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OBRAS 


DE 


D.  F.  SARMIENTO 


OBRAS 


DE 


D.  F.  SARMIENTO 


PUBLICADAS  BAJO   LOS   AUSPICIOS    DEL   GOBIERNO 
ARGENTINO 


TOMO   XL-lll 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ 


HORACIO  MANN 


BUENOS  AIRES 


o  5% 
a3 


7356 — Imprenta  y  LitograQa   u  Mariano  Moreno  n,  Corrientes    «aft 
iSOO 


EDITOR 
A.  BELIN  SARMIENTO 


INTRODUCCIÓN 


Las. páginas  que  siguen,  poniendo  orden  en  los  pape- 
les que  los  hijos  del  Dr.  D.  Francisco  Javier  Muñiz  con- 
servan como  precioso  legado  de  familia,  tienen  en  mira, 
dándolas  á  luz,  perpetuar  la  grata  memoria  del  ciudadano 
que  les  dio  nombre  y  ser;  y  que  fué  constante  objeto,  du- 
rante medio  siglo,  de  la  gratitud  de  aquellos  cuya  sangre 
restañó  como  cirujano  en  campos  de  batalla,  y  cuyas 
dolencias  mitigó  en  los  hospitales,  y  de  las  ardientes 
simpatías  de  los  patriotas,  á  cuyos  oídos  llegó  su  nombre, 
unido  á  los  recuerdos  gloriosos  de  Ituzaingó  y  de  Cepeda; 
pues  fué  por  tan  largo  tiempo  cirujano  de  ejército  en 
campamentos  apartados  y  en  campañas  laboriosas.  En- 
trando en  la  vida  pública  casi  niño  aun,  atravesado  de 
una  bala  en  el  asalto  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires  por 
los  Ingleses  en  1807,  y  saliendo  de  ella  en  la  edad  ma- 
dura empujado  por  la  lanza  enemiga,  mientras  entre  el 
rumor  de  las  armas  y  el  estampido  del  cañón  vendaba 
en  el  campo  da  batalla  de  Cepeda,  las  heridas  que  el 
hierro  ó  el  plomo  abrían  á  los  combatientes,  su  nombre 
se   liga  á  los  grandes  acontecimientos  de  nuestra  historia. 

Al  registrar  y  recorrer  sus  papeles,  diplomas,  escritos  y 
correspondencias,  empero,  encuéntrase  otra  cosa  que  un 
cirujano,  siquiera  fuese  notable,  alzándose  y  como  des- 
pojándose de  los  sudarios  mortuorios  una  alma  elevada, 
y  la  figura  de  un  carácter  nuevo  ó  de  rara  ocurrencia 
todavía  en  esta  América,  algo  como  el  espíritu  de  una 
nación  que  va  á  condensarse  sobre  alguno  de  los  grandes 
girones  en  que  se  despedazó  el  regio  manto  de  la  España, 
al  alborear  este  siglo  de  las    independencias  y    emanci- 


6  OBRAS   DE   SARMIENTO 

paciones  coloniales;  entrando  en  la  vida,  asombrada  de 
verse  llamada  de  improviso  á  tan  grandes  destinos;  li- 
brada á  sí  misma  sobre  país  inexplorado  y  sin  límites 
conocidos,  divisando  en  lontananza  los  toldos  del  indio 
salvaje  con  quien  ha  de  disputar  palmo  á  palmo  el  de- 
recho á  la  tierra,  y  trabar  día  á  día  la  lucha  por  la 
existencia. 

En  la  dilatada  llanura  vagaban  con  el  hombre  manadas 
de  caballos  baguales,  jaurías  de  perros  cimarrones,  y  gana- 
dos alzados  que  iban  volviendo  á  las  formas  primitivas 
del  urus  paterno. 

El  hombre  mismo  se  venía  haciendo  solitario  y  errante, 
siguiendo  acaso  la  tradición  de  don  Quijote  que  vive  en 
su  sangre,  desnudaba  el  alfanje  donde  quiera  que  alguno 
pretendiese  poner  en  duda  su  valor  ó  disputarle  la  moza 
que  arrebató  de  ajeno  hogar.  Para  mas  desconcertarlo, 
donde  los  arroyos  se  han  labrado  cauces  profundos,  se 
descubren  embutidos  en  la  barranca,  osamentas  gigantes- 
cas, que  hacen  vislumbrar  á  las  miradas  atónitas,  mundos 
anteriores,  en  que  vivieron  elefantes  ó  mas  grandes  anima- 
les, descubriéndose  á  veces  huesos  de  caballos  ó  zebras,  y 
mandíbulas  de  fieras  que  llevan  un  arsenal  de  incisivos, 
colmillos  y  espadas  de  dos  filos,  para  labrar  de  un  solo  re- 
vés tajadas  de  carne  de  una  vara,  en  aquellas  moles  que  se 
llaman  megatherium,  es  decir  animal  grande,  por  no  saber 
como  lo  llamaría  Adam  al  dar  nombre  á  sus  comundanos, 
pues  parece  evidente  que  no  acudieron  con  el  toxodon,  el 
milodon,  y  las  nueve  variedades  de  clyptodones  al  llamado 
de  Noé,  para  salvarlos  del  diluvio.  Acaso  el  Ñandú  es  ave 
escapada  de  aquella  creación,  como  las  de  su  especie  en 
Nueva  Zelanda,  bípedo  con  alas  para  no  volar,  desmintiendo 
así  la  teoría  de  las  causas  finales.  Entre  estas  contradiccio- 
nes y  fenómenos  de  una  naturaleza  primitiva  ó  embriona- 
ria, se  agitaba  una  sociedad  en  germen  también,  que  no 
acababa  de  tomar  asiento,  como  agua  turbia,  por  falta  de 
tiempo,  de  tradiciones,  de  historia,  de  prácticas  de  go- 
bierno, creando,  ó  intentando  crearse  uno  propio,  y  andán- 
dole el  tiempo  escaso,  dándose  contra  las  paredes  á  causa 
de  su  inexperiencia,  y  de  su  prisa,  dividiéndose  entre  sí  la 
familia,  tomando,  á  fuerza  de  no  entenderse,  cada  uno  por 
su  lado,  encarándose  en  seguida,  combatiendo,  desgarran- 


INTRODUCCIÓN  7 

dose  entre  sí,  sin  saber  á  las  claras  á  donde  iban,  ni  porqué 
tanta  saña. 

Tal  ha  debido  ser  la  situación  de  espíritu  de  nuestros 
padres  al  tomar  posesión  del  suelo  de  que  querían  re- 
construir una  Patria. 

Parécerae  que  mi  tarea  sería  también  reconstruir  un 
nombre,  ya  que  el  Dr.  Muñiz,  tan  estimado  personalmente 
de  sus  contemporáneos,  no  es  conocido  sino  por  sus  servi- 
cios con  tanta  abnegación  prestados  en  los  ejércitos,  y  al- 
gunos aciertos  brillantes  como  médico  y  cirujano,  cuyo 
agradecido  recuerdo,  la  verdad  sea  dicha,  pasa  con  la 
generación  que  los  presenció  cuando  no  se  llega  á  ser  un 
Dupuytren  ó  un  Bichat.  Pero  dominado  por  el  temor  de 
incurrir  en  la  tacha  que  imputan  á  los  biógrafos  de  hacer 
siempre  un  héroe  del  objeto  de  su  estudio,  he  adoptado 
un  sistema  nuevo  de  exposición  que  llamaría  jugar  á 
cartas  vistas,  presentando  las  diversas  piezas  justificativas, 
y  provocando  con  ellas  al  lector  benévolo  á  ayudarme  á 
poner  de  pie  esta  figura  que  de  simpática  pasará  á  ser 
venerada,  y  sin  perder  estas  cualidades  acabaría  por 
ocupar  un  lugar  prominente  entre  nuestros  mas  esclare- 
cidos varones. 

Como  se  verá  por  los  documentos  que  nos  sirven  de 
guía,  Muñiz  tenía  todas  las  intuiciones  de  las  ideas  que 
empiezan  á  agitar  al  mundo  moderno.  Practica  la  medi- 
cina y  la  cirujía  por  profesión;  pero  en  la  Universidad  in- 
troduce y  enseña  las  clases  de  obstetricia  y  la  de  patología 
infantil,  mostrando  al  inaugurarlas  el  sentimiento  del  mas 
alto  respeto  por  la  mujer,  que  ha  principiado  ya  en  otros 
países  á  reclamar  la  igualdad  civil  de  los  sexos,  y  á  poco 
obtendrá  el  sufragio  político.  Muñiz  preludia  en  ese  cami- 
no. En  el  ejército  introduce  la  alimentación  vegetal  y 
reclama  los  hospitales  ambulantes,  que  son  la  última 
orden  del  día  de  los  ejércitos  modernos.  En  las  ciencias 
naturales  sigue  las  huellas  de  Darwin,  continuando  su 
obra  y  preparando  materiales  para  el  trabajo  de  clasifica- 
ción que  hará  con  mas  tecnicismo  Burmeister,  que  lo  reco- 
noce uno  de  los  estudiantes  serios  de  la  paleontología 
pampeana,  desde  aquellos  tiempos.  Llégale  hoy  su  época, 
digámoslo  así,  al  avestruz  que  entra  bajo  la  éjida  protec- 
tora del  hombre  civilizado,  resguardándolo  de  la  extinción 


8  OBRAS    DE    SARMIENTO 

con  que  lo  amenazaba  la  diaria  persecución  del  salvaje. 
Muñiz  le  tenía  ya  preparada  su  monografía. 

Llama  indistintamente  su  atención  cuanto  es  peculiar  al 
pais  que  habita,  y  basta  leer  los  encabezamientos  de  sus 
apuntes  para  dejar  entrever  que  con  él  comienza  en  el  país 
un  movimiento  científico  y  literario  que  tiene  por  objeto 
el  estudio  de  nosotros  mismos  y  el  del  país  en  que  vivi- 
mos. Es  curioso  ver  que  al  mismo  tiempo  dos  escritores 
argentinos,  acaso  por  los  mismos  años,  sino  en  el  mismo 
año,  se  ocupan  de  trazar  la  fisonomía  del  gaucho,  como  la 
del  paisano  argentino,  y  sin  conocerse,  repiten  casi  á  la 
letra  las  mismas  historias,  y  le  atribuyen  los  mismos  ras- 
gos. «El  gaucho,  dice  Muñiz,  en  uno  de  sus  manuscritos 
inéditos,  con  el  mate  en  la  mano  que  no  deja  de  chupar, 
refiere  en  estilo  parabólico  y  fanfarrón,  sus  aventuras; 
cuántos  tajos  ha  dado  en  sus  pendencias  desaforadas;  la 
burla  que  hizo  á  la  justicia;  el  baile  en  que  trozó  las  cuer- 
das de  la  guitarra;  y  como  habiendo  ganado  la  puerta,  fa- 
cón en  mano,  impuso  pena  de  la  vida  al  que  intentara 
salir  del  fandango.»  El  mismo  rasgo  característico  distin- 
gue al  gaucho  cantor  en  Civilización  y  Barbarie.  « Anda  de 
pago  en  pago,  de  tapera  en  galpón»,  cantando  sus  héroes 
de  la  Pampa,  perseguidos  de  la  justicia:  los  llantos  de  la 
viuda,  á  quien  los  indios  arrebataron  sus  hijos  en  un  re- 
ciente malón.  Desgraciadamente  el  cantor  con  ser  el  bardo 
argentino  no  está  libre  de  tener  que  habérselas  con  la  jus- 
ticia también,  por  sendas  puñaladas  que  ha  distribuido. 
Tenía  uno  azorado  y  divertido  á  su  auditorio  con  la  larga  y 
animada  historia  de  sus  aventuras.  Había  ya  contado  lo 
del  rapto  de  la  querida;  lo  de  la  desgracia  (una  muerte),  y  la 
disputa  que  la  motivó:  estaba  refiriendo  su  encuentro  con 
la  partida,  y  las  puñaladas  que  en  su  defensa  dio,  cuando 
el  tropel  y  grito  de  los  soldados  le  avisaron  que  esta  vez 
está  cercado . . . . »  (Civilización  y  Barbarie), 

¿Cuál  de  los  dos  autores  es  el  plagiario? 

Es  que  el  tipo  existió,  y  acaso  Muñiz  acierta  haciendo  de 
los  instintos  vagabundos  y  pendencieros  del  gaucho,  una 
degeneración  y  transmigración  de  Don  Quijote,  el  ingenioso 
hidalgo  en  la  Mancha  española  buscando  aventuras,  y  em- 
peñado en  mostrar  que  es  el  paladín  sin  rival,  tendiendo  el 
poncho  y  armando  gresca  á  cuantos  encuentra  de  su  pelaje. 


INTRODUCCIÓN  9 

La  fama  de  los  versos  y  fechorías  de  Santos  Vega,  se  dila- 
taba por  la  inmensa  pampa  y  llegaba  á  los  confines  del 
virreinato,  por  un  telégrafo,  cuyos  hilos  están  rotos  ya  para 
no  volver  á  reanudarse  jamás:  la  tropa  de  muías  ó  de  carre- 
tas que  viajaba  de  un  extremo  á  otro,  y  en  cuyos  rodeos  y 
al  rededor  del  improvisado  fogón,  se  referían  estas  histo- 
rias de  que  venía  impregnada  la  atmósfera  de  las  pam- 
pas. 

Abre  la  serie  de  comprobantes  la  larga  lista  de  decretos 
gubernativos,  despachos,  diplomas,  y  referencias  que  cons- 
tituyen la  foja  de  servicios,  diremos  así,  del  cirujano  mili- 
tar, abrazando  cuarenta  años  largos,  y  con  lo  que  se  traza  la 
historia  del  país  mismo,  pues  todos  los  gobiernos  que  se 
suceden  han  puesto  su  sello  en  aquellos  documentos. 

Con  tales  datos  la  tarea  del  que  escribe  se  allana  mucho, 
reduciéndose  á  ligar  unos  acontecimientos  con  ctros,  acaso 
á  señalar  en  los  movimientos  al  parecer  espontáneos  del 
espíritu,  la  marcha  que  seguirán  las  ideas,  ensanchando  el 
camino  apenas  trazado  por  los  primeros  exploradores.  Mu- 
ñiz  es  uno  de  ellos,  y  muchos  de  los  que  hoy  cultivan  las 
letras  ó  se  inician  en  las  ciencias  naturales,  las  costumbres 
y  la  naturaleza  americana,  tendrán  que  reconocerse  discí- 
pulos de  su  escuela;  que  pudiera  llamarse  naturalista  como 
pretende  ser  el  arte  moderna,  puesto  que  los  objetivos  de 
estudio  son  los  que  suministra  nuestro  propio  suelo,  fósiles, 
entre  los  animales  extintos,  aberraciones  como  la  vaca 
ñata  y  el  ñandú  entre  los  vivos.  ¿Quien  habría  preten- 
dido manejar  con  garbo  la  pluma  descendiendo  á  describir 
las  boleadoras,  y  definirlas  con  su  medida  y  su  tecnología? 
¿Quien  antes  ni  después  de  Muñiz  ha  hecho  un  diccionario 
de  voces  usuales  en  América,  y  sugeridas  por  la  necesidad 
ó  las  costumbres  locales? 

Fué  saludable  práctica  de  nuestros  gobiernos  patrios 
mandar  á  los  acantonamientos  de  frontera  cirujanos  y 
practicantes  que  en  el  desierto  prestan  el  auxilio  de  su  cien- 
cia al  soldado,  á  quien  las  privaciones  mas  bien  que  la  chu- 
za del  indio  postran,  y  el  joven  Muñiz  principia  su  vida  pa- 
sando por  años  de  un  campamento  á  otro  y  viviendo  la  vida 
del  soldado,  del  paisano,  del  gaucho,  y  diria  la  del  indio,  tan 
corta  es  la  distancia  que  las  separa.  Desde  entonces  acá, 
y  ahora  mas  que  nunca    por  abundar    los  facultativos,  se 


10  OBRA.S   DE   SARMIENTO 

mandan  médicos  jóvenes  á  la  frontera,  si  bien  sori  escasos 
ios  recuerdos  que  nos  dejan  del  empleo  de  sus  largos  ocios. 

Este  es  el  mérito  sin  igual  del  Dr.  Muñiz.  Su  primera 
estadía  es  en  Patagones  y  Ciíascomús  en  1825;  y  sus  prime- 
ros descubrimientos  de  clyptodones  fósiles  datan  de  en- 
tonces. El  cirujano  de  la  estación  ha  tropezado  con  huesos 
de  formas  extrañas  y  no  ha  pasado  adelante  sin  examinar- 
los; y  para  darse  cuenta  de  su  valor  ha  debido  buscarlos 
recientes  rastros  que  en  Patagonia  ha  dejado  Darwin,  ini- 
ciándose por  ellos  en  las  ciencias  naturales  modernas.  Re- 
side quince  años  en  Lujan  como  cirujano  de  frontera,  y 
estudia  el  suelo  de  un  Departamento  central,  continúa  las 
excavaciones  que  aun  se  conservaban  de  donde  se  extra- 
jo el  primer  megatherium  completo  mandado  al  Gabinete 
de  Historia  Natural  de  Madrid,  y  enriquece  los  de  Suecia, 
de  Francia,  de  Buenos  Aires  y  de  España,  con  colecciones 
valiosísimas  de  los  fósiles  variados  que  desentierra. 

Todo  lo  que  cae  bajo  su  observación  como  parte  de  nues- 
tra manera  de  ser,  es  objeto  de  su  estudio,  sin  excluir  la 
construcción  y  manejo  de  las  boleadoras,  las  palabras  que 
el  uso  de  los  campos  ha  agregado  á  la  lengua,  al  tipo  ori- 
ginal del  gaucho,  la  monografía  del  avestruz,  y  otras  parti- 
cularidades de  nuestro  país.  Hemos  tenido  escritores,  sa- 
bios, estadistas  y  poetas  que  han  escrito  poemas  épicos. 
Poco  habría  perdido  el  mundo  con  la  pérdida  de  sus  traba- 
jos, aunque  algo  perdiéramos  nosotros  por  ser  copias,  aun- 
que pálidas,  de  los  grandes  modelos  clásicos  ó  artísticos  que 
sobreabundan  en  Europa.  Nadie  empero  lia  descripto,  casi 
científicamente,  las  boleadoras  de  cazar  avestruces  y  ma- 
niatar caballos,  arma  terrible  argentina  hoy,  por  haberla 
heredado  de  los  indios  de  la  Pampa,  únicos  que  la  poseen 
en  el  mundo,  pues  es  para  la  Pampa  sin  árboles  que  las 
detengan  en  sus  jiros,  sin  piedras,  lo  que  obliga  á  conser- 
varen ellas,  las  ya  habidas.  El  icommerang  de  la  Australia 
esotro  instrumento  primitivo  y  privativo,  y  el  wommerangy 
las  boleadoras  están  en  vísperas  de  desaparecer  ante  la  civi- 
lización que  los  hace  inútiles.  El  que  las  haya  descripto  (los 
extranjeros  no  lo  entienden)  habrá  prestado  gran  servicio 
á  la  historia  del  desarrollo  humano,  conservando  la  mues- 
tra del  injenio  que  las  inventó,  dada  la  naturaleza  del 
terreno . 


INTRODUCCIÓN  11 

En  carta  que  el  Dr.  Muñiz  escribía  en  1861  al  General 
Don  José  M.  Reyes  de  Montevideo,  acusándole  recibo  de 
una  obra  suya  geográfica  con  datos  geológicos  y  estadís- 
ticos de  esa  República,  le  recuerda  «aquellos  floridos  años 
«  en  que  prosiguiendo  sus  estudios  científicos,  de  cuyo 
«  aprovechamiento  era  muestra  clásica  el  libro  citado,  épo- 
«  ca  en  que  á  mansalva  y  sin  pensar  mas  que  en  el  momen- 
«  to,  reíamos,  escribíamos  fútilísimas  cartas  amatorias  y  ar- 
«  tículos  de  diarios  sazonados  con  el  buen  humor  ó  con  la 
«  amarga  crítica,  y  cuando  mas  tarde  sufríamos  como  nues- 
«  tros  bravos  compañeros  de  campaña,  ó  el  sol  estival  en  los 
«  vastos  llanos  orientales».  «  Ha  sido  Vd.  mas  feliz  que  yo, 
«  le  dice,  pues  deja  un  rastro  luminoso  y  estable  en  su  pa- 
«  saje  sobre  el  planeta  que  habitamos  unos  instantes.  Sus 
«  hijos  y  los  venideros  recordarán  muchas  veces  su  nombre. 
«•  Aquellos  por  amor  filial  y  con  justo  orgullo,  y  los  otros 
«  con  el  respeto  y  gratitud  que  inspiran  los  frutos  maduros 
«  de  la  experiencia  y  del  estudio  perseverante  y  tan  útil 
«  para  las  ciencias  económicas  y  naturales.  Feliz  mil  veces 
«  Vd.  que  para  conseguir  fines  tan  patrióticos  y  laudables 
«  ha  podido  vencer  los  obstáculos  que  habrán  surgido  tan- 
«  tas  veces  en   oposición  á  sus  designios. 

«  Yo  también  movido  por  los  mismos  motivos  que  us- 
«  ted » 

(El  borrador  que  tenemos  á  la  vista  no  concluye  la  frase). 

Nosotros  la  concluiremos;  sus  hijos  recordando  su  nombre 
también  por  amor  filial  y  con  justo  orgullo,  y  nosotros  con 
el  respeto  y  gratitud  que  inspiran  las  virtudes  cívicas,  el 
estudio  perseverante  de  nuestras  cosas  y  de  nosotros  mis- 
mes,  el   nosce  te  ipswn  de  los  antiguos. 

Sinos  falta  aptitud  para  constituirnos  sus  ejecutores  tes- 
tamentarios, podemos  garantir  que  nos  sobra,  á  mas  de 
buena  voluntad,  la  convicción  de  que  vamos  por  la  misma 
huella  que  recorrió  Muñiz,  cuando  del  gaucho,  de  la  des- 
cripción de  la  Pampa  Argentina  y  de  las  bellas  cosas  que 
encierra,  se  trata. 


FRANCISCO   J.    MUNIZ 


SÚMULA 

De  los  nombramientos,  despachos,  diplomas,  títulos  y  menciones  honorables  acorda- 
dos AL  DOCTOR  DON  Fr.\NCISCO  JaVIER  MüÑIZ,  SUSCRITOS  POR  LOS  PERSONAJES  HISTÓRICOS 
QUE  DESEMPEÑARON   FUNCIONES  DE  MANDO  DURANTE  CUARENTA   AÑOS. 


Í821,  Setiembre  24.  «  . . . .  Se  ha  nombrado  facultativo  para 
,    el  destino  de  Patagones  á  Don   Celedonio  Fuentes,  á 

quien  deberá  Vd.  acompañar  en  clase  de  segundo » 

1824.  « El  Gobierno  ha  nombrado  á  Vd.  para  que  en 

clase  de  cirujano  marche  al  punto  de  Kakel,  en  donde 
se  halla  un  cantón  de  tropas,  con  la  dotación  que  se- 
ñala la  ley, ...» 

Miguel  Soler. 

1824.  « El    Gobierno    ha    aprobado   el    nombramiento 

hecho  en  Vd.,  para  que  marche  al  Fuerte  de  la  Inde- 
pendencia  » 

Cosme  Argerich. 

1825.  « que  marche  Vd.  en  clase  de  Cirujano  al  Can- 
tón de  Chascomús » 

Mariano  Soler. 

1825.  « He  venido  en  nombrarle  Cirujano  del  Cantón 

de  tropas  de  Chascomús » 

Juan  Gregorio  de  las  Heras. 

1825.  « Certifico  que  el  Cirujano  Muñiz  se  presentó  el 

6  de  Febrero  del  presente  año  en  Chascomús » 

Juan  La  valle. 


14  OBRAS    OE    SARMIENTO 

1826.  « El  Presidente  de  la  República  de  las  Provin- 

vincias  Unidas  del  Rio  de  la  Plata;  ha  venido  en  con- 
ferirle el  empleo  de  Médico  y  Cirujano  principal  del 
Ejército » 

Bernardino  Rivadavia. 
Carlos  Alvear. 

1827.  « Nombrado  Catedrático  de  teórica  y  practicada 

partos,  enfermedades  de  niños  y  de  recien  paridas,  y 
medicina  legal,  con  obligación  de  desempeñar  el  ser- 
vicio de  facultativo  del  Hospital  de  Mujeres....» 

Julián  Segundo  de  Agüero. 

1827,  « El  esmero  y  actividad  con  que  han  sido  asis- 
tidos en  la  batalla  de  Ituzaingó  los  enfermos,  así  como 
durante  toda  la  campaña,  hace  el  mas  bello  elogio 
del  Cuerpo  de  Cirujía.  El  Coronel  Ribero,  Cirujano 
Mayor,  y  el  Teniente  Coronel  Muñiz,  Médico  y  Ciruja- 
no principal,  han  desplegado  su  genio  y  actividad. — 
Isla  de  Guavica,  11  de  Abril  de  1827.  —  General,  Jefe 
de  Estado  Mayor. — (Extracto  de  la  «Gaceta  Mercan- 
til» del  3  de  Mayo  de  1827....» 

LUCIO  Mansilla. 

1827.  « Pasa  á  la  Capital  con  licencia  del  Señor  Capi- 
tán General » 

J.  M.  Paz. 

1827.  « El  Presidente  Provisorio  de  las  Repúblicas  de 

las  Provincias  Unidas  del  Rio  de  la  Plata. 

Se  le  espide  el  decreto  de  Catedrático  (ut  supra) » 

Vicente  López. 
Tomás  M.  Anchorena. 

1827.  « Pide    la    habilitación    necesaria   para    usar  el 

uniforme  competente  á  la  graduación  que  obtuvo  co- 
mo Médico  y  Cirujano  Principal  del  Ejército,  para  que 
se  le  declare  comprendido  en  las  gracias  que  fueron 
acordadas  al  ejército  y  á  los  individuos  que  se  halla- 
ron en  la  batalla  de  Ruzaingó  por  el  Congreso  Cons- 
tituyente  » 

(Al  márjen)         Como  se  pide. 

Alvear. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  15 

1828.  « Ha  venido  en  nombrarlo  por  tal,  Médico  deí 

Departamento  de  Lujan. — Buenos  Aires,  2  de  Setiem- 
bre de  1828....» 

Manuel  Borrego. 

1829.  « Los  mismos  facultativos  conservarán  las  con- 
decoraciones militares  que  obtienen  como  una  justa 
recompensa,  del  buen  servicio  que  han  prestado  á  la 
República. ...» 

Brown. 
/.  M.  Paz. 

1830.  « Ha  venido  en  conferirle  el  empleo  de  Cirujano- 

del  Regimiento  N°  2  de  Milicia  de  caballería » 

Juan  M.  de  Rosas. 
Juan  R.  de  Balcarce. 


I  Viva  la  Confederación  Argentina! 
I  Mueran  los  salvajes  unitarios  t 


El  Presidente  del 
Tribunal  de  Medicina. 


Buenos  Aires,  Abrii  12  de  Í844.  Año  40  de  la  LibertacF 
34  de  la  Independencia,  7  de  la  Confederación  Argentina.. 

1849.  «. . . .  Queda  nombrado  para  desempeñar  el  cargo  de 
conjuez  en  el  Tribunal  de  Medicina,  por  decreto  que 
se  comunicó » 

Francisco  P.  Almeira. 

1850.  « Se  hace  necesario  que   el  1°  de  Febrero  entre 

en   el   ejercicio  de   la  Cátedra  de  Partos,  si  su  nom- 
bramiento no  ha  sido  revocado » 

J.  M.  Reybaud. 
Secretario  de  la  Universidad. 

1852.  « El   Grobierno  ha  nombrado  á  Vd.   Catedrático 

de  partos  (ut  supra) » 

Vicente  F.  López. 

1854.  «....  Acéptanse  los  servicios  que  espontáneamente 
ofrece,  nómbrasele  Cirujano  Principal,  con  retención  de 
su  empleo  de  Presidente  de  la  Facultad  de  Medicina ...» 

Pastor  Obligado. 

1855.  « El  Gobierno  ha  admitido  la  renuncia  del  cargo 

de  Médico  de  la  Casa  de  Expósitos. ...» 

Ireneo  Pórtela. 
1860.  «. . . .  El  29  de  Octubre  de  1859,  se  halló  en  la  batalla 
de  Cepeda,  donde  fué  gravemente  herido,  cuando  pres- 


16  OBRAS  DE   SARMIENTO 

taba  á   los  heridos  de  ambos    ejércitos  los  benéficos 

auxilios  de  su  profesión. 

Bartolomé  Mitre. 
General  en  Gefe  del  Ejército. 

1860.  « Confirmando   el  anterior  informe,  declaro  que 

como  Gefe  de  Estado  Mayor  he  sido  testigo  del  celo  é 
inteligencia  de  este  profesor  en  la  dirección  del  Cuerpo 
Médico  del  Ejército  á  su  cargo,  la  organización  del 
Hospital  Central  de  San  Nicolás  y  íimbulancia. ...» 

W.  Paunero. 

1860.  «....  Vio  lo  peligroso  de  la  situación,  sin  embargo, 
manteniéndose  á  la  altura  de  la  posición  que  ocupaba 
como  Cirujano  Mayor,  olvidó  el  peligro  y  se  le  vio  acu- 
dir á  socorrer  á  los  heridos » 

Emilio  Conesa. 

1860.  «....  Los  cuerpos  se  ocuparon  en  recojer  los  heridos, 
á  quienes  los  cirujanos  del  Ejército,  dieron  sobre  el 
campo  de  batalla  el  alivio  que  era  posible  en  aquellas 
circunstancias,  teniendo  el  sentimiento  de  que  faltase  á, 
su  cabeza  el  Cirujano  Principal  del  Ejército  (Muñiz), 
que  se  había  distinguido  por  su  contracción  é  inteli- 
gencia en  la  dirección  de  los  hospitales,  y  quedó  prisio- 
nero y  herido  después  de  haber  sido  el  que  prodigó 
sus  cuidados  á  los  prisioneros  heridos. ...»  — (Extracto 
del  parte  de  batalla,  hecho  por  la  Comandancia  de 
Armas  á  pedido  del  interesado. ) 

Enrique  Martínez. 

1860,  « Habiéndose  hecho   cargo    el   Gobierno    de  los 

documentos  que  acreditan  sus  largos  servicios  y  ha- 
biendo sido  herido  en  la  batalla  de  Cepeda,  el  Gobierno 
viene  en  acordar  el  despacho  de  Coronel  honorario. ...» 

Mitre 

Gobernador. 

Jican  A.  Oelly  y  Obes. 

1860.  « Se  encontró  en  dos  acciones  de  guerra  contra 

los  indios  en  1837  en  Cortaderas  y  Pueblos  Grandes. 
Suministró  medicinas  á.  los  soldados  y  sus  familias 
gratis  por  19  años. 

Era,  al  mismo  tiempo  que    desempeñaba  funciones 
militares,  Médico  de  Policía  y  Administrador  de  vacuna 


FHANCISCO   J.    MUÑIZ  17 

del  Departamento  del  Centro,  habiendo  descubierto  eu 

este  partido  la  vacuna  natural  en  la  vaca » 

Julián  C.  Sosa. 

1860.  « En  vista  de  los    antecedentes  honorables  que 

constituyen  la  foja  de  servicios,  declarada  legitima  por 
la  Comisión  Militar,  la  reconoce  como  un  timbre  de 
gloria  para  el  interesado. .. .» 

General  Enrique  Martínez, 

1864.  « Nos  Carlos,  por  la  gracia  de  Dios,  Rey  de  Sue- 

cia,  Noruega,  Gothe  y  Benden,  hacemos  saber  que 
como  un  honor  de  nuestra  real  gracia  y  estima,  hemos 
querido  nombrar  á  Francisco  J.  Muñiz,  Caballero  de 
nuestra  Orden  de  Wasa,  de  la  cual  somos  Gran  Maes- 
tre: Por  lo  tanto,  queda  reconocido  como  tal » 

Palacio  Real  de  Stockolmo  á  21  de  Mayo  de  1864. 

G.  A.  Sparre 
Canciller  de  la  Orden. 


Tomo  xun.  — 2 


VIDA  Y  ESCRITOS  DEL  CORONEL  FRANCISCO  J-  MUÑIZ 


CAPITULO   PRIMERO 

PROFESIÓN    científica     Y    ESCRITOS    PROFESIONALES 

Francisco  Xavier,  Thomas  de  la  Concepción  Muñiz,  na- 
ció en  21  de  Diciembre  de  1795,  en  el  Partido  de  la  costa 
de  San  Isidro,  pago  del  Monte  Grande,  según  lo  acredita  su 
fe  de  bautismo,  siendo  hijo  de  don  Alberto  Muñiz  y  de  doña 
Bernardina  Frutos,  ambos  de  familias  de  viso.  El  almana- 
que resa  el  nombre  del  Apóstol  Santo  Thomas  el  día  del  na- 
cimiento del  niño,  siendo  entonces  regla  dar  al  recien  na- 
cido el  nombre  del  santo  que  la  Iglesia  conmemora  ese 
día.  En  los  primitivos  tiempos  de  la  conquista,  las  ciuda- 
des nuevamente  trazadas  seguían  la  misma  regla,  como 
San  Juan,  San  Felipe,  á  no  ser  que  recordasen  el  nombre 
del  fundador,  que  entonces  se  las  bautizaba  con  el  nombre 
de  su  santo. 

Los  jesuítas  en  sus  misiones  llevaron  al  exceso  esta  no- 
menclatura cristiana  y  jesuítica;  ademas  prevaleció  hasta 
1795  en  la  familia  de  Muñiz  el  nombre  de  Francisco  Javier, 
Santo  de  la  Compañía,  que  nada  tenía  que  ver  al  parecer 
con  las  fechas  de  nacimiento  ni  de  baustimo,  lo  que  prueba 
que  provino  la  preferencia  de  una  devoción  de  familia. 
Estas  predilecciones  sirven  para  demostrar  la  corriente  de 
las  ideas  prevalentes  en  ciertas  épocas,  como  entre  los  Is- 
realistas  se  encuentra  la  terminación  el,  en  Manuel,  Ra- 
fael, Ismael,  Samuel  que  recuerda  con  veneración  un  atri- 
buto del  Dios  Eloi,  cuyo  nombre  se  conserva  en  el  árabe 
Allá,  Dios.  San  Francisco  Javier  era  Santo  Jesuíta  de  mas 
prestigio  por  entonces,  que  el  Apóstol  Santo  Tomás,  ó  era  á 


20  OBKAS    DIS    SAKMIKNTO 

causa  de  haber  sido  espulsados  los  Jesuítas  de  América 
veinte  años  antes;  lo  que  hacia  conservar  los  nombres  de 
sus  santos  á  guisa  de  protesta. 

Todavía  es  mas  forzado  el  tercer  nombre  de  la  Concepción, 
que  de  ordinario  no  se  aplica  á  varones.  Pero  era  empresa 
de  la  Compañía  elevarla  á  dogma  de  la  Iglesia,  enseñando 
el  Bendito  alabado  (en  sustitución  de  la  Oración  Dominical) 
á  creer  en  la  Inmaculada  Concepción,  recien  ahora  de- 
clarada dogma  por  la  Iglesia,  aunque  de  antiguo  viniese 
reconocida  como  doctrina  piadosa.  Si  se  tiene  presente 
que  los  padres  Jesuítas  espulsos  de  la  América  eran  mas 
de  cinco  mil  y  no  mayor  número  el  de  familias  de  viso  de 
sangre  española,  entre  las  cuales  se  reclutaba  la  Orden, 
se  concebirá  cuan  pocas  de  ellas  pudieron  ser  indiferen- 
tes á  aquella  amputación  que  se  hizo  de  la  parte  mas  in- 
teligente de  la  juventud  Sud  Americana. 

El  escudo  de  armas  de  la  Orden  tallado  en  el  marco 
de  las  puertas  de  calles  particulares,  como  signo  de  no- 
bleza, muestra  que  tenían  á  honor  las  familias  estarle  afi- 
liadas. En  la  de  la  casa  abolenga  de  mi  familia  se  con- 
servó el  emblema  de  la  Orden,  lo  que  me  indujo  á  ocu- 
parme de  indagar  el  paradero  de  la  Historia  de  la  Provin- 
cia de  Cuyo,  escrita,  dice  ciábate  Molina,  otro  jesuíta,  por 
el  padre  Morales  de  Cuyo.  Andando  el  tiempo  y  encon- 
trándose ahora  poco  en  Roma  los  papeles  y  manuscritos 
que  habían  servido  al  abate  Molina  para  escribir  su  His- 
toria de  Chile,  hizo  de  ellos  adquisición  el  Gobierno  de 
aquella  República,  encontrándose  entre  estos,  seis  cartas 
anónimas  descriptivas  de  la  Provincia  de  Cuyo,  en  donde 
se  encuentran  las  palabras  citadas  por  el  abate  Molina, 
sobre  las  piedras  pintadas  del  Valle  de  Zonda,  lo  que  de- 
muestra su  filiación. 

Menciona  el  padre  Morales  las  tres  palmas  africanas  que 
se  levantan  en  la  ciudad  de  San  Juan,  sin  decir  es  ver- 
dad, que  una  de  ellas  está  en  su  propia  casa;  y  cosa  sin- 
gular! en  Recuerdos  de  Provincia,  un  siglo  después,  autor  san- 
juanino,  las  menciona  igualmente  para  mejor  caracterizar 
el  aspecto  de  la  ciudad. 

Poco  de  interés  se  sabe  sobre  la  infancia  del  joven  Fran- 
cisco Javier,  del  que  vamos  á  ocuparnos,  si  no  es  lo  que  el 
General  Britos  del  Pino  dice  al  dar   testimonio  de   haber 


FRANCISCO   J.    MUXIZ  21 

tomado  parte  en  la  defensa  de  Buenos  Aires  como  Cadete, 
en  1807,  lo  que  le  da  doce  años  de  edad.  A  saber,  «que  el 
año  1807  el  señor  Muñiz  era  Cadete  del  Regimiento  de  An- 
daluces en  Buenos  Aires,  del  cual  era  Jefe  el  Coronel  don 
José  Merlo,  y  aunque  en  la  corta  edad  que  tenía  no  le  obli- 
gaban á  hacer  el  servicio  con  la  severidad  con  que  la  Or- 
denanza prescribe,  pues  se  le  permitía  continuar  sus  estu- 
dios, él  sin  embargo  animado  del  patriotismo  que  ya  le 
distinguía,  acompañó  á  su  Cuerpo  que  unido  al  resto  del 
Ejército,  marchó  en  la  tarde  del  1°  de  Julio  de  1807  al 
puente  de  Barracas,  con  el  intento  de  buscar  y  batir  al  ene- 
migo quejhabia  desembarcado  días  antes,  en  la  Ensenada 
de  Barragan. 

«El  Regimiento  de  Andaluces,  que  formaba  en  la  ala  de- 
recha, vanguardia  del  Ejército,  se  encontró  el  dos,  inme- 
diatamente después,  de  su  regreso  de  Barracas,  en  la  acción 
de  los  Corrales  de  Miserere.  El  Cadete  Muñiz  se  encontró 
en  esa  función;  y  estando  en  la  noche  de  ese  día,  la  Plaza 
Mayor,  (hoy  de  la  Victoria),  guarnecida  principalmente 
por  soldados  de  la  legión  de  Patricios,  Muñiz  se  reunió  á 
ellos,  y  asistió  ala  defensa  del  Cuartel  de  los  batallones  le- 
gionarios, y  se  agregó  á  las  guerrillas  que  ya  desde  el  tres 
salieron  en  distintas  direcciones  por  las  calles  de  la 
Ciudad. 

«Habiéndose  incorporado  el  5  á  una  de  esas  guerrillas, 
que  se  dirigiójporria  calle  de  las  Torres  (hoy  Rivadavia), 
ocu[)ó  con  ella  y  otros  soldados  de  distintos  cuerpos,  una 
.azotea,  á  espaldas  de  la  Iglesia  de  San  Miguel. 

«Una  columna  enemiga,  desprendida  del  Retiro  pene- 
tró hasta  un  cuarto  de  cuadra  de  la  misma  manzana 
de  la  Iglesia  por  aquella  calle,  á  pesar  de  ser  hostili- 
zada de  todas  las  alturas  y  desde  la  torre  de  aquel 
templo. 

«En  estas  circunstancias  el  joven  Muñiz  bajó  con  otros 
de  las  azoteas,  y  abriendo  la  puerta  de  la  casa  en  que 
estaban,  salieron  imprudentemente  á  la  calle  á  disparar 
sus  armas,  á  menos  de  media  cuadra  del  enemigo.  Una 
bala  de  fusil  le   hirió,   entonces,  en  la  corva  derecha. 

«Al  siguiente  día  fué  conducido  á  San  Francisco  y  co- 
locado en  un  claustro  entre  otros  muchos  heridos,  tanto 
ingleses  como  de  los  defensores  de  la  ciudad.    Extraída 


22  OBRAS   DE   SARMIENTO 

que  fué  la  bala,  la  curación  se  hizo  todavía   esperar   por 
algún  tiempo. 

«Y  siendo,  como  es  verdad  lo  que  acabo  de  relacionar, 
doy  este  certificado  á  los  fines  que  importen  al  intere- 
sado, en  Montevideo  á  29  de  Mayo  de  1865. — Britos  del 
Pino.)) 

Sería  difícil  determinar,  si  dejó  el  servicio  militar  in- 
mediatamente después  de  licenciados  los  tercios  de  mi- 
licias urbanas  que  ayudaron  en  la  resistencia  contra  la 
invasión  inglesa,  ni  cuál  era  la  clase  de  estudios  que  le 
permitían  continuar  durante  su  servicio. 

Por  un  incidente  citado  en  el  elogio  que  hizo  el  mismo 
Muñiz  del  Canónigo  D.  José  León  Banegas.  Catedrático 
antiguo  del  Colegio  de  San  Carlos,  llamándose  «discípulo 
y  amigo  suyo»  se  conoce  este  hecho.  Fué  nombrado,  el 
Dr.  Banegas,  «uno  de  los  doce  ciudadanos  que  formaron 
«  en  1812  la  Sociedad  Patriótica  Literaria.  Su  nombra- 
«  miento  fué — socio  de  voto — y  en  calidad  de  tal,  firmó 
«  el  célebre  manifiesto  en  que  se  invitaba  á  las  Provin- 
«  cias  que  componían  entonces  el  Virreinato,  á  declararse 
«  independientes  del  Gobierno  Metropolitano,  como  se 
«  verificó  cuatro  años  después.  Las  ideas  que  suministró  el 
«  Dr.  Banegas  para  aquel  importantísimo  y  memorable 
«  documento  fueron  escritas  por  el  que  traza  estos  renglones.» 
El  joven  Muñiz  pues,  era  hasta  1812  discípulo  predilecto  del 
Dr.  Banegas,  de  quien  dice  en  seguida  que  después  de  haber 
desempeñado  las  Cátedras  de  Latin  y  Filosofía  por  opo- 
sición, «se  consagraba  en  el  silencio  y  en  el  retiro  que 
«  amaba  por  vocación,  al  estudio  de  las  letras  y  de  las 
«  ciencias,  particularmente  á  las  morales  y  sagradas,  sin 
«  descuidar  la  física,  su  ramo  favorito  (esto  en  entre  líneas 
«  agregado  después),  con  cuyos  descubrimientos  y  apli- 
«  caciones  mas  recientes,  ilustraba  y  aumentaba  los  co- 
«  nocimientos  ya   adquiridos.» 

Esta  añadidura  es  muy  significativa. 

Como  en  Europa,  siguiendo  el  plan  de  educación  tra- 
zado por  Rousseau  en  su  «Emilio»,  los  nobles  aprendían 
un  oficio  manual,  así  en  América,  secularizados  los  es- 
tudios universitarios,  los  jóvenes  aprendían  ciencias  físicas 
y  naturales,  é  idiomas  modernos  que  no  entraban  en  los 
estudios  antiguos.    Don  Vicente    López,   el  Dr.  Velez,    y 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  23 

otros,  estudiaron  Astronomía,  Cosmografía  y  Matemáticas. 
Hanegas  se  tenía  al  corriente  de  los  recientes  progresos 
de  la  Física. 

Es  de  inferir  que  en  esa  fuente  bebió  Muñiz  los  co- 
nocimientos que  lo  llevaron  á  la  profesión  de  médico  y 
cirujano  que  lo  vemos  ejerciendo,  reconocido  como  tal  en 
1821  por  el  Gobierno,  nombrándolo  médico  segundo  en  la 
guarnición  de  Patagones.  Sus  sucesivos  nombramientos 
ocupan  ocho  páginas  en  la  Introducción  como  se  ha 
visto.  En  1825  el  Greneral  D.  Miguel  Soler  le  ordena  que 
marche  en  clase  de  cirujano  al  Cantón  de  Chascomús,  y 
muy  digno  de  notarse  es  que  en  ese  mismo  año  1825, 
consta  que  hizo  conocer  restos  del  daysipiis  jiganteus  y 
otras  especies  fósiles  desenterradas  por  él,  de  las  orillas 
y  puntos  mas  próximos  de  la  laguna  de  Chascomús,  y  de 
la  de  «Bílet»  (  ^  ). 

Confírmale  el  mismo  nombramiento  el  Gobierno  de  D. 
Juan  Gregorio  de  las  Heras;  y  en  1826  le  dá  el  despacho 
de  Médico  y  Cirujano  principal,  el  Presidente  de  las  Pro- 
vincias Unidas  del  Río  de  la  Plata,  D.  Bernardino  Ri- 
vadavia. 

Fúndase  durante  dicha  Presidencia  la  Escuela  de  Me- 
dicina, bajo  la  dirección  del  Dr.  Ribero,  siendo  legítimo 
suponer  que  Muñiz  se  asociaba  á  Ribero  en  la  iniciativa, 
pues  que  eran  los  dos  cirujanos  patricios  mas  altamente, 
colocados  en  la  jerarquía  oficial,  como  se  les  vé  asocia- 
dos á  ambos  á  la  cabeza  del  cuerpo  médico  en  la  batalla 
de  Ituzaingó,  como  debió  ser  de  la  propia  iniciativa  del 
Dr.  Muñiz  la  creación  de  la  Cátedra  de  Teórica  y  práctica 
de  partos,  enfermedades  de  niños  y  de  recien  paridas,  y  medicina 
legal;  «con  la  obligación  de  desempeñar  el  servicio  de  Fa- 
cultativo del  Hospital  de  mujeres». 

Cúpole  al  Dr.  Muñiz  el  honor  de  presidirla  apertura  de 
la  Clase,  que  conservó  hasta  cerrarla  el  Gobierno  por 
incuria,  pues  que  en  1850  el  Secretario  de  la  Universidad, 
Don  J.  M.  Reybeaud,  le  comunica,  «que  se  hace  necesario 
que  el  1°  de  Febrero  entre  al  ejercicio  de  la  Cátedra  de 
Partos,  si  su  nombramiento  no    ha  sido  revocador);    hasta    que 


H)  Gaceta  Mercantil,  18  de  Enero  1847. 


24  OBRAS    DE   SARMIENTO 

después  de  la  caída  del  tirano,  el  Ministro  de  Instrucción 
Pública  Dr.  D.  Vicente  Fidel  López,  se  apresurara  á  rea- 
brir la  clase,  y  renovar  su  antiguo  nombramiento  de  Ca- 
tedrático al  Dr.  Muñiz. 

Su  discurso  al  entrar  en  funciones  en  1826,  está  con- 
sagrado al  estudio  de  las  nobles  funciones  de  la  mujer 
en  la  conservación  de  la  sociedad.  Con  palpitaciones  del 
corazón  debieron  escuchar  al  simpático  Catedrático,  hacer 
el  cuadro  comparativo  que  traza  con  mano  maestra  las 
cualidades  físicas  y  morales  que  distinguen  los  sexos,  y 
de  cuya  belleza  puede  formarse  una  idea  por  el  trozo 
siguiente: 

«La  mujer  se  distingue  del  varón  en  el  orden  físico  ó 
natural;  asi  es  que  ella  tiene  la  cabeza  respectivamente 
pequeña,  y  contiene  tres  ó  cuatro  onzas  menos  de  sus- 
tancia que  el  hombre:  sus  huesos  son  mas  delgados  y 
cortos,  su  pulso  mas  pequeño  y  mas  rápido;  la  sangre  se 
dirije  á  la  cavidad  pelviana  y  al  vientre;  el  cuerpo  del 
hombre  es  mas  ancho  arriba  que  abajo,  y  se  parece  á 
una  pirámide  trastornada.  En  la  mujer,  al  contrario, 
las  espaldas  y  el  pecho  son  pequeños;  el  cuello  mas  fino 
y  largo,  mientras  que  la  pelvis,  las  nalgas  y  los  muslos 
mas  amplios  le  dan  una  talla  esbelta,  flexible,  ligera  y 
graciosa.    Asi  su  cuerpo  termina  pudiera  decirse  en  punta. 

«La  voz  de  la  mujer  es  una  octava  mas  aguda  Que  la 
del  hombre.  La  palabra  alta  y  gruesa  en  este,  es  tierna 
y  dulce  en  la  mujer.  Entre  los  pájaros  solo  los  machos 
cantan;  las  hembras  espresan  sus  afectos  por  gritos.  La 
piel  de  aquella  es  blanda  y  delicada,  desprovista  de  bello, 
sino  después  de  ciertas  funciones.  Entre  los  cuadrúpedos 
y  las  aves,  los  pelos  y  las  plumas  tienen  un  tinte  mas 
pálido,  una  contestura  mas  blanda  en  las  hembras  que 
en  los  adultos.  Las  mujeres  conservan  la  librea  de  la 
juventud,  con  la  timidez,  la  delicadeza,  la  sensibilidad  natu- 
ral de  la  primera  edad.  Aun  se  ha  observado  que  la  mujer 
tenía  frecuentemente  menos  número  de  dientes  que  el  hom- 
bre, es  decir,  de  los  molares  de  la  sabiduría.  La  mujer  come 
menos;  prefiere  los  alimentos  dulces  y  sacarinos,  mientras 
que  el  hombre  ejercitando  mucho  sus  fuerzas  y  desplegando 
mas  vigor  está  obligado  á  nutrirse  mas  sustancialmente. 
El  hombre  es  activo,  la  mujer  pasiva.    El  uno  es  cálido  y 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  25 

seco,  ardiente  por  constitución,  la  otra  es  nnas  húmeda  y 
mas  fria.  El  primero  manda  y  triunfa,  la  segunda  sucum- 
be y  suplica;  pero  es  tal  la  compensación  de  estas  relacio- 
nes, que  el  mas  débil  reina  en  efecto  sobre  el  mas  fuerte. 
El  hombre  vende  su  protección  al  precio  del  placer,  la 
mujer  compra  el  poder  del  fuerte,  abandonándosele,  sin 
que  deje  de  haber  en  esto  su  medida,  porque  si  el  amor  se 
inflama  por  los  obstáculos,  él  se  estingue  por  los  goces, 
multiplicándose.  El  hombre  obra  y  piensa;  la  mujer  ama 
y  cuida.  El  uno  es  la  cabeza  y  el  brazo  de  la  familia;  la 
otra  el  corazón  y  la  encargada  de  proporcionar  los  mas 
tiernos  consuelos.  El  hombre  vive  mas  al  exterior  por  el 
vigor  de  sus  músculos  y  la  estension  de  sus  relaciones,  la 
mujer  vive  dentro  de  sí  por  sus  sentimientos  y  su  tierna 
solicitud. 

«La  mujer  es  mas  húmeda  que  el  hombre;  tiene  mas  lí- 
quidos que  sólidos,  lo  que  conviene  para  aumentar  y  nu- 
trir la  prole,  sea  en  el  útero  por  la  sangre,  sea  con  los  pe- 
chos por  la  leche.  En  el  orden  moral  esa  misma  mujer 
es  mas  pronta,  mas  fácil  y  móvil;  tiene  mas  habilidad  y 
destreza  en  todos  sus  actos,  sean  naturales  de  la  vida,  sean 
voluntarios  ó  estemos.  La  mujer  por  un  resultado  de  su 
muelle  y  flexible  organización,  tiene  una  sensibilidad  mas 
viva  y  delicada,  que  la  hace  eminentemente  propia  para 
interesarse  por  la  infancia,  y  que  la  sobrepone  á  las  penas 
maternales  por  los  tiernos  sentimientos  de  la  piedad,  al 
mismo  tiempo  que  la  adapta  para  los  detalles  y  cuidados 
domésticos.  Su  constitución  que  está  maravillosamente 
formada  para  esas  funciones,  la  predispone  auna  vida  mue- 
lle' y  mas  sedentaria  que  la  nuestra.  La  naturaleza  le  ha 
dado  la  necesidad  de  la  maternidad,  mas  poderosa  que  la 
vida.  Ella  se  arrojará  por  su  hijo  lo  mismo  á  las  ondas, 
que  á  las  llamas;  desafiará  por  él  todos  los  infortunios. 

«El  amor,  esa  pasión  universal  que  anima  todas  las  exis- 
tencias, que  organiza,  que  embellece,  que  exalta  la  vida, 
es  masque  de  nadie  el  reino  de  la  mujer,  que  es  la  deposi- 
tarla de  los  gérmenes.  Este  sentimiento  caracteriza  el  des- 
tino del   sexo,  que  es  la  fuente   de  la  reproducción. 

«La  necesidad  de  amar  es  de  la  esencia  misma  de  la 
mujer,  sea  que  por  su  debilidad  se  adhiera  al  mas  fuerte, 
sea  que  los  deberes  de  la  maternidad  desenvuelvan  en  su 


26  OBRA.S   DE   SARMIENTO 

seno  nuevos  productos,  sea  que  ella  vele  con  ternura  á  la 
educación  y  acrecentamiento  de  las  criaturas  que  emanan 
de  ella  misma.  Su  pudor,  su  coquetería  ¡..o  son  sino  ele- 
mentos necesarios  de  ese  sentimiento  reproductor,  el  mas 
sagrado,  el  mas  respetable  de  la  naturaleza,  y  al  mismo 
tiempo  el  mas  ardiente  y  el  mas  delicioso  para  todas  las 
criaturas   organizadas  ». 

Este  trozo  de  elocuencia  científica,  diremos  así,  estará 
bien  en  todas  partes  por  la  elevación  de  las  ideas,  y  la 
exactitud  de  los  conceptos,  vertidos  en  el  lenguaje  del  cora- 
zón. Con  motivo  de  las  discusiones  que  ha  suscitado  la 
pretensión  de  la  mujer  á  la  comunidad  de  derechos  civiles 
y  políticos,  se  han  hecho  estudios  recientes  sobre  las  dife- 
rencias esenciales  de  organización  de  ambos  sexos,  pesan- 
do cien  cerebros  de  hombre  y  otros  tantos  de  mujer  para 
encontrar  el  término  medio  y  la  proporción;  otro  tanto  con 
la  cavidad  craneana,  el  tamaño  y  peso  de  los  huesos,  líqui- 
dos, etc.;  pero  todo  lo  que  hemos  leído  del  género,  es  del  do- 
minio de  la  aritmética,  de  la  pesantez,  ó  de  la  acción  de*  los 
líquidos,  los  gases  ó  las  acciones  y  reacciones  químicas;  pe- 
ro el  cuadro  que  precede  vive,  está  animado,  y  solo  la  defi- 
nición del  útero  dada  por  Platón  y  citada  por  Muñiz  puede 
comparársele,  «una  especie  de  animal  vivo  que  tiene  sus 
«  caprichos,  sus  afecciones,  sus  deseos,  que  gobierna  al 
c(  cuerpo,  que  comunica  sus  influencias  en  todas  partes,  de 
«  manera  que  es  por  él,  por  decirlo  aaí,  la  raíz  de  la  mu- 
«  jer,  su  tronco  vital  orijinario». 

Suministraron  á  la  ciencia  las  campañas  militares  que 
terminaron  en  Majenta  y  Solferino,  datos  que  habían  en  las 
guerras  napoleónicas  pasado  desapercibidos,  como  que  la 
estratejiade  las  combinaciones  matemáticas,  basada  sobre 
la  mensura  del  espacio  á  compás  y  del  tiempo  á  reloj,  no  da- 
ba cabida  á  los  sentimientos  humanos. 

Observóse,  por  ejemplo,  que  el  número  de  bajas  en  el 
ejército  francés  por  causa  de  enfermedades  en  una  campa- 
ña, era  el  doble  del  que  causaban  las  balas  en  los  campos 
de  batalla;  y  si  los  estragos  del  hierro  y  del  plomo  no  po- 
dían disminuirse,  aun  atendiendo  oportunamente  á  los  he- 
ridos, loque  no  sucedía  siempre,  á  fin  de  asegurar  los  fru- 
tos de  la  victoria  por  la  rápida  persecución  del  enemigo, 
podría,  ahorrando  privaciones  innecesarias,  hacerse  menos 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  87 

destructiva  la  campaña,  con  proveer  de  mas  abrigo  ó  de 
mejores  alimentos  al  soldado,  y  á  ello  se  contrajo  la  admi- 
nistración militar  en  Europa,  pudiéndose  ver  en  la  campa- 
ña de  la  Crimea  los  felices  resultados  de  la  caridad  aplicada 
á  la  guerra.  Sobresalieron  los  norteamericanos  en  la  or- 
ganización de  ambulancias,  hospitales,  y  Asociaciones  de 
Caridad  para  disminuir  los  suñ'imientos  del  soldado,  que- 
dando modelos  de  organización  de  aquellos  servicios  que 
todas  las  naciones  han  adoptado.  Nuestra  guerra  del  Pa- 
raguay comenzaba  cuando  concluía  la  de  secesión,  llegán- 
donos apenas  por  los  diarios  nociones  generales  sobre  su 
creación  mas  que  de  su  funcionamiento;  y  es  grato  ver  por 
los  documentos  de  entonces,  que  el  Cirujano  Mayor  está 
al  corriente  de  las  nuevas  ideas,  dando  impulso  á  su  intro- 
ducción y  práctica  en  nuestros  ejércitos.  En  Dota  suya  di- 
rijida  al  Ministro  de  la  Guerra  dice  así:  «  En  cuanto  á  la  hi- 
ce giene  preventiva,  es  de  creer  que  el  Estado  Mayor  facul- 
«  tativo  del  Ejército  haya  cuidado  de  establecerla  del  modo 
«  que  la  ciencia  enseña,  y  es  de  presumir  que  se  haya  des- 
ee viado  de  aquella  rutina  que  solo  se  ocupa  del  soldado  en- 
te fermo,  sin  buscar  los  medios  de  conservar  la  salud,  para 
te  que  hay^  menos  dolencias. 

ee  En  un  pais  cálido  como  el  que  pisa,  y  el  que  atravesa- 
ee  rá  el  ejército,  bajo  la  influencia  patojénica  de  la  estación 
et  en  que  hay  fiebre,  y  las  disenterias  pueden  aumentarla 
ee  letalidad  donde  el  soldado  tiene  por  todo  alimento  una 
ee  mala  carne  de  ternera,  no  obstante  la  naturaleza  geoló- 
ee  gica  del  terreno  (fuera  de  esteros  y  bajos),  y  la  edadju- 
ee  venil  de  la  mayor  parte  de  nuestros  soldados,  de  temer  es 
ce  que  se  desarrolle  alguna  enfermedad  endémica  ó  de  ca- 
ee  rácter  maligno. 

ce  Es  por  eso  y  por  evitar  un  evento  tan  formidable,  que 
ee  me  permito  indicar,  suponiendo  la  provisión  necesaria  de 
ee  elementos  medicinales,  la  remisión  al  ejército  de  legum- 
ee  bresy  frutas  secas, de  menestras,  papas,  vinagre  y  otros 
ee  ácidos  vejetales,  en  abundancia,  y  vino  carlon,  que  mez- 
ee  ciado  con  agua  es  un  sano  y  poderoso  desalterante  que 
<í  restaura  las  fuerzas. 

ee  Pabellones  de  hospitales  portátiles  de  madera,  de  regu- 
ee  lar  magnitud  rendirían  importantes  servicios  á  los  heridos 
ee  y  enfermos. 


28  OHHAS    1)K    ¡SAHMIENTO 

«  Si  los  alimentos  de  todo  género  reunidos  por  la  Comisión 
«  Sanitaria,  se  unieran  inmediatamente  in  integrum,  como 
«  debía  haberse  hecho  ya,  con  las  generosas  ofrendas  del 
«  pueblo  argentino,  tendrían  su  mas  noble  y  verdadera  apli- 
«  cacion.  Y  si  la  Comisión  Sanitaria  por  no  tener  en  el  ejer- 
ce cito  agentes  comisarios  ó  relaciones  con  el  cuerpo  médico 
«  militar,  no  hace  desde  luego  ese  envío,  el  gobierno  que 
«  atiende  con  tanta  solicitud  á  las  necesidades  del  ejército, 
«  y  que  sabe  á  quién  pertenecen  esos  ausilios  caritativos, 
«  podria.por  si  destinarlos  al  grande  objeto  para  que  fue- 
ce  ron  donados.  Cuando  mas  abunden  los  recursos  de  ropa, 
ce  cuanto  mas  mejoren  las  condiciones  higiénicas  y  terapéu- 
cc  ticas  del  soldado,  tanto  mas  se  alejarán  las  enfermeda- 
«  des  del  campamento,  tantas  menos  bajas  tendrá  el  ejer- 
ce cito  argentino.» 

El  General  en  Jefe  del  Ejército  del  Estado  de  Buenos 
Aires,  en  1860,  para  completar  la  foja  de  servicios  del  Te- 
niente Coronel  y  Cirujano  principal  don  Francisco  Javier 
Muñiz,  certifica  que  ce  siendo  Presidente  de  la  Facultad 
Medicina,  puesto  que  le  aseguraba  una  posición  suelta  y 
cómoda,  sin  embargo  de  esto  ofreció  sus  servicios  en 
campaña  y  esto,  gratuitamente,  movido  por  un  espíritu 
de  humanidad  y  patriotismo:  que  el  Gobierno  aceptando 
sus  servicios  y  no  sus  sacrificios,  le  nombró  Cirujano 
principal  del  Ejército  de  operaciones  con  fecha  4  de  Ju- 
nio de  1859,  á  consecuencia  de  lo  cual  se  trasladó  sin 
demora  al  ejército  para  entrar  en  el  desempeño  de  sus 
funciones.» 

ce  En  San  Nicolás  de  los  Arroyos  donde  se  estableció  prime- 
ramente la  infantería  del  Ejército,  dirigió  un  hospital  que 
se  estableció  para  su  servicio,  prestando  su  asistencia  todo 
el  tiempo  que  las  tropas  permanecieron  allí,  dictándole  en  el 
intervalo  algunos  reglamentos  para  su  organización,  la  del 
cuerpo  médico,  ambulancia  y  otros  puntos  con  sus  institu- 
tos, todos  los  que  fueron  aprobados  por  mí,  reconociendo  en 
todos  ellos  que  el  doctor  Muñiz  es  un  profesor  que  tiene  inte- 
ligencia y  experiencia  de  lo  que  son  y  deben  ser  los  hospi- 
tales militares  en  campaña. 

ce  A  principios  de  Setiembre,  marchó  con  la  columna  de  in- 
fantería que  salió  de  San  Nicolás  para  efectuar  en  Cepeda  la 
reconcentración  general  del  Ejército  y  allí  dio  la  competente 


FüANOISCO    J.    MUÑIZ  29 

orgcinizaciüii  á  los  hospitales  del  campamento,  vigilando  so- 
bre la  higiene,  dando  personalmente  asistencia  á  los  heridos 
y  distinguiéndose  por  su  asiduidad  y  constancia  en  el  des- 
empeño de  su  deber. 

«El  23  de  Octubre  de  1859  se  halló  en  la  batalla  de  Ce- 
peda, donde  fué  gravemente  herido  en  el  mismo  campo, 
cuando  prestaba  á  los  heridos  de  ambos  ejércitos  los  bené- 
ficos auxilios  de  su  profesión,  quedando  prisionero  y  co- 
rriendo varias  veces  el  peligro  de  ser  asesinado,  por  todo 
lo  cual  lo  recomendé  en  el  parte  detallado  de  la  batalla  que 
pasé  al  S-upremo  Gobierno  con  fecha  8  de  Noviembre  del 
pasado  año,  del  cual  puede  segregarse  en  copia  legalizada 
la  parte  que  le  corresponde  para  completar  su  foja  de  ser- 
vicios. En  fe  de  todo  lo  cual  lo  firmo  en  Buenos  Aires  á  5 
de  Febrero  de  1860. 

«Bartolomé  Mitre.» 

Con  tales  antecedentes  le  fué  concedido  el  título  de  Coro- 
nel graduado  honorario  y  firmádosele  despachos  el  19  de 
Junio  de  1869.  El  General  don  Juan  A.  Gelly  y  Obes 
certifica  _^  que  «ofrecidos  y  aceptados  sus  servicios  sin 
remuneración  al  abrirse  la  campaña  del  Paraguay  en 
1865,  marchó  al  Paso  de  los  Libres  de  Corrientes,  donde 
recibieron  la  primera  asistencia  los  heridos  del  Yatay, 
habiendo  asistido  también  á  la  rendición  de  la  Urugua- 
yana.  » 

«Dispuesto  por  el  General  en  Jefe  quedase  en  la  ciudad 
de  Corrientes  hecho  cargo  de  todos  los  hospitales  estable- 
cidos, permaneció  allí  hasta  el  17  de  Octubre  de  1868,  «aten- 
diendo á  su  administración  y  á  la  asistencia  de  los  valientes 
soldados  argentinos,  con  contracción  digna  de  todo  elogio, 
por  lo  que  el  General  en  Jefe  del  Ejército  por  mas  de  una 
vez  le  significó  su  reconocimiento,  trasmitiendo  al  Superior 
Gobierno  Nacional,  la  comportacion  de  tan  distinguido  ser- 
vidor de  la  patria.» 

Hace  pocos  años  que  se  ha  creado  en  la  Escuela  de  Me- 
dicina de  Buenos  Aires  una  clase  de  Higiene,  que  cuenta 
ya  profesores  jubilados,  aunqu«  ramo  tan  nuevo  en  nuestra 
enseñanza.  El  doctor  Muñiz  traía  preparada  desde  1842, 
la  base  de  toda' enseñanza  higiénica,  en  sus  aplicaciones 
prácticas  á  país  determinado,  con  el  Estudio  topográfico   del 


30  OBRAS   DE  SARMIENTO 

Departamento  del  centro  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  y  para 
mostrar  que  no  es  una  deducción  nuestra  atribuirle  tan 
levantado  designio,  bástenos  citar  la  declaración  formal 
que  al  frente  de  aquel  escrito  de  carácter  físico  hace  en 
propios  términos. 

«Como  es  imposible,  dice,  trazar  la  historia  médica  de  un 
país,  ni  aun  dar  un  bosquejo  sobre  ella,  cual  intentamos  (ci- 
ñéndonos  al  Departamento  del  centro  de  la  Provincia),  sin 
haber  estudiado  su  historia  física,  es  decir,  sin  conocer  el 
estenso  catálogo  de  los  fenómenos  atmosféricos  propios  del 
lugar,  la  dirección  de  los  vientos,  la  naturaleza  y  caudal 
de  sus  aguas  corrientes  y  detenidas,  la  configuración  del 
terreno  y  su  composición  interior,  sus  producciones,  pobla- 
ción etc.;  y  aun  sin  haber  penetrado  previamente  la  inmen- 
sa subdivisión  de  estos  fenómenos,  justo  es  ante  todo  hacer 
una  breve  reseña,  que  con  el  preciso  y  estenso  carácter 
de  una  monografía  topográfica  del  Departamento  permita 
apercibir  el  medio  elemental  en  que  viven  sus  habitantes, 
para  de  ahí  deducir  en  general  el  conocimiento  de  las 
dolencias  á  que  están  espuestos,  su  diagnóstico  y  tera- 
péutica.» 

Los  estudiantes  no  solo,  sino  los  profesores  de  higiene 
encontrarán  en  este  estudio  datos  necesarios  para  una  opor- 
tuna aplicación  á  los  hechos  prácticos  de  las  nociones  gene- 
rales adquiridas,  pues  ya  ha  sucedido  que  por  no  tener 
estos  conocimientos,  se  han  lanzado  en  la  tribuna  parla- 
mentaria clasificaciones  de  terrenos,  como  anti-higiénicos 
que  no  ha  justificado  la  experiencia  diaria  durante  veinte 
ó  treinta  años,  ni  autorizaba  la  formación  geológica  del 
suelo. 

Bajo  el  nombre  de  Departamento  del  Centro  consagra  el  autor 
un  estudio  especial  del  país,  en  aquella  parte  del  territorio  de 
la  Provincia  de  Buenos  Aires,  estudio  que  comienza  por  ser 
geológico  y  topográfico  y  acaba  por  el  examen  de  las  condi- 
ciones higiénicas  de  la  atmósfera,  dado  el  género  de  alimen- 
tación de  sus  habitantes,  con  la  designación  de  las  pocas  en- 
fermedades reinantes,  entre  las  cuales  ocurre  el  grano  malo, 
el  carbunclo,  cuyo  microbio  ha  encontrado  M.  Pasteur:  y  co- 
mo el  estudio  interesantísimo  de  aquella  parte  de  nuestra 
campaña,  la  mas  antiguamente  poblada  hasta  la  Guardia 
de  Lujan,  Arrecifes,  Areco,  etc.,  se  halla   en  las   mismas 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  31 

condiciones  que  el  resto  de  la  Provincia,  por  carecer  toda 
ella  de  bosques  ó  de  grandes  aglomeraciones  de  aguas  es- 
tancadas, resulta  que  el  estudio  del  Departamento  del  Cen- 
tro suministra  á  los  jóvenes  estudiantes  un  caudal  de  ob- 
servaciones aplicables  á  toda  la  campaña  y  que  les  ayudará 
poderosamente  al  acierto  de  sus  trabajos  como  médicos, 
geólogos  ó  naturalistas. 

Damos  á  continuación  preferente  lugar  á  los  Apuntes 
Topográficos  del  territorio  y  adyacencias  del  Departa- 
mento del  Centro,  como  base  de  todo  tratamiento  higié- 
nico, por  poner  al  lector  en  posesión  de  los  datos  necesa- 
rios para  darse  cuenta  de  las  exploraciones  y  hallazgos  en 
fósiles  con  que  enriqueció  nuestro  Museo  y  varios  de 
Europa.  Su  residencia  durante  largos  años  en  Lujan,  da 
á  sus  asertos  en  cuanto  á  la  composición  del  suelo  que  re- 
movió constantemente,  muy  grande  autoridad,  Darv^in 
repite  la  misma  observación  de  Muñiz,  sobre  la  posición 
de  los  esqueletos  de  los  fósiles,  casi  siempre  las  cabezas 
y  parte  delantera  mas  alta  que  el  cuarto  trasero,  lo  que  re- 
vela que  han  perecido  empantanados,  y  seguro  que  este 
no  lo  tomaba  de  aquel,  puesto  que  el  Viaje  del  natu- 
ralista, no  era  conocido  en  español  ni  en  francés  por  en- 
tonces. 

Sucede  otro  tanto,  con  respecto  á  sus  otros  trabajos,  que 
tienen  por  teatro  de  observación  las  dilatadas  campañas  de 
Buenos  Aires. 


CAPITULO  II 

APUNTES   TOPOGRÁFICOS 

del  territorio  y  adyacencias  del  departamento  del  centro  de  la  provincia  de 
buenos  aires,  con  algunas  referencias  á  los  demás  de  su  campaña,  por  francisco 
Javier  Moñiz. 

«El  Departamento  del  Centro  creado  en  1832,  como  los 
otros  dos  en  que  se  dividió  la  Provincia,  no  ha  sido  hasta 
ahora  mensurado.  Su  figura  sumamente  irregular,  mas 
que  todo  por  el  ángulo  entrante  que  por  su  costado  Sur 
hace  el  Partido  de  Navarro  que  se  clava  con  él,  pudiera,  sin 
embargo,  asemejarse  á  un  trapecio.  El  mas  corto  de  sus 
lados,  medido  sobre  el  Paraná  desde  el  ángulo  que  forma 
el  Partido  del  Baradero  con  el  de  la  Exaltación  de  la  Cruz, 
en  el  rincón  de  Cabrera,  hasta  el  paralelo  de  la  Iglesia  de 
Flores,  tiene  aproximadamente  veinte  y  ocho  leguas.  El 
lado  opuesto,  de  mucha  mas  longitud,  se  pierde  en  el  de- 
sierto en  la  jurisdicción  de  Chivilcoy,  hasta  ahora  sin  lími- 
tes por  aquella  parte.  Los  otros  dos  lados,  mas  ó  menos 
paralelos  y  desiguales  tienen  una  longitud  varia  hasta 
las  últimas  chacras  de  aquel  Partido,  poblado  seis  ó  siete 
leguas  al  Sud  del  Salado.  El  lado  Oeste  del  trapecio,  con- 
siderado desde  el  Paraná  hasta  este  punto,  suponemos  no 
tenga  menos  de  cuarenta  y  cinco  leguas. 

«Componen  el  Departamento  los  pueblos  siguientes,  que 
dan  su  nombre  á  otros  tantos  Partidos:  Villa  de  Lujan, 
cuyo  extinguido  Cabildo  fué  creado  en  1756,  y  residen- 
cia de  los  primeros  jefes  militares,  cabeza  de  distrito  de- 
partamental. Está  situada  en  la  margen  oriental  del  río 
de  aquel  nombre  á  16  leguas  al  Oeste-Sud-Oeste  de  Buenos 
Aires;  Guardia  de  Lujan  (en  este  pueblo  reside  actual- 
mente el  Jefe  militar  del  Departamento):  Villa  de  Morón; 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  33 

•San  José  de  Flores;  Pilar;  Exaltación  de  la  Cruz;  G-iles; 
€hivilcoy;  San  Antonio  de  Areco,  antes  pueblo  del  Depar- 
tamento, le  fué  segregado  el  año  anterior  de  1846.  Aunque 
desprovisto  de  registros  estadísticos  para  determinar  con 
la  exactitud  posible  el  número  de  habitantes  del  territo- 
rio departamental,  él  no  baja,  por  un  cálculo  racional,  de 
25.000. 

«El  Paraná  limita  por  el  Norte  los  Partidos  de  la  Exalta- 
ción de  la  Cruz  y  del  Pilar.  A  éste  le  deslinda  del  de  San 
Fernando  y  al  de  la  Villa  de  Lujan  y  del  de  Morón,  por  el 
Este  el  rio  Márquez.  El  Salado  cruza  de  Norte  á  Sur  el  de 
€hivilcoy,  en  cuya  jurisdicción  se  hallan  en  el  todo  ó  en 
parte,  la  Cañada  de  este  nombre,  la  de  Antonio,  las  Sala- 
das, etc. 

«El  rio  de  Lujan,  de  aguas  absolutamente  salobres 
corre  como  21  leguas  del  S.  O.  al  N.  O.  desde  Leones, 
Partido  de  la  Guardia  de  Lujan,  hasta  su  desembarque 
en  el  Paraná.  Sus  principales  tributarios  por  su  margen 
oriental  son  el  Lavallen,  Colman,  Lobo,  etc.  Por  la  Occi- 
dental, Rocha,  las  Flores  y  otros. 

CALIDAD   DE   LAS    AGUAS 

«El  rio  Márquez,  cuyas  aguas  son  de  la  misma  natura- 
leza que  el  anterior,  corre,  el  mismo  rumbo  que  éste,  aunque 
menos  distancia,  desde  la  confluencia  de  la  Choza  y  del 
Durazno,  que  lo  forman,  hasta  entrar  en  el  Paraná  con  el 
nombre  del  río  Conchas. 

.«Los  afluentes  de  estos  ríos,  así  como  los  arroyos  Sauce, 
Cañada  de  la  Cruz  y  otros  que  circulan  por  el  Departa- 
mento son  de  aguas  dulces  y  saludables.  Los  puertos  de 
éste  sobre  el  Paraná  son  Campana,  Zarate,  Las  Palmas, 
San  Antonio,  Garandumba  en  la  boca  del  arroyo  Cañada 
de  la  Cruz  y  otros. 

«Si  se  indagara  la  causa  de  tener  los  afluentes  de  estos 
ríos  que  giran  por  el  mismo  terreno,  sus  aguas  dulces  y 
puras,  y  aun  serlo  mas  ó  menos  los  manantiales  ó  fonte- 
zuelas  abiertas  en  sus  orillas,  podría  encontrarse  en  que 
iios  arroyos  de  cauce  menos  profundo  dilatan  sus  aguas  por 
un  terreno  superior  al  que  contiene  abundantemente  mu- 

Toiio  ^uir.  — 3 


34  OBRAS  DE  SARMIENTO 

riatos  y  sulfates  de  sosa,  sustancias  que  impregnan  las- 
aguas  de  los  ríos  y  les  comunican  sus  propiedades.  La 
disolución  será  tanto  mas  abundante  cuando  el  caudal 
fluviátil  sea  mas  copioso,  y  en  proporción  que  él  corra  por 
una  linea  mas  profunda  y  estensa. 

«Entonces  las  aguas  dulces  importadas  no  solo  son  insu- 
ficientes para  comunicar  al  recipiente  común  su  grato 
sabor,  sino  que  ellas  mismas  lo  pierden  al  confundirse  con 
él.  Esto,  sin  embargo,  no  sucede  sin  que  la  mezcla  haya 
disminuido  en  algo  lo  salobre  de  las  aguas  de  ríos  de  poca 
madre. 

«  Se  ha  observado  en  las  grandes  secas  que  experimentó 
la  Provincia  en  períodos  no  muy  lejanos  entre  sí  (las  últi- 
mas en  1770  y  71,  en  1805,  1830  y  31)  cuando  los  arroyos  se 
agotan  del  todo  ó  merman  en  gran  parte  sus  aguas,  que  la 
de  los  ríos  aumenta  su  salumbre,  á  punto  de  hacerse  impo- 
table á  las  bestias,  á  cuyo  resultado  contribuirá  también 
la  evaporación  de  los  principios  mas  tenues  de  sus  aguas 
propias. 

«  Los  manantiales  mas  profundamente  escavados  en  las 
márgenes  de  los  ríos  tienen,  respecto  á  los  de  menor  fondo, 
agua  de  un  color  blanco  mas  mate,  mas  pesada  y  mas 
cargada  de  sales  calcáreas,  como  lo  prueba  la  precipitación 
de  estas  sustancias  por  el  carbonato  de  potasa. 

«Es  mas  que  probable  que  sí  á  esos  mismos  manantiales 
se  les  diese  la  profundidad  de  los  ríos  inmediatos,  y  sus 
aguas  se  estendieran  por  cierto  espacio,  ellas  adquirirían 
proporcionalmente  las  cualidades  salinas  del  resto. 

«  Es,  pues,  un  hecho  que  las  aguas  mas  superficiales,  en 
el  Departamento,  lo  mismo  que  en  otros  puntos  de  la  Pro- 
vincia, son  frías  y  excelentes,  como  las  que  estraen  las 
nutrias  {M  lístela  lutr  a)  délas  orillas  de  los  arroyos  y  rios. 
Esta  agua  la  contiene  la  capa  de  marga  amarilla  (marga 
flavescens)  que  subyace  en  los  bajíos  á  la  tierra  blanca, 
especie  de  creta  pulverulenta.  Ella  proviene  de  la  filtra- 
ción del  agua  pluvial  que  desciende  de  los  terrenos  altos 
ó  de  loma  que  circundan  estos  lugares. 

« En  confirmación  de  tal  origen  se  advierte  que  en  las 
grandes  secas  ó  largas  temporadas  en  que  no  llueve,  per- 
diendo esas  aguas  mas  y  mas  de  su  nivel,  escasean  su 
tributo  á  los  reservarlos,  que  al  fin  se  esterilizan  por  falta 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  35 

de  paralelismo  entre  su  fondo  y  los  hilos  subterráneos  cada 
vez  mas  bajos  que  antes  las  alimentaban.  Es,  pues,  de 
creerse  que  estas  primeras  capas  no  contienen  ni  sustan- 
cias terrosas  ni  salinas  capaces  de  alterar  la  pureza  del 
agua;  y  que  aun  el  amoniaco,  proveniente  de  la  descom- 
posición de  los  animales  que  mueren,  se  deposita  mas 
abajo. 

«  Las  aguas  que  se  estacionan  en  la  capa  de  marga  rojiza, 
inferior  á  la  amarilla  {marga  rubescens)  son  también  regula- 
res, aun  cuando  ya  se  note  en  ellas,  y  mucho  mas  en  cier- 
tos puntos,  un  principio  selenitoso. 

«Lasque  surjen  de  la  inmensa  y  al  parecer  insondable 
masa  de  creta  {térra  primogenia,  de  Henekel)  la  cual  forma 
como  el  corazón  de  las  Pampas,  está  sobre  cargada  de  sus- 
tancias terrosas  y  calcáreas.  Estas  aguas  asi  conscritas 
contienen  también,  carbonato  de  amoniaco  que  se  advierte 
en  el  residuo  negro  que  resulta  de  la  evaporación.  El 
sulfato  del  cal  y  otras  sustancias  estrañas  propenden  á  que 
se  corte  el  jabón,  y  á  que  no  se  cuezan  las  miniestras,  que 
mas  bien  se  endurecen  en  ella.  La  mazamorra  de  maiz, 
manjar  tan  usado  en  la  campaña,  se  cuece  con  dificultad 
y  necesita  mas  fuego  en  estas  aguas.  Fria  esta  sustancia 
se  corta,  ó  el  agua  se  separa  del  maíz. 

«El  Departamento  carece  de  grandes  saladares.  El 
maj'or  que  conocemos  es  el  de  las  Saladas,  en  el  Partido 
de  Chivilcoy,  cuyo  terreno,  cuando  queda  al  descubierto, 
deja  ver  en  su  superficie  eflorescencias  salinas  de  algún 
espesor. 

.«Tampoco  contiene  depósitos  de  aguas  muertas.  Los 
bañados  del  río  Conchas,  del  Lujan  y  del  Salado;  las  caña- 
das Chivilcoy,  la  Rica,  la  Grande,  la  de  Antonio,  etc.,  se 
secan  en  parte  ó  completamente  en  el  vBrano.  En  cual- 
quier caso,  la  parte  enjuta  disecándose  de  todo  punto,  no 
deja  lugar  á  la  corrupción  y  descomposición  de  sustancias 
orgánicas  como  miriades  ú  otros  insectos  que  hace  nacer 
el  calor  y  la  humedad. 

«Al  Sud  del  Salado  en  el  Partido  de  Chivilcoy,  lo  mismo 
que  en  otros  puntos  de  esa  inmensa  banda,  la  tierra  vejetal 
está  mezclada  de  arena  viva.  En  muchas  partes  forma 
montículos  ó  médanos  alineados  {dunes)  elevados  en  parte, 
5  ó  6  varas. 


36  OBRAS  DE     SA.KM1ENT0 

«  La  vejetacion  que  los  cubre  los  ha  fijado,  al  parecer,  de 
un  modo  permanente.  La  naturaleza  ha  hecho  allí  lo  que 
la  industria  del  hombre  ha  conseguido  en  otras  partes,  solo 
con  la  plantación  de  pinos  marítimos. 

«  Sin  eso  las  dunas  del  Golfo  de  Gascuña,  habiendo  des- 
truido en  su  marcha  de  esterminio  varias  aldeas  y  caceríos, 
llegarían  á  su  paso  de  60  á  70  pies  por  año,  hasta  Burdeos 
en  2.000  mas,  según  los  cálculos  admitidos.  Las  aguas  plu- 
viales que  se  detienen  en  los  espacios  que  dejan  entre  sí 
los  médanos,  perfectamente  depuradas  al  filtrarse  por  la 
arena,  son  dulcísimas  y  delicadas, 

«Estos  médanos,  estas  arenas  abundantes  y  desligadas 
que  se  estienden  horizontalmente  al  Suddel  Salado  indican 
(fuera  de  otros  indicios  tomados  ya  sobre  la  costa  del  mar, 
ya  en  el  interior)  que  este  se  enseñoreó,  en  alguna  época, 
de  esos  terrenos,  siendo  ellos  los  últimos  tal  vez  que,  dentro 
del  país,  dejó  en  seco.  Su  poca  elevación  y  su  textura 
particular  hacen  presumir  que  ellos  deben  su  formación  al 
limo  y  otros  sedimentos  acarreados  por  las  aguas.  Recu- 
bierto después  el  todo  por  la  tierra  vegetal,  sus  produccio- 
nes, fomentadas  con  la  humedad  del  agua  dulce  próxima  á 
la  superficie,  son  opimas, 

«  Pudiera  decirse  que  esos  fértilísimos  y  privilegiados 
campos,  constituyen  un  continuado  é  inestinguible  navazo 
natural. 

«  En  muchos  lugares,  como  sucede  en  el  Fuerte  Fede- 
ración, y  en  sus  cercanías,  es  tan  profunda  la  capa  de 
arena,  que  los  pozos  de  agua  ó  fonte  foráminas  se  derrum- 
ban con  la  mayor  facilidad.  Sin  embargo,  ¡qué  diferencia 
entre  la  feracidad  extraordinaria  de  ese  terreno  arenoso 
y  la  penuria  de  las  llanuras,  también  arenosas,  pero  ele- 
vadas, de  la  Tartaria  y  del  Thibet ! 

«  Lejos  de  obligar  aquí  la  pobreza  del  terreno  á  la  vida 
nómade  del  cafre  ó  del  kalmuko;  en  lugar  de  las  yerbas 
secas  y  espinosas  de  los  arenales  de  Biteduljerio,  único 
alimento  de  los  animales  de  aquellas  pobres  regiones,  el 
hacendado  de  Buenos  Aires  encuentra  siempre  pastos  fres- 
cos, finos  y  abundantes  con  que  apacentar  sus  ganados. 
Si  allá  el  hombre,  está  condenado  por  la  naturaleza  á  una 
continua  migración,  aquí,  por  el  contrario,  ella  misma  le 
fija   á  una  tierra  que  exuberantemente  le  fructifica,  que 


FRANCISCO   J.    MUfÑ'IZ  37 

le   produce  mas  de   lo  necesario   para  existir  con   como- 
didad y  ser  dichoso. 

«  El  Departamento  carece  de  bosques.  Solo  sobre  las 
costas  del  Paraná,  se  encuentran  algunas  especies  de  ár- 
boles silvestres.  Parece  que  antiguamente  se  estendieron 
á  alguna  distancias  de  las  costas;  pero  la  población,  en 
su  aumento,  los  ha  destruido  poco  á  poco.  No  hay  que 
estrañar  esa  falta,  sin  embargo,  pues  nuestra  particular 
latitud  no  se  adapta  á  este  género  de  producción  espon- 
tánea. 

«  Entre  los  30  y  40  grados  al  Sud  de  la  Equinocial,  crece 
gran  multitud  de  vegetales,  y  aun  aquellos  que  corres- 
ponden en  la  zona  Tórrida  á  terrenos  elevados  hasta  900 
toezas  sobre  el  nivel  del  mar;  pero  los  herbáceos  forman 
los  nueve  décimos  de  esta  enorme  producción  vejetal, 
mientras  la  proporción  en  que  están  los  árboles  es  me- 
nos de  siete. 

«Por  si  pudiera  conducir  la  comparación  entre  dos  pun- 
tos extremos  de  la  América  Meridional  á  algún  resultado 
útil,  pues  tratando  de  la  superficie  del  Departamento, 
comprendemos  la  de  la  Provincia  en  general,  informare- 
mos que  nuestras  llanuras  no  son  tan  uniformemente 
niveladas  como  las  de  la  Zona  Equinoccial,  ofreciendo  al 
Sud  del  Salado  inflecciones  y  hondonadas  de  alguna  con- 
sideración. Al  Norte  de  aquel  río  los  campos  son  mas 
planos.  Las  mesas  de  tierra  ó  lomadas  convexas  y  lon- 
gitudinales se  repiten  mas  y  mas  en  las  proximidades 
del  Plata  y  Paraná.  Ellas  corren  en  distintas  direcciones, 
mas  generalmente  del  Norte  al  Sud  y  del  Oeste  al  Este, 
y  distribuyen  las  aguas  llovidas  á  las  cañadas  y  arroyos 
que  las  conducen  á  los  rios. 

«  A  pesar  de  eso,  existen  innegables  analogías  entre  el 
eslabonamiento  de  esas  mismas  mesas  ó  lomas  y  sus 
usos;  entre  la  superficie  plana,  ondeada  y  baja  de  la  Pro- 
vincia (aunque  en  este  último  accidente  ella  lo  sea  mas) 
y  las  mismas  condiciones  del  terreno  al  Sud  de  la  Equi- 
noccial, en  Curraná,  Calabozo,  el  Apuré,  el  interior  del 
Meta. 


38  OUKAS    l)K   SAHMIKNTO 


COMPOSICIÓN  DEL  SUELO,  SECAS 


«  Volviendo  á  entrar  en  la  peculiar  superficie  del  De- 
partamento, se  presenta  en  primer  término  la  capa  de 
tierra  vejetal  de  un  pié  ó  mas  de  espesor,  compuesta  de 
alúmina,  materia  calcárea,  sílice  y  humus.  Ella  constituye 
una  tierra  de  plantío  y  labrantía  superior  por  excelencia. 
Su  testura  blanda  y  suelta  permite  el  esparcimiento  de 
las  radículas  de  las  plantas  en  todas  direcciones.  En  al- 
gunas partes  es  mas  viscosa  que  en  otras,  y  es  tanto  mas 
móvil  y  lijera  cuanto  mas  superficial.  Por  su  color  oscuro 
ó  gris  ceniciento  absorbe  mucho  calor,  y  siendo  tan  es- 
ponjosa se  impregna  fácilmente  de  humedad,  lo  que  le 
da  cualidades  singularmente  fecundas.  No  es  de  extra- 
ñar, sin  embargo,  que  faltando  las  lluvias  y  los  rocíos, 
por  algún  tiempo,  se  diseque  y  esterilice  la  vejetacion. 
La  tierra  mas  pingüe,  como  la  de  Chivilcoy  y  otros  pun- 
tos, conserva  por  mas  tiempo  la  humedad.  La  mezcla  de 
este  manto  está  sostenida  por  las  inferiores  de  marga  y 
de  greda,  en  cuyo  interior  se  vivifican  y  humedecen  las 
raíces  de  los  árboles,  siendo  ellas  las  depositarías  de  las 
aguas  pluviales.  Las  gramíneas,  de  que  tanto  abundan 
estos  terrenos,  alimentan  el  inmenso  número  de  ganado, 
que  aun  contiene  el  Departamento,  y  aun  muchos  milla- 
res mas  que  tuviera.  Los  varios  años  de  seca  consecu- 
tiva; han  destruido  las  tres  cuartas  partes  del  número 
total  de  ganados  antes  existentes  en  él, 

«  Hoy  tienen,  aproximadamente,  580,000  cabezas  vacu- 
nas; 164,000  caballar,  465,000  ovejas.  Esta  especie  ha  su- 
frido estraordinariamente  en  los  dos  años  anteriores  y 
en  el  que  jira,  por  la  hidátida  del  cerebro  {thenia  cerebralis) 
depositada  en  los  senos  frontales,  y  lo  que  es  rarísimo, 
en  las  células  óseas  de  la  base  de  los  cuernos,  donde  se 
han  encontrado  en  número  de  seis,  ocho  ó  mas  en  cada 
uno,  y  por  una  especie  de  stronjilus,  plano,  redondo  y 
franjeado  que  también  ataca  al  vacuno,  enquistado  en 
considerable  número  en  el  hígado  esquirroso,  otras  veces 
cartilajinoso,  y  lo  que  no  deja  de  ser  extraño,  sembrado 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  39 

«n  una  y  otra  especie  de  cálculos  color  aceituna  de  di- 
ferentes figuras  y  tamaños. 

«  La  vesícula  felea  es  también  depositaría  de  estos  in- 
sectos. El  primero  de  los  dos  parece  esporo  francamente 
desenvuelto  como  sucede  al  hombre  con  los  que  se  le  for- 
man en  los  senos  frontales.  Nada  hay  que  indique,  como 
alguna  vez  en  este,  su  introducción  hasta  aquel  lugar. 

«  Antes  de  la  espantosa  seca  del  30,  31  y  parte  del  32, 
que  desvastó  el  Departamento,  como  todo  el  Norte  de  la 
Provincia,  solo  el  Partido  de  la  Villa  de  Lujan  contenía 
en  la  especie  vacuna  350,000  cabezas,  de  las  que  salva- 
ron á  penas  las  pocas  que  se  sacaron  en  invernadas  sobre 
el  Salado. 

«  No  incluimos  en  este  cálculo  la  variada  especie  de 
•cerdos  ó  cochinos  (sus)  cuyo  número  fué  inmenso  en  el 
Departamento,  y  el  cual,  aunque  muy  disminuido,  no  deja 
aun,  de  ser  considerable. 

«  Se  ha  supuesto,  como  en  otros  países  respecto  del 
acrecimiento  de  los  terremotos,  que  entre  estos  ominosos 
acaecimientos  las  grandes  secas  en  la  Provincia,  median 
treinta  años  poco  mas  ó  menos. 

Ha  dado,  tal  vez,  existencia  á  esta  opinión,  la  especie  de 
regularidad  en  el  número  de  años  intermediarios  entre  1770 
y  71, 1805  y  1830  y  31,  en  que  el  país  fué  afligido  de  esa  cala- 
midad y  de  las  terribles  polvaredas  que  constantemente  la 
acompañaron.  Este  último  fenómeno  es  digno  de  que  se  le 
-conozca  por  una  descripción  ex-profeso,  no  solo  por  sus 
efectos  sobre  la  vida  animal  y  vegetal,  sino  por  otras  singu- 
laridades no  menos  importantes  y  curiosas,  y  porque  él  es 
peculiar  de  los  grandes  llanos  del  medio  día  de  la  América. 
También  se  ha  pretendido  encontrar  un  período  de  quince 
años,  con  corta  diferencia,  en  el  retorno  de  la  plaga  de  lan- 
gosta. Pero  sin  la  historia  de  semejantes  acontecimientos 
en  lo  antiguo,  tendríamos  que  abandonar  la  inquisición  de 
este  asunto  á  los  que  puedan  reunir  datos  y  observaciones 
de  que  nosotros  carecemos.  De  todos  modos,  no  encontra- 
mos apoyado  este  juicio  en  la  correlación  de  otras  operacio- 
nes naturales;  pues  no  está  hasta  ahora  demostrado  que 
las  mismas  causas  necesitan  determinado  lapso  de  tiempo 
para  producir  iguales  fenómenos;  principalmente  si  estos, 


40'  OBRAS   Dt   SARMIENTO 

como  los  de  que  tratamos,  son  de  una  naturaleza,  al  pare- 
cer, supremamente  adventicia.  (1) 

«Es  atribuible,  en  la  Provincia,  la  falta  de  lluvias,  en  al- 
gunas épocas,  á  la  carencia  de  montañas,  donde  se  acumu- 
len las  nubes, y  de  donde  rompan  en  tempestades  y  copiosos 
aguaceros.  Sabido  es  que  los  dos  recintos  extremos  de  esta 
América  son  llanos  y  desprovistos  de  árboles,  cuando  la 
parte  central  es  alta,  montañosa  y  áspera.  Es  por  eso  que 
ambos  puntos  están  espuestos  á  la  misma  fatalidad.  Por 
lo  demás,  es  un  hecho  constante,  que  después  de  las 
grandes  secas  sobrevienen  continuas  y  abundantes  lluvias. 

«Mientras  estas  no  aparecen,  el  agua  de  los  arroyos  y  ríos 
interiores  se  altera,  y  aún  se  corrompe  por  el  número  in- 
menso de  animales  empantanados  y  muertos  en  sus  már- 
genes. Nosotros  hemos  visto  estos  resultados  en  las  dos 
desoladoras  secas  de  este  siglo.  Ellos  fueron  idénticos  en  la 
de  1770  y  71,  á  la  cual  sobrevino  por  colmo  de  desgracia,  la 
de  la  langosta,  que  arruinó  la  vegetación  naciente.  Con  re- 
ferencia á  aquella,  dice  el  Sindico  Procurador  de  la  ciudad- 
de  Buenos  Aires,  en  su  vista  de  4  de  Diciembre  de  1773, 
sobre  el  abasto  exclusivo  de  carne  á  la  Capital....  «que 
faltos  los  ganados  de  pastos  y  agua,  se  veían  los  campos 
solo  poblados  de  animales  muertos,  víctimas  de  aquella 
necesidad,  etc.» 

«Felizmente  á  la  seca  de  1830  y  31,  como  á  las  anteriores^ 
no  sucedió  ninguna  enfermedad  epidémica.  La  pústula 
maligna,  efecto  del  desuello  de  animales  inficionados  del 
principio  carbonoso,  fué  la  única  dolencia  que  la  acom- 
pañó. La  carne  de  mala  calidad,  la  escasez  de  otros  ali- 
mentos, ni  los  miasmas  insalubres  provenientes  de  muchos 
millares  de  cadáveres  de  brutos  descompuestos  al  aire, 
bastaron  á  perturbar  la  pureza  de  una  atmósfera  libre  é 
instantáneamente  conmovida  por  todos  ios  vientos  de  la 
tierra. 

En  el  Otoño  del  año  33,  que  subsiguió  á  lluvias  abundan- 
tísimas, cundió   por  el   Departamento  y   aun    por  toda  la 


(1)  En  las  observaciones  metereologicas  hechas  en  la  Provincia  de  Buenos  Aires, 
el  sabio  Profesor  Gould  ha  creído  encontrar  relaciones,  entre  los  movimientos  de 
la  atmósfera  y  las  manchas  del  sol  que  parecen  sujetas  á  ciclos  ó  periodos  de 
repetición.    Véanse  aquellos  importantes  estudios.  {N.  del  autor). 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  41 

campaña  de  la  Provincia  una  plaga  de  ratoncillos  (mus 
musculus),  en  tal  abundancia,  que  con  los  que  se  introduje- 
ron en  las  habitaciones  abandonadas  ó  en  otras  partes  por 
descuido,  se  colmaron  medidas  de  cuartilla.  El  campo 
estaba  enjambrado,  y  en  las  poblaciones  solo  se  liberta- 
ron de  ser  infestadas  las  piezas  de  umbrales  altos  de 
un  pié. 

«La  advocación  de  San  Bonifacio  (patrono  de  los  ratones), 
que  existe  en  Buenos  Aires,  parece  indicar  la  preexisten- 
cia de  semejante  incómoda  y  aun  nociva  muchedumbre  de 
seres.  Podríamos,  con  tal  motivo,  hacernos  la  cuestión  si- 
guiente y  por  mera  curiosidad.  ¿Necesitaba  acaso  la  tierra 
de  esa  extraordinaria  impregnación  acuosa  para  producir 
tal  diluvio  de  pequeños  vivientes?  ¿Será  verdad,  como  lo 
han  creído  algunos  físicos,  que  el  clima  haga,  y  en  nuestro 
caso  hiciera  en  la  particular  constitución  de  aquella  esta- 
ción, germinar  á  la  tierra  especies  positivamente  autócto- 
nas, que  sería  imposible  existiesen  bajo  otras  condiciones 
climatéricas  ó  estacionales?  No  lo  sabemos,  pero  en  el  día 
es  insostenible  la  opinión  de  los  gérmenes  ó  su  esparci- 
miento por  todo  el  globo;  exceptuando  algunos  animálculos 
infusorios*  comunes  á  todas  sus  regiones.  Sin  embargo, 
estamos  muy  distantes  de  sentir  con  Lucrecio,  que  la 
tierra,  semejante  á  una  mujer  envejecida,  se  ha  esteriliza- 
do en  fuerza  de  tanto  producir. 

«Después  de  la  tierra  vegetal,  como  decíamos,  se  encuen- 
tra, pues,  en  las  cañadas  y  bajos,  solamente,  la  creta  blanca 
de  mas  de  dos  pies  de  densidad. 

«Por  todo,  menos  por  donde  las  corrientes  han  arreba- 
tado aquella  tierra,  se  le  encuentra  debajo  de  aquella  en 
esos  lugares, 

«Parece  que  su  formación  fuese  debida  al  limo  arrastrado 
en  un  largo  período  por  las  aguas  dulces.  Quizá  los  despo- 
jos de  cuerpos  orgánicos  y  el  detritus  de  juncos  y  de  otras 
plantas  acuáticas,  le  han  dado  á  esa  tierra  la  materia  cal- 
cárea en  que  abunda  y  sus  otras  propiedades.  Ella  se  usa 
en  reboques  de  paredes,  en  la  fabricación  de  adoves  y  aun 
en  enlucir  las  casas  de  la  gente  pobre. 

«En  el  partido  de  Chivilcoy,  donde  es  mas  plana  la  tierra, 
menos  al  Norte  del  Salado  que  hacia  la  costa  del  Paraná, 
esa  tierra  se  encuentra  en  vetas.    Pudiera  ser  qiae   obser- 


42  OBRAS    DB  S\KMIENTO 

vando  atentamente  su  posición  general  ó  el  yacimiento  en 
que  ellas  se  encuentran,  aun  en  puntos  distintos,  resulta- 
ran estar  esas  bandas  á  un  mismo  nivel  y  aun  que  hoy 
recubiertas  y  hasta  cierto  punto  alteradas,  en  todo  ó  en 
parte,  por  la  tierra  vegetal. 

TEBRENO     FOSILÍFERO 

«La  capa  de  marga  amarillenta  {/lavescens)  que  sigue,  de 
cinco  ó  mas  pies  de  espesor,  depositaría  de  los  restos  fósiles 
de  cuadrúpedos  de  especies  estinguidas,  preserva  en  su 
parte  inferior  un  lecho  de  guijo,  como  de  un  pie,  interpuesto 
de  arena  gruesa.  Un  depósito  de  caracoles  en  espiral,  de 
mas  de  un  pié,  ocupa  el  asiento  de  esta  capa,  inmedia- 
tamente sobre  el  guijarro.  No  se  ven  despojos  de  esta 
especie  que  hicieran  presumir  la  sucesión  de  varias  gene- 
raciones destruidas,  lo  que  permite  suponer  que  el  líquido 
en  cuyo  seno  se  formaron  esos  cuerpos,  no  subsistió  por 
largos  años  imperturbable. 

«El  expesor  del  lecho  eoquillier  y  su  nivelación  prueban 
que  precisamente  en  aquel  lugar  se  hizo  el  depósito  ó  que 
fué  en  él  el  criadero.  Parece  que  una  alteración  posterior- 
mente acaecida  en  el  vehículo  acuoso  obligó  á  salir  de  ma- 
dre á  los  caracoles  mayores,  pues  se  halla  el  mayor  nú- 
mero de  ellos  incrustado  en  las  partes  superiores  de  esa 
banda  margosa.  Pudo  suceder  que  la  mezcla  repentina 
de  moléculas  calcáreas  y  otras  que  les  fuesen  ofensivas, 
bastara  para  su  aniquilamiento,  y  aun  para  el  de  los  mis- 
mos cuadrúpedos  antes  de  ser  del  todo  recubiertos  por  la 
inmensa  masa  de  sedimentos  que  los  ocultó  después.  ¿Sa- 
bemos, acaso,  lo  que  otro  orden  de  combinaciones  puede 
producir  sobre  la  vida  particular  ó  las  existencias  en  gene- 
ral, de  un  mundo  que  pisamos  unos  instantes,  sin  siquiera 
conocer  los  primeros  átomos   de  su  economía? 

«Las  sustancias  suspendidas,  una  vez  concretadas,  fijaron 
esos  cuerpos  sin  comprimirlos  demasiado,  donde  hoy  los 
vemos  servir  de  doble  causa. 

«La  disolución  de  ese  material  terroso  duró  mas  ó  me- 
nos tiempo,  el  necesario,  al  menos  para  después  de  ma- 
ceradas y  destruidas  las  carnes  y  los  tegumentos  de  los 
animales,  penetrar  todos  los  conductos  óseos,  los  agujeros 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  43 

vertebrales,  é  insinuarse  y  rellenar  los  cráneos  á  que  ha 
servido,  después  de  duro,  de  molde  perfecto.  Esta 
misma  disposición  de  las  sustancias  se  comprueba  por 
la  postura  de  los  esqueletos,  cuyos  dueños  parecen  lucha- 
ron con  la  irresistible  causa  de  su  anonadamiento. 

«Ellos  hicieron  probablemente,  los  posibles  esfuerzos 
para  desenterrarse  del  lodazal  ó  de  la  masa  fangosa  que 
los  circundaba,  y  que  poco  á  poco  la  absorbía.  La  dispo- 
sición respectiva  de  los  miembros  indica  este  azaroso  con- 
flicto. Las  estremidades  posteriores  se  encuentran  mas 
bajas,  mas  hundidas  en  la  tierra.  El  tronco,  las  manos  y 
la  cola  á  mayor  altura;  el  cuello  y  la  cabeza  mas  elevados 
aun,  que  las  otras  partes.  Esta  particular  colocación,  que 
hemos  encontrado  en  las  osamentas  fósiles  en  varios 
puntos,  la  adquieren  los  animales  que  se  encenagan  al  ve- 
nir á  beber  en  arroyos  ó  ríos  de  márgenes  fangosas.  En  la 
intensidad  de  los  movimientos  que  ejecutan  para  safar 
del  peligro,  afirman,  como  es  natural,  las  extremidades 
posteriores,  mientras  se  empinan  y  manotean.  De  este 
inútil  afán  resulta  que  tanto  mas  abisman  aquellas  partes, 
cuando  m§is  activos  y  repetidos  son  los  conatos  por  desa- 
tollarse. 

«Agotadas  las  fuerzas  y  rendido  el  animal,  si  suponemos 
al  cieno  tal  cual  consistente,  natural  es  que  los  miembros 
anteriores  que  remueve  en  alto  hasta  lo  último,  y  princi- 
palmente la  cabeza  que  la  erije  cuanto  es  posible  para  res- 
pirar y  prolongar  la  agonía;  natural  es,  decimos,  que  esos 
miembros  queden  mas  supinos  que  los  otros  después  de  la 
muerte. 

«Entre  otros  casos  que  pudiéramos  citar,  sea  el  de  un 
esqueleto  de  Megatherium  que  se  encontró  en  una  de 
nuestras  excavaciones.  El  todo  aparecía  como  ladeado 
sobre  un  plano  rápidamente  inclinado.  El  cuello  tendido 
lo  que  es  natural;  la  cabeza  mas  alta  que  el  resto  del  cuerpo 
descansaba  sobre  la  mandíbula  inferior,  la  cual  se  apo- 
yaba en  una  superficie  aun  mas  ascendente  que  aquella 
en  que  reposaban  los  huesos  de  la  cerviz.  El  esqueleto  de 
un  caballo  ó  de  un  animal  del  mismo  género,  en  una  po- 
sición casi  vertical  sobre  las  patas,  yacía  poco  menos  que 
debajo  del  Megatherium,  y  casi  sobre  este  los  despojos 
•de  otra  especie  distinta.    De  modo  que,  mientras  perecían 


44  OBRAS  DE   SARMIENTO 

ciertos  animales,  las  corrientes  atraían  y  depositaban  otros 
sobre  ó  en  las  inmediaciones  de  los  ya  aniquilados. 

«La  banda  inferior  á  la  amarilla,  de  marga  ferruginosa, 
de  una  densidad   poco    mayor  que    aquella,  encubre  otro- 
lecho  quijoso   semejante  al   antecedente.     Ambos    preser- 
van  el  guijarro  desligado  y  en  mezcolanza  con  la   arena 
grosera. 

«Estos  dos  lechos  de  guijarro  y  las  dos  capas  margosas 
no  se  encuentran  por  todo.  Nos  ha  parecido  que  solo  exis- 
ten en  las  cañadas  ú  hondonadas,  y  que  se  apoyan  lateral 
é  inferiormente  sobre  la  greda  que  forma  las  lomadas  la- 
terales. Cavando  en  estas  no  se  registra  el  guijo  encar- 
nado y  rodado,  ni  otra  tierra  que  no  sea  pura  greda,  des- 
pués de  la  vegetal.  Esta  falta  de  estension  en  las  bandas 
de  marga  y  su  posición  (sino  nos  engañamos  en  ello)  de- 
muestran no  solo  el  efecto  de  corrientes  parciales,  sino  lo 
moderno  de  su  formación,  respectivamente  á  la  de  la 
greda. 

«Si  los  restos  fósiles  de  cuadrúpedos  análogos  ó  los  que  se 
hallan  en  el  Departamento,  recogidos  de  varios  puntos  déla 
costa  Sud  de  la  Provincia  por  el  ilustre  Mr.  Darv^in  y  otros 
naturalistas;  si  los  que  ofrecen  las  llanadas  inmediatas  y  las 
costas  del  rio  Tercero,  del  Carcarañá,etc.,  se  comprendieran 
siempre,  como  se  dice,  en  la  misma  faja  que  envuelve  á  los 
nuestros;  si  ella  se  presentara,  por  lo  general,  mas  baja  con 
relación  á  los  terrenos  adyacentes  (aunque  no  siempre  lo 
fuera)  si  nuevas  observaciones  produjeran  el  mismo  resul- 
tado, quedaría  plenamente  demostrada  la  comunidad  de 
origen  en  esa  formación,  y  la  anterioridad  en  estos  llanos^ 
de  la  greda  sobre  ella. 

«En  lugares  bajos,  después  del  humus  vegetal,  suele  pre- 
sentarse una  greda  blanca  cenicienta,  colorida  de  rojo 
en  muchas  partes.  Su  superfície  es  áspera,  dura,  se  raja 
al  sol  y  se  derrumba,  cuando    seca,  en  las  escavaciones. 

«Algunas  bandas  de  greda  negra,  sumamente  dura,  par- 
ticularmente en  los  bajos,  suelen  presentarse  arriba  ó  muy 
someras. 

«La  tierra  vegetal  se  encuentra,  como  las  venas  de  un 
mineral,  insinuada  en  su  masa,  adonde  penetró  por  ren- 
dijas abiertas  por  cualquier  causa.  Inmediatamente  en 
muchos  lugares  y  en  otros   á  bastante  profundidad  se   de- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  45 

posita  la  greda  verde,  la  caal  es  útil  para  piezas  de  alfare- 
ría 5'  para  reboques  de  chimenea,  pues  siendo  tan  untuosa 
impide  la  adherencia  del  hollín.  La  gran  masa  cretácea 
contiene  grandes  cuerpos  de  arena  suelta  que  reventando 
al  interior  de  algunos  pozos  abiertos  casualmente  á  sus 
orillas,  dejan  grandes  cavernas  en  el  seno  de  la  tierra. 
En  la  perforación  de  un  pozo,  en  el  Partido  de  Morón,  sur- 
gió, á  la  profundidad  de  diez  varas,  un  borbollón  de  agua 
sulfurosa  en  tan  alta  temperatura  que  producía  vapor.  El 
ácido  carbónico  que  se  desprendía  excitaba  una  especie 
de  ebulición  á  la  superficie  de  aquel  líquido  cargado  de 
principios  minerales. 

«Ignoramos  se  hayan  encontrado  despojos  fósiles  en 
esta  gran  capa;  los  fragmentos  de  una  mandíbula  y  los 
de  tibia,  que  se  extrajeron  á  doce  y  medio  pies  de  profun- 
didad, de  una  especie  del  género  canis,  si  ya  no  fuesen 
de  la  misma,  aunque  incrustados  de  greda  endurecida, 
pudieron  ser  allí  precipitados  en  tiempos  remotos,  siendo 
aquel  lugar  habitado  ciento  cincuenta  años  ha. 

«  Esta  inmensa  capa  de  greda  ha  debido  cambiar  la  faz 
de  estos  terrenos,  y  probablemente  la  de  otras  partes  del 
globo  donde  también  se  encuentra.  Cubriendo,  por  su  ex- 
cesivo espesor,  aún  muchos  puntos  culminantes  de  la  su- 
perficie anterior  á  su  existencia;  rellenando  los  valles  y  to- 
dos los  vacíos,  debió  dar  un  aspecto  de  novedad  importan- 
te á  la  costra  entonces  de  la  tierra, 

«  ¿  Pero  resulta  el -nivel  actual  del  Departamento,  asi  co- 
mo el  de  las  Pampas,  del  rellenamiento  por  inmensos  se- 
dimentos arrastrados  y  depositados  por  las  aguas  (acaso  en 
el  período  cretáceo  establecido  en  otras  partes)  ó  proviene 
del  alzamiento  que  elevara  la  costa  Occidental  del  Conti- 
nente? Si  la  sublevación  parece  indudable,  respecto  á  su 
parte  montañosa,  á  juzgar  por  los  depósitos  marinos  descu- 
biertos en  las  cordilleras  de  Bolivia,  Chile,  Quito  y  aunen 
la  República  Oriental  del  Uruguay  ¿se  dudará  de  ella  en 
el  territorio  de  la  Confederación,  después  de  estos  mismos 
fósiles  observados  por  tantos  naturalistas,  desde  los  jesuí- 
tas Quiroga  y  Cardiel,  sobre  la  costa  Patagónica  hasta  el 
Estrecho  Magallánico,  en  el  rio  Negro  y  aun  en  las  barran- 
cas del  Paraná  cerca  de  la  Capital  de  la  Provincia  de  Entre 
Ríos,  en  muchas  partes  aun    bajas   inmediatamente  á  la 


46  OBRAS    DK   SARMIENTO 

costa  oceánica  del  Plata  y  Paraná?  ¿Se  admitirá  la  supo- 
sición que  la  gran  cuenca  ó  recipiente  de  las  Pampas  fué 
solo  henchido  de  substancias  cretáceas,  mientras  una  cau- 
sa particular  sublevó  antes  ó  después,  en  sus  inmediacio- 
nes, los  terrenos  donde  actualmente  se  patentizan  los  ban- 
cos de  otros  y  otros  despojos? 

«  Si  nos  fuera  permitido  aventurar  una  hipótesis  sobre 
aquel  movimiento,  que  dio  forma  y  su  actualidad  á  las 
Pampas,  diríamos  que  levantándose  el  mar,  en  épocas  re- 
motas, á  una  cierta  altura  por  efecto  de  una  atracción  soli- 
lunar  ó  por  una  convulsión  terrráquea  sumergió  la  superfi- 
cie sobre  que  hoy  reposa  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  la 
de  alguna  de  las  confederadas  y  quizá  una  gran  parte  de 
este  continente.  La  inundación  no  se  efectuó,  parece,  con 
grande  y  espantosa  rapidez.  El  mar  se  avanzó  sobre  la  tie- 
rra é  hizo  flutuar  el  promontorio  de  sus  ondas,  mas  ó  menos 
entumecidas,  de  un  modo  manso  y  gradual.  La  corriente 
entonces,  precipitándose  sin  el  fuerte  impulso  de  un  to- 
rrente, ó  sin  la  fuerza  destructora  de  un  raudo  desborda- 
miento, envolvió  y  llevó  consigo  el  humus,  las  arenas  y  en 
general  las  substancias  desligables  y  tenues  que  encontró 
á  su  paso.  Así  luchando  consigo  mismo  y  revolviendo  el  lí- 
quido elemento  las  sustancias  suspendidas;  amontonando 
en  todas  partes  y  mucho  mas  en  aquellas  de  un  nivel  infe- 
rior, el  inmenso  cúmulo  de  tierras  arrastradas  y  despren- 
didas; convirtiendo  en  fango,  de  mayor  ó  menor  espesor, 
aun  la  misma  costra  de  la  tierra  anegada;  formándose  de 
tantos  sedimentos,  en  fin,  un  gran  lecho  desde  luego  limo- 
so y  blando,  quedaron  formadas  las  entrañas  ó  centro  cre- 
táceo de  las  Pampas  y  de  los  demás  puntos  del  Estado  Argen- 
tino. Uno  ú  otro  acaecimiento  (cuya  naturaleza  no  nos 
atrevemos  á  determinar,  sin  un  nuevo  y  detenido  examen 
de  los  mismos  lugares  que  no  pudimos  observar  el  tiempo 
suficiente  para  formar  una  idea  correcta),  sepultó  en  el  os- 
curo recinto  de  un  denso  pozo  margoso  á  las  especies  ya 
existentes  y  que  fueron  testigos  igualmente  que  víctimas 
de  la  imponente  catástrofe.  Si  su  enterramiento  ó  fijación 
no  se  efectuó  en  el  mismo  sitio  donde  hoy  encontramos  sus 
reliquias,  su  remoción  se  verificó  bajo  radios  poco  estensos 
como  se  infiere  de  la  normalidad  de  las  superficies  óseas 
mas  delicadas,  como  ya  anunciamos. 


FRANCISCO   J      MUÑIZ  47 

«En  ese  manto  de  muerte  para  tantas  y  multiplicadas 
especies  de  cuadrúpedos  y  aun  de  anfibios,  se  observan  las 
leyes  de  la  precipitación  y  de  la  gravedad  de  los  cuerpos 
suspendidos  en  las  aguas.  Los  esqueletos,  el  guijo  y  la  arena 
gruesa  ocupan  siempre,  en  sucesión  respectiva,  el  plan  del 
lecho,  cuanto  mas  arriba  las  mismas  moléculas  terreas  son 
mas  finas. 

«  La  carencia  en  estos  lechos  terciarios  de  la  mezcla  infor- 
me quegresulta  del  violento  arrastramiento  de  sustancias 
heterogéneas;  de  grandes  masas  de  piedra,  de  troncos  de  ár- 
boles, de  una  completa  confusión  en  el  todo,  previene,  des- 
de luego,  contra  la  hipótesis  de  un  inmenso  deshielo,  ó  de 
un  aluvión  de  aguas  pluviales  de  ríos  (inexistentes  hoy  como 
antes)  que  arrebataran  copiosos  materiales  de  centenares 
de  leguas,  ó  como  alguno  creerá  quizá,  de  la  misma  alta  y 
lejana  región  de  las  nieves.  El  sistema  hidrográfico  del 
país,  su  configuración  y  aun  su  misma  disposición  geográ- 
fica actual,  la  falta  absoluta  de  vestigios  que  lo  hicieran 
presumible,  se  opone  á  esas  conjeturas,  como  á  la  idea  de 
un  inmenso  delta  (opinión  de  algunos)  con  mas  fuerza  aun 
que  ál  impetuoso  derramamiento  de  las  aguas  oceánicas, 
por  las  causas  celestes  ya  espresadas,  ó  al  levantarse  la 
cadena  Andina  con  sus  ramificaciones  en  la  inmensa 
ostensión  que  ella  abraza,  como  creen  algunos  natura- 
listas. 

«La  poca  elevación  del  Departamento  y  aun  de  las  Pam- 
pas sobre  el  nivel  del  mar,  es  otra  prueba,  aunque  negativa, 
de  nuestro  sentir,  no  obstante  que  la  demasiada  altura  de 
otros  lugares  no  les  haya  libertado  de  las  submerciones 
que  ha  sufrido  el  globo,  al  menos  sucesiva  y  parcialmente. 
Ignoramos  que  se  haya  tomado,  hasta  ahora,  medida  alguna 
barométrica  de  la  Provincia;  pero  según  una  tal  operación 
hecha  con  Jaén  de  Bracamoros,  por  el  eximio  sabio  barón 
de  Humboldt,  si  las  aguas  del  Atlántico  se  elevaban  50 
toesasen  la  embocadura  del  Orinoco  y  208  en  la  del  Ama- 
zonas, la  alta  marea  cubriría  mas  de  la  mitad  de  la  Amé- 
rica meridional,  y  la  falda  oriental  de  los  Andes,  probla- 
blemente  la  misma  capital  de  Cuyo  vendría  á  ser  una  playa 
batida  por  las  olas. 

Las  aguas  medias  del  Orinoco,  según  aquel  científico 
viajero,  están  solo  mas  altas  IQ-A  toesas  sobre  el  nivel  del 


48  OBRAS   DE   SARMIENTO 

mar,  cuando  aquel  majestuoso  río  sale  de  las  Cordilleras. 
Sin  embargo,  las  llanuras  intermedias,  cubiertas  de  bosques 
son  todavía  cinco  veces  mas  altas  que  las  Pampas.  De 
manera  que  pocos  esfuerzos  de  elevación  serían  necesarios 
para  que  el  mar  se  sobrepusiera  á  la  actual  superficie  de 
las  Provincias  Argentinas,  y  no  menos  un  fuerte  é  insólito 
sacudimiento  terráqueo,  que  una  poderosa  atracción  de  los 
agentes  celestes,  como  dijimos,  sobre  el  Océano,  ocasio- 
naría una  inundación  inevitable  y  general  de  su  territo- 
rio (1). 

«En  cuanto  á  la  formación  de  la  tosca  que  se  encuentra 
en  varias  partes,  y  que  hemos  tenido  particular  encargo  de 
clasificarla  en  cierta  ocasión,  preciso  es  reconocer  á  la 
humedad  como  su  primer  elemento.  Obrando  ella  cons- 
tantemente sobre  el  fondo  de  los  ríos  y  arroyos  y  en  sus 
márgenes,  penetrando  hasta  cierta  profundidad,  llega  á 
constituir  con  las  arenas  que  traen  las  aguas  y  con  la  por- 
ción mas  tenue  de  la  greda  suficientemente  diluida,  aquella 
sustancia  que  guarda  un  medio  entre  lo  duradero  de  la 
piedra  y  la  inconsistencia  de  la  greda  pura.  El  cemento 
que  une  y  dá  cuerpo  al  todo,  es  un  limo  calcáreo  mas  ó 
menos  mezclado  de  partículas  silicosas.  Cuando  se  llalla 
en  seco  aquella  concreción  terro-arenosa,  formando  estrac- 
tos  mas  ó  menos  gruesos  y  estensos,  debe  su  existencia  á 
antiguas  y  estinguidas  corrientes  que  surcaron  por  aque- 
llos lugares. 

«Los  arroyuelos  que  recien  se  ahondan,  muestran  en  su 
fondo  esa  formación  incipiente,  la  cual  se  puede  fácilmente 
examinar  en  aquellas  partes  que  quedan  en  seco  cuando 
faltan  las  lluvias.  A  veces  se  vé  que  depuesta  la  primer 
-capa,  los  mismos  elementos  entran  en  la  composición  de 
la  segunda,  de  una  tercera  ó  de  mas.  No  apareciendo  estos 
estractos  en  la  tierra  vejetal  ni  en  la  blanca,  parece  indis- 
pensable para  su  creación  cierta  condición  de  superficie,  y 
que  esta  se  encuentre  en  las  margas  ó  en  la  gran  capa 
gredosa. 

«Se  descubren  en  esta  y  aun  en  aquellas,  filones  perpen- 


(1 )  Darwin  describe  árboles  petrificados   en  las  serranías  de  üspallata  que  cre- 
cieron á  orillas  del  Océano  que  llegaba  hasta  alli.— ('Voto  «iíí  ilitíor). 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  49 

diculares  de  tosca  de  una  pulgada  de  espesor  por  lo  regular. 
Ellos  se  internan  mas  ó  menos,  y  afectan  varias  fisuras  y 
direcciones.  Son  los  mismos  principios  que  organizan  esa 
formación  en  otras  partes  los  que  insinuándose  por  fisuras 
abiertas  en  esas  capas,  han  llegado  á  tomar  consistencia. 

ATMÓSFERA 

«En  cuanto  á  la  constitución  atmosférica  actual  parece 
haber  sufrido  cierta  modificación  en  su  temperatura  hasta 
treinta  leguas  hacia  el  interior  de  las  costas,  donde  la 
población  está  mas  apiñada,  mas  animada  la  agricultura, 
donde  es  mas  abundante  la  plantación  de  árboles  y  mas 
considerable  el  número  de  haciendas  de  toda  especie.  De 
alli  afuera,  estimamos  ser  hoy  la  temperatura  atmosférica 
la  misma  que  fué  en  su  estado  primitivo.  El  Ranquel,  el 
Pampa,  el  Patagón  de  ahora  dos  mil  años,  si  volvieran  al 
lugar  en  que  nacieron,  donde  respiraron  sus  mas  remotos 
progenitores  y  adonde  dejaron  unos  y  otros  para  siempre 
sus  huesos,  encontrarían  el  mismo  grado  de  calor  ó  de  frío 
que  entoníies;  el  mismo  orden  en  las  estaciones;  idénticas 
enfermedades;  igualdad  en  el  modo  de  vivir  y  en  las  cos- 
tumbres de  sus  descendientes,  todo  lo  encontrarían  como 
lo  dejaron,  pues  el  clima  no  ha  variado,  ni  el  hombre  con 
él,  ni  las  producciones  naturales  de  la  tierra.  Solo  extra- 
ñaría al  caballo  y  al  buey,  algún  utensilio,  unaú  otra  incon- 
siderable  sustancia  alimenticia  que  no  conocieron  y  el 
alcohol  de  Europa  que  los  enerva  y  destruye.  Las  sombras 
de -esos  aboríjenes  volverían  á  su- silencioso  reposo  satis- 
fechas de  la  escrupulosa  imitación  de  sus  sucesores.  Tal 
debería  suceder,  pues  que  la  civilización  no  habría  disipado 
entre  ellos  las  tinieblas  de  la  barbarie  primitiva,  ni  propa- 
gado sus  vicios,  ni  los  gérmenes  de  multiplicadas  y  terri- 
bles dolencias  con  el  refinamiento  del  lujo  y  la  enervación 
de  las  costumbres. 

«  El  Departamento,  como  la  parte  poblada  de  la  Pro- 
vincia, preserva  una  temperatura  media  distante  de  los 
estreñios.  Un  terreno  herbáceo  necesita  mayor  cantidad 
de  calórico  para  elevarse  á  la  misma  temperatura  que 
uno    cretáceo    ó   pedregoso;    lo  que  forma   una   causa    de 

Tomo  xiui.— 4 


50  OUHAS    l>K    SAUMIENTO 

refrigeración  comparativa  en  el  verano.  En  el  invierno 
absorbe  mayor  cantidad  de  calórico,  pues  tiene  mas  ca- 
pacidad para  contenerle;  y  veáse  ahí  un  principio  del 
calentamiento  de  las  capas  inferiores  del  aire.  Asi,  á 
pesar  de  faltar  el  abrigo  que  procuran  las  florestas  y 
bosques  en  el  invierno,  y  su  sombra  protectora  en  el 
verano,  no  es  tan  frió  ni  tan  caliente  (siguiendo  el  pa- 
ralelo) como  otro  arenisco,   pedregoso  ó  ^cretáceo. 

«  El  calor  y  el  frió  no  tienen  otra  graduación  en  él  que 
la  que  resulta  de  la  particular  latitud  de  las  zonas  en 
que  pudiera  dividirse  transversalmente  ó  del  Este  á  Oeste: 
porque  como  ya  se  hizo  entender,  no  puede  encontrarse 
en  su  territorio  la  diversa  temperatura  que  resulta  de  la 
distinta  esposicion  de  los  lugares  á  los  rayos  de  sol,  de 
la  diferente  dirección  de  los  vientos,  á  causa  de  grandes 
depresiones,  curbatura  del  suelo,  etc.,  de  que  carece  el 
Departamento. 

«  Eu  cuanto  á  las  cuatro  condiciones  primeras  de  los 
vientos,  su  humedad  ó  sequedad,  su  frigidez  ó  calorifica- 
ción ejercen  aquí,  como  en  todas  partes,  una  influencia 
directa  sobre  los  cuerpos.  Colocamos  en  primera  línea  al 
Norte  por  su  acción  tan  general  como  conocida  sobre 
nuestros  órganos. 

«  Este  viento  que  procede  en  su  curso  por  el  Paraguay 
y  el  interior  del  Chaco  es  caliente,  y  aun  enfermizo,  so- 
bre todo  en  verano  cuando  se  carga  de  humedad  al  atra- 
vezar  el  estuario  del  Plata  y  sus  tributarios.  Saturándose 
de  ese  principio  en  proporción  que  eleva  su  temperatura, 
y  en  razón  de  la  mayor  superficie  que  presenta  el  agua 
cada  vez  mas  dividida,  centrificándose  y  aumentando  su 
gravedad  específica  con  nuevas  adiciones,  llega  al  fin  á 
pasar  de  fluido  elástico  al  estado  de  líquido,  á  formar 
nieblas  y  aun  á  precipitarse  en  lluvias,  si  el  aire  pierde 
su  capacidad   para  contenerla. 

((  Si  en  este  estado  de  la  atmósfera  sobrevienen  corrien- 
tes de  aire  frío,  condensándose  los  vapores  en  nubes, 
estas  se  resuelven  en  copiosos  aguaceros.  Quizás  estos 
no  tengan  lugar  á  cien  leguas  de  las  costas,  habiendo 
perdido  el  viento  su  humedad  en  gran  parte  á  esa  dis- 
tancia, si  es  que  no  la  renueva  con  la  evaporación  de 
los  lugares  por  donde  pasa. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  51 

c(  En  esos  dias  de  norte  caliente  y  húmedo,  el  aire  está 
brumoso  y  pesado,  por  la  razón  contraria:  porque  es  claro 
y  hermoso  cuando  seco,  como  cuando  sopla  el  Oeste,  ó 
cuando  hiela.  Los  cuerpos  muy  tersos  y  bruñidos,  los 
inabsorventes  ó  impermeables  se  cubren  de  humedad  y 
aun  de  gotículas.  La  gran  especie  de  exhalaciones  que 
«1  calor  mantiene,  como  queda  dicho,  en  estado  de  flui- 
dez, reuniéndose  mas  y  mas,  por  las  leyes  de  la  atracción, 
llegan   á  liquidarse  y  hacerse  visibles. 

«  Se  observa  que  el  Norte  en  este  estado  irrita  el  sis- 
tema nervioso  de  aquellas  personas  en  quienes  predomina 
sobre  los  demás.  Se  ve  en  la  Capital,  pues  en  la  campaña 
son  casi  desconocidas  estas  afecciones,  que  los  accesos 
histéricos,  los  hipocondriacos,  la  manía,  ciertas  neural- 
gias, son  como  provocadas  por  este  viento.  Las  personas 
móviles  y  débiles,  los  convalecientes  sienten  lacsitudes, 
opresión  de  pecho,  un  malestar  general.  Entonces  apare- 
ce el  clavo  histérico  ó  cefalaljia  nerviosa,  así  como  en 
Europa  se  manifiestan  estas  molestias  con  el  Oeste  y  el 
viento  del  Mediodía.  En  la  campaña  es  muy  común  en 
los  hombrgs  que  después  de  comer  continúan  al  sol  sus 
rudos  trabajos  de  siega  y  otros,  la  cefalaljia  gástrica,  la 
hemorragia  sanguínea  y  aun  las  apoplegías  después  de 
una  larga  insolación. 

«El  Norte  húmedo  y  caliente  excita  la  irrascibilidad  en 
los  individuos  de  temperamento  nervioso  ó  hepático.  La 
experiencia  ha  demostrado  que  los  crímenes  mas  atro- 
ces, aquellos  que  se  cometen  por  la  exaltación  de  una 
pasión  del  momento,  por  la  furiosa  explosión  de]  un  senti- 
miento cruel  y  sanguinario,  tienen  lugar  en  su  mayor 
número,  reinando  el  Norte,  mucho  mas  si  ha  sido  por  va- 
rios días  consecutivos.  En  el  antiguo  hemisferio  es  el 
Oeste,  principalmente  en  la  estación  autumnal,  y  en  Ingla- 
terra, donde  crea  una  disposición  inminente  al  suicidio,  y 
lo  que  es  notable  allí  como  aquí,  los  resultados  de  ambos 
vientos  son  enérgicos  cuando  obran  en  distintas  partes  del 
globo,  hay  entre  ellos  consensus  actionum,  en  cuanto  el  Oeste 
entre  nosotros,  y  el  Norte  en  Europa  activan  el  juego  de 
de  los  órganos,  entonan  todas  las  fibras  y  armonizan  mas 
bien  que  perturbar  las  funciones  del  sensorio  con  las  accio- 
nes físicas. 


52  OBRAS    DE    SARMIENTO 

«El  Norte  frío  y  húmedo  en  el  invierno,  entorpeciendo  la 
potencia  nerviosa,  disminuyendo  su  actividad,  causando 
una  sedación  en  sus  pro{)iedades,  excita  ó  predispone  á 
los  afectos  nerviosos  ya  enunciados.  Al  mismo  tiempo 
que  relaja  y  comprime  la  toracidad  de  las  fibras,  debilita 
la  epidermis  y  la  energía  de  la  vida  exterior,  haciendo 
muy  sensibles  los  cuerpos.  Entonces  acaecen  los  afectos 
reumatismales,  los  dolores  sobre  varias  partes,  etc. 

«El  Sur,  viento  polar  que  nos  llega  después  de  haber 
atravezado  el  mar,  es  frío  y  húmedo. 

«El  acarrea  gruesas  y  pesadas  nubes,  lluvias  frígidas  y 
el  granizo.  Cuando  ha  hecho  mal  tiempo,  antes  de  des- 
pejar el  cielo  de  nubes,  produce  generalmente  lloviznas 
frías.  Este  viento  causa  los  efectos  morbosos  que  nacen 
del  frío  combinados  con  la  humedad. 

«El  Oeste,  andino  ó  de  serranía,  es  seco,  tónico  y  frío^ 
Aclara  y  purifica  la  atmósfera,  fortifica  las  fibras  é  imprime 
movilidad.    Este  viento  es  sano  por  exelencia. 

«El  Este,  que  como  el  Norte,  pudiera  llamarse  en  nues- 
tra latitud,  viento  ecuatorial,  atraviesa  el  Océano,  es  hú- 
medo y  fresco,  y  trae  nubes  pluviales  si  sopla  por  varios 
días. 

«El  Sur  Este  que  pasa  sobre  el  mar  es  lluvioso  y  hú- 
medo. Corre  con  fuerza  en  los  esquinoccios  cuando  su- 
bleva fuertemente  las  aguas  del  Plata,  haciéndolas  crecer 
extraordinariamente,  al  mismo  tiempo  que  origina  los 
mas  recios  temporales.  Este  viento  y  el  anterior  no  tie- 
nen otra  influencia  en  la  salud  que  la  que  les  comu- 
nica la  humedad  (siempre  nociva)  que  lleva  consigo. 

«Respecto  á  los  fenómenos  eléctricos,  en  general,  parece 
que  ellos  se  hacen  sentir  en  mayor  escala  á  campo  raso  que 
en  las  poblaciones.  Creemos  que  los  heridos  del  raya 
son,  proporcionalmente  al  número  de  habitantes,  mas  en 
la  campaña  que  en  la  ciudad.  De  ordinario,  cada  tempes- 
tad fuerte  destruye  algunos  animales  de  los  que  pastan 
por  los  campos,  y  no  es  extraño  que  el  hombre  participe 
de  igual  desgracia,  ya  en  la  soledad  del  desierto,  ya  refu- 
giado bajo  su  humilde  y  honrada  techumbre  pajiza. 

«No  habiendo,  pues,  particularidad  topográfica  en  la  su- 
perficie del  Departamento;  siendo  las  ocupaciones  gana- 
deras y  agriculturas  las  que  entretienen  á  sus   habitantes^ 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ  53 

con  cortas  exepciones;  estando  sugetos  á  las  influencias 
(siempre  correspondientes  entre  sí)  de  la  tierra  con  la 
atmósfera  y  de  esta  con  la  tierra;  siendo  por  estas  causas 
y  por  la  igualdad  en  su  modo  de  vivir  muy  semejantes  en 
temperamento,  lo  son  también  en  sus  dolencias. 

«Afortunadamente  éstas,  por  esos  mismos  antecedentes, 
son  pocas  y  simples.  No  se  descubre  influencia  patoló- 
gica especial  ni  en  la  naturaleza  del  suelo  ni  en  la  délas 
aguas,  ni  podría  hallarse  en  las  condiciones  del  aire,  pues 
no  hay  bosques  que  interrumpan  su  curso,  ni  balsas  ó  es- 
tanques de  aguas  corruptas  que  alteren  su  pureza  y  vivi- 
ficante oxigenación. 

«Es  fuera  de  duda  que  la  uniformidad  del  alimento  en 
toda  estación  y  su  sencillez  contribuyen  á  la  salud  cons- 
tante que  disfrutan  estos  habitantes.  El  maíz,  la  carne  de 
vaca  y  la  de  oveja,  forman  los  elementos  de  su  dieta  en 
toda  estación.  La  manteca,  el  queso  y  la  leche,  no  siendo, 
como  en  otros  países,  su  nutrimento  exclusivo,  no  los  ex- 
pone á  las  enfermedades  que  él  produce.  De  modo  que  la 
disposición  habitual  de  sus  cuerpos  es  con  corta  diferencia 
la  misma^n  las  varias  épocas  del  año,  de  donde  resulta 
una  natural  homogeneidad  en  sus  dolencias.  Foresto,  en 
aquellas  que  son  propias  de  cada  estación,  se  advierten 
las  soluciones  menos  esperadas,  las  cuales  se  verifican  con 
admirable  facilidad.  Tanto  es  mas  de  estrañar  este  resul- 
tado, cuando  que  él  se  verifica  en  una  atmósfera  ya  en 
calma,  ya  agitada,  ya  en  una  ú  otra  temperatura.  En  me- 
dio de  este  que  pudiera  llamarse  desorden  atmosférico,  las 
dolencias  no  conservan  siempre  un  tipo  fijo;  aquel  carácter 
de  marcha  inalterable  que  debería  imprimirles  una  tempe- 
ratura uniforme. 

«A.pesar  de  transiciones  tan  bruscas  y  repentinas,  de  la 
inconstancia  de  los  elementos,  las  terminaciones  son,  con 
la  n'.ayor  sorpresa,  singularmente  favorables.  Pudiera 
avanzarse  que,  así  como  sirve  de  preservativo  á  los  habi- 
tantes de  la  zona  ecuatorial  la  uniformidad  de  la  atmósfera 
en  que  viven,  contra  enfermedades  que  hace  numerosas 
victimas  en  la  zona  templada  (la  fiebre  amarilla  por  ejem- 
plo) del  mismo  modo,  por  una  razón  que  debe  buscarse  en 
el  influjo  del  clima,  no  son  causa  de  enfermedad  entre  los 
hombres  de  quienes  tratamos,  como  parece  deberían  serlo. 


54  OBKAS    DE    ÜAKMIBNTO 

los  sacudimientos  y  alteraciones  diarias   á  cuya  sensación 
están  habituados  desde  el  nacer. 

«  Su  sensibilidad,  aunque  no  tan  superlativamente  des- 
arrollada, como  en  el  muelle  y  delicado  ciudadano,  como 
aquellos  en  quienes  domina  el  sistema  nervioso,  conserva, 
sin  embargo,  la  fuerza  suficiente  para  comunicar  á  sus 
pasiones  un  alto  grado  de  energía,  y  de  vivacidad  inculta. 
Esta  concentración  de  la  sensibilidad  produce  en  ellos 
un  poder  remarcable  en  las  funciones  de  la  vida  in- 
terna. 

«  Un  apetito  voraz  y  una  digestión  pronta  y  fácil  de  cual- 
quier sustancia  por  refractaria  que  parezca  á  la  acción  gás- 
trica, no  es  la  dote  esclusiva  de  los  montañeses  y  serra- 
nos, pues  los  habitantes  del  Departamento,  como  todos  los 
de  las  Pampas,  pudiera  asegurarse  que  esperimentan  una 
continua  bulimia. 

«  Despliegan,  sobre  todo,  esos  dos  elementos  de  salud  y  de 
fuerza  cuando,  ocupados  de  sus  faenas  de  estancia  ó  de  la- 
branza, y  en  las  largas  camperías  á  que  los  compele  el  cui- 
dado y  atención  de  sus  ganados.  Entonces,  y  mucho  mas 
si  un  frió  moderado  aumenta  la  potencia  muscular,  gozan 
de  una  alacritud  bulliciosa  y  se  encuentran  mas  contrácti- 
les y  móviles  que  cuando  el  sol  estival,  estimulando  su  sen- 
sibilidad, los  hiere  á  pique  en  medio  de  los  llanos  despro- 
vistos de  sombra. 

«  Por  lo  general,  esa  vida  activa  y  esos  trabajos  saluda- 
bles y  uniformes,  influyen  en  que  el  sistema  muscular  y  el 
nervioso  ejerzan  sus  respectivas  funciones  con  orden  y  ar- 
monía. 

«  Estas  mismas  causas  y  el  goce  de  las  dos  primeras  con- 
diciones de  salubridad;  la  influencia  de  los  rayos  del  sol  y 
el  beneficio  de  una  ventilación  continua;  y  el  no  estar,  por 
otra  parte,  comprimidas  sus  facultades  por  un  frío  excesivo, 
ni  disipadas  por  un  calor  enervante,  deben  cooperar  y  coo- 
peran efectivamente  en  la  fecundidad  tan  notable  de  sus 
matrimonios. 

«  Contrayéndonos,  ahora,  á  ciertas  particularidades  de  or- 
ganización, que  servirán  á,  ilustrar  el  reducido  cuadro  pato- 
lójico  á  que  nos  dirijimos,  insinuaremos  que  los  habitantes 
del  Departamento,  como  todos  los  de  la  campaña  de  la 
Provincia,  sonde  una  constitución  fuerte,  sanos,  sufridos  y 


FKANCISCO   J.    MUÑIZ  55 

valerosos.  Su  talla  es  proporcionada,  sus  brazos  robustos 
como  sus  espaldas.  Estos  miembros,  sin  embargo,  así  co- 
mo las  nalgas,  no  son  carnosos.  Su  cintura  es  delgada,  el 
vientre  poco  ó  nada  saliente.  Están  dotados  de  mucha  agi- 
lidad y  soltura,  y  se  parecen  mas  en  temperamento  al  ha- 
bitante seco,  nervioso  y  presto  de  las  montañas,  que  al  la- 
xo, grueso  y  pesado  de  los  valles. 

«  Su  carácter  sumiso  con  el  superior,  con  el  hombre  de 
mando,  es  fiero  y  altivo  con  el  que  le  ofende  sin  derecho, 
mucho  mas  si  carece  de  prestigio  y  de  autoridad.  Poseen 
una  sutileza  natural  de  es{)íritu,  debida  en  gran  parte  al 
temperamento  medio  y  agradable  en  que  viven,  que  los  in- 
clina sin  disimulo,  á  la  desconfianza  y  á  la  socarronería. 
Son  amigos  de  chistes,  de  narraciones  exajeradas  y  de 
aventuras,  aunque  se  muestran  silenciosos  y  reservados 
delante  del  hombre  superior  en  rango  y  en  fortuna.  Nove- 
lescos y  de  ideas  caballerescas,  concebidas  á  su  modo  en  el 
amor,  idólatras  de  una  pasión  del  momento,  son  veleidosos 
y  duros  de  ordinario  después  que  poseyeron.  Sus  contesta- 
ciones son  morosas  ó  ilusorias,  por  intención  ó  por  costum- 
bre, ó  portel  temor  de  errar,  y  finjen  muchas  veces  no  en- 
tender lo  que  se  les  dice.  Esos  medios  términos  les  pro- 
porcionan, en  algunos  lances,  ventajas  sobre  el  hombre 
que,  partiendo  de  pronto,  abarca  y  atiende  lo  grande  de  la 
dificultad  ó  del  negocio,  y  que  desprecia  ó  no  se  fija  en  los 
detalles,  que  ellos  no  pierden  de  vista  jamás.  Cuando  titu- 
bean al  dar  una  contestación,  porque  no  quieren  compro- 
meterse con  ella,  apagan  la  voz  aun  mas  de  lo  que  tienen 
de  costumbre.  Esa  voz  baja  proviene,  no  de  que  carezcan 
de  la  larinje  y  de  pulmón  de  estentor,  sino  de  no  abrir  bien 
la  boca,  de  no  desplegar  suficientemente  los  labios  para 
•  larles  los  movimientos  genuinos  y  necesarios  á  una  pro- 
nunciación distinta. 

«Podn'i,  pues,  inferirse  de  este  breve  bosquejo  la  relación 
que  existe  entre  la  parte  física  de  esta  comarca  y  las  prime- 
ras cualidades  de  sus  habitantes.  Por  lo  demás,  conocemos 
cuan  difusa  es  y  fecunda  en  observaciones  una  información 
sobre  la  atmósfera  y  los  varios  agentes  que  obran  en  ella; 
y  el  clima,  ó  lo  que  incumbe  á  la  serie  de  novedades,  de  al- 
teraciones y  de  cambios  que  se  verifican  en  la  superficie;  la 
historia,  en  fin,  del  medio  ambiente  ó  de  cuanto  nos  rodea  ó 


5fi  OHKAS    DK    .SAKMIKNTO 

influye  sobre  nuestros  órganos,  por  ceñida  que  sea  á  lo  ele- 
mental, como  lo  está  la  que  acabamos  de  delinear  super- 
ficialmente. 

ENFERMEDADES    EXTERNAS 

«  El  forúnculo,  que  repite  con  frecuencia. 

«  La  zona  ó  zoster  en  el  verano  y  en  el  otoño.  Esta  erup- 
ción, sea  discreta  ó  confluente,  siempre  es  benigna,  y  la 
producen,  en  general,  los  desarreglos  de  la  vía  digestiva, 

«  El  carbunclo  y  con  mas  frecuencia  la  pústula  maligna, 
que  emana  del  contacto  inmediato  de  la  carne  ó  sangre,  ó 
con  la  faz  interna  del  cuero  de  animales  muertos  del  fuego 
pérsico. 

«En la  epizootia  que  sobrevino  en  el  Departamento  á  con- 
secuencia de  la  seca  extraordinaria  de  1830-31  y  parte  del 
33,  los  animales  vacunos  morían,  los  unos  en  completa  con- 
sunción, otros  atacados  del  tifus  y  no  pocos  de  la  afección 
carbonosa. 

«  La  pústula  se  halló  siempre  en  la  garganta.  La  san- 
gre alterada  ó  el  humor  gangrenoso  contenido  en  una  vesí- 
cula mas  ó  menos  extensa,  rodeada  de  otras  del  mismo 
carácter,  insinuaba  su  base  ulcerosa  bien  profundamente. 
Esta  era  dilatada,  ademas,  y  cubierta  de  una  escara  negra. 
El  velo  del  paladar  y  la  garganta  sufrían  una  hinchazón 
flegmonosa.  Las  manchas  de  gangrena  se  dilataban  por 
el  esófago,  estómago  é  intestinos.  La  piel  del  animal  en- 
fermo crepita  bajo  los  dedos;  se  desprende  en  muchas  par- 
tes al  menor  esfuerzo,  está  como  enfisematosa,  y  parece,  á, 
veces,  que  fermentara.  El  sol  fuerte  eleva  sobre  ella,  á  vis- 
ta del  espectador,  flictenas  acá  y  allá.  Atribuimos  esta  te- 
rrible dolencia  á  falta  absoluta  de  forraje,  á  la  tierra  que 
tragaban  los  animales  en  la  rebusca  de  tronquitos  insucu- 
lentos y  de  mala  calidad;  ala  corruqcion  de  las  aguas  que 
bebían,  y  á  los  animalículos  que  absorbían  con  ella,  algu- 
nos quizá  venenosos;  á  la  suma  aridez  de  la  tierra;  al  polvo 
que  respiraban  noche  y  día  y  al  excesivo  ardor  del  sol  que 
se  unía  á  esas  causas  morbosas  en  el  verano.  Un  conside- 
rable número  de  masas  terrosas,  mas  ó  menos  orbiculares, 
ocupaba  los  estómagos  y  obstruía    los  intestinos. 

«  La  experiencia  que  tenemos  de  la  pústula  maligna  en 


FRANCUSCO   J.    MUÑIZ  57 

mas  de  trescientos  enfermos  que  hemos  asistido  en  nuestra 
larga  permanencia  en  la  Campaña,  nos  autoriza  para  decir 
que  ella  en  su  estado  de  simplicidad  ó  por  si,  rarísima  vez 
compromete  la  vida  del  enfermo.  Hemos  tenido  alguno 
hasta  con  cuatro  pústulas  á  la  vez;  dos  en  la  cara  y  las 
otras  dos  en  el  antebrazo  y  en  la  mano.  Así  mismo,  la  pér- 
dida ha  sido  de  uno  por  cada  ciento  cincuenta  pacientes. 
Cuando  la  constitución  sufre  una  infección  general,  ó  el 
principio  carbonoso  parece  circular  de  antemano  con  la 
sangre,  entonces  la  muerte  es  segura;  todo  tratamiento  se 
hace  inútil  é  insuficiente. 

ENFERMEDADES    INTERNAS 

«  La  gastritis. 

«  La  fiebre  anjistínica  ó  sanguínea. 

«La  hepatitis,  no  tan  frecuente  como  en  los  países  cálidos, 
ni  como  en  el  septentrión  de  la  Europa.  Las  bebidas  espi- 
rituosas; la  repentina  supresión  de  la  traspiración  por  beber 
agua  fría  ó  mojarse,  estando  el  cuerpo  en  sudor  cuando 
los  trabajos  ordinarios  de  campo,  son  las  causas  que,  con 
mas  frecuencia,  dan  origen  á  esta  enfermedad  en  personas 
que  pasan  de  cuarenta  años,  porio  regular  se  puede  contar 
un  hombre  de  semejante  dolencia  sobre  veinte  mujeres 
que  no  la  sufren. 

«El  tétano  traumático  agudo,  principalmente  en  el  Otoño 
y  en  el  invierno  ó  cuando  es  muy  desigual  la  estación.  Esta 
terrible  enfermedad  es  mas  común  en  el  Estado  Oriental 
del  Uruguay  que  entre  nosotros,  según  nuestra  observación 
sobre  heridos  accidentalmente  ó  en  acciones  de  guerra, 
puestos  en  igualdad  de  circunstancias. 

«En  el  Otoño,  si  es  húmedo,  y  en  el  invierno,  aparecen  al 
menos,  entre  soldados  que  hacen  el  servicio  al  raso,  flegma- 
sías musculares  y  articulares;  afecciones  anginosas  y  cata- 
rrales, puntadas  de  costado,  todas  afecciones  benignas. 

«Reinando  el  Norte  ó  Sud  en  el  inviei'no,  aun  mas  que 
con  el  viento  del  Oeste,  suceden  espasmos  á  la  vejiga  y  aun 
tensión  al  vientre  y  á  la  espalda.  Pero  estos  y  aquellos 
efectos  morbosos  son  debidos,  menos  á  la  acción  del  frío, 
sobre  hombres  acostumbrados  al  rigor  de  las  estaciones,  que 
al  desabrigo  en  que  viven,  á  la  falta  de  calzado,  por  dormir 


58  OBRAS    DK   SARMIENTO 

sobre  la  tierra  húmeda  y  á  cielo  raso,  de  no  mudarse  des- 
pués de  calados  de  agua. 

((Siguiendo  la  regla  general,  la  terminación  de  las  fiebres 
se  verifica  en  ellos  por  sudores  ó  vómitos,  en  el  invierno,  y 
en  el  verano  por  epístasis  ó  diarreas. 

«Como  nuestros  cuerpos  conservan  el  sello  de  la  estación 
anterior,  según  lo  notó  ya  el  padre  de  la  Medicina,  las  va- 
rias dolencias  internas  que  hemos  enumerado,  muestran 
haber  sido  modificadas  por  un  influjo.  Asi  es  que  después 
de  un  verano  húmedo,  como  el  de  1846,  fué  preciso  usar 
con  mucha  reserva  en  las  inflamaciones  autumnales  del 
método  rigurosamente  antiflojístico.  A.I  contrario  ha  de- 
bido  suceder  después  del  verano  muy  seco  y  cálido  del  año 
1847  presente.  A  la  inversa  de  lo  que  se  vé  en  las  ciuda- 
des, la  mortalidad  en  la  campaña  es  mayor  en  verano  que 
en  invierno.  Y  ciertamente  no  es  comparable  la  de  los 
viejos  reagravados  en  sus  dolencias  por  el  frío  y  las  de  los 
que  sucumben  á  las  enfermedades  propias  de  la  estación, 
con  las  defunciones  ocurridas  á  consecuencia  de  las  fiebres 
gástricas,  biliosas  ó  inflamatoria,  tratadas  por  métodos 
absurdos  y  empíricos;  por  las  apoplegiasy  golpes  de  sangre 
que  matan  súbitamente  á  hombres  que  pasan  en  rudas 
fatigas  días  enteros  al  sol,  ó  por  grandes  y  repentinos 
espasmos  internos  que  acometen  por  beber  abundante- 
mente el  agua  fría  cuando  agitados  en  medio  de  los  mas 
duros  trabajos  rurales. 

«Las  muertes  subitáneas  que  acaecen,  por  lo  general,  en 
estaciones  calientes  y  húmedas  ó  húmedas  y  frias,  aunque 
no  numerosas,  no  dejan  por  eso  de  llamar  la  atención  del 
médico  que  debe  avocarse  todas  las  causas  de  enfermedad, 
examinar  estas  hasta  en  sus  últimos  detalles  y  pesar  en 
su  juicio  cuanto  concierna  á  su  remedio.  Encontramos 
que  las  cansas  probables,  aunque  algunas  remotas  de 
esta  calamidad,  que  á  veces  se  repite  en  mas  de  un  in- 
dividuo, son  las  caídas  del  caballo  que  ocasionan  dilata- 
ciones inminentes  en  los  vasos  y  conmociones  peligrosas 
sobre  las  visceras,  cuyos  resultados  son  desórdenes  orgá- 
nicos de  distinta  gravedad;  las  insolaciones  prolongadas 
y  ciertas  faenas  fatigosas  y  fuertes  en  que  la  sangre  se 
rareface  hasta  el  grado  de  causar  asfixia  ó  sofocación. 
Nuestros  campesinos   no  tienen  la  costumbre  de  sangrar- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  59 

se,  como  los  de  otros  países:  la  falta  de  esta  evacuación, 
quizá  necesaria  en  algunos  tan  atléticos  y  sanguíneos, 
es  probable  dé  origen  á  accidentes  terriblemente  fulmi- 
nantes. Deben  tomarse  también  en  cuenta  las  enferme- 
dades crónicas  abandonadas  por  su  dolencia,  hasta  el 
momento  de  una  esplosion.  Verdad  es  que  la  indigencia 
muchas  veces  no  permite  atender  sus  males  al  infeliz; 
porque  si  un  pobre  ciudadano  tiene  un  hospital  donde 
ir  á  exhalar  su  último  aliento,  el  campesino  muere  ago- 
viado  de  su  mal  y  de  sus  penas,  quizá  á  campo  abierto, 
tras  el  hato  que  conduce  y  apacenta. 

«Puede  asentarse,  que  las  dolencias  mas  comunes  en 
el  Departamento  son  las  espasmódicas  y  las  flegmasías 
externas  é  internas,  unas  y  otras  de  admirable  inocuidad, 

«Prescindiendo  del  influjo  de  estaciones  extraordinarias, 
se  puede  aproximadamente  calcular  un  enfermo  por  cada 
150  individuos,  y  uno  grave  sobre  25  de  aquellos.  En 
Europa  se  admite  un  enfermo  por  cada  20  sanos  y  uno 
grave  entre  100  dolientes. 

«La  proporción  entre  los  graves  y  los  demás  enfermos 
entre  nosotros,  no  está  en  relación  con  los  mismos  en 
Europa.  Circunstancia,  que  es  posible  derive,  á  mas  de  la 
fortaleza  que  podría  ser  común  entre  unos  y  otros  cam- 
pestres, de  la  natural  indiferencia  ó  singular  apatía  con 
que  los  nuestros  miran  sus  dolencias.  Ellos  solo  declaran 
que  están  enfermos  cuando  no  pueden  mas  moverse, 
cuando  pisan  tal  vez  los  helados  umbrales  del  sepulcro. 

«No  hay  hernianos  en  el  Departamento,  como  parece 
dabería  acontecer  en  hombres  que  andan  siempre  á  ca- 
ballo; que  hacen  esfuerzos  considerables  en  la  doma  de 
potros,  con  el  lazo  y  en  otros  ejercicios. — (Villa  de  Lujan, 
Agosto  26  de  1847.) 


III 

LA.  VACUNA  INDÍGENA 

Bástenos  agregar  los  documentos  que  comprueban  el  he- 
cho, para  dar  completa  idea  de  su  importancia,  por  cuanto 
puede  sobrevenir  el  caso  de  agotarse  ó  desvirtuarse  el  virus 
procedente  de  Europa,  y  encontrársele  de  nuevo  en  nuestras 
vacas,  para  renovarlo. 

Omitimos  en  este  capítulo  consagrado  á  la  medicina, 
incluir  un  opúsculo  del  doctor  Muñiz  de  ochenta  páginas 
sobre  la  escarlatina,  de  grande  servicio  en  la  época  de  su 
publicación,  pero  que  hoy,  gracias  á  los  progresos  de  la 
ciencia  ofrecería  poco  interés.  En  cambio  conservamos  el 
relato  de  una  extracción  del  húmero  practicada  en  un 
niño  que  es  hombre  hoy,  y  conserva  la  acción  de  su  brazo 
deshuesado,  y  hace  alarde  de  dar  fuertes  puñetazos  á  ami- 
gos y  enemigos,  de  chanza  ó  de  veras,  según  el  caso,  echan- 
do su  brazo  al  hombro,  cuando  está  de  humor  y  quiere  ha- 
cer alarde  de  su  flexibilidad. 

En  el  artículo  Correspondencia  extranjera,  de  la  noticia 
anual  que  publica  la  Real  Sociedad  Jenneriana  é  institu- 
ción de  la  vacuna  de  Londres,  se  registran  en  la  del  año 
anterior,  después  de  una  nota  á  su  Secretario  del  señor  don 
Manuel  Moreno,  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Pleni- 
potenciario de  la  Confederación  Argentina  cerca  de  S.  M.  B. 
las  comunicaciones  que  se  transcriben  á  continuación, 
á  las  que  dice  referencia  la  precitada  nota  del  Ministro 
argentino. 

«El  abajo  firmado  tiene  el  honor  de  trasmitir  al  señor 
Secretario  el  estado  anual  de  los  individuos  de  ambos  sexos 
vacunados  en  esta  capital  y  su  campaña,  desde  el  1°  de 
Enero  hasta  el  31  de  Diciembre  de  1841,  el  que  asciende  en 
su  totalidad  al  número  de  1877. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  61 

«La  terrible  seca  que  nos  ha  afligido  este  año,  ha  priva- 
do á  los  encargados  de  la  vacuna  de  los  medios  de  trans- 
porte, y  ha  impedido  igualmente  á  los  habitantes,  concu- 
rrirá las  estaciones  ó  depósitos  de  vacuna,  cuyo  desgraciado 
suceso  ha  sido  causa  de  no  haberse  vacunado  un  mayor 
número. 

«Cuando  la  viruela  es  combatida  con  vigor  apenas  se 
muestra;  hasta  que  vuelve  á  acometernos  de  algunos  de  los 
pueblos  del  interior. 

«Un  suceso  el  mas  afortunado  ha  venido  á  recompensar 
el  infatigable  celo  del  doctor  don  Francisco  Javier  Muñiz, 
administrador  de  la  estación  auxiliar  de  vacuna  en  el  De- 
partamento de  Lujan,  habiendo  descubierto  la  vacuna  en 
una  vaca  perteneciente  á  la  hacienda  de  don  Juan  Gual- 
berto  Muñoz,  con  la  cual  vacunó  varios  niños  con  el  mas 
feliz  resultado,  como  aparece  de  las  actas  solemnes  exten- 
didas en  el  Partido  de  la  Exaltación  de  la  Cruz  en  24  de 
Diciembre,  y  en  la  Villa  de  Lujan  el  26  de  Setiembre  del  año 
próximo  pasado. 

«Siento  el  mas  vivo  placer  en  certificar,  que  yo  también 
he  tenido  la  buena  fortuna  de  hacer  varios  experimentos 
en  este  Departamento  Central,  con  materia  original  que  me 
fué  remitida  por  dicho  doctor  Muñiz,  con  la  cual  fueron  va- 
cunados ocho  niños  con  resultados  los  mas  expléndidos 
en  todos  los  casos,  y  yo  continúo  propagándola  de  persona 
en  persona. 

«Saludo  á  usted  con  la  mas  distinguida  consideración  y 
respeto,  y  quedo  su  affmo.  servidor  Q.  B.  S.  M. 

«Justo  García  Valdézy) . 
Presidente  del  Tribunal  de  Medicina  y  Administración 
de  la  Vacuna 

«Llamamos  encarecidamente  la  atención  de  todos  los 
interesados  en  la  vacuna,  al  siguiente  valioso  documento 
que  demuestra  que  la  vacuna  original  existe  en  la  Amé- 
rica del  Sur.  El  presenta  también  una  hermosa  evidencia 
corroborativa,  (respecto  á  la  descripción  de  la  vacuna  se- 
gún se  ha  presentado  en  Buenos  Aires)  de  la  perfección  de 
la  descripción  de  Jenner:  y  ofrece  ademas  el  hecho,  que 
la  Vejiguilla  Vacuna,  como  toda  composición  química, 
tiene    la    misma   constitución    atómica,    el    mismo    carac- 


62 


OBRAS    DK   SAKMIKNTO 


ter,   en    cualquier    parte    del    mundo'   que    se   haya    pre- 
sentado. 

«J.  Epps» 
«Médico  Director» 


El  Tribunal  de  Medicina. 


Excelentísimo  Señor 


Buenos  Aires,  Setiembre  20  de  ^8^4. 


El  Tribunal  de  Medicina  encargado  hoy  de  la  adminis- 
trocion  de  la  Casa  Central  de  Vacuna,  tuvo  el  sentimiento 
de  anunciar  á  V.  E.  en  el  mes  próximo  pasado  que,  apesar 
del  empeño  y  esmero  que  se  poma  en  práctica,  para  obte- 
nerse vacuna  de  brazo,  no  había  podido  conseguirlo,sin  duda 
por  que  las  costras  que  había  encontrado  en  dicho  Esta- 
blecimiento eran  viejas  y  desvirtuadas,  sucediendo  lo  mis- 
mo con  dos  remesas  de  costras  que  se  recibieron  de  Londres 
por  conducto  del  Exmo.  señor  Ministro  de  Relaciones  Ex- 
teriores.— El  Tribunal  puso  también  en  conocimiento  de 
V.  E.  que  se  había  escrito  al  Médico  de  Lujan,  encargado 
de  la  vacuna  de  ese  distrito  doctor  don  Francisco  Muñiz,  y 
este  mandó  algunas  costras  sacadas  el  9  de  Setiembre,  de 
que  no  se  hizo  uso,  por  haber  llegado  el  mismo  doctor 
Muñiz,  y  con  una  hija  de  meses,  depositaría  de  una  ex- 
celente vacuna,  la  que  fué  puesta  á  disposición  del  Presi- 
dente de  este  Tribunal,  y  de  mutuo  acuerdo  llevada  el 
Viernes  12  del  corriente  á  la  casa  central  de  vacuna,  en  don- 
de se  vacunaron  veinte  y  tantas  personas,  cuyo  resultado  ha 
corres[)ondido  á  los  sacrificios  que  ha  hecho  el  doctor  don 
Francisco  Muñiz  transportando  parte  de  su  famiha  con  el 
solo  objeto  de  dar  un  paso  mas  de  beneficencia  y  huma- 
nidad, y  que  el  Tribunal  no  puede  menos  que  hacérselo  pre- 
sente á  V.  E. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 
Excmo.  Señor: 

Dr.  Francisco  P.  Almeyra.  —  Matías 
Rivero.  —  Dr.  Juan  José  Fontana.  — 
Dr.  Eugenio  Perex,  Secretario  Inte- 
rino. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  63 


Octubre  7  de  1844. 


Contéstese  al  Tribunal  de  Medicina,  manifieste  al  doctor 
don  Francisco  Javier  Muñiz  lo  satisfactorio  que  le  ha  sido 
al  Gobierno  su  proceder  en  el  particular,  y  publíquese. 
Rúbrica  de  S.  E. 

Garrigós. 

«Provincia  de  Buenos  Aires,  Villa  de  Lujan,  Enero  20  de  1842. 

«Al  señor  Médico  Director  de  la  Real  Sociedad  Je  nneriana  é  insti- 
tución de  Vacuna  de  Londres,  D.  Juan  Epps. 

Señor : 

«  Tengo  el  honor  de  informar  á  Vd.  que  la  vacuna  origi- 
nal, ó  sea  la  pústula  de  la  vaca  preservativa  de  la  viruela 
en  nuestra  especie,  ha  sido  extraída  de  uno  de  estos  ani- 
males dentro  del  Departamento,  en  el  cual  soy  Adminis- 
trador de  Vacuna.  Los  documentos  justificativos  de  la 
extracción  y  de  la  aplicación  del  humor  genuino  á  46  per- 
sonas de  distintos  partidos,  de  edad,  de  sexo  y  tempera- 
mentos contrarios,  se  han  sometido  á  la  consideración  del 
Señor  Administrador  General  de  Vacuna  en  la  Capital. 

«  La  pústula  que  se  me  permitirá  llamar  secundaria  ó  de 
trasmisión,  aquel  signo  libertador  del  contagio  variólico,  ha 
demostrado  en  todos  los  vacunados  sus  peculiaridades 
naturales:  sin  embargo,  en  los  tres  cuartos  del  número 
total  de  estos  fué  notable  la  erupción  de  pústulas  en  varias 
partes  del  cuerpo,  lo  adolorido  de  los  miembros,  el  aumento 
en  los  síntomas  febriles,  la  tumefacción  de  las  glándulas 
de  la  axila  y  aun  de  las  cervicales. 

«Las  pruebas,  señor,  se  han  multiplicado.  El  Adminis- 
trador General  que  con  tanto  celo  preside  el  Departamento 
Central  ha  hecho  experimentos  con  costras  originales  y 
secundarias  que  tuve  la  satisfacción  de  remitirle.  Allí,  lo 
mismo  que  en  todas  partes,  los  ensayos  produjeron  el  resul- 
tado mas  feliz  y  completo. 

«  Ya  es,  pues,  un  hecho  que  el  cow-pox  de  las  vacas  de 
Glocester,  teatro  glorioso  de  las  operaciones  descubridoras 
del  inmortal  Jenner,  existe  también  en  las  de  este  país. 
Pero  si  tal  descubrimiento  no  es  exclusivo  de  aqueKCondado 


64  OBRAS    DE    SARMIENTO 

en  el  antiguo  hemisferio,  ni  exclusivo  tampoco  de  la  cam- 
paña perteneciente  á  la  Capital  de  la  Confederación  Argen- 
tina en  el  hemisferio  de  Colon,  habiéndose  realizado  en 
algún  punto  de  la  América  equinoccial;  sin  embargo  parece 
que  nadie  hasta  ahora  ha  reconocido  experimental  y  repe- 
tidamente entre  nosotros,  ni  en  ninguna  otra  Sección  de 
este  Continente,  aquella  extraordinaria  propiedad  de  los 
granos  vacunos.  A  lo  menos  si  así  ha  sucedido,  el  ensayo 
no  se  ha  acompañado  de  ningún  género  de  solemnidad,  ni 
revistió  la  notoriedad  de  pruebas,  la  irrefragable  autenti- 
cidad de  que  sobreabunda  el  presente. 

«Como  hace  ya  veinte  años  que  contrajimos  nuestras 
investigaciones  (aunque  sin  el  fruto  que  en  la  última  ten- 
tativa) sobre  la  erupción  variólica  en  la  vaca,  podemos 
asegurar  tal  vez  contra  la  opinión  del  hombre  memorable 
y  digno  del  respeto  universal  que  la  descubrió,  que  ella 
no  es  necesaria  y  precisamente  provenida  del  humor  ver- 
tido de  la  ranilla  (caux  aux  jambes  de  los  Franceses;  arestín 
de  los  Españoles)  enfermedad  caballar  conocida  entre  nos- 
otros con  el  nombre  genérico  mal  del  vaso,  pues  compren- 
demos en  esta  denominación  también  la  ulceración  lla- 
mada aguajas. 

(K  Si  el  cow-pox  ó  la  viruela  en  la  vaca,  como  algunos 
aseguran,  no  se  desarrolla  sino  por  el  contacto  de  las 
manos  de  aquellos  que  las  llevan,  al  ordeñar,  impregna- 
das del  humor  ó  serosidad  producida  por  aquella  enfer- 
medad equina  (siendo  intrasmisible  la  erupción  variólica 
mediante  los  efluvios  ó  emanaciones  de  vaca  á  vaca)  re- 
sultaría que  el  coiv-pox  sería  extraño  á  esta  Provincia, 
quizá  á  toda  la  América,  y  probablemente  á  una  máxima 
parte  del  globo.  En  casi  todo  él,  como  entre  nosotros,  y 
en  el  resto  del  Mediodía  de  la  América,  el  ordenamiento 
de  las  vacas  está  exclusivamente  confiado  á  las  mujeres, 
quienes  como  es  sabido,  jamás  tocan  á  los  caballos  de 
presa  la  afección  indicada.  En  este  país,  además  no  hay 
albeitares:  por  consiguiente  aquella  dolencia,  en  cortísi- 
mas excepciones,  se  abandona  á  la  naturaleza,  y  se  puede 
afirmar,  que  uno  ú  otro  charlatán  que  se  ocupara  de 
algún  remedio  empírico  contra  la  ranilla,  no  ordeña  ja- 
más una  vaca. 

«  Por  otra  parte,  en  cinco   casos  de   observación    sobre 


FRANCISCO   J.    MUXIZ  65 

-el  cow-})oXf  en  ninguno  se  ha  ni  sospechado  el  contagio 
por  aquella  causa.  Con  el  intento  de  romover  todo  escrú- 
pulo en  el  particular,  se  escudriñó  menuda  y  atentamente 
el  estado  de  los  caballos  pertenecientes  á  la  lechería  ó 
tambo,  ó  fuese  en  otros  casos  hacienda,  donde  existían 
las  vacas  atacadas.  Se  hizo  mas;  se  exploró  el  ganado 
yeguarizo  á  los  alrededores,  para  no  sentir  ni  la  mas  re- 
mota aprehensión  de  un  contacto  fortuito  y  singular,  y 
nada  se  pudo  descubrir  de  semejante  y  mucho  menos  la 
dolencia  eaux  aux  jambes. 

«  Confesamos  con  franqueza  que  creemos  no  sin  pena 
(aunque  esté  admitido  por  escritores  estimables)  que  aquel 
humor  acre  de  las  manos  del  caballo  en  contacto  mo- 
mentáneo con  las  tetas  de  la  vaca,  se  observa  en  medio 
del  torrente  de  la  circulación,  por  órganos  como  estos 
espuestos  al  ambiente,  y  envueltos  en  un  tejido  eréctil 
poco  penetrado  respectivamente  de  vasos  linfáticos  y  san- 
guíneos. La  dificultad  al  ascenso  aumenta  todavía  algunos 
grados  cuando  se  considera,  que  para  que  el  fluido  va- 
cuno tomado  del  racional  produzca  el  cow-pox  es  necesario 
insinuar  sobre  la  teta  la  lanceta  preparada  algo  mas  que 
en  aquel  ouando  se  intenta  comunicarle  el  contagio  va- 
ccínico. Únicamente  de  este  modo  se  logra  la  infección 
sobre  el  bruto,  cuyo  producto,  como  preservativo  de  la 
viruela,  es  preferido  por  algunos  vacunadores,  ó  por  al- 
gunos que  desean  ser  vacunados. 

«Nos  parece  oportuno  observar,  que  si  la  humedad  del 
terreno  y  la  frescura  de  la  yerba  son  condiciones  reque- 
ridas para  la  manifestación  del  cow-pox  en  Inglaterra,  país 
sino  de  su  primer  descubrimiento,  donde  él  aseguró  á  lo 
menos  un  triunfo  glorioso  y  cosmopolita  para  los  siglos 
futuros, — en  esta  Provincia  esto,  absolutamente  hablando, 
no  se  verifica  con  el  mismo  vigor.  El  año  presente  cuya 
sequedad  y  sus  efectos  están  visibles  para  todos  (no  habien- 
do caído  desde  primero  de  Mayo,  época  en  que  principian 
las  aguas  del  invierno,  hasta  últimos  de  Setiembre  sino 
seis  aguaceros  no  abundantes)  hemos  tenido  la  agradable 
satisfacción  de  encontrar  la  viruela  en  la  vaca  dentro  de 
este  partido.  En  1831,  año  de  los  mas  secos  que  recuerda 
ia  historia  del  país;  año   funesto  á  su  riqueza  pastoril  y  á 

Tomo  xuii— 5 


66  OBRAS    DE    SARMIKINTO 

SU  ganadería,  habiéndose  perdido  por  aquella  causa,  solo 
en  el  Norte  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires  mas  de  dos 
millones  de  vacuno  y  sin  cuento  en  el  lanar,  el  coiv-pox  fué 
sin  embargo  reconocido  por  nosotros  en  el  mes  de  Enero. 
Cuando  nos  preparábamos  á  la  extracción  de  las  costras, 
desgraciadamente  bandas  inmensas,  columnas  impene- 
trables de  polvo,  flotantes  en  la  atmósfera  á  merced  de  los 
vientos,  ofuscando  el  luminar  casi  sin  interrupción  por  dos 
días  consecutivos,  paralizaron  nuestro  propósito.  La  vaca 
de  la  observación  desapareció  con  otras  á  favor  de  aquellas 
sofocantes  tinieblas,  y  nosotros  vimos  con  dolor  perdido  el 
fruto  interesante  de  nuestros  continuados  desvelos. 

«En  cuanto  ala  estación  mas  favorable  á  la  aparición  ó 
desenvolvimiento  de  la  viruela  en  la  vaca,  creemos  que 
cualquiera  de  las  del  año  lo  es  indistintamente;  pero  parti- 
cularmente lo  son  (y  esto  consta  de  nuestras  particulares 
in(juisiciones)  los  meses  de  Agosto,  Setiembre  y  Octubre, 
meses  de  primavera,  y  en  los  que  es  general  también  la 
parición  del  ganado  vacuno, 

«No  habiéndonos  sido  posible  observar  el  primer  período 
llamado  de  infección,  nos  valimos  para  reconocerlo  y  des- 
cribirlo (después  de  principiado  el  segundo)  de  los  signos 
conmemorativos  ó  antecedentes  á  este  estado.  Nuestros 
recuerdos  sobre  ellos  nos  muestran  al  animal  en  aquella 
época,  taciturno  y  sin  apetito;  que  disminuye  en  él  la  secre- 
ción lactífera;  que  preserva  los  ojos  como  vidriosos  y  encen- 
didos. Huye  la  sociedad  de  los  demás  animales,  y  ejecuta 
un  ruido  sordo  (especie  de  musitación)  con  la  lengua  y  los 
labios.     Este  período  dura  apenas  cuatro  días. 

«En  el  segundo  que  es  el  eruptivo,  aparecen  varias  pus- 
tulillas  en  línea  circular  sobre  el  límite  de  la  teta  ó  sea  en 
su  conjunción  con  la  piel  vellosa  que  envuelve  la  ubre.  Su 
número  varía  de  dos  á  tres  en  cada  una,  y  quizá  ellas  no  se 
descubren  siempre  en  todas  las  cuatro  tetas.  En  el  espacio 
que  las  separa,  y  rara  vez  sobre  su  mismo  cuerpo,  salen 
algunos  granos,  los  que  suelen  también  aparecer  sobre  el 
ámbito  total  de  la  ubre.  Aquellas  se  entumecen,  se  hin- 
chan y  aparentan  cierta  disminución  de  longitud .  La  ubre 
presenta  distintos  puntos  endurecidos  y  dolorosos,  que  son 
otras  tantas  glándulas  sobre-irritadas.  La  figura  de  las 
costras  es  redonda,  achatada  y  tiene  un  hundimiento  umbi- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  67 

lical  en  su  promedio.  Una  línea  color  púrpura,  que  au- 
menta en^estension  hasta  principiar  la  maturación,  cuando 
forma  un  verdadero  disco,  circuye  las  costras. 

«Desde  que  se  inicia  este  período,  el  animal  entra  y  per- 
manece en  un  continuo  esceso  de  irritabilidad.  No  permite 
á  su  cria  la  lactación.  Si  la  traban  para  emulgirla,  patea 
y  se  agita  estraordinariamente,  y  procura  cuando  siente  la 
ruda  mano  de  la  ordeñadora,  desasirse  de  las  ligaduras. 
Entonces,  en  el  lenguaje  de  estas,  la  vaca  se  enloquece,  y 
es  menester  soltarla — que  equivale  á  decir,  no  volver  á 
ordeñarla  hasta  pasado  aquel  estado  febril  y  doloroso. 

«  Regularmente  al  cuarto  día  <3e  principiada,  termina  la 
erupción.  E!  animal  que  estaba  antes  taciturno  y  sombrío, 
aparece  ahora  mas  alegre  y  apetitoso,  como  si  se  hallara 
menos  oprimido  de  aquella  aflicción  que  antes  lo  molestara. 

«  La  maturación  de  las  pústulas  que  constituyen  el  tercer 
período,  principia  el  cuarto  ó  quinta  día,  contando  del  en 
que  empieza  el  eruptivo.  A  este  tiempo  las  vesículas  han 
adquirido  todo  su  volumen;  el  líquido  que  contienen  de 
trasparente  pasa  á  blanco  mate  ó  argentado. 

«Entre  tanto  la  vaca,  aunque  en  alivio  de  la  revolución 
que  ha  e^erimentado  en  su  constitución  al  depurar  de  un 
virus  elaborado  específicamente  en  sus  propios  órganos  (esta  es 
nuestra  opinión)  ó  ¡ti  sufrir  su  acción  si  es  proyectado  en 
la  circulación  general  i)or  causas  esternas,  la  vaca,  decía- 
mos, conserva  todavía  una  viva  sensibilidad  sobre  las 
mamas  y  aun  sobre  la  ubre  entera. 

«  En  el  cuarto  período  de  disecación,  el  humor  que  llena 
las  pústulas  pierde  su  limpidez,  pasa  á  gris  amarillento, 
adquiere  en  seguida  un  tinte  rosáceo,  y  queda  en  perfecta 
condensación  al  duodécimo  dia. 

('Las  costras  que  conservaban  un  color  plúmbeo,  princi- 
pian en  esta  época  á  oscurecerse  y  á  perder  de  su  forma 
celulosa  en  proporción  que  avanzan  en  densidad.  Estre- 
chan algo  su  diámetro  en  la  misma  progresión  en  que  se 
concreta  el  humor  que  contienen.  Su  superficie  no  es  tan 
lisa  y  suave,  como  la  de  la  vacuna  humana:  es  rugosa  y 
áspera,  aunque  conserva  en  toda  circunstancia  la  depresión 
central  característica  de  este  género  de  erupción. 

«El  animal,  hasta  el  completo  desprendimiento  de  las 
costras,  que  acaece  del  catorceno  dia  en  adelante,  rehusa  el 


68  OBRAS    DE   SARMIENTO 

lactífero  sustento  al  becerrillo.  Basta  la  mas  leve  presión 
sobre  aquellos  endurecidos  tubérculos  para  escitar  un  esce- 
sivo  dolor,  que  lo  hace  conocer  por  su  violenta  inquietud, 
por  sus  embestidas  y  propensión  á  dañar  con  los  cuernos. 

Estrajimos  las  costras  de  nuestra  última  observación, 
temiendo  perderlas,  al  décimo  tercio  día  cuando  estaban 
firmemente  adheridas  aun.  Profundas  cicatrices  quedaron 
en  el  sitio  de  su  implantación. 

«Hemos  concluido,  Señor,  nuestras  observaciones  sobre 
la  vacuna  natural:  si  insuficientes,  si  conducidas  sin  el 
debido  tino,  si  defectuosas  en  sus  pormenores,  son,  sin 
embargo,  dignas  de  indulgencia.  Nadie  ha  debido  esperar 
quizá  ni  exigir  mas  orden,  precisión,  claridad  ni  talento 
de  un  pobre  médico  de  aldea.  Y  si  nos  fuera  permitido 
concebir  alguna  satisfacción  en  la  materia  de  que  trata- 
mos, esta  sería  la  de  habernos  empeñado  tanto  cuanto  nos 
fué  posible,  en  rendir  un  servicio  á  la  práctica  de  la  vacuna. 
Si  algún  día  ella  llegara,  por  fatalidad,  á  faltar  ó  á  des- 
naturalizarse, la  belleza  de  una  ó  mas  generaciones  nada 
tendría  que  temer  de  la  devastación  variólica,  desde  que 
existe  en  este  territorio  la  costra  vacuna  indígena  (i). 

«  Los  médicos  en  situación  mas  afortunada  que  la  que 
nos  ha  cabido  á  nosotros  podrán  mas  adelante  contraerse 
á  ampliar  y  perfeccionar  un  trabajo  tan  digno  de  sus 
miras  filantrópicas,  como  él  es  interesante  á  la  salud  pú- 
blica de  la  cual  son,  y  deben  ser  ellos  los  fieles  y  vigi- 
lantes custodios. 

«  Al  terminar  esta  comunicación  solo  nos  resta  suplicar 
á  Vd.  se  digne  elevar  al  conocimiento  de  la  Real  Sociedad 
Jenneriana,  lo  principal  de  su  contenido.  Siendo  este  ya 
un  paso  honroso  para  nosotros,  esperaríamos  sumisos  el 
juicio  que  ella  formara  sobre  nuestros  ensayos.  Entonces 
ellos  podrían  valorarse  aunque  no  como  el  mas  digno,  al 
menos  como  el  mas  justo  tributo  de  gratitud  á  la  noble 
generosidad  con  que  en  1832  se  sirvió  premiar,  inscri- 
biéndonos en  el  número  de  sns  miembros,  otra  de  nues- 
tras inmeritorias  tareas. 


(1)  Este  párrafo  y  el  siguiente  han  sido  suprimidos  por  el  Dr.  Epps  en  la  im- 
presión de  la  carta  del  Sr.  Muñiz,  pero  existen  en  la  del  mismo  tenor  que  dirigió 
al  Sr  García  Valdez,  Administrador  General  de  Vacuna. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  69 

«  Desea  que  Dios  Guarde  á  Vd.  su  importante  vida  mu- 
chos años,  señor  Director: 

Francisco  J.  Mimiz. 

Médico  de  Policía  y  Administrador  de  Vacuna  de  Deparlamento 

en  la  Provincia  de  Buenos  Aires. 

CONTESTACIÓN 

Casa  Central  de  la  Vacuna,  calle  de 
la  Providence,  núm.  18,  Plaza  de 
Finsbury. 

Londres,  Junio  3  de  1842. 

A  D.   Francisco  Javier  Muñiz,  M.    D.   Profesor  de    Medicina  y 
vacunador  de  Departamento  en  Buenos  Aires. 

«  Querido  señor: 

«  La  Comisión  de  Directores  de  la  Real  Sociedad  Jen- 
neriana  é  institución  de  Vacuna  de  Londres,  dá  á  Vd.  las 
mas  sinceras  gracias  por  la  valiosa  comunicación  con  q«e 
Vd.  se  ha  dignado  favorecer  á  dicha  institución. 

(c  Los  servicios  que  Vd.  ha  prestado  á  la  buena  causa, 
deben  kaber  sido  con  frecuencia  un  motivo  de  mucha 
satisfacción  para  Vd.  al  paso  que  han  sido  acompañados 
de  grandes  beneficios  para  el  público;  y  la  Comisión  cree, 
que  los  hechos  que  Vd.  cita,  tienden  á  establecer  que  la 
Vacuna  original  existe  en  las  vacas  de  ese  País — hecho 
de  alta  importancia. 

«La  Comisión  estimará  se  sirva  Vd .  favorecerle  con 
cualesquier  otros  hechos,  que  pueda  Vd.  en  adelante  ad- 
quirir sobre  este  punto. 

«  Los  miembros  que  compunen  dicha  Comisión  se  com- 
placen en  tener  un  tan  celoso,  tan  activo  amigo  de  la 
vacuna  en  un  país  tan  distante;  y  todos  anhelan  porque 
viva  Vd.  muchos  años  para  consuelo  del  vecindario  y 
País  donde  Vd.  reside. 

«  A  nombre  de  la  Comisión  nos  subscribimos, 
Querido  Señor, 

de  Vd.  obedientes  servidores, 

Juan  Epps, 

Médico  Director. 

Carlos  Cliantry, 

Secretario. 


70  '  OKKA.S     l»K    SAKMIKMÜ 


CIRUJI.l 


DESCRIPCIÓN  ABREVIADA  DE  LA  EXTRACCIÓN  Y  REGENERACIÓN  DEL 
HÚMERO  NECROSIADO;  ESCRITA  Á  PETICIÓN  DEL  DOCTOR  MORRIS, 
DE   LONDRES. 

«  El  niño  Pedro  Muñoz,  del  partido  de  Villa  de  Lujan, 
en  la  campaña  de  Buenos  Aires;  sano,  de  constitución 
sanguínea;  nacido  de  padres  robustos,  tenía  42  meses  de 
edad,  cuando  á  consecuencia  de  violencia  esterna  sobre 
el  brazo  derecho,  suñ'ió  una  fuerte  inflamación  en  toda 
la  estremidad.  Disipada  esta  afección  del  omóplato  y  del 
antebrazo,  quedó  íija  en  el  brazo,  terminando  á  los  10  dias 
por  punto  con  su[)uracion  formado  en  el  tercio  sui)erior 
y  esterno  del  húmero,  y  al  rededor  de  la  estremidad  in- 
ferior de  este  hueso.  La  evacuación  subsecuente  de  pus 
desengurgitó  la  parte,  y,  con  alternativas  en  su  cantidad 
y  calidad  solo  cesó  á  los  nueve  meses,  uno  después  de 
la  extracción  del  secuestro,  cuando  las  aberturas  fistulo- 
sas cicatrizaron  perfectamente. 

«  Durante  la  tumefacción  inflamatorio  del  brazo,  cuyo 
proceso  parece  haber  sido  del  periostio  al  interior  del 
hueso,  sobrevino  fiebre  y  diarrea,  novedades  morbosas  que 
desaparecieron  al  iniciarse  la  sui)uracion.  Algún  tiempo 
después  de  establecida  ésta,  acaeció  la  carie;  primero,  so- 
bre la  estremidad  superior  del  húmero,  inmediatamente 
sobre  la  inferior.  Era  natural,  que  estos  puntos  fueran 
de  preferencia  invadidos  cuando  ellos  son  en  virtud  do 
los  muchos  vasos  sanguíneos  que  los  penetran  y  la  coa- 
siguiente  exuberancia  de  vida  que  disfrutan,  los  menos 
susceptibles  de  la  inauguración  necrosa. 

«  La  supuración  atrajo,  esquirlas  trabajadas  por  la  ero- 
sión en  su  faz  interna,  tanto  mas  carcomidas  cuanto  que 
mas  demorada  su  espulsion.  Se  puso  entonces  el  cuidado 
mas  esmerado  en  dirigirlas,  en  precaución  que  produjeran 
punción  ú  otros  daños  sobre  el  periostio  y  partes  blandas, 
hacia  las  aberturas  fistulosas,  si  la  naturaleza  no  las  en- 
caminara allí  prestamente. 

«  Las  cosas  en  este  estado,  hizo  presentir  la  necrosis, 
■el  dolor  constantemente  profundo  causado  por  el  padecí  j 


FitANCl>;CO   .1.    MUÑIZ  71 

miento  de  todo  el  espesor  del  hueso,  á  consecuencia  de 
la  inflamación  mas  pronunciada  interior  que  esteriormen- 
te  y  su  inciiiiente  denudación,  averiguada  por  la  esplo- 
racion  del  dedo  y  por  la  sonda,  dio  á  conocer  mas  ade- 
lante su  funesta  subsistencia. 

«Creemos  que  esta  desolante  afección  atacó  casi  al  mismo 
tiempo  las  extremidades  y  la  cavidad  medular,  y  última- 
mente la  totalidad  del  hueso.  Era  de  esperar  que  ella 
principiara  sus  estragos,  allí  donde  le  precediei'on  los  de 
la  caries;  y  que  fueran  primero  aniquiladas  la  sustancia 
medular  y  la  esponjosa  del  cilindro,  habiéndose  interrum- 
pido en  estas,  antes  que  en  otras  partes,  toda  relación  entre 
el  [)erióstio  y  el  hueso.  Algunos  abcesos  interpuestos  en- 
tre estas  sustancias  se  iniciaron;  y  la  supuración  subse- 
cuente terminó  á  la  larga  la  separacioo  de  aquella  mem- 
brana, causa  esclusiva  de  la  mortificación  del  húmero. 
Quizá  pudo  evitarse  este  fatal  accidente  evacuando  con 
tiempo  los  depósitos  humorales  inmediatos  á  este  hueso. 
Pero  desgraciadamente,  el  niño  estuvo  entonces,  como  en 
otro,  periodo  de  la  enfermedad  distante  de  nosotros;  cir- 
cunstancia que  le  privó  de  losausilios  oportunos,  y  ¿nos- 
otros la  observación  de  varios  fenómenos  relativos  á  la  su- 
puración y  á]  la  afección  ósea. 

«A  pesar  de  ser  dudoso  el  carácter  de  las  esquirlas  ne- 
crosas  comparadas  con  lasque  sepárala  sola  caries;  como 
lo  es  también  la  apariencia  de  las  carnes  en  los  bordes  de 
las  aberturas  fistulosas,  la  calidad  y  cantidad  de  la  supura- 
ción de  ambas  afecciones  nos  pareció,  sin  embargo,  un 
signo  de  su  coexistencia;  la  particular  aspereza,  la  desi- 
gualdad, la  corrosión  y  negrura  de  las  esquirlas  entonces 
emitidas. 

«Aunque  se  observa,  principalmente  sobre  huesos  super- 
ficiales, que  el  periostio  se  suelve,  aun  sin  efectuarse  la 
esfoliacion,  se  anticipó  aquí  este  acto  á  la  divulsion  á  este 
evento  patológico  que  infiere  al  hueso  muerte  irremisible, 
como  la  infirió  en  este  caso,  sin  comprometer  los  tejidos 
blandos  adherentes,  á  la  mas  poderosa  de  las  estremidades 
superiores  del  hombre. 

«Las  aberturas  que  dieron  salida  al  humor,  que  fué  cons- 
tantemente amarillento  y  mas  ó  menos  eruginoso,  persis- 
tieron hasta  cicatrizarse,  fistulosas;  y  como  sucede  tantas 


72  OBRAS    DE    SARMIENTO 

veces,  antes  de  arrojar  las  partes  muertas,  se  cerraron,  se 
hincharon  y  volvieron  á  abrirse. 

«Persuadidos  de  la  no  esistencia  de  alteración  en  Ios- 
fluidos,  ó  si  se  quiere  de  complicación  humoral;  fija  de  todo 
punto  la  dolencia  sobre  aquel  solo  hueso;  ayudados  pode- 
rosamente de  una  constitución  robusta  de  los  inmensos 
recursos  que  desplega  la  naturaleza  en  casos  semejantes, 
considerando  que  el  mal  es  por  su  misma  índole,  de  larga 
duración,  restringimos  el  proceder  medicamentoso  mien- 
tras la  lucha  entre  la  acción  morbosa  y  la  reacción  natu- 
ral duraba,  entre  la  influencia  destructora  de  la  vida  del 
hueso  y  el  esfuerzo  unísono  de  la  vida  general  por  coartarla 
y  preservar  las  demás  partes,  solo  á  evitar  nuevas  colec- 
ciones purulentas,  y  dar  á  las  esistentes  y  á  las  esquirlas 
un  curso  fácil  y  oportuno. 

«El  esamen  del  hueso  secuestrado  ha  puesto  de  mani- 
tiesto,  que  la  caries  debió  continuar.  La  apariencia  desi- 
gual y  delgada  de  los  bordes  lesionados,  unida  á  la  conti- 
nuidad de  esas  láminas  con  el  cuerpo  del  hueso,  suponen 
la  no  fijación  y  el  progreso  consiguiente  de  la  enfer- 
medad. 

«La  sal  calcárea  distribuida  por  la  trama  ósea,  casi  des- 
apareció de  toda  la  porción  cariada,  principalmente  hacia 
las  orillas.  De  ahila  semitraspariencia  de  las  celdillas  ó 
intersticios  que  aquella  materia  terrosa  debió  llenar,  de  ahí 
la  potencia  de  las  fibras  del  hueso  en  ambas  extremidades 
evertidas  por  la  carie. 

«Mientras  que  lasu[)uracion  arrastraba  al  esterior  varios 
fragmentos,  y  que  otros  eran  atraídos  artificialmente,  el 
gran  secuestro  adquiría  una  movilidad  siempre  creciente. 
Desprendido  en  su  totalidad  del  periostio,  y  obrando  en- 
tonces en  la  perniciosa  calidad  de  cuerpo  estraño,  su  ex- 
tracción llegó  á  ser  una  necesidad  urgente  é  imperiosa; 
que  era  necesario  satisfacer  cuanto  antes.  Llegado  el  mo- 
mento; ligeras  suficientes  y  sucesivas  tracciones  del  brazo: 
movimientos  de  conveniente  torsión  y  suspensión  sobre 
él,  prepararon  la  mejor  posición  y  la  dirección  requisita 
del  secuestio.  El  agrandamiento  de  una  fístula  sita  en  el 
.tercio  superior  esterno  del  brazo  facilitó  la  introducción  de 
los  dedos,  que  obraron  con  ventaja  y  en  cierto  modo  con 
esclusion  sobre  la  pinza,  en  el  apoderamiento  del   hueso  y 


FRANCI.SCO    J.    MUÑIZ  73 

en  su  estraccion.    Esta  se  efectuó  sin  dolor  ni  dificultad,  y 
sin  pérdida  de  sangre. 

«En  el  instante  la  calma  se  restableció  en  el  brazo,  y  la 
supuración  fué  en  disminución  hasta  la  completa  cicatri- 
zación, que  acaeció  pasado  treinta  días. 

Dimensiones  del  secuestro 

Pulgadas  Longitud 

Longitud  del  cilindro  en  absoluta  preserva- 
ción, si  se  ésceptúa  la  sustancia  ctibosa...    .    .  2        6 

Longitud  de  la  lámina  superior  mas  ó  menos 

carcomida 1 

Longitud  de  la  inferior 1        2 

Longitud  total  del  secuestro....:    4        8 

«La  faz  esterna  ó  costra  ósea  del  cilindro  preserva  su 
forma  normal,  su  pulimento  y  demás  atributos  de  superfi- 
cie. Como  queda  dicho,  el  diafasis  criboso  fué  completa- 
mente disuelto,  las  porciones  cariadas  se  adelgazaron,  sobre 
todo,  hacia  sus  bordes  dentellados.  El  parénquima  reticu- 
lar, habiéndose  absorbido  la  tierra  calcárea  que  da  consis- 
tencia á  los  huesos,  quedó  trasparente  sobre  las  lánimas 
alteradas  de  ambas  estremidades.  Debe  decirse  que  el 
hueso  sufrió  menos  por  el  desprendimiento  de  las  esquirlas, 
que  de  la  disolución  de  su  sustancia.  El  número  de  aque- 
llas y  su  masa  fueron  desproporcionadas,  con  la  pérdida 
efectiva  de  esta. 

«Algunos  días  después  de  la  estraccion  del  secuestro,  la 
aparición  de  granulaciones  firmes  de  color  rojo  anuncia- 
ron la  cicatrización,  que  se  realizó  en  el  término  ya  anun- 
ciado. Un  borde  alto  y  rugoso,  cubierto  de  una  película 
tenue  y  blanquizca,  señaló  pronto  é  indeleblemente  los 
puntos  cicatrizados. 

«Entre  tanto  la  pérdida  iel  hueso  que  da  solidez,  y  que 
fija  la  longitud  de  aquella  porción  de  la  estremidad,  la  sol- 
tura ó  inadherencia  consiguiente  de  los  músculos:  produje- 
ron la  retracción  del  miembro  y  la  falta  no  solo  de  los  mo- 
vimientos que  le  son  peculiares,  sino  aun  de  aquellos  que 
resultan  de  su  combinación  con  los  del  antebrazo  y  omó- 
plato.   Así  el  brazo  que  nada  perdió   de  su  color  natural  ni 


74  OURA.S    DK    SARMIENTO 

a[)aientemeiite  de  robustez,  se  convirtió  en  una  masa  de 
carnes  fácil  de  retorcerse,  tanto  cuanto  lo  permite  la  elas- 
ticidad de  las  fibras  musculares  y  tendinosas  que  lo  com- 
ponen. Tomando  con  la  mano  la  del  niño,  ó  bien  el  ante- 
brazo por  la  muñeca,  y  volviéndolo  en  cualquier  sentido,  se 
efectúa  en  la  izarte  inferior  del  brazo  ó  sobre  el  codo  la  tor- 
cion  corres[)ondiente  de  las  carnes,  á  [)unt  >  de  operarse 
una  especie  de  giro  ó  rotación  sobre  el  eje  o  centro  inmóvil 
representado  antes  por  la  escápula  y  ahora  por  la  estremi- 
dad  inferior  al  hueso  regenerado.  Todo  esto  tiene  lugar 
sin  que  afecte  al  niño  la  incomodidad  mas  leve. 

«  La  extremidad  entera  goza  de  su  vida  propia  y  la  par- 
te sana  ejecuta,  y  ha  ejecutado  siempre  los  movimientos 
que  le  son  privativos,  y  que  absolutamente  no  dependen 
del  esfuerzo  y  acción  de  la  porción  superior.  El  niño  que 
l)retendió  desde  el  principio  dar  movimiento  á  la  estremi- 
dad  defectuosa  (que  es  hoy  dos  pulgadas  y  media  mas  cor- 
ta que  la  opuesta)  inició  ya  lijeros  ensayos.  Repitiéndolos 
amenudo,  facilitó  el  aprendizaje,  dando  sucesiva  flexibili- 
dad y  aun  cierta  fijeza  á  los  movimientos.  La  cooperación 
al  fin  de  distintos  motores  ó  la  acción  reunida  de  los  mús- 
culos del  antebrazo,  del  brazo  y  de  las  escápulas  comuni- 
có á  todo  el  estremo,  bajo  el  imperio  de  la  voluntaii,  con- 
tracciones y  aun  oscilaciones,  una  especie  de  movimiento 
])éndulo,  que  creciendo  con  la  i'eiteracion  de  pruebas,  aca- 
baron por  izarle  violentamente  y  con  estraordinaria  rapi- 
dez. En  este  movimiento  de  arrebatada  ascención,  lama- 
no  es  llevada  con  celeridad  increíble  sobre  el  occipucio  ó  á 
la  cabeza,  según  se  desee.  El  niño  sostiene  esa  postura, 
el  tiempo  que  quiere,  y  el  brazo  al  descender  trae  el  a[)lo- 
mo,  no  de  un  cuerpo  inerte,  sino  de  aquel  á  quien  en  parte 
falta  la  armonía  y  concordancia  entre  los  poderes  regulado- 
res de  sus  acciones  pi'opias.  En  el  caso  se  echa  menos,  el 
entero  y  libre  ejercicio  de  los  músculos  estensores  y  pro- 
nadores  de  la  estremidad. 

«  Pasados  algunos  meses  de  la  cicatrización  se  hizo  notar 
un  cuerpo  consistente  del  grosor  poco  mas  de  una  nuez  en 
el  sitio  que  corresponde  á  la  cabeza  del  húmero.  Y  este 
acto  íisiolójico,  aunque  no  siem{)re  sin  contestación  entre 
los  hombres  del  arte,  se  hizo  cada  día  mas  conspicuo,  cre- 
ciendo paulatinamente    el   producto,  el  cual  asumió  desde 


FKAN  CISCO    J.    MUMZ  7o 

luego  la  figura  del  hueso  estinguido.  Su  mensura  longi- 
tudinal es  hoy  de  tres  pulgadas,  con  un  grosor  equivalente 
al  igual  del  brazo  opuesto.  La  estremidad  inferior  la  for- 
ma una  masa  orbicular  cartilaginosa  de  un  diámetro  algo 
mayor  que  el  del  cuerpo  del  hueso  regenerado.  Este,  cu_ 
ya  dirección  descendente  es  la  natural,  y  cuyo  crecimiento 
en  longitud  y  grosor  se  ha  efectuado  casi  á  la  vista  de  ojo, 
aparenta  una  consistencia,  puede  decirse,  pétrea.  ' 

«  Apareciendo  siempre  en  su  extremo  aquella  especie  de 
botón,  al  modo  dei  que  se  forma  en  los  renuevos  de  las 
plantas  cuando  principia  el  invierno,  no  dimite  como  ellas 
su  creciente,  sino  que  abraza,  y  deja  tras  si,  en  la  conti- 
nuación de  su  desarrollo,  un  cuerpo  formado  como  se  insi- 
nuó por  la  norma  natural.  Pudiera  decirse  que,  como  en 
alguna  tamilia  de  vegetales,  el  crecimiento  en  grosor  [¡re- 
cede  al  crecimiento  de  longitud.  En  una  palabra,  el  primer 
carácter  de  la  vida  del  producto  resalta  en  zonas  circulares, 
el  segundo  término  de  su  existencia  consiste  en  el  estira- 
miento longitudinal  de  sus  fibras. 

«  Cuando  el  niño  toma  con  su  izquierda  la  mano  de  la 
estremidad  Í4nperfecta,  ó  eleva  la  escápula  de  este  lado,  si 
se  esfuerza  al  mismo  tiempo  en  separar  el  brazo  del  cuer- 
po, la  estremidad  inferior  del  hueso  restituido  empuja  ha- 
ca afuera  con  violencia  las  carnes  de  la  parte  esterna  del 
brazo,  como  si  quisiera  romperlas.  Entonces,  haciéndose 
patente  todo  él,  se  permite  reconocer  con  facilidad  su  exce- 
siva solidez,  y  exactamente  su  forma  y  longitud.  Cesando 
el  esfuerzo  y  cayendo  el  brazo  vertical,  el  hueso  recobra  su 
posición. 

«La  cicatriz  de  estraccion  ó  la  abertura  por  donde  se 
removió  el  secuestra  parece  firmemente  adherida  al 
hueso  reciente,  como  lo  están  en  toda  probabilidad,  los 
músculos  que  le  circuyen. 

«El  nuevo  hueso  dista  apenas  de  la  epífisis,  que  lo 
guarda,  dos  pulgadas,  ocho  lineas;  y  habiéndose  prolongado 
las  tres  que  enunciamos  en  algo  menos  de  tres  años,  es 
de  suponer  que  el  niño  que  cuenta  hoy  seis  y  medio 
tendrá,  al  cumplir  los  nueve,  mas  ó  meno;*,  en  perfecta 
unión  el  húmero  con  el  cubito. 

«Si  algo  es  capaz  de  retardar  esta  feliz  ocurrencia,  ó 
destruir  para   siempre  las   mas  fundadas  esperanzas,  sería 


76  OBRAS    I>E    SAltMlKNTO 

el  que  movimientos  inadecuados  llegaran  á  imprimir  al 
callo  una  dirección  viciosa.  La  sustiincia  blanda  ó  la 
nueva  osificación  sin  punto  de  apoyo  inferiormente,  tirada 
y  empujada  acá  y  allá  por  los  músculos  y  tendones  cir- 
cundantes corre  el  inminente  riesgo  de  la  desviación,  y 
aun  el  de  la  suspensión  de  la  secreción  gelatinosa  y 
calcárea,  que  debiera  conducirle  á  su  término  natural  (1). 
Observamos,  sin  embargo,  que  la  naturaleza  por  una 
sabia  previsión,  no  acumula  ostensiblemente  los  jugos 
reparadores,  sino  desi)ues  de  haber  adquirido  regular  con- 
sistencia aquellos  puntos  últimamente  formados. 

«No  es  ciertamente  una  novedad  en  los  fastos  de  la 
cirugía,  la  reproducción  parcial  de  un  hueso,  siendo  la 
necrosis  una  enfermedad  muy  común:  pero  no  deja  de 
ser  un  hecho  curioso  y  poco  generalizado  la  sustitución 
absoluta  de  un  hueso  de  los  mas  largos  del  cuerpo,  como 
debemos  presuntiva  ó  moral  mente  esperarlo  de  la  acción 
sostenida  y  consonante  de  la  providente  naturaleza. 

«A.hora,  en  cuanto  al  agente  esencialmente  necesario  á 
la  formación  del  hueso  deficiente,  aquel  elemento  sin 
cuya  asistencia  la  creación  no  habría  podido  efectuarse, 
ni  el  miembro  adquirir  su  posible  perfección;  no  duda- 
mos sea  el  periostio.  La  conservación  de  esta  membrana, 
por  el  especial  cuidado  con  que  se  le  sustrajo  á  los  per- 
niciosos efectos  de  la  supuración,  en  el  largo  período  que 
esta  contaminó  el  miembro,  y  la  subsistencia  (ie  sus  ata- 
duras á  las  epífisis  sujetas  por  los  tendones  y  ligamentos; 
dio  lugar,  en  ausencia  de  distintas  causas  morbosas,  que 
hubieran  impedido  la  secreción,  á  una  mas  copiosa  de 
los  principios  componentes  de  los  huesos.     Condensándose 


(1)  Al  reproducir  este  escrito  del  autor,  como  hubiéramos  de  antemano  pedido 
algunos  datos  sobre  el  estado  actual  del  brazo  á  D.  Pedro  Muñoz,  quien  vive 
actualmente  en  Manantiales,  Partido  del  Pergamino,  en  carta  de  Noviembre  12, 
que  tenemos  á  la  vista,  comunica  al  Dr.  José  María  el  hecho  siguiente:  «El  Dr. 
Muñiz  me  hizo  la  operación,  como  Vd.  sabe,  de  sacarme  el  hueso  entero  del 
antebrazo  de  las  dos  coyunturas.  El  hueso  renació  nuevamente,  faltando  una  pul- 
gada para  llegar  al  codo;  y  no  dudo  se  hubiese  completado  todo,  á  no  haberse 
aflojado  las  tablillas.  El  doctor  me  entablilló  perfectamente,  y  encargó  que  con- 
servara bien  fuertes  estas  tablillas,  lo  que  no  sucedió,  pues  como  muchacho  me 
descuidé  y  se  aflojaron  sin  decir  nada.  En  cuanto  al  hueso  hasta  ahora  cinco 
años  lo  conservaba  uno  de  mis  hermanos:  pero  creo  que  se  na  extraviado.  El  brazo 
ha  quedado  un  poco  mas  corto  que  el  otro,  pero  conservo  las  fuerzas  en  él.» 

{Pedro    Muñoz) 


FRANCISCO   J.    MUiÑIZ  77 

^stos  materiales,  primero  en  masa  cartailaginosa,  y  adqui- 
riendo sucesivamente  mayor  dureza,  llegaron  á  constituir 
un  cuerpo  mas  consistente  que  el  hueso  primitivo,  como 
la  experiencia  lo  ha  hecho  conocer  en  casos   análogos. 

«En  el  presente,  no  es  permitido  suponer  que  la  decre- 
cion  de  esas  sustancias  se  verificara  sobre  los  planos 
musculares,  que  mas  inmediatamente  rodean  al  periostio, 
como  lo  admiten  eminentes  cirujanos.  Por  el  contrario, 
el  hecho  de  ser  todo  el  cuerpo  del  primero  atacado  de 
necrosis,  justifica  la  conjetura  de  ser  aquella  membrana 
la  exclusivamente  osificada,  y  patentiza,  que  en  su  inte- 
rior se  virtiera,  y  adquiriera  Lodo  su  incremento  la  materia 
rudimental  ó  primitiva  del  tmevo  y  apreciable  producto. 
En  la  Villa  de  Lujan,  á  7  de  Mayo  de  1846. 

Francisco  Javier  Muñjz 
Médico  de  Policía  de  Departamento. 

MEDICINA  LEGAL 

Cuando  se  fundó  la  cátedra  de  partos  y  enfermedades 
de  niños,  venia  afecta  á  esta  misma  repartición  la  enseñan- 
za de  la  meiiicina  legal,  asignada  al  mismo  profesor;  y  sien- 
<lo  el  doctor  Muñiz  el  que  fundó  la  clase,  á  él  le  cupo  en- 
señar también  este  ramo. 

Es  de  grande  importancia  como  se  colije,  el  juicio  del 
médico  sobre  ciertos  casos,  como  que  de  él  está  pendiente 
puede  decirse  la  vida  del  hombre  ó  de  la  mujer  acusado  de 
un  crimen,  y  los  mas  célebres  médicos  se  honran  con  ser 
llamados  á  dar  opinión  sobre  la  gravedad  de  heridas  ola  efi- 
cacia de  venenos,  si  de  tales  incidentes  se  trata. 

Consérvase  un  dictamen  del  doctor  Muñiz,  que  tiene  hoy 
la  recomendación  de  haber  sido  publicado  con  encomio 
por  el  joven  abogado  don  Benjamín  Gorostiaga,  hoy  el 
Presidente  de  la  Suprema  Corte,  lo  que  aumenta  su  mérito, 
por  la  distinción  del  abogado,  bajo  cuyos  auspicios  vio  la 
luz  pública  en  su  tiempo,  y  con  cuya  firma  lo  presentare- 
mos medio  siglo  después  al  severo  Justicia  Mayor. 

Señor  editor  de  «La  Gaceta  Mercantih. 

«Creo  que  hará  usted   un  servicio  al  público,  insertando 
os  adjuntos  documentos.    Por    la  prolijidad  en  los  deta- 


78  OBRAS  DK    SARMIENTO 

lies:,  por  el  buen  sentido  en  las  observaciones,  por  la  cir- 
cunspección en  los  asertos,  por  la  conveniencia  en  la  forma, 
y  por  la  claridad  y  cultura  en  el  estilo,  ellos  deben  servir 
de  norma  á  nuestros  jóvenes  médicos  y  cirujanos  para  ex- 
pedirse en  esta  clase  de  certificados,  que  ejercen  un  influjo 
tan  eficaz  en  el  resultado  de  las  causas  criminales,  y  por 
consecuencia  en  la  fortuna,  honor  y  vida  de  los  reos.  Los 
adjuntos  son  expedidos,  como  se  vé,  por  uno  de  nuestros 
mas  apreciables  compatriotas,  por  el  señor  don  Francisco 
J.  Muñiz,  que  en  el  modesto  empleo  de  médico  de  policía 
de  la  sección  de  Lujan,  ha  llamado  mas  de  una  vez,  por 
los  vuelos  de  su  ingenio,  la  atención  de  las  principales  aca- 
demias científicas  de  Europa,  y  una  de  ellas  se  ha  apresu- 
rado á  darle  un  solemne  testimonio  de  su  estimación,  remi- 
tiéndole los  diplomas  de  socio. 

El  caso  que  dio  lugar  á  estos  reconocimientos  fué  haberse 
hallado  al  amanecer  del  6  de  Julio  del  año  anterior,  en  la 
cocina  de  una  chacra  del  partido  de  la  Villa  de  Lujan,  el 
cadáver  de  un  desconocido,  maniatado,  desnudo  y  apuña- 
leado. En  aquella  casa  solo  existía  un  matrimonio,  que 
por  su  constante  honradez  repelía  toda  sospecha  de  compli- 
cidad en  este  horrendo  homicidio.  De  las  prolijas  inda- 
gaciones que  después  se  han  practicado,  ha  resultado  el 
conocimiento  de  la  persona  del  muerto  é  indicios  del  ma- 
tador. 

Soy  de  Vd.  atento  servidor. 

Benjamín  Gorostiaga. 

NÚMERO   1 

El  Médico  de  Policía  de  la  Sección. 

Lujan,  6  de  Julio  de  1833. 

Al  Señor  Comisario  Interino  de  la  Sección^  D.  Juan  Antonio  Garda. 

He  reconocido  el  cadáver  que  está  bajo  los  pórticos  del 
Cabildo,  el  cual  tiene  dos  gi'andes  heridas  hechas  con  ins- 
trumento punzante  y  cortante.  La  una  (por  la  cual  ha  sido 
<iegol!ado)  divide  completamente  los  órganos  de  la  respi- 
ración, el  esófago  (ó  tragadero)  las  arterias  y  venas  princi- 
pales que  suben  del  pecho  á  la  cabeza,  y  tiene  cinco  pulga- 
das y  media  de  longitud  y  cuatro  de  profundidad.  La  otra  he- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  79 

rida  está  en  la  parte  media  y  lateral  Izquierda  del  pecho  en- 
tre la  tercera  y  cuarta  costilla  verdadera.  El  instrumento  ha 
penetrado  profundamente  en  la  cavidad,  y  ha  dividido  una 
gran  porción  de  la  substancia  pulmonar  y  algunos  vasos  san- 
guíneos. Esta  herida  tiene  de  profundidad  cinco  pulgadas 
y  cuatro  de  longitud. 

Ambas    heridas  las   considero    esencialmente    mortales 
y   la  primera  debió  serlo  en  el  acto  mismo  de  hacerse. 

Dios  guarde  áVd.  muchos  años. 

Francisco  J.  Muñn. 

NÚMERO   2 

El  Médico  de  Policía  de  la  Sección. 

Villa  de  Lujan,  26  de  Julio  de  1S33. 

.4/  Señor  Juez  de  Paz,  Don  Asencio   Lescano. 

«  El  infrascripto  en  virtud  de  oficio  de  Vd.  datado  ayer  pa- 
ra que  pasara  á  la  chacra  al  cargo  de  Cristóbal  Martínez, 
donde  se  encontró  el  cadáver  de  un  hombre  asesinado,  de 
cuyas  heridas  certificó  el  que  firma,  y  haga  un  prolijo  reco- 
nocimiento de  la  dicha  chacra,  como  del  sitio  donde  el  refe- 
rido Martínez  asegura  hallarse  una  chaqueta  y  un  chaleco  y 
como  vestigios  de  sangre,  y  certifique  el  lugar  en  que  deba 
haber  sido  perpetrado  el  asesinato:  dice  que  en  la  chacra  al 
cargo  de  Martínez,  ha  visto  en  la  parte  exterior  de  la  pared 
y  en  contigüidad  con  el  marco  de  la  puerta  como  á  vara  y 
media  del  suelo,  unas  manchas  de  sangre  que  aparentan 
la  forma  de  la  extremidad  de  los  dedos  de  una  mano  y  de 
una  parte  de  esta.  La  impresión  sanguinolenta  es  igual- 
mente clara  y  superficial  en  toda  su  extensión:  no  aparecen 
ni  goteras  ni  mas  cargado  al  borde  inferior  de  las  manchas 
lo  que  manifiesta  que  ni  la  mano  ni  los  dedos  estuvieron 
empapados  de  sangre  en  el  momento  del  contacto. 

«  En  el  suelo  de  la  cocina  de  la  predicha  chacra  y  en  el 
mismo  sitio  en  que  se  encontró  tendido  el  cadáver,  se  ven 
en  dos  partes,  una  que  probablemente  corresponde  frente  á 
la  herida  del  cuello,  y  la  otra  ala  del  costado;  señales  bien 
perceptibles  de  sangre.  La  primer  mancha  que  se  encuen- 
tra á  la  derecha  entrando  en  la  cocina  (donde   se   dice  tuvo 


80  OKKAí!     UK    SAKMIENTO 

el  cadáver  la  cabeza)  es  de  cerca  de  una  cuarta  de  longitud, 
é  irregular  en  toda  su  circunferencia,  tiene  apenas  transver- 
saimente  la  mitad  de  aquella  dimensión.  La  segunda 
mancha  es  mas  reducida  y  tan  superficial  como  la  pri- 
mera. 

«A.unque  no  es  dado  al  infrascripto  determinar  con 
exactitud  la  cantidad  de  sangre  que  contuvieron  primi- 
tivamente las  dos  manchas  existentes  en  la  cocina,  sia 
í^mbargo  por  los  diámetros  que  se  les  observaron  al 
tiempo  del  reconocimiento,  apenas  se  les  puede  suponer 
á  las  dos,  capacidad  para  una  ó  dos  libras  de  sangre, 
contando  con  la  que  aproximadamente  absorberían  am- 
bas superficies.  Esta  cantidad  de  sangre  no  solo  es 
menospreciable  en  nuestro  caso,  sino  que  lo  seria  también 
respecto  de  una  herida  ordinaria,  si  al  hacerla  se  hu- 
biese dividido  un  vaso  no  mas  que  de  un  regular  calibre 
y  dejádose  sin  reparación.  ¿Cuanto  mas  insignificante 
no  es  un  derrame  de  esta  naturaleza  en  un  hombre  á 
quien  se  le  dividen  con  un  pulmón  los  vasos  que  distri- 
buyen la  sangre  en  una  mitad  del  cuerpo,  y  por  la  he- 
rida con  que  se  le  degüella  se  le  vierte  toda  la  que  envía 
el  corazón  á  la  cabeza,  y  la  que  de  este  órgano  refluye 
al  pecho?  No  es  exagerado  asegurar  que  el  pequeño 
cuarto  en  que  se  encontró  el  cadáver  debía  quedar  inun- 
dado con  muchas  libras  de  sangre. 

«Todavía  hay  mas  á  este  respecto.  Con  aquella  señal 
del  asesinato  en  la  cocina,  falta  también  la  que  debía 
suministrar  la  sangre  salpicada  por  las  paredes.  Nada 
mas  natural  que  un  hombre  joven,  á  cuya  vida  se  atenta, 
hiciera  después  de  atado,  y  si  se  quiere  también  aun 
después  de  herido,  esfuerzos  ó  por  defenderse,  ó  para 
llamar  en  su  auxilio  á  Martínez,  de  quien  lo  separaba 
un  débil  quincho  de  viznaga.  Esfuerzos  naturales  y  de- 
liberados en  el  principio  del  conflicto,  y  que  seguidos  de 
las  violentas  convulsiones  que  acompañan  á  aquel  género 
de  muerte,  forman  una  doble  causa  para  hacer  efectivo 
aquel  resultado. 

«Falta  solo  añadir  para  complementar  la  demostración 
<i'-  este  punto,  que  aunque  no  descubiertos  en  la  cocina 
aquellos  signos  del  asesinato  que  se  derivan  de  la  pre- 
sencia de  la  sangre  derramada:  ellos,  hablan  lo  en   rigor, 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ  81 

110  escluyen  (aun  faltando),  la  posibilidad  del  hecho  en 
aquel  mismo  sitio.  En  nueve  días  que  transcursaron  desde 
aquel  en  que  se  hizo  el  asesinato  hasta  el  quince  en  que 
se  reconoció  la  chácara,  hubo  tiempo  de  sustraer  todo 
aquello  que  hiciera  presumible  allí  la  ejecución  del  cri- 
men. Esto  es  fácil,  principalmente  en  un  piso  de  tierra  y 
en  unas  paredes  del  mismo  material.  Nadie  estrañaría 
ver  removida  la  superficie  de  un  suelo  semejante,  cuando 
esto  sucede  al  barrer  todos  los  días;  ni  por  consiguiente 
el  que  por  este  modo  desapareciera  la  sangre  que  sobre 
él  pudo  verterse.  No  sucede  lo  mismo  en  un  piso  enla- 
drillado, y  cuando  las  paredes  son  encaladas. 

«Estos  son  los  únicos  vestigios  de  sangre  que  en  la 
chácara  al  cargo  de  Martínez  ha  encontrado  el  que  firma, 
después  de  verificado  un  examen  prolijo  de  las  tres  habi- 
taciones de  que  consta,  del  patio  y  sus  alrededores.  En  un 
postigo  de  la  puerta  principal  del  rancho,  ha  oído  decir 
que  se  vieron  también  manchas  de  sangre:  pero  habién- 
dose estraído  la  puerta  antes  que  se  hiciera  el  reconoci- 
miento de  la  casa,  no  puede  el  infrascripto  certificar  sobi'e 
su  existencia. 

«De  la  chácara  se  le  condujo  al  lugar  en  que  aseguró  Mar- 
tínez hallarse  rastros  de  sangre,  una  chaqueta  y  un  chaleco. 
Allí  se  encontraron  efectivamente  estas  prendas,  y  á  dis- 
tancia de  cuatro  ó  cinco  varas  de  ellas  y  en  un  diámetro 
de  media  vara,  señales  inequívocas  de  sangre.  El  trébol  y 
el  cardo  contenidos  en  esta  superficie  estaban  teñidos  real- 
mente, pero  fué  solo  sobre  las  hojas  mas  esteriores  que  se 
notaron  las  manchas.  Las  hojas  inferiores,  los  tronquitos 
de  estas  yerbas,  y  sus  pequeños  vastagos  manifestaban  su 
color  natural.  Y  si  una  superficie  tan  estrecha  como  la  de 
media  vara,  hubiera  recibido  una  copia  tan  considerable 
de  sangre  como  la  que  debieron  arrojar  ambas  heridas, 
¿cómo  es  que  los  pastos  que  fueron  apenas  teñidos,  no  se 
empaparon  en  su  totalidad,  teniendo  tan  solo  de  dos  á  tres 
pulgadas  de  elevación?  ¿Y  la  tierra  no  ofrecería  en  aquel 
caso  grandes  incrustaciones  sanguíneas,  resultado  infalible 
de  su  contacto  con  aquel  líquido?  Por  el  contrario  su  faz 
compacta,  conservando  su  color  y  unidad,  indicaba  no  haber 
>sido  con  nada  humedecida. 

Tomo  xlih.-6 


82  OBUAS   DE   SARMIENTO 

«Será  justo  observar,  que  siendo  el  piso  de  la  cocina  igual 
al  del  campo  (por  ser  ambos  de  tierra),  hay  sin  embargo 
entre  uno  y  otro  la  diferencia  que  en  aquel  se  pudo  borrar 
impunemente  cualquier  signo  de  sangre,  por  la  razón  que 
se  apuntó  mas  arriba,  y  en  el  campo  sería  imposible  con- 
seguirlo sin  destruir  aquellos  caracteres  naturales  de  la 
tierra  que  se  hallaron  ilesos.  Por  otra  parte,  estando  aquel 
lugar  rodeado  de  espacios  totalmente  desnudos  de  pastos, 
ninguna  señal  de  sangre  se  descubrió  en  ellos,  como  era 
regular  en  la  suposición  de  haberse  cometido  allí  el  asesi- 
nato, y  ser  necesario  trasladar  el  cadáver  á  otra  parte. 

«La  chaqueta  y  el  chaleco  no  suministran  el  mas  re- 
moto indicio  para  juzgar  que  el  individuo  á  quienes  per- 
tenecieron haya  sido  (si  se  le  supone  vestido  con  aquellas 
piezas)  degollado,  ni  aun  herido  levemente;  al  menos  en 
el  tronco  y  estremidades  superiores.  Esta  aserción  se 
p.rueba  con  el  hecho  de  no  estar  abierto  el  chaleco  ni  la 
chaqueta  en  el  lugar  por  donde  penetró  el  cuchillo  en  el 
costado;  lo  que  no  pudo  dejar  de  haber  sucedido  atendiendo 
á  la  altura  en  que  fué  hecha  la  herida.  No  obsta  por  el 
mismo  motivo  el  suponer  que  el  finado  en  aquel  acto  es- 
tuvo remangado,  pues  no  es  presumible  (á  no  ser  que  se 
hiciese  de  propósito)  que  lo  estuviera  hasta  el  nivel  de  la 
tercera  costilla  verdadera  donde  fué  la  herida:  mucho  mas 
cuando  esta  se  inclinó  del  centro  del  costado  hacia  la  parte 
superior.  A  mas  de  esto  ninguna  señal  de  sangre,  de  que 
la  hubiera  habido,  de  que  fuese  lavada  ó  quitada  de  otro 
cualquier  modo  del  chaleco  ó  chaqueta,  ofreció  la  in- 
vestigación escrupulosa  que  se  hizo  de  ambas  piezas. 

«Esto  es,  señor  Juez,  el  resultado  del  reconocimiento  fa- 
cultativo, practicado  en  la  chácara  al  cargo  de  Cristóbal 
Martínez,  y  del  lugar  en  que  él  aseguró  hallarse  una  cha- 
queta y  un  chaleco,  y  como  vestigios  de  sangre.  Certificar 
sobre  el  sitio  en  que  fué  perpetrado  el  asesinato,  es  el  otro 
estremo  del  oficio  que  resta  por  contestar.  Y  es  ciertamente 
doloroso  no  poder  satisfacer  este  punto  con  la  certeza  y 
precisión  que  es  de  desear.  Pero  faltando  las  pruebas 
sobre  el  hecho  que  quiere  averiguar  el  Juzgado,  no  presen- 
tando los  datos  que  se  han  podido  recojer,  ni  materia  para 
conjeturar  cual  sea  el  sitio  donde  se  ejecutó  aquel  delito 
enorme;  el  infrascripto  se  ve  en  la  imposibilidad  de  comu- 


FKANCISCO    J.    MUÑIZ  83 

nicar  al  Juzgado  la  luz  necesaria  para  ilustrar  su  concien- 
cia, y  ofrecerle  libre  de  los  azares  de  la  duda  una  declara- 
ción segura  y  decisiva  sobre  un  hecho  de  tanta  trascenden- 
cia en  el  proceso. 

«  Reasumiendo  pues  cuanto  se  ha  espuesto  en  este  cer- 
tificado, resultan  las  conclusiones  siguientes. 

1»  En  la  cocina  de  la  chacra  al  cargo  de  Cristóbal  Mar- 
tínez, no  aparecen  señales  de  haber  sido  asesinado  el 
hombre  cuyo  cadáver,  se  encontró  allí  la  mañana  del  seis 
del  corriente. 

2*  Tampoco  se  descubren  en  el  lugar  que  señaló  Martí- 
nez en  el  campo;  á  pesar  de  haberse  hallado  en  él  vestigios 
de  sangre. 

3*  Si  se  prueba  judicialmente  que  la  chaqueta  y  el  cha- 
leco hallados  cerca  del  mismo  lugar  pertenecieron  al  ase- 
sinado, este  lo  fué  precisamente  estando  sin  estas  prendas. 

4*  El  individuo  después  de  herido,  de  ninguna  distancia 
pudo  llegar  por  si  á  la  cocina. 

«  Al  cerrar  este  certificado  no  debe  omitir  el  infrascrito 
una  circunstancia  que  observó  en  el  cadáver.  Tal  fué  la 
de  no  tener  manchadas  con  sangre  las  estremidades  in- 
feriores, ni  señales  de  haber  sido  lavadas  estas  partes. 
Los  pies  principalmente  cubiertos  de  polvo,  y  en  muchos 
puntos  con  lodo  seco  persuadían  con  evidencia  no  haberlo 
sido. 

«  Si  estos  miembros  no  estuvieron  estrechamente  vesti- 
dos en  el  acto  del  asesinato  (como  parece  no  lo  fueron 
al  menos  los  pies)  fué  forzoso  quedasen  envueltos  en  la 
sangre  de  las  heridas.  El  no  estarlo  induce  vehemente- 
mente á  suponer  que  el  asesinato  se  consumó  estando  el 
individuo  en  una  posición  horizontal. 

Dios  guarde  á  Vd.  muchos  años. 

Francisco  J.  Muñiz. 


CAPITULO  IV 

HISTORIA   NATURAL 

EL  ÑANDÚ  Ó  AVESTRUZ  PAMPEANO 

El  doctor  Muñiz  publicó  hace  años  en  varios  números  de 
La  Gaceta  Mercantil  una  monografía  del  ñandú  ó  avestruz 
americano,  que  es  uno  de  sus  mas  acabados  estudios  de  las 
peculiares  facciones  de  nuestro  país.  Su  observación  per- 
sonal le  permite  rectificar  no  pocos  errores  de  Buffon.  en  su 
famosa  historia  natural,  guiado  á  veces  por  similitudes 
que  cree  existen  con  el  avestruz  de  África,  ó  bien  repitiendo 
errores  de  viajeros,  que  recojen  al  paso  tradiciones  y  conse- 
jas populares  sobre  las  costumbres  de  los  animales  nota- 
bles de  América;  y  hace  cierta  gracia  encontrar  que  Muñiz 
desde  esta  parte  de  América  sobre  el  ñandú,  como  Audu- 
bon  desde  el  otro  estremo  con  respecto  á  las  costumbres 
del  pavo,  tiene  que  habérselas  con  Buffon,  pudiendo  aquel 
como  éste  esclamar,  «  que  me  ha  de  decir  M.  de  Buffon  sobre 
el  pavo  á  mí,  que  he  vivido  con  ellos  años  enteros  en  los 
bosques,  estudiando  sus  hábitos  y  costumbres?»  Muñiz  vivió 
veinte  años  entre  ellos  en  las  Pampas. 

Hoy  ha  tomado  una  grande  importancia  el  avestruz,  como 
conquista  nueva  que  la  industria  hace,  sometiendo  á  la 
domesticidad  el  ave  que  provee  de  plumas  de  ornato,  y 
conviene  que  nuestros  hacendados  conozcan  la  historia  y 
costumbres  de  este  productivo  animal,  que  hace  poco 
tiempo  forma  parte  del  ganado  que  puebla  las  estancias  y 
embellece  y  anima  el  paisaje  con  su  presencia  hasta  acabar 
por  domesticarse,  desde  que  el  hombre  lo  ha  tomado  bajo 
su  protección,  en  cambio  de  sus  plumas  variadas,  y  en  gran 
demanda,  á  medida  que  el  bienestar  y  la  moda  las  hacen 
codiciar  como  adorno  de  todas  las  femeniles  cabezas,  envi- 


FRANCISCO   J.    MUÑÍ  85 

diosas  de  los  cardenales  y  picaflores  que  ostentan  pena- 
chos de  colores  brillantes. 

Amenazaban  los  indios  estirpar  la  raza  en  sus  boleadas, 
para  obtener  su  escasa  provisión  de  carne  y  plumas,  cuan- 
do la  idea  de  protegerlos  en  el  país  cristiano,  vino  á  algu- 
nos de  los  depositarios  de  la  suma  del  poder  público,  no  sabe- 
mos si  Rosas  ó  Urquiza;  pero  de  seguro  Urquiza  los  acogió 
en  sus  estancias  del  Entre  Rios;  y  tan  seguros  se  mostraban 
de  tan  alta  protección  que  se  les  veía  acercarse  á  los  ca- 
minos, y  detenerse  á  mirar  á  los  transeúntes,  con  el  desden 
que  inspira  la  conciencia  del  derecho.  Por  poco  no  dan  en 
incomodar  á  los  pasajeros,  que  se  guardaban  de  echar 
sobre  ellos,  ni  por  hacerse  la  mano,  un  tirito  de  bolas;  y 
sea  dicho  en  mengua  de  las  ideas  liberales  de  que  blazo- 
namos,  y  de  la  hidalguía  que  nos  atribuimos  los  del  habla 
castellana,  que  asesinado  alevosamente  por  sus  propios 
protejidos  el  amo,  los  que  se  pretendieron  con  ello  libres, 
la  emprendieron  con  los  avestruces,  ya  sin  protector;  y 
por  poco  no  acaban  en  unos  cuantos  meses  con  ellos,  don- 
de quiera  que  no  estuvieran  las  armas  nacionales  para  ga- 
rantirles la  exjstencia. 

Felizmente  el  impulso  estaba  dado,  y  el  ensayo  de  Urqui- 
za no  fué  estéril.  Los  estancieros  gustaron  de  verlos  aso-« 
mar  sus  cuellos  en  el  paisaje,  la  industria  halló  su  cuenta, 
en  propagarlos;  é  imitando  el  ejemplo  de  los  boers  y  de  los 
ingleses  del  Cabo  de  Buena  Esperanza,  el  ñandú  forma 
parte  hoy  del  dominio  del  hombre,  domesticado  como  el 
camello  en  Asia,  la  llama  y  la  alpaca  en  América.  Ya  el 
de  África  mas  corpulento  se  aplica  con  éxito  al  tiro  de  ca- 
rruajes, imitando  sin  duda  las  palomas  que  tiraban  el  carro 
de  Venus.  (Vayase  lo  vigoroso  del  impulso  por  Ui  falta  de 
elegancia). 

El  Dr.  Muñiz,  después  de  haber  agotado  la  materia  en  la 
descripción  del  ñandú,  concluye  por  darnos  una  completa 
idea  de  una  ftoíearfa  de  avestruces  según  las  buenas  reglas 
del  sport  indígena;  y  es  fortuna  que  quede  este  directorio, 
porque  aunque  ya  desaparecen  con  el  predominio  de  la 
Pampa,  que  ejerció  por  siglos  el  caballo,  antes  y  después  del 
diluvio,  cediendo  su  puesto  á  la  herrada,  fatídica  y  estupi- 
da locomotora,  no  es  de  perderla  esperanza  de  que  salva- 
da la  raza  de  los  avestruces,  por  la  domesticidad,  multipli- 


86  OBRAS    DE   SARMIENTO 

cades  estos  por  reclamar  el  mayor  aseo  sus  plumas  en 
plumeros,  y  el  mayor  ornato  en  plumajes,  el  sport  cuando 
deje  de  ser  pura  importación  bretona,  y  se  encarne  argen- 
tino, tengamos  el  cutTe  del  avestruz  en  nuestras  dilatadas 
Pampas,  sobre  magnificos  alazanes  de  raza,  cabalgados  por 
nuestra  juventud,  brillante  entonces  de  ánimo  y  de  saludí 
tras  bandadas  de  avestruces,  boleando  ñanduces,  al  correr  de 
los  corceles.  Boleando!  ¿Por  qué  nó  ?  Ya  pudieran  los 
gringos,  mas  «que  aguantarse  un  par  de  corcobos»,  rebo- 
lear  sobre  sus  rubias  cabezas  los  libes,  y  de  dos  vueltas  pren- 
dérselos al  ave  mañera  (que  á  un  potro  serían  palabras 
maj'ores)  como  ya  la  caracteriza  Muñiz,  que  se  tiende  de 
costado,  en  la  rapidez  de  la  fuga,  y  avanzando  el  ala  con 
inimitable  arte  y  gracia,  sale  en  ángulo  recto,  desviándose 
de  la  dirección  que  llevaba,  y  dejando  á  mi  gringo  que  vaya 
á  sujetar,  á  una  cuadra  de  distancia,  el  pingo  indócil  al 
bocado  como  no  lo  es  un  flete  de  la  Pampa  al  freno  mular 
que  no  se  anda  con  chicas.  Gracias  á  que  cabalgará  un 
mestizo,  que  de  su  madre  la  yegua  criolla  traerá  el  instinto 
de  tenderse  igualmente  hacia  el  lado  y  en  el  ángulo  que  des- 
cribe el  fugaz  avestruz.  Es  lástima  que  los  Casteces,  los 
Castro,  y  tantos  otros  campeones  de  la  vieja  escuela  de 
equitación  argentina  vayan  llegando  á  la  época  del  desen- 
canto,  sucedíéndoles  una  generación  de  dandys  y  cox  conib^ 
de  á  pié,  ó  de  carruaje,  sino  los  grandes  juegos  hípicos,  las 
boleadas  de  sus  buenos  tiempos,  serian  todavía  el  orgullo 
de  nuestros  jinetes,  con  lo  que  tendríamos  la  adopción  por 
completo  de  los  usos  británicos,  cuyos  gentlemen  corren,  es 
verdad,  salvando  cercas  y  saltando  zanjas,  tras  de  un  zorro 
de  cartón,  ó  cosa  parecida,  pues  estando  á  punto  de  estin- 
guirse  la  raza  en  las  isla  que  ha  visto  estinguirse  los  lobos, 
conservan  en  las  mansiones  señoriales  un  zorro  doméstico, 
y  que  después  deservir  para  una  cacería,  lo  guardan  á  fin 
de  que  vuelva  á  servir  en  otras  sucesivas. 

Y  para  que  el  diablo  no  se  ria  de  la  mentira,  y  porque 
no  habrá  de  repetirse  de  nuevo  la  hazaña,  ni  habrá  en  ade- 
lante ocasión  de  traerla  á  cuento,  consignaré  aquí  un  caso 
ocurrido  recientemente  en  A.ustralia,  donde  como  en  Ingla- 
terra hay  día  designado  para  abrirse  la  caza.  Habíase  dado 
cita  una  banda  de  jóvenes  en  una  pequeña  aldea,  para  de 
allí  lanzarse  al  día  siguiente  á  la  caza,  en  los  vecinos  cam- 


FKANCCSCO   J.    MUÑIZ  87 

pos.  Ya  enjaezados  con  los  arreos  de  gala  peculiares  á 
aquel  sport,  cargaban  sus  escopetas,  ajustaban  sus  botines 
y  polainas,  cuando  entra  desalado  el  mozo  del  hotel,  di- 
ciendo: una  liebre!  y  señalando  hacia  el  lado  donde  la 
dejaba.  Esto  si  que  era  salirles  la  liebre  al  atajo!  Corren 
todos  los  novicios  cazadores,  y  tanta  prisa  se  dan  por  te- 
ner el  honor  de  ponerla  patas  arriba,  que  ningún  tiro 
le  aciertan,  y  la  liebre  se  deja  estar  tranquila  contemplán- 
dolos con  la  mayor  indiferencia.  Míranse  los  unos  á  los 
otros,  asombrados  de  tan  inusitado  proceder  entre  liebres, 
«uando  acercándose  uno  de  los  cazadores  á  distancia  poco 
respetuosa,  la  liebre  indignada  saca  una  pistola,  le  desa- 
rraja  el  tiro  á  boca  de  jarro,  y  acaso  por  la  emoción  tampoco 
le  acierta,  lo  que  evitó  felizmente  efusión  de  sangre  de 
una  y  otra  parte;  y  hubiéranse  dado  las  manos  y  quedados 
tan  amigos  como  de  antes,  si  la  liebre  por  razones  que 
no  se  dignó  esponer,  no  hubiese  preferido  tomar  el  por- 
tante. 

El  hecho  es  auténtico  é  histórico;  y  siendo  como  es  de 
suponer  el  asunto  del  día  en  el  teatro  de  tan  singular  su- 
ceso, dióse  al  fin  con  la  esplicacion  del  fenómeno.  Una 
compañía *d9  prestidigitadores  pasaba  á  lazazon,  y  el  Her- 
mann  que  la  dirigía  había  adiestrado  una  liebre,  entre  otros 
animales  savants,  á  disparar  en  las  tablas,  un  tiro,  proba- 
blemente vestido  de  militar  (él  ó  ella),  y  el  mozo  del  hotel 
se  la  había  procurado  para  hacerles  aquella  mala  pasada 
á  los  jóvenes  nemrods  cuidando  de  sacar  á  la  carga  de  las  ca- 
rabinas todo  misil  mortífero. 

Así  poco  mas  ó  menos  es'  por  cierto  la  caza  del  zorro 
manso  de  Inglaterra,  desprovista  de  la  gracia  de  la  de! 
avestruz,  con  sus  gambetas,  sus  tendidas  de  alas,  cambios 
de  rumbos,  y  astucias.  Porque  aun  en  esto  viene  errada  la 
tradición  que  siguió  M.  Buffon,  acreditando  el  estúpido 
cuento  árabe  de  que  viéndose  perdido  el  avestruz,  en  la 
persecución,  entierra  el  pico  en  la  arena,  creyendo  con  no 
ver  él,  que  no  lo  ven  á  él  los  otros.  Esto  lo  hacemos  nos- 
otros, en  política  sobre  todo,  de  donde  viene  el  decir,  «es- 
conde la  pata  que  se  te  ve!»,  que  le  están  diciendo  los  dia- 
rios todos  los  días  al  gobierno,  en  materia  de  elecciones 
y  otros  enredos. 

Por    el  contrario  el   ñandú    si  encuentra    delante  de  si 


OBRAS   DE    SARMIENTO 


un  médano  y  logra  distanciar  á  sus  adversarios,  lo  sube,  y 
por  poco  que  encuentre  pajonales  altos  del  lado  opuesto, 
se  desvia,  siguiéndolos  de  soslayo  para  esconderse;  de  tal 
manera  que  si  ofrece  bajada  el  médano  hacia  el  mismo 
lado  de  donde  viene  la  corrida,  lo  rodea  y  va  á  salir  en  di- 
rección opuesta  al  lado  á  donde  van,  dejando  burlados  y 
sin  rumbo  á  los  perseguidores. 

De  la  gracia  infinita  de  los  movimientos  circunflejos  á 
que  ayuda  el  uso  de  las  largas  alas  como  velamen  ó  timón, 
he  presenciado  escenas  de  que  Muñiz  no  pudo  tener  idea, 
por  no  haber  ñandiies  en  grande  escala  domesticados  en 
su  tieíTipo.  En  la  comisión  recibida  de  la  Sociedad  Protec- 
tora de  los  Animales  para  gestionar  en  Santa  Fe,  el  cumpli- 
miento de  nuestras  antiguas  leyes  prohibitivas  de  corridas 
de  toros,  llenado  satisfactoriamente  el  objeto,  y  teniendo 
algunos  días  por  delante  hube  de  aceptar  gustosísimo  la 
amistosa  invitación  de  los  señores  Casado  y  Leguizamon 
para  visitar  sus  respectivas  colonias.  El  señor  Leguiza- 
mon tenía  en  su  estancia  cría  de  avestruces,  y  como  en  las 
cabras  de  Córdoba,  la  esperiencia  aconseja  tener  reunidos 
los  polluelos  en  rededor  de  las  casas,  á  fin  sin  duda  de 
precaverlos  de  accidentes.  Había  reunidos  mas  de  sesenta 
polluelos  grandulones,  listos,  y  bien  emplumados  ya,  y 
sea  que  les  causase  novedad  la  presencia  de  un  estranjero, 
ó  que  estuviesen  de  buen  humor,  noté  que  principió  de  un 
lado  y  se  comunicó  al  rededor  mío  á  todo  el  chiquero  (de 
chico)  un  furor  de  correr  y  de  hacer  gambetas  y  tendidas 
de  alas  para  girar  en  círculo,  que  mostraba  una  especie  de 
locos  ó  de  histericados,  de  tenerme  absorto,  alucinado  con 
espectáculo  tan  bello.  Duró  casi  media  hora,  y  creo  que 
animal  ninguno,  ni  los  cabritillos,  ni  las  bailarinas  de  la 
Opera,  sean  capaces  de  desplegar  tanta  gracia  de  movi- 
mientos; tendiendo  los  cuellos  y  sentando  de  golpe  la  ca- 
rrera, mediante  una  ala  tendida  para  equilibrarse  y  sa- 
liendo á  escape  en  dirección  opuesta.  Sus  plumas  alboro- 
tadas y  desparpajadas  parecían  espuma  de  agua  que  hierve 
á  borbotones,  ó  velas  que  estiende  la  maniobra,  ó  pañuelos 
en  los  bailecitos  americanos  para  recogerse  de  nuevo  cual 
mariposas  que  suprimen  ó  dilatan  sus  brillantes  alas. 

Esta  salameria  me  trajo  á  la  memoria  la  fantasía  árabe, 
lengua  que  nos  ha  dejado   la  palabra,  aunque   la  cosa  ha 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  89 

desaparecido.  La  fantasía  es  la  recepción  que  los  ginetes 
de  un  aduar  ó  de  una  tienda  árabe  hacen  en  el  desierto  á 
la  persona  á  quien  quieren  dar  la  bienvenida.  Salen  á  re- 
cibirla á  caballo  los  varones  á  cierta  distancia,  y  la  saludan 
con  disparos  de  sus  largas  escopetas,  rayándolos  caballos» 
saliendo  á  escape  mientras  cargan  de  nuevo,  para  volver 
corriendo  á  disparar  nuevos  tiros  casi  alas  orejas  del  ca- 
ballo que  monta  el  favorecido.  Cuando  los  ginetes  son  nu- 
merosos se  deja  comprender  la  novedad  y  ei  brillo  del 
espectáculo,  pues  á  cada  revuelta  y  durante  la  carrera,  los 
albornoces  blancos  se  estienden  al  aire,  inflados  como  ve- 
las latinas  ó  juanetes  de  goletas^  mientras  que  el  humo, 
las  detonaciones,  el  polvo  y  los  aleluyas  ó  ayuyu  de  bienve- 
nida hacen  escenas,  que  con  el  peligro  de  las  caídas,  llega 
á  ser  impresiva. 

¿No  habrán  tomado  de  los  avestruces  los  árabes  la  fanta- 
sía, pues  yo  la  he  visto  original  como  la  describo?  La  imi- 
tación de  la  naturaleza  es  nuestra  dote  á  veces  civilizadora, 
testigo  los  vestidos  de  cola  de  nuestras  damas,  que  son  imi- 
tación del  magnífico  aditamento  del  pavo  real,  lo  que  nada 
quita  á  su  majestad  y  á  la  elegancia  de  los  movimientos 
verdaderarftente  regios  que  el  llevarla  provoca  en  nuestras 
pavitas. 

Perdimos  con  los  árabes  la  fantasia  como  gimnástica,  pero 
quedó  por  estos  pasados  siglos  en  América,  su  tradición 
con  el  juego  de  tirar  al  pato,  que  también  ha  desaparecido, 
ó  va  camino  de  estinguirse  en  la  molicie  de  nuestras  mo- 
dernas costumbres.  Dábanse  cita  los  mas  bien  cabalgados 
caballeros  y  mejores  ginetes  para  ostentar  su  destreza  y 
elegancia  en  el  manejo  del  caballo,  y  llevando  uno  un  pato 
tomado  de  las  patas,  corriendo  en  círculo,  seguíanle  otros 
diez  ó  doce  á  un  tiempo  para  arrebatárselo.  Fórmese  idea 
el  que  pueda  sin  haberlo  visto,  del  peligro  de  las  volcadas, 
del  terror  de  los  encuentros,  de  rodar  unos  sobre  otros  gi- 
netes, con  caballo  y  todo,  y  de  la  destreza  y  corage  para 
dejarlos  á  todos  burlados  el  campeón,  rayando  brusca- 
mente el  caballo  para  dejar  pasar  á  los  perseguidores,  y 
rebrousser  chemin,  si  ese  era  el  giro  indicado. 

Oh!  restablezcamos  las  corridas  de  avestruces  en  las 
estancias  como  las  de  Unzué,  Cano,  Luro,  Pereira,  Muñiz, 
en  campos   como  los   vecinos  de  la  Mar   del    Plata,  ó  las 


^0  OBRAS    DE    SAUMIEN'IO 

Lagunas  de  Gómez,  y  otros  lugares  pintorescos,  y  nues- 
tras costumbres  recuperarán  su  antigua  bizarría.  No  la 
echemos  de  civilizados,  nada  mas  que  por  ser  gomosos 
(léase  poltrones),  pues  hasta  las  naciones  sucumben, 
cuando  las  facultades  físicas  no  se  desarrollan  á  la  par 
de   las  intelectuales. 

LAS     BOLEADORAS 

Tiene  un  particular  interés  la  conservación  del  uso  de 
las  bolas,  como  misel  entre  nosotros,  y  mayormente  apli- 
cado á  la  caza  del  avestruz  ó  ñandú,  que  quiero  hacer 
notar    aquí. 

Las  boleadoras,  el  avestruz  y  la  Pampa,  tienen  entre  si 
tan  íntima  relación,  que  suprimido  uno  de  estos  factores 
quedan   suprimidos  los  otros  dos. 

Si  la  Pampa  estuviese  cubierta  de  bosques,  aun  mato- 
rral, el  ejercicio  franco  dei  tiro  sería  perdido.  Esta  in- 
vención del  hombre  prehistórico  es  esclusiva  de  la  Pampa, 
como  el  womerang  lo  es  de  la  Australia.  La  primitiva 
embarcación  es  un  tronco  que  flota  y  desciende  los  ríos, 
sobre  el  cual  se  asientan  pájaros.  Cada  región  ó  raza 
humana  tiene  su  embarcación  especial,  lo  que  prueba  que 
es  local  la  invención.  Sin  embargo,  en  las  costas  del 
Pacífico  la  piragua  se  compone  de  dos  bolsas  de  lobo 
sopladas  y  pareadas.  El  arco  y  la  flecha  son  armas  uni- 
versales en  América,  Asia,  África  y  Europa;  la  pagalla,  ó  el 
dardo  arrojadizo  es  de  todos  los  países;  pero  aun  así  no 
son  armas  primitivas,  ni  aun  las  piedras  como  armas 
arrojadizas,  pues  cuesta  mucho  estudio  á  los  niños  ai»ren- 
der  á  dirigirlas.  Desgraciada  aquella  de  nuestras  dami- 
selas que  contase  salvar  de  una  agresión  con  arrojarle 
una  piedra  al  agresor,  le  saldría  el  tiro  hacia  un  lado, 
infaliblemente, 

Y  bien,  las  boleadoras  ó  los  libes  son  invención  de  nues- 
tros antecesores  prehistóricos,  impuesta  por  la  necesidad, 
•cuando  ya  el  hombre  se  habría  adiestrado  á  arrojar  piedras 
á  los  animales  ó  á  sus  enemigos. 

Los  (juerandis,  indiada  de  estas  pampas,  usaban  las 
bolas  en  los  días  de  la  conquista,  descrii)tas  por  Ramírez 
<íomo   «globos  de  piedra   redondos   y   del  tamaño    de    un 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  91 

puño,  atados  á  una  cuerda  que  los  guía,  los  lanzan  con 
tanta  seguridad  que  jamás  erran  (Citado  por  Ameghino). 
El  padre  Lozano  estiende  su  uso,  á  la  Banda  Oriental, 
y  cosa  rara  y  significativa,  Azara  niega  el  hecho.  «Ni  les 
hacían  ventaja  los  avestruces,  dice  Lozano,  para  cuya  caza 
usaban  las  bolas  de  piedra,  no  solo  para  enredarlos  y  dete- 
nerlos, sino  para  herirlos  en  la  cabe::a,  en  que  son  tan 
certeros,  que  poniéndoseles  á  competente  distancia  no  erra- 
ban  tiro».    Confunde  instrumentos  distintos. 

Pero  es  el  caso  que  no  hay  piedras  en  la  pampa;  y  solo 
pudo  el  habitante  de  esta  dilatada  planicie  procurárselas, 
por  el  comercio,  ó  de  las  sierras  de  Córdoba  ó  de  la  Venta- 
na, y  debió  ingeniarse  para  recojer  la  piedra  misma  que 
tiró,  desmintiendo  el  adagio  «piedra  suelta  no  tiene 
vuelta».  En  este  país  todo  tiene  vuelta,  hasta  las  palabras. 
La  bola  solitaria  que  el  indio  maneja  para  quebrar  el  crá- 
neo, conservándola  en  su  poder  por  medio  de  una  cuerda, 
pertenece  á  la  misma  familia.  Los  instrumentos  que  de 
piedras  se  labraron  los  hombres  primitivos,  los  proveía  el 
silex  ó  pedernal,  y  otras  piedras  duras  como  la  obsidiana. 
El  señor  Ameghino  que  posee  el  mas  rico  arsenal  de  armas 
y  de  instrumentos  de  pedernal  de  nuestros  indios,  nos 
hacía  notar  la  pequenez  de  los  instrumentos,  cuchillos,  ras- 
padores, agujereadores,  etc.,  debido,  decía,  á  la  escasez  de 
la  materia  prima,  pues  han  tenido  que  procurarse  de  Mon- 
tevideo ó  Entre-Ríos  los  ñ'agmentos  de  pedernal  en  que  las 
han  tallado.  Los  señores  Zavalla,  afincados  á  la  orilla  de 
la  Mar  Chiquita,  debiendo  procurarse  arena  para  proveer 
á  las  obras  de  ferro-carriles,  tuvieron  la  escelente  idea  de 
encargar  á  los  trabajadores  apartasen  los  fragmentos  de 
roca  que  encontrasen,  ú  otros  objetos  del  arte  humano. 
Pobrísima  y  poco  variada  es  la  cosecha  de  pedernales  obte- 
nidos de  las  orillas  del  lago.  Una  libra  de  los  que  nos 
cedieron  como  muestra  la  componen  pequeños  fragmentos 
de  cuarzo  blanco  sin  escepcion,  la  mayor  parte  tallados 
en  forma  de  dardo  de  flecha,  alcanzando  poquísimos  á  una 
pulgada  y  el  resto  sin  formas,  y  como  desechos  del  mismo 
pedernal,  pero  que  parecen  conservados  como  cosa  preciosa. 
Supongo  que  sea  muy  reciente  la  mansión  de  indios,  por 
ser  como  se  cree,  moderna  la  aglomeración  de  aguas  que 
ha  formado  aquella  gran   laguna;  pero  en  todo  caso  es  de 


93  OBRAS    UK   SAHMiKMO 

laQientar  la  escasez  de  instrumentos  de  aquellas  indiadas, 
pues  no  se  descubren  otros  utensilios  que  aquellas  dimi- 
nutas puntas  de  pedernal. 

El  señor  Ameghino,  oriundo  de  las  poblaciones  del  país 
clásico  de  los  fósiles,  cuya  fauna  ha  emprendido  clasiñcar,^ 
ha  coleccionado  un  grande  arsenal  de  instrumentos  de  los 
indios  primitivos,  con  lo  que  tendremos  la  historia  de  su& 
artes  y  de  sus  progresos.  Suya  es  la  esplicacion  del  por 
qué  de  las  boleadoras,  como  misil,  como  es  nuestra  su 
adaptación  especial  á  las  condiciones  de  la  Pampa,  equivo- 
cándose á  nuestro  juicio  en  querer  generalizarlas  á  otros 
pueblos,  pues  ni  en  Chile  se  usaron  ni  se  usan  boleadoras 
á  causa  del  bosque  y  la  abundancia  de  piedras. 

El  uso  de  las  boleadoras  requiere,  como  las  armas  mas 
civilizadas,  prolongado  ejercicio,  para  hacer  certero  el  misil. 
La  esgrima  robustece  la  musculatura  y  dá  rapidez  á  la 
mirada,  y  el  ejercicio  de  bolear  produce  el  mismo  resultado 
á  mayores  distancias,  y  sin  peligro  de  efusión  de  sangre. 
Los  niños  en  las  campañas  se  adiestran  diariamente  en  el 
manejo  de  esta  arma  verdaderamente  nacional,  y  aun  en 
las  ciudades  era  practicado  su  ejercicio,  sirviéndose  de  un 
palenque  para  blanco,  pues  no  es  así  no  mas  que  el  poco 
ejercitado  ha  de  lograr  desde  distancia  adecuada  envolverlo 
con  las  bolas. 

En  el  interior  se  hacia  la  caza  de  huanacos  y  vicuñas  con 
libes  mas  pequeños,  y  los  niños  de  las  ciudades,  llegado  el 
invierno,  construyen  en  moldes  de  greda  que  ellos  mismos 
saben  construirlo  que  llaman  bolitas,  y  es  un  cono  de  plomo 
á  guisa  de  campánula,  perforado  por  el  centro,  para  asirlo- 
á  las  torcidas  de  crin  que  las  unen  entre  sí,  con  una  tira  de- 
paño lacre  en  el  centro  para  descubrir  su  paradero  cuando 
han  sido  lanzadas  á  la  distancia.  Prestábanse  al  ejercicio 
del  arte,  bandadas  de  cuervos  que  dejaban  acercarse  á  los. 
que  los  espantaban  y  era  alarde  de  los  rapaces  cortarles- 
ai  vuelo  una  ala  con  la  cuerda  de  las  bolas  y  ver  caer  ala 
y  cuervo  á  sus  pié?,  amen  de  teruteros,  loros,  íbiñas  y  otros 
pájaros  aunque  en  ocasiones  mas  raras.  Dábanse  cita  los 
jueves  por  la  tarde  los  niños  de  escuela  en  un  potrero  para 
revolear^  justa  en  que  alguno  lanzaba  las  bolas  al  aire,  y  los 
demás  debían  cazarlas  con  las  suyas,  sucediendo  no  pocas 
veces  que  cuatro  pares  se  cruzaban  con  las  mantenedoras  y 


FRANCIOCO   J.     MUÑIZ  93 

■caían  echas  el  nudo  gordiano,  tan  enredadas  entre  sí,  que 
era  mejor  sacrificar  las  bellas  torcidas  de  crin,  antes  que 
<.iesenmarañar  el  enredo. 

La  Pampa  no  se  se  cubrirá  de  árboles  en  siglos  y  los 
avestruces  abundarán  siempre,  porque  se  les  cuida  y  con- 
serva. Faltará  solo  el  ginete  que  revolee  las  boleadoras  y 
persiga  á  través  de  los  campos,  la  esquiva  y  artera  tropiya 
de  ñanduces,  gambeteando  y  tendiendo  las  alas  para  esca- 
par al  tiro. 

En  los  Hipódromos  queda  el  ancho  espacio  que  guarda 
por  el  interior  la  cancha  ovalada.  La  del  Parque  de  Pa- 
lermo  es  espaciosa,  y  si  quiera  por  verlo  una  vez  para 
mostrarles  á  los  misteques  una  corrida  de  avestruces,  po- 
drían obtenerse  cincuenta,  y  lanzarlos  en  aquella  magnífi- 
ca plaza! 

Todavía  me  temo  que  las  corridas  de  toros  se  introduz- 
can entre  nosotros  por  los  poltrones  que  se  divierten  á 
bragas  enjutas. 

Las  de  avestruces  por  lo  menos  son  nobles,  y  manten- 
drán la  destreza  y  gallardía  del  ginete,  sin  sangre  ni 
brutalidades. 

Vereríios  que  ventajas  obtiene  la  España  en  la  guerra 
con  Alemania  de  poseer  valientes  y  diestros  chulos  y  to- 
reros!   ¿Van  á  ponerle  dos  buenas  á  un  prusiano? 

Cosa  singular!  las  boleadoras  manejadas  por  hábiles 
tiradores  han  figurado  en  la  historia  argentina,  retardando 
tres  veces  los  progresos  de  la  ocupación  cristiana,  ó  ha- 
ciendo prevalecer  las  resistencias  indígenas  contra  un  ma- 
j'or  grado  de  cultura,  como  todo  lo  que  es  criollitol  El 
fundador  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires,  el  General  Men- 
doza fué  capturado,  según  lo  trae  el  doctor  Muñiz,  por  los 
indios  salvajes,  maniatándole  el  caballo  durante  el  combate 
y  dándole  muerte. 

La  tradición  no  olvida  la  memoria  del  célebre  coronel 
Hauch,  alemán,  que  al  mando  de  sus  húsares,  no  contento 
con  rechazar  á  los  indios  del  territorio  cristiano,  se  trasla- 
daba á  sus  tolderías  á  imponerles  terrible  castigo  por  sus 
depredaciones,  rescatando  los  cautivos.  Rauch,  el  temible 
y  movible  guardián  de  la  frontera  fué  boleado  por  monto- 
neras de  gauchos  é  indios,  y  murió  asesinado  después  de 


94  OBRAS   DE   SARMIENTO 

caído,  y  liarlo  con  los  libes,  los  que  no  se  habrían  atre- 
vido á  mirarlo  cara  á  cara  en  sus  tiempos  gloriosos. 

Pero  el  hecho  mas  extraordinario  producido  por  este 
misil  pampeano,  ocurrió  en  Córdoba  en  1831,  dejando  esté- 
riles tres  victorias  anteriores  del  General  Paz,  en  el  acto  de 
emprender  con  escelentes  tropas,  su  campaña  final  contra 
el  gobierno  de  caudillos  que  solo  quedaba  en  Santa  Fé  y 
Buenos  Aires,  estando  toda  la  República  organizada  ya  y 
pronta  á  reconstituir  el  gobierno  nacional,  bajo  institucio- 
nes regulares,  de  conformidad  con  los  principios  y  prácticas 
de  las- naciones  civilizadas. 

Causa  tan  noble  estaba  confiada  al  General  mas  hábil  y 
científico  que  las  guerras  de  la  Independencia  y  del  Brasil 
nos  habían  legado;  y  los  que  estuvieron  mas  tarde  en  su 
intimidad  como  el  que  esto  escribe,  oyeron  de  sus  propios 
labios  que  tenía  la  mas  completa  confianza  en  el  éxito  final 
de  la  campaña,  dados  los  elementos  de  guerra  que  había 
reunido  y  el  valor  moral  de  sus  soldados.  Un  tiro  de  bolas 
bastó  empero  para  prolongar  veinte  años  mas  la  guerra 
civil,  dando  tiempo  á  que  se  desenvolviese  el  sistema  de 
sangre  y  de  crímenes  que  desoló  al  país,  hasta  que  en  Case- 
ros vi.no  á  remediarse  el  estrago  causado  por  aquel  singular 
accidente  de  la  vida  argentina. 

Hecho  tan  notable,  y  tan  contra  las  buenas  reglas  que 
preservan  al  general  en  jefe  de  percances  fortuitos,  debe 
recordarse,  y  aquí  tiene  su  lugar  el  relato,  ya  que  hablamos 
del  instrumento  mismo. 

Avanzaba  el  ejército  del  General  Paz  en  orden  regular, 
cuando  se  tuvo  noticia  de  la  j)roximidad  de  montoneras  de 
Santa  Fé,  hacia  el  frente,  y  pudiera  ser  emanados  de  cen- 
tros que  quedarían  al  Este,  y  por  tanto  incomodando  por  el 
flanco  al  ejército  en  marcha  hacia  Buenos  Aires.  Las  monto- 
neras de  Santa  Fé  acaudilladas  por  López  desde  los  prime- 
ros tiempos  de  la  revolución,  eran  un  factor  muy  principal 
en  la  campaña,  y  el  General  en  Jefe  se  propuso  examinar  á 
fondo  su  número  y  carácter.  Al  efecto,  y  esto  esplica  todo 
el  misterio,  había  hecho  disfrazar  de  gauchos  una  partida 
de  soldados  de  línea  que  debían  con  jefe  entendido  ir  á  la 
descubierta,  sin  alarmar  desde  lejos  á  los  montoneros,  que 
disciernen  de  á  leguas  el  porte  especial  del  soldado  de  línea, 
sucediéndonos  en  las  calles  de  Santiago  de  Chile  en  1842 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  95 

reconocer  en  ginetes,  desde  la  distancia,  antiguos  oficiales 
retirados  del  ejército  de  los  Andes,  y  señalarlos. 

El  General  Paz  se  había  trasladado  á  la  vanguardia  á  es- 
perar el  regreso  de  sus  emisarios,  cuando  se  vio  venir  una 
partida  de  montoneros  en  la  dirección  que  él  ocupaba.  Su 
ayudante  que  no  estaba  en  el  secreto,  le  dijo,  señor,  son 
enemigos,  de  lo  que  el  General  se  desentendió,  creyéndose 
mejor  informado;  repitióle  la  misma  admonición  el  ayu- 
dante, cuando  estuviera  cerca,  y  el  General  no  volvió  de  su 
error,  sino  cuando  los  tenía  encima.  El  ejército  estaba  em- 
pero á  algunos  cientos  de  pasos  á  retaguardia  y  podía  oirse 
el  rumor  de  los  soldados.  Otro  incidente  del  terreno  produjo 
nuevo  error  irreparable,  origen  de  la  catástrofe.  Un  monte- 
cillo  de  chañares  ó  algarrobos  acababa  en  punta  en  el  lugar 
de  la  escena,  lo  que  los  paisanos  llaman  una  ceja  de  monte. 
El  General  tratando  de  huir  tomó  el  lado  de  afuera  de  dicha 
ceja,  sin  reparar  que  era  en  forma  de  cuña,  de  manera  que 
cuanto  mas  avanzaba  mas  se  separaba  del  campamento,  sin 
poder  atravezar  el  bosque,  una  vez  conocido  el  error. 

El  mismo  orden  de  plantación,  diremos  así,  estorbó  que 
un  vapor  de  doble  quilla  que  trasportaba  un  escuadrón  de. 
caballería  con  sus  caballos,  y  medio  batallón  de  infantería 
tomase  á  López  Jordán  en  el  puerto  de  Hernandarias,  á 
donde  había  venido  con  una  escolta,  en  procura  de  un  pro- 
metido armamento.  La  espedicion  desembarcó  á  la  cabe- 
cera de  un  monte,  del  lado  opuesto  á  la  entrada,  por  pre- 
caución y  cautela;  pero  como  el  bosque  asumía  la  forma  de 
cuña,  perdieron  la  noche  en  andar  y  desandar,  y  el  golpe 
se  malogró. 

¿Qué  son  pues  las  boleadores  que  tan  singulares  efecto» 
han  producido?  ¿Sabémoslo  nosotros  mismos  ni  el  público 
en  general?  ni  encontraría  el  escritor  europeo,  un  autor 
que  le  describa  este  instrumento  único  en  su  género,  pues 
como  lo  hemos  demostrado  es  invención  pampeana,  suje- 
rida  por  la  escasez  de  piedras.  El  Coronel  Muñiz  en  las 
notas  con  que  ha  aclarado  el  testo  de  su  estudio  sobre  la 
vaca  ñata  les  consagra  un  capítulo,  y  no  he  de  ser  yo  quien 
lo  suprima,  admirando  por  el  contrario  esta  prolijidad  de 
conservar  por  lo  escrito,  la  descripción  de  las  cosas  vulgares 
hoy  de  la  Pampa;  pero  que  pueden  tener  un  valor  histórico' 
ó  tradicional,  como  sucede  en  efecto  con  las  bolas. 


96  OBRAS    DK   SARMIENTO 

«Bolas  de  potro»  dice,  son  tres  piedras  gruesas  como  el 
puño,  forradas  en  cuero,  y  atadas  á  un  centro  común,  con 
fuertes  cuerdas  de  lo  mismo,  de  mas  de  una  vara.  Las  usan 
tomando  lamas  pequeña,  que  llaman  manija;  y  haciendo 
girar  sobre  la  cabeza  las  otras  dos  voladoras  las  despiden  á 
las  patas  del  caballo  ó  vaca  que  quieren  enredar.  Debe 
existir  cierta  relación  entre  el  peso  de  la  manija,  y  el  ma- 
yor de  las  voladoras  que  deben  ser  iguales  entre  sí,  sin  esta 
circunstancia  al  arrojar  las  bolas,  las  voladoras  arrastrarían 
sin  contrapeso  á  la  manija,  lo  que  perjudicaría  á  la  seguri- 
dad y  buen  efecto  del  tiro El  lado  de  la  manija  es  un 

poco  mas  corto  que  las  voladoras,  peso  de  éstas;  seis  á  ©cho 
onzas,  según  la  fuerza  del  brazo. 

«Los  tiros  de  bolas  se  distinguen  en  tiro  de  tres  vueltas 
que  es  el  mas  largo  que  puede  hacer  un  hombre,  probable- 
mente á  la  distancia  de  veinte  varas.  Un  tiro  mas  largo  es 
un  tiro  de  azar.  El  de  dos  vueltas  es  el  regular  de  quince 
varas  mas  ó  menos.  El  de  una  vuelta  que  comprende  la 
mitad  de  este  tiro,  y  todavía  se  puede  llamar  tiro  de  media 
vuelta  aquel  en  que  se  pilla  tan  cerca  el  animal  que  poco 
hay  que  revolear  para  enredarlo  con  las  bolas.  Esto  se  lla- 
ma tomar  el  animal  bajo  el  freno.  (Las  bolas  que  han  de 
usarse  para  avestruces,  ciervos,  guanacos,  pueden  ser  de 
menos  peso,  si  se  quiere  evitar  fracturas  con  el  golpe  de  la 
bola.  En  este  caso  pueden  ser  de  plomo).» 

Últimamente,  y  para  completar  las  notables  observacio- 
nes de  Muñiz,  debe  tenerse  presente  que  es  difícil  salvar  al 
caballo  de  la  acción  de  las  bolas,  cuando  vienen  lanzadas 
por  mano  hábil.  Hemos  visto  maniatar  á  un  sargento, 
tomándolo  del  costado  de  su  mitad,  ligando  en  un  terrible 
nudo  la  tercerola  que  tenía  en  la  mano,  el  cuerpo,  los 
brazos  y  la  rienda  del  caballo,  de  manera  que  quedándose 
este  parado,  el  cazador  de  hombre  pudo,  desmontándose, 
bajarlo  del  caballo  como  á  un  manequí,  quitarle  de  la  cin- 
tura el  sable,  y  desprenderle  la  carabina  antes  de  desenvol- 
verlo del  lío.  Los  mas  afamados  gauchos  al  decir  de  Muñiz 
tienden  el  poncho  estendido  hacia  atrás  del  caballo,  tomán- 
dole de  una  punta,  tendiéndose  ellos  en  la  fuga  á  todo  es- 
cape, sobre  el  anca  del  caballo,  de  espaldas,  á  fin  de  alejar 
mas  y  mas  el  poncho  para  que  las  bolas  se  enrienden  en  élt 
antes  de   tocar  al   animal.    En  la  retirada  de   la  dispersa 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  97 

•caballería  después  de  Cepeda,  los  mayordomos  que  acom- 
pañaban al  rico  estanciero  Cascallares,  venían  en  pos,  re- 
voleando los  lazos,  con  el  mismo  fin  de  detener  las  bolas  al 
paso,  pero  no  llegaron  los  enemigos  á  ponerse  á  tiro  de 
lanzarlas. 

La  domesticación  del  avestruz  es  ya  un  hecho  conquista- 
do, y  sería  gloria  argentina  esclusiva  el  haber  añadido  un 
animal  mas  puesto  al  servicio  del  hombre,  si  al  mismo 
tiempo  y  con  mas  producto  no  hubiese  sido  sometido  el 
avestruz  de  África,  que  ya  se  propaga  entre  nosotros  con  el 
uso  de  la  incubadora  artificial. 

Hay  ya  propietarios  que  poseen  dos  mil  cabezas  de  aves- 
truz nuestro,  y  en  menos  cantidad  siempre  creciente  se  les 
ve  en  los  terrenos  alambrados  regocijando  á  los  pasajeros 
al  pasar  los  trenes. 

Al  pasar  el  que  viene  de  la  ciudad  de  La  Plata  por  la 
estancia  de  Pereira,  una  tropilla  de  veinte  avestruces  acertó 
á  estar  al  paso.  Gustóles  la  gracia,  y  se  echaron  á  correr 
con  el  tren,  levantadas  las  cuarenta  alas  al  aire,  gambe- 
teando, hasta  darse  por  vencidos,  con  el  aplauso  de  los 
pasajeros,  ajBomados  por  las  ventanillas. 

Cuando  la  producción  de  huevos  exceda  á  la  demanda 
para  aumentarlas  crías,  se  venderán  por  millares  en  nues- 
tro marcado  para  proveer  á  fritangas  y  tortillas  monstruos. 

Sin  eso  ya  hemos  enriquecido  con  un  nuevo  animal 
doméstico  al  mundo,  para  proveer  de  un  nuevo  comestible 
al  hombre. 

Llámale  Cabiay  el  «.Anuario  Científico  Industrial»  por  1864, 
al  que  nosotros  llamamos  Carpincho,  pues  que  dice  que 
se  le  encuentra  en  Buenos  Aires. 

«La  domesticación,  dice,  sería  á  lo  que  parece  una  esce- 
«  lente  adquisición  para  las  estancias  y  casas  de  campo, 
«  pues  no  demanda  mas  cuidados  que  un  conejo,  y  puede 
«  suministrar  tanta  carne  como  un  cordero. 

«  Su  forma  es  la  del  cerdo,  piel  rosada,  cubierta  de  pelos 
«  gruesos  color  canela.  Y  aunque  no  tenga  los  pies  pai- 
te meados  nada  bastante  bien,  manteniendo  el  hocico  fuera 
«  del  agua.  No  es  acuático  sin  embargo,  y  solo  se  echa  al 
«  agua  para  defenderse  de  sus  enemigos.»  Don  Marcos 
.Sastre,  crió  uno  en  su  casa  de  San  Fernando,  que  se  daba 

Tomo  xliu.— 7 


98  OBRAS   DE   SARMIENTO 

mucho  con  los  niños  y  jugaba  con  ellos.  Una  vez  robado, 
se  escapó  y  volvió  á  su  casa.  La  carne  es  escelente,  y  en 
una  fiesta  veneciana  tenida  en  el  Carapachay  todo  el 
High-Life,  gustó  en  general  de  un  enorme  carpincho  asado, 
chupándose  los  dedos  las  damas  que  no  sabían  que  era 
carpincho,  y  relamiéndose  los  bigotes  lo>  machos  que  lo 
sabían. 

El  Parque  3  de  Febrero,  tiene  actualmente  un  cazal  de 
hermosos  carpinchos  enteramente  domesticados,  y  tanto 
que  tienen  tres  cachorros,  ó  lechones,  en  estado  y  edad  de 
ir  al  horno,  si  no  fuera  que  va  á  ensayarse  la  cria  regular 
y  propagación  de  tan  útil  y  sabroso  producto.  A.caso  sean 
las  islas  del  Paraná  su  patria,  escelente  terreno  acuático 
para  establecer  estancias  de  Carpinchos,  y  que  el  chasco  y 
sorpresa  de  la  no  olvidada  fiesta  veneciana  de  las  Islas,  á 
que  asistió  el  Presidente,  haya  llevado  la  fama  de  su  sabor 
á  jardines  de  aclimatación  de  Europa,  con  la  noticia  dada 
por  el  Anuario  citado.  La  ménagerie  de  Buenos  Aires  lo  ha 
ensayado  con  el  mayor  éxito,  como  lo  ven  los  millares  que 
visitan  el  Parque  3  de  Febrero,  donde  ya  ha  empezado 
la  cria. 

Otras  adquisiciones  podemos  hacer  como  hemos  ya  hecho 
la  del  ñandú  y  la  del  carpincho.  La  pampa  se  puebla  de 
árboles  con  dificultad  á  causa  de  la  abundancia  de  las  hor- 
migas que  los  persiguen  y  destruyen. 

Dios  creó  el  mundo,  y  las  hormigas  el  humus,  que  cubre 
de  una  tercia  la  superficie  de  la  tierra.  Sin  hormigas  no 
hay  agricultura  ni  civilización.  Tiene  este  reino  animal 
moderadores,  leones  y  tigres  que  contienen  á  los  herbí- 
voros de  apoderarse  del  suelo.     No  hay  enemigo  chico! 

El  oso  hormiguero  encargado  de  la  policía  de  las  hor- 
migas, su  boca  contiene  una  espada  flexible,  elástica, 
cubierta  de  un  pavón  viscoso  que  mete  en  los  hormigue- 
ros, y  recogiendo  el  instrumento  se  trae  consigo  un  hormi- 
guero entero.  Hoy  está  relegado  á  los  bosques  del  Chaco, 
tanto  lo  han  perseguido  los  conquistadores  del  suelo.  Cada 
estancia  debe  llamar  á  estos  proscriptos  al  seno  de  la  patria 
común. 

Todavía  queda  otro  animal  útilísimo  y  mandado  hacer  í^o; 
profeso  para  mantener  la  mecánica  animal.  Deshonra  y 
envilece  nuestra  horticultura,  la  multiplicación  del  gusano 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  99 

de  canasto,  bicho  indecente  que  hace  el  invierno  en  la  ca- 
nícula, despojando  la  vegetación  de  su  mas  bello  ornato, 
las  hojas..  El  caatí  ú  oso  lavandero  tiene  la  vocación  es- 
pecial de  almorzarse,  yendo  de  rama  en  rama,  en  un  san- 
tiamén, todos  los  gusanos  que  contienen  los  cestos  de  uno 
ó  dos  naranjos  infestados;  y  así  de  suíte  con  todos  los  árboles 
de  una  finca.  Abunda  en  Corrientes  y  le  llaman  los  na- 
turalistas lavandero  por  su  innata  propensión  de  lavarse 
la  cola.  Lo  hemos  visto  hacer  esta  operación  con  jabón, 
la  mano  de  oso  de  su  familia  aunque  pequeña  se  presta 
para  manejarlo. 

Otro  animal  doméstico  tiene  anunciado  la  fauna  de  la 
pampa  al  mundo  gastrónomo  para  el  siglo  veinte.  No  ha 
ensayado  la  naturaleza  forma  tan  jigantesca  como  la  de 
los  clyptodones  que  pudieron  llevar  el  peso  de  seis  hom- 
bres sobre  sus  lorigas,  ni  reducídolas  al  pichiciego  supervi- 
viente que  cabe  en  el  hueco  de  la  mano,  mediando  arma- 
dillo, peludos,  quirquincho  y  mataco,  nad¿^  mas  que  para 
que  se  admire  con  la  boca  abierta  su  inventiva  de  formas* 
estrañas,  sin  comérnoslos. 

Si  aun  kubiere  reyes  en  el  siglo  venidero  comerán  muli- 
tas en  sus  mesas  fastuosas,  criadas  en  vivares  como  los 
conejos.    Es  una  esperiencia  que  está  por  hacerse. 

D.  Augusto  Belin  Sarmiento  llevó  un  cazal  al  jardín  de 
plantas  de  Paris  para  su  propagación;  y  los  que  dan  de 
almorzar  á  estranjeros  transeúntes  deben  propinarle  una 
mulita  asada  en  la  cascara  y  pedirles  que  nos  den  des 
nouvelles.  La  jente  culterana  de  Buenos  Aires,  porque  eso 
de  culto  no  es  de  prodigarlo,  no  come  mulita  por  refina 
miento,  pues  que  M.  Charpentier  no  las  ha  reconocido 
cultas,  él,  que  sirve  rana  á  los  franceses,  y  no  diremos 
que    gato    por    liebre  á  sus    parroquianos. 

El  pavo  es  continjente  con  que  la  América  del  Norte 
contribuyó  al  regalo  de  la  mesa  del  hombre.  ¿Por  qué  la 
del  Sud,  no  proveería  el  mas  delicado  manjar  que  la  raza 
de  los  edentados  produce,  ya  que  descendida  de  las  colosa- 
les dimensiones  del  clyptodon,  se  reproduce  sin  limitación 
en  nuestros  campos? 

El  Parque  Tres  de  Febrero,  ó  la  menagerie  de  Palermo 
podrían  ensayar  su  domesticación. 


EL  ÑANDÚ  Ó  AVESTRUZ  AMERICANO 

Sumario:  Exterioridad  déla  especie.— Descripción  de  ua  Ñandú  adulto;  sus  senti- 
dos y  principales  órganos  internos.— Paralelo  entre  el  Ñandú  y  el  Avestruz 
Africano;  excelencia  de  aquel  en  velocidad  y  fortaleza.— Alimentación  del  Ñan- 
dú; pec\i\iairiá3ideíi  de  su  sistema  digestivo.— Generación,  proceso  incubativo; 
saca  y  cria;  enemigos  de  la  especie;  sagacidad  del  padre  y  sus  recursos  en  pro- 
tección de  la  prole.— Antecedentes  de  una  campería  en  las  Pampas  de  Buenos 
Aires;  libertad  y  posibilidad  de  cualquiera  para  emprenderla;  provisiones;  úni- 
cos medios  de  ejecución,  el  caballo  y  las  bolas;  su  manejo;  cerco  y  mal  juego 
en  él;  estratagemas  é  instinto  del  Ñandú  para  eludir  el  peligro;  medios  natu- 
rales con  que  lo  consigue;  perros  cazadores.— Naturaleza  de  la  carne  del  Ñan- 
dú; su  salubridad;  distintas  preparaciones  que  recibe,  y  las  que  dan  á  los  hue- 
vos; conducción  de  estos  á  la  distancia;  plumas;  toldos  ó  reparo  contra  la 
intemperie.— Domesticidad  del  Ñandú;  modo  de  conducirla;  su  ineptitud  para 
el  vuelo;  su  facultad  natatoria;  su  voz:  aprensiones  de  los  gauchos  á  campo  de- 
sierto.—Conclusión. 

EL   ÑANDÚ,  CHURÍ   Ó  AVESTRUZ  AMERICANO 

{Struthio  Americanus  de  Linneo .  Rhoea  Tuyuyú  de  Brisson) 
«Hemos  inquirido  con  el  mas  vivo  interés  la  historia 
completa  de  esta  ave  singulai%  sin  que  nuestro  empeño  fue- 
se hasta  hoy  gratificado  con  el  deseado  suceso.  El  mismo 
señor  de  Azara  fiel  y  juicioso  historiador  de  nuestros  ani- 
males y  de  los  del  Paraguay,  no  trae  sino  nociones  muy 
suscintas  sobre  ella.  El  artículo  que  consagra  á  esta  espe- 
cie la  Biblioteca  Americana  (tomo  1°,  página  162)  es  una  com- 
pilación, como  di^en  sus  sabios  autores,  en  cuanto  á  los 
caráteres  del  orden,  familia  y  género,  de  lo  que  han  escrito 
sobre  ella  Cuvier  (Régne animal),  Sannini  (Nouveaudiction.  d'liist. 
nat.\  Rammer  [Aun.  diimiis,  de  hist.nat.),  Azara  {Hist.de  las  aves 
del  Paraguay.  Los  redactores  de  la  Biblioteca  Americana 
hicieron  también  uso  de  noticias  comunicadas  por  perso- 
nas intelijentes. 

«Apesar  de  tanta  información,  la  historia  que   hacen  del 
J/andú,  es  compendiosa  y  en  muchas  partes  inexacta.    La 


FRANCISCO  J.    muñí  101 

estampa  que  insertan  copiada  de  la  de  Hammer,  con  una 
leve  alteración  en  el  pico,  es  incorrecta  á  pesar  de  los  defec- 
tos que  advirtieron  en  la  de  Azara,  en  la  del  nuevo  diccio- 
nario, en  la  de  la  edición  de  Buffon  por  Lacépéde,  en  la  de 
Shaw.  La  de  la  Biblioteca  Americana^  que  en  lo  demás  es 
natural,  tiene  de  imperfecto  una  especie  de  mechón  de 
plumas  demasiado  abultado  y  largo  en  el  sitio  donde  la 
rabadilla  apenas  cubierta  de  plumas  cortas  sobresale  muy 
poco  á  las  extremidades  alares,  que  superiormente  la  ocul- 
tan; el  pico  menos  convexo  y  mas  prolongado;  las  esca- 
mas délos  tarsos  de  su  mitad  abajo,  siendo  asi  que  los 
cubren  casi  completamente  en  su  parte  anterior  en  núme- 
ro de  cincuenta  ó  mas,  y  posteriormente  en  sus  dos  tercios 
superiores  y  no  el  inferior  como  representa  la  lámina. 
Por  esta  causa  nos  hemos  resuelto  á  hacer  la  presente  des- 
cripción, si  mas  detallada  de  loque  debiera  serlo  en  una 
obra  de  historia  natural,  no  por  eso  redundante  ni  tan  di- 
fusa, cuando  su  objeto  es  privado  y  su  destino  pudiera 
decirse  informativo  también  de  ciertos  usos,  que  no  es  im- 
propio denominarlos  nacionales. 

«  Si  el  ilustre  M.  Buffon  dá  minuciosos  detalles  del  AveS' 
truz  Africano,  de  cuanto  concierne  á  su  caza,  propensida- 
des,  etc.  ¿omitiremos  nosotros,  aunque  desprovistos  de  la 
aventajada  elocuencia  y  del  inmenso  saber  de  aquel  gran- 
de hombre,  aquellas  esplicacíones  tendentes  á  ilustrar  con 
regular  variedad  y  estension  el  conocimiento  de  esta  inte- 
resante especie  Americana? 

«  M.  Cuvier  {Elein.  de  la  hist.  nat.  de  los  animales)  adopta  el 
nombre  Tuyú  con  el  cual  M.  Buffon  distingue  á  esta  especie; 
tanto  por  conocerla  con  él,  dice  este  sabio  en  la  Guyana, 
cuanto  por  la  analojía  que  le  supone  con  la  voz  de  esta 
grande  ave  terrestre. 

«  Pero  Tuyú,  palabra  compuesta,  significa  en  guaraní,  dice 
el 'Sr.  de  Azara,  barro  amarillo.  Los  guaraníes  designan 
con  ella  la  familia  de  las  Cigüeñas,  que  no  tienen  la  menor 
relación  con  el  J/andú  ó  Chui%  nombres  que  aunque  distin- 
tos, representan  en  su  idioma  al  Avestriix. 

Los  Brasileros  le  llaman  Erna  en  sentir  de  M.  Buffon  erra- 
damente, porque  este  nombre  corresponde,  dice,  al  Casoar. 

«  En  las  Repúblicas  del  Plata  le  apellidan  indistintamente 
JVandú  ó  Avestruz.    En  Chile,  donde    según  este^  escritor,  le 


102  OBRA.S    DE    SARMIENTO 

denominan  Suri,  no  sabemos  exista  al  presente.  Algunos 
que  se  ven  en  la  ciudad  de  Concepción  y  en  otras  partes^ 
son  trasportados  del  lado  Oriental  de  los  Andes,  ó  de  las 
quebradas  ó  valles  sitos  en  las  faldas  de  esas  montañas. 

«  De  los  varios  cognomenes  que  los  naturalistas  impu- 
sieron á  esta  especie;  como:  Avestruz  bastardo,  Grulla  ferrívo- 
vora.  Casoar  gris  coa  pico  de  Avestruz,  Avestru:  de  Magallanes, 
etc.,  ninguno  parece  mas  impropio  que  el  latino  Rhcea 
(nombre  de  Cibeles  con  su  torre  en  la  cabeza)  con  relación 
sin  duda  á  un  casco  como  el  del  Casoar  que  el  J^andú  no  tie- 
ne; ni  otro  tan  racionalmente  aplicado  como  el  de  Avestruz 
de  Occidente. 

«  El  célebre  Barón  Cuvier  adapta,  con  impropiedad,  en  la 
obra  predicha,  al  Casoar  los  nombres  de  Mandú-Churi,  que 
aim  cuando  alterado  el  primero,  solo  se  refieren  al  Jiandú  ó 
Avestruz  Americano. 

f¿^«  Este  no  debería  enumerarse  entre  los  breripennes  ó  alicor- 
tos de  Guvier;  primera  familia  del  orden  gralatorias  ó  porta 
mancas  {gralloe  Linnei;  échassiers  de  los  franceses).  Ese  nombre 
se  impuso  á  aquellas  aves,  porque  la  brevedad  de  sus  alas 
las  inutiliza  para  el  vuelo.  Las  del  Jiandú,  de  cerca  de  tres 
pies  no  deben  reputarse  tan  pequeñas  aun  para  el  cuerpo 
ponderoso  de  esta  grande  ave.  Ellas  no  le  favorecen,  en 
verdad,  para  elevarse  en  los  aires;  pero  es  la  naturaleza  de 
las  plumas,  su  particular  colocación,  la  deficiencia  de  cier- 
tas partes  y  la  inadecuada  disposición  de  otras  lo  que  influ- 
ye, mas  que  su  brevedad,  en  aquel  resultado.  El  mismo 
observaríamos,  si  subsistentes  los  mismos  inconvenientes 
naturales,  concediéramos  á  las  alas,ó  ellas  tuvieran  una 
dimensión  dúplice  ó  cuadrupla. 

«  Per  otra  parte,  los  brevipennes  tienen  sumamente  débi- 
les los  músculos  que  mueven  las  alas.  Su  esternón  chato  y 
de  corta  ostensión,  no  presenta  superficie  bastante  á  la  in- 
serción de  los  músculos  que  ajitan  las  alas;  pero  los  hume- 
rales y  sus  tendones  en  el  JVandú  son  en'estremo  vigorosos 
y  robustos,  y  están  dotados  proporcionalmente  de  la  misma 
fortaleza  casi,  que  los  de  los  miembros  inferiores.  Su  es- 
ternón, siendo  tan  amplio  no  necesita  de  la  quilla  ó  cresta 
indispensable  á  las  aves  de  vuelo  para  proporcionar  puntos 
de  implantación  á  las  fibras  de  sus  poderosos  músculos  escá- 
pulo — braquiales  y  braquio — esternales. 


FRANCISCO    J.     MUÑIZ  103 

«A  no  formarse,  pues,  del  Avestruz  Americano  un  carácter 
i'micOt  una  especie  sui  generis,  creemos  que  la  colocación  que 
le  asignó  Lineo  entre  los  gallináceos  por  su  pesantez,  por  su 
réjimen,  y  por  la  configuración  de  su  pico,  es  la  que  con- 
vendría conservar  como  mas  natural  individualizante. 

Esterioridad  de   la   especie 

«Sus  individuos  interesan  á  cuantos  les  ven,  por  su  pe- 
culiar hermosura,  por  su  índole  inocente,  apacible  y  can- 
dida. Su  cuerpo  ovoide,  cónico  posteriormente  es  esbelto. 
Su  marcha,  cuando  tranquilos,  llevando  el  cuello  enhiesto, 
es  grave  y  mesurada.  Son  graciosísimos  cuando  corren;  y 
hay  que  admirar  en  ellos  la  soltura  y  ajilidad  de  sus  movi- 
mientos tan  varios  como  vivos.  No  es  fácil  distinguir  á 
primera  vista  el  macho  de  la  hembra,  á  no  verlos  juntos. 
Sin  embargo,  el  mayor  volumen  del  cuerpo,  el  del  grosor 
de  las  estremidades;  el  negro  sino  mas  subido,  mucho  mas 
estenso  en  las  plumas  del  escapulario  en  el  macho;  la  mayor 
prolongación  de  su  anca  (1)  comparada  con  la  de  la  hem- 
bra que  la  tiene  redondeada,  hacen  reconocer  el  sexo  á 
aquellos,  que  han  visto  muchas  de  estas  grandes  aves. 

«Su  cabeza,  lejos  de  ser  pequeña^  es  muy  proporcionada 
al  tamaño  del  cuerpo.  Si  tal  aparece  á  la  distancia,  es  en 
virtud  de  la  gran  mole  de  este  y  por  estar  montada  sobre 
un  cuello  tan  prolongado.  No  es  por  tanto  verdadera  la 
pequenez  en  que  inculca  M.  Buffon  y  otros  que  le  siguen. 
A  ser  mayor  aquel  miembro,  se  asemejaría  mas  que  al 
natural  de  las  aves,  al  de  algunos  grandes  reptiles;  y  en- 
tonces perdiendo  su  hermosa  apariencia,  tomaría  el  aspecto 
estraordinario  de  un  animal  hórrido  y  dañoso.  De  cual- 
quier modo,  su  peso  de  mas  de  ocho  onzas,  cuando  fresca, 
no  obstante  la  gravedad  del  pico  y  de  la  lengua,  se  oponen 
al  concepto  de  una  exigüidad  desñgurativa. 

«Ella  no  es  aguda  como  la  de  las  demás  aves,  ni  necesita 
esa  disposición,  pues  privada  la  especie  del  vuelo;  sin  tener, 
por  consiguiente,  sus  individuos  que  hender  los  aires,  se 


(1)  Forma  diferencial  en  la  estructura  del  Ñandú  que  ha  dado  motivo  á  que  los 
campesinos  llamen  anca  de  avestruz  ala  del  caballo,  cuando  ella  es  comprimida  y 
mas  proyectada  que  de  ordinario. 


104  OBRAS    1>K    SARMIENTO 

concilia  perfectamente  con  su  destinación  pedestre,  la 
organización  obtusa  de  aquella  parte.  La  pluma  que  la 
reviste  es  espesa,  áspera  y  cerdosa:  la  negra  que  cubre  su 
parte  superior,  forma  una  especie  de  medallón,  en  cuyo 
promedio  se  observa  en  los  machos  adultos  y  aun  en  las 
hembras,  en  la  misma  edad,  un  filoncito  plumoso  á  manera 
de  cresta  inclinado  hacia  atrás. 

«Como  continuación,  desciende  desde  allí  por  detrás  una 
faja  negruzca,  que  ensanchándose  y  haciéndose  mas  rara 
sobre  el  dorso,  se  estiende  hasta  la  última  vértebra.  La 
parte  inferior  y  las  laterales  del  cuello  están  pobladas  de 
plumas  blanquisco  cenicientas.  Circuye  su  base  y  baja 
hasta  el  pecho  una  golilla  de  pluma  negra  mas  ancha  en 
el  macho  que  en  la  hembra.  Dos  porciones  triangulares 
de  pluma  mora,  que  caen  por  ambos  lados  hasta  tocarse 
inferiormente  por  un  ángulo,  sirven  de  opérculo  ó  sobre- 
vesta al  corbatín  negro,  el  cual  queda  mas  visible  sobre  la 
pechuga  que  por  todo  otro  lugar. 

«La  de  la  grupa  que  cuelga  ligeramente  por  los  lados  y 
por  detrás,  y  la  del  vientre  son  absolutamente  blancas. 
La  de  los  muslos  y  piernas  es  mora  y  tupida  como  la  de  la 
cabeza  y  cuello;  alcanza  anteriormente  hasta  una  pulgada 
mas  arriba  del  talón  ó  vulgarmente  rodilla,  llegando  por 
los  lados  y  por  detrás  algo  mas  abajo. 

«De  las  plumas  largas  de  las  alas,  que  son  de  ciento 
treinta  á  ciento  cuarenta  en  cada  una,  las  mayores  tienen 
dos  pies  de  largo,  y  son  blancas  de  la  raíz  hasta  su  mi- 
tad y  en  el  resto  grises  ó  cenizo  plúmbeas.  Su  distribu- 
ción es  en  rangos  paralelos  de  cinco  plumas  uno,  intercep- 
tados de  espacios  de  una  pulgada  enteramente  limpios. 
Las  del  húmero  ó  primer  hueso  son  mas  cortas  que 
las  de  los  segundos  (el  cúbico  y  el  radio)  y  aun  tam- 
bién que  las  del  cuerpo.  Su  dirección  es  hacia  arriba 
y  atrás. 

«Las  del  carpo  que  son  como  veinte  en  línea,  fuera  de 
ocho  muy  hermosas  absolutamente  blancas  que  orillan  su 
primer  hueso,  sirven  de  movible  apertura  al  ano.  El  pul- 
gar tiene  diez  plumas  de  color  común;  estas  como  las  del 
carpo  inclinadas  atrás.  El  espolón  ó  cornezuelo  curvo  y 
deprimido,  de    una  pulgada  de  largo  y  aun    mayor  en  el 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  105 

J^andú  viejo,  tiene  su  articulación  en  las  estremidades  de 
aquel  dedo.  En  el  nuevo  es  plumoso,  pasa  después  á  cór- 
neo, y  adquiere  finalmente  el  aspecto  y  la  consistencia  ó 
sea  en  la  edad  in'ovecta. 

«Todas  estas  plumas  son  filamentosas,  secas,  blandas, 
desprendidas  unas  de  otras,  y  sus  barbillas  sin  la  menor 
adherencia  entre  si.  Se  asemejan  á  las  del  pavo  real  en 
estas  condiciones,  aunque  sus  hastiles  sean  mucho  mas  en- 
debles. Todas  ellas  son  inútiles  ya  para  dirigir  ya  para 
sostener  el  vuelo. 

«Las  alas  del  Jlandú  en  flecciun  tienen  una  apariencia 
singular  cornparada  con  las  de  las  otras  aves  en  igual  si- 
tuación. Estas,  incluso  el  Avestruz  Africano  cuando  las  ple- 
gan,  dejan  el  dorso  descubierto;  aquel  le  cubre  entera- 
mente, alcanzando  á  envolver  con  ellas,  como  con  un  manto, 
todo  su  cuerpo.  Cuando  las  levanta  por  cualquier  motivo 
en  bóveda  (lo  auehace  frecuentemente)  ó  las  estiende;  en- 
tonces queda  patente  el  ano,  manifestándose  él  y  la  grupa 
solo  resguardados  por  las  cortas  plumas  blancas  y  no  gri- 
ses, como  dice  M.  Buffon,  de  que  naturalmente  está  ves- 
tido. 

«Este  insigne  naturalista  informa  que  el  Tuyú  tiene  sobre 
el  dorso  y  en  contorno  de  la  rabadilla  largas  plumas,  que 
cayendo  hacia  atrás  ocultan  el  ano.  Pero  estas  partes  están 
apenas  cubiertas  por  plumas  que  no  pasan,  en  un  J/andú 
adulto,  de  cuatro  pulgadas.  Una  sola  propia  de  aquellos 
lugares  no  desciende  en  limbo  ó  cenefa  aun  para  servir  de 
diáfano  tegumento  al  ano,  que  dista  dos  pulgadas  del  uro- 
pigio  ó  rabadilla  cónico  convexa,  pelada  y  callosa  ademas 
en  una  pulgada  de  circunferencia.  Son  las  alas  cruzando 
sus  plumas  estremas,  cuando  recogidas,  las  que  celan  con 
ellas  al  mismo  tiempo  que  el  dorso,  aquel  conducto  escre- 
torio  de  las  heces  intestinales. 

«En  la  especie  del  Ñandú  no  hay  individuos  entera- 
mente negros,  como  dice  Molina  haberlos  visto,  aunque 
los  hayan  blancos,  pues  originalmente  son  de  un  mismo 
color. 


106  OBRAS    1)K    SARMlKNTü 

DESCRIPCIÓN    DE    UN    ÑANDÚ    ADULTO 

Sus  sentidos  y  principales  órganos  internos 

Pies  pulgadas  lineas 

Longitud  de  la  cabeza  con  el  pico 7          8 

De  este  hasta  su  ángulo  ó  comisara 5          3 

Ee  esta  parte  hasta  las  prinaeras  plumas  de 

la  cabeza 3          6 

Mayor  espesor  del  cráneo 4 

Longitud  de  la  rama  superior  del  pico 3 

De  la  inferior 6          6 

De  las  de  la  mandíbula  hasta  el  oido 6          6 

Del  hueso  inferior  del  pico  hasta  su  porción 

ahorquillada 2 

De  la  estremidad  del  pico  á  la  de  la  lengua.  3 
Término  medio  de  la  prolongación  del  cue- 
llo, siendo  susceptible  de  una  mayor  al 

arbitrio  del  animal 2        3 

Longitud  del  tronco 2        2 

Total  longitud  del  pico  á  la  rabadilla 5        8 

Medida  circular  sobre  la  grupa 2        4 

Sobre  el  arqueo  del  dorso 2        8 

Sobre  lo  mas  grueso  del  muslo 1        8 

Sobre  la  rodilla 10 

Sobre  el  tarso  cerca  de  la  pata 7  ¿ 

De  la  estremidad  de  la  uña  á  la  crucera. . .  3        6 
El  dedo  de   en  medio,  inclusa    la   uña  de 
una  y  dos  tercios  de  pulgada,  que  tiene 

de  largo 6 

El  esterior,  con  la  uña  de  una  pulgada  y  un 

cuarto 3  ¿ 

El  interno  la  misma  dimensión . 

Ancho  de  la  pata 2 

Su  grosor  de  arriba  abajo '          1 

Longitud  del  muslo 9  ^ 

De  la  pierna 11 

Del  tarso 1        2^ 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  107 

«Este  tiene  anteriormente  como  cincuenta  escamas  par- 
duscas, y  cubren  posteriomnente  sus  dos  tercios  superiores. 
Todas  están  sobrepuestas. 

«La  rama  superior  del  pico  tiene  cinco  puntitas;  la  infe- 
rior tres,  que  obran  á  modo  de  dientes.  Peso  de  un  Ñandú 
adulto  y  bien  portante,  sesenta  á  setenta  y  cinco  libras. 

«Bordean  los  párpados,  por  pestañas,  plumitas  finísimas, 
duras  y  rectas.  Se  asemejan  á  las  cerdas,  siendo  del  todo 
peladas,  particularmente  hacia  la  estremidad.  Son  mas 
numerosas  en  el  párpado  superior  que  en  el  inferior.  Un 
espacio  limpio  de  pluma,  cubierto  de  piel  fina  color  plomo, 
rodea  el  ojo,  y  se  estiende  hasta  el  pico.  No  tiene  cejas, 
como  dicen  los  autores  de  la  Biblioteca  Americana  y  otros. 

«  El  ojo  está  solo  resguardado  superiormente  por  una 
menbrana  fuerte  y  tirante  como  el  pergamino  de  un  tambor 
que  es  continuación  del  pericráneo.  Ella  está  revestida  de 
una  piel  gruesa  cubierta  de  pluma  bien  tupida.  Ambas 
cierran  el  espacio  semilunar  que  dejan  de  aquel  lado  los 
huesos  que  componen  la  órbita. 

«El  párpado  superior  que  cayendo  algo  sobre  el  ojo  le 
quita  en  parte  la  redondez,  és  absolutamente  inmóvil,  y  no 
móvil  como  el  del  Avestruz  Africano,  según  M.  Buffon.  Ese 
(fescenso  del  párpado  si  resguarda  al  ojo  en  la  parte  que  le 
cubre,  no  le  permite  ver  hacia  arriba,  si  no  es  ladeando 
algo  la  cabeza.  Por  el  contrario,  la  depresión  posterior  de  la 
órbita  permite  descubrir  los  objetos  situados  detrás;  dispo- 
sición que  favorece  las  niiradas  á  retaguardia  tan  necesa- 
rias al  Á^andú  cuando  huye  perseguido. 

«  El  no  pestañea  propiamente,  sino  que  vela  el  ojo  con 
la  membrana  transparente  clignotante  que  le  sirve  de  pár- 
pado interno,  descorriéndola  da  arriba  abajo  y  de  delante 
atrás  con  celeridad  suma.  Un  músculo  elevador  y  otro 
depresor  adheridos  á  cada  estremo  de  la  membrana  movi- 
ble^ facilitan  ese  acción  casi  simultánea. 

«  Aun  cuando  el  ojo  del  J^andü  somero  ó  á  flor  de  la  ca- 
beza, esteriormente  redondo,  de  una  pulgada  de  diámetro, 
de  un  pardo  despejado  y  transparente,  con  una  pupila  ne- 
gra, y  orbicular,  de  una  inocente  brillantez,  se  asemeja  al 
del  hombre,  como  dice  M.  Buffon;  sin  embargo,  privada  en 
sus  actos  esta  especie,  como  todos  los  animales,  de  la  espre- 
sion  que  reflectan  las  pasiones  sobre  las  del  gefe  de  lacrea- 


108  OBRAS   DE   SARMIENTO 

cion  terrena,  que  son  como  el  espejo  füsivo  de  sus  emocio- 
nes internas,  pierden  los  del -Á^rt/írf?(  mucho  en  la  compara- 
ción, apareciendo,  después  de  heclio,  siempre  indiferente  y 
uniformes,  jamas  en  una  actitud  crítica,  embarazosa  ó  con- 
movida. 

«  La  órbita  ni  es  cónica  ni  tan  profunda  como  en  el  racio- 
nal. Sus  dimensiones  son  casi  iguales  en  todo  sentido, 
siendo  tan  grande  su  capacidad,  que  si  á  una  de  estas  ca- 
vidades se  añadiese  el  cuarto  de  la  otra,  se  tendría  el  equi- 
valente del  hueco  del  cráneo  ó  del  espacio  que  ocupa  la 
masa  cerebral  entera. 

((  Un  tejido  fibroso  bastante  tenaz  y  fuerte,  músculos  fir- 
memente adheridos  á  la  esclerótica,  y  un  par  que  acompa- 
ña al  nervio  óptico  desde  su  entrada  en  la  órbita,  afirman 
el  ojo  á  las  paredes  de  la  cuenca,  y  le  inmovilizan  absolu- 
tamente. Cierta  porción  de  gordura  amarillenta  tapiza  á 
llena  su  fondo. 

«  Los  conductos  que  dan  paso  al  nervio  predicho  son  re- 
dondos, y  los  separa  un  septo  membranoso  muy  fuerte. 

«  Desprendido  el  ojo  de  la  órbita  en  el  Avestruz  de  África 
toma  por  si  mismo,  dice  Ramby  citado  por  M.  Buffon,  la 
forma  triangular.  En  el  ojo  del  Americano  se  observa  esa 
misma  figura,  no  porque  la  adquiera  después  de  su  estrac- 
cion,  sino  porque  la  tiene  naturalmente,  como  nos  lo  mos- 
traron repetidas  pruebas.  El  vértice  de  ese  triángulo  im- 
perfecto corresponde  al  ángulo  interno  del  ojo  debajo  del 
oríjen  ó  arranque  del  párpado  interno.  Esa  salida  obtusa 
es  ocasionada  por  el  humor  acuoso,  que  estiende  de  aquel 
lado  las  membranas,  haciendo  perder  al  ojo  su  forma  es- 
férica. 

«  El  diámetro  ántero-posterior  del  globo,  de  pulgada  y 
media,  es  mayor  que  el  vertical,  á  causa  de  la  configura- 
ción espresada.  Por  consiguiente  el  ojo  de  esagrande  ave, 
que  no  es  por  poca  cosa  globular,  no  entra  ó  no  puede  alo- 
jarse en  la  órbita  humana.  Cuando  mucho  esta  le  abarca- 
rla en  su  diámetro  transversal,  y  eso  solo  en  su  entrada. 
Imposible  sería  hacerle  penetrar  mas  allá,  en  virtud  del  es- 
trechamiento gradual  ó  conoide  que  asume  de  adelante 
atrás  la  órbita  de  la  especie  racional. 

«  Aunque  los  humores  del  ojo  proyectan  la  pupila  hacia 
adelante,  dándole  no  poca  prominencia,  sin  embargo,  no 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  109 

se  forma  idea  por  ella,  del  volumen  del  órgano  encerrado  en 
ia  cavidad  visual,  que  es  mucho  mas  grande,  que  loque  es- 
tei'iormente  se  muestra. 

«  La  esclerótica  es  semi-opaca,  dura,  al  parecer  inorgánica. 
La  cubre  interiormente  una  membrana  negra,  lustrosa  por 
ambas  faces,  floja  en  su  testura,  que  se  desprende,  y  arro- 
lla fácilmente.  En  el  modo  de  separarse,  en  el  color  y  lus- 
tre se  asemeja  á  la  cuticola  que  cubre  inferiormente  á  cier- 
ta variedad  de  hongos.  Al  estenderse  sobre  los  anillos 
óseos,  que  rodean  la  pupila  (mucho  mas  fuertes  cuando  le 
son  mas  próximos)  se  esparce  en  tenuísimos  filamentos  pa- 
ralelos, que  remedan  á  un  haz  ó  manojo  de  partes  simétri- 
€as,  ó  á  los  dientes  de  un  peine  fino,  como  es  general  en  las 
aves. 

«  La  cornea  es  fibrosa  y  tenaz. 

«  El  cristalino,  de  dos  granos  de  peso,  de  una  diafani- 
dad tan  pura  como  lúcida,  apesar  de  la  adhesibilidad  de  sus 
partículas,  es  esférico,  y  parece  mas  convexo  anterior  que 
posteriormente,  al  contrario  que  en  el  hombre.  Su  cápsu- 
la, aunque  de  una  perfecta  trasparencia  es  mas  densa  an- 
teriormente que  en  el  resto  de  su  estension. 

«  El  humor  vitreo,  de  cuatro  granos  de  peso,  es  de  forma 
e*sférica.  El  ocupa  el  cuarto  anterior  del  globo  del  ojo,  al 
contrario  que  en  el  hombre.  El  es  semejante,  como  el  de 
este,  al  vidrio  fundido  ó  á  una  goma  trasparente  y  pegajosa. 
La  tenacidad  intestina  de  sus  moléculas  no  le  permite  re- 
frinjirse  ó  perder  su  cohesión,  cuando  se  le  suspende.  Está, 
como  el  humano,  dividido  en  celdillas  de  igual  tamaño  por 
una  membrana  tan  fina  como  la  lujaloides.  Se  le  nota  una 
depresión  para  alojar  al  cristalino. 

«El  humor  ac¿¿oso  claro  y  trasparente  existe  en  tanta  ó 
mayor  copia  que  en  el  hombre,  pues  no  baja  su  peso  de 
ocho  á  diez  granos.  El  surje  con  ímpetu  cuando  se  pene- 
tran las  membranas  del  ojo.  La  que  particularmente  le 
contiene  es  de  testura  sumamente  delicada. 

«  El  nervio  óptico  se  introduce  en  el  globo  ocular,  en- 
vuelto en  una  fuerte  membrana,  por  el  promedio  de  su  por- 
ción lateral  interna.  El  resto  del  ojo  está  conformado  co- 
mo en  las  demás  aves. 

«  Si  los  de  los  mayores  cuadrúpedos  son  pequeños  en 
proporción  de  su  tamaño,  los  de  la  mayor    ave   de  nuestro 


lio  OBKAS    l)\&    «AKMIKINTO 

continente  son  grandes  en  el  sentido  de  su  tamaño.  Aun- 
que según  el  eminente  M  Cuvier  los  ojos  mayores  son  en 
los  animales  los  mejor  adoptados  para  ver  en  las  tinieblas, 
el  J/andú,  así  como  la  familia  entera  de  los  gallináceos,  y 
aun  otras  aves  de  ojos  no  pequeños,  vé  poco  en  la  noche. 
De  día,  por  el  contrario,  descubre  los  objetos  á  gran  distan- 
cia, y  los  registra,  siendo  la  dirección  de  sus  ojos  hacia  ade- 
lante, con  entrambos  á  un  tiempo. 

«Pesa  el  ojo,  recien  estraido,  siete  dracmas  ó  quinientos 
cuatro  granos.     El  cerebro   cuatro  dracmas  ó  media  onza. 

«  El  conducto  auricular,  de  una  pulgada  de  diámetro,  se 
abre  detras  del  ojo  y  del  ángulo  de  unión  de  las  dos  man- 
díbulas. Corresponde  á  la  parte  posterior  y  menos  ancha 
de  la  bóveda  del  cráneo,  y  se  muestra  dentro  do  un  espacio 
de  pluma  ceniza,  rodeado  de  otro  que  la  tiene  negra. 

«  Aunque  la  finísima  que  con  apariencia  de  cerdas  duras 
rodea  la  apertura  del  oido,  esté  dispuesta  en  perfecto  circu- 
lo, su  entrada,  sin  embargo,  es  oblonga  y  algo  mas  ancha 
adelante  y  abajo  que  en  lo  demás.  Contribuye  á  darle  esta 
forma  en  la  parte  posterior  un  repliegue  de  la  membrana 
esterna  de  color  plomo,  y  superiormente  un  borde  de  los 
huesos  de  la  bóveda  del  cráneo. 

«  La  estructura  interna  del  oido,  tanto  en  las  piezas  óseas 
como  en  el  todo  de  su  conformación,  se  confunde  con  la  de 
las  otras  aves. 

«  El  sentido  del  tacto  es  obtuso  y  mucho  mas  que  en  otras 
aves,  por  la  grosura  callosa  de  la  piel  de  sus  dedos  y  patas, 
por  las  fuertes  escamas  de  los  tarsos,  la  consistencia  cór- 
nea del  pico,  y  el  plumón  abundante  y  espeso  que  cubre 
muchas  partes  de  su  cuerpo.  La  piel  es  gruesa  en  propor- 
ción de  la  magnitud  del  ave,  principalmente  sobre  ciertas 
partes,  lo  que  contribuirá  á  embotar  mas  el  sentimiento, 
Pero  nunca  podrá  ella  ser  útil  para  corazas  ó  cotas  de  malla 
como  la  del  Avestruz  africano,  según  escribe,  con  verdad  ó 
sin  ella,  M.  Buffon. 

«  Una  tapita  carnosa  cubre  las  ventanas  de  la  nariz,  y  un 
repliegue  longitudinal  de  su  membrana  interna,  que  es 
continuación  de  la  del  pico  y  de  la  de  las  fauces,  forma 
una  especie  de  ternilla  blanda,  que  parece  debiera  producir 
cierta  modificación  en  el  aire  que  se  respira.  Ella  es 
incompleta,  no  constituye  tabique,  y  es   probable  que  vibre 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  111 

en  las  grandes  inspiraciones  y  en  el  canto.  Mirando  por  la 
parte  superior  de  los  conductos  se  descubren  las  ternillas 
en  forma  de  membranas  tirantes.  Los  conductos  nasales 
tienen  unas  grandes  aberturas  de  comunicación  al  paladar; 
lo  que  proporciona  la  entrada  y  salida  de  una  considerable 
porción  de  aire,  en  un  tiempo  dado,  lo  que  es  ventajosí- 
simo, y  mas  necesario  en  esta  especie  que  en  otras. 

«A  pesar  de  una  estructura  algo  complicada,  el  olfato 
debe  ser  quizá  obtuso  cuando  la  especie  traga  de  todo  y  aun 
sustancias  de  olor  ingrato  y  algunas  nocivas  á  la  existencia 
del  hombre.  Esto  es  acomodando  ese  sentido  en  la  especie 
del  Ñandú  á  la  impresionabilidad  del  nuestro;  manía  que 
no  basta  á  destruir  la  presencia  de  seres  distintos  en  pro- 
piedades y  en  formas,  y  que  siendo  de  diferente  naturaleza 
á  la  nuestra  ejercen  funciones  primitivas,  que,  en  relación 
con  sus  atributos,  discordan  estrañamente  de  las  cualidades 
inherentes  al  hombre. 

«Tal    vez   la    especie    carezca  de    nervios   olfatorios  ó  al 

menos  no  encontramos  los  cuerpos  acanalados    de  donde 

ellos  proceden,  ni   las  eminencias  piramidales    de   donde 

toman  origen  aquellos  cuerpos;  defecto  que  se  observa,  por 

^una  rara  coincidencia,  en  varios  cetáceos. 

«Puede  también  influir  en  la  disminución  de  ese  sentido 
como  en  la  del  siguiente,  la  brevedad  del  pico  y  el  aplana. 
miento  de  la  cabeza,  circunstancias  que  minorando  la 
estension  de  los  conductos  nasales  y  de  la  lengua,  deprimen 
en  proporción  la  energía  de  sus  funciones  propias. 

«Respecto  al  sentido  del  gusto,  él  parece  igualmente 
entorpecido.  La  lengua  semi-cartilajinosa  y  cubierta  de 
una  piel  aunque  apretada  y  densa,  muy  húmeda,  como  lo 
es  todo  el  interior  de  la  boca  y  fauces,  no  presenta  ni  ves- 
tigios de  papilas  nerviosas.  Ella  representa  una  elipse  de 
base  semilunar  montada  sobre  un  hyoides  cuyas  alas  ó 
ramas,  de  dos  pulgadas,  delgadas  y  agudas,  depasan  infe- 
riormente  la  abertura  de  la  glotis.  Tiene  de  diez  líneas  á 
una  pulgada  de  largo  y  otro  tanto  de  ancho  en  su  base.  El 
repliegue  membranoso  que  forma  el  frenillo,  le  deja  libre 
desde  la  mitad  de  su  longitud.  Igualmente  lo  están  hasta 
su  base  los  bordes  laterales  y  aun  parte  del  posterior.  En 
lo  demás  está  este  órgano  adherido  á  los  tejidos  subyacen- 


112  OBRAS    DE    SARMIENTO 

tes,  no  obstante  que    puede    elevarse,  deprimirse,  y  aun 
ejercer  ciertos  movimientos  laterales  aunque  oscuros. 

«La  entrada  del  esófago  es  grande  y  sumamente  dilata- 
ble. Tiene  regularmente  dos  pies  y  cinco  ó  mas  pulgadas 
de  longitud  hasta  una  sobre  el  ventrículo.  Allí  se  encuen- 
tra, en  rededor  de  aquel  conducto,  una  glándula  conglome- 
rada de  tres  pulgadas  de  largo  y  una  y  media  de  espesor. 
La  forman  numerosos  cuerpecillos  lobulares  ó  sean  simples 
glándulas  sin  comunicación  entre  sí.  Compónese  su  sus- 
tancia de  la  reunión  de  granos  carnosos  semejantes  á  los 
que  constituyen  en  el  hombre  el  thymus^  los  cuales  resultan 
del  lacis  ó  red  de  vasos  ó  de  nervios.  De  cada  folículo  ó 
cripta  nace  un  conducto,  el  cual  reunido  á  otros  de  la  mis- 
ma procedencia,  llegan  á  originar  conductos  mayores,  los 
cuales  se  abren  al  esófago  rodeados  de  un  esfínter. 

«El  ventrículo,  largo  do  ocho  á  nueve  pulgadas,  pesa 
aproximadamente,  en  su  plenitud,  algo  mas  de  tres  libras. 
Una  epidermis  áspera  y  coriácea,  perforada  en  varias  par- 
tes, arrugada  ó  inorgánica,  le  cubre  interiormente.  Se  le 
sobrepone  una  membrana  tendinosa,  casi  cartilaginosa, 
blanca,  gruesa  y  dura,  cuya  faz  interna  está  sembrada  de 
mamelones,  que  insinuándose  por  los  foránimes  ó  agujeros 
de  la  túnica  interna,  pudieran  desempeñar  el  rol  de  ins- 
trumentos de  la  sensibilidad  y  de  despertadores  de  la  ac- 
ción muscular  del  ventrículo. 

«Al  esterior  de  esa  membrana  se  adhieren  espesos  mano- 
jos ó  dijitaciones  carnosas,  que  al  converjer  sobre  el  cardias 
ó  boca  del  estómago,  dejan  libre  (como  el  centro  frénico  ó 
aponeurótico  del  diafragma  en  el  hombre)  el  espacio  de  una 
pulgada  por  donde  aquella  se  descubre  en  su  genuina  tes- 
tura.  Tanto  ella  como  la  epidermis  coriácea  están  honda- 
mente surcadas  en  el  sentido  lonjitudinal  del  ventrículo 
que  es  el  que  guardan  los  haces  musculares.  Estos  obran 
sobre  estas  partes  en  las  fuertes  y  continuas  contrac- 
ciones que  necesariamente  ejecutan  durante  el  trabajo 
dijestivo. 

«Siendo  improbable  que  para  su  cumplimiento  segre- 
guen las  membranas  propias  del  ventrículo  los  jugos  in- 
dispensables, es  presumible  que  ellos  se  elaboren  en  el 
parénquima  ó  cuerpo  de  la  gran  glándula  esofájica,  que 
arriba  mencionamos.     En  efecto,  el  interior  de  las  glandu- 


FRANCISCO  J,    MUÑIZ  113 

iilhis,  cuya  conglobación  forma  aquel  gran  cuerpo,  está 
impregnado  de  una  linfa  ó  humor  viscoso,  insípido,  coagu- 
lable por  el  alcohol.  Escitada  su  secreción  por  el  contacto 
de  las  sustancias  alimenticias  con  sus  orificios  esofájicos, 
y  aun  simpáticamente  después  de  residir  en  el  estómago, 
es  de  creer  se  derrame  en  la  copia  necesaria  al  per- 
fecto acabamiento  de  aquella  función  eminentemente  re- 
paradora. 

«La  estructura  de  esta  entraña  en  el  ñandú  ofrece  carac- 
teres de  notable  singularidad,  mucho  mas  si  se  compara 
con  la  dtil  Avestruz  Africano.  Ella  se  distingue  de  la  de  las 
aves  en  que  carece  de  la  molleja  ó  del  ventrículo  succentu- 
riado  de  estas,  de  los  rumiantes  y  de  otros  cuadrúpedos  en 
no  tener  aquella  viscera  múltiple  ó  de  cuatro  cavidades. 
El  Africano  tiene,  dice  M.  Buffon,  molleja  y  muchos  estó- 
magos é  intestinos  que  por  su  capacidad  y  composición 
corresponden,  parte  á  los  rumiantes  y  parte  á  los  otros 
cuadrúpedos. 

«Sin  duda,  que  un  mecanismo  tan  complicado  y  esa  es- 
traordinaria  organización,  que  parece  destinada  en  la 
especie  á  fines  opuestos,  al  ejercicio  de  funciones  contra- 
dictorias, es  supremamente  distinto  del  simple  aunque  vigo- 
roso aparato  del  Avestruz  Americano. 

«  La  válvula  del  píloro,  ó  intestinal,  es  robusta  y  redon- 
deada. 

«  Los  intestinos  delgados,  carnosos,  blanquiscos,  uniformes 
en  grosor,  sembrados  de  válvulas  conniventes  tienen  de 
lonjitud  seis  pies  cinco  pulgadas  á  corta  diferencia.  Los 
ciegos  un  pié  tres  pulgadas.  Estos  son  dos  que  situados 
uno  á  cada  lado  de  los  intestinos  delgados  se  unen  á  ellos, 
así  como  los  apéndices  vermiformes,  que  son  su  continua- 
€ion,  con  un  tejido  celular  flojo  con  algunos  vasos  y  gordu- 
ra. La  válvula  íleo  secal  es  redonda,  firme  y  carnosa.  El 
colon,  de  la  misma  estructura  y  de  mayor  amplitud  que  los 
delgados,  tiene  un  pié  dos  pulgadas  de  lonjitud.  El  j^ecto, 
que  no  se  ha  podido  observar  libre  de  escrementos,  forma 
cuando  ocupado  por  ellos,  un  recipiente  casi  oricular  de 
cinco  á  seis  pulgadas  de  diámetro,  es  una  verdadera  cloaca 
continente  de  las  sustancias  escrementicias  sólidas  y  liqui- 
■das.    Este  intestino  y  los  ciegos  siempre  llenos  y  distensos 

Tomo  xuii.— 8 


114  OBRAS   DE   SARMIENTO 

por  uno  ó  ambos  de  estos  materiales,  tienen  sus  paredes, 
delgadas  y  trasparentes.  Apenas  se  ven  serpentear  por  ellas 
algunos  diminutísimos  vasos  sanguíneos. 

«Como  se  observa  en  los  herviboros,  la  división  de  los  in- 
testinos delgados  con  los  gruesos  es  muy  sensible,  é  in- 
mensa la  diferencia  entre  aquellos,  los  ciegos  y  el  recto. 
Por  otra  parte,  la  naturaleza  ha  suplido  en  esta  especie  el 
defecto  de  lonjitud  intestinal  por  una  liberal  concesión  en 
amplitud  y  grosor.  Pudiera  ser,  que  nos  le  ofreciera  asi  dis- 
puesta, por  tener  ella  propensidades  omnívoras,  y  por  co- 
locarJe  mas  ó  menos  á  igual  distancia  de  los  herbívoros  que 
de  los  carnívoros. 

«.hos  apéndices  vermiformes  son  escesivamente  largos,  pues 
no  teniendo  los  del  hombre  mas  de  tres  ó  cuatro  traveces 
de  dedo,  los  del  MrtMíM  miden  la  enormidad  de  un  pié  dos 
pulgadas.  En  el  sitio  de  unión  con  los  ciegos  forman  cin- 
tura, y  siguen  decrecierrdo  en  diámetro  hasta  terminar  en 
punta  aguda.  Su  testura  es  igual  á  lá  de  los  intestinos  del- 
gados, y  su  interior  está  cubierto  de  válvulas  piramidales. 
Están  distribuidas  en  dos  líneas,  de  manera  que  al  inter- 
medio de  dos  de  una  línea,  corresponde  otra  de  la  late- 
ral; su  distribución  es  cruzada  y  hay  una  pulgada  de  una 
á  la  otra. 

El  destino  de  estas  válvulas  parece  ser  el  oponerse  al  pa- 
saje de  las  materias  fecales  de  los  ciegos  á  la  cavidad  da 
los  apéndices  y  el  de  sus  criptas  ó  folículos  mucosos  el 
segregar  un  fluido  que  vertido  en  los  ciegos  sirva  á  hume- 
decer y  lubrificar  sus  paredes,  y  á  impedir  el  resecamiento 
de  las  heces  ventrales,  mezclándose  con  ellas. 

«El  hígado,  de  dos  lóbulos,  pesa  quince  onzas.  La  vesícula 
félea  tiene  dos  pulgadas  de  largo.  Los  conductos  biliarios,, 
casi  capilares,  son  dos  de  nueve  pulgadas  cada  uno,  y  entran 
en  el  duodeno  á  cinco  del  píloro. 

«La  larinje  de  figura  oblonga,  mas  abierta  anterior  que 
posteriormente,  tiene  una  pulgada  de  largo.  La  glotis  óseo- 
cartilajinosa  se  estrecha,  se  cierra  y  se  ensancha  considera- 
blemente. Sus  bordes  están  posteriormente  sueltos.  Cuan- 
do el  ave  está  ajitada,  ó  se  le  comprime  el  cuello,  la 
avertura  larínjea  toma  una  espansion  circular  de  mas 
de  una  pulgada  y  media  de  diámetro.  Carece  de  epi- 
glotis. 


FRANCISCO   J.    MUXIZ  115 

«La  tráquea  del  diámetro  de  una  pulgada  y  como  de 
dos  pies  de  longitud,  tiene  sus  anillos  cartilaginosos  y  en- 
teros. El  inmediato  á  su  bifurcación  comprende  media 
pulgada  de  ancho,  y  los  bronquios,  que  se  dividen  deiras 
del  borde  superior  del  corazón,  tres  de  largo.  Sus  anillos 
membrano-cartilaginosos  están  diversamente  configura- 
dos. 

((Los  pulmones,  divididos  en  cinco  lóbulos,  tienen  de 
longitud  seis  pulgadas  y  media,  y  diez  y  seis  onzas  de  peso. 
Están  como  en  las  demás  aves  firmemente  adheridos  á 
las  costillas  y  á  la  columna  vertebral.  Su  sustancia  está  del 
todo  penetrada  de  conductos,  los  primeros  ó  mas  próximos  á 
los  canales  brónquicos  son  cuatro  en  lineaj  del  grosor 
del  cañón  de  una  pluma  de  ganzo;  nueve  mas,  casi  tan 
grandes,  se  descubren  alineados  hacia  las  costillas;  y  asi  en 
sucesión  decreciente,  se  presentan  hasta  el  infinito  micros- 
cópico subdivisiones  de  subdivisiones  de  aquellos  con- 
ductos aéreos.  Los  pulmones  están  envueltos  por  una 
membrana  particular  tenuísima,  producción  de  la   pleura. 

((El  corazón  que  es  la  primer  entraña  que  se  ofrece  de- 
bajo del  esternón,  está  cubierto  por  una  membrana  [iropia, 
y  pesa  doce  onzas.  Su  base  se  aloja  entre  los  lóbulos 
del  hígado,  y  tiene  las  mismas  cavidades,  y  el  mismo  sis- 
tema de  vasos  sanguíneos  de  las  demás  aves,  á  escepcion 
de  su  calibre  que  es  mucho  mayor  que  en  ninguna  otra 
especie. 

((El  páncreas,  como  en  toda  la  clase  alada,  es  larguísimo,  no 
mide  menos  de  diez  y  ocho  pulgadas,  y  está  penetrado  de 
varios  conductos. 

((El  bazo,  muy  pequeño,  se  halla  como  al  centro  del  mesen- 
terio. 

((Del  ?-mo/í,  que  tiene  de  cuatro  á  cinco  pulgadas  de  lon- 
gitud, salen  los  uréteres,  que  como  en  las  demás  aves,  van 
al  recto. 

«El  ovidiictus  tiene  de  largo,  desde  el  racimo  ú  ovario  hasta 
su  terminación  en  el  ano,  doce  pulgadas. 

«Los  testículos  colocados,  en  uniformidad  con  las  demás 
aves,  sobre  el  riñon  asi  como  el  ovario,  miden  tres  pulgadas 
de  longitud. 

«K\  pene  cdmosOf  blanquisco,  deforma  espiral  ó  de  caracol 


116  OBRAS   DE   SARMIENTO 

como  el  del  pato,  tiene  como  ocho  ó  nueve  pulgadas  y  ter- 
mina en  punta  lisa. 

«La  hembra,  á  diferencia  de  la  africana,  que  dice  Buffon 
tenerlo,  carece  de  clítoris. 

PARALELO  ENTRE  EL  ÑANDÚ  Y  EL  AVESTRUZ    AFRICANO;    ESCELENCIA 
DE   AQUEL   EN   VELOCIDAD    Y   FORTALEZA 

«Pretende  M.  Buffon  que  ambas  especies  se  asemejan 
en  la  pequenez  de  la  cabeza,  en  lo  aplanado  del  pico  y  en 
el  largor  del  cuello;  pero  que  en  las  demás  partes  el  ñandú 
se  parece  al  Casoar.  M.  Cuvier,  en  la  obra  citada,  dice 
exactamente  lo  mismo,  y  hasta  usa  de  las  mismas  palabras 
de  Buífon. 

«Semejantes,  en  verdad,  por  esos  signos  las  dos  especies, 
preservan  todavía  algunas  relaciones  mas  de  uniformidad 
esterior  ya  en  la  forma  de  los  ojos,  y  en  el  corte  del  cuerpo 
en  forma  de  huevo  superiormente  y  horizontal  por  debajo, 
ya  en  la  colocación  y  testuras  de  las  plumas,  en  varios  de 
sus  hábitos,  etc. 

«Los  caracteres  estemos  que,  entre  otros,  los  diversifican 
consisten,  en  ser  pénita  ó  con  cola  la  Africana,  cuando  la 
de  la  América  carece  absolutamente  de  ella;  en  la  desnu- 
dez del  cuello  y  de  los  muslos  de  aquella,  siendo  en  la 
última  de  estas  partes,  aunque  diga  M.  Buffon  lo  contra- 
rio, perfectamente  emplumada.  A  mas,  la  placa  que 
resguarda  el  cráneo  del  Avestruz  de  África,  no  la  tiene  el 
otro. 

«Pero  el  signo  diferencial  mas  importante  y  sobresaliente 
entre  ellas  resulta,  de  la  desigualdad  numérica  de  dedos. 
Esta  circunstancia  á  mas  de  ser  distintiva,  ejerce  una  in- 
fluencia trascendental  sobre  la  mas  estraordinaria  propie- 
dad de  estas  especies,  la  velocidad  en  la  carrera.  En  efecto 
el  Avestruz  de  las  tórridas  arenas  del  África  bisulcado  ó 
con  dos  dedos,  se  muestra  por  esta  sola  causa  menos  re- 
sistente, presto  y  seguro  en  el  ejercicio  de  aquella  facultad 
que  el  ñandú  trífido  ó  parecido  por  la  peculiaridad  de  sus 
tres  dedos  á  las  aves  no  trepadoras,  ó  á  los  gallináceos,  si 
fuera  permitido  contar  por  uno  de  mas  el  tubérculo  calloso 
de  sus  patas. 

«La  adaptabilidad  ó  adherencia  con  la  superficie  es  la 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  117 

misma  en  las  dos  especies  siendo  plantigradosóque  asien- 
tan toda  la  pata.  La  diferencia  proviene  del  distinto  apoyo 
que  prestan  en  la  carrera  tres  dedos  contra  dos.  En  efecto, 
una  especie  esencialmente  corredora  y  velocísima,  que 
modifica  de  mil  modos  sus  peligrosas  evoluciones,  princi- 
palmente en  la  carrera  de  costado,  en  la  cual  efectúa  cam- 
bios los  mas  rápidos  y  excéntricos,  es  indudable,  que  en- 
cuentre una  mas  firme  sustentación,  si  proporciona  en  lo 
que  es  dable,  esa  indefinida  volubilidad  de  pies  con  el 
mayor  diámetro  transversal  que  estos  tuvieran.  Como  la 
abscripcion  de  un  dedo  en  el  ñandú  dilata  la  línea  trans- 
versa de  ese  miembro  con  notable  ventaja  sobre  el  de 
África,  como  es  de  suponer,  por  robusto  que  él  se  suponga 
en  esta,  resulta,  siguiendo  la  ley  que  proporciona  á  los 
cuerpos  en  movimiento  un  mayor  apoyo  en  razón  del 
crecimiento  de  la  base  de  sustentación,  no  solo  mayor 
seguridad  en  el  aplomo  del  cuerpo  cuanto  vertical,  sino 
también,  y  con  necesidad  absoluta,  en  las  distintas  in- 
clinaciones que  él  adoptara  en  sus  indescribibles  movi- 
mientos. 

«Aquella  base  representada  en  la  carrera  del  ñandú  por 
la  pata  entera,  ó  solo  posada  sobre  las  últimas  falanges, 
como  en  el  hombre  cuando  corre,  es  en  cualquier  caso 
mas  estensa  y  mucho  mas  firme  en  él  que  en  el  otro,  des- 
cansado el  centro  de  gravedad  sobre  un  basamento  mas 
lato.  Este  mayor  ensanche  es  de  una  alta  importancia 
para  un  bípedo,  cuya  disposición  corpórea  es  horizontal  y 
no  vertical  como  lo  es  en  el  hombre.  Este,  por  esa  razón, 
en  su  estación  y  aun  corriendo  permanece  naturalmente 
aplomado  sobre  sus  pies,  el  ñandú,  de  cuerpo  horizontal 
como  los  cuadrúpedos,  tiende  por  el  contrario  á  desequili- 
brarse en  las  multiplicadas  evoluciones  de  su  carrera.  Y 
al  considerarla  velocidad  y  tortuosidad  con  que  la  ejecuta, 
la  pesantez  y  volumen  de  su  cuerpo,  la  prolongación,  sin 
igual  en  la  clase  entera  de  su  línea  horizontal,  no  puede 
desconocerse  la  sabia  liberalidad  de  la  naturaleza,  en  esa 
ampliación  de  base  con  que  la  agració,  sin  mengua  de  la 
celeridad  que  le  fué  acordada  como  primer  dote,  y  como 
único  medio  de  defensa. 

«Quizá  sea  cierto  que  la  pata  del  Avestruz  bidígito  puede 
en  un  riguroso  cálculo  mecánico,  ofrecer  un  momento  de 


118  OBRAS  DE    .SA.KMIENTO 

ligereza,  suponiéndole  una  mas  pronta  separación  del 
suelo,  que  la  del  tridáctilo  ó  de  tres  dedos.  Pero  esta  ven- 
taja, si  lo  fuera,  seria  casi  efímera  en  sí  misma,  encontrán- 
dose disminuida  por  un  menor  diámetro  latitudinal  que 
espone  á  vacilaciones  en  la  carrera,  ó  á  perder  el  equili- 
brio al  menor  vaivén  de  un  cuerpo  mas  pesado  y  volumi- 
noso que  el  del  Ñandú,  y  empujado  por  potencias  cuyo 
ejercicio  es  tan    rápido. 

«Por  otra  parte,  la  escelencia  de  un  par  de  músculos  en 
cada  estremed idad  del  Ñandú,  le  proporciona  un  nuevo 
grado  de  ajilidad  y  de  resistencia  en  la  carrera,  y  le  hace 
superior  al  de  los  eriales  y  tostados  desiertos  del  África, 
deficiente  de  ese  poderoso  resorte  de  progresión.  La  adi- 
ción de  un  tercer  dedo  supone  la  existencia  de  una  otra 
polea  en  la  estremidad  inferior  del  tarso.  El  de  Áfri- 
ca solo  tiene  dos  para  recibir  igual  número  de  dedos. 
Este  aumento  de  poleas  influye  en  la  estension  del  tarso 
y  en  la  robustez  consiguiente  al  ensanche  de  la  pata.  Asi 
es  como  el  Avestruz  Americano  privilejiado  con  un  nuevo 
elemento  de  resistencia  y  de  celeridad  decursiva,  debe 
sobrepujar  en  estas  cualidades  al  de  África.  En  una  pa- 
labra, dotadas  ambas  especies  de  un  tórax  ó  pecho  vigo- 
roso (lo  que  conviene  no  á  la  presteza  sino  al  aguante 
de  la  decursion)  no  lo  están  empero  de  igual  modo  en 
las  potencias  locomóviles. 

«Esto  no  es  decir  que  falte  en  la  formación  del  último  la 
proporción  necesaria  á  sus  fines  naturales.  Eso  no,  porque 
una  gran  familia  no  puede  haber  sido  creada  imperfecta. 
Pero  la  naturaleza  misma  dispuso,  pues  le  concedió  para 
ello  medios  de  conocida  escelencia,  que  en  igualdad  de  cir- 
cunstancias, sobrepasara  el  uno  al  otro  en  lijereza  y  resis- 
tencia, en  firmeza  también  y  seguridad  en  los  tortuosos 
jiros  de  su  célere  carrera. 

«Respecto  á  las  diferencias  osteolójicas  ó  de  estructura 
ósea,  existen  varias  (de  las  cuales  nos  permitiremos  enu- 
merar algunas)  á  mas  de  los  dedos  y  del  sobrecasco,  citadas 
como  únicas  en  los  naturalistas  que  hemos  consultado. 

«Según  Buffon,  el  Avestnix  Africano  tiene  diez  y  siete 
vértebras  cervicales.  El  Ñandú  solo  trece,  contando  por  una 
la  en  que  se  articula  el  primer  par  de  falsas  costillas 
anteriores,  á  las  que  llamaremos  cervicales  por   no    estar 


FIIANCISCO   J.    MUÑXZ  119 

precisamente  comprendidas  en  la  cavidad  del  tórax  ó  del 
pecho. 

«Las  vértebras  dorsales  del  primero  son  siete;  la  del  se- 
gundo seis. 

«A  las  del  Africano  se  articulan  cinco  pares  de  costillas 
verdaderas  y  dos  de  falsas.  Un  tercer  par  de  estas  sirve 
de  claviculas. 

«A  la  primer  vértebra  cervical  de  aquel  se  articula  el  se- 
gundo par  de  costillas  falsas  anteriores.  A  las  cuatro  si- 
guientes igual  número  de  pares  verdaderas,  y  á  la  sesta  el 
primero  postei'ior  de  falsas,  el  cual  podría  denominarse 
lumbar,  como  los  dos  siguientes,  que  están  sólidamente 
unidos  entre  sí,  y  que  parecen  mera  continuación  del  sacro. 

«En  resumen,  el  Avest7'ux  Africano  tiene  en  su  totalidad 
ocho  pares  dé  costillas,  cinco  verdaderas  y  tres  falsas. 
El  Ñandú  nueve  pares,  cuatro  de  las  primeras  y  cinco 
de  las  segundas.  Las  ocho  costillas  verdaderas  firme- 
mente unidas  al  esternón  por  largos  apéndices  óseo  car- 
tilajinosos. 

«Las  costillas  verdaderas  del  Africano  son  dobles  en  su 
oríjen,  en  el  de  América  lo  son  todas,  y  todas  están  articu- 
ladas hacia  eu  mitad,  ausilío  poderoso  para  aumentar  la 
capacidad  del  pecho. 

«El  primer  par  de  apéndices  costales  ó  costillas  falsas 
anteriores  del  JVandú  tiene  dos  pulgadas  de  largo,  y  las 
clasificamos  de  cervicales  por  no  entrar  en  la  estructura 
del  pecho.  Siendo  este  tan  abierto  y  sólido,  y  su  fuerza 
de  dilatación  y  contracción  tan  grande  en  la  carrera,  ne- 
cesitando del  mas  fuerte  apoyo  la  base  de  una  tan  larga 
cerviz,  esas  adiciones  óseas  avanzadas  á  la  entrada  de  la 
cavidad  sagrada  como  para  resguardarla  y  fortificarla 
mas,  como  para  protejerla  ocultándola,  comunican  tam- 
bién un  considerable  aumento  á  los  puntos  de  enlace  y 
de  implantación  de  los  tejidos  musculares,  tendinosos,  etc. 

«  El  segundo  por  falso  costal  se  insinúa  en  el  espacio 
torácico  inmediatamente  por  debajo  de  la  articulación  hú- 
mero escapular,  y  se  dirije  hacia  la  estremidad  esternal 
de  la  primera  costilla  verdadera,  de  la  cual  dista  dos  pul- 
gadas escasas.  Fuertes  ataduras  membranosas  ligan  esos 
huesos  á  la  escápula.  Ellos  están  evidentemente  dispues- 
tos y  colocados  asi  por  la  naturaleza,   para  dar  á  ella  el 


120  OBRAS  DE  SARMIENTO 

mas  firme  apoyo,  la  elasticidad  y  fuerza  competente  en  el 
desempeño  del  continuado  vigoroso  movimiento  á  que  está 
destinado  aquel  miembro  en  esta  especie. 

«  Los  tres  pares  de  costillas  falsas  posteriores  tienen  la 
curbatura  hacia  adelante   al  contrario   de   las  verdaderas. 

«La  columna  vertebral  de  las  aves  es  inmóvil:  pero  la 
del  Ñandú  tiene  cierto  movimiento  necesario  á  los  fines  de 
su  destino  pedestre,  como  lo  es  la  disposición  contraria  en 
las  aves  de  vuelo  para  poderlo  dirigir  con  precisión  y  fijeza 
en  rumbo  determinado. 

«Gomo  el  sacro  se  eleva  en  su  articulación  con  la  última 
vértebra  mas  que  en  ninguna  otra  ave,  se  forma  en  la  línea 
sacro  dorsal  una  eminencia  la  cual  cubierta  de  gordura, 
aumenta  estrañamente  su  altura.  De  aquí  la  forma  ovoide 
del  dorso. 

«  La  cola  del  Avestruz  de  África,  consta  de  siete  vérte- 
bras semejantes  según  Buffon  á  las  humanas.  El  cocsis  del 
J^andú  se  compone  solo  de  seis,  pero  en  proporción  menos 
anchas  y  planas  que  las  de  las  demás  aves. 

«  Las  claviculas  se  forman  en  el  Avestruz  de  África,  dice 
aquel  naturalista,  5e  un  tercer  par  de  costillas  falsas;  pera 
las  de  JVandú  son  en  sí  mismas  clavículas  verdaderas.  Fal- 
tando el  tenedor,  hueso  ahorquillado  que  se  encuentra  en 
las  demás  aves,  ellas  ejercen  solas  las  funciones  propias  de 
estas  partes,  funciones  que  son  en  él  estensísimas. 

«  Está  cada  uno  de  estos  huesos  como  dividido  en  los 
cuerpos  con  alguna  similitud  á  los  de  las  demás  aves.  El 
inferior  se  articula  á  la  parte  anterior  del  esternón  por  un 
borde  mas  ó  menos  ancho  de  dos  pulgadas  de  largo.  Su 
figura  es  plana  y  bastante  estendida,  y  tiene  la  estremidad 
mas  ancha  para  abajo,  la  porción  mas  estrecha  para  arriba. 
El  cuerpo  superior  es  parecido  á  una  costilla,  su  convecsi- 
dad  hacia  arriba  se  adhiere  á  las  tres  primeras  verdaderas 
inmediatamente  á  su  articulación  dorsal.  Kn  el  sitio  en  que  se 
estrecha  la  clavícula  para  adquirir  la  forma  costal,  el  hueso 
se  hace  mas  grueso  y  compacto,  presentando  allí  la  cavidad 
articular  que  recibe  la  cabeza  del  húmero  ó  primer  hueso 
del  ala.  Son  varias  y  muy  fuertes  las  ataduras  que  unen 
la  clavícula  al  esternón,  á  las  costillas  y  á  las  vértebras. 
El  espacio  esternal  que  queda  en  medio  de  la  articulación 
de  ambas  clavículas  es  cóncavo  semilunar. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  121 

«  En  cuanto  á  la  semejanza  del  JVandú  con  el  Casoar  ó  Emú 
de  las  Indias  Orientales,  la  suponemos  dudosa  aun  en  aque- 
llas partes  que  dicen  tenerla  mas,  Buffon  y  Cuvier.  Funda- 
mos nuestra  opinión  en  la  descripción  que  hacen  ellos 
mismos  de  esa  especie,  y  en  el  conocimiento  que  tenemos 
del  Ñandú.  Y  en  verdad,  que  después  de  la  igualdad  nu- 
mérica de  dedos  entre  las  dos,  no  descubrimos  otra  identi- 
dad que  las  relacionen  esteriormente.  Leyendo  la  historia 
que  dá  M.  Buffon  del  Casoar  se  advertirá  la  inmensa  dife- 
rencia que  existe  entre  dos  especies,  reunidas  quizá  con 
impropiedad  en  un  mismo  género. 

«La  analojia  que  han  creido  encontrar  algunos  natura- 
listas entre  el  Avestruz  de  África  y  el  Camello,  exagerada 
hasta  el  punto  de  imponerle  el  nombre  de  Struthio  Camellas, 
analojia  que  en  ese  violento  modo  de  ver  podría  compren- 
der al  JVaiulú,  por  su  semejanza  con  el  Africano  en  alguna 
de  sus  partes,  nos  parece  ser  en  su  verdadero  análisis  otra 
cosa,  que  un  juego  de  la  imaginación,  ó  llámese  la  sustitu- 
ción de  un  sentimiento  especulativo  al  resultado  matemá- 
tico (como  debiera  ser)  de  una  operación  comparativa  é 
imparcial  del  juicio. 

«Esa  especie  tiene,  verdad  es,  dos  dedos  como  el  pesuño 
hendido  de  aquel  cuadrúpedo  y  aun  como  el  de  otros  ru- 
miantes: mas  eso  no  es  semejanza,  sino  igualdad  de  parti- 
ción en  el  pié;  pero  igualdad  de  partición  de  objetos  deseme- 
jantes esterior  é  interiormente.  Son  dedos  en  ambas,  si  se 
quiere,  pero  aun  á  mayor  distancia  distintiva  que  lo  están 
los  cuernos  del  toro  de  los  del  Reno  polar.  Por  otra  parte, 
ninguna  de  las  especies  aladas  tiene  dos  jibas  de  grasa 
como  el  Camello.  El  arqueo  de  la  columna  vertebral  en  am- 
bas es  gracioso  y  regular,  y  lejos  de  afearles  como  la  jiba 
á  aquel,  les  imprime  por  el  contrario  un  bombeo  ó  convexi- 
dad agradable.  Ningún  individuo  de  esas  especies  tiene  el 
pico  abierto  en  correspondencia  del  labio  superior  del  Ca- 
mello; y  lejos  de  ser  ellos  desairadísimos  como  este  animal, 
de  tener  tolondrones  en  las  rodillas  y  en  el  pecho,  son 
bellos;  majestuosos  y  llenos  de  donaire.  Ni  el  de  África  ni 
el  Americano  son  susceptibles  de  carga,  ni  poseen  la  so- 
briedad proverbial  de  los  Camellos.  Estos  no  corren,  aun  que 
son  grandes  andadores  al  trote,  aquellos  no  comen  yerbas 
duras  por  elección,  ni  tienen  depósitos  para  el  agua-provi- 


122  OBRAS    Db   SARMIENTO 

sion  ó  surtido  que  basta  á  los  Camellos  para  que  no  beban  á 
menudo,  como  lo  hace  el^andú,  y  no  porque,  como  lo  creen 
algunos,  pueda  pasarse  sin  agua  muchos  dias  aquel  útilí- 
simo cuadrúpedo. 

ALIMENTACIÓN   DEL   ÑANDÚ 

Peculiaridades  de  su  sistema  digestivo 

«Según  Marcgrave  él  se  sustenta  de  carnes  y  de  frutas. 
M.  Buffpn  dice:  que  si  se  le  hubiera  observado,  se  sabría 
cuál  de  estos  alimentos  prefiere.  Conjetura  este  autor,  que 
la  especie  es  frujivora,  y  le  atribuye  el  instinto  del  Avestruz 
de  África  que  traga  piedras,  hierro  y  otros  cuerpos  duros. 

«Equivoca  Marcgrave  al  ñandú  esclavo  y  sujeto  á  los  pre- 
ceptos del  hombre,  con  el  que  libre  y  entregado  á  su 
instinto  recorre  las  vastas  llanuras  de  las  Pampas  y  otros 
grandes  espacios  inhabitados  de  la  América  Meridional.  El 
hombre,  aunque  incapaz  de  desnaturalizar  las  especies,  ni 
de  variar  su  tipo  orgánico  aun  por  el  cambio  sucesivo  de 
climas  (como  lo  ha  sentido  tal  vez  algún  naturalista),  obli- 
ga, sin  embargo,  á  los  animales  sujetos  á  su  tiránico  domi- 
nio á  modificaciones  estraordinarias  en  su  réjimen  y  en 
las  sustancias  con  que   entretiene  su  dieta. 

«Esta  especie,  como  el  caballo,  el  perro,  el  gato,  el  buey, 
el  cerdo,  etc.,  cuando  domésticos  sus  individuos,  comen  lo 
que  les  dan.  Y  así  debe  ser,  no  teniendo  elección  entre 
Ijerecer  de  hambre  ó  tomar  el  sustento  que  el  hombre  les 
proporciona,  ó  que  la  casualidad  les  depara,  para  satisfa- 
cerla. Entonces  traga  en  gran  copia  piedras,  monedas  de 
cualquier  metal,  trapos,  clavos,  vidrio,  etc.  Engullen  tam- 
bién pollos  pequeños  de  gallina  y  de  otras  aves  de  corral, 
duraznos  y  otras  frutas.  Encontramos  enclavadas  en  las 
paredes  del  ventrículo  de  una  de  estas  aves  una  horquilla 
de  prenderse  el  pelo  las  señoras,  todavía  con  el  moño  de 
cinta  punzó  que  ella  atravesaba. 

«Pudiera  decirse,  que  no  en  virtud  de  una  ley  de  la 
naturaleza  para  la  especie,  sino  en  uso  de  la  fuerza  des- 
componente y  de  combinación  propia  de  su  estómago  in- 
jiere, en  defecto  de  alimentos  asimilables,  sustancias 
nocivas  para  el  hombre  é   insuculentes  para    ella  misma 


FRANCISCO   J.    MUNIZ  123 

estraidas  de  cualquiera  de  los  tres  reinos  naturales.  Por 
esta  razón  debería  considerársele  no  solo  herbívora  sino 
granívora,  insectívora  y  aun  carnívora  á  !a  vez;  raras  dotes 
que  constituyen  á  la  especie  del  J^andú  omnívora  sobre 
cuantos  lo  son! 

«El  sustento  del  JVandú  de  las  Pampas  hasta  el  Estrecho 
de  Magallanes,  el  del  que  habita  en  la  Provincia  del  Pa- 
raguay, la  República  Oriental  del  Uruguay  y  del  Brasil,  es 
esencialmente  herbáceo.  Pican  con  predilección  los  tallos 
y  las  hojas  de  las  gramíneas  tiernas  prefiriendo  sobre 
todas  á  la  verdolaga.  Entre  las  frutas  silvestres  de  las 
Pampas  toma  el  camambú,  la  del  arazá,  etc.,  y  las  semillas 
de  muchas  plantas  de  aquella  familia,  siendo  estas  y  los 
frutos  las  partes  que  agradan  mas  á  los  herbívoros,  por 
contener  la  fécula  y  el  mucílago,  principios  los  mas  sabro- 
sos y  nutrientes  de  los  vejetales. 

«Sobradamente  se  opone  á  la  opinión  de  ser  frujívora  la 
especie,  el  estar  privada  del  vuelo.  Asida,  por  decirlo  asi,  á 
la  tierra,  tiene  por  necesidad  que  conformarse  con  lo  que 
ella  produce  sobre  su  superficie.  Sin  facultades  para  guin- 
darse como  las  aves  trepadoras  y  algunos  cuadrúpedos,  sin 
el  poder  de  elevarse  sobre  las  altas  ramas  como  las  demás 
aves,  la  misma  naturaleza  le  interdijo  el  uso  de  las  frutas 
arborescentes,  como  alimento  de  primera  necesidad.  Aun 
en  las  rej iones  ecuatoriales  de  la  América  donde  estas 
abundan  al  infinito,  no  le  serían  de  provecho  cuando  caen 
de  maduras,  pues  el  Ñandú  no  penetra  en  la  espesura,  ni 
aun  instigado  por  el  hambre. 

«Podría  preguntarse  ¿obedece  esta  especie  á  su  instinto, 
cuando  traga  en  mayor  cantidad  sustancias  inasimilables 
á  su  constitución,  y  algunas  que  al  parecer  le  son  nocivas? 
Racional  es  suponer  que  ese  principio  sensiente  y  volente 
en  los  seres  que  nos  place  llamar  brutos,  el  instinto,  es 
para  ellos  en  cuanto  á  su  preservación  y  en  el  ejercicio  de 
sus  funciones  animales,  casi  lo  que  la  razón  con  todos  sus 
atributos  para  el  hombre.  Por  tanto,  nos  permitiremos 
asignar  como  causa  de  esa  aberración  apetitiva,  la  necesi- 
dad de  volumen  que  llene,  que  amplíe,  en  defecto  de  ali- 
mentos, el  ventrículo,  de  lo  contrario  susceptible  de  grandes 
sufrimientos.  En  esa  especie,  como  en  otras  dotadas  de 
gran  poder  dijestivo,  la  vacuidad  del  estómago  parece  ori- 


124  OBRAS    DK   SARMIENTO 

jinar  una  sensación  altamente  penible,  que  á  veces  auie- 
nazara  hasta  con  la  desorganización.  Calmar  entonces  la 
impresión  dolorosa,  la  oscitación  intolerable  que  produjo  la 
acritud  y  exuberancia  de  los  sucos  estomacales  sobre  las 
paredes  casi  en  contacto  de  la  entraña,  dilatarla  injirien- 
do, á  no  haber  otras,  materias  inertes,  aliviar  el  famélico 
sentimiento  por  cualquier  medio,  es  el  grito  una  y  otra 
vez  repetido  de  la  misma  naturaleza.  El  hombre  en  presa 
á  los  rigores  del  hambre,  el  polífago,  el  homófago  ó  crudi- 
boro,  el  desgraciado  náufrago,  devoran  cuanto  encuentran; 
y  lo  que  espanta  á  la  naturaleza,  se  convierte  en  furioso 
enemigo  de  su  especie,  en  antropófago  sediento  de  su 
misma  carne  y  sangre,  de  la  sustancia  viva  y  palpitante 
que  le  dá  forma  y  existencia. 

«Conviene  distinguir  el  desgaste  de  los  metales  y  de  otros 
cuerpos  duros  en  el  estómago  del  J/andú,  su  supuesta  diso- 
lubilidad también  del  elemento  nutriente  y  provechoso  que 
cree  Vallisnieri  se  estrae  de  ellas.  Este  autor  escribe, 
que  el  hierro  disuelto  por  el  jugo  de  las  glándulas  esto- 
máquicas,  entrando  como  principio  útil  en  la  dijestion 
acarrea  entre  otros  bienes,  un  aumento  de  fuerza  en  los 
sólidos.  Supone  que  atenuado  por  ácidos  convenientes  se 
volatiliza  y  tiende  á  vejetar,  adquiriendo  formas  análogas 
á  las  plantas,  etc. 

«Pero  estas  suposiciones  arbitrarias  é  inexactas  son  in- 
sostenibles. ¿Quién  se  atreverá  á  garantir  un  resultado  que 
exije  ensayos  repetidos,  comparación  de  pruebas  y  esperi- 
mentos  bien  dirijidos  y  estudiados  en  sus  mas  menudos 
detalles?  De  que  el  hierro  entre  en  la  composición  de  los 
seres  vivientes,  no  se  sigue  ni  la  posibilidad  de  su  dilusion 
cuando  sólido  en  el  ventrículo  del  Avestrux,  ni  mucho  menos 
las  pretensas  ventajas  de  su  absorción  á  la  masa  humoral. 
Es  una  ley  inmutable  en  los  animales,  que  solo  les  nutre 
aquello  que  es  susceptible  de  trasformarse  en  quilo.  Los 
leños,  las  piedras  y  los  metales,  no  son  por  cierto  poseedo- 
res de  una  calidad  tan  noble  y  privilejiada. 

«El  desgaste  de  esas  sustancias  en  el  buche  del  JVandú  es 
innegable,  como  lo  es  en  el  de  varios  gallináceos  el  de  mo- 
nedas, tachuelas,  etc.  Tal  resultado  parece  provenir  menos 
de  un  menstruo  acumulado  con  anticipación  en  el  ven- 
trículo ó  vertido  de  pronto  en  él,  que  del  incesante  y  fuerte 


FRANCISCO  J      MUÑIZ  125 

movimiento  muscular  de  sus  paredes.  Es  de  suponer,  que 
cuanto  ellas  sean  mas  refractarias  y  menos  afines  por  su 
naturaleza  con  la  organización  del  animal,  escitando  ma- 
yor estímulo,  promoverán  una  abundante  secreción  de 
jugos.  Hasta  aquí  puede  conducirnos  una  racional  conje- 
tura, quedando  inescrutables  el  modo  y  trámites,  si  otros 
existieran,  de  la  dirrupcion  y  gastamiento;  como  nos  lo  son 
en  la  economía  humana  la  mutación  ejercida  por  los 
humores  gástricos  sobre  el  quimo;  ó  el  rol  que  desempe- 
ñan en  la  quilificacion  la  secreción  pancreática  y  la  biliar. 
Palpamos  casi  los  efectos,  pero  sus  causas  nos  son  del  todo 
impenetrables. 

«En  el  buche  del  Avestruz  de  las  Pampas  solo  se  encuentra 
pasto  y  rara  vez  alguna  piedrecilla,  aunque  las  haya  en  el 
lugar  donde  existe.  Las  aves  de  corral  en  quienes  se  su- 
pone natural  la  propensión  de  picar  cuerpos  duros,  no  lo 
hacen  sin  embargo  á  no  estar  mal  alimentadas.  No  pue- 
de concebirse,  que  la  naturaleza  inspirara  el  gusto  ó  el 
deseo  de  sustancias  contrarias  á  la  existencia,  por  despro- 
vistas de  olfato  que  se  suponga  á  esas  especies,  comparadas 
con  otras.  Esto  equivaldría  á  liaberlas  dotado  de  medios 
adecuados  á  su  aniquilamiento  ú  opuestos  al  fin  principal 
de  la  propia  conservación. 

«Pero  asi  como  en  la  economía  del  Universo,  todo  está 
admirablemente  eslabonado  y  sujeto  á  principios  invaria- 
bles y  en  determinada  dependencia  unos  de  otros,  así  en 
la  animal  se  observan  estrechas  relaciones  en  la  distribu- 
ción y  forma  de  ciertos  órganos  íntimamente  ligados  en 
sus  funciones  naturales.  Es  por  esta  regla,  que  para  re- 
solver definitivamente  el  problema  de  la  alimentación 
propia  del  JVandú;  es  necesario  fijarse  á  falta  de  cóndilos 
mandibulares  y  de  dientes,  en  su  aparato  dijestivo.  En 
él  debe  buscarse,  y  se  hallará  la  inclinación  ó  propensidad 
dietética  que  domina  á  la  especie  entera. 

«La  estension  délos  intestinos  del  Avestruz  Americano  es 
menor  que  la  del  de  África,  si  esta  es,  como  dice,  Buffon, 
trece  veces  mayor  que  la  del  Casoar,  que  solo  tiene  cuatro 
pies  ocho  pulgadas  de  longitud,  según  él  mismo.  La  del 
tubo  intestinal  en  el  JVandú  es  de  ocho  pies  cuatro  pulgadas 
desde  el  buche  hasta  el  ano.  Esta  dimensión  proporcio- 
nada á  la  longura  del  tronco,  intermediaria    entre  la    de 


120  OBRAS   DE    SARMIENTO 

los  herbívoros  y  la  de  los  carnívoros  parece,  sin  embargo, 
menor  que  la  requisita  en  la  condición  de  aquellos.  Pero 
esta  contracción  está  suficientemente  compensada  con  la 
energía  y  desarrollo  muscular  de  esos  órganos. 

«La  excedente  prolongación  que  tienen  los  de  los  prime- 
ros sobre  los  otros,  nace  de  que  los  vejetales  de  que  se 
alimentan,  se  prestan  menos  fácilmente  á  la  asimilación 
que  las  materias  animales  de  que  se  nutren  los  últimos,  de 
que  un  volumen  dado  de  aquel  material  contiene  menor 
porción  de  masa  reparadora,  de  que  detediéndose  mas  largo 
tiempo  el  alimento  en  el  interior  de  los  herbívoros,  preciso 
es  que  para  efectuarse  la  separación  de  la  parte  quilosa  y 
fecal,  recorran  aquellos  una  línea  mas  dilatada,  ó  que  pasen 
por  sucesivos  y  numerosos  puntos  de  elaboración.  En 
cuanto  al  Ñandú  basta  fijarse  en  la  robustez  y  espesor  de 
la  sustancia  muscular  que  envuelve  el  ventrículo,  y  exa- 
minar la  testura  coriácea  de  su  membrana  interior,  basta 
observar  la  copia  probablemente  de  jugos  dijestivos,  que 
segrega  la  gran  glándula  supraestomática,  suficientes  á  pe- 
netrar el  inmenso  contenido  de  alimentos,  para  persuadirse 
de  la  gian  fuerza  mecánica  y  del  extraordinario  podei'» 
disolvente  de  su  sistema  dijestivo. 

«Cuánta  y  cuan  poderosa  sea  la  compulsión  de  estos 
agentes,  cuál  su  fuerza  incidente  y  su  influencia  altaratriz 
y  asimilativa  sobre  las  semillas  y  las  yerbas,  bien  lo  de- 
muestra el  gastamiento  de  las  piedras,  del  vidrio,  del 
metal  y  de  la  madera  que  tragan,  mas  ó  exclusivamente 
en  su  estado  doméstico  y  de  penuria  los  individuos  de  esta 
especie,  como  se  ha  dicho. 

«El  movimiento  de  esas  fibras  musculares  que  en  círculos 
concéntricos  muy  espesos  rodean  al  ventrículo  debe  ser 
acelerado;  pues  no  es  pi'esumible  que  el  de  todos  los  haces 
se  haga  parcialmente  ó  á  diferentes  tiempos.  Si  como  es 
natural,  él  fuese  colectivo,  la  velocidad  de  contracción  de 
los  manojos  mas  distantes  debe  ser  considerable,  para 
igualará  la  de  los  menos  estensos  ó  mas  próximos  al  núcleo 
ó  centro  común. 

«Por  otra  parte,  la  acción  intestinal  complementaria  de 
aquella  importante  función,  fuerte  en  sí  misma  como  lo 
indican  la  tensión  y  robustez  de  las  numerosas  fibras  car- 
nosas que  se  distribuyen  en  todo    el  aparato,  que  le  dan 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  127 

tan  excesivo  espesor  y  consistencia,  contribuye  á  mas  de 
esa  perfección  digestiva,  á  que  no  se  eche  de  menos  una 
mayor  estension,  innecesaria  hasta  cierto  punto,  como  ya 
se  dijo. 

«M.  Buffon  informa,  que  el  avetruz  de  África  no  bebe 
agua,  y  es  lástima  que  el  señor  de  Azara  sienta  lo  mismo 
del  Americano,  fundándose  en  que  esta  especie  suele  habi- 
tar lugares  secos.  No  es  estraño,  que  á  la  Africana,  que 
en  otras  cosas  la  han  asemejado  al  camello,  la  invistieran 
por  referirle  una  otra  semejanza  con  este  cuadrúpedo,  de  esa 
propensión  preternatural,  no  porque  el  camello  deje  de  beber 
sino  por  que  lo  hace  pocas  veces,  teniendo  en  sí  mismo  el 
reservarlo  de  donde  provee  su  necesidad  de  líquido. 

«La  especie  Americana  no  está  esenta  de  la  ley  general, 
que  prescribe  á  los  animales  de  sangre  roja  y  caliente  el 
uso  del  agua,  con  mas  razón  á  los  muy  movibles,  y  que 
deben  sufrir,  como  el  J/andú,  dobles  pérdidas.  Este  la  bebe 
muchas  veces  al  dia  con  especialidad  si  hace  calor,  lo  hace 
por  picotadas  aceleradas,  luego  eleva  algo  la  cabeza  como 
para  permitir  al  líquido  que  descienda.  Podrá  suceder 
que  el  doméstico  beba  mas  y  mas  á  menudo  que  el  silves- 
tre, por  la  naturaleza  estimulante  y  complicada  de  los  ali- 
mentos de  que  se  sustenta. 

«Esta  especie  es  gran  cazadora  de  langostas,  de  moscas 
y  de  algunos  otros  insectos.  En  este  ejercicio  se  conducen 
sus  individuos  con  cierta  gracia,  y  descubren  en  él  un 
grado  de  astucia  y  viveza,  que  contrasta  con  su  habitual 
gravedad.  Parado  el  J/andú  á  una  proporcionada  distancia 
de  la  presa  en  que  medita,  dirije  la  vista  á  otra  parte,  apa- 
rentando no  hacer  alto  en  ella.  Mientras  simula  distrac- 
ción y  embelesamiento  atisba  de  reojo,  y  encorva  algo  su 
esbelto  y  flexible  cuello  hacia  el  punto  que  ocupa  el  anima- 
lito  amenazado.  Llega  el  instante,  y  vivo  y  sin  saber  como, 
de  entre  las  yerbas,  cae  en  un  abrir  y  cerrar  de  ojos  al 
ávido  buche  del  perspicaz  y  presto  gallináceo. 

«A  diferencia  de  la  especie  Africana,  que  dice  M.  Buffon, 
no  tenerlas,  la  de  América  cría  lombrices  intestinales  á 
veces  en  abundancia.  Del  mismo  modo  pululan  sobre  la 
piel  de  algunos  individuos  piojos  inofensivos  al  hombre, 
los  cuales  si  se  adhieren  á  sus  ropas,  caen  luego  de  suyo. 


128  OBRAS    DE    SAKMIENTO 


jeneracion;  proceso   incubativo 

Saca  y  cria;  enemigo  de  la  especie;  sagacidad  del  padre  y  sus 
recursos  en  protección  de  la  prole 

«El  modo  de  la  misión  jenerativa  se  ha  creído  hasta  hoy 
inaveriguado,  porque  resolver  el  problema  por  la  observa- 
ción del  Jyandü  salvaje  pareció  rayar  en  lo  imposible,  y 
una  dificultad  casi  insuperable  el  obtenerla  en  el  doméstico, 
mucho  mas  si  esa  función  perpetuadora  de  las  especies 
tiene  lugar  en  la  noche. 

«Hace  probable  esta  conjetura  el  desplume  y  alguna  vez 
los  rasguños  sobre  el  arranque  del  cuello  que  se  advierten 
en  la  hembra  doméstica  al  amanecer.  Tanto  esa  descom- 
postura del  plumaje  como  la  rozadura,  á  veces  sangrienta, 
que  se  renueva  varias  veces  en  período  copulativo,  que  no 
se  infirió  de  día,  ni  á  la  cual  puédesele  asignar  otra  causa, 
es  presumible  que  provenga  del  estro  venéreo.  El  penoso 
esfuerzo  del  mucho  para  equilibrarse,  proceso  mas  difícil 
y  tardío,  cuanto  es  mayor  el  volumen  y  el  peso  de  las  aves, 
és  mas  que  suficiente  para  producir  aquellos  accidentes. 

«  Estos,  si  faltaran  otros  datos  y  aun  pruebas,  corrobora- 
rían las  presunciones  sobre  el  modo  de  la  promiscuidad 
sexual  en  esta  rara  especie.  El  pavo  y  aun  el  pato  menos 
ponderosos,  de  uñas  menos  fuertes  y  agudas,  gravitando 
sobre  partes  mejor  defendidas  por  las  plumas,  lisian  en 
aquel  mismo  lugar  á  la  hembra,  que  ha  muerto  alguna  vez 
por  la  larga  presión  y  violencia  del  acceso.  A  esta  causa, 
en  ciertos  casos  lesiva,  se  atribuyó,  en  ausencia  de  otro 
ájente  aun  remoto,  la  muerte  de  una  J^andú  doméstica. 
Fácil  es  adivinar,  por  qué  sea  sensible  este  daño  en  la 
hembra  connubial,  é  inobservado  hasta  ahora  en  las  que 
reúne  en  el  desierto  el  Avestruz  polígamo. 

«  Oppien,  citado  por  Buffon,  admite  una  posición  reversa, 
de  imi)Osible  ejecución  en  las  aves.  Al  presente  se  conoce 
con  precisión  y  certeza,  cual  es  la  recíproca  disposición 
durante  la  actuación  prolífica.  En  los  campos  del  Arroyo 
Grande  (República  Oriental  del  Uruguay)  la  casualidad  nos 
la  hizo  ver  en  la  observación,  por  mas  ele  una  hora,  de  dos 
bandadas  en  lo  mas  caluroso  de  un  día  de  Noviembre  de 


FRANCISCO  3-.    MTJÑIZ  129 

1826.  La  colocación  actuativa  es  la  misma  que  entre  los 
pavos,  por  consiguiente  sin  la  inoculación  animal  que  se 
nota  en  los  patos,  el  gallo,  etc.  Para  conservar  el  equili- 
brio evidentemente  difícil,  por  esa  falta  de  apoyo  ó  de  asi- 
miento, el  macho  está  obligado  á  pisotear  y  maltratar  á  la 
hembra  entre  las  alas. 

«  En  nuestra  latitud  y  varios  grados  al  Sur  ó  al  Norte  de 
ella  principia  la  época  de  los  amores  para  esta  especie  y 
sus  simpáticas  evocaciones  matinales  á  últimos  de  Julio. 
Solitario  hasta  entonces  el  macho,  si  no  fuera  padre  que 
«olícito  de  su  prole  la  mantuviera  en  custodia  hasta  su 
emancipación  (que  sucede  en  esa  coyuntura),  retozón  y 
alegre  principalmente  en  los  cambios  del  tiempo  y  á  las 
madrugadas,  indiferente  hasta  la  frijidez  con  el  otro  sexo, 
aparece  en  esta  ocasión  como  desnudo  de  su  selvática  mi- 
santropía, atractivo  y  amador  ardoroso  de  la  otra  porción 
que  solicita  con  ansia  y  valor  encarnizado.  Influido  de  un 
estímulo  desconocido  prorrumpe  en  voces  de  una  armonía 
hiriente  y  tal  vez  afectuosa,  cuyo  eco  despierta  y  excita 
impresiones  de  igual  naturaleza. 

«  La  bandada  que  reúne  al  fin,  despojo  quizá  de  una  ó 
mas  victorias,  rara  vez  baja  de  seis  ú  ocho  hembras,  y  no 
-es  estraño  que  pase  de  doce.  Pocas  veces  se  vé  un  solo 
casal  en  los  campos,  durante  este  período. 

«  Los  machos  tienen  en  él,  como  se  nota  en  todas  las 
especies,  mas  enerjía  y  fogosidad.  Exaltados  por  la  pre- 
sencia de  una  potencia  nueva  y  arrojada,  no  solo  aspiran 
conservar  á  todo  trance  las  hembras  congregadas  al  influjo 
de  su  voz,  sino  que  se  debaten  por  apoderarse  de  la  comiti- 
va concubinaria,  que  otro  capitanea.  La  lucha  entre  los 
dos  es  entonces  sin  tregua,  y  no  termina  sino  con  el  ven- 
cimiento ó  huida  de  uno  de  los  contendores,  que  oculta  la 
vergüenza  de  su  derrota,  y  evita  la  tenaz  persecución  de  su 
enemigo  en  un  matorral  ó  escondrijo. 

«  Para  combatir  trenzan  los  cuellos  como  los  patos,  no 
precisamente  poniéndose  de  lado  ó  apareándose  como  estos, 
sino  de  frente.  En  esta  disposición,  retorcidos  los  cuellos 
fuertemente,  se  tiran  hacia  atrás,  se  alzan,  se  revuelven,  se 
apechugan  y  golpean  crudamente  con  las  alas  y  sus  espolo- 
nes, hasta  que  el  mayor  vigor  decide  el  triunfo,  que  jamás 

Tomo  xuir.— 9 


130  OBRAS    DB   SARMIENTO 

se  alcanza,  sin  que  se  sostenga  una  porfiada  refriega.  Crece 
á  tal  grado  la  intensidad  furiosa  de  la  lid,  que  alguna  vez 
ha  casi  llegado  el  hombre  hasta  los  mismas  combatientes, 
sin  que  ellos  mostraran  apercibirlo. 

«El  doméstico  encerrado  en  un  corral  suele  en  ese  tiempo 
de  bravura,  atacar  al  hombre  desconocido,  que  se  introduce 
en  él.  Le  embiste  acercándose  oblicuo,  erizada  la  pluma 
del  cuello,  de  los  muslos  y  la  de  todo  el  cuerpo.  Espon- 
jando las  alas  y  balanceándose  en  cierto  modo,  parte  de 
una  proporcionada  distancia,  y  choca  tan  reciamente  con 
el  pecho,  que  no  fuera  estraño  derribara  á  un  hombre  des- 
prevenido ó  prevenido  quizá.  Al  mismo  tiempo  que  ape- 
chuga llevando  por  delante,  si  puede,  al  acometido,  le  agarra 
ó  le  muerde,  podria  decirse  con  mas  propiedad,  no  que  le 
pica;  y  apretando  cuanto  le  es  posible  el  pico  sobre  los  ves- 
tidos ó  la  carne,  pretende,  alzando  el  cuello  con  toda  su 
fuerza,  suspenderle.  A  los  perros  grandes  mansos  cuando 
no  le  embisten,  porque  entonces  huiría  de  ellos,  y  á  los 
pequeños  incapaces  de  ofenderle,  los  ataca  del  mismo  modo. 
Estos  últimos  si  no  escapan  tan  pronto,  los  derriba;  pasa,  y 
repasa  sobre  ellos  batiéndolos  con  las  patas  al  mismo  tiem- 
po que  les  imprime  sendos  y  risibles  mordiscos. 

«  Se  eluden  sus  ataques  desviando  el  cuerpo,  y  se  le  con- 
tiene asiéndole  del  cuello  ó  de  las  alas.  Principalmente  al 
intentar  tenderle  ó  después  de  tendido  patalea  fuertemente, 
no  por  ofender  ni  defenderse,  sino  en  el  forcejeo  natural 
con  que  resiste  la  agresión.  Entonces  sería  imprudente 
esponerse  á  los  duros  golpes  de  la  calcitracion  ó  acocea- 
miento y  á  los  mortificantes  rasguños,  que  son  consi- 
guientes. 

En  esa  época  de  incitamiento  ó  en  su  oestus  libidinis  suele 
elJVandúi  en  las  horas  mas  calurosas  del  día,  arrojar  fuera 
el  pene  ó  el  genitale  membrum.  Le  acompaña  el  panículo  car- 
noso, especie  de  ampolla  oval  que  le  rodea  por  su  base  en 
forma  de  gollete,  compuesto  de  todo  género  de  vasos  y  de 
tejido  celular.  El  está  cubierto  de  folículos  mucosos,  que 
le  lubrifican  y  humedecen  abundantemente.  Mientras  dura 
la  espulsion,  ejecuta  con  el  ano  un  ruido  particular,  resul- 
tante de  las  repetidas  contracciones  de  su  esfinter;  ruido 
que  se  oye  distintamente  á  quince  y  mas  varas. 

«En  aquellos  momentos  de  eretismo  jenital  no  siempre 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  131 

está  el  macho  inmediato  á  la  hembra;  pero  es  general,  que 
la  corteje  entonces  insinuativo  y  como  afectuoso.  La  arrulla 
al  parecer,  con  vehemencia  apasionada,  el  cuello  encojido  y 
erizado,  bajas  y  semiabiertas  las  alas.  Así  majestuosamente 
empavesado  le  hace  arremetidas  de  un  garbo  peculiar,  do- 
blando algo  las  piernas;  pero  no  rodea  á  su  compañera  con 
el  ahinco  fastidioso  y  necia  repetición,  con  que  circuye 
el  pavo,  tontamente  hinchado,  indeciso  é  importuno,  á  la 
suya. 

«  A  pesar  de  lo  exacerbado  de  aquella  situación,  del  evi- 
dente órgano  que  ajita  al  macho,  él  no  se  dirije  jamás  al 
ayuntamiento,  como  parece  debería  esperarse.  Este  acto 
es  impedido  probablemente  en  los  domésticos  por  la  pre- 
sencia de  seres  y  de  objetos  estraños  aglomerados  á  su  al- 
rededor, y  especialmente  por  la  vista  del  hombre.  El  J^andu 
mas  contenido  que  los  demás  individuos  de  su  clase,  se 
limita  á  efectuar  repuntes  festejosos,  y  sin  otra  espansion 
apreciable  termina  paciblemente  aquella  escena  de  eviden- 
te afectuosa  excitación. 

«  Impregnadas  ya  las  hembras,  cuando  el  instinto  previe- 
ne al  macho  que  está  próxima  la  postura,  elije  el  lugar 
más  á  propósito  para  la  fabricación  del  nido.  Lo  forma 
siempre  en  sitio  despejado,  fuera  y  á  alguna  distancia  de 
todo  matorral  ó  escondite  desde  el  cual  el  hombre  y  varios 
animales,  sus  enemigos,  pudieran  fácilmente  atacarle  y 
sorprenderle.  Lo  configura  circularmente,  y  le  da  algo  mas 
de  un  pié  de  radio  ó  poco  mas  de  dos  pies  de  diámetro. 
Primero  corta  con  el  pico  el  pasto  de  aquel  lugar,  si  es  tan 
alto  que  le  impida  la  operación,  y  le  arroja  á  cierta  distan- 
cia de  ambos  lados.  La  cabeza  aparenta  sobre  el  cuello,  en 
el  lanzamiento  ó  yaculacion  de  las  yerbas,  un  movimiento 
parecido  al  de  la  mano  del  hombre  cuando  ase  y  despide 
rápida  y  sucesivamente  algo,  con  solo  los  dedos. 

«Se  cree  generalmente,  que  redondea  el  nido,  y  que  le 
pulimenta  con  el  espacio  calloso  y  limpio  de  pluma  (grano 
del- pecho  de  los  campesinos)  que  tiene  en  el  promedio  ó 
punta  mas  sobresaliente  del  esternón.  Estos,  dicen,  e/^vt?5- 
truxse  hurgonea,  significando  con  esta  espresion  las  vueltas 
que  da  aplastado  contra  la  tierra  mientras  forma  el  nido. 
Pero  lo  que  hace  entonces,  es  escavar  á  la  redonda,  do- 
blando, como  cuando   se  echa,  los  tarsos  hacia  adelante» 


132  OBRAS   DE    SARMIENTO 

Ínterin  profundiza  con  las  uñas,  y  remueve  la  tierra  del 
centro  á  la  circunferencia.  De  aquí  resulta  la  configura- 
ción aguisa  de  embudo  del  nido  ó  su  ahondamiento  en  el 
medio. 

«  Dispuesto  así  (y  no  por  encontrar  una  cavidad  en  la 
tierra,  que  solo  perfecciona,  como  dice  el  señor  de  Azara), 
dispuesto  así  aquel  recinto,  de  una  futura  y  numerosa  ni- 
dada, cubre  el  todo  coa  cardo  seco,  pajitas  y  otras  yerbas, 
distribuyéndolas  con  nivelación  proporcionada.  Cuando 
doméstico,  trae  al  nido  hojas  de  árboles,  que  caen  ó  que  él 
arranca;  plumas,  lana  ó  cualquier  otro  cuerpo  blando.  Co- 
mo en  la  cluequera  pierde  las  plumas  del  pecho,  del  vien- 
tre, de  los  costados,  entran  estos  despojos  en  la  materiali- 
dad del  nido.  Si  por"creerlo  conveniente  se  erije  artificial 
en  sitio  frecuentado  por  el  J\tandú,  él  resiste  tenazmente  di- 
rijir  á  él  la  hembra.  Si  el  que  fabricó  fué  destruido  le  re- 
construye una  ó  mas  veces,  siempre  en  lugar  disthito.  Hay 
probabilidades,  que  el  silvestre  levanta  su  nido  en  las  cer- 
canías del  punto  que  ocupó  el  del  año  anterior. 

«  Concluido  este  no  ee  aleja  de  él  ni  la  cuadrilla,  que  re- 
punta hasta  sus  inmediaciones  varias  veces  al  dia,  como  si 
intentara  con  esto,  que  las  hembras  le  reconocieran  y  ad- 
virtieran cual  es  su  situación.  Lo  mismo  hace  el  domés- 
tico con  su  compañera,  la  cual  se  obstina  á  veces  en  poner 
fuera  de  él,  apesar  de  los  pechugones  con  que  por  fuerza 
la  conduce  el  macho  hasta  su  proximidad.  Hay  hembras 
que  se  acostumbran  á  poner  dentro  de  las  habitaciones,  so- 
bre un  cuero  ó  tela  tendida,  ó  bien  en  la  tierra  desnuda.  Se 
observa  en  otras,  que  en  los  momentos  antecedentes  á  la 
exovacion,se  restregan  apresuradamente  contra  las  perso- 
nas, siendo  general  que  pujen  en  aquel  acto,  como  oprimi- 
das de  violenta  ansiedad. 

«  Cuando  el  J/and^  hace  marchar  delante  de  sí  á  su  co- 
mitiva, momento  de  una  solemnidad  imperativa  y  apa- 
sionada, adopta  una  forma  espansiva,  que  lo  hermosea,  y 
que  le  da  nueva  importancia.  Recojido  el  cuello,  crispa  las 
plumas  que  le  cubren,  é  inclina  hacia  atrás  la  cabeza:  abre 
al  mismo  tiempo  las  alas,  las  estiende,  y  aun  arrastra  en- 
corvando los  tarsos.  Chasquea  fuerte  y  agitad  amenté  el 
pico,  camina  con  grave  mesura,  y  así  agradablemente  trans- 
formado, rodea  y  conduce  de  una  á  otra  parte   al  nume- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  133 

roso  Ó  Único  cortejo.  Con  tales  ademanes  parece  signifi- 
cara el  galante  centinela  de  las  Pampas,  el  despótico  y  so- 
berano dominio  de  un  Sultán  sobre  las  cautivas  beldades 
de  su  harem. 

«La  época  de  la  postura  en  esta  especie,  dice  M.  Buffon, 
depende  del  clima;  ella  se  verifica,  añade,  cerca  del  sols- 
ticio de  verano  ó  en  Julio  en  la  América  Septentrional  y 
en  Diciembre  en  la  Meridional.  Es  decir,  esa  función  tiene 
lugar  en  aquellas  regiones,  cuando  la  tierra  ocupa  los  pun- 
tos estremos  del  eje  mayor  de  su  órbita  ó  sus  ápsides.  Pero 
la  del  Ñandú  de  las  Pampas,  la  del  de  las  Provincias  Argen- 
tinas que  baña  el  Paraná  y  el  Uruguay,  la  del  que  habita  los 
campos  de  la  República  Oriental  del  Uruguay,  se  verifica  en 
distinta  época  del  año.  Es  á  fines  de  Agosto  que  aparecen 
en  esas  comarcas  los  primeros  huevos,  y  su  mayor  abun- 
dancia es  en  Setiembre  y  Octubre.  Esto  demuestra  que 
la  postura  se  realiza  en  esas  varias  secciones  de  la  Amé- 
rica Meridional  hacia  el  equinoccio  de  primavera,  ó  cuando 
el  sol  en  el  Ecuador  se  halla  en  el  primer  punto  de 
Libra. 

«Los  pollos  mas  tempranos  nacen  á  fines  de  Noviem- 
bre y  su  mayor  número  en  Diciembre,  época  del  año  en 
que  principia  la  postura  según  M.  Buffon,  en  la  África  Me- 
ridional, ó  sea  en  aquella  gran  división  terráquea  ali- 
neada ó  correspondiente  en  latitud  á  nuestro  hemisferio. 
Siendo  esto  así,  el  producto  debe,  en  esta  porción  de 
África,  salir  á  luz  por  Marzo  ó  cerca  del  equinoccio  d^ 
Otoño. 

«No  hay  dificultad  en  admitir,  que  las  cosas  pasen  de 
ese  modo  en  la  África  intertropical;  mas  si  el  Avestruz  se  se- 
para, según  aquel  celebrado  naturalista,  hasta  treinta  y 
cinco  grados  de  la  equinoccial  en  ambos  hemisferios;  si  llega 
hasta  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  treinta  y  cuatro  grados  al 
Sur  de  la  línea  y  mas  de  diez  fuera  del  Trópico,  latitud  ex- 
tratropical,  en  la  cual  se  comprende  una  gran  parte  de  las 
Regiones  Americanas,  que  arriba  enumeramos;  la  saca  se 
efectúa  en  la  África  Meridional  en  un  tiempo  extraordina- 
rio ó  sobre  el  invierno.  Rara  escepcion  sin  duda  (si  ella 
fuese  cierta),  entre  todos  los  animales  cuyos  hijos  nacen,  y 
es  razonable  que  nazcan,  á  principios  del  verano,  Escep- 
cion mas  contra  natura  que  la  flloprojenitura  en  el    ñandú 


134  OBRAS   DE   SARMIENTO 

Aquí,  aunque  cambiado  el  rol  de  los  sexos  es  sin  menos- 
cabo ó  perjuicio  de  la  especie;  allí  queda  la  tierna  prole 
bajo  la  inclemencia  de  una  mortal  estación. 

«A  esos  pocos  huevos  depositados  en  uno  ú  otro  punto 
del  campo  antes  ó  después  de  la  formación  del  nido,  les 
llaman  los  campecinos  guachos,  por  cuyo  nombre  dan  á  en- 
tender su  colocación  estraviada. 

«La  particular  posición  del  huevo  guacho  suele  tomarse 
por  signo  indicativo  del  sitio  que  ocupa  el  nido.  En  efecto, 
siendo  su  estremidad  mas  delgada  la  exovada  última- 
mente, resulta,  que  si  al  caer  á  tierra  el  producto  ó  después 
no  varía  su  natural  proyección,  el  vértice  del  cono  que  con 
aproximación  representa,  podrá  indicar,  así  la  línea  que 
indiferentemente  traía  la  hembra  en  su  marcha,  como 
aquella  que  instintivamente  la  encaminaba  á  su  nido. 

«La  hora  de  la  postura  es  desde  las  diez  hasta  lastres  de 
la  tarde,  esto  cuando  el  calores  mas  fuerte  y  el  campo  está 
mas  solo.  Los  boleadores  de  Avestruces  saben  por  espe- 
riencia  que  la  mejor  hora  para  ellos  es  por  la  mañana 
temprano,  pues  entonces  llevan  las  hembras  sus  huevos 
todavía,  razón  porque  están  mas  pesadas.  Ellos  suelen  ani- 
marse mutuamente,  diciendo:  «á  ellas  muchachos  que  esta 
es  la  hora  de  sacar  los  amarillos». 

«El  macho  que  pasta  mas  ó  menos  cercano  al  nido, 
llama  á  él  á  la  cuadrilla  por  repetidos  bramidos  ó  gritos,  á 
cuya  señal  se  aproxima  ésta,  hasta  deponer  cada  una  de 
las  que  deben  hacerlo  aquel  día.  La  ñandú  no  se  detiene 
un  instante  después  del  alumbramiento,  sino  que  sale  del 
nido  inmediatamente,  en  dirección  contraria  á  la  que  en- 
tró en  él.  Algunas  exovan  fuera,  ó  porque  ocupaba  el  nido 
otra  parturienta,  ó  porque  la  necesidad  de  librar  le  sor- 
prendió antes  de  alcanzarle.  Entre  tanto,  el  macho  ó  ma- 
chos que  espectan  fríamente  el  proceso  parturitivo,  pican 
las  yerbas  en  las  inmediaciones,  bramando  el  jefe  de  cuando 
en  cuando,  según  se  dijo. 

«La  hembra  en  esta  especie  como  en  alguna  otra,  no  ne- 
cesita de  macho  para  impregnarse  y  poner  huevos.  Su 
fuerza  profilitica  como  se  ha  notado  varias  veces  en  las 
célibes  encerradas  en  un  corral,  es  suficiente  á  producirlas. 
Pero  estos  huevos  como  aquellos,  si  perfectos  en  su  forma 
y  sustancia,  son  sin  embargo,  infecundos,  y  no  darán  exis- 


FRANCISCO    .1.    MUÑIZ  135 

tencia  á  un  animal  semejante  al  que  les  dio  la  luz.  Des- 
prendidos del  pedículo  que  los  mantienen  en  el  racimo  ó 
cáliz  común,  ellos  recorren  en  progresivo  desarrollo  el 
oviductuSj  y  al  fin  se  muestran  en  sus  formas  naturales. 
Pero  la  yema  carece  del  esperma  ó  galladura,  que  tiene 
el  huevo  de  la  hembra,  que  comunicó  con  el  macho.  A 
esta  clase  de  productos  estériles  ó  hypenémicos  llama  el 
vulgo  huevos  del  aire. 

í<La  ñandú  no  pone  todos  los  días:  por  lo  regular  lo  veri- 
fica cada  dos  ó  tres,  pasándose  á  veces  cuatro  y  aun  hasta 
seis  ]sin  que  lo  realice.  Esta  varia  intermitencia,  que  se 
observa  también  en  otras  aves,  debe  naturalmente  ser  mas 
larga  en  esta  especie,  necesitando  el  particular  espesor 
de  su  cascara  de  mas  tiempo  para  consolidarse.  En  los 
domésticos  se  ha  notado  una  interrupción  de  ocho  á  diez 
días  hacia  el  medio  de  la  postura — circunstancia  que  pa- 
rece marcara  dos  tiempos  en  la  edición  ovativa. 

«Parece  cierto  que  los  huevos  de  los  pollos  mas  delgados 
ó  cuya  figura  es  mas  conoide,  contienen  el  jérmen  del  pro- 
ducto macho.  Esto  miíaio  se  advierte  en  los  huevos  de 
gallina  y  en  otros. 

«Los  que  con  la  cascara  ya  formada  se  estraen  de  las 
hembras  recien  muertas  son  muy  amarillos.  El  contacto 
del  aire  disipa  insensiblemente  ese  color,  y  hace  que  al 
fin  blanqueen.  Estos  huevos  se  destinan  para  regalo  por 
su  hermoso  amarillo  fino  subido:  algunos  los  llevan  dentro 
del  mismo  oviductus  para  que  de  este  modo  lo  conserven 
por  mas  tiempo. 

«El  número  de  huevos  que  pone  cada  hembra  varía  de 
diez  y  seis  á  treinta  y  aun  mas,  siendo  lo  común  que  no 
pasen  de  veinte  ó  veinte  y  dos.  No  pudiendo  contener  el 
nido  ni  cubrirle  el  Ñandú  sino  cierta  porción,  es  de  supo- 
ner que  no  todas  las  hembras  que  componen  una  ban- 
dada extensa,  ponen  en  un  solo  nido.  Por  eso  se  ve  que 
las  nidadas  mayores  constan  de  cincuenta  ó  sesenta  huevos 
y  algunas  aun  de  mas:  sin  embargo,  esta  cantidad  no  es  sino 
una  mínima  parte  de  la  aovacíon  de  una  cuadrilla,  que  solo 
contara  cinco  ó  seis  hembras  de  postura. 

«Se  encuentra  en  algunos  nidos  un  huevo  pequeño,  que 
ocupa  la  parte  central  ya  sobre  ó  entre  los  demás,  ó  quizá 
enterrado.    A  este  huevo  le  llaman  los  campesinos—  de  kt 


136  OBRAS   DE   SARMIENTO 

fortuna — conservándose  la  creencia  entre  ellos,  que  comu- 
nica al  que  lo  trae  la  dote  de  facilitar  el  hallazgo  de  las 
nidadas.  Este  huevo  es  por  consiguiente  sagrado — no  se 
come,  ni  se  enajena:  debe  conservarse  el  amuleto  supers- 
ticioso, cuya  virtud  es  tan  singularmente  favorable  al  que 
lo  posee. 

«La  producción  de  los  últimos  huevos  es  mas  tardía,  que- 
la  de  los  primeros,  intercalándose  un  mayor  número  de  dias 
en  su  respectiva  deposición.  Esto  consta  al  menos  de  dos 
Jíandús  domésticas  en  postura. 

«A  los  principios  de  esta,  mientras  el  nidal  contiene  un 
corto  número  de  huevos  el  macho  los  cubre  con  pajitas  y 
yerbas  secas,  como  hace  el  ave  fria  ó  Teru  de  nuestros 
campos  (fringa  vanellus). 

«Es  opinión  de  varios  naturalistas  y  de  algunos  escritores, 
que  elJiatidú  deja  fuera  del  nido  uno,  dos  y  hasta  la  tercera 
parte  de  los  huevos,  con  el  designio  que  atraigan,  después 
de  rotos  por  él,  insectos,  á  mas  de  los  que  enjendra  la 
corrupción,  que  sirvan  de  alimento  á  los  recien  nacidos. 
Pero  esta  noción  que  reúne  en  su  favor  algunos  votos  tra- 
dicionales casi  todos,  es  empero  inexacta. 

«Los  hombres  acostumbrados  á  cacerías  anuales  de  Aves- 
truces; aquellos  hacendados  que  tienen  en  sus  campos  cua- 
drillas de  ellos;  los  que  han  visto  en  diferentes  puntos  de 
las  Pampas  nidadas  por  docenas,  estrañan  que  se  les  inte- 
rrogue en  aquel  sentido,  y  se  admiran  si  oyen  afirmar  como 
un  hecho  el  supuesto  universal  apartamiento  de  huevos. 
Nosotros  que  cuando  jóvenes  asistimos  á  varias  de  estaa 
agradables  y  jamás  olvidadas  diversiones,  no  vimos  tales 
huevos  ex-profeso  secuestrados. 

«El  erudito  redactor  del /wsínícíor,  periódico  de  tan  vasta 
circulación  entre  nosotros,  admite  como  una  verdad  confir- 
mada por  su  propia  observación,  la  separación-  de  huevos 
en  cada  nido  con  aquel  objeto.  Si  es  digno  de  entera  fe 
el  aserto  de  aquel  respetable  y  sabio  escritor  (á  quien  per- 
sonalmente conocimos  en  este  país)  tanto  mas  cuanto  ase- 
gura, que  el  Avestruz  le  fué  familiar,  no  por  eso  admitimos 
la  generalidad  del  hecho,  ni  el  fin  ó  determinación  que  se 
reconoce  en  él. 

«Cosas  hay,  que  aunque  de  poco  momento,  requieren 
para  su  elucidación,  á  mas  de  circunspección  y  buen  juicio, 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  187 

cierto  grado  también  de  escepticismo  para  desoír  y  sobre- 
ponerse á  testimonios  dudosos  ó  equívocos. — En  todo  caso 
necesario  es  en  materias  como  la  presente,  multiplicar  las 
observaciones,  sujetar  las  pruebas  á  un  examen  contradic- 
torio, con  mucha  mas  razón  si  el  hecho  es  singular  y  con- 
trario sobre  todo  á  las  leyes  generales  de  la  naturaleza. 

«  No  basta  que  algún  habitante  de  las  Pampas  que  vio  ó 
pudo  ver  nidadas,  que  oyera  también  hablar  de  ellas,  con- 
viniese en  la  existencia  de  tales  huevos  separados  del  nido. 
Semejantes  hombres  por  lo  regular  de  abstracto  y  oscuro 
criterio  en  la  trasmisión  de  noticias — ni  tienen  interés  en 
perfeccionar  el  examen  de  ese  supuesto  hecho,  ni  aun  de 
otros  muchos  que  les  interesan,  y  que  en  realidad  lo  son — 
ni  se  toman  la  pena  de  comparar  sus  vistas,  que  no  obser- 
vaciones, entre  sí,  ni  con  la  de  otros.  Oculos  habent,  el  non 
videbunt.  Nosotros  mismos  que  curiosos  é  infatigables 
investigadores,  tratamos  é  inquirimos  los  hombres  mas 
inteligentes  en  este  asunto,  que  repetimos  tantas  veces  la 
disquisición:  que  dilucidamos,  por  la  comparación,  las  infor- 
maciones que  recibíamos  de  todas  partes,  se  nos  ofreció 
no  poco  trabajo  (abstracción  hecha  de  nuestras  propias 
especulaciones)  para  establecer  sobre  este  particular  el 
verdadero  corolario.  ¿Qué  deberá  suceder  á  un  viajero  que 
vé  todo  de  paso,  que  aun  cuando  entienda  el  idioma,  no 
entiende  el  peculiar  de  los  campesinos,  en  contestación  á 
las  mas  serias  interrogaciones,  mucho  mas  si  el  que  las 
hace  es  estranjero? 

«Los  huevos  que  se  encuentran  fuera  del  nido,  antes  ó 
después  de  la  saca,  ó  fueron  desalojados  por  el  ñandú  al 
huir  con  precipitación  del  hombre,  ó  de  los  animales  sus 
enemigos:  quizá  también  por  haberlos  esparcido  otros  cam- 
peros encontrándolos  empollados  ó,  como  aquellos  dicen, 
dormidos:  ó  por  que  los  desbarató  el  Avestniz  en  su  enojo, 
si  los  tocaron  ó  removieron  en  su  ausencia;  lo  que  jamás 
deja  de  conocer  por  artificioso  y  semejante  que  sea  el  nue- 
vo acomodo  de  la  nidada. 

«Es  posible  que  haya  contribuido  en  muchos  casos  á  dar 
estension  y  aun  existencia  á  la  opinión  de  esos  huevos  des- 
tinados al  banquete  de  los  chicuelos  el  quebrantamiento 
por  el  macho  de  las  cascaras  que  quedan  desocupadas. 
Este  que  quiere  proporcionar  algo  que  picar  á  su  prole  en 


138  OÜRAS    DE    SARMIENTO 

-el  momento  de  nacer,  suele  fraccionarlas  en  menudas  par- 
tículas que  deposita  en  contorno  de  la  cuna  natal.  Como 
no  se  verifica  esto  siempre,  es  creíble  que  influya  en  su 
acaecimiento  unacausa  eventual, como  lademasiadademora 
en  la  saca  sucesiva  de  los  poUuelos,  lo  que  dilata  su  perma- 
nencia en  el  nido  con  molestia  tal  vez  de  los  que  primero 
nacieron,  etc. 

«En  resumen — existen,  aunque  rio  siempre,  esos  huevos 
segregados  no  en  virtud  de  un  precepto  instintivo  sino  por 
una  causa  fortuita,  y  esta  es  la  razón  porque  no  se  encuen- 
tran sino  en  uno  ú  otro  nido.  Como  obra  del  instinto  tal 
secuestración  sería  indefectible  y  general — sin  escepcion. 
Por  otra  parte  justo  es  y  natural  el  reconocer  en  esta  espe- 
cie como  en  las  demás,  ya  aladas  ya  cuadrúpedas,  un  sen- 
timiento que  les  aleja  de  aquella  antropofájia  saturnal,  que 
degrada  al  hombre,  y  que  degradó  á  aquellos  pueblos 
execrables,  que  depravaron  á  ese  punto  su  apetito.  Al 
menos  ese  acceso  horrible  contra  la  naturaleza  si  sucede 
en  ellas  alguna  vez,  es  á  consecuencia  de  una  necesidad  gra- 
vísima y  nunca  voluntariamente,  ni  aun  como  caso  escep- 
cional  de  una  aberración  cannival  premeditada. 

«Esos  huevos  eliminados  están  por  lo  general  hueros,  ó 
se  ha  aniquilado  en  ellos  el  jérmén  de  vida:  accidente  pro- 
venido de  una  ú  otra  causa  antes  de  la  jignicion  ó  produc- 
ción de  los  incumbitos  ó  empollados.  Cuando  fueron  dañados 
los  huevos  mas  centrales,  como  sucede  de  ordinario,  es 
presumible  que,  siendo  los  primeros  puestos,  sufrieron  com- 
parativamente mas  que  los  otros  de  las  vicisitudes  atmos- 
féricas, por  la  probable  mas  frecuente  interrupción  en  el 
calor  incubativo,  ó  por  la  casual  concentración  del  agua 
pluvial  en  las  grandes  tempestades.  Si  fueran  acaso  los 
mas  estemos,  podría  atribuirse  su  alteración  á  mas  de  atri- 
buirlo á  ajentes  inaveriguables,  á  que  quedaron  menos  res- 
guardados que  los  otros.  Iguales  causas  influyen  en  la  pér- 
dida de  los  huevos  de  las  demás  aves. 

«Pero  sea  el  que  se  quiera  el  origen  de  corrupción  en 
los  del  ñandú,  ellos  aparecen  constantemente  dentro  del 
nido  toda  vez  que  una  causa  mas  ó  menos  presunta  no  los 
arrojara  de  él.  Entonces  como  en  la  situación  contraria  con- 
servan el  albumen  y  la  yema  sin  otra  disminución  que  la 
producida  por  un  derrame  fortuito;  ó  lo  que  es  general,  sin 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  139 

otra  deficiencia  que  la  que  originara  la  evaporación  de  las 
partes  mas  líquidas  y  tenues. 

«  Concluida  la  postura,  y  antes,  algunas  veces,  se  echa 
el  macho.  Coloca  los  huevos  en  la  posible  concentración, 
aunque  no  precisamente  de  punta:  les  da  un  apoyo  late- 
ral entre  si  y  el  aplomo  necesario  sobre  una  superficie  in- 
clinada déla  circunferencia  al  centro.  Sea  mas  ó  menos 
estensa  la  bandada,  los  huevos  depositados,  aunque  en 
parte  sobrepuestos,  guardan  siempre  relación  con  la  capa- 
cidad del  nido. 

«  Es  un  error,  que  alcanza  hasta  nosotros,  y  en  el  cual 
inciden  los  naturalistas,  apesar  de  lo  que  escribió  el  señor 
de  Azara  á  principio  de  este  siglo,  el  dudar  todavía  ó  el  ne- 
gar— que  sea  el  macho  el  esclusivamente  encargado  de  la 
incubación,  saca  y  cría.  Disculpado  está  el  ilustre  Buffon 
al  hablar  de  su  Titi/u  ó  Avestruz  Americano,  pues  confiesa 
que  se  condujo  por  una  especie  de  adivinación  al  discurrir 
sobre  lo  que  se  había  escrito  hasta  entonces  de  esta  es- 
pecie. 

«  Los  viajeros  y  naturalistas  que  posteriormente  lo  hi- 
cieron, cuando  la  América  ha  sido  cruzada  en  todas  direc- 
ciones y  la  especie  reconocida  á  placer,  han  debido  ilus- 
trar este  punto  y  presentarlo  con  el  esplendor  de  la  verdad. 
Sin  embargo  (y  esto  prueba  lo  difícil  de  que  un  estranjero 
escriba  con  propiedad  las  cosas  de  otro  país)  se  repite  do- 
lorosamente  ahora  lo  que  entonces,  y  se  cree  lo  que  se  creía 
un  siglo  há. 

«  Supone  aquel  gran  naturalista  como  oríjen  de  la  equi- 
vocación, cuando  se  atribuye  al  macho  la  filoprojenitura,  la 
posibilidad  de  haberse  encontrado  en  hembras  anidadas 
testículos^  y  pudiera  ser  también  una  apariencia  de  pene, 
como  se  vé  en  la  hembra  Africana.  De  aquí,  añade  el  cita- 
do naturalista,  de  haberse  creído  con  derecho  para  concluir, 
que  eran  otros  tantos  machos.  Pero  tan  chocante  mues- 
tra de  hermafroditismo  no  existe  en  la  especie  americana, 
ni  se  descubre  razón  alguna  natural  para  conceder  á  la 
hembra  una  disposición  innecesaria,  estravagante  y  opues- 
ta á  las  leyes  del  organismo.  Este  modo  de  discurrir  por 
comparación  y  sin  otros  antecedentes,  podría  clasificarse 
de  efujio  para  salir  bien  ó  mal  de  una  dificultad  de  imposi- 
ble solución. 


140  OBRAS   DE   SA.KMIBNTO 

«  Aun  cuando  se  prescindiera  de  la  diversidad  de  formas» 
de  prominencia  y  de  dimensiones  de  la  correlación  orgáni- 
ca y  de  tejido  entre  el  todo  y  una  parte  de  la  estructura 
sexual  ¿bastaría  para  infundir  no  masque  ilusión  un  sim- 
ple repliegue,  una  membrana  de  tal  ó  cual  modo  dispues- 
ta ó  conformada,  aun  en  el  caso  de  aparente  similitud  en- 
tre los  órganos  generativos  del  macho  con  los  de  la  hem- 
bra? ¿La  semejanza  de  un  objeto  en  anatomía  (que  tal  y 
nada  mas  debería  considerarse  eso  de  los  testículos  y  pene 
en  la  hembra  africana)  representará  nunca  á  los  ojos  de 
un  inteligente  el  mismo  objeto,  ni  valdrá  lo  que  él  en  su 
íntima,  especial  y  perfecta  contestura? 

«  Se  echa,  pues,  el  macho,  y  permanece  seis  semanas  en 
indiscontinuada  incubación.  Se  enclueca  y  enflaquece,  co- 
mo sucede  alas  hembras  de  las  otras  especies,  y  se  pone 
como  ellos  violento  é  irritado.  Pierde  naturalmente  mu- 
chas plumas  del  vientre,  del  pecho  y  de  debajo  de  las  alas, 
fuera  de  las  que  se  arranca  con  el  pico. 

«El  es  tanto  mas  celoso  del  nido,  cuanto  está  rnas  ade- 
lantada la  incubación.  Ya  queda  dicho,  que  si  se  removieron 
ó  manosearon  los  huevos,  lo  que  él  conoce  al  momento, 
los  desparrama  y  rompe  con  las  patas,  cuyo  acto  reputan 
los  campesinos  ser  emanado  de  soberbia.  Pero  cierto  es, 
que  si  pierde  estos  objetos  de  desvelo  y  cuidados,  el  sacrifi- 
cio tal  vez  le  importa  su  preservación.  Sabedores  los  ene- 
migos que  tiene  (una  vez  descubierto  el  nido)  del  lugar 
donde  podrán  encontrarle,  ya  de  noche  ya  de  día,  le  ataca- 
rían de  improviso,  y  le  darían,  á  no  sentirlos,  irremisible  y 
pronta  muerte.  No  hay  animal  mas  gaucho  que  el  avestruz  di- 
cen los  mismos  gauchos — con  cuya  frase  espresan  cuan  avi- 
sado es  este  alerta  centinela  de  nuestros  campos. 

«El  doméstico  defiende  el  nido,  hasta  sacudir,  abrazán- 
dolo con  el  pico,  el  bastón  con  que  se  le  amenaza  ó  inco- 
moda estando  en  él.  Hemos  visto  á  uno  saliendo  del  recinto 
de  una  pequeña  quinta  correr  al  encuentro  de  los  descono- 
cidos que  pasaban  cerca  á  caballo,  y  embestirles  en  las  pos- 
turas mas  á  propósito  para  asombrar  á  estos.  Como  conoce 
á  los  de  la  familia,  especialmente  al  encargado  de  darle  el 
alimento,  permite,  aunque  de  mala  gana  que  este  se  le  acer- 
que, y  aun  que  le  recoja  los  huevos  si  se  echó  con  antici- 
pación. Esto  suele  hacerse  para  ennidarlos  todos  á  un  tiem- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  141 

po,  en  precaución  de  que  algunos  se  pierdan  sufriendo  la 
acción  prolongada  y  nociva  de  la  intemperie.  Pero  el  macho 
no  solo  rehusa  siempre,  cubrir  estas  nidadas  artificiales, 
sino  que  las  rompe  y  disemina. 

«La  bandada  que  permaneció  algunos  días  todavía  en  las 
inmediaciones  del  nido,  después  de  echado  el  macho,  se 
aleja  poco  á  poco,  hasta  que  desaparece  capitaneada  por  el 
que  le  sucedió  en  valor  y  fortuna.  Los  gauchos  dicen — el 
mas  taita  lleva  la  cuadriya. — Es  probable,  que  pasando  esta 
de  seis  se  forme  nuevo  nido  donde  termine  tal  vez  la  exo- 
vacion. 

«Se  ha  visto  al  macho  en  las  horas  mas  calurosas  del 
día  erigirse  sobre  el  nido  sin  salir  de  él,  abrir  las  alas,  plu- 
mearlas y  permanecer  en  aquella  actitud  mas  ó  menos 
tiempo,  hasta  que  refrescado  y  desentumido,  al  parecer, 
vuelve  á  echarse. 

Para  efectuarlo  dirijo  los  tarsos  hacia  adelante,  apoyán- 
dose al  mismo  tiempo  que  en  ellos  y  en  las  patas,  en  las 
«stremidades  fuertes  de  las  tibias  y  el  talón.  Esta  disposi- 
ción quieren  significar  los  campesinos  cuande  dicen:  «el 
Avestruz  está  hincado,©  se  hincó  de  rodillas.» 

«Algunas  veces  sale  del  nido  por  buscar  á  la  lijera,  el 
sustento,  por  estirarse  de  lo  que  muestra  tener  necesidad, 
pues  se  nota  que  eleva  entonces  el  cuerpo,  y  que  ejecuta 
repetidas  pandiculaciones  ó  desperezamientos  con  las  alas. 
El  del  desierto  es  también  instado  á  dejar  el  nido,  por  pro- 
porciones descubiertas  ala  redonda,  particularmente  cuan- 
do ha  sentido  algún  rumor. 

«Al  fin  de  seis  semanas,  poco  mas  ó  menos,  nacen  los  po- 
lluelos,  rompiendo  ellos  y  no  el  padre,  como  algunos  suponen 
la  cascara,  mediante  el  tuberculillo  (general  en  las  aves) 
que  traen  en  la  extremidad  del  pico,  el  cual  como  es  sabido 
cae  después.  Terminada  la  saca  descansan  todavía  unas 
cuantas  noches  en  aquel  habitáculo  ó  nidal,  que  abrigó  pri- 
mero al  embrión  encerrado  dentro  de  la  cascara  y  que  sir- 
vió después  de  cuna  natal  á  la  numerosa  projenie. 

«M.  Buffon  dice:  que  la  Avestruz  Africana  abandona  los 
chicuelos  asi  que  nacen,  porque  encontrando  desde  luego 
el  alimento  propio  y  el  calor  necesario,  los  cuidados  mater- 
nos le  son  inútiles.  Podrá  ser:  pero  el  clima  en  África  no 
es  igual  por  todas  partes;  fuera  de  esto,  faltándoles  desde 


142  OBRAS    DB   SARMIENTO 

entonces  la  vijilancia  maternal,  ¿quien  habrá  de  protejerles 
contra  los  bruscos  y  peligrosos  ataques  de  las  aves  de  ra- 
piña y  de  otros  enemigos  no  menos  temibles?  Nadie  duda 
que  el  instinto  de  conservación  de  los  hijos  es  el  mas  natu- 
ral, el  mejor  desenvuelto  de  todos,  y  el  mas  sólidamente 
dibujado,  en  todas  las  especies.  Es  verdad  que  en  la  incu- 
bación, saca  y  cria  se  invierte  el  orden  natural,  desempe- 
ñando esas  funciones  el  macho  en  la  especie  americana. 
Pero  esta  anomalía  es  en  el  fondo  de  ningún  momento, 
pues  lejos  de  comprometerse  la  especie  por  ella,  se  preser- 
va cuando  menos  tan  bien  como  del  otro  modo,  estando 
confiada  su  guarda  al  macho,  inspirado  por  los  afectos 
paternales  mas  solícitos.  Poco  importa  que  sea  el  macho 
ó  la  hembra  los  encargados  de  vijilar  la  prole — el  voto  de 
la  naturaleza  está  satisfecho,  desde  que  ella  logra  preser- 
varse, y  ponerse  á  cubierto  de  los  peligros  inherentes  á  una 
edad  tierna  y  desvalida. 

«Cuando  se  halla  una  nidada  ya  muy  adelantada  en  la 
formación  del  embrión  ó  producto,  puede  este  lograrse  co- 
locando los  huevos  dentro  de  lanas  ó  telas  de  abrigo,  cui- 
dando de  esponerlos  prudentemente  al  calor  del  sol  ó  del 
fuego.  Esta  es  una  nueva  prueba  de  que  el  feto  á  término 
rompe  la  cascara  y  no  el  padre.  Muchas  veces  se  oye  el 
blando  y  afanoso  golpear  del  nonato  deseoso  de  ver  la  luz. 

«El  J/andú  pequeño  es  muy  gracioso.  La  pluma  de  un 
amarillo  oscuro  aparece  con  rayitas  ó  listas  negras  (vesti- 
dito  de  Santiagueño,  dicen  los  campesinos).  Sus  movimien- 
tos sueltos,  su  apostura  tan  gallarda,  la  flexible  lijereza 
de  sus  largas  piernas,  lo  umbroso  y  movible  de  su  estensa 
cerviz,  forman  un  conjunto  de  perspectiva  singularmente 
agradable. 

«A  pesar  de  la  inocencia  de  estos  animalitos,  ellos,  no 
están  libres  de  la  persecución  de  crueles  enemigos.  Fuera 
de  las  aves  de  rapiña  que  los  devoran  en  su  tierna  edad, 
tienen  que  temer  á  enemigos  mas  formidables  cuando 
adultos.  El  Aguarachay  ó  Raposo — el  Aguará  de  distinta 
especie  que  este  (no  descripto  hasta  ahora,  pero  conocido 
con  este  nombre  en  la  Provincia  y  en  las  de  la  Confede- 
ración, donde  él  existe) — al  Puma  ó  León  de  nuestros  cam- 
pos {FcbHs  discolor) — y  aun  al  mismo  feroz  y  forcejudo  Tigre. 

«El  Zorro  tan  sutil  y  mañoso,  atisba,  ocultando  rampante 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  143 

SUS  movimientos  á  los  charabones  (nombre  con  el  cual 
distinguen  los  campesinos  al  Ñandú  pequeño),  que  aleján- 
dose incautos  de  su  guardián,  se  aproximan  á  las  pajas 
ó  matorrales.  Si  logra  matar  á  alguno,  le  arrastra  á  su 
cueva  si  está  cercana,  y  en  ella  se  proporciona  un  manjar 
regalado;  ó  si  huye  del  Ñandú  padre,  siendo  descubierto, 
logra  la  misma  utilidad,  asi  que  se  avista  la  asustada  y 
andariega  cuadrilla.  No  obstante  la  astucia  y  variados 
ardides  del  Aguarachay  rara  vez  logra  su  designio  san- 
griento, siendo  el  Avestruz  muy  vijilante  con  su  familia, 
de  cuya  vista  y  lado  en  pocas  ocasiones  se  separa. 

«Descubierto  el  Zorro  en  su  avance  ó  retirada  es  aco- 
metido en  el  momento  y  con  intrepidez  por  aquel.  Si  es 
alcanzado,  se  tiende  inmediatamente  poniendo  el  dorso  con- 
tra la  tierra.  Su  adversario  procura  herirle  en  el  vientre 
con  sus  cortantes  uñas,  y  pisotearle  fuertemente  pasando  y 
repasando  con  increíble  rapidez  sobre  él.  El  Zorro  pro- 
cura, gritando  incesantemente  su  fastidioso — guacia — morder 
al  ñandii(\\xe  va  y  viene,  lijero  como  el  pensamiento;  gol- 
peando crudamente  al  carnívoro  asesino  pillado  infran« 
ganti.  La  refriega  dura  mas  ó  menos  tiempo,  hasta  que 
reconocida  la  intención  del  cobarde  agresor  de  retirarse,  y 
requerido  el  ofendido  padre  por  el  silbo  repetido  de  los 
polluelos,  vuelve  á  ellos  gozoso  de  haber  sacudido  al  arti- 
ficioso Aguarachay,  que  si  ahora  se  dirigió  contra  ellos,  otras 
veces  destruye  nidadas  enteras. 

«Estas  lo  son  también,  en  ausencia  del  ñandú  por  el  Ya- 
guana, comunmente  llamado  Iguana,  déla  familia  de  los  La- 
gartos. El  rompe  á  colazos  los  huevos,  y  sorbe  en  seguida 
su  sustancia.  Si  el  ñandú  lo  sorprende,  se  bate  en  reti- 
rada oponiendo  sus  recios  colazos  á  las  pisotadas  y  rasgu- 
ños de  aquel,  que  salta  por  sobre  el  Lagarto,  y  le  escaramu- 
cea para  evitar  los  rudos  golpes  de  su  fornida  y  anudada 
cola. 

«  En  otras  dos  especies  del  género  felis — el  Tigre  y  el  Puma 
ó  Lean — y  el  Aguará  del  canis,  asaltan  del  mismo  modo  á  los 
charabones  que  á  los  adultos.  Astutos,  crueles,  lijerosy  fuer- 
tes se  agazapan  y  rastrean  en  las  tinieblas  al  Ñandú  dirijidos 
unas  veces  por  el  olfate,  otras  por  el  canto  en  que  este  pro- 


144  OBHAS   DE    SA.HMIBNTO 

rumpe  á  las  madrugadas  en  ciertas  épocas  del  año.  La 
marcha  de  asalto  lenta  y  silenciosa  se  hace  siempre  llevan- 
do el  sotavento,  y  desplegan  supositivamente,  y  es  necesa- 
rio que  despleguen  en  ella  todo  el  amaño  y  sutileza  de  que 
estas  especies  están  dotadas.  Y  ciertamente  deben  poseer 
tales  cualidades  en  alto  grado,  para  llegar  hasta  e\  Ñandú 
alerta  siempre,  y  cuya  vista,  aunque  escasa  de  noche,  le 
basta  sin  embargo  para  huir  (ya  avisado  por  el  oido)  tan  ve- 
loz como  de  día,  por  la  tierra  llana  y  despejada  de  las 
Pampas. 

«Dan  testimonio  de  estos  lances  sangrientos,  las  heridas 
que  se-  han  visto  en  aquellos  Avestruces,  que  felizmente  es- 
caparon de  las  garras  depredadoras  de  esas  especies  car- 
nívoras. Se  han  encontrado  algunos  resientemente  ó  poco 
ha  heridos  y  hasta  mutilados  de  una  ala — signos  de  violen- 
cia esterna  que  nadie  pudo  perpetrar  en  la  soledad  de  los 
campos,  sino  uno  ú  otro  de  esos  cuadrúpedos  mas  ó  menos 
audaces  y  feroces. 

«  Mas  claramente  demuestran  la  posibilidad  del  hecho 
ó  el  hecho  mismo,  el  hallazgo  de  cadáveres  de  Ñandú  des- 
trozados y  ocultos  bajo  pajas  ú  otras  yerbas.  Avisan  de  la 
existencia  de  estos  restos,  de  otro  modo  solo  de  casual 
descubrimiento,  el  revoleteo,  el  ascender  y  descender  de 
las  aves  carnívoras  en  determinado  lugar.  Los  campesi- 
nos saben  muy  bien  la  significación  de  estos  movimientos: 
pero  ellos  se  engañan  atribuyendo  al  Tigre  el  escondite  de 
las  sobras  de  un  brutal  hartazgo.  Esta  fiera  no  oculta  ja- 
más ninguna  clase  de  residuos:  tal  propiedad  concierne  al 
Guazuará  ó  León  y  tal  vez  participe  de  ella  el  Aguará  siguien- 
do el  instinto  de  algunas  especies  del  género  canis  á  que 
pertenece. 

«Al  caer  la  tarde  ó  mas  temprano,  si  el  tiempo  es  frío, 
los  chicuelos  silban  en  señal  de  la  necesidad  que  tienen 
de  abrigo.  El  condescendiente  nodriz  ocurre  entonces,  y 
los  cubre  sin  comprimirlos,  doblando  los  tarsos  y  fijando  en 
tierra  las  macizas  estremidades  de  las  tibias.  Es  posible 
que  al  echarse  pise  algún  polluelo,  y  que  aun  sea  indife- 
rente á  sus  chillidos  de  lo  que,  como  sucede  en  los  pavos, 
pudiera  en  virtud  de  una  larga  presión,  resultar  grave  daño 
y  aun  la  misma  muerte. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  145 

«La  desigualdad  de  tamaño  de  los  pichones  proviene 
tanto  de  anticipación  en  el  nacimiento  y  del  sexo,  cuanto 
de  la  reunión  de  dos  ó  quizá  mas  crias.  Cuando  se  en- 
cuentran dos  machos,  que  las  tienen,  riñen  á  no  poder  mas^ 
y  el  que  triunfa  se  constituye  jefe  de  la  masa  entera.  El 
vencido,  en  su  penoso  resentimiento,  se  retira  á  cierta  dis- 
tancia en  observación  (mangrullando  dicen  los  campesi- 
nos) de  su  cria  y  de  su  conquistador  por  si  descuidándole 
pudiera  recobrarla  en  el  todo  ó  en  parte.  También  acon- 
tece que  encontrándose  (topándose)  dos  padres  con  pollos, 
no  se  atacarán,  imponiéndose  mutuo  respeto. 

(íEl  macho,  tan  astuto  y  cauteloso,  vela  noche  y  día  la 
alegre  y  piona  cuadrilla:  cuando  se  aleja,  la  llama  ejecu- 
tando una  especie  de  castañeteo  con  el  pico,  al  cual  con- 
testan los  charabones  con  un  silbo  peculiar.  Si  acierta  á 
pasar  un  jinete  cerca  de  ellos  se  ocultan  todos  entre  la 
maleza.  Si  teme  el  padre,  que  serán  al  fin  descubiertos  ó 
si  efectivamente  lo  fuesen,  marcha  luego  al  encuentro  del 
descuidado  é  inapercibido  transeúnte,  que  será  muy  sin 
ventura,  si  monta  un  caballo  arisco.  Tal  es  el  ruido  que 
hace  con  el  pico  y  con  las  patas,  mientras  embiste  con 
denuedo  y  gambeteando,  alongadas  las  alas  cuanto  puede, 
arqueando  y  recojiendo  el  erizado  cuello,  que  no  hay  freno 
ni  jáquima  que  contengan  al  caballo,  que  ya  desbocado  y 
despavorido  trae  tras  de  sí  y  á  quema  ropa  aquella  máquina 
tormentosa  tan  estrañamente  empavezada.  Feliz  el  jinete 
si  en  la  huida  no  cae  el  caballo  atravesando  á  escape  y  sin 
vista  cualquier  mal  paso;  ó  si  no  corcovea,  y  desgraciada- 
mente lo  derriba. 

«Cuando  un  jinete  ó  jinetes  en  caballos  mansos  ó  prác- 
ticos en  este  jénero  de  cacería,  se  dirijen  contra  un  Ñandú 
con  pollos;  desde  luego  los  echa  este  por  delante  y  á  fin  de 
dejarles  tiempo  para  que  se  oculten;  él  en  su  pos  hace  los 
últimos  esfuerzos  por  detener  á  los  agresores.  Para  con- 
seguirlo, adopta  partes  y  situaciones  las  mas  estrañas  y 
asombradizas  de  que  es  capaz.  Acosado  al  fin  de  todos 
lados,  sin  esperanza  de  salvación,  á  pesar  de  haber  prodi- 
gado su  vida  largo  rato  por  libertar  su  cria,— solo  la  aban- 
dona en  la  última  estremidad,  cuando  la  defensa  es  de[ 
iodo  inútil. 

To5so  XLill.—  10 


146 


UBKAM    UK   SAKMIKISTU 


«Pasado  el  peligro,  con  voz  bien  entendida  de  los  picho- 
nes, convoca  á  los  que  quedaron,  los  reúne,  y  los  pone  de 
nuevo  bajo  su  bien  probada  protección.  Estos  silbos  de 
aviso,  ó  voces  de  alarma,  emitidos  por  el  jefe  de  la  cuadri- 
lla, la  previene  oportunamente  del  riesgo  que  la  amenaza. 
En  circunstancias  tan  azarosas,  al  oirías,  remolinea  precipi- 
tadamente en  evidente  confusión;  en  seguida  huyen  todos, 
aunque  lo  hacen,  por  lo  general  las  hembras  primero  que 
los  machos. 

ANTECEDENTES  DE  UNA  CAMPERÍA  EN  LAS  PAMPAS  DE  BUENOS  AIRES 


Libertad  y  posibilidad  de  cualquiera  para  emprenderla.  —  Provisiones.  —  Únicos 
medios  de  ejecución:  el  caballo  y  las  bolas.  —  Su  manejo.  —  Cerco  y  mal  juego 
en  él.  —  Estratajemas  é  instinto  del  Ñandú  para  eludir  el  peligro.  —  Medios 
naturales  con  que  lo  consigue.  —  Perros  cazadores. 

«Se  convocan  desde  dos  hasta  diez,  quince  ó  mas  hombres 
para  una  entrada  ó  camperia  en  el  desierto.  (Introducimos 
la  voz  camperia  como  significativa  del  inmenso  espacio  inter- 
minable donde  la  diversión  se  ejecuta,  y  la  preferimos  al 
de  cacería,  que  se  dirijo  simultáneamente  á  varias  especies, 
y  con  mas  fundados  motivos  al  de  cetrería  y  monieriá).  Hay 
hombres  de  arrojo  y  que  conocen  el  campo,  que  viviendo 
no  muy  distantes  de  los  parajes  frecuentados  por  los  Ñan- 
dús,  se  internan  solos  ó  cuando  mas  acompañados  de  sus 
perros.  Al  primero  que  concibió  el  proyecto  de  la  escursion, 
cuando  se  reúnen  muchos,  ó  que  primero  invitó  á  ello,  se  le 
presta  cierta  consideración  de  mera  cortesía  ó  de  amistoso 
miramiento.  Suélese  condecorar  con  el  vdngo  de  puntero  en 
los  cercos,  y  aun  parece  corresponderle  este  puesto  directivo 
de  derecho. 

«Una  de  estas  camperia»  recreativa  y  varonil  al  mismo 
tiempo,  reúne  atractivos  los  mas  seductores  para  los  paisa- 
nos ú  hombres  del  campo,  cuya  imajinacion  exalta  el  solo 
recuerdo  del  caballo  y  de  cuanto  puede  emprenderse  de 
atrevido  y  pintoresco  sobre  este  jeneroso  bruto,  cuyo  manejo 
les  es  tan  familiar  como  fácil.  El  objeto  que  se  proponen 
en  ellos  es:  bolear  Avestruces,  sacar  la  pluma,  comer  su  carne 
y  sus  huevos,  traer  de  estos  consigo  cuantos  mas  se  puedan 
de  paso  bolear  potros  ó  caballos  alzados  (baguales)» 
gamas  etc. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  147 

«Al  menos  en  SUS  principales  detalles  este  nuevo  jénero 
de  cabalgata,  pudiera  decirse  peculiar  de  las  Pampas  de 
Buenos  Aires,  no  ofreciendo  á  las  movibles  y  dilatadas 
operaciones  ecuestres  que  constituyen  esa  diversión,  el 
terreno  quebrado,  pedregoso  y  de  montaña  del  Estado 
Oriental  del  Uruguay,  el  de  las  Provincias  Arjentinas,  de 
Entre-Ríos  y  Paraguay,  y  varios  puntos  del  Brasil  etc., — 
las  ventajas  que  aquellos  campos  en  orden  á  la  igualdad  y 
limpieza  de  una  superficie  indefinida  y  tan  singularmente 
rica  en  la  especie  del  Ñandú. 

Salir  al  campo  llaman  á  esta  festejosa  escursion  los  mis- 
mos habitantes  de  los  campos,  que  parecerían  á  un  europeo 
recien  llegado  el  non  plus  de  los  desiertos;  y  á  un  morador 
de  los  Andes  ó  de  otras  montañas,  un  mar  sin  limites  de 
tierra  llana.  Se  intenta  designar,  y  se  designa  efectiva- 
mente con  esa  espresion  la  campaña  absolutamente  yerma 
— las  pampas  del  todo  inhabitadas.  Se  les  llama  también 
campos  de  afuera  y  campos  de  tierra  adentro:  términos 
contradictorios  para  un  estranjero;  pero  que  los  naturales 
entienden  y  descifran  perfectamente. 

«Los  halcones  y  perdigueros,  los  proyectiles  que  matan  de 
considerable  distancia  son  aquí  inútiles.  El  trabajo  de 
peones  ó  de  criados  que  espanten  la  caza,  es  innecesario,  no 
habiendo  ojeadores  y  cazadores:  todos  son  de  este  número, 
no  miran  unos  mientras  algunos  privilegiados  se  divierten. 
Solo  la  fortuna  ó  la  mayor  destreza  establece  alguna  dife- 
rencia entre  los  asociados.  Por  lo  demás  todos  gozan  del 
mismo  derecho  y  aun  con  mas  igualdad  que  en  el  antiguo 
juego  ecuestre  y  americano  llamado  Pato.  Si  en  ambos  es 
indispensable  el  mismo  arte  y  habilidad  para  rejir  el  caba- 
llo, dominar  todos  sus  movimientos  é  impulsarlos  de  mil 
modos  y  siempre  con  un  fin  preciso  y  determinado,  en  el 
Pato  es  esclusiva  la  victoria  de  el  que,  contando  con  un 
buen  caballo  posee  un  mas  alto  grado  de  fuerza  corporal, 
sin  lo  cual  á  diferencia  de  la  cacería  de  Avestruces,  no  hay 
triunfo. 

«La  facilidad  con  que  se  alcanza  esta  diversión  os  otro  de 
los  motivos  porque  ella  es  tan  agradable  al  paisanaje  de  la 
Provincia  de  Buenos  Aires,  Un  par  de  caballos  ó  mas  si  se 
quiere,  si  no  todos  alguno  de  ellos  manso  y  lijero,  no  faltan 
al  mas  infeliz  campesino,  y  cuando    menos   quien   se  los 


148  OBRAS    DK    SARMIENTO 

facilite.  Por  manera,  que  este  es  un  entretenimiento  popu- 
lar por  escelencia,  pues  no  hay  quien  no  pueda  participar 
de  él  sabiendo  manejar  regularmente  el  caballo,  y  en 
nuestra  campaña  no  hay  quien  lo  ignore.  El  rico  como  el 
pobre  son  libres  para  penetrar  en  las  Pampas;  cada  uno 
pone  su  continjente  de  trabajo  y  de  industria,  siendo  de 
cada  cual  aquello  que  esclusivamente  adquiere. 

«El  pobre  de  América  goza  en  esta  parte,  como  en  otras 
cosas  de  una  noble  franquicia  desconocida  del  proletario 
europeo,  que  lleva  hasta  los  pies  de  los  nobles  el  Conejo, 
la  Liebre  ó  el  Jabalí,  para  que  les  hieran  los  hombres  de 
raza  nobiliaria. 

«Aplazada  la  salida  de  ella  se  em[)rende  desde  el  punto 
de  reunión,  sin  el  boato  y  estrépito  lujoso  de  una  montería 
en  Europa:  sin  que  haya  que  correr  en  la  camperia  de  las 
Pampas  los  riesgos  que  ofrece  la  caza  de  animales  feroces 
en  la  India:  sin  que  prometa  los  estimables  despojos  de  la 
de  Elefantes  en  la  Asia  y  África:  sin  embargo,  ella  no  carece 
de  peligros,  ni  deja  de  ser  gratificativa  en  alto  grado.  Pres- 
cindiendo del  encuentro  casual  con  un  tigre,  los  tiene  y 
grandes  en  el  mismo  bruto,  que  se  cabalga,  y  con  el  cual 
hay  que  hacer  pruebas  espuestas,  movimientos  improvisa- 
dos, admirables  y  los  mas  difíciles  de  equitación;  muchas 
veces  sobre  un  terreno  hoyoso,  escabroso  y  cubierto  de 
malezas,  y  á  inmensa  distancia  de  todo  el  humano  recurso, 
en  caso  de  desgracia. 

«Los  bastimentos  ó  víveres  allá  en  la  simplicidad  primi- 
tiva de  estas  cornplacientes  escursiones  se  reducían  á  sal, 
ají,  y  maís  blanco  tostado,  y  como  instrumento:  una  ollita, 
caldera,  mate  y  bombilla.  Ahora  el  lujo  que  cunde  por 
todas  partes,  ha  añadido  (y  aun  en  ellos  se  conocerá  la  sen- 
cillez dietética  de  nuestros  paisanos,  cuan  poco  necesita  el 
hombre  para  vivir  sano,  alegre  y  robusto)  alguna  cebolla  si 
la  hay  en  el  punto  de  partida,  grasa  que  se  usa  mientras 
no  se  matan  Ñandús  gordos.  Si  van  hacendados  acomoda- 
dos, agregan  biscocho,  azúcar,  alguna  botella  de  aguardien- 
te, y  por  colmo  de  reíinamiento  gastronómico,  un  poco  de 
té  ó  café. 

«Estos  son  los  bastimentos;  ahora  los  vicio»  (espresion  sin 
equivalente  en  el  diccionario  de  la  Real  Academia),  consis- 
ten en  yerba  mate,  tabaco  y  papel. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  149 

«Concluido  el  apresto  bucal  se  arreglan  y  se  engrasan 
perfectamente  todos  los  arreos,  como  maneas,  maneadores, 
bozales,  lazos  etc.,  cuyas  piezas  en  precaución  de  que  no 
falten,  suelen  duplicarse.  Entre  las  caronas  se  acomoda- 
rán las  cubiertas  ó  mantas  de  abrigo  para  de  noche; 
porque  en  las  Pampas  al  dia  mas  caluroso  sucede  una 
noche  fría,  aunque  mucho  menos  hiímeda,  si  no  fuese 
con  mal  tiempo,  que  en  la  parte  equinoccional  del  con- 
tinente. 

«La  bondad  y  lijereza  de  ios  caballos  que  se  llevan  (á 
veces  una  corta  tropilla  con  su  yegua  madrina)  están  ya 
reconocidos  en  anteriores  correrías  de  gamas  ó  de  ñandús. 
Asi  ensayan  los  campesinos  y  los  indios  los  caballos  nue- 
vos. Ajándose  con  esmerada  exactitud  en  su  respectiva 
velocidad  y  aguante.  En  estas  pruebas  y  para  fijarse  mas 
á  fondo  del  grado  en  que  poseen  tan  estimadas  cualidades, 
no  les  dan  rienda  sino  poco  á  poco  ó  no  les  permiten  de 
pronto  todo  su  correr.  Entonces  dicen  los  campesinos  en 
su  lenguaje  oriental.  Es  preciso  sujetar  al  mancarrón,  pues  no 
conviene  que  le  demos  tan  de  pronto  golosina. 

«Siendo  estos  animales  el  primer  elemento  de  aquellas 
espediciones  esencialmente  móviles,  es  necesario  asegurar- 
los cuanto  es  posible.  Por  esta  causa  se  manean  en  la 
noche,  ó  solo  la  yegua  si  fuesen  mansos  y  atropillados.  Así 
se  evita,  el  que  disparen  lejos,  si  son  asustados  por  el  Tigre, 
el  Puma  ó  por  cualquier  rumor.  El  caballo  que  se  ha  de 
ensillar  al  dia  siguiente  se  ata  á  soga  y  aun  también  se 
manea;  el  que  se  destina  para  correr,  pasa  la  noche  á  ma- 
nea larga  para  que  no  amanezca  entumido.  El  cencerro 
de  la  yegua  avisa  oportunamente  en  la  noche,  si  los  caba- 
llos se  alejan  ó  alborotan. 

«Después  de  ellos,  las  bolas  son  el  instrumento  mas  im- 
portante de  la  Camperia.  Cada  jinete  lleva  tres  ó  cuatro 
pares  envueltos  en  la  cintura,  y  uno  ó  dos  de  potro  cuyas 
soguillas  plegadas  se  aseguran  á  la  cabeza  anterior  del 
lomillo  ó  recado.  La  ligadura  es  tan  sencilla,  que  puede 
desatarse,  en  caso  necesario,  con  una  sola  mano.  Amas  de 
su  principal  destino  contra  baguales  ó  potros  alzados  en  la 
soledad  de  las  Pampas,  se  usan  en  defecto  de  las  propias 
también  contra  el  Ñandú.  El  lazo  se  acomoda  á  la  anca 
en  circuios  iguales,  menos  unos  ó    mas    que    suelen    con 


150  OBRAS  DE   SARMIENTO 

gracia  é  intencionalmente  dejar  caer  algunos  gauchitos 
presumidos  por  sobre  el  tronco  ó  muslo  de  la  cola.  El  se 
apresa  con  tiento  á  ambos  costados  de  la  cabezada  poste- 
rior del  lomillo. 

«Las  bolas  aunque  varían  en  grandor,  según  el  gusto  de 
cada  cual  y  la  fuerza  del  brazo  que  ha  de  manejarlas,  tie- 
nen por  lo  regular  el  peso  de  tres  ó  cuatro  onzas,  y  se  hacen 
de  plomo  ó  de  piedra.  Suelen  elejir  por  molde  para  las  de 
tres  la  cascara  de  un  huevo  de  Teru.  La  bola  manijera  ó 
que  se  empuña,  es  algo  mas  pequeña,  que  las  boladoras  ó 
boleadoras.  Se  cubre  con  cuero  fino  de  potro  (retobar)  y 
se  unen  por  soguillas  (tientos)  sencillas  ó  dobles,  de  poco 
mas  de  dos  varas  en  el  todo.  Los  campesinos  miden  una 
toesa  ó  brazada  y  sobre  ella  aumentan  lo  que  va  de  la 
mano  al  codo:  estension  que  corresponde  á  la  lonjitud  total 
de  las  soguillas.  Estas  se  aseguran  á  un  anillo  del  mismo 
retobo  ó  cubierta,  ó  á  una  anca  de  alambre,  que  se  colocó 
es-profeso  al  fundirse  las  bolas.  El  tiento  de  la  manijera 
es  algo  mas  corto  que  los  de  las  boleadoras. 

«Los  Pampas  y  los  Ranqueles  usan  en  soguillas^  los  tendones 
de  las  piernas  del  JVandú:  pero  sean  ellas  de  este  ó  del  otro 
material,  deben  estar  perfectamente  engrasadas  y  flexibles. 
El  señor  de  Azara  equivoca  las  bolas  de  potro  con  las  de 
Avestrux,  cuando  en  su  artículo  sobre  el  J/andü,  les  da  á 
estas  la  magnitud  del   puño. 

«Aunque  de  un  uso  jeneral  las  bolas  de  tres,  los  indios  y 
los  cristianos  mas  diestros  en  dispararlas,  prefieren  las  de 
dos  por  creer  mas  cierto  el  tiro  con  ellas.  Otros  las  dese- 
chan por  que  al  caer  son  mas  saltonas.  Se  llevan  varios 
pares,  como  ya  dijimos — perdido  un  tiro  se  hacen  sucesi- 
vamente aquellos  que  permite  el  número  de  pares  á  la 
cintura,  entrando  en  cuenta  aun  las  de  potro.  Toda  la  ma- 
niobra se  ejecuta  sin  dejar  un  instante  de  correr:  por  su- 
puesto, que  una  buena  vista  y  la  fuerza  del  brazo  son 
requisitos  necesarios  para  el  acierto. 

«Como  liay  que  volver  á  recojer  las  bolas,  se  hace  necesa- 
rio señalar  con  algún  objeto  el  lugar  donde  quedaron.  A 
este  fin,  se  arroja  en  una  parte  el  sombrero,  en  la  otra  el 
poncho,  el  chiripá,  etc.,  y  no  es  estraño  ver  boleadores  casi 
desnudos  por  esta  causa. 

«Al  emprendeírla  batida  si  el  caballo   montado  va  bueno. 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  151 

<3  si,  como  dicen  los  campesinos — lo  malician,  en  él  corren,  ó 
•en  su  lenguaje  enfático  en  él  pelean  al  Avestruz.  Proceden 
de  ese  modo  con  mas  confianza,  si  el  caballo  de  compaña 
en  aquel  día,  está  enseñado  á  correr  suelto  á  la  par  del 
■ensillado.  Algunos  son  tan  maestros  (baqueanos)  que  em- 
bozalados y  con  el  cabestro  envuelto  al  cuello,  á  todo  correr 
á  la  par  del  montado,  se  dejan  saltar  del  jinete  cuando 
aquel  se  rinde,  ó  bien  cuando  marchando  en  descubierta, 
y  fatigado  ya  el  que  se  cabalga,  se  levanta  de  improviso  un 
Ñandú  oculto.  Lo  regular  es,  llevar  del  diestro  el  de  re- 
serva y  á  la  vista  de  los  Avestruces  que  con  las  cabezas  levan- 
tadas— como  lanzeria  dicen  los  gauchos,  todo  lo  esploran, 
mudar  el  de  refresco,  maneando  el  que  se  ensillaba. 

«  Perseguido  el  ñaudiX  desde  distante,  suele  agazaparse 
éntrela  maleza.  Para  descubrirlo  y  asegurar  el  tiro,  llega- 
do el  boleador  próximamente  al  lugar  del  escondite,  se  apea 
acaso,  y  le  busca  atento  y  silencioso  las  bolas  preparadas. 
Aquel,  que  cojido  con  la  tierra  ve  acercarse  de  sí  al  hom- 
bre, que  al  fin  debe  reconocerle;  ó  huye,  ó  se  precipita  sobre 
él  con  presteza  increíble.  Sorprendido  el  racional  de  lo  ino- 
pinado y  pronto  del  movimiento,  y  conmovido  por  el  pe- 
chugón da  tal  vez  consigo  en  tierra,  sin  hab'ír  tenido  tiem- 
po ni  aun  de  resistir.  Un  hombre  tuvo  una  rodilla  disloca- 
da á  consecuencia  de  un  porrazo  en  uno  de  estos  lances. 

«  Puesto  el  boleailor  á  cierta  distancia  del  Avestruz,  cuan- 
do este  espera,  ejecuta  á  su  alrededor  tornos  ó  vueltas  re- 
dondas, que  estrecha  sucesivamente,  en  todo  semejantes  á 
lasque  sedan  en  circunferencia  de  la  perdiz.  Cuando  es 
nuevo,  ó  que  nunca  fué  corrido,  no  es  posible  la  aproxima- 
ción hasta  cierto  grado;  pero  si  lo  fué,  ó  está  actualmente 
asustado,  entonces  menester  es  usar  de  ardides  los  mas  es- 
quisitos  para  ponerse  á  tiro.  Si  faltan  las  estratajemas  no 
queda  mas  arbitrio,  que  correrlo  sin  intermisión,  y  si  hay 
elementos  y  la  bandada  interesa,  cercarla. 

«  No  es  tan  sencillo  como  á  primera  vista  aparece  el  bo- 
lear ^yes^z-wc^s;  menos  por  las  dificultades  en  la  ejecución, 
aunque  no  son  pocas,  que  por  el  ardid  y  astucia  que  deben 
emplearse  contra  esas  mismas  calidades  que  el  Ñandú  os- 
tenta en  protección  de  su  vida  y  de  su  libertad.  Esta  espe- 
cie es,  á  no  dudarlo,  incomparablemente  mas  inteligente  y 
esperta  cuando  defiende  tan  inestimables    objetos  que   la 


152  OBRAS    DE    SAKMIENTO 

Africana,  á  juzgar  de  loque  es  esta  por  la  historia  que  ha- 
ce de  ella,  el  elocuente  M.  Buffon. 

«  El  tiro  mas  seguro  que  llaman  de  dos  vueltas  se  hace 
regularmente  á  la  distancia  de  treinta  ó  cuarenta  varas;  el 
de  tres  hasta  de  sesenta.  De  ahí  arriba  el  tiro  es  perdido 
para  los  que  no  tengan  mucha  fuerza  en  el  brazo  ó  que  no 
sean  muy  diestros.  El  tiro  de  una  vuelta  es  el  mas  corto,  y 
acaece  que  por  disparar  de  tan  cerca,  encontrándose  con 
ímpetu  la  soguilla  de  las  bolas  coa  el  cuello  del  ñandú  lo 
divida  absolutamente,  como  pudiera  hacerlo  una  arma  cor- 
tante. 

«  Las  vueltas  se  enumeran,  no  por  los  jiros  que  se  dan  á 
las  bolas  sobre  la  cabeza  antes  de  dispararlas,  como  creen 
algunos,  sino  por  las  que  ellas  dan  en  el  aire,  después  de 
arrojadas. 

«  Es  una  distancia  proporcionada  la  de  ciento  ó  ciento 
cincuenta  varas  para  partir  sobre  el  ñandú  ó  para  mandar- 
le el  caballo,  en  espresion  campestre.  Mas  apartado  ó  á  ma- 
yor intervalo  se  requiere  un  caballo  superior  en  lijereza  y 
aunen  aguante,  si  va  muy  aventajado,  para  darle  caza.  Si 
se  le  ha  visto  echar  á  lo  lejos,  será  posible  atropellarlo  de 
cierta  distancia,  si  se  dá  con  él. 

«  El  tiro  con  dos  bolas,  es  mas  largo  que  el  que  se  hace 
con  tres,  tanto  por  su  menor  peso,  cuanto  por  ser  mas  débil 
la  resistencia  que  les  opone  la  atmósfera.  Es  también  mas 
seguro,  pu<iiéndose  dirijir  mas  rectamente  al  objeto,  en  ra- 
zón de  la  mas  simple  combinación  del  equilibrio.  Los  bue- 
nos boleadores  usan  bolas  de  dos,  mientras  ios  chambones 
confiados  en  la  ventaja  que  dan  tres  contra  dos  usan 
aquellas,  por  si  la  casualidad  hace  con  la  bola  impar,  lo 
que  un  brazo  ejercitado  haría  casi  con  perfecta  seguridad, 
con  solo  dos.  Ya  se  sabe — que  el  único  cañón  de  una  esco- 
peta hace,  y  vale  mas  en  manos  de  un  buen  tirador,  que  dos 
en  las  de  un  bisoño. 

«  Las  bolas  se  arrojan  al  tronco  ó  á  lo  mas  grueso  del  cue- 
llo. Sofocado  el  animal  por  la  ligadura,  mas  que  agobiado 
por  el  peso  se  detiene  y  rinde.  Si  las  bolas  que  tocasen  á 
la  parte  superior  del  cuello,  no  se  envolvieran  con  pronti- 
tud, las  despide  luego  el  ñandú  por  los  sacudimientos  de 
cabeza,  y  por  los  movimientos  de  contracción  instantánea 
y  repetida  que  imprime  á  su  linda  y  prolongada  cerviz.    No 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  153 

fuera  estraño,  que  en  los  esfuerzos  violentos  y  apresura- 
dos que  hace  parándose  y  sentándose  alternativamente  pa- 
ra levantarse  de  la  opresiva  ligadura,  poniendo  para  conse- 
guirlo en  juego  los  dedos  de  una  y  otra  pata;  se  abriese  el 
cuello  inferiormente  de  abajo  á  arriba  con  el  agudo  corte 
de  sus  uñas.  Los  bordes  de  la  herida  que  resulta  son  tan 
iguales  como  abiertos  por  un  arma  de  finísimo  corte. 

«  Aun  cuando  las  bolas  rodeen  el  cuerpo  del  ñandú,  él 
sigue  sin  aparente  novedad  su  huida,  no  obstante  que  ellas 
sean  de  potro;  es  decir,  de  ocho  onzas  ó  quizá  una  libra  de 
peso  cada  una.  Una  ala  envuelta,  disminuiría,  es  verdad, 
la  velocidad  y  soltura  de  la  carrera:  pero  asimismo  podría 
escapar,  como  ha  sucedido  muchas  veces.  El  peligro  está' 
entonces,  en  que  se  le  envolvieran  en  las  patas,  ó  en  que 
una  bola  suelta  golpeando  y  chocando  de  continuo  cual- 
quier punto  de  la  estremidad,  produjera,  como  es  consi- 
guiente, la  fractura  del  hueso. 

«El  Avestruz  no  qued'A  boleado  de  las  piernas  del  mismo 
modo  que  el  vacuno  ó  caballar  cuyos  estremos  ligados 
quedan  juntos,  y  aun  en  fuerza  delajusteza  déla  cuerda, 
antepuesto,  casi  siempre,  y  no  apareado  el  uno  al  otro. 
Los  del  ñandú  restan  algo  separados,  y  si  no  son  manea- 
dos por  los  muslos  ó  piernas  (lo  que  los  inmovilizaría)  y  si 
lo  fuesen  por  los  tarsos  ó  porción  escamosa,  es  factible  que 
se  desligara  en  el  zapateo  en  que  entra,  por  alcanzarlo.  Es 
tal  su  apuro  cuando  se  encuentra  de  cualquier  modo  impe- 
dido, y  tal  su  empeño  en  correr,  que  él  mismo  cayendo  y 
levantando  se  supedita  y  enreda  mas  y  mas,  arrollándose 
las  bolas  para  arriba.  Caminan  zungando — dicen  los  campe- 
sinos;— es  decir,  recojiendo  cuanto  pueden  las  piernas,  ó 
doblando  los  tarsos  muy  altos  sobre  ellas. 

«  Los  indios  construyen  las  bolas  ordinariamente  de  pie- 
dras perfectamente  pulimentadas  y  configuradas;  pero  de 
mayor  peso  que  las  de  los  cristianos. 

«Es  un  antiguo  error,  y  que  el  tiempo  no  ha  destruido 
aun,  el  creer  que  el  ñandú  corre  siempre  en  zic-zac  ó  por 
semi-circulos.  Pero  no  es  esto,  lo  que  hemos  visto  mu- 
chas veces  en  el  campo,  ni  lo  han  observado  los  boleadores 
de  Avestruces  hasta  ahora.  Cuando  descubren  á  cierta  dis- 
tancia un  ginete  que  se  dirige  contra  ellos,  corren  por  una 
línea,  si  no  recta,  mas  ó  menos  oblicua  en  contraposición 


154  OBRAS    DE   SARMIENTO 

é  la  que  trae  aquel.  El  instinto  les  dicta  entonces,  que 
pierden  terreno,  y  lo  gana  su  enemigo,  si  describen  curvas, 
arcos  de  círculos  ó  espirales  cuyo  eje  si  lo  siguiera  el  ca- 
ballo, pronto  se  encontraría  con  ellos.  Por  lo  mismo  llevan 
una  progresión  opuesta  á  la  línea  que  traza  su  perseguidor. 
Esto  es  natural. 

«Mas  si  se  halla  comprometido  el  ñandú  por  la  proximi- 
dad del  ginete,  entonces  desplega  con  increíble  habilidad 
ese  singular  sistema  de  tornos,  vueltas  y  carreras  retró- 
gradas, que  divierten,  tanto  como  ellas  admiran  por  la  agi- 
lidad, gracia  y  tino  con  que  practica  estos  diversos  actos. 
Se  hace  una  /mz,  dicen  los  gauchos,  mwei^e  lacolalo  mismo  que 
la  mueve  el  gallo.  Frases  hiperbólicas,  pero  que  demuestran 
lo  sumo  de  la  velocidad,  la  repetición  é  instantaneidad  de 
tan  varios  movimientos. 

«Si  se  le  acomete  cuando  echado  en  el  nido  ó|  en  su  es- 
condite, sin  dar  un  paso  adelante,  huye  hacia  atrás.  Por 
esta  rara  anomalía  locomóvil  se  hace  forzoso  cargarlo  de 
frente,  pues  habiendo  de  huir  á  retaguardia  de  su  posición, 
presenta  la  posibilidad  de  bolearlo  corriéndolo  por  la  es- 
palda. Sin  embargo,  no  es  tan  fácil  lograrlo,  siendo  un 
tiempo  casi  indivisible  el  levantarse  y  desaparecer.  Repite 
entonces  movimientos  tan  verticosos  y  de  tal  tortuosidad, 
escondiendo  el  cuello  delante  de  sí  mismo,  que  es  necesa- 
ria mucha  ejecución  y  práctica,  y  que  el  boleador  sea, 
como  dicen  los  gauchos,  hijito  para  hacerle  tiro.  Asi  que 
ha  corrido  cierta  distancia  en  esa  estraña  apariencia  eleva 
la  cabeza,  estirando  por  supuesto  el  cuello,  y  adopta  un 
andar  mas  recto.  Este  momento  es  propio  al  boleador,  el 
cual  debe  apurar  su  caballo  que  había  suspendido  para 
que  el  ñandú  abandonara  cuanto  antes,  no  viéndose  per- 
seguido de  cerca,  la  actitud  embarazosa  en  que  mar- 
chaba. 

«Si  escapa  á  las  primeras  arremetidas,  habrá  que  ha- 
cerle una  larga  persecución  para  pillarlo  á  tiro.  Por  esa 
causa  prefieren  muchos  el  caballo  corredor  al  lijero  sola- 
mente. Una  de  sus  estratajemas  favoritas,  cuando  le  apu- 
ran, es  venirse  sobre  el  ginete  con  maravillosa  rapidez  y 
como  de  costillas;  las  alas  tendidas  y  de  tal  modo  agaza- 
pado, con  el  cuello  recogido  y  la  cabeza  metida  entre  el 
arranque  de  las  alas,  que  casi  es  imposible  envolverle  con 


FRANCISCO   J.    MUÑÍZ  155 

las  bolas.  El  hombre  nuevo  en  este  negocio  que  se  halla 
acometido  en  esa  singular  y  como  estudiada  perspectiva, 
no  atina  con  el  modo  mas  ventajoso  de  emplear  sus  bolas 
porque  el  J/andú  que  asocia  á  la  vista  mas  perspicaz,  de 
día,  la  mayor  lijereza  y  la  elasticidad  de  cuerpo  mas  asom- 
brosa, pone  á  prueba  entonces,  como  pocas  veces,  estas  sus 
dotes.  Conoce,  que  su  salvación  en  aquel  momento  cri- 
tico depende  de  inutilizar,  pegándose  al  caballo  como  mas 
puede,  el  disparo  que  se  le  hiciera.  Mientras  tanto  llega 
pudiera  tirársele,  como  dicen  los  gauchos,  á  matar:  pero  se 
perdería  el  lance  porque  chocando  las  bolas  contra  el 
suelo,  por  arrojarse  tan  de  cerca  y  venir  tan  bajo  el 
Nandú  no  se  le  envolverían  ó  embramarían,  como  ellos 
dicen. 

«Así  encogido  y  aplastado,  cubriéndose  los  tarsos  con  las 
alas  que  mueve  con  mágica  presteza,  desaparece  de  de- 
lante del  ginete  que  embelesado  gira  todavía  las  bolas  para 
lanzarlasá  su  frente  cuando  e\  J^andú,  rk-p'ido  como  el  pen- 
samiento ha  pasado  á  retaguardia  rosando  con  el  caballo. 
Al  cruzar  por  debajo  de  las  riendas  ha  sucedido,  que  un 
boleador  de  pulso  y  buena  vista  lo  mate  de  golpe  con 
las  bolas,  y  aun  que  le  hiciera  tiro  por  sobre  el  hombro, 
si  el  caballo  fuese  maestro  y  de  rienda,  y  el  Ñandú  pasara, 
como  se  espresan  los  inteligentes  apartadito. 

«Ha  acaecido  también,  que  al  correrse  para  atrás,  saque 
con  su  cuerpo  el  estribo  del  pie  del  ginete,  sin  que  fuera 
posible  á  este  ofenderle.  Por  eso  dicen  con  razón  los 
campesinos.  —  Del  estribo  se  defiende  el  Ñayidü.  —  En  otras  cir- 
cunstancias esclaman:  No  hay  animal  de  mas  malicia;  no  pisa 
el  campo  ninguno  tan  facultativo  como  él. 

«Cuando,  según  ellos  se  espresan,  le  persiguen  encalle  ole 
hacen  medio  dos  ginetes,  si  el  que  monta  mejor  caballo  está 
próximo  á  darle  caza,  entonces  se  dirige  de  flanco  hacia 
donde  la  persecución  es  menos  viva.  Pero  si  llega  á  ser 
inminente  el  peligro  de  aquella  parte,  cambia  segunda 
vez  de  rumbo,  y  se  precipita  con  celeridad  sorpren- 
dente sobre  el  primero,  por  si  logra  forzar  el  paso  y 
salvarse  á  retaguardia  ó  por  donde  pueda,  saliéndose  al 
^ampo. 

«El  encontrarle  cuando  se  echa,  sería  mas  difícil  que  á  la 
perdiz,  que  en  esa  disposición  eleva  algo  la  cabeza,  si  no 


156  OBRAS    DE    SAKMIENTÜ 

fuera  el  mayor  volumen  del  cuerpo  y  el  color  moro  ceni- 
ciento de  la  pluma,  que  resalta  principalmente  sobre  las 
yerbas  verdes.  Con  las  piernas  estiradas,  el  cuerpo  y  las 
alas  cocidas  con  la  tierra,  unas  veces  mete  la  cabeza  entre 
estas,  asomándola  solo  hasta  los  ojos,  y  formando  su  vér- 
tice con  la  convexidad  del  dorso  un  plano  perfecto,  otras 
alarga  horizontalmente  todo  el  cuello,  elevando  la  cabeza 
todo  lo  necesario  apenas  para  examinar  loque  pasa  á  sus 
alrededores. 

«Si  transitando  tan  cerca  de  él  el  ginete,  presume  que 
será  descubierto,  no  se  pone  en  huida  hasta  que  aquel  hubo 
pasado  adelante.  Si  en  verificarlo  de  cualquier  modo  ad- 
vierte grave  peligro,  no  se  moverá  aun  amagado  por  las 
bolas  que  aquel  torna  indiscontinuadamente  mientras  le 
roiea,  y  espera  atento  á  que  se  enderece.  Inútil  sería  dis- 
pararle antes,  pues  en  la  frase  vulgar:  cuando  echado,  no  se  le 
halla  cuerpo.  Tranquilo,  al  parecer,  espera  que  las  manos  del 
caballo  le  caigan  casi  encima  y  que  esté  á  quema  ropa  el 
enemigo  para  erigirse  con  la  celeridad  acostumbrada.  Si 
es  acometido  de  frente  como  debe  ser,  procura  burlar  todos 
los  esfuerzos  para  embromavU ,  por  tendidas,  cambios  instan- 
táneos, carreras  retrógradas  ó  guiñadas,  como  llaman  los 
campesinos. 

«Mediante  la  asombrosa  elasticidad  de  su  cuello  corre 
con  la  cabeza  de  través  en  observación  de  los  movimientos 
del  ginete,  cuyo  tiros  evita  por  un  vivísimo  giro  en  sentido 
opuesto.  El  corredor  ve  de  lejos  el  ojo,  que  brilla  á  los 
rayos  del  sol  con  particular  refulgencia.  El  juego  de  sus 
alas,  mucho  mas  visible  cuando  no  va  tan  apurado,  oculta 
hasta  cierto  punto  el  movimiento  del  cuerpo,  el  cual  por 
una  verdadera  ilusión  de  óptica,  parece  inmóvil  en  medio 
del  alternado  y  presto  subir  y  bajar  de  aquellos  grandes  y 
plumosos  remos.  Se  creería  que  algunas  veces  los  suelta  y 
recoje  en  seguida;  otras  afloja  las  dos  alas  á  un  tiempo.  Al 
elevarse  muestra  las  plumas  blancas,  que  cubren  los  cua- 
driles y  la  grupa,  ó  enseña  calzoncillos,  como  dicen  los  gau- 
chos. 

«Adanson  asegura,  que  el  Avestruz  Africano  es  mas  lijero 
que  el  caballo,  y  que  este  corre  mas  largo  espacio.  Sea 
esto  cierto  ó  no  en  aquella  región,  la  observación  produce 
un  resultado  distinto  entre  nosotros.     Es  tal  la  ventaja  de 


FRANCrSCO   J.    MUÑIZ  157 

la  velocidad  del  caballo  sobre  el  ñandú,  que  en  la  atrope- 
Hada  ó  primera  impulsión  y  aun  en  el  proceso  de  la  carrera 
un  ginete  diestro  hallándose  sin  bolas  puede  enlazarlo,  si 
como  dicen  los  gauchos  en  su  ordinaria  locución  metafórica: 
Si  se  le  ve  pescuezo. 

«Estos,  en  cuyas  manos  el  lazo  es  un  instrumento  de  gran 
poder,  cuando  encarecen  la  necesidad  de  apurar  el  caballo 
acostumbran  decir:  como  ni  Cristo  ni  hombre  nacido  podia  alcan- 
zarlo, le  busqué  la  berija  (hijares)  al  mancarrón— que  quiso,  que  no 
quiso,  me  le  dormi  con  el  rebenque  hasta  agarrarlo  bajo  el  freno.  A  hijo 
una  el  Ñandú,  infame,  maireraxo  como  el  Diablo;  lijerón  mas  que  los 
vientos! 

«Pero  si  el  caballo  es  mas  veloz  que  el  Ñandú  dentro  de 
su  tiro  ó  en  su  mayor  correr,  él  es  vencido  á  la  larga,  ó  como 
se  espresan  los  campestres:  lo  quiebra  el  Ñandú,  lo  despide. 
Solo  en  caballos  sobresalientes,  perdidos  los  primeros  tiros 
podrían,  en  una  carrera  indiscontinuada,  hacerse  los  últi- 
timos,  ó  como  dicen  aquellos — pelenrlo  ó  rebentarlo  en  la  dis- 
tancia. Pero  pasado  el  primer  impulso,  difícil  es  conse- 
guirlo á  no  ser  el  caballo  muy  corredor,  ó  que  el  Avestruz 
sufra  algún  accidente,  porque  siendo  este  mas  sufrido  en 
la  carrera,  se  agita  menos,  al  parecer,  en  ella. — Pudiera 
decirse  que  la  velocidad  en  ambos  es  casi  recíproca  con 
relación  á  sus  masas:  pero  que  la  fuerza  de  la  potencia  cede  á 
la  larga  á  la  resistencia  del  mayor  peso. 

«Reconocido  está  que  entre  los  varios  modos  de  persecu- 
ción empleados  contra  el  Ñandú,  ninguno  es  mas  severo, 
que  un  cerco.  Pero  es  por  tanto  allí  donde,  como  en  propor- 
ción del  riesgo, despliega  este  toda  su  orijinal  ajilidad;  don- 
de hace  ostentación  de  la  finura  de  su  instinto  y  del  variado 
poder  locomotivo  de  que  está  dotado.  Amenazado  de  todas 
partes  dentro  de  aquel  sitio  de  muerte,  conoce  que  es  mas 
que  nunca  difícil  salvar  la  vida,  y  lo  mas  urjente  y  perento- 
rio no  dejar  nada  que  hacer  por  defenderla. 

«El  cerco  es  proporcionado  al  número  de  boleadores  y  lo 
forman — los  punteros,  los  de  los  costados  y  los  culaieros.  Los 
primeros  marchan  al  frente,  y  son  como  la  llave  ó  el  esla- 
bón mas  importante.  Ese  rango  se  adscribe,  por  lo  común, 
ó  es  privativo  del  que  ó  de  los  que  invitaron  á  la  campe- 
ría.  Los culateros  son  como  el  punto  de  arranque  de  las  alas, 
que  parten  mas  ó  menos  abiertas,  según   el  círculo  que  se 


158  OBRAS    UK   SARMIENTO 

intenta  describir.  Ellas  avanzan  por  grados  trazando  aproxi- 
madamente un  arco  de  círculo,  y  cuidando  de  apostar  de 
trecho  en  trecho  un  hombre.  Cuando  cada  uno  de  esto& 
calcula,  que  el  total  del  ala  á  que  pertenece  está  distri- 
buido, marcha  en  dirección  al  centro.  Claro  está  que  el 
movimiento  recíproco  de  una  y  otra  ala  los  concentra  cada 
vez  mas  hasta  darse  vista. 

«Mientras  ellos  se  aproximan,  los  culaitros,  que  constitu- 
yen el  punto  cardinal  ó  primitivo  del  círculo,  se  adelantan 
Irdvd.  cerrarle  por  el  frente  ó  segmento  que  le  corresponde. 
Sucede  principalmente  cuando  el  cerco  abraza  una  grande 
área,  que  los  culateros  por  estravío,  por  impedimentos  im- 
previstos ú  otros  accidentes,  no  llegan  á  debido  tiempo  á 
su  posición.  Si  mientras  no  la  ocupan,  se  alborota  la  Aves- 
iruxada  ó  la  ocasión  de  obrar  apremia,  los  de  las  alas  y  los 
punteros  no  escrupulizan,  después  de  circulados,  en  dar  prin- 
cipio por  sí  solos  á  la  batida.  Si  el  cerco  es  muy  grande  y 
el  campo  desconocido  y  de  mucho  matorral,  los  punteros  se 
convienen,  temiendo  salirse  demasiado  afuera  ó  empam- 
parse, en  incendiar  el  campo.  Sirviendo  entonces  el  humo 
de  signo  telegráfico,  visible  muy  de  lejos,  advierte  el  estre- 
mo de  la  curva  donde  existe  el  puntero,  que  se  desea  encon- 
trar. Cuando  tiene  lugar  esta  maniobra  conflagrativa, 
dicen  los  campesinos,  en  su  acostumbrada  hinchazón  de 
estilo,  y  como  para  dar  desusada  importancia  á  las  opera- 
ciones del  día,  la  ñanduseria  alxadaque  es  herejia;  al  cerco  no  se  le 
vido  fin;  los  hombres  pa  no  perderse  prendieron  el  campo,  y  lo  serraron 
debajo  de  quemaxon.  El  barlovento  es  en  el  cerco  la  colocación 
mas  ventajosa;  siendo  natural  en  el  Ñandú  correr  en  esa 
dirección. 

«Como  siempre  es  estenso  el  espacio,  que  incluye  la  ban- 
danda  ó  bandadas,  los  Ñandús  corren  amagando  forzar  la 
línea  de  circunvalación  ya  hacia  una  ya  hacia  otra  parte. 
La  cabeza  erguida  y  el  cuello  mas  en  alto  que  jamás,  pro- 
curan descubrir  por  miradas  rápidas,  variadas  y  penetran- 
tes, el  punto  vulnerable  del  temible  recinto.  Con  tal  intento 
se  aproximan  á  la  circunferencia,  escrutan  apresurada- 
mente, y  con  azorada  curiosidad,  la  colocación  del  enemigo 
que  la  guarnece;  luego  recalcitran,  y  vuelven  á  examinar 
el  todo  del  fatal  término,  el  cual  no  afrontan  hasta  después 
de  haberle  lo  mejor  posible  reconocido  y  como   estudiado. 


FRANCISCO   /.    MÜÑIZ  159 

Ahora  sus  movimientos  son  á  la  carrera  como  los  de  la 
gama  en  igual  conflicto.  Durante  estos  movimientos  ó  fal- 
sos ataques,  los  ginetes  amagan  aisladamente  acá  y  allá, 
aun  cuando  algún  impaciente  de  la  espera,  acometa  de- 
cidido. 

«El  cerco  cada  vez  mas  ceñido  no  pierden  de  vista  los  ase- 
diados su  principal  y  mas  importante  designio — el  romper 
el  bloqueo  después  de  engañifas  y  multiplicadas  tentativas. 
Desde  el  principio  sus  sobresaltadas  miradas  se  fijan,  y 
sus  corridas  se  dirijen  hacia  donde  los  hombres  son  mas 
ralos,  ó  donde  se  hallan  situados  muchachos  que  acompa- 
ñaron á  sus  padres,  ó  que  van  allí  por  otros  motivos.  En- 
tonces, como  cuando  los  corren  en  calle  ó  técnicamente 
les  hacen  medio  un  hombre  y  un  chico,  se  inclinan  del  lado 
de  este,  como  si  penetraran  de  cual  lado  es  mas  débil  el 
esfuerzo,  de  cual  la  ofensa  es  menos  temible. 

«Elevada  siempre  y  en  movimiento  continuo  la  cabeza 
mientras  corren  acá  y  allá,  descubren  al  fin  el  claro  por 
donde  pudieran  franquear  el  cordón  formidable.  No  hay 
duda  que  les  esperan  grandes  peligros,  que  no  es  fácil  su- 
perar, porque  los  de  la  cabalgata  echan  el  resto  en  esa 
estremidad,  en  que  es  necesario  y  es  un  punto  de  honor 
el  lucir  cada  uno,  á  la  vista  de  todos  la  lijereza  y  maestría 
de  los  brutos  que  montan,  y  su  individual  habilidad  en  este 
enérjico  y  hermoso  juego  americano. 

«Muchos  de  los  sitiados  perecen  haciendo  increíbles  es- 
fuerzos de  maña  y  astucia  por  salvarse;  otros  que  logran 
cruzar  el  mortal  asedio,  remiten  la  carrera  cuando  ya  libres 
de  peligro.  Cuando  ocurre  esta  contracción  ó  disminución 
moviliaria  esclaman  los  campesinos — el  JVandú  levantó  ya 
su  cabayito. — Al  riesgo  inminente  que  él  corre  al  atravesar 
el  cerco,  aluden  aquellos,  cuando  para  significar  los  esco- 
llos de  una  empresa,  ó  su  casi  insuperable  ejecución  dicen 
delque  la  conduce:  e/  pobre  hombre  vá  boleao;  vá  como  Avesiru» 
contra  el  cerco. 

«Sustraído  una  vez  á  los  primeros  embates  del  caballo, 
no  por  la  suma  escedente  de  su  velocidad  sino  por  el  modo 
anfractuoso  de  su  carrera,  anda  mas  sufrida  y  largamente 
que  aquel  cuadrúpedo.  Sin  embargo  del  énfasis  con  que 
dicen  los  gauchos — del  cavayo  tolo  se  escapan  las  aves  qice  vuelan ;^ 
de  ahi  abajo  iodo  vicho  muere  en  sus  manos;  sin  embargo,  él  na 


160  OBRAS    üK    SAHMIlfiNTO 

corre  como  aquel  un  día  entero,  mucho  mas  si  el  tiempo 
fuese  fresco;  ni  se  encuentra  al  siguiente,  como  dicen  del 
JJandú'.  buino  no  mas. 

«Perseguido  sin  intermisión  no  deja  de  huir  hasta  que 
muere  de  fatiga.  Su  cuerpo  queda  entonces  rijido  como  el 
de  un  tetánico,  lo  que  arranca  de  los  gauchos,  que  lo  con- 
templan con  disgusto  por  no  haberlo  boleado  esta  ó  seme- 
jante esclamacion:  A  diancho,  no  te  hagas  el  chancho  rengo,  y  de 
repente  adiosito,  si  te  vide  no  me  acuerdo.  Mire  amigo  no  le  afloje 
(al  que  se  apeó  y  lo  tiene  agarrado)  no  lo  afloje,  no  lo  largue 
por  su  madre  ¡bien  aiga  el  animal  ladino  y  de  senda!  Le  dá  lisio- 
nes,  y  lo  tira  lejos  al  mismo  Zorro,  que  es  el  Padre  de  todas  las 
cábulas. 

«  Si  encuentran  algún  obstáculo  elevado  detienen  la  ca- 
rrera; pero  si  es  una  enramada  ó  cerco  débil,  forcejea  por 
vencerle,  mediante  repetidos  empujones  ó  pechugadas.  Si 
el  impedimento  es  resistente  y  bajo  y  no  advierte,  siendo 
la  impulsión  y  peso  del  cuerpo  tan  considerables,  se  frac- 
tura los  tarsos  chocando  contra  él.  En  su  marcha  ordinaria 
ó  tranquilla,  un  vallado  ó  cerca  de  una  vara  de  alto  lo  de- 
tiene, lo  mismo  que  una  zanja  de  cuatro  ó  seis  cuartas 
de  boca;  pero  si  le  acosan,  salva  esos  óbices  con  gran 
facilidad. 

«Volviendo  al  cerco  diremos  que  algunos  boleadores  sue- 
len quedar  fuera  de  él,  apeados  de  los  caballos  ó  echados 
sobre  los  pescuezos  en  espera  de  los  Ñandus,  que  logren 
atravesarlo.  Rendidos  ya  estos  por  tanto  correr,  aflojan  de 
su  anterior  celeridad,  y  se  hace  mas  fácil  pillarlos  á  tiro. 

«Aquellos  aunque  asociados  como  buenos  conmilitones 
se  adunan  particularmente  de  á  dos,  tomando  desde  el 
primer  día  el  nombre  de  compañeros.  Estos  tienen  por 
objeto  ayudarse  mas  íntimamente,  partir  y  disponer  entre 
ellos  el  producto  de  la  caza,  aun  cuando  este  sea  por  punto 
general  partible  al  menos  la  carne.  En  ciertos  lances  aque- 
llos que  no  son  compañeros  á  pesar  de  la  loable  simpatía 
que  los  une  en  común,  acordándose  que  son  hombres  suelen 
tentarse  de  ambición  y  hacerse  lo  que  ellos  llaman  mal  juego. 

«  Se  reputa  tal,  como  embistiendo  el  Ñandú,  al  claro  entre 
<los  sitiadores  no  compañeros,  [)ica  su  caballo,  el  que  lo  es 
de  uno  de  ellos,  y  lo  conduce  por  una  línea  intermedia 
entre  la  grande  ave  y  el  no  comi)añero.     El  objeto  de  este 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  161 

TOOvimiento  es  el  separarla  de  este  cuanto  i)ueda  ser,  em- 
barazando disimulada  y  artificiosamente  sus  operaciones 
para  que  no  le  haga  tiro. 

«  Ai  desviar  asi  al  botin  vivo  y  andante  que  se  disputa 
del  no  iniciado  cargándole  sobre  el  socio,  se  procura  que 
no  retroceda  el  animal,  mandándole  el  caballo  con  la  po- 
sible fuerza.  Entonces  obran  ambos  del  modo  mas  conve- 
niente, y  quizá  abren  claro,  como  para  el  Ñandú  se  dirija 
campo  afuera,  ó  adonde  vea  mas  lux,  como  ello  dicen.  Es 
verosímil,  que  apurado  entre  dos  fuegos,  si  escapa  de  los 
tiros  del  uno,  sucumba  sin  remedio  á  los  del  otro. 

«  Otro  mal  juego  consiste,  en  que  cuando  uno  ó  mas  hom- 
bres corren  un  Ñandú  en  línea  mas  ó  menos  recta  á  un 
jinete,  el  cual  puesto  en  conveniente  movimiento  le  arro- 
jaría sobre  los  que  le  persiguen,  éste  lejos  de  obrar  de  ese 
modo  vuelve  la  anca  de  su  caballo  á  los  corredores  y  al 
^v<?Aír?í2,  y  permanece  inmóvil,  ó  galopa  hacia  afuera,  pro- 
curando alinearse  con  este,  al  frente,  ó  bien  seguirle  en 
paralelo  hasta  la  oportunidad  de  cargarle.  A  esta  acción 
llaman  los  campesinos  en  su  idioma  rústico:  juyióle  al  Aves- 
truz presentándole  la  cola  ó  poniéndole  el  caballo  de  punta.  Fatigados 
los  de  los  perseguidores  y  fresco  el  del  juyidor,  tiene  este  la 
mas  propicia  ocasión  de  aprovechar  al  menor  cosió,  un  tiro 
de  bolas.  Se  vengan  de  la  bellaquería  de  este  mal  compa- 
ñero sacándole  el  T/awííw,  siempre  que  pueden,  de  junto  al 
caballo,  ó  como  ellos  se  espresan:  sentándoselo  del  estribo. 

«Algunas  veces  consigue  el  Avestruz  después  de  una  mas 
ó  menos  dilatada  carrera,  ganar  terreno,  ó  en  dialecto  cam- 
pestre: tirar  lejos  á  los  boleadores.  Si  nos  figuramos  que  en  su 
fuga  trepa  (distantes  aun  estos)  una  loma,  y  que  al  descen- 
derla les  queda  oculto  por  la  misma  altura,  entonces  pone 
en  práctica  un  ardid  estratéjico  bien  singular.  Si  el  sitio 
ofrece  pajas  altas  ó  matas  donde  hacerse  invisible,  cambia 
el  rumbo  que  traía  al  subir — ya  á  la  derecha  ya  á  la  izquier- 
da según  aquellas  le  brinden  mejor  protección.  Si  el  bajío 
ó  sus  ramales  rodean  por  acaso  la  cuesta,  {)osibie  es  que 
marche  en  sentido  absolutamente  inverso;  y  que  desande 
<íircuyéndola  agazapado  entre  el  matorral,  el  camino  que 
hubiera  hecho.  Ejecuta  lo  mismo  sobre  un  llano,  si  logra 
encontrar   aparente  escondite.    El  jinete  perplejo   por   no 

Tomo  iuii.— It 


162  OBRAS   DE   SARMIENTO 

hallarle  en  la  dirección  en  que  subiera,  ó  en  la  que  penetr6 
el  escondrijo  sobre  el  llano,  desiste  de  perseguir,  ó  marcha 
maquinal  é  inútilmente  cierta  distancia  en  la  proyección 
que  trajera  el  astuto  JVandú  cuando  se  perdió  de  vista. 

«Los  individuos  de  esta  especie  no  ocultan  jamás  la  ca- 
beza con  la  esperanza  de  salvar  la  vida  como  el  de  África, 
ni  la  introducen  dentro  de  agujeros  por  defender,  como 
dice  M.  Buffon  de  aquel,  un  órgano  tan  importante  como 
débil.  Solóse  ocultan  en  caso  de  peligro  en  los  lances  ya 
espresados,  cuando  obran  como  discursivamente  y  no  con 
estupidez  como  el  Africano  en  su  ocultación  de  cabeza, 
mientras  abandona  el  cuerpo  á  discreción  de  sus  enemigos. 
Se  esconde  en  tales  casos  por  las  razones  y  del  modo  que 
lo  haría  el  racional :  pero  si  dan  con  él,  ó  si  lo  teme,  se 
levanta  en  el  acto,  y  echa  de  nuevo  á  correr,  cuanto  le  es 
posible. 

«Él  rara  vez  cae,  y  cuando  tal  desgracia  le  acontece,  es 
casi  indivisible  aquel  instante,  del  en  que  se  erije,  apoyán- 
dose sobre  una  de  las  alas.  Dice  Buffon,  que  se  atribuye  al 
tubérculo  escamoso  que  le  sirve  de  talón,  la  dificultad  con 
que  se  sostiene  en  un  terreno  resbaloso.  Parécenos  por  el 
contrario,  que  esa  tuberosidad  callosa  y  fuerte,  no  redonda 
sino  lonjitudinal  y  semiconvexa  lo  sostiene  y  afirma  en  la 
carrera,  sobre  cualquier  terreno.  Al  menos  es  mas  que 
verosímil,  que  le  sirva  de  ausiliar  poderosísimo  para  no 
caer  hacia  atrás  en  las  vueltas  y  sentadas  que  da  á  menudo 
en  muchas  de  las  cuales  dobla  los  tarsos  hasta  asentar  en 
tierra  con  las  tibias  ó  vulgarmente  garrones.  Sin  esa  protu- 
berancia, al  nivel  de  los  dedos,  que  le  sirve  entonces  de 
especial  apoyo,  seríale  difícil  ejecutar  sus  rapidísimas  con- 
versiones, y  se  espondría  á  deslices  peligrosísimos. 

«Cierto  es  que  el  Ñandú,  de  cuerpo  tan  grave  y  sin  dedos 
detrás,  no  podría  correr  sobre  un  terreno  escurridizo  sin 
deslizarse,  así  como  las  aves  que  tampoco  los  tienen,  á 
pesar  de  valerse  de  sus  alas  para  equilibrarse,  en  lo  posi- 
ble. Pero  lejos  de  precipitarle  la  escresencia  tuberculosa 
de  la  planta,  ella  le  favorece  cuanto  es  dable,  sirviéndole 
de  ayuda  y  descanso,  como  si  representara  casi  el  firme 
asidero  de  un  cuarto  dedo.  El  tubérculo  duro  y  escamoso 
tiene  la  mas  apropiada  disposición  de  superficie  para  sus- 
tentarle y  detenerle  mucho  mejor  que  si  él  fuera  liso.    A 


FRANCCSCO  J.    MUÑIZ]  163 

pesar  de  la  membrana  coriácea  que  lo  envuelve  aparece 
ensangrentado  cuando  el  Ñandú  ha  corrido  gran  distancia 
con  mas  motivo  si  lo  hizo  por  terrenos  ásperos. 

«En  ninguna  circunstancia  se  convierte  este  hermoso  é 
inocente  animal  contra  el  que  lo  persigue.  Todo  lo  que  se 
ha  escrito  de  las  piedras  que  tira  cuando  corre  y  cosas 
semejantes,  son  mal  urdidas  patrañas.  Si  el  es  indiferente 
á  las  caricias,  y  evita,  zafando  el  cuerpo,  que  le  manoseen 
ó  le  paren,  por  manso  que  sea,  tampoco  daña  sino  en  la 
época  del  celo  por  defender  el  nido  á  los  pollos,  y  eso  solo 
con  el  pico  ó  á  pechugones. 

«Si  se  le  quiere  degollar  ó  manipular  con  otro  intento 
después  de  boleado,  es  necesario  que  le  asegure  del  cuello 
por  su  raiz,  ó  que  se  le  pise  fuertemente  entre  los  alones. 
Sin  esta  precaución  despedaza  los  vestidos,  hiere  las  car- 
nes con  las  uñas,  y  aun  pudiera  de  un  golpe  con  la  pata 
romper  la  pierna  de  un  hombre.  Aquellas  no  son  coces, 
como  impropiamente  lo  creen  algunos,  semejantes  á  los 
cuadrúpedos  en  pie;  son  únicamente  fuertes  movimientos 
de  contracción  y  estension,  grandes  sacudimientos  de  toda 
la  estremidad,  como  los  de  aquellos  cuando  se  derriban  y 
se  mantienen  tendidos  por  fuerza.  Aun  irritado  contra  un 
perrillo  ú  otro  cuadrúpedo  pequeño,  solo  lo  pisotea  yendo 
y  viniendo  por  sobre  él.  Mas  bien  estruja  á  estos  peque- 
ños animalillos,  que  los  acocea. 

«Especificando  M.  Buffon  los  varios  medios  de  que  se 
valen  los  Árabes  para  pillar  el  Avestruz,  dice,  que  para  mas 
fácilmente  lograrlo,  lo  conducen,  cuanto  pueden,  contra 
el  viento. 

«El  Americano  corre  espontánea  é  instintamente  en  este 
sentido  y  procura  cuando  obligado  á  contrariar  esta  di- 
rección, recobrarla  inmediatamente.  Los  aficionados  á  esta 
gallarda  y  briosa  correría  ponen  el  mayor  empeño  en  sota- 
ventarlos, pues  saben  por  una  constante  esperiencia,  que  el 
Ñandú  se  rinde  mucho  mas  pronto  perdiendo  el  barlovento. 
Es  proverbial  entre  los  gauchos. — El  avestruz  corre  cojno  los 
baguales  contra  el  viento.  Por  esta  natural  propensidad  que 
observan  hasta  en  su  marcha  ordinaria,  penetran  ellos 
hacia  las  costas  del  mar,  del  Plata  y  Paraná  en  las  grandes 
suestadas,  ó  cuando  reinan  impetuosos,  y  por  varios  días 
seguidos,  el  Este  y  el  Norte.    Los  gauchos  fronterisos  con 


164  OBRA.S   DE   SARMIENTO 

el  desierto    creyendo  entonces  indefectible  la  entrada  se 
aprontan  para  recibir  huéspedes  tan  deveras  deseados. 

«Lo  que  prueba  sin  contestación,  continúa  el  ilustre  na- 
turalista arriba  citado,  que  el  Avestruz  no  levanta  las  alas 
para  acelerar  su  movinaiento,  es  que  las  eleva  aun  contra 
el  viento,  en  cuyo  caso  ellas  importan  un  verdadero  obs- 
táculo.» Verdad  es,  que  el  movimiento  de  las  alas  no 
acelera  la  carrera  pero  él  es  esencialmente  necesario  á  su 
continuación.  Ese  alternado  ascenso  y  descenso  tiene  el 
principal  objeto  de  sostenerla  y  auxiliarla  dando  á  los 
movimientos  del  cuerpo  el  aplomo  necesario  para  evitar 
caídas  peligrosas.  Sin  ese  despliegue  de  alas  la  carrera  ni 
sería  tan  veloz,  ni  tan  segura.  El  Ñandú  de  cuerpo  tan 
pesado,  á  quien  dio  la  naturaleza  por  única  defensa  la 
carrera,  debió  reunir  á  los  elementos  propios  de  esa  fun- 
ción, otra  potencia,  que  pudiera  llamarse  reguladores  del 
centro  de  gravedad,  que  le  siguiera  siempre,  y  le  prestara 
protección  en  las  varias  y  distintas  situaciones  que  adquie- 
re el  cuerpo  en  las  tortuosidades  de  la  carrera. 

«Las  alas  tan  fuertemente  unidas  á  las  escápulas,  provis- 
tas de  robustos  músculos  elevadores  y  depresores  indican 
físicamente  á  mas  de  las  pruebas  que  suministra  la  observa- 
ción, capacidad  suficiente  para  servir  como  de  contrapeso 
ó  sosten  cuando  el  Ñandú  á  todo  su  correr,  ejecuta  cambios 
de  conversión  los  mas  extraordinarios. 

«Esos  miembros  son  singularmente  comparables,  en 
cuanto  á  sus  usos  en  la  carrera,  con  los  brazos  del  hombre 
en  igual  situación.  Según  los  alza  ó  los  baja,  según  los 
adelanta  ó  atrasa,  muda  el  cuerpo  su  centro  de  gravedad, 
sin  que  pierda  la  perpendicularidad,  cuyo  nivel  preserva, 
en  virtud  de  la  mutua  y  acordada  acción  de  esos  remos  ó 
palancas.  Si  al  hombre  como  al  Ñandú  (ambos  bípedos) 
se  les  ligaran  ó  inutilizaran  de  otro  modo  resultarían  la 
disminución  de  velocidad  y  vacilación  mas  clara  y  espuesta. 
Los  campesinos  atan  por  diversión  las  estremidades  de  las 
alas  por  sobre  el  dorso  del  Ñandú,  y  en  esa  disposición  lo 
sueltan  al  campo.  El  ave  rey  de  la  progresión  descursiva 
sobre  la  tierra,  queda  entonces  convertida  en  juguete 
hasta  de  los  muchachos,  que  la  insultan  arrojándole  bolas 
de  carne. 

Aquí  resalta  visiblemente  un   principio  de  conveniencia 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  165 

preservativa  que  depende,  ó  que  está  intimamente  ligado 
con  un  principio  ó  ley  de  la  organización,  en  virtud  de  la 
cual  son  llamados  ciertos  órganos  á  uniformarse  y  corres- 
ponderse mutuamente,  sin  que  alcancemos  á  conocer  la 
causa  de  este  misterioso  fenómeno.  Asi,  por  ejemplo,  el 
caballo  que  apura  cuanto  puede  su  carrera  voltea  sus  orejas 
hacia  atrás,  las  plega  sobre  el  pectorejo,  ó  como  dicen  los 
gauchos,  las pegaal  cogote.  Lo  mismo  hace  el  entero,  cuando 
estirado  el  cuello,  moviendo  la  cabeza  de  un  lado  á  otro, 
y  el  hocico  casi  por  tierra  repunta  severo  y  zeloso  su 
manada. 

«En  todo  caso  mas  natural  es  recurrir  á  estas  reflexiones 
supositivas,  que  el  admitir  con  Marcgrave,  que  el  Ñandú 
se  sirve  de  sus  alas  como  de  una  vela  para  tomar  viento 
—con  Nieremberg  para  hacer  este  contrario  á  los  perros, 
que  le  persiguen — con  Pisón  y  Klein  para  cambiar  á  menu- 
do la  dirección  de  su  carrera,  y  evitar  las  hechas  de  los 
salvajes — y  con  otros  que  dicen  excitarse  á  correr  mas  de 
prisa  picándose  con  el  aguijón  de  sus  alas,  según  citaciones 
que  hace  M.  Buffon  de  estas  distintas  opiniones. 

«Ese  movimiento  tiene  su  objeto  natural  y  de  extrema 
necesidad.  Siendo  la  carrera  rapidísima,  no  podría  ser 
muy  larga  sin  un  medio  de  refrijeracion,  sin  ventilar  el 
tronco  ó  la  caja,  que  encierra  los  órganos  vitales.  La  carre- 
ra sería  pronto  interrumpida  si  doblara  sobre  el  cuerpo  ese 
colchen  de  plumas  sedosas,  espesas  y  calientes  de  que 
constan  las  alas.  Con  tanta  mas  razón  debe  suponerse 
esto,  así,  cuanto  ¡se  ve,  que  el  Ñandú  estando  quedo  abre  las 
alas  como  para  airearse,  durante  el  mayor  calor  de  los 
días  estivales,  las  bate  también  suave  y  tranquilamente, 
pero  con  mas  fuerza  y  tesón  que  lo  hacen  los  demás  galli- 
náceos. 

«El  levantar,  por  otra  parte,  y  el  abatir  de  esos  remos  plu- 
mosos mientras  corre  contra  el  viento,  no  es  causa  de 
obstáculo,  como  pretende  aquel  respetable  naturalista.  La 
naturaleza  que  privilejióá  esta  especie  con  la  carrera  y  que 
le  dio  el  instinto  de  hacerla  contra  el  viento,  no  pudo  debi- 
litar por  un  elemento  opuesto  aquella  dote:  lo  contrario 
sería  una  obra  monstruosa  é  investida  de  cualidades  equí- 
vocas. Esas  plumas  inadherentes,  disgregadas  y  sin  con- 
sistencia que  forman  las  alas,  no  presentan  por  su  ralura 


166  OBRAS    UE   SAKMIBNTO 

y  falta  de  regularidad  en  sus  planes  la  menor  resistencia 
al  viento.  Flotantes  los  alones,  revestidos  de  hebras  sin 
cohesión,  hilachosas  y  finísimas,  tampoco  tienen  casi  peso. 

«Mas  todavía:  ese  movimieuto  de  alas  no  es  maquinal  ni 
ejecutado  por  un  ciego  instinto  y  á  destiempo.  Nada  de 
eso.  El  ave  se  sirve  de  ellas,  si  nos  es  permitida  la  compa- 
ración, con  la  necesidad  y  casi  con  el  grado  de  intelijencia 
con  que  se  sirve  del  timón  un  esperimentado  marino,  nave- 
gando con  el  viento  de  proa.  El  Ñandú  hace  sus  jiros, 
como  la  nave  dá  bordadas,  cuando  precisa  ganar  terreno. 
En  esas  vueltas  que  son  brevísimas  y  al  infinito  repetidas 
en  una  viva  persecución,  el  movimiento  de  las  alas  es  ince- 
sante, ya  de  uno  ya  de  otro  lado,  y  tan  presto  que  C()mo 
dicen  casi  con  propiedad  los  campesinos — no  se  le  ve  cuerpo — 
en  otra  frase — hace  andar  la  visia. 

íiKxi  cuanto  á  la  caza  del  Avesirux  Africano,  Diódoro  asegu- 
ra, que  se  hace  clavando  puntas  aceradas  en  rededor  del 
nido.  La  madre  que  viene  á  este  de  prisa,  pasándose  con 
ellas  queda  de  todo  punto  sujeta.  Mas  este  peregrino  arbi- 
trio ya  se  vé  que  solo  obra  contra  las  hembras,  que  deben 
ser  estúpidas  y  ciegas  y  por  añadidura  insensibles  hasta 
apresarse  por  si  mismas  y  poco  á  poco  en  las  puntas  ace- 
radas. Nuevo  jénero,  sin  duda,  de  magnetismo  entre  un 
animal  y  los  metales,  cuyo  conocimiento  no  pasaría  mas 
allá  de  las  creederas  de  Diódoro,  como  pasó  hasta  nosotros, 
desde  antes  de  Orfeo  y  para  siempre  la  dirección  del  imán 
ó  su  polaridad  y  la  de  una  aguja  magnetizada.  Buffon 
agrega,  que  los  Árabes  inquietan  á  los  Avestruces  lo  bastante 
para  que  no  coman,  pero  sin  apurarlos  demasiado.  Cuando 
los  han  fatigado  y  los  tienen  hambrientos,  durante  uno  ó 
dos  dias  aguardan  la  oportunidad;  caen  sobre  ellos  al  gran 
galope  conduciéndolos  contra  el  viento  cuanto  es  posible, 
para  fatigarlos  mas  en  breve,  y  los  matan  por  último  á  palos 
para  que  la  sangre  no  manche  el  albor  de  sus  plumas. 

«De  otro  ardid  usaban  los  Struthophagos  ó  comedores  de 
Avestruces,  según  aquel  naturalista.  Se  cubrían  bonitamente 
los  bellacos  con  la  piel  de  un  Avesirux,  y  pasando  los  brazos 
por  el  cuello  hacían  todos  los  movimientos  (atención)  que 
ejecuta  con  esta  parte  el  ^ves^rw*.  Así  disfrazados  (también 
la  mas  simple  y  estravagante  bonomía  suele  alojarse  en  el 
cerebro  de  los  sabios),  asi  disfrazados  los  pilluelos  y  sagaces 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  167 

Struthophagos  se  aproximaban  á  los  Avestmcea  y  les  echaban 
garra.  «Es  así,  prosigue  concienzudamente  aquel  autor, 
como  los  salvajes  de  América  se  simulan  cabras  para 
aprender  las  cabras.» 

«Pero  como  ya  hemos  hecho  conocer,  el  pillar  asi  tan 
ahinas  al  Ñandú  y  aun  á  las  cabras  de  nuestras  sierras,  no 
es  granjeria  de  cualquier  chambón  en  el  oficio,  y  como 
dicen  los  gauchos — se  necesita  comer  anies  mucho  pan  y  maxa- 
morra.  Para  el  Ñandú  no  hay  sutilezas,  engañifas  ni  dis- 
fraces que  valgan.  Buen  caballo,  ser  jinete  y  diestro  en 
en  el  manejo  de  las  bolas,  son  requisitos  sin  los  cuales  un 
árabe  andaría  toda  su  vida  al  gran  galope  con  su  garrote 
en  la  mano,  muriendo  antes  él  y  su  caballo  de  fatiga  y  de 
sed,  que  dar  al  alcance,  ni  aun  vista  á  este  velocísimo 
bípedo  alado. 

«Isuestros  campesinos  miran  en  el  perro  un  compañero 
útil  para  la  caza  de  los  Avestruces.  A  mas  del  servicio  im- 
portante que  les  prestan,  defendiéndoles  del  tigre,  les  pro- 
porcionan sin  costo  abundante  cosecha  de  mulitas,  peludos, 
perdices,  etc.  Por  eso  dicen:  el  perro  es  el  mejor  compañero 
del  pobre.  Donde  dentra  el  cristiano,  denira  el  perro.  Y  como 
acostumbra  ir  subiendo  de  punto  en  los  elojios,  y  son  afec- 
tos, por  otra  parte,  á  la  especie  canina,  llegan  al  máximun 
haciendo  al  perro  el  último  favor,  pues  le  anteponen  á  sí 
mismos.  Por  eso  añade:  Cuando  no  fuesen  mis  bolas,  mis  pe- 
rros me  darán  de  comer,  porque  sin  eyos  no  somos  naide  en  el  campo. 

«Esos  animales  de  olfato  naturalmente  fino  rastrean  al 
Avestruz  oculto,  y  han  llegado,  siendo  enseñados,  hasta  dar 
con  él  en  el  nido.  Si  lo  alcanzan,  evita  mientras  puede  los 
afanosos  mordiscos  de  sus  perseguidores,  por  sentadas  y 
tendidas  rapidísimas:  el  perro  pasa  do  largo,  porque  en  la 
espresion  impropia  de  nuestros  campesinos — el  perro  es  duro 
deboca — como  siserijiera  con  freno  ó  por  aquella  parte, 
como  los  caballos. 

«El  llevar  perros  consigo  cuando  se  va  á  una  boleada  de 
Avestruces  en  grande  no  está  jeneral mente  bien  recibido: 
pero  son  casi  infaltables  cuando  la  empresa  es  de  uno  solo 
ó  si  consta  de  pocos.  Los  perros  en  el  primer  caso  suelen 
estorbar  á  los  boleadores,  y  el  que  los  llevase,  encontraría 
con  dificultad  quien  quisiera  hacer  medio  con  él,  ó  quien  se 
le  asociara  en  las  corridas.    Siendo  ley  del  juego    que  el 


168  OBRAS   DE   SARMIENTO 

Ñandú,  aprehendido  por  los  perros,  pertenece  al  dueño  de 
estos,  es  una  doble  ventaja  el  llevarlos:  pero  ventaja  mas 
que  de  chambones  de  egoístas,  pues  que  siendo  igual  el 
trabajo  en  todos,  su  producto,  sin  embargo,  declina  en 
favor  de  individuos  determinados.  El  boleador  que  des- 
pués de  inauditos  esfuerzos  en  un  día  ó  mañana  de  in- 
cesante corretaje  ha  conseguido  ponerse  á  tiro,  y  que 
próxima  la  presa  á  caer  ya  en  sus  manos,  ve  que  se  la 
arrebata  un  jadeante  y  encarnizado  perro,  denuesta  y 
maldice  furioso  al  pobre  animal,  y  pasa  sin  escrúpulo  y 
tal  vez  con  razón  mucho  mas  adelante. 


NATURALEZA  DE  LA  CARNE  DEL  NANDÚ 

Su  salubridad.— Distintas  preparaciones  que  recibe,  y  las  que  dan  á  los  huevos. — 
Conducción  de  estos  á  la  distancia.— Plunaas.— Toldos  ó  reparos  contra  la 
intemperie.  ^ 

«Los  boleadores  de  Avesiritces  utilizan,  ya  asadas,  ya  coci- 
das, en  guiso  ó  fiambre  casi  todas  sus  partes.  El  alón, 
la  picana  (carne  de  la  grupa)  y  el  ventrículo  ó  estómago 
son  presas  preferentes.  A  este  se  le  despoja  de  su  mem- 
brana interna  coriácea,  á  la  cual  llaman  los  campesinos 
cascara  y  le  anteponen  á  la  misma  lengua  de  vaca:  por 
flaco  que  esté  el  Avestruz  no  dejan  de  comerlo,  como  su- 
cede con  aquella  por  magro  que  parezca  el  vacuno.  Apro- 
vechan todas  las  entrañas,  el  bandujo  ó  intestinos  gruesos 
al  último  de  los  cuales,  que  denominan  ocote,  por  su  anilla 
ó  esfínter,  le  decortican  ó  separan  su  membrana  interior 
para  comerle.  Comprenden  bajo  el  nombre  tripas  gordas  á 
estos  intestinos,  y  á  los  delgados  con  el  de  amargas;  sin  em- 
bargo, son  estos  los  que  toman  á  pesar  de  su  amargor  que 
se  lo  quitan  lavándolos,  porque  de  los  primeros  solo  es  co- 
mible el  colon  y  el  esfínter  del  recto,  siendo  este  intestino 
y  los  ciegos  casi  del  todo  membranosos. 

«Particularmente  al  volver  de  lacampería,  en  precaución 
de  que  no  les  falte  la  carne,  traen  (alzan)  todas  las  postas  ó 
tajadas  asadas  ó  sancochadas  en  aguas  y  sal.  Asi  las  tras- 
portan fiambres,  pendientes  del  cuello  del  caballo  ó  entre 
las  caronas,  como  hacen  con  la  carne  da  vaca  con  cuero  6 
sin  él.    Cuando  la  alzan  cruda  elijen  los  alones  y  el  grano 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  169 

del  pecho  (á  cuyas  presas  como  á  las  entrañas  llaman 
achuras)  porque  el  resto  es  fácilmente  corruptible  por  el 
calor. 

«La  carne  del  Ñandú  joven  es  naturalmente  mas  tierna 
y  agradable  que  la  del  viejo,  y  no  tiene  en  igual  grado  que 
la  de  este  aquel  olor  fuerte  que  la  hace  repugnante  á  un 
olfato  y  paladar  medianamente  impresionables.  Los  pai- 
sanos la  toman  con  indudable  complacencia  durante  la 
camperin,  y  aun  la  estiman  en  mucho  después  de  estar  en 
sus  casas.  La  reputan  como  manjar  no  solo  muy  sustan- 
cioso y  sano,  sino  hasta  inofensivo  á  aquellos  sentidos. 
Pero  esos  hombres  aun  cuando  los  tienen  muy  finos,  no 
esperimentan  el  menor  disgusto  por  estar  como  familiari- 
zados con  el  olor,  tan  semejante  á  este,  de  la  grasa  del 
potro  y  de  la  yegua. 

«Habituados  á  esa  impresión  olfativa  desde  pequeños  ya 
en  la  estraccion  de  la  grasa  de  esos  animales  (graseadas) ; 
ya  en  la  saca  de  sus  pieles  (cuereadas);  usando  de  ese  pin- 
guedo  ó  enjundia  en  dias  de  yerra  ó  de  marcación  de  gana- 
dos, y  aun  de  continuo  para  refrescar  y  mantener  flexibles 
los  lazos,  maneadores,  bozales,  correas  de  la  montura,  etc., 
no  estrañan,  como  los  marineros  el  olor  del  alquitrán,  el 
que  exhala  la  carne  y  especialmente  la  adiposidad  ó  gordu- 
ra del  Ñandú. 

«Por  otra  parte  haciendo  su  carneada,  asando  y  guisando 
á  campo  raso  en  medio  de  un  desierto  inmenso,  es  evidente 
que  se  pierden  en  una  atmósfera  pura  y  sin  límites  las 
emanaciones,  que  quizás  serían  molestas  para  ellos  mismos 
dentro  de  un  recinto  poco  estenso.  Es  tal  lo  incómodo  y 
penetrante  de  ese  olor,  que  personas  no  acostumbradas  á 
él,  tienen  que  ventilar  sus  ropas,  si  estuvieron  en  una  pieza, 
donde  se  asara  esa  carne. 

«  Pero  la  poderosa  eficacia  del  aire  del  campo,  el  apetito 
que  produce  el  ejercicio,  el  entusiasmo  del  mismo  entrete- 
nimiento que  enjendra  el  vivo  deseo  de  disfrutar  el  produc- 
to de  un  día  de  no  poca  fatiga,  la  privación  al  fin  que  hace 
contentadizos  y  sobrios,  tienen  tal  poderío  sobre  el  hombre, 
que  echando  á  un  lado  melindres,  si  se  encontró  chocado 
el  olfato  y  el  paladar  el  primer  día,  lo  es  menos  en  el  se- 
gundo y  así  sucesivamente  hasta  perderse  con  la  primera 
ingrata  sensación,  la  repugnancia  á  la  carne  del  Ñandú,  y 


170 


OBRAS   DE   SARMIENTO 


parecer  ; oh  poder  del  hábito  y  de  la  necesidad!  no  solo 
pasa  ble,  sino  escelente. 

«Los  campesinos  tienen  la  opinión  de  que  la  estraida  del 
Ñandú  al  norte  del  Salado  preserva  un  color  mas  oscuro  y 
un  olor  mas  fuerte  y  característico,  que  la  de  la  banda  Sur* 
Lo  mismo  se  persuaden  respecto  al  color  de  la  carne  y  de 
la  grasa  del  Quirquincho  ó  Tatú  peludo.  En  esta  especie  su- 
ponen todavía  haber  diferencia  dentro  de  la  zona  interna  ó 
Norte,  según  pasten  sus  individuos  en  lomas  ó  en  terrenos 
bajos  ó  cañadas.  Pero  tal  diversidad  en  el  color  de  la  carne 
y  de  la  gordura  de  esos  pequeños  lorigados  cuadrúpedos, 
que  es  á  la  verdad  efectiva,  probable  es  que  provenga  en 
mucho  del  influjo  de  la  edad  ó  de  dos  variedades  hasta  hoy 
indeterminadas.  Por  lo  demás,  esas  modificaciones  de  olor 
y  de  sabor  en  la  carne  del  Ñandú  y  en  la  de  otros  animales, 
así  como  las  que  se  observan  en  alguna  de  esas  cualidades 
de  su  leche,  parece  debieran  atribuirse  á  la  naturaleza  de 
los  alimentos,  de  que  ellos  se  nutren.  El  esparto  de  sobre 
el  Salado  y  de  otros  puntos  comunica  su  olor  y  sabor  á  la 
carne  y  leche  del  vacuno.  El  bulbo  de  la  familia  de  los 
asfodeles  de  los  campos  de  San  Isidro,  imprime  á  este  líquido, 
en  esa  especie,  el  olor  y  el  gusto  de  la  cebolla  (allium  cepa). 
El  trébol  y  la  caña  del  cardo,  ambos  secos,  producen  una 
carne  del  todo  insípida — Esos  vejetales  aun  frescos  y  la 
gramilla  de  los  campos  internos  ó  costaneros  de  la  Provin- 
cia crian  mucho  sebo  en  el  vacuno;  y  los  pastos  llamados 
fuertes  de  los  campos  al  Sur  del  Salado,  hacen  por  el  con- 
trario, abundar  la  grasa,  etc. 

«Es  indudable,  que  la  carne  del  Ñandú  de  un  olor  positi- 
vamente lepugnante,  semejante  al  de  la  de  potro,  lo  pierde 
en  parte  cuando  asada  y  algo  mas  en  el  salcocho  ó  después 
de  hervida.  Infiérese,  pues,  que  ese  olor  desagradable  se 
acompaña,  ó  reside  en  la  materia  estractiva  ó  en  el  osmazo- 
ma, y  que  se  evapora  ó  atenúa  destilándose  en  esas  prepa- 
raciones. Cuando  asada  deja  ver  su  color  oscuro  ó  al  menos 
el  del  jugo  que  le  contiene,  y  en  la  decocción  se  disuelve 
ese  principio  y  se  mezcla  con  el  caldo.  La  costra  ó  cubierta 
tostada  que  se  forma  á  la  superficie,  y  la  cual  contiene 
€omo  en  toda  carne  asada  un  elemento  eminentemente 
sápido,  impide  probablemente  la  instilación  ó  fluxión  total 
del  osmazoma;  y  he  ahí  la  razón  porque  retiene  la  carne 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  171 

en  ese  estado,  una  parte  de  su  olor  primitivo,  mucho  mas 
perceptible  que  cuando  absolutamente  penetrada  por  el 
agua  abundante  y  mas  disolvente  en  la  concoccion. 

«Los  campesinos  reputan  muy  saludable  la  carne  del 
Ñandú  y  en  verdad,  que  ni  la  abundante  y  casi  pasmosa 
indisjestion  de  ella,  ni  las  grandes  tajadas  de  gordura  que 
toman  de  la  grupa  ó  picana  les  daña  jamás,  y  eso  cuando 
no  le  asocian  otro  alimento  que  el  mais  tostado,  alguna 
vez,  ni  otra  bebida  que  el  agua  pura  y  cristalina  de  los 
arroyos  ó  lagunas.  Ellos  creen,  que  esta  carnees  fresca, 
lo  que  no  repugna  cuando  el  Ñandú  no  es  flaco  ó  viejo, 
siendo  cargada  de  gelatina.  Esto  contribuye  naturalmente, 
á  que  no  se  efectúe  un  grande  desprendimiento  de  calor,  y 
á  que  la  asimilación  sea  breve  y  fácil. 

«La  del  doméstico  mejoraría  indudablemente  en  olor  y 
sabor  á  juzgar  analójicamente  por  lo  que  se  observa  en  la 
de  los  gallináceos  silvestres  que  pasan  á  nuestros  corrales. 
Aun  en  este  estado  la  carne  del  Ñandú  es  tierna,  y  parece 
impregnada  de  sustancias  muy  solubles.  La  jelatina  inter- 
puesta no  se  pierde  del  todo  al  fuego  directo  ni  por  la 
decocción — aplicaciones  poco  intensas  en  las  camperías,  por 
la  naturaleza  débil  del  combustible  usado  en  ellas.  La 
tenacidad  de  las  fibras  que  aun  en  los  viejos  no  son  coriá- 
ceas, están  como  relajadas  por  la  grasa  y  jugos  jelatinosos, 
lo  que  produce  un  alimento  soluble  y  dijerible  para  estó- 
magos robustos.  Para  el  de  los  campesinos  toda  sustancia 
es  indiferente,  pues  dijieren  con  la  mayor  facilidad  por- 
ciones considerables  de  carnes  mas  sólidas,  como  la  de  la 
gama,  la  de  la  liebre,  del  vacuno,  etc.  Ellos  ni  conocen,  ni 
aun  sospechan  la  delicadeza  de  los  sibaritas  ciudadanos 
respecto  á  la  diferencia  que  la  edad  y  aun  el  sexo  impri- 
men á  la  carne  del  Avesírux  como  á  la  de  los  demás  ani- 
males. Con  tal  que  este  no  sea  muy  flaco,  poco  les  importa 
su  filiación,  y  aun  cuando  lo  fuese,  aprovechan  ciertas 
partes,  con  mucha  mas  razón — si  la  avestrusada  anda  escasona 
bastante — como  ellos  dicen. 

«Pero  aquella  carne  tomada  en  abundancia,  compro- 
metería un  estómago  delicado  por  lo  mismo  que  está 
penetrada  de  una  gordura  redundante  ó  verdadero  aceite 
animal.  Respecto  á  su  color  ellajocupa  el  medio  entre  las 
llamadas  coloradas  y  las  salvajinas,  como  la  de  liebre,  de 


172  OBRAS   DE   SARMIENTO 

cabra,  de  jabalí  que  son  brunas  ó  casi  negras.  No  sería 
estraño  que  su  peculiar  olor  se  relacionara  ó  estuviera  en 
conformidad  con  su  color  mas  ó  menos  oscuro. 

«Los  prácticos  en  las  camperías  contra  Avestruces^  conocen 
desde  distante  el  gordo  del  que  no  lo  es.  La  señal  de  gra- 
situd  la  toman  del  color  mas  blanco  de  las  plumas  de  la 
grupa.  Y  es  exacto,  que  cuanto  es  mas  nítida  su  albura, 
mayor  es  la  obesidad  del  ave. 

«Los  huevos  forman  una  vianda  apetecida  de  los  campe- 
ros, que  los  asan  y  los  fríen.  Hacen  lo  primero  de  varios 
modos  todos  breves  y  sencillos.  Los  agujerean  por  una 
estremidad,  y  por  allí  derraman  no  todo  el  albumen,  como 
algunos  han  escrito,  y  muchos  creen,  quizá  suponiendo 
indijerible  esta  sustancia  ó  de  mal  paladar,  sino  solo  aque- 
lla porción  que  había  de  verterse  mientras  la  asadura. 
Introducen  luego  un  poco  de  grasa  y  de  cebolla  picada, 
ponen  el  huevo  junto  al  fuego,  y  revolviendo  el  todo  con 
un  palito  le  dan  vueltas  presentando  ya  un  lado  ya  otro  al 
calor,  hasta  que  queda  perfectamente  cocido.  Si  el  dema- 
siado viento  incomoda  la  operación,  abren  un  hoyo  en  la 
tierra,  y  se  conducen  del  mismo  modo,  encendiendo  en  él 
una  pequeña  hoguera. 

«Cuando  el  hambre  apura  y  no  es  posible  demorarse  en 
preparativos,  ponen  inmediatamente  fuego  á  las  pajas  del 
nido,  y  con  alguna  otra  chamarasca  de  las  cercanías  medio 
asan  los  huevos,  y  así  entre  fríos  y  calientes  se  saborean 
con  ellos  saliendo  satisfechos  del  apremiante  conflicto. 

«Acostumbran  también  perforar  el  huevo  de  uno  de  sus 
polos  al  otro,  é  introducir  después  de  derramar  cierta  por- 
ción de  albumen,  un  palito  que  le  atraviese  al  modo  de 
eje.  Suspendido  á  él  el  huevo,  cuyos  agujeros  deben  ajus- 
tar  todo  lo  posible  al  atravesaño,  se  le  torna  ya  de  un  lado 
ya  del  otro  dentro  de  la  llama  de  la  fogata  hasta  que  queda 
mas  ó  menos  asado.  Ellos  son  útiles  de  igual  modo  para 
todos  los  compuestos  en  que  entran  los  huevos  de  gallina, 
como  tortillas,  para  vizcochos,  rosquetes,  etc. 

«Muerta  una  hembra  que  tenga  yemas  las  estraen  con 
cuidado  en  fárgara  ó  envueltas  en  su  propia  película  y  si 
las  han  de  conducir  hasta  el  real,  las  embolsan  enXdLchuspa 
ligándole  ambas  estremidades.  En  esta  disposición  las 
asan  en  conjunto  ó  por  separados  en  el  rescoldo,  y  las  toman 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  173 

<5uando  revientan  la  capsulilla  que  las  envuelve  ó  antes. 
El  manjar  que  resulta,  sin  otro  ingrediente  que  sal,  es  deli- 
cado, no  solo  comparándole  con  las  otras  preparaciones 
usuales  en  las  camperias,  sino  aun  las  mas  sabrosas  y  deli- 
cadas del  arte  culinario  en  la  vida  civil.  El  es  suavísimo  y 
dulce  y  sin  duda  uno  de  los  mas  gratificativos  al  paladar. 
Se  han  encontrado  mas  de  cincuenta  yemas  entre  grandes 
y  chicas  en  un  ovario.  En  tiempo  de  la  postura  hay  siem- 
pre tres  ó  cuatro  cuyo  grandor  que  va  aumentándose  en 
escala,  corresponde  á  los  huevos,  que  primero  saldrán 
á  luz. 

«  Las  yemas  puestas  al  fuego  dentro  del  ventrículo,  sir- 
viéndoles de  vasija  el  esternón  ó  hueso  del  pecho  (mate  de 
los  campesinos)  componen  con  su  involucro  ó  envoltorio 
un  plato  regalado  al  cual  llaman  ellos  adobo.  A  falta  de 
olla,  y  aun  teniéndola,  hace  veces  de  tálese  hueso.  Su  ca- 
pacidad, su  forma  ahuecada  y  su  fuerte  testura  permiten 
«1  freir  maíz  blanco  en  él,  á  espensas  de  la  misma  grasitud 
que  esuda,  la  cual  le  comunica  un  sabor  peculiar  y 
grato. 

La  carne  se  guisa,  y  los  huesos  se  fríen  en  este  recipien- 
te singular.  El  resiste  al  fuego  de  los  tiernos  combusti- 
bles de  las  Pampas,  sosteniéndole  por  cierto  tiempo  la  mis- 
ma abundante  gordura  que  ocupa  los  intersticios  del  hue- 
so, hasta  que  se  carboniza.  Présteme  la  oyita  amigo,  si  ya 
acabó  dicen  los  gauchos,  cuando  sentados  al  rededor  de  la 
hoguera  guisan  y  asan,  rien  y  ponderan  á  un  tiempo  las 
aventuras  del  día.  Calientan  también  agua  en  la  oUita 
avestrúsica  para  tomar  mate,  en  defecto  de  la  caldera;  lo 
que  aun  se  hace  estando  ya  mondado  el  hueso  y  purgado 
en  parte  de  la  grasa  que  le  impregna,  no  deja  de  dar  á  co- 
nocer el  duro  paladar  y  fuerte  estómago  de  nuestros  paisa- 
nos de  la  campaña. 

«  Entre  los  aprovechamientos  del  Ñandú  debe  contarse  la 
masa  cerebral  de  la  cual  se  sirven  para  flexibilizar  las  so- 
guillas de  las  bolas.  Esta  substancia  tan  delicada  y  man- 
tecosa las  penetra  y  suavisa  superlativamente  mas  que 
ningún  otro  cuerpo  untuoso.  También  estraen  la  lámina 
esterna  ó  la  epidermis  de  todo  el  cuello  incluso  el  buche, 
de  la  cual  con  el  nombre  de  chuspa  forman  una  bolsa,  co- 
siéndole su  estremidad  mas  ancha,  útil    para  guardar  di- 


174  OBRAS    ÜE   SARMIENTO 

ñero,  avíos  de  encender,  tabaco,  etc.  Esa  membrana  seca 
inorgánica  como  la  del  hombre,  se  desprende  al  modo  que 
la  piel  en  los  cuadrúpedos;  y  como  la  epidermis  de  aquel, 
se  halla  perforada  de  agujeros  oblicuos  por  los  cuales  pasan 
las  plumas  implantadas  en  la  dermis,  especie  de  membrana 
mucosa  subyacente. 

«  Los  huevos  se  transportan  á  la  distancia  en  árganas  ó 
serones  de  cuero  al  cuello  de  los  caballos  figurando  pretal, 
ó  al  anca  en  sarta  que  cae  por  ambos  lados.  Colocados  en 
línea  sobre  un  poncho,  jerga  ú  otra  tela,  se  rodea  esta  una 
y  otra  vez  sobre  ellos,  al  mismo  tiempo  que  se  comprimen 
lo  necesario.  Puédese  si  se  quiere,  colocar  un  segundo 
cordón  de  huevos  paralelo  al  primero,  apareando  ó  igua- 
lando los  de  ambos  órdenes.  Un  tiento  ó  hilo  fuerte  que 
ciñe  circularmente  la  tela  entre  huevo  y  huevo,  si  el  cor- 
don  es  sencillo,  ó  por  entre  cada  dos,  si  la  línea  es  doble, 
los  fija  separadamente,  y  evita,  inmovilizándolos,  el  que  se 
choquen.  De  este  modo  se  conducen  en  perfecta  seguridad 
y  á  galope  muchas  leguas.  La  sarta  del  anca  se  ata  á  ca- 
da lado  de  la  cabezada  posterior  del  recado  é  inferiormen- 
te  á  la  cincha  ó  las  puntas  de  la  carona  de  vaca  la  cual  se 
ojala  de  intento.  Cuando  desgraciadamente  rodó  ó  se  re- 
volcó el  caballo  conductor  del  precioso  depósito  signi- 
fican los  gauchos  el  azar  ó  desgracia  del  dueño  de  las 
cascaras  que  antes  fueron  huevos,  diciendo  —  quedó  el  po- 
hrecito  enteramente  á  la  desdicha^piasititos,  mirubiquitas  se  le  hixo 
too  el  cargamento.  El  propietario,  aun  cuando  cediendo  á  la 
primer  impresión  eche  ternos  ya  redondos  ya  angulosos 
á  no  poder  serlo  mas  contra  el  maldecido  carguero, 
olvida  pronto  su  infortunio  y  entra  á  considerarlo  con  esa 
peculiar  impasibilidad  con  que  los  Americanos  (á  imita- 
ción de  los  aborígenes)  soportan  con  enérgica  firmeza,  y 
tanto  mejor  cuanto  menos  conocen  los  hábitos  europeos, 
los  reveces  mas  crueles  de  la  aciaga  fortuna. 

«Las  plumas  podrían  llegar  á  ser  un  ramo  no  de  tan 
corto  interés,  ya  empleándolas  en  el  consumo  interior,  ya 
esportándolas.  No  sería  difícil  realizar  este  negocio  con 
algunas  ventajas,  para  los  pobres  al  menos,  si  en  vez 
de  haber  casi  estinguido  esta  apreciable  familia  de  los 
campos  habitados  y  de  perseguirla  á  muerte,  casi  sin  pro- 
vecho y  de  ordinario  solo  por  diversión    hasta    en  el  de- 


FRANCIOCO   J.    MUÑIZ  175 

sierto,  se  procurara  crearla  de  nuevo  y  conservarla  dán- 
dole aquel  grado  de  domesticidad  de  que  ella  es  suscep- 
tible. 

«Estas  plumas,  aun  cuando  en  su  totalidad  no  tengan  el 
mérito  de  las  del  Avestruz  Africano  por  carecer  las  mas  lar- 
gas del  hermoso  albor  que  dicen  tienen  las  de  éste,  y  de  la 
finura  que  atribuye  don  Luis  déla  Cruz  (viaje  de  Chile  á 
Buenos  Aires)  alas  del  Avestruz  áe  la  cordillera,  son  útiles 
sin  embargo  en  aplicaciones  de  labor  y  trenzado.  Y  es 
probable,  que  si  abundaran,  representarían  sino  un  objeto 
de  primera  importancia  al  genio  fabril  de  los  manufature- 
ros,  el  estimado  material  de  una  nueva,  simple  y  curiosa 
elaboración, 

«Como  tienen  ellas  la  propiedad  de  fijar  los  colores,  se 
tiñen  variadamente,  para  aprovechar  el  todo  ó  solo  el  has- 
til  ó  parte  trasparente  y  fistulosa,  ya  dividido,  ya  entero. 
Se  utilizan  del  primer  modo  en  bordados  sobre  riendas, 
chicotes,  estriberas,  maneas  y  botones  de  maneador,  en 
cestillas,  etc.  Teñidas  de  punzó  las  plumas  enteras  de  la 
grupa,  las  de  su  contorno  y  las  del  pecho;  se  usan  en  co- 
leras y  testeras — vistoso  adorno  de  montura  que  se  estila 
en  las  Provincias  Argentinas,  después  de  establecido  en 
ellas  el  régimen  federativo. 

«Con  las  alares  mas  largas  ornamentan,  d^sde  tiempo 
inmemorial,  varias  tribus  de  indios  sus  cinturones,  los  cin- 
tillos con  que  se  rodean  las  cabezas,  y  sus  mujeres  atavían 
con  ellas  las  vaticolas  de  los  caballos  que  montan.  Los  qui- 
tasoles construidos  con  este  material  en  Chile  en  y  algunas 
Provinciasde  la  Confederación  no  podrían  ser,  aunque  ni  de 
lujo,  ni  vistos,  ni  mas  frescos,  ni  mas  lijeros  cómodos  y 
aun  duraderos. 

«No  hay  pluma  comparable  á  esta  para  la  confección  de 
plumeros,  pues  sus  hebras  sueltas,  finísimas  y  largas  arro- 
jan el  polvo  y  otras  basuras  hasta  de  los  mas  pequeños 
resquicios  de  los  muebles.  La  fabricación  de  plumeros  es 
vasta  entre  nosotros,  donde  no  hay  casi  casa  donde  no  haya 
uno  ó  mas — otros  se  esportan  á  Bolivia,  España,  Italia, 
Inglaterra,  etc.  Las  plumas  medianas  han  hecho  en  to- 
dos tiempos  el  mas  estimado  adorno  de  los  Guerreros  Guay- 
cuní  y  de  las  otras  naciones  indias,  que  las  han  colocado  en 


176  übHA«    DE    SARMIENTO 

SUS  morriones,  como    el  primer  distintivo   de  su  valerosa 
profesión. 

«Las  plumas  blancas  cortas  pueden  rizarse  para  varios  or- 
namentos, y  las  largas,  también  blancas  de  las  alas,  que 
son  hermosas,  se  usan  en  sombreros  ó  gorras  de  señoras,  en 
turbantes,  morriones  ó  sombreros  militares. 

«Respecto  á  la  vida  de  los  camperos,  aun  cuando  ella 
es  móvil,  y  aun  cuando  su  permanencia  en  un  lugar  de- 
penda de  la  abundancia  de  Ñandús  en  él;  sin  embargo, 
ai  sitio  que  ocupan  momentáneamente  ó  por  pocos  días, 
le  llaman  pomposamente  el  real.  En  él  después  del  co- 
cinado dicho  y  del  de  la  carne  de  otros  animales  silvestres 
que  se  pillaron,  cada  uno  hace  referencias  alegres  y  de 
ordinario  exaj eradas  sobre  los  pasajes  del  día.  Se  venti- 
la la  superioridad  respectiva  de  los  caballos,  tanto  en  lije- 
reza  y  maestría  como  en  orden  á  la  fortaleza  de  algunos  en 
la  cruz — que  es  el  punto  donde  se  afirma  una  mano  al  dis- 
parar las  bolas  con  la  otra,  momento  crítico  en  el  cual  si  el 
caballo  afloja  al  cargarse  en  un  tiro  distante,  mucho  mas 
si  el  jinete  es  corpulento  puede  hocicar  y  perder  pié  con  no 
poco  riesgo. 

«Para  abrigarse  de  un  temporal  llevan  entre  las  caronas 
un  cuero  de  potro  desgarrado  (hijar).  Guando  llueve  sise 
hallan  entre  pajas  altas,  atan  las  sumidades  de  las  que  es- 
tan  paralelas,  ya  una  con  las  otras,  ya  con  las  plumas  lar- 
gas alares  del  Ñandú.  Estirando  después  el  hijar  sobre  la 
frájil  bóveda  con  el  pelo  para  arriba,  á  fin  de  que  no  se  re- 
cale, lo  aseguran  del  mejor  modo. 

«Si  el  campo  tiene  duraznillo,  rama  negra,  ú  otros  arbus- 
tos flexibles  forman  puntas  alas  varillas  que  cortan,  y  las 
clavan  en  dos  líneas  correspondientes  á  regular  distancia. 
Doblan  luego  unas  hacia  las  otras  las  extremidades  al  aire 
y  las  afianza  con  aquel  des{)OJo  del  Ñandú — cubriendo  des- 
pués aquel  arco  prolongado  ó  bóveda  con  el  hijar,  queda  se- 
mejante al  toldo  de  una  carreta.  Cuando  es  chilca  la  ma- 
dera de  construcción  atraviesan  de  un  costado  á  otro  varitas 
que  sostienen  perfectamente  al  hijar. 

«Si  este  no  alcanza  á  preservar  los  costados,  se  abre  con 
el  cuchillo  una  zanjita  por  defuera,  en  aquellos  terrenos  de 
suyo  blandos,  la  cual  se  rellena  de  paja  parada  en  forma  de 
pared.     De  este   modo  queda  en  el    posible    resguardo  el 


FKANCISCO  J.    MUÑIZ  177 

interior  del  toldo,  con  cuyo  nombre  se  designa  y  reconoce 
aquel  habitáculo  digno  de  la  sencillez  primitiva  de  las  tri- 
bus errantes  de  ambos  hemisferios. 


«DOMESTICIDAD   DEL   ÑANDÚ 

Modo  de  conducirlo— Su  ineptitud  para   el  vuelo— Su  facultad  natatoria— Su  voz- 
Aprensiones  de  los  gauchos  al  campo  desierto— Conclusión. 

«En  opinión  del  ilustre  Buffon  el  Avestrux  debió  servir  en 
lo  antiguo  de  alimento  general,  pues  el  lejislador  de  ios  in- 
dios prohibió  su  carne  como  inmunda.  Refiere  también, 
que  el  Emperador  Heliogábalo  hizo  servir  un  solo  dia  en  su 
mesa  el  cerebro  de  seiscientos.  Por  supuesto  que.  los  he- 
breos comían  los  de  su  propio  país,  cuando  los  Romanos  los 
importaban  de  otros  muy  distantes.  De  modo  que  pare- 
ce destinada  esa  especie  á  servidumbres  estraordinarias 
entre  los  magnates  de  aquellos  tiempos  remotos.  Tan  pron- 
to convertidos  en  jaca  real  conducen  sobre  su  dorso  al  es- 
típtico tirano  Firmius — caprichoso  domador  de  aves  terres- 
tres— tan  pronto  el  cerebro  de  seiscientos  por  una  idea 
gastronómica  la  mas  estravagante  y  caprichosa  que  ocurrió 
jamás,  satisface  la  voracidad  de  los  convivios  de  un  buitre 
humano,  coronado  como  en  escarnio  de  su  especie. 

«Pero  si  esos  pueblos  merecieron  con  mejor  título  que 
nuestros  gauchos  y  campesinos,  que  corren  también  el 
Ñandú,  el  nombre  de  Struthophagos,  por  el  uso  mas  estenso 
que  hicieron  de  un  tal  manjar,  debían  ser  bien  estraños  los 
medios  que  adoptaran  para  criar  y  conservar  esa  especie 
en  crecido  número.  ¿Pero  puede  existir  acaso  no  un  pue- 
blo civilizado,  que  esto  es  posible,  pero  una  tribu  salvaje 
tan  pobre,  tan  falta  de  industria,  de  tan  trabajosa  mísera 
existencia,  de  cálculos  tan  precarios  y  eventuales,  que  hi- 
ciera depender  su  subsistencia  de  la  carne  del  Avestruz,  si 
pasable  en  los  poUuelos,  bien  repugnante,  sin  duda,  en  los 
adultos?  Pero  lo  que  no  deja  de  ser  atendible,  en  los  me- 
dios de  caza  que  indica  el  citado  naturalista,  no  se  descu- 
bre la  posibilidad,  como  ya  lo  hicimos  notar,  de  abastecer 
de  ese  alimento  no  ya  á  un  pueblo,  pero  ni  á  un  reducido 
aduar  beduino — ni  la  continua  y  molesta  vijilancia,  ni    el 

Tomo  xlmi.— 12 


178  OBRAS   DK   SARMIENTO 

dispendio  de  tiempo,  ni  el  esfuerzo  que  esos  mismos  me- 
dios exijen,  serían  reemplazados  por  el  producto  de  la  carne 
y  de  las  plumas. 

«En  cuanto  á  la  proclividad  del  Ñandú  á  la  vida  doméstica» 
M.  Buffon  se  la  concede  al  grado  de  poderse  formar  ban- 
dadas de  ellos  como  se  forman  de  pavos.  El  señor  de 
Azara  dice,  que  llevados  los  poUuelosá  las  casas  se  domes- 
tican de  tal  modo,  que  andan  por  todo  el  pueblo,  y 
que  alejándose  hasta  una  legua,  vuelven  por  sí  mismos,  aun 
cuando  sean  adultos.  Sin  embargo  de  este  aserto,  pre- 
ciso es  reconocer  que  la  especie  sin  ser  del  todo  selvática 
tiene  un  apego  innato  á  la  indepedencia,  á  la  vida  de  los 
campos,  teatro  esclusivo  de  sus  combates,  de  sus  amores 
y  de  sus  conquistas.  Principalmente  en  la  época  turbu- 
lenta del  zelo  pudiera  considerársele  como  el  representa- 
tivo de  una  continuada  perambulancia,  siendo  entonces 
bien  difícil  contenerle.  Los  individuos  de  ambos  sexos 
sintiéndose  en  ese  tiempo  agitados  de  un  estimulo  pode- 
roso y  secreto,  buscan  la  sociedad  de  sus  semejantes,  y  en 
virtud  de  ese  estraño  incitamento  que  les  conmueve  é 
irrita,  se  hacen  mas  que  nunca  andariegos.  El  macho,  pú- 
ber ya  á  los  dos  años,  brama  á  las  horas  acostumbradas,  y 
tanto  él  como  la  hembra  procuran  sustraerse  á  toda  domi- 
nación marchándose  á  gozar,  en  la  soledad  de  los  campos 
de  libertad  completa  en  sus  recíprocas  solicitaciones  repro- 
ductivas. 

«Sin  embargo,  él  resiste  la  presencia  del  hombre,  pues 
gambetea  á  su  alrededor,  y  aun  pasa  por  entre  sus  piernas, 
si  se  le  enseñó  ese  juguete  ó  retozo;  le  embiste,  aun  le 
agarra  con  el  pico  sin  mostrar  intento  de  dañarle.  Si  le 
teme,  si  huye  su  cercanía,  es  porque  el  racional  le  mal- 
trata, constituyéndose  en  todas  partes  su  encarnizado  es- 
terminador.  Pero  por  manso  que  sea  el  ñandú,  aun 
cuando  se  detenga  delante  de  las  puertas  de  las  habita- 
ciones mirando  con  ademan  curioso,  y  penetre  dentro  de 
ellas,  él  no  permite  que  le  manoseen,  que  le  levanten  las 
alas,  ni  le  corten  el  paso,  pues  entonces  araña  y  forcejea 
no  irritado  y  por  ofender  sino  solo  por  evadirse.  Esa  ex- 
cesiva susceptibilidad  y  casi  indiferencia  absoluta  á  toda 
clase  de  halagos  le  confunde  con  las  demás  aves,  en  quie- 
nes se  advierte  una  idéntica  propensión.     Tampoco  tiene 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  179 

antipatía  por  el  caballo,  como  dice  M.  Buffon  tenérsela  el 
de  África.  Al  contrario,  él  vive  en  pacífica  compañía  con 
aquel  bruto,  como  con  los  demás  que  el  hombre  cria  y 
apacienta. 

«¿  Pero  la  especie  ñandúsica  se  puede  criar  y  man- 
tener por  mero  gusto,  ó  bien  por  aprovecharse  de  su 
carne  y  de  sus  plumas?  Ciertamente  que  sí.  En  co- 
rrales ó  en  espacios  circunscritos  ó  estrechos  sería 
difícil,  necesitando  de  grande  estension  para  su  mul- 
tiplico y  subsistencia.  Nuestros  establecimientos  ru- 
rales, y  mucho  mas  aquellos  de  una  área  estensa, 
son  muy  á  propósito  para  la  cría  y  preservación  de 
esta  especie  toda  vez  que  gozaran  en  ellos  de  protección  y 
seguridad.  Ya  dice  el  Sr.  de  Azara,  que  suel.en  aproxi- 
marse hasta  los  corrales  de  las  estancias,  que  distan  por 
lo  jeneral,  menos  de  una  cuadra  de  las  casas.  Esto  es 
cierto,  y  cuando  no  son  batidos  y  acosados  miran  con 
indiferencia  la  cercanía  de  un  jinete,  en  una  distancia 
mucho  mas  corta  que  la  necesaria  para  hacer  un  tiro  de 
bolas. 

«No  es  de  dudar  que  volverían  á  repoblarse  los  campos 
internos  de  la  Provincia  hasta  abundar  en  ellos,  como  en  lo 
antiguo,  sise  observara  una  conducta  opuesta  á  la  presente. 
En  los  campos  del  8r.  Brigadier  General  D.  Juan  Manuel  de  Eosas, 
ilustre  Gobernador  y  Gupitan  General  de  la  Provincia,  donde  es- 
tuvo siempre  justa  y  racionalmente  inhibida  toda  correría 
de  Avestruces,  son  numerosas  las  bandadas  que  se  ven  y  en 
proporción  las  nidadas  que  ellos  cubren.  Si  ejemplo  tan 
laudable  de  un  sentimiento  cuerdo  y  digno  de  imitación, 
por  el  gusto  y  conveniencia  de  poseer  cuantiosa  y  cerca  de 
nosotros  esta  noble  y  preciosa  especie  americana,  fuera 
universalmente  seguido  (como  principia  á  serlo  en  los  cam- 
pos donde  existen  invernadas  vacunas  ó  caballares  del 
Estado  y  en  alguna  otra  estancia)  quedaría  ella  restablecida 
á  nuestras  puertas;  siendo  entonces  útil  aun  para  recrea- 
ciones ecuestres  en  cierto  tiempo  del  año,  bajo  prudentes 
y  equitativas  limitaciones. 

«Pero  no  es  sin  violencia  que  se  ha  intentado  deducir  de 
la  propensión  ó  facilidad  del  Avestruz  Africano  á  la  domesti- 
cidad,  la  del  Ñandú.  Debió  antes  considerarse,  que  asi 
como  difieren  ambas  especies  en  punto  de  estructura,  se 


180  OBRAS   DE   SARMIENTO 

adistancian  igualmente  en  varios  de  sus  naultiplicados  ac- 
tos físicos.  A  la  verdad,  aun  cuando  sea  mansa  la  ameri- 
cana en  los  campos  donde  mora  tranquila,  no  por  eso  es 
susceptible  de  la  pasible  dependencia,  que  según  Buffon, 
caracteriza  á  la  de  África.  Si  por  aprovechar  la  carne  ó 
plumas  ó  con  otro  designio,  se  molestara  con  bolas  ó  de 
otro  modo  á  ese  mismo  Ñandú  doméstico;  él  se  mostraría 
mas  esquivo  que  el  silvestre,  y  sería  preciso  emplear  contra 
él-  mas  sagacidad  é  industria  que  contra  el  otro. 

«De  esas  distintas  cualidades  y  varia  organización  en 
ambas  especies,  resulta  que  sería  disparatada  la  pretensión 
de  hacer  del  Ñandú  un  vehículo  de  traslación,  como  suce- 
de con  el  de  África,  sino  es  fabuloso  el  testimonio  de  algu- 
nos viajeros.  M.  Moore  encontró  en  África  á  un  caballero  y 
muy  apuesto  y  á  sus  anchas  como  el  que  mas,  sobre  un 
Avestruz  tan  de  silla  como  lo  fué  el  inmortal  Rocinante. 
El  historiador,  con  sentimiento  de  la  posteridad,  descuidó 
el  informarnos  cual  portante  agradaba  mas  á  aquel  estra- 
vagante  personaje,  ni  de  qué  medio  se  valían  él  y  Finnius, 
tirano  de  Egipto,  para  dar  dirección  al  zancudo  susten- 
táculo. De  Finnius  pase;  porque  siendo  rey  y  sobre  todo 
tirano  no  le  faltarían  lacayos  ó  escuderos,  que  condujeran 
á  la  alada  cabalgadura  poco  á  poco,  ni  aparejo  adecuado 
para  posarse  sobre  él  con  tal  cual  cómoda  seguridad, 
mucho  mas  si  fuera  el  tirano  raquítico  ó  pigmeo  como 
pudo  ser. 

«Adamson,  que  es  citado  como  autoridad,  vio  no  en  sueño 
sino  con  la  luz  del  medio  día  y  muy  concienzudamente 
Avestruces  tan  mansos  y  tan  de  carga,  que  sufría  el  uno  la 
de  dos  negrillos,  y  el  otro  la  de  uno  bien  crecido.  Y  no  se 
crea,  que  andaban  mesuradas  ni  cortas  distancias,  como 
es  presumible  que  anduviera  el  estrambótico  alambrado 
tiranuelo  Finnius,  nada  de  eso.  Los  Avestruces  que  vio  con 
tamaños  ojos  el  buen  Adamson  montados  por  los  negros 
no  los  alcanzaría,  en  su  sentir,  el  caballo  inglés  mas 
lijero  en  las  varias  vueltas  que  dieron  al  rededor  del 
pueblo.  El  Instructor,  periódico  tan  conocido  entre  noso- 
tros, rejistra  una  lámina  (N°  10,  Octubre  1844)  con  refe- 
rencia á  este  pasaje;  y  parece  que  su  ilustrado  redactor 
admite  el  hecho. 

«Por  lo  que  hace  á  nosotros,  pedimos  perdón  á  la  memo- 


FRA.NCISCO   J.    MUÑIZ  181 

ria  de  Adamson,  y  se  nos  permitirá  que  nos  mostremos 
incrédulos  á  su  aseveración  como  á  las  de  aquellos  que 
opinan  como  él.  Es  tan  violenta  la  postura  del  negro  jinete 
en  aquella  lámina,  sentado  en  el  arranque  del  cuello,  con 
el  muslo  derecho  levantado  y  doblada  la  pierna  de  un  lado, 
teniendo  algo  mas  baja  y  estirada  la  izquierda,  tocando 
apenas  con  la  estremidad  de  los  dedos  de  la  mano  de  este 
lado  el  cuerpo,  cerca  del  nacimiento  del  ala;  que  no  puede 
deducirse  de  esa  situación  preternatural  y  chocante  otra 
cosa  que  un  esfuerzo  de  la  imajinacion  en  producir  una 
apariencia  sin  antecedente  real. 

«El  aguantarse  en  tal  postura  ó  en  cualquiera  otra  que 
se  adopte  sobre  el  Avestruz  en  plumas,  seria  un  prodigio  de 
equilibrio  aun  solo  dando  algunos  pasos  acompasados. 
Sostenerse  en  ella  cuando  lo  mas  veloz  de  la  carrera  y 
mientras  los  jiros  y  tornos  acostumbrados,  es  finjírse  una 
quimera,  que  podrían  únicamente  no  creerla  tal  aquellos 
que  no  conocen  lo  resbaladizo  de  las  plumas,  la  figura 
ovoide  del  cuerpo  que  tanto  dificulta  la  sustentación,  y  la 
carencia  del  menor  asidero  para  manos  y  piernas. 

«Podría  suceder,  que  un  muchacho  con  la  habitud  de 
montar  un  Avestruz  doméstico,  y  este  ya  insensiblemente 
acostumbrado  á  la  carga,  sufriera  cabalgado  el  tranco  pau- 
sado, mucho  ma^  si  se  sentara  sobre  una  especie  de  mon- 
tura dispuesta  al  intento.  Pero  sostenerse  con  montura  ó 
sin  ella  cuando  el  Avestruz  parte  como  una  exhalación,  y 
con  las  alas  estendidas  hace  de  las  suyas;  y  mantenerse 
cabalgado  mientras  daba  vueltas  al  pueblo  de  ese  modo, 
es  una  conseja  inventada  para  divertir  una  noche  de  vela- 
da. Desplegadas  las  alas  y  á  todo  correr  el  Avesirux  de  Podor 
¿qué  espacio  quedaba  al  jinete  para  ceñir  las  piernas, 
dónde  las  ceñiría  para  equilibrarse,  dónde  fijaría  el  todo  ó 
una  parte  de  ellas  para  no  caer  en  los  variados  y  continuos 
movimientos  de  aquel?  Las  piernas  en  el  aire  como  se  ven 
en  la  figura  del  Instructor,  sin  ningún  apoyo  en  el  asiento; 
lejos  de  eso  siendo  este  empinado  y  resbaladizo  en  estremo, 
no  es  posible,  en  medio  de  tanta  causa  de  inevitable  desliz, 
mantenerse  inebranlable  ó  incomovido  sin  la  asistencia  de 
un  poder  sobrenatural. 

«No  hay  situación  alguna  en  !a  que  sea  posible  sostenerse 
sobre  el  Avestruz  á  la  carrera     La  única,  pero  insuficiente 


182  OBaAS    UK    SAttailENTO 

seria  el  sentarse  hacia  la  parte  posterior  del  dorso  y  ade- 
lantando las  piernas,  cruzarlas  por  delante  del  pecho  y  por 
debajo  de  los  alones,  que  quedarían  en  forma  de  guarda- 
montes. Pero  como  esta  posición  sería  insubsistente  por  la 
inclinación  del  dorso,  la  casi  nulidad  de  base  de  sustenta- 
ción y  lo  deslizable  de  la  pluma,  preciso  sería  asirse  de  las 
alas  hacia  su  arranque. 

«Esto  es  cuanto  se  puede  concebir,  aun  [)ara  dar  una 
efímera  seguridad  al  jinete,  no  le  sustraería  de  caídas  en 
la  carrera,  si  el  ave  pudiera  correr  entonces.  Pero  claro 
está,  que  esto  le  es  imposible,  desde  que  no  puede  usar  de 
sus  piernas  trabadas  ó  ceñidas  por  delante  con  las  del  jine- 
te, ni  de  las  alas  apresadas  igualmente  por  sus  manos. 
Asi  impedidos  los  instrumentos  de  la  locomoción,  no  solo 
no  podría  el  Ñandú  marchar  adelante  sino  que  necesaria- 
mente se  empinaría  y  caería  hacia  atrás,  no  teniendo  sino 
dos  patas. 

«  Los  que  saben  cuan  difícil  es  sostenerse  en  un  potro,  á 
pesar  de  ensillado,  de  la  seguridad  que  prestan  las  riendas, 
la  compresión  de  los  muslos  y  de  las  espuelas  sujetas  en 
las  caronas,  sobre  todo  cuando  el  potro  corcobea  de  las 
costillas,  conocerán  á  fondo  la  imposibilidad  de  mantener- 
se sobre  el  Avestruz  cuando  corre  de  lado.  Muchas  veces 
cree  el  jinete,  que  el  potro  en  esas  difíciles  corvetas  va  á 
bolearse  (tirarse  atrás)  y  se  prepara  á  salir  parado  abrien- 
do las  piernas.  Pero  engañado  en  su  preparación  y  habien- 
do perdido  al  tomarla  la  fijeza  en  el  lomillo — descompuestos e 
dicen  los  domadores — es  arrojado  á  tierra,  cuando  menos  lo 
esperaba.  A  este  violento  lanzamiento  llaman  ellos  — 
sacarlo  sólito . — Si  caen  de  pié,  dicen  con  engreimiento,  si- 
mulando veracidad  en  el  todo  de  la  frase — Al  mandarme  le 
pisé  la  oreja  al  mancarrón  y  sin  largar  el  cabresto  melé  paré  de- 
lante. En  esas  tendidas  suele  tocarse  la  tierra  con  el  pié, 
lo  que  significan  los  domadores  con  su  voz  técnica — Sacar 
tierra  can  el  estribo. — ¿Qué  debería,  pues,  suceder  al  jinete 
del  Avestruz  falto  de  toda  seguridad,  que  en  esos  frecuentes 
tumbos  y  costaladas  sin  comparación  mas  rápidas,  difíci- 
les y  aterradas  que  las  del  potro? 

«  Ya  dijimos  que  atando  la  estremidad  de  las  alas  por  so- 
bre el  dorso  no  le  queda  libertad  al  Ñandú  para  correr, 
por  consiguiente  este  es  un  modo  de  conducirle   con  fací- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  183 

lidad  á  cualquier  parte.  De  otro  arbitrio  usan  los  campe- 
sinos para  manejarle  ó  sujetarle,  y  es  el  mismo  de  que  se 
sirven  en  otras  partes  para  transportar  al  Búfalo — le  atra- 
viesan de  un  conducto  nasal  al  otro  una  pluma;  y  sea  por 
la  esquisita  sensibilidad  de  esta  parte,  por  la  obstrucción 
de  los  canales,  que  impide  el  paso  á  un  volumen  de  aire 
necesario  á  la  respiración,  ó  por  la  sola  oposición  de  un 
cuerpo  estraño  que  incomoda,  como  á  Pascal  la  mosca 
imajinaria  sobre  su  nariz — resulta  que  la  velocidad  natu- 
ral del  Ñandú,  queda  reducida  á  un  trote  apenas  acele- 
rado. 

«  Como  se  observa  en  los  cuadrúpedos  domésticos  y  en 
otros  animales,  el  Ñandú  tiene  una  instintiva  predilección 
por  el  campo  donde  libre  y  contento  vio  primero  la  luz  del 
sol.  Se  ha  notado  que  pasado  el  peligro  que  lo  alejara, 
regresa  al  campo  nativo;  lo  que  prueba  reminiscencia  y 
una  instigación  secreta  de  asilo,  allí  donde  reinó  para  él 
en  mejores  días  paz  y  perfecta  seguridad. 

(í  La  estructura  de  esta  ave  indica  á  primera  vista  su  in- 
capacidad natural  para  el  vuelo.  Su  gran  mole  no  está  en 
rigurosa  relación  ni  con  el  grosor  y  solidez,  por  grandes  que 
sean,  de  los  huesos  de  sus  alas,  ni  con  las  de  los  músculos 
qué  las  mueven,  y  sobre  todo  con  sus  plumas  alares  lanuji- 
nosas,  inadherentes  entre  sí  y  de  barbas  disgregadas.  La 
falta  de  cola  para  sostener  el  vuelo,  la  amplitud  y  el  aplas- 
tamiento de  su  cabeza;  el  esternón  obtuso  y  excesivamen- 
te ancho;  sin  sacos  que  contuvieran  el  aire  en  el  pecho  y 
en  el  vientre,  etc.,  anuncian,  que  el  destino  que  señalóla 
naturaleza  k  esa  ave  ponderosa  es  el  marchar  sobre  la  tie- 
rra como  los  cuadrúpedos,  envidiosa,  quizá,  de  las  que  á 
su  capricho  miden  el  éter,  y  sin  resistencia  le  cortan  en  to- 
das direcciones. 

«  En  cuanto  á  la  facultad  natatoria  ella  le  está  contraria- 
da por  la  inserción  adelantada  de  las  piernas,  por  su  largor 
y  grosor;  por  tener  los  tarsos  redondos,  y  no  palmeados  los 
dedos;  por  ser  los  huesos  tan  poco  fistulosos,  lo  que  pro- 
duce su  gran  solidez;  por  la  carencia  de  aquellos  sacos  aé- 
reos cuya  existencia  sería  casi  tan  útil  á  la  especie  para  na- 
dar como  lo  sería  para  el  vuelo.  También  dificulta,  ó  hace 
defectuoso  el  ejercicio  de  esa  función  la  sequedad  de  la 
pluma,  faltándole  al  Ñandú  la  secreción  aceitosa  que  abun- 


184  OBRAS   DE    SARMIENTO 

da  principalmente  en  las  aves  nadadoras,  y  cuyo  producto 
convenientemente  distribuido  con  el  pico  hace  impermea- 
bles las  plumas. 

«  Advertido  por  el  instinto  de  su  mala  disposición  natato- 
ria huye  cuanto  puede  del  agua,  y  los  gauchos  que  le  acu- 
san de — lerdo  para  navegar — procuran  por  su  interés,  que  sin 
embarcarse  navegue,  este  desgraciado  navegador.  No  obs- 
tante sus  desventajas  naturales,  corta  regularmente  las 
aguas  corrientes  porque  las  estancadas  ó  de  balsa  le  ofre- 
cen visible  dificultad.  De  cualquier  modo,  él  atraviesa 
ríos  y  arroyos  de  treinta,  cincuenta  ó  mas  varas,  y  aun  lagu- 
nas de  varias  cuadras  de  ancho.  Como  en  la  agua  muerta 
nada  con  lentitud,  los  gauchos  y  otros  que  se  entretienen 
en  bolear,  ios  hacen  entrar  (azotar)  á  lagunas  de  poca  pro- 
fundidad donde  los  pillan  mas  fácilmente  que  á  punta  de 
caballo,  particularmente  si  flotan  enredaderas  ú  otras  yer- 
bas acuáticas,  que  los  detienen. 

«Para  nadar  levantan  las  alas  en  forma  de  bóveda,  de 
modo  que  no  se  mojan  sino  las  estremidades,  pues  á  empa- 
parse todas  las  plumas  que  las  componen,  se  sumerjiria 
sin  remedio.  A  vista  del  arqueado  alzamiento  alar,  y  del 
nadar  veloz  en  circunstancias  favorables,  gritan  los  campe- 
sinos— A  diasque  tan  ladino  y  tan  satírico;  ya  te  pusiste  los  mates, 
agora  qué  pingo  te  alcansará — con  alusión  á  los  mates  ó  cala- 
bazas que  se  ponen  debajo  de  los  brazos  para  sostenerse, 
los  aprendices  de  la  natación. 

«  El  nombre  de  Tuyú  con  que  M.  Buffon  denomina  al 
Ñandú  por  parecerle  semejante  á  su  canto  ó  voz,  le  es  muy 
impropiamente  aplicado,  porque  no  existe  la  menor  analo- 
jía  entre  esta  y  el  nombre  impuesto.  La  voz  del  Ñandú  es 
inarticulable,  y  no  hay  combinación  alfabética  que  la  repre- 
sente bien  ó  mal:  de  donde  resulta  ser  indescriptible.  Sin 
embargo,  el  hombre  puede  remedarla  aunque  en  tono  mu- 
cho mas  bajo,  mediante  un  sonido  gutural,  precisamente 
formado  con  la  boca  cerrada  y  durante  la  espiración. 

Ella  se  divide  en  dos  tiempos  continuos  y  de  casi  igual  en- 
tonación, mas  largo  el  primero  que  el  segundo.  La  tráquea 
toda  se  infla,  y  la  porción  larinjea  adquiere  una  considera- 
ble dilatación  mayor  en  el  segundo  tiempo,  cuando  hace  el 
ave  un  mas  evidente  esfuerzo  espiratorio.  Parece  que  la 
voz  no  principiara  en  la  larinje  inferior  como  en  muchas 


FRANCISCO    J.    muñí  185 

aves,  y  que  fuera  del  to'io  compuesta  hacia  la  parte  supe- 
rior de  la  tráquea  y  naturalmente  en  la  alta  larinje.  Los 
anillos  cartilajinosos  mas  próximos  á  esta  parte  están  muy 
separados,  y  no  sería  estraño  que  después  de  la  estension 
que  visiblemente  adquiere  aquella  porción  del  conducto 
aéreo  mientras  el  canto,  y  especialmente  el  segundo  tiem- 
po, se  formaran  vantrículos  ó  senos  en  la  membrana  inter- 
cartilajinosa  (muy  dilatable)  y  se  produjera,  con  una  ligera 
modificación  en  los  bordes  de  la  glotis,  ese  sonido  sin  térmi- 
nos ni  modulaciones,  que  con  una  apenas  perceptible  in- 
fleccion,  constituye  la  voz  del  Ñandú. 

«Choca  á  primera  vista,  el  que  ella  se  proyecte  con  el 
pico  cerrado  (razón  porque  ella  es  toda  gutural  é  inarticu- 
lable) y  que  el  aire  violentamente  espelido  no  tenga  otra  sa- 
lida, que  los  conductos  nasales.  Pero  no  podía  ser  de  otro 
modo,  desde  que  no  se  emplea  la  lengua  demasiado  corta, 
dura,  de  bordes  ternillosos,  adherida  en  su  mayor  parte  al 
fondo  de  la  boca,  y  desde  que  para  dar  mas  efusión  y  fuer- 
za á  la  voz  en  esa  entonación  uniforme  y  sui  generis,  el  aire 
que  sube  precipitadamente,  y  que  no  puede  tluir  sino  poco 
á  poco  por  la  nariz,  llena  completamente  el  espacio  bucal 
el  cual  si  fuera  abierto,  orijinaria  un  sonido  mas  automático 
que  animal,  mas  el  eco  inanimado  y  confuso  de  un  pro- 
ducto artístico,  que  el  armonioso  resultado  de  la  organiza- 
ción bajo  el  imperio  de  leyes  vitales  inimitablemente  con- 
certadas. 

«Ese  canto  alto,  hueco,  de  una  sonoridad  obtusa,  lo  hemos 
oído  á  tres  ó  mas  cuadras  en  el  silencio  de  los  campos, 
principalmente  al  caer  la  tarde  ó  en  las  madrugadas.  El 
no  tiene  semejanza  con  la  voz  de  otra  ave,  ni  con  la  de 
ningún  cuadrúpedo,  aunque  la  intente  uniformar  el  señor 
Azara  con  el  mujido  del  toro;  cotejo  tan  disonante  é  im- 
propio como  el  Tuyú  por  la  razón  que  M.  Buffon  lo 
aplica. 

«Entre  todos  los  sonidos  que  conocemos,  aquel  al  cual 
pudiera  con  alguna  aproximación  compararse  el  canto  del 
Ñandú  es  el  emitido  por  la  contra  de  un  órgano — mas  remo- 
tamente, al  de  una.  bramadera  puesta  en  acción — y  en. térmi- 
no mucho  mas  lejano  y  solo  para  espresar  golpes  ó  frac- 
ciones de  él — al  ruido  ó  particular  susurro  que  ocasiona  el 
aire  al  precipitarse   por  la  boca  de  un  barril  vacío.     Mas 


186  OBRAS   DB   SARMIENTO 

desgraciada  el  ave  rey  en  velocidad  pedestre  que  otros 
animales  cuya  voz  encuentra  palabras  imitativas  ó  que  es 
factible  inventarlas  en  su  remedo — inferior  en  esta  parte  á 
la  rana  fangosa  y  despreciable,  que  tiene  el  honor  de  estar 
bautizada  con  el  nombre  griego  coaa;,  que  es  representativo 
de  su  fastidioso  y  nocturno  canto,  tiene  que  conformarse 
con  ese  capricho  del  destino,  que  le  priva  de  un  cogno- 
mento, que  relacionado  con  una  propiedad  natural,  con  un 
acento  de  su  organización,  le  designará  peculiar  é  inequí- 
vocamente entre  todos  los  moradores  del  aire  y  de  la 
tierra. 

«Por  último,  y  reasumiendo  lo  anteriormente  espuesto, 
diremos:  que  el  Avestruz  Americano  carece  de  las  estraordi- 
narias  cualidades  corpóreas,  que  M.  Buffon  prodiga  al  de 
África.  El  no  es  mas  que  una  ave  de  gran  tamaño,  de 
cuerpo  poco  plumoso,  y  con  ciertas  particularidades  de  es- 
tructura que  le  constituyen  absolutamente  inadaptado  para 
el  vuelo  y  para  una  larga  natación.  A  concederle  lo  que  es 
justo,  formará  él  el  eslabón  intermedio  entre  la  gran  clase  ala- 
da y  los  cuadrúpedos,  como  lo  forman  el  murciélago  entre  aque- 
llos y  los  mamíferos.  Por  consiguiente  en  nada  participa  la 
especie  americana  del  misterioso  y  nuevo  androjismo  orgá- 
nico, ó  mas  correctamente  de  la  reunión  sino  monstruosa 
estravagante  de  partes  semejantes  á  las  de  los  cuadrúpe- 
dos y  á  las  de  las  aves,  como  informa  el  celebrado  M.  Buffon, 
que  se  alian  en  el  Avestruz  africano.  El  de  América  no  pre- 
senta vestijios  de  tan  maravilloso  y  al  mismo  tiempo  cho- 
cante organización. 

«Sus  patas  como  todo  su  esterior  son  netamente  de  ave. 
Su  estómago  es  único  y  no  multiplico,  como  dicen  serlo  en 
aquel  y  como  lo  es  en  varios  cuadrúpedos.  Sus  intestinos 
nada  tienen  de  ambiguo;  su  particular  lonjitud  y  sobre  todo 
la  exacta  demarcación  ó  división  de  los  delgados  con  los 
gruesos  indican  su  pertenencia  á  un  herbívoro. 

«En  orden  á  la  fecundidad  de  esta  especie  cierto  es,  que 
ella  está  en  oposición  con  lo  que  se  nota  en  los  cuadrúpe- 
dos, en  quienes  la  producción  es  en  razón  inversa  de  su 
tamaño.  Pero  esa  demasía  no  debió  sorprender  á  M.  Bu- 
ffon, pues  la  regla  es  invariable  en  ellas,  no  tiene  aplicación 
en  las  aves.    El  pavo,  el   pato,  la  gallina  y  otras  especies 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  187 

mayores    son  considerablemente  mas  multiplicativas  que 
otras  pequeñas. 

«A-l  poner  término  á  este  trabajo,  creemos  oportuno  infor- 
mar, que  los  gauchos  aunque  tan  apasionados  á  las  cam- 
perias  en  solicitud  del  ñandú  predilecto,  de  gamas  ó  de 
baguales,  manifiestan,  sin  embargo,  como  los  campesinos 
en  jeneral,  aprehensiones  al  campo  yermo,  donde  se  ocu- 
pan con  tanto  gusto  en  esas  bizarras  y  alegres  escursio- 
nes.  Prevenidos  por  la  impresión  fantástica  é  imponente 
queorijina  de  suyo  el  aspecto  de  un  desierto  inmenso,  so- 
lemne y  misterioso;  ó  influidos  mas  bien  por  los  desastres 
sucedidos  á  varios  camperos,  muestran  cuando  discurren 
sin  el  entusiasmo  que  por  lo  regular  los  domina  al  tratar 
este  asunto,  cierto  respeto  supersticioso  por  el  mismo  cam- 
po que  forma  sus  delicias,  cuando  le  recorren  montados  en 
briosos  caballos,  cuando  mientras  se  sirve  por  docenas  el 
mate  amargo  ó  cimarrón  en  contorno  de  la  fogata,  refieren 
con  agudeza  cuentos  galantes  y  festivos,  celebrando  en  tér- 
minos inflados  y  ostentosos  sus  bellaquerías  y  sus  hazañas 
increíbles  á  veces — ó  cuando  hacen  crujir  entre  sus  blan- 
cos y  fuertes  dientes,  largas  y  jugosas  tajadas  del  humeante 
asado  que  abrasa  los  dedos  y  escuece  la  boca. 

En  aquellos  momentos  de  concentración  mística  ó  malicio- 
sa tal  vez  (porque  de  todo  tienen  ellos)  esclaman  con  ade- 
man formal,  afectando  un  rostro  contemplativo  y  jesticu- 
lador,  mucho  mas  si  se  hablan  con  personas  de  otra  esfera 
social: 

«.Mire  eñor  el  campo  es  lindo,  el  campo  da  hambre,  da 
sueño  y  da  se.  Está  cubierto  de  flores  que  incauta,  y  que 
son  una  maraviya;  tiene  agua  en  los  médanos  y  lagunas,  que 
cuanto  mas  se  bebe  de  eyas  da  mas  se:  en  el  campo  se  pue- 
de decir,  que  no  encomodan  el  frío  ni  el  calor  ni  los  insestos. 
¡Al  pastisales  Yirjen  Santísima!  en  cuatro  las  se  ponen  po- 
tentes los  mancarrones,  gordazos  é  capaúra.  Va  uno  trom- 
pesando  en  cerriyos  lindos  pa  mangruyar  (observar  de 
oculto)  á  los  indios  toita  la  via  enemigos  de  los  cristianos; 
si  paese  que  el  eñor  echo  su  bendision  sobre  aqueyos  cam- 
pos, pa  ricriasion  de  sus  creaturas.  Agora  bastimentos  pa 
que  es  platicar,  hai  que  es  barbaria:  hai  (y  se  señalan  su- 
cesivamente ios  dedos  de  la  mano)  mulitas,  peluos,  gamas, 
quirquinchos,  venaos,   liones,  perdices — güevos  y  pichones 


188  l)HKAS    DIO    SAKMIKNTO 

de  toos  los  pájaros  en  las  lagunas,  en  los  guaicos  y  entre 
las  pajas,  en  ñn  de  too  bicho,  Bagualaa  hai  que  da  mieo: 
avestruzaa  he  pucha!  (y  levantan  las  dos  manos  semiar- 
queando  los  brazos  en  señal  de  admiración)  avestruzaa 
hasta  esir  basta,  se  divisa  como  buraa.  En  los  campos  toos 
los  achaques  se  curan,  hasta  la  tis  (enfermedad  es  la  tisis 
á  la  cual,  sin  saber  lo  que  es,  tienen  terror  pánico  los  gau- 
chos). En  eyos  naides  ha  visto  májicas  ni  cosas  malas- 
solo  en  la  sierra  isen  los  antiguos,  que  había  salamancas  y 
músicas  toitas  las  noches,  pero  ni  eso  hai  agora  siquiera. 
E  día  el  campo  es  de  uno,  y  e  noche  no  hay  cosa  mas  lin- 
da, que  dormirse  sobre  las  caronas  al  ruito  e  las  pajas.  En 
fin  no  se  le  haga  faula  (y  este  es  el  superlatieo  en  las  exa- 
jeraciones  de  un  gaucho)  no  se  le  haga  faula:  en  los  de- 
siertos olvida  el  hombre  hasta  la  ingratitú  y  mala  corres- 
pondiensia  e  las  mujeres.» 

«Pero  eñor;  no  hay  que  fiarse  en  toos  esos  halagos, 
porque  el  campo  es  también  engañoso  como  la  Sirena.  El 
atrai  al  hombre,  lo  encanta  y  lo  aquerencia,  pero  al  fin  él 
se  lo  come.  El  mas  gaucho  viene  por  último  á  dejar  sus 
guesos  blanquiando  entre  las  pajas  ó  á  oriyas  de  una  lagu- 
na.» Y  aquí  lanzan  un  hondo  suspiro,  se  entiende  por  cos- 
tumbre y  no  porque  les  afecten  las  tarascadas  dadas  de  vez 
en  cuando  por  los  tigres,  ó  el  aplastamiento,  que  hace  per- 
der en  los  porrazos  del  caballo  lo  bueno  y  lo  malo  de  la 
prístina  figura  á  los  desventurados  que  lo  recibieran.  Sus- 
piran, sin  que  les  toque  al  pelo  del  poncho  el  sentimiento 
que  aparentan;  y  sin  embargo  ese  desagradable  presenti- 
miento, ese  suspiro  tradicional  tienen  su  fundamento. 

«En  el  lenguaje  figurativo  en  que  pintan  con  exajera- 
cion  la  hermosura  natural  del  campo  y  los  atractivos  de 
la  vida  libre  y  móvil  que  hacen  en  el  desierto,  introduce 
con  mucha  razón  esa  refleccion  lúgubre,  aunque  menos 
ponderada  que  lo  es  en  el  cuadro  la  perspectiva  al  reverso, 
que  tanto  los  seduce.  En  efecto  esas  camperías  traen  el  pe- 
ligro, como  ya  se  dijo,  de  una  rodada,  en  la  que  pudiera  ser 
un  hombre  hecho  pedazos,  estropeado  ó  fracturado  á  una 
distancia  considerable  de  cualquier  ausilio.  El  encuentro 
con  un  enorme  tigre  capaz  de  hacer  desaparecer  á  un  hom- 
bre en  un  momento.  También  es  posible  quedarse  á  pié  á 
pesar  de  todas  las  precauciones;  ya  porque  los   caballos 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  189 

huyeron  asustados  por  el  tigre  ó  por  un  ruido  estraño,  ó  á 
la  simple  vista  de  una  bagualada  que  los  atrajo:  ya  tam- 
bién por  un  casual  estravío  ó  separación  de  los  compañeros 
en  llanuras  que  carecen  de  señales  ó  valizas  para  el  que 
no  los  conoce  ex-profeso:  Aquel  suspiro  luctuoso  que  tam- 
bién pudiera  referirse  al  peligroso  golpe  de  una  bola  que 
se  cortó  al  darla  vuelo  un  jinete  cercano:  con  aquella  triste 
consideración — que  el  campo  come  al  fin  al  hombre  mas  gaucho — 
dan  á  entender  el  grave  riesgo  que  corren  aquellos  que 
reiteran  las  camperías,  y  la  probabilidad  de  que  á  la  larga 
sucumban  á  una  de  esas  desgracias  de  acceso  tan  posible. 
El  mejor  nadador  es  del  agua,  dicen  los  marineros  con  re- 
ferencia al  término  ordinario  de  los  que  frecuentan  el  mar- 
«Hemos  concluido  nuestra  tarea:  si  hicimos  lo  que  pu- 
dimos por  perfeccionarla,  no  creemos  por  eso  haberlo  con- 
seguido, pues  como  dicen  en  su  idioma  rústico,  pero  no  tan 
significativo  los  gauchos. — El  argumento  del  Avestruz  es  muy 
largo — y  aun  cuando  esta  descripción  lo  sea  igualmente,  ni 
lo  dijimos  todo  en  ella,  ni  habremos  acertado  siempre,  ni 
evitado  el  error  en  lo  que  espusimos.  Los  venideros  revin- 
dicarán  esas  faltas,  siendo  menos  concisos  y  mas  exactos 
que  los  naturalistas,  que  han  tratado  hasta  hoy  sobre  el 
Ñandú.  Ellos  reconocerán  en  este  trabajo,  el  corto  estudio 
que  hicimos  de  la  hermosa  familia  ñandúsica,  y  nos  es  li- 
sonjero esperar  que  valorarán  una  parte,  aunque  mínima, 
del  que  emprendimos  sobre  el  jenio  y  habitudes  de  nues- 
tros apreciados  compatriotas  de  la  campaña. 

Francisco  Javier  Muñiz. 


CAPÍTULO  V 


NATA   OXEN 


Tal  es  el  curioso  nombre  que  Darwin  da  á  una  variedad 
de  la  vaca,  que  se  había  producido  y  al  parecer  fijado  en 
Buenos  Aires,  de  que  le  dio  noticia  el  Dr.  Muñiz  en  un  es- 
tudio especial  que  le  remitió,  y  cuyo  borrador  se  encuentra 
entre  sus  papeles  bajo  el  nombre  de  «Contestación  á  las  siete 
cuestiones  que  en  consulta  se  ha  servido  dirijir  al  infrascripto  el 
Señor  Don  Enrique  Lumb  sobre  la  vaca  ñata.» 

La  teoría  de  la  formación  de  las  especies,  por  selección 
natural,  ha  debido  por  aquella  época  haberse  estado  incu- 
bando en  la  mente  del  audaz  innovador,  pues  del  Viaje  de 
un  Naturalista,  consta  que  en  su  visita  á  estos  paises,  la 
Patagonia,  las  Islas  de  los  Galápagos,  etc.,  recibió  las  pri- 
meras sujestiones,  «Muy  interesante  para  mí,  dice  Darwin 
del  estudio  sobre  la  vaca  ñata,  y  le  recomienda  con  ese 
motivo  le  comunique  los  nuevos  hechos  que  observe,  en 
caballos,  cerdos,  y  sobre  todo,  si  los  hijos  de  cimarrones 
vueltos  á  la  vida  civilizada  se  muestran  reacios  contra  la 
domesticidad.» 

Carecería  de  interés  hoy  la  lectura  de  aquel  interrogato- 
rio sobre  la  existencia  y  posterior  estincion  de  una  clase  de 
vacas  que  se  había  propagado  en  las  estancias  de  Buenos 
Aires,  si  el  hecho  no  se  ligase  con  la  teoría  evolucionista 
que  tanta  celebridad  ha  adquirido  después,  y  la  memoria 
del  Dr.  Muñiz  no  contuviese  varias  noticias,  á  mas  de  la 
parte  de  dicha  memoria  á  que  se  refiere  Darwin  y  cita  en 
su  ((Viaje  de  un  Naturalista.» 

Las  vacas  ñatas  habían  sido  introducidas  en  las  estancias 
por  los  indios,  que  las  traían  en  cambalache  de  las  merca- 
derías de  que  se  proveían  en  Buenos  Aires.  «Antes  de  la 
revolución,  asegura  el  Dr.  Muñiz,  eran  los  cristianos  los  que 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  191 

frecuentaban  en  tiempo  de  paz,  las  tolderías.  No  les  era 
permitido  á  los  infieles  introducirse  al  interior  de  la  fron- 
tera, sino  bajo  ciertas  restricciones  que  aunque  simples  en 
sí  mismas,  debían  ser  mas  mortificantes  para  el  hombre 
de  la  naturaleza,  que  las  gabelas  y  los  resguardos  serían 
onerosos  al  comercio  entre  hombres  civilizados.» 

«A  mas  de  las  mantas,  jergas,  plumas  de  avestruces, 
riendas,  botas  de  potro,  sal,  ceñidores,  tejidos,  etc.,  que  los 
Indios  cambiaban  por  tabaco,  aguardiente,  bayeta,  espue- 
las, frenos  y  otras  piezas  de  montura,  cuchillos,  etc.,  daban 
también  ganado.  Rara  vez  pequeño  ó  en  cria,  lo  mas  ge- 
neral grande  y  gordo  como  lo  exigían  los  cambalachistas. 
Por  este  medio  el  ganado  ñato  que  componía  según  la  uná- 
nime deposición  de  los  antiguos  hacendados  de  la  Provincia 
(negociadores  con  los  bárbaros)  una  gran  parte  sino  la  ma- 
yor de  sus  rodeos,  se  introdujo  primero  en  los  partidos  mas 
en  contacto,  por  el  comercio  con  los  indíjenas.  Así  fué  que 
del  Pergamino,  Rojas,  Areco,  Guardia  de  Lujan,  Navarro  se 
propagó  el  ganado  ñato  al  Sur,  al  Norte  y  hasta  el  interior 
de  la  campaña  de  Buenos  Aires. 

Preferimos  la  citación  que  hace  en  el  Viaje  de  un  Natura- 
lisia,  en  propios  términos  de  la  descripción  de  la  vaca  ñata 
citando  á  Muñiz,  y  adoptando  sus  ideas,  por  cuanto  en  la 
pluma  de  Darwln  llevan  ya  el  sello  de  aceptación  cien- 
tífica, 

«Encontré,  dice  dos  veces,  en  esta  provincia  (Buenos 
Aires),  toros  pertenecientes  á  una  raza  muy  curiosa  que 
llaman  ñata  ó  niata.  Tiene  con  los  otros  toros  la  misma  re- 
lación que  el  buldogo  con  los  otros  perros.  Su  frente  es 
muy  deprimida,  y  muy  ancha,  la  estremidad  de  las  narices 
está  levantada,  el  labio  superior  se  recoje  para  atrás,  la 
mandíbula  inferior  se  avanza  mas  que  la  superior  y  se 
encorva  también  de  abajo  para  arriba,  de  tal  manera  que 
los  dientes  quedan  siempre  descubiertos.  Los  ojos  se  pro- 
yectan hacia  adelante.  Cuando  marchan  llevan  la  cabeza 
muy  abajo,  las  patas  de  atrás  son  un  poco  mas  largas, 
comparadas  con  las  de  adelante. . .  Don  F.  Muñiz,  de  Lujan 
ha  tenido  la  bondad  de  recojer  para  remitírmelos,  todos  los 
datos  relativos  á  esta  raza;  según  estas  notas,  parece  que 
ahora  ochenta  ó  noventa  años  esta  raza  era  muy  rara,  y 
que  en  Buenos  Aires  la  consideraban  como  una  curiosidad. 


192  OBRAS    DE    SARMIENTO 

Se  cree  jeneralmente  que  ha  surjido  en  el  territorio  indio 
del  Sud  de  la  Plata,  y  que  ha  venido  á  ser  la  raza  mas 
común  de  estas  rejiones-  Hoy  mismo  los  animales  creados 
al  Sud,  prueban  por  su  aspecto  salvaje  que  tienen  un  origen 
menos  civilizado  que  los  ganados  ordinarios.  La  vaca 
abandona  su  primer  ternero,  si  la  molestan  demasiado.  El 
Dr.  Falcon  me  señala  un  hecho  muy  singular,  y  es  que 
una  conformación  anormal  análoga  á  la  conformación 
anormal  de  la  raza  íiíVíííí,  caracteriza  al  grande  rumiante 
estinto  de  la  India  el  Sivateciim.»  Todo  lo  anteriormente 
dicho  es  palabra  por  palabra  tomado  de  las  preguntas  y 
respuestas  dadas  por  Muñíz  á  Lumb. 

Con  efecto,  estos  rasgos  jenerales  traen  á  la  memoria  del 
naturalista  ó  del  simple  viajero  la  imajen  del  bizonte,  que 
los  tratadistas  de  cría  artificial  del  ganado  vacuno,  ponen 
entre  los  antecesores  de  nuestra  vaca  europea.  Darwin  ha 
llamado  atavismo  la  propensión  contraria  á  la  que  produce 
variabilidad  de  los  individuos  de  una  especie,  que  hace 
reaparecer  de  vez  en  cuando  el  tipo  primitivo  de  los  ante- 
cesores, como  en  las  cintas  horizontales  de  las  patas  del 
potrillo  en  las  Pampas  arjentinas  creyó  ver  recuerdos  de 
la  zebras,  antecesores  según  él  del  caballo.  La  aparición 
de  una  forma  de  ganado  doméstico  en  estas  mismas  pampas 
con  cuello  mas  corto,  con  nariz  mas  prominente,  con  cabe- 
za mas  inclinada  que  el  ganado  europeo,  inducirla  á  la 
teoría  del  atavismo,  abandono,  como  la  perfección  de  las 
razas  frutas  y  de  las  flores  se  obtiene  por  el  esmero  cultivo 
y  el  asiduo  cuidado  de  propagar  los  mas  perfectos  tipos. 

En  el  caso  de  la  vaca  ñata,  que  degradó  la  forma  del  ga- 
nado vacuno  en  la  campaña  de  Buenos  Aires  hasta  ser 
ñato  la  mayor  parte  del  ganado,  no  hay  término  ni  factor 
oscuro  ó  dudoso  alguno.  El  ganado  había  sido  introducido 
en  América  por  los  conquistadores  españoles.  Este  ganado 
por  lo  jeneral  overo,  según  el  color  predominante  de  sus 
actuales  descendientes,  era  de  origen  holandés,  á  estar  á  la 
opinión  de  don  Leonardo  Pereira.  Su  aptitud  para  producir 
leche  apoyaría  esta  conjetura.  Como  hoy  tenemos  tipos 
puros  de  la  raza  holandesa,  podemos  asegurar  que  todas  las 
deficiencias  del  ganado  criollo  actual,  son  dejeneraciones 
adquiridas  gradualmente,  á  causa  del  abandono  del  ganado 
á  sus  propios  instintos,  en  la  dilatada  estensionde  laspam- 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ  193 

pas  sin  límites,  en  cercado,  ni  redil.  Visitando  el  mercado  de 
ganados  que  se  estableció  en  1867  en  las  cercanías  de  Chi- 
cago, pedíanme  los  ganaderos  que  les  dijera  como  era  el 
ganado  de  las  Pampas.  Ruda  tarea  para  quien  poco  se 
entiende  en  achaque  de  cría;  pero  haciendo  un  esfuerzo, 
empezaba  á  decir:  «cabeza  enorme,  cuernos  grandes,  patas 
largas,  huesos  prominentes...  como  aquel  que  viene  ahí, 
me  interrumpí. ..  como  aquel  otro  y  aquel». ..  La  risa  je- 
neral  confirmó  la  exactitud  de  mi  descripción.  Spanisli  catle 
gritó  uno.  Era  en  efecto  una  punta  de  ganado  de  Texas, 
donde  no  se  fabricaba  mantequilla,  y  se  manejaba  á  caballo 
el  ganado  con  lazo,  por  rancheros  ó  gauchos,  como  en  la 
República  Arjentina. 

Sobre  esta  dejeneracion  común  al  ganado  abandonado  á 
si  mismo  en  toda  la  América  española,  los  indios  introdu- 
jeron otra  mayor  dejeneracion  en  las  vacas  que  un  siglo 
antes  había  librado  á  vida  mas  salvaje  todavía  que  el  ga- 
nado tambero  ó  criollo  de  la  Pampa,  tirando  ya  á  recuperar 
la  forma  mas  característica  del  encorvado  bizonte.  Las 
pruebas  las  suministra  aun  sin  proponérselo  el  Dr.  Muniz. 
«Ahora  setenta  ú  ochenta  años,  dice  en  1822,  era  suma- 
mente rara  aquella  variedad  en  las  estancias  de  Buenos 
Aires.-  Posteriormente,  cuando  la  comunicación  de  los 
cristianos  con  los  Indios  Pampas  y  Ranqueles,  principió  á 
ser  mas  libre  y  segura,  el  comercio  de  permuta  facilitó  la 
introducción  de  aquella  clase  de  ganado.»  De  que  era 
una  simple  dejeneracion  obrada  por  la  incuria  del  salvaje, 
se  encuentran  indicios  sobrados  en  la  narración  de  Muñiz. 
Se  ha  reconocido,  dice,  en  cuanto  á  la  índole  ser  mas  arisco 
que  el  común.  La  vaca  huye  y  deja  el  ternero  cuando 
un  peón  se  le  acerca  demasiado,  costando  mucho  hacércelo 
tomar  de  nuevo.»  «No  siendo  la  cría  ñata  ni  tan  corpulenta 
ni  tan  fuerte,  como  la  común,  y  teniendo  por  el  contrario 
una  fisonomía  desventajosa  y  una  apariencia  contraída  y 
como  raquítica,  se  reputa  en  el  país,  como  inferior  á  la 
común.  Por  tanto,  lejos  de  fomentarse,  solo  se  sostiene 
por  el  gusto  particular  de  uno  ú  otro  hacendado.  Es  dese- 
chada del  mercado  por  defecto  en  el  cuero,  siendo  la  cabeza 
tan  corta  en  estos  animales,  el  cuero  sale  redondo  y  corto 
en  las  quijadas,  haciéndolo  perder  su  valor.» 

Tomo  xuii.— It 


1Q4  OBRA.S   DB   SARMIENTO 

Otra  dejeracion  en  el  ganado  europeo,  ya  un  tanto  deje- 
nerado,  la  constituyó  el  ganado  mocho,  contemporáneo  del 
ñato,  «ganado  también  inferior  al  común,  pues  á  mas  de 
«  carecer  de  cuernos  que  tienen  siempre  su  valor,  no  son 
«  útiles  para  bueyes,  ni  casi  para  lecheras,  siendo  difícil 
«  manejarlos  del  cuello  para  estos  servicios.»  «Es  cons- 
tante que  en  las  haciendas  pampas  de  aquellos  tiempos, 
estos  animales  y  los  ñatos  eraw  mas  numerosos  que  loseomunes.r> 

Esta  aserción  dos  veces  repetidas,  por  observador  tan 
discreto  como  el  Dr.  Muñiz,  por  tan  largos  años  residente 
en  las  campañas  al  principio  de  este  siglo,  y  refiriéndose 
á  testimonios  que  alcanzan  á  setenta  y  ochenta  años  antes, 
es  decir  á  los  principios  del  siglo  XVIII,  prueban  hasta  la 
evidencia  que  la  ganadería  en  Buenos  Aires  descendió  en 
el  pasado  siglo  al  último  estado  de  degradación  y  barbarie, 
siendo  los  indios  salvajes  los  importadores  de  razas  nuevas 
dejeneradas  en  que  viene  reapareciendo  el  toro  salvaje,  el 
bisonte,  el  auroch,  como  podría  en  los  perros  cimarrones 
de  la  pampa  reaparecer  el  tipo  del  lobo,  parándoseles  y 
agusándose  las  orejas,  bien  así  como  los  perros  de  las  calles 
de  Constantinopla  y  el  Cairo,  afectan  las  formas  del  chacal 
su  vecino  y  projenitor,  presunto.  En  este  sentido  son  muy 
instructivos  estos  apuntes  del  Dr.  Muñiz,  que  de  mucho 
han  podido  servir  á  Darwin,  y  de  mucho  mas  debieran  ser- 
virnos á  nosotros,  que  derivamos  de  la  cría  del  ganado, 
nuestra  principal  riqueza. 

Hoy  es  mas  que  nunca  interesante  llamar  la  atención 
sobre  defectos  en  la  cria  del  ganado,  que  hacen  precario 
su  valor,  y  acabarán  por  perderlo  del  todo,  si  no  se  apre- 
suran los  hacendados  á  correjir  la  dejeneracion  por  aban- 
dono del  ganado  español,  introducido  eñ  América  desde 
hace  cuatro  siglos,  y  dejado  á  sí  mismo  sin  los  cuidados 
prolijos  del  hombre. 

Como  la  clase  de  vejetacion  gramínea  de  las  Pampas 
determinó  la  cria  del  ganado  para  aprovecharla,  puede 
decirse  de  estos  países  que  son  esencialmente  ganaderos; 
pero  siendo  la  producción  del  ganado  superior  á  la  demanda 
para  el  consumo  de  la  población  relativamente  reducida, 
ha  sido  como  industria  hasta  hoy  un  negocio  fallido,  por 
cuanto  la  carne  no  ha  podido  ser  esportada,  sino  en  condi- 
ciones y  en  cantidad  en  estremo  reducidas.    Pudiera  de- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  195 

-eirse  que  si  hubiese  habido  en  algunos  países   del  mundo 
crias  en  grande  de  perros,  la  industria  arjentina   habria 
llegado  á  ser  la  primera  para  proveerles  de  carne;  pues  que 
•la  carne  tasajo  que  producen   nuestros  saladeros  solo  era 
consumida  por  los  esclavos  del  Brasil  y  de  la  Habana,  los 
cuales  empiezan  á  desecharla  desde  que  se  levantan  brisas 
•de  dignidad  por  la  abolición  de  la  esclavitud.    Data  de  este 
año,  1885,  la  apertura  de  todos  los  mercados  del   mundo 
para  las  carnes  refrijeradas,  y  de  fácil  y  económico  tras- 
porte; pero  tenemos  por  delante,  lo  que  el  estanciero  igno- 
raba hasta  hoy,  y  es  que   el  ganado  que  reproduce  está 
dejenerado,  ó  bien  por  falta  de  cultivo   especial,  es  poco 
adaptable   á  la  producción   de   carne    para   los  mercados 
europeos.     Un  animal  vacuno  es  un  conjunto  de  huesos, 
músculos,  envueltos  en  un  cuero  como  preservativo.    En 
clima  duro  y  en  la  vida  á  campo  abierto  creará  un  cuero 
grueso,  fuerte  y  consistente:  si  tiene   el   campo  por  suyo 
adquirirá  una  osamenta  reforzada  y  grande:  si  no  tiene 
alimentación  constante  y  necesidad  de  esfuerzos  la  muscu- 
latura se  reducirá  al  mínimun  y  así  como  por  un  efecto 
contrario  se  desenvuelve  en  los  bueyes  por   el  trabajo.    El 
ganado  arjentino  no  es  adecuado  para  la  esportacion  como 
materia  alimenticia,  pues  se  trasportan  con  él  inútilmente 
millares  de  toneladas  de  huesos,  de  poco  valor  y  relativa- 
mente una  reducida  cantidad  de  materia  fibrosa,  pues  para 
sesenta  arrobas  de  carne  corresponden  tres  osaturas.    Te- 
rreno mal   gastado,  pastos  mal  aprovechados,  fletes  exor- 
bitantes para  encontrar  repulsión  en  los  mercados  europeos 
donde  nuestras  carnes  hacen  el  mismo  papel  que  las  vacas 
ñatas  en  otros  tiempos,  y  nuestra  carne  tasajo  actual,  pues 
las  jentes  cultas  de  Londres,  los  habitantes  del  Eastend  no 
aceptan  tales  carnes,  reservándola  los  vendedores  por  lo 
ínfimo    del  precio    para    alimentar   á    las  muchedumbres 
populares   del  barrio  opuesto   Westend,    como  ya  sucede 
con  las  carnes  de  nuestros  merinos  que   no  son  por  cierto 
tan  ínfimas  como  las  de  los  ganados  vacunos,  aunque  sean 
inferiores  á  las  de  Inglaterra   misma,  las  del   Continente 
Europeo  y  las  de  Australia  que  con  recorrer  triple  distan- 
4im  que  las  nuestras  se  llevan  la  preferencia. 

Una  viajera  argentina  en  carta  de  Londres  nos  dice: 
«El  mercado  de  carnes  es   magnífico.    Buscamos  la  de 


196  OBRAS   DE   SARMIENTO 

nuestro  Buenos  Aires,  sin  encontrarla,  lo  que  fué  una  buena 
suerte  para  ella,  porque  no  puede  sostener  comparación 
con  casi  ninguna  de  las  que  se  conocen,  pues  las  hay  de 
diversos  países,  y  cada  tienda  de  carne  lleva  el  de  su  pro- 
cedencia United  States,  Australia,  England,  Continent, 
Rusie,  etc.» 

Tenemos  sin  embargo  el  remedio  á  la  mano,  y  solo  falta 
aplicarlo  con  asiduidad  y  plan  determinado  para  asegurar 
por  siempre  el  producto  de  los  campos  arjentinos.  La  cria 
del  ganado  Durliam,  en  lugar  de  la  vaca  ñata,  de  la  mocha 
y  de  la  holandesa  dej enerada  nos  abre  de  par  en  par,  y  d© 
preferencia  los  mercados  del  mundo.  Los  criaderos  ó  caba- 
nas existen  ya  por  fortuna,  en  calidad  y  cantidad  suficiente 
para  operar  en  pocos  años  la  necesaria  desaparición  del 
antiguo  tipo  dejenerado,  ó  no  adaptado  para  la  alimen- 
tación. Como  la  oveja  Rambouillet  ha  exaj erado  por  la 
selección  la  cantidad  de  lana,  en  detrimento  de  otros  pro- 
ductos, la  vaca  Durham  es  una  artificial  exajeracion  de  la 
parte  carnosa  del  animal  en  detrimento  de  huesos,  de  astas, 
de  cabeza,  siendo  reducidas  á  su  menor  espresion.  Una 
razón  mas  hay  para  cambiar  el  sistema  de  cria  de  ganado, 
aun  después  de  estar  cercados  los  potreros,  y  esta  la  encon- 
tramos en  el  estudio  del  doctor  Muñiz.  «Cuando  en  las 
grandes  sequías  queesperimenta  esta  Provincia,  dice,  como 
fueron  en  este  siglo  la  mortífera  del  año  6,  y  la  de  los  años 
30  y  31  en  que  perecieron  mas  de  dos  millones  de  vacuno  por 
la  absoluta  falta  del  pasto  mas  que  del  agua,  entonces  el 
ganado  se  sirve  de  los  labios  para  rastrillar  como  el  caballo 
las  ramitas  mas  pequeñas,  y  cualquier  pajita  que  por  insu- 
culenta y  terrosa  que  sea  le  pueda  procurar  una  miserable 
refacción.» 

Eljeólogo  Bravard,  esplicando  la  formación  del  terreno 
pampeano  la  atribuye  á  las  secas  que  desde  ab  inicio  han 
asolado  el  país,  depositándose  polvos  que  trae  el  pampero, 
lo  que  se  demuestra  en  la  parte  que  cubre  los  esqueletos 
de  los  fósiles,  los  cuales  están  en  el  lugar  donde  murieron, 
sin  fracturas,  ni  señales  de  haber  sido  arrastrados  ó  dislo- 
cados, hallándose  la  hembra  cerca  del  macho,  lo  que 
demuestra  que  provenía  de  inanición,  falta  de  agua  ó  de 
alimento.  El  mismo  fenómeno  se  ha  producido  en  Ceará 
del  Brasil  hace  pocos  años,  y  se  reproducirá  aqui,  sin  que 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  197 

podamos  levantar  empréstitos  de  lluvia  en  el  mercado  de 
Londres,  á  pagarlos  nuestros  descendientes.  Puede  pues 
perecer  el  ganado  todo  en  uno  ó  dos  años  de  seca;  y  solo  el 
sistema  de  emparvar  pastos  de  reserva  que  ya  observan 
los  criadores  intelijentes  de  ganados  finos  puede  salvar  de 
aquel  Dies  irae  la  fortuna  de  todos,  reduciendo  la  ganadería 
á  unos  cuantos  animales  salvados  en  circunstancias  escep- 
cionales. 

Todavía  y  para  mostrar  las  aberraciones  del  gusto,  ó  la 
indiferencia  en  cuanto  á  las  dejeneraciones  que  la  vuelta  á 
la  vida  salvaje  puede  venir  produciendo  en  los  animales 
domésticos,  cierto  autor  cita  de  paso,  como  un  hecho  mas 
reciente  «la  importación  de  la  celebrada  cria  de  ovejas 
pampas».  Pues  han  celebrado  cosas  muy  indignas  los 
estancieros  de  aquellos  tiempos!  sabemos  que  hubieron  va- 
cas petizas  en  abundancia,  acaso  multiplicadas  para  recreo 
de  la  vista,  siendo  de  poca  cuenta  ó  la  cantidad  de  carne,  ó 
el  valor  del  cuero,  celebramos  ahora  sucesivamente  las 
crias  de  ovejas  merino,  negrete,  rambouillet,  cabeza  negra, 
Lincoln,  por  sus  productos  obra  de  la  intelijenoia  y  de  la 
civilización,  en  recompensa  del  trabajo,  y  con  aplicación  á 
las  necesidades  del  hombre,  pudiendo  olvidarnos  de  aque- 
llas dejeneraciones  que  nos  venían  para  nuestra  vergüenza 
de  los  salvajes,  y  adoptaban  sin  criterio  ni  propósito. 


CAPITULO  VI 

PALEONTOLOGÍA    ARGENTINA 

Hánnos  faltado  ojos  durante  tres  siglos  ó  mas,  para  ver 
las  cosas  que  nos  rodean  en  América,  á  donde  vinieron 
nuestros  padres  mal  preparados  para  el  estudio  de  la  natu- 
raleza nueva  que  se  les  presentaba  con  formas  estrañas, 
grandiosas  ó  bellas.  Linneo  y  Buffon  no  habían  todavía 
dado  forma  científica  á  la  masa  de  conocimientos  que  otras 
naciones  que  la  nuestra  habían  venido  acumulando.  Asi 
es  que  Azara,  al  querer  poner  orden  á  la  enorme  colección 
de  animales  que  había  cazado  en  el  Paraguay  y  las  Misio- 
nes, tuvo  que  inventar  un  método  de  clasificación,  que  por 
fortuna  se  acercaba  al  de  Linneo.  Al  fin  abierta  la  Amé- 
rica por  la  Independencia  de  las  antes  colonias  á  todas  las 
investigaciones,  y  espuesta  á  todas  los  miradas,  el  sabio 
mas  grande  de  los  tiempos  modernos  Humboldt  recorrién- 
dola, descubrió  un  mundo  viejo,  en  el  nuevo  mundo,  lo  que 
le  indujo  á  escribir  el  Cosmos,  la  Historia  de  la  creación  del 
Universo,  que  hoy  se  cree  es  el  Evangelio  de  una  nueva 
teoría  ó  idea  de  la  existencia,  que  aun  no  muestra  to- 
davía sus  consecuencias  en  la  moral,  la  política  y  la  filo- 
sofía. 

A  este  nuevo  Colon  han  seguido,  por  lo  que  hace  á  estos 
países,  descubridores  parciales  cual  Gabotos,  Pizarros  y 
Corteses,  fundando  reinos  nuevos  en  la  ciencia  ó  ensan- 
chando los  antiguos  hasta  tener  que  reconocerlos  imperio. 
Este  es  el  gran  rol  de  la  América  en  la  reconstrucción  ge- 
nesiaca  que  se  viene  operando.  El  día  que  se  exhumó 
del  río  Lujan  el  jigantesco  Megatherium,  puestos  de  pies  sus 
huesos,  casi  completos  en  el  Gabinete  de  Historia  Natural 
de  Madrid,  se  abrió  un  nuevo  capitulo  á  la  Historia  de  la 
creación,  como  se  recuperaron,    aunque   medio  borradas 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  199 

muchas  páginas  de  la  Historia  Humana,  cuando  se  descu- 
brieron los  pedernales  labrados  que  sirvieron  de  armas  á 
pueblos  que  han  cubierto  toda  la  tierra  aun  el  hoy  desierto 
de  Sahara,  donde  encontráronse  amontonadas  astillas  de 
pedernales  de  las  fábricas  de  útiles  y  desechos  como  se 
encontrarían  depósitos  de  recortes  de  latas,  indicando  la 
vecindad  de  hojalateros,  si  el  hierro  no  cediese  tan  pronto 
á  la  naturaleza  sus  elementos,  para  otros  trabajos  y  com- 
binaciones, porque  el  pedernal  es  materia  mas  duradera 
para  dar  testimonio  que  los  oxidables  metales.  Mediante 
aquellas  exhumaciones  es  que  el  doctor  Muñiz  ha  sido  ini- 
ciado desde  temprano  en  el  secreto  de  los  grandes  aconte- 
cimientos científicos;  la  existencia  de  distintos  animales 
formados,  flotan  en  la  atmósfera  de  una  época  sin  conden- 
sarse una  creación  pampeana  que  ha  dejado  sembradas  sus 
osamentas  en  la  dilatada  estension  de  las  llanuras.  En 
1825  descubre  en  Chaseomús  huesos  fósiles  de  varios  ani- 
males; y  mas  tarde,  trasladando  su  residencia  á  Lujan, 
enriquece  al  mundo  con  repetidos  ejemplares  de  la  fauna 
que  el  llama  antidiluviana.  El  viaje,  hoy  tan  célebre  de 
Darwinen  la  Beagle  que  da  origen  á  una  teoría  que  intenta 
servir  de  vínculo  entre  las  faunas  antiguas  y  modernas  y 
abraza  un  período  desde  1832  á  1837.  Muñiz  siguiendo 
sus  huellas  redobla  de  actividad  en  busca  de  fósiles, 
anunciando  en  1842  que  ha  vuelto  á  trabajar  en  este 
campo. 

Parece,  pues,  que  su  interés  por  aquellos  restos  lo  des- 
pertó la  abundancia  de  fósiles  que  encierra  el  río  Lujan, 
cuyas  barrancas  parecen  un  osario  de  las  razas  estintas,  y 
donde  aun  se  conservan  las  hondas  escavaciones  practica- 
das para  desenterrar  el  megaterium  enviado  á  Madrid  en 
1789.  La  acción  de  Darwin  debió  reavivar  su  celo,  empren- 
diendo con  sus  escasos  recursos,  y  debemos  en  su  honor 
decirlo,  con  incompletos  conocimientos  en  ciencia  tan  nueva, 
enriquece  el  museo  de  Buenos  Aires  con  varias  especies, 
y  mas  que  todo  con  un  esqueleto  casi  completo  del  caballo 
fósil,  de  que  Darwin  había  encontrado  un  diente  en  Pata- 
gonia,  y  después  de  Darwin  un  /eíia;  jigantesco,  con  cuchi- 
llos de  cortar  á  mas  de  incisivos  y  de  muelas.  Con  estos 
trabajos  Muñiz  es  el  primer  americano  que  se  alista  en  el 
cuerpo  de  esploradores,  obrando  por  su  propio  impulso,  y 


200  OBRAS    UK   SARMIENTO 

con  el  propósito  de  contribuir  al  progreso  de  las  cien- 
cias modernas.  Este  es  á  mi  juicio  un  hecho  conside- 
rable. 

No  es  fácil  para  hombres  instruidos,  á  la  manera  y  para 
los  fines  que  se  educó  nuestra  juventud,  recibiendo  grados 
de  doctores  en  derecho  ó  teología,  emprender  después  de 
llegados  á  la  edad  adulta,  rehacer  su  educación,  y  apren- 
der desde  la  cartilla,  digámoslo  asi,  los  diversos  ramos  de 
las  ciencias  naturales;  pero  en  estos  últimos  tiempos  se  han 
abierto  nuevos  senderos  á  la  inteligencia  humana,  que  no 
requieren  por  de  pronto  gran  bagaje,  pudiendo  el  apren- 
dizaje principiar  por  el  fin.  La  antropología  pertenece  á 
este  género,  en  lo  que  respecta  á  esta  parte  de  América:  la 
antigüedad  del  hombre  en  la  tierra  sin  historia,  se  ha  de- 
ducido del  hallazgo  de  pedernales  labrados  de  cierto  modo 
en  diversos  países  del  mundo.  Los  menos  aptos  para  re- 
conocerlos eran  los  sabios,  que  con  Cuvier  hasta  su  muerte, 
y  con  Lyell  veinte  años,  solo  opusieron  resistencia  y  me- 
nosprecio, en  cuanto  pruebas  de  una  existencia  humana 
antes  del  uso  de  metales,  esto  es  antes  de  la  Historia,  y  la 
del  hombre  fósil,  como  muchos  otros  animales,  cuyos  res- 
tos se  encontraban  por  todas  partes.  El  vuelco  operado 
en  la  ciencia,  en  estos  últimos  años,  este  comenzar  de  nuevo 
la  cuenta,  digámoslo  asi,  ha  permitido  que  la  juventud 
sudamericana  tan  mal  preparada  para  los  estudios  cien- 
tíficos que  parecía  no  importarle  nada,  se  haya  agregado 
á  la  caravana  de  los  esploradores  cuando  no  mas  sea  que 
para  reunir  materiales,  como  conocedores  del  terreno  y 
ayudar  á  la  grande  obra.  La  antropología,  por  ejemplo, 
suscita  ya  en  toda  la  América,  estudios  y  descubrimientos 
originales,  con  el  hallazgo  y  colección  de  cráneos  huma- 
nos, de  tiestos  de  barro  ó  hachas  de  pedernal  bruto  ó  pu- 
lido que  revelan  los  diversos  grados  de  civilización  y  las 
razas  de  los  pueblos  primitivos  trasformados  en  Europa, 
sobreviviendo  en  América.  Las  huacas  peruanas  y  los 
túmulos  mejicanos  suministran  documentos  que  no  se 
tuvieron  presente  para  formar  la  Historia  de  la  civilización 
antigua;  pues  Palenque  y  las  construcciones  piramidales, 
la  última  de  las  que  medidas  ha  dado  mil  doscientos 
pies  de  costado  y  setecientos  de  alto,  amenazan  de- 
jar modernas  relativamente  á  las  pirámides  de  Egipto. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  201 

Cuanto  no  deberá,  pues,  el  progreso  á  los  infatigables  co- 
leccionistas, ya  sea  de  fósiles,  ya  de  restos  de  arte  y  cons- 
trucciones primitivas  del  hombre,  que  suministran  al  sabio 
materia  para  sus  investigaciones,  ó  pábulo  á  su  curiosidad. 
El  Doctor  Muñiz  figura  en  primera  linea  en  esta  nueva 
jeneracion  de  adeptos,  y  sus  esfuerzos  han  tenido  el  mas 
cumplido  éxito,  como  lo  muestra  el  catálogo  de  las  piezas 
que  suministra  con  abundancia  á  los  museos  de  Historia 
Natural  de  varias  naciones. 

Prueba  de  su  celo  fué  la  rica  colección  de  fósiles  que  con- 
tenidos en  once  cajas  puso  en  1842  á  disposición  del 
Gobierno  de  la  Provincia,  el  cual  estaba  ocupado  por  enton- 
ces de  preferencia  en  esterminar  salvajes  unitarios,  lejos 
de  dar  importancia  á  esta  especie  de  chafalonía  de  huesos, 
cuyo  valor  y  significado  el  público  de  entonces  no  com- 
prendía. Apresuróse  Don  Juan  Manuel  de  Rosas,  á  desha- 
cerse de  ellos,  haciendo  donación  al  almirante  Dupotel  del 
embarazo,  no  quedándole  al  país  sino  la  factura  publicada 
entonces  en  la  «Gaceta»,  sin  que  el  donador  primitivo  que 
veía  representado  en  aquellos  huesos  fósiles  el  trabajo  per- 
sonal de  años  en  catear,  husmear  y  desenterrar  huesos 
á  veces  por  una  especie  de  adivinación  que  poseen  los 
esploradores,  haya  podido  averiguar  si  fueron  depositados 
en  el  Museo  del  Jardín  botánico  de  París,  según  se  vé  en 
muchas  de  sus  cartas  posteriores,  ofreciendo  á  M.  Geoffroy 
Saint  Hilaire,  ó  al  secretario  del  Gabinete  de  Historia  Na- 
tural de  Madrid  y  al  de  cirujanos  de  Londres,  continuar  los 
envíos,  si  le  instruyen  del  paradero  de  aquel  primero 
valiosísimo. 

En  carta  al  Sr.  Don  M.  R.  Trelles,  secretario  en  1857  de  la 
Comisión  del  Museo,  remitiéndole  una  rica  colección  de 
fósiles,  que  encuentra  diminuta  la  muestra  «á  causa  del 
largo  tiempo  en  que  cesaron  sus  pesquisas  en  busca  de 
fósiles»,  y  lamenta  aquella  primera  «que  circunstancias 
azarosas  apartaron  de  su  poder,  y  llevaron  fuera  del  país 
colecciones  valiosas  que  destinaba  al  Museo  de  su  patria». 

Esta  pérdida,  que  no  lo  fué  para  la  ciencia  sin  duda, 
fué  sucesivamente  subsanada  por  donaciones  valiosísimas, 
de  cuyo  valor  da  testimonio  el  Dr.  Burmeister,  que  repa- 
rando el   desfalco  traído  por  la    ignorancia    de  Rosas,  ha 


202  OBRAS   DE   SARMIENTO 

logrado  hacer  del  Museo  Nacional  de  Buenos  Aires,  el  ma» 
rico  Museo  paleontolójico  del  mundo. 

Y  para  no  apartarnos  de  los  documentos,  ya  que  poco 
importa  el  catálogo  de  los  once  cajones  enviados  á  Francia, 
tomaremos  de  la  carta  dirijida  al  señor  Treiles  la  lista  de 
fósiles  que  envía  al  Museo  en  1857:  «Figuran,  dice,  entre  los 
fósiles  orgánicos  que  he  puesto  en  el  Museo,  la  magnífica 
cabeza  del  Toxodon  platense,  y  otros  huesos  de  este  ma- 
mífero. Una  de  las  estremidades  posteriores  del  Clyptodon 
y  varias  de  sus  vértebras  caudales.  Otra  estremidad  se- 
mejante del  pesado  Meghaterium:  el  brazo  poderoso  y  la 
terrible  mano  unguicolada  de  aquel  jigante  de  nuestros 
antiguos  terrenos,  con  algunas  de  sus  vértebras  y  costillas; 
el  esternón,  clavícula  é  istillar,  etc.,  etc.  Una  mandíbula 
del  Mastodonte,  cuyas  muelas  conservan  el  esmalte.  Un 
colmillo  ó  canino  del  Mahamouth,  especie  de  elefante,  que 
aunque  deficiente  en  su  estremidad  mandibular,  mide  no 
obstante,  cuatro  pies  seis  pulgadas  de  largo,  reteniendo 
hasta  la  punta  el  esmalte  natural.  Un  piéde  Milodon,  ani- 
mal de  formas  tan  estraordinarias,  como  lo  son  las  de 
aquellas  otras  especies.  Varios  huesos  del  caballo  fósil,  etc. 

El  caballo  fósil,  de  paso  nombrado  aquí,  ocupa  lugar 
muy  prominente  en  la  distribución  de  los  seres  creados. 
Como  se  vé,  es  contemporáneo  del  Megatherium  y  con 
él  estinguido,  mientras  que  en  Asia  y  Europa  sobrevivió 
á  las  catástrofes  que  lo  sepultaron  en  América,  sirviendo 
allá  al  hombre  del  Asia  central  con  los  centauros,  los 
escitas,  para  unir  á  las  tribus  humanas,  destruir  y  re- 
hacer naciones  con  Genjiskan,  Atila,  Artigas  y  los  bárbaros 
de  á  caballo. 

El  Dr.  Burmeister  para  hacer  figurar  dignamente  el 
Museo  Paleontolójico  de  Buenos  Aires  en  la  Exposición 
Universal  de  Filadelfia,  obtuvo  del  Gobierno  provincial, 
imprimir  una  monografía  suya  De  los  caballos  fósiles  de  la 
República  Arjentina,  ilustrada  con  ocho  láminas,  en  gran 
folio,  en  castellano  y  alemán,  siendo  el  estudio  mas  com- 
pleto que  se  hubiese  hasta  entonces  hecho  sobre  el  ca- 
ballo fósil  de  América,  á  que  referimos  al  lector  curioso. 

Para  los  fines  de  este  trabajo,  bástenos  repetir  que  según 
el  Dr.  Burmeister,  «la  primera  vista  del  esqueleto  armado 
del  fósil,  demuestra  ya  evidentemente,  que  el  animal  ha 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ  203 

sido  un  caballo  de  figura  particular,  acercándose  mas  al 
Burro  y  la  Zebra,  que  al  Caballo  doméstico.  Pertenecen  á 
estas  particularidades  principalmente,  la  construcción  mas 
fina  del  tronco  y  los  miembros  mas  cortos,  que  se  relacio- 
nan mucho  á  las  dimensiones  del  burro,  en  comparación 
con  la  cabeza,  no  solo  relativamente  mas  grande  que  la  del 
caballo,  sino  también  absolutamente.» 

Y  haciendo  la  historia  del  caballo  fósil,  se  espresa  asi 
mas  adelante: 

«Entrando  en  la  administración  del  Museo  Público  de 
Buenos  Aires,  al  principio  del  año  1862,  encontré  en  este 
establecimiento  restos  de  un  caballo  fósil,  recojidos  por  el 
Dr.  D.  Francisco  X.  Muñiz,  20  años  antes,  cerca  de  la 
Villa  de  Lujan,  en  sociedad  con  el  esqueleto  del  Mega- 
therium,  igualmente  conservados  sus  restos  en  el  Museo 
Público.  Desgraciadamente  por  la  obra  inmensa  de  sacar 
estos  dos  esqueletos  enteros  de  la  tierra,  con  prontitud, 
sin  asistencia  de  ayudantes  útiles,  el  hábil  descubridor  se 
vio  obligado  á  trabajar  sin  la  precaución  necesaria,  rom- 
piéndose por  esto  los  dos  cráneos  y  conservando  comple- 
tos solamente  los  fuertes  huesos  de  los  miembros;  los  que 
son  aun  actualmente  adorno  de  nuestro  Museo.  Del  cráneo 
del  caballo  el  Dr.  Muñiz  me  mostró  un  hueso  delgado  de  23 
centímetros  de  largo,  por  solo  2  centímetros  de  ancho  al 
estremo  superior  y  con  un  centímetro  al  estremo  inferior, 
que  él  me  señaló  como  una  porción  del  hueso  de  la  nariz. 
Comparando  este  hueso  con  los  huesos  nasales  del  caballa 
actual,  encontré  una  diferencia  tan  grande,  que  me  he  visto 
obligado  á  dudar  de  la  exactitud  de  la  observación  y  por 
esta  razón  no  he  hablado  del  hueso  particular,  cuando  des- 
cribí los  restos  del  caballo  fósil,  conservados  en  el  Museo 
Público  (véase:  Anales  del  Museo  Público  de  Buenos  Aires,  tomo  I, 
pagina  238  siguiente,  1867.  4").  Hoy  sé  que  la  determina- 
ción del  Dr.  Muñiz  ha  sido  exacta;  el  caballo  fósil  de  la 
Pampa  Argentina  ha  tenido  un  hueso  nasal  con  punta  libre 
sobresaliente,  no  solamente  de  23  centímetros  sino  de  28, 
cuyo  hueso  ha  medido  en  su  base  libre  2.5  centímetros  de 
largo  y  se  prolongaba  hacia  atrás  en  una  porción  mas  an- 
cha de  5  centímetros  de  largo  y  10  centímetros  de  ancho, 
uniéndose  con  los  huesos  de  la  frente,  de  la  mandíbula 
superior  y  con  el  hueso  intermaxilar  en  un  modo  corres- 


204  OBRAS   DE   SARMIENTO 

pendiente  como  en  el  caballo  doméstico.  Esta  configura- 
ción particular  del  hueso  de  la  nariz  distingue  claramente 
el  caballo  fósil  de  la  pampa  del  caballo  doméstico,  como 
género  aparte  á  primera  vista.  He  dado  entonces  solamente 
una  descripción  de  los  huesos  de  las  estremidades,  fundan- 
do en  la  diferencia  de  las  muelas  dos  especies,  que  he  cla- 
sificado, no  muy  bien  en  este  modo: 

1.  Equus  curvidens.  Owen. 

—  principalis.  Lund. 

—  neogaeus.  Gervais. 

2.  Equus  neogaeus.  Lund. 

—  Devillei.  Gervais. 

Para  mas  abundamiento  en  la  página  13,  repite  la  misma 
observación : 

«Fué  esta  porción  delgada  que  me  mostraba  ya  el  doctor 
don  Francisco  X.  Muñiz  como  el  hueso  nasal  del  caballo 
fósil,  23  centímetros  de  largo,  deponiéndola  en  el  Museo 
Público:  pero  la  figura  completamente  singular  de  este 
objeto  me  hizo  dudar  de  la  exactitud  de  su  interpretación, 
aunque  no  podía  imajinarme  la  colocación  que  hubiera 
tenido  un  hueso  tan  singular  en  el  esqueleto  de  un  caballo,» 
y  aun  pajina  20.  «Tenemos  en  el  Museo  Público  un  segun- 
do ejemplar  del  atlas  (vértebra  del  cuello),  perteneciente 
al  esqueleto  recojido  por  el  doctor  don  Francisco  X.  Muñiz.» 

Por  la  contestación  dada  por  el  Presidente  de  la  Acade- 
mia de  Ciencias  de  Stokolmo  al  señor  Profesor  Muñiz  de 
Buenos  Aires,  puede  juzgarse  de  su  conato  en  difundir  por 
el  mundo  sabio  los  elementos  de  las  nuevas  ideas  sobre  la 
naturaleza : 

«La  Academia  de  Ciencias  de  Stokolmo,  á  la  cual  ha 
■querido  Vd.  hacer,  por  el  intermedio  de  M.  Bellberg,  el 
precioso  obsequio  de  una  colección  de  osamentas  fósiles 
de  esos  países,  ha  oido  en  su  Asamblea  General  el  Informe 
sobre  el  gran  valor  de  este  don,  hecho  por  el  abajo  firmado 
director  del  Museo  de  Jeolojía.  Los  miembros  de  la  Acade- 
mia, igualmente  interesados  en  la  Paleontolojía  han  tenido 
ocasión  de  admirar  el  estado  de  perfecta  conservación  en 
que  se  encuentra  la  cabeza  de  su  muñifelis  bonaerensis  que 
hace    parte  de  ella.    Felicitándose  de  ver  enriquecido  el 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  205 

Museo  con  tan  preciosa  colección,  la  Academia  ha  deseado 
manifestar  á  Vd.  su  alta  consideración  y  su  vivo  reconoci- 
miento, presentándole  la  adjunta  medalla  de  Berjelius.» 
En  nombre  de  la  Academia. 

Stokolmo,  Abril  5  de  1861. 

Carl  Swundeall. 

Director. 

Dres.  Magnus  Huss. —  W.  Berg. 

Inspectores,  del  Museo  de  Zoolojía. 

Lejos  de  darse  pretensiosamente  los  aires  de  un  consu- 
mado naturalista,  hace  valer  solo  como  lo  escribe  á  M. 
Geoffroy  de  Saint  Hiiaire  «el  empeño  con  que  á  dos  mil 
leguas  del  centro  de  la  civilización,  ha  procurado,  sin  esti- 
mulo, sin  dirección,  aun  sin  los  conocimientos  teóricos,  y 
el  gusto  que  comunican  los  buenos  autores  á  recojer  aque- 
llos restos  para  encaminarlos  al  emporio  del  saber 

«  Faltando  escuelas  donde  estudiar  la  diversa  organiza- 
ción de  los  animales,  y  donde  adquirir  instrucción  sobre 
anatomía  comparada,  estoy  lejos  de  trazar  una  descripción 
ilustrada  y  provechosa  de  los  esqueletos  ó  huesos  fósiles 
que  encuentro.» 

Ante  tal  franqueza  y  tan  levantados  propósitos  se  desar- 
ma la  crítica,  si  alguna  vez  cometiese  error  en  las  denomi- 
naciones dadas  á  las  especies  atribuidas  á  los  fósiles  que 
iba  encontrando.  El  sabio  Burmeister,  se  complace  en  re- 
petir que  era  uno  de  los  hombres  mas  sinceramente  estu- 
diosos; y  Darwin  en  su  carta  que  insertamos  á  continuación 
se  asombra  de  que  persevere  en  sus  trabajos^  sin  recursos, 
y  sin  el  apoyo  de  la  opinión  pública.  Una  carta  de  Darwin 
como  un  testimonio  de  Burmeister  son  credenciales  bas- 
tantes para  asegurar  el  título  de  sabio  colaborador,  á  aque- 
llos á  quien  benévolamente  van  dirijidos. 

Preocupólo  mucho  durante  sus  últimos  años  la  idea  de 
haber  descubierto  una  fiera  fósil,  á  la  cual  llamó  nmñifelix 
bonaerense,  dando  cuenta  de  tan  valioso  hallazgo  á  los  sabios 
de  la  época,  á  Darwin,  á  Geoffroy  Saint  Hiiaire,  y  á  los  se- 
cretarios de  varios  museos,  notando  que  su  hallazgo  era 
posterior  á  la  espedicion  de  Darwin  y  de  los  demás  jeólogos 
que  visitaron  el  país,  inquiriendo  después  del  señor  Trelles 


206  OBRAS   DE     SAKMIENTO 

si  M.  Bravard,  que  solo  poseía  una  cabeza  del  fósil  felino  se 
daba  por  descubridor.  Sin  necesidad  de  ayudar  al  testi- 
monio requerido,  podemos  decir  que  M.  Bravard  nos  mostró 
aquella  cabeza,  haciendo  valer  su  importancia,  con  decir 
que  hacia  falta  encontrar  un  carnívoro,  porque  toda  fauna 
reclamaba  un  moderador  que  pusiese  coto  á  la  excesiva 
multiplicación  de  las  especies  individuales  que  se  mantie- 
nen de  vejetales. 

El  felino  encontrado  se  conserva  en  el  Museo  Nacional  de 
Buenos  Aires,  y  es  una  de  sus  mas  importantes  adquisicio- 
nes. Darwin  á  quien  Muñiz  describía  las  terribles  armas  de 
que  venía  dotado,  sujiere  que  debe  ser  un  Machaerodo,  de 
que  ya  se  habían  encontrado  dientes  y  muelas.  El  doctor 
Muñiz  ya  mas  versado  en  la  clasificación  de  los  fósiles,  y 
con  el  ausilio  de  la  famosa  obra  de  Cuvier  sobre  Anatomía 
comparada  que  sobre  una  muela  hallada  permite  recons- 
truir el  animal  entero,  determinando'  su  jénero,  especie, 
alimentación,  emprendió  dar  la  descripción  de  su  hallazgo 
favorito. 


«Pueblo  Bajo  de  Farnborough,  Febrero  26  de  i847. 
Condado  de  Kent. 


<íSr.  Dr.  D.  Francisco  Xavier  Muñiz. 
«Respetable  señor: 

«La  carta  del  30  de  Agosto,  con  los  papeles  que  tuvo  Vd. 
la  bondad  de  mandarme,  llegó  á  mis  manos  hace  muy  poco 
tiempo,  debido  á  la  enfermedad  y  ausencia  de  Londres  de 
Mr.  Morris  por  quien  fueron  dirijidos. 

«He  oido  recientemente  á  Mr.  Morris  que  Vd.  deseaba  des- 
hacerse de  sus  restos  fósiles  por  medio  de  algún  arreglo 
pecuniario,  lo  cual  no  he  podido  comprender  bien  en  la 
carta  que  Vd.  me  escribió.  He  dado  á  Mr.  Morris  mi  opinión 
sobre  este  punto,  así  es  que  no  la  repetiré  aquí. 

«Pero  diré  solamente  que  el  único  plan  practicable  creo 
sería  el  que  Vd.  mandase  sus  fósiles  aquí,  á  algún  ájente 
para  que  disponga  de  ellos. 

«Su  specimen  sobre  el  Muñiz-feliz  debe  ser  horrible.  Sos- 
pecho que  será  un    Machaerodus    del    cual    hay  algunos 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  207 

fragmentos    en  el  Museo    Británico,    procediendo    de   las 
Pampas, 

«Procuraré  hacer  traducir  su  escrito  y  publicarlo  en  algún 
periódico  científico. 

«La  relación  de  Vd.  sobre  el  terremoto  en  las  Pampas  me 
sorprendió;  nunca  había  oído  de  ninguno,  en  parte  alguna 
al  Este  de  la  Cordillera,  á  no  ser  en  Córdoba. 

«Si  Vd.  quiere  informarme  ai  lee  el  inglés,  seré  feliz  en 
mandarle  una  copia  de  mis  observaciones  jeológicas  en  Sur 
América,  recientemente  publicadas,  indicándome  un  con- 
ducto para  hacerlo.  Creo  que  no  valdría  la  pena  de  man- 
dárselo sin  saber  si  Vd.  lee  el  inglés. 

«Presentaré  su  tratado  sobre  la  Fiebre  Escarlatina  ai 
Real  Cuerpo  Médico  de  Cirujanos. 

«No  puedo  adecuadamente  espresar  cuánto  admiro  el 
continuado  celo  de  Vd.,  colocado,  como  lo  está,  sin  los 
medios  de  proseguir  sus  estudios  científicos  y  sin  que  nadie 
simpatice  con  Vd.,  en  los  progresos  de  la  Historia  Natural. 
«Confío  que  el  gusto  de  seguir  sus  tareas  le  proporcione 
algún  premio  para  tantos  esfuerzos. 

«Hace  algún  tiempo  que  Vd.,  tuvo  la  fineza  de  mandarme 
por  Mr.  E.  Lumb,  algunos  informes  muy  curiosos,  y  para  mi 
de  mucho  valor  sobre  la  vaca  Ñata. 

«Agradeceré  cualquiera  otra  información  sobre  cual- 
<iuiera  de  los  animales  domésticos  de  la  Plata,  como  el  orijen 
de  algunas  razas  de  ;ives,  chanchos,  perros,  ganados,  etc. 
-etcétera. 

«También  estoy  muy  interesado  en  tener  una  breve  des- 
cripción de  las  costumbres  y  formas  ó  hechuras  de  los 
chanchos,  perros,  etc.,  etc.,  en  su  estado  silvestre  y  particu- 
larmente sobre  las  crias  silvestres,  cuando  se  toman  los 
animales  jóvenes  para  criarlos. 

«¿Será  tan  manso  un  cachorro  de  perro  cimarrón  si  es 
criado  con  cuidado,  como  cualquier  otro  perro  doméstico? 

«Algunas  informaciones  sobre  todos  estos  puntos  me 
serían  muy  útiles;  y  siempre  que  Vd.  tenga  tiempo  de  escri- 
birme, se  servirá  Vd.  dirijir  sus  cartas  á  donde  indica  el 
encabezamiento  de  esta. 

«Sinceramente  deseo  á  Vd.  prosperidad  en  sus  admirables 


208  OBRAS   Dt   SARMIENTO 

labores,  y  si  en  algún  tiempo  puedo  servir  á  Vd.  de  algo, 
me  será  grato  hacerlo. 
«Con  el  mayor  respeto  quedo  de  Vd.  S.  S. 

Charles  Dartoin.» 


«P.  S* — Había  omitido  mencionar  que  el  profesor  Owen 
ha  oido  decir  que  una  colección  de  huesos  ha  llegado  á 
Paris,  hace  algún  tiempo  de  Buenos  Aires.» 

Igual  novedad  que  la  del  Machaerodus,  causó  al  doctor 
Muñiz  haber  encontrado  un  árbol  fósil  en  la  Pampa,  anun- 
ciando por  cartas  la  feliz  nueva  á  varios  naturalistas  y 
Museos,  como  acontecimiento  muy  raro  y  de  que  no  tenía 
antecedente.  Darwin  había  encontrado  en  Villavicencio, 
montaña  escarpada  enfrente  de  Mendoza,  camino  de  Us- 
pallata  á  siete  mil  pies  sobre  el  nivel  del  mar,  un  grupo 
de  árboles  petrificados,  once  convertidos  en  sílice,  y 
treinta  ó  mas  en  espato  calcáreo  groseramente  caracte- 
rizado. 

La  impresión  de  la  cascara  en  la  roca  los  coloca  en- 
tre las  araucarias  que  existen  al  Sud  en  las  faldas  an- 
dinas. 

Para  suministrar  un  punto  de  comparación,  á  fin  de 
computar  la  antigüedad  relativa  del  terreno  de  los  fósi- 
les que  se  encuentran  en  la  Pampa,  tomaremos  del  cé- 
lebre jeólogo  el  pasaje  de  sus  viajes  que  habla  de  la  ma- 
teria. 

«No  se  necesitan,  dice,  profundos  conocimientos  en  geo- 
logía para  comprender  los  hechos  maravillosos  que  indica 
esta  escena;  y  sin  embargo,  lo  confieso,  tal  fué  la  sorpresa 
que  desde  luego  esperimenté,  que  no  quería  creer  á  las 
pruebas  mas  evidentes.  Encontrábame  en  un  lugar  en 
donde  un  grupo  de  bellos  árboles  estendieron  sus  ramas 
sobre  las  costas  del  Atlánco,  cuando  aquel  océano,  recha- 
zado hoy  á  700  millas  de  distancia,  venía  á  bañar  los  pies 
de  la  Cordillera.  Estos  árboles  habían  brotado  sobre  un 
suelo  volcánico  levantado  sobre  el  nivel  del  mar:  des- 
pués esta  tierra  con  los, árboles  que  en  ella  crecían  se  había 
hundido  en  las  profundidades  del  océano.  En  estas  pro- 
fundidades del  mar,  aquella  tierra  que  antes  estuvo  seca,  se 
había  cubierto  de  una  capa  de  sedimentos,  después  estos  á 


FKANCISCO   J.    MUÑIZ  209 

SU  turno  lo  habían  sido  por  enormes  derrames  de  lavas 
submarinas:  uno  de  ellos  tiene  mil  pies  de  espesor;  ahora 
estos  diluvios  de  piedras  en  fusión,  y  aquellos  depósitos 
acuosos  se  habían  reproducido  cinco  veces  cansecutiva- 
mente.  El  océano  que  se  había  tragado  masas  tan  colosa- 
les debía  ser  muy  profundo;  en  seguida  las  fuerzas  sub- 
terráneas habían  ejercido  su  potencia  nuevamente,  y  yo 
veía  ahora  el  lecho  de  este  océano  formando  una  cadena 
de  montañas  que  tienen  mas  de  7.000  pies  de  alto.  Por 
otra  parte,  las  fuerzas  siempre  en  acción  que  modifican 
constantemente  la  superficie  de  la  tierra,  habían  también 
ejercido  su  imperio,  porque  aquellas  inmensas  acumula- 
ciones de  capas  se  encuentran  al  presente  cortadas  por 
valles  profundos,  y  los  árboles  petrificados  salen  hoy  día 
del  suelo  cambiado  en  roca,  allí  donde  en  otro  tiempo  ele- 
vaban sus  verdes  copas  (familia  araucarias  según  Mr.  Ro- 
bert  Brown  que  los  analizó).  Ahora  todo  está  desierto  en 
este  lugar;  los  liqúenes  mismos  no  pueden  adherirse  á  estas 
petrificaciones  que  representan  árboles  de  otros  tiempos. 
Y  sin  embargo,  por  inmensos,  por  incomprensibles  que 
estos  cambios  hayan  de  parecer,  todos  se  han  producido 
en  un  período  reciente,  si  se  le  compara  con  la  Historia 
de  la  Cordillera,  y  la  Cordillera  misma  es  absolutamente 
moderna  comparativamente  á  muchas  capas  fosilíferas  de  la 
Europa  y  de  la  América.» 

Según  esta  modernísima  cronología,  los  Megaterios  á  su- 
perficie de  tierra  casi  son  creación  de  ayer,  relativamente  á 
nosotros  mismos  y  el  pequeño  crustáceo  y  el  molusco  en- 
contrados en  el  terreno  laurenciano  en  Norte  América  y 
Canadá  por  donde  corre  el  San  Lorenzo,  precede  á  las  arau- 
carias de  Villavicencio  de  unos  pocos  millones  de  años.  Oca- 
sión es  de  repetir  la  esclamacion  del  estanciero:  «las  cosas 
de  don   Carlos!» 

No  es  ocioso  prevenir  aquí,  ya  que  de  aquellas  famosas 
petrificaciones  se  habla,  que  el  señor  Moreno,  director  del 
Museo  de  La  Plata  ha  tenido  la  escelente  idea  de  subir  á 
la  montaña  de  Uspallata,  al  lugar  designado  por  Darwin, 
y  desprender  de  la  roca  troncos  y  cortezas  de  aquellos  tes- 
tigos de  los  movimientos  terrestres,  como  si  hubiera  inten- 
tado traerlos  al  lugar  ideal  que   ocuparon    antes  á  las  már- 

TOMO  XLIII.  — 14 


210  ÜHKAS     DIC    SAHMlKNTü 

jenes  del  mar  que  ha  dejado  la  conchilla,  ó  en  el  que  an- 
tes dejó  las  ostras  del  Paraná.  Podemos,  pues,  sin  ir  á  Vi- 
llavicencio,  ver  estos  prodigios  de  lajeología. 

Tiene  para  mi  un  particular  interés  el  Machaerodo.  De  las 
fábulas  griegas,  entre  ellas  las  doce  hazañas  de  Hércules,  no 
es  la  menor  haber  estirpado  el  león  que  asolaba  las  campa- 
ñasdeNemea,  y  entre  los  fósiles  encontrados  en  Grecia,  á 
mas  de  seis  variedades  de  monos,  fósiles  cuya  posibilidad 
negaba  Cuvier  años  antes,  se  encontró  un  terrible  carnívoro 
fósil  con  dientes,  incisivos,  muelas  y  uñas  formidables^ 
dotado  ademas  de  cuchillos  tajantes  á  guisa  de  espadas 
de  dos  filos  que  debieron  servirle  para  hacer  tajadas  de  la 
carne  que  los  otros  instrumentos  de  aquel  arsenal  le  pro- 
curaban. Este  debió  ser  el  espantable  león  Ñemeo,  estir- 
pado [)or  Hércules,  acaso  por  haber  dado  como  Muñiz  con 
sus  huesos  fósiles  mas  tarde. 

El  Dr,  Burmeister  ha  consignado  en  el  primer  tomo  de 
los  Anales  del  Museo  de  Buenos  Aires,  á  cuya  formación 
contribuyó  mucho  el  Dr.  Muñiz,  enriqueciéndolo  sucesiva- 
mente con  sus  mas  valiosas  adquisiciones,  el  recuerdo  de 
varias  de  las  donaciones  hechas  por  este  grande  aficionado; 
y  si  le  niega  ser  el  primer  descubridor  del  Macbaerodo  en 
el  mundo  es  porque  Cuvier  ya  había  errado  confundiendo 
restos  de  este  animal  con  los  de  otro,  y  sucesivamente  en- 
contrándose dientes  ú  otros  fragmentos  en  diversas  partes 
del  mundo:  pero  ninguno  tan  completo  como  el  que  osten- 
ta el  Museo  de  Buenos  Aires,  y  cuyos  cuchillos  son  los 
mas  grandes  que  se  conservan.  Pero  Muñiz  ha  sido  el  des- 
cubridor del  Machaerodo  en  el  Río  de  la  Plata,  y  él  tenia 
derecho  á  reclamar  el  honor  de  su  hallazgo. 

Recientemente  ha  montado  elDr.  Burmeister  una  cabeza 
de  mastodonte  que  había  obsequiado  al  Museo  el  Dr.  Mu- 
ñiz y  de  cuya  posesión  se  engríe  el  jeólogo,  Que  una  vez 
nos  anunciaba  de  regreso  de  [Córdoba,  como  el  descubri- 
miento m^as  feliz  de  su  viaje,  y  un  verdadero  progreso  pa- 
ra la  ciencia  el  hallazgo.  jOli  rara  fortuna!  de  una  novena 
variedad  de  gly[)todon.  Lo  trae  Vd.  todo  entero? — No,  es 
una  vértebra  de  la  cola  lo  que  he  encontrado;  pero  eso  bas- 
ta para  caracterizarlo»! 

«  El  terreno,  dice  el  Dr.  Burmeister,  entre  las  dos  villas 
de  Lujan  y  de  Mercedes,  es  probablemente  el  depósito  mas 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  211 

rico  de  huesos  fósiles  en  nuestra  provincia;  es  el  misnao  lu- 
gar en  donde  se  encontró  el  año  1789,  ei  esqueleto  entero 
del  Megaterio  hoy  el  objeto  mas  valioso  del  Museo  de  Ma- 
drid, y  que  ha  llamado  tanto  la  atención  de  los  sabios  na- 
turalistas, después  de  su  descubrimiento,  hasta  nuestros 
días:  como  también  el  esqueleto  completo  del  Mylodon 
Grasilis,  que  se  presenta  en  nuestro  Museo.  Forma  aquí  el 
suelo  un  bajío  muy  insensiblemente  inclinado,  en  el  centro 
del  cual  corre  el  riachuelo  del  mismo  nombre,  en  una  di- 
rección general  del  Oeste  al  Este,  cambiando  bajo  la  Villa 
de  Lujan  el  curso  directamente  al  Norte,  para  unirse  al  río 
Paraná,  pero  no  le  alcanza;  la  barranca  alta  del  terreno  mas 
elevado,  que  acompaña  al  río  Paraná  del  lado  Sudoeste,  se 
retira  de  este  punto  mas  al  Suci,  y  dálugar  al  río  de  Lujan 
para  adquirir  su  camino  propio  hasta  la  boca  ancha  del  Río 
de  la  Plata,  en  la  cual  entra  como  siete  leguas  al  Norte  de 
Buenos  Aires. 

«Es  allí  donde  se  forman  entre  los  dos  ríos  esas  islas 
fértiles,  provistas  de  una  vejetacion  rica  de  sauces  de  todos 
tamaños,  que  la  fantasía  poética  de  algunos  escritores  del 
país  ha  comparado  con  el  célebre  Valle  de  Tempe  en  Te- 
salia.  . 

«  Parece  que  la  desviación  del  Riachuelo  de  su  curso  en 
el  paraje  cerca  de  la  Villa  de  Lujan,  indica  un  impedimen- 
to en  la  continuación  de  su  marcha  directa,  algunos  obstá- 
culos naturales,  y  que  estos  obstáculos  han  causado  antes 
una  gran  acumulación  de  agua  en  la  hondura  de  las  Villas 
de  Lujan  y  Mercedes,  en  la  que  han  muerto  y  han  que- 
dado sepultados  animales  innumerables,  cuyos  esqueletos 
se  encuentran  hoy  bajo  las  tierras  depositadas  por  las  mis- 
mas aguas.  Los  restos  de  carnívoros  son  muy  escasos  en- 
tre los  huesos  fósiles  de  dicho  terreno.  iTenemos  en  el  Mu- 
seo Público  solamente  huesos  fósiles  de  cuatro  clases  de 
carnívoros,  que  pronto  describiremos,  después  del  Machae- 
rodus. 

«  Respecto  al  conocimiento  primero  del  animal,  del  cual 
vamos  á  dar  razón,  no  fué  el  Dr.  Muñiz  su  primer  descu- 
bridor, porque  largo  tiempo  antes  de  su  publicación  en  la 
Gaceta  Mercantil  ya.  se  habían  encontrado  restos  de  animales 
muy  parecidos  en  otros  países.  Fué  el  Dr.  Kaup,  quien  en 
el  año  1833,  fundó  sobre  el  colmillo  largo  en  forma  de  hoz,  su 


212  OBKAS    DK    SAKMIKNTÜ 

género  Machaerodus,  y  en  este  género  debe  entrar  por  su 
naturaleza  totalmente  igual  también  el  Muñifelis  bonaeren- 
sis.  El  célebre  Cuvier  ya  había  conocido  ese  diente  y  dado 
una  descripción  corta  en  su  obra  del  año  de  1824;  pero  como 
ese  diente  se  ha  encontrado  con  el  Oso,  Cuvier  ha  identifica- 
do los  dosdiferentes  animales,  llamándoles  Ursus  Cultridens, 
Bravard  (1828)  fué  el  primero  que  encontró,  cuatro  años 
después,  un  cráneo  completo  que  manifestaba  una  grande 
similitud  del  animal  con  los  gatos,  cambiándole,  entonces, 
su  nombre  en  Felis  Cultriden. 

«Pero  el  Dr,  Kaup,  cinco  años  después  (1833),  probaba  que 
no  es  un  verdadero  gato  aquel  animal,  sino  un  género  parti- 
cular por  la  construcción  diferente  de  su  colmillo,  llamándole 
Machaerodus.  El  autor  ha  conocido  de  este  animal  sola- 
mente tres  dientes,  el  colmillo  largo  superior,  otro  colmillo 
mucho  mas  chico  inferior  y  el  diente  molar  inferior.  No 
sospechando  que  estos  dos  dientes  fueran  del  mismo  ani- 
mal, he  fundado  en  ellos  otro  nuevo  género,  llamándole 
Agnotherium. 

«Algunos  años  después  (1846)  el  célebre  Owen  describió 
un  colmillo  muy  semejante  con  el  nombre  Machaerodus 
iatidens  en  su  obra  sobre  los  cuadrúpedos  antidiluvianos 
de  Inglaterra,  avisando  al  mismo  tiempo  al  lector,  que  ha- 
bía visto  dientes  de  un  animal  semejante,  también  en  la 
colección  de  huesos  fósiles,  mandada  por  los  señores  Falco- 
ner  y  Cautley  de  lagran  India.  Así  ha  sucedido,  que  casi 
contemporáneamente  con  la  publicación  del  doctor  Muñiz 
ya  fueron  conocidas  cuatro  especies  del  jénero  Machaero- 
dus, del  antiguo  mundo.  En  el  nuevo  mundo,  el  primer 
descubridor  de  una  especie  del  mismo  género,  fué  el  doc- 
tor Lund,  que  ha  examinado  con  tanto  éxito  las  cuevas  na- 
turales de  Minas  Geraes  en  el  Brasil,  para  encontrar  en 
ellas  huesos  fósiles.  Este  hábil  naturalista  encontró  al- 
gunos dientes  chicos  y  huesos  del  pie,  pertenecientes  al 
Machaerodus;  pero  sin  conocimiento  del  animal  entero,  los 
aplicó  á  una  especie  de  Hyaena,  llamando  el  animal  H. 
neognea  {[Jlnsiüutu  VII,  125,  1839).  Sin  embargo,  después, 
como  ha  encontrado  también  el  colmillo  largo  en  forma  de 
hoz,  ha  comprendido  fácilmente,  que  el  animal  no  había 
sido  una  Hyaena,  llamándole  entonces  Sinilodon  populator. 
{Act.  Acad.  Dinam,  de  Copenhague  Glass  física  IX,  1842).    No  hay 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  213 

que  dudar  que    el   autor    fundando  este  nuevo  jénero    no 
conoció  la  obra  de  Kaup  [Oisem  fóssile   Darmstadt,  1833,  4°), 
en  la  cual  se  ven  las  formas  del  colmillo  de  M  ichaerodus, 
mu}'  parecidas  á  las  del  doctor  Lund  en   dichas  actas  de  la 
Academia  de  Copenhague;  pero  como  su   primera  publica- 
ción es  seis  años  anterior  á  la   descripción  del  doctor  Mu- 
ñiz,  no  puede  conservarse  en  la  ciencia  el  nombre    Muñife- 
iis  bonaerensis  con  preferencia  á  la  primera  denominación 
del  doctor  Lund  con  el  nombre  del  doctor  Kaup,  es  decir: 
Machaerodm    neogaeus.    Se    conocían    de    este    animal    que 
aquí  describiré  sumariamente,  antes  de  la  publicación  del 
doctor  Muñiz,  solamente  las  ¡¡artes  descriptas  por  el  doctor 
Lund,  pero  prueba  su  descripción,  como  las  figuras  acompa- 
ñadas,   que  es  idéntica    su  especie  con   la  nuestra.     Mas 
tarde  ha  dado  Blainville,  el  sucesor  de  Cuvier  en  la  cátedra 
del  Jardin  de  las  Plantas  en  Paris,    una  figura  de  un  crá- 
neo casi  completo  en  su  obra  0>.7éo^m///i¿íí  géner.    Felis,  pl.  20; 
bajo  el  nombre  de  F.  Smilodon  {Snuloiion  Blaiiwilli,  Desmarest, 
expl.  de  la  planche.) 

«Tenemos  en  el  establecimiento  un  esqueleto  imperfecto 
que  el  doctor  don  Francisco  Javier  Muñiz  ha  recogido  en 
el  año  1837,  cerca  de  la  Villa  de  Lujan,  y  regalado  al  Mu- 
seo, Desgraciadamente,  faltan  algunas  partes  muy  nece- 
sarias para  su  reconstrucción,  y  por  esta  razón  no  se  puede 
ejecutar  su  exhibición.  Esperamos  que  nuevos  descubri- 
mientos vengan  á  completar  pronto  los  restos  ya  obtenidos 
para  dar  al  público  la  vista  sorprendente  del  esqueleto  de 
este  animal  maravilloso. 

«De  la  cabeza  tenemos  en  el  Museo  la  mandíbula  infe- 
rior y  el  hueso  incisivo  superior  con  algunos  otros  pedazos 
del  cráneo.  Las  siete  vértebras  del  cuello,  aunque  muy 
rotas,  también  se  poseen. 

«De  las  diez  y  sus  dorsales  tenemos  once,  y  entre  ellas  la 
primera  y  última.  Es  muy  digno  de  notar  que  la  diferen- 
cia en  el  tamaño  del  cuerpo  vertebral  de  la  primera  y  la  úl- 
tima vértebra  dorsal  es  muy  grande  y  mayor  que  en  ningún 
otro  animal  conocido. 

«Tenemos  en  el  Museo  Público  muchos  huesos  de  un  es- 
queleto de  caballo  fósil,  que  el  doctor  Francisco  Javier 
Muñiz,  ha  encontrado  cerca  de  la  Villa  de  Lujan,  bajo  el  es- 
queleto de  un   Megaterio,  también  recogido   por  él  mismo. 


214  OBRAS     UK    SAKMIKNTO 

Los  dos  esqueletos  estavieroii  íntegros,  pero  lo  grande  obra 
de  sacarlos,  sobrepasando  la  fuerza  de  una  sola  persona» 
ha  impedido  la  conservación,  perfecta  de  las  dos.  Así 
falta  del  esqueleto  del  caballo  como  del  Megaterio  el  crá- 
neo, los  omóplatos,  la  pelvis  y  muchos  huesos  del 
tronco,  conservándose  completo  solamente  los  de  los  miem- 
bros. 

«Por  la  pérdida  del  cráneo  con  todos  los  dientes,  no  es 
posible  saber  á  cual  de  las  dos  especies  ha  pertenecido 
el  esqueleto;  pero  como  todos  los  huesos  son  mas  pe- 
queños y  finos  que  los  del  caballo  actual  de  tamaño  regu- 
lar, no  puede  haber  duda,  de  que  aquel  caballo  fósil  argen- 
tino, fué  de  tamaño  inferior  en  su  cuerpo,  pero  probable- 
mente de  cabeza  mas  grande  y  gruesa  que  el  caballo  domés- 
tico.» 


CAPITULO   VII 


ESCENAS   MILITARES 


En  qué  se  distinguen  los  cirujanos  de  ejército  de  los  de- 
mas  jefes  que  concurren  á  una  batalla?  Son  en  verdad 
parte  del  Estado  Mayor,  y  esponen  su  vida  á  la  par  del  úl- 
timo soldado,  sufriendo  en  los  hospitales  de  sangre,  un 
terrible  recargo  de  servicio.  No  bien  cicatrizadas  las  he- 
ridas que  recibió  en  Cepeda,  el  Cirujano  Principal  doctor 
Muñiz  que  «fué  invalidado,  mientras  su  mano  benéfica  se 
ocupaba  de  atender  á  los  heridos  de  los  dos  ejércitos», 
con  su  foja  de  servicios  ya  autorizada,  pidió  al  Gobierno 
ser  raconocido  jefe  militar  en  el  ejército  del  Estado  de 
Buenos  Aires,  obteniendo  el  título  honorario  de  Coronel, 
por  decreto  del  Grobernador  de  la  Provincia  don  Bartolomé 
Mitre,  á  la  edad  de  sesenta  y  cinco  años.  Débese  á  la 
comprobación  de  tales  servicios  que  se  haya  conservado  el 
recuerdo  de  su  participación  en  la  defensa  de  Buenos  Ai- 
res contra  el  ejército  inglés  en  1807.  Del  mismo  espe- 
diente consta  que  en  1826  asistió  á  dos  encuentros  con 
los  indios,  de  los  coraceros  que  mandaba  el  Coronel 
don  Juan  Lavalle,  y  el  parte  de  la  batalla  de  Ituzaingó 
lo  recomienda  como  cirujano  principal  del  ejército  na- 
cional. 

La  serie  de  sus  nombramientos  de  cirujano  de  varios 
cuerpos  en  campaña  lo  constituyen  militar  por  los  há- 
bitos contraídos,  y  por  la  frecuencia  de  aquellos  que  se 
sienten  dominados  por  el  espíritu  y  las  tradiciones  mili- 
tares. 

La  crítica  del  vivac  en  pos  de  los  hechos  de  armas  que 
ocurren  en  una  campaña,  fué  siempre  la  academia  de  estra- 
tegia de  nuestros  soldados  y  oficiales. 

La  victoria  es  un  comprobante  del  acierto  de  las    opera- 


216  OBRAS    DE   SARMIENTO 

ciones  previas,  y  la  derrota  no  ocurre  sino  por  culpa  de 
alguien,  ya  sea  negligencia,  imprevisión,  cobardía  ó  impe- 
ricia de  los  jefes. 

La  verdad  llega  al  fin  á  ponerse  en  claro,  y  tenerse  sus 
admoniciones  en  cuenta  para  lo  sucesivo. 

Pero  en  la  época  en  que  era  cirujano  de  frontera  Mu- 
ñiz,  con  jefe  de  la  talla  de  Lavalle,  no  solo  en  los  campa- 
mentos, sino  en  el  seno  de  la  sociedad  civil  misma  se 
respiraba  la  atmósfera  belicosa  de  la  Independencia.  Go- 
biernan la  Provincia  Soler,  que  ha  decidido  la  batalla  de 
Chacabuco,  Las  Heras  que  restableció  en  Maipo  el  poder  de 
nuestras  armas  quebrantado  en  la  dispersión  de  Cancha 
Rayada. 

Mandan  simples  acantonamientos  de  frontera  jefes  como 
Lavalle  que  era  el  Cid  Campeador  de  los  patriotas  en  Chile, 
Perú  y  Ecuador.  La  Historia  se  está  haciendo  todavía,  y 
como  asuntos  del  díase  discuten  las  operaciones  de  los  ejér- 
citos en  campaña,  bajo  jefes  como  San  Martin,  Bolívar,  Su- 
cre, Paez,  Belgrano. 

Aun  después  de  pasado  el  ruido  de  aquellos  grandes 
hechos,  la  conversación  de  los  veteranos  se  resiente  de  los 
hábitos  y  pasión  de  las  armas. 

Cuanta  instrucción  pudieron  obtener  los  jóvenes,  aun 
con  propósitos  de  conocer  la  historia,  del  trato  respetuo- 
samente familiar  de  Jenerales  como  Las  Heras,  con  Ca- 
pitanes como  San  Martin,  sobre  las  batallas  de  aquellos 
tiempos!  El  Mariscal  Bugeaud,  hablando  dos  dias  sobre 
la  guerra  de  montoneras  con  un  oficial  americano  que  la 
estudiaba,  hacía  un  curso  completo  de  estratejia,  aplica- 
ble á  las  guerras  americanas  como  á  las  de  árabes  y 
cabiles  en  Argel. 

El  joven  cirujano  Muñiz  en  los  acantonamientos  fronteri- 
zos, en  su  residencia  en  Chascomús,  donde  el  coronel  Lava- 
lle mandaba  un  rej ¡miento  de  coraceros,  debió  obtener 
muchos  de  esos  conocimientos  militares,  que  se  trasmiten 
por  la  conversación  en  el  contacto  diario  con  los  jefes. 

Muñiz  venia  ademas  iniciado  militar  desde  niño,  con  su 
presencia  en  la  defensa  gloriosa  de  1807,  sin  que  la  profe- 
sión de  cirujano  que  de  adulto  abrazó,  lo  alejase  de  aquel 
terreno,  ni  lo  sustrajese  á  la  preocupación  dominante  de  la 
época,  pues  era  cirujano  de  ejército,  haciendo  la  campaña 


FRANCISCO   J.    MUXIZ  217 

del  Brasil  como  segundo  jefe,  con  el  carácter  de  cirujano 
principal,  de  un  brillante  Estado  Mayor  de  jóvenes  médicos 
y  cirujanos,  que  con  su  jefe  el  Dr.  Riberos,  concurrieron  á 
la  batalla  de  Ituzaingó. 

Con  estas  predilecciones  desde  el  momento  de  abrirse  la 
campaña,  el  cirujano  Muñiz,  naturalista  ademas,  y  gran  co- 
lector de  fósiles  y  de  minerales,  concibe  la  idea  de  tomar 
una  piedra  ú  otro  objeto,  de  cada  lugar  donde  ocurra  algún 
suceso  digno  de  recuerdo;  y  á  medida  que  las  recoje,  á  guisa 
de  carátula,  las  envuelve  en  una  narración  del  suceso  que 
debe  conmemorar,  con  el  ánimo  sin  duda  de  depositarlas 
en  el  Museo. 

Alcanzó  á  reunir  diez  y  nueve  piedras  de  otros  tantos  lu- 
gares en  que  fué  testigo  ó  actor  de  un  hecho  de  armas,  ó  de 
algún  otro  considerable;  y  si  bien  las  piedras  conmemora- 
tivas han  desaparecido,  como  ocurre  de  ordinario  con  los 
monumentos  perecederos  de  mármol  ó  bronce,  no  se  ha 
perdido  la  que  para  gloria  de  la  inteligencia  humana,  casi 
siempre  se  salva  en  frájiles  hojas  de  papel:  el  pensamiento 
y  gloria  del  hecho  conmemorado.  El  manuscrito  lleva  por 
título:  Noticia  histórica  y  brevemente  con  memora  t  ir  ((,  relatira  al 
ejército  argentino,  destinado  á  la  guerra  del  Brasil,  en  su  gloriosa 
campaña  de  1826  á  Í827,  físicamente  representada  en  diez  y 
nueve  piedras,  tomadas  de  los  lugares  en  que  ocurrieron  los  acon- 
tecimientos; y  que  el  que  suscribe  dirije  al  señor  Secretario  de  la 
asociación  de  amigos  de  la  historia  natural  del  Plata,  para  los  ob- 
jetos que  le  comunica  en  carta  de  esta  fecha. 

Estas  notas  servirán  al  futuro  historiador  de  aquella 
grande  guerra,  como  de  columnas  miliarias  que  lo  guíen 
ó  como  faros  luminosos  que  le  sirvan  de  epígrafe  á  sus 
capítulos. 

Están  escritas  con  el  lenguaje  pertinente  de  la  profesión 
de  las  armas,  y  abundan  en  observaciones  propias  que  es- 
clarecen puntos  dudosos  de  la  historia.  Háse  creído  que  el 
heroico  Brandzen  fué  inmolado  inútilmente,  por  la  petu- 
lancia del  Jeneral  en  jefe  ante  el  jénio  centauro  del  valor 
arjentino,  que  pone  en  primera  línea  la  lanza  del  jinete  de 
las  Pampas,  principiando  y  acabando  el  combate  por  cargas 
de  caballería.  Tan  frecuente  ha  sido  en  efecto  este  plan  de 
batalla  en  nuestras  guerras  civiles,  donde  mas  se  muestra 
el  jenio  nacional,  que  gran  número  se  han  decidido  sin  dar 


218 


OBKAS    UK    SAHMIENTO 


ocasión  á  la  infantería  de  disparar  un  tiro,  viéndose  mu- 
chas veces  vencida  sin  haber  visto  del  enemigo  otra  cosa 
que  polvaredas.  ¿Pues  no  le  ocurrió  á  Facundo  Quiroga 
dejar  en  Córdoba  su  infantería,  mas  de  seiscientos  hom- 
bres, y  lanzarse  á  cuerpo  jentil  y  lanza  en  ristre  sobre  el 
Jeneral  Paz  que  lo  esperaba  en  la  Tablada  con  las  cuatro 
armas  de  que  disponía,  siendo  lamas  formidable  la  cuarta, 
su  íntelijencia?  Y  sin  embargo,  en  esa  infantería  que  de- 
jaba desdeñosamente  en  la  ciudad  de  Córdoba,  estaban  los 
restos  del  número  uno  de  los  Andes  y  de  los  Dragones  que 
él  había  nueve  años  antes  recojido  al  atravesar  los  Llanos, 
desmoralizados  aquellos  cuerpos  sublevados,  por  Corro  y 
otros  intrigantes. 

Muñiz  sale  á  la  defensa  del  jeneral  Alvear,  dando  razones 
de  un  valor  estratéjico  innegable,  para  justificar  la  orden 
de  echarse  sableen  mano  sóbrelos  batallones  alemanes  y 
brasileros.  El  error  del  jeneral  en  jefe  estuvo,  según  Mu- 
ñiz, en  haber  abandonado  el  campo  de  batalla  escojido  el 
día  anterior;  por  ceder  á  la  seducción  de  un  charlatán, 
avanzando  un  dia  mas  hasta  Ituzaingó.  Cuando  se  empe- 
zaba á  tomar  posiciones  en  el  nuevo  campo,  aparecían  en 
el  próximo  horizonte  las  fuerzas  brasileras,  sin  dar  tiempo 
á  que  los  batallones  nuestros  en  marcha  entrasen  en  linea 
ó  se  estableciesen  las  baterías  de  artillería.  En  caso  tan 
apurado,  el  jeneral  impartió  órdenes  á  los  coroneles  Brand- 
zen  y  Paz  se  echasen  encima  de  las  tropas  de  infantería 
para  paralizar  su  avance,  y  dar  media  hora  que  se  necesi- 
taba para  terminar  el  orden  de  batalla. 

Nada  mas  usual  y  común  en  la  guerra.  Dos  días  ó 
tres  trajo  importunados  la  caballería  americana  á  los  es- 
pañoles que  se  dirijían  á  Santiago  á  marchas  forzadas  des- 
pués de  la  dispersión  de  Cancha  Rayada,  con  el  objeto  de 
ganar  tiempo  y  reconcentrar  las  fuerzas  en  Maipo,  donde 
se  dio  la  batalla. 

Atribúyense  diez  y  nueve  cargas  sucesivas  dadas  por  los 
Granaderos  á  caballo,  después  de  la  derrota  de  Moquegua, 
á  fin  de  que  el  ejército  en  desastrosa  retirada,  ganase  horas 
para  rehacer  sus  cuerpos  desorganizados.  Habiéndose  en 
la  guerra  de  Crimea  resuelto  tomar  á  todo  trance  la  torre  de 
Malakoff,  el  jeneral  Trochu,  provocó  por  proclamación  qui- 
nientos   voluntarios    que    debían    inmolarse,    sufriendo  á 


FRANCISCO  J.    MUXIZ  219 

descubierto  la  descarga  de  metralla,  mientras  avanzaba 
una  segunda  línea  á  la  carrera  á  tomar  los  cañones  que 
estarían  cargando  de  nuevo.  La  orden  de  mantener  un 
punto  á  todo  trance  importa  la  pérdida  consumada  de  los 
dos  tercios  del  comando. 

Nada,  pues,  había  de  vituperable  en  la  orden  dada  por  el 
Jeneral  en  jefe. 

La  manera  de  iniciarse  la  campaña,  según  la  piedra  nií- 
mero  2,  es  característica  del  jefe  de  vanguardia  y  del  sol- 
dado arjentino.  A.  la  menor  observación  del  oficial  que 
manda  la  guerrilla  descubridora,  el  coronel  Lavalle  manda 
á  un  sarjento  que  se  avance  con  oeho  hombres  y  cargue  al 
enemigo  que  se  presente  á  su  frente;  y  aunque  le  sigan 
inmediatamente  cuarenta  hombres  mas,  y  el  mismo 
Jefe  vaya  á  medirse  (de  lanza!)  con  el  enemigo,  arrolla- 
do este  en  las  jactanciosas  roraseadds  del  vivac,  queda 
establecido  que  ocho  soldados  nuestros  arriaron  como 
carneros  á  una  división  de  caballería  brasilera  que  no  se 
levantó  mas  de  la  inferioridad  de  opinión  qne  la  oprime 
durante  toda  la  campaña,  inferioridad  que  sin  esto  era 
real,  aunque  fuesen  tan  buenos  pinches  los  fárrapas  que 
los  gauchos  arjentinos,  cosa  que  no  estaban  preparados  á 
conceder. 

Es  indecible  la  cantidad  de  ridiculo  que  se  consumió  du- 
rante aquella  memorable  campaña  en  que  estuvieron  con 
Olavarria,  Lavalle,  Paz,  Brandzen,  Alvear,  Mansilla  presen- 
tes las  mas  activas  y  las  mas  gloriosas  espadas  de  la  guerra 
de  la  Independencia. 

La  lengua  de  Camoens  parece  á  nuestros  paisanos  dialec- 
to del  español,  ó  un  español  hablado  por  niños.  ¿Como  va  á 
creer  que  el  que  le  dice  fillio  ú  diabo,  nieu  paes,  mía  mao;  está 
hablando  como  persona  grande?  Si  la  echa  de  guapo,  lo 
estigmatizará  en  su  propia  lengua,  llamándole  fanfurriña, 
como  se  burlará  de  su  alimento  la  fariña;  y  sin  embargo 
esta  preocupación  del  ridículo  que  cree  notar  en  las  pala- 
bras y  actos  del  brasilero,  es  independiente  de  él,  y  solo 
herencia  que  le  viene  del  Portugal  en  sus  relaciones  con 
la  España. 

Los  españoles  peninsulares  son  los  inventores  de  todas  las 
anécdotas  ridiculizantes,  en  que  la  víctima  inmolada  es  un 
portugués,  y  por  lo  tanto  un  brasilero. 


220  OBKAS    DE    SAKMlENTü 

La  exageración  hiperbólica  que  se  les  atribuye  llamando 
á  un  buque  O  terror  do  mondo,  apenas  alcanza  en  ampu- 
losidad á  las  hazañas  del  andalú;  pero  aun  así  la  exa- 
geración de  la  frase  portuguesa  tenía  un  orijen  noble  y 
aun  estratéjico. 

Cuan  pequeño  territorio  es  el  Portugal,  vino  á  ser  uno  de 
los  reinos  mas  gloriosos  á  principios  de  la  época  moderna; 
y  cuan  reducida  fuere  su  población,  supo  mantener  su 
independencia  contra  la  corona  de  España,  é  imponer 
su  autoridad  á  millones  de  hombres  en  Asia,  África  y 
América. 

Pero  con  todo  esto,  el  Portugal  se  quedaba  un  punto  en 
el  mapa,  cual  si  fuera  una  factoría  ó  un  campamento.  En 
tales  condiciones,  el  carácter  y  el  lenguaje  y  aun  los;  jestos 
del  portugués  han  debido  inflarse,  para  parecer  grande  de 
cuerpo,  ya  que  de  espíritu,  inteligencia  y  empresa,  era  teni- 
do por  uno  de  los  primeros  pueblos  de  Europa,  en  sus  bue. 
nos  tiempos.  ¿Como  decir  á  su  rey  el  Greneral  que  daba  el 
parte  de  una  batalla  dada  á  algún  principe  de  la  India,  que 
la  caballería  fuerte  de  mil  hombres,  dio  una  carga  al  ene- 
migo que  tenia  en  línea  diez  mil?  Diciendo  cuatro  mil  pa- 
tas de  caballo,  en  lugar  de  mil  caballos,  con  loque  la  cosa 
muda  de  aspecto,  siendo  en  sustancia  la  misma.  Hasta  el 
contar  por  coníos  de  veis  (millones)  parece  ado{)tado,  á  fin 
de  hacer  subir  á  millones  el  monto  de  sus  gastos  pú- 
blicos. 

Los  l)i-asileros  sufrían  de  esta  desventaja  de  opinión,  y 
hasta  Caseros  se  sentían  oprimidos  por  el  juicio  desfavora- 
ble de  sus  aliados. 

El  General  Osorio  obtuvo  á  duras  penas  que  el  General 
en  gefe.  Centauro  como  niiiguno,  admitiese  en  la  vanguar- 
dia que  el  mismo  General  mandaría  (luinieiilos  riogranden- 
ses  tan  de  á  caballo  como  el  mas  bien  plantado  argentino. 
Cuando  esa  vanguardia  de  once  mil  hombres  de  caballería 
hubo  agotado  la  remonta  de  caballos  para  trasladarse  del 
Rosario  á  Buenos  Aires,  fué  necesario  tomar  potros,  po- 
trancas y  yeguas  chucaras  y  dar  á  los  regimientos.  Uno 
de  riograndenses  parecía  en  la  marcha  una  procesión  de 
saltapericos,  teniéndose  tiesos,  y  en  medio  de  las  corcobe- 
tas  y  corcobos  de  las  improvisadas  monturas,  conservando 
la  formación  en  columna  por  cuatro,  y   las  armas   en   sus 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  221 

puestos.  ¿Coiiiu  se  han  portado  los  brasileros?  preguntaba 
sobre  el  campo  de  batalla  de  Caseros  el  General  Osorio  al 
Comandante  Sarmiento,  con  quien  se  encontraba  antes  de 
la  recrudecencia  del  fuego  del  Palomar. 

— Perfectamente  bien.  General.  Los  muertos  que  he  en- 
contrado en  el  campo  son  brasileros. 

— ¿Podría  darme  por  escrito  su  testimonio  para  mandár- 
selo al  Emperador  que  gozará  mucho  de  tenerlo  de  boca 
de  usted? 

— Con  el  mayor  gusto,  General 

Los  que  lean  los  apuntes  inéditos  del  cirujano  Muñiz, 
escritos  en  los  lugares  mismos  en  que  ocurrió  algo  memo- 
rable, notarán  el  espíritu  con  que  están  concebidos,  y  ese 
sentimiento  de  superioridad  y  de  triunfo  que  garante  la 
exactitud  de  los  hechos  narrados.  Los  brasileros,  como 
todo  enemigo  vencido,  pero  no  anonadado,  nos  disputan  el 
triunfo  de  Ituzaingó,  como  los  habitantes  de  la  Provincia  de 
Buenos  Aires  se  apropiaron  la  batalla  de  Cepeda  tan  cues- 
tionable en  sus  resultados  como  la  otra.  Una  ocurrencia 
de  buen  gusto  dio  ocasión  una  vez  á  manifestarse  en  las 
altas  regiones  aquella  pretensión  postuma.  Asistían  á  las 
carreras  del  Hipódromo  de  Palermo,  el  conde  de  Río  Bran- 
co,  y  un  personaje  argentino,  por  honrar  al  alto  huésped. 
Hubo  de  correrse  una  carrera  en  que  figuraba  un  caballo 
llamado  Ituzaingó.  Voy  al  Ituzaingó,  dijo  el  Ministro  brasi- 
lero.— ¿Qué  no  escarmientan  todavía? — Qué  gracia!  replicó, 
si  nosotros  ganamos  la  batalla. — No  es  este  el  lugar  de  dis- 
cutir con  un  Ministro  brasilero,  esta  cuestión,  cuando  feliz- 
mente dura  todavía  la  alianza. — ¿Quiere  usted  que  la  corra- 
mos de  nuevo? — Para  darle  á  usted  esa  revancha,  aceptara 
con  mucho  gusto;  pero  como  yo  no  tengo  duda  me  guardaría 
de  volver  á  jugarla  de  nuevo. — Usted  parece  necesitarlo, 
para  estar  tranquilo. 

La  carrera  se  corrió,  y  ganó  el  Ituzaingó,  de  loque  Paranhos 
se  mostraba  ufano. 

— Como  le  decía  á  su  Señoría,  nosotros  ganamos  la  batalla 
de  Ituzaingó. 

— Como  le  insinuaba  á  su  Señoría.  Es  nuestro  huésped,  y, 
habría  sido  faltar  á  la  cortesía,  ganarle  la  carrera  también. 
El  caballo  Ituzaingó  es  demasiado  culto  para  no  comprome- 
ter á  su  gobierno. 


222  OBHAS    DE    SAKMIENTO 

Oigamos  ahora  al  doctor  Muñiz,  dejando  á  un  lado  las 
piedras  que  acompañaban  la  narración. 

ARROYO     GRANDE 

El  ejército  argentino  al  mando  del  Brigadier  General  don 
Carlos  M.  de  Alvear,  campó  durante  cuarenta  días  en  el 
Arroyo  Grande,  Provincia  de  Montevideo,  desde  donde  abrió 
la  campaña  sobre  el  Brasil  el  26  de  Diciembre  de  1820, 
después  de  haber  perfeccionado  su  disciplina  en  las  diarias 
maniobras  y  en  los  ejercicios  generales  ó  de  línea,  y  concluí- 
do  el  equipo  y  montaje  jeneral. 

BACARAY 

En  las  inmediaciones  de  San  Gabriel  el  Coronel  Lavalle 
batió  el  13  de  Febrero  de  1827  la  división  Bentos  Manuel, 
matándole  30  hombres. 

Este  fué  el  primer  encuentro  que  tuvieron  las  tropas  re- 
publicanas con  las  imperiales.  La  senda  quedó  abierta 
desde  aquel  día  á  los  triunfos  que  sucesivamente  obtuvo 
el  ejército  arjentino  mientras  encontró  enemigos  que  escar- 
mentar. En  aquel  combate  tuvo  el  Coronel  Lavalle  atrave- 
sado de  una  bala  el  poncho  que  vestía;  su  caballo  recibió 
un  balazo  en  el  cuello,  y  otra  bala  se  implantó  en  el  [¡uño 
del  sable,  prendido  en  alto  á  la  cintura.  Feliz  circunstan- 
cia que  le  libertó  de  una  heritla  grave  y  probablemente 
mortal.  Una  lanza  fué  el  arma  que  empuñó  aquel  día: 
con  ella  mató  de  un  bote  á  un  oficial  brasilero  en  los  mo- 
mentos de  la  descarga  á  quema  ropa  que  hizo  el  enemigo  á 
los  republicanos. 

Un  lance  de  aquel  día  pondrá  de  relieve  el  carácter  y  la 
conducta  guerrera  de  aquel  distinguido  veterano.  Un  Co- 
ronel, cuyo  nombre  debemos  omitir,  dio  parte  á  Lavalle, 
cuando  se  interponía  entre  los  dos  una  elevada  cuchilla, 
que  se  aproximaba  el  enemigo  dando  muestras  de  atacarlo. 
Lavalle  contestó  al  ayundante:  diga  Vd.  á  su  Coronel  que  no 
espere  á  que  lo  ataque  el  enemigo,  para  atacarlo  él:  pero 
si  antes  fuere  acometido  que  lo  bata  y  lo  aniquile.  A  pocos 
instantes  y  á  media  rienda  regresó  el  mismo  ayudante^ 
señor,  dijo  á  Lavalle,  mi  Coronel  manda  decir  á  V.  S.,  que 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  223 

tiene  orden  del  Jeneral  en  Jefe  de  observar  al  enemigo,  y 
de  retirarse  hacia  el  cuartel  jeneral  antes  de  comprome- 
ter un  hecho  de  armas.  Lavalle  miró  de  arriba  á  bajo 
al  ayudante  á  quien  contestó  secamente:  diga  V.  á  su  Coro- 
nel que  es  como  V.  un  buen  mozo,  que  busque  un  par  de 
polleras,  y  que  se  presente  con  ellas  en  el  cuartel  jeneral, 
que  yo  voy  con  40  hombres  á  acuchillar  á  esos  miserables. 
Sarjento,  gritó  con  voz  firme  é  imponente,  á  uno  cuyo  valor 
le  era  reconocido,  tome  V.  ocho  hombres  y  sable  en  mano  y 
carabina  á  la  espalda,  sin  disparar  un  tiro,  en  el  acto  y  á 
galope,  cargue  V.  después  de  subir  esa  cuchilla,  al  enemi- 
go. Apenas  se  desprendió  el  sarjento  de  la  división  ordenó 
al  ayudante  Danel,  que  tomando  40  hombres  cargara  en 
protección  del  sarjento.  La  orden  se  efectuó  en  el  acto,  y 
cuando  Danel  subió  á  la  cima  de  la  cuchilla,  al  mismo 
tiempo  llegaba  á  ella  el  enemigo  Lavalle  se  encontra- 
ba al  lado  de  aquel  oficial,  tocándose  con  las  filas  contra- 
rias. Entonces  fué  cuando  recibió  los  balazos  que  se  han 
dicho. 

En  Ituzaingó,  antes  de  atacar  y  desbaratar  la  ala  dere- 
cha del  enemigo  fuerte  de  1500  hombres  de  caballería  con- 
tinental, dos  cañones,  100  infantes  y  un  escuadrón  de  lan- 
ceros polacos,  mandó  á  su  ayudante  Danel  á  pedir  órdenes 
particulares  al  Jeneral  en  Jefe,  y  digale  V.,  añadió,  que 
este  bravo  rejimiento,  señalando  al  suj^o,  que  jamás  reci- 
birá un  balazo  por  la  espalda,  ansia  el  momento  de  sablear 
y  destruir  al  enemigo,  que  tiene  á  su  frente.  En  la  per- 
secución que  hacia  al  enemigo,  le  alcanzó  una  orden  del 
Jeneral  en  Jefe  para  que  regresara  al   campo  de  batalla. 

Entonces  solicitó  permiso  del  Jeneral,  por  el  ayudante 
don  Benito  Arauz,  de  atacar  la  infantería  enemiga,  que 
principiaba  á  retirarse,  sin  esponer,  decía  él,  á  sus  soldados. 
El  Jeneral  contestó  que  esa  empresa  no  era  oportuna;  que 
el  enemigo  se  rendiría  á  discreción! 

o:m  B  ú 

Fué  donde  las  tropas  republicanas,  á  las  órdenes  del 
Jeneral  Mansilla,  acuchillaron  la  división  reorganizada  y  en 
número  de  900  hombres  del  coronel  Bentos  Manuel  el  15  de 
Febrero  de  1827. 


224 


OliKAS    I)K    .SARMIENTO 


La  división  arjentina  en  igual  número  á  la  del  enemigo, 
la  formaban  soldados  del  8  de  Zaupiategui,  del  16  de  01a- 
varria,  de  Medina,  del  1°  de  caballería  mandados  por  el 
comandante  Cortina,  y  de  100  hombres  del  2**  á  las  órdenes 
dalos  capitanes  señor  Ma)tin  y  Albarracín. 


Arroyo  casiquí 

Fué  á  donde  llegó  el  ejército  el  16  de  Febrero,  cuatro 
días  antes  de  la  batalla,  permaneciendo  en  él  hasta  el  18, 
cuando  marchó  en  la  noche,  después  de  quedar  á  la  balija 
abandonando  ó  despedazando  los  objetos  que  no  eran  abso- 
lutamente necesarios  y  fácilmente  portátiles  al  individuo. 

El  general  dijo,  al  dar  esa  orden,  si  ganamos  todo  lo  ten- 
dremos, y  si  perdiésemos  todo  nos  sobrará. 

Los  32  carros  cubiertos,  de  cuatro  ruedas,  que  llevaba  el 
ejército  para  recibir  heridos,  y  cuya  mayor  parte  se  habían 
distribuido  entre  los  jefes,  se  pusieron  á  disposición  del 
médico  y  cirujano  Muñiz  principal  del  ejército,  para  servir 
al  objeto  á  que  era  destinados. 

El  Jeneral  tuvo  la  idea  de  esperar  alli  al  enemigo,  que 
marchaba  al  encuentro  de  los  republicanos  desde  San 
Gabriel,  donde  entró  el  17  quedando  á  distancia  de  5  leguas. 
El  ejército  permaneció  en  Casiquí,  distando  el  18  tres  leguas 
de  las  imperiales,  que  habían  marchado  dos  leguas  aquel 
día.  El  Jeneral  elijió  un  campo  escelente  para  dar  en  él 
la  batalla,  y  aun  mandó  se  levantara  un  plano  de  su  su- 
perficie, en  la  que  resaltaban  tres  hermosos  mamelones  y 
la  estension  de  llanura  suficiente  para  las  maniobras.  Una 
de  las  ventajas  de  ese  campo,  situado  á  la  izquierda  del 
paso,  era  la  de  poder  apoyar  el  ejército  una  de  sus  alas 
sobre  el  monte,  impenetrable  por  aquella  parte  ó  encontrar 
en  ese  fuerte  obstáculo  la  seguridad  de  su  retaguardia. 

El  Jeneral,  en  presencia  de  varios  jefes,  de  los  jenerales 
é  injenieros  que  los  acompañaban,  figuró  con  la  lucidez  de 
estilo  y  vivacidad  de  palabras  que  le  eran  naturales,  y 
mostrando  un  jenio  superior  en  los  detalles,  después  de 
examinar  todos  los  accidentes  de  la  localidad,  y  de  sus  in- 


FRANCISCO   J.   MUÑIZ  225 

'mediaciones,  el  plan  de  la  batalla  bajo  todas  las  combina- 
ciones posibles,  y  los  medios  de  ataque  ó  de  mera  resis- 
tencia según  la  conveniencia  y  oportunidad  del  momento. 
Fué  sorprendente  en  el  sentir  de  los  hombres  competentes 
que  le  escuchaban,  la  propiedad  con  que  describió  las  ma- 
niobras convenientes  en  conformidad  con  abstractas  ó 
posibles  y  determinadas  eventualidades.  Señaló  su  coloca- 
43ion  á  las  tres  armas,  designándole  á  cada  una  sus  movi- 
mientos, tomando  por  base  su  fuerza  y  acción  respectiva 
y  aquellas  ocurrencias  sujetas  al  cálculo. 

El  Jeneral  Alvear  se  mostró  aquel  día,  grande  hombre  de 
guerra,  buen  estratéjico  y  modelo  de  creaciones  teóricas 
intimamente  relacionadas  con  lo  práctico  en  las  batallas. 
Pero  inconstante  en  sus  relaciones  ó  con  poca  confianza  en 
las  inspiraciones  de  su  jenio  fecundo  y  poderoso,  abandonó 
con  sentimiento  de  todos,  su  acertado  proyecto,  y  adoptó 
la  opinión  de  un  jeneral  necio  y  charlatán,  el  cual  le  per- 
suadió, que  el  campo  fronterizo  al  paso  del  Rosario  en  el 
Santa  María,  reunía  mayores  ventajas  para  las  maniobras 
que  el  de  Casiquí. 

PASO   DEL   ROSARIO 

Está  en  el  Santa  María,  adonde  llegó  el  ejército  arjentino 
á  las  doce  del  19  de  Febrero,  víspera  de  la  batalla,  y  de 
-donde  salió  á  las  cinco  de  la  tarde  del  mismo  día,  en  direc- 
ción al  de  Ituzaingó.  El  jeneral  en  jefe  convocó  una  junta 
de  jenerales  y  de  algunos  jefes,  en  la  que  fué  resuelto  salir 
cuanto  antes  de  un  campo  sembrado  de  matorrales  firmes 
y  espesos,  terreno  que  impedía  á  la  caballería  todo  movi- 
miento y  que  hacía  difíciles  para  la  infantería  aun  las  mas 
simples  maniobras. 

Los  Coroneles  Garzón  y  Alegre  pidieron  al  jeneral  ha- 
blarle privadamente.  Ellos  le  espusieron  aun  ignorando  la 
opinión  de  la  junta  de  guerra,  que  el  ejército  podía  ser 
fusilado  impunemente  por  el  enemigo  desde  las  alturas, 
•que  dominaban  el  inmenso  bañado  seco  y  cubierto  de  altos 

Tomo  xlii/.— 15 


226  OBRAS  DE   SARMIENTO 

y  fétidos  hormigueros,  y  que  se  atrevían  á  proponer  la 
elección  inmediata  de  un  campo  mas  á  propósito.  Bien 
pronto  el  tambor  y  la  corneta,  tocaban  marcha. 

ZANJEADO 

En  las  barrancas  del  Santa  María  á  20  cuadras  del  paso 
del  Rosario,  el  5°  de  infantería  al  mando  del  sereno  y  va- 
liente Coronel  Olazaba!,  el  jefe  de  una  batería,  y  el  bizarro 
Comandante  Pacheco  del  tres  de  caballería,  tuvieron  orden 
de  estacionarse  en  aquel  punto  en  protección  de  la  reta- 
guardia del  ejército,  que  iba  tomando  posiciones  sobre  el 
paso  y  á  lo  largo  de  la  ceja  del  monte.  El  enemigo  que  se 
avistaba  por  el  flanco  derecho  del  ejército  republicanoy 
podía  caer  sobre  él  por  una  maniobra  rápida  atrevida. 

Aquella  mañana  el  Comandante  Pacheco,  separado  des- 
pués de  abierta  la  campaña  del  mando  del  3,  fué  honorable 
y  justamente  repuesto.  En  aquellos  momentos  críticos,  en 
vísperas  de  una  batalla  campal,  este  suceso  hizo  el  mas 
alto  honor  al  Comandante.  Ningún  militar  de  su  dignidad, 
y  tan  ambicioso  de  gloria  como  él,  pudo  exijir  de  su  jeneral 
una  mas  honorífica  y  cumplida  satisfacción  del  agravio,  si 
hubo  injusticia,  y  si  se  faltó,  ninguna  condenación  mas 
lisonjera  en  los  graves  y  premiosos  instantes  en  que  se  le 
imponían  los  serios  compromisos  del  mando  en  una  función 
próxima  de  guerra,  ningún  galardón  mas  estimado,  que  el 
de  derramar  quizá  su  sangre  al  frente  de  su  rejimiento, 
dentro  de  pocas  horas. 

SANTA  MARÍA  É  ITÜZAINGÓ 

El  ejército  republicano  vivaqueó  allí  puesto  sobre  las 
armas,  la  noche  que  precedió  al  20  de  Febrero,  día  de  la 
batalla.  Las  divisiones  Paz  y  Brandzen  formaban  á  reta- 
guardia del  ejército.  En  aquellos  momentos  solemnes,  el 
silencio  profundo  de  6.000  hombres  bien  dispuestos  y  cui- 
dadosos, era  tan  imponente,  como  al  siguiente  día  lo  fueron 
los  golpes  y  el  fragor  de  sus  terribles  armas. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  227 


batería  del  capitán  CHILAVERT 

El  fuego  certero  de  esa  batería,  cuyas  granadas  y  balas 
penetraban  en  las  masas  de  la  infantería  enemiga,  abriendo 
en  ellas  claros  visibles,  no  contribuyó  en  poco  para  conte- 
ner, con  los  otros  elementos  de  acción,  vigorosa  y  oportu- 
namente empleados,  el  rápido  avance  de  aquella  fuerte 
columna  y  de  su  artillería,  mandada  con  intelijencia  y  deci- 
sión por  el  Mayor  General  Brown. 

MUERTE   DEL   CORONEL  BRANDZEN 

El  Jeneral  Alvear  ha  sido  acusado  como  culpable  de  las 
pérdidas  que  esperimentó  la  división  que  mandaba  ese 
Coronel,  como  de  la  que  estaba  á  las  órdenes  del  Coronel 
Paz  en  cargas  desesperadas  contra  la  infantería,  teniendo 
esta  sus  fusiles  secos,  como  se  dice,  ó  sin  descargarse 
cuando  no  había  sido  desunida  ó  despedazada  por  el  cañón 
ó  la  fusilería.  Pero  este  es  un  cargo  injusto  y  á  la  vez  ca- 
lumnioso. Esas  cargas  efectuadas  cuando  el  6^  de  infante- 
ría, que  traía  la  vanguardia,  resistía  solo  el  choque  de  toda 
la  infantería  imperial,  ausiliada  por  sus  baterías  de  fuego 
bien  nutridas,  hacen  el  mas  cumplido  y  honroso  elojio  del 
tacto  militar  y  del  jenio  del  jeneral  republicano. 

En  aquellos  momentos  de  inminente  peligro  para  el  ejér- 
cito, teniendo  delante  un  enemigo,  que  manifestó  en  la 
celeridad  de  sus  movimientos  de  frente,  actividad  y  pericia, 
era  urjentísimo  detenerlo  por  un  golpe  audaz,  aunque  fuera 
con  sacrificio,  mientras  llegaban  las  baterías  á  la  línea  y 
los  batallones,  que  marchaban  precipitadamente  á  sus  po- 
siciones. El  remedio  era  violento,  pero  el  único,  si  algo  de 
este  género  hay  violento  en  día  de  batalla  cuando  se  atra- 
viesan los  intereses,  la  gloria  y  el  porvenir  de  una  nación 
guerrera  y  pundonorosa.  Posible  era,  mucho  mas  antes  de 
la  dispersión  total  de  la  caballería  enemiga,  que  batido  el  5° 
es  decir,  muertos  todos  los  hombres,  único  arbitrio  de  triun- 
far de  aquellos  soldados  indomables;  posible  era,  que  al- 
canzados los  otros  batallones  en  sucesión,  antes  de  ocupar 
su  colocación  en  la  línea,  fueran  desechos  por  fuerzas  tan 
superiores.    Este  fatal  resultado  es  el  que  se  quizo  evitar,, 


228  OBRAS   DE  SARMIENTO 

y  el  que  se  evitó  mediante  las  impetuosas  é  imponentes 
cargas  de  aquellas  masas  de  caballeiia  perfectamente  orga- 
nizada, y  al  mando  de  hombres  que  reunían  á  la  ciencia  en 
la  guerra,  un  valor  probado  en  muchas  batallas. 

El  mismo  Jeneral  en  Jefe,  espada  en  mano,  acompañó  á 
Brandzen  al  principiar  su  carga,  cuando  convirtiéndose 
aquel  bravo  Coronel  hacia  el  Jeneral  le  dijo:  Jeneral  este 
es  mi  día,  no  me  quite  V.  E.  la  gloria  del  triunfo,  yo  mando 
el  1°  (era  su  rejimiento),  y  yo  soy  el  Jeneral  y  mando  el 
ejército,  le  contestó  Alvear,  adelante! 

EL   COMANDANTE    VEGA  Y  EL  CORONEL    OLAVARRIA  DERROTAN    UN 
CUERPO   DE    CABALLERÍA  ALEMANA 

La  ala  izquierda  del  enemigo  en  persecución  de  Ja  mili- 
cia oriental,  se  estrelló  contra  la  masa  compacta  semejante 
en  firmeza  á  un  muro,  que  representaba  el  16  de  lanceros 
al  mando  de  Olavarria. 

A  pesar  de  su  superioridad  numérica,  los  imperiales  ce- 
dieron ante  la  disciplina  y  el  coraje  de  soldados  fogueados, 
dirijidos  por  jefes  amaestrados  en  la  larga  y  cruda  guerra 
de  la  Independencia.  El  cuerpo  de  alemanes  que  hizo  frente 
con  decisión,  fué  completamente  destrozado,  no  escapan 
do  de  la  muerte  sino  aquellos  que  se  refujiaron  en  el 
cuadro. 

El  que  escribe  estos  renglones  contó  63  de  esos  solda- 
dos muertos  á  lanza,  y  cuyos  cadáveres  estaban  como 
alineados. 


TERREMO  INMEDIATO   AL  PUNTO   EN  QUE   MURIÓ   EL   ALFÉREZ 
IGNACIO    LAVALLE 

Este  brioso  joven  que  tanto  prometía,  en  quien  fundaban 
las  mas  brillantes  esperanzas  los  militares  esperimentados 
que  le  trataban,  al  principiar  la  batalla  dijo  á  su  capitán 
Rodríguez  (hoy  coronel)  al  brindarle  un  trago  de  licor. — No 
mi  capitán,  hoy  es  día  de  beber  agua  fría,  y  no  aguardiente. 
Este  valiente  oficial  cayó  con  otros  de  su  clase  en  la  carga 
del  primero.  Su  pérdida  causó  una  sensación  jeneral  de 
dolor,  pues  aunque  joven  y  en  una  graduación  inferior  era 


[francisco  j.  muñiz  229 

justamente  apreciado  por  su  mérito,  y  por  sus  excelentes 
cualidades. 


SIERRA   CAMAGUA 

Donde  una  división  argentina  mandada  por  el  Jeneral  en 
Jefe,  sableó  otra  enemiga  compuesta  de  las  tres  armas, 
fuerte  de  1,600  hombres,  el  23  de  Abril  de  1827.  El  enemigo 
perdió  53  hombres,  algún  armamento,  caballos,  etc.  El 
triunfo  habría  sido  completo,  á  no  ser  sentidos  los  repu- 
blicanos, cuando  empeñados  en  desfiladeros  difíciles  mar- 
chaban en  medio  de  las  asperezas  de  la  serranía. 

CAMPO   DE  ITUZAINGÓ 

Donde  el  5°,  mandado  por  el  coronel  Don  Féhz  Olazabal, 
y  su  segundo  Diaz  (Don  Antonio)  resistió  solo,  en  el  princi- 
pio de  la  batalla,  á  la  infantería  enemiga;  arrostrando  su 
mortífero  fuego  y  el  de  sus  cañones.  En  este  lugar  remar- 
cable recibió  Olazabal  de  mano  del  Jeneral  en  Jefe  la  ban- 
dera del  ejército,  acompañando  esta  valiosísima  entrega  de 
algunas  palabras  de  honor  y  de  confianza  hacia  aquel  ague- 
rrido batallón.  El  Jeneral  terminó  su  breve  discurso  con 
la  siguiente  lacónica  y  terminante  orden:  «Coronel  Olaza- 
bal, en  este  punto  hágase  Vd.  matar.»  El  coronel  entusias- 
mado y  conmovido  y  con  el  sombrero  en  la  mano  contestó  • 
«muy  bien  mi  Jeneral,  he  recibido  la  orden,  y  mi  sangre  y 
la  de  estos  valientes  se  derramará  toda  por  cumplirla.» 

El  coronel  proclamó  en  seguida  al  batallón,  engreído  mas 
todavía  con  la  prueba  de  distinción  á  su  valor  y  de  justicia 
á  su  nombre,  que  acababa  de  recibir  del  Jeneral,  lo  procla- 
mó, como  decía  Olazabal,  en  el  lenguaje  de  soldado  para 
soldados;  y  estos  los  mas  de  la  guerra  de  la  Independencia 
entre  los  que  había  una  compañía  entera  de  tatitos  del  vir- 
tuoso ejército  de  Belgrano,  exaltados  á  la  vista  del  espec- 
táculo que  se  desplegaba  á  su  frente,  y  á  la  voz  simpática 
de  aquel  jefe  tan  bondadoso  y  paternal  con  ellos,  como  era 
imponente  y  fiero  por  su  aire  marcial  y  su  valor  en  los 
combates;  levantando  en  alto  y  ajitando  sus  fusiles,  y  los 
oficiales  sus  morriones,  gritando  á  una  voz,  que  derrama- 
rían todos  su  sangre  en  torno  del  pabellón  nacional,   por 


230  OKHAS    UK   SAKMIKNTO 

la  gloria  de  la  República,  y  por  defender  cada  uno  con  la 
suya,  la  vida  de  su  coronel. 

El  bravo  batallón  no  desmintió  sus  promesas.  Desple- 
gado, una  parte,  en  guerrillas,  dando  y  recibiendo  la  muer- 
te, logró  contener  y  dispersar  las  del  enemigo,  mientras  el 
resto  amenazaba,  por  hábiles  maniobras,  el  flanco  derecho. 
El  objeto  de  estos  movimientos  sucesivos,  sin  abandonar 
el  terreno  que  fué  ordenado  guardar,  el  fin  táctico  era  des- 
concertar al  enemigo  y  ganar  tiempo:  mostrando  práctica- 
mente, sin  pretenderlo,  la  importancia  en  la  guerra  del 
arte  de  evolucionar  con  tino  y  sangre  tria.  Sucedieron,  sin 
embargo,  momentos  de  grave  conflicto  para  aquel  orgullo- 
so batallón;  conflictos  que  solo  pudieron  disipar  la  inteli- 
gencia y  presencia  de  ánimo  de  sus  jefes,  y  la  subordina- 
ción y  pericia  de  aquellos  viejos  soldados. 

El  coronel  Olazabal  por  una  rara  coincidencia,  detenía 
con  su  afamado  número  2  del  Perú  á  media  falda  del  Pi- 
chincha, al  ejército  español  el  24  de  Mayo  de  1822  y  el  20 
de  Febrero  de  1827,  puso  á  raya,  en  Ituzaingó,  al  ejército 
brasilero  con  su  bravo  número  5.  Felizmente  aquí,  no  apu- 
ró como  allí  sus  municiones;  ni  tuvo  necesidad  de  ordenar 
á  sus  soldados,  levantaran  la  tapa  de  las  cartucheras  en 
prueba  que  cesaba  el  fuego  por  la  absoluta  falta  de  mu- 
niciones. 

SOBRE   EL   BACARAY 

El  ejército  republicano  se  puso  en  orden  de  batalla  el  9 
de  Febrero  de  1827  á  consecuencia  de  la  falsa  alarma  que 
produjo  el  primer  cuerpo,  á  las  órdenes  del  General  Lavalle- 
ja.  Esa  fuerza  llevábala  vanguardia  del  ejército;  el  cami- 
no que  debía  traer  al  regreso  de  la  comisión  que  se  le  en- 
cargó era  opuesto  á  el  que  se  descubrieron  grandes  y  es- 
tensas polvaredas.  Siendo  esa  dirección  en  la  que  estaba 
el  ejército  enemigo,  se  hizo  alto,  y  todo  se  preparó  como 
para  recibirlo,  si  se  presentaba. 

Entre  tanto  se  mandaron  reconocer  las  columnas,  que 
principiaron  á  aparecer  por  aquellos  lugares  tan  fragosos. 
El  ejercito  mostró  un  inmenso  regocijo  á  la  noticia  de  que 
se  aproximaba  el  enemigo.  Los  jefes  y  oficiales  se  unifor- 
maron á  prisa  de  parada,  y  los  soldados  dándose  la  enho- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  231 

rabuena,  recorrían  cuidadosamente  los  filos  de  sus  aguza- 
das bayonetas. 

ANTIGUA  FORTALEZA  ESPAÑOLA  DE  SaNTA  TeRESA 

Hoy  territorio  brasilero,  donde  campó  el  ejército  republi- 
cano la  noche  del  31  de  Enero  de  1827.  El  ejército  contem- 
pló con  gusto  mezclado  de  sorpresa  aquellas  ruinas,  que 
en  otro  tiempo  guarnecieron,  cuando  erijida  en  fortín  fron- 
terizo, sus  antepasados  en  clase  de  milicianos  de  la  Pro- 
vincia de  Montevido,  donde  flameó  el  pabellón  español  y 
donde  tremolará  al  presente  el  republicano  á  no  n'.ediar 
una  flagrante  usurpación  y  las  fatales  discordias  civiles  que 
la  han  en  cierto  modo  afianzado. 

ARROYO  Corrales 

Aquí  permaneció  algunos  días  el  ejército  republicano  re- 
parando sus  caballos  en  pastos  abundantes  y  recomponien- 
do sus  atalajes  y  monturas,  al  mismo  tiempo  que  se  revis- 
taban y  arreglaban  los  armamentos  y  fornituras. 

SIERRA    YERBAL 

Es  el  lugar  donde  fué  herido  el  General  Juan  La  valle  el 
25  de  Mayo  de  1827,  en  un  encuentro  con  la  fuerza  de  Cal- 
derón (tránsfuga  oriental)  estando  á  14  leguas  del  ejército, 
acampado  aquel  día  en  las  puntas  del  Yagua  ron. 

La  caballería  del  General  La  valle  emprendió  un  tiroteo 
con  aquella  tropa  esparcida  en  las  quebradas  y  fragosida- 
das  de  la  sierra.  La  posición  de  los  soldados  de  Calderón 
-era  ventajosísima,  pues  disparaban  á  pié  parapetados  de 
grandes  piedras,  y  ocultos  en  las  sinuosidades.  En  ella 
eran  inatacables  por  la  caballería,  sola  arma  de  que  se 
componía  la  división  republicana. 

Sin  embargo,  donde  el  terreno  lo  permitía,  pié  á  tierra  y 
carabina  á  la  cara,  no  solo  se  contestaba  al  fuego  enemigo, 
sino  que  se  perseguía  áeste  hasta  donde  era  posible,  en- 
tre las  asperezas. 

Pero  era  necesario  y  prudente  abandonar  un  enemigo  á 
veces  invencible  entre  las  breñas,  cuyas  salidas  y  entradas 


232  OBRAS    l>E   SARMIENTO 

él  solo  conocía:  un  enemigo  que  sin  batirse  en  forma,  elejía 
el  terreno  para  ocultarse  de  la  persecución,  y  de  su  escon- 
dite dañar  á  mansalva. 

Por  esto  y  por  estar  terminada  la  operación  encomenda- 
da á  aquella  división,  el  General  resolvió  atravesar  el  Can- 
dióte por  el  paso  de  los  carros  el  26  á  la  vista  del  enemigo. 
El  rió  estaba  en  su  máxima  creciente,  á  consecuencia  de 
copiosas  lluvias;  por  lo  que  fué  inevitable  la  pérdida,  en 
una  corriente  rapidísima,  de  algunos  objetos  de  montura  y 
otros  artículos. 

El  General  hizo  la  travesía  en  una  especie  de  balsa  tol- 
dada de  follaje  conducida  por  esceíentes  nadadores.  En 
seguida  vadeó  la  división  el  Yaguaron  á  nado  por  el  paso 
del  Sauce  y  campó  á  legua  y  media  mas  arriba  de  este 
punto. 

El  General  Lavalle  no  había  sido  herido  en  acción  de 
guerra,  á  pesar  de  sus  campañas  en  el  sitio  de  Montevideo, 
en  Chile,  en  el  bajo  Perú  y  en  el  Ecuador  y  de  su  arrojo  ca- 
racterístico. La  susceptibilidad  militar  del  General,  era 
esa  susceptibilidad  que  nace  de  la  fortuna  en  la  guerra,  del 
engreimiento  que  dá  la  superioridad  del  mando  absoluto, 
cuyos  quilates  solo  se  conocen  y  aprecian  ,en  los  campa- 
mentos, siendo  soldado  y  viviendo  entre  ellos.  Esa  sus- 
ceptibilidad debió  naturalmente  afectarse  al  contacto  de 
la  bala  del  miliciano,  que  viniera  á  destruir  la  inmuni- 
dad prestijiosa  de  su  persona  en  su  larga  y  brillante  carre- 
ra. Y  no  podía  ser  de  otro  modo.  El  feliz  y  renombrado 
sableador  en  aquellas  memorables  campañas,  el  que  con  96 
granaderos  acuchilló  en  los  suburbios  de  Río  Bamba  á  4 
escuadrones  realistas  con  420  hombres  hasta  el  pié  de  sus 
columnas  de  infantería,  que  vomitaban  fuego;  el  que  en  la 
segunda  carga  que  dieron  esos  escuadrones,  vueltos  á  re- 
hacerse, los  persiguió  á  sablazos  hasta  donde  lo  permitió 
el  terreno;  ese  afortunado  soldado,  á  quien  en  todas  par- 
tes lo  respetó  el  plomo  y  la  lanza  de  los  enemigos,  debió 
irritarse  al  ver  su  herida  abierta,  tal  vez  ni  por  un  solda- 
do, en  un  combate  insignificante  y  para  él  á  la  verdad  sin 
gloria. 

La  bala  atravesó  la  parte  superior  de  la  pierna  izquierda, 
tocando  lijeramente  uno  de  sus  huesos  por  cuyo  promedio 
pasó.    Al  chocar  el  proyectil    el  Jeneral    sintió,  lo  que   es- 


FRAMCISCO   J.    MUÑIZ  233" 

frecuente,  un  vahído,  que  le  inclinó,  sobre  el  pescuezo  del 
caballo.  Su  ayudante  Allendes  le  hizo  notar  entonces,  que 
corría  la  sangre  sobre  la  bota,  cuando  él  aun  no  había 
apercibídose  de  su  herida. 

EL    YAGUARON 

A  legtca  y  media  del  paso  del  Sauce 

Donde  encontró  herido  al  Jeneral  Lavalle  el  30  de  Mayo 
de  1827,  el  Médico  y  Cirujano  principal  del  Ejército,  á  quien 
pidió  viniera  D.  Francisco  Muñiz  á  asistirle  desde  el  Ejér- 
cito á  14  leguas  de  distancia.  Al  llegar  el  26  á  las  7  de  la 
noche,  la  noticia  al  Cuartel  Jeneral  que  Lavalle  había 
sido  herido  el  dia  anterior  en  la  Sierra  Yerbal,  el  Jefe 
de  Estado  Mayor,  Jeneral  Paz,  previno  de  orden  del  Je- 
neral en  Jefe,  al  Médico  y  Cirujano  principal  del  Ejér- 
cito, marchara  cerca  del  Jeneral  Lavalle  quien  le  esperaba 
en  la  Casa  Blanca  ó  de  la  Viuda  en  la  falda  de  aquella 
sierra. 

El  facultativo  y  su  comitiva  partieron  á  las  8  de  la  noche 
del  mismo  26.  Diluviaba:  los  campos  bajos  estaban  inun- 
dados y  el  Gandióte  y  el  Yaguaron  muy  crecidos  y  corren- 
tosos.  Desde  el  26  en  la  noche  hasta  el  30  á  las  3  de  la 
tarde  en  que  se  dio  con  la  división,  el  pequeño  séquito  que 
avistaba  ya  de  uno  ya  de  otro  lado  piquetes  enemigos,  an- 
duvo y  desanduvo  camino  por  evitar  su  encuentro,  pasó  y 
repasó  el  Candióte  y  el  Yaguaron  por  distintos  pasos,  atra- 
vesó las  estensas  cañadas  paralelas  á  una  de  las  márjenes 
de  esos  ríos,  poniéndose  al  fin.  Candióte  de  por  medio,  frente 
á  la  Casa  Blanca.  Pero  esta  estaba  ya  ocupada  por  el  ene- 
migo, habiéndola  abandonado  el  Jeneral  Lavalle  el  26.  En 
lugar  de  los  uniformes  argentinos,  se  descubrieron  bien 
patentes  de  entre  la  arboleda  del  Candióte  los  grandes 
ponchos  y  los  sombreros  inmensamente  alados  de  los  con- 
tinentales. 

Retrocedió  entonces  la  comitiva  de  6  hombres,  perseguida 
de  cerca  poruña  partida  de  9,  perfectamente  montados,  que 
salieron  repentinamente  de  entre  el  monte. 

El  encuentro  feliz  del  porta  Dorrego,  del  16,  que  se  dirijía 
al  ejército  en  solicitud  de  caballos,  dio   á   saber  el   punto 


234  OBRAS    UB    8AKMIBNTO 

•donde  acampaba  la  división  Lavalle.  El  30  á  las  3  de  la 
tarde,  llegó  el  Teniente  Coronel  Médico  y  Cirujano  principal 
al  campo  del  Jeneral,  el  cual  al  descubrirlo  á  la  entrada  de 
sus  angarillas  paramentada  de  mimbres  y  de  ramas,  oscla- 
mó  con  el  acento  de  la  amistad,  tiernamente  conmovido: 
«Amigo  querido,  lo  hacía  á  Vd.  prisionero;  grande  es  mi  re- 
gocijo al  verlo  sano  y  bueno». 

PUENTE    SOBRE     EL  RIO    CHUY 

Echado  un  poco  mas  ahajo   del  Cerro  Largo 

El  objeto  fué  facilitar  por  su  medio  la  comunicación  del 
ejército,  situado  en  la  población,  con  el  parque  colocado  á 
la  otra  banda  del  rio,  hacer  fácil  el  trasporte  de  cualquier 
material,  mucho  mas  en  el  caso  aunque  remoto  ó  improba- 
ble, que  el  enemigo  concentrando  su  ejército  en  el  Cerrito, 
donde  tenía  algunas  fuerzas,  intentara  atacar  al  republica- 
no, en  sus  posiciones.  De  todos  modos,  se  considera  como 
un  recurso  estratéjico,  para  casos  dados  y  posibles,  la  for- 
mación de  un  puente  en  aquel  lugar,  siendo  el  rio  caudaloso 
y  de  gran  corriente,  de  pasos  precisos,  y  con  barrancas 
blandas  y  fácilmente  deleznables. 

Hasta  aquí  alcanzan  las  escenas  militares. 

Terminaremos  estaparte  de  la  vida  del  Coronel  cirujano, 
con  las  cartas  de  sus  jefes  militares  aceptando  sus  servi- 
cios, cuando  en  cada  crisis  que  atravesaba  el  pais  los 
ofrecía  como  cirujano,  ó  bien  cuando  sentían  la  necesi- 
dad de  reconocer  el  celo  que  desplegaba  en  la  dirección 
de  los  hospitales  de  sangre,  ó  de  las  ambulancias  car- 
gadas de  heridos  hasta  recibir  lanzadas  en  el  campo  de 
batalla. 

«Arroyo  Dulce,  Setiembre  3  de  1861. 

«Sr.  Dr.  D.  Francisco  J.  Muñiz 

«Estimado  amigo: 

«He  tenido  el  gusto  de  recibir  su  muy  apreciable  de  31  de 
Agosto  último,  y  le  agradezco  los  benévolos  conceptos  con 
que  en  ella  me  favorece. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  235 

«Los  sentimientos  jenerosos  que  Vd.  manifiesta  en  pre- 
sencia de  los  sucesos  porque  estamos  pasando,  honran  áVd. 
sobremanera  y  puede  Vd.  estar  seguro  de  que  yo  los  com- 
parto, lisonjeándome  de  haber  dado  pruebas  de  ello  en  los 
esfuerzos  de  todo  jénero  que  he  hecho  en  favor  de  la  paz. 
Los  triunfos  militares  y  la  gloria  personal  que  puede  ser  su 
consecuencia  no  me  ciegan,  porque  sobre  ellos  está  la  con- 
sideración mas  alta  del  bien  público  y  del  porvenir  de  los 
pueblos  que  solo  se  funda  en  las  instituciones  benéficas 
que  se  radican  á  la  sombra  de  la  paz.  Sin  embargo,  debo 
decir  á  Vd.  francamente,  que  la  esperanza  de  una  solución 
pacífica  se  ha  desvanecido  en  mi  de  una  manera  comple- 
ta, convencido,  como  estoy,  de  que  nuestros  enemigos  no 
quieren  la  paz.  Veo  por  consiguiente  muy  próximo  el  de- 
senlace definitivo  de  una  cuestión  que  Buenos  Aires  no  ha 
traído,  y  voy  á  ese  desenlace  con  firmeza,  con  rapidez  y 
con  fé. 

«Después  de  haber  hecho  todo  por  la  paz,  confío  en  la 
fuerza  y  en  el  derecho  de  Buenos  Aires;  y  creo  que  la 
Providencia,  que  dispone  de  sus  destinos,  no  negará  á  sus 
armas  una  victoria  que  será  el  triunfo  de  sus  institu- 
ciones en  la  República  Arjentina.  Crea  Vd.  que  si  ese 
triunfo  hubiera  podido  obtenerse  sin  sangre,  habría  llenado 
yo  la  mas  cara  de  mis  aspiraciones.  Pero  los  hombres  á 
quienes  ciega  Dios,  sin  duda  para  perderlos,  lo  han  dis- 
puesto de  otro  modo. 

«Mientras  tanto  y  cualquiera  que  fuese  el  éxito  de  esta 
lucha,  y  si  la  victoria  corona  la  causa  de  Buenos  Aires,  pue- 
de Vd.  tener  la  satisfacción  de  haber  derramado  ya  su 
sangre  por  los  principios  que  va  á  sostener  en  esta  nueva 
lucha,  á  la  cual,  si  Vd.  no  concurre,  no  es  porque  dejara 
de  haber  ofrecido  con  jeneroso  patriotismo,  su  intelijencia 
y  su  vida  al  emprenderse  esta  campaña. 

«Sin  mas  le  saluda  su  affmo.  amigo  y  S.  S. 

«.Bartolomé  Mitre.y> 


236  OBRAS    DE   SAHMIENTO 

«Cuartel  General,  Paso  de  los  Libres,  Octubre  1»  de  1865, 
«  Sr.  Dt\  D.  Francisco  Javier  Muñix. 

«  Estimado  amigo : 

«No  quiero  que  Vd.  se  ausente  de  este  punto  sin  manifes- 
tarle mi  estimación  y  agradecimiento  tanto  en  nombre  del 
Ejército,  como  en  el  mío  por  el  patriotismo  y  consagración 
á  sus  nobles  deberes  que  Vd.  ha  acreditado  una  vez  mas  en 
su  larga  y  honrosa  carrera. 

«Fué  Vd.  uno  de  los  primeros  que  se  me  presentó  eo 
Buenos  Aires,  para  acompañar  al  Ejército  como  cirujano,  y 
aun  cuando  entonces  no  acepté  su  jenerosa  oferta  por  no 
ser  absolutamente  indispensable,  ha  sido  sin  embargo  uno 
de  los  primeros  que  se  me  ha  presentado  en  la  ocasión  en 
que  podían  ser  útiles  sus  servicios  profesionales,  trasladán- 
dose espontáneamente  desde  la  Capital  á  este  punto. 

«  Es  una  felicidad  para  todos  que  Vd,  no  haya  tenido 
aquí  el  trabajo  que  creía  encontrar  si  la  guarnición  de 
Uruguayana  hubiese  sido  rendida  á  sangre  y  fuego,  pero 
no  ha  faltado  á  su  celo  y  á  su  ciencia  en  que  ejercitarse 
en  los  hospitales  de  la  Concordia,  como  en  los  establecidos 
en  este  punto,  ausiliando  modesta  y  eficazmente  al  Ciru- 
jano Mayor,  y  al  cuerpo  médico  del  Ejército. 

«Cumplo,  pues,  con  el  mas  grato  deber  manifestando  á 
Vd.  en  nombre  del  Ejército  su  mas  profundo  agradecimien- 
to por  tan  digna  conducta  y  tan  recomendables  servicios^ 
y  quiera  Vd.  aceptar  al  mismo  tiempo  la  espresion  de  mi 
gratitud  y  estimación,  honrándome  en  repetirme  á  Vd.  su. 
afectísimo  amigo  y  S.  S. 

«  Bartolomé  Mitre . » 

«  Cuartel  General,  Octubre  12  d»  1866. 
«Sr.  Dr.  Don  Francisco  J.  Muñiz. 

«Estimado  Doctor  y  amigo: 

«Remito  á  Vd.  dos  bultos  de  hilas  hechas  por  mi  Señora 
y  por  mis  hijas,  para  que  Vd.  las  aplique  sobre  las  heridas 
de  nuestros  valientes  soldados. 


FRANCISCO   J,    MUÑIZ  237 

«Aprovecho  esta  oportunidad  para  dar  á  Vd.  las  gracias 
«n  nombre  de  la  humanidad  y  del  país  por  su  consagración 
á  nuestros  heridos,  y  por  el  celo,  intelijencia  y  actividad 
x^ue  ha  desplegado  en  su  cuidado. 

«Sírvase  Vd.  trasmitir  estos  agradecimientos  á  los  dignos 
facultativos  que  le  han  ausiliado  en  tan  noble  tarea,  no 
obstante  haberlo  hecho  ya  oficialmente  tanto  con  Vd.  como 
con  ellos. 

«Cuando  el  Ejército  Argentino  haga  batir  medallas  en 
señal  de  gratitud  y  en  honor  de  su  Cuerpo  Médico,  que  en 
tan  corto  número  ha  sido  su  Providencia  en  esta  campaña, 
el  nombre  de  Vd.  figurará  entre  los  facultativos  que  mejor 
han  servido;  y  para  mayor  gloria,  como  no  son  muchos 
-esos  nombres,  todos  ellos  podrán  ser  grabados  en  letras 
bien  claras  en  el  círculo  de  esa  medalla  pequeña! 

«Muy  suyo  siempre,  . 

«.  Bartolomé  Mitre.)) 

«  Cuartel  General,  Tuyuty,  Setiembre  6  de  1866. 
«Sr.  Dr.  D.  Francisco  Javier  Muñiz. 

«  Estimado  doctor : 

«  He  tenido  la  satisfacción  de  recibir  su  apreciable  carta 
del  31  del  próximo  pasado. 

«El  ofrecimiento  que  Vd.  hace  en  ella  es  digno  de  su  pa- 
triotismo acreditado  repetidas  veces  en  otras  ocasiones,  y 
se  lo  agradezco  sinceramente  en  nombre  del  Ejército. 

«  Por  ahora  conceptúo  sus  servicios  sumamente  impor- 
tantes en  el  puesto  que  desempeña,  y  espero  que  continúe 
prestándolos  con  el  mismo  celo  con  que  lo  ha  hecho  hasta 
el  presente:  sin  embargo,  quizá  pueda  ser  aquí  también 
bastante  útil  y  en  tal  caso  se  lo  avisaré  oportunamente,  y 
debe  Vd.  creer  que  nada  me  será  mas  agradable  que  tener- 
lo á  mi  lado  en  un  día  de  gloria  para  la  patria  en  que  Vd. 
pueda  prestar  sus  meritorios  servicios  á  nuestros  compa- 
ñeros de  armas. 

« Me  es  grato  con  este  motivo  repetirme  su  afectísimo 
-amigo. 

«Bartolomé  Mitre.)) 


CAPITULO  VIH 

VOCABLOS   Y  AMERICANISMOS 

La  actividad  intelectual  de  este  hombre  no  podía  conte- 
nerse en  los  límites  ya  estensos  en  que  se  ejercitaba,  como 
médico,  como  paleontólogo,  como  militar  por  incidente. 
Su  larga  residencia  en  las  campañas,  su  contacto  con  la 
vida  del  campo,  la  cria  del  ganado  y  los  gauchos  errantes, 
que  son  como  un  complemento  de  aquella  existencia 
intermediaria  entre  la  civilización  y  la  vida  del  todo  salvaje, 
le  hace  notar  las  palabras  que  se  ha  inventado  el  paisano, 
el  criador  de  ganado,  el  jinete  de  la  Pampa  para  represen- 
tar nuevos  objetos,  nuevas  necesidades  y  actos,  que  no  trae 
el  diccionario  de  la  lengua  castellana. 

Estas  palabras  las  repetimos  todos,  rodeo,  manguera,  toldo, 
madrina,  sin  parar  mientes  en  que  enriquecen  ó  alteran  la 
lengua  de  los  conquistadores,  y  afectan  nuestro  modo  de 
pensar.  No  encontraba  el  hablista  cubano  Mantilla  gali- 
cismos como  se  pretendía  en  el  Facundo  que  debía  reim- 
primir, pero  sí  modismos  antiguos  ó  anticuados  de  la 
lengua  y  americanismos  que  no  podían  suprimirse,  como 
bagual,  gaucho,  vaqueano,  sin  alterar  el  sentido.  Los  modis- 
mos resultaron  venir  en  línea  recta  desde  los  tiempos  de 
la  conquista  hasta  los  presentes,  en  poblaciones  aisladas, 
dejadas  en  puntos  apartados,  y  cuyo  reposo  no  alteraron 
en  dos  siglos  los  hechos  esteriores.  Los  ingleses  han 
tenido  que  admitir  las  palabras  yankees  en  su  diccionario, 
como  Salva  incorporó  en  el  de  la  lengua  castellana  muchas 
palabras  americanas. 

Muñiz  había  ido  reuniendo  las  palabras  nuevas  creadas 
en  la  Pampa  ó  en  la  cria  del  ganado,  y  formó  de  ellas  un 
apéndice  al  diccionario,  como  el  padre  Sarmiento,  añadió 
uno  de  voces  árabes  castellanizadas  que  es  el  único  tratado 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  239 

etimolójico  de  la  lengua  que  nos  haya  llegado,  y  en  1848 
ya  tiene  Muñiz  en  orden  alfabético  las  Voces  usadas  con 
jeneralidad  en  las  Repúblicas  del  Plata,  la  Argentina,  y  la  Oriental 
del  Uruguay,  y  principia  así: 

Abajera. — Tela  burda  de  lana,  ó  solamente  cueros  de 
carnero  sobados,  y  sin  lana  que  se  ponen  debajo  de  las 
caronas  como  sudadero. 

Apartes. — Salir  varios  peones  de  una  estancia  con  el 
dueño  de  ella  ó  capataz,  con  tropilla  á  pedir  rodeo  en  las 
estancias  en  donde  saben  que  hay  hacienda  propia.... 

Bagual. — Caballo  silvestre  ó  cimarrón  que  solía  andar  en 
tropillas  en  las  Pampas  de  Buenos  Aires,  ó  en  los  campos 
de  Montevideo,  en  mayor  número  antes  de  la  emancipa- 
ción de  estos  parajes  que  al  presente  (hoy  completamente 
estinguidos)  Cuando  en  1580  Don  Juan  de  Garay,  con 
ochenta  paraguayos  hubo  repoblado  la  ciudad  de  Buenos 
Aires,  encontraron  ya  caballos  con  aquel  nombre  de  bagua- 
les ó  de  bagualadas  entre  los  indios  querandíes,  hoy  pampas, 
para  designar  el  yeguarizo  silvestre,  que  orijinaba  de  cinco 
yeguas  y  siete  caballos  abandonados  en  1535  en  la  precipi- 
tada fuga  del  resto  de  la  población,  y  que  conducidos  por  el 
malogrado  Don  Pedro  de  Mendoza,  se  estendian  ya  en  con- 
siderable número  por  las  campañas  que  forman  actual- 
mente la  Provincia  de  Buenos  Aires. 

Domingo  Martínez  Irala  compró  el  año  de  1551  en  el  Para- 
guay á  Alonso  Parejo  un  morcillo,  pié  de  cabalgar  calzado 
y  algo  blanco  en  la  frente  por  cuatro  mil  pesos  de  oro,  de 
450  maravedís  cada  uno,  pagaderos  de  los  propios  bienes 
que  produjese  la  conquista.  Salió  fiador  el  capitán  Nulp  de 
Chaves  según  consta  de  escrituras  que  existen  en  la  Asun- 
ción del  Paraguay.  El  año  de  1557  en  que  murió  Irala 
contaba  ya  24  cabezas  caballares. 

Bolearse. — Enderezarse  el  potro  sobre  las  patas,  tirándose 
en  seguida  para  atrás.  Esta  corveta  violenta  la  mas  peli- 
grosa, la  mas  temida,  por  los  domadores  de  caballos  en  la 
República  del  Plata,  donde  solo  el  amansamiento  y  adiestro 
délos  potros  se  hace  precisamente  jineteándolos.  Es  muy 
común,  sin  embargo  ver  á  aquellos  salir  de  pié  en  una 
boleada  con  el  cabestro  y  rienda  en  la  mano. 

Lazo. — Cuerda  trensada  de  cuatro  tientos  de  cuero  vacuno 
del  grosor  del  pulgar,  muy  fuerte  con  una  argolla  de  hierro 


240  OBRAS    DE    SARMIENTO 

eti  la  punta  para  hacerlo  corredizo;  tiene  de  largo  de  veinte 
á  treinta  varas,  haciendo  una  lazada  de  bastante  diámetro 
y  recojiéndola  en  otra  mano  de  la  de  la  argolla  del  resto 
del  lazo  se  arroja  para  pillar  el  caballo  que  se  quiera  y  se 
sujeta  á  la  cincha  del  caballo  montado,  estando  por  una 
presilla  ojalada  prendida  á  un  botón  fuerte.  Por  eso  se 
llama  el  lado  derecho  del  caballo  el  lado  de  enlazar.  El 
lazo  chileno  se  forma  de  una  sola  lonja  de  cuero  vacuno 
torcido.    (En  la  arriería  se  llama  reata.) 

Con  él  pillan  el  caballo  ó  toro  que  se  quiera,  se  casa  un 
tigre,  perro  cimarrón  ú  otro  animal,  se  hace  una  lazada  de 
mayor  diámetro  y  otras  menores  en  la  que  entra  la  mayor 
parte  del  lazo  y  de  esta  disposición  reheleando  ó  jirando  el 
lazo  sobre  su  cabeza,  se  arroja  al  animal  á  distancia  de  ocho 
ó  diez  varas. 

Madrina. — La  yegua  que  con  un  cencerro  al  cuello  se 
pone  entre  un  número  de  caballos,  de  ocho  á  diez,  y  toma 
hasta  cincuenta.  A  esta  reunión  de  animales  se  le  da  el 
nombre  de  tropilla,  y  cuando  los  caballos  conocen  y  siguen 
bien  á  la  yegua  se  le  da  el  nombre  de  tropilla  entablada  ó 
amadrinada.  Este  es  un  grande  auxilio  en  países  despo- 
blados, cuando  hay  que  emprender  largos  viajes,  pues 
echando  la  tropilla  por  delante,  se  anda  con  brevedad,  y  se 
descansa  seguro  de  que  los  caballos  no  se  moverán  una 
vez  maneada  la  yegua.  También  los  ladrones  ó  abíjeos  se 
aprovechan  de  esta  circunstancia,  pues  arreando  la  yegua 
son  dueños  de  la  tropilla.  Se  asegura  que  los  caballos  se 
amadrinan  mejor  si  la  yegua  tiene  cria. 

Payar-  Improvisar  entre  dos  cualquier  asunto,  cantán- 
dolo en  verso  al  son  de  la  guitarra.  La  dificultad  principal 
para  ambos  vates  consiste  en  la  prontitud  inmediata  de  la 
realización,  en  el  deber  casi  forzoso  de  contestar  con  ma- 
teria siempre  alusiva  á  la  espuesta  por  el  contrario,  en  la 
necesidad  de  servirse  al  consonante  del  último  verso  ó 
aquel  del  antagonista,  que  es  para  ambas  partes  por  lo 
regular  un  cuarteto.  La  abundancia  y  facilidad  inagota- 
ble que  se  emplea  en  la  composición  y  conversión  metó- 
dica de  esta  especie  de  trova,  ó  arte  sui  generis;  lo  picante 
del  asunto  y  el  modo  gracioso,  claro  y  espresivo  con  que 
se  cante,  son  y  deben  ser  entre  los  gauchos  únicos  posee- 
dores de  esta  ciencia,    cualidades    de  la    mas    estimable 


FRANCISCO    J.    MUÑIZ  241 

escelencia  y  que  atraen  infaliblemente  sobre  el  que  las 
posee  el  mas  esclarecido  prestigio  y  la  mas  alta  nom- 
bradla. 

Por  consiguiente  estos  cantores  afortunados  tienen  el  pri- 
mer lugar  en  los  bailes  y  reuniones  de  los  gauchos,  acata- 
dos en  las  tabernas  con  francas  y  abundantes  pociones  es- 
pirituosas, recogiendo  de  paso  entusiásticos  y  acalurados 
aplausos  báquicos;  y  cosa  sobre  todas  envidiable,  entre  ellos 
se  concillan  estos  hijos  desheredados  de  la  Musa,  cierto 
amartelamiento  y  predilección  respetuosa  del  otro  sexo, 
que  le  es  conjénere  en  educación,  inclinación  y  recibi- 
mientos. 

Pelota. — Jénero  particular  de  transporte  para  las  aguas 
usado  en  el  Paraguay  y  las  Repúblicas  del  Plata,  construido 
de  un  cuero  seco  de  toro  ó  novillo  y  con  el  cual  se  pasan  ríos, 
de  una  milla  ó  mas  anchos. 

Para  hacerla  Pelota  se  recorta  el  cuero  en  circunferen- 
cia de  modo  que  resulte  un  espacio  central  plano  y  semi- 
cóncavo. 

Entra  el  pasajero  nuevo  y  desconfiado  á  desafilar  el  temi- 
ble elemento  en  tan  frágil  embarcación;  acomoda  su  mon- 
tura, ropa  ó  balija;  se  sienta  luego,  y  procura  equilibrarse 
cuanto  puede  con  la  carga.  El  nadador  se  echa  al  agua  y 
prueba  en  la  orilla  el  fiel  contrapeso  de  la  singular  y  frá- 
gil barquilla  confiada  á  su  inteligencia.  Nada,  y  la  arras- 
tra sobre  la  plateada  superficie,  mediante  una  soguilla 
que  del  borde  de  la  pelota  va  á  apretarse  entre  sus  dientes 
A  veces  este  mudo  conductor  revela  al  nadador  intrépido  el 
miedo  que  sobrecoge  al  de  la  Pelota,  cuando  el  tremor  de 
sus  miembros  conmoviéndola,  se  trasmite  por  él  hasta  sus 
dientes.  Si  el  pasajero  es  un  poco  animoso  toma  su  ca- 
ballo (porque  en  las  Repúblicas  del  Plata  casi  todos  los 
viandantes  son  ecuestres)  el  cabresto  maneador  ó  soga 
que  lleva  al  cuello  y  así  lo  conduce.  A  veces  esta  opera- 
ción es  espuesta,  porque  arrimándose  demasiado  el  ca- 
ballo á  la  Pelota,  cosa  que  no  siempre  se  puede  evitar, 
mucho  mas  si  el  río  es  ancho  é  impetuosa  la  corriente,  es 
posible  que  la  agitación  ondulatoria  que  produce  la  na- 
tación ó  una  manotada  hagan  zozobrar.  Se  mejora  la  es- 
tructora  de  esta  remedando   con    ella  un  bote  sin  quilla. 

Tomo  xlim.— 16 


242  OBKAS   DB   SARMIENTO 

Las  curbas  son  de  una  madera  llamada  tala,  flexible 
cuando  verde  y  la  borda  se  figura  arqueando  una  vara  de 
lo  mismo  asegurada  á  la  orilla  del  cuero,  con  tirilla  de 
este  material.  La  Pelota  construida  de  este  modo  admite 
remos  ó  simplemente  ramas  de  árbol  que  azotándolas  so- 
bre el  agua  comunican  el  impulso  necesario  á  la  progre- 
sión. Hemos  pasado  en  los  campos  de  Montevideo  du- 
rante la  guerra  de  los  argentinos  con  los  brasileros  en  1826, 
27  y  28  el  Río  Negro,  el  Yi,  el  Tacuarembó  y  otros  ríos 
caudalosos  en  invierno,  en  esta  especie  de  botes  que 
contenían  á  la  vez  4  hombres,  sus  armas,  monturas  y  ba- 
lijas. 

A  falta  de  un  cuero  entero,  se  forma  la  Pelota,  por  su- 
puesto mucho  mas  reducida,  de  la  carona  de  vaca  que  lleva 
el  jinete  bajo  el  recado  y  que  es  común  en  la  Provincia  de 
Buenos  Aires  y  en  la  campaña  de  Montevideo. 

Rodeo. — Reunir  el  ganado  de  la  Estancia  en  el  rodeo,  á 
petición  de  algún  hacendado,  para  separar  aquel  que  de  su 
marca  que  se  ha  mezclado  con  el  otro. 

Rodeo,  pedir. — Derecho  del  hacendado  colindante.  Parar 
rodeo,  el  acto  de  presentar  reunido  el  ganado.  Figurado 
dicho  y  ofrecimiento  de  un  gaucho,  como  entre  jente  culta 
presentar  su  tarjeta.  «Dondequiera  le  he  de  parar  rodeo,» 
es  decir  cuando  Vd.,  me  busque  (camorra)  me  ha  de  en- 
contrar. 

Tapera. — Lugar  antiguamente  poblado  de  una  casa,  choza 
ó  solamente  de  un  zanjeado,  que  resguardó  algunos  días 
al  nómade  poblador,  lo  cual  al  presente  abandonada  y  cu- 
bierta de  altas  malezas  no  presenta  sino  oscuros  rastros  ó 
equívocos  vestijios,  de  lo  que  el  hombre  planteó  con  afán 
é  inmenso  trabajo. 

Yaguané. — Bella  variedad  de  color  en  el  vacuno,  que  con- 
siste en  una  faja  blanca  que  principiando  en  la  reunión  de 
la  espalda  y  cuello  se  continúa  por  el  espinazo,  se  ensancha 
en  las  ancas,  y  cubriendo  el  vientre  termina  en  la  papada. 
Varios  anillos  del  mismo  color  ocupan  lo  alto  de  las  cuatro 
piernas.  El  resto  del  pelo  es  siempre  negro,  y  rara  vez 
rojizo  ó  castaño. 

Recado. — Montura  cubierta  enteramente  de  zuela,  con 
faldas  de  lo  mismo,  labradas  con  mas  ó  menos  primor.  El 
asiento  lo  forman  los  bastos  de  junco  bien  apretado,  termi» 


FKANCIOCO   J.     MUÑIZ  243 

nadas  en  dos  cabezadas  semi  circulares  las  que  suelen 
llevar  superpuestas  chapas  de  plata,  formado  interiormente 
de  madera  fuerte.  Una  tira  de  zuela  fuerte  de  cuatro  dedos 
de  ancho  y  media  vara  de  largo,  cruzada  y  cosida  á  la  parte 
anterior  del  asiento  y  ojalada  en  sus  estremos,  soporta  las 
estriveras. 

Lomillo,  es  lo  mismo  que  recado. 

Sirvan  de  spécimen  las  palabras  y  definiciones  anteriores; 
y  aunque  muchas  otras  parecen  prolijas,  vulgares  y  super- 
finas, no  ha  de  olvidarse  que  con  el  cambio  de  las  costum- 
bres y  los  progresos  de  la  cultura,  van  desapareciendo  los 
objetos  á  que  dieron  nombre  y  cayendo  en  desuso  las  pala- 
bras, de  manera  que  nuestros  hijos  en  veinte  años,  y  los 
estranjeros  desde  ahora  no  podrán  saber  de  qué  forma  y 
sustancia  eran  las  bolas,  qué  es  chuspa,  y  cómo  se  llevaba 
el  chiripá  en  tiempo  de  entonces. 

En  una  ojilla  suelta  se  conserva  el  catálogo  de  las  pala- 
bras definidas,  con  números  algunas,  como  si  fueran  las 
del  orden  alfabético  que  habrían  de  llevar.  Voy  á  consig- 
narla aquí  para  memoria  y  porque  no  se  pierda  el  trabajo 
del  colector: — Abajera. — Amadrinarse. — Aparte. — Bagual. — Batea 
— Bocado. — Bolas  —  Boleada.  —  Cascarrias. —  Chapín. —  Charque  — 
Chiripá. — Rodeo. — Tapera.  —  Gaucho.  —Gauchipolitico. —  Horquilla. 
— Madrina. —  Manga. —  Mangrullo. —  Orejano. —  Ovejero. — Pajarero. 
— Palanque. — Palo  á  pique. — Pajarero .  — Payar. — Pelota. — Rancho. 
— Recado. — Redomón. — Rodeo. — Tambo. — Tapera. — Tirador. — Tien- 
tos.— Trajinar.  —  Vichador.  —  Zaloma. — Viscachera. —  Yaguané. — 
Botas  de  potro. 

Me  complazco  en  hacer  estos  resúmenes,  porque  ellos  mues- 
tran observación,  estudio  y  deseo  de  ser  útil,  dándose  cuen- 
ta razonada  de  hechos  al  parecer  insignificantes.  Nadie 
que  sepamos  ha  dejado  apuntes  sobre  las  costumbres  del 
gaucho;  y  si  obedeciendo  al  mismo  sentimiento  no  los  hu- 
biéramos hecho  del  Rastreador  de  Cuyo  y  la  Rioja,  el  mun- 
do habría  ignorado  que  la  observación  del  hombre  pueda 
llegar  á  distinguir  la  impresión  que  deja  la  uña  de  un  caba- 
llo en  la  tierra,  de  entre  cien  impresiones  de  otros  iguales, 
dos  y  quince  días  después. 

El  hecho  en  toda  su  lucidez,  fué  verificado  en  1862  por 
el  cónsul  chileno  en  San  Juan;  pero  es  posible  que  des- 
aparezca aquella  adquisición,  desde  que   las  personas  se 


244  OBRAS    UB   SARMIENTO 

trasportan  en  dilijencia,  y  personas  y  mercaderías  en  ferro- 
carriles. 

iQué  interés  llevaría  á  seguir  el  rastro  de  los  animales 
desde  la  infancia  hasta  la  edad  viril,  á  punto  de  poder 
decir  al  caer  á  un  camino  real:  «aquí  va  una  mulita  mo- 
ra; móntala  el  capataz;  es  la  tropa  de  N...  que  vuelve  de 
Buenos  Aires;  hace  ya  ocho  días  que  pasó.»  Y  esto  sin  lla- 
mar la  atención  de  nadie,  porque  saben  que  va  leyendo 
de  corrido  lo  que  ha  dejado  escrito  y  cuando  pasó  la 
tropa  de  muías  de  un  arriero  de  que  fué  peón  el  preopi- 
nante. 

En  la  descripción  de  la  caza  del  avestruz,  que  el  doctor 
Muñiz  llama  camperia,  siguiendo  la  mas  lata  idea  que  los 
paisanos  dan  á  una  simple  caza,  pues  tiene  por  teatro  una 
estension  ilimitada  de  leguas,  ha  reunido  todas  las  frases 
creadas  por  el  uso,  para  pintar  las  diversas  situaciones  que 
ocupan  los  actores,  los  sentimientos  que  despiertan,  todas 
con  un  colorido  local  y  olor  al  terruño,  traído  por  las  bri- 
sas de  la  Pampa,  siendo  por  este  lado  de  un  grande  interés 
la  monografía  del  ñandú.  Los  paisanos  dicen  «azotarse 
al  agua»  porque  así  parece  que  cayera  el  cuerpo  echado 
de  la  barranca  al  agua  de  un  río,  Bolearse  el  caballo,  es 
echarse  atrás  después  de  parado  en  las  patas  traseras:  salir 
sólito,  cuando  el  caballo  rueda,  es  salvar  de  la  caída  corrien- 
do hacia  adelante;  y  la  jactancia  del  buen  éxito  puede  ir 
hasta  asegurar  que  al  lanzarse  todavía  adelante,  quedando 
por  un  segundo  tendido  á  lo  largo  el  caballo,  le  ha  pisado 
la  oreja. 

Hemos  visto  en  una  rodada  salir  el  jinete  adelante  y  se- 
guir el  caballo  dándose  tres  tumbos  consecutivos  de  la 
cabeza  al  anca,  de  manera  de  alcanzarlo  con  esta  á  riesgo 
de  aplastarlo. 

Estas  voces  de  campaña  forman  un  tecnicismo  como  el 
de  la  plaza  de  toros,  ó  la  venadería;  pero  hay  ademas  mues- 
tras en  el  libro  de  Muñiz  de  un  ensayo  de  reproducir  las 
frases  y  las  síncopas  de  sílabas,  que  usa  el  rústico;  lo  que 
la  lengua  castellana  se  resiste  por  una  especie  de  cultera- 
nismo sostenido  principalmente  por  Cervantes,  haciendo 
hablar  á  Sancho  Panza,  y  á  los  Cabreros  lenguaje  tan  co- 
rrecto y  castizo  como  á  Don  Quijote  que  se  precia  de  enten- 
dido en  libros  y  achaques  de  andantes  caballerías. 


FKANCCSCO   J.    MUÑIZ  245 

Este  estiramiento  académico  ha  dañado  enormemente  á 
la  literatura  castellana,  quitándole  el  recurso  de  fotografiar 
en  la  palabra  misma,  en  el  hablar  del  interlocutor  su  proce- 
dencia, su  rango  social  y  hasta  la  campaña  que  habita.  Wal- 
ter  Scott  ha  familiarizado  al  mundo  con  el  dialecto  escocés, 
y  Dickens  con  la  lengua  del  pueblo  inglés  que  á  veces 
llega  á  ser  el  slang  ó  caló  de  la  jente  ordinaria.  Quizo  sacar 
un  gran  partido  de  esta  lengua  ó  media  lengua  del  paisano, 
Bret  Harte  el  famoso  novelista  californiano  que  hace  uso 
con  frecuencia  de  las  estrañas^-íormas,  de  las  síncopes,  y 
barbarismos  y  de  la  pintorezca  retórica  del  Far  West,  ó  de 
los  squatters,  ó  rayanos  fronterizos,  que  acudieron  desde  los 
primeros  tiempos  á  la  fama  de  las  pepitas  de  oro  de  los 
placeres.  «War's  the  boys?»  dijo  el  viejo  y  le  contestan: 
Gone  up  the  cañón  on  a  little  pasear.  «They  er  comin  brack 
«  for  me  in   a  minit,  ¿in  waitin  round  for  em.  What  are 

ccyou  starin   at  oíd  Man ?    En  otra  parte  y  entre  otras 

«jentes,  «Mop,  indeed,»  dijo  Sal,  It's  well  that  many  folks 
«  is  of  many  mind's  and  selfpoin  is  open  disgrace,  but 
«  when  a  man  like  Lawyer  Maxwell  sex  to  me  only  yes- 
«terday,  sitin,  at  Thi's  very  table,  lockin's  kinder  up  on 
«  you,  Suc,  as  you  was  passin's  soup,  un  conicion  like,  and 
« ene  o  them  braid  droppin,  dounand  fest  missin's  the 
«  píate  when  Lawyer  Maxwell  sez  to  me,  Sal,  thar's  many 
«afine  lady  in  Frisco  ez  would  give  her  pile  to  heve  Su- 
«  san  Maskle's  hair.» 

Frisco  es  San  Francisco,  dar  su  pila,  quiere  decir  dar 
toda  la  plata  que  el  jugador  tiene  en  pilas  para  apuntar 
al  monte. 

Un  poeta  Rubí  andaluz  citado  por  mi  en  la  Memoria  de 
ortografía  ensayó  con  cierto  éxito  mostrar  como  hablaban 
los  manólos  y  jitanos;  y  nuestro  Ascasubi,  y  Anastasio  el 
Pollo,  de  querida  é  inolvidable  memoria  ambos,  ensayaron 
con  sus  versos  de  poesías  gauchas  este  lenguaje  de  pa  fuera, 
con  mayor  ó  menor  éxito,  según  que  era  mas  ó  menos  arti- 
ficial, pues  nuestros  gauchos  no  han  estropeado  tanto  la 
lengua  como  lo  hicieron  ellos  por  dar  en  sus  escritos  una 
mejor  idea  del  slang  argentino,  porque  caló  sería  mal  dicho. 
Era  en  el  diálogo  con  paisanos  y  jente  baja  que  convendría 
salirse  de  los  limites  trazados  por  Cervantes  al  habla  vul- 
gar, que  no  es  pintoresca  cuando  no  lleva  el  acento  que  le 


246  OBRAS   DE   SA-RMIENTO 

imprime  la  misma  limitación  de  ideas  y  de  roce  del  hombre 
de  los  campos.  Muñiz  nos  ha  dado  una  descripción  de  la 
Pampa  y  sus  escelencias  hechas  por  un  gaucho,  con  las 
imájenes  que  él  saca  de  la  vida  misma  de  privaciones  y 
de  vagar  al  correr  de  los  caballos  que  lleva  en  la  Pampa; 
y  aunque  está  ya  dada  en  la  camperia  del  Ñandú,  repro- 
ducimosla  aquí,  para  que  sirva  de  cuadro  y  de  escenario 
al  protagonista  de  la  Pampa,  el  Gaucho  que  luego  vamos 
á  presentar: 

«En  aquellos  momentos  de  concentración  mística  ó  ma- 
liciosa tal  vez  (porque  de  todo  tienen  ellos)  esclaman  con 
ademan  formal,  afectando  un  rostro  contemplativo  y  jesti- 
culador,  mucho  mas  si  hablan  con  personas  de  otra  esfera 
social:  ((Mire  eñor  el  campo  es  lindo,  el  campo  da  ham- 
bre, da  sueño  y  da  se.  Está  cubierto  de  flores  que  incauta, 
y  que  son  una  maraviya;  tiene  agua  en  los  médanos  y 
lagunas,  que  cuanto  mas  se  bebe  de  eyas  da  mas  se:  en 
el  campo  se  puede  decir,  que  no  incomodan  el  frió  ni  el 
calor  ni  los  insestos.  ¡A  pastisales  Virjen  Santísima!  en 
cuatro  ias  se  ponen  potentes  los  mancarrones,  gordazos  é 
é  capaúra.  Va  uno  trompesando  en  cerriyos  lindos  pa 
mangruyár  (observar  de  oculto)  á  los  indios  toita  la  via 
enemigos  de  los  cristianos;  si  paese  que  el  eñor  echó  su 
bendision  sobre  aqueyos  campos,  pa  ricriasion  de  sus  cria- 
turas. Agora  bastimentos  pa  que  es  platicar,  hai  que  es 
barbaría:  hai  (y  se  señalan  sucesivamente  los  dedos  de  la 
manos)  mulitas,  peluos,  gamas,  quirquinchos,  venaos,  lio- 
nes,  perdices — guevos  y  pichones  de  toos  los  pájaros  en  las 
lagunas,  en  los  guaicos  y  entre  las  pajas,  en  fin  en  too  bi- 
cho. Bagualaa  hai  que  da  mieo:  avestruzaa  he  pucha!  (y 
levantan  las  dos  manos  semiarqueando  los  brazos  en  se- 
ñal de  admiración)  avestruzaa  hasta  esir  basta,  se  divisa 
como  buras.  En  los  campos  toos  los  achaques  se  curan, 
hasta  la  tis  (enfermedad  es  la  tisis  á  la  cual,  sin  saber  lo 
que  es,  tienen  terror  pánico  los  gauchos).  En  eyos  naides 
ha  visto  májicas  ni  cosas  malas:  solo  en  la  sierra  isen  los 
antiguos,  que  había  salamancas  y  músicas  toitaslas  noches, 
pero  ni  eso  hai  agora  siquiera.  E  día  el  campo  es  de  uno 
y  e  noche  no  hay  cosa  mas  linda,  que  dormirse  sobre  las 
caronas  al  ruido  e  las  pajas.  En  fin  no  se  le  haga  faula  (y 
este  es  el  superlativo  en  las  exajeraciones  de  un  gaucho)  no 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  247 

se  le  haga  faula:  en  los  desiertos  olvida  el  hombre  hasta  la 
ingratitud  y  mala  correspondensia  e  las  mujeres)». 

«  Pero  eñor:  no  hay  que  fiarse  en  toos  esos  halagos,  por- 
que el  campo  es  también  engañoso  como  la  Sirena.  El 
atrai  al  hombre,  lo  encanta  y  lo  aquerencia,  pero  al  fin  él 
se  lo  come.  El  mas  gaucho  viene  por  último  á  dejar  sus 
guasos  blanquiando  entre  las  pajas  ó  á  oriyas  de  una  la- 
guna.» 

Vése  que  el  castellano  ha  sufrido  menos  que  el  inglés,  y 
perdido  menos  letras  al  galope  del  caballo  que  entre  los 
bosques  norteamericanos. 

Viene  aquí  la  bella  descripción  que  Muñiz  hace  del  pai- 
sano á  caballo: 

EL     GAUCHO 

Hombres  errantes,  sueltos  y  sin  domicilio,  cuyo  ejercicio 
es  andar  de  pago  en  pago,  en  las  hierras,  carreras  y  en  las 
casas  ó  tabernas  de  juego,  montando  siempre  en  los  mejo- 
res caballos  que  no  teniéndolos  propios,  los  toman  á  lazo  ó 
con  las  bolas  en  las  manadas  que   pastan  por  los  campos. 

El  primero  y  mas  esencial  artículo  del  catecismo  gaucho, 
es  el  tle  traer  siempre  una  mujer  á  las  ancas.  Esta  jamás 
es  propia,  sino  como  ellos  dicen,  robada,  circunstancia  muy 
importante  y  que  es  mirada  por  ellos  como  muy  honrosa  y 
necesaria;  tal  como  lo  era,  por  ejemplo,  en  el  siglo  del  fa- 
moso caballero,  Don  Quijote. 

Aunque  alguna  vez  sucede  el  difícil  hurto  mujeril  de  al- 
guna estancia  solitaria,  ó  por  sorpresa,  yendo  la  moza  á  la- 
var en  el  arroyo,  ó  con  el  hermano  ó  su  familia  á  algún 
baile  lejano,  lo  mas  general  es  que  la  rolliza  robada  se  va 
por  gusto  ó  por  antojo  con  el  amante  sin  amor,  ó  fugada  de 
la  casa  paterna,  ó   bien  huida  del  enojoso  lazo  marital. 

Cuando  un  gaucho  valiente  se  halla  sin  mujer,  y  le  agra- 
da laque  posee  otro  gaucho,  se  hace  un  punto  de  honor  en 
arrebatársela  por  fuerza  de  armas.  La  pelea  es,  por  de 
contado,  á  muerte  y  victorioso,  si  no  es  muerto  el  agresor, 
se  lleva  en  buena  conciencia  la  prenda  disputada  que,  por 
lo  común,  es  una  adquisición  detestable.  Los  gauchos  todos 
son  ó  deben  ser,  ó  ellos  se  empeñan  en  hacerse    pasar  por 


248  OBRAS    UB   8A.KMIl£lSTO 

enamorados,  como  lo  eran  y  debían  ser  los  caballeros  an- 
dantes de  la  edad  media. 

Al  que  de  ellos  no  le  dá  para  traer  su  charque  (  espresion 
técnica  de  su  catecismo)  á  las  ancas  y  que  no  es  del  todo  un 
pelafustán,  tiene  á  gala  dejar  en  los  ranchos  donde  hay 
mozas,  acá  y  allá,  prendas  de  su  vestido,  ó  lo  que  ellos 
llaman  muda  de  hato.  Esta  muda  se  compone  de  una  mala 
camisa,  y  de  un  raido  calzoncillo,  que  alguna  vez  es  crivado 
con  gusto  en  el  estremo  de  las  piernas,  si  el  dueño  es,  como 
dicen,  mozo  de  prendas. 

Cuando  el  dueño  de  ellas  se  aparece  en  el  rancho  favori- 
to, lo  que  sucede,  por  lo  común,  de  noche,  pues  no  hay  casi 
uno  áque  no  persiga,  por  sus  fechorías,  la  justicia,  lo  prime- 
ro que  practica  la  querida  es  presentarle  su  ropa  limpia  y 
tal  vez  por  esquisito  favor,  un  pañuelo  de  taparse  ella  para 
que  lo  ponga  de  chiripá;  con  estos  arreos  el  recien  venido 
se  muda  en  el  acto;  si  la  noche  no  está  muy  fria  afuera  del 
rancho,  al  reparo,  por  lo  jeneral,  del  mojinete.  Entra  des- 
pués orgulloso  y  resquebrajando  el  cuerpo,  en  la  cocina,  y 
si  hay  guitarra  que,  aunque  sucia,  no  suele  faltar,  se  le  hace 
el  obsequio  de  una  décima,  oficio  que  desempeña  con  gusto, 
por  lo  regular,  la  doncella  predilecta.  Mientras  hierve  la 
mazamorra,  ó  se  tuesta  el  asado  para  la  cena,  el  gaucho 
con  el  mate  cimarrón  (sin  azúcar)  que  no  cesa  de  chupar, 
refiere  en  su  estilo  fanfarrón  y  parabólico  sus  aventuras 
durante  la  ausencia.  Cuenta  hiperbólicamente  cuantos 
tajos  ha  dado  en  sus  pendencias  desaforadas;  la  burla  que 
hizo  de  la  justicia;  y  tomando  con  irónica  mansedumbre 
permiso  de  las  damas  presentes,  refiere  el  caso  en  que,  por 
desleal,  castigó  á  una  mujer  cortándole  el  pelo;  al  que  por 
buscar  camorra  ó  por  desquitarse  del  tocador  que  le  arreba- 
taba las  miradas  ó  los  aplausos  de  alguna  de  las  asistentas 
de  que  se  había  él  de  paso  enamorado;  el  baile  en  que  trozó 
las  cuerdas  y  el  susto  que  recibieron  los  concurrentes 
cuando,  habiendo  apagado  las  velas,  ganó  la  puerta  con  el 
facón  en  la  mano  é  impuso  pena  de  la  vida  al  que  atravesa- 
ra los  umbrales  del  fandango. 

Sigue  la  cena,  que  es  frugal  en  número  de  platos  y  en  su 
calidad,  pero  que  en  cantidad  escede  un  regular  guarismo 
de  libras;  y  concluida  tiende  él  su  recado  para  dormir  sobre 
las  caronas  y  jergas,  húmedas  aun  por  el  sudor  del  caballo. 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  249 

La  enamorada  suele  añadir  al  duro  lecho,  en  las  noches  de 
invierno,  un  poncho  ó  frazada,  de  suyo  señal  de  distinción 
que  se  agradece  en  frases  mas  bien  jesticulativas  que  es- 
presas, ye  apelotonan,  para  dormir,  los  de  la  familia,  chico» 
y  grandes,  padres  é  hijos  en  cama  común;  algún  gato  6 
perro,  en  que  abunda  la  casa,  se  asocia  por  honor  á  la  tran- 
quila compañía  durmiente.  Se  apaga,  á  poco  rato,  el  negro 
y  humoso  candil;  iiuyen,  cou  la  oscuridad,  los  temores,  los 
fútiles  respetos  y  los  molestos  escrúpulos  sobre  la  propie- 
dad; y  en  las  tinieblas  de  aquel  rancho  tan  semejante  á  la 
tienda  del  tostado  beduino,  plantada  en  el  desierto;  parece 
que  revivieran  las  libertades  de  la  ley  patriarcal  y  que  se 
restituyera  al  mundo  la  comunidad  de  bienes,  personas  y 
propiedades. 

El  vijilante  huésped  deja  el  lecho  al  amanecer;  echa  un 
ojo  atento  y  examinador,  ayudado  aún  del  crepúsculo,  sobre 
el  campo  en  que  pudiera  ocultarse  alguna  soldadesca  en 
su  busca;  toma  mate  y  ensilla  su  caballo  para  descubrir 
mas  horizonte  ó  marcharse  si  anda  de  prisa.  Cuando  ha 
de  permanecer  arranchado  por  algunos  dias,  si  teme  alguna 
sorpresa,  no  aleja,  ni  aun  de  dia  su  caballo  de  las  casas,  y 
de  noche  no  lo  aleja  de  si  dejándolo  ensillado,  ó  al  menos 
con  él  freno  puesto.  En  circunstancias  tan  peligrosas  é 
inseguras,  él  mismo  duerme  ora  solo,  ora  acompañado  de 
la  constante  y  curtida  compañera,  á  campo  raso.  Antes  de 
partir,  revista  menudamente  su  apero,  por  si  es  preciso  re- 
mudar alguna  pieza,  como  una  abajera,  un  tiento,  etc.  Sobre 
todo  llaman  su  atención  el  lazo  y  las  bolas,  las  cuales  re- 
para con  el  mayor  cuidado  y  prolijidad.  El  facón  aunque 
siempre  cortante  y  aguzado,  lo  afila  por  precaución,  si  en  la 
casa  hay  buena  piedra. 

Si  es  gaucho  alzado  y  que  no  puede  llegar  sino  á  casas  de 
su  confianza,  porque  haya  cometido  algún  gran  desaguiza- 
do,  como  dar  muerte  á  alguno,  en  justa  ó  injusta  lucha, 
haber  peleado  á  la  justicia,  y  quizá  despachado  al  otro  mun- 
do al  Alcalde  que  le  perseguía;  si  es  gaucho  de  este  jaez, 
excita  desde  luego,  mas  que  en  otro  caso,  la  simpatía  del 
dueño  de  casa,  é  interesa  y  mueve,  sobre  todo,  la  tierna 
sensibilidad  de  las  damiselas,  sino  semihombrunas,  fragan- 
tes á  humo  y  requesón,  que  han  admirado  con  vivo  entu- 
siasmo sus  ponderadas  hazañas. 


250  OBRAS   DE   SARMIENTO 

Estas  piadosas  mujeres  le  hacen,  con  un  mal  encubierto 
rubor,  sus  presentes  á  la  despedida.  Esta  noble  y  jenerosa 
demostración  aumenta,  como  es  de  presumir,  la  gratitud 
del  héroe,  que  con  estudiada  melancolía  se  ausenta  de 
ellas.  Le  piden  afanadas  unas,  la  rugosa  chuspa  para  sur- 
tirla de  tabaco.  Supuesto  que  son  poco  melindrosas  como 
Maritornes  la  doncella  del  castillo  encantado,  enamorada 
perdida  por  D.  Quijote,  son  fumadoras  de  oficio.  Otras  les 
proveen  de  yezca,  hecha  de  algodón  ó  de  retazos  de  alguna 
enagua  hilachosa,  cuya  memoria  la  acepta  como  un  favor 
distinguido  y  como  un  confortativo  de  su  virtud  y  flaca 
fidelidad  del  ntarrajo  y  aventurero  gaucho.  Le  aprovisionan 
la  maleta  con  alguna  yerba  mate,  papel  para  cigarros,  al- 
gún fiambre  asado,  etc.  y  creciendo,  con  la  proximidad  de 
la  separación,  las  sensaciones  penosas  en  las  dueñas  dolo- 
ridas, el  apasionado  andante  abrevia  el  crítico  momento. 
Se  despide  en  ronca,  semicontristada  y  desapacible  voz 
afectando  un  dolor  que  no  siente;  promete  volver  á  verlas 
pronto  y  presentarles  los  despojos  de  algún  vencido  caba- 
llero; y  encarga,  por  último,  le  alisten  la  muda  de  ropa  que 
í^eja,  y  que  no  den  noticias  de  él  si  preguntaren  el  alcalde 
ó  los  corchetes  por  su  persona.  Parte,  y  las  tristes  acui- 
tadas y  sin  pudor  doncellas  hacen  fervientes  votos  porque 
la  justicia  no  le  encuentre,  ó  porque  antes  que  tal  des- 
gracia acontesca  acuchille  su  favorecido,  sin  piedad  y  sin 
menoscabo,  y  haga  pasar  de  este  al  otro  mundo,  en 
buena  ó  mala  hora,  á  todos  los  alcaldes,  esbirros  y  justicias 
de  la  tierra. 

Cuando  el  gaucho  tiene  que  pelear  en  medio  del  campo, 
porque  tropiece  allí  con  su  adversario  ó  porque  salga  de 
los  ranchos  en  desafío  por  la  misma  ú  otra  causa,  lo  que 
sucede  comunmente  por  disputa  en  el  juego  ó  por  querer 
apropiarse,  de  grado  ó  por  fuerza  de  una  ruin  mujer,  lo  pri- 
mero que  hace  es  manear  bien  su  caballo,  de  modo  que 
quede  en  completa  seguridad  y  dirijiéndose  al  punto  del 
combate  envuelve  el  poncho  en  el  brazo  izquierdo  y  el 
facón  desnudo  en  la  mano  derecha,  preludia  la  pelea  con 
algunos  denuestos  de  los  que  ellos  usan,  cuando  irritados. 
Escaramucean  algún  tiempo  y  luego  unen  de  frente  el  pié 
que  avanzan  sobre  el  del  contrario  á  lo  que  llaman  pelear 
pié  con  pié.    Principia  la  riña  echándose  atrás  el  sombrero 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  251 

Ó  bonete  por  golpes  de  corte  que  prefieren  por  lo  regular,  á 
la  estocada.  Su  destreza  en  abroquelarse  con  el  poncho  ó 
parar  las  cuchilladas  con  el  arma  igual,  bajo  este  último 
respecto  á  la  del  mejor  espadachin  europeo. 

Acontece  muchas  veces,  que  llegan  á  un  estremado  can- 
sancio y  hasta  acordarse  mutuamente  treguas,  sin  haber 
llegado  á  herirse,  tío  obstante,  que  el  poncho  esté  cribado  y 
la  arma  señalada  en  mil  partes  por  la  del  contrario.  Si  uno 
de  los  combatientes  cae  penetrado  de  una  estocada,  su  con- 
trario suele  perdonarle  la  vida,  aunque  no  es  estraño  que 
en  vez  de  usar  con  él  esta  noble  jenerosidad,  le  ultime  de- 
sapiadamente  rendido. 

El  gaucho  en  sus  peleas  ordinarias,  cuando  un  gran 
motivo  de  rencor  ó  un  ciego  rapto  de  cólera  no  le  pone 
las  armas  en  la  mano  y  le  decide  á  matar,  cuando  solo 
riñe  por  ebriedad  ó  por  otras  causas  á  la  vez,  se  vana- 
gloria, ó  como  se  dice  entre  ellos  hace  gala  de  herir  en 
la  cara  á  su  contendor.  Su  designio  no  es  seguramente  el 
destruir  la  hermosura  facial  de  aquel  —  como  pretendía 
César  cuando  recomendaba  á  sus  soldados  de  herir  en  la 
cara  á  los  de  Pompeyo,  sino  el  imprimir  en  su  rostro 
detestable,  la  marca  de  su  valentía. 

Si  es  en  efecto  satisfactorio  y  honroso  para  estos  perdo- 
navidas el  inferir  literalmente  estas  defigurativas  señales, 
el  recibirlas  es  una  mengua  y  el  llevarlas  un  signo  de 
menosprecio.  Para  evitar  en  lo  posible  tamaño  baldón,  y 
agilitarse  en  los  quites  y  manejo  de  la  arma  blanca,  corta, 
se  ejercitan  desde  la  edad  de  8  á  10  años,  en  lo  que  llaman 
barajar,  algunas  veces  con  la  mano  limpia  pero  lo  mas 
común  y  ya  desde  el  principio  con  el  cuchillo. 

Por  esta  práctica  continuada  con  esmero  y  asiduidad, 
adquieren  una  gran  facilidad  y  soltura;  mucha  ejecución 
y  una  flexibilidad  pasmosa  en  la  cintura,  que  es  el  eje  de 
toda  su  acción  y  movimientos.  De  aquí  resulta  el  proverbio 
de  cuerpo  de  gato  para  designar  entre  ellos  un  hombre  muy 
ágil  y  suelto  de  cuerpo. 

En  realidad  uno  de  estos  cuerpo  de  gato  batiéndose  contra 
una  espada  ó  un  florete  sería  un  enemigo  respetable.  El 
poncho  que  por  una  parte  garantiza  el  cuerpo  del  que  lo 
lleva,  puede  contribuir  por  otra  parte  para  separar  la  arma 
que  es  larga,  preparando  un  golpe  mortal  al  que  la  maneja. 


252  OBRA^   DE   SARMIENTO 

Los  gauchos  que  son  generalmente  de  mucha  vista,  lijereza^ 
y  que  saben  perfectamente  el  manejo  del  poncho,  suelen 
teniéndolo  asido  por  una  punta  arrojarlo  de  súbito  y  con 
fuerza  á  la  cara  de  su  contendiente,  y  clavar  en  aquel 
instante  indivisible,  el  cuchillo  dando  muerte  con  él.  Esta 
arma  es  también  en  igualdad  de  circunstancias  menos 
embarazosa,  de  mayor  celeridad  ofensiva;  teniendo  mayor 
seguridad  en  la  dirección  que  se  le  dé  sobre  la  parte  de 
herir,  y  hasta  puede  usarse  en  un  lugar  estrecho,  mejor 
que  otra  arma  de  mayores  dimensiones. 


CAPITULO  IX 

ORTOGRAFÍA   Y  PROSODIA 

De  Ortografía  como  de  Paleontología,  se  ha  ocupado  el 
doctor  Muñiz,  y  no  seré  yo  el  que  deje  á  un  lado  por  su- 
perflua  la  comunicación  dirigida  al  célebre  literato  espa- 
ñol Martínez  de  la  Roza,  Presidente  por  entonces  de  la 
Academia  de  la  Lengua,  reprobando  la  obstinación  en  con- 
servar el  signo  X,  en  los  casos  que  enumera. 

Las  cuestiones  ortográficas,  preocupan  hoy  al  mundo  in- 
glés y  alemán,  porque  se  ligan  á  la  cultura  de  las  grandes 
masas  humanas,  para  las  que  es  condición  esencial  de  la 
vida  moderna  saber  leer  y  escribir,  y  conviene  para  leer 
fácilmente  las  palabras  escritas  ellas  digan  los  sonidos  que 
repetirá  la  voz  humana,  y  que  para  escribir  sin  dar  que 
reír,  el  pobre  peón  ó  lavandera  que  hace  su  lista  de 
ropa,  no  tengan  necesidad  de  diploma  de  la  Univer- 
sidad. 

La  otra  circunstancia  que  debe  consultar  la  escritura  es 
la  economía  de  tiempo  en  escribir.  Un  octava  parte  de  las 
letras  del  inglés  escrito  no  se  pronuncian,  y  un  vigésimo  de 
tiempo  se  pierde  con  muchísimo  fastidio  en  volver  atrás  á 
poner  acentos  superfluos  en  el  castellano.  ¿Qué  significa 
sino  que  es  gente  ociosa  y  sin  larga  vista,  la  que  ha  acon- 
sejado ahora  poner  acento  en  razón,  corazón,  acción,  can- 
ción, noción,  etc.? 

Todas  las  lenguas  tienen  esta  terminación  y  á  nadie  le  ha 
ocurrido  poner  un  signo,  como  en  las  Estaciones  una  señal 
roja,  avisando  que  hay  peligro,  no  sea  que  el  lector  desca- 
rrile, encontrando  peroración,  vaya  á  leer,  si  es  español, 
peroración  ó  peroración! 

No  hace  mucho  que  un  sabio  prusiano,  descendiente  de 
.francés,  propuso  crear  para  el  alemán   que  lo  hay  alto  y 


254  OBRAS  DE  SARMIENTO 

bajo,  popular  de  hablar  y  clásico  de  escribir,  una  Academia 
de  la  Lengua,  idea  que  fué  unánimente  rechazada,  mos- 
trando que  tales  corporaciones  son  una  remora  y  un  obs- 
táculo: y  que  su  ociosidad  misma  las  induce  por  hacer  sen- 
tir su  presencia  á  estar  creando  preceptos  ridículos  y  con- 
trarios por  lo  general,  al  espíritu  de  la  época  y  los  progresos 
de  la  lingüística. 

La  Academia  de  la  lengua  castellana,  perteneciente  á  un 
sistema  de  gobierno  que  pasó,  defendiendo  dogmas,  conde- 
nando heregías,  sigue  haciendo  que  hace  algo;  y  no  sa- 
biendo que  hacer,  está  inventando  acentos,  ó  reteniendo 
letras  que  se  van,  se  caen  de  las  palabras,  como  es  de  la 
índole  de  todas  las  lenguas  que  buscan  abreviar  sus  modos 
y  conjugaciones,  eliminar  cacofonías,  y  simplificar  su  gra- 
mática. En  tiempo  de  Cervantes  se  escribía,  como  se  pro- 
nuncia hoy  y  escriben  y  pronuncian  las  demás  naciones, 
della,  y  otros  síncopes  como  l^cwenir  del  francés,  el  nella  del 
italiano. 

¿Porqué  reforzar  la  lengua  ó  decir  de  ella,  que  le  cuesta 
infinito? 

No  entraré  muy  adentro  en  esta  cuestión  ortográfica, 
de  que  me  ocupé  desde  mi  juventud  en  la  Universidad  de 
Chile,  avanzando  un  poco  mas  el  sistema  de  reformas  que 
traía  la  lengua,  obteniendo  con  el  caloroso  y  erudito  apoyo 
del  literato  y  miembro  de  la  Academia  de  la  Lengua,  An- 
drés Bello,  regularizarlas  irregularidades  de  la  ¿/griega,  la 
g  en  ge  g*i  y  poco  mas. 

Movíanos  á  ello  el  deseo  de  ahorrar  trabajo  inútil  á  los 
niños, y  tiempo  perdido  á  los  adultos.  A  los  que  en  Amé- 
rica pugnan  por  tender  la  cerviz  al  yugo  de  la  Academia  es- 
pañola en  la  incultas  é  ignaras  adulteraciones  de  la  ortogra- 
fía, les  informaré  de  algo  muy  práctico  que  puede  preve- 
nirles contra  los  prestigios  de  lo  lejano,  de  lo  tradicional, 
de  lo  europeo. 

Don  Andrés  Bello,  que  hasta  su  muerte  persistía  en  la 
utilidad  y  necesidad  de  las  simplificaciones  de  la  ortografía 
racional,  había  intentado  en  Londres  para  la  América  con 
muchos  otros  españoles  peninsulares,  entre  ellos  Puig 
Blanc,  estas  mismas  reformas,  popularizadas  por  medio  de 
las  numerosas  publicaciones"  de  Ackerman.  Desques  fué 
nombrado    miembro  de  la    Academia,    con  Baral   y  otros 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  255 

americanos,  pues  no  había  por  entonces,  muchos  Martínez, 
de  la  Rosa,  ni  literato  alguno  de  nota  en  el  seno  de  la  Aca- 
demia, que  por  la  autoridad  de  sus  escritos,  mereciese  el 
título  de  hablista.  Cuando  estuve  en  Madrid  en  1846,  tuve 
ocasión  de  hablar,  pues  se  mostraban  escandalizados,  con 
varios  miembros  de  la  Academia  de  la  Lengua,  recordando 
hoy  los  nombres  de  don  J.  Joaquín  de  Mora,  de  Hartsem- 
buch,  de  Aribau,  de  Salva,  de  algunos  de  los  cuales  conservo 
autógrafos  y  composiciones  en  mi  álbum  de  viajes,  y  todos, 
todos,  sin  encontrarse  uno  solo,  concluían  una  discusión  so- 
bre las  razones  que  habían  prevalecido  en  la  Facultad  de 
Humanidades  de  Chile,  presidida  por  el  hablista  y  lenguista 
Bello,  con  decir:  «yo  no  me  he  ocupado  de  estas  cuestio- 
nes, etc.»  Así  son  las  Academias.  Uno  diserta,  los  otros 
hallan  excelente  y  votan,  como  en  las  Cámaras  hechas  por 
Gobernadores  y  Presidentes.  Era  la  verdad  que  nadie 
mostraba  saber  que  la  ortografía  ha  seguido  en  las  diver- 
sas naciones  europeas  rumbos  distintos,  é  influencias  his- 
tóricas, tales  como  la  incorporación  del  griego  en  el  cu- 
rriculode  la  enseñanza  en  Alemia,  Inglaterra  y  Francia,  su 
ausencia  en  Italia  y  España,  y  por  tanto  la  supresión  de 
las  letras  que  representaron  sonidos  en  griego  como  phthysiSi 
psichülogía,  geograph,  chimera,  etc.  Que  hay  ortografías 
tradicionales,  etimológicas,  paralíticas,  jeroglíficas,  mien- 
tras que  las  hay  ó  fónicas  como  el  italiano,  ó  mistas  ten- 
diendo á  fónicas  como  la  castellana;  pero  que  todo  está  re- 
gido por  los  recientes  estudios  que  han  llevado  á  crear  una 
ciencia  del  lenguaje,  que  descompone  las  palabras  para  en- 
contrar las  raíces  comunes  á  muchas  lenguas,  y  la  razón 
porque  se  usaron  ciertas  combinaciones  de  letras  como  ph, 
de  donde  salen  filisteos  y  Palestina. 

La  cuestión  suscitada  por  Muñiz  está  todavía  pendiente 
en  la  lengua  castellana,  y  hoy  la  Academia,  compuesta  me 
lo  temo  de  haraganes  políticos,  como  nuestro  Consejo 
de  Educación  Nacional  que  ya  también  ha  metido  su  cu- 
chara puerca  en  el  plato,  tiende  á  mantener  el  uso  de 
la  X  hasta  en  ausilio,  y  ahora  vemos  en  Xuarez,  Mé- 
xico, etc. 

Yo  he  intentado  en  Conflictos  y  armonías  de  las  razas  en  Amé- 
ricat  y  apoyado  en  ello  por  mi  amigo  don  Clodomiro  Quiro- 
ga  que  es  un  hablista  argentino,  desterrar  absolutamente 


256  OBKAS    DE    SAKMIENTO 

la  X  de  la  ortografía  española.  Hágolo  en  beneficio  de  mis 
niños,  y  de  los  pobres  de  solemnidad  en  materia  de  etimo- 
lojías,  los  nuevecientos  noventa  y  nueve  mil  entre  diez 
mil  americanos y  españoles,  que  no  >  nos  embro- 
men. 

La  traslación  al  castellano  del  sonido  s  y  sus  afines  ha 
costado  gran  trabajo,  pues  resístelo  la  índole  de  la  lengua. 
No  puede  decirse  en  castellano  scipion,  sciencia,  spectdculo,  y 
ha  sido  necesario  ó  una  e  para  liquidarla  Escipion  ó  supri- 
mirla como  ciencia,  etc. 

Viene  enseguida  su  combinación  con  e  (qu) — ec-sperien- 
cia,  ec-samen.  Y  aquí  principian  las  sutilezas.  ¿Debe  decirse 
ecsamen  ó  egsámen?  El  canónigo  Borrego  (que  carnero  y 
no  borrego  debía  ser)  tronaba  contra  los  que  pervertían  la 
belleza  de  su  lengua  y  pronunciaban,  como  cualquier  tío 
estrangero  en  lugar  de  ex-ecs-tranjero,  ex-ecs-periencia,  ex- 
cs-tremo. 

¿Cuáles  son  las  tendencias  de  la  lengua? 

Basta  estudiarla  en  la  traducción  del  latín. 

Las  palabras  terminadas  en  us  dejeneran  en  o,  menos 
esfuerzo.  Acutus-agudos;  la  c  se  hace  g,  porque  es  menos 
preciso  el  movimiento;  por  la  misma  causa  la  í  latina  pasa 
á  ser  d,  mas  suave  ó  menos  precisa  en  castellano;  la  p 
se  traduce  en  b,  como  de  lupus,  lobo,  mas  floja  la  b,  mas 
floja  la  u  suprimida  la  s  final,  que  el  italiano  suprime  en 
todos  los  casos.  Es  tal  la  repugnancia  del  castellano  á  los 
sonidos  fuertes,  consonantes  y  determinados,  que  ha  cam- 
biado las  letras  y  hecho  vocales  de  consonantes,  toda  vez 
que  el  pueblo  tiene  que  manosear  ciertas  palabras.  Asi  de 
afecto  ha  hecho  afeuto;  de  actos  autos;  de  lectus  lecho;  direc- 
tus,  derecho;  de  baptismo  bautismo,  dejando  anabaptista,  de 
relox  re/o,  de  complot  compló. 

Así  se  esplica  como  es  egsáinen  y  no  ec-samen  la  pronun- 
ciación del  ex  latino  según  quieren  los  educados,  como  el 
Chacho  decía  los  decentes,  para  cuyo  alojamiento  tenia  una 
mediana  (Academia),  al  lado  de  su  rancho.  Sucede  lo  mis- 
mo con  guevo,  gueso,  y  el  diptongo,  tenga  ó  no  tenga  hache, 
pues  la  g  la  produce  la  posición  anterior  de  la  boca,  antes 
de  hacer  la  forma  déla  u,  para  producir  we,  que  no  puede 
sin  pararse  un  momento  desligar  de  los  sonidos  anterio- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  257 

res.  Ya  nos  había  ocupado  en  Chile  esta  ociosa  cuestión, 
y  resuéltola  con  don  Andrés  Bello,  aunque  no  con  la  jenera- 
lidad  que  yo  he  querido  en  mi  práctica. 

Buenos  Aires,  20  de  Abril  de  1845. 
Galle  del  Perú  n»  7. 

Al  Extno.  Sr.  Don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa^  Director  de  la  Real 
Academia  Española,  etc. 

Excelentísimo  Señor. 

Prevalido  de  la  franqueza  jenial  y  noble  índole  con  que 
la  fama,  hasta  en  estos  países  remotos,  caracteriza  á  V.  E., 
me  atrevo  señor,  no  á  censurar,  (porque  esto  seria  un  es- 
candaloso é  irremisible  atentado)  sino  á  observar  á  esponer 
dudas  sobre  el  contesto  del  4°  y  5°  párrafo  del  prólogo 
de  la  8*  edición  del  Diccionario  de  la  lengua  castellana. 

Se  trata  en  el  primero  de  estos  párrafos  de  desechar  la 
sílaba  es  que  escriben  por  ^¿r  algunos  impresores,  poniendo 
en  su  virtud  estraño  por  extraño,  pretesto  por  pretexto,  etc. 
Dicen  los  Señores  Académicos,  que  no  es  jeneral  esta  alte- 
ración, y  que  se  confunden  por  ella  varias  voces  de  dife- 
rente significado  como  espiar  con  expiar,  y  que  en  vez  de 
suavizarse  la  pronunciación  de  aquella  se  afemina  así  el 
idioma,  y  se  le  priva  de  su  noble  y  varonil  robustez. 

Observaré  aunque  con  el  mayor  respeto  á  tan  alta  autori- 
dad, que  los  innovadores  escribirán  el  segundo  verbo  con 
es  en  lugar  de  x  para  distinguirlo  en  la  escritura  y  pro- 
nunciación del  primero.  Fácil  es  conocer  entonces  la 
diversidad  de  pronunciación  al  espirar  la  sílaba  es  de  espiar, 
llevando  la  lengua  horizontal  contra  los  dientes,  y  cuando 
se  contrae  ligeramente  presentando  su  convexidad  al  pala- 
dar, para  articular  la  silaba  ees  de  expiar.  De  este  modo  la 
escritura  conviene  exactamente  con  la  pronunciación  y  no 
se  advierte  el  guturalismo  de  la  x  tan  aproximado  al  de 
las  lenguas  consonantes  del  Norte  de  Europa. 

Hasta  ahora  nadie  ha  pensado  en  la  imperfección  ó  debi- 
litación de  tantas  voces,  que  se  escriben  con  la  sílaba  es, 
fuera  de  aquellas  en  que  suplen  los  innovadores  con  ella 
«1  ex,  que  menciona  la  ilustre  Academia.    En  la  sustitución 

Tomo  iliii.— 17 


258  OBRAS   DB   SARMIENTO 

del  es  por  el  ex  se  regulariza  la  pronunciación,  y  se  hace 
mas  clara,  fija  y  fácil.  No  hay  quien  no  pronuncie  distinta 
y  exactamente  aun  los  niños,  espuesto,  estender  ó  espiar,  por 
purificarse,  pues  es  cierto,  que  no  todos  pronunciarán  con 
la  debida  precisión,  expiar,  expresar^  extender,  siendo  fácil 
dar  á  la  ¿c  el  sonido  de  la  g  ó  j. 

En  el  segundo  párrafo  de  los  que  observo,  dice  la  ilustre 
Academia:  que  ninguna  razón  justifica,  ni  se  sigue  la  mas 
leve  utilidad  ó  ahorro  en  la  repugnante  manía  de  escribir 
con  es  las  sílabas  xa,  xen,  xi  como  en  examen,  exento,  eximio 
poniendo  en  su  lugar  ecsamen,  ecsento,  ecsimio.  Desterrada, 
prosigue  la  noble  Academia,  la  x  de  las  voces  en  que  repre- 
sentaba el  sonido  de  la  j,  su  pronunciación  es  fija,  conocida 
y  uniforme,  sin  que  en  ningún  caso  ofresca  duda  ni  ambi- 
güedad. ¿Qué  razón  hay,  pues,  para  echarla  del  alfabeto? 
Aún  cuando  su  sonido  fuese  idéntico,  continúa,  al  de  es 
que  no  lo  es  en  rigor,  pues  mas  se  acerca  al  de  gs  ¿qué 
economía  ó  ventaja  trae  al  amanuense  ó  al  impresor  el 
emplear  dos  letras  en  lugar  de  una  sola?  Esto  sobreño 
representar  con  exactitud,  añade,  la  verdadera  pronuncia- 
ción de  la  X  complica  la  escritura  en  vez  de  simplificarla,  y 
de  tal  modo  desfigura  las  palabras  españolas,  que  parecen 
de  alguno  de  los  idiomas  septentrionales. 

Parece  en  primer  lugar,  que  si  el  sonido  de  la  x,  se  acerca 
mas  al  de  gs  que  al  es  se  pronunciaría  ó  aproximadamente: 
egsito,  egsaminador,  egsótico,  egsimir,  etc.  ¿Pero  quién  podrá 
sufrir  un  guturalismo  tan  estravagante,  y  tan  contrario  á 
la  suave  y  elegante  dicción  del  idioma?  Lo  que  á  nadie 
disgustaría  de  oír,  lo  mas  conforme  á  la  seria  pureza  y 
sencillez  del  lenguaje  sería  en  vez  de  aquella  la  siguiente 
escritura  y  su  adecuada  pronunciación,  ecsitOf  ecsaminador, 
ecsótico,  ecsimir  sonando  la  x  del  modo  que  espresa  la  noble 
Academia,  en  vez  de  evitar,  como  se  pretende  con  la  x  el 
septentrionalismo,  se  incide  perentoriamente  en  él.  El 
sonido  de  las  consonantes  gs  unidas  es  fuerte,  desapacible 
y  gutural,  escitándose  sobre  la  úvula  ó  campanilla  cierta 
vibración,  al  producirle.  La  pronunciación  de  la  c  s  es  como 
natural  y  sin  esfuerzo,  consiste  en  la  epinalacion,  apenas 
modificada,  del  aire  pulmonar:  su  sonido  es  grato  y  suave 
por  consiguiente. 

La  varonil  é  indestructible  robustez  del  castellano  estriba. 


FRAJÍCISCO  J.    MUÑIZ  259 

no  en  una  ú  otra  sílaba  escrita  de  tal  ó  cual  modo,  sino  en 
la  sublimidad,  en  la  arrogante  valentía  y  variedad  de  sus 
conceptos  y  frases;  en  la  facilidad  de  alocución  que  permite 
su  abundancia  y  su  inconcebible  flecsibilidad,  en  la  tras- 
posición ó  cambio  de  espresion  y  vehemencia  en  el  racioci- 
cio,  á  lo  que  propende  la  multitud  de  sus  figuras  y  de 
acepciones  metafóricas,  etc. 

Por  otra  parte,  las  palabras  citadas  y  otras  que  se  escri- 
ben con  X  derivan  del  latin,  y  en  este  idioma  es  evidente 
la  equivalencia  de  c  s  que  se  da  á  aquella  letra,  en  la  pro- 
nunciación. 

Además,  aquel  modo  de  escritura  es,  si  no  me  engaño, 
deficiente  en  nuestro  idioma,  pues  á  pesar  de  cuanto  se 
diga,  siempre  será  forzado  ó  convencional  el  sonido,  que  en 
aquellas  voces  se  dé  á  la  x.  Al  contrario  parecen  natural  y 
conforme  al  genio  del  idioma,  que  es  escribir  como  pro- 
nunciamos poner  ecspiar  por  purificarse  ó  borrar  nuestras 
culpas.  La  misma  lengua  encuentra  y  declara  cómoda  y 
llanamente  las  letras,  que  entran  en  el  silabeo;  sin  echarse 
á  buscar  otras  supletorias  y  cuya  acepción  de  sonido,  en 
cuanto  representa  lo  que  se  habla,  es  como  queda  dicho, 
preternatural  ó  de  puro  precepto. 

Se  emplean  dos  letras,  verdad  es,  en  lugar  de  una  sola, 
pero  no  se  complica  por  eso  la  escritura.  Escribiendo 
como  se  habla,  es  necesario  representar  las  palabras  con 
las  letras  requisitas  á  una  cabal  pronunciación.  Si  se  es- 
cribiese V.  g.  ecsonerur  de  este  modo,  que  es  como  realmente 
se  pronuncia,  hay  dos  letras  por  una,  á  escribirse  con  x,  por 
ser  dos  letras  necesarias;  sin  ellas  la  escritura  y  la  pro- 
nunciación serían  imperfectas. 

Ni  lo  necesito,  ni  es  mi  intento  apoyarme  en  varios  ejem- 
plos de  duplicidad  de  letras  inútiles,  porque  no  se  pronun- 
cian: y  sin  embargo  admitidas  en  la  escritura  actual :  como 
la  h  en  exhumar,  exhortar^  exheredar^  exhibición,  etc.  Los  ama- 
nuenses ó  impresores  (si  es,  que  debe  consultarse  su  co- 
modidad tratándose  de  una  ortografía  mas  perfecta)  au- 
mentarán sí,  su  quehacer  escribiendo  en  estas  y  otras  voces 
letras  superfinas,  lo  que  no  sucederá  figurando  aquellas 
indispensables  ó  que  invierten  como  es  el  mismo  tiempo 
que  una  x  trazada  de  este  modo,  y  mucho  menos  si  esta 
letra  se  figura  de  este  a*,  que  es  lo  mas  usual. 


260  OBRA.S  DE  SARMIENTO 

Que  la  X  se  conserve  enhorabuena,  ya  que  es  necesaria: 
porque  sea  en  los  casos,  que  como  dice  la  célebre  Academia 
su  pronunciación  es  fija,  conocida  y  uniforme,  cuando  no 
ofrezca  duda  ni  ambigüedad,  ni  ofenda  la  suavidad  del 
idioma  que  muchas  naciones  quisieran  en  el  suyo,  y  que 
envidian  del  español. 

Bien  me  hago  cargo,  que  luego  se  tropieza  con  el  uso,  la 
antigüedad  siempre  venerable,  la  posesión  de  largos  años. 
Pero  todo  esto  ¿qué  importa,  cuando  se  trata  de  pulir  ó 
rectificar  ciertas  voces,  descartando  letras  inútiles  ó  mu- 
dando en  conveniencia  de  la  pronunciación,  unas  por  otras, 
con  el  objeto  de  desestranjerizar  el  idioma  haciéndolo  mas 
vocal,  mas  suave  y  armonioso  ? 

Es  verdad,  que  los  buenos  autores  debieran  ser  los  mo- 
delos deescri  tura  en  todas  las  lenguas.  ¿Pero  lo  son 
siempre?  El  hombre  de  jenio,  absorbido  en  si  mismo,  se 
ocupa  mas  del  fuego  de  la  inspiración,  del  impulso  que 
lleva  su  espíritu  á  rejiones  ignoradas,  para  averiguar  la 
inmensidad  del  Universo  y  la  sublime  grandeza  de  la  poten- 
cia creatriz,  que  de  las  letras  y  el  modo  como  se  escriben 
las  ideas  profundas,  los  pensamientos  atrevidos  con  que 
interpreta  las  soberanas  leyes  de  la  naturaleza.  Escrito- 
res habrá  también  que  por  no  ser  los  primeros  en  saltar 
la  valla,  dejen  correr  ciertas  palabras  de  escrituras  imper- 
fectas, aun  cuanto  pudieran  contribuir  á  su  mejora,  por  la 
suma  corrección  en  sus  escritos. 

Por  último  la  Real  Academia  es  la  rectora  natural  del 
idioma  castellano,  es  el  conducto  por  medio  del  cual  la 
Nación  Española  y  las  demás  que  hablan  su  lengua,  espe- 
ran se  les  trasmitan  las  reformas  ó  innovaciones  necesa- 
rias, en  la  escritura  y  pronunciación.  ¿Por  qué  necesidad 
deberá  aguardarse,  á  que  tomen  la  iniciativa,  siempre 
espuesta,  uno  ó  mas  escritores  destituidos  de  competente 
autoridad,  por  valioso  que  fuese  su  prestijio,  por  grande 
intruccion  que  tuvieran  en  el  idioma?  Convendrá  que  la 
Academia,  guardián  y  esclusivo  conservador,  asi  como  el 
primer  responsable  de  la  pureza  y  propiedad  de  la  lengua, 
reunión  de  sabios  eminentes  constituidos  en  aquel  carácter, 
por  el  Gobierno  de  la  Nación,  se  detenga,  por  circunspecta 
que  sea  en  sus  pasos,  en  espera  de  que  la  costumbre  ó  el 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  261 

USO,  antes  que  su  autoridad  varien  ó  modifiquen  aquello, 
suceptible  de  alteración? 

Si  es  probable,  que  llegue  á  jeneralizarse,  tarde  ó  tem- 
prano, las  innovacionos  que  apunta  la  ilustre  Academia,  y 
aun  otras  (como  sobre  la  h  en  las  voces  en  que  esta  letra 
es  innecesaria).  ¿No  seria  conveniente  y  oportuno,  preve- 
nir el  movimiento,  ponerse  al  frente  de  la  insurrección 
ortográfica,  dirijirla  y  terminarla,  evitando  así  la  incerti- 
dumbre,  la  anarquía  y  confusión  inherentes  y  cualquier 
cambio,  que  no  se  apoya  sobre  una  base  respetable  y 
conocida? 

Suspendo,  señor  mis  observaciones,  traídas  quizá  á  des- 
propósito, dirijiéndome  á  un  sabio,  cuyo  vuelo  audaz  le  ha 
proporcionado  mensurar,  desde  los  espacios,  sobre  el  gran 
teatro  del  Universo,  el  espíritu  de  las  pasadas  y  de  la  época 
actual,  y  cuyos  escritos,  llenos  de  la  gloria  de  su  genio, 
iluminando  á  su  patria  y  al  orbe,  franquearán  los  límites 
del  tiempo,  para  introducir  á  su  autor  en  los  fastos  de  la 
inmortalidad,  tan  pocas  veces  abiertas. 

Exmo.  Señor  Director. 

F.  /.  Muñix. 


CAPÍTULO    X 

EL    TERREMOTO  DE    1845— DISCURSO   EN  HONOR  DE  LaVALLE 

«  El  autor  lamentaba  no  haber  conocido  la  descripción  del 
terremoto  de  1845,  mencionado  en  los  papeles  del  Dr.  Muñiz 
y  publicada  después  en  el  tomo  2°,  página  300  de  \b.  Revista 
Pairióticade  Buenos  Aires  (1888).  Agregamos  esta  valiosa  pie- 
za con  el  comentario  de  aquella  revista. 

«El  Dr.  Muñiz  fué  nombrado  por  decreto  fecha  Enero  18 
de  1861  por  el  Gobierno,  en  compañía  del  Dr.  Hilario  Almei- 
ra,  para  trasladar  á  la  urna  en  que  hoy  descansan,  los  res- 
restos  del  General  Lavalle  y  pronunció  un  discurso  cuya 
lectura  complementará  la  hermosa  figura  del  Dr.  Muñiz  y 
que  agregamos  á  esta  publicación,  seguros  de  que  Sarmien- 
to lo  hubiera  hecho. 

(El  Editor). 

OPORTUNO    RECUERDO  DE    UN  SABIO  ARGINTINO 

Con  motivo  del  temblor  experimentado  en  el  litoral  del  Plata,  en  la  noche  del  4 
al  S  de  Junio  del  corriente  año,  se  han  producido  diversos  juicios,  mas  o  menos 
interesantes,  procurando  manifestar  las  causas  productoras  del  fenómeno;  pero 
en  ninguno  de  los  escritos  que  al  respecto  han  visto  la  luz  pública,  al  menos  de 
los  que  han  llegado  á  nuestro  conocimiento,  se  ha  hecho  referencia  í  fenómeno 
alguno  semejante,  producido  antes,  sino  en  el  mismo  litoral,  en  comarca  muy 
inmediata  de  nuestro  suelo. 

Nos  referimos  al  que  tuvo  lugar  el  día  19  de  Octubre  de  1845,  en  la  campaña  de 
Buenos  Aires,  de  que  da  noticia  el  escrito  que  insertamos  á  continuación,  debido  á 
la  científica  pluma  de  nuestro  benemérito  por  sus  servicios,  á  la  vez  que  sabio  com- 
patriota doctor  don  Francisco  Javier   Muñiz. 

La  preciosa  descripción  del  fenómeno,  é  interesante  teoría  sobre  las  causss 
que  pudieron  concurrirá  producirlo,  no  dudamos  que  llamarán  la  atención  de  los 
hombres  de  ciencia  que  estudian  el  suelo  de  nuestro  país. 

Por  nuestra  parte  cumplimos  con  el  grato  deber  de  recordar  ese  estudio  olvi- 
dado en  la  oportunidad  última  á  que  nos  hemos  referido,  y  que,  aunque  lo  recor- 
dó, no  lo  pudo  encontrar  el  compilador  d«  los  escritos  cientíñcos  de  nuestro  ve 


FRA.NCÍSCO  /.    MÜÑIZ  263 

nerable  sabio,  para  incorporarlo,  como  correspondía,  al  libro  intitulado  «Vida  y 
escritos  del  coronel  don  Francisco  J.  Muñíz»,  según  el  mismo  compilador  maní- 
flesta  en  la  página  361. 

«Se  ba  perdido,  dice,  la  descripcicn  que  bizo  el  doctor  Muñiz  de  un  temblor  de 
tierra  esperimentado  á  lo  que  parece  entonces  en  Buenos  Aires,  y  de  que  escribió 
á  varias  sociedades  y  aun  á  Darwin,  según  se  lee  en  su  carta». 

Se  vé,  pues,  que  ignoraba  el  compilador  que  el  principal  escrito  referente  al  fe- 
nómeno, había  visto  la  luz  pública  en  el  número  6716  de  la  Gaceta  Mercantil  de 
Buenos  Aires,  correspondiente  al  26  de  Febrero  de  1846,  del  cual  lo  trascribimos. 

Parece  indiscutiblemente  justifleada  esta  reproducción  en  nuestra  Revista,  tan- 
to por  la  circunstancia  indicada  de  creerse  perdida  la  descripción,  como  porque 
no  es  de  buena  ley  el  olvido  de  los  becbos  pasados  junto  con  la  memoria  de  quie- 
nes los  fijaron  perdurablemente  en   nuestros  anales. 

¡damiel  Ricardo  Trelles. 


DESCRIPCIÓN  DEL  FENÓMENO   Y   TEORÍA   RELATIVA 

«Señor  Editor. — Esperamos  se  sirva  usted  admitir  en  las 
columnas  de  su  apreciable  diario  la  siguiente  noticia  de 
un  extraordinario  fenómeno  de  nuestras  Pampas. 

«Como  haya  llamado  la  atención  y  excitado  la  curiosidad 
y  aun  el  asombro  entre  los  habitantes  de  los  partidos  de 
Navarro,  Lobos,  Chivilcoy  y  costa  del  Salado. 

«Como  podría  servir  algún  día  de  apéndice  á  la  Historia 
física  del  país  (*)  ó  bien  interese  bajo  otros  respectos  la  re- 
ferencia de  este  fenómeno  terrestre,  hasta  ahora  inoido 
entre  nosotros:  daremos  de  él  la  noticia  mejor  circunstan- 
ciada, que  nos  fuera  posible. 

«A  las  4  de  la  tarde  del  19  de  Octubre  último,  estando  la 
atmósfera  serena,  el  cielo  despejado,  elevada  la  temperatura, 
se  hizo  repentinamente  sentir  en  una  línea  observada 
desde  la  laguna  del  Socorro,  seis  leguas  al  Oeste  del  Salado, 
y  siete  á  ocho  del  cantón  militar  Mulitas  hasta  el  promedio 
de  los  partidos  lindantes  de  Lobos  y  Navarro,  un  ruido 
subterráneo  asimilable  á  la  ruptura  de  una  nube  que  uni- 
forme en  estrépito,  se  propagara  en  trueno  prolongado  de 


(1 )  Nuestra  Historia  meteórica  ha  recibido  un  lustre  distinguido  por  el  estudio 
y  observación,  que  han  hectio  los  últimos  cometas,  que  aparecieron  sobre  nuestro 
horizonte,  dos  ciudadanos  ilustrados,  amigos  celosos  del  progreso  de  las  ciencias 
naturales;  el  señor  Felipe  Senillosa  y  el  venerable  patriota  y  acrisolado  magistrado 
doctor  don  Vicente  López.    {Nota  de  la  Revista  Patriótica). 


264  OUKA.«    UK    ¡SAKMIKNTO 

Este  á  Oeste,  y  perdiera  al  fin,  su   decreciente  estallido  de 
una  remota  lontonanza. 

«El  Norte  que  reinaba  aquel  día,  movía  apenas  las  pajas 
del  desierto.  El  18  y  20  el  viento  fué  el  mismo  en  fuerza» 
y  el  calor  en  los  tres  días  el  del  verano. 

«Del  16  que  sopló  el  Sur  hasta  el  22  que  saltó  sucesiva- 
mente al  Oeste,  al  Sur  y  al  Norte  y  al  Noroeste,  el  termó- 
metro no  varió  apreciablemente. 

«Solo  cuando  en  la  noche  del  20  sobrevino  un  huracán  del 
Oeste,  seguido  de  una  lluvia  de  4  horas,  la  temperatura  re- 
frescó en  mas  de  un  parado. 

«En  el  largo  trayecto  de  15  ó  mas  leguas  que  se  cuentan 
entre  los  extremos  indicados  (el  Socorro  y  Navarro)  no  se 
notó  la  presencia  de  una  causa  activa  exterior.  El  aire, 
como  queda  dicho,  conservó  allí  una  apacible  circulación, 
y  algo  oscuro  como  cuando,  por  estar  puro  y  seco  en  dema- 
sía, la  luz  se  difunde  menos,  no  ofreció  sobre  el  horizonte 
visual  vapor  vermicular  ú  otro  vestigio  que  ofendiera  al 
bello  azul  de  los  cielos. 

«Como  no  parece  probable  que  aquel  estallido  se  efectuara 
bajo  radios  equidistantes  de  un  centro  común  (condición 
que  no  se  observa  ni  en  aquellos  fenómenos  provenidos  de 
la  actividad  redoblada  de  un  foco  ígneo  permanente,  ó  de 
causas  operantes  por  comunicaciones  subterráneas  de  una 
alta  antigüedad)  es  de  presumir  estando  probada  la  latitud 
del  tronido  en  diez  ó  mas  leguas,  que  su  proyección  longi- 
tudinal fuera  mas  allá  de  las  quince  y  que  se  internara  to- 
davía en  el  desierto. 

«Siendo  del  Socorro  en  adelante  yerma  la  campaña  si  se 
exceptúa  Palantelen,  punto  aislado  pocas  leguas  mas 
afuera;  no  es  posible  recoger  dato  alguno  de  propagación 
sonora  hacia  aquella  parte. 

«La  irradiación  transversal  ó  sea  la  percepción  del  trueno 
en  ese  sentido  está  comprobada  en  aquel  número  de  leguas 
tomando  la  Cañada  Rica  chacra  de  los  hermanos  Julianez 
por  extremo  Norte,  y  por  Sur  el  punto  denominado  Va- 
rrangot,  hoy  poblado  por  don  Esteban  Noriega.  Este  y 
aquellos  señores  testigos  del  fragor  que  fué  allí  bien  sen- 
sible, y  debió  naturalmente  serlo  mas  allá. 

«A  lo  largo  cruzó  el  Salado,  según  se  pudo  calcular  de  su 
mayor  fuerza  y  aparente  centralización  por  aquella  parte^ 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  265 

en  la  inmediación  al  paso  ancho,  no  distante  de  las  piedras, 
y  cerca  de  la  chacra  Romero.  Continuando  hacia  el  Este, 
con  inconcebible  velocidad,  se  perdió  para  el  oido  en  el  in- 
termedio mas  ó  menos  de  aquellas  dos  jurisdicciones. 

«Varios  peones  de  las  provincias,  acostumbrados  á  la  fre- 
cuencia de  los  temblores,  recogían  el  ganado  del  estable- 
cimiento del  capitán  don  Miguel  Casal,  sito  en  las  Encade- 
nadas, 4  leguas  al  Oeste  del  Salado  y  5  á  6  de  Mulitas, 
donde  también  fué  perceptible  el  traquido.  Ellos  uná- 
nimemente aseguran,  lo  mismo  que  otros  individuos,  que 
la  tierra  osciló  sensiblemente.  Los  caballos  que  montaban 
sobrecogidos  de  susto,  ó  como  avisados  de  inminente  peli- 
gro, hicieron  esfuerzos  por  huir  opuestamente  al  rumbo  por 
donde  se  creyó  pasara  el  ruido.  El  que  cabalgaba  el  dueño 
de  la  hacienda,  aunque  muy  manso,  entró  en  viva  agita- 
ción, é  hizo  movimientos  violentos  y  desusados  por  correr 
á  escape. 

«El  ganado  que  conducían  al  rodeo  se  dispersó  á  la  ca- 
rrera, y  los  redomones  atados  al  palenque  en  la  estancia, 
cortaron  los  cabestros  y  dispararon  al  campo. 

«Parece  que  el  trueno  precedió  muy  inmediato,  sino  fué 
por  la  misma  cerrillada  ó  cordón  de  médanos,  que  en  fila 
de  Oriente  á  Poniente,  16  cuadras  al  Norte  de  aquellas  la- 
gunas, y  de  cuya  cercanía  se  apartaba  entonces  el  ganado. 
El  se  sostuvo  en  igual  grado  de  fuerzas  diez  minutos:  dis- 
minuyendo entonces  gradualmente  de  intensidad  terminó 
á  los  quince,  por  un  zumbido  parecido  al  que  produce  un 
trompo  en  movimiento. 

«Los  campesinos  comparan  aquel  estruendo  sorprendente 
al  que  ocasiona  el  disparo  de  una  yeguada  numesosa;  no- 
vedad de  la  cual  no  puede,  en  cuanto  á  la  particular  con- 
cusión que  suscita  en  la  tierra,  formarse  justa  idea  aquel 
que  no  la  presenciara,  y  que  no  hubiera  temido  ser  vícti- 
ma quizá  de  estos  animales,  que  corren  á  veces  por  mi- 
llares y  en  masa  cerrada  por  las  pampas  ó  sábanas,  en 
otras  regiones  de  América. 

«La  credulidad  que  acoje  todo  género  de  invenciones,  ó 
sea  el  deseo  de  hacer  mas  señalados  ó  célebres  aconte- 
cimientos como  el  presente,  propalaron — que  el  aire  subte- 
rráneo hizo  explosión  cerca  de  la  laguna  del  Socorro,  res- 
quebrajando la  tierra  en  aquella  parte.    Las  investigaciones 


266 


OBRAS   DB   SARMIENTO 


del  intelijente  y  activo  capitán  Casal  á  cuya  bondad  debemos 
algunos  detalles   del    caso  han  desmentido  aquel  aserto. 

«Sensación,  pues,  tan  nueva  como  importante,  no  podía 
menos  que  conmover  á  los  habitantes,  quienes  absortos  ó 
ignorando  la  superveniencia,  en  otra  época,  de  igual  acae- 
cimiento, aguardaron  en  profunda  agitación,  el  desenlace 
de  aquel  evento  singularmente  depresivo. 

«Ciertamente  que  su  aparición  en  los  países  sujetos  á 
temblores  habría  esparcido  la  mas  cruel  y  desesperante 
zozobra,  pues  preceden  alguna  vez  á  terribles  sacudimien- 
tos. El  memorable  y  mas  espantoso  terremoto  de  Caracas, 
en  1811,  fué  antecedido  por  un  trueno  y  zumbido  seme- 
jantes. 

«¿Pero  hubo  positivamente,  en  el  caso  que  referimos,  al- 
gún extremecimiento  del  suelo? 

«Nosotros  suspendemos  el  asenso  á  la  afirmación  exhibi- 
da por  varias  personas  contestes  en  el  particular.  Que  hubo 
algo  de  extraordinario  y  afectante  en  él,  distinto  en  poder  y 
en  efecto  del  trueno  tempestuoso,  no  lo  dudamos.  La  cons- 
ternación se  apoderó  extrañamente  de  los  hombres  y  de 
los  brutos:  improvisados  aquellos  por  el  sentimiento  impul- 
sivo de  conservación,  se  lanzaron  de  sus  casas  al  cielo 
abierto,  y  tal  como  si  fueran  amenazados  por  una  catás- 
trofe inexperimentada  y  peculiarmente  imprevista,  son 
dominados  primeros  de  la  irreflexión,  y  cuando  mas  en  cal- 
ma, sin  conciencia  de  lo  ocurrido,  se  preguntaban  todavía: 
¿Qué  ruido  desconocido  fué  aquel  que  terrificó  tan  fuerte- 
mente el  corazón  y  que  sobresaltara  tan  vivamente  á  los 
sentidos?  Los  irracionales  intimados  igualmente  pero  guia- 
dos por  aquella  secreta  inteligencia,  por  aquel  principio 
innato  y  primitivo  que  regala  sus  operaciones,  procuran: 
si  en  sujeción  romper  sus  atadura;  si  en  libertad,  huir  pres- 
tamente hacia  donde  el  racional  supone  mas  remoto  el  pe- 
ligro. 

«Esto  es  algo  mas  de  lo  que  vemos  en  las  mas  recias  tro- 
nadas; cuando  las  nubes  fulminantes  conminan  de  muerte 
á  los  débiles  y  míseros  habitantes  de  la  tierra. 

«El  hombre  teme  y  palpita;  mas  no  huye  al  raso:  quiere 
ocultar  su  pavor  en  el  sitio  mas  recóndito;  busca  á  preser- 
varse por  medios  mas  ó  menos  fútiles  y  alucinantes.  El 
bruto  se  encoge  y  tiembla  ó  contempla  con  admiración  es- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  267 

tupida  los  imponentes  meteoros;  que  restituyen  el  equilibrio 
á  la  naturaleza.  Pocos  de  ellos  se  alejan  del  pasaje  en 
donde  ha  roto,  con  estrepido  formidable  la  nube  eléctrica. 
Mundos  en  trémulos  y  desconocido  silencio  se  petrifican 
unos  y  otros  ante  la  ira  desencadenada  de  los  agentes  que 
vagan  en  la  atmósfera. 

«Ahora,  por  el  contrario  se  clamorea,  se  inquiere  una 
incierta  protección,  no  en  los  rincones  de  las  casas  sino  en 
la  intemperie  y  fuera  del  benigno  techo  de  los  hogares. 

«¿Qué  significan,  pues,  este  proceder  sin  ejemplo,  esta 
simultánea,  indeliberada  y  violenta  impresión?  ¿No  enun- 
ciará un  choque  de  nueva  especie  sobre  el  espíritu,  la  pro- 
funda y  delicada  expresión  de  un  sentimiento  desacostum- 
brado? 

«¿No  se  explica  suficientemente  y  con  propiedad  la  acción 
percuciente  de  la  causa,  en  la  unánime  equiparación  que 
se  hace  de  su  efecto  con  el  estruendo  de  multitud  de  ani- 
males que  recorriendo  en  tropel  batieron  y  extremecieron 
la  tierra? 

«La  analogía  que  se  advierte  entre  el  trueno  en  cuestión 
y  aquellos  que  preludian  alguna  vez  las  convulsiones  terrá- 
queas en  los  países  minados  y  en  frecuente  agitación  por 
los  fuegos  subterráneos  ¿no  supone  la  probabilidad,  apesar 
de  no  ser  una  misma  la  agencia,  ni  en  igual  escala  el  resul- 
tado á  su  esfuerzo,  que  la  tierra  vibrara  algo  en  el  caso 
presente?  Esta  consideración  importa  mas  todavía,  si  se 
reflecciona  que  un  trueno,  como  el  del  19  uniforme  en  es- 
tampido y  terminando  en  ronco  y  obtuso  estri<ior;  si  se 
exceptúan  pocos  casos,  presagia  sacudimientos  débiles. 
Los  son  igualmente  en  los  mismos  países  (con  relación  á 
las  montañas  ó  pisos  de  rocas)  los  que  suceden  en  las  lla- 
nuras, donde  exista  una  gran  masa  de  terreno  terciarios  y 
de  aluvión  tales  como  los  que  componen  las  extremidanes 
de  este  continente;  siendo  la  austral,  ó  el  cabo  que  ella 
forma  una  prolongación  natural  de  las  pampas  de  Buenos 
Aires. 

«Véanse  aquí  dos  circunstancias,  que  podrían  entrar  en 
balanza,  aquellos  que  admiten  en  este  accidente  alguna 
conmoción  de  la  superficie. 

«La  ligereza  de  los  ranchos  de  la  campaña,  su  lejana  si- 
tuación unos  de  otros,  y  la  textura  poco    resistente  de  ios 


268  OBRAS   DK   SARMIENTO 

copos  del  terreno,  la  dificultad  de  conocer  un  temblor  cuan- 
do se  siente  por  primera  vez,  sino  subleba  la  tierra;  ni  tras- 
torna los  edificios;  dan,  en  rigor,  sobrado  motivo  de  una 
ondulación  suave  é  instantánea  como,  si  acaeció,  parece 
seria  en  el  fenómeno  de  Octubre.  Pudo  contribuir  al 
mismo  efecto,  la  acción  combinada  de  la  causa  motriz  con 
la  disposición  de  la  tierra  en  aquel  lugar,  cuando  concurrie- 
ran, ó  ceñir  sobre  una  zona  poco  ó  nada  poblada,  lo  mas 
fuerte  de  la  agitación.  Así  se  concentra,  alguna  vez,  por 
el  lomo  ó  falda  de  una  cordillera  y  dilata  longitudinal- 
mente por  allí  su  mayor  fuerza  un  sacudimiento,  enviando 
sus  temblorosos  y  mas  impotentes  rayos  laterales  á  menos 
distancia. 

cíPero  en  caso  que  no  se  conociera  la  tierra  en  la  dura- 
ción de  aquel  terreno.  ¿Puede  concillarse  su  tranquidad 
exterior  y  lo  apacible  de  la  atmósfera  con  cualquier  revolu- 
ción del  suelo  en  el  mismo  sitio?  Esto  es  lo  que  precisa- 
mente ha  mostrado  la  experiencia  á  los  físicos,  mientras 
ondulaba  la  tierra  eveniencia  cuando  no  general,  acaecible 
empero.  Esta  particular  y  curiosa  circunstancia  se  ha  ejem- 
plificado antes  de  ahora,  con  lo  que  se  observa  entre  el 
calor  del  mar  que  varía  de  mil  modos,  y  la  perseverancia 
de  la  atmósfera  en  el  mismo  estado,  hay  sucesivos  cambios 
en  el  calor  aparente  de  aquél,  y  quietud  perfecta  en  los 
elementos  de  ésta. 

«Sin  embargo,  suele  notarse  que,  por  vehemente  y  repe- 
tido que  sea  el  traquido  subterráneo,  y  por  extenso  su 
curso,  no  siempre  le  acompaña  oxcilacion  de  la  costra  del 
globo. 

«Otras  veces,  y  lo  diremos  por  vía  de  ilustración,  ó  no  se 
efectúa  en  explosión  al  exterior,  ó  sobreviene  un  eructo 
(hablamos  de  terrenos  volcánicos)  mas  ó  menos  copioso, 
por  un  cráter  distante,  tal  vez  cientos  de  leguas  del  punto 
en  que  se  sintió  el  estrépito.  Es  también  difícil  distinguir, 
aunque  en  nuestro  caso  parece  no  solo,  si  es  la  tierra  ó  el 
aire,  el  vehículo  estridulo  de  trasmisión;  y  tan  grave  es 
esta  dificultad,  que  hombres  y  poblaciones  enteras  de  este 
hemisferio,  con  la  habitud  de  estos  espantosos  tronidos, 
los  han  equivocado  con  los  de  artillería  enemiga,  que  dis- 
para remotamente;  y  se  han  preparado  á  la  defensa  de  la 
ciudad,  tomando  las  armas. 


FRANUISCO   J.    MUNIZ  269 

«Por  otra  parte  es  inadmisible  que  el  estrépito  del  19  de 
Octubre  fuese  mera  continuación  de  una  crepitación  vol- 
cánica; por  cierto  que  sea,  que  el  estruendo  de  los  estupendos 
elaboratorios  y  el  de  las  horrorísimas  fraguas  terrestes  se 
propague  á  mas  largas  distancias  por  la  misma  tierra  que 
por  el  aire.  La  erupción  del  Catopaxi,  en  1774,  se  sin — 
tió  sobre  el  Magdalena,  á  150  leguas  de  distancia  y  otras 
hasta  200. 

«Pero  aqui  la  misma  naturaleza  contraria  aquella  suposi- 
ción. La  inmensa  distancia  á  que  estamos  de  todo  volcan 
activo,  la  extensión  prodigiosa  de  las  Pampas  desnudas  de 
montañas  y  serranías,  si  se  hace  abstracción  de  remotas 
ramificaciones,  son  obstáculos  invencibles,  que  arredrarían 
al  calculador  mas  atrevido  y  paradójico.  A  la  verdad,  que 
chocha  admitir  el  curso  del  sonido  por  tal  via  y  agrandes 
profundidades,  como  es  indispensablemente  que  lo  fuera, 
para  alcanzarnos  desde  el  apartado  y  frió  corazón  de  los 
Andes. 

«No  siento,  pues,  netamente  meteórico'aquel  trueno,  pues 
prescindiendo  de  accidentes  negativos,  no  se  vio  relámpago 
ni  sobre  el  área  sonora,  ni  sobre  otro  punto  del  horizonte, 
ni  el  efecto  de  conflagración  volcánica;  buscar  se  le  debe 
un  origen  mas  natural,  y  que  ligue,  bajo  ciertas  probabili- 
dades y  aun  en  concordancia  con  analogías  físicas,  los  pre- 
cedentes y  los  accesorios  en  el  principal  carácter  del  fenó- 
meno que  consideramos. 

«Ya  se  observó:  que  el  viento  era  la  sazón  débilísimo,  al 
menos  en  las  bajas  regiones  de  la  atmósfera;  que  ésta  no 
contenía  partículas  terrosas  ó  pulverulentas  en  ascención, 
ni  aun  vapores  visibles;  que  el  trueno  fué  suave,  sin  redo- 
blamientos ni  interrupciones;  que  no  hubo  explosión  ni 
lluvia  eléctrica. 

«En  tal  estado  de  cosas  no  nos  parece  absolutamente  vago 
elsu[)oner,  que  las  exalaciones  acuosas  elevadas  por  un 
sol  ardiente  de  los  reservarlos  ó  grandes  lagunas  de  las 
Pampas,  siendo  los  conductores  de  la  electricidad  atmos- 
férica, la  relacionaran  desigualmente  con  el  constante 
estado  eléctrico  de  la  tierra:  que  en  virtud  de  este  simple 
antecedente  ó  por  la  acumulación  eléctrica,  favorecida  en 
algún  punto  ó  puntos  del  espacio  repercutido  ó  retumbante, 
á  mas  de  por  causas  incógnitas,  por  la  ausencia  de  truenos 


270  OBRAS  DB   SARMIENTO 

y  por  la  humectación  pluvial  de  los  meses  anteriores;  suce- 
diera (por  incompleta  é  insuficiente  la  comunicación  entre 
la  electricidad  atmosférica  y  la  terrestre)  la  descarga  es- 
trepitosa. No  en  la  atmósfera,  sino  dentro  de  la  tierra  mas 
electrizada,  y  donde  una  antigua  y  prolongada  sinuosidad 
ó  un  paso  abierto  de  pronto,  sirvieran  de  conducto  ó  galería 
al  estallido  eléctrico,  y  quizá  también  á  los  gases  inflama- 
bles puestos  en  ruidosa  combustión. 

«El  equilibrio  de  la  electricidad,  que  es  el  gran  resultado 
de  las  esplosiones  atmosféricas,  ¿no  se  restablecerá  acaso 
de  este  modo,  especialmente  en  ciertas  condiciones  del 
fluido,  y  según  la  estension  ó  diferencia  de  la  comunicación 
entre  ambas  electricidades?  En  este  último  caso,  cuando 
no  se  verifica,  por  defecto  de  particii)acion,  la  descarga  ab- 
soluta (ocurrencia  que  ocasiona  el  trueno)  ¿es  de  rigor 
absoluto,  es  un  canon  dictado  por  la  naturaleza,  que  para 
obtener  el  equilibrio,  las  nubes  se  rompan,  que  detonen, 
que  la  atmósfera  sea  el  teatro  esclusivo  en  donde  se  con- 
sumen aparentemente  todos  los  actos,  cuan  grandes  y  su- 
blimes son,  del  fluido  eléctrico  que  envuelve,  y  penetra 
misteriosamente  todos  los  cuerpos  del  Universo. 

«Sea  cual  fuere  el  valor  é  importancia,  que  tengan  estas 
conjeturas,  nos  inclinamos  á  creer:  que  la  sola  dilatación 
de  los  fluidos  elásticos  por  las  hendeduras  é  intersticios  de 
la  tierra  y  su  progreso  acelerado  mas  y  mas  por  nuevas 
adiciones  de  la  causa  espansiva,  (el  calórico  ó  ya  sea,  en 
otra  hipótesis,  la  afluencia  del  aire  frió  y  denso  que,  por 
una  ley  dinámica  ó  de  gravitación,  tiende  á  precipitarse 
sobre  ellos,  y  cuyo  impulso  poderoso  hace  correr  un  hura- 
cán sobre  50  metros  por  segundo  en  nuestra  atmósfera) 
esplícitamente  señala,  con  preferencia  á  todo  otro  ájente,, 
los  que  pudieran  orijinar  en  el  seno  de  aquella  proyección 
el  trueno  subterráneo  del  19  de  Octubre  del  año  próximo 
pasado. 

«Es  ciertamente  sensible  no  haber  observado  el  barómetro 
ni  la  aguja  sobre  el  espacio  resonante.  Siendo  la  presión 
de  la  atmósfera  relativa  á  su  densidad  ó  rarefacción  y  con- 
forme con  ella  el  efecto  sobre  la  columna  barométrica,  la 
diferencia  de  altura  entre  el  momento  precedente  al  fenó- 
meno y  aquel  en  que  éste  tuvo  lugar,  habría  marcado  la 
alteración  del  aire  y  creado  resultados  de  grande  y  positivo 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  271 

interés.  Las  variaciones  accidentales  en  que  pudo  entrar 
la  aguja  (como  sucede  en  la  apariencia  de  varios  meteo- 
ros y  en  los  movimientos  concusivos  ó  ondulatorios  de  la 
tierra)  hasta  cierto  punto  mostrarían  la  conexión  directa  á 
indirecta,  con  el  magnetismo  del  globo,  del  principio  ocul- 
to, cuyo  eco  rujíente  y  enigmático  hirió  de  estupefaciente 
pavor  á  cuantos  le  percibieron   en  aquel  memorable  dia. 


Villa  de  Lujan,  8  de  Febrero  de  i846. 


Francisco  Javier  Muñiz, 
Médico  de  Policía  del  Departamento. 


DISCURSO  DEL  DOCTOR  MUNIZ 

AL  REPATRIAR  LOS  RESTOS  DEL  GENERAL  LA  VALLE 

«¿Qué  significado  tiene,  señores,  este  concurso  inmenso 
y  silencioso,  que  rinde  los  últimos  honores  con  tan  extra- 
ordinaria solemnidad,  á  las  cenizas  de  un  soldado  ilustre; 
que  derrama  lágrimas  de  dolor  sobre  la  urna,  que  encierra 
sus  preciosos  restos?  ¿No  es,  señores,  que  un  pueblo 
libre,  religioso  y  agradecido,  celebra  la  apoteosis  de  su 
gloria  entera,  en  el  día  consagrado  á  depositar  en  el 
suelo  de  su  patria  los  despojos  de  un  afamado  proscripto? 

«Si,  señores:  y  vuestro  duelo  profundo  y  la  aclamación 
unánime  de  dos  generaciones,  forman  el  mas  grande  y 
tierno  elogio  á  la  memoria  del  preclaro  General  Lavalle, 
cuya  vida  atravesó  gloriosa  por  entre  los  intereses  encon- 
trados de  las  pasiones  revolucionarias  y  de  partido,  luchan- 
do siempre  ó  por  conquistar  la  Independencia  de  la  patria 
ó  por  darle  y  asegurar  la  libertad. 

«  Si  me  fuera  permitido  el  epílogo  de  hechos  grandiosos 
en  este  recinto,  donde  el  silencio  y  la  nada  aniquilan  para 
siempre  las  quimeras  de  la  vida:  Si  permitido  me  fuera 
aquí,  ponderar  el  valor  de  un  defensor  impertérrito  de  la 
independencia  de  este  continente;  los  sacrificios  de  un 
mártir  que  consagró  á  la  libertad  sus  votos,  sus  pensa- 
mientos y  el  destino  de  su  vida;  cantar  al  guerrero  mas 
animoso  é  infatigable  en  los  combates  contra  la  tiranía; 
señalar  á  la  gratitud  de  la  posteridad  al  hombre  mas 
firme  en  los  reveses,  al  mas  modesto  en  los  días  prósperos: 


272  OBKAS    I>K    SAKMUfiJNTO 

sin  pronunciar  el  nombre  del  héroe,  sin  mostrar  sus  ropas 
ensangrentadas,  todas  las  miradas  se  fijarían  en  esa  urna 
cineraria,  cuyo  interesante  depósito  simbolizando  todas  esas 
virtudes,  concita  los  respetos  y  la  admiración  de  cuantos  la 
contemplan. 

« Ni  podía  ser  de  otra  manera ;  pues  cuando  el  país  al 
grito  eléctrico  de  independencia  se  ensayaba  apenas  á 
conquistarla,  iniciando  una  lucha  tan  encarnizada  como 
gloriosa;  el  General  Lavalle,  imberbe  todavía,  se  alistó  de 
ios  primeros  en  las  filas  del  ejército  destinado  á  sostener 
la  gran  causa  de  la  emancipación  americana.  Desde  ese 
día  principió  el  título  imperecedero  de  honor  y  de  ilustra- 
ción, que  lo  acompañó,  exclarecido  con  sucesivos  timbres, 
hasta  su  infausta  muerte. 

«Soldado  sin  ambición,  de  notable  constancia,  idólatra 
de  la  gloria  militar  en  cuanto  ella  permite  servir  al  interés 
de  la  patria,  inauguró  ante  los  muros  de  Montevideo  su 
proverbial  nombradla,  la  cual  adquirió  espléndidas  creces 
en  las  campañas  de  Chile  y  del  Perú,  en  las  del  Ecuador 
y  del  Brasil,  mostrándose  en  todas,  el  coraje,  la  inteligencia 
y  la  presencia  de  espíritu  que  hacen  á  un  jefe  á  propósito 
para  el  mando. 

« Veterano  del  honor,  orló  sus  sienes  con  las  coronas 
votadas  por  el  ejército  y  los  pueblos  libertados,  en  premio 
á  sus  hazañas  desde  los  desfiladeros  de  las  Agrupayas  hasta 
la  memorable  retirada  de  Maqueguá  y  la  célebre  batalla  de 
Pichincha,  cuyas  pesadas  bóvedas  se  estremecieron,  el  23 
de  Mayo  de  1822,  en  presencia  de  su  audacia,  y  á  los  golpes 
de  su  sable  terrible. 

«Depositario  de  treinta  años  de  gloria,  pisó  triunfante 
las  nieves  de  los  Andes,  las  arenas  ardientes  de  las  costas 
del  Pacifico,  las  solitarias  asperezas  de  la  Sierra,  en  el  Perú, 
las  de  Ituzaingó  y  del  Bacacay,  en  el  Brasil,  defendiendo  en 
todas  partes  ó  la  independencia  ó  la  libertad,  en  proporción 
de  los  medios  en  acción  para  encadenarlos. 

«Con  tan  gloriosos  antecedentes,  aquel  soldado  ilustre, 
tan  pródigo  de  valor  como  de  patriotismo,  estuvo  pronto  á 
ocupar  su  puesto  peligroso  y  difícil,  cuando  mas  tarde  apa- 
gadas las  antorchas  de  la  libertad  por  el  mortífero  ambiente 
de  la  tiranía,  necesitaron  de  un  soplo  vivificador,  salido  de 
un  pecho  lleno  de  savia  y  fortaleza. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  273 

«No  pudo  el  General  Lavalle  á  la  altura  de  uno  de  los 
primeros  guerreros  de  la  Anaórica  del  Sud  y  siendo  uno  de 
sus  libertadores,  no  pudo  asistir  impasible  al  sacrificio  de 
la  libertad,  ignominiosamente  uncida  al  carro  sangriento 
de  la  tiranía,  ni  desoír  el  clamor  de  las  víctimas  que  de 
todos  los  ángulos  de  la  República  le  pedían,  rompiera  el 
yugo  insoportable  de  bárbara  opresión. 

Recordad,  Señores,  aquella  época  ominosa  en  que  el  cri- 
men era  una  especie  de  epidemia,  cuando  los  altares  de  la 
patria  tenían  por  ministros,  sacrilegos  profanadores;  cuan- 
do hordas  esterminadoras  desgarraban  con  manos  convul- 
sas de  furor,  el  seno  de  la  patria  de  Rivadavia  y  Belgrano. 
Época  en  la  cual  las  furias  sacudieron  sobre  ella  sus  teas 
incendiarias,  y  á  cuya  pálida  luz  se  descubrió  el  espectro, 
que  con  la  hoz  del  crimen  ensangrentada,  derribaba  milla- 
res de  cabezas,  al  grito  frenético  de  las  pasiones  mas  ren- 
corosas y  brutales. 

« En  esos  momentos  de  supremo  peligro,  creyó  aquel 
guerrero  escuchar  al  genio  de  la  patria,  que  le  ordenaba 
reunir  las  chispas  de  la  libertad,  dispersas  en  medio  de  los 
pueblos  oprimidos  por  la  tiranía,  y  encender  con  ellas  la 
divina  pira  de  1810,  extinguida  bajo  las  ruinas  sagradas. 
A  su  luz  vivificante  suscitó  el  General  Lavalle,  primero  en 
el  Entre  Ríos,  después  sobre  el  temible  asiento  del  déspota, 
el  gran  movimiento  reaccionario,  que  llenando  de  estupor 
á  este  y  á  sus  satélites,  agitó  con  vehemencia  el  yerto  ca- 
dáver de  la  patria. 

«  El  indomable  adalid  en  tantos  combates,  sin  nada  de- 
tenerle, desplegó  animoso  la  bandera  de  los  libres,  y  rea- 
nimando á  los  que  gemían  en  la  agonía  de  un  suplicio 
indescribible,  inflamó  á  la  juventud,  mostrándole  la  tortura 
y  la  profanación  de  la  patria,  y  cuales  eran  sus  sagrados 
deberes  para  con  ella. 

«En  tan  inminente  crisis,  la  guerra  que  es  el  peligro  de 
todos  los  derechos,  vino  á  ser  el  medio  único  de  defender- 
los bajo  el  estandarte  de  la  libertad.  Entonces  atacar  el 
tirano  en  sus  guaridas,  sin  otros  elementos  que  el  patriotis- 
mo de  unos  pocos,  libres  de  las  cadenas:  si  fué  la  atrevida 
obra  de  un  civismo  ejemplar,  representó  también  el  hecho 

Tone  SLUi.— il 


274  OBRA.S  DK  SARMIBNTO 

mas  estupendo  de  un  espíritu  superior  en  fuerzas  á  las  de 
la  humanidad,  pudiera  decirse. 

«En  este  costoso  ensayo  contra  la  tiranía  el  inteligente 
capitán,  después  de  haber  batido  en  todas  direcciones  las 
huestes  opresoras,  se  detuvo,  merced  i  la  estrella  de  ia 
libertad,  que  se  eclipsaba,  cercado  de  obstáculos  insupera- 
bles á  la  vista  ya  del  Capitolio.  El  hado  no  permitió  que  el 
éxito  correspondiera  á  los  mas  grandes  y  valiosos  sacrifi- 
cios, que  la  obra  del  patriotismo  y  del  valor  llegara  con 
felicidad  á  su  término. 

«Y  no  os  admire,  Señores,  ese  aciago  incidente.  Ante 
un  destino  fatal,  inútil  es  poseer  una  alta  reputación  y  las 
mas  eminentes  cualidades;  ser  el  ídolo  del  ejército,  y  abra- 
zar hasta  en  sus  extremidades  la  estrategia  y  la  táctica  del 
siglo.  Inútil  es  renovar  las  proezas  de  los  antiguos  gue- 
rreros, por  que  hay  algo  en  los  asuntos  y  en  las  operaciones 
humanas  superior  á  todos  los  esfuerzos,  algo  que  domina 
en  habilidad  al  genio  mismo. 

«Sin  embargo,  señores,  aquella  empresa  hercúlea  se  hará 
servir  algún  día,  de  modelo  y  de  estímulo  en  la  vida  moral 
del  pueblo,  y  la  fama  anunciará  en  el  porvenir,  de  acuerdo 
con  la  historia,  que  el  guerrero  esforzado  que  se  estrelló 
contra  el  poder  del  arbitro  de  los  recursos  de  la  nación,  sin 
otra  mira  que  el  triunfo  de  la  libertad,  ó  el  sacrificio  glo- 
rioso sobre  sus  aras,  que  ese  genio  del  heroísmo  sobrada- 
mente merece  los  votos  de  la  humanidad,  y  que  su  memo- 
ria sea  reverenciada  en  el  sentimiento  público. 

«Si,  Señores,  valiente  cruzado,  grande  en  la  prosperidad 
mas  grande  en  la  desgracia,  se  retira  hasta  Jujuy,  pero  ni 
capitula,  ni  se  rinde.  Combate  con  mas  audacia  que  jamás, 
renovando  cada  día  los  prodigios.  En  aquella  retirada,  mas 
admirable  y  tan  gloriosa  como  la  de  los  10,000  griegos  de 
Xenofonte,  el  escuadrón  sagrado  batallando  y  adelante  se 
preocupa,  como  su  General,  de  aquel  sublime  sentimiento, 
qne  entona  himnos  de  triunfo,  avanzando  ó  retrocediendo, 
venciendo  ó  siendo  vencido  al  morir  dignamente  por  la 
patria. 

«  Señores,  la  posteridad,  en  su  justa  admiración,  lo  creerá 
apenas,  cuando  caen  mas  que  nunca  las  cabezas  por  toda 
la  República  entre  torrentes  de  sangre,  ante  el  fantasma 
enrojecido  y  pavoroso  de  la  patria,  cuando  el  puñal  de  los 


FRANCISCO  J.    MUNIZ 


275 


asesinos  mas  afilado  y  terrible,  era  el  arma  favorita  del 
Gobierno  contra  pacíficos  y  honrados  ciudadanos:  los  sol- 
dados de  la  libertad,  aunque  horriblemente  mutilados, 
lidiaban  todavía,  y  siempre  con  valor  tranquilo,  contra 
enjambres  siempre  crecientes  de  caníbales.  Lidiaban  to- 
davía, y  morían  contentos  y  con  gloria  aquellos  valien- 
tes, mientras  el  implacable  tirano  y  sus  seides,  anegados 
en  su  noble  sangre,  no  podían,  castigados  por  las  Parcas, 
saciar  sus  instintos  ni  su  sed  felina  de  mas  sangre  ino- 
cente. 

«Imposible  fuera.  Señores,  señalar  un  teatro  donde  suce- 
dieran escenas  mas  grandiosas  de  bravura  y  de  virtud; 
donde  se  disputara  con  mas  ahinco  la  gloria  de  morir  el 
primero  en  holocausto  á  la  libertad,  ni  donde  los  sufri- 
mientos y  los  desastres  se  toleraran  con  mas  estoicismo, 
ni  mas  fria  resignación.  Dispensadme,  Señores,  porque  no 
basta,  que  esté  inspirado  por  él  y  las  simpatías;  eso  no 
basta  para  que  pueda  enumerar,  aun  si  fuera  oportuno^ 
acontecimientos  que  por  sorprendentes,  perderían  de  su 
mérito  é  interés,  abreviando  sus  detalles.  La  historia  des- 
empeñará esa  augusta  misión:  y  la  autoridad  de  las  edades 
hará  justicia  como  hoy  la  hacemos  á  aquel  puñado  de 
hombres  animosos,  por  su  heroísmo  y  por  su  sangre  de- 
rramada en  nombre  de  la  patria  y  la  libertad. 

«Y  la  posteridad  y  la  historia  invocarán  con  respetuoso 
entusiasmo  el  nombre  del  capitán  que  condujo  la  cruzada 
gloriosa;  que  luchó  diez  años  con  la  tiranía,  peleando  vale- 
rosamente y  sin  tregua  desde  las  márgenes  orientales  del 
Plata  y  Paraná  hasta  las  frías  regiones  de  los  Andes:  al  que 
de  pié  ante  la  estatua  de  la  libertad  la  defendió  con  su  genio 
y  con  su  espada,  abroquelándola  con  su  pecho  y  con  sus 
nerviosos  brazos,  al  soldado  magnánimo  que  arrebatado  por 
un  sentimiento  patriótico  de  alta  trascendencia,  penetró 
solo  en  el  campo  contrario,  y  se  entregó  tranquilamente  al 
sueño  en  la  tienda  de  su  mortal  enemigo,  y  en  medio  de 
su  numeroso  y  vandálico  ejército. 

«Pero,  Señores,  jay!  ese  oráculo  y  promotor  de  la  libertad, 
el  valiente  como  Temístocles,  el  republicano  austero  y 
TÍrtuoso  como  Arístides  murió  como  había  vivido,  murió 
con  las  armas  en  la  mano  en  defensa  de  la  misma  causa  y 
de  los  mismos  principios.    Aquella  vida  preciosa  que  res- 


DE   SARMIENTO 


petó  en  tantos  combates  la  metralla  enemiga,  terminó  al 
golpe  inesperado  de  un  asesino  incógnito,  legándonos  su 
grandeza  colosal  y  el  magnifico  cuadro  de  sus  eminentes 
y  desinteresados  servicios. 

«Sus  compañeros  de  glorias  y  de  infortunios,  afligidos 
ante  el  altar  de  la  libertad,  cubiertos  de  crespón  fatídico;  sus 
nobles  compañeros,  mandados  por  el  leal  y  bizarro  general 
Pedernera,  los  condujeron  hasta  la  tierra  hospitalaria  de 
Bolivia,  oprimidos  por  el  mas  justo  dolor.  Aquellos  bravos 
compañeros  del  mártir,  endurecidos  por  la  intemperie  y  las 
fatigas,  fraternizados  por  el  mismo  sentirniento  de  libertad 
ó  muerte,  bautizados  con  el  mismo  fuego  que  vertió  en 
común  su  inapreciable  sangre;  Veteranos,  para  quienes  la 
memoria  del  General  Lavalle  era  todavía  una  potencia,  y 
sus  estimables  reliquias  un  objeto  de  culto,  los  salvaron 
del  escarnio  insolente  de  los  bárbaros,  que  degollaban  los 
vivos  y  profanaban  estúpidamente  los  yertos  cadáveres  de 
los  que  morían  cubiertos  de  cicatrices  y  de  gloria. 

oSeñores:  lo  habéis  oído.  El  huracán  tronchó  desgracia- 
damente el  árbol  de  luz  y  de  esperanza.  El  plomo  asesino 
hirió  al  coloso  que  espantaba  la  tiranía,  trémula  de  pavor 
á  su  solo  nombre:  pero  al  vehemente  grito: — libertad!  que 
exhaló  de  su  pecho  fuerte  y  generoso,  y  que  repercutió  en 
el  de  todos  los  argentinos  honrados,  la  deidad  propicia 
inoculó  sus  gérmenes  indestructibles  en  el  corazón  del 
pueblo;  esos  gérmenes  divinos,  que  en  su  desarrollo,  pos- 
traron doce  años  mas  tarde  al  maldecido  representante  de 
la  violencia  y  del  terror. 

«Señores:  Pues  que  es  una  deuda  de  gratitud  y  de  jus- 
ticia, permitidme  satisfacerla  en  este  solemne  momento: 
permitidme  la  evocación  piadosa  de  algunos  de  los  es- 
forzados que  batallaron  con  el  insigne  campeón  ¡Vega¡ 
jMaciel!  Videla!  Méndez!  Rico!  y  tantos  otros  famosos  pala- 
dines de  la  memorable  y  santa  cruzada.  Símiles  perfectos 
de  aquella  milicia  que  valerosamente  moría  fusilada  antes 
que  rendirse — amigos  que  me  escucháis  desde  vuestros 
asientos  de  bienaventuranza,  vuestros  nombres  resonaron 
con  tanto  honor,  en  las  ciudades  como  en  los  campos  y 
sobre  las  montañas;  doquiera  flameara  el  hermoso  pabe- 
llón blanco  y  celeste.  Vuestros  nombres  escelsos  se  con- 
servarán burilados  sobre  el    mármol   ó    sobre  el  bronce. 


FRANCISCO  J.    MUÑlZ  277 

como  el  mas  honroso  ejemplo,  como  la  mas  estimable 
y  rica  herencia  de  la  valiente  descendencia  argen- 
tina. 

«¡Nombre  oprimido  por  el  peso  de  tanta  gloria!!!  Nom- 
bre del  ínclito  guerrero,  que  compañeros  de  aquellos  Tortísi- 
mos varones  en  las  luchas  de  la  Independencia  los  comandó 
en  las  de  la  libertad!!!  ¡nombre  inscrito  en  el  glorioso  pa- 
trimonio del  pueblo  porteño!!!  Nos  quedáis  representado 
para  siempre  en  una  imagen,  cuyos  colores  son  los  mismos 
que  los  del  original.  Bastará  pronunciaros,  y  desplegarla 
entusiasta  bandera  de  Mayo  á  cuya  sombra  vivió  el  héroe 
y  en  cuya  defensa  alcanzó  el  martirio — bastará  pronuncia- 
ros, para  concitar  el  patriotismo  en  favor  de  los  principios 
salvadores  de  la  civilización;  para  vencer  ó  morir  por  los  de- 
rechos y  libertad  de  la  patria. 

«¡Restos  venerados!  ¡restos  que  formabais  al  virtuoso  y 
esclarecido  mártir  de  la  libertad  argentina!  volvéis,  una 
vez  terminado  el  destierro  de  tantas  glorias  contemporá- 
neas, volvéis  desunidos  y  secos  al  suelo  de  la  Patria:  pero  el 
pueblo  en  su  oración  religiosa  yi  sentimental,  humedecién- 
doos con  sus  lágrimas,  os  cubre  también  con  sus  coronas 
y  os  recomienda,  reconstituidos,  al  respeto  de  la  posteridad. 
Descansad  en  paz  huesos  preciosos,  pertenecéis  á  esta 
tierra  amiga — sois  para  nosotros,  y  seréis  para  las  genera- 
ciones venideras,  un  monumento  sagrado  que  triunfará 
del  olvido.  Representáis  un  nombre  inmortal,  que  vive  en 
nuestros  corazones,  que  vivirá  sempiterno  en  fastos  gran- 
diosos de  la  mas  luminosa  y  pura  gloria». 


APÉNDICE 


El  Coronel  don  Francisco  J.  Muñiz  había  obtenido  su  jubi- 
lación como  cirujano  del  ejército  en  constante  servicio  de 
campaña  ó  de  hospitales,  catedrático  y  Presidente  de  la 
Facultad  de  Medicina  durante  cuarenta  y  cuatro  años, 
sobrando  este  pico  á  lo  que  exije  la  ley  en  todas  las  nacio- 
nes para  la  jubilación  de  empleados  que  hoy  se  obtiene 
aqui  con  solo  aquel  pico  de  años,  amen  de  dos  gloriosas 
heridas  recibidas  en  grandes  batallas  que  contribuyeron  á 
asegurar  la  existencia  misma  de  la  República;  heridas  que 
se  recibirá  ¡cosa  singular!  con  mas  de  medio  siglo  de 
intervalo:  defensa  de  Buenos  Aires  en  1807  y  batalla  de  Ce- 
peda, en  1859. 

La  Legislatura  de  Buenos  Aires  votó  por  aclamación  en 
1869  esa  jubilación,  de  lo  cual  instruyen  los  siguientes  docu- 
mentos. 

A  la  H.  Cámara  de  Diputados: 

Vuestra  comisión  de  peticiones  ha  tomado  en  considera- 
ción la  solicitud  del  Dr.  Don  Francisco  J.  Muñiz  en  que 
pide  su  jubilación,  y  después  de  haber  estudiado  deteni- 
damente los  antecedentes  que  acompaña  para  acreditar  los 
servicios  que  le  hacen  acreedor  á  ella,  aconseja  la  sanción 
del  adjunto  proyecto  de  decreto. 

La  comisión  ha  creído  conveniente  transcribir  á  V.  H.  la 
enumeración  de  los  servicios  del  recurrente,  que  le  han 
servido  de  base  para  formar  su  juicio. 


280  OBRAS   DE   SARMIENTO 

El  Senado  y  Cámara  de  Diputados: 

Art.  1°  —  Acuérdase  al  Dr.  Francisco  J.  Muñiz  su  jubila- 
ción con  el  sueldo  ínregro  como  catedrático  y  médico  del 
Hospital. 

Art.  2°  —  Comuniqúese,  etc. 

Madero.  —  Sumbland.  —  Costa. 

«  Sr.  Ocantos — Propongo  á  mis  honorables  colegas  que 
no  discutamos  el  dictamen  de  la  Comisión. 

«  El  Dr.  Muñiz  es  un  hombre  de  notoria  importancia  en 
nuestro  pais. 

«  Ostenta  en  su  cuerpo  las  heridas  que  recibió  en  cambio 
de  su  consagración  á  la  patria,  y  en  su  vida  profesional,  le 
hemos  visto  inspirarse  en  la  piedad  cristiana  que  ejerció  en 
alivio  de  los  aflijidos. 

«La  carrera  esclarecida  de  este  venerable  anciano  en  se- 
senta años  de  labor  continua  reclama  un  acto  de  justicia 
de  los  representantes  del  país  que  tenemos  el  derecho  de 
administrarla  en  casos  dados;  y  la  justicia  dice  que  cerre- 
mos la  brillante  foja  de  servicios  del  Dr.  Muñiz  con  una 
pajina  de  honor  que  bien  ha  conquistado  al  través  de  los 
tiempos  y  de  las  vicisitudes  de  su  vida. 

«La  justicia  manda  que  aclamemos  sus  méritos,  su  gloria 
y  sus  virtudes  cívicas. 

«La  justicia  exija  que  al  pié  de  sus  ojas  de  servicios  lean 
sus  compatriotas  y  sus  hijos  estas  palabras:  Los  Represen- 
tantes de  Buenos  Aires  reconocieron  por  aclamación  los  servicios 
hechos  al  país  por  el  Dr.  Muñiz. 

«Os  propongo,  pues,  que  no  le  discutamos  y  que  ponién- 
donos todos  de  pie  aclamemos  el  dictamen  de  la  Comisión, 
dando  así  al  Dr.  Muñiz  algo  mas  de  lo  que  viene  á  pedirnos 
y  que  sin  duda  le  será  mas  caro:  la  aclamación  de  sus 
conciudadanos  en  premio  á  los  méritos  que  ha  contraído 
para  con  la  patria,  y  con    la  humanidad.  » 

Fué  practicada  la  votación  en  el  sentido  propuesto. 

(Sesión  de  16  de  Agosto  de  1869.) 

Fué  así  sancionado  el  proyecto  que  proponían  los  seño- 
res Sunblad,  madero  y  Costa. 


FRANCISCO   J.    MUNIZ  281 

En  vida  tan  llena,  á  desbordar,  gran  copia  de  estudios,  de 
verdaderas  monografías  en  su  profesión  de  médico  y  ciru- 
jano han  debido  aparecer,  ya  sea  dando  al  público  instruc- 
ciones para  combatir  las  epidemias,  ya  comunicando  al 
cuerpo  médico  sus  esperiencias,  su  práctica  y  sus  operacio- 
nes quirúrjicas. 

La  fiebre  escarlatina  fué  materia  de  su  particular  estudio, 
habiendo  publicado  un  tratado  especial  sobre  sus  síntomas 
y  la  manera  de  combatirla.  Debió  prestar  muy  buenos  y 
muy  oportunos  servicios  en  su  tiempo,  un  trabajo  concien- 
zudo sobre  esta  ñebre.  Para  el  lector  común  su  lectura 
hoy  carecería  de  interés,  y  para  la  ciencia,  ahora  que  tan 
agigantados  pasos  ha  dado  en  el  tratamiento  de  las  epide- 
mias, sus  datos  serían  datos  que  ya  tiene  atesorados  y  veri- 
ficados. Debe  tenerse  presente  que  sobre  esta  materia  mé- 
dica hay  escritos  en  todas  las  lenguas  cuatrocientos  mil 
libros,  revistas,  panfletos  y  disertaciones  y  es  conveniente 
no  recargar  innecesariamente,  catálogo  tan  abultado. 

La  introducción  de  la  eterización  como  ausiliar  anestési- 
co y  que  tantos  dolores  y  sufrimientos  ha  ahorrado  á  la  hu- 
manidad fué  materia  de  un  estudio  especial.  La  estraccion 
de  uu  feto,  y  la  aplicación  de  la  vacuna  con  éxito  á  una 
fea  y  glutinosa  tina  forman  parte  de  su  práctica  médica  y 
quirúrjica. 

La  Gaceta  Mercantil  re]\stró  varias  piezas  que  á  jeolojía  se 
refieran,  tales  como  los  diversos  fósiles  que  contenían  once 
cajas  dadas  al  Almirante  Dupotet,  y  de  cuyo  arribo  á  su 
destino  dio  noticia  á  Darwin,  el  célebre  jeólogo  Owen. 

Hay  una  descripción  del  machaerodus  publicada  en  la  Ga- 
ceta,  y  que  tiene  de  útil  que  compara  hueso  por  hueso  del 
fósil  con  el  tipo  del  felino  que  presenta  Cuvier,  en  su  Ana- 
tomía Comparada,  de  que  el  Dr.  Muñíz  se  sirve;  pero  resul- 
tando por  estudios  posteriores  mas  completos  que  no  es  un 
felino  precisamente,  basta  hoy  tomar  como  lo  hemos  hecho 
de  Burmeister,  los  rasgos  esenciales  en  que  se  diferencia 
el  fósil  del  animal  viviente.  Tal  podemos  decir  del  estudio 
completo  de  la  vaca  ñata,  curiosidad  entonces,  hoy  inútil 
como  dejeneracion,  aunque  sirviese  oportunamente  á  Dar- 
win para  sus  estudios. 


282 


OBRAS  DB  SARMIENTO 


Se  ha  perdido  yes  lástima  (*),  la  descripción  que  hizo  el 
Doctor  Muñiz  de  un  temblor  de  tierra,  esperimeutado  á 
lo  que  parece  por  entonces  en  Buenos  Aires,  y  de  que 
escribió  á  varias  sociedades  y  aun  á  Darwin  según  se  lee 
en  su  carta.  Son  rarísimos  los  temblores  aquí;  pero  ya 
se  repitió  otro  en  1858.  Notaron  los  relojeros  que  se  pa- 
raron los  relojes  que  estaban  en  movimiento,  y  en  al- 
guna casa  se  observó  que  los  caireles  de  una  lámpara  se 
ajitaban. 

El  que  este  escribe  atribuyólo  á  un  gran  temblor  en  Chile, 
como  uno  que  arruinó  á  Chillan,  y  se  sintió  en  Copiapó, 
trescientas  leguas,  por  vahídos  de  cabeza  en  algunos,  por 
mareo  en  otros,  por  descompostura  de  estómago,  según  se 
comunicaban  las  jentes  al  encontrarse  después.  Era  á  la 
hora  misma  del  temblor,  según  se  supo  después,  movimien- 
to de  la  tierra  tan  debilitado  ya  por  la  distancia  del  foco, 
que  no  se  le  sentía  sino  por  sus  efectos  en  el  cuerpo.  Ocho 
<iias  después  se  supo  en  Buenos  Aires,  que  no  era  en  Chile, 
sino  de  este  lado  de  la  Cordillera,  en  Mendoza,  que  había 
sido  destruida  sepultando  quince  mil  de  sus  habitantes 
bajo  sus  ruinas. 

Cuánto  importa,  sin  embargo,  para  la  felicidad  de  los 
pueblos,  ó  para  ahorrarse  males,  que  no  son  imprevistos, 
sino  que  no  se  han  tenido  presentes  ocurrencias  anterio- 
res, podrá  verse  no  ya  por  esta  repetición  de  temblores  ob- 
servados en  Buenos  Aires,  sino  por  fenómenos  que  nos 
tocan  mas  de  cerca.  Al  lado  esterior  de  la  casa  que  ocupó 
por  largos  años  elDr.  Muñiz  en  Lujan,  existen  aun,  tres  ta- 
blillas aseguradas  á  la  muralla  que  él  fijó  allí  como  me- 
mento, para  que  se  recordasen  siempre  las  tres  alturas  á 
que  habían  subido  las  crecientes  del  rio  Lujan  en  1838. 
Esta  medida  ha  recibido  el  nombre  de  Nilómetro  en  memo- 
ria de  los  medidores  graduados  que  los  ejipcios  tenían  en 
el  Nilo  dará  anotar  las  creces  fecundantes  y  distribuir  las 
aguas  por  los  diversos  canales.  Lujan  estuvo  entonces 
tres  dias  bajo  el  agua.    La  población  joven   de    Lujan   se 


(1)  Entre  otros  importantes  escritos  se  estraviaron  las  Descripciones  de  las  pol 
voredas  de  183S  é  inundaciones  del  pueblo  de  Lujan  en  1838;  Discursos,  biografían 
cólera,  fiebre  amarilla,  etc.  etc.  La  descripción  del  terremoto  la  <liemos  inserto 
pág.  262.    (Nota  del  E). 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  283 

persuadiría  difícilmente  .al  ver  aquellas  marcas,  que  el 
pequeño  riacho  cuyas  aguas  corren  apenas  por  el  fondo  del 
cauce  barrancoso  distante  como  trescientos  metros  de  aque- 
lla casa,  hubieran  podido  remontarse  á  tanta  altura,  si  las 
recientes  inundaciones  de  Setiembre  de  1884  y  de  Febrero 
de  1885,  no  hubieran  venido  á  superar  como  de  una  vara 
las  señales  que  dejó  el  Dr.  Muñiz. 

Si  al  trazar  el  feíro-carril  y  echar  el  puente  sobre  el  Lu- 
jan, los  injenieros  hubieran  tenido  presente  aquel  docu- 
mento conmemorativo,  habrían  elevado  mas  las  bases  del 
puente  que  fué  cubierto  por  las  útimas  crecientes  deterio- 
rándolo é  impidiendo  el  tránsito  de  los  trenes. 

Si  los  actuales  habitantes  de  Lujan,  olvidaron  tan  pronto 
los  avisos  que  para  su  bien  les  dejó,  no  es  justo  olvidarse 
de  que  sus  contemporáneos,  le  espresaron  por  una  nota 
colectiva  al  venirse  definitivamente  de  Lujan,  la  gratitud  y 
estimación  en  que  le  tenían  por  sus  servicios  como  médico, 
estendiendo  á  la  población  entera  los  cuidados  como  médi- 
co de  guarnición. 

La  salud  del  Dr.  Muñiz  venia  quebrantada  mas  que  por 
los  años  por  achaques  contraidos  en  tan  dilatados  servicios. 
Había  ido  con  su  familia  á  pasar  el  verano  en  Morón,  cuan- 
do estalló  la  fiebre  amarilla  en  la  ciudad  de  Buenos  Aires 
en  1871. 

Como  siempre  quiso  esta  vez  dar  ejemplo  de  abnegación 
y  abandonando  su  retiro  voló  á  tomar  su  puesto  de  comba- 
te, á  luchar  con  la  epidemia  brazo  á  brazo  hasta  caer  venci- 
do por  ella  para  siempre. 

Así  se  estinguió  aquella  existencia  fecunda  y  jenerosa. 
Si  al  Dr.  Muñiz  le  hubiera  sido  dado  en  vida  elejir  su  jé- 
ñero  de  muerte,  no  habría  muerto  de  otro  modo.  Como  el 
soldado  en  la  batalla,  él  murió  como  médico  al  pié  de  la 
bandera  de  la  caridad  y  fiel  á  los  deberes  que  rijieron  siem- 
pre los  actos  de  su  vida:  fué  un  mártir  de  su  profesión. 

La  Municipalidad  de  Buenos  Aires  mandó  grabar  su  nom- 
bre en  el  monumento  que  elevó  en  el  Cementerio  del  Sud 
á  los  médicos  que  murieron  luchando  con  tan  aciaga  epi- 
demia. 

La  Facultad  de  Medicina  acordó  colocar  su  retrato  al  óleo 
en  el  salón  de  grados,  donde  hoy  se  ostenta. 

Concluía  el  Dr.    Muñiz  la  biografía  de  su   maestro  el  Ca- 


284  OBRAS    DE    SARMIENTO 

nónigo  Dr,  Banegas  observando:  «que  la  vida  es  la  muerte 
á  pesar  de  su  oríjen  divino,  ya  en  nuestro  planeta,  ya  en 
todos  los  sistemas  que  constituyen  el  Universo».  Sabia 
que  siendo  él  «un  soplo,  un  grano  imperceptible,  no  podía 
resistir  por  mas  tiempo  á  las  causas  de  destrucción  que 
instantáneamente  le  impelían  hacia  el  dominio  de  la 
muerte.  » 

«Cumplióse,  pues,  con  él  mismo,  la  ley  de  la  naturaleza, 
«la  ley  que  ordena  que  al  río  de  la  vida  nadie  eche  el  an- 
cla de  salvación.»  Sonó  la  hora  final  en  el  reloj  del  des- 
tino, y  su  eco  repercutido  en  la  materia,  se  tradujo  en  la 
sonrisa  del  justo,  en  la  calma  de  la  buena  conciencia.» 

«Fué  un  cántico  de  gloria,  para  él  que  vivió  para  su  patria, 
para  la  humanidad  doliente,  y  para  la  ciencia,  y  cuya  fe  en 
la  piedad  divina  le  permitió  creer,  y  esperar  que  al  des- 
atarse de  su  ropaje  terrenal,  volaría  su  espíritu  á  unirse 
eternalmente  con  su  Creador.» 

Esta  debió  ser  su  oración  de  moribundo  ya  que  debía  con- 
servarla escrita  en  su  corazón,  tal  como  la  había  concebi- 
do y  sentido  para  entregar  á  las  posteridad  la  memoria  de 
su  maestro  y  amigo. 

Los  diarios  de  la  época  mencionan  esta  pérdida  sensible, 
y  La  Nación  Argentina  bajo  el  epígrafe  Tributo  de  la  ciencia 
nos  ha  conservado  con  las  lamentaciones  públicas  algunos 
detalles  del  trance  final. 


«El  anciano  Dr.  Muñiz,  que  llevaba  sus  canas  á  los  cam- 
pamentos y  vendaba  con  sus  manos  ya  trémulas  las  heri- 
das del  campo  de  batalla,  tampoco  se  arredra  ante  esta 
tremenda  batalla  que  nos  dá  un  poder  formidable  y  des- 
conocido. Abandona  su  residencia  de  campo  en  Morón  y 
volando  á  asistir  á,  los  suyos  y  á  los  estraños,  aspira  el  ve- 
neno que  nos  circunda  y  cae  postrado  para  siempre. 

«Al  lado  de  esta  abnegación  de  la  ciencia,  no  es  posible 
olvidar  la  abnegación  de  la  amistad. 

«La  familia  de  López  Torres  había  perecido. 

«El  se  encontraba  aspirando  los  miasmas  de  un  foco¿de 
infección  terrible  y  sentía  los  síntomas  de  la  atroz  fiebre 
amarilla. 

«José  María  Muñiz,  que  estaba  solo  en  su  casa,  loglleva 
á  este  en  un  carruaje. 


FRANCISCO   J.     MUÑIZ  285 

«Allí  murió  López  Torres;  pero  el  jeneroso  joven  cayó  á 
•su  turno  enfermo,  no  queriendo  Dios  que  tanta  abnega- 
ción se  pagase  con  la  muerte,  aunque  el  anciano  Dr.  Mu- 
ñiz  no  pudiera  escapar  al  golpe  mortal  del  flajelo.» 

El  Dr.  Muñiz  murió  el  8  de  Abril  y  fué  inhumado  el  9  en 
el  Cementerio  del  Sud,  día  en  que  mayor  número  de  vícti- 
mas hizo  la  ñebre  amarilla. 

El  ex-Comisario  Munilla,  encargado  del  Cementerio  dio 
al  cadáver  del  Dr.  Muñiz  un  sitio  de  preferencia,  á  su  entra- 
da, donde  hoy  se  vé  un  mármol  con  el  nombre  del  filántro- 
po y  del   patriota. 

Sus  hijos  le  preparan  actualmente  un  sepulcro  en  el  Ce- 
menterio del  Norte,  á  donde  en  breve  serán  trasladados 
sus  restos. 

Un  nombre  que  el  lector  encontrará  asociado  á  Recuer- 
dos de  Provincia,  aparece  inopinadamente  en  la  narración  de 
lo  que  se  refiere  al  Coronel  Muñiz,  y  no  queremos  dejarlo 
pasar  inapercibido. 

Don  Domingo  de  Oro,  se  halla  al  lado  del  General  Pau- 
nero,  y  de  su  boca  como  de  la  del  General  Mitre,  como  el  ru- 
mor del  campamento  ha  debido  hacérselo  llegar,  oye  el 
nombre  de  Muñiz,  acompañado  de  los  mas  altos  elojios,  y 
en  aquella  alma  poco  sensible  á  las  impresiones  comunes 
de  la  vida,  de  que  se  muestra  desde  temprano  hastiado,  él 
que  conoce  tanto  á  los  hombres,  y  que  tantos  actos  intere- 
sados ó  culpables  ha  presenciado,  se  deja  arrastrar  por  la 
contemplación  de  un  hombre  virtuoso  por  disposición  na- 
tural á  practicar  el  bien,  á  servir  á  la  humanidad  y  la  pa- 
tria, hasta  escribirle  una  carta  sin  conocerle,  sin  otro  objeto 
que  rendir  homenaje  á  aquella  virtud  preclara. 

jQue  le  sirva  de  nuestra  oración  fúnebre  ya  que  no  había 
tenido  lugar  marcado  en  las  diversas  faces  que  presenta  su 
dtil  y  laboriosa  vida! 

Buenos  Aires.  17  de  Abril  de  1868. 

Al  Sr.  Dr.  D.  Francisco  Javier  Muñiz. 

Señor  de  mi  aprecio: 

Una  casualidad  ha  hecho  que  sirva  de  amanuense  á 
nuestro  respetable  amigo  el  Sr.  General  Paunero  al  contes- 
iar  dos  cartas  confidenciales  de  Vd.  y  el  contenido  de  ellas 


286  OBRAS  DE  SARMIENTO 

me  ha  escitado  en  tales  términos  que  no  puedo  resistir  al 
deseo  de  espresarle  la  estimación,  el  respeto  (permítame 
que  lo  diga  todo),  la  veneración  que  me  inspira  su  persona 
y  su  elevada  y  honrosísima  conducta. 

Sabía  yo  lo  que  Vd.  había  hecho  en  otros  tiempos  y  lo 
que  hacía  ahora  á  pesar  de  sus  años;  pero  ignoraba  cuán- 
tas contrariedades  y  amarguras  devoraba  solo  por  hacer 
bien,  cuando  ya  no  es  el  deber  sino  su  voluntad  y  su  patrio- 
tismo y  humanidad  lo  que  le  impone  obligaciones  de  que 
por  cualquiera  otro  principio  está  esento  por  sus  servicios 
y  por  su  edad.  Es  bueno  y  muy  honroso  cumplir  uno  con 
su  deber,  pero  imponerse  privaciones,  incomodidades  y  pe- 
ligros por  hacer  mucho  mas  que  cumplir  el  deber,  es  rasgo 
de  virtud  elevada.  Tales  rasgos  honran  la  humanidad:  los 
que  los  practican  son  escepciones  de  la  jeneralidad  que 
consuelan  y  alientan,  y  es  justo  que  les  rindamos  el  ho- 
menaje de  nuestro  simpático  respeto  y  gratitud. 

No  me  ha  intimidado  nunca  mi  insignificancia  para  cum- 
plir este  deber  para  con  los  hombres  escepcionales  que 
he  conocido,  y  lo  cumplo  ahora  para  con  Vd.  Acéptelo, 
Doctor,  seguro  de  que  es  sincero  y  cordial,  y  no  me  pro- 
pongo en  ello  mas  fin  que  asociarme  en  cierto  modo  á  su 
virtuosa  conducta,  atestiguándole  los  sentimientos  que  me 
inspira  y  la  gratitud  que  por  ella  le  consagro  como  hombre 
y  como  arj entino. 

He  tenido  el  honor  de  conocer  á  Vd.  en  la  juventud, 
aunque  no  el  de  tratarlo  de  cerca,  cosa  que  quizás  no  le 
recuerde  ya  su  memoria.  Cualquiera  que  sea,  me  atribuyo 
el  honor  de  contarme  entre  sus  mas  ardientes  admiradores, 
y  le  ruego  me  dispense  el  de  mirarme  como  uno  de  sus  mas 
afectuosos  y  humildes  servidores. 

Domingo  de  Oro. 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  287 

Cubren  el  féretro  de  los  nobles  varones  las  armas  herál- 
dicas, y  sobre  la  tumba  de  los  héroes  reposa  la  espada  de 

sus  hazañas. 

He  aquí  la  lista  de   las  victorias,  condecoraciones,  me- 
dallas y  diplomas  del  Coronel  y  Dr.  D.  Francisco  Javier 

Muñiz: 

Tribunal  de  Medicina  en  Buenos  Aires:  Titulo  de  Médico  y 
Cirujano;  Marzo  3  de  1824. 

Universidad  de  Buenos  Aires:  Diploma  de  Doctor  en  Medicina; 
Setiembre  17  de  1841. 

Real  Sociedad  Jenneriana  de  Londres:  Miembro  Honorario; 
Diciembre  3  de  1832. 

Academia  de  Medicina  y  Cirujía  de  Zaragoza:  Socio  Corres- 
ponsal; Noviembre  8  de  1845. 

Academia  de  Medicina  y  Cirujia  de  Barcelona:  Socio  Corres- 
ponsal;  Setiembre  7  de  1846. 

Instituto  Histórico  y  Geográfico  do  Brazil;  Miembro   corres- 
ponsal; Diciembre  9  de  1849. 

Academia  Quirúrgica  Matritense:  Socio  corresponsal;  Diciem- 
bre 31  de  1852. 

Academia  Quirúrgica  Matritense:  Socio  de  Mérito;  Diciembre 
30  de  1851. 

Instituto  Histórico  y  Geográfico  del  Río  de  la  Plata:  Miembro 
de  número;  Junio  8  de  1856. 

Sociedad  Médica  de  Suecia:  Titulo  de  Socio;  Junio  2  de  1857. 

Real  Sociedad  de  Escritura  antigua  de  Noruega,  presi- 
dida por  el  Rey  Federico:  Socio  efectivo;  Mayo  13  de 
1860. 

Crux  de  Caballero  de  la  Orden  de  Wasa:  dada  por  el  Rey  de 
Suecia;  Mayo  I"  de  1860. 

Medalla  de  plata  de  Ber%elius,  acordada  por  la  Sociedad  Módica 
de  Suecia. 

Asociación  Farmacéutica  Bonaerense:  Miembro  Honorario; 
Junio  15  de  1861. 

Sociedad  de  Farmacia  Nacional  Arjentina:  Miembro  Honora- 
rio; Marzo  19  de  1863. 


288  OBRAS   DE   SARMIENTO 

Gobierno  de  la  Nación  Argentina:  Cordonen  y  escudos  de  ItU' 
xaingo;  1827. 

Diputado  por  Buenos  Aires  al  Congreso  del  Paraná,  1860. 

Diputado  y  Senador  á  la  legislatura  de  Buenos  Aires. 

Presidente  por  muchos  años  de  la  Facultad  de  Medi- 
cina. 


bibliografía 

EL   DOCTOR   MUÑIZ,  SU   VIDA,   SUS   ESCRITOS    Y   SU  BIÓGRAFO 

Acaba  de  publicarse  por  la  acreditada  casa  editora  La- 
jouane  de  Buenos  Aires,  un  volumen  en  8°  de  358  páginas, 
elegantemente  impreso  en  las  prensas  de  Coni,  que  lleva 
el  siguiente  título:  «Vida  y  escritos  del  coronel  D.  Fran- 
cisco J.  Muñiz,  etc.    Por  Domingo  Faustino  Sarmiento.» 

Es  una  biografía  y  una  monografía  científico-literaria,  á 
la  vez  que  un  libro  escrito  y  pensado  sobre  documentos 
inéditos  en  su  mayor  parte,  sobre  la  historia  física  y  civil 
del  país,  que  en  el  cuadro  de  la  vida  y  de  los  escritos  de  un 
hombre  bosqueja  una  obra  simultáneamente  individual  y 
colectiva  refundiendo  estos  dos  elementos  componentes  en 
una  idea  sintética  que  le  da  su  unidad  y  le  imprime  el  sello 
de  la  doble  originalidad. 

Los  ingleses,  que  han  desenvuelto  en  el  mundo  moderno, 
el  sentimiento  de  la  individualidad  consciente  y  responsa- 
ble, como  los  bárbaros  introdujeron  en  el  mundo  antiguo 
el  de  la  independencia  de  cada  hombre  en  el  círculo  de  su 
acción  propia,  tienen  por  costumbre  confeccionar  extensas 
biografías  de  todo  personaje  notable  cuando  la  muerte  ha 
puesto  término  á  su  tarea.  Al  efecto,  utilizan  sus  escritos 
postumos  y  su  correspondencia,  correlacionando  sus  accio- 
nes con  el  moTÍmiento  general  de  la  sociedad,  y  le  asignan 
así  un  puesto  en  la  labor  común,  determinando  su  acción 
en  su  medio  y  en  su  tiempo,  á  la  par  que  acumulan  por 
este  método  analítico  y  sintético  al  mismo  tiempo,  el  con- 
tingente suministrado  al  progreso  general  por  la  unidad 
activa  ó  pensante  extinta,  á  su  espíritu  se  incorpora  dila- 


FRANCISCO   J.    MUÑIZ  289 

tándose,  cuando  el  vaso  de  barro  que  lo  encerraba  se  ha 
roto . 

A  este  género  pertenece  en  su  medida  el  nuevo  libro  del 
Sr.  Sarmiento,  escrito  en  presencia  de  los  papeles  que  con- 
serva la  familia  del  Dr.  Muñiz,  en  que,  como  él  lo  dice,  ha 
encontrado  otra  cosa  que  un  cirujano  notable:  «una  figura 
típica,  un  carácter  nuevo,  algo  como  el  espíritu  de  una  na- 
ción que  va  á  condensarse  sobre  algunos  de  los  grandes 
girones  en  que  se  despedazó  el  regio  manto  de  la  España, 
al  arborear  en  los  comienzos  del  siglo  las  independencias  y 
emancipaciones  coloniales;  entrando  en  la  vida,  asombrada 
de  verse  llamada  de  improviso  agrandes  destinos;  librada 
á  si  misma  sobre  país  inexplorado,  y  sin  límites  conocidos, 
divisando  en  lontananza  los  toldos  del  indio  salvaje  con 
quien  ha  de  disputar  palmo  á  palmo  el  derecho  á  la  tierra, 
y  trabar  dia  á  día  la  lucha  por  la  existencia.» 

El  nombre  del  Dr.  Muñiz  se  liga  accidentalmente,  por  un 
encadenamiento  cronológico,  á  los  grandes  acontecimientos 
de  la  historia  contemporánea  del  pueblo  argentino  en  el 
curso  de  mas  de  medio  siglo,  pero  su  acción  eficiente  en  el 
progreso  nacional,  y  especialmente  en  lo  que  se  relaciona 
-con  el  desarrollo  de  las  ciencias  físicas  por  iniciativa  é  im- 
pulso propio,  no  era  bien  conocida  y  estimada  todavía,  y 
yacía  latente  encerrada  en  sus  papeles  postumos. 

A.SÍ,  la  publicación  de  parte  de  esos  papeles,  arreglados 
según  un  plan  metódico,  competentemente  comentados, 
con  espíritu  ilustrado,  «jugando  á  cartas  vistas»,  como  dice 
su  biógrafo,  «al  presentar  las  piezas  justificativas  de  los 
juicios  que  se  emiten,  y  provocando  con  ellas  al  lector  be- 
névolo á  poner  de  pié  esa  figura  simpática»,  ponen  de  re- 
lieve sus  méritos  reales  y  le  asignan  su  puesto  en  la  labor 
científica,  sin  exagerar  su  magnitud,  y  nos  dan  una  revela- 
ción verídica  copiada  del  natural. 

La  vida  del  Dr,  Muñiz,  consagrada  al  servicio  público,  al 
alivio  de  la  humanidad  y  al  adelanto  de  la  ciencia  en  los 
dominios  de  lo  ignoto,  ha  trazado  un  surco  imborrable  en 
el  campo  de  la  labor  común  del  pueblo  argentino,  y  á  este 
titulo  merece  ser  recordada  y  perpetuada  como  ejemplo, 
como  lección  y  como  caudal  utilizable. 

Soldado  militar  en  1807,   cuando  apenas    contaba   trece 

Tomo  iuii.— 19 


290  ()HKA8    DK   SA.KM1ISNT0 

años  de  edad,  se  batió  como  tal  contra  la  segunda  invasión 
inglesa  al  Rio  de  la  Plata,  hallándose  en  la  jornada  del 
puente  de  Barracas,  y  fué  herido  en  la  heroica  defensa  que 
hizo  la  ciudad  de  Buenos  Aires  en  esa  época. 

Soldado  civil  en  el  curso  de  la  gran  revolución  de  Mayo, 
tocóle  redactar  en  1812  uno  de  los  primeros  documentos 
en  que  se  invitaba  á  las  provincias  argentinas  á  declarar 
su  independencia,  bajo  las  inspiraciones  de  su  sabio  maes- 
tro el  Dr.  Banegas. 

Cirujano  de  frontera  en  los  comienzos  de  su  carrera,  en 
los  lindes  del  desierto,  donde  tuvo  la  primera  intuición  de 
su  vocación  científica  como  naturalista,  hallóse  después 
en  la  memorable  batalla  de  Ituzaingó  formando  parte  del 
cuerpo  médico  del  ejército  republicano,  cuya  historia  ha 
escrito  científica  y  militarmente. 

Miembro  de  la  escuela  de  medicina  fundada  por  Rivada- 
via,  fué  durante  toda  su  vida  catedrático,  creando  por  ini- 
ciativa propia  útiles  instituciones  que  le  han  sobrevivido, 
con  largas  proyecciones  que  se  adelantaban  á  su  tiempo. 

Hallóse  como  cirujano  en  la  batalla  de  Cepeda,  donde  fué 
herido  de  un  lanzaso  en  circunstancias  en  que,  sobre  el 
mismo  campo  vendaba  las  heridas  de  los  combatientes  de 
los  dos  ejércitos;  y  posteriormente,  durante  la  guerra  del 
Paraguay,  organizó  sus  hospitales  de  sangre,  según  un  plan 
acreditadopor  la  ciencia  y  la  experiencia,  prestando  volun- 
tariamente sus  servicios  profesionales  á  los  soldados  en 
Uruguayana,  en  Corrientes  y  en  la  capital  de  la  República. 

El  generalísimo  de  los  ejércitos  aliados,  le  dirigió  en  1865 
una  carta,  en  que  decía:-  «Cuando  el  ejército  argentino 
haga  batir  medallas  en  señal  de  gratitud  y  en  honor  de  su 
cuerpo  médico,queen  tan  corto  número  ha  sido  su  providen- 
cia en  esta  campaña,  el  nombre  de  Vd.  figurará  entre  los 
facultativos  que  mejor  lo  han  servido;  y  para  mayor  gloria, 
como  no  son  muchos  esos  nombres,  todos  ellos  podrán  ser 
grabados  en  letras  bien  clarasen  el  círculo  de  una  pequeña 
medalla». 

Murió  como  mártir  al  pié  de  la  bandera  de  la  caridad  en 
medio  del  flájelo  de  la  fiebre  amarilla  que  asoló  á  Buenos 
Aires  en  1871,  cumpliendo  con  valentía  y  abnegación  su 
deber  de  hombre  y  de  médico.  En  memoria  de  este  sacri- 
ficio generoso  en  pro  de  la  humanidad  doliente,  la  munici- 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  2Í>1 

palidad  mandó  grabar  su  nombre  en  el  monumento  con- 
memorativo délos  médicos  que  sucumbieron  en  su  puesta 
luchando  contra  la  epidemia,  y  á  la  vez  la  facultad  de 
medicina  hizo  colocar  su  retrato  en  el  salón  de  grados  en 
memoria  de  sus  servicios. 

Pero  estos,  no  son  sino  los  lineamientos  generales  en  la 
vida  de  un  hombre  bueno  y  útil,  que  cumplió  con  su  deber 
movido  por  el  impulso  moral  que  llevaba  en  sí,  y  que  solo 
incidentalmente  incorporó  su  nombre  al  movimiento  gene- 
ral de  tres  épocas.  Dentro  de  ese  marco,  se  destaca  otra 
figura  mas  grande  en  su  medida,  mas  original,  mas  eficiente 
en  su  acción  contemporánea  y  postuma,  que  representa 
un  cúmulo  de  trabajos  iniciales,  de  conocimientos  y  no- 
ciones nuevas,  que  ha  legado  á  su  posteridad  como 
herencia. 

El  Dr.  Muñiz  fué  ademas  de  todo  eso,  un  hombre  de  cien- 
cia en  el  vasto  campo  de  exploración  de  lo  desconocido, 
que  suministró  contingente  nuevo  al  tesoro  de  los  conoci- 
mientos humanos:  fué  el  iniciador,  el  precusor  de  los 
estudios  paleontológicos  en  el  suelo  argentino.  Él  fué  el 
primero,  que  precediendo  á  Darwin,  quien  le  honró  con 
sus  comunicaciones  después,  empezó  á  excavar  el  terreno 
cuaternario  de  la  pampa,  descubriendo  en  él  los  tipos 
extraordinarios  de  seres  extintos  que  acompañaron  la  apa- 
rición del  hombre  en  el  planeta,  y  completaban  el  plan 
de  la  Creación  desde  sus  orígenes,  no  solo  por  la  casuali- 
dad ciega,  sino  guiado  por  un  espíritu  crítico  y  un  genio 
observador,  de  que  todos  sus  estudios  llevan  el  sello. 

Como  todos  los  precusores  que  estudian  sobre  los  hechos, 
buscando  y  descubriendo  la  verdad,  como  lo  había  hecho 
su  gran  predecesor  Azara  en  sus  formas  primitivas,  él  fué 
maestro  de  si  mismo,  inventando  sus  métodos  de  investi- 
gación y  clasificación,  para  lo  cual  estudiaba  en  el  gran 
libro  de  la  naturaleza,  cuyos  documentos  originales  leía  é 
interpretaba  directamente,  desenterrándolos. 

Guiado  por  ese  instinto,  formó  la  primera  y  mas  rica 
colección  paleontolójica  del  suelo  arjentino  hasta  entonces 
conocida,  y  puede  decirse  que  él  es  el  descubridor  del  ca- 
ballo fósil  arjentino,  pues  determinó  con  la  penetración  de 
Cuvier  su  estructura  y  sus  costumbres,  imponiendo  su  so- 
lución á  los  grandes  sabios  del  mundo,  que  en  un  principio 


292  OBRAS  DE   SARMIENTO 

dudaron  de  la  exactitud  de  su  interpretación;  y  merecería 
llevar  el  nombre  que  él  le  dio,  el  muñiz-felix-bonaerense,  el 
tigre  antidiluviano,  como  él  lo  llamaba,  que  figura  en  nues- 
tro museo,  también  encontrado  por  él,  fiera  que,  según  la 
idea  preconcebida  de  Bravard,  debía  existir  en  los  tiem- 
pos prehistóricos  como  moderador  destructor  de  las  espe- 
cies animales. 

Fué  también  un  geólogo,  un  naturalista,  un  escritor  y 
un  hablista,  y  de  todos  estos  estudios  ha  dejado  muestras 
en  sus  apuntes  sobre  el  territorio  de  la  provincia  de  Bue- 
nos Aires,  en  su  interesante  monografía  sobre  el  avestruz 
en  que  predijo  sus  destinos  domésticos  y  comerciales,  sus 
observaciones  sobre  un  tipo  de  nuestro  ganado  vacuno  que 
se  ligan  con  la  teoría  evolucionista,  sus  opúsculos  médicos, 
sus  memorias  militares,  sus  ensayos  sobre  americanismos 
y  ortografía  y  prosodia,  de  todo  lo  cual  dan  testimonio  los 
abundantes  estractos  de  que  están  llenas  las  pajinas  del  li- 
bro que  nos  ocupa. 

El  biógrafo  mezcla  su  propia  personalidad  con  la  vida  de 
su  héroe,  confundiendo  en  una  misma  corriente  las  ideas 
de  uno  y  otro,  las  cuales  en  su  combinación  se  complemen- 
tan y  producen  un  precipitado  nuevo  con  orijinales  con- 
trastes de  puntos  de  vista  y  estilo  y  rasgos  humorísticos 
que  se  destacan  del  fondo  del  asunto,  de  manera  que  puede 
decirse,  que  es  un  libro  escrito  con  la  colaboración  postuma 
del  personaje  que  se  retrata  en  sus  pajinas. 

Así,  el  autor  de  Civilización  y  Barbarie  hace  un  pararelo  al 
señalar  las  coincidencias  de  ambos  en  la  pintura  socioló- 
gica que  hacen  del  gaucho  argentino;  el  reformador  de  la 
ortografía  en  Chile,  recuerda  sus  tentativas  en  el  sentido  de 
su  simplificación,  al  ilustrar  el  punto  tratado  por  el  Dr. 
Muñiz;  hablando  de  las  boleadas  de  avestruces,  admirable- 
mente descritas  en  su  monografía,  sujiere  la  idea  de  un 
nuevo  sport  indíjena,  un  curre  arjentino,  de  los  jinetes  cul- 
tos del  porvenir,  manejando  las  boleadoras,  compitiendo 
á  su    manera    con    la    corrida    del    zorro  de  los  ingleses. 

Con  este  motivo  trae  el  siguiente   corolario:  «La  caza  del 


FRANCISCO   J.    MUNIZ 


293 


zorro  manso  de  Inglaterra  está  desprovista  de  la  gracia  de 
la  del  avestruz,  con  sus  gambetas,  sus  tendidas  de  alas, 
cambios  de  rumbos  y  astucias.  Aun  en  esto  viene  errada 
la  tradición  que  siguió  Buffon,  acreditándose  el  estúpido 
cuento  árabe:  de  que  viéndose  perdido  el  avestruz,  en  la 
persecución  entierra  el  pico  en  la  arena,  creyendo  con  no 
ver  él,  que  no  lo  ven  á  él  los  otros.  Esto  lo  hacemos  nos- 
otros en  política,  sobre  todo,  de  donde  viene  el  decir:  «es- 
conde la  pata  que  se  te  vé!»  que  le  están  diciendo  los  dia- 
rios todos  los  días  al  gobierno,  en  materia  de  elecciones  y 
otros  enredos.» 

Sus  ilustraciones  al  capítulo  relativo  á  la  paleontología 
argentina,  complementan  el  asunto  poniendo  los  trabajos 
de  Muñiz  en  contraste  con  la  última  palabra  de  la  ciencia* 
Su  disertación  histórico — etnológica  sobre  las  boleadoras, — 
técnicamente  errado  é  incompleto, — tiene  intención,  se  dis- 
tingue por  brillantes  rasgos  de  estilo  descriptivo,  y  es  suma- 
mente curioso  por  sus  ejemplos,  que  históricamente  podrían 
ser  mas  desarrollados.  En  general,  su  filosofía  y  su  criterio 
se  mantienen  al  nivel  de  su  asunto  y  de  la  última  palabra 
de  las  ciencias  morales  y  físicas. 

La  literatura  argentina  se  ha  enriquecido,  pues,  con  un 
libro  doblemente  original,  escrito  por  el  biógrafo  al  margen 
de  los  papeles  del  héroe,  ilustrando  el  asunto  de  que  tratan. 
A  la  vez  la  galería  de  hombres  notables  de  la  República  Ar- 
gentina se  ha  enriquecido  con  ei  tipo  simpático  de  una  figu- 
ra completa,  que  se  destaca  del  bulto  por  sus  propias  obras 
y  se  recomienda  á  la  estimación  y  á  la  gratitud  de  la  poste- 
ridad por  su  labor  fecunda  y  por  las  sanas  y  generosas 
inspiraciones  que  dirijieron  sus  acciones  morales  y  sus  tra- 
bajos científicos  en  la  vida. 

El  libro  da  nueva  vida  al  hombre  que  lo  ha  inspirado  y 
ha  cooperado  á  su  confección  desde  la  tumba,  y  ambos  vi- 
virán, porque  marcan  un  paso  hacia  adelante,  dado  en  el 
sentido  de  la  originalidad  de  un  pueblo  nuevo,  que  se  estu- 
dia á  si  mismo,  obedeciendo  á  su  índole   nativa,  en  teatro 


394  0BKA8   OB   SARMIENTO 

inexplorado  y  vasto,  donde  busca  su  camino,  guiado  por 
las  luces  de  los  que  lo  precedieron  en  él. 

Bartolomé  Mitre. 


BUSTi-ÜRA-CION   DE   UN   HOMBRE   ARGENTINO   ILUSTRE 

Buenos  Aires,  Enero  30  de  1896. 
Señor  don  Félix  Lajouane. 

Muy  apreciable  señor  y  amigo: 

He  recibido  la  nueva  obra  del  General  Sarmiento  «Vida 
y  escritos  del  Coronel  Francisco  J.  Muñiz»,  déla  que  es  usted 
editor.  Al  agradecer  á  usted  dicho  envío,  debo  confesad  e 
que,  después  de  haberla  leído,  tuve  los  mayores  deseos  de 
escribir  un  estudio  crítico  sobre  ella,  mas  me  arredré  ante 
las  dificultades  que  presenta  el  examea  de  una  obra  en  la 
que  la  sucesión  de  capítulos  es  una  sucesión  de  temas  so- 
bre ciencias  distintas,  precedidos  á  menudo  de  chispeantes 
é  ingeniosos  comentarios  del  viejo  General,  quien  pre- 
senta uno  de  esos  raros  ejemplos  de  doble  evolución,  por 
reincorporación  y  por  eliminación,  citados  en  mi  Filogenia 
(pág.  283).  ¿Cómo  hacer  las  críticas  de  las  críticas  de  Sar- 
miento? Sería  de  mi  parte  ridículo  intentarlo.  ¿Ni  cómo 
podría  tampoco  examinar  los  escritos  de  Muñiz  sobre  te- 
mas tan  distintos  y  variados? 

Pero  fué  Muñiz  una  figura  que  honra  á  la  República — 
una  personalidad  que  tuvo  en  el  desarrollo  de  ciertas  cien- 
cias una  fuerza  mayor  de  la  que  sin  antecedentes  es  dado 
exponer.  El  se  ocupó  de  las  mismas  ciencias  que  consti- 
tuyen mis  estudios  predilectos,  vivió  15  años  en  donde  yo 
pasé  mi  niñez,  y  explotó  los  mismos  yacimientos  fosilíferos 
que  yo  debía  remover  treinta  años  después... y  los  recuer- 
dos de  sus  hallazgos,  vueltos  populares  en  Lujan,  no  con- 
tribuyeron poco  áque  me  lanzara  tras  de  él  á  las  mismas 
investigaciones.  No  puedo,  pues,  permanecer  indiferente 
ante  la  publicación  de  su  vida  y  sus  escritos,  y  así,  aunque 
sea  en  forma   de  carta,  voy  á  comunicar  á  usted  lo  que 


FRANCISCO  J.    MÜÑIZ  295 

pienso  sobre  la  parte  de  los  trabajos  del  doctor  Muñiz  que 
se  relaciona  con  mis  estudios. 

La  descripción  del  avestruz  déla  Pampa,  en  lo  que  con- 
cierne á  sus  caracteres  externos  y  á  sus  costumbres,  es  lo 
mejor  que  hasta  ahora  ha  aparecido,  y  bastaría  para  dar  á 
su  autor  reputación  como  zoólogo,  y  aun  como  escritor. 

En  cuanto  á  sus  trabajos  sobre  paleontología  argentina, 
debo  observar  que  no  tan  solo  es  él  el  primer  descubri- 
dor en  estas  regiones  del  famoso  felino  con  caminos  en 
forma  de  puñales  denticulados,  sino  también  que  está  muy 
lejos  de  estar  probado  de  un  modo  definitivo,  que  el  Mu- 
ñiz felis  ó  Sur  ilodon  sea.  idéntico -di  Machaerodus,  y  para  pro- 
barlo, haciendo  abstracción  de  mis  escritos,  me  contentaré 
con  citar  las  comunicaciones  de  Gervais  al  Instituto  de 
Francia  (1878)  y  el  trabajo  mas  reciente  de  Cope,  actual- 
mente la  primera  autoridad  en  la  materia,  On  the  extinet 
Cats  of.  América  (Fiiadelfia  1880)- 

Pero,  aparte  de  esto,  á  Müñiz  le  cabe  la  gloria  de  ser  el 
primer  descubridor  de  otra  fiera  aun  mas  extraordinaria, 
el  Aretotherium,  el  mas  gigantesco  de  los  carnívoros  hasta 
ahora  conocidas.  Kazon  tiene  Sarmiento  para  creer  que 
la  primera  colección  Muñiz  no  debe  haberse  perdido  para 
la  ciencia.  En  la  introducción  á  mi  obra  Los  mamíferos  fósiles 
déla  America  del  Sud  he  mencionado  el  destino  que  tuvo  la 
colección  de  que  Rosas  despojó  á  su  patria.  Sobre  piezas 
de  esa  colección  clasificó  Gekvais,  la  gigantesca  fiera  men- 
cionada, como  también  el  Lestodon,  del  que  Muñiz  fué  igual- 
mente primer  descubridor,  edentado  con  caninos  y  de  talla 
casi  tan  gigantesca  como  el  Megatherium,  lo  mismo  que  otros 
animales  extinguidos  que   me  parece  supérfluo  enumerar. 

La  misma  forma  de  caballo  fósil  de  que  se  ocupa  Sak- 
MiENTO  transcribiendo  lo  que  de  ella  dice  Burmeister,  fué 
primeramente  descubierta  por  Muñiz  y  no  por  Darwin;  éste 
había  encontrado  una  muela  de  una  especie  congénere  de 
los  caballos  actuales,  mientras  que  el  animal  descubierto 
por  MuNiz  es  un  género  muy  distinto  que  se  proponía 
Burmeister  designar  con  el  nombre  de  Rhinippus  antes  de 
saber  que  ya  Owen  le  había  aplicado  el  de  Hippidium. 

Entre  las  piezas  mas  importante  de  la  colección  paleon- 
tológica del  Museo  de  Buenos  Aires,  figuran  todavía  entre 
ias  mas  notables  las  descubiertas  por  MuÑiz  figurando  entre 


296  OBRA-S   DE   SARMIENTO 

ellas  una  cabeza  de  Toxodon,  quizás  la  mas  completa  que 
hasta  ahora  se  conoce,  depositada  en  el  Museo  por  MuÑiz, 
el  año  57,  de  una  especie  entonces  desconocida  y  clasifica- 
da luego  por  BiEBEL  sobre  restos  remitidos  de  Buenos 
Aires  por  el  hijo  del  Dr.  Burmeister  dedicándola  al  ilustre 
sabio  su  antiguo  maestro,  quien  á  su  vez  describió  el  cráneo 
regalado  por  MuÑiz  con  el  mencionado  nombre  de  Toxodon 
Burmeister,  como  puede  verse  en  los  e-tantes  del  Museo,  sin 
que,  cosa  singular,  se  encuentra  una  sola  de  las  piezas  allí 
expuestas  que  lleve  en  la  clasificación,  á  lo  menos  como 
recuerdo  de  quien  tantas  donaciones  hizo  al  establecimien- 
to, el  nombre  de  MuÑiz  como  distintivo  de  una  especie. 
Este  olvido  traté  de  reparar  en  mi  Formación  pampeana,  de- 
dicando  á  MuÑiz  una  nueva  especie  de  Cliptodon,  que  por 
desgracia,  se  cuenta  entre  las  que  aun  no  he  podido  des- 
cribir de  un  modo  completo  por  causas  absolutamente  aje- 
nas á  mi  voluntad; — pobre  homenaje  de  mi  parte  que 
espero  me  sea  dado  algún  día  reemplazar  por  otro  mas 
duradero. 

Aunque  esta  es  ya  demasiado  larga,  deseo  agregar  aun 
unas  cuantas  palabras  respecto  al  trabajo  de  Muñiz  sobre  la 
geología  de  una  parte  considerable  de  la  provincia  de  Bue- 
nos Aires.  Para  esa  época  casi  todo  lo  que  encierra  ese 
trabajo  hubiera  sido  novedad,  y  no  titubeo  en  decir  que  en 
lo  que  concierne  á  la  formación  pampeana,  vale  lo  que  de 
ella  dijeron  Darwin  y  D'Orbigny.  El  distinguió  ya  en  esa 
época  el  post-pampeano  lacustre  y  su  oríjen  al  que  llama  creta 
blanca,  y  e\  pampeano  lacustre  que  dexiomma.  terreno  fosilifero 
ó  marga  amarillenta,  formaciones  que  distingue  perfectamen- 
mente  del  terreno  pampeano  rojo,  lo  que  no  hizo  ninguno  de 
los  autores  que  me  precedieron  en  el  estudio  de  la  geo- 
logía de  estos  terrenos.  Mis  descripciones  demostrando 
que  los  mamíferos  extinguidos  quedaron  sepultados  en  el 
barro  de  antiguas  lagunas,  parecen  copiadas  de  Muñiz. 
Es  que  ambos,  aunque  con  40  años  de  intervalo,  hemos 
escrito  sobre  el  terreno,  con  el  cuerpo  del  delito  á  la 
vista,  que  dá  siempre  una  idea  distinta  de  la  que  se  hace 
el  sabio  que  todo  lo  estudia  desde  el  bufete.  En  el  mismo 
caso  se  encuentran  muchas  otras  observaciones  de  Muñiz,, 
exactísimas,  pero  que  solo  se  conocen  desde  hace  un  cor- 
tísimo número  de  años,  tanto  que  prefieren  ponerlas  en 


FRANCISCO  J.    MUÑIZ  297 

cuarentena  algunos  que  estarían  en   el  deber  de   compro- 
barlas, sin  darse  cuenta  de   que  van  quedando  rezagados. 

Esto  demuestra  que  Muñiz,  como  observador  exacto  y  de 
penetración  pudo  ser  rival  de  Darwin,  y  como  hombre  de 
ciencia  tuvo  los  conocimientos  que  se  podían  adquirir  en  el 
pais  entonces,  y  aun  mas.  Solo  dedicaba  á  la  ciencia  las 
horas  que  sustraía  á  las  necesidades  de  la  lucha  por  la 
vida,  contrariado  por  el  medio  en  que  vivía,  que  no  lo  com- 
prendía. El  Gobierno  de  Rosas  tenía  sumido  el  país  en  la 
barbarie  y  sus  hijos  mas  esclarecidos  que  podían  estimular 
á  Muñiz  como  iniciador  de  un  gran  movimiento  científico 
en  su  patria,  estaban  expatriados  y  harto  ocupados  en  com- 
batir la  tiranía.  Muñiz  vivió  en  su  patria  precediendo  su 
época  de  medio  siglo.  Si  fuera  de  nuestra  jeneracion  al- 
canzaría ó  estaría  en  vía  de  conquistarse  un  nombre  pro- 
minente en  la  ciencia  universal.  Pero  no  importa — su 
figura  como  representante  de  las  ciencias  naturales  en  su 
época  y  en  su  país,  es  la  única  que  se  destaca  del  fondo  de 
las  mediocridades,  y  el  jeneral  Sarmiento  al  sacarla  del 
olvido  y  ponerla  de  relieve,  ha  prestado  un  servicio  al  país,.* 
y  también  á  la  ciencia,  patrimonio  de  la  humanidad. 

De  Vd.  siempre  afectísimo  servidor  y  amigo. 

Florentino  Ameghino. 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  (') 


INAUGURACIÓN  DE  SU  ESTATUA 

La  siguiente  correspondencia,  vertida  á  nuestro  idioma 
esplica  mejor  el  objeto  é  intento  que  hemos  tenido  en  vista 
a\  emprender  este  trabajo;  y  le  damos  un  lugar  aquí  como 
la  mas  apropiada  introducción  de  la  vida  de  este  eminente 
hombre. 

Nueva  York,  8  de  Julio  i865. 
Señora  María  Mann. — Concord. 

Mi  estimada  señora:  He  visto  en  los  diarios  que  se  ha 
levantado  una  estatua  á  la  memoria  del  finado  señor  Ho- 
racio Mann  en  el  patio  de  la  Casa  de  Grobierno  (State  House), 
y  al  frente  de  la  otra  erigida  á  Daniel  Webster,  como  un 
testimonio  de  la  gratitud  del  pueblo  de  Massachusetts  al 
ilustre  esposo  de  usted. 

Si  lo  hubiera  sabido  á  tiempo,  habría  corrido  ó  mejor 
dicho,  habría  volado  á  unir  mis  aplausos  con  los  de  la 
multitud,  cuando  estaban  rindiendo  á  aquel  gran  hom- 
bre este  solemne  tributo  de  justicia. 

Habiéndome  sido  negado  este  placer^  permítame  usted 
manifestarle  por  esta  carta  la  mas  profunda  veneración 
que  siempre  he  profesado  á  Mr.  Mann  y  congratular  á  usted 
por  la  legítima  satisfacción  que  este  acto  debió  procurarle 

Tal  vez  usted  haya  olvidado  por  este  tiempo  mi  nombre 


(1)    Publicada  en  1866  en  él  volumen  «Las  Escuelas  base  de  la  prosperidad  y  de 
Ja  República  en  los  Estados  Unidos».    (Nota  del  Editor). 


300  OBRAS    UE    SAKMIENTO 

mas  si  el  apreciar  á  Mr.  Mann  fuese  un  título  para  merecer 
la  estimación  de  usted  puedo  asegurarle  que  nadie  puede 
tener  un  mas  alto  aprecio  de  su  carácter  y  servicios.  En 
1847  tuve  el  honor  de  ser  presentado  á  él  en  su  casa  en 
West  Newton;  y  si  mal  no  me  acuerdo,  usted  misma,  nos 
sirvió  de  intérprete  durante  nuestras  largas  conferencias 
sobre  asuntos  de  educación,  y  tuvo  ademas  la  bondad  de 
darme  á  conocer  las  costumbres  y  peculiaridades  del  pue- 
blo en  que  vivían. 

Mr.  Mann  me  presentó  también  al  Gobernador  y  autori- 
dades del  Estado,  quienes  me  obsequiaron  generosamente 
un  ejemplar  completo  del  «Common  School  Report  and 
Journal»  (Diario  é  Informe  de  la  Educación  Pública),  así 
como  una  serie  del  «A.bstract  of  School  Returns»  (Resumen 
de  los  informes  de  Escuelas),  hechos  al  Consejo  de  Edu- 
cación por  Mr.  Mann,  que  era  entonces  su  Secretario  y  Su- 
perintendente de  las  Escuelas  Públicas. 

Armado  de  estos  documentos  y  de  una  colección  de  sus 
lecturas,  informes  y  discursos,  y  nutrido  con  su  instruc- 
ción oral,  volví  á  la  América  del  Sur,  y  durante  estos  úl- 
timos años  no  he  hecho  mas  que  seguir  sus  huellas,  to- 
mando por  modelo  sus  grandes  trabajos  para  organizar  la 
educación  en  Massachusets. 

Mi  mejor  y  mas  segura  guía  fueron  el  digesto  de  leyes 
y  reglamentos  que  regulan  aquel  bello  sisterqa  de  escue- 
las, que  son  la  mas  rica  herencia  legada  por  Mr.  Mann  á 
sus  compatriotas. 

Recuerdo  á  usted  estos  hechos,  para  mostrarle  que  Mr, 
Mann,  sin  saberlo,  como  sucede  á  menudo  á  hombres  de 
su  gran  genio,  estaba  estendiendo  la  esfera  de  sus  servi- 
cios mas  allá  de  su  propio  Estado  y  nación,  y  contribuyendo 
á  la  mejora  de  países  remotos,  donde  sus  talentos  y  virtu- 
des eran  debidamente  apreciados,  habiéndosele  rendido  un 
merecido  tributo  al  saberse  su  justamente  lamentable  fa- 
llecimiento. 

En  una  comunicación  que  precede  á  mi  Informe  diri- 
gido al  Gobierno  de  Chile,  dándole  cuenta  de  la  comisión 
que  me  confió  para  examinar  y  estudiar  los  sistemas  de 
instrucción  pública  en  Europa,  y  aludiendo  á  su  obra  titu- 
lada: «Viaje  Educacional»,  que  conocí,  por  primera  vezan 
Inglaterra,  decía  lo  siguiente: 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  301 

«Mr.  Mann,  partiendo  desde  el  Norte  de  América,  y  guiado 
por  los  mismos  motivos,  me  precedía  dos  años  en  la  misma 
empresa  que  yo  había  acometido  desde  el  Sur  del  Conti- 
nente; y  salvo  las  diferencias  que  las  peculiaridades  de 
nuestros  respectivos  idiomas  establecen,  habíamos  reco- 
rrido los  mismos  países,  y  examinado  las  mismas  escuelas, 
de  manera  que  sus  observaciones  corroboraban  las  mías. 
Desde  que  este  importante  escrito  cayó  en  mis  manos,  tuve 
ya  un  punto  fijo  á  donde  dirigirme  en  los  Estados  Unidos;  y 
poco  después  de  mi  arribo  se  me  proporcionó  la  satisfacion 
de  tratar  personalmente  á  este  noble  promotor  de  la  edu- 
cación, recogiendo  en  la  intimidad  que  establecían  nuestras 
simpatías  comunes,  mil  informaciones  útiles  de  que  he 
sacado  gran  provecho.» 

De  aquí  inferirá  usted  que  el  nombre  Mr.  Mann  fué  para 
mi,  durante  todos  mis  trabajos  y  esfuerzos  por  la  educación 
lo  que  las  obras  de  San  Agustín  para  los  predicadores. 

Aunque  á  riesgo  de  renovar  recuerdos  tristes  en  su  ánimo, 
me  permito  incluir  á  usted  algunos  estractos  de  un  ar- 
tículo que  publiqué  en  los  Anales  de  la  Educación  Común 
de  Buenos  Aires,  cuando  me  llegó  la  noticia  de  su 
muerte. 

La  estatua  inaugurada  en  honor  de  Mr.  Mann,  pocos  años 
después  de  haber  salido  de  su  laboriosa  vida,  forma  época 
en  la  gran  revolución  porque  están  pasando  las  naciones 
libres  en  sus  objetos  de  adoración;  y  es  ciertamente  un 
motivo  de  orgullo  legitimo  para  mi,  el  haber  anticipado 
diezy  ocho  años  el  juicio  emitido  tan  solemnemente  en  esta 
ocasión  por  la  Atenas  de  la  América.  Puedo  decir  así  con  én- 
fasis, que  adiviné  entonces  su  pensamiento. 

Habiendo  llegado  á  este  país  con  una  misión  diplomática 
de  la  República  Argentina,  mi  propia  patria,  en  la  cual 
están  incluidos  en  una  gran  parte  el  estudio  de  todas  las 
mejoras  y  los  adelantos  de  la  educación,  mi  estimado  amigo, 
el  señor  Eduardo  F.  Davison,  nuestro  Cónsul  en  esta  ciudad, 
que  conocía  mi  entusiasta  veneración  por  Mr.  Mann,  me 
obsequió  un  ejemplar  de  su  «Vida»,  el  cual  he  leído  con  el 
doble  interés  que  inspiran  el  objeto  de  mi  especial  admi- 
ración, y  el  estar  escrita  por  usted,  á  quien  creo  haber  te- 
nido el  honor  de  conocer  antes  en  West  Newton. 

Tengo  el  pensamiento  de  acometer  la  traducción  de  este 


302  OBRAS    1>IB   SARMIKNTO 

libro  al  español,  adaptándolo  á  las  ideas  y  necesidades  de 
la  América  del  Sud;  y  aprovecho  de  esta  ocasión  para  soli- 
citar de  la  autora  el  permiso  de  abrir  á  los  ojos  de  mis  pai- 
sanos los  tesoros  que  contiene  en  sus  pajinas. 

La  historia  de  la  América  del  Sur  carece  de  buenos  ejem- 
plos y  modelos,  de  modo  que,  intentando  practicar  las  ins- 
tituciones libres,  se  encuentra  con  que  la  libertad  es  un 
instrumento  con  doble  filo,  que  demanda  una  destreza  par- 
ticular para  manejarlo  sin  peligro  de  sí  misma;  mas  aunque 
ensangrentada  y  herida  por  su  propia  mano,  no  desespera 
todavía  de  adquirir  un  dia  la  precisa  rehabilitación  para 
seguir  el  camino  que  le  están  abriendo  los  Estados  Unidos. 

La  educación  del  pueblo  es  la  primera  necesidad  de  la 
América  del  Sur,  y  entre  sus  Estados  hay  algunos  que  han 
hecho  esfuerzos  considerables  para  difundir  la  educación  en 
todas  las  clases.  La  «Vida  de  Horacio  Mann,»  la  relación 
de  sus  triunfos  en  Massachusetts,  de  su  dedicación  y  sacri- 
ficios, puesta  al  alcance  de  todos,  y  coronada  como  fué  por 
este  elocuente  testimonio  de  la  gratitud  de  un  pueblo,  al 
levantar  esta  estatua  á  su  benefactor — una  tal  obra  no  po- 
dría dejar  de  encontrar  imitadores  en  todas  partes,  como 
las  Vidas  de  Plutarco  han  estimulado  hechos  heroicos  é 
inspirado  nobles  actos  en  los  pechos  de  la  juventud;  así 
como  la  Vida  de  Washington  iluminó  la  oscura  senda  de 
Mr.  Lincoln  por  las  selvas;  como  la  de  Franklin  ha  servido 
de  ejemplo  á  tantos  de  sus  ilustres  compatriotas  para  ven- 
cer los  embarazos  que  trababan  los  primeros  pasos  de  su 
carrera. 

Kl  anche  io  de  \os  artistas  está  escrito  visiblemente  en  la 
vida  de  centenares  de  hombres  grandes  formados  por  sí 
mismos  de  que  abunda  la  historia  de  las  ciencias,  de  las 
artes,  de  la  política,  etc.,  en  los  Estados  Unidos.  La  Vida 
de  Mr.  Mann  será  una  poderosa  palanca  para  levantar  al- 
gunos corazones  generosos,  y  dar  una  dirección  útil  á  sus 
filantrópicas  aspiraciones. 

Esperando  tener  pronto  la  oportunidad  de  presentar  á 
usted  en  persona  mis  respetos,  y  la  espresion  de  la  alta 
consideración  que  me  merece,  quedo  de  usted,  mi  esti- 
mada señora,  su  afectísimo  y  humilde  servidor. 

D.  F.  Sarmiento. 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  303 

CoNCORD,  13  de  Julio  de  1865. 
Si.  D.  F.  Sarmibíto,  Nueva  York. 

Mi  querido  Señor:  He  tenido  el  placer  de  recibir  hoy  su- 
muy  agradable  carta,  á  la  cual  me  apresuro  á  contestar, 
para  significarle  la  gran  satisfacción  que  naturalmente  ha 
producido  en  mi  un  tributo  tan  cumplido  como  el  que  usted 
paga  en  ella  á  la  memoria  de  mi  lamentado  esposo. 

Recuerdo  muy  bian  la  muy  agradable  visita  que  nos  hizo 
usted  en  West  Newton,  y  lo  que  sentí  que  mi  parlanza 
francesa  estuviese  tan  enmohecida;  pero  á  despecho  de  todo 
eso,  usted  nos  suministró  tantos  conocimientos  y  nos  causó 
tal  impresión  por  su  empeño  y  devoción  á  los  mas  altos  in- 
tereses de  su  patria,  que  muchas  veces  hablábamos  de  us- 
ted., pues  nadie  interesaba  tanto  á  mi  amado  esposo,  como 
aquellos  que  tenían  miras  tan  elevadas  y  filatrópicas  para 
comprender  y  sentir,  que  solo  mediante  el  cultivo  de  la  na- 
turaleza entera  del  hombre,  y  habilitándolo  para  disponer 
de  «sus  derechos  inalienables»,  la  sociedad  puede  alcanzar 
el  destino  marcado  á  la  humanidad  por  su  Creador.  Por 
esto  recibimos  con  tanto  gusto  el  libro  de  usted.,  y  espero 
que  recibiría  el  debido  acuse  que  le  hicimos   de  él. 

La  estatua  fué  dedicada  el  4  de  Julio,  á  consecuencia  de 
una  súbita  resolución  de  la  comisión  encargada  de  este 
asunto  por  razones  especiales.  Muchos  amigos  que  habrían 
venido  gustosamente,  deploraron  igualmente  este  contra- 
tiempo. Mas  era  una  ocasión  muy  apropiada  para  ello;^ 
pues  que  este  monumento  era  inaugurado  el  primer  aniversa- 
rio de  nuestra  indepeudencia,  en  que  nos  pudiéramos  honro- 
samente proclamar  una  nación  de  libres,  y  al  hombre  que 
tan  reciamente  había  trabajado  por  esta  causa;  y  esto 
acontecía  en  Massachusets,  que  había  sido  el  esforzada 
campeón  de  la  libertad  de  todos  los  hombres.  ¿Quién  du- 
dará entonces  que  el  espíritu  invocado  en  aquel  instante 
no  haya  visitado  de  nuevo  la  tierra  y  mezclado  su  goce  con 
el  de  nosotros  pobres  mortales,  que  andamos  aun  á  tientas 
en  las  tinieblas,  deseando,  aunque  temblando  de  miedo,  que 
todo  saldrá  bien  al  fin,  y  que  no  perderemos  todo  lo  que 
hemos  ganado  en  esta  guerra  de  purificación,  si  se  niega 
el  derecho  de  sufragio  á  la  raza  recien  emancipada? 


304  OBRAS    OK.   SARMIKNTO 

Enviaré  á  usted  sus  discursos  en  contra  de  la  esclavitud 
pronunciados  en  el  Congreso.  Tengo  esperanza  de  publi- 
car toda  la  colección  en  una  edición  uniforme  con  la  «Me- 
nnoria.»  Su  grata  proposición  de  traducir  este  bosquejo 
imperfecto  de  su  noble  vida,  la  acepto  mas  bien  con  gra- 
titud. Remitiré  á  usted  un  párrafo  que  debió  haberse  im- 
preso en  la  «Memoria»  inmediatamente  después  de  su 
oración  al  recibirse  de  bachiller,  con  que  se  cierra  el  primer 
volumen.  Si  realiza  su  propósito  de  traducirla  al  español,  le 
ruego  que  lo  añada. 

Le  envío  otro  bosquejo  de  su  vida  escrito  algunos  años 
ha  por  un  abogado,  y  publicado  en  una  obra  titulada:  «Re- 
tratos de  distinguidos  Americanos»,  por  el  señor  Juan  Li- 
vingston.  Se  encuentra  en  él  la  estadística  completa  de 
su  vida  y  trabajos,  que  por  esta  razón  yo  no  he  querido 
repetirán  mi  «Memoria»,  queme  fué  preciso  reducir  mucho 
para  llenar  los  deseos  del  editor.  También  envío  á  usted 
otra  edición  de  la  misma  antedicha  biografía,  hecha  por  el 
doctor  Enrique  Barnard,  de  Connecticut,  en  su  «Diario  de 
la  Educación»,  en  que  van  añadidos  otros  asuntos  relativos 
á  educación.  Tal  vez  le  convenga  á  usted  mejor  traducir 
•estos  bosquejos  en  lugar  de  mi  mas  voluminosa  «Me- 
moria.» 

Solo  después  de  haber  publicado  su  duodécimo  Informe 
anual,  se  vino  á  apercibir  el  Consejo  de  Educación  de  la 
magnitud  de  las  tareas  de  Mr.  Mann,  que  eran  al'menos  el 
doble  de  lo  que  aquel  le  había  indicado  ó  autorizado,  y  que 
en  muchos  casos  eran  gratuitas  y  á  su  propia  costa.  Había 
sido  todo  su  empeño  desde  un  principio,  el  hacer  lo  menos 
costoso  posible  al  Estado  esta  gran  reforma,  para  no  dar 
con  ello  asidero  al  partido  democrático,  que  gobernaba 
durante  una  parte  del  tiempo  en  que  él  desempeñó  la 
Secretaría  del  Consejo.  Y  aquí  es  preciso  advertir  á  usted 
que  lo  que  llamaríamos  la  democracia  ideal,  nunca  fué 
representada  por  el  partido  titulado  democrático,  que  á 
menudo  esquivaba  la  luz  de  las  reformas.  Por  esta  razón 
jamás  dio  á  conocer  la  necesidad  en  que  se  encontraba  de 


TIDA   0E  HORACIO  MA.NN  305 

un  ayudante  ó  secretario  privado,  y  en  aquellos  dias  de 
embarazos  pecuniarios  tuvo  que  sufrir  mucho  por  esta 
causa.  Mas  cuando  renunció  su  puesto,  hizo  presente  esta 
falta  absoluta,  para  que  su  sucesor  no  careciese  de  este 
indispensable  auxilio. 

Vd.  se  equivoca  al  suponer  que  Mr.  Mann  creó  entonces 
el  empleo  de  Secretario.  El  fué  nombrado  para  este  destino 
por  el  Honorable  Eduardo  Everett,  que  era  Gobernador  de 
Massachusetts.  Sin  duda  que  por  su  manera  de  desempe- 
ñarlo dio  á  esta  oficina  una  importancia,  que  no  habría 
tenido  en  manos  de  otro  menos  interesado  por  la  causa, 
para  quien  tal  vez  habría  sido  de  poco  valor. 

Al  séptimo  año  de  estar  en  la  Secretaría,  fué  á  Europa 
enteramente  á  su  costa,  y  el  Informe  en  que  dio  cuenta 
de  sus  estudios  sobre  Educación,  no  se  publicó  á  beneficio 
suyo,  sino  como  ocupando  el  lugar  de  un  Informe  Anual. 

El  «Diario  de  la  Educación  Común,»  un  periódico  dedi- 
cado á  la  causa  y  mejora  de  la  educación  y  redactado  por 
Mr.  Mann,  sin  subvención  pecuniaria  de  nadie,  no  contaba 
con  un  número  suficiente  de  suscritores  para  hacerlo  pro- 
ductivo, á  menos  que  no  fuese  para  los  editores.  Por  diez 
años  redactó  esta  publicación  sin  compensación  alguna  y 
con  gran  dispendio  de  tiempo  y  trabajo;  y  el  editor  la  con- 
tinuó después  unos  pocos  años  mas. 

El  Reverendo  Carlos  Brooks  fué  el  primero  que  indicó  la 
formación  de  Escuelas  Normales  en  este  país.  Debería 
conocer  Vd.  á  este  digno  caballero  que  se  portó  con  mucha 
enerjia  y  perseverancia  en  hacer  prevalecer  este  ramo  de 
la  educación,  que  Mr.  Mann  y  su  escelente  cuerpo  de  maes- 
tros han  elevado  á  tan  alto  grado  de  esplendor;  y  continúa 
mejorándose  aun  y  ensanchando  cada  día  mas  su  plan  de 
estudios. 

Perdóneme  Vd.  si  le  escribo  una  carta  demasiado  larga 
sobre  un  asunto  de  tanto  ínteres  para  mí. 

Con  todo  respeto,  me  suscribo  de  Vd.  su  amiga, 

Mary  Mann. 
Tomo  xliii.— 20 


306  0BKA8    UK   ^JAKMIKNTO 

He  aquí  el  artículo  de  los  Anales  de  la  Educación  (N"  10, 
Vol.  I,  páj.  298)  aludido  en  la  correspondencia  anterior: 

«La  quincena  pasada  ha  sido  fecunda  en  fallecimientos 
de  personas  notables.  Entre  estos  debo  notar  al  elocuente 
campeón  de  la  educación  popular,  Mr.  Horacio  Mann,  á 
quien  tanto  cita  el  señor  Sarmiento....  Estaba  dotado  de 
fuerza  de  carácter,  celo  y  un  entusiasmo  abrasador  por  la 
causa  educacional,  y  sus  esfuerzos  contribuyeron  á  propa- 
gar, en  el  pueblo  de  Massachusetts  principalmente,  las 
semillas  que  hoy  están  produciendo  tan  abundantes  fru- 
tos.»— Correspondencia  de  Nueva  York  al  Mercurio  de  Valparaíso. 

«En  estos  términos  nos  llega  la  noticia  de  la  muerte  de 
uno  de  los  hombres  mas  modestos,  y  del  carácter  mas 
honorable  que  hayamos  tenido  la  fortuna  de  conocer  y 
estimar. 

«Un  día  va  á  llegar  en  la  historia  de  la  especie  humana» 
que  por  haber  sido  precedido  por  un  largo  crepúsculo,  no 
herirá  tan  vivamente  el  ánimo  de  los  contemporáneos  con 
su  esplendor,  como  fascina  desde  ahora  su  espectacion. 

«¿Qué  es,  qué  fué  el  pueblo,  la  masa  de  la  humanidad, 
desde  la  vida  salvaje  hasta  que  el  Ejipto,  la  Grecia,  Roma 
y  la  Edad  Media  se  elevaron  por  la  cultura  de  una  casta 
sacerdotal,  ó  de  patricios  ó  nobles?  Si  la  Revelación  y  la 
dignidad  del  hombre  no  nubieran  fijado  nuestras  ideas  á 
este  respecto,  podríamos  preguntarnos  si  hay  alma  en  el 
salvaje,  que  dijiere  en  el  torpor  del  embrutecimiento,  du- 
rante dias  de  silenciosa  inmovilidad,  el  fruto  de  las  rapiñas 
que  obtuvo  por  el  esfuerzo  combinado  de  la  tribu,  saquean- 
do, degollando  cuanto  cae  bajo  su  dominio.  ¿El  águila  que 
desciende  de  las  nubes  para  arrebatar  su  presa,  el  tigre  que 
sacia  inocentemente  su  hambre,  sea  hombre  ó  bestia  lo  que 
devora,  no  tendrán  alma  también?  ¿Quiere  mas  á  sus 
hijuelos  la  india  que  la  gata? 

«Y,  sin  embargo,  las  manifestaciones  son  en  ambos  casos 
las  mismas.  Pero  tales  son  los  comienzos  del  hombre;  la 
idea  de  Dios,  de  un  sistema  moral,  de  responsabilidad,  no 
han  nacido  en  la  tribu  del  desierto,  por  masque  se  lo  hayan 
persuadido  así  los  que  la  tienen  heredada;  sino  que  con  el 
trascurso  de  los  siglos,  y  por  la  trasmisión  del  pensamiento 
humano,  á  medida  que  avanza  con  la  civilización,  ha  venido 
creándose  una  razón  en  el  animal,  que  por  la  especialidad 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  307 

de  SU  cerebro  era  capaz  de  refleccion,  y  por  la  singular  con- 
formación de  su  lengua  era  susceptible  de  significar  en 
palabras  las  ideas  y  trasmitirlas. 

Menos  aparente  que  en  los  salvajes,  ha  sido  en  la  masa 
común  de  la  humanidad,  en  las  diversas  naciones  civiliza- 
das hasta  ahora  poco,  estaorijinal  bestialidad  del  hombre. 
Las  naciones  cultas  fueron  siempre  civilizadas  por  una 
clase  privilejiada,  por  un  sacerdocio,  ó  una  nobleza,  ó  una 
casta  que  ejercía  el  poder,  poseía  riquezas  y  cultivaba  la 
intelijencia.  Las  naciones  modernas  mismas  participan  de 
este  carácter.  La  Francia,  la  Inglaterra,  la  Italia  y  otras 
descuellan  por  sus  adelantos  en  las  ciencias;  y,  sin  embargo 
en  aquellos  países  la  masa  común  es  en  parte  mas  pobre, 
á  veces  mas  degradada,  casi  siempre  mas  ruda,  ignorante 
y  preocupada,  que  en  los  pueblos  al  parecer  menos  ade- 
lantados. 

Si,  pues,  llegase  un  día  en  que  todos  los  habitantes  de  un 
país,  hombres  y  mujeres,  ancianos  y  jóvenes,  pobres  y 
ricos,  poseyeren  una  cierta  suma  de  conocimientos,  y  la 
aptitud  de  adquirir  cuantos  hubiesen  menester  para  su 
elevación  y  bienestar;  todas  esas  masas  (que  así  se  llaman, 
masas,  para  indicar  por  la  palabra  misma  su  afinidad  con 
la  materia  bruta,  su  estado  de  inacción),  se  dispersarían 
en  individuos  aptos,  de  manera  que  no  hubiera  masas,  por 
no  haber  punto  mas  elevado  en  la  humanidad  desde  donde 
contemplarlas.  Cuando  esto  suceda,  el  país  donde  se  rea- 
lize  presentará  un  fenómeno  desconocido  en  la  historia  del 
mundo:  un  pueblo  de  sacerdotes,  de  patricios  y  de  nobles, 
y  de  sabios  á  la  vez,  sin  plebe,  sin  masas,  sin  grei;  un  tea- 
tro de  acción  cuyo  centro  estará  en  todas  partes;  un  poder 
público,  sin  formas,  sin  compulsión  como  sin  obediencia; 
porque  todos  obedecerán  instintivamente  á  las  leyes  de  la 
razón,  camo  sucede  ya  entre  las  clases  educadas  y  morales, 
en  que  el  robo  á  mano  armada  y  el  homicidio,  que  era  una 
virtud  esclusiva  de  los  nobles  de  la  Edad  Media,  ha  desa- 
parecido. 

Y  si  la  humanidad  pudiese,  cuando  esa  feliz  época  llegue, 
buscar  en  sus  tradiciones  históricas  el  nombre  de  los  hom- 
bres que  produjeron  ese  cambio  profundo  en  la  condición 
de  la  humanidad,  encontraría  el  de  Lutero  como  iniciador 
del  movimiento,  sin  previsión  de  los  resultados  y  sin  inten- 


308  UBKA8    OiC    SAKMIKNTU 

cion  de  producirlos;  y  á  Mr.  Horacio  Mann  de  Massachusetts 
como  el  realizador  de  la  innovación,  con  plena  conciencia 
de  su  obra,  con  el  ardor  del  Apóstol  de  las  Jentes,  que 
reduce  á  ciencia  el  sentimiento,  con  la  terca  persuacion  de 
Colon  que  completa  la  jeografia  del  globo,  desde  que  se 
sabe  á  ciencia  cierta  que  es  globo  el  planeta  que  habitamos. 

Tal  es  mi  repuesta  á  la  observación  del  corresponsal  de 
Nueva  York  que  halla  un  tanto  exajerada  nuestra  profun- 
da veneración  por  Mr.  Horacio  Mann,  á  quien  conocimos  y 
tratamos  en  su  humilde  morada  de  West  Newton,  en  los 
alrededores  de  Boston,  viviendo  pobre  de  un  salario  escaso, 
y  siguiendo  con  perseverancia  la  obra  que  había  comenza- 
do en  1837,  cuando  fué  nombrado  Secretario  del  Consejo  de 
Educación  de  Massachusetts,  compuesto  de  sectarios,  es- 
pecie de  policía  relijiosa,  pero  sin  iniciativa  ni  capacidad 
en  sus  miembros  para  la  obra  de  que  era  Mr.  Mann  el 
único  operario. 

Es  que  el  autor  de  aquellas  observaciones  no  tiene  mo- 
tivo de  conocer  la  literatura,  diremos  así  de.la  educación 
popular,  ignorando,  por  tanto,  que  en  Europa  y  en  América 
eran  raros  antes  de  Mr.  Maun,  y  no  abundan  todavía,  los 
hombres  que  descollaban  en  este  ramo;  pues  M.  Cousin 
que  había  descrito  las  escuelas  y  universidades  de  Prusia 
y  otros  puntos  de  la  Alemania,  desempeña  en  ello  una 
comisión,  no  habiendo  ni  antes  ni  después  prestado  aten- 
ción á  este  asunto.  Podríamos  nombrar  uno  por  uno  los 
educacionistas  del  mundo,  y  darle  á  cada  uno  su  prez,  se- 
ñalando la  parte  lejítima  que  le  corresponde  en  la  grande 
transformación  de  la  especie  humana,  y  en  la  destrucción 
de  la  masa  popular,  habilitando  á  toda  raza  para  adquirir 
y  legar  sus  títulos  de  nobleza  por  la  igualdad  de  la  educa- 
ción. 

Mr.  Horacio  Mann  solicitó  y  obtuvo  del  Grobierno  de  Mas- 
sachusetts una  escasa  asignación  para  visitar  la  Prusia  y 
otros  Estados  europeos,  donde  alboreaba  ya  un  sistema  de 
educación  universal;  y  poco  debió  servirle  á  satisfacer  esta 
curiosidad,  según  aparece  de  los  datos  contenidos  en  la 
obrita  que  publicó  á  su  regreso,  si  no  es  para  revestir  su 
í'iOmbre  y  sus  propias  ideas  del  prestijio  de  que  carecen 
siempre  las  ideas  entre  los  contemporáneos,  vieja  enferme- 
dad notada  por  Jesucrito  en  la  aldea  de  su  nacimiento,  que 


YIDA.  DE  HORACIO  MANN  309 

le  negaba  el  carácter  de  profeta.  Thales  y  los  sabios  de 
la  Grecia  tenían  la  costumbre  de  viajar  al  Ejipto  y  confe- 
renciar con  sus  prestijiosos  sacerdotes,  acaso  mas  ignoran- 
tes que  ellos,  á  fin  de  que  sus  lecciones  pudiesen  ser  oidas 
sin  desden  por  sus  compatriotas,  ya  que  no  venían  de  uno 
de  ellos,  sino  como  trasmisión  del  pensamiento  ajeno. 
Continuó  ejerciendo  su  influencia  casi  decisiva  en  el  gran 
movimiento  de  desarrollo  de  la  educación  común,  esten- 
diendo y  mejorando  las  famosas  leyes  dictadas  por  los  Pe- 
regrinos desde  1660;  ora  ocultándose  á  la  sombra  del  Con- 
sejo de  Educación,  ora  haciendo  que  fuesen  nombrados 
capitanes  y  pilotos  de  la  nave  los  hombres  prominentes 
en  la  sociedad,  reservándose  el  manejo  del  timón. 

El  Secretario  debía  pasará  la  Lejislatura  todos  los  años 
un  Informe  del  estado  de  la  educación  en  Massachussets, 
redactar  un  periódico  y  recorrer  el  Estado,  con  facultad  de 
reunir  el  vecindario  de  cada  localidad  para  dirijirle  la  pa- 
labra sobre  los  intereses  de  la  educación. 

Esta  es  la  obra  que  desempeñó  Mr.  Mann  durante  doce 
años,  obra  sin  precedente  en  el  mundo,  la  predicación  de 
un  nuevo  evanjelio  por  la  prensa,  y  la  oración  hablada 
ante  el  pueblo  para  convencerlo  ante  la  Lejislatura,  para 
convertir  en  ley  cada  progreso  de  la  conciencia!  pública; 
logrando  al  fin  formar  en  la  jeneralidad  de  los  habitantes 
de  Massachussetts  un  sentimiento  que  el  resto  de  la  huma- 
nidad no  posee  todavía  sobre  la  degradación  de  la  ignoran- 
cia. La  doctrina  de  Mr.  Mann,  ya  consignada  en  las  leyes 
de  ese  país  y  hondamente  arraigada  en  la  conciencia  del 
pueblo,  puede  reducirse  á  unas  cuantas  sentencias: 

— El  hombre  que  no  ha  desenvuelto  su  razón  con  el  au- 
xilio de  los  conocimientos  que  habilitan  su  recto  ejercicio, 
no  es  hombre  en  la  plenitud  y  dignidad  de  la  acepción. 

— La  ignorancia  es  un  casi  delito;  pues  que  presupone  la 
infracción  de  las  leyes  morales  y  sociales. 

— La  asociación  de  los  hombres  tiene  por  objeto  la  eleva- 
ción moral  de  todos,  y  el  auxilio  mutuo  para  asegurarse  su 
quietud  y  su  felicidad. 

— La  propiedad  particular  debe  proveer  á  la  educación  de 
todos  los  habitantes  del  país,  como  garantía  de  su  conser- 
vación, como  elemento  de  su  desarrollo,  y  como  restitución 


310 


OBKAS    DK    SAllMIENTü 


en  cambio  de  los  dones  de  la  naturaleza  que  son  la  base  de 
la  propiedad. 

— La  libertad  supone  la  razón  colectiva  del  pueblo. 

— La  producción  es  obra  de  la  intelijencia. 

Estas  doctrinas  por  avanzadas  y  metafísicas  que  parez- 
can, están  convertidas  en  leyes,  con  el  apoyo  del  pueblo 
que  cree  en  ellas,  como  cree  en  los  dogmas  morales  y  re- 
lijiosos. 

El  estado  de  Massachussetts,  con  poco  mas  de  un  millón 
de  habitantes,  contribuye  voluntaria  y  espontáneamente 
con  mas  de  dos  millones  y  medio  de  duros  anuales  para  la 
educación  común,  lo  que  prueba  en  cuanto  la  estima;  sus 
leyes  persiguen  la  ignorancia  como  la  borrachera,  habien- 
do jueces  para  oir  la  acusación  de  ignorancia  interpuesta 
contra  el  niño,  que  empleados  policiales  toman  en  las  calles, 
pudiendo  condenarlo  á  ser  educado  por  el  Estado,  en  casas 
de  reforma  ó  de  corrección,  si  sus  padres  no  diesen  garan- 
tías morales  suficientes  de  que  comprenden  y  respetan  sus 
deberes  de  padre. 

Esta  nueva  creencia  de  que  solo  Massachusetts  está  uni- 
versalmente  poseído,  ha  tenido  tiempo  de  producir  sus 
resultados  durante  los  dias  de  Mr.  Mann.  Pocos  son  y  muy 
buscados  los  niños  que  en  trescientos  municipios  rurales 
se  sustraigan  al  deber  legal  de  recibir  cuanta  educación 
puede  atesorarse  desde  cuatro  á  diez  y  seis  años  de  edad, 
mientras  que  la  riqueza  del  Estado,  la  cifra  de  la  produc- 
ción media  que  toca  á  cada  hombre,  ha  triplicado  preci- 
samente desde  1837,  en  que  Mr.  Mann  desenvolvió  su 
sistema,  haciendo  en  efecto  cada  adolescente  que  se  pre- 
sentaba por  la  educación,  preparado  á  entrar  en  la  vida, 
como  un  obrero  creador  de  riquezas,  la  obra  de  sus  ma- 
nos, de  su  intelijencia,  y  de  la  elevación  de  su  alma. 

Un  hecho  domina  la  sociabilidad  americana.  El  año 
pasado  se  han  dado  patente  de  privilejio  á  tres  mil  máqui- 
nas de  invención  nacional,  y  pedídose  este  privilejio  para 
cinco  mil,  las  cuales  sumadas  con  patentes  espedidas  en 
años  anteriores,  dan  mas  de  veinte  mil  máquinas  agrega- 
das al  capital  productor  de  la  humanidad.  La  Inglaterra 
sigue,  ya  que  no  inspira,  el  injenio  de  sus  hijos;  y  el  antiguo 
mundo  tiene  que  presentarse  en  masa,  sin  distinción  de 
naciones,  para  comparar  sus  cifras  con  las  del  pueblo  ame- 


VIDA  DE  HORACW  MANN  311 

ricano  en  máquinas,  en  ferro-carriles,  en  telégrafos,  en 
buques  y  en  producción. 

¿Cuál  es  la  causa  jeneradora  de  esta  estraordinaria  po- 
tencia? La  mas  sencilla  del  mundo.  La  A.mérica  encierra 
mayor  número  de  intelijencias  cultivadas  que  la  Europa, 
por  mas  que  sus  posiciones  respectivas  sean  tan  diferentes. 
La  educación  común  esplica  estos  fenómenos,  y  Mr.  Mann  está 
al  frente  de  esa  revolución  social  que  va  á  cambiar  la  faz 
del  mundo,  trayendo  el  dia  para  la  acumulación  de  la 
riqueza,  para  el  sosten  de  la  libertad,  del  orden  y  del 
progreso  á  novecientos  millones  de  seres  humanos  de  los 
que  pueblan  la  tierra,  y  que  por  su  ignorancia  y  degrada- 
ción, son  obstáculos  ó  remora  á  la  libertad,  á  la  riqueza  y 
al  progreso. 

Horacio  Mann,  concluida  su  grande  obra,  abandonó  á 
sus  discípulos  la  continuación  y  mantenimiento  del  siste- 
ma, y  la  Lejislatura  de  Massachusetts,  en  1854,  le  enco- 
mendó recopilar  las  leyes  sobre  Educación  y  esplicar  el 
sistema  de  educación  común  del  Estado  de  Massachusetts. 
¿Qué  estraño  es,  pues,  que  un  educacionista  de  Sur-Amé- 
rica, en  1847,  se  enamorase  de  este  gran  carácter  y  de  este 
pensador,  cuyos  escritos  é  ideas  en  materia  de  educación 
son  hoy  parte  de  la  ley  de  su  patria,  como  ha  sucedido  con 
los  grandes  comentadores  y  espositores  de  la  lejislacion 
común,  y  los  deseos  y  aspiraciones  suyas  el  íin  que  se 
proponen  alcanzar  los  que  siguen  sus  huellas? 

Aparte  de  estos  honores  que  se  limitan  á  aprovechar  de 
sus  ideas  hasta  en  las  últimas  concepciones,  Mr.  Mann  ha 
debido  morir  pobre,  y  relativamente  oscuro;  pues  en  la 
intimidad  de  sus  confidencias  le  oimos  en  1847  lamentarse 
de  su  angustiada  situación. 

Sus  discursos  en  los  meelings  municipales,  y  sus  informes 
á  la  Lejislatura  tienen  en  efecto  tal  elevación  de  ideas,  sus 
argumentos  en  favor  de  la  difusión  de  la  educación  están 
tan  llenos  de  la  unción  relijiosa  que  da  la  contemplación  de 
la  grandeza  humana,  de  los  designios  de  la  Providencia,  y 
de  las  grandes  leyes  morales  que  rijen  la  sociedad  y  presi- 
den á  nuestros  destinos,  que  bien  pudiera  tachársele  de 
metafísico,  si  esa  metafísica  no  hubiese  producido  los  re- 
sultados prácticos  que  dejamos  apuntados. 

El  Estado  de  Massachusetts  va  á  la  cabeza  de  la  huma- 


312  OBKAS    DB    SARMIENTO 

nidad  en  este  movimiento,  y  un  millón  de  habitantes,  pa- 
dres é  hijos,  disciplinados  por  aquel  nuevo  Moisés,  pueden 
decir  que  y^  han  entrado  en  la  tierra  de  promisión  á  que 
van  encaminándose  los  otros  pueblos,  pudiéndoseles  clasi- 
ficar en  este  orden  : 

Massachusetts,  Maine,  Connecticut,  Nueva  York,  Ohio,  los 
Estados  Unidos  y  el  Canadá  en  jeneral; 

Prusia  y  Alemania  en  su  totalidad; 

Francia,  Inglaterra,  Italia,  Rusia,  etc.; 

Y  España,  y  nosotros  sus  hijos,  venimos  á  la  retaguardia 
envueltos  en  el  polvo  de  nuestra  degradación  moral,  mise- 
ria é  ignorancia. 

Por  fin,  vienen  las  naciones  del  Asia,  los  salvajes  del 
África,  los  indios  de  las  islas  y  pampas  de  la  América. 

D.  F.  Sarmiento. 


DEDICACIÓN  DE  LA  ESTATUA   DE  HORACIO   MANN   EN   LA   PLAZA 
PRINCIPAL   DE   BOSTON,   4   DE   JULIO   DE    1865 


Esta  estatua  fué  erijida  para  perpetuar  la  memoria  de 
Horacio  Mann,  el  primer  Secretario  del  Consejo  de  Educa- 
ción del  Estado  de  Massachusetts,  fundador  de  la  primera 
Escuela  Normal  de  Preceptores,  cuyo  celo  y  elocuencia  han 
hecho  mas  por  las  escuelas  comunes,  que  ninguno  otro  en  el 
país;  cuya  vida  está  esmaltada  de  bellas  acciones:  á  Hora- 
cio Mann,  el  Maestro  y  el  Filántropo,  no  al  hombre  político, 
ha  sido  erijido  este  monumento. 

La  estatua,  que  es  de  bronce,  de  cerca  de  nueve  pies  de 
alto,  ha  sido  ejecutada  en  Roma,  por  la  Señorita  Stebbins, 
y  vaciada  en  Munich  al  costo  de  cinco  mil  pesos.  Está  colo- 
cada sobre  un  pedestal  de  piedra  gris  de  dimensiones  pro- 
porcionadas. No  es  el  menos  interesante  de  los  hechos 
ligados  con  este  monumento,  la  circunstancia  de  haber 
contribuido  las  clases  menos  acomodadas  con  la  mayor 
parte  del  capital  necesario  para  su  realización.  Los  niños 
de  todas  las  escuelas  públicas  de  la  República  contribuye- 
ron con  veinte  y  cinco  centavos  cada  uno,  y  los  maestros 
con  un   peso  fuerte;  y  esta  vino  á  ser  la  base  del  fondo 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  313 

nacional  levantado  con  tan  digno  objeto.  El  costo  del  pe- 
destal, que  llegó  á  unos  quince  mil  pesos,  fué  sufragado 
por  una  apropiación  hecha  al  efecto  por  la  Lejislatura  de 
Massachusetts. 

El  día  de  la  inauguración,  la  estatua  estaba  cubierta  con 
un  velo,  y  este  no  se  descorrió  hasta  que  el  Dr.  Howe,  Pre- 
sidente de  la  Comisión  encargada  de  la  obra,  no  hubo  pro- 
nunciado su  discurso.  Los  espectadores  estaban  reunidos 
en  torno,  ocupando  el  pórtico  de  la  Casa  de  Gobierno,  todas 
las  estensas  gradas  por  donde  se  sube  á  este  grandioso 
edificio,  y  todo  el  espacioso  frente  del  celebrado  Commoii 
de  Boston  (especie  de  parque  público  en  el  centro  de  la 
ciudad). 

Las  ceremonias  del  caso  comenzaron  por  el  siguiente 
discurso  del  Dr.  Howe: 

«  Conciudadanos  y  amigos :  Los  instintos  de  la  especie  hu- 
mana la  han  llevado  en  todos  tiempos  á  erijir  alguna  clase 
de  monumentos  para  perpetuar  la  memoria  de  aquellos 
individuos,  que  en  grado  eminente  descubrieron  las  cuali- 
dades tenidas  en  mas  alta  estima  durante  sus  dias.  Los 
salvajes  amontonan  piedras  sobre  la  sepultura  de  sus  mas 
fuertes  y  astutos  jefes:  los  bárbaros  levantan  monumentos 
á  los  grandes  destructores.  Algunos  pueblos  civilizados 
erijen  estatuas  á  los  grandes  jenerales;  las  democracias  á 
los  grandes  oradores;  las  aristocracias  á  reyes  y  régulos. 
Dados  los  monumentos  de  un  pueblo,  ó  de  una  clase  de 
hombres,  puede  decirse  quienes  son  esos  pueblos  ó  esos 
hombres. 

«En  todas  las  edades  las  bellas  artes  se  han  consagrado 
á  celebrar  y  perpetuaren  látela,  el  marmol,  ó  el  bronce, 
las  virtudes  de  aquellos  á  quienes  el  pueblo  tenia  en  mas 
alta  estimación.  Hasta  ahora  esos  honores  habían  sido 
monopolizados  por  los  grandes  batalladores,  por  los  gran- 
des escritores,  y  por  los  grandes  oradores.  Hoy  dedicamos 
una  estatua  al  hombre  cuya  grandeza  consistía  en  su  amor 
por  sus  semejantes,  en  su  confianza  en  la  innata  bondad 
del  hombre,  y  en  su  capacidad  de  mejoramiento;  y  en  su 
ardiente  celo,  en  fin,  por  elevar  y  mejorar  la  condición  del 
pueblo.  Amaba  al  pueblo,  vivió  y  trabajó  para  el  pueblo^ 
mas  aun,  murió  por  el  pueblo,  en  cuanto  su  prematura 
muerte  fué  acarreada  por  esceso  do  celo  y  de  labor  en  la 


314  OBRAS  DE   SARMIENTO 

causa  de  la  educación  del  pueblo.  Era,  conciudadanos, 
digno  deque  un  Estado  conno  el  de  Massachusetts  elevase 
un  monumento  á  hombre  semejante;  porque  es  al  propio 
tiempo  la  prueba  de  la  grandeza  y  bondad  del  uno,  de  la 
intelijencia  y  virtud  del  otro.  Y  es  el  pueblo  de  Massachu- 
setts quien  lo  levanta;  porque  los  medios  de  elevar  esta 
estatua  han  sido  suministrados  por  el  pueblo  en  jeneral  y 
no  por  los  ricos.  Unos  pocos  ricos  dieri^n  de  su  abundancia: 
pero  muchos  mas  dieron  de  su  pobreza.  El  muestro  de 
escuela  que  solo  podía  economizar  un  peso;  la  maestra 
cincuenta  centavos;  los  niños  y  niñas  de  las  escuelas,  que 
solo  tenían  un  céntimo,  todos  han  contribuido  á  esta  obra ; 
y  el  Estado  de  Massachusetts  mismo,  para  ponerle  el  sello 
de  su  aprobación,  por  medio  de  un  voto  de  su  Lejislatura, 
costeó  el  pedestal.  La  obra  misma  ha  sido  hecha  por  una 
mujer:  mujer  de  jenio  artístico;  mujer  que  fué  inspirada 
por  el  mas  noble  de  los  asuntos,  y  cuya  ejercitada  mano  ha 
modelado  el  bronce  que  descubro  ante  vosotros:  la  estatua. 
DE  Horacio  Mann.» 

En  medio  de  los  aplausos  de  la  multitud  y  las  sonatas  de 
la  música,  una  niñita  subió  á  la  plataforma,  y  colocó  una 
corona  de  laureles  sobre  la  cabeza  de  la  estatua,  la  que 
atrajo  una  nueva  tormenta  de  aplausos.  Después  de  los 
oficios  relijiosos  celebrados  por  el  Rev.  Dr.  Watterson,  Su 
Exelencia  el  Señor  Gobernador  Andrew  fué  introducido,  y 
se  dirijió  de  este  modo  á  la  concurrencia: 

«  El  17  de  Junio,  aniversario  de  la  batalla  de  Bunker  Hill, 
dedicamos,  á  orillas  del  Merrimac,  una  columna  votiva  á  la 
memoria  de  los  que  cayeron,  como  los  primeros  mártires 
en  la  gran  rebelión.  Hoy,  4  de  Julio,  cerca  de  las  playas  de 
la  bahía  de  Massachusetts,  inauguramos  esta  estatua  de 
perdurable  bronce,  para  preservar  en  la  memoria  y  tras- 
mitir á  las  futuras  jeneraciones,  las  formas  y  facciones  de 
un  sabio,  cuya  vida  contribuyó  á  hacer  de  aquellos  simples 
ciudadanos,  soldados  heroicos,  y  á  hacer  posible  el  triunfo 
de  la  libertad  y  de  la  humanidad,  de  que  son  dignos  ma- 
nifiestos la  fausta  celebración  de  este  día  por  todo  el  conti- 
nente. 

oc  Jóvenes  eran,  llevaban  las  armas  de  la  guerra,  cuando 
cayeron.  El  era  de  edad  provecta  y  no  conoció  otra  arma 
que  su  palabra  y  su  pluma.    Ellos  obedecían  á  la  voz  de  la 


VIDA  DE  HORACIO  MAJÍN  315 

Patria,  desde  que  oyeron  su  llamado.  Él  fué  electo  desde 
que  entró  en  la  virilidad,  cuando  al  recibir  grados  en  el 
Colejio  disertó  sobre  el  carácter  progresivo  de  la  raxa  humana. 
El  de  aquellos  fué  un  breve  y  rudo  combate:  el  suyo  fué  el 
combate  y  el  trabajo  de  la  mayor  parte  de  su  vida.  Minado 
por  la  escesiva  d'ttiicacion  á  su  obra,  él,  como  los  que  caye- 
ron en  el  campo  de  batalla,  murió  antes  de  tiempo,  según  se 
presume. 

«  En  Mayo  de  1796  nació  Horacio  Mann  en  el  Estado  de 
Massachusetts,  lecibió  sus  gradus  en  la  Universidad  de 
Rhode  Island,  en  la  que  después  fué  profesor  de  griego  y 
de  latin;  en  1823  era  miembro  del  foro  de  Norfolk.  Al  año 
siguiente,  hace  de  ello  cuarenta  años  hoy,  pronunció  un 
discurso  sobre  la  Independencia  americana.  Tres  años 
después  fué  electo  representante  por  Dedham  á  la  Lej isla- 
tura  de  esta  República.  En  1836  era  Presidente  del  Senado, 
creado  Senador  por  Suffolk,  á  donde  había  trasladabo  su 
residencia,  y  héchose  ciudadano  de  Boston. 

«  Cuando  presidia  el  Senado  vi  por  la  vez  primera  este 
hombre  verdaderamente  eminente,  que  aunque  ya  entrado 
en  años,  maduro  de  espíritu,  y  rico  de  esperiencia  en  los 
negocios  públicos,  apenas  iiabía  echado  por  entonces  ios 
cimientos  visibles  de  su  subsiguiente  y  perdurable  fama. 
Un  año  después  vino  á  ser  Secretario  del  Consejo  de  Edu- 
cación, y  en  aquella  nueva  posición,  que  él  creó  mas  bien 
que  desempeñó,  se  elevó  por  un  raro  jenio  y  trabajo  á  ser 
un  bienhechor  de  la  Humanidad,  á  la  duradera  grandeza 
que  le  está  reconocida.  Él  pr<jbó  como,  en  la  vida  de  un 
solo  hombre,  podían  combinarse  y  hacer  resaltar  la  eleva- 
ción del  pensamiento,  las  grandes  ideas,  el  saber  profundo 
y  exacto,  con  las  concepciones  poéticas,  con  la  cuidadosa  y 
molesta  elaboración  de  los  mas  humildes  detalles,  y  con  la 
enerjia  y  la  fe  mas  viva. 

«  No  seria  muclio  aíirmar,  que  en  los  once  años  de  sus 
servicios,  como  Jefe  del  sistema  de  educación  popularen 
Massachusetts,  lenvantó  !a  causa  misma  á  una  tal  eminen- 
cia y  altura  en  la  estimación  pública,  cual  no  se  liabia 
conocido,  hasta  entonces;  reformó  el  sistema  mismo,  dán- 
dole nueva  vida;  y  de  este  modo  hasta  esta  hora,  ha  dado 
■á  todos  los  hombres  suficiente  estímulo,  para  esforzarse 


316  OBRAS   DE   SARMIENTO 

por  mantener  en  alto  el  estandarte  que  él  levantó  casp 
solo. 

«  La  muerte  de  Quincy  Adams,  hizo  volver  los  ojos  del 
pueblo  hacia  Horacio  Mann  para  ocupar  su  asiento  en  el 
Congreso  como  su  sucesor.  Obedeciendo  á  su  llamado,  en 
1848  subía  las  gradas  del  Capitolio,  para  revestir  el  manto 
de  aquel  asombroso  anciano.  Después  que  su  carrera 
pública  estaba  al  parecer  terminada  ya,  y  había  contri- 
buido mas  á  la  fama  permanente  de  Massachusetts  y  á  la 
libertad  americana,  que  lo  que  habían  hecho  todos  sus 
contemporáneos  en  el  servicio  público  de  su  comunidad, 
nativa. 

«  En  el  Congreso,  en  el  meeting,  en  los  tribunales, 
cuando  defendía  á  Drayton  y  Sayres,  bajo  un  código  feroz 
de  esclavitud,  puede  con  verdad  declararse,  que  Horacio 
Mann  hizo,  por  medio  de  su  maravillosa  dialéctica,  su 
absoluta  abnegación,  su  fortaleza  en  el  trabajo,  su  inje- 
niosa  y  fértil  versatilidad  de  intelijencia,  todo  lo  que  habría 
podido  esperarse  de  un  hombre,  cuya  vida  anterior  hubie- 
se sido  dedicada  solo  á  la  política  como  una  profesión. 
Aun  mas  todavía,  por  doce  años  consecutivos  abandonó 
el  foro,  para  cuyas  tareas  había  sido  educado;  y  retirándose 
de  la  vida  pública  para  la  cual  tanta  aptitud  había  mos- 
trado, puesto  alma,  vida  y  corazón  en  la  única  tarea,  con  el 
firme  empeño  de  elevar  la  escuela  de  distrito,  y  mejorar 
los  sistemas  de  enseñar  á  los  pequeñuelos  mas  simples 
rudimientos  y  mas  vulgares  nociones. 

«  En  1853  aceptó  el  Rectorado  del  Colejio  de  Antioquía» 
en  Ohio,  y  allí  gastó  los  últimos  seis  años  de  la  vida  mas 
laboriosa  y  activa,  memorable  como  ejemplo  de  consagración 
al  deber.  En  cuanta  obra  emprendida  quedaba  estampado 
el  sello  de  superioridad.  Do  quiera  permanecía  la  imájen 
de  su  poderosa  voluntad,  de  sus  altas  concepciones,  su  sin- 
gular independencia,  su  fiel  integridad;  y  estas  obras,  para 
la  mejora  de  la  condición  del  hombre,  y  de  que  la  humani- 
dad le  es  deudora,  son  los  verdaderos  monumentos  come- 
morativos  de  un  tal  carácter  y  de  una  tal  vida. 

«  Por  tanto,  no  por  él,  sino  por  nosotros,  y  por  nuestros 
hijos,  en  nombre  de  Massachusetts,  y  á  beneficio  de  su 
pueblo,  de  la  sagrada  causa  del  saber  y  de  la  santa  causa 
de  la  libertad.    Yo,  inauguro  esta  efijie  monumental   de 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  317 

Horacio  Mann.  Estará  ahí,  muda  pero  elocuente,  al  sol  y 
á  la  lluvia.  En  la  Cumbre  de  Beacon  Hill,  en  frente  del 
Capitolio  dala  República,  juntas  las  estatuas  de  Webster 
y  de  Mann,  atraerán  la  mirada  de  las  jeneraciones  futuras, 
desafiando  la  acción  destructora  de  el  tiempo,  mucho 
tiempo  después  que  los  hombres  y  las  mujeres  que  se  en- 
cuentran presentes  á  esta  ceremonia,  hayan  ido  á  reunirse 
con  sus  padres  en  el  seno  de  la  tierra. 

«  A  un  lado  está  la  estatua  de  Webster,  el  gran  jurista 
el  grande  hombre  de  Estado,  el  grande  Americano.  Del 
otro  está  la  estatua  de  Horacio  Mann,  el  maestro  de  Filoso- 
fía en  sus  aplicaciones  á  la  política  y  á  la  instrucción  popu- 
lar, teniendo  por  alumnos  á  toda  la  humanidad.  El  sol 
naciente  de  la  mañana  volverá  del  purpúreo  Oriente  para 
saludar  su  frente;  y  cuando  su  dorada  órbita  ascienda  al 
zenit  lanzado  sus  rayos  desde  lo  alto  de  los  cielos,  los  envol- 
verá y  calentará  en  jeneroso  abrazo  con  su  acariciador 
amor  y  gloria;  y  hacia  su  ocaso,  debajo  del  horizonte,  sus 
espirantes  rayos  se  detendrán  todavía  sobre  la  frente  de 
Webster». 

Estas  finales  observaciones  del  Gobernador  fueron  sin 
duda  inspiración  del  momento,  por  que  precisamente  al 
concluir  su  discurso,  habiendo  ya  la  luz  del  sol  naciente 
envuelto  la  estatua  de  Mann,  apenas  empezaba  á  iluminar 
la  cabeza  de  la  estatua  de  Webster.  El  sol  poniente  pro- 
duciría el  efecto  contrario.  M.  J.  P.  Philbrick,  Superinten- 
dente de  las  Escuelas  Públicas  de  Boston,  fué  en  seguida 
introducido.  Observó  que  miraba  como  una  felicidad  tomar 
parte  en  la  solemnidad  del  día,  honrando  al  mas  grande 
abogado  de  la  educación  popular  en  la  mas  auspiciosa 
mañana  del  aniversario  nacional.  El  mismo  era  un  repre- 
sentante humilde  de  aquella  clase  de  operarios,  para 
quienes  y  por  quienes  vivió,  trabajó  y  murió.  Aquellos 
que  tienen  inmediato  encargo  de  la  educación  de  los 
niños  de  esta  tierra.  Mr.  Mann  tenía  muchos  títulos  á 
nuestra  consideración  y  respeto;  pero  el  monumento  fué 
erijido  principalmente  por  haberse  consagrado  á  la 
educación,  como  su  modo  especial  de  hacer  bien  á  la  huma- 
nidad. Decía  á  alguno  de  sus  amigos,  que  todos  sus  casti- 
llos en  el  aire  cuando  niño,  se  referían  á  hacer  algún  bien 
é.  la  humanidad;  y  en  alguna  forma  tenía  desde  temprano 


318  0BRA8    DK   SARMIENTO 

la  convicción  de  que  la  instrucción  era  el  instrumento  reque- 
rido para  obtenerlo.  Vio  que  la  mejora  de  su  propia  alma 
y  corazón,  el  cultivo  de  su  propio  carácter,  con  la  mira  de 
aplicar  sus  talentos  al  beneficio  de  la  humanidad,  era  el 
verdadero  y  lejitimo  fin  de  toda  aspiración.  Llegó  á  com- 
prender naturalmente  que  la  mas  grande  tarea  que  podía 
imponerse  al  hombre,  era  la  de  difundir  entre  sus  seme- 
jantes los  conocimientos  y  la  virtud.  Llegó  á  persuadirse 
de  que  el  único  medio  para  la  preservación  y  perpetuación 
de  nuestras  instituciones  libres,  y  las  bendiciones  que  de 
ellas  emanan,  estaba  en  la  inteligencia  y  moralidad  del 
pueblo,  que  habla  de  obtenerse  por  el  intermedio  de  las 
escuelas  públicas.  Él  se  elevó  así  de  escalón  en  escalón  á 
la  altura  del  grande  argumento  de  la  educación  universal, 
como  medio  de  libertad,  como  medio  de  prosperidad  y 
felicidad  nacional.  Fué  mas  adelante,  declarando  que  es  el 
indudable  derecho  de  todo  niño  que  viene  al  mundo  reci- 
bir educación,  y  que  es  el  deber  del  Estado  proveer  de 
aquella    educación  á  todos  los  niños. 

En  seguida  el  Superintendente  de  Escuelas  habló  de  los 
esfuerzos  de  Mr.  Mann  como  Secretario  del  Consejo  de 
Educación  para  el  fomento  y  adecuada  compensación  de 
maestros  competentes;  y  concluyó  espresando  la  idea  de 
que  no  había  uno  en  aquella  República  que  no  fuese  mejor 
educado,  á  causa  de  los  trabajos  de  Mr.  Mann,  y  ninguno 
que  no  lo  fuese  mejor  por  haber  Mr.  Mann  vivido  y  trabaja- 
do en  esta  República. 

Tomó  en  seguida  la  palabra  el  Rev.  Rector  de  la  Univer- 
sidad de  Harvard,  y  dijo: 

«No  hemos  erijido  esta  estatua,  conciudadanos,  solo  á  la 
memoria  de  aquel  cuya  presencia  corporal  tan  fielmente 
recuerda,  sino  también  á  aquellos  grandes  principios  á  los 
cuales,  con  tanto  celo,  energía  y  buen  éxito  se  consagró, 
pnncipalmente  en  los  doce  años  que  fué  Secretario  del 
Consejo  de  Educación.  Mientras  subsista  aquí  sobre  su  fir- 
me pedestal,  recordará  perpetuamente  al  pueblo  de  esta 
República  y  á  sus  representantes  en  esas  salas  de  su  Le- 
jislatura,  que  Massachusetts  por  su  nombramiento,  ahora 
veinte  y  ocho  años,  el  jueves  pasado,  se  comprometió  á 
conducir  á  aquellos  Estados,  que  toman  un  propio  interés 
por  la  educación  de    sus  conciudadanos.    Noblemente  lu- 


VIDA.   DE  HORACIO  MANN  315 

chó  la  República  bajo  su  guía  para  cumplir  aquel  empeño. 
El  jénio  del  escultor  ha  dotado  aquellos  labios  inmóviles 
coa  su  habitual  espresion  de  ternura  mezclada  de  severi- 
dad, de  estoica  abnegación  propia,  y  de  inflexible  consagra- 
ción á  la  tarea  emprendida;  y  si  Massachusetts  presta  el  oi- 
do,  no  dejará  de  oir  en  su  silenciosa  elocuencia: — No  me 
honréis  á  mí;  sino  honrad  los  principios  por  los  cuales  me 
disteis  ocasión  de  trabajar;  recordad  que  es  el  derecho  y  el 
deber  de  un  Estado  dar  á  cada  uno  de  sus  hijos  aquella  su- 
ma y  aquella  clase  de  educación,  que  ha  de  habilitarlos 
para  servir  al  progreso  de  la  humanidad. 

«Escuchemos  esta  doctrina  porque  es  la  verdadera.  Lo 
que  San  Pablo  dice  de  la  Iglesia,  aplícase  también  á  una 
nación.  Somos  todos  un  cuerpo,  y  miembros  en  particu- 
lar. Cada  miembro  individual  de  el  cuerpo  político  sirve 
mejor  sus  propios  intereses,  sirviendo  los  intereses  del  to" 
do,  y  la  nación  sirve  mejora  los  intereses  del  todo,  guardan- 
do cuidadosamente  los  intereses  y  derechos  de  cada  indi- 
viduo. Los  miembros  menos  honorables  son  á  veces  los 
mas  útiles  y  mas  dignos  de  especial  cuidado.  En  esta  na- 
ción recientemente  rejenerada,  no  habrá  ni  Sur  ni  Norte, 
ni  Este  ni  Oeste,  ni  Celta,  ni  Anglo-sajon,  ni  Teutón,  ni  afri- 
cano, esclavo  ó  libre,  sino  el  ciudadano  americano,  que  se- 
rá todo  en  todos;  asegurando  á  cada  hombre  igual  cuidado, 
igual  protección,  igual  oportunidad  para  adquirir  aquella 
suma,  y  aquella  clase  de  educación  que  los  unirá  mas  es- 
trechamente á  la  nación.  Pero  si  el  pueblo  americano  no 
hubiese  de  llegar  rápidamente  á  esta  plena  estatura  de  hu- 
manidad, en  todo  caso  la  República  de  Massachusetts  ha- 
brá mostrado  lamas  unánime  consagración  á  las  mas  altas 
aspiraciones.  Que  no  haya  aquí  celos  entre  las  costas  y  las 
montañas,  entre  el  labrador  y  el  manufacturero,  sino  que  to- 
dos se  unan  en  sosten  del  honor  y  los  intereses  del  Estado,, 
bien  seguros  de  que  los  intereses  de  todas  las  secciones  y 
de  todas  las  clases,  han  de  mostrarse  á  la  larga  idénticos. 

«Vuestras  Escuelas  Comunes  llegarán  á  ser  un  día  supe- 
riores á  las  de  todos  los  Estados  del  continente;  pero  Nue- 
va York  y  los  Estados  del  Oeste,  mas  completamente  sobre 
aviso,  mas  libres  de  las  trabas  de  la  rutina,  mostrándose 
mas  jenerosos  en  proporción  desús  medios  para  proveerá 
los  gastos,  pronto  os  dejarán  atrás  sino  renováis  vuestros 


320  OBRAS    DK    SARMIENTO 

-esfuerzos.  Vuestros  Colegios  y  vuestras  Universidades  al- 
canzaron en  un  tiempo  una  orgullosa  preenainencia  sobre 
los  de  los  Estados  hermanos;  pero  otros  Estados  de  muchos 
años  á  esta  parte  han  estado  imitando  con  feliz  éxito  vues- 
tros anteriores  pasos;  y  en  pocos  años  mas,  si  no  os  dais 
prisa  á  llevarles  la  delantera  siempre,  poseerán  institutos 
mas  comprensivos  de  la  mas  alta  educación,  mas  ricamen- 
te dotados,  y  mejor  organizados  que  los  vuestros.  Que  Mas- 
sachusetts  rescate  y  aumente  su  antigua  gloria.  No  olvi- 
demos, mientras  esta  santa  imájen  recuerde  al  fiel  é  infa- 
tigable Secretario  del  Consejo  de  Educación,  que  es  dere- 
cho y  deber  del  Estado  proveer  á  cada  niño  con  aquella  su- 
ma y  aquella  clase  de  educación  que  mas  seguramente  lo 
prepararán,  según  la  medida  de  sus  talentos,  á  ser  mas  útil 
á  su  raza.  Nuestras  escuelas  comunes  son  todavía  suscep- 
tibles de  mejora  en  cuanto  á  los  medios  de  hacer  á  la  socie- 
dad intelijente  y  celosa  colaboradora  en  la  obra  de  mejo- 
rar la  gran  masa  del  pueblo.  Las  escuelas  de  nuestro  Es- 
tado, aunque  útiles,  están  muy  lejos  todavía  de  habilitar  á 
todos  los  niños  que  lo  deseen,  para  obtener  la  educación  del 
Colejio. 

«La  República  debe  sacar  el  mayor  partido  de  todos  los 
talentos  de  todos  sus  hijos,  y  cuanto  mas  grande  el  talento 
sea,  mayor  es  la  necesidad  de  utilizarlo.  Por  tanto,  aque- 
llos que  querrían  proseguir  mas  larga  carrera  en  las  letras, 
en  las  ciencias,  en  las  artes,  ó  se  hiciesen  maestros  de  la 
filosofía,  la  economía  política,  la  jurisprudencia,  ó  la  ciencia 
de  hombre  de  estado,  y  de  este  modo  llegasen  á  hacerse  ca- 
paces de  prestar  los  mas  altos  servicios  al  Estado,  debían 
ser  gratuitamente  ayudados  por  la  República  de  Massachu- 
set,  y  no  dejarlos  dependientes  de  la  fortuna  particular,  ni 
forzados  á  buscar  ayuda  en  las  Universidades  de  tierras  es- 
trañas.  Que  el  Estado  abra  asi  de  par  en  par  las  puertas  á 
la  educación,  atrayendo  mas  bien  aquí  la  juventud  de  otras 
partes. 

«Horacio  Mann  en  su  juventud  proclamó  el  verdadero  pro- 
greso de  un  Estado.  Que  esta  estatua  no  señale  el  día  en 
que  este  Estado  dejó  de  avanzar,  y  se  dio  por  satisfecho  con 
sus  imperfectos  progresos:  antes  bien,  honremos  su  nombre, 
entregándonos  de  corazón  á  los  altos  fines  de  la  humanidad» 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  321 

y  á  la  grande  causa  de  la  Educación,  que  con  él  estaba 
identificada,  y  en  la  que  ganó  nombre  mas  durable  que  el 
bronce,  y  se  plantó  en  el  afectuoso  recuerdo  del  pueblo  con 
mas  solidez  que  obra  alguna  de  mano  de  hombre,  puede 
quedar  sobre  estos  cimientos». 

La  solemnidad  terminó  con  los  cánticos  de  los  niños  en 
<joro;  ejecutando  el  «A.mérica»,  seguida  de  la  bendición  del 
Rev.  Dr.  Stebbins. 


Tomo  xun.— 21 


VIDA  DE  HORACIO  MANN 


su  EDUCACIÓN  Y  SUS  PRIMEROS  ANOS 


Horacio  Mann  nació  en  el  pueblo  de  Frankíin,  condado 
de  Norfolk,  Estado  de  Massachusetts,  el  4  de  Mayo  de  1796. 
Su  padre,  M.  Tomas  Mann,  sostenía  su  familia  con  el  pro- 
ducto de  una  pequeña  chacra  (farm),  y  murió  cuando  el 
niño  Horacio  entraba  en  los  trece  años  de  edad,  dejándole 
solo  en  herencia  el  ejemplo  de  una  vida  sin  tacha,  y 
una  sed  ardiente  por  el  saber.  La  única  hermana  que 
le  sobrevive,  corona  hoy  una  existencia  de  virtudes,  con- 
sagrándose, punto  menos  que  gratuitamente,  á  la  edu- 
cación de  los  niños  pobres  de  color  en  una  escuela  de 
Providencia,  en  Rhode  Island,  de  la  cual  es  directora. 

Los  escasos  recursos  del  padre  no  bastaban  á  proporcio- 
nar una  educación  competente  á  sus  hijos.  Estos  obtuvie- 
ron asi  la  muy  limitada  que  se  podía  procurar  en  la  escuela 
pública  del  distrito,  que  su  mala  estrella  quiso  fuese  este 
unode  los  mas  reducidos,  y  la  mas  pobre  en  edificio  y  ma- 
estros; pues  que  la  pobreza  y  lo  esparso  del  lugar  no  permi- 
tían mas.  Es  bien  sabido,  cuanto  interés  ó  importancia 
daba  á  la  arquitectura  de  estas  casas  de  la  educación, 
cuando  en  años  posteriores  este  oscuro  alumno  de  aquella 
oscura  escuela,  llegó  á  ser  el  Secretario  del  Consejo  de 
Educación  de  Massachusetts;  y  con  que  pinceladas  ha  de- 
jado trazadas  las  condiciones  de  comodidad,  economia,  sa- 
lubridad y  ornato  de  que  deben  estar  dotadas  estas  estruc- 
turas, tal  cual  nunca  hablan  existido  en  realidad.    Sin  duda 


324  OKKAüi    l>K  «íakmiemtu 

alguna  estas  pinturas  le  eran  sugeridas,  menos  por  la  ima- 
ginación, que  por  recuerdo  de  aquella  vetusta  escuela  dila- 
pidada por  la  intemperie  y  con  sus  mamparas  rotas, 
sin  vidrios  ni  celocias;  y  aun  á  veces  no  teniendo  siquiera 
ventanas  ni  otra  especie  de  ventilación,  que  la  que  podría- 
mos llamar  pr^/^r/míMra/.  «Los  toscos  y  encumbrados  asien- 
tos, que  hacían  literalmente  activo  el  verbo  sentarse».  «La 
chimenea  de  holgado  caño,  que  daba  una  intensidad  tro- 
pical al  calor  en  torno  del  hogar,  mientras  á  diez  pies  de 
distancia  estaba  congelado  el  aire»,  suministrando  con  esto 
«una  esplicacion  muy  gráfica  de  las  diversas  temperaturas 
del  globo;  pues  con  andar  siete  pasos  se  recorrían  las  cinco 
zonas» .  El  hecho  de  conjelarse  la  pluma  en  el  invierno,  le 
trajo  el  recuerdo  del  niño  que  se  disculpaba  de  no  presen- 
tar su  composición,  porque  aunque  sus  ideas  corrían,  la 
tinta  no.  En  el  verano  la  escuela  de  aldea  era  para  él  la 
cueva  del  hermitaño,  colocada  fuera  del  alcance  ú  oido  de 
de  los  mismos  árboles  entre  sí. 

Otras  veces  ha  descrito  una  escuela  «con  techo  á  guisa  de 
arteza,  en  cuyos  lados  inclinados  se  divisaba  un  anchuroso 
agujero,  cual  si  fuera  un  embudo  para  verter  dentro  el 
agua,  y  hacer  un  depósito  ó  algibe  de  la  escuela.  Al  prin- 
cipio creí  que  fuera  un  pluviómetro  en  grande  escala.  Lla- 
mea la  preceptora  y  la  pregunté  si  no  se  habían  ahogado 
allí  algunos  chicuelos. — Bien  fácil  habría  sido,  me  contestó, 
si  no  fuera  que  el  suelo  absorve  ó  chupa  tanta  agua  como 
el  techo  de  que  se  surte». 

Su  padre  gozó  de  poca  salud,  y  murió  últimamente  tísico. 
Horacio  heredó  sus  débiles  pulmones,  y  desde  los  veinte 
á  treinta  años  anduvo  orillando  las  fatales  riberas  de 
aquellas  misma  enfermedad.  Con  esta  hereditaria  fla- 
queza iba  aparejado  un  temparamento  nervioso,  que  una 
imperfecta  educación  no  hizo  mas  que  agravar,  imprimién- 
dole una  tal  sensibilidad  é  impaciencia,  que  solo  su  gran 
fuerza  mental  logró  dominar.  Como  buen  apóstol  de  la 
educación,  él  sabía  disimular  á  los  maestros  una  debilidad 
que  él  mismo  había  esperimentado.  Por  aquel  tiempo,  po- 
cas eran  las  familias  educadas  conforme  á  los  modernos 
principios  de  la  Fisiología.  Si  había  algunos  que  observa- 
sen las  leyes  de  la  naturaleza  y  de  la  higiene,  esto  sería 
mas  bien  la  obra  de  una  feliz  casualidad  que  de  la  aplica- 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  325 

cion  de  la  ciencia.  Las  terribles  consecuencias  de  esta 
universal  ignorancia  han  quedado  estampadas  hasta  hoy 
en  la  fisonomía  general  de  la  sociedad.  El  censo  nacional 
podria  solo  revelarnos  el  número  de  sus  víctimas.  Tanto  ha 
menoscabado  esta  mala  educación  las  condiciones  sanita- 
rias, que  se  ha  hecho  una  rareza  dar  con  una  persona  que 
disfrute  de  una  robusta  salud. 

La  madre  de  Mr.  Mann  estaba  dotada  de  una  fuerza  de  ca- 
rácter de  inteligencia  superiores  á  la  generalidad.  La  in- 
tuición se  había  anticipado  en  ella  al  raciocinio;  y  los  resul- 
tados iban  en  armonía  con  sus  predicciones.  Era  una 
verdadera  madre.  En  el  orden  de  los  deberes,  sus  hijos 
ocupaban  el  primer  lugar:  el  mundo  y  ella  misma  venían 
en  seguida.  Escaso  era  el  saber  que  podía  comunicar;  pero 
ejecutó  una  obra  mas  grande,  al  inculcar  á  sus  hijos  los 
principios  que  guían  á  todos  los  conocimientos.  Los  pri- 
meros años  del  joven  Mann  se  pasaron  en  un  distrito  rural 
en  una  oscura  aldea,  sin  movimiento  ni  objetos  ú  ocasio- 
nes de  distracción.  En  una  carta  escrita  mas  tarde  á  un 
amigo,  le  decía:  «Considero  como  un»  irreparable  des- 
gracia no  haber  disfrutado  durante  mi  niñez.  Dotado  na- 
turalmente de  un  genio  espansivo  y  vivaracho,  la  pobreza 
de  mis  padres  no  me  permitió  desahogos  ni  diversiones. 
Convengo  que  el  trabajo  sea  la  nodriza  del  hombre;  pero 
á  mí  me  nutrió  demasiado  con  su  amarga  leche.  En  el  in- 
vierno, mis  quehaceres  dentro  de  la  casa  eran  de  un  gé- 
nero tan  sedentario,  que  me  condenaban  á  la  inmovilidad; 
mientras  que  en  el  verano  las  labores  del  campo  eran  tan 
recias,  que  muchas  veces  no  alcanzaba  aun  á  satisfacer  el 
sueño.  Ni  memoria  conservo  del  tiempo  en  que  comencé 
á  trabajar.  Los  días  de  recreo  (no  días,  que  jamas  disfru- 
té uno,  sino  horas  de  recreo)  me  costaban  una  redoblada 
tarea,  á  fin  de  darme  un  rato  de  ocio  en  que  jugar  con  mis 
compañeros.  Mis  padres  pecaban  por  ignorancia;  mas  Dios 
castiga  con  mano  pareja  tanto  al  que  viola  sus  leyes  pre- 
meditadamente, como  al  pecador  ignorante.  La  única 
distinción  viene  del  remordimiento  que  sufre  el  infractor 
advertido. 

«Permitidme  ahora,  añadía,  daros  un  consejo  gratuito, 
aunque  me  costó  mas  que  todos  los  diamantes  el  adqui- 
rirlo.   Acostumbrad  vuestros  hijos  al|trabajo,  pero  que  este 


326  ÜBKAS    DK    «AKMIIGNTO 

110  sea  duro;  y  á  menos  quesean  linfáticos,  dejadlos  dor- 
mir cuanto  gusten.  El  rigor  de  mi  suerte  ha  sido  compen- 
sado en  parte  con  los  hábitos  de  actividad  y  de  trabajo,  que 
han  llegado  á  ser  en  mí  una  segunda  naturaleza;  y  á  tal 
grado  que  apuraría  el  caletre  de  un  fisiolojista,  para  dis- 
cernir su  punto  de  contacto.  Merced  á  ello,  el  trabajo  es 
para  mí  como  el  agua  para  el  pescado.  Mil  veces  me  Jia 
sorprendido  oir  decir  á  algunos:  «Este  negocio  no  me 
agrada,  y  quisiera  cambiarlo  por  otro».  En  cuanto  á  mí, 
cuando  tengo  algo  que  hacer,  acometo  la  obra  como  un  fa- 
talista, sin.  determe  á  considerar  su  peso;  y  de  seguro  que 
antes  de  ponerse  el  sol  estaba  concluida. 

«Lo  que  se  llamaba  amor  al  saber,  estaba  limitado  en  mi 
tiempo  á  la  pasión  de  los  libros,  pues  no  se  conocía  la  ins- 
trucción oral.  Muy  pocos  eran  los  libros  destinados  para  la 
lectura  de  los  niños,  y  los  que  habían,  pobres  de  materia  é 
inadecuados.  Mis  maestros  eran  muy  buena  gente,  pero 
muy  malos  preceptores.  De  la  escuela  en  que  mis  compa- 
ñeros y  yo  aprendimos,  no  se  podría  decir  como  Virgilio: — 
O  fortúnalos  nimium  siia  si  bona  norint.  Niego  aquello  del 
bona.  Rodeados  del  universo  infinito,  dispuesto  para  ser 
daguerrotipeado  en  nuestras  almas,  no  se  nos  colocaba  en 
el  foco  propio  para  recibir  sus  gloriosas  imágenes.  Yo 
estaba  inspirado  por  una  pasión  natural  á  lo  bello,  ora 
estuviese  expresado  en  la  naturaleza,  ora  en  las  bellas  ar- 
tes. Si  «se  perdió  un  poeta  en  Murray»,  como  se  dice,  en 
mi  se  perdió  al  menos  un  aficionado  á  poeta,  sino  un  artis- 
ta. ¡Cuántas  veces,  si«ndo  niño,  no  me  detuve,  como  el 
cervatillo  de  Akenside,  para  contemplar  la  caída  del  sol,  ó 
me  recostaba  de  espalda  por  la  noche  á  mirar  las  estrellas! 
Con  todo,  y  á  pesar  de  la  avidez  de  nuestros  sentidos  y  fa- 
cultades retentivas,  qué  poco  senos  enseñaba!  ó  mejor  di- 
cho, cuánto  embarazo  no  se  interponía  entre  nosotros  y  las 
sublimes  lecciones  de  la  natura!  No  se  acostumbraba  á 
los  ojos  á  distinguir  las  formas  y  los  colores.  Nuestros  oídos 
quedaban  estraños  ala  música.  Lejos  de  enseñársenos  el 
arte  de  dibujar,  que  es  de  por  sí  un  precioso  idioma,  me 
acuerdo  muy  bien  que  no  pudiendo  á  veces  contener  un 
fuerte  impulso  de  espresar  por  la  pintura  lo  que  no  podía 
espresar  con  las  palabras,  de  tal  modo  que  me  daba  come- 
zón en  los  dedos,  como  dice  Cowper,  el  maestro  me  pegaba 


VIDA  DB  HORACIO  MANN  327 

un  reglazo  por  las  coyunturas,  ó  con  un  diciplinazo  conver- 
tía en  real  aquella  comezón  artificial.  Nuestro  único  maes- 
tro de  danza  era  aquella  pueril  vivacidad  que  ninguna 
severidad  basta  á  reprimir.  De  entre  las  facultades,  solo 
la  memoria  se  creía  digna  de  cultivo.  Las  generalizacio- 
nes abstractas,  en  vez  de  los  hechos  con  que  se  forman, 
nos  eran  presentadas  solamente.  Todas  las  ideas  que  no 
estuvieran  en  el  libro  eran  artículos  de  contrabando,  que 
el  preceptor  confiscaba  para  sí,  ó  tal  vez  los  echaba  al  agua. 
Oh!  mientras  no  se  dé  grato  y  saludable  empleo  á  aquella 
ardiente  é  intensa  actividad  de  las  facultades,  nunca  los 
padres  podrán  quejarse  de  la  pretendida  inclinación  del 
niño  á  la  maldad.  Hasta  entonces  los  niños  llevan  el  pleito 
perdido  ante  sus  jueces. 

«A  despecho  de  estos  contrastes,  nada  podia  contener  mi 
pasión  por  el  estudio.  Una  voz  interna  alzábase  en  mi  pe- 
cho, lamentándose  siempre  de  no  hallar  algo  mejor  y  mas 
noble;  y  si  mis  padres  carecían  de  los  medios  de  abrevar 
esta  sed  de  conocimientos,  estimulaban  al  menos  su  ardor. 
Constantemente  estaban  hablando  de  la  sabiduría  y  de  los 
sabios  con  entusiasmo  y  aun  reverencia.  Se  me  recomen- 
daba el  cuidado  de  los  pocos  libros  que  teníamos,  como  si 
hubiera  algo  de  sagrado  en  ellos.  Me  acuerdo  que,  siendo 
muy  niño  todavía,  vino  á  visitarnos  una  señorita,  que  se 
decía  haber  estudiado  el  latin.  Yo  la  contemplaba  como 
una  especie  de  diosa.  Algunos  años  después,  la  idea  de  que 
yo  pudiera  también  aprender  el  latin,  vino  á  agitarme  con 
el  asombro  y  aturdimiento  de  una  revelación.  Hasta  la 
edad  de  quince  años  nunca  había  estado  en  la  escuela  por 
mas  de  ocho  ó  diez  semanas  en  el  año. 

«He  dicho  que  solo  tenía  unos  pocos  libros.  El  pueblo 
era  dueño,  empero,  de  una  pequeña  biblioteca.  Guando  se 
organizó  esta,  se  la  bautizó  con  el  nombre  del  Dr.  Franklin, 
cuya  reputación  no  solo  había  llegado  á  su  zenit  por  en- 
tonces, sino  que,  como  el  sol  al  mandato  de  Gedeon,  se 
había  parado  sobre  él.  En  retorno  de  este  honor,  él  ofre- 
ció al  pueblo  una  campana  para  su  iglesia;  pero  informado 
mas  tarde  de  la  índole  de  sus  habitantes,  dijo  que  estos 
preferían  mas  bien  el  sentido  al  sonido,  y  les  envió  por  tanto 
una  biblioteca.  Aunque  esta  se  componía  de  historias  an. 
tiguas  y  tratados  de  teología,  que  eran  probablemente  muy 


328 


OBRAS   DE   SARMIENTO 


del  gusto  de  sus  padres  conscriptos,  se  adaptaban  muy  mal  at 
de  los  niños  proscriptos;  y  sin  embargo,  gasté  mi  ardor  juve- 
nil en  sus  marciales  pajinas,  aprendiendo  en  ellas  á  glo- 
rificar la  guerra,  que  mi  razón  y  mi  conciencia  me  han 
enseñado  mas  tarde  á  mirar  como  un  crimen  en  casi  to- 
dos los  casos.  Ohl  ¿cuándo  aprenderán  los  hombres  á  re- 
dimir en  su  prole  aquella  niñez  perdida  para  ellos!  Vijila- 
mos  con  ansia  la  semilla  sembrada  en  nuestros  campos,  y 
nos  esforzamos  en  promover  su  crecimiento;  pero  descui- 
damos el  alma  hasta  que  viene  el  estío  ó  el  otoño  de  la  vida, 
y  todo  e\  actimismo  del  solveranalde  la  juventud  ha  des- 
aparecido. Me  he  esforzado  por  remediaren  algo  este  defec- 
to. Si  estuviera  en  mi,  derramaría  libros  por  toda  la  tierra, 
como  el  labrador  desparrama  el  trigo  en  los  prados. 


«En  cuanto  á  mis  primeras  costumbres,  cualesquiera  que 
hubiesen  sido  mis  caldas,  puedo  decir,  con  todo,  que  no  es- 
taban contaminadas  con  los  vicios  comunes.  Nunca  me  he 
embriagado  en  mi  vida,  sino  tal  vez  con  los  humos  del  pla- 
cer ó  la  cólera.  Jamas  renegué;  y  el  lenguaje  profano  me 
fué  siempre  disgustante  y  repulsivo.  Tampoco  he  usado  el 
tabaco  en  forma  alguna.  Temprano  me  resolví  á  no  ser 
esclavo  de  ningún  vicio.  Por  lo  demás  mi  vida  pública  es 
tan  conocida  de  todos  como  de  mí  mismo;  y  como  aconte- 
ce de  ordinario  á  los  hombres  públicos,  otros  comprenden  mu- 
cho mejor  mis  motivos."» 

Después  de  la  muerte  de  su  padre,  Mr.  Mann  permaneció 
aliado  de  su  madre  trabajando  en  el  fundo  hasta  la  edad 
de  veinte  años.  Por  entonces  su  ansiedad  de  estudiar  se 
hizo  irresistible,  «No  sé  como,  decía  á  un  amigo,  mis  as- 
piraciones jamas  iban  encaminadas  á  la  riqueza  ó  á  la 
fama.  Hay  un  instinto  que  nos  arrastra  al  saber,  como  el 
que  impele  á  las  aves  á  emigar  al  norte,  asi  que  asoma  la 
primavera.  Todos  mis  castillos  en  el  aire,  cuando  mucha- 
cho, se  reducían  á  hacer  algo  en  beneficio  de  la  humani- 
dad. Tal  fué  la  dirección  que  dieron  á  mis  ideas  los 
preceptos  de  benevolencia  inculcados  por  mis  padres.  Te- 
nía la  convicción  de  que  el  estudio  era  solo  lo  que  me 
faltaba.» 

Un  accidente  casual  vino  á  favorecer  y  dar  desarrollo  á 
esta  pasión.    Un  preceptor    ambulante,  llamado    Samue 


VIDA  DE  HORACIO    MANN  329 

Barret,  abrió  una  escuela  en  la  vecindad.  Era  este  un 
hombre  verdaderamente  excéntrico  en  su  conducta  y  ra- 
zón. Por  seis  meses  se  contraía  á  enseñar  estimulado  sola- 
mente con  la  bebida  del  té;  pero  los  otros  seis  meses  del 
año  los  pasaba  casi  completamente  borracho,  viajando  de 
puerta  en  puerta,  pidiendo  un  trago  de  cidra  ú  otro  licor 
embriagante,  y  durmiendo  en  las  granjas  y  desvanes,  que 
podia  haber  á  las  manos.  Al  cabo  de  este  tiempo  volvía 
de  este  paroxismo,  mudaba  de  traje,  y  se  iba  á  solicitar  el 
empleo  de  maestro  de  escuela. 

La  especialidad  de  Mr.  Barret  era  la  gramática  inglesa, 
el  griego  y  el  latín.  En  estos  idiomas  antiguos,  aunque 
sabía  bastante,  él  se  daba  los  aires  de  saberlo  todo.  Toda 
su  sabiduría  estaba  guardada  en  la  memoria.  Nunca  to- 
maba uu  libro  para  una  traducción  de  Cicerón,  Virjilio,  el 
Testamento  griego  y  demás  libros  clásicos,  que  se  traducían 
entonces  para  prepararse  á  entrar  en  el  Colejio.  No  solo 
el  significado,  sino  las  sentencias,  el  orden  de  colocación 
de  las  palabras,  todo  era  tan  familiar  á  su  memoria  como 
el  A,  B,  C;  y  mas  fácil  le  habría  sido  olvidar  una  letra  del 
alfabeto,  que  una  sola  partícula  de  la  frase  leída.  Cuando 
el  niño  estropeaba  en  la  traducción  una  sentencia  de  Cice- 
rón ó  de  Arquelao,  que  era  su  poeta  favorito,  daba  gusto 
realmente  oírsela  repetir  con  un  acento  dulce  y  maternal, 
cual  si  quisiera  vendar  el  defecto  y  reponer  los  miembros 
dislocados  y  maltratados  por  el  alumno.  Otras  veces  se 
ponía  á  leer  pajinas  tras  pajinas  de  estos  autores  con  la 
delicia  con  que  se  saborea  un  manjar  regalado,  que  él  solo, 
como  hombre  bien  gordo  que  era,  podía  disfrutar  á  sus 
anchas.  A  él  sin  duda  se  referia  Mr.  Mann,  cuando  en  su 
famosa  controversia  con  los  «Treinta  y  un  maestros  de 
Boston»,  hablaba  del  efecto  inspirador  que  causa  la  ense- 
ñanza del  maestro  en  sus  discípulos.  «Me  consta,  decía, 
que  esta  clase  de  habilidad  le  granjeó  al  menos  el  respeto 
de  uno  de  sus  alumnos,  á  quien  inspiró  algunos  bellos  con- 
ceptos y  un  ardor  de  saber,  tal  cual  no  le  habrían  procura- 
do una  mejor  y  mas  costosa  instrucción,  y  una  buena  felpa 
de  azotes  por  añadidura.  Recuerdo  que  cuando  me  encon- 
traba con  alguna  dificultad  en  la  sintaxis  ó  la  traducción, 
que  desesperaba  de  poder  vencer,  se  me  ocurría  la  idea  de 


330  OBRAS   DB   SARMIENTO 

¡O  fácil  que  esto  sería  á  mi  maestro,  y  me  reanimaba  y  me 
abria  las  potencias  para  acometerla  de  nuevo  y  triunfar.» 

Este  hábil  profesor  Barret  era  fuerte  solo  en  los  dichos 
idiomas.  Para  la  aritmética  era  una  especie  de  idiota. 
Jamas  pudo  aprender  de  memoria  la  tabla  de  multiplicar; 
ni  aun  sabía  lo  bastante  para  fechar  una  carta  ó  decir  la 
hora  del  reloj . 

En  esta  improvisada  escuela  abrió  Mr.  Mann  por  primera 
vez  una  gramática  latina;  pero  fué  el  veni,  vidi^  vinci  de 
César.  Habiendo  obtenido  el  consentimiento  de  su  tutor, 
aunque  de  mala  gana,  para  hacer  los  estudios  preparato- 
rios para  entrar  en  el  Golejio,  en  seis  meses  había  apren- 
dido la  Gramática  y  leído  las  fábulas  de  Esopo,  la  Eneida 
y  parte  de  las  Geórgicas  y  de  las  Bucólicas;  y  en  el  griego, 
los  cuatro  Evanjelios  y  una  porción  de  las  Epístolas  y  de 
los  Greca  Majora  y  Minora.  Después  de  pasar  estos  exáme- 
nes, entró  á  la  primera  clase  de  humanidades  de  la  Uni- 
versidad de  Brown,  en  Providencia,  en  setiembre   de  1816. 

Con  una  preparación  tan  somera  no  era  posible  que  po- 
seyera aquel  conocimiento  crítico  de  la  sintaxis  y  estudio 
detenido  de  los  clásicos,  sin  el  cual  el  aprendizaje  de  los 
idiomas  antiguos  apenas  producirá  otro  resultado  que  el 
aumentar  el  caudal  de  voces  y  mejorar  un  poco  la  dicción. 
No  preveía  que  mas  tarde  se  le  presentaría  (como  se  le 
presentó  luego)  la  ocasión  de  remediar  estas  imperfec- 
ciones. 

El  joven  Mann  se  apresuró  á  sacar  todo  el  partido  posible 
de  esta  oportunidad,  consagrándose  á  subsanar  estos  de- 
fectos. Dedicóse  á  em[)render  un  estudio  estraordinario 
durante  los  ocios,  que  le  permitían  el  desempeño  de  sus 
tareas  regulares.  Este  recargo  de  trabajo,  estimulado  por 
el  ardor  con  que  proseguía  los  estudios,  á  medida  que  se 
le  iban  abriendo  nuevos  horizontes,  le  impidió  calcular  sus 
fuerzas  físicas;  y  apenas  había  cumplido  el  primer  periodo 
escolar,  cayó  postrado  por  una  grave  enfermedad,  que  ni  el 
vigor  recuperativo  de  una  naturaleza  juvenil,  ni  las  precau- 
ciones compatibles  con  su  laboriosa  vida,  que  adoptó  mas 
tarde,  bastaron  á  restablecerlo  al  pié  de  su  robustez  normal. 

Una  mediana  salud  es  todo  lo  que  pudo  salvar  de  aquel 
naufrajio.  ¡Cuan  triste  es  la  suerte  de  los  estudiantes  de 
colejios,    alejados    de    la    dirección    y    cuidados   paterna- 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  331 

les,  de  un  lado  espuestos  á  las  tentaciones  del  vicio,  é 
impelidos  de  la  ambición  por  el  otro,  disfrutando  es  ver- 
dad, de  los  placeres  de  las  ciencias,  menos  el  consejo, 
menos  la  guía,  menos  la  posesión  del  arte  de  las  artes — 
el  arte  de  vivir — que  siempre  les  falta!  ¡Cuántas  veces  los 
propensos  al  vicio  se  hunden  en  el  vicio,  mientras  los  que 
ceden  á  ambiciosas  aspiraciones  arruinan  su  salud  en  sus 
esfuerzos  por  llegar  al  saber!  Así  sucede  que  en  ocasiones 
NÍiquellas  naturaleziis  francas  y  jenerosas  dejeneran  hasta 
la  corru[)CÍon;  mientras  que  aquellos  que  poseen  una  alma 
elevada  y  pundonorosa  se  esfuerzan  hasta  arruinar  la 
salud. 

A  causa  de  esta  enfermedad  Mr.  Mann  se  vio  forzado  á 
abandonar  la  clase  por  algún  tiempo;  y  en  el  invierno  vol- 
vió á  separarse  para  abrir  una  escuela,  con  cuyos  rendi- 
mientos y  economías  pudiese  subvenir  á  los  gastos  de  colejio 
para  el  periodo  entrante;  aunque  estos  son  muy  exiguos. 
Sin  embargo,  al  rendir  su  clase  los  exámenes  de  1819,  se  le 
acordó  el  puesto  de  honor  pov  el  voto  unánime  de  la  facultad 
y  de  sus  concolegas.  El  tema  de  la  oración  que  el  laureado 
acostumbra  pronunciar  en  esta  ocasión,  cuando  su  clase 
recibe  el  diploma  respectivo,  fué  sobre  el  mismo  asunto 
que  predominó  en  toda  su  vida:  el  carácter  progresivo  de  la 
raza  humana.  Con  juvenil  entusiasmo  diseñó  á  lo  vívq  el 
estado  de  la  sociedad  humana,  así  que  la  educación  haya 
desenvuelto  en  toda  su  latitud  la  virtud  y  el  saber;  cuando 
la  filantropía  socorra  las  necesidades  y  mitigue  los  males 
del  espíritu  de  raza,  y  cuando  las  instituciones  libres  hayan 
abolido  el  despotismo  y  la  guei-ra,  que  han  sido  hasta 
aquí  los  tropiezos,  que  han  estorbado  á  las  naciones  ascen- 
der al  reinado  de  la  grandeza  y  de  la  ventura.  Aum^ue 
oscuro  todavía,  y  apenas  conocido  por  los  méritos  contrai- 
dos en  las  aulas,  esta  composición  produjo  un  brillante 
efecto,  é  hizo  concebir  grandes  esperanzas  del  joven  estu- 
diante. 

Las  pronunciadas  y  naturales  propensiones  del  hombre 
aparecen  á  menudo  durante  su  juventud,  y  antes  (j[ue  la 
esperiencia  haya  venido  á  enseñarnos  á  proceder  con  cau- 
tela. Los  que  conocieron  á  Mr.  Mann  en  el  colejio  }  lo  han 
conocido  después,  encontrarán  muy  aplicable  á  él  esta 
refleccion.    Se  distinguía  entre  sus  camaradas,  y  será  nota- 


332  OBRAS   DE    SARMIENTO 

ble  y  recordado  siempre,  por  aquellos  rasgos  peculiares  de- 
siempre;  es  decir:  primeramente,  como  un  pensador  orijinal 
y  atrevido,  que  lo  hacía  investigar  por  si  mismo  todas  las 
materias,  sin  miramiento  á  nadie,  atendiendo  solo  á  la  ver- 
dad  y  al  derecho  que  asiste  en  ello;  y  segundo, el  horror  que 
le  inspiraba  toda  impostura  é  hipocrecia,  aborreciendo  por 
esto  hi  inventiva  y  la  sátira,  por  proceder  de  motivos  egoís- 
tas, según  decía. 

La  osadía  y  fuerza  con  que  manifestó  estos  dos  caracte- 
res distintivos,  han  velado  á  los  ojos  del  vulgo  una  tercera 
cualidad  que  le  era  también  muy  peculiar,  á  saber,  el 
ardor  y  actividad  del  sentimiento  relijioso.  De  aquí  viene 
que  muchos  no  lo  tomaran  por  un  hombre  relijioso,  en  el 
sentido  técnico  de  la  palabra,  aunque  lo  era  verdadera 
y  eminentemente  en  su  significación  mas  elevada.  Inves- 
tigando siempre  las  leyes  del  universo  moral  y  físico,  y 
atribuyéndolas  á  Dios  solo,  cuando  las  ha  encontrado, 
rinde  á  ellas  y  á  su  autor  el  justo  homenaje  de  la  obe- 
diencia y  de  la  veneración;  y  esto  lo  hacía  en  todas  oca- 
siones y  hasta  en  los  mas  mínimos  asuntos.  No  solo 
acata  los  Diez  Mandamientos,  sino  diez  mil  mas.  Este  es 
el  origen  de  aquel  delicado  sentimiento  moral,  de  su  firme 
y  ríjida  pureza,  de  la  guerra  sin  tregua  que  siempre  hizo 
á  toda  clase  de  impiedad,  de  quien  quiera  que  proce- 
diese. 

Pasados  los  exámenes  y  recibido  su  diploma  de  bachiller 
en  humanidades,  como  nosotros  diriamos,  fué  admitido 
como  practicante  al  estudio  de  abogado  S.  S.  Fiske.  En 
realidad  se  anticipó  seis  semanas  para  entrar  en  el  escri- 
torio, á  fin  de  llenar  las  exijencias  de  la  ley,  que  requería 
entonces  tres  años  de  esta  práctica  para  ser  recibido  de 
abogado.  Al  cabo  de  unos  seis  meses,  fué  llamado  á 
desempeñar  el  profesorado  de  latín  y  griego  en  la  misma 
Universidad  de  Brown.  Era  una  necesidad  para  él  aceptar 
esta  propuesta  por  las  deudas  que  había  contraído  en 
la  prosecución  de  sus  estudios;  y  en  segundo  lugar,  para 
completar  y  perfeccionar  sus  conocimientos  clásicos;  pues 
es  bien  sabido  que,  en  condiciones  iguales,  un  profesor 
estudioso  aprende  lo  que  enseña  con  mas  profundidad  que 
el  mas  empeñoso  con  sus  discípulos. 

Aunque  de  ordinario  condescendiente  con  su  clase,  era 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  333 

inecsorable  en  exijirles  las  lecciones  con  toda  la  correc- 
ción posible;  pues  los  alumnos  decían,  que  por  mas  trabajo 
<\ue  esto  costara,  era  el  menor  de  los  males.  Preguntado  una 
vez  el  portero  por  un  estudiante  qué  llevaba  en  su  mano; 
aquel  le  respondió  que  era  una  bebida  para  dar  un  sudor  á 
Fulano  que  estaba  enfermo.  Si  es  asi,  le  contestó  el  cole- 
jial,  mándelo  á  nuestra  clase  sin  saber  la  lección,  y  le  ase- 
guro sudará  bastante. 

Mr.  Mann  sobresalió  siempre  en  el  Colejio  por  sus  ade- 
lantos en  las  ciencias  naturales.  También  perfeccionó 
mucho  sus  estudios  clásicos.  La  comparación  de  estos 
dos  jéneros  de  conocimientos,  le  hizo  comprender  al  ins- 
tante, cuan  infinitamente  superior  era  la  ciencia  moderna, 
no  solo  como  adquisición  útil,  sino  como  disciplina  mental^ 
respecto  á  la  mitolojía  antigua;  siendo  esta  última  mas 
que  un  pacto  con  la  imajinacion  del  hombre,  y  la  primera 
la  obra  de  las  manos  mismas  del  Creador. 

A  fines  de  1821,  habiendo  dejado  su  cátedra  entró  en  la 
Escuela  de  Leyes  de  Litchfield,  en  Connecticut,  que  estaba 
entonces  en  el  apojeo  de  su  reputación,  y  era  dirijida  por  el 
célebre  jurisconsulto,  Mr.  Gould.  Permaneció  allí  por  mas 
de  un  año,  consagrado  con  gran  ahinco  al  estudio  del 
derecho,  bajo  la  dirección  de  tan  hábil  maestro;  y  después 
de  practicar  un  poco  mas  tiempo  en  el  escritorio  de  otro 
abogado,  fué  admitido  al  foro  de  Norfolk  en  1823. 

Sucedióle  lo  que  á  todo  abogado  novel,  que  se  encuentra 
íil  principio  con  poca  ó  ninguna  clientela;  pero  Mr.  Mann 
aprovechó  el  tiempo  que  le  habrían  quitado  los  pleitos, 
dedicándose  á  estudiar  mas  profundamente  los  principios 
fundamentales  de  aquella  profesión,  merced  á  lo  cual 
sobresalió  mas  tarde  en  el  arte  de  deslindar  y  definir  con 
gran  precisión  los  puntos  de  una  controversia.  Este  reposo 
no  fué  largo.  Los  talentos  del  joven  abogado  fueron  reco- 
nocidos de  todos;  y  pronto  se  vio  recargado  de  tareas,  á 
punto  de  no  poder  complacer  á  tanto  cliente  como  acudía 
al  ruido  de  su  fama.  Tenemos  la  autoridad  de  un  antiguo 
y  muy  respetado  vecino  de  Boston,  el  venenerable  Jorja 
Emerson,  para  asegurar,  que  por  el  tiempo  en  que  Mr.  Mann 
dejó  su  profesión,  en  1837,  para  aceptar  el  mal  retribuido 
puesto  de  Secretario  del  Consejo  de  Educación,  era  el  mas 
prominente  y  mejor  patrocinado  de  todos  los  abogados;  y 


334  OBRAS    DB   SARMIENTO 

estaba  por  consiguiente,  en  posición  de  elevarse  á  los  ma» 
altos  destinos  públicos,  y  formarse  una  de  las  mas  grandes 
fortunas  en  aquel  rico  emporio  del  comercio  y  de  la  indus-^ 
tria  del  Norte. 


su   VIDA   PUBLICA 


En  1824  los  ciudadanos  de  Deeham,  donde  habia^  fijado 
por  entonces  su  residencia,  lo  invitaron  á  pronunciar  la 
oración  de  costumbre  en  honor  de  la  Independencia,  el  4 
de  Julio:  una  especie  de  rostro  modesto  á  que  los  amigos 
de  la  juventud  en  este  país  se  complacen  en  elevar  á 
aquellos  que  se  distinguen  por  sus  talentos,  á  fin  de  que 
tengan  una  ocasión  de  medir  sus  fuerzas  intelectuales. 
En  1826  fué  nombrado  para  pronunciar  el  elojio  fúnebre  de 
los  ex-Presidentes  Adams  y  Jefferson,  que,  como  se  sabe» 
murieron  el  4  de  Julio  de  aquel  año,  ó  mas  bien  dicho  vivie- 
ron hasta  aquel  día;  pues  si  el  aniversario  nacional  hubiera 
ocurrido  uno  ó  dos  días  antes,  es  casi  seguro  que  su  muerte 
habría  sido  anticipada  igualmente.  Tan  cierto  es  que  la  vida 
misma  está  á  veces  sujeta  á  la  voluntad  directa  del  hombre, 
como  lo  manifestaron  en  esta  ocasión  estos  preclaros 
varones. 

En  1830  Mr.  Mann  casó  con  una  de  las  hijas  de  Mr.  Messer, 
que  fué  por  largos  años  Rector  de  la  Universidad  de  Brown» 
Su  temprana  muerte,  en  1832,  le  causó  el  dolor  que  debía 
esperarse  de  un  corazón  tan  afectuoso  y  de  sobresalientes 
prendas  morales  de  la  joven  esposa,  que  se  dice  era  un 
tipo  de  belleza  digno  del  pincel  y  de  la  estatuaria. 

Diez  años  trascurrieron  sin  que  M.  Mann  volviese  á 
tomar  estado,  hasta  que  en  1843  contrajo  matrimonio  con 
la  señorita  María  Peabody,  en  quien  encontró  no  solo  una 
compañera  afectuosa  y  tierna,  sino  una  persona  de  notable 
talento  é  instrucción,  y  una  colaboradora  ardiente  y  deci- 
dida en  sus  tareas  en  favor  de  la  educación. 

Hemos  hablado  de  Mr.  Mann  como  abogado,  mas  desde 
su  entrada  en  el  mundo  manifestó  tan  variadas  disposi- 
ciones y  una  habilidad  tan  sorprendente  en  los  diversos 
campos  de  la  labor  á  que    dirijiera  sus    facultades,  que 


YIDA   DE  HORACIO  MANN  335 

nos  sería  preciso  escribir  varias  biografías,  es  decir,  volver 
sobre  los  pasos  de  su  vida  para  clasificar  los  diversos  he- 
chos bajo  un  solo  capítulo. 

En  1827  fué  elejido  representante  á  la  Legislatura  de 
Massachusetts  por  el  Condado  de  Dedham.  Debemos 
observar  una  vez  por  todas,  que  Mr.  Mann  no  era  hombre 
de  partido.  Gustaba  mas  de  la  verdad  que  de  la  política. 
No  vino  á  estar  en  edad  de  votar  hasta  los  tiempos  de  paz 
de  la  administración  de  Monroe. 

La  primera  vez  que  ejerció  sus  derechos  políticos,  fué  en 
la  elección  de  Adams  para  Presidente,  en  1824,  cuya  can- 
didatura abrazó  con  calor,  defendiéndole  contra  los  ataques 
de  cohecho  y  corrupción  tan  en  voga  entonces,  y  que  el 
tiempo  ha  demostrado  eran  tan  absurdos  como  frivolos. 
Aunque  afiliado  desde  aquel  instante  con  el  partido  de  los 
Whigs,  ó  sea  los  republicanos  nacionales,  no  adoptó  du- 
rante toda  su  vida  pública  el  carácter  de  estricto  partida- 
rio; y  antes  se  reservó  siempre  el  derecho  de  aceptar  y 
abogar  solo  por  aquellas  medidas  que  él  consideraba  fun- 
dadas en  la  justicia.  Es  muy  digno  de  notarse,  á  este  res- 
pecto, que  en  ninguno  de  sus  escritos  ni  discursos,  que 
versan  sobre  casi  todos  los  puntos  de  moral,  política  y  eco-  ' 
nomía  social,  se  divisa  ningún  espíritu  de  bandería.  Su  ele- 
vado entendimiento  y  jeneroso  pecho  se  revelaban  contra 
todo  lo  que  era  sectario  y  servil. 

Como  el  vuelo  que  iba  tomando  su  reputación  demanda- 
se un  teatro  mas  ensanchado  para  sus  talentos,  se  traslada 
á  Boston;  y  apenas  se  había  establecido  en  aquella  brillan- 
te capital  de  la  Nueva  Inglaterra,  fué  elejido  para  su  di- 
putado en  la  Lejislatura  de  Massachusetts.  Su  primer  en- 
sayo oratorio  en  aquel  cuerpo  fué  un  discurso  en  favor  de 
la  libertad  relijiosa.  La  lejislacion  del  Estado,  las  decisio- 
nes de  su  Corte  Suprema;  y  una  enmienda  en  su  Constitu- 
ción, llevaban  una  tendencia  marcada  á  poner  todas  las 
creencias  relijiosas  bajo  un  pié  de  absoluta  igualdad.  A 
pesar  de  esto,  se  había  propuesto  un  bilí  en  que  se  estable- 
cía una  especie  de  manos  muertas,  desde  que  se  reconocía 
la  existencia  legal  de  una  corporación  de  síndicos,  cuyos 
miembros  eranelejidos  por  ellos  mismos,  y  estaban  en  po- 
sesión de  estensas  propiedades  raices  con  el  producto  de 
cuales  debía  sostenerse  esclusivamente  una  cierta  secta  re- 


336  OBRAS    DE    SARMIENTO 

ligiosa.  Mr.  Mann  conocía  demasiado  la  Historia  de  Euro- 
pa, y  principalmente  la  de  Inglaterra,  para  no  comprender 
que  se  trataba  de  introducir  descaradamente  en  pleno  si- 
glo XIX  una  de  las  institucianes  de  la  época  mas  oscura  de 
la  Edad  Media.  Era  él  uno  de  los  mas  jóvenes  miembros 
de  aquella  Lejislatura,  y  estaba  en  su  primer  período  de 
diputado  á  ella.  Vinculaciones  semejantes  habían  sido 
concedidas  ya  dos  ó  tres  años  antes;  de  otras  había  infor- 
mado favorablemente  la  comisión  respectiva  sin  desenti- 
miento alguno,  ni  indicios  de  oposición  en  todo  aquel 
cuerpo. 

Parecía  temerario  tratar  de  contrarestar  una  tal  medida 
apoyada  y  sostenida  por   una  de  las  mas  influyentes  y  po- 
derosas corporaciones  relijiosas  del  Estado;  y  para  aquella 
clase  déjente  que  anda  con  el  día, hubiera  sido  mirado  co- 
mo un  acto  de  estéril  y  petulante  osadía.    Mas  para  el  hom- 
bre honrado,  firme  en   las  convicciones  de  su   propia  con- 
ciencia, y  que  seguía  por    los  dictados  de   la  moral  y  de  la 
justicia,  es   cosa  fácil  embestir  contra  estos  aparentes  obs- 
táculos al  triunfo  de  la  verdad.     Creemos  que  se  hace  de- 
masiado honor  á  los  hombres  honrados  por  el  valor  mo- 
ral que  desplegan   en  ciertas  ocasiones;  pues  que  para  el 
hombre  verdaderamente  íntegro,  esto  es  natural  y  muy  fá- 
cil.   Lo  duro  para  ellos  seria  obrar    mal.     Asi  que  se  puso 
el  bilí  en  discusión,  Mr.  Mann  tomó  la  palabra  con  no  poca 
sorpresa  de  todos;  y  en  un  tono  apasionado  y  elocuente  es- 
puso   los  altos    principios  sobre  que  reposa    la  libertad  é 
igualdad  relijiosas,  y  demostróla  injusticia  de  vincular  un 
pedazo  de  tierra,  ó  sea  solo  la  propiedad  de  ella,  por  medio 
de  una  ley  que  determina  que  con    el  fruto  de  ella  vaya  á 
proveerse  y  mantenerse  una  cierta  secta  relijiosa.    Probó 
así  mismo  con  los  hechos,  que  era  de  la  esencia  misma  del 
fanatismo  en  todas  las  naciones  del  mundo,  el  pretender  pa- 
rar, ó  como  él  decía,  petrificar  el  progreso  de  las   opiniones 
relijiosas  en  el  punto  en  que  las  han  encontrado.    El  triun- 
fo fué  decisivo.  No  solo  fué  rechazado  el  bilí,  sino  que  des- 
de entonces  no  se  ha  vuelto  á  intentar  en  Massachusets  la 
adopción  de  semejantes  proyectos. 

Su  segundo  esfuerzo  oratorio  fué  en  favor  de  los  ferroca- 
rriles. Este  discurso  se  imprimió  en  los  diarios  de  Boston, 
y  creemos  aun  que  fuera  el  primero  á  que    se  diera  tal  pu- 


TIDA   DE  HORACIO  MANN  337 

blicidad  de  los  pronunciados  en  las  salas  lejislativas  de  los 
Estados  Unidos  en  apoyo  de  una  política,  que  ha  producido 
tales  maravillas  en  todo  el  país  en  jeneral,  y  obtenido  pa- 
ra su  Estado  natal  la  mitad  por  lo  menos  de  su  población 
actual,  y  sin  duda  alguna  la  mitad  de  la  riqueza  que  hoy 
posee.  Un  vecino  de  Dedham,  que  no  participaba  de  las 
opiniones  de  Mr.  Mann,  se  puso  á  combatirlas  en  una  serie 
de  artículos,  en  que  se  proponía  demostrar  que  los  ferro- 
carriles iban  á  arruinarlas  pequeñas  poblaciones  en  torno 
de  Boston.  Si  aquel  caballero,  después  de  esto,  hubiera 
dejado  á  Dedham  y  regresado  en  estos  días,  habría  queda- 
do muy  asombrado  del  gran  crecimiento  operado  en  su 
desarrollo  industrial  y  de  todas  clases,  á  consecuencia  del 
sistema  que  él  impugnaba  y  Mr.  Mann  proponía. 

Estos  triunfos  oratorios  de  Mr.  Mann  le  granjearon  desde 
luego  la  posición  de  jefe  de  partido  en  la  Legislatura, 
siendo  nombrado  para  las  principales  comisiones,  y  to- 
mando una  parte  activa  en  los  debates  de  las  cuestiones 
mas  importantes;  y  muy  en  particular  en  todas  aquellas  en 
que  estaban  envueltos  los  principios  de  libertad  civil  y 
religiosa,  que  de  seguro  encontraban  en  él  su  mas  ardiente 
y  esforzado  campeón.  Su  voz  se  alzaba  siempre  en  favor 
de  las  clases  pobres,  ignorantes  y  desvalidas.  Siempre 
abogó  en  favor  de  las  leyes  que  tendían  á  promover  la  edu- 
cación pública;  y  mas  que  ningún  otro  contribuyó  al  pasaje 
de  la  ley  llamada  de  los  «quince  galones»,  para  suprimir  el 
abuso  de  los  licores  espirituosos,  una  ley  que  hubiera  ope- 
rado la  reforma  tan  deseada  en  Massachusetts,  sino  hu- 
biera sido  por  la  defección  de  algunos  de  sus  afiliados,  que 
sacrificaron  la  causa  de  la  moral  al  interés  de  los  par- 
tidos. 

Como  miembro  de  la  comisión  dio  el  informe  y  presentó 
las  resoluciones  que  trajeron  por  resultado  la  codificación 
de  los  Estatutos  de  Massachusetts.  Igualmente  tomó  una 
parte  muy  principal  en  la  redacción  y  adopción  de  la  ley, 
que  acabó  con  el  juego  de  la  lotería  pública,  en  virtud  de  las 
severas  penas  impuestas  á  los  infractores.  Pero  el  acto 
por  que  se  distinguió  mas  su  carrera  legislativa,  fué  quiza 
la  fundación  del  Hospital  de  locos  en  Worcester.  Esta 
benévola  empresa    fué   concebida,  proyectada  y  sostenida 

éi^    Tomo  xliii.— as 


338  OBRAS   DK   SAKMIBNTO 

por  él  solo  contra  la  apatía'é  indiferencia  de  muchos,  y  la 
directa  oposición  de  varios|hombres  prominentes.  El  pro- 
puso el  nombramiento  de  una  comisión  para  investigar  el 
asunto,  él  redactó  el|informe  reconociendo  su  necesidad  y 
aconsejando  su  fundación,  y  suyo  fué  también  el  único  dis- 
curso pronunciado  en  su  favor. 

Uno  de  los  miembros  de  la  Sala  había  califícado  de  entu- 
siasmo pueril  á  este  proyecto,  cuando  se  presentó  por  pri- 
mera vez.  Los  argumentos  de  Mr.  Mann  no  tenían  réplica, 
empero.  La  oposición  se  calló.  Desde  su  origen  hasta  su 
organización  final,  esta  pudo  nominarse  la  obra  de  Mr.  Mann. 
El  era  el  presidente  de  la  comisión  encargada  de  hacer 
las  investigaciones  preliminares;  él  hizo  parte  de  la  comi- 
sión encargada  de  contratar  y  ejecutar  la  erección  del 
hospital,  después  que  fué  adoptada  la  ley;  él  presidió  la 
corporación  de  síndicos  á  quienes  se  encomendó  la  tarea  de 
formar  la  administración  interior,  así  que  el  edificio  estuvo 
terminado,  en  1833;  y  permaneció  ocupando  esta  posición 
hasta  que  llegó  su  turno  de  ser  relevado  conforme  á  la  ley 
misma. 

Con  la  realización  de  esta  obra,  Mr.  Mann  puso  de  mani- 
fiesto, de  un  moiio  muy  relevante,  sus  cualidades  de  hom- 
bre enérgico  y  práctico.  La]  falta  de  esperiencia  en  esta 
clase  de  trabajos  totalmente  nuevos  en  el  país,  y  la  para 
aquel  tiempo  enorme  suma  que  se  iba  á  invertir,  hacían, 
muy  arriesgado  todo  cálculo.  Se  llevó  á  cabo,  empero,  sin 
el  mas  mínimo  error  en  los  presupuestos.  La  primera  re- 
gla establecida  para  los  operarios  por  el  director,  fué  una 
completa  abstinencia  de  licores  espirituosos.  Merced  á  esta 
circunstancia  no  ocurrió  desgracia  alguna  durante  la  cons- 
trucción de  este  gran  edificio.  La  acertada  elección  que 
hizo  del  doctor  Woodward  para  dirigirlo,  fué  otra  prueba 
de  su  sagacidad  y  conocimiento  de  la  naturaleza  hu- 
mana. 

El  brillante  éxito  que  obtuvo  este  establecimiento,  des- 
pués de  mas  de  veinte  años  de  esperiencia,  lo  ha  hecho 
servir  de  modelo  para  instituciones  semejantes  en  otros 
Estados  y  naciones;  pues  han  sido  tales  los  benéficos  efec- 
tos que  el  plan  y  sistema  adoptado  en  él  han  producido, 
quede  todas  partes  han  venido  á  estudiarlo  los  que  se  pro- 
ponían fundar  otros. 


"VIDA   DE  HOKACIO  MANN  33d 

Mr.  Mann  continuó  representando  el  pueblo  de  Dedham 
en  la  Legislatura,  hasta  que  se  trasladó  á  Boston  y  abrió 
allí  su  bufete  de  abogado.  Sin  embargo,  no  iba  á  descan- 
sar con  eso  de  sus  tareas  legislativas,  porque  en  la  pri- 
mera elección  que  sobrevino  á  su  traslación  á  la  capital, 
fué  elegido  Senador  por  el  Condado  de  Suffolk,  que  com- 
prende á  Boston  y  todos  sus  alrededores.  Por  cuatro  años 
continuó  siendo  miembro  de  aquel  augusto  cuerpo  por  elec- 
ciones sucesivas;  y  en  1836  fué  llamado  á  presidirlo  por  el 
voto  de  sus  colegas.  Cada  año  siguiente  era  elevado  á  la 
misma  categoría,  y  fué  su  Presidente  hasta  que  se  retiró 
de  la  vida  pública. 

En  el  Senado,  como  antes  lo  habla  sido  en  la  Asamblea 
Legislativa,  su  nombre  está  asociado  con  toda  medida  y 
reforma  destinada  á  aliviar  y  mejorar  la  condición  de  las 
masas.  En  1835  la  Comisión  encargada  de  codificar  las 
leyes  de  Massachusetts  presentó  su  informe;  pero  antes  de 
resolverse  sobre  él,  se  creyó  conveniente  someterlo  al  dic- 
tamen de  una  comisión  mixta  de  ambas  ramas  de  la  Legis- 
latura, de  la  cual  Mr.  Mann  fué  hecho  Presidente;  y  como 
miembro  de  ella  propuso  varias  modificaciones  á  la  obra. 
Tal  fué  en  particular  la  que  establece  una  distinción  entre 
el  deudor  desgraciado  y  el  fraudalento.  Sostuvo  esta  pro- 
posición en  un  acabado  informe,  en  que  se  fijaban  reglas 
seguras  para  decrimentar  entre  el  deudor  honrado  y  el 
doloso,  castigando  debidamente  al  segundo,  y  protogiendo 
al  otro  contra  el  acreedor. 

A  su  iniciativa  y  esfuerzos  débese  también  la  sanción  de 
la  ley  que  impone  un  castigo  á  «toda  persona  que  se  haga 
reo  del  crimen  de  la  embriaguez  por  el  uso  voluntario  de 
licores  embriagantes;»  y  la  que  prohibió  la  ejecución  pú- 
blica de  los  condenados  á  muerte.  Creemos  que  esta  ha 
sido  la  primera  vez  que  se  haya  colocado  la  embriaguez 
entre  los  crímenes,  tanto  en  Inglaterra  como  en  la  América 
inglesa.  Adoptado  y  sancionado  este  código,  ó  sea  los  Es- 
tatutos Revisados  de  Massachusetts,  Mr.  Mann  y  el  Juez 
Montcalf,  fueron  nombrados  por  la  Lejislatura  para  aten- 
der á  su  impresión;  preparando  el  segundo  el  índice  de  la 
obra,  y  el  primero  las  notas  del  márjen  y  las  referencias  á 
las  decisiones  judiciales. 
El  proyecto  de  ley  para  ensanchar  el  Hospital  de  Worces- 


340  -  OBRAS  DE   SABMIBNTO 

ter,  la  incorporación  de  la  Compañía  del  Ferro  Carril  del 
Oeste,  para  cuya  ejecución  debía  contribuir  el  Estado  con 
su  crédito,  y  la  ley  para  mejorar  las  escuelas,  aumentando 
la  contribución  destinada  para  su  sosten,  fueron  todas, 
sino  obras  propias,  actos  á  que  al  menos  contribuyó  pode- 
rosamente con  su  elocuente  y  prestijiosa  palabra,  para  lo 
cual  hubo  de  dejar  momentáneamente  la  silla  presidencial. 

En  1837  Mr.  Mann  abandonó  la  vida  política  y  su  profe- 
sión de  abogado,  para  consagrarse  á  una  nueva  y  mas  con- 
jenial  carrera.  Mas  al  cerrar  esta  parte  de  su  historia 
debemos  hacer  una  observación  que  habla  mas  alto  que 
todo  acerca  de  la  posición  que  se  había  ganado  Mr.  Mann 
en  la  política.  Aunque  hizo  parte  de  muchas  comisiones, 
casi  siempre  como  presidente  de  ellas,  en  las  cuales  se 
iniciaron  varios  proyectos  tendentes  á  reformar  las  leyesen 
favor  de  la  prosperidad  material  y  mejora  jeneral  de  la 
sociedad,  no  hubo  una  sola  de  estas  medidas  que  no  fuese 
al  fin  adoptada.  El  veía  los  efectos  en  las  causas;  y  una 
vez  lanzada  una  idea  en  el  campo  de  la  discusión,  la  im- 
pulsaba y  llevaba  á  su  deseado  resultado  con  el  apoyo  de 
su  elocuencia  y  enerjía. 

Siendo  miembro  de  la  Lejislatura,  ejerció  también  el 
cargo  de  Auditor,  ó  de  juez-abogado,  como  se  dice  aquí,  de 
la  Milicia.  Recordamos  solo  esta  circunstancia,  por  haber 
desempeñado  con  este  motivo  un  papel  muy  notable  en  la 
famosa  causa  del  Teniente-Coronel  Whindtroop.  El  proce- 
so, que  duró  unos  treinta  días,  se  publicó  en  un  grueso 
volumen,  que  contiene  varios  dictámenes  de  Mr.  Mann 
sobre  puntos  legales  y  constitucionales  de  mucho  mérito 
para  la  edad  del  abogado. 


sus    SERVICIOS    A   LA    CAUSA    DE    LA  EDUCACIÓN 


Al  bosquejar  la  carrera  política  de  Mr.  Mann  solo  hemos 
tocado  por  incidencia  lo  que  á  la  causa  de  la  temperancia 
y  de  la  educación  se  refiere.  Habiéndose  criado  en  un 
lugar  donde  los  licores  espirituosos  eran  usados  como  be- 
bida, y  jeneralmente  estimados  como  un  lujo,  se  le  oía 
decir  con  frecuencia,  «que  él    y   sus    compañeros  habían. 


TIDA  DE  HORACIO  MANN  341 

sido  educados  para  borrachos.  Muchos  de  ellos  añadía, 
lo  fueron;  y  tal  fué  la  inminencia  de  mi  propio  peligro, 
que  cuando  vuelvo  los  ojos  hacia  mi  primera  juventud, 
siento  lo  que  el  soldado  después  de  la  batalla,  que  se 
palpa  con  las  manos  la  cabeza  para  ver  si  está  en  su 
lugar.» 

Cuando  comenzó  la  vida  de  estudiante,  encontró  que  los 
licores,  aunque  tomados  en  cantidad  moderada,  y  mucho 
menos  de  lo  que  la  costumbre  permitía  á  un  hombre  so- 
brio, dañaban  la  facultad  de  aplicación  mental.  Mirólo 
esto  como  un  aviso  que  le  venía  del  cielo  por  medio  de  las 
leyes  de  su  organización,  y  se  abstuvo  desde  entonces.  Por 
un  número  de  años  tomó  vino  accidentalmente,  mas  nunca 
como  un  hábito;  pero  de  muchos  años  á  esta  parte  abando- 
nó el  uso  no  solo  del  vino,  sino  del  té  y  del  café,  usando 
solo  del  puro  elemento  del  cielo,  con  incalculable  prove- 
cho de  su  fortaleza  como  hombre  de  trabajo  y  de  su  vida 
como  un  ejemplo.  ¿No  habrán  estos  hechos  sujerídole  este 
pasaje  de  su  lectura  á  los  jóvenes?    Dice  así: 

«Un  joven  moderado  reverencia  la  divina  sabiduría  por 
la  cual  ha  sido  tan  asombrosamente  hecha  su  constitución 
física,  y  la  conserva  pura  y  limpia,  como  templo  adecuado 
para  la  mansión  de  Dios.  Por  cada  concesión  hecha  á  los  ape- 
titos que  enervarían  el  cuerpo,  ó  aletargarían  la  vivacidad  de  los 
sentidos,  ó  anublarían  el  luminoso  cerebro,  él  tiene  un  «vade  retro:» 
tan  duro  y  tan  profundo,  que  el  Satanás  de  la  tentación,  se  quitaría 
de  su  presencia  lleno  de  vergüenza  y  desesperación.» 

Después  de  haberse  establecido  en  Dedham,  sus  ciuda- 
danos formaron  una  grande  y  respetable  Sociedad  de  la 
Temperancia.  Electo  Presidente,  escribió  un  vigoroso  dis- 
curso en  apoyo  del  propósito.  Cuando  fué  nombrado  por 
la  primera  vez  Representante  á  laLejislatura,  él  interrum- 
pió la  costumbre  hasta  entonces  uniforme  en  aquella  po- 
blación de  servir  bebida  á  los  electores;  pero  temeroso  de 
que  se  atribuyese  su  conducta  á  motivos  interesados,  dio 
para  un  objeto  de  caridad  suma  mayor  que  la  que  el  feste- 
jo hubiera  costado. 

Así,  por  diversos  medios,  y  en  todas  las  ocasiones  opor- 
tunas, manifestó  su  celo  por  la  causa  de  la  mejora  moral 
del  hombre,  en  una  época  en  que  defenderla  acarreaba 
reproches,  y  la  pérdida  de  clientela  profesional;  y  cuando 


342  OBRA.S    ÜB   SARMIENTO 

en  junio  de  1837,  aceptó  el  empleo  de  Secretario  del  Conse- 
jo de  Educación,  era  miembro  del  Consejo  de  la  Sociedad 
de  Temperancia  de  Massachusetts,  y  Presidente  de  la  de 
Suffolk.  A  estas  atenciones  renunció  á  fin  de  poder,  des- 
embarazado de  toda  atención,  llevar  el  peso  que  se  echaba 
sobre  sus  hombros,  y  blandir  las  armas  en  la  nueva  guerra 
que  emprendía. 

Creo  que  con  respecto  á  los  hombres  que  se  han  distin- 
guido en  un  ramo  particular,  todos  convendrán  en  que 
desde  temprano  han  dado  indicaciones  de  su  futura  carre- 
ra. En  lo  moral  como  en  el  mundo  material,  el  fruto  no 
viene  sin  que  le  preceda  la  flor  y  el  brote.  Un  impulso 
emanado  de  la  naturaleza,  de  la  educación,  germina  y 
crece  en  los  profundos  senos  del  alma.  Por  un  tiempo  se 
nutrirán  en  secreto,  dando  de  vez  en  cuando  signos  de  su 
fuerza  creciente.  Pero  cuando  llegan  el  tiempo  y  la  oca- 
sión, estallan  completamente  desenvueltos,  con  el  yelmo 
en  la  cabeza,  espada  en  mano,  ansiando  por   la  batalla. 

Tal  parece  haber  ocurrido  á  Mr.  Mann  con  respecto  á 
educación  popular.  Desde  el  primer  día  en  que  sus  accio- 
nes atrajeron  la  atención  pública,  la  educación  universal 
por  medio  de  las  escuelas  públicas  fué  recomendada  por 
sus  palabras,  y  promovida  por  sus  actos.  Su  defensa  era 
el  hilo  de  oro  mezclado  en  la  tela  de  todos  sus  escritos  y 
de  toda  la  vida.  Uno  de  sus  primeros  discursos  fué  diri- 
gido á  una  asociación  de  maestros,  todos  de  mayor  edad 
que  él,  y  muchos  que  habrían  podido  ser  sus  abuelos.  Des- 
pués de  haber  entrado  en  la  profesión  de  abogado,  fué  su 
práctica  invariable  dar  dictámenes  y  preparar  escritos  lega- 
les gratuitamente  en  toda  materia  que  perteneciese  á  la  edu- 
cación pública. 

Antes  de  ser  nombrado  Secretario  del  Consejo  de  Edu- 
cación, había  sido  una  especie  de  Procurador  General  de 
Estado,  con  respecto  á  la  ley  de  escuelas;  y  tan  numerosas 
eran  las  solicitudes  que  le  venían  para  consejero  legal  en 
aquel  oficio,  que,  á  haber  cobrado  honorarios,  como  aboga- 
do, habría  reunido  una  suma  considerable.  Mientras  otros 
jóvenes  aspirantes  escribían  artículos  políticos  en  los  dia- 
rios, él  los  escribía  sobre  educación.  Ayudaba  á  los  pobres 
á  adquirir  conocimientos,  prestábales  libros  y  dinero,  con- 
tando con  que  en  adelante  se  hallarían  en  aptitud  de  pa- 


VIKA  DE  HORACIO  MANN  343 

garle.  Cuando  las  circunstancias  lo  permitían,  daba  ins- 
trucción gratuita.  Tan  pronto  como  tuvo  las  cualidades 
para  ser  electo,  fué  nombrado  miembro  de  la  Comisión  de 
Escuelas  deDedham,  y  continuó  desempeñando  el  cargo 
hasta  que  dejó  el  lugar;  encargo  laborioso  en  una  ciudad 
grande,  sin  reembolso  aun  de  los  gastos  indispensables. 
Etitonces  principió  sus  lecciones  en  el  arte  difícil  de  ha- 
blar ante  los  niños. 

Con  todos  sus  conocimientos,  cuando  se  dirijía  á  los  ni- 
ños, él  se  hacia  «uno  de  ellos.»  De  aquí  provenía  su  buen 
éxito  ante  los  jóvenes,  que,  para  los  que  lo  han  oído, 
era  mas  notable  que  su  facultad  de  hablar  ante  los  hom- 
bres. 

En  la  Legislatura  estuvo  siempre  del  lado  de  las  escue- 
las, abogando  por  ellas  en  el  debate,  y  mas  activamente 
buscando  ocasiones  de  hablar  con  sus  miembros,  é  infiltrar 
sus  ideas  en  su  espíritu.  Poco  le  importaba  quien  tu- 
viera el  mérito  de  promover  la  medida,  con  tal  que  fuese 
adoptada. 

En  su  réplica  á  los  «Treinta  y  un  maestros  de  Boston,» 
escrita  en  1844,  da  la  siguiente|relacion  del  establecimiento 
del  Consejo  de  Educación,  y  que  preferimos  copiar  aqui, 
porque  ya  ha  pasado  á  la  historia,  sin  que  su  exactitud  haya 
sido  disputada. 

«Iba  por  este  punto  de  mi  historia  personal,  dice,  cuando 
se  proyectó  el  establecimiento  del  Consejo  de  Educación, 
tal  como  existe  hoy.  Después  de  muchas  conferencias  con 
mi  amigo  Mr.  Dwight,  que  desde  entonces  había  mostrado 
su  adhesión  á  la  causa,  se  convocó  un  meeting  en  su  casa, 
en  el  invierno  de  1837,  para?  considerar  el  asunto  de  un 
Consejo  de  Educación  de  Estado.  Escusado  es  entrar  en 
detalles.  El  Consejo  de  Educación  fué  establecido  por  ley 
del  20  de  A.bril  de  aquel  año.  Ni  antes  ni  en  aquel  tiempo 
se  me  hizo  indicación,  ni  se  me  pasó  por  la  mente,  que  yo 
sería  nombrado  al  puesto  que  ahora  desempeño.  Cuando 
se  mellizo  la  propuesta,  aunque  todas  las  propensiones  de 
mi  naturaleza  me  inclinasen  á  ello,  creí  que  me  lo  impe- 
dirían insuperables  circunstancias;  pero  al  organizarse  el 
Consejo  en  29  de  Junio,  fui  nombrado  Secretario.  .  y  hu- 
mildemente creí  que  mientras  otros  amigos    de  la  causa 


344  OBRAS    DE   SARMIENTO 

contribuían  con  su  abundancia,  yo  podía  de  este  modo,  echar 
mi  óbolo  en  el  tesoro  del  Señor.» 

Mr,  Mann  ha  dejado  un  diario  en  que  estampaba  las  impre- 
siones que  le  causaban  las  incidentes,  á  medida  que  ocurrían. 
y  del  cual  ha  publicado  su  señora  algunos  fragmentos. 
De  la  importancia  que  por  entonces  se  daba  á  su  nuevo 
empleo,  y  de  la  que  él  mismo  le  daba,  puede  formarse  idea 
por  lo  anotado  el  13  de  julio.  «Un  nuevo  caso  ha  llegado 
á  mi  conocimiento,  de  quien  yo  tenía  toda  razón  de  esperar 
que  supiese  apreciar  la  dignidad  de  mi  nuevo  empleo,  espre- 
sando su  sorpresa  de  que  por  él  yo  dejase  otras  esperanzas, 
y  sintiendo  que  su  título  no  indicase  mejor  los  deberes  que 
me  toca  desempeñar.  Si  Dios  me  ayuda  en  esta  grande 
obra,  espero  convencer  á  esa  persona  de  su  error;  y  en 
cuanto  al  título,  ¿qué  importa?  Si  por  ahora  no  es  sufi- 
cientemente honorable,  tócame  á  mí  elevarlo;  y  mas  bien 
quiero  ser  acreedor,  que  no  deudor  al  título.» 

Con  fecha  16  de  julio  escribía  así  á  su  hermana.  «Mi 
cara  hermana:  No  será  poca  tu  sorpresa  al  saber  el  cambio 
en  mi  manera  de  vivir,  ocurrido  después  de  la  última  vez 
que  nos  vimos.  He  aceptado  el  empleo  de  Secretario  del 
Consejo  de  Educación,  y  como  sus  deberes  me  quitarán 
todo  el  tiempo,  por  necesidad  he  debido  renunciar  á  mi 
profesión,  á  ñn  de  consagrarles  toda  mi  atención.  Si  estu- 
viera seguro  de  que  el  éxito  coronaria  mis  esfuerzos  en  este 
nuevo  campo  de  labor,  diría  que  no  habría  ocupación  mas 
agradable  para  mí,  ni  que  mas  cuadre  con  mis  gustos  y 
sentimientos....  Muchos  me  desaprueban  el  que  deje  mi 
profesión  en  la  que  hasta  hoy  me  ha  ido  tan  bien,  como 
podía  esperarlo  ;  otros  piensan  que  mi  posición  política  no 
era  para  abandonada,  prefiriéndole  un  puesto,  cuyos  frutos 
solo  verá  otra  jeneracion;  y  que  mi  presente  posición  en  el 
Senado,  era  preferible  á  andar  de  condado  en  condado  cui- 
dando de  la  felicidad  de  los  niños,  que  nunca  saben  de 
donde  les  viene  el  beneficio,  y  arrostrando  los  celos,  preo- 
cupaciones y  mala  intelijencia  de  sus  padres.  Pero  ¿no  es 
mejor  hacer  el  bien  que  el  ser  elojiado  por  ello?  Si  no  hu- 
biera de  sembrarse  otra  semilla  que  aquellas  que  aseguran 
en  vida  una  buena  cosecha,  la  especie  humana  hubiera 
vuelto  á  la  barbarie.  Si  yo  logro  encontrar  cuáles  son  los 
medios  mejores  de  construir  buenas  escuelas,  cuáles  son 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  345" 

los  mejores  libros,  cuál  es  el  mejor  arreglo  de  los  estudios, 
y  cuáles  son  los  mejores  método  de  instrucción  ;  si  yo  llego 
á  descubrir  qué  resortes  seguros  se  pueden  tocar  para  que 
de  un  niño  que  no  piensa,  que  no  reflexiona,  que  no  habla, 
se  haga  un  noble  ciudadano,  pronto  á  defender  sus  dere- 
chos, y  á  morir  por  la  justicia;  si  solo  consiguiera  obtener 
y  difundir  en  este  Estado  algunas  buenas  ideas  y  cosas  se- 
mejantes, ¿no  habré  de  lisonjearme  de  que  mi  ministerio 
no  haya  sido  del  todo  vano?  Apenas  son  hoy  mejores  las 
leyes  que  rijen  nuestro  sistema  de  escuelas  públicas,  que 
lo  que  eran  ahora  ciento  cincuenta  años.  Si  algo  han  me- 
jorado las  escuelas,  no  ha  sido  á  consecuencia  del  impulsa 
dado  por  el  gobierno. . . .  Pienso  ir  á  Franklin,  etc.» 

La  verdad  es  que  echando  la  vista  en  busca  de  un  Secre- 
tario, el  Consejo  pudo  convencerse  de  que  pocos  habrían 
que  aceptasen  empleo  tan  mal  retribuido,  siendo  mil  pesos 
su  primera  asignación,  (*)  y  que  tan  poco  se  prometía  de 
la  gratitud  pública.  En  la  primera  elección  hubo  otro  can- 
didato; pero  durante  los  once  años  subsiguientes  fué  re- 
electo por  unanimidad  de  votos.  Su  competidor  era  sin 
embargo  digno  de  la  elección.  Mr.  Dwight  se  había  mostra- 
do desde  temprano  jeneroso  amigo  y  protector  de  la  causa. 
En  1845  dio  10,000  pesos  para  la  fundación  de  la  primera 
Escuela  Normal;  y  después  1,000  pesos  para  hacer  frente  á 
los  gastos  del  primer  Instituto  ó  asamblea  de  Maestros,  que 
hasta  entonces  se  hubiere  reunido  en  Massachusetts,  cuyo 
resultado  fué  tan  satisfactorio  que  la  Lejislatura  decretó 
fondos  para  continuarlos  hasta  la  fecha.  E!  corazón  y  la 
bolsa  de  Mr.  Dwight  estuvieron  siempre  abiertos  para  fo- 
mentar la  educación. 

En  despecho  pues  de  la  oposición  de  sus  amigos,  de  sus 
sostenedores  en  la  vida  pública,  y  aun  de  los  consejos  de 
los  jueces  que  lo  veían  en  camino  de  llegar  á  la  mas  alta 
fama  por  los  trabajos  del  foro,  Mr.  Mann  aceptó  el  empleo 


(1)  Una  de  las  manifestaciones  del  estado  de  la  opinión  pública  sobre  la  im- 
portancia de  los  diversos  ramos  de  la  educación,  suele  encontrarse  en  los  sueldos 
que  se  asignan  á  los  que  ios  profesan.  Cuando  conocimos  á  Mr.  Mann,  eníl847,  le  oimos 
lamentarse  con  resignación  de  sus  estrechas  circunstancias;  y  cuando  su  honorario- 
fué  solo  aumentado  con  500  pesos,  escribió  en  su  diario  la  espresion  de  una  nobl 
venganza:  «les  daré,  dice,  diez  veces  mas»    (Nota  del  autor.) 


346  OBRAS   DB   SARMIENTO 

que  se  le  brindaba.  Un  propósito  que  viene  tanto  del  cora- 
zón como  de  la  intelijencia,  es  una  voz  profética.  Cuando 
esta  voz  es  clara,  las  disuasiones,  las  amenazas,  los  incen- 
tivos en  otra  dirección  nos  llegan  como  sonidos  de  otra 
lengua,  que  el  corazón  inspirado  no  acierta  á  comprender. 
Vio  que  la  obra  que  iba  á  emprender  encerraba  en  sí  todos 
los  elementos  de  futura  grandeza.  La  educación  era  la 
condición  previa  de  la  humana  felicidad.  Es  el  elemento 
vital  sin  el  cual  no  hay  vida.  La  dignidad  y  poder  de  los 
individuos,  la  grandeza  de  las  naciones,  en  cuanto  pro- 
venga de  la  ajénela  humana,  no  tienen  otra  base  duradera. 
Sin  educación  no  pueden  conocerse  los  atributos  de  Dios, 
y  por  tanto  aspirar  á  ellos;  las  infinitas  cualidades  del  mal 
no  pueden  ser  medidas,  y  por  tanto  mitigadas;  la  degra- 
dante servidumbre  de  la  superstición  no  puede  ser  pesada, 
y  por  tanto  su  reino  nunca  sería  abolido.  Vio  en  la  edu- 
cación paz,  gloria,  vida,  y  la  única  atmósfera  en  que  el 
cristianismo  puede  florecer.  Confió  en  que  la  luz  que  vemos 
brillar  en  lo  futuro,  calentaría  é  iluminaría  todas  las  horas 
de  la  presente  oscuridad  y  tribulación. 

Un  solo  hombre,  entre  todas  sus  relaciones,  hubo  que 
apreciara  completamente  sus  motivos,  y  le  dirigiese  las 
mas  ardientes  congratulaciones,  como  se  ve  en  la  carta 
que  publicó  después  en  sus  propias  memorias. 


Nueva  York,  Agosto  19  de  1837. 

«Estimado  Señor:  acabo  de  saber  que  Vd.  se  ha  consa- 
grado á  la  causa  de  la  educación  en  nuestra  república.  Me 
huelgo  de  ello.  Nada  podía  causarme  mayor  placer.  Por 
largo  tiempo  he  deseado  que  alguno  que  reuniese  todas 
las  aptitudes  de  Vd.  se  consagrase  á  esta  obra.  No  pudiera 
Vd.  encontrar  puesto  mejor;  ni  el  gobierno  tiene  uno  mas 
noble  que  dar.  Vd.  me  permitirá  trabajar  bajo  su  dirección 
según  pueda.  Si  hay  algo  en  que  pueda  ayudarlo,  no  ne- 
cesita mas  que  indicármelo,  y  siempre  tendré  gusto  en 
conversar  con  Vd.  sobre  sus  operaciones.  ¿Cuándo  cesarán 
las  degradantes  querellas  de  partido  en  nuestro  país,  con- 
trayéndose los  espíritus  elevados  á  ver  lo  que  puede  hacerse 


VIDA.    DE  HORA.CIO  MANN  347 

por  unajenerosa  y  sustancial  mejora  del  modo  de  ser  de 
la  comunidad?  «Mi  oido  está  acongojado,  mi  alma  misma 
está  enferma»  con  el  desabrido,  aunque  furioso  clamor 
sobre  medio  circulante,  bancos,  etc.,  mientras  que  á  los 
intereses  espirituales  de  la  comunidad,  parece  que  apenas 
se  les  reconoce  tener  realidad.  Si  solo  lográramos  enca- 
minar por  canal  mas  recto  la  asombrosa  enerjia  de  este 
pueblo,  ¡qué  paraíso  terrenal  vendría  á  ser  nuestro  país! 
Y  yo  no  desespero.  Su  prontitud  en  poner  mano  á  la  obra 
es  un  feliz  presajio.  No  está  Vd.  solo,  ni  es  una  rara  escep- 
cion  por  el  tiempo  que  corre.  Muchos  debe  haber  que 
puedan  ser  tocados  por  las  mismas  verdades  que  lo  han 
movido  á  Vd.  Tengo  toda  esperanza  en  que  la  prosecución 
de  la  obra  le  dará  á  Vd.  mayor  vigor  y  salud.  Si  os  tenéis 
firme  en  lo  esterior,  nada  temo  de  parte  del  espíritu.  Es- 
cribo de  prisa,  porque  no  me  siento  muy  fuerte,  y  todo 
esfuerzo  me  postra;  pero  necesitaba  manifestar  á  Vd.  mis 
simpatías  y  desearle  la  ayuda  de  Dios  en  su  camino. 

Su  sincero  amigo, 

W.  E.  Channing.» 


Los  deberes  del  Secretario  no  fueron  definidos  con  clari- 
<iad  en  el  acta  que  creó  este  empleo,  ni  podían  serlo  tam- 
poco. Podían  en  horabuena  la  Legislatura  ó  el  Consejo 
decir  que  el  Secretario  reuniría  Convenciones  en  cada 
condado  del  Estado;  ¿pero  asistiría  á  las  convenciones 
como  «cabeza  sin  vida,»  ó  como  «lengua  de  fuego?»  Podían 
decir  que  reuniera  periódicamente  á  los  maestros  en  ins- 
titutos de  instrucción;  ¿pero  los  enseñaría  é  inspiraría  con 
fuerza  irresistible,  cuando  reunido  ó  simplemente  presi- 
diaría c\  acto,  encargando  á  otros  la  ejecución  de  la  obra? 
Podían  decir,  que  preparara  «extractos  de  los  informes  de 
las  comisiones  de  escuelas;»  ¿pero  se  deducía  de  ahí  que 
había  de  estudiar  el  conjunto,  y  presentarlo  en  un  libro  de 
cuatrocientas  á  quinientas  pajinas,  ó  tomaría  á  la  ventura, 
treinta  ó  cincuenta  cortos  estractos,  poniéndoles  el  debido 
encabezamiento?  Podian  requerir  de  él  que  cada  año  pre- 
sentase un  informe;  pero  un  cohete  produce  el  mismo  so- 


348  OBRAS   DE   SARMIENTO 

nido  que  un  cañón.  En  fin,  no  estaba  al  alcance  de  la  lejr 
estorbar  que  el  empleo  se  convirtiese  en  una  prebenda. 
Nada  sino  es  la  conciencia  del  deber  y  el  entusiasmo  del 
designado  podían  asegurar  la  mayor  cantidad  y  la  mejor 
calidad  en  la  obra. 

Ningún  miembro  del  Consejo  era  rentado,  ni  sus  funcio- 
nes les  imponían  trabajo  material.  Su  incumbencia  era 
aconsejar  é  indicar  antes,  y,  en  cuanto  fuese  practicable, 
ratificar  y  sancionar  después.  Guando  alguno  le  preguntó, 
si  no  era  él  el  factótum  del  Consejo,  Mr.  Mann  contestó:  soy 
el  fac,  pero  no'  el  totum. 

Inmediatamente  después  de  haber  aceptado  el  empleo, 
transfirió  sus  asuntos  de  abogado,  declinó  ser  reelecto  al 
Senado,  y  lo  que  mas  debia  costarle,  renunció  su  activa 
participación  en  las  sociedades  de  temperancia.  Sastrájose 
enteramente  á  los  partidos  políticos,  y  durante  doce  años 
no  asistió  á  convención  alguna.  Quería  ser  mirado  y  co- 
nocido solamente  como  educacionista.  Aunque  simpatiza- 
ba corrió  siempre  con  las  reformas  del  día,  no  se  le  ocultaba 
cuan  mal  recibidas  son  por  aquellas  clases  á  que  él  se  pro- 
ponía conducir  por  el  camino  del  bien;  y  como  no  podia  ha- 
cerlo todo  á  la  vez,  trató  de  hacer  las  cosas  mejores,  y  aque- 
llas que  mejor  cuadraban  con  su  propósito  primero.  El  ánimo 
de  las  jentes  también  se  mostraba  tan  encendido  con  el 
fuego  de  los  partidos  en  varios  asuntos,  que  existían  gran- 
des recelos  de  que,  so  color  de  interés  por  la  educación,  no 
se  favoreciesen  los  intereses  de  alguno  de  los  partidos.  Ni 
era  dado  al  vulgo  comprender,  porqué  un  hombre  descen- 
día de  posiciones  honorables  á  una  comparativa  oscuridad, 
dejando  entradas  abundantes,  por  lo  que  no  pasaba  de  un 
vivir,  á  menos  que  no  estuviese  imbuido  por  motivos  tan 
vulgares  como  los  suyos.  Los  hechos  posteriores  vinieron 
á  probar  la  cordura  de  su  conducta.  El  Consejo  fué  el 
blanco  de  los  ataques  de  los  partidos,  de  los  fanáticos  y 
demagogos,  y  solo  la  abstención  del  Secretario  de  toda  ban- 
dería, lo  salvó  del  naufrajio. 

En  medio  de  todas  estas  dificultades,  la  resistencia  y 
celos  de  los  unos,  la  tibieza  ó  indiferencia  del  mayor 
número,  aunque  el  mas  interesado,  el  Secretario  tenía  que 
propiciarse  los  ánimos  para  plantear  un  sistema  vigo- 
roso, en  lugar  del  decrépito  en  práctica;  sujerir  cambios  eib 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  349 

las  leyes;  organizar  territorios  en  distritos;  construir  edifi- 
cios de  escuelas;  clasificar  los  alumnos;  inspeccionar  las 
escuelas;  mejorar  los  testos  de  enseñanza,  y  los  métodos  de 
enseñar,  y  los  motivos  y  medios  de  disciplina;  clasificar  los 
maestros;  reunir  datos  estadísticos;  esponer  los  defectos  de 
una  mala  administración,  etc.,  etc. 

Hombre  mas  político,   ó  menos  ardoroso  habría   princi- 
piado por  partes,    ganándose   al    público    por  grados.  Mr. 
Mann  puso  mano  á  todo  á  un   tiempo;  abusos  por  correjir, 
deficiencia  por  suplir,  reformas   por  empezar.    Su  primer 
Informe  y  su  primer  discurso,  ó  Lectura,   contiene  ya   en 
jérmen   todo  lo  que  desde  entonces  se  ha  realizado.  Fue- 
ron ambas  producciones  tenidas  en    mucho  en   su  época; 
pero  en  mucho  mas  se  las  tendría  ahora,  si  fueran    exa- 
minadas á  la  luz  de  diez  y  siete   años  de  esperiencia.  En 
la  osadía  misma  de  sus  primeros  golpes,  estuvo  su  salva- 
ción, y  la  de  su  obra.    Otro   sistema  lo    hubiera  echado  á 
perder  todo.    Algunos  intereses  especiales  tocaron  alarma; 
pero  la  sonora  voz  de  las  esperazas  que  despertó,  impuso 
silencio  álos  descontentos.  Se  había  hecho  vibrar  una  cuer- 
da sagrada  del   corazón,  y  la  contemplación  de  los  grandes 
principios  purificó  el  alma  de  todo  motivo  sórdido.  Cuan- 
do el  vuelo   ascendente   del  ágila  nos  hace  elevar  las  mi- 
radas á  lo  alto  del  cielo,  dejamos  de  oír  el  grito  de  las  aves 
subalternas.    Mr.   Mann    prosiguió   su    victoria;   su  objeto 
era    comprometer    al     Estado    en    grandes     medidas    de 
reforma  y  progreso  antes  que  viniese  el  día  de    la    reac- 
ción.   Estensos   cambios   en   las  leyes   fueron    propuestos 
y   sancionados.    Se    proveyó     de   rentas  y   medios    á    las 
escuelas.    Las   Comisiones  de    Escuelas    fueron   pagadas. 
Instituyó    un  sistema  de   convenciones    educacionales    de 
condado.    Por    medio  de   los    «Rejistros  de   Escuelas,»  se 
adoptó  un  plan    de    mucho  alcance,    para  examinar  con 
microscopio  la  condición  de   las  escuelas,  y  saber  lo   que 
puede    llamarse    « la    estadística    vital  ».    Exijióse    á    las 
comisiones  presentasen  informes  detallados  relativos  á  los 
inconvenientes  y   ventajas  de   sus  respectivas  escuelas;  y 
de  todo  el  cuerpo  de  estos  informes,   el   Secretario  hacia 
un   compendio    ó  abstractos,   con    inmenso  trabajo    de    su 
parte;   pero    también  con    mucho  provecho   de    la    causa. 
Estableciéronse  sobre    todo   Escuelas    Normales,  primero 


350  0BKA8   UU   8AKMIBNTO 

en  vía  de  esperimento;  pero  antes  de  que  fuesen  aban- 
donadas como  tales,  la  buena  voluntad  del  público  habíalas 
ya  adoptado  firmemente  por  el  buen  éxito  y  los  bienes 
realizados,  quedando  desde  entonces  incorporadas  entre 
las  mas  valiosas  é  importantes  instituciones  del  Estado. 
Todos  estos  actos  eran  otras  tantas  anclas  con  que  el 
Secretario  aseguraba  su  nave  mientras  era  bonancible;  y 
y  con  las  cuales  pudo  hacer  frente  á  la  borrasca,  cuando 
estalló  la  tormenta.  Pasado  tres  ó  cuatro  años  (tiempo 
previsto  por  el  Secretario  desde  el  principio  de  su  carrera) 
los  varios  antagonistas  del  progreso,  demasiado  débiles 
para  obrar  separadamente,  combinaron  sus  fuerzas,  y 
bajo  un  jefe  poco  escrupuloso,  estuvieron  apercibidos  para 
dar  el  asalto.  El  mísero  empezó  á  sentir  literalmente  *c  b 
que  costaba»  la  marcha  del  sistema  (*).  El  fabricante  de 
libros  que  había  contado  con  el  Consejo  y  el  Secretario  para 
su  negocio,  el  sectario  que  habría  querido  convertir  las 
escuelas  en  proselitismo  de  sus  dogmas  particulares,  mos- 
trábanse ofendidos,  por  sentirse  burlados.  A  todos  estos 
se  reunía  la  tribu  sin  nombre  de  los  que  creen  que  el 
mundo  se  acaba  si  no  se  gobierna  según  sus  propios  pla- 
nes, y  que  concertaron  sus  fuerzas  para  el  esterminio  del 
Consejo.  El  ataque  empezó  en  la  Legislatura  de  1840. 
Una  mayoría  de  la  Comisión  de  Educación  propuso  un 
bilí  para  abolición  del  Consejo  de  Educación,  la  clausura 
de  las  Escuelas  Normales,  y  restablecer  las  cosas  al  punto 
de  que  se  hallaban  tres  años  antes.  El  designio  era 
ignorado  hasta  de  la  minoria  de  la  Comisión,  que  se  com- 
ponía de  amigos  del  Consejo,  hasta  pocas  horas  antes  de 
presentarse  el  Informe,  Pidieron  tiempo  para  presentar 
un  contra-informe  y  les  fué  negado,  primero  por  la  Comi- 
sión, y  en  seguida  por  una  mayoría  de  la  sala.  El  plan 
era  evitar  la  discusión,  y  sancionar  el  bilí  sin  discusión  ni 


( 1 )  Con  una  población  de  un  millón  de  habitantes,  las  contribuciones  para  ei 
sosten  de  las  escuelas  reunidas  por  impuestos  que  á  sí  mismas  se  imponían  los 
distritos,  villas  y  ciudades  del  Estado,  é  invertidas  en  edificar  y  reparar 
escuelas  solamente,  fué  de  dos  millones  dos  cientos  mil  peios.  Hoy,  creado  ya 
todo  el  material  de  las  escuelas  de  Massachusetts,  las  rentas  para  su  sosten  ascien- 
den á  tres  millonet.  Es  este  el  mas  vasto  y  mejor  dotado  sistema  de  escuelas  que 
exista  en  el  mundo,  no  obstante  no  pasar  su  población  de  un  millón  y  dos  cien- 
tos mil  babitantes. 


VIDA    DE  HORACIO  MANN  351 

demora.  Pero  á  la  primera  noticia  recibida,  el  Secretario 
y  sus  amigos  lograron  ganar  un  día;  con  aquel  día  ganaron 
una  semana;  y  con  esa  semana  derrotaron  á  los  conjurados. 
¡Cuan  diversa  habría  sido  ahora  la  condición  de  las  escue- 
las públicas,  no  solamente  en  Massachusetts,  sino  en  toda 
la  Nueva  Inglaterra — no  solo  en  la  Nueva  Inglaterra,  sino 
en  todo  el  país — si  el  éxito  hubiese  coronado  aquella  maqui- 
nación ! 

No  nos  detendremos  sobre  las  dos  ó  tres  formidables 
controversias  en  que  se  vio  comprometido  Mr.  Mann  en  • 
defensa  de  la  causa  de  la  educación,  ó  en  la  suya  propia, 
como  identificado  con  aquella  causa.  Mas  de  acuerdo  con 
sus  sentimientos  estaría  poner  en  {)ráctica  el  favorito  lema 
de  Cicerón:  Amicitica  sempitenice,  inimicitioe  placabiles,  B.mistsi- 
des  eternas,  enemistades  apaciguadas.  Los  que  entonces 
fueron  sus  adversarios  se  holgaran  hoy  si  apenas  hacemos 
breve  mención  de  la  guerra  que  le  hicieron,  ó  de  los  golpes 
que  les  tocó  en  parte,  Mr.  Mann  no  pertenecía  sin  duda  á 
la  secta  de  no  resistencia. 

En  1843,  bajos  los  auspicios  del  Consejo  de  Educación 
(pero  á  sus  propias  expensas),  Mr.  Mann  visitó  la  Europa, 
con  el  objeto  de  examinar  las  escuelas,  y  obtener  todos 
los  datos  útiles  que  pudieran  aprovecharse  en  su  país. 
Su  sexto  informe,  hecho  á  su  regreso,  presentó  los  resul- 
tados de  este  viaje.  Probablemente  ningún  documento 
sobre  educación  obtuvo  tan  grande  circulación  como  este 
informe.  Una  á  otra  se  sucedían  las  ediciones,  no  tan 
solo  en  Massachusetts,  sino  en  los  demás  Estados,  á  veces 
por  orden  de  las  Legislaturas,  otras  por  particulares.  Varias 
ediciones  se  hicieron  en  Inglaterra.  Los  diarios  de  todas 
partes  lo  transcribieron. 

¡Cuál  no  debió  ser  la  sorpresa,  por  tanto  al  ver  salir  de 
las  prensas  del  mismo  Boston  un  escrito  en  que  con  el 
título  de:  «Observaciones  sobre  el  sexto  informe  de  Mr. 
Mann»,  y  firmado  por  «treinta  y  un  maestros  de  Escuelas 
de  Boston»  se  trataba  de  impugnar  esta  obral  La  réplica 
de  Mr.  Mann  no  se  hizo  aguardar,  y  á  ella  contestaron 
los  maestros  con  otro  panfleto,  que  fué  igualmente  desba- 
ratado por  su  contendiente,  cerrándose  así  esta  contro- 
versia. 

De  los  trabajos  de  Mr.  Mann,  durante  los  doce  años  que 


352  OimAS    IJE    SAKMIKNTO 

desempeñó  la  secretaría,  apenas  puede  hacerse  mención, 
sin  exponerse  á  ser  taciíado  de  exajeracion.    Escribió  doce 
largos  informes  anuales,  del  último    de  los  cuales,  decía 
el  Quarterly  Review  de  Edinburgo:     «Es  este  volumen   en 
verdad  digno  monumento  de  un  pueblo  civilizado;  y  si  la 
América  hubiese  de  hundirse    bajo  las  olas,  quedaría  en 
él,  el  mas  bello  recuerdo  de  una  República  ideal.»     De  una 
inmensa    masa  de  documentos    formaba  los  informes   y 
cuentas  de  las  escuelas  de  Massachusets,  de  los  que  hay 
seis  volúmenes.     La  parte   estadística   solo   absorbía  tres 
meses  de  trabajo.     El  Diario  de  las  Escuelas  Comunes,  que  él 
redactaba,  consiste  de  diez  volúmenes,  cuya  mayor  parte 
se  debe  á  su  pluma.    Publicó  un  volumen  de  sus  lecturas 
sobre    Educación   á   pedido  del   Consejo.    Todos  los  años 
hacía  un  viaje  por  todo  el  Estado  para  tener  Convencio- 
nes ó  Institutos  de  maestros.    Por  las  noches  convocaba 
meetings    populares  á  fin    de   formar   los   sentimientos  y 
aspiraciones  de  los  padres  de  quienes  solo  depende  que  sus 
hijos  se  eduquen.   Su  voluminosa  correspondencia  absorvia 
todo  el  tiempo  que  no  le  tomaban  aquellas  múltiples  aten- 
ciones, sin  que  dejase   de  dar  consultas   legales   gratuita- 
mente,  como   siempre,   en   todo    lo    que   se    refería    á   la 
educación. 

Presidió  á   la  erección   de   dos    Escuelas    Normales  de 
Estado,  dando   planos  y   direcciones   para  la  construcción 
de  centenares  de  escuelas  adaptadas,  en  cuanto  á  costos 
y  tamaño,  á   los    posibles  y  necesidades  de   sus  diversas 
localidades.   Con  frecuencia  asistía  á  meetings  sobre  edu- 
cación  en   otros   Estados,   á  fin  de   propagar  la    causa  ó 
inspirar  aliento  á  sus  amigos;  considerando  como  un  deber 
oficial  suyo  recibir  á  todos  los  que  venían  á  visitarlo  con 
algún  motivo  que  se  refiriese  á  la  grande  obra,  en  que  esta- 
ba empeñado.    Pudo  con  razón  decir,  en  su  informe  suple- 
mentario de  1848:    «Desde  que  acepté  la  Secretaría  en  1837 
hasta  1848,  en  que  elevé  mi  renuncia,  he  trabajado  en  esta 
causa  por  término  medio  quince  horas  al  día;  y  desde  el 
principio  al   fin  de  este  período,   no  tomé  un  solo  día  de 
vacaciones,  y   meses  y  meses  transcurrieron   sin  dejar   el 
trabajo  para    visitar    un   amigo.    Todo   mi   tiempo  estuvo 
consagrado  á  la  grande  obra  que  se  me  había  confiado; 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  353 

y  si  no  puedo  decir  que  con  provecho,  debo  asegurar  que 
sin  interrupción  y  con  ardor.» 

De  los  resultados  de  estos  trabajos  el  mundo  educacio- 
nal ha  formado  ya  una  opinión  clara  y  unánime.  Grande 
fué  el  trabajo,  pero  rindió  ciento  por  uno.  Comparando 
las  escuelas  de  Massachusetts  tales  como  eran  en  1837, 
vése  salir  el  orden  del  caos,  ei  vigor  sustituido  á  la  debi- 
lidad, y  que  un  alto  grado  de  inteligencia  en  la  manera 
de  dirijir  la  educación  ha  sucedido  á  una  lamentable 
ignorancia.  Ni  se  han  limitado  á  Massachusestts  los  resul- 
tados de  aquellos  trabajos.  Muchos  de  los  Estados  libres 
han  seguido  en  la  marcha  de  los  progresos,  y  varios  de 
los  esclavistas  tratado  de  imitarlos;  aunque  desgraciada- 
mente, esto  era  imposible  con  sus  instituciones.  Muchos 
de  los  Informes  de  Mr.  Mann  han  sido  reimpresos  tanto  en 
este  país  como  en  Inglaterra.  Sus  opiniones  han  sido  ci- 
tadas como  autoridad  en  las  Legislaturas  de  la  Union, 
como  en  el  Parlamento  inglés,  y  elogiadas  en  revistas  y 
obras  notables  sobre  educación.  «Tuve  la  fortuna,  dice  el 
Hon.  Burlingame  en  un  discurso,  de  hallarme  enGuildhall, 
en  Londres,  cuando  se  debatía  la  cuestión  de  dar  instruc- 
ciones á  sus  representantes  para  que  favoreciesen  un  sis- 
tema de  educación  seglar.  Votaron  por  la  negativa;  pero 
un  caballero  tomó  la  palabra  y  leyó  algunos  datos  estadís- 
ticos de  uno  de  los  Informes  de  Horacio  Mann.  Aquel 
estracto  cambió  el  voto  del  Consejo  Municipal  de  Londres. 
Nunca  me  sentí  mas  orgulloso  de  mi  patria». 

Debiera  suponerse  que  hombre  dotado,  como  Mr.  Mann, 
de  tanta  energía  y  fervor,  se  aventurase  en  medidas  cuyo 
acierto  na  fuese  confirmado  por  los  resultados;  y  que  en 
algún  caso  al  menos  se  viese  forzado  á  volver  atrás;  pero  es 
muy  notable  el  hecho  que  ni  en  su  vida  legislativa,  que 
abrazó  el  período  de  diez  años,  ni  mientras  desempeñó  la 
Secretaría,  que  duró  doce,  jamas  propuso  medida  que  no 
fuese  completamente  adoptada,  ó  que  una  vez  aceptada  y 
puesta  á  la  prueba,  fuese  necesario  abandonarla.  Ya  fuese 
-aconsejando  ó  ejecutando  el  plan  de  revisar  el  Código  Ci- 
vil del  Estado;  erigiendo  y  administrando  un  hospital  para 
locos;  ó  proyectando  un  sistema  completo  de  medidas  para 
renovar  el  sistema  de  escuelas  comunes  de  la  República,  en 

Tomo  lUII.—  2t 


354  OBRA.S  DE     SAKMIENTO 

cada  uno  de  estos  sus  esfuerzos  fueron  coronados  por  el 
mas  completo  éxito.  Finis  coronal  opus  puede  escribirse  al 
fin  de  todas  sus  obras. 

En  una  de  las  mas  peligrosas  crisis  en  que  se  encontró 
per  razón  de  sus  funciones  de  Secretario,  se  le  hicieron 
proposiciones  para  que  aceptase  el  Rectorado  en  un  Cole- 
gio en  el  Oeste  con  el  sueldo  de  $  3.000.  Negóse  á  ello  pe- 
rentoriamente, resuelto  á  sacrificarlo  todo  en  obsequio  á  la 
Educación  popular,  que  había  emprendido,  no  admitiendo 
otra  alternativa  que  llevar  á  cabo  su  obra,  ó  sucumbir  en  la 
demanda. 

En  1848  murió,  en  la  Sala  de  Representantes  de  los  Es- 
tados Unidos,  Juan  Quincy  Adams,  que  era  diputado  del 
distrito  congresional  en  que  Mr.  Mann  residía.  Aquella  Sala 
había  sido  por  veinte  años  para  el  ilustre  Adams  el  teatro 
de  sus  nobles  trabajos  en  beneficio  de  la  libertad  humana. 
¿Dónde  encontrar  un  sucesor  digno  de  llenar  el  vacío  que 
dejaba?  Pasando  el  abismo  que  mediaba  entre  el  elocuente 
anciano  y  los  políticos  adocenados,  todos  los  demás  hombres 
parecían  correr  á  parejas.  La  Convención  nombrada  para 
proponer  á  un  candidato,  se  fijó  en  Mr.  Mann,  quedando 
solo  la  duda  de  si  aceptaría  tan  honroso  encargo.--  Admitió, 
sin  embargo,  después  de  alguna  trepidación,  en  atención 
á  que  habiendo  el  país  adquirido  una  inmensa  estension  de 
territorio,  la  gran  cuestión  de  la  época  era  asegurar  por 
siempre  esos  territorios  á  la  libertad,  contra  las  tentativas 
que  por  entonces  se  hacían  por  estender  la  esclavitud. 
Un  estado  de  verdadera  y  completa  educación  del  pueblo, 
implicaría  el  mas  alto  estado  de  existencia  terrestre:  pero 
la  libertad  debía  ser  requisito  previo  de  la  educa- 
ción. Fué  electo  por  una  gran  mayoría  al  primer  es- 
crutinio, y  tomó  inmediatamente  su  asiento  en  el  Con- 
greso. 

Así  que  hubo  sido  electo,  presentó  su  renuncia  al  Consejo, 
que  no  aceptaron,  encareciéndole  retuviese  su  empleo 
hasta  el  fin  del  año.  Consintió  en  ello,  y  á  esto  debe  la 
educación  el  capitel  de  su  otra  obra,  el  Informe  duodé- 
cimo. 

Aunque  anticipemos  un  poco,  cabe  recordar  aquí  que  al 
año  siguiente  la  Legislatura  de  Massachusetts,  por  resolu- 
ción de  ambas  Cámaras,    le  exigió  preparara  una  esposi- 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  355 

cion  completa  del  sistema  de  Escuelas  del  Estado,  tal  como 
lo  habían  establecido  las  leyes  dictadas  al  efecto,  fundado 
sobre  la  base  de  su  décimo  Informe;  pero  incorporándole  las 
leyes  posteriores.  De  esta  obra  mandó  imprimir  el  Estado 
diez  mil  ejemplares,  para  distribuirlos  gratuitamente,  siendo 
mirada  hasta  hoy  como  una  obra  acabada  en  todas  las  ma- 
terias que  abraza. 

Tal  fué  la  obra  emprendida  y  con  tan  grande  éxito  ejecu- 
tada por  Mr.  Mann.  Gracias  á  ella,  los  Estados  Unidos  pu- 
sieron como  base  de  la  República  la  escuela  que  prepara  al 
ciudadano,  y  á  Massachusetts  á  la  cabeza  del  movimiento, 
que  siguen  con  mas  ó  menos  rapidez  los  demás  estados 
civilizados.  Su  nombre  quedará  por  siempre  inscrito  en 
el  monumento  que  levantó  á  la  dignidad  del  hombre  y  al 
progreso  humano,  sin  que  sea  todavía  posible  estimar 
en  toda  su  magnitud  las  consecuencias  futuras  de  su  tra- 
bajo. 


LA   ABOLICIÓN   DE   LA   ESCLAVITUD 


El  discurso  de  Mr.  Mann  sobre  la  esclavitud  y  la  trata  de 
esclavos,  pronunciado  en  la  Cámara  de  Representantes  de 
los  Estados  Unidos,  en  febrero  de  1850,  fué  recibido  con 
gran  favor  en  el  Norte,  y  obtuvo  una  gran  circulación  en  el 
Sur,  por  el  examen  filosófico  de  la  cuestión,  apoyado  en 
datos  estadísticos,  que  sus  estudios  especiales  sobre  la  edu- 
cación le  habían  permitido  reunir,  sobre  la  condición  moral 
é  intelectual  de  los  blancos  mismos,  bajo  la  influencia  de- 
letérea de  la  esclavitud.  De  este  discurso  hemos  estractado 
en  la  introducción  los  pasajes  mas  luminosos. 

Un  incidente,  empero,  vino  á  suscitarle  dificultades,  de 
donde  menos  podía  esperarlo,  en  la  nueva  escena  en  que 
su  espíritu  ardiente  y  filantrópico  se  había  lanzado:  tal  fué 
la  controversia  entre  Mann  y  Webster,  el  célebre  orador, 
cuya  estatua  está  hoy,  no  obstante  aquel  antagonismo  per- 
sonal, frente  á  frente  con  la  de  su  contendor  en  la  cuestión 
de  esclavitud. 

Sábese  que  Webster,  en  la  sesión  del  7  de  Marzo  de  1850, 


356  OBRA.S    OK   SA.RMIBNTO 

pronunció  un  discurseen  el  Senado  de  los  Estados  Unidos, 
que  en  manera  alguna  favorecía  el  pronunciamiento  de  la 
opinión  en  los  Estados  del  Norte  contra  los  avances  de  los 
esclavistas.  Este  discurso,  de  tan  popular  estadista  como 
era  Webster  en  el  Norte,  le  atrajo  el  descontento  jeneral; 
mientras  que  el  Sur,  que  antes  lo  detestaba,  en  proporción, 
empezaba  á  tributarle  las  muestras  de  admiración  que  an- 
tes le  escaseara.  Con  motivo  de  las  íelicitaciones  que  le 
hicieron  personalmente  á  Mr.  Mann  muchos  amigos  de  su 
distrito,  aprobando  la  línea  de  conducta  que  había  seguido 
en  el  Congreso,  sobre  la  palpitante  cuestión  del  día,  dirijió- 
les  en  contestación  una  carta  en  que  impugnaba  las  ideas 
manifestadas  por  Mr.  Clay,  Mr.  Cass,  Webster  y  otros;  y  aun- 
Que  el  escrito  respirase  la  alta  estimación  en  que  el  autor 
tenía  á  Webster,  de  quien  decía,  «que  de  su  boca  habían 
salido  palabras  de  libertad  que  hombre  viviente  no  había 
pronunciado  jamás,  »  protestando  de  su  admiración  por  sus 
talentos,  y  su  gratitud  por  sus  pasados  servicios,  el  hecho 
es  que  concluía  con  demostrar  el  sofisma  que  ocultaban  sus 
argumentos,  y  la  enormidad  de  las  conclusiones  á  que  arri- 
baba. En  el  estado  que  se  encontraba  la  opinión  pública, 
causó  una  grande  sensación.  Webster  contestó  inmediata- 
mente, y  arrastrado  por  la  discusión,  y  acaso  picado  en  lo 
vivo  su  amor  propio,  aventuró  algunas  frases  ofensivas, 
tales  como  aquella  en  que  decía  de  Mr.  Mann  que  era  «poco 
versado  en  la  constitución  de  su  país.» 

Mann  replicó  en  otra  carta  sin  abandonar  la  mesura  que 
caracterizaba  la  primera  ;  pero  Webster,  á  mas  de  un  nuevo 
discurso  en  el  Senado  en  apoyo  de  las  ideas  emitidas  en  el 
primero,  se  dirijió  á  varios  caballeros  con  una  carta,  acom- 
pañándoles un  ejemplar  de  este  discurso,  en  la  cual  aludía 
en  lenguaje  amargo  á  los  escritos  de  Mr.  Mann.  La  cuestión 
se  envenenó  como  era  de  esperarse;  los  partidos  tomaron 
parte  en  ella,  y  Mr.  Mann  fué  el  blanco  de  apasionadas 
apreciaciones.  Mayor  intensidad  daba  á  estos  disentimien- 
tos la  proximidad  de  las  elecciones  de  Diputados  al  Congre- 
so. Mr.  Mann  asistió  á  varios  meetings,  en  que  espuso  con 
calma,  y  dirijiéndose  al  raciocinio  de  sus  oyentes,  los  gran- 
des principios  de  humanidad  y  de  justicia  comprometidos 
en  la  cuestión.  El  día  de  las  elecciones  llegó,  y  no  obstante 
los  esfuerzos  de  Webster,  que  era  á  la  sazón  Secretario  de 


VIDA.   DE  HORACIO  MANN  357 

Estado,  y  había  permanecido  en  Boston  algunas  semanas 
para  organizar  sus  elementos,  Mr.  Mann  fué  reelecto  por 
una  triunfante  mayoría. 

La  controversia  no  paró  ahí,  sin  embargo,  entre  los  dos 
atletas  como  no  podía  cesar  entre  los  partidos  que  sostenían 
sus  respectivas  ideas.  En  febrero  de  1851  pronunció  Mr. 
Mann  un  nuevo  discurso  en  el  Congreso  sobre  la  ley  de 
estradicion  de  los  esclavos,  y  poco  después  otro  en  Lancas- 
ter,  impugnando  el  dictamen  recientemente  dado  por  el 
Comisario  Curtis,  en  la  causa  de  Tomas  Sim,  despojado  de 
su  libertad,  y  condenado  á  esclavitud  perpetua,  sin  prece- 
der sentencia  de  un  tribunal, ó  el  veredicto  de  un  jurado;  y 
Mr,  Webster,  que  había  adoptado  aquel  dictamen,  no  quedó 
á  salvo  de  los  rayos  de  la  indignación  del  elocuente  filán- 
tropo, que  esta  vez  se  sobrepasaba  á  sí  mismo.  Hoy  que  la 
esclavitud  ha  sido  abolida  por  la  terrible  decisión  de  las 
armas,  triunfando  los  sentimientos  y  principios  de  que 
Mr.  Mann  se  hizo  tan  temprano  el  órgano  mas  avanzado, 
su  conducta  en  aquel  conflicto  queda  del  todo  justificada. 
Si  hubo  amargura  en  el  debate,  ¿qué  es  esto  en  compara- 
ción de  los  horrores  de  la  guerra  en  que  vino  á  manifestar- 
se lo  inconciliable  de  las  opiniones,  y  lo  inútil  de  buscarles 
acomodo  por  transacciones,  que  solo  harían  mas  severo  el 
conflicto  final  ? 

Un  año  después  de  haber  sido  electo  Representante  al 
Congreso,  algunos  amigos  de  la  causa  de  la  educación  en 
la  Legislatura  de  Massachusetts,  habiendo  por  entonces  te- 
nido conocimiento  de  los  sacrificios  pecuniarios  que  Mr. 
Mann  había  hecho,  en  sosten  del  sistema  de  educación  y 
erección  de  Escuelas  Normales,  aprovecharon  de  su  au- 
sencia en  Washington,  para  proponer  á  la  Lejislatura  la 
medida  que  adoptó,  encomendando  á  una  comisión  averi- 
guar el  monto  de  aquellas  sumas,  con  facultad  de  exami- 
nar personas  y  documentos.  De  las  declaraciones  de  va- 
rios individuos  resultaron  justificadas  erogaciones  volun- 
tarias hechas  por  Mr.  Mann  á  fin  de  llevar  á  cabo  la  erec- 
ción de  dos  Escuelas  Normales,  que  sin  ellas  no  habría 
sido  emprendida,  pues  eran  hechas  para  llenar  el  déficit 
que  resultaba, después  de  apurados  los  medios  disponibles; 
abundando  en  el  mismo  sentido  los  impresores  de  los  In- 
formes, y  del  Diario  de  la  Educación  Común,  á  quienes  ha- 


358  OBRAS   DB   SARMIENTO 

bía  ocupado  durante  doce  años.  Ambas  Cámaras,  en  vir 
tud  del  Informe  de  la  Comisión,  resolvieron  destinar  una 
suma  para  resarcirle  de  aquellas  pérdidas,  «no  proponién- 
dose, como  decía  el  mismo  Informe,  pagarle,  sino  dar  á  sus 
sentimientos  una  satisfacción  que  sería  mas  agradable  que 
una  remuneración  exacta.» 

Las  principales  obras  publicadas  por  Mr.  Mann  son  die  z 
volúmenes  de  su  Diario  de  las  Escuelas  Comunes;  una  com- 
pilación llamada  Informes  y  estados  de  las  escuelas  de  Massa- 
chusetts;  sus  doce  Informes  como  Secretario  del  Consejo  de 
Educación;  un  volumen  de  lecturas,  ó  discursos  sobre  educa- 
ción; sus  discursos  y  cartas  sobre  la  esclavitud;  sus  escritos 
polémicos,  qae  son  voluminosos;  su  Pensamientos  para  los  jó 
íjpní?^,  que  han  circulado  á  veinte  mil  ejemplai;es.  Una  Lec- 
tura, á  mas  de  las  de  temperancia,  dirijida  «.al  pobre  ignoran- 
te,» y  otra  aal  rico  educado,»  y  dos  escritos  sobre  las  facultades 
y  deberes  de  la  mujer;  y  cuatro  folletos  conteniendo  otras  tan- 
tas oraciones  en  los  aniversarios  de  la  Independencia.  Di- 
rijió  ademas  la  ejecución  de  una  obra  de  enseñanza,  cuya 
idea  había  estado  meditando  muchos  años.  Era  una  serie 
de  tratados  de  Aritmética  para  el  uso  de  las  escuelas,  basa- 
dos, en  cuanto  al  plan  jeneral,  en  una  idea  orijinal.  En 
lugar  de  tomar  operaciones  simplemente  de  dinero,  ó  ca- 
jas ó  fardos  de  mercaderías,  como  materiales  para  prepa- 
rar las  cuestiones  de  aritmética,  pasaba  en  revista  todo  el 
círculo  de  Iris  artes,  ciencias,  estadisti(;a,  historia,  cronolo- 
jía,  biografía,  jeografía  y  cosas  asi,  y  arreglaba  sus  cuestio' 
nes  tomando  de  aquellas  los  hechos  que  eran  susceptibles 
de  estimación  aritmética;  de  manera  que  no  solo  contuvie- 
sen las  cuestiones  un  problema  por  resolver,  sino  también 
un  interesante  y  valioso  hecho,  digno  de  conservarlo  en  la 
memoria.  Ejecutó  esta  obra,  con  la  ayuda  de  Mr.  Chase, 
cuyo  nombre  se  lee  á  su  frente  asociado  al  de  Mr.  Mann. 

En  1853  Mr.  Mann  fué  propuesto  para  Gobernador  de  Mas- 
sachusetts  por  una  Convención  preparatoria,  y  aunque  no 
resultó  electo  por  la  mayoría  exijida  por  la  ley,  bastaba  la 
tentativa  para  indicar  el  alto  puesto  que  ocupaba  en  la  opi- 
nión pública.  Ese  mismo  día  aceptaba  el  Rectorado  del 
Colejio  de  Antioquía,  en  el  condado  de  Greene.  en  el  Esta- 
do de  Ohio.  Volvía  así  á  la  carrera  que  las  disposiciones 
de  su.  espíritu  le  tenían  trazada — la  educación. 


VIDA   DK  HORACIO  MANN  359 

Presentábasele  ocasión  de  poner  en  práctica  algunas  re- 
formas que  meditaba,  tanto  en  la  organización  esterna,  co- 
mo en  los  objetos  de  la  enseñanza  impartida  en  los  cole- 
jios;  siendo  una  de  ellas,  y  la  que  mas  le  halagaba,  la  de 
dar  á  las  mujeres  iguales  oportunidades  de  recibir  educa- 
ción, con  las  variaciones  de  aplicación,  que  la  que  se  da  á 
los  hombres. 

Esta  idea  ha  sido,  según  me  lo  escribe  Mrs.  Mann,  realiza- 
da con  feliz  éxito  por  Mr.  Lewis  en  un  instituto,  en  que  ha 
introducido  y  jeneralizado  ios  ejercicios  jimnásticos  para  el 
desarrollo  físico,  á  la  par  del  intelectual.  El  resultado,  sin 
embargo,  no  correspondió  desde  luego  á  sus  esperanzas. 
Quejábase  de  que  las  niñas  que  acudieron  á  sus  lecciones, 
sin  ser  viciosas,  carecían  de  aquel  decoro  esterior  que  solo 
puede  dar  una  larga  educación  social  de  los  sentimientos. 
Mrs.  Mann  ha  hecho  una  vivísima  pintura  de  las  duras 
pruebas  por  que  su  esposo  debió  pasar  en  un  estableci- 
miento que  estaba  aun  por  crearse,  falto  de  capital  sufi- 
ciente, con  escasa  vecindad,  y  esta  de  familias  de  paisanos 
pero  esta  parte,  la  mas  penosa  de  la  vida  de  Mr.  Mann,  inte- 
resaría solo  á  las  personas  que  se  ocupan  profesionalmente 
de  la  educación,  y  estaría  por   demás  aqui. 

Una  observación  hace  la  Señora  Mann,  que  queremos 
consignar  aquí,  porque  es  de  importancia  práctica  en  nues- 
tros mal  poblados  países  de  Sud  América,  donde  las  habi- 
taciones están  en  las  campañas  diseminadas  á  grandes  dis- 
tancias. «Cuando  fueron  ocupados  por  la  primera  vez  los 
Estados  Occidentales,  dice  la  Señora  Mann,  fué  imposible 
difundir  la  instrucción  superior  con  bastante  estension. 
Los  pioneers,  ó  primeros  pobladores,  que  salen  de  comuni- 
dades mas  adelantadas,  aunque  de  ordinario  hombres  de 
enerjía,  carecen  de  cultura  literaria,  y  por  tanto,  la  vida 
doméstica  se  resiente  luego  de  esta  falta.  La  jeneracion 
que  les  sucede  es  menos  culta,  como  es  natural;  y  los  jó- 
venes de  posibles  deben  ser  enviados  afuera  para  obtener 
educación,  ó  quedarse  sin  ella. 

No  es  pues  lo  que  mas  interesa,  el  saber,  si  convenga 
mejor  que  la  educación  se  imparta  fuera  del  círculo  del 
hogar  doméstico,  sobre  todo  entre  las  mujeres;  sino  la  de 
si  hayan  ó  no  de  recibir  educación  alguna.  Desde  que  no 
€S  posible  tener  una  Universidad   en  cada  villa,  el    punto 


360  OBRA8    va    SAK&llKNTO 

importante  sería  suministrar  la  mejor  clase  de  casas  de 
educación,  que  se  pareciesen  en  cierto  modo  á  familias 
como  focos  de  saber.  Tal  fué  el  templo  del  saber  que  es- 
taba «ante  los  ojos  del  alma  de  Mr.  Manii»  que  no  dudaba 
realizaría,  con  su  poderosa  capacidad  de  dominar  las  difi- 
cultades y  realizar  sus  grandes   propósitos. 

En  Junio  de  1859  el  Colejio  fué  enajenado,  debiendo  se- 
pararse Mr.  Mann  de  su  dirección.  El  día  mismo  de  la 
venta  del  Colejio,  rendian  exámenes  los  alumnos,  y  debían 
otorgarse  los  diplomas  de  idoneidad.  Mr.  Mann  compuso 
el  discurso  que  había  de  pronunciarse  en  el  acto^  y  asistió 
á  todos  los  regocijos  consiguientes  á  tales  actos,  durante 
las  doce  horas  que  duraron.  Esa  noche  se  sintió  grave- 
mente indispuesto,  y  la  enfermedad  tomó  luego  las  formas 
de  una  fiebre  cerebral,  y  por  muchos  días  el  enfermo  no 
pudo  pasar  alimento  alguno.  El  médico  que  vino  á  asistirlo, 
no  dio  esperanzas  de  salvación;  y  fué  preciso  prevenirle  que 
su  fin  se  acercaba.  ¿Cuanto  falta?  preguntó. — Cuando  mas 
tres  horas,  se   le   contestó. — No  lo   siento,  pero  tengo  que 

decir  algo:  llámenme  áB ,  un  estudiante,  á  quien  habló 

con  el  mayor  interés.  Hizo  llamar  sucesivamente  á  otros, 
y  á  sus  amigos,  y  durante  dos  horas  derramó  su  corazón  y 
su  alma  en  palabras  inspiradas,  con  voz  tan  entera,  y 
gesticulación  tan  animada,  como  no  era  de  esperarse  de  su 
estado  de  postración.  Muchos  pudieron  ver  el  deber  bajo 
una  nueva  luz,  oyéndole  repetir  las  palabras:  «Hombre, 
deber,  Dios!» 

Al  fin  dijo  á  Mr.  Fay:  desearía  que  me  dirijiese  á  Dios 
una  corta  oración,  humilde,  pacífica,  agradecida!  después 
de  lo  cual  se  volvió  á  los  que  lo  rodeaban,  enviando  afec- 
tuosos mensajes  á  los  ausentes, — á  su  hijo,  á  su  hermana, 
á  Mr.  Craig  y  otros  antiguos  amigos,  particularizándose  con 
el  profesor  Cary:  «Querido  Cary,  decía,  sólido,  firme,  bien 
balanceado,  siempre  sabio,  siempre  recto,  siempre  firme, 
díganle  cuanto  lo  amaba!»  murmurando  en  seguida,  «Bue- 
no, seguro,  juicioso,  blando,  bello  Cary».  «Y  aquellos  bue- 
nos jóvenes,  Mr.  Fay,  que  siempre  cumplieron  con  su 
deber,  cuanto  los  amo — decidles  cuanto  los  amo.  No  hay 
palabras  que  espresen  cuanto  los  amo.» 

Cuando  le  preguntaron  si  esto  no  le  fatigaba,  dijo:  no,  me 


VIDA    DE  HORACIO  MANN  361 

alivia.  Mas  de  una  vez  esclarnó:  Oh!  mis  bellos  planes  para 
el  colejio!  Deseo  que  Mr.  Fay  se  prepare  para  ser  rector 
de  este  colejio;  porque  no  conozco  hombre  viviente  que 
pueda  tomarlo,  ni  conducirlo  como  él.»  A  Mr.  Fay,  que 
no  oía  esto,  dijo:  «Predicad  las  leyes  de  Dios,  Mr.  Fay; 
predicadlas,  predicadla.s^^  elevando  su  voz  á  medida  que  re- 
petía estas  palabras,  con  su  trémulo  brazo  levantado  en 
alto,  como  si  invocase  las  bendiciones  del  cielo  sobre  él. 
Después  dijo:  «Oh  Dios  mió,  que  les  predique  la  verdad 
hasta  que  la  luz  suceda  á  las  tinieblas.»  A  su  hijo  añadió: 
«Cuando  deseéis  saber  lo  que  debéis  hacer,  preguntaos 
¿qué  habría  hecho  Cristo  en  las    mismas    circunstancias?» 

Quiso  reposarse  y  no  pudo:  las  ansias  de  la  muerte  so- 
brevinieron, y  entre  el  delirio  mostró  las  duras  pruebas  por 
que  había  pasado,  y  le  traían  su  prematura  muerte.  A^ 
fin  Dios  tuvo  misericordia  de  él. 

Según  me  lo  escribe  su  señora  viuda,  fué  depositado  tem- 
poralmente en  el  cementerio  del  Colejio,  por  el  cual  había 
rendido  su  vida,  y  muchos  de  sus  amigos  deseaban  que  sus 
restos  quedasen  ahí,  como  que  este  era  el  lugar  mas  apro- 
piado; pero  una  de  las  pocas  alusiones  que  á  sí  mismo  hizo 
en  sus  últimas  horas,  cuando  ya  no  quedaba  tiempo  para 
hablar  en  particular,  fué  esta  observación:  «Me  pondrás 
donde  tú  quieras». — Te  pondré  al  lado  de  Carlota,  que  fué 
el  ánjel  tutelar  de  ambos,  le  contesté: — «Si  tu  has  de  estar 
allí,  yo  tarhbien  quiero  estar  á  tu  lado»,  respondió. 

Sus  restos  mortales  reposan  ahora  en  el  cementerio  del 
Norte  de  Providencia,  donde  fué  primero  feliz;  y  sus  ami- 
gos, en  unión  con  su  familia,  han  elevado  allí  sobre  su  tum- 
ba, el  bello  obelisco  del  Vaticano,  en  sus  perfectas  propor- 
ciones, como  el  símbolo  del  justo. 


CONCLUSIÓN 


No  pudiéramos  tributar  mejor  homenaje  á  la  memoria 
del  Lejislador  de  la  Educación  pública  que  terminar  la  na- 
rración de  su  laboriosa  vida  transcribiendo  uno  de  sus 
últimos  discursos  sobre  educación,  pronunciado  ante  mas 


362  OBRAS   DE   SARMIENTO 

•de  treinta  convenciones  ó  Asociaciones  de  Maestros,  en  sie- 
te diversos  Estados  de  la  Union  Americana. 

Este  discurso  dará  idea  de  la  riqueza  de  su  lenguaje, 
úe  la  elevación  de  sus  ideas,  y  de  ese  culto  que  tributan  á 
las  leyes  que  rigen  el  universo  moral,  y  de  su  creencia  y 
de  su  fe  en  los  altos  destinos  de  la  raza  humana,  desde  que 
la  educación  haya  alcanzado  á  iluminar  todas  las  partes 
que  hoy  yacen  en  la  oscuridad  de  la  ignorancia,  y  por  ella 
-en  la  destitución  ó  el  vicio.  Tan  cerca  ha  estado  de  verlo, 
tan  jigantescos  pasos  hizo  dar  á  ese  mundo  futuro,  hacién- 
dolo presente  en  torno  suyo,  con  solo  diez  años  de  solici- 
tarlo, que  es  permitido  esperar  por  donde  quiera  que  su 
palabra  inspirada  llegue,  suscite  en  alguno  igual  fe,  é  igua- 
les esperanzas. 


MOTIVOS  DEL  MAESTRO. 

POR   HORACIO   MANN, 

•EX- SEO  RETA  RIO   DEL    CONSEJO    DE    EDUCACIÓN    DE  MASSACHUSETTS 

Y   RECTOR   DEL   COLEJIO   DE   ANTIOQUIA. 


Todo  trabajo  es  delicioso  ó  molesto;  noble  ó  innoble;  justo 
ó  injusto  ante  Dios,  según  los  motivos  que  á  ejecutarlo  nos 
inducen.  Verdad  trivial  es  que  la  cualidad  moral  de  una 
acción  es  siempre  determinada  por  el  motivo  que  la  produ- 
jo. Pero  no  es  esto  toda  la  verdad  contenida  en  aquella 
máxima  vulgar.  La  perseverancia,  la  tenaz  y  sostenida 
energía  con  que  proseguimos  un  propósito;  el  gozo  ó  la  fati- 
ga que  dan  alas  ó  ponen  un  peso  de  plomo  á  nuestros  pasos, 
^n  cualquiera  cosa  que  emprendamos,  todo  depende  de 
los  motivos  que  nos  inspiran.  Los  motivos  pueden  santi- 
ficar el  mas  vil,  ó  envilecer  el  mas  sagrado  empleo;  pueden 
ennoblecer  hasta  la  piedad,  el  servil  oficio  de  lavar  los  pies 
al  Salvador, ó  profanar  hasta  la  perfidia  el  derecho  de  salu- 
darlo con  un  beso. 

Todos  saben  que  es  infinita  en  estension  la  escala  de  los 
motivos.  Hacia  arriba  llega  hasta  Dios  que  ocupa  el  zenit 
moral,  hacia  abajo  desciende  hasta  los  limbos  oscuros  del 
mal  que  están  en  el  nadir.  Algunos  motivos  arrancan  de  la 
naturaleza,  por  loque  se  les  llama  espontáneos,  otros  son  el 
fruto  de  una  inteligencia  cultivada,  y  otros  de  una  educa- 
ción moral  y  relijiosa.  En  casos  de  imperiosa  necesidad,  la 
naturaleza  prepara  motivos  especiales  para  especiales  exi- 
gencias. En  la  naturaleza  bruta  duerme  el  sentimiento  de 
la  maternidad  hasta  que  el  nacimiento  de  la  prole  lo  des- 
pierta; pero  desde  el  momento  en  que  esto  ocurre,  es  seguro 
que  se  encenderá,  el  ciego,  irresistible  amor  maternal.    He 


364  OBRA.S    DE    SARMIENTO 

visto  auna  gallina  lanzarse  al  vuelo  contra  la  locomotiva  y 
su  cauda  de  trenes,  por  osar  ponérsele  en  el  camino  en  que 
cuida  á  sus  polluelos.  He  visto  á  la  mas  tímida  y  montaraz 
de  las  aves,  la  perdiz,  saltarme  á  la  cara,  cuando  en  un  paseo 
solitario  por  los  bosques  había  accidentalmente  encontrá- 
dome  con  su  nidada.  Hay  algo  mas  poético,  heroico,  en  los 
graznidos  y  las  arremetidas  del  águila  cuando  ve  invadido 
su  nido,  que  en  su  vuelo  audaz  cuando  se  remonta  en  los 
cielos;  y  la  leona  lleva  en  su  seno  un  almacén  de  cólera  que 
la  naturaleza  ha  depositado  allí  para  la  defensa  de  sus  ca- 
chorros. Una  madre  se  transfigura  cuando  su  hijo  está  en 
peligro.  Sin  miedo  escala  montañas  ó  desciende  á  las  pro- 
fundidades del  mar.  Durante  la  enfermedad  del  niño  su 
espíritu  parece  hacer  el  milagro  de  abrogar  ó  suspender  las 
leyes  del  cuerpo.  Puede  trabajar  sin  descanso,  velar  sin 
dormir,  subsistir  sin  alimento.  La  exaltación  del  motivo  obra 
el  milagro. 

Hay  otros  motivos  que  existen  en  cierta  estension  en  to- 
dos los  hombres;  pero  que  están  combinados  con  variedad, 
obran  con  diversos  grados  de  intensidad,  y  determinan  el 
destino  de  sus  poseedores.  ¿Qué  fué  lo  que  hizo  á  Colon 
continuar  en  su  curso,  mientras  que  toda  su  tripulación  se 
amotinaba,  y  mientras  que  la  naturaleza  misma,  obrando 
por  medio  de  la  aguja  magnética  que  le  había  prestado 
como  guía,  parecía  protestar  contra  su  audacia?  ¿Qué  fué 
lo  que  sostuvo  á  aquellos  expatriados  voluntarios,  los  Pa- 
dres Peregrinos  de  Nueva  Inglaterra,  cuando  de  Inglaterra 
emigraban  á  Leyde,  y  de  Leyde  á  la  Roca  de  Plymouth, 
si  no  es  un  motivo  fundado  en  la  Roca  de  los  siglos?  En 
fin,  los  motivos  determinan  todas  las  cosas.  Producen  los 
mismos  actos  externos,  altos  ó  bajos,  alegres  ó  penosos,  sa- 
grados ó  profanos.  Dan  fertilidad  á  nuestra  vida,  ó  la  hieren 
de  esterilidad.  Hacen  que  el  rey  tiemble  sobre  su  trono,  ó 
el  mártir  triunfe  sobre  su  cadalso. 

Antes  de  considerar  los  motivos  de  que  debierais  como 
maestros  estar  animados,  creo  necesario  esponer  ante 
vuestros  ojos  mis  propios  motivos  para  dirigiros  la  palabra 
sobre  este  asunto. 

Vengo  ante  vosotros,  amigos  mios,  impulsado  por  un  in- 
decible interés  por  vuestra  mejora  personal  y  vuestro  éxi- 
to profesional.    Si  hay  una    clase  de    personas   hacia  la& 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  365 

•cuales  tienda  mi  corazón,  con  una  tierna,  inmutable,  solíci- 
ta afección,  es  á  los  maestros  de  nuestra  juventud.  Mis 
nervios  están  entretejidos  con  sus  nervios;  mi  corazón  pal- 
pita con  el  de  ellos;  y  tan  estrecha  es  la  afinidad  que  por 
ellos  siento  que  su  buena  ó  mala  suerte  es  para  mi  asun- 
to personal.  Si  yo  tengo  alguna  ambición  terrena,  es  aque- 
lla que  solamente  puede  satisfacer  el  buen  éxito  de  ellos;  y 
todas  las  altas  esperanzas  que  confesadamente  abrigo  de  un 
porvenir  mas  glorioso  para  la  raza  humana,  reposan  sobre 
la  elevación  de  la  profesión  de  maestro,  y  la  mayor  exten- 
sión del  campo  de  su  útil  actividad. 

Cualquiera  fundamento  para  confiar  en  la  perpetuación 
de  nuestras  libertades  civiles  y  relijiosas;  cualquiera  es- 
pectativa  de  la  elevación  de  nuestra  raza,  cualquiera  fe  en 
la  cristianización  del  mundo;  estas  aspiraciones  y  esta  fe 
dependen  de  los  maestros,  mas  que  de  todos  los  otros 
medios  de  acción  de  la  humanidad  unidos.  Y  si  en  los 
consejos  de  Dios  existe  el  misericordioso  propósito  de  res- 
tablecer en  la  raza  humana  su  borrada  imájen,  creo  que 
eiijirá  y  unjirá  á  los  maestros  de  la  juventud,  entre  los  mas 
elejidos  de  sus  ministros  para  la  santa  obra.  Al  dirijirme 
pues  á  los  maestros,  siento  que  piso  un  terreno  sagrado, 
porque  estoy  en  la  augusta  presencia  de  los  mas  altos 
intereses,  mortales  é  inmortales,  que  estoy  en  medio  de 
los  eternos  principios  de  la  vida  moral  y  de  la  muerte 
moral. 

No  es  esta,  amigos  mios,  ocasión  de  lisonjear  á  nadie.  No 
vengo  aquí  á  festejar  corazones  amigos  de  alabanzas  con 
sopas  de  miel,  ó  susurrar  á  sus  oidos  cantarcillos  para 
adormecer  conciencias  perturbadas.  Si  el  gusano  roe  en 
algún  pecho,  dejadlo  roer  hasta  que  haya  comido  hasta  el 
hueso  de  la  vanidad  y  el  egoísmo;  si  arde  fuego,  que  no  se 
apague,  hasta  que  la  escoria  se  haya  separado  del  oro.  Si 
hay  maestros  de  corazones  nobles  aquí  presentes,  me  echa- 
rían en  cara  el  malgastar  la  fujitiva  hora  en  magnificar  sus 
derechos,  olvidándome  de  sus  deberes;  si  exaltase  la  dig- 
nidad de  su  profesión,  como  si  creyese  que  él  la  ha  creado 
en  lugar  de  serle  deudor  á  ella;  ó  dijiera  que  pues  tiene  el 
instrumento  de  Salomón  en  sus  manos,  debe  por  tanto 
tener  la  sabiduría  de  Salomón  en  su  cabeza.  Como  es  el 
deber  del  médico  sondear  la  herida  hasta  el  fondo,  aun- 


366  OBRAS   DE   SARMIENTO 

que  el  enfermo  padezca,  así  es  el  oficio  del  fiel  amigo  desen- 
mascarar todo  motivo  bajo  ó  indigno,  que  se  anide  en  el 
corazón  de  su  amigo.  Ojalá  que  logre  desplegar  nuestras 
responsabilidades  ante  la  jeneracion  que  se  levanta,  y 
nuestros  deberes  para  con  el  cielo,  de  manera  que  cada 
uno  de  nosotros  revista  el  saco  de  humildad,  y  esclame 
desde  el  fondo  de  su  corazón:  «desgraciado  de  mí,  que  al 
desempeñar  la  grande  obra  que  el  Señor  puso  en  mis 
manos,  he  sido  servidor  tan  poco  provechoso.» 

Empezaré  por  los  mas  bajos  al  considerar  los  motivos 
por  los  cuales  debieran  ser  gobernados  los  maestros. 

Sostengo  que  no  solo  es  justo  y  propio  en  un  maestro, 
sino  que  es  su  deber,  ademas,  aspirar  á  la  recompesa  remu- 
nerativa. Hablo  de  la  remuneración  pecuniaria^  ó  como 
vulgarmente  se  dice,  en  pesos  y  centavos.  En  esta  como  en 
toda  otra  vocación  «el  obrero  es  digno  de  su  salario.»  Tras- 
ciende á  trascendentalismo  el  decir  que  á  medida  que  una 
obra  está  revestida  de  mas  altos  y  sagrados  atributos,  debe 
hacerse  sin  paga.  Cuando  se  haya  visto  estinguirse  uno  en 
pos  de  otro  los  naturales  apetitos  del  hombre  por  alimento 
y  bebida,  según  que  mas  altas  sean  las  funciones  á  que  se 
consagra,  entonces  habrá  prueba  suficiente  de  que  pres- 
cindirá de  aquellos  naturales  auxilios  de  que  ya  no  nece- 
sita. Cuando  el  ministro  del  evanjelio  pueda  subsistir  de 
aire,  como  se  creía  del  camaleón;  cuando  el  misionero 
pueda  conservar,  sin  vestido  ó  abrigo,  su  sangre  á  la  tem- 
peratura de  38°  en  las  rejiones  Árticas;  cuando  un  apóstol 
ú  otro  mas  grande  que  un  apóstol  pueda  sustraerse  á 
todos  los  cuidados  y  ansiedades  rhundanas,  y  consagrar  su 
vida  á  la  educación  de  los  niños,  y  los  cuervos  le  traigan 
alimento  y  vestido,  entonces  creeré  que  todos  los  maestros 
deben  hacer,  lo  que  muchos  se  ven  compelidos  á  hacer,  que 
es  trabajar  por  nada  y  existir.  Pero  hasta  donde  se  me 
alcanza,  la  esperiencia  es  universal  en  nuestros  tiempos^ 
de  que  un  estómago  sano,  después  de  una  estricta  abstinen- 
cia de  doce  ó  quince  horas,  por  tranquila  que  la  conciencia 
esté,  clamará  por  alimento,  ó  en  otros  términos,  una  con- 
ciencia vacía  de  reproches  no  llena  un  estómago  vacío  de 
alimento.  Así  se  helará  el  misionero  enviado  á  Islandia  ó 
Spitsberguen,  por  ardiente  que  sea  su  benevolencia;  sin 
que  la  mas  exaltada  piedad  sea  cimiento  suficientemente 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  367 

tenaz  para  sostener  cuerpo  y  alma,  sin  un  poco  de  arga- 
masa de  alimento  animal;  ó  al  menos  alguna  amalgama- 
ción química,  cuyos  principales  ingredientes  sean  pan  y 
mantequilla. 

Pero  mientras  sostengo  que  es  de  derecho  en  el  maestro 
asegurarse  un  salario  honorable  y  equitativo,  aun  así» 
cuando  ha  convenido  deliberadamente  en  un  precio  por 
sus  servicios,  toda  consideración  pecuniaria  debe  alejarse 
de  su  espíritu.  Ha  contraído  desde  entonces  la  mas  solem- 
ne obligación  de  ejecutar  cierta  cantidad  de  obra,  y  la 
mezquindad  de  la  compensación,  cuan  grande  sea,  no 
escusará  el  descuido  ^cuán  pequeño  sea  de  sus  deberes. 
No  ha  de  dormirse  el  piloto  y  esponer  á  naufrajio  la  nave, 
porque  es  corto  el  salario.  ¡Qué  pensaríamos,  pues,  del 
maestro  que  habiéndose  asegurado  abundante  salario,  trata 
de  restrinjir  sus  deberes,  dentro  de  límites  cada  día  mas 
estrechos,  y  de  mala  gana  desempeña  aun  aquellos  que  en- 
tran en  el  contraído  círculo?  qué  emplea  las  horas  del  des- 
canso robado  á  sus  deberes  en  andar  á  caza  de  goces,  en 
especulaciones  pecuniarias,  ó  sin  los  mas  dignos  motivos, 
en  la  especulación  de  libros  de  escuelas?  Qué  del  que 
escatima  una  media  hora  de  la  sesión  de  la  tarde  ó  de  la 
mañana,  delito  que  debiera  ser  igualado  en  el  código  civil 
al  de  limar  la  moneda?  ¿Qué  del  que  solo  lleva  el  cuerpo 
á  la  escuela,  dejando  á  su  alma  que  haga  la  rabona?  y  que 
de  aquel  que  cuando  sus  clases  están  hambrientas  y  se- 
dientas de  alimento  espiritual,  dales  en  lugar  de  pan 
una  piedra,  en  lugar  de  pescado  una  culebra,  en  lugar  de 
un  huevo  un  escorpión? 

No  hay  en  la  tierra  neglijencia  mas  criminal  que  la  ne- 
glijencia  del  maestro  para  con  sus  discípulos;  y  el  mas 
oscuro  calabozo,  en  los  reinos  de  las  tinieblas,  estará  re- 
servado para  los  maestros  que  por  fuerza  ó  distracciones 
terrenas  permitan  que  estos  pequeñuelos  perezcan. 

Hay  otra  clase  de  motivos  de  un  carácter  no  muy  elevado 
ni  meritorio,  pero  que  no  merecen  censura  sino  cuando 
tocan  en  los  estremos.  Me  refiero  al  deseo  del  maestro  de 
aprobación  jeneral,  y  especialmente  de  parte  de  aquellos 
que  habiendo  sido  sus  alumnos,  pueden  formar  madura  y 
correcta  opinión.  El  crédito  ó  descrédito  de  un  operario  al 
hacer  bien  ó  mal  su  obra,  es  aceptable  motivo  de  escrupu- 


368  OBRAS   DE    SARMIENTO 

losidad.  Las  noticias  que  se  esparcirán  á  lo  lejos  sobre  la 
buena  instrucción  literaria  ó  la  condición  moral  de  una 
escuela,  al  fin  del  año,  deben  obrar  como  estímulo  auxiliar 
en  todo  ánimo  que  no  sea  demasiado  elevado,  para  prescin- 
dir de  él.  No  hay  artesano  ni  artista,  desde  el  remendón 
hasta  el  escultor,  que  no  se  sientan  abatidos  ó  exaltados 
por  la  prevalente  opinión  del  público  con  respecto  á  sus 
obras.  «Una  escuela  que  progresa,»  «una  escuela  que  de- 
cae,» son  espresiones  de  gran  peso  cuando  andan  de  boca 
en  boca  en  un  distrito;  cuando  las  reproduce  la  comisión 
de  escuelas  en  informes  que  van  á  leerse  en  la  ciudad  ca- 
becera, ó  impresos  para  que  todos  los  lean.  Y  si  bien  mu- 
chas cosas  modifican  la  condición  de  una  escuela,  mas  que 
toda  otra  cosa  modifícala  el  carácter  del  maestro,  de  donde 
resulta  que  cualesquiera  que  sean  las  impresiones  que  las 
otras  cosas  dejan  sobre  ella,  la  imájen  del  maestro  es  la  que 
mas  sobresale.  En  todas  las  escuelas  tenidas  largo  tiempo 
por  el  mismo  maestro,  es  él  quien  determina  el  número  de 
zotes  que  hay  en  ella,  lo  mismo  que  el  de  aprovechados  y 
caballeros.  Un  maestro  negado  hace  estúpidos  á  los  discí- 
pulos, de  la  misma  manera  que  ol  mal  labrador  empobrece 
la  tierra  fértil.  Un  maestro  que  rebaja  la  jeneral  capacidad 
de  sus  alumnos,  se  rebaja  á  sí  mismo;  y  cuantos  oyen  sus 
detracciones  dicen:  «qué  estraño  es,  si  de  tal  maestro,  tales 
discípulos!»  Por  otra  parte,  sábese  que  un  maestro  com- 
petente tomará  al  mas  rudo  labriego,  y  mediante  constan- 
tes manipulaciones  lo  desbastará  y  pulirá  en  un  caballero; 
tomará  al  miserable  de  mas  duro  corazón  y  mas  metálico, 
y  colocándolo  de  manera  que  sus  propias  corrientes  eléctri- 
cas puedan  penetrarlo,  llegará  al  fin  á  dotarlo  de  la  polari- 
dad celestial. 

Pero  es  de  mas  peso  todavía  la  futura  y  duradera  opinión 
que  formarán  de  un  maestro  sus  discípulos  mismos.  Esa 
opinión  se  formará  y  será  espresada.  Todos  recuerdan  á  su 
maestro  de  escuela.  Casi  no  hay  uno  que  en  la  vida  adulta 
no  se  halle  en  situación  de  espresar  libremente  la  opinión 
que  tiene  de  sus  primeros  maestros,  sin  miedo  y  sin  lisonja. 
Si  el  maestro  ha  tenido  un  gran  número  confiado  á  su  cui- 
dado por  largos  años,  ha  enviado  una  fuerte  compañía  para 
que  constituyan  por  sí  mismos  una  formidable  opinión  pú- 
blica.   Estos  que  fueron  discípulos,  los  reunirán  hombres 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  369 

ya,  ios  placeres  y  los  negocios  de  la  vida.  Acordándose  de 
la  infancia,  la  escuela  y  el  maestro  reaparecerán  entre  los 
mas  vivos  recuerdos.  Los  méritos  y  deméritos  serán  pesa- 
dos y  pronunciado  un  juicio  condenatorio  ú  honroso.  Cuando 
un  maestro  ha  tenido  grandes  escuelas,  y  enviado  compa- 
ñía tras  compañía  por  años  y  años,  probablemente  no  pasa 
día  ni  hora  sin  que  sus  exelencias  ó  sus  faltas  no  sean  traí- 
das á  colación;  y  si  hubiese  algo  de  cierto  en  aquella  añeja 
preocupación,  de  que  arde  la  oreja  izquierda  ó  la  derecha, 
cuando  están  hablando  mal  ó  bien  de  nosotros,  todos  los 
viejos  maestros  debieran  tener,  al  menos  una,  sino  ambas 
siempre  encendidas  y  color  de  llama. 

Reflexionad  un  poco,  amigos  mios,  sobre  estO;  porque  en 
verdad  merece  mirarlo  con  atención.  Todos  los  artesanos 
y  todos  los  cultivadores  del  suelo,  proceden  con  cuidado  y 
cautela  con  respecto  á  los  productos  y  artículos  que  exhi- 
ben en  el  mercado  ó  mandan  fuera.  Los  perecederos  ma- 
teriales del  telar  que  apenas  sobreviven  á  su  manufactura 
un  año,  los  productos  del  suelo,  que  mucho  duran  si  alcan- 
zan á  la  otra  cosecha,  son  mientras  duran  testimonios  del 
saber  y  lealtad  de  quienes  los  produjeron.  Pero  estos  tra- 
bajadores exhiben  artículos  mudos,  cosas  que  no  hablan, 
que  no  hacen  memoria  del  bien  ó  del  mal  pasado,  que  no 
estallan  en  manifestaciones  de  sentida  gratitud,  ó  en  mal- 
diciones por  los  agravios  inferidos,  al  solo  nombre  de  sus 
productores.  ¿Pero  qué  clase  de  plantas  salen  de  la  almá- 
ciga del  maestro?  Son  animales?  No  se  oye  hablar  mas 
de  ellos  pasado  un  año?  No  está  por  el  contrario  en  la 
naturaleza  de  las  cosas  que  para  honra  ó  vergüenza  vues- 
tra vivan  ellos  tanto  y  mas  que  vosotros? 

Y  todavía  si  fueran  mudos  los  productos  que  salen  de 
vuestras  manos!  O  hubiesen  de  esperar  á  que  alguien  los 
oiga  para  proclamar  el  juicio  que  ellos  mismos  forman.  Si 
un  hombre  manda  al  mercado  zapatos  ruines,  no  les  pone 
marca  de  fábrica  como  obra  de  sus  manos.  El  solo  se 
guarda  el  secreto,  como  el  falsificador  de  moneda  que 
desea  hacer  pasar  su  pieza  de  baja  ley  y  ocultar  su  pro- 
cedencia. Pero  el  misero  maestro  no  puede  negar  ni 
ocultar  sus  producciones,  si  él  no  las  proclama,  ellas  mis- 
mas se  proclamarán.    Llevan  su  marca  en  el  espíritu,  tan 

Tomo  xuii.— 24 


370  OBRA.S   DE   SARMIENTO 

fresca  como  el  primer  día.    Los  rejistros  llevados   por  un 
maestro  que  había  permanecido  en  una  misma  escuela  por 
once  años  consecutivos  en  Massachusetts,  mostraban  que 
de  nueve,  uno  de  sus  discípulos  había  sido  puesto  en  la 
cárcel  ó  en   la  casa  de  corrección.    Cuando    se    trata  de 
probar  quien   presidió  á  la  formación  de   un   carácter,  el 
maestro  no  puede  alegar  la  coartada.    Hay  un  hombre  á 
quien   todos  reputan  de   vil  y   calumniador  fanático;  pero 
vos.  Señor  Archifanático,  fuisteis  quien  falseando  los  testos 
divinos  lo  hizo  así.    Vos  enseñasteis  al  mal  levita  á  odiar 
al  buen  samaritano.     En   verdad  que  toda  la  subsiguiente 
vida  del  alumno  ha  de  considerarse   como  un  comentario 
práctico  cuyo  texto  es  el  maestro.    Un  alumno  puede  ser 
un  cartel  no  fijo,    sino    ambulante  de  la  competencia  del 
maestro.    La  sola  esperanza  del  maestro  está  en   que  la 
muerte  venga  á  quitar  de  la  vista  al  hijo  de  su  espíritu;^ 
pero  la  muerte  probablemente  se   llevará  antes  al   padre 
que  al  hijo.     No  digo  que  esto  sea  cierto  en  todos  los  casos 
y  en  todas  las  circunstancias;    pero    ha   sido    y  continúa 
siendo  cierto,  lo  bastante  para  andarse  con  cautela,  y  exitar 
■  la  alarma  entre  todos  los  maestros.    Y  estos  resultados  se 
van  haciendo   cada    vez  mas   ciertos,   á  medida   que  mas 
vivimos.    En  la  misma  proporción  en  que  las  artes  y  las 
ciencias  de  la  educación  avanzan,  así  también  se  atribuirá 
el  carácter  de  los   individuos   mas  y  mas  á  las  especíale» 
influencias  del  maestro,  bajo  cuya  influencia  fueron  edu- 
cados.   Primera  educación  y   carácter  posterior    andarán 
mas  y  mas  como  causa  y   efecto.    Cada  día   se  hará  mas 
estrecha  la  unión  entre  maestro   y  discípulo,  y  el  carácter 
del   uno  será  deducido  de  la  conducta  del    otro   en  muy 
lejibles  signos  de  honor  y  de  vergüenza. 

He  dicho  que  los  alumnos  se  lanzarán  en  la  vida,  emi- 
tiendo elojios  ó  quizá  maldiciones  sobre  sus  maestros,  donde 
quiera  que  vayan.  Bien  puede  un  discípulo  prodigar  ala- 
banzas á  su  maestro  y  espresar  su  ardiente  gratitud  hacia 
él;  pero  con  palabras  y  movimientos  tales,  que  dan  la  me- 
dida de  la  falta  de  tino  de  maestro  y  discípulo.  Recuerdo 
haber  oído  una  vez  á  un  hombre  entrado  en  años,  diri- 
jiéndose  á  una  intelijente  audiencia  de  mas  de  mil  personas, 
abogar  en  favor  de  la  emulación  entre  los  alumnos,  y  el 


VIDA    DE  HORACIO  MANN  371 

dar  medallas  en  las  escuelas.  Para  dar  mayor  esfuerzo  á 
su  razonamiento  nos  dio  un  capítulo  de  su  propia  historia. 
Describiónos  la  competencia  entre  los  de  su  clase  y  él 
mismo  por  la  medalla  que  había  sido  ofrecida;  como  lucha- 
ron y  como  él  ganó;  cuan  lijero  corrían  ellos  para  alcanzar 
la  meta,  pero  como  él  los  pasó  á  todos;  cuan  dignos  del 
honor  eran  sus  rivales;  pero  como  él  los  exedió  y  triunfó 
sobre  ellos  todos.  A  fin  de  prolongar  y  magnificar  su  propio 
elojio  trajo  á  colación  á  su  maestro  y  lo  atavió  de  cumpli- 
mientos estravagantes;  porque  el  maestro  había  tenido  la 
sagacidad  de  ver  que  el  jactancioso  merecía  el  premio. 
Creo  que  cuando  hubo  concluido,  no  habría  una  sola  per- 
sona intelijente,  hombre  ó  mujer,  en  tan  numerosa  concu- 
rrencia que  no  dijese  para  sí:  ¡Pobre  discípulo!  ¡Pobre 
maestrol  ¡Qué  dos  locos!  Así  también  sucede  que  un 
hombre  hable  mal  de  su  maestro,  á  causa  del  mal  trato  que 
recibió  de  él.  En  tal  caso,  quien  tal  oye,  por  poco  sagaz 
que  sea,  dirá  á  su  vez,  que  el  maestro  está  plenamente  jus- 
tificado de  haber  hecho  lo  que  se  le  vitupera.  Y  esto  es 
tan  cierto  en  materia  de  instrucción  mental  como  en  la 
dirección  moral.  Suponeos  un  hombre  que  para  mostraros 
que  clase  de  lector  era  su  maestro  y  con  que  cuidado  le 
enseñó  según  los  mas  perfectos  modelos  del  arte^  os  da 
una  disgustante  muestra  de  ultra-heróica  declamación  de 
teatro,  en  prueba  de  su  aserción.  A  medida  que  el  público 
se  hace  mas  capaz  de  discernimiento  en  estas  materias,  se 
va  acercando  mas  y  mas  á  la  justa  apreciación  del  mérito 
de  los  maestros,  para  encomiarlos  ó  vituperarlos  según  sus 
obras.  En  fin,  cada  palabra  del  maestro,  dicha  á  gritos  ó  al 
oido,  despierta  un  eco  que  vivirá  por  siempre.  Año  tras 
año,  mientras  vive,  año  tras  año,  después  de  sus  días,  las 
reverberaciones  retrocederán  hasta  sus  oídos,  ó  los  oídos 
de  los  amigos  sobrevivientes  en  tonos  de  aprobación  ó  vitu- 
perio. 

Otro  motivo  que  debiera  poderosamente  influir  en  el 
animo  de  los  maestros  para  llenar  cumplidamente  sus  de- 
beres, es  el  deseo  de  elevar  la  profesión  á  que  pertenecen. 
«Todo  hombre»,  dice  Lord  Bacon,  «es  deudor  de  su  profe- 
sión», lo  que  sino  me  engaño  quiere,decir  que  todo  hombre 
por  el  mero  hecho  de  pertenecer  á  una  corporación,  contrae 


372  OBRAS   DE   SARMIENTO 

la  obligación  de  prestarla  algún-  servicio  importante.  Sin 
duda  que  se  tendría  por  deshonroso  no  hacerlo. 

El  maestro  perfecto  no  solo  hace  un  importante  servi- 
cio á  todos  sus  alumnos,  sino  que  también  da  lustre  á  todos 
sus  colaboradores  y  eleva  el  sentir  común  de  la  humanidad 
con  respecto  á  la  dignidad  del  empleo.  Haciendo  honora- 
ble la  profesión,  la  hace  atractiva,  arrastrando  á  espíritus 
de  un  orden  mas  elevado,  á  abrazarla  y  adorarla.  Por 
este  medio  se  pone  la  profesión  del  maestro,  cada  día  mas 
fuera  del  alcance  de  los  ignorantes  y  de  los  incompetentes. 
Ni  se  limitan  á  esto  los  buenos  servicios  que  el  nuestro 
cumplido  puede  prestar.  Continuamente  está  mejorando 
los  antiguos  métodos,  é  inventando  nuevos,  para  la  instruc- 
ción y  gobierno  de  los  niños.  Estas  mejoras  permiten  á 
todos  los  maestros  ejecutar  su  obra,  mejor  y  mas  fácilmente 
como  también  hacer  mas  en  el  mismo  tiempo.  Es  opinión 
de  los  mejores  maestros  que  el  arte  de  enseñar  está  toda- 
vía en  su  infancia,  y  que  su  material  é  instrumentos 
admiten  muchas  mejoras,  como  la  navegación  ha  sido 
mejorada  por  los  vapores,  ó  los  viajes  de  tierra  por  ferro- 
carriles. 

Grandes  pasos  se  han  dado  ya  en  esta  vía,  y  sin  duda 
que  en  esto  como  en  todas  las  artes  mecánicas,  como  en 
todas  las  ciencias,  mas  decisivos  han  de  seguirlos.  La 
pizarra  es  para  una  vivida  y  exacta  instrucción,  lo  que  el 
arte  de  pintar  fué  para  la  civilización.  Y  todavía  la  pizarra 
no  presta  la  cuarta  parte  de  los  servicios  que  está  destinada 
á  prestar,  cuando  el  arte  de  dibujar  se  haya  generalizado. 
La  pizarra  para  el  maestro  que  no  conoce  el  dibujo  es 
como  una  librería  para  quien  no  sabe  leer.  La  escuela 
debe  ser  una  exhibición  permanente.  Lo  que  Watt  y  Fulton 
fueron  para  la  máquina  de  vapor;  lo  que  Fraklin  fué  para 
la  electricidad;  Newton  para  la  astronomía;  Bacon  para 
la  filosofía;  Colon  y  Vasco  de  Gama  para  el  verdadero 
conocimiento  del  Globo:  todos  los  grandes  maestros  de  la 
humanidad  lo  han  sido  para  su  profesión  á  sus  profesores, 
los  Pestalozzis  los  Wilderspins  y  los  Colburns. 

Otro  motivo  que  debiera  obrar  fuertemente  sobre  el  ánimo 

del  maestro  es  el  deseo  de  poseer  á  fondo  su  negocio.  Aquí 

tanto  los  motivos  egoístas  como  los  benevolentes  coinciden, 

impeliendo  con  unida  fuerza  en  la  misma  dirección.  A  me- 


VIDA   DE  HORACIO  MANN  373 

dida  que  uno  mejora  como  maestro,  mejora  así  mismo  co- 
mo hombre,  y  eleva  su  posición  como  ciudadano.  Considerad 
por  un  momento,  en  que  terreno  tan  ventajoso  está  colocado 
el  maestro  cumplido,  y  las  adquisiciones  que  le  son  indis- 
pensables en  sus  diarias  ocupaciones — si  tiene  el  buen  senti- 
do de  despojarse  de  toda  pedantería  les  serán  igualmente  úti- 
les en  sus  relaciones  con  los  demás  hombres.  Consideremos 
este  punto  con  detención,  porque  temo  que  hayan  maestros 
que  no  estimen  plenamente  las  ventajas  de  su  posición  á 
este  respecto.  Aun  en  los  mas  humildes  y  mecánicos 
detalles  del  oficio,  la  capacidad  del  maestro  es  apenas  me- 
nos beneficiosa  en  sus  diarias  relaciones  con  el  mundo, 
que  lo  es  dentro  de  la  escuela.  Cada  maestro  poseedor  de 
las  calificaciones  exijidas  para  nuestras  mas  humildes 
escuelas  de  distrito,  es  un  modelo  de  la  perfecta  pronuncia- 
ción de  las  palabras  comunes  de  nuestro  idioma,  como  es 
también  un  buen  pendolista, y  un  buen  lector.  Como  gra- 
mático, puede  hablar  y  escribir  correctamente  el  inglés. 
Como  jeógrafo,  conoce  toda  ciudad,  montaña,  rio  ó  isla  de 
cierta  importancia  en  todo  el  mundo,  como  conoce  todas 
las  divisiones  políticas  de  la  tierra;  y  tiene  ademas  en  la 
punta  de  los  dedos  los  principales  datos  estadísticos  de 
población,  comercio,  relijion,  educación  y  demás.  Y  como 
matemático,  puede  resolver  con  facilidad  y  exactitud,  por 
lo  menos  todas  las  cuestiones,  que  de  ordinario  ocurren  en 
las  transacciones  de  la  vida.  Ahora,  en  cualquiera  círculo  ó 
asociación,  que  un  maestro  tal  se  encuentra,  sus  luces  serán 
á  cada  momento  requeridas,  y  siempre  se  hallará  en  apti- 
tud de  tomar  una  respetable  parte,  sino  la  mas  notable  en 
la  conversación.  El  se  hallará  mejor  preparado  que  mu- 
chos otros,  sino  es  lo  que  hacen  profesión  de  ello,  para 
estender  una  circular,  escribir  una  nota  ó  carta,  pasar  un 
informe,  que  en  su  ortografia,  gramática,  estilo  y  redacción 
estén  sustancialmente  y  sin  falta.  Si  las  noticias  del  día  de 
un  ejército  ó  de  los  misioneros  requieren  alguna  investiga- 
ción jeográfica,  él  estará  en  aptitud  de  responder  á  ellas. 
Siéndole  familiar  la  aritmética  dará  solución  á  todas  las 
cuestiones,  y  descubrirá  á  primera  vista,  uno  de  los  mil 
errores  en  que  caen  los  menos  versados. 
Pero  suponeos  un  maestro  que  preguntándosele  cuanto 


374  OBRAS    Dli   SARMIENTO 

valdrá  una  medida  de  leña,  á  cinco  chelines  y  seis  peni- 
ques el  pie  cuadrado,  la  hace  subir  á  trescientos  ó  cuatro- 
cientos pesos;  ó  encuentra,  co.j  pizarra  y  lápiz  en  mano, 
que  el  interés  legal  de  una  suma  al  año,  es  seis  veces 
mayor  que  el  principal;  ó  que  preguntado  quien  escribió 
las  actas  de  los  Apóstoles,  os  dice  que  el  Apóstol  Actas;  y 
si  le  preguntan  cuales  eran  los  que  antes  se  consideraban 
como  los  cuatro  elementos,  dice  tierra,  aire,  fuego  y  azu- 
fre; ó  para  tomar  ejemplos  do  hombres  que  han  estado  en 
colejio,  declararse  que  no  leerán  la  Decadencia  y  Caída  del 
Imperio  Romano,  por  Gibbon,  hasta  leerla  en  el  orijinal  la- 
tino; ó  lo  que  es  peor  que  la  ignorancia  rematada,  toman  en 
la  sociedad  los  aires  de  sabiondos,  y  deciden  ex-cátedra  las 
cuestiones  que  se  refieren  á  las  Penitenciarias  por  las  reglas 
de  sus  propias  escuelas — que  en  todos  los  casos  de  trans- 
gresión ha  de  empezarse  por  los  castigos  corporales.  Supo- 
ned que  estos  casos  y  otros  parecidos  sean  ciertos,  é  imaji- 
naos la  posición  de  maestros  asi  en  la  sociedad.  Y  sin  du- 
da que  estos  ejemplos  no  los  he  tomado  de  Dickens  ó  Ir- 
ving,  sino  que  son  hechos  reales,  y  lo  que  es  mas,  ocurridos 
en  Massachusetts. 

Estos  y  otros  motivos  se  refieren  en  cierto  grado  á  la  per- 
sona del  maestro.  Hay  otros  de  un  carácter  mas  elevado, 
que  me  propongo  examinar.  No  hace  mucho  tiempo  áque 
visitaba  la  cárcel  penitenciaria  de  un  Estado  vecino,  em- 
pleando la  mayor  parte  del  día  en  conversación  particular 
con  varios  presos,  á  fin  de  conocer  la  historia  de  sus  ten- 
taciones y  de  sus  caldas.  Dos  nuevos  convictos  llegaron  á 
la  sazón,  y  me  trasladé  á  la  pieza  donde  se  llevan  los  re- 
jistros.  Allí  estaban  los  libros  déla  prisión  en  que  se  ano- 
tan el  nombre,  edad,  ocupación,  crimen,  años  de  prisión  de 
la  sentencia,  de  todos  los  que  vienen  á  vivir  en  aquella 
triste  morada.  ¡Cómo  espresar  el  penoso  interés  con  que 
recorrí  las  pajinas  del  rejistro  del  crimen  y  de  su  condig- 
na penal  ¡Cuan  sentenciosa  era  la  pajina  en  que  estaba 
escrito:  «Por  dos  años,»  «por  cinco  años,»  «por  diez  años!» 
ujde  por  vida!»  y  aquella  otra  columna  que  decía:  «robo,» 
«salteo,»  «conato  de  muerte,»  «asesinato.»  jOh!  si  Dios  hu- 
biese mandado  en  sus  primeros  años  á  estos  culpables  un 
ánjel  en  forma  de  un  maestro  de  escuela,  ¿habrianse  jamás 


VIDA  DE  HORACIO  MA.NN  375 

•escrito  estas  terribles  palabras  al  lado  de  sus  nombres?  ha- 
bríanse  rejistrado  sus  nombres  en  aquellos  libros? 

Decía  que  había  mirado  con  penoso  interés  las  pajinas 
del  libro  que  ya  estaban  llenas.  Pero  es  mas  indecible  to- 
davía la  pena  con  que  contempló  las  que  aun  estaban  en 
blanco.  ¿Cuyos  serán  los  nombres  que  habrán  de  llenar- 
las? El  joven  osado,  ardiente,  inquieto,  en  cuyas  venas 
fermenta  el  vino  nuevo  de  la  vida;  pero  en  cuyo  corazón, 
químico  alguno  no  destiló  un  principio  que  trasmutase  sus 
tendencias  al  mal  en  deseos  de  bien;  su  nombre  ha  de  es- 
tar aquí.  El  atolondrado,  valiente  niño  de  la  escuela,  el  ca- 
becilla en  los  juegos  y  diabluras,  que  soporta  los  mas  se- 
veros castigos,  con  el  estoicismo  que  el  Indio  las  quemadu- 
ras; cuya  fatal  desgracia  fué  tener  padres  y  maestros  bas- 
tante insensatos,  que  creen  que  pueden  extinguir  el  férvido 
fuego  que  en  él  bulle,  y  que  Dios  solo  les  pedía  dirijiesen. 
— Su  nombre  debe  estar  aquí.  jAy!  ¿Quien  podrá  decir 
que  el  dulce  niño  en  los  brazos  de  la  madre,  cerrando  aho- 
ra los  ojos  al  sueño,  como  las  flores  recejen  sus  pétalos  á  la 
caída  de  la  tarde,  ó  bien  aspirando  la  vida  después  del  sue- 
ño, ó  el  mismo  niño  volviendo  perfumado  de  la  bendita 
fuente,  con  el  agua  del  bautismo;  quién  dirá  si  ese  nombre 
que  acaba  de  recibir,  también  como  consecuencia  de  los 
mimos,  y  laxitud  de  todo  reato,  no  vendrá  un  día  á  engro- 
sar el  negro  catálogo  del  crimen?  ¡Maestro!  tú  puedes  de 
antemano  romper  este  espantoso  manuscrito,  rasgarlo  en 
el  alma  del  niño.  No  por  medio  de  encantos  y  talismanes, 
ni  amuletos  suspendidos  al  cuello,  sino  por  el  cultivo  de  la 
conciencia,  por  la  viva  y  soberana  eficacia  déla  palabra  de 
Dios  escrita  sobre  el  corazón,  haréis  esta  grande  obra. 

Pero  hemos  mirado  solo  los  puntos  sombríos  de  la  pintu- 
ra. En  nuestras  escuelas  han  de  encontrarse  los  mas  gran- 
des elementos  de  esperanza  para  nuestro  país,  y  para  el 
mundo.  Ahí  están  los  brillantes  talentos,  que  hallarán  y 
seguirán  el  rastro  de  la  Divinidad,  y  nos  revelarán  mas 
atributos  suyos,  revelándonos  mas  de  sus  maravillosas 
obras.  Ahí  está  el  jénio,  que  hallará  nuevas  cuerdas  en  el 
<;orazon  humano  y  las  hará  vibrar  con  deleite.  Ahí  están 
el  sentimiento  de  la  benevolencia  y  del  deber,  que  añadirán 
nuevas  huestes  á  las  bandas  hoy  débiles  de  los  filántropos, 
que  presentarán  batalla  á  las  iniquidades  del  mundo  con- 


376  OBRAS    DE   SARMIENTO 

tra  sus  titánicos  pecados  de  intemperancia  y  de  opresión- 
en  todas  las  formas,  contra  el  espíritu  de  guerra  y  contra 
toda  superstición.  Ahí  están  los  talentos  ejecutivos  y  ad- 
ministrativos, que  en  bien  ó  en  mal,  hallarán  bien  pronto 
el  camino  á  los  Consejos  del  Estado,  ó  las  mas  vastas  em- 
presas de  la  nación.  Ahí  están  todos  esos  poderes  y  capa- 
cidades, y  no  es  una  licencia  poética  decir  que  los  tenéis  en 
el  hueco  de  la  mano.  Manos  á  la  obra,  pues,  como  que  sois 
los  guardianes  y  los  mayordomos  de  tan  grandes  intereses. 
Acrecentad  vuestra  enerjía  con  las  esperanzas  que  tales  re- 
cursos lejitiman.  Echad  la  vista  á  los  gloriosos  resultados 
que  vuestro  fiel  desempeño  producirá.  Sed  ante  vuestros 
pupilos  como  Profetas  y  Vates,  y  esforzaos  en  acercar  la  vi- 
sión que  vuestra  presciencia  revela.  Consideraos  como 
realmente  sois — vice-jerentes  de  Dios,  revestidos  de  autori- 
dad sobre  la  mas  ricas  de  sus  provincias,  y  responsables  en 
mucha  parte  de  su  belleza,  engrandecimiento  y  bienestar 
moral. 

Si  estimulado  por  estos  motivos,  y  empujado  por  estas  es- 
peranzas, hubiese  alguno  que  hable  de  la  tarea  molesta  de 
instruir  niños,ó  esté  por  los  golpes,  el  como  medio  mas  mo- 
ralizador, — y  el  primer  resorte  en  caso  de  dificultad, — que 
arroje  sus  libros  y  tome  el  yugo,  y  no  hable  de  niños  sino 
de  toros;  ó  mejor  es  que  tome  el  combo  de  hendir  granito, 
engañando  á  su  imajinacion  con  la  idea  de  que  los  frag- 
mentos de  piedra  son  espaldas  de  muchachos,  como  tarea 
mas  jenial  para  sus  duros  huesos,  y  su  corazón  mas  duro 
todavía. 

¡Qué  necesidad  hay  de  exortar  á  los  maestros  á  armarse 
de  paciencia!  Un  maestro  no  tiene  mas  escusa  por  aban- 
donarse á  la  cólera,  á  causa  de  los  mil  casos  de  olvido,  negli- 
gencia y  travesura  de  los  niños,  que  el  hortelano,  á  causa 
de  que  las  frutas  están  agrias,  cuando  aun  no  han  madura- 
do. El  atolondramiento  y  lo  que  Carlisle  llama  insabidu- 
ría,  están  en  la  naturaleza  del  niño,  de  la  misma  manera 
que  los  ácidos  en  las  frutas  destinadas  á  ser  dulces.  Fun- 
ción y  oficio  del  maestro  es  el  subministrar  las  influencias 
correctivas  necesarias.  Pero  esta  obra  de  transformación 
no  es  la  obra  de  un  día.  Bajos  los  oblicuos  rayos  del  sol, 
jermina  el  trigo,  brotan  y  florecen    los  árboles,  y  la  viña 


YIDA   DE  HORACIO  MANN  377 

estiende  su  vides;  y  sin  embargo,  para  toda  esplicacion 
humana  todavía  son  sin  valor  alguno.  Cánsase  ó  desaní- 
mase ^r  eso  el  sol?  Semanas  y  meses  el  sol  continúa  su 
obra,  aumentando  el  ardor  de  sus  rayos;  hasta  que  al  fin 
las  ricas  mieses  se  mecen  saludando  al  cosechador;  el 
huerto  se  esmalta  de  frutos  con  los  colores  del  iris;  y  en  la 
plenitud  de  su  agradecimiento,  la  viña  derrama  sus  jugos 
nectarinos.     Es  como  el  salmo  del  justo  al  morir. 

¡Cuánto  tarda  para  mi,  sobre  todas  las  cosas,  ver  lo  que 
reyes  profetas  desarían  ver  y  no  verán;  y  es  una  gloriosa 
hermandad  de  maestros,  cuyas  almas  elevadas  y  grandes 
corazones,  estuviesen  unidos  por  su  consagración  á  un  ob- 
jeto común,— y  este  objeto  un  deseo  de  reformar  el  mundo, 
— reimprimir  en  el  corazón  del  hombre  la  imagen  de  su 
Hacedor.  Si  los  maestros  se  sintieran  animados  por  el  es- 
píritu del  héroe  marcial,  unión  tal  y  para  tal  objelo  no  se 
dejaría  al  tiempo,  para  que  otros  hombres  y  otras  edades 
mas  felices  gocen  de  su  espectáculo,  sino  que  nosotros  mis- 
mos la  contemplaríamos.  ¿Y  por  qué  motivo  no  excitaría 
tan  sublime,  á  mas  sublimes  esfuerzos?  ¿Serían  menos 
valientes  y  decididos  los  que  tienen  encargo  de  mejorar  á 
sus  semejantes,  que  aquellos  cuyo  oficio  es  destruir  á  sus 
semejantes?  ¿No  es  la  batalla  mas  digna  de  darse?  ¿Ex- 
citarían sus  cantos  de  triunfo  menos  regocijo?  Sus  victo- 
rias serían  coronadas  por  palmas  menos  inmarcescibles? 
Si  tanto  nos  maravilla  el  valor  de  los  que  hacen  la  guerra, 
no  hay  mayor  razón  para  asombrarse  de  la  tibieza  é  indi- 
ferencia de  los  que  están  comprometidos  en  la  santa  causa 
de  ilustrar  y  redimir  la  raza?  Recorred  las  páginas  de  la 
Historia  de  dos  mil  años,  y  ved  lo  que  han  sufrido  y  hecho 
los  que  corren  tras  la  gloria  militar,  cuan  triste  gloria  es^ 
No  jefes  solo,  sino  oficiales  y  soldados  razos  ejecutan  haza- 
ñas de  valor  que  parecen  fabulosas.  Escalan  los  fuertes, 
montañas,  cuyas  murallas  á  piques  semejan  precipicios, 
mientras  llueven  rocas  sobre  ellos,  como  granizo.  Se  lanzan 
al  campo  donde  se  siembra  la  metralla,  cuya  vendimia  es 
sangre:  sitiados  y  sitiadores  pelean  día  á  día,  sin  descanso 
por  la  noche,  bajo  el  fuego  de  la  máquina  nueva  de  des- 
trucción, que  á  nada  terreno  puede  compararse  sino  es  á 
volcanes  montados  en  ruedas.  Cuando  Pablo  Jones  aco- 
metió al  Serapis,    recibió  las  bordadas  del  enemigo,  hasta 


378  OBRAS    1)K    SARMIENTO 

que  sa  propio  buque  quedó  hecho  astillas.  Como  el 
buque  se  hundiese,  el  enemigo  le  intimó  rendirse. 
Rendirse!  contestó  Jomes.  Si  todavía  no  he  principia- 
do á  pelear!  Ney  después  de  tener  cinco  caballos  muer- 
tos en  Waterloo,  descendió  del  sesto  para  cargar  á  la 
bayoneta  espada  en  mano.  ¿Dónde  están  en  nuestras 
filas  los  Jonnes  y  los  Neys,  y  tantos  otros  como  ellos? 
¿  Donde  están  entre  nosotros,  los  hombres  que  harán 
á  un  lado  toda  esperanza  de  distinción  mund ma,  re- 
nunciarán á  sus  comodidades,  empeñarán  sus  fortunas, 
sacrificarán  la  salud,  la  vida  misma  si  necesario  fuere, 
para  sostener  y  llevar  adelante  la  causa  de  la  educación, 
que  mas  que  otra  alguna  es  la  causa  de  Dios  y  de  la  huma- 
nidad. 

Si  nuestros  motivos  son  mas  poderosos  que  los  de  los 
derramadores  de  sangre  humana,  ¿porqué  no  serán  también 
mas  poderosos  nuestros  brazos  y  nuestros  corazones?  ¿Y 
qué  conocemos  bajo  el  cielo,  que  exceda  á  la  alta  em- 
presa en  que  hemos  entrado?  El  mundo  debe  ser  redi- 
mido. Por  seis  mil  años,  con  escepciones  pocas  y  leja- 
nas, la  tierra  ha  sido  la  morada  de  la  desgracia.  No  ha 
pasado  una  hora  desde  que  fué  poblada  sin  que  la  gue- 
rra, cual  conflagración,  haya  asolado  alguna  parte  del 
mundo.  La  idea  de  la  confraternidad  humana  se  ha  per- 
dido en  la  altanería  del  despotismo,  en  la  bajeza  de  la 
servidumbre.  La  política  de  las  mas  grandes  naciones  no 
ha  ido  mas  allá  que  á  castigar  los  crímenes  que  ellas  ha- 
bían consentido,  en  lugar  de  recompensar  las  virtudes 
que  habían  preconizado.  La  masa  de  la  humanidad  ha 
vivido  con  los  animales;  es  decir,  en  la  rejion  de  los  apeti- 
tos animales;  y  aunque  han  sido  descubiertos  reinos  mo- 
rales, todavía  no  han  sido  sino  lijeramente  colonizados. 
Pero  es  impiedad  suponer  que  esta  noche  de  impiedad  y 
sangre  envolverá  por  siempre  la  tierra.  Un  dia  mas  bri- 
llante alborea  ya,  y  la  educación  es  la  estrella  matutina. 
El  honor  de  introducir  este  dia  está  reservado  á  los  que 
muestran  á  la  infancia  el  camino  que  debe  seguir.  Por  este 
instrumento  de  invención  divina,  mas  que  por  otras  ajén- 
elas, la  noche  de  la  ignorancia  y  superstición  será  disipada, 
la  espada  convertida  en  arado,  rescatados  los   cautivos,  y 


VIDA  DE  HORACIO  MANN  379 

rios  de  abundancia  echados  á  correr.  A  esta  vista,  los  ánje- 
les  miran  y  retienen  el  aliento,  ardiendo  por  mezclarse  en 
el  conflicto. 

Pero  los  goces  y  triunfos  de  este  conflicto  no  tan  solo  para 
los  ánjeles  están  reservados  en  depósito:  lo  están  para 
aquellos  maestros,  que,  en  el  lenguaje  de  la  escritura  los 
tomaran  por  violencia — es  decir,  que  con  ardor  santo  tal  y 
con  tan  invencible  determinación  vencerán  al  tiempo  y  al 
destino,  y  llenarán  las  condiciones,  á  las  cuales  solo,  tales 
honores  pueden  ganarse.  Y  si  la  voz  fuerte  del  ánjel  que 
vuela  por  los  cielos  gritando,  «desventura,  desventura,  des- 
ventura» á  los  habitadores  de  la  tierra,  ha  de  ser  acallada, 
lo  será  por  las  mas  fuertes  aclamaciones  de  aquellos,  á 
quienes  habrán  preparado  para  el  rescate  del  mundo,  entre 
otros  benditos  y  honrados  instrumentos — los  maestros. 


FIN   DEL  TOMO  XLIII 


índice  del  tomo  xliii 


Páginas 

Introducción 5 

Don  Francisco  J.  Muñiz— Súraula 13 

Vida  y  escritos  del  Coronel  Francisco  J.  Muñiz 19 

Apuntes  topográficos 32 

La  vacuna  indígena 60 

Cirujia 70 

Medicina  legal 77 

Historia  natural 84 

El  Ñandú  ó  Avestruz  americano 100 

Ñata  Oxen 190 

Paleontología  argentina 198 

Escenas  militares 215 

Vocablos  y  americanismos 238 

Ortografía  y  prosodia 253 

El  terremoto  de  1845 262 

Discurso  del  doctor  Muñiz  en  honor  de  Lavalle 271 

Apéndice 279 

Bibliografía 288 

Vida  de  Horacio  Mann— Inauguración  de  su  estatua 299 

Vida  de  Horacio  Mann— Su  educación  y  sus  primeros  años 223 

Motivos  del  maestro,  por  Horacio  Mann 36S 


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