Full text of "Obras"
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BIBLIOTECA
DE AUTORES MEXICANOS
HISTORIADORES.
QIFDA ASEGURADA I-A PROPIEDAD
COXKOKME Á LA LEY.
PROLOGO
Estas líneas servirán de prólogo
á la presente edición compuesta de
los interesantes artículos que con los
títulos de "Tratado Me Lane--Ocam-
po," «Antón Lizardo» y «Brindis del
Desierto,» se han publicado en EL
TIEMPO, diario católico de esta ca-
pital, que con tanto prestigio y tan
grande influencia circula en toda la
República, y que en verdad y con
justicia, puede considerarse como el
eco más honrado y sincero, del pen-
samiento y sentimiento nacionales.
Tan bellos y oportunos opúsculos,
se deben ala pluma del distinguido
letrado y literato D. Alejandro Villa-
señor y Villaseñor, á quien sin li-
sonja debe tenérsele en nuestra pren-
— vi-
sa nacional contemporánea, como uno
de nuestros publicistas de más co-
rrecto estilo y más serio y trascen-
dente fondo.
De mucho interés como trabajos
históricos, por referirse -A período
más triste y doloroso de nuestra his-
toria, y en que la verdad ha sido más
ofuscada y combatida por las pasio-
nes: son los opúsculos que hoy se pu-
blican en forma de libro, déla mayor
importancia, por los datos con que
ilustran y ayudan, los postreros y ac-
tuales esfuerzos que deben hacerse,
para resolver feliz y acertadamente,
el pavoroso problema que como una
amenaza de muerte, como una nube
fatídica está sombreando la frente de
nuestra infortunada patria, casi des-
de el momento mismo en que ésta
brotara á la vida délas naciones li-
bres.
Hl porvenir de México es vivir li-
bre, latina y católica: ó debe langui-
decer y morir bajo la influencia sa-
jona, sojuzgada y herética? Este es
el peligro, sobre todo peligro, que la
\
- VII -
amenaza, y el tremendo problema,
que no mañana, sino hoy mismo tie-
ne que resolver. Por muclio tiempo
se trató de desviar el peligro negán-
dolo, que fué la manera que encon-
traron la cobardía y la impotencia de
conjurarlo: tal vez la mala te y la
falta de patriotismo se empeñaron
en desconocerlo, para ocultar la ver-
güenza de sus remordimientos, Ho3'',
que casi nos engulle, la ola que avan-
za encrespada y rugiente, la nega-
ción sería el suicidio colectivo.
Desde que los Kstados Unidos se
hicieron independientes, maquina-
ron extender su territorio á costa de
sus vecinos. Desp és de lesionar á
"España y Francia con la compra de
la Luisiana y la Florida, se irritaron
sus codicias por llegar al Bravo }'■ al
Pacífico, arrebatándonos Texas y Ca-
lifornia. Al trasplantar á Texas una
colonización pérfida, sembraron los
gérmenes de las sublevaciones encu-
biertas, que protejidas después pa-
tentemente, producirían al fin la ab-
sorción de esa provincia, á título de
- vm -
anexión, que es para los despojados"
la forma más denigrante de las usur-
paciones. En pos déla celada el asal-
to: los quejidos de dolor que lanzó
México al sentirse desmembrada, se
tuvieron por injuria suficiente para
fundar una declaración de guerra.
Las vergonzosas victorias alcanzadas
en ella produjeron á los Estados
Unidos las incomensurables exten-
siones de Nuevo México y Califor-
nia, cuyos títulos de adquisición, na
vacilaron en fundarlos ante la histo-
ria y en los tratados, en la modera-
ción expontánea del crimen impune:
declararon legitimada su propiedad
en cuanto ocuparon, porque hubie-
ran podido arrebatarnos mucho más.
No hay otra vida para las naciones;
pero tarde ó temprano, hay para ellas
en ésta, eterna justicia de Dios!
No solo pensaron los Estados Uni-
dos desde sus principios, en exten-
íler su territorio, sino también su in-
fluencia sobre todo el continente
americano y especialmente sobre Mé-
xico, que al hacerse independiente
~- IX —
despertó sus celos, por la riqueza ¿e
sus minas, la suavidad de su clima y
la belleza de su suelo Temieron con ra-
zón que los inmigrantes europeos, lo
preferirían á las llanuras monótonas
de los Estados Unidos, siempre ba-
rridas por los ciclones, abrasadas por
tórridos veranos, ó heladas por lar-
gos y ateridos inviernos. Hoy mismo
no es explicable, porque prefiere á los
Estados Unidos, la miseria europea
que emigra á América.
El primer vehículo de su influen-
cia, que establecier n en México, fué
la masonería. Poinsset, el primer di-
plomático que los Estados Unidos
acreditaron cerca del Gobierno Me-
xicano, fué el verdadero fundador de
la logias masónicas en nuestro país.
Una vez establecidas las logias, ya
tuvieron amplio subterráneo por don-
de verter sus funestas y constantes
sugestiones: nacidas en servidumbre
satánica, los logias son no sólo dóci-
les sino ardientes, en todos los ser-
vilismos humanos de depravación y
bajeza. Ellas fusilaron á Iturbide; ex-
^- X -
pulsaron de México á los antiguos
lesidentes españoles; y promovieron
las continuas revueltas y asonadas,
que en el interior arruinaron al país
y tanto llegaron á desprestigiarlo en
el exterior.
Hijo primogénito y preferido, de
la masonería mexicanadominada por
la de ^os Estados Unidos, fué ese par-
tido político, que surgió de nuestras
disensiones, tan hostil á la religión
verdadera y á las antiguas tradicio-
nes; y tan llenode falsa admiración por
las instituciones del 3'ueblo norte-
americano, que por fin logró impo-
ner al nuestro, á pesar de ser tan con-
trarias á sus costumbres y á su his-
toria.
Cuando la sublevación de Tejas,
ya hubo entre nosotros quien coad-
yuvara á los designios de los Estados
Unidos; y cuando invadieron nuestro
territorio y ocuparon nuestra Capi-
tal, quienes aplaudieran y se alegra-
ran de su triunfo, con un regocijo
que hizo estremecer de indignación y
de horror á los corazones mexicanos.
- XI -
La gnerra con los Estados Unidos
hizo derramará México, tantas lágri-
mas de rabia y de dolor, como de ver-
güenza!
Mas tarde, en el fragor de los com-
bates frati icidas y de los odios de nues-
tras enconadas luchas intestinas, no
se vaciló, á trueque de obtener el
triunfo sobre los propios, en implo-
rar su apoyo moral y aceptar su ma-
terial ajnida. Llegadas al paroxismo
las pasiones cuando el establecimien-
to del segundo Imperio, último y su-
premo esfuerzo de los hombres más
pensadores y mejor intencionados
del país, para poner un dique á la in-
fluencia é invasión americanas siem-
pre crecientes; sedesataron alfiu como
huracán enfurecido para derrumbar-
lo, esas mismas y terribles pasiones,
enfrenadas por un momento. El se-
gundo Imperio, lisiado desde antes
que naciera, por la perfidia inglesa,
lajactanciaespafiolay la lijereza fran-
cesa, fué derrumbado por los Estados
Unidos con tanta fruición como odio.
Un telegrama de Seward arrojó de
- XII -
México al ejército francés; y las balas
parricidas que mataron en las Cam-
panas fueron disparadas desde Wha-
sington.
L'esde Queretaro, triunfaron los
Estados Unidos; hacerse hoy la me-
nor ilusión, seria una estupidez ó un
crimen. Mientras llegan, desde allá
son dueños de todo: suyos somos to-
dos; lo mismo el criollo inútil y des-
pilfarrado que el indio hambriento
y andrajoso; lo mismo que los naci-
dos en este suelo, cuantos colonos
lo pueblan venidos del extrangero.
Tan suyos son los franceses que aquí
viven, apesar de sus pasadas glorias
y los indeficientes resplandores de
su genio literario, como los alemanes
con sus recientes victorias y sus fres-
cos laureles; lo mismo el italiano que
lleva el cetro del arte en la mano, que
el español que empuña con la suya,
la espada mas gloriosa de la historia
moderna.
Dueños los Estados Unidos de la
mayor red de ferrocarriles en Méxi-
co, lo son del sistema arterial de
=- XIII -
nuestro organismo económico, y des-
de tan elevada altura dominan por
completo y con la clave de sus fletes
3' pasages, el comercio y la agricul-
tura, la mineria y la industria nacio-
nales. Y en nada atenúa la rigidez
de su predominio, que los sindicatos
americanos no sean los verdaderos
dueños de esos ferrocarriles, porque
siendo los intermediarios forzosos
entre la timidez del dinero europeo
y lo urgente de nuestras necesida-
des, esos sindicatos son los dueños
jurídicos y los poderosos gerentes de
tan vastas empresas. Con el capital
que representan, mayor que el de
nuestra deuda pública, están más den-
tro de nuestro erario que muestros
mismos formidables acreedores ex-
tranjeros. Al menos estos no tienen co
mo garantía subsidiaria de sus acrec-
encias, que sus gobiernos puedan fi-
jar nuestros límites con las naciones
colindantes; el monto de las indemni-
zaciones á nuestro cargo; y obligar-
nos, por pánico prematuro á la cesión
de la mitad del territorio de uno de
- XIV -
nuestros Estados, proclamando á la
faz del derecho internacional, que la
mala fé es el verdadero título de la
usucapión.
En el peligro supremo, quien en-
gaña asesina. Esta es nuestra verda-
dera y apremiante situación: tan im-
posible nos seria e'udirla como apla-
zarla. Que hacer en presencia de ella!
Los dictámenes del sentimiento na-
cional están divididos en ésta, des-
pués de la religiosa, la x-ás grave
cuestión que pueda presentarse á un
pueblo, porque es la de su vida ó
muerte, como nación.
Algunos espíritus heroicos, pero
quizas temerarios, optarían por la
muerte luchando. En uno de los con-
flictos que se le ofreció al finado presi-
dente Gral. González duran te su admi-
nistración prorrumpió en una escla-
macion sublime de heroísmo. "Cuan-
do un pueblo, dijo, es provocado á
luchar con tanta injusticia y con tan
grande afrenta, no está obligado á
vencer sino á morir. >i yo muero el
primero al frente de la patria, la mia
- XV -
sera una tumba digna de que en ella
se sepulte toda la nación. « El criterio
liberal cree, generalmente, que nadie
es más fuerte que su destino, y con
más odio á la religión que amor á la
independencia, casi preferiría que la
nación se dejará arrastrar por la co-
rriente, aunque tuviera que vivir en-
tre los lodos de la servidumbre. Otros,
tal vez con mas acierto, creen que es
llegado el momento de trabajar hasta
conseguirla, en la unión latino-ame-
ricana, para poder enfrenar con su
propia codicia la agresiva soberbia
de los Estados Unidos. Nadie espera
socorro de Europa, tan acobardada y
dividida: todos confiamos en Dios!
Crece el peligro cada día, crece por
instantes, ¡que hacemos! Esto hace
tan precioso y tan útil el libro del
Sr. Villaseñor, cuya lectura tanto re-
comendamos á todos los corazones
afligidos y patriotas. Allega; para
aj'-udar á la resolución del gran pro-
blema, cuantos datos ha podido in-
quirir su estudio y aquilatar su ta-
lent". El autor 3^ el editor del libro
— XVI -
lian merecido bien de las letras y de
la patria. Son dignos ambos de ser
denunciados juntos á la estimación
pública; el joven escritor en quien ya
se presiente un grande estadista; y
el veterano de la prensa honrada, cu-
bierto de las gloriosas cicatrices de
tantas heridas, recibidas en el buen
combate y por la buena causa.
México, Mayo de 1897
J. DE J. Cuevas.
ANTÓN LIZARDO.
N los meses de Mayo y Junio de 1895, se
suscitó una discusión con motivo de los
acontecimientos que tuvieron lugar en
el fondeadero de Antón Lizardo, en el mes de Mar-
zo de 1860, durante el sitio que el general Mira-
mon puso á la plaza de Veracruz, donde se había
refugiado D. Benito Juárez con algunos partida-
rios suyos.
La discusión tuvo como tema principal el pun'
to de si México fué ó no injuriado por la captura
que las fuerzas navales de los Estados Unidos hi-
cieron de los dos buques «General Miraraon» j
«Marqués de la Habana, > al servicio del Gobierno
establecido en México.
Como argumento principal para negar la inju-
ria inferida á México, fundábanse algunas perso-
nas y periódicos ea que no pudo hacerse tal inju-
ria á México, desde el momento en que los dos bu-
ques antes mencionados no izaron el pabellón me-
xicano en el momento de su captura.
lípisodios históricos.— 1,
2
También se dijo que no se podía afirmar que esa
captura se hiciera con acuerdo del gobierno jua-
rista^ al que no aprovechaba gran cosa, supuesto
que disponía de otros elementos suficientes para
sobreponerse á sus contrarios.
Sobre estos dos puntos versó el estudio que em-
prendimos, de los sucesos ocurridos en Antón Li-
zardo en Marzo de 1860, con el objeto de procurar
dejar la verdad en su lugar 3' de esclarecer ese
punto de la historia patria que aun después de
treinta y cinco años de acaecido era objeto de dis-
cusiones. Procuramos demostrar asimismo, que
sí se infirió á México una grave ofensa por e\
atentado cometido por los buques de los Estadog
Unidos; que el gobierno juarista no sólo estuvo de
acuerdo en el ataque que sufrió la escuadrilla del
contra-almirante Marín, sino que él fué el princi-
pal instigador de ese ataque; que funcionarios me-
xicanos tomaron parte en él; y que por último, el
atentado del «Saratoga¡> y la protección de los
Estados Unidos, dieron nueva vida á la causa jua-
rista que se encontraba ya bastante desacredi-
tada.
I.
La situación de México en aquella época era
bástanle angustiosa: Don Ignacio Comonfort, Pre-
sidente constitucional, dcsconuciu la Constitución
y dio el golpe de Estado adhii'iéndose al plan de
Tacubaya en 19 de Diciembre de 1857. Al mismo
tiempo los gobernadores de Guanajuato, Jalisc )
y Querétaro, desconocieron á Comonforty se coa
ligaron: en breve se unieron á éstos los de Aguas
calientes, Zacatecas, Michoacan, Colima y Vera
cruz y la guerra civil se encendió.
Comonfort bajó del poder, y D. Benito Juárez
Presidente de la Suprema Corte, lo asumió, diri-
giéndose á Guanajuato; Zuloaga quedó en Méxi-
co, oi'ganizó su gobierno y resultó de esto una si-
tuación que aunque anómala no ha sido rara en
nuestro país: habia dos Presidentes, con sus res-
pectivos gabinetes; el uno era dueño de la capital,
quedó victorioso en muchos encuentros, y llegó á
ocupar la mayor parte del país; el otro, con sus
Ministros, andaba fugitivo y sólo era obedecido
por partidas insignificantes.
El gobierno de Zuloaga fué reconocido por el
cuerpo diplomático residente en México, entre el
que se contó el Ministro norteamericano, Mr. For-
syth. La batalla de Salamanca, desgraciada para
\os constitucionalistas, y el pronuHciamiento de
Landa en Guadalajara, hicieron que D. Benito
Juárez y su gabinete se refugiaran en Colima, y
que el 11 de Abril de 1858 se embarcasen en Man-
zanillo, y abandonasen el territorio nacional. Cru-
zaron el istmo de Panamá, estuvieron en Nueva
Orleans y en el mes de Mayo tornaron á su patria,
estableciéndose en Veracruz. Apenas llegado
Juárez á esta población envió á D. José María
_ 4 -
Mata á Washington con el ñn de que gestionase
el reconocimfento de su gobierno por aquella Na-
ción y de que negociase un empréstito.
La guerra continuó con diversas peripecias
durante todo el año de 1858 y los conservadores,
con el fin de acabar con el núcleo del partido li-
beral ó constitucionalista, decidieron apoderarse
del Jefe de ese partido, sitiando á Veracruz donde
aquel se encontraba. El General Miguel Miramon,
al frente de una división competente, salió de Mé-
xico con dirección al puerto el 16 de Febrero de
1859: á la sazón estaban allí ancladas las escua-
dras inglesa y francesa que reclamaban de Juá-
rez la devolución de los fondos ocupados por el
General Garza en Tampico; el gobierno liberal se
apresuró á terminar este asunto por temor de
nuevas complicaciones que hubieran dado por re-
sultado su total ruina.
El 12 de Marzo tuvo lugar la facción del Cerro
del Chiquihuite, en la que fueron derrotados los
liberales, y casi incontinenti las de la Soledad 5'
Puente de Jamapa, que obligaron á éstos á encerrar-
se en la plaza de Veracruz: empezó entonces el si"
tio, que se creyó terminaría con la toma de la ciu-
dad, pues pocos eran los elementos conque contaba
Juárez. D. Santos Degollado, que á la sazón esta-
ba en Murelia, con el fin de atraer la atención de
Miramon y hacerlo retroceder, decidió marchar
sobre México; «debemos, decía, hacer un esfuerzo
supremo para impedir este fatal suceso, > (la toma
de Veracruz;) reunió al t-focto á diversos jefesi
I
— D —
entre ellos á Blanco, Zaragoza, Pueblita, Quiro-
gSL, etc., y emprendió desde Guanajuato su mar
cha sobre México, que crsí no tenía guarnicioa
pues la maj'or parte de el'a había bajado al sitio
de Veracruz.
Al saber la marcha de Degollado,[los generales
D. Tomás Mejía y D. Gregorio Callejo reunieron
sus fuerzas en San Miguel de Allende y empeza-
ron á hostilizar la retaguardia liberal, librando la
acción de Calamanda, y continuaron tras del ejér-
cito de Degollado que sólo ima jornada les prece.
día. El General D. Leonardo Márquez, que se en-
contraba en Guadalajara, por su parte salió de es-
ta ciudad en s»corro de México con una división.
El General Degollado llegó á Tacubaya á me-
diados de Marzo, dejó pasar algunos días sin em.
prender ninguna operación dando así lugar no
sólo para que Jliramon supiese el peligro que co-
rría México, sino para que llegasen (día 23) los
Generales Mejía y Callejo, y las fuerzas de Már-
quez (día 7 de Abril): atacó por el rumbo de San
Cosme el día 1" de ese raes siendo rechazado; y
habiendo perdido la ocasión de apoderarse de
México, fué desalojado de sus posiciones del Mo-
lino de Valdés, Arzobispado de Tacubaja, Gasa
Mata y Chapultepec y finalmente derrotado el 11
de Abril por el General Márquez.
Cuando la batalla estaba terminando llegó á
México el General Miramon: esto hizo creer á al-
gunos que Veracruz estaba realmente ya en poder
de los conseryadores como desde el día 17 de
- 6 —
Marzo se decía; pero nada era menos cierto que
esto: el sitio del puerto se levantó tanto por las
dificultades que encontró el ejército de Miramon,
por carecer de buques con que estrecharlo, como
por la noticia que tuvo del peligro que corría la
capital con la marcha de Degollado.
El sitio de que estaba amenazado Veracruz dio
por resultado que los Estados Unidos se resolvie-
sen por fin á acceder á reconocer al gobierno de
Juárez: de antemano había sido retirado de Méxi-
co Mr. Forsyth, el Ministro aquel en cu3-a casa se
encontraron las barras de plata hechas con las
alhajas de la Catedral de Morelia; el 6 de Abril fué
recibido oficialmente en Veracruz, Mr. Robert
Mac-Lane, como Ministro de los Estados Unidos»
y en 28 del mismo mes, después de más de un año
de gestiones, D. José María Mata presentó sus
credenciales al Presidente Buchanan, como en-
viado de Juárez.
La circular, que co» motivo de la recepción de
Mac-Lane expidió D. Melchor Ocampo, dio motivo
á agrias polémicas en la pi-ensa, polémicas que
versaron sobre la protección que x-ecibían los li-
berales del Gobierno norteamericano y el tratado
Mac-Lane-Ocampo vino á poner de manifiesto
parte de la verdad, pues en ese tratado se conce-
dían á los Estados Uaidos ciertas franquicias que
el gobierno de Zuloaga se negó á conceder á Mr.
Forsyth. Por fortuna aquel tratado fué desechado
por el Senado americano.
Por esta negativa del .Senado, el partido consti-
tucionalista quedaba privado del auxilio pecunia
rio estipulado en el tratado; sin embargo, el apoyo
que ese partido recibió fué más eficaz si se q uie-
re, que el dinero, según tendremos ocasión de ver.
El segundo sitio de \'eracruz iba á empezar; com-
prendiendo los conservadores que la guerra se
prolongaría en tantc que los liberales' tuviesen un
centro común, determinaron hacer toda clase de
esfuerzos para apoderarse de aquella plaza.
II.
Comprendiendo Miramon que necesitaba ata-
car la plaza de Veracruz por mar y tierra y ca-
reciendo de buques para ello, envió á la Habana
al contra-almirante de la marina mexicana D. To-
más Jlarin, persona de honrosos antecedentes, que
había servido á la Nación desde la época de la
Independencia y que hacía poco tiempo se había
distinguido cuando la captura del bergantín "Gue-
rrero."
El señor Marín llevaba el encargo de comprar
y equipar algunas naves y de proveerse de armas
y municiones, para lo cual tenía amplias instruc-
ciones del Ministro, Señor Muñoz Ledo; realizó su
objeto mediante la intervención que en el negocio
tomaron el comerciante de la Habana Don José
de la Portilla, Don Diego de la Lastra, cónsul es-
pañol que había sido en Tampíco, y Don Ramo»
Carballo que desempeñaba el mismo carffo en la
Isla de Cuba con patente del gobierno conserva
dor.
Uno de los buques llamado "Paquete Correo
ni'im. uno," recibió el nombre de "Geneí ni Mira-
mon" al ser comprado en precio de $70^000 y des-
de luego fué abanderado mexicano: éste lo man"
daba directamente el contra-almirante Marín; el
otro conservó el nombre de "Marqués de la Ha-
bana", y fué comprado á un Sr. C. Iglesias, en
precio de $50,000^ con la condición dt; que sería
abanderado mexicano después de que llegado á
las costas de México se hubiese probado su buen
estado: este buque estaba mandado por Don Ma-
nuel Arias y en él venían como oficiales faculta-
tivos D. Antonio del Río, D. Ignacio Rusea, como
o" Teniente habilitado ^l Piloto D. Feliciano Ló-
pez y unos veintisiete hombres de tripulación.
Además, en el tMíramon" venía D. José María
Flores, antiguo práctico del puerto de Veracruz,
un capitán de Tampico de apellido Mártos, algu-
nos oficiales y ciento y tantos hombres.
El 27 de Febrero salió la escuadrilla de la Ha-
bana, tocó en .Sisal y en .Salinas y después de su-
frir alguna demora por la ligera avería que su-
frió uno de los vapores, el día 6 de Marzo se avis-
tó frente á Veracruz.
Entre tanto el ejército que debía operar por la
parte de tierra salió de la capital en número de
siete mil hombres en el mes de Febrero: en la ba-
rranca de Jamapa las fuerzas juaristas le dispu-
taron el paso y se trabó un sangriento combate;
... 9 -
forzado el paso por el General D. Miguel Negre-
ta, aquellas fuerzas se encerraron en la plaza de
Veracruz; no sin que antes talasen é incendiasen
los campos cercanos con el fin de privar de recur-
sos al ejército conservador.
La ansiedad que reinaba entonces en el país
por el resultado de la campaña de Veracruz era
grande: aunque abundaban las fuerzas liberales
por todus partes, no constituían grandes masas
ni ejércitos propiamente dichos si se exceptúa las
tropas fronterizas: Veracruz era la residencia del
Gobierno de Juárez que todas ellas reconocían y
tomándola quedaban sin jefe común; muy proble-
mático es que Juárez y sus Ministros hubiesen
caído prisioneros, pues el "Saratoga"de la mari-
na de los Estados Unidos les habría dado refugio
y llevádolos á otro puerto; pero el golpe sufrido
por los constitucionalistas hubiera sido muy rudo.
En 3 de Febrero, sabedor Juárez de que la es-
cuadrilla se armaba en aguas de Cuba, expidió
una circular, declarando piratas á los buques que
la formaban y sin carácter legal alguno á los
oficiales mexicanos que en ellos se encontraban,
aun cuando conservasen las patentes de sus an-
antiguos empleos. Esa circular iba firmada por
el General Don José Gil Partearroyo, Ministro
de la Guerra. Por su parte, el señor Mata puso
en conocimiento del gobierno norte-americano
esta circular y el cónsul de los Estados Unidos en
la Habana tenía al tanto á su gobierno de los actos
de Marín.
Episodios históricos.—?,
- 10 —
No cabe duda alguna que Juárez estaba en su
derecho para calificar á sus enemigos como me-
jor le pareciera y para declararlos pir atas; pero
esta declaración sólo debia surtir sus efectos y
ser obedecida por los militares y marinos mexica-
nos que estaban á sus órdenes; pero de ninguna
manera por fuerzas extranjeras, que ningún par-
ticipio debían tomar en la lucha y que debían
permanecer neutrales. Si á la declaración de ser
piratas los buques de Miramon, hubiera seguido
la orden de perseguirlos dada al "Indianola» y
al "Wave", pocos días antes .".banderados mexi-
canos por los juaristas, nadie habría podido de-
cir nada, pues el combate entre ellos y el "Mira-
mon" y "Marqués de la Habana", habría sido un
episodio más de la sangrienta guerra de tres
años.
Pero no fué así: ;í la noticia de la aproxima-
ción del contra-almirante Marin con sus buques, el
«Wave" y el "Indianola" recobraron su naciona-
lidad norte-americana (1) y quedaron á las órde-
nes del capitán Jerwis, jefe de la'escuadra de los
Estados Unidos en el Golfo de México.
El 27 de Febrero anuncióse en la plaza la
aproximación de las fuerzas de Miramon: el 29
se avistaron las avanzadas; del 1 ° al 3 de Mar-
zo cambiáronse entre sitiadores y sitiados algu-
nos cañonazos. Alvarado y otros pueblos de la
costa cayeron en poder de los conservadores y so-
lí) Acaso se tomó esta medida para evitar que cave-
sen esos buques en poder de los de l9s conserv.'^dorcs,
- 11 -
lo se esperó la llegada de les buques de Marin pa-
ra empezar con vigor las operaciones del sitio.
Como hemos dicho, el 27 de Febrero salieron de
la Habana los buques de Marin llevando algunos
pasajeros, el 29 á las 9 y media el «Marqués de la
Habana" tuvo averías de consideración en su ma-
quinaria, pues se rompieron los dientes de made-
ra de las ruedas catalinas en número de unos 300
y desde entonces ya no pudo funcionar: tuvo que
navegar á la vela y dirigirse á^Sisal para buscar
madera y remediar la avería; al siguiente dia 1*
de Marzo, en la tarde, fondeó el vapor en Sisal
donde por la mucha mar se rompió la mejor an-
cla que llevaba.
El día 2 bajó á tierra el señor Arias para com-
prar la madera que necesitaba; pero las autorida-
des del puerto lo despidieron sin darle ningún au-
xilio y durante la hora que permaneció en tierra
fué considerado como preso por las autoridades
militares, (1) sin que el Cónsul español pudiese
hacer nada en favor de su compatriota; vuelto á
bordo, levó anclas y se dirigió al paraje llamado
las Salinas donde se proveyó de la madera que
necesitaba; el 3 abandonó aquel punto y con to-
da la vela posible larga, recaló entre Punta Del-
gada y Zempoala, (Veracruz) donde debía reunirse
áMarin,quepor una órdcnequivocada de Miramon
esperaba por aquellos parajes la señal convenida
£le antemano; rectificada la orden se enderezó el
[U Carta del Sr. Arias, fecha 3<)ele Marzo, al Diario
de in.Maiina, de la Habana,
- 12 ^
rumbo á Antón Lizardo, ya funcionando bien la
máquina del «Marqués de l;t Habana".
Entre tanto el «Miramon" habíase adelantado
y en aguas de Sisal encontró al vapor-correo es-
pañol «México»; apenas aquel lo divisó enarholó
Sil bandera mexicana en el palo de ntesana, y
se puso al habla con éste: desprendido un bote
que asimismo llevaba á popa las insignias mexi-
canas, del «Miramon," en el que iba D.Julio Marin,
hijo del contra-almirante, y un oficial, subieron á
bordo estos señores y entre las personas conoci-
das que encontraron, estaban Don Manuel S. Vi-
la, que huyendo del sitio iba con su familia en el
"México" para la Habana.
El Capitán del buque español cenfirmó los ru-
mores que corrian de que los Estados Unidos to-
marían parte en la contienda y después de des-
pedirse, el "Miramon», siguió rumbo á Punta
Delgada á reunirse con el "Marqués".
A la urden equivocada de Miramon se debió que
los buques conservadores pasasen el día 6 de Mar-
zo ú unas seis millas de distancia del puerto de
V'eracruz, á la vista de éste y en la dirección de
Norte á Sur (1): la fortaleza de Ulúa pidió bande-
ra, disparando dos cañonazos, el primero sin bala
y el segundo ya con ella; pero Marin no izó nin-
guna bandera y siguió rumbo al Sur.
fl] «Alarga distancia del easLillo de Ulú«;peroen
ag'uns mexicanas, se avistaron varias embarcaciones que
señaló el vig-fa, sin bandera.'»' — Un testigo ocular en car-
ta que dirigió al Mo.xiTOR de fecha 37 de Junio del ftctual
afiü ri89jj
- 13 -
A esta dítertninacion del contra-almirante se
ha atribuido el abordaje y captura que sus buques
sufrieron; pero si se reflexiona un poco, se verá
que obró bien Marin; en efecto, en Veracruz es-
taban, los rebeldes (segnin él) á quienes iba á com-
batir y por lo tanto, ni debía darse á conocer ni
tenía que hacer aprecio de sus intimaciones; ni
por último, estaba tan cerca de la plaza que íuese
necesario saludar ya que no á ésta^ á los buques
de guerra surtos en Sacrificios. [1]
Tan era esto así, que esos buques no dieron la
menor señal de resentimiento por la falta de sa-
ludo, y no hicieron movimiento alguno. Xo asilos
juaristas. Apenas se divisaron las naves conser-
vadoras^ entraron los de la plaza en gran agita-
ción: pues veían al fin que el sitio iba á formali-
zarse por tierra y mar y no tenían más socorro
que el refugio en los buques norteamericanos.
Estos estaban mandados por el Capitán Jerwis
que á pretexto de protejer las personas y propie-
dades de los ciudadanos americanos, estaba en
continua comunicación con Juárez y su gabinete:
apenas el Presidente liberal supo que los buques
esperados se habían presentado, "urgió con ansia
á dicha Capitán para que los capturase por ha-
berlos declarado piratas da antemano." (2)
[l] Había buques francesee, españoles, ingleses y
norte-americanos anclados fueni del puerto jvmto á 1¿1
isla de Sacrificios.
[2] Carta del Capitán Jerwis de .3 de Mayo de l'dO,
que oi9ra en el expediente de reclamaciones numero 751.
[Registro mexicano] El c»misi' nado Zamacona, ásu vez
«li rechazar esta redamación diio une; «aunque un buque
- 14 -
Jerwis dio orden al comandante Turner^ osten-
siblemente, para que «se asegurara de la nacio-
nalidad de dichos buques y de sus miras, de dón-
de habían venido y á dónde se habían armado c
impedirles que comunicaran con tierra hasta que
no quedase satisfecho de su carácter legal;» (1)
pero en realidad para que apresara al "General
Miramon" y al "Marqués de la Habana."
Ahora bien, reflexionando un poco se compren-
derá todo el atentado que iba á cometer el co-
mandante Turner y toda la connivencia en que
estaba su gobierno con el de Juárez. Un marino
no obedece más órdenes que las desús superiores,
sean las que fueren, y por lo tanto, si Jerwis al
ver los buques conservadores los mandó perse-
guir y capturar, fué porque tenía instrucciones de
su gobierno de dar apoyo de toda clase á Juárez,
3'a sea obedeciendo á Mac-Lane, Ministro ameri-
cano, ya sea que esas órdenes fuesen directas y
no tiene duda que la captura se arregló entre és-
te y aquel directamente, pues ella era la única
manera de salvar al Directorio juarista refugiado
en Veracruz.
de la Armada Americana tomó parte en la iircgiilaiidnd
lie ealos actos, la parte principat vvt. obka dei, Gobihkxo
UE México, que preparó la captura de los buques en cues-
tión, é instigó tos proccdhnicittos contra los que los ha-
bían traído > "V puesto que esc poder fel de Juárez]
lomó mucha mayor parte y rcsponsabitidad que los ofi-
ciales déla Armada Americana en ios actos a que se re-
liere esta reclamación, etc ■•
(4) Pedimento del Procurador General J. S. BlacU an-
te la Corte de Distrito de N, Orleans, de 28 de Julio de
lt«ü.
- 15 -
Que Turner iba á ccmeter á sabiendas un aten-
tado^ lo demuestra además el hecho de que, ha-
biéndose opuesto á la captura de los buques de
Marin el Cónsul de los Estados Unidos en Vera-
cruz, el que seguramente no estaba al tanto de
las órdenes de su gobierno, á los poquísimos días
de los acontecimientos de Antón Lizardo, le fué
retirado el exequátur por Juárez, sin que esto en-
tibiase las relaciones del gabinete de los Estados
Unidos con el directorio liberal de Veracruz.
Tanto Mac-Lane como Turner sabían perfec-
tamente que violaban varios preceptos de la ley
internacional, pues los buques conservadores es-
taban ya en aguas mexicanas^ en las que no po-
dían ejercer ningún acto de jurisdicción ni de so-
beranía naves extranjeras; aun cuando las de Ma-
rin no hubiesen izado bandera, las de Turner no
estaban en el caso de ir á exigirla (1) pues eso
correspondía á autoridades ó buques mexicanos;
el papel del "Savannah," del "Saratoga" y de-
más buques de los Estados Unidos se reducía á
estar á la espectativa de los acontecimientos, á
dar protección á sus nacionales en caso dado, y
á guardar una "netitralidad imparcial con am-
bos partidos de la guerra civil en México" (2) co-
mo la guardaban en esos momentos las escuadras
española, francesa é inglesa ancladas en Vera-
cruz.
(1) Que ni la exigieron, según tendremos ocasión de
ver.
(2) Palabras del Procurador Black en el Pcdimcnlo va
citado.
- 16 ~
El cargo que i-esulta á los altos funcionarios
juaristas, ó más bien, al mismo Don Benito Juá-
rez, es evidente: no sólo permitió que en el terri-
torio nacional una armada extranjera ejerciera
actos de jurisdicción, sino que él mismo urgió, pre-
paró, instigó, á esa armada para que se apode-
rase de dos buques, uno ya totalmente mexicano
pues había cambiado de nacionalidad con arreglo
á las leyes vigentes y pertenecía á un gobierno
con tantos títulos ó mayores'que el suyofel gobier-
no conservador, que ocupaba la capital de la na-
ción, imperaba en gran parte de ella yestaba reco-
nocido por la mayoría de las potencias extranje-
ras que sostenían relaciones diplomáticas con Mé-
xico.
Además de que permitió hi captura dejó que
subordinados suyos, ó por lo menos gentes que lo
obedecían como el Gral. Llave, se embarcasen en
los buques norteamericanos; el comisionado Wad-
worsth dice á este respecto: "Tres días después
el Comandante Turner con la ayuda del "Indiano-
la" y el "Wave," dos vapores que se obtuvieron
en Veracruz y que estaban al servicio del Gobier
no de Juárez y con la nyitda de un niUnero de
altos funciottarios mexicanos a dordo de dichos
VAPOKES, capturaron al contra-almirante Marín."
Entre las personas notables embarcadas, se
encontraban el Sr. D. Domingo Goicuria, propie-
tario del "Indianola;" el Coronel D. José Oropeza
y el General D. Ignacio de la Llave, que quedó
ligeramente herido, según veremos.
- 17 —
Duro 63 aplicar un calificativo como el que
veamos á estampar; pero cuando ese resulta me-
recido, despiíes de estudiar fríamente los hechos,
no se debe retroceder en decirlo: Juárez, llaman-
do á Jerwis para que lo ayudase á librarse de sus
enemigos, cometió un grave atentado contra la
independencia y la dignidad de México, permi-
tiendo que el extranjero apresase á mexicanos, y
que ejerciese actos de jurisdicción en el territo-
rio nacional.
Y nada puede atenuar este calificativo: Juárez
llamó á los norteamericanos nada más para sal-
varse él y para salvar á su partido, que hubiera
quedado perdido conlatoma de Veracruz: no envió
al «Saratogaí> á que persiguiese á los buques con-
servadores, sino únicamente á que los capturase
en el punto donde estaban desde hacía horas an-
clados; y á título de que había declarado piratas
á las naves de Marín, instigó al capitán Jerwis á
que cometiese un verdadero acto de piratería.
El atentado aludido se llama en derecho trai-
ción á la patria^ y en vez de que pueda atenuar-
se en algo, dadas las circunstancias que concu-
rrieron en el asalto que vamos á ver, se agrav
ese atentado, ese delito, con el de piratería, co-
metido por el "Saratoga" a! abordar al "General
;\Iiramon" y al "Marqués de la Habana," de la
manera como lo hizo.
Por último, si'se tiene en cuenta que Juárez era
una persona instruida en la ciencia del derecho,
un abogado que debía su posición á sus conocí.
Episodios hiilCrico5. — 3
— 18 —
mieutos'profesionales, se'acabará de comprender
que su conducta no tenía disculpa de ninguna
clase.
III.
Con la^órden¿recibida de su]superior, el Coman-
dante Turner salió de Veracruz, á las ocho de la
noche del día 6 de Marzo, con los vapores «India-
nola:' y cAVave,» remolcando á la corbeta «Sara-
toga-í de cuarenta cañones, y tomó el rumbo del
fondeadero de Antón Lizardo á donde sabía que
estaban anclados los buques de Marín.
Las escuadras francesa, española é inglesa sur-
tas en Sacrificios, al ver el movimiento délos bu-
ques norte-americanos, izaron sus faroles de si-
tuación como una prueba de cortesía; pero aque-
llos, que salían furtivamente, cometieron una falta
no izando ninguna luz para corresponder á aque-
lla manifestación tan en uso en las costumbres
marítimas.
Entre tanto el "General ^Miramon" y el "Mar-
qués de la Habana" habían fondeado en Antón
Lizardo desde las cinco de la tarde y en seguida
el contra -almirante Marin envió un bote al punto
designado de antemano por una bandera'y em-
barcados en él los señores Luis \'alle y Francisco
Canal, Jefe de Escuadra y Capitán de fi-agata res-
pectivamente, llegaron al "Miramon" donde co-
municaron instrucciones de! general Robles á
Marin y convinieron en la manera óc abanderar
mexicano al "Marques de la llal aua" de cuyo
— 19 —
mando debía encargarse^al siguiente día el ca-
pitán Canal: así como de descargar las municio-
nes que traían los vapores. Como hubiera indi-
cios de norte, regresaron á tierra este señor y
Valle, quedando envolver al siguiente día y Ma-
rín tomó sus precauciones para pasar la noche.
"A eso de las once y media de ella (1) el oficial
de guardia dio la voz de avistarse por la popa al-
gunos buques, á cuya noticia previne inmediata-
mente que la tripulación se pusiese en sus respec-
tivos puestos; que se activase el fuego de la má-
quina y que se levase el ancla con violencia." (2)
Marín creyó que los que llegaban á su encuentro
eran el "Wave" y el "Indianola," pertenecientes
al Gobierno juarista, pues él ignoraba que hubie-
ran vuelto á ser norte-americanos y no pudo sa-
lir desde luego de su error, pues "cuando el capi-
tán Turner se aproximó al "Miramon" y al "Mar-
qués de la Habana," ni la "Saratoga" ni el "In-
dianola" ni er'Wave" llevaban sus banderas des-
plegadas; no se dio voz ó señal, por las cuales el ca-
rácter nacional de los buques que se aproximaban
pudiera ser conocido por persona alguna á bordo
de los otros buques^ ni se hizo conocer de ningu-
na manera el objeto de la visita del capitán Tur-
ner sino hasta después que tuvo efecto la captu-
ra." (3)
Levadas anclas, el ".Miramon" se puso en mo-
(1) Parle oficial de ¡Marin al Mini'íterio de Guerra, fe-
chado en Nueva Orleans el 11 de. Abril de 1860.
(2) Zamacois dice que Marin subió á cubierta sin za-
pnto5. FíisTORiA. Tomo XV. páff 370.
(i) .-Vlegato del Procurador srcncral, ya citado.
- 20 —
vimiento,pues esperaba ponerse en franquía, y ya
en alta mar fácil le hubiera sido"echar^á pi-
que al «.Indianola» y al «Wave» y escaparse del
♦Saratoga;'. cuando el cSaratoga» que se halla-
ba como á una milla distante notó este movimien-
to «el comandante Turner ordenó al Teniente
Brysonque abordara ese buque. El Teniente Bry-
son lo persiguió, alcanzándolo, y cuando llegó al
habla con él no isó su bandeja, ni pidió al <¿Mi-
yaniowi que izara la znya. No comunicó la na-
cionalidad del "Indianola'^ ni requirió la del
"Miramon;" sino que le mandó que anclara. Esta
orden interpretada en español por dos personas,
se repitió por tres veces sin ser obedecida." (1)
Marin, en este punto dice, explicando su con-
ducta: "El infrascrito, sabiendo que los vapores
"Wavc" é "Indianola" estaban al servic'o y orde-
ños del Gobierno de Veracruz y suponiendo que
remolcaban lanchas armadas por dicho gobierno
para atacarle, ordenó levar lanchas y activar el
fuego de la máquina." (2)
"Se le disparó también, — continúa el Procura-
dor Black, — un cañonazo por delante de la proa.
Después déla última orden, el "Indianol:,." recibió
un disparo de canon del "Miramon" (?>) que fuO
inmediatamente contestado, continuando el com-
bate por algún tiempo hasta que ambos buques
•ncallaron y se rindió el «Miramon.'»
El contra almirante Marin afirma asimismo qui-
(1) Id., iJ.
(.2) Protestado ISlaiin, tcvliada i ii Xucva Orlcais
27 de Marzo de IS50.
[3] Esle disparo iuc hecho ¡ht el Capiían Manos.
- 21 -
repelió la fuerza con la fuerza, nada más que h
ce una ligera variante á la narración del Pro
rador. cMi deber como comandante— dice en el parte
que rindió al Ministerio de Guerra,— de las fuerzas
que estaban á mi mando, por una parte y la de-
fensa natural por la otra, me ponían en el caso
de contestar á ese ataque alevoso, inesperado y
hostil con que se quiso, sorprenderme, ordenando
que los cañones del vapor de mi mando contes-
taran al de los buques agresores, pero como á la
vez haciendo uso del anteojo para cerciorarme
qué número de lanchas eran remolcadas, viese
mejor un buque de tres palos por la proa de uno
de los míos, esto me dio á conocer que en"vez de
lanchas, tenía yo al frente una corbeta de^guerra
de los Estados Unidos.
íEl Exmo. Señor Ministro de Hacienda prévía-
menteme habíacomunicado que á pesar del rumor
de que los norte-americanos tomaran parte en nues-
tras desavenencias políticas, (1 1 el Exmo. Señor
Presidente se resistía ú creerlo, considerando tal
[1] No solamente ese rumor lo sabía Marin por comu-
nicación oficial; en carta que tenemos á la vista se nos
dice por persona que estaba al tanto de los sucesos: cEs-
tando yo en la Habana A la sazón que el Gral. Marin se
ocupaba en la compra de barcos, etc., para el Gobierno
de Miramon, recibí yo carta de mi amigo X, residente en
Veracruz en que rae decía: «La escuadra de Marin está
«condenada ya. Hápralc saber cómo andan las cosas; no
«sea que sus barcos varen ó zozobren. >
"Pero desgraciadamente Marin, á quien mostré en la
Habítna la carta, creyó, como me lo dijo, que los ameri-
canos no se atreverían á mezclarse en la cuestión y me-
nos A cometer actos de hostilidad en afruas mexicanas.
"L-;n vano le objeté yo que una Nación rica v fuerte se
.Ttreve á cuanto le da la'tfana connaciones débiles. A\ fin,
llegado el caso, lodo so arregla con una indemnización en
dinero, y algunas salvas v saludos. •
- 22 -
acto como una escandalosa violación de la neu-
tralidad y del derecho de gentes; que en tal su-
puesto, tomara todas las precauciones necesarias
para evitar un choque que ocasionase un nuevo
conflicto. De acuerdo con tales indicaciones debí
disponer, como lo verifiqué, cesasen los fueg'os en
el acto, prefiriendo la posición pasiva y respetuo-
sa con las naciones amigas, á un insulto bárbaro
de consecuencias tanto más g'raves y escandalo-
sas cuanto era la superioridad del enemigo en to-
dos sentidos contra mis débiles fuerzas.»
Cabe aquí perfectamente ocuparse de la cues-
tión relativa á la bandera del «Miramon,» que ha
sido uno de los puntos discutidos.
Al fondear en Antón Lizardo, es indudable que
Marín hizo alguna señal por medio de banderas
para ponerse en comunicación con el general Ro-
bles, aunque no ha de haber izado la bandera del
palo maj'^or que sólo se reserva para ciertas oca-
siones^ aunque según nos ha referido un testigo
presencial, al llegar á ese fondeadero, el pabellón
fué izado y al ser arriado á la hora de prevención
se le hicieron los honores de ordenanza; toma-
das sus precauciones para pasar la noche, no pen-
só ni debía hacerlo, en la bandera; pero al reco-
nocer, después de los primeros cañonazos al "Sa-
ratoga," debe haber tomado alguna medida para
que este buque cesase de hacer fuego, además de
la suspensión de las hostilidades de su parte.
Así como más adelante enarboló bandera blan-
ca, según veremos, es probable que enarbolase la
- 23 —
/■
mexicana en un principio, como el «Marqués de
la Habana» enarboló la suya: además no falta au-
tor que diga (1) y se nos ha repetido por un tes-
tigo presencial,'que un timonel fué a poner la ban-
dera, cuando acababan de matar á los otros dos
y que bajó con el pabellón cuando el *Miramon>
no pudo ya ponerse en franquía ni defenderse por
haber varado \ estar atracado ya á uno de sus
costados el dndianola.»
Lo más raciona], pues, es creer que sí fué izada
la bandera mexicana en el tlMiramon,^ aunque no
fuese abatida por los marinos norte-americanos, su-
puesto que fué quitada por el timonel antes de que
aquellos pisasen el buque: pero de lodas maneras
el insulto quedó hecho á México, y jamás podrá
justificarse de él el partido que dio margen á ese
pirático asalto.
En él quedaron heridos de parte de los }-ankees
el General D. Ignacio de la Llave y algunos ma-
rinos: en el «Miramon» perecieron tres timoneles
y varios marineros, quedando heridos el práctico
D. José María Flores y algunos hombres de la
tripulación.
La herida del práctico acabó de iiacer desespe-
rada la situación del "Miramon," pues este señor
era el único que conociendo bien la costa, podía
sacar al buque de aquellos lugares; pero imposi-
bilitado por la herida, de dirigir el movimiento del
(1) Zajíacois. Historia ele México. Tomo XV, pájfi-
BJ1377.
— 24 -
buque^ éste no tuvo más remedio que permanecer
inmóvil.
No comprendiendo el teniente Brj^son la causa
de haber cesado el fuego del "Miraraon," ó que-
riendo más bien echarlo a pique, aprovechándose
de la impunidad, se le acercó y continuó su ata-
que de una manera más vigorosa y decisiva.
"En el estado en que se encontraba varado el
buque, — continiia el contra almirante Marin — uno
de los que me hostilizaban, que después supe era
el "Indianola," atracó al costado, haciendo un
fuego de artillería y fusilería tan nutrido, que ma-
nifestaba desde luego la intención de echarnos á
pique.
"Xo quedándome absolutamente recurso alguno
de defensa en tan crítica situación, y á la intima-
ción de rendirse, se contestó con una bandera
blanca, á cuya señal los agresores saltaron inme-
diatamente á bordo, armados los unos de fusiles,
otros con espadas de abordaje y algunos con pis-
tolas, solicitándome por mi nombre."
Momentos antes de izar la bandera blanca, to-
davía algunos marinos del tMiramon,» que^veían
con disgusto que iba á rendirse sin combatir, dis-
pararon sus fusiles, hiriendo á varios tripulantes
del «Saratoga.»
Conducido Marin á la cámara donde estaba el
comandante Turner éste interpeló á aquel de una
manera altanera, haciéndolo responsable de la
sangre americana vertida, y lo acusó de haberlo
- 25 -
hostilizado, no obstante que los norte-americanos
eran los agresores.
"Me permitirá vd.— agrega el señor Marín en su
parte— le haga observar que premeditado y dis-
puesto muy de antemano el ultraje por la facción
de Veracruz (li antes de mi salida de la Habana
previniéndose mi captura y la de los buques de
mi mando como piratas, en combinación con las
fuerzas navales de los Estados Unidos, mis razo-
nes, por justas y concluyentes que fuesen, no de-
bían librarme del tratamiento tan duro, inicuo y
humillante como el que se me ha hecho sufrir."
En efecto, capturado el buque, y prisioneros to-
dos sus tripulantes, fueron trasportados ;í bordo
del «Saratoga», donde se les dio un§trato duro é in-
digno. Al contra-almirante Marín se le fpuso pre-
so, primero en su cámara, en compañía de sus hi-
jos, Julio y Francisco^ jóvenes de 14 y 16 años de
edad, que no estaban en el servicio y que arsi-
guiente día debían desembarcar é ir á reunírse^con
su familia residente en Jalapa. Tenía centinelas
de vista, no se le permitía comunicar con nadie y
[II Referente ú esto, en la carta á que hemos aludido
ilntes sr nos dice que Turne r había asistido ¿I un ban-
quete que Llave y otros personajes le dieron en el Ho-
tel de Diligencias, en celebración del compromiso que
aquel había contraído, mediante la (rratiticaciún de cua-
renta titil p_e=iOf: que le dieron, de salir a buscar los barcos
de Marin é intimarle que si emprendía hostilidades con-
tra Veracruz, !a escuadra americana tomaría medidas
para impedirlo. Del tinor de la carta de X se deduce
que Jeewis, el sciiioi-'officcr, 6 sea, comandante de la flo-
ta americana en Verdcruz, no tomaba parte en el plan
concentrado con Turneri y que el objeto de éste era sim-
plemente impedir que se liostilizara O bloqueara á Vera-
cruz,
Epiíoáios hjsr»ricos.— 4,
— 26 -
estuvo pi-ivado de alimentos por más de treinta y
seis horas.
Los marinos 3- soldados norteamericanos se en-
tregaron desde luego al saqueo del cMiramon":
robaron el reloj de JMarin^ el tabaco, rompieron
las botellas de vinos, poniendo intransitable el pa-
so de la cámara de éste y fracturaron los baúles
y cajas de los marineros, tomándose el dinero y
alguna ropa de la que contenían.
En cuanto al "Marques de la Habana" no había
salido mejor librado.
IV
El capitán Arias, del "Marqués de la Habana,»
al notar la aproximación de Turner, formó sus
hombres sobre cubierta y enarbolú su pabellones-
pañol antes del primer cañonazo, cre)'endo, y con
justicia, que con esta señal se libraría del ataque
de los norteamericanos. Pero no fué así, pues ape-
nas atacado el «Miramon", la "Saratoga" dirigió
una andanada de proyectiles sólidos y huecos y
metralla sobre el vapor del capitán Arias, la que
mató á un marinero é hirió á otro de gravedad.
No teniendo la suficiente gente el "Marqués de
la Habana", y creyendo no poder luchar con la
corbeta norteamericana, permaneció quieto aquel
y entonces se apro.xiraó á él la "Saratoga" é in-
timó á Arias que pasasase á bordo, siendo desde
-21 -
luego obedecida esta intimación; el capitán Tur-
rer, que se hallaba sobre cubierta, con su gente
en su lugar, en zafarrancho de combate, y sobre
toldilla 26 hombres coa pistola y fusil cada uno,
apellidó de pirata á Arias. Este, justamente indig-
nado, contestó que pirata era el que no izaba ban-
dera alguna y que la suya ondeaba en el palo más
alto del "Marqués de la Habana", en tanto que el
"Saratoga" no tenía enarbolada ninguna; que po""
lo mismo, allí el pirata era el que no había larga-
do ningún pabellón, atacaba á un buque sin mo"
tivo y mataba á su tripulación.
Esta altiva y merecida respuesta quedó sin con-
testación y el capitán Arias volvió á su buque,
que quedó prisionero; la bandera española fué
arriada poco después por marinos americanos,
pues los españoles se rehusaron á ello.
Al día siguiente 7, volvieron á Veracruz la cor-
beta "Saratoga" conduciendo preso al "Marqués
de la Habana": el vapor español no llevaba ban-
dera de ninguna clase c iba remolcando á la cor-
beta: entraron al puerto á eso de las doce del día
y al pasar junto á los bergantines de guerra es-
pañoles "Habanero" y "Alcedo" surtos en Sacri-
ficios, los tripulantes del "Marqués de la Habana"
saludaron á sus compatriotas con los gritos de
¡Viva España! ¡Viva Isabel II! y otros.
Los vapores «Wave" é "Indianola" quedaron
en Antón Lizardo, vigilando y ayudando para que
el "Miramon" fuera puesto á flote; y reponiéndo-
se ellos mismos del combate, pues el "Indianola"
— 28 -
quedó atravesado'de parte á parte por el cañona-
zo disparado por el capitán Martos.
El Comándate Turner desembarcó luego para
dar parte de lo ocurrido ai capitán Jerwis; al mis-
mo tiempo lo hicieron el comandante del bergan-
tín español "Alcedo" el del bergantin francés el
«Ollivier" y el de un vapor de'guerra inglés á fin
de protestar enérgicamente, en unión de los cón-
sules de susTCspcctivas naciones, ante Jerwis, por
el atentado que contra las leyes internacionales
habían cometido los oficiales y marinos de los Es-
tados Unidos.
De pronto esta protesta no dio gran resultado
y hubo necesidad j' de repetirla más tarde y de
una manera más solemne, según tendremos oca-
sión de ver.
El regocijo que los juaristas tuvieron al saber
la captura de los buques de Marin~ fué inmenso:
Turner fué obsequiado de todas maneras; el Gui-
llermo Tell, periódico de la localidad, no se can-
saba de comentar el suceso que al momento fué
comunicado il todos los csmandantes juaristas de
interior; el periodista francés Rene Masson acon-
sejaba que los piratas fuesen ahorcados en los
palos de sus mismos buques, como se practicaba
antes; y si Marin y sus oficiales y subordinados
Imbieran sido desembarcados en Veracruz, la hu-
bieran pasado muy mal. Pero permanecieron á
bordo, los unos en Antón Lizardo en tanto que era
puesto á flote el «Miramon,» y los otros en Sacri-
ficios; el día 13, Marin y sus oficiales y tripulación
— 29 —
fueron traslacíados á la corbeta de guerra norte-
americana "Preble," así como la gente del "Mar-
qués de la Habana" y al siguiente día 14 ese buque
salió rumbo á Xueva Orleans con los prisioneros.
"Los tres días que permanecimos abordo déla "Pre-
ble" en el puerto de Veracruz — dice el capitán
Arias (1), — y durant'í la travesía de dicho buque
á este puerto, que duró doce días, hemos recibido
el trato más indigno que se puede imaginar: tal
vez no nos hubieran dado que comer si no hubié-
ramos embarcado para ese viaje parte del ran-
cho del vapor "Miramon." Luego que llegamos á
este puerto se publicó nuestro arribo, en los pe-
riódicos, de este modo: «Llegada de los piratas
de la Preble.^
El contra-almirante Marin, por su parte, ade-
más de ser llevado á la corbeta entre filas de sol-
dados armados, "fué puesto en una chasa en los
entrepuentes, donde se alojan los soldados y ma-
rineros, como si se trathse de los mayores crimi-
nales, guardando la misma incomunicación en
que antes estaba." (2)
Al siguiente día, lunes 26, en la tarde, los pri-
sioneros fueron trasbordados á un vapor remol-
cador, y desembarcaron en medio de un inmenso
concurso que no bajaría de diez mil personas: en-
tre filas fueron conducidos á la cárcel pública; el
pueblo de Xueva Orleans, atraído por la novedad,
[1] En carta tlirifíida con fecha 3'J de M.irzo de \S(ñ al
Diario de la Makix.\.
[:'! Parte oficií'.l di! Sr. Marii! ya citado.
-^ 30 -
siguió á los llamados piratas, en sileiicio y sin ha-
cer la menor señal de hostilidad. "Cuando llega-
mos á la cárcel, continúa diciendo el Sr. Arias,
era casi de noche, y como nada tenían preparado
para recibir como á unas ciento sesenta personas
que éramos, no tuvimos más alojamiento que es-
trechas prisiones ó sucios calabozos los pasajeros
y oficiales de los dos vapores, porque á la marine-
ría y gente de las máquinas se les destinó á gran-
des salones. Todo el mundo tuvo que dormir en
el suelo de su calabozo, porque las camas y de-
más objetos de equipaje quedaron en el vapor re-
molcador hasta el día siguiente."
El 27, mediante los buenos oficios del Sr. Ma-
ñero, cónsul mexicano, y la fianza de $3,000 que
otorgó el comerciante de aquella Ciudad, Don Jo-
sé S. Cucullu, salieron el Sr. Marín y sus dos hi-
jos, (1) teniendo la ciudad por cárcel; el primer
acto de este señor fué elevar una solemne protes-
ta en la que después de enumerar suscintamente
los hechos atentatorios á la dignidad de México y
á las leyes internacionales, protestaba:
«Primero.— Por habérsele acercido cautelosa-
mente y de noche, sin causa ni motivo, la corbe-
ta de guerra de los Estados Unidos «Saratoga» al
mando del Capitán Turner, de la marina de éstos,
011 unión de los vapores "Wave" al servicio del'
(".obicino de W-raciu/, y el "Indianola," mercan-
te que es sabido estar á las órdenes del propio
1 1 Tno (Ir 1' . ri';ilcs u n v¡\o in la aclualidad.
- 31 -
gobierno, estando él (el protestante) anclado en
un puerto de la República á que pertenece^ y por
habérsele hecho fuego estando México en paz con
los Estados Unidos, con notoria violación del de-
recho de gentes.
^^Segundo. — Por haberlo aprisionado con los
oficiales y tripulación: por habérseles traído á es-
te puerto de Nueva Orleans y habérsele tenido in-
comunicado durante el viaje.
'* Tercero — Por haberse apoderado de los vapo-
res que mandaba el que suscribe y habérselos traí-
do igualmente á este puerto.
^'Cuarto. — Por la mortandad y heridas causa-
das en su gente después de haber cesado su va-
por de hacer fuego y en momentos que no hacia
resistencia.
"Quiítío. — Por último, protesta el infrascrito
por la ultrajante manera con que fué conducido
con sus subordinados á la cárcel de esta ciudad,
á manera de criminales^ sin causa ni acusación
legal y habérsele detenido allí hasta hoy, sin ha-
haber queja alguna formulada."
El Sr. Marín, los oficiales y las ti-ipulacíones
fueron puestos en libertad los días subsiguientes;
el primero, no obstante, mediante fianza que dio
el mismo .Sr. Cucullu y antes de ocho días se le
hizo saber por medio de Mr. Pedro Soulé, antiguo
ministro de los Estados Unidos en Jladrid, y de-
fensor de los llamados piratas, que quedaban re-
levados de toda responsabilidad personal, que se
iban á cancelar las fianzas y quedaba únicamente
- 32 -
pendiente el punto de si los buques debían ó no de-
clararse buena presa.
Entretanto, el ejército de Mioimon, aunque fal-
to del apoyo de la escuadrilla y de los recursos
que ella le llevaba, continuaba ¡Vente á Veracruz-
Decidido á hacer la última tentati\-a, el 13 de Mar-
zo dio fin á sus disposiciones de sitio y se dispuso
para el asalto; pero queriendo antes buscar una
solución pacífica á la cuestión que dividía en dos
bandos á los mexicanos, su jefe envió una nota al
General Don Ramón Iglesias, invitando A Dou
Benito Juárez á un arreglo.
Míramon se manifestó en esa nota desprendido
y generoso; Juárez, en un principio, se mostró dis-
puesto á entrar en negociaciones: los comisiona-
dos de ambas partes (\) se reunieron en la casilla
número 2 del guarda del Ferrocarril: formularon
un proyecto de avenimiento cuyo principal artí-
culo era que sólo la nación pudiera resolver acer-
ca de los puntos que dividían á los mexicanos por
medio de una gran asamblea de notables de to-
dos los partidos; en la noche del 1-t volvieron á
tener otra junta los comisionados; pero en ella
manifestaron los de Juárez que éste estaba dis-
puesto á hacer sólo aquello que fuera compatible
con la Constitución de 18ó7, Constitución ala cual
debía el pod-'r, es cierto; pero que en aquellos
momentos, además de no regir, había sido una
(I) l^os comisionados de MiiMinoii iucron el Lie. D.
Isidro Ola/ V v\ militar L"). R.inioii Robles Pezueln, v los
dejuáic/, el (icncral D, Simios Degollado v D. José de
Kmpúian. ' '
— 33 -
de las causas principales de la tenaz guerra civil
que ensangrentaba el país. No fué por lo tanto
posible llegar á un avenimiento, porque las pre-
tensiones de Juárez implicaban nada menos que el
reconocimiento de la Constitución, de las leyes de
Reforma y de la autoridad que él se atribuía; por
lo tanto, los buenos deseos de Miramon quedaron
frustrados y en la tarde del día 15 de Marzo se
rompieron nuevamente los fuegos sobre la plaza
de Veracruz. Juárez y sus Ministros, para preca-
verse de cualquier incidente pasaron á habitar el
Castillo de Ulúa.
Algunos días duró el sitio sin que se llegase á
dar el asalto por la falta que hacían los buques
para estrechar las operaciones por el lado del mar;
no había que pensar pues, en el bloqueo y aunque
comprendiendo las desastrosas consecuencias del
paso, Miramon se decidió á levantar el sitio, y el
21 en la noche se llevó á cabo la operación, sa-
liendo el General en Jefe para México y quedan-
do en las Villas el General Negrete para vigilar
la plaza y tenerla incomunicada. Las operaciones
sobre Veracruz quedaron aplazadas indefinida-
mente y esto llenó de nuevos bríos á los jefes jua-
ristas.
Entre tanto, la captura del "General Miramon"
y "Marqués de la Habana/' daba margena nuevos
Estudios históricos.— 5.
- 34 -
episodios. D. Victoriano Suances, que mandaba
los buques de guerra españoles anclados en Sa-
crificios, protestó enérgicamente ante el capitán
Jervis contra el inaudito atentado de que fuera
víctima el "Marqués de la Habana" pues las ges"
tiones hechas por el comandante español para ob-
tener del norte-americano la devolución del buque,
no dieron resultado, porque Jervis alegaba contra
la verdad de los hechos, que el "Marqués de la
Habana" había hecho fuego contra el "Saratoga."
Damos á conocer algunos párrafos de esta pro-
testa, porque contienen reglas de derecho inter-
nacional y examinan perfectamente la conducta
de Turner:
"Pero si V. S. quiere partir de la resistencia
del buque español para justificar su apresamien-
to, yo hago desde luego concesión de ella, exi-
giendo de V. S. me manifieste qué lej', qué razón,
qué derecho tenían las fuerzas que V. S. manda
para encontrar aquellos vapores y exijir una su-
misión imposible después de la forma sospechosa,
de la manera oscura y de la arbitrariedad con
que procedieron á semejante acto.
"Al ser V. S. el primero en barrenar las leyes
reguladoras que establecen las formas del respe-
to mutuo que se deben las naciones entre sí, ha
perdido el derecho de considerar como ultraje á
la su3'a la consecuencia precisa que por faltar á
ellas bajo su responsabilidad ha provocado; y si
— 35 -
esos buques se resistieron á mano armada contra
una violación tan manifiesta é irritante, no falta-
ban al respeto del pabellón que V. S. enarbola,
aunque teníanderecho para hacerlo, puestg que
la corbeta "Saratoga" no respetaba tampoco el
español, que vio izado en medio del combate, ¡ti
menos el mexicano, cuyos derechos usurpaba]
protestaban, nada más, del acto que emanaba de
la arbitraria voluntad de V. S.
cXo es esto todo .Si eran las doce del día cuan-
do se presentaron esos buques CU5-0 origen sólo
V. S. quiso desconocer, y hasta las ocho de la no-
che no emprendió la "Saratoga" su expedición
para'reconocerlos, ¿en qué consistió esa dilación
incomprensible que ocultó los movimientos del
buque en la oscuridad de la noche? ¿Por qué, si á
todo trance deseaba V. S. aproximar sus fuerzas
á los vapores venidos, no moverlas de día, con la
claridad que ofrecía la atmósfera despejada de él,
para que supieran aquellos buques la nación que
se dirigía en su busca, y en consecuencia las me-
didas que debían tomar para no parecer culpa-
bles para con ella, como V. S. pretende inútil-
mente que lo han sido? Si los preparativos para
dar á la vela á la corbeta "Saratoga" remolcada
por vapores, retardaron tanto su salida que no
pudo efectuarla hasta las ocho de la noche, lo ra-
zonable, lo lógico, á no ser guiado por una inten-
ción conocidamente determinada, teniendo en cuen-
ta la misión que se le daba, y lo inesperada que
debía de ser^ sería dilatarla hasta el día siguiente;
— 36-
pero V. S. en su celo por la moralidad de estos
mares, cu^a policía no le incumbe, procuró no
retardarla y en este caso ni aun las medidas or-
dinarias y en continuo uso se cumplieron, envol-
viendo de esta manera la expedición en un velo
tenebroso que le dio el carácter que ha tenido: el
de una sorpresa á mano armada por imas fuerzas
que al efectuarlo conculcaron todas las leyes de
las naciones neutrales para presentarse parciales
y agresivas."
Esta protesta fué hecha á su vez por los envia-
dos diplomáticos de España, Francia, Gran Breta-
ña y Prusia, acreditados ante el gobierno de Was-
hington; así como por el Ministro deRelaciones del
Gobierno conservador, y el asunto presentaba muy
mal cariz para los Estados Unidos, cuyos buques
y marinos habían llevado á cabo el más descarado
acto de piratería que se pueda concebir; la prensa
norteamericana, para atenuar el mal efecto que lo
de Antón Lizard® produjo, se empeñó en querer
echar toda la responsabilidad al contra-almirante
Marín por no haber izado bandera al ser requeri-
do por la fortaleza de Ulúa; y alegando {ue él ha-
bía hecho fuego sobre los buques norteamericanos,
pero este empeño no era suficiente para justificar
la abominable conducta de Turner.
Marín en Nueva Orleans tuvo que luchar ade-
más de con las dificultades del proceso que se le
seguía, con las de atender á las necesidades de los
oficiales y marinos que estaban bajo sus órJeues,
expresó al Cónsul español la necesidad en que es-
- 37 -
taba de hacerle cargo de los tripulantes del "Mar-
qués de la Habaua" y ese funcionario ofreció ha-
cer lo posible para que aquellos fuesen reembar-
cados en buques españoles con destino á Cuba. (1)
En cuanto á los mexicanos, sufrieron mil escase-
ces con motivo dala falta de recursos y el Sr.
Marin^ empeñando su crédito particular, consiguió
mil pesos de Don Diego de la Lastra, de la Ha-
bana, con los que pudo socorrer en algo á sus
compatriotas. Pero este recurso era muy pequeño:
sólo Mr. Soulé cobraba diez mil pesos de honora-
rios por la defensa, y los sueldos de los tripulantes
importaban regular cantidad. El Gobierno conser-
vador, que no andaba muy holgado de recursos,
tuvo dificultades para hacer frente á estos com-
promisos^ así como para acabar de pagar el pre-
cio del "Miramon," con la remota esperanza de
que se le devolvieran los buques capturados.
En efecto, pasado el primer momento, la opinión
pública en los Estados Unidos se mostró favorable
á Marin y adversa á Turner: "Sin poder prever,
decía aquel (2) cuál será el resultado de tan extra-
ordinario juicio, puedo, sin embargo, asegurar á
V. E. que en la opinión de la parte sensata de es-
ta ciudad y déla de otros Estados de la Confedera-
ción, el hecho por sí solo nos justifica, condenan-
do á nuestros gratuitos agresores; por tal motivo,
abrigo la esperanza de que nuestros derechos sean
reconocidos, devolviéndose á nuestro nación, con
[1] Comunicación de Marin al Ministro de la guerra,
fecha 3 de Abril de 1860.
(2) Comunicación de 11 de Abril.
- 38 -
su propiedad usurpada^ el buen nombre que tan in-
justamente se ha pretendido mancillar."
"Yo supong-o, decía dos meses después (1), que
deben ser entregados (los vapores) con repa-
ración de todas las averias y con todo lo que con-
tenían en el momento de la captura; pero difi-
culto lo verifiquen en el acto .... ;por consig'uiente,
si no cuenti) con tiempo con estos auxilios tan in-
dispensables, temo que quede detenido el buque
sin que pueda salir de este detestable lugar, au-
mentándose por consiguiente mis padecimientos."
Por último, con fecha 26 de Junio, decía al Mi-
nistro de la Guerra el Sr. Marin (2): Tengo el ho-
nor deponer en el superior conocimiento de V. E.
que aj'er fué leída en la Corte la sentencia dada
por el Juez sobre la injusta acusación de los vapo-
res capturados traidoramente en Antón Lizardo la
noche del 6 de Marzo último, la que previene que
sean éstos devueltos en el estado en que estaban
y con todo lo que contenían en el momento de ha-
berlos tomado el capitán Turner, comandante de
la corbeta ".Saratoga."
Esta sentencia así como otras diversas constan-
cias que existen en los varios expedientes que
con motivo de tan ruidoso negocio se siguieron,
merecen darse á conocer á fin de que aquellas
personas que sin reñexionar ni estudiar, llamaron
pirata al Sr. Marin y se empeñaron en sostener
(1) ídem lie 11 iU\Iunio al Ministro de la Guerra.
(2) Todos estos ilocumcntos ei^an desconocidos para el
público, hasta hoy, que se nos han facilitado para escribir
esta obra.
— so-
que hizo bien el comandante norteamericano, en
atacar y capturar los vapores que se encontraban
en affuas mexicanas.
VI.
■ Logrado el principal objeto de salvar a Juárez
y evitar que Veracruz cayera en manos de los
conservadores^ los Estados Unidos no tuvieron ya
inconviente ninguno en dar una especie de satis-
facción á las naciones que habían protestado con-
tra el atentado de Antón Lizardo, poniendo en
libertad á Marín, Arias y sus subordinados y de-
jando que los Tribunales de la Federación decla-
rasen lo que era de justicia.
Desde el momento en que los Sres. Arias y Ma-
rin quedaron en libertad bajo de fianza á los po-
cos días de haber llegado á Nueva Orleans ylastri-
pulacioneslibres incondicionalmente, parecía que
la reparación al agravio inferido iba á empezar.
El Juez del Distrito Oriente del Estado de Loui-
siana residente en Nueva Orleans se avocó des-
de luego el conocimiento del negocio y llamó á
declarar á todos los tripulantes del "Miramon."
Las declaraciones de éstos no pudieron estar más
de acuerdo: ni la "Saratoga," niel Indianola," ni
el "Wave" llevaban sus banderas desplegadas, ni
se dio voz ó señal alguna por las cuales pudiera
venirse en conocimiento de la nacionalidad délos
buques que se aproximaban; los asaltantes hicie-
ron los primeros disparos poniendo á bordo del
— 40 —
«Miramon» dos granadas, una de las cuales rom-
pió el bauprés del buque.
El Comandante Turner quiso disculparse ale-
gando que el buque de Marin fué el primero en
hacer fuego, ase\rerac¡on que no prosperó, pues
en las declaraciones posteriores quedó en claro
ese punto; también dijo: que sabía que el «Gene-
ral Miraraon!> y el "Marques de la Habana" eran
ésos que pasaron frente á Ulúa, porque eran los
dos únicos buques entonces en aquellas aguas
que correspondían á las señas que de ellos tenía;
que esos dos buques, que se decía habían sido ar-
mados ilegalraente en la Habana con el objeto
de ejercer la piratería en las aguas mexicanas,
eran esperados en aquellas inmediaciones; y por
último, el cónsul general norteamericano de la
Habana, había dirijido á los comandantes de 1o^
buques de guerra de su nación, allí surtos, una
carta notioiándoles el armamento de dichos vapo-
res en el último puerto mencionado.
Esta declaración es muy importante, porque ella
pone de manifiesto que Turner sabía perfecta-
mente cuáles eran los buques que se vieron desde
Ulúa el día C de Marzo y el objeto con que llega-
ban á las aguas mexicanas; que por lo tanto, al
ir á Antón Lizardo no tuvo más mira que captu-
rar aquellos buques é impedir á todo trance que
coadyuvasen al sitio de Veracruz.
Marin por su parte probó plenamente el hecho
de la larga distancia ;'i que había pasado de Ulúa,
y alegó el derecho que le asistía para no ¡zar pa-
- 41 -
bellon al pasar frente á la fortaleza, no obstante
ser requerido, por tratarse de un enemigo, funda-
do en las Ordenanzas de marina, vigentes en las
principales naciones.
En tanto que estas diligencias tenían lugar, la
prensa norteamericana habíase puesto en gran
parte del lado de Marín; contribuj-eron á esta evo-
lución las circunstancias porque atravesaba la Na-
ción vecina, próxima á aventurarse en la gran
guerra civil de seseccion. El presidente Bucha-
nan, según dice un autor mexicano (1), al ser in-
terpelado en el Senado por lo de los buques de
Marín, aprobó la conducta de sus marineros; pe-
ro no así los tribunales federales de Louisiana
que en poco tiempo pusieron el negocio en estado
de sentencia.
En los días 11 y 12 de Junio del mismo año de
1860, fué la vista del negocio, y el 26 de ese mes,
el Juez Thomas H. Me Cabed dictó el fallo res-
pectivo; como es bastante largo no lo insertamos
íntegro (2) y sólo daremos una idea de él. Despue^
de hacer referencias á las declaraciones de Marín
y los suyos de una parte, y de otra á las de los
Tenientes Bryson y Kennard que mandaban el
"Indianola" y el "Wave/' 3'' sus subalternos^ entra
á analizar las pruebas de ambas partes y las dóc-
il) ViGiL. México á través dclo^ siglos. Tomo V. pág.
411.
[2] Aquellos de nuestros lectores que desearen conocer-
lo, lo encontrarán en el tomo 3' del "Nuevo Código de la
Reforma" delLic. Blas J. Gutiérrez, [pág. '.'5.] y en el Dia-
rio DE Avisos, de 26 de Julio de 1860,
Estudios históricos.— 6.
- 42 -
trinas legales aplicables al caso: asienta que es-
tando el "General Miramon" y el "Marqués de la
Habana" en aguas mexicanas, según quedó pro-
bado de una manera indudable, y no estando los
Estados Unidos en guerra con México, tenían tí-
tulo á todos los derechos que se reconocen á los
buques de las naciones neutrales: que los vapores
de Marin no habían ejecutado acto alguno osten-
sible que justificase las sospechas de hostilidad
que pudieran abrigar los oficiales norteamerica-
nos: que si bien los Estados Unidos habían reco-
nocido al gobierno de Juárez, las grandes poten-
cias de Europa continuaban reconociendo al de
Miramon, y que aunque era natural que la oficia-
lidad del capitán Jerwis tuviera simpatías por la
causa juarista, esa simpatía no justificaba cual-
quier acto que tuviera apariencias de interven-
ción en favor de una facción (st'c) hostil en con-
tra de la otra: que un acto como el que cometió
el Comandante Turner, sólo puede ser autorizado
por la declaración de guerra, y que esa declara-
ción únicamente es competente para hacerla el
Congreso de la Union.
Ocupándose del incidente de la falta de saludo
frente á Ulúa, dice ese fallo, que esa omisión sólo
podía demostrar falta de cortesía ó de deferencia
hacia los enemigos, pero que ello nada tenía de
sorprendente, porque entre beligerantes lo más
natural es esperar actos de hostilidad y de des-
confianza que de cortesía; y que aunque la cos-
tumbre ha establecido que se ice la bandera al
— 43 -
pasar por delante de una fortaleza, la falta á esa
costumbre no debe ser tomada por los neutrales
como una ofensa ó como un acto de hostilidad.
Que en cuanto á la circular firmada por el Ge-
neral Partearroyo, declarando piratas á los bu-
ques que Mariu compro en la Habana, nada sig--
ciñcaba para los neutrales, porque Juárez podía
declarar que sus enemigos eran piratas; pero que
los neutrales debían sujetar su criterio á las le-
yes vigentes sobre la materia y los norte-ameri-
canos á la acta del Cong-reso de 1819; «el mero
hecho de que fuesen enemigos del Gobierno de
Juárez no podría seguramente convertirlos en
Jiostes hiiniaai generis, y como tales en blanco
de las hostilidades de los buques armados de
todas las Jtaciones"; que no había razón fundada
para dudar que si en los términos de costumbre,
los buques de Turner hubieran pedido bandera á
los de Marín, acercándose aquellos á la luz del
día, con su bandera enarbolada, etc., éstos no ha-
brían tenido inconveniente en ¡zar la su5'a; pero
que el procedimiento empleado por Turner, de
acercarse cautelosamente, sin darse á conocer,
por la noche y como enemigo, fué tuipj'itdente y
jualavcnturado, y dio el mal resultado que ya se
conoce: que Turner tuvo la culpa de que el "Mi-
ramon» hiciera fuegfo sobre el "Indianola», pues
ejercía el derecho de legítima defensa.
Que "el derecho de registro y de visita que por
sus procedimientos parece que fué el que quiso
aplicar el comandante Turner, no puede ser apli-
» — 44 —
cado en tiempo de paz según lo previene la cita-
da acta de 1819:" que aunque el gobierno ameri-
cano reconoció á Juárez como el único Gobierno
legítimo de México, no reconoció derecho alguno
"ala escuadrilla para violar los deberes de neu-
tralidad para con México, y las dem5s naciones
batiendo presas ó efectuando capturas dentrode
una legua marina de las costas mexicanas."
Termina la sentencia, mandando que por "las
razones expuestas j-a por escrito y archivadas,
que los libelos de informes se desechen y que los
navios^ así como sus jarcias, aparejos, cargamen-
tos, etc. aquí detenidos, se devuelvan á los recla-
mantes y que habiéndose retirado la demanda so-
bre indemnización para entablarla ante otro de-
partamento, no se tomaba en consideración en
aquel fallo."
Esta larga sentencia pronunciada por un Juez
perteneciente á la misma nacionalidad que la
parte actora, envolvía la inás completa reproba-
ción á los actos atentatorios delvcomandante Tur-
ner y de paso no dejaba en muj^ buen predica-
mento á D. Benito Juárez y'sus ministros que ha-
bían autorizado esos actos.^Al mismo tiempo con-
tenía la rehabilitación del contra-almirante Ma-
rín, y la aprobación de su conducta en aquellas
difíciles circunstancias como militar y mexicano,
lavándolo de la mancha que apasionadamente se
quiso echar sobre el buen nombre de uno de los
«tiás entendidos marinos que ha tenido México, y
— 45-
que desde la época de la Independencia, había
prestado notables servicio á la Nación.
El fiscal de los Estados Unidos residente en
Xueva Orleans apeló del fallo anterior y el nego-
cio pasó á la Alta Corte de Justicia. El fiscal de
ella, (1) el Hon. J. S. Black, á quien tocaba cono-
cer, formuló su pedimento con fecha 28 de Julio
del año tantas veces citado de 1860. en un todo
favorable á la causa del Sr. Marin.
Vil.
A fin de que el episodio de Antón Lizardo que-
de completamente analizado á la luz del derecho
de gentes; de que personas preocupadas ó poco
conocedoras del asunto 3' de los principios de ese
derecho no vuelvan á ser inducidas á error; y de
que por último, no se escriban ni se den por hechos
ciertos, falsedades imperdonables, vamos á ex-
tractar las sólidas razones que el pedimento de
Mr. Black contiene; ojalá ellas sirvan para que
los que hasta hoy no han bajado un punto de pi-
ratas á Marin y sus subordinados, y dado la ra-
zón á Turner y á Juárez, rectifiquen sus opinio-
nes como con entera buena fe lo hizo el notable
compilador Lie. D. Blas José Gutiérrez, que tam-
bién participaba de la opinión del vulgo poco ilus-
trado ó mal intencionado. V queante la sentencia
del Juez Mac Cabed no tuvo empacho en confesar
[1] Procurador General de la Nación.
-46 —
que se había equivocado, aunque echando, nosa-
beraos por qué, la culpa al partido del justo ute-
dio 6 moderado, no obstante que toda ella es de
los hombres que gobernaban en Veracruz.
El Procurador Black empieza por decir que los
buques de Marin fueron difamados ante el Tribu-
nal de Distrito de. Luisiana; hace en seguida la
narración de los hechos, de acuerdo con lo que
quedó probado en autos: dice que aquellos buques
no hablan cometido una ofensa de ninguna'clase
contra el comercio ó los ciudadanos de los Esta-
dos Unidos y que se encontraban en las aguas te-
rritoriales de México al ser atacados[alevosamen-
te, y continúa así:
"10. Los dos buques capturados_«o eran real-
mente piratas ni /nerón enviados para expedi-
ción pirática alguna, pues se destinaban al ser-
vicio del Gobierno de Miramon, la legalidad de
cuyo propósito no tenían derecho de cuestionar
nuestros oficiales navales.
«11 La conducta, las maniobras y la aparien-
cia de estos buques no habían dado fundamento
claro y suficiente para sospechar que eran pira-
tas, pues la negligencia ó negativa de izar su
bandera cuando pasaban por frente del Castillo
en Veracruz, apenas daba derecho para tomarse
en consideración y la proclama del Gobierno de
Jnrírcs declarándolos piratas no era evidencia
legal ó moral del hecho qne aseveraba.
Preten.le disculpar la conducta de Jerwis y de
- 47 -
Turaer por falta de instrucciones, y continúa de
esta manera:
«Pero aquí la cuestión es: ¿qué responsabilidad
para con los dueños de los buques capturados asu-
mirá este Gobierno si aprueba los actos del co-
mandante Turner? Que esto se conteste por la
ley de las naciones y por nuestros propios Esta-
tutos.
«Un crucero de una Nación tiene el derecho de
conocer el carácter cacional de un buque extra-
ño que se encuentre en el mar, pero esto no es un
derecho perfecto. Su violación no puede castigar-
se con captura y condenación, ni aun con deten-
ción. Está convenido también, por todos los es-
critores de la materia, que este derecho de inves-
tigación (droit d' enquéte du pavillon), está suje-
to á ciertos límites bien definidos.
"1. La parte investigadora debe izar su bande-
ra ó de alguna otra manera hacerse ella misma
perfectamente conocida, antes que pueda pedir le-
galmente ese conocimiento del otro buque. Al
izar su pabellón ua buque de guerra, da aviso á
un extraño que desea conocer á que Xacion per-
tenece el último y éste debe contestar izando el
suyo propio. Esta es una señal que Ortolan dice
que puede interpretarse por las palabras siguien-
tes: "Je he dicho quién soy yo, qite sepa yo quién
eres túV
"II. Si esto se rehusa, el buque investigador
puede disparar un cañonazo sin bala que se de-
nomina por los escritores continentales ''le coup
- 48 -
d'assitratice,'' porque se tiene la intención de cer-
tificar la veracidad de la bandera izada, y asegu-
rar la buena fé de la investigación. En caso de
demora se debe disparar un cañonazo con bala por
laproa deldelicuente por víade intimación formal.
Una negativa obstinada puede crear ó confirmar
sospechas que justificarán las medidas todavía
más expresivas que se adopten con el fin de hacer
que el extraño descubra así su verdadero carác-
ter.
clll. Pero una medida maj'or que la bala de in-
timación que el Comandante de un buque de gue-
rra pueda tomar con la mtencion de asegurarse
de la nacionalidad de otro buque, debe ser á cos-
ta del riesgo que corre. Si al desconocido se le
arresta, perjudica y captura y resulta ser un pi-
rata, todo está muy bueno; pero si tiene un dere-
cho iegal para navegar por los mares, el perjuicio
debe repararse, no importa cuál sea el fundamen-
to de la sospechfi. JVi el oficial defensor ¡ti su
gobierno pueden alegar que rehusó isar su ban-
dera ó hacerse conocer de otro modo. En otras
palabras, su derecho para pasar stn ser moles-
tado depende de su carácter verdadero y no del
que erróneamente se le atribuyó, aunque su pro-
pia conducta haya causado la equivocación. Pue-
de influir sin duda en el monto de la reparación,
mas no en la legalidad del heclio.
«V. Cuando se interroga así á un buque, con-
testa, bien dé palabra ó izando su pabellón, cuya
- 49 -
respuesta debe toiuaise por verídica y se le debe
permitir que continúe su camino. El que interro-
ga no lo puede detener para cerciorarse con una
visita, registro ó de cualquiera otra manera.
«VI. Este derecho de investigación- v tde ejer-
cerse SOLAMENTE EX ALTA MAR. XingUIl oficial lltt-
vnl tiene el derecho de ir á tin puerto de tina Na-
ción con la cual su Gobierno esta en pas, para
preguntar la nacionalidad de un buque que esté
anclado allí. Si lo hace, la irregularidad en su
modo de proceder no le da derecho á una ros-
puesta y las medidas que emplee para obtenerla
con violencia, se considerarán como agravios.
«De lo expuesto se deduce que el Comandante
Titrner no se rigió por la lev de las Naciones
en las medidas que adoptó para cerciorarse de la
nacionalidad del "Mir.uuoii" y del ".Marq.iús de la
Habana." Obró mal desde el principio hasta el
FIN DEL ASUNTO.
"Se dirigió hacia esos buques cuando estaban
aiiclaáos en un puerto, sin largar su bandera, en
la oscuridad y en el silencio, n j dándoles el me-
dio de conocer quiéa era ci ó cuál era su propósi-
to y sin hacerles ning-una pregunta. Empero cuan-
do estuvo á distancia de una milla del "Miramon"
ordenó que no se viniera á voz con él ó se le ha-
blara, sino que se abordase. La manera ilegal y
el tiemii ■ de su aproximación al cMiramon,» la
ocultación de su inteniu y la orden perentoria de
Ifir^.ir ancla cuando intentaba escaparse, estaban
bien calculados para provocar el disparo reci-
EstuJios históricos.— 7.
— 50 -
bido por el "Indianola." Descargó una andanada
al "Marqués de la Habana," untes que éste hicie-
ra otra cosa que soltar su amarra y antes que se
le dirigiera una palabra de aviso. Cuando des-
cubrió la nacionalidad de ¡os buques, estaba
obligado d que redundara en beneficio de ellos
y haberlos dejado en paz; pero los retuvo tra-
3'éndolos á un puerto americano adonde se hallan
aún detenidos. Por todo lo cual se ve claramente
que el Comandante Turnar no trató de informar-
se respecto del carácter nacional de los buques
en cuestión, adoptando los medios adecuados á
ese fin, ni hizo el uso debido al conocimiento cuan-
do lo tuvo.
"El conjunto de este negocio parece más bien
un empeño para hacer una pesquisa que un ejer-
cicio del derecho sencillo é imperfecto de inves-
tigación. La orden de abordar al "Miramon," la
ocultación del propio carácter de la "Saratoga,"
la andanada descargada al «Marqués de la Ha-
bana,» el arresto de ambos buques cuando ha-
cían por escaparse, todo da al asunto aquel aspec-
to. No necesito decir que el dereclio de pesquisa
no existe en tiempo de paz.
"El libelo difamatorio que consta contra estos
buques en el Tribunal dei Almirantazgo de Nue-
va Orleans requiere su condenación como presas,
de acuerdo con el decreto de 2 de Marzo de 1819,
para proteger al comercio de los Estados Unidos
y castigar la piratería. Ese decreto autoriza "la
"captura ó condenación de cualquier buque ó bule
-51 -
"que haya tratado primero de hacer ó haya hecho
"una agresión pirática, una persecución, embozo»
"depredación ó secuestro." Ciertamente que no
hubo ni persecución, ni embozo, depredación ó
secuestro cometido ó intentado por estos buques
en contra del buque americano. Su objeto era es-
caparse. ¿Hubo alguna agresión? .Si así fué, con-
sistió en hacer fuego durante el combate.
"Para que se pueda considerar, en la órbita de los
Estatutos, agresión pirática el que un buque haga
fuego á otro, es necesario que la agresión sea la
primera sin ser provocada por ningún acto de
hostilidad ó amenaza por parte del otro. Se acusa
al «Marqués de la Habanas de haber hecho fuego
de fusilería á la cSaratoga;» lo que se admite ha-
ber ocurrido después que la ".Saratoga" le había
descargado una andanada completa.
"El "Miramon" antes de que se le hiciera fuego,
disparó un cañonazo cuyo proyectil tocó al "In-
dianola." El ^'Mirainon'^ estaba anclado en
puerto, d media noche y víó venir tres buques
extranjeros que se le aproximaban; dos de los
cuales habían estado al servicio de un enemigo
conocido. Nc se dio ninguna indicación de pala-
bra o por señal del propósito con el cual iban, ni
había razón justificada alguna para que hubieran
ido. Se TÍó en peligro de un ataque hostil, intentó
escaparse y se le ordenó que se detuviera de una
manera que claramente indicaba que se le obli-
garía á obedecer la orden por la fuerza. ¿Puede
decirse que el hacer fuego en estas circunstan-
— 52 -
cias, á su enemigo supuesto, es una primera agre-
sión que lo haga un pirata? Troquemos los pape-
les: Sí la "Saratoga" hubiera estado anclada y
una fuerza superior hubiera venido háciá ella, co-
mo ella lo hizo con el "Miramon" habría estado
obligada á someterse á la pesquisa sin resisten-
cia?
"Ciertamente si el caso se invierte la condición
legal de los buques mexicanos sería peor de lo
que es; y hay evidencia para decir fundadamente
que el Comandante Turner pretendió hacer pes-
quisa del "iMiramon" 3» es enteramente cierto qtie
lo engañó con embozo sin más antoridad que la
que dimana de la lev del mAs fuerte."
(Firmado) J.S. Black.
VIII.
Si el Gobierno de los Estados Unidos hubiera
sido completamente ajeno á los piráticos proce-
dimientos del Comandante Turner, ocasión era
aquelhi de demostrarlo, activando para que la
Suprema Corte de Justicia despachase pronto el
asunto y los buques capturados á Marín volviesen
al servicio del Gobierno conservador. Pero de-
muestra plenamente su complicidad en ese aten-
tado, además de la aprobación hecha por Bucha-
iian ante el Senado, de la conducta de Turner, la
indiferencia calculada con que dejó correr el
tiempo, cuando aún podían ser útiles esos buques
á la causa de Miramon.
En efecto^ en aquellos días Juárez aún perma-
necía encastillado en Verácruz; por causa de las
disputas entre Aramberri y Zuázua y la muerte
de éste, las tropas fronterizas no tomaban parte
en la contienda y sólo era temible González Or-
tega, que á la cabeza de nueve mil hombres se
acercaba por el Bajío^ se batía en Silao con las
tropas conservadoras, y quedaba vencedor debi-
do á la equivocación que sufrieron estas tropas.
Pero el general juarista, en lugar de marchar
directamente sobre México, donde había pocos
soldados, del que le hubiera sido fácil posesionar-
se }■ CU3-0 punto en un principio parecía el objeti-
vo de sus miras, pues se encontraba reuniendo
elementos de guerra en Querétaro y ocupaba con
sus fuerzas hasta San Felipe del Obraje, á los co-
medios de Septiembre se dirigió con catorce mil
hombres sobre Guadalajara donde se encontraba
el General Don Severo del Castillo.
No obstante esos elementos de que disponía la
causa juarista, á la noticia de que la escuadri-
lla de Marín ya estaba lista para continuar el si-
tio de Verácruz, los conservadores habríanse rea-
nimado y la situación política cambiado de aspec-
to. Pero esto no podía convenir á los Estados
Unidos, interesados en el triunfóle los liberales
y la^sentencia de la Suprema Corte tardó diez,
años en pronunciarse.
En realidad el recurso de apelación que de la
sentencia de primera instancia se interpuso, 'no
fué más que el resultado de la presión ejercida
- 54 —
por el juez II, C. IMilIs; de las instancias del en-
viado diplomático de Juárez, .Sr. Don José Maria
Mata, y de sus amigos ante el Gobierno de Was-
hington, y de las demostraciones de descontento
de los oficiales do la marina norte-americana^ al-
gunos de cuj'os miembros estaban tan tristemente
comprometidos por lo de Antón Lizardo y habían
sido tratados tan dura, pero justamente^ por un
Juez de su Nación.
Las personas sensatas d:- los Estados Unidos
mismos, convenían por unanimidad, en que esa
apelación no había sido más que i:n ardid político
puesto en juego para ganar tiempo y ver el rum-
bo que tomaba la guerra civil de ÍMéxico y ver si
se evitaba la profunda humillación á que el fallo
de un juez sometía al orgulloso gobierno y parti-
do demócratas que por todas partes sufrían con-
trariedades y que no querían dejar el poder que
por largos años habían tenido entre sus manos,
después de sufrir una herida tan profunda como
la que á su amor propio se infería, devolviendo
los buques capturados y haciendo caer sobre sus
servidores la infamante nota de piratas. (1)
A esas razones, y á esas sujestiones se debió
por lo tanto, que el "Marqués de la Habana" y el
"Miramon" no fuesen devueltos en tiempo opor-
tuno: el Sr. Mata supo encontrar el lado vulnera-
ble de los políticos norlc-amcricanos y una vez
[1] NQt;i oficial ik-l Sr. Marín al Ministro de Relacio-
nes Exteriores de la Ciudad de México, de fecha '.20 de
Agosto de 1S60.
encontrado no lo dejó de la mano, debiéndose á
él en gran parte, además de la interposición del
recurso de apelación, la demora que el asunto su-
frió en la Corte, con lo que consiguió que los bu-
ques en el raal estado en que les dejaron las ba-
las 3-ank?es, permaneciesen en Xueva Orleans y
no pudieran volver á asediar la plaza de Vera-
cruz.
Por aquellos días surgió un incidente, que co-
mo relacionado con lo de Antón Lizardo debe
aquí darse á conocer. Marín, al salir de la Haba'
na, obedeciendo las órdenes del Gobierno conser-
^vador y no pudiendo llevar en sus dos buques to-
dos los pertrechos de guerra que había contrata-
do, dejó arreglado que con posterioridad se le en-
viasen los demás; efectivamente á los pocos días
fué despachada la barca mercante española tCon-
cepcion:5, cargada de armas y municiones y que
ignorante de la captura de los otros buques, lle-
gó á las aguas mexicanas con tan mala fortuna
que incontinenti cayó en poder de un buque jua-
rista.
Conducida á Veracruz con su cargamento, el
juzgado de Distrito principió á instruir el corres-
pondiente proceso y retuvo presos á los tripulan-
tes de la "Concepción»; aquellos trámites eran los
naturales, sin embargo dieron margen á varias
contestaciones entre el gobieruo de Juárez y el
jefe de los buques de guerra españoles anclados
en Sacrificios.
El 3 de Agosto, el comandante Arias, de la fra-
- 56 -
gata "Bereng-iiela" en la que había llegado el em-
bajador español señor Pacheco, envió una comu-
nicación al gobierno juarista exigiendo que para
la una de la tarde del día 4 fueran puestos en li-
bertad los tripulantes de la barca "Concepción",
se devolviese ésta y su cargamento, se pagase á
los dueños del buque una indemnización por la
detención que éste había sufrido y se sahidn^e el
pabellón español en desagravio de la ofensa in-
ferida con la captura. En caso de que no se hicie-
se lo que pedía el comandante Arias, amenazaba
con suspender toda comunicación sobre el asunto
y con hacer responsables á las autoridades de
Veracruz de las consecuencias.
Tales exigencias nada tenían de justas, pues la
captura de la "Concepción" era procedente en
derecho^ así como el juicio que se le seguía.' el Mi-
nistro Kmpáran contestó al comandante Arias que
como el asunto se hallaba bajo el conocimiento
de los tribunales, sólo podía decirle que en cuanto
éstos lo fallasen tendría el gusto de comunicarle
él fallo: no se satisfizo con esto Arias y contestó
dando un plazo de veinticuatro horas para que el
gobierno de Juárez volviese sóbrela intimación
liccl'.a.
De ahí al bombardeo de Veracruz y Uliía por
los buques españoles no mediaba más de un paso
pues ni había razón para que Juárez cediese cuando
tenía la razon^ ni era creíble que el comandante
español, justamente irritado aún por la captura
del "Marqués de la Habana" hecha por instiga-
cíon del gobierno juarista, dejase de llevar al te-
rreno de la práctica las amenazas proferidas, aun-
que es dudoso que las escuadras inglesa y norte-
americana, cuyos comandantes eran notoriamen-
te adictos al partido liberal^ hubieran presencia-
do impávidas el bombardeo de Veracruz y Ulúa.
Lo cierto es que empezaron á tomarse precau-
ciones para resistir el ataque que se esperaba: en
la misma noche del día 3 se montaron unas trein-
ta y cuatro bocas de fuego en el baluarte de la
Concepción y en el castillo de Ulúa, y otras en el
fuerte de Santiago, desartillándose el de los Ge-
melos que no podía utilizarse para la defensa^ se
enviaron á Ulúa dos compañías del batallón de
Tiíxpan, el de Oaxaca, dos compañías de artille-
ros y una del fijo de Veracruz. Estos preparati-
vos causaron bastante alarma en la población 3'
una comisión de comerciantes se acercó al Pre-
sidente con el fin de dar un sesgo pacífico al
asunto.
D. Benito Juárez cedió en parte, poniendo en
libertad á media noche á los tripulantes de la
«Concepción», los cuales salieron al siguiente día
para la Habana en el vapor de guerra "Isabel",
que también llevaba la contestación de Juárez á
la intimación de Arias.
Algunos días después el Juzgado de Distrito
falló declarando buena presa la barca «Concep-
ción" y su cargamento; dado conocimiento del
fallo á Arias, éste se limitó ya á ponerlo en cono-
Estudios históricos.— S. .
— 58 —
cimiento del Capitán ge ncral dé la Isla de Cuba
y á esperar órdenes.
Así terminó el episodio, que pudo haber tenido
graves consecuencias para el partido juarista
L\.
No siendoya necesa'ia la presencia del Sr. Ma-
rín en Nueva Orleans para otras diligencias judi-
ciales, después de la sentencia de primera instan-
dia^ se dirigió este señor [I] á la Habana en es-
pera de la resolución que debía dictar la Supre-
ma Corte de Justicia de los listados Unidos. Ya
antes habían vuelto á Cuba los marinos del "Mar-
qués de la Habana > y gran parte de los del "Mi-
ramon."
Escogió Marín la Habana como punto de resi-
dencia, tanto por la mayor facilidad de comuni-
caciones con México que había ahí, como para
estar listo en cualquier momento dado que su go-
bierno necesitase de sus servicios; además, en
tal determinación influyó la circunstancia de que
las obligaciones contraídas por el Gobierno con-
servador para la compra de los buques y arma-
mentos debían de tener su cumplimiento ea aque-
lla ciudad y estar próximo el vencimiento délos
plazos. I. os pagos, como ya dijimos, se hicieron
con puntualidad, no obstante las penurias del Go-
bierno conservador, con intervención en la Haba-
na de D. Diego de la Lastra, antiguo cónsul es-
[11 Id, id, fechada en la Habana el .0 de Agosto de
1800.
- 59 — ■
pañol en Taiupico, y de la famosa casa dejecker'
establecida en México.
Durante los trámites del juicio, el "General Mi-
ramon" y el "Marqués de la Habana", quedaron
bajo la estrecha custodia y responsabilidad del
Marshall de Nueva Orleans, J. M. Kennedy; pero
este funcionario, ya fuese que recibiese órdenes
superiores para ello, como es lo más probable; ya
que temiese que el juicio dilatara por causa de la
guerra civil que todo el mundo consideraba inmi-
nente desde el momento en que se supo á ciencia
cierta la derrota de los demócratas en las elec-
ciones presidenciales, lo cierto es que para librar-
se de responsabilidades y evitar más gastos y
más deterioro de los vapores, pidió y obtuvo por
conducto de Mr. H. C. Mills el permiso correspon-
diente para proceder á la venta en pública subas-
ta, como es de verse en el auto pronunciado por
el Juez J. A. Campbell en 21 de Diciembre de. . . .
1860. En consecuencia, el "Writ of Venditione
Expenses^ se anunció en el Dalta, periódico neor-
leancs, señalándose para ello el 15 de Enero-
próximo.
No obstante la protesta que contra tal determi-
nación elevó el Sr. Marin, los vapores "General
Miramon" y Marqués de la Habana" fueron rema-
tados en la cantidad de .$31,329 S8 es. (1.) que se-
[t] Xo obstnnlc l:\s averías que sufrieron durante el
combate v en los nutv? meses cjiíe penrianecieron en
Nueva Orleans, la cantidad anterior fuú sin dud.i insigni-
licantc, pues según los documentos que hemos tenido A la
vista, el "Miramon'» costó $75,000 y el «Marqués de la Ha-
- 60 —
gún constancias existentes en el protocolo del
juzgado (1) se depositó en poder de dicho Juzga-
do. De esa suma, y contra lo expresamente deter-
minado en la sentencia, se mandaron pagar los
honorarios de los peritos valuadores, los del in-
térprete y otros pequeños. Estos últimos actos
fueron el colmo de lu serie de atentados cometi-
dos por los marinos y autoridades de los Estados
Unidos en este asunto, pues indudable es que es-
tando aún pendiente el juicio ante la Suprema
Corte, no era muy expedito para el Tribunal in-
ferior, di^pyner por sí y ante sí délos buques y
su cargamento, que de suponer es que estuvieran
ú disposición de la Corte. (2)
. Estalló la guerra civil el 12 de Abril, con el
bombardeo del fuerte Sumter en Charleston y la
retirada del General Beauregard, y siguió un lar-
go período de lucha que estuvo á punto de aca-
bar con la Union Norte-americana; durante este
tiempo, la Corte no falló, abstraída por negocios
baña" 850,000, además de lo frastado ''n armas, pertrechos
^- municiones, de que se apodcraroi. ios Esiados Unidos,
y que importó una suma considerable.
[\[ Minuta de 23 de Enero de 1S61.
(2] Para terminar de una vez la historia de esos dos
buques, agreírarcmos que durante algún tiempo estuvie-
ron sirviendo en la marina mercante, con bandera de los
Estados Unidos, hasta la Opoca de la jjucrra de diez años
de Cuba, en la que sp.crun una versión que corre con mu-
cha validez en la costa, el «Miramon» se dedicó A llevar
armas, 1 los ciibann^ rebelados, con el nombre de «Virgi-
nius». Su captura por el vapor de jiuerra espaiTol «Tor-
nado», dióle algruna celebridad por las dificultades que
surgieron entre España y Estados Unidos, y que estuvie-
ron & pique de ocasionar una ffuerra entie las dos nacio-
nes
- 61-^
más importantes; ha^ta 1870, época en que la re-
volución separatista estaba hasta olvidada y en
que Juárez nada tenía que temer de Miramon y
del partido conservador que había quedado ani-
quilado en el Cerro de las Campanas, fué cuando
la Suprema Corte de los Estados Unidos se acor-
dó del asunto de Antón Lizardo y en 2 de Junio
de ese año dictó su fallo, en el que después de exa-
minar ampliamente los derechos y alegatos de las
partes, confirmó la sentencia del inferior en es-
tos términos:
"Por las razones que oralmente se han expues-
to, se ordena, sentencia y decreta que el juicio
rendido por el Juzgado de Distrito el 25 de Junio
de 1860 por el cual se desechan los libelos de in-
formes }• ^(^ ordena la restitución de los buques y
sus cargamciilos á los reclamantes, sin costas, se
cumpla, lo cual se confirma por el presente, ha-
ciendo dicho juicio suj-o, este Tribunal."
Xo obstante los términos tan explícitos de este
fallo, no se iia cumplido aún con esa ejecutoria, y
todavía es eficaz y puede pedirse su cumplimiento.
-Como por esa época funcionaba en Washing-
ton la comisión mixta de reclamaciones, creada
en virtud de la Convención de 4 de Jul'o de 1868,
el Sr. Marín se presentó ante esa Comisión el 30
de Diciembre de 1870, exponiendo en un largo
memorial los hechos que hemos Jado á conocer,
enumerando las injurias y vejaciones de que fué
víctima, inferidas por funcionarios y militares nor-
te- americanos y las razones que tenía para exigir
- 62 -
una indemnización. "El memorialista hace presen-
te, dice ese documento, que su captura y prisión
en 1860 le impidieron dedicarse á toda ocupación
activa y echaron una mancha sobre su reputa-
ción, por lo cual se ha hecho acreedor á una par-
ticular y señalada indemnización. Expuso además
su salud y cree firmemente que produjo esto muy
mal efecto sobre su mujer, la madre de sus hijos,
hasta tal punto que cuando ella supo la noticia de
su prisión y se le dijo que el reclamante era un
pirata y que lo iban á ahorcar como á tal en
unión de sus hijos, se enfermó gravemente y poco
después murió.
"El memoralista dice además que el audaz,
inaudito y brutal tratamiento que individualmen-
te tuvo que sufrir de manos de los oficiales de la
armada Americana, que lo degradaron á los ojos
del mundo civilizado, é interrumpieron todas las
esperanzas de su vida le da un legítimo de-
recho para reclamar del Gobierno americano la
indemnización correspondiente, por cuanto los au-
tores de los ultrajes cometidos fueron oficiales en
servicio regular y activo de los Estados Unidos.
El reclamante pide que se le abone como tal in-
demnización la suma de 300,000 pesos, la cual es
un equivalente, en realidad poco adecuado, si se
consideran bien los sufrimientos y privaciones á
que se vio sometido en consecuencia de los expre-
sados actos de violencia de la escuadra America-
na bajo las órdenes del Comandante Turner, se-
gún queda explicado."
- 63 -
Probados plenamente los hechos, llegó el mo-
mento en que los comisionados pronunciasen su
fallo cuando 5-a el señor Marin había fallecido,
y aunque de común acuerdo desecharon ambos la
reclamación, importa conocer las razones que tu-
vo en cuenta cada imo de ellos.
El comisionado de México, Sr. Lie. Manuel Ma-
ría de Zamacona, fundó su voto en estas: "La
prueba demuestra y es de notoriedad histórica
que aunque un buque de la Armada Americana
tomó parte en la irregularidad de estos actos, la
PARTE PRINCIPAL FUÉ OBRA DEL GOBIERNO DE MÉXICO
QUE PREPARÓ LA CAPTURA DE LOS BUQUES EN CUES-
TIÓN É INSTIGÓ LOS PROCEDIMIENTOS CONTRA LOS QUE
LOS HABÍAN TRAÍDO
"El Gobierno que ocupaba á Veracruz en 1860
es considerado en la jurisprudencia de esta Co-
misión como el Gobierno legítimo de México, y
puesto que ese poder tomó mucha mayor parte y
RESPONSABILIDAD QUE LOS OFICIALES DE LA ARMADA
americana en los actos á que se refiere esta re-
clamación, ningún Gobierno de México tomará
esta reclamación bajo su protección. Puede ob-
tener más ó menos justicia por la vía legal ante
los Tribunales; pero la puerta de fundamento in-
ternacional le está cerrada, porque la República
Mexicana está impedida para tomarla bajo su
protección."
El comisionado de los Estados Unidos, señor
Wadsworth, por su parte dijo:
"Míramon fué fusilado por el Gobierno de Mé-
- 64 -
xico; pero el Contra-almirante de Miramon vive
y el Gobierno de México presenta aquí una re-
clamación contra los Estados Unidos de $300,000
por el arresto y prisión de dicho Contra-almi-
rante.
"Cuando se reflexiona que el Presidente Juá-
rez que iba á ser sitiado en Veracruz por el Ge-
neral Miramon por tierra y por el Contra-almi-
rante Marin por mar, urgió al Capitán Jerwis del
buque de guerra de los Estados Unidos "Sa-
vannah" que capturase á Marin que &e espera-
ba diariamente [véase carta del Capitán Jerwis
de Marzo 3, 1860] y que lo había declarado pi-
rata por un decreto, no podemos menos de sor-
prendernos con la pretensión de esta reclamación,
íín este lugar, por el Gobierno [1]
"Esta captura de la expedición naval, lieclia
por instigación del Gobierno de Juárez y desa-
probada por el Gobierno de los Estados Unidos,
fué, en el lenguaje expresivo del viejo Cromwell
UNA CORONADA MERCED Á JUÁREZ Y DE
BILITÓ AL GOBIERNO DE MIRAMON. El re-
[1] Esa sorpresa era, cuando menos, lont'-i. El comi-
sionado Wadsworth debía de comprender que no por el
mero hecho de que algún quejoso presentase una recla-
mación, ya.se suponía que la patrocinaba ti Gobierno res-
pectivo: presentada una reclíimacion tL-nia que tramitar-
se y resolverse, ya aceptándola, ya rechazándola. Du-
rante lodo el ti«nipo que funcionóla comisión mixta.no
se dió el caso de quf el comi>ionado de Míxico aceptase
una reclamación infundada; en camliio el de los Estados
Unidos acogió las de Weill y la Abra que no fueron más
que una gran estafa y aún no devuelven los Está-
tíos Unidos el dinero que recibieron.
— DO —
clamar ahora por la prisión y arresto de Marin
no es equitativo y no puede permitirse.
"Decido que el Gobierno mexicano está deteoi
do por sus propios actos. El Gobierno no puede
negar que I^Iarin fué un pirata después de de-
cretarlo así. Xo se puede quejar contra los Esta
dos Unidos después de haber ixstig.\do ilegal
MENTE á sus oficiales para arrestar á Marín y
MANDADO SUS ALTOS FUNCIONARIOS PA-
RA AYUDAR AL ARRESTO, y tal vezpropor-
'cionar el "Indianola" y el AVave^ para la consu-
mación del hecho.
"A no ser que el Gobierno mexicano pueda pre-
sentar una queja justa contra los Estados Unidos
por daños causados por los oficiales navales de
los últimos á su eneciigo rebelde Marin, no es po-
sible que éste pueda pedir aquí indemnización;
pues no puede presentar uaa queja.
'Los procedimientos son aquí entre los dos Go-
biernos; las decisiones son á favor de los gobier-
nos sobre la teoría de que han *sido^ perjudicados
por la violación de la propiedad en las personas
de sus ciudadanos. (1) No veo cómo^México pue-
de alegar tal perjuicio á sus derechos soberanos
sobre el arresto de un pirata !'2i cuyo arresto iu^-
[1] Si sólo bajo este concepto t-c; viera el .'asunto, 'Ma-
rín tenía derecho á que el Gobierno mexicano patrocina-
ra la reclamación, pero había la circustancia de que ese
mismo Gobiernofuó el instigador de ios hechos' causa de
la reclamación. '
['2J Wadworth olvidaba 'aU : plicar'! esta' palabra que
un tribunal norteamericano había absuclto i Marin del
tremendo cargo de pirata.
Estudioi histór¡cos.-9.
-- 66 -
tigó Y AYUDÓ Á ASEGURAR. En este estado del ca-
so es necesario preguntar silos oficiales navales
de los Estados Unidos á bordo de los vapores, se
justifican ó no por la ley pública arrestando á Ma-
rín (1) puesto que hasta donde concierne al Go-
bierno mexicano, se les autorizó y realmente se
les instigó para hacer la captura."
El señor Zamacona procedió con lógica al no
aceptar la reclamación de Marin, dadas las prue-
bas rendidas por los Estados Unidos, que pusie-
ron en evidencia la conducta de Juárez que fué el
principal autor de la captura de los buques con-
servadores; en cuanto al comisionado Wadworth
estuvo inconveniente en su dictamen en el que en-
contró ocasión de decir unos cuantos piropos á
Marin y al Gobierno mexicano.
Intencionalmente hemos sido parcos en nues-
tras apreciaciones sobre el atentado de Antón
Lizardo y nos hemos extendido en la publicación
de documentos; con este procedimiento y teniendo
en cuenta que esos documentos proceden de fuen-
tes nida sospechosas, se tendrá una idea clara y
exacta le que lo que sucedió en el fondeadero de
(') No se justificaroii, por «-I cuntrririo, se acieililaron 6
piratas 6 de venales, dcjáidose comprar.
— 67 -
Antón LizurdOj no fué tan «encillo como el par-
tido liberal quiere hacerlo aparecer.
Instigando á buques estranjeros para que en
aguas mexicanas apresaran unas naves, el Go-
bierno de Juárez permitió que la independencia, la
soberanía y la dignidad nacionales fuesen ultra-
jadas por soldados, oficiales y buques de los Es-
tados Unidos, traicionó á la patria supuesto que
atentó contra su soberanía, y la humilló llamando
á mercenarios extranjeros que le ayudasen y que
trataron con el más profundo desprecio á mexi-
canos; que derramaron sangre mexicana, pues
compatriotas eran los heridos que hubo á bordo del
"Miramon;" y los cuales extranjeros conservan
entre los trofeos quitados d México, las bande-
ras de este buque.
Creemos que con la publicación de este estu-
Eio, nadie se atreverá á negar, como hace poco
ha sucedido, que los juaristas tuvieron participio
en ¡o de Antón Lizardo; que esa inten'encioa de
Turner desbarató por completo los planes de Mi-
ramon (\) como lo confiesa una obra escrica por
un conocido liberal y dio gran ánimo á los juaris-
tas; nadie volverá á decir que Marin fué un pira-
ta y que el comandante del "Saratoga" obró bien;
no ha sido ese atentado una! arma de partido co-
mo han pretendido¿hacerlo creer los que ignoran-
do la verdad histórica ó abundando en mala fé,
(1) México (i íravÉá de tos siglos, 'lomo \'., pág. 141.
- 68 -
sólo han querido ver en él uu suceso insignifican-
te y sin grandes consecuencias (1)
No fué en Silao ni en Calpuláipam donde quedó
vencido el partido conservador sino en Antón Li-
zardo, y no fueron los soldados de González Or-
tega y Zaragoza los que lo derrotaron sino los
marinos á las órdenes de Turner.
El partido juarista, batido por todas partes por
Miramon, Castillo, Márquez, Xegrete, Robles, Cha-
cón^ etc., no tenía á principios del año de 1860
ninguna población de importancia y su directorio
se hallaba circunscrito á la plaza de Veracruz y
puntos inmediatos y no era reconocido más que
por los Estados Unidos. Por causa del tratado Mac
Lane-Ocampo que en esos días estaba pendien-
te de ratificación ante el Senado Norteamerica-
no, y del cual vamos á ocuparnos en las siguien-
tes páginas, la opinión pública en todo el país se
había declarado de- una manera muy uniforme en
contra de las doctrinas liberales que sólo produ-
cían como amargo fruto la. pérdida de parce de
nuestro territorio' y acaso la de nuestra Indepen-
dencia.
Para acabar de una vez con esas tendencia ^
patricídas y dar fin á la sangrienta guerra civil
que aniquilaba á la nación, sólo se necesitaba el
esfuerzo que hizo el Gobierno conservador para
[11 Este ESTUDIO fui publii-.idoen el periódico "El Tiem-
po,'" en 1895, y reproducido por otras publicaciones de los
Estados; no "obstante esa publicidad, nadie hasta ahor;!
[1897] hkcujprcndido la tarca de refutarlos.
- 69 —
estrechar el sitio de Veracruz por tierra y mar.
En circunstancias tan angustiadas para el parti-
do constitucionalista, el atentado que cometió
Turner y la decidida protección que le impartió
el presidente Buchanan, dieron la vida á ese par-
tido, y una serie de desgracias como la de Silao ó
defecciones como la de la caballería en Calpu-
lálpam, le abrieron las puertas de la Capital; pe-
ro no le dieron el triunfo definitivo, pues aún con-
tinuó la lucha.
Y profundizando un poco más se ve que los su-
cesos de Antón Lizardo tuvieron consecuencias
más graves de lo que pudiera creerse: ellos traje-
ron la intervención europea. Ellos pusieron de
manifi esto que las ideas de Buchanan expresadas
ante las Cámaras en su mensaje de 4 de Diciem-
bre de 1859 y las tendencias no disimuladas de los
demócratas sobre una intervención norteameri-
cana en México, ne se reducían á meras teorías
sino que empezaban á traducirse en hechos: An-
tón Lizardo y el tratado Mac-Lane hicieron ver á
laEuropa y álos conservadores amantes de su pa-
tria, que la independencia de México estaba ame-
nazada y fué entonces cuando se pensó en un re-
medio radical que salvase á la Xacion en peligro
y cuando se recordaron ciertas combinaciones ya
olvidadas.
El triunfo del partido demagogo y los desacier-
tos que cometió, precipitaron los acontecimientos
y determinaron laintervencion europea, que cuan-
do sea estudiada detenidamente en sus caussB
- 70 -
quedará demostrado plenamente que se debió al
partido liberal.
El nombre de Antón Lizardo quedará indele-
ble en las" páginas de nuestra historia como un
borrón para ese partido, que nada ni nadie podrá
desvanecer. (1)
(1) Numerosos fueron los comentarios que la prensa de
América, y Europa hizo del suceso, pero por más acerta-
dos que ellos fueran, resultarí¿in pálidos ante los docu-
mentos que hemos publicado y que hacen por completo
la luz en ese apunto. Foresta i-azon no hemos creído ne-
cesario publicar esos comentarios, puescon lo escrito bas-
ta para poder apreciar en todo sti alcance los sucesos
de Antón Lizardo.
i
EL TRATADO MAC LA.VE-OCAMPO.
í.
^X el año de 1859, México atravesaba per
una situación demasiado crítica: la gue-
rra de tres años ardía en el país y aun-
que no con la intensíJaJ que el año anterior y en
el siguiente, era bastante asoladora. El gobierno
emanado del Plan de Tacubaya^ y al que presta-
ban su apoyo los mejores militares del antiguo
ejército de línea que formara el General Santa-
Anna. había conseguido hacerse obedecer en la
mayor parte del territorio nacional. Los repetidos
triunfos de Osollo, Miramon, Márquez, Castillo,
Callejo^ Echagaray, Robles Pezu^la, etc., habían
aniquilado y desbaratado los ejércitos liberales
levantados á costa de grandes trabajos.
Las naciones extranjeras, siguiendo la regla de
conducta que se habían impuesto de reconocer á
los gobiernos de hecho, reconocieron sin excep-
ción al gobierno tacubayista que era el que más
elementos tenía para poder pacificar el país; y re-
cibieron á los enviados diplomáticos que éste acre-
ditó en diversas naciones.
Las únicas poblaciones de importancia que en
- 72 -
su poder tenían los juaristas ó constitucionalistas
eran: Morelia, donde el Gral. D. Epitacio Huer-
ta se había hecho fuerte; Veracru^, en la que
mandaba el Gobernador Gutiérrez Zamora y en la
que estaba refugiado D. Benito Juárez, y las de
los Estados de Nuevo León y Coahuila, donde
D. Santiag-o Vidaurri era una especie de cacique
absoluto. Después de las continuas derrotas de
los liberales, esos Estados iueron el núcleo en
donde se organizaban las expediciones que reco-
rrían los Estados de Zacatecas7San Luis Potosí,
Tamaulipas y otros; sin embargo, las fuerzas fron-
terizas nunca llegaron á penetrar hasta el centro
de la República y aun llegaron á no ser temibles
cuando estalló la desunión entre sus jefes.
El Gobierno que se daba el título de Constitucio-
nal lo ejercía el Lie. D. Benito Juárez, desde el
íl de Enero de 1858, en que subió á él en virtud
de haberle hecho entrega del poder Comonfort, al
ser desconocido por los jefes del movimiento de
Tacubaya á causa de su conducta débil. 'Juárez
con sus ministros no pudo establecerse en ninguna
parte, pues la expansión que desde un principio
tuvo el Plan de Tacubaya lo obligaba á andar
errante siempre, lo que le valió el apodo de la fa-
milia enferma: (1) no pudo establecerse en Que-
rétaro }'■ Guanajuato; llegó á la capital de Jalisco,
donde el pronunciamiento de una Jparte de^ la
guarnición puso en grave riesgo la libertad y la
[1] Este mote le provino de que Juárez y los Minis-
tros caminaban en una diligencia cuidadosamente cerra-
- /3 -
vida de Juárez y sus ministros; mas la presencia
oportuna de Landa, á la sazón que hablaba á_los
soldados amotinados D. Guillermo Prieto, los sal-
vó, (1) y Landa, no considerando suficientes susfuer-
zas para resistir al General Parrodi, que se acer-
caba, dejó en libertad al Gobierno liberal {2) que
tampoco pudo sostenerse y que eraig^ró á Colima.
Pero permaneciendo alli, se exponía á caer en
manos de los conservadores y á que acabara el
ficticio poder que ejercía y el que, si hemos de
creer á un modernísimo autor, (3) «se propuso
conservar toda su vida y jamás exponerse á peli-
gro alguno;" determinó por lo tanto pasar á Vera-
cruz, donde tenía el recurso de poderse comunicar
rápida y constantemente con los Estados Unidos;
invistió de facultades extraordinarias á D. Santos
Degollado, y se embarcó en Manzanillo el 14 de
Abril en el vapor "Estins/' llegando á Panamá el
18 del mismo mes.
El hombre que representaba la legalidad consti-
tucional, debía, siguiendo los preceptos del Códi-
go que pretendía ' sostener, haber permanecido
da V custodiada; cuando alsrunas personas se acercaban
en feusca de noticias de México, se les contestaba que iba
una familia enferma y que no se le podía hablar.
(1) Este suceso'cada día se relata desfigurándolo más
las obras qucla refieren. Uno de estos estudios lo dedica-
remos á ese acontecimiento.
[2] El premio que de esta acción recibió eÜCoronel
Landa, fué que se le fusilara por orden de Zuazúa cuan-
do este Jefe ocupó á Zacatecas.
[3] J. A. R'E\r.^.—Xocioites Elementales de Historia
Patria. Páp. i05.
Estudios históricos.— 10.
- 74 -
siempre en el territorio mexicano; pero éi no lo
juzgó así y rompió todos sus títulos, permanecien-
do algunos días en tierra extranjera. No sabemos
por qué razón hasta ahora ningún escritor ha fija-
do su atención en esta circunstancia tan impor-
tante, que dejaba sin jefe al partido liberal, y que
reducía á lanada la personalidad política deD.Be
nito Juárez: desde el 11 de Abril de 1858 dejó de
ser Presidente Constitucional al abandonar las pla-
jeas y las aguas mexicanas; el único jefe que que-
daba era D. Santos Degollado, el que á su vez
delegó facultades en Vidaurri, éste las pasó á
Zuazúa, Zuazúa á un tal Aranda, casi desconocí,
do, de manera que la llamada legalidad ejercida
por un Presidente, fué derivando y declinando
hasta llegar á manos de un simple jeíe de gue-
rrillas ó de un general sin soldados, como le su-
cedió varias veces .i D. Santos Degollado.
El gobierno constitucional desapareció, pues,
de hecho y derecho, y el único legítimo que que-
dó fué el emanado del plan de Tacubaya, que era
reconocido por la mayoría del país y por las po-
tencias extranjeras: los llamados juaristas eran
simples disidentes sin jefe ya; cuando Juárez y sus
acompañantes, después de haber navegado en las
aguas de cinco naciones y de permanecer ó cru-
zar el territorio de otras tres ó cuatro, desem-
barcaron en Veracruz, habiendo estado en Co.
lombia, en aguas de Cuba y en los Estados Uni-
dos, eran unos simples ciudadanos sin autoridad
alguna, y que si fueron reconocidos por los cons-
- 75 — -
titucionalistas, se debió á pura coniplacencia
de éstos, porque no queremos suponer que se
crej'^esen incapaces de formar por sí solos un di-
rectorio revolucionario.
Corrobora más nuestro aserto lo ocurrido du-
rante la Intervención francesa: Juárez^ abando-
nado de todos, se refugió con algunas personas
en Paso del Norte y no quiso dejar jamás ese lu-
gar;, aún se refiere la anécdota (á la que no le da-
mos mucho crédito), de que no quiso conocer el
lado norteamericano del monumento que marca
la línea divisoria, por no dar unos cuantos pasos
en territorio extranjero; se cuenta también que
rehusó todas las invitaciones que se le hacían para
pasar algunas horas en Texas: ¿por qv.é en 1865
empleó todas esas nimiedades y en 1858 no tuvo
empacho en alejarse del territorio nacional unas
quinientas ó más leguas? Las circunstancias para él
eran hasta más favorables durante su seguda pere-
grinación que durante la primera: en ésta nadie
lo reconocía como á gobernante, en tanto que en
aquella lo tenían por tal sus constantes amigos
'] los Estados Unidos. Si, pues, comprendía que
j abandonando el territorio nacional dejaba de te-
1 ner autoridad, al embarcarse en Manzanillo pa-
ra Colombia sabía perfectamente que había de-
jado de ser el Presidente Constitucional.
No se diga que el viaje hasta Panamá era indis-
pensable para llegar á Veracruz: en el territorio
nacional no hay solución de continuidad y cos-
teando la playa del Pacífico, atravesando el istmo
- 76 ~
de Tehuantepec y embarcándose en Goatzacoal-
cos podía haber llegado á Veracruz sin pisar tie-
rra extranjera; pero tomar ese camino ú otro pa-
recido habría sido á costa de privaciones y
sufrimientos, exponiéndose á encontrarse fuerzas
conservadoras que hubiesen atacado y hecho
prisionera á la familia enferma^ y acabado con
aquella sombra de Gobierno. Prefirió viajar en
cómodos vapores y ferrocarriles^ aunque su lega-
lidad saliese perdiendo.
Y no obstante, JnArez desde el 1 1 de Enero de
1858 hasta el 18 de Julio de 1872 no dejó ni un
día de considerarase el Presidente legítimo y to-
dos sus esfuerzos durante ese espacio de tiempo
se encaminaron, á conservar el poder, aunque la¡
revolución ardiese por su causa; distinguiéndose
en esto de todos los demás hombres públicos dej
México.
Antes y después de Juárez no ha habido otro^
Presidente que se encariñe tanto con el poder co-
mo él: Gómez Pedraza, electo en 1828, huyó al
extranjero á consecuencia de la revolución de la
Acordada y no volvió á pensar en la legalidad;
liasta que los sucesos posteriores de Zavaleta h
dieron el poder por algunos meses. Guerrero,
arrojado de la Presidencia á consecuencia de
Plan de Jalapa, se refugió en el Sur y aunque si
guió combatiendo contra los que lo habían derri
bado, no pretendió ejercer la legalidad ni se vol
vio á titular Presidente. Santa-Anna, tan pronto e
el poder como perseguidoy fugitivo, si hubieradisi
- 77 -
ciirrido irse con la legalidad á todas partes donde
peregrinó, habría sido causa de innumerables re-
voluciones y guerras civiles, mucho más numero-
sas que las á que dio margen: el mismo Don
Sebastian Lerdo de Tejada, educado en la escut--
la de Juárez, batidas sus tropas en Tecoac, aban-
donó la capital y no obstante ser el Presidente
legítimo para el cuatrienio de 1876 á 1880 según
declaración del 8" Congreso^ en vez de buscar
algún punto lejano de la República donde esta-
blecerse y fomentar la revolución, preñrió expa-
triarse y morir en el extrajero. Sólo Juárez, des-
de el momento en que se le entregó un poder ilu-
sorio, no lo volvió á abandonar hasta su muerte^
aferrándose á él con la tenacidad propia de la ra-
za á que pertenecía y siendo causa esa tenaci-
dad de las sangrientas y casi no interrumpidas
guerras que asolaron al país desde 1858 hasta
1872.
Xos hemos detenido algo al hablar del viaje de
Juárez y sus Ministros de Manzanillo á Veracruz,
para señalar un punto de derecho constitucional
aún EO estudiado bien y para demostrar que el
directorio juarista establecido en Veracruz no te-
nía título alguno para considerarse como gobier-
no; y que por lo tanto el único legítimo existente
en el país era el establecido en el Plan de Ta-
cubaya: un estudio más amplio del punto, que el
que podríamos hacer en estos artículos, en los
que otro es nuestro objeto, acabaría de hacer evi-
dente la afirmación que hoy hacemos y á la qug
- 78 -
agregfraremos uaa última observación antes de se-
guir adelante y ocuparnos especialmente del tra-
tado Me Lane-Ocampo.
En 1865, Juárez expidió en Paso del Norte dos
decretos el 8 de Noviembre, prorrogándose en el
uno en el poder durante todo el tiempo que fuere
necesario, y haciendo aun lado al General D. Je-
sús Gozález Ortega que como á Presidente de la
Suprema Corte le correspondía entrar á serlo de
'a República en í° de Diciembre de ese año. La
razón principal que para ello dio en sus decretos
fué que González Ortega residía en el extranjero
y que había abandonado el puesto que desempe-
ñaba. Dejando á un lado todo lo que se pudiera
decir sobre esos decretos, únicamente haremos
observar que Juárez daba como razón para de-
clarar que González Ortega no podía ser Presi-
dente, el abandono del territorio nacional, aban-
dono que él á su vez había hecho en 1858.
II.
Los Estados Unidos habían adoptado una polí-
tica especial con respecto á los asuntos de Méxi-
co, política que con el tiempo podía producir ma-
los resultados para nosotros.
En la época de la guerra de tres años, ocupaba
el poder de la Union Norteamericana el partido
democrático que tantos males causó á su país y
á la América; después de aquellos Presidentes in-
quietos y ambiciosos como Jackson, Monroe, Van
— 79 -
Burén, etc., que si hubieran encontrado á su Na-
ción más poderosa, la habrían comprometido en
largas y sangrientas guerras de conquistas, vino
Polk que llevó á cabo la guerra con Mésico y nos
arrebató más de la mitad de nuestro territorio: en
vano fué que hombres honrados como Henry
Clay, Daniel Webster y otros se opusieran á esa
guerra inicua que ha sido justamente censurada
por hombres notables del país vecino.
Dueños ya los Estados Unidos del extenso Fat-
West y de una gran porción de costa en el Gran-
de Océano, ricos con los descubrimientos de los
placeres, hechos por Marshall y Sutter en Ca-
I lifornia, orgullosos con la gran extensión que ya
I tenía su territorio, creyéndose arbitros absolutos
I de los destinos de las Américas y mirando con
desden á las viejas naciones de Europa á las que
I debían todo, desde su población hasta su libertad;
I pensaron seriamente en plantear de una manera
i práctica la teoría del destino manifiesto y enha-
1 cer ondear el pabellón de las estrellas desde el
Niágara y el ^a Lorenzo hasta Panamá.
La aventura de México que tan bien les había
salido, fué la escuela donde se educaron muchos
délos aventureros que después se dedicaron al fi-
libusterisrao, y el ejemplo que se propusieron imi-
tar muchos otros que en más de una década in-
quietaron á las comarcas latinas de América.
El Gobierno de Washington, que veía con singular
¡agrado esa tendencia, aunque la reprobaba en pú-
blico^ en secreto la alentaba y ayudaba.
- 80 -
Ya durante la administración de Polk había el
mismo Gobierno dado una muestra délos fines que
perseguía, proponiendo á España la compra'dela
Isla de Cuba en cien millones de duros, proposi-
ción que ni quiso escuchar aquella Nación. Esto
no fué más que el preludio de la política 'agresiva
que adoptaron los hombres de Estado norteame-
ricanos en sus relaciones con las'demásjnaciones
pretendiendo mezclarse aun en los asuntos de Eu-
ropa.
La revolución de la Hungría y los esfuerzosjde
Luis Kossuth, encontraron eco en Estados Unidos
y aun se llegó á proponer que éstos ayudasen al
agitador húngaro y sus partidarios para libertar
á ese país de la dominación austríaca ffué preciso
que el ¡Gobierno de Francisco José adoptase una
actitud enérgica y que las naciones de Europa
frunciesen el ceño para que se diesen de mano
esos proyectos y en vez de ayuda, Kossuth sólo
obtuviese de los Estados Unidos un asilo.
La isla de Cuba era, y aún es, una presa dema-
siado codiciada para que pasase desapercibida á
los ojos de los rapaces yankees; por trasmano
ayudaron á Narciso López para que organizase
su expedición y cuando ya estaba casi arreglada,
á fin de cubrírmelas apariencias, el Presidente Tay-
lor expidió una^proclamaen 11 de Agosto de 1850.
prohibiendo que en el territorio de la Uniqn se ar
maran expediciones para hostilizar aquella isla 2
algunas provincias de México.
No obstante esa proclama, López continuó ;
- 8l "-■
teiminó sus aprestos y salió de Xueva Orleans ;í
la vista de todo el mundo j- A la luir del día: fraca-
só después del asalto de Cárdenas, pero encontjó
seguro refugio para él, sus partidarios y su rico
botin, en territorio americano \' no fué sino hasta
una segunda tentativa, cuando cayó en poder de
las autoridades españolas.
El General Quitman, uno de los generales déla
guerra de México, fué acusado de- haber tomado
parte en una expedición; aunque el hecho era pú-
blico y el responsable fué detenido en 3 de Febre
ro de 1851, el jurado le absolvió.
A Perú se le reclamaba la isla de Lobos, por la
administración de Fillraore; se trataba empeñosa-
mente de anexar á la Union el archipiélago de las
islas .Sandwich; con ^léxico se disputaba sobre la
caduca concesión Garay y no se ocultaban las
tendencias que había para apoderarse de la vía
á través de Tehuantepec, así como tampoco lis
relativas á Xicaragua y Honduras en los puntos
en que se creía fácil la comunicación interoceáni-
ca; se dejaba al Gobernador de Texas, Lañe, apo-
derarse del valle de la Mesilla y se calificaba de
agresiva la conducta del General Santa-. \nna
y del Gobernador de Chihuahua porque protesta-
ban contra semejante invasión y porque hacían
aprestos militares; el Secretario de Estado Ed-
ward Everett se negaba á tomar parte en la Con-
vención á que invitaban Francia y Gran Breta-
ña á los Estados Unidos para asegurar á Espa-
ña el dominio de Cuba y evitar que esa Isla pasa-
Estudios IvistOfígos.— 11.
- S2 -
se á poder de otra Nación; se contestaba de una
manera impertinente á las notas de aquellas Na-
ciones sobre la propuesta Convención; enumerá-
banse las conquistas de ellas en el presente siglo,
y las ventajas que la adquisición tenía para la
Union Norteamericana, asegurándose sin rebozo
que cera esencial para su propia seguridad;»
reuníanse en Ostende los plenipotenciarios de los
Estados Unidos acreditados cerca de los gobier-
nos de España, Francia é Inglaterra para tratar
de la compra de la isla antillana en ciento veinte
millones de pesos )' manifestábase profundamen
te disgustado el primero de esos plenipotencia
rios, Mr. Soulé, porque no se emprendían activa-
mente las negociaciones á ese respecto.
Esto por lo que respecta al participio directo
que tomaba el Gobierno norteamericano enlodas
esas gestiones que tendían únicamente á aumen-
tar el territorio y el poder 3-ankees en los mares y
en el continente de América; que respecto de aque-
llas expediciones y gestiones emprendidas por
particulares con el apoyo indirecto de aquel go-
bierno, la lista es tan numerosa como instruc-
tiva.
Aparte de las tentativas de Narciso López y
otros filibusteros sobre Cuba, Rousset Boulbon,
aunque obrando por cuenta propia, de los Esta-
dos Unidos sacó todos los elementos con que in-
vadió á Sonora; Crabb también llegó á la misma
comarca con la esperanza de conquistarla y anexar-
la á no ser tan oportunamente derrotado por Ga-
- 83 -
bilondo en Caborca; Zerman tenía idéntica pre-
tensión al llegar á Caliioinia; Walker proclamo
la repiíblica de la Baja California, poniendo en el
pabellón de la novísima Xacion una estrella soli-
taria que, si el golpe de mano hubiera dado resul-
tado, llega á ser una estrella más del pabellón
norteamericano; derrotado por el General Blan-
co, pasó á Centro América, donde su presencia dio
margen á una guerra sangrienta y á trastornos
innumerables.
Xo terminaríamos si fuéramos á enumerar uno
á uno todos los proyectos que los cerebros de
allende el Bravo engendraron para ensanchar su
territorio y desmembrar el de las Repúblicas de
América.
Fué preciso queMé.xico gastase grandes sumas
en batir á los filibusteros que se presentaban y
que los fusilase uno ;í uno ó los dejase bien es-
carmentados; que España enviase numerosos con-
tingentes á Cuba y no cesase de buscar la ayuda
moral de los Gabinetes europeos: que se diese
una respuesta enérgica á las proposiciones de
compra de la bahía de Savannah ó una negativa
rotunda á las pretensiones sobre la isla de .San
Thomas y otras de Dinamarca y Holanda; que In-
glaterra entablase dilatadas negociaciones que
dieron por resultado el tratado Clayton Bul-
wer que aseguraba en parte la independencia de
Centro América; que se temiese la alarma que en
Europa producía ese apetito desordenado de tie-
rras é islas que manifestaban los Estados Uni-
-- 84 -
dos; y por último, que estallase la formidable
guerra separatista en la que esa Nitcion expió
parte de sus grandes culpas, que la puso á dos de-
dos de su ruina y que Ja aleccionó lo bastante pa-
ra detenerla á tiempo en la extraviada pendiente por
donde la empujaron Polk, Taylor, Fillmore, Pier-
ce, Buchanan y tantos otros que sin tener el ele-
vado carácter de Jefes del Estado, con su política
y sus consejos contribuyeron poderosamente á
determinar esa gran crisis á que la llevaron su
desmedida ambición y el cáncer que corroía sus
instituciones.
Parecería que aquellos hombres procedían con la
raás refinada malicia, si no pudiera creerse que es-
taban ciegos, al reflexionar que con el más asom-
broso aplomo decían enfáticamente como James
Buchanan al subir al Capitolio el 4 de Marzo de
1857, que el gran aumento territorial que los Es-
tados Unidos habían tenido desde su Independen-
cia se debía ú medios pacíficos y legales, ya fuese
por medio de la compra, ó ya voluntariamente
como había sucedido con Texas en 1S36; y el no
menor con que agregaba:
"Nuestra pasada historia nos prohibe adquirir
territorios en lo futuro^ á menos que la adquisi-
ción se sancione por las leyes de la justicia y del
honor."
Esto cquivaliu á canonizar la conduela de Jack-
son en la Florida, la de Freemont en California,
de Austin en Texas, de (Raines en el Sabina, los
coíinuuados despojos que sufrieron las trlbns in-
- 85 -
días en los valles de Ohío }• del Mississipí y al Oc-
cidente de los eAgh anís; la escandalosa invasión
de California en 1842, la no menos escandalosa
guerra con México y tantos y tantos hechos como
para vergüenza de los Estados Unidos se regis-
tran en su historia.
Así como en el capítulo anterior á la ligera di-
mos á conocer la situación de México en 1859, en
éste, á grandes rasgos hemos procurado pintar á
la Nación limítrofe eirsus tendencias y aspiracio-
nes, á fin de que los lectores puedan apreciar me-
jor el alcance de los acontecimientos que vamos
á narrar en los capítulos siguientes.
111
Dados á conocer en los capítulos anteriores los
antecedentes indispensables para saber cuál era
la .situación de México en 1850, y las tendencias
de los hombres de Estado de la nación vecina, así
como de la política exterior que perseguían, fácil
será formarse idea del agrado coa que veían las
profundas rencillas que dividían á los habitantes
de nuestra patria, por In opoilunidad que les ofre-
cían para desarrollar sus planes de engrandeci-
miento y por la facilidad con que podían atraerse
á uno (5 á otro partido, favoreciéndolo, según con-
viniese á sus intereses.
En el primer momento del triunfo del p^an de
Tacubaya, cuando Juárez abandonaba la Capital
- S6 —
en medio de la refriega y del combate eu las ca-
lles, Mr. Forsyth,que luibia llegado en 1S56 con el
carácter de JMinistro plenipotenciario de los Esta-
dos Unidos, vio como causa perdida la de loscons-
titucionalistas, á pesar de la coalición de los Es-
tados del interior y en unión do sus colegas en el
cuerpo diplomático se apresuró á reconocer al go-
bierno de D. Félix Zuloaga.
El triunfo de Salamanca acabó de consolidar al
gobierno llamado tacubayista y ya pensó en man
dar un representante á Washington, siendo desig
nado el Gral. D. Manuel Robles Pezuela, que mar-
chó á su destino y fué perfectamente recibido por
el Presidente Buchanan en la Casa Blanca.
Entonces fué cuando se pensó en realizar una
idea que de antemano abrigaban los políticos de
los Estados Unidos, idea que claramente habían
anunciado en los preliminares del tratado de paz
de Guadalupe Hidalgo; que propusieron con más
formalidad en los del de la Mesilla^ y que envol-
vía nada menos que la desmembración del país y
entregarlo á los Estados Unidos: Trist, además de
Texas, la comarca del río-Nueces, Nuevo México
y la Alta California, pretendía la Baja California,
y el derecho de trasportar á través del istmo de
Tehuantepec lodos ó cualquier articulo de los
Estados Unidos asi como el de paso libre para
los ciudadanos de esa Nación por aquel punto; los
Sres.Couto, Atristain y Cuevas se negaron ter-
minantemente á estas pretensiones, que al fin
ueron desechadas.
— 87 -
En el tratado de la Mesilla, en el tiempo de la
celebración del cual, no obstante que varias de
las causas alegadas por estos señores para opo-
nerse al libre tránsito por Tehuantepecya noexis
tian, por haberse declarado caduca la concesión
á Garay, se estipuló únicamente que México no
pondría obstáculo al tránsito de personas y mei -
canelas de los Estados Unidos por el itsmo y pro-
metió no imponer á estas ó aquellos mayores car-
gas de las que impusieran á personas ó propieda-
des de otra nación, comprometiéndose á no dar
ninguna ingerencia en la via á un gobierno ex-
tranjero. Así mismo, quedó acordado que se ce-
lebraría un tratado para el pronto tránsito de tro-
pas y municiones de los Estados Unidos de una
parte de su territorio á otra, situadas á los lados
opuestos del continente.
Pareciendo á Buchanan que el mejor medio
de tomar parte en nuestras cuestiones interiores
era buscar el lado débil de todos nuestros gobier-
nos ó sea la cuestión de Hacienda que jamás ha
estado organizada aquí, por medio del Ministro
Forsyth procuró tentar al gobierno de Comunfort
y aun se llegó á celebrar una convención entre
este diplomático y el Sr. Lie. 1). Ezequiel ^Montes,
la que entre otras muchas cláusulas, contenía la
de una promesa de auxilios pecuniarios en cier-
tas y determinadas circunstancias. Esta conven
cion, sin embargo, no llegó á ser ratificada por
el Senado norteamericano.
Instalado el gobierno de Zuloaga, empezó des-
— 8S -
de luego A tropezar coa diñcultades hacendarlas
y entonces rué cuando Forsyth "por órdenes ex-
presas de su gobierno" 1 1) abrió una negociación
con el de la República para celebrar un tratado,
en virtud del cual se concediese á los Estados
Unidos, por una suma de dinero que se estipula-
ría, una parte muy considerable del territorio na-
cional y c! paso á perpetuidad por el tismo de
Tehuantepec. Xo conocemos con exactitud las ba-
ses de la proposición, porro haberse publicado
nunca; pero por las palabras del Ministro de Re-
laciones de Zuloaga, Sr. Diez de Bonilla, se vie-
ne en conocimiento de que las pretensiones délos
Estados Unidos sobre Sonora, Chihuahua, Baja
California y otras comarcas eran completamente
descaradas ya, por parte de aquel gobierno, que
seguía las indicaciones de la prensa norteameri-
cana del Sur, luribunda anexionista y enemiga
de México. Con semejante negociación, Mr. For-
syth "proponía también otros arreglos ó conve-
nios de la mayor gravedad y trascendencia, indi-
cando que se el gobierno (mexicanoi debía aprove-
char la ocasión que le presentaba para consoli-
darse, recibiendo una suma considerable de dine-
ro, y inmti fes,! nudo dcs/>itcs i/iie ern infalible la
[1] ProtcsUi del gfübi^rno ác Zuloaga contra ti reco-
nocimiento de Juárez como Prc.-iilente, por los Ksisidos
Unidos, do fecha 14 de Abril de 1SJ9, lirmada por D. Ma-
nuel Diez de Bonilla, Ministr« de Relaciones,
- 59 -
absorción del territorio mexicano por los Esta-
dos Unidos. (1 >
El Sr. D. Luis G. Cuevas, Ministro de Relacio-
nes, contestó entre otras razones la siguiente:
"Xo conviene ni á los verdaderos intereses de la
República, ni á su buen nombre, una nueva de-
marcación de líraites, cualesquiera que fueran las
ventajas que pudiera tener en justa compensa-
ción. Cree además, qne vm asunto de tan grande
importancia no podría tratarse, ni mucho menos
arreglarse definitivamente, sin la previa autoriza-
ción de un congreso nacional. Y por último, que
una nueva pérdida de territorio producirla gra-
ves complicaciones interiores y alejaría más y
más el restablecimiento de la paz que es la prime-
ra condición y el primer elemento de felicidad
pública." <2 )
Habiendo replicado á esta nota, Mr. Forsyth
con otra escrita en un tono muy violento y hos-
til, el señor Cuevas procuró dar fin al incidente
con una última que terminaba de esta manerfi:
"El infrascrito no puede tampoco prescindir de
contestar la nota de S. E. sobre las consideracio-
nes relativas al curso natural de los sucesos y á
la pérdida infalible de todo ó parte del territorio
mexicano. Estas reflexiones quisiera verlas el in-
(1) Exi'oSKio.v que Jirijíe al Tribunal Superior D.
Luis G, Cuevas sobre «u conducta oticíal como Ministro
"le Relaciones del írobicrno establecido en la Capital en
Enero de KS.>S, pág-. 2<1.^'.— México, 18í)l.
(-) KxposKio.v, Na citada.
EstuUios históricos,— 12,
- 90 —
frascrito más bien como una previsión personal
de S. E. el señor Forsyth, que como una amenaza
que parece descubrirse en el conjunto de su nota
de S del corriente. El infrascrito se felicitará mu-
cho de equivocarse, j- no cree tampoco faltar á
lo que debe á su país, si confiesa con franqueza
que es posible y muy posible que se realice el
anuncio del señor iLinistro de los Estados Unidos,
si los mexicanos no cumplen con los deberes que
les impone su propia nacionalidad. Los designios
de la Providencia son, en efecto, inescrutables, y
por grandes que sean las probabilidades que ofre-
cen para descorrer el velo del porvenir el engran-
decimiento de unas naciones y las desgracias de
otras, no es posible saber qué serán los Estados
Unidos y qué será México dentro de cincuenta
años.
"Una cosa hay cierta, sin embargo, y ésta es,
que ni uno ni otro pueblo podrán tener una felici-
dad duradera, ni conservar sus instituciones, ni
su independencia; si no se dirigen en sus mutuas
relaciones y en todo lo que toca á su régimen in-
terior por los principios de equidad y de justicia.
Y en cuanto á México. S. E. el señor Forsyth per-
mitirá al infrascrito que le asegure con toda la
buena fe que ciertamente tiene, que al paso que
desea que la Union Americana conserve hi pros-
peridad que hoy disfruta, desearía también que el
mayor engrandecimiento á que pueda llegar se
concilíase con el respeto que merece la integri-
dad territorial de esta República y el nombre de
— 91 -
un pueblo que busca su grandeza dentro de sí
mismo. (.1,1 1>
Esta nota estaba concebida en términos bastan-
te comedidos, no obstante la actitud del Ministro
norteamericano y la injuria que se hacía al go-
bierno mexicano creyéndolo capaz de enajenar el
territorio nacional por el sólo objeto de triunfar
de sus enemigos y hacerse de recursos. Viendo
Mr. Forsyth el mal éxito de sus gestiones se con-
virtió en enemigo decidido de la administración
conservadora y empezó á hostilizarla de cuantas
maneras le fué posible; Buchanan por su parte se
inclinó de el lado de los ¡uaristas, cuya mayor am-
bición era por entonces ser reconocidos como go-
bierno por aquel gobierno.
La prensa de los Estados Unidos empezó nue
vamentc á tronar contra el estado de las cosas
de México y á pedir no sólo la intervención en
nuestros asuntos, sino el establecimiento de un
protectorado cá pretexto de que éramos ingober-
nables. En el Senado mismo, Houston, de la fami-
lia de Samuel Houston, el primer Presidente de
la República Texana, ó acaso este mismo, llegó á
presentar una proposición relativa al protectora-
do y pidió el nombramiento de una gran comisión
de sesenta miembros que se ocupase del asunto;
pero la mayoría del .Senado, tompuesta de repu-
blicanos que veían con malos ojos la preponde-
rancia del Sur sobre el Norte y el camino extra-
(l) Id, id.
- 92 —
viado que seguía la administración Buchanan, de-
sechó el proj'ecto que i'ué por entonces dado al
olvido.
Pronto se presentó á Forysth una oportunidad
para inaugurar su política hostil respecto del
Gobierno de Zuloaga. Habiendo publicado éste
en 16 de Mayo de 1858, un decreto por el cual se
imponía una contribución por una sola vez, sobre
todo capital mueble ú inmueble^ que variaba en
proporción del monto del capital, el Ministro de
los Estados Unidos protestó contra ese impuesto
por lo que se refería á los ciudadanos americanos,
apartándose del sentir de sus colegas que con-
sultaron á sus respectivos gobiernos sobre la con-
ducta que debían seguir en el caso.
Como en esa protesta se aducían doctrinas bas-
tante curiosas por lo absurdas, vamos á dar á co-
nocer algunos párrafos de ella para que nuestros
lectores puedan apreciarlas: "cualquiera
ciudadano de los listados Unidos que se preste á
sus disposiciones ulel decreto) se convierte en
cierto modo en parlidnrio de las disencioncs
políticas del pais, y se hace por este medio no
solamente odioso y censurable, sino que se expone
á las extorsiones subsecuentes sin poderse excu-
sar ni poner límite alguno. Preséntase ahora la
cuestión de si puede el (íobierno de México impo-
ner un préstamo forzoso á los ciudadanos de los
Estados Unidos. E\ infrascrito sin vacilar un mo-
mento contesta negativamente. \" sostiene que aun
^n el cítso de no e.^istir vx\ tr^tfido que los cxcep-
- 93 -
túe de él, no debe imponérseles semejante carga,
Por los principios más justos de leyes internvicio-
nales, se vé claramente que la propiedad del ciu-
dadano ó subdito en un país extranjero, continúa
bajo la protección de su gobierno, esta propiedad
constituye todavía (?) iitia parte de la riqueza
reiniidn de su nación Cualquiera derecho, pues,
que el jefe del Estado pretendiere tener sobre la
propiedad de un extranjero, derogaría igualmen-
te los derechos del propietario indicado, asi
como los de la nación de quien es miembro. Este
principio, á la vez que no exceptúa la propiedad
de un extranjero de impuestos leg'ales y ordinarios
ciertamente quita toda sombra de derecho al go-
bierno del Estado para apropiarse, destruir ó con-
fiscar el todo ó una parte de su propiedad".
Tan extrañas y nuevas teorías que en ningún
tratadista del derecho de g-enies se encuentran y
que de aplicarse producirían considerables tras-
tornos en las naciones, fueron refutadas por el
ya citado Sr. Cuevas, Ministro de Relaciones, en
una nota bastante notable. Al mismo tiempo para
dar á conocer la energía del gobierno conserva-
dor se dictaron eficaces disposiciones para hacer
cumplir el decreto; el que al fin se llevó á cabo.
Esto acabó de disgustará .Mr. Forsyth y ya sólo
buscó un pretexto para romper con el gobierno
establecido en México, apoyó decididamente á los
juaristas y aun ocultó en su casa de Tacubaya las
barras hechas de la plata extraída de la Catedral
de Morelia y que el General y Lie. D, Miguel
- Qj -
Blanco traía cuando ntacó la Capital el 14 de Oc-
tubre de 1S58. 1 1 j
Al fin aquel diplomático fué retirado por su go-
bierno á pretexto de que disfrutase de una licen-
cia^ aunque en realidad esa retirada fué definitiva
y debida al favor que en la Casa Blanca iban te-
niendo los agentes de Juárez y ú la actividad que
desplegaron porque á éste se reconociera como
gobernante de iMéxico.
No pudo dudarse ya de los sentimientos de Bu-
chanan y su gobierno, al saberse que aquel en su
mensaje que pronunció en la apertura del Con-
greso el 4 de Diciembre de 1858, manifestó que no
podía reconocer al gobierno de Zuloaga por juz-
gar que estaba vacilante )- que no podría soste-
nerse por mucho tiempo; nadie dudó en vista de
esto que el reconocimiento de Juárez por los Es-
tados Unidos era cuestión de poco tiempo y que
sólo dependía de la mayor ó menor complacencia
de aquel en prestarse á las exigencias de los go-
bernantes de la nación vecina.
Por entonces, el gobierno de Zuloaga había
cometido el error de dejar acéfala la legación que
sostenía en Washington, y á cuyo frente estaba
el General D. Manuel Roliles Pezucla. Si este se-
[1] An isíula la policía de que «turante la corla pernui-
ncncia de Blanco en Tacubaya, se había visio meter en la
casa del expresado ministro {jran cantidad de barras de
plata, procedió Ci registrarla en 16 de Diciembre y cuando
ya Mr. Forsvtii estaba en su paí.s y Jfr. Pcrry, inquilino
posterior, acababa de ser desterrado. Se encontraron cua-
renta y seis barras, enterradas a cinco varas de profun-
didad, cuyo valor ascendía a setenta mil duros: la extrac-
ción fué presenciada por un escribano público.
- 95 -
ilor hubiera continuado en su puesto, hubiera ha-
bido alguna maj-or dificultad en el'recouocimien-
to, pues no era concih"able que una nación tuviera
dos representantes á la vez y Buchanan no se
hubiera atrevido á darle sus pasaportes á nues-
tro representante, no teniendo motivo suficiente
para dar tan grave paso.
IV
D. Benito Juárez apenas llegado á Guadalajara
en Marzo de 1858, creyendo que allí podría esta-
blecer temporalmente sn gobierno^ pensó enviar
un representante suyo á Washigton, pues aun
cuando los Estados Unidos ya habían reconocido
al Gobierno de Zuloaga, creyó que le sería fácil
conseguir que aquella Xacion lo reconociese y que
era la única que por entonces lo haría.
En efecto, España estaba profundamente dis-
gustada con el gobierno de Comonfort á conse-
cuencia de los asesinatos de San Vicente y Chi-
concuac y de las vejaciones que sus subditos ha-
bían sufrido con nuestras constantes revolucio-
nes, y era la que guardaba una situación más
amenazadora para con nosotros, al grado que no
se creia remoto el evento í]c una guerra con la
madre patria; F-rancia, que también tenía algu-
nas quejas de nuestro gobierno por una parte, y
por otra, que acababa de terminar la guerra de
Crimea y que necesitaba su Gobierno inventar
^-. 96 -
grandes empresas para distraer á los franceses
y para dar brillo á su reinado, al mismo tiempo
que se ocupaba de la campaña que debía dar por
resultado la unidad italiana, miraba con aten-
ción el coloso de América y daba forma al pen-
samiento de contrarrestar la influencia que cada
día- éste iba adquiriendo en el Nuevo Mundo;
Inglaterra por su parte, también se preocupaba
del creciente poderío de su antigua colonia, á
costa de México, y todas tres no veían con buenos
ojos al gobierno de Comonfort que trataba de
implantar reformas que repugnaban á la mayoría
délos mexicanos, y que simpatizaban con los Es-
tados Unidos de tal manera que hasta sus institu-
ciones copiaba servilmente por más que aquí re-
sultasen impropias: menos por lo tanto podían te-
ner simpatías por Juárez, que á más de carecer de
todo poder, de una manera más ó menos emboza-
da esperaba triunfar del ( Inbicrno por la ayuda de-
los norte-americanus.
El personaje designado para ir á Wasliington,
fué el Sr. D. José María .Mata, emparentado con
D. Melchor Ocampo, y hombre que había figura-
do en la pasada administración de Comonfort;
desde luego que Hegp á la Capital de la Nación
vecina empezó á tratar de ser reconocido en su
carácter de plenipotenciario por el Presidente
Buchanan, pero la reciente recepción de Robles
Pezuela y la política tortuosa que seguía aquel go-
bierno hicieron que por entonces su pretensión
no fuese oída.
^97 ^
Sin embargo, se le dieron algunas esperanzas y
aun fué recibido diversas ocasiones en audiencias
privadas por Buchanan y sus ministros, siguién-
dose de ahí que temiendo Robles Pezuela que
Mata consiguiese ser reconocido como Enviado
Plenipotenciario, protestase contra el nombra-
miento de aquel y que declarase que no estaba
dispuesto á entregarle los archivos de la Lega-
ción por más que consiguiese ser reconocido co-
mo agente de Juárez. Posteriormente fué retirado
con pretexto de licencia Mr. Forsyth, de México;
el gobierno de los Estados Unidos quedó altamen-
te disgustado con el de México y llegó la época
de que claramente se viera que aquella nación se
inclinaba á la causa de los juaristas y que aun
amenazaba á Zuloaga con una guerra. "Existe
hoy, sin duda alguna, decía Buchanan, suficiente
causa para el recurso de guerra contra el gobier-
no que se halla funcionando todavía en la capital.
Si llegase á conseguir el triunfo sobre las fuerzas
constitucionalistas, habrá cesado entonces toda
esperanza racional para el arreglo pacífico de
nuestras diferencias. Por otra parte, si prevale-
ciese el partido constitucional y predominase su
autoridad en toda la República, habría razón para
esperar que se hallase animado de un espíritu
meaos hostil y podría conceder á los subditos
norteamericanos aquella satisfacción que exige
la justicia." Proponía asimismo la ocupacion'de
la parte norte de Chihuahua y Sonora por fuerzas
yankees para protejer la comunicación con Cali-
Estudios Históricos.— 13.
~ 98 -
ornia que creía amenazada por los indios y los
mexicanos errantes. «No veo otro remedio posi-
ble para estos males, agregaba, ni modo alguno
de restablecer el imperio de las leyes y del orden
en esa frontera remota y desarreglada, si no es
que el gobierno de los Estados Unidos extienda
su protección por nlgnn tiempo sobre ¡a parte
septentrional de Chihuahua y Sonora y esta-
blezca puntos militares en dichos Estados, me-
dida QUE HECOMIENDO SERIAMENTE al CoiIgreSO V [1]
El Congreso, sin embargo, no tomó tan á lo se-
rio la recomendación y no dio paso alguno para
Mevar á la práctica la iniciativa del Presidente;
pero no obstante, los asuntos de los juaristas
mejoraron algo, tanto por la retirada de Forsyth
de México, como por la de Robles Pezuela de
Washington. El Sr. Mata volvió á V'eracruz 3' con-
ferenció largamente con Juárez y su Gabinete;
llevaba "la seguridad, decía un periódico norte-
americano, de que la deseada protección de los
Estados Unidos contra Zuloaga, se facilitaría mu-
cho y se obtendría probablemente.''
.Si se tienen en cuenta todos los antecedentes
que hemos dado á conocer en los capítulos pro-
cedentes, fácil será darse cuenta del objeto con
que llegaba á Veracruz Mata. Los Estados Uni-
dos, aprovechando la situación precaria de Juárez
y el deseo que tenía úste de ser reconocido por
aquellos, querían, antes de decidirse á recibir al
enviado juarista, obtener todas las ventajas posi-
[1] Mensaje de 4 de Diciembre de 1858.
- 99 -
bles de esa situación y de ese deseo. Mata no sólo
llevaba la promesa de que Juárez sería reconocido
por la administración de Buchanan, sino también
la de que se darían á aquel auxilios en hombres y
en dinero para derrocar á Zuloaga.
Juárez, comprendiendo todo el alcance de las
proposiciones que el gobierno de Buchanan le ha-
cía, vacilo por el temor de entregar el país atado
de pies y manos ú los Estados Unidos, j' aunque á
su lado tenía muchos hombres que [según lo con-
fesó Don Francisco Zarco en 1861 desde las co-
lumnas de El Siglo XIX] con tal de triunfar no
reparaban en los medios y que le aconsejaban
que llamase en su aoxilio ú soldados norteameri-
canos, no llegó á decidirse por tal extremo y per-
maneció indeciso durante algún tiempo, pues no
era hombre que sabía desplegar energía en los
trances críticos. Las circunstancias 3- sucesos que
veremos más adelante lo hicieron dar de mano á
sus últimos escrúpulos y decidirse á entregarse en
manos de los norteamericanos.
Que los Estados Unidos se mostraban bastante
exigentes, se comprende al considerar la situa-
ción en que Juárez se encontraba en Veracruz, en
principios de 1S59, con sus ejércitos derrotados
por todas partes; con la ciudad que le servía de
refugio próxima á ser suiada por Miramon; con
las escuadras francesa é inglesa fondeadas en Sa-
crificios, y reclamando los réditos de sus conven-
ciones, así como una reparación é indemnización
por los actos de Don Juan José de la Garza en
- loo ~
Tampico, que impuso préstamos forzosos á resi-
dentes extranjetos. Comprendiendo lo crítico de
la situación, decía The Herald de Nueva York en
Marzo de ese año: "No parece del todo imposible
que la conducta seguida por las potencias euro-
peas, ocasionará la caída de Juárezó del gobierno
constitucional de Veracruz. . . .Ignoramos si tene-
mos algún derecho para quejarnos de la conduc-
ta adoptada por los comandantes de la escuadra
anglo-francesa al intervenir en México. En primer
lugar impone algunas cargas pesadas al comer-
cio inglés y francés en México que ha de aumen-
tar considerablemente las utilidades de nuestro
contrabando entre Nueva Orleans y los puertos
del seno mexicano entre Texas y la frontera ó lí-
nea del Bravo En segundo lugar, si arroja á Juá-
rez y á los constitucionalistas fuera de Veracruz,
y reduce su causa á la desesperación, esto no ha-
rá, m^s que disponet'les más favorablemente de
lo que han estado hasta aquí para admitir el
auxilio de los norteamericanos; y si ellos lo pi-
den á los hombres más á propósito, lo obtendrán
de modo que puedan aceptarlo. Que venga el
Presidente Juárez á Nueva York, y le enseñare-
mos el camino para que pueda dar con jefes mili-
tares experimentados, intrépidos y dignos de su
confianza, que en el espacio de tres meses sean
capaces de equipar, organizar y conducir á Méxi-
co 50,000 hombres, y de reponer en sus funciones
al presidente y al Congreso constitucionales en la
capital de México, advirtiendo que esto podrá ha-
— 101 -
cerse con la cuarta parte del gasto de lo que él
ha invertido en la inútil lucha del año pasado."
No podía ser más claro el lenguaje del periódi-
co neo-yorkino y como por otra parte, las cir-
cunstancias apremiaban cada vez más y Juárez
hubo de decidirse por dar oídos á las proposicio-
nes de los Estados Unidos, D. José María Mata ^al
tornar á aquel país, es seguro que llevaba ins-
trucciones para dar toda clase de seguridades á
Buchanan de que se arreglaría un tratado que
colmase los deseos de éste, pues de otra manera
no habría sido recibido oficialmente. Este paso de
parte de Juárez no cabe duda que es bastante vi-
tuperable, porque si hubiera sido verdaderamente
patriota hubiera preferido perder la partida y de-
jar de luchar á buscar el apoyo del extranjero: en
este punto fueron muy superiores á c!^ Zuloaga y
sus Ministros que desechando las proposiciones
de Mr. Forsyth, sabían que adquiríanun enemigo
poderoso y que minaban profundamente los ci-
mientos sobré''que descansaba el gobierno conser-
vador.
Si Juárez tenía fé en su causa como quería ha-
cerlo creer en sus proclamas, debería haber recha-
zado las proposiciones de Buchanan y atenerse
á sus propios recursos, que ellos le darían el triun-
fo ó la derrota, según la eficacia de ellos. Si
vencía á nadie más que á sus generales hubiera
debido el triunfo y esto liubiera sido para él un
motivo de legítimo orgullo; y si era derrotado
hubiera llevado í\1 ostracismo la satisfacción de
- 102
que habia luchado por sus ideales y no por mera
ambición personal, que le llevara á sacrificar el
decoro nacional.
Pero prefirió conservar el poder á todo trance,
antes que hacer concesión ninguna á sus contra-
rios; prefirió llamar á los jurados enemigos de
México en su auxilio y consintió en acceder á
muchas de las proposiciones de ellos. (1)
El resultado no se hizo esperar, Mr. Roberto
Mac Lañe, entusiasta demócrata y imo de los
hombres más apropósito por sus ideas, para llevar
á buen término las negociaciones que se iban á
entablar, fué enviado como representante diplo-
mático cerca de Juárez y recibido por éste en au-
diencia solemne el 6 de Abril de 1859; pocos días
después, el 28 del mismo mes, D.José María Mata,
reconocido con igual carácter en los Estados Uni-
dos, presentaba sus credenciales al presidente
Buchanan.
La administración juarista estaba radiante de
gozo por aquellos acontecimientOG que venían á
darle una solidez de que carecía, y en los discur-
sos de estilo rebosada ese gozo, según tendremos
ocasión de ver.
[2] «Estas consideraciones (la extensión de territorio
que ocupaban losjuaristas; depura significación política,
sin referirse al espíritu leal y amistoso manifestado por
el Gobierno constitucional, para con el gobierno de los
Estados Unidos, forman la razón suliciente, porque cslf
aceptó laa proposiciones /techas por aquel por inedia de
su ministro especial en Washinston. el Sr. Mata.
XOTA de Mr. Mac Lañe al Sr. Ocampo, fecbada en Vc-
racruz el 26 de Abril de 1359.
103 -
V
El paso de Buchanan nombrando un plenipoten-
ciario cerca de Juárez y recibiendo olicialmente
al enviado de éste causó honda sensación no sólo
en México y los Estados Unidos, sino aun en al-
gfunas naciones europeas como Inglaterra, España
y Francia que seguían de cerca la lucha que los
partidos sostenían en el país y que con frecuen-
cia presentaban reclamaciones y quejas por los
perjuicios y atropellos que sus subditos recibían
á causa de las peripecias de la guerra civil.
Efectivamente, ese paso del Presidente de la
Union Norteamericana, significaba que el gobier-
no de aquella Nación se poníii decididamente del
lado del partido juarista y que olvidando sus tra-
dicionales reglas de reconocer á los gobiernos
de hecho, poníase del lado del que podríamos
llamar el pretendiente y' que estaba muy lejos de
ejercer una autoridad efectiva ni aun sobre gran
parte de la Nación. Este olvido de esas reglas
era tan chocante que todo el mundo vio claro que
no tenía otro objeto que apoyar moralmente á
Juárez y facilitarle la manera de que obtuviera
recursos del país vecino (los empezó á adquirir
en abundancia, según el dicho del historiador li-
beral D. -Manuel Rivera Cambas; á fin de que pu
diera quedar triunfante de sus contrarios.
Desde entonces las naciones europeas que veían
— 104 -
con desconfianza la influencia que los Esta-
dos Unidos pretendían adquirir en todo el Conti-
nente df* Colon y sobre todo en México, empezaron
á idear la manera de contrarrestar esa influencia,
pero lentas en el obrar, se limitaron á seguir re-
conociendo el Gobierno de Zuloaga y Miranionen
tanto que sus planes maduraban.
El Ministro Mac Lañe fué perfectamente reci •
bido en Veracruz y los discursos que el dia de su
presentación oficial se cambiaron entre él y Juá-
rez fueron por demás expresivos, aunque de parte
de ambos no dejaron de tener su parte ridicula.
«¡Confío, decía, en que la administración de V. E.
en los asuntos públicos de su patria sea distinguí"
da por la perfección y consolidación de aquellos
grandes principios de libertad constitucional que
forman los elementos fundamentales de la verda-
dera libertad y que distinguen las Repúblicas
de México y de los Estados Unidos de la mayor
parte de los grandes Estados é Imperios del
hemisferio oriental.
«El patriotismo ilustrado y el vivo anhelo de V.
E. por dichos principios, son altamente recono-
cidos, así por el pueblo como por el gobierno de
los Estados Unidos, y será mi constante obligación
el manifestar el mismo espíritu en mis relaciones
con V. E., de modo que los gobiernos de las dos Re-
públicas sigan fomentando ente ambas una consi-
deración y amistad leal y que nuestros respectivos
países puedan enoblecer por su historin y sus pro-
- 105 —
gresos, el triunfo completo de la libertad consti-
tucional.!>
Aparte de que no era muy propio ea un discur-
so de recepción ponerse á definir la libertad y de
que esa repetición de principios y de libertad
constitucional no deja de llamar la atención, re-
sultaba hasta bufo que un furibundo esclavista y
decidido enemigo da la libertad de la raza negra
hablase de esos principios y quisiese presentar á
su país como modelo de naciones, cuando en esa
época eíistian otras que le podían servir de eiem-
plo.
La contestación no le fué en zaga. Juárez, des-
pués de afirmar que se esforzaría por merecer la
confianza de Mac Lañe, le aseguró que todos los
funcionarios y jefes que sostenían el gobierno
constitucional ^¡bac¡endo á un lado todo interés
mezquino y toda aspiración personal, se habían
consagrado ala salvación de la santa causa de
los pueblos, la libertad constitucional . -> Eso de
hacer á un lado las aspiraciones personales en
boca de un hombre que sin poder, sin autoridad
se había empeñado en una lucha fratricida sólo
por ocupar_j^la primera magistratura y que para
nada tenía en cuenta los sacrificios que imponía al
país con su obstinación; en su boca, decimos, esas
palabras no eran muy propias, así como tampoco
las con que terminaba el discurso: "Pueda el buen
ejemplo que ambos países se dérz, ser seguido por
las demás naciones entre sí y con las de los Esta-
dos Unidos y México, para consolidar la paz y el
Estudios históricos.— 14,
— 106 —
incesante progreso de la humanidad." No era de
lo más edificante por cierto el ejemplo que evStas
dos naciones daban al mundo: la una empeñada
en una tremenda lucha de principios, se veía cu-
bierta de ruinas, la guerra civil imperaba en ella
con todos sus horrores y amenazaba acabar has-
ta con la nacionalidad; la otra, constituida vicio-
samente y desconociendo el precepto de la igual-
dad de todos los hombres, estaba profundamente
dividida y próxima á emprender también una
sangrienta guerra civil: no eran á proposito, pues,
para consolidar la paz del mundo y el progreso
de la humanidad ni los constitucionalistas mexi-
canos ni los separatistas de los Estados Unidos.
La recepción de Mac Laue l'ué dada á conocer
el mismo día (6 de Abril) á los jefes juaristas, por
medio de una circular que desde luego se conoce
que fué obra do Ocampo, el Ministro filósofo, que
nunca se dio bien cuenta de que vivía en el se-
gundo tercio del siglo diez y nueve y que debió
haber vivido en el siglo pasado, en el que tan an-
cho campo tuvieron otro"^ para llenar al mundo
de teorías y para extraviar su criterio.
En la citada circular, después de hablarse de
intrigas monárquicas que quedaban destruidas,
de las teorías de Hobes, de jesuitismo diestro y
maquiavélico, de sentimientos de benevolencia lui-
m.initaria y otras frases p^r e¡ estilo, se decía:
"Abre (el reconocimiento; una nueva era para las
relaciones de los dos pueblos, cuya mutua prosperi-
dad está en el interés de ambos, pues que ya co-
r- 107 -
mienzan á comprender que unidos pueden desa-
fiar al inundo y regalar los destinos de la nue-
va httntanidad.'^ Creemos irrealizable esta pro-
fecía, pues ya era tiempo de que empezara á rea-
lizarse; cerca de diez y ocho años hace que nues-
tro gobierno está estrechamente- unido al de los
Estados Unidos y no sólo no hemos podido desa-
fiar al mundo, pero ni aun siquiera imponer algún
respeto á la débil Guatemala.
En otro párrafo da la circular se pretendía que
entre las dos naciones se establecieran sinceras
relaciones de amistad: -íResuelto, decía, el Exce-
lentísimo Señor Presidente á entrar en una nueva
política, franca y decorosa con los Estados Unidos,
evitará que cunda más entre nosotros el espíritu
de insensato antagonismo que, para que los demó-
cratas de todo el mundo no se entiendan y ayu-
den, ha conseguido sembrar un jesuitismo diestro
y maquiavélico. Se unirá con los hombres de ca-
rácter elevado y corazón recto de ambos países,
que no creen como Hobes, que la guerra sea el
estado natural de la humanidad, sino que unidos
en el espíritu cristiano de creer hermanos á todos
los hombres (1), no piensan que el destino provi-
dencial de los pueblos s>ea el de destruirse los
unos á los otros, sino es el amarse y ayudarse
[I] Lj mi?mo, con idéalicas y>;tUibi"a.s, decía por enton-
ces el Glii.lermo Tell, periódico qu-; se publicaba en
Vcracruz, ^no puede uno creer en vista de esto, que el
Ministro Ocampo era uno de los redactores de esa publi-
cación? lIAs adelante tendremos ocasión de copiar ;llpun
editorial de ella.
108
mutuamente. Se unirá, por último, á los econo-
mistas que piensan que un vecino rico y poderoso,
vale más que un desierto devastado por la mise-
ria y la desolaciou.r> Concluía admirando las do-
tes de Mac-Lane y encareciendo que el nombra-
miento de éste había sido aprobado por unanimi-
dad por el Senado de su patria.
Natural era que el diplomático que en aquellas
circunstancias se presentaba en Veracruz fuese
mirado por los juaristas como un hombre extra-
ordinario y superior á los demás.
Esos discursos fueron comentados por la pren-
sa conservadora de la manera más desfavorable
para Juárez, sobre todo las últimas palabras de la
circular, que hemos trascrito, dieron motivo para
que algunos periódicos supusieran, y entre ellos
el Diario Oficial, de México, que ellas significa-
ban el acuerdo que había entre Buchanaa y Juá-
rez para enajenar parte del territorio nacional
de los Estados de Chihuahua y .Sonora, á fin de
tener más cerca al vecino rico y poderoso y no
estar separado de él por el desierto devastado;
recordaba á ese efecto las palabras del presidente
Buchanan en su mensaje al Congreso en el que
manifestaba que no veía otro remedio para los
males de que adolecía la frontera que e! deque el
Gobierno de los Estados Unidos ocupase el norte
de los Estados mexicanos y estableciese en ellos
puntos militares que garantizasen el orden y la
paz de las fronteras.
Aunque eií el terreno de las suposiciones todo
^. -- 109 -
cabe, y dado ciertos antecedentes j^a conocidos
de nuestros lectores, esas palabras de D. Melchor
Ocampo muy bien podrían referirse á la prenda
temporal ó enagenacion definitiva de una porción
considerable de los Estados fronterizos, por nues-
tra parte no creemos que á ella se refiriese en las
palabras que hemos copiado y que sirvieron de
base á aquellas suposiciones. Si bien es cierto que
los juaristas nunca tuvieron grande respeto por
la integridad y la independencia nacionales como
lo prueban los bonos Carbajal, para cuyo pago
fué hipotecado el territorio nacional; como lo de-
muestran el mismo tratado Mac Lane-Ocampo,
las proposiciones para rechitar voluntarios extran-
jeros y otros hechos, en la circular de ^Ocampo
no se hizo alusión, á juicio nuestro, á esos pro-
yectos. Creemos que el Ministro de D. Benito,
teniendo ante sus ojos un pliego de papel blanco
sólo se ocupó de llenarlo y de escribir una circu-
lar que para apartarse de la rutina, procuró que
estuviera llena de las doctrinas, teorías y opinio-
nes de que tenía el autor atestado el cerebro; y
que si hizo algunas alusiones á los proyectos de
los Estados Unidos, y aun á lo que ya se había
prometido por Juárez, fué más bien por inadver-
tencia y no con marcada intención.
Podemos, sin embargo, equivocarnos en nues-
tro juicio y suceder que realmente esas palabras
se refiriesen con toda intención á los arreglos
pendientes: en ese caso, la alusión no puede ser
más directa y la promesa de venta mus descarada)
- lio —
pues además de dav á entender que se enajenaría
el territorio suficiente para acercar las fronteras
á nuestros centros más poblados, sin preámbulo
de ninguna clase y sin consultar la voluntad de
la Nación se anunciaba á ésta esa desmembración
dolorosa.
Esta es una de las razones que inclinan nues-
tra opinión á creer que la circular de Ocampo no
se refería de una manera precisa á los arreglos
que había pendientes con Mac Lañe j' su gobierno.
VI.
Si pretendiéramos dar un resumen siquiera de
lo que la prensa mexicana y norteamericana dijo
por aquellos días acerca de la llegada y recepción
del Ministro Mac--Lane, ocuparíamos largas pá-
ginas, pues el asuuto proporcionó materia suficien-
te para discutir la actitud de los Estados Unidos
y los resultados que la causa de Juárez podía ob-
tener. Desde luego la prensa conservadora tachó
de traidores á los li-berales que buscaban el apoyo
y la protección de los enemigos jurados de nues-
tra raza, para sobreponerse á los que no pudie-
ran vencer en los combates.
A reforzar los argumentos de los que tal decían
vino muy oportunamente la protesta que con fe-
cha 14 de Abril de 1859 suscribió el Sr. D. Ma-
nuel Diez de Bonilla "Ministro de Relaciones Ex-
- 111 -
teriores en el Gobierno de que el Presidente Mi-
ramon es el jefe del Ejecutivo" (1), en nombre del
"Supremo Gobierno de la República." En esa pro-
testa se hacía la relación de los sucesos ocurri-
dos desde la proclamación del plan de Tacubaya,
y'sc agregaba:
«Poco tiempo después, el mismo Ministro de los
Estados Unidos abrió una negociación, por órde-
nes expresan de su gobierno, con el de la Repú-
blica para celebrar un tratado en virtud del cual,
se concediese d los Estados Unidos, por una su-
ma de dinero que se estipularía, tina parte muy
CONSIDERABLE del territorio nacional, y el paso
á perpetuidad del istmo de Tehuantepec. Dese-
chadas estas proposiciones como injuriosas al
buen nombre é intereses vitales de México, el Mi-
nistro de los Estados Unidos cambió de política,
y comenzó ú suscitar embarazos á la administra-
ción, provocando cuestiones desagradables,hirien-
do á cada paso la susceptibilidad nacional, y en-
tablando 6 sosteniendo reclamaciones muy exa-
geradas siempre, y las más veces destituidas de
fundamento.
"Reclamaciones eran éstas, derivadas casi en
su totalidad de quejas anteriores contra funcio-
narios ó agentes del gobierno derribado por sus
escandalosos atentados, y expresadas en notas del
[11 Este fué el Ululo quo Mr. Mac Lanc dio al Sr. Diez
(le Bonilki en la nota que con íccha 26 tic Abril dirigió a
D. Melchor Oc.Tmpo. Por él se v6 que el diplomático norte-
americano reconocía implícitamente la existencia del
'Johierno de Miyanion,
- m -
lenguaje más caustico y ofensivo. Ni excusó tam-
poco, así el aconsejar á los ciudadanos america-
nos la desobediencia al gobierno, á fin de provo-
carlo á medidas coercitivas para hacerse obede-
cer^ y entonces protestar y suspender las relacio-
nes según lo verificó, como el protejer á los ene-
migos del gobierno, que lo son también de la so-
ciedad, por los principios de barbarie que ellos
profesan, y por la conducta salvaje que observan,
hasta el extremo de tener el Sr, Forsyth en su
propia casa á los jefes de la revolncion para que
conspirasen á mansalva, y aun para que ocultasen
la plata que por orden del llamado gobierno cons-
tiiucionalista, extrajeron de la Catedral de Mo-
relia, arrancándola de sus altares."
Agregaba la protesta que no obstante la pru-
dencia de México, el gobierno délos Estados Uni-
dos no sólo había aprobado la conducta de For-
syth, sino que había dejado todo disfraz, recono-
ciendo á D . Benito Juárez, y terminaba así:
"Kn vista de esta conducta inconsecuente j^ des-
leal, tan opuesta al derecho de gentes y á los
usos establecidos y admitidos por todas las nacio-
nes, y la cual no puede tener otra mira que el
engrandecimiento material de los Estados Unidos
á costa de la República Mexicana, ya sea por la
adquisición de una parte de su territorio, sin de-
tenerse en los medios para obtenerlo, j'a por la
celebración de algún tratado, contrato 6 conve-
nio para procurarse influencias ó ventajas con-
trarias Á los intereses de México, y para cuya
- 113 -
consecución tratan de revestir con las apariencias
de Gobierno legítimo al mismo que descono cieron
y desecharon cuando tenían esperanzas de conse-
guir sus planes, entendiéndose con el único na-
cional, admitido por todas las potencias amigas y
legítimo representante de la soberanía de México;
el infrascrito, Ministro de Estado y del Despacho
de Relaciones Exteriores, por orden especial del
Escmo. Sr. General Presidente de dicha República
Mexicana declara:
"Que son nulos y de ningún valor ni efecto
cualesquiera tratados, convenios, arreglos ó con-
tratos que sobre cualquier materia se hayan cele-
brado ó puedan celebrarse entre el gabinete de
Washington y el llamado constitucionalista; y
que desde ahora para siempre, protesta ante el
mundo civilizado, á nombre de la nación, dejar á
salvo la plenitud de sus derechos^ así sobre teda la
extensión de su territorio, según quedó demarcado
por el tratado de Guadalupe Hidalgo de 2 de Fe-
brero de 1848, y el posterior de 30 de Diciembre
de 1853, como sobre cualquiera otro punto en que
se afecten los intereses y soberanía de México."
Esta nota en que se ponía en evidencia el pro-
ceder de los Estados Unidos y se desenmascara-
ba á aquel gobierno, haciendo ver cuáles eran
las intenciones que le hacían reconocer á Juárez,
cansó su efecto. Mr. Mac Lañe contestó á esa
pjotesta conuna nota que en 28 de Abril dirigió
á D Melchor Ocampo.
Aun á riesgo de fastidiar á los lectores, vamos
Estudios histéricos,- 13,
— lU —
opicáarla en gra parte, pues ella pone de mani-
fiesto la conducta que Buchanan observó respecto
de México y la idea que dominaba á los demó
cratas, de los cuales Mac Lañe era activo agente:
"Cuando Mr, Forsyth— dice la nota— recono-
ció aquel gobierno (el de Zuloaga), el presidente
Comonfort había abandonado el país, (1) y no pu-
do saber que el Presidente Juárez había ya orga-
nizado el gobierno constitucional; por consiguien-
te, el gobierno reconocido por el Sr. Forsyth fué
solamente el de hecho: gobierno que no importa-
ba á México en ese tiempo, y al reconocerlo co-
mo ta!, obró de conformidad con la bien estable-
cida práctica y la política del gobierno de los Es-
tados Unidos. "
MacLane, ni decir esto, olvidaba intencional-
mente que aun establecidvi ya Juárez en Vera-
cruz y Mata en Washington, Mr. Forsyth siguió
reconociendo al gobierno de Zuloaga, el que se"
gun él era sólo el de hecho, no obstante que
ya sabía perfectamente que funcionaba el que
juagaba ''de derecho."
Continúa hablando :>Ir. Mac Lañe:
"Después él (el Gobierno de los Estados Unidos;,
terminó sus relaciones con ese gobierno, no por
falta de buen éxito, ni porque esto («el buen éxito
se entier.de>; I fuera probable en las negociaciones
(1) E.sto no es cierto: el 23 Je Enero de 1959 leoonoció A
Zuloacrael Cuerpo Diplomático, y hasta el 7 de febrero
se embarcó Comünfort para el extranjero.
- 115 —
para la compra de terntorio (1), sino porque ese
gobierno malioraaniente hollaba los bien estable-
cidos principios de ley y política urbanidad que
regulan las relaciones de los Estados civilizados
(¡qué disculpa!) y el Gobierno de los Estados Uni-
dos aprobó la resolución de suspender las rela-
ciones diplomáticas y políticas con un gobierno
que observaba tal conducta. i'2)
"Todavía después, cuando casi toda la nación
mexicana había rechazado al Gobierno central,
j el costitucional del presidente Juárez fué ente-
ramente restablecido en sus funciones, y acep-
tado por más de cuatro quintos de la Eepúbiica
por conducto de su ministro especial en Washing'
ton el Sr. Mata, invitó al gobierno de los Estados
Unidos para restablecer las relaciones políticas
con la República de México."
Se necesitaba todo el desplante de Mr. Mac-La-
ne para aseverar que en ñnes de 1858 ó principios
de 1859, Juárez fuera enteramente restablecido
en sus funciones, pues si bien se recuerdan los su '
cesos de esa época, se verá que á la acción de
Salamanca y toma de Guadalajara que obligaron
á D. Benito á huir al extranjero^ siguió la de
Ahualulco en la que sufrieron un tremendo desca-
(1) Lueffo el gobierno Je Buhanan comprendía que
sus proposiciones para enagenar nuestro territorio ha-
bían de hcr rechaz.-idjs. Adem.-is en esta frase confiesa Mr.
Mac Lañe que sí hubo esas proposiciones.
f2: Aquí ya no se habla del grobierno de hecho y del
de derecho, ahora surge la teoría de la conveniencia, úni-
ca que debía haberse alegado desde un principio.
- lió —
labro las fuerzas fronterizas que algún tiempo
permanecieren en descanso: aunque ese descala-
bro quedó compensado en parte con la toma de
Guadalajara por Deg'ollado, no tardó en verse es-
te jefe juarista derrotado en Poncitlan, así como
Blanco en las g-oteras de la ciudad de México y
;í su vez el mismo Juárez sitiado en Veracruz,
sin más término de jurisdicción que el recinto
amurallado de la plaza y el castillo de Ulúa; de
manera que ese gobierno juarista no llegó á ver-
se completamente restablecido en el período de
Enero de 1858 á Abril de 1859, por más que lo di-
jera así Mr. iMac Lañe para disculpar algo el re-
conocimiento de D. Benito Juárez que hizo su go-
bierno. Pero el Ministro \ankee, ya empeñado
en sus ideas, continuó desarrollándolas en esta
forma:
cEl gobierno de los Estados Unidos só!c tuvo
que asegurarse de que este gobierno constitucio-
nal existía en México con la autoridad y el poder
suficientes para arreglar las cuestiones pendien-
tes entre las dos repúblicas^ en el tiempo.en que
las relaciones políticas estuvieron suspendidas, y
que estaba dispuesto á ejercer su poder, animado
de un espíritu amistoso y leal . "
Después de decir que la vecindad de las dos na-
ciones, así como las relaciones comerciales de
ambas, exigían urgentemente la reanudación de
las diplomáticas; que el hecho de ocupar Miramon
la capital y dos ó tres ciudadades principales nada
significaba al lado de la autoridod que Juárez ejer-!
~ 117 -
cía sobre cuatro quintos de los Estados y sobre
las costas y fronteras, agrega:
<Estas consideracionos de pura significación po-
lítica, sin referirse al espíritu leal y amistoso ma-
nifestado por el gobierno constitucional para con
el gobierno de los Estados Unides, forman la ra-
zón suficiente, porque «-éste aceptó las proposicio-
«nes hechas por aquel por medio de su ministro
«especial en Washington, el Sr. Mata.?
Este último párrafo vino á hacer traición á to-
do lo que antes dijo Mac Lañe, pues por él se
descubre que no las consideraciones de política,
sino el espíritu leal y amistoso ó más bien, incli-
nado á concesiones, de los juaristas, fué el que
decidió á los Estados Unidos á reconocer á D.
Benito.
Concluía la nota protestando que no se nega-
ban á Miramon sus derechos como gobernante en
todos los puntos que le estuviesen sometidos y que
procuraría mantenerse en el terreno de la más
imparcial neutralidad, como si el reconocimiento
del directorio de Veracruz no fuese la más flagran-
te violación de esa neutralidad.
Mac Lañe en su nota se redujo á explicar (y lo
hizo mal por cierto), la conducta de su gobierno;
pero guardó silencio sobre el punto principal de
la protesta del señor Diez de Bonilla, autorizando
con ese silencio las suposiciones que se hacían de
que estaba en tratos con Juárez para celebrar
convenios que menoscabasen la soberanía, integri-
dad ó dignidad de la Nación Mexicana.
— 118 -
Tampoco lo hizo bien Ocampo en la circular
que dirigió á los goberuadores, con fecha 28 del
mismo Abril, con motivo de la protesta de Boni-
lla: no refutó las razones de este señory se limitó
á desahogos y á personalizar la cuestión: "Verá
V. E., — d,ecía— por la copia que en seguida de es-
ta nota hago insertar, de qué modo el Sr. Bonilla,
faltando á las más sencillas conveniencias del
respeto que las naciones, así como los individuos,
deben guardarse, ha presentado ante la Nación el
acto por el cual el F.xcmo. Sr.Minlstro Mr. Rober-
to W. Mac Lañe reconoció en nombre del gobier-
no de los Estados Unidos al señor Juárez como
presidente constitucional de la República mexica-
na."
La protesta del Sr. Bonilla, concebida en térmi-
nos bastante comedidos, en manera alguna falta-
ba á las conveniencias sociales é internacionales;
pero reducida ^á poner de manifiesto las maquina-
ciones de constitucionalistas y norteamericanos,
no podía ser del agrado de ihíOS ni de otros.
Ocupándose Don Melchor Ocampo de la parte
de aquella en que se tendrían por nulos todos los
tratados que se hiciesen con los Estados Unidos,
escribió estas palabras que prueban de una ma-
nera evidente cuando menos la existencia de
preliminares para celebrar pactos nada benéficos
para México: "Cuando la República haya conse-
guido por un esfuerzo más, sujetar ó convencer á
aquellos de sus hijos extraviados que no quieren,
con el pretexto del orden, sino regirla por una vo-
—1119 —
luntad caprichosa, inspirada por las antiguas
máximas de explotación de los muchos por los
pocos, ó del sostenimiento de fueros, exenciones j
privilegios, sobre la opresión y esquilmo de la
generalidad, sabrá distinguir los actos que ¡a
salvan de los que la destruyen y consagrar loi
que la sean útiles."
Es decir, en nuestro concepto, Ocampo con es-
tas palabras quiso dar á entender, que en tanto
que la lucha durara, cualquier pacto que propor-
cionara ayuda á los liberales era bueno para ellos
aunque no lo fuera para la Xacion; y que después
á la hora del triunfo, se vería la manera dé elu-
dir el cumplimiento de aquellos que pareciesen
onerosos. Xo pueden darse máximas más relaja-
das ni mayor inmoralidad que la que envolvía ese
pensamiento de un hombre sin creencias, sin con-
ciencia y hasta sin fé política.
Por lo mismo que procuró atenuar al escribir, lo
que pensaba, puede leerse más claramente su idea
y sobre todo, cuando para disculparse ante sí mis.
mo continuó diciendo: ''Xo hay, pues, que atender
á los que con un hipócrita celo del honor nacional,
aparentan escandalizarse, horripilarse de la idea
de disminuir el territorio, cuando á sus torpezas
se debe la separación de Guatemala y de Texas,
los actos que prepararon el tratado de paz de
Guadalupe y el negocio todo de la Mesilla, en que
se perdieron las únicas ventajas del de Guadalupe
y que fué obra del imprudente Sr. Bonilla. Hablan
de los intereses y soberanía de México los cobar-
- 120 —
des e impotentes traidores que han ofrecido su
imperio á raciones extranjeras, naciones que sí
bien quieren que México les ayude ev\ el concier-
to interesado de sus miras monárquicas y de ex-
plotación de la humanidad, no quieren ni hace r
los gastos ni tentar los esfuei^zos que la quiméri-
ca posesión de tal imperio había de causarles sin
fruto. A pesar de toda protesta, la ttacion, que ya
no necesita de oficiosos tutores, hará lo que má s
le coiivenga (es decir lo que más conviniera á los
constitucionalistas,) j' las vanas palabras de un
funcionario usurpador, no tendrán más resultado
que el que le permita la ilustrada soberanía de la
república.»
La frase subrayada viene á completar la idea
de Ocampo demostrando que los corifeos juaris-
tas, que se creían la soberanía ilustrada de la
nación, estaban dispuestos á hacer lo que á sus
intereses conviniera.
Los documentos que en parte hemos dado á co-
nocer, fueron publicados íntegros por la prensa
de la Capital y comentados con más ó menos ve-
hemencia, y el Diario Oficial publicó un largo
artículo bastante bien fundado, refutando los do-
cumeatos que hemos estudiado. El Sr. Diez de Bo-
nilla por su parte, se sinceró de los cargos que le
hacía Don Melchor Ocampo sobre el tratado de la
Mesilla.
- 121 -
VII
una vez pasados los primeros momentos del
regocijo que causó á los constitucionalístas el re-
conocimiento hecho por los Estados Unidos, la
presenciadel Ministro iiorteara¿r¡cano Robert Mac
Lañe en Veracruz, sirvió para hacer por demás
comprometida y embarazosa la situación de D.
Benito Juárez por más que esto parezca extraño
Por una parte debía sentirse satisfecho de que la
Union Americana lo hubiera reconocido como go-
bernante; pero por otra la consideración de que
había llegado la hora de cumplir todas las prome-
sas que para lograr ese reconocimiento habían he-
cho él y susl^ministros, no dejaría de contrariarle,
pues aquellas eran en mengua de la dignidad é
integridad nacionales y era muy difícil que la na-
ción consintiese en ellas.
Además en el seno mismo del Directorio de
Veracruz, empezó á brotar la discordia y á divi-
dirse los liberales, conociendo muchos de ellos el
carácter irresoluto de Juárez y su horror por las
resoluciones súbitas; comprendiendo que él todas
sus combinaciones las cifraba en la tenacidad, y
que á todos los golpes de la suerte oponía la indi-
ferencia, el fatalismo y la inercia propias de su
raza, resolvieron precipitar los acontecimientos,
obrar activamente j aprovechando el reconocí-
Estudios histórcos.— ló.
— 122 -
miento de los Estados Unidos, acelerar la campa-
ña y trianfar de sus eaemigfos, usando para ello
de toda clase de medios, fuesen los que fue
sen.
A la cabeza de este partido se colocó D. Mi-
guel Lerdo de Tejada, autor de la ley de desamor-
tización de bienes eclesiásticos, y hombre de
deas bastantes avanzadas y se unieron á él D.
Melchor Ocampo, Ministro de Juárez, D. Francis-
co Zarco, antiguo periodista de El Siglo XIX,
Renato Masson, subdito francés, periodista tam-
bién, fundador de Le Ttraid d'Uniox, D. Alfredo
Bablot que colaboraba en el mismo periódico y
otras varias personas; deseando tener un órgano
en la prensa resucitaron al Guillermo Tell. Ese
partido comenzó á defender la causa de sus fun-
dadores con muy poco tacto, pues desde luego
dio á conocer sus tendencias que alarmaron no só-
lo á los conservadores y la maj^oría de la nación,
sino aun á los mismos liberales de buena fué, pues
á pretexto de defender la Constitución abogó
resueltamente por la reforma y buscando la esci-
sión de los constitucionalistas pretendía reemplazar
á Juárez con Don Miguel Lerdo de Tejada.
Entre tanto el Ministro Mac Lañe, acaso que-
riendo conocer el país para sus proyectos ulterio-
res, ó tal vez, como afirmaban los periódicos de
la capital, por temor al vómito, poco residía en
Veracruz: estuvo algunos días en Minatitlan, don-
de se hallaban instalados los trabajos (si tal nom-
- 123 —
bre puede dárseles) para la comunicación inte-
roceánica del istmo de Tehuantepec, emprendidos
por el aventurero La Sére. A ese propósito, fué
notable la coincidencia de que apenas recibido el
diplomático norteamericano, visitara aquella re-
gión }' Juárez concediera nuevas franquicias al
contratista [norteamericano] Emilio La Sére ani-
pliándole el término de la concesión hasta por se-
tentaycincD añosyhaciéndoledonacionde garandes
porciones de terreno, muchomaj-oresde loque pu-
diera necesitar y que indicaban claramente que se
quería colonizar la comarca, aunque sin tener e^
cuidado de someter esa colonización á reglas fijas
y convenientes. Por fortuna para México La Sére, á
pesar de contar con la protección de Mac Lana 3-
otros demócratas, nunca llegó á cumplir sus
compromisos y á la vuelta de algunos años su
concesión caducó.
Esta coincidencia vino á quedar explicada con
la publicación que hizo un diario de la capital de
una corespondencia que le dirigieron de los Esta-
dos Unidos, en la que le decían lo siguiente:
«El 23 de Febrero tuvo el presidente en Was-
hington una reunión con los miembros del Gabi-
nete, para ocuparse de los asuntos de México, dis-
cutiéndose oficialmente el reconocimiento del
gobierno de Juárez establecido en Veracruz. A poco
tiempo, el 3 de Marzo, fué nombrado ministro en
México Mr. Roberto Mac Lañe y confirmado por
el Senado el día 7, sale el 8 para Nueva Orleans
cqn instrucciones para reconocer aquel de los
~ 124 —
gobiernos que prestase 7nás esperanzas de dura-
ción. Pero sale también de Washington en la
misma dirección^ el enviado de Juárez (Mata) á
quien se le asegura que si se amplificaban ciertas
condiciones inclusa la de la ruta de Tehuantepec,
el ministro enviado reconocería según sus instruc-
ciones, al gobierno de Juárez y que Mata entonces
á su vez, seria reconocido.
«Y defacto, la víspera de su salida de Washing-
ton, tuvieron una larga conferencia con el mismo
Mata, el secretarlo de Estado Mr. Cass y Mr. Mac
Lañe. .Se asegura que Mata comunicó desde lue-
go tales condiciones por telégrafo á Nueva Or-
leans para ganar tiempo é inmediatamente salió
una persona para Veracruz."
Además de la concesión de Tehuantepec, Mata
llegó á proponer los planes más absurdos, entre
ellos el de que los Estados Unidos en unión de Mé-
xico declararán la guerra á España que nos hacía
reclamaciones y que como botín, aquellos se apo-
derasen de la isla de Cuba, por la cual ofrecían
á la sazón treinta millones de pesos; (1) á propósito
de este incidente, el Senador Chandler, de Michi-
gcan, decía en la Cámara, en Marzo de ese año:
"Denuncio con toda energía la medida y la ca-
lifico diciendo que era digna del manifiesto
de Ostende y de su autor el bandido James Bucha-
nan^ pero indigna del Presidente de los Estados
[1] Este debe ser un error, lo que ofrecían eniúnces los
Estados Unidos por Cuba eran ciento treinta millones.
— 125 —
Unidos. Los treinta millones de dollars no son más
que un gran fondo de soborno y corrupción, la
compra de Cuba un ardid grosero, un esfuerzo,
aunque vano, para salvar al partido democrático
de la destrucción que el Omnipotente tiene ya de-
cretadasobre el mismo."
Mas dejando á un lado esta digresión, volvamos
al asunto que nos preocupa. Mac Lanc, de vuelta
de Minatitlan pasó á Tampico y á San Andrés Tus-
tla, pues parecía que quería cerciorarse por sus
propios ojos de la situación de los juaristas y no
era afecto á residir en \'eracruz, como lo corro-
bora el hecho de que muchos días los pasaba á
bordo de la ".Savanah-^ y 'después en la "Sarato-
ga" que por aquellos días se presentó en Sacrifi-
cios.
Sin embargo, empezó á trabajar activamente
en el tratado que debía ajustarse, y pareció en un
principio que los recursos de que Tuárez estaba
tan necesitado iban á empezar á llegar. El dndia-
nola," buque abanderado norteamericano, de la
propiedad de los cubanos D. Domingo Goicuría y
D. Pedro Santacilia, empezó á hacer viajes entre
Nueva Orleans y los puertos mexicanos y aun tra-
jo algunos pertrechos y armas. Como se dijese por
Abril de ese año (1S59) que el «Tenessee:> traerla
asimismo hombres y armas para ayudar á la cau-
sa de Juárez, los comandantes de las escuadras
extranjeras apostadas en Sa<?rificios, declararon
terminantemente á Turner, comandante de la fra
gata ''.Saratoga," que se opondrían al desembar-
126 -=
co de esos hombres y de las armas si llegaban á
venir.
También corrió la noticia, fomada de diarios
norteamericanos, de que Buchanan había autori-
zado á los comandantes de buques para que eu
caso de asalto ó ataque á las poblaciones del lito-
ral por las tropas de Miramon, desembarcasen la
marinería y ayudasen á los liberales, con el pre-
texto de impartir protección á los nacionales de
losEstados Unidos. Asimismo, se aseguró que Juá-
rez dio permiso para que en caso del ataque de Ve-
racruz, desembarcasen en la plaza los ma.rinos
del "Savanah."
Estos rumores confirmados por un mensaje de
Buchanan, contribuyeron á que los mismos libera-
les empezaran á disgustarse y aun hubo ocasiones
en que poco faltó para que se produjesen conflictos.
Habiendo llegado el vapor norteamericano cWa-
ve> á Alvarado y Minatitlan, fué recibido por las
poblaciones con marcadas muestras de disgusto,
pues se creyó que llevaba artilleros yankees para
servir las baterías allí establecidas: sólo desem-
barcó algunos oficiales juaristas. También en Al-
varado estuvo k punto de estallar un motín al pre-
sentarse la fragata «SaTanah:^ y querer desem-
barcar un destacamento de soldados norteameri-
canos con el pretexto de protejer el consulado de
Estados Unidos. Al fin Jervis tuvo que desistir de
su intento.
Entre tanto, y por algunas indiscreciones de la
prensa, empezó ¿í traslucirse algo de lo que sepre-
«. 127 -
tendía en el tratado: el 23 de Mayo, un periódico
de Xueva York dijo que lo que las nuevas instruc-
ciones enviadas á Mac Lañe contenían, se refería
á la adquisición de un fodér perpetuo sobre el
istmo de Tehuantepec, rectificación de la fronte-
ra del Xorte y el establecimiento de una comisión
mixta de reclamaciones, además de una conven-
ción postal y otra sobre extradición.
Y si se recuerda los antecedentes que hemos re-
ferido, no podrá menos que creerse en esas exi-
gencias: el tránsito ó la propiedad de Tehuantepec
era el sueño dorado de los yankees desde hacía lar-
gos años^ 3' no era la primera oca¿ion que mani-
festaban claramente la idea de apoderarse de esa
comarca. La rectificación de fronteras había sido
propuesta á Comonfort y á Zuloaga, y la idea de
ella era la misma de Ocampo de "que un vecino
rico y poderoso vale más y dá más ventajas que
un desierto devastado por la miseria y la desola-
ción," pues lo que los yankees querían eran lossi-
eruientes límites; el río Bravo desde su desembo-
cadura, río arriba, hasta llegar al paralelo 30° lat.
Xorte; de allí al Poniente hasta la' intersección de
ese paralelo con el tributario más al Oriente del
río Yaqui; todo este río hasta su desenibocadura:
de allí, en línea recta hasta llegar al Golfo de Ca-
lifornia, en seguida rumbo al Sur hasta la boca ^?)
de este golfo, y por último, una línea que rodea-
ra la península de California á tres millas de la
costa^ abrazando las islas situadas dentro de esa
línea; es decir, querían una faja de Chihuahua, las
-- 128 -
cuatro quintas partes de Sonora, la península de
California y las islas de ese golfo; más de trescien-
tos sesenta mil kilómetros cuadrados. Por esa co-
marca y la de Tehuantepec daban una suma de
dinero que vendría á resultar irrisoria, pues Bu-
chanau hacía las cuentas de que por reclamacio-
nes de norteamericanos, México debía más de die.^
millones de pesos.
La noticia de tales exigencias causó profunda
impresión en la República y enajenó muchas sim-
patías á los liberales, á tal grado, que si Miramon
hubiera sabido aprovechar la oportunidad y con-
tado con dinero, acaba con los juaristas, derrota
á los desalentados fronterizos, ó los atrae á su
causa, lo que hubiera sido fácil, pues no estaban
tan obcecados como los demás liberales; arroja
definitivamente á Juárez al extranjero y pacifican-
do la República consolida su gobierno en el resto
de ese año y en el siguiente, á lal grado, que los
juaristas no hubieran vuelto á figurar ni á tener
ayuda, en tanto que los mismos Estados Unidos
solicitaran de aquel gobernante, como después la
solicitaron de Juárez, la neutralidad en su guerra
civil, y á ese precio se hubieran convertido en los
más firmes aliados de Miramon.
• Juárez hubiera tenido que someterse ó que vi-
vir en el extranjero durante largos años. Pero fal-
tó la previsión y los recursos; y la oportunidad
única para los conservadores no fué aprovechada.
Muchos de los sucesos posteriores y la larga
guerra que siguió hasta 1867 se habrían evitado
- 129 --
si en 1859 los conserv.adores hubieran hecho un
esfuerzo extraordinario para acabar la guerra y
aprovechar el estado déla opinión pública.
Pero los hombres no pueden leer en lo futuro ni
preverlo todo.
VIH.
Entretanto, la guerra civil seguía ardiendo en
todo el país con gran fuerza: en ese mes de Junio
fueron derrotados los jefes juaristas Carretero eu
Tehuacan, Pedro Hinojosa y José M. Arteaga en
el Mineral de la Luz, Pinzón en Huetamo^ Epita-
cio Huerta en Acámbaro, D. Leonardo Márquez
ocupaba Tepic; en cambio Huerta y Regales eran
dueños de Michoacan, Pueblita entraba á la Bar-
ca, Alatriste declaraba capital de Puebla á Zaca-
poaxtla, D. Eulalio Degollado ocupaba á San Luis,
del que fué despojado por Zuazúa; en Zacatecas
estaba González Ortega, que empezó á dictar me-
didas terribles contra el clero, precursoras de las
leyes que pocos días después debían dictarse en
Veracruz.
Esta situación, que por rjás insostenible que
fuese, ya contaba cerca de año y medio de exis-
tir, hizo qu; los hombres del partido liberal se di-
vidiesen y que cada cual bus'iase la manera de
salir de ella por distintos medios: la idea de traer
Episodios históricos —17.
- 130 -
voluntarios norteamericanos cada idea se arrai-
gaba más en la mente de algunos constituciona-
listas, principalmente entre los lerdistas.
Juárez vacilaba en aceptar esa ayuda peligrosa;
pero queriendo contentar á todos, iba indisponién-
dose con la mayoría: en vano íué que para aca-
llar á algunos enemigos del proyecto, dijese Er,
Pkoouhsista, que aunque vinieran voluntarios yan-
kees, no constituían un peligro para México, pues
tan pronto como triunfase la causa de Juárez se-
rían desarmados y reembarcadospara su país. Otro
periódico se aventuróá decir que esos voluntarios
por el hecho de servir en México, perdían su na-
cionalidad y adquirían la mexicana. Mac Lañe al
saber esto^ se apresuró por su parte á declarar,
que en el caso de que soldados norleamericanos
vinieran, había de ser con la precisa condición de
que conservarían su nacionalidad.
A medida que iban llegando á Veracruz y pre-
dominando en los consejos y reuniones los cons-
titucionalistas que pretendían buscar auxilio ex-
traño para vencer, iban abandonando á Juárez
los que hasta entonces le habían servido con leal-
tad. D. Ignacio de la Llave que hasta entonces
había militado en el Estado de Veracruz contra
Echegaray y Robles Pezuela, antes que consentir
en alternar con !os yankees, se embarcó para los
Estados Unidos; el mismo camino siguió D. León
Guzman y á poco D. Fermín Gómez Parías, asi
como varias personas notables de Veracruz á di-
versos puntos, Gutiérrez Zamora, ol Gobernador
- 131 -
de Veracruz que había dado abrigo á ]a familia
enferma y la había sostenido durante tanto tiem-
po, se resfrió mucho y casi nada volvió á mezclar-
se en los asuntos públicos. También se manifestó
disgustado D. Ignacio Mejía.
En el seno mismo del gabinete de Juárez brotó
la discordia y D. Guillermo Prieto, Ministro de
Hacienda y de Fomento, hombre poco á propósito
psra los proyectos que los leí distas tenían, aban-
donó el Miiüsierio y aunque se le nombró Admi-
nistrador de la Aduana de Tampico, no llegó á
ocupar su nuevo empleo. D. Miguel Lerdo entró á
desempeñar las carteras de Hacienda y Fomento
vacantes.
Don Manuel Doblado, el Gobernador de Guana-
juato^ que fué á conferenciar con Juárez acerca
de la situación política, aunque fué bien recibido
por el elemento oficial, fué objeto de una cence-
rrada que le dieron algunos liberales encabeza-
dos por Don Francisco Milán,
También llegó por aquellos días, D. Manuel Ro-
mero Rubio enviado por González Ortega y De-
gollado, con el objeto de decidir á Juárez á quitar-
se la careta y á que decididamente atacase al clero
privándole de sus bienes y de su influencia y re-
duciéndolo á la nada.
Nacionalizando los bienes de la Iglesia, decían,
además de que el Gobierno liberal se hace de re-
cursos para proseguir la campaña, se crea nuevos
y numerosos partidarios, pues cada adjudicatario
por fuerza tiene que apoyar al que de la noche á
— Í32 ~
la mañana le da una fortuna. Por otra parte, con
esos bienes como garantía, se puede negociar un
gran empréstito en los Estados Unidos y comprar
armas, contratar voluntarios y hacerse de todo lo
necesario para acabar cuanto antes con los reac-
cionarios.
Juárez pesaba todas estas razones; pero al
mismo tiempo comprendía que una medida tan ra-
dical podía enajenarle las pocas simpatías con
que contaba; mas teniendo como única ambición
conservar el puesto que ocupaba y temeroso de
que los liberales se fijasen en otra persona, vien-
do que sus amigos personales ó emigraban ó se
tornaban indiferentes y que su autoridad mengua-
ba, púsose en manos de los más exaltados y los
dejó que hicieran con tal de que á su investidura
no tocasen, pues para lo único que tuvo talento
Juárez fué para no abandonar el poder.
Entonces los lerdistas, en la persona de su jefe
entraron al Ministerio y empezaron á obrar y á
preparar las leyes de Reforma, que aunque firma-
das por Juárez no fueron obra suya.
El 4 de Julio, aniversario de la independencia
de los Estados Unidos, el pabellón de las estrellas
fué izado en San Juan de Uiúa al lado del de Mé-
xico, lo que causó sumo disgusto entre innumera-
bles personas que no habían pedido olvidar el
bombardeo que doce años antes había sufrido Ve-
racruz de parte de la escuadra norte-americana.
El 7 de es9 mismo mes, el Directorio de Vera-
cruz expidió un largo manifiesto firmado por Juá-
- 133 -
rez como Presidente, Don Melchor Ocarapo, Jefe
del Gabinete y Ministro de Relaciones, Goberna-
ción y Guerra y Marina; Don Manuel Ruiz, Minis-
tro de Justicia, negocios eclesiásticos é instruc-
ción pública, y Don Miguel Lerdo de Tejada, Mi-
nistro de Hacienda y de Fomento. En ese mani-
fiesto se exponía todo un plan de Gobierno y se
repetía hasta el fastidio que la inmensa mayoría
de la nación (los liberales) luchaba contra los
que pretendían oprimirla (los conservadores.)
Insistíase en ese manifiesto en afirmarse á la
Coustitucion como era la idea dominante en Juá-
rez, y el pretexto en los demás, supuesto que á
ese Código debían la situación en que se habían
puesto; se incurría no obstante en la contradic-
ción de decir que los principios consignados en él
"no han podido ni podrán arraigarse en la
nación," aunque atribuyendo ese hecho á otras
causas distintas de las verdaderas, «mientras que
en su modo de ser social y administrativo, se con-
serven los diversos elementos de despotismo, de
hipocresía, de inmoralidad y de desorden que los
contrarían.»
Se anunciaba la separación de la Iglesia y del
Estado, la supresión de las comunidadas de frai-
les, la de cofradías, congregaciones, etc., la clau-
sura de los noviciados en los conventos de mon-
jas, la nacionalización de los bienes del clero, la
libertad Teligiosa, la formación de Códigos, el es-
tablecimiento del sistema de jurados, la supresión
del fuero de clases en delitos comunes, la ense-
- 134 -
ñauza primaria gratuita, etc. El manifiesto tam-
bién se ocupaba de puerilidades como la de publi-
car manuales sobre los derechos y obligaciones
del hombre; prometía el establecimiento del re-
gistro civil; prometía con toda formalidad ocupar-
se de las relaciones con las potencias extranjeras
nombrando dos legaciones, una en Estados Unidos
y otra en Enropa con residencia tn Londres.
Daba á ententeder lo que esperaba obtener de
la'nacionalizacion cuando decía: ¡Acerca de la
hacienda nacional, la opinión del gobierno es que
deben hacerse reformas muy radicales para
creay grandes intereses qne se identifiquen con
la reforma social^ coadyuvando eficazmente d la
marcha liberal y progresista de la Nación. Pro-
poníase capitalizar las pensiones y hacer desapa-
recer la deuda pública.
Quería fomentar la guardia nacional, desespe-
raba de crear la marina mercante, construir ca-
minos, ferrocarriles, penitenciarías, promover la
inmigración, subdividir la propiedad territorial^ y
formar la estadística. Insistía en llamar salvaje,
rebelde^ criminal, etc. al bando conservador, protes-
taba que los liberales carecían de ambición perso-
nal y terminaba protestando que lo que deseaban
los constitucionalistas era el bien de la patria y
hacían cuanto era posible para obtenerlo.
Ese manifiesto, pues, contenía grandes prome-
sas y auguraba notables innovaciones; fuera de
éstas, nada nuevo ofrecía, por que sabido es que
las promesas siempre las formulan los que quie-
- 135 —
ren atraerse la opinión pública por más que no
estén dispuestos á cumplirlas. El objeto con que
S3 expidió parece que fué con el de explorar la
opinión pública acerca de su sentir sobre las nue-
vas leyes que se preparaban; sin embargo, el po-
co tiempo que entre él y la expedición de la ley
de nacionalización medió no permitió conocer
esta.
Las lej-es posteriores á ese manifiesto y la in-
fluencia que ellas tuvieron en las relaciones de
los liberales con los Estados Unidos, serán materiii
de otro capítulo.
IX
Por ñn se vieron colmados los deseos de los
liberales rojos con la publicación de las leyes que
se han llamado de Reforma. Ya de antemano D.
Jesús González Ortega que nunca tuvo grandes
miramientos para con la persona de Juárez 6 su
autoridad, por sí y ante sí, había dictado en Zaca-
tecas el 21 de Junio de 1859 un furibundo decreto
contra los eclesiásticos, en virtud del cual de he-
cho quedaron suprimidas no sólo las comunidades
religiosas, sino que aún obligo á los clérigos á
emigrar primero de la ciudad de Zacatecas y des-
pués de todo el Estado. En la Villa grande de
Guadalupe, con motivo de la permanencia de los
religiosos del Colegio Apostólico, hubo una terri-
- 136 -
ble escena de matanzas y fusilamientos en la que
tuvo gran papel el Gener;\l D. Francisco Alato-
rre y que dio pretexto á González Ortega para
consumar la exclaustración.
Las declaraciones y discursos de este general
le valieron el sobrenombre de -íEI Diablo Predi-
cador» y los sucesos de Zacatecas dieron materia
para que el entonces abogado y hoy coronel D.
Remigio Tovar, escribiese un opúsculo titulado
"Crímenes de la demagogia," en el que los rela-
tó fielmente.
También con anterioridad á las leyes de Julio
habían sido desterrados de Páztcuaro y Morelia
los padres paulinos por D. Epitacio Huerta y Por-
firio García de León y en otras ciudades las comu-
nidades y sacerdotes habían sufrido presecuciones
}' destierros.
En Jalisco y Michoacan asi mismo ya se había
llevado á cabo la nacionalización de los bienes
eclesiásticos de muchas localidades de esos Es-
tados.
Por fin el 12 de Julio se dio en Veracruz el de-
creto famoso en que se nacionalizaban los bienes
eclesiásticos, se suprimían las órdenes religiosas,
se decretaba la independencia de Iglesia y del Es-
tado, se clausuraban los noviciados, etc.; ley tan
radical estaba precedida de varios considerados
que no eran más que una máscara de hipocresía
con la quc^ querían cubrirse los autores de ella, y
como disculpa de la nacionalización y para alejar
la idea de que se atacaba á la religión, se alega-
— 137 --^
ba qne el clero podía raantenarse en México,
como en otros países, sin que la ley civil arregla-
ra sus cobros y convenios con los fieles.
Ni es este lugar de examinar como se merece
esa le}' ni queremos distraernos de nuestro traba-
jo para emprender un análisis para el que no es-
tamos prevenidos: baste decir que ese decreto, así
como los que le siguieron, encontraron una ruda
oposición y dieron margen á numerosísimas pro-
testas de la sociedad que veía con asombro cómo
los liberares la atacaban de manera tan descara,
da y trataban de minar sus bases.
Al mismo tiempo esas leyes dieron por resulta-
do recrudecer la guerra civil que por aquellos
días llegó á su período álgido, pues ya no quedó
duda ninguna; á los pocos conservadores que aún
creían que Juárez no tocaría á ciertas institucio-
nes, de que estaba dispuesto á llegar hasta el úl-
timo extremo con tal de conseguir el triunfo.
Al siguiente día de expedida la ley de na-
cionalización y fecha del reglamento de ella, 13
de Julio, D. Miguel Lerdo de Tejada que nada más
esperaba la publicación de esa ley, para con ga-
rantía de los bienes nacionalizados, levantar un
empréstito en el extranjero, salió de Veracruz
rumbo á los Estados Unidos, provisto de los pode
res necesarios pqra realizar el logro de su idea.
Con el ñn de apoyarlo con su influencia, salió en
unión suya el secretario de MacXane, con cartas
de este señor para los principales personajes po-
líticos y financieros de Norte-América.
Estudios históricos.— 18,
- 138 -
Pero por más que recorrió los Estados Unidos,
Lerdo de Tejada no pudo conseguir un solo peso
á pesar de las garantías que ofrecía, sirviéndole
poco la influencia de Mac Lañe y menos la de
Mata que guardaba una posición bastante desai-
rada á causa de que el Cuerpo Diplomático resi-
dente en Washington se negó á admitirlo en su
seno, alegando que sus gobiernos reconocían á
Miramon y no á Juárez.
Sin embargo, Buchanan, viendo que la causa
constitucionalista perdía cada día más terreno en
la opinión pública y en los campos de batalla, y
que aun el mismo Mac Lañe ya no era tan entu
siasta admirador de la libertad constitucional
que tanto ponderara antes, "hizo á un lado las le-
yes de la neutralidad y permitió la extracción de
recursos" para favorecer á Juárez. [1]
Y entonces todas las esperanzas de los juaris-
tas radicaron en Washington más que en los sol-
dados de Degollado y González Ortega: en los
discursos y manifiestos de aquellos empezó á usar
se un lenguaje que si bien hoy es corriente, en-
' ónces llamaba la atención por lo nuevo; como una
prueba de él insertamos el fragmento de un dis-
curso pronunciado en Huilotepec por el jefe po-
lítico de Tehuantepcc, Comandante D. Porfirio
Díaz, al inaugurarse los trabajos para lacomuni
cacion interoceánica por el istmo.
"Se nos ha llamado para concurrir á la cons-
1
(1> Rivera Cambas. Las Gobcrfiattlcs de Mt'xico. To-
mo 2° pAg-. 5f)7.
- 139 -
truccion de este camino, y conjuntamente con los
directores del trabajo, hemos puesto mano á la
obra y ayudado á cavar el suelo para su apertu-
ra. Ahora nos resta protejerla y defenderla aun
cuando fuese á costa de nuestra sangre y con pe-
ligro de nuestras vidas. Como mexicanointeresa-
do en los adelantos de un pais, que están identi-
ficados con el triunfo de las ideas liberales, con-
sidero esta empresa como de una alta importan-
cia para la prosperidad de México. La República
de los Estados Unidos es como la hermana mayor
de la República Mexicana. Ella le ba precedido
en la carrera del progreso y de las ideas libera-
les, y nuestras instituciones se han modelado por
las suyas. Tenemos, pues, una identidad de senti-
mientos y de principios políticos, y todo lo que
nos acerque y nos una, no podrá menos que con-
tribuir al bien de las dos naciones,^'
Los decretos del Altísimo son inescrutables, ni
el mismo que pronunció aquellas palabras pudo
llegarse á figurar entonces que más de siete lus-
tros después, en esas frases se resumiría todo su
sistema de gobierno y que habría ya realizado
por completo sa programa de unir á las dos Na-
ciones con lazos de acero, cuando acaso entonces
no sabía bien lo que decía. Y ni los políticos de
aquella época, ni la nación, podrían imaginarse
que el desconocido jefe político de Tehuantepec,
que en unión de humilde sacerdote concurrió en 5
de Marzo á la inauguración de los trabajos, había
de llegar á ser el arbitro de los destinos de su
- 140 -
patria y habían de ser terminados esos trabajos
y atravesar el istmo en pocas horas y cómoda-
mente. (1)
¿Ha sido patriótica la tarea de acercar y unir
á dos naciones tan distintas? ¿Esa imion ha con-
tribuido al bien de ambas ó siquiera al de México?
La historia se encargará de responder á estas
pregfuntas; á nosotros no nos toca más de consig-
narlas y desear que para fortuna de nuestra pa-
tria, no sean contestadas negativamente y que
las cuentas que tenga que dar el que inauguró
los trabajos en el istmo y los ha visto concluidos,
no sean tremendas.
Una vez terminada esta pequeña digresión, de
la que pedimos perdón á nuestros lectores, aun-
que creemos que no les ha de haber causado de-
sagrado, continuaremos nuestro relato.
La publicación de la ley de nacionalización de
bienes del clero y oíros, causó efectos contrapro-
ducentes á los que sus autores y promovedores.
Lerdo, Vidaurri, Degollado, González Ortega,
Doblado^ Zuazúa, Ocampo, etc., esperaban: los
periódicos de aquellos días están llenos de pro-
testas que de todas partes se formularon; muchos
individuos que habían militado en las filas juaris-
tas se disgustaron y acogieron al indulto que dis-
pensó ampliamente el gobierno conservador, y
(1) El dia ciuc escribimos estas lineas, se anunció el
viaie del Presidente dcU Repúb ica á Tehuantepec; [27
de ISncro de 1896], viaic que no Ucffó .1 tener efecto.
- 141 -
aun en el terreno de las armas, la suerte se de-
claró en contra de los liberales.
Como coincidió la expedición de esas leyes con
la acentuación de los rumores sobre la llegada
de oficiales y aventureros yankees, ambas causas
se adunaron para producir males á los juaristas
y la guerra que hasta entonces era sólo de parti-
dos, tendió á tomar otro carácter, que de haberse
definido, conduce indefictiblemente al triunfo de
los principios conservadores.
La palabra "traidores", que tanto se usó des-
pués por ambos bandos para motejarse mutua-
mente y que si se creyera en la eficacia del cali-
ficativo nos conduciría á suponer que todos los
mexicanos de entonces traicionaron á su patria
(cosa inadmisible); esa palabra empezó á aplicar
se con mucha frecuencia á los liberales y )a en-
contramos consignada en una proclama que el ge-
neral conservador Don Miguel Xegrete dirigió á
sus tropas, cuando llegaron á su conocimiento las
noticias que corrían sobre reclutamiento de sol-
dados norte-americanos.
Para que se tenga una idea de cómo opinaban
los liberales respecto de ese reclutamiento, inser-
tamos á continuación algunas palabras del Bole-
tín Oficial dk Mo.vteerey, periódico de Vidaurri,
en las cuales, no obstante que se nota que el pa-
triotismo las había inspirado, se ve desde luego
al partidario que á todo trance quiere que sus
principios triunfen y que su adversario sea el que
ceda: ¿Se quiere dar lugar, dice, á que México re-
-142 —
ciba esa muestra manifiesta de su ineptitud (la ve'
nida de los yankees) y de sus lamentables desa-
ciertos? ;Cuál de los dos partidos debe ceder pa-
ra evitar ésta, si se quiere, verdadera afrenta? El
clero por amor nacional, si no por sus deberes y
obligaciones, por rendir respetos á la filosofía, á
la razón y á la verdad, por conveniencia propia,
por los intereses de 3a religión que predica y de-
fiende, por conservar con mayor influencia sus
creencias católicas, debía ceder ya en la actual
contienda, para que se evitara esa intervención
extranjera que imperiosamente nos amenaza. ¿Qué
avanza el clero en sus intereses y en la extensión
de sus doctrinas con la aparición en nuestro sue-
lo de fuerzas americanas? ¿No es evidente que
empeorará de condición el día que por virtud de
esas fuerzas 6 por los tratados que se nos arran-
quen, prevalidos de nucbtra debilidad, se esta-
blezca en México alguna otra administración con
una política directamente intervenida por el go-
bierno de Washignton?"
Como se ve, aunque Vidaurriy los suyos repug-
naban á la idea de llamar á los norteamericanos
en auxilio de los liberales y aunque preveían los
males que la política de Juárez nos podría traer,
todavía no querían dar del todo su brazo á tor-
cer y se dirigían tontamente al clero cuando de-
bían dirigirse á los conservadores, para que ce-
diese; viendo que su voz no era atendida, algunos
meses después, Vidaurri se decidió á obrar por
cuenta propia aun á trueque de indisponerse con
)
— 143 -
los liberales como sucedió, pero sobreponiendo
sus ideas de patriota á las de partidario, según
tendremos ocasión de ver.
No sólo en el país se censuraba la actitud de
Juárez; formaríamos un grueso volumen si con-
signáramos aquí nacía más lo principal de lo que
dijeron los periódicos de Europa y América so-
bre las tendencias que él y su partido demostra-
ron, y entraríamos de lleno á un terreno al que
por hoy aun no no= es dado penetrar; acaso
llegará un día en que reuniendo los materiales
dispersos que existen, nos resolvamos á escribir
la biografía del hombre al que un partido raalé
voló/ ya que no ignorante, rinde culto, cuando
debería ver en é! á la causa de muchas desgra-
cias que durante muchos años afligirán aún á la
patria.
Sin embargo, no dejaremos de copiar lo que
dijo Lk Propac.vteur Cathouque, periódico nor-
teamericano de esa época: "Podrá ser que México
esté destinado á perder su nacionalidad; pero ha-
bríamos deseado que al menos la perdiese noble-
mente. Estaba reservado á Juárez envilecer á
aquella Nación para perderla con más facilidad,
y ahogar su espíritu de independencia en el cieno
más asqueroso." (1)
Y para demostrar lo que ya dijimos en el artí-
culo anterior de que á nadie satisfacía Juárez con
su conducta, recordaremos lo que el corresponsal
[1] Eito no sólo á luárez puede aplicarse, ni A aquella
ípoca ,
— 144 -
en Veracruz del Hkkai.i?, de Xueva York, decía á
este diario en fines de Agosto de 1859: "Tengo
e! sentimiento de manifestar á vi. que lejos de
haber dado el gobierno de Juárez en el blanco de
los deseos de los demás, ha desva::ccido complc-
iameztie las justas esperatisas aun de sus mis-
?7to$ adictos y admiradores los más entasiastas,
pues no solamente se halla en la mavor inacción,
sino que está aguardando que los Estados Uni
dos lo Jiagaií todo, no obstante que niega su san-
ción tan luego como se trata de aprobar cual-
quier medida que con este objeto se le propone."
Y más adelante agregaba: cMac Lañe se encuen-
tra con qae nada puede hacer y las negociacio-
nes que habían seguido su curso durante algún
tiempo entre él y e! gabierno de Juárez han ce-
sado del todo.>
En conñrmacion de este aserto, Mac Lañe se
embarcó para los Estados Luidos el 2 de Septiem-
bre, por virtud de una licencia que dijo haber
pedido, pero en realidad para consultar con Bu-
chanan y su gabinete sobre la cuestión de Mé-
xico-
La prensa conservadora creyó que aquel di-
plomático abandonaba definitivamente su misión
y esa creencia fué corroborada por la nota de
Mac Lañe á Ocampo, anunciándole su viaje, pues
le decía que durante su auseucia sise ofrecía al-
gún negocio podía tratarlo con el encargado Mr.
La Reintrie, según las instrucciones que éste re-
cibiera de su gobierno. Aquella nota lacónica y
- 145 —
fría, muy diversa del entusiasta discurso de re-
cepción, auguraba hasta la total retirada de la
misión norteamericana y si ella no se llevó á
efecto, se debió a la tenacidad de Buchanan que
esperaba al lin obtener lo que deseaba; asi como
á la de los liberales rojos de México que no po-
dían conformarse con ver desaparecer tan inopi-
nadamente las ilusiones que el envío de IMr. Mac
Lañe les había hecho concebir.
Aunque la mayoría de los jefes juaristas ha-
bían abogado por la expedición de las leyes de
Reforma, no obstante, después de la publicación
de éstas, muchos de ellos no quedaron contentos,
pues desde luego vieron que los lerdistas sólo las
habían tomado como medio para procurarse re-
cursos en los Estados Unidos y para reclutar
av2ntureros yankees.
Se habló mucho de la venida de los tres mil
voluntarios norteamericanos y aun se abrió una
oficina de alistamiento en la calle Greenwich, de^
Nueva York, donde empezaron á acudir muchas,
perdidos, deseosos de medrar en México, en las fi-
las de las tropas de Dellogado; y en Veracruz
había una cincuentena de oficiales norteameri-
canos y se aseguraba que estaba próxima la lle-
gada de treinta más. De Nueva Orleans salió ar-
mamento y municiones para Jlinatitlan y Vera-
cruz; ü. Juan Alvarez por su parte hizo traer de
Estudios históricos.- V).
- 146 -
San Francisco armas, etc.^ y parecía que las pa-
labras de Rivera Cambas, dadas á conocer en el
capítulo anterior, eran un hecho, pues esas expe-
diciones se hacían con conocimiento del gobierno
de Washington y aun con su aprobación.
Estas circunstancias hicieron temer á Vidaurri
(1) una invasión de norteamericanos por la fron-
tera del Norte, 3'' en consecuencia, determinó re-
tirar las fuerzas de Xuevo León y Coahuila del
interior del país y tenerlas listas para cualquier
emergencia, ó que al menos no ayudasen al par-
tido que se inclinaba á los extranjeros que eran
más nocivos al país. Las tropas fronterizas ha-
bían sido durante más de año y medio el núcleo
de los ejércitos liberales y verdaderamente las
sostenedoras de la i'evolucion, de manera que su
retirada era un golpe tremendo para la causa
juarista.
A la sazón los soldados fronterizos se encon-
traban en el Estado de Guanajuato: reunidos Hi-
íiojosa y Quiroga á Sánchez Román y á Degolla-
do Iqvie venía de Veracruz y Tampico) con un
efectivo de dos mil hombres 3' cinco piezas de ar-
tillería, esperaron al general conservador D. ,
Adrián Woll, á inmediaciones de la ciudad de
León, donde se dio la batalla, desfavorable á los
constitucionalistas (Septiembre de 1859), que per-
(1) También se ha dicho que Vidaurri aspiraba á la
presidencia de la República. Arrangoiz d;l como razón
dtí la retirada, «que juzgó prudente retirarse de la lucha
y volverse á Monterrey, para obrar desde allí según le
conviniera.»
>- 147 -
dieron 230 muertos, 280 prisioneros, muchos he-
ridos, etc.
Por esos mismos días (5 de Septiembre), Vi-
daurri expidió en Monterrey un decreto que de-
cía: "considerando que, en la conciencia del go-
bierno de Xuevo Lt^on y Coahuila, había un ple-
no conocimiento y seguridad de que serían gran-
des y de graves trascendencias los males que se
seguirían al Estado y á la Xacion de la perma-
nencia del ejército del Xorte en el interior de la
República, en uso de las facultades de que estaba
investido, decretaba que volviesen al Estado las
fuerzas que estaban actualmente en campaña
contra la reacción; que si, lo que no esperaba, al-
gún jefe ú oficial, faltando á su deber, resistía el
cumplimiento del decreto, sería responsable al
Estado de las consecuencias, quedando desde lue-
go facultados los que siguieran en graduación, 5'-
aun la misma tropa, para hacer que tuviese su
cumplimiento, á cuyo efecto emprenderían su
marcha inmediatamente; que el Gobierno del Es-
tado protestaba ante Dios }• la Xacion que aque-
lla medida no implicaba en lo mds mínimo el des-
conocimiento de los principios constitucionales
que había sostenido y estaba dispuesto á soste-
ner; que protestaba igualmente que al dictar
aquella providencia lo hacía obligado por causas
más que suficientes que se patentizarían á su de-
bido tiempo, y que no le habían guiado otras mi-
ras que las muy nobles de procurar el bien de la
Nación y del Estado, salvar el decoro de ésta y
- 148 -
mantener en pié la moralidad del expresado ejér-
cito del Norte 3* su sangre que había estado á
punto de prodig'arse inútilmente."
Esta actitud de Vidaurri produjo algunos tras-
tornos: Degollado, desde San Luis Potosí, desti-
tuyó ú Vidaurri el 11 del mismo mes, lo dio de
baja en el ejercito, y nombró general en jefe del
ejército del Xorte á Don Silvestre Aramberri, re-
comendándole la aprehensión y aseguramiento
de Vidaurri. Don Miguel Blanco, que mandaba
una de las divisiones de aquel ejército, se negó á
obedecer la orden de su general; Don Santiago
Vidaurri á su vez puso fuera de la ley á Degolla-
do; Zuazúa, partidario del gobernador de Nuevo
León, se aprestó á la campaña; Monterrey se
pronunció 3' A'idaurrl tuvo que refugiarse en
Lampazos; los jefes fronterizos se dividieron y se
ocuparon de hacerse la guerra mutuamente, con
lo que Juárez perdió muchos auxiliares y el go-
bierno de México no tuvo que preocuparse gran
cosa de tales enemigos.
Como si tal contrariedad no fuese pequeña pa-
ra los liberales, á poco ocurrió otra: Don .Santos
Dellogado era infatigable para levantar ejércitos
y conducirlos á la derrota; de Agosto á Noviem-
bre consiguió reunir un ejército de siete^mil hom-
bres, mandado por Degollado, Arteaga, Blanco,
etc., y se dirigió con él sobre México.."*; Miramon,
ú su vez, había salido de México para el interior
y al saber la aproximación de Dellogado, resol-
vió salirle al encuentro.
- 149 —
Arabos generales habían hecho grandes sacri-
ficios para organizar aquellas tropas y compren-
dían, por lo tanto, la importancia de la acción que
iban á librar, acción que podía ser decisiva. A
esta circunstancia se debió que Dellogado inicia-
se negociaciones con el fia de acabar la guerra
civil; pero por más queMiramon "se mostró fran-
co Y desinteresado," segiin las frases del mismo
Degollado, no pudo ultimarse ningún convenio y
la batalla, conocida con el nombre del lugar don-
de se verificó, la Estancia de las Vacas, se hizo
inevitable.
Cuatro horas y media largas duró aquella san-
grienta acción en que el general juarista dejó dos
generales prisioneros (D. Santiago Tapia y D.
José Justo Alvarez que fueron perfectamente tra-
tados por el vencedor,; y perdió 260 muertos,
muchos heridos, 420 prisioneros, 62 cañones, 7,300
fusiles, 3,000 sables, 3^000 fornituras, 20 carros de
municiones y mucho material de guerra. [1]
"El golpe de la Estancia, si no abatió el ánimo
de los defensores del Código, sí modificó la ma-
nera que creyeron conveniente para llegar a un
próximo triunfo, y aunque no produjo en Vera-
cruz la derrota de la Estancia todo el efecto que
debía, porque allí se estaba en la inteligencia de
que Márquez se había sublevado contra Miramon
[1] Rivera Cambas. Los Gobernantes de México. To-
mo '¿°, páff, 566.
- 150 -
(1), siempre influ3-ó en el ánimo de Juárez, que
temió le faltaran elementos para acabar pronto
con la enfermedad crónica que destruía á Méxi-
co, y prestó oídos d las proposiciones de Mac
Lañe." (2)
Como se esperaba, la batalla de la Estancia
influj'ó mucho en el mejoramiento de la situación
de los conservadores. Miramon, libre de enemi-
gos, continuó su marcha á Guadalajara, donde re-
levó á Márquez del mando y se dirigió sobre Coli-
ma, cuya plaza ocupó después de haber derrotado
á Rojas en"Perico", librando en seguida la acción
deTonüaenla que acabó de desbaratar A los jua-
ristas de aquel rumbo.
En fines de 1859, la situación de los conserva-
dores era bastante halagadora: González Ortega
no tenía soldados, Degollado descansaba después
de su derrota en la Estancia; Aramberri había si-
do arrojado de Monterrey y batido por Zuazúa,
Vidaurri permanecía neutral, Oaxaca había caí-
do en poder de Cobos^ las partidas liberales suel-
tas andaban dispersas, Pesqueira permanecía inac-
tivo en Sonora y Sinaloa, y los únicos puntos de
importancia que conservaban los juaristas eran
[1] Esia inuligcncia era á consecuencia de haber sido
relevado de ];i comandiincia d<- Guadal;<iara el General
D. Leonaido i\Járquez, por motivo de haber tomndo una
cantidad de una toiiciiuía para pagar Á sus soldado?. La
creencia del Directorio juarísta era c«mpletemente erró-
nea, pues Márquez no dio motivo alguno para qw se juz-
gase que estaba dispuesto A sublevarse, y aun durante
algún tiempo vivió en México, esperando que se le juz-
gase.
[2] Rivera Cambas. Loe. cit.
— 151 —
Morelia y Veracruz. Por tanto, la situación de los
constitucionalistas bien podía calificarse de de-
sesperada.
Entonces fué cuando se echaron por completo
en brazos delyankee. Mac Lañe había vuelto de
los Estados Unidos con nuevas exigencias y con
un nuevo tratado^ y estaba resuelto á que Juárez
lo aceptase, costara lo que costara.
"Buchanan se había empeñado á tal grado en
la celebración del tratado, que amenazó á Juárez
con que en caso de negativa, los Estados Unidos
tomarían por la fuerza loque pretendían (1.) Y
Juárez, cuj'o orgullo debía haberse sublevado an-
te tan torpe amenaza, que debió negarse á dar
oídos á las proposiciones de Mac Lañe y hacer
un llamamiento á la nación, seguro de que todos
los liberales y conservadores se habrían unido con-
tra el enemigo común, en vez de dar muestras de
esa energía que hoy se pondera tanto, prefirió
humillarse y doblegarse ante el orgulloso ex-
tranjero, con tal de conservar una investidura
por entonces irrisoria, y consintió en que diesen
principio las negociaciones para la firma del tra-
tado r>Iac Lane-Ocampo.
Y fué entünces';cuando el Guillermo Tell, es-
cribió estas palabras que demuestran hasta dón-
de habían olvidado el patriotismo los liberales y
que constituirán para ellos un perdurable baldón
de ignominia:
(1) Riicia Cambas, páff. 5t)7.
- 152 —
"Algunas veces los pueblos^ cansados de sufrir
una odiosa tiranía, miden sus propios recursos,
prueban sus fuerzas y al encontrarse impotentes,
reclaman de los demás pueblos un auxilio para
vencerá sus tiranos. (1) Y cuando esa esclavitud
quiere emanciparse, y la mano de otro hombre
libre cruza los mares para romper las cadenas,
entonces i'ilgun labio ruin exclama: ¡traición!
¡traición! ¿A qué se llama, en fin, extranjero? ¿Con
qué se significa la traición á la patria?. . . .
"¿No es cierto que si todos somos hermanos
la patria no es una extensión de arena sino que
lo es el Universo? Pues ¿como os atrevéis á decir
á un pueblo que recibe el auxilio de sus herma-
nos, que con eso traiciona á la patria? ¿Cómo que-
réis inculcar en el corazón de ese mismo pueblo
sentimientos de odio al que llamáis extranjero,
sólo porque sois bastante ignorantes para no
com.prender la idea de la Divinidad ó bastante
estúpidos para desconocerla?»
Esas frases, nuestros lectores sabrán averiguar
quién fué su autor; en cuanto á nosotros creemos
que brotaron de la pluma del mismo que calzó
con su firma el tratado que con tales razones de-
fendía.
XI
Además de los sucesos que hemos dado á cono-
[1] El impolcnte no cm f>] uueblo mesiraao sino el
partido juansta.
153 -
cer, existían otras causas que contribuían á hacer
precaria la situación de los constitucionalistas y
una de las más importantes era la ambición que
se había apoderado de los principales corifeos
de ese partido.
En un^principio, '.cuando triunfó por completo
el plandeTacubaya y fué desconocido Comonfort^
el gobernante constitucional podía decirse que
era Juárez, aunque á éste le faltaba el indispensa-
ble requisito del juramento que no había presta-
do, como lo exigía el artículo 83 de la Constitu-
ción; y el de que se había separado del lugar de
la residencia de los poderes federales sin anuen-
cia del Congreso, aunque este último podía dis-
culparse por el pronunciamiento de la capital.
Pero desde el momento que Juárez rompió sus úl-
timos títulos de legalidad^ embarcándose en ^Man-
zanillo para el extranjero y dejando sus poderes
á Degollado, todos los caudillos constitucionales
tenían iguales títulos para aspirar á la ilusoria
presidencia.
Y en efecto, de hecho, cada uno fué indepen-
diente: relegado Juárez á Veracruz, con dificul-
tad se comunicaba con sus generales. Degollado,
que quedó con amplios poderes, soñó con ser
presidente; pero las continuas derrotas'que '.sufría
le quitaron todo prestigio entre los suyos: Vidau"
rri también ambicionó el mismo puesto y aun hu-
bo una época en que pareció que llegaría á reali-
zar su propósito, pues sus fronterizos fueron los
que sostuvieron la revolugioa despueg de la ba -
Estudios históricos.— 2 0.
- 154 -
talla de Salamanca, y no obstante los desastres
que sufrieron en Puerto de Carretas, Ahualulco
y otros puntos. Por esta causa^ Vidaurri inspiraba
cuidado á D. Benito, aunque no tenía más reme-
dio que servirse de él; la defección de este cau-
dillo, pues, no obstante que privaba á Juárez de
poderosos auxiliares, fué vista por él con júbilo,
y si hemos de creer á los papeles de aquella épo-
ca, en la misma Veracruz fué preparada, en vista
de que los soldados fronterizos habían perdido
mucho del prestigio que tenían, por las continuas
derrotas que sufrieron.
Quedaban otros aspirantes a la presidencia,
á los que se puede llamar vergonzantes, como
Doblado, nulificado desde los convenios de Ro-
raita; González Ortega, que empezaba á tener
ambición, pero que ai'in carecía de la atmósfera
que después crearon en su derredor los triunfos
de Silao, Calpulálpam y Jalatlaco, y acaso al-
gún otro.
Pero había otro hombre, que sin haber empu-
ñado una espada como los cuatro citados, creía
tener méritos para ocupar la Presidencia de la
República, y no disimulando su ambición, era an
rival más temible que todos los demás, para
Juárez; este hombre era D. Miguel Lerdo de Te-
jada. Hábil estadista, entendido financiero, minis-
tro de Comonfort y de Juárez, y autor de la ley
de desamortización; á él se volvían los liberales
descontentos que veían que D. Benito era una
remora para el triimfo y que con su carácter irre-
— 155 —
soluto no acertaba á salir de la difícil posición en
que se encontraba en Veracruz, ni adoptaba me-
dida alguna de las que se le proponían.
Con Lerdo no podia emplear Juárez en aquellas
circunstancias el procedimiento que empleaba
con sus demás rivales: darles un mando y un ejér-
cito para que fueran derrotados por los generales
conservadores, y de esa manera se desacredita-
ran: siendo tan reducido el campo de acción de
que disponían los liberales en Veracruz, y muy
superior en talento el primero al segundo, no era
fácil que aquél, que trabajaba por su candidatura
se entregara á cometer desaciertos; así, aunque
Lerdo fué uno de los principales autores de la ley
de nacionalización, tuvo el buen sentido de irse
á los Estados Unidos, y no quedarse en Veracruz
donde empezó una serie de operaciones ruinosí-
mas y descabelladas con los bienes quitados al
clero. Aunque Lerdo no consiguió todos los re-
cursos que iba á solicitar, tornó con algunos que
sirvieron de mucho en aquellas críticas circuns-
tancias y q:ie alentaron, sobre todo, á los lerdis-
tas para trabajar con más ardor en pro de su can-
didato .
Y entonces la posición de Juárez vino á ser más
crítica: por una parte carecía de ejércitos para
vencer á Miramon; por otra tenía cerca de sí á un
rival temible; por otra, en fin, la frialdad de Bucha.
nan y su gabinete lo exponía á que le faltase el
apoyo moral que hasta entonces lo había sosteni-
do en Veracruz, y por último sus partidarios eran
- 156 -
contados y en menor número que los de Lerdo.
Peligraba su poder, si es que alguno tenía, y en
la alternativa de dejar su puesto á otro ó de abra-
zarse á un hierro ardiendo, prefirió esto último
por más que no fuese patriótica esta solución y
demostrase con ella el más refinado egoísmo, for-
mando su conducta contraste con la de Miramon
que siempre se mostró generoso y desprendido y
nunca antepuso su ambición personal al bien de
país.
Las negociaciones con los Estados Unidos to-
maron, por esa determinación de Juárez, un nuevo
aspecto: D.José Blaría Mata, que hasta entonces
tenía en Washington una posición desairada, tanto
por la actitud del cuerpo diplomático allí residen-
te, como porque el centro de las negociaciones
era Veracruz, con la licencia que disfrutó Mac
Lañe empezó á entrar enjuego y á obrar cou ac-
tividac*. Viendo que la causa del fracaso de las
primeras nego'ciaciones era la negativa á la pro-
pposicion norteamericana, de cesión del istmo de
Tehuantepec, propuso á Buchanan conceder á los
Estados Unidos el derecho de tránsito por diez
años, prorrogable, á través de esa vía.
Mas cuando ya las negociaciones estaban ade-
lantadas en ese sentido, surgió un incidente que
alarmando á Mata en un principio, le sugirió des"
ues una idea que j'a había antes concebido, peroe
que tuvo que abandonar: nos referimos al tratad!
Mon-Almonte, concluido con España.
De todas la§ naciones de Europa, ésta era Ií^
~ 157 —
que tenía más motivos de disgusto con México y
estaba muy próxima á asumir una actitud hostil
tanto por la falta de cumplimiento del tratado de
12 de Noviembre de 1853 sobre créditos españoles
como por los atentados de que fueron víctimas los
subditos de D" Isabel 11 en San Vicente, Chicon.
cuac y San Dimas: el gobierno de IMiramon, que
necesitaba el apoyo moral de Europa, se apresuró
á firmar el tratado Mon-Almonte que ponía en vi-
gor el de 1853 y que prometía una indemnización
á las víctimas de esos atentados. Por no exten-
dernos más, no entramos al análisis de aquel tra-
tado que tan duram.ente fué calificado por los li-
berales, (que llamaron traidor á Almonte y á los
que intervinieron en ese pacto,) y que aun después
de muchos años los vemos juzgados de manera
muy severa en el quinto tomo de México d través
de los siglos, cuando para el tratado Mac Lañe -
Ocampo, hay frases que tienden á disculparlo y
apenas se le critica, no obstante que este último
fué verdaderamente indigno y humillante para
México.
El tratado Mon-Almoníe que terminaba las di-
ferencias entre México y España, alarmó á Mata
y á los liberales, que veían que con el apoyo mo-
ral que Europa prestaba á Miramon podía con-
solidarse definitivamente el gobierno de éste. Pe-
ro en seguida ideó el siguiente plan que más bien
fué ingenioso que profundo.
Como Miramon no tiene dinero con que pagar
la indemnización estipulada, creía Mata que Es-
— 158 —
paña mandaría una escuadra al Golfo de México, y
estando todas las costas y puertos de ese Golfo
en poder de los juaristas, el ataque que intentara
la escuadra se consideraría como un cnsiis hcUi:
1 os Estados Unidos no pueden dejar solos á los
juaristas en esa guerra y los ayudarán, siendo el
precio de esa ayuda la Isla de Cuba que pasará á
poder de los yankees." La idea, como se ve, no
era nueva, pues desde algunos meses antes la
abrigaba Mata, y tenía alguna conexión con la
ridicula alianza ofensiva y defensiva entre Méxi.
00 y los Estados Unidos^ propuesta por Ocampo y
anunciada desde la recepción de Mac Lañe.
Pero los norteamericanos, demasiado prácticos
desecharon la idea de esa alianza )' no se mani-
festaron muy dispuestos á emprender una guerra
con España, y formularon sus exigencias de una
manera tan clara y precisa que ni siquiera con-
sentían en que regresara á Veracruz Mac Lana
sin tener la seguridad de que se firmaría el trata-
do, para lo cual Buchanan lanzó la amenaza que
tomándola del escritor liberal Rivera Carabas de-
jamos consignada en el capítulo anterior.
Y Juárez, para el cual el mayor peligro era la
presencia de Lerdo en Veracruz, llevado de su
egoísmo, ya no puso más reparos al tratado que
lo afirmaba en el poder.
El Sr. \'¡gil, en la obra ya citada de «México
á través de los siglos» dice que la disyuntiva era
bien triste para México: sí triunfaban los liberales
tendríamos la intervención europea, y sí triunfa-
— 159 -
ban los conservadores nos esperaba la guerra con
los Estados Unidos. Aparte de que no estamos
conformes con el primer punto, pues aún no esta-
ban de acuerdo los gabinetes de Europa ocupados
en la cuestión de Italia, en la intervención, todo
se hubiera zanjado con que Juárez no hubiera he-
cho pesar demasiado en la balanza política su
personalidad y hubiera dado oídos á las proposi-
ciones que repetidas veces le hicieron Robles Pe-
zuela y aun algunos jefes liberales.
Pero no fué así: el tratado Mac Lane-Ocampo
era necesario para que aquel hombre siguiera
dándose en Veracruz el título de Presidente de la
Repi'iblica, aunque no tuviese las intenciones de
cumplirlo, según lo han confesado sus mismos
partidarios, como veremos después, y el tratado
al cual hemos llegado después de una larguísima
exposición, se hizo.
XÍI
Muy larga liabrá parecido á algunos de nues-
ros lectores la exposición que hem.os hecho de la
ituacion del país y de las causas que influyeron
para que se llegase á firmar el tratado entre los
Sres. Mac Lañe }• Ocampo; pero reflexionen esos
ectores en que era indispensable estudiar lo más
profundamente posible esa época para poner de
manifiesto la situación de ambos partidos y sus
tendencias; para conocer el carácter de algunos
de los hombres que tomaron parte en esa lucha
- 160 "
memorable, y para poder calificar con fundamen-
to y no á la ligera, la conducta que observaron en
ese asunto tan importante para México.
En ese estudio, aunque no tengfamos la presun-
ción de haberlo hecho completo, sí podrá obser-
varse que hemos procurado llenar una laguna que
se encuentra en todos nuestros historiadores, los
que limitándose á dar cuenta del tratado Mac
Lañe, nada ó muy poco se han fijado en los acon-
tecimientos que se desarrollaron en Veracruz 3-
que tanto influjo ejercieron en la marcha del país
y en los sucesos posteriores. Con los datos que
hemos procurado dar á conocer, los que escriban
la historia de aquella época se sentirán animados
del deseo de estudiar detenidamente los aconteci-
mientos y de darlos á conocer con todos los deta-
lles que se merecen.
Por nuestra parte, satisfechos de haber contri-
buido con nuestro pequeño contingente para ese
estudio, procuraremos ser más concisos en lo su-
cesivo, y reanudamos el hilo de los sucesos.
La firma del tratado Mac Lane-Ocampo coin.
cidió con dos sucesos importantes que demostra-
ban cuáles eran las intenciones de los Estados
Unidos respecto de México: fueron éstos la movili-
zación de lasYuerzas norteamericanas en dirección
de la frontera del Norte con pretexto de las inva-
siones de Cortina en Brownsville y en los pueblos
de la margen izquierda del Bravo y la arrogante
protesta que el comandante de la corbeta de gue-
rra, «StjMary,» II. C. -x'orter dirigió á Pcsqueira
- 161 -
desde Guaymas, con motivo de la expulsión del
territorio de Sonora, de varios ciudadanos norte-
americanos. En esa protesta, Porter amenazaba
con una intervención del gobierno de su país 3' en
la movilización podía verse un principio de ejecu-
ción de los planes que de tiempo atrás abrigfaba
Buchanan.
Este último argumento, más poderoso que todos
lo s demás, fué acaso el que acabó de convencer á
Juárez y el tratado quedó firmado en los primeros
días de Diciembre.
El artículo l^deél decía textualmente: "Art. 1°.
— Por vía de ampliación al artículo 8° del tratado
de 30 de Diciembre de 1853, cerfe la República
Mexicana á los Estados unidos 5' sus conciudada-
nos y bienes, en perpetuidad^ el derecho de trán-
sito por el istmo de Teliitanlepec, de uao á otro
mar, por cualquier camino que actualmente exista
ó que existiere en lo sucesivo, sirviéndose de él
ambas repúblicas y sus ciudadanos. >
La manera de redactar este artículo, fué calcu-
lada con detenimiento para inducir al público al
error de que el tratado de la Mesilla, que con ese
nombre se conoce el de 30 de Diciembre de 1853,
contenía alguna cláusula que menoscabase la so-
beranía dejNléxico sobre el istmo de Tehuantepec.
Y nada es menos cierto que esto.
El articulo S^ de ese tratado decía: ^Habiendo
aiitorisado el gobierno mexicano en 5 de Febre-
ro de 1853 la pronta construcción de un camino
de madera y de un ferrocarril en el istmo de Te-
Estudios históricos.— 2!.
- 162 -~
huantepec, para asegurar de una manera estable
los beneficios de dicha vía de comunicación á las
personas y mercancías de los ciudadanos de Mé-
xico y de los Estados Unidos, se estipula, etc.:^
De manera que esta convención era para el caso
de que se constru5'esen los camiraos autorizados
en 5 de Febrero de 1853; pero no para "cualquier
camino que actualmente exista ó qu.e existiere en
lo sucesivo" como decía el art. l'^ del tratado
Mac Lañe, y desde el momento que la conce-
sión de 1853 había caducado, la cláusula del con-
venio de la Mesilla dejaba de tener aplicación.
No era, por ¡o mismo, lo convenido una amplia-
ción de lo anterior, sino una nueva estipulación
muy distinta de la primera, y onerosa además, se-
gún tendremos oportumidad de examinar.
También podrá observarse que la modificación
propuesta por Mata de conceder á los Estados
Unidos el derecho de tránsito por espacio de diez
años, no fué aceptada y que al fin se puso la cláu-
sula de á perpetuidad, como desde un principio
lo habían querido Buchanan y Mac Lañe, no
obstante la resistencia de Juárez y de Ocampo.
Increible parecerá la importancia que para los
norteamericanos tenía ese artículo qne les conce-
día de una manera directa, el paso sobre Tehuan-
tepec, é indirectamente el de construir uno ó más
caminos á través del istmo para poderse comuni-
car rápidamente con sus posesiones del Pacífico.
Desde que los Estados Unidos poco después de
su independencia traspusieron los montes Allegha-
~ 163 -
nis y se establecieron en el valle del Ohio, su idea
dominante fué llegar á las playas del Océano
Pacífico para atraer á su país el comercio con
China y llegar á ser una gran nación americana
que extendiese su influencia á los dos grandes
Océanos; y trabajaron con un tesón y una cons-
tancia admirables por llegar á este resultado.
Comenzaron por hacer retroceder ante sí las
tribus de pieles rojas^ que habitaban esas comar-
cas, y empezaron á descender por el gran valle
hasta llegará las riberas del Mississippí j' en breve
tiempo colonizaron los territorios de los que des-
pués fueron Estados de Ohio, Indiana, Kentucky,
Illinois y Alabama; la venta que hizo Napoleón en
1803 de la Lousiana les permitió llegar al Golfo de
México y bloquear casi las Floridas, que invadi-
das por el General Jackson al fin fueron cedidas
por España en 1819.
El año de 1812, la guerra que sostuvieron los
Estados Unidos con Inglaterra, en realidad sólo
tuvo por objeto, de parte de aquellos^ adquirir
posesiones en la costa del Pacífico, lo que al ñn
consiguieron por el tratado de paz que les dio so-
bre ese mar la comarca donde erigieron el te-
rritorio de Washington, elevado recientemente
á Estado. El banquero José Astor fundó á Asteria
y posteriormente se echaron los cimientos de
Olympia y de Pacific City; pero desde luego se en-
contraron con que la travesía del Atlántico al Pa-
cífico era demasiado penosa por la distancia y pe-
ligrosa por los indios pieles rojas que recorrían
- 164
las vastas comarcas desiertas que hoy forniatilos
Estados de Minesota, Yowa, Xebraska, Kansas,
Dakota^ Montana é Idaho, y ya no pensaron más
que en correrse hácio el Sur aunque fuese con de-
trimento de la integridad del territorio mexicano.
Desde luego empezaron los Estados Unidos á
trabajar en el sentido de conseguir de México que
firmase un tratado de límites que les permitiese
avanzar más aV Sur su línea; el tristemente céle-
bre Ministro, Joel R. Poinsett, recibió el encargo
y el 12 de Enero de 1828, se firmaba entre él y e
Sr. D. Sebastian Camachoun tratado que fué adi-
cionado el 5 de Abril de 1831 y por el cual se fi-
jaba como límite septentrional de México el pa-
ralelo 42° lat. Norte, quedando á favor de los Es-
tados Unidos todo el Oregon y parte de Idalio,
Montana y Colorado, y á México, Alta California,
Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Texas, y
parte del territorio indio, Kansas y Colorado.
Mas ni las concesiones hechas por Inglaterra
y España, (que por el tratado de 1819 desistió de
ciertas pretensiones sobre la bahía de Nootka en
el Pacífico) eran bastantes á contener la ambi-
ción de los Estados Unidos, que encontraban mu-
chas dificultades para hacer su gran camino ia
teroceánico, de manera que insistieron en adqui-
rir territorios más al vSur del parlelo 42".
Nuestros lectores saben lo que pasó, las inva-
siones de Gaines, en el Sabina, las de Fr^remont
en California, la toma de Monterrey por la escua
drn norteamericana, la sublevación de Samuel
-- 163 -
Houston y Lorenzo Zavala en Texas y la anexión
de esta última comarca á la Union no fueron más
que consecuencia del plan, largos años madura-
do, de arrebatarnos gran parte de nuestro terri-
torio; plan que abrazaba hasta la Baja California
como lo dio á conocer Trist en las conferencias
de la Casa Colorada, celebradas en Agosto de
1847; pero que se redujeron en parte al firmarse
la paz deñuitiva en la Villa de Guadalupe el 2 de
Febrero de 1848.
Crej^eron ya los norteamericanos tener un ca-
mino más cómodo para el Pacífico y un puerto
mejor que los del Oregon con los territorios ad-
quiridos; pero el descubrimiento de los placeres
de oro por Marshall, á raíz de la guerra de Mé-
xico, les vino á demostrar el error en que estaban.
Efectivamente, de los aventureros atraídos por
la sed Je oro, pocos fueron los que se decidieron
á atravesar los Estados Unidos para llegar á las
Montañas Rocallosas y al Valle del .Sacramento;
la mayoría prefirió remontarse hasta el Canadá
y la Colombia inglesa, siguiendo la línea de los
grandes lagos y entrar por Montana é Idaho.
Muchos no quisieron seguir esa travesía peligro-
sa y cruzaron la América por el istmo de Panamá^
cuyas dos principales ciudades^ Panamá y Colón,
se vieron muy concurridas y prosperaron á tal
grado, que el ferrocarril que rápidamente se ten-
dió entre ellas obtuvo muy pingües ganancias. No
pocos cruzaron por la América Central y aun hu-
bo bastantes que emprendieron el camino por la
- 166 -
República Mexicana, embarcándose enAcapulco y
Mazatlan que desde entonces empezó áprogresar.
Pero este estado de cosas no podía convenir á
los norteamericanos, que veían prosperará otros
países ó localidades á costa de ellos; además la
importancia que habían adquirido California y el
extremo Oeste hizo para ellos necesarias más rá-
pidas comunicaciones con el Pacífico aun pres-
cindiendo del comercio con ilsia.
Entonces se fijaron en la América Central, tan
á propósito para ser cruzada en diversos puntos
por ferrocarriles de corta extensión ó por canales
y no disimularon el deseo que tenían de apoderar-
se de algún país centroamericano ó de cualquie-
ra de esos puntos de comunicación.
Mas elgran incremento que adquirieron los Esta-
dos Unidos con la guerra de México }• el descubri-
miento del oro, había despertado la suspicacia de
las naciones'europeas que veían en ellos una ame-
naza para sus posesiones (de ellas) de ultramar y
un rival temible que á ojos vistos se elevaba aquen-
de el Atlántico y decidieron poner coto á la ambi-
ción desmedida de los anglo-sajones de América.
El tratado¡ Clayton-Buhver firmado el año de
1850 entre Estados Unidos é Inglaterra, y por el
cual ambas naciones se comprometían á no ocu-
par ni colonizar cualquier punto de la América.
Central, cortó á la primera nación los vuelos y la
obligó á buscar la comunicación interoceánica
por otros medios que no fueran la conquista y la
anexión. ... ó la compra.
- 167 --
Kn Nicaragua gastó aquella mucho dinero en
reconocimiento del rio de San Juan y Lago de Ni'
caragua, así como en proyectar un ferrocarril de
Puerto Caballos, en la costa del Norte á la bahía
de l'onseca en la del Sur; pero la aventura filibus-
tera de Walker resfrió ba§tante el poco entusias-
mo que sentían por los caminos que los yankees
proyectaban y al fin tuvieron que aplazar sus pro-
yectos, ya que no les dieron de mano por com-
pleto.
Al fin se fijaron en Tehuantcpec, que también
es lugar cómodo para esa comunicación, y tenien-
do en cuenta las continuas revoluciones de México,
juzgaron cosa fácil apoderarse del istmo [bajo
cualquier pretexto,
lii gobierno del general Arista había otorgado
una concesión para un camino ó canal á través
del istmo al ingeniero Garay, mas como éste no
cumpliera con su contrato, aquéllo rescindió. Ga-
ray vendió su concesión en los Estados Unidos y
de aquí se originaron disputas entre los dos go-
biernos que agriaron bastante la relaciones diplo-
máticas y que aun estuvieron á punto de originar
un conflicto serio. Pero al fin el gobierno mexica-
no otorgó una nueva concesión á ciudadanos nor-
teamericanos, y los Estados Unidos procuraron
ayudar poderosamente á la empresa, comprendien-
do todo el provecho que les resultaría de tener
un camino mucho más corto que todos los demás
que comunícase sus Estados del Este;y del Sur
con los del Oeste.
— 16S -
Mas para que ese camino fuese siempre seguro
y no estuviese expuesto á las contingencias de un
país en revolución peremne, necesitaba.i ó querían
tenerlo bajo su inmediata dependencia y á conse-
guir ésta tendieron todos los esfuerzos de los de-
mócratas, entonces adueñados del poder. Al fin las
amenazas de Buchanan consiguieron su objeto y
en el artículo primero del tratado MacLane-Ocam-
po se consignó la servidumbre de paso á perpe-
tuidad á través del istmo de Tehuanlepec.
La lesión que la soberanía de México sufría con
la constitución de esa servidumbre la examinare-
mos cuando lleguemos á otros artículos donde se
estipulaban otras.
XIII
En el artículo 2» del tratado se dijo: "Convienen
ambas repúblicas en protejer todas las rutas exis-
tentes hoj' ó que existieren en lo sucesivo á través
de dicho istno (de Teliuantepec,) y en garantizar
la neutralidad del mismo."
Esta cláusula examinada concienzudamente y
de acueido con los preceptos del derecho interna-
cional, resulta monstruosa bajo todos conceptos y
verdaderamente no se puede comprender cuál fué
la idea que tuvieron sus autores al escribirla. Lo
que en ella se dice, está en parte dicho en otras-
Jcláusulas posteriores, según veremos, de una ma-
nera más clara y más precisa, poi" lo que á núes-
— 169 —
tro modo de ver ese artículo 2- es una redundan-
cia; pero como en él se mienta por primera y úni-
ca vez la palabra "neutralidad," esta circunstancia
nos obliga á examinarlo con toda atención.
La primera parte de la cláusula: ^^convienen
ambas yepúblicas en protejer todas las rutas
existentes hoy á través de dicho istmo" (de
Tehuantepec) no tenía aplicación práctica cuando se
hizo el tratado, por razón de que en esa época no
existía ni un mal camino de herradura á través del
istmo: el mismo tratado lo reconoce así á los tres
renglones siguientes, pues la cláusula tercera em-
pieza de esta manera: "Al usarse por primera vez
bona fide cualquiera vía á través de dicho istmo,
para transitar jpor ella., establecerá la República
mexicana," etc., de manera que se estipulaba para
lo existente en lo futuro, pues si ya entonces hubie-
ra habido camino, la cláusula se habría redactado
así: "La República mexicana establecerá desde
luego, dos puertos de deposito ,,
Continuando el examen del artículo 3^, encon-
tramos la siguiente frase: "Convienen ambas re-
públicas en protejer todas las rutas. . . . que exis-
tieren en lo sucesivo á través de dicho istmo." Por
parte de México esa obligación de protección ya
existía y lo único nuevo que se estipulaba era la
de los Estados Unidos, en los casos y circunstan-
cias especificados en el artículo 5°, al ocuparnos
del cual veremos el alcance que se daba á esa
protección.
También convenían ambas naciones en garan-
Estudios históricos.— 22,
— 170 —
tizar la neutralidad del istmo, según lo declaran
en esa cláusula segunda; pero tentados estamos
para creer que no supieron lo que escribieron si
se tiene en cuenta los requisitos que para que ha-
3'a neutralidad exige el derecho internacional.
Los tratadistas han discutido largamente, desde
Grocio hasta Zavala, cuál es la deñnicion más
adecuada y al fin no han encotrado una^ siendo
mu}' significativo que el ilustre Grocio no se hu-
biera ni atrevido á formularla.
La más aceptable es la de Hubner qae define la
neutralidad diciendo que es "la completa inacción
relativamente á la guerra y exacta imparcialidad
manifestadas por hechos respecto á los beligeran-
tes y referentes sólo á la guerra misma y á los
medios directos é inmediatos de hacerla."
Después de la de Hubner la definición que más
consideración disfruta es la de Hautefeuille, pues
las de Bynkershoek, Galiani, Azuni y otros han
sido desechadas por completo. Vattel (1) evitando
abordar directamente la cuestión dice: "Los pue-
blos neutrales en la guerra son los que no toman
ninguna parte en ella, permaneciendo amigos co-
munes de los dos partidos y sin favorecer las ar--
mas de uno con perjuicio del otro."
Wheaton, ('2) autor más moderno y que escri-
bió en una época en que el derecho internacional
estaba ya más adelantado, es más práctico y di-
( 1) Derecho de Ocntcs, Lib. 3° Cap. VIL Fár. CIII.
(2 ) Elcmcnls clu droit internationel. Parte 4í Cap. 3",
- 171 -
vide la neutralidad en natural ó perfecta y con-
vencional ó imperfecta, diciendo que la primera
es la que todo Estado tiene el derecho, salvo un
convenio positivo, de observar respecto de la gue-
rra que sostienen entre sí otros Estados. "Este de-
recho, añade, es un atributo indiscutible de la so-
beranía." En cuanto á la neutralidad convencional
es, según este autor, "la que está modificada por
un pacto especial." La división de Wheaton la si-
guen Hautefeuille y Calvo.
En lo que sí están de acuerdo todos los autores
es en que las reglas de neutralidad son aplicables
á las naciones, á los Estados, no á comarcas ó á
fracciones de una nación, y los ejemplos de neu-
tralidad convencional ó determinada (que sería
en último análisis la que pudiera aplicarse á Te-
huantepec; confirman esas reglas. Vamos á hacer
un rápido resumen de esos casos, á fin de que se
vean las circustancias especiales que concurrie-
ron en cada uno de ellos.
El primero y más notable es el de la Confede-
ración helvética, país situado en el centro de Eu-
ropa y colindante con las legendarias rivales
Francia y Alemania. Desde la paz de Westphalia,
(1648) en que fué reconocida la independencia po-
lítica de algunos cantones suizos, éstos por razón
de su pequenez, guardaron una prudente absten-
ción en todas las cuestiones que agitaron el conti-
nente, no obstante que había soldados suizos á
sueldo en todos los ejércitos europeos. Poco á po-
co, la Confederación ó los cantones aisladamentei
- 172 -
empezaron á entrar en tratos con sus vecinos pa-
ra que fuera respetada su neutralidad durante
esas luchas que no tuvieron más origen que la ri-
validad de las poderosas casas de Borbon y de
Hapsburg-o. Suiza consiguió su objeto y aunque
durante la guerra llamada por su duración
"de treinta años,» se viú respetada, no sucedió
lo mismo durante la época de la revolución fran-
cesa en que más de una vez sus montañas fueron
teatro de la guerra; sin embargo en 1803, Bona-
parte, primer cónsul, celebró un tratado en 27 de
Septiembre, con la Confederación, en el cual re-
conocía la neutralidad de ésta. La acta final del
Congreso de Viena también hacía la misma decla-
ración (.Marzo 20 de 1815) y sin embargo pocos
días después, durante los cien dia'i, Austria, Ru-
sia, Prusia é Inglaterra dirigieron una petición al
consejo federal, encaminada á que permitiese el
paso de los ejércitos aliados por el territorio sui-
zo, á lin de invadir á Francia, dando muchas dis-
culpas y prometiendo que el caso ni se repetiría ni
serviría de precedente. Suiza, aunque con repug -
nancia, dio el permiso y el ala izquierda de los
aliados pasó el Rhin entre Bale y Rheinfelden, in-
vadiendo el territorio francés.
Después de Waterloo, la declaración de París
(20 de Noviembre de 1813) garantizó la neutrali-
dad de Suiza y la inviolabilidad é integridad de
su territorio, dentro de los límites establecido,"; en
'a acta final citada; posteriormente esa neutralidad
seha visto comprometida por la cesión áFranci»
173 -
de Sabora ('1848.) oblig-ando esa cesión á que Suiza
protestase contra las fortificaciones qae en esta
comarca se levantaron; y dorante la guerra franco-
prusiana turo que armarse, bien que sn neutrali-
dad no fué riolada, debido, más que al res-
peto que merecen los tratados, áque Moltkepara
su campaña no tuvo necesidad de tal violación, y
en parte á la actitud de expectativa de Austria y
Rusia que no habrian dejado de protestar enérgi-
camente y de mover sus ejércitos.
La ciadad de Cracovia y su territorio también
faeron declarados país neutral en el Cong'reso de
Viena, por la pequenez de la comarca y la com-
placencia de las g'randes naciones; pero la nueva
república formada, vivió poco tiempo y al fin faé
incorpcrada á Austria.
Bélg'ica, situada entre Alemania y Francia, ca-
na de la dinastía merovingia y objeto délas am-
biciones de Francia, Austria, Inglaterra y Espa-
ña, teatro de las guerras de los siglos XXII y
XVIIl y presa muchas veces de Francia, que por
ella penetró á Alemania en 1794, y que á su vez
facilitó las invasiones del territorio francés en
1709, 1793 y 1815, también fué declarada país
neutral. Desde los tratados de Utrecht (1713) y
de Ambéres ' 1715> los Países Bajos ya habían sí-
do garantizados contra las tentativas de Francia,
aunque inútilmente como vemos, y en 1815, ese
famoso Congreso de Viena volvió á hacer la de-
claración correspondiente que fué ratificada en
1830 a! separarse Bélg'ica de Holanda. Sin em-
- \1\ -
bargo^ la primera no cree enteramente en que á
la hora de un conflicto sea respetado su territo-
rio y^debido á eso en 1859 encomendó al General
Brialmont un sistema completo de defensa. Sólo
los repetidos triunfos de los prusianos en 1870,
impidieron que la guerra hubiera sido llevada á
territorio belga.
Por último, el Gran Ducado de Luxemburgo
fué declarado neutral en 1839 y quedó bajo la ga-
rantía de Francia, Austria, Inglaterra, Prusia y
Rusia en 1867, después de la guerra de Austria y
cuando habia temor de que cayese bajo las garras
de Prusia victoriosa.
Estos ligeros apuntes nos enseñan que la nece-
sidad de la paz que se ha hecho sentir en la beli-
cosa Europa es la que ha obligado á las naciones
ú declarar neutrales á algunos países; aun ccn
mengua de la independencia de ellos, pues como
dice muy bien Don Carlos Calvo (1), "la consa-
gración de este principio, (el de neutralidad per-
manente,) hecha tan pública y solemnemente co-
mo hemos visto, respecto á ciertos países, tiene
que influir de un modo poderoso c imprescindible
en su independencia, sirviéndoles más bien de re-
mora que de motivo para su desarrollo. Porque
claro y evidente es que ninguno de ¡ellos está fa-
cultado, ni aun en tiempo de paz, para contraer
compromisos que pudieran obligarles á falsear el
cumplimiento de deberes inquebrantables. Resul-
(\) Derecho intcrimciotial, Parte 3" Cap. 2" §■ 619.
~ 1^5 --
ta^ pues, en definitiva, que han perdido hasta
cierto punto la aiitouoniia que es indispensable
para la libre y fructuosa existencia de los
pueblos.^'
Aplicando lo que hemos visto á la neutralidad
de Tehuantepec, vamos á ver cómo era una pa-
labra vacía de sentido y que no podía llevarse á
la práctica jamás.
En el caso de una guerra entre dos naciones
extrañas, excepción hecha de los Estados Unidos,
si á México le convenía ser neutral, también lo
seria el Istmo de Tehuantepec, parte integrante
de México; si por alguna razcn tomábamos parte
en la contienda, por más declaraciones de neutra-
lidad que hubiera, si llegaba el caso de tener que
utilizar los caminos del Istmo, México estaba no
sólo en el derecho, sino aun en la obligación de
utilizarlos^ supuesto que eran indispensables para
su defensa. Lo mismo hay que decir en el caso
de una guerra directi entre México y otro país.
Quedan sólo cuatro casos que también mere-
cen examinarse: el de guerra civil en México, de
guerra entre México y los Estados Unidos, de gue-
rra civil en Estados Unidos y el de guerra entre
éstos y una nación extraña. Y las consecuencias
que resultan son tan curiosas que todos los auto-
res de derecho internacional se quedarían ad-
mirados.
En el primer caso — guerra civil en México —
las vicisitudes de la contienda podían dar por re-
sultado que en el Istmo hubiese un encuentro en-
- 176 -
tre los beligerantes como sucedió por" aquellos
días, (1) y que alguno de ambos, fundándose en el
artículo 5'' del tratado Mac Lañe, pidiese á losEs-
tados Unidos que emplease sus fuerzas militares
para la seguridad y protección de las personas y
bienes que transitasen por el Istmo, pues ese pre-
texto se podia invocar ostensiblemente y desde
luego teníamos ya á los ejércitos yankees en
nuestro territorio. O muy bien podría suceder que
sin necesidad de esa petición, los norteamerica-
nos calificasen cualquier caso de excepcional y
de peligro inminente y, apoyados en ese mismo ar-
tículo, enviasen sus tropas é intervinieran de una
manera directa en nuestras cuestiones interiores,
á favor de algún partido, resultados ambos de-
plorables y peligrosos para nuestra independen-
cia é integridad.
En el segundo caso — de guerra entre México y
los Estados Unidos— aunque desde luego podía
aplicarse el principio de derecho internacional,
de que la guerra es causa para suspender los efec-
os délos tratados, nuestros vecinos se apresura-
rían antes de la declaración de guerra á estable-
cerse de un modo definitivo en el Istmo y tenien-
do así una base de operaciones dentro de nuestro
(1) Sabiendo el General conservador Don José M. Co-
bos que el Comandanta Don Porfirio Díaz [que era por
aquellos días Jcfp Político del Distrito de Tcliuanleijcc]
tenía armas y municiones en Tchuantepec, se dirigió
a ocupar esa plaza y el 'J4 de Noviembre de 1859. ya es-
tuvo el Sr. Díaz en aptitud de atacarla y de derrotar i.
Triujeque que mandaba en ella,
— 177 -
territorio nos causarían perjuicios incalculables
que contribuirían poderosamente á darles la vic-
toria y á desmembrar el territorio nacional.
En el tercer caso, de guerra civil en los Esta-
dos Unidos, caso nada remoto pues muy poco
tiempo después estalló la contienda del iSiorte y
del Sur, nuestra posición creada por el tratado,
habría sido por demás anómala y expuesta á peli-
gros. No obstante que México hubiera querido
permanecer neutral, como tenía en su territorio
la servidumbre legal de paso, debía permitir se-
gún el artículo 6^ del tratado, el tránsito por Te-
huantepec, de tropas, abastos militares y pertre-
chos de guerra y de esa manera ayudaba á uno
de los contendientes con perjuicio del otro y no
observaba la debida neutralidad y aun daba mo-
tivo para que el perjudicado, en justa represalia,
tuviese á México como enemigo é invadiese su te-
rritorio, según veremos al ocuparnos de ese art. 6".
Otro tanto puede decirse del cuarto y último cá^
so, con la circunstancia bastante curiosa de que
no obstante ser México país ajeno á la cuestión,
la parte de su territorio que estaba neutralizada
era la que tomaba participio más directo en la
contienda y obligaba por la fuerza de las circuns-
tancias á todo el resto de la nación á tener inge-
rencia en la lucha, pues la nación beligerante, con
mucha razón vería á México como enemigo, y
además de otros actos de hostilidad, desde luego
procuraría apoderarse de ese Istmo de Tehuante-
pee que ^s tan útil para los norteamericanos.
Estudios Hist«rlefrs.--g9!
- 178 -
Senos podrá objetar que las cláusulas del tra-
tado Mac Lañe no eran aplicables, en el caso de
una guerra; perp esa observación carece de fuer-
za, porque en primer lugar el tratado no lo ex-
presaba así; en segundo, porque al examinar el
primer caso de los propuestos ya vimos que muj'
bien podía hacerse uso de sus cláusulas para fa-
vorecer á un partido; y en tercero, porque los Es-
tados Unidos tenían de su parte la fuerza, pre-
veían una próxima guerra civil en su país y no
obstante los tratados habrían usado los separa-
tistas ó los federados del Istmo, y contestado lo
que Bismarck cuando se le dirigieron algunos re-
proches por los actos de los alemanes en la gue-
rra franco-prusiana: "en la guerra como en la
guerra."
Con lo dicho creemos haber demostrado que el
plenipotenciario mexicano, al escribir en el artí-
culo^segundo del tratado la palabra neutralidad
no supo lo que quiso decir, ó que si lo supo (pues
es muy fuerte cargo tildar de ignorante en esa
materia' á un ministro de Relaciones) para escri-
birla tuvo en cuenta razones desconocidas par a
nosotros, razones que fueren las que fueren n
son muj- justificables ni menos pecaban por exce-
so de patriotismo.
y para destruir lo dicho en la clásula primera
de que el tratado Mac Lañe era una ampliación
de lo dicho en el artículo 8° del de la Mesilla, va-
mos simplenjente acopiar la parte conducente de
e§t§ ÚUiniQ; «HabiemJg cqijfeqi4Qeí Gobierqg qj?.
- 179 -
xicano en protejer con todo su poder la construc-
ción, la conservación y seguridad de la obra (de.l
camino)^ los Estados Unidos de su parte podrán
impartirle su protección siempre que fuere apo-
yada y ARREGLADA AL DERECHO DE GENTES." Lo
cual es muy distinto de la neutralidad que pre-
tendía establecer el tratado Mac Lañe.
XI\'
cAl usarse por primera vez, bona fide-decía. la
primera parte del artículo 3° cualquiera ruta al
través de dicho istmo, para transitar por ella, es-
table era la República Mexicana dos puertos de
depósito, uno al Este y otro al Oeste del istmo. >
Esta condición es distinta de la contenida en el
artículo 8' del tratado de la Mesilla, en el que se
estipulaba lo siguiente: «Cuando se concluya la
construcción del ferrocarril (de Tehuantepec), el
gobierno mexicano conviene en abrir un puerto
de entrada, además del de Veracru?, en donde ter-
mina dicho ferrocarril, en el Golfo de México ó
cerca de ese punto>. En primer lugar el aveni-
miento para abrir un puerto en el Golfo era dis-
tinto de la obligación de establecer dos, pues lo
primero podía suponer la habilitación de cual-
quier punto de la costa para el comercio de altu-
ra ea tanto que lo segundo se podría interpretar
como la obligación estricta que tenía México de
hacer dos puertos eq los extremos f}e| ferrocarril
del istmo.
- 180 -
Esta condición y en aquellas circunstancias era
tan difícil de cumplir, que casi puede decirse que
era imposible. Juárez en Veracruz ante todo te-
nía que preocuparse de la guerra que sostenía y
de procurar vencer á sus contrarios para ver de
consolidar su posición, bastante desesperada por
cierto. Si muchas ocasiones no tenía recursos pa-
ra pagar á la guarnición de Veracruz, menos po-
día disponer de los cuantiosos fondos que se nece-
sitaban para hacer los dos puertos que exigía el
tratado. Aún hoy que la nación se encuentra en
situación muy diversa de la que guardaba hace
treinta y siete años; que llevamos un largo perío-
do de paz, que las rentas públicas de entonces acá
se han triplicado, que el ferrocarril del istmo está
terminado y que el gobierno se preocupa más que
de otra cosa, de presentar el mayor número posi-
ble de mejoras materiales; si aún hoy, decimos no
ha sido posible hacer esos dos puertos que recla-
ma imperiosamente la prosperidad del país y pa-
sarán algunos años antes que se hagan, en 18591
puede decirse sin hipérbole, que era materialmen-
te imposible la construcción de esos puertos de
que con tanta sencillez j sobriedad se ocupaba el
tratado.
Podrá decirse que l¡ís obras necesarias era fá-
cil contratarlas con los mismos empresarios del
camino ó con otra persona ó compañía; pero en
tal caso lo único que se conseguía era echar más
cargas fuertes sobre la débil nación que no podía
ya con las que &oportaba y acabar de enajenar el
— 181 —
istmo, pues los contratistas si querían reembolsar
se de sus gastos, estipularían que los pocos pro-
ductos que el tratado dejaba á México, fuesen pa-
ra ellos por un largo espacio de tiempo, durante
todo el cual, además de que la vía no era de gran
utilidad pecuniaria para el país, le servía de gra-
vamen por los fuertes gastos que tendría que ha-
cer para dar cumplimiento á la obligación, de pro-
tejer las rutas á través del istmo, que se había
echado encima.
De cualquier manera, por tanto, era onerosa la
estipulación del establecimiento de los dos puer-
tos de depósito al Este y al Oeste de Tehuante-
pec.
En cuanto á la situación anómala en que que-
darían esos dos lugares, tientrali::ados en virtud
del artículo segundo del tratado y pudiendo ser
ocupados á cada momento por tropas de los Es-
tados Unidos, si se invocaba el artículo 5°, no hay-
necesidad de repetirlo supuesto que al hablar de
la neutralidad del istmo hemos expuesto con bas-
tante extensión todos los peligros que esa situa-
ción ocasionaría á Tehuantepec en general y más
especialmente á la nación entera.
Hemos hablado poco antes de los pocos pro-
ductos que le quedaban á México con ese camino
3' ya es tiempo de hablar de ellos, pues la cláusu-
la de que nos estamos ocupando sigue diciendo:
«El gobierno de México no impondrá derechos á
los efectos ó mercancías que pasen bona jide por
dicho istmo, y que no estén destinados al consu-
— 182 -
mo de la República Mexicana." Como se vé, esa
cláusula era bastante clara y no daba lugar á du-
da de ninguna especie; México no podía imponer
ni el más mínimo derecho á los efectos y mercan-
cías que atravesasen por Tehuantepec, con tal
que fuesen de tránsito, por más cargas y gastos
que este le ocasionase. Todas las naciones cobran
cuotas bastante módicas por esos efectos, tenien-
do además en cuenta el mayor ó menor tiempo
que los efectos permanecen almacenados en el
país por donde tr.\nsitan; pero el tratado no ha-
cía excepción y por lo tanto á México le daba lo
mismo que por la nueva ruta se hiciese el comer-
cio del mundo que el que no cruzase un solo bulto.
Y de una comarca tan bien situada por la natu-
raleza, la que con el tiempo puede llegar ú ser en el
nuevo continente lo que Egipto ha sido siempre en
el antiguo, el emporio del comercio, haj' derecho
para esperar que sea de grandes utilidades para
el país dentro de cuyas fronteras se encuentra y
no que aproveche á todo el mundo menos á su
poseedor y legítimo propietario.
Y si un gobierno, por más títulos de legitimi-
dad que tenga y por omnímodo que sea el po-
der de que pueda hacer uso, nunca debe (ni puede)
tomar sobre sí solo la tremenda responsabilidad
de disponer del porvenir de un país y de compro-
meter su propiedad por medio de un acto de tanta
trascendencia; un grupo de personas que á sí mis-
mas se llamaban gobierno, rechazado por gran
número de ciudadanos, alejado de la capital del
- 183 -
país, combatido por numerosos soldados, dispo-
niendo apenas del recinto amurallado de Veracruz^
no podía, así de una manera tan breve, y en cua-
tro renglones decidir sobre la suerte de México.
Y que Juárez carecía de facultades para deter-
minar sobre asuntos tan importantes como el de
disponer con tanta franqueza como lo hacía, de la
vía interoceánica de Tehuantepec, es rau}- fácil
demostrarlo. Más adelante, y al hacer un resumen
de todo el tratado, examinaremos la personalidad
que aquel personaje tenía conforme á las leyes de
que se decía sostenedor; por ahora nos limitaremos
á examinar el caso aislado que presentamos
El artículo 72 de la Constitución, tal como esta-
ba entonces, decía: "El Congreso tiene facultad:
"XXII. Para dictar leyes sobre vías generales
de comitiiicaciotí y sobre postas y correos.»
Cierto es que aún no estaban definidas legalmen-
te cuáles eran las vías generales de comunicación
como lo están ahora, (muy mal por cierto) por
las leyes dictadas hace pocos años; pero aunque
no estuvieran definidas, la simple razón natural
enseña que la vía que servía de vía de comunica-
ción no sólo á los habitantes de la República, si-
no á los de muchas naciones, era general, es de-
cir, de aquellas que caían bajo la jurisdicción del
Congres» y no bajo la del Ejecutivo, que carecía,
suponiendo que fuera gobernante, de facultades
de toda clase por más que en el articule final del
tratado decía que se hallaba investido de ellas.
- 184 —
Y si la cita que acabamos de hacer no fuese
bastante, (que sí lo es y por sí sola tiene fuerza
suficiente), vamos á hacer otra para que se vea has-
ta qué punto quedaba barrenada la Constitución
por esa cláusula tercera.
El mismo artículo 72 constitucional, enumera-
ba entre las facultades del Congreso^ las que es-
te cuerpo tiene "para expedir aranceles sobre el
comercio extranjero" (frac. XI) y "para aprobar
el presupuesto de los gastos de la federación que
anualmente debe presentarle el Ejecutivo, é im-
poner las contribuciones necesarias para cubrir-
lo*^ (frac. VII). Estipulándose en el tratado la
exención de derechos á los efectos extranjeros
que atravesasen el istmo, se invadía la esfera del
poder legislativo y se le arrebataba una de sus
prerrogativas, pues para expedir sus aranceles y
para imponer contribuciones, tenía qne atender,
antes que todo, al tratado que le quitaba su liber-
tad de acción en lo que se refería al comercio por
Tehuantepec y á las contribuciones que ahí de-
bieran establecerse.
Menos injustificada por el resultado, pero bas-
tante inoportuna por la extensión, era la condi—
cion contenida en el párrafo siguiente de la mis-
ma cláusula segunda del tratado, que prevenía que:
"no se impondrán á los extranjeros y sus propie-
dades que pasen por ese camino (el de Tehuan-
tepec) contribuciones ó derechos mayores que
los que se impongan á las personas y los bienes
de los mexicanos." Esas contribuciones ¡3 dere-
- 185 —
chos, aun en aquella época no eran excesivos, que-
dando en realidad reducidos (y eso no en todos los
caminos) al derecho de peaje que jamás se ha acos-
tumbrado en ninguno de los ferrocarriles de Mé-
xico y el que entonces casi nada más los pronun-
ciados eran los que lo cobraban, y eso no por otra
ley que la de la fuerza. En cuanto al pago del pa-
saje, que no es una contribución, hasta en ello
saldrían beneficiados los extranjeros, como sucede
hoy que los mexicanos compramos en la taquilla
y al precio de tarifa nuestro boleto, en tanto que la
mayoría de ciertos extranjeros se entienden fácil-
mente con sus paisanos y pagan una cantidad
insignificanie por el trasporte.
De manera que no era una gran ventaja para
México que los extranjeros fuesen igualados á los
mexicanos en el pago de derechos porque en rea-
lidad estos derechos no existían.
Para que se vea la diferencia que entre los tra-
tados Mac Lañe y de la Mesilla existía, recorda-
remos lo qtie el último decía á este respecto:^. .
se estipula que ninguno de los dos gobiernos (de
México y de los Estados Unidos i pondrá obstáculo
alguno al tránsito de personas y mercancías de
ambas naciones, y que en ningún tiempo se im-
pondrán cargas por el tránsito de personas y pro-
piedades de ciudadanos de los Estados Unidos,
mayores que las que se impongan á las personas
y propiedades de otras naciones extranjeras.^^
De extranjeros á mexicanos hay mucha diferen-
cia y por lo tanto, todo lo que tiene de justificada
Estudios históricos.— 24.
- 186 -
la cláusula del tratado de 1853^ tiene de injustifi-
cable la del de 1859.
La última parte de la cláusula S'^ del tratado Mac
Lane-Ocampo dice así: "La República de México
continuará permitiendo el tránsito libre y desem-
barazado de las malas de los Estados Unidos,
con tal que pasen en balijas cerradas y que no
hayan de distribuirse en el camino. En ningún ca-
so podrán ser aplicables á dichas malas ninguna
de las cargas impuestas ó que en lo sucesivo se
impusieren.»
Esas estipulaciones son bastante usuales en las
convenciones postales; sin tener mucho que estu-
diar las encontramos en el art. 7° de la conven-
ción concluida con los Estados Unidos en 11 de
Diciembre de 1861. Además, ya en el tratado de
la Mesilla se había estipulado lo siguiente: «Los
Estados Unidos tendrán derecho de trasportar por
el istmo, por. medio de sus agentes y en balijas
cerradas las malas de los Estados Unidos que no
han de distribuirse en la extensión de la linea de
comunicación,» etc.
Acaso esa cláusula es la única justificada que
tiene el tratado Mac Lane-Ocampo y está de acuer-
do con lo que por reefla general se estipula en las
convenciones postales.
En el siguiente capítulo tendremos ocasión de
ampliar más nuestras opiniones á este respecto.
XV
Como el artículo 4° del tratado es un complemento
- 187 -
del artículo 3°, intencionalmente nos desentendi-
mos en este iiltimo, para tratar de dos circunstan-
cias que esperábamos estudiar más detenidamente
en aquel por ser más oportuno el lugar: nos refe-
rimos al contrabando que á la sombra del tratado
podía desarrollarse y á las estipulaciones que be-
neficiaban á otras naciones que no eran los Esta-
dos Unidos.
Ese artículo 4° quedó redactado en estos térmi"
nos: "Conviene la República Mexicana en estable-
cer por cada uno de los puertos de depósito — uno
al Este y otro al Oeste del istmo — reglamentos
que permitan que los efectos y mercancías perte-
necientes á los ciudadanos y subditos de los Estados
Unidos o de cualquiera país extranjero, se depo-
siten en almacenes que al efecto se coustrtiirdn,
libres de derechos de tonelaje y de toda otra cla-
se, excepto los gastos necesarios de corretaje y
almacenaje"
Aparte de la excencion tan completa que hacía
este artículo respecto de los derechos á que re-
nunciaba México, hay que detenerse aunque sea
por bieves instantes en la cláusula que disponía
la construcción de almacenes para los efectos y
mercancías extranjeros. No se dice quién queda-
ba obligado á construir esos almacenes: si Méxi-
co, los Estados Unidos, ambas naciones á la vez,
ó la compañía constructora del camino.
Y esta cuestión no es tan ociosa como en un
principio pudiera creerse, pues si se tiene en cuenta
que por el artículo tercero del tratado, México se
• 188 -
había echado sobre sí la obligación de establecer
dos puertos de depósito en el istmo de Tehuante-
pec, más tarde pudiérasele decir con visos de ra-
zón que la construcción de esos almacenes er''^
una consecuencia necesaria del establecimiento
de esos puertos. Aunque México pudiese alegar
que debían construirlos los ciudadanos ó subditos
que salían beneficiados con el tráfico, á su vez los
Estados Unidos podían alegar otras razones y de
todas maneras, se daba margen á contestaciones
y dificultades que aunque se arreglarían poste-
riormente^ siempre hubiera sido bueno evitar y
prevenir desde un principio.
De paso haremos notar á todos aquellos que
nos hagan el cai'go de que nos fijamos en todos
los detalles y de que damos por hecho el que el
tratado iba á ser observado, que al firmarlo Mr.
Mac Lañe lo hacía con la firme creencia de que
iba á ser ratificado por el Senado de Washington
y aunque Juárez y Ocampo, al discutir sus cláu-
sulas tenían la secreta esperanza de que cualquie-
ra circunstancia les permitiría evadir su cumpli-
miento, según lo dio á entender el segundo en la
circular que dirigió á los gobernadores con fecha
28 de Abril de 1859; aunque abrigasen esa espe-
ranza, decimoS; debían de comprender que lo que
estaban haciendo era bastamte serio y que no
eran los Estados Unidos los que ya una vez el tra-
tado perfeccionado, se habían de dejar burlar; ni
que la convención quedara desvirtuada por sub-
terfugios, pues en último caso tenían el recurso
- 189 —
bastante justificado por desgracia en esas circuns-
tancias, dej'recurnr á las armas y obligarnos por la
fuerza á que se cumpiiesen todas y cada una de
las condiciones del tratado.
Hecha esta advertencia, una vez por todas, tiem-
po es de continuar adelante.
Como hemos visto'en lo trascrito del artículo 4°,
los reglamentos de los puertos permitirían que los
efectos y mercancías pertenecientes á los ciuda-
danos y subditos de los Estados Unidos ó de ctial-
qiiicra país extranjero, se depositaran en los
almacenes, libres de todo derecho
Comprendemos sin esfuerzo, que los Estados
Unidos procurasen por medio del tratado todas
las ventajas que la complacencia de Ocampo y la
difícil situación de Juárez les daba derecho de ob-
tener, y por lo tanto no nos choca que estipulasen
esa excensión de derechos para sus ciudadanos;
pero lo que sí nunca encontraremos capaz de juz-
tificarse era la ampliación de ese derecho d los
subditos de cualquier país extraíijero, pues esa
cláusula además de antipolítica era altamente
perjudicial para México.
Con ella podían hacer ver los Estados Unidos
á las demás naciones la influencia decisiva que
ejercían sobre nuestro país, pues había bastado
su simple voluntad para que se abriese en muy
buenas condiciones para el tráfico universal la vía
de Tehuantepec al comercio, además de que con
ella significaban la especie de tutela en que
México estaba respecto de su poderosa veci*
- 190 -
na, acaso les movió á impouerla la idea de que
podían hacer uso de esa cláusula en los tratados
que celebrasen con las otras naciones, obteniendo
ventajas de ellas en compensación de la franquicia
que para su. comercio habían conseguido pactan-
do con la dueño de esa vía esa excension de dere-
chos.
De una nación tan práctica, tan comercial y
tan egoísta como los Estados Unidos no puede
creerse que pactasen esa condición sencillamente
y sin tener una mira ulterior, por dar maj'or am-
plitud y comodidad al comercio, cuando el suyo
podía resentirse según someramente lo vamos á
ver.
Una vez abierta la vía de Tehuantepec al co-
mercio universal, los buques salidos de puertos eu-
ropeos emprenderían directamente su camino al
puerto situado al Este (Norte) del istmo, haciendo
escala cuando más en alguna de las Antillas; las
mercancías atravesarían el istmo y embarcadas
nuevamente en el otro puerto, tocando en una que
otra isla de la Oceanía llegarían al punto de su
destino (Asia) sin que para nada tocasen en los
puertos norteamericanos del Pacifico, haciéndolo
sólo los que á ellos fuesen destinados. De mane-
ra que hasta la esperanza perdían los Estados
Unidos de tener bajo su vigilancia el comercio del
mundo
Así, pues, además de que por esta razón cree-
mos que el objeto final ú que se dirigía el tratado
Macl/^ue, eraiporpartede Ipsyankees, ^ hacerse
- 191 -
definitivamente dueños de Tehuantepec, también
creemos, porfío expuesto, que se reservaban obte-
ner con él algunas ventajas de las demás nacio-
nes.
Para corroborar el aserto de que los Estados
Unidos lo que querían era hacerse dueños de Te-
huantepec, baste recordar que estaba reciente la
época en que toda la América Central fué cii.'da-
dosamente explorada para buscar el punto más S
á propósito para la comunicación interoceánica y
la de la celebración del tratado Clayton~Bulwer
que, poniendo un límite á la ambición desenfre-
nada de Irglaterra, también había cerrado la
América Central á la rapacidad de los Estados
Unidos. Cierto que esa denominación geográfica
empieza en Tehuantepec, pero por eso se había
recurrido al disimulo de neutralizar y proteger el
Istmo, así como Inglaterra ocurrió al subterfugio
de celebrar un tratado con Guatemala para tenec
un pretexto, á fin de permanecer cerca de la ba-
hía de Honduras.
Que era perjudicial á México la cláusula qu3
venimos analizando, queda probado con sólo ha-
cer ver que por ella se privaba de las ventajai
que pudiera obtener de otras naciones con la;;
que celebrara tratados, haciendo extensivo á ella s
el beneficio que concedía á los Estados Unidof .;
porque si bien es cierto que algunos países podí^ n
para disfrutar de ese beneficio hacer valer 'la
cláusula de "la nación más favorecida" que ise
babm escrito ei) to^os jos traíaclos ya celebríic}( >5,
- 192 -
esos países eran contados .v algunos de esos trata-
dos estaban para terminar . Por el deseo natural de
gozar del beneficic> concedido á los Estados Uni-
dos, muchas nar-fones habrían hecho en cambio,
concesiones v/ue habrían redundado en provecho
de México," pero que se perdían desde el momento
en queá^raciosamente se quitaba todo género de
impuestos al comercio del Istmo.
Ü artículo 4° del tratado Mac Lañe termina de
este modo: "cuyos efectos y mercancías ('los ex-
tranjeros) podrán ser retirados subsecuentemente
para transitar al través de dicho Istmo y para ser
embarcados en cualquiera de dichos puertos de
depósito, para cualquier puerto extranjero, libres
de todo derecho de tonelaje y otras clases; y se
les podrá sacar también de dichos almacenes para
la venta y el consumo dentro del territorio de la
República Mexicana, mediante el pago de los de-
i'echos hoy puestos ó que dicho gobierno mexica-
no tuviese á bien cobrar. >
Con esos almacenes situados en los puertos de
Tehuantepec, se abría la puerta al contrabando,
que tanto por.nar como por tierra no tardaría en
desarrollarse; pues escapando esos depósitos á la
vigilancia del gobierno mexicano, según el trata-
do, fácil era á los norteamericanos introducirlos
clandestinamente al interior del país, ya por los
puntos que tocase el camino del Istmo, camino
bastante extenso y de una longitud de más de 200
kiíómetros, en la cual la vigilancia de las autori-
dades seria muy difícil; ya por el litoral da ambo»
- 193
mares, litoral casi desierto }' para cuidar el cual
de una manera eficaz, necesitaba México organizar
un cuerpo de policía numerosísimo y tan costoso,
que nuestro Erario, siempre exhausto, no podría
resistir.
V entonces nuestro comercio con Europa se
arruinaría casi por completo y el poco que queda-
se tendría que pasar por las manos de los yankees,
completándose así nuestra dependencia respecto
de los Estados Unidos, pues á la j-a indicada de
quedar bloqueados materialmente por el Norte y
por el Sur por nuestros vecinos, se agregaría la
dependencia comercial en que las consecuencias
del tratado Mac Lane-Ocampo nos colocaban.
Que el contrabando en grande escala se des-
arrollaría en México con esos puertos de depósi-
to, no creemos que nadie lo dude, pues si hoy no
obstante que todos los ramos del servicio público
están en posibilidad de ser mejor atendidos que
hace treinta y seis años tanto por la paz como
por el natural adelanto que han tenido; si hoy,
decimos, el contrabando que se hace en los puer-
tos y en los fronteras sobre todo, es escandaloso
en aquella época de trastornos, de continuas re
voluciones, y de atraso administrativo, llegaría á
tal grado, que él seria la única fuente que alimen-
ta es al comercio y lomaría tales proporciones
que arruinaría el impuesto más importante y casi
único de que entonces disponía el Gobierno para
cubrir sus atenciones, cual era el impuesto á los
efectos de importación.
Estudios histórtcüi.— 25
- 194 -
Por manera que esa cláusula 4" produciría los
efectos da arruinar nuestro comercio con Europa
y de acabar de poner en bancarrota la hacienda
pública.
XVI
A pesar de la importancia que tienen los cua-
tro primeros artículos de ese tratado, que hemos
analizado ya, no es tanto como la del quinto, sex-
to y séptimo que estudiaremos en éste y en el si-
guiente, pues en eHos está claramente expresada
la verdadera tendencia de los Estados Unidos y
los fines que se proponían, de adelantar rápida-
mente en la absorción de nuestro territorio, pro-
curando que gran parte de él quedara abierto á
sus tropas de una manera perm.anente y buscando
la ocasión de mezclarse en nuestras cuestiones
interiores.
Efectivamente, en el artícu'o quinto se estipuló
lo siguiente: "Conviene la República Mexicana
en que si en algún tiempo se hiciese necesario
emplear fuerzas militares para la segur¡d?d y
protección de las personas y los bienes que pasan
por algunas de las precitadas rutas, empleará la
fuerza necesaria al eficto; pero si por cualquiera
causa dejase de hacerlo, el Gobierno de los Es'
tados Unidos con el consentimiento ó á petición
del Gobierno de México, ó de su Ministro en Was-
hington, ó de las competentes y legales autorida-
des locales, civiles ó militares, podrá emplear tal
fuerza coa éste y no con otro objeto; y "cuando en
- 195 -
la opinión del Gobierno de México, ce^e la nece-
sidad, inmediatamente se retirará dicha fuerza.
■'Sin embargo, en el caso excepcional de peligro
imprevisto ó inminente para la vida ó las propie-
dades de los ciudadanos de los Estados Unidos, que-
dan autorizadas las fuerzas de dicha república para
obrar en protección de aquellos, sin habar obte-
nido previo consentimiento, y S3 re:írarán dichas
fuerzas cu ini ) casa la nec^^i^ai)de e np'e irlas.''
El empleo da las fuerzas ra íxioa i is p .r i la se-
guridad díl comercio y caminos á través del Ist-
mo de Tehuantepec, estaba justificado por la obli-
gación que tiene todo gobierno de impartir su
protección á todos los habitantes y comarcas de
un país, y aunque no se hubiese estipulado en el
tratado ese empleo de las fuerzas mexicanas, el
gobierno de la República, en un caso dado, las
hubiera de.dicado á dar seguridid al tráfico por
el Istmo; por lo mismo, esa estipulación en nues-
tro concepto no se escribió sino para que sirviera
de prólogo y de disculpa al resto del contenido
del artículo.
"Pero si por cualquiera causa dejare de hacerlo,
el gobierno de los Estados Unidos. . ., podrá em-
plear tal fuerza con éste y no con otro objeto";
continúa diciendo la cláusula, y este es el caso de
considerar las clases de imposibilidad di impar-
tir protección al Istmo en que el gobierno de Mé-
xico pudiera encontrarse. Esa imposibilidad podía
ser accidental ó absoluta.
Accidental cuando por cualquier motivo no pu-
- 1% -^
diera México enviar de momento al Istmo las fuer-
zas que se necesitaran'para conservar en él el or-
den y la seguridad, }' tuvieran que transcurrir algu-
nos días antes de que e&as fuerzas llegaran, en
este caso, como más fácil era que en Tehuantepec
estuvieran tropas mexicanas de las inmediaciones
que las de los Estados Unidos, uo vemos la nece-
sidad de llamar á éstas.
La imposibilidad absoluta tendría lugar cuando
los desórdenes en el Istmo fuesen de tal magni-
tud que se hiciera necesario emprender una cam-
paña formal cuyo éxito no podía preverse; más co-
mo esos desórdenes los promovían partidos poli-
ticos más ó menos poderosos, resultaba que en
realidad á lo que llegaban los norteamericanos
á Tehuantepec, era á mezclarse en nuestras cues-
tiones interiores y á favorecer á uno de los par-
tidos que dividían el país, con perjuicio del otro.
Como se vé, esto no era otra cosa que un ata-
que á la libertad [é independencia de la Nación,
tanto por la concesión que se hacía á los Esta-
dos Unidos, como por la latitnd que se daba á esta
concesión. Según los principios del derecho in-
ternacional, adoptados por todas las Naciones, el
primero de los derechos que todo país tiene «es
el de existencia libre é independiente en toda la
extensión del territorio» es decir el derecho de
soberanía, respecto de los demás, y se amengua
ese derecho desde el momento en que se permite
á un extraño ingerirse por cualquier motivo en
los asuntos particulares de una nación.
- w -
lÉi principio enunciado está ea contraposición
con el de intervención que á principios de este
siglo estuvo en boga; pero que ya está desacre-
ditado desde hace tiempo y que los tratadistas,
incluso Vattel, partidario de él, procuraban res-
tringir lo más posible. Según ellos, los casos ea
que podía tener lugar la intervención son los si-
guientes:
"I. Cuando ella se verifica con el formal con-
sentimiento del Estado que debe ser intervenido,
ó en virtud de una cláusula expresa de un trata-
do público qae tiene por objeto la, garantía de su
•constitacioH 6 de c<ertos derechos, cuando ha s^
do esta cláusula invocada por una de las partes
"Contratantes."
Al dar principio á estos estadios, hemos pro-
curado demostrar ante todo, el ningún fundamen»
to que el directorio de Veracruz, presidido por
Juárez, tenía para llamarse gobierno legítimo,
tanto por la anticonstitucionalidad de su origen
como por la situación en que se encontraba; y por
lo mismo no volveremos á repetir esas razones; pero
sí es preciso recordarlas y remitir á los lectores í
-ellas, para hacer ver que México no podía haber
. dado su consentimiento para ser intervenido. Ea
cuanto al tratado en que se estipulaba esa inter-
vención, celebrado con quien no tenía personali-
dad para ello, no podía obligar á la Nación y por
lo mismo carecían de base las razones que los
tratadistas exigen para que aquella sea justifi-
«Jida.
- i9S -
Aparte de ésta, el examinar el último artíciíía
del tratado daremos las que en nuestro conct-pto
había para quf, aun en el supuesto (sin conceder-
lo) de que el Directorio de Veracrtiz fuese el go-
biernp legítimo, se tachase al tratado Mac Lañe-
Ocampo de anticonstitucÍDnal.
'*II. Há lugrará mediJaa de intervención cuando
los cambios interiores sobrevenidos en un Esta-
do, son por su naturaleza perjudiciales á los de-
rechos legítimos del Estado vecino."
Apurado se vería el que quisiera probar que
por la derogación déla Constitncion de ISS'? se
perjudicaban los derechos legítimos de los Esta-
dos Unidos, y probar por lo tanto que en virtud de
esos perjuicios aquellos tenían derecho de inter-
venir en nuestros asuntos; pues fuera cual fuese
la forma de gobierno que México tuviera, repu-
blicana federal, republicana central, etc., estába-
mos en nuestro perfecto derecho para adoptarla,
sin causar inquietud á quien tenía su forma de go-
bierno bastante bien cimentada y era más pode-
roso que nosotros.
«III. Las naciones., que admiten entre sí la exis-
tencia de un derecho común y se proponen un co-
mercio reciproco fundado en los principios de hu-
manidad, tienen indiscutiblemente el derecho de
poner término, (fe comnti acuerdo, á las guerras
civiles que devoran & uno 6 varios países. Librar- j
se, aun por una intervención armada, de un pro-
longado estado de inquietud y procurar al mi^mo'
tiempo impedir en cuanto sea posible que se re-
- 199 -
produzca, es estrechar más los lazos internacio
nales.
Ante todo, hay que advertir que esta regla ha
sido objeto de vivas discusiones entre los trata-
distas de derech-o internacional y que aún no es-
tán todos de acuerdo con ella; por nuestra parte,
al enunciarla no damos á entender que estamos
enteramenle conformes con lo que expresa y sí la
damos á conocer es más bien á beneficio de in-
ventarío.
Asi pues, aunque estuviéramos de acuerdo coa
ella, debemos hacer notar que los Estados Coi-
dos no estaban ea el caso que suponen los trata-
distas, pues éstos quieren que varias naciones, oe
coMüN. «CUERDO, procuren poner término á las gue-
rras civiles que devoran á un país; pero no que
una sola por si y ante sí, se métele en esa cuestión
Ínter or y no para terminarla por medio de un con-
venio paciíico, sino para ayudar á uno de los par-
tidos (y por cierto no el que estaba en mejor pre-
dicamento) á sobreponerse al otro.
La razón de que se necesite el acuerdo de va-
rias naciones para intervenir en los asuntos de
otra, es obvia^' á pretexte de intervención podría
una sola, encontrándose en situación ventajosa
dar al traste con la independencia de la proteji-
da y anexarla á su territoiio, en tanto qu« inter-
viniendo varias, como les intereses de todas ellas
son distintos por regla general, se contrabalan-
cean y dan por resultado que la intervención se
Kmite á hacer cesar la guerra civil. No obstante,
20(i -
estas intervenciones son bastante peligrosas ée
p-)r sí y como ejemplo de la primera de ellas ahí
están los Países Bajos, las provincias Rhinianaa
y la Italia superior, invadidas por la República
francesa á pretexto de convertirlas ala fe repu-
blicana, y anexadas al fin á Francia durante algu-
nos años, (I)
Y si se recuerda que algunas de las reces en
que este principio de intervención, por causa de
guerra civil, ha producido resultados desastrosos
para el país intervenido, se comprenderá que tam-
bién debe aplicarse con mucha parsimonia. Sin
recordar muchos casos baste citar á Polonia que
fué intervenida varias ocasiones por sus vecinas
y sólo consiguió ser desmembrada periódicamen-
te hasta que al fin fué borrada del catálogo de
las naciones. Y en el presente siglo Turquía, á
pretexto de las disenciones religiosas de los síib-
ditos del Sultán, ha perdido sus mejores provin-
cias, que forman pequeiías nacionalidades ó que de-
tentan sus vecinos, y nt> tardará en desaparecer
¿1) Entre otros ejemplos que podríamos citar está el
gipto que fué intervenido por Inglaterra con an fú-
til pretexto y que realmente está invadido, siendo esta
intervención una de las causas que impiden que haya
buena armonía entre las potencias europeas y se arregle
la cuestión de Orienté,
El ej<mp]omás rt-ciente que podemos ofrecer A nuestros
lectores es el dr la isla de Creta que se agita en los mo-
mentos que se coreccionan estos artículos; p^ra evitar la
matanza de los eri.-tianos, asi como la guerra civil en la
isla y la guerra europea, las potencias ocuparon la capi-
tal de Creta é impidieron que Grecia precipitara los
acontecimientosranexi'indo^c la islii y emprendiendo una
fcucrra con Turquí'.
'iuJ -
del mnpa politioo^ í-epartiéndose sus despojos las
naciones que intervienen en los asuntos interiores
del Imperio Otomano. (1)
"IV. Una interyencioo puede, por último, teneí
por objeto legítimo impedir la injustificada irt-
gerencia de tuta potencia en los asuntos inte'
riores de un país, cuando aquélla es de tal natu-
raleza que puede sentar un precedente atentato-
rio á la independecia de varios ó de todos los Es-
tados."
En !a época del tratado Mac Lane-Ocampo, Es-
paña tenía dificultades con Marruecos, las que
originaron la guerra de África; Francia estaba
preparándose á la guerra con Austria por causa
del reino Lombardo-Véneto y de la unidad italia-
na; y en cuanto á Inglaterra que no tropezaba con
grandes dificultades, era más bien partidaria de
Juárez que de ¡Miramon, como lo daba á entendei*
muy á las claras Mr. Mathews, Encargado de ne-
gocios de la Gran Breteña, de manera que no ha
bía aún nada que pudieran temer los Estados Uni-
dos de la acción combinada de aquellas tres na-
ciones europeas, acción de la que ya empezaba á
hablarse aunque muy vagamente; pero que por*
esos días precisamente, parecía abandonada en vis-
ta de que las dificultades que teníamos con España,
que era la que podía creerse más agraviada, ha-
bían sido resueltas en el tratado Mon-Almonte y
(1') Precisamente porque las naciones europeas no han
podido ponerse de coiftún acuerdo es {Jof lo que no se han
repartido á Turquía; en cuyos negocios interiores, por
otra parte, in}ervienen siemísre que les viene en mientes.
Estudios histíSricofl. — ?f).
~ 202 -
ias .elaciones entre ambos países llegaron á uii
grado de cordialidad tal, que la antigua madre
patria se disponía á enviar un ministro diplomáti'
co que tuviera el elevado rango de Embajador, al
país de Moctezuma.
De manera que no era llegado el caso que
los tratadistas suponen para justificar la in-
tervención, pues aunque los sucesos p >ster¡ores
ocurridos en México y los Estados Unidos, parece
que dan la razón á estos últimos, hay que tener
presente que los autores exigen que haysi inge-
rencia injustificada en los asuntos de un país y
hasta entonces las naciones europeas no se ha-
bían ingerido en los asuntos de México; y que en
la época del tratado Mac Lañe, aunque ya podía
predecirse la gran guerra civil del Norte, se con-
fiaba aún en que el sentido práctico de los yan-
kees y la moderación de los partidos la podían
evitar.
Si alguna deducción lógica pudiera sacarse del
principio de derecho internacional que hemos
anuncií*do antes, sería la de que fundadas en él
las naciones europeas se resolvieron á intervenir
en México, pues el tratado Mac Lane-Ocampo y
el atentado de Antón Lizardo de que en otra
serie de estudios nos hemos ocupado, les dieron
la medida de lo que la raza sajona del nuevo con-
tinente era capaz de hacer en América para ani-
quilar á la raza latina y para adquirir una prepon-
derancia tal, que seria peligrosa para la misma Eu*
ropa.
- 2üd -
Asi pues, ningunodelos casos en que la iaíer=
vención es aceptada por los publicistas tenían
aplicación en México; y por lo tanto no es posible
justificar la cláusula quinta del tratado de Vera-
cruz, conocido por Mac Lane-Ocampo, que esta-
blecía la intervención de México aunque sin .iien-
cionar esa palabra.
Y para acabar de quitar la menor sombra de
duda acerca de lo inaplicable que era la interven-
ción, aún vamos á copiar algunos párrafos de un
notable escritor de derecho internacional:
"Fuera de los casos que av:abamos de in licar
(y ya hemos visto que México no estaba en nin-
guno de ellos), no existe ninguna otra causa de
intervención efectiva. Estas casnsas dt terminan
al mismo tiempo el fin y el medio. Es el fin, el
ejercicio de un derecho establecido, es la repara-
ción de una lesión que se ha inferido. El medio, el
extremo remedio, es la guerra después que se han
agotado todas las vías pacífijas.
«Los acontecimientos y mudanzas ocurridas
en un país, qu:: por su naturaleza amenazan la
existencia ó los interes-^s de los Estados 1 mitro-
fes, sólo autorizan el emplro de medida^ preven-
tivas, de precaución, y las negociaciones amisto-
sas. Así, cuando en un país ha estallado una revo-
lución, cuando se ha establecido una propaganda
con el claro designio de extender por toda^ partes
teorías [1] sibversívas, pueden Ijs gobiernos in*
(1) Como sucedió con la revo'ucion francesa quepreten-'
dio propasar sus ideas por toda Europa; y como suced "
- m --
teresados apelar á medidas de policía 6 al esta^
blecimiento de uti cordón miltar, dirigidas á con-
tenerlas en estrechos límites, 6 pedir garantías.
Pueden, además, si han sido perjudicados sus inte-
reses, emplear las represalias. Así mismo los ar-
mamentos extraordinarios, sin un fin bien d^cla*
rado, les autorizan á pedir explicaciones categó-
ricas que no íes pueden ser negadas sin inferirles
ofensa.
"...... se podrá, intervenir de una manera efec-
tiva, e;i los casos de guerra civil, en la cual po-
drán las potencias extranjeras favorecer á aquel
de cuya parte crean está la justicia, siempre que
se invoque su auxilio. La ley es en efecto la mis-
ma para los Estados qne para los individuos. Si,
pues, permite al individuo favorecer á su prójimo
amenazado en su existencia ó en sus derechos
fundamentales, con más razón se permitirá esto á
los Estados soberanos. Sólo que es necesario que
■éstos no ttsen con demasiada ligereza de este
derecho, porque, estando sujetas á error las
nociones de lo justo y de lo injusto, es difícil su
aplicación." (1)
Los Estados Unidos, que tan pocas nociones
tienen de la justicia como lo acreditaron descono-
ciendo á Zuloaga y Miramon después de haberlos
con la actual insurrección dcCreta, deque habUraos en
lii nota anteiior, que at ica los intereses de las grandes
naciones de Europ.i, hasta el punto de provocar una gue-
rra formidable entre ellas.
[1] Hffter» Decreto interHacionat.
- 205 -
reconocido, y reconociendo á Juárez que ni de he-
cho fué gobernante durante la guerra de tres
años; y como lo han demostrado en muchas otras
ocasiones, debían haberse abstenido de esta in-
tervención que á todas luces era parcial.
La forma en que se ejercía la intervención se-
rá materia de otro capítulo.
XVII
Cuando en Marzo de 1860 Miramon, antes de
dar principio al segundo asedio de Veracruz, pro-
movió unas conferencias por medio del Gral. Igle-
sias, comandante de la plaza, con el fin de dar
término á la guerra civil, Juárez, aunque no se
negó ostensiblemente á un arreglo, dijo que no
podía hacer sino lo que no fuera opuesto á los
principios de la Constitución de 1857, y por con-
siguiente, las negociaciones fracasaron. Pues bien,
ese acérrimo constitucionalista, ese hombre que
prefería, ó parecía preferir, los preceptos de un
Código tan combatido, á los beneficios de la paz^
dejó que á su lado, con su conocimiento y aun con
su acuerdo, pues ni entonces ni después desauto-
rizó la conducta de su ministro D. Melchor Ocam-
po; dejó, decimos, que esa misma Constitución
fuese violada de una manera bastante grave y
trascendental para que no llame la atención, en
el artículo 5'* del tratado Mac Lañe.
En efecto, en esa Constitución se encuentran las
disposiciones siguientes: "Art. 72,— El Congreso
tiene facultad — «XVI. Para conceder ó he-
- -JOb -
gar la entrada de tropas extranjeras en el territo-
rio de la Federación, y consentir la estancia de
escuadras de otra potencia, por más de un mes,
en las aguas de la República," y — "Art. 117.. — Las
facultades que no están expresamente concedidas
por esta Constitución á ios funcionarios federales,
se entienden reservadas á 1"S Estados." Y al tra-
tar del poder Ejecutivo nada dice de que tenga
facultad para permitir la entrada de tropas ex-
tranjeras al país; de manera que constitucional-
mente, Juárez y Ocampo no sólo carecían de fa-
cultades para hacer la estipulación á que se re-
fiere la cláusula 5-^ del tratado, sino que les esta-
ba prohibido, y ni aun los Estados podian autori-
zarlos para ello.
Y que ella no dá lugar á dudí: «Pero si, por
cualquiera circunstancia— dice — dejase de hacer-
lo (el emplear fuerzas para la seguridad del ist-
m") el gobierno de los Estados Unidos, con el
consentimiento ó á petición del gobierno de Mé-
xico ó DE su MINISTRO EN WaSHIXGTON, Ó DR LAS
COMPETENTES Y LEGALES AUTORIDADES LOCALES, CI-
VILES Ó MILITARES podrá emplear tal Juerza con
éste y no con otro objeto; y cuando en la opinión
del gobierno de México, cese la necesidad, inme-
diatamente se retirará dicha fuerza."
La infracción de la ley fundamental que los li-
berales sostenían es flagrante, y nada hay que
pueda atenuarla; pues ni aun suponiendo que tu-
vieran Juárez y su Directorio facultades extraor-
dinarias, podian llevar á tal grado su menospre-
- 207 "-
cío por la Constitución; porque si era discutible la
facultad que pudieran tener para suspender las
garantías individuales, fa ultad consignada en el
artículo 29, á su vez era indiscutible que debían
acatar lo que disponía el 128 que dice: "Esta
Constitución «o />£'rí/e;'(í su fuerza y vigor, aun
cuando por alguna rebelión se interrumpa su
observancia." Y como ese mismo artículo previe-
ne que sean castigad s los que se revelaren con-
tra ese Código, así como el 103 establece la res-
ponsabilidad para los Secretarios de Estado que
hubieren cometido un delito fficial y para el Pre-
sidente que viole expresament? la Constitución
es indublable que si ella no hubiera sido siempre
letra muerta, al triunfar los liberales, los prime-
ros que deberían haberse sentado en el banquillo
de los acusados á responder por el tratado Mac
Lañe, eran D. Benito Juárez y D. Melchor Ocampo.
No es por cierto aventurada esta consideración;
los que invocan una ley y los que tienen que ha-
cerla cumplir, son los primeros que deben de su-
jetarse á ella; Ocampo, tratando con un enviado
extranjero y consintiendo en estipulaciones que in-
fringían esa l^'y, era culpable; Juárez, autorizan-
do esos tratos, lo era asimismo; y en cuanto á los
demás Ministros que seguían al lado del infractor,
también tenían su parte de responsabilidad.
Tan es cierto esto, que después del triunfo de
los liberales no faltó un hombre de bastante va-
lor civil, el diputado por Coahuila, Don José Ma-
ría Aguirre, que en plena Cámara de Diputados
- 2U8 —
no vaciló en llamar traidor á Juárez y en pedir que
se castigase á los que habían tenido participio en
el tratado celebrado con Mr. Mac Lañe, como lo
veremos más adelante.
Y una vez sentado esto, que hemos procurado
analizar detenidamente para hacer ver el error en
que están los que sostienen que Juárez tenía facul-
tades extraordinarias para hacerlo, pues ni tenía
esas facultades, ni mucho menos era omnipotente
aun cuando las tuviera; una vez sentado esto, de-
cimos, vamos á ver si bajo otro aspecto pudo re-
currir al extranjero en demanda de auxilio, pues
ya vimos que como gobernante, y gobernante
constitucional, según él se titulaba, no podía ha-
cerlo.
Desde un principio hemos negado á los libera-
les de Veracruz el carácter de Gobierno y sólo los
hemos tenido como un Directorio de la revolución
constitucionalista, y á Juárez como uno de los prin-
cipales (no el primero) de esa revolución; sin em-
bargo, por un momento diremos que era gobier-
no. Veremos, pues, como tal lo que podía hacer.
El profesor Bluntschli dice al ocuparse del prin.
cipio de intervención: "Cuando un Gobierno soli-
cita la intervención de una potencia extranjera,
sólo será legal su petición, si dicho Gobierno pue-
de ser considerado como afgano y representante
del Estado."
Y el comentario agrega: <¡La petición de un
príncipe destronado, por ejemplo, no autorizaría
una intervención, aunque alegase razones de le-
^ 209 ^
gitimidad. Lo mismo puede decirse de los miem-
bros de cualquier gobierno derrocado por la opi-
nión pública. El hecho de pedir In intervención
de lina potencia extranjera^ es casi siempre, el
síntoma de la impopularidad de un gobierno. :>
Juárez, en el supuesto concedido, estaba en este
último caso; era tan impopular que estaba cir-
cunscrito al recinto amurallado de una ciudad y á
un castillo.
Así pues, el único aspecto que por examinar que-
da^ es el del partidario, ya que como gobernan-
te, constitucional ó derrocado, todo y todos se
conjuraban para negarle el derecho de solicitai'
con fruto una intervención.
"Un partido oposicionista ó revolucionario, —
continúa diciendo Bluntschli, — /i>?íe aún me'nos
carácter que el gobierno de un Estado, para pe-
dir á nombre de este último la intervención vio-
lenta de una potencia extranjera. Este es, sin
embargo, el caso más frecuente y más peligroso.
La exaltación de los partidos políticos los hace
recurrir con frecuencia á pedir la intervención de
un Estado extranjero; á pesar de esto, un solo
partido nunca representa la voluntad de la Xacion."
De manera que bajo ningún aspecto pudieron
Juárez y Ocampo recurrir á la intervención ex-
tranjera como lo hicieron; pues intervención y no
otra cosa era lo que se estipulaba en la cláusula
5* del tratado Mac Lañe.
Después de este análisis de las doctrinas de los
autores y de la Constitución, ocioso sería ocupar-
Estudios históricos.— 27.
-- 210 -
üos más de ese artículo 5^'; pero como en él se es-
pecifica el modo de llevar á cabo esa interven-
ción, vamos también á examinarla, suponiendo^
sin conceder, que el Gobierno de Juárez tuviera
derecho para permitir la entrada de fuerzas ex-
trañas al territorio nacional.
Esto supuesto, desde luego se vé que no podía
delegarla, 3^ menos en los términos tan amplios
en que lo hizo en el tratado, pues hasta se salva-
ba el conducto del Gobierno para que el ministro
mexicano en Washington, es decir, im individuo
que se hallaba lejos del teatro de los sucesos, y
que en alguna ocasión no tendría instrucciones,
podía pedir el empleo de las fuerzas norteameri-
canas para que tomaran parte en los aconteci-
mientos de Tehuantepec.
Pero ya una vez colocados Ocampo y Juárez en
la pendiente resbaladiza de celebrar el tratado á
todo trance, no podían detenerse, sino que seguir
adelante en la serie de desaciertos á que habían
dado principio; la facultad de pedir la interven-
ción norteatnericana, se encomendó hasta á las
autoridades más subalternas, pues la frase "las
competentes y légale:» autoridades locales, civiles
ó militares" comprendía desde el Gobernador del
Estado y el Comandante Militar, hasta el jefe de
destacamento y el jefe Político y aun el Presiden-
te Municipal del más insignificante pueblo del ist-
mo, pues todos ellos eran "las autoridades locales"
que comprendía el tratado como facultades para
llamar al extranjero.
I
- 211 -
Al llegar á este punto, inútil es calentarse la
cabeza y consultar autores y leyes: unas y otros
suponen que los que se llaman Gobiernos ó par-
tidarios tienen la mente sana y que por más crí-
ticas que sean las circunstancias en que se en-
cuentran, conservan aún el criterio suficiente pa-
ra oír consejos 6 someterse á prescripciones; pero
ninguno puede racionalmente suponer que esos
partidarios han traspasado el límite de la razón y
se han lanzado libremente por el infinito campo
de la locura; ninguno se imagina que por la deses-
peración de vencer se pierda toda noción de dig-
nidad y de patriotismo y que por el afán de que el
contrario sea aniquilado, hasta se borre del mapa
político del mundo una nación.
Porque si el tratado Mac Lañe hubiera sido ra-
tificado, el resultado inmediato que produce es una
guerra internacional entre México y los Estados
Unidos,' en la que si acaso no peligraba del todo
nuestra independencia, porque tal vez el conflicto
entre Norte y Sur se habría adelantado, sí nos
arruinaba para muchos años y cercenaba de una
manera tan considerable nuestro territorio que
nos reducía á la triste condición de algunas de las
nacionalidades sur y centroamericanas. Y habría
sobrevenido la guerra á causa de que la Nación
entera hubiera rechazado el tratado; y los Estados
Unidos por su parte se habrían empeñado en ha.
cerlo efectivo. La ma3'oría de los que peleaban
en las filas liberales, recordando que eran mexica-
nos hubieran obedecido á la voz del patriotismo y
^ 212 —
olvidando sus ideas de partidarios, marcharían
unidos con los que combatían por la independen-
cia, la dig'nidad y la integridad de la Nación.
Antes de emprender este trabajo y cuando aún
no estudiábamos concienzudamente la cuestión,
acumulábamos cargos contra los autores del tra-
tado Mac Lañe; pero al ver el resultado que esos
estudios han dado, hemos retrocedido, hemos ne-
gado á nuestra pluma el derecho de escribir todo
lo que le dicta el pensamiento y procurando en-
contrar la manera de que el anatema que lanza-
rán las generaciones venideras no sea tan terri-
ble, hemos supuesto que aquellos hombres estaban
dementes; pero como sería una ironía sangrienta,
queremos suponer que fríamente acumularon en
esa convención todas las monstruosidades posi-
bles á fin de que por el conjunto de ellas no hubie-
se Senado que quisiese echar sobre sus hombros
la inmensa responsabilidad de desmembrSr en ple-
na paz una nación, ni de sancionar en la mitad
del siglo XIX estipulaciones tan contrarias al de-
recho de gentes, y que también se imaginaron
que no habría nación que no protestase más que
enérgicamente contra tal convenio que abochor-
naba á la civilización. Si tal fué la idea de esos
hombres, hay que convenir en que dio el resultado
apetecido, pues por fortuna para México, el trata-
do no fué ratificado .
Sin embargo, el trance fué tan duro y el peligro
tan grande, que más valía no haberlo corrido)' no
baber escrito una sola línea de él.
- 213 -
El complemento de la obra antipatriótica em-
prendida, fué estipular que las tropas norteameri-
canas pudieran invadirnos: "Sin embargo, — dice
la parte final del artículo 5-^ — en el caso excepcio-
nal de peligro imprevisto ó inminente parala vida
6 las propiedades de ciudadanos de los Estados
Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha
República para obrar en protección de aquellos,
SIN HABER OBTENIDO PKÉVIO COXSEXTlxMIEXTO, y Se
retirarán dichas fuerzas cuando cese la necesidae
de emplearlas."
Si alguna duda podía quedar de las intenciones
de los Estados Unidos, se desvanece con la lectu-
ra de esta cláusula: en ella se estipulaba la inter-
vención más descarada; se autorizaba por uno
que se decía Gobierno ilexicano, la invasión del
territorio nacional y la permanencia indefinida
en él de los ejércitos de los Estados Unidos.
Y que esta era una arma de dos filos que el
Gabinete de Washington podía emplear tanto en
favor como en contra de los liberales, tampoco
puede caber duda ninguna. El día que por cual-
quiera causa diesen motivo de queja á un Cónsul,
el día que ocurriese algún desorden en una po-
blación donde residiese un solo norteamericano,
desorden frecuente en aquel tiempo, los Estados
Unidos tenían perfecto derecho para ocupar el
lugar y permanecer en él todo el tiempo que les
pareciera.
Ese último párrafo del articulo 5'^ que aparece
como incidental y que con toda intención fué co-
- 21J ^-
locado en un lugar secundario, es el que verda-
deramente resume lodo el tratado y dá la clave
de las miras del Gobierno de la Nación vecina;
así como sirve para demostrar más palpablemen-
te, que si se escribieran voluminosas obras^ que
los liberales con tal de tener quien los ayudara,
se decidieron á entregar el país, atado de pies y
manos, al extranjero; con esa estipulación llega-
ron al colmo de la traición.
XVJK
Las concesiones hechas á los Estados Unidos
en::los artículos precedentes no las hubieran con-
siderado estos completas, si no hubiesen realiza-
do un sueño que de largos años atrás abrigaban
y que creyeron haber alcanzado cuando después
de la guerra que nos hicieron de 1846 á 1848,
quedaron para ellos las vastas regiones de Nue-
vo México, Arizona y California: ese sueño era el
camino fácil y expedito del Pacífico. Ya en un
artículo anterior hemos visto cómo, con un tesón
sin igual, apenas l'cgaron al valle del Ohio y
adquirieron la Luisiana, pretendieron tener como
límite al Oeste el Océano Pacífico y al Sureste el
Río Bravo.
Adquiridos estos límites definitivamente en 1848,
encontraron, sin embargo, que no les era fácil,
como se imaginaban, comunicarse con el Oeste;
el Fay West inmenso, despoblado, recorrido pe-
riódicamente por tribus salvajes y el enorme ma-
cizo de las montañas rocallosas, cubiertas de nie-
- 215 -
ves gran parte del año, eran dos grandes obstá-
culos que les impedían establecer comunicaciones
rápidas y seguras entre los dos extremos de su
territorio. También hemos hablado de las rutas
que siguieron los buscadores de oro para evitar
esos obstáculos^ ya fuera remontándose al Norte
hasta penetrar á territorio inglés, ya buscando la
región ístmica de América y aun siguiendo el ca-
mino de Veracruz y Acapulco.
Pero estas vías eran demasiado dilatadas y
además pasat)an á trechos por países extranjeros,
para que fueran útiles; además, aunque ya exis-
tían en los Estados Unidos los ferrocarriles, el
país no estaba lo suficiente adelantado para que
se pudiera establecer la gran vía que enlaza en
la actualidad á Nueva York con San Francisco, y
acaso la construcción de ella se juzgaba quiméri-
ca. También hay que creer que contaron en un
principio con que era fácil establecer la comuni-
cación interoceánica que se figuró el ilustre Ba-
rón de Humboltd (1) utilizando la corriente de los
rios Bravo y Colorado, y que ya cuando estuvie-
ron cerca de ellos vieron que esa comunicación
era irrealizable por el poco caudal de agua del
uno y el profundo encajonamiento del otro.
Todas estas circustancias y algunas otras, hi-
cieron que la conquista de California, á pesar
del hallazgo de los placeres, no les pareciese su-
(IJ Ensayo Político sobre Nueva Bápaiía. Tomo 1°.
Libro 1", Cap, '¿'\
— 216 -
ficiente para tener sus fronteras completas y pa-
ra que sus comunicaciones de Este á Oeste fue
sen fáciles yseg'uras; y á esta creencia arraigada
se debió que propusiesen á México el tratado de
la Mesilla y que por medio de expediciones fili-
busteras procurasen arrancarnos nuestros Estados
septentrionales; (1) nadicpodrá dudar envista de
esto, que la tentativa que el Conde Roussett de Boul-
bon pag-ó con su vida en Guaymas, la de Crabb
en Caborca y la de Walker en Baja California,
obedecieron á esa idea preconcebida; pero todas
ellas abortaron y para acabar de quitar a los Es-
tados Unidos la esperanza de adquirir una nueva
vía, el tratado Clayton-Buhver les cerrólos puer-
tos de la América Central. Entonces se dirigie-
ron, naturalmente, á México y pretendieron de él
[1] L;i anexión do ellos ;l los Estados Unidos, siempre
había en'rado en los planes de los yankees; p^ira no alar-
gar demasiado esta nota, baste citar un testimonio que
es concUiventc: en la nota reservada que Don Luis de
Onls. Ministro de España en Washington, diiiiió deíde
Filailellia el 1^ de Abril de 131 ' al Virrey dt :-iCxico, Ve-
ncías, se lee lo siguiente: «V. E. se halla enterado por
mi correspoiideníia, de que este gobierno [el norteameri-
cano] se ha propuesto nada menos que lijar sus limites
en la cnibocadufa ácl rio Norte ó Bravo, siguiendo su
curso, hasta tíl 3P, y desde allí tirando su tinca recta
hasta el viar Pacifico, tom;índose por con igiúente las
provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo
México, p.trte de la Nueva Vizcaya y la Sonora. Pare-
cerá un delirio este proyecto á lodá persona sens .ta; pero
no eS menos seguro que el (iroyecto existe y que ^e ha
levantado un plmo expresamente de estas pfoviniiáspor
orden del gobierno, incluyendo también en dichos llmi «s
la Isla de Cuba como una pertenencia natural de esta
Repübl i-a.»
También el Baion de Humboltd, que escribía en 1804,
habla en su Enrayo político sobre Niieva^Eápctila de es-
ta pretensión de los Estados Unidos.
— 217 —
obtener, ya una cesión de territorio, j'a franqui-
cias especiales de los gobiernos de Comonfort y
de Zuloag-a; pero estos trabajos tampoco tuvieron
éxito.
Aunque ya hemos hablado de todo esto en ca-
pítulos anteriores, conviene recordarlo aquí some-
ramente para poder apreciar bien la mente que
precedió á las estiplaciones contenidas en el artí-
culo 6° del tratado.
Con el transcurso del tiempo la necesidad de
una vía más fácil se hizo sentir urgentemente;
pues además de que la población del Oeste se había
consolidado y con su rápido aumento tenía ma-
yores exigencias, la situación política se iba tor-
nando sombría á gran prisay urgía poder atender
prontamente á cualquiera emergencia. Los de-
mócratas, que durante largos años se habían man-
tenido en el poder, deslumhrando á la Nación con
el aumento del territorio y habían viciado la ad-
ministración y extendido la esclavitud de una ma-
nera alarmante, estaban j-a en plena decadencia,
los republicanos reducidos en un principio á una
minoría insignificante, ya en la elección de Bu-
chanan habían llegado á adquirir tal importancia
que dominaban en las Cámaras y todos los esta-
distas de los Estados Unidos estaban de acuerdo
en augurar q i^ en las elecciones de 1850 los de-
mócratas serían derrotados y que un republicano
ocuparía el Capitolio.
Tanto para conjurar esta tormenta alucinando
nuevamente á la Nación, cuanto. porcjítender real-
Estudios históricos,— 28.
— 218 -
mente la influencia norteamericana, fué por lo
que Buchanan, su gabinete y Mac Lañe se empe-
ñaron en que se llevase á cabo el tratado que lleva
el nombre del último; y obedeciendo ú las ideas
que hemos señalado, quisieron que en el artículo
6° de él se estipulase lo siguiente: — "La Repúbli-
ca de México concede á los Estados Unidos e/sz';»-
ple tránsito de sus tropas, abastos militares y
pertrechos de guerra por el istmo de Tehuante-
pec; y por el tránsito ó ruta de comunicación á
que se alude en este convenio, desde la ciudad de
Guaymas en el Golfo de California, hasta el ran-
cho de Mogales, ó alg:un otro punto de la linea
fronteriza entre la Repúblca de México y los Es-
tados Unidos, cerca del 111" Oeste de longitud de
Greenwich, dándose inmediatamente aviso de ello
á las autoridades locales de la República de Mé-
xico. Y así mismo convienen las dos Repúblicas
en que se estipulará expresamente con las com-
pañías ó empresas á quienes se conceda en lo su-
cesivo el acarreo o trasporte, por cualesquiera
ferrocarril ú otras vías de comunicación, en los
precitados tránsitos, que el precio de trasporte de
las tropas, efectos militares y pertrechos de gue-
rra de las dos Repúblicas, será á lo sumo la mi-
tad del precio ordinario que paguen los pasaje-
ros ó las mercancías que pasen por dichos cami-
nos de tránsito; quedando entendido que si los
concesionarios de privilegios concedidos j'a, ó
que en lo sucesivo se concedieren sobre ferroca-
irnles ú otras vías de comunicación por dichos
-- 219 -
tránsitos i'ehusasen recibir por la iniLad del precio
de transporte las tropas, armas, abastos militares
y municiones de los Estados Unidos, el gobierno
de ésto.s no les dispensará laproteción deqne ha-
blan los artículos 2^ y 5'., ni ninguna otra protec-
ción."
Un complemento de la concesión á perpetuidad
del paso á través de Tehuantepec, fué el permiso
para el tránsito de tropas que podía hacerse sin
más formalidad que el aviso anticipado ó poste-
rior hecho á las autoridades ¡ocales, con todo lo
cual se cometía una nueva transgresión á la Cons-
titución de 1857, pues según ésta sólo el Congreso
tiene facultad "para conceder ó negarla entrada
de tropas extranjeias en el territorio de la Fede-
ración" (1); y se acentuaban los peligros para la
integridad é independencia nacionales que he-
mos señalado en los capítulos anteriores.
Pero en este articulo 6^ se habla de una nueva
ruta por el rumbo Noroeste de México "desde la
ciudad de Gua3'mas en el Golfo de California has-
ta el rancho de N'ogales ó da algún otro punto con -
veniente de la linea fronteriza entre la República
de México y los Estados Unidos cerca del 111°
grado Oeste de longitud de Greenwich." La de-
marcación de esta nueva ruta como camino
militar obedecía á tres intenciones; la de evitar
los inconvenientes del paso del desierto, la de
extender la influencia norteamericana en las de-
[t] Artículo 12, fracción XVI.
^ 220 -
siertas comarcas de Sonora y procurar su ane-
xión á los Estados Unidos^ siguiendo la misma
conducta que en Texas, y la de acaparar todo el
comercio del mar de Cortés con lo cual se apo-
deraba del escaso que entonces hacíamos por los
puertos del Pacífico.
De Nogales á. Guaymas; de Paso del Norte á
Topolobampo; y de Ciudad Camargo á Mazatlan:
son las tres vías que siempre han sido vistas con
especial predilección por los yankees: aunque en
1859 se pudiera alegar que eran indispensables
para su comercio, es curioso observar que aún
ahora persisten en su empeño no obstante que la
construcción del Ferrocarril de "Texas y Pacifico,"
y de otras vías les permiten comunicarse rápi-
damente con California. En la actualidad ya exis-
te un ferrocarril de Nogales á Guaymas que tiene
escaso movimiento: la vía á Mazatlan, desde^Pie-
dras Negras está construida en gran parte, sien-
do de lamentarse que no esté terminada, pues
aunque produciría muchas ventajas á los Estados
Unidos^ mayores las produciría para México con
no poco perjuicio de los yankees: en cuanto á la
ruta de Paso del Norte, las concesiones que para
ella ha otorgado México son innumerables. Y á la
par que curioso es desconsolador que nuestros
gobernantes bajean ayudado á que los Estados
Unidos realicen sus proyectos, nada más porque
no han tenido previsión (1) y no obstante que no
[1] La única razón qu e hasta ahora hemos encontrado
para que se diese la concesión del Ferrocarril de Sonorn.
- 221 -
han faltado personas inteligentes que han hecho
ver los peligros á que se exponía el país Con
otorgar ciertas concesiones; á este respecto re-
cordamos el magnífico informe que rindió el Ge-
neral de ingenieros D. Gaspar Sánchez Ochoa
oponiéndose á la construcción del ferrocarril de
Sonora, y del cual encontrarán los lectores algu-
nos párrafos en el capítulo siguiente.
El paso por Nogales y Guaymas significaba la
presencia constante, en caso dado, de tropas nor-
teamericanas en Sonora y de la escuadra de los
Estados Unidos en todos los puertos mexicanos
del Golfo de California y del Océano Pacífico, y
por lo mismo un peligro constante para esas re-
giones, que si hoy están muy despobladas, en
1859 estaban casi desiertas y tan desatendidas y
olvidadas que su ocupación por los Estados Uni-
dos ningún esfuerzo les hubiera costado y la ha-
brían llevado á cabo en muy pocos días, teniendo
es la consigna Quevedo y Zubieta en su obra "El General
Gomales y su gobierno en ilí¿.v/fo," tomo 2'' páff. 120:
"Sucedió una vez que, en Ccrto consejo de miristros, se
opusiese alguno á la concesión del ferrocarril yankee
de Arizona A Guaymas que, en su concepto, estaba des-
tinado á favorecer exclusi vam- nte los intereses america-
nos, con ries2:o inminente de la intejíri Jad del país.y á es-
ta objeción, onirariado en su furor ferri.ca'-rilero.'el mi-
nistro R va Palacio, saltó dirigriendo á su adversario una
réplica muy mexicana que le dio e¡ triunfo:
—'•Y qué quiere vd. que hao-amoscon esa faja de terre-
no á' ido que no->ot' os no podemos rxplotar ■ on un f rro-
carril propio! Se hace vd como el perro del hortelano
que ni come ni deja comer "
"Y la concesión de dicho ferrocarril se otoi-eó."
Este hecho, después de do e aflos, no ha sidodesraenti-
«lo. lo cual es un argumento en favor de su verosimilitud.
- 222 -
ya sus tropas dentro del territorio que se propo-
nían conquistar.
Ese permiso para el paso de tropas causó ad-
miración aun en los Estados Unidos y el Picayu-
NE de Nueva Orleans decía que esa cláusula era
algo inusitada. También por aquellos días se re-
cordó lo que había pasado en Nueva Granada(h03'
Colombia), cuando los norteamericanos quisieron
apoderarse del istmo de Panamá; la cuestión lle-
gó á degenerar hasta en riñas personales en las
calles de Panamá y al fin el gobierno neo-grana-
dino tuvo que firmar el tratado Cass-Irizarri que
permitía la ocupación del Istmo; pero el Congre-
so de aquella República se negó á ratificar el
tratado diciendo que era preferible la guerra, la
ocupación por la fuerza del istmo y aun la pérdi-
da de él, ánres que pasar por la degradante con-
dición de.que una potencia extranjera intervinie-
se en los asuntos del país y acudiese con sus fuer-
zas á establecer la seguridad. Este ejemplo cita-
do tan oportunamente cuando se trataba por el
tratado Mac Lañe de abrir las fronteras y el inte-
rior del país al extranjero, era demasiado elo-
cuente para no ser aprovechado, pero los hom-
bres de Veracruz, aunque algunos tenían talento,
estaban obcecados y ni ese ejemplo ni las dificul-
tades en que estaba Pesqueira, el gobernador de
Sonora, con un marino norteamericano, por que-
rer defender la dignidad del Estado, ni otras
muchas cosas bastaban para hacerles salir de su
obstinación.
- 223 -
La última parte de la cláusula 6^ no deja de ser
curiosa; se estipulaba que las empresas de tras-
portes en las precitadas vías harían una rebaja
del cincuenta por ciento á los militares, armas^
pertrechos etc., de las dos repúblicas que transi-
tasen por ellas y que si se negaban á hacer tal
rebaja, el gobierno de los Estados Unidos no les
dispensaría la protección de que trataban los ar-
tículos 2° }• 5" del tratado ni ninguna otra protec.
cion. Xo seria ocioso preguntar al leer esto, si
por su negativa esas empresas no gozaban de la
protección del gobierno mexicano; y aunque la
pregunta se contestase en sentido afirmativo, el
texto mismo de la cláusula da á conocer cuan en
poco se tenía esa protección, aun por el señor
Ocampo, supuesto que sólo se juzgaba eficaz la
concedida por los Estados Unidos.
Esa estipulación es otra prueba bastante pal-
pable de lo poco que fiaban en su poder los cons-
titucionalistas y de lo humillante que resultaba el
tratado para México, bajo cualquier aspecto que
se le quiera considerar y de las humillaciones á
que se sujetaba el gobierno liberal con la espe-
ranza de conseguir ayuda y recursos para hacer
la guerra á ios conservadores.
XIX
A medida que el plenipotenciario mexicano se
mostraba más complaciente, el norteamericano
tenía mayores exigencias: no le había bastado la
cesión á perpetuidad por el istmo de Tehuantepec
-* 224 -
(Art. 1° del tratado), la exención de defechos á
las mercancías de paso (Art. 3"), el libre paso de
las tropas délos Estados Unidos por esa vía, (Art.
5°], la estancia de ellas (id. id.), el tránsito mili-
tar por la frontera del Norte (Art. 6°) y al fin pi-
dió la cesión á perpetuidad del derecho de vía
desde esa frontera hasta los puertos del Golfo de
Caliíornia; D. Melchor Ocampo no tuvo inconve-
niente en otorgarla y la cláusula 7^ quedó redac-
tada en estos términos:
«Art. 7° La República Mexicana cede por el
presente á los Estados Unidos, á perpetuidad, y
sus ciudadanos y propiedades, el derecho de vía
ó tránsito á través del territorio de la República
de México, desde las ciudades de Camargo y Ma-
tamoros, ó cualquiera punto conveniente de Río
Grande, en el Estado de Tamaulipas, por la vía de
Monterrey, hasta el puerto de Mazatlan, á la en-
trada del Golfo de California, en el Estado de Si-
naloa, y desde el rancho de Nogales ó cualquier
punto conveniente de la línea fronteriza entre la
República de México y los Estados Unidos cerca
del 111° grado de longitud Oeste de Greenwich-
por la vía de Magdalena y Hermosillo hasta la
ciudad de Guaymas en el Golfo de California, en
el Estado de Sonora, por cualquier ferrocarril ó
ruta de comunicación, natural ó artificial, que
exista actualmente ó existiere ó fuere construido
en lo sucesivo, del cual usarán y se servirán en la
misma manera y con iguales condiciones ambas
Repúblicas y sus respectivos ciudadanos, reser-
- 225 -
vándose siempre para sí la República Mexicana
el derecho de soberanía que al presente tiene so-
bre todos los tránsitos mencionados eft este trata-
do. Todas las estipulaciones y reglamentos de
todas clases, aplicables al derecho de vía ó trán-
sito al través del istmo de Tehuantepec, y en que
han convenido ambas Repúblicas, se hacen por
el presente extensibles 3' aplicables á los precita-
dos tránsitos ó derechos de vía^ exceptuando el
derecho de pasar tropas, provisiones ó pertrechos
de guerra desde el Río Grande hasta el Golfo de
California."
La única diferencia que hay entre este artículo
y el 6' respecto de los 3° y 4° del tratado^ es que
en estos últimos se concedían los derechos ahí
mencionaaos á los subditos de todas las naciones,
en tanto que en aquellos, únicamente eran para
los ciudadanos de los Estados Unidos. Por lo de
más, el territorio á donde, por la cláusula 7^, se
extendía la influencia deesa Nación era mucho
más extenso que el consig-uadc en las anteriores
líneas y abrazaba toda la región mexicana Hel
Xorte que comprende los Estados de Tamaulipas,
Xuevo-Leon, Coahuila, Durango, Chihuahua, Si-
naloa, So.iora y Baja California.
Y si se recu'Tda tanto la codici-t no di i.iiuIaJa
de los yanke»'^ por los di>N últim J^ EvtaJ. s, cuaiuo
l.-t> pr -tensi.ines recientes eniónces, Je formar la
Retúbltcr , Sierra Madre, .se compren. leí á fá.
cilm. .iic que el principal objeto de los n rteauíc-
ricanos al proponer esa cláusula nn •" é cír- qu-'
Estudios hislór eos.— 19
- 226 -
el de ir preparando la ezcision de México de esas
comarcas^ yapara anexárselas desde luego, ya re-
pitiendo el caso de Texas, esto es, formando una
nueva nación que en breve sería absorbida. Así
pues, esa cláusula era el digno corolario de toda
la obra llevada á cabo con tanta laboriosidad por
el Presidente Buchanan y su digno servidor Mr. Ro-
berto Mac-Lane y á la que contribuían con su com-
placencia D. Benito Juárez y D. Melchor Ocampo.
Como una burla, que no como otra cosa, podía
tomarse la declaración de que México se reserva-
ba siempre para sí el derecho de soberanía sobre
todos los tránsitos mencionados en el tratado,
piies lo que había sucedido con el establecimien-
to de todas esas servidumbres internacionales
era que la soberanía de México había zido me-
noscabada.
"Las servidumbres internacionales, dice un
autor de derecho interuacional, producen el efec-
to de restringir la soberanía plena de un Esta-
do, ya sea impidiéndole obrar libremente en cier-
to sentido, ya sea obligándolo á tolerar que un
Estado extranjero ejerza en su territorio actos
que, sin la existencia de la servidumbre, tendría
derecho de prohibir." (1) Otro autor añade: "Por
lo monos, aunque restrinjan el libre ejercicio de
los derechos soberanos, la dejarán subsistir como
nación semi-soberana."
Querer probar que Juárez y Ocampo al estipu-
lar esa condición en qué México quedaba coloca-
PJHeftei», Dcfccho Jnlenincioiíat,
- 227 -
do, obraban fuera de la Constitución que defen-
dían, es tarea inútil, pues aparte de lo que hemos
dicho á este respecto, baste agregar que la Cons-
titución ni siquiera prevé el caso de menoscabo
de la integridad territorial, ni mucho menos el de
los derechos de soberanía, y por lo tanto na-
da dijo acerca de ello. Si por desgracia llega-
ran alguna vez á darse esos casos, lo único que
se podría hacer sería invocar el art. 117 que pre-
viene que las facultades que no estén expresa-
mente concedidas á los funcionarios federales, se
entienden reservadas á los Estados: éstos serían
los llamados á resolver sobre tan graves asuntos;
pero en 1859, en que no había orden constitucio-
nal, esas entidades mal podían hacer nada.
A mayor abundamiento, con ese tratado hasta
la carátula de la Constitución se rasgaba, pues
este Código principia así: "En el nombre de Dios
y con la autoridad del Pueblo Mexicano. | Los
representantes de los diferentes Estados, del Dis-
trito y Territorios que componen la República de
México, llamados por el Plan proclamado en
Ayutla poniendo en ejercicio los poderes con
que están investidos, cumplen con su alto encar-
go decretando la siguiente: | Constitución | po-
lítica de la República Mexicana, sobre la indes-
tructible base de su legítima Independencia,
proclamada el 16 de Septiembre de 1821^. Esta
base, llamada apenas dos años y medio antes, in-
destructible, era lo primero que echaban por tie-
rra Ion hombres de Veracru? seguir hemos visto.
- 228 —
Volviendo al examen de la cláusula 7^ del tra-
tado, del que ya nos íbamos á apartar, es necesa-
rio insistir aún sobre el peligro en que ella ponía
á Sonora; pues esa comarca sirvió de pretexto
algunos años después para atacar rudamente á
un gobierno; y hacer ver que tan interesados es-
taban los franceses en poseerla como los norte-
americanos, y éstos mucho más por ser limítrofe
con su territorio. Napoleón III tuvo siquiera la
franqueza de dar á conocer sus intenciones á
Maximiliano, en tanto que los yankees, solapada
é hipócritamente buscaban un medio indirecto de
apoderarse de aquel lejano Estado.
A fin, pues, de demostrar cuál podría ser la
suerte de él vamos á insertar algunos fragmen-
tos del informe á que en el artículo anterior hi-
cimos referencia, y que fué producido por el Ge-
neral D. Gaspar Sánchez Ochoa con fecha 1° de
Noviembre de 1S77. (1) Los peligros en él seña-
lados tenían doble importancia en 1859 dada la
situación política de México; no lo insertamos ín-
tegro por su extensión y creemos que el testimo-
nio aducido no puede ser tachado de sospechoso.
"Comenzaré desde luego por manifestar las di-
ficultades con que tropieza la vía interoceánica que
parte de San Francisco de California, atraviesa
las Rocallosas, toca los principales centros de po-
blación de la Union Americana, y termina en la
gran ciudad de Nneva York, para venir á deducir
rij Publicado en La Libertad de 23 de Julio del'*?:.»
I
— 229 —
en seguida la necesidad absoluta que hay del es-
tableciinento de otra de mejores condiciones, y que
en atención a la posición de nuestro país, debe pa-
sar sin duda alguna, considerando á la capital co-
mo punto de depósito, por las principales pobla-
ciones de la República.
"La extensa comunicación por vía férrea que
poseen los Estados unidos para trasportar los
grandes intereses comerciales que existen entre
las naciones de Australia, China y Japón, con
aquellos y Europa, ha encontrado sus inconve-
nientes desde los puntos de partida. En efecto, los
vapores que salen de los puertos de Sydney y
"'lelbourne, en Australia, y se dirigen al de San
Francisco de California, al recorrer aquellos mares
describen sobre sus aguas una diagonal en direc-
ción del S. O. al N. É., y parte de los 39° 52' latitud
Sur y los 151° 14' longitud oriental de Greenwich,
para llegar á los 37° 47' latitud X. y á los 122° 26'
al O. del mismo meridiano, siendo la distancia que
recorren de 4,500 millas marinas, con una nave-
gación de veinte días astronómicos.
"Al verificar su viaje directo hacia los puertos
del Manzanillo, Acapulco ú otro del Pacífico en
la costa mexicana, aunque es cierto que hay una
diferencia longitudinal en favor de San Francis-
co, no sucede lo mismo con las latitudes, que son
las que dan la ventaja á nuestros puertos men-
cionados sobre los Estados Unidos, pues las lati-
tudes de nuestra costa, respecto de las de la Alta
California para con la Australia, dan 1,400 millas
- 230 -
marinas^ ó sean seis días menos de navegación;
resultando de esto, que el viaje que las embarca-
ciones hacen en veinte dias de Australia á San
Francisco, pueden verificarlo en catorce de los
puertos de Sydnej' y Melbourne (Australia) á los
mexicanos del Pacifico. A esta economía de tiem-
po podemos agregar, que los mares que se hallan
al Sur de la Baja California son más tranquilos y
abrigados que los que están al Norte, pues en és-
tos los vientos reinantes son siempre tempestuo-
sos, viniendo del Oeste y enfriando demasiado la
costa de la Alta California, por atravesar los ma-
res helados de la Rusia Asiática.
"Los vientos que soplan en el ÍManzanillo y Aca-
pulco son conocidos por los marinos con el nom-
bre de "Frade Windi," ó sean los que durante
nueve meses del año, corren paralelos al Ecuador
entre los trópicos, llamados generalmente vientos
intertropicales: ellos son sumamente benignos y
dan gran ventaja á nuestros mares, sobre los que
corren los buques que salen de los puertos de Aus-
tralia, para dirigirse al de San Francisco.
"Las naciones de China y Japón poseen una in-
dustria peculiar, rica y fecunda; y teniendo gran-
de actividad comercial con los Estados Unidos y
Europa, obtendrían las mismas ventajas que la
Australia, al aceptar la navegación dii'ecta hacia
los puertos del Pacífico en la fosta mexicana, de-
jando, en consecuencia, los graves inconvenientes
que tiene la que hoy hacen á los norteameri-
canos.
— 231 --
''Los vapores que salen en la actualidad de íos
puertos de Xagazaki, Yokohama, Hiogo y Hako-
dadi en el Japón y Hougkong, Shanghai y Can-
tón, en la China, recorren, para verificar su viaje
naval, una diagonal menos inclinada que la que
practican los que salen de los de Sydnej- y 'Slel-
bourne, en la Australia, para dirigirse á SanFran-
cisco; pero como la diferencia longitudinal de la
China y del Japón es mayor que la de la Austra-
lia, ella dá entonces un aumento de 2,000 millas,
ó sean ocho días más, siendo por consiguiente el
viaje total de veintiocho días de la China y del Ja-
pon para San Francisco.
"Ahora bien, teniendo los puertos mexicanos del
Pacífico las mismas ventajas de mares, corrientes
y vientos para la navegación de Australia que pa-
ra las otras naciones que hemos mencionado, y ha-
biendo además, una diferencia de más de 1,000 mi-
llas menos de distancia, resulta, agregando esto
á lo que hemos demostrado, que el viaje á Man-
zanillo ó á Acapulco sería de veinticuatro días as-
tronómicos solamente.
"La concesior pedida para el establecimiento de
un ferrocarril en el Estado de -Sonora, partiendo
del puerto de Guaj-maspara seguir por Hermosillo
y terminar en un punto de la Frontera del Norte,
irá sin duda alguna á buscar la grande obra ó pa-
so de Guadalupe en la Sierra Madre ó Tarahuma-
ra, en el estado de Chihuahua, para unirse á una
de las vías férreas de la Union Americana que He-
- 232 -
gue á Nueva York; quedando con esto estableci-
da una nueva comunicación interoceánica^ que no
tiene los inconvenientes de la j-a construida en los
Estados Unidos, y sí inmensas ventajas para el
comercio del mundo en el porvenir.
"Al permitir México la construcción de la vía
de que se trata, como ésta no atraviesa más que
el territorio de un Estado lejano, codiciado por
nuestros vecinos, por ser de los más ricos del país,
podemos decir con propiedad que renuncia volun-
tariamente á las ventajas que le traería la vía in-
teroceánica que está iniciada, y debe cruzar por
sus principales poblaciones, viniendo á ser su ca-
pital el centro donde se verifiquen grandes tran-
sacciones comerciales; además perdería los cuan-
tiosos productos pecuniarios qne debiera dejarle
el derecho de tránsito, el cual no puede apreciar-
se en menos de 30 millones de pesos anuales.
"En consecuencia, la concesión citada es alta-
mente perjudicial á México, porque ella amplía
los intereses norteamericanos con mengua del
engrandecimiento de la República.
"Una vez demostrados los grandes inconve-
nientes que en la parte económica tiene el proyec-
to de ccntrato celebrado entre la Secretaría de
Fomento y los Sres David Fergusson y Roberto
R. Symon, para la construcción de una vía férrea
en Sonora, vamos á exponerlos peligros que trae-
ría sin duda algiina para la conservación de nues-
tro territorio.
- 233 -
<:E1 ferrocarril parte del paralelo 27', 55/ 42"
latitud Norte, y probablemente va á concluir en
el punto terminal del paralelo 31°, 47' en la línea
limítrofe entre México y los Estados Unidos, para
buscar una de las distintas vías americanas; el
meridiano que pasa por Guaymas va á encontrar
en el punto de Bámori el paralelo 31°, 39' latitud
Norte, por lo que el trayecto del camino compren-
de una zona de 3°, 52' que da una extensión de
228 millas inglesas. Su extensión desde su partida
hasta el terminal del paralelo 31° 47' latitud Nor-
te, es de cerca de 400 millas.
"Por el proyecto del contrato se vé desde luego,
que se pretende atravesar, por los terrenos más
ricos de los Estados de .Sonora y Chihuahua, para
atraer probablemente por el descubrimiento de
sus infinitas vetas metalúrgicas, la inmigración
de colonos americanos, que es la que menos con-
viene al pais en aquellos Estados.
"Sabemos que en 1819 el Gobierno Español per-
mitió á Moisés Austin que fundara una colonia
en Texa-, y muerto éste su hijo Esteban empren-
dió de una manera lormal la colonización: á esto
sucedió, en 18 de Agosto de 1824, una ley emana-
da de la República por la cual se permitía la in-
migración de ciudadanos americanos, resultando
de elio, que poco tiempo después, se correspondió
porloscitadoscolonos á la hospitalidad con latrai-
cion y la ingratitud, proclamando la anexión de Te-
xas á los Estados Unidos; México no pudo sopor-
tar semejante ofensa^ }• para defender su derecho,
Estudios históricos,— 30
- 234 -
su honra 5^ diguidad ultrajadas se lanzo á una gue-
rra fatal que le trajo los resultados más tristes y
desgraciados, perdiendo la mayor parte de su te-
rritorio.
"Las páginas ensangrentadas de nuestra histo-
ria moderna nos recuerdan aquella usurpación
tan injustificable por parte de los Estados Uni-
dos y ella será siempre una dura lección que nos
haga conocer con exactitud las marcadas y encu-
biertas miras que abrigan contra nosotros nues-
tros vecinos del Norte.
"La concesión pedida trae en sí misma un ger-
men fatal y abunda en proyectos contrarios á la
autonomía de México. Para convencerse de esta
verdad, basta comparar los elementos con que
contaban los humildes colonos de Texas, con los
muj- poderosos que tendrían los que vinieran á
Sonora y Chihuahua, quienes desde luego conta-
rían con la ventaja de la importancia incalculable
de la comunicación férrea
«Preciso es repetir que la anexión de esos Es-
tados de la República sería irremisible, y México
entonces vería enarbolado en el territorio que le
pertenece, el pabellón de las estrellas^ así como
reproducirse las mismas escenas que cuando se
trató de la usurpación de Texas: no solo perdería
los Estados mencionados, sino que se le ai^ranca-
rían también por la fuerza Sinaloa, la Baja Cali-
fornia, Durango, Chihuahua, Nuevo León y una
gran parte de Tamaulipas."
Lo repetimos, los peligros que señala este ín-
- 235 -
forme^ eran mucho más graves eu la época del
tratado Mac Lañe, por más que aún en la actua-
lidad no dejen de ser de consideración.
Xo podían desconocerlos los hombres de \'era-
cruz, y no obstante, ningún aprecio hicieron de
ellos.
XX
Las cláusulas anteriores del tratado se redu-
cían como hemos visto, á constituir servidumbres
para México; la que vamos á examinar se refiere
al comercio entre las dos naciones y por lo tanto
es bastante interesante, como siempre lo ha sido
todo esfuerzo para aumentar la influencia mer-
cantil de nuestra patria.
Aquí creíamos encontrar un criterio más ele-
vado, una intención más sana de parte del pleni-
potenciario mexicano, supuesto que se trataba de
un asunto en que su mente no estaba ofuscada
por la pasión política; pero nos hemos equivocado
por completo 5' el estudio de ese articulo 8^ nos
ha demostrado que si en los artículos anteriores el
Sr.Ocampo obró como partidario encarnizado que
sólo busca el triunfo de su causa, en éste procedió
como persona que desconoce las más elementales
reglas de la economía poütica, aunque por otra
parte, puso en práctica en materia financiera las
ideas filosóficas que profesaba }• que tan descara-
damente eran sostenidas en la prensa per el Gui-
llermo Tell. (1)
[1] Este periódico, que se publicaba en Vcracruz rtecfa
en su número correspondiente al 24 de Octubre de 1859 lo
236 -
También siguió hrme en su camino de dejarlo
todo á la bondad de los Estados Unidos, hasta el
grado de que el Congreso de aquella Nación era
el llamado á decidir si ciertas mercancías norte-
americanas habían de ser admitidas libres de de-
rechos en los puertos mexicanos Siguiendo nues-
tro método insertamos íntegro el artículo 8" para
que á la simple lectura de él se comprendan los
absurdos de que estaba plagado:
cArtículo 8°. Convienen asimismo las dos Re-
públicas en que de la adjunta lista de mercancías,
elija el Congreso de los Estados Unidos, las que,
siendo producciones naturales, indu-triales ó fa-
bricadas en una de las dos Repúblicas, pueden ad-
mitirse para la venta y el consumo en uno de los
dos países, bajo condiciones de perfecta recipro-
cidad, bien se las reciba libres de derechos, bien
con el derecho que fije el Congreso de los Estados
siguiente: »Ahora bie-^; ya reconocido el verdadero ori-
gen de la e pecie humana, y juzgad^i cómo una sr>!a fami-
lia que vive ac t-^o en diversas partes de la tierra; pero
que no pif-rde por eso su unión domestica; me diréis ¿cual
essupat'-ia? ¿Xo c^ cierto que si tod s -omos hermanos,
la patria no es una extensión de arena, sino que es el uni-
verso? Pue«, -:cóm ) os atrevéis á. decirle íi un pueblo que
recibe el auxilio de sus hermanos que con t st" traiciona á
su patria?" C landn ta' es 'deas se profe abaT en m iteria
de pati ioiismo, ^ cuando se tenía la máxima de «que un
vecinn rico y poderoso vale más y dá más ventajas, que
un desierta 'de\-asta lo por la miseVia y la desolación,» no
era de llamar la atención que en materia de economía po-
lítica se profesasen las más e-trafalarias ideas y se pre-
tendiese» ccleb; ar un tratado de comercio en el que todas
las ventajas eran para los Estados Unidos y todos los in-
convenientes para Míxico. Era un ensayo de reciproci-
dad ridicula, pues seíjun veiemos en el texto, México no
estaba en posibilidad de exportar nada.
- 237 -
Unidos; proponiéndose la República Mexicana ad-
mitir los artículos de que se trata, al más módico
tipo de derecho y hasta completamente exentos
del mismo, si el Congreso de los Estados Unidos
conviene en ello. Su introducción de una á otra
de las dos Repúblicas tendrá efecto por los pun-
tos que los gobiernos de ambas designen, en los
límites ó fronteras de las mismas, cedidos y con-
cedidos para los tránsitos á perpetuidad, por este
convenio, al través del Istmo de Tehuantepec ó
desde el Golfo de California hasta la frontera in-
terior entre México y los Estados Unidos. Si Mé-
xico concediere privilegios semejantes á cualquie-
ra otra nación en los extremos de los precitados
tránsitos sobre los Golfos de México y California
y sobre el mar Pacífico, lo hará teniendo en cuen-
ta las mismas condiciones y estipulaciones de re-
ciprocidad que se imponen á los Estados Unidos
por los términos de este convenio.-
Empieza lo raro en este artículo desde el mo-
mento en que no se hacia la lista definitiva de las
mercancías que podían admitirse en los dos países,
libresde derechos, sino que se reservaba al Congre-
_^o de los Estados Unidos, como si él fuera el arbi-
tro de ambos, la facultad de escocer tn esa lista,
y la de fijar los derechos que á su introducción á
México debían pagar, como si Don Melchor Ocam.
po y Don Benito Juárez tuvieran facultad de cam-
biar á su antojo las 'eyes de! país.
Por-el tratado de comercio podría ún camente
el plenipoiencií^río estipular la introducción libre
di derechos de ciertas mercancias, siempre que
ese tratado fuese ratiñcido debidamente por el
Coagreso; pero nanea reconocer 3a autoridad de
cnalquier poder extranjero para decretar impues-
tos, pues Ja fracción IX del articulo 72 de la Cons-
titución enumera entre las facultades exclusivas
del Cong-reso. la de "expedir aranceles sobre el
comercio extranjero:" por lo tanto el plenipoten-
ciano que estipulaba de tan escandalosa manera
la intervención deán poder extraño, no sólo des
obedecía una Icr fcniamental, sino qae cometía
tm grave delito Es cierto que se procuralia pa-
liarlo todo con la cláusula de que México se pro-
ponía admitir esos efectos con módicos derechos
ó libres de ellos: pero esta actitud no era libre si-
no en virtud de la reg'la que 3e marcara el Con-
greso norteamericanc»-
En ese articulo octavo se nota una cosa rara y
.es la vacilación que se advierte en la redacción
de él: mientras se trató de adquisiciones y de es-
tablecer servidumbres, Mac Lañe no vaciló y re-
dactó sus artículos con todo aplomo creyendo que
el Senado norteamericano, halag^ado por las im-
portantes sdquisicione? que hacía su país, rat'fi- •.
caria todos los actos de aquél; pero en cuanto se
trató de intereses pecuniarios que podían afectar
(muy remoiamente como veremos) de manera di-
versa á los habitantes de 'os diferentes Estados
de la Uaion, entonces le abandonó sn aplomo y
procuró dejar la puerta abierta para que sólo f jc-
cvs materia ae: tratado aquellot efectos ó produc
— 239 —
tos que sin nin»un perjuicio para la industria 6
agricultura de los Estados Unidos, podían contri-
buir al aumento del comercio de esa Nación.
También es de llamar la atención la inocencia,
si es que tal nombre merece, del Sr. Ocampo, que
no vio la trampa puesta por el plenipoten-
ciario yankee y cayó en ella por completo. O, aca-
so^ ya con la idea preconcebida de ceder á todas
las exigencias de Mr. Mac Lañe, lo hizo con todo
conocimiento de causa, pues aunque no fuera muy
perito en materias hacendarías, en Veracruz ha-
bía un hombre conocedor de la materia y con él*
como uno de los principales instigadores de la ce-
lebración del tratado, se debía haber consultado el
artículo octavo, como no puede menos de haber
sucedido. Nos referimos á Don Miguel Lerdo de
Tejada, recien llegado de los Estados Unidos y á
la sazón Ministro de Hacienda de Juárez.
Lo que sí no hemos-podido comprender bien, por
más que lo hemos analizado, es la condición de
que las mercancías y efectos sólo pudieran intro-
ducirse á cualquiera de los dos países por las vías
cedidas á perpetuidad á los Estados Unidos y por
los puntos comprendidos en ellas, pues sí e' trata-
do debía surtir sus efectos en toda la extensión
territorial de ambas naciones era indiferente que
su conducción se hiciese»por cualquier pumo déla
frontera ó de los litorales: sólo hemos podido en
centrar dos razones que aunque de alguna enti-
dad, confesamos que no nos satísima :eil.
La primera es que con 1» "eonákíoa estipulada»
- 240 -
se conseguía nulificar el comercio de México con
las demás naciones y aun evitar que otras rutas,
que pudieran establecerse por empresarios euro-
peos, pudieran competir con aquellas, que siendo
las más favorecidas por las inmunidades de que
gozaban, en breve absorberían todo el comercio
de México y constituyendo á éste en tributario de
los Estados Unidos, quedaban excluidas de nues-
tros mercados las mercancías europeas.
La segunda razón es que á la sombra de esa
condición los norteamericanos podían desarrollar
una especie de contrabando en grande escala,
pues con nacionalizar los efectos de Europa que
podían entrar libres de derechos ó con impuestos
pequeños, por aquellas vías les era más fácil in-
troducirlos á nuestro país y venderlos como efec-
tos elaborados ó producidos en los Estados
Unidos.
Repetimos que estas razones poco nos satisfa-
cen y que por más diligencias que hemos hecho
para averiguar el motilo d<=- esa condición, nada
hemos encontrado, pue? los escritores mexicano?
así como los escritores ) senadores norteamerica-
nos que apoyaron ó combatieron el tratado, más
se ocuparon de la part-i política de él que de la
económica, que quedó relegada á segundo término
y aun olvidada por aquella que, con razón, todos
juzgaron como la más interésame.
En cuanto á la úliima parte de la cláusula S*
poco tiene de interesante: los Estados Unidos no
querían que en las relaciones comerciales con
- 241 -
México hubiera otra nación que estuviera más fa-
vorecida que ellos y por eso se cuidaban de pro-
veer á la contingencia; pero hast:\ inútil era
esa precauccion, pues era casi imposible el caso
de que á otro país se pudiesen otorgar tantas
franquicias y privilegios, y se le diese á perpe-
tuidad alguna vía, á menos que ya hubiese sona-
do la hora en que México debía dejar de existir
como nación soberana; y aun en ese evento, los
acaparadores de la herencia de Iturbide se apode-
rarían de lo que mejor les conviniese sin contar
para nada con la voluntad de los mexicanos, como
no habían contado con ella los que se titulaban sus
mandatarios y firmaban el tratado de Mac Lañe.
Sin embargo, por la manera como está redac-
tado ese último párrafo, parece que lo que allí se
estipuló fué que á la otra Nación á quien se con-
cediesen franquicias, no se le habían de conceder
alguna! nada más, sino todas las otorgadas á los
Estados Unidos, pues se decía: "Si México conce-
diere privilegios semejantes á cualquiera otra na-
ción lo hará teniendo en cuenta las mismas
condiciones y estipulaciones de reciprocidad que
se imponen á los Estados Unidos." Pero como se-
ría un absurdo suponer que hasta ahí llevaba aque-
lla nación su afán por imponernos sus leyes, he-
mos preferido interpretar esa estipulación en el
sentido de que sólo se buscaba el modo de que
otro país no quedase más favorecido que nues-
tro vecino.
Nj queremos ni detenernos en considerar las
Estudios históricos. —13.
- 242 -
dificultades á que daría márg-en en la practica ese
artículo 8°, pues llenaríamos bas.tantes páginas;
baste sí decir que ios primeros que protestarían
Contra él y c-iudirian su cumplimiento, serían los
países euriipios qií por convenios anteriores te-
nían derechos adquiridos que pt-rdían por ese ar.
tículo. The Times ce I óndres, escribía á ese rro-
pósito lo siguiente: "También debem s hacer
notar que, estando una parte de los derechos
aduanales consignada á l)> acreedores extran-
jer s, México no tiene t'a» ultad para conceder, co-
mo Juárez se propone hacerlo en el trata. to, la li-
bre introducción de efectos de los Estados UniJos
por determinados puertos, ya se'i en el Golfo de
California ó en < trtis costas. Fsperamos que
estos puntos llamarán la atención del Gobierno
británico."
Además de los acreedores ingleses con el de-
recho de p rcib r parte de las rent is adunia es,
existían los franceses y los españoles; tenían á la
sazón sus escuü Ir sen ei Golfo le México 1-is na-
ciones á que aquellos acreedores pertenecían y
los respectivos gobiernos no estando muy satis-
fechos del giro de los negocios mexicanos podían
prop"rei".n}ir á Juárez un m.»! ruto, del que hasta
entonces so había escapado debido á su diligen-
cia por atender á las reclamaciones de aquellos.
Más adelante veremos que en efecto Inglaterra,
Francia, Rspaña, yaun Prusi:i, lieron algunos pa-
sos en Washington con el objeto de lograr que el
tratado no fuese ratificado y entre las razones
- 243 -
que tuvieron para obrar así, r.o era la menor el
perjuicio que con lo estipulado en el artículo 8"
se causaba á sus nacionales.
XXI
Como apéndice al artículo 8° del tratado, se en-
•:uentra la lista de las mercancías en la que ele-
giría el Congrrso de los Estados Unidos, las que
po líiin almitirse libres de derech( s en los dos
p-M'<e^; la reprodac'mos íntegra á fin de que se
Vía lo li-tosque eran nuestros vecinos para po-
ner en ella los artículos que más producían ó los
que más necesitahan:
«Animales de todas clases,
* Arados y barrotes de hierro sueltos. [1]
Arroz
f Cacería y huevos frescos. (2)
* Azogue.
* Carbón de piedra.
Carnes frescas, *&aladas y ahumadas.
* Casas de madera y de hierro.
Cueros al pelo-
Cuernos.
Chile ó pimiento colóralo.
'■''■ Dibujos y modelos te máquir^ts grandes, edi-
ficios, monumentos y botes.
[ti Los nrtículns marcnlos con* son 'os que entízneos
projucian los Estac'os Uni los y que por lo tant", podían
vcndi-r tT» AlOxko siii eí má- mínimo temor ilc la compe-
tencí; nMcional,
[?] Lis iTiarcados con t aunque los producía el país
apenas bastaban paia el consumo inierior.
- 244 -
* Botes de todas clases y tamaños para la na-
vegación de los ríos de la frontera.
t Escobas y materiales para hacerlas,
t Bocados para caballos. [Bridle bits.]
Frutas frescas, secas y azucaradas.
* Tipos, espacios, placas para imprimir ó gra-
bar, reglas, viñetas y tinta para imprimir.
* Libros impresos de todas clases á la rústica.
* Marcos.
Madera en bruto y leña.
f Manteca y queso.
*Mapas geográficos y náuticos j planos topó-
gráficos.
f Mármol, en bruto y labrado.
* Máquinas é instrumentos de agricultura y pa-
ra el laboreo de minas, y para el desarrollo de
las artes y las ciencias, contadas sus piezas suel-
tas ó para ser compuestos.
Palos de tinte:
t Pescado, * alquitrán, trementina y ceniza.
Plantas, árboles y arbustos.
* P¡z»rr?s para techos,
t Sal común.
.Sillas de montar.
Sombreros de palma.
* Estuco (gypsum).
Vegetales.
t Pieles de carnero.
t Toda clase de granos para hacer pan.
t Harina.
t Lana.
I
'245 -
■^ Tocino .
Sebo.
Cuero y efectos de cuero.
* Toda clase de tejidos de al^fodon, excepto la
llamada mnnta trig-ueña.
Aunque no muy numerosa la lista, sí estaban
en ella aquellos artículos que más podían favore-
cer el incremento del comercio de los Estados
Unidos.
El carbón de piedra se creía «ntánces que'no
lo habíJi en nuestro territorio, la industria de fa-
bricación de casas de madera y de hierro era des
conocida en México; apenas los astilleros de
Campeche producían nno que otro bote que ser-
vía para el puerto no más; no existía en toda la
República más que una fundición de cíiractéres
de imprenta; el azogue por más que en tiempos
de la dominación española fué extraído de mu-
chas rainas del país, y de Guadalcázar se extra-
jeron dos mil quintales en virtud de las franqui-
cias que otorgó el decreto de 24 de Mayo de 1843,
(1) en 1856, según el «Cuadro sinóptico de la Re-
pública Mexicana» formado por D. Miguel Lerdo
de Tejada, todo el que se consumía en México
«ra traído de Nueva Almadén en la Alta Califor-
nia, pues el nacional no se explotaba por no po-
der sostener la competencia que le bacía el nor-
teamericano. En materia de maquinaria estába-
,cQ. ^'^«^^?:'."'^^' ^^'Qf'f^^f mimara de México. México,
lte4. p^g. 92.
246 -
mos tan atrasados que no había una sola fábrica
en toda la Repúbliv-a; y en cuanto á tejidos, si se
exceptúa la llamada manta trigueña que niiescras
fábricas producían en la cantidad suficiente para
resiir á algunos millones de indios é individuos
de' pueblo bajo, el resto no podía competir con
las manu'acturas extranjeras.
Y precisamente es* mama.trigfueña que hubie-
ra si lo la única manufactur i que México podía
enviar al pnís vecino, era la que quedaba exclui-
da de una manera expresi.
Otra clasf de efectos aunque se producían
aquí, eran tan sólo suficienti-s para e) consuma
interior como los productos de la agricultura (1)
é industrias que tienen referencia con ella, como
con la cría de aves de corral, fabricación de man-
tequillas y quesos etc., la sal común, las carnes
saladas, ías harinas, tas pieles de carnero y otros-
renglones; de manera que á cada momento, co--
mo vemos, se va reduciendo más y más la lis-
ta de los artículos que México podría exportar.
En vano hemos buscado datos exactos acercaí
del comercio exterior de México en 1*^59, pues por
el estado de agitación del país, y del atraso de la
estadística entonces, no se hacían trabajos de esa
[\'\ * Agricultura —l.Sm'xtaáA está tclavíacn la Rcpii-
Mica á producir únicanu-nte lo rifcesarii» paui elcTisu-
mo de lo- liíibitaiUis; Ids td renos que se cultivan en ella
» que sin diuhi no forman la^ ct'iva parte di- la suin ríf-
ele dil tenit rio está dedi ada prin» ipalmcnte á la siem-
bra del miiíü, del Injol y delcliili-, etc.»
LkRDO DF '\y.)\T<.K. 'Cuadro sinófiico, páf:. 34.
I
^ 247 ~
cíase: hcmüS tenido que buscar algo en años an-
teriores, los n:'is próximos á aquella fecha y aun-
que en la Memoria de Hacienda present J.i al
Congreso de la ünion por el Alinist o de ramo,
D. Manuel Payno, en 2 de Agosto de 1857, hemos
encontrado algo conducente á nuestro objeto,
preferimos el uaJru sinóptico formado en 1856.
por D. Miguel Lerdo de lejada, por ser un tra-
bajo más concienzudo y completo. Aunque la di-
ferencia es de tres añoS; durante ese período las
circunstancias del país no cambiaron notable-
mente por las constantes revoluciones.
Pues bien, Lerdo al hablar Jci comercio exte
rii>r dice lo siguiente;
"Las exportaci'Mies consisten principalmente
en oro y plata acuñados y ea pasta, de cuyos me-
t<iles se extrae anualmente un valor de 2¿ á 23
millones de pe^os y 1 is 5 ú 8.000,000 restantes
se componen le cochinilla, vainilla, tabaco, café
raíz de Jalapa, 2arz<a parrilla, hilo de henequén
en rama, y elaborado, cobre, cuer-es s^cos, curti-
dos y al pelo, gai.od-o mayor y mi tior, maderas
de construcción y elmitisterta, p: lo de tmte, añil,
cacao y pimienta de Tabasco, sal , carey, perla y
concha n íc^r, carne y pescados salados, arroz,
frijol, sombreros y tejidos de lana ordinarios, ga-
lleta./rw/as. azúcar, dulces en conserva y otros
objetos de p »oo valor.
«Casi todo el oro y la plata que salen de Méxi-
co, pasan dii ectamenie á Inglaterra en los vapo-
res que mensualraente vienen á Veracruz y T«m-
- '246 -^
pico, y en alg^unos buques de guerra; el resto va
principalmente á los Estados Unidos y una peque-
ña parte á los otros países o- n quienes tiene co-
mercio la República, entre las que se distribuyen
también proporcionalmente los dtmás frutos que
se exportan de ella.»
Con estos datos que nos proporciona una auto-
ridad nada sospechosa para los liberales, ya esta-
mos en aptitud de comprender el ningún provecho
que México sacaría del tratado de comercio: si se
compara 5a li-ita del tratado con la del Sr. Lerdo
de Tejada, se verá que en la primera sólo esta-
ban comprendidos loa artículos cuya exportación
podría llegar á tener gran desarrollo; éstos eran
los animales y sus productos, y las maderas de
todas clases; y otro artículo que aún hoy todavía
no se exporta en grandes cantidades por más
que sea de porvenir; las fruías.
Fuera de ellos, aquellos artículos que hoy for-
man los principales reuglones de exportación de
México, como el café, el henequén, el ixtle, el ta-
baco, ía vainilla, el cacao, la concha, los mármo-
les, los efectos manufacturados de cuero, el frijol,
el garbanzo, y otros quedaron intencionalmente
olvidados en la lista que formaron los diplomáti-
cos de Veracruz.
Impartand(», por otra par^e, miestro comercia
de exportación con muchos países cinco ó seis
millones de pesos (excepción hecha de los meta-
les preciosos) desde luego se nota la gran dife-
rencia que había en el cambio de productos en-
'- 249 -
tfe ias dos naciones: en tanto que los Estados
Unidos nos podían mandar artículos por valor de
diez ó doce millones de pesos, nosotros sólo po-
díamos enviarles unos tres ó cuatro millones, te-
niendo que pagar rl saldo con dinero.' con la
proximidad de aquellos, estaban tn aptitud de en
víamos más cómodamente sus mercancías que
las eur->peas y á los p'>cos años dependeríamos
comercialmente de los Estados Unidos. Si no obs
tante que el tratado Mac Lane-Ocampo no se lle-
vó á cabo y que otro contemporánea (1) tampoco
fué apr<jbado por el Senado norteamericano; si
no obstante esto, decimos, hoy más de! 45 p§ de
nuestras importaciones vienen de los Estados
Unidos ¿qué hubiera sido si el tratado Mac Lañe
llega á aprobarse? que desde hace más de trein-
ta años no hubiéramos vuelto á ver una mercan-
cía europea. (2)
Por eso decíamos en el artículo anterior que el
(1) El que durante la primera administración de Mn
Cleveland celebró el Sr. Dotí Matías Romero.
[ ] En is^b s.gunLjrJo <1e Tejada, l,is importacio-
ties prccí-dcntcs de lo Estados Unidos eran de 84 5(X ,000 y
las export..cione- A aquel país segun cálculo aproximado
nuestro eran ríe 8' óOO.OOi (con los m tales;, en ti nfio fis-
cal de lb^4 A 1895, Sf^un 1-s . stadfsticas de la Secretaría
de Hacienda, las importaciones de 1. s Estados Unidos su-
maron g).o.l.-0,%- y las exportaciones de Míxico al mis-
mori7.d2 ,98t> (con metales precioso-^]
El aumento como se ve c en. rme, v más teniendo en
cuenta qu- en InV, nuestra total importación era de ^i á
a ijillones de pesos en tanto que en lfc94-95 fué de 34 mi-
Ilv/nes.
Aunqu»* este no es lugar á propósito para estos cálcu-
los, sin embargo, á título de curiosidad y para que se vea
cuanto ha aum.ntado nuestro comercio «.on los Estados
t'uldos, los damos aquí.
Estudios histéricos.- 32
- 2£0
tratado, aun bajo el punto de vista comercial, era
desastroso para México y que el Comisionado me-
xicano que lo firmó ó no conocía una letra de
economía política ó intenciunalmente se esmeró
en perjudicar á nuestra patria.
xxn
Los artículos del tratado que llevamos ana'iza-
dos, son l'>s más importantes de todo él y sin em-
bargo, lob pocos que faltan merecen también fijar
nuestra atención. En aquellos se decidía de una
manera irrevocable, del porvenir polítiCD y comer-
cial de México, y de un modo muy po o en armo-
nía con los pi*incípios fundamentales de inlepen-
dencia y dignidad que loJo gobi -rno que aspira
al título de tal y que toJo partido que pretende
prestigiarse ante la opinión públ ca, deben ante to-
do procurar dejar incólum,--.
El espíritu intransigente de partid>», que des-
graciadamente ciega á los contendientes y les ha-
ce supeditar sus sentimientos é ideas al completo
aniquilamiento de su rival, llevó á los h 'inbres de
Veracruz, a:aso á alt^unos de ellos contr»» "u vo-
luntad, á aceptar una serie de cláusulas que, nun-
ca mis cansaremos d í repetirlo, sólo darían por
resultado comprometer la independencia de Méxi-
co, ofrecer ocasiones para nuevas desmembracio-
nes de nuestro territorio, env .1 vernos en guerras
desastrosas y arrinuar nuestro comercio.
Aquellos hombres parecían empeñados en dar
- 25Í —
pronta realización ala profecía que s-ete años an-
tes había lanzado un célebre e>critor: "México se-
ra sin duda un paíi de prosperidad, parque sus
elementos naturales se lo proporcionan, pero na
lo será para las razis que ahora lo habitan .... los
actuales habitantes quedarán arruinados y podrá
aplicarse á la nación mexicana de nuestros días, lo
que un célebre poeta latino dijo de uno de los más
famosos personajes de la historia romana: "Stat
"maguí nomiiiis timbra: no ha quedado más que
"lü sombra de un nombre en otro tiempo ilustre."
Y á fé que la obra quelleraron á .abo fué com-
pleta y que la época de la realización de la pro-
fecía parecía llega.la, si no es por una circustan-
cia fortuita y qu»- aunque ellos la es erasen remo-
tamtr-nte, nunca dt-birron contar con ella.
Acabada esa tarea, sólo quedaban por ai reglar
alsfuno's detalles y la cuestión de dinero, que t-n
el tratado fuer'>n resueltos con el poco tacto que
ei to lo él predonniaó, y de iosque se ocupa el ar-
tícilo 9"
"En aprcacion de los artículos 14 y 15 del tra-
tado de 5 de Abril de 1831, en el cual se estipuló
lo relativ • al ejercicio de su religión á los ciuda.
danos de México, sf permitirá á los ciudadanos de
los Estados Unidos el ejercer libremente su reli-
gión en México, en público ó en privado, en sus
casHS ó iglesias y sitios (places) que se destinen
al culto, como consecuencia de la perfecta igualdad
y reciprocidad que, según dice el segundo artícu.
\ >ode dicho tratado, sirvió de base al mismo."
- 252 -
t)e los artículos relativos del tratado de 1831»
sólo encontramos conducente el 15 que dice:
"Art. 15 Los ciudadanos de los Estados Unidos
de América, residentes en los Estados Unidos Me-
xicanos, gozarán en sus casas, personas y propie-
dades, de la protección del gobierno, y continuan-
do en la posesión en que están, tto s^rán altera-
dos, inquietados, ni molestados, de ninguna ma-
nera, por motivo de su religión con tal de que
respeten la de la nación en que residan, y la
Constitución, leyes, uso y costumbres de ésta. Así
mismo, continuarán en la facultad de que gozan
para enterrar en los lugares señalados, ó que en
adelante se señalaren á este objeto, á los ciudada*
dos de los Estados Unidos de América que mue-
ran en los Estados Uuidos Mexicanos, y los fune-
rales y sepulcros de los muertos no serán turba^
dos de modo alguno, ni por ningún pretexto.
"Los ciudadanos de los Estados Unidos Mexica-
nos gozarán en todos los Estados y territorios de
los Estados Unidos de Améri a, de la mi^ma pro-
tección, y podrán ejerfer libremente su religión
«•;/ público ó en privado dentro de sus casas, ó en.
los templ >s y lugares d. stinados al culto."
Como se vé, por el artículo 9° del tratado Mac
Lañe, se permitía á los norteamericanos ejercer
libremente su religión en México, en público, cuan-
do ya á los mexicanos no les era fácil esto, pues
aunque la ley de 12 de Julio de 1859 sobre nació- •
nalizacinn de bienes eclesiásticos, é independencia
de la Iglesia y el Estado, no prohibía terminante-
- 253 -
mente las manifestaciones del culto público cató-
lico, (1) y aun en su articulo 3° prevenía que "el
gobierno se limitara á proteger con su autoridad
el culto público de la rel'gion católica, así como
el de cualquiera otra," el clero mexicano no volvió
á hacer manifestaciones públicas, en puntos ocupa-
dos por los liberales, por el natural temor de que
se cometiese un atropello, temor muy ju-tificado
si se recuerda que en Febrero de 1861, al embar-
carse para el extranjero los obispos desterrados y
no obstante que llevaban trajes seglares, aunque
por la ley podían usar todavía los sacerdotales,
fueren apedreados por una turba de miserables
que no sabían respetar ni las virtudes r>i la ancia-
nidad, sin que la autoridad protegiese eficazmente
á la desgracia.
La distinción que se nota en el artículo 15 del
tratado de 1831, proviene de que en aquella época
regía la Constitución de 1824. que prevenía que la
Religión cató'ica era la del Esiado, el cual sólo
toleraba las demás; por lo tanto, los norteamerica-
nos no católicos no podían, según ese artículo, en-
tregarse á acto público alguno de la religión que
profesaban. El tratado !\Tac Lañe, celebrado cuan-
do ya Juárez había declarado la independencia del
Estado y de la Iglesia, hubiera colocado á los me-
cí) En el artículos» déla lev de 1 1 de Diciembre de 1S74,
orpinica de las -» diciones y Reform 's decretadas en 25 de
Septiembre de 1874, fué don Je se prohibieren los a tos re-
ligiosos en público. Ese mismo ai tículo prohibió el uso
de trajes especules y distintivos de los sucerdotes.
- 254 -
xican<^s y norteamericanos, bajo el punto de vista
de la reiitífion. en perfecta igualdad, si no hubiera
sid • c-lebrarlo en la ép «ca en que la que profesa-
ban aquellos, se veía pc?rsejjui>la ferozmeite. Por
esta circunstancia, hasta en e«a materia los yan-
kees, por virtud del tratado, se veían en mejor pre-
dicamento que no otr i^: si en aqu líos días católi-
cos norteamericanos hub'eran celebrado una pro-
cesión « n Veracruz, la aut<)ridad la habría prot-gfi-
di>: si I < organizan 'atólicos mexicanos haHrí:t sido
d suelta á pedr.idas p r los fanáticos liherales.
En cuanto á la referencia que ese artículo 9°
del tratado Mac Lañe, hace del artículo 2° del de
1831, no la encontranos muy atinada, pues este
último se refiere á la igualdad y reciprocidad co-
merciales y marítimas y n > á otra alguna.
Ese mismo artículo 9" continúa de esta manera:
«Podrán comprarse las capillas ó sitios para el
culto público; seríii considerados co no propiedai
d: los que las coiniJren, como se compra y conser-
va cualquiera otra propiedad, exceptuando de ello,
sin embargo, á las comunidades ó rot poracioaes
religiosas, á las cuales las actuales leyes de Mé-
xico han prohibido para siempre el obtener y con-
servar loda clase de propiedades.;»
Esto estaba en consonancia cm los principios
de la Reforma que querím llevar á cabo los libe-
rales y cjii las leves que acababan de dictar en
Veracruz; sin embargo, no e»taba en mucha con-
sonancia con "aquellos grandes principios de li-
bertad constitucional que forman los elementos
I
— 255 —
fundamentales de la verdadera li' ertad," qu?tnr-
to cacítreó Mr. Mac Lañe en su discurso de recep-
ción. Era, no obstante, remoto el caso deque aquí
viniesen á establecerse comunidades ó corpora-
ciones relijfiosas procedentes de los Estados Uni-
dos, fuesen de la clase qucr fuesen, pues el número
de no teamc-i'icanos residentes entonces en la Re-
pública era tan pequeño (en la cupital no helaba
á cientoj que no había ocasijn de que esas co n i-
nidades viniesen á ra-licarse en ei país. Así, pues,
esta única restricción que se encuentra en el tra-
tado, no intro lucia gran novedad en él, pues aun
cuando se hubiera omitido, no habría dado nir-
gen, posteriormente, á complicaciones de ningu-
na claic-.
Xo obstante, des le iueg'o se vé en ello el espí-
ritu ant rreiifíioso que animaba á los liberales;
pfohibiendj que las comunidades religiosas pu-
diesen adquirir bien.-s rai>.e.>, preveían la remota
contingencia de que las comunidades establecidas
en los Estados Unidos adquiriesen aquí bienes, ya
fuese para ellas, ya para las que aquí habían sido
exclaustrada»; 6 cuando menos que aque!l ts die-
sen su nombre para la compra, á ña deque los re-
ligiosos mexicanos no volviesen á ser despojados
de unos bienes que quedab.inbajo la salvaguarJía
de un tratado, ó la protección de una nación ex-
tranjera. Aunque posible esa contingencia, lo re-
petimos, era muy remota.
Termina la cláusula novena, estipulando que
"en iniiguQ caso estarán sujetos los ciudadanos de
~ 256 -
los Estados Unidos residentes en México, al pago
de empréstitos forzosos."
Era ésta una concesión que se hacía á los Esta-
dos Unidos más bien que por otra cosa, porque hi"
ciera contraste la conducta de los liberales con la
de! gobierno conservad >r que, como dijimos en
uno de los primeros capítulos, se negó á excep-
tuar á los ciudadanos norteamericanos del prés-
tamo forzoso que impuso en 15 de Mayo de 1858.
Entonces una de las razones que Mr. Forsyth ale-
gaba para que sus nacionales no pagasen el em-
préstito, era que los Estados Unidos tenían los de-
rechos de la nación más favorecida y que en el
ratado con la Gran Rretaña celebrado en 1826, Irs
subditos ingleses quedaron exceptuados de prés-
tamos forzosos. La prueba mejor dt- que el Ministro
Forsyth no estaba muy segurode lo que decía, fué
que su sucesor, Mr. Mac Lañe, quiso que-esa excep-
ción para !(>> ciudadanos norteamericanos cons-
tase de una manera bastante expresa enel tratado.
Por lo demás, esa cuest'on de si los extranjeros
deben pagar los préstamos forzosos, no cs de este
lugar, sobre todo desde el momento en que ya ha-
bía una estipulación acerca de ella. Lo único que
nos toca señalar aquí es, que mediante ella, los
norteamericanos disfrutaban de una exención más,
que aunque no estaba señalada en los preceptos
del derecho internacional, s' servía para demos-
trar que todo el tratado no se propuso otra cosa
que procurar obtener la mayor suma de Tentajas
posibles para los yankees ó para su gobierno.
25:
XXIII
Kl artículo 10° del tratado contenía una conven-
ción importante y por la que los liberales habían
suspirado en vano hacía largo tiempo: daba re-
cursos á Juárez para la guerra.
Al fin, iban á realizarse las ilusiones que este
señor y Ocampo habían abrigado, desde que man-
daron á Washington á Don José María Mata, des-
pués de la derrota de Salamanca; las de Don Mi-
guel Lerdo de Tejada que en vano había hecho
que se dictara la Ie\' de nacionalización para ir á
los Estados Unidos á ofrecer á los especuladores
3'ankees los despojos de los bienes quitados al cle-
ro, y las ilusiones de tantos liberales que veían
que entregados á sus solos recursos les era impo-
sible triunfar de los conservadores y sobreponerse
á la mayoría del país.
Pero esos subsidios tan esperados, vinieron á
reducirse á su más mínima expresión: no era el
gran empréstito por valor de muchos millones de
pesos con que había soñado Lerdo cuando se em-
barcó el 13 de Julio (1859j para Xueva Orleans y
que creía realizar apenas hubiese puesto el pié en
lametrópoli del Mississippí; tampoco eran los diez
millones de que se habló cuando la segunda lle-
gada de Mac Lañe á V'eracruz^ ni los cinco de que
habló La Re:-ok.ma. de aquel puerto, sino que se
redujeron nominalmente á cuatro, y aun de ellos.
Estudios históricos.— 33
— 'J58 -
dos debían de quedar en los Estados Unidos para
el pago de las reclamaciones de ciudadanos iior-
teamericanos.
El articulo quedó redactado en estos términos:
"En consideración á las precedentes estipula-
ciones y pof vía de compensación á las rentas á
que renuncia México, permitiendo el trasporte de
mercancías libres de derechos, por el territorio de
la República, conviene el gobierno de los Estados
Unidos en pagar al gobierno de México la suma
de 4.000,000 de pesos, dos de los cuales se pagarán
inmediatamente después de cangeadas las ratifi-
caciones de este tratado, y los otros dos millones
quedarán en poder del gobierno de los Estados
Unidos, para pagar las reclamaciones de ciuda-
danos de los Estados Unidos contra el gobierno
de la República Mexicana, por daños y perjuicios
sufridos ya, después de probada la justicia de esas
reclamaciones según la ley y el uso de las nacio-
nes y los principios de equidad, y se pagarán las
mismas d prorata, hasta donde lo permita la ci-
tada suma de dos millones, en cumplimiento de
una ley que expedirá el Congreso de los Estados
Unidos, para la adjudicación de la misma, y lo
restante de esa suma se devolverá á México por
los Estados Unidos en caso de que sobrare algo
después del pago de las reclamaciones reconoci-
das como justas."
La humillación era grande para México y en
esa cláusula se vé todo lo que de leonino tenía el
tratado, y la insignificante compensación que se
- 259 -
ofrecía á nuestro país; esos dos millones, por lo
tanto, bien pueden calificarse como una limosna
que el poderoso arrojaba al mendigo que solicita-
ba protección y apoyo.
Y en efecto, yendo al fondo de ías cosas no «ra
otra cosa: aunque el tratado usase de la palabra
cotHpensacioit no había en realidad tal compen-
sación, pues los derechos que dejaba de percibir
México por esa convención y todas las fatales
consecuencias que ella le traería con el trascurso
del tiempo, no se pagaban, no digamos con dos,
pero ni aun con algunos centenares de millones.
Mas lo que á los hombres de \'eracru¿ importaba
era obtener cualquiera cantidad con que hacer
frente á los gastos que tenían que hacer, y en la
angustiosa situación en que se encontraban, des-
pués de haber enajenado todas las rentas de que
disponían 3- de haber vendido en una miseria
cuantiosos bienes nacionalizados, esos dos millo-
nes les habrían sido de una utilidad inmensa y por
la ansia de recibir en efectivo é inmediatamente
alguna cantidad, hasta habrían hecho alguna
operación con ellos, antes de recibirlos, aunque la
cantidad hubiera disminuido
V aunque no había tal c»mpcn&acion^ el empleo
de la palabra no pudo ser más infeliz, porque con
ella se procuró disfrazar el subsidio que se daba
á los liberales para la prosecución de la campa-
ña; subsidio por otra parte, muy insuficiente para
tal fin: y además muy poco seguro dada la condi-
ción impuesta en el tratado.
— 2b0 -
Para que hubiera habido la entrega, segnn el
artículo 10°, se necesitaba la ratificación del tra-
tado y el cange de las ratificaciones, y como am-
bas operaciones eran muy problemáticas, dada la
actitud del Senado de los Estados Unidos, enemi-
go de ese tratado, no había especulador por aven-
turado que fuese, que quisiera arriesgarse á per-
der su dinero, adelantando dinero á Juárez por
cuenta de los dos millones del tratado.
Los dos millones restantes quedaban en poder
de los Estados Unidos para pagar reclamaciones
de sus ciudadanos contra el gobierno de México,
por daños y perjuicios sufridos ya, y después de
probada la justicia de esas reclamaciones, infi-
riéndose una nueva humillación á México al des-
confiar de que pudiera pagar indemnizaciones
debidas y de que reconociese las que eran justas,
se retenia una suma alzada para pagar á los re-
clamantes que se hubieran presentado ya ó que
pudieran presentarse contra México; y como los
Estados Unidos no se habían dcr preocupar mucho
de examinarla justicia de esas reclamaciones, re-
sultaría que los casos que después se dieran de
reclamaciones fraudulentas como las de Benjamín
Weil y de la Negociación del Abra se habrían de
repetir indefinidamente.
Por el ano de 1859, aunque no tan numerosa >
como lo fueron después, aunque sí muchas de
ellas, quiméricas, ya había muchos norteamerica-
nos que estaban dispuestos á presentar reclama-
ciones contra México y al husmo de los dos millo-
- 261 -
nes, como lobos hambrientos se habrían presenta-
do los piratas de la expedición Zerman, los fili-
busteros de Crabb, Andrew Curcier, George L.
H.tmraecken }• muchos otros que ea breve habrían
dado cuenía de esa suma.
La única ventaja que con el prorrateo que es-
tipulaba la cláusula iO*^ del tratado se habría ob-
tenido, hubiera sido la de que todos esos zánga-
nos que después se pres-entaron en Washington
como reclamantes en virtud de la Convención de
4 Je Julio de 1868 que establecióla Comisión Mix-
ta de Reclamaciones, hubieran quedado confor-
mes con lo que les tocó y no habrían presentado
reclamaciones por muchos cientos de miles de pe-
sos que en la mayoría de los casos tuvo q«e pa-
gar México, por la lenidad de que usó el arbitro
designado y por los injustos tallos que eu. multitud
•de ocasiones dictó. Pero en cambio, al celebrar^
se esa Convención, habrían sido omitidas muchas
de las reclamaciones que ciudadanos mexicanos
tenían contra los Estados l'nidos, sobre todo las
provenientes por depredaciones de los indios bár-
baros, y que sin embargo, fueren desjpues dese-
chadas escandalosamente por el Arbitro, más que
por otras razones, por la de los muchos millones
que el Gobierno de los Estados Unidos habría te-
nido que pagar á los reclamantes mexicanos.
Mas haciendo á un lado estas observaciones, 5'
volviendo al articulo 10° del tratado Mac Lañe,
causa extrañeza esa retención á titulo de pago de
«•eclaman-tes q-ic no tenía prece-dente en los ana-
- 262 -"
íes diplomáticos de México, ni lia tenido después
aplicación En 1 1 de Abril de 1839, bajo la ad-
ministración tan yitaperada por cierros escritores,-
del General D. Anasíacio Bustamante, se tirmt"
nna convención para establecer una Comisión
Mixta (íe Recíafmacif>nes; por el tratado de Guada-
lupe Hidalg'o^ ademáis de lo« (^uiace millones de
pesos que á México entrega el Gobierno de los
Estad'os Unidos, ese misn>o g^obierno se obligo á
tomar sobre sí y á satisface? ci:in>pHd amen-te á los
reclamantes coníra México, todas las cantidades-
que hubiesen comprobad-o debérseles-, conforme á
tas convenciones de 11. de Abril de 1839 y 30 de
Enero de 184-3; en el tratado de lar Mesilla-, nada se
habló de retención de un-a parte de los diez mi-
Hones que d-ieron l-os Estados Unklos-, y por últi-
mo, y para no hablar m^ás que de trata<io9 de esa
clase celebrados con aquella, !<», Convención de +
de Julio de t868, establéelo una Comisión mixta
de reclamacicnes; pero jamás pensó en estipular
retención ó depósito de ninguna cantidad, porque
eso era extra-ño á la práctica y á las costumbres
del derecho interrvacional mexicano. Reservada,
estaba á Juárez y á sus n>inistros la gloria de re-
formar hasta ese derecho y la de humillar de esa-
manera á su patria.
Y antes de terminar y por ser aquí sit lugar
propio por tratarse de reciam-aeio-nes, vamos ú
copiar algunos párrafos del dictamen formulado
por el comisionado mexicano Lie. D. Manuel Ma-
piar de Za-maconn; en- el niVraero 1-39, de Bernardi-
- 263 -
nó y Francisco García Muguerza contra los Esta-
dos L'nidos; por ellos se verá una vez más que
siempre los liberales buscaron el socorro de los
Estados Unidos en nuestras contiendas civiles, y
no volverán á negar esto tan enfáticamente (si es
que son de buena íc; como lo niegan todavía.
Ese testimonio sirve para comprobar ciertos he-
chos que tienen relación con nuestro relato,
"Hay cierto orden (dice el Sr, Zamacona^ de
negocios en el archivo de nuestra comisión (la
mixta), donde se pone de manifiesto que, durante
un largo período y especialmente mientras las dos
Repúblicas interesadas en nuestro arbitramento
se agitaron, la una coala intervención m.onárqui-
ca que trataba de rechazar, y la otra con los ce-
natos de fraccionamiento que trataba de reprimir-
se han buscado por la parte de México, recursos
pecuniarios y de guerra en los Estados Unidos,
á la vez que algunos ciudadanos de estos últimos
ó aventureros aquí refugiados y que representa-
ban el espíritu de filibusterismo, han aprovechado
las gestiones de los agentes Jnexicanos como una
ocasión para poner asechanzas á la seguridad ó
integridad y acaso á la independ-encia de México.
"Los dos hechos á que acabo de aludir, se ven
desarrollarse simultánea y paralelamente; mien-
tras por un lado el gobierno dictatorial de Santa-
Anna reclutaba c^elonos militares entre los fran-
ceses emigrados á la Alta California, mientras el
General Alvarez buscaba en San Francisco dine-
ro y armas para derribar aquella dictadura, mién-
- 264 -
t.-as el gobierno republicano de México procuraba
por medio de su agente conseguir de este lado del
Bravo ciertos elementos para derrocar más fácil-
mente al gobierno extranjero y monárquico que
se quería imponer á la República, se organizaban
en correspondencia con esas gestiones de los go-
biernos ó los revolucionarios mexicanos, gestio-
nes por cierto más peligrosas que útiles á sus au-
tores, las dos expediciones de Walker y de Zerman
y el asalto y saqueo de Bagdad.
"Esto se ve probablemente en los expedientes
formados en nuestra Secretaría y relativos á los
indicados sucesos; porque es de advertirse que des-
pués de e'los se han hecho reclamaciones en cier-
tos casos por los mismos filibusteros ó por sus cóm-
plices, como lo hemos visto tras las expediciones
de Walker, y en otros casos, en fin, por america-
nos y mexicanos á la vez, atribuyéndose respec-
tivamente al Gobierno de México ó al de los Es-
tados Unidos, los daños; obra de una incursión
vandálica, como ha sucedido á propósito del sa-
queo que sufrió en Enero de 1866 la población me-
xicana de Bagdad."
Este es uno de los testimonios que se pueden adu-
cir para probar además de la tendencia de nues-
tros gobiernos á buscar recusos en el extranjero,
lo injusto de muchas de las reclamaciones que en
1859 podían hacerse á México. Como al criterio de
los Estados Unidos quedaba el resolver si ellas
eran fundadas ó no, y ese criterio no es rauj' rec-
to, los dos millones que se reservaban para el pa-
go de ellas apenas bastarían para entretener la
ambición de ios reclamantes y ningún saldo que-'
daría á favor de México.
XXI V^
"Este tratado^Jecía el artículo 11"--- será ra^
tincado por el Presidente de los Estados Unidos
de INIéxico, en virtud de sus facultades extraordi-
narias y ejecutivas, y las respectivas ratificacio-
nes serán cangeadas en la ciudad de Washington,
dentro del preciso término de seis meses, á contar
desde la fecha de su firma, ó antes si fuere posi-
ble, ó en el asiento del Gobierno constitucional, si
el Presidente de los Estados Unidos hiciera algu»
ñas alteraciones ó enmiendas que fuesen acepta-
das por el Presidente de la República de México."
Mr. Mac Lañe al estipular que el tratado sería
ratificado por el Presidente de los Estados Unidos
con el consentimiento y consejo del Senado de
aquella nación, cumplía con la ley de su país que
así lo prevenía. En el artículo IX de los de la Con-
federación y perpetua unión que firmaron los de-
legados de los Estados que formaron la primitiva
nación, se prevenía que "sólo el Congreso de los
Estados Unidos tendría facultad para, , . .celebrar
tratados y alianzas," y en el párrafo 2°, sección IIi
artículo 2^ de la Constitución votada en 17 de Sep-
tiembre de 1787, se explicaba más esa facultad-
diciendo: "el Presidente, con consulta y aproba
ción del Senado, tendrá facultad para hacer tra-
tados, siempre que en ellos convengan dos terce-
Estudios históricos.- 31,
— 2óó —
l'íls partes de los senadores presentes." Por parto,
pues, de Mac Lañe }• de Biicliananno había incon'
veniente ninguno en que el tratado de Veracruz
fuera ratificado y llegara á ser ley en los Estados
Unidos.
Pero no sucedía lo mismo respecto de Ocampo
y Juárez, pues ni tenían facultades el uno para
contratar á nombre de Mc.yico, ni el otro para
ratifii,"ar el tratado^ si nos atenemos ;'i los princi-
pios del derecho internaeional, y por no citai"
niuclius autores, expondremos brevemente la opi-
nión de uno de los que gozan de bastante acep-
tación ([): "Los representantes ó poseedores ac-
tuales del poder soberano, — dice — aunque lo ha-
yan usurpado, son los únicos que tienen la capaci-
dad suficiente para celebrar tratados propiamente
dichos con tal c|ue en sus relaciones exteriores, ni
los lazos de dependencia, ni los términos claros y
precisos de la Constitución del Estajo les pongan
impedimento." {2)
Que Juárez no era poseedor actual del poder so-
berano lo hemos demostrado desde el principio
de este Estudio para que no sea necesario vol-
verlo á repetir, y no siendo Ju.lrez gobernante de
México, menos podía ser Ocampo representante
suyo; á ese respecto conviene repetir lo que di-
ce el citado autor respecto de los mandatarios.'
".Sólo los mandatarios que tengan poderes sufi-
(1) ííeflcr. Derecho iii/i-nian'oini/, Miulrid, 1875.
r-') id. id., páginas 19S y :>S4.
- %' -
Cieníes, pueJen tratar á nombre Je las personaá
antes citadas. Todo lo que hubieren hecho un man-
datario ó un negotiofuin gestor^ extralimitán-
dose de sus poderes, no será válido sino par
una ratificación subsiguiente. Esto se aplica par-
ticularmente á lo que antiguamente se llamaba
spojicio ó convenio efectuado por un subdito ó
tin Estado con u.i gobierno exti'anjero sin autori-
zación del suyo" (en cuyo caso estaba Don ]\Ie)-
chor Ocampo respecto del gobierno que existía
en México). "Ninguna obligación nsce de él ni pa-
ra el Gobierno indebidamente representado, ni pa-
ra el que ha tratado as», á no ser que haya pro^
metido hacerlo ratificar ó ejecutar: en este caso
queda obligado á la indemnización."
Estas opiniones han sido citadas para demostrar
que aun cuando el tratado hubiera sido ratificada
por el Senado de los Estados Unidos, por la leV
de las naciones, México no estaba obligado á cum-
plirlo, pues había sido concluido contra su volun-
tad por un ciudadano su}'o que no tenía autorizacioTí
para ello; por lo tanto, faltaba uno de los requisi-
tos que los autores exigen para que un tratado sea
válido: capacidad do las partes contratantes.
Esta capacidad no sólo debe buscarse en la per-
sona que ejerce el poder oque se ha arrogado ese
ejercicio, de una manera arbitraria, ó por últimos
cree qite lo ejerce; sino también, y muy cuidado-
samente en las leyes constitutivas de cada país,
pues si no se ha cuidado de cumplir con las forma-
lidades que esas leyes exigen, será nulo el trata-*
- .268 --'
ao Celebrado y ni l;i otra nación puede reclamaf
el cuinpliiniento de él, pues dei-'e suponerse que
áates de contratar se enteró bien de cuáles eran
íasformalida Jes que en el otro país se exigían para
que un pacto de esa naturaleza tuviera todos los
requisitos de validez. V esa obligación es doble-
mente mayor cuando los contratantes están regi-
dos pji' inuiíiicioaes análogas como sucedía en
el caso de los Estados Unidos y de Juárez; tan
análogas que la Constitución mexicana de 1857
no es más de un trasunto de la norteamericana de
i787.
Por lo níismo, Mr. Mac Lanc debía saber cuá-
les eran los requisitos que la Constitución exigía
para que un tratado fuese perfectamente válido,
y al consentir en que no se cumpliese con ellos,
implícitamente consentía en que fuese nulo el que
había lirmado> Los señores Juárez y Ocampo, por
su parte también conocían perfectamente esa nu-
lidad, y sin embargo, consentían en ella sin tener
en cuenta que si bien en el terreno de la equidad
y del derecho podían negarse á cumplir el trata-
do (aunque entonces podría decirse que obraban
de mala fe), existía un derecho superior y más te-
rrible que los obligaría á acatar el pacto, y ese
derecho era el de el más fuerte, que por desgra-
cia no ha sido dado al olvido por las naciones
poderosas y existirá aún durante algunos siglos.
Aunque sea una repetición de algo de lo que
hemos dicho en diversos capítulos anteriores, va-
mos á exponer aqui las rabones que había para
- 269 -
considerar nulo ese tratado por la parte de Mé-
xico, pues es llegada la ocasión de estudiar ese
punto con detenimiento.
Conforme á la fracción X del artículo 85 de la
Constitución d? 1837, una de las facultades del
Presidente de la República es la de "dirigir las
negociaciones diplomáticas y celebrar tratados
con las potencias extranjeras, sometiéndolos á la
ratificación del Congreso federal". El pacto fun-
damental no podia decir más qne lo qne dijo en
esa fracción, pues suponía, con fundamento, que
los tratados que el Ejecutivo celebrase se sujeta-
rían á las bases que como fundamentales se en-
cuentran en la Constitución y á las bajo las que
están constituidas todas las personas del derecho
internacional: es decir, que tendría en cuenta la
soberanía, la independencia, la integridad del
país y sus instituciones, pirque sería un absurdo
querer conceder al Presidente, con la facultad de
celebrar tratados, la de barrenar todas esas bases,
pues'entónces resultaría que el primer mandatario,
el primero que debía acatar esa Constitución era
el primero que la desconocía y la traicionaba.
Esa teoría de que el Ejecutivo puede en un tra-
tado pasar sobre la Constitución, la hemos visto
resucitada no hace muchos años con motivo de una
cuestión célebre, pero por fortuua no pudo tener
aplicación porque la opinión pública se manifestó
rau}- á las claras contra ella; (1; por lo que cree-
[l) Nos referimos á la cacst'On de Bclice. qne se sus-
citó en 1S94 y en la que á propósito del arreglo que se ce-
\
- 270 -
raos q'ie nunc.i prosperará, mas es preciso, á fin
de evitar trastornos, que quede demostrado de
una manera palmaria, que es anticonstitucional,
y por lo tanto, ya que la ocasión se nos presenta
con motivo del estudio que hemos emprendido
acerca del tratado ^lac Lañe, vamos á corrobo-
rar nuestras opiniones con las mismas disposicio-
nes de la Constitución.
Esta, en su artículo 126 establece la jerarquia
de las leyes supremas de la tierra en este orden:
«Esta Constitución, las leyes del Congreso de la
Union que emanen de ella y todos los tratados
hechos ó que se hicieren por el Presidente de la
República, con aprobación del Congreso, serán
la le}' suprema de toda la Union". De manera que
sobre todo está la Constitución, en segundo lugar
vienen las leyes del Congreso y hasta el tercero
los tratados; y el artículo 103, al hablar de la res-
ponsabilidad de los altos fucionarios, dice que el
Presidente de la República es responsable y du-
rante el tiempo de su encargo «sólo podrá ser
acusado por los de traición á la Patria, violación
expresa de la Constitución,^' etc., sin citar para
nada las leyes y tratados, lo cual acaba de confir-
inar la idea de que la supremacía de la Carta, fué
la que ante todo quisieron asegurar los Constitu-
yentes, como es lo natural y debido y lo que se bus-
ca siempre en las leyes constituyas de tcdaXacion.
lehrah < dn luerhilcrra se so-tenía que el EicciUi\o podía
celebrar tod.í clase ilc tratados, aun los que alterasen los
límites de la Repúlbiea. Por supuesto que s-* aseveraba qu.-
csc arreglo no atacaba la integridad territorial deMcxico.
- 271 -
Una vez examinado ese punto, y volviendo al
artículo lindel tratado, que estipulaba para la va-
lidez de todo él la simple ratificación de Juárez, en
virtud de sus facultades extraordinarias 3- ejecuti-
vas, encontraremos que D. Benito carecía de ellas.
Al dar el golpe de Estado, Comonfort, descono-
ciendo la Constitución, el Congreso no volvió á reu-
nirse y por lo mismo no pudo dar facultades ex-
traordinarias; Juárez salió de la capital el 1 1 de
Enero de 1858, llevando una sombra de poder que
perdió definitivamente al embarcarse en Manza-
nillo para tierra extranjera: en \'eracruz no era
más que un partidario con cierto prestigio muj'
relativo, que al abrazarse á la Constitución tenía
que obedecer á ésta y que acatar por lo tanto lo que
ella prevenía en su artículo 127, es decir, obede-
cerla en lo que pudiera, supuesto que por el tras-
torno del país ella no perdía su fuerza y vigor.
Para acatar sus preceptos tenía que someter todo
tratado que celebrase, á la aprobación del Con-
greso, según lo prevenía la fracción XIII del art. 72
No existiendo ningún Congreso en Veracruz en
Diciembre de 1859, lo único que Juárez podía es-
tipular era que el tratado Mac Lañe seria someti-
do á aquel cuerpo para su ratificación, citando las
circunstancias del país permitiesen expedir la
convocatoria para las elecciones, y en virtud de
ellas el Congreso estuviese instalado con todas
las formalidades de estilo.
Cierto es que esto era un plazo muy largo y
que aquella condición era muy problemática; pero
272 -
era el único modo que había para hacer las cosas
legfalmente; de otra manera, como sucedió, viola-
ba una vez más la Constitución que aparentaba
sostener y agregaba una causa más de nulidad á
las muchas de que ya adolecía el tratado.
Es cierto que no llegó á ser ratificado ese pacto;
pero esto fué por circunstancias independientes
de su volunta i; mas lo que sí es indudable es, que
por acuerdo suyo se pactó tal manera de ratifica-
ción, pues en materia tan grave, Don Melchor
Ocampo, simple Secretario de Despacho, no se
hubiera atrevido á estipular tal cláusula, máxime
cuando no era él el que debía hacer la ratifica-
ción; y si todo el tratado l'ué hecho con el con-
sentimiento de Juárez, tsa última convención, co-
rolario de toda la obra, es racional creer que tam-
bién tuvo no sólo su consentimiento, sino además
su expresa autorización.
Ni aun siquiera se podía decir que Juárez pu-
diendo haberlo ratificado antes de que el .Secre-
tario La Keintrie se llevase el texto á Washing-
ton y que sin embargo, no lo hizo, pues muy cla-
ro se desprende de ese artículo 11 que la ratifica-
ción de Don Benito debía ser posterior Á la del
.Senado ncn-teamericano, supuesto que las enmien-
das que este cuerpo hiciera tenían que ser acep-
tadas ó no «por el Presidente de la República de
México.»
XXV
Parecía que el tratado terminaría con el artícu-
lo 11° en que se hablaba del canje de ratifica-
-- 273 -
ciones; pero no fué así, sino que aún se le agre-
garon dos nuevas cláusulas que llevan la denomi-
nación de "artículos coavenc/onales" >' de los que
el primero, uo obstante el carácter vergonzante
que tiene y el estar fuera del cuerpo del tratado,
es el más importante de todos los que hasta aho-
ra hemos analizado, pues estipulaba nada menos
que la intervención' inmediata de los estados
Unidos en México.
Y no una intervención como la que Uubo pos-
teriormente, que tardó algún tiempo en madurar
y que tanta materia ha dado y dará aún á los li-
berales para escribir sendos libros, folletos, histo-
rias, discursos, novelas, insultos y no sabemos
quién sabe cuántas cosas más; sino una interven-
ción inmediata, brutal, autorizada y pactada con
el enemigo que doce años atrás nos había arre-
batado la mitad del suelo mexicano; no una inter-
vención que dejara íntegro nuestro territorio co-
mo sucedió con la francesa, á pesar de las aspira-
ciones que había sobre Sonora, sino una interven-
ción cuyo resultado final sería el desmembramien-
to de nuestra patria por el peso de una enorme
deuda que se nos obligaba á contraer y que come
no estábamos en posibilidad de pagar, sería co-
brada en terrenos.
Acaso para hacer pasar desapercibido tal pac-
to, se le colocó al ñnal del tratado y en lugar don-
de no llamara la atención, pero tal monstruosidad
no podía pasar desapercibida, fuera cual fuese el
lugar donde estuviera, y servirá para manchar con
Estudios históricos.— 35.
^ 274 -^
ün padrón de eterna infamia á sus autores, aun
cuando lo que estipularon no se hay allevado á cabo.
Hé aquí el texto de ese primer artículo adicio-
nal ó convencional: 'Por cuanto, rí causa de la
actual gncrt'a civil de México, y particularmen-
te en consideración del estado de desorden en qtie
se halla la frontera interior de México y los Es-
tados Unidos, pueden presentarse ocasiones en
que sea necesario para las fuerzas de las dos Re-
públicas obrar de concierto y en cooperación para
hacer cumplir estipulaciones de tratados^ y con-
servar el orden y la seg'uridad en el territorio de
una de las dos Repúíilicas, por tanto se ha cele-
brado el siguiente convenio:
"Artículo 1°. Si se violaren algunas de las es-
tipulaciones de los tratados existentes entre Mé-
xico y los Estados Unidos, ó si peligrare la segu-
ridad de los ciudadanos de una de las dos Repú-
blicas dentro del territorio de la otra, y el Gobier-
no legítimo y reconocido de aquella, no pudiere
por cualquier motivo, hacer cumplir dichas esti-
pulaciones ó proveer á esa seguridad, será obli-
gatorio para ese Gobierno el recurrir al otro
para que le ayude á hacer ejecutar lo pactado, y
á. conservar el orden y la seguridad en el territo-
rio de la dicha República donde ocurra tal desor-
den y discordia, y en semejantes casos especiales
pagará los gastos la Nación dentro de cuyo te-
rritorio se haga necesaria tal intervención"
Desde el preámbulo de este artículo indica la
amplitud que se quiso dar á sus estipulaciones: no
- 275 - '
se citan cuáles sean los tratados ó estipulaciones
de ellos que pudieran ser violados por el estado
de guerra civil en que se encontraba México, y na-
da absolutamente tenian que ver los Estados Uni-
dos con esa guerra.
El derecho internacional, que tiene por princi-
pio fundamental el de la independencia y sobera-
nía de las naciones, exige que estas bases sean de
tal modo respetadas, que previene que en caso de
disturbios interiores, las demás naciones se abs-
tengan de intervenir en ellos, poiu:egla general, en
favor de uno ó de otro de los contendientes y sólo
en el caso muj- limitado de peligros para el extra-
ño ó extraños, autoriza la intervención: cuando
más, lo que el tercero puede hacer es tomar me-
didas de precaución dentro de su territorio para
evitar que el desorden existente en el Estado ve-
cino cunda al suyo; pero no prestarse á ayudar de
una manera tan descarada á un partido invocando
el pretexto dg que por la guerra civil podrían vio-
larse los tratados.
«Ninguna potencia tiene derecho á inmiscuirse
en los negocios interiores de un Estado extranje-
ro, dice un autor de derecho internacional, ningu-
na potencia puede imponer á un Estado extranje-
ro reglas de conducta ni de gobierno, ni imponer-
le ciertas instituciones, ni obligarle á renunciar á
otras; ninguna potencia,, en fin, puede aspirar á
trazar la línea de conducta política de un sobera-
no independiente. Este es el principio de no-inter-
vencion, que es el único verdadero, mientras que
- 276 -
el de intervención es sólo un derecho excepcional
fundado en motivos especiales que no siempre han
sido en la práctica de las naciones, razones legíti-
mas, y no han tenido las más veces otro fundamen-
to que los intereses egoístas. El derecho de las na-
ciones sólo admite razones fundadas en la justicia.
«Por censurable que sea la conducta de un so-
berano (ó gobierno), mientras no ataque ó ame-
nace los derechos de otros^ no dd d éstos iiingiin
derecho de inicrvencion, porque ningún sobera-
no puede erigirse en juez de la conducta de otro.
Están, sin embargo, en el deber de hacer tentati-
vas amistosas, y si á pesar de esto, persevera
aquel en su conducta, si continúa pisoteando las
leyes de la justicia, deberán romper con él toda
clase de relaciones.
"No sucederá así, y se podrá intervenir de una
manera efectiva en los casos de guerra civil, en
la cual podrán las potencias extran.jeras favore-
cer á aquel de cuya parte crean está la justicia
siempre que se invoque su auxilio. La \ey es en
efecto la misma para los Estados que para los in-
dividuos. Si pues permite al individuo favorecer á
su prójimo amenazado en su existencia 6 en sus
derechos fundamentales, con más razón se permi-
tirá ésto á los EstJidos soberanos. Solo que es ne-
cesario que estos no usen con demasiada ligere-
za de ese derecho, porque, estando sujetas í error
las nociones de lo justo y de lo injusto, es difícil
su aplicación.*'
277 -
Una vez expuestas las. doctrinas precedentes,
sin necesidad de largas digrresiones se compren-
derá lo absurdo de ese artículo 1° convencional:
con la vaguedad con que se le redactó se presta-
ba a la interpretación más lata, pues cualquier
acto de las autoridades ó ciudadanos mexicanos
podía tomarse por los Estados Unidos como una
violación de los tratados; bastaba que una pobla-
ción donde residiese un solo norteamericano es-
tuviera amenazada por las fuerzas de alguno de
los partidos contendientes para que se pretextase
que peligraba la seguridad de ese individuo y lle-
grase el caso del artículo; una contribución extra-
ordinaria, una prisión legal, cualquiera circuns-
tancia en fia, podía dar motivo á la intervención,
la que para ser. más humillante "era obligatorio"'
no facultativo, pedirla á fin de conservar la se-
guridad y hacer respetara los trtados.
Por esta cláusula se podía desde luego introdu-
cirá México un gfran ejército de yankees, pues
siendo del resorte del gfobierno de Washington el
reclutamiento y equipo de él á reserva de que
México pagara los gastos, apenas, ratificado
el tratado, el directorio de Veracruz podía mani-
festar á Buchanan que le era imposible conservar
el orden y la tranquilidad, y hacer r¿spetar los
tratados, mientras no fuese dueño de la capital y
hubiese sometido á los conservadores. Y como esa
era la idea que perseguían Buchanan y los libe-
rales, á vuelta de poco tiempo tendríamos en las
playas de Veracruz un ejército de treinta mil
— 278 —
aventureros que á la par que á Miratnon darían
mucho quehacer á Juárez; que harían que toda la
Nación se levantase en armas sin distinción de
partidos; que sacarían de su retraimiento áVidau-
rri y sus tenientes para llevarlos á combatir al
extranjero; que harían que de las huestes libera-
les desertasen multitud de hombres de todas cla-
ses y que convertirían la guerra civil en guerra
nacional, estando de un lado Miramon con todo
el país y del otro los auxiliares yankees y los Es-
tados Unidos con Juárez y uno que otro obcecado.
Los resultados de esa lucha son imposibles de
prever, pues nunca se puede señalar la meta don-
de se detendrán las catástrofes; pero de todos mo-
dos hubieran sido tremendos é incalculables para
México, ya sea que venciera el país, los liberales
ó los norteamericanos. En el primer caso adqui-
riríamos la victoria á costa de inmensos sacrifi-
cios y de una postración de largos años; y eso,
suponiendo que llegara México á vencer, lo cual
era muy problemático dada la anarquía reinante
aquí; en el segundo, la deuda que pesaría so-
bre la Nación la aniquilaría y el sacrificio de par-
te de su territorio seria considerable; en el últi-
mo, acaso desaparecería nuestra nacionalidad, y
se formaría con sus despojos otra nueva en el su-
reste, ó cuando menos quedaba México reducido
á su más mínima expresión ó bajo la tutela direc-
ta de los Estados Unidos.
La objeción que puede hacerse á estas apre-
ciaciones, si es que alguna persona seria la llega
— 279 -
á hacer, es ésta: en ese artículo se pactaba una
intervención mutua y tan podía por ello ser inter-
venido México por los Estados Unidos, como los
Estados Unidos por México. Esta objeción es muy
fácil de contestar, con sólo considerar la distinta
situación de ambos países: México estaba en re-
volución en tanto que los Estados Unidos estaban
en paz: el gobierno que el tratado llamaba "legí-
timo y reconocido^ de México no estaba consoli-
dado en tanto que el de Washington sí lo estaba:
Juárez no podía en caso de conflicto, enviar un
solo hombre al Norte en tanto que Buchanan si
estaba en aptitud de enviar acá miles de soldados;
el directorio de Veracruz no tenía dinero ni pa-
ra pagar á la guarnición en Veracruz, mientras
que en el tesoro norteamericano había millones.
De manera que dadas estas diferencias, aunque
el tratado lo estipulara, nunca se daría el caso de
que ejércitos mexicanos atravesaran el Bravo pa-
ra poner en paz á los yankees, en tanto que sí
era lo más llano que bandas de aventureros de
todas nacionalidades, viniesen al país á tomar par-
te en nuestros asuntos. En lo único que podía ha-
ber reciprocidad era en la persecución de los re-
voltosos de la frontera, pues el caso era distinto,
porque una vez que cometían sus fechorías se re-
fugiaban aquellos en el lado que más les conve-
nía; á fin de que se pudiera perseguirlos con efi-
cacia se hacía necesario que las tropas de uno y
otro país cruzasen la línea divisoria cuando fuera
conveniente como se ha estipulado otras veces.
- 280 —
Pero que esto no fué lo que inspiró la primera
parte del artículo que comentamos se vé con sólo
leer el final de ese mismo artículo: "y si ocurrie-
re alg-un desorden en la frontera de las repúbli-
cas,— dice, — las autoridades de ambas, más inme-
diatas al punto donde exista el desorden, obra-
rán de concierto y en cooperación para arrestar
•y castigar á los criminales que hayan perturbado
el orden público y la seguridad de una de las dos
repúblicas, y con este objeto podrá arrestarse á
los culpables en cualquiera de las dos repúblicas
y entregárseles á las autoridades de la república
en cayo territorio se haya cometido el crimen; la
naturaleza y carácter de esa intervención, lo re-
lativo a los gastos que ocasione y á la manera de
arrestar y castigar á dichos criminales, serán de-
terminadas y reglamentadas por un convenio en-
tre el departamento ejecutivo de los gobiernos."
Estas estipulaciones no tenían otro objeto que
procurar la captura y castigo del famoso Cortina
que tomando represalias por las depredaciones
que los yankees habían cometido en personas de
su familia y en sus propiedades^ era el terror del
Sur de Texas y cometía toda clase de actos van-
dálicos sin que jamás hubiera sido apresado por
las tropas enviadas en su persecución^ y el que
casi siempre encontraba asilo seguro en Taraau-
lipas.
XXVI
El segundo de los artículos convencionales se
refiere á la ratificación del primero anterior, y
- 281 —
yunque lo reproducimos con el fin de que se co-
nozca íntegro el tratado celebrado entre les se-
ñores Ocanipo y Mac Lañe, muy poco tenemos
que decir de él, pues no haríamos otra cosa que
repetir lo dicho ya en el capítulo XXIV.
Dice así:
"Artículo 2°. Este convenio será ratificado por
el Presidente de los Estados Unidos y por el Pre-
sidente de México^ en virtud de sus facultades ex-
traordinarias y ejecutivas y las respectivas ratifi-
caciones serán cangeadas en la ciudad de Was-
hington, dentro del preciso término de seis meses
á contar desde la fecha de su firma, ó antes, si
fuese posible, ó en el asiento del gobierno consti-
tucional, si el Presidente ó el Senado de los Esta-
dos Unidos hicieren algunas alteraciones ó en-
miendas que fuesen aceptadas por el Presidente
de la República de México."
La únicadiferencia que se nota en éste, respec-
to del artículo 11 es que la ratificación sólo se es-
tipulaba que la hiciera el Presidente de los Esta-
dos Unidos sin mentar para nada al Senado. En
el capítulo antes citado ya hemos visto que esta
diferencia no era de importancia, pues la Consti-
tución de los Estados Unidos concede esa facul-
tad al Presidente.
Por otra parte, debiendo someterse al Senado
norteamericano todo el tratado para su aproba-
ción y formando parte de él estos dos artículos
convencionales, natural es creer que ellos tam-
bién se someterían á aqirel cuerpo. Si se omi-
Estudios histéricos. —36.
- 282 -
tían sin embargo, la oposición era bastante po-
derosa para obligar al Ejecutivo á remitirlos, j' de
todas maneras serían analizados por el Senado.
Al pie de este tratado estaban las firmas de los
Señores Ocampo 3' Mac Lañe, únicos que lo sus-
cribieron; aun cuando hemos buscado con diligen-
cia el procmitíui de él, no lo hemos encontrado, y
sólo lo tiene el original que se conserva en la
Secretaría de Relaciones. Las copias que hay im-
presas, ni siquiera tienen la fecha de su celebra-
ción, 1° de Diciembre de 1859.
Nos hemos detenido tanto en examinar artículo
por artículo, y hasta frase por frase, del tratado
Mac Lane-Ocampo, aun á riesgo de fastidiar á
nuestros lectores, porque el objeto principal que
nos propusimos al emprender este estudio fué el
de analizar ese documento, que aunque todo el
mundo lo conoce de nombre, hasta hoy había sido
poco analizado; y además, el de procurar demos-
trar todo lo que de malo tenía para México, bajo
el aspecto político, administrativo y económico.
La parte histórica anterior y la que va á se-
seguir, aunque muy interesante, ha sido incidentalj
para nosotros, y encaminada á dar á conocer los]
sucesos que motivaron la celebración de ese pactoj
Terminado, pues, el análisis del tratado, volve^
mos al campo más llano y entretenido de la hisj
toria para dar cuenta de las peripecias que st
frió ese tratado en el Senado norteamericano
de las protestas á que cUó margen hasta ser ái
sechado enteramente.
- 283 —
Esperamos, pues, que los lectores perdonen lo
largo del estudio que hemos emprendido, y las
digresiones á que nos entregamos, en vista de la
importancia del documento que le dio origen.
XXVÍI
El tratado quedó firmado el día primero de Di-
ciembre de 1859 y desde luego se trató de que la
ratificación se hiciese á la mayor brevedad, á cu-
yo efecto, el secretario de Mac Lañe, Mr. La Re-
trie se embarcó en el vapor de guerra nortea-
mericano «Brooklyn:> el dia 15 del mismo mes
con rumbo á Nueva Orleans. Entre tanto La Re-
forma, periódico que se publicaba en Veracruz,
dio á conocer un extracto del tratado que desde
luego causó profunda alarma en todo el país;
ese extracto, bastante bien hecho, daba á cono-
cer la magnitud de las onerosas obligaciones que
se imponían á México. El Guillermo Tell, por su
parte, se empeñó en probar que el tratado era
bueno y ventajoso.
Donde primero se hizo sentir el disgusto que
causó la conclusión de ese pacto fué en el mismo
Veracruz: Don Juan Antonio de la Fuente no qui-
so figurar en el Ministerio que había llevado á
cabo la celebración do él y se separó, quedando
el Gabinete de Juárez constituido de esta ma-
nera:
Relaciones. D. Melchor Ocampo.
Gobernación. D. Ignacio de la Llave.
Justicia. D. Manue Ruiz.
- 284 -
Hacienda. D. Miguel Lerdo de Tejada.
Fomento. Empáran.
Guerra. Gral. Partearroyo.
Como se vé, en ese Ministerio tenían cabida to-
dos los partidos en que á la sazón estaban dividi-
dos los liberales, y nadie extrañó que Lerdo y Em-
páran tuvieran carteras cuando habían logrado
imponerse obligando á Juárez y Ocampo á acep-
tar el tratado; en cambio causó sorpresa que ene-
migos de él como Ruíz y Partearroj'O consintie-
sen en entrar al Ministerio: en cuanto á Llave
era un término medio entre juaristas y lerdistas
y tan pronto se oponía á la intervención de los Es-
tados Unidos como estaba por ella, como lo acre-
ditó en la acción de Antón Lizardo, á la que con-
currió en un buque norteamericano y resultó he-
rido.
La guardia nacional de Veracruz empezó á dar
muestras asimismo de descontento; el mayor D.
Francisco Millan, el capitán Uriarte, los oficiales
Arrillaga, Canal, Suárez y otros, en número de do-
ce, se separaron del servicio, pues no querían la
intervención ni el auxilio yankces y muchos de
ellos se habían batido cuando el bombardeo de
1847.
Además, circuló en el puerto la noticia de
que el Gobierno de México iba á expedir un decre-
to poniendo fuera de la ley á los militares que
continuaran al servicio de Juárez, y mandando que
fueran marcados en el carrillo derecho con una T,
que significaba TVn-zífo/'. Aparecieron muchos pas
I
- 285 -
quines en las calles de Veracruz, protestando con*
tra el tratado é insultando á los Estados Unidos,
á Mac Lañe, á Juárez, etc.
Las presentaciones de constitucionalistas á las
autoridades conservadoras se verificaron en gran
número, principalmente por el rumbo de Vera-
cruz, donde mandaba en jefe D. Manuel Robles
Pezuela: en Huatusco, una fuerza liberal, al tener
noticia del tratado se disolvió completamente,
abandonando sus armas y municiones, y dando
aviso de la disolución al General Negrete, jefe
conservador que guarnecía la línea de Jalapa y
Orizaba y que estaba á las órdenes inmediatas de
Robles Pezuela.
En vista del descontento que reinaba en el puer-
to y de los rumores que conúan y hacían augurar
un movimiento antijuarista, el General Robles or-
denó á Negrete, que estaba en Orizaba, que tu-
viese sus fuerzas listas para marchar sobre Vera-
cruz al primer aviso que tuviese de movimiento
en la plaza, á fin de auxiliar á los disidentes: este
ultimo jefe con motivo de esa orden expidió una
proclama á sus subordinados, llamando traidores
ú Iss autores del tratado y á los que lo defendie-
sen, siendo de advertir que fué el primer indivi-
duo que protestó contra aquel pacto, y que su pro-
clama tiene la misma fecha — 17 de Diciembre —
que la protesta que dirigió el Sr. Muñoz Ledo, ]\Ii-
nistro de Relaciones de Miramon á Mr. Cass, Se-
cretario de Estado en AVashington.
Si en aquellos días de Diciembre hubiera salido
-286 -
alguna fuerza de México sobre Veracruz, con mu-
cha facilidad se apoderaba del puerto, pues el des-
contento que reinaba en la plaza habría determinado
un movimiento que hubiera abierto las puertas de
ella á los conservadores (1) y puesto en fuga al di-
rectorio liberal que no las tenía todi*s consigo y que
aún estaba prevenido para ese evento pues com-
prendía perfectamente que sólo podía esperar
auxilio de parte de los buques norteamericanos
fondeados en la bahía, porque las fuerzas liberales
estaban desorganizadas después de la acción de
la Estancia de las Vacas, y Vidaurri se mantenía
en el Norte, casi neutral y atento á los movimien-
tos del ejército yankee que empezaba á reconcen-
trarse en Texas con pretexto de las invasiones de
Cortina, que ya no se limitaban á los condados
del Río Grande, sino que iban extendiéndose al
interior de aquel Estado.
Pero Mii-amon, que era el único que podía orga-
nizar la expedición sobre Veracruz, se hallaba en
Occidente en la campaña de Colima, cuya plaza
cayó en su poder el 24 de Diciembre de 1859, y
las fuerzas de Robles no eran suficientes para em-
prender operación tan importante y, que de llevar-
se á feliz término, habría dado un golpe mortal á
la revolución.
Sin embargo, desde ese momento se pensó más
seriamente en el segundo asedio de Veracruz, aun -
"Roclos los días corrían rumores ^e pronunciamien^^^^ ||
traban que estosruraores teman alffunaDaie.
287 -
que los preparativos eran largos y costosos; en-
tre tanto el señor Muñoz Ledo, Ministro de Rela-
ciones del gobierno establecido en México, protes-
taba segnn hemos dicho, contra el tratado Mac
Lane-Ocampo, en una nota de la que merecen
reproducirse algunos párrafos:
"Los SUC8S0S de la República Mexicana y la
guerra obstinada 5'- sangrienta en que se halla en-
vuelta hace cinco años, son bien conocidos de los
gobiernos extranjeros, y deben serlo muy especial-
mente de los Estados Unidos. Deseosos todos de
un término feliz que haga cesar el derramamien-
to de sangre y restablezca la paz, el gobierno
del infrascrito no puede creer que el de los Esta-
dos Unidos sea el único que promueva en el país
nuevas complicaciones, ni mucho menos que se li-
sonjee de sus desastres é infortunios por procu-
rarse ventajas, que ni honrarían su nombre, ni
podrían obtenerse sino á costa de grandes sacrifi-
cios, engendrándose y exacerbándose cada día
más una mutua aversión entre ambos países.
«S. E. el señor Secretario de Estado de los Es-
tados Unidos, advertirá desde luego que el infras-
crito se contrae al tratado que según los informes
que tiene, se ha ajustado en Veracruz entre el se-
ñor Mac Lañe y el Ministro de Relaciones del se-
ñor Juárez. íSi no se ha firmado, si no es cierto que
esté para firmarse, no cabe duda ninguna de que
se intenta con empeño y aun con calor concluirlo,
y que se contrae á concesiones de territorio, á
vías de tránsito para ciudadanos y tropas de lob
- 288 -
Estados Unidos. Las primeras impresiones que ha
causado un suceso semejante, han sido y son tan
profundas que ni el gobierno de esta República,
ni el de los Estados Unidos podrían cerrar los ojos
sobre sus consecuencias, sin contraer ante Dios y
ante el mundo una gran responsabilidad.
«El señor Secretario de Estado de los Estados
Unidos recordará, que instalado el gobierno del
infrascrito en Enero del año próximo pasado, fué
reconocido espontáneamente por el señor Juan
Forsyth^ Ministro de los Estados Unidos y que el
de México, General Robles, fué recibido en Was-
hington por el Presidente en una audiencia pública
para que presentase la carta autógrafa del gene-
ral que ejercía entonces en ^léxico el poder eje-
cutivo: que el señor Forsyth presentó en Marzo
siguiente á esta Secretaría unas bases de tratado
para una nueva demarcación de límites entre las
dos Repiíblicas, que importaba una pérdida muj
considerable del territorio mexicano y otros arre-
glos también muy importantes: que la contesta-
ción que se le dio por este departamento, fué que
la propuesta no convenía á México, ni por lo que
tocaba á su honor, ni en cuanto á sus intereses
bien entendidos: que no había tampoco un congre-
so nacional, único que podría autorizar y aprobar
una negociación de aquella gravedad; y por últi-
mo, que un asunto de esa naturaleza iba á encen-
der más la guerra intestina en circunstancias
en que la paz era el principal objeto á que se
dirigía el gobierno do la República, El señor
-- 289 -
Forsyth desde entonces se decían) en abierta
hostilidad contra éste, favoreció cuanto pudo á
los enemigos que lo combatían, interrumpió, sin
esperar instrucciones de Washington, y sin causa
alguna fundada, las relaciones existentes entre los
dos países, y no salió de la República sino cuando
cansado de tanto esfuerzo estéril para derribar al
mismo gobierno que había reconocido, perdió to-
da esperanza de que se realizaran sus deseos.
"La misma prensado los Estados Unidos ha ca-
lificado ya su conducta, y el infrascrito no haría
mención de ella si tales antecedentes no imprimie-
ran un sello tan desfavorable y deshonroso á la
negociación que se sigue ó se ha concluido en Ve-
racruz. El Gobierno de los Estados Unidos tuvo
á bien reconocer después el establecido en aquel
puerto, fundándose en el numero de departamen-
tos que le obedecían. Cuando lo fué el actual
apenas acababa de establecerse en el Palacio
Nacional."
Después de examinar la gravedad de la cues-
tión que se ventilaba en el país y de negar al Go-
bierno de Veracruz personalidad para aprobar el
tratado sin el concurso del Congreso, exponiendo
razones que no repetiremos por haberlas aducido
en anteriores artículos, continuaba la nota en és-
tos térmimos:
«¿Qué sería de un país que tuviera que pasar
por lo que hicieran algunos hombres que repre-
sentan un bando ó partido en circunstancias seme-
jantes á aquellas en que se encuentra el Gobierno
Estudios históricos.— 37
- 290 -
de Veracruz? Un corto período de guerra civil
podría acabar ó poner en el mayor peligro su te-
rritorio é independencia. El Gobierno, pues, de
Veracruz, al aprobar el tratado, se ba arrogado
títulos y facultades que no tiene por la misma
carta que invoca, y si llegara á triunfar, sus parti-
darios para establecer un orden cualquiera, le ha-
rían expiar con un castigo ejemplar tamaño aten-
tado contra la soberanía nacional.
«.Al infrascrito no le toca señalar cuáles son los
deberes del Gobierno de los Estados Unidos cuan-
do se trata de un país vecino, agobiado por la
desgracia y digno sin embargo por lo que ha sido
y puede ser todavía, de la estimación y conside-
raciones de todos los pueblos, pero no puede pres-
cindir de manifestar que un tratado arrancado á
un partido vencido que busca en la ruina de la
mism.a patria los medios de defensa, dejaría en un
conflicto permanente á los dos países. Al Gobier-
no de los Estados Unidos corresponde pues pesar
en los consejos de su política, las dificultades é
inconvenientes de una complicación tan funesta j'
de consecuencias tan lamentables, y al de ¡México
enunciarlas con franqueza y sinceridad, para que
en ningún tiempo se le pueda hacer cargo de que
no cumplió fielmente con la primera de sus obliga-
ciones. Con esta misma lealtad protesta el in-
frascrito contra el tratado de Veracruz, á nombre
no sólo de su Gobierno, sino de la Nación toda,
conmovida profundamente. El infrascrito espera
que no se ratificará en Washington el tratado, si
- '29i "
se ha ajustado ya, pero si uo fuera así, México
acepta coa confianza la posición en que va á co-
loc'.rlo la Providencia, sin envidiar en nada la de
los Estados Unidos.»
Esta nota digna, mesurada y fundada del Sr.
Ivluiioz Ledo, fué enviada á Washington, y aunque
la recibió Mr. Cass, Secretario de Estado, se abs-
tuvo de contestarla, y una de las razones que cree-
mos tuvo para guardar silencio aquel funciona-
rio, fué la de que era difícil salir airoso en la con-
testación, pues los argumentos del Ministro de
Miramon no tenían réplica. Sin embargo, si no
en el Gabinete de Buchanan, por lo menos en el
Senado de los Estados Unidos produjo su efecto,
cuando á este cuerpo se le pasaron los anteceden-
tes del tratado de Vt=>racruz
XXVIII
Cuando en el país empezó á conocerse el trata-
do, las protestas de autoridades, corporaciones é
individuos se multiplicaron rápidamente: la pri-
mera autoridad que protestó contra él fué el Ayun-
tamiento de México, con fecha 28 de Diciembre;
siguiéronle los gobernadores da los Departamen-
tos, los Ayuntamientos, los cuerpos del ejército y
otras diversas corporaciones da Puebla, Tepíc,
Sau Miguel de Allende, Celaya, territorio deltur-
bide, Toluca, Guadalajara, Tehuacan, Guanajua-
to, ect.
La más notable de estas protestas, tanto por
- 292 -
poír^provenir del campo liberal, fué la que hacién-
dose eco de la sociedad sonorense publicó un pe-
riódico de Sonora, (1) Estado donde imperaba el
general constitucional D. Ignacio Pesqueira. Ba-
jo el título de "Exigencias de la época" decía:
"Que no se piense jamás en arreglos ó tratados
que de algún modo comprométanla integridad del
territorio nacional, ó en los cuales se comprenda
la venta ó cesión de alguna parte de terrenos ba-
jo ningún pretexto;" y más adelante agregaba:
^^Necesidad de enviar un comisionado á Ve-
racrnz. — Además de las exigencias generales que
dejamos enunciadas, es de todo punto convenien-
te al Estado de Sonora mandar un comisionado
á Veracruz con dos objetos especiales. Sea el
primero: inforuaar justificadamente al Exmo. Sr.
Presidente Constitucional sobre los procedimien-
tos de Mr. Carlos P. -Stone, jefe de la comisión de
deslinde, á fin de que S. E. se ponga en guardia
en cuanto á las pretensiones de este sujeto, pues
si bien es cierto que se han remitido algunos an-
tecedentes, el silencio que el Sr. Juárez ha guar-
dado sobre este asunto nos hace creer que la co-
rrespondencia no llegó á su destino. Sea el se-
gundo: protestar cojttra cualquier convenio que
ataque los derechos del Estado ó ponga en peli-
gro la integridad de su territorio. Cuando la
[1] Por más diligencias que hemos hecho, no hemos po-
dido averiguar el nombre del periódico, pues aun cuando
escribimos A Ilcrniosillo y CUiaymaspidiendo una lista de
los que se publicaban eñ esas "localidades en 1SÜ9, no se
pudo formar por falta de datos.
- 293 -
prensa misma de los Estados Unidos está manifes-
tando ese peligro y nos descubre que la verdade-
ra intención del Gobierno americano es la de
americanizar á ¡México, preciso es convenir en
que haj- coincidencias que no deben echarse en
olvido. Xo es nuestro ánimo perturbar la armo-
nía que existe entre ambos gobiernos; pero son ya
tan claras las manifestaciones de la prensa en
ese sentido, que sería imposible dejar de abrigar
fuertes sospechas contra la política de los Estados
Unidos con respeto á Sonora. En ese concepto
nos es permitido desconfiar de las buenas inten-
ciones del gobierno americano."
Le Teait d' Union^ periódico que había ido á
fundar nuevamente en Veracruz el conocido perio-
dista francés Renato Masson, annque era decidido
liberal no se atrevió á defender el tratado y aun
llegó á negar que el extracto de él que publicó
La Reforma fuese exacto; pero cuando por la
prensa norteamericana se convenció de la exac-
tud de él, no atreviéndose por una parte á malquis-
tarse con los constitucionalistas, y no queriendo
por otra, defender lo que estaba en pugna con sus
convicciones, prefirió guardar un absoluto silen-
cio.
Lo dicho en el capitulo anteiior y estas ligeras
reminiscencias demuestran que aun entre los libe-
rales el tratado fué muy mal recibido y que todos
creían que si lo ratificaba el Senado de los Esta-
dos Unidos, el resultado sería una guerra con
aquel país: anunciándola casi está la proclama
294 -
que dii-igió el General Miraraon á la Nación, des-
de Guadalajara el 1° de Enero de 1860, á su vuel-
ta de la campaña de Colima y la del General Díaz
de la Vega, Gobernador del Distrito Federal ó
Departamento de México.
A esa opiniou arraigada se debió que en la fun-
ción celebrada en el gran Teatro Nacional la no-
che del 7 de Enero, para solemnizar la llegada de
Miramon, fuese tan aplaudida la siguiente estrofa
del himno que para aquella solemnidad compuso
el poeta D. Francisco González de Bocanegra:
"¡Miramon! de la patria doliente
Eres tú la esperanza, tan bella
Como luz que apacible destella
Anunciando feliz porvenir.
Si mañana el clarín nos convoca
A la lid contra extraño enemigo,
A tu ejemplo juremos contigo
En la lucha vencer ó morir."
Esos rumores de guerra se extendieron más, al
conocerse en México los términos del mensaje que
el Presidente Buchanan pronunció ante el Senado
el 1° de Diciembre de 1859, día en que debieron
abrir sus sesiones las Cámaras de los Estados
Unidos y en que inauguró sus trabajos la de Se-
nadores, pues la de Diputados se reunió algunos
días después. En este mensaje, Buchanan pedía la
inmediata sanción de una ley que le permitiese
disponer del ejército norteamericano para inter-
venir á México, con el que estaba, decía, aunque
nominalmente en paz, en realidad en estado de
- 295 -
guerra por las vejaciones sin número de que eran
víctimas los ciudadanos norteamericanos. Además
recomendaba esa medida como el único medio efi-
caz de hacer triunfar á los constitucionalistas y
de ponerlos en posesión de la capital; terminaba
recomendando la expedición de una ley que esta-
bleciese cantones militares á lo largo de la fron-
tera mexicana para evitar las invasiones de los
indios y de los revolucionarios, y no hacía la más
insignificante alusión al tratado Mac Lañe que
ese mismo día se firmaba en Veracruz.
Lo raro en ese mensaje era que decía que estaba
en estado de guerra con México por las vejaciones
que sufrían aquí los norteamericanos, sin decir si
ya había reclamado al gobierno por esas vejacio-
nes, porque si hubiera dicho las palabras "Gobier-
no de México," cualquier .Senador le habría pre-
guntado que cuál, el de Juárez ó el de Miramon;
porque al primes o no se habían presentado esas re-
clamaciones y el segundo no era reconocido por
Euchanan.
El silencio que guardó acerca del tratado obe-
decía á dos móviles: el primero á que en reali-
dad Buchanan no estaba seguro, á pesar de sus
amenazas, de que se firmase el tratado de Vera-
cruz, y por lo tanto temía hacer alusión á él cuan-
do se corría el peligro de que Juárez lo desechara;
y el segundo, áque siendo la mayoría del Senado
republicana y hostil al Presidente, la menor refe-
rencia al tratado podía ser mal recibida y ser
obstáculo para que la ley que recomendaba para
- 29Ó —
disponer del ejército y armada fuese desechada,
en tanto que hablando sólo de vejaciones de ciu-
dadanos yankees podía herir la fibra del patrio-
tismo de los senadores y hacer que de una mane-
ra oblicua, éstos secundasen las miras de Bucha-
nan que no eran otras que intervenir en los asun-
tos de México y dar el triunfo á los liberales con
la ocupación de la ciudad de México.
Pero el Senado, que sobre ser enemigo de Bu-
chanan no se dejaba engañar tan fácilmente,
no tomó desde luego en cuenta la ley y empezó á
dar largas al asunto hasta tanto que llegase á su
Secretaría el protocolo del tratado de Veracruz y
ni siquiera votó la ley sobre cantones militares
en la frontera.
Entre tanto, Veracruz atraía sobre sí todas las
miradas por los sucesos que dentro de sus muros
se desarrollaban y que en poco estuvieron para
provocar una escisión entre los mismos liberales
y dar margen á una contrarrevolución que hubie-
ra entregado la plaza y los principales jefes que
había á los conservadores.
Degollado, Juan José Baz, Balbontín, Irizar,
Prieto, Doblado y otros notables del partido fue-
ron llegando á la plaza, en la que se llegaron á
reunir veinte generales (1) y gran número de je-
(1) lie aquí la lista de el'os, sc.tíi'in se tliú ;i conocer en
esos días: Do División Don Pedro Ampudia, Don José Ma-
ría Jarrero y Don Santos Degollado.
De Brigall-»: Ramón Islesias, Francisco Paz, Demetrio
Chavero, Rafael Junquito, Francisco Inicstra, Antonio
Osorio, Francisco Orliz de Z.lratc, Tose Gil Parlearroyo,
José luanLandcro, \'icenlc Rosas, José María Mora, Ma-
— 297 —
fes y oficiales, muchos de los cuales no estaban
por el tratado y que acudían á ver el aspecto que
tomaban los sucesos: temeroso Juárez de un mo-
tín al ver que la opinión pública en el mismo puer-
to se le mostraba adversa y de que tantos militares
pudieran tramar ima sedición, procuró despedir-
los lo más pronto posible y entre tanto llenó las
cárceles de Veracruz 3' los calabozos de Ulúa de
presos políticos, enviando á algunos de ellos á
Yucatán. No ha llegado á nuestras manos la lista
de esos presos y desterrados no obstante haberla
procurado con diligencia y por esta causa no la
damos aquí.
La discordia que reinaba en el Ministerio, al fin
estalló: Juárez y Ocampo, que por tanto tiempo se
habían negado á aceptar el tratado y que al fin
tuvieron que cargar con toda la responsabilidad
de él, no veían con buenos ojos á Don Miguel Ler-
do que así lo había impuesto y que no ocultaba sus
aspiraciones á la silla presidencial, buscaban una
ocasión para deshacerse de él y crej^eron haberla
encontrado con motivo de unas cartas que Lerdo
escribió á Degollado y que éste perdió cuando
fué derrotado en la Estancia de las Vacas.
En ellas el primero se expresaba en términos
nada favorables para Ocampo y como fuesen pu-
blicadas por la prensa, el Ministro de Relaciones
creyó oportuno interpelar á Lerdo sobre esas car-
tas en un consejo; mediaron palabras agrias en-
nuel Doblado. Juan B. Traconis. Ignacio de la T,lavc,Juan
de D. Arzamendi, Joaquín Rodel y 1-lariano Cenobio.
Estudios históricos.— 33
- 298 -
tre ambos y aun se llegó á decir que Lerdo retó
á Ocampo para un lance personal: el resultado fué
que ambos ministros renunciaron sus carteras,
poniendo con esto á Juárez en grande aprieto.
En efecto, si aceptaba las renuncias de ambos
además de que se privaba de dos auxiliares, dis-
gustaba profundamente alas fracciones en que es-
taban divididos los liberales y daba motivo á que
Lerdo ya no disimulase mucho sus aspiraciones;
si aceptaba sólo la de éste^ se enemistaba con los
partidarios que tenía y que eran tan poderosos
que podían arrojar á Juárez del poder 3'' poner á
Lerdo á titulo de que éste era el vicepresidente
constitucional, por ser el Presidente de la Supre-
ma Corte de Justicia.
Juárez, siempre débil y temeroso de perder su
silla, optó por el peor partido, cual fué el de ad-
mitir la renuncia de Ocampo, cuando debió haber-
lo sostenido, y conservar á Lerdo, nombrando pa-
ra la cartera de Relaciones á Don Santos Dego-
llado, que por el momento ya no quería formar
más ejércitos para conducirlos á la derrota. Con
este nombramiento, el Gobierno de Juárez que-
dó compuesto en su mayoría de liberales exalta-
dos y partidarios de la intervención yankee.
Ocampo por su parte, hizo bien en retirarse,
lo malo fué que lo hiciese tan tarde: él que, así
como Juárez, se opuso desde un principio á las con-
cesiones que querían los yankees y que de mala vo-
luntad suscribió ese documento, hubiera debido
abandonar el Ministerio desde que vio que esa
- 299 -
convención era irreniediable, dada la actitud re-
suelta de Lerdo y de los suyos; renunciando la
cartera era consecuente con su conciencia, ó por
lojménos, si no la tenía mucho en cuenta, con sus
opiniones y con su partido y evitaba á su nombre
el escarnio y aún salvaba su vida. (1) Pero con-
servando esa cartera quedó mal con todos y ni
aun logró consolidar su posición, pues Juárez lo
sacrificó á poco en aras de su refinado egoismo y
sin tener en cuenta que sólo por servirlo, Ocam-
po consintió en cubrirse de ignominia, aunque por
otra parte, éste no lo creyese así.
El sucesor de Ocampo, Degollado, no tardó en
verse olvidado á su turno y aun depuesto de to-
dos sus cargos y honores, sólo porque en un mo-
. mentó de lucidez notó los males que la revolución
causaba á México,
XXIX
La prensa no tardó en ocuparse del tratado co-
mentándolo de todas maneras; no citaremos ni un
solo párrafo de los artículos que publicó la pren-
sa nacional, porque pudiera decirse que estaba
preocupada con la cuestión; no obstante, aunque
sea una mención de*be hacerse de los que publicó
el Diario Oficial del Gobierno de México, La So-
ciedad, el Diario de Avisos, y los artículos del dis-
(1) Mas adelante veremos que una de las cansas que, se
dijo, originaron el fusilamiento de Ocampo, fué e! haber
firmado el tratado de Veracruz.
- 300 -
tinguido escritor Don Jouquin Arróniz que vie-
ron la luz en El Okizabeño de aquella población
y que er. seguida fueron coleccionados. Citaremos
uno que otro testimonio de la prensa extranjera,
ya que estamos en la imposibilidad de dar la tota-
lidad de ellos.
The Times de Londres se expresaba de esta ma-
nera:
"Las noticias de México llegadas ho}'' de Nvieva
York son de extraordinaria importancia para los
tenedores de bonos, puesto que sí el tratado que
se supone arreglado en Veracruz entre Juárez y
el enviado de los Estados Unidos llega á rati-
ficarse definitivamente, México, desde ese mo-
mento, pasará virtualmente al dominio norteame-
ricano. Toda la parte septentrional del país será
abierta á los colonos, quienes no sólo tendrán el
privilegio de introducir efectos libremente, sino
que podrán llamar en auxilio propio á las tropas
de los Estados Unidos, en cualesquiera dificulta-
des que les sobrevengan de parte de la población
nativa. Las vías de tránsito cedidas respectiva-
mente desde los límites occidentales de Texas,
hasta el Golfo de California y de Océano á Océa-
no, por el istmo de Tehuantepec, así como las
diversas vías de tránsito entre Centro América
estarán exclusivamente bajo la inspección de los
norteamericanos, en todo aquello á que no se opon-
gan las estipulaciones del tratado Claytton-Bulerw-
Con tales concesiones la absorción de la Repúbli-
ca Mexicana puede ser llevada á cabo poco á pe
^ 30i -
co y sin provocar la bárbara, aunque inútil, resis-
tencia que traerían consigo más directos proce-
dimientos."
The Daily Picayuxe, periódico de Nueva Or-
leans que se ocupaba bastante de los asuntos de
México y que era partidario del tratado Mac La-
ñe, decía en su número de 21 de Diciembre de
1859: "Esta suma (la de cuatro millones que según
el tratado debían entregar los Estados Unidos,) es
ciertamente muj- pequeña (very little) para pagar
concesiones tan extensas y tan valiosas. Por sólo
el derecho de tránsito al través del istmo de Te-
huantepec, la administración Polk, hace cosa de
doce años, autorizó una oferta de quince millones
de. duros. Compramos el valle de la Mesilla hace
pocos años y dimos más millones de los que aho-
ra se nos piden, para asegurar una vía de tránsi-
to dentro de nuestro mismo territorio y venir á ha-
llar que la mejor vía aún permanece en erterrito-
rio de México. Tenemos ahora el derecho de trán-
sito por Tehuantepec, y un dominio tan completo
sobre otras dos vías, como pudiéramos tenerlo si
hubiésemos comprado el territorio.
"Verdaderamente no sabríamos decir si en la
actualidad no es mejor para nosotros tener el de-
recho de tránsito con facultades ilimitadas de pro-
tección, que haber obtenido una cesión de territo-
rio. No hay necesidad de apresurarse respecto de
adquirir territorio en aquellas regiones, y es de
creerse que 7ios liaremos de él tan luego como
nos sea útil y necesario.
- 302 -
"Las líneas norteamericanas de tránsito, soste-
nidas contra todo linaje de violencias domésticas
por medio de las armas de los Estados Unidos, se-
rán allí poderosos agentes del desarrollo norte-
americano y constituirán una sólida garantía de
que en las futuras convulsiones de México, ningún
cambio de sistema ó de administración, ora do-
méstico, ora efecto de una intervención extranje-
ra, disminuirá derechos adquiridos ó afectará las
nuevas facilidades que obtenemos para conservar
dichas líneas contra México y contra cuantos pu-
dieran buscar un pretexto para disputárnoslas.
«El tratado de Veracruz producirá el doble
efecto de fortalecer en México al Gobierno libe-
ral y de abrir una nueva era en las relaciones de
entrambos países; no puede negarse, sin embargo,
que las concesiones hechas á los Estados Unidos
por la administración de Juárez son extremada-
mente liberales y es indudable que hallarán vigo-
rosísima oposición de parte de los reaccionarios;
es preciso, por lo tanto, presentarlas al pueblo
mexicano bajo el aspecto de que las simpatías y
la buena voluntad de los Estados Unidos son de
inapreciable valor para aquel país, y que dicho
pueblo debe confiar en la lealtad y buena fé de los
Estados Unidos, respecto del uso que harían de
las facultades otorgadas; por último^ los norte-
americanos deben abstenerse de abusar de dichas
concesiones, evitar todo motivo de disgustos y pre-
miar la liberalidad de los progresistas de México
auxiliándolos activa y efic.'zraente en su empresa "
- 303 -
Por más patético y conmovedor que fuese ei fi-
nal del artículo y contuviese sanas máximas de
fraternidad internacional y consejos en favor de
los progresistas de México, se advierte en todo
él cierto despecho por el contratiempo de que no
se hubiese adquirido el territorio septentrional de
la República para establecer ya en territorio de-
finitivamente de los Estados Uuidos "la mejor vía"
que éstos necesitaban para llegar al Océano Pa-
cífico. Procuraba, no obstante, el Picayune conso-
larse, recordando que el Presidente Polk poco an-
tes de la guerra de México ofrecía á nuestro go-
bierno quince millones de pesos por solo el dere-
cho de tránsito á través de Tehuantepec y que el
valle de la Mesilla les había costado más caro que
todos los derechos que les concedía el tratado.
Y aquí es donde se ve en toda su magnitud la
aberración de los liberales en firmarlo: es cierto
que existía la amenaza de Buchanan de tomar por
la fuerza lo que se negaba de grado, según afir-
ma Rivera Cambas (1) citado en un capítulo ante-
rior; pero no obstante ella, bien pudieran haberse
negado sin temer grandes consecuencias, mas
ellos eran los primeros en desear la celebración
de él, con objeto de obtener una cantidad cual-
quiera para continuar la guerra contra los conser-
vadores. El precio del territorio nacional no se
debe regatear nunca, porque no se debe vender
jamás, mas ya que los liberales habían entrado en
[1] Los Kobernaiites ríe México, Tomo II, Pág. 567.
- 304 -
tratos para la venta de él, las reflexiones del PicA-
YUNE "demuestran hasta qué punto era oneroso el
tratado Mac Lañe y la mayor suma que aquellos
hubieran podido obtener de los Estados Unidos;
así como da á conocer el asombro que en aquel
mismo país causó la noticia de las concesiones
que hacía Juárez.
En cuanto al Times de Londres, su opinión im-
parcial era una verdadera profecía que auguraba
^a desaparición próxima de México como nación
independiente, á causa de su absorción paulatina
por los Estados Unidos y por medios pacíficos «sin
provocarla bárbara, aunque inútil resistencia, que
traerían consigo más directos procedimientos.»
Por fortuna para México esa profecía no se realizó,
ú lo menos por entonces, y el tratado fué rechaza-
do de la manera que veremos en el capitulo si-
guiente.
Uno de los resultados que dio ese pacto, fué
que las hostilidades éntrelos partidos contendien-
tes que había en el país continuaran y revistie-
ran á veces el carácter de crueldad: Carbajal^
guerrillero liberal que expedicionaba por el ca-
mino de Puebla, después de haberse apoderado
del acaudalado español Don Ensebio Rubio, de-
rrott5 una pequeña fuerza del general Miñón y
fusiló á los oficiales prisioneros después de ha-
berse ensañado con ellos, 3' principalmente con
el coronel Daza Arguelles, á quien hizo sacar los
ojos, echarle pólvora en las concavidades de ellos
é inflamarla y le atormentó de otras maneras que
-305-
1 pluma se resiste á describir, basta qí :'■ iile -
líz coronel espiró en medio de atroces sufrimien-
tos.
González Ürtea^a por su parce, derrotó en la vi-
ald-u Nombre de Dios iDurango) á Pasillos y fu-
sHó á los treinta y tres prisioneros que hizo, y
mandó colgar los cadáveres en diversos caminos.
Aquel jefe liberal apenas entró á Durango, man-
dó extraer la plata labrada }• alhajas de la cate-
dral, y como creyese quehabía habido alguna ocul-
tación redujo á prisión al canónigo Gallegos, hizo
catear nuevamente la Catedral, obligó á redimir
muchos capitales de obras pías, impuso á la po-
blación un fuerte préstamo y al fin consiguió ha-
cerse de más di trescientos mil duros, con lo que
pudo organizar su ejército que á cada momento
promovía motines en uno de los cuales pereció el
gobernador del Esta lo y liberal también Don Mi-
guel Cruz Aedü.
El guerrillero Rojas que dejó una memoria bas-
tante triste de sus hazañas y que estuvo á pique
de ser fusilado por Degollado á causa^del asesina-
to del general Biancarte, atacó la villa de .San
Juan de Teules y consiguió apoderarse de ella
después de un combate encarnizado. Rojas des-
pués de cometer los más execrables excesos con
los inermes habitantes de la población, coronó
su infame obra con u;^¿i hecatombe, pues mandó
fusilar á los ciento sesentaprisioncros que habían
caido en su poder.
Por el rumbj del Sur la fortuna ayudaba á los
Kstudios hi-stOricos.- {■'.
r
- 3Ut) -
conservadores: en Cutzamala fueron derrotados
por el coronel Montano y el teniente coronel Abas-
cal los constitucionali t >s que mandaba D. Luis
Mejía; aunque quedaron prisioneros noventa y
tantos hombres, entre ell »s algunos iejes y oficia-
les, los vencedores no mancharon su triuntg con
el asesinato de los prisioneros. En San Gaspar el
General Vicario derrotó al liberal Fandiño ha-
ciéndolo prisionero en unión de algunos oficia-
les.
Al terminar el año de 1859 el jfobierno de iMi-
ranion era dueño de la mayor parte del interior
del país con excepción de Morelia; en las costas
del Golfo los liberales poseían á Veracruz y
Tampico y en la frontera aparte de Sonora y Chi-
huahua, donde mandaban Pesqueira y Ojinaga
que no caminaban muy de acuerdo con Don Beni
to Juárez por el tratado Mac Lañe; Vidaurri guar-
daba una actitud de e.xpectativa y neutralidad en
Nuevo León, y aunque no se atrevía á romper
abiertamente con Juárez, procuraba aniquilar los
últimos restos de las tropas de Aramberri y tenía
listas sus fuerzas que forniaban el "Ejército del
Norte" para estar listo para cualquiera emerg'en-
cia que pudiera ocurrir por el lado de los Estados
Unidos, donde se iban acumulando tropas con
pretexto de las correrías de D. Juan N. Cortina.
/ílatriste, gobernador de Puebla, desconoció á
Juárez y situó su Gobierno en Zacapoaxtla, si
bien á los pocos días fué destituido y obligado A
huir por las tropas de Carbajal.
- 307 -
Las escuadras exiranjeras permanecían trente
á Veracruzdispuestas á tomar parte en la tontitn
da si los desafueros que se cometían con sus na-
cionales llegaban ai estremo _v la idea de una in-
tervención europea en México, idea que hacía
tiempo existía en los gabinetes ile las grandes na-
ciones de Europa, iba extendiéndose más cada
día en vista de la preponderancia que adquirían
los Estados uní Jos y de las intenciones ya nada
ocultas que tenían respecto de México.
El gobierno conservador iba á tentar el último
esfuerzo para anonadar á los liberales, ocupando
á Veracruz y consiguiendo á duras penas el diñe
ñero necesario; en tanto que organizaba las fuer
zas que debían atacar por tierra á la plaza, en-
viaba á la Habana al ontra-almirante D. Tomás
Marín para que se hiciese de dos buques á fin de
estrechar el sitio por el lado del mar.
Tal era la situación de México en los primeros
días del año de 1860, cuando el secretario de Alac
Lañe entregaba en Washington el tratado con-
cluido con Ocampo y el Senado nortearaerican j
se ocupaba de ai'culirlo.
XXX
Abiertas las Cámaras de la Union Norteameri-
cana el primer lunes de Diciembre (día 5; de 18ó9
para dar principio á las tareas legislativas del
XXXVII Congreso, desde luego se reflejó en los
miembros que las componían, los encontrados
imientnto' que agitaban á esla Nación entera 3-
- 308 -
que debían producir la formidable escisión que se
conoce en la historia de aquel pueblo con el nom-
bre de «gnerra separatistaí-. Bucbanan leyósu men-
saje de costumbre ante la Cámara de Represen-
tantes, pues la de Senadores, por causa de la ri-
validad declarada entre demócratas y republica-
nos no pudo reunirse y empezar á funcionar sino
hasta pasados algunos días
El discurso del Presidente no era de lo más á
propósito para calmar los ánimos y la no encu-
bierta satisfacción conque hablaba del sesgo que
se había dado á la ruidosa cuestión de Kansas(l>
que preocupaba á todo el mundo y que fué de las
muchas causas que provocaron la guerra civil,
acentuó más la irritación de los partidos. Prueba
de ello fué la reñida discusión que hubo en )a Cá-
mara de Representantes sobre el nombramiento
de Presidente de ella, v que tardó más de un mes
en resolverse, resaltando al fin nombrado para
ese puesto Mr. GalushaA. Grow, de Penn silvania.
La Cámara de Senadores, que tardó masen reu-
nirse que la de Representantes, no tuvo que pasar
Dor esas disputas, pues su presidente nato s.^gun
la Constitución, era Mr. Jhua C. Breckennage, de
fl] La cuestión de Kansaü >i.- orififind con motivo de
que al ti ataree de la aflmi-^i n d*" e^e Estado, se ^ostenfa
que previam.'nte se decidiera la cuestión de Is esclavi-
tud en él, pues los republicanos so^t 'nian que es;i resolu-
ción era fequisito indispensable para la admisión, en tan-
to que los demóí'ratas sost' nfan que era cuestión local
que A la Constitución del Estado tincaba resolver. Esta
última opinión que prevaleció era la qu ■ Buchanan «laba
;i conocrr al Congreso, a-I como la Constitución de Kan-
«as, ratificada el 14 de Octubre de 1859.
309 -
Kenlucky, furibundo esclavista y uno de los prin-
cipales personajes del partido demócrata,
Ea medio de tal estado de ánimos empezó el
Senado á ocuparse del tratado Mac Lane-Ocampo,
desde luego pasó á la comisión de Relaciones Ex-
tranjeras para que ésta formulase dictamen; esta
comisión estaba compuesta de los Sres. Masson,
Seward, Siidell, Polk, Crittendcn y Douglas. Dos
de estos hombres son bastante conocidos: Seward,
que ya era entonces notable, más tarde fué secre-
tario de Estado del Presidente Johnson y tuvo no
poca parte en la retircída del ejército francés, de
Mélico; el otro, Siidell, había sido Ministro Pleni-
potenciario en nuestro país durante la administra-
ción de Polk, antes de la guerra cora los Estados
Unidos.
La comisión, no considerando suficientes los
datos que se le habían pasado, consultó con el
Senado y éste aprobé, que se pidiesen al Ejecuti-
vo los antecedentes necesarios y el 10 de Enero
de 1860, Buchanan remitió toda la corresponden-
cia sobre asuntos mexicanos, acompañada de
«n mensaje en el que encarecía la urgencia del
despacho del tratado é insinuaba la idea de lo fá-
■cil que con él era adquirir á costa de México dos
Estados más, en los que «naturalmente se introdu-
ciría la esclavitud» como decían alg^unos periódi-
cos de la Union Norteamericana.
Pero el Senado, después de haber mandado im-
primir el tratado y la correspondencia, dejó pasar
algunos días, esperando según alguno?, el resuItR-
_ 310 -
do de la campaña que el General .Miramon iba á
emprender sobre Veracriiz, y entretanto se ocupó
de asuntos que juzgó i»ás importantes y que en
realidad lo eran. Además, Mac Lañe había regre-
sado á los Estados Unidos y n>ucho-s demócratas
querían saber de sus labios la verdadera situación
de Juárez y las probabilidades que tenía de triun-
far. Los republicanos por su parte, no se descui-
daron en buscarle tropiezos al Presidente Bucha-
nan con pretexto del tratado, y uno de ellos fué
pedir al Secretario de Estado, Mr. Cass, que re-
mitiera al Senado copia de las instrucciones que
se habían dado á Mac Lañe al ser enviado como
plenipotenciario á México. El departamento de
Estado no pudo dar cumplimiento á eate acuerdo
del Senado y nunca remitió esa copia, á causa,
según se dijo por la prensa de los Estados Uni-
dos, de que esas instrucciones nohabían autoriza-
do á Mr. Mac Lañe á reconocer á Juárez y á Ci^ la-
brar el tratado.
Nosotros dudamos de que esa fuese la verdade-
ra causa, pues la conducta de Bucbanan y su ga-
binete para con México, autoriza á creer que Mas
Lañe no llevaba á Veracruz otros objetos que los
dos indicados. Lo que en nuestro concepto moti-
vó- esa demora, fué el temor de que viese el Sena-
do esas instrucciones, contrarias á la política de
los Estados Unidos y por ellas se le hiciesen fuer-
tes cargos á Buchanan,
Pero los sucesos de México iban á precipitarse:
Miramon, al frente de siete mil hombres, iba sobpe
I
311 -
Vej'acru2 doaJe reinaba el desaliento y pocos eran
los que dudaban que la plaza caería en poder del
joven Macabeo; entonces los demócratas hicieron
un esfuerzo supremo para auxiliar siquiera mo-
ralmente á Juárez y consiguieron que la Comisión
presentase su dictamen el 24 de Febrero.
Mas el dictamen no era e! más á propósito para
recomendar el tratado. Mr. Masson, (de V'irgfinia)
ardiente demócrata, Presidente déla Comisión, al
sostenerlo dijo que daba cuenta con el acuerdo de
la mayoría de aquella, con profunda pena, pues
veía que el pacto celebrado en Veracruz, se sepa-
raba bastante de la política que hasta entonces
habían seguido los Estados Unidos en sus relacio-
nes internacionales, y que ese paso no podía me-
nos que tener desastrosas consecuencias en lo fu-
turo. La minoría de la Comisión, enemiga del tra-
tado, envista de esta opinión, consideró hasta inú-
til formular dictamen especial y esperó á que em-
pezase la discusión para atacarlo.
Después de las lecturas reglamentarias, empe-
zó la discusión el 28 de Febrero y continuó duran-
te el siguiente día. Mr. Finghall, de Texas, demó-
crata, fué el primero que atacó al tratado diciendo
que él se opondría á la ratificación hasta que no
hubiese en México un gobierno bastante fuerte
para hacerse obedecer en todo el país y bastante
respetable para que se pudiera tratar con él sin
exponerse á que la Nación rechazase el tratado; que
^ntre tanto que esto no sucediera era hasta indig-
no que el Senado se ocupase de él y lo discutiese.
- 312 —
Mr. Piigli, de Ohio, demócrata también, maai-
festó por su parte, que el tratado tal como esta-
ba, era inaceptable, y que él, sólo le daría su vo-
to, cuando hubiera sido reformado conveniente-
mente.
El artículo en que se estipulaba el pago de cua-
tro millones de pesos á IMéxico, fué el más ruda-
m<?nte atacado y el que provocó una discusio-
más acalorada, como si fuera tan oneroso á los
Estados Unidos dar esa cantidad en cambio de
tantas ventajas qtie obtenían, pero acaso habrían
pasado por ese artículo, si no hubiese suscitado la
oposición r.n argumento formidable que hizo más
mella en e! ánimo de aquellos hombrts prácticos,
que todos los discursos que hasta entonces se ha-
bían pronunciado.
Mr. Simmons, de Khode Island, repubhcano,
considerando la cuestión bajo el aspecto econó-
mico, se apartó de la opinión de'sus colegas y la
planteó en estos términos concretos, después de
un largo discurso: "No se trata de política inter-
nacional, ni de adquisición de territorio, ni de es-
clavitud, ni de otras cuestiones que por^muy im-
portantes que sean pueden calificarse de secunda-
rias; de lo que se trata es de cambiar por comple-
to el sistema rentístico federal de los Estados
Unidos y de convertirnos, de proleccionistós que
hemos sido y á cuya práctica se debe el progreso
industrial de Nueva Inglaterra, en libre cambistas
cuando aíín no podemos competir con las Nacio-
nes manufactureras de Europa. En efecto, tenien-
- 313
do en muchos de nuestros tratados ia cláusula ds
la Nación más favorecida, apenas ratificado el
tratado de Veracruz, Ing^laterra, Rusia, Francia,
España, Prusia y todas las Naciones que tit-n^n
esa cláusula, querrán que se haga extensiva á
ellas y entonces resultará que nos veremos obli-
gados á establecer el libre cambio con muchos
países y re-^pecto de muchos objetos que vendrán
del extranjero á competir con los similares nacio-
nales y que sobre mermar considerablemente las
rentas de las aduanas federales arruinarán mu-
chos de los ramos de la producción nacional."
Este argumento, verdaderamente formidable y
sin contestación en un país donde los intereses
materiales son tan considerados, fué de mucho peso
é influyó de un modo muy poderoso en la suerte
del tratado, cu3'a discusión fué diferida indefini-
damente, en tanto que el Ejecutivo enviaba las
instrucciones dadas á Mac Lañe, que aquel cuerpo
había pedido.
Buchanan, que probablemente contaba con esta
demora, con anticipación había enviado por los
conductos debidjs, orden á los comandantes de
los buques de guerra norteamericanos, fondeados
frente á los puertos mexicanos, para que desem-
barcasen sus tripulaciones si los intereses de los
ciudadanos de la Union se veían amenazados por
cualquiera causa. Esto no era más que un pretex-
to para impedir que Miramon ocupase á Veracruz,
como se vio palpablemente seis días después de
diferida la discusión en el Senado.
E«tudio^ hí«tftrico<; — 1<i.
314 -
Los deseos de Buchanan se vieron realieados
aún más de lo que él esperaba, pur las condes-
cendencias del Capitán Jcrwis, que viendo que el
ataque principal de Veracruz no iba á ser por tierra,
dio orden al comandante Turner para que captu-
rase á los buques del contra -almirante Marin, que
el dia 5 de Marzo habíanse presentado frente á
Veracruz é ido á anclaren el fondeadero de Antón
Lizardo. Aunque ya en un estudio anterior nos
heinos ocupado extensamente de este episodio,
como el plan de él se redujo á darlo á conocer
tal como ocurrió para que en lo de adelante no
hubiera lugar á dudas^ ocasión es de h«oer alg^u-
nas reflexiones acetca de él, ahora que con moti-
vo del más extenso sobre el tratado de Mac Lañe,
hemos tenido ocasión de conocer muchos ante-
cedentes, s •■
El atentado de Antón Lizardo fué una conse»
Guencia lógica del tratado, (1) aserto que los li-
berales se habían empeñado en negar obstinada-
mente hasta hoy, atribuyendo toda la responsabi-
lidad á Jerwis que lo efectuó y á Marin, que dicen
lo provocó disparando sobre el "Saratoga," lo
cual no es cierto. El Presidente Buchanan, tanto
para obligar al Senado á que lo autorizase para
disponer del ejército de los Estados Unidos, como
hacerle ver que el único gobierno de México con
quien se podía tratar era el de Juárez, estaba
nt Y adcmiís, nn medio de queso valió lluchanan par«.
obligar indirectamente al Senado para que coadyuvase*
su» lint's V ratilicMse el tratado.
- 3Í5 -
dispuesto ;í sostener á todo trance á ésíe y
á hostilizar á Miramon de cuantas maneras pu-
diera, aun provocando un conflicto. Si en Antón
Lizardo el "General Miramon" y el "Marqués de
Ja Habana ' log^ran salir de la rada y escapar por
tanto de los cañones dc-1 "SaratOira," como el "In-
dianola," abanderado norteamericano, fué atrave-
sado de parte á parte por el can >n\zo que dispa-
ró el Capitán Martos, el Gobierna de lus Estados
Unidos había puesto el grito en el cielo y afirma^
do que se había cometido un atentado con su ma-
rina y acaso hasta habrí i conseg^uido que el Se-
nado hubiera declarado la guerra á Miramon ts
decir, á México.
Pero la escuadrilla fué capturada y las oportu-
nas protestas de los marinos franceses, ingleses
y españoles situados frente á Veracruz, hicieron
comprender á la parte ilustrada de los Estados
Unidoí las verdaderas intenciones de Buchanany
el juego á que se entregaba para preparar el te-
rreno en las próximas elecciones, y la opinión pú-
blica y el Senado acabaron por decidirse entera-
mente en su contra.
Y el tratado de Veracruz, que tan mal recibido
fuera por esa corporación, quedó irrevocablemen-
te desechado: en vano fué que su principal enemi-
go, Mr. Simmons, se resolviese á última hora á de-
tenderlo y aun que propusiese algunas enmiendas
aprobadas por el Secretario de Estado Mr. Cass
y por Don José María Mata; en vano también que
ya reformado se presentase nuevamente á la dis-
- 31h -
Cusion; fué desechado por iina gran mayoría de
votí s, entre los que se contaron los de algunos de-
mócratas, y el tratado fracasó en medio del ma-
yor ridiculo, y algo más, de sus autores.
XXXI
Los sucesos de Antón Lizardo apenas provoca-
ron una ligera discusión en el Serado; pues este
cuerpo, avergonzado de ellos, no quiso darles mu
cha importancia, máxime cuando Buchanan, que
aprobó la conducta de los marinos de la «Sarato-
ga,» podía haber hecho de ellos una arma de par-
tido y tachar al Senado de poco patriota; así es
que aunque relacionados con el tratado, pasaron
casi desap rcibidos; no obstante, contribuyeron en
gran parte, á que el Senado definitivamente se re-
solviese á rechazar aquel pacto.
En la sesión extraordinaria que celebró el Se-
nado norteamericano el día 31 de Mayo de 1860
quedó definitivamente rechazado el tratado con-
cluido entre los Señnres Ocanipo y Mac Lañe. En
esta sesión el Senador Masson, presidente de la
comisión de Relaciones, encareció la necesidad de
que se tomara una resolución acerca del tratado
tanto para que el Ejecutivo pudiera saber la línea
de conducta que tenia que seguir en los asuntos
de México, cuanto porque ya estaba para expirar
el pla/o estipulado en aquel pacto para su rati-
ficación.
á
- 317 --
Desde luego se suscitó una discusión acalórala
en la que el principal rampcon del trntado fué
Simmons, el mismo que tres meses antes lo com-
batió tan rudamente, pero la oposición de Fing-
hall, de Texas, de Hamm'nd, de Carolina, que de-
mostró los perjuicios que á la existencia de la Union
norteamericana acarrearía la adquisición de Mé-
xico; y de Seward que puso de manifiesto los in-
convenientes de un tratado celebrado con un par-
tido que de un momento á otro podia ser vencido
y los peligros que había de una guerra con Méxi-
co; la oposición decimos, que supo aprovecharse
hábilmente de los defectos del pacto y de las cir-
cunstancias por que atravesaban los Estados Uni-
dos, triunfó al fin, y el tratado fué desechado por
veintisiete votos, entre ellos seis de demócratas,
por diez y ocho.
Al día siguiente, la noticia del fracaso publica-
da en los periódicos norteamericanos, fué propa-
gada por tod»s partes, llegando á Méxco y Vera-
cruz en los primeros quince dias dt; Junio. En Mé-
xico causó grande alegria y en Veracruz profun-
do estupor, pues aún abrigaban los libt rales algu-
na esperanza de que el tratado pudiera pasar con
las reformas propuestas por Simmons y aproba-
das por Don José María Mata. Algunos de los dia-
rios que se publicaban en Veracruz, pretendieron
negar la noticia, pero ese débil recurso no pudo
engañar á nadie pues en breve llegaron periódi-
cos de los E-,taJos Unidos con los d talles de la
resolución del Senado
• - 318 -
Y entonces se operó una reacción que no tiene
nada de notable cuando se conoce el corazón hu-
mano: muchos de ios que antes eran decididos
partidarios del tratado, se mostraron enemigos de
él y decían en alta voz que jamás habían opinado
que se celebrase, por los muchos perjuicios que
causaba á México; nadie ó casi nadie tuvo el va-
lor de sostener sus opiniones y ninguno quería
que le tocara la más minima parte de responsabi-
lidad en lo que habia sido calificado de traición á
la patria.
Los conservadores por su parte se entregaron
á una alegría que llegó á ser extremada y aun po-
co justificada- cierto que el tratado había sido r-^-
chazado; pero debían de comprender que la ayu-
da de 'Buchanan á los liberales no había de fal-
tarles, aun atropellando toda clase de considera-
ciones como sucedió en Antón Lizardo; debían
imaginarse que aunque no vinieran ya tropas de
los Estados Unidos para combfitir por Juárez, sí
seguirían llegando á Veíacruz armas, municiones
y dinerii; y por último que la situación ro había
mejorado gran cosa y que del esfuerzo que ellos
hicieran dependía el término de la revolución. Pe-
ro no se dieron cuenta exacta de esto: creyeron
contar con el apoyo moral (que juzgaron deci-
sivo) de Europa, por la conclusión del tratado
Mon-Almonte y la llegada del Embajador espa-
ñol Sr. Pacheco; hablaron de un tercer sitio á V'e-
racruz, cuando la estación no era favorable ni te-
nían recursos pa'-u ello; contaron demasiado con
- 319 -
la actitud pasiva de Vidaurri y sus tenientes en la
frontera del Norte y con la división que se notaba
entre los liberales, por los rumores de la llegada
al país de D. Ignacio Comonfort y por los fre-
cuentes cambios de Ministerio en V'eracruz, y en
realidad no hicieron nada de provecho ni se aper-
cibieron de que la tempestad se formaba y otaba
próxima á descargar sobre sus cabezas, por ha-
ber dejado pasar el momento favorable para dar
el golpe de gracia á los constitucionalistas.
^ Efectivamente, el tratado al ser rechazado ha-
bía dejado de ser un arma poderosa para los con-
servadores, arma que utilizada de un i manera
conveniente habría permitido tomar á V'eracrnz
cuando el país estaba indignado, decidir á Vidaurri
en su favor y batir las cortas partidas liberales
que hubieran quedado en pie.
Pero las cosas pasaron de otro modo y la for-
tuna empezó á ponerse de parte de ios constitu-
cionalistas: González Ortega obtuvo una victoria
en Pinos y mediante ella pudo reunir diversas
fuerzas que emprendieron operaciones de impor-
tancia y que formaron el núcleo del ejército que
ocupó la Capital; á poco los liberales eran due-
ños de Zacatecas, San Luis y Aguascalientes,
aparte de .Morelia que siempre habían ocupado.
El adalid de los conservadores, el general Mira-
mon, se situó en León con el fin de oponer<ie al
avance de González Ortega que ya tenía reu-
nidas las fuerzas del Norte al mando de Zaragoza,
las de Guanajuato mandadas por Antillon y Do-
- 32u -
blado y las de loliica y Michoacan por Beriiozá-
hn': el diez de Agosto se encontraron las tuerzas
de arabos caudillos en Silao, donde quedó derrota-
do Miramon por haber la caballería conservado-
ra interpretado mal una orden que se le dio.
En esa batalla hubiera quedado resuelta la cues-
tión si González Ortega hubiera sabido aprove-
char su triunfo; pero vaciló entre tomar á México
ó Guadalajara y dio tiempo á queM'ramon rrgani-
zara un nuevo ejército que fué derrotado en Ca!-
pulálpam y dio por resultado la ocupación de la
capital.
Cuando la causa c'inservadora estaba agoni-
zante, los liberales más exaltados buscaron ó tra-
taron de buscar una solución al conflicto, tratan-
do de que los partidos llegaran á un avenimiento-
el más decidido partidario de este proyecto fué D.
Santos Degollado que se puso en relaciones para
ello con Mr. Mathews, encargado de negocios de
Inglaterra; también fué partidario de él D. Miguel
Lerdo de Tejada y otros. El gobierno de Miramon
acepto el proyecto en el que iritervinieron los re-
presentantes diplomáticos; pero Juárez, que veía
cercano el término de sus afanes y que temió per-
der la presidencia cuando iba á estar más seguro
de ella, lo desaprobó p ir completo, y destituyó á
Deg(;llado le! mando y de todas las facultades que
le había concedido. Lo más curioso es que en la
comunicación donde se daba cuenta á Degollado
de esta destitución se decía '*hoy, sin
fundamento alguno, sin motivo plausible, se ale-
- 321 -
ja V. E. momentáneamente de sus antiguas creen-
cias, y olvidando los sacrificios que ha hecho la
nación, no teniendo para nada en cuenta mas de dos-
años de sangrienta guerra, propone V. E. no sólo
la pérdida de las libertades públicas, sino también
la huinillacion de la soberanía nacional compro-
metiendo gravemente la i\depexdencia de la pa.
TRLv. S. E. el Presidente deplora^ como debe ha-
cerlo, este desbarro, j;' siente infinitamente que V-
E. que, por su constancia y otras virtudes cívicas,
había logrado merecer la estimación y la confian-
za de sus conciudadanos, haya así descendido de i.n
modo violento é inesperado hasta mancharse con
tina defección tan incaliJicableV
Si tan duramente calificaba Juárez el proj-ecto de
Degollado, que en nada atacaba la soberanía é in-
tegridad de México, ¿qué no merecería él que se le
dijera por haber comprometido esa soberanía é in-
tegridad?
No merecía ciertamente Degollado tan duros re-
proches, pues el proyecto de pacificación nada te-
nía de antipatriótico, ni menos el más á propósi-
to para lanzarlos era Don Ignacio de la Llave,
(que firmaba la comunicación), que se había em-
barcado en la «Saratoga,» que en lo de Antón Li-
zardo había humillado profundamente la sobera-
nía nacional y atentado á la independencia de la
patria, y que en esa acción recibió una herida en
el rostro.
La virulencia de la comunicación y lo poco fe-
liz que estuvo en ella su autor, así como los an-
Estudios históricos. —41.
— 322 —
tecedentes de él, demuestran que Degollado in-
currió en el desagrado de Juárez, no tanto por
querer pacificar el país, sino porque en el plan
de pacificación se proponía que en un mismo día
habían de cesar los gobiernos de JMiramon y de
Juárez y uno distinto los había de sustituir.
Una vez los liberales dueños de la Capital, pro-
curaron dar al olvido el tratado Mac Lañe que
tantos disgustos les había causado; acaso enton-
ces era cuando pensaban poner en práctica aque-
lla promesa de Ocampo: "Cuando la República
haya conseguido por un esfuerzo más, sugetar ó
convencer á aquellos de sus hijos extraviados.. .
sabrá distinguir los actos que la salvan de los
que la destruyen y consagrar los que le sean úti-
les"; mas como el tratado no fue ratificado, esta
promesa no pudo llevarse á cabo, lo cual, entre
paréntesis, fué mejor, pues evitó la guerra inter-
nacional que el no cumplimiento de él nos hubie-
ra costado.
Pero aun había entre los mismos liberales
quien se acordaba de él y presto se presentó la
oportunidad de hacer una alusión al tratado. El
Congreso, convocado á raíz de la entrada de Juá-
rez á México, pudo organizarse y empezar á fun ■
cionar hasta el 6 de Mayo de 1861, y desde luego
dio á conocer que á pesar de estar compuesto ca-
si en su totalidad de liberales, no había cohesión
en él y que Don Benito Juárez contaba cuando
menos con la poca voluntad de muchos de los di-
putados que lo formaban: la primera sePíal de esa
— 323 -
mala voluntad fué el decreto que á pesar de ruda
oposición votó, relativo á que desde el 9 de Ma-
yo el Ejecutivo no podía expedir lej-es ni decre-
tos, aunque unos y otras los hiciese aparecercon
fecha posterior
Pocos días después, jíomo el Gobierno pidiese
facultades extraordinarias y la suspensión de las
garantías individuales con el pretexto de aniqui-
lar á los reaccionarios que aunque habían sido
arrojados de la Capital, seguían combatiendo en
diversos puntos del país, se suscitó una acalorada
discusión que duró varios días y que atrajo la
atención pública por las ideas que en ella se
vertían y por los discursos que se pronunciaban-
En una de esas discusiones (29 de Mayo) el Presi"
dente del Congreso, Don José María Aguirre, di-
putado por Coahuila y Nuevo León, combatien-
do el proyecto de facultades extraordinarias al
Ejecutivo, se acordó del tratado ^lac Lane-
Ocampo.
"¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno, decía, en
cinco meses que ha tenido facultades omnímo-
das? Nada, ciertamente, ¿i.' se cree que ahora,
como por encanto, luego que se le concedan es-
tas facultades ha de hacer efectivo lo que antes
no pudo? Esto es imposible. Por otra parte, las
garantías que se trata de suspender no se quitan
á la reacción, sino á los ciudadanos pacíficos qu3
serán quienes se resientan de ese mal; así mismo,
en mi concepto son innecesarias porque se sus-
penden para todos los ciudadanos, cuando por
324 -
ejemplo en Morelia y Nuevo Leou nada tiene que
hacer la suspensión, supuesto que allí no han lle-
gado los reaccionarios. ¿Cómo se trata, añadi(3,
de dar facultades omnímodas al Gobierno que
allá en Veracruz puso a los pies de los norteame-
ricanos la dignidad y el decoro nacional con el
tratado jNíac Lañe, por el cual se concedía á aque-
llos el derecho de atravesar armados por nuestra
República, y que en Washington se arreglaran
los derechos que debían pagar los efectos que se
introdujeran por la frontera? Para mí, el Gobier-
no traidor que ha hecho esto no merece ninguna
confianza.»
Nutridos aplausos de los concurrentes á las ga-
lerías acogieron las palabras del diputado Agui-
rre, é hicieron que D. Manuel -Ruiz, Ministro de
Juárez en Veracruz y á la sazón diputado, le con-
testase rechazando los cargos que se le hacían
al Gobierno, los que calificó de injurias.
La prensa se ocupó del incidente y D. Francis-
co Zarco, en un largo artículo que publicó en el
Siglo XIX, negó la traición 3' trató de sostener
que el tratado fué obra de los liberales que ro-
deaban á Juárez, los que creían que sólo con el
auxilio de los Estados Unidos se podía terminar
la guerra civil y restablecer la Constitución. Co-
mo acerca de este punto hemos ya hablado am-.
pliaraente y á fin de no incurrir en repeticiones
no insertamos algunos párrafos del articulo.
En la sesión del 31 de Mayo, el diputado Agui-
rre pidió que con el fin de examinar el tratado y
- 325 -
juzgar de la conducta de Juárez en Veracruz, se
remitiese el expediente de las negociaciones^ así
como las instrucciones que se hubiesen dado á D.
José María Mata, Ministro de aquel en Washing-
ton.
Don Manuel Ruiz se opuso á esta petición y
pronunció un discurso cuj-o tema fué el de que
con el tratado sólo se había buscado salvar la
dignidad nacional; pero estuvo poco feliz en su
peroi'acion y no consiguió el objeto que se había
propues^io pues precisamente lo que se había per-
dido con él era esa misma dignidad. Sin embargo
de esta oposición el Gobierno remitió al Congre-
so el expediente el 4 de Junio.
A distraer la opinión pública de este asunto, vi-
nieron 'os sucesos que en ese mismo mes de Jn-
nio se desarrollaron, y que fueron el fusilamiento
de Ocampo acaecido el día 3, la muerte de Dego-
llado ocurrida el 15 y la del general Leandro Va-
lle el 23.
Sin entrar en pormenores que no son del caso,
acerca del fusilamiento del primero y de la cues-
tión sobre quién ordenó esa ejecución, nos limita-
remos á decir que es un hecho que algunos ofi-
ciales conservadores pidieron la muerte de Ocam-
po por pesar sobre él la responsabilidad del tra-
tado Mac Lañe, sin llegar á afirmar como lo hace
el Sr. Alvarez (1) que esa fué la causa determi-
nante de su muerte, cuando dice que Zuloaga lo
Til Estudios sobre la historia gatera! de México. To-
mo 6°,
326 -
mandó fusilar como reo de alta traición. Una se-
rie de circunstancias lamentables y no bien cono-
cidas aún, determinaron la muerte de Ocampo.
En tanto que estos sucesos tenían lugar en Mé-
xico, los Estados Unidos eran presa de la guerra
civil y se discutían á cañonazos las cuestiones de
esclavitud y de Union: de ambos lados se luchaba
encarnizadamente y la orgnllosa nación que un
año antes quisiera imponer á México su voluntad
y se preparaba á desmembrar nuestro territorio,
temerosa ahora de que le aplicáramos la ley del
talion, dirigía una nota casi humilde al Gobierno
liberal pidiéndole que no reconociese la belige-
rancia de los confederados; "el triunfo del gobier-
no de los Estados Unidos puede depender le de-
cía, de una pequeña parte de la acción del go-
bierno y del pueblo mexicano." «Los archivos es-
tán llenos de quejas contra el gobierno mexica-
no por violación de tratados, despojos y actos de
crueldad contra ciudadanos norteamericanos,
pero el Presidente no quiere hacer valer todavía
esas reclamaciones, sino que espera á que el go-
bierno del Presidente Juárez tenga tiempo de ci-
mentarse." ¡Qué diferencia entre este lenguaje y
el usado por Buchanan un año antes en su men-
saje al ocuparse de México!
Los confederados por su parte enviaron agentes
á México para decidir al Gobierno á que se incli-
nase á su favor, pero las circunstancias críticas
por que atravesaba el país y los rumores de inter-
vención europea hicieron que Juárez no se deci-
- 327 —
diese por los Estados del Sur; por lo tanto, en va-
no fué que el famoso Mac L ane viniese á la Capi-
tal á abogfar por la causa de los confederados re-
cordando los servicios que los demócratas de los
Estados Unidos habían pr estado á -los liberales
mexicanos.
Este es el último episodio que merece relacio-
narse con el tratado de Veracruz, que, aunque no
llegó á ratificarse, y no fué ciertamente por falta
de diligencia de sus autores, qued ara en la histo-
ria como una mancha indeleb le que los liberales
echaron sobre su partido, p ues todos ellos, cual
más, cual menos, tuvieron algún participio en el
tratado.
Ahora que la efervescencia ha pasado y que ya
se pueden ir diciendo las verdades acerca de esa
época luctuosa para la patria; ahora que con cal-
ma se pueden estudiar los documentos y los suce-
sos de entonces; ahora, será muy osado (y no
creído) el que se atreva á negar que el pacto de
Veracruz fué la obra maestra de todo el partido
liberal y una monstruosidad que ni el odio y la
exageración de los partidarios podrá disculpar
j amas.
XXXII
Las revoluciones que se sucedieron sin inte-
rrupción desde la época de la independencia has-
ta los días de la guerra de tres años, promovidas
— 328 —
ea su mayor parte por ambiciones personales ó
por pequeñas intrigas departido, habían dado por
resultado que los mexicanos casi sin saberlo se
dividieron en dos grandes partidos que llegaron á
un grado de desarrollo tal, que uno de ellos^ para
dominar en el pais tenía que empezar por aniqui-
lar completamente al otro.
La larga lucha de independencia, con tanto te-
son defendida por los primeros caudillos y sus in-
mediatos sucesores, que fueran cuales fuesen sus
errores, supieron morir heroicamente en defensa
de los principios que habían proclamado; esa lu-
cha relajó de tal manera todos los xínculos de la
sociedad antigua, adiestrando en la carrera délas
armas á muchos hombres, que ni se lo imagina-
ban, despertando su ambición de mando, y ense-
ñando ó todos el menosprecio del principio de au-
toridad, que no podía producírmenos que una lar-
ga serie de revoluciones. Si ellos hubieran hecho
la independencia, que de todas maneras la ha-
brían hecho, pues las frecuentes revueltas de la
madre patria les hubieran proporcionado la opor-
tunidad, las guerras civiles habrían durado menos
tiempo en nuestro país, pues después de destro-
zarse unos á otros, hubieran acabado por quedar
extenuados y entonces un nuevo partido que se
podría llamar nacional, habríase apoderado de
los destinos del país y regídolo con acierto.
Pero no fué así: la revolución de Riego en Es-
paña, fué causa de que en México se formase vio-
lentamente un partido que para hacerse popular
- 329-
creyó necesario hacer desde luego la independen-
cia, forjándose la ilusión de que este mágico nom-
bre le serviría de título perdurable para ejercer
el poder. Aun contra su voluntad tuvo que aliarse
coa su antiguo antagonista y juntos ambos colo-
caron el pabellón tricolor en el Palacio Nacional.
Mas esa unión fué momentánea y una vez rea-
lizada la magna obra, los enemigos volvieron á
quedar frente á frente y adoptaron la denomina-
ción de yofkinos y escoceses. Ambos ignoraban
aún lo que querían y adonde irían; sólo sabían
que tenían un enemigo y á aniquilarlo se dirigie-
ron sus esfuerzos. Los escoceses, más lógicos en
sus ideas, pero menos prácticos en la manera de
ejecutarlas y menos unidos, pretendieron darnos
un gobierno semejante al que tuvo la colonia^ en
tanto que los yorkinos, más ignorantes, pero más
atrevidos y más unidos, se lanzaron resueltamen-
te por el camino de la novedad y quisieron insti-
tuciones que sólo de nombre conocían. La impru-
dencia de los primeros, que elevaron festinada-
mente un trono que presto se convirtió en cadalso
y la forzosa transacción con la República que tu-
vieron que hacer, fueron dos golpes rudísimos pa-
ra su prestigio y para sus miras ulteriores. En
cambio, los segundos, aunque habían logrado im-
poner norainalmente la forma de gobierno, no
fueron tampoco más afortunados y teniendo en
su seno el cáncer de las ambiciones individuales,
presto se dividieron y dieron ocasión á que su
enemigo se rehiciese repetidas veces.
Estudios históricos. — 42,
- 330 -
Y atizadas las pasiones políticas por elementos
extraños interesados en dividirnos y por las am
biciones personales que en tal estado de desorden
tenían ancho campo para desarrollarse, dieron
principio á esa serie de revoluciones que desa-
creditaron al país á los ojos del extranjero, lo
convirtieron en ludibrio de la primera escuadra
que aportaba á nuestros puertos ó del primer di-
plomático que exigía una indemnización por per-
juicios reales ó ridículos; y al fin consiguieron que
^uera desmembrado escandalosamente.
Pero todas estas desgracias no pudieron con-
seguir que los partidos adquiriesen experiencia y
que depusiesen las armas al ver que ya bajo un
pretexto ú otro, lo único que conseguían era des-
trozar el seno de la Patria y hundirla en la más
completa ruina: no quisieron ver que en la impo-
tencia de cada uno por sujetar á su rival, sólo
conseguían como resultado práctico una espanto-
sa anarquía y acaso la pérdida de nuestra nacio-
nalidad. En vano fué que personas respetables y
que comprendían todos estos males pensasen ata-
jarlos y pretendiesen remediarlos volviendo los
ojos á las pasadas instituciones y queriendo que
un gobierno monárquico en la forma y en el fon-
do nos devolviese la paz y la prosperidad: en va-
no fué tal idea, pues habíamos llegado á ser ingo-
bernables y nuestro único remedio era uaa mano
férrea que por la fuerza se nos impusiese.
Mas no había llegfado aún la hora de la paz y los
partidos, rejuveneciéndose y tomando los nuevos
-331-
nombres de liberales j^ conservadores, empezaron
otra lucha más sangrienta que las anteriores: por
un momento pareció que la victoria era de los se-
gundos, pues los primeros cometieron la aberra-
ción de dictar una Constitución para un pueblo
ignorante en su gran maj'oria y que sólo sabía
pelear bravamente en los campos de batalla;
presto sin embargo conocieron su error 3- enton-
ces bajo la máscara de la Constitución tendieron
definitivamente á la dictadura^ en tanto que los
conservadores, sin querer aquella no se decidían
de una manera franca por ésta. Y como no había
ya el tercer partido, el moderado, que en las
grandes crisis se había hecho cargo de la situa-
ción y cargado con las inmensas responsabilida-
des de los otros dos, la lucha tenía que ser de vi-
da ó de muerte.
Entonces una idea hasta esa época vergonzante
y mal recibida, fué adquiriendo consistencia é in-
filtrándose en la mente de algunos partidarios,
bien que éstos la considerasen de distinta manera
según su credo: esa idea fué la de la intervención
extranjera, que si bien para muchos liberales era
el triunfo de sus ideas, para pocos conservadores
resolvía el problema de la la paz y tranquilidad
interiores. Pero esa idea debía pensarse mucho,
pues podía resultar contraproducente y ser causa
de mayores males, por la ambición natural que
despertaría un país con fama de rico y privilegia-
do; además, era necesario ver bien la clase de esa
intervención, pues la puramente moral podría ser-
-- 332 —
nos benéfica, en tanto que la material acaso sería
causA de dilatadas guerras.
La intervención más peligrosa era la más natu-
ral y la mas fácil: los Estados Unidos, que situa-
dos en el mismo continente, á inmediaciones de
nosotros y disfrutando de prosperidad, eran los
que estaban en aptitud de dar más eficaz auxilio;
pero en cambio sus antecedentes, su política poco
aprensiva y su teoría del destino niatiifiesto, los
constituían en los más peligrosos enemigos de
nuestra nacionalidad. Las grandes naciones de
Europa, por su parte , alejadas de nosotros, tenien-
do radicados aquí considerables intereses y cui-
dadosas por su propia conveniencia de la existen-
cia de nuestra nacionalidad, nos ofrecían una ga-
rantía relativa: no obstante, pocos partidarios ha-
bía aquí de esa intervención que rechazaban aun
los principales jefes del partido conservador.
Los liberales, que eran menos escrupulosos en
la elección de los medios, no quisieron ver en la
intervención norteamericana todos los peligros
apuntados, é irreflexivamente la buscaron y si és-
ta no tuvo lugar tal como se la imaginaron, no
fué ciertamente por omisión de ellos, sino por los
sucesos que tenían dividido al país vecino, suce-
sos que lo obligaban más á preocuparse de sus
propios intereses, que á buscar aventuras inter-
nacionales.
Las etapas más notables de esa solicitud por la
intervención de los Estados Unidos, fueron el tra-
tado Mac Lañe y ¡a escaramuza de Antón Lizar-
- 333 --
do, sucesos ambos que además de la manchaque
trajeron sobre sus autores, los expuso al ridícu-
lo del fiasco, pues ambos fueron desaprobados, el
uno por el Senado y el otro por la Corte federal
de los Estados Unidos: esos sucesos sin embargo
sirvieron para dar á los liberales una estabilidad
de la que carecían y fueron los cimientos del
triunfo que después alcanzaron por poco tiempo:
así como también fueron la causa de la interven-
ción europea que al ver traducirse en hechos las
pretensiones del Norte y de la raza sajona en el
hemisferio occidental, no quiso consentir en que
México desapareciese del mapa délas naciones.
Los liberales, triunfantes, olvidaron sus com-
promisos y reconocieron muchos errores y acaso
esta es la única atenuante de la conducta de esos
gobiernos que después de buscar todas las proba-
bilidades del triunfo, se avergonzaban de los me-
dios empleados y procuraban hacerlos olvidar
acordándose un poco de la patria á la que antes
habían ofrecido como una mercancía.
Por esa razón también no tienen disculpa nin-
guna los que no habiéndose encontrado en tan
agudas cin'sis, han olvidado ese programa y roto
los diques que separaban á dos países antagonis-
tas^ con riesgo probable de que las olas siempre
crecientes de la invasión pacifica nos sepulten pa-
ra siempre.
En aquella lucha última entre conservadores y
liberales aquellos quedaron aniquilados y aunque
se creyó que con la desaparición de un partido se
- 334 -
cimentaría la paz, presto se vio lo ilusorio de tal
creencia en las subsiguientes revoluciones: muer-
to un partido, los vencedores, no teniendo ya prin-
cipios por que pelear, se dividieron y volvió nue-
vamente el período de las personalidades. La
profunda desmoralización que cuarenta y cinco
años de revueltas había originado, seguía produ-
ciendo sus aníai'gos frutos, y el partido de los
vencedores desde el día de su triunfo, y obede-
ciendo una ley ineludible, empezó á entrar en de-
cadencia y á buscar ídolos; hasta que la dictadura
no vino con mano de hierro á refrenar ambicio-
nes y á acabar con ambiciosos, no ha llegado la
era de paz, por desgracia transitoria, de que dis-
frutamos.
i
EL BRINDIS DEL DESIERTO.
Pi-ovidencíal verdaderamente ha sido que hasta
hoy no se haya escrito la historia de México inde-
pendiente, pues no pueden apellidarse historias
las obras que existen y que relatan los hechos
acaecidos en nuestra patria^ desde la época de
nuestra emancipación: escritas algunas por parti-
darios preocupados que por más buena voluntad
que tuvieran no podrían desprenderse de sus preo-
cupaciones; otras^ inspiradas por el espíritu de
partido, sólo tienden á denigrar al contrario )' á
ensalzar al propio, crean falsos ídolos^ hacen
grandes hombres de los que son seres desprecia-
bles, olvidan el mérito y la virtud para ensalzar el
vicio y el escándalo y desnaturalizan por completo
el carácter de los personajes y de las épocas por
complacer á su capricho y á sus correligionarios
otras, escritas por personas que no podían dispo-
ner ni de los documentos ni del talento indispen-
~ 336 —
sable para llenar cumplidamente su cometido: cu-
tre las muchas obras que hay sobre los sucesos
de México en el presente siglo, muy pocas mere-
cen el título de historia y aun éstas no tienen
el carácter de historia general.
Y decimos que es providencial esa falta, porque
el día que se escriba la verdadera historia, asco
y horror causará leer tantos sucesos como han
acontecido y en los que la intriga, la infamia, la
traición y las pasiones más viles han desempeña-
do el principal papel; si no tuviéramos fé en el
porvenir y si al lado de hechos degradantes no
encontráramos acciones heroicas y ejemplos dig-
nos de imitar, llegaríamos á renegar del pasado
y á desconfiar del futuro; á ver en los sucesos
pasados un tejido de infamias y en el porvenir
una serie de calamidades.
Pero en tanto que llega la época de escribir esa
historia y nace el que acometa la tarea, tiempo
es de que se vaj^in acumulando los materiales
de la obra, antes de que muchos desaparezcan, ó
el olvido que causa el trascurso de los años des-
naturalice los hechos.
La tarea que hemos emprendido es enojosa, pe-
ro necesaria para el fin indicado y la llevaremos 1
i
á cabo con tesón, en tanto que tengamos tiempo y i
oportunidad para ello, pues nuestro único objeto
es volver por los fueros de la verdad, sin que nos
arredre la crítica tonta ó el sarcasmo, ni nos esti. ,.
mulé la idea de adquirir una reputación, cosas !'
ambas que vemos con indiferencia.
- 3í7 -
Antes de otros estudios, preTerimos ahora se-
guir con El B.?r.\ots dbl desierto, por ser un
acontecimiento desde el que ya han pasado mu"
chos años y sobre el qje ya está muy próximo á
casr el velo del olvido, sienda contadísiraos los
individuos que quedan de esa época.
El ano terrible para México estaba en su último
tercio. Las armas nacionales, mal dirigidas, se ha-
bían cubierto de gloria en Palo Alto, la Resaca,
la ATiíOstura, Veracruz, Cerro Gordo y en otros
cien lugares, pero con tan mala fortuna, que los
invasores tenían abierto el camino de la capital y
el canon había anunciado á Io«. habitantes de Mé-
xico, qu? á las d )S de la tarde del 9 Je Agosto de
1847, el ejército norteamericano se había presen-
tado en el Valle con el fin de apoderarse de la
ciuJa I fundada en medio de l'.s lagos.
Los moradores de la antigua Tenoxtitlan se
conmovieron al oír el toque de generala y el lúgu-
bre sonido de la campana de Catedral y aunque la
confianza en las fortificaciones del Peñón y en el
arrojo de nuestros soldados, era grande, no dejó
de sent'rse cierta inquietud por los resultados de
la acción que todos creían iba á empeñarse muy
pronto. Pero Scott temió quedar sepultado con su
ejército y sus trenes en los pantanos de las lagu-
nas y resolvió seguir casi el mismo camino que Her-
Estudios históricos.— 43.
~ 338 --
nan Cortés cuando la conquista. El ejército mexi-
cano, que no se esperaba tal movimiento, violen-
tamente acudió á tomar posiciones por el rumbo
de Tlálpam, sin tener j'a un plan fijo de batalla.
Este fué el primer desacierto cometido en esa
memorable campaña del valle de México, que to-
dos creían terminaría con la completa derrota de
los invasores; los resultados de ella son de todos
conocidos: Valencia con su división se situó en
San Angfel resuelto á dar la batalla, creyenJo que
Sanla-Anna lo auxiliaría oportunamente por el
lado de Tlálpam; y en su obstinación por acabar
con el ejército de Scott, rehusó obedecer la or-
den que se le dio de retirarse á Coyoacan y Chu-
rubusco. La rivalidad entre Santa-A' na y V'^alen-
cia produjo los más funestos resultados, pues si el
segundo se retira no queda derrotado en Padierna
y con su ejérí'ito acaso contribuye á una victo-
ria decisiva, y si el segundo, ya empeñada la ba-
talla, ayuda á Valencia, Scott es indefectiblemen-
te derrotado y tiene que abandonar el Valle.
Pero los sucesos después de la acción de Pa-
dierna se precipitaron; en vano lucharon los guar-
dias nacionales defendiendo el puente y convento
de Churubusco con un valor verdaderamente he-
roico; en vano en la acción del Molino del Rey,
Echagaray dio muestras de su bizarría rechazan-
do al enemigo y quitándole la artillería; en vano
murieron dignimente Baldaras y León; en e'a
batalla que aun pudo ser favorable para nuestras
armas no hubo jefe que la dirigiera y supiera ga-
T
á
- 339 -
narla; estaba escrito que pagáramos veintitantos
años de revoluciones y de contiendas con la hu-
millación de ver nuestra hermosa cápit il hollada
por la planta de las hordas invasoras y para ello
hasta inútil resultó el doloroso sacrificio de los
niños alumnos del Colegfio Militar que murieron
como si fueran bravos veteranos.
Mas antes d- la acción del Molino del Rey y de
la toma de Churubusco, tuvo lugar el armisticio,
cuyos episodios más notables conviene recordar
aquí por relacionarse más directamente con el
presente Estudio
El Gañera! Scott, que había sufrido grandes per-
dí lis, propuso un armisticio para que cesaran las
hostilidades en tanto que se discutían las propo-
siciones de paz que estaba dispuesto á hacer el
enviado norteamericano Mr. Trist. El gobierno
mexicano aceptó la propos'cion y por algunos días
dejó la guerra de causar sus tremendos estragos
en las puertas de México. Celebrado el armisticio,
se convino en su cláusula 7^ q le "las tropas de
los Estados Unidos no impedirían la entrada á
ningfum de los renglones de consumo que se lle-
varen á la Capital, así como las autoridades me-
xicanas, civiles ó militares, n.o pondrían obstácu-
los al paso de los víveres de la ciudad ó del cam-
po para el ejército norteamericano."
En cumplimiento de esta cláusula, el día 29 de
Agosto en la m iñana, á eso de las ocho v media
entraron en la ciudad y se situaron en la Plaza de
Armas, más de ciea carros del ejército enemigo.
- 34U —
que tenían por objeto proveerse de víveres en eí
mercado del Volador. El pueblo de México, que
siempre ha tenido antipatía á los extranjeros y
que sobre todo, odiaba á los 5'ankees que nos in
vadían y que habían dado muerte en los campos
de batalla á tantos compatriotas nuestros, no tuvo
en cuenta el armisticio é indiafnado de ver á los
extranjeros dentro de la ciudad, que querían lle-
varse artículos de consumo que acaso al día si-
guiente habrían faltado para el alimento de la
población, empt-zó á amotinarse, y á los gritos de
''\fyaici'onV'"nos renden,^* "\ntiterait los yaiikecsV^
y otros, arrojó un diluvio de piedras sobre 1 is ca-
rreteros que ó estaban desarmados ó tuvieron el
buen sentido de no hacer uso de sus armas.
La gran plaza estaba llena de gente venida de
todos los barrios en actitud amenazadora y el tu-
multo continuaba y aun aumentó cuanilo la multi-
tud vio que al pasar el Viático por el rumbo del
Seminario, los carreteros no sólo ni se descubrie-
ron ni se arrodillaron, sino que aun hicieron mo-
fa de los mexicanos que, sin excepción, hicieron
esos actos de respeto. A los gritos anteriores se
unió el de ^^¡ntiieran los herejes!^^
La caballería mexicana trató de defender á los
carreteros, los gritos y las pedradas redoblaron y
se oyeron voces dirigidas á los dragones en las
que se les llamaba traidores, cobardes, y se lan-
zaban mueras al General .Santa-Anna.
Un carretero, amedrentad ) por la multitud, grita-
baávozen cuello y decía que no era yankeesinoir-
- 341 -
landés y se proclamaba católico, con lo que creííi
salvarse del furor popular. Una mujer del pueblo
hirió gravemente con una piedra á otro carretero
y deteniJa iufraganti por la policía, ep. su furor
decía "que hab era querido matar á todos los
i^nuges porque habían dado muerta á su hijo."
Hubo que respetar su dolor y fué puesta en liber-
tad.
El Gobernador del Distrito, general Tornel,
trató de aplacar al pueblo, en vana; viendo, pues,
que no se aplacaba el motín y que hasta infruc-
tuosa era la permanencia de los carros en la pla-
za, pues los comerciantes del mercado preferían
inutilizar sus efectos á vendeHos á los norteameri-
canos, se dio orden á los carreteros que saliesen
de la ciudaJ, en tanto que el general Don José
Jnaquín de Herrera, muy querido de los habitan-
tes de Mi .íico, conseg lia aplacar algo el tumulto
con su presf-ncia y sus palabras conciliadoras.
Como siempre sucedí eTi México, hubo una
gran discusión sobre la culpa que cada autoridad
tenía en el motín, cuando en realidad el único que
la tuvo fué el pueblo, que por cierto no debe ser
vituperado pues él, que n© entendía nada de ar-
misticios, sólo veía que ya los invasores estaban
dentro de la ciudad y que se iban á llevar los efec-
tos de primera necesidad, que no eran muy abun-
<iantes por cierto á causa de la guerra.
Eti lo de adelante, la compra de víveres se hizo
por la no.-he y por agentes del ejército invasor,
■que establecieron sus almacenes en las railes Att-
- 342 -
cha j- de San Juan de Letran: en breve se aperci-
bió de ello el pueblo y Había sus pequenos t imul-
tos, hasta que por fin una noche fueron complcta-
men'e saqueados esos almacenes sin que la poli-
cía pudiera impedirlo. MeJiaron contestaciones
entre las autoridades mexicanas y el General
Scott, y al fin éste tuvo qut darse por satisfecho-
con las explicaciones que se le dieron.
Entretanto las negociaciones para la pazcón-
tinuaban aunque sin grande éxito, tanto por las
pretensiones exageradas de! dipl-omático norte-
americano, GOiTK) por la poca armonía de los me-
xicano>s, que aun en aquellas circunstancias se
ocupaban en acusarse mutuamente por el resulta-
do de la acción de Padierna. AI fin no se llegó á
un arreglo y Scott, que ya había consegmdo dar
un descanso A sus tropas, declaró roto el armisti-
cio el 6 de Septiembre si no recibía satrsfaccion
por supuestas violaciones de él. í^k) quedaba otro
arbitrio que apelar -de nuevo á las armas y en
consecuencia se dieron las acciones de Mulinj del
Rey y Chapultepec y tuvieron lugar encuentros-
parciales en las garitas.
Después de estos sucesos desgraciados, aun los
más obstinados optimistas vieron como indefecti-
ble la ocupación de México por ti invasor, supues-
to que no se podía pensar en sostener un sitio
en una plaza tan grande, sin fortificaciones, no-
prevenida para un asedio y con un ejército des-
moralizado por tantas derrotas.
La desocupación de la ciudad quedó decretad»
él Í4 de Septiembre en la mañana, cuandí. j-a aí-
gunoo puntos extremos de ella estaban ocupados
por las columnas de Worth, y de Quintman, y en la
larde de ese día empezaron á salir lastropas me-
xicanas para la villa de Guadaluí)e.
H
El cañonazo disparado en la nache del 13 al 'i4
■de Septiembre, dentro del recinto de México, y de-
cual hizo mé.ito el d putado Gamboa eo la acusa-
ción que presentó contra Santa— Anna, (1) anuncit*
á los habitantes de la ci\idad y al ejército ir^vasor
que la capitai de la Rt-pública quedaba desocupa^
da por el ejército mexicano y á merced de! extran-
jero.
El Ayuntamiento de la ciudad, compttesto en í»r
totalidad de hombres dignos y patriotas, que ha-
bía hecho cuanto había estado de su parte por
auxiliar al Gobierno durante la -campaña del V^a-
lle, supo mtsstrarselina vez más á la altura de las
tremendas circunstancias por que atravesaba la
metrópoli, y en cuanio supo la salida del Ejército,
se reunió en sesión extraornaria á las 11 de la no-
che del 13 y acordó publicar una protesta y envia*"
al General Seott una comisión de su seno que al-
canzase algunas garantías para la ciudad.
(1) Gamboa hizo mér"to de ese cañonazo fiorqtic en la
acusiiciün artrmó que fué di-parado con el objeto único de
anunci .r á los 'nva-ores que i iijírcito nicxic;ino abando-
naba a esa hora la Capital, qu-- quedaba por tanto á mer-
ced de i Uns. Esta aseveración no llegó á prob>ii se, pue»
'Ja c;iusH contra el General Santa-Anna no se siffuió.
- 344
La protesta, que ai amanecer del día sígtlíenie
amaneció fijada en las esquinas, estaba concebida
en estos términos;
"Protes-ta. — El Ayuntamiento de Mé:íico protes-
ta del modo más solemne á nombre de sus eomi*
tentes, ante la ínz del mundo y del general en je-
fe del ejército norteamericano, que si los azares
de la guerra han puesto á la ciudad en poder de
los Estados Unidos del Norte, nunca es su ánimo
someterse Toluntariamente á ningún jefe, persona
ni autoridad, sino á las que emanan de la Consti-
tución Federal, sancionada por el gobierno de la
República Mexicana, sea cual fuere el tiempo que
de hecho dure la dominacian extraña."
Firmaban esta protesta los regidores y aícaldes
siguientes: Manuel Reyes V'eramerídi, Juan María
Flores y Terán,^ Vicente F'o/o, Lie. Lucio Padilla,
Rafael Esp nosa. Lie. José Urbano Fonseca, Lie,
Agustín Díaz, José María BonilLa, Mariano de Be-
raza, Juan Palacios, Pedro Teílo de Menéses, Lean-
dro Final, Lie, Mariano de Icaza,Jo»é María Agua-
yo, Lie. Jasé María ZalJÍTar, Antonio Balderas
Antonio Castañón, Lie. José María de la Piedra y
el oficial n^ayor L.ic. Leandro Estrada.
La comisión que salió A conferenciar con el Ge-
neral Scott, estuvo compuesta de los regidore»
Lies. Urbano Fonseca^D. Leandro Estrada y D.Jo-
sé María Zaldirar, personas todas peritctamente
onocidas y apreciadas en la sociedad y que dis-
frutaban de excelente reputación; en calidad de
intérprete iba D. Juan Palacios. La comisión salió
- 345 -
del centro de la ciu3ad^ precedida de una bandefíl
blanca, á la una de la mañana del 14 y llegó á la
garita de San Coa ne, que j"a ocupaba el Gentraj
W >rth. Entt-rado éste del objeto que la llevaba, la
dirigió al cuartel general, situado en Tacuba>aí
liaciendj que la aeornpaíiaíe el anudante gene"
ral Maokall
Una vez en presencia de Scott, espuso la comi'
síón sus preteniiones, que consistían en que el ven-
cedor garatizase la seguridad de los templos^
conventos, ho>;pitales, casas de beneficencia, bi-
bliotecas, archivos, colegios^ escuelas, casas par^
ticuiares y toda propiedad mueble ó inmueble del
connin, corporaciones ó individuos; que permitiese
á la ciudad seguirse gobernando por las leyes y
en uso de sus fueros; que la admíni'itracion de jus-
ticia, tanto civil cumo criminal^ contin lase con
arreglo á las leyes, y por las autoridades del país,
así que como con arreglo á ellas mismas, se prove-
yese á las vacantes de jueces y ae gobernantes; la
conservación, administraciín é inversión de las
rentas municipales y de las contribuciones direc-
tas, y la conservación de la policía de la ciudad.
Asimismo, pedia en nombre del Ayunntamiento, que
éste conservase izad-t la bandera nacional en su
palacio, que se prohibiese la entrada á la pobla-
ción á los contraguerrilleros pobla ios y á los me-
rodeadores y que se procurase evitar el tránsito
innecesario por las calles y á deshoras, de los sol»
dados americanos, para evitar colisiones con el
pueblo.
Eetudiof históricos. — *4.
- 346 -
kl g-eiieral Scott contestó que no podía coíisíde-
derarse su entrada á México como en virtud de una
capitulación, supuesto que sus tropas ocupaban ya
algunas garitas )' parte de aquella y que las pro-
proposiciones leí Ayuntamiento eran exageradas;
sin embargo, prometió que daría todas las garan-
tías que juzgase necesarias y compatibles con la
ocupaciori militar, á su entrada^ que debía verifi-
car el mismo día.
Vuelta la comisión á la ciudad y dada cuenta de
su resultado al Ayuntamiento, se hizo publicar in-
mediatamente ima proclama anunciando á los ha-
bitantes la ocupación de México por el ejército nor-
teamericano y exhortándolos para que durante ese
acto guardasen una actitud digna y tranquila. Lrt
proclama estaba concebida en estos términos:
"El alcalde primero del Exmo. Ayuntamiento de
esta ciudad, encangado del Gobierno del Distrito
Federal, hace saber á los habitantes de éste, qué
abandonada la capital por las fuerzas que la dtfen-
d'an, han entrado los norieamericanos, después de
que una comisión del Exmo. Ayuntamiento propu-
so al jefe de éstos que la ocupación fuera pacífica y
que se respetaran las vidas y propiedadJfs de los
moradores de la misma ciudad. A la civilización
del ejército que la ha ocupado deben corresponder
los habitantes de ella, sin bajeza, pero con la
debida moderación. Mientras los mexicanos pu-
dieron resistir, resistieron noblemente y cuando la
fortuna les fué esquiva, cuando el i-jército abando-
!a capital, es indudable que toda hostilidad po'.'
- 347 -
íiüesíra parte, sobre ser infeliz para la patria, Se-
ría imprudente en las actuales circunstancias, y á
toda luz, vituperable. Reservando, pues, á la na-
ción los negocios que á ella^ sólo á ella, le con-
ciernen, el deber de todos 1 >s habitantes inermes
de la capital es de conducirse del modo más mo-
derado y pacífico. Compatriotas: Confiad en la
MunicipardaJ que Sí- ocupará sin descanso de
arreglar con el general de las tropas norteameri-
canas cuanto pueJa conducir á la conservación del
orden y tr^nquiliJid pública, al respeto debido á
las garantían iadiviJaalei y á los derechos so-
ciaies del h .mbre.
«Mexicanos: convencido de vuestra moderación,
se ha decidido á continuar en las presentes cir-
cunstancias, tn un tan difícil como penoso puesto,
vuestro conpatriota y amigo sincero.— México,
Septiembre 14 de 1847 . — Manuel R. Verauteudi.»
A poco empezó á entrar la división de Worth
que se detuvo en la Alameda, pues .Scott, que te-
nía especial I redi eccion por el general Quitman,
al que nombró gobe nidor civil y militar de la
ciudad, quiso q .e éste faese el pr-mero que entra-
ra al centro y que enarbolase el pabellón de las
estrellas en el Palacio Xacion j1; (1 ; á poco siguió
la división de Worth y en seguida el grueso del
ejército y el mismo general .Scott rodeado de un
numeroso Estado Mayof.
llj El raritan Roherts, de la divi«¡i^n de Quitman fué
el mC' o ejecutor d.- ese actn, y le ayudí-", obligado. Pom-
poso Gome¿. guarda mayor del alumbrado que poc.is no-
cQcs dciipuc» fué asesinado sin que se siipiíra por quién.
- 348 -
La población de México al principio no se dió
cuenta de los sucesos: hablase dormido la noche
anterior en la confianza de que, com<) Santa Anna
5o había prometido, se , haría resistencia desespe-
rada y creía que las calles de la capital serían el
sepulcro de los invasores; mas al despertar y sa^
ber que los catorce mil hombres del ejército, que
aún quedaban, la habían evacuado y que los cua-
tro mil guardias nacionales se habían dispersado,
y ver que el pahellon rorteamericano ja ondeaba
en el Palacio Nacional, las calles empezaren á
llenarse de gente que murmuraba indignada de
lo que ella llamaba una traición y por momentos
■crecía el descontento, que no tardó en estallar.
Se supo más tarde que el Coronel de Guardia
Nacionril, Don Francisco Carvajal Espinosa, (1)
previendo elabandoiode la ciu lad, se puso de
acuerdo con los vec.nos del barrio de la Alameda
para hacer resistencia; y que en los barrios la
gente estaba dispuesta para pelear con los inva*
sores; a lemas de esto, la excitación pública estaba
ya en su colmo y parecía como que no aguardaba
más que una s-ñal para la lu:ha. Esta señal al
fin se dio y fué un tiro salido de una de las casas
del callejón de López, en los momentos en que
O) Miembro de tína hono'-ahle familia vcracruzana,
millt if, pL-riodista y liter.ito que dejó publicados dos to-
mos de una obra bastante notable sobrí- la historia rte
México; ocupó di veisos puestos públicos, fué Diputado
al Coniífesu déla Unio.i, Ueíjidor del A vuntamimto, Re-
dactor del Diario del Imprrio, coronel de Guardia Na-
cional, hablen. lose batido en el Valle de México, y du-
rante el Imperio desciupeñó otros caraos iuipoitantcs»
- 349 —
pasaba el general Scott con su Estado Mayor; el
individuo que lo di -paró se ; pelli laba Esq livel (1)
y el objeto qie se propu-o fué inat.tr á W irth, lo
que no consiguió, hiriendo sólo al coronel Garlaad
en una pierna.
En el mismo instante comenzó el combate en
las calles; de las casas llovían balazos, piedras y
toJa ciase de proyectiles sobre los invasores, que
á su Vfz contestaban y trataban de penetrar á
mu 'has de las casas de ddude eran atacados y
c )loi"aron su artillería para dt-salojar la^ calles
transversales á las que tenían que r>rcrier.
M 1 episodios horrorosos que n > es posible des-
cribir, tuvieron lugar aquel día, y habrían sido
mucho mayores los horrores si se ci mpie la
órd-n que dio Scott, de volar toda casa Jimde se
hiciera resistencia; por fortuna no había pólvora
suficiente, pues los depósitos estaban en Chapul-
tepec; y ademá>, fl Ayimtamiento procuró cal-
mar al general Scott, que estaba bastante indig-
nado por la resistencia que .no esperaba: el mis.
mo Ayuntamiento publicó en la tarde de ese día
uní proclama suplicando al vecindario que depu-
siese su actitud hostil para evitar mayores .[en-
gracias y conseguir las garantías prometidas:
[1] Era muv joven entonces y el balizo que disparó
estuvo A punto de c stiirl'- laviJ;i,1;i que no salvó sino
escondiéndose en unn c:isidcl oall'jon de^ópez; mis
tarde fué muy conocido en México como Ag nt'- de X'egro-
cios y fMlI'-ció hice pocos años En aquillos df.is se alis-
tó en'la guardia nacional y s- batió con los i ori'-ameri-
c^ncs; al ver la entrada de éstos no pud > contener su in-
dignación y disparó el tiró que fué la señal del combate.
— 350 -
«Ciudadanos, decía, el estado de alteración en que
se encuentra la tranquilidad pública, impide que
las medidas de tod > género que ha tomado el Ayun-
tamiento para conseguir del general norteameri-
cano que las vidas y las propiedades de los habi-
tantes de esta hermosa cap tal sean respetadas,
surtan todo el efecto que desea. Una comisión del
seno díl mismo Ayuntamiento ha sido en^:argada
de arreglar con el expresado general todas las
garantías que el derecho natur il y de ,>" ntes con-
cede en l'avor del municipio; pero el general se
niega á otorgarlas definitivamente mientras no
cesen las hostilidades que se hacen á su ejército.
"Aún mái, h i orden tdo á sus tropas que aque-
lla casa de donde se les dispare un tiro, sea de-
rribada por la artillería y se dé muerte á cuantos
se encuentren en ella. Esta resolución os hará co-
nocer el ¡írave é irr-'parable perjuic o que hacéis
á la población pacific.i v al biei común, con no
cesar de hacer fue j^o al ejército norteamericano;
y estas circunstanci ts obligan á la municipalidad
á buscar por cuantos motivos I- sea posible, el
restablecimiento de la tranquilidad pública que
es la base sobre la cual podrán otorgarse las ga-
rantías de que necisitais. Por esto es, que os di-
rige la palabra y os conjura en nombre del biea
procom'iia', á que deis término á toda clase de
hostilidades, y le ayudáis en cuanto estuviere de
vuestra parte á que restablezca el orden. Vuestro
Ayuntamiento se lisonjea de que añadiréis esta
nueva prueba de civilización y amor al orden, á
I
- 351 -
tantas como en repetidas ocasiones tenéis dadas.
Dsicansal tranquilo-; en vuestras casas con la
seo^urida \ de qtie los representantes de vuestros
derechos se ocupin ince-.anteinente de cnanto sea
necesario para el bien público, y tendrá la satis-
facciiin da poner en vuestro conociniento cuan-
toi pasos dieren en tan críticas circunstancias.»
Firmaban este documento los regid'jres, de los
queya hemos dado los nombres.
N I surtió, sin embargo, la pro^ lama ningfun
ef. c:o V antes bien, se recrudeció la lucha con la
llegada de alg'unos lanceros de Guanajuato, que
envió Santa-Anna y de algunos sóida lo-i de infan-
tería que se situaren en Peralvillo, Los lanceros
caucaron nlg mas bajas á los norteamericanos y
lleíaron hasta la fsquina de la calle de la Maris-
cala; pero rechazados abandonaron la ciudad y
Santa Anna así como Herrera y Olaguibel no
dando importancia al movimiento del put blo, or-
denaron que contmuara la retiíada.
La lucha continuó al día siguiente y aun se vol
vio á creer que el ejército retrocedería sobre
México; pero esta nuev^ esperanza, salió fallida,
pues Santa-Anna volvió á emprender su camino,
no sin hab^r antes dirigido una comunicación al
Alcalde primero Reyes Veramendi, en que trata-
ba de traidor al Ayun'amiento, extrañando que
quis'ese enervar el entusiasmo del puebl \ previ-
niéndole además que ese cuerpo se disolviese y
no diese auxilios de ninguna clase al enemigo.
El Ayuntamiento contestó á esta comunicación,
- 352 —
como dehfa hacírlo, pues en realidad Santa-Anna
ya no era una autoridad á la que se le debiera
obediencia. (1)
El quince en la tarde terminó la lucha del pue-
blo y se procuró borrar las huellas de ella ente-
rrando á los numerosos cadáveres de ambas par-
tes 3' cuyo número no se puede calcular, pues aun-
que el historiador señor Roa Barcena fijó en SOO
el de los muertos que tuvieron 1 is norteamerica-
nos, (2) en esos días, t] de mexicanos fué mucho
mayor, pues los yankees cometieron toda clase de
ex^'esos y se cebaron en multitud de personas in-
defensas ó inocentes.
El aspecto que presentaba la capital durante
la noche del 15, después de dos días de sangrien-
to y desigual combate, era sombrío y pavoroso,
f1] He .iqiii '1 • oirunicacion del Goner:ii Santa-Ana.
"Ejército Me ii'iii ( — f,iiiirnli)iJi/r. — 9'C' m ;i' ab i
de p t'sent-f un p ii> ' impreso fiT-m;»ao por V. S. quf ha
h<cho fij;ir en las ''squinas piohibiendo a' púhlico que
h".stiIioe al bárbaro encmijí" que saquea la población, los
templos N viola las inuje es. > C'nio (al conducta esin-
difrna de un mexiciiin. 'e pnveng:o a minbre de la Na-
ción, qu'' -i vol viiie V. S. A incuirir e'> un a< to seinejan-
le. lo ti at tré conv) trai lor y lo mi nii haré con los in i-
viduos que componen ese "Ayintamiento si contribuyen
A en-rvar de cualquier manei a el entusiasm « de los c u-
dartanis mexic no^ que defiendan justamente sus ho¡;a-
res y sus esposas.
Tampo •'! sepresiarA V. S. A facilitar a los rnemigo.s
vfvrrt-s ni auxilio alguno, y le prevenfío que ánies e di-
solverá esa corporai-iun Miie contribuid de aljjuna ma-ie-
ra á favore erlos. Esta disposición li hará vd. saber á
quien corr''sponda Pira qu • nadie 'It-gue iíinr.vancia.
«Dios y libertad. Ciiartel Central en Guadalupe Sep-
tiembre I.") di? 1-Í4".— AvTOMo López de Santa Anva.—
S'. O. Maniif! R.yes Veram.ndi, l'resideiite del Ayunta-
miento de México".
('.') Zamic-'is dice que fueron 350, en los días 14, 15 y
16 de Septiv.mbre.
- 353 -
y formaba un marcado y desconsolador contraste
con el que ofrecía en años anteriores en que el pue-
blo se entregaba á trasportes de alegría para so-
lemnizar el aniversario de la proclamación de la
independencia.
III
Apenas quedó tranquilo Scott en la posesión de
la ciudad, empezó á dictar las medidas que juzgó
convenientes para hacer segura su permanencia
en la capital de un país enemigo }• que tenía tra-
zas de negarse largo tiempo á firmar la paz, por
más que ella era la única resolución que convenía
adoptar en aquellas críticas circunstancias. En
efecto; aunque todavía habían salido de México
catorce mil soldados, éstos se desbandaron en
breve así como la guardia nacional: era ciertamen-
te pequeño el ejército inva?^or y si hubiera habido
unidad, fácilmente habría sido destruido; pero
precisamente aquella faltaba y las anteriores de-
rrotas debían dar á los que pensaban resistir una
triste experienciaque aún no querían tener por más
que palpasen los funestos resultados de la anar-
quía en que el país había vivido desdt la Indepen-
dencia. El general Scott, que estaba al tanto de
las intrigas políticas, sabía que la paz se había,
de demorar aún y obró en consecuencia con est*
convicción, procurando que su ejército estuviese
listo para cualquier evento.
Estudios históricos,— 45
— 354 -
Hizo venir violentamente de Veracruz al Gene-
ral Lañe que aunque tuvo algunos encuentros con
los guerrilleros, consiguió con su sola aproxima
cion que los generales Santa-Anna y Roa levanta
sen el sitio que en Puebla habían puesto al c j:
nel Childs; y procuró reforzar contínuaraent
guarnición de la Capital y ocupar algunas pol
ciones cercanas como Toluca, Cuernavacn, Pacira
ca y otras.
Los días 14 y 16 de Septiembre publicó Scotlf
dos proclamas dando las gracias por los triunin'
que les habían permitido ocupar la capital ^
país de Moctezuma y recomendando á sus solda-
dos la prudencia, así como la adopción de prei
cauciones de todo género, recordándoles que es
taban en tierra extranjera. El día 17, en otra dis
posición, proclamó la le}' marcial, concediendo n<
obstante á los habitantes de la Ciudad y pueblo:
del valle, la libre administración de justicia;
exceptuando sin embargo, aquellos juicios quo
vieran relación con el ejército invasor; la prou
cion á los edificios públicos y la organización u>
la policía. Como castigo por la sublevación dd
pueblo impuso á la ciudad una contribución de
ciento cincuenta mil pesos, pagaderos en abono.-
semanales de .$37^500, siendo el plazo del primci
abono el lunes 20 de Septiembre y el del ú'"
mo el lunes 11 de Octubre.
El Ayuntamiento, para pagar esa contribución I
afectó las rentas de la ciudad 3' contrató un prés M
tamo por esa cantidad al 15 § con los señores;
Juan Manuel Lasquetti y Alejandro Bellungé. El
gfeneral norteamericano distribuyó esa suma de
esta manera: $20,000 los destinó á la compra de
efectos para comodidad y alivio de los males de
su ejército, S90,000 para mantas y zapatos para
sus soldados; y los 840,000 restantes los reservó
para la compra de efectos militares. Sin embargo,
esas sumas no fueron aplicadas todas á los usos
indicados^ pues remitió á los Estados Unidos cin-
cuenta mil pesos para la fundación de un hospi-
cio para veteranos inutilizados, y con posteriori-
dad, y para la misma fundación, envió veinte mil
pesos más que le habían sobrado. La deuda con-
traída por el Ayuntamiento fue mandada pagar
posteriormente por el Gobierno de la República,
con parte de la indemnización dada por los Esta-
dos Unidos en virtud de lo convenido en el trata-
do de Guadalupe Hidalgo. (1)
La ciudad, considerada militarmente, quedó di-
vidida en cuatro grandes secciones, por disposi-
ción del Jefe de los invasores, dictada el mismo
día 17 de Septiembre.
La primera división abrazaba desde la garita
de San Cosme hasta Catedral: debía de dar la
[1] Más adelante daremos á conocer todas las dificulta-
desconque luchó el Ayuntamiento para conseguir esa su-
nui.
La institución A que dedicó el Gobierno d e los Estados
Unidos una parte de esa suma fué llamado ^Soldier's Ho-
me Parki> [Parque del Asilo para Soldados] situado ;'i in-
mediaciones de Washington, que ocupa una extensión de
23.3 acres; como su nombre lo indica es un asilo militar. El
Importe del terreno v edificios destinados A él fué de..,,
957000
- 356 -
guardia en la garita y estaba dotada con dos ca-
ñones situados en el mismo punto.
La segunda, comprendía la Plaza de Armas y
además desde Catedral hasta San Lázaro, tenien-
do dos cañones también y guardia en la misma
garita.
La tercera desde la garita de Peralvillo y ca-
mino de la Villa de Guadalupe hasta Santo Do-
mingo, con las mismas obligaciones y dotación
de bocas de fuego que las anteriores.
La cuarta, formada con los diversos cuerpos de
Yoluntarios, vigilaba desde la garita de San An-
tonio Abad hasta el Hospital de Jesús y también
tenía dos cañones y la obligación de dar las guar-
dias de la garita.
A la caballería no se designó ninguna zona de-
terminada y se le encomendó la tarea de propor-
cionar los hombres suficientes en calidad de co-
rreos, para que diariamente se comunicaran las
garitas con el cuartel general.
También previno el General Scott que las casas
particulares no fueran ocupadas para cuarteles y
que no se pagara ninguna renta de casa si no era
autorizado el gasto por el cuartel general; U) nom-
bró al General Quitinan Gobernador civil y mili-
tar de la Ciudad de México y de su Distrito, y pre-
vino que los efectos destinados para el consumo
del ejército no causasen el derecho de alcabala en
las garitas
(11 La dcro^T-icion ile esta íSrilcn y la reclamación con-
sigruiente hecn:i por el .-Vyuntámien'to. fuií v-aus.^ de la di-
solución de este Cuerpo "como veremos raAs adelante.
- 357 ^
Aunque la ausencia del Gobierno mexicano y
de sus empleados, así como el retraimiento de mu-
chas familias principales y de la clase media qui-
tase mucho de su animación ú la Ciudad, no tardó
ésta en recobrar algfo de su bullicio: la gente pa-
cífica volvió á sus ocupaciones y el pueblo bajo
que odiaba á los invasores, aparentaba fraterni-
zar con ellos, para atraerlos así á celadas y em-
boscadas donde eran muertos apuñaladas, siendo
raro el día en que no aparecieran en las calles
los cadáveres de algunos soldados norteameri-
canos.
La Cañete volvió á trabajar en el Teatro Na-
cional, aunque con concurrencia escasa, pues los
habitantes poco concurrían á espectáculos y los
extranjeros no sentían mucha afición por los del
género en que trabajaba esa actriz. En cambio,
llenaban el Teatro de Nuevo México, donde solda-
dos disfrazados daban funciones y pantomimas de
gusto de ellos, en alemán y en inglés. Abrieron
salones de baile en la calle del Coliseo (donde
ahora está el Restaurant Delmónico;) en el ex-
convento de Betlemitas y en el Hotel de la Bella
Union, á los que concurrían en unión de mujeres
de mal vivir, que eran llamadas- por ellos Marga-
ritas, y donde la entrada costaba uno ó dos
pesos.
La prensa de la Capital se componía casi exclu-
sivamente del MoxiTOK Republicaxo, que no sus-
pendió su publicación y en general prestó buenos
servicios á los habitantes de la ciudad; del Eco
^ 358 -
DEL CoaMercio y del periódico festivo El Cangrejo
Los invasores fundaron La Estrella Americana y
El Norteamericano, el segundo de los cuales era
bilingüe y arabos se esmeraban en tratar á los
mexicanos con el mayor desprecio posible y en
procurar infiltrar en el ánimo de las masas ideas
de anexión del país a los Estados Unidos. Los dos
eran poco leídos entre los habitantes y ho}' son
rarísimos los ejemplares que existen. Paulatina-
mente fueron apareciendo otros periódicos, de al-
gunos de los cuales darémes razón.
Por su parte los oficiales extranjeros procura-
ban, aunque con ningún éxito, relacionarse con la
sociedad de México, que en su casi totalidad se
mostró justamente esquiva á pesar de que entre
esos oficiales había algunos de buena educación y
de que muchos de ellos posteriormente ocuparon
distinguidos puestos en su país, llegando dos de
ellos, Pierce y Grant á subir :l la primera magis-
tratura de los Estados Unidos.
Entre tanto la situación pública continuaba
con bastante mal aspecto. El .Sr. Lie. Don
Manuel de la Peña y Peña, Presidente de la -Supre-
ma Corte de Justicia, había ocupado la presiden-
cia de la República por renuncia del General
Santa-Anna y nombrado ministro universal al dis-
tinguido abogado Don Luis de la Rosa; el 12 de
Octubre estableció el gobierno nacional en Que-
rétaro y expidió el día siguiente un manifiesto,
procurando desde luego introducir el orden en la
anarquía en que estaban todos los ramos de la ad
- 359 -
ministracion; quitó el mando del ejército á Santa
-Anna y le mandó que residiese en Tehuacan, en
tí.nto que se decidía de su suerte, y entró en nego-
ciaciones con el diplomático norteamericano Mr.
Trist para tratar de la paz entre las dos naciones.
Dirigió además una circular á los gobernadores
de los Estados participándoles su elevación al po-
der y solicitando su cooperación para sacar al
país del estado de postración en que se hallaba
sumergido. Algunos contestaron que estaban dis-
puestos á ayudar al Presidente; pero la mayoría
ninguna ayuda le proporcionó.
IV
El Ayuntamiento de México^ única autoridad
administrativa que había quedado en la capital,
estaba entre tanto sometido á una dura prueba.
Ya hemos visto que su primer cuidado fué pro-
curar garantías para la ciudad al saber que iba á
ser abandonada y hemos visto también los esfuer-
zos que hizo para calmar á los habitantes indig-
nados por ese abandono; pero esos esfuerzos los
debía pagar bien caros. Efectivamente, en el Ca-
bildo celebrado el 16 de Septiembre, el regidor Sr.
D. Juan Palacios, dijo que]el General Scott quería
$150,000 como contribución de guerra de la ciu-
dad, agregando en nombre del mismo, que «si
dicha Corporación (el Ayuntamiento) no se pres-
taba á hacerla por su cuenta, él la encomendaría
á la punta de las bayonetas; y no consentiría que
- 360 -
el Ayuntamiento se disolviera porque sufriría la
población las consecuencias del desorden y los ca-
pitulares las penas de persecución y confiscación
de sus bienes."
Como se ve, los regidores no estaban cierta-
mente sobre un lecho de rosas; sin embargo^ eran
patriotas y resolvieron continuar en sus puestos
para evitar mayores males á la población.
La comisión de guerra que presentó dictamen
sobre la exigencia de Scott, resolvió: «Que se di-
ga al general en jefe del ejército amei-icano que
puede tomar los .$150, 000 que ha pedido, de las
rentas de alcabalas que se cobran en la Aduana
de esta capital conforme se vayan recaudando."
Aunque se aprobó la proposición y en ese sentido
se contestó á Scott, éste no consintió en ello y
contestó que al Ayuntamiento tocaba recaudar la
contribución y entregársela, cuando menos en cua-
tro abonos.
En la Tesorería Municipal no había dinero:
trescientos pesos^ única existencia en ella el día
13 de Septiembre, se habían gastado en aten-
ciones urgentes; el proveedor de la cárcel, Don
Enrique de la Tijera, se negaba á seguir propor
cionando racioues si no se le aseguaraba el pago
de lo que se le debía: en los juzgados no había ni
papel, ni tinta, ni plumas para el despacho; los en-
cargados del alumbrado y de la limpia se negaron
á trabajar si no se les pagaba y durante dos dias
con sus noches ni se aseó ni se alumbró la ciudad;
el administrador del hospital de mujeres demen-
- 361 -
tes urgía por que se le diera alguna suma para
atender al sustento de las asiladas. En medio de
todas estas penurias, vino la exigencia de Scott
á sumir al Cabildo en la más completa amargura.
Por medio de corredores se vio á los señores
Juan Manuel Lasquetti y Alejandro Bellangé j- se
empezó á contratar con ellos el empréstito de
$150,000 y con el fin de arbitrar recursos, el re-
gidor Lie. D. José Urbano Fonseca propuso en el
cabildo de 16 de Septiembre lo siguiente:
"1° Que se organizara el Gobierno del Distrito
tomando el Alcalde primero del Ayuntamiento el
título de Gobernador del Distrito por ministerio de
la ley, no obstante el nombramiento de Goberna
dor civil y militar que tenía el Jefe de la plaza.
"2° Que en consecuencia (sic) librara sus órde-
nes para que se asegurasen los caudales de la
Aduana, del Correo, de las contribuciones direc-
tas, etc.
"3" Que si lo creía conveniente, sirviera de ca-
ja común la Tesorería municipal y á ella se ocu-
rriera con los enteros que hicieren las expresadas
oficinas, álos gastos de Aministracion de Justicia,
fuerza pública de policía y demás que debían ser
de cargo del Gobierno del Distrito."
Estas proposiciones incontinenti fueron aproba.
das por unanimidad, excepto la primera respecto
de la cual salvó su voto el regidor Piñal.
En consecuencia, el Alcalde primero Reyes Ve-
ramendi empezó á funcionar como Gobernador del
Distrito y el Ayuntamiento procedió á administrar
Estudios hist<5rico3,— 46
- 362 -
las rentas públicas, que de pronto no le sirvieron
más que para aumentar sus tareas, pues todos los
ramos estaban en un desorden espantoso y no pro-
ducían nada.
En la Aduana las existencias de efectos fueron
reclamadas por particulares que alegaron ha
ber ya pagado al Gobierno los derechos corres-
pondientes, además Scott dispuso que desde 1° de
Octubre no se cobrase alcabala á los efectos ex-
tranjeros y que desde luego los nacionales intro-
ducidos en carros norteamericanos ó destinados
al ejército entrasen libres, con lo que se abrió an-
cha puerta* al abuso. (1) La existencia de tabaco
que por poco es declarada buena presa para el in-
vasor, en parte fué también reclamada por parti-
culares y de otra no pequeña dispuso Scott. En el
Correo no había entradas y las labores de la ofici-
na no podían llevarse á cabo por estar el edifi-
cio ocupado por soldados norteamericanos. Una
mañana el re^-idor .Sr. Zaldívar (2) encargado de
ese ramo, informó que el Administrador de ella ha
bia cerrado la oficina, y entregado la llave de él á
un empleado: éste se resistía á devolverla y el Sr-
Zaldívar tuvo que revestii'se de energía para re-
cogerla: D. Anselmo Zurutuza, empresario de las
diligencias generales^ propuso al Ayuntamiento
(1) El Lie. Konseca nombró para cncarírarsc'de ese ra-
mo A D. Ignacio Piquero, antiguo empleado y persona mu>
competente.
(2) Este señor y el Sr. Don José María .Aguayo son los
únicos de los regidores de entonces que viven; ambos cora'
pintamente retirados de la política.
- 363 -
encargarse del manejo del ramo, mediante el es-
tipendio de la mitad de lo que produjesen los por
tes, y fué aceptada la prosición consiguiéndose ade"
más que fuera desocupado el edificio. (1)
Esta falta de recursos y los apremios de Scott,
de los que se defendían los regidores con todas las
argucias de los letrados experimentados, alegan-
do que aún no tenían todas las rentas á su dispo-
sición, habrían producido un rompimiento entre la
Corporación y el general invasor, si no hubiesen
acudido al Cabildo con su ayuda algunos particu-
lares desprendidos como los Sres. Drusina, Piza-
rro y otros que facilitaron veinte mil pesos, los
que quedaron á disposición de Scott, por cuenta
del primer abono, el 24 de Septiembre en la ca-
sa banquera de -Mac Intosh. Con ese abono ya pu-
do algo respirar el Ayuntamiento 3- organizar más
el pago al que destinó mil pesos diarios (cuando
los hubiera) tomados de las rentas que adminis-
traba; rentas que estaba á punto de perder, pues
Scott amenazaba con apoderarse de ellas si no le
entregaban los abonos.
Esas penurias y angustias de la corporación mu-
nicipal aumentaron considerablemente con un oficio
que Quitraan le dirigió anunciándole el 17 de Sep-
tiembre que al día siguiente debían llegar tres mi-
prisioneros mexicanos, hechos en las acciones del
Valle y que el Ayuntamiento tenía que procurar-
[1] Pocos días dc-Spucs, y después de un debate rroh'jo,
aceptó el Ayuntamiento el conirato que propuso Zurutu-
za V que rigió hasta la vuelta del Gobierno á la capital,
— 364 -
es alimentos, ropa, alojamiento, etc.; esos prisio-
'neros fueron alojados por de pronto en el Conven-
to de San Diego y Hospital de Terceros y trasla-
dados luego á la ex-Acordada. La Corporación,
incontinenti, procuró atenderlos y disminuir su nú-
mero diciendo que muchos de ellos no eran solda-
dos sino trabajadores cog-idos de leva para las
obras de las fortificaciones, pero no consiguió que
fueran puestos en libertad, sino muy posteriormente-*
Además, procuró sacarlos de la Acordada, edi-
ficio que servía de cárcel y que le hacía falta pa-
ra llevar á los reos que estaban hacinados en la
Diputación, donde además de constituir un peli-
gro para las oficinas y los archivos, impedían á
los empleados dedicarse á sus labores. Quitman se
mostró deferente á que cambiasen de alojamien-
to, pero la Corporación pulsó muchas dificultades
para conseguir otro por las exageradas rentas que
pedían los propietarios.
Los infelices prisioneros, entre los que había
muchos heridos, carecían de todo y diariamente
dirigían á Quitman oficios exponiendo su triste
situación; el gobernador militar pasaba esos ofi-
cios al Ayuntamiento, que se esforzaba por reme-
diar los males de los soldados hasta donde sus
recursos lo permitían. En el Cabildo de 1° de Oc-
tubre, el regidor Sr. Piñal, comisionado para vi-
sitar á los prisioneros y escuchar sus quejas, pre-
sentó un pnínbazo de pésima calidad para demos-
trar lo mal alimentados que aquellos estaban por
culpa, en gran parte, del contratista.
- 365 -
En medio de todas estas contrariedades, el
Ayuntamiento iba organizando los ramos de la
Administración que habían quedado á su cargo:
compuesto en su gran mayoría de hombres inte-
ligentes, ilustrados y patriotas y que parecían es-
cogidos exprofeso para aquellas difíciles circuns-
tancias, supieron estar á la altura de ellas y se
manejaron con un tino y energía que nunca serán
bastante alabadas; de acuerdo con la Corte de
Justicia, que en su carácter de autoridad suprema
tenía escrúpulos en seguir funcionando en terri-
torio ocupado por el enemigo, organizaron la ad-
ministración de justicia, proveyendo á lo más ur-
gente; organizaron la policía, suprimieron mu-
chos empleados inútiles, simplificaron las labores
de las oficinas recaudadoras é introdujeron seve-
ras economías, usando de los poderes discrecio-
nales que tenían. Los señores Lie. Zaldívar, ins-
pector del ramo de contribuciones y correos;
Fonseca, déla Aduana, y Pozo, de tabacos y ren-
tas estancadas, no se dieron un punto de reposo y
pusieron en tan buen estado sus ramos, que muchos
años hacia no se veían tan bien organizados,
ni era tan económica la planta de ellos.
Una de las medidas más importantes que dictó
el Ayuntamiento fué la de prorrogar el plazo de
los vencimientos de los vales, pagarés, libranzas»
^ 366 -
escrituras y demás documentos de pago que .-
hubiesen cumplido desde el 9 de Agosto hasta c!
20 de Septiembre. En el cabildo del día 18 de este
mes, e! regidor señor Lie. Fonseca presentó la
proposición correspondiente que fué objeto de di-
versas discusiones y que no pasó del todo sin
oposición, pues no faltó capitular que objetara
que dictar esa resolución era atribuirse el Ayun-
tamiento facultades legislativas que no tenía.
Efectivamente, el señor Lie, Piedra tenía razón y
aun pudo reforzar sus argumentos alegando que
existiendo los Supremos poderes de la Nación, á
los que estaba sometida la Corporación Munici-
pal, ésta ni aun alegando las circunstancias ex-
cepcionales que concurrían, podía dictar tal acuer-
do. Sin embargo, por equidad y en vista de la
suspensión de los negocios todos que hubo en la
capital desde que se disparó el cañonazo de alar-
ma hasta que entraron los invasores, quedó apro-
bada la proposición del Lie. Fonseca en el Cabil-
do de 24 de Septiembre, y fué publicada por ban-
do. Esa proposición contenía diversos plazos se-
gún las diversas fechas de los plazos del venci-
miento, de los documentos.
Otro de los asuntos de que se ocupó el Ayunta-
miento fué el de procurar asegurar y recoger los
archivos públicos que habían quedado abandona-
dos y dispersos, eii el Cabildo de 27 de Septiem-
bre, el señor Piedra propuso que se rindiera una
información, sóbrela pérdidade esos archivos, así
como sobre el extravío de la espada del Empera-
-~ 367 -
dor Iturbide y sóbrela acta original de Indepen-
dencia que estaban en el salón de sesiones del Con-
greso. El Juez 1° de Letras, Lie. Ignacio Jáuregui,
fué el encargado de levantar esa información.
Negocios de diversa índole también ocupaban á
la Corporación: el Divinísimo no podía salir por
las calles con la misma seguridad y respeto que
antes, por las irreverencias y mofa de que hacían
gala los soldados norteamericanos: el señor Vica-
rio Capicular se dirigió á Scofí. pidiéndole garan-
tías en ese sentido y aunque el General en Jefe las
prometió, en tanto que se hacían efectivas, el
Ayuntamiento á moción del señor Díaz acordó con
el señor Canónigo Osores, que Su Divina Majes-
tad saliese en secreto y sin ninguna pompa.
Los vecinos de los Remedios pidieron que se
devolviese a su Santuario la milagrosa imagen
que meses antes había sido traída á la capital, y
aunque en cabildo de 2 de Octubre se acordó de
conformidad ala petición, el Lie. Fonseca se opu-
so alegando el desconsuelo en que quedarían los
habitantes de México al ver que hasta la mila-
grosa imagen abandonaba la ciudad.
El Abad y Cabildo de la Colegiata de Guadalu-
pe manifestaron que muy á su pesar se verían en
la necesidad de suspender el culto 3' cerrar el cé-
lebre Santuario, pues no había fondos para se-
guirlo sosteniendo, á causa de que no se le pagaban
los réditos de $527,832 que les debía el Gobierno
por préstamos y ocupaciones llevadas á cabo po-
0 tiempo hacía. El Ayuntamiento contestó que
- 368 -
iba á toinar en consideración el oficio 5' vería de
auxiliar á la Coleg-iata lo más pronto posible.
Pero esto era difícil: la Comisión distribuidora,
que bastante quehacer tenía, formó un pro3'ecto
de pag:os urgentes, que aunque se aprobó, muchas
veces no pudo llevarse á cabo: las atenciones del
Ayuntamiento se clasificaron de la manera si-
guiente: cárceles, hospitales, policía, prisioneros,
Justicia común y federal, conservación de edificios
públicos. Colegiata de Guadalupe, Hospicio, Casa
de expósitos. Hospital del Divino Salvador, etc.
Respecto de la Cárcel ya hemos visto las difi-
cultades con que tropezaba el Ayuntamiento, asi
como de los Hospitales, por falta de recursos; en
cuanto á la policía ocurrió un incidente grave que
por poco ocasiona una ruptura entre el Ayunta-
miento 3' el Alcalde Gobernador. En el primer ca-
bildo celebrado el dia 4 de Octubre se dio cuenta
con un oficio de este funcionario en el que excita-
ba á la Corporación para que sin pérdida de mo-
mento atendiese á la policía con sus haberes, pues
por la falta de ellos se notaban síntomas de insu-
bordinación en ese cuerpo. £1 Ayuntamiento,
después de un acalorado debate, aco^'dó di-
solver el cuerpo de policía porque era lastimoso
que los encargados de conservar el orden promo-
vieran el desorden: se comunicó este acuerdo al
Gobernador Sr. Reyes Veramendí y éste, herido
en su susceptibilidad, inmediatamente envió la
renuncia del puesto que desempeñaba.
Reunido el Cabildo en la noche, en sesión ex-
- 369 -
traordinaria, acordó enviar una Comisión al Go-
bernador suplicánJole que no renunciara y des-
pués de algunas expli -aciones, en las que Reyes
Veramendi dgo que su oficio había sido mal in-
terpretado y que únicamente urgía por el pronto
pago de los haberes; pues sí hubiera sabido que
la policía se iba á sublevar él la habría disuelto;
después de esas explicaciones, el Gobernador re-
tiró su renuncia y quedó convenido que la po-
licía sería organizada de acueid j entre ese fun-
cionario y el Ajuntamiento; de esa manera sa-
tisfactoria terminó el enojoso incidente que por
poco pone en peligro los intereses de la ciudad
por la separación de un funcionario tan útil en
aquellos momentos.
Desde el 25 de Septiembre y con motivo de las
noticias del sitio puesto á la guarnición norte-
americana de Puebla por los Generales Rea y
Santa-Anna, corrieron rumores de un levantamien-
to en la capital: se recomendó á los regidores y
éstos á su vez dieron instrucciones á los jueces de
cuartel para que desplegasen la mayor vigilancia;
el 6 de Octubre se acentuaron más esos rumores
y aun aparecieron en las esquinas algunos pas-
quines excitando al pueblo á un levantamiento:
esta efervescencia obedecía entre otras causas á
la noticia que se daba como cierta de que durante
las noches los mexicanos eran conducidos á los
cuarteles de los invasores y allí asesinados Pa-
rece que sí hubo algo de cierto en esto, pues
cuando se le comunicó á Quitman el rumor, se li-
Estudios históricos.— 47.
370 -
mitd á decir que iba á hacer las averiguaciones
necesarias y á desplegar mayor vigilancia, sin
protestar contra la imputación como lo hubiera
hecho en caso de no ser cierta.
Lo que el Ayuntamiento ni el Gobernador pu-
dieron conseguir nunca, fué que los invasores res-
petasen á los guardas, las rondas, ni menos á los
infelices serenos: noche á noche eran aporreados
éstos despiadadamente por los soldados ebrios que
además de cometer excesos, rompían los faroles
de aquellos, se hacían abrir por fuerza las vinate-
días donde pocas veces pagaban, ultrajaban á los
transeúntes pacíficos y hacían tropelías de toda
clase;eranyadetal claseque en la acta del Cabildo
de 14 de Octubre se leen estas palabras: «los in-
vasores exasperan con sus desórdenes á nuestros
compatriotas, qu'enes esperan que el E. Ayunta
miento se encargue de las necesidades que está en
obligación de remediar, acordando el pronto y efi-
caz remedio si no quiere reportar el desprecio y las
maldiciones de tantos mexicanos desgraciados »
Duras eran estas frases; pero inmerecidas,
pues los capitulares no se daban un punto de re-,
poso; para arbitrar recursos, sin conseguirlo, se
acordó pedir al ¡Monte de Piedad el dinero que
tuviera disponible; pero el Administrad"r de esa
institución de beneficencia, Sr. Don Manuel Sán-
chez de Tagle, contestó que no tenía un solo cen-
tavo disponible, pups los últimos dos mil pesos
que quedaban, los había pedido el General Santa-
Anna antes de salir de México con el ejército.
- 371 -
A fin de que los compromisos más urgentes pu-
dieran ser cubiertos, el regidor Piedra propuso el
14 -íe Octubre que se autorizase al Ayuntamiento
para contratar ese mismo día un empréstito de
diez mü peso» con el menor gravamen posible, y
aprobada la proposición, .'e consiguió esa canti-
dad á cuyo pago se aft-ctaron las rentas que ad-
ministraba el Cuerpo Municipal.
Hfcho el ri'es"pue5to para el mes de Noviem-
bre se vio que 1<'S egresos importaban 79,000 pe-
sos en tanto que los ingresos apenas llegarían á
40,000 pesos, resultando por consiguiente un dé-
ficit de consid-racion: se Cercenaron partidas y
más partidas; pero de todas maneras no se pudo
llegar á !a nivelación y hasta se intentó que Scott
perdonara el último abono de treinta mi pesos
que debía percibir de ¡a contribución que impuso
á la ciudaj; el Jefe invasor S2 negó á esta peti-
ción y en vista de las penurias por que atravesaba
el Ayuntamiento y de que no atendía á los prisione-
ros }'á otras exigencias, Qut man pensó seriamente
en quitarle la administración de los bienes nacio-
nales que se le habían dejado. Unacomision del Ca-
bildo se acercó al G^'bernador militar y consiguió
que por de pronto éste desistiese de su idea.
Sin embargo estos acontecimientos contribuían
á hacer cada día más tirantes las relaciones en-
tre los invasores y la autoridad mexicana, y á
que aquellos viesen llegar con agrado la époea
en que, según la ley, debía renovarse el Ayunta-
miento, pues el nuevo, elegido bajo la presión
- 372 —
de ellos, había de ser más acomodaticio á sus
exigencias y no defendería con tanta energía y
habilidad los intereses confiados á su guarda.
Por su parte, los regidores, aunque no anhela-
ban seguir en sus puestos que nada más disgus-
tos les ocasionaban, estaban resueltos á cumplir
con su obligación hasta el último momento y á
obedecerlas órdenes de su gobierno, y de esta
resolución provino la lucha que entre ellos y el
invasor se entabló y que tendremos ocasión de
ver desarrollarse en los capítulos siguientes.
VI
La cuestión de elecciones del Ayuntamiento la
vamos á referir de distinta manera de como la
refiere la mayoría de los historiadores que se
ocupan del asunto, acaso porque no tuvieron á la
vista los documentos que nosotros hemos podido
•conseguir. Por esta razón y aun á riesgo de apar-
tarnos algo del plan que nos propusimos en el
presente Estudio, nos extenderemos algo en la
narración, sirviéndonos de disculpa la convicción
de que ella será del agrado de nuestros lectores.
El Ayuntamiento de México, con toda la opor-
tunidad debida, empezó á ocuparse de las eleccio-
nes municipales á fin de conciliar los intereses de
la ciudad con las disposiciones legales y las cir-
cunstancias anormales por las que se atravesa-
ba. A este efecto se aprobó en el cabildo de 6 de
Octubre una proposición que tendía á averiguar
— 37 o ■*-
'*silos individuos que componen el Colegio elec-
loral que debe elegir al Ayuntamiento venidero,
están en la Capital en número suficiente, á fin de
que con presencia de este dato se resuelva loque
convenga". No consta en las actas de Cabildo si
se hizo la averiguación ó nó; pero que el asunto .
no se olvidaba lo comprueba el hecho de que el
21 del mismo Octubre el Alcalde 1*^ Gobernador
Sr. Reyes Veramendi, consultó al Gobierno Su-
premo lo que debía hacerse entonces, que seaproxi-
niaba la época de la elección de Ayuntamiento y
de Diputados.
líl Ministro universal Sr. D. Luis de la Rosa,
contestó desde Querétaro el 27, una larga comu-
nicación, en la que después de examinar el pro y
el contra de la cuestión, resolvía en nombre del
Presidente interino, que estando ocupada la ciu-
dad por los invasores, por entonces no hubiera
elecciones. "Afortunadamente, agregaba, el mal
no es del todo sin remedio^ El E. Ayuntamiento
actual que tantas pruebas ha dado de su decisión
por la suerte de esa digna y desgraciada capital,
con cuya confianza sin duda alguna cuenta, po-
drá continuar en el ejercicio de su autoridad, en-
tretanto que es posible verificar las elecciones de
la manera conveniente." P'n cuanto á las de Dipu*
tados al Congreso, por el Distrito Federal, decía
que ya la ley ¿e 2 de Junio de ese año había pre-
venido que siguieran en ese encargo los mismos
que no hubieran podido renovarse, (sic;
Dada cuenta con esa comunicación en el Cabil-
- 374 ~
do de 3 de Xoviembre, pasó á la comisión respec-
tiva compuesta de los Sres. Aguayo, Piedras y
Díaz, la que presentó dictamen el día 9 en sesión
extraordinaria secreta, habiéndose declarado pre-
viamente el nesfocio de rigoroso secreto. El dic-
tamen de la mayoría (señores Aguayo y Piedra)
contra el voto del irr. Díaz terminaba con esta
proposición: «Se dará cumplimiento á la resolu-
ción del Supremo Gobierno, comunicada al Ayun-
tamiento en 31 del último Octubre y así se mani-
festará al contestarse de enterado." Se señaló pa-
ra la discusión el 11 de Noviembre,
A esa sesión asistieron los Sres Pozo, Flores,
Padilla, Fonseca, Espinosa, Diez de Bonilla, Pa-
lacios, Beraza, Tello de .Meneses, Icaza, Piñal,
Aguayo, Zaldívar, Castañon y Piedra. El Sr.
Díaz fué el que primero tomó la palabra, impug-
nando el dictamen y sostenic-ndo que las eleccio-
nes municipa'es debían verifiv:arse con arreglo á
la ley de 12 de Julio de 1830, pues el gobierno, no
. obstante las circunstan<;ias, no tenía derecho para
derogar Iíís leyes. Surgió una acal iradisima dis-
cusión en la que tomaron parte los Alcaldes y
Regidores presentes, distinguiéndose en contra
del dictamen el Sr. Fonseca y en pro los regido-
res Piedra y Zaldívar: el Sr. Pozo manifestó que
' en el caso de que se resolviese por verificar las
elecciones tendrían que adoptarse las medidas
necesarias para no dejar abandonados los crédi-
tos contraídos por más de cien mil pesos y desti-
nados á organizar las rentas estancadas. Debt-
- ó/ o "-
mos hacer notar aquí que Pozo comprometió su
créJito personal para con->eguir e^Oi recursos y
que aun de su peculio suplió muchas veces lo que
í.tkaba, aunque fuesen cantidades fuertes.
Después de cuatro horas de un acalorado deba-
te, el dictamen de la comisión de elecciones fué
desechado por maj'oría contra los votos de los
Sres. Zaldívar, Aguayo, Piedra y Beraza. A con-
secuancia de tisto, Tello de Meneses presentó la
siguiente proposición que fué aprobadac tPído á
V. E. se sirva nombrar una comisión que inmedia-
tamente proceda á expediiar las elecciones con
arreglo á la ley de 12 de Julio de 1830» La comi-
sión desde luego quedó compuesta de los Sres.
Diaz, Aguayo y Piedra.
Tanto los que querían que se cumpliesen las
disposiciones del Supremo Gobierno como los que
estaban por que se hiciesen las elecciones tenían
razón: los primeros comprendían que en una ciu-
dad ocupada por el enemigo extranjero, los ciu-
dadanos no podían tener toda la libertad necesa-
ria para ejercer sus derechos (1 ) y llevar al Ayun-
tamiento á los que le parecieran mjs apios, así
como que las elecciones podían dar lugar á de-
sórdenes de que podían aprovecharse los invaso-
res, en tanto que l-js segundos abogaban por el
cumplimiento de la ley, y no querían ser los pri-
meros en dar el ejemplo de desobedecerla, así co-
tí] Hoy este lenzuaje pa-eccrá extraño v no íaltirá
quiL-n lo critique, pero n aquella «poca huJbiA verdade-
Ttttnente Uocrcades públicas.
- 376 -
rao también veían que á diario se iban haciendo
más tirantes las relaciones entre el cuartel gene-
ral y el Ayuntamiento y temían que llegara el día
que, fastidiado aquél de las continuas represen-
taciones que se le hacían, cometiese al ñn una
violencia como al fin la cometió: querían por lo
tanto dejar el lugar á hombres nuevos que acaso
no luchasen con tantas dificultades como ellos en-
contraban á cada paso.
De todos modos, debemos congratularnos de
que á nosotros no nos tocaran aquellos tiempos
calamitoso» y tener en cuenta esta circunstancia
para cuando se trate de juagar de la conducta de
aquellos hombres que hartas pruebas dieron de
patriotismo.
El acuerdo de la Corpcfracion fué comunicado,
á moción de Espinosa, al Gobierno nacional, por
medio de un extenso oficio en el que se expresa-
ban las razones que ese Cuerpo había tenido pa-
ra acordar que se procediera á las elecciones, y
desde luego se procedió á arreglar éstas, sienio
desechada la proposición de Beraza (12 de No-
viembre) que pidió se suspendiera el acuerdo da-
do el día anterior. Se hicieron los padrones, la
división de secciones, etc., y parecía que el asun*
to había quedado resuelto definitivamente.
Entre tanto, nuevos motivos de disgusto surgie-
ron con el general enemigo: habiendo sid.) azota-
do un mexicano de apellido Flores, en medio de
la plaza de armas, en presencia de numeroso pi'í-
blico, y continuando ese género de castigo, la
- - 377 -
población se indignó en tales términos que llegó á
temerse un levantamiento. El cuerpo municipal,
con tal motivo, dirigió una común cacion al Go-
bernador militar pidiéndole la abolición de esa
pena extraordinaria y desconocida en .México, ha-
ciéndole ver las diticultaJes que su aplicación po-
día ttaer. Este funcionario contestó en términos
duros, dic'endo que la pena era usada en su pais
con muy buenos resultados para los delincuentes;
que no estaba dispuesto á aboliría, sino antes
bien á aplicarla en mayor escala: y que en cuan-
to á los temores que el Ayuntamiento manifesta-
ba, había suficientes soldados norteamei ¡canos
para sofocar cualquier levantamiento y para cas-
ti^^ar severamente á sus autores: que en vez de
ocuparse de abobar por delincuentes, la Corpora-
ción debía cumplir con su deber de asear la ciu-
dad, vigilarla y averiguar lo que hubiere de cier-
to acerca de los rumores que corrían d^- una re-
volución acaudiHaJa por Don Manuel Luis Hie-
rro, y que parecía que tenía por objeto sorpren-
der los cuarteles de los invasores.
Como para ate mar el efecto de la mala impre-
sión qu¿ respuesta tan d-scomedida causó, Smith,
nuevo gobernador, participó el mismo día al
Ayuntamienio, que .Scott. en atención á la solici-
tud del limo. .Sr. D. Juan .\lannel Irisarri, Arzobis-
po de Cesárea y Vicario capitular de México, ha-
bía resuelto poner en libertaJ bajo su palabra de
honor á los prisioneros mexicanos que tenía en su
poder el invasor.
Estudio* hUtAricos, -•iH,
- 378 -
A poco de esta disposición que beneficiaba á
multitud de individuos que habían pasado miles
de privaciones sólo por defenJer á su patiia, y á
los que el empeño y los rueg'os del virtuoso pre-
lado devolvían la libertad, Scott dictó otra que
caubó profundo disgusto. Por bando que hizo publi-
car, en 23 de Noviembre, al Sr. Reyes Veramendi,
prevenía que, siguiendo las instrucciones de su
Gobierno que qutría que el ejército de ocupación
no fuese gravoso al Erario de los Eítados Uni-
dos, procurasen obtener todos los recursos que
necesitaba del país ¡nvaJido en tanto que éste no
se in:linase á celebrar la paz; que en consecuen-
se prohibía la exportación de mineral de oro y pla-
ta por todos los puertos de México; también se de-
cía en bando de la misma fecha que: "habiendo
tomado posesión de la ciudad de México y sus in-
mediaciones el ejército de los Estados Unidos el
día 14 de Sc-ptiembre, todos los derechos y auto-
riJades del Gobierno mexicano en, y sobre el dis-
trito así ocupado, quedaban investidos en los Es-
tados Unidos; que por lo tanto, ninguna venta de
bienes eclesiásticos, especificados en ti decreto
que antecedía, (1) sería legal si no era hecha con
el consentimiento de los Estados Unidos, y en la
forma y bajo las condiciones que antecedían, y
que cualquiera infracción de aquella regla, no só-
lo sería cast gada con las penas que prescribía el
[IJ El de 6 dejull ^ tícese año de IS47, que poma algunas
li.ioi.i.T íi l;i vcnt i de los bienes del cleiO con motivo de
\o-, «buso» que cometían los ajíiotistus, prevalidos de las
circuuáwiQcia»,
- 379 -
decreto, sino que cualquiera atentado á vender bíe*
nes eclesiásticos sin el consentimiento de los Es-
tajos Unido>, cuisarÍA la confiscación de dichos
bienes, á beneficio de los Estados Unidos."
Esta última disposición se publicó en inglés en
El Norteamericano y en castellano en El Moni-
tor Republicano, llamando la atención que este
periódico, que en general se portó bastante bien
durante la ocupación, se prestase á hacer una
publicación semejante de un decreto del enemigo.
Acaso lo hizo por tratarse de bienes del clero,
aunque hay que convenir que en esa época no
asumía todavía el carácter de jacobino intransi-
■ gente que en p2¿ó á tomar desde la caida de
Arista.
El Gobierno Nacional al tener conocimiento de
esta dispi.sicion del General Scott, protestó con-
tra ella, previniendo que serían nulas y de ningún
valor las ventas ú operaciones que se hiciesen en
virtud de la orden del general norteamericano, y
procuró que esa protesta tuviese la mayor circu-
lación pi.sible, á fin de que nadie pudiese alegar
ignor;incia de ella y de que andando el tiempo no
fuese fácil á algún extranjero reclamar indemni-
zación pecuniaria alguna por supuestos perjui-
cios.
En México la protesta causó el efecto buscado
por lo que El N )rteamerica.vo y La Estrella Ame-
ricana no escasearon sus desahogos para el Go-
bierno nacional de Querétaro.
Las disposiciones de Scott tendían más bien á
-^ 380 -^
obligar á aquel á negociar la paz; pero esto ftO
era muy fácil; sólo unos cuantos de los reunidos
en Querétaro trabajaban patrióticamente por sa-
car á l.i República del abismo en que se hallaba
hundida, pero los demás poco se preocupaban de
la situación; los Estados permanecían en la más
completa indiferencia: Don Francisco Modesto de
Olaffuíbel, Gobernador del Estado de México pro-
curaba cobrar las rentas que correspondían al Dis-
trito Federal, (1) Donjuán Alvarez, después de su
conducta indolente en el Molmo del Rey había
vuelto á sus montañas del Sur donde sü!o se ocu-
pó de crear dificultades al gobierno de aquel Es-
tado; algunos otros gobernadores aunque felicita»
•^on al Sr. Peña y Peña, muy poco le ayudaron;
ellos mismos y los diputados concurrieron á Que-
rétaro con mucha lentitud, el partido santanista
no dejaba de cí-ear dificultades de todo género al
Gobierno. Paredes se oponía á la paz y propaga-
ba la idea de una monarquía; en fin, como mues-
tra de la anarquía que reinaba copiaremos aquí
algunas palabras del diputado Zubieta: "Ni el Con-
greso ni el Ejecutivo actual tienen elementos pa-
ra hacer la guerra eficazmente, ni el poder de
ajustar la paz en térmitios justos y decorosos, y
en posición tan penosa sólo sirven de estorbo d
los Estados quo acabarán de miseria si han de
tener que sostener un personaT tan iniítil como
costoso. Parece bastante indicado que tanto para
(1) ^o obst "nc este seflor fué el que pi estíJ más auxi-
Uos al Gobierno Nacional.
- 381 -
un régimen interior administrativo, como para
conjurar la tempestad que está encima, la patria
demanda de parte de sus gobernantes el sacrificio
de declarar su nulidad. Este acto, por mucho que
cueste al amor propio, será el principio de vida, y
tal vez será un título de merecimiento á los ojos
de nuestros pósteros. -Se dirá que esto es procla-
mar la anarquía, y yo conced'i que en efecto, se
producirán las consiguientes convulíione?. Pero,
por ventura ¿no estamos bajo una anarquía sola-
pada y sistemada que acabará por aniquilarnos?
La ciencia política en ca-^os extremos aconseja es-
te extremo remedio. Sismondi ha dicho que "cuan-
"do una nación grande ha perdido su ejército, sus
"puertos y su capital, no tiene más recursos que la
"apelación Tranca á íu? I< calidades, áe st líese ca-
"da ttno como pueda. Tal f s, según creo, la decla-
"racion que hoy podría sahar á los pueblos."
Esto se decia el 1° de Noviembre, época en que
la idea de la paz tenía aún muchísimos adversa-
rios; conociendo todas estas disposiciones y la si-
tuación, era por lo que Scott dictaba disposicio-
nes encaminadas todas á obligar á México á apre
surar la celebración de un tratado que diese fin á
la guerra.
VII
El oficio qne el Ayuntamiento de México dirigió
al .Supremo Gobierno enumerándole las razones
que tenía para no suspender las elecciones muDÍ-
- 383 -
cípales, dio por resultado que el Presidente electo,
General D Pedro ¡María Anaya, (1) expidiese en
Querétaro un decreto el 26 de Noviembre f n el
queprevenía, que en virtud de las facultades extra-
ordinarias de que estaba investido, no se verifica-
sen las elecciones de Ayuniamif'nto ni de ninguna
otra clase en loslugares ocupados por el enemigo.
Es'í decreto se recibió en México y se presentó en
el Cabildo del día 30 de' mi-;mo mes (Xoviembre),
y á moción del regidor Palacios se citó á s( s on
extraordinaria secreta para el siguiente dÍM 1° de
Diciembre, y se deUrninó que la comiii n de
elecciones abriese dictamen sobre el decreto y
comunicación recibidos.
En ese otro Cabildo, asistió el Alcalde Gober-
nador Reyes Veramendi y puesto al debate el dic-
tamen de la comisión, se dividió en tres partes de
las que la primera consultaba qi.e se cumpliese
con lo prevenido en el decreto; el regidor J'-spi-
nosa interpeló al Alcalde para que dijese con fran-
queza «s,í había obstáculo de hecho que impidiera
el cumplimiento de una resolución suspensiva de
las elecciones en el sentido del dictamen". Ha-
biendo contestado Veramendi que en su concepto
no había ningún obstáculo para impedir el cum-
plimiento de esa resolución, empezó un acalora-
do debate en el que tomaron parte todos los pre-
[1] El 12 de Noviembre el Congreso proced-'ó A la
elección de Prc^ulentc. qui- recayó en el General A"avíi,
quedando de Ministro do Relaciones el Lie. ^'ela y Pefía,
que en Eni rodé ls4'i vi.ivio A "'Cupar hi Presidcriciapor
no haberse ver»flcado Us elecciones.
- 3S3 -
sentes, y proponiendo el Lie. Fonseca que se ve-
rificasen las elecciones por los disturbios á que
daría luarar una rasolucion contraria y por las in-
trigas que se pondrían en juesTo, á juzg"ar por la
fermentación que 3'a empezaba á notarse entre
a'gunos grupos de la sociedad.
Al fin quedó aprobada la primera proposición,
encaminada á consultar que se obedeciese la ley
de 26 de Nobiembre: la segunda concebida en es-
tos términos: «En con ecuencia, se S'isp-nderáti
en el estado que guardan, los trabajos piepara-
torios para las elecciones"; también fué aproba-
da así como la tercera que decía: "El señor Go-
bernador del Distrito toma'á las disposiciones
convenientes para que se cumpla este acuerdo.»
De conforni'dad con esto, el Alcalde Goberna-
dador hizo circular á los comisionados y publ car
en el Mo.viTOR Republicano, el siguiente avit>o:
"Gobierno del Distrito Federal. — De acuerdo
con el Exmo. Ayuntamiento de esta Capital, he
dispuesto se suspendan por ahora las elecciones
que iban á hacerse para la renovación de dicho
cuerpo en el año entrante.
"En tal virtud, suplico á vd. tenga la bondad
de remitir desde luego á la Secretaría de este go-
bierno, el padrón que ha formado en esa sección
juntamente con las boletas que se le entregaron.
«Con este motivo tengo el honor de protestar
á vd. mi especial aprecio.
«Dios y Libertad. México, Diciembre 1° de 1847.
— Manuel R. Veramendi."
- 3S4-
La totalidad casi de los comisionados para for-
mar los padrones obedeció e^ta órd-n. pero al
mismo tiempo algunos individuos alegaron que
j'a las elecciones primarias estaban hechas y sur-
gió el incidente de división de los partidos como
habia suicido en Querétaro desde Ja instalación
alli del Gobierno Supremo; y de cuya división va-
mos á dar algunas ligeras noticias.
Santa-Anna había vuelto al país traído per los
liberales ó puros como se les empezaba á llamar,
que pronunciados en la Ciudadela el 4 de Agosto
de 1846 y con el general Salas á la cabeza, derro-
caron la administración de D. Mariano Paredes y
Arrillaga que había dado á conocer demasiado
sus tt-ndencias al establecimiento de una monar-
quía en México. Apenas subió al poder Santa-
Anna llamó a los liberales, dando la cartera de
Hacienda á Gómez Parías y á O. Crescencio Re-
jón la de Relaciones; el primero de éstos á poco
dejó la cartera y ocupó la Vicepresidencia de la
Repiíbüca, y á poco entró al poder por haber sa-
lido Santa Anna á la campaña del Norte (Septiem-
bre de 1846) con motivo del avance de los norte-
americanos sobre Monterrey. Gómez Parías em-
pezó á querer poner en planta las reformas que
ya había ideado desde 1833 y esto dio motivo á
la revolución de los polkos y á que Santa-Anna
sin obtener todo el resultado que debía de la ba- ¡
talla de la Angostura, regresase violentamente á
la capital y empuñase nuevamente las riendas del
gobierno.
— 383 -
Si bien esa revolución hizo que Santa Anna pa-
ra evitar mayores males, diese de mano a Farías;
no postergó enteramente á los puros ó liberales
que acababan de traerlo y como por vía de tran-
sacción con los partidos, dejó en la Presidencia al
General D. Pedro Maria Anaja en tanto que él
salia á la campaña de Cerro Crordo.
Después de la derrota que sufrió en este punto
y los desastres del Valle de México, Santa-Anna
se vio en la precisa necesidad de entregar la si-
tuación al partido moderado que en las grandes
crisis que ha sufrido México era el encargado de
darles una solución, laque no siempre ha sido sa-
tisfactoria, pero los puros que veían escapárseles
de las manos el poder, empezaron á trabajar en
Q-.ierétaro por que se contase con ellos y por que
su caudillo que estaba olvidado en Tehuacáa vol-
viese al poder.
El directorio liberal de Querélaro tenia una su-
cursal en México y á ésta dio orden para que tra-
bajase activamente por triunfar en las elecciones
municipales que iban á tener lugar en la Capital;
los liberales de aquí presto se pusieron de acuer-
do con los invasores y la lucha dio principio.
Don Francisco Suárez Iriarte, ex-Ministro de
Santa-Anna y á la sazón diputado al Congreso de
la Union, cuyo lugar estaba entonces en Queréta-
ro y no en México, fué el que hizo cabeza entre
los alborotadores que querían hacer las eleccio-
nes; á él se le unieron el Lie. D. Agustín Jáure-
gui, D. José María Arteaga, D. Manuel García
Estvidios hist"5ricos.— 49
- 3S6 — •
Rejón, pariente del Ministro de Santa-Anna, D. ¡Mi-
guel Lerdo de Tejada, entonces casi desconocido,
el Lie. D. Elig-io Romero diputado del Estado de
México, el Lie. D. Miguel Buenrostro, y otras per-
sonas que iremos nombrando. Estos individuo?
manifestaron que en virtud de los acuerdos del
Ayuntamiento de 11 y 12 de Xovierabre, ya habían
procedido á verificar las elecciones primarias,
cuando lo que en realidad hicieron fué una farsa
según la calificaron los autores de la obra "Apun-
tes para la historia de la guerra. >
El Monitor Republica.xo, autoridad nada sos-
pechosa, decía hablando de esos individuos que
eran "unos cuantos promovedores que no pasan
de seis, y son de esos parlamentarios derrotados
en sus tendencias saiifn/iíp/ii'ns, asociados con
otros inquietos bien conocidos, y por tanto, mal
vistos por todos los partidos y la sensata socie-
dad. >
£1 5 de Diciembre se reunieron esos individuos
en diversos cuarteles de la ciudad. «.Siéndonos
imposible, dice Suárez Triarte, (1) depositar nues-
tros votos en las urnas de los comisionados muni-
cipales, porque habían sido retirados por un mero
hecho, levantamos una actív que firmaron cente-
nares de personas en cada uno de los cuarteles
de la ciudad y produjeron el número de 117 elec-
tores secundarios. >
Entre estos elccforfs liabia algunos que ningún
(1) Defe.vsA, púg 11
- 387 -
participio tomaron en la farsa ñguiando sus nom-
bres nada más para darle á ella los promovedo-
res, más visos de formalidad, como sucedió con
el Lie. Boves, que protestó indignado, y con el
joven D. Antonio alaría Vizcayno, estudiante de
San Gregorio, hijo del general del mismo nombre,
y que á pesar de no tener aún la edad de veinti-
cinco aiios requerida por la le)', se le hizo figurar
en las listas sin consentimiento su}-©.
La lista de los electores que suscribieron la ac-
ta de 17 de Diciembre, hela aquí:
Agiisttn Jdiiregni, (1 i Sostenes Juárez, Carlos
Dacosta, Eligió Romero, Miguel Bueitrostro, Ma-
nuel Garcíei Rejón, José Hermosa, Ignacio Buen-
rostro^ Manuel Landrove, Agustín de Vera, José
María Pliego, Felipe Rósete, Marcos Espinosa,
José Acevedo, Luis de León, Rafael Rubio, Igna-
cio Nieva, Agustín Dávalos, José María Flores
Alatorre, Tiburcio Martínez, José alaría Hernán-
dez, Vicente Gómez de la Puente, José R. Aguí-
lar, Miguel Espinóla, Vicente García, Anselmo Sa-
lazar, José P. Castillo, Nazarío Fuentes, Lie. José
María Borda, Adolfo Hegeivish, Miguel Lerdo,
Ignacio de Jáuregui, José A. Morales, Hipólito
Rodríguez, J. Marcos Torices, José Joaquín Gar-
cía, Francisco Snñrcz Triarte, Joaquín Espino
Barros, Pedro González, Manuel J. Redondas, Lie
Justo Pastor Macedo, Sebastian Betancourt, J.
C. Leplícher, Juan José Domínguez, Manuel Tris-
(1) Los que están con letra bastardilla fueron también
regidores.
— 388 -
caseño, Benigno Ocaña, Mariano Candil, Luís
González, Ciro Hermosa, Francisco Martínez,
Carlos Hermosa, Manuel Moya, Miguel Romero,
Manuel Luis Fierro, Vicente Morales, Gabino Ve-
lasco^ Antonio Barrera, Francisco Buenabad, Pe-
dro Díaz, Silvestre Olguin, Francisco Villasana,
Bruno Berruecos, Máximo Ramírez, Ignacio Gu-
tiérrez, Diego Montenegro, Ignacio Várela, Mi-
guel Salvatierra, Xazarío Rico, Cayetano Sala-
sar, Justo Gómez, Tomás Islas, J. Fernández Za-
mora, Sabino Aguilar, Rafael Zea y Collantes,
Antonio Montes de Oca, Germán Corona, Abra-
liam López, Marcelino Guerrero, Procopio Mon-
roy, Manuel de Sánchez, Sebastian Espinosa, ¡Ma-
nuel Ibar, Epitacio Hermosa, Manuel Terraza,
Tranquilino Ibar, Francisco Borda, Mariano Vái-
das, Amador Rósete, Blas Gutiérrez, Manuel, Ró-
sete, Pascasio Díaz, Francisco Romero y Pedro
Corona.
En total noventa y tres, debiendo ser según la
ley "el número de electores, de doscientos noventa
y cinco.
El Ayuntamiento entretanto seguía preocupado
con el asunto de elecciones: con el fin de evitar
que después se dijese que algunos de sus miem-
bros habían protestado contra las elecciones que
se iban á verificar, hizo que el Secretario exten-
die.ie la siguiente certificación:
"El Líe. Cástulo Barreda. — Certifico: que en
cumplimiento del acuerdo del E Ayuntamiento,
que en ninguna de las actas de los cabildos cele-
- 389 -
brados consta que los señores Don Juan Palacios
y Don José María Bonilla, ni ningún otro señor
capitular, hayan hecho protesta alguna contra los
actos preparatorios para las elecciones relativas
á la renovación del cuerpo municipal. México Di-
ciembre 4.de 1847. — Lie. C ástulo Barreda."
El invasor norteamericano que veía con disgus-
to los actos del Ayuntamiento y que obedeciese
las disposiciones del Gobierno nacional cuan-
do quería tenerlo suspeditado á las suj-as, recibió
aviso de que las elecciones no se verificarían, y
supo la verdadera causa; pero como aquellos
no podían ó más bien, no querían conformarse con
que en México fueran obedecidas las órdenes de
nuestro Gobierno y querían que gobernara un
Ayuntamiento que fuera hechura suya, se opu-
sieron á que se suspendieran las elecciones
municipales i'l) y mediaron contestaciones entre el
(1) El estimable hislori;u1ar señor líoa Bárconu dice á
este respecto: «Nuestra autoridad civil expidió convoca-
toria y mandó formar padrones y repartir boletas seña-
lándolos días 5 y V2 de Diciembre para las elecciones pri-
marias y secundarias; lodo con arre};lo á la expresada Ipv
de 14 de lulio del83(J. Pero la misma autoridad con fecha
1" de Diciembre acordó suspenderlas en virtud del decre-
to dado en Qucrétaro el '¿b de Noviembre, y que proba-
blemente hasta entonces llegaba á conocimiento suyo;
aunque esta causa de suspensión, que debe haber sido
la verdadera, fué comunicada conliJencialmentc al gober-
nador militar Smith, la providencia pública de sus-
pensión no la alejíó. ni se fuudó sino en el temor de desór-
denes posibles." Recuerdo::; (ic /a invasión iiortccvtcrica-
na. Página 547. Como hemos visto, el Avuntamiento tuvo
oportuno conocimiento del decreto á<'\ Gobierno, pues se
le remitió; por ese decreto se suspendieron las elecciones:
la causa se comunicó al general en jefe por medio del Go-
bernador militar y el señor Revés Veramendi al partici-
par á los comisionados la suspensión, no les dijo Ir causa,
- 390 -
gobernador Veramendi y el civil militar, mas co-
mo no se llegase á un acuerdo, el segundo dio la
siguiente orden que hizo publicar en El Monitor
Republicano y en The A.m úrica n Star y que üic
comunicada al Ayuntamiento.
"Palacio Nacional, México, Diciembre 10 de
1847.
"i. Cualesquiera decreto del t.obierno mexica-
no que afecte ó modifique los derechos políticos
délos que viven en el territorio ocupado por el
ejército es nulo, y cualesquiera tentativa para
promulgar semejantes decretos como efectivos, o
que les refuercen sin ti consentimiento y aproba-
ción de las autoridades americanas, serán consi-
derados y castigados como una oposición directa
á ellas.
"2. La gente de la Ciudad de México tiene de-
recho de hacer sus elecciones municipales sin nin-
guna interrupción.
Persifor F. Smitli, Hrvl. Hrig. (.ieneral y Go-
bernador civil y militar."
Aunque no sabemos con qué fundamento, se
dijo que los disidentes presididos por Suárez
Iriartc trabajaron cerca del general norteameri-
cano porque se llevasen á cabo las elecciones que
habían intentado, (el Monitor fué uno de los que
hicieron tal aseveración); creemos que sí hubo al-
go de esto, puís fué notoria la protección que á
limil;\ndO'-;e A decir que cs.a suspensión se hacía do acuer-
do con el Ayuntami lito. El señor Koíi Barcena, que no vio
los archivos de esta Corporación, se acercó no obstante,
mucho .1 la verdad de lo que succdi'^.
- 391 -
ese grupo dispensaron Scott y las autoridades
invasoras, como veremos más adelante, unida á
esta causa existió la de mala prevención con que
era visto el Aj'untamiento que funcionaba y el
disgusto que causó á Scott ver que ese cuerpo
ante todo obedecía las órdenes del Supremo Go-
bierno.
En virtud del decreto del Gobernador milicar,
los llamados electores continuaron tranquilamen-
te haciendo su farsa.
VIII
Al siguiente día, 11, reunido el Ayuntamiento
en sesión extraordinaria, discutió las siguientes
proposiciones presentadas por la comisión de elec-
ciones:
"Exmo. Señor:
"Los que suscriben piden á \'. S. se sirva apro-
bar con dispensa de trámites las siguientes pro-
posiciones:
"1=1 En virtud de la resclucion dictada por el
•Sr. Gobernador civil y militar /)a;ví qitc los liabi-
taiitc:^ de la ciudad fiagan sus elecciones siiiin-
tcrnipcioii (tlí^itna , y cuya prevención el cuerpo
municipal está forzosamente obligado á cumplir
bajo las protestas hechas al Sr. General en Jefe
en 13 de Septiembre, supuesta la ocupación mili-
tar de la capital, y que aquella disposición emana
- 392 -
de una de las autoridades que proceden de esa
misma ocupación; se continuarán haciendo con
arreglo á las lei^es, las elecciones mandadas sus-
pender. ( Ij
"2'"^ En consecuencia^ se remitirán los padrones
3' boletas respectivas que se recogieron á los ciu-
dadanos encargados por el Ayuntamiento, de em-
padronar y formar las casillas con arreglo á la
ley de 12 de Julio de 1830.
"S*"^ Habiendo pasado el término en que con-
forme á esta misma disposición debió haberse ve-
rificado la elección primaria, ésta tendrá efecto
el domingo 19 del actual, verificándose el 26 del
mismo la secundaria en que deben nombrarse los
ocho alcaldes, cuatro regidores y dos síndicos que
germinan sus funciones en este año y deben reem-
plazarse para el entrante. La instalación de la
junta electoral de que habla el artículo 13 de la
citada ley, se verificará el miércoles 22 del pre-
sente y las reuniones preparatorias á que hacen
referencia los artículos 53 y 63 de la misma ley,
se efectuarán del día 22 al 26 referido.
"4=^ Estas disposiciones se comunicarán desde
luego al Sr. fiobernador del l^istrito para que se
I
(1) El ya c'itaJo Sr. K(>:i Barcena dice en su o'Ma, (pá?. ^
518; «A otro día (It de IJiciombieJ el Ayuntamiento, cu
vista de la anterior disposición militar y salvando sus
propias piotesias hechas al ser ocupada la ciudad, acor-
di') tiue se hicieran las elecciones los doniinj;os 19 y V() de Di-
ciemlne, á lin tie que se pudiera cumplir con los requisi-
tos de empadronamiento del vecindario y distribución
de boletas prevenidas en l;t ley de U de julio de 1833. IjI
parte rcglamentavia de este acuerdo apareció coa fvcha
13 de Diciembre.:)
- 393 -
sirva publicarlas por baodo, y un ejemplar de éste
se remitirá á los iudividuos comisionados de em-
padronar."
Estas proposiciones ocasionaron un largo de-
bate: Don Mariano Icaza propuso que una Comi-
sión del Ayuntamiento se apersonara con el Go-
bernador civil y militar para preguntarle si esta-
ba decidido á sostener las elecciones tumultuosas
que iiegalmente trató de hacer una insignificante
minoría; pues si tenía intención de apoyar seme-
jante acto, era por demás que se publicara el
bando á que se refería el dictamen. El Lie. Fon-
seca replicó diciendo: que era por demás solicitar
esa entrevista, porque además de no encontrarse
.Sraith en la ciudad ese día, las proposiciones pre-
sentadas tenían el mismo fin de saber la determi-
nación del expresado Gobernador, porque si no
contestaba á la nota que se le dirigiera ó no ponía
obstáculo^ se publicaría el bando; que por lo de-
más la publicación de él no era urgente que se
hiciera el mismo día. pues podía hacerse al día
siguiente ó al otro.
En esta sesión sólo \u¿ aprobaba la primera de
las proposiciones presentadas, las restantes lo fue-
ron en el cabildo del 13 de Diciembre y este mis-
mo día Reyes Veramendi hi¿o publicar un bando
previniendo que las elecciones municipales ten-
drían lugar los domingos 19 y 2ó de ese mes, de
acuerdo con lo decretado por el Ayuntamiento.
Pero entre tanto, los que habían pretendido ha-
cer las elecciones no descansaban y consiguieron
lisluOios bisfíricos,— .'()
— 394 -
que el día 11 el Secretario del Gobernador militar
Smith, dirigiese la siguiente carta orden al indivi-
duo que tenía á su cargo el local donde acostum-
brábase verificar las elecciones:
«Secretaría del Gobernador. — Diciembre 11 de
1847. — Muy seíior mío: El Gobernador civil y mi-
litar de esta capital me manda informe á vd. que
cree conveniente que se abra mañana á la hora
acostumbrada (las 9 de ella) el lugar donde se
acostumbra hacer las elecciones municipales.
<E1 Gobernador en esto no desea manifestar
opinión alguna respecto de la marcha que han se-
guido los dos partidos. Uno por que haya eleccio-
nes y otro por que no las haya, sino simplemente
ordena que el lugar de la junta se abra como de
costumbre.
«Muy respetuosamente de vd., obediente servi-
dor. — [Firmado.] — K. i*. H.\MNo.\n, .Secretario.—
.Sr. Arrillaga.^
.Seguros ya Suárcz Iriarte y demás, de que se ■
rian ayudados por los invasores, al día siguiente,
12, los electores que ya hemos enumerado en el ca-
pítulo anterior, se reunieron al son de músicas en
el edificio de la antigua Universidad para dar
principio á sus trabajos; según la ley electoral
esa reunión debía estar presidida por el Goberna-
dor del Distrito, ó en su caso por el Alcalde T;
la primera de esas autoridades no existía y en
cuanto á la segunda no concurrió, tanto porque
no se le dio el aviso correspondiente, cuanto por-
que, aunque lo hubiera recibido no hubiera asís-
- 395 -
tido, supuesto que tenía por ilegal aquella reu-
nión. Suárez Iriarte afirmó después que se ha-
bía avisado á Reyes Veramendi para que con-
curriese, pero éste lo negó pocos días depues en
carta que publicó El ^Monitor Ruihulicaxo.
Bajo la presidencia, puss, de Iiecho, de Don
Francisco Suárez Iriarte, que ninguna personali-
dad tenía para ello, dieron principio las eleccio-
nes secundarias que terminaron el día 19 y die-
ron el resultado siguiente:
Alcaldcj.
1° Lie. Fancisco Suárez Iriarte.
2° Antonio Garay (que no aceptó.)
3^ Tiburcio Cañas (id. id.»
4'^ Anselmo Zurutuza (id. id.)
5'' Miguel Lerdo.
6° Lie. Agustín Jáuregri.
7° Lie. T'JSto Pastor Macedo.
Regidores.
P José María Arteaga.
2° Adolfo Hegewish [extranjero.]
3^ Lie. Manuel García Rejón.
4- Federico Hube (extranjero.)
5" Juan Palacios. (1)
6" Teodoro Ducoing (norteamericano, que no
aceptó)
(1) El único de) .Vviiiiamicnto anterior que fué reelco-
lo;ac.-iso porque servía de intérpreie v era el que más tra-
taba con 1,15 autoridades ¡iu-a->oraí; s'in embargo, aunque
no renunció el cai-fro, nunca asisti(j ¿i los Cabildos de la
Asamblea Municipal v su nomhre paro nada volvió .-i se-
nar.
- 396 -
1° Ca3'etano Salazar.
8° Enrique Griffon (extranjero.)
9° Joaquín Ruiz.
10° Pedro Van der Linden (militar al servicie
de México.)
11° Jacinto Pérez.
12» Marcos Torices.
Síndicos.
1° Lie. Miguel Buenrostro.
2° Lie. Ignacio Nieva.
Entre tanto el Ayuntamiento procedia á hacei
las elecciones legales, el Gobernador interino .Sr
Reyes Veramendi presentó qaerella ante el Jue;
2° de lo Criminal, Lie. Olmedo, acusando á los
que pretendían verificar las suyas por cuent¡
propia de desobediencia á las leyes y de promo-
vedores de motines populares; realmente estos do:
capítulos de acusación no estaban fundados^ pue:
no podía tenerse como vigente !.i ley de 26 d(
Noviembre que no había sido publicada en Méxi
co, ni se podía tener como autores de motín á lo:
que pretendían llevar á cabo un hecho permitidí
por las le3'es }' aun prevenido por ellas, y que só
lo por razones especiales se había prohibido aque
Ha ocasión; sin embargo, si se tiene en cuentf
que el Ayuntamiento era la única autoridad me
xicana que había quedado funcionando en la ca-
pital, la que debían obedecer los habitantes de
ésta^ resulta comprobada la desobediencia, no ¿
las disposiciones del Gobierno de Queretaro, sincj
- 397 -
á las de la autoridad que gobernaba en México y
en ese sentido único debía haberse hecho la acu-
sación. Por su parte, el Juez Olmedo debió haber
tenido en cuenta las circunstancias anormales y
el carácter que transitoriamente tenía el Ayunta-
miento para no fallar como lo hizo; su fallo es
cierto que estuvo de acuerdo con las leyes; pero
no obstante, dio pretexto al invasor para atrope-
llar á la Corporación municipal, haciendo que ce-
sara de funcionar antes del plazo legal y para lla-
mar á la nombrada ilegalmente.
El Sr. Olmedo, con fecha 13 de Diciembre falló
no haber lugar á proceder contra los Señores Suá-
rez Iriarte 3' demás personas, dando por funda-
mento de esta resolución, el que la ley de 26 de
Noviembre no había sido publicada en México ni
con las formalidades debidas ni sin ellas, y por lo
tanto no regía para los habitantes de la Ciudad,
cuando precisamente se había dado para ellos y
teniendo en cuenta las circunstancias de la Capi-
tal, circunstancias que impedían que las leyes y
decretos se publicasen con la solemnidad acostum-
brada; bastaba pues que la ley de 26 de Xoviem-
bre fuera sólo conocida del Ayuntamiento para
que rigiese. Se fundaba además ese fallo, en que
tampoco había sido publicado el acuerdo del Ayun-
tamiento de México previniendo la observancia
de esa ley cuando el Juez sabía perfectamente
que la Corporación no podía dar publicidad á ese
acuerdo; y por último, en que no se habían come-
tido desórdenes de ninguna clase con motivo de
- 398 -
las elecciones priniai-¡as, según resultaba de las
averiguaciones que había practicado.
Este fallo del Juez fué aprovechado por el Go-
bernador Smith para declarar válidas las elec-
ciones: este individuo, en urden publicada en 22
de Diciembre, prohibía que se hiciesen las elec-
ciones ú que ya había procedido el A3'untamiento,
debiéndose reunir ese mismo díalos electores se-
cundarios en la Universidad, declaraba que cual-
quiera falta de las formalidades prescritas, no
fué culpa de los electores, ríos revoltosos) si-
no del Ayuntamiento mismo, que prohibió y se
opuso de todas las maneras posibles á que se hi-
cieran las elecciones legales. Dando al fallo del
Juez una amplitud que no tenía, pues ese fallo na-
da resolvía ni podía resolver acerca de la validez
ú nulidad del acto, sino sólo sobre el delito im-
putado á los promovedores de él, agregaba;
«Considerando que el Juez de lo Criminal ante
quien fueron acusados los electores de obrar ile-
galmente, ha decidido que sus actos fueron lega-
les, son éstos válidos por consecuencia, y las per-
sonas elegidas son los miembros legítimos del
Ayuntamiento, por la decisión formal de un tribu-
nal mexicano que aplica las leyes de su propio
país, y las autoridades mexicanas reconocen por
tal motivo como Ayuntaniento de la Ciudad de
México á las personas siguientes electas, según
la ley.» Enumeraba en seguida á los individuos,
los nombres de los cuales hemos dadd á conocer.
De éstos, desde luego no aceptaron el cargo, D.
- 399 --
Antcnis Garay, alegando sus muchas ocupacio-
nes, ü. Tiburciü Cañas, que quiso antes conocer
las instrucciones de los electores, D. Anselmo Zu-
rutuza, D. Teodoro Ducoing, ciudadano nortea
mericano, Don Federico Hube y D. Enrique Gri-
ñón: este último, al exigírsele el juramento, lo
prestó con la reserva de que no quería perder su
nacionalidad francesa: que si se creía que no obs-
tante esa reserva podía desempeñar el cargo de
regidor, estaba dispuesto á servir á la ciudad; sin
embargo, pocos días después manifestó que ha-
biendo leído 3-a las instrucciones dadas álos elec-
tores, comprendía que aquel Ayuntamiento tenía
un carácter político 3- por lo mismo incompatible
con el propósito que tenía heclK» de conservar su
nacionalidad, que en conseuecncia renunciaba el
cargo.
El Ayuntamiento, presidido por el Sr. Veramen
di, entretanto había hecho los trabajos de eleccio-
nes y conseguido que las primeras se verificasen
el domingo 19 y cuando se ocupaba de arreglar
las secundarias y discutir una importante ley de
organización de Tribunales del Distrito, fué di-
suelto de la manera violenta que veremos.
IX
Apenas llegadas á los Estados Unidos las noti-
cias oficiales de las batallas dePadierna y Molino
del Rey y de la toma de ChapuUepec que la ima-
- 400 -
ginacion de los yankees creía que era una loria*
leza inexpugnable, así como la ocupación de Mé-
xico, el entuisasmo se apoderó de aquella Nación
que era la primera vez que oía hablar de las vic-
torias de sus ejércitos, pues en la guerra de 1812
contra Inglaterra, éstos no obtuvieron muchas
victorias que digamos. La oposición, enemiga de
la guerra, tuvo que enmudecer ante este entusias-
mo y no pudo contrariarlas disposiciones del Pre-
sidente Polk, encaminadas á aumentar el ejército
de ocupación de México, con el objeto de conti-
nuar la guerra hasta reducirnos al último extremo y
obligarnos á firmar todas las condiciones de paz
que pluguiera al vencedor imponernos.
Numerosos volu^arios se alistaron con motivo
de la proclama de Polk y llegaron al país en los
meses de Noviembre y Diciembre, alojándose en
los conventos y edificios públicos; mas como
éstos fueron insuficientes para contener á tanta
gente, presto empezaron á ocupar las casas par-
ticulares, no sólo las que estaban vacías, sino aun
las inhabitadas porque sus dueños pertenecían al
ejército mexicano 6 por cualquiera otra circuns-
tancia. Esto dio margen á numerosos abusos, y
para evitarlos, el Regidor Espinosa propuso en
Cabildo de 1.') de Diciembre lo siguiente: "Pido al
E. Ayuntamiento se sirva acordar se nombre un
Capitular que precisamente para mañana presen-
te una exposición que se dirija al General en jefe
del ejército americano por conducto del (Goberna-
dor del Distrito para que por las sólidas y funda-
- 401 -
das razones que suministra la orden general núm,
287 de 17 de Septiembre y la núm. 25$ de 25 del
raes próximo pasado, tenga á bien ordenar que si
se ocuparen casas de los particulares, sea pagan-
do los justos arrendamientos como se verificaba
antes de esta última orden."
-Aprobada la proposición, fué nombrado para re-
üdctar la minuta el mismo Sr. Espinosa, que sin
pérdida de tiempo desempeñrí su cometido y pre-
sentó la minuta en el Cabildo del día 17. La expo-
sición era bastante extensa y en ella se alegaban
las garantías qus Scott babía concedido á la ciu-
dad y por las cuales ésta había tenido que dar
ciento cincuenta mil pesos; se enumeraban los
perjuicios que sufrían los propietarios y se pedia
que se cumpliese la orden dada por el mismo Ge-
neral en Jefe de que se pagase el arrendamiento
de las casas que fuesen ocupadas.
Además de que esa exposición se dirigió á Scott
por conducto de Reyes Veramendí, se publicó en
El Mo.vitoe Replblicaxo para que el público la
conociese.
Esto originó el conflicto. Enojado .Scott por esa
publicidad, devolvió la exposición diciendo que era
irrespetuosa y exigiendo que sq reformase y que
se le diese una satisfacción que se publicaría en
el mismo XIo.mtor y en la Estrella; el Ayunta-
miento se reunió violentamente, mediante un ofi-
cio del Alcalde Gobernador etj el qu^ daba cuenta
del disgusto de .Scott y encomend¿i á los .Señpren
píaz f Píír^ra yá la Secretaría que formulasen ui^
^studíos hfstftricos.— 5^.
~ 402 —
oficio dando las explicaciones necesarias. En
el Cabildo del 23 se presentaron las tres minutas
y después de una larguísima discusión en la que
se convino que debían apurarse los medios de pru-
dencia, se aprobó el oficio del Sr. Díaz y se nom-
bró en comisión á D Juan Palacios psira que fue-
ra á llevar á Smith la comunicación aprobada y
para que de palabra hiciera presente que con mu-
cha probabilidad de acierto creía el Ayuntamien-
to que la inexactitud de la traducción del oficio
acordado el día 17 era el motivo por el que no se
había apreciado debidamente ese oficio y se ha-
bía dirigido al Ayuntamiento la inmerecida con-
testación que motivaba la visita de Palacios. Este
regidor se dirigó en busca de Smith, á quien no
encontró y no queriendo entregar el oficio á nin-
gún empleado, ocurrió á ver á Scott, el que dijo
para evitar entrar en explicaciones, que no podia
ocuparse del asunto por estar muy ocupado y que
se viese á Smith, que no parecía. Palacios dio
cuenta de esto á la Corporación municipal, la que
en vista de que ya eran las nueve }■ media de la
noche, determinó levantar la sesión y reunirse al
día siguiente para saber el resultado de su oficio
y seguir discutiendo una ley de organización de
Tribunales que era urgente.
Pero'ya estaba decretada la disolución del cuer-
po municipal por el invasor y el día 24 se publicó
la siguiente comunicación que fué enviada á los
individuos que aparecían electos en la farsa que
celebraron Suárez Iriarte y sus amigos:
— 403 —
«Despacho del Gobernador civil y militar.—
Ciudad de México, Diciembre 24 de 1847 —A los
Sres
"Caballeros: habiendo cesado boy las {unciones
del Ayuntamiento anterior y elegidos vdes., para
sucederle, á fin de evitar á los habitantes los ma-
les de permanecer nna semana sin cuerpo muni-
cipal, suplico á vdes. que mañana á las 10 entren
á ejercer las funciones para que han sido nombra-
dos en las últimas elecciones municipales. — Per-
sifOR F. Smith, Gobernador civil y militar."
De los antiguos regidores algunos supieron esta
resolución cuando llegando al Ayuntamiento, se
encontraron con el salón de Cabildos cerrado.
Los nuevos, en su mayoria fueron puntuales }•
á las diez del día 25 se reunieron Suárez íriarte,
el Lie. Agustín Jáuregui, Aguilera (Ramón), Ar-
teaga ('José María t^Hegewish, García Rejcn, Pala-
cios [Juan], Griffon, Ruiz (Joaquín), Vander Lin-
den, Pérez (Jacinto;^, Torices, Buenrostro y Xieva
y estuvo presente Hammond, el secretario de Mr
Smith.
La sesión dio principio con la comunicación de
Smith, y en seguida, después de haber prestado el
juramento respectivo^ Suárez Triarle pronunció
esta alocución:
"Señores representantes de la Ciudad de Mé-
xico y su Distrito: La energía de nuestros comi-
tentes supo sobreponerse hábil y valerosamente
á la arbitrariedad oficiosa y á la crítica situación
en que nos encontramos por nuestros pasados y
i04 -
repetidos desaciertos. Ellos formaron la resolu-
ción eficaz de probar si aún les quedaban dere-
chos políticos, }• en tal evento, resistir á sus con-
cejales que arteramente resistían su ejercicio. Su
reclamación era tan obvia, natural y justa que
fué atendida .V proclamada solemnemente por la
autoridad americana, de cuj-a resolución se había
apoderado la astucia para burlar esfuerzos gene-
rosos y convertirlos en provecho exclusivo de in-
trigas miserables; pero es necesario olvidar tanta
flaquezaj' dar pruebas prácticas de que el presen-
te cuerpo, sin ninguna pasión ruin y bien poseído
de la difícil posición en que se encuentra, evite
los escollos en que fracasaron sus antecesores.
"La misteriosa conducta anterior será sustitui-
da por la deliberación pública de todos los nego-
cios, según los deseos manifestados en las instruc-
ciones que nos han dado. De las rentas que va-
mos á administrar, se dará periódicamente estre-
cha cuenta. Los establecimientos confiados á
nuestra vigilancia serán atendidos tan esmero-
sámente que cubran el objeto de su creación, y
se corregirá con mano fuerte, cualquiera abuso
que se cometa, sin consideración alguna al que
lo haya cometido.
"La seguridad y tranquilidad públicas, prime-
ra necesidad de-las sociedades, hasta hoy atendi-
das por medidas ridiculas, de mero aparato y de
positivo y crecido gasto, llenará su importante
destino previniendo los delitos y corrigiendo \í\%
contravenciones,
- -105 -
"Pero en lo que se mostrará más cuidadosa la
Corporación, será en los negocios en que las cir-
cunstancias excepcionales de la ciudad la colo-
quen con respecto al ejército ocupante. La falta
de tacto en negocio tan grave como desconocido
ha causado males déla mayor trascendencia á
sus habitantes. La autoridad mexicana es la me-
diadora entre ellos )' el ejército; y su conducta no
debe ser la censura de las operaciones de éste,
ni actos de hostilidad que lo irriten; al contrario,
la franqueza será la divisa de aquella en todos
sus procediinientos, asi en ministrar los recursos
que según el derecho de gentes reconocido se le
pidieren, como en defender á sus conciudadanos
contra los actos que pudieren ofenderlos }• vejar-
los sin motivo, caso que será bien remoto, una
vez entendidos los principios C ) por ambas
partes con la lealtad de caballeros.
"Xuestros conciudadanos, al hacernos deposita-
rios de sus derechos políticos reivindicados, nos
han marcado la senda que debemos seguir, y
nuestro juramento que acabamos de prestar, es
la primera garantía de que no nos sei)araremos
de ella en nuestra marcha, cuyo fin será colocar
á esta sociedad al nivel del siglo en que vivimos."
Este pequeiio discurso da idea de los propó-
sitos y tendencias de la nueva corporación muni-
cipal: empezó por arrogarse la representación
del Distrito Federal, cuando no tenía faculta-
des para ello, habló mal de los capitulares an-
teriores que sólo merecían aplausos por su patrio-
- 406 -
tismo y hasta les imputó intrigas miserables;
confesó que habían sido ayudados en su empi'esa
por los invasores y prometió a3-udarlos en todo
lo que pudiera; tampoco se quedó corto en augu-
rar mejoras é innovaciones en todos los ramos su-
jetos al Ayuntamiento.
Después de este discurso ríammiind manifestó
que hacia entrega de las llaves del salón de Ca-
bildo y oficinas y que iba á mandar retirar las
guardias que desde el día anterior había en la
Diputación y en el Correo; en segui'a se retiró
él mismo.
Nombrados en comisión Ilegewish, Palacios y
Buenrostro para participar á Smith la instalación
del nuevo Ayuntamiento, .Suárez Iriarte empezó
por preguntar cuáles eran las ordenanzas muni-
cipales que estaban vigentes, en seguida nombró
las diversas comisiones de estilo y les previno
que en seguida presentasen informes del estado
de sus ramos. Estas disposiciones indican el ansia
que tenia de legislar }• lo poco instruido que es-
taba de SLis deberes, asi como de lo complicado
de la administración municipal en esa época anor-
mal.
Tiimbien se previno que se publicase un perió-
dico q'ie fuese (ugano del .Ayuntamiento y que se
llamaría V.\. Diíikxsor de Mexko, y se dispuso
que de preferencia debía atenderse á la organi-
zación de los Tribunales del Distrito. (1)
[I] El nombre que se A\6 á ese periódico, tal ve? por
algún acuerdo privado, fué el de E[, Mu.viciiui..
- 407 -
El disg'usto que causó la nueva corporación fué
grande y algunosempleados de ella se separaron;
entre los que hemos sabido que lo hicieron se
contaban D. Ignacio Piquero, antiguo empleado
y encargado por Pozo de la Dirección de las con-
tribuciones, D. Vicente Iturbide que se había ba-
tido en el Valle de México, el Lie' D. Leandro Es-
trada, oficial mayor de la Corporación y otras
personas.
Los Ayuntamientos toráaeos, algunos de los
cuales hicieron sus elecciones conforme á las dis-
posiciones de Reyes Veramendi, consultaron lo
que debían hacer y se acordó que se procediese á
nuevas elecciones que debían verificarse en los
días 29, 30 y 31 de Diciembre. La mayoría de ellos
sin embargo, conservó una independencia abso-
luta y siguió sus trabajos como de costumbre;
sólo el de Lvtacalco^ formado por unos cuantos ig-
norantes, levantó una acta en la que declaraba
que en todo y por todo se adhería á la idea y ten-
dencias que había manifestado el Ayuntamiento
de México.
Este, en la sesión del día 26 (Diciembre; oyó
leer la siguiente proposición que demuestra la
mala voluntad que animaba á algunos de sus
miembros para con las personas que habían for-
mado el Ayuntamiento legítimo: -En atención á
estar prevenido que los capitulares que acabaron
en el ejercicio de sus funciones en el presente
año, individualmente son responsables por el ma-
nejo de caudales públicos que han estado á su
— 408 —
cargo, pedimos al Exmo. Ayuntamiento se auto-
rice álos Síndicos para que pidan judicialmente
afiancen de arraigo los responsables )- les exi-
jan las cuentas respectivas "
Desde luego se comprende que tal proposición
no tenía otro objeto que molestar á los miembros
del Ayuntamiento legítimo, pues además de qu^
eran personas honorables y de arraigo, ellos per-
sonalmente no habían manejado los caudales pú-
blicos sino que designaron personas que se encar-
garan de la recaudación; muchas de las cuales
tenían de antemano caucionado su manejo.
García Rejón y Arteaga fueron los autores de
la proposición, Suárez Triarte la combatió dicien-
do que teniendo el Ayuntamiento á la vista los
cortes de caja que las oficinas recaudadoras ha-
cían diariamente y estando además pendiente la
revisión de los documentos de las cuentas respec-
tivas, no le parecía conveniente que se acordara
esa medida, sino hasta que no se viera si realmen-
te tenían alguna responsabilidad los aludidos ca-
pitulares. Los autores de la proposición, e7i vista
de estas razones y del disgusto que ella causó
entre sus mismos compaíieros, la retiraron.
En el último día de Diciembre la Asamblea diij
un acuerdo derogando las disposiciones que pro-
hibían la venta de licores en las mañanas de los
días festivos; acuerdo inconveniente porque ade-
más de que la población estaba acostumbrada á
morigerarse esos días, estando la capital ocupa-
da por un ejército que no se recomendaba por su
- 409 -
temperancia, debía procurarse evitar los escán-
dalos que con el alcohol pudieran cometer y no
proporcionar las ocasiones de que los cometiesen.
También acordó convocar á nuevas elecciones
para cubrir los cargos vacantes por renuncia de
ios individuos que habían salido electos.
El nuevo Ayuntamiento empezó desde luego á
querer legislar en todas materias: previno en los
primeros días de su instalación que se formase el
catastro v el censo de la ciudad, apresuro la dis-
cusión del proyecto de la organización de los tri-
bunales de segunda y tercera instancia, pretendió
suprimir las alcabalas 3- reformar el sistema de
impuestos, creando los directos sobre arrenda-
mientos fincas rusticas, profesiones y giros indus-
triales, pretendió el desestanco del tabaco )' otros
efectos; mucho de todo lo cual aunque era útil no
era nada oportuno, dadas las circunstancias de la
Nación y las escaseces del Ayuntamiento, que te-
nía entonces sobre sí tantos cargos.
Convocó á nuevas elecciones para cubrir las
vacantes que había; pero muchos de los que re-
sultaban nuevamente electos renunciaban, como
sucedió con los Sres. Nolle, Espino Barros, Zu-
bieta y algún otro; á fin de evitar esas renuncias
en lo sucesivo, Espinosa, en Cabildo de 7 de Ene-
ro de 1848, presentó esta proposición:
Estudios histórica s. —52.
- 410 -
"Pido á la Asamblea, atendiendo á las duras
condiciones que impone á las autoridades mexi-
canas el artículo sexto de la orden general del
dominador por armas, de 31 de Diciembre último,
declare indignos de la confianza pública, á los
que, sin causa legal, rehusen los cargos de elec-
ción popular j' que en consecuencia el Goberna-
dor quede autorizado para expulsarlos del terri-
torio del Distrito Federal, así como para imponer-
les de quinientos á seiscientos pesos de multa, sin
perjuicio de que sus bienes queden como los de
los que los admitamos, á lo que la fuerza del ocu-
pador impone á los nombrados, aunque renim-
cien". Al cabo de algunos días fué desechada esa
proposición y su autor no tardó en renunciar á su
vez el cargo de regidor.
El primer caso que se dio de desobediencia de
la Asamblea Municipal á las disposiciones del Go-
bierno legítimo, fué cuando se trató de proveer
la plaza de Director del Monte de Piedad.
En 7 de Diciembre de 1847, falleció el Sr. Don
Manuel Sánchez de Tagle, Director de ese esta-
blecimiento, y desde luego se reunió la jimta de
él para designar al sucesor: diversas personas
obtnvíeron votos para ese empleo y entre ellas
D. Agustín Moreno, Contador de la institución, y
D. Manuel Gómez Pedraza, persona extraña al es-
tablecimiento. Moreno levantó el acta de la junta,
pero sin conservar el orden de la votación, como
él mismo lo confesó en carta que dirigió al Mo-
nitor Republicano, alegando que lo interesante
- 411 -
de elLi era el resultado finai. Moreno remitió esa
acta, sin darla á conocer á la junta, al Alcalde
Gobernador Rej-es Veraraendi, y por su parte los
vocales de ella Lazpita y Mena por medio de ofi-
cio al mismo Veramendi, reclamaron acerca de
la alteración que se había hecho en el acta á lo
sucedido en la junta.
El Alcalde Gobernadcr, en vi£la del reclamo y
no atreviéndose á resolver por sí mismo el caso
que era bastante importante, determinó dar cuen-
ta al Superior y remitió el expediente firmado al
Gobierno de Querétaro, el cual en virtud del pa-
tronato que tenía y haciendo uso de la facultad
que le daba un artículo de los estatutos del Mon-
tepío, nombró en 26 de Diciembre á Pedraza, Di-
rector interino (1), nombramiento que en 28 del
mismo se mandó comunicar al interesado j' al Al-
calde Gobernador de México, para que se pusie-
ra en posesión de su empleo á Pedraza.
.Suárez Iriarte recibió esta orden; pero lejos de
acatarla, dio aviso de ella á las autoridades ñor.
teamericanas, las que con el fin de evitar que en
México se acatasen las órdenes del Gobierno me-
xicano, publicaron por medio de Hammond, secre-
tario del Gobernador Smith, el 4 de Enero, una
disposición prohibiendo que fuesen obedecidas las
órdenes }• nombramientos hechos por el g-obierno
de Querétaro; si antes no eran calificados por la
autoridad civil y militar que imperaba en México.
(!') En 4 de Enero siguiente le nombró Director en
propiedad.
— 412 -
Suárez Triarte^ en vista de esa disposición, á su
vez la comunicó áftloreno el día 1 , previniéndole
que la obedeciera, así es que cuando Gómez Pe-
draza se presentó á tomar posesión del empleo de
Director del Monte de Piedad, aquel se opuso á
entregárselo^ alegrando la orden que tenía y di-
ciendo que él debía obedecer á su inmediato su-
perior.
El suceso causó el escándalo consiguiente, que
aumentó con la publicación de las cartas de Pe-
draza y Moreno, hecha en el Monitor Republica-
no, y en las que no obstante que el último procu-
raba disculparse invocando la disposición del.Sr.
.Suárez Triarte, se veía claro que todo no había
sido más que una trama entre los dos para no en-
tregar la Dirección del Montepío á Don Manuel
Gómez Pedraza. Desde luego se veía también la
tendencia, si no del Ayuntamiento todo, pues en
las actas de Cabildo nada hay acerca de esta
cuestión; por lo menos de su Alcalde primero, de
sustraerse á la obediencia del gobierno nacional,
buscando trabas para impedir el cumplimiento
aun desús más sencillas disposiciones.
El señor Roa Barcena, ocupándose del asunto
dice: ^El caso de Gómez Pedraza, por la impor-
tancia de la persona y del puesto, fué el más rui-
doso de los análogos, y se le dio la significación
de que la Asamblea hacía abstracción cabal del
gobierno mexicano, negándose á obedecer aun
aquellas de sus disposiciones que por su natura-
leza no debían tropezar con el veto del enemigo.
-- 413 —
Xada hubo, por lo menos, en lo5 actos de dicha
corporación — como nada había habido en las ins-
trucciones— que explícita ó implícitamente acu-
sara la conciencia de que existia en el país un
centro de autoridad que los ciudadanos debían
acatar )' obedecer, siquiera en la medida de lo po-
sibles. Efectivamente, y no sólo era aíí^ sino que
aun el Ayuntamiento ó su presidente buscaban el
apoyo del invasor para contrarrestrar las dispo-
siones de ese c-entro.
El empleo de Director del ^Montepío no era ni
nunca ha sido un cargo público, del cual pudie
ran temer los invasores algún acto de hostilidad
directa que los perjudicara, es un cargo de ca-
rácter particular que provee el gobierno á virtud
del patronato de que disfruta como sucesor de los
derechos de que el Rey de España disfrutaba; por
lo tanto, contrariar esa disposición era poner el
último sello al espíritu de rebelión é independen-
cia de que la famosa Asamblea Municipal esta-
ba animada contra toda autoridad mexicana.
Aquí es ocasión, antes de entrar en el siguiente
capítulo á narrar los hechos que acompañaron al
no menos famoso brindis, de ver las instrucciones
que fueron dadas á los concejales, para acabar de
comprender hasta dónde ese espíritu de rebelión
tendía á llegar.
La introducción de esas instrucciones, pretendía
justificar la actitud que la minoría asumió al lle-
gar la época de las elecciones haciendo el cargo
ftl Ayuntfimiento legítimo, de que su atención la
- 414 -
había dedicado exclusivamente á apoderarse de
las rentas abandonadas por el Gobierno de Méxi-
co; que sólo pretendió perpetuarse en el poder aun
contra lo dispuesto por las lej'es, pero que la ener-
gía de los ciudadanos para reclamar sus derechos
políticos hizo fa'lar este plan, ayudada por la de-
claración formal de la autoridad americana, de
que los mexicanos estaban en el pleno goce de
esos derechos; y por lo tanto, que habían sido res-
tituidos al rango de ciudadanos por una autoridad
extraña, pero justa é ilustrada.
Si se comparan estas expresiones con las pala-
bras que pronunció Suárez Iriarte en la ceremonia
de la instalación del Ayuntamiento el 25 de Di-
ciembre, se verá la semejanza de unas y otras y
se comprenderá fácilmente que este señor fué el
autor de esas mstrucciones. En ellas S"? compa-
raba la invasión de México á la que sufrió Persia
de pai te de Alejandro el Grande y aunque se de-
cía que quedaban vencedores los norteamericanos
por doquiera que se presentaban no obstante lo
reducido de su fuerza numérica comparada con la
poblicion del país invadido, más adelante se ase-
guraba que contra la invasión no hubo defensa
alguna, se ponderaban las instituciones de los Es-
tados Unidos, y se hablaba, así de las reglas de
política internacional que seguían con las nacio-
nes europeas, como del designio que abrigaban
de abarcar todo el continente de Colon bajo un
sistema político. Continuaban las tal.-s instruccio-
pes de esta manera;
- 415 -
"La situación verdaderamente anómala en que
vino á quedar colocado este Distrito [el Federal],
le pone en la necesidad de atender á su propia
existencia por cuantos medios le fueren posibles,
sin consulta!' d inds leyes que las de su propia
conservación. :> Xo podía ser más clara esta frase
para dar á conocer la idea de rebelión á las auto-
ridades nacionales que guiaba á los autores de las
instrucciones, amparados por la situación anormal
del Distrito y por la protección que les impartían
los invasores.
"El peligro común une á todos sus habitantes
(los disidentes trataron de desunirlos' y volverlos
rebeldes á la única autoridad que había quedado,
cualquier que sea su origen (por eso llevaron al
Ayuntamiento á extranjeros), para tomar parte en
su salvación; y en conflicto tan grave como en el
que ha venido á caer por antiguos errores, abusos
y vicios de las clases que no se han querido co-
rregir oportunamente {\o% errores fueron de to-
dos los mexicanos; no sólo de las clases á qiie se
alude y que dadas las idtras de los instructores no
eran otras que el clcroy el ejército) es indispensa-
ble entrar con valor ea la vía de las reformas si se
quiere eficazmente que esta sociedad se constitu-
ya 3' que cesen para siempre las agitaciones que
la han conducido al miserable estado en que se
encuentra. La futura Asamblea Municipal está
destinada á ser el arca de este precioso depósito,
y al confiárselo el pueblo, le pide en garantía el
desempeño de las instrucciones siguieutes:
~ 416 -
"1^. El Distrito tiene todos los elementos nece-
sarios para formar un cuerpo político; necesita
una organización social adaptada al siglo en que
vivimos, y que su administración sea sencilla y
poco dispendiosa."
Desde la apoca de la primera Federación se
pretendió por muchos, que los Supremos poderes
se circunscribiesen al Palacio Nacional ó que se
trasladasen á otra parte y el Distrito se convir-
tiese en Estado; pero jamás se ha podido realizar
ese designio y aquella época era la menos á pro-
posito pariínlevarlo á cabo. Aliora bien, preten-
der que unos cuantos individuos sin representa-
ción legal alguna}' apoyados por los invasores,
llevaran á cabo una idea q\ie los constituyentes
de 1824 se negaron á hacer y los de 1S57 no se
atrevieron á abordar, era un absurdo. ^
Y precisamente querían que la administración
del Distrito no fuese dispendiosa en los momen-
tos en que la municipalidad tenía á su cargo ra-
mos del Gobierno general como le eran el correo,
el papel sellado y las rentas estancadas; es decir
ramos enteramente extraños, y que por la fuer;:a
de las circunstancias ocasionaban gastos de con-
sideración.
La segunda de las instrucciones se refería á la
supresión de las alcabalas y de los estancos ó mo-
nopolios, y al establecimiento de las contribucio-
nes directas: la tercera á la formación do un re-
gistro para la policía; la cuarta á la institución
del juradq; asunto^ todos qqixíq se vé) ttiís (íe 1^
— 417 —
competencia de un congreso general que de una
asamblea municipal que aunque disfrutaba mo-
mentáneamente de cierta jurisdicción, ésta ade-
más de ser precaria^ tenía que buscar la sanción
del Gobierno nacional cuando terminase el esta-
do de guerra.
La quinta de las instrucciones era la más im-
portante^ pues preveia el caso de que desapare-
ciera la nacionalidad mexicana y la necesidad de
la anexión á los Estados Unidos .
Decía así:
"5*. La Asamblea extraordinaria que ahora se
va á instalar, tiene que encontrarse en posicio-
nes bien difíciles en las cuestiones políticas que
»2 agitan sobre la suerte de la nación. No es re-
moto llegue el momento solemne de que á las
autoridades seles anuncie se salve quien pueda.
Para este triste caso, pero posible; salven los re-
presentantes de México la independencia de su
administración interior, y que la nueva confede-
ración en que entrare le proporcione respetabili-
dad en el exterior; paz, orden, prosperidad y liber-
tad de pensamiento y conciencia en el interior.'
Aunque velada, aquí se ve que la intención de
los autores de las instrucciones era buscar la ane-
xión de México á los Estados Unidos, pues creían
que aquel no sobreviviría á la crisis por que atra-
vesaba, ó tal vez, juzgando piadosamente, creían
que era preferible esa anexión de una vez á los
peligros de nuevas guerras. Mas de todo« modos'
y aunque esas instrucciones las dictase una con-
Estudios históricos.— 53.
- 418 -
viccion profunda^ no debían ni siquiera haberse
estampado en letras de molde.
Las restantes instrucciones se referían á la
abolición de los fueros, á la intervención de la
Asamblea, en las exacciones del invasori á que
fuesen rematadas todas las rentas municipales, y
á la publicidad de los actos de la Asamblea. In-
significantes eran estas últimas, como se vé, com-
paradas con la quinta; por lo tanto no merecen
que nos detengamos en ellas.
«Tales fueron las instrucciones, y su claridad
haría impertinente cualquier comentario», dice
con mucho acierto el Sr. Roa Barcena. Realmen-
te, tanto se puede decir de ellas, que para no ex-
tenderse en interminables reflexiones, basta con
trascribirlas, para que el lector haga los comen-
tarios^que tenga á bien.
XI
En los últimos días de Enero corrió por la ciu-
dad la noticia de que el ingeniero norteamerica-
no Smith, en compañía de otros individuos, iba á ir
á los manantiales de los Leones y el Desierto, que
surten de agua á la capital, á observar el curso de
las aguas y á procurar su nivelación, para hacer
un proj'ecto que facilitase la introducción de ella.
También se dijo que el Ayuntamiento no había
omitido gasto alguno para este viaje,
- 419 -
Nadie paró mientes, porque la noticia nada te-
nía de extraordinaria, y sí sólo llamó la atención
que se llevase al Desierto la vela que servía para
las grandes procesiones del Corpus y otras, y que
Mr. Laurent, un fondista muy conocido, saliese
para aquel lugar, la tarde del viernes 28 de Ene-
ro con dos carros llenos de viandas, cajas de vi-
no, vajillas, manteles, sillas, etc., en unión de mu-
chos mozos, galopines, etc.
Al siguiente día, á eso de las siete de la maña-
na, los habitantes de la ciudad vieron que los
miembros del Ayuntamiento se reunían en la ca-
sa del Dr. Hegewish, situada en la calle de San-
ta Brígida, donde á poco se les reunió el general
Scott y los principales jefes de los invasores, sa-
liendo todos juntos por la garita de Belén y to-
mando el camino que conduce á Tacubaya.
La Estrella Americana, dos días después pu-
blicaba con el título de "Un agüero. — El general
Scott sorprendido", un artículo en el que daba
cuenta del paseo^ y del que tomamos los siguien-
tes párrafos:
"Hace pocos días que una comisión del Ayun-
tamiento llegó cerca del general Scott, y después
de expresar que el Ayuntamiento hace algún
tiempo deseaba visitar al general en jefe del
ejército americano; pero que habían sido deteni-
dos^ por ti temor de interrumpir sus ocupaciones
importantes, habían determinado convidarlo á él
y á los oficiales gue el general desease que lo
acompañasen^ á dar un paseo al campo, á una
- 420 -
corta distancia de la ciudad, indicando las cerca-
nías de Santa Fé, si fuese agradable al general.
"La atención j^ cortesía del Ayuntamiento agra-
dó al general; aceptó el convite sin titubear, y el
sábado pasado el general en jefe, con los Grales.
Butler, Smith y otros oficiales, salieron á caballo
á las ocho de la mañana, por la garita de Belén»
acompañados por el Ayuntamiento, y continua-
ron en el camino algunas millas adelante de Santa
Fé, á cuyo tiempo algunos oficiales americanos
empezaron á pensar á donde iban y el objeto de
este largo paseo.
"La vereda era tan áspera, que el general se
había apeado y más de una vez preguntó si faltaba
mucho, y tal vez empezaba á pensar que había
aceptado la invitación del Ayuntamiento con de-
masiada precipitación, cuando de repente no sólo
se vio SORPRENDIDO siuo ASOMBRADO por una partí,
da de mexicanos armados hasta los dientes, con
toda clase de instrumentos que la invención del
hombre haya inventado para hacer música. Pa.
sando á esta espléndida banda de música, que lo
saludó con una magnífica pieza de armonía melo-
diosa, el general se encontró al frente de unas
ruinas, las más admirables, sobre el continente de
América."
Después de referir de una manera caprichosa
la historia de la fundación del abandonado con-
vento, continuaba el periódico:
«El haber estado allí haría un punto memora-
- 421 -
ble en la vida de cualquier viajero; el haber sido
conducidos allí como norteamericanos, por el H.
Ayuntamiento Mexicano, mientras estamos en
guerra con la República [Mexicana, es im sem-
blante en el porvenir lleno de interés, y para los
que desean la paz, lleno de esperanzas. Pero esto
no era todo. El Gral. no sólo fue conducido á unas
ruinas admirables, sino que el Ayuntamiento, la
tarde anterior, había mandado á un personaje,
nada menos que A Laurent (el que no conoce A
Laurent, no se conoce á sí mismo), con todas las
cosas imaginables, para una rica colación. Una
mesa ricamente adornada, dispuesta debajo de un
hermoso toldo, se veía cubierta de los manjares
más esquisitos, y de los gustosos vinos Borgoña,
Madera, Sauterne, Jerez, Champagne y otros no
menos estimables.
"Un discurso corto por el alcalde, primero á la
cabecera de la mesa (el general Scott á su izquier-
da, el general Butler á su derecha,) y después se-
guían alternativamente un mexicano y un america-
no á ambos lados de la mesa y por toda su extensión)
fué uno de los más á propósito para conmover que
jamás se ha oído. Habló de los triunfos de las ar-
mas americanas, y de las severas lecciones que
se han dado á México, y expresando la esperanza
de que México sacará provecho de sus actuales
aflicciones y que todavía salga de la guerra con
sus instituciones purificadas y su pueblo elevado
en la escala de la inteligencia, prosperidad y feli-
cidad entre las naciones de la tierra. El general
— 422 —
americano hizo una pronta y adecuada respuesta
y toda la partida se encontró con la mayor fran-
queza, unos con otros, sin que j'a pensaran en que
eran ó habían sido enemigos. Los brindis se si-
guieron, unos tras otros, en rápida sucesión, como
si cada uno estuviese deseoso de manifestar su
buena voluntad y que sabían que el tiempo era
corto, pues tenían im camino de unas cinco leguas
en reserva."
El Noe teamericano también hizo una crónica
del festín, aunque más sucinta que la anterior, no
obstante que envió á su cronista Reuben; después
de comparar á Scott á caballo con Kleber en el
monte Thabor, de citar como asistentes al coro-
nel Kiley, mayor Thomas, y á Sibley, y de descri-
bir el viaje y las ruinas con palabras altisonantes
decía:
"Todos los de la comitiva estaban tan alegres
como los frailes, y el buen humor duró hasta el fin
de la comida; entonces se levantó un ciudadano y
dirigió la palabra á los convidados. Era un litera-
to y hombre de Estado, y su voz clara y sonora
nos recordó la de nuestro Preston. Cumplimentó
al general en jefe y con la sonrisa en los labios
hizo una corle ^í.i y habló de nuestro país, de un
modo apasionado y brillante. El general en jefe
parecía tan pagado }■ satisfecho como si hubiera
recibido una rendición. Siguió hablando y aludió
al valoi' y magnanimidad de nuestro ejército, de
las sangrientas batallas que había ganado y de
sus materiales invencibles. El viejo general y los
- 423 -
demás llenaron sus vasos y el jefe pronunció con
énfasis estas palabras: "Dios los bendiga. "
Esta es la crduica exacta ó por lo menos, la úni-
caquese publicó en aquellos días; El Monitor se li-
mitó á reproducir los artículos que hemos dado á
conocer, sin comentarlos; El Municipal, órgano de
la Asamblea Municipal nada habló del banquete,
limitándose á hablar de la vista de ojos verificada
en los manantiales del Desierto que surtían de
agua la ciudad, como de una cosa común y corrien-
te que se verificaba todos los años, al tomar pose-
sión cada nuevo A}'untamiento; otros diarios como
El Coxgreso, El Eco del Comercio y El Mexica-
no, hablaron del banquete en términos generales;
en cuanto al Iris Español y al Tribuno del Pue-
blo, no hemos podido conseguir ningún ejemplar-
La afirmación, pues, de que en el banquete se
pronunciaron birndis por mexicanos, en favor de
la anexión de México á los Estados Unidos, des-
cansa, además de en las bases que veremos más
adelante, en las siguientes: Zamacois (1) dice termi-
nantemente: "A estos brindis (los de Suarez Triarte
y de Scott), siguieron varios, entre los cuales se es-
cuchó uno pronunciado por otro de los miembros
del Ayuntamiento, en que "brindó por la anexión
de México á los Estados Unidos." Esta base es dé-
bil, como se vé, á pesar de la afirmación tan cate-
górica que hace; pero haj' otras que vienen á dar-
le más solidez: El Sr. Roa Barcena en la obra va-
[11 '•Historia de México," Tomo XIII, pág 102.
- 424 -
rías veces citada dice: (1) '-Agregaré que enaqiie
líos días se aseguró generalmente que en tal con-
vite se había brindado por la anexión de México á
^os Estados Unidos. Profunda fué la indignación
que la noticia de tal hecho, real ó supuesto, causó
en todo el país; y personas notables del partido pu-
ro se apresuraron á rechazar en los periódicos los
graves cargos que se le hacían con motivo de lo
acaecido en el Desierto, negando toda participa-
ción en las ideas y en los actos de quienes se agru-
paban en torno del invasor y anatematizando con
frases durísimas su conducta. En cuanto á los brin-
dis, SI LOS HUBO, no será teraei-ario suponer que,
cuando menos hayan sido de acuerdo con las "Ins-
trucciones," )o cual sería ya bastante grave por
sí solo."
Los autores de los "Apuntes» sobre la guerra,
se contentan con expresarse en términos bastan-
te duros, contra los miembros de la Asamblea,
por sus actos en general; pero nada dicen espe-
cialmente acerca del banquete ni de los brindis.
Por nuestra parte hemos registrado la prensa
de aquellos días que hemos podido procurarnos
con diligencia y durante la ocupación de la ciu-
dad por los invasores, nada dijo de que en los
brindis se hablase de anexión á los Estados Uni-
dos. Sin embargo, cuanta persona nos ha hablado
de esa época ha afirmado categóricamente que ?í
se virtió esa idea en un brindis, y aun se nos ha
[1] Pííg-ina 5l,3.
- 425 -
citado el nombre del individuo que lo dijo; pero
como esto no nos ha dadoln convicción suficiente,
para afirmar que realmente se brindo por la ane-
xión de México á los Estados Unidos, preferimos
callar ese nombre y que el lector juzgue lo que
crea más conveniente, hacie;ido antes algunas
advertencias.
Los autores de la obra "Apuntes para la histo-
ria de la guerra de México", fueron testigos pre-
senciales de la mayoría de los sucesos que refie-
ren; y de los que no vieron, tuvieron ocasión de
reunir datos recientes, ya fuese de los documen-
tos de la época, ya de relaciones orales; sin em-
bargo, como escrita la obra por diversas perso-
nas que pertenecían á distintos partidos políticos,
según ellos mismos lo confiesan en el prólogo
de ella, acaso prefirieron callar un suceso que
deshonraba á algunos individuos que profesaban
las mismas ideas que alguno de ellos; además,
por esta misma circunstancia }• por la de ser con-
temporáneos de los sucesos que narraban y ado-
loridos por los reveses sufridos, no podían ser im-
parciales como lo demuestra el párrafo, entre
otros, en que dan cuenta de la elección de la Asam-
blea, (1) y sin embargo, no escriben los nom-
[1] "'Se fraguó una representación— dicenen los .i4/)M«í^s
históricos — que firmaron unos cuantos hombres oscuros y
desconocidos. Estos hombres tomarou la voz de todos los
habitantes del Distrito: formaron sus elecciones, y erigie-
ron balo los auspicios y protección del conquistador, una
Asamblea Municipal, otorgándole poderes, para hacer
una multitud de reformas, por snpuesto, si era del agra-
do y conformidad de l'^s dominadores. En el ejército ame-
ricano existía un partido de agregación, compuesto de los
Estudios hist<5rico3.— 54
— 426 ~
bres, ni del Presidente, ni de los miembros de
ella.
En cuanto á Zamacois, en aquella época estaba
en el país y pudo ver mucho de lo que refiere;
sin embargo, el criterio general que domina en
su obra y la idea de poner de relieve las faltas
y defectos de todos los mexicanos, llevado de la
idea de demostrar que desde la independencia no
cometimos raás quedesaciertos, lo hace sospecho-
so. Para afirmar que se brindó por la anexión debía
haber aducido siquiera una prueba, pues la acu-
sación es demasiado grave. En cuanto á los de-
más autores que han escrito sobre aquella época^
la circunstancia de ser sus obras, obras de par-
tidarios donde se trataba de sincerar á los corre-
ligionarios, hace que su opinión no deba tomar-
se en consideración.
Exceptuamos sin embargo al Sr. Roa Barcena,
que como se ha visto, refiere lo que se dijo; y aun
de su obra tomamos otra razón, que deb e tenerse
en cuenta, para formar criterio en este delicado
qne forrr.abíin su riqueza á costa tic los caudales del Era-
rio de su nación, y c^te partido encontró, no diremos eco,
sino viles instrumentos, en un puñado de liombres, 6 de-
masiado alucinado-^, ó profundamente malvadoí. Este fu¿
en compendio, el origen de la célebre Asamblea INlunicipal
qu'.- hizo aparecer al Distrito. A e-.a misma población
que había derramado sus tesoro^ y prodigado su sangre,
en la defensa hecha poco antes, coíno una ciudad desleal,
qui' aband' naba á un gobierno desgraciado y combatido
por los partidos, y que abrazaba con ahinco la causn de
sus dominaílores, reiiifrando para si -mprc d^- su pabellón ,
de >u independencia, y de sus derechos. Atortunadamentc
ha sido bien marcada la diferencia que deben establecer
entre el vértigo de una corta facción, y \a voluntad de
una ciudad entera."
- 427 -
asunto: "Los hombres más notables, dice, de ese
grupo (de munícipes), á un celo fanático por la
práctica de sus principios progresistas, unían el
profundo convencimiento de la pérdida irremisi-
ble de la autonomía de México; y á su absorción
parcial y sucesiva, que iría acabando hasta con
las razas; errónea, pero sinceramente juzgaban
preferible la anexión en masa y bajo condiciones
que aseguraran la conservación de esas mismas
razas y el ejercicio de sus derechos civiles y polí-
ticos en el seno de la confederacioii norteameri-
cana."
Comprendemos perfectamente que nuestros lec-
tores van á quedar descontentos y que hubieran
deseado, por no tomarse el trabajo de aquilatar
el valor de los argumentos presentados, que hu-
biéramos afirmado categóricamente que sí se brin-
dó por la anexión ó negado también de modo po-
sitivo tal suceso; pero no era posible que hiciéra-
mos ni una ni otra cosa, dado que no teníamos la
convicción de ninguna de ellas; compréndase á
su vez, que cuando de buena fé se escribe, el afi-
cionado, como nosotros, ó el historiador, no pue-
den aseverar más de lo que los documentos ó la
conciencia le dictan, y que el que se aparta de
esta pauta ni es digno de crédito, ni merece que
sus producciones sean leídas. En último caso, lo
único que podemos decir de nuestra cosecha con
referencia á los sucesos del Desierto, es que, da-
das Ias convicciones de los regidores y la triste
idea que tenían de los destinos de su patria, uní-
- 428 -
dos á los vapores del vino del banquete, es muy
posible y verosímil que alguno brindase por la
anexión; pero no se puede asegurar que sea ente-
ramente cierto.
De todos modos, la conducta de ese Ayunta-
miento que no dudó en hacer una manifestación
tan pública al extranjero que ocupaba la capital
de la nación después de una lucha injusta y en la
que habían perecido millares de mexicanos, cuan-
do toda la población rechazaba á los enemigos y
les cerraba las puertas; cuando no obstante tan-
tos reveses sufridos la idea, de paz estaba muy le-
jos de ser popular esa conducta, por el solo he-
cho de organizar el banquete fué vituperable é
indigna. Y si á esto se agregan las frases proferí
das en los brindis; esc afán de enaltecer á los
enemigos y á sus instituciones; de extasiarse ante
las victorias que aquellos habían obtenido, cuan-
do había corrido en ellas la sangre de sus herma
nos, era más que indigno, era infame y denotaba
que no sólo el orador, sino todos los mexicanos
que lo escucharon sin protestar, eran de la ma-
dera de que se hacen los traidores.
Esa conducta y esos brindis indican que lo más
sencillo era que deseasen la anexión de su país
al vecino, y si es verdad que no llegaron á for-
mular ese deseo con palabras, debe creerse que
no fué por amor á su patria, sino por cualquier
circunstancia extraña; pero ella no es obstáculo
para que el anatema que formuló desde luego la
sociedad y sancionó después un alto Tribunal fué
— 429 -
merecido y no cubrió de ignominia á los conceja-
les que concurrieron al banquete, á causa de que
ellos mismos se hablan ya cubierto de ella, desde
el momento en que acordaron celebrar la fiesta y
concurrir á ella. Lo único que causa extiañeza
es que todos los concejales hubieran consentido
en asistir á ese banquete y que á pesar de los
brindis pronunciados en él, no hubiera uno solo
que protestase, ya en aquel momento, ya después
porque bien pudiera creerse que algunos fueron
á la Asamblea de buena fé; pero su conducta pos-
terior desmiente tal hipótesis.
Sin embargo, había entre ellos algunos indivi-
duos, que poco después fueron honrados con di-
versos cargos, como el Lie. Macedo, que á poco
dejó la Asamblea, para ir á ocupar su puesto en
el Congreso general reunido en Querétaro; y D.
Miguel Lerdo de Tejada que dos años después pu-
blicó una carta, que conoceremos más adelante,
en la que protestaba que su-único propósito al
aceptar su nombramiento de-Regidor fué contri-
buir al bien de la ciudad.
Suárez Iriarte, cuando pretendió sincerarse de
los cargos que se le hacían, alegó que el paseo
había tenido por objeto visitar los manantiales
que surten á la ciudad, y lo explica de esta mane,
ra: « En el día eti que se iba á verificar el reconoci-
miento de las aguas potables, estuve muy lejos
de creer que cometía un crimen al presentar un
obsequio, á nombre de la ciudad, al que le había,
— 430 -
proporcionado una obra (1) que llevada á cabo,
podrá ser de inmensos resultados para los habi-
tantes de esta población. Con este pasóla ciudad
manifestaba que sus sentimientos eran nobles;
que discernía los beneficios de los agravios; que
si era desgraciada, no había sido envilecida; y se
captaba al mismo tiempo la voluntad de un hom-
bre poderoso que tenía entre sus manosja vida de
un compatriota condenado á muerte (2) en los
tribunales americanos. Me pareció imposible que
el General Scott derramara la sangre de un mexi-
cano en la misma ciudad que acababa de acredi-
tarle cuánto sabía apreciar la generosidad de un
servicio. En efecto, el General Scott se conmovió,
prodigó bendiciones al pueblo de México; maní
festó que sus ardientes deseos eran por la paz y
la buena armonía entre su nación y la nuestra;
y por no faltar expresamente á las foi-malidades
de los juicios, suspendió indefinidamente la ejecujj
cion de Luz Vega, que así se llamaba el réó, sin
que hubiera llegado á tener efecto. Este aconte_
cimiento que lejos de pretenderse ocultar, se hizo
con toda la publicidad de un acto que no merece-
rá reprobación, luego que sea bien juzgado, se
interpretó y glosó con estudio y malicia por unos'
y con extremo candor é ignoranciapor otros, has'
ta asegurar que se habían gastado sumas inmen.
sas y se había acordado en aquella reunión la des
1 El reconocimiento é informe del ingeniero Smith.
2 José de Jesús Vega, acusado de promover la deser-
ción, en las filas de los invasores.
- 431 -
truccion del culto y la anexión de la República
Mexicana á la del Norte. •>
Hábilmente, como está redactada la Defens-i,
no es, sin embargo^ suficiente para llevar el con-
vencimiento al ánimo de los lectores y hacerles
creer que esa fiesta fué enteramente inocente;
pues la no mención de ella en las actas de cabil-
do, la omisión en las cuentas, de la partida res-
pectiva y otras circunstancias, contribuyen á ha
cer ver en las palabras de Suárez Iriarte un re
curso de reo, hábilmente explotado. Además, e,
modo con que habla de lo ocurrido en la comida
hace creer que sí tuvieron los brindis bastante
intención, pues no niega terminantemente que se
hablara de la destrucción del clero y de la anexión
de México á los Estados Unidos.
XII
La grita que contra sí suscitó el Ayuntamiento
con motivo del banquete que ofreció á los Gene
rales norteamericanos, fué terrible. La prensa y
la opinión pública se declararon desde luego con-
tra aquel cuerpo y empezaron á atacarlo ruda
mente, haciéndole cargos por el abandono en que
tenía todos los ramos á él sujetos, no obstante su
pomposas promesas.
Pidieron que se publicasen las cuentas de lo
gastado en el Desierto, el cual, decían, había eos-
— 432 —
tado sumas inoiensas; pero por más que insistie-
ron, esas cuentas no se llegaron á publicar y no
constan en ninguna de las actas de esa Asamblea,
así como tampoco el acuerdo ó autorización para
hacer el gasto (1); en el corte de caja aprobado
por el Ayuntamiento, relativo al mes de Enero de
1S48, no se encuentra la menor referencia á ese
desembolso, que si bien no costó lo que el rumor
público afirmaba, sí abrió una buena brecha en
^os fondos municipales, que ni eran abundantes ai
alcazabán para atender á las numerosísimas aten-
ciones que entonces corrían á cargo de la
ciudad.
Con el único objeto de hostilizar al Ayunta-
miento se fundó el periódico titulado El Tribunal
DEL Pueblo, qne empezó desde luego á cumplir
tan fielmente su cometido que el Regidor Arteaga
en el Cabildo de 1" de Febrero presentó esta pro-
posición que fué aprobada: "El Tribunal del Pue-
blo se ha fundado exclusivamente para atacar á
la Asamblea municipal; ésta no debe ver pasiva-
mente que se le injurie, ni que se le quite el pres"
*igio, por medio de ésa publicación subversiva: la
paz se hará ó no se hará y consiguientemente el
actual Aj-untamiento tendrá una duración más ó
menos considerable; pero entretanto no debe per-
mitir que se extravíe la opinión: en cuanto á lo^
capitulares que lo forman y han tenido el valor
[1] En un artículo posterior diremos el importe de esa
fiesta, que fué poco mayor de seiscientos pesos y cuyo
gasto lo autorizó verbalmente el mismo SuArez Iriarte.
I
— 4oo —
necesario para afrontar el peligro en el campo
de batalla y para arrostrar cualquiera aconteci-
miento, deben tenerlo igualmente para reprimir
las demasías de la prensa, y con este fin hace la
excitativa que corresponde á los señores Sín-
dicos."
El resultado da esta excitativa fué que se de-
nunciara al periódico, que al fin tuvo que suspen-
der su publicación; siempre ha sido achaque de
os que proclaman con más entusiasmo la libertad
no querer que nadie censure sus actos.
Pero esas arbitrariedades eran las últimas que
iba á cometer el Ayuntamiento, pues los aconte-
cimientos políticos se precipitaban: el dos de Fe-
brero, después de muchas dilaciones y tropiezos,
se firmó en Guadalupe Hidalgo el tratado de pa^
que inmediatamente*fué remitido á los Estados
Unidos para su aprobación; desde luego se proce-
dió á celebrar el armisticio, llegando á la capital,
para ultimarlo, los Generales,Don Ignacio Mora j-
Villamil y Don Benito Quijano, los días 17 y 19 de
Febrero, respectivamente.
Antes, sin embargo, de que este se llevara á ca-
bo, todavía el Ayuntamiento tuvo ocasión de ha-
cer algunos actos que acabaron de desprestigiar.
Ix), si eso hubiera sido aún posible, después de lo
que había hecho anteriormente.
Al discutir el reglamento de policía incluyó en
él un artículo, que decía; "Son obligaciones de los
guardas de policía rural, aprehender á todas las
personas sospechosas que, solas ó acompañadas.
Estudios históricos.— Sá.
— 434 -
inermes ó armadas, apareciesen por los poblados,
poniéndolas en el acto á disposición del alcalde
primero de la municipalidad; perseguir todas las
gavillas que con cualquiera denominación se pre-
sentaren, auxiliándose mutuamente los de un po-
blado ó hacienda, con los de otros; aprehender á
LOS DESERTORES DEL EJÉRCITO AMERICANO ÍARA EL
SIMPLE EFECTO DE REMITIRLOS Á SUS JEFES; OtC." "Sc
consideró, dice el Sr. Roa Barcena, como una
crueldad en lo moral y como una acción verdade-
ramente antipatriótica condenar á horribles cas-
tigos á ios individuos que abandonaban las filas
del enemigo, casi siempre para pasarse á las nues-
tras; y cooperar de esta manera A conservarle su
fuerza y á impedir los medros de la nuestra; bien
que á este último respecto sea justo recordar que
en la fecha de la expedición del reglamento era ya
un hecho la celebración del tratado de paz." A es-
to únicamente tenemos que decir que si bien ese
reglamento se expidió hasta el 16 de Febrero, se
propuso y se discutió ese artículo, desde los últi-
mos días de Enero, cuando todavía se veía muy
dudosa la paz; por lo tanto las consideraciones
que da á conocer el Sr. Roa Barcena, contra el pa-
triotismo y sentimientos humanitarios del Ayun- i
tamiento quedan en pié.
Los otros actos criticables del Ayuntamiento
fueron: la cuestión que tuvo con el Secretario Don
Cástulo Barreda y la aplicación indebida de la
contribución de guerra; el primero de estos inci-
dentes ocurrió de esta manera.
- 435 -
Habiendo pedido el Secretario del Ayuntamien-
to, Lie. Don Castillo Barreda, en el Cabildo de 5
de Febrero, la palabra, para leer un informe, Suá.
rez Iriarte se la negó, diciendo que allí sólo tenía
voto consultivo, cuando fuera requerido para ello
Barreda fundándose en las ordenanzas municipa-*
les contestó y después formuló una protesta que
fué declarada irrespetuosa por la- Asamblea muni-
cipal, que separó á aquel de su puesto: el Secreta-
rio ocurrió al Juez Flores Alatorre, pidiendo ser
repuesto en su empleo, lo que se decretó alg-unos
días después; se dijo sin embargo que el Juez iba
á ser destituido por esa reposición, lo que causó
gran indignación.
En cuanto al incidente de la contribución de
guerra, fué más grave. El Gobernador militar
americano decretó en 4 de Febrero que á la Capi-
tal se le agregarían los Distritos de Texcoco, Teo-
tihuacan, Chalco, Tlalnepantla, Zurapango, Cuau-
titlan, Tlálpam, Tulancingo, Pachuca y Apam,
del antiguo Estado de iNIéxico y qué de la suma
de $668,332 asignada á todo él y á la Capital, cor-
respondían á la nueva división las dos terceras-
partes de esa suma. Esta asignación fué hecha
por el invasor, en virtud del acuerdo del Gobierno
de Washington, de que los gastos de la guerra
los sufragara el país invadido, á fin de apurarlos
medios, para obligarlo á firmar la paz. Para po-
der pagar el primer abono de esa contribución
que vencía el 20 de Febrero, la Asamblea Muni-
cipal decretó -un impuesto de 6 por ciento, sobre
— 436 -
rentas; mas como esto no fuera bastante, el 16 de
Febrero esa Corporación se declaro en sesión per
manente, hasta no haber resuelto la dificultad de
reunir la sunía de cien rail pesos, importe del pri-
•mer abono; los miembros de la Asamblea que se
veían en los mismos apuros que los del Ayunta"
miento legítimo, sin que les valieran de nada las
bajezas que emplearon con el invasor, determina-
ron enviar entre tanto una Comisión al Goberna-
dor Smilh para conseguir ;ma prórroga; pero co-
mo éste permaneció inflexible, en la madrugada
del 17 se acordó exigir de los contribuyentes, dos
tercios adelantados del nuevo impuesto predial.
Empezó á hacerse efectivo este acuerdo ejecuti-
vamente, y aunque el general Butler, sucesor de
Scott, (1) prorrogó el plazo para el pago del abo-
no hasta el 24 de Febrero (2) el Ayuntamiento no
sólo no hizo pública esta prórroga, sino que cuan-
do El Moxitor habló de ella, aquel la negó ter-
minantemente, con el objeto evidente de acabar
de reunir la suma que importaba el abono; mas
estando ya tan adelantados los arreglos del ar-
misticio, esa contribución no llegó á cobrarse, y
los veintitantos mil pesos que para el pago de ella
había reunidos, se emplearon en pagar á los em-
pleados del poder judicial y en saldar le cuenta
[1] El 18 de Febrero y en virtud de Ui acusación que
se le habla hecho, entregó Scóll el mando del ejercito
norteamericario á Butler
[2] hsta prórroga se debici en realidad A los comisio-
nados mexicanos para arreglar las bases del arinistiico
que ya habían adelantado bastante en sus trabajos
- 437 -
del cocinero Laurent, que sirvió el banquete en el
Desierto, dándose así motivo para nuevas y fun-
dadas censuras al Ayuntamiento.
Como si éste no tuviera bastante con la mala
voluntad que todos le manifestaban, en vez de
ocuparse de las atenciones urgentes de la ciudad,
se'ocupaba muy seriamente de la proposición del
Regidor Buenrostro, que pretendía que el Valle
de México, es decir^ la ciudad con todos los Dis-
tritos que el invasor le había agregado, se cons-
tituyese en Estado libre, soberano é independien-
te; y de hecho la misma Asamblea empezó á le-
gislar, para la nueva entidad, decretando contri-
buciones, tratando de organizar la policía, nom-
brando jueces y alcaldes, destituyendo jefes polí-
ticos que, como el de Tlálpam, Don Antonio del
Río, eran hombres honrados y cumplían con su
deber.
Pero por más que la Asamblea Municipal se
afanaba en hacer todo eso, sabía perfectameiite
que nada quedaría de su obra y que sus días esta-
ban contados; de los mismos miembros que la
componían, algunos no concurrían á los Cabildos,
á fin de no quedar inodados en todos los actos de
ella; otros, como Espinosa y Ruiz, renunciaron, y
D.Justo Pastor INIacedo, á su vez, hizo otro tanto,
siendo á poco electo Diputado é ido á ocupar su
puesto en el Congreso que se estaba reuniendo en
Querétaro.
El 17 de Febrero apareció en las esquinas de
la Capital, una exposición firmada por gran nú-
- 438 -
mero de personas de todas las clases de la socie-l
dad, en que se excitaba ai Ayuntamiento á disol.^
verse, en vista de la mala voluntad que se le te-
nía, de su origen revolucionario, de los ningunos
bienes que había hecho á la ciudad y de los mu-
chos males que en cambio Iiizo, con su antipatrió-
tica conducta.
Para que se vea ia poca simpatía que aun en-
tre los invasores dislrutiba esa Corporación, in-
sertamos unos fragmentos de un artículo titulado
"La Paz" que publicó La Estrella Americana el
16 de Febrero.
«Pero la otra gente que contraría la paz y que
forma la tercera clase, que verdaderamente es
una tercera entidad, que ha aparecido de dos me-'
ses á la fecha, es un aborto del genio del mal que!
persigue á este desdichado país, es una reunión;
heterogénea, improvisada y dirigida sólo por eli
más vil interés particular, dé quienes lo compo-
nen. Ellos no han tenido vergüenza de parodiar
al General Santa Anna, nombrando como él á los
que habían de elegirlos, y haciendo como él pro-
mesas que no han cumplido, ni cumplirán. Esa pe-
q ucña reunión, que no merece ni el nombre ác
facción y mucho menos el de partido, ha atacado
el secreto con que dice que se están tratando los
preliminares déla paz, demostrando asi no sólo
su mala fé y dañadas intenciones; sino su crasa |
ignorancia y sus ningunos alcances. ¿De donde j
ha ocurrido á esa gente la peregrina idea de que ,
las negociaciones diplomáticas han de tratarse]
— 439 -
públicamente? -Por qué razón, por qué principio
de derecho internacional llaman negociaciones
clandestinas, á las que tienen aquel carácter? ¿Y
por qué desnudan del que puede tener nuestro co-
misionado, haciendo á éste y á nuestro gobierno
la grave injuria de suponer que no saben lo que
hacen?
"Han apelado también á la superchería de ne-
gar la legitimidad del actual gobierno nacional
de México, con aquella sofistería y aquella chica-
na que saben emplear para hacer injusticias atro-
ces y para embrollar los pleitos y hacerlos eter-
nos, figurándose al hablar de la paz y la guerra,
que están formando uno de esos escritos en que
promueven lo que llaman «artículos." ¡Miserables!
¡Hablar de la legitimidad los que no pueden pre-
sentar ni visos de ella en los puestos que han asal-
tado.
"Mas contrayéndonos á la esencia del sofisma,
fácil nos será demostrar con los más bien recibi-
dos autores, que para el grande asunto de la paz
ó la guerra extranjera, nada tienen que ver las le-
gitimidades de Iqs gobiernos ni sus cuestiones in-
teriores sobre ellas. Basta que un gobierno exis-
ta, porque esa existencia supone la aquiescencia
del país, para que pueda tratarse con él solida-
mente. ¿Qué sería del mundo si se fuera á cues-
tionar la validez de los títulos de cada gobierno,
para los asuntos internacionales? Y contrayendo-
nos á México, preguntamos á esos hombres de
mala fé: ¿cuáles han sido sus gobiernos legítimos?
- 440 —
... .Es preciso, pues, estar locos ó ser unos mal-
vados, para poner en juego las maniobras que
esos malos mexicanos han adoptado, para con-
. trariar la paz entre los Estados Unidos y Méxi-
co."
Bastante duro y humillante 'era ese lenguaje,
para los miembros de la Asamblea Municipal; pe-
ro er.'i muy merecido, ya que esos hombres no só-
lo se habían apoderado de los puestos públicos,
por su propia voluntad, sino que aun procuraban
poner oTjstáculos para la celebración de la paz,
x'inico medio eficaz, entonces, para sacar á México
del miserable estado á que le habían conducido
los continuos y graves desaciertos que cometie-
ron los gobiernos todos, desde la época de la in-
dependencia. Triste cosa es que extranjeros fue-
ran los que así hablaban de nuestros cornpatrip-
tas; pero la conducta de éstos dio lugar á ello.
XIII.
En la segunda quincena, de Eebrero el despres-
tigio de la Asamblea Municiparilegó á su colmo,
por todos los desaciertos que había'cometido y por
la oposición que encontró en el pi'iblico; y desde
entonces aun los mismos capitulares, vcian su caida
próxima. Por otra parte, en el armisticio que estaba
para concluirse, se trataba del importante asunto
de las autoridades mexicanas'y Suáreziriartc y los
suyos, que sabían perfectamente que su autoridad
- Ul —
no era legal y que estaban en rebelión abierta con
el Gobierno de Querétaro, (1) comprendían per "
rectamente que su dominación ei a muy transitoria'
j ya sólo buscaban un pretexto para salir de la si-
tuación embarazosa, en que se habían colocado.
Los arreglos para el armisticio terminaron el 25
de Febrero, aunque ese documento lleve la fecha
29, y tres días antes, los capitulares decretaron la
disolución de la Asamblea, al amanecer el día 22,
y á las dos de la tarde enviaron sus renuncias al
Gobernador militar Smith, por medio de una comi-
sión: el pretexto que alegaron para tomar esta
medida, fué que dicho funcionario no había comu-
nicado oportunamente al Ayuntamiento la prórro
ga que concedió Butler, para el pago de la contri-
bución de guerra, ni la suspensión del cobro de
esa contribución, poniendo con esta omisión en
ridículo á la asamblea, que la seguía cobrando. La
verdadera causa fué que los mismos concejales
comprendieron el ridículo papel que estaban ha-
ciendo y prefirieron disolver la Asamblea^ antes
que ser arrojados ignominiosamente del Salón de
Cabildos, como pudo muy bien haber sucedido.
La Esteell.v Americ.\xa, por su parte, dijo que la
disolución de aquella Corporación se debía á su-
[1] El PrcsiJcnie Peña y Peña en su maniliesto, decia.
acerca del Ayuntamienlo de México: "En la Capital, don-
de flamea ef pabellón americano, se maquina traidora-
mente contra la nacionalidad del país: allí algunos mexi-
canos íi quienes la posteridad llenará de execración, se
disputan el poder, usurpan la autoridad municipal, se
apoderan de los escasos recursos de la desdichada ciudad
y biis-an apoyo para sus crímenes en la fuerza del inva-
Estudios históricos.— 56.
- 442 -
gestiones de los comisionados mexicanos, para ce-
lebrar el armisticio.
Aunque es probable que algo hubiera de esto
último, lo cierto es que la famosa "Asamblea Mu-
nicipal" cayó de la manera más ridicula y desai-
rada, á los sesenta dias de instalada y en medio de
la reprobación del público, que no pudo perdonarle
su falta de patriotismo. En los primeros momen-
tos de su caída se dijo que se volvería á reunir y
funcionaría, hasta tanto que se celebrasen nuevas
elecciones; mas estos rumores eran falsos y la ciu-
dad se enteró con regocijo, en la mañana del 25
de esta circular que se fijó en las esquinas: "Ha-
biendo cesado en sus funciones desde hoy el Exmo.
Ayuntamiento, los señores alcaldes entegarán en
'a Secretaría los archivos, libros de conciliaciones
y juicios verbales, firmando al margen de entera-
dos. Dios y Libertad, ¡México, Febrero 25 de 18-18.
— F. Su.-vREz Iriarte."
Gil Blas, periódico que se publicaba en aque-
llosdías, comentaba la noticia en estos términos.
"Cayó el monstruo; la municipalidad, cubierta
de infamia por su origen, ha sido la piedra del es-
cándalo para los infortunados habitantes del Dis-
trito. Hoyrse complacen y regocijan porque cesan
en sus funciones, dejando abierto el campo y los
sillones, que se espera sean servidos por personas
dignas del aprecio de la mayoría patriótica y sen-
sata de la población: en el entretanto, si bien serán
cxcecrados los nombres del difunto Ayuntamiento
- 443 -
sus compatriotas se compadeceían de los grandes
extravíos en que incurrieron."
La conducta de esa Asamblea siempre ha sido
vituperada, y con mucha razón, pues cuando se
necesitaba que todos los mexicanos olvidando las
rencillas y los intereses de partido se uniesen, pa-
ra contribuir á la salvación de la patria, los hom-
bres que compusieron aquella, olvidando esto, só-
lo pensaron en su interés personal y por satisfa-
cerlo no sólo se unieron al invasor, sino que aun
procuraron ayudarlo en los proyectos de anexión
que abrigaba y los que trató de propagar de una
manera casi descarada. En concepto nuestro nada
puede disculpar la conducta de esos hombres y,
como lo dijo muy bien el Sr. Peña y Peñarla pos-
teridad debe llenarlos de execración; sin embar-
go, para no faltar á la línea de conducta que nos
hemos impuesto, trascribimos lo que acerca de
ellos dice el Sr. Koa Barcena:
"Tanto se ha abusado en tiempos posteriores
de la acusación de infidencia, que el escritor que
no presume de historiador, sino de simple narra-
dor, y que sabe hasta dónde ciegan las pasiones
políticas, y cómo influyen los sucesos y las im-
presiones del momento en los actos de la vida
pública, se limita en casos como éste, á agrupar
datos y antecedentes, todos con la mayor fidelidad
posible, para que otros, con pleno conocimiento de
causa, pronuncien su fallo, que él no se ha impues
to la obligación de dar. Además de todo lo ya
sentado, el que se constituya juez deberá tener
- 444 —
presente dos circunstancias, una de cargo y otra
de abono, respecto de los miembros mexicanos de
la Asamblea Municipal. Voy á dar idea de ellas.
"La circunstancia de cargo se deriva déla ten-
dencia del Gobierno de los Estados Unidos, du-
rante la guerra, á procurar 3' patrocinar aquí la
formación de un gobierno adicto á aquel pueblo,
ó por lo menos, dispuesto á ajustar la paz con las
ventajas que el vencedor se proponía obtener.
Tal tendencia, indicada desde el manifiesto de
Scott en Jalapa, se mostró, sin rodeos, en el dis-
curso del Presidente Polk á las Cámaras norte-
americanas en Diciembre de 1847, cuando dicho
funcionario señaló como conveniente que los del
ejército de ocupación en México alentaran y pro-
tegieran á los amigos de la paz, en el estableci-
miento de un gobierno así. La agrupación, las
tendencias y los actos de los electores y electos
de la Asamblea pueden y acaso, deben ser consi-
derados por el invasor, como el principio de la
realización de aquellas miras políticas suyas, en
días en que aún no contaba con toda seguridad,
con que celebrara la paz el gobierno mexicano
existente; y han podido, al par, influir en el ánimo
de este mismo gobierno para decidirle á entrar en
pláticas con el enemigo, por mucho que desde an-
tes se inclinara á ello, como es notorio.
"La circunstancia de abono ó data no consta en
los escritos y documentos de aquel tiempo, sino
en la tradición oral de las personas que trataron
con alguna intimidad á los numícipcs, á quienes
- 445-
me refiero. Los hombres m;ís notables de este gru-
po, á un celo fanático por la práctica de sus prin-
cipios progresistas, unían el profundo convenci-
miento de la pérdida irremisible de la autonomía
de México: y á su absorción parcial j' sucesiva que
iría acabando hasta con las razas; errónea, pero
sinceramente, juzgaban preferible la anexión en
masa y bajo condiciones c^e aseguraran la con-
servación de esas mismas razas y el ejercicio de
sus mismos derechos civiles y políticos en el seno
de la Confederación n^orteamericana. (1)
[1] "De la existencia del parliJo anexionista habla dos
veces el enviado norteamericano Mr. Trist en su nota re-
servada de 6 de Diciembre de 1847, al Secretario de Esta-
do Mr. Buchanan.
"Consideraba dicho enviado como un obstáculo serio
para el tratado de paz, la influencia "de los anexionistas;
"de los que están irrevocablemente resueltos, cueste lo
"que costare, á llevar A cabo su plan, comenzado mucho
"antes que la guerra, de oblig-ar ;l nuestro país á unirse
"A éste." Y agrcíjaba: "Si Santa Anna, en la crisis de su
"suerte, no tuvo valor para hacer el tratado único que
"podía salvarle y que le hubiera puesto en estado de lle-
'•var A cabo sus despóticos provectos, sólo fué por temor
"de sucumbir á este mismo partido, ayudado como en-
"tónces estaba, por muchos, cuyo núcleo era, y cuya co-
"nexion no se extendía A más que al punto de lá oposición
"á Santa Anna, activa ó pasivamente. >
Volviendo Mr, Trist en el curso de su nota á hablar
de los anexionistas, dice: "Simpatizo con ellos vi\-amen-
"te, y siento un g:randc y firme deseo de que el fin á que
"aspiran como el único "medio de libertar i. su país de la
"anarquía y la opresión, fuera posible de conseguir. Pc-
"ro este mismo deseo sólo sirve para robustecer mi con-
"fianza en la exactitud de la convicción Tque se ha ido
"afirmando más y más, conforme se ha ido extendiendo
"mi Conocimiento' del país] de que la cosa es del todo im-
"posible. Mientras más he profundizado el negocio, más
"íntimamente me he ido convenciendo de que, inmensos
"como serían los beneficios que este país derivara de
"tal conexión, iría acompañada de males para el nuestro
"infinitamente mayores." Hablando del caso hipotético
"de la Union norteamericana, agrega Mi . Trist: Al
"fln he venido á considerar esta terr'ble calamidad co-
- 446 —
"La primera de esas circunslancias fué señala-
da por Otero en la acusación; pero no era posi-
ble que la segunda lo fuese por Suárez Iriarte en
la defensa.
«.Curioso es notar, de paso, que así los anexio-
nistas de 1847, como los aceptantesde la interven-
ción europea en 1861 partieron de la propia idea
de que México iba á ser víctima del «Destino ma-
ninesto» de los Estados Unidos; y que éstos, que
negaron á Europa el derecho de procurar y pro-
tejer aquí el establecimiento de un gobierno, en
la segunda de dichas épocas, habían querido te-
ner el derecho de hacer otro tanto ellos mismos
en la primera. >
Por atendibles que sean las razones expuestas
se verá que no son, sin embargo, bastantes para
disculpar la conducta de las personas que toma-
ron parte en los sucesos que dieron á México esa
Asamblea Municipal.
Antes de ver el fin que tuvieron las principales
de ellas y el proceso que el gobierno legítimo hi-
zo que se les siguiera, es preciso hacer una lige-
ra recapitulación de los actos de esta corpora-
ción y teniendo en cuenta sus actos censurables
''nio un gran bien, comparada con la anexucion, cnnues-
"tros días, digo, de cs;te país al nucbtro, sea por conquis-
•'ta, ocupación ó convenio. No me cabe duda de que esta
"incorporación ha ilc acaecer; que en la pliíxiiuh du
"ticos, que se conservan v defienden en nuestro país,'
etc., etc.
i
- 447 -
analizados en los anteriores capítulos, ver si hi-
zo algo de bueno, que le sirva de abono.
Terminó, es cierto, el arreglo de la administra-
ción de justicia; pero el proyecto relativo ya lo
tenía muy adelantado y casi terminado el Ayun-
tamiento anterior; aunque quiso hacer el empa-
dronamiento de los ciudadanos le faltó tiempo
para ello y es probable que aun disponiendo de
él no hubiera llegadoá realizar su idea por la fal-
ta de los recursos que tal operación exigía; tam-
poco llegó á organizar la policía por más que al-
guien afirme lo contrario, acaso porque supo que
en Cabildo se aprobó un proyecto, para la orga-
nización de ella; según asienta el señor Roa Bar-
cena, obtuvo del gobernador civil y militar que
recibiese diariamente una visita oficial, en que se
le manifestasen las quejas del vecindario; consi-
guió que se acuartelase á los soldados á las nue-
ve de la noche que del cuerpo de rifleros, el más
moralizado, se destinaran destacamentos en cin-
co puntos de la ciudad, que impidieran las riñas y
desórdenes; que disminuyera el número de las ca-
sas de juego, y que no se volviera á aplicar en
público la pena de azotes. Ninguna de estas me-
didas, sin embargo, consta en las actas de Cabil-
do. En cuanto al nuevo sistema de contribuciones
directas sobre fincas y profesiones, que ideó, des-
de luego fué puesto en práctica y es la base del
que rije actualmente.
Tocante al reconocimiento de las lagunas que
rodean la ciudad y al proyecto de Smith, para evi-
- 448 -
tar las inundaciones; Suáreziriarie en su "Defen-
sa" se explica de este modo: «Solicité del general
Scottque sus ingenieros topográficos prestasen es
te interesante servicio á la ciudad, }• con la mejor
voluntad apetecible se prestó al acto, facilitando
diariamente tropa, al oficial especialmente encar-
gado del trabajo, quien recorrió todos los lagos,
desde el de Chalco y Xochimilco, hasta el de San
Cristóbal y Zumpango, incluyendo el desagüe de
Huehuetoca; cuyo informe, con su correspondiente
perñl, la indicación de todas las obras que eran
de efectuarse y sus presupuestos para la deseca-
ción de los lagos 3' construcción de "canales de
irrigación y navegación, se verán en el documen-
tos número 16, sin que yo sepa ni ¡jaga memoria,
de que municipalidad alguna haya proporcionado
trabajos tan importantes sobre aguas en beneficio
de la ciudad." Efectivamente, ese informe es de
los más completos que hay sobre la materia y el
primero en su género que se hizo y hasta la épo-
ca del segundo Imperio no volvió á producirse
otro igual. Pero ni aun ese trabajo tuvo el placer
la Asamblea intrusa, de verlo terminado, pues el
ingeniero Smitb lo terminó y regaló á la ciudad
hasta fines de Mayo, poco antes de la partida del
ejército norteamericano y cuando ya funcionaba
un Ayuntamiento electo con todos los requisitos
de la \ey.
Suárez Iriarte empleó Ja influencia que tenía
cerca del invasor, en obtener la libertad de loS in-
dividuos que componían el Ayuntamiento de Gua
- 449 —
dalupe Hidalg-o, presos por el hecho de haber si-
do despojado en esa población un soldado de los
invasores, de sus armas y caballos. También pro-
curó la libertad del Lie. D. Mariano Otero á quien
se atribuía el delito de haber pronunciado, en pú-
blií'o discursos subversivo contra el ejército, de
los Estados Uaidos.
XIV.
El 29 de Febrero quedó firmado el armisticio,
que ratificó el día 5 de Marzo en México, el gene .
ral Butler y el 9 en Querétaro el general Anaya ,
Ministro de la Guerra. Sin embargo, en México
las autoridades americanas lo consideraron vigen-
te desde el día 6 y por consiguiente no pusieron
traba á la instalación del Ayuntamiento que fun-
cionaba á fines de 1847. Ese día tomó posesión
del Gobierno del Distrito el Sr. £). Juan Marín
Flores y Terán, nombrado por el Gobierno da
Querétaro, íesde el 24 de Febrero, y nombró Se-
cretario al Lie. D. José Maria Zaldívar, miembro
del Ayuntamiento, que iba á funcionar.
El 8 de Marzo se reunió la Corporación en el
Salón de Cabildos y dio principio á sus tareas,
interrumpidas; el principio de la acta de la sesión
celebrada ese día dice: "En la ciudad dn. México
á ocho de Marzo de mil qpljocíentQ§ c^areufa y
pst^dios Históricps.— S?
- 450 -
ocho se reunieron á las doce 3' media del día e
Señor Gobernador del Distrito, D. Juan María
Flores y Terán y los Señores. Lie. D. Lucio Pa-
dilla, Lie. D. José Urbano Fonseca, Lie. D. Agus-
tín Díaz, D. Pedro Tello de Meneses, Lie. D. Ma-
riano Icaza y Mora, D. Antonio Balderas, D.José
María Zaldívar y Lie, D. José María de la Piedra,
citados para hoy en virtud de la suprema orden,
para continuar funcionando como legítimos capitu-
lulares del Exmo. Ayuntamiento, cuya orden en
la parte conducente dice así:
"El Exmo. Señor Presidente provisional ha me-
" dítado detenidamente y ha oido la opinión de
" personas respetables sobre la manera con que
" convendría organizar la administacion pública
" en esa capital, y en el Distrito Federal, concluí-
" do el armisticio. En consecuencia S. E.ha creído
" conveniente resolver que luego que el armisti
" cío se publique de una manera auténtica en esa
" capital, comience V. S. á ejercerlas atribucio-
" nes que le corresponden, como Gobernador del
" Distrito, y que uno de los primeros actos de su
" autoridad sea el de reinstalar al Exmo Ayunta-
" miento que funcionaba á fines del año anterior,
" á fin de que ayudado por esta E. Corporación,
' pueda \^ S. dictar y ejecutar todas las medidas
" convenientes'para una nueva eleccion'de A3'un-
" tamriento según las bases de un decreto que al
" efecto se dirigirá á V. S. por este Ministerio."
Se di<5 lectura en seguida al nombramiento del
rSf, Fjorps y Teráq par^ Gobernador, en el C[ue se
- 451 -
le recomendaba que ante todo procurase atender
á la seguridad pública y á la organizocion de la
policía de acuerdo con las bases acordadas en la
cláusula dnodécima del armisticio.
Después de esta lectura el Gobernador prestó
el juramento de ley en manos del Alcalde D. Lu-
cio Padilla y se retiró en compañía de'su Secre-
tario; leyóse un oficio del Gobierno del Distrito, en
el que participaba que el Juez D. Ignacio Flores
Alatorre mandaba reponer en su empleo de Se-
cretario del Ayuntamiento á D. Cástulo Barreda,
se acordó celebrar cabildo diariamente y se toma-
ron otras resoluciones de menor importancia.
Se advirtió desde luego la ausencia del Alcalde
primero Sr. Reyes Veramendi, que tanto había
hecho en bien de la ciudad al ser ocupada por los
invasores. En una acta posterior encontramos
que este señor entró á desempeñar el Juzgado pri-
mero de paz, para el que fue designado y que re-
nunció al fin para ir á ocupar su puesto en la Cá-
mara de Diputados de Querétaro, la que debía
reunirse muy pronto para ocuparse de los trata-
dos de paz.
También faltó, de los antiguos capitulares, Don
Juan Palacios; pero ya fuese que éste, avergonza-
do de haber formado parte de la Asamblea Muni-
cipal, ya que temiese ser objeto de un desaire,
lo cierto es que no se presentó. Este señor con-
trajo estrecha amistad con el General Scott, á
quien empezó á enseñar el castellano y con los
principales jefes norteamericanos,
— 452 —
Como el banquete ofrecido en el Distrito á los
generales invasores había sido el acto más no-
table de la Asamblea desaparecida, en el primer
cabildo que celebró el Ayuntamiento reinstalado
se presentó por D. Mariano Icaza y fué aprobada
con dispensa de trámites la siguiente proposición:
''Las oficinas de contaduría y Tesorería presenta-
rán desde luego los acuerdos y justificantes rela-
tivos á la vista de ojos que se dice practicada en
el Desierto, en 29 de Enero último, expresando la
cantidad gastada y acompañando el expediente."
El inforne producido por esas comisiones y pre-
sentado en el Cabildo del 13 de Marzo fué bastan-
te lacónico, por cierto: en él dijeron que por una
orden déla comisión formada por los Señores D.
Jacinto Pérez, D. Ignacio Nieva, y D. Manuel
García Rejón, y por otra dada verbalmente por
Suárez Triarte como Gobernador del Distrito, se
había pagado á D. Tomas f.aurent la suma de
seiscientos catorce'pesos, cuatro reales, que dicho
individuo expresó habían importado los gastos
todos que se hicieron ese día, y que ignoraban s^
acerca de ese asunto se había formado expedien-
te, de lo cual podía informar la Secretaría.
D. Cástulo Barreda informó, á su vez, por escrito
diciendo que desde el 29 de Enero hasta el 4 de
Febrero anterior en que se separó de la Secreta-
ria del Ayuntamiento, ningún expediente se giró
relativo al banquete ó vista de ojos y que D. Ma-
nuel Carballeda que estuvo encargado de la ofi-
cina durante la aucensia de aquel, acaso estaba
- 453 -
en posesión de mejores datos y podía informar de
si se había formado expediente ó nó.
Carballeda, por último, dijo que no tenía cono-
cimiento de que existiera algún acuerdo relativo
á la vista de ojos que se decía haberse practicado
en el lugar del Desierto; que únicamente hace
mención de que en la noche del 28 de Enero se
escribieron en la Secretaría dos circulares, reduci-
das á citar álos llamados capitulares, para que al
siguiente día, á las siete de la mañana, se reu-
nieran todos ellos en la casa del Dr. D. Adolfo
Hegewish, situada en la acera de Santa Brí-
gida, con el objeto de esperar 3' acompañar á
Scott y á los otros generales norteamericanos, á
la vista de ojos que de las aguas que surten la ciu-
dad, se iba á practicar en el Distrito.
Efectivamente, en ninguna de las actas de los
cabildos que celebró la Asamblea Municipal, ni
en otro documento alguno del archivo del Ayun-
tamiento, se encuentra la mener referencia á ese
banquete, ni á los gastos que originó, habiéndose
tenido hasta el cuidado de omitir en las cuentas
relativas al mes de Enero la partida de egresos
referente á la suma que se pagó al fondista Lau-
ront; aunque hay que tener en cuenta la circuns-
tancia de que ese pago, a juzgar los periódicos de
la época, se hizo con posterioridad y de las can-
tidades recaudadas para la contribución de gue-
rra impuesta al Distrito. Sin embargo, algo debe
habérsele dado á cuenta á Laurent, con anticipa-
ción, pues no es presumible que él hiciera todos
- 454 --
los gastos y sobre todo que fiara tanto en una
Asamblea á la que todos, amig-os y enemigos,
auguraban una pronta disolución.
Todos esos informes pasaron al regidor Icaza,
que los había solicitado, para que diese su dicta-
men. Asimismo, se le mandaron entregar los do-
cumentos relativos al periódico que la Asamblea
liizo publicar durante su existencia: de ellos apa-
rece que El Municipal costó á^la ciudad novecien-
tos setenta y un pesos 3' que no dio productos de
ninguna clase, puesRafaelRafael, dueño de la im-
prentadonde aquel se editaba, dijo que quienlo ad-
ministraba era un bordador de apellido Trejo y que
éste era el que recogía el importe de las suscricio-
nes y avisos. Trejo nunca llegó á rendir cuentas.
También se revisaron las cuentas de todas las
oficinas recaudadoras, y aunque no se encontró
desfalco alguno en ellas, sí se vio que nada ó
muy poco había hecho la Asamblea por la
ciudad que continuaba en un lamentable esta-
do de desaseo y abandono. El Ayuntamiento re-
puesto, que ya no encontraba los tropiezos
que el anterior, ni tenían que luchar con las
exigencias y mala voluntad del invasor, desde
que se ratific(3 el armisticio empezó- á hacer algo
de proveciio: reivindicó las garitas de los que las
tenían rematadas ó arrendadas; organizó la po-
licía, de acuerdo con lo estipulado en aquel con-
venio, restableció las alcabalas y todos los anti-
guos impuestos; hizo la convocatoria para elec
ciones de diputados y senadores alC osngred-eo
— 455 —
la Union y procuró, en fin, reparar los males que
causó el A}'untaniiento anterior y promover lo
necesario, para el bien de la ciudad.
Esta, no obstante, se encontraba en las mejo-
res condiciones de policía y segfuridad, desde que
el ejército norteamericano quedó á las órdenes
de Butler, por la acusación que éste }• Worth lu-
cieron al general Winfield Scott.
Todos los días se cometían robos y asaltos noc-
turnos en las calles, cometidos por soldados del
invasor y principalmente por los contraguerri-
lleros poblanos, que sacados de la cárcel por las
fuerzas de los Estados Unidos, se unieron á ellas
y á la nota de bandidos que ya tenían unieron la
de traidores. Las diligencias que salían llevando
pasajeros eran robadas continuamente, por parti-
das más ó menos numerosas de ladrones.
El más notable de los atentados cometidos en
la capital fué el acontecimiento en la calle de la
Palma: los asaltantes fueron el teniente Jutton,
dei batallón de voluntarios de Pennsylvania^ el
teniente Haré del mismo cuerpo, B. F. Wragg,
sargento del 7" de Infantería, J. Laberty, cana-
dense, J. Wall, Bootli, J. Laferture, soldados, Je-
sse Armstrong, carretero, J. B. Hollister, paisa-
no y otros individuos. Todos ellos pasaron del
hotel de la Bella Union á la casa númsro cinco
de la calle de la Palma, de los señores Muriel
hermanos, por las azoteas de las casas contiguas-
poco antes de la madrugada del cinco de Abril'
descendieron al patio y forzando las puertas, in
- 456 -
timaron silencio á las personas que encontraron,
uno de los empleados de la casa, D. Manuel Zo-
rrilla, de origen español, hizo resistencia y aun
hirió de un balazo al teniente Haré; á su vez los
asaltantes dispararon matando á Zorrilla; teme-
rosos de que el ruido de las detonaciones diese
la voz de alarma, huyeron^ unos por el zaguán
de la casa y otros por la azotea. Acudieron pron-
tamente lapolicíay los vecinos y fué aprehendido
en la casa uno de los bandidos que denunció des-
de luego á sus cómplices.
Lo escandaloso del asalto, la muerte del señor
Zorrilla y lo céntrico del lugar del crimen, cer-
cano á los domicilios de los generales Scott y
Worth, dieron al suceso gran notoriedad; la po-
blación entera se alarmó y las autoridades mili-
tares norteamericanas, con el fin de hacer un es-
carmiento, activaron el sumario de la causa: á los
quince días los principales culpables, convictos
y confesos, fueron sentenciados á morir en la
horca. Pero la sentencia no se cumplió, pues una
sociedad filantrópica del Norte hizo grandes es-
fuerzos, para salvar de la muerte d los condena-
dos y al fin consiguió que fuesen indultados.
En cuanto á la situación política del país, ha-
bía mejorado bastante: ausente el general Santa -
Anna y firmada la paz, ambos sucesos contribu-
5^eron á consolidar al Gobierno del señor Peña y
Peña, que tres meses antes luchaba con dificulta-
des de todo género, y si bien en aquellos días hu-
bo pronunciamientos en San Luis Potosí, Aguas-
— 457 -
calientes y Lagos, y el general Paredesy Arrilla-
ga, jefe del penúltimo, unido al Padre Jarauta se
oponía al tratado de paz que aun no estaba rati-
ficado; los pueblos todos en la tremenda lucha
que habían sostenido y que agotó sus fuerzas, se
inclinaban A la paz y aquellas revoluciones fue-
ron prontamente sofocadas.
El partido santanista, con la ausencia de su jefe,
quedó desorganizado y sus miembros dispersos y
vistos mal muchos de ellos por el participio que
tomaron en la instalación de la Asamblea Muni-
cipal, estaban temerosos del castigo que pudiera
imponerles el gobierno nacional, una vez que el
territorio estuviera libre de invasores, y que
aquel funcionase con toda regularidad en la capi-
tal de la República.
XV
Expedida la convocatoria para elecciones de
Senadores, Diputados y Ayuntamiento, las de és-
te último tuvieron lugar los domingos 2 y 9 de
Abril y se fijó el dia 13 de ese mes, para instalar
la nueva Corporación ^Municipal. El dia anterior,
á moción de Espinosa, se aprobó un acuerdo, que
prevenía que la Secretaría hiciera un manifiesto
de la conducta que había observado el Ayunta-
Estudios históricos.— 58
— 458 —
miento, durante el tiempo de su encargo. También
se aprobó la siguiente: "Estando acordado desde
el raes de Septiembre último que se coloquen en
la Sala capitular, en dos cuadros, los nombres de
los jefes, oficiales y soldados, así del ejército co-
mo de la guardia nacional que murieron en la
defensa de esta Capital, pido al E. A5'untamiento
que dichos cuadros se construyan con la posible
preferencia, adornándose con dos coronas cívicas
y quedando encargado el señor Secretario del
cumplimiento de este acuerdo."
Al Cabildo del 13 de Abril concurrieron los an-
tiguos regidores Pozo, Padilla, Espinosa, Fonse-
ca, Bonilla, Tello de Meneses, Peraza, Piñal,
Aguayo, Icaza y Piedra. El nuevo Ayuntamiento,
del que asistió la mayoría estaba compuesto de
este modo: (1.)
ALCALDES.
1° .Sr. D. Pedro José Echeverría.
2° " " Miguel González de Cosío.
3° " " Juan Icaza.
40 II II Agustín Icaza.
5° " " Germán Landa.
(,0 II 11 Pedro Jorrin.
7" " " Santiago Moreno.
8° " " Lie. Manuel Cordero.
(1) Algunos délos electos renunciaron el puesto y res-
pecto de ellos se procedió íi nueva elección.
I
A
— 459 -
REGIDORES.
1° Sr D. Manuel Fernández de Córdoba.
2° " " José Elias Fagoaga.
30 .i i. jQsé María Cervantes y Osta.
4° " " Manuel Alvarez de la Cadena.
5° " " Miguel Jiménez.
6° " " Francisco Vértiz.
7° «: " Manuel Kchave.
1° Sr. Lie. Alejandro Arango y Escandon_
2° « " Pedro Elguero.
Y continuaron en su puesto según la ley que re
gia entonces, los antiguos capitulares,' .Sres Cas-
tañon^ Aguayo y Piñal.
La ceremonia de la toma de posesión del nue-
vo Ayuntamiento fué bastante sencilla: el Alcal-
de Sr. Pozo pronunció un breve discurso, en'que
enumeraba ligeramente las tareas de la Corpora-
ción y señalaba las que quedaban á su sucesor;
contestó González Cosío, por ausencia de Eche-
verría, y retirados los concejales salientes, se
dieron los avisos respectivos al Gobernador del
Distrito, Cabildo eclesiástico, etc.
El nuevo Ayuntamiento empezó á funcionar, en
medio del aplauso unánime de la sociedad, pues
las personas que lo componían eran en su totali-
dad, bastante conocidas y distinguidas.
- 460 -
Entre tanto los que habían formado la Asam-
blea Municipal, empezaban á alarmarse al rer el
giro que tomaban los sucesos políticos. El trata-
do de paz había sido aprobado por el Senado de
los Estados Unidos el 10 de Marzo y el Congreso
mexicano empezó á ocuparse de él el 10 de Mayo,
pareció en un principio que sería rechazado en
la Cámara de Diputados, por la diversidad de
opiniones que había en ella; pero las discusiones
posteriores las fueron uniformando y el 19 del
mismo mes fué aprobada por 51 contra 35; el Se-
nado á su vez la aprobó el dia 24, por 30 votos
contra 3.
Ese mismo dia habían llegado á Querétaro los
comisionados norteamericanos Sevier y Clifford,
que firmaron un protocolo, en el que daban algu-
nas explicaciones acerca de las reformas que su-
frió el tratado; y por último, el cange de ratifica-
ciones tuvo lugar en la misma ciudad el día 30,
anunciándose solemnemente ese hecho, en Queré-
taro, por el Ejecutivo, y en México por el Gral. Bu-
tler. La gran plaza de armas de la capital se lle-
nó en la noche del 29 de Mayo, de oficiales y sol-
dados de los Estados Unidos y de algunos pocos
paisanos: en el balcón principal de Palacio se veia
un cuadro iluminado, donde en grandes letras se
leía "Paz-Peace". Los oficiales al ver aparecer el
letrero prorrumpieron en gritos de entusiasmo,
en el que no tomaron parte los mexicanos.
El día siguiente empezaron los preparativos pa-
ra la desocupación del país y la entrega de los
— 461 -
materiales de guerra; el 3 de Junio, en virtud de
las elecciones hechas por el Congreso, tomó po-
sesión de la Presidencia el General D. José Joa-
quín de Herrera, que tuvo como coinpetidores á
Santa- Anna y á D. Ángel Trias. El general He-
rrera, que carecía de ambición, renunció el pues-
to; pero el Congreso no aceptó la renuncia y tu-
vo aquel que ocupar la Presidencia y nombró pa-
ra formar el Gabinete á los Sres. Otero, Riva Pa-
lacio, Jiménez y Arista, respectivamente minis-
tros de Relaciones, Hacienda, Justicia y Guerra.
El día 7 salió el Gobierno de Querétaro y el 8 en
la noche, según Roa Barcena, llegó á Mixcoac
donde estuvo, hasta que fué desocupada la Capital.
El 30 de Mayo salió para Veracruz la división
de voluntarios de Patterson; al siguiente el Gene-
ral Cadwalader evacuó á Toluca y el 2 de Junio
Cuernavaca y Pachuca también se vieron libres
de invasores; ese mismo dia salió de México una
sección de tropa, que ocupaba el convento de la
Merced, y que fracturando la puerta del Sagrario
de la iglesia se robó el sol de oro de la custodia
y algunos vasos sagrados. El día 6 empezaron á
recibir los comisionados mexicanos, Generales
D. José María Jarero y D. Juan Dosamantes el
armamento y material de guerra quitado á nues-
tras tropas, operación que terminó el 12, recibien
do el General D. Rómulo Díaz de la Vega las lla-
ves de la Ciudadelíí., Palacio Nacional, e^c. (1) El
(1) El general Díaz de Ja Vega fu<5 el primer jefe de
': - 462 -
mismo día 6 se empezó á organizar la guardia
nacional, á solicitud del Ministro de Inglaterra,
y compuesta de comerciantes franceses, ingleses,
alemanes, etc, con el objeto de impedir que al ser
desocupada la ciudad hubiese desórdenes. Tam-
bién los batallones mexicanos de Mina, Bravos,
etc., se organizaron y empezaron á cuidar del
orden.
Kearny, último gobernador civil y militar nor-
teamericano que hubo en México, salió de la ciu-
dad con el mayor número de tropas y sólo quedó
la división de Worth: el 13 de Junio las guardias
americanas de Palacio fueron relevadas por sol-
dados mexicanos del batallón de Mina y arriada
la bandera de Jas estrellas, de ese acto dan cuen-
ta los "Apuntes" ya citados otras veces, en esta
forma:
"El dia 12 (de Junio) fué el destinado á la deso-
cupación de la capital por el ejército americano.
Sus tropas desde las cinco de la mañana empeza-
ron á colocarse en batalla en los costados del
Portal de las Flores y Catedral, y una batería de
diez piezas ocupó el costado del Portal de Mer-
caderes, dando su frente al Palacio Nacional. El
Sr. General Don Rómulo Díaz de la Vega, comi-
sionado al efecto por el .Supremo Gobierno, man-
dó situar una batería de cuatro piezas al lado de-
clevado caráctr-r que hicieron prisionero los invasores
en la ba.talla de Palo Alto. Los perii'idicos de aquellos
días hicieron not^r ia coincidencia deque era el primer
general de Amér/ca que había tomado parte en el prin-
cipio y fin de esa guerra.
- 463 -
recho de Palacio, con cuarenta y dos tiros, cu3'0S
artilleros eran los valientes del batallón Nacional
de Mina. A las seis de Ki mañana fué saludado el
pabellón de las estrellas por la batería americana
con treinta tiros y por la mexicana con veintiuno;
después de haber descendido aquel, se izó el pa-
bellón tricolor de México, que fué igualmente sa-
ludado por ambas baterías, y en ese momento le
presentaron armas todos los cuerpos noiteameri-
canos, emprendiendo la marcha y desfilando fren-
te á Palacio. Una brigada del General Worth per-
maneció dentro de ese edificio, hasta las ocho y
media de la mañana. A las nueve quedó comple-
tamente evacuada la capital por el Ejército de los
Estados Unidos del Xorte. Innumerables patrullas
de los batallones de guardia nacional velaron por
la tranquilidad pública en ese día y los siguientes:
no hubo desorden de ninguna clase, merced á ¡la
infatigable vigilancia del Sr Gobernador y Jefes
de los mencionados cuerpos. El E. Sr. Don José
Joaquín Herrera instaló su gobierno al tercero ó
cuarto día en el Palacio Xacional."
Los soldados de San Patricio habían sido pues-
tos en libertad días antes, por Butler, á solicitud
de muchas personas y quedaron al servicio de
México' aunque á poco hubo necesidad de disol-
ver las compañías.
Puebla quedó desocupada en la tarde del 15 de
Junio y Veracruz y Ulúa el 30 de Julio. Las línea^
del Xorte, asimismo fueron desocupadas con rapi-
dez; aunque todas ellas no con mucho órden^ pueí
- 464 -
quedaron muchas bandas de desertores, quecausa-
ron bastantes males á algunas poblaciones inde-
fensas.
El A3'uatamiento en esas solemnes circunstan-
cias no se dio un punto de reposo: pidió y obtuvo
de Butler que los contraguerrilleros poblanos fue-
sen los primeros que abandonasen la ciudad (1),
se interesó bastante por los irlandeses desertores,
así como por los presos politicos raeiicanos á
quienes consiguió ver libres desde luego, y le en-
tregaron á los reos del orden común que tenian
los invasores: decretó el alistamiento en la guardi^^
nacional de todos los varones de diez y seis á se-
senta años; envió una Comisión á Querétaro, para
tratar con el Gobierno varios asuntos referentes
á la desocupación de la ciudad y procuró que las
oficinas de la Federación, que tenía á su cargo, es-
u viesen listas, para ser entregadas á las personas
que el Gobierno nombrase.
Entre todas estas disposiciones que acreditan
su celo, hub© una que en concepto nuestro no es-
tá justificada: la comisión de Hacienda, en un dic-
tamen que presentó, consultaba que supuesto que
no había ningún acuerdo que autorizara el pago
á Don Rafael Rafael, de novecientos treinta y seis
pesos, dos reales, cuatro granos, por la edición
del periódico llamado El Municipal, el Tesorero
[1] Fueron llevados ;l Plan del Rio y luego á Venicruz,
pero empezaron á desertarse cii gran número y pocos
fueron los qu" se expatriaron; algunos fueion aprehen-
didos y pagaron con U vida sus crímenes como Roque
Miranda, uq tal Morales (íl) la nchichc» y otros.
- 465 -
y el Contador Municipales reintegraran esa suma
en término de un raes, quedándoles sus derechos
á salvo, para ejercitarlos contra quien procediera.
El capitular Icaza objetó el dictamen, diciendo que
otro tanto debería hacerse con los gastos hechos
en la llamada vista de ojos del Distrito, si á exi-
gir responsabilidades se iba. La Comisión de Ha-
cienda se limitó á contestar que lo del Desierto
giraba en expediente separado y que por esa cau-
sa no se presentaba ningún dictamen acerca de él.
El tesorero y el contador alegaron que ellos
eran simples empleados, que no podían objetar los
acuerdos del Ayuntamiento y que como recibie-
ron la orden verbal de Suárez Triarte para los
pagos, la obedecieron. El asunto pasó por muchas
vicisitudes y al fin fué dado al olvido.
El ingeniero .Smith regaló á la Corporación,
poco antes de salir aquel de México, el proyecto
de nivelación 3' desagüe de la ciudad, proyecto
que dio margen Á la fiesta en el Desierto.
El Ayuntamiento acordó dar las gracias á Smith
y hacerle un regalo que consistió en darle qui-
nientos pesos, cantidad que se le entregó pocos
días antes de la evacuación de la ciudad, pues
Smith partió para su país con el ejército del que
formaba parte.
XV r.
El Cangrejo se llamaba un periódico humorís-
tico que desde 1817 existía, fundado por los ptt-
Estudios históricob. — 39.
— 466 -
r o S',~ cuando la Asamblea Municipal ca.y6 tan
ridiculamente, muchos de los que habian formado
parte de ella como Suárez Iriarte, Arteaga
García Rejón, el Lie. Don Eligió Romero, el Juez
Don Ignacio Jaúregui y otros, siguieron escri-
biendo en ese periódico que se convirtió en ene-
migo del Gobierno y en adversario decidido del
tratado de paz con los Estados Unidos, y que
combatía las opiniones de El Monitor Republi-
cano, que en esos días, por más que era indepen-
diente no hacia la oposición^ limitándose á tornar
(asi como El Siglo XIX) contra el militarismo,
los fueros y el General Santa Auna. El Eco del
Comercio del que era director el diputado Don
Manuel Payno y del que se decia que estaba
subvencionado por el gobierno, también era obje-
to de acerbas críticas, por parte del Cangrejo.
Este periódico, dejó de publicarse á principios
de Junio de 1848, tauto por la indiferencia con
que lo veia el público, como por la prisión del Lie.
Jaúregui y del escribano Arteaga, ordenada por el
gobierno del General Herrera; estos individuos
fueron conducidos á Qnerétaro y después fueron
traídos á México, donde se les siguió causa por
haber firmado las Instrucciones dadas á la famo-
sa ^srtm¿»/ert Municipal. También fueron aprehen-
didos, el Lie. Don Eligió Romero, (1) quien estu-
bo preso en Santiago, el Lie. losé María Borda,
(1) Según una versión que hemos escuchado, este se-
fior fue el autor del plan de Ayutla: era de buena capa-
cidad; pero de costumbres desordenadas, murió en México,
tirado en un zahuan.
- 467 —
Don Tomás Audnide, Don Castillo Yáíicz, Don
Juan Ortoy y otras á quienes se acusaba, á unos
de conspiradores y á otros de haber firmado las
instrucciones ya mencionadas.
También el Juzgado de Distrito dictó orden de
aprehensión contra Don Francisco Suarez Iriarte,
pero este señor supo esconderse bien y no fué
encontrado: desde su retiro, sin embargo, empezó
á defenderse y el 3 de Agosto envió á la Cámara
de Diputados un ocurso quejándose de la orden
de prisión dictada en contra suya y diciendo que
se ponia á disposición del Gran Jurado de la
Cámara, único tribunal que creía competente, por
ser él diputado en la época que tuvieron lugar los
sucesos por los que se le queria formar causa;
invocaba en apo5'0 de su solicitud el articulo 43
de la Constitución.
Ajeno es de nuestro plan examinar si esta pre-
tensión era legal, supuesto que Suárez Iriarte ya
había dejado de ser diputado; sin embargo, en el
caos de aquella época en que los fueros tenían
una amplitud extraordinaria, muy bien podía ser
fundada la demanda; lo cierto es que el trámite,
aprobado por la cámara, que al ocurso dio la co-
misión de peticiones el 10 de Agosto fué: "Pase
este expediente al Gobierno, á fin de que informe,
acerca de lo expuesto por el Señor Suárez Iriar-
te."
Entre tanto los señores Jáuregui, Arteaga y
Borda, apelaron del auto de formal prisión dic-
tado contra ellos y consiguieron ser puestos en
- 468 -
libertad bajo de fianza, por la Suprema Corte de
Justicia, en los últimos días de Af{osto; el Lie, Ro-
mero también consignó salir libre con el mismo
requisito, hasta mediados de Septiembre.
El gobierno del General Herrera, queriendo dar
una prueba de su moralidad, y sobre todo anona-
dar por todos los medios posibles á los partidarios
del general Santa Anna, determinó acceder á la
pretensión de Saárez Triarte de que el Congreso
lo juzgara y por lo tanto, antes de que se dictara
el acuerdo de que informara el Ejecutivo, el Ministro
de Relaciones interiores y exteriores Sr. Lie. D.
Mariano Otero, ú nombre del gobierno, presentó
formal acusación contra Suarez Iriarte, por la
conducta que observó" durante lo ocupación de la
capital de la República por el ejército norte-
americano, cooperando á la elección de la Asam-
blea Municipal, y firmando como elector las ins-
trucciones que á ésta se le dieron; prrohibiendo
como presidente de la misma á todos los funcio-
narios del Distrito Federal que se entendieran,
sin su previo conocimiento, con el gobierno gene-
ral establecido en Quérctaro y disponiendo la
aprehensión de los desertores norteamericanos pa-
ra entregarlos al enemigo.
La formación del expediente por la sección del
gran jurado fué larga y laboriosa; llamadas ú de-
clarar por una parte muchísimas personas, casi
todas las que funcionaron como autoridades, du-
rante la ocupación de los invasores, y teniendo.
por otra que luchar con todos los obstáculos y tra-
- 469-
bas que en el terrino de la ley acumulaba un le-
trado tan práctico y tan inteligente como Suárez
Iriarte, el expediente caminó con tanta lentitud
que hasta Marzo de 1850 estuvo en estado de dar-
se cuenta con él á la Cámara de Diputados.
Inútil es que queramos hacer ni un extracto de
él por lo voluminoso; ademas, los capítulos de
acusación y las bases en que descansaban son
bastante conocidos de nuestros lectores, que en
las anteriores páginas han tenido ocasión de ver
cuan fundadas eran aquellas, si recuerdan todas
las constancias y docuñieutos que hemos dado á
conocer.
Terminada la formación del proceso, la Cáma-
ra se erigió en Gran Jurado el día 21 de Marzo de
1830, y ante ella compareció Suárez Iriarte. Des-
de luego se dio lectura á la causa, y terminada se
concedió la palabra al acusado que se defendía
por sí solo. Como había dispuesto de tiempo sufi-
ciente y la agitación de los partidos en aquellos
días era grande, la defensa de Suárez Iriarte
siempre ha sido vista como un documento político
importante. Parecía que se iba á juzgar no á un
reo, sino al partido puro y por lo tanto les san-
tanistas, enemigos del General Arista, Ministro
de la Guerra estaban empeñados en que saliera
aquel absuelto, creyendo obtener con esto un
triunfo sobre ese funcionario, en tanto que los
conservadores se esforzaban porque fuese conde-
nado.
La defensa de .Suárez Iriarte estaba escrita con
- 470 -
mucha habilidad, pues verdaderamente era hom-
bre entendido; rechazó el cargo de traición que se
le hacía, alegando que sólo había tomado parte en
las elecciones de miembros déla Asamblea en uso
de un derecho político legítimo que tenía; que no
era desobediente á las leyes, supuesto que ignoraba
la existencia de la disposición de 26 de Noviem-
bre, que prohibía las elecciones, debido á que no
había sido publicada en México; que la aprehensión
délos desertores era una simple medida de policía
que reclamaban e] orden y la seguridad pública,
sin que tuviera el preciso objeto de dirigirse contra
los irlandeses, pues sí bien muchos desertores se
incorporaban á las filas mexicanas^ la mayoría
se entregaban á la vagancia y al merodeo; que
en cuanto á la vista de ojos del Desierto, sólo la
maledicencia había podido desnaturalizar un acto
tan sencillo, hecho á la luz del día y con toda pu-
blicidad, que tenía por objeto beneficiar á la ciu-
dad y que desde luego dio por resultado salvar la
sxistencia de un mexicano condenado á muerte
por un consjeo de guerra.
Los puntos m;is débiles de la defensa de Suá-
rez Iriarte fueron los referentes á las instruccio-
nes dadas á los miembros de la Asamblea Muni-
cipal, así como la desobediencia á las disposicio-
nes del gobierno, patente en el caso de Gómez
Pedraza.
Por más argumentos que adujera no podía des-
truir el hecho de que ya siendo Presidente del
Ayuntamiento había ordenado á Moreno, Conta-
— 471 —
dor del Montepío que no entregase á aquel la di-
rección del Establecimiento, sino que obedeciese
la disposición del Gobernador civil y militar que
prohibía se obedeciese al Gobierno nacional.
Después de terminada la lectura de su defensa,
Suárez Iriarte agregó algunas palabras más y se
retiró para que la Cámara discutiese el dictamen
que terminaba con esta proposición: <Ha lugar á
la formación de causa contra el señor ex-diputa-
do Don Francisco Suárez Iriarte, por los cargos
que expresa la acusación que contra él dirigió
el Superior Gobierno en 8 de Agosto de 1848.»
Xo dejó de ser animado el debate que se enta-
bló, causando bastante sorpresa y desagrado oír
que el Diputado Donjuán de Dios Cañedo, no só-
lo impugnaba el dictamen, sino que propuso que
se diera un voto de gracias á Suárez Iriarte por
los servicios que había hecho á la ciudad, durante
la ocupación extranjera v proclamándolo por su
patriotismo ciudadano ilustre y benemérito. Como
muy bien dijo El Siglo XIX hay defensas que em-
peoran ciertas causas y más le hubiera valido al
Sr. Suárez Iriarte que la Cámara hubiera votado
luego después de que éste terminó su defensa y
antes de oír las palabras de Cañedo. (1)
Por 46 votos contra 28 (2) fué aprobado el
[1] Xo podemos dejar pasar inadvertida una efemé-
ride que, aunque no tiene relación con nuestro objeto, la
citamos por curiosa: el Sr. Cafledo fué asesinado precisa-
mente ocho días después, el 28 de Marzo, Jueves Santo,
causando este asesinato gran sensación por los móviles
políticos que equivocadamente se le atribuyeron en los
primeros momentos.
[21 En algún autor hemos visto que la votación fué
- 472-
dictámen en votación nominal y en consecuencia
se empezó la formación de la causa: el antiguo
Presidente de ¡a Asamblea Municipal fué reduci-
do á prisión el 2 de Abril y llevado á la Diputación,
donde quedó á disposición de la Suprema Corte de
Justicia. La causa se sustanció con demasiada len-
titud «y durmió indefmidam.ente, por influencias
del Ejecutivo, según se creyó» dice el Sr. Roa Bar-
cena. La prisión de Suárez Triarte duró algunosme-
ses, al cabo de los cuales se le permitió retirarse á
su Hacienda de la Huerta, cerca de Toluca, con el
pretexto de enfermedad; presto sin embargo en-
fermó realmente y falleció poco tiempo después.
El fué el único de los electores y miembros de
la Asamblea que fué castigado, pues aunque al-
gunos otros fueron aprehendidos á poco déla ins-
talación del Gobierno nacional en México, pronto
quedaron en libertad. Hay que convenir en que
vSuárez Iriarte era el más culpable, pues fué el je-
fe de los disidentes promotores de las elecciones,
prevalido de su carácter de diputado y Ministro de
Justicia que había tenido en los primeros meses
de 1848; aunque no llegó á pronunciarse senten-
cia contra él en su largo proceso y sobre lodo,
por el desprecio que se atrajo, quedó bastante
castigado.
No así la mayoría de los demás individuos de la
Asamblea que después se vieron algunos ocupan-
do los puestos públicos, á pesar de su conducta.
43 contra 71'; pero hi iicui ori.^inal cUl el número arriba
incUeado,
— 473 -
Y sin embargo^ que ellos mismos compreadían
que habían obrado mal lo dá á entender la exce-
siva susceptibilidad que mostraban cuando se les
recordaban los sucesos de la época de la invasión;
una reminiscencia probará esto: en 1853 El Or-
den- publicó la lista de los miembros de la Asam-
blea y la délos electores; á los pocos días ese pe-
riódico recibió una carta fií-mada por Don Miguel
Lerdo de Tejada, que insertamos á continuación:
"Señores Redactores del Orden. — Casa de us-
tedes, Mayo 24 de 1853. — En el periódico de uste-
des correspondiente al día 16 del actual, he visto
inserta una lista délos individuos que compusie-
ron la Asamblea Municipal que se estableció en
esta ciudad cuando estaba ocupada por el ejército
norteamericano; y como parece que el objeto con
que ahora se dá á luz esa lista, es el de designar
ante el público quienes son los partidarios de la
anexión de México á los Estados Unidos, y en ella
ligura mi nombre^ me considero en el deber de no
dejar pasar sin contestación semejante cargo, en
lo que á mí concierne, aun cuando no sea más que
para evitar el que mi silencio pueda interpretarse
por algunos maliciosamente como una. aceptación
tácita de mi parte.
"Si yo pretendiera sincerarme de unii tan lea
como inmerecida imputación y demostrar con he-
chos que en aquella época, como antes y después,
he estado siempre animado de los buenos senti-
mientos que todo hombre honrado debe tener en
favor de su país, me bastaría recordar que en los
Estudios Históricos,— (Kl
- 474 -
meses anteriores á la ocupación de esta Capital,
contribuí con parte de mis pocos recursos al alis-
tamiento de algruna de las fuerzas que de ella sa-
lieron al encuentro de los invasores que en el
tiempo en que esta ciudad permaneció dominada
por ellos, no solamente sufrí como todos, las tris'
tes consecuencias de la ocupación, siendo invadi-
da durante ese período una parte de mi casa, sino
que tuve además el horrible disgusto de verme en
ella asaltado, saqueado y aun amenazada mi exis-
tencia y la de mi familia, por el puñal de alg^unos
de los bandidos que salieron de las cárceles de
Puebla para convertirse en viles espías de los ene-
migos de su patria; que en el corto tiempo que
duró la Asamblea Municipal procuré ser útil á mis
conciudadanos en cuanto de mí dependía; y que
por último, en aquellos mismos días de amargo
recuerdo para la República, me ocupé en escribir
im pequeño cuaderno que publiqué entonces, y en
el que con el lenguaje severo de la verdad, tuve
únicamente por objeto vindicar el nombre mexica-
no de los groseros insultos que se le dirigían por
algunos periódicos de la prensa extranjera, cipli-l
cando las causas que en el orden político y social
habían, en mi concepto, conducido á la Xacion a
grave conflicto en que se hallaba.
"Con estos hechos y otros que podría muy bien
agregar, para hacer ver el interés que siempre he
tomado en cuanto pueda contribuir al bienestar 3-
engrandecimiento de mi país, creo que nadie ten-
dría razón para dudar de mis opiniones; pero co-
- 475 -
mo entiendo también que con sólo detenerme por
más tiempo sobre este punto, hago yo una grave
ofensa á mis propios sentimientos, bastante cono-
cidos de cuantas personas me favorecen con su
amistad, omito toda otra explicación y dejando á
cada cual el derecho de juzgarme como mejor le
parezca, rae limitaré á repeler formalmente, como
lo hago, la injuria de que se trata.
"A todo lo expuesto, que ruego á ustedes ten-
gan á bien insertar en las columnas de su aprecia-
ble periódico, como una muestra de su imparcia-
lidad, sólo añadiré que siendo enemigo por carác-
ter, de llamar la atención del público sobre mi
persona, evitaría todavía hoy el hacer esta ligera
manifestación, si no fuera porque el haberme hon-
rado últimamente el Supremo Gobierno con un
puesto de su confianza, sin haberlo yo solicitado,
me impone una doble obligación de desvanecer to-
da duda en cuanto á mis ideas sobre una materia
tan delicada.
Soy de ustedes señores Redad ores, etc.
Miguel Lerdo de Tejada."
Como se vé, esta carta nada más decía gene-
ralidades y no entraba á desvanecer los car-
gos que á Lerdo, como á todos los miembros
de la Asamblea Municipal se les habían hecho
Además, la conducta posterior de este señor^
cuando la guerra de tres años, en que fué uno de
los partidarios más decididos del tratado Mac La-
- 476 -
ne Ocampo según hemos visto j' casi el que obli-
gó á Juárez á que se firmara, demuestran que su
patriotismo no era mu}- sincero por más que pro-
testara lo contrario.
XVII
Pocas veces la opinión pública se ha manifesta-
do de una manera tan unánime como en aquella
época, para reprobar los actos de la Asamblea
Municipal y para celebrar su caída. También es
cierto que pocas ocasiones han acaecido actos tan
escandalosos como los que aquella llevó á cabo,
y que el olvido de los deberes de un ciudadano pa-
ra con su patria se lleven á tal extremo. Cuando
la Xacion estaba aniquilada, vencida 3- desgarra-
da; cuando se dudaba de que se salvara de la crisis
porque atravesaba, unirse al invasor, servirse de
su fuerza para revivir los odios de partido y para
tratar de apresurar ese aniquilamiento 3- atarla de-
finitivamente al carro del vencedor, era un crimen
imperdonable y que merecía el más severo cas-
tigo.
Suárez Iriarte y sus compañeros que cre3-eron
contar con el apoyo de todo su partido, hasta por
él se vieron desconocidos 3- abandonados: el ansia
con que muchos se apresuraron á renunciar el
cargo concejil que usurparon y el afán con que
otros rechazaron después los cargos que se les
hacían, demuestra que todos ellos^reflexionando
- 477 -
detenidamente sobre el paso dado tan impruden-
temente, se arrepintieron de él y procuraron en-
mendar su yerro, aunque algo tarde.
Para atenuar ante las generaciones posteriores
el borrón que ca3'ó sobre los puros^ no han faltado
autores liberales que pretendan que los miembros
de la Asamblea se hicieron pasar por liberales
y que no pequeña parte de ellos eranextranjeros-
(1) ¡Disculpas pueriles! Suárez Iriarte era liberal
acabado y de los de más prestigio, como que aca-
baba de ser (18-17) ^Ministro de Justicia; DonMiguel
Lerdo de Tejada, notorio es que era liberal, así co.
mo García Rejón, Buenrostro, Nieva, Macedo
Jáuregui, Salazar y Ruiz, etc: el único que no se
podía definir á qué partido pertenecía era Don
Juan Palacios. En cuanto á extranjeros sólo hubo
uno: el Doctor Hegewish^ pues Van-der-Linden, si
no por su nacimiento^ si por su ciudadanía era
mexicano; los otros extranjeros que fueron llama-
dos á la Asamblea se negaron expresamente á
formar parte de ella.
Así como en otra ocasión hemos hecho cargos
á todo el partido liberal, en ésta nos abstenemos
de hacerlo, pues si .Suárez Iriarte fué instigado por
sus correligionarios, no hay datos para afirmarlo
ni siquiera remotamente; acaso esa carencia de
[1] La obra "México :i través de los siglos." en su tomo
2° es la que hace esas aseveraciones. Yasc venl por esto,
el crédito que merece el autor de esa parte de la obra,
parte que es de lamentarse no pudiera terminar el Sr,
Donjuán de Dios Arias que en lo poco que de ella escri-
bió, diií pruebas de imparcialidad, buen sentido, rectitud
de poseer dotes de historiador.
- 478 —
datos se deba á que los correligionarios de aquel
señor, en vista de la reprobación de la sociedad
entera, se apresuraron á destruir los documentos
en que tal instigación constaba; de todos modos
El Banquete del Desierto, aunque fué organiza-
do por liberales, no fué obra de todo el partido li-
beral, como lo fueron otros sucesos reprobables,
y aun algunos de los que tomaron parte en él, no
continuaron por la senda en que más tarde se dis-
tinguieron Lerdo, sobre todos, Jáuregui y Buen-
rostro.
Aquí daríamos fin á nuestro trabajo si aconte.
cimientos posteriores no hubieran vuelto á llamar
á la vida pública al Ayuntamiento legítimo de
1847, al que casi paso á paso hemos seguido en sn
difícil tarea y la historia del cual casi completa
hemos hecho en los capítulos anteriores. Por más
que lo poco que vamos á agregar no sea de nues-
tro programa, por no referirse á los sucesos del
Desierto, el deseo de dar á conocer los últimos
acontecimientos relacionados con aquella patrió-
tica Corporación, nos anima á relatarlo
El Ayuntamiento que empezó á funcionar en
Abril de 1848 duró hasta 21 de Julio de 1849; al si-
guiente día tomó posesión el nuevamente electo
y que fué notado de conservador y monarquista y
que fué objeto de una ruda oposición; se componía
de las personas siguientes, todas ellas bastante
conocidas:
á
- 479 -
ALCALDES.
1" Sr. Don Lúeas Alaman.
2°
3°
4°
5°
6°
1''
Francisco de Paula Arrangoiz.
Joaquín Velázquez de León.
Manuel Ruiz de Tejada.
Faustino García Chíraalpopoca.
Luis Hidalgo Carpió.
Ramón Alvaro.
REGIDORES.
1° Sr. Don Agustín Sánchez de Tagle.
2° „ ,, Manuel Diez de Bonilla.
3° ,, ,, Francisco Paez de Mendoza.
4° „ „ Francisco Rodríguez Puebla.
^^ )) )i ^liguel Hidalgo y Terán.
6° „ ,, Antonio Malo.
~° 11 » Agustín Moneada.
8° ,, ,, Antonio Moran.
SLN'DICOS.
1° Sr. Lie. Don José iMaría de la Piedra.
2° „ ,, ,, Mariano Esteva y Ulíbarri.
El Siglo XIX fué el primero que empezó á ata-
car la nueva Corporación, diciendo que la forma-
ción de ella significaba la derrota de los modera-
- 480 -
dos que estaban en el poder y la de los puros; y
este ataque fué la señal para los numerosos que
llovieron sobre aquella^ pudiéndose decir con ver-
dad que, con motivo del resultado délas eleccio-
nes municipales, empezaron á deslindarse; los cam-
pos de los rivales y á saberse quienes eran puros
y quienes conservadores.
A causa del artículo que el 16 de Septiembre
publicó El Universal sobre la Independencia, los
ataques al Ayuntamiento redoblaron y este Cuer-
po veía llegar con satisfacción el mes de Diciem-
bre, en que debía terminar su encargo. El 1° de
ese mes, víspera de las elecciones primarias, apa-
recieron en las esquinas unos pasquines azuzando
el odio contra los concejales á quienes llenaban
de oprobios, y corrió el rumor de que iba á ser
destruida la imprenta del Universal, diario con-
servador. Al mismo tiempo se presentó á la Cá-
mara de Diputados una exposición firmada por
treinta y cinco desconocidos, que los diputados
puros hicieron suya, pidiendo que se suspendiesen
las elecciones municipales y que se quitase al
Ayuntamiento la intervención, que según la ley,
tenía en ellas. En vano fué que se opusiesen
otros diputados como Yáñez;.al fin la proposición
fué aprobada en medio del tumulto de las gale-
rías, que azuzadas gritaban ¡mueras! A los mo-
narquistas.
Durante la noche varios grupos que salieron
del congreso, (pues la sesión terminó A hora muy
avanzada), recorrieron las calles con músicas,
- 4S1 -
gritando y armando escándalo; apedrearon las vi-
drieras de las casas del regidor Diez de Bonilla ^
del Dr. Xájera }• de otras personas adictas á las
ideas conservadoras. AI siguiente día se reunie-
ron los capitulares y dirijieron al Gobernador, Ge-
neral Don Pedro María Anaya, una comunicación
renunciando sus cargos y dando como razón los
atropellos é insultos de que sus miembros habían
sido víctimas, sin que la autoridad hiciera nada
para impedir los desórdenes.
Admitida desde luego la renuncia, el Goberna-
dor citó en nombre del gobierno, el día 3, á Don
Miguel González de Cosío, presidente del Ayunta-
miento anterior, á fin de que citase á los conceja-
les de 1848 é instalase la Corporación. Este Señor
con fecha 4 del mismo Diciembre contestó acom-
pañando la comunicación que éstos le dirijieron, y
agregando por su parte: "Yo, de absoluto acuer»
do con los conceptos de ésta (la citada comunica-
ción), tengo el sentimiento de manifestar á V. S.
que una vez rotos los diques del respeto y subor-
dinación que se debe á las autoridades legítima,
mente constituidas, y puestos en triunfo el escánda-
lo y la desmoralización, de ninguna suerte me
expondría á ser la víctima del ludibrio de los que-
desconociendo enteramente los derechos y las
obligaciones del buen ciudadano, comprometen
gravemente el orden y la tranquilidad pública.
Por lo mismo, repito, que me es muy sensible el no
poder obsequiarla disposición de V. S., á quienes
protesto mi particular consideración }• aprecio."
Estudias históricos,— 61,
- 482 -
Los capitulares llamados decían: "Los que sus-
cribimos, nos hemos enterado de la nota pasada
á V. S. por el señor gobernador del Distrito y se
refiere á prevenir nos convoque como miembros
que fuimos del Exmo. A3'untam¡ento, hasta 22 de
Julio próximo pasado, para que desempeñemos de
nuevo los cargos municipales^ vacantes hoy por
la renuncia que de ellos han hecho las personas
á quienes estaban confiados.
"Testigos de los sucesos que han motivado esa
renuncia, mal podemos nosotros acudir al llama-
miento que se nos hace por el señor gobernador,
cuando nada, por desgracia, nos anuncia que ten-
dremos un apoj'o en las autoridades superiores,
cuando carecemos de las garantías que para to-
do l'uncionario público importa la universal ob-
servancia de la ley, y cuando ni en nuestros prin-
cipios, ni en nuestro carácter ha estado jamás el
servir de instrumento á ningún partido. Extra-
ños á todos ellos, y consecuentes con nuestra
protesta hecha antes del 22 del último Julio, de
no volver á servir los cargos municipales, por
más honrosos que ellos sean, tenemos el senti-
miento de manifestar á V. S., para que lo diga
así al señor gobernador, que no debe esperar
concurramos á la instalación de que habla \'. S.
en su nota relativa.
"Protestamos á V. S. nuestra consideración y
aprecio. Dios y Libertad. México, Diciembre 4 de
1849. — Lie. M. fiíisíes. — Germán Lauda. — Mi-
Siiel Cortina Cliavc~. — Santiago Moreno v lY-
- 483 -
cario. — Mariano de Icasa. — Lie. José María
Zaldívar. — Antonio Castañon. — Manuel Alva-
rez de la Cadena. — Miguel F. Jitncnes — Sebas-
tian Labastida. — José Mariano García Icazbal-
ceta. — Manuel Echave. — José María Cervantes
Osta. — Lie. Alejandro Arangoy Escandan. — Lie
Pedro Elgnero.'^
También por la cuestión de elecciones renun-
ció Don José María Jiménez, ¡Ministro de Justicia.
El Presidente Herrera inmediatamente nombró en
su ^ lugar al Senador Don Marcelino Castañeda
que entró á desempeñar la cartera el día 7.
Ese mismo día fué llamado Don José .María Ffo-
res y Terán, Presidente del Ayuntamiento de
1847, á falta del Sr. Reyes Veramendi, para que
reuniera á la corporación de ese año; pero los
miembros de ella se negaron á concurrir en su
mayoría y el Sr. Flores contestó en estos térmi-
nos al Gobernador: "Por lo que á mí toca, mani-
fiesto ú V. S. que no creo que legalmente pueda
llamarse á ningún Ayuntamiento de los que han
precedido al de 1848, pues los términos del artícu-
lo 131 de la ley de 20 de .Marzo de 1837, son
bastante explícitos; y por lo mismo, en mi opi-
nión, no puede irse retrocediendo hasta el perso-
nal que quiera desempeñar los cargos municipa-
les. Además de esta razón legal, considero que
el despojo que se ha hecho al Ayuntamiento de
una de sus más importantes atribuciones, la de in-
tervenir en los actos electorales, da el pernicioso
ejemplo de que el Poder Ejecutivo ejerza inflnen-
- 484 -
cía en ellos, é infiere un agravio inmerecido á to-
da la población, á quien se niega lo que tiene con-
cedido el más insignificante pueblo. Tengo, pues,
formada mi resolución de no acudir al llamamien-
to de V. S. así como porque me parece ilegal i
cuanto porque mi honor y mi conciencia no me lo
permiten en las circunstancias presentes."
La cuestión electoral que cada día se agriaba
más costó á Oon Joaquín Jimúnez, español, que
dirigía el periódico titulado Ei. Tío Noxilla, ser
expulsado del país. Algimos particulares elevaron
una solicitud al Congreso pidiendo que se deroga,
se la lej"^ de 1° de Diciembre, causa de todo el al-
boroto; pero el Congreso se negó á ello. En esos
días se averiguó que la representación hecha por
treinta y cinco individuos pidiéndola adopción de
la citada ley era supuesta y esto aumentó el es-
cándalo. El gobierno insistiendo en su idea de lle-
var adelante la ley nombró á los señores José Ma
ría Bonilla, Mariano Icaza y Lucio Padilla para
que integrasen la comisión de elecciones; mas co-
mo éstos se negaron, el Gobernador, asociado de.
tres individuos procedió al nombramiento de em-
padronadores.
Muchos de éstos á su vez se negaron á hacerlos
padrones; se publicó una protesta contra los ac,
tos del Gobierno j' al ñu reunido el colegio elec-
toral en la Universidad, nada pudo hacer, pues no
tenía quorinn y al fin se disolvió, quedando la ciu-
dad sin Ayuntamiento y sin poderse arreglar la
dificultad, pues el Congreso, único competente pa-
- 485 -
ra ello, había cerrado sus sesiones el 14 de Di-
ciembre. Don Leandro Estrada, Oficial Mayor del
Ayuntamiento, fué el que quedó encargado de
proveer a lo más urgente. La culpa de todo se
echó, y en efecto la tenían, á Don Mariano Arista^
Ministro de la Guerra y aspirante á la Presiden-
cia de la República, al Lie. Don José María La-
cunza, Ministro de Relaciones, al General Don
Benito Quijano y al Gobernador, General Don Pe-
dro María Anaya. Este último, no obstante, re-
nunció á pocos días y entró á sucederle el Coro-
nel Don Miguel María Azcárate.
El 1° de Enero de 1850 se abrió nuevamente el
Congreso y creyó resolver la cuestión del Ayun"
tamiento, proponiendo que se llamara al de 1847;
aunque el dictamen fué atacado por Alamán, El-
guero, Couto, Diez de Bonilla, Sepúlveda, Cuevas,
etc., se aprobó: no obstante, la Corporación de
1847 no quiso volverse á reunir á pesar de las
multas que se impusieron a sus miembros y que
éstos pagaron.
Don Miguel Azcárate tuvo entre tanto que aten-
der á los ramos de la Municipalidad en unión de-
oficial mayor Sr. Lie. D. Leandro Estrada, hasta que
el Congreso decretó que funcionara el Ayuntamien-
to de 1848, que presidió Cosío; vencidas algunas
dificultades que había para elio, este señor y sus
compañeros consintieron en volver á la Diputa-
ción y tomaron nuevamente posesión de las sillas
el 19 de Septiembre de 1850 y sólo por el tiempo
que faltaba para terminar el año, durante el cual
- 486 -
se esperaba que quedara resuelta definitivamente
la cuestión de elecciones.
En efecto, quedó resuelta; pero de \ma manera
que nadie se lo esperaba. El 9 de Agosto se veri-
ficaron las elecciones primarias, y el 8 de Sep-
tiembre las secundarias para la renovación de la
Presidencia de la República resultando electo el
General Don Mariano Arista, por ciento cuarenta
y dos votos contra noventa que tuvo Don Nicolás
Bravo, candidato del partido conservador. El 4
de Octubre terminó sns actos el Colegio electoral
de México y el 6 de Noviembre, el Ministro de Re-
laciones, Lie. Don José María Lacunza, diú un de-
creto disponiendo, contra lo prevenido por la ley,
que ese mismo Colegio se reuniese para elegir el
Ayuntamiento que entraría á funcionar el l'^ de
Enero de 1851.
Numerosas fueron las pi'otestas que se formula-
ron contra acto tan arbitrario y aun fué acusado
el Ministro Lacunza; pero como tenía mayoría en
la Cámara, salió absuelto y las protestas fueron
desestimadas y el 17 de Noviembre quedó forma-
do el Ayuntamiento para 1851 de esta manera:
REGIDORES.
1° Sr. Gral. Don Pedro María Anaya.
2° ,, Don Bernardino Alcalde.
3° ,, ,, Manuel Arellano.
4» ,, ,, José Valente Baz.
487
8»
90
10°
11»
12"
13«
14"
lo"
16"
Sr. Don Fraacisco Espiaosa de los Mon-
teros.
,, Mariano García Cuenca.
,, Sebastián Peón.
Dr. Don Antonio Balderas.
Don Miguel Lerdo de Tejada.
,, Francisco Peña y Barragán.
,, Fermín Gómez Parías.
„ Antonio Suárez Teruel.
Lie. Don Matilde Romero,
Don Manuel Morales Puente.
,, Enrique Ruano.
Dr. Don Francisco Buenrostro.
SÍNDICOS.
1° Sr. Lie. Don Guillermo Valle.
2^ ,, ,, ,, José Simeón Arteaga.
El Aj'untamiento que funcionaba, juzgando ile-
gal la elección del nuevo, no quiso obedecer la
urden que le dio el Gobierno para entregar al se-
gundo los ramos municipales y el 31 de Diciem-
bre el .Sr. González de Cosío dirigió un oficio al
Gobernador dándole las razones que la Corpóra"
cion tenia para considerar á aquel ilegítimo y ha-
ciéndole saber el acuerdo tomado en cabildo de
entregar al Gobernador todos los ramos munici-
pales, acompañándole los inventarios de ellos. En
seguida se disolvió,
- 488 —
Así terminó la cuestión de los Ayuntamientos
que desde el año de 1847 funcionaron con mucha
irregularidad y no en los períodos fijados por la
ley. El de 1851 compuesto de liberales /)«>'os, adic-
tos al gobierno de Arista no encontró dificulta-
des de ninguna clase, durante el período de su
gestión.
jp^iisr.
SUMARIO.
A\TON LIZARDO.
Capítulos. Págs.
I./— Situación de México— Gobierno de
Zuloaga., — Primer sitio de Vera-
cruz.— Acciones de Calamanda y
de Tacubaya. — Reconocimiento de
Juárez por los Estados Unidos. —
Tratado Mac Lañe Ocampo 2
11.— Compra de buques en la Habana.
— Declara Juárez pirata á Marin.
— Sale Miramon al 2° sitio de Ve-
racruz. — Viaje de los buques con-
servadores de la Habana á la An-
tigua.— Pasan frente á Ulúa. —
Sale Turner en busca de ellos. —
Reflexiones sobre la conducta de
Juárez y de Turner 7
Estudios Históricos.— 61
-- 490 -
Capítulos. Págs.
IIÍ. — Fondean los buques de Marín en
Antón Lizardo y 'comunican con
tierra. — Llegada de Turner. —
Combate entre el "Miramon" y la
"Saratoga." — Incidente de la ban-
dera.-— Captura de aquel y prisión
de los oficiales mexicanos 18
IV — Captura del "Marqués de la Haba-
na."— Son conducidos á Veracruz
y Nueva Orleaus los buques mexi-
canos.— Protesta de los Coman-
dantes extranjeros. —Libertad de
Marin y de sus oficiales. — Protesta
de Marin. — Negociaciones entre
Miramon y Juárez. — Mal éxito de
ellas. — Se levanta el sitio 26
V. — Extensa protesta del Comandante
espafTol. — \'uelven á la Habana
los marinos españoles, — Dificul-
tades de Marin en Nueva Orleans.
— Su comunicación al Gobierno
mexicano 33
VI.— Juicio seguido en Nueva Orleans. —
Declaraciones de Turner. — Prue-
bas de Marin.— Sentencia del Juz-
gado de Louisiana absolviendo á
Marin. — Se mandan devolver los
buques. — .\pela al Fiscal 39
VIL— Pedimento del Procurador Black,
-^Imparcialidad de 01 45
- 491 -
Capítulos. Págs.
VIII. — Situación délos partidos en Méxi-
co.— Subterfugios é intrigas del
gobierno de los Estados Unidos.
— Llega á Veracruz la barca
"Concepción" con armas. — Su cap-
tura.,— Contestaciones entre Juá-
rez y el Comandante Arias.— Pre-
parativos para el bombardeo de
Veracruz, por la escuadra españo-
la.— Libertad de los marinos de la
"Concepción." 52
IX. — Se radica Marin en la Habana.—
Venta de los buques mexicanos. —
Protesta de Marin. — Guerra sepa-
ratista en los Estados Unidos. —
Fallo de la Suprema Corte, favo-
rable a Marin. — Comisión mixta. —
Reclamación de Marin ante ella.
— Opinión del comisionado mexi-
cano.— ídem del norteamericano.
— Es desechada la reclamación 58
X.r— Reflexiones sobre el atentado de
Antón Lizardo.— Sus funestos re-
sultados: la intervención europea. 66
EL TRATADO MAC LAXE OCAMPO.
I. — Situación de México en 1850.— Zu-
loaga en México.— Juárez en Ve»
— 492 —
Capitules. Págs.
racruz. — La familia enferma. —
Viaje por el Extranjero.— Pierde
Juárez por ese viaje su carácter
de Presidente. — Pruebas de tal
aserto: su conducta en Paso del
Norte y la destitución de González
Ortega.— Tenacidad de Juárez en
fomentar las guerras civiles 71
II. — Planes de los Estados Unidos. —
Los demócratas. — El destino ma-
nifiesto.— Revolución en Hungría.
—Los filibusteros en Cuba. — Re-
clamaciones al Perú. — Las Islas
Hawaii. — Tehuantepec. — La Mesi-
lla.— Conferencia de Ostendc. —
Invasiones en la frontera mexica-
na.— Actitud de Europa. — Tratado
Clayton Buhvcr. — Palabras de Bu-
chanan 7^
ÍII. — Acción de .Salamanca. — El envia-
do norteamericano Mr. Forsyth re-
conoce el gobierno de Zuloaga. —
Robles Pezuela en Washington. —
Forsyth propone una nueva de-
marcación de límites. — Negativa
de Don Luis G. Cuevas, Ministro
de Relaciones. — Nota inconvenien-
te de Mr. Forsyth y respuesta dig-
na de Cuevas. — Proposición de
Houston para un protectorado en
- 493 -
Capítulos. Pags.
México. — Desavenencias con For-
syth. — Su retiro 85
IV.- -Envía Juárez á Mata á Washing-
ton.— Situación de Europa. — Ame-
nazas de Buchanan.— Exigencias
de los Estados Unidos — Débil con-
ducta de Juárez 95
\'. — Nombramiento de Mr. Mac Lañe
para Ministro en Veracruz.— Al-
cance de esta medida. — Su recep-
ción.— .Significación de los discur-
sos pronunciados por Juárez y
Mac Lane.--Circular de Ocampo
á los Jefes juaristas. — Comenta-
rios de la prensa conservadora.. . 103
VI. — Protesta del gobierno de Miramon
contra la recepción de Mac Lañe.
— Nota de este señor, contestando
á la protesta anterior. - Falsas ase-
veraciones que hacía. — Nueva cir-
cular de Ocampo 110
VII.-- Comprometida situación de Juárez.
— División de los liberales de Ve-
racruz.^Don Miguel Lerdo de
Tejada. — Viajes de Mac Lañe por
la Costa. — Se amplía la concesión
de Tehuantepec. — Propone Mata
á los Estados Unidos la conquista
de Cuba. — La oposición en el Se-
nado norteamricano. —Reciben
- 494 --
Capítulos, Págs.
los liberales recursos de los Esta-
dos Unidos. — Descontento en la
costa por esos recursos.— Prelimi-
nares del tratado 121
VIH. — Peripecias de la guerra civil en
México. — Vacilación de Juárez. —
Reunión de liberales en Veracruz. —
Discordia del directorio juarista. —
Se propone á Juárez nacionalizar
los bienes del clero. — Manifiesto de
Juárez en el que se anuncian mu-
chas innovaciones 1 29
IX. — González Ortega en Zacatecas.—
Expulsión de los religiosos de Gua-
dalupe..— Huerta expulsa á los pau-
linos de Pátzcuaro y Morelia. —
Ley de nacionalización de bienes
eclesiásticos. — Sale Lerdo de Te-
jada para los Estados Unidos á
contratar un empréstito. --Ayuda
que presta Buchanan á los libera-
les.— Inauguración de las obras
del Istmo de Tehuantepec. — Des-
contento de liberales por la ley de
nacionalización. — El Boletín
Oficial de ¡Monterrey propone un
arreglo entre los contendientes.—
Ataques de la prensa norteameri-
cana á Juárez. — Regresa Mac La-
ñe á los Estados Unidos 135
49d -
Capitulus, ^ Páss.
X. — Voluntarios extranjeros al servi-
cio de Juárez. — Vidaurri temeroso
de una invasión llama ú Xuevo
León al Ejército del Norte. — Dis-
turbios entre los jefes fronterizos. -
Batalla de la Estancia de las Va-
cas.— -Sus resultados. — Sensación
que produce en Veracruz. — Mala
situación de los liberales.— Llega
segunda vez ALic Lañe á Veracruz,
con el tratado 3-a redactado. —
Guillermo Tkll aboga por la con-
clusión de él 145
XI.— \'icios de inconstitucionalidad de
Juárez como gobernantCi — Aspi-
rantes ala Presidencia. — Degolla-
do.— Vidaurri. — Doblado. — Gon-
zález Ortega.— Lerdo de Tejada.
—Partido que este señor tenia. —
El fué el autor de las Leyes de Re-
forma.— Temores de Juárez de ser
depuesto. — Nuevas negociaciones.
Tratado Mon-Almonte. — Juárez se
decide á aceptar el tratado Mac
Lañe 154
Xir, — Invasiones de Cortina en la fron-
tera de Texas. — Porter amenaza
á Sonora. — Artículo 1°. del trata-
do.— Cesión ¿perpetuidad del trán-
sito á través de Tehuantepec. — Im-
496 -
Capítulos. Págs.
procedente mención del tratado de
la Mesilla. — Ojeada sobre los des-
pojos cometidos por los Estados
Unidos., — Expulsión de los pieles
rojas. — Invasión de las Floridas.
— Guerra de 1812. — Proposiciones
de Poinssettá México. — Gaines en
la -Sabina.— Guerra de 1847.— Des-
cubrimiento de los placeres de
California. — Proyectos sobre Cen-
tro América. — Tratado Clayton
Bulwer. -Tehuantepec y las con-
cesiones de México 159
XlIT.— Artículo 2°. del tratado.— Se esti-
pula la neutralidad de Teluiante-
pec. — Lo que eso significaba se-
gún el derecho internacional. —
Paisas neutrales. -Suiza. — Craco-
via.— Países Bajos. — Luxembur-
go. — Casos en que era imposible
observarla neutralidad 168
XIV.— Artículo 3°: tránsito á través del
Istmo. — Establecimiento de Puer-
tos.— Excencion de derechos ú ar-
tículos extranjeros. — Inconstitu-
cionalidad de esa cláusula. — Con-
vención postal 179
XV.— Artículo 4°: Almacenes de depósi-
to.— Extensión indebida que se da-
ba al tratado. — Perjuicio real para
Capítulos. Pilfffe.
México. — Peligros del contraban-
do 186
XVI. — Artículo 5^: Ocupación militar de
Tehuantepec. — Casos dr ella. —
Casos de intervención segfun dere-
cho internacional. —En ningfuno de
ellos estaba México 194
XVII. — Artículo 5°: Juárez no podía pac-
tar la intervención. — Preceptos
constitucionales. — Los partidos no
representan á la Nación. — Absur-
dos á que llegó Ocampo 205
XVIII.— Artículo 6°: Derecho de tránsito á
través de la frontera del Norte.—
Empeño dalos Estados Unidos por
obtener ese derecho. — Diversas
tentativas para lograrlo.— Admi-
ración de la prensa norteamerica-
na por la concesión 214
XIX. — Artículo 7°: Cesión á perpetuidad
de esa concesión. — La República
de Sierra Madre. — Servidumbres
internacionales. — Temores de des-
membramiento de México.— Dict»-
men del General Sánchez Ochoa.
—Comercio con Asia. — El caso de
Texas se repetiría 223
XX. — Artículo 8": Estipulaciones comer-
ciales. — Novedades introdr.cidas
en las estipulaciones.— Mercancías
Estudios Históricos.— 63
- 498 -
Capítulos. Págs.
libres de derechos.— Puntos de in-
ternación. — Contrabando.— Esti-
pulación inútil 235
XXI.— Artículo 8°: Mercancías libres.—
Se deja su elección al Senado de
los Estados Unidos. — Productos
^ mexicanos en 1856.— Agricultura.
— Comercio exterior. — Exporta-
ciones , 1'43
XXII.- — Artículo 9": Actos religiosos de
los norte-americanos.— Se les per-
mite practicar en público su reli-
gión.— Mejor predicamento en que
quedabau respecto de los mexica-
nos.— Los ciudadanos de los Esta-
dos Unidos quedan exceptuados
de los prestamos forzosos 250
XXIII. — Artículo 10*: Auxilios concedidos»
Juárez: dos millones en efectivo y
dos para el pago de reclamaciones
norteamericanas. — Modo humi-
llante de conceder esos auxilios.
— Reclamaciones fraudulentas. —
Reminiscencias de la Comisión
mixta. — Foima inconveniente de
pagar las reclamaciones. — Opinio-
nes del señor Zamacona 257
XXIV.— Artículo 11°: Ratificación del tra-
tado.— Facultad que para ello te-
nía Mr. Buchívnan. — ^Juárez no te-
_. 499 ~
Capítulos. Págs.
nía facultades para hacer la rati-
ficación.— Sus obligaciones según
la Constitución.— Requisitos esta-
blecidos por ella. — .Atribuciones
del Congreso. — Juárez no tenía el
carácter de gobernante legítimo... 265
XXV.- -Artículo P adicional: Se pacta la
intervención inmediata en México.
— Preceptos del derecho interna-
cional.— México pagaría los gas-
tos de la intervención. — Peligro en
que estaba México de ser absorbi-
do ó de sostener una guerra con
los Estados Unidos.— Intervención
mutua 272
XXVI. — Ratificación del artículo adicio-
nal.— Falta de facultades de Juá-
rez para hacerla, ya expuestas . . . 28C
XXVII. — Se firma el tratado. — Es llevado á
Washington.— Disgusto que pro-
duce en el Directorio Juarista. —
Nuevo gabinete en Veracruz. -
Disgusto de la guarnición del
puerto. — Temores de una subleva-
ción.— Muchos liberales se some-
ten al Gobierno. — Protesta del
General Negrete. — Ocasión favo-
rable ú los conservadores para
terminar la revolución.— Toma
de Colima.— Protesta del Ministro
— 500 -
Capítulos. Págs.
Muñoz Ledo 283
XXVIII. — Protestas en todo el país contra el
tratado.-Protesta dePesqueira. —
Conducta de Le Trait d'Uniox. -
Llega Miramon á México. — Mensa-
je de Buclianan. — Temores de gue-
rra con los Estados Unidos. — Si-
tuación de Veracruz. --Disidencias
entre Lerdo y Ocampo.— Sale éste
último del Ministerio. ---Entra á él
Don Santos Degollado 219
XXIX — Comentarios de la prensa nacio-
nal y extranjera acerca del trata-
do.— Continúa la guerra civil. —
Martirio del coronel Daza Argue-
lles.— Entra González Ortega á
Durango. — El guerrillero Rojas
fusila á ciento sesenta prisioneros
en Teiiles.— Situación respectiva
de los dos partidos al terminar el
año de 1859 229
XXX.— El tratado en el Senado de Wahs-
hignton.— Demócratas y Republi-
canos.—Cuestión de Kansas.— La
comisión de Relaciones, pide da-
tos al Ejecutivo.— Demora de la
discusión del Tratado.— Segundo
sitio de Veracruz por Miramon. —
Mr. Masson y Mr. Jinghall comba-
ten el dictamen.— Mr. .Simmons lo
- 501 -
Capítulos.- PáRs.
examina bajo el punto de vista
económico. — Ardid de Buchanan
para hacer ratificar el tratado. —
Antón Lizardo.- -Significación del
atentado cometido por la "Sarato-
toga". — • Resultado contraprodu-
cente que produjo 307
XXXI.— Continua la discusión en el Sena-
do.— Es desechado el tratado.—
Pánico que esto produce entre los
liberales. — Exajerada alegría de
los conservadores. — Triunfos de
González Ortega. — Degollado
propone un avenimiento entre am-
bos partidos. — Es destituido del
mando. — Calificación que déla con
ducta de Degollado haccjuárez. —
Caída de Miramon. — Incidente en
el Congreso á causa del tratado.
—El diputado Aguirre califica de
traidor al gobierno liberal.— Muer-
te de D. ;\Ielchor Ocampo.- Gue-
rra civil en los Estados Unidos. —
Se ruega á México que no favo-
rezca la causada los separatistas. 316
XXXII. — Conclusión. — Reflexiones sobre
las revoluciones de México 327
502 -
EL BRINDIS DEL DESIERTO.
Capítulos Págs.
Introducción 335
I. — Los invasores en el Valle de Mé-
xico.— Acciones de Padierna y
Churubusco. — Armisticio. — En-
tran los norteamericanos á la ca-
pital á proveerse de víveres.— Tu-
multo en la plaza de armas. — Fin
del armisticio. — Acciones del Mo-
lino del Rey y Chapultepec 336
II. — Abandono de la ciudad. — Ayunta-
miento manda una comisión al ge-
neral Scottpara pedirle garantías.
— Proclama del Ayuntamiento. —
Entrada de los norteamericanos á
México. — Combates en la calles.
—Nueva proclama del Ayunta-
miento.— Muertos durante los ci-
tados combates 343
III. — Medidas de seguridad adoptadas
por Scott.— Contribución de
$150,000 impuesta á la ciudad.—
Queda ésta dividida militarmente
en cuatro secciones.— Diversiones
públicas.— Prensa de la Capital.—
Instalación del gobierno nacional
en Querétaro 353
— 503 -
Capítulos. Págs.
IV. — Penurias del Ayuntamiento y difi-
cultades para pagar la contribu-
ción de guerra. — Se organiza el
Gobierno del Distrito. — La corpo-
ración administra las oficinas re-
caudadoras.— Préstamo de
.$20,000. — Los prisioneros mexica-
nos 359
V. — Bando del Ayuntamiento, prorro-
gando el plazo de ciertas obliga-
ncs. — Medidas de Policía que dic-
ta.—Precaria situación de la Co-
legiata.— Desacuerdo entre el Ca-
bildo y el Alcalde 1°. — Rumores
de una sublevación contra los in-
vasores.-— Atropellos de los ban-
didos poblanos. — Estado de las
reutas municipales 365
VL — Elecciones de Ayuntamiento. — El
Gobierno nacional dispone que no
se verifiquen. — El Ayuntamiento
después de reñido debate acuerda
que tengan lugar. — Son azotados
publicamente varios mexicanos.
— Disgusto que esto causó y re-
presentación hecha al invasor pa-
ra evitar los a¿otes. — Libertad de
de algunos prisioneros mexica-
nos.— Disposiciones del General
Scott.— Protestas del Gobierno.—
- 504 -
Capítulos. Pá;,'s.
El diputado Zubieta propone se
disuelva la Federación 372
^'II. — El Gobierno expide una ley prohi-
biendo que se veriñquen en Méxi-
co las elecciones municipales.—
El Ayuntamiento acatando la ley
suspende las elecciones. — Traba-
jos del partido puro cerca del in-
vasor.— Pretende ese partido ha-
cer las elecciones municipales. —
Principales personajes de él. —
Nombres de los electores. ^Prohi-
be el invasor se obedezcan las
órdenes del gobierno mexicano.. 381
VIII. --El Ayuntamiento suspende las
elecciones legales. Los puros lle-
van á cabo las suyas. — Miembros
que formáronla Asamblea Munici-
pal.— Es acusado .Suárez Iriarre
de sedición. — El juez Olmedo lo
absuelve. — El gobernador norte-
americano se funda en esta abso-
lución para tener por legitimo á
la Asamblea Municipal 391
IX.— Entusiasmo que causa en los Esta-
dos Unidos la ocupación de Méxi-
co.—Se resuelve continuar la gue-
rra— Llegada de nuevas tropas. —
Cuestión de los alojamientos. —
Manifestación del .Cabildo.— Eno-
— 505 —
Capítulos. Págs.
jo de Scott por esa manifestación.
— Cesa de funcionar el Ayunta-
miento legítimo y entra la Asam-
blea Municipal. — Discurso de Suá-
rcz Iriarte. — Renuncias de Em-
pleados.— Proposición de Arteaga
y García Rejón. — Diversos acuer-
dos de la Asamblea 399
X. — Afán de legislar que tenían los
municipes. — Es nombrado Gómez
Pedraza director del Montepío y
se opone la Asamblea. — Intrigas
con motivo de este incidente. —
Crítica de las instrucciones dadas
á los electores. — En resumen ten-
dían á procurar la anexión de Mé-
xico á los Estados Unidos 409
-^I. — El banquete en el Desierto.— Cró-
niica de él dada por los diarios
norte-americanos. — Los brindis. —
Xo se puede afirmar ni negar que
se hablara en ellos en favor de lii
anexión. — Examen del crédito que
merecen los escritores que hablan
del suceso. — Al criterio del lector
queda el fallo. — Disculpas de Suá-
rez Iriarte. — Dijo que sólo se hizo
una visita de inspección á las
aguas de la ciudad 418
XIL— Indignación de la sociedad por el
Estudios históricos.— 64
- 506 —
capítulos. Págs.
banquete del Desierto.— Se funda
un periódico para atacar á la
Asamblea Municipal. — A moción
del Reg^idor Arteaga es denuncia-
do por los síndicos.. — Tratado de
Guadalupe Hidalgo. — Acuerda la
Asamblea la aprehensión de los
desertores del enemigo. — Separa-
ción del Secretario del Ayunta-
miento.— Contribución de guerra
impuesta á la Ciudad y al Distrito.
— Exigencias de Smith. — Se pro-
rroga el plazo de ella. — Dispone
la Asamblea délo que recaudó por
esa contribución. — Pretensiones de
erigir el Estado del Valle de Mé-
xico.— Disgusto por los actos de
la Asamblea.— Se pide á ésta que
se disuelva.— La prensa extranjera
la ataca rudamente 431
XIII. — -Conclusión del armisticio. — Caída
ridicula de la Asamblea. — Alegría
de la sociedad por esa caída.— Jui-
cio sobre la conducta de esa Asam-
blea.—No puede ser disculpada.'—
Principales actos de ella. ^-Defen-
sa de .Suárcz Iriarte. . , , 4 40
XIV. — Entra á funcionar el antiguo Ayun-
tamiento.— Ceremonia que tuvo
lugar.— Ausencia de Reyes Vera-
- 507 -
Capítulos. Págs.
icendi —Don Mariano Icaza pro-
mueve información sobre el ban-
quete del Desierto. — Coste de el. —
Resultado de la información. —
Trabajos del Ayuntamiento repues-
to.— ^Desórdenes en la Ciudad.—
Asalto de una casa de la calle de
la Palma y asesinato del joven
Zorrilla 449
XV. — Nuevas elecciones del Ayunta-
miento ordenadas por el Gobierno.
— Personas que resultaron electas.
— Ratificación del tratado de paz.
, — Desocupación de la Capital y de
la República por los invasores. —
Instalación del Gobierno nacional.
— Celo patriótico del nuevo Ayun-
tamiento.— Incidente á propósito
del periódico El Municipal. — El
Ingeniero Smith regala á la Ciu-
dad el proyecto de desagüe. — Ob-
sequio que le hace el Ayuntamiento. 457
XVI.— Ataques del Cangrejo al Ayúnta-
te.— Aprehensión de Suárez Triar-
te y otros miembros de la Asam-
blea.—Reclama aquel el fuero de
diputado. — Es acusado ante el
Gran Jurado.— Proceso laborioso.
Es declarado culpable Suárez Triar-
te.— Brillante defensa que hizo. —
— 508 -
Capítulos. Págs.
Palabras del Diputado Don Juan
de Dios Cañedo. — Muerte de .Suá-
rcz Iriarte. — Libertad de los de-
más miembros de la Asamblea. —
Carta de Don Miguel Lerdo de
Tejada 465
XVIL— Reflexiones sobre la Asamblea. —
Culpa que tiene el partido liberal
en lo del Desierto. — La cuestión
de los Ayuntamientos. — Corpora-
ción de 1849. — Ataques y atrope-
llos que sufrieron sus miembros. —
Renuncia el cargo y es llamada la
de 1848. --No acepta y se llama á
la de 1847 que tampoco acepta. — .
Transacción entre puros y con-
servadores. — Decreto para las
elecciones municipales de 1852. —
Personas que formaron el Ayun-
tamiento de ese año. — Conducta
digna de los reg-idores de 1848 476
FIN DEL SUMARIO.
Este libro acabóse de imprimir
en la Imprenta de Victo-
riano Agüeros el Lunes
17 de Mayo de
1891.
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