDRO  DE  RLBADENEYRA.  HISTORUS  DE  LA  CON- 
TRARREFORMA En  tela,  40  pesetas;  en  piel,  75. 

6.  OBRAS  DE  SAN  BUE  NA  VENTURA .  Tomo  I,  en  texto  bi- 
lingüe latino  y  castellano.  En  tela,  30  pesetas;  en  piel,  60. 
(Publicados  los  tomos  n,  m  y  IV.) 

7.  CODIGO  DE  DERECHO  CANONICO  Y  LEGISLACION 
COMPLEMENTARLA  (2.'  edición).  Texto  bilingüe  y  comen- 
tado. En  tela,  65  pesetas;  en  piel,  100. 

8.  TRATADO  DE  LA  VIRGEN  SANTISIMA,  por  el  doctor 
don  Gregorio  Alastruey  (2.a  edición).  En  tela,  40  peseta.*; 
en  piel,  75. 

9.  OBRAS  DE  SAN  BUENAVENTURA.  Tomo  H,  dedicado  a 
las  monografías  sobre  Jesucristo.  En  texto  bilingüe.  En 
tela,  30  pesetas;  en  piel,  65.  (Publicados  los  tomos  HE  y  IV.) 

10.  OBRAS  DE  SAN  AGUSTIN.  Tomo  I:  Introducción  y  texto 
bilingüe:  Vida  de  San  Agustín,  por  Posidio;  Soliloquios,  So- 
bre el  orden,  Sobre  la  vida  feliz.  En  tela,  30  pesetas;  en 
piel,  65.  (Publicados  los  tomos  H  y  m.) 

11.  OBRAS  DE  SAN  AGUSTIN.  Tomo  H:  Introducción  gene- 
ral a  la  filosofía  de  San  Agustín  y  texto  latino  y  versión 
castellana  de  las  Confesiones.  En  tela,  40  pesetas;  en  piel,  75. 
(Publicado  el  tomo  HI.) 

12-13.  OBRAS  COMPLETAS  DE  DONOSO  CORTES  (dos  volúme 
nes).  Los  dos  tomos,  en  tela,  70  pesetas;  en  piel,  140. 

14.  BIBLIA  VULGATA  LATINA,  por  Colunga-Turrado.  Edi- 
ción a  una  tinta,  en  papel  biblia  crema,  en  tela,  60  pesetas: 
edición  a  dos  tintas,  con  encuademación  y  sobrecubierta 
especiales,  80;  en  piel,  a  dos  colores.  100. 

U.  OBRAS  COMPLETAS  DE  SAN  JUAN  DE  LA  CRUZ,  con 
la  Biografía,  del  P.  Crisógono  de  Jesús.  En  tela.  45  pesetas; 
en  piel,  80. 


16.  TEOLOGIA  DE  SAN  PABLO,  por  el  P.  José  María  Bover. 
En  tela,  40  pesetas;  en  piel,  75. 

17-18.  TEATRO  TEOLOGICO  ESPAÑOL,  por  Nicolás  González 
Ruiz.  Tomo  I:  Autos  sacramentales.  Tomo  II:  Comedias 
teológicas,  bíblicas  y  hagiogTáJicas.  Cada  volumen,  en  tela, 
35  pesetas;  en  piel,  70. 

1».  OBRAS  DE  SAN  BUENAVENTURA.  Tomo  ni,  'bajo  el  tí- 
tulo general  de  Camino  de  la  Sabiduría.  En  tela,  35  pesetas; 
en  piel,  70.  (Publicado  el  tomo  rv.) 

20.  OBRA  SELECTA  DE  FRAY  LUIS  DE  GRANADA:  Una 
suma  de  la  vida  cristiana.  Selección  copiosa  de  pasajes  de 
nuestro  inmortal  clásico,  ordenados  por  el  mismo  orden  de 
materias  de  la  Suma  Teológica  de  Santo  Tomáis  de  Aquino. 
En  tela,  45  pesetas;  en  piel,  80. 

21.  OBRAS  DE  SAN  AGUSTIN.  Tomo  III,  que  contiene,  en 
texto  bilingüe  latino  y  castellano,  los  siguientes  tratados: 
Contra  los  académicos,  Del  libre  albedrío,  El  Maestro,  De 
la  cuantidad  del  alma,  Sobre  la  naturaleza  del  bien:  contra 
los  maniqueos  y  Del  alma  y  su  origen.  En  tela,  45  pesetas; 
en  piel,  80.  (Publicado  el  tomo  rv.) 

22.  SANTO  DOMINGO  DE  GUZMAN:  Su  vida,  su  Orden,  sus 
escritos,  por  el  P.  Miguel  Gelabert,  O.  P.  Con  un  centenar 
de  ilustraciones  de  la  copiosa  iconografía  dominicana.  En 
tela,  40  pesetas;  en  piel,  75. 

23.  OBRAS  DE  SAN  BERNARDO.  Selección,  versión  castella- 
na, introducciones  y  notas  por  el  P.  Germán  Prado,  bene- 
dictino de  Silos.  Grueso  volumen  de  más  de  1.500  páginas. 
En  tela,  50  pesetas;  en  piel,  85. 

24.  OBRAS  COMPLETAS  DE  SAN  IGNACIO  DE  LOYOLA, 
por  el  P.  Larrañaga,  S.  I.  Tomo  I:  Autobiografía  y  Diario 
espiritual.  Casi  900  páginas.  En  tela,  35  pesetas;  en  piel,  70. 

25-26.  SAGRADA  BD3LIA,  de  Bover-Cantera.  Versión  crítica  so- 
bre los  textos  hebreo  y  griego.  Dos  volúmenes  de  unas 
1.250  páginas  cada  uno.  En  tela,  los  dos  tomos,  80  pesetas; 
en  piel,  125. 

27.  LA  ASUNCION  DE  MARIA.  Tratado  teológico  y  antolo- 
gía de  textos,  por  el  P.  José  María  Bover,  S.  I.  En  tela, 
30  pesetas;  en  piel,  65. 

28.  OBRAS  DE  SAN  BUENAVENTURA.  Tomo  IV:  Teología 
mística.  En  texto  bilingüe  latino  y  castellano.  En  tela,  45  pe- 
setas; en  piel,  80. 

29.  .  SUMA  TEOLOGICA  de  Santo  Tomás  de  Aquino.  Tomo  I: 

Introducción  general,  por  el  P.  Santiago  Ramírez.  O.  P.,  y 
Tratado  de  Dios  Uno.  En  tela,  50  pesetas;  en  piel,  85. 

30.  OBRAS  DE  SAN  AGUSTIN.  Tomo  rV:  Obras  apologéticas: 
Religión,  Cristianismo,  Iglesia  católica.  En  tela,  45  pesetas; 
en  piel,  80. 

31.  OBRAS  LITERARIAS  DE  RAMON  LLULL:  Libro  de  Ca- 
ballería, Blanquerna,  Félix  y  Poesías. 


Dirija  sus  pedidos  a 
LA  EDITORIAL  CATOLICA,  S.  A.  Alfonso  XI,  4,  Madrid, 
o  a  LIFESA,  Valenzuela,  6,  Madrid. 


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41 

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GAYLORD 

PRINTED  IN  U  S  A. 

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L 

PQ6412.L88A3 

Obras  literarias:  Libro  de  Caballería 


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