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Full text of "Obras"

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University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/obrasvill01vill 


BIBLIOTECA 

DE  AUTORES    MEXICANOS 


HISTORIADORES. 


QIFDA  ASEGURADA  I-A  PROPIEDAD 
COXKOKME  Á  LA  LEY. 


PROLOGO 


Estas  líneas  servirán  de  prólogo 
á  la  presente  edición  compuesta  de 
los  interesantes  artículos  que  con  los 
títulos  de  "Tratado  Me  Lane--Ocam- 
po,"  «Antón  Lizardo»  y  «Brindis  del 
Desierto,»  se  han  publicado  en  EL 
TIEMPO,  diario  católico  de  esta  ca- 
pital, que  con  tanto  prestigio  y  tan 
grande  influencia  circula  en  toda  la 
República,  y  que  en  verdad  y  con 
justicia,  puede  considerarse  como  el 
eco  más  honrado  y  sincero,  del  pen- 
samiento y  sentimiento  nacionales. 
Tan  bellos  y  oportunos  opúsculos, 
se  deben  ala  pluma  del  distinguido 
letrado  y  literato  D.  Alejandro  Villa- 
señor  y  Villaseñor,  á  quien  sin  li- 
sonja debe  tenérsele  en  nuestra  pren- 


—  vi- 
sa nacional  contemporánea,  como  uno 
de  nuestros    publicistas   de   más  co- 
rrecto estilo  y  más    serio  y    trascen- 
dente fondo. 

De  mucho  interés  como  trabajos 
históricos,  por  referirse  -A  período 
más  triste  y  doloroso  de  nuestra  his- 
toria, y  en  que  la  verdad  ha  sido  más 
ofuscada  y  combatida  por  las  pasio- 
nes: son  los  opúsculos  que  hoy  se  pu- 
blican en  forma  de  libro,  déla  mayor 
importancia,  por  los  datos  con  que 
ilustran  y  ayudan,  los  postreros  y  ac- 
tuales esfuerzos  que  deben  hacerse, 
para  resolver  feliz  y  acertadamente, 
el  pavoroso  problema  que  como  una 
amenaza  de  muerte,  como  una  nube 
fatídica  está  sombreando  la  frente  de 
nuestra  infortunada  patria,  casi  des- 
de el  momento  mismo  en  que  ésta 
brotara  á  la  vida  délas  naciones  li- 
bres. 

Hl  porvenir  de  México  es  vivir  li- 
bre, latina  y  católica:  ó  debe  langui- 
decer y  morir  bajo  la  influencia  sa- 
jona, sojuzgada  y  herética?  Este  es 
el  peligro,  sobre  todo  peligro,  que  la 


\ 


-  VII  - 

amenaza,  y  el  tremendo  problema, 
que  no  mañana,  sino  hoy  mismo  tie- 
ne que  resolver.  Por  muclio  tiempo 
se  trató  de  desviar  el  peligro  negán- 
dolo, que  fué  la  manera  que  encon- 
traron la  cobardía  y  la  impotencia  de 
conjurarlo:  tal  vez  la  mala  te  y  la 
falta  de  patriotismo  se  empeñaron 
en  desconocerlo,  para  ocultar  la  ver- 
güenza de  sus  remordimientos,  Ho3'', 
que  casi  nos  engulle,  la  ola  que  avan- 
za encrespada  y  rugiente,  la  nega- 
ción sería  el  suicidio  colectivo. 

Desde  que  los  Kstados  Unidos  se 
hicieron  independientes,  maquina- 
ron extender  su  territorio  á  costa  de 
sus  vecinos.  Desp  és  de  lesionar  á 
"España  y  Francia  con  la  compra  de 
la  Luisiana  y  la  Florida,  se  irritaron 
sus  codicias  por  llegar  al  Bravo  }'■  al 
Pacífico,  arrebatándonos  Texas  y  Ca- 
lifornia. Al  trasplantar  á  Texas  una 
colonización  pérfida,  sembraron  los 
gérmenes  de  las  sublevaciones  encu- 
biertas, que  protejidas  después  pa- 
tentemente, producirían  al  fin  la  ab- 
sorción de  esa    provincia,  á  título  de 


-  vm  - 

anexión,  que  es  para  los  despojados" 
la  forma  más  denigrante  de  las  usur- 
paciones. En  pos  déla  celada  el  asal- 
to: los  quejidos  de  dolor  que  lanzó 
México  al  sentirse  desmembrada,  se 
tuvieron  por  injuria  suficiente  para 
fundar  una  declaración  de  guerra. 
Las  vergonzosas  victorias  alcanzadas 
en  ella  produjeron  á  los  Estados 
Unidos  las  incomensurables  exten- 
siones de  Nuevo  México  y  Califor- 
nia, cuyos  títulos  de  adquisición,  na 
vacilaron  en  fundarlos  ante  la  histo- 
ria y  en  los  tratados,  en  la  modera- 
ción expontánea  del  crimen  impune: 
declararon  legitimada  su  propiedad 
en  cuanto  ocuparon,  porque  hubie- 
ran podido  arrebatarnos  mucho  más. 
No  hay  otra  vida  para  las  naciones; 
pero  tarde  ó  temprano,  hay  para  ellas 
en  ésta,  eterna  justicia  de  Dios! 

No  solo  pensaron  los  Estados  Uni- 
dos desde  sus  principios,  en  exten- 
íler  su  territorio,  sino  también  su  in- 
fluencia sobre  todo  el  continente 
americano  y  especialmente  sobre  Mé- 
xico,  que  al  hacerse   independiente 


~-  IX  — 

despertó  sus  celos,  por  la  riqueza  ¿e 
sus  minas,  la  suavidad  de  su  clima  y 
la  belleza  de  su  suelo  Temieron  con  ra- 
zón que  los  inmigrantes  europeos,  lo 
preferirían  á  las  llanuras  monótonas 
de  los  Estados  Unidos,  siempre  ba- 
rridas por  los  ciclones,  abrasadas  por 
tórridos  veranos,  ó  heladas  por  lar- 
gos y  ateridos  inviernos.  Hoy  mismo 
no  es  explicable,  porque  prefiere  á  los 
Estados  Unidos,  la  miseria  europea 
que  emigra  á  América. 

El  primer  vehículo  de  su  influen- 
cia, que  establecier  n  en  México,  fué 
la  masonería.  Poinsset,  el  primer  di- 
plomático que  los  Estados  Unidos 
acreditaron  cerca  del  Gobierno  Me- 
xicano, fué  el  verdadero  fundador  de 
la  logias  masónicas  en  nuestro  país. 
Una  vez  establecidas  las  logias,  ya 
tuvieron  amplio  subterráneo  por  don- 
de verter  sus  funestas  y  constantes 
sugestiones:  nacidas  en  servidumbre 
satánica,  los  logias  son  no  sólo  dóci- 
les sino  ardientes,  en  todos  los  ser- 
vilismos humanos  de  depravación  y 
bajeza.  Ellas  fusilaron  á  Iturbide;  ex- 


^-  X  - 

pulsaron  de  México  á  los  antiguos 
lesidentes  españoles;  y  promovieron 
las  continuas  revueltas  y  asonadas, 
que  en  el  interior  arruinaron  al  país 
y  tanto  llegaron  á  desprestigiarlo  en 
el  exterior. 

Hijo  primogénito  y  preferido,  de 
la  masonería  mexicanadominada  por 
la  de  ^os  Estados  Unidos,  fué  ese  par- 
tido político,  que  surgió  de  nuestras 
disensiones,  tan  hostil  á  la  religión 
verdadera  y  á  las  antiguas  tradicio- 
nes; y  tan  llenode  falsa  admiración  por 
las  instituciones  del  3'ueblo  norte- 
americano, que  por  fin  logró  impo- 
ner al  nuestro,  á  pesar  de  ser  tan  con- 
trarias á  sus  costumbres  y  á  su  his- 
toria. 

Cuando  la  sublevación  de  Tejas, 
ya  hubo  entre  nosotros  quien  coad- 
yuvara á  los  designios  de  los  Estados 
Unidos;  y  cuando  invadieron  nuestro 
territorio  y  ocuparon  nuestra  Capi- 
tal, quienes  aplaudieran  y  se  alegra- 
ran de  su  triunfo,  con  un  regocijo 
que  hizo  estremecer  de  indignación  y 
de  horror  á  los  corazones  mexicanos. 


-    XI  - 

La  gnerra  con  los  Estados  Unidos 
hizo  derramará  México,  tantas  lágri- 
mas de  rabia  y  de  dolor,  como  de  ver- 
güenza! 

Mas  tarde,  en  el  fragor  de  los  com- 
bates frati  icidas  y  de  los  odios  de  nues- 
tras enconadas  luchas  intestinas,  no 
se  vaciló,  á  trueque  de  obtener  el 
triunfo  sobre  los  propios,  en  implo- 
rar su  apoyo  moral  y  aceptar  su  ma- 
terial ajnida.  Llegadas  al  paroxismo 
las  pasiones  cuando  el  establecimien- 
to del  segundo  Imperio,  último  y  su- 
premo esfuerzo  de  los  hombres  más 
pensadores  y  mejor  intencionados 
del  país,  para  poner  un  dique  á  la  in- 
fluencia é  invasión  americanas  siem- 
pre crecientes;  sedesataron  alfiu  como 
huracán  enfurecido  para  derrumbar- 
lo, esas  mismas  y  terribles  pasiones, 
enfrenadas  por  un  momento.  El  se- 
gundo Imperio,  lisiado  desde  antes 
que  naciera,  por  la  perfidia  inglesa, 
lajactanciaespafiolay  la  lijereza  fran- 
cesa, fué  derrumbado  por  los  Estados 
Unidos  con  tanta  fruición  como  odio. 
Un  telegrama  de  Seward  arrojó  de 


-  XII  - 

México  al  ejército  francés;  y  las  balas 
parricidas  que  mataron  en  las  Cam- 
panas fueron  disparadas  desde  Wha- 
sington. 

L'esde  Queretaro,  triunfaron  los 
Estados  Unidos;  hacerse  hoy  la  me- 
nor ilusión,  seria  una  estupidez  ó  un 
crimen.  Mientras  llegan,  desde  allá 
son  dueños  de  todo:  suyos  somos  to- 
dos; lo  mismo  el  criollo  inútil  y  des- 
pilfarrado que  el  indio  hambriento 
y  andrajoso;  lo  mismo  que  los  naci- 
dos en  este  suelo,  cuantos  colonos 
lo  pueblan  venidos  del  extrangero. 
Tan  suyos  son  los  franceses  que  aquí 
viven,  apesar  de  sus  pasadas  glorias 
y  los  indeficientes  resplandores  de 
su  genio  literario,  como  los  alemanes 
con  sus  recientes  victorias  y  sus  fres- 
cos laureles;  lo  mismo  el  italiano  que 
lleva  el  cetro  del  arte  en  la  mano,  que 
el  español  que  empuña  con  la  suya, 
la  espada  mas  gloriosa  de  la  historia 
moderna. 

Dueños  los  Estados  Unidos  de  la 
mayor  red  de  ferrocarriles  en  Méxi- 
co,  lo    son    del    sistema   arterial   de 


=-  XIII    - 

nuestro  organismo  económico,  y  des- 
de tan  elevada  altura  dominan  por 
completo  y  con  la  clave  de  sus  fletes 
3'  pasages,  el  comercio  y  la  agricul- 
tura, la  mineria  y  la  industria  nacio- 
nales. Y  en  nada  atenúa  la  rigidez 
de  su  predominio,  que  los  sindicatos 
americanos  no  sean  los  verdaderos 
dueños  de  esos  ferrocarriles,  porque 
siendo  los  intermediarios  forzosos 
entre  la  timidez  del  dinero  europeo 
y  lo  urgente  de  nuestras  necesida- 
des, esos  sindicatos  son  los  dueños 
jurídicos  y  los  poderosos  gerentes  de 
tan  vastas  empresas.  Con  el  capital 
que  representan,  mayor  que  el  de 
nuestra  deuda  pública,  están  más  den- 
tro de  nuestro  erario  que  muestros 
mismos  formidables  acreedores  ex- 
tranjeros. Al  menos  estos  no  tienen  co 
mo  garantía  subsidiaria  de  sus  acrec- 
encias, que  sus  gobiernos  puedan  fi- 
jar nuestros  límites  con  las  naciones 
colindantes;  el  monto  de  las  indemni- 
zaciones á  nuestro  cargo;  y  obligar- 
nos, por  pánico  prematuro  á  la  cesión 
de  la  mitad  del  territorio   de  uno  de 


-  XIV  - 

nuestros  Estados,  proclamando  á  la 
faz  del  derecho  internacional,  que  la 
mala  fé  es  el  verdadero  título  de  la 
usucapión. 

En  el  peligro  supremo,  quien  en- 
gaña asesina.  Esta  es  nuestra  verda- 
dera y  apremiante  situación:  tan  im- 
posible nos  seria  e'udirla  como  apla- 
zarla. Que  hacer  en  presencia  de  ella! 
Los  dictámenes  del  sentimiento  na- 
cional están  divididos  en  ésta,  des- 
pués de  la  religiosa,  la  x-ás  grave 
cuestión  que  pueda  presentarse  á  un 
pueblo,  porque  es  la  de  su  vida  ó 
muerte,  como  nación. 

Algunos  espíritus  heroicos,  pero 
quizas  temerarios,  optarían  por  la 
muerte  luchando.  En  uno  de  los  con- 
flictos que  se  le  ofreció  al  finado  presi- 
dente Gral.  González  duran  te  su  admi- 
nistración prorrumpió  en  una  escla- 
macion  sublime  de  heroísmo.  "Cuan- 
do un  pueblo,  dijo,  es  provocado  á 
luchar  con  tanta  injusticia  y  con  tan 
grande  afrenta,  no  está  obligado  á 
vencer  sino  á  morir.  >i  yo  muero  el 
primero  al  frente  de  la  patria,  la  mia 


-     XV  - 

sera  una  tumba  digna  de  que  en  ella 
se  sepulte  toda  la  nación. «  El  criterio 
liberal  cree,  generalmente,  que  nadie 
es  más  fuerte  que  su  destino,  y  con 
más  odio  á  la  religión  que  amor  á  la 
independencia,  casi  preferiría  que  la 
nación  se  dejará  arrastrar  por  la  co- 
rriente, aunque  tuviera  que  vivir  en- 
tre los  lodos  de  la  servidumbre.  Otros, 
tal  vez  con  mas  acierto,  creen  que  es 
llegado  el  momento  de  trabajar  hasta 
conseguirla,  en  la  unión  latino-ame- 
ricana, para  poder  enfrenar  con  su 
propia  codicia  la  agresiva  soberbia 
de  los  Estados  Unidos.  Nadie  espera 
socorro  de  Europa,  tan  acobardada  y 
dividida:  todos  confiamos  en  Dios! 

Crece  el  peligro  cada  día,  crece  por 
instantes,  ¡que  hacemos!  Esto  hace 
tan  precioso  y  tan  útil  el  libro  del 
Sr.  Villaseñor,  cuya  lectura  tanto  re- 
comendamos á  todos  los  corazones 
afligidos  y  patriotas.  Allega;  para 
aj'-udar  á  la  resolución  del  gran  pro- 
blema, cuantos  datos  ha  podido  in- 
quirir su  estudio  y  aquilatar  su  ta- 
lent".  El  autor  3^  el  editor  del  libro 


—  XVI  - 

lian  merecido  bien  de  las  letras  y  de 
la  patria.  Son  dignos  ambos  de  ser 
denunciados  juntos  á  la  estimación 
pública;  el  joven  escritor  en  quien  ya 
se  presiente  un  grande  estadista;  y 
el  veterano  de  la  prensa  honrada,  cu- 
bierto de  las  gloriosas  cicatrices  de 
tantas  heridas,  recibidas  en  el  buen 
combate  y  por  la  buena  causa. 

México,  Mayo  de  1897 

J.  DE  J.  Cuevas. 


ANTÓN   LIZARDO. 


N  los  meses  de  Mayo  y  Junio  de  1895,  se 
suscitó  una  discusión  con  motivo  de  los 
acontecimientos  que  tuvieron  lugar  en 
el  fondeadero  de  Antón  Lizardo,  en  el  mes  de  Mar- 
zo de  1860,  durante  el  sitio  que  el  general  Mira- 
mon  puso  á  la  plaza  de  Veracruz,  donde  se  había 
refugiado  D.  Benito  Juárez  con  algunos  partida- 
rios suyos. 

La  discusión  tuvo  como  tema  principal  el  pun' 
to  de  si  México  fué  ó  no  injuriado  por  la  captura 
que  las  fuerzas  navales  de  los  Estados  Unidos  hi- 
cieron de  los  dos  buques  «General  Miraraon»  j 
«Marqués  de  la  Habana, >  al  servicio  del  Gobierno 
establecido  en  México. 

Como  argumento  principal  para  negar  la  inju- 
ria inferida  á  México,  fundábanse  algunas  perso- 
nas y  periódicos  ea  que  no  pudo  hacerse  tal  inju- 
ria á  México,  desde  el  momento  en  que  los  dos  bu- 
ques antes  mencionados  no  izaron  el  pabellón  me- 
xicano en  el  momento  de  su  captura. 

lípisodios  históricos.— 1, 


2 

También  se  dijo  que  no  se  podía  afirmar  que  esa 
captura  se  hiciera  con  acuerdo  del  gobierno  jua- 
rista^  al  que  no  aprovechaba  gran  cosa,  supuesto 
que  disponía  de  otros  elementos  suficientes  para 
sobreponerse  á  sus  contrarios. 

Sobre  estos  dos  puntos  versó  el  estudio  que  em- 
prendimos, de  los  sucesos  ocurridos  en  Antón  Li- 
zardo  en  Marzo  de  1860,  con  el  objeto  de  procurar 
dejar  la  verdad  en  su  lugar  3'  de  esclarecer  ese 
punto  de  la  historia  patria  que  aun  después  de 
treinta  y  cinco  años  de  acaecido  era  objeto  de  dis- 
cusiones. Procuramos  demostrar  asimismo,  que 
sí  se  infirió  á  México  una  grave  ofensa  por  e\ 
atentado  cometido  por  los  buques  de  los  Estadog 
Unidos;  que  el  gobierno  juarista  no  sólo  estuvo  de 
acuerdo  en  el  ataque  que  sufrió  la  escuadrilla  del 
contra-almirante  Marín,  sino  que  él  fué  el  princi- 
pal instigador  de  ese  ataque;  que  funcionarios  me- 
xicanos tomaron  parte  en  él;  y  que  por  último,  el 
atentado  del  «Saratoga¡>  y  la  protección  de  los 
Estados  Unidos,  dieron  nueva  vida  á  la  causa  jua- 
rista  que  se  encontraba  ya  bastante  desacredi- 
tada. 


I. 


La  situación  de  México  en  aquella  época  era 
bástanle  angustiosa:  Don  Ignacio  Comonfort, Pre- 
sidente constitucional,  dcsconuciu  la  Constitución 


y  dio  el  golpe  de  Estado   adhii'iéndose  al  plan  de 
Tacubaya  en  19  de  Diciembre  de  1857.  Al  mismo 
tiempo  los  gobernadores  de  Guanajuato,  Jalisc  ) 
y  Querétaro,  desconocieron  á  Comonforty  se  coa 
ligaron:  en  breve  se  unieron  á  éstos  los  de  Aguas 
calientes,  Zacatecas,  Michoacan,   Colima  y  Vera 
cruz  y  la  guerra  civil  se  encendió. 

Comonfort  bajó  del  poder,  y  D.  Benito  Juárez 
Presidente  de  la  Suprema  Corte,  lo  asumió,  diri- 
giéndose á  Guanajuato;  Zuloaga  quedó  en  Méxi- 
co, oi'ganizó  su  gobierno  y  resultó  de  esto  una  si- 
tuación que  aunque  anómala  no  ha  sido  rara  en 
nuestro  país:  habia  dos  Presidentes,  con  sus  res- 
pectivos gabinetes;  el  uno  era  dueño  de  la  capital, 
quedó  victorioso  en  muchos  encuentros,  y  llegó  á 
ocupar  la  mayor  parte  del  país;  el  otro,  con  sus 
Ministros,  andaba  fugitivo  y  sólo  era  obedecido 
por  partidas  insignificantes. 

El  gobierno  de  Zuloaga  fué  reconocido  por  el 
cuerpo  diplomático  residente  en  México,  entre  el 
que  se  contó  el  Ministro  norteamericano,  Mr.  For- 
syth.  La  batalla  de  Salamanca,  desgraciada  para 
\os  constitucionalistas,  y  el  pronuHciamiento  de 
Landa  en  Guadalajara,  hicieron  que  D.  Benito 
Juárez  y  su  gabinete  se  refugiaran  en  Colima,  y 
que  el  11  de  Abril  de  1858  se  embarcasen  en  Man- 
zanillo, y  abandonasen  el  territorio  nacional.  Cru- 
zaron el  istmo  de  Panamá,  estuvieron  en  Nueva 
Orleans  y  en  el  mes  de  Mayo  tornaron  á  su  patria, 
estableciéndose  en  Veracruz.  Apenas  llegado 
Juárez    á   esta  población   envió  á  D.  José  María 


_  4  - 

Mata  á  Washington  con  el  ñn  de  que  gestionase 
el  reconocimfento  de  su  gobierno  por  aquella  Na- 
ción y  de  que  negociase  un  empréstito. 

La  guerra  continuó  con  diversas  peripecias 
durante  todo  el  año  de  1858  y  los  conservadores, 
con  el  fin  de  acabar  con  el  núcleo  del  partido  li- 
beral ó  constitucionalista,  decidieron  apoderarse 
del  Jefe  de  ese  partido,  sitiando  á  Veracruz  donde 
aquel  se  encontraba.  El  General  Miguel  Miramon, 
al  frente  de  una  división  competente,  salió  de  Mé- 
xico con  dirección  al  puerto  el  16  de  Febrero  de 
1859:  á  la  sazón  estaban  allí  ancladas  las  escua- 
dras inglesa  y  francesa  que  reclamaban  de  Juá- 
rez la  devolución  de  los  fondos  ocupados  por  el 
General  Garza  en  Tampico;  el  gobierno  liberal  se 
apresuró  á  terminar  este  asunto  por  temor  de 
nuevas  complicaciones  que  hubieran  dado  por  re- 
sultado su  total  ruina. 

El  12  de  Marzo  tuvo  lugar  la  facción  del  Cerro 
del  Chiquihuite,  en  la  que  fueron  derrotados  los 
liberales,  y  casi  incontinenti  las  de  la  Soledad  5' 
Puente  de  Jamapa,  que  obligaron  á  éstos  á  encerrar- 
se en  la  plaza  de  Veracruz:  empezó  entonces  el  si" 
tio,  que  se  creyó  terminaría  con  la  toma  de  la  ciu- 
dad, pues  pocos  eran  los  elementos  conque  contaba 
Juárez.  D.  Santos  Degollado,  que  á  la  sazón  esta- 
ba en  Murelia,  con  el  fin  de  atraer  la  atención  de 
Miramon  y  hacerlo  retroceder,  decidió  marchar 
sobre  México;  «debemos,  decía,  hacer  un  esfuerzo 
supremo  para  impedir  este  fatal  suceso, >  (la  toma 
de  Veracruz;)  reunió   al    t-focto  á    diversos    jefesi 


I 


—   D    — 

entre  ellos  á  Blanco,   Zaragoza,  Pueblita,    Quiro- 
gSL,  etc.,  y  emprendió  desde  Guanajuato    su  mar 
cha  sobre  México,  que  crsí  no   tenía   guarnicioa 
pues  la  maj'or  parte  de  el'a  había  bajado  al   sitio 
de  Veracruz. 

Al  saber  la  marcha  de  Degollado,[los  generales 
D.  Tomás  Mejía  y  D.  Gregorio  Callejo  reunieron 
sus  fuerzas  en  San  Miguel  de  Allende  y  empeza- 
ron á  hostilizar  la  retaguardia  liberal,  librando  la 
acción  de  Calamanda,  y  continuaron  tras  del  ejér- 
cito de  Degollado  que  sólo  ima  jornada  les  prece. 
día.  El  General  D.  Leonardo  Márquez,  que  se  en- 
contraba en  Guadalajara,  por  su  parte  salió  de  es- 
ta ciudad   en  s»corro  de  México  con   una  división. 

El  General  Degollado  llegó  á  Tacubaya  á  me- 
diados de  Marzo,  dejó  pasar  algunos  días  sin  em. 
prender  ninguna  operación  dando  así  lugar  no 
sólo  para  que  Jliramon  supiese  el  peligro  que  co- 
rría México,  sino  para  que  llegasen  (día  23)  los 
Generales  Mejía  y  Callejo,  y  las  fuerzas  de  Már- 
quez (día  7  de  Abril):  atacó  por  el  rumbo  de  San 
Cosme  el  día  1"  de  ese  raes  siendo  rechazado;  y 
habiendo  perdido  la  ocasión  de  apoderarse  de 
México,  fué  desalojado  de  sus  posiciones  del  Mo- 
lino de  Valdés,  Arzobispado  de  Tacubaja,  Gasa 
Mata  y  Chapultepec  y  finalmente  derrotado  el  11 
de  Abril  por  el  General  Márquez. 

Cuando  la  batalla  estaba  terminando  llegó  á 
México  el  General  Miramon:  esto  hizo  creer  á  al- 
gunos que  Veracruz  estaba  realmente  ya  en  poder 
de   los   conseryadores  como  desde  el  día   17  de 


-  6  — 

Marzo  se  decía;  pero  nada  era  menos  cierto  que 
esto:  el  sitio  del  puerto  se  levantó  tanto  por  las 
dificultades  que  encontró  el  ejército  de  Miramon, 
por  carecer  de  buques  con  que  estrecharlo,  como 
por  la  noticia  que  tuvo  del  peligro  que  corría  la 
capital  con  la  marcha  de  Degollado. 

El  sitio  de  que  estaba  amenazado  Veracruz  dio 
por  resultado  que  los  Estados  Unidos  se  resolvie- 
sen por  fin  á  acceder  á  reconocer  al  gobierno  de 
Juárez:  de  antemano  había  sido  retirado  de  Méxi- 
co Mr.  Forsyth,  el  Ministro  aquel  en  cu3-a  casa  se 
encontraron  las  barras  de  plata  hechas  con  las 
alhajas  de  la  Catedral  de  Morelia;  el  6  de  Abril  fué 
recibido  oficialmente  en  Veracruz,  Mr.  Robert 
Mac-Lane,  como  Ministro  de  los  Estados  Unidos» 
y  en  28  del  mismo  mes,  después  de  más  de  un  año 
de  gestiones,  D.  José  María  Mata  presentó  sus 
credenciales  al  Presidente  Buchanan,  como  en- 
viado de  Juárez. 

La  circular,  que  co»  motivo  de  la  recepción  de 
Mac-Lane  expidió  D.  Melchor  Ocampo,  dio  motivo 
á  agrias  polémicas  en  la  pi-ensa,  polémicas  que 
versaron  sobre  la  protección  que  x-ecibían  los  li- 
berales del  Gobierno  norteamericano  y  el  tratado 
Mac-Lane-Ocampo  vino  á  poner  de  manifiesto 
parte  de  la  verdad,  pues  en  ese  tratado  se  conce- 
dían á  los  Estados  Uaidos  ciertas  franquicias  que 
el  gobierno  de  Zuloaga  se  negó  á  conceder  á  Mr. 
Forsyth.  Por  fortuna  aquel  tratado  fué  desechado 
por  el  Senado  americano. 

Por  esta  negativa  del  .Senado,  el  partido  consti- 


tucionalista  quedaba  privado  del  auxilio  pecunia 
rio  estipulado  en  el  tratado;  sin  embargo,  el  apoyo 
que  ese  partido  recibió  fué  más  eficaz  si  se  q  uie- 
re,  que  el  dinero,  según  tendremos  ocasión  de  ver. 
El  segundo  sitio  de  \'eracruz  iba  á  empezar;  com- 
prendiendo los  conservadores  que  la  guerra  se 
prolongaría  en  tantc  que  los  liberales' tuviesen  un 
centro  común,  determinaron  hacer  toda  clase  de 
esfuerzos  para  apoderarse  de  aquella  plaza. 


II. 


Comprendiendo  Miramon  que  necesitaba  ata- 
car la  plaza  de  Veracruz  por  mar  y  tierra  y  ca- 
reciendo de  buques  para  ello,  envió  á  la  Habana 
al  contra-almirante  de  la  marina  mexicana  D.  To- 
más Jlarin,  persona  de  honrosos  antecedentes,  que 
había  servido  á  la  Nación  desde  la  época  de  la 
Independencia  y  que  hacía  poco  tiempo  se  había 
distinguido  cuando  la  captura  del  bergantín  "Gue- 
rrero." 

El  señor  Marín  llevaba  el  encargo  de  comprar 
y  equipar  algunas  naves  y  de  proveerse  de  armas 
y  municiones,  para  lo  cual  tenía  amplias  instruc- 
ciones del  Ministro,  Señor  Muñoz  Ledo;  realizó  su 
objeto  mediante  la  intervención  que  en  el  negocio 
tomaron  el  comerciante  de  la  Habana  Don  José 
de  la  Portilla,  Don  Diego  de  la  Lastra,  cónsul  es- 
pañol que  había  sido  en  Tampíco,  y  Don  Ramo» 
Carballo  que  desempeñaba  el  mismo   carffo  en  la 


Isla  de  Cuba  con  patente  del   gobierno    conserva 
dor. 

Uno  de  los    buques    llamado    "Paquete    Correo 
ni'im.  uno,"  recibió  el   nombre  de    "Geneí  ni  Mira- 
mon"  al  ser  comprado  en  precio  de  $70^000  y  des- 
de luego  fué  abanderado    mexicano:    éste  lo  man" 
daba    directamente  el  contra-almirante   Marín;   el 
otro  conservó  el  nombre  de    "Marqués    de  la  Ha- 
bana", y  fué  comprado    á   un  Sr.   C.  Iglesias,   en 
precio  de  $50,000^  con  la    condición   dt;    que  sería 
abanderado  mexicano   después   de  que    llegado  á 
las  costas  de  México   se  hubiese   probado  su  buen 
estado:  este  buque  estaba  mandado    por  Don  Ma- 
nuel Arias  y  en  él  venían   como    oficiales  faculta- 
tivos D.  Antonio  del  Río,  D.  Ignacio  Rusea,  como 
o"  Teniente  habilitado  ^l  Piloto  D.    Feliciano  Ló- 
pez y   unos   veintisiete   hombres    de  tripulación. 
Además,  en  el   tMíramon"    venía   D.  José    María 
Flores,  antiguo  práctico  del   puerto  de  Veracruz, 
un  capitán  de  Tampico  de  apellido    Mártos,  algu- 
nos oficiales  y  ciento  y  tantos  hombres. 

El  27  de  Febrero  salió  la  escuadrilla  de  la  Ha- 
bana, tocó  en  .Sisal  y  en  .Salinas  y  después  de  su- 
frir alguna  demora  por  la  ligera  avería  que  su- 
frió uno  de  los  vapores,  el  día  6  de  Marzo  se  avis- 
tó frente  á  Veracruz. 

Entre  tanto  el  ejército  que  debía    operar  por  la 
parte  de  tierra  salió    de  la  capital  en   número   de 
siete  mil  hombres  en  el  mes  de  Febrero:  en  la  ba- 
rranca de  Jamapa  las  fuerzas   juaristas    le  dispu- 
taron el  paso  y  se  trabó  un    sangriento   combate; 


...  9  - 

forzado  el  paso  por  el  General  D.  Miguel  Negre- 
ta, aquellas  fuerzas  se  encerraron  en  la  plaza  de 
Veracruz;  no  sin  que  antes  talasen  é  incendiasen 
los  campos  cercanos  con  el  fin  de  privar  de  recur- 
sos al  ejército  conservador. 

La  ansiedad  que  reinaba  entonces  en  el  país 
por  el  resultado  de  la  campaña  de  Veracruz  era 
grande:  aunque  abundaban  las  fuerzas  liberales 
por  todus  partes,  no  constituían  grandes  masas 
ni  ejércitos  propiamente  dichos  si  se  exceptúa  las 
tropas  fronterizas:  Veracruz  era  la  residencia  del 
Gobierno  de  Juárez  que  todas  ellas  reconocían  y 
tomándola  quedaban  sin  jefe  común;  muy  proble- 
mático es  que  Juárez  y  sus  Ministros  hubiesen 
caído  prisioneros,  pues  el  "Saratoga"de  la  mari- 
na de  los  Estados  Unidos  les  habría  dado  refugio 
y  llevádolos  á  otro  puerto;  pero  el  golpe  sufrido 
por  los  constitucionalistas  hubiera  sido  muy  rudo. 

En  3  de  Febrero,  sabedor  Juárez  de  que  la  es- 
cuadrilla se  armaba  en  aguas  de  Cuba,  expidió 
una  circular,  declarando  piratas  á  los  buques  que 
la  formaban  y  sin  carácter  legal  alguno  á  los 
oficiales  mexicanos  que  en  ellos  se  encontraban, 
aun  cuando  conservasen  las  patentes  de  sus  an- 
antiguos  empleos.  Esa  circular  iba  firmada  por 
el  General  Don  José  Gil  Partearroyo,  Ministro 
de  la  Guerra.  Por  su  parte,  el  señor  Mata  puso 
en  conocimiento  del  gobierno  norte-americano 
esta  circular  y  el  cónsul  de  los  Estados  Unidos  en 
la  Habana  tenía  al  tanto  á  su  gobierno  de  los  actos 
de  Marín. 

Episodios  históricos.—?, 


-  10  — 

No  cabe  duda  alguna  que  Juárez  estaba  en  su 
derecho  para  calificar  á  sus  enemigos  como  me- 
jor le  pareciera  y  para  declararlos  pir  atas;  pero 
esta  declaración  sólo  debia  surtir  sus  efectos  y 
ser  obedecida  por  los  militares  y  marinos  mexica- 
nos que  estaban  á  sus  órdenes;  pero  de  ninguna 
manera  por  fuerzas  extranjeras,  que  ningún  par- 
ticipio debían  tomar  en  la  lucha  y  que  debían 
permanecer  neutrales.  Si  á  la  declaración  de  ser 
piratas  los  buques  de  Miramon,  hubiera  seguido 
la  orden  de  perseguirlos  dada  al  "Indianola»  y 
al  "Wave",  pocos  días  antes  .".banderados  mexi- 
canos por  los  juaristas,  nadie  habría  podido  de- 
cir nada,  pues  el  combate  entre  ellos  y  el  "Mira- 
mon" y  "Marqués  de  la  Habana",  habría  sido  un 
episodio  más  de  la  sangrienta  guerra  de  tres 
años. 

Pero  no  fué  así:  ;í  la  noticia  de  la  aproxima- 
ción del  contra-almirante  Marin  con  sus  buques,  el 
«Wave"  y  el  "Indianola"  recobraron  su  naciona- 
lidad norte-americana  (1)  y  quedaron  á  las  órde- 
nes del  capitán  Jerwis,  jefe  de  la'escuadra  de  los 
Estados  Unidos  en  el  Golfo    de  México. 

El  27  de  Febrero  anuncióse  en  la  plaza  la 
aproximación  de  las  fuerzas  de  Miramon:  el  29 
se  avistaron  las  avanzadas;  del  1  °  al  3  de  Mar- 
zo cambiáronse  entre  sitiadores  y  sitiados  algu- 
nos cañonazos.  Alvarado  y  otros  pueblos  de  la 
costa  cayeron  en  poder  de  los  conservadores  y  so- 


lí) Acaso  se  tomó  esta  medida  para  evitar  que  cave- 
sen  esos  buques  en  poder  de  los  de  l9s  conserv.'^dorcs, 


-  11  - 

lo  se  esperó  la  llegada  de  les  buques  de  Marin  pa- 
ra empezar  con  vigor  las  operaciones  del  sitio. 

Como  hemos  dicho,  el  27  de  Febrero  salieron  de 
la  Habana  los  buques  de  Marin  llevando  algunos 
pasajeros,  el  29  á  las  9  y  media  el  «Marqués  de  la 
Habana"  tuvo  averías  de  consideración  en  su  ma- 
quinaria, pues  se  rompieron  los  dientes  de  made- 
ra de  las  ruedas  catalinas  en  número  de  unos  300 
y  desde  entonces  ya  no  pudo  funcionar:  tuvo  que 
navegar  á  la  vela  y  dirigirse  á^Sisal  para  buscar 
madera  y  remediar  la  avería;  al  siguiente  dia  1* 
de  Marzo,  en  la  tarde,  fondeó  el  vapor  en  Sisal 
donde  por  la  mucha  mar  se  rompió  la  mejor  an- 
cla que  llevaba. 

El  día  2  bajó  á  tierra  el  señor  Arias  para  com- 
prar la  madera  que  necesitaba;  pero  las  autorida- 
des del  puerto  lo  despidieron  sin  darle  ningún  au- 
xilio y  durante  la  hora  que  permaneció  en  tierra 
fué  considerado  como  preso  por  las  autoridades 
militares,  (1)  sin  que  el  Cónsul  español  pudiese 
hacer  nada  en  favor  de  su  compatriota;  vuelto  á 
bordo,  levó  anclas  y  se  dirigió  al  paraje  llamado 
las  Salinas  donde  se  proveyó  de  la  madera  que 
necesitaba;  el  3  abandonó  aquel  punto  y  con  to- 
da la  vela  posible  larga,  recaló  entre  Punta  Del- 
gada y  Zempoala,  (Veracruz)  donde  debía  reunirse 
áMarin,quepor  una  órdcnequivocada  de  Miramon 
esperaba  por  aquellos  parajes  la  señal  convenida 
£le  antemano;  rectificada  la  orden   se   enderezó  el 

[U  Carta  del  Sr.  Arias,  fecha  3<)ele  Marzo,   al  Diario 
de  in.Maiina,  de  la  Habana, 


-  12  ^ 

rumbo  á  Antón  Lizardo,  ya  funcionando  bien  la 
máquina  del  «Marqués  de  l;t  Habana". 

Entre  tanto  el  «Miramon"  habíase  adelantado 
y  en  aguas  de  Sisal  encontró  al  vapor-correo  es- 
pañol «México»;  apenas  aquel  lo  divisó  enarholó 
Sil  bandera  mexicana  en  el  palo  de  ntesana,  y 
se  puso  al  habla  con  éste:  desprendido  un  bote 
que  asimismo  llevaba  á  popa  las  insignias  mexi- 
canas, del  «Miramon,"  en  el  que  iba  D.Julio  Marin, 
hijo  del  contra-almirante,  y  un  oficial,  subieron  á 
bordo  estos  señores  y  entre  las  personas  conoci- 
das que  encontraron,  estaban  Don  Manuel  S.  Vi- 
la,  que  huyendo  del  sitio  iba  con  su  familia  en  el 
"México"  para  la  Habana. 

El  Capitán  del  buque  español  cenfirmó  los  ru- 
mores que  corrian  de  que  los  Estados  Unidos  to- 
marían parte  en  la  contienda  y  después  de  des- 
pedirse, el  "Miramon»,  siguió  rumbo  á  Punta 
Delgada  á  reunirse  con  el  "Marqués". 

A  la  urden  equivocada  de  Miramon  se  debió  que 
los  buques  conservadores  pasasen  el  día  6  de  Mar- 
zo ú  unas  seis  millas  de  distancia  del  puerto  de 
V'eracruz,  á  la  vista  de  éste  y  en  la  dirección  de 
Norte  á  Sur  (1):  la  fortaleza  de  Ulúa  pidió  bande- 
ra, disparando  dos  cañonazos,  el  primero  sin  bala 
y  el  segundo  ya  con  ella;  pero  Marin  no  izó  nin- 
guna bandera  y  siguió  rumbo  al  Sur. 


fl]  «Alarga  distancia  del  easLillo  de  Ulú«;peroen 
ag'uns  mexicanas,  se  avistaron  varias  embarcaciones  que 
señaló  el  vig-fa,  sin  bandera.'»' — Un  testigo  ocular  en  car- 
ta que  dirigió  al  Mo.xiTOR  de  fecha  37  de  Junio  del  ftctual 
afiü  ri89jj 


-  13  - 

A  esta  dítertninacion  del  contra-almirante  se 
ha  atribuido  el  abordaje  y  captura  que  sus  buques 
sufrieron;  pero  si  se  reflexiona  un  poco,  se  verá 
que  obró  bien  Marin;  en  efecto,  en  Veracruz  es- 
taban, los  rebeldes  (segnin  él)  á  quienes  iba  á  com- 
batir y  por  lo  tanto,  ni  debía  darse  á  conocer  ni 
tenía  que  hacer  aprecio  de  sus  intimaciones;  ni 
por  último,  estaba  tan  cerca  de  la  plaza  que  íuese 
necesario  saludar  ya  que  no  á  ésta^  á  los  buques 
de  guerra  surtos  en  Sacrificios.   [1] 

Tan  era  esto  así,  que  esos  buques  no  dieron  la 
menor  señal  de  resentimiento  por  la  falta  de  sa- 
ludo, y  no  hicieron  movimiento  alguno.  Xo  asilos 
juaristas.  Apenas  se  divisaron  las  naves  conser- 
vadoras^ entraron  los  de  la  plaza  en  gran  agita- 
ción: pues  veían  al  fin  que  el  sitio  iba  á  formali- 
zarse por  tierra  y  mar  y  no  tenían  más  socorro 
que  el  refugio  en  los  buques  norteamericanos. 

Estos  estaban  mandados  por  el  Capitán  Jerwis 
que  á  pretexto  de  protejer  las  personas  y  propie- 
dades de  los  ciudadanos  americanos,  estaba  en 
continua  comunicación  con  Juárez  y  su  gabinete: 
apenas  el  Presidente  liberal  supo  que  los  buques 
esperados  se  habían  presentado,  "urgió  con  ansia 
á  dicha  Capitán  para  que  los  capturase  por  ha- 
berlos declarado  piratas  da    antemano."  (2) 


[l]  Había  buques  francesee,  españoles,  ingleses  y 
norte-americanos  anclados  fueni  del  puerto  jvmto  á  1¿1 
isla  de  Sacrificios. 

[2]  Carta  del  Capitán  Jerwis  de  .3  de  Mayo  de  l'dO, 
que  oi9ra  en  el  expediente  de  reclamaciones  numero  751. 
[Registro  mexicano]  El  c»misi'  nado  Zamacona,  ásu  vez 
«li  rechazar  esta  redamación  diio  une;  «aunque  un  buque 


-  14  - 

Jerwis  dio  orden  al  comandante  Turner^  osten- 
siblemente, para  que  «se  asegurara  de  la  nacio- 
nalidad de  dichos  buques  y  de  sus  miras,  de  dón- 
de habían  venido  y  á  dónde  se  habían  armado  c 
impedirles  que  comunicaran  con  tierra  hasta  que 
no  quedase  satisfecho  de  su  carácter  legal;»  (1) 
pero  en  realidad  para  que  apresara  al  "General 
Miramon"  y  al  "Marqués  de  la  Habana." 

Ahora  bien,  reflexionando  un  poco  se  compren- 
derá todo  el  atentado  que  iba  á  cometer  el  co- 
mandante Turner  y  toda  la  connivencia  en  que 
estaba  su  gobierno  con  el  de  Juárez.  Un  marino 
no  obedece  más  órdenes  que  las  desús  superiores, 
sean  las  que  fueren,  y  por  lo  tanto,  si  Jerwis  al 
ver  los  buques  conservadores  los  mandó  perse- 
guir y  capturar,  fué  porque  tenía  instrucciones  de 
su  gobierno  de  dar  apoyo  de  toda  clase  á  Juárez, 
3'a  sea  obedeciendo  á  Mac-Lane,  Ministro  ameri- 
cano, ya  sea  que  esas  órdenes  fuesen  directas  y 
no  tiene  duda  que  la  captura  se  arregló  entre  és- 
te y  aquel  directamente,  pues  ella  era  la  única 
manera  de  salvar  al  Directorio  juarista  refugiado 
en  Veracruz. 


de  la  Armada  Americana  tomó  parte  en  la  iircgiilaiidnd 
lie  ealos  actos,  la  parte  principat  vvt.  obka  dei,  Gobihkxo 
UE  México,  que  preparó  la  captura  de  los  buques  en  cues- 
tión, é  instigó  tos  proccdhnicittos  contra  los  que  los  ha- 
bían traído >  "V  puesto  que  esc  poder  fel  de  Juárez] 

lomó  mucha  mayor  parte  y  rcsponsabitidad  que  los  ofi- 
ciales déla  Armada  Americana  en  ios  actos  a  que  se  re- 
liere  esta  reclamación,  etc ■• 

(4)  Pedimento  del  Procurador  General  J.  S.  BlacU  an- 
te la  Corte  de  Distrito  de  N,  Orleans,  de  28  de  Julio  de 
lt«ü. 


-  15  - 

Que  Turner  iba  á  ccmeter  á  sabiendas  un  aten- 
tado^ lo  demuestra  además  el  hecho  de  que,  ha- 
biéndose opuesto  á  la  captura  de  los  buques  de 
Marin  el  Cónsul  de  los  Estados  Unidos  en  Vera- 
cruz,  el  que  seguramente  no  estaba  al  tanto  de 
las  órdenes  de  su  gobierno,  á  los  poquísimos  días 
de  los  acontecimientos  de  Antón  Lizardo,  le  fué 
retirado  el  exequátur  por  Juárez,  sin  que  esto  en- 
tibiase las  relaciones  del  gabinete  de  los  Estados 
Unidos  con  el  directorio  liberal  de  Veracruz. 

Tanto  Mac-Lane  como  Turner  sabían  perfec- 
tamente que  violaban  varios  preceptos  de  la  ley 
internacional,  pues  los  buques  conservadores  es- 
taban ya  en  aguas  mexicanas^  en  las  que  no  po- 
dían ejercer  ningún  acto  de  jurisdicción  ni  de  so- 
beranía naves  extranjeras;  aun  cuando  las  de  Ma- 
rin no  hubiesen  izado  bandera,  las  de  Turner  no 
estaban  en  el  caso  de  ir  á  exigirla  (1)  pues  eso 
correspondía  á  autoridades  ó  buques  mexicanos; 
el  papel  del  "Savannah,"  del  "Saratoga"  y  de- 
más buques  de  los  Estados  Unidos  se  reducía  á 
estar  á  la  espectativa  de  los  acontecimientos,  á 
dar  protección  á  sus  nacionales  en  caso  dado,  y 
á  guardar  una  "netitralidad  imparcial  con  am- 
bos partidos  de  la  guerra  civil  en  México"  (2)  co- 
mo la  guardaban  en  esos  momentos  las  escuadras 
española,  francesa  é  inglesa  ancladas  en  Vera- 
cruz. 


(1)  Que  ni  la  exigieron,  según  tendremos  ocasión  de 
ver. 

(2)  Palabras  del  Procurador  Black  en  el  Pcdimcnlo  va 
citado. 


-  16  ~ 

El  cargo  que  i-esulta  á  los  altos  funcionarios 
juaristas,  ó  más  bien,  al  mismo  Don  Benito  Juá- 
rez, es  evidente:  no  sólo  permitió  que  en  el  terri- 
torio nacional  una  armada  extranjera  ejerciera 
actos  de  jurisdicción,  sino  que  él  mismo  urgió,  pre- 
paró, instigó,  á  esa  armada  para  que  se  apode- 
rase de  dos  buques,  uno  ya  totalmente  mexicano 
pues  había  cambiado  de  nacionalidad  con  arreglo 
á  las  leyes  vigentes  y  pertenecía  á  un  gobierno 
con  tantos  títulos  ó  mayores'que  el  suyofel  gobier- 
no conservador,  que  ocupaba  la  capital  de  la  na- 
ción, imperaba  en  gran  parte  de  ella  yestaba  reco- 
nocido por  la  mayoría  de  las  potencias  extranje- 
ras que  sostenían  relaciones  diplomáticas  con  Mé- 
xico. 

Además  de  que  permitió  hi  captura  dejó  que 
subordinados  suyos,  ó  por  lo  menos  gentes  que  lo 
obedecían  como  el  Gral.  Llave,  se  embarcasen  en 
los  buques  norteamericanos;  el  comisionado  Wad- 
worsth  dice  á  este  respecto:  "Tres  días  después 
el  Comandante  Turner  con  la  ayuda  del  "Indiano- 
la"  y  el  "Wave,"  dos  vapores  que  se  obtuvieron 
en  Veracruz  y  que  estaban  al  servicio  del  Gobier 
no  de  Juárez  y  con  la  nyitda  de  un  niUnero  de 
altos  funciottarios  mexicanos  a  dordo  de  dichos 
VAPOKES,  capturaron  al  contra-almirante  Marín." 

Entre  las  personas  notables  embarcadas,  se 
encontraban  el  Sr.  D.  Domingo  Goicuria,  propie- 
tario del  "Indianola;"  el  Coronel  D.  José  Oropeza 
y  el  General  D.  Ignacio  de  la  Llave,  que  quedó 
ligeramente  herido,  según  veremos. 


-  17  — 

Duro  63  aplicar  un  calificativo  como  el  que 
veamos  á  estampar;  pero  cuando  ese  resulta  me- 
recido, despiíes  de  estudiar  fríamente  los  hechos, 
no  se  debe  retroceder  en  decirlo:  Juárez,  llaman- 
do á  Jerwis  para  que  lo  ayudase  á  librarse  de  sus 
enemigos,  cometió  un  grave  atentado  contra  la 
independencia  y  la  dignidad  de  México,  permi- 
tiendo que  el  extranjero  apresase  á  mexicanos,  y 
que  ejerciese  actos  de  jurisdicción  en  el  territo- 
rio nacional. 

Y  nada  puede  atenuar  este  calificativo:  Juárez 
llamó  á  los  norteamericanos  nada  más  para  sal- 
varse él  y  para  salvar  á  su  partido,  que  hubiera 
quedado  perdido  conlatoma  de  Veracruz:  no  envió 
al  «Saratogaí>  á  que  persiguiese  á  los  buques  con- 
servadores, sino  únicamente  á  que  los  capturase 
en  el  punto  donde  estaban  desde  hacía  horas  an- 
clados; y  á  título  de  que  había  declarado  piratas 
á  las  naves  de  Marín,  instigó  al  capitán  Jerwis  á 
que  cometiese  un  verdadero  acto  de  piratería. 

El  atentado  aludido  se  llama  en  derecho  trai- 
ción á  la  patria^  y  en  vez  de  que  pueda  atenuar- 
se en  algo,  dadas  las  circunstancias  que  concu- 
rrieron en  el  asalto  que  vamos  á  ver,  se  agrav 
ese  atentado,  ese  delito,  con  el  de  piratería,  co- 
metido por  el  "Saratoga"  a!  abordar  al  "General 
;\Iiramon"  y  al  "Marqués  de  la  Habana,"  de  la 
manera  como  lo  hizo. 

Por  último,  si'se  tiene  en  cuenta  que  Juárez  era 
una  persona  instruida  en  la  ciencia   del  derecho, 
un  abogado  que    debía  su    posición  á  sus  conocí. 
Episodios  hiilCrico5.  — 3 


—  18  — 

mieutos'profesionales,  se'acabará  de  comprender 
que  su  conducta  no  tenía  disculpa  de  ninguna 
clase. 

III. 

Con  la^órden¿recibida  de  su]superior,  el  Coman- 
dante Turner  salió  de  Veracruz,  á  las  ocho  de  la 
noche  del  día  6  de  Marzo,  con  los  vapores  «India- 
nola:'  y  cAVave,»  remolcando  á  la  corbeta  «Sara- 
toga-í  de  cuarenta  cañones,  y  tomó  el  rumbo  del 
fondeadero  de  Antón  Lizardo  á  donde  sabía  que 
estaban  anclados  los  buques  de  Marín. 

Las  escuadras  francesa,  española  é  inglesa  sur- 
tas en  Sacrificios,  al  ver  el  movimiento  délos  bu- 
ques norte-americanos,  izaron  sus  faroles  de  si- 
tuación como  una  prueba  de  cortesía;  pero  aque- 
llos, que  salían  furtivamente,  cometieron  una  falta 
no  izando  ninguna  luz  para  corresponder  á  aque- 
lla manifestación  tan  en  uso  en  las  costumbres 
marítimas. 

Entre  tanto  el  "General  ^Miramon"  y  el  "Mar- 
qués de  la  Habana"  habían  fondeado  en  Antón 
Lizardo  desde  las  cinco  de  la  tarde  y  en  seguida 
el  contra -almirante  Marin  envió  un  bote  al  punto 
designado  de  antemano  por  una  bandera'y  em- 
barcados en  él  los  señores  Luis  \'alle  y  Francisco 
Canal,  Jefe  de  Escuadra  y  Capitán  de  fi-agata  res- 
pectivamente, llegaron  al  "Miramon"  donde  co- 
municaron instrucciones  de!  general  Robles  á 
Marin  y  convinieron  en  la  manera  óc  abanderar 
mexicano   al   "Marques   de    la    llal  aua"  de  cuyo 


—  19  — 

mando  debía  encargarse^al  siguiente  día  el  ca- 
pitán Canal:  así  como  de  descargar  las  municio- 
nes que  traían  los  vapores.  Como  hubiera  indi- 
cios de  norte,  regresaron  á  tierra  este  señor  y 
Valle,  quedando  envolver  al  siguiente  día  y  Ma- 
rín tomó  sus  precauciones  para  pasar  la  noche. 

"A  eso  de  las  once  y  media  de  ella  (1)  el  oficial 
de  guardia  dio  la  voz  de  avistarse  por  la  popa  al- 
gunos buques,  á  cuya  noticia  previne  inmediata- 
mente que  la  tripulación  se  pusiese  en  sus  respec- 
tivos puestos;  que  se  activase  el  fuego  de  la  má- 
quina y  que  se  levase  el  ancla  con  violencia."  (2) 

Marín  creyó  que  los  que  llegaban  á  su  encuentro 
eran  el  "Wave"  y  el  "Indianola,"  pertenecientes 
al  Gobierno  juarista,  pues  él  ignoraba  que  hubie- 
ran vuelto  á  ser  norte-americanos  y  no  pudo  sa- 
lir desde  luego  de  su  error,  pues  "cuando  el  capi- 
tán Turner  se  aproximó  al  "Miramon"  y  al  "Mar- 
qués de  la  Habana,"  ni  la  "Saratoga"  ni  el  "In- 
dianola" ni  er'Wave"  llevaban  sus  banderas  des- 
plegadas; no  se  dio  voz  ó  señal,  por  las  cuales  el  ca- 
rácter nacional  de  los  buques  que  se  aproximaban 
pudiera  ser  conocido  por  persona  alguna  á  bordo 
de  los  otros  buques^  ni  se  hizo  conocer  de  ningu- 
na manera  el  objeto  de  la  visita  del  capitán  Tur- 
ner sino  hasta  después  que  tuvo  efecto  la  captu- 
ra." (3) 

Levadas  anclas,  el   ".Miramon"  se  puso  en  mo- 

(1)  Parle  oficial  de  ¡Marin  al  Mini'íterio  de  Guerra, fe- 
chado en  Nueva  Orleans  el  11  de.  Abril  de  1860. 

(2)  Zamacois  dice  que  Marin  subió  á  cubierta  sin  za- 
pnto5.  FíisTORiA.  Tomo  XV.  páff  370. 

(i)  .-Vlegato  del  Procurador  srcncral,  ya  citado. 


-  20  — 

vimiento,pues  esperaba  ponerse  en  franquía, y  ya 
en  alta  mar  fácil  le  hubiera  sido"echar^á  pi- 
que al  «.Indianola»  y  al  «Wave»  y  escaparse  del 
♦Saratoga;'.  cuando  el  cSaratoga»  que  se  halla- 
ba como  á  una  milla  distante  notó  este  movimien- 
to «el  comandante  Turner  ordenó  al  Teniente 
Brysonque  abordara  ese  buque.  El  Teniente  Bry- 
son  lo  persiguió,  alcanzándolo,  y  cuando  llegó  al 
habla  con  él  no  isó  su  bandeja,  ni  pidió  al  <¿Mi- 
yaniowi  que  izara  la  znya.  No  comunicó  la  na- 
cionalidad del  "Indianola'^  ni  requirió  la  del 
"Miramon;"  sino  que  le  mandó  que  anclara.  Esta 
orden  interpretada  en  español  por  dos  personas, 
se  repitió  por  tres  veces  sin  ser  obedecida."  (1) 

Marin,  en  este  punto  dice,  explicando  su  con- 
ducta: "El  infrascrito,  sabiendo  que  los  vapores 
"Wavc"  é  "Indianola"  estaban  al  servic'o  y  orde- 
ños del  Gobierno  de  Veracruz  y  suponiendo  que 
remolcaban  lanchas  armadas  por  dicho  gobierno 
para  atacarle,  ordenó  levar  lanchas  y  activar  el 
fuego  de  la  máquina."  (2) 

"Se  le  disparó  también, — continúa  el  Procura- 
dor Black, — un  cañonazo  por  delante  de  la  proa. 
Después  déla  última  orden,  el  "Indianol:,."  recibió 
un  disparo  de  canon  del  "Miramon"  (?>)  que  fuO 
inmediatamente  contestado,  continuando  el  com- 
bate por  algún  tiempo  hasta  que  ambos  buques 
•ncallaron  y  se  rindió  el  «Miramon.'» 

El  contra  almirante  Marin  afirma  asimismo  qui- 


(1)  Id.,  iJ. 

(.2)  Protestado  ISlaiin,   tcvliada  i  ii   Xucva  Orlcais 
27  de  Marzo  de  IS50. 

[3]  Esle  disparo  iuc  hecho  ¡ht  el  Capiían  Manos. 


-  21    - 

repelió  la  fuerza  con  la  fuerza,  nada  más  que  h 
ce  una  ligera  variante  á  la  narración  del  Pro 
rador.  cMi deber  como  comandante— dice  en  el  parte 
que  rindió  al  Ministerio  de  Guerra,— de  las  fuerzas 
que  estaban  á  mi  mando,  por   una  parte  y  la  de- 
fensa natural  por  la  otra,  me  ponían  en  el  caso 
de  contestar  á  ese  ataque  alevoso,  inesperado  y 
hostil  con  que  se  quiso,  sorprenderme,  ordenando 
que  los  cañones  del  vapor  de  mi  mando  contes- 
taran al  de  los  buques  agresores,  pero  como   á  la 
vez  haciendo  uso   del  anteojo   para   cerciorarme 
qué   número  de   lanchas    eran  remolcadas,  viese 
mejor  un  buque  de  tres  palos  por  la  proa  de  uno 
de  los  míos,  esto  me  dio  á  conocer  que  en"vez  de 
lanchas,  tenía  yo  al  frente  una  corbeta  de^guerra 
de  los  Estados  Unidos. 

íEl  Exmo.  Señor  Ministro  de  Hacienda  prévía- 
menteme  habíacomunicado  que  á  pesar  del  rumor 
de  que  los  norte-americanos  tomaran  parte  en  nues- 
tras desavenencias  políticas,  (1 1  el  Exmo.  Señor 
Presidente  se  resistía   ú  creerlo,  considerando  tal 

[1]  No  solamente  ese  rumor  lo  sabía  Marin  por  comu- 
nicación oficial;  en  carta  que  tenemos  á  la  vista  se  nos 
dice  por  persona  que  estaba  al  tanto  de  los  sucesos:  cEs- 
tando  yo  en  la  Habana  A  la  sazón  que  el  Gral.  Marin  se 
ocupaba  en  la  compra  de  barcos,  etc.,  para  el  Gobierno 
de  Miramon,  recibí  yo  carta  de  mi  amigo  X,  residente  en 
Veracruz  en  que  rae  decía:  «La  escuadra  de  Marin  está 
«condenada  ya.  Hápralc  saber  cómo  andan  las  cosas;  no 
«sea  que  sus  barcos  varen  ó  zozobren. > 

"Pero  desgraciadamente  Marin,  á  quien  mostré  en  la 
Habítna  la  carta,  creyó,  como  me  lo  dijo,  que  los  ameri- 
canos no  se  atreverían  á  mezclarse  en  la  cuestión  y  me- 
nos A  cometer  actos  de  hostilidad  en  afruas  mexicanas. 

"L-;n  vano  le  objeté  yo  que  una  Nación  rica  v  fuerte  se 
.Ttreve  á  cuanto  le  da  la'tfana  connaciones  débiles.  A\  fin, 
llegado  el  caso,  lodo  so  arregla  con  una  indemnización  en 
dinero,  y  algunas  salvas  v  saludos.  • 


-  22  - 

acto  como  una  escandalosa  violación  de  la  neu- 
tralidad y  del  derecho  de  gentes;  que  en  tal  su- 
puesto, tomara  todas  las  precauciones  necesarias 
para  evitar  un  choque  que  ocasionase  un  nuevo 
conflicto.  De  acuerdo  con  tales  indicaciones  debí 
disponer,  como  lo  verifiqué,  cesasen  los  fueg'os  en 
el  acto,  prefiriendo  la  posición  pasiva  y  respetuo- 
sa con  las  naciones  amigas,  á  un  insulto  bárbaro 
de  consecuencias  tanto  más  g'raves  y  escandalo- 
sas cuanto  era  la  superioridad  del  enemigo  en  to- 
dos sentidos  contra  mis  débiles  fuerzas.» 

Cabe  aquí  perfectamente  ocuparse  de  la  cues- 
tión relativa  á  la  bandera  del  «Miramon,»  que  ha 
sido  uno  de  los  puntos  discutidos. 

Al  fondear  en  Antón  Lizardo,  es  indudable  que 
Marín  hizo  alguna  señal  por  medio  de  banderas 
para  ponerse  en  comunicación  con  el  general  Ro- 
bles, aunque  no  ha  de  haber  izado  la  bandera  del 
palo  maj'^or  que  sólo  se  reserva  para  ciertas  oca- 
siones^ aunque  según  nos  ha  referido  un  testigo 
presencial,  al  llegar  á  ese  fondeadero,  el  pabellón 
fué  izado  y  al  ser  arriado  á  la  hora  de  prevención 
se  le  hicieron  los  honores  de  ordenanza;  toma- 
das sus  precauciones  para  pasar  la  noche,  no  pen- 
só ni  debía  hacerlo,  en  la  bandera;  pero  al  reco- 
nocer, después  de  los  primeros  cañonazos  al  "Sa- 
ratoga,"  debe  haber  tomado  alguna  medida  para 
que  este  buque  cesase  de  hacer  fuego,  además  de 
la  suspensión  de  las  hostilidades  de  su  parte. 

Así  como  más  adelante  enarboló  bandera  blan- 
ca, según  veremos,  es  probable  que  enarbolase  la 


-  23  — 

/■ 
mexicana  en  un  principio,  como  el  «Marqués  de 
la  Habana»  enarboló  la  suya:  además  no  falta  au- 
tor que  diga  (1)  y  se  nos  ha  repetido  por  un  tes- 
tigo presencial,'que  un  timonel  fué  a  poner  la  ban- 
dera, cuando  acababan  de  matar  á  los  otros  dos 
y  que  bajó  con  el  pabellón  cuando  el  *Miramon> 
no  pudo  ya  ponerse  en  franquía  ni  defenderse  por 
haber  varado  \  estar  atracado  ya  á  uno  de  sus 
costados  el  dndianola.» 

Lo  más  raciona],  pues,  es  creer  que  sí  fué  izada 
la  bandera  mexicana  en  el  tlMiramon,^  aunque  no 
fuese  abatida  por  los  marinos  norte-americanos,  su- 
puesto que  fué  quitada  por  el  timonel  antes  de  que 
aquellos  pisasen  el  buque:  pero  de  lodas  maneras 
el  insulto  quedó  hecho  á  México,  y  jamás  podrá 
justificarse  de  él  el  partido  que  dio  margen  á  ese 
pirático  asalto. 

En  él  quedaron  heridos  de  parte  de  los  }-ankees 
el  General  D.  Ignacio  de  la  Llave  y  algunos  ma- 
rinos: en  el  «Miramon»  perecieron  tres  timoneles 
y  varios  marineros,  quedando  heridos  el  práctico 
D.  José  María  Flores  y  algunos  hombres  de  la 
tripulación. 

La  herida  del  práctico  acabó  de  iiacer  desespe- 
rada la  situación  del  "Miramon,"  pues  este  señor 
era  el  único  que  conociendo  bien  la  costa,  podía 
sacar  al  buque  de  aquellos  lugares;  pero  imposi- 
bilitado por  la  herida,  de  dirigir  el  movimiento  del 


(1)  Zajíacois.  Historia  ele  México.  Tomo  XV,  pájfi- 
BJ1377. 


—  24  - 

buque^  éste  no  tuvo  más  remedio  que  permanecer 
inmóvil. 

No  comprendiendo  el  teniente  Brj^son  la  causa 
de  haber  cesado  el  fuego  del  "Miraraon,"  ó  que- 
riendo más  bien  echarlo  a  pique,  aprovechándose 
de  la  impunidad,  se  le  acercó  y  continuó  su  ata- 
que de  una  manera  más  vigorosa  y  decisiva. 

"En  el  estado  en  que  se  encontraba  varado  el 
buque, — continiia  el  contra  almirante  Marin — uno 
de  los  que  me  hostilizaban,  que  después  supe  era 
el  "Indianola,"  atracó  al  costado,  haciendo  un 
fuego  de  artillería  y  fusilería  tan  nutrido,  que  ma- 
nifestaba desde  luego  la  intención  de  echarnos  á 
pique. 

"Xo  quedándome  absolutamente  recurso  alguno 
de  defensa  en  tan  crítica  situación,  y  á  la  intima- 
ción de  rendirse,  se  contestó  con  una  bandera 
blanca,  á  cuya  señal  los  agresores  saltaron  inme- 
diatamente á  bordo,  armados  los  unos  de  fusiles, 
otros  con  espadas  de  abordaje  y  algunos  con  pis- 
tolas, solicitándome  por  mi  nombre." 

Momentos  antes  de  izar  la  bandera  blanca,  to- 
davía algunos  marinos  del  tMiramon,»  que^veían 
con  disgusto  que  iba  á  rendirse  sin  combatir,  dis- 
pararon sus  fusiles,  hiriendo  á  varios  tripulantes 
del  «Saratoga.» 

Conducido  Marin  á  la  cámara  donde  estaba  el 
comandante  Turner  éste  interpeló  á  aquel  de  una 
manera  altanera,  haciéndolo  responsable  de  la 
sangre  americana   vertida,  y  lo  acusó  de  haberlo 


-  25  - 

hostilizado,  no  obstante  que  los  norte-americanos 
eran  los  agresores. 

"Me  permitirá  vd.— agrega  el  señor  Marín  en  su 
parte— le  haga  observar  que  premeditado  y  dis- 
puesto muy  de  antemano  el  ultraje  por  la  facción 
de  Veracruz  (li  antes  de  mi  salida  de  la  Habana 
previniéndose  mi  captura  y  la  de  los  buques  de 
mi  mando  como  piratas,  en  combinación  con  las 
fuerzas  navales  de  los  Estados  Unidos,  mis  razo- 
nes, por  justas  y  concluyentes  que  fuesen,  no  de- 
bían librarme  del  tratamiento  tan  duro,  inicuo  y 
humillante  como  el  que  se  me  ha  hecho  sufrir." 

En  efecto,  capturado  el  buque,  y  prisioneros  to- 
dos sus  tripulantes,  fueron  trasportados  ;í  bordo 
del  «Saratoga»,  donde  se  les  dio  un§trato  duro  é  in- 
digno. Al  contra-almirante  Marín  se  le  fpuso  pre- 
so, primero  en  su  cámara,  en  compañía  de  sus  hi- 
jos, Julio  y  Francisco^  jóvenes  de  14  y  16  años  de 
edad,  que  no  estaban  en  el  servicio  y  que  arsi- 
guiente  día  debían  desembarcar  é  ir  á  reunírse^con 
su  familia  residente  en  Jalapa.  Tenía  centinelas 
de  vista,  no  se  le  permitía  comunicar  con  nadie  y 


[II  Referente  ú  esto,  en  la  carta  á  que  hemos  aludido 
ilntes  sr  nos  dice  que  Turne  r  había  asistido  ¿I  un  ban- 
quete que  Llave  y  otros  personajes  le  dieron  en  el  Ho- 
tel de  Diligencias,  en  celebración  del  compromiso  que 
aquel  había  contraído,  mediante  la  (rratiticaciún  de  cua- 
renta titil  p_e=iOf:  que  le  dieron,  de  salir  a  buscar  los  barcos 
de  Marin  é  intimarle  que  si  emprendía  hostilidades  con- 
tra Veracruz,  !a  escuadra  americana  tomaría  medidas 
para  impedirlo.  Del  tinor  de  la  carta  de  X  se  deduce 
que  Jeewis,  el  sciiioi-'officcr,  6  sea,  comandante  de  la  flo- 
ta americana  en  Verdcruz,  no  tomaba  parte  en  el  plan 
concentrado  con  Turneri  y  que  el  objeto  de  éste  era  sim- 
plemente impedir  que  se  liostilizara  O  bloqueara  á  Vera- 
cruz, 

Epiíoáios  hjsr»ricos.— 4, 


—  26  - 

estuvo  pi-ivado  de  alimentos  por  más  de  treinta  y 
seis  horas. 

Los  marinos  3-  soldados  norteamericanos  se  en- 
tregaron desde  luego  al  saqueo  del  cMiramon": 
robaron  el  reloj  de  JMarin^  el  tabaco,  rompieron 
las  botellas  de  vinos,  poniendo  intransitable  el  pa- 
so de  la  cámara  de  éste  y  fracturaron  los  baúles 
y  cajas  de  los  marineros,  tomándose  el  dinero  y 
alguna  ropa  de  la  que  contenían. 

En  cuanto  al  "Marques  de  la  Habana"  no  había 
salido  mejor  librado. 


IV 


El  capitán  Arias,  del  "Marqués  de  la  Habana,» 
al  notar  la  aproximación  de  Turner,  formó  sus 
hombres  sobre  cubierta  y  enarbolú  su  pabellones- 
pañol  antes  del  primer  cañonazo,  cre)'endo,  y  con 
justicia,  que  con  esta  señal  se  libraría  del  ataque 
de  los  norteamericanos.  Pero  no  fué  así,  pues  ape- 
nas atacado  el  «Miramon",  la  "Saratoga"  dirigió 
una  andanada  de  proyectiles  sólidos  y  huecos  y 
metralla  sobre  el  vapor  del  capitán  Arias,  la  que 
mató  á  un  marinero  é  hirió    á  otro  de    gravedad. 

No  teniendo  la  suficiente  gente  el  "Marqués  de 
la  Habana",  y  creyendo  no  poder  luchar  con  la 
corbeta  norteamericana,  permaneció  quieto  aquel 
y  entonces  se  apro.xiraó  á  él  la  "Saratoga"  é  in- 
timó á  Arias  que  pasasase  á  bordo,   siendo  desde 


-21  - 

luego  obedecida  esta  intimación;  el  capitán  Tur- 
rer,  que  se  hallaba  sobre  cubierta,  con  su  gente 
en  su  lugar,  en  zafarrancho  de  combate,  y  sobre 
toldilla  26  hombres  coa  pistola  y  fusil  cada  uno, 
apellidó  de  pirata  á  Arias.  Este,  justamente  indig- 
nado, contestó  que  pirata  era  el  que  no  izaba  ban- 
dera alguna  y  que  la  suya  ondeaba  en  el  palo  más 
alto  del  "Marqués  de  la  Habana",  en  tanto  que  el 
"Saratoga"  no  tenía  enarbolada  ninguna;  que  po"" 
lo  mismo,  allí  el  pirata  era  el  que  no  había  larga- 
do ningún  pabellón,  atacaba  á  un  buque  sin  mo" 
tivo  y  mataba  á  su  tripulación. 

Esta  altiva  y  merecida  respuesta  quedó  sin  con- 
testación y  el  capitán  Arias  volvió  á  su  buque, 
que  quedó  prisionero;  la  bandera  española  fué 
arriada  poco  después  por  marinos  americanos, 
pues  los  españoles  se  rehusaron  á  ello. 

Al  día  siguiente  7,  volvieron  á  Veracruz  la  cor- 
beta "Saratoga"  conduciendo  preso  al  "Marqués 
de  la  Habana":  el  vapor  español  no  llevaba  ban- 
dera de  ninguna  clase  c  iba  remolcando  á  la  cor- 
beta: entraron  al  puerto  á  eso  de  las  doce  del  día 
y  al  pasar  junto  á  los  bergantines  de  guerra  es- 
pañoles "Habanero"  y  "Alcedo"  surtos  en  Sacri- 
ficios, los  tripulantes  del  "Marqués  de  la  Habana" 
saludaron  á  sus  compatriotas  con  los  gritos  de 
¡Viva  España!  ¡Viva  Isabel  II!  y  otros. 

Los  vapores  «Wave"  é  "Indianola"  quedaron 
en  Antón  Lizardo,  vigilando  y  ayudando  para  que 
el  "Miramon"  fuera  puesto  á  flote;  y  reponiéndo- 
se ellos  mismos  del  combate,  pues  el   "Indianola" 


—  28  - 

quedó  atravesado'de  parte  á  parte  por  el  cañona- 
zo disparado  por  el  capitán  Martos. 

El  Comándate  Turner  desembarcó  luego  para 
dar  parte  de  lo  ocurrido  ai  capitán  Jerwis;  al  mis- 
mo tiempo  lo  hicieron  el  comandante  del  bergan- 
tín español  "Alcedo"  el  del  bergantin  francés  el 
«Ollivier"  y  el  de  un  vapor  de'guerra  inglés  á  fin 
de  protestar  enérgicamente,  en  unión  de  los  cón- 
sules de  susTCspcctivas  naciones,  ante  Jerwis,  por 
el  atentado  que  contra  las  leyes  internacionales 
habían  cometido  los  oficiales  y  marinos  de  los  Es- 
tados Unidos. 

De  pronto  esta  protesta  no  dio  gran  resultado 
y  hubo  necesidad j' de  repetirla  más  tarde  y  de 
una  manera  más  solemne,  según  tendremos  oca- 
sión de  ver. 

El  regocijo  que  los  juaristas  tuvieron  al  saber 
la  captura  de  los  buques  de  Marin~  fué  inmenso: 
Turner  fué  obsequiado  de  todas  maneras;  el  Gui- 
llermo Tell,  periódico  de  la  localidad,  no  se  can- 
saba de  comentar  el  suceso  que  al  momento  fué 
comunicado  il  todos  los  csmandantes  juaristas  de 
interior;  el  periodista  francés  Rene  Masson  acon- 
sejaba que  los  piratas  fuesen  ahorcados  en  los 
palos  de  sus  mismos  buques,  como  se  practicaba 
antes;  y  si  Marin  y  sus  oficiales  y  subordinados 
Imbieran  sido  desembarcados  en  Veracruz,  la  hu- 
bieran pasado  muy  mal.  Pero  permanecieron  á 
bordo,  los  unos  en  Antón  Lizardo  en  tanto  que  era 
puesto  á  flote  el  «Miramon,»  y  los  otros  en  Sacri- 
ficios; el  día  13,  Marin  y  sus  oficiales  y  tripulación 


—  29  — 

fueron  traslacíados  á  la  corbeta  de  guerra  norte- 
americana "Preble,"  así  como  la  gente  del  "Mar- 
qués de  la  Habana"  y  al  siguiente  día  14  ese  buque 
salió  rumbo  á  Xueva  Orleans  con  los  prisioneros. 
"Los  tres  días  que  permanecimos  abordo  déla  "Pre- 
ble" en  el  puerto  de  Veracruz — dice  el  capitán 
Arias  (1), — y  durant'í  la  travesía  de  dicho  buque 
á  este  puerto,  que  duró  doce  días,  hemos  recibido 
el  trato  más  indigno  que  se  puede  imaginar:  tal 
vez  no  nos  hubieran  dado  que  comer  si  no  hubié- 
ramos embarcado  para  ese  viaje  parte  del  ran- 
cho del  vapor  "Miramon."  Luego  que  llegamos  á 
este  puerto  se  publicó  nuestro  arribo,  en  los  pe- 
riódicos, de  este  modo:  «Llegada  de  los  piratas 
de  la  Preble.^ 

El  contra-almirante  Marin,  por  su  parte,  ade- 
más de  ser  llevado  á  la  corbeta  entre  filas  de  sol- 
dados armados,  "fué  puesto  en  una  chasa  en  los 
entrepuentes,  donde  se  alojan  los  soldados  y  ma- 
rineros, como  si  se  trathse  de  los  mayores  crimi- 
nales, guardando  la  misma  incomunicación  en 
que  antes  estaba."  (2) 

Al  siguiente  día,  lunes  26,  en  la  tarde,  los  pri- 
sioneros fueron  trasbordados  á  un  vapor  remol- 
cador, y  desembarcaron  en  medio  de  un  inmenso 
concurso  que  no  bajaría  de  diez  mil  personas:  en- 
tre filas  fueron  conducidos  á  la  cárcel  pública;  el 
pueblo  de  Xueva  Orleans,  atraído  por  la  novedad, 


[1]  En  carta  tlirifíida  con  fecha  3'J  de  M.irzo  de  \S(ñ  al 
Diario  de  la  Makix.\. 

[:'!  Parte  oficií'.l  di!  Sr.  Marii!  ya  citado. 


-^  30  - 

siguió  á  los  llamados  piratas,  en  sileiicio  y  sin  ha- 
cer la  menor  señal  de  hostilidad.  "Cuando  llega- 
mos á  la  cárcel,  continúa  diciendo  el  Sr.  Arias, 
era  casi  de  noche,  y  como  nada  tenían  preparado 
para  recibir  como  á  unas  ciento  sesenta  personas 
que  éramos,  no  tuvimos  más  alojamiento  que  es- 
trechas prisiones  ó  sucios  calabozos  los  pasajeros 
y  oficiales  de  los  dos  vapores,  porque  á  la  marine- 
ría y  gente  de  las  máquinas  se  les  destinó  á  gran- 
des salones.  Todo  el  mundo  tuvo  que  dormir  en 
el  suelo  de  su  calabozo,  porque  las  camas  y  de- 
más objetos  de  equipaje  quedaron  en  el  vapor  re- 
molcador hasta  el  día  siguiente." 

El  27,  mediante  los  buenos  oficios  del  Sr.  Ma- 
ñero, cónsul  mexicano,  y  la  fianza  de  $3,000  que 
otorgó  el  comerciante  de  aquella  Ciudad,  Don  Jo- 
sé S.  Cucullu,  salieron  el  Sr.  Marín  y  sus  dos  hi- 
jos, (1)  teniendo  la  ciudad  por  cárcel;  el  primer 
acto  de  este  señor  fué  elevar  una  solemne  protes- 
ta en  la  que  después  de  enumerar  suscintamente 
los  hechos  atentatorios  á  la  dignidad  de  México  y 
á  las  leyes  internacionales,  protestaba: 

«Primero.— Por  habérsele  acercido  cautelosa- 
mente y  de  noche,  sin  causa  ni  motivo,  la  corbe- 
ta de  guerra  de  los  Estados  Unidos  «Saratoga»  al 
mando  del  Capitán  Turner,  de  la  marina  de  éstos, 
011  unión  de  los  vapores  "Wave"  al  servicio  del' 
(".obicino  de  W-raciu/,  y  el  "Indianola,"  mercan- 
te que  es  sabido   estar    á  las    órdenes   del  propio 

1   1  Tno  (Ir  1'  .  ri';ilcs     u n  v¡\o  in  la  aclualidad. 


-  31  - 

gobierno,  estando  él  (el  protestante)  anclado  en 
un  puerto  de  la  República  á  que  pertenece^  y  por 
habérsele  hecho  fuego  estando  México  en  paz  con 
los  Estados  Unidos,  con  notoria  violación  del  de- 
recho de  gentes. 

^^Segundo. — Por  haberlo  aprisionado  con  los 
oficiales  y  tripulación:  por  habérseles  traído  á  es- 
te puerto  de  Nueva  Orleans  y  habérsele  tenido  in- 
comunicado durante  el  viaje. 

'* Tercero  — Por  haberse  apoderado  de  los  vapo- 
res que  mandaba  el  que  suscribe  y  habérselos  traí- 
do igualmente  á  este  puerto. 

^'Cuarto. — Por  la  mortandad  y  heridas  causa- 
das en  su  gente  después  de  haber  cesado  su  va- 
por de  hacer  fuego  y  en  momentos  que  no  hacia 
resistencia. 

"Quiítío. — Por  último,  protesta  el  infrascrito 
por  la  ultrajante  manera  con  que  fué  conducido 
con  sus  subordinados  á  la  cárcel  de  esta  ciudad, 
á  manera  de  criminales^  sin  causa  ni  acusación 
legal  y  habérsele  detenido  allí  hasta  hoy,  sin  ha- 
haber  queja  alguna  formulada." 

El  Sr.  Marín,  los  oficiales  y  las  ti-ipulacíones 
fueron  puestos  en  libertad  los  días  subsiguientes; 
el  primero,  no  obstante,  mediante  fianza  que  dio 
el  mismo  .Sr.  Cucullu  y  antes  de  ocho  días  se  le 
hizo  saber  por  medio  de  Mr.  Pedro  Soulé,  antiguo 
ministro  de  los  Estados  Unidos  en  Jladrid,  y  de- 
fensor de  los  llamados  piratas,  que  quedaban  re- 
levados de  toda  responsabilidad  personal,  que  se 
iban  á  cancelar  las  fianzas  y  quedaba  únicamente 


-   32  - 

pendiente  el  punto  de  si  los  buques  debían  ó  no  de- 
clararse buena  presa. 

Entretanto,  el  ejército  de  Mioimon,  aunque  fal- 
to del  apoyo  de  la  escuadrilla  y  de  los  recursos 
que  ella  le  llevaba,  continuaba  ¡Vente  á  Veracruz- 
Decidido  á  hacer  la  última  tentati\-a,  el  13  de  Mar- 
zo dio  fin  á  sus  disposiciones  de  sitio  y  se  dispuso 
para  el  asalto;  pero  queriendo  antes  buscar  una 
solución  pacífica  á  la  cuestión  que  dividía  en  dos 
bandos  á  los  mexicanos,  su  jefe  envió  una  nota  al 
General  Don  Ramón  Iglesias,  invitando  A  Dou 
Benito  Juárez  á  un  arreglo. 

Míramon  se  manifestó  en  esa  nota  desprendido 
y  generoso;  Juárez,  en  un  principio,  se  mostró  dis- 
puesto á  entrar  en  negociaciones:  los  comisiona- 
dos de  ambas  partes  (\)  se  reunieron  en  la  casilla 
número  2  del  guarda  del  Ferrocarril:  formularon 
un  proyecto  de  avenimiento  cuyo  principal  artí- 
culo era  que  sólo  la  nación  pudiera  resolver  acer- 
ca de  los  puntos  que  dividían  á  los  mexicanos  por 
medio  de  una  gran  asamblea  de  notables  de  to- 
dos los  partidos;  en  la  noche  del  1-t  volvieron  á 
tener  otra  junta  los  comisionados;  pero  en  ella 
manifestaron  los  de  Juárez  que  éste  estaba  dis- 
puesto á  hacer  sólo  aquello  que  fuera  compatible 
con  la  Constitución  de  18ó7,  Constitución  ala  cual 
debía  el  pod-'r,  es  cierto;  pero  que  en  aquellos 
momentos,    además    de   no  regir,  había  sido    una 


(I)  l^os  comisionados  de  MiiMinoii  iucron  el  Lie.  D. 
Isidro  Ola/  V  v\  militar  L").  R.inioii  Robles  Pezueln,  v  los 
dejuáic/,  el  (icncral  D,  Simios  Degollado  v  D.  José  de 
Kmpúian.  '  ' 


—  33  - 

de  las  causas  principales  de  la  tenaz  guerra  civil 
que  ensangrentaba  el  país.  No  fué  por  lo  tanto 
posible  llegar  á  un  avenimiento,  porque  las  pre- 
tensiones de  Juárez  implicaban  nada  menos  que  el 
reconocimiento  de  la  Constitución,  de  las  leyes  de 
Reforma  y  de  la  autoridad  que  él  se  atribuía;  por 
lo  tanto,  los  buenos  deseos  de  Miramon  quedaron 
frustrados  y  en  la  tarde  del  día  15  de  Marzo  se 
rompieron  nuevamente  los  fuegos  sobre  la  plaza 
de  Veracruz.  Juárez  y  sus  Ministros,  para  preca- 
verse de  cualquier  incidente  pasaron  á  habitar  el 
Castillo  de  Ulúa. 

Algunos  días  duró  el  sitio  sin  que  se  llegase  á 
dar  el  asalto  por  la  falta  que  hacían  los  buques 
para  estrechar  las  operaciones  por  el  lado  del  mar; 
no  había  que  pensar  pues,  en  el  bloqueo  y  aunque 
comprendiendo  las  desastrosas  consecuencias  del 
paso,  Miramon  se  decidió  á  levantar  el  sitio,  y  el 
21  en  la  noche  se  llevó  á  cabo  la  operación,  sa- 
liendo el  General  en  Jefe  para  México  y  quedan- 
do en  las  Villas  el  General  Negrete  para  vigilar 
la  plaza  y  tenerla  incomunicada.  Las  operaciones 
sobre  Veracruz  quedaron  aplazadas  indefinida- 
mente y  esto  llenó  de  nuevos  bríos  á  los  jefes  jua- 
ristas. 


Entre  tanto,  la  captura  del  "General  Miramon" 
y  "Marqués  de  la  Habana/'  daba  margena  nuevos 

Estudios  históricos.— 5. 


-  34     - 

episodios.  D.  Victoriano  Suances,   que  mandaba 
los  buques  de  guerra  españoles  anclados  en  Sa- 
crificios, protestó  enérgicamente  ante  el  capitán 
Jervis  contra   el   inaudito  atentado  de  que  fuera 
víctima  el  "Marqués  de  la  Habana"  pues  las  ges" 
tiones  hechas  por  el  comandante  español  para  ob- 
tener del  norte-americano  la  devolución  del  buque, 
no  dieron  resultado,  porque  Jervis  alegaba  contra 
la  verdad  de  los  hechos,  que  el   "Marqués  de  la 
Habana"  había  hecho  fuego  contra  el  "Saratoga." 
Damos  á  conocer  algunos  párrafos  de  esta  pro- 
testa, porque  contienen  reglas  de  derecho  inter- 
nacional y  examinan  perfectamente  la  conducta 
de  Turner: 

"Pero  si  V.  S.  quiere  partir  de  la  resistencia 
del  buque  español  para  justificar  su  apresamien- 
to, yo  hago  desde  luego  concesión  de  ella,  exi- 
giendo de  V.  S.  me  manifieste  qué  lej',  qué  razón, 
qué  derecho  tenían  las  fuerzas  que  V.  S.  manda 
para  encontrar  aquellos  vapores  y  exijir  una  su- 
misión imposible  después  de  la  forma  sospechosa, 
de  la  manera  oscura  y  de  la  arbitrariedad  con 
que  procedieron  á  semejante  acto. 


"Al  ser  V.  S.  el  primero  en  barrenar  las  leyes 
reguladoras  que  establecen  las  formas  del  respe- 
to mutuo  que  se  deben  las  naciones  entre  sí,  ha 
perdido  el  derecho  de  considerar  como  ultraje  á 
la  su3'a  la  consecuencia  precisa  que  por  faltar  á 
ellas  bajo  su  responsabilidad  ha  provocado;  y  si 


—  35  - 

esos  buques  se  resistieron  á  mano  armada  contra 
una  violación  tan  manifiesta  é  irritante,  no  falta- 
ban al  respeto  del  pabellón  que  V.  S.  enarbola, 
aunque  teníanderecho  para  hacerlo,  puestg  que 
la  corbeta  "Saratoga"  no  respetaba  tampoco  el 
español,  que  vio  izado  en  medio  del  combate,  ¡ti 
menos  el  mexicano,  cuyos  derechos  usurpaba] 
protestaban,  nada  más,  del  acto  que  emanaba  de 
la  arbitraria  voluntad  de  V.  S. 

cXo  es  esto  todo  .Si  eran  las  doce  del  día  cuan- 
do se  presentaron  esos  buques  CU5-0  origen  sólo 
V.  S.  quiso  desconocer,  y  hasta  las  ocho  de  la  no- 
che   no  emprendió  la  "Saratoga"  su    expedición 
para'reconocerlos,  ¿en  qué  consistió  esa  dilación 
incomprensible  que  ocultó    los   movimientos    del 
buque  en  la  oscuridad  de  la  noche?  ¿Por  qué,  si  á 
todo  trance  deseaba  V.  S.   aproximar  sus  fuerzas 
á  los  vapores  venidos,  no  moverlas  de  día,  con  la 
claridad  que  ofrecía  la  atmósfera  despejada  de  él, 
para  que  supieran  aquellos  buques  la  nación  que 
se  dirigía  en  su  busca,  y  en  consecuencia  las  me- 
didas que  debían  tomar  para  no  parecer  culpa- 
bles para    con  ella,   como   V.  S.  pretende  inútil- 
mente que  lo  han  sido?  Si  los  preparativos  para 
dar  á  la  vela  á  la  corbeta  "Saratoga"  remolcada 
por   vapores,   retardaron  tanto  su  salida  que  no 
pudo  efectuarla  hasta  las  ocho  de  la  noche,  lo  ra- 
zonable, lo  lógico,  á  no  ser  guiado  por  una  inten- 
ción conocidamente  determinada,  teniendo  en  cuen- 
ta la  misión  que  se  le  daba,  y  lo  inesperada  que 
debía  de  ser^  sería  dilatarla  hasta  el  día  siguiente; 


—  36- 

pero  V.  S.  en  su  celo  por  la  moralidad  de  estos 
mares,  cu^a  policía  no  le  incumbe,  procuró  no 
retardarla  y  en  este  caso  ni  aun  las  medidas  or- 
dinarias y  en  continuo  uso  se  cumplieron,  envol- 
viendo de  esta  manera  la  expedición  en  un  velo 
tenebroso  que  le  dio  el  carácter  que  ha  tenido:  el 
de  una  sorpresa  á  mano  armada  por  imas  fuerzas 
que  al  efectuarlo  conculcaron  todas  las  leyes  de 
las  naciones  neutrales  para  presentarse  parciales 
y  agresivas." 

Esta  protesta  fué  hecha  á  su  vez  por  los  envia- 
dos diplomáticos  de  España,  Francia,  Gran  Breta- 
ña y  Prusia,  acreditados  ante  el  gobierno  de  Was- 
hington; así  como  por  el  Ministro  deRelaciones  del 
Gobierno  conservador,  y  el  asunto  presentaba  muy 
mal  cariz  para  los  Estados  Unidos,  cuyos  buques 
y  marinos  habían  llevado  á  cabo  el  más  descarado 
acto  de  piratería  que  se  pueda  concebir;  la  prensa 
norteamericana,  para  atenuar  el  mal  efecto  que  lo 
de  Antón  Lizard®  produjo,  se  empeñó  en  querer 
echar  toda  la  responsabilidad  al  contra-almirante 
Marín  por  no  haber  izado  bandera  al  ser  requeri- 
do por  la  fortaleza  de  Ulúa;  y  alegando  {ue  él  ha- 
bía hecho  fuego  sobre  los  buques  norteamericanos, 
pero  este  empeño  no  era  suficiente  para  justificar 
la  abominable  conducta  de  Turner. 

Marín  en  Nueva  Orleans  tuvo  que  luchar  ade- 
más de  con  las  dificultades  del  proceso  que  se  le 
seguía,  con  las  de  atender  á  las  necesidades  de  los 
oficiales  y  marinos  que  estaban  bajo  sus  órJeues, 
expresó  al  Cónsul  español  la  necesidad  en  que  es- 


-  37  - 

taba  de  hacerle  cargo  de  los  tripulantes  del  "Mar- 
qués de  la  Habaua"  y  ese  funcionario  ofreció  ha- 
cer lo  posible  para  que  aquellos  fuesen  reembar- 
cados en  buques  españoles  con  destino  á  Cuba.  (1) 
En  cuanto  á  los  mexicanos,  sufrieron  mil  escase- 
ces con  motivo  dala  falta  de  recursos  y  el  Sr. 
Marin^  empeñando  su  crédito  particular,  consiguió 
mil  pesos  de  Don  Diego  de  la  Lastra,  de  la  Ha- 
bana, con  los  que  pudo  socorrer  en  algo  á  sus 
compatriotas.  Pero  este  recurso  era  muy  pequeño: 
sólo  Mr.  Soulé  cobraba  diez  mil  pesos  de  honora- 
rios por  la  defensa,  y  los  sueldos  de  los  tripulantes 
importaban  regular  cantidad.  El  Gobierno  conser- 
vador, que  no  andaba  muy  holgado  de  recursos, 
tuvo  dificultades  para  hacer  frente  á  estos  com- 
promisos^ así  como  para  acabar  de  pagar  el  pre- 
cio del  "Miramon,"  con  la  remota  esperanza  de 
que  se  le  devolvieran  los  buques  capturados. 

En  efecto,  pasado  el  primer  momento,  la  opinión 
pública  en  los  Estados  Unidos  se  mostró  favorable 
á  Marin  y  adversa  á  Turner:  "Sin  poder  prever, 
decía  aquel  (2)  cuál  será  el  resultado  de  tan  extra- 
ordinario juicio,  puedo,  sin  embargo,  asegurar  á 
V.  E.  que  en  la  opinión  de  la  parte  sensata  de  es- 
ta ciudad  y  déla  de  otros  Estados  de  la  Confedera- 
ción, el  hecho  por  sí  solo  nos  justifica,  condenan- 
do á  nuestros  gratuitos  agresores;  por  tal  motivo, 
abrigo  la  esperanza  de  que  nuestros  derechos  sean 
reconocidos,  devolviéndose  á  nuestro  nación,  con 

[1]  Comunicación  de  Marin  al  Ministro  de  la  guerra, 
fecha  3  de  Abril  de  1860. 

(2)   Comunicación  de  11  de  Abril. 


-  38   - 

su  propiedad  usurpada^  el  buen  nombre  que  tan  in- 
justamente se  ha  pretendido  mancillar." 

"Yo  supong-o,  decía  dos  meses  después  (1),  que 
deben  ser  entregados  (los  vapores)  con  repa- 
ración de  todas  las  averias  y  con  todo  lo  que  con- 
tenían en  el  momento  de  la  captura;  pero  difi- 
culto lo  verifiquen  en  el  acto  ....  ;por  consig'uiente, 
si  no  cuenti)  con  tiempo  con  estos  auxilios  tan  in- 
dispensables, temo  que  quede  detenido  el  buque 
sin  que  pueda  salir  de  este  detestable  lugar,  au- 
mentándose por  consiguiente  mis  padecimientos." 

Por  último,  con  fecha  26  de  Junio,  decía  al  Mi- 
nistro de  la  Guerra  el  Sr.  Marin  (2):  Tengo  el  ho- 
nor deponer  en  el  superior  conocimiento  de  V.  E. 
que  aj'er  fué  leída  en  la  Corte  la  sentencia  dada 
por  el  Juez  sobre  la  injusta  acusación  de  los  vapo- 
res capturados  traidoramente  en  Antón  Lizardo  la 
noche  del  6  de  Marzo  último,  la  que  previene  que 
sean  éstos  devueltos  en  el  estado  en  que  estaban 
y  con  todo  lo  que  contenían  en  el  momento  de  ha- 
berlos tomado  el  capitán  Turner,  comandante  de 
la  corbeta  ".Saratoga." 

Esta  sentencia  así  como  otras  diversas  constan- 
cias que  existen  en  los  varios  expedientes  que 
con  motivo  de  tan  ruidoso  negocio  se  siguieron, 
merecen  darse  á  conocer  á  fin  de  que  aquellas 
personas  que  sin  reñexionar  ni  estudiar,  llamaron 
pirata  al  Sr.  Marin  y  se  empeñaron  en  sostener 

(1)  ídem  lie  11  iU\Iunio  al  Ministro  de  la  Guerra. 

(2)  Todos  estos  ilocumcntos  ei^an  desconocidos  para  el 
público,  hasta  hoy,  que  se  nos  han  facilitado  para  escribir 
esta  obra. 


—  so- 
que hizo  bien  el  comandante  norteamericano,  en 
atacar  y  capturar  los  vapores  que  se  encontraban 
en  affuas  mexicanas. 


VI. 


■  Logrado  el  principal  objeto  de  salvar  a  Juárez 
y  evitar  que  Veracruz  cayera  en  manos  de  los 
conservadores^  los  Estados  Unidos  no  tuvieron  ya 
inconviente  ninguno  en  dar  una  especie  de  satis- 
facción á  las  naciones  que  habían  protestado  con- 
tra el  atentado  de  Antón  Lizardo,  poniendo  en 
libertad  á  Marín,  Arias  y  sus  subordinados  y  de- 
jando que  los  Tribunales  de  la  Federación  decla- 
rasen lo  que  era  de  justicia. 

Desde  el  momento  en  que  los  Sres.  Arias  y  Ma- 
rin  quedaron  en  libertad  bajo  de  fianza  á  los  po- 
cos días  de  haber  llegado  á Nueva  Orleans  ylastri- 
pulacioneslibres  incondicionalmente,  parecía  que 
la  reparación  al  agravio   inferido  iba  á  empezar. 

El  Juez  del  Distrito  Oriente  del  Estado  de  Loui- 
siana  residente  en  Nueva  Orleans  se  avocó  des- 
de luego  el  conocimiento  del  negocio  y  llamó  á 
declarar  á  todos  los  tripulantes  del  "Miramon." 
Las  declaraciones  de  éstos  no  pudieron  estar  más 
de  acuerdo:  ni  la  "Saratoga,"  niel  Indianola,"  ni 
el  "Wave"  llevaban  sus  banderas  desplegadas,  ni 
se  dio  voz  ó  señal  alguna  por  las  cuales  pudiera 
venirse  en  conocimiento  de  la  nacionalidad  délos 
buques  que  se  aproximaban;  los  asaltantes  hicie- 
ron los  primeros  disparos  poniendo  á  bordo  del 


—  40  — 

«Miramon»  dos  granadas,  una  de  las  cuales  rom- 
pió el  bauprés  del  buque. 

El  Comandante  Turner  quiso  disculparse  ale- 
gando que  el  buque  de  Marin  fué  el  primero  en 
hacer  fuego,  ase\rerac¡on  que  no  prosperó,  pues 
en  las  declaraciones  posteriores  quedó  en  claro 
ese  punto;  también  dijo:  que  sabía  que  el  «Gene- 
ral Miraraon!>  y  el  "Marques  de  la  Habana"  eran 
ésos  que  pasaron  frente  á  Ulúa,  porque  eran  los 
dos  únicos  buques  entonces  en  aquellas  aguas 
que  correspondían  á  las  señas  que  de  ellos  tenía; 
que  esos  dos  buques,  que  se  decía  habían  sido  ar- 
mados ilegalraente  en  la  Habana  con  el  objeto 
de  ejercer  la  piratería  en  las  aguas  mexicanas, 
eran  esperados  en  aquellas  inmediaciones;  y  por 
último,  el  cónsul  general  norteamericano  de  la 
Habana,  había  dirijido  á  los  comandantes  de  1o^ 
buques  de  guerra  de  su  nación,  allí  surtos,  una 
carta  notioiándoles  el  armamento  de  dichos  vapo- 
res en  el  último  puerto  mencionado. 

Esta  declaración  es  muy  importante,  porque  ella 
pone  de  manifiesto  que  Turner  sabía  perfecta- 
mente cuáles  eran  los  buques  que  se  vieron  desde 
Ulúa  el  día  C  de  Marzo  y  el  objeto  con  que  llega- 
ban á  las  aguas  mexicanas;  que  por  lo  tanto,  al 
ir  á  Antón  Lizardo  no  tuvo  más  mira  que  captu- 
rar aquellos  buques  é  impedir  á  todo  trance  que 
coadyuvasen  al  sitio  de  Veracruz. 

Marin  por  su  parte  probó  plenamente  el  hecho 
de  la  larga  distancia  ;'i  que  había  pasado  de  Ulúa, 
y  alegó  el  derecho  que  le  asistía  para  no  ¡zar  pa- 


-  41  - 

bellon  al  pasar  frente  á  la  fortaleza,  no  obstante 
ser  requerido,  por  tratarse  de  un  enemigo,  funda- 
do en  las  Ordenanzas  de  marina,  vigentes  en  las 
principales  naciones. 

En  tanto  que  estas  diligencias  tenían  lugar,  la 
prensa  norteamericana  habíase  puesto  en  gran 
parte  del  lado  de  Marín;  contribuj-eron  á  esta  evo- 
lución las  circunstancias  porque  atravesaba  la  Na- 
ción vecina,  próxima  á  aventurarse  en  la  gran 
guerra  civil  de  seseccion.  El  presidente  Bucha- 
nan,  según  dice  un  autor  mexicano  (1),  al  ser  in- 
terpelado en  el  Senado  por  lo  de  los  buques  de 
Marín,  aprobó  la  conducta  de  sus  marineros;  pe- 
ro no  así  los  tribunales  federales  de  Louisiana 
que  en  poco  tiempo  pusieron  el  negocio  en  estado 
de  sentencia. 

En  los  días  11  y  12  de  Junio  del  mismo  año  de 
1860,  fué  la  vista  del  negocio,  y  el  26  de  ese  mes, 
el  Juez  Thomas  H.  Me  Cabed  dictó  el  fallo  res- 
pectivo; como  es  bastante  largo  no  lo  insertamos 
íntegro  (2)  y  sólo  daremos  una  idea  de  él.  Despue^ 
de  hacer  referencias  á  las  declaraciones  de  Marín 
y  los  suyos  de  una  parte,  y  de  otra  á  las  de  los 
Tenientes  Bryson  y  Kennard  que  mandaban  el 
"Indianola"  y  el  "Wave/' 3''  sus  subalternos^  entra 
á  analizar  las  pruebas  de  ambas  partes  y  las  dóc- 
il) ViGiL.  México  á  través  dclo^  siglos.  Tomo  V.  pág. 
411. 

[2]  Aquellos  de  nuestros  lectores  que  desearen  conocer- 
lo, lo  encontrarán  en  el  tomo  3'  del  "Nuevo  Código  de  la 
Reforma"  delLic.  Blas  J.  Gutiérrez,  [pág. '.'5.]  y  en  el  Dia- 
rio DE  Avisos,  de  26  de  Julio  de  1860, 

Estudios  históricos.— 6. 


-  42  - 

trinas  legales  aplicables  al  caso:  asienta  que  es- 
tando el  "General  Miramon"  y  el  "Marqués  de  la 
Habana"  en  aguas  mexicanas,  según  quedó  pro- 
bado de  una  manera  indudable,  y  no  estando  los 
Estados  Unidos  en  guerra  con  México,  tenían  tí- 
tulo á  todos  los  derechos  que  se  reconocen  á  los 
buques  de  las  naciones  neutrales:  que  los  vapores 
de  Marin  no  habían  ejecutado  acto  alguno  osten- 
sible que  justificase  las  sospechas  de  hostilidad 
que  pudieran  abrigar  los  oficiales  norteamerica- 
nos: que  si  bien  los  Estados  Unidos  habían  reco- 
nocido al  gobierno  de  Juárez,  las  grandes  poten- 
cias de  Europa  continuaban  reconociendo  al  de 
Miramon,  y  que  aunque  era  natural  que  la  oficia- 
lidad del  capitán  Jerwis  tuviera  simpatías  por  la 
causa  juarista,  esa  simpatía  no  justificaba  cual- 
quier acto  que  tuviera  apariencias  de  interven- 
ción en  favor  de  una  facción  (st'c)  hostil  en  con- 
tra de  la  otra:  que  un  acto  como  el  que  cometió 
el  Comandante  Turner,  sólo  puede  ser  autorizado 
por  la  declaración  de  guerra,  y  que  esa  declara- 
ción únicamente  es  competente  para  hacerla  el 
Congreso  de  la  Union. 

Ocupándose  del  incidente  de  la  falta  de  saludo 
frente  á  Ulúa,  dice  ese  fallo,  que  esa  omisión  sólo 
podía  demostrar  falta  de  cortesía  ó  de  deferencia 
hacia  los  enemigos,  pero  que  ello  nada  tenía  de 
sorprendente,  porque  entre  beligerantes  lo  más 
natural  es  esperar  actos  de  hostilidad  y  de  des- 
confianza que  de  cortesía;  y  que  aunque  la  cos- 
tumbre ha  establecido  que  se  ice  la  bandera  al 


—  43  - 

pasar  por  delante  de  una  fortaleza,  la  falta  á  esa 
costumbre  no  debe  ser  tomada  por  los  neutrales 
como  una  ofensa  ó  como  un  acto  de  hostilidad. 

Que  en  cuanto  á  la  circular  firmada  por  el  Ge- 
neral Partearroyo,    declarando   piratas   á  los  bu- 
ques que  Mariu  compro  en  la  Habana,    nada  sig-- 
ciñcaba  para  los  neutrales,    porque   Juárez  podía 
declarar  que  sus  enemigos  eran  piratas;  pero  que 
los  neutrales  debían  sujetar  su    criterio    á  las  le- 
yes vigentes  sobre    la  materia  y  los    norte-ameri- 
canos á  la  acta  del    Cong-reso   de  1819;    «el  mero 
hecho  de  que    fuesen    enemigos  del    Gobierno  de 
Juárez   no    podría    seguramente    convertirlos  en 
Jiostes  hiiniaai  generis,  y  como  tales    en  blanco 
de  las  hostilidades    de  los  buques    armados  de 
todas  las  Jtaciones";  que  no  había  razón  fundada 
para  dudar  que  si  en  los  términos  de    costumbre, 
los  buques  de  Turner  hubieran   pedido  bandera  á 
los  de  Marín,  acercándose    aquellos  á   la  luz    del 
día,  con  su  bandera  enarbolada,  etc.,  éstos  no  ha- 
brían tenido  inconveniente  en  ¡zar   la  su5'a;    pero 
que  el  procedimiento    empleado    por   Turner,    de 
acercarse  cautelosamente,    sin   darse  á    conocer, 
por  la  noche  y  como  enemigo,  fué    tuipj'itdente  y 
jualavcnturado,  y  dio  el  mal  resultado  que  ya  se 
conoce:  que  Turner  tuvo  la  culpa  de    que  el  "Mi- 
ramon»  hiciera  fuegfo  sobre  el  "Indianola»,    pues 
ejercía  el  derecho  de  legítima  defensa. 

Que  "el  derecho  de  registro  y  de  visita  que  por 
sus  procedimientos  parece  que  fué  el  que  quiso 
aplicar  el  comandante  Turner,  no  puede  ser  apli- 


»  —  44  — 

cado  en  tiempo  de  paz  según  lo  previene  la  cita- 
da acta  de  1819:"  que  aunque  el  gobierno  ameri- 
cano reconoció  á  Juárez  como  el  único  Gobierno 
legítimo  de  México,  no  reconoció  derecho  alguno 
"ala  escuadrilla  para  violar  los  deberes  de  neu- 
tralidad para  con  México,  y  las  dem5s  naciones 
batiendo  presas  ó  efectuando  capturas  dentrode 
una  legua  marina  de  las  costas    mexicanas." 

Termina  la  sentencia,  mandando  que  por  "las 
razones  expuestas  j-a  por  escrito  y  archivadas, 
que  los  libelos  de  informes  se  desechen  y  que  los 
navios^  así  como  sus  jarcias,  aparejos,  cargamen- 
tos, etc.  aquí  detenidos,  se  devuelvan  á  los  recla- 
mantes y  que  habiéndose  retirado  la  demanda  so- 
bre indemnización  para  entablarla  ante  otro  de- 
partamento, no  se  tomaba  en  consideración  en 
aquel  fallo." 

Esta  larga  sentencia  pronunciada  por  un  Juez 
perteneciente  á  la  misma  nacionalidad  que  la 
parte  actora,  envolvía  la  inás  completa  reproba- 
ción á  los  actos  atentatorios  delvcomandante  Tur- 
ner  y  de  paso  no  dejaba  en  muj^  buen  predica- 
mento á  D.  Benito  Juárez  y'sus  ministros  que  ha- 
bían autorizado  esos  actos.^Al  mismo  tiempo  con- 
tenía la  rehabilitación  del  contra-almirante  Ma- 
rín, y  la  aprobación  de  su  conducta  en  aquellas 
difíciles  circunstancias  como  militar  y  mexicano, 
lavándolo  de  la  mancha  que  apasionadamente  se 
quiso  echar  sobre  el  buen  nombre  de  uno  de  los 
«tiás  entendidos  marinos  que  ha  tenido   México,  y 


—  45- 

que  desde  la    época    de  la    Independencia,    había 
prestado  notables  servicio  á  la  Nación. 

El  fiscal  de  los  Estados  Unidos  residente  en 
Xueva  Orleans  apeló  del  fallo  anterior  y  el  nego- 
cio pasó  á  la  Alta  Corte  de  Justicia.  El  fiscal  de 
ella,  (1)  el  Hon.  J.  S.  Black,  á  quien  tocaba  cono- 
cer, formuló  su  pedimento  con  fecha  28  de  Julio 
del  año  tantas  veces  citado  de  1860.  en  un  todo 
favorable  á  la  causa  del  Sr.  Marin. 


Vil. 

A  fin  de  que  el  episodio  de  Antón  Lizardo  que- 
de completamente  analizado  á  la  luz  del  derecho 
de  gentes;  de  que  personas  preocupadas  ó  poco 
conocedoras  del  asunto  3'  de  los  principios  de  ese 
derecho  no  vuelvan  á  ser  inducidas  á  error;  y  de 
que  por  último,  no  se  escriban  ni  se  den  por  hechos 
ciertos,  falsedades  imperdonables,  vamos  á  ex- 
tractar las  sólidas  razones  que  el  pedimento  de 
Mr.  Black  contiene;  ojalá  ellas  sirvan  para  que 
los  que  hasta  hoy  no  han  bajado  un  punto  de  pi- 
ratas á  Marin  y  sus  subordinados,  y  dado  la  ra- 
zón á  Turner  y  á  Juárez,  rectifiquen  sus  opinio- 
nes como  con  entera  buena  fe  lo  hizo  el  notable 
compilador  Lie.  D.  Blas  José  Gutiérrez,  que  tam- 
bién participaba  de  la  opinión  del  vulgo  poco  ilus- 
trado ó  mal  intencionado. V  queante  la  sentencia 
del  Juez  Mac  Cabed  no  tuvo  empacho  en  confesar 

[1]  Procurador  General  de  la  Nación. 


-46  — 

que  se  había  equivocado,  aunque  echando,  nosa- 
beraos  por  qué,  la  culpa  al  partido  del  justo  ute- 
dio  6  moderado,  no  obstante  que  toda  ella  es  de 
los  hombres  que  gobernaban    en  Veracruz. 

El  Procurador  Black  empieza  por  decir  que  los 
buques  de  Marin  fueron  difamados  ante  el  Tribu- 
nal de  Distrito  de.  Luisiana;  hace  en  seguida  la 
narración  de  los  hechos,  de  acuerdo  con  lo  que 
quedó  probado  en  autos:  dice  que  aquellos  buques 
no  hablan  cometido  una  ofensa  de  ninguna'clase 
contra  el  comercio  ó  los  ciudadanos  de  los  Esta- 
dos Unidos  y  que  se  encontraban  en  las  aguas  te- 
rritoriales de  México  al  ser  atacados[alevosamen- 
te,  y  continúa  así: 

"10.  Los  dos  buques  capturados_«o  eran  real- 
mente piratas  ni /nerón  enviados  para  expedi- 
ción pirática  alguna,  pues  se  destinaban  al  ser- 
vicio del  Gobierno  de  Miramon,  la  legalidad  de 
cuyo  propósito  no  tenían  derecho  de  cuestionar 
nuestros  oficiales   navales. 

«11  La  conducta,  las  maniobras  y  la  aparien- 
cia de  estos  buques  no  habían  dado  fundamento 
claro  y  suficiente  para  sospechar  que  eran  pira- 
tas, pues  la  negligencia  ó  negativa  de  izar  su 
bandera  cuando  pasaban  por  frente  del  Castillo 
en  Veracruz,  apenas  daba  derecho  para  tomarse 
en  consideración  y  la  proclama  del  Gobierno  de 
Jnrírcs  declarándolos  piratas  no  era  evidencia 
legal  ó  moral  del  hecho  qne  aseveraba. 
Preten.le  disculpar  la  conducta    de  Jerwis  y  de 


-  47  - 

Turaer  por  falta  de  instrucciones,    y  continúa  de 
esta  manera: 

«Pero  aquí  la  cuestión  es:  ¿qué  responsabilidad 
para  con  los  dueños  de  los  buques  capturados  asu- 
mirá este  Gobierno  si  aprueba  los  actos  del  co- 
mandante Turner?  Que  esto  se  conteste  por  la 
ley  de  las  naciones  y  por  nuestros  propios  Esta- 
tutos. 

«Un  crucero  de  una  Nación  tiene  el  derecho  de 
conocer  el  carácter  cacional  de  un  buque  extra- 
ño que  se  encuentre  en  el  mar,  pero  esto  no  es  un 
derecho  perfecto.  Su  violación  no  puede  castigar- 
se con  captura  y  condenación,  ni  aun  con  deten- 
ción. Está  convenido  también,  por  todos  los  es- 
critores de  la  materia,  que  este  derecho  de  inves- 
tigación (droit  d'  enquéte  du  pavillon),  está  suje- 
to á  ciertos  límites  bien  definidos. 

"1.  La  parte  investigadora  debe  izar  su  bande- 
ra ó  de  alguna  otra  manera  hacerse  ella  misma 
perfectamente  conocida,  antes  que  pueda  pedir  le- 
galmente  ese  conocimiento  del  otro  buque.  Al 
izar  su  pabellón  ua  buque  de  guerra,  da  aviso  á 
un  extraño  que  desea  conocer  á  que  Xacion  per- 
tenece el  último  y  éste  debe  contestar  izando  el 
suyo  propio.  Esta  es  una  señal  que  Ortolan  dice 
que  puede  interpretarse  por  las  palabras  siguien- 
tes: "Je  he  dicho  quién  soy  yo,  qite  sepa  yo  quién 
eres  túV 

"II.  Si  esto  se  rehusa,  el  buque  investigador 
puede  disparar  un  cañonazo  sin  bala  que  se  de- 
nomina por  los  escritores  continentales  ''le  coup 


-  48  - 

d'assitratice,''  porque  se  tiene  la  intención  de  cer- 
tificar la  veracidad  de  la  bandera  izada,  y  asegu- 
rar la  buena  fé  de  la  investigación.  En  caso  de 
demora  se  debe  disparar  un  cañonazo  con  bala  por 
laproa  deldelicuente  por  víade  intimación  formal. 
Una  negativa  obstinada  puede  crear  ó  confirmar 
sospechas  que  justificarán  las  medidas  todavía 
más  expresivas  que  se  adopten  con  el  fin  de  hacer 
que  el  extraño  descubra  así  su  verdadero  carác- 
ter. 

clll.  Pero  una  medida  maj'or  que  la  bala  de  in- 
timación que  el  Comandante  de  un  buque  de  gue- 
rra pueda  tomar  con  la  mtencion  de  asegurarse 
de  la  nacionalidad  de  otro  buque,  debe  ser  á  cos- 
ta del  riesgo  que  corre.  Si  al  desconocido  se  le 
arresta,  perjudica  y  captura  y  resulta  ser  un  pi- 
rata, todo  está  muy  bueno;  pero  si  tiene  un  dere- 
cho iegal  para  navegar  por  los  mares,  el  perjuicio 
debe  repararse,  no  importa  cuál  sea  el  fundamen- 
to de  la  sospechfi.  JVi  el  oficial  defensor  ¡ti  su 
gobierno  pueden  alegar  que  rehusó  isar  su  ban- 
dera ó  hacerse  conocer  de  otro  modo.  En  otras 
palabras,  su  derecho  para  pasar  stn  ser  moles- 
tado depende  de  su  carácter  verdadero  y  no  del 
que  erróneamente  se  le  atribuyó,  aunque  su  pro- 
pia conducta  haya  causado  la  equivocación.  Pue- 
de influir  sin  duda  en  el  monto  de  la  reparación, 
mas  no  en  la  legalidad  del  heclio. 

«V.  Cuando   se  interroga  así  á  un  buque,  con- 
testa, bien  dé  palabra  ó  izando  su  pabellón,  cuya 


-  49  - 

respuesta  debe  toiuaise  por  verídica  y  se  le  debe 
permitir  que  continúe  su  camino.  El  que  interro- 
ga no  lo  puede  detener  para  cerciorarse  con  una 
visita,  registro  ó  de  cualquiera  otra  manera. 

«VI.  Este  derecho  de  investigación-  v  tde  ejer- 
cerse SOLAMENTE  EX  ALTA  MAR.  XingUIl  oficial  lltt- 

vnl  tiene  el  derecho  de  ir  á  tin  puerto  de  tina  Na- 
ción con  la  cual  su  Gobierno  esta  en  pas,  para 
preguntar  la  nacionalidad  de  un  buque  que  esté 
anclado  allí.  Si  lo  hace,  la  irregularidad  en  su 
modo  de  proceder  no  le  da  derecho  á  una  ros- 
puesta  y  las  medidas  que  emplee  para  obtenerla 
con  violencia,  se  considerarán  como  agravios. 

«De  lo  expuesto  se  deduce  que  el  Comandante 
Titrner  no  se  rigió  por  la  lev  de  las  Naciones 
en  las  medidas  que  adoptó  para  cerciorarse  de  la 
nacionalidad  del  "Mir.uuoii"  y  del  ".Marq.iús  de  la 
Habana."    Obró  mal  desde  el  principio  hasta  el 

FIN  DEL  ASUNTO. 

"Se  dirigió  hacia  esos  buques  cuando  estaban 
aiiclaáos  en  un  puerto,  sin  largar  su  bandera,  en 
la  oscuridad  y  en  el  silencio,  n  j  dándoles  el  me- 
dio de  conocer  quiéa  era  ci  ó  cuál  era  su  propósi- 
to y  sin  hacerles  ning-una  pregunta.  Empero  cuan- 
do estuvo  á  distancia  de  una  milla  del  "Miramon" 
ordenó  que  no  se  viniera  á  voz  con  él  ó  se  le  ha- 
blara, sino  que  se  abordase.  La  manera  ilegal  y 
el  tiemii  ■  de  su  aproximación  al  cMiramon,»  la 
ocultación  de  su  inteniu  y  la  orden  perentoria  de 
Ifir^.ir  ancla  cuando  intentaba  escaparse,  estaban 
bien  calculados  para  provocar  el  disparo  reci- 
EstuJios  históricos.— 7. 


—  50  - 

bido  por  el  "Indianola."  Descargó  una  andanada 
al  "Marqués  de  la  Habana,"  untes  que  éste  hicie- 
ra otra  cosa  que  soltar  su  amarra  y  antes  que  se 
le  dirigiera  una  palabra  de  aviso.  Cuando  des- 
cubrió la  nacionalidad  de  ¡os  buques,  estaba 
obligado  d  que  redundara  en  beneficio  de  ellos 
y  haberlos  dejado  en  paz;  pero  los  retuvo  tra- 
3'éndolos  á  un  puerto  americano  adonde  se  hallan 
aún  detenidos.  Por  todo  lo  cual  se  ve  claramente 
que  el  Comandante  Turnar  no  trató  de  informar- 
se respecto  del  carácter  nacional  de  los  buques 
en  cuestión,  adoptando  los  medios  adecuados  á 
ese  fin,  ni  hizo  el  uso  debido  al  conocimiento  cuan- 
do lo  tuvo. 

"El  conjunto  de  este  negocio  parece  más  bien 
un  empeño  para  hacer  una  pesquisa  que  un  ejer- 
cicio del  derecho  sencillo  é  imperfecto  de  inves- 
tigación. La  orden  de  abordar  al  "Miramon,"  la 
ocultación  del  propio  carácter  de  la  "Saratoga," 
la  andanada  descargada  al  «Marqués  de  la  Ha- 
bana,» el  arresto  de  ambos  buques  cuando  ha- 
cían por  escaparse,  todo  da  al  asunto  aquel  aspec- 
to. No  necesito  decir  que  el  dereclio  de  pesquisa 
no  existe  en  tiempo  de  paz. 

"El  libelo  difamatorio  que  consta  contra  estos 
buques  en  el  Tribunal  dei  Almirantazgo  de  Nue- 
va Orleans  requiere  su  condenación  como  presas, 
de  acuerdo  con  el  decreto  de  2  de  Marzo  de  1819, 
para  proteger  al  comercio  de  los  Estados  Unidos 
y  castigar  la  piratería.  Ese  decreto  autoriza  "la 
"captura  ó  condenación  de  cualquier  buque  ó  bule 


-51  - 

"que  haya  tratado  primero  de  hacer  ó  haya  hecho 
"una  agresión  pirática,  una  persecución,  embozo» 
"depredación  ó  secuestro."  Ciertamente  que  no 
hubo  ni  persecución,  ni  embozo,  depredación  ó 
secuestro  cometido  ó  intentado  por  estos  buques 
en  contra  del  buque  americano.  Su  objeto  era  es- 
caparse.  ¿Hubo  alguna  agresión?  .Si  así  fué,  con- 
sistió en  hacer  fuego  durante  el  combate. 

"Para  que  se  pueda  considerar,  en  la  órbita  de  los 
Estatutos,  agresión  pirática  el  que  un  buque  haga 
fuego  á  otro,  es  necesario  que  la  agresión  sea  la 
primera  sin  ser  provocada  por  ningún  acto  de 
hostilidad  ó  amenaza  por  parte  del  otro.  Se  acusa 
al  «Marqués  de  la  Habanas  de  haber  hecho  fuego 
de  fusilería  á  la  cSaratoga;»  lo  que  se  admite  ha- 
ber ocurrido  después  que  la  ".Saratoga"  le  había 
descargado  una  andanada  completa. 

"El  "Miramon"  antes  de  que  se  le  hiciera  fuego, 
disparó  un  cañonazo  cuyo  proyectil  tocó  al  "In- 
dianola."  El  ^'Mirainon'^  estaba  anclado  en 
puerto,  d  media  noche  y  víó  venir  tres  buques 
extranjeros  que  se  le  aproximaban;  dos  de  los 
cuales  habían  estado  al  servicio  de  un  enemigo 
conocido.  Nc  se  dio  ninguna  indicación  de  pala- 
bra o  por  señal  del  propósito  con  el  cual  iban,  ni 
había  razón  justificada  alguna  para  que  hubieran 
ido.  Se  TÍó  en  peligro  de  un  ataque  hostil,  intentó 
escaparse  y  se  le  ordenó  que  se  detuviera  de  una 
manera  que  claramente  indicaba  que  se  le  obli- 
garía á  obedecer  la  orden  por  la  fuerza.  ¿Puede 
decirse  que  el  hacer  fuego  en  estas  circunstan- 


—  52  - 

cias,  á  su  enemigo  supuesto,  es  una  primera  agre- 
sión que  lo  haga  un  pirata?  Troquemos  los  pape- 
les: Sí  la  "Saratoga"  hubiera  estado  anclada  y 
una  fuerza  superior  hubiera  venido  háciá  ella,  co- 
mo ella  lo  hizo  con  el  "Miramon"  habría  estado 
obligada  á  someterse  á  la  pesquisa  sin  resisten- 
cia? 

"Ciertamente  si  el  caso  se  invierte  la  condición 
legal  de  los  buques  mexicanos  sería  peor  de  lo 
que  es;  y  hay  evidencia  para  decir  fundadamente 
que  el  Comandante  Turner  pretendió  hacer  pes- 
quisa del  "iMiramon"  3»  es  enteramente  cierto  qtie 
lo  engañó  con  embozo  sin  más  antoridad  que  la 
que  dimana  de  la  lev  del  mAs  fuerte." 

(Firmado)  J.S.  Black. 

VIII. 

Si  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  hubiera 
sido  completamente  ajeno  á  los  piráticos  proce- 
dimientos del  Comandante  Turner,  ocasión  era 
aquelhi  de  demostrarlo,  activando  para  que  la 
Suprema  Corte  de  Justicia  despachase  pronto  el 
asunto  y  los  buques  capturados  á  Marín  volviesen 
al  servicio  del  Gobierno  conservador.  Pero  de- 
muestra plenamente  su  complicidad  en  ese  aten- 
tado, además  de  la  aprobación  hecha  por  Bucha- 
iian  ante  el  Senado,  de  la  conducta  de  Turner,  la 
indiferencia  calculada  con  que  dejó  correr  el 
tiempo,  cuando  aún  podían  ser  útiles  esos  buques 
á  la  causa  de  Miramon. 


En  efecto^  en  aquellos  días  Juárez  aún  perma- 
necía encastillado  en  Verácruz;  por  causa  de  las 
disputas  entre  Aramberri  y  Zuázua  y  la  muerte 
de  éste,  las  tropas  fronterizas  no  tomaban  parte 
en  la  contienda  y  sólo  era  temible  González  Or- 
tega, que  á  la  cabeza  de  nueve  mil  hombres  se 
acercaba  por  el  Bajío^  se  batía  en  Silao  con  las 
tropas  conservadoras,  y  quedaba  vencedor  debi- 
do á  la  equivocación  que  sufrieron  estas  tropas. 
Pero  el  general  juarista,  en  lugar  de  marchar 
directamente  sobre  México,  donde  había  pocos 
soldados,  del  que  le  hubiera  sido  fácil  posesionar- 
se }■  CU3-0  punto  en  un  principio  parecía  el  objeti- 
vo de  sus  miras,  pues  se  encontraba  reuniendo 
elementos  de  guerra  en  Querétaro  y  ocupaba  con 
sus  fuerzas  hasta  San  Felipe  del  Obraje,  á  los  co- 
medios de  Septiembre  se  dirigió  con  catorce  mil 
hombres  sobre  Guadalajara  donde  se  encontraba 
el  General  Don  Severo  del  Castillo. 

No  obstante  esos  elementos  de  que  disponía  la 
causa  juarista,  á  la  noticia  de  que  la  escuadri- 
lla de  Marín  ya  estaba  lista  para  continuar  el  si- 
tio de  Verácruz,  los  conservadores  habríanse  rea- 
nimado y  la  situación  política  cambiado  de  aspec- 
to. Pero  esto  no  podía  convenir  á  los  Estados 
Unidos,  interesados  en  el  triunfóle  los  liberales 
y  la^sentencia  de  la  Suprema  Corte  tardó  diez, 
años  en  pronunciarse. 

En  realidad  el  recurso  de  apelación  que  de  la 
sentencia  de  primera  instancia  se  interpuso,  'no 
fué  más  que  el  resultado    de  la   presión    ejercida 


-    54    — 

por  el  juez  II,  C.  IMilIs;  de  las  instancias  del  en- 
viado diplomático  de  Juárez,  .Sr.  Don  José  Maria 
Mata,  y  de  sus  amigos  ante  el  Gobierno  de  Was- 
hington, y  de  las  demostraciones  de  descontento 
de  los  oficiales  do  la  marina  norte-americana^  al- 
gunos de  cuj'os  miembros  estaban  tan  tristemente 
comprometidos  por  lo  de  Antón  Lizardo  y  habían 
sido  tratados  tan  dura,  pero  justamente^  por  un 
Juez  de  su  Nación. 

Las  personas  sensatas  d:-  los  Estados  Unidos 
mismos,  convenían  por  unanimidad,  en  que  esa 
apelación  no  había  sido  más  que  i:n  ardid  político 
puesto  en  juego  para  ganar  tiempo  y  ver  el  rum- 
bo que  tomaba  la  guerra  civil  de  ÍMéxico  y  ver  si 
se  evitaba  la  profunda  humillación  á  que  el  fallo 
de  un  juez  sometía  al  orgulloso  gobierno  y  parti- 
do demócratas  que  por  todas  partes  sufrían  con- 
trariedades y  que  no  querían  dejar  el  poder  que 
por  largos  años  habían  tenido  entre  sus  manos, 
después  de  sufrir  una  herida  tan  profunda  como 
la  que  á  su  amor  propio  se  infería,  devolviendo 
los  buques  capturados  y  haciendo  caer  sobre  sus 
servidores  la  infamante  nota  de  piratas.  (1) 

A  esas  razones,  y  á  esas  sujestiones  se  debió 
por  lo  tanto,  que  el  "Marqués  de  la  Habana"  y  el 
"Miramon"  no  fuesen  devueltos  en  tiempo  opor- 
tuno: el  Sr.  Mata  supo  encontrar  el  lado  vulnera- 
ble de  los  políticos    norlc-amcricanos  y    una  vez 

[1]  NQt;i  oficial  ik-l  Sr.  Marín  al  Ministro  de  Relacio- 
nes Exteriores  de  la  Ciudad  de  México,  de  fecha  '.20  de 
Agosto  de  1S60. 


encontrado  no  lo  dejó  de  la  mano,  debiéndose  á 
él  en  gran  parte,  además  de  la  interposición  del 
recurso  de  apelación,  la  demora  que  el  asunto  su- 
frió en  la  Corte,  con  lo  que  consiguió  que  los  bu- 
ques en  el  raal  estado  en  que  les  dejaron  las  ba- 
las 3-ank?es,  permaneciesen  en  Xueva  Orleans  y 
no  pudieran  volver  á  asediar  la  plaza  de  Vera- 
cruz. 

Por  aquellos  días  surgió  un  incidente,  que  co- 
mo relacionado  con  lo  de  Antón  Lizardo  debe 
aquí  darse  á  conocer.  Marín,  al  salir  de  la  Haba' 
na,  obedeciendo  las  órdenes  del  Gobierno  conser- 
^vador  y  no  pudiendo  llevar  en  sus  dos  buques  to- 
dos los  pertrechos  de  guerra  que  había  contrata- 
do, dejó  arreglado  que  con  posterioridad  se  le  en- 
viasen los  demás;  efectivamente  á  los  pocos  días 
fué  despachada  la  barca  mercante  española  tCon- 
cepcion:5,  cargada  de  armas  y  municiones  y  que 
ignorante  de  la  captura  de  los  otros  buques,  lle- 
gó á  las  aguas  mexicanas  con  tan  mala  fortuna 
que  incontinenti  cayó  en  poder  de  un  buque  jua- 
rista. 

Conducida  á  Veracruz  con  su  cargamento,  el 
juzgado  de  Distrito  principió  á  instruir  el  corres- 
pondiente proceso  y  retuvo  presos  á  los  tripulan- 
tes de  la  "Concepción»;  aquellos  trámites  eran  los 
naturales,  sin  embargo  dieron  margen  á  varias 
contestaciones  entre  el  gobieruo  de  Juárez  y  el 
jefe  de  los  buques  de  guerra  españoles  anclados 
en  Sacrificios. 

El  3  de  Agosto,  el  comandante  Arias,  de  la  fra- 


-  56  - 

gata  "Bereng-iiela"  en  la  que  había  llegado  el  em- 
bajador español  señor  Pacheco,  envió  una  comu- 
nicación al  gobierno  juarista  exigiendo  que  para 
la  una  de  la  tarde  del  día  4  fueran  puestos  en  li- 
bertad los  tripulantes  de  la  barca  "Concepción", 
se  devolviese  ésta  y  su  cargamento,  se  pagase  á 
los  dueños  del  buque  una  indemnización  por  la 
detención  que  éste  había  sufrido  y  se  sahidn^e  el 
pabellón  español  en  desagravio  de  la  ofensa  in- 
ferida con  la  captura.  En  caso  de  que  no  se  hicie- 
se lo  que  pedía  el  comandante  Arias,  amenazaba 
con  suspender  toda  comunicación  sobre  el  asunto 
y  con  hacer  responsables  á  las  autoridades  de 
Veracruz  de  las  consecuencias. 

Tales  exigencias  nada  tenían  de  justas,  pues  la 
captura  de  la  "Concepción"  era  procedente  en 
derecho^  así  como  el  juicio  que  se  le  seguía.'  el  Mi- 
nistro Kmpáran  contestó  al  comandante  Arias  que 
como  el  asunto  se  hallaba  bajo  el  conocimiento 
de  los  tribunales,  sólo  podía  decirle  que  en  cuanto 
éstos  lo  fallasen  tendría  el  gusto  de  comunicarle 
él  fallo:  no  se  satisfizo  con  esto  Arias  y  contestó 
dando  un  plazo  de  veinticuatro  horas  para  que  el 
gobierno  de  Juárez  volviese  sóbrela  intimación 
liccl'.a. 

De  ahí  al  bombardeo  de  Veracruz  y  Uliía  por 
los  buques  españoles  no  mediaba  más  de  un  paso 
pues  ni  había  razón  para  que  Juárez  cediese  cuando 
tenía  la  razon^  ni  era  creíble  que  el  comandante 
español,  justamente  irritado  aún  por  la  captura 
del  "Marqués  de  la   Habana"  hecha  por  instiga- 


cíon  del  gobierno  juarista,  dejase  de  llevar  al  te- 
rreno de  la  práctica  las  amenazas  proferidas,  aun- 
que es  dudoso  que  las  escuadras  inglesa  y  norte- 
americana, cuyos  comandantes  eran  notoriamen- 
te adictos  al  partido  liberal^  hubieran  presencia- 
do impávidas  el  bombardeo  de  Veracruz  y  Ulúa. 
Lo  cierto  es  que  empezaron  á  tomarse  precau- 
ciones para  resistir  el  ataque  que  se  esperaba:  en 
la  misma  noche  del  día  3  se  montaron  unas  trein- 
ta y  cuatro  bocas  de  fuego  en  el  baluarte  de  la 
Concepción  y  en  el  castillo  de  Ulúa,  y  otras  en  el 
fuerte  de  Santiago,  desartillándose  el  de  los  Ge- 
melos que  no  podía  utilizarse  para  la  defensa^  se 
enviaron  á  Ulúa  dos  compañías  del  batallón  de 
Tiíxpan,  el  de  Oaxaca,  dos  compañías  de  artille- 
ros y  una  del  fijo  de  Veracruz.  Estos  preparati- 
vos causaron  bastante  alarma  en  la  población  3' 
una  comisión  de  comerciantes  se  acercó  al  Pre- 
sidente con  el  fin  de  dar  un  sesgo  pacífico  al 
asunto. 

D.  Benito  Juárez  cedió  en  parte,  poniendo  en 
libertad  á  media  noche  á  los  tripulantes  de  la 
«Concepción»,  los  cuales  salieron  al  siguiente  día 
para  la  Habana  en  el  vapor  de  guerra  "Isabel", 
que  también  llevaba  la  contestación  de  Juárez  á 
la  intimación  de  Arias. 

Algunos  días    después    el  Juzgado    de  Distrito 
falló  declarando  buena  presa  la  barca    «Concep- 
ción" y  su   cargamento;    dado    conocimiento    del 
fallo  á  Arias,  éste  se  limitó  ya  á  ponerlo  en  cono- 
Estudios  históricos.— S.   . 


—  58  — 

cimiento  del  Capitán  ge  ncral  dé  la  Isla    de  Cuba 
y  á  esperar  órdenes. 

Así  terminó  el  episodio,  que  pudo  haber  tenido 
graves  consecuencias  para  el   partido  juarista 

L\. 

No  siendoya  necesa'ia  la  presencia  del  Sr.  Ma- 
rín en  Nueva  Orleans  para  otras  diligencias  judi- 
ciales, después  de  la  sentencia  de  primera  instan- 
dia^  se  dirigió  este  señor  [I]  á  la  Habana  en  es- 
pera de  la  resolución  que  debía  dictar  la  Supre- 
ma Corte  de  Justicia  de  los  listados  Unidos.  Ya 
antes  habían  vuelto  á  Cuba  los  marinos  del  "Mar- 
qués de  la  Habana  >  y  gran  parte  de  los  del  "Mi- 
ramon." 

Escogió  Marín  la  Habana  como  punto  de  resi- 
dencia, tanto  por  la  mayor  facilidad  de  comuni- 
caciones con  México  que  había  ahí,  como  para 
estar  listo  en  cualquier  momento  dado  que  su  go- 
bierno necesitase  de  sus  servicios;  además,  en 
tal  determinación  influyó  la  circunstancia  de  que 
las  obligaciones  contraídas  por  el  Gobierno  con- 
servador para  la  compra  de  los  buques  y  arma- 
mentos debían  de  tener  su  cumplimiento  ea  aque- 
lla ciudad  y  estar  próximo  el  vencimiento  délos 
plazos.  I. os  pagos,  como  ya  dijimos,  se  hicieron 
con  puntualidad,  no  obstante  las  penurias  del  Go- 
bierno conservador,  con  intervención  en  la  Haba- 
na de  D.  Diego  de  la  Lastra,  antiguo    cónsul  es- 

[11  Id,  id,  fechada  en   la  Habana  el  .0  de  Agosto  de 
1800. 


-  59  —       ■ 

pañol  en  Taiupico,  y  de  la  famosa  casa  dejecker' 
establecida  en  México. 

Durante  los  trámites  del  juicio,  el  "General  Mi- 
ramon"  y  el  "Marqués  de  la  Habana",  quedaron 
bajo  la  estrecha  custodia  y  responsabilidad  del 
Marshall  de  Nueva  Orleans,  J.  M.  Kennedy;  pero 
este  funcionario,  ya  fuese  que  recibiese  órdenes 
superiores  para  ello,  como  es  lo  más  probable;  ya 
que  temiese  que  el  juicio  dilatara  por  causa  de  la 
guerra  civil  que  todo  el  mundo  consideraba  inmi- 
nente desde  el  momento  en  que  se  supo  á  ciencia 
cierta  la  derrota  de  los  demócratas  en  las  elec- 
ciones presidenciales,  lo  cierto  es  que  para  librar- 
se de  responsabilidades  y  evitar  más  gastos  y 
más  deterioro  de  los  vapores,  pidió  y  obtuvo  por 
conducto  de  Mr.  H.  C.  Mills  el  permiso  correspon- 
diente para  proceder  á  la  venta  en  pública  subas- 
ta, como  es  de  verse  en  el  auto  pronunciado  por 
el  Juez  J.  A.  Campbell  en  21  de  Diciembre  de.  .  . . 
1860.  En  consecuencia,  el  "Writ  of  Venditione 
Expenses^  se  anunció  en  el  Dalta,  periódico neor- 
leancs,  señalándose  para  ello  el  15  de  Enero- 
próximo. 

No  obstante  la  protesta  que  contra  tal  determi- 
nación elevó  el  Sr.  Marin,  los  vapores  "General 
Miramon"  y  Marqués  de  la  Habana"  fueron  rema- 
tados en  la  cantidad  de  .$31,329  S8  es.  (1.)  que  se- 


[t]  Xo  obstnnlc  l:\s  averías  que  sufrieron  durante  el 
combate  v  en  los  nutv?  meses  cjiíe  penrianecieron  en 
Nueva  Orleans,  la  cantidad  anterior  fuú sin  dud.i  insigni- 
licantc,  pues  según  los  documentos  que  hemos  tenido  A  la 
vista,  el  "Miramon'»  costó  $75,000  y  el  «Marqués  de  la  Ha- 


-  60  — 

gún  constancias  existentes  en  el  protocolo  del 
juzgado  (1)  se  depositó  en  poder  de  dicho  Juzga- 
do. De  esa  suma,  y  contra  lo  expresamente  deter- 
minado en  la  sentencia,  se  mandaron  pagar  los 
honorarios  de  los  peritos  valuadores,  los  del  in- 
térprete y  otros  pequeños.  Estos  últimos  actos 
fueron  el  colmo  de  lu  serie  de  atentados  cometi- 
dos por  los  marinos  y  autoridades  de  los  Estados 
Unidos  en  este  asunto,  pues  indudable  es  que  es- 
tando aún  pendiente  el  juicio  ante  la  Suprema 
Corte,  no  era  muy  expedito  para  el  Tribunal  in- 
ferior, di^pyner  por  sí  y  ante  sí  délos  buques  y 
su  cargamento,  que  de  suponer  es  que  estuvieran 
ú  disposición  de  la  Corte.  (2) 

.  Estalló  la  guerra  civil  el  12  de  Abril,  con  el 
bombardeo  del  fuerte  Sumter  en  Charleston  y  la 
retirada  del  General  Beauregard,  y  siguió  un  lar- 
go período  de  lucha  que  estuvo  á  punto  de  aca- 
bar con  la  Union  Norte-americana;  durante  este 
tiempo,  la  Corte  no  falló,  abstraída  por  negocios 


baña"  850,000,  además  de  lo  frastado  ''n  armas,  pertrechos 
^- municiones,  de  que  se  apodcraroi.  ios  Esiados  Unidos, 
y  que  importó  una  suma  considerable. 

[\[  Minuta  de  23  de  Enero  de  1S61. 

(2]  Para  terminar  de  una  vez  la  historia  de  esos  dos 
buques,  agreírarcmos  que  durante  algún  tiempo  estuvie- 
ron sirviendo  en  la  marina  mercante,  con  bandera  de  los 
Estados  Unidos,  hasta  la  Opoca  de  la  jjucrra  de  diez  años 
de  Cuba,  en  la  que  sp.crun  una  versión  que  corre  con  mu- 
cha validez  en  la  costa,  el  «Miramon»  se  dedicó  A  llevar 
armas, 1  los  ciibann^  rebelados,  con  el  nombre  de  «Virgi- 
nius».  Su  captura  por  el  vapor  de  jiuerra  espaiTol  «Tor- 
nado», dióle  algruna  celebridad  por  las  dificultades  que 
surgieron  entre  España  y  Estados  Unidos, y  que  estuvie- 
ron &  pique  de  ocasionar  una  ffuerra  entie  las  dos  nacio- 
nes 


-  61-^ 

más  importantes;  ha^ta  1870,  época  en  que  la  re- 
volución separatista  estaba  hasta  olvidada  y  en 
que  Juárez  nada  tenía  que  temer  de  Miramon  y 
del  partido  conservador  que  había  quedado  ani- 
quilado en  el  Cerro  de  las  Campanas,  fué  cuando 
la  Suprema  Corte  de  los  Estados  Unidos  se  acor- 
dó del  asunto  de  Antón  Lizardo  y  en  2  de  Junio 
de  ese  año  dictó  su  fallo,  en  el  que  después  de  exa- 
minar ampliamente  los  derechos  y  alegatos  de  las 
partes,  confirmó  la  sentencia  del  inferior  en  es- 
tos términos: 

"Por  las  razones  que  oralmente  se  han  expues- 
to, se  ordena,  sentencia  y  decreta  que  el  juicio 
rendido  por  el  Juzgado  de  Distrito  el  25  de  Junio 
de  1860  por  el  cual  se  desechan  los  libelos  de  in- 
formes }•  ^(^  ordena  la  restitución  de  los  buques  y 
sus  cargamciilos  á  los  reclamantes,  sin  costas,  se 
cumpla,  lo  cual  se  confirma  por  el  presente,  ha- 
ciendo dicho  juicio  suj-o,  este  Tribunal." 

Xo  obstante  los  términos  tan  explícitos  de  este 
fallo,  no  se  iia  cumplido  aún  con  esa  ejecutoria,  y 
todavía  es  eficaz  y  puede  pedirse  su  cumplimiento. 
-Como  por  esa  época  funcionaba  en  Washing- 
ton la  comisión  mixta  de  reclamaciones,  creada 
en  virtud  de  la  Convención  de  4  de  Jul'o  de  1868, 
el  Sr.  Marín  se  presentó  ante  esa  Comisión  el  30 
de  Diciembre  de  1870,  exponiendo  en  un  largo 
memorial  los  hechos  que  hemos  Jado  á  conocer, 
enumerando  las  injurias  y  vejaciones  de  que  fué 
víctima,  inferidas  por  funcionarios  y  militares  nor- 
te- americanos  y  las  razones  que  tenía  para  exigir 


-  62  - 

una  indemnización.  "El  memorialista  hace  presen- 
te, dice  ese  documento,  que  su  captura  y  prisión 
en  1860  le  impidieron  dedicarse  á  toda  ocupación 
activa  y  echaron  una  mancha  sobre  su  reputa- 
ción, por  lo  cual  se  ha  hecho  acreedor  á  una  par- 
ticular y  señalada  indemnización.  Expuso  además 
su  salud  y  cree  firmemente  que  produjo  esto  muy 
mal  efecto  sobre  su  mujer,  la  madre  de  sus  hijos, 
hasta  tal  punto  que  cuando  ella  supo  la  noticia  de 
su  prisión  y  se  le  dijo  que  el  reclamante  era  un 
pirata  y  que  lo  iban  á  ahorcar  como  á  tal  en 
unión  de  sus  hijos,  se  enfermó  gravemente  y  poco 
después  murió. 

"El  memoralista  dice  además  que  el  audaz, 
inaudito  y  brutal  tratamiento  que  individualmen- 
te tuvo  que  sufrir  de  manos  de  los  oficiales  de  la 
armada  Americana,  que  lo  degradaron  á  los  ojos 
del  mundo  civilizado,  é  interrumpieron  todas  las 
esperanzas  de  su  vida le  da  un  legítimo  de- 
recho para  reclamar  del  Gobierno  americano  la 
indemnización  correspondiente,  por  cuanto  los  au- 
tores de  los  ultrajes  cometidos  fueron  oficiales  en 
servicio  regular  y  activo  de  los  Estados  Unidos. 
El  reclamante  pide  que  se  le  abone  como  tal  in- 
demnización la  suma  de  300,000  pesos,  la  cual  es 
un  equivalente,  en  realidad  poco  adecuado,  si  se 
consideran  bien  los  sufrimientos  y  privaciones  á 
que  se  vio  sometido  en  consecuencia  de  los  expre- 
sados actos  de  violencia  de  la  escuadra  America- 
na bajo  las  órdenes  del  Comandante  Turner,  se- 
gún queda  explicado." 


-  63  - 

Probados  plenamente  los  hechos,  llegó  el  mo- 
mento en  que  los  comisionados  pronunciasen  su 
fallo  cuando  5-a  el  señor  Marin  había  fallecido, 
y  aunque  de  común  acuerdo  desecharon  ambos  la 
reclamación,  importa  conocer  las  razones  que  tu- 
vo en  cuenta  cada  imo  de  ellos. 

El  comisionado  de  México,  Sr.  Lie.  Manuel  Ma- 
ría de  Zamacona,  fundó  su  voto  en  estas:  "La 
prueba  demuestra  y  es  de  notoriedad  histórica 
que  aunque  un  buque  de  la  Armada  Americana 
tomó  parte  en  la  irregularidad  de  estos   actos,  la 

PARTE  PRINCIPAL  FUÉ  OBRA  DEL  GOBIERNO  DE  MÉXICO 
QUE  PREPARÓ  LA  CAPTURA  DE  LOS  BUQUES  EN  CUES- 
TIÓN É  INSTIGÓ  LOS  PROCEDIMIENTOS  CONTRA  LOS  QUE 
LOS  HABÍAN  TRAÍDO 

"El  Gobierno  que  ocupaba  á  Veracruz  en  1860 
es  considerado  en  la  jurisprudencia  de  esta  Co- 
misión como  el  Gobierno  legítimo  de  México,  y 
puesto  que  ese  poder  tomó    mucha  mayor  parte  y 

RESPONSABILIDAD   QUE  LOS    OFICIALES    DE     LA  ARMADA 

americana  en  los  actos  á  que  se  refiere  esta  re- 
clamación, ningún  Gobierno  de  México  tomará 
esta  reclamación  bajo  su  protección.  Puede  ob- 
tener más  ó  menos  justicia  por  la  vía  legal  ante 
los  Tribunales;  pero  la  puerta  de  fundamento  in- 
ternacional le  está  cerrada,  porque  la  República 
Mexicana  está  impedida  para  tomarla  bajo  su 
protección." 

El  comisionado  de  los  Estados  Unidos,  señor 
Wadsworth,  por  su  parte  dijo: 

"Míramon  fué  fusilado  por  el   Gobierno   de  Mé- 


-  64  - 

xico;  pero  el  Contra-almirante  de  Miramon  vive 
y  el  Gobierno  de  México  presenta  aquí  una  re- 
clamación contra  los  Estados  Unidos  de  $300,000 
por  el  arresto  y  prisión  de  dicho  Contra-almi- 
rante. 

"Cuando  se  reflexiona  que  el  Presidente  Juá- 
rez que  iba  á  ser  sitiado  en  Veracruz  por  el  Ge- 
neral Miramon  por  tierra  y  por  el  Contra-almi- 
rante Marin  por  mar,  urgió  al  Capitán  Jerwis  del 
buque  de  guerra  de  los  Estados  Unidos  "Sa- 
vannah"  que  capturase  á  Marin  que  &e  espera- 
ba diariamente  [véase  carta  del  Capitán  Jerwis 
de  Marzo  3,  1860]  y  que  lo  había  declarado  pi- 
rata por  un  decreto,  no  podemos  menos  de  sor- 
prendernos con  la  pretensión  de  esta  reclamación, 
íín  este  lugar,  por  el  Gobierno  [1] 

"Esta  captura  de  la  expedición  naval,  lieclia 
por  instigación  del  Gobierno  de  Juárez  y  desa- 
probada por  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos, 
fué,  en  el  lenguaje  expresivo  del  viejo  Cromwell 
UNA  CORONADA  MERCED  Á JUÁREZ  Y  DE 
BILITÓ  AL   GOBIERNO  DE   MIRAMON.    El  re- 

[1]  Esa  sorpresa  era,  cuando  menos,  lont'-i.  El  comi- 
sionado Wadsworth  debía  de  comprender  que  no  por  el 
mero  hecho  de  que  algún  quejoso  presentase  una  recla- 
mación, ya.se  suponía  que  la  patrocinaba  ti  Gobierno  res- 
pectivo: presentada  una  reclíimacion  tL-nia  que  tramitar- 
se y  resolverse,  ya  aceptándola,  ya  rechazándola.  Du- 
rante lodo  el  ti«nipo  que  funcionóla  comisión  mixta.no 
se  dió  el  caso  de  quf  el  comi>ionado  de  Míxico  aceptase 
una  reclamación  infundada;  en  camliio  el  de  los  Estados 
Unidos  acogió  las  de  Weill  y  la  Abra  que  no  fueron  más 
que  una  gran  estafa y  aún  no  devuelven  los  Está- 
tíos  Unidos  el  dinero  que  recibieron. 


—    DO    — 

clamar  ahora  por  la   prisión  y   arresto  de   Marin 
no  es  equitativo  y  no  puede  permitirse. 

"Decido  que  el  Gobierno  mexicano  está  deteoi 
do  por  sus  propios  actos.    El  Gobierno    no  puede 
negar    que    I^Iarin    fué    un  pirata  después    de  de- 
cretarlo así.    Xo  se  puede  quejar  contra  los  Esta 
dos  Unidos   después    de    haber  ixstig.\do   ilegal 
MENTE  á    sus    oficiales    para    arrestar  á    Marín  y 
MANDADO  SUS    ALTOS    FUNCIONARIOS  PA- 
RA AYUDAR  AL  ARRESTO,    y    tal   vezpropor- 
'cionar  el  "Indianola"  y  el   AVave^  para  la  consu- 
mación del  hecho. 

"A  no  ser  que  el  Gobierno  mexicano  pueda  pre- 
sentar una  queja  justa  contra  los  Estados  Unidos 
por  daños  causados  por  los  oficiales  navales  de 
los  últimos  á  su  eneciigo  rebelde  Marin,  no  es  po- 
sible que  éste  pueda  pedir  aquí  indemnización; 
pues  no  puede  presentar  uaa  queja. 

'Los  procedimientos  son  aquí  entre  los  dos  Go- 
biernos; las  decisiones  son  á  favor  de  los  gobier- 
nos sobre  la  teoría  de  que  han  *sido^  perjudicados 
por  la  violación  de  la  propiedad  en  las  personas 
de  sus  ciudadanos.  (1)  No  veo  cómo^México  pue- 
de alegar  tal  perjuicio  á  sus  derechos  soberanos 
sobre  el  arresto  de  un  pirata  !'2i  cuyo  arresto  iu^- 


[1]  Si  sólo  bajo  este  concepto  t-c;  viera  el  .'asunto, 'Ma- 
rín tenía  derecho  á  que  el  Gobierno  mexicano  patrocina- 
ra la  reclamación,  pero  había  la  circustancia  de  que  ese 
mismo  Gobiernofuó  el  instigador  de  ios  hechos'  causa  de 
la  reclamación.  ' 

['2J  Wadworth  olvidaba 'aU  :  plicar'!  esta' palabra  que 
un  tribunal  norteamericano  había  absuclto  i  Marin  del 
tremendo  cargo  de  pirata. 

Estudioi  histór¡cos.-9. 


--  66  - 

tigó  Y  AYUDÓ  Á  ASEGURAR.  En  este  estado  del  ca- 
so es  necesario  preguntar  silos  oficiales  navales 
de  los  Estados  Unidos  á  bordo  de  los  vapores,  se 
justifican  ó  no  por  la  ley  pública  arrestando  á  Ma- 
rín (1)  puesto  que  hasta  donde  concierne  al  Go- 
bierno mexicano,  se  les  autorizó  y  realmente  se 
les  instigó  para  hacer  la  captura." 

El  señor  Zamacona  procedió  con  lógica  al  no 
aceptar  la  reclamación  de  Marin,  dadas  las  prue- 
bas rendidas  por  los  Estados  Unidos,  que  pusie- 
ron en  evidencia  la  conducta  de  Juárez  que  fué  el 
principal  autor  de  la  captura  de  los  buques  con- 
servadores; en  cuanto  al  comisionado  Wadworth 
estuvo  inconveniente  en  su  dictamen  en  el  que  en- 
contró ocasión  de  decir  unos  cuantos  piropos  á 
Marin  y  al  Gobierno  mexicano. 


Intencionalmente  hemos  sido  parcos  en  nues- 
tras apreciaciones  sobre  el  atentado  de  Antón 
Lizardo  y  nos  hemos  extendido  en  la  publicación 
de  documentos;  con  este  procedimiento  y  teniendo 
en  cuenta  que  esos  documentos  proceden  de  fuen- 
tes nida  sospechosas,  se  tendrá  una  idea  clara  y 
exacta  le  que  lo  que  sucedió  en  el  fondeadero  de 


(')  No  se  justificaroii,  por  «-I  cuntrririo,  se  acieililaron  6 
piratas  6  de  venales,  dcjáidose  comprar. 


—  67    - 

Antón  LizurdOj  no  fué  tan  «encillo  como  el  par- 
tido liberal  quiere  hacerlo  aparecer. 

Instigando  á  buques  estranjeros  para  que  en 
aguas  mexicanas  apresaran  unas  naves,  el  Go- 
bierno de  Juárez  permitió  que  la  independencia,  la 
soberanía  y  la  dignidad  nacionales  fuesen  ultra- 
jadas por  soldados,  oficiales  y  buques  de  los  Es- 
tados Unidos,  traicionó  á  la  patria  supuesto  que 
atentó  contra  su  soberanía,  y  la  humilló  llamando 
á  mercenarios  extranjeros  que  le  ayudasen  y  que 
trataron  con  el  más  profundo  desprecio  á  mexi- 
canos; que  derramaron  sangre  mexicana,  pues 
compatriotas  eran  los  heridos  que  hubo  á  bordo  del 
"Miramon;"  y  los  cuales  extranjeros  conservan 
entre  los  trofeos  quitados  d  México,  las  bande- 
ras de  este  buque. 

Creemos  que  con  la  publicación  de  este  estu- 
Eio,  nadie  se  atreverá  á  negar,  como  hace  poco 
ha  sucedido,  que  los  juaristas  tuvieron  participio 
en  ¡o  de  Antón  Lizardo;  que  esa  inten'encioa  de 
Turner  desbarató  por  completo  los  planes  de  Mi- 
ramon (\)  como  lo  confiesa  una  obra  escrica  por 
un  conocido  liberal  y  dio  gran  ánimo  á  los  juaris- 
tas; nadie  volverá  á  decir  que  Marin  fué  un  pira- 
ta y  que  el  comandante  del  "Saratoga"  obró  bien; 
no  ha  sido  ese  atentado  una!  arma  de  partido  co- 
mo han  pretendido¿hacerlo  creer  los  que  ignoran- 
do  la  verdad  histórica  ó   abundando  en  mala  fé, 


(1)    México  (i  íravÉá  de  tos  siglos,    'lomo  \'.,  pág.  141. 


-  68  - 

sólo  han  querido  ver  en  él  uu  suceso  insignifican- 
te y  sin  grandes  consecuencias   (1) 

No  fué  en  Silao  ni  en  Calpuláipam  donde  quedó 
vencido  el  partido  conservador  sino  en  Antón  Li- 
zardo,  y  no  fueron  los  soldados  de  González  Or- 
tega y  Zaragoza  los  que  lo  derrotaron  sino  los 
marinos  á  las  órdenes  de  Turner. 

El  partido  juarista,  batido  por  todas  partes  por 
Miramon,  Castillo,  Márquez,  Xegrete,  Robles,  Cha- 
cón^ etc.,  no  tenía  á  principios  del  año  de  1860 
ninguna  población  de  importancia  y  su  directorio 
se  hallaba  circunscrito  á  la  plaza  de  Veracruz  y 
puntos  inmediatos  y  no  era  reconocido  más  que 
por  los  Estados  Unidos.  Por  causa  del  tratado  Mac 
Lane-Ocampo  que  en  esos  días  estaba  pendien- 
te de  ratificación  ante  el  Senado  Norteamerica- 
no, y  del  cual  vamos  á  ocuparnos  en  las  siguien- 
tes páginas,  la  opinión  pública  en  todo  el  país  se 
había  declarado  de- una  manera  muy  uniforme  en 
contra  de  las  doctrinas  liberales  que  sólo  produ- 
cían como  amargo  fruto  la.  pérdida  de  parce  de 
nuestro  territorio' y  acaso  la  de  nuestra  Indepen- 
dencia. 

Para  acabar  de  una  vez  con  esas  tendencia ^ 
patricídas  y  dar  fin  á  la  sangrienta  guerra  civil 
que  aniquilaba  á  la  nación,  sólo  se  necesitaba  el 
esfuerzo  que   hizo  el   Gobierno  conservador  para 

[11  Este  ESTUDIO  fui  publii-.idoen  el  periódico  "El  Tiem- 
po,'" en  1895,  y  reproducido  por  otras  publicaciones  de  los 
Estados;  no  "obstante  esa  publicidad,  nadie  hasta  ahor;! 
[1897]  hkcujprcndido  la  tarca  de  refutarlos. 


-  69  — 

estrechar  el  sitio  de  Veracruz  por  tierra  y  mar. 
En  circunstancias  tan  angustiadas  para  el  parti- 
do constitucionalista,  el  atentado  que  cometió 
Turner  y  la  decidida  protección  que  le  impartió 
el  presidente  Buchanan,  dieron  la  vida  á  ese  par- 
tido, y  una  serie  de  desgracias  como  la  de  Silao  ó 
defecciones  como  la  de  la  caballería  en  Calpu- 
lálpam,  le  abrieron  las  puertas  de  la  Capital;  pe- 
ro no  le  dieron  el  triunfo  definitivo,  pues  aún  con- 
tinuó la  lucha. 

Y  profundizando  un  poco  más  se  ve  que  los  su- 
cesos de  Antón  Lizardo  tuvieron  consecuencias 
más  graves  de  lo  que  pudiera  creerse:  ellos  traje- 
ron la  intervención  europea.  Ellos  pusieron  de 
manifi  esto  que  las  ideas  de  Buchanan  expresadas 
ante  las  Cámaras  en  su  mensaje  de  4  de  Diciem- 
bre de  1859  y  las  tendencias  no  disimuladas  de  los 
demócratas  sobre  una  intervención  norteameri- 
cana en  México,  ne  se  reducían  á  meras  teorías 
sino  que  empezaban  á  traducirse  en  hechos:  An- 
tón Lizardo  y  el  tratado  Mac-Lane  hicieron  ver  á 
laEuropa  y  álos  conservadores  amantes  de  su  pa- 
tria, que  la  independencia  de  México  estaba  ame- 
nazada y  fué  entonces  cuando  se  pensó  en  un  re- 
medio radical  que  salvase  á  la  Xacion  en  peligro 
y  cuando  se  recordaron  ciertas  combinaciones  ya 
olvidadas. 

El  triunfo  del  partido  demagogo  y  los  desacier- 
tos que  cometió,  precipitaron  los  acontecimientos 
y  determinaron  laintervencion  europea,  que  cuan- 
do sea  estudiada  detenidamente  en   sus  caussB 


-  70  - 

quedará  demostrado  plenamente   que  se  debió  al 
partido  liberal. 

El  nombre  de  Antón  Lizardo  quedará  indele- 
ble en  las"  páginas  de  nuestra  historia  como  un 
borrón  para  ese  partido,  que  nada  ni  nadie  podrá 
desvanecer.  (1) 


(1)  Numerosos  fueron  los  comentarios  que  la  prensa  de 
América,  y  Europa  hizo  del  suceso,  pero  por  más  acerta- 
dos que  ellos  fueran,  resultarí¿in  pálidos  ante  los  docu- 
mentos que  hemos  publicado  y  que  hacen  por  completo 
la  luz  en  ese  apunto.  Foresta  i-azon  no  hemos  creído  ne- 
cesario publicar  esos  comentarios, puescon  lo  escrito  bas- 
ta para  poder  apreciar  en  todo  sti  alcance  los  sucesos 
de  Antón  Lizardo. 


i 


EL  TRATADO  MAC  LA.VE-OCAMPO. 


í. 
^X  el  año  de  1859,  México  atravesaba  per 
una  situación  demasiado  crítica:  la  gue- 
rra de  tres  años  ardía  en  el  país  y  aun- 
que no  con  la  intensíJaJ  que  el  año  anterior  y  en 
el  siguiente,  era  bastante  asoladora.  El  gobierno 
emanado  del  Plan  de  Tacubaya^  y  al  que  presta- 
ban su  apoyo  los  mejores  militares  del  antiguo 
ejército  de  línea  que  formara  el  General  Santa- 
Anna.  había  conseguido  hacerse  obedecer  en  la 
mayor  parte  del  territorio  nacional.  Los  repetidos 
triunfos  de  Osollo,  Miramon,  Márquez,  Castillo, 
Callejo^  Echagaray,  Robles  Pezu^la,  etc.,  habían 
aniquilado  y  desbaratado  los  ejércitos  liberales 
levantados  á  costa  de  grandes  trabajos. 

Las  naciones  extranjeras,  siguiendo  la  regla  de 
conducta  que  se  habían  impuesto  de  reconocer  á 
los  gobiernos  de  hecho,  reconocieron  sin  excep- 
ción al  gobierno  tacubayista  que  era  el  que  más 
elementos  tenía  para  poder  pacificar  el  país;  y  re- 
cibieron á  los  enviados  diplomáticos  que  éste  acre- 
ditó en  diversas  naciones. 

Las  únicas  poblaciones  de  importancia    que  en 


-  72  - 

su  poder  tenían  los  juaristas  ó  constitucionalistas 
eran:  Morelia,  donde  el  Gral.  D.  Epitacio  Huer- 
ta se  había  hecho  fuerte;  Veracru^,  en  la  que 
mandaba  el  Gobernador  Gutiérrez  Zamora  y  en  la 
que  estaba  refugiado  D.  Benito  Juárez,  y  las  de 
los  Estados  de  Nuevo  León  y  Coahuila,  donde 
D.  Santiag-o  Vidaurri  era  una  especie  de  cacique 
absoluto.  Después  de  las  continuas  derrotas  de 
los  liberales,  esos  Estados  iueron  el  núcleo  en 
donde  se  organizaban  las  expediciones  que  reco- 
rrían los  Estados  de  Zacatecas7San  Luis  Potosí, 
Tamaulipas  y  otros;  sin  embargo,  las  fuerzas  fron- 
terizas nunca  llegaron  á  penetrar  hasta  el  centro 
de  la  República  y  aun  llegaron  á  no  ser  temibles 
cuando  estalló  la  desunión  entre  sus  jefes. 

El  Gobierno  que  se  daba  el  título  de  Constitucio- 
nal lo  ejercía  el  Lie.  D.  Benito  Juárez,  desde  el 
íl  de  Enero  de  1858,  en  que  subió  á  él  en  virtud 
de  haberle  hecho  entrega  del  poder  Comonfort,  al 
ser  desconocido  por  los  jefes  del  movimiento  de 
Tacubaya  á  causa  de  su  conducta  débil.  'Juárez 
con  sus  ministros  no  pudo  establecerse  en  ninguna 
parte,  pues  la  expansión  que  desde  un  principio 
tuvo  el  Plan  de  Tacubaya  lo  obligaba  á  andar 
errante  siempre,  lo  que  le  valió  el  apodo  de  la  fa- 
milia enferma:  (1)  no  pudo  establecerse  en  Que- 
rétaro  }'■  Guanajuato;  llegó  á  la  capital  de  Jalisco, 
donde  el  pronunciamiento  de  una  Jparte  de^  la 
guarnición  puso  en   grave  riesgo  la  libertad  y  la 

[1]    Este    mote  le  provino  de  que  Juárez  y  los   Minis- 
tros caminaban  en  una  diligencia  cuidadosamente  cerra- 


-   /3  - 

vida  de  Juárez  y  sus  ministros;  mas  la  presencia 
oportuna  de  Landa,  á  la  sazón  que  hablaba  á_los 
soldados  amotinados  D.  Guillermo  Prieto,  los  sal- 
vó, (1)  y  Landa,  no  considerando  suficientes  susfuer- 
zas  para  resistir  al  General  Parrodi,  que  se  acer- 
caba, dejó  en  libertad  al  Gobierno  liberal  {2)  que 
tampoco  pudo  sostenerse  y  que  eraig^ró  á  Colima. 
Pero  permaneciendo  alli,  se  exponía  á  caer  en 
manos  de  los  conservadores  y  á  que  acabara  el 
ficticio  poder  que  ejercía  y  el  que,  si  hemos  de 
creer  á  un  modernísimo  autor,  (3)  «se  propuso 
conservar  toda  su  vida  y  jamás  exponerse  á  peli- 
gro alguno;"  determinó  por  lo  tanto  pasar  á  Vera- 
cruz,  donde  tenía  el  recurso  de  poderse  comunicar 
rápida  y  constantemente  con  los  Estados  Unidos; 
invistió  de  facultades  extraordinarias  á  D.  Santos 
Degollado,  y  se  embarcó  en  Manzanillo  el  14  de 
Abril  en  el  vapor  "Estins/'  llegando  á  Panamá  el 
18  del  mismo  mes. 

El  hombre  que  representaba  la  legalidad  consti- 
tucional, debía,  siguiendo  los  preceptos  del  Códi- 
go  que  pretendía '  sostener,    haber    permanecido 


da  V  custodiada;  cuando  alsrunas  personas  se  acercaban 
en  feusca  de  noticias  de  México,  se  les  contestaba  que  iba 
una  familia  enferma  y  que  no  se  le  podía  hablar. 

(1)  Este  suceso'cada  día  se  relata  desfigurándolo  más 
las  obras  qucla  refieren.  Uno  de  estos  estudios  lo  dedica- 
remos á  ese  acontecimiento. 

[2]  El  premio  que  de  esta  acción  recibió  eÜCoronel 
Landa,  fué  que  se  le  fusilara  por  orden  de  Zuazúa  cuan- 
do este  Jefe  ocupó  á  Zacatecas. 

[3]  J.  A.  R'E\r.^.—Xocioites  Elementales  de  Historia 
Patria.    Páp.  i05. 

Estudios  históricos.— 10. 


-  74  - 

siempre  en  el  territorio  mexicano;  pero  éi  no  lo 
juzgó  así  y  rompió  todos  sus  títulos,  permanecien- 
do algunos  días  en  tierra  extranjera.  No  sabemos 
por  qué  razón  hasta  ahora  ningún  escritor  ha  fija- 
do su  atención  en  esta  circunstancia  tan  impor- 
tante, que  dejaba  sin  jefe  al  partido  liberal,  y  que 
reducía  á  lanada  la  personalidad  política  deD.Be 
nito  Juárez:  desde  el  11  de  Abril  de  1858  dejó  de 
ser  Presidente  Constitucional  al  abandonar  las  pla- 
jeas y  las  aguas  mexicanas;  el  único  jefe  que  que- 
daba era  D.  Santos  Degollado,  el  que  á  su  vez 
delegó  facultades  en  Vidaurri,  éste  las  pasó  á 
Zuazúa,  Zuazúa  á  un  tal  Aranda,  casi  desconocí, 
do,  de  manera  que  la  llamada  legalidad  ejercida 
por  un  Presidente,  fué  derivando  y  declinando 
hasta  llegar  á  manos  de  un  simple  jeíe  de  gue- 
rrillas ó  de  un  general  sin  soldados,  como  le  su- 
cedió varias  veces  .i  D.  Santos  Degollado. 

El  gobierno  constitucional  desapareció,  pues, 
de  hecho  y  derecho,  y  el  único  legítimo  que  que- 
dó fué  el  emanado  del  plan  de  Tacubaya,  que  era 
reconocido  por  la  mayoría  del  país  y  por  las  po- 
tencias extranjeras:  los  llamados  juaristas  eran 
simples  disidentes  sin  jefe  ya;  cuando  Juárez  y  sus 
acompañantes,  después  de  haber  navegado  en  las 
aguas  de  cinco  naciones  y  de  permanecer  ó  cru- 
zar el  territorio  de  otras  tres  ó  cuatro,  desem- 
barcaron en  Veracruz,  habiendo  estado  en  Co. 
lombia,  en  aguas  de  Cuba  y  en  los  Estados  Uni- 
dos, eran  unos  simples  ciudadanos  sin  autoridad 
alguna,  y  que  si  fueron  reconocidos  por  los  cons- 


-  75  —  - 

titucionalistas,  se  debió  á  pura  coniplacencia 
de  éstos,  porque  no  queremos  suponer  que  se 
crej'^esen  incapaces  de  formar  por  sí  solos  un  di- 
rectorio revolucionario. 

Corrobora  más  nuestro  aserto  lo  ocurrido  du- 
rante la  Intervención  francesa:  Juárez^  abando- 
nado de  todos,  se  refugió  con  algunas  personas 
en  Paso  del  Norte  y  no  quiso  dejar  jamás  ese  lu- 
gar;, aún  se  refiere  la  anécdota  (á  la  que  no  le  da- 
mos mucho  crédito),  de  que  no  quiso  conocer  el 
lado  norteamericano  del  monumento  que  marca 
la  línea  divisoria,  por  no  dar  unos  cuantos  pasos 
en  territorio  extranjero;  se  cuenta  también  que 
rehusó  todas  las  invitaciones  que  se  le  hacían  para 
pasar  algunas  horas  en  Texas:  ¿por  qv.é  en  1865 
empleó  todas  esas  nimiedades  y  en  1858  no  tuvo 
empacho  en  alejarse  del  territorio  nacional  unas 
quinientas  ó  más  leguas?  Las  circunstancias  para  él 
eran  hasta  más  favorables  durante  su  seguda  pere- 
grinación que  durante  la  primera:  en  ésta  nadie 
lo  reconocía  como  á  gobernante,  en  tanto  que  en 
aquella  lo  tenían  por  tal  sus  constantes  amigos 
']  los  Estados  Unidos.  Si,  pues,  comprendía  que 
j  abandonando  el  territorio  nacional  dejaba  de  te- 
1  ner  autoridad,  al  embarcarse  en  Manzanillo  pa- 
ra Colombia  sabía  perfectamente  que  había  de- 
jado de  ser  el  Presidente  Constitucional. 

No  se  diga  que  el  viaje  hasta  Panamá  era  indis- 
pensable para  llegar  á  Veracruz:  en  el  territorio 
nacional  no  hay  solución  de  continuidad  y  cos- 
teando la  playa  del  Pacífico,  atravesando  el  istmo 


-  76  ~ 

de  Tehuantepec  y  embarcándose  en  Goatzacoal- 
cos  podía  haber  llegado  á  Veracruz  sin  pisar  tie- 
rra extranjera;  pero  tomar  ese  camino  ú  otro  pa- 
recido habría  sido  á  costa  de  privaciones  y 
sufrimientos,  exponiéndose  á  encontrarse  fuerzas 
conservadoras  que  hubiesen  atacado  y  hecho 
prisionera  á  la  familia  enferma^  y  acabado  con 
aquella  sombra  de  Gobierno.  Prefirió  viajar  en 
cómodos  vapores  y  ferrocarriles^  aunque  su  lega- 
lidad saliese  perdiendo. 

Y  no  obstante,  JnArez  desde  el  1 1  de  Enero  de 
1858  hasta  el  18  de  Julio  de  1872  no  dejó  ni  un 
día  de  considerarase  el  Presidente  legítimo  y  to- 
dos sus  esfuerzos  durante  ese  espacio  de  tiempo 
se  encaminaron,  á  conservar  el  poder,  aunque  la¡ 
revolución  ardiese  por  su  causa;  distinguiéndose 
en  esto  de  todos  los  demás  hombres  públicos  dej 
México. 

Antes   y  después   de  Juárez   no    ha  habido  otro^ 
Presidente  que  se  encariñe  tanto  con  el  poder  co- 
mo él:  Gómez  Pedraza,  electo   en   1828,   huyó    al 
extranjero  á  consecuencia  de  la  revolución  de   la 
Acordada  y  no  volvió  á  pensar  en  la   legalidad; 
liasta  que  los  sucesos  posteriores  de  Zavaleta   h 
dieron   el   poder    por    algunos  meses.  Guerrero, 
arrojado  de  la   Presidencia    á    consecuencia   de 
Plan  de  Jalapa,  se  refugió  en  el  Sur  y  aunque    si 
guió  combatiendo  contra  los  que  lo  habían  derri 
bado,  no  pretendió  ejercer  la  legalidad   ni  se  vol 
vio  á  titular  Presidente.  Santa-Anna,  tan  pronto  e 
el  poder  como  perseguidoy  fugitivo,  si  hubieradisi 


-    77  - 

ciirrido  irse  con  la  legalidad  á  todas  partes  donde 
peregrinó,  habría  sido  causa  de  innumerables  re- 
voluciones y  guerras  civiles,  mucho  más  numero- 
sas que  las  á  que  dio  margen:  el  mismo  Don 
Sebastian  Lerdo  de  Tejada,  educado  en  la  escut-- 
la  de  Juárez,  batidas  sus  tropas  en  Tecoac,  aban- 
donó la  capital  y  no  obstante  ser  el  Presidente 
legítimo  para  el  cuatrienio  de  1876  á  1880  según 
declaración  del  8"  Congreso^  en  vez  de  buscar 
algún  punto  lejano  de  la  República  donde  esta- 
blecerse y  fomentar  la  revolución,  preñrió  expa- 
triarse y  morir  en  el  extrajero.  Sólo  Juárez,  des- 
de el  momento  en  que  se  le  entregó  un  poder  ilu- 
sorio, no  lo  volvió  á  abandonar  hasta  su  muerte^ 
aferrándose  á  él  con  la  tenacidad  propia  de  la  ra- 
za á  que  pertenecía  y  siendo  causa  esa  tenaci- 
dad de  las  sangrientas  y  casi  no  interrumpidas 
guerras  que  asolaron  al  país  desde  1858  hasta 
1872. 

Xos  hemos  detenido  algo  al  hablar  del  viaje  de 
Juárez  y  sus  Ministros  de  Manzanillo  á  Veracruz, 
para  señalar  un  punto  de  derecho  constitucional 
aún  EO  estudiado  bien  y  para  demostrar  que  el 
directorio  juarista  establecido  en  Veracruz  no  te- 
nía título  alguno  para  considerarse  como  gobier- 
no; y  que  por  lo  tanto  el  único  legítimo  existente 
en  el  país  era  el  establecido  en  el  Plan  de  Ta- 
cubaya:  un  estudio  más  amplio  del  punto,  que  el 
que  podríamos  hacer  en  estos  artículos,  en  los 
que  otro  es  nuestro  objeto,  acabaría  de  hacer  evi- 
dente la   afirmación  que  hoy  hacemos  y  á  la  qug 


-  78  - 

agregfraremos  uaa  última  observación  antes  de  se- 
guir adelante  y  ocuparnos  especialmente  del  tra- 
tado Me  Lane-Ocampo. 

En  1865,  Juárez  expidió  en  Paso  del  Norte  dos 
decretos  el  8  de  Noviembre,  prorrogándose  en  el 
uno  en  el  poder  durante  todo  el  tiempo  que  fuere 
necesario,  y  haciendo  aun  lado  al  General  D.  Je- 
sús Gozález  Ortega  que  como  á  Presidente  de  la 
Suprema  Corte  le  correspondía  entrar  á  serlo  de 
'a  República  en  í°  de  Diciembre  de  ese  año.  La 
razón  principal  que  para  ello  dio  en  sus  decretos 
fué  que  González  Ortega  residía  en  el  extranjero 
y  que  había  abandonado  el  puesto  que  desempe- 
ñaba. Dejando  á  un  lado  todo  lo  que  se  pudiera 
decir  sobre  esos  decretos,  únicamente  haremos 
observar  que  Juárez  daba  como  razón  para  de- 
clarar que  González  Ortega  no  podía  ser  Presi- 
dente, el  abandono  del  territorio  nacional,  aban- 
dono que  él  á  su  vez  había  hecho  en  1858. 

II. 

Los  Estados  Unidos  habían  adoptado  una  polí- 
tica especial  con  respecto  á  los  asuntos  de  Méxi- 
co, política  que  con  el  tiempo  podía  producir  ma- 
los resultados  para  nosotros. 

En  la  época  de  la  guerra  de  tres  años,  ocupaba 
el  poder  de  la  Union  Norteamericana  el  partido 
democrático  que  tantos  males  causó  á  su  país  y 
á  la  América;  después  de  aquellos  Presidentes  in- 
quietos y  ambiciosos  como  Jackson,  Monroe,  Van 


—  79  - 

Burén,  etc.,  que  si  hubieran  encontrado  á  su  Na- 
ción más  poderosa,  la  habrían  comprometido  en 
largas  y  sangrientas  guerras  de  conquistas,  vino 
Polk  que  llevó  á  cabo  la  guerra  con  Mésico  y  nos 
arrebató  más  de  la  mitad  de  nuestro  territorio:  en 
vano  fué  que  hombres  honrados  como  Henry 
Clay,  Daniel  Webster  y  otros  se  opusieran  á  esa 
guerra  inicua  que  ha  sido  justamente  censurada 
por  hombres  notables  del  país  vecino. 

Dueños  ya  los  Estados  Unidos  del  extenso  Fat- 
West  y  de  una  gran  porción  de  costa  en  el  Gran- 
de Océano,  ricos   con  los   descubrimientos  de  los 
placeres,    hechos  por    Marshall  y    Sutter  en    Ca- 
I  lifornia,  orgullosos  con  la  gran  extensión  que  ya 
I  tenía  su  territorio,  creyéndose  arbitros  absolutos 
I  de   los   destinos   de  las   Américas  y   mirando  con 
desden  á   las  viejas  naciones  de  Europa  á  las  que 
I  debían  todo,  desde  su  población  hasta  su  libertad; 
I  pensaron  seriamente  en  plantear  de  una  manera 
i  práctica  la  teoría  del  destino  manifiesto  y  enha- 
1  cer  ondear  el  pabellón  de  las  estrellas  desde  el 
Niágara  y  el  ^a  Lorenzo  hasta  Panamá. 

La  aventura  de  México  que  tan  bien  les  había 
salido,  fué  la  escuela  donde  se  educaron  muchos 
délos  aventureros  que  después  se  dedicaron  al  fi- 
libusterisrao,  y  el  ejemplo  que  se  propusieron  imi- 
tar muchos  otros  que  en  más  de  una  década  in- 
quietaron á  las  comarcas  latinas  de  América. 
El  Gobierno  de  Washington,  que  veía  con  singular 
¡agrado  esa  tendencia,  aunque  la  reprobaba  en  pú- 
blico^ en  secreto  la  alentaba  y  ayudaba. 


-  80  - 

Ya  durante  la  administración  de  Polk  había  el 
mismo  Gobierno  dado  una  muestra  délos  fines  que 
perseguía,  proponiendo  á  España  la  compra'dela 
Isla  de  Cuba  en  cien  millones  de  duros,  proposi- 
ción que  ni  quiso  escuchar  aquella  Nación.  Esto 
no  fué  más  que  el  preludio  de  la  política  'agresiva 
que  adoptaron  los  hombres  de  Estado  norteame- 
ricanos en  sus  relaciones  con  las'demásjnaciones 
pretendiendo  mezclarse  aun  en  los  asuntos  de  Eu- 
ropa. 

La  revolución  de  la  Hungría  y  los  esfuerzosjde 
Luis  Kossuth,  encontraron  eco  en  Estados  Unidos 
y  aun  se  llegó  á  proponer  que  éstos  ayudasen  al 
agitador  húngaro  y  sus  partidarios  para  libertar 
á  ese  país  de  la  dominación  austríaca ffué  preciso 
que  el  ¡Gobierno  de  Francisco  José  adoptase  una 
actitud  enérgica  y  que  las  naciones  de  Europa 
frunciesen  el  ceño  para  que  se  diesen  de  mano 
esos  proyectos  y  en  vez  de  ayuda,  Kossuth  sólo 
obtuviese  de  los  Estados  Unidos  un  asilo. 

La  isla  de  Cuba  era,  y  aún  es,  una  presa  dema- 
siado codiciada  para  que  pasase  desapercibida  á 
los  ojos  de  los  rapaces  yankees;  por  trasmano 
ayudaron  á  Narciso  López  para  que  organizase 
su  expedición  y  cuando  ya  estaba  casi  arreglada, 
á  fin  de  cubrírmelas  apariencias,  el  Presidente  Tay- 
lor  expidió  una^proclamaen  11  de  Agosto  de  1850. 
prohibiendo  que  en  el  territorio  de  la  Uniqn  se  ar 
maran  expediciones  para  hostilizar  aquella  isla  2 
algunas  provincias  de  México. 

No  obstante   esa   proclama,  López   continuó ; 


-  8l  "-■ 

teiminó  sus  aprestos  y  salió  de  Xueva  Orleans  ;í 
la  vista  de  todo  el  mundo  j-  A  la  luir  del  día:  fraca- 
só después  del  asalto  de  Cárdenas,  pero  encontjó 
seguro  refugio  para  él,  sus  partidarios  y  su  rico 
botin,  en  territorio  americano  \'  no  fué  sino  hasta 
una  segunda  tentativa,  cuando  cayó  en  poder  de 
las  autoridades  españolas. 

El  General  Quitman,  uno  de  los  generales  déla 
guerra  de  México,  fué  acusado  de-  haber  tomado 
parte  en  una  expedición;  aunque  el  hecho  era  pú- 
blico y  el  responsable  fué  detenido  en  3  de  Febre 
ro  de  1851,  el  jurado  le  absolvió. 

A  Perú  se  le  reclamaba  la  isla  de  Lobos,  por  la 
administración  de  Fillraore;  se  trataba  empeñosa- 
mente de  anexar  á  la  Union  el  archipiélago  de  las 
islas  .Sandwich;  con  ^léxico  se  disputaba  sobre  la 
caduca  concesión  Garay  y  no  se  ocultaban  las 
tendencias  que  había  para  apoderarse  de  la  vía 
á  través  de  Tehuantepec,  así  como  tampoco  lis 
relativas  á  Xicaragua  y  Honduras  en  los  puntos 
en  que  se  creía  fácil  la  comunicación  interoceáni- 
ca; se  dejaba  al  Gobernador  de  Texas,  Lañe,  apo- 
derarse del  valle  de  la  Mesilla  y  se  calificaba  de 
agresiva  la  conducta  del  General  Santa-. \nna 
y  del  Gobernador  de  Chihuahua  porque  protesta- 
ban contra  semejante  invasión  y  porque  hacían 
aprestos  militares;  el  Secretario  de  Estado  Ed- 
ward  Everett  se  negaba  á  tomar  parte  en  la  Con- 
vención á  que  invitaban  Francia  y  Gran  Breta- 
ña á  los  Estados  Unidos  para  asegurar  á  Espa- 
ña el  dominio  de  Cuba  y  evitar  que  esa  Isla  pasa- 
Estudios  IvistOfígos.— 11. 


-  S2  - 

se  á  poder  de  otra  Nación;  se  contestaba  de  una 
manera  impertinente  á  las  notas  de  aquellas  Na- 
ciones sobre  la  propuesta  Convención;  enumerá- 
banse las  conquistas  de  ellas  en  el  presente  siglo, 
y  las  ventajas  que  la  adquisición  tenía  para  la 
Union  Norteamericana,  asegurándose  sin  rebozo 
que  cera  esencial  para  su  propia  seguridad;» 
reuníanse  en  Ostende  los  plenipotenciarios  de  los 
Estados  Unidos  acreditados  cerca  de  los  gobier- 
nos de  España,  Francia  é  Inglaterra  para  tratar 
de  la  compra  de  la  isla  antillana  en  ciento  veinte 
millones  de  pesos  )'  manifestábase  profundamen 
te  disgustado  el  primero  de  esos  plenipotencia 
rios,  Mr.  Soulé,  porque  no  se  emprendían  activa- 
mente las  negociaciones  á  ese  respecto. 

Esto  por  lo  que  respecta  al  participio  directo 
que  tomaba  el  Gobierno  norteamericano  enlodas 
esas  gestiones  que  tendían  únicamente  á  aumen- 
tar el  territorio  y  el  poder  3-ankees  en  los  mares  y 
en  el  continente  de  América;  que  respecto  de  aque- 
llas expediciones  y  gestiones  emprendidas  por 
particulares  con  el  apoyo  indirecto  de  aquel  go- 
bierno, la  lista  es  tan  numerosa  como  instruc- 
tiva. 

Aparte  de  las  tentativas  de  Narciso  López  y 
otros  filibusteros  sobre  Cuba,  Rousset  Boulbon, 
aunque  obrando  por  cuenta  propia,  de  los  Esta- 
dos Unidos  sacó  todos  los  elementos  con  que  in- 
vadió á  Sonora;  Crabb  también  llegó  á  la  misma 
comarca  con  la  esperanza  de  conquistarla  y  anexar- 
la á  no  ser  tan  oportunamente  derrotado  por  Ga- 


-  83  - 

bilondo  en  Caborca;  Zerman  tenía  idéntica  pre- 
tensión al  llegar  á  Caliioinia;  Walker  proclamo 
la  repiíblica  de  la  Baja  California,  poniendo  en  el 
pabellón  de  la  novísima  Xacion  una  estrella  soli- 
taria que,  si  el  golpe  de  mano  hubiera  dado  resul- 
tado, llega  á  ser  una  estrella  más  del  pabellón 
norteamericano;  derrotado  por  el  General  Blan- 
co, pasó  á  Centro  América,  donde  su  presencia  dio 
margen  á  una  guerra  sangrienta  y  á  trastornos 
innumerables. 

Xo  terminaríamos  si  fuéramos  á  enumerar  uno 
á  uno  todos  los  proyectos  que  los  cerebros  de 
allende  el  Bravo  engendraron  para  ensanchar  su 
territorio  y  desmembrar  el  de  las  Repúblicas  de 
América. 

Fué  preciso  queMé.xico  gastase  grandes  sumas 
en  batir  á  los  filibusteros  que  se  presentaban  y 
que  los  fusilase  uno  ;í  uno  ó  los  dejase  bien  es- 
carmentados; que  España  enviase  numerosos  con- 
tingentes á  Cuba  y  no  cesase  de  buscar  la  ayuda 
moral  de  los  Gabinetes  europeos:  que  se  diese 
una  respuesta  enérgica  á  las  proposiciones  de 
compra  de  la  bahía  de  Savannah  ó  una  negativa 
rotunda  á  las  pretensiones  sobre  la  isla  de  .San 
Thomas  y  otras  de  Dinamarca  y  Holanda;  que  In- 
glaterra entablase  dilatadas  negociaciones  que 
dieron  por  resultado  el  tratado  Clayton  Bul- 
wer  que  aseguraba  en  parte  la  independencia  de 
Centro  América;  que  se  temiese  la  alarma  que  en 
Europa  producía  ese  apetito  desordenado  de  tie- 
rras é   islas   que    manifestaban  los  Estados  Uni- 


--  84  - 

dos;  y  por  último,  que  estallase  la  formidable 
guerra  separatista  en  la  que  esa  Nitcion  expió 
parte  de  sus  grandes  culpas,  que  la  puso  á  dos  de- 
dos de  su  ruina  y  que  Ja  aleccionó  lo  bastante  pa- 
ra detenerla  á  tiempo  en  la  extraviada  pendiente  por 
donde  la  empujaron  Polk,  Taylor,  Fillmore,  Pier- 
ce,  Buchanan  y  tantos  otros  que  sin  tener  el  ele- 
vado carácter  de  Jefes  del  Estado,  con  su  política 
y  sus  consejos  contribuyeron  poderosamente  á 
determinar  esa  gran  crisis  á  que  la  llevaron  su 
desmedida  ambición  y  el  cáncer  que  corroía  sus 
instituciones. 

Parecería  que  aquellos  hombres  procedían  con  la 
raás  refinada  malicia,  si  no  pudiera  creerse  que  es- 
taban ciegos,  al  reflexionar  que  con  el  más  asom- 
broso aplomo  decían  enfáticamente  como  James 
Buchanan  al  subir  al  Capitolio  el  4  de  Marzo  de 
1857,  que  el  gran  aumento  territorial  que  los  Es- 
tados Unidos  habían  tenido  desde  su  Independen- 
cia se  debía  ú  medios  pacíficos  y  legales,  ya  fuese 
por  medio  de  la  compra,  ó  ya  voluntariamente 
como  había  sucedido  con  Texas  en  1S36;  y  el  no 
menor  con  que  agregaba: 

"Nuestra  pasada  historia  nos  prohibe  adquirir 
territorios  en  lo  futuro^  á  menos  que  la  adquisi- 
ción se  sancione  por  las  leyes  de  la  justicia  y  del 
honor." 

Esto  cquivaliu  á  canonizar  la  conduela  de  Jack- 
son  en  la  Florida,  la  de  Freemont  en  California, 
de  Austin  en  Texas,  de  (Raines  en  el  Sabina,  los 
coíinuuados  despojos  que  sufrieron  las  trlbns  in- 


-  85  - 

días  en  los  valles  de  Ohío  }•  del  Mississipí  y  al  Oc- 
cidente de  los  eAgh  anís;  la  escandalosa  invasión 
de  California  en  1842,  la  no  menos  escandalosa 
guerra  con  México  y  tantos  y  tantos  hechos  como 
para  vergüenza  de  los  Estados  Unidos  se  regis- 
tran en  su  historia. 

Así  como  en  el  capítulo  anterior  á  la  ligera  di- 
mos á  conocer  la  situación  de  México  en  1859,  en 
éste,  á  grandes  rasgos  hemos  procurado  pintar  á 
la  Nación  limítrofe  eirsus  tendencias  y  aspiracio- 
nes, á  fin  de  que  los  lectores  puedan  apreciar  me- 
jor el  alcance  de  los  acontecimientos  que  vamos 
á  narrar  en  los  capítulos  siguientes. 


111 


Dados  á  conocer  en  los  capítulos  anteriores  los 
antecedentes  indispensables  para  saber  cuál  era 
la  .situación  de  México  en  1850,  y  las  tendencias 
de  los  hombres  de  Estado  de  la  nación  vecina,  así 
como  de  la  política  exterior  que  perseguían,  fácil 
será  formarse  idea  del  agrado  coa  que  veían  las 
profundas  rencillas  que  dividían  á  los  habitantes 
de  nuestra  patria, por  In  opoilunidad  que  les  ofre- 
cían para  desarrollar  sus  planes  de  engrandeci- 
miento y  por  la  facilidad  con  que  podían  atraerse 
á  uno  (5  á  otro  partido,  favoreciéndolo,  según  con- 
viniese á  sus  intereses. 

En  el  primer  momento  del  triunfo  del  p^an  de 
Tacubaya,  cuando  Juárez  abandonaba  la  Capital 


-  S6  — 

en  medio  de  la  refriega  y  del  combate  eu  las  ca- 
lles, Mr.  Forsyth,que  luibia  llegado  en  1S56  con  el 
carácter  de  JMinistro  plenipotenciario  de  los  Esta- 
dos Unidos,  vio  como  causa  perdida  la  de  loscons- 
titucionalistas,  á  pesar  de  la  coalición  de  los  Es- 
tados del  interior  y  en  unión  do  sus  colegas  en  el 
cuerpo  diplomático  se  apresuró  á  reconocer  al  go- 
bierno de  D.  Félix  Zuloaga. 

El  triunfo  de  Salamanca  acabó  de  consolidar  al 
gobierno  llamado  tacubayista  y  ya  pensó  en  man 
dar  un  representante  á  Washington,  siendo  desig 
nado  el  Gral.  D.  Manuel  Robles  Pezuela,  que  mar- 
chó á  su  destino  y  fué  perfectamente  recibido  por 
el  Presidente  Buchanan  en  la  Casa  Blanca. 

Entonces  fué  cuando  se  pensó  en  realizar  una 
idea  que  de  antemano  abrigaban  los  políticos  de 
los  Estados  Unidos,  idea  que  claramente  habían 
anunciado  en  los  preliminares  del  tratado  de  paz 
de  Guadalupe  Hidalgo;  que  propusieron  con  más 
formalidad  en  los  del  de  la  Mesilla^  y  que  envol- 
vía nada  menos  que  la  desmembración  del  país  y 
entregarlo  á  los  Estados  Unidos:  Trist,  además  de 
Texas,  la  comarca  del  río-Nueces,  Nuevo  México 
y  la  Alta  California,  pretendía  la  Baja  California, 
y  el  derecho  de  trasportar  á  través  del  istmo  de 
Tehuantepec  lodos  ó  cualquier  articulo  de  los 
Estados  Unidos  asi  como  el  de  paso  libre  para 
los  ciudadanos  de  esa  Nación  por  aquel  punto;  los 
Sres.Couto,  Atristain  y  Cuevas  se  negaron  ter- 
minantemente á  estas  pretensiones,  que  al  fin 
ueron    desechadas. 


—  87  - 

En  el  tratado  de  la  Mesilla,  en  el  tiempo  de  la 
celebración  del  cual,  no  obstante  que  varias  de 
las  causas  alegadas  por  estos  señores  para  opo- 
nerse al  libre  tránsito  por  Tehuantepecya  noexis 
tian,  por  haberse  declarado  caduca  la  concesión 
á  Garay,  se  estipuló  únicamente  que  México  no 
pondría  obstáculo  al  tránsito  de  personas  y  mei - 
canelas  de  los  Estados  Unidos  por  el  itsmo  y  pro- 
metió no  imponer  á  estas  ó  aquellos  mayores  car- 
gas de  las  que  impusieran  á  personas  ó  propieda- 
des de  otra  nación,  comprometiéndose  á  no  dar 
ninguna  ingerencia  en  la  via  á  un  gobierno  ex- 
tranjero. Así  mismo,  quedó  acordado  que  se  ce- 
lebraría un  tratado  para  el  pronto  tránsito  de  tro- 
pas y  municiones  de  los  Estados  Unidos  de  una 
parte  de  su  territorio  á  otra,  situadas  á  los  lados 
opuestos  del  continente. 

Pareciendo  á  Buchanan  que  el  mejor  medio 
de  tomar  parte  en  nuestras  cuestiones  interiores 
era  buscar  el  lado  débil  de  todos  nuestros  gobier- 
nos ó  sea  la  cuestión  de  Hacienda  que  jamás  ha 
estado  organizada  aquí,  por  medio  del  Ministro 
Forsyth  procuró  tentar  al  gobierno  de  Comunfort 
y  aun  se  llegó  á  celebrar  una  convención  entre 
este  diplomático  y  el  Sr.  Lie.  1).  Ezequiel  ^Montes, 
la  que  entre  otras  muchas  cláusulas,  contenía  la 
de  una  promesa  de  auxilios  pecuniarios  en  cier- 
tas y  determinadas  circunstancias.  Esta  conven 
cion,  sin  embargo,  no  llegó  á  ser  ratificada  por 
el  Senado  norteamericano. 

Instalado  el  gobierno  de  Zuloaga,  empezó  des- 


—  8S  - 

de  luego  A  tropezar  coa  diñcultades  hacendarlas 
y  entonces  rué  cuando  Forsyth  "por  órdenes  ex- 
presas de  su  gobierno"  1 1)  abrió  una  negociación 
con  el  de  la  República  para  celebrar  un  tratado, 
en  virtud  del  cual  se  concediese  á  los  Estados 
Unidos,  por  una  suma  de  dinero  que  se  estipula- 
ría, una  parte  muy  considerable  del  territorio  na- 
cional y  c!  paso  á  perpetuidad  por  el  tismo  de 
Tehuantepec.  Xo  conocemos  con  exactitud  las  ba- 
ses de  la  proposición,  porro  haberse  publicado 
nunca;  pero  por  las  palabras  del  Ministro  de  Re- 
laciones de  Zuloaga,  Sr.  Diez  de  Bonilla,  se  vie- 
ne en  conocimiento  de  que  las  pretensiones  délos 
Estados  Unidos  sobre  Sonora,  Chihuahua,  Baja 
California  y  otras  comarcas  eran  completamente 
descaradas  ya,  por  parte  de  aquel  gobierno,  que 
seguía  las  indicaciones  de  la  prensa  norteameri- 
cana del  Sur,  luribunda  anexionista  y  enemiga 
de  México.  Con  semejante  negociación,  Mr.  For- 
syth "proponía  también  otros  arreglos  ó  conve- 
nios de  la  mayor  gravedad  y  trascendencia,  indi- 
cando que  se  el  gobierno (mexicanoi  debía  aprove- 
char la  ocasión  que  le  presentaba  para  consoli- 
darse, recibiendo  una  suma  considerable  de  dine- 
ro, y  inmti fes,! nudo  dcs/>itcs  i/iie  ern  infalible  la 


[1]  ProtcsUi  del  gfübi^rno  ác  Zuloaga  contra  ti  reco- 
nocimiento de  Juárez  como  Prc.-iilente,  por  los  Ksisidos 
Unidos,  do  fecha  14  de  Abril  de  1SJ9,  lirmada  por  D.  Ma- 
nuel Diez  de  Bonilla,  Ministr«  de  Relaciones, 


-   59  - 

absorción  del  territorio  mexicano  por  los  Esta- 
dos Unidos.  (1  > 

El  Sr.  D.  Luis  G.  Cuevas,  Ministro  de  Relacio- 
nes, contestó  entre  otras  razones  la  siguiente: 
"Xo  conviene  ni  á  los  verdaderos  intereses  de  la 
República,  ni  á  su  buen  nombre,  una  nueva  de- 
marcación de  líraites,  cualesquiera  que  fueran  las 
ventajas  que  pudiera  tener  en  justa  compensa- 
ción. Cree  además,  qne  vm  asunto  de  tan  grande 
importancia  no  podría  tratarse,  ni  mucho  menos 
arreglarse  definitivamente,  sin  la  previa  autoriza- 
ción de  un  congreso  nacional.  Y  por  último,  que 
una  nueva  pérdida  de  territorio  producirla  gra- 
ves complicaciones  interiores  y  alejaría  más  y 
más  el  restablecimiento  de  la  paz  que  es  la  prime- 
ra condición  y  el  primer  elemento  de  felicidad 
pública."  <2 ) 

Habiendo  replicado  á  esta  nota,  Mr.  Forsyth 
con  otra  escrita  en  un  tono  muy  violento  y  hos- 
til, el  señor  Cuevas  procuró  dar  fin  al  incidente 
con  una  última  que  terminaba  de  esta  manerfi: 
"El  infrascrito  no  puede  tampoco  prescindir  de 
contestar  la  nota  de  S.  E.  sobre  las  consideracio- 
nes relativas  al  curso  natural  de  los  sucesos  y  á 
la  pérdida  infalible  de  todo  ó  parte  del  territorio 
mexicano.  Estas  reflexiones  quisiera    verlas  el  in- 

(1)  Exi'oSKio.v  que  Jirijíe  al  Tribunal  Superior  D. 
Luis  G,  Cuevas  sobre  «u  conducta  oticíal  como  Ministro 
"le  Relaciones  del  írobicrno  establecido  en  la  Capital  en 
Enero  de  KS.>S,  pág-.  2<1.^'.— México,  18í)l. 

(-)  KxposKio.v,  Na  citada. 

EstuUios  históricos,— 12, 


-  90  — 

frascrito  más  bien  como  una  previsión  personal 
de  S.  E.  el  señor  Forsyth,  que  como  una  amenaza 
que  parece  descubrirse  en  el  conjunto  de  su  nota 
de  S  del  corriente.  El  infrascrito  se  felicitará  mu- 
cho de  equivocarse,  j- no  cree  tampoco  faltar  á 
lo  que  debe  á  su  país,  si  confiesa  con  franqueza 
que  es  posible  y  muy  posible  que  se  realice  el 
anuncio  del  señor  iLinistro  de  los  Estados  Unidos, 
si  los  mexicanos  no  cumplen  con  los  deberes  que 
les  impone  su  propia  nacionalidad.  Los  designios 
de  la  Providencia  son,  en  efecto,  inescrutables,  y 
por  grandes  que  sean  las  probabilidades  que  ofre- 
cen para  descorrer  el  velo  del  porvenir  el  engran- 
decimiento de  unas  naciones  y  las  desgracias  de 
otras,  no  es  posible  saber  qué  serán  los  Estados 
Unidos  y  qué  será  México  dentro  de  cincuenta 
años. 

"Una  cosa  hay  cierta,  sin  embargo,  y  ésta  es, 
que  ni  uno  ni  otro  pueblo  podrán  tener  una  felici- 
dad duradera,  ni  conservar  sus  instituciones,  ni 
su  independencia;  si  no  se  dirigen  en  sus  mutuas 
relaciones  y  en  todo  lo  que  toca  á  su  régimen  in- 
terior por  los  principios  de  equidad  y  de  justicia. 
Y  en  cuanto  á  México.  S.  E.  el  señor  Forsyth  per- 
mitirá al  infrascrito  que  le  asegure  con  toda  la 
buena  fe  que  ciertamente  tiene,  que  al  paso  que 
desea  que  la  Union  Americana  conserve  hi  pros- 
peridad que  hoy  disfruta,  desearía  también  que  el 
mayor  engrandecimiento  á  que  pueda  llegar  se 
concilíase  con  el  respeto  que  merece  la  integri- 
dad   territorial  de  esta  República  y  el  nombre  de 


—  91  - 

un  pueblo    que  busca    su  grandeza    dentro    de  sí 
mismo.  (.1,1 1> 

Esta  nota  estaba  concebida  en  términos  bastan- 
te comedidos,  no  obstante  la  actitud  del  Ministro 
norteamericano  y  la  injuria  que  se  hacía  al  go- 
bierno mexicano  creyéndolo  capaz  de  enajenar  el 
territorio  nacional  por  el  sólo  objeto  de  triunfar 
de  sus  enemigos  y  hacerse  de  recursos.  Viendo 
Mr.  Forsyth  el  mal  éxito  de  sus  gestiones  se  con- 
virtió en  enemigo  decidido  de  la  administración 
conservadora  y  empezó  á  hostilizarla  de  cuantas 
maneras  le  fué  posible;  Buchanan  por  su  parte  se 
inclinó  de  el  lado  de  los  ¡uaristas,  cuya  mayor  am- 
bición era  por  entonces  ser  reconocidos  como  go- 
bierno por  aquel  gobierno. 

La  prensa  de  los  Estados  Unidos  empezó  nue 
vamentc  á  tronar  contra  el  estado  de  las  cosas 
de  México  y  á  pedir  no  sólo  la  intervención  en 
nuestros  asuntos,  sino  el  establecimiento  de  un 
protectorado  cá  pretexto  de  que  éramos  ingober- 
nables. En  el  Senado  mismo,  Houston,  de  la  fami- 
lia de  Samuel  Houston,  el  primer  Presidente  de 
la  República  Texana,  ó  acaso  este  mismo,  llegó  á 
presentar  una  proposición  relativa  al  protectora- 
do y  pidió  el  nombramiento  de  una  gran  comisión 
de  sesenta  miembros  que  se  ocupase  del  asunto; 
pero  la  mayoría  del  .Senado,  tompuesta  de  repu- 
blicanos que  veían  con  malos  ojos  la  preponde- 
rancia del  Sur  sobre  el   Norte  y  el  camino   extra- 

(l)  Id,  id. 


-  92  — 

viado  que  seguía  la  administración  Buchanan,  de- 
sechó el  proj'ecto  que  i'ué  por  entonces  dado  al 
olvido. 

Pronto  se  presentó  á  Forysth  una  oportunidad 
para  inaugurar  su  política  hostil  respecto  del 
Gobierno  de  Zuloaga.  Habiendo  publicado  éste 
en  16  de  Mayo  de  1858,  un  decreto  por  el  cual  se 
imponía  una  contribución  por  una  sola  vez,  sobre 
todo  capital  mueble  ú  inmueble^  que  variaba  en 
proporción  del  monto  del  capital,  el  Ministro  de 
los  Estados  Unidos  protestó  contra  ese  impuesto 
por  lo  que  se  refería  á  los  ciudadanos  americanos, 
apartándose  del  sentir  de  sus  colegas  que  con- 
sultaron á  sus  respectivos  gobiernos  sobre  la  con- 
ducta que  debían  seguir  en  el  caso. 

Como  en  esa  protesta  se  aducían  doctrinas  bas- 
tante curiosas  por  lo  absurdas,  vamos  á  dar  á  co- 
nocer algunos  párrafos  de  ella  para  que  nuestros 

lectores     puedan     apreciarlas: "cualquiera 

ciudadano  de  los  listados  Unidos  que  se  preste  á 
sus  disposiciones  ulel  decreto)  se  convierte  en 
cierto  modo  en  parlidnrio  de  las  disencioncs 
políticas  del  pais,  y  se  hace  por  este  medio  no 
solamente  odioso  y  censurable,  sino  que  se  expone 
á  las  extorsiones  subsecuentes  sin  poderse  excu- 
sar ni  poner  límite  alguno.  Preséntase  ahora  la 
cuestión  de  si  puede  el  (íobierno  de  México  impo- 
ner un  préstamo  forzoso  á  los  ciudadanos  de  los 
Estados  Unidos.  E\  infrascrito  sin  vacilar  un  mo- 
mento contesta  negativamente.  \"  sostiene  que  aun 
^n  el   cítso  de  no  e.^istir  vx\  tr^tfido  que  los  cxcep- 


-  93  - 

túe  de  él,  no  debe  imponérseles  semejante  carga, 
Por  los  principios  más  justos  de  leyes  internvicio- 
nales,  se  vé  claramente  que  la  propiedad  del  ciu- 
dadano ó  subdito  en  un  país  extranjero,  continúa 
bajo  la  protección  de  su  gobierno,  esta  propiedad 
constituye  todavía  (?)  iitia  parte  de  la  riqueza 
reiniidn  de  su  nación  Cualquiera  derecho,  pues, 
que  el  jefe  del  Estado  pretendiere  tener  sobre  la 
propiedad  de  un  extranjero,  derogaría  igualmen- 
te los  derechos  del  propietario  indicado,  asi 
como  los  de  la  nación  de  quien  es  miembro.  Este 
principio,  á  la  vez  que  no  exceptúa  la  propiedad 
de  un  extranjero  de  impuestos  leg'ales  y  ordinarios 
ciertamente  quita  toda  sombra  de  derecho  al  go- 
bierno del  Estado  para  apropiarse,  destruir  ó  con- 
fiscar el  todo  ó  una  parte  de  su  propiedad". 

Tan  extrañas  y  nuevas  teorías  que  en  ningún 
tratadista  del  derecho  de  g-enies  se  encuentran  y 
que  de  aplicarse  producirían  considerables  tras- 
tornos en  las  naciones,  fueron  refutadas  por  el 
ya  citado  Sr.  Cuevas,  Ministro  de  Relaciones,  en 
una  nota  bastante  notable.  Al  mismo  tiempo  para 
dar  á  conocer  la  energía  del  gobierno  conserva- 
dor se  dictaron  eficaces  disposiciones  para  hacer 
cumplir  el  decreto;  el  que  al    fin  se  llevó  á  cabo. 

Esto  acabó  de  disgustará  .Mr.  Forsyth  y  ya  sólo 
buscó  un  pretexto  para  romper  con  el  gobierno 
establecido  en  México,  apoyó  decididamente  á  los 
juaristas  y  aun  ocultó  en  su  casa  de  Tacubaya  las 
barras  hechas  de  la  plata  extraída  de  la  Catedral 
de  Morelia  y  que  el   General  y    Lie.    D,  Miguel 


-  Qj    - 

Blanco  traía  cuando  ntacó  la  Capital  el  14  de  Oc- 
tubre de  1S58. 1 1 j 

Al  fin  aquel  diplomático  fué  retirado  por  su  go- 
bierno á  pretexto  de  que  disfrutase  de  una  licen- 
cia^ aunque  en  realidad  esa  retirada  fué  definitiva 
y  debida  al  favor  que  en  la  Casa  Blanca  iban  te- 
niendo los  agentes  de  Juárez  y  ú  la  actividad  que 
desplegaron  porque  á  éste  se  reconociera  como 
gobernante  de  iMéxico. 

No  pudo  dudarse  ya  de  los  sentimientos  de  Bu- 
chanan  y  su  gobierno,  al  saberse  que  aquel  en  su 
mensaje  que  pronunció  en  la  apertura  del  Con- 
greso el  4  de  Diciembre  de  1858,  manifestó  que  no 
podía  reconocer  al  gobierno  de  Zuloaga  por  juz- 
gar que  estaba  vacilante  )-  que  no  podría  soste- 
nerse por  mucho  tiempo;  nadie  dudó  en  vista  de 
esto  que  el  reconocimiento  de  Juárez  por  los  Es- 
tados Unidos  era  cuestión  de  poco  tiempo  y  que 
sólo  dependía  de  la  mayor  ó  menor  complacencia 
de  aquel  en  prestarse  á  las  exigencias  de  los  go- 
bernantes de  la  nación  vecina. 

Por  entonces,  el  gobierno  de  Zuloaga  había 
cometido  el  error  de  dejar  acéfala  la  legación  que 
sostenía  en  Washington,  y  á  cuyo  frente  estaba 
el  General  D.  Manuel  Roliles  Pezucla.  Si  este  se- 


[1]  An  isíula  la  policía  de  que  «turante  la  corla  pernui- 
ncncia  de  Blanco  en  Tacubaya,  se  había  visio  meter  en  la 
casa  del  expresado  ministro  {jran  cantidad  de  barras  de 
plata,  procedió  Ci  registrarla  en  16  de  Diciembre  y  cuando 
ya  Mr.  Forsvtii  estaba  en  su  paí.s  y  Jfr.  Pcrry,  inquilino 
posterior,  acababa  de  ser  desterrado.  Se  encontraron  cua- 
renta y  seis  barras,  enterradas  a  cinco  varas  de  profun- 
didad, cuyo  valor  ascendía  a  setenta  mil  duros:  la  extrac- 
ción fué  presenciada  por  un  escribano  público. 


-  95  - 

ilor  hubiera  continuado  en  su  puesto,  hubiera  ha- 
bido alguna  maj-or  dificultad  en  el'recouocimien- 
to,  pues  no  era  concih"able  que  una  nación  tuviera 
dos  representantes  á  la  vez  y  Buchanan  no  se 
hubiera  atrevido  á  darle  sus  pasaportes  á  nues- 
tro representante,  no  teniendo  motivo  suficiente 
para  dar  tan  grave  paso. 


IV 


D.  Benito  Juárez  apenas  llegado  á  Guadalajara 
en  Marzo  de  1858,  creyendo  que  allí  podría  esta- 
blecer temporalmente  sn  gobierno^  pensó  enviar 
un  representante  suyo  á  Washigton,  pues  aun 
cuando  los  Estados  Unidos  ya  habían  reconocido 
al  Gobierno  de  Zuloaga,  creyó  que  le  sería  fácil 
conseguir  que  aquella  Xacion  lo  reconociese  y  que 
era  la  única  que  por  entonces  lo  haría. 

En  efecto,  España  estaba  profundamente  dis- 
gustada con  el  gobierno  de  Comonfort  á  conse- 
cuencia de  los  asesinatos  de  San  Vicente  y  Chi- 
concuac  y  de  las  vejaciones  que  sus  subditos  ha- 
bían sufrido  con  nuestras  constantes  revolucio- 
nes, y  era  la  que  guardaba  una  situación  más 
amenazadora  para  con  nosotros,  al  grado  que  no 
se  creia  remoto  el  evento  í]c  una  guerra  con  la 
madre  patria;  F-rancia,  que  también  tenía  algu- 
nas quejas  de  nuestro  gobierno  por  una  parte,  y 
por  otra,  que  acababa  de  terminar  la  guerra  de 
Crimea   y    que  necesitaba    su  Gobierno    inventar 


^-.  96  - 

grandes  empresas  para  distraer  á  los  franceses 
y  para  dar  brillo  á  su  reinado,  al  mismo  tiempo 
que  se  ocupaba  de  la  campaña  que  debía  dar  por 
resultado  la  unidad  italiana,  miraba  con  aten- 
ción el  coloso  de  América  y  daba  forma  al  pen- 
samiento de  contrarrestar  la  influencia  que  cada 
día-  éste  iba  adquiriendo  en  el  Nuevo  Mundo; 
Inglaterra  por  su  parte,  también  se  preocupaba 
del  creciente  poderío  de  su  antigua  colonia,  á 
costa  de  México,  y  todas  tres  no  veían  con  buenos 
ojos  al  gobierno  de  Comonfort  que  trataba  de 
implantar  reformas  que  repugnaban  á  la  mayoría 
délos  mexicanos,  y  que  simpatizaban  con  los  Es- 
tados Unidos  de  tal  manera  que  hasta  sus  institu- 
ciones copiaba  servilmente  por  más  que  aquí  re- 
sultasen impropias:  menos  por  lo  tanto  podían  te- 
ner simpatías  por  Juárez,  que  á  más  de  carecer  de 
todo  poder,  de  una  manera  más  ó  menos  emboza- 
da esperaba  triunfar  del  ( Inbicrno  por  la  ayuda  de- 
los  norte-americanus. 

El  personaje  designado  para  ir  á  Wasliington, 
fué  el  Sr.  D.  José  María  .Mata,  emparentado  con 
D.  Melchor  Ocampo,  y  hombre  que  había  figura- 
do en  la  pasada  administración  de  Comonfort; 
desde  luego  que  Hegp  á  la  Capital  de  la  Nación 
vecina  empezó  á  tratar  de  ser  reconocido  en  su 
carácter  de  plenipotenciario  por  el  Presidente 
Buchanan,  pero  la  reciente  recepción  de  Robles 
Pezuela  y  la  política  tortuosa  que  seguía  aquel  go- 
bierno hicieron  que  por  entonces  su  pretensión 
no  fuese  oída. 


^97  ^ 

Sin  embargo,  se  le  dieron  algunas  esperanzas  y 
aun  fué  recibido  diversas  ocasiones  en  audiencias 
privadas  por  Buchanan  y  sus  ministros,  siguién- 
dose de  ahí  que  temiendo  Robles  Pezuela  que 
Mata  consiguiese  ser  reconocido  como  Enviado 
Plenipotenciario,  protestase  contra  el  nombra- 
miento de  aquel  y  que  declarase  que  no  estaba 
dispuesto  á  entregarle  los  archivos  de  la  Lega- 
ción por  más  que  consiguiese  ser  reconocido  co- 
mo agente  de  Juárez.  Posteriormente  fué  retirado 
con  pretexto  de  licencia  Mr.  Forsyth,  de  México; 
el  gobierno  de  los  Estados  Unidos  quedó  altamen- 
te disgustado  con  el  de  México  y  llegó  la  época 
de  que  claramente  se  viera  que  aquella  nación  se 
inclinaba  á  la  causa  de  los  juaristas  y  que  aun 
amenazaba  á  Zuloaga  con  una  guerra.  "Existe 
hoy,  sin  duda  alguna,  decía  Buchanan,  suficiente 
causa  para  el  recurso  de  guerra  contra  el  gobier- 
no que  se  halla  funcionando  todavía  en  la  capital. 
Si  llegase  á  conseguir  el  triunfo  sobre  las  fuerzas 
constitucionalistas,  habrá  cesado  entonces  toda 
esperanza  racional  para  el  arreglo  pacífico  de 
nuestras  diferencias.  Por  otra  parte,  si  prevale- 
ciese el  partido  constitucional  y  predominase  su 
autoridad  en  toda  la  República,  habría  razón  para 
esperar  que  se  hallase  animado  de  un  espíritu 
meaos  hostil  y  podría  conceder  á  los  subditos 
norteamericanos  aquella  satisfacción  que  exige 
la  justicia."  Proponía  asimismo  la  ocupacion'de 
la  parte  norte  de  Chihuahua  y  Sonora  por  fuerzas 
yankees  para  protejer  la  comunicación  con  Cali- 
Estudios  Históricos.— 13. 


~    98  - 

ornia  que  creía  amenazada  por  los  indios  y  los 
mexicanos  errantes.  «No  veo  otro  remedio  posi- 
ble para  estos  males,  agregaba,  ni  modo  alguno 
de  restablecer  el  imperio  de  las  leyes  y  del  orden 
en  esa  frontera  remota  y  desarreglada,  si  no  es 
que  el  gobierno  de  los  Estados  Unidos  extienda 
su  protección  por  nlgnn  tiempo  sobre  ¡a  parte 
septentrional  de  Chihuahua  y  Sonora  y  esta- 
blezca puntos  militares  en  dichos  Estados,  me- 
dida QUE  HECOMIENDO   SERIAMENTE  al  CoiIgreSO V  [1] 

El  Congreso,  sin  embargo,  no  tomó  tan  á  lo  se- 
rio la  recomendación  y  no  dio  paso  alguno  para 
Mevar  á  la  práctica  la  iniciativa  del  Presidente; 
pero  no  obstante,  los  asuntos  de  los  juaristas 
mejoraron  algo,  tanto  por  la  retirada  de  Forsyth 
de  México,  como  por  la  de  Robles  Pezuela  de 
Washington.  El  Sr.  Mata  volvió  á  V'eracruz  3'  con- 
ferenció largamente  con  Juárez  y  su  Gabinete; 
llevaba  "la  seguridad,  decía  un  periódico  norte- 
americano, de  que  la  deseada  protección  de  los 
Estados  Unidos  contra  Zuloaga,  se  facilitaría  mu- 
cho y  se  obtendría  probablemente.'' 

.Si  se  tienen  en  cuenta  todos  los  antecedentes 
que  hemos  dado  á  conocer  en  los  capítulos  pro- 
cedentes, fácil  será  darse  cuenta  del  objeto  con 
que  llegaba  á  Veracruz  Mata.  Los  Estados  Uni- 
dos, aprovechando  la  situación  precaria  de  Juárez 
y  el  deseo  que  tenía  úste  de  ser  reconocido  por 
aquellos,  querían,  antes  de  decidirse  á  recibir  al 
enviado  juarista,  obtener  todas  las  ventajas  posi- 

[1]  Mensaje  de  4  de  Diciembre  de  1858. 


-  99  - 

bles  de  esa  situación  y  de  ese  deseo.  Mata  no  sólo 
llevaba  la  promesa  de  que  Juárez  sería  reconocido 
por  la  administración  de  Buchanan,  sino  también 
la  de  que  se  darían  á  aquel  auxilios  en  hombres  y 
en  dinero  para  derrocar  á  Zuloaga. 

Juárez,  comprendiendo  todo  el  alcance  de  las 
proposiciones  que  el  gobierno  de  Buchanan  le  ha- 
cía, vacilo  por  el  temor  de  entregar  el  país  atado 
de  pies  y  manos  ú  los  Estados  Unidos,  j'  aunque  á 
su  lado  tenía  muchos  hombres  que  [según  lo  con- 
fesó Don  Francisco  Zarco  en  1861  desde  las  co- 
lumnas de  El  Siglo  XIX]  con  tal  de  triunfar  no 
reparaban  en  los  medios  y  que  le  aconsejaban 
que  llamase  en  su  aoxilio  ú  soldados  norteameri- 
canos, no  llegó  á  decidirse  por  tal  extremo  y  per- 
maneció indeciso  durante  algún  tiempo,  pues  no 
era  hombre  que  sabía  desplegar  energía  en  los 
trances  críticos.  Las  circunstancias  3-  sucesos  que 
veremos  más  adelante  lo  hicieron  dar  de  mano  á 
sus  últimos  escrúpulos  y  decidirse  á  entregarse  en 
manos  de  los  norteamericanos. 

Que  los  Estados  Unidos  se  mostraban  bastante 
exigentes,  se  comprende  al  considerar  la  situa- 
ción en  que  Juárez  se  encontraba  en  Veracruz,  en 
principios  de  1S59,  con  sus  ejércitos  derrotados 
por  todas  partes;  con  la  ciudad  que  le  servía  de 
refugio  próxima  á  ser  suiada  por  Miramon;  con 
las  escuadras  francesa  é  inglesa  fondeadas  en  Sa- 
crificios, y  reclamando  los  réditos  de  sus  conven- 
ciones, así  como  una  reparación  é  indemnización 
por  los  actos  de  Don  Juan  José   de  la  Garza  en 


-  loo  ~ 

Tampico,  que  impuso  préstamos  forzosos  á  resi- 
dentes extranjetos.  Comprendiendo  lo  crítico  de 
la  situación,  decía  The  Herald  de  Nueva  York  en 
Marzo  de  ese  año:  "No  parece  del  todo  imposible 
que  la  conducta  seguida  por  las  potencias  euro- 
peas, ocasionará  la  caída  de  Juárezó  del  gobierno 
constitucional  de  Veracruz.  .  .  .Ignoramos  si  tene- 
mos algún  derecho  para  quejarnos  de  la  conduc- 
ta adoptada  por  los  comandantes  de  la  escuadra 
anglo-francesa  al  intervenir  en  México.  En  primer 
lugar  impone  algunas  cargas  pesadas  al  comer- 
cio inglés  y  francés  en  México  que  ha  de  aumen- 
tar considerablemente  las  utilidades  de  nuestro 
contrabando  entre  Nueva  Orleans  y  los  puertos 
del  seno  mexicano  entre  Texas  y  la  frontera  ó  lí- 
nea del  Bravo  En  segundo  lugar,  si  arroja  á  Juá- 
rez y  á  los  constitucionalistas  fuera  de  Veracruz, 
y  reduce  su  causa  á  la  desesperación,  esto  no  ha- 
rá, m^s  que  disponet'les  más  favorablemente  de 
lo  que  han  estado  hasta  aquí  para  admitir  el 
auxilio  de  los  norteamericanos;  y  si  ellos  lo  pi- 
den á  los  hombres  más  á  propósito,  lo  obtendrán 
de  modo  que  puedan  aceptarlo.  Que  venga  el 
Presidente  Juárez  á  Nueva  York,  y  le  enseñare- 
mos el  camino  para  que  pueda  dar  con  jefes  mili- 
tares experimentados,  intrépidos  y  dignos  de  su 
confianza,  que  en  el  espacio  de  tres  meses  sean 
capaces  de  equipar,  organizar  y  conducir  á  Méxi- 
co 50,000  hombres,  y  de  reponer  en  sus  funciones 
al  presidente  y  al  Congreso  constitucionales  en  la 
capital  de  México,  advirtiendo  que  esto  podrá  ha- 


—  101  - 

cerse  con  la  cuarta  parte  del  gasto  de  lo  que  él 
ha  invertido  en  la  inútil  lucha  del  año  pasado." 

No  podía  ser  más  claro  el  lenguaje  del  periódi- 
co neo-yorkino  y  como  por  otra  parte,  las  cir- 
cunstancias apremiaban  cada  vez  más  y  Juárez 
hubo  de  decidirse  por  dar  oídos  á  las  proposicio- 
nes de  los  Estados  Unidos,  D.  José  María  Mata  ^al 
tornar  á  aquel  país,  es  seguro  que  llevaba  ins- 
trucciones para  dar  toda  clase  de  seguridades  á 
Buchanan  de  que  se  arreglaría  un  tratado  que 
colmase  los  deseos  de  éste,  pues  de  otra  manera 
no  habría  sido  recibido  oficialmente.  Este  paso  de 
parte  de  Juárez  no  cabe  duda  que  es  bastante  vi- 
tuperable, porque  si  hubiera  sido  verdaderamente 
patriota  hubiera  preferido  perder  la  partida  y  de- 
jar de  luchar  á  buscar  el  apoyo  del  extranjero:  en 
este  punto  fueron  muy  superiores  á  c!^  Zuloaga  y 
sus  Ministros  que  desechando  las  proposiciones 
de  Mr.  Forsyth,  sabían  que  adquiríanun  enemigo 
poderoso  y  que  minaban  profundamente  los  ci- 
mientos sobré''que  descansaba  el  gobierno  conser- 
vador. 

Si  Juárez  tenía  fé  en  su  causa  como  quería  ha- 
cerlo creer  en  sus  proclamas,  debería  haber  recha- 
zado las  proposiciones  de  Buchanan  y  atenerse 
á  sus  propios  recursos,  que  ellos  le  darían  el  triun- 
fo ó  la  derrota,  según  la  eficacia  de  ellos.  Si 
vencía  á  nadie  más  que  á  sus  generales  hubiera 
debido  el  triunfo  y  esto  liubiera  sido  para  él  un 
motivo  de  legítimo  orgullo;  y  si  era  derrotado 
hubiera  llevado  í\1  ostracismo  la  satisfacción    de 


-  102 

que  habia  luchado  por  sus  ideales  y  no  por  mera 
ambición  personal,  que  le  llevara  á  sacrificar  el 
decoro  nacional. 

Pero  prefirió  conservar  el  poder  á  todo  trance, 
antes  que  hacer  concesión  ninguna  á  sus  contra- 
rios; prefirió  llamar  á  los  jurados  enemigos  de 
México  en  su  auxilio  y  consintió  en  acceder  á 
muchas  de  las  proposiciones  de  ellos.  (1) 

El  resultado  no  se  hizo  esperar,  Mr.  Roberto 
Mac  Lañe,  entusiasta  demócrata  y  imo  de  los 
hombres  más  apropósito  por  sus  ideas,  para  llevar 
á  buen  término  las  negociaciones  que  se  iban  á 
entablar,  fué  enviado  como  representante  diplo- 
mático cerca  de  Juárez  y  recibido  por  éste  en  au- 
diencia solemne  el  6  de  Abril  de  1859;  pocos  días 
después,  el  28  del  mismo  mes,  D.José  María  Mata, 
reconocido  con  igual  carácter  en  los  Estados  Uni- 
dos, presentaba  sus  credenciales  al  presidente 
Buchanan. 

La  administración  juarista  estaba  radiante  de 
gozo  por  aquellos  acontecimientOG  que  venían  á 
darle  una  solidez  de  que  carecía,  y  en  los  discur- 
sos de  estilo  rebosada  ese  gozo,  según  tendremos 
ocasión  de  ver. 


[2]  «Estas consideraciones  (la  extensión  de  territorio 
que  ocupaban  losjuaristas;  depura  significación  política, 
sin  referirse  al  espíritu  leal  y  amistoso  manifestado  por 
el  Gobierno  constitucional,  para  con  el  gobierno  de  los 
Estados  Unidos,  forman  la  razón  suliciente,  porque  cslf 
aceptó  laa  proposiciones  /techas  por  aquel  por  inedia  de 
su  ministro  especial  en  Washinston.  el  Sr.  Mata. 

XOTA  de  Mr.  Mac  Lañe  al  Sr.  Ocampo,  fecbada  en  Vc- 
racruz  el  26  de  Abril  de  1359. 


103  - 


V 


El  paso  de  Buchanan  nombrando  un  plenipoten- 
ciario cerca  de  Juárez  y  recibiendo  olicialmente 
al  enviado  de  éste  causó  honda  sensación  no  sólo 
en  México  y  los  Estados  Unidos,  sino  aun  en  al- 
gfunas  naciones  europeas  como  Inglaterra,  España 
y  Francia  que  seguían  de  cerca  la  lucha  que  los 
partidos  sostenían  en  el  país  y  que  con  frecuen- 
cia presentaban  reclamaciones  y  quejas  por  los 
perjuicios  y  atropellos  que  sus  subditos  recibían 
á  causa  de  las  peripecias  de  la  guerra  civil. 

Efectivamente,  ese  paso  del  Presidente  de  la 
Union  Norteamericana,  significaba  que  el  gobier- 
no de  aquella  Nación  se  poníii  decididamente  del 
lado  del  partido  juarista  y  que  olvidando  sus  tra- 
dicionales reglas  de  reconocer  á  los  gobiernos 
de  hecho,  poníase  del  lado  del  que  podríamos 
llamar  el  pretendiente  y' que  estaba  muy  lejos  de 
ejercer  una  autoridad  efectiva  ni  aun  sobre  gran 
parte  de  la  Nación.  Este  olvido  de  esas  reglas 
era  tan  chocante  que  todo  el  mundo  vio  claro  que 
no  tenía  otro  objeto  que  apoyar  moralmente  á 
Juárez  y  facilitarle  la  manera  de  que  obtuviera 
recursos  del  país  vecino  (los  empezó  á  adquirir 
en  abundancia,  según  el  dicho  del  historiador  li- 
beral D.  -Manuel  Rivera  Cambas;  á  fin  de  que  pu 
diera  quedar  triunfante  de  sus  contrarios. 

Desde  entonces  las  naciones  europeas  que  veían 


—  104  - 

con  desconfianza  la  influencia  que  los  Esta- 
dos Unidos  pretendían  adquirir  en  todo  el  Conti- 
nente df*  Colon  y  sobre  todo  en  México,  empezaron 
á  idear  la  manera  de  contrarrestar  esa  influencia, 
pero  lentas  en  el  obrar,  se  limitaron  á  seguir  re- 
conociendo el  Gobierno  de  Zuloaga  y  Miranionen 
tanto  que  sus  planes  maduraban. 

El  Ministro  Mac  Lañe  fué  perfectamente  reci  • 
bido  en  Veracruz  y  los  discursos  que  el  dia  de  su 
presentación  oficial  se  cambiaron  entre  él  y  Juá- 
rez fueron  por  demás  expresivos,  aunque  de  parte 
de  ambos  no  dejaron  de  tener  su  parte  ridicula. 
«¡Confío,  decía,  en  que  la  administración  de  V.  E. 
en  los  asuntos  públicos  de  su  patria  sea  distinguí" 
da  por  la  perfección  y  consolidación  de  aquellos 
grandes  principios  de  libertad  constitucional  que 
forman  los  elementos  fundamentales  de  la  verda- 
dera libertad  y  que  distinguen  las  Repúblicas 
de  México  y  de  los  Estados  Unidos  de  la  mayor 
parte  de  los  grandes  Estados  é  Imperios  del 
hemisferio  oriental. 

«El  patriotismo  ilustrado  y  el  vivo  anhelo  de  V. 
E.  por  dichos  principios,  son  altamente  recono- 
cidos, así  por  el  pueblo  como  por  el  gobierno  de 
los  Estados  Unidos,  y  será  mi  constante  obligación 
el  manifestar  el  mismo  espíritu  en  mis  relaciones 
con  V.  E.,  de  modo  que  los  gobiernos  de  las  dos  Re- 
públicas sigan  fomentando  ente  ambas  una  consi- 
deración y  amistad  leal  y  que  nuestros  respectivos 
países  puedan  enoblecer  por  su  historin  y  sus  pro- 


-  105  — 

gresos,  el  triunfo  completo  de  la  libertad  consti- 
tucional.!> 

Aparte  de  que  no  era  muy  propio  ea  un  discur- 
so de  recepción  ponerse  á  definir  la  libertad  y  de 
que  esa  repetición  de  principios  y  de  libertad 
constitucional  no  deja  de  llamar  la  atención,  re- 
sultaba hasta  bufo  que  un  furibundo  esclavista  y 
decidido  enemigo  da  la  libertad  de  la  raza  negra 
hablase  de  esos  principios  y  quisiese  presentar  á 
su  país  como  modelo  de  naciones,  cuando  en  esa 
época  eíistian  otras  que  le  podían  servir  de  eiem- 
plo. 

La  contestación  no  le  fué  en  zaga.  Juárez,  des- 
pués de  afirmar  que  se  esforzaría  por  merecer  la 
confianza  de  Mac  Lañe,  le  aseguró  que  todos  los 
funcionarios  y  jefes  que  sostenían  el  gobierno 
constitucional  ^¡bac¡endo  á  un  lado  todo  interés 
mezquino  y  toda  aspiración  personal,  se  habían 
consagrado  ala  salvación  de  la  santa  causa  de 
los  pueblos,  la  libertad  constitucional  .  ->  Eso  de 
hacer  á  un  lado  las  aspiraciones  personales  en 
boca  de  un  hombre  que  sin  poder,  sin  autoridad 
se  había  empeñado  en  una  lucha  fratricida  sólo 
por  ocupar_j^la  primera  magistratura  y  que  para 
nada  tenía  en  cuenta  los  sacrificios  que  imponía  al 
país  con  su  obstinación;  en  su  boca,  decimos,  esas 
palabras  no  eran  muy  propias,  así  como  tampoco 
las  con  que  terminaba  el  discurso:  "Pueda  el  buen 
ejemplo  que  ambos  países  se  dérz,  ser  seguido  por 
las  demás  naciones  entre  sí  y  con  las  de  los  Esta- 
dos Unidos  y  México,  para  consolidar  la  paz  y  el 
Estudios  históricos.— 14, 


—  106  — 

incesante  progreso  de  la  humanidad."  No  era  de 
lo  más  edificante  por  cierto  el  ejemplo  que  evStas 
dos  naciones  daban  al  mundo:  la  una  empeñada 
en  una  tremenda  lucha  de  principios,  se  veía  cu- 
bierta de  ruinas,  la  guerra  civil  imperaba  en  ella 
con  todos  sus  horrores  y  amenazaba  acabar  has- 
ta con  la  nacionalidad;  la  otra,  constituida  vicio- 
samente y  desconociendo  el  precepto  de  la  igual- 
dad de  todos  los  hombres,  estaba  profundamente 
dividida  y  próxima  á  emprender  también  una 
sangrienta  guerra  civil:  no  eran  á  proposito,  pues, 
para  consolidar  la  paz  del  mundo  y  el  progreso 
de  la  humanidad  ni  los  constitucionalistas  mexi- 
canos ni  los  separatistas  de  los  Estados    Unidos. 

La  recepción  de  Mac  Laue  l'ué  dada  á  conocer 
el  mismo  día  (6  de  Abril)  á  los  jefes  juaristas,  por 
medio  de  una  circular  que  desde  luego  se  conoce 
que  fué  obra  do  Ocampo,  el  Ministro  filósofo,  que 
nunca  se  dio  bien  cuenta  de  que  vivía  en  el  se- 
gundo tercio  del  siglo  diez  y  nueve  y  que  debió 
haber  vivido  en  el  siglo  pasado,  en  el  que  tan  an- 
cho campo  tuvieron  otro"^  para  llenar  al  mundo 
de  teorías  y  para  extraviar  su  criterio. 

En  la  citada  circular,  después  de  hablarse  de 
intrigas  monárquicas  que  quedaban  destruidas, 
de  las  teorías  de  Hobes,  de  jesuitismo  diestro  y 
maquiavélico,  de  sentimientos  de  benevolencia  lui- 
m.initaria  y  otras  frases  p^r  e¡  estilo,  se  decía: 
"Abre  (el  reconocimiento;  una  nueva  era  para  las 
relaciones  de  los  dos  pueblos,  cuya  mutua  prosperi- 
dad está  en  el  interés  de  ambos,  pues  que    ya  co- 


r-     107      - 

mienzan  á  comprender  que  unidos  pueden  desa- 
fiar al  inundo  y  regalar  los  destinos  de  la  nue- 
va httntanidad.'^  Creemos  irrealizable  esta  pro- 
fecía, pues  ya  era  tiempo  de  que  empezara  á  rea- 
lizarse; cerca  de  diez  y  ocho  años  hace  que  nues- 
tro gobierno  está  estrechamente- unido  al  de  los 
Estados  Unidos  y  no  sólo  no  hemos  podido  desa- 
fiar al  mundo,  pero  ni  aun  siquiera  imponer  algún 
respeto  á  la  débil  Guatemala. 

En  otro  párrafo  da  la  circular  se  pretendía  que 
entre  las  dos  naciones  se  establecieran  sinceras 
relaciones  de  amistad:  -íResuelto,  decía,  el  Exce- 
lentísimo Señor  Presidente  á  entrar  en  una  nueva 
política,  franca  y  decorosa  con  los  Estados  Unidos, 
evitará  que  cunda  más  entre  nosotros  el  espíritu 
de  insensato  antagonismo  que,  para  que  los  demó- 
cratas de  todo  el  mundo  no  se  entiendan  y  ayu- 
den, ha  conseguido  sembrar  un  jesuitismo  diestro 
y  maquiavélico.  Se  unirá  con  los  hombres  de  ca- 
rácter elevado  y  corazón  recto  de  ambos  países, 
que  no  creen  como  Hobes,  que  la  guerra  sea  el 
estado  natural  de  la  humanidad,  sino  que  unidos 
en  el  espíritu  cristiano  de  creer  hermanos  á  todos 
los  hombres  (1),  no  piensan  que  el  destino  provi- 
dencial de  los  pueblos  s>ea  el  de  destruirse  los 
unos  á  los   otros,    sino  es  el  amarse  y   ayudarse 


[I]  Lj  mi?mo,  con  idéalicas  y>;tUibi"a.s,  decía  por  enton- 
ces el  Glii.lermo  Tell,  periódico  qu-;  se  publicaba  en 
Vcracruz,  ^no  puede  uno  creer  en  vista  de  esto,  que  el 
Ministro  Ocampo  era  uno  de  los  redactores  de  esa  publi- 
cación? lIAs  adelante  tendremos  ocasión  de  copiar  ;llpun 
editorial  de  ella. 


108 


mutuamente.  Se  unirá,  por  último,  á  los  econo- 
mistas que  piensan  que  un  vecino  rico  y  poderoso, 
vale  más  que  un  desierto  devastado  por  la  mise- 
ria y  la  desolaciou.r>  Concluía  admirando  las  do- 
tes de  Mac-Lane  y  encareciendo  que  el  nombra- 
miento de  éste  había  sido  aprobado  por  unanimi- 
dad por  el  Senado  de  su  patria. 

Natural  era  que  el  diplomático  que  en  aquellas 
circunstancias  se  presentaba  en  Veracruz  fuese 
mirado  por  los  juaristas  como  un  hombre  extra- 
ordinario y  superior  á  los  demás. 

Esos  discursos  fueron  comentados  por  la  pren- 
sa conservadora  de  la  manera  más  desfavorable 
para  Juárez,  sobre  todo  las  últimas  palabras  de  la 
circular,  que  hemos  trascrito,  dieron  motivo  para 
que  algunos  periódicos  supusieran,  y  entre  ellos 
el  Diario  Oficial,  de  México,  que  ellas  significa- 
ban el  acuerdo  que  había  entre  Buchanaa  y  Juá- 
rez para  enajenar  parte  del  territorio  nacional 
de  los  Estados  de  Chihuahua  y  .Sonora,  á  fin  de 
tener  más  cerca  al  vecino  rico  y  poderoso  y  no 
estar  separado  de  él  por  el  desierto  devastado; 
recordaba  á  ese  efecto  las  palabras  del  presidente 
Buchanan  en  su  mensaje  al  Congreso  en  el  que 
manifestaba  que  no  veía  otro  remedio  para  los 
males  de  que  adolecía  la  frontera  que  e!  deque  el 
Gobierno  de  los  Estados  Unidos  ocupase  el  norte 
de  los  Estados  mexicanos  y  estableciese  en  ellos 
puntos  militares  que  garantizasen  el  orden  y  la 
paz  de  las  fronteras. 

Aunque  eií  el  terreno  de   las    suposiciones  todo 


^.  --  109  - 

cabe,  y  dado  ciertos  antecedentes  j^a  conocidos 
de  nuestros  lectores,  esas  palabras  de  D.  Melchor 
Ocampo  muy  bien  podrían  referirse  á  la  prenda 
temporal  ó  enagenacion  definitiva  de  una  porción 
considerable  de  los  Estados  fronterizos,  por  nues- 
tra parte  no  creemos  que  á  ella  se  refiriese  en  las 
palabras  que  hemos  copiado  y  que  sirvieron  de 
base  á  aquellas  suposiciones.  Si  bien  es  cierto  que 
los  juaristas  nunca  tuvieron  grande  respeto  por 
la  integridad  y  la  independencia  nacionales  como 
lo  prueban  los  bonos  Carbajal,  para  cuyo  pago 
fué  hipotecado  el  territorio  nacional;  como  lo  de- 
muestran el  mismo  tratado  Mac  Lane-Ocampo, 
las  proposiciones  para  rechitar  voluntarios  extran- 
jeros y  otros  hechos,  en  la  circular  de  ^Ocampo 
no  se  hizo  alusión,  á  juicio  nuestro,  á  esos  pro- 
yectos. Creemos  que  el  Ministro  de  D.  Benito, 
teniendo  ante  sus  ojos  un  pliego  de  papel  blanco 
sólo  se  ocupó  de  llenarlo  y  de  escribir  una  circu- 
lar que  para  apartarse  de  la  rutina,  procuró  que 
estuviera  llena  de  las  doctrinas,  teorías  y  opinio- 
nes de  que  tenía  el  autor  atestado  el  cerebro;  y 
que  si  hizo  algunas  alusiones  á  los  proyectos  de 
los  Estados  Unidos,  y  aun  á  lo  que  ya  se  había 
prometido  por  Juárez,  fué  más  bien  por  inadver- 
tencia y  no  con  marcada  intención. 

Podemos,  sin  embargo,  equivocarnos  en  nues- 
tro juicio  y  suceder  que  realmente  esas  palabras 
se  refiriesen  con  toda  intención  á  los  arreglos 
pendientes:  en  ese  caso,  la  alusión  no  puede  ser 
más  directa  y  la  promesa  de  venta  mus  descarada) 


-  lio  — 

pues  además  de  dav  á  entender  que  se  enajenaría 
el  territorio  suficiente  para  acercar  las  fronteras 
á  nuestros  centros  más  poblados,  sin  preámbulo 
de  ninguna  clase  y  sin  consultar  la  voluntad  de 
la  Nación  se  anunciaba  á  ésta  esa  desmembración 
dolorosa. 

Esta  es  una  de  las  razones  que  inclinan  nues- 
tra opinión  á  creer  que  la  circular  de  Ocampo  no 
se  refería  de  una  manera  precisa  á  los  arreglos 
que  había  pendientes  con  Mac  Lañe  j' su  gobierno. 


VI. 


Si  pretendiéramos  dar  un  resumen  siquiera  de 
lo  que  la  prensa  mexicana  y  norteamericana  dijo 
por  aquellos  días  acerca  de  la  llegada  y  recepción 
del  Ministro  Mac--Lane,  ocuparíamos  largas  pá- 
ginas, pues  el  asuuto  proporcionó  materia  suficien- 
te para  discutir  la  actitud  de  los  Estados  Unidos 
y  los  resultados  que  la  causa  de  Juárez  podía  ob- 
tener. Desde  luego  la  prensa  conservadora  tachó 
de  traidores  á  los  li-berales  que  buscaban  el  apoyo 
y  la  protección  de  los  enemigos  jurados  de  nues- 
tra raza,  para  sobreponerse  á  los  que  no  pudie- 
ran vencer  en  los  combates. 

A  reforzar  los  argumentos  de  los  que  tal  decían 
vino  muy  oportunamente  la  protesta  que  con  fe- 
cha 14  de  Abril  de  1859  suscribió  el  Sr.  D.  Ma- 
nuel Diez  de  Bonilla  "Ministro   de  Relaciones  Ex- 


-  111  - 

teriores  en  el  Gobierno  de  que  el  Presidente  Mi- 
ramon  es  el  jefe  del  Ejecutivo"  (1),  en  nombre  del 
"Supremo  Gobierno  de  la  República."  En  esa  pro- 
testa se  hacía  la  relación  de  los  sucesos  ocurri- 
dos desde  la  proclamación  del  plan  de  Tacubaya, 
y'sc  agregaba: 

«Poco  tiempo  después,  el  mismo  Ministro  de  los 
Estados  Unidos  abrió  una  negociación,  por  órde- 
nes expresan  de  su  gobierno,  con  el  de  la  Repú- 
blica para  celebrar  un  tratado  en  virtud  del  cual, 
se  concediese  d  los  Estados  Unidos,  por  una  su- 
ma de  dinero  que  se  estipularía,  tina  parte  muy 
CONSIDERABLE  del  territorio  nacional,  y  el  paso 
á  perpetuidad  del  istmo  de  Tehuantepec.  Dese- 
chadas estas  proposiciones  como  injuriosas  al 
buen  nombre  é  intereses  vitales  de  México,  el  Mi- 
nistro de  los  Estados  Unidos  cambió  de  política, 
y  comenzó  ú  suscitar  embarazos  á  la  administra- 
ción, provocando  cuestiones  desagradables,hirien- 
do  á  cada  paso  la  susceptibilidad  nacional,  y  en- 
tablando 6  sosteniendo  reclamaciones  muy  exa- 
geradas siempre,  y  las  más  veces  destituidas  de 
fundamento. 

"Reclamaciones  eran  éstas,  derivadas  casi  en 
su  totalidad  de  quejas  anteriores  contra  funcio- 
narios ó  agentes  del  gobierno  derribado  por  sus 
escandalosos  atentados,  y  expresadas  en  notas  del 

[11  Este  fué  el  Ululo  quo  Mr.  Mac  Lanc  dio  al  Sr.  Diez 
(le  Bonilki  en  la  nota  que  con  íccha  26  tic  Abril  dirigió  a 
D.  Melchor  Oc.Tmpo.  Por  él  se  v6  que  el  diplomático  norte- 
americano reconocía  implícitamente  la  existencia  del 
'Johierno  de  Miyanion, 


-  m  - 

lenguaje  más  caustico  y  ofensivo.  Ni  excusó  tam- 
poco, así  el  aconsejar  á  los  ciudadanos  america- 
nos la  desobediencia  al  gobierno,  á  fin  de  provo- 
carlo á  medidas  coercitivas  para  hacerse  obede- 
cer^ y  entonces  protestar  y  suspender  las  relacio- 
nes según  lo  verificó,  como  el  protejer  á  los  ene- 
migos del  gobierno,  que  lo  son  también  de  la  so- 
ciedad, por  los  principios  de  barbarie  que  ellos 
profesan,  y  por  la  conducta  salvaje  que  observan, 
hasta  el  extremo  de  tener  el  Sr,  Forsyth  en  su 
propia  casa  á  los  jefes  de  la  revolncion  para  que 
conspirasen  á  mansalva,  y  aun  para  que  ocultasen 
la  plata  que  por  orden  del  llamado  gobierno  cons- 
tiiucionalista,  extrajeron  de  la  Catedral  de  Mo- 
relia,  arrancándola  de  sus  altares." 

Agregaba  la  protesta  que  no  obstante  la  pru- 
dencia de  México,  el  gobierno  délos  Estados  Uni- 
dos no  sólo  había  aprobado  la  conducta  de  For- 
syth, sino  que  había  dejado  todo  disfraz,  recono- 
ciendo á  D .  Benito  Juárez,  y  terminaba  así: 

"Kn  vista  de  esta  conducta  inconsecuente  j^  des- 
leal, tan  opuesta  al  derecho  de  gentes  y  á  los 
usos  establecidos  y  admitidos  por  todas  las  nacio- 
nes, y  la  cual  no  puede  tener  otra  mira  que  el 
engrandecimiento  material  de  los  Estados  Unidos 
á  costa  de  la  República  Mexicana,  ya  sea  por  la 
adquisición  de  una  parte  de  su  territorio,  sin  de- 
tenerse en  los  medios  para  obtenerlo,  j'a  por  la 
celebración  de  algún  tratado,  contrato  6  conve- 
nio para  procurarse  influencias  ó  ventajas  con- 
trarias Á  los  intereses  de  México,  y  para  cuya 


-  113  - 

consecución  tratan  de  revestir  con  las  apariencias 
de  Gobierno  legítimo  al  mismo  que  descono  cieron 
y  desecharon  cuando  tenían  esperanzas  de  conse- 
guir sus  planes,  entendiéndose  con  el  único  na- 
cional, admitido  por  todas  las  potencias  amigas  y 
legítimo  representante  de  la  soberanía  de  México; 
el  infrascrito,  Ministro  de  Estado  y  del  Despacho 
de  Relaciones  Exteriores,  por  orden  especial  del 
Escmo.  Sr.  General  Presidente  de  dicha  República 
Mexicana  declara: 

"Que  son  nulos  y  de  ningún  valor  ni  efecto 
cualesquiera  tratados,  convenios,  arreglos  ó  con- 
tratos que  sobre  cualquier  materia  se  hayan  cele- 
brado ó  puedan  celebrarse  entre  el  gabinete  de 
Washington  y  el  llamado  constitucionalista;  y 
que  desde  ahora  para  siempre,  protesta  ante  el 
mundo  civilizado,  á  nombre  de  la  nación,  dejar  á 
salvo  la  plenitud  de  sus  derechos^  así  sobre  teda  la 
extensión  de  su  territorio,  según  quedó  demarcado 
por  el  tratado  de  Guadalupe  Hidalgo  de  2  de  Fe- 
brero de  1848,  y  el  posterior  de  30  de  Diciembre 
de  1853,  como  sobre  cualquiera  otro  punto  en  que 
se  afecten  los  intereses    y  soberanía    de  México." 

Esta  nota  en  que  se  ponía  en  evidencia  el  pro- 
ceder de  los  Estados  Unidos  y  se  desenmascara- 
ba á  aquel  gobierno,  haciendo  ver  cuáles  eran 
las  intenciones  que  le  hacían  reconocer  á  Juárez, 
cansó  su  efecto.  Mr.  Mac  Lañe  contestó  á  esa 
pjotesta  conuna  nota  que  en  28  de  Abril  dirigió 
á  D   Melchor  Ocampo. 

Aun  á  riesgo  de  fastidiar  á  los  lectores,  vamos 
Estudios  histéricos,-  13, 


—   lU  — 

opicáarla  en  gra  parte,  pues  ella  pone  de   mani- 
fiesto la  conducta  que  Buchanan  observó  respecto 
de  México  y  la   idea    que  dominaba  á  los  demó 
cratas,  de  los  cuales  Mac  Lañe  era  activo  agente: 

"Cuando  Mr,  Forsyth— dice  la  nota— recono- 
ció aquel  gobierno  (el  de  Zuloaga),  el  presidente 
Comonfort  había  abandonado  el  país,  (1)  y  no  pu- 
do saber  que  el  Presidente  Juárez  había  ya  orga- 
nizado el  gobierno  constitucional;  por  consiguien- 
te, el  gobierno  reconocido  por  el  Sr.  Forsyth  fué 
solamente  el  de  hecho:  gobierno  que  no  importa- 
ba á  México  en  ese  tiempo,  y  al  reconocerlo  co- 
mo ta!,  obró  de  conformidad  con  la  bien  estable- 
cida práctica  y  la  política  del  gobierno  de  los  Es- 
tados Unidos. " 

MacLane,  ni  decir  esto,  olvidaba  intencional- 
mente  que  aun  establecidvi  ya  Juárez  en  Vera- 
cruz  y  Mata  en  Washington,  Mr.  Forsyth  siguió 
reconociendo  al  gobierno  de  Zuloaga,  el  que  se" 
gun  él  era  sólo  el  de  hecho,  no  obstante  que 
ya  sabía  perfectamente  que  funcionaba  el  que 
juagaba  ''de  derecho." 

Continúa  hablando  :>Ir.  Mac  Lañe: 

"Después  él  (el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos;, 
terminó  sus  relaciones  con  ese  gobierno,  no  por 
falta  de  buen  éxito,  ni  porque  esto  («el  buen  éxito 
se  entier.de>;  I  fuera  probable  en  las  negociaciones 


(1)  E.sto  no  es  cierto:  el  23  Je  Enero  de  1959  leoonoció  A 
Zuloacrael  Cuerpo  Diplomático,  y  hasta  el  7  de  febrero 
se  embarcó  Comünfort  para  el  extranjero. 


-  115  — 

para  la  compra  de  terntorio  (1),  sino  porque  ese 
gobierno  malioraaniente  hollaba  los  bien  estable- 
cidos principios  de  ley  y  política  urbanidad  que 
regulan  las  relaciones  de  los  Estados  civilizados 
(¡qué  disculpa!)  y  el  Gobierno  de  los  Estados  Uni- 
dos aprobó  la  resolución  de  suspender  las  rela- 
ciones diplomáticas  y  políticas  con  un  gobierno 
que  observaba  tal  conducta.  i'2) 

"Todavía  después,  cuando  casi  toda  la  nación 
mexicana  había  rechazado  al  Gobierno  central, 
j  el  costitucional  del  presidente  Juárez  fué  ente- 
ramente restablecido  en  sus  funciones,  y  acep- 
tado por  más  de  cuatro  quintos  de  la  Eepúbiica 
por  conducto  de  su  ministro  especial  en  Washing' 
ton  el  Sr.  Mata,  invitó  al  gobierno  de  los  Estados 
Unidos  para  restablecer  las  relaciones  políticas 
con  la  República  de  México." 

Se  necesitaba  todo  el  desplante  de  Mr.    Mac-La- 
ne  para  aseverar  que  en  ñnes  de  1858  ó  principios 
de  1859,  Juárez    fuera    enteramente    restablecido 
en  sus  funciones,  pues  si  bien  se  recuerdan  los  su  ' 
cesos  de  esa  época,  se  verá  que     á  la    acción  de 
Salamanca  y  toma  de  Guadalajara  que  obligaron 
á  D.  Benito    á    huir   al    extranjero^    siguió    la   de 
Ahualulco  en  la  que  sufrieron  un  tremendo  desca- 


(1)  Lueffo  el  gobierno  Je  Buhanan  comprendía  que 
sus  proposiciones  para  enagenar  nuestro  territorio  ha- 
bían de  hcr  rechaz.-idjs.  Adem.-is  en  esta  frase  confiesa  Mr. 
Mac  Lañe  que  sí  hubo  esas  proposiciones. 

f2:  Aquí  ya  no  se  habla  del  grobierno  de  hecho  y  del 
de  derecho,  ahora  surge  la  teoría  de  la  conveniencia,  úni- 
ca que  debía  haberse  alegado  desde  un  principio. 


-  lió  — 

labro  las  fuerzas  fronterizas  que  algún  tiempo 
permanecieren  en  descanso:  aunque  ese  descala- 
bro quedó  compensado  en  parte  con  la  toma  de 
Guadalajara  por  Deg'ollado,  no  tardó  en  verse  es- 
te jefe  juarista  derrotado  en  Poncitlan,  así  como 
Blanco  en  las  g-oteras  de  la  ciudad  de  México  y 
;í  su  vez  el  mismo  Juárez  sitiado  en  Veracruz, 
sin  más  término  de  jurisdicción  que  el  recinto 
amurallado  de  la  plaza  y  el  castillo  de  Ulúa;  de 
manera  que  ese  gobierno  juarista  no  llegó  á  ver- 
se completamente  restablecido  en  el  período  de 
Enero  de  1858  á  Abril  de  1859,  por  más  que  lo  di- 
jera así  Mr.  iMac  Lañe  para  disculpar  algo  el  re- 
conocimiento de  D.  Benito  Juárez  que  hizo  su  go- 
bierno. Pero  el  Ministro  \ankee,  ya  empeñado 
en  sus  ideas,  continuó  desarrollándolas  en  esta 
forma: 

cEl  gobierno  de  los  Estados  Unidos  só!c  tuvo 
que  asegurarse  de  que  este  gobierno  constitucio- 
nal existía  en  México  con  la  autoridad  y  el  poder 
suficientes  para  arreglar  las  cuestiones  pendien- 
tes entre  las  dos  repúblicas^  en  el  tiempo.en  que 
las  relaciones  políticas  estuvieron  suspendidas,  y 
que  estaba  dispuesto  á  ejercer  su  poder,  animado 
de  un  espíritu  amistoso  y  leal .  " 

Después  de  decir  que  la  vecindad  de  las  dos  na- 
ciones, así  como  las  relaciones  comerciales  de 
ambas,  exigían  urgentemente  la  reanudación  de 
las  diplomáticas;  que  el  hecho  de  ocupar  Miramon 
la  capital  y  dos  ó  tres  ciudadades  principales  nada 
significaba  al  lado  de  la  autoridod  que  Juárez  ejer-! 


~  117    - 

cía  sobre  cuatro  quintos  de  los  Estados  y  sobre 
las  costas  y  fronteras,    agrega: 

<Estas  consideracionos  de  pura  significación  po- 
lítica, sin  referirse  al  espíritu  leal  y  amistoso  ma- 
nifestado por  el  gobierno  constitucional  para  con 
el  gobierno  de  los  Estados  Unides,  forman  la  ra- 
zón suficiente,  porque  «-éste  aceptó  las  proposicio- 
«nes  hechas  por  aquel  por  medio  de  su  ministro 
«especial  en  Washington,  el  Sr.  Mata.? 

Este  último  párrafo  vino  á  hacer  traición  á  to- 
do lo  que  antes  dijo  Mac  Lañe,  pues  por  él  se 
descubre  que  no  las  consideraciones  de  política, 
sino  el  espíritu  leal  y  amistoso  ó  más  bien,  incli- 
nado á  concesiones,  de  los  juaristas,  fué  el  que 
decidió  á  los  Estados  Unidos  á  reconocer  á  D. 
Benito. 

Concluía  la  nota  protestando  que  no  se  nega- 
ban á  Miramon  sus  derechos  como  gobernante  en 
todos  los  puntos  que  le  estuviesen  sometidos  y  que 
procuraría  mantenerse  en  el  terreno  de  la  más 
imparcial  neutralidad,  como  si  el  reconocimiento 
del  directorio  de  Veracruz  no  fuese  la  más  flagran- 
te violación  de  esa  neutralidad. 

Mac  Lañe  en  su  nota  se  redujo  á  explicar  (y  lo 
hizo  mal  por  cierto),  la  conducta  de  su  gobierno; 
pero  guardó  silencio  sobre  el  punto  principal  de 
la  protesta  del  señor  Diez  de  Bonilla,  autorizando 
con  ese  silencio  las  suposiciones  que  se  hacían  de 
que  estaba  en  tratos  con  Juárez  para  celebrar 
convenios  que  menoscabasen  la  soberanía,  integri- 
dad ó  dignidad  de  la  Nación  Mexicana. 


—  118  - 

Tampoco  lo  hizo  bien  Ocampo  en  la  circular 
que  dirigió  á  los  goberuadores,  con  fecha  28  del 
mismo  Abril,  con  motivo  de  la  protesta  de  Boni- 
lla: no  refutó  las  razones  de  este  señory  se  limitó 
á  desahogos  y  á  personalizar  la  cuestión:  "Verá 
V.  E., — d,ecía— por  la  copia  que  en  seguida  de  es- 
ta nota  hago  insertar,  de  qué  modo  el  Sr.  Bonilla, 
faltando  á  las  más  sencillas  conveniencias  del 
respeto  que  las  naciones,  así  como  los  individuos, 
deben  guardarse,  ha  presentado  ante  la  Nación  el 
acto  por  el  cual  el  F.xcmo.  Sr.Minlstro  Mr.  Rober- 
to W.  Mac  Lañe  reconoció  en  nombre  del  gobier- 
no de  los  Estados  Unidos  al  señor  Juárez  como 
presidente  constitucional  de  la  República  mexica- 
na." 

La  protesta  del  Sr.  Bonilla,  concebida  en  térmi- 
nos bastante  comedidos,  en  manera  alguna  falta- 
ba á  las  conveniencias  sociales  é  internacionales; 
pero  reducida  ^á  poner  de  manifiesto  las  maquina- 
ciones de  constitucionalistas  y  norteamericanos, 
no  podía  ser  del  agrado  de  ihíOS  ni  de  otros. 

Ocupándose  Don  Melchor  Ocampo  de  la  parte 
de  aquella  en  que  se  tendrían  por  nulos  todos  los 
tratados  que  se  hiciesen  con  los  Estados  Unidos, 
escribió  estas  palabras  que  prueban  de  una  ma- 
nera evidente  cuando  menos  la  existencia  de 
preliminares  para  celebrar  pactos  nada  benéficos 
para  México:  "Cuando  la  República  haya  conse- 
guido por  un  esfuerzo  más,  sujetar  ó  convencer  á 
aquellos  de  sus  hijos  extraviados  que  no  quieren, 
con  el  pretexto  del  orden,  sino  regirla  por  una  vo- 


—1119  — 

luntad  caprichosa,  inspirada  por  las  antiguas 
máximas  de  explotación  de  los  muchos  por  los 
pocos,  ó  del  sostenimiento  de  fueros,  exenciones  j 
privilegios,  sobre  la  opresión  y  esquilmo  de  la 
generalidad,  sabrá  distinguir  los  actos  que  ¡a 
salvan  de  los  que  la  destruyen  y  consagrar  loi 
que  la  sean  útiles." 

Es  decir,  en  nuestro  concepto,  Ocampo  con  es- 
tas palabras  quiso  dar  á  entender,  que  en  tanto 
que  la  lucha  durara,  cualquier  pacto  que  propor- 
cionara ayuda  á  los  liberales  era  bueno  para  ellos 
aunque  no  lo  fuera  para  la  Xacion;  y  que  después 
á  la  hora  del  triunfo,  se  vería  la  manera  dé  elu- 
dir el  cumplimiento  de  aquellos  que  pareciesen 
onerosos.  Xo  pueden  darse  máximas  más  relaja- 
das ni  mayor  inmoralidad  que  la  que  envolvía  ese 
pensamiento  de  un  hombre  sin  creencias,  sin  con- 
ciencia y  hasta   sin  fé  política. 

Por  lo  mismo  que  procuró  atenuar  al  escribir,  lo 
que  pensaba,  puede  leerse  más  claramente  su  idea 
y  sobre  todo,  cuando  para  disculparse  ante  sí  mis. 
mo  continuó  diciendo:  ''Xo  hay,  pues,  que  atender 
á  los  que  con  un  hipócrita  celo  del  honor  nacional, 
aparentan  escandalizarse,  horripilarse  de  la  idea 
de  disminuir  el  territorio,  cuando  á  sus  torpezas 
se  debe  la  separación  de  Guatemala  y  de  Texas, 
los  actos  que  prepararon  el  tratado  de  paz  de 
Guadalupe  y  el  negocio  todo  de  la  Mesilla,  en  que 
se  perdieron  las  únicas  ventajas  del  de  Guadalupe 
y  que  fué  obra  del  imprudente  Sr.  Bonilla.  Hablan 
de  los  intereses  y  soberanía  de  México  los  cobar- 


-  120  — 

des  e  impotentes  traidores  que  han  ofrecido  su 
imperio  á  raciones  extranjeras,  naciones  que  sí 
bien  quieren  que  México  les  ayude  ev\  el  concier- 
to interesado  de  sus  miras  monárquicas  y  de  ex- 
plotación de  la  humanidad,  no  quieren  ni  hace  r 
los  gastos  ni  tentar  los  esfuei^zos  que  la  quiméri- 
ca posesión  de  tal  imperio  había  de  causarles  sin 
fruto.  A  pesar  de  toda  protesta,  la  ttacion,  que  ya 
no  necesita  de  oficiosos  tutores,  hará  lo  que  má  s 
le  coiivenga  (es  decir  lo  que  más  conviniera  á  los 
constitucionalistas,)  j'  las  vanas  palabras  de  un 
funcionario  usurpador,  no  tendrán  más  resultado 
que  el  que  le  permita  la  ilustrada  soberanía  de  la 
república.» 

La  frase  subrayada  viene  á  completar  la  idea 
de  Ocampo  demostrando  que  los  corifeos  juaris- 
tas,  que  se  creían  la  soberanía  ilustrada  de  la 
nación,  estaban  dispuestos  á  hacer  lo  que  á  sus 
intereses  conviniera. 

Los  documentos  que  en  parte  hemos  dado  á  co- 
nocer, fueron  publicados  íntegros  por  la  prensa 
de  la  Capital  y  comentados  con  más  ó  menos  ve- 
hemencia, y  el  Diario  Oficial  publicó  un  largo 
artículo  bastante  bien  fundado,  refutando  los  do- 
cumeatos  que  hemos  estudiado.  El  Sr.  Diez  de  Bo- 
nilla por  su  parte,  se  sinceró  de  los  cargos  que  le 
hacía  Don  Melchor  Ocampo  sobre  el  tratado  de  la 
Mesilla. 


-   121  - 


VII 


una  vez  pasados  los  primeros  momentos  del 
regocijo  que  causó  á  los  constitucionalístas  el  re- 
conocimiento hecho  por  los  Estados  Unidos,  la 
presenciadel  Ministro  iiorteara¿r¡cano  Robert  Mac 
Lañe  en  Veracruz,  sirvió  para  hacer  por  demás 
comprometida  y  embarazosa  la  situación  de  D. 
Benito  Juárez  por  más  que  esto  parezca  extraño 
Por  una  parte  debía  sentirse  satisfecho  de  que  la 
Union  Americana  lo  hubiera  reconocido  como  go- 
bernante; pero  por  otra  la  consideración  de  que 
había  llegado  la  hora  de  cumplir  todas  las  prome- 
sas que  para  lograr  ese  reconocimiento  habían  he- 
cho él  y  susl^ministros,  no  dejaría  de  contrariarle, 
pues  aquellas  eran  en  mengua  de  la  dignidad  é 
integridad  nacionales  y  era  muy  difícil  que  la  na- 
ción consintiese  en  ellas. 

Además  en  el  seno  mismo  del  Directorio  de 
Veracruz,  empezó  á  brotar  la  discordia  y  á  divi- 
dirse los  liberales,  conociendo  muchos  de  ellos  el 
carácter  irresoluto  de  Juárez  y  su  horror  por  las 
resoluciones  súbitas;  comprendiendo  que  él  todas 
sus  combinaciones  las  cifraba  en  la  tenacidad,  y 
que  á  todos  los  golpes  de  la  suerte  oponía  la  indi- 
ferencia, el  fatalismo  y  la  inercia  propias  de  su 
raza,  resolvieron  precipitar  los  acontecimientos, 
obrar  activamente  j  aprovechando  el  reconocí- 
Estudios  histórcos.— ló. 


—  122  - 

miento  de  los  Estados  Unidos,  acelerar  la  campa- 
ña y  trianfar  de  sus  eaemigfos,  usando  para  ello 
de  toda  clase  de  medios,  fuesen  los  que  fue 
sen. 

A  la  cabeza  de  este  partido  se  colocó  D.  Mi- 
guel Lerdo  de  Tejada,  autor  de  la  ley  de  desamor- 
tización de  bienes  eclesiásticos,  y  hombre  de 
deas  bastantes  avanzadas  y  se  unieron  á  él  D. 
Melchor  Ocampo,  Ministro  de  Juárez,  D.  Francis- 
co Zarco,  antiguo  periodista  de  El  Siglo  XIX, 
Renato  Masson,  subdito  francés,  periodista  tam- 
bién, fundador  de  Le  Ttraid  d'Uniox,  D.  Alfredo 
Bablot  que  colaboraba  en  el  mismo  periódico  y 
otras  varias  personas;  deseando  tener  un  órgano 
en  la  prensa  resucitaron  al  Guillermo  Tell.  Ese 
partido  comenzó  á  defender  la  causa  de  sus  fun- 
dadores con  muy  poco  tacto,  pues  desde  luego 
dio  á  conocer  sus  tendencias  que  alarmaron  no  só- 
lo á  los  conservadores  y  la  maj^oría  de  la  nación, 
sino  aun  á  los  mismos  liberales  de  buena  fué,  pues 
á  pretexto  de  defender  la  Constitución  abogó 
resueltamente  por  la  reforma  y  buscando  la  esci- 
sión de  los  constitucionalistas  pretendía  reemplazar 
á  Juárez  con  Don  Miguel  Lerdo  de  Tejada. 

Entre  tanto  el  Ministro  Mac  Lañe,  acaso  que- 
riendo conocer  el  país  para  sus  proyectos  ulterio- 
res, ó  tal  vez,  como  afirmaban  los  periódicos  de 
la  capital,  por  temor  al  vómito,  poco  residía  en 
Veracruz:  estuvo  algunos  días  en  Minatitlan,  don- 
de se  hallaban  instalados  los  trabajos  (si  tal  nom- 


-  123  — 

bre  puede  dárseles)  para  la  comunicación  inte- 
roceánica del  istmo  de  Tehuantepec,  emprendidos 
por  el  aventurero  La  Sére.  A  ese  propósito,  fué 
notable  la  coincidencia  de  que  apenas  recibido  el 
diplomático  norteamericano,  visitara  aquella  re- 
gión }'  Juárez  concediera  nuevas  franquicias  al 
contratista  [norteamericano]  Emilio  La  Sére  ani- 
pliándole  el  término  de  la  concesión  hasta  por  se- 
tentaycincD  añosyhaciéndoledonacionde  garandes 
porciones  de  terreno, muchomaj-oresde  loque  pu- 
diera necesitar  y  que  indicaban  claramente  que  se 
quería  colonizar  la  comarca,  aunque  sin  tener  e^ 
cuidado  de  someter  esa  colonización  á  reglas  fijas 
y  convenientes.  Por  fortuna  para  México  La  Sére,  á 
pesar  de  contar  con  la  protección  de  Mac  Lana  3- 
otros  demócratas,  nunca  llegó  á  cumplir  sus 
compromisos  y  á  la  vuelta  de  algunos  años  su 
concesión  caducó. 

Esta  coincidencia  vino  á  quedar  explicada  con 
la  publicación  que  hizo  un  diario  de  la  capital  de 
una  corespondencia  que  le  dirigieron  de  los  Esta- 
dos Unidos,  en  la  que  le  decían  lo  siguiente: 

«El  23  de  Febrero  tuvo  el  presidente  en  Was- 
hington una  reunión  con  los  miembros  del  Gabi- 
nete, para  ocuparse  de  los  asuntos  de  México,  dis- 
cutiéndose oficialmente  el  reconocimiento  del 
gobierno  de  Juárez  establecido  en  Veracruz.  A  poco 
tiempo,  el  3  de  Marzo,  fué  nombrado  ministro  en 
México  Mr.  Roberto  Mac  Lañe  y  confirmado  por 
el  Senado  el  día  7,  sale  el  8  para  Nueva  Orleans 
cqn  instrucciones  para   reconocer   aquel   de   los 


~  124   — 

gobiernos  que  prestase  7nás  esperanzas  de  dura- 
ción. Pero  sale  también  de  Washington  en  la 
misma  dirección^  el  enviado  de  Juárez  (Mata)  á 
quien  se  le  asegura  que  si  se  amplificaban  ciertas 
condiciones  inclusa  la  de  la  ruta  de  Tehuantepec, 
el  ministro  enviado  reconocería  según  sus  instruc- 
ciones, al  gobierno  de  Juárez  y  que  Mata  entonces 
á  su  vez,  seria  reconocido. 

«Y  defacto,  la  víspera  de  su  salida  de  Washing- 
ton, tuvieron  una  larga  conferencia  con  el  mismo 
Mata,  el  secretarlo  de  Estado  Mr.  Cass  y  Mr.  Mac 
Lañe.  .Se  asegura  que  Mata  comunicó  desde  lue- 
go tales  condiciones  por  telégrafo  á  Nueva  Or- 
leans  para  ganar  tiempo  é  inmediatamente  salió 
una  persona  para  Veracruz." 

Además  de  la  concesión  de  Tehuantepec,  Mata 
llegó  á  proponer  los  planes  más  absurdos,  entre 
ellos  el  de  que  los  Estados  Unidos  en  unión  de  Mé- 
xico declararán  la  guerra  á  España  que  nos  hacía 
reclamaciones  y  que  como  botín,  aquellos  se  apo- 
derasen de  la  isla  de  Cuba,  por  la  cual  ofrecían 
á  la  sazón  treinta  millones  de  pesos;  (1)  á  propósito 
de  este  incidente,  el  Senador  Chandler,  de  Michi- 
gcan,  decía  en  la  Cámara,  en  Marzo  de  ese  año: 

"Denuncio  con  toda  energía  la  medida  y  la  ca- 
lifico diciendo  que  era  digna  del  manifiesto 
de  Ostende  y  de  su  autor  el  bandido  James  Bucha- 
nan^  pero  indigna  del  Presidente    de  los    Estados 


[1]  Este  debe  ser  un  error,  lo  que  ofrecían  eniúnces  los 
Estados  Unidos  por  Cuba  eran  ciento  treinta  millones. 


—  125  — 

Unidos.  Los  treinta  millones  de  dollars  no  son  más 
que  un  gran  fondo  de  soborno  y  corrupción,  la 
compra  de  Cuba  un  ardid  grosero,  un  esfuerzo, 
aunque  vano,  para  salvar  al  partido  democrático 
de  la  destrucción  que  el  Omnipotente  tiene  ya  de- 
cretadasobre  el  mismo." 

Mas  dejando  á  un  lado  esta  digresión,  volvamos 
al  asunto  que  nos  preocupa.  Mac  Lanc,  de  vuelta 
de  Minatitlan  pasó  á  Tampico  y  á  San  Andrés  Tus- 
tla,  pues  parecía  que  quería  cerciorarse  por  sus 
propios  ojos  de  la  situación  de  los  juaristas  y  no 
era  afecto  á  residir  en  \'eracruz,  como  lo  corro- 
bora el  hecho  de  que  muchos  días  los  pasaba  á 
bordo  de  la  ".Savanah-^  y 'después  en  la  "Sarato- 
ga"  que  por  aquellos  días  se  presentó  en  Sacrifi- 
cios. 

Sin  embargo,  empezó  á  trabajar  activamente 
en  el  tratado  que  debía  ajustarse,  y  pareció  en  un 
principio  que  los  recursos  de  que  Tuárez  estaba 
tan  necesitado  iban  á  empezar  á  llegar.  El  dndia- 
nola,"  buque  abanderado  norteamericano,  de  la 
propiedad  de  los  cubanos  D.  Domingo  Goicuría  y 
D.  Pedro  Santacilia,  empezó  á  hacer  viajes  entre 
Nueva  Orleans  y  los  puertos  mexicanos  y  aun  tra- 
jo algunos  pertrechos  y  armas.  Como  se  dijese  por 
Abril  de  ese  año  (1S59)  que  el  «Tenessee:>  traerla 
asimismo  hombres  y  armas  para  ayudar  á  la  cau- 
sa de  Juárez,  los  comandantes  de  las  escuadras 
extranjeras  apostadas  en  Sa<?rificios,  declararon 
terminantemente  á  Turner,  comandante  de  la  fra 
gata  ''.Saratoga,"  que  se   opondrían  al  desembar- 


126   -= 

co  de  esos  hombres  y  de  las   armas   si  llegaban  á 
venir. 

También  corrió  la  noticia,  fomada  de  diarios 
norteamericanos,  de  que  Buchanan  había  autori- 
zado á  los  comandantes  de  buques  para  que  eu 
caso  de  asalto  ó  ataque  á  las  poblaciones  del  lito- 
ral por  las  tropas  de  Miramon,  desembarcasen  la 
marinería  y  ayudasen  á  los  liberales,  con  el  pre- 
texto de  impartir  protección  á  los  nacionales  de 
losEstados Unidos.  Asimismo,  se  aseguró  que  Juá- 
rez dio  permiso  para  que  en  caso  del  ataque  de  Ve- 
racruz,  desembarcasen  en  la  plaza  los  ma.rinos 
del  "Savanah." 

Estos  rumores  confirmados  por  un  mensaje  de 
Buchanan,  contribuyeron  á  que  los  mismos  libera- 
les empezaran  á  disgustarse  y  aun  hubo  ocasiones 
en  que  poco  faltó  para  que  se  produjesen  conflictos. 
Habiendo  llegado  el  vapor  norteamericano  cWa- 
ve>  á  Alvarado  y  Minatitlan,  fué  recibido  por  las 
poblaciones  con  marcadas  muestras  de  disgusto, 
pues  se  creyó  que  llevaba  artilleros  yankees  para 
servir  las  baterías  allí  establecidas:  sólo  desem- 
barcó algunos  oficiales  juaristas.  También  en  Al- 
varado  estuvo  k  punto  de  estallar  un  motín  al  pre- 
sentarse la  fragata  «SaTanah:^  y  querer  desem- 
barcar un  destacamento  de  soldados  norteameri- 
canos con  el  pretexto  de  protejer  el  consulado  de 
Estados  Unidos.  Al  fin  Jervis  tuvo  que  desistir  de 
su  intento. 

Entre  tanto,  y  por  algunas  indiscreciones  de  la 
prensa,  empezó  ¿í  traslucirse  algo  de  lo  que  sepre- 


«.  127  - 

tendía  en  el  tratado:  el  23  de  Mayo,  un  periódico 
de  Xueva  York  dijo  que  lo  que  las  nuevas  instruc- 
ciones enviadas  á  Mac  Lañe  contenían,  se  refería 
á  la  adquisición  de  un  fodér  perpetuo  sobre  el 
istmo  de  Tehuantepec,  rectificación  de  la  fronte- 
ra del  Xorte  y  el  establecimiento  de  una  comisión 
mixta  de  reclamaciones,  además  de  una  conven- 
ción postal  y  otra  sobre  extradición. 

Y  si  se  recuerda  los  antecedentes  que  hemos  re- 
ferido, no  podrá  menos  que  creerse  en  esas  exi- 
gencias: el  tránsito  ó  la  propiedad  de  Tehuantepec 
era  el  sueño  dorado  de  los  yankees  desde  hacía  lar- 
gos años^  3'  no  era  la  primera  oca¿ion  que  mani- 
festaban claramente  la  idea  de  apoderarse  de  esa 
comarca.  La  rectificación  de  fronteras  había  sido 
propuesta  á  Comonfort  y  á  Zuloaga,  y  la  idea  de 
ella  era  la  misma  de  Ocampo  de  "que  un  vecino 
rico  y  poderoso  vale  más  y  dá  más  ventajas  que 
un  desierto  devastado  por  la  miseria  y  la  desola- 
ción," pues  lo  que  los  yankees  querían  eran  lossi- 
eruientes  límites;  el  río  Bravo  desde  su  desembo- 
cadura, río  arriba,  hasta  llegar  al  paralelo  30°  lat. 
Xorte;  de  allí  al  Poniente  hasta  la' intersección  de 
ese  paralelo  con  el  tributario  más  al  Oriente  del 
río  Yaqui;  todo  este  río  hasta  su  desenibocadura: 
de  allí,  en  línea  recta  hasta  llegar  al  Golfo  de  Ca- 
lifornia, en  seguida  rumbo  al  Sur  hasta  la  boca  ^?) 
de  este  golfo,  y  por  último,  una  línea  que  rodea- 
ra la  península  de  California  á  tres  millas  de  la 
costa^  abrazando  las  islas  situadas  dentro  de  esa 
línea;  es  decir,  querían  una  faja  de  Chihuahua,  las 


--  128   - 

cuatro  quintas  partes  de  Sonora,  la  península  de 
California  y  las  islas  de  ese  golfo;  más  de  trescien- 
tos sesenta  mil  kilómetros  cuadrados.  Por  esa  co- 
marca y  la  de  Tehuantepec  daban  una  suma  de 
dinero  que  vendría  á  resultar  irrisoria,  pues  Bu- 
chanau  hacía  las  cuentas  de  que  por  reclamacio- 
nes de  norteamericanos,  México  debía  más  de  die.^ 
millones  de  pesos. 

La  noticia  de  tales  exigencias  causó  profunda 
impresión  en  la  República  y  enajenó  muchas  sim- 
patías á  los  liberales,  á  tal  grado,  que  si  Miramon 
hubiera  sabido  aprovechar  la  oportunidad  y  con- 
tado con  dinero,  acaba  con  los  juaristas,  derrota 
á  los  desalentados  fronterizos,  ó  los  atrae  á  su 
causa,  lo  que  hubiera  sido  fácil,  pues  no  estaban 
tan  obcecados  como  los  demás  liberales;  arroja 
definitivamente  á  Juárez  al  extranjero  y  pacifican- 
do la  República  consolida  su  gobierno  en  el  resto 
de  ese  año  y  en  el  siguiente,  á  lal  grado,  que  los 
juaristas  no  hubieran  vuelto  á  figurar  ni  á  tener 
ayuda,  en  tanto  que  los  mismos  Estados  Unidos 
solicitaran  de  aquel  gobernante,  como  después  la 
solicitaron  de  Juárez,  la  neutralidad  en  su  guerra 
civil,  y  á  ese  precio  se  hubieran  convertido  en  los 
más  firmes  aliados  de  Miramon. 
•  Juárez  hubiera  tenido  que  someterse  ó  que  vi- 
vir en  el  extranjero  durante  largos  años.  Pero  fal- 
tó la  previsión  y  los  recursos;  y  la  oportunidad 
única  para  los  conservadores  no  fué  aprovechada. 

Muchos  de  los    sucesos    posteriores   y  la  larga 
guerra  que  siguió  hasta  1867  se  habrían    evitado 


-  129  -- 

si  en  1859  los  conserv.adores  hubieran  hecho  un 
esfuerzo  extraordinario  para  acabar  la  guerra  y 
aprovechar  el  estado  déla  opinión  pública. 

Pero  los  hombres  no  pueden  leer  en  lo  futuro  ni 
preverlo  todo. 


VIH. 


Entretanto,  la  guerra  civil  seguía  ardiendo  en 
todo  el  país  con  gran  fuerza:  en  ese  mes  de  Junio 
fueron  derrotados  los  jefes  juaristas  Carretero  eu 
Tehuacan,  Pedro  Hinojosa  y  José  M.  Arteaga  en 
el  Mineral  de  la  Luz,  Pinzón  en  Huetamo^  Epita- 
cio  Huerta  en  Acámbaro,  D.  Leonardo  Márquez 
ocupaba  Tepic;  en  cambio  Huerta  y  Regales  eran 
dueños  de  Michoacan,  Pueblita  entraba  á  la  Bar- 
ca, Alatriste  declaraba  capital  de  Puebla  á  Zaca- 
poaxtla,  D.  Eulalio  Degollado  ocupaba  á  San  Luis, 
del  que  fué  despojado  por  Zuazúa;  en  Zacatecas 
estaba  González  Ortega,  que  empezó  á  dictar  me- 
didas terribles  contra  el  clero,  precursoras  de  las 
leyes  que  pocos  días  después  debían  dictarse  en 
Veracruz. 

Esta  situación,  que  por  rjás  insostenible  que 
fuese,  ya  contaba  cerca  de  año  y  medio  de  exis- 
tir, hizo  qu;  los  hombres  del  partido  liberal  se  di- 
vidiesen y  que  cada  cual  bus'iase  la  manera  de 
salir  de  ella  por  distintos  medios:  la  idea  de  traer 
Episodios  históricos  —17. 


-  130  - 

voluntarios  norteamericanos  cada  idea  se  arrai- 
gaba más  en  la  mente  de  algunos  constituciona- 
listas,  principalmente  entre  los  lerdistas. 

Juárez  vacilaba  en  aceptar  esa  ayuda  peligrosa; 
pero  queriendo  contentar  á  todos,  iba  indisponién- 
dose con  la  mayoría:  en  vano  íué  que  para  aca- 
llar á  algunos  enemigos  del  proyecto,  dijese  Er, 
Pkoouhsista,  que  aunque  vinieran  voluntarios  yan- 
kees,  no  constituían  un  peligro  para  México,  pues 
tan  pronto  como  triunfase  la  causa  de  Juárez  se- 
rían desarmados  y  reembarcadospara  su  país.  Otro 
periódico  se  aventuróá  decir  que  esos  voluntarios 
por  el  hecho  de  servir  en  México,  perdían  su  na- 
cionalidad y  adquirían  la  mexicana.  Mac  Lañe  al 
saber  esto^  se  apresuró  por  su  parte  á  declarar, 
que  en  el  caso  de  que  soldados  norleamericanos 
vinieran,  había  de  ser  con  la  precisa  condición  de 
que  conservarían  su  nacionalidad. 

A  medida  que  iban  llegando  á  Veracruz  y  pre- 
dominando en  los  consejos  y  reuniones  los  cons- 
titucionalistas  que  pretendían  buscar  auxilio  ex- 
traño para  vencer,  iban  abandonando  á  Juárez 
los  que  hasta  entonces  le  habían  servido  con  leal- 
tad. D.  Ignacio  de  la  Llave  que  hasta  entonces 
había  militado  en  el  Estado  de  Veracruz  contra 
Echegaray  y  Robles  Pezuela,  antes  que  consentir 
en  alternar  con  !os  yankees,  se  embarcó  para  los 
Estados  Unidos;  el  mismo  camino  siguió  D.  León 
Guzman  y  á  poco  D.  Fermín  Gómez  Parías,  asi 
como  varias  personas  notables  de  Veracruz  á  di- 
versos puntos,  Gutiérrez  Zamora,  ol    Gobernador 


-  131  - 

de  Veracruz  que  había  dado  abrigo  á  ]a  familia 
enferma  y  la  había  sostenido  durante  tanto  tiem- 
po, se  resfrió  mucho  y  casi  nada  volvió  á  mezclar- 
se en  los  asuntos  públicos.  También  se  manifestó 
disgustado  D.  Ignacio  Mejía. 

En  el  seno  mismo  del  gabinete  de  Juárez  brotó 
la  discordia  y  D.  Guillermo  Prieto,  Ministro  de 
Hacienda  y  de  Fomento,  hombre  poco  á  propósito 
psra  los  proyectos  que  los  leí  distas  tenían,  aban- 
donó el  Miiüsierio  y  aunque  se  le  nombró  Admi- 
nistrador de  la  Aduana  de  Tampico,  no  llegó  á 
ocupar  su  nuevo  empleo.  D.  Miguel  Lerdo  entró  á 
desempeñar  las  carteras  de  Hacienda  y  Fomento 
vacantes. 

Don  Manuel  Doblado,  el  Gobernador  de  Guana- 
juato^  que  fué  á  conferenciar  con  Juárez  acerca 
de  la  situación  política,  aunque  fué  bien  recibido 
por  el  elemento  oficial,  fué  objeto  de  una  cence- 
rrada que  le  dieron  algunos  liberales  encabeza- 
dos por  Don  Francisco  Milán, 

También  llegó  por  aquellos  días,  D.  Manuel  Ro- 
mero Rubio  enviado  por  González  Ortega  y  De- 
gollado, con  el  objeto  de  decidir  á  Juárez  á  quitar- 
se la  careta  y  á  que  decididamente  atacase  al  clero 
privándole  de  sus  bienes  y  de  su  influencia  y  re- 
duciéndolo á  la  nada. 

Nacionalizando  los  bienes  de  la  Iglesia,  decían, 
además  de  que  el  Gobierno  liberal  se  hace  de  re- 
cursos para  proseguir  la  campaña,  se  crea  nuevos 
y  numerosos  partidarios,  pues  cada  adjudicatario 
por  fuerza  tiene  que  apoyar   al  que  de  la  noche  á 


—  Í32  ~ 

la  mañana  le  da  una  fortuna.  Por  otra  parte,  con 
esos  bienes  como  garantía,  se  puede  negociar  un 
gran  empréstito  en  los  Estados  Unidos  y  comprar 
armas,  contratar  voluntarios  y  hacerse  de  todo  lo 
necesario  para  acabar  cuanto  antes  con  los  reac- 
cionarios. 

Juárez  pesaba  todas  estas  razones;  pero  al 
mismo  tiempo  comprendía  que  una  medida  tan  ra- 
dical podía  enajenarle  las  pocas  simpatías  con 
que  contaba;  mas  teniendo  como  única  ambición 
conservar  el  puesto  que  ocupaba  y  temeroso  de 
que  los  liberales  se  fijasen  en  otra  persona,  vien- 
do que  sus  amigos  personales  ó  emigraban  ó  se 
tornaban  indiferentes  y  que  su  autoridad  mengua- 
ba, púsose  en  manos  de  los  más  exaltados  y  los 
dejó  que  hicieran  con  tal  de  que  á  su  investidura 
no  tocasen,  pues  para  lo  único  que  tuvo  talento 
Juárez  fué  para  no  abandonar  el  poder. 

Entonces  los  lerdistas,  en  la  persona  de  su  jefe 
entraron  al  Ministerio  y  empezaron  á  obrar  y  á 
preparar  las  leyes  de  Reforma,  que  aunque  firma- 
das por  Juárez  no  fueron  obra  suya. 

El  4  de  Julio,  aniversario  de  la  independencia 
de  los  Estados  Unidos,  el  pabellón  de  las  estrellas 
fué  izado  en  San  Juan  de  Uiúa  al  lado  del  de  Mé- 
xico, lo  que  causó  sumo  disgusto  entre  innumera- 
bles personas  que  no  habían  pedido  olvidar  el 
bombardeo  que  doce  años  antes  había  sufrido  Ve- 
racruz  de  parte  de  la  escuadra  norte-americana. 

El  7  de  es9  mismo  mes,  el  Directorio  de  Vera- 
cruz  expidió  un  largo  manifiesto  firmado  por  Juá- 


-  133  - 

rez  como  Presidente,  Don  Melchor  Ocarapo,  Jefe 
del  Gabinete  y  Ministro  de  Relaciones,  Goberna- 
ción y  Guerra  y  Marina;  Don  Manuel  Ruiz,  Minis- 
tro de  Justicia,  negocios  eclesiásticos  é  instruc- 
ción pública,  y  Don  Miguel  Lerdo  de  Tejada,  Mi- 
nistro de  Hacienda  y  de  Fomento.  En  ese  mani- 
fiesto se  exponía  todo  un  plan  de  Gobierno  y  se 
repetía  hasta  el  fastidio  que  la  inmensa  mayoría 
de  la  nación  (los  liberales)  luchaba  contra  los 
que  pretendían  oprimirla  (los  conservadores.) 

Insistíase  en  ese  manifiesto  en  afirmarse  á  la 
Coustitucion  como  era  la  idea  dominante  en  Juá- 
rez, y  el  pretexto  en  los  demás,  supuesto  que  á 
ese  Código  debían  la  situación  en  que  se  habían 
puesto;  se  incurría  no  obstante  en  la  contradic- 
ción de  decir  que  los  principios  consignados  en  él 
"no  han  podido  ni  podrán  arraigarse  en  la 
nación,"  aunque  atribuyendo  ese  hecho  á  otras 
causas  distintas  de  las  verdaderas,  «mientras  que 
en  su  modo  de  ser  social  y  administrativo,  se  con- 
serven los  diversos  elementos  de  despotismo,  de 
hipocresía,  de  inmoralidad  y  de  desorden  que  los 
contrarían.» 

Se  anunciaba  la  separación  de  la  Iglesia  y  del 
Estado,  la  supresión  de  las  comunidadas  de  frai- 
les, la  de  cofradías,  congregaciones,  etc.,  la  clau- 
sura de  los  noviciados  en  los  conventos  de  mon- 
jas, la  nacionalización  de  los  bienes  del  clero,  la 
libertad Teligiosa,  la  formación  de  Códigos,  el  es- 
tablecimiento del  sistema  de  jurados,  la  supresión 
del  fuero  de   clases  en  delitos  comunes,  la  ense- 


-  134  - 

ñauza  primaria  gratuita,  etc.  El  manifiesto  tam- 
bién se  ocupaba  de  puerilidades  como  la  de  publi- 
car manuales  sobre  los  derechos  y  obligaciones 
del  hombre;  prometía  el  establecimiento  del  re- 
gistro civil;  prometía  con  toda  formalidad  ocupar- 
se de  las  relaciones  con  las  potencias  extranjeras 
nombrando  dos  legaciones,  una  en  Estados  Unidos 
y  otra  en  Enropa  con  residencia  tn  Londres. 

Daba  á  ententeder  lo  que  esperaba  obtener  de 
la'nacionalizacion  cuando  decía:  ¡Acerca  de  la 
hacienda  nacional,  la  opinión  del  gobierno  es  que 

deben  hacerse  reformas  muy  radicales para 

creay  grandes  intereses  qne  se  identifiquen  con 
la  reforma  social^  coadyuvando  eficazmente  d  la 
marcha  liberal  y  progresista  de  la  Nación.  Pro- 
poníase capitalizar  las  pensiones  y  hacer  desapa- 
recer la  deuda  pública. 

Quería  fomentar  la  guardia  nacional,  desespe- 
raba de  crear  la  marina  mercante,  construir  ca- 
minos, ferrocarriles,  penitenciarías,  promover  la 
inmigración,  subdividir  la  propiedad  territorial^  y 
formar  la  estadística.  Insistía  en  llamar  salvaje, 
rebelde^  criminal,  etc.  al  bando  conservador,  protes- 
taba que  los  liberales  carecían  de  ambición  perso- 
nal y  terminaba  protestando  que  lo  que  deseaban 
los  constitucionalistas  era  el  bien  de  la  patria  y 
hacían  cuanto  era  posible  para  obtenerlo. 

Ese  manifiesto,  pues,  contenía  grandes  prome- 
sas y  auguraba  notables  innovaciones;  fuera  de 
éstas,  nada  nuevo  ofrecía,  por  que  sabido  es  que 
las  promesas  siempre  las  formulan   los  que   quie- 


-  135  — 

ren  atraerse  la  opinión  pública  por  más  que  no 
estén  dispuestos  á  cumplirlas.  El  objeto  con  que 
S3  expidió  parece  que  fué  con  el  de  explorar  la 
opinión  pública  acerca  de  su  sentir  sobre  las  nue- 
vas leyes  que  se  preparaban;  sin  embargo,  el  po- 
co tiempo  que  entre  él  y  la  expedición  de  la  ley 
de  nacionalización  medió  no  permitió  conocer 
esta. 

Las  lej-es  posteriores  á  ese  manifiesto  y  la  in- 
fluencia que  ellas  tuvieron  en  las  relaciones  de 
los  liberales  con  los  Estados  Unidos,  serán  materiii 
de  otro  capítulo. 


IX 


Por  ñn  se  vieron  colmados  los  deseos  de  los 
liberales  rojos  con  la  publicación  de  las  leyes  que 
se  han  llamado  de  Reforma.  Ya  de  antemano  D. 
Jesús  González  Ortega  que  nunca  tuvo  grandes 
miramientos  para  con  la  persona  de  Juárez  6  su 
autoridad,  por  sí  y  ante  sí,  había  dictado  en  Zaca- 
tecas el  21  de  Junio  de  1859  un  furibundo  decreto 
contra  los  eclesiásticos,  en  virtud  del  cual  de  he- 
cho quedaron  suprimidas  no  sólo  las  comunidades 
religiosas,  sino  que  aún  obligo  á  los  clérigos  á 
emigrar  primero  de  la  ciudad  de  Zacatecas  y  des- 
pués de  todo  el  Estado.  En  la  Villa  grande  de 
Guadalupe,  con  motivo  de  la  permanencia  de  los 
religiosos  del  Colegio  Apostólico,  hubo  una  terri- 


-  136  - 

ble  escena  de  matanzas  y  fusilamientos  en  la  que 
tuvo  gran  papel  el  Gener;\l  D.  Francisco  Alato- 
rre  y  que  dio  pretexto  á  González  Ortega  para 
consumar  la  exclaustración. 

Las  declaraciones  y  discursos  de  este  general 
le  valieron  el  sobrenombre  de  -íEI  Diablo  Predi- 
cador» y  los  sucesos  de  Zacatecas  dieron  materia 
para  que  el  entonces  abogado  y  hoy  coronel  D. 
Remigio  Tovar,  escribiese  un  opúsculo  titulado 
"Crímenes  de  la  demagogia,"  en  el  que  los  rela- 
tó fielmente. 

También  con  anterioridad  á  las  leyes  de  Julio 
habían  sido  desterrados  de  Páztcuaro  y  Morelia 
los  padres  paulinos  por  D.  Epitacio  Huerta  y  Por- 
firio García  de  León  y  en  otras  ciudades  las  comu- 
nidades y  sacerdotes  habían  sufrido  presecuciones 
}'  destierros. 

En  Jalisco  y  Michoacan  asi  mismo  ya  se  había 
llevado  á  cabo  la  nacionalización  de  los  bienes 
eclesiásticos  de  muchas  localidades  de  esos  Es- 
tados. 

Por  fin  el  12  de  Julio  se  dio  en  Veracruz  el  de- 
creto famoso  en  que  se  nacionalizaban  los  bienes 
eclesiásticos,  se  suprimían  las  órdenes  religiosas, 
se  decretaba  la  independencia  de  Iglesia  y  del  Es- 
tado, se  clausuraban  los  noviciados,  etc.;  ley  tan 
radical  estaba  precedida  de  varios  considerados 
que  no  eran  más  que  una  máscara  de  hipocresía 
con  la  quc^  querían  cubrirse  los  autores  de  ella,  y 
como  disculpa  de  la  nacionalización  y  para  alejar 
la  idea  de  que  se  atacaba  á  la  religión,  se  alega- 


—  137  --^ 

ba  qne  el  clero  podía  raantenarse  en  México, 
como  en  otros  países,  sin  que  la  ley  civil  arregla- 
ra sus  cobros  y  convenios  con  los   fieles. 

Ni  es  este  lugar  de  examinar  como  se  merece 
esa  le}'  ni  queremos  distraernos  de  nuestro  traba- 
jo para  emprender  un  análisis  para  el  que  no  es- 
tamos prevenidos:  baste  decir  que  ese  decreto,  así 
como  los  que  le  siguieron,  encontraron  una  ruda 
oposición  y  dieron  margen  á  numerosísimas  pro- 
testas de  la  sociedad  que  veía  con  asombro  cómo 
los  liberares  la  atacaban  de  manera  tan  descara, 
da  y  trataban  de  minar  sus  bases. 

Al  mismo  tiempo  esas  leyes  dieron  por  resulta- 
do recrudecer  la  guerra  civil  que  por  aquellos 
días  llegó  á  su  período  álgido,  pues  ya  no  quedó 
duda  ninguna;  á  los  pocos  conservadores  que  aún 
creían  que  Juárez  no  tocaría  á  ciertas  institucio- 
nes, de  que  estaba  dispuesto  á  llegar  hasta  el  úl- 
timo extremo  con  tal  de  conseguir  el  triunfo. 

Al  siguiente  día  de  expedida  la  ley  de  na- 
cionalización y  fecha  del  reglamento  de  ella,  13 
de  Julio,  D.  Miguel  Lerdo  de  Tejada  que  nada  más 
esperaba  la  publicación  de  esa  ley,  para  con  ga- 
rantía de  los  bienes  nacionalizados,  levantar  un 
empréstito  en  el  extranjero,  salió  de  Veracruz 
rumbo  á  los  Estados  Unidos,  provisto  de  los  pode 
res  necesarios  pqra  realizar  el  logro  de  su  idea. 
Con  el  ñn  de  apoyarlo  con  su  influencia,  salió  en 
unión  suya  el  secretario  de  MacXane,  con  cartas 
de  este  señor  para  los  principales  personajes  po- 
líticos y  financieros  de  Norte-América. 

Estudios  históricos.— 18, 


-  138  - 

Pero  por  más  que  recorrió  los  Estados  Unidos, 
Lerdo  de  Tejada  no  pudo  conseguir  un  solo  peso 
á  pesar  de  las  garantías  que  ofrecía,  sirviéndole 
poco  la  influencia  de  Mac  Lañe  y  menos  la  de 
Mata  que  guardaba  una  posición  bastante  desai- 
rada á  causa  de  que  el  Cuerpo  Diplomático  resi- 
dente en  Washington  se  negó  á  admitirlo  en  su 
seno,  alegando  que  sus  gobiernos  reconocían  á 
Miramon  y  no  á  Juárez. 

Sin  embargo,  Buchanan,  viendo  que  la  causa 
constitucionalista  perdía  cada  día  más  terreno  en 
la  opinión  pública  y  en  los  campos  de  batalla,  y 
que  aun  el  mismo  Mac  Lañe  ya  no  era  tan  entu 
siasta  admirador  de  la  libertad  constitucional 
que  tanto  ponderara  antes,  "hizo  á  un  lado  las  le- 
yes de  la  neutralidad  y  permitió  la  extracción  de 
recursos"  para  favorecer  á  Juárez.  [1] 

Y  entonces  todas  las  esperanzas  de  los  juaris- 
tas  radicaron  en  Washington  más  que  en  los  sol- 
dados de  Degollado  y  González  Ortega:  en  los 
discursos  y  manifiestos  de  aquellos  empezó  á  usar 
se  un  lenguaje  que  si  bien  hoy  es  corriente,  en- 
'  ónces  llamaba  la  atención  por  lo  nuevo;  como  una 
prueba  de  él  insertamos  el  fragmento  de  un  dis- 
curso pronunciado  en  Huilotepec  por  el  jefe  po- 
lítico de  Tehuantepcc,  Comandante  D.  Porfirio 
Díaz,  al  inaugurarse  los  trabajos  para  lacomuni 
cacion  interoceánica  por  el  istmo. 

"Se  nos    ha  llamado   para    concurrir  á  la  cons- 


1 


(1>  Rivera  Cambas.  Las  Gobcrfiattlcs  de  Mt'xico.  To- 
mo 2°  pAg-.  5f)7. 


-  139  - 

truccion  de  este  camino,  y  conjuntamente  con  los 
directores  del  trabajo,  hemos  puesto  mano  á  la 
obra  y  ayudado  á  cavar  el  suelo  para  su  apertu- 
ra. Ahora  nos  resta  protejerla  y  defenderla  aun 
cuando  fuese  á  costa  de  nuestra  sangre  y  con  pe- 
ligro de  nuestras  vidas.  Como  mexicanointeresa- 
do  en  los  adelantos  de  un  pais,  que  están  identi- 
ficados con  el  triunfo  de  las  ideas  liberales,  con- 
sidero esta  empresa  como  de  una  alta  importan- 
cia para  la  prosperidad  de  México.  La  República 
de  los  Estados  Unidos  es  como  la  hermana  mayor 
de  la  República  Mexicana.  Ella  le  ba  precedido 
en  la  carrera  del  progreso  y  de  las  ideas  libera- 
les, y  nuestras  instituciones  se  han  modelado  por 
las  suyas.  Tenemos,  pues,  una  identidad  de  senti- 
mientos y  de  principios  políticos,  y  todo  lo  que 
nos  acerque  y  nos  una,  no  podrá  menos  que  con- 
tribuir al  bien  de  las  dos  naciones,^' 

Los  decretos  del  Altísimo  son  inescrutables,  ni 
el  mismo  que  pronunció  aquellas  palabras  pudo 
llegarse  á  figurar  entonces  que  más  de  siete  lus- 
tros después,  en  esas  frases  se  resumiría  todo  su 
sistema  de  gobierno  y  que  habría  ya  realizado 
por  completo  sa  programa  de  unir  á  las  dos  Na- 
ciones con  lazos  de  acero,  cuando  acaso  entonces 
no  sabía  bien  lo  que  decía.  Y  ni  los  políticos  de 
aquella  época,  ni  la  nación,  podrían  imaginarse 
que  el  desconocido  jefe  político  de  Tehuantepec, 
que  en  unión  de  humilde  sacerdote  concurrió  en  5 
de  Marzo  á  la  inauguración  de  los  trabajos,  había 
de  llegar  á   ser  el  arbitro   de  los   destinos  de  su 


-  140  - 

patria  y  habían  de  ser  terminados  esos  trabajos 
y  atravesar  el  istmo  en  pocas  horas  y  cómoda- 
mente. (1) 

¿Ha  sido  patriótica  la  tarea  de  acercar  y  unir 
á  dos  naciones  tan  distintas?  ¿Esa  imion  ha  con- 
tribuido al  bien  de  ambas  ó  siquiera  al  de  México? 
La  historia  se  encargará  de  responder  á  estas 
pregfuntas;  á  nosotros  no  nos  toca  más  de  consig- 
narlas y  desear  que  para  fortuna  de  nuestra  pa- 
tria, no  sean  contestadas  negativamente  y  que 
las  cuentas  que  tenga  que  dar  el  que  inauguró 
los  trabajos  en  el  istmo  y  los  ha  visto  concluidos, 
no  sean  tremendas. 

Una  vez  terminada  esta  pequeña  digresión,  de 
la  que  pedimos  perdón  á  nuestros  lectores,  aun- 
que creemos  que  no  les  ha  de  haber  causado  de- 
sagrado, continuaremos  nuestro  relato. 

La  publicación  de  la  ley  de  nacionalización  de 
bienes  del  clero  y  oíros,  causó  efectos  contrapro- 
ducentes á  los  que  sus  autores  y  promovedores. 
Lerdo,  Vidaurri,  Degollado,  González  Ortega, 
Doblado^  Zuazúa,  Ocampo,  etc.,  esperaban:  los 
periódicos  de  aquellos  días  están  llenos  de  pro- 
testas que  de  todas  partes  se  formularon;  muchos 
individuos  que  habían  militado  en  las  filas  juaris- 
tas  se  disgustaron  y  acogieron  al  indulto  que  dis- 
pensó ampliamente    el  gobierno    conservador,  y 


(1)  El  dia  ciuc  escribimos  estas  lineas,  se  anunció  el 
viaie  del  Presidente  dcU  Repúb  ica  á  Tehuantepec;  [27 
de  ISncro  de  1896],  viaic  que  no  Ucffó  .1  tener  efecto. 


-  141  - 

aun  en  el  terreno   de  las  armas,   la  suerte    se  de- 
claró en  contra  de  los  liberales. 

Como  coincidió  la  expedición  de  esas  leyes  con 
la  acentuación  de  los  rumores  sobre  la  llegada 
de  oficiales  y  aventureros  yankees,  ambas  causas 
se  adunaron  para  producir  males  á  los  juaristas 
y  la  guerra  que  hasta  entonces  era  sólo  de  parti- 
dos, tendió  á  tomar  otro  carácter,  que  de  haberse 
definido,  conduce  indefictiblemente  al  triunfo  de 
los  principios  conservadores. 

La  palabra  "traidores",  que  tanto  se  usó  des- 
pués por  ambos  bandos  para  motejarse  mutua- 
mente y  que  si  se  creyera  en  la  eficacia  del  cali- 
ficativo nos  conduciría  á  suponer  que  todos  los 
mexicanos  de  entonces  traicionaron  á  su  patria 
(cosa  inadmisible);  esa  palabra  empezó  á  aplicar 
se  con  mucha  frecuencia  á  los  liberales  y  )a  en- 
contramos consignada  en  una  proclama  que  el  ge- 
neral conservador  Don  Miguel  Xegrete  dirigió  á 
sus  tropas,  cuando  llegaron  á  su  conocimiento  las 
noticias  que  corrían  sobre  reclutamiento  de  sol- 
dados norte-americanos. 

Para  que  se  tenga  una  idea  de  cómo  opinaban 
los  liberales  respecto  de  ese  reclutamiento,  inser- 
tamos á  continuación  algunas  palabras  del  Bole- 
tín Oficial  dk  Mo.vteerey,  periódico  de  Vidaurri, 
en  las  cuales,  no  obstante  que  se  nota  que  el  pa- 
triotismo las  había  inspirado,  se  ve  desde  luego 
al  partidario  que  á  todo  trance  quiere  que  sus 
principios  triunfen  y  que  su  adversario  sea  el  que 
ceda:  ¿Se  quiere  dar  lugar,  dice,  á  que  México  re- 


-142  — 

ciba  esa  muestra  manifiesta  de  su  ineptitud  (la  ve' 
nida  de  los  yankees)  y  de  sus  lamentables  desa- 
ciertos? ;Cuál  de  los  dos  partidos  debe  ceder  pa- 
ra evitar  ésta,  si  se  quiere,  verdadera  afrenta?  El 
clero  por  amor  nacional,  si  no  por  sus  deberes  y 
obligaciones,  por  rendir  respetos  á  la  filosofía,  á 
la  razón  y  á  la  verdad,  por  conveniencia  propia, 
por  los  intereses  de  3a  religión  que  predica  y  de- 
fiende, por  conservar  con  mayor  influencia  sus 
creencias  católicas,  debía  ceder  ya  en  la  actual 
contienda,  para  que  se  evitara  esa  intervención 
extranjera  que  imperiosamente  nos  amenaza.  ¿Qué 
avanza  el  clero  en  sus  intereses  y  en  la  extensión 
de  sus  doctrinas  con  la  aparición  en  nuestro  sue- 
lo de  fuerzas  americanas?  ¿No  es  evidente  que 
empeorará  de  condición  el  día  que  por  virtud  de 
esas  fuerzas  6  por  los  tratados  que  se  nos  arran- 
quen, prevalidos  de  nucbtra  debilidad,  se  esta- 
blezca en  México  alguna  otra  administración  con 
una  política  directamente  intervenida  por  el  go- 
bierno de  Washignton?" 

Como  se  ve,  aunque  Vidaurriy  los  suyos  repug- 
naban á  la  idea  de  llamar  á  los  norteamericanos 
en  auxilio  de  los  liberales  y  aunque  preveían  los 
males  que  la  política  de  Juárez  nos  podría  traer, 
todavía  no  querían  dar  del  todo  su  brazo  á  tor- 
cer y  se  dirigían  tontamente  al  clero  cuando  de- 
bían dirigirse  á  los  conservadores,  para  que  ce- 
diese; viendo  que  su  voz  no  era  atendida,  algunos 
meses  después,  Vidaurri  se  decidió  á  obrar  por 
cuenta  propia  aun  á  trueque  de  indisponerse  con 
) 


—  143  - 

los  liberales  como  sucedió,  pero  sobreponiendo 
sus  ideas  de  patriota  á  las  de  partidario,  según 
tendremos  ocasión  de  ver. 

No  sólo  en  el  país  se  censuraba  la  actitud  de 
Juárez;  formaríamos  un  grueso  volumen  si  con- 
signáramos aquí  nacía  más  lo  principal  de  lo  que 
dijeron  los  periódicos  de  Europa  y  América  so- 
bre las  tendencias  que  él  y  su  partido  demostra- 
ron, y  entraríamos  de  lleno  á  un  terreno  al  que 
por  hoy  aun  no  no=  es  dado  penetrar;  acaso 
llegará  un  día  en  que  reuniendo  los  materiales 
dispersos  que  existen,  nos  resolvamos  á  escribir 
la  biografía  del  hombre  al  que  un  partido  raalé 
voló/ ya  que  no  ignorante,  rinde  culto,  cuando 
debería  ver  en  é!  á  la  causa  de  muchas  desgra- 
cias que  durante  muchos  años  afligirán  aún  á  la 
patria. 

Sin  embargo,  no  dejaremos  de  copiar  lo  que 
dijo  Lk  Propac.vteur  Cathouque,  periódico  nor- 
teamericano de  esa  época:  "Podrá  ser  que  México 
esté  destinado  á  perder  su  nacionalidad;  pero  ha- 
bríamos deseado  que  al  menos  la  perdiese  noble- 
mente. Estaba  reservado  á  Juárez  envilecer  á 
aquella  Nación  para  perderla  con  más  facilidad, 
y  ahogar  su  espíritu  de  independencia  en  el  cieno 
más  asqueroso."  (1) 

Y  para  demostrar  lo  que  ya  dijimos  en  el  artí- 
culo anterior  de  que  á  nadie  satisfacía  Juárez  con 
su  conducta,  recordaremos  lo  que  el  corresponsal 

[1]  Eito  no  sólo  á  luárez  puede  aplicarse,  ni  A  aquella 
ípoca , 


—  144  - 

en  Veracruz  del  Hkkai.i?,  de  Xueva  York,  decía  á 
este  diario  en  fines  de  Agosto  de  1859:  "Tengo 
e!  sentimiento  de  manifestar  á  vi.  que  lejos  de 
haber  dado  el  gobierno  de  Juárez  en  el  blanco  de 
los  deseos  de  los  demás,  ha  desva::ccido  complc- 
iameztie  las  justas  esperatisas  aun  de  sus  mis- 
?7to$  adictos  y  admiradores  los  más  entasiastas, 
pues  no  solamente  se  halla  en  la  mavor  inacción, 
sino  que  está  aguardando  que  los  Estados  Uni 
dos  lo  Jiagaií  todo,  no  obstante  que  niega  su  san- 
ción tan  luego  como  se  trata  de  aprobar  cual- 
quier medida  que  con  este  objeto  se  le  propone." 
Y  más  adelante  agregaba:  cMac  Lañe  se  encuen- 
tra con  qae  nada  puede  hacer  y  las  negociacio- 
nes que  habían  seguido  su  curso  durante  algún 
tiempo  entre  él  y  e!  gabierno  de  Juárez  han  ce- 
sado del  todo.> 

En  conñrmacion  de  este  aserto,  Mac  Lañe  se 
embarcó  para  los  Estados  Luidos  el  2  de  Septiem- 
bre, por  virtud  de  una  licencia  que  dijo  haber 
pedido,  pero  en  realidad  para  consultar  con  Bu- 
chanan  y  su  gabinete  sobre  la  cuestión  de  Mé- 
xico- 

La  prensa  conservadora  creyó  que  aquel  di- 
plomático abandonaba  definitivamente  su  misión 
y  esa  creencia  fué  corroborada  por  la  nota  de 
Mac  Lañe  á  Ocampo,  anunciándole  su  viaje,  pues 
le  decía  que  durante  su  auseucia  sise  ofrecía  al- 
gún negocio  podía  tratarlo  con  el  encargado  Mr. 
La  Reintrie,  según  las  instrucciones  que  éste  re- 
cibiera de  su  gobierno.    Aquella  nota  lacónica  y 


-  145  — 

fría,  muy  diversa  del  entusiasta  discurso  de  re- 
cepción, auguraba  hasta  la  total  retirada  de  la 
misión  norteamericana  y  si  ella  no  se  llevó  á 
efecto,  se  debió  a  la  tenacidad  de  Buchanan  que 
esperaba  al  lin  obtener  lo  que  deseaba;  asi  como 
á  la  de  los  liberales  rojos  de  México  que  no  po- 
dían conformarse  con  ver  desaparecer  tan  inopi- 
nadamente las  ilusiones  que  el  envío  de  IMr.  Mac 
Lañe  les  había  hecho  concebir. 


Aunque  la  mayoría  de  los  jefes  juaristas  ha- 
bían abogado  por  la  expedición  de  las  leyes  de 
Reforma,  no  obstante,  después  de  la  publicación 
de  éstas,  muchos  de  ellos  no  quedaron  contentos, 
pues  desde  luego  vieron  que  los  lerdistas  sólo  las 
habían  tomado  como  medio  para  procurarse  re- 
cursos en  los  Estados  Unidos  y  para  reclutar 
av2ntureros  yankees. 

Se  habló  mucho  de  la  venida  de  los  tres  mil 
voluntarios  norteamericanos  y  aun  se  abrió  una 
oficina  de  alistamiento  en  la  calle  Greenwich,  de^ 
Nueva  York,  donde  empezaron  á  acudir  muchas, 
perdidos,  deseosos  de  medrar  en  México,  en  las  fi- 
las de  las  tropas  de  Dellogado;  y  en  Veracruz 
había  una  cincuentena  de  oficiales  norteameri- 
canos y  se  aseguraba  que  estaba  próxima  la  lle- 
gada de  treinta  más.  De  Nueva  Orleans  salió  ar- 
mamento y  municiones  para  Jlinatitlan  y  Vera- 
cruz;  ü.  Juan  Alvarez  por  su  parte  hizo  traer  de 
Estudios  históricos.-  V). 


-  146  - 

San  Francisco  armas,  etc.^  y  parecía  que  las  pa- 
labras de  Rivera  Cambas,  dadas  á  conocer  en  el 
capítulo  anterior,  eran  un  hecho,  pues  esas  expe- 
diciones se  hacían  con  conocimiento  del  gobierno 
de  Washington  y  aun  con  su  aprobación. 

Estas  circunstancias  hicieron  temer  á  Vidaurri 
(1)  una  invasión  de  norteamericanos  por  la  fron- 
tera del  Norte,  3''  en  consecuencia,  determinó  re- 
tirar las  fuerzas  de  Xuevo  León  y  Coahuila  del 
interior  del  país  y  tenerlas  listas  para  cualquier 
emergencia,  ó  que  al  menos  no  ayudasen  al  par- 
tido que  se  inclinaba  á  los  extranjeros  que  eran 
más  nocivos  al  país.  Las  tropas  fronterizas  ha- 
bían sido  durante  más  de  año  y  medio  el  núcleo 
de  los  ejércitos  liberales  y  verdaderamente  las 
sostenedoras  de  la  i'evolucion,  de  manera  que  su 
retirada  era  un  golpe  tremendo  para  la  causa 
juarista. 

A  la  sazón  los  soldados  fronterizos  se  encon- 
traban en  el  Estado  de  Guanajuato:  reunidos  Hi- 
íiojosa  y  Quiroga  á  Sánchez  Román  y  á  Degolla- 
do Iqvie  venía  de  Veracruz  y  Tampico)  con  un 
efectivo  de  dos  mil  hombres  3'  cinco  piezas  de  ar- 
tillería, esperaron  al  general  conservador  D.  , 
Adrián  Woll,  á  inmediaciones  de  la  ciudad  de 
León,  donde  se  dio  la  batalla,  desfavorable  á  los 
constitucionalistas  (Septiembre  de  1859),  que  per- 

(1)  También  se  ha  dicho  que  Vidaurri  aspiraba  á  la 
presidencia  de  la  República.  Arrangoiz  d;l  como  razón 
dtí  la  retirada,  «que  juzgó  prudente  retirarse  de  la  lucha 
y  volverse  á  Monterrey,  para  obrar  desde  allí  según  le 
conviniera.» 


>-  147  - 

dieron  230  muertos,  280  prisioneros,   muchos  he- 
ridos, etc. 

Por  esos  mismos  días  (5  de  Septiembre),  Vi- 
daurri  expidió  en  Monterrey  un  decreto  que  de- 
cía: "considerando  que,  en  la  conciencia  del  go- 
bierno de  Xuevo  Lt^on  y  Coahuila,  había  un  ple- 
no conocimiento  y  seguridad  de  que  serían  gran- 
des y  de  graves  trascendencias  los  males  que  se 
seguirían  al  Estado  y  á  la  Xacion  de  la  perma- 
nencia del  ejército  del  Xorte  en  el  interior  de  la 
República,  en  uso  de  las  facultades  de  que  estaba 
investido,  decretaba  que  volviesen  al  Estado  las 
fuerzas  que  estaban  actualmente  en  campaña 
contra  la  reacción;  que  si,  lo  que  no  esperaba,  al- 
gún jefe  ú  oficial,  faltando  á  su  deber,  resistía  el 
cumplimiento  del  decreto,  sería  responsable  al 
Estado  de  las  consecuencias,  quedando  desde  lue- 
go facultados  los  que  siguieran  en  graduación,  5'- 
aun  la  misma  tropa,  para  hacer  que  tuviese  su 
cumplimiento,  á  cuyo  efecto  emprenderían  su 
marcha  inmediatamente;  que  el  Gobierno  del  Es- 
tado protestaba  ante  Dios  }•  la  Xacion  que  aque- 
lla medida  no  implicaba  en  lo  mds  mínimo  el  des- 
conocimiento de  los  principios  constitucionales 
que  había  sostenido  y  estaba  dispuesto  á  soste- 
ner; que  protestaba  igualmente  que  al  dictar 
aquella  providencia  lo  hacía  obligado  por  causas 
más  que  suficientes  que  se  patentizarían  á  su  de- 
bido tiempo,  y  que  no  le  habían  guiado  otras  mi- 
ras que  las  muy  nobles  de  procurar  el  bien  de  la 
Nación  y  del   Estado,   salvar  el  decoro  de  ésta  y 


-  148  - 

mantener  en  pié  la  moralidad  del  expresado  ejér- 
cito del  Norte  3*  su  sangre  que  había  estado  á 
punto  de  prodig'arse  inútilmente." 

Esta  actitud  de  Vidaurri  produjo  algunos  tras- 
tornos: Degollado,  desde  San  Luis  Potosí,  desti- 
tuyó ú  Vidaurri  el  11  del  mismo  mes,  lo  dio  de 
baja  en  el  ejercito,  y  nombró  general  en  jefe  del 
ejército  del  Xorte  á  Don  Silvestre  Aramberri,  re- 
comendándole la  aprehensión  y  aseguramiento 
de  Vidaurri.  Don  Miguel  Blanco,  que  mandaba 
una  de  las  divisiones  de  aquel  ejército,  se  negó  á 
obedecer  la  orden  de  su  general;  Don  Santiago 
Vidaurri  á  su  vez  puso  fuera  de  la  ley  á  Degolla- 
do; Zuazúa,  partidario  del  gobernador  de  Nuevo 
León,  se  aprestó  á  la  campaña;  Monterrey  se 
pronunció  3'  A'idaurrl  tuvo  que  refugiarse  en 
Lampazos;  los  jefes  fronterizos  se  dividieron  y  se 
ocuparon  de  hacerse  la  guerra  mutuamente,  con 
lo  que  Juárez  perdió  muchos  auxiliares  y  el  go- 
bierno de  México  no  tuvo  que  preocuparse  gran 
cosa  de  tales  enemigos. 

Como  si  tal  contrariedad  no  fuese  pequeña  pa- 
ra los  liberales,  á  poco  ocurrió  otra:  Don  .Santos 
Dellogado  era  infatigable  para  levantar  ejércitos 
y  conducirlos  á  la  derrota;  de  Agosto  á  Noviem- 
bre consiguió  reunir  un  ejército  de  siete^mil  hom- 
bres, mandado  por  Degollado,  Arteaga,  Blanco, 
etc.,  y  se  dirigió  con  él  sobre  México.."*;  Miramon, 
ú  su  vez,  había  salido  de  México  para  el  interior 
y  al  saber  la  aproximación  de  Dellogado,  resol- 
vió salirle  al  encuentro. 


-  149  — 

Arabos  generales  habían  hecho  grandes  sacri- 
ficios para  organizar  aquellas  tropas  y  compren- 
dían, por  lo  tanto,  la  importancia  de  la  acción  que 
iban  á  librar,  acción  que  podía  ser  decisiva.  A 
esta  circunstancia  se  debió  que  Dellogado  inicia- 
se negociaciones  con  el  fia  de  acabar  la  guerra 
civil;  pero  por  más  queMiramon  "se  mostró  fran- 
co Y  desinteresado,"  segiin  las  frases  del  mismo 
Degollado,  no  pudo  ultimarse  ningún  convenio  y 
la  batalla,  conocida  con  el  nombre  del  lugar  don- 
de se  verificó,  la  Estancia  de  las  Vacas,  se  hizo 
inevitable. 

Cuatro  horas  y  media  largas  duró  aquella  san- 
grienta acción  en  que  el  general  juarista  dejó  dos 
generales  prisioneros  (D.  Santiago  Tapia  y  D. 
José  Justo  Alvarez  que  fueron  perfectamente  tra- 
tados por  el  vencedor,;  y  perdió  260  muertos, 
muchos  heridos,  420  prisioneros,  62  cañones,  7,300 
fusiles,  3,000  sables,  3^000  fornituras,  20  carros  de 
municiones  y  mucho  material  de  guerra.  [1] 

"El  golpe  de  la  Estancia,  si  no  abatió  el  ánimo 
de  los  defensores  del  Código,  sí  modificó  la  ma- 
nera que  creyeron  conveniente  para  llegar  a  un 
próximo  triunfo,  y  aunque  no  produjo  en  Vera- 
cruz  la  derrota  de  la  Estancia  todo  el  efecto  que 
debía,  porque  allí  se  estaba  en  la  inteligencia  de 
que  Márquez  se  había  sublevado  contra  Miramon 


[1]  Rivera  Cambas.  Los  Gobernantes  de  México.  To- 
mo '¿°,  páff,  566. 


-  150  - 

(1),  siempre  influ3-ó  en  el  ánimo  de  Juárez,  que 
temió  le  faltaran  elementos  para  acabar  pronto 
con  la  enfermedad  crónica  que  destruía  á  Méxi- 
co, y  prestó  oídos  d  las  proposiciones  de  Mac 
Lañe."  (2) 

Como  se  esperaba,  la  batalla  de  la  Estancia 
influj'ó  mucho  en  el  mejoramiento  de  la  situación 
de  los  conservadores.  Miramon,  libre  de  enemi- 
gos, continuó  su  marcha  á  Guadalajara,  donde  re- 
levó á  Márquez  del  mando  y  se  dirigió  sobre  Coli- 
ma, cuya  plaza  ocupó  después  de  haber  derrotado 
á  Rojas  en"Perico",  librando  en  seguida  la  acción 
deTonüaenla  que  acabó  de  desbaratar  A  los  jua- 
ristas  de  aquel  rumbo. 

En  fines  de  1859,  la  situación  de  los  conserva- 
dores era  bastante  halagadora:  González  Ortega 
no  tenía  soldados,  Degollado  descansaba  después 
de  su  derrota  en  la  Estancia;  Aramberri  había  si- 
do arrojado  de  Monterrey  y  batido  por  Zuazúa, 
Vidaurri  permanecía  neutral,  Oaxaca  había  caí- 
do en  poder  de  Cobos^  las  partidas  liberales  suel- 
tas andaban  dispersas,  Pesqueira  permanecía  inac- 
tivo en  Sonora  y  Sinaloa,  y  los  únicos  puntos  de 
importancia  que    conservaban  los   juaristas  eran 


[1]  Esia  inuligcncia  era  á  consecuencia  de  haber  sido 
relevado  de  ];i  comandiincia  d<-  Guadal;<iara  el  General 
D.  Leonaido  i\Járquez,  por  motivo  de  haber  tomndo  una 
cantidad  de  una  toiiciiuía  para  pagar  Á  sus  soldado?.  La 
creencia  del  Directorio  juarísta  era  c«mpletemente  erró- 
nea, pues  Márquez  no  dio  motivo  alguno  para  qw  se  juz- 
gase que  estaba  dispuesto  A  sublevarse,  y  aun  durante 
algún  tiempo  vivió  en  México,  esperando  que  se  le  juz- 
gase. 

[2]  Rivera  Cambas.  Loe.  cit. 


—  151  — 

Morelia  y  Veracruz.  Por  tanto,  la  situación  de  los 
constitucionalistas  bien  podía  calificarse  de  de- 
sesperada. 

Entonces  fué  cuando  se  echaron  por  completo 
en  brazos  delyankee.  Mac  Lañe  había  vuelto  de 
los  Estados  Unidos  con  nuevas  exigencias  y  con 
un  nuevo  tratado^  y  estaba  resuelto  á  que  Juárez 
lo  aceptase,  costara  lo   que  costara. 

"Buchanan  se  había  empeñado  á  tal  grado  en 
la  celebración  del  tratado,  que  amenazó  á  Juárez 
con  que  en  caso  de  negativa,  los  Estados  Unidos 
tomarían  por  la  fuerza  loque  pretendían  (1.)  Y 
Juárez,  cuj'o  orgullo  debía  haberse  sublevado  an- 
te tan  torpe  amenaza,  que  debió  negarse  á  dar 
oídos  á  las  proposiciones  de  Mac  Lañe  y  hacer 
un  llamamiento  á  la  nación,  seguro  de  que  todos 
los  liberales  y  conservadores  se  habrían  unido  con- 
tra el  enemigo  común,  en  vez  de  dar  muestras  de 
esa  energía  que  hoy  se  pondera  tanto,  prefirió 
humillarse  y  doblegarse  ante  el  orgulloso  ex- 
tranjero, con  tal  de  conservar  una  investidura 
por  entonces  irrisoria,  y  consintió  en  que  diesen 
principio  las  negociaciones  para  la  firma  del  tra- 
tado r>Iac  Lane-Ocampo. 

Y  fué  entünces';cuando  el  Guillermo  Tell,  es- 
cribió estas  palabras  que  demuestran  hasta  dón- 
de habían  olvidado  el  patriotismo  los  liberales  y 
que  constituirán  para  ellos  un  perdurable  baldón 
de  ignominia: 


(1)  Riicia  Cambas,  páff.  5t)7. 


-  152  — 

"Algunas  veces  los  pueblos^  cansados  de  sufrir 
una  odiosa  tiranía,  miden  sus  propios  recursos, 
prueban  sus  fuerzas  y  al  encontrarse  impotentes, 
reclaman  de  los  demás  pueblos  un  auxilio  para 
vencerá  sus  tiranos.  (1)  Y  cuando  esa  esclavitud 
quiere  emanciparse,  y  la  mano  de  otro  hombre 
libre  cruza  los  mares  para  romper  las  cadenas, 
entonces  i'ilgun  labio  ruin  exclama:  ¡traición! 
¡traición!  ¿A  qué  se  llama,  en  fin,  extranjero?  ¿Con 
qué  se  significa  la  traición  á  la  patria?.  .  .  . 

"¿No  es  cierto  que  si  todos  somos  hermanos 
la  patria  no  es  una  extensión  de  arena  sino  que 
lo  es  el  Universo?  Pues  ¿como  os  atrevéis  á  decir 
á  un  pueblo  que  recibe  el  auxilio  de  sus  herma- 
nos, que  con  eso  traiciona  á  la  patria?  ¿Cómo  que- 
réis inculcar  en  el  corazón  de  ese  mismo  pueblo 
sentimientos  de  odio  al  que  llamáis  extranjero, 
sólo  porque  sois  bastante  ignorantes  para  no 
com.prender  la  idea  de  la  Divinidad  ó  bastante 
estúpidos  para  desconocerla?» 

Esas  frases,  nuestros  lectores  sabrán  averiguar 
quién  fué  su  autor;  en  cuanto  á  nosotros  creemos 
que  brotaron  de  la  pluma  del  mismo  que  calzó 
con  su  firma  el  tratado  que  con  tales  razones  de- 
fendía. 


XI 

Además  de  los  sucesos  que  hemos  dado  á  cono- 

[1]  El  impolcnte   no  cm    f>]  uueblo  mesiraao  sino  el 
partido  juansta. 


153    - 

cer,  existían  otras  causas  que  contribuían  á  hacer 
precaria  la  situación  de  los  constitucionalistas  y 
una  de  las  más  importantes  era  la  ambición  que 
se  había  apoderado  de  los  principales  corifeos 
de  ese  partido. 

En  un^principio, '.cuando  triunfó  por  completo 
el  plandeTacubaya  y  fué  desconocido  Comonfort^ 
el  gobernante  constitucional  podía  decirse  que 
era  Juárez,  aunque  á  éste  le  faltaba  el  indispensa- 
ble requisito  del  juramento  que  no  había  presta- 
do, como  lo  exigía  el  artículo  83  de  la  Constitu- 
ción; y  el  de  que  se  había  separado  del  lugar  de 
la  residencia  de  los  poderes  federales  sin  anuen- 
cia del  Congreso,  aunque  este  último  podía  dis- 
culparse por  el  pronunciamiento  de  la  capital. 
Pero  desde  el  momento  que  Juárez  rompió  sus  úl- 
timos títulos  de  legalidad^  embarcándose  en  ^Man- 
zanillo para  el  extranjero  y  dejando  sus  poderes 
á  Degollado,  todos  los  caudillos  constitucionales 
tenían  iguales  títulos  para  aspirar  á  la  ilusoria 
presidencia. 

Y  en  efecto,  de  hecho,  cada  uno  fué  indepen- 
diente: relegado  Juárez  á  Veracruz,  con  dificul- 
tad se  comunicaba  con  sus  generales.  Degollado, 
que  quedó  con  amplios  poderes,  soñó  con  ser 
presidente;  pero  las  continuas  derrotas'que '.sufría 
le  quitaron  todo  prestigio  entre  los  suyos:  Vidau" 
rri  también  ambicionó  el  mismo  puesto  y  aun  hu- 
bo una  época  en  que  pareció  que  llegaría  á  reali- 
zar su  propósito,  pues  sus  fronterizos  fueron  los 
que  sostuvieron  la  revolugioa  despueg  de  la  ba  - 
Estudios  históricos.— 2  0. 


-    154  - 

talla  de  Salamanca,  y  no  obstante  los  desastres 
que  sufrieron  en  Puerto  de  Carretas,  Ahualulco 
y  otros  puntos.  Por  esta  causa^  Vidaurri  inspiraba 
cuidado  á  D.  Benito,  aunque  no  tenía  más  reme- 
dio que  servirse  de  él;  la  defección  de  este  cau- 
dillo, pues,  no  obstante  que  privaba  á  Juárez  de 
poderosos  auxiliares,  fué  vista  por  él  con  júbilo, 
y  si  hemos  de  creer  á  los  papeles  de  aquella  épo- 
ca, en  la  misma  Veracruz  fué  preparada,  en  vista 
de  que  los  soldados  fronterizos  habían  perdido 
mucho  del  prestigio  que  tenían,  por  las  continuas 
derrotas  que  sufrieron. 

Quedaban  otros  aspirantes  a  la  presidencia, 
á  los  que  se  puede  llamar  vergonzantes,  como 
Doblado,  nulificado  desde  los  convenios  de  Ro- 
raita;  González  Ortega,  que  empezaba  á  tener 
ambición,  pero  que  ai'in  carecía  de  la  atmósfera 
que  después  crearon  en  su  derredor  los  triunfos 
de  Silao,  Calpulálpam  y  Jalatlaco,  y  acaso  al- 
gún otro. 

Pero  había  otro  hombre,  que  sin  haber  empu- 
ñado una  espada  como  los  cuatro  citados,  creía 
tener  méritos  para  ocupar  la  Presidencia  de  la 
República,  y  no  disimulando  su  ambición,  era  an 
rival  más  temible  que  todos  los  demás,  para 
Juárez;  este  hombre  era  D.  Miguel  Lerdo  de  Te- 
jada. Hábil  estadista,  entendido  financiero,  minis- 
tro de  Comonfort  y  de  Juárez,  y  autor  de  la  ley 
de  desamortización;  á  él  se  volvían  los  liberales 
descontentos  que  veían  que  D.  Benito  era  una 
remora  para  el  triimfo  y  que  con  su  carácter  irre- 


—  155  — 

soluto  no  acertaba  á  salir  de  la  difícil  posición  en 
que  se  encontraba  en  Veracruz,  ni  adoptaba  me- 
dida alguna  de  las  que  se  le  proponían. 

Con  Lerdo  no  podia  emplear  Juárez  en  aquellas 
circunstancias  el  procedimiento  que  empleaba 
con  sus  demás  rivales:  darles  un  mando  y  un  ejér- 
cito para  que  fueran  derrotados  por  los  generales 
conservadores,  y  de  esa  manera  se  desacredita- 
ran: siendo  tan  reducido  el  campo  de  acción  de 
que  disponían  los  liberales  en  Veracruz,  y  muy 
superior  en  talento  el  primero  al  segundo,  no  era 
fácil  que  aquél,  que  trabajaba  por  su  candidatura 
se  entregara  á  cometer  desaciertos;  así,  aunque 
Lerdo  fué  uno  de  los  principales  autores  de  la  ley 
de  nacionalización,  tuvo  el  buen  sentido  de  irse 
á  los  Estados  Unidos,  y  no  quedarse  en  Veracruz 
donde  empezó  una  serie  de  operaciones  ruinosí- 
mas  y  descabelladas  con  los  bienes  quitados  al 
clero.  Aunque  Lerdo  no  consiguió  todos  los  re- 
cursos que  iba  á  solicitar,  tornó  con  algunos  que 
sirvieron  de  mucho  en  aquellas  críticas  circuns- 
tancias y  q:ie  alentaron,  sobre  todo,  á  los  lerdis- 
tas  para  trabajar  con  más  ardor  en  pro  de  su  can- 
didato . 

Y  entonces  la  posición  de  Juárez  vino  á  ser  más 
crítica:  por  una  parte  carecía  de  ejércitos  para 
vencer  á  Miramon;  por  otra  tenía  cerca  de  sí  á  un 
rival  temible;  por  otra,  en  fin,  la  frialdad  de  Bucha. 
nan  y  su  gabinete  lo  exponía  á  que  le  faltase  el 
apoyo  moral  que  hasta  entonces  lo  había  sosteni- 
do en  Veracruz,  y  por  último  sus  partidarios  eran 


-  156  - 

contados  y  en  menor  número  que  los  de  Lerdo. 
Peligraba  su  poder,  si  es  que  alguno  tenía,  y  en 
la  alternativa  de  dejar  su  puesto  á  otro  ó  de  abra- 
zarse á  un  hierro  ardiendo,  prefirió  esto  último 
por  más  que  no  fuese  patriótica  esta  solución  y 
demostrase  con  ella  el  más  refinado  egoísmo,  for- 
mando su  conducta  contraste  con  la  de  Miramon 
que  siempre  se  mostró  generoso  y  desprendido  y 
nunca  antepuso  su  ambición  personal  al  bien  de 
país. 

Las  negociaciones  con  los  Estados  Unidos  to- 
maron, por  esa  determinación  de  Juárez,  un  nuevo 
aspecto:  D.José  Blaría  Mata,  que  hasta  entonces 
tenía  en  Washington  una  posición  desairada,  tanto 
por  la  actitud  del  cuerpo  diplomático  allí  residen- 
te, como  porque  el  centro  de  las  negociaciones 
era  Veracruz,  con  la  licencia  que  disfrutó  Mac 
Lañe  empezó  á  entrar  enjuego  y  á  obrar  cou  ac- 
tividac*.  Viendo  que  la  causa  del  fracaso  de  las 
primeras  nego'ciaciones  era  la  negativa  á  la  pro- 
pposicion  norteamericana,  de  cesión  del  istmo  de 
Tehuantepec,  propuso  á  Buchanan  conceder  á  los 
Estados  Unidos  el  derecho  de  tránsito  por  diez 
años,  prorrogable,  á  través  de  esa  vía. 

Mas  cuando  ya  las  negociaciones  estaban  ade- 
lantadas en  ese  sentido,  surgió  un  incidente  que 
alarmando  á  Mata  en  un  principio,  le  sugirió  des" 
ues  una  idea  que  j'a  había  antes  concebido,  peroe 
que  tuvo  que  abandonar:  nos  referimos  al  tratad! 
Mon-Almonte,  concluido  con  España. 

De  todas  la§  naciones  de  Europa,  ésta  era  Ií^ 


~  157  — 

que  tenía  más  motivos  de  disgusto  con  México  y 
estaba  muy  próxima  á  asumir  una  actitud  hostil 
tanto  por  la  falta  de  cumplimiento  del  tratado  de 
12  de  Noviembre  de  1853  sobre  créditos  españoles 
como  por  los  atentados  de  que  fueron  víctimas  los 
subditos  de  D"  Isabel  11  en  San  Vicente,  Chicon. 
cuac  y  San  Dimas:  el  gobierno  de  IMiramon,  que 
necesitaba  el  apoyo  moral  de  Europa,  se  apresuró 
á  firmar  el  tratado  Mon-Almonte  que  ponía  en  vi- 
gor el  de  1853  y  que  prometía  una  indemnización 
á  las  víctimas  de  esos  atentados.  Por  no  exten- 
dernos más,  no  entramos  al  análisis  de  aquel  tra- 
tado que  tan  duram.ente  fué  calificado  por  los  li- 
berales, (que  llamaron  traidor  á  Almonte  y  á  los 
que  intervinieron  en  ese  pacto,)  y  que  aun  después 
de  muchos  años  los  vemos  juzgados  de  manera 
muy  severa  en  el  quinto  tomo  de  México  d  través 
de  los  siglos,  cuando  para  el  tratado  Mac  Lañe  - 
Ocampo,  hay  frases  que  tienden  á  disculparlo  y 
apenas  se  le  critica,  no  obstante  que  este  último 
fué  verdaderamente  indigno  y  humillante  para 
México. 

El  tratado  Mon-Almoníe  que  terminaba  las  di- 
ferencias entre  México  y  España,  alarmó  á  Mata 
y  á  los  liberales,  que  veían  que  con  el  apoyo  mo- 
ral que  Europa  prestaba  á  Miramon  podía  con- 
solidarse definitivamente  el  gobierno  de  éste.  Pe- 
ro en  seguida  ideó  el  siguiente  plan  que  más  bien 
fué  ingenioso  que  profundo. 

Como  Miramon  no  tiene  dinero  con  que  pagar 
la  indemnización    estipulada,    creía  Mata  que  Es- 


—  158  — 

paña  mandaría  una  escuadra  al  Golfo  de  México,  y 
estando  todas  las  costas  y  puertos  de  ese  Golfo 
en  poder  de  los  juaristas,  el  ataque  que  intentara 
la  escuadra  se  consideraría  como  un  cnsiis  hcUi: 
1  os  Estados  Unidos  no  pueden  dejar  solos  á  los 
juaristas  en  esa  guerra  y  los  ayudarán,  siendo  el 
precio  de  esa  ayuda  la  Isla  de  Cuba  que  pasará  á 
poder  de  los  yankees."  La  idea,  como  se  ve,  no 
era  nueva,    pues   desde  algunos    meses    antes    la 

abrigaba  Mata,  y  tenía  alguna  conexión  con  la 
ridicula  alianza  ofensiva  y  defensiva  entre  Méxi. 
00  y  los  Estados  Unidos^  propuesta  por  Ocampo  y 
anunciada  desde  la  recepción  de  Mac  Lañe. 

Pero  los  norteamericanos,  demasiado  prácticos 
desecharon  la  idea  de  esa  alianza  )'  no  se  mani- 
festaron muy  dispuestos  á  emprender  una  guerra 
con  España,  y  formularon  sus  exigencias  de  una 
manera  tan  clara  y  precisa  que  ni  siquiera  con- 
sentían en  que  regresara  á  Veracruz  Mac  Lana 
sin  tener  la  seguridad  de  que  se  firmaría  el  trata- 
do, para  lo  cual  Buchanan  lanzó  la  amenaza  que 
tomándola  del  escritor  liberal  Rivera  Carabas  de- 
jamos consignada  en  el  capítulo  anterior. 

Y  Juárez,  para  el  cual  el  mayor  peligro  era  la 
presencia  de  Lerdo  en  Veracruz,  llevado  de  su 
egoísmo,  ya  no  puso  más  reparos  al  tratado  que 
lo  afirmaba  en  el  poder. 

El  Sr.  \'¡gil,  en  la  obra  ya  citada  de  «México 
á  través  de  los  siglos»  dice  que  la  disyuntiva  era 
bien  triste  para  México:  sí  triunfaban  los  liberales 
tendríamos  la  intervención  europea,    y  sí  triunfa- 


—  159  - 

ban  los  conservadores  nos  esperaba  la  guerra  con 
los  Estados  Unidos.  Aparte  de  que  no  estamos 
conformes  con  el  primer  punto,  pues  aún  no  esta- 
ban de  acuerdo  los  gabinetes  de  Europa  ocupados 
en  la  cuestión  de  Italia,  en  la  intervención,  todo 
se  hubiera  zanjado  con  que  Juárez  no  hubiera  he- 
cho pesar  demasiado  en  la  balanza  política  su 
personalidad  y  hubiera  dado  oídos  á  las  proposi- 
ciones que  repetidas  veces  le  hicieron  Robles  Pe- 
zuela  y  aun  algunos  jefes  liberales. 

Pero  no  fué  así:  el  tratado  Mac  Lane-Ocampo 
era  necesario  para  que  aquel  hombre  siguiera 
dándose  en  Veracruz  el  título  de  Presidente  de  la 
Repi'iblica,  aunque  no  tuviese  las  intenciones  de 
cumplirlo,  según  lo  han  confesado  sus  mismos 
partidarios,  como  veremos  después,  y  el  tratado 
al  cual  hemos  llegado  después  de  una  larguísima 
exposición,  se  hizo. 

XÍI 

Muy  larga    liabrá  parecido  á   algunos  de    nues- 

ros  lectores  la   exposición  que  hem.os  hecho  de  la 

ituacion  del  país  y  de   las   causas  que  influyeron 

para  que  se    llegase  á  firmar  el    tratado   entre  los 

Sres.  Mac  Lañe  }•  Ocampo;   pero  reflexionen  esos 

ectores  en  que  era   indispensable  estudiar  lo  más 

profundamente   posible  esa    época  para    poner  de 

manifiesto    la   situación   de  ambos    partidos  y  sus 

tendencias;  para    conocer  el  carácter    de  algunos 

de  los   hombres  que  tomaron  parte  en     esa  lucha 


-  160  " 

memorable,  y  para  poder  calificar  con  fundamen- 
to  y  no  á  la  ligera,  la  conducta  que  observaron  en 
ese  asunto  tan  importante  para  México. 

En  ese  estudio,  aunque  no  tengfamos  la  presun- 
ción de  haberlo  hecho  completo,  sí  podrá  obser- 
varse que  hemos  procurado  llenar  una  laguna  que 
se  encuentra  en  todos  nuestros  historiadores,  los 
que  limitándose  á  dar  cuenta  del  tratado  Mac 
Lañe,  nada  ó  muy  poco  se  han  fijado  en  los  acon- 
tecimientos que  se  desarrollaron  en  Veracruz  3- 
que  tanto  influjo  ejercieron  en  la  marcha  del  país 
y  en  los  sucesos  posteriores.  Con  los  datos  que 
hemos  procurado  dar  á  conocer,  los  que  escriban 
la  historia  de  aquella  época  se  sentirán  animados 
del  deseo  de  estudiar  detenidamente  los  aconteci- 
mientos y  de  darlos  á  conocer  con  todos  los  deta- 
lles que  se  merecen. 

Por  nuestra  parte,  satisfechos  de  haber  contri- 
buido con  nuestro  pequeño  contingente  para  ese 
estudio,  procuraremos  ser  más  concisos  en  lo  su- 
cesivo, y  reanudamos  el  hilo  de  los  sucesos. 

La  firma  del  tratado  Mac  Lane-Ocampo  coin. 
cidió  con  dos  sucesos  importantes  que  demostra- 
ban cuáles  eran  las  intenciones  de  los  Estados 
Unidos  respecto  de  México:  fueron  éstos  la  movili- 
zación de  lasYuerzas  norteamericanas  en  dirección 
de  la  frontera  del  Norte  con  pretexto  de  las  inva- 
siones de  Cortina  en  Brownsville  y  en  los  pueblos 
de  la  margen  izquierda  del  Bravo  y  la  arrogante 
protesta  que  el  comandante  de  la  corbeta  de  gue- 
rra, «StjMary,»  II.  C.  -x'orter  dirigió  á  Pcsqueira 


-  161  - 

desde  Guaymas,  con  motivo  de  la  expulsión  del 
territorio  de  Sonora,  de  varios  ciudadanos  norte- 
americanos. En  esa  protesta,  Porter  amenazaba 
con  una  intervención  del  gobierno  de  su  país  3'  en 
la  movilización  podía  verse  un  principio  de  ejecu- 
ción de  los  planes  que  de  tiempo  atrás  abrigfaba 
Buchanan. 

Este  último  argumento,  más  poderoso  que  todos 
lo  s  demás,  fué  acaso  el  que  acabó  de  convencer  á 
Juárez  y  el  tratado  quedó  firmado  en  los  primeros 
días  de  Diciembre. 

El  artículo  l^deél  decía  textualmente:  "Art.  1°. 
—  Por  vía  de  ampliación  al  artículo  8°  del  tratado 
de  30  de  Diciembre  de  1853,  cerfe  la  República 
Mexicana  á  los  Estados  unidos  5'  sus  conciudada- 
nos y  bienes,  en  perpetuidad^  el  derecho  de  trán- 
sito por  el  istmo  de  Teliitanlepec,  de  uao  á  otro 
mar,  por  cualquier  camino  que  actualmente  exista 
ó  que  existiere  en  lo  sucesivo,  sirviéndose  de  él 
ambas  repúblicas  y  sus  ciudadanos. > 

La  manera  de  redactar  este  artículo,  fué  calcu- 
lada con  detenimiento  para  inducir  al  público  al 
error  de  que  el  tratado  de  la  Mesilla,  que  con  ese 
nombre  se  conoce  el  de  30  de  Diciembre  de  1853, 
contenía  alguna  cláusula  que  menoscabase  la  so- 
beranía dejNléxico  sobre  el  istmo  de  Tehuantepec. 
Y  nada  es  menos  cierto  que  esto. 

El  articulo  S^  de  ese  tratado  decía:    ^Habiendo 
aiitorisado  el  gobierno  mexicano  en  5  de  Febre- 
ro de  1853  la  pronta    construcción   de  un  camino 
de   madera  y  de  un  ferrocarril  en  el  istmo  de  Te- 
Estudios  históricos.— 2!. 


-  162  -~ 

huantepec,  para  asegurar  de  una  manera  estable 
los  beneficios  de  dicha  vía  de  comunicación  á  las 
personas  y  mercancías  de  los  ciudadanos  de  Mé- 
xico y  de  los  Estados  Unidos,  se  estipula,  etc.:^ 
De  manera  que  esta  convención  era  para  el  caso 
de  que  se  constru5'esen  los  camiraos  autorizados 
en  5  de  Febrero  de  1853;  pero  no  para  "cualquier 
camino  que  actualmente  exista  ó  qu.e  existiere  en 
lo  sucesivo"  como  decía  el  art.  l'^  del  tratado 
Mac  Lañe,  y  desde  el  momento  que  la  conce- 
sión de  1853  había  caducado,  la  cláusula  del  con- 
venio de  la  Mesilla  dejaba  de  tener  aplicación. 
No  era,  por  ¡o  mismo,  lo  convenido  una  amplia- 
ción de  lo  anterior,  sino  una  nueva  estipulación 
muy  distinta  de  la  primera,  y  onerosa  además,  se- 
gún tendremos  oportumidad  de  examinar. 

También  podrá  observarse  que  la  modificación 
propuesta  por  Mata  de  conceder  á  los  Estados 
Unidos  el  derecho  de  tránsito  por  espacio  de  diez 
años,  no  fué  aceptada  y  que  al  fin  se  puso  la  cláu- 
sula de  á  perpetuidad,  como  desde  un  principio 
lo  habían  querido  Buchanan  y  Mac  Lañe,  no 
obstante  la  resistencia  de  Juárez  y  de  Ocampo. 

Increible  parecerá  la  importancia  que  para  los 
norteamericanos  tenía  ese  artículo  qne  les  conce- 
día de  una  manera  directa,  el  paso  sobre  Tehuan- 
tepec,  é  indirectamente  el  de  construir  uno  ó  más 
caminos  á  través  del  istmo  para  poderse  comuni- 
car  rápidamente  con  sus  posesiones  del  Pacífico. 

Desde  que  los  Estados  Unidos  poco  después  de 
su  independencia  traspusieron  los  montes  Allegha- 


~  163  - 

nis  y  se  establecieron  en  el  valle  del  Ohio,  su  idea 
dominante  fué  llegar  á  las  playas  del  Océano 
Pacífico  para  atraer  á  su  país  el  comercio  con 
China  y  llegar  á  ser  una  gran  nación  americana 
que  extendiese  su  influencia  á  los  dos  grandes 
Océanos;  y  trabajaron  con  un  tesón  y  una  cons- 
tancia admirables  por  llegar  á  este  resultado. 

Comenzaron  por  hacer  retroceder  ante  sí  las 
tribus  de  pieles  rojas^  que  habitaban  esas  comar- 
cas, y  empezaron  á  descender  por  el  gran  valle 
hasta  llegará  las  riberas  del  Mississippí  j'  en  breve 
tiempo  colonizaron  los  territorios  de  los  que  des- 
pués fueron  Estados  de  Ohio,  Indiana,  Kentucky, 
Illinois  y  Alabama;  la  venta  que  hizo  Napoleón  en 
1803  de  la  Lousiana  les  permitió  llegar  al  Golfo  de 
México  y  bloquear  casi  las  Floridas,  que  invadi- 
das por  el  General  Jackson  al  fin  fueron  cedidas 
por  España  en  1819. 

El  año  de  1812,  la  guerra  que  sostuvieron  los 
Estados  Unidos  con  Inglaterra,  en  realidad  sólo 
tuvo  por  objeto,  de  parte  de  aquellos^  adquirir 
posesiones  en  la  costa  del  Pacífico,  lo  que  al  ñn 
consiguieron  por  el  tratado  de  paz  que  les  dio  so- 
bre ese  mar  la  comarca  donde  erigieron  el  te- 
rritorio de  Washington,  elevado  recientemente 
á  Estado.  El  banquero  José  Astor  fundó  á  Asteria 
y  posteriormente  se  echaron  los  cimientos  de 
Olympia  y  de  Pacific  City;  pero  desde  luego  se  en- 
contraron con  que  la  travesía  del  Atlántico  al  Pa- 
cífico era  demasiado  penosa  por  la  distancia  y  pe- 
ligrosa  por   los  indios  pieles  rojas  que  recorrían 


-  164 

las  vastas  comarcas  desiertas  que  hoy  forniatilos 
Estados  de  Minesota,  Yowa,  Xebraska,  Kansas, 
Dakota^  Montana  é  Idaho,  y  ya  no  pensaron  más 
que  en  correrse  hácio  el  Sur  aunque  fuese  con  de- 
trimento de  la  integridad  del  territorio  mexicano. 

Desde  luego  empezaron  los  Estados  Unidos  á 
trabajar  en  el  sentido  de  conseguir  de  México  que 
firmase  un  tratado  de  límites  que  les  permitiese 
avanzar  más  aV  Sur  su  línea;  el  tristemente  céle- 
bre Ministro,  Joel  R.  Poinsett,  recibió  el  encargo 
y  el  12  de  Enero  de  1828,  se  firmaba  entre  él  y  e 
Sr.  D.  Sebastian  Camachoun  tratado  que  fué  adi- 
cionado el  5  de  Abril  de  1831  y  por  el  cual  se  fi- 
jaba como  límite  septentrional  de  México  el  pa- 
ralelo 42°  lat.  Norte,  quedando  á  favor  de  los  Es- 
tados Unidos  todo  el  Oregon  y  parte  de  Idalio, 
Montana  y  Colorado,  y  á  México,  Alta  California, 
Nevada,  Utah,  Arizona,  Nuevo  México,  Texas,  y 
parte  del  territorio  indio,  Kansas    y  Colorado. 

Mas  ni  las  concesiones  hechas  por  Inglaterra 
y  España,  (que  por  el  tratado  de  1819  desistió  de 
ciertas  pretensiones  sobre  la  bahía  de  Nootka  en 
el  Pacífico)  eran  bastantes  á  contener  la  ambi- 
ción de  los  Estados  Unidos,  que  encontraban  mu- 
chas dificultades  para  hacer  su  gran  camino  ia 
teroceánico,  de  manera  que  insistieron  en  adqui- 
rir territorios  más  al  vSur  del  parlelo   42". 

Nuestros  lectores  saben  lo   que  pasó,    las  inva- 
siones de  Gaines,  en  el    Sabina,  las    de  Fr^remont 
en  California,  la  toma  de  Monterrey  por  la  escua 
drn   norteamericana,   la    sublevación  de  Samuel 


--  163    - 

Houston  y  Lorenzo  Zavala  en  Texas  y  la  anexión 
de  esta  última  comarca  á  la  Union  no  fueron  más 
que  consecuencia  del  plan,  largos  años  madura- 
do, de  arrebatarnos  gran  parte  de  nuestro  terri- 
torio; plan  que  abrazaba  hasta  la  Baja  California 
como  lo  dio  á  conocer  Trist  en  las  conferencias 
de  la  Casa  Colorada,  celebradas  en  Agosto  de 
1847;  pero  que  se  redujeron  en  parte  al  firmarse 
la  paz  deñuitiva  en  la  Villa  de  Guadalupe  el  2  de 
Febrero  de  1848. 

Crej^eron  ya  los  norteamericanos  tener  un  ca- 
mino más  cómodo  para  el  Pacífico  y  un  puerto 
mejor  que  los  del  Oregon  con  los  territorios  ad- 
quiridos; pero  el  descubrimiento  de  los  placeres 
de  oro  por  Marshall,  á  raíz  de  la  guerra  de  Mé- 
xico, les  vino  á  demostrar  el  error  en  que  estaban. 
Efectivamente,  de  los  aventureros  atraídos  por 
la  sed  Je  oro,  pocos  fueron  los  que  se  decidieron 
á  atravesar  los  Estados  Unidos  para  llegar  á  las 
Montañas  Rocallosas  y  al  Valle  del  .Sacramento; 
la  mayoría  prefirió  remontarse  hasta  el  Canadá 
y  la  Colombia  inglesa,  siguiendo  la  línea  de  los 
grandes  lagos  y  entrar  por  Montana  é  Idaho. 

Muchos  no  quisieron  seguir  esa  travesía  peligro- 
sa y  cruzaron  la  América  por  el  istmo  de  Panamá^ 
cuyas  dos  principales  ciudades^  Panamá  y  Colón, 
se  vieron  muy  concurridas  y  prosperaron  á  tal 
grado,  que  el  ferrocarril  que  rápidamente  se  ten- 
dió entre  ellas  obtuvo  muy  pingües  ganancias.  No 
pocos  cruzaron  por  la  América  Central  y  aun  hu- 
bo bastantes  que  emprendieron  el  camino  por    la 


-  166  - 

República  Mexicana,  embarcándose  enAcapulco  y 
Mazatlan  que  desde  entonces  empezó  áprogresar. 

Pero  este  estado  de  cosas  no  podía  convenir  á 
los  norteamericanos,  que  veían  prosperará  otros 
países  ó  localidades  á  costa  de  ellos;  además  la 
importancia  que  habían  adquirido  California  y  el 
extremo  Oeste  hizo  para  ellos  necesarias  más  rá- 
pidas comunicaciones  con  el  Pacífico  aun  pres- 
cindiendo del  comercio  con  ilsia. 

Entonces  se  fijaron  en  la  América  Central,  tan 
á  propósito  para  ser  cruzada  en  diversos  puntos 
por  ferrocarriles  de  corta  extensión  ó  por  canales 
y  no  disimularon  el  deseo  que  tenían  de  apoderar- 
se de  algún  país  centroamericano  ó  de  cualquie- 
ra de  esos  puntos  de  comunicación. 

Mas  elgran  incremento  que  adquirieron  los  Esta- 
dos Unidos  con  la  guerra  de  México  }•  el  descubri- 
miento del  oro,  había  despertado  la  suspicacia  de 
las  naciones'europeas  que  veían  en  ellos  una  ame- 
naza para  sus  posesiones  (de  ellas)  de  ultramar  y 
un  rival  temible  que  á  ojos  vistos  se  elevaba  aquen- 
de el  Atlántico  y  decidieron  poner  coto  á  la  ambi- 
ción desmedida  de  los   anglo-sajones  de  América. 

El  tratado¡  Clayton-Buhver  firmado  el  año  de 
1850  entre  Estados  Unidos  é  Inglaterra,  y  por  el 
cual  ambas  naciones  se  comprometían  á  no  ocu- 
par ni  colonizar  cualquier  punto  de  la  América. 
Central,  cortó  á  la  primera  nación  los  vuelos  y  la 
obligó  á  buscar  la  comunicación  interoceánica 
por  otros  medios  que  no  fueran  la  conquista  y  la 
anexión. ...  ó  la  compra. 


-  167  -- 

Kn  Nicaragua  gastó  aquella  mucho  dinero  en 
reconocimiento  del  rio  de  San  Juan  y  Lago  de  Ni' 
caragua,  así  como  en  proyectar  un  ferrocarril  de 
Puerto  Caballos,  en  la  costa  del  Norte  á  la  bahía 
de  l'onseca  en  la  del  Sur;  pero  la  aventura  filibus- 
tera de  Walker  resfrió  ba§tante  el  poco  entusias- 
mo que  sentían  por  los  caminos  que  los  yankees 
proyectaban  y  al  fin  tuvieron  que  aplazar  sus  pro- 
yectos, ya  que  no  les  dieron  de  mano  por  com- 
pleto. 

Al  fin  se  fijaron  en  Tehuantcpec,  que  también 
es  lugar  cómodo  para  esa  comunicación,  y  tenien- 
do en  cuenta  las  continuas  revoluciones  de  México, 
juzgaron  cosa  fácil  apoderarse  del  istmo  [bajo 
cualquier  pretexto, 

lii  gobierno  del  general  Arista  había  otorgado 
una  concesión  para  un  camino  ó  canal  á  través 
del  istmo  al  ingeniero  Garay,  mas  como  éste  no 
cumpliera  con  su  contrato,  aquéllo  rescindió.  Ga- 
ray vendió  su  concesión  en  los  Estados  Unidos  y 
de  aquí  se  originaron  disputas  entre  los  dos  go- 
biernos que  agriaron  bastante  la  relaciones  diplo- 
máticas y  que  aun  estuvieron  á  punto  de  originar 
un  conflicto  serio.  Pero  al  fin  el  gobierno  mexica- 
no otorgó  una  nueva  concesión  á  ciudadanos  nor- 
teamericanos, y  los  Estados  Unidos  procuraron 
ayudar  poderosamente  á  la  empresa,  comprendien- 
do todo  el  provecho  que  les  resultaría  de  tener 
un  camino  mucho  más  corto  que  todos  los  demás 
que  comunícase  sus  Estados  del  Este;y  del  Sur 
con  los  del  Oeste. 


—  16S  - 

Mas  para  que  ese  camino  fuese  siempre  seguro 
y  no  estuviese  expuesto  á  las  contingencias  de  un 
país  en  revolución  peremne,  necesitaba.i  ó  querían 
tenerlo  bajo  su  inmediata  dependencia  y  á  conse- 
guir ésta  tendieron  todos  los  esfuerzos  de  los  de- 
mócratas, entonces  adueñados  del  poder.  Al  fin  las 
amenazas  de  Buchanan  consiguieron  su  objeto  y 
en  el  artículo  primero  del  tratado  MacLane-Ocam- 
po  se  consignó  la  servidumbre  de  paso  á  perpe- 
tuidad á  través  del  istmo  de  Tehuanlepec. 

La  lesión  que  la  soberanía  de  México  sufría  con 
la  constitución  de  esa  servidumbre  la  examinare- 
mos cuando  lleguemos  á  otros  artículos  donde  se 
estipulaban  otras. 


XIII 

En  el  artículo  2»  del  tratado  se  dijo:  "Convienen 
ambas  repúblicas  en  protejer  todas  las  rutas  exis- 
tentes hoj'  ó  que  existieren  en  lo  sucesivo  á  través 
de  dicho  istno  (de  Teliuantepec,)  y  en  garantizar 
la  neutralidad  del  mismo." 

Esta  cláusula  examinada  concienzudamente  y 
de  acueido  con  los  preceptos  del  derecho  interna- 
cional, resulta  monstruosa  bajo  todos  conceptos  y 
verdaderamente  no  se  puede  comprender  cuál  fué 
la  idea  que  tuvieron  sus  autores  al  escribirla.  Lo 
que  en  ella  se  dice,  está  en  parte  dicho  en  otras- 
Jcláusulas  posteriores,  según  veremos,  de  una  ma- 
nera más  clara  y  más  precisa,  poi"  lo  que  á  núes- 


—  169  — 

tro  modo  de  ver  ese  artículo  2-  es  una  redundan- 
cia; pero  como  en  él  se  mienta  por  primera  y  úni- 
ca vez  la  palabra  "neutralidad,"  esta  circunstancia 
nos  obliga  á  examinarlo  con  toda  atención. 

La  primera  parte  de  la  cláusula:  ^^convienen 
ambas    yepúblicas    en    protejer    todas  las  rutas 

existentes  hoy á  través  de  dicho  istmo"  (de 

Tehuantepec)  no  tenía  aplicación  práctica  cuando  se 
hizo  el  tratado,  por  razón  de  que  en  esa  época  no 
existía  ni  un  mal  camino  de  herradura  á  través  del 
istmo:  el  mismo  tratado  lo  reconoce  así  á  los  tres 
renglones  siguientes,  pues  la  cláusula  tercera  em- 
pieza de  esta  manera:  "Al  usarse  por  primera  vez 
bona  fide  cualquiera  vía  á  través  de  dicho  istmo, 
para  transitar  jpor  ella.,  establecerá  la  República 
mexicana,"  etc.,  de  manera  que  se  estipulaba  para 
lo  existente  en  lo  futuro,  pues  si  ya  entonces  hubie- 
ra habido  camino,  la  cláusula  se  habría  redactado 
así:  "La  República  mexicana  establecerá  desde 
luego,  dos  puertos  de  deposito ,, 

Continuando  el  examen  del  artículo  3^,  encon- 
tramos la  siguiente  frase:  "Convienen  ambas  re- 
públicas en  protejer  todas  las  rutas.  .  .  .  que  exis- 
tieren en  lo  sucesivo  á  través  de  dicho  istmo."  Por 
parte  de  México  esa  obligación  de  protección  ya 
existía  y  lo  único  nuevo  que  se  estipulaba  era  la 
de  los  Estados  Unidos,  en  los  casos  y  circunstan- 
cias especificados  en  el  artículo  5°,  al  ocuparnos 
del  cual  veremos  el  alcance  que  se  daba  á  esa 
protección. 

También  convenían  ambas   naciones  en  garan- 

Estudios  históricos.— 22, 


—  170  — 

tizar  la  neutralidad  del  istmo,  según  lo  declaran 
en  esa  cláusula  segunda;  pero  tentados  estamos 
para  creer  que  no  supieron  lo  que  escribieron  si 
se  tiene  en  cuenta  los  requisitos  que  para  que  ha- 
3'a  neutralidad  exige  el  derecho  internacional. 

Los  tratadistas  han  discutido  largamente,  desde 
Grocio  hasta  Zavala,  cuál  es  la  deñnicion  más 
adecuada  y  al  fin  no  han  encotrado  una^  siendo 
mu}'  significativo  que  el  ilustre  Grocio  no  se  hu- 
biera ni  atrevido  á  formularla. 

La  más  aceptable  es  la  de  Hubner  qae  define  la 
neutralidad  diciendo  que  es  "la  completa  inacción 
relativamente  á  la  guerra  y  exacta  imparcialidad 
manifestadas  por  hechos  respecto  á  los  beligeran- 
tes y  referentes  sólo  á  la  guerra  misma  y  á  los 
medios  directos  é  inmediatos  de  hacerla." 

Después  de  la  de  Hubner  la  definición  que  más 
consideración  disfruta  es  la  de  Hautefeuille,  pues 
las  de  Bynkershoek,  Galiani,  Azuni  y  otros  han 
sido  desechadas  por  completo.  Vattel  (1)  evitando 
abordar  directamente  la  cuestión  dice:  "Los  pue- 
blos neutrales  en  la  guerra  son  los  que  no  toman 
ninguna  parte  en  ella,  permaneciendo  amigos  co- 
munes de  los  dos  partidos  y  sin  favorecer  las  ar-- 
mas  de  uno  con  perjuicio  del  otro." 

Wheaton,  ('2)  autor  más  moderno  y  que  escri- 
bió en  una  época  en  que  el  derecho  internacional 
estaba  ya  más  adelantado,  es   más  práctico  y   di- 


(  1)  Derecho  de  Ocntcs,  Lib.  3°  Cap.  VIL  Fár.  CIII. 
(2  )  Elcmcnls  clu  droit  internationel. Parte  4í  Cap.  3", 


-  171  - 

vide  la  neutralidad  en  natural  ó  perfecta  y  con- 
vencional ó  imperfecta,  diciendo  que  la  primera 
es  la  que  todo  Estado  tiene  el  derecho,  salvo  un 
convenio  positivo,  de  observar  respecto  de  la  gue- 
rra que  sostienen  entre  sí  otros  Estados.  "Este  de- 
recho, añade,  es  un  atributo  indiscutible  de  la  so- 
beranía." En  cuanto  á  la  neutralidad  convencional 
es,  según  este  autor,  "la  que  está  modificada  por 
un  pacto  especial."  La  división  de  Wheaton  la  si- 
guen Hautefeuille  y  Calvo. 

En  lo  que  sí  están  de  acuerdo  todos  los  autores 
es  en  que  las  reglas  de  neutralidad  son  aplicables 
á  las  naciones,  á  los  Estados,  no  á  comarcas  ó  á 
fracciones  de  una  nación,  y  los  ejemplos  de  neu- 
tralidad convencional  ó  determinada  (que  sería 
en  último  análisis  la  que  pudiera  aplicarse  á  Te- 
huantepec;  confirman  esas  reglas.  Vamos  á  hacer 
un  rápido  resumen  de  esos  casos,  á  fin  de  que  se 
vean  las  circustancias  especiales  que  concurrie- 
ron en  cada  uno  de  ellos. 

El  primero  y  más  notable  es  el  de  la  Confede- 
ración helvética,  país  situado  en  el  centro  de  Eu- 
ropa y  colindante  con  las  legendarias  rivales 
Francia  y  Alemania.  Desde  la  paz  de  Westphalia, 
(1648)  en  que  fué  reconocida  la  independencia  po- 
lítica de  algunos  cantones  suizos,  éstos  por  razón 
de  su  pequenez,  guardaron  una  prudente  absten- 
ción en  todas  las  cuestiones  que  agitaron  el  conti- 
nente, no  obstante  que  había  soldados  suizos  á 
sueldo  en  todos  los  ejércitos  europeos.  Poco  á  po- 
co, la  Confederación  ó  los  cantones  aisladamentei 


-  172  - 

empezaron  á  entrar  en  tratos  con  sus  vecinos  pa- 
ra que  fuera  respetada  su  neutralidad  durante 
esas  luchas  que  no  tuvieron  más  origen  que  la  ri- 
validad de  las  poderosas  casas  de  Borbon  y  de 
Hapsburg-o.  Suiza  consiguió  su  objeto  y  aunque 
durante  la  guerra  llamada  por  su  duración 
"de  treinta  años,»  se  viú  respetada,  no  sucedió 
lo  mismo  durante  la  época  de  la  revolución  fran- 
cesa en  que  más  de  una  vez  sus  montañas  fueron 
teatro  de  la  guerra;  sin  embargo  en  1803,  Bona- 
parte,  primer  cónsul,  celebró  un  tratado  en  27  de 
Septiembre,  con  la  Confederación,  en  el  cual  re- 
conocía la  neutralidad  de  ésta.  La  acta  final  del 
Congreso  de  Viena  también  hacía  la  misma  decla- 
ración (.Marzo  20  de  1815)  y  sin  embargo  pocos 
días  después,  durante  los  cien  dia'i,  Austria,  Ru- 
sia, Prusia  é  Inglaterra  dirigieron  una  petición  al 
consejo  federal,  encaminada  á  que  permitiese  el 
paso  de  los  ejércitos  aliados  por  el  territorio  sui- 
zo, á  lin  de  invadir  á  Francia,  dando  muchas  dis- 
culpas y  prometiendo  que  el  caso  ni  se  repetiría  ni 
serviría  de  precedente.  Suiza,  aunque  con  repug  - 
nancia,  dio  el  permiso  y  el  ala  izquierda  de  los 
aliados  pasó  el  Rhin  entre  Bale  y  Rheinfelden,  in- 
vadiendo el  territorio  francés. 

Después  de  Waterloo,  la  declaración  de  París 
(20  de  Noviembre  de  1813)  garantizó  la  neutrali- 
dad de  Suiza  y  la  inviolabilidad  é  integridad  de 
su  territorio,  dentro  de  los  límites  establecido,";  en 
'a  acta  final  citada;  posteriormente  esa  neutralidad 
seha   visto  comprometida  por  la  cesión  áFranci» 


173  - 

de  Sabora  ('1848.)  oblig-ando  esa  cesión  á  que  Suiza 
protestase  contra  las  fortificaciones  qae  en  esta 
comarca  se  levantaron;  y  dorante  la  guerra  franco- 
prusiana  turo  que  armarse,  bien  que  sn  neutrali- 
dad no  fué  riolada,  debido,  más  que  al  res- 
peto que  merecen  los  tratados,  áque  Moltkepara 
su  campaña  no  tuvo  necesidad  de  tal  violación,  y 
en  parte  á  la  actitud  de  expectativa  de  Austria  y 
Rusia  que  no  habrian  dejado  de  protestar  enérgi- 
camente y  de  mover  sus  ejércitos. 

La  ciadad  de  Cracovia  y  su  territorio  también 
faeron  declarados  país  neutral  en  el  Cong'reso  de 
Viena,  por  la  pequenez  de  la  comarca  y  la  com- 
placencia de  las  g'randes  naciones;  pero  la  nueva 
república  formada,  vivió  poco  tiempo  y  al  fin  faé 
incorpcrada  á  Austria. 

Bélg'ica,  situada  entre  Alemania  y  Francia,  ca- 
na de  la  dinastía  merovingia  y  objeto  délas  am- 
biciones de  Francia,  Austria,  Inglaterra  y  Espa- 
ña, teatro  de  las  guerras  de  los  siglos  XXII  y 
XVIIl  y  presa  muchas  veces  de  Francia,  que  por 
ella  penetró  á  Alemania  en  1794,  y  que  á  su  vez 
facilitó  las  invasiones  del  territorio  francés  en 
1709,  1793  y  1815,  también  fué  declarada  país 
neutral.  Desde  los  tratados  de  Utrecht  (1713)  y 
de  Ambéres  '  1715>  los  Países  Bajos  ya  habían  sí- 
do  garantizados  contra  las  tentativas  de  Francia, 
aunque  inútilmente  como  vemos,  y  en  1815,  ese 
famoso  Congreso  de  Viena  volvió  á  hacer  la  de- 
claración correspondiente  que  fué  ratificada  en 
1830  a!  separarse  Bélg'ica  de   Holanda.     Sin  em- 


-  \1\  - 

bargo^  la  primera  no  cree  enteramente  en  que  á 
la  hora  de  un  conflicto  sea  respetado  su  territo- 
rio y^debido  á  eso  en  1859  encomendó  al  General 
Brialmont  un  sistema  completo  de  defensa.  Sólo 
los  repetidos  triunfos  de  los  prusianos  en  1870, 
impidieron  que  la  guerra  hubiera  sido  llevada  á 
territorio  belga. 

Por  último,  el  Gran  Ducado  de  Luxemburgo 
fué  declarado  neutral  en  1839  y  quedó  bajo  la  ga- 
rantía de  Francia,  Austria,  Inglaterra,  Prusia  y 
Rusia  en  1867,  después  de  la  guerra  de  Austria  y 
cuando  habia  temor  de  que  cayese  bajo  las  garras 
de  Prusia  victoriosa. 

Estos  ligeros  apuntes  nos  enseñan  que  la  nece- 
sidad de  la  paz  que  se  ha  hecho  sentir  en  la  beli- 
cosa Europa  es  la  que  ha  obligado  á  las  naciones 
ú  declarar  neutrales  á  algunos  países;  aun  ccn 
mengua  de  la  independencia  de  ellos,  pues  como 
dice  muy  bien  Don  Carlos  Calvo  (1),  "la  consa- 
gración de  este  principio,  (el  de  neutralidad  per- 
manente,) hecha  tan  pública  y  solemnemente  co- 
mo hemos  visto,  respecto  á  ciertos  países,  tiene 
que  influir  de  un  modo  poderoso  c  imprescindible 
en  su  independencia,  sirviéndoles  más  bien  de  re- 
mora que  de  motivo  para  su  desarrollo.  Porque 
claro  y  evidente  es  que  ninguno  de  ¡ellos  está  fa- 
cultado, ni  aun  en  tiempo  de  paz,  para  contraer 
compromisos  que  pudieran  obligarles  á  falsear  el 
cumplimiento  de  deberes  inquebrantables.    Resul- 

(\)  Derecho  intcrimciotial,  Parte  3"  Cap.  2"  §■  619. 


~  1^5  -- 

ta^  pues,  en  definitiva,  que  han  perdido  hasta 
cierto  punto  la  aiitouoniia  que  es  indispensable 
para  la  libre  y  fructuosa  existencia  de  los 
pueblos.^' 

Aplicando  lo  que  hemos  visto  á  la  neutralidad 
de  Tehuantepec,  vamos  á  ver  cómo  era  una  pa- 
labra vacía  de  sentido  y  que  no  podía  llevarse  á 
la  práctica  jamás. 

En  el  caso  de  una  guerra  entre  dos  naciones 
extrañas,  excepción  hecha  de  los  Estados  Unidos, 
si  á  México  le  convenía  ser  neutral,  también  lo 
seria  el  Istmo  de  Tehuantepec,  parte  integrante 
de  México;  si  por  alguna  razcn  tomábamos  parte 
en  la  contienda,  por  más  declaraciones  de  neutra- 
lidad que  hubiera,  si  llegaba  el  caso  de  tener  que 
utilizar  los  caminos  del  Istmo,  México  estaba  no 
sólo  en  el  derecho,  sino  aun  en  la  obligación  de 
utilizarlos^  supuesto  que  eran  indispensables  para 
su  defensa.  Lo  mismo  hay  que  decir  en  el  caso 
de  una  guerra  directi  entre  México  y  otro  país. 

Quedan  sólo  cuatro  casos  que  también  mere- 
cen examinarse:  el  de  guerra  civil  en  México,  de 
guerra  entre  México  y  los  Estados  Unidos,  de  gue- 
rra civil  en  Estados  Unidos  y  el  de  guerra  entre 
éstos  y  una  nación  extraña.  Y  las  consecuencias 
que  resultan  son  tan  curiosas  que  todos  los  auto- 
res de  derecho  internacional  se  quedarían  ad- 
mirados. 

En  el  primer  caso — guerra  civil  en  México  — 
las  vicisitudes  de  la  contienda  podían  dar  por  re- 
sultado que  en  el  Istmo  hubiese  un  encuentro  en- 


-  176  - 

tre  los  beligerantes  como  sucedió  por"  aquellos 
días,  (1)  y  que  alguno  de  ambos,  fundándose  en  el 
artículo  5''  del  tratado  Mac  Lañe,  pidiese  á  losEs- 
tados  Unidos  que  emplease  sus  fuerzas  militares 
para  la  seguridad  y  protección  de  las  personas  y 
bienes  que  transitasen  por  el  Istmo,  pues  ese  pre- 
texto se  podia  invocar  ostensiblemente  y  desde 
luego  teníamos  ya  á  los  ejércitos  yankees  en 
nuestro  territorio.  O  muy  bien  podría  suceder  que 
sin  necesidad  de  esa  petición,  los  norteamerica- 
nos calificasen  cualquier  caso  de  excepcional  y 
de  peligro  inminente  y,  apoyados  en  ese  mismo  ar- 
tículo, enviasen  sus  tropas  é  intervinieran  de  una 
manera  directa  en  nuestras  cuestiones  interiores, 
á  favor  de  algún  partido,  resultados  ambos  de- 
plorables y  peligrosos  para  nuestra  independen- 
cia é  integridad. 

En  el  segundo  caso — de  guerra  entre  México  y 
los  Estados  Unidos— aunque  desde  luego  podía 
aplicarse  el  principio  de  derecho  internacional, 
de  que  la  guerra  es  causa  para  suspender  los  efec- 
os  délos  tratados,  nuestros  vecinos  se  apresura- 
rían antes  de  la  declaración  de  guerra  á  estable- 
cerse de  un  modo  definitivo  en  el  Istmo  y  tenien- 
do así  una  base  de  operaciones  dentro  de  nuestro 


(1)  Sabiendo  el  General  conservador  Don  José  M.  Co- 
bos que  el  Comandanta  Don  Porfirio  Díaz  [que  era  por 
aquellos  días  Jcfp  Político  del  Distrito  de  Tcliuanleijcc] 
tenía  armas  y  municiones  en  Tchuantepec,  se  dirigió 
a  ocupar  esa  plaza  y  el  'J4  de  Noviembre  de  1859.  ya  es- 
tuvo el  Sr.  Díaz  en  aptitud  de  atacarla  y  de  derrotar  i. 
Triujeque  que  mandaba  en  ella, 


—  177  - 

territorio  nos  causarían  perjuicios  incalculables 
que  contribuirían  poderosamente  á  darles  la  vic- 
toria y  á  desmembrar  el  territorio  nacional. 

En  el  tercer  caso,  de  guerra  civil  en  los  Esta- 
dos Unidos,  caso  nada  remoto  pues  muy  poco 
tiempo  después  estalló  la  contienda  del  iSiorte  y 
del  Sur,  nuestra  posición  creada  por  el  tratado, 
habría  sido  por  demás  anómala  y  expuesta  á  peli- 
gros. No  obstante  que  México  hubiera  querido 
permanecer  neutral,  como  tenía  en  su  territorio 
la  servidumbre  legal  de  paso,  debía  permitir  se- 
gún el  artículo  6^  del  tratado,  el  tránsito  por  Te- 
huantepec,  de  tropas,  abastos  militares  y  pertre- 
chos de  guerra  y  de  esa  manera  ayudaba  á  uno 
de  los  contendientes  con  perjuicio  del  otro  y  no 
observaba  la  debida  neutralidad  y  aun  daba  mo- 
tivo para  que  el  perjudicado,  en  justa  represalia, 
tuviese  á  México  como  enemigo  é  invadiese  su  te- 
rritorio, según  veremos  al  ocuparnos  de  ese  art.  6". 

Otro  tanto  puede  decirse  del  cuarto  y  último  cá^ 
so,  con  la  circunstancia  bastante  curiosa  de  que 
no  obstante  ser  México  país  ajeno  á  la  cuestión, 
la  parte  de  su  territorio  que  estaba  neutralizada 
era  la  que  tomaba  participio  más  directo  en  la 
contienda  y  obligaba  por  la  fuerza  de  las  circuns- 
tancias á  todo  el  resto  de  la  nación  á  tener  inge- 
rencia en  la  lucha,  pues  la  nación  beligerante,  con 
mucha  razón  vería  á  México  como  enemigo,  y 
además  de  otros  actos  de  hostilidad,  desde  luego 
procuraría  apoderarse  de  ese  Istmo  de  Tehuante- 
pee  que  ^s  tan  útil  para  los  norteamericanos. 

Estudios  Hist«rlefrs.--g9! 


-  178  - 

Senos  podrá  objetar  que  las  cláusulas  del  tra- 
tado Mac  Lañe  no  eran  aplicables,  en  el  caso  de 
una  guerra;  perp  esa  observación  carece  de  fuer- 
za, porque  en  primer  lugar  el  tratado  no  lo  ex- 
presaba así;  en  segundo,  porque  al  examinar  el 
primer  caso  de  los  propuestos  ya  vimos  que  muj' 
bien  podía  hacerse  uso  de  sus  cláusulas  para  fa- 
vorecer á  un  partido;  y  en  tercero,  porque  los  Es- 
tados Unidos  tenían  de  su  parte  la  fuerza,  pre- 
veían una  próxima  guerra  civil  en  su  país  y  no 
obstante  los  tratados  habrían  usado  los  separa- 
tistas ó  los  federados  del  Istmo,  y  contestado  lo 
que  Bismarck  cuando  se  le  dirigieron  algunos  re- 
proches por  los  actos  de  los  alemanes  en  la  gue- 
rra franco-prusiana:  "en  la  guerra  como  en  la 
guerra." 

Con  lo  dicho  creemos  haber  demostrado  que  el 
plenipotenciario  mexicano,  al  escribir  en  el  artí- 
culo^segundo  del  tratado  la  palabra  neutralidad 
no  supo  lo  que  quiso  decir,  ó  que  si  lo  supo  (pues 
es  muy  fuerte  cargo  tildar  de  ignorante  en  esa 
materia' á  un  ministro  de  Relaciones)  para  escri- 
birla tuvo  en  cuenta  razones  desconocidas  par  a 
nosotros,  razones  que  fueren  las  que  fueren  n 
son  muj-  justificables  ni  menos  pecaban  por  exce- 
so de  patriotismo. 

y  para  destruir  lo  dicho  en  la  clásula  primera 
de  que  el  tratado  Mac  Lañe  era  una  ampliación 
de  lo  dicho  en  el  artículo  8°  del  de  la  Mesilla,  va- 
mos simplenjente  acopiar  la  parte  conducente  de 
e§t§  ÚUiniQ;  «HabiemJg  cqijfeqi4Qeí  Gobierqg  qj?. 


-  179  - 

xicano  en  protejer  con  todo  su  poder  la  construc- 
ción, la  conservación  y  seguridad  de  la  obra  (de.l 
camino)^  los  Estados  Unidos  de  su  parte  podrán 
impartirle  su  protección  siempre  que  fuere  apo- 
yada    y     ARREGLADA  AL     DERECHO  DE     GENTES."     Lo 

cual  es  muy  distinto  de  la  neutralidad  que  pre- 
tendía establecer  el  tratado  Mac  Lañe. 


XI\' 


cAl  usarse  por  primera  vez,  bona  fide-decía.  la 
primera  parte  del  artículo  3°  cualquiera  ruta  al 
través  de  dicho  istmo,  para  transitar  por  ella,  es- 
table era  la  República  Mexicana  dos  puertos  de 
depósito,  uno  al  Este  y  otro  al  Oeste  del  istmo. > 
Esta  condición  es  distinta  de  la  contenida  en  el 
artículo  8'  del  tratado  de  la  Mesilla,  en  el  que  se 
estipulaba  lo  siguiente:  «Cuando  se  concluya  la 
construcción  del  ferrocarril  (de  Tehuantepec),  el 
gobierno  mexicano  conviene  en  abrir  un  puerto 
de  entrada,  además  del  de  Veracru?,  en  donde  ter- 
mina dicho  ferrocarril,  en  el  Golfo  de  México  ó 
cerca  de  ese  punto>.  En  primer  lugar  el  aveni- 
miento para  abrir  un  puerto  en  el  Golfo  era  dis- 
tinto de  la  obligación  de  establecer  dos,  pues  lo 
primero  podía  suponer  la  habilitación  de  cual- 
quier punto  de  la  costa  para  el  comercio  de  altu- 
ra ea  tanto  que  lo  segundo  se  podría  interpretar 
como  la  obligación  estricta  que  tenía  México  de 
hacer  dos  puertos  eq  los  extremos  f}e|  ferrocarril 
del  istmo. 


-  180  - 

Esta  condición  y  en  aquellas  circunstancias  era 
tan  difícil  de  cumplir,  que  casi  puede  decirse  que 
era  imposible.  Juárez  en  Veracruz  ante  todo  te- 
nía que  preocuparse  de  la  guerra  que  sostenía  y 
de  procurar  vencer  á  sus  contrarios  para  ver  de 
consolidar  su  posición,  bastante  desesperada  por 
cierto.  Si  muchas  ocasiones  no  tenía  recursos  pa- 
ra pagar  á  la  guarnición  de  Veracruz,  menos  po- 
día disponer  de  los  cuantiosos  fondos  que  se  nece- 
sitaban para  hacer  los  dos  puertos  que  exigía  el 
tratado.  Aún  hoy  que  la  nación  se  encuentra  en 
situación  muy  diversa  de  la  que  guardaba  hace 
treinta  y  siete  años;  que  llevamos  un  largo  perío- 
do de  paz,  que  las  rentas  públicas  de  entonces  acá 
se  han  triplicado,  que  el  ferrocarril  del  istmo  está 
terminado  y  que  el  gobierno  se  preocupa  más  que 
de  otra  cosa,  de  presentar  el  mayor  número  posi- 
ble de  mejoras  materiales;  si  aún  hoy,  decimos  no 
ha  sido  posible  hacer  esos  dos  puertos  que  recla- 
ma imperiosamente  la  prosperidad  del  país  y  pa- 
sarán algunos  años  antes  que  se  hagan,  en  18591 
puede  decirse  sin  hipérbole,  que  era  materialmen- 
te imposible  la  construcción  de  esos  puertos  de 
que  con  tanta  sencillez  j  sobriedad  se  ocupaba  el 
tratado. 

Podrá  decirse  que  l¡ís  obras  necesarias  era  fá- 
cil contratarlas  con  los  mismos  empresarios  del 
camino  ó  con  otra  persona  ó  compañía;  pero  en 
tal  caso  lo  único  que  se  conseguía  era  echar  más 
cargas  fuertes  sobre  la  débil  nación  que  no  podía 
ya  con  las  que  &oportaba  y  acabar  de  enajenar  el 


—  181  — 

istmo,  pues  los  contratistas  si  querían  reembolsar 
se  de  sus  gastos,  estipularían  que  los  pocos  pro- 
ductos que  el  tratado  dejaba  á  México,  fuesen  pa- 
ra ellos  por  un  largo  espacio  de  tiempo,  durante 
todo  el  cual,  además  de  que  la  vía  no  era  de  gran 
utilidad  pecuniaria  para  el  país,  le  servía  de  gra- 
vamen por  los  fuertes  gastos  que  tendría  que  ha- 
cer para  dar  cumplimiento  á  la  obligación,  de  pro- 
tejer  las  rutas  á  través  del  istmo,  que  se  había 
echado  encima. 

De  cualquier  manera,  por  tanto,  era  onerosa  la 
estipulación  del  establecimiento  de  los  dos  puer- 
tos de  depósito  al  Este  y  al  Oeste  de  Tehuante- 
pec. 

En  cuanto  á  la  situación  anómala  en  que  que- 
darían esos  dos  lugares,  tientrali::ados  en  virtud 
del  artículo  segundo  del  tratado  y  pudiendo  ser 
ocupados  á  cada  momento  por  tropas  de  los  Es- 
tados Unidos,  si  se  invocaba  el  artículo  5°,  no  hay- 
necesidad  de  repetirlo  supuesto  que  al  hablar  de 
la  neutralidad  del  istmo  hemos  expuesto  con  bas- 
tante extensión  todos  los  peligros  que  esa  situa- 
ción ocasionaría  á  Tehuantepec  en  general  y  más 
especialmente  á  la  nación  entera. 

Hemos  hablado  poco  antes  de  los  pocos  pro- 
ductos que  le  quedaban  á  México  con  ese  camino 
3'  ya  es  tiempo  de  hablar  de  ellos,  pues  la  cláusu- 
la de  que  nos  estamos  ocupando  sigue  diciendo: 
«El  gobierno  de  México  no  impondrá  derechos  á 
los  efectos  ó  mercancías  que  pasen  bona  jide  por 
dicho  istmo,  y  que  no  estén  destinados    al  consu- 


—  182  - 

mo  de  la  República  Mexicana."  Como  se  vé,  esa 
cláusula  era  bastante  clara  y  no  daba  lugar  á  du- 
da de  ninguna  especie;  México  no  podía  imponer 
ni  el  más  mínimo  derecho  á  los  efectos  y  mercan- 
cías que  atravesasen  por  Tehuantepec,  con  tal 
que  fuesen  de  tránsito,  por  más  cargas  y  gastos 
que  este  le  ocasionase.  Todas  las  naciones  cobran 
cuotas  bastante  módicas  por  esos  efectos,  tenien- 
do además  en  cuenta  el  mayor  ó  menor  tiempo 
que  los  efectos  permanecen  almacenados  en  el 
país  por  donde  tr.\nsitan;  pero  el  tratado  no  ha- 
cía excepción  y  por  lo  tanto  á  México  le  daba  lo 
mismo  que  por  la  nueva  ruta  se  hiciese  el  comer- 
cio del  mundo  que  el  que  no  cruzase  un  solo  bulto. 

Y  de  una  comarca  tan  bien  situada  por  la  natu- 
raleza, la  que  con  el  tiempo  puede  llegar  ú  ser  en  el 
nuevo  continente  lo  que  Egipto  ha  sido  siempre  en 
el  antiguo,  el  emporio  del  comercio,  haj'  derecho 
para  esperar  que  sea  de  grandes  utilidades  para 
el  país  dentro  de  cuyas  fronteras  se  encuentra  y 
no  que  aproveche  á  todo  el  mundo  menos  á  su 
poseedor  y  legítimo  propietario. 

Y  si  un  gobierno,  por  más  títulos  de  legitimi- 
dad que  tenga  y  por  omnímodo  que  sea  el  po- 
der de  que  pueda  hacer  uso,  nunca  debe  (ni  puede) 
tomar  sobre  sí  solo  la  tremenda  responsabilidad 
de  disponer  del  porvenir  de  un  país  y  de  compro- 
meter su  propiedad  por  medio  de  un  acto  de  tanta 
trascendencia;  un  grupo  de  personas  que  á  sí  mis- 
mas se  llamaban  gobierno,  rechazado  por  gran 
número  de  ciudadanos,    alejado  de  la  capital  del 


-  183  - 

país,  combatido  por  numerosos  soldados,  dispo- 
niendo apenas  del  recinto  amurallado  de  Veracruz^ 
no  podía,  así  de  una  manera  tan  breve,  y  en  cua- 
tro renglones  decidir  sobre  la    suerte  de  México. 

Y  que  Juárez  carecía  de  facultades  para  deter- 
minar sobre  asuntos  tan  importantes  como  el  de 
disponer  con  tanta  franqueza  como  lo  hacía,  de  la 
vía  interoceánica  de  Tehuantepec,  es  rau}-  fácil 
demostrarlo. Más  adelante,  y  al  hacer  un  resumen 
de  todo  el  tratado,  examinaremos  la  personalidad 
que  aquel  personaje  tenía  conforme  á  las  leyes  de 
que  se  decía  sostenedor;  por  ahora  nos  limitaremos 
á  examinar  el  caso  aislado  que  presentamos 

El  artículo  72  de  la  Constitución,  tal  como  esta- 
ba entonces,  decía:  "El  Congreso  tiene  facultad: 

"XXII.  Para  dictar  leyes  sobre  vías  generales 
de  comitiiicaciotí  y  sobre  postas  y  correos.» 

Cierto  es  que  aún  no  estaban  definidas  legalmen- 
te  cuáles  eran  las  vías  generales  de  comunicación 
como  lo  están  ahora,  (muy  mal  por  cierto)  por 
las  leyes  dictadas  hace  pocos  años;  pero  aunque 
no  estuvieran  definidas,  la  simple  razón  natural 
enseña  que  la  vía  que  servía  de  vía  de  comunica- 
ción no  sólo  á  los  habitantes  de  la  República,  si- 
no á  los  de  muchas  naciones,  era  general,  es  de- 
cir, de  aquellas  que  caían  bajo  la  jurisdicción  del 
Congres»  y  no  bajo  la  del  Ejecutivo,  que  carecía, 
suponiendo  que  fuera  gobernante,  de  facultades 
de  toda  clase  por  más  que  en  el  articule  final  del 
tratado  decía  que  se  hallaba  investido  de  ellas. 


-  184  — 

Y  si  la  cita  que  acabamos  de  hacer  no  fuese 
bastante,  (que  sí  lo  es  y  por  sí  sola  tiene  fuerza 
suficiente),  vamos  á  hacer  otra  para  que  se  vea  has- 
ta qué  punto  quedaba  barrenada  la  Constitución 
por  esa  cláusula  tercera. 

El  mismo  artículo  72  constitucional,  enumera- 
ba entre  las  facultades  del  Congreso^  las  que  es- 
te cuerpo  tiene  "para  expedir  aranceles  sobre  el 
comercio  extranjero"  (frac.  XI)  y  "para  aprobar 
el  presupuesto  de  los  gastos  de  la  federación  que 
anualmente  debe  presentarle  el  Ejecutivo,  é  im- 
poner las  contribuciones  necesarias  para  cubrir- 
lo*^ (frac.  VII).  Estipulándose  en  el  tratado  la 
exención  de  derechos  á  los  efectos  extranjeros 
que  atravesasen  el  istmo,  se  invadía  la  esfera  del 
poder  legislativo  y  se  le  arrebataba  una  de  sus 
prerrogativas,  pues  para  expedir  sus  aranceles  y 
para  imponer  contribuciones,  tenía  qne  atender, 
antes  que  todo,  al  tratado  que  le  quitaba  su  liber- 
tad de  acción  en  lo  que  se  refería  al  comercio  por 
Tehuantepec  y  á  las  contribuciones  que  ahí  de- 
bieran establecerse. 

Menos  injustificada  por  el  resultado,  pero  bas- 
tante inoportuna  por  la  extensión,  era  la  condi— 
cion  contenida  en  el  párrafo  siguiente  de  la  mis- 
ma cláusula  segunda  del  tratado,  que  prevenía  que: 
"no  se  impondrán  á  los  extranjeros  y  sus  propie- 
dades que  pasen  por  ese  camino  (el  de  Tehuan- 
tepec) contribuciones  ó  derechos  mayores  que 
los  que  se  impongan  á  las  personas  y  los  bienes 
de  los   mexicanos."   Esas   contribuciones  ¡3  dere- 


-  185  — 

chos,  aun  en  aquella  época  no  eran  excesivos,  que- 
dando en  realidad  reducidos  (y  eso  no  en  todos  los 
caminos)  al  derecho  de  peaje  que  jamás  se  ha  acos- 
tumbrado en  ninguno  de  los  ferrocarriles  de  Mé- 
xico y  el  que  entonces  casi  nada  más  los  pronun- 
ciados eran  los  que  lo  cobraban,  y  eso  no  por  otra 
ley  que  la  de  la  fuerza.  En  cuanto  al  pago  del  pa- 
saje, que  no  es  una  contribución,  hasta  en  ello 
saldrían  beneficiados  los  extranjeros,  como  sucede 
hoy  que  los  mexicanos  compramos  en  la  taquilla 
y  al  precio  de  tarifa  nuestro  boleto,  en  tanto  que  la 
mayoría  de  ciertos  extranjeros  se  entienden  fácil- 
mente con  sus  paisanos  y  pagan  una  cantidad 
insignificanie  por  el  trasporte. 

De  manera  que  no  era  una  gran  ventaja  para 
México  que  los  extranjeros  fuesen  igualados  á  los 
mexicanos  en  el  pago  de  derechos  porque  en  rea- 
lidad estos  derechos  no  existían. 

Para  que  se  vea  la  diferencia  que  entre  los  tra- 
tados Mac  Lañe  y  de  la  Mesilla  existía,  recorda- 
remos lo  qtie  el  último  decía  á  este  respecto:^.  . 
se  estipula  que  ninguno  de  los  dos  gobiernos  (de 
México  y  de  los  Estados  Unidos  i  pondrá  obstáculo 
alguno  al  tránsito  de  personas  y  mercancías  de 
ambas  naciones,  y  que  en  ningún  tiempo  se  im- 
pondrán cargas  por  el  tránsito  de  personas  y  pro- 
piedades de  ciudadanos  de  los  Estados  Unidos, 
mayores  que  las  que  se  impongan  á  las  personas 
y  propiedades  de  otras  naciones  extranjeras.^^ 
De  extranjeros  á  mexicanos  hay  mucha  diferen- 
cia y  por  lo  tanto,  todo  lo  que  tiene  de  justificada 
Estudios  históricos.— 24. 


-  186  - 

la  cláusula  del  tratado  de  1853^  tiene  de  injustifi- 
cable la  del  de  1859. 

La  última  parte  de  la  cláusula  S'^  del  tratado  Mac 
Lane-Ocampo  dice  así:  "La  República  de  México 
continuará  permitiendo  el  tránsito  libre  y  desem- 
barazado de  las  malas  de  los  Estados  Unidos, 
con  tal  que  pasen  en  balijas  cerradas  y  que  no 
hayan  de  distribuirse  en  el  camino.  En  ningún  ca- 
so podrán  ser  aplicables  á  dichas  malas  ninguna 
de  las  cargas  impuestas  ó  que  en  lo  sucesivo  se 
impusieren.» 

Esas  estipulaciones  son  bastante  usuales  en  las 
convenciones  postales;  sin  tener  mucho  que  estu- 
diar las  encontramos  en  el  art.  7°  de  la  conven- 
ción concluida  con  los  Estados  Unidos  en  11  de 
Diciembre  de  1861.  Además,  ya  en  el  tratado  de 
la  Mesilla  se  había  estipulado  lo  siguiente:  «Los 
Estados  Unidos  tendrán  derecho  de  trasportar  por 
el  istmo,  por.  medio  de  sus  agentes  y  en  balijas 
cerradas  las  malas  de  los  Estados  Unidos  que  no 
han  de  distribuirse  en  la  extensión  de  la  linea  de 
comunicación,»  etc. 

Acaso  esa  cláusula  es  la  única  justificada  que 
tiene  el  tratado  Mac  Lane-Ocampo  y  está  de  acuer- 
do con  lo  que  por  reefla  general  se  estipula  en  las 
convenciones  postales. 

En  el  siguiente  capítulo  tendremos  ocasión  de 
ampliar  más  nuestras  opiniones  á  este  respecto. 

XV 

Como  el  artículo  4°  del  tratado  es  un  complemento 


-  187  - 

del  artículo  3°,  intencionalmente  nos  desentendi- 
mos en  este  iiltimo,  para  tratar  de  dos  circunstan- 
cias que  esperábamos  estudiar  más  detenidamente 
en  aquel  por  ser  más  oportuno  el  lugar:  nos  refe- 
rimos al  contrabando  que  á  la  sombra  del  tratado 
podía  desarrollarse  y  á  las  estipulaciones  que  be- 
neficiaban á  otras  naciones  que  no  eran  los  Esta- 
dos Unidos. 

Ese  artículo  4°  quedó  redactado  en  estos  térmi" 
nos:  "Conviene  la  República  Mexicana  en  estable- 
cer por  cada  uno  de  los  puertos  de  depósito — uno 
al  Este  y  otro  al  Oeste  del  istmo — reglamentos 
que  permitan  que  los  efectos  y  mercancías  perte- 
necientes á  los  ciudadanos  y  subditos  de  los  Estados 
Unidos  o  de  cualquiera  país  extranjero,  se  depo- 
siten en  almacenes  que  al  efecto  se  coustrtiirdn, 
libres  de  derechos  de  tonelaje  y  de  toda  otra  cla- 
se, excepto  los  gastos  necesarios  de  corretaje  y 
almacenaje" 

Aparte  de  la  excencion  tan  completa  que  hacía 
este  artículo  respecto  de  los  derechos  á  que  re- 
nunciaba México,  hay  que  detenerse  aunque  sea 
por  bieves  instantes  en  la  cláusula  que  disponía 
la  construcción  de  almacenes  para  los  efectos  y 
mercancías  extranjeros.  No  se  dice  quién  queda- 
ba obligado  á  construir  esos  almacenes:  si  Méxi- 
co, los  Estados  Unidos,  ambas  naciones  á  la  vez, 
ó  la  compañía  constructora  del  camino. 

Y  esta  cuestión  no  es  tan  ociosa  como  en  un 
principio  pudiera  creerse,  pues  si  se  tiene  en  cuenta 
que  por  el  artículo  tercero  del  tratado,  México   se 


•  188  - 

había  echado  sobre  sí  la  obligación  de  establecer 
dos  puertos  de  depósito  en  el  istmo  de  Tehuante- 
pec,  más  tarde  pudiérasele  decir  con  visos  de  ra- 
zón que  la  construcción  de  esos  almacenes  er''^ 
una  consecuencia  necesaria  del  establecimiento 
de  esos  puertos.  Aunque  México  pudiese  alegar 
que  debían  construirlos  los  ciudadanos  ó  subditos 
que  salían  beneficiados  con  el  tráfico,  á  su  vez  los 
Estados  Unidos  podían  alegar  otras  razones  y  de 
todas  maneras,  se  daba  margen  á  contestaciones 
y  dificultades  que  aunque  se  arreglarían  poste- 
riormente^ siempre  hubiera  sido  bueno  evitar  y 
prevenir  desde  un  principio. 

De  paso  haremos  notar  á  todos  aquellos  que 
nos  hagan  el  cai'go  de  que  nos  fijamos  en  todos 
los  detalles  y  de  que  damos  por  hecho  el  que  el 
tratado  iba  á  ser  observado,  que  al  firmarlo  Mr. 
Mac  Lañe  lo  hacía  con  la  firme  creencia  de  que 
iba  á  ser  ratificado  por  el  Senado  de  Washington 
y  aunque  Juárez  y  Ocampo,  al  discutir  sus  cláu- 
sulas tenían  la  secreta  esperanza  de  que  cualquie- 
ra circunstancia  les  permitiría  evadir  su  cumpli- 
miento, según  lo  dio  á  entender  el  segundo  en  la 
circular  que  dirigió  á  los  gobernadores  con  fecha 
28  de  Abril  de  1859;  aunque  abrigasen  esa  espe- 
ranza, decimoS;  debían  de  comprender  que  lo  que 
estaban  haciendo  era  bastamte  serio  y  que  no 
eran  los  Estados  Unidos  los  que  ya  una  vez  el  tra- 
tado perfeccionado,  se  habían  de  dejar  burlar;  ni 
que  la  convención  quedara  desvirtuada  por  sub- 
terfugios,   pues  en  último  caso  tenían  el  recurso 


-  189  — 

bastante  justificado  por  desgracia  en  esas  circuns- 
tancias, dej'recurnr  á  las  armas  y  obligarnos  por  la 
fuerza  á  que  se  cumpiiesen  todas  y  cada  una  de 
las  condiciones  del  tratado. 

Hecha  esta  advertencia,  una  vez  por  todas,  tiem- 
po es  de  continuar  adelante. 

Como  hemos  visto'en  lo  trascrito  del  artículo  4°, 
los  reglamentos  de  los  puertos  permitirían  que  los 
efectos  y  mercancías  pertenecientes  á  los  ciuda- 
danos y  subditos  de  los  Estados  Unidos  ó  de  ctial- 
qiiicra  país  extranjero,  se  depositaran  en  los 
almacenes,  libres  de  todo  derecho 

Comprendemos  sin  esfuerzo,  que  los  Estados 
Unidos  procurasen  por  medio  del  tratado  todas 
las  ventajas  que  la  complacencia  de  Ocampo  y  la 
difícil  situación  de  Juárez  les  daba  derecho  de  ob- 
tener, y  por  lo  tanto  no  nos  choca  que  estipulasen 
esa  excensión  de  derechos  para  sus  ciudadanos; 
pero  lo  que  sí  nunca  encontraremos  capaz  de  juz- 
tificarse  era  la  ampliación  de  ese  derecho  d  los 
subditos  de  cualquier  país  extraíijero,  pues  esa 
cláusula  además  de  antipolítica  era  altamente 
perjudicial  para  México. 

Con  ella  podían  hacer  ver  los  Estados  Unidos 
á  las  demás  naciones  la  influencia  decisiva  que 
ejercían  sobre  nuestro  país,  pues  había  bastado 
su  simple  voluntad  para  que  se  abriese  en  muy 
buenas  condiciones  para  el  tráfico  universal  la  vía 
de  Tehuantepec  al  comercio,  además  de  que  con 
ella  significaban  la  especie  de  tutela  en  que 
México    estaba   respecto   de  su  poderosa   veci* 


-  190  - 

na,  acaso  les  movió  á  impouerla  la  idea  de  que 
podían  hacer  uso  de  esa  cláusula  en  los  tratados 
que  celebrasen  con  las  otras  naciones,  obteniendo 
ventajas  de  ellas  en  compensación  de  la  franquicia 
que  para  su. comercio  habían  conseguido  pactan- 
do con  la  dueño  de  esa  vía  esa  excension  de  dere- 
chos. 

De  una  nación  tan  práctica,  tan  comercial  y 
tan  egoísta  como  los  Estados  Unidos  no  puede 
creerse  que  pactasen  esa  condición  sencillamente 
y  sin  tener  una  mira  ulterior,  por  dar  maj'or  am- 
plitud y  comodidad  al  comercio,  cuando  el  suyo 
podía  resentirse  según  someramente  lo  vamos  á 
ver. 

Una  vez  abierta  la  vía  de  Tehuantepec  al  co- 
mercio universal,  los  buques  salidos  de  puertos  eu- 
ropeos emprenderían  directamente  su  camino  al 
puerto  situado  al  Este  (Norte)  del  istmo,  haciendo 
escala  cuando  más  en  alguna  de  las  Antillas;  las 
mercancías  atravesarían  el  istmo  y  embarcadas 
nuevamente  en  el  otro  puerto,  tocando  en  una  que 
otra  isla  de  la  Oceanía  llegarían  al  punto  de  su 
destino  (Asia)  sin  que  para  nada  tocasen  en  los 
puertos  norteamericanos  del  Pacifico,  haciéndolo 
sólo  los  que  á  ellos  fuesen  destinados.  De  mane- 
ra que  hasta  la  esperanza  perdían  los  Estados 
Unidos  de  tener  bajo  su  vigilancia  el  comercio  del 
mundo 

Así,    pues,  además  de  que  por  esta  razón  cree- 
mos que  el  objeto  final  ú  que  se  dirigía  el  tratado 

Macl/^ue,  eraiporpartede  Ipsyankees,  ^  hacerse 


-  191  - 

definitivamente  dueños  de  Tehuantepec,  también 
creemos,  porfío  expuesto,  que  se  reservaban  obte- 
ner con  él  algunas  ventajas  de  las  demás  nacio- 
nes. 

Para  corroborar  el  aserto  de  que  los  Estados 
Unidos  lo  que  querían  era  hacerse  dueños  de  Te- 
huantepec, baste  recordar  que  estaba  reciente  la 
época  en  que  toda  la  América  Central  fué  cii.'da- 
dosamente  explorada  para  buscar  el  punto  más  S 
á  propósito  para  la  comunicación  interoceánica  y 
la  de  la  celebración  del  tratado  Clayton~Bulwer 
que,  poniendo  un  límite  á  la  ambición  desenfre- 
nada de  Irglaterra,  también  había  cerrado  la 
América  Central  á  la  rapacidad  de  los  Estados 
Unidos.  Cierto  que  esa  denominación  geográfica 
empieza  en  Tehuantepec,  pero  por  eso  se  había 
recurrido  al  disimulo  de  neutralizar  y  proteger  el 
Istmo,  así  como  Inglaterra  ocurrió  al  subterfugio 
de  celebrar  un  tratado  con  Guatemala  para  tenec 
un  pretexto,  á  fin  de  permanecer  cerca  de  la  ba- 
hía de  Honduras. 

Que  era  perjudicial  á  México  la  cláusula  qu3 
venimos  analizando,  queda  probado  con  sólo  ha- 
cer ver  que  por  ella  se  privaba  de  las  ventajai 
que  pudiera  obtener  de  otras  naciones  con  la;; 
que  celebrara  tratados,  haciendo  extensivo  á  ella  s 
el  beneficio  que  concedía  á  los  Estados  Unidof  .; 
porque  si  bien  es  cierto  que  algunos  países  podí^  n 
para  disfrutar  de  ese  beneficio  hacer  valer  'la 
cláusula  de  "la  nación  más  favorecida"  que  ise 
babm  escrito  ei)  to^os  jos  traíaclos  ya  celebríic}(  >5, 


-  192  - 

esos  países  eran  contados  .v  algunos  de  esos  trata- 
dos estaban  para  terminar .  Por  el  deseo  natural  de 
gozar  del  beneficic>  concedido  á  los  Estados  Uni- 
dos, muchas  nar-fones  habrían  hecho  en  cambio, 
concesiones  v/ue  habrían  redundado  en  provecho 
de  México," pero  que  se  perdían  desde  el  momento 
en  queá^raciosamente  se  quitaba  todo  género  de 
impuestos  al  comercio  del  Istmo. 

Ü  artículo  4°  del  tratado  Mac  Lañe  termina  de 
este  modo:  "cuyos  efectos  y  mercancías  ('los  ex- 
tranjeros) podrán  ser  retirados  subsecuentemente 
para  transitar  al  través  de  dicho  Istmo  y  para  ser 
embarcados  en  cualquiera  de  dichos  puertos  de 
depósito,  para  cualquier  puerto  extranjero,  libres 
de  todo  derecho  de  tonelaje  y  otras  clases;  y  se 
les  podrá  sacar  también  de  dichos  almacenes  para 
la  venta  y  el  consumo  dentro  del  territorio  de  la 
República  Mexicana,  mediante  el  pago  de  los  de- 
i'echos  hoy  puestos  ó  que  dicho  gobierno  mexica- 
no tuviese  á  bien  cobrar. > 

Con  esos  almacenes  situados  en  los  puertos  de 
Tehuantepec,  se  abría  la  puerta  al  contrabando, 
que  tanto  por.nar  como  por  tierra  no  tardaría  en 
desarrollarse;  pues  escapando  esos  depósitos  á  la 
vigilancia  del  gobierno  mexicano,  según  el  trata- 
do, fácil  era  á  los  norteamericanos  introducirlos 
clandestinamente  al  interior  del  país,  ya  por  los 
puntos  que  tocase  el  camino  del  Istmo,  camino 
bastante  extenso  y  de  una  longitud  de  más  de  200 
kiíómetros,  en  la  cual  la  vigilancia  de  las  autori- 
dades seria  muy  difícil;  ya  por  el  litoral  da  ambo» 


-    193 

mares,  litoral  casi  desierto  }'  para  cuidar  el  cual 
de  una  manera  eficaz,  necesitaba  México  organizar 
un  cuerpo  de  policía  numerosísimo  y  tan  costoso, 
que  nuestro  Erario,  siempre  exhausto,  no  podría 
resistir. 

V  entonces  nuestro  comercio  con  Europa  se 
arruinaría  casi  por  completo  y  el  poco  que  queda- 
se tendría  que  pasar  por  las  manos  de  los  yankees, 
completándose  así  nuestra  dependencia  respecto 
de  los  Estados  Unidos,  pues  á  la  j-a  indicada  de 
quedar  bloqueados  materialmente  por  el  Norte  y 
por  el  Sur  por  nuestros  vecinos,  se  agregaría  la 
dependencia  comercial  en  que  las  consecuencias 
del  tratado  Mac  Lane-Ocampo  nos  colocaban. 

Que  el  contrabando  en  grande  escala  se  des- 
arrollaría en  México  con  esos  puertos  de  depósi- 
to, no  creemos  que  nadie  lo  dude,  pues  si  hoy  no 
obstante  que  todos  los  ramos  del  servicio  público 
están  en  posibilidad  de  ser  mejor  atendidos  que 
hace  treinta  y  seis  años  tanto  por  la  paz  como 
por  el  natural  adelanto  que  han  tenido;  si  hoy, 
decimos,  el  contrabando  que  se  hace  en  los  puer- 
tos y  en  los  fronteras  sobre  todo,  es  escandaloso 
en  aquella  época  de  trastornos,  de  continuas  re 
voluciones,  y  de  atraso  administrativo,  llegaría  á 
tal  grado,  que  él  seria  la  única  fuente  que  alimen- 
ta es  al  comercio  y  lomaría  tales  proporciones 
que  arruinaría  el  impuesto  más  importante  y  casi 
único  de  que  entonces  disponía  el  Gobierno  para 
cubrir  sus  atenciones,  cual  era  el  impuesto  á  los 
efectos  de  importación. 

Estudios   histórtcüi.— 25 


-  194  - 
Por  manera  que  esa  cláusula  4"  produciría  los 
efectos  da  arruinar  nuestro  comercio  con  Europa 
y  de  acabar  de  poner  en  bancarrota  la   hacienda 
pública. 

XVI 

A  pesar  de  la  importancia  que  tienen  los  cua- 
tro primeros  artículos  de  ese  tratado,  que  hemos 
analizado  ya,  no  es  tanto  como  la  del  quinto,  sex- 
to y  séptimo  que  estudiaremos  en  éste  y  en  el  si- 
guiente, pues  en  eHos  está  claramente  expresada 
la  verdadera  tendencia  de  los  Estados  Unidos  y 
los  fines  que  se  proponían,  de  adelantar  rápida- 
mente en  la  absorción  de  nuestro  territorio,  pro- 
curando que  gran  parte  de  él  quedara  abierto  á 
sus  tropas  de  una  manera  perm.anente  y  buscando 
la  ocasión  de  mezclarse  en  nuestras  cuestiones 
interiores. 

Efectivamente,  en  el  artícu'o  quinto  se  estipuló 
lo  siguiente:  "Conviene  la  República  Mexicana 
en  que  si  en  algún  tiempo  se  hiciese  necesario 
emplear  fuerzas  militares  para  la  segur¡d?d  y 
protección  de  las  personas  y  los  bienes  que  pasan 
por  algunas  de  las  precitadas  rutas,  empleará  la 
fuerza  necesaria  al  eficto;  pero  si  por  cualquiera 
causa  dejase  de  hacerlo,  el  Gobierno  de  los  Es' 
tados  Unidos  con  el  consentimiento  ó  á  petición 
del  Gobierno  de  México,  ó  de  su  Ministro  en  Was- 
hington, ó  de  las  competentes  y  legales  autorida- 
des locales,  civiles  ó  militares,  podrá  emplear  tal 
fuerza  coa  éste  y  no  con  otro  objeto;  y  "cuando  en 


-  195   - 

la  opinión  del  Gobierno  de  México,  ce^e  la  nece- 
sidad, inmediatamente  se  retirará  dicha  fuerza. 

■'Sin  embargo,  en  el  caso  excepcional  de  peligro 
imprevisto  ó  inminente  para  la  vida  ó  las  propie- 
dades de  los  ciudadanos  de  los  Estados  Unidos,  que- 
dan autorizadas  las  fuerzas  de  dicha  república  para 
obrar  en  protección  de  aquellos,  sin  habar  obte- 
nido previo  consentimiento,  y  S3  re:írarán  dichas 
fuerzas  cu  ini  )  casa  la  nec^^i^ai)de  e  np'e  irlas.'' 
El  empleo  da  las  fuerzas  ra  íxioa  i  is  p  .r  i  la  se- 
guridad díl  comercio  y  caminos  á  través  del  Ist- 
mo de  Tehuantepec,  estaba  justificado  por  la  obli- 
gación que  tiene  todo  gobierno  de  impartir  su 
protección  á  todos  los  habitantes  y  comarcas  de 
un  país,  y  aunque  no  se  hubiese  estipulado  en  el 
tratado  ese  empleo  de  las  fuerzas  mexicanas,  el 
gobierno  de  la  República,  en  un  caso  dado,  las 
hubiera  de.dicado  á  dar  seguridid  al  tráfico  por 
el  Istmo;  por  lo  mismo,  esa  estipulación  en  nues- 
tro concepto  no  se  escribió  sino  para  que  sirviera 
de  prólogo  y  de  disculpa  al  resto  del  contenido 
del  artículo. 

"Pero  si  por  cualquiera  causa  dejare  de  hacerlo, 
el  gobierno  de  los  Estados  Unidos. . .,  podrá  em- 
plear tal  fuerza  con  éste  y  no  con  otro  objeto"; 
continúa  diciendo  la  cláusula,  y  este  es  el  caso  de 
considerar  las  clases  de  imposibilidad  di  impar- 
tir protección  al  Istmo  en  que  el  gobierno  de  Mé- 
xico pudiera  encontrarse.  Esa  imposibilidad  podía 
ser  accidental  ó  absoluta. 

Accidental  cuando  por  cualquier   motivo  no  pu- 


-  1%  -^ 

diera  México  enviar  de  momento  al  Istmo  las  fuer- 
zas que  se  necesitaran'para  conservar  en  él  el  or- 
den y  la  seguridad,  }'  tuvieran  que  transcurrir  algu- 
nos días  antes  de  que  e&as  fuerzas  llegaran,  en 
este  caso,  como  más  fácil  era  que  en  Tehuantepec 
estuvieran  tropas  mexicanas  de  las  inmediaciones 
que  las  de  los  Estados  Unidos,  uo  vemos  la  nece- 
sidad de  llamar  á  éstas. 

La  imposibilidad  absoluta  tendría  lugar  cuando 
los  desórdenes  en  el  Istmo  fuesen  de  tal  magni- 
tud que  se  hiciera  necesario  emprender  una  cam- 
paña formal  cuyo  éxito  no  podía  preverse;  más  co- 
mo esos  desórdenes  los  promovían  partidos  poli- 
ticos  más  ó  menos  poderosos,  resultaba  que  en 
realidad  á  lo  que  llegaban  los  norteamericanos 
á  Tehuantepec,  era  á  mezclarse  en  nuestras  cues- 
tiones interiores  y  á  favorecer  á  uno  de  los  par- 
tidos que  dividían  el  país,  con  perjuicio  del  otro. 
Como  se  vé,  esto  no  era  otra  cosa  que  un  ata- 
que á  la  libertad  [é  independencia  de  la  Nación, 
tanto  por  la  concesión  que  se  hacía  á  los  Esta- 
dos Unidos,  como  por  la  latitnd  que  se  daba  á  esta 
concesión.  Según  los  principios  del  derecho  in- 
ternacional, adoptados  por  todas  las  Naciones,  el 
primero  de  los  derechos  que  todo  país  tiene  «es 
el  de  existencia  libre  é  independiente  en  toda  la 
extensión  del  territorio»  es  decir  el  derecho  de 
soberanía,  respecto  de  los  demás,  y  se  amengua 
ese  derecho  desde  el  momento  en  que  se  permite 
á  un  extraño  ingerirse  por  cualquier  motivo  en 
los  asuntos  particulares  de  una  nación. 


-  w  - 

lÉi  principio  enunciado  está  ea  contraposición 
con  el  de  intervención  que  á  principios  de  este 
siglo  estuvo  en  boga;  pero  que  ya  está  desacre- 
ditado desde  hace  tiempo  y  que  los  tratadistas, 
incluso  Vattel,  partidario  de  él,  procuraban  res- 
tringir lo  más  posible.  Según  ellos,  los  casos  ea 
que  podía  tener  lugar  la  intervención  son  los  si- 
guientes: 

"I.  Cuando  ella  se  verifica  con  el  formal  con- 
sentimiento del  Estado  que  debe  ser  intervenido, 
ó  en  virtud  de  una  cláusula  expresa  de  un  trata- 
do público  qae  tiene  por  objeto  la,  garantía  de  su 
•constitacioH  6  de  c<ertos  derechos,  cuando  ha  s^ 
do  esta  cláusula  invocada  por  una  de  las  partes 
"Contratantes." 

Al  dar  principio  á  estos  estadios,  hemos  pro- 
curado demostrar  ante  todo,  el  ningún  fundamen» 
to  que  el  directorio  de  Veracruz,  presidido  por 
Juárez,  tenía  para  llamarse  gobierno  legítimo, 
tanto  por  la  anticonstitucionalidad  de  su  origen 
como  por  la  situación  en  que  se  encontraba;  y  por 
lo  mismo  no  volveremos  á  repetir  esas  razones;  pero 
sí  es  preciso  recordarlas  y  remitir  á  los  lectores  í 
-ellas,  para  hacer  ver  que  México  no  podía  haber 
.  dado  su  consentimiento  para  ser  intervenido.  Ea 
cuanto  al  tratado  en  que  se  estipulaba  esa  inter- 
vención, celebrado  con  quien  no  tenía  personali- 
dad para  ello,  no  podía  obligar  á  la  Nación  y  por 
lo  mismo  carecían  de  base  las  razones  que  los 
tratadistas  exigen  para  que  aquella  sea  justifi- 
«Jida. 


-  i9S  - 

Aparte  de  ésta,  el  examinar  el  último  artíciíía 
del  tratado  daremos  las  que  en  nuestro  conct-pto 
había  para  quf,  aun  en  el  supuesto  (sin  conceder- 
lo) de  que  el  Directorio  de  Veracrtiz  fuese  el  go- 
biernp  legítimo,  se  tachase  al  tratado  Mac  Lañe- 
Ocampo  de  anticonstitucÍDnal. 

'*II.  Há  lugrará  mediJaa  de  intervención  cuando 
los  cambios  interiores  sobrevenidos  en  un  Esta- 
do, son  por  su  naturaleza  perjudiciales  á  los  de- 
rechos legítimos  del  Estado  vecino." 

Apurado  se  vería  el  que  quisiera  probar  que 
por  la  derogación  déla  Constitncion  de  ISS'?  se 
perjudicaban  los  derechos  legítimos  de  los  Esta- 
dos Unidos,  y  probar  por  lo  tanto  que  en  virtud  de 
esos  perjuicios  aquellos  tenían  derecho  de  inter- 
venir en  nuestros  asuntos;  pues  fuera  cual  fuese 
la  forma  de  gobierno  que  México  tuviera,  repu- 
blicana federal,  republicana  central,  etc.,  estába- 
mos en  nuestro  perfecto  derecho  para  adoptarla, 
sin  causar  inquietud  á  quien  tenía  su  forma  de  go- 
bierno bastante  bien  cimentada  y  era  más  pode- 
roso que  nosotros. 

«III.  Las  naciones.,  que  admiten  entre  sí  la  exis- 
tencia de  un  derecho  común  y  se  proponen  un  co- 
mercio reciproco  fundado  en  los  principios  de  hu- 
manidad, tienen  indiscutiblemente  el  derecho  de 
poner  término,  (fe  comnti  acuerdo,  á  las  guerras 
civiles  que  devoran  &  uno  6  varios  países.  Librar-  j 
se,  aun  por  una  intervención  armada,  de  un  pro- 
longado  estado  de  inquietud  y  procurar  al  mi^mo' 
tiempo  impedir  en  cuanto    sea  posible  que  se  re- 


-  199  - 

produzca,  es  estrechar  más   los  lazos    internacio 
nales. 

Ante  todo,  hay  que  advertir  que  esta  regla  ha 
sido  objeto  de  vivas  discusiones  entre  los  trata- 
distas de  derech-o  internacional  y  que  aún  no  es- 
tán todos  de  acuerdo  con  ella;  por  nuestra  parte, 
al  enunciarla  no  damos  á  entender  que  estamos 
enteramenle  conformes  con  lo  que  expresa  y  sí  la 
damos  á  conocer  es  más  bien  á  beneficio  de  in- 
ventarío. 

Asi  pues,  aunque  estuviéramos  de  acuerdo  coa 
ella,  debemos  hacer  notar  que  los  Estados  Coi- 
dos  no  estaban  ea  el  caso  que  suponen  los  trata- 
distas, pues  éstos  quieren  que  varias  naciones,  oe 
coMüN. «CUERDO,  procuren  poner  término  á  las  gue- 
rras civiles  que  devoran  á  un  país;  pero  no  que 
una  sola  por  si  y  ante  sí,  se  métele  en  esa  cuestión 
Ínter  or  y  no  para  terminarla  por  medio  de  un  con- 
venio paciíico,  sino  para  ayudar  á  uno  de  los  par- 
tidos (y  por  cierto  no  el  que  estaba  en  mejor  pre- 
dicamento) á  sobreponerse  al  otro. 

La  razón  de  que  se  necesite  el  acuerdo  de  va- 
rias naciones  para  intervenir  en  los  asuntos  de 
otra,  es  obvia^'  á  pretexte  de  intervención  podría 
una  sola,  encontrándose  en  situación  ventajosa 
dar  al  traste  con  la  independencia  de  la  proteji- 
da  y  anexarla  á  su  territoiio,  en  tanto  qu«  inter- 
viniendo varias,  como  les  intereses  de  todas  ellas 
son  distintos  por  regla  general,  se  contrabalan- 
cean y  dan  por  resultado  que  la  intervención  se 
Kmite  á  hacer  cesar  la  guerra  civil.   No  obstante, 


20(i    - 

estas  intervenciones  son  bastante  peligrosas  ée 
p-)r  sí  y  como  ejemplo  de  la  primera  de  ellas  ahí 
están  los  Países  Bajos,  las  provincias  Rhinianaa 
y  la  Italia  superior,  invadidas  por  la  República 
francesa  á  pretexto  de  convertirlas  ala  fe  repu- 
blicana, y  anexadas  al  fin  á  Francia  durante  algu- 
nos años,  (I) 

Y  si  se  recuerda  que  algunas  de  las  reces  en 
que  este  principio  de  intervención,  por  causa  de 
guerra  civil,  ha  producido  resultados  desastrosos 
para  el  país  intervenido,  se  comprenderá  que  tam- 
bién debe  aplicarse  con  mucha  parsimonia.  Sin 
recordar  muchos  casos  baste  citar  á  Polonia  que 
fué  intervenida  varias  ocasiones  por  sus  vecinas 
y  sólo  consiguió  ser  desmembrada  periódicamen- 
te hasta  que  al  fin  fué  borrada  del  catálogo  de 
las  naciones.  Y  en  el  presente  siglo  Turquía,  á 
pretexto  de  las  disenciones  religiosas  de  los  síib- 
ditos  del  Sultán,  ha  perdido  sus  mejores  provin- 
cias, que  forman  pequeiías  nacionalidades  ó  que  de- 
tentan sus  vecinos,  y  nt>  tardará    en  desaparecer 


¿1)  Entre  otros  ejemplos  que  podríamos  citar  está  el 
gipto  que  fué  intervenido  por  Inglaterra  con  an  fú- 
til pretexto  y  que  realmente  está  invadido,  siendo  esta 
intervención  una  de  las  causas  que  impiden  que  haya 
buena  armonía  entre  las  potencias  europeas  y  se  arregle 
la  cuestión  de  Orienté, 

El  ej<mp]omás  rt-ciente  que  podemos  ofrecer  A  nuestros 
lectores  es  el  dr  la  isla  de  Creta  que  se  agita  en  los  mo- 
mentos que  se  coreccionan  estos  artículos;  p^ra  evitar  la 
matanza  de  los  eri.-tianos,  asi  como  la  guerra  civil  en  la 
isla  y  la  guerra  europea,  las  potencias  ocuparon  la  capi- 
tal de  Creta  é  impidieron  que  Grecia  precipitara  los 
acontecimientosranexi'indo^c  la  islii  y  emprendiendo  una 
fcucrra  con  Turquí'. 


'iuJ   - 

del  mnpa  politioo^  í-epartiéndose  sus  despojos  las 
naciones  que  intervienen  en  los  asuntos  interiores 
del  Imperio  Otomano.  (1) 

"IV.  Una  interyencioo  puede,  por  último,  teneí 
por  objeto  legítimo  impedir  la  injustificada  irt- 
gerencia  de  tuta  potencia  en  los  asuntos  inte' 
riores  de  un  país,  cuando  aquélla  es  de  tal  natu- 
raleza que  puede  sentar  un  precedente  atentato- 
rio á  la  independecia  de  varios  ó  de  todos  los  Es- 
tados." 

En  !a  época  del  tratado  Mac  Lane-Ocampo,  Es- 
paña tenía  dificultades  con  Marruecos,  las  que 
originaron  la  guerra  de  África;  Francia  estaba 
preparándose  á  la  guerra  con  Austria  por  causa 
del  reino  Lombardo-Véneto  y  de  la  unidad  italia- 
na; y  en  cuanto  á  Inglaterra  que  no  tropezaba  con 
grandes  dificultades,  era  más  bien  partidaria  de 
Juárez  que  de  ¡Miramon,  como  lo  daba  á  entendei* 
muy  á  las  claras  Mr.  Mathews,  Encargado  de  ne- 
gocios de  la  Gran  Breteña,  de  manera  que  no  ha 
bía  aún  nada  que  pudieran  temer  los  Estados  Uni- 
dos de  la  acción  combinada  de  aquellas  tres  na- 
ciones europeas,  acción  de  la  que  ya  empezaba  á 
hablarse  aunque  muy  vagamente;  pero  que  por* 
esos  días  precisamente,  parecía  abandonada  en  vis- 
ta de  que  las  dificultades  que  teníamos  con  España, 
que  era  la  que  podía  creerse  más  agraviada,  ha- 
bían sido  resueltas  en  el  tratado    Mon-Almonte  y 

(1')  Precisamente  porque  las  naciones  europeas  no  han 
podido  ponerse  de  coiftún  acuerdo  es  {Jof  lo  que  no  se  han 
repartido  á  Turquía;  en  cuyos  negocios  interiores,  por 
otra  parte,  in}ervienen  siemísre  que  les  viene  en  mientes. 

Estudios  histíSricofl. — ?f). 


~  202  - 

ias  .elaciones  entre  ambos  países  llegaron  á  uii 
grado  de  cordialidad  tal,  que  la  antigua  madre 
patria  se  disponía  á  enviar  un  ministro  diplomáti' 
co  que  tuviera  el  elevado  rango  de  Embajador,  al 
país  de  Moctezuma. 

De  manera  que  no  era  llegado  el  caso  que 
los  tratadistas  suponen  para  justificar  la  in- 
tervención, pues  aunque  los  sucesos  p  >ster¡ores 
ocurridos  en  México  y  los  Estados  Unidos,  parece 
que  dan  la  razón  á  estos  últimos,  hay  que  tener 
presente  que  los  autores  exigen  que  haysi  inge- 
rencia injustificada  en  los  asuntos  de  un  país  y 
hasta  entonces  las  naciones  europeas  no  se  ha- 
bían ingerido  en  los  asuntos  de  México;  y  que  en 
la  época  del  tratado  Mac  Lañe,  aunque  ya  podía 
predecirse  la  gran  guerra  civil  del  Norte,  se  con- 
fiaba aún  en  que  el  sentido  práctico  de  los  yan- 
kees  y  la  moderación  de  los  partidos  la  podían 
evitar. 

Si  alguna  deducción  lógica  pudiera  sacarse  del 
principio  de  derecho  internacional  que  hemos 
anuncií*do  antes,  sería  la  de  que  fundadas  en  él 
las  naciones  europeas  se  resolvieron  á  intervenir 
en  México,  pues  el  tratado  Mac  Lane-Ocampo  y 
el  atentado  de  Antón  Lizardo  de  que  en  otra 
serie  de  estudios  nos  hemos  ocupado,  les  dieron 
la  medida  de  lo  que  la  raza  sajona  del  nuevo  con- 
tinente era  capaz  de  hacer  en  América  para  ani- 
quilar á  la  raza  latina  y  para  adquirir  una  prepon- 
derancia tal,  que  seria  peligrosa  para  la  misma  Eu* 
ropa. 


-  2üd  - 

Asi  pues,  ningunodelos  casos  en  que  la  iaíer= 
vención  es  aceptada  por  los  publicistas  tenían 
aplicación  en  México;  y  por  lo  tanto  no  es  posible 
justificar  la  cláusula  quinta  del  tratado  de  Vera- 
cruz,  conocido  por  Mac  Lane-Ocampo,  que  esta- 
blecía la  intervención  de  México  aunque  sin  .iien- 
cionar  esa  palabra. 

Y  para  acabar  de  quitar  la  menor  sombra  de 
duda  acerca  de  lo  inaplicable  que  era  la  interven- 
ción, aún  vamos  á  copiar  algunos  párrafos  de  un 
notable  escritor  de  derecho  internacional: 

"Fuera  de  los  casos  que  av:abamos  de  in  licar 
(y  ya  hemos  visto  que  México  no  estaba  en  nin- 
guno de  ellos),  no  existe  ninguna  otra  causa  de 
intervención  efectiva.  Estas  casnsas  dt  terminan 
al  mismo  tiempo  el  fin  y  el  medio.  Es  el  fin,  el 
ejercicio  de  un  derecho  establecido,  es  la  repara- 
ción de  una  lesión  que  se  ha  inferido.  El  medio,  el 
extremo  remedio,  es  la  guerra  después  que  se  han 
agotado  todas  las  vías  pacífijas. 

«Los  acontecimientos  y  mudanzas  ocurridas 
en  un  país,  qu::  por  su  naturaleza  amenazan  la 
existencia  ó  los  interes-^s  de  los  Estados  1  mitro- 
fes,  sólo  autorizan  el  emplro  de  medida^  preven- 
tivas, de  precaución,  y  las  negociaciones  amisto- 
sas. Así,  cuando  en  un  país  ha  estallado  una  revo- 
lución, cuando  se  ha  establecido  una  propaganda 
con  el  claro  designio  de  extender  por  toda^  partes 
teorías  [1]  sibversívas,  pueden  Ijs  gobiernos    in* 


(1)  Como  sucedió  con  la  revo'ucion  francesa  quepreten-' 
dio  propasar  sus  ideas  por  toda  Europa;  y  como  suced  " 


-  m  -- 

teresados  apelar  á  medidas  de  policía  6  al  esta^ 
blecimiento  de  uti  cordón  miltar,  dirigidas  á  con- 
tenerlas en  estrechos  límites,  6  pedir  garantías. 
Pueden,  además,  si  han  sido  perjudicados  sus  inte- 
reses, emplear  las  represalias.  Así  mismo  los  ar- 
mamentos extraordinarios,  sin  un  fin  bien  d^cla* 
rado,  les  autorizan  á  pedir  explicaciones  categó- 
ricas que  no  íes  pueden  ser  negadas  sin  inferirles 
ofensa. 

"......  se  podrá,  intervenir  de  una  manera  efec- 
tiva, e;i  los  casos  de  guerra  civil,  en  la  cual  po- 
drán las  potencias  extranjeras  favorecer  á  aquel 
de  cuya  parte  crean  está  la  justicia,  siempre  que 
se  invoque  su  auxilio.  La  ley  es  en  efecto  la  mis- 
ma para  los  Estados  qne  para  los  individuos.  Si, 
pues,  permite  al  individuo  favorecer  á  su  prójimo 
amenazado  en  su  existencia  ó  en  sus  derechos 
fundamentales,  con  más  razón  se  permitirá  esto  á 
los  Estados  soberanos.  Sólo  que  es  necesario  que 
■éstos  no  ttsen  con  demasiada  ligereza  de  este 
derecho,  porque,  estando  sujetas  á  error  las 
nociones  de  lo  justo  y  de  lo  injusto,  es  difícil  su 
aplicación."  (1) 

Los  Estados  Unidos,  que  tan  pocas  nociones 
tienen  de  la  justicia  como  lo  acreditaron  descono- 
ciendo á  Zuloaga  y  Miramon  después  de  haberlos 


con  la  actual  insurrección  dcCreta,  deque  habUraos  en 
lii  nota   anteiior,  que  at  ica  los  intereses  de  las  grandes 
naciones  de  Europ.i,  hasta  el  punto  de  provocar  una  gue- 
rra formidable  entre  ellas. 
[1]  Hffter»  Decreto  interHacionat. 


-  205  - 

reconocido,  y  reconociendo  á  Juárez  que  ni  de  he- 
cho fué  gobernante  durante  la  guerra  de  tres 
años;  y  como  lo  han  demostrado  en  muchas  otras 
ocasiones,  debían  haberse  abstenido  de  esta  in- 
tervención que  á  todas  luces  era  parcial. 

La  forma  en  que  se  ejercía  la  intervención  se- 
rá materia  de  otro  capítulo. 

XVII 

Cuando  en  Marzo  de  1860  Miramon,  antes  de 
dar  principio  al  segundo  asedio  de  Veracruz,  pro- 
movió unas  conferencias  por  medio  del  Gral.  Igle- 
sias, comandante  de  la  plaza,  con  el  fin  de  dar 
término  á  la  guerra  civil,  Juárez,  aunque  no  se 
negó  ostensiblemente  á  un  arreglo,  dijo  que  no 
podía  hacer  sino  lo  que  no  fuera  opuesto  á  los 
principios  de  la  Constitución  de  1857,  y  por  con- 
siguiente, las  negociaciones  fracasaron.  Pues  bien, 
ese  acérrimo  constitucionalista,  ese  hombre  que 
prefería,  ó  parecía  preferir,  los  preceptos  de  un 
Código  tan  combatido,  á  los  beneficios  de  la  paz^ 
dejó  que  á  su  lado,  con  su  conocimiento  y  aun  con 
su  acuerdo,  pues  ni  entonces  ni  después  desauto- 
rizó la  conducta  de  su  ministro  D.  Melchor  Ocam- 
po;  dejó,  decimos,  que  esa  misma  Constitución 
fuese  violada  de  una  manera  bastante  grave  y 
trascendental  para  que  no  llame  la  atención,  en 
el  artículo  5'*  del  tratado  Mac  Lañe. 

En  efecto,  en  esa  Constitución  se  encuentran  las 
disposiciones  siguientes:  "Art.  72,— El  Congreso 
tiene  facultad —  «XVI.  Para  conceder  ó  he- 


-  -JOb  - 

gar  la  entrada  de  tropas  extranjeras  en  el  territo- 
rio de  la  Federación,  y  consentir  la  estancia  de 
escuadras  de  otra  potencia,  por  más  de  un  mes, 
en  las  aguas  de  la  República,"  y — "Art.  117.. — Las 
facultades  que  no  están  expresamente  concedidas 
por  esta  Constitución  á  ios  funcionarios  federales, 
se  entienden  reservadas  á  1"S  Estados."  Y  al  tra- 
tar del  poder  Ejecutivo  nada  dice  de  que  tenga 
facultad  para  permitir  la  entrada  de  tropas  ex- 
tranjeras al  país;  de  manera  que  constitucional- 
mente,  Juárez  y  Ocampo  no  sólo  carecían  de  fa- 
cultades para  hacer  la  estipulación  á  que  se  re- 
fiere la  cláusula  5-^  del  tratado,  sino  que  les  esta- 
ba prohibido,  y  ni  aun  los  Estados  podian  autori- 
zarlos para  ello. 

Y  que  ella  no  dá  lugar  á  dudí:  «Pero  si,  por 
cualquiera  circunstancia— dice — dejase  de  hacer- 
lo (el  emplear  fuerzas  para  la  seguridad  del  ist- 
m")  el  gobierno  de  los  Estados  Unidos,  con  el 
consentimiento  ó  á  petición  del  gobierno  de  Mé- 
xico ó  DE  su  MINISTRO  EN  WaSHIXGTON,  Ó  DR  LAS 
COMPETENTES  Y  LEGALES  AUTORIDADES  LOCALES,  CI- 
VILES Ó  MILITARES  podrá  emplear  tal  Juerza  con 
éste  y  no  con  otro  objeto;  y  cuando  en  la  opinión 
del  gobierno  de  México,  cese  la  necesidad,  inme- 
diatamente se  retirará  dicha  fuerza." 

La  infracción  de  la  ley  fundamental  que  los  li- 
berales sostenían  es  flagrante,  y  nada  hay  que 
pueda  atenuarla;  pues  ni  aun  suponiendo  que  tu- 
vieran Juárez  y  su  Directorio  facultades  extraor- 
dinarias, podian  llevar  á  tal  grado  su   menospre- 


-  207  "- 

cío  por  la  Constitución;  porque  si  era  discutible  la 
facultad  que  pudieran  tener  para  suspender  las 
garantías  individuales,  fa  ultad  consignada  en  el 
artículo  29,  á  su  vez  era  indiscutible  que  debían 
acatar  lo  que  disponía  el  128  que  dice:  "Esta 
Constitución  «o />£'rí/e;'(í  su  fuerza  y  vigor,  aun 
cuando  por  alguna  rebelión  se  interrumpa  su 
observancia."  Y  como  ese  mismo  artículo  previe- 
ne que  sean  castigad  s  los  que  se  revelaren  con- 
tra ese  Código,  así  como  el  103  establece  la  res- 
ponsabilidad para  los  Secretarios  de  Estado  que 
hubieren  cometido  un  delito  fficial  y  para  el  Pre- 
sidente que  viole  expresament?  la  Constitución 
es  indublable  que  si  ella  no  hubiera  sido  siempre 
letra  muerta,  al  triunfar  los  liberales,  los  prime- 
ros que  deberían  haberse  sentado  en  el  banquillo 
de  los  acusados  á  responder  por  el  tratado  Mac 
Lañe,  eran  D.  Benito  Juárez  y  D.  Melchor  Ocampo. 

No  es  por  cierto  aventurada  esta  consideración; 
los  que  invocan  una  ley  y  los  que  tienen  que  ha- 
cerla cumplir,  son  los  primeros  que  deben  de  su- 
jetarse á  ella;  Ocampo,  tratando  con  un  enviado 
extranjero  y  consintiendo  en  estipulaciones  que  in- 
fringían esa  l^'y,  era  culpable;  Juárez,  autorizan- 
do esos  tratos,  lo  era  asimismo;  y  en  cuanto  á  los 
demás  Ministros  que  seguían  al  lado  del  infractor, 
también  tenían  su  parte  de  responsabilidad. 

Tan  es  cierto  esto,  que  después  del  triunfo  de 
los  liberales  no  faltó  un  hombre  de  bastante  va- 
lor civil,  el  diputado  por  Coahuila,  Don  José  Ma- 
ría Aguirre,  que  en  plena  Cámara  de  Diputados 


-  2U8  — 

no  vaciló  en  llamar  traidor  á  Juárez  y  en  pedir  que 
se  castigase  á  los  que  habían  tenido  participio  en 
el  tratado  celebrado  con  Mr.  Mac  Lañe,  como  lo 
veremos  más  adelante. 

Y  una  vez  sentado  esto,  que  hemos  procurado 
analizar  detenidamente  para  hacer  ver  el  error  en 
que  están  los  que  sostienen  que  Juárez  tenía  facul- 
tades extraordinarias  para  hacerlo,  pues  ni  tenía 
esas  facultades,  ni  mucho  menos  era  omnipotente 
aun  cuando  las  tuviera;  una  vez  sentado  esto,  de- 
cimos, vamos  á  ver  si  bajo  otro  aspecto  pudo  re- 
currir al  extranjero  en  demanda  de  auxilio,  pues 
ya  vimos  que  como  gobernante,  y  gobernante 
constitucional,  según  él  se  titulaba,  no  podía  ha- 
cerlo. 

Desde  un  principio  hemos  negado  á  los  libera- 
les de  Veracruz  el  carácter  de  Gobierno  y  sólo  los 
hemos  tenido  como  un  Directorio  de  la  revolución 
constitucionalista,  y  á  Juárez  como  uno  de  los  prin- 
cipales (no  el  primero)  de  esa  revolución;  sin  em- 
bargo, por  un  momento  diremos  que  era  gobier- 
no. Veremos,  pues,  como  tal  lo  que  podía  hacer. 

El  profesor  Bluntschli  dice  al  ocuparse  del  prin. 
cipio  de  intervención:  "Cuando  un  Gobierno  soli- 
cita la  intervención  de  una  potencia  extranjera, 
sólo  será  legal  su  petición,  si  dicho  Gobierno  pue- 
de ser  considerado  como  afgano  y  representante 
del  Estado." 

Y  el  comentario  agrega:  <¡La  petición  de  un 
príncipe  destronado,  por  ejemplo,  no  autorizaría 
una  intervención,   aunque  alegase   razones  de  le- 


^  209  ^ 

gitimidad.  Lo  mismo  puede  decirse  de  los  miem- 
bros de  cualquier  gobierno  derrocado  por  la  opi- 
nión pública.  El  hecho  de  pedir  In  intervención 
de  lina  potencia  extranjera^  es  casi  siempre,  el 
síntoma   de  la  impopularidad  de  un  gobierno. :> 

Juárez,  en  el  supuesto  concedido,  estaba  en  este 
último  caso;  era  tan  impopular  que  estaba  cir- 
cunscrito al  recinto  amurallado  de  una  ciudad  y  á 
un  castillo. 

Así  pues,  el  único  aspecto  que  por  examinar  que- 
da^ es  el  del  partidario,  ya  que  como  gobernan- 
te, constitucional  ó  derrocado,  todo  y  todos  se 
conjuraban  para  negarle  el  derecho  de  solicitai' 
con  fruto  una  intervención. 

"Un  partido  oposicionista  ó  revolucionario, — 
continúa  diciendo  Bluntschli, —  /i>?íe  aún  me'nos 
carácter  que  el  gobierno  de  un  Estado,  para  pe- 
dir á  nombre  de  este  último  la  intervención  vio- 
lenta de  una  potencia  extranjera.  Este  es,  sin 
embargo,  el  caso  más  frecuente  y  más  peligroso. 
La  exaltación  de  los  partidos  políticos  los  hace 
recurrir  con  frecuencia  á  pedir  la  intervención  de 
un  Estado  extranjero;  á  pesar  de  esto,  un  solo 
partido  nunca  representa  la  voluntad  de  la  Xacion." 

De  manera  que  bajo  ningún  aspecto  pudieron 
Juárez  y  Ocampo  recurrir  á  la  intervención  ex- 
tranjera como  lo  hicieron;  pues  intervención  y  no 
otra  cosa  era  lo  que  se  estipulaba  en  la  cláusula 
5*  del  tratado  Mac  Lañe. 

Después  de  este  análisis  de  las  doctrinas  de  los 
autores  y  de  la  Constitución,  ocioso  sería  ocupar- 
Estudios  históricos.— 27. 


--  210  - 

üos  más  de  ese  artículo  5^';  pero  como  en  él  se  es- 
pecifica el  modo  de  llevar  á  cabo  esa  interven- 
ción, vamos  también  á  examinarla,  suponiendo^ 
sin  conceder,  que  el  Gobierno  de  Juárez  tuviera 
derecho  para  permitir  la  entrada  de  fuerzas  ex- 
trañas al  territorio  nacional. 

Esto  supuesto,  desde  luego  se  vé  que  no  podía 
delegarla,  3^  menos  en  los  términos  tan  amplios 
en  que  lo  hizo  en  el  tratado,  pues  hasta  se  salva- 
ba el  conducto  del  Gobierno  para  que  el  ministro 
mexicano  en  Washington,  es  decir,  im  individuo 
que  se  hallaba  lejos  del  teatro  de  los  sucesos,  y 
que  en  alguna  ocasión  no  tendría  instrucciones, 
podía  pedir  el  empleo  de  las  fuerzas  norteameri- 
canas para  que  tomaran  parte  en  los  aconteci- 
mientos de  Tehuantepec. 

Pero  ya  una  vez  colocados  Ocampo  y  Juárez  en 
la  pendiente  resbaladiza  de  celebrar  el  tratado  á 
todo  trance,  no  podían  detenerse,  sino  que  seguir 
adelante  en  la  serie  de  desaciertos  á  que  habían 
dado  principio;  la  facultad  de  pedir  la  interven- 
ción norteatnericana,  se  encomendó  hasta  á  las 
autoridades  más  subalternas,  pues  la  frase  "las 
competentes  y  légale:»  autoridades  locales,  civiles 
ó  militares"  comprendía  desde  el  Gobernador  del 
Estado  y  el  Comandante  Militar,  hasta  el  jefe  de 
destacamento  y  el  jefe  Político  y  aun  el  Presiden- 
te Municipal  del  más  insignificante  pueblo  del  ist- 
mo, pues  todos  ellos  eran  "las  autoridades  locales" 
que  comprendía  el  tratado  como  facultades  para 
llamar  al  extranjero. 


I 


-  211  - 

Al  llegar  á  este  punto,  inútil  es  calentarse  la 
cabeza  y  consultar  autores  y  leyes:  unas  y  otros 
suponen  que  los  que  se  llaman  Gobiernos  ó  par- 
tidarios tienen  la  mente  sana  y  que  por  más  crí- 
ticas que  sean  las  circunstancias  en  que  se  en- 
cuentran, conservan  aún  el  criterio  suficiente  pa- 
ra oír  consejos  6  someterse  á  prescripciones;  pero 
ninguno  puede  racionalmente  suponer  que  esos 
partidarios  han  traspasado  el  límite  de  la  razón  y 
se  han  lanzado  libremente  por  el  infinito  campo 
de  la  locura;  ninguno  se  imagina  que  por  la  deses- 
peración de  vencer  se  pierda  toda  noción  de  dig- 
nidad y  de  patriotismo  y  que  por  el  afán  de  que  el 
contrario  sea  aniquilado,  hasta  se  borre  del  mapa 
político  del  mundo  una  nación. 

Porque  si  el  tratado  Mac  Lañe  hubiera  sido  ra- 
tificado, el  resultado  inmediato  que  produce  es  una 
guerra  internacional  entre  México  y  los  Estados 
Unidos,' en  la  que  si  acaso  no  peligraba  del  todo 
nuestra  independencia,  porque  tal  vez  el  conflicto 
entre  Norte  y  Sur  se  habría  adelantado,  sí  nos 
arruinaba  para  muchos  años  y  cercenaba  de  una 
manera  tan  considerable  nuestro  territorio  que 
nos  reducía  á  la  triste  condición  de  algunas  de  las 
nacionalidades  sur  y  centroamericanas.  Y  habría 
sobrevenido  la  guerra  á  causa  de  que  la  Nación 
entera  hubiera  rechazado  el  tratado;  y  los  Estados 
Unidos  por  su  parte  se  habrían  empeñado  en  ha. 
cerlo  efectivo.  La  ma3'oría  de  los  que  peleaban 
en  las  filas  liberales,  recordando  que  eran  mexica- 
nos hubieran  obedecido  á  la  voz  del  patriotismo  y 


^  212  — 

olvidando  sus  ideas  de  partidarios,  marcharían 
unidos  con  los  que  combatían  por  la  independen- 
cia, la  dig'nidad  y  la  integridad  de  la  Nación. 

Antes  de  emprender  este  trabajo  y  cuando  aún 
no  estudiábamos  concienzudamente  la  cuestión, 
acumulábamos  cargos  contra  los  autores  del  tra- 
tado Mac  Lañe;  pero  al  ver  el  resultado  que  esos 
estudios  han  dado,  hemos  retrocedido,  hemos  ne- 
gado á  nuestra  pluma  el  derecho  de  escribir  todo 
lo  que  le  dicta  el  pensamiento  y  procurando  en- 
contrar la  manera  de  que  el  anatema  que  lanza- 
rán las  generaciones  venideras  no  sea  tan  terri- 
ble, hemos  supuesto  que  aquellos  hombres  estaban 
dementes;  pero  como  sería  una  ironía  sangrienta, 
queremos  suponer  que  fríamente  acumularon  en 
esa  convención  todas  las  monstruosidades  posi- 
bles á  fin  de  que  por  el  conjunto  de  ellas  no  hubie- 
se Senado  que  quisiese  echar  sobre  sus  hombros 
la  inmensa  responsabilidad  de  desmembrSr  en  ple- 
na paz  una  nación,  ni  de  sancionar  en  la  mitad 
del  siglo  XIX  estipulaciones  tan  contrarias  al  de- 
recho de  gentes,  y  que  también  se  imaginaron 
que  no  habría  nación  que  no  protestase  más  que 
enérgicamente  contra  tal  convenio  que  abochor- 
naba á  la  civilización.  Si  tal  fué  la  idea  de  esos 
hombres,  hay  que  convenir  en  que  dio  el  resultado 
apetecido,  pues  por  fortuna  para  México,  el  trata- 
do no  fué  ratificado . 

Sin  embargo,  el  trance  fué  tan  duro  y  el  peligro 
tan  grande,  que  más  valía  no  haberlo  corrido)'  no 
baber  escrito  una  sola  línea  de  él. 


-  213  - 

El  complemento  de  la  obra  antipatriótica  em- 
prendida, fué  estipular  que  las  tropas  norteameri- 
canas pudieran  invadirnos:  "Sin  embargo, — dice 
la  parte  final  del  artículo  5-^ — en  el  caso  excepcio- 
nal de  peligro  imprevisto  ó  inminente  parala  vida 
6  las  propiedades  de  ciudadanos  de  los  Estados 
Unidos,  quedan  autorizadas  las  fuerzas  de  dicha 
República  para  obrar  en  protección  de  aquellos, 

SIN  HABER     OBTENIDO    PKÉVIO     COXSEXTlxMIEXTO,      y  Se 

retirarán  dichas  fuerzas  cuando  cese  la  necesidae 
de  emplearlas." 

Si  alguna  duda  podía  quedar  de  las  intenciones 
de  los  Estados  Unidos,  se  desvanece  con  la  lectu- 
ra  de  esta  cláusula:  en  ella  se  estipulaba  la  inter- 
vención más  descarada;  se  autorizaba  por  uno 
que  se  decía  Gobierno  ilexicano,  la  invasión  del 
territorio  nacional  y  la  permanencia  indefinida 
en  él  de  los  ejércitos  de  los  Estados  Unidos. 

Y  que  esta  era  una  arma  de  dos  filos  que  el 
Gabinete  de  Washington  podía  emplear  tanto  en 
favor  como  en  contra  de  los  liberales,  tampoco 
puede  caber  duda  ninguna.  El  día  que  por  cual- 
quiera causa  diesen  motivo  de  queja  á  un  Cónsul, 
el  día  que  ocurriese  algún  desorden  en  una  po- 
blación donde  residiese  un  solo  norteamericano, 
desorden  frecuente  en  aquel  tiempo,  los  Estados 
Unidos  tenían  perfecto  derecho  para  ocupar  el 
lugar  y  permanecer  en  él  todo  el  tiempo  que  les 
pareciera. 

Ese  último  párrafo  del  articulo  5'^  que  aparece 
como  incidental  y  que  con  toda  intención   fué  co- 


-  21J   ^- 

locado  en  un  lugar  secundario,  es  el  que  verda- 
deramente resume  lodo  el  tratado  y  dá  la  clave 
de  las  miras  del  Gobierno  de  la  Nación  vecina; 
así  como  sirve  para  demostrar  más  palpablemen- 
te, que  si  se  escribieran  voluminosas  obras^  que 
los  liberales  con  tal  de  tener  quien  los  ayudara, 
se  decidieron  á  entregar  el  país,  atado  de  pies  y 
manos,  al  extranjero;  con  esa  estipulación  llega- 
ron al  colmo  de  la  traición. 

XVJK 

Las  concesiones  hechas  á  los  Estados  Unidos 
en::los  artículos  precedentes  no  las  hubieran  con- 
siderado estos  completas,  si  no  hubiesen  realiza- 
do un  sueño  que  de  largos  años  atrás  abrigaban 
y  que  creyeron  haber  alcanzado  cuando  después 
de  la  guerra  que  nos  hicieron  de  1846  á  1848, 
quedaron  para  ellos  las  vastas  regiones  de  Nue- 
vo México,  Arizona  y  California:  ese  sueño  era  el 
camino  fácil  y  expedito  del  Pacífico.  Ya  en  un 
artículo  anterior  hemos  visto  cómo,  con  un  tesón 
sin  igual,  apenas  l'cgaron  al  valle  del  Ohio  y 
adquirieron  la  Luisiana,  pretendieron  tener  como 
límite  al  Oeste  el  Océano  Pacífico  y  al  Sureste  el 
Río  Bravo. 

Adquiridos  estos  límites  definitivamente  en  1848, 
encontraron,  sin  embargo,  que  no  les  era  fácil, 
como  se  imaginaban,  comunicarse  con  el  Oeste; 
el  Fay  West  inmenso,  despoblado,  recorrido  pe- 
riódicamente por  tribus  salvajes  y  el  enorme  ma- 
cizo de  las  montañas  rocallosas,  cubiertas  de  nie- 


-  215  - 

ves  gran  parte  del  año,  eran  dos  grandes  obstá- 
culos que  les  impedían  establecer  comunicaciones 
rápidas  y  seguras  entre  los  dos  extremos  de  su 
territorio.  También  hemos  hablado  de  las  rutas 
que  siguieron  los  buscadores  de  oro  para  evitar 
esos  obstáculos^  ya  fuera  remontándose  al  Norte 
hasta  penetrar  á  territorio  inglés,  ya  buscando  la 
región  ístmica  de  América  y  aun  siguiendo  el  ca- 
mino de  Veracruz  y  Acapulco. 

Pero  estas  vías  eran  demasiado  dilatadas  y 
además  pasat)an  á  trechos  por  países  extranjeros, 
para  que  fueran  útiles;  además,  aunque  ya  exis- 
tían en  los  Estados  Unidos  los  ferrocarriles,  el 
país  no  estaba  lo  suficiente  adelantado  para  que 
se  pudiera  establecer  la  gran  vía  que  enlaza  en 
la  actualidad  á  Nueva  York  con  San  Francisco,  y 
acaso  la  construcción  de  ella  se  juzgaba  quiméri- 
ca. También  hay  que  creer  que  contaron  en  un 
principio  con  que  era  fácil  establecer  la  comuni- 
cación interoceánica  que  se  figuró  el  ilustre  Ba- 
rón de  Humboltd  (1)  utilizando  la  corriente  de  los 
rios  Bravo  y  Colorado,  y  que  ya  cuando  estuvie- 
ron cerca  de  ellos  vieron  que  esa  comunicación 
era  irrealizable  por  el  poco  caudal  de  agua  del 
uno  y  el  profundo  encajonamiento  del  otro. 

Todas  estas  circustancias  y  algunas  otras,  hi- 
cieron que  la  conquista  de  California,  á  pesar 
del  hallazgo  de  los  placeres,  no  les  pareciese  su- 

(IJ  Ensayo  Político  sobre  Nueva  Bápaiía.  Tomo  1°. 
Libro  1",  Cap,  '¿'\ 


—  216  - 

ficiente  para  tener  sus  fronteras  completas  y  pa- 
ra que  sus  comunicaciones  de  Este  á  Oeste  fue 
sen  fáciles  yseg'uras;  y  á  esta  creencia  arraigada 
se  debió  que  propusiesen  á  México  el  tratado  de 
la  Mesilla  y  que  por  medio  de  expediciones  fili- 
busteras procurasen  arrancarnos  nuestros  Estados 
septentrionales;  (1)  nadicpodrá  dudar  envista  de 
esto,  que  la  tentativa  que  el  Conde  Roussett  de  Boul- 
bon  pag-ó  con  su  vida  en  Guaymas,  la  de  Crabb 
en  Caborca  y  la  de  Walker  en  Baja  California, 
obedecieron  á  esa  idea  preconcebida;  pero  todas 
ellas  abortaron  y  para  acabar  de  quitar  a  los  Es- 
tados Unidos  la  esperanza  de  adquirir  una  nueva 
vía,  el  tratado  Clayton-Buhver  les  cerrólos  puer- 
tos de  la  América  Central.  Entonces  se  dirigie- 
ron, naturalmente,  á  México  y  pretendieron  de   él 


[1]  L;i  anexión  do  ellos  ;l  los  Estados  Unidos,  siempre 
había  en'rado  en  los  planes  de  los  yankees;  p^ira  no  alar- 
gar demasiado  esta  nota,  baste  citar  un  testimonio  que 
es  concUiventc:  en  la  nota  reservada  que  Don  Luis  de 
Onls.  Ministro  de  España  en  Washington,  diiiiió  deíde 
Filailellia  el  1^  de  Abril  de  131  '  al  Virrey  dt  :-iCxico,  Ve- 
ncías, se  lee  lo  siguiente:  «V.  E.  se  halla  enterado  por 
mi  correspoiideníia,  de  que  este  gobierno  [el  norteameri- 
cano] se  ha  propuesto  nada  menos  que  lijar  sus  limites 
en  la  cnibocadufa  ácl  rio  Norte  ó  Bravo,  siguiendo  su 
curso,  hasta  tíl  3P, y  desde  allí  tirando  su  tinca  recta 
hasta  el  viar Pacifico,  tom;índose  por  con  igiúente  las 
provincias  de  Texas,  Nuevo  Santander,  Coahuila,  Nuevo 
México,  p.trte  de  la  Nueva  Vizcaya  y  la  Sonora.  Pare- 
cerá un  delirio  este  proyecto  á  lodá  persona  sens  .ta;  pero 
no  eS  menos  seguro  que  el  (iroyecto  existe  y  que  ^e  ha 
levantado  un  plmo  expresamente  de  estas  pfoviniiáspor 
orden  del  gobierno,  incluyendo  también  en  dichos  llmi  «s 
la  Isla  de  Cuba  como  una  pertenencia  natural  de  esta 
Repübl  i-a.» 

También  el  Baion  de  Humboltd,  que  escribía  en  1804, 
habla  en  su  Enrayo  político  sobre  Niieva^Eápctila  de  es- 
ta pretensión  de  los  Estados  Unidos. 


—  217  — 

obtener,  ya  una  cesión  de  territorio,  j'a  franqui- 
cias especiales  de  los  gobiernos  de  Comonfort  y 
de  Zuloag-a;  pero  estos  trabajos  tampoco  tuvieron 
éxito. 

Aunque  ya  hemos  hablado  de  todo  esto  en  ca- 
pítulos anteriores,  conviene  recordarlo  aquí  some- 
ramente para  poder  apreciar  bien  la  mente  que 
precedió  á  las  estiplaciones  contenidas  en  el  artí- 
culo 6°  del  tratado. 

Con  el  transcurso  del  tiempo  la  necesidad  de 
una  vía  más  fácil  se  hizo  sentir  urgentemente; 
pues  además  de  que  la  población  del  Oeste  se  había 
consolidado  y  con  su  rápido  aumento  tenía  ma- 
yores exigencias,  la  situación  política  se  iba  tor- 
nando sombría  á  gran  prisay  urgía  poder  atender 
prontamente  á  cualquiera  emergencia.  Los  de- 
mócratas, que  durante  largos  años  se  habían  man- 
tenido en  el  poder,  deslumhrando  á  la  Nación  con 
el  aumento  del  territorio  y  habían  viciado  la  ad- 
ministración y  extendido  la  esclavitud  de  una  ma- 
nera alarmante,  estaban  j-a  en  plena  decadencia, 
los  republicanos  reducidos  en  un  principio  á  una 
minoría  insignificante,  ya  en  la  elección  de  Bu- 
chanan  habían  llegado  á  adquirir  tal  importancia 
que  dominaban  en  las  Cámaras  y  todos  los  esta- 
distas de  los  Estados  Unidos  estaban  de  acuerdo 
en  augurar  q  i^  en  las  elecciones  de  1850  los  de- 
mócratas serían  derrotados  y  que  un  republicano 
ocuparía  el  Capitolio. 

Tanto    para  conjurar  esta  tormenta  alucinando 
nuevamente  á  la  Nación,  cuanto. porcjítender  real- 
Estudios  históricos,— 28. 


—  218  - 

mente  la  influencia  norteamericana,  fué  por  lo 
que  Buchanan,  su  gabinete  y  Mac  Lañe  se  empe- 
ñaron en  que  se  llevase  á  cabo  el  tratado  que  lleva 
el  nombre  del  último;  y  obedeciendo  ú  las  ideas 
que  hemos  señalado,  quisieron  que  en  el  artículo 
6°  de  él  se  estipulase  lo  siguiente: — "La  Repúbli- 
ca de  México  concede  á  los  Estados  Unidos  e/sz';»- 
ple  tránsito  de  sus  tropas,  abastos  militares  y 
pertrechos  de  guerra  por  el  istmo  de  Tehuante- 
pec;  y  por  el  tránsito  ó  ruta  de  comunicación  á 
que  se  alude  en  este  convenio,  desde  la  ciudad  de 
Guaymas  en  el  Golfo  de  California,  hasta  el  ran- 
cho de  Mogales,  ó  alg:un  otro  punto  de  la  linea 
fronteriza  entre  la  Repúblca  de  México  y  los  Es- 
tados Unidos,  cerca  del  111"  Oeste  de  longitud  de 
Greenwich,  dándose  inmediatamente  aviso  de  ello 
á  las  autoridades  locales  de  la  República  de  Mé- 
xico. Y  así  mismo  convienen  las  dos  Repúblicas 
en  que  se  estipulará  expresamente  con  las  com- 
pañías ó  empresas  á  quienes  se  conceda  en  lo  su- 
cesivo el  acarreo  o  trasporte,  por  cualesquiera 
ferrocarril  ú  otras  vías  de  comunicación,  en  los 
precitados  tránsitos,  que  el  precio  de  trasporte  de 
las  tropas,  efectos  militares  y  pertrechos  de  gue- 
rra de  las  dos  Repúblicas,  será  á  lo  sumo  la  mi- 
tad del  precio  ordinario  que  paguen  los  pasaje- 
ros ó  las  mercancías  que  pasen  por  dichos  cami- 
nos de  tránsito;  quedando  entendido  que  si  los 
concesionarios  de  privilegios  concedidos  j'a,  ó 
que  en  lo  sucesivo  se  concedieren  sobre  ferroca- 
irnles   ú  otras  vías  de    comunicación  por  dichos 


--  219  - 

tránsitos  i'ehusasen  recibir  por  la  iniLad  del  precio 
de  transporte  las  tropas,  armas,  abastos  militares 
y  municiones  de  los  Estados  Unidos,  el  gobierno 
de  ésto.s  no  les  dispensará  laproteción  deqne  ha- 
blan los  artículos  2^  y  5'.,  ni  ninguna  otra  protec- 
ción." 

Un  complemento  de  la  concesión  á  perpetuidad 
del  paso  á  través  de  Tehuantepec,  fué  el  permiso 
para  el  tránsito  de  tropas  que  podía  hacerse  sin 
más  formalidad  que  el  aviso  anticipado  ó  poste- 
rior hecho  á  las  autoridades  ¡ocales,  con  todo  lo 
cual  se  cometía  una  nueva  transgresión  á  la  Cons- 
titución de  1857,  pues  según  ésta  sólo  el  Congreso 
tiene  facultad  "para  conceder  ó  negarla  entrada 
de  tropas  extranjeias  en  el  territorio  de  la  Fede- 
ración" (1);  y  se  acentuaban  los  peligros  para  la 
integridad  é  independencia  nacionales  que  he- 
mos señalado  en  los  capítulos  anteriores. 

Pero  en  este  articulo  6^  se  habla  de  una  nueva 
ruta  por  el  rumbo  Noroeste  de  México  "desde  la 
ciudad  de  Gua3'mas  en  el  Golfo  de  California  has- 
ta el  rancho  de  N'ogales  ó  da  algún  otro  punto  con  - 
veniente  de  la  linea  fronteriza  entre  la  República 
de  México  y  los  Estados  Unidos  cerca  del  111° 
grado  Oeste  de  longitud  de  Greenwich."  La  de- 
marcación de  esta  nueva  ruta  como  camino 
militar  obedecía  á  tres  intenciones;  la  de  evitar 
los  inconvenientes  del  paso  del  desierto,  la  de 
extender  la  influencia  norteamericana  en  las  de- 

[t]  Artículo  12,  fracción  XVI. 


^  220    - 

siertas  comarcas  de  Sonora  y  procurar  su  ane- 
xión á  los  Estados  Unidos^  siguiendo  la  misma 
conducta  que  en  Texas,  y  la  de  acaparar  todo  el 
comercio  del  mar  de  Cortés  con  lo  cual  se  apo- 
deraba del  escaso  que  entonces  hacíamos  por  los 
puertos  del  Pacífico. 

De  Nogales  á.  Guaymas;  de  Paso  del  Norte  á 
Topolobampo;  y  de  Ciudad  Camargo  á  Mazatlan: 
son  las  tres  vías  que  siempre  han  sido  vistas  con 
especial  predilección  por  los  yankees:  aunque  en 
1859  se  pudiera  alegar  que  eran  indispensables 
para  su  comercio,  es  curioso  observar  que  aún 
ahora  persisten  en  su  empeño  no  obstante  que  la 
construcción  del  Ferrocarril  de  "Texas  y  Pacifico," 
y  de  otras  vías  les  permiten  comunicarse  rápi- 
damente con  California.  En  la  actualidad  ya  exis- 
te un  ferrocarril  de  Nogales  á  Guaymas  que  tiene 
escaso  movimiento:  la  vía  á  Mazatlan,  desde^Pie- 
dras  Negras  está  construida  en  gran  parte,  sien- 
do de  lamentarse  que  no  esté  terminada,  pues 
aunque  produciría  muchas  ventajas  á  los  Estados 
Unidos^  mayores  las  produciría  para  México  con 
no  poco  perjuicio  de  los  yankees:  en  cuanto  á  la 
ruta  de  Paso  del  Norte,  las  concesiones  que  para 
ella  ha  otorgado  México  son  innumerables.  Y  á  la 
par  que  curioso  es  desconsolador  que  nuestros 
gobernantes  bajean  ayudado  á  que  los  Estados 
Unidos  realicen  sus  proyectos,  nada  más  porque 
no  han  tenido  previsión  (1)    y  no  obstante  que  no 


[1]  La  única  razón  qu  e  hasta  ahora  hemos  encontrado 
para  que  se  diese  la  concesión  del  Ferrocarril  de  Sonorn. 


-  221  - 

han  faltado  personas  inteligentes  que  han  hecho 
ver  los  peligros  á  que  se  exponía  el  país  Con 
otorgar  ciertas  concesiones;  á  este  respecto  re- 
cordamos el  magnífico  informe  que  rindió  el  Ge- 
neral de  ingenieros  D.  Gaspar  Sánchez  Ochoa 
oponiéndose  á  la  construcción  del  ferrocarril  de 
Sonora,  y  del  cual  encontrarán  los  lectores  algu- 
nos párrafos  en  el  capítulo  siguiente. 

El  paso  por  Nogales  y  Guaymas  significaba  la 
presencia  constante,  en  caso  dado,  de  tropas  nor- 
teamericanas en  Sonora  y  de  la  escuadra  de  los 
Estados  Unidos  en  todos  los  puertos  mexicanos 
del  Golfo  de  California  y  del  Océano  Pacífico,  y 
por  lo  mismo  un  peligro  constante  para  esas  re- 
giones, que  si  hoy  están  muy  despobladas,  en 
1859  estaban  casi  desiertas  y  tan  desatendidas  y 
olvidadas  que  su  ocupación  por  los  Estados  Uni- 
dos ningún  esfuerzo  les  hubiera  costado  y  la  ha- 
brían llevado  á  cabo  en  muy  pocos  días,  teniendo 


es  la  consigna  Quevedo  y  Zubieta  en  su  obra  "El  General 
Gomales  y  su  gobierno  en  ilí¿.v/fo,"  tomo  2'' páff.  120: 
"Sucedió  una  vez  que,  en  Ccrto  consejo  de  miristros,  se 
opusiese  alguno  á  la  concesión  del  ferrocarril  yankee 
de  Arizona  A  Guaymas  que,  en  su  concepto,  estaba  des- 
tinado á  favorecer  exclusi vam-  nte  los  intereses  america- 
nos, con  ries2:o  inminente  de  la  intejíri  Jad  del  país.y  á  es- 
ta objeción,  onirariado  en  su  furor  ferri.ca'-rilero.'el  mi- 
nistro R  va  Palacio,  saltó  dirigriendo  á  su  adversario  una 
réplica  muy  mexicana  que  le  dio  e¡  triunfo: 

—'•Y  qué  quiere  vd.  que  hao-amoscon  esa  faja  de  terre- 
no á'  ido  que  no->ot'  os  no  podemos  rxplotar  ■  on  un  f  rro- 

carril  propio! Se  hace  vd   como  el  perro  del  hortelano 

que  ni  come  ni  deja  comer " 

"Y  la  concesión  de  dicho  ferrocarril  se  otoi-eó." 
Este  hecho,  después  de  do  e  aflos,  no  ha  sidodesraenti- 
«lo.  lo  cual  es  un  argumento  en  favor  de  su  verosimilitud. 


-  222  - 

ya  sus  tropas  dentro  del  territorio    que  se  propo- 
nían conquistar. 

Ese  permiso  para  el  paso  de  tropas  causó  ad- 
miración aun  en  los  Estados  Unidos  y  el  Picayu- 
NE  de  Nueva  Orleans  decía  que  esa  cláusula  era 
algo  inusitada.  También  por  aquellos  días  se  re- 
cordó lo  que  había  pasado  en  Nueva  Granada(h03' 
Colombia),  cuando  los  norteamericanos  quisieron 
apoderarse  del  istmo  de  Panamá;  la  cuestión  lle- 
gó á  degenerar  hasta  en  riñas  personales  en  las 
calles  de  Panamá  y  al  fin  el  gobierno  neo-grana- 
dino tuvo  que  firmar  el  tratado  Cass-Irizarri  que 
permitía  la  ocupación  del  Istmo;  pero  el  Congre- 
so de  aquella  República  se  negó  á  ratificar  el 
tratado  diciendo  que  era  preferible  la  guerra,  la 
ocupación  por  la  fuerza  del  istmo  y  aun  la  pérdi- 
da de  él,  ánres  que  pasar  por  la  degradante  con- 
dición de.que  una  potencia  extranjera  intervinie- 
se en  los  asuntos  del  país  y  acudiese  con  sus  fuer- 
zas á  establecer  la  seguridad.  Este  ejemplo  cita- 
do tan  oportunamente  cuando  se  trataba  por  el 
tratado  Mac  Lañe  de  abrir  las  fronteras  y  el  inte- 
rior del  país  al  extranjero,  era  demasiado  elo- 
cuente para  no  ser  aprovechado,  pero  los  hom- 
bres de  Veracruz,  aunque  algunos  tenían  talento, 
estaban  obcecados  y  ni  ese  ejemplo  ni  las  dificul- 
tades en  que  estaba  Pesqueira,  el  gobernador  de 
Sonora,  con  un  marino  norteamericano,  por  que- 
rer defender  la  dignidad  del  Estado,  ni  otras 
muchas  cosas  bastaban  para  hacerles  salir  de  su 
obstinación. 


-  223  - 

La  última  parte  de  la  cláusula  6^  no  deja  de  ser 
curiosa;  se  estipulaba  que  las  empresas  de  tras- 
portes en  las  precitadas  vías  harían  una  rebaja 
del  cincuenta  por  ciento  á  los  militares,  armas^ 
pertrechos  etc.,  de  las  dos  repúblicas  que  transi- 
tasen por  ellas  y  que  si  se  negaban  á  hacer  tal 
rebaja,  el  gobierno  de  los  Estados  Unidos  no  les 
dispensaría  la  protección  de  que  trataban  los  ar- 
tículos 2°  }•  5"  del  tratado  ni  ninguna  otra  protec. 
cion.  Xo  seria  ocioso  preguntar  al  leer  esto,  si 
por  su  negativa  esas  empresas  no  gozaban  de  la 
protección  del  gobierno  mexicano;  y  aunque  la 
pregunta  se  contestase  en  sentido  afirmativo,  el 
texto  mismo  de  la  cláusula  da  á  conocer  cuan  en 
poco  se  tenía  esa  protección,  aun  por  el  señor 
Ocampo,  supuesto  que  sólo  se  juzgaba  eficaz  la 
concedida  por  los  Estados  Unidos. 

Esa  estipulación  es  otra  prueba  bastante  pal- 
pable de  lo  poco  que  fiaban  en  su  poder  los  cons- 
titucionalistas  y  de  lo  humillante  que  resultaba  el 
tratado  para  México,  bajo  cualquier  aspecto  que 
se  le  quiera  considerar  y  de  las  humillaciones  á 
que  se  sujetaba  el  gobierno  liberal  con  la  espe- 
ranza de  conseguir  ayuda  y  recursos  para  hacer 
la  guerra  á  ios  conservadores. 

XIX 

A  medida  que  el  plenipotenciario  mexicano  se 
mostraba  más  complaciente,  el  norteamericano 
tenía  mayores  exigencias:  no  le  había  bastado  la 
cesión  á  perpetuidad  por  el  istmo  de  Tehuantepec 


-*  224  - 

(Art.  1°  del  tratado),  la  exención  de  defechos  á 
las  mercancías  de  paso  (Art.  3"),  el  libre  paso  de 
las  tropas  délos  Estados  Unidos  por  esa  vía,  (Art. 
5°],  la  estancia  de  ellas  (id.  id.),  el  tránsito  mili- 
tar por  la  frontera  del  Norte  (Art.  6°)  y  al  fin  pi- 
dió la  cesión  á  perpetuidad  del  derecho  de  vía 
desde  esa  frontera  hasta  los  puertos  del  Golfo  de 
Caliíornia;  D.  Melchor  Ocampo  no  tuvo  inconve- 
niente en  otorgarla  y  la  cláusula  7^  quedó  redac- 
tada en  estos  términos: 

«Art.  7°  La  República  Mexicana  cede  por  el 
presente  á  los  Estados  Unidos,  á  perpetuidad,  y 
sus  ciudadanos  y  propiedades,  el  derecho  de  vía 
ó  tránsito  á  través  del  territorio  de  la  República 
de  México,  desde  las  ciudades  de  Camargo  y  Ma- 
tamoros, ó  cualquiera  punto  conveniente  de  Río 
Grande,  en  el  Estado  de  Tamaulipas,  por  la  vía  de 
Monterrey,  hasta  el  puerto  de  Mazatlan,  á  la  en- 
trada del  Golfo  de  California,  en  el  Estado  de  Si- 
naloa,  y  desde  el  rancho  de  Nogales  ó  cualquier 
punto  conveniente  de  la  línea  fronteriza  entre  la 
República  de  México  y  los  Estados  Unidos  cerca 
del  111°  grado  de  longitud  Oeste  de  Greenwich- 
por  la  vía  de  Magdalena  y  Hermosillo  hasta  la 
ciudad  de  Guaymas  en  el  Golfo  de  California,  en 
el  Estado  de  Sonora,  por  cualquier  ferrocarril  ó 
ruta  de  comunicación,  natural  ó  artificial,  que 
exista  actualmente  ó  existiere  ó  fuere  construido 
en  lo  sucesivo,  del  cual  usarán  y  se  servirán  en  la 
misma  manera  y  con  iguales  condiciones  ambas 
Repúblicas  y  sus  respectivos   ciudadanos,   reser- 


-  225  - 

vándose  siempre  para  sí  la  República  Mexicana 
el  derecho  de  soberanía  que  al  presente  tiene  so- 
bre todos  los  tránsitos  mencionados  eft  este  trata- 
do. Todas  las  estipulaciones  y  reglamentos  de 
todas  clases,  aplicables  al  derecho  de  vía  ó  trán- 
sito al  través  del  istmo  de  Tehuantepec,  y  en  que 
han  convenido  ambas  Repúblicas,  se  hacen  por 
el  presente  extensibles  3'  aplicables  á  los  precita- 
dos tránsitos  ó  derechos  de  vía^  exceptuando  el 
derecho  de  pasar  tropas,  provisiones  ó  pertrechos 
de  guerra  desde  el  Río  Grande  hasta  el  Golfo  de 
California." 

La  única  diferencia  que  hay  entre  este  artículo 
y  el  6'  respecto  de  los  3°  y  4°  del  tratado^  es  que 
en  estos  últimos  se  concedían  los  derechos  ahí 
mencionaaos  á  los  subditos  de  todas  las  naciones, 
en  tanto  que  en  aquellos,  únicamente  eran  para 
los  ciudadanos  de  los  Estados  Unidos.  Por  lo  de 
más,  el  territorio  á  donde,  por  la  cláusula  7^,  se 
extendía  la  influencia  deesa  Nación  era  mucho 
más  extenso  que  el  consig-uadc  en  las  anteriores 
líneas  y  abrazaba  toda  la  región  mexicana  Hel 
Xorte  que  comprende  los  Estados  de  Tamaulipas, 
Xuevo-Leon,  Coahuila,  Durango,  Chihuahua,  Si- 
naloa,  So.iora  y  Baja   California. 

Y  si  se  recu'Tda  tanto  la  codici-t  no  di  i.iiuIaJa 
de  los  yanke»'^  por  los  di>N  últim  J^  EvtaJ.  s,  cuaiuo 
l.-t>  pr -tensi.ines  recientes  eniónces,  Je  formar  la 
Retúbltcr  ,  Sierra  Madre,  .se  compren. leí  á  fá. 
cilm.  .iic  que  el  principal  objeto  de  los  n  rteauíc- 
ricanos  al  proponer  esa  cláusula  nn    •"  é  cír-    qu-' 

Estudios  hislór  eos.— 19 


-  226  - 

el  de  ir  preparando  la  ezcision  de  México  de  esas 
comarcas^  yapara  anexárselas  desde  luego,  ya  re- 
pitiendo el  caso  de  Texas,  esto  es,  formando  una 
nueva  nación  que  en  breve  sería  absorbida.  Así 
pues,  esa  cláusula  era  el  digno  corolario  de  toda 
la  obra  llevada  á  cabo  con  tanta  laboriosidad  por 
el  Presidente  Buchanan  y  su  digno  servidor  Mr.  Ro- 
berto Mac-Lane  y  á  la  que  contribuían  con  su  com- 
placencia D.  Benito  Juárez  y  D.  Melchor  Ocampo. 

Como  una  burla,  que  no  como  otra  cosa,  podía 
tomarse  la  declaración  de  que  México  se  reserva- 
ba siempre  para  sí  el  derecho  de  soberanía  sobre 
todos  los  tránsitos  mencionados  en  el  tratado, 
piies  lo  que  había  sucedido  con  el  establecimien- 
to de  todas  esas  servidumbres  internacionales 
era  que  la  soberanía  de  México  había  zido  me- 
noscabada. 

"Las  servidumbres  internacionales,  dice  un 
autor  de  derecho  interuacional,  producen  el  efec- 
to de  restringir  la  soberanía  plena  de  un  Esta- 
do, ya  sea  impidiéndole  obrar  libremente  en  cier- 
to sentido,  ya  sea  obligándolo  á  tolerar  que  un 
Estado  extranjero  ejerza  en  su  territorio  actos 
que,  sin  la  existencia  de  la  servidumbre,  tendría 
derecho  de  prohibir."  (1)  Otro  autor  añade:  "Por 
lo  monos,  aunque  restrinjan  el  libre  ejercicio  de 
los  derechos  soberanos,  la  dejarán  subsistir  como 
nación  semi-soberana." 

Querer  probar  que  Juárez  y  Ocampo  al  estipu- 
lar esa  condición  en  qué  México  quedaba  coloca- 

PJHeftei»,  Dcfccho  Jnlenincioiíat, 


-  227  - 

do,  obraban  fuera  de  la  Constitución  que  defen- 
dían, es  tarea  inútil,  pues  aparte  de  lo  que  hemos 
dicho  á  este  respecto,  baste  agregar  que  la  Cons- 
titución ni  siquiera  prevé  el  caso  de  menoscabo 
de  la  integridad  territorial,  ni  mucho  menos  el  de 
los  derechos  de  soberanía,  y  por  lo  tanto  na- 
da dijo  acerca  de  ello.  Si  por  desgracia  llega- 
ran alguna  vez  á  darse  esos  casos,  lo  único  que 
se  podría  hacer  sería  invocar  el  art.  117  que  pre- 
viene que  las  facultades  que  no  estén  expresa- 
mente concedidas  á  los  funcionarios  federales,  se 
entienden  reservadas  á  los  Estados:  éstos  serían 
los  llamados  á  resolver  sobre  tan  graves  asuntos; 
pero  en  1859,  en  que  no  había  orden  constitucio- 
nal, esas  entidades  mal  podían  hacer  nada. 

A  mayor  abundamiento,  con  ese  tratado  hasta 
la  carátula  de  la  Constitución  se  rasgaba,  pues 
este  Código  principia  así:  "En  el  nombre  de  Dios 
y  con  la  autoridad  del  Pueblo  Mexicano.  |  Los 
representantes  de  los  diferentes  Estados,  del  Dis- 
trito y  Territorios  que  componen  la  República  de 
México,    llamados    por    el    Plan   proclamado    en 

Ayutla poniendo  en  ejercicio  los  poderes  con 

que  están  investidos,  cumplen  con  su  alto  encar- 
go decretando  la  siguiente:  |  Constitución  |  po- 
lítica de  la  República  Mexicana,  sobre  la  indes- 
tructible base  de  su  legítima  Independencia, 
proclamada  el  16  de  Septiembre  de  1821^.  Esta 
base,  llamada  apenas  dos  años  y  medio  antes,  in- 
destructible, era  lo  primero  que  echaban  por  tie- 
rra Ion  hombres  de  Veracru?  seguir    hemos  visto. 


-  228  — 

Volviendo  al  examen  de  la  cláusula  7^  del  tra- 
tado, del  que  ya  nos  íbamos  á  apartar,  es  necesa- 
rio insistir  aún  sobre  el  peligro  en  que  ella  ponía 
á  Sonora;  pues  esa  comarca  sirvió  de  pretexto 
algunos  años  después  para  atacar  rudamente  á 
un  gobierno;  y  hacer  ver  que  tan  interesados  es- 
taban los  franceses  en  poseerla  como  los  norte- 
americanos, y  éstos  mucho  más  por  ser  limítrofe 
con  su  territorio.  Napoleón  III  tuvo  siquiera  la 
franqueza  de  dar  á  conocer  sus  intenciones  á 
Maximiliano,  en  tanto  que  los  yankees,  solapada 
é  hipócritamente  buscaban  un  medio  indirecto  de 
apoderarse  de  aquel  lejano  Estado. 

A  fin,  pues,  de  demostrar  cuál  podría  ser  la 
suerte  de  él  vamos  á  insertar  algunos  fragmen- 
tos del  informe  á  que  en  el  artículo  anterior  hi- 
cimos referencia,  y  que  fué  producido  por  el  Ge- 
neral D.  Gaspar  Sánchez  Ochoa  con  fecha  1°  de 
Noviembre  de  1S77.  (1)  Los  peligros  en  él  seña- 
lados tenían  doble  importancia  en  1859  dada  la 
situación  política  de  México;  no  lo  insertamos  ín- 
tegro por  su  extensión  y  creemos  que  el  testimo- 
nio aducido  no  puede  ser  tachado  de    sospechoso. 

"Comenzaré  desde  luego  por  manifestar  las  di- 
ficultades con  que  tropieza  la  vía  interoceánica  que 
parte  de  San  Francisco  de  California,  atraviesa 
las  Rocallosas,  toca  los  principales  centros  de  po- 
blación de  la  Union  Americana,  y  termina  en  la 
gran  ciudad  de  Nneva  York,  para  venir  á  deducir 

rij  Publicado  en  La  Libertad  de  23  de  Julio  del'*?:.» 


I 


—  229  — 

en  seguida  la  necesidad  absoluta  que  hay  del  es- 
tableciinento  de  otra  de  mejores  condiciones,  y  que 
en  atención  a  la  posición  de  nuestro  país,  debe  pa- 
sar sin  duda  alguna,  considerando  á  la  capital  co- 
mo punto  de  depósito,  por  las  principales  pobla- 
ciones de  la  República. 

"La  extensa  comunicación  por  vía  férrea  que 
poseen  los  Estados  unidos  para  trasportar  los 
grandes  intereses  comerciales  que  existen  entre 
las  naciones  de  Australia,  China  y  Japón,  con 
aquellos  y  Europa,  ha  encontrado  sus  inconve- 
nientes desde  los  puntos  de  partida.  En  efecto,  los 
vapores  que  salen  de  los  puertos  de  Sydney  y 
"'lelbourne,  en  Australia,  y  se  dirigen  al  de  San 
Francisco  de  California,  al  recorrer  aquellos  mares 
describen  sobre  sus  aguas  una  diagonal  en  direc- 
ción del  S.  O.  al  N.  É.,  y  parte  de  los  39°  52'  latitud 
Sur  y  los  151°  14'  longitud  oriental  de  Greenwich, 
para  llegar  á  los  37°  47'  latitud  X.  y  á  los  122°  26' 
al  O.  del  mismo  meridiano,  siendo  la  distancia  que 
recorren  de  4,500  millas  marinas,  con  una  nave- 
gación de  veinte  días  astronómicos. 

"Al  verificar  su  viaje  directo  hacia  los  puertos 
del  Manzanillo,  Acapulco  ú  otro  del  Pacífico  en 
la  costa  mexicana,  aunque  es  cierto  que  hay  una 
diferencia  longitudinal  en  favor  de  San  Francis- 
co, no  sucede  lo  mismo  con  las  latitudes,  que  son 
las  que  dan  la  ventaja  á  nuestros  puertos  men- 
cionados sobre  los  Estados  Unidos,  pues  las  lati- 
tudes de  nuestra  costa,  respecto  de  las  de  la  Alta 
California  para  con  la  Australia,  dan  1,400  millas 


-  230  - 

marinas^  ó  sean  seis  días  menos  de  navegación; 
resultando  de  esto,  que  el  viaje  que  las  embarca- 
ciones hacen  en  veinte  dias  de  Australia  á  San 
Francisco,  pueden  verificarlo  en  catorce  de  los 
puertos  de  Sydnej'  y  Melbourne  (Australia)  á  los 
mexicanos  del  Pacifico.  A  esta  economía  de  tiem- 
po podemos  agregar,  que  los  mares  que  se  hallan 
al  Sur  de  la  Baja  California  son  más  tranquilos  y 
abrigados  que  los  que  están  al  Norte,  pues  en  és- 
tos los  vientos  reinantes  son  siempre  tempestuo- 
sos, viniendo  del  Oeste  y  enfriando  demasiado  la 
costa  de  la  Alta  California,  por  atravesar  los  ma- 
res helados  de  la  Rusia  Asiática. 

"Los  vientos  que  soplan  en  el  ÍManzanillo  y  Aca- 
pulco  son  conocidos  por  los  marinos  con  el  nom- 
bre de  "Frade  Windi,"  ó  sean  los  que  durante 
nueve  meses  del  año,  corren  paralelos  al  Ecuador 
entre  los  trópicos,  llamados  generalmente  vientos 
intertropicales:  ellos  son  sumamente  benignos  y 
dan  gran  ventaja  á  nuestros  mares,  sobre  los  que 
corren  los  buques  que  salen  de  los  puertos  de  Aus- 
tralia, para  dirigirse  al  de  San  Francisco. 

"Las  naciones  de  China  y  Japón  poseen  una  in- 
dustria peculiar,  rica  y  fecunda;  y  teniendo  gran- 
de actividad  comercial  con  los  Estados  Unidos  y 
Europa,  obtendrían  las  mismas  ventajas  que  la 
Australia,  al  aceptar  la  navegación  dii'ecta  hacia 
los  puertos  del  Pacífico  en  la  fosta  mexicana,  de- 
jando, en  consecuencia,  los  graves  inconvenientes 
que  tiene  la  que  hoy  hacen  á  los  norteameri- 
canos. 


—  231  -- 

''Los  vapores  que  salen  en  la  actualidad  de  íos 
puertos  de  Xagazaki,  Yokohama,  Hiogo  y  Hako- 
dadi  en  el  Japón  y  Hougkong,  Shanghai  y  Can- 
tón, en  la  China,  recorren,  para  verificar  su  viaje 
naval,  una  diagonal  menos  inclinada  que  la  que 
practican  los  que  salen  de  los  de  Sydnej-  y  'Slel- 
bourne,  en  la  Australia,  para  dirigirse  á  SanFran- 
cisco;  pero  como  la  diferencia  longitudinal  de  la 
China  y  del  Japón  es  mayor  que  la  de  la  Austra- 
lia, ella  dá  entonces  un  aumento  de  2,000  millas, 
ó  sean  ocho  días  más,  siendo  por  consiguiente  el 
viaje  total  de  veintiocho  días  de  la  China  y  del  Ja- 
pon  para  San  Francisco. 

"Ahora  bien,  teniendo  los  puertos  mexicanos  del 
Pacífico  las  mismas  ventajas  de  mares,  corrientes 
y  vientos  para  la  navegación  de  Australia  que  pa- 
ra las  otras  naciones  que  hemos  mencionado,  y  ha- 
biendo además,  una  diferencia  de  más  de  1,000  mi- 
llas menos  de  distancia,  resulta,  agregando  esto 
á  lo  que  hemos  demostrado,  que  el  viaje  á  Man- 
zanillo ó  á  Acapulco  sería  de  veinticuatro  días  as- 
tronómicos solamente. 


"La  concesior  pedida  para  el  establecimiento  de 
un  ferrocarril  en  el  Estado  de  -Sonora,  partiendo 
del  puerto  de  Guaj-maspara  seguir  por  Hermosillo 
y  terminar  en  un  punto  de  la  Frontera  del  Norte, 
irá  sin  duda  alguna  á  buscar  la  grande  obra  ó  pa- 
so de  Guadalupe  en  la  Sierra  Madre  ó  Tarahuma- 
ra,  en  el  estado  de  Chihuahua,  para  unirse  á  una 
de  las  vías  férreas  de  la  Union  Americana  que  He- 


-  232  - 

gue  á  Nueva  York;  quedando  con  esto  estableci- 
da una  nueva  comunicación  interoceánica^  que  no 
tiene  los  inconvenientes  de  la  j-a  construida  en  los 
Estados  Unidos,  y  sí  inmensas  ventajas  para  el 
comercio  del  mundo  en  el  porvenir. 

"Al  permitir  México  la  construcción  de  la  vía 
de  que  se  trata,  como  ésta  no  atraviesa  más  que 
el  territorio  de  un  Estado  lejano,  codiciado  por 
nuestros  vecinos,  por  ser  de  los  más  ricos  del  país, 
podemos  decir  con  propiedad  que  renuncia  volun- 
tariamente á  las  ventajas  que  le  traería  la  vía  in- 
teroceánica que  está  iniciada,  y  debe  cruzar  por 
sus  principales  poblaciones,  viniendo  á  ser  su  ca- 
pital el  centro  donde  se  verifiquen  grandes  tran- 
sacciones comerciales;  además  perdería  los  cuan- 
tiosos productos  pecuniarios  qne  debiera  dejarle 
el  derecho  de  tránsito,  el  cual  no  puede  apreciar- 
se en  menos  de  30  millones  de  pesos  anuales. 

"En  consecuencia,  la  concesión  citada  es  alta- 
mente perjudicial  á  México,  porque  ella  amplía 
los  intereses  norteamericanos  con  mengua  del 
engrandecimiento  de  la  República. 

"Una  vez  demostrados  los  grandes  inconve- 
nientes que  en  la  parte  económica  tiene  el  proyec- 
to de  ccntrato  celebrado  entre  la  Secretaría  de 
Fomento  y  los  Sres  David  Fergusson  y  Roberto 
R.  Symon,  para  la  construcción  de  una  vía  férrea 
en  Sonora,  vamos  á  exponerlos  peligros  que  trae- 
ría sin  duda  algiina  para  la  conservación  de  nues- 
tro territorio. 


-     233  - 

<:E1  ferrocarril  parte  del  paralelo  27',  55/  42" 
latitud  Norte,  y  probablemente  va  á  concluir  en 
el  punto  terminal  del  paralelo  31°,  47'  en  la  línea 
limítrofe  entre  México  y  los  Estados  Unidos,  para 
buscar  una  de  las  distintas  vías  americanas;  el 
meridiano  que  pasa  por  Guaymas  va  á  encontrar 
en  el  punto  de  Bámori  el  paralelo  31°,  39'  latitud 
Norte,  por  lo  que  el  trayecto  del  camino  compren- 
de una  zona  de  3°,  52'  que  da  una  extensión  de 
228  millas  inglesas.  Su  extensión  desde  su  partida 
hasta  el  terminal  del  paralelo  31°  47'  latitud  Nor- 
te, es  de  cerca  de  400  millas. 

"Por  el  proyecto  del  contrato  se  vé  desde  luego, 
que  se  pretende  atravesar,  por  los  terrenos  más 
ricos  de  los  Estados  de  .Sonora  y  Chihuahua,  para 
atraer  probablemente  por  el  descubrimiento  de 
sus  infinitas  vetas  metalúrgicas,  la  inmigración 
de  colonos  americanos,  que  es  la  que  menos  con- 
viene al  pais  en  aquellos  Estados. 

"Sabemos  que  en  1819  el  Gobierno  Español  per- 
mitió á  Moisés  Austin  que  fundara  una  colonia 
en  Texa-,  y  muerto  éste  su  hijo  Esteban  empren- 
dió de  una  manera  lormal  la  colonización:  á  esto 
sucedió,  en  18  de  Agosto  de  1824,  una  ley  emana- 
da de  la  República  por  la  cual  se  permitía  la  in- 
migración de  ciudadanos  americanos,  resultando 
de  elio,  que  poco  tiempo  después,  se  correspondió 
porloscitadoscolonos  á  la  hospitalidad  con  latrai- 
cion  y  la  ingratitud,  proclamando  la  anexión  de  Te- 
xas á  los  Estados  Unidos;  México  no  pudo  sopor- 
tar semejante  ofensa^  }•  para  defender  su  derecho, 

Estudios  históricos,— 30 


-  234  - 

su  honra  5^  diguidad  ultrajadas  se  lanzo  á  una  gue- 
rra fatal  que  le  trajo  los  resultados  más  tristes  y 
desgraciados,  perdiendo  la  mayor  parte  de  su  te- 
rritorio. 

"Las  páginas  ensangrentadas  de  nuestra  histo- 
ria moderna  nos  recuerdan  aquella  usurpación 
tan  injustificable  por  parte  de  los  Estados  Uni- 
dos y  ella  será  siempre  una  dura  lección  que  nos 
haga  conocer  con  exactitud  las  marcadas  y  encu- 
biertas miras  que  abrigan  contra  nosotros  nues- 
tros vecinos  del  Norte. 

"La  concesión  pedida  trae  en  sí  misma  un  ger- 
men fatal  y  abunda  en  proyectos  contrarios  á  la 
autonomía  de  México.  Para  convencerse  de  esta 
verdad,  basta  comparar  los  elementos  con  que 
contaban  los  humildes  colonos  de  Texas,  con  los 
muj-  poderosos  que  tendrían  los  que  vinieran  á 
Sonora  y  Chihuahua,  quienes  desde  luego  conta- 
rían con  la  ventaja  de  la  importancia  incalculable 
de  la  comunicación  férrea 

«Preciso  es  repetir  que  la  anexión  de  esos  Es- 
tados de  la  República  sería  irremisible,  y  México 
entonces  vería  enarbolado  en  el  territorio  que  le 
pertenece,  el  pabellón  de  las  estrellas^  así  como 
reproducirse  las  mismas  escenas  que  cuando  se 
trató  de  la  usurpación  de  Texas:  no  solo  perdería 
los  Estados  mencionados,  sino  que  se  le  ai^ranca- 
rían  también  por  la  fuerza  Sinaloa,  la  Baja  Cali- 
fornia, Durango,  Chihuahua,  Nuevo  León  y  una 
gran  parte  de  Tamaulipas." 

Lo  repetimos,  los  peligros  que  señala   este   ín- 


-  235  - 

forme^  eran  mucho  más  graves  eu  la  época  del 
tratado  Mac  Lañe,  por  más  que  aún  en  la  actua- 
lidad no  dejen  de  ser  de  consideración. 

Xo  podían  desconocerlos  los  hombres  de  \'era- 
cruz,  y  no  obstante,  ningún  aprecio  hicieron  de 
ellos. 

XX 

Las  cláusulas  anteriores  del  tratado  se  redu- 
cían como  hemos  visto,  á  constituir  servidumbres 
para  México;  la  que  vamos  á  examinar  se  refiere 
al  comercio  entre  las  dos  naciones  y  por  lo  tanto 
es  bastante  interesante,  como  siempre  lo  ha  sido 
todo  esfuerzo  para  aumentar  la  influencia  mer- 
cantil de  nuestra  patria. 

Aquí  creíamos  encontrar  un  criterio  más  ele- 
vado, una  intención  más  sana  de  parte  del  pleni- 
potenciario mexicano,  supuesto  que  se  trataba  de 
un  asunto  en  que  su  mente  no  estaba  ofuscada 
por  la  pasión  política;  pero  nos  hemos  equivocado 
por  completo  5'  el  estudio  de  ese  articulo  8^  nos 
ha  demostrado  que  si  en  los  artículos  anteriores  el 
Sr.Ocampo  obró  como  partidario  encarnizado  que 
sólo  busca  el  triunfo  de  su  causa,  en  éste  procedió 
como  persona  que  desconoce  las  más  elementales 
reglas  de  la  economía  poütica,  aunque  por  otra 
parte,  puso  en  práctica  en  materia  financiera  las 
ideas  filosóficas  que  profesaba  }•  que  tan  descara- 
damente eran  sostenidas  en  la  prensa  per  el  Gui- 
llermo Tell.  (1) 

[1]  Este  periódico,  que  se  publicaba  en  Vcracruz  rtecfa 
en  su  número  correspondiente  al  24  de  Octubre  de  1859  lo 


236  - 

También  siguió  hrme  en  su  camino  de  dejarlo 
todo  á  la  bondad  de  los  Estados  Unidos,  hasta  el 
grado  de  que  el  Congreso  de  aquella  Nación  era 
el  llamado  á  decidir  si  ciertas  mercancías  norte- 
americanas habían  de  ser  admitidas  libres  de  de- 
rechos en  los  puertos  mexicanos  Siguiendo  nues- 
tro método  insertamos  íntegro  el  artículo  8"  para 
que  á  la  simple  lectura  de  él  se  comprendan  los 
absurdos  de  que  estaba  plagado: 

cArtículo  8°.  Convienen  asimismo  las  dos  Re- 
públicas en  que  de  la  adjunta  lista  de  mercancías, 
elija  el  Congreso  de  los  Estados  Unidos,  las  que, 
siendo  producciones  naturales,  indu-triales  ó  fa- 
bricadas en  una  de  las  dos  Repúblicas,  pueden  ad- 
mitirse para  la  venta  y  el  consumo  en  uno  de  los 
dos  países,  bajo  condiciones  de  perfecta  recipro- 
cidad, bien  se  las  reciba  libres  de  derechos,  bien 
con  el  derecho  que  fije  el  Congreso  de  los  Estados 


siguiente:  »Ahora  bie-^;  ya  reconocido  el  verdadero  ori- 
gen de  la  e  pecie  humana,  y  juzgad^i  cómo  una  sr>!a  fami- 
lia que  vive  ac  t-^o  en  diversas  partes  de  la  tierra;  pero 
que  no  pif-rde  por  eso  su  unión  domestica;  me  diréis  ¿cual 
essupat'-ia?  ¿Xo  c^  cierto  que  si  tod  s -omos  hermanos, 
la  patria  no  es  una  extensión  de  arena,  sino  que  es  el  uni- 
verso? Pue«,  -:cóm  )  os  atrevéis  á.  decirle  íi  un  pueblo  que 
recibe  el  auxilio  de  sus  hermanos  que  con  t  st"  traiciona  á 
su  patria?"  C  landn  ta' es 'deas  se  profe  abaT  en  m  iteria 
de  pati  ioiismo,  ^  cuando  se  tenía  la  máxima  de  «que  un 
vecinn  rico  y  poderoso  vale  más  y  dá  más  ventajas,  que 
un  desierta  'de\-asta  lo  por  la  miseVia  y  la  desolación,»  no 
era  de  llamar  la  atención  que  en  materia  de  economía  po- 
lítica se  profesasen  las  más  e-trafalarias  ideas  y  se  pre- 
tendiese» ccleb;  ar  un  tratado  de  comercio  en  el  que  todas 
las  ventajas  eran  para  los  Estados  Unidos  y  todos  los  in- 
convenientes para  Míxico.  Era  un  ensayo  de  reciproci- 
dad ridicula,  pues  seíjun  veiemos  en  el  texto,  México  no 
estaba  en  posibilidad  de  exportar  nada. 


-  237  - 

Unidos;  proponiéndose  la  República  Mexicana  ad- 
mitir los  artículos  de  que  se  trata,  al  más  módico 
tipo  de  derecho  y  hasta  completamente  exentos 
del  mismo,  si  el  Congreso  de  los  Estados  Unidos 
conviene  en  ello.  Su  introducción  de  una  á  otra 
de  las  dos  Repúblicas  tendrá  efecto  por  los  pun- 
tos que  los  gobiernos  de  ambas  designen,  en  los 
límites  ó  fronteras  de  las  mismas,  cedidos  y  con- 
cedidos para  los  tránsitos  á  perpetuidad,  por  este 
convenio,  al  través  del  Istmo  de  Tehuantepec  ó 
desde  el  Golfo  de  California  hasta  la  frontera  in- 
terior entre  México  y  los  Estados  Unidos.  Si  Mé- 
xico concediere  privilegios  semejantes  á  cualquie- 
ra otra  nación  en  los  extremos  de  los  precitados 
tránsitos  sobre  los  Golfos  de  México  y  California 
y  sobre  el  mar  Pacífico,  lo  hará  teniendo  en  cuen- 
ta las  mismas  condiciones  y  estipulaciones  de  re- 
ciprocidad que  se  imponen  á  los  Estados  Unidos 
por  los  términos  de  este  convenio.- 

Empieza  lo  raro  en  este  artículo  desde  el  mo- 
mento en  que  no  se  hacia  la  lista  definitiva  de  las 
mercancías  que  podían  admitirse  en  los  dos  países, 
libresde  derechos,  sino  que  se  reservaba  al  Congre- 
_^o  de  los  Estados  Unidos,  como  si  él  fuera  el  arbi- 
tro de  ambos,  la  facultad  de  escocer  tn  esa  lista, 
y  la  de  fijar  los  derechos  que  á  su  introducción  á 
México  debían  pagar,  como  si  Don  Melchor  Ocam. 
po  y  Don  Benito  Juárez  tuvieran  facultad  de  cam- 
biar á  su  antojo  las  'eyes  de!  país. 

Por-el  tratado  de  comercio  podría  ún  camente 
el  plenipoiencií^río  estipular  la  introducción  libre 


di  derechos  de  ciertas  mercancias,  siempre  que 
ese  tratado  fuese  ratiñcido  debidamente  por  el 
Coagreso;  pero  nanea  reconocer  3a  autoridad  de 
cnalquier  poder  extranjero  para  decretar  impues- 
tos, pues  Ja  fracción  IX  del  articulo  72  de  la  Cons- 
titución enumera  entre  las  facultades  exclusivas 
del  Cong-reso.  la  de  "expedir  aranceles  sobre  el 
comercio  extranjero:"  por  lo  tanto  el  plenipoten- 
ciano  que  estipulaba  de  tan  escandalosa  manera 
la  intervención  deán  poder  extraño,  no  sólo  des 
obedecía  una  Icr  fcniamental,  sino  qae  cometía 
tm  grave  delito  Es  cierto  que  se  procuralia  pa- 
liarlo todo  con  la  cláusula  de  que  México  se  pro- 
ponía admitir  esos  efectos  con  módicos  derechos 
ó  libres  de  ellos:  pero  esta  actitud  no  era  libre  si- 
no en  virtud  de  la  reg'la  que  3e  marcara  el  Con- 
greso norteamericanc»- 

En  ese  articulo  octavo  se  nota  una  cosa  rara  y 
.es  la  vacilación  que  se  advierte  en  la  redacción 
de  él:  mientras  se  trató  de  adquisiciones  y  de  es- 
tablecer servidumbres,  Mac  Lañe  no  vaciló  y  re- 
dactó sus  artículos  con  todo  aplomo  creyendo  que 
el  Senado  norteamericano,  halag^ado  por  las  im- 
portantes sdquisicione?  que  hacía  su  país,  rat'fi-  •. 
caria  todos  los  actos  de  aquél;  pero  en  cuanto  se 
trató  de  intereses  pecuniarios  que  podían  afectar 
(muy  remoiamente  como  veremos)  de  manera  di- 
versa á  los  habitantes  de  'os  diferentes  Estados 
de  la  Uaion,  entonces  le  abandonó  sn  aplomo  y 
procuró  dejar  la  puerta  abierta  para  que  sólo  f  jc- 
cvs  materia  ae:  tratado  aquellot  efectos  ó  produc 


—  239  — 

tos  que  sin  nin»un  perjuicio  para  la  industria  6 
agricultura  de  los  Estados  Unidos,  podían  contri- 
buir al  aumento  del  comercio  de  esa  Nación. 

También  es  de  llamar  la  atención  la  inocencia, 
si  es  que  tal  nombre  merece,  del  Sr.  Ocampo,  que 
no  vio  la  trampa  puesta  por  el  plenipoten- 
ciario yankee  y  cayó  en  ella  por  completo.  O,  aca- 
so^ ya  con  la  idea  preconcebida  de  ceder  á  todas 
las  exigencias  de  Mr.  Mac  Lañe,  lo  hizo  con  todo 
conocimiento  de  causa,  pues  aunque  no  fuera  muy 
perito  en  materias  hacendarías,  en  Veracruz  ha- 
bía un  hombre  conocedor  de  la  materia  y  con  él* 
como  uno  de  los  principales  instigadores  de  la  ce- 
lebración del  tratado,  se  debía  haber  consultado  el 
artículo  octavo,  como  no  puede  menos  de  haber 
sucedido.  Nos  referimos  á  Don  Miguel  Lerdo  de 
Tejada,  recien  llegado  de  los  Estados  Unidos  y  á 
la  sazón  Ministro  de  Hacienda  de  Juárez. 

Lo  que  sí  no  hemos-podido  comprender  bien,  por 
más  que  lo  hemos  analizado,  es  la  condición  de 
que  las  mercancías  y  efectos  sólo  pudieran  intro- 
ducirse á  cualquiera  de  los  dos  países  por  las  vías 
cedidas  á  perpetuidad  á  los  Estados  Unidos  y  por 
los  puntos  comprendidos  en  ellas,  pues  sí  e'  trata- 
do debía  surtir  sus  efectos  en  toda  la  extensión 
territorial  de  ambas  naciones  era  indiferente  que 
su  conducción  se  hiciese»por  cualquier  pumo  déla 
frontera  ó  de  los  litorales:  sólo  hemos  podido  en 
centrar  dos  razones  que  aunque  de  alguna  enti- 
dad, confesamos  que  no  nos  satísima :eil. 

La  primera  es  que  con  1»  "eonákíoa  estipulada» 


-  240  - 

se  conseguía  nulificar  el  comercio  de  México  con 
las  demás  naciones  y  aun  evitar  que  otras  rutas, 
que  pudieran  establecerse  por  empresarios  euro- 
peos, pudieran  competir  con  aquellas,  que  siendo 
las  más  favorecidas  por  las  inmunidades  de  que 
gozaban,  en  breve  absorberían  todo  el  comercio 
de  México  y  constituyendo  á  éste  en  tributario  de 
los  Estados  Unidos,  quedaban  excluidas  de  nues- 
tros mercados    las    mercancías  europeas. 

La  segunda  razón  es  que  á  la  sombra  de  esa 
condición  los  norteamericanos  podían  desarrollar 
una  especie  de  contrabando  en  grande  escala, 
pues  con  nacionalizar  los  efectos  de  Europa  que 
podían  entrar  libres  de  derechos  ó  con  impuestos 
pequeños,  por  aquellas  vías  les  era  más  fácil  in- 
troducirlos á  nuestro  país  y  venderlos  como  efec- 
tos elaborados  ó  producidos  en  los  Estados 
Unidos. 

Repetimos  que  estas  razones  poco  nos  satisfa- 
cen y  que  por  más  diligencias  que  hemos  hecho 
para  averiguar  el  motilo  d<=-  esa  condición,  nada 
hemos  encontrado,  pue?  los  escritores  mexicano? 
así  como  los  escritores  )  senadores  norteamerica- 
nos que  apoyaron  ó  combatieron  el  tratado,  más 
se  ocuparon  de  la  part-i  política  de  él  que  de  la 
económica,  que  quedó  relegada  á  segundo  término 
y  aun  olvidada  por  aquella  que,  con  razón,  todos 
juzgaron  como  la  más  interésame. 

En  cuanto  á  la  úliima  parte  de  la  cláusula  S* 
poco  tiene  de  interesante:  los  Estados  Unidos  no 
querían   que   en   las   relaciones   comerciales   con 


-  241     - 

México  hubiera  otra  nación  que  estuviera  más  fa- 
vorecida que  ellos  y  por  eso  se  cuidaban  de  pro- 
veer á  la  contingencia;  pero  hast:\  inútil  era 
esa  precauccion,  pues  era  casi  imposible  el  caso 
de  que  á  otro  país  se  pudiesen  otorgar  tantas 
franquicias  y  privilegios,  y  se  le  diese  á  perpe- 
tuidad alguna  vía,  á  menos  que  ya  hubiese  sona- 
do la  hora  en  que  México  debía  dejar  de  existir 
como  nación  soberana;  y  aun  en  ese  evento,  los 
acaparadores  de  la  herencia  de  Iturbide  se  apode- 
rarían de  lo  que  mejor  les  conviniese  sin  contar 
para  nada  con  la  voluntad  de  los  mexicanos,  como 
no  habían  contado  con  ella  los  que  se  titulaban  sus 
mandatarios  y  firmaban  el  tratado  de  Mac  Lañe. 

Sin  embargo,  por  la  manera  como  está  redac- 
tado ese  último  párrafo,  parece  que  lo  que  allí  se 
estipuló  fué  que  á  la  otra  Nación  á  quien  se  con- 
cediesen franquicias,  no  se  le  habían  de  conceder 
alguna!  nada  más,  sino  todas  las  otorgadas  á  los 
Estados  Unidos,  pues  se  decía:  "Si  México  conce- 
diere privilegios  semejantes  á  cualquiera  otra  na- 
ción   lo  hará  teniendo  en  cuenta  las  mismas 

condiciones  y  estipulaciones  de  reciprocidad  que 
se  imponen  á  los  Estados  Unidos."  Pero  como  se- 
ría un  absurdo  suponer  que  hasta  ahí  llevaba  aque- 
lla nación  su  afán  por  imponernos  sus  leyes,  he- 
mos preferido  interpretar  esa  estipulación  en  el 
sentido  de  que  sólo  se  buscaba  el  modo  de  que 
otro  país  no  quedase  más  favorecido  que  nues- 
tro vecino. 

Nj  queremos  ni  detenernos  en   considerar  las 
Estudios  históricos.  —13. 


-  242  - 

dificultades  á  que  daría  márg-en  en  la  practica  ese 
artículo  8°,  pues  llenaríamos  bas.tantes  páginas; 
baste  sí  decir  que  ios  primeros  que  protestarían 
Contra  él  y  c-iudirian  su  cumplimiento,  serían  los 
países  euriipios  qií  por  convenios  anteriores  te- 
nían derechos  adquiridos  que  pt-rdían  por  ese  ar. 
tículo.  The  Times  ce  I  óndres,  escribía  á  ese  rro- 
pósito  lo  siguiente:  "También  debem  s  hacer 
notar  que,  estando  una  parte  de  los  derechos 
aduanales  consignada  á  l)>  acreedores  extran- 
jer  s,  México  no  tiene  t'a»  ultad  para  conceder,  co- 
mo Juárez  se  propone  hacerlo  en  el  trata. to,  la  li- 
bre introducción  de  efectos  de  los  Estados  UniJos 
por  determinados  puertos,  ya  se'i  en  el  Golfo  de 
California  ó  en  <  trtis  costas.  Fsperamos  que 
estos  puntos  llamarán  la  atención  del  Gobierno 
británico." 

Además  de  los  acreedores  ingleses  con  el  de- 
recho de  p  rcib  r  parte  de  las  rent  is  adunia  es, 
existían  los  franceses  y  los  españoles;  tenían  á  la 
sazón  sus  escuü  Ir  sen  ei  Golfo  le  México  1-is  na- 
ciones á  que  aquellos  acreedores  pertenecían  y 
los  respectivos  gobiernos  no  estando  muy  satis- 
fechos del  giro  de  los  negocios  mexicanos  podían 
prop"rei".n}ir  á  Juárez  un  m.»!  ruto,  del  que  hasta 
entonces  so  había  escapado  debido  á  su  diligen- 
cia por  atender  á  las  reclamaciones   de  aquellos. 

Más  adelante  veremos  que  en  efecto  Inglaterra, 
Francia,  Rspaña,  yaun  Prusi:i,  lieron  algunos  pa- 
sos en  Washington  con  el  objeto  de  lograr  que  el 
tratado   no  fuese   ratificado  y  entre   las    razones 


-  243  - 

que  tuvieron  para  obrar  así,  r.o  era  la  menor  el 
perjuicio  que  con  lo  estipulado  en  el  artículo  8" 
se  causaba  á  sus  nacionales. 

XXI 

Como  apéndice  al  artículo  8°  del  tratado,  se  en- 
•:uentra  la  lista  de  las  mercancías  en  la  que  ele- 
giría el  Congrrso  de  los  Estados  Unidos,  las  que 
po  líiin  almitirse  libres  de  derech(  s  en  los  dos 
p-M'<e^;  la  reprodac'mos  íntegra  á  fin  de  que  se 
Vía  lo  li-tosque  eran  nuestros  vecinos  para  po- 
ner en  ella  los  artículos  que  más  producían  ó  los 
que  más  necesitahan: 

«Animales  de  todas  clases, 

*  Arados  y  barrotes  de  hierro  sueltos.    [1] 
Arroz 

f  Cacería  y  huevos  frescos.  (2) 

*  Azogue. 

*  Carbón  de  piedra. 

Carnes  frescas,  *&aladas  y  ahumadas. 

*  Casas  de  madera  y  de  hierro. 
Cueros  al  pelo- 

Cuernos. 

Chile  ó  pimiento  colóralo. 

'■''■  Dibujos  y  modelos  te  máquir^ts  grandes,  edi- 
ficios, monumentos  y  botes. 


[ti  Los  nrtículns  marcnlos  con*  son  'os  que  entízneos 
projucian  los  Estac'os  Uni  los  y  que  por  lo  tant",  podían 
vcndi-r  tT»  AlOxko  siii  eí  má-  mínimo  temor  ilc  la  compe- 
tencí;   nMcional, 

[?]  Lis  iTiarcados  con  t  aunque  los  producía  el  país 
apenas  bastaban  paia  el  consumo  inierior. 


-  244  - 

*  Botes  de  todas  clases   y  tamaños  para  la  na- 
vegación de  los  ríos  de  la  frontera. 

t  Escobas  y  materiales  para  hacerlas, 
t  Bocados  para  caballos.  [Bridle  bits.] 
Frutas  frescas,   secas  y  azucaradas. 

*  Tipos,  espacios,  placas  para  imprimir  ó  gra- 
bar, reglas,  viñetas  y  tinta  para  imprimir. 

*  Libros  impresos  de  todas  clases  á  la  rústica. 

*  Marcos. 

Madera  en  bruto  y  leña. 
f  Manteca  y  queso. 

*Mapas  geográficos  y  náuticos  j  planos  topó- 
gráficos. 

f  Mármol,  en  bruto  y  labrado. 

*  Máquinas  é  instrumentos  de  agricultura  y  pa- 
ra el  laboreo  de  minas,  y  para  el  desarrollo  de 
las  artes  y  las  ciencias,  contadas  sus  piezas  suel- 
tas ó  para  ser  compuestos. 

Palos  de  tinte: 

t  Pescado,  *  alquitrán,  trementina  y  ceniza. 

Plantas,  árboles  y  arbustos. 

*  P¡z»rr?s  para  techos, 
t  Sal  común. 

.Sillas  de  montar. 
Sombreros  de  palma. 

*  Estuco  (gypsum). 
Vegetales. 

t  Pieles  de  carnero. 

t  Toda  clase  de  granos  para  hacer  pan. 

t  Harina. 

t  Lana. 


I 


'245  - 

■^  Tocino . 

Sebo. 

Cuero  y  efectos  de  cuero. 

*  Toda  clase  de  tejidos  de  al^fodon,  excepto  la 
llamada  mnnta  trig-ueña. 

Aunque  no  muy  numerosa  la  lista,  sí  estaban 
en  ella  aquellos  artículos  que  más  podían  favore- 
cer el  incremento  del  comercio  de  los  Estados 
Unidos. 

El  carbón  de  piedra  se  creía  «ntánces  que'no 
lo  habíJi  en  nuestro  territorio,  la  industria  de  fa- 
bricación de  casas  de  madera  y  de  hierro  era  des 
conocida  en  México;  apenas  los  astilleros  de 
Campeche  producían  nno  que  otro  bote  que  ser- 
vía para  el  puerto  no  más;  no  existía  en  toda  la 
República  más  que  una  fundición  de  cíiractéres 
de  imprenta;  el  azogue  por  más  que  en  tiempos 
de  la  dominación  española  fué  extraído  de  mu- 
chas rainas  del  país,  y  de  Guadalcázar  se  extra- 
jeron dos  mil  quintales  en  virtud  de  las  franqui- 
cias que  otorgó  el  decreto  de  24  de  Mayo  de  1843, 
(1)  en  1856,  según  el  «Cuadro  sinóptico  de  la  Re- 
pública Mexicana»  formado  por  D.  Miguel  Lerdo 
de  Tejada,  todo  el  que  se  consumía  en  México 
«ra  traído  de  Nueva  Almadén  en  la  Alta  Califor- 
nia, pues  el  nacional  no  se  explotaba  por  no  po- 
der sostener  la  competencia  que  le  bacía  el  nor- 
teamericano. En  materia    de  maquinaria   estába- 


,cQ.  ^'^«^^?:'."'^^'  ^^'Qf'f^^f  mimara   de  México.  México, 
lte4.  p^g.  92. 


246   - 

mos  tan  atrasados  que  no  había  una  sola  fábrica 
en  toda  la  Repúbliv-a;  y  en  cuanto  á  tejidos,  si  se 
exceptúa  la  llamada  manta  trigueña  que  niiescras 
fábricas  producían  en  la  cantidad  suficiente  para 
resiir  á  algunos  millones  de  indios  é  individuos 
de'  pueblo  bajo,  el  resto  no  podía  competir  con 
las  manu'acturas  extranjeras. 

Y  precisamente  es*  mama.trigfueña  que  hubie- 
ra si  lo  la  única  manufactur  i  que  México  podía 
enviar  al  pnís  vecino,  era  la  que  quedaba  exclui- 
da de  una  manera  expresi. 

Otra  clasf  de  efectos  aunque  se  producían 
aquí,  eran  tan  sólo  suficienti-s  para  e)  consuma 
interior  como  los  productos  de  la  agricultura  (1) 
é  industrias  que  tienen  referencia  con  ella,  como 
con  la  cría  de  aves  de  corral,  fabricación  de  man- 
tequillas y  quesos  etc.,  la  sal  común,  las  carnes 
saladas,  ías  harinas,  tas  pieles  de  carnero  y  otros- 
renglones;  de  manera  que  á  cada  momento,  co-- 
mo  vemos,  se  va  reduciendo  más  y  más  la  lis- 
ta de  los  artículos  que    México    podría    exportar. 

En  vano  hemos  buscado  datos  exactos  acercaí 
del  comercio  exterior  de  México  en  1*^59,  pues  por 
el  estado  de  agitación  del  país,  y  del  atraso  de  la 
estadística  entonces,  no  se  hacían  trabajos  de  esa 


[\'\  *  Agricultura  —l.Sm'xtaáA  está  tclavíacn  la  Rcpii- 
Mica  á  producir  únicanu-nte  lo  rifcesarii»  paui  elcTisu- 
mo  de  lo-  liíibitaiUis;  Ids  td  renos  que  se  cultivan  en  ella 
»  que  sin  diuhi  no  forman  la^  ct'iva  parte  di-  la  suin  ríf- 
ele dil  tenit  rio  está  dedi  ada  prin»  ipalmcnte  á  la  siem- 
bra del  miiíü,  del  Injol  y  delcliili-,  etc.» 

LkRDO  DF  '\y.)\T<.K. 'Cuadro  sinófiico,  páf:.  34. 


I 


^  247  ~ 

cíase:  hcmüS  tenido  que  buscar  algo  en  años  an- 
teriores, los  n:'is  próximos  á  aquella  fecha  y  aun- 
que en  la  Memoria  de  Hacienda  present  J.i  al 
Congreso  de  la  ünion  por  el  Alinist  o  de  ramo, 
D.  Manuel  Payno,  en  2  de  Agosto  de  1857,  hemos 
encontrado  algo  conducente  á  nuestro  objeto, 
preferimos  el  uaJru  sinóptico  formado  en  1856. 
por  D.  Miguel  Lerdo  de  lejada,  por  ser  un  tra- 
bajo más  concienzudo  y  completo.  Aunque  la  di- 
ferencia es  de  tres  añoS;  durante  ese  período  las 
circunstancias  del  país  no  cambiaron  notable- 
mente por  las  constantes   revoluciones. 

Pues  bien,  Lerdo  al  hablar  Jci   comercio    exte 
rii>r  dice  lo  siguiente; 

"Las  exportaci'Mies  consisten  principalmente 
en  oro  y  plata  acuñados  y  ea  pasta,  de  cuyos  me- 
t<iles  se  extrae  anualmente  un  valor  de  2¿  á  23 
millones  de  pe^os  y  1  is  5  ú  8.000,000  restantes 
se  componen  le  cochinilla,  vainilla,  tabaco,  café 
raíz  de  Jalapa,  2arz<a parrilla,  hilo  de  henequén 
en  rama,  y  elaborado,  cobre,  cuer-es  s^cos,  curti- 
dos y  al  pelo,  gai.od-o  mayor  y  mi  tior,  maderas 
de  construcción  y  elmitisterta,  p:  lo  de  tmte,  añil, 
cacao  y  pimienta  de  Tabasco,  sal ,  carey,  perla  y 
concha  n  íc^r,  carne  y  pescados  salados,  arroz, 
frijol,  sombreros  y  tejidos  de  lana  ordinarios,  ga- 
lleta./rw/as.  azúcar,  dulces  en  conserva  y  otros 
objetos  de  p  »oo  valor. 

«Casi  todo  el  oro  y  la  plata  que  salen  de  Méxi- 
co, pasan  dii  ectamenie  á  Inglaterra  en  los  vapo- 
res que  mensualraente  vienen  á  Veracruz  y  T«m- 


-  '246  -^ 

pico,  y  en  alg^unos  buques  de  guerra;  el  resto  va 
principalmente  á  los  Estados  Unidos  y  una  peque- 
ña parte  á  los  otros  países  o-  n  quienes  tiene  co- 
mercio la  República,  entre  las  que  se  distribuyen 
también  proporcionalmente  los  dtmás  frutos  que 
se  exportan  de  ella.» 

Con  estos  datos  que  nos  proporciona  una  auto- 
ridad nada  sospechosa  para  los  liberales,  ya  esta- 
mos en  aptitud  de  comprender  el  ningún  provecho 
que  México  sacaría  del  tratado  de  comercio:  si  se 
compara  5a  li-ita  del  tratado  con  la  del  Sr.  Lerdo 
de  Tejada,  se  verá  que  en  la  primera  sólo  esta- 
ban comprendidos  loa  artículos  cuya  exportación 
podría  llegar  á  tener  gran  desarrollo;  éstos  eran 
los  animales  y  sus  productos,  y  las  maderas  de 
todas  clases;  y  otro  artículo  que  aún  hoy  todavía 
no  se  exporta  en  grandes  cantidades  por  más 
que  sea  de  porvenir;  las  fruías. 

Fuera  de  ellos,  aquellos  artículos  que  hoy  for- 
man los  principales  reuglones  de  exportación  de 
México,  como  el  café,  el  henequén,  el  ixtle,  el  ta- 
baco, ía  vainilla,  el  cacao,  la  concha,  los  mármo- 
les, los  efectos  manufacturados  de  cuero,  el  frijol, 
el  garbanzo,  y  otros  quedaron  intencionalmente 
olvidados  en  la  lista  que  formaron  los  diplomáti- 
cos de  Veracruz. 

Impartand(»,  por  otra  par^e,  miestro  comercia 
de  exportación  con  muchos  países  cinco  ó  seis 
millones  de  pesos  (excepción  hecha  de  los  meta- 
les preciosos)  desde  luego  se  nota  la  gran  dife- 
rencia que  había  en    el  cambio  de    productos  en- 


'-  249  - 

tfe  ias  dos  naciones:  en  tanto  que  los  Estados 
Unidos  nos  podían  mandar  artículos  por  valor  de 
diez  ó  doce  millones  de  pesos,  nosotros  sólo  po- 
díamos enviarles  unos  tres  ó  cuatro  millones,  te- 
niendo que  pagar  rl  saldo  con  dinero.'  con  la 
proximidad  de  aquellos,  estaban  tn  aptitud  de  en 
víamos  más  cómodamente  sus  mercancías  que 
las  eur->peas  y  á  los  p'>cos  años  dependeríamos 
comercialmente  de  los  Estados  Unidos.  Si  no  obs 
tante  que  el  tratado  Mac  Lane-Ocampo  no  se  lle- 
vó á  cabo  y  que  otro  contemporánea  (1)  tampoco 
fué  apr<jbado  por  el  Senado  norteamericano;  si 
no  obstante  esto,  decimos,  hoy  más  de!  45  p§  de 
nuestras  importaciones  vienen  de  los  Estados 
Unidos  ¿qué  hubiera  sido  si  el  tratado  Mac  Lañe 
llega  á  aprobarse?  que  desde  hace  más  de  trein- 
ta años  no  hubiéramos  vuelto  á  ver  una  mercan- 
cía europea.  (2) 

Por  eso  decíamos  en  el  artículo  anterior  que  el 


(1)  El  que  durante  la  primera  administración  de  Mn 
Cleveland  celebró  el  Sr.  Dotí  Matías  Romero. 

[  ]  En  is^b  s.gunLjrJo  <1e  Tejada,  l,is  importacio- 
ties  prccí-dcntcs  de  lo  Estados  Unidos  eran  de  84  5(X  ,000  y 
las  export..cione-  A  aquel  país  segun  cálculo  aproximado 
nuestro  eran  ríe  8'  óOO.OOi  (con  los  m  tales;,  en  ti  nfio  fis- 
cal de  lb^4  A  1895,  Sf^un  1-s  .  stadfsticas  de  la  Secretaría 
de  Hacienda,  las  importaciones  de  1.  s  Estados  Unidos  su- 
maron  g).o.l.-0,%- y  las  exportaciones  de  Míxico  al  mis- 
mori7.d2  ,98t>  (con  metales  precioso-^] 

El  aumento  como  se  ve  c  en.  rme,  v  más  teniendo  en 
cuenta  qu-  en  InV,  nuestra  total  importación  era  de  ^i  á 
a  ijillones  de  pesos  en  tanto  que  en  lfc94-95  fué  de  34  mi- 
Ilv/nes. 

Aunqu»*  este  no  es  lugar  á  propósito  para  estos  cálcu- 
los, sin  embargo,  á  título  de  curiosidad  y  para  que  se  vea 
cuanto  ha  aum.ntado  nuestro  comercio  «.on  los  Estados 
t'uldos,  los  damos  aquí. 

Estudios  histéricos.- 32 


-  2£0 

tratado,  aun  bajo  el  punto  de  vista  comercial,  era 
desastroso  para  México  y  que  el  Comisionado  me- 
xicano que  lo  firmó  ó  no  conocía  una  letra  de 
economía  política  ó  intenciunalmente  se  esmeró 
en  perjudicar  á  nuestra  patria. 

xxn 

Los  artículos  del  tratado  que  llevamos  ana'iza- 
dos,  son  l'>s  más  importantes  de  todo  él  y  sin  em- 
bargo, lob  pocos  que  faltan  merecen  también  fijar 
nuestra  atención.  En  aquellos  se  decidía  de  una 
manera  irrevocable,  del  porvenir  polítiCD  y  comer- 
cial de  México,  y  de  un  modo  muy  po  o  en  armo- 
nía con  los  pi*incípios  fundamentales  de  inlepen- 
dencia  y  dignidad  que  loJo  gobi  -rno  que  aspira 
al  título  de  tal  y  que  toJo  partido  que  pretende 
prestigiarse  ante  la  opinión  públ  ca,  deben  ante  to- 
do procurar  dejar  incólum,--. 

El  espíritu  intransigente  de  partid>»,  que  des- 
graciadamente ciega  á  los  contendientes  y  les  ha- 
ce supeditar  sus  sentimientos  é  ideas  al  completo 
aniquilamiento  de  su  rival,  llevó  á  los  h  'inbres  de 
Veracruz,  a:aso  á  alt^unos  de  ellos  contr»»  "u  vo- 
luntad, á  aceptar  una  serie  de  cláusulas  que,  nun- 
ca mis  cansaremos  d  í  repetirlo,  sólo  darían  por 
resultado  comprometer  la  independencia  de  Méxi- 
co, ofrecer  ocasiones  para  nuevas  desmembracio- 
nes de  nuestro  territorio,  env  .1  vernos  en  guerras 
desastrosas  y  arrinuar  nuestro  comercio. 

Aquellos  hombres  parecían  empeñados  en    dar 


-  25Í  — 

pronta  realización  ala  profecía  que  s-ete  años  an- 
tes había  lanzado  un  célebre  e>critor:  "México  se- 
ra sin  duda  un  paíi  de  prosperidad,  parque  sus 
elementos  naturales  se  lo  proporcionan,  pero  na 
lo  será  para  las  razis  que  ahora  lo  habitan ....  los 
actuales  habitantes  quedarán  arruinados  y  podrá 
aplicarse  á  la  nación  mexicana  de  nuestros  días,  lo 
que  un  célebre  poeta  latino  dijo  de  uno  de  los  más 
famosos  personajes  de  la  historia  romana:  "Stat 
"maguí  nomiiiis  timbra:  no  ha  quedado  más  que 
"lü  sombra  de  un  nombre  en  otro  tiempo  ilustre." 

Y  á  fé  que  la  obra  quelleraron  á  .abo  fué  com- 
pleta y  que  la  época  de  la  realización  de  la  pro- 
fecía parecía  llega.la,  si  no  es  por  una  circustan- 
cia  fortuita  y  qu»-  aunque  ellos  la  es  erasen  remo- 
tamtr-nte,  nunca  dt-birron  contar  con  ella. 

Acabada  esa  tarea,  sólo  quedaban  por  ai  reglar 
alsfuno's  detalles  y  la  cuestión  de  dinero,  que  t-n 
el  tratado  fuer'>n  resueltos  con  el  poco  tacto  que 
ei  to  lo  él  predonniaó,  y  de  iosque  se  ocupa  el  ar- 
tícilo  9" 

"En  aprcacion  de  los  artículos  14  y  15  del  tra- 
tado de  5  de  Abril  de  1831,  en  el  cual  se  estipuló 
lo  relativ  •  al  ejercicio  de  su  religión  á  los  ciuda. 
danos  de  México,  sf  permitirá  á  los  ciudadanos  de 
los  Estados  Unidos  el  ejercer  libremente  su  reli- 
gión en  México,  en  público  ó  en  privado,  en  sus 
casHS  ó  iglesias  y  sitios  (places)  que  se  destinen 
al  culto,  como  consecuencia  de  la  perfecta  igualdad 
y  reciprocidad  que,  según  dice  el  segundo  artícu. 
\  >ode  dicho  tratado,  sirvió  de  base  al  mismo." 


-  252  - 

t)e    los  artículos  relativos  del    tratado  de  1831» 
sólo  encontramos  conducente  el  15  que  dice: 

"Art.  15  Los  ciudadanos  de  los  Estados  Unidos 
de  América,  residentes  en  los  Estados  Unidos  Me- 
xicanos, gozarán  en  sus  casas,  personas  y  propie- 
dades, de  la  protección  del  gobierno,  y  continuan- 
do en  la  posesión  en  que  están,  tto  s^rán  altera- 
dos, inquietados,  ni  molestados,  de  ninguna  ma- 
nera, por  motivo  de  su  religión  con  tal  de  que 
respeten  la  de  la  nación  en  que  residan,  y  la 
Constitución,  leyes,  uso  y  costumbres  de  ésta.  Así 
mismo,  continuarán  en  la  facultad  de  que  gozan 
para  enterrar  en  los  lugares  señalados,  ó  que  en 
adelante  se  señalaren  á  este  objeto,  á  los  ciudada* 
dos  de  los  Estados  Unidos  de  América  que  mue- 
ran en  los  Estados  Uuidos  Mexicanos,  y  los  fune- 
rales y  sepulcros  de  los  muertos  no  serán  turba^ 
dos  de  modo  alguno,  ni  por  ningún  pretexto. 

"Los  ciudadanos  de  los  Estados  Unidos  Mexica- 
nos gozarán  en  todos  los  Estados  y  territorios  de 
los  Estados  Unidos  de  Améri  a,  de  la  mi^ma  pro- 
tección, y  podrán  ejerfer  libremente  su  religión 
«•;/  público  ó  en  privado  dentro  de  sus  casas,  ó  en. 
los  templ  >s  y  lugares  d.  stinados  al  culto." 

Como  se  vé,  por  el  artículo  9°  del  tratado  Mac 
Lañe,  se  permitía  á  los  norteamericanos  ejercer 
libremente  su  religión  en  México,  en  público,  cuan- 
do ya  á  los  mexicanos  no  les  era  fácil  esto,  pues 
aunque  la  ley  de  12  de  Julio  de  1859  sobre  nació-  • 
nalizacinn  de  bienes  eclesiásticos,  é  independencia 
de  la  Iglesia  y  el  Estado,  no  prohibía  terminante- 


-  253  - 

mente  las  manifestaciones  del  culto  público  cató- 
lico, (1)  y  aun  en  su  articulo  3°  prevenía  que  "el 
gobierno  se  limitara  á  proteger  con  su  autoridad 
el  culto  público  de  la  rel'gion  católica,  así  como 
el  de  cualquiera  otra,"  el  clero  mexicano  no  volvió 
á  hacer  manifestaciones  públicas,  en  puntos  ocupa- 
dos por  los  liberales,  por  el  natural  temor  de  que 
se  cometiese  un  atropello,  temor  muy  ju-tificado 
si  se  recuerda  que  en  Febrero  de  1861,  al  embar- 
carse para  el  extranjero  los  obispos  desterrados  y 
no  obstante  que  llevaban  trajes  seglares,  aunque 
por  la  ley  podían  usar  todavía  los  sacerdotales, 
fueren  apedreados  por  una  turba  de  miserables 
que  no  sabían  respetar  ni  las  virtudes  r>i  la  ancia- 
nidad, sin  que  la  autoridad  protegiese  eficazmente 
á  la  desgracia. 

La  distinción  que  se  nota  en  el  artículo  15  del 
tratado  de  1831,  proviene  de  que  en  aquella  época 
regía  la  Constitución  de  1824.  que  prevenía  que  la 
Religión  cató'ica  era  la  del  Esiado,  el  cual  sólo 
toleraba  las  demás;  por  lo  tanto,  los  norteamerica- 
nos no  católicos  no  podían,  según  ese  artículo,  en- 
tregarse á  acto  público  alguno  de  la  religión  que 
profesaban.  El  tratado  !\Tac  Lañe,  celebrado  cuan- 
do ya  Juárez  había  declarado  la  independencia  del 
Estado  y  de  la  Iglesia,  hubiera  colocado  á  los  me- 
cí) En  el  artículos»  déla  lev  de  1 1  de  Diciembre  de  1S74, 
orpinica  de  las  -»  diciones  y  Reform  's  decretadas  en  25  de 
Septiembre  de  1874,  fué  don  Je  se  prohibieren  los  a  tos  re- 
ligiosos en  público.  Ese  mismo  ai  tículo  prohibió  el  uso 
de  trajes  especules  y  distintivos  de  los  sucerdotes. 


-  254  - 

xican<^s  y  norteamericanos,  bajo  el  punto  de  vista 
de  la  reiitífion.  en  perfecta  igualdad,  si  no  hubiera 
sid  •  c-lebrarlo  en  la  ép  «ca  en  que  la  que  profesa- 
ban aquellos,  se  veía  pc?rsejjui>la  ferozmeite.  Por 
esta  circunstancia,  hasta  en  e«a  materia  los  yan- 
kees,  por  virtud  del  tratado,  se  veían  en  mejor  pre- 
dicamento que  no  otr  i^:  si  en  aqu  líos  días  católi- 
cos norteamericanos  hub'eran  celebrado  una  pro- 
cesión «  n  Veracruz,  la  aut<)ridad  la  habría  prot-gfi- 
di>:  si  I  <  organizan  'atólicos  mexicanos  haHrí:t  sido 
d  suelta  á  pedr.idas  p   r  los  fanáticos  liherales. 

En  cuanto  á  la  referencia  que  ese  artículo  9° 
del  tratado  Mac  Lañe,  hace  del  artículo  2°  del  de 
1831,  no  la  encontranos  muy  atinada,  pues  este 
último  se  refiere  á  la  igualdad  y  reciprocidad  co- 
merciales y  marítimas  y  n  >  á  otra  alguna. 

Ese  mismo  artículo  9"  continúa  de  esta  manera: 
«Podrán  comprarse  las  capillas  ó  sitios  para  el 
culto  público;  seríii  considerados co  no  propiedai 
d:  los  que  las  coiniJren,  como  se  compra  y  conser- 
va cualquiera  otra  propiedad,  exceptuando  de  ello, 
sin  embargo,  á  las  comunidades  ó  rot  poracioaes 
religiosas,  á  las  cuales  las  actuales  leyes  de  Mé- 
xico han  prohibido  para  siempre  el  obtener  y  con- 
servar loda  clase  de  propiedades.;» 

Esto  estaba  en  consonancia  cm  los  principios 
de  la  Reforma  que  querím  llevar  á  cabo  los  libe- 
rales y  cjii  las  leves  que  acababan  de  dictar  en 
Veracruz;  sin  embargo,  no  e»taba  en  mucha  con- 
sonancia con  "aquellos  grandes  principios  de  li- 
bertad constitucional  que  forman  los   elementos 


I 


—  255  — 

fundamentales  de  la  verdadera  li'  ertad,"  qu?tnr- 
to  cacítreó  Mr.  Mac  Lañe  en  su  discurso  de  recep- 
ción. Era,  no  obstante,  remoto  el  caso  deque  aquí 
viniesen  á  establecerse  comunidades  ó  corpora- 
ciones relijfiosas  procedentes  de  los  Estados  Uni- 
dos, fuesen  de  la  clase  qucr  fuesen,  pues  el  número 
de  no  teamc-i'icanos  residentes  entonces  en  la  Re- 
pública era  tan  pequeño  (en  la  cupital  no  helaba 
á  cientoj  que  no  había  ocasijn  de  que  esas  co  n  i- 
nidades  viniesen  á  ra-licarse  en  ei  país.  Así,  pues, 
esta  única  restricción  que  se  encuentra  en  el  tra- 
tado, no  intro lucia  gran  novedad  en  él,  pues  aun 
cuando  se  hubiera  omitido,  no  habría  dado  nir- 
gen,  posteriormente,  á  complicaciones  de  ningu- 
na claic-. 

Xo  obstante,  des  le  iueg'o  se  vé  en  ello  el  espí- 
ritu ant  rreiifíioso  que  animaba  á  los  liberales; 
pfohibiendj  que  las  comunidades  religiosas  pu- 
diesen adquirir  bien.-s  rai>.e.>,  preveían  la  remota 
contingencia  de  que  las  comunidades  establecidas 
en  los  Estados  Unidos  adquiriesen  aquí  bienes,  ya 
fuese  para  ellas,  ya  para  las  que  aquí  habían  sido 
exclaustrada»;  6  cuando  menos  que  aque!l  ts  die- 
sen su  nombre  para  la  compra,  á  ña  deque  los  re- 
ligiosos mexicanos  no  volviesen  á  ser  despojados 
de  unos  bienes  que  quedab.inbajo  la  salvaguarJía 
de  un  tratado,  ó  la  protección  de  una  nación  ex- 
tranjera. Aunque  posible  esa  contingencia,  lo  re- 
petimos, era  muy  remota. 

Termina  la  cláusula  novena,  estipulando  que 
"en  iniiguQ  caso  estarán  sujetos  los  ciudadanos  de 


~  256  - 

los  Estados  Unidos  residentes  en  México,  al  pago 
de  empréstitos  forzosos." 

Era  ésta  una  concesión  que  se  hacía  á  los  Esta- 
dos Unidos  más  bien  que  por  otra  cosa,  porque  hi" 
ciera  contraste  la  conducta  de  los  liberales  con  la 
de!  gobierno  conservad  >r  que,  como  dijimos  en 
uno  de  los  primeros  capítulos,  se  negó  á  excep- 
tuar  á  los  ciudadanos  norteamericanos  del  prés- 
tamo forzoso  que  impuso  en  15  de  Mayo  de  1858. 
Entonces  una  de  las  razones  que  Mr.  Forsyth  ale- 
gaba para  que  sus  nacionales  no  pagasen  el  em- 
préstito, era  que  los  Estados  Unidos  tenían  los  de- 
rechos de  la  nación  más  favorecida  y  que  en  el 
ratado  con  la  Gran  Rretaña  celebrado  en  1826,  Irs 
subditos  ingleses  quedaron  exceptuados  de  prés- 
tamos forzosos.  La  prueba  mejor  dt-  que  el  Ministro 
Forsyth  no  estaba  muy  segurode  lo  que  decía,  fué 
que  su  sucesor,  Mr.  Mac  Lañe,  quiso  que-esa  excep- 
ción para  !(>>  ciudadanos  norteamericanos  cons- 
tase de  una  manera  bastante  expresa  enel  tratado. 

Por  lo  demás,  esa  cuest'on  de  si  los  extranjeros 
deben  pagar  los  préstamos  forzosos,  no  cs  de  este 
lugar,  sobre  todo  desde  el  momento  en  que  ya  ha- 
bía una  estipulación  acerca  de  ella.  Lo  único  que 
nos  toca  señalar  aquí  es,  que  mediante  ella,  los 
norteamericanos  disfrutaban  de  una  exención  más, 
que  aunque  no  estaba  señalada  en  los  preceptos 
del  derecho  internacional,  s'  servía  para  demos- 
trar que  todo  el  tratado  no  se  propuso  otra  cosa 
que  procurar  obtener  la  mayor  suma  de  Tentajas 
posibles  para  los  yankees  ó  para  su  gobierno. 


25: 


XXIII 


Kl  artículo  10°  del  tratado  contenía  una  conven- 
ción importante  y  por  la  que  los  liberales  habían 
suspirado  en  vano  hacía  largo  tiempo:  daba  re- 
cursos á  Juárez  para  la  guerra. 

Al  fin,  iban  á  realizarse  las  ilusiones  que  este 
señor  y  Ocampo  habían  abrigado,  desde  que  man- 
daron á  Washington  á  Don  José  María  Mata,  des- 
pués de  la  derrota  de  Salamanca;  las  de  Don  Mi- 
guel Lerdo  de  Tejada  que  en  vano  había  hecho 
que  se  dictara  la  Ie\'  de  nacionalización  para  ir  á 
los  Estados  Unidos  á  ofrecer  á  los  especuladores 
3'ankees  los  despojos  de  los  bienes  quitados  al  cle- 
ro, y  las  ilusiones  de  tantos  liberales  que  veían 
que  entregados  á  sus  solos  recursos  les  era  impo- 
sible triunfar  de  los  conservadores  y  sobreponerse 
á  la  mayoría  del  país. 

Pero  esos  subsidios  tan  esperados,  vinieron  á 
reducirse  á  su  más  mínima  expresión:  no  era  el 
gran  empréstito  por  valor  de  muchos  millones  de 
pesos  con  que  había  soñado  Lerdo  cuando  se  em- 
barcó el  13  de  Julio  (1859j  para  Xueva  Orleans  y 
que  creía  realizar  apenas  hubiese  puesto  el  pié  en 
lametrópoli  del  Mississippí;  tampoco  eran  los  diez 
millones  de  que  se  habló  cuando  la  segunda  lle- 
gada de  Mac  Lañe  á  V'eracruz^  ni  los  cinco  de  que 
habló  La  Re:-ok.ma.  de  aquel  puerto,  sino  que  se 
redujeron  nominalmente  á  cuatro,  y  aun  de  ellos. 
Estudios  históricos.— 33 


—  'J58  - 

dos  debían  de  quedar  en  los  Estados  Unidos  para 
el  pago  de  las  reclamaciones  de  ciudadanos  iior- 
teamericanos. 

El  articulo  quedó  redactado  en  estos  términos: 
"En  consideración  á  las  precedentes  estipula- 
ciones y  pof  vía  de  compensación  á  las  rentas  á 
que  renuncia  México,  permitiendo  el  trasporte  de 
mercancías  libres  de  derechos,  por  el  territorio  de 
la  República,  conviene  el  gobierno  de  los  Estados 
Unidos  en  pagar  al  gobierno  de  México  la  suma 
de  4.000,000  de  pesos,  dos  de  los  cuales  se  pagarán 
inmediatamente  después  de  cangeadas  las  ratifi- 
caciones de  este  tratado,  y  los  otros  dos  millones 
quedarán  en  poder  del  gobierno  de  los  Estados 
Unidos,  para  pagar  las  reclamaciones  de  ciuda- 
danos de  los  Estados  Unidos  contra  el  gobierno 
de  la  República  Mexicana,  por  daños  y  perjuicios 
sufridos  ya,  después  de  probada  la  justicia  de  esas 
reclamaciones  según  la  ley  y  el  uso  de  las  nacio- 
nes y  los  principios  de  equidad,  y  se  pagarán  las 
mismas  d  prorata,  hasta  donde  lo  permita  la  ci- 
tada suma  de  dos  millones,  en  cumplimiento  de 
una  ley  que  expedirá  el  Congreso  de  los  Estados 
Unidos,  para  la  adjudicación  de  la  misma,  y  lo 
restante  de  esa  suma  se  devolverá  á  México  por 
los  Estados  Unidos  en  caso  de  que  sobrare  algo 
después  del  pago  de  las  reclamaciones  reconoci- 
das como  justas." 

La  humillación  era  grande  para  México  y  en 
esa  cláusula  se  vé  todo  lo  que  de  leonino  tenía  el 
tratado,  y  la  insignificante    compensación  que  se 


-  259  - 

ofrecía  á  nuestro  país;  esos  dos  millones,  por  lo 
tanto,  bien  pueden  calificarse  como  una  limosna 
que  el  poderoso  arrojaba  al  mendigo  que  solicita- 
ba protección  y  apoyo. 

Y  en  efecto,  yendo  al  fondo  de  ías  cosas  no  «ra 
otra  cosa:  aunque  el  tratado  usase  de  la  palabra 
cotHpensacioit  no  había  en  realidad  tal  compen- 
sación, pues  los  derechos  que  dejaba  de  percibir 
México  por  esa  convención  y  todas  las  fatales 
consecuencias  que  ella  le  traería  con  el  trascurso 
del  tiempo,  no  se  pagaban,  no  digamos  con  dos, 
pero  ni  aun  con  algunos  centenares  de  millones. 
Mas  lo  que  á  los  hombres  de  \'eracru¿  importaba 
era  obtener  cualquiera  cantidad  con  que  hacer 
frente  á  los  gastos  que  tenían  que  hacer,  y  en  la 
angustiosa  situación  en  que  se  encontraban,  des- 
pués de  haber  enajenado  todas  las  rentas  de  que 
disponían  3-  de  haber  vendido  en  una  miseria 
cuantiosos  bienes  nacionalizados,  esos  dos  millo- 
nes les  habrían  sido  de  una  utilidad  inmensa  y  por 
la  ansia  de  recibir  en  efectivo  é  inmediatamente 
alguna  cantidad,  hasta  habrían  hecho  alguna 
operación  con  ellos,  antes  de  recibirlos,  aunque  la 
cantidad  hubiera  disminuido 

V  aunque  no  había  tal  c»mpcn&acion^  el  empleo 
de  la  palabra  no  pudo  ser  más  infeliz,  porque  con 
ella  se  procuró  disfrazar  el  subsidio  que  se  daba 
á  los  liberales  para  la  prosecución  de  la  campa- 
ña; subsidio  por  otra  parte,  muy  insuficiente  para 
tal  fin:  y  además  muy  poco  seguro  dada  la  condi- 
ción impuesta  en  el  tratado. 


—  2b0  - 

Para  que  hubiera  habido  la  entrega,  segnn  el 
artículo  10°,  se  necesitaba  la  ratificación  del  tra- 
tado y  el  cange  de  las  ratificaciones,  y  como  am- 
bas operaciones  eran  muy  problemáticas,  dada  la 
actitud  del  Senado  de  los  Estados  Unidos,  enemi- 
go de  ese  tratado,  no  había  especulador  por  aven- 
turado que  fuese,  que  quisiera  arriesgarse  á  per- 
der su  dinero,  adelantando  dinero  á  Juárez  por 
cuenta  de  los  dos  millones  del  tratado. 

Los  dos  millones  restantes  quedaban  en  poder 
de  los  Estados  Unidos  para  pagar  reclamaciones 
de  sus  ciudadanos  contra  el  gobierno  de  México, 
por  daños  y  perjuicios  sufridos  ya,  y  después  de 
probada  la  justicia  de  esas  reclamaciones,  infi- 
riéndose una  nueva  humillación  á  México  al  des- 
confiar de  que  pudiera  pagar  indemnizaciones 
debidas  y  de  que  reconociese  las  que  eran  justas, 
se  retenia  una  suma  alzada  para  pagar  á  los  re- 
clamantes que  se  hubieran  presentado  ya  ó  que 
pudieran  presentarse  contra  México;  y  como  los 
Estados  Unidos  no  se  habían  dcr  preocupar  mucho 
de  examinarla  justicia  de  esas  reclamaciones,  re- 
sultaría que  los  casos  que  después  se  dieran  de 
reclamaciones  fraudulentas  como  las  de  Benjamín 
Weil  y  de  la  Negociación  del  Abra  se  habrían  de 
repetir  indefinidamente. 

Por  el  ano  de  1859,  aunque  no  tan  numerosa  > 
como  lo  fueron  después,  aunque  sí  muchas  de 
ellas,  quiméricas,  ya  había  muchos  norteamerica- 
nos que  estaban  dispuestos  á  presentar  reclama- 
ciones contra  México  y  al  husmo  de  los  dos  millo- 


-  261  - 

nes,  como  lobos  hambrientos  se  habrían  presenta- 
do los  piratas  de  la  expedición  Zerman,  los  fili- 
busteros de  Crabb,  Andrew  Curcier,  George  L. 
H.tmraecken  }•  muchos  otros  que  ea  breve  habrían 
dado  cuenía  de  esa  suma. 

La  única  ventaja  que  con  el  prorrateo  que  es- 
tipulaba la  cláusula  iO*^  del  tratado  se  habría  ob- 
tenido, hubiera  sido  la  de  que  todos  esos  zánga- 
nos que  después  se  pres-entaron  en  Washington 
como  reclamantes  en  virtud  de  la  Convención  de 
4  Je  Julio  de  1868  que  establecióla  Comisión  Mix- 
ta de  Reclamaciones,  hubieran  quedado  confor- 
mes con  lo  que  les  tocó  y  no  habrían  presentado 
reclamaciones  por  muchos  cientos  de  miles  de  pe- 
sos que  en  la  mayoría  de  los  casos  tuvo  q«e  pa- 
gar México,  por  la  lenidad  de  que  usó  el  arbitro 
designado  y  por  los  injustos  tallos  que  eu.  multitud 
•de  ocasiones  dictó.  Pero  en  cambio,  al  celebrar^ 
se  esa  Convención,  habrían  sido  omitidas  muchas 
de  las  reclamaciones  que  ciudadanos  mexicanos 
tenían  contra  los  Estados  l'nidos,  sobre  todo  las 
provenientes  por  depredaciones  de  los  indios  bár- 
baros, y  que  sin  embargo,  fueren  desjpues  dese- 
chadas escandalosamente  por  el  Arbitro,  más  que 
por  otras  razones,  por  la  de  los  muchos  millones 
que  el  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  habría  te- 
nido que  pagar  á  los  reclamantes  mexicanos. 

Mas  haciendo  á  un  lado  estas  observaciones,  5' 
volviendo  al  articulo  10°  del  tratado  Mac  Lañe, 
causa  extrañeza  esa  retención  á  titulo  de  pago  de 
«•eclaman-tes  q-ic  no  tenía   prece-dente  en   los  ana- 


-     262  -" 

íes  diplomáticos  de  México,    ni  lia  tenido  después 
aplicación      En    1 1  de  Abril  de  1839,   bajo  la  ad- 
ministración tan  yitaperada  por  cierros  escritores,- 
del  General  D.   Anasíacio    Bustamante,   se  tirmt" 
nna    convención  para    establecer    una    Comisión 
Mixta  (íe  Recíafmacif>nes;  por  el  tratado  de  Guada- 
lupe Hidalg'o^    ademáis  de    lo«  (^uiace  millones  de 
pesos  que    á    México  entrega  el  Gobierno    de  los 
Estad'os  Unidos,    ese  misn>o  g^obierno  se  obligo  á 
tomar  sobre  sí  y  á  satisface?  ci:in>pHd amen-te  á  los 
reclamantes  coníra  México,    todas  las  cantidades- 
que  hubiesen  comprobad-o  debérseles-,  conforme  á 
tas    convenciones  de  11.  de  Abril  de  1839  y  30  de 
Enero  de  184-3;  en  el  tratado  de  lar  Mesilla-,  nada  se 
habló  de    retención  de  un-a  parte  de  los   diez  mi- 
Hones  que  d-ieron  l-os  Estados  Unklos-,    y  por  últi- 
mo, y   para  no  hablar  m^ás  que  de  trata<io9  de  esa 
clase  celebrados  con  aquella,  !<»,  Convención  de  + 
de  Julio  de  t868,    establéelo  una  Comisión    mixta 
de  reclamacicnes;    pero  jamás  pensó  en  estipular 
retención  ó  depósito  de  ninguna  cantidad,  porque 
eso  era  extra-ño   á  la  práctica  y  á   las  costumbres 
del  derecho   interrvacional  mexicano.     Reservada, 
estaba  á  Juárez  y  á  sus  n>inistros  la  gloria  de  re- 
formar hasta  ese  derecho  y  la  de  humillar  de  esa- 
manera  á  su  patria. 

Y  antes  de  terminar  y  por  ser  aquí  sit  lugar 
propio  por  tratarse  de  reciam-aeio-nes,  vamos  ú 
copiar  algunos  párrafos  del  dictamen  formulado 
por  el  comisionado  mexicano  Lie.  D.  Manuel  Ma- 
piar  de  Za-maconn;  en-  el  niVraero  1-39,  de  Bernardi- 


-  263  - 

nó  y  Francisco  García  Muguerza  contra  los  Esta- 
dos L'nidos;  por  ellos  se  verá  una  vez  más  que 
siempre  los  liberales  buscaron  el  socorro  de  los 
Estados  Unidos  en  nuestras  contiendas  civiles,  y 
no  volverán  á  negar  esto  tan  enfáticamente  (si  es 
que  son  de  buena  íc;  como  lo  niegan  todavía. 
Ese  testimonio  sirve  para  comprobar  ciertos  he- 
chos que  tienen  relación  con  nuestro  relato, 

"Hay  cierto  orden  (dice  el  Sr,  Zamacona^  de 
negocios  en  el  archivo  de  nuestra  comisión  (la 
mixta),  donde  se  pone  de  manifiesto  que,  durante 
un  largo  período  y  especialmente  mientras  las  dos 
Repúblicas  interesadas  en  nuestro  arbitramento 
se  agitaron,  la  una  coala  intervención  m.onárqui- 
ca  que  trataba  de  rechazar,  y  la  otra  con  los  ce- 
natos  de  fraccionamiento  que  trataba  de  reprimir- 
se han  buscado  por  la  parte  de  México,  recursos 
pecuniarios  y  de  guerra  en  los  Estados  Unidos, 
á  la  vez  que  algunos  ciudadanos  de  estos  últimos 
ó  aventureros  aquí  refugiados  y  que  representa- 
ban el  espíritu  de  filibusterismo,  han  aprovechado 
las  gestiones  de  los  agentes  Jnexicanos  como  una 
ocasión  para  poner  asechanzas  á  la  seguridad  ó 
integridad  y  acaso  á  la  independ-encia  de  México. 

"Los  dos  hechos  á  que  acabo  de  aludir,  se  ven 
desarrollarse  simultánea  y  paralelamente;  mien- 
tras por  un  lado  el  gobierno  dictatorial  de  Santa- 
Anna  reclutaba  c^elonos  militares  entre  los  fran- 
ceses emigrados  á  la  Alta  California,  mientras  el 
General  Alvarez  buscaba  en  San  Francisco  dine- 
ro y  armas  para  derribar  aquella  dictadura,  mién- 


-  264   - 

t.-as  el  gobierno  republicano  de  México  procuraba 
por  medio  de  su  agente  conseguir  de  este  lado  del 
Bravo  ciertos  elementos  para  derrocar  más  fácil- 
mente al  gobierno  extranjero  y  monárquico  que 
se  quería  imponer  á  la  República,  se  organizaban 
en  correspondencia  con  esas  gestiones  de  los  go- 
biernos ó  los  revolucionarios  mexicanos,  gestio- 
nes por  cierto  más  peligrosas  que  útiles  á  sus  au- 
tores, las  dos  expediciones  de  Walker  y  de  Zerman 
y  el  asalto  y  saqueo  de  Bagdad. 

"Esto  se  ve  probablemente  en  los  expedientes 
formados  en  nuestra  Secretaría  y  relativos  á  los 
indicados  sucesos;  porque  es  de  advertirse  que  des- 
pués de  e'los  se  han  hecho  reclamaciones  en  cier- 
tos casos  por  los  mismos  filibusteros  ó  por  sus  cóm- 
plices, como  lo  hemos  visto  tras  las  expediciones 
de  Walker,  y  en  otros  casos,  en  fin,  por  america- 
nos y  mexicanos  á  la  vez,  atribuyéndose  respec- 
tivamente al  Gobierno  de  México  ó  al  de  los  Es- 
tados Unidos,  los  daños;  obra  de  una  incursión 
vandálica,  como  ha  sucedido  á  propósito  del  sa- 
queo que  sufrió  en  Enero  de  1866  la  población  me- 
xicana de  Bagdad." 

Este  es  uno  de  los  testimonios  que  se  pueden  adu- 
cir para  probar  además  de  la  tendencia  de  nues- 
tros gobiernos  á  buscar  recusos  en  el  extranjero, 
lo  injusto  de  muchas  de  las  reclamaciones  que  en 
1859  podían  hacerse  á  México.  Como  al  criterio  de 
los  Estados  Unidos  quedaba  el  resolver  si  ellas 
eran  fundadas  ó  no,  y  ese  criterio  no  es  rauj'  rec- 
to, los  dos  millones  que  se  reservaban  para  el  pa- 


go  de  ellas  apenas  bastarían  para  entretener  la 
ambición  de  ios  reclamantes  y  ningún  saldo  que-' 
daría  á  favor  de  México. 

XXI V^ 

"Este  tratado^Jecía  el  artículo  11"--- será  ra^ 
tincado  por  el  Presidente  de  los  Estados  Unidos 
de  INIéxico,  en  virtud  de  sus  facultades  extraordi- 
narias y  ejecutivas,  y  las  respectivas  ratificacio- 
nes serán  cangeadas  en  la  ciudad  de  Washington, 
dentro  del  preciso  término  de  seis  meses,  á  contar 
desde  la  fecha  de  su  firma,  ó  antes  si  fuere  posi- 
ble, ó  en  el  asiento  del  Gobierno  constitucional,  si 
el  Presidente  de  los  Estados  Unidos  hiciera  algu» 
ñas  alteraciones  ó  enmiendas  que  fuesen  acepta- 
das por  el  Presidente  de  la  República  de  México." 

Mr.  Mac  Lañe  al  estipular  que  el  tratado  sería 
ratificado  por  el  Presidente  de  los  Estados  Unidos 
con  el  consentimiento  y  consejo  del  Senado  de 
aquella  nación,  cumplía  con  la  ley  de  su  país  que 
así  lo  prevenía.  En  el  artículo  IX  de  los  de  la  Con- 
federación y  perpetua  unión  que  firmaron  los  de- 
legados de  los  Estados  que  formaron  la  primitiva 
nación,  se  prevenía  que  "sólo  el  Congreso  de  los 
Estados  Unidos  tendría  facultad  para,  ,  .  .celebrar 
tratados  y  alianzas,"  y  en  el  párrafo  2°,  sección  IIi 
artículo  2^  de  la  Constitución  votada  en  17  de  Sep- 
tiembre de  1787,  se  explicaba  más  esa  facultad- 
diciendo:  "el  Presidente,  con  consulta  y  aproba 
ción  del  Senado,  tendrá  facultad  para  hacer  tra- 
tados, siempre  que  en  ellos  convengan  dos  terce- 
Estudios  históricos.- 31, 


—  2óó  — 

l'íls  partes  de  los  senadores  presentes."  Por  parto, 
pues,  de  Mac  Lañe  }•  de  Biicliananno  había  incon' 
veniente  ninguno  en  que  el  tratado  de  Veracruz 
fuera  ratificado  y  llegara  á  ser  ley  en  los  Estados 
Unidos. 

Pero  no  sucedía  lo  mismo  respecto  de  Ocampo 
y  Juárez,  pues  ni  tenían  facultades  el  uno  para 
contratar  á  nombre  de  Mc.yico,  ni  el  otro  para 
ratifii,"ar  el  tratado^  si  nos  atenemos  ;'i  los  princi- 
pios del  derecho  internaeional,  y  por  no  citai" 
niuclius  autores,  expondremos  brevemente  la  opi- 
nión de  uno  de  los  que  gozan  de  bastante  acep- 
tación ([):  "Los  representantes  ó  poseedores  ac- 
tuales del  poder  soberano, — dice — aunque  lo  ha- 
yan usurpado,  son  los  únicos  que  tienen  la  capaci- 
dad suficiente  para  celebrar  tratados  propiamente 
dichos  con  tal  c|ue  en  sus  relaciones  exteriores,  ni 
los  lazos  de  dependencia,  ni  los  términos  claros  y 
precisos  de  la  Constitución  del  Estajo  les  pongan 
impedimento."  {2) 

Que  Juárez  no  era  poseedor  actual  del  poder  so- 
berano lo  hemos  demostrado  desde  el  principio 
de  este  Estudio  para  que  no  sea  necesario  vol- 
verlo á  repetir,  y  no  siendo  Ju.lrez  gobernante  de 
México,  menos  podía  ser  Ocampo  representante 
suyo;  á  ese  respecto  conviene  repetir  lo  que  di- 
ce el  citado  autor  respecto  de  los  mandatarios.' 
".Sólo  los   mandatarios  que  tengan  poderes  sufi- 


(1)   ííeflcr.  Derecho  iii/i-nian'oini/,  Miulrid,  1875. 
r-')  id.  id.,  páginas  19S  y  :>S4. 


-  %'  - 

Cieníes,  pueJen  tratar  á  nombre  Je  las  personaá 
antes  citadas.  Todo  lo  que  hubieren  hecho  un  man- 
datario ó  un  negotiofuin  gestor^  extralimitán- 
dose de  sus  poderes,  no  será  válido  sino  par 
una  ratificación  subsiguiente.  Esto  se  aplica  par- 
ticularmente á  lo  que  antiguamente  se  llamaba 
spojicio  ó  convenio  efectuado  por  un  subdito  ó 
tin  Estado  con  u.i  gobierno  exti'anjero  sin  autori- 
zación del  suyo"  (en  cuyo  caso  estaba  Don  ]\Ie)- 
chor  Ocampo  respecto  del  gobierno  que  existía 
en  México).  "Ninguna  obligación  nsce  de  él  ni  pa- 
ra el  Gobierno  indebidamente  representado,  ni  pa- 
ra el  que  ha  tratado  as»,  á  no  ser  que  haya  pro^ 
metido  hacerlo  ratificar  ó  ejecutar:  en  este  caso 
queda  obligado  á  la  indemnización." 

Estas  opiniones  han  sido  citadas  para  demostrar 
que  aun  cuando  el  tratado  hubiera  sido  ratificada 
por  el  Senado  de  los  Estados  Unidos,  por  la  leV 
de  las  naciones,  México  no  estaba  obligado  á  cum- 
plirlo, pues  había  sido  concluido  contra  su  volun- 
tad por  un  ciudadano  su}'o  que  no  tenía  autorizacioTí 
para  ello;  por  lo  tanto,  faltaba  uno  de  los  requisi- 
tos que  los  autores  exigen  para  que  un  tratado  sea 
válido:  capacidad  do  las  partes  contratantes. 

Esta  capacidad  no  sólo  debe  buscarse  en  la  per- 
sona que  ejerce  el  poder  oque  se  ha  arrogado  ese 
ejercicio,  de  una  manera  arbitraria,  ó  por  últimos 
cree  qite  lo  ejerce;  sino  también,  y  muy  cuidado- 
samente en  las  leyes  constitutivas  de  cada  país, 
pues  si  no  se  ha  cuidado  de  cumplir  con  las  forma- 
lidades que  esas  leyes  exigen,  será  nulo  el  trata-* 


-  .268  --' 

ao  Celebrado  y  ni  l;i  otra  nación  puede  reclamaf 
el  cuinpliiniento  de  él,  pues  dei-'e  suponerse  que 
áates  de  contratar  se  enteró  bien  de  cuáles  eran 
íasformalida  Jes  que  en  el  otro  país  se  exigían  para 
que  un  pacto  de  esa  naturaleza  tuviera  todos  los 
requisitos  de  validez.  V  esa  obligación  es  doble- 
mente mayor  cuando  los  contratantes  están  regi- 
dos pji'  inuiíiicioaes  análogas  como  sucedía  en 
el  caso  de  los  Estados  Unidos  y  de  Juárez;  tan 
análogas  que  la  Constitución  mexicana  de  1857 
no  es  más  de  un  trasunto  de  la  norteamericana  de 
i787. 

Por  lo  níismo,  Mr.  Mac  Lanc  debía  saber  cuá- 
les  eran  los  requisitos  que  la  Constitución  exigía 
para  que  un  tratado  fuese  perfectamente  válido, 
y  al  consentir  en  que  no  se  cumpliese  con  ellos, 
implícitamente  consentía  en  que  fuese  nulo  el  que 
había  lirmado>  Los  señores  Juárez  y  Ocampo,  por 
su  parte  también  conocían  perfectamente  esa  nu- 
lidad, y  sin  embargo,  consentían  en  ella  sin  tener 
en  cuenta  que  si  bien  en  el  terreno  de  la  equidad 
y  del  derecho  podían  negarse  á  cumplir  el  trata- 
do (aunque  entonces  podría  decirse  que  obraban 
de  mala  fe),  existía  un  derecho  superior  y  más  te- 
rrible que  los  obligaría  á  acatar  el  pacto,  y  ese 
derecho  era  el  de  el  más  fuerte,  que  por  desgra- 
cia no  ha  sido  dado  al  olvido  por  las  naciones 
poderosas  y  existirá  aún   durante   algunos  siglos. 

Aunque  sea  una  repetición  de  algo  de  lo  que 
hemos  dicho  en  diversos  capítulos  anteriores,  va- 
mos á  exponer  aqui  las    rabones  que    había  para 


-  269    - 

considerar  nulo  ese  tratado  por  la  parte  de  Mé- 
xico, pues  es  llegada  la  ocasión  de  estudiar  ese 
punto  con  detenimiento. 

Conforme  á  la  fracción  X  del  artículo  85  de  la 
Constitución  d?  1837,  una  de  las  facultades  del 
Presidente  de  la  República  es  la  de  "dirigir  las 
negociaciones  diplomáticas  y  celebrar  tratados 
con  las  potencias  extranjeras,  sometiéndolos  á  la 
ratificación  del  Congreso  federal".  El  pacto  fun- 
damental no  podia  decir  más  qne  lo  qne  dijo  en 
esa  fracción,  pues  suponía,  con  fundamento,  que 
los  tratados  que  el  Ejecutivo  celebrase  se  sujeta- 
rían á  las  bases  que  como  fundamentales  se  en- 
cuentran en  la  Constitución  y  á  las  bajo  las  que 
están  constituidas  todas  las  personas  del  derecho 
internacional:  es  decir,  que  tendría  en  cuenta  la 
soberanía,  la  independencia,  la  integridad  del 
país  y  sus  instituciones,  pirque  sería  un  absurdo 
querer  conceder  al  Presidente,  con  la  facultad  de 
celebrar  tratados,  la  de  barrenar  todas  esas  bases, 
pues'entónces  resultaría  que  el  primer  mandatario, 
el  primero  que  debía  acatar  esa  Constitución  era 
el  primero  que  la  desconocía  y  la  traicionaba. 

Esa  teoría  de  que  el  Ejecutivo  puede  en  un  tra- 
tado pasar  sobre  la  Constitución,  la  hemos  visto 
resucitada  no  hace  muchos  años  con  motivo  de  una 
cuestión  célebre,  pero  por  fortuua  no  pudo  tener 
aplicación  porque  la  opinión  pública  se  manifestó 
rau}-  á  las    claras   contra  ella;  (1;  por  lo  que  cree- 

[l)  Nos  referimos  á  la  cacst'On  de  Bclice.  qne  se  sus- 
citó en  1S94  y  en  la  que  á  propósito  del  arreglo  que  se  ce- 


\ 

-  270   - 

raos  q'ie  nunc.i  prosperará,  mas  es  preciso,  á  fin 
de  evitar  trastornos,  que  quede  demostrado  de 
una  manera  palmaria,  que  es  anticonstitucional, 
y  por  lo  tanto,  ya  que  la  ocasión  se  nos  presenta 
con  motivo  del  estudio  que  hemos  emprendido 
acerca  del  tratado  ^lac  Lañe,  vamos  á  corrobo- 
rar nuestras  opiniones  con  las  mismas  disposicio- 
nes de  la  Constitución. 

Esta,  en  su  artículo  126  establece  la  jerarquia 
de  las  leyes  supremas  de  la  tierra  en  este  orden: 
«Esta  Constitución,  las  leyes  del  Congreso  de  la 
Union  que  emanen  de  ella  y  todos  los  tratados 
hechos  ó  que  se  hicieren  por  el  Presidente  de  la 
República,  con  aprobación  del  Congreso,  serán 
la  le}'  suprema  de  toda  la  Union".  De  manera  que 
sobre  todo  está  la  Constitución,  en  segundo  lugar 
vienen  las  leyes  del  Congreso  y  hasta  el  tercero 
los  tratados;  y  el  artículo  103,  al  hablar  de  la  res- 
ponsabilidad de  los  altos  fucionarios,  dice  que  el 
Presidente  de  la  República  es  responsable  y  du- 
rante el  tiempo  de  su  encargo  «sólo  podrá  ser 
acusado  por  los  de  traición  á  la  Patria,  violación 
expresa  de  la  Constitución,^'  etc.,  sin  citar  para 
nada  las  leyes  y  tratados,  lo  cual  acaba  de  confir- 
inar  la  idea  de  que  la  supremacía  de  la  Carta,  fué 
la  que  ante  todo  quisieron  asegurar  los  Constitu- 
yentes, como  es  lo  natural  y  debido  y  lo  que  se  bus- 
ca siempre  en  las  leyes  constituyas  de  tcdaXacion. 

lehrah  <  dn  luerhilcrra  se  so-tenía  que  el  EicciUi\o  podía 
celebrar  tod.í  clase  ilc  tratados,  aun  los  que  alterasen  los 
límites  de  la  Repúlbiea.  Por  supuesto  que  s-*  aseveraba  qu.- 
csc  arreglo  no  atacaba  la  integridad  territorial  deMcxico. 


-  271  - 

Una  vez  examinado  ese  punto,  y  volviendo  al 
artículo  lindel  tratado,  que  estipulaba  para  la  va- 
lidez de  todo  él  la  simple  ratificación  de  Juárez,  en 
virtud  de  sus  facultades  extraordinarias  3- ejecuti- 
vas, encontraremos  que  D.  Benito  carecía  de  ellas. 

Al  dar  el  golpe  de  Estado,  Comonfort,  descono- 
ciendo la  Constitución,  el  Congreso  no  volvió  á  reu- 
nirse y  por  lo  mismo  no  pudo  dar  facultades  ex- 
traordinarias; Juárez  salió  de  la  capital  el  1 1  de 
Enero  de  1858,  llevando  una  sombra  de  poder  que 
perdió  definitivamente  al  embarcarse  en  Manza- 
nillo para  tierra  extranjera:  en  \'eracruz  no  era 
más  que  un  partidario  con  cierto  prestigio  muj' 
relativo,  que  al  abrazarse  á  la  Constitución  tenía 
que  obedecer  á  ésta  y  que  acatar  por  lo  tanto  lo  que 
ella  prevenía  en  su  artículo  127,  es  decir,  obede- 
cerla en  lo  que  pudiera,  supuesto  que  por  el  tras- 
torno del  país  ella  no  perdía  su  fuerza  y  vigor. 
Para  acatar  sus  preceptos  tenía  que  someter  todo 
tratado  que  celebrase,  á  la  aprobación  del  Con- 
greso, según  lo  prevenía  la  fracción  XIII  del  art.  72 

No  existiendo  ningún  Congreso  en  Veracruz  en 
Diciembre  de  1859,  lo  único  que  Juárez  podía  es- 
tipular era  que  el  tratado  Mac  Lañe  seria  someti- 
do á  aquel  cuerpo  para  su  ratificación,  citando  las 
circunstancias  del  país  permitiesen  expedir  la 
convocatoria  para  las  elecciones,  y  en  virtud  de 
ellas  el  Congreso  estuviese  instalado  con  todas 
las  formalidades  de  estilo. 

Cierto  es  que  esto  era  un  plazo  muy  largo  y 
que  aquella  condición  era  muy  problemática;  pero 


272  - 

era  el  único  modo  que  había  para  hacer  las  cosas 
legfalmente;  de  otra  manera,  como  sucedió,  viola- 
ba una  vez  más  la  Constitución  que  aparentaba 
sostener  y  agregaba  una  causa  más  de  nulidad  á 
las  muchas  de  que  ya  adolecía  el  tratado. 

Es  cierto  que  no  llegó  á  ser  ratificado  ese  pacto; 
pero  esto  fué  por  circunstancias  independientes 
de  su  volunta  i;  mas  lo  que  sí  es  indudable  es,  que 
por  acuerdo  suyo  se  pactó  tal  manera  de  ratifica- 
ción, pues  en  materia  tan  grave,  Don  Melchor 
Ocampo,  simple  Secretario  de  Despacho,  no  se 
hubiera  atrevido  á  estipular  tal  cláusula,  máxime 
cuando  no  era  él  el  que  debía  hacer  la  ratifica- 
ción; y  si  todo  el  tratado  l'ué  hecho  con  el  con- 
sentimiento de  Juárez,  tsa  última  convención,  co- 
rolario de  toda  la  obra,  es  racional  creer  que  tam- 
bién tuvo  no  sólo  su  consentimiento,  sino  además 
su  expresa  autorización. 

Ni  aun  siquiera  se  podía  decir  que  Juárez  pu- 
diendo  haberlo  ratificado  antes  de  que  el  .Secre- 
tario La  Keintrie  se  llevase  el  texto  á  Washing- 
ton y  que  sin  embargo,  no  lo  hizo,  pues  muy  cla- 
ro se  desprende  de  ese  artículo  11  que  la  ratifica- 
ción de  Don  Benito  debía  ser  posterior  Á  la  del 
.Senado  ncn-teamericano,  supuesto  que  las  enmien- 
das que  este  cuerpo  hiciera  tenían  que  ser  acep- 
tadas ó  no  «por  el  Presidente  de  la  República  de 
México.» 

XXV 

Parecía  que  el  tratado  terminaría  con  el  artícu- 
lo 11°  en  que    se    hablaba  del  canje  de  ratifica- 


--  273  - 

ciones;  pero  no  fué  así,  sino  que  aún  se  le  agre- 
garon dos  nuevas  cláusulas  que  llevan  la  denomi- 
nación de  "artículos  coavenc/onales"  >' de  los  que 
el  primero,  uo  obstante  el  carácter  vergonzante 
que  tiene  y  el  estar  fuera  del  cuerpo  del  tratado, 
es  el  más  importante  de  todos  los  que  hasta  aho- 
ra hemos  analizado,  pues  estipulaba  nada  menos 
que  la  intervención'  inmediata  de  los  estados 
Unidos  en  México. 

Y  no  una  intervención  como  la  que  Uubo  pos- 
teriormente, que  tardó  algún  tiempo  en  madurar 
y  que  tanta  materia  ha  dado  y  dará  aún  á  los  li- 
berales para  escribir  sendos  libros,  folletos,  histo- 
rias, discursos,  novelas,  insultos  y  no  sabemos 
quién  sabe  cuántas  cosas  más;  sino  una  interven- 
ción inmediata,  brutal,  autorizada  y  pactada  con 
el  enemigo  que  doce  años  atrás  nos  había  arre- 
batado la  mitad  del  suelo  mexicano;  no  una  inter- 
vención que  dejara  íntegro  nuestro  territorio  co- 
mo sucedió  con  la  francesa,  á  pesar  de  las  aspira- 
ciones que  había  sobre  Sonora,  sino  una  interven- 
ción cuyo  resultado  final  sería  el  desmembramien- 
to de  nuestra  patria  por  el  peso  de  una  enorme 
deuda  que  se  nos  obligaba  á  contraer  y  que  come 
no  estábamos  en  posibilidad  de  pagar,  sería  co- 
brada en  terrenos. 

Acaso  para  hacer  pasar  desapercibido  tal  pac- 
to, se  le  colocó  al  ñnal  del  tratado  y  en  lugar  don- 
de no  llamara  la  atención,  pero  tal  monstruosidad 
no  podía  pasar  desapercibida,  fuera  cual  fuese  el 
lugar  donde  estuviera,  y  servirá  para  manchar  con 
Estudios  históricos.— 35. 


^  274  -^ 

ün  padrón  de  eterna  infamia  á  sus  autores,  aun 
cuando  lo  que  estipularon  no  se  hay  allevado  á  cabo. 

Hé  aquí  el  texto  de  ese  primer  artículo  adicio- 
nal ó  convencional:  'Por  cuanto,  rí  causa  de  la 
actual  gncrt'a  civil  de  México,  y  particularmen- 
te en  consideración  del  estado  de  desorden  en  qtie 
se  halla  la  frontera  interior  de  México  y  los  Es- 
tados Unidos,  pueden  presentarse  ocasiones  en 
que  sea  necesario  para  las  fuerzas  de  las  dos  Re- 
públicas obrar  de  concierto  y  en  cooperación  para 
hacer  cumplir  estipulaciones  de  tratados^  y  con- 
servar el  orden  y  la  seg'uridad  en  el  territorio  de 
una  de  las  dos  Repúíilicas,  por  tanto  se  ha  cele- 
brado el  siguiente  convenio: 

"Artículo  1°.  Si  se  violaren  algunas  de  las  es- 
tipulaciones de  los  tratados  existentes  entre  Mé- 
xico y  los  Estados  Unidos,  ó  si  peligrare  la  segu- 
ridad de  los  ciudadanos  de  una  de  las  dos  Repú- 
blicas dentro  del  territorio  de  la  otra,  y  el  Gobier- 
no legítimo  y  reconocido  de  aquella,  no  pudiere 
por  cualquier  motivo,  hacer  cumplir  dichas  esti- 
pulaciones ó  proveer  á  esa  seguridad,  será  obli- 
gatorio para  ese  Gobierno  el  recurrir  al  otro 
para  que  le  ayude  á  hacer  ejecutar  lo  pactado,  y 
á.  conservar  el  orden  y  la  seguridad  en  el  territo- 
rio de  la  dicha  República  donde  ocurra  tal  desor- 
den y  discordia,  y  en  semejantes  casos  especiales 
pagará  los  gastos  la  Nación  dentro  de  cuyo  te- 
rritorio se  haga  necesaria  tal  intervención" 

Desde  el  preámbulo  de  este  artículo  indica  la 
amplitud  que  se  quiso  dar  á  sus  estipulaciones:  no 


-  275  -    ' 

se  citan  cuáles  sean  los  tratados  ó  estipulaciones 
de  ellos  que  pudieran  ser  violados  por  el  estado 
de  guerra  civil  en  que  se  encontraba  México,  y  na- 
da absolutamente  tenian  que  ver  los  Estados  Uni- 
dos con  esa  guerra. 

El  derecho  internacional,  que  tiene  por  princi- 
pio fundamental  el  de  la  independencia  y  sobera- 
nía de  las  naciones,  exige  que  estas  bases  sean  de 
tal  modo  respetadas,  que  previene  que  en  caso  de 
disturbios  interiores,  las  demás  naciones  se  abs- 
tengan de  intervenir  en  ellos,  poiu:egla  general,  en 
favor  de  uno  ó  de  otro  de  los  contendientes  y  sólo 
en  el  caso  muj-  limitado  de  peligros  para  el  extra- 
ño ó  extraños,  autoriza  la  intervención:  cuando 
más,  lo  que  el  tercero  puede  hacer  es  tomar  me- 
didas de  precaución  dentro  de  su  territorio  para 
evitar  que  el  desorden  existente  en  el  Estado  ve- 
cino cunda  al  suyo;  pero  no  prestarse  á  ayudar  de 
una  manera  tan  descarada  á  un  partido  invocando 
el  pretexto  dg  que  por  la  guerra  civil  podrían  vio- 
larse los  tratados. 

«Ninguna  potencia  tiene  derecho  á  inmiscuirse 
en  los  negocios  interiores  de  un  Estado  extranje- 
ro, dice  un  autor  de  derecho  internacional,  ningu- 
na potencia  puede  imponer  á  un  Estado  extranje- 
ro reglas  de  conducta  ni  de  gobierno,  ni  imponer- 
le ciertas  instituciones,  ni  obligarle  á  renunciar  á 
otras;  ninguna  potencia,,  en  fin,  puede  aspirar  á 
trazar  la  línea  de  conducta  política  de  un  sobera- 
no independiente.  Este  es  el  principio  de  no-inter- 
vencion,  que  es  el  único  verdadero,  mientras  que 


-  276    - 

el  de  intervención  es  sólo  un  derecho  excepcional 
fundado  en  motivos  especiales  que  no  siempre  han 
sido  en  la  práctica  de  las  naciones,  razones  legíti- 
mas, y  no  han  tenido  las  más  veces  otro  fundamen- 
to que  los  intereses  egoístas.  El  derecho  de  las  na- 
ciones sólo  admite  razones  fundadas  en  la  justicia. 

«Por  censurable  que  sea  la  conducta  de  un  so- 
berano (ó  gobierno),  mientras  no  ataque  ó  ame- 
nace los  derechos  de  otros^  no  dd  d  éstos  iiingiin 
derecho  de  inicrvencion,  porque  ningún  sobera- 
no puede  erigirse  en  juez  de  la  conducta  de  otro. 
Están,  sin  embargo,  en  el  deber  de  hacer  tentati- 
vas amistosas,  y  si  á  pesar  de  esto,  persevera 
aquel  en  su  conducta,  si  continúa  pisoteando  las 
leyes  de  la  justicia,  deberán  romper  con  él  toda 
clase  de  relaciones. 

"No  sucederá  así,  y  se  podrá  intervenir  de  una 
manera  efectiva  en  los  casos  de  guerra  civil,  en 
la  cual  podrán  las  potencias  extran.jeras  favore- 
cer á  aquel  de  cuya  parte  crean  está  la  justicia 
siempre  que  se  invoque  su  auxilio.  La  \ey  es  en 
efecto  la  misma  para  los  Estados  que  para  los  in- 
dividuos. Si  pues  permite  al  individuo  favorecer  á 
su  prójimo  amenazado  en  su  existencia  6  en  sus 
derechos  fundamentales,  con  más  razón  se  permi- 
tirá ésto  á  los  EstJidos  soberanos.  Solo  que  es  ne- 
cesario que  estos  no  usen  con  demasiada  ligere- 
za de  ese  derecho,  porque,  estando  sujetas  í  error 
las  nociones  de  lo  justo  y  de  lo  injusto,  es  difícil 
su  aplicación.*' 


277   - 

Una  vez  expuestas  las.  doctrinas   precedentes, 
sin  necesidad  de  largas  digrresiones   se  compren- 
derá lo  absurdo  de  ese  artículo  1°    convencional: 
con  la  vaguedad  con  que  se  le  redactó  se  presta- 
ba a  la  interpretación  más    lata,    pues    cualquier 
acto  de  las  autoridades  ó  ciudadanos    mexicanos 
podía  tomarse  por  los  Estados  Unidos    como  una 
violación  de  los  tratados;  bastaba  que  una  pobla- 
ción donde  residiese  un  solo  norteamericano    es- 
tuviera amenazada  por  las  fuerzas  de   alguno  de 
los  partidos  contendientes  para  que  se  pretextase 
que  peligraba  la  seguridad  de  ese  individuo  y  lle- 
grase  el  caso  del  artículo;  una  contribución  extra- 
ordinaria, una  prisión  legal,    cualquiera  circuns- 
tancia en  fia,  podía  dar  motivo  á  la  intervención, 
la  que  para  ser.  más  humillante  "era  obligatorio"' 
no  facultativo,  pedirla    á  fin  de   conservar    la  se- 
guridad y  hacer  respetara  los  trtados. 

Por  esta  cláusula  se  podía  desde  luego  introdu- 
cirá México  un  gfran  ejército  de  yankees,  pues 
siendo  del  resorte  del  gfobierno  de  Washington  el 
reclutamiento  y  equipo  de  él  á  reserva  de  que 
México  pagara  los  gastos,  apenas,  ratificado 
el  tratado,  el  directorio  de  Veracruz  podía  mani- 
festar á  Buchanan  que  le  era  imposible  conservar 
el  orden  y  la  tranquilidad,  y  hacer  r¿spetar  los 
tratados,  mientras  no  fuese  dueño  de  la  capital  y 
hubiese  sometido  á  los  conservadores.  Y  como  esa 
era  la  idea  que  perseguían  Buchanan  y  los  libe- 
rales, á  vuelta  de  poco  tiempo  tendríamos  en  las 
playas  de   Veracruz   un  ejército   de    treinta   mil 


—  278  — 

aventureros  que  á  la  par  que  á  Miratnon  darían 
mucho  quehacer  á  Juárez;  que  harían  que  toda  la 
Nación  se  levantase  en  armas  sin  distinción  de 
partidos;  que  sacarían  de  su  retraimiento  áVidau- 
rri  y  sus  tenientes  para  llevarlos  á  combatir  al 
extranjero;  que  harían  que  de  las  huestes  libera- 
les desertasen  multitud  de  hombres  de  todas  cla- 
ses y  que  convertirían  la  guerra  civil  en  guerra 
nacional,  estando  de  un  lado  Miramon  con  todo 
el  país  y  del  otro  los  auxiliares  yankees  y  los  Es- 
tados Unidos  con  Juárez  y  uno  que  otro  obcecado. 

Los  resultados  de  esa  lucha  son  imposibles  de 
prever,  pues  nunca  se  puede  señalar  la  meta  don- 
de se  detendrán  las  catástrofes;  pero  de  todos  mo- 
dos hubieran  sido  tremendos  é  incalculables  para 
México,  ya  sea  que  venciera  el  país,  los  liberales 
ó  los  norteamericanos.  En  el  primer  caso  adqui- 
riríamos la  victoria  á  costa  de  inmensos  sacrifi- 
cios y  de  una  postración  de  largos  años;  y  eso, 
suponiendo  que  llegara  México  á  vencer,  lo  cual 
era  muy  problemático  dada  la  anarquía  reinante 
aquí;  en  el  segundo,  la  deuda  que  pesaría  so- 
bre la  Nación  la  aniquilaría  y  el  sacrificio  de  par- 
te de  su  territorio  seria  considerable;  en  el  últi- 
mo, acaso  desaparecería  nuestra  nacionalidad,  y 
se  formaría  con  sus  despojos  otra  nueva  en  el  su- 
reste, ó  cuando  menos  quedaba  México  reducido 
á  su  más  mínima  expresión  ó  bajo  la  tutela  direc- 
ta de  los  Estados  Unidos. 

La  objeción  que  puede  hacerse  á  estas  apre- 
ciaciones, si  es  que  alguna  persona  seria  la  llega 


—  279  - 

á  hacer,  es  ésta:  en  ese  artículo  se  pactaba  una 
intervención  mutua  y  tan  podía  por  ello  ser  inter- 
venido México  por  los  Estados  Unidos,  como  los 
Estados  Unidos  por  México.  Esta  objeción  es  muy 
fácil  de  contestar,  con  sólo  considerar  la  distinta 
situación  de  ambos  países:  México  estaba  en  re- 
volución en  tanto  que  los  Estados  Unidos  estaban 
en  paz:  el  gobierno  que  el  tratado  llamaba  "legí- 
timo y  reconocido^  de  México  no  estaba  consoli- 
dado en  tanto  que  el  de  Washington  sí  lo  estaba: 
Juárez  no  podía  en  caso  de  conflicto,  enviar  un 
solo  hombre  al  Norte  en  tanto  que  Buchanan  si 
estaba  en  aptitud  de  enviar  acá  miles  de  soldados; 
el  directorio  de  Veracruz  no  tenía  dinero  ni  pa- 
ra pagar  á  la  guarnición  en  Veracruz,  mientras 
que  en  el  tesoro  norteamericano  había  millones. 
De  manera  que  dadas  estas  diferencias,  aunque 
el  tratado  lo  estipulara,  nunca  se  daría  el  caso  de 
que  ejércitos  mexicanos  atravesaran  el  Bravo  pa- 
ra poner  en  paz  á  los  yankees,  en  tanto  que  sí 
era  lo  más  llano  que  bandas  de  aventureros  de 
todas  nacionalidades, viniesen  al  país  á  tomar  par- 
te en  nuestros  asuntos.  En  lo  único  que  podía  ha- 
ber reciprocidad  era  en  la  persecución  de  los  re- 
voltosos de  la  frontera,  pues  el  caso  era  distinto, 
porque  una  vez  que  cometían  sus  fechorías  se  re- 
fugiaban aquellos  en  el  lado  que  más  les  conve- 
nía; á  fin  de  que  se  pudiera  perseguirlos  con  efi- 
cacia se  hacía  necesario  que  las  tropas  de  uno  y 
otro  país  cruzasen  la  línea  divisoria  cuando  fuera 
conveniente  como  se  ha  estipulado  otras  veces. 


-  280  — 

Pero  que  esto  no  fué  lo  que  inspiró  la  primera 
parte  del  artículo  que  comentamos  se  vé  con  sólo 
leer  el  final  de  ese  mismo  artículo:  "y  si  ocurrie- 
re alg-un  desorden  en  la  frontera  de  las  repúbli- 
cas,— dice, — las  autoridades  de  ambas,  más  inme- 
diatas al  punto  donde  exista  el  desorden,  obra- 
rán de  concierto  y  en  cooperación  para  arrestar 
•y  castigar  á  los  criminales  que  hayan  perturbado 
el  orden  público  y  la  seguridad  de  una  de  las  dos 
repúblicas,  y  con  este  objeto  podrá  arrestarse  á 
los  culpables  en  cualquiera  de  las  dos  repúblicas 
y  entregárseles  á  las  autoridades  de  la  república 
en  cayo  territorio  se  haya  cometido  el  crimen;  la 
naturaleza  y  carácter  de  esa  intervención,  lo  re- 
lativo a  los  gastos  que  ocasione  y  á  la  manera  de 
arrestar  y  castigar  á  dichos  criminales,  serán  de- 
terminadas y  reglamentadas  por  un  convenio  en- 
tre el  departamento  ejecutivo  de  los    gobiernos." 

Estas  estipulaciones  no  tenían  otro  objeto  que 
procurar  la  captura  y  castigo  del  famoso  Cortina 
que  tomando  represalias  por  las  depredaciones 
que  los  yankees  habían  cometido  en  personas  de 
su  familia  y  en  sus  propiedades^  era  el  terror  del 
Sur  de  Texas  y  cometía  toda  clase  de  actos  van- 
dálicos sin  que  jamás  hubiera  sido  apresado  por 
las  tropas  enviadas  en  su  persecución^  y  el  que 
casi  siempre  encontraba  asilo  seguro  en  Taraau- 
lipas. 

XXVI 

El  segundo  de  los  artículos  convencionales  se 
refiere  á  la   ratificación   del    primero   anterior,  y 


-  281  — 

yunque  lo  reproducimos  con  el  fin  de  que  se  co- 
nozca íntegro  el  tratado  celebrado  entre  les  se- 
ñores Ocanipo  y  Mac  Lañe,  muy  poco  tenemos 
que  decir  de  él,  pues  no  haríamos  otra  cosa  que 
repetir  lo  dicho  ya  en    el  capítulo  XXIV. 

Dice  así: 

"Artículo  2°.  Este  convenio  será  ratificado  por 
el  Presidente  de  los  Estados  Unidos  y  por  el  Pre- 
sidente de  México^  en  virtud  de  sus  facultades  ex- 
traordinarias y  ejecutivas  y  las  respectivas  ratifi- 
caciones serán  cangeadas  en  la  ciudad  de  Was- 
hington, dentro  del  preciso  término  de  seis  meses 
á  contar  desde  la  fecha  de  su  firma,  ó  antes,  si 
fuese  posible,  ó  en  el  asiento  del  gobierno  consti- 
tucional, si  el  Presidente  ó  el  Senado  de  los  Esta- 
dos Unidos  hicieren  algunas  alteraciones  ó  en- 
miendas que  fuesen  aceptadas  por  el  Presidente 
de  la  República  de  México." 

La únicadiferencia  que  se  nota  en  éste,  respec- 
to del  artículo  11  es  que  la  ratificación  sólo  se  es- 
tipulaba que  la  hiciera  el  Presidente  de  los  Esta- 
dos Unidos  sin  mentar  para  nada  al  Senado.  En 
el  capítulo  antes  citado  ya  hemos  visto  que  esta 
diferencia  no  era  de  importancia,  pues  la  Consti- 
tución de  los  Estados  Unidos  concede  esa  facul- 
tad al  Presidente. 

Por  otra  parte,  debiendo  someterse  al  Senado 
norteamericano  todo  el  tratado  para  su  aproba- 
ción y  formando  parte  de  él  estos  dos  artículos 
convencionales,  natural  es  creer  que  ellos  tam- 
bién se  someterían  á  aqirel  cuerpo.  Si  se  omi- 
Estudios  histéricos.  —36. 


-  282  - 

tían  sin  embargo,  la  oposición  era  bastante  po- 
derosa para  obligar  al  Ejecutivo  á  remitirlos,  j' de 
todas  maneras  serían  analizados  por   el  Senado. 

Al  pie  de  este  tratado  estaban  las  firmas  de  los 
Señores  Ocampo  3'  Mac  Lañe,  únicos  que  lo  sus- 
cribieron; aun  cuando  hemos  buscado  con  diligen- 
cia el  procmitíui  de  él,  no  lo  hemos  encontrado,  y 
sólo  lo  tiene  el  original  que  se  conserva  en  la 
Secretaría  de  Relaciones.  Las  copias  que  hay  im- 
presas, ni  siquiera  tienen  la  fecha  de  su  celebra- 
ción, 1°  de  Diciembre  de  1859. 

Nos  hemos  detenido  tanto  en  examinar  artículo 
por  artículo,  y  hasta  frase  por  frase,  del  tratado 
Mac  Lane-Ocampo,  aun  á  riesgo  de  fastidiar  á 
nuestros  lectores,  porque  el  objeto  principal  que 
nos  propusimos  al  emprender  este  estudio  fué  el 
de  analizar  ese  documento,  que  aunque  todo  el 
mundo  lo  conoce  de  nombre,  hasta  hoy  había  sido 
poco  analizado;  y  además,  el  de  procurar  demos- 
trar todo  lo  que  de  malo  tenía  para  México,  bajo 
el  aspecto  político,    administrativo  y    económico. 

La  parte  histórica  anterior  y  la  que  va  á  se- 
seguir,  aunque  muy  interesante,  ha  sido  incidentalj 
para  nosotros,  y  encaminada  á  dar  á  conocer  los] 
sucesos  que  motivaron  la  celebración  de  ese  pactoj 

Terminado,  pues,  el  análisis  del  tratado,  volve^ 
mos  al  campo  más  llano  y  entretenido    de  la  hisj 
toria  para  dar    cuenta  de  las    peripecias    que  st 
frió  ese    tratado  en  el   Senado  norteamericano 
de  las  protestas  á  que  cUó    margen   hasta  ser  ái 
sechado  enteramente. 


-  283  — 

Esperamos,  pues,  que  los  lectores  perdonen  lo 
largo  del  estudio  que  hemos  emprendido,  y  las 
digresiones  á  que  nos  entregamos,  en  vista  de  la 
importancia  del  documento    que  le  dio  origen. 

XXVÍI 

El  tratado  quedó  firmado  el  día  primero  de  Di- 
ciembre de  1859  y  desde  luego  se  trató  de  que  la 
ratificación  se  hiciese  á  la  mayor  brevedad,  á  cu- 
yo efecto,  el  secretario  de  Mac  Lañe,  Mr.  La  Re- 
trie  se  embarcó  en  el  vapor  de  guerra  nortea- 
mericano «Brooklyn:>  el  dia  15  del  mismo  mes 
con  rumbo  á  Nueva  Orleans.  Entre  tanto  La  Re- 
forma, periódico  que  se  publicaba  en  Veracruz, 
dio  á  conocer  un  extracto  del  tratado  que  desde 
luego  causó  profunda  alarma  en  todo  el  país; 
ese  extracto,  bastante  bien  hecho,  daba  á  cono- 
cer la  magnitud  de  las  onerosas  obligaciones  que 
se  imponían  á  México.  El  Guillermo  Tell,  por  su 
parte,  se  empeñó  en  probar  que  el  tratado  era 
bueno  y  ventajoso. 

Donde  primero  se  hizo  sentir  el  disgusto  que 
causó  la  conclusión  de  ese  pacto  fué  en  el  mismo 
Veracruz:  Don  Juan  Antonio  de  la  Fuente  no  qui- 
so figurar  en  el  Ministerio  que  había  llevado  á 
cabo  la  celebración  do  él  y  se  separó,  quedando 
el  Gabinete  de  Juárez  constituido  de  esta  ma- 
nera: 

Relaciones.  D.   Melchor  Ocampo. 

Gobernación.  D.  Ignacio  de  la  Llave. 

Justicia.  D.  Manue  Ruiz. 


-  284  - 

Hacienda.  D.  Miguel  Lerdo  de  Tejada. 

Fomento.  Empáran. 

Guerra.  Gral.  Partearroyo. 

Como  se  vé,  en  ese  Ministerio  tenían  cabida  to- 
dos los  partidos  en  que  á  la  sazón  estaban  dividi- 
dos los  liberales,  y  nadie  extrañó  que  Lerdo  y  Em- 
páran tuvieran  carteras  cuando  habían  logrado 
imponerse  obligando  á  Juárez  y  Ocampo  á  acep- 
tar el  tratado;  en  cambio  causó  sorpresa  que  ene- 
migos de  él  como  Ruíz  y  Partearroj'O  consintie- 
sen en  entrar  al  Ministerio:  en  cuanto  á  Llave 
era  un  término  medio  entre  juaristas  y  lerdistas 
y  tan  pronto  se  oponía  á  la  intervención  de  los  Es- 
tados Unidos  como  estaba  por  ella,  como  lo  acre- 
ditó en  la  acción  de  Antón  Lizardo,  á  la  que  con- 
currió en  un  buque  norteamericano  y  resultó  he- 
rido. 

La  guardia  nacional  de  Veracruz  empezó  á  dar 
muestras  asimismo  de  descontento;  el  mayor  D. 
Francisco  Millan,  el  capitán  Uriarte,  los  oficiales 
Arrillaga,  Canal,  Suárez  y  otros,  en  número  de  do- 
ce, se  separaron  del  servicio,  pues  no  querían  la 
intervención  ni  el  auxilio  yankces  y  muchos  de 
ellos  se  habían  batido  cuando  el  bombardeo  de 
1847. 

Además,  circuló  en  el  puerto  la  noticia  de 
que  el  Gobierno  de  México  iba  á  expedir  un  decre- 
to poniendo  fuera  de  la  ley  á  los  militares  que 
continuaran  al  servicio  de  Juárez,  y  mandando  que 
fueran  marcados  en  el  carrillo  derecho  con  una  T, 
que  significaba  TVn-zífo/'.  Aparecieron  muchos  pas 


I 


-  285  - 

quines  en  las  calles  de  Veracruz,  protestando  con* 
tra  el  tratado  é  insultando  á  los  Estados  Unidos, 
á  Mac  Lañe,  á  Juárez,  etc. 

Las  presentaciones  de  constitucionalistas  á  las 
autoridades  conservadoras  se  verificaron  en  gran 
número,  principalmente  por  el  rumbo  de  Vera- 
cruz,  donde  mandaba  en  jefe  D.  Manuel  Robles 
Pezuela:  en  Huatusco,  una  fuerza  liberal,  al  tener 
noticia  del  tratado  se  disolvió  completamente, 
abandonando  sus  armas  y  municiones,  y  dando 
aviso  de  la  disolución  al  General  Negrete,  jefe 
conservador  que  guarnecía  la  línea  de  Jalapa  y 
Orizaba  y  que  estaba  á  las  órdenes  inmediatas  de 
Robles  Pezuela. 

En  vista  del  descontento  que  reinaba  en  el  puer- 
to y  de  los  rumores  que  conúan  y  hacían  augurar 
un  movimiento  antijuarista,  el  General  Robles  or- 
denó á  Negrete,  que  estaba  en  Orizaba,  que  tu- 
viese sus  fuerzas  listas  para  marchar  sobre  Vera- 
cruz  al  primer  aviso  que  tuviese  de  movimiento 
en  la  plaza,  á  fin  de  auxiliar  á  los  disidentes:  este 
ultimo  jefe  con  motivo  de  esa  orden  expidió  una 
proclama  á  sus  subordinados,  llamando  traidores 
ú  Iss  autores  del  tratado  y  á  los  que  lo  defendie- 
sen, siendo  de  advertir  que  fué  el  primer  indivi- 
duo que  protestó  contra  aquel  pacto,  y  que  su  pro- 
clama tiene  la  misma  fecha — 17  de  Diciembre  — 
que  la  protesta  que  dirigió  el  Sr.  Muñoz  Ledo,  ]\Ii- 
nistro  de  Relaciones  de  Miramon  á  Mr.  Cass,  Se- 
cretario de  Estado  en  AVashington. 

Si  en  aquellos  días  de  Diciembre  hubiera  salido 


-286  - 

alguna  fuerza  de  México  sobre  Veracruz,  con  mu- 
cha facilidad  se  apoderaba  del  puerto,  pues  el  des- 
contento que  reinaba  en  la  plaza  habría  determinado 

un  movimiento  que  hubiera  abierto  las  puertas  de 
ella  á  los  conservadores  (1)  y  puesto  en  fuga  al  di- 
rectorio liberal  que  no  las  tenía  todi*s  consigo  y  que 
aún  estaba  prevenido   para  ese  evento  pues  com- 
prendía   perfectamente   que    sólo    podía    esperar 
auxilio   de    parte   de  los   buques  norteamericanos 
fondeados  en  la  bahía,  porque  las  fuerzas  liberales 
estaban  desorganizadas  después    de  la    acción  de 
la  Estancia  de  las  Vacas,  y  Vidaurri  se  mantenía 
en  el  Norte,  casi  neutral  y  atento  á  los  movimien- 
tos del  ejército  yankee  que  empezaba  á  reconcen- 
trarse en  Texas  con  pretexto  de  las  invasiones  de 
Cortina,  que  ya    no  se  limitaban    á  los  condados 
del  Río    Grande,    sino  que  iban  extendiéndose  al 
interior  de  aquel  Estado. 

Pero  Mii-amon,  que  era  el  único  que  podía  orga- 
nizar la  expedición  sobre  Veracruz,  se  hallaba  en 
Occidente  en  la  campaña  de  Colima,  cuya  plaza 
cayó  en  su  poder  el  24  de  Diciembre  de  1859,  y 
las  fuerzas  de  Robles  no  eran  suficientes  para  em- 
prender operación  tan  importante  y,  que  de  llevar- 
se á  feliz  término,  habría  dado  un  golpe  mortal  á 
la  revolución. 

Sin  embargo,  desde  ese  momento  se  pensó  más 
seriamente  en  el  segundo  asedio  de  Veracruz,  aun  - 

"Roclos  los  días  corrían  rumores  ^e  pronunciamien^^^^     || 
traban  que  estosruraores  teman  alffunaDaie. 


287  - 

que  los  preparativos  eran  largos  y  costosos;  en- 
tre tanto  el  señor  Muñoz  Ledo,  Ministro  de  Rela- 
ciones del  gobierno  establecido  en  México,  protes- 
taba segnn  hemos  dicho,  contra  el  tratado  Mac 
Lane-Ocampo,  en  una  nota  de  la  que  merecen 
reproducirse  algunos  párrafos: 

"Los  SUC8S0S  de  la  República  Mexicana  y  la 
guerra  obstinada  5'-  sangrienta  en  que  se  halla  en- 
vuelta hace  cinco  años,  son  bien  conocidos  de  los 
gobiernos  extranjeros,  y  deben  serlo  muy  especial- 
mente de  los  Estados  Unidos.  Deseosos  todos  de 
un  término  feliz  que  haga  cesar  el  derramamien- 
to de  sangre  y  restablezca  la  paz,  el  gobierno 
del  infrascrito  no  puede  creer  que  el  de  los  Esta- 
dos Unidos  sea  el  único  que  promueva  en  el  país 
nuevas  complicaciones,  ni  mucho  menos  que  se  li- 
sonjee de  sus  desastres  é  infortunios  por  procu- 
rarse ventajas,  que  ni  honrarían  su  nombre,  ni 
podrían  obtenerse  sino  á  costa  de  grandes  sacrifi- 
cios, engendrándose  y  exacerbándose  cada  día 
más  una  mutua  aversión  entre  ambos  países. 

«S.  E.  el  señor  Secretario  de  Estado  de  los  Es- 
tados Unidos,  advertirá  desde  luego  que  el  infras- 
crito se  contrae  al  tratado  que  según  los  informes 
que  tiene,  se  ha  ajustado  en  Veracruz  entre  el  se- 
ñor Mac  Lañe  y  el  Ministro  de  Relaciones  del  se- 
ñor Juárez.  íSi  no  se  ha  firmado,  si  no  es  cierto  que 
esté  para  firmarse,  no  cabe  duda  ninguna  de  que 
se  intenta  con  empeño  y  aun  con  calor  concluirlo, 
y  que  se  contrae  á  concesiones  de  territorio,  á 
vías  de  tránsito    para  ciudadanos  y  tropas  de  lob 


-  288  - 

Estados  Unidos.  Las  primeras  impresiones  que  ha 
causado  un  suceso  semejante,  han  sido  y  son  tan 
profundas  que  ni  el  gobierno  de  esta  República, 
ni  el  de  los  Estados  Unidos  podrían  cerrar  los  ojos 
sobre  sus  consecuencias,  sin  contraer  ante  Dios  y 
ante  el  mundo  una  gran  responsabilidad. 

«El  señor  Secretario  de  Estado  de  los  Estados 
Unidos  recordará,  que  instalado  el  gobierno  del 
infrascrito  en  Enero  del  año  próximo  pasado,  fué 
reconocido  espontáneamente  por  el  señor  Juan 
Forsyth^  Ministro  de  los  Estados  Unidos  y  que  el 
de  México,  General  Robles,  fué  recibido  en  Was- 
hington por  el  Presidente  en  una  audiencia  pública 
para  que  presentase  la  carta  autógrafa  del  gene- 
ral que  ejercía  entonces  en  ^léxico  el  poder  eje- 
cutivo: que  el  señor  Forsyth  presentó  en  Marzo 
siguiente  á  esta  Secretaría  unas  bases  de  tratado 
para  una  nueva  demarcación  de  límites  entre  las 
dos  Repiíblicas,  que  importaba  una  pérdida  muj 
considerable  del  territorio  mexicano  y  otros  arre- 
glos también  muy  importantes:  que  la  contesta- 
ción que  se  le  dio  por  este  departamento,  fué  que 
la  propuesta  no  convenía  á  México,  ni  por  lo  que 
tocaba  á  su  honor,  ni  en  cuanto  á  sus  intereses 
bien  entendidos:  que  no  había  tampoco  un  congre- 
so nacional,  único  que  podría  autorizar  y  aprobar 
una  negociación  de  aquella  gravedad;  y  por  últi- 
mo, que  un  asunto  de  esa  naturaleza  iba  á  encen- 
der más  la  guerra  intestina  en  circunstancias 
en  que  la  paz  era  el  principal  objeto  á  que  se 
dirigía    el    gobierno   do  la  República,   El   señor 


--  289  - 

Forsyth  desde  entonces  se  decían)  en  abierta 
hostilidad  contra  éste,  favoreció  cuanto  pudo  á 
los  enemigos  que  lo  combatían,  interrumpió,  sin 
esperar  instrucciones  de  Washington,  y  sin  causa 
alguna  fundada,  las  relaciones  existentes  entre  los 
dos  países,  y  no  salió  de  la  República  sino  cuando 
cansado  de  tanto  esfuerzo  estéril  para  derribar  al 
mismo  gobierno  que  había  reconocido,  perdió  to- 
da esperanza  de  que  se  realizaran  sus  deseos. 

"La  misma  prensado  los  Estados  Unidos  ha  ca- 
lificado ya  su  conducta,  y  el  infrascrito  no  haría 
mención  de  ella  si  tales  antecedentes  no  imprimie- 
ran un  sello  tan  desfavorable  y  deshonroso  á  la 
negociación  que  se  sigue  ó  se  ha  concluido  en  Ve- 
racruz.  El  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  tuvo 
á  bien  reconocer  después  el  establecido  en  aquel 
puerto,  fundándose  en  el  numero  de  departamen- 
tos que  le  obedecían.  Cuando  lo  fué  el  actual 
apenas  acababa  de  establecerse  en  el  Palacio 
Nacional." 

Después  de  examinar  la  gravedad  de  la  cues- 
tión que  se  ventilaba  en  el  país  y  de  negar  al  Go- 
bierno de  Veracruz  personalidad  para  aprobar  el 
tratado  sin  el  concurso  del  Congreso,  exponiendo 
razones  que  no  repetiremos  por  haberlas  aducido 
en  anteriores  artículos,  continuaba  la  nota  en  és- 
tos térmimos: 

«¿Qué  sería  de  un  país  que  tuviera  que  pasar 
por  lo  que  hicieran  algunos  hombres  que  repre- 
sentan un  bando  ó  partido  en  circunstancias  seme- 
jantes á  aquellas  en  que  se  encuentra  el  Gobierno 
Estudios  históricos.— 37 


-  290  - 

de  Veracruz?  Un  corto  período  de  guerra  civil 
podría  acabar  ó  poner  en  el  mayor  peligro  su  te- 
rritorio é  independencia.  El  Gobierno,  pues,  de 
Veracruz,  al  aprobar  el  tratado,  se  ba  arrogado 
títulos  y  facultades  que  no  tiene  por  la  misma 
carta  que  invoca,  y  si  llegara  á  triunfar,  sus  parti- 
darios para  establecer  un  orden  cualquiera,  le  ha- 
rían expiar  con  un  castigo  ejemplar  tamaño  aten- 
tado contra  la  soberanía  nacional. 

«.Al  infrascrito  no  le  toca  señalar  cuáles  son  los 
deberes  del  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  cuan- 
do se  trata  de  un  país  vecino,  agobiado  por  la 
desgracia  y  digno  sin  embargo  por  lo  que  ha  sido 
y  puede  ser  todavía,  de  la  estimación  y  conside- 
raciones de  todos  los  pueblos,  pero  no  puede  pres- 
cindir de  manifestar  que  un  tratado  arrancado  á 
un  partido  vencido  que  busca  en  la  ruina  de  la 
mism.a  patria  los  medios  de  defensa,  dejaría  en  un 
conflicto  permanente  á  los  dos  países.  Al  Gobier- 
no de  los  Estados  Unidos  corresponde  pues  pesar 
en  los  consejos  de  su  política,  las  dificultades  é 
inconvenientes  de  una  complicación  tan  funesta  j' 
de  consecuencias  tan  lamentables,  y  al  de  ¡México 
enunciarlas  con  franqueza  y  sinceridad,  para  que 
en  ningún  tiempo  se  le  pueda  hacer  cargo  de  que 
no  cumplió  fielmente  con  la  primera  de  sus  obliga- 
ciones. Con  esta  misma  lealtad  protesta  el  in- 
frascrito contra  el  tratado  de  Veracruz,  á  nombre 
no  sólo  de  su  Gobierno,  sino  de  la  Nación  toda, 
conmovida  profundamente.  El  infrascrito  espera 
que  no  se  ratificará  en  Washington  el  tratado,  si 


-  '29i  " 

se  ha  ajustado  ya,  pero  si  uo  fuera  así,  México 
acepta  coa  confianza  la  posición  en  que  va  á  co- 
loc'.rlo  la  Providencia,  sin  envidiar  en  nada  la  de 
los  Estados  Unidos.» 

Esta  nota  digna,  mesurada  y  fundada  del  Sr. 
Ivluiioz  Ledo,  fué  enviada  á  Washington,  y  aunque 
la  recibió  Mr.  Cass,  Secretario  de  Estado,  se  abs- 
tuvo de  contestarla,  y  una  de  las  razones  que  cree- 
mos tuvo  para  guardar  silencio  aquel  funciona- 
rio, fué  la  de  que  era  difícil  salir  airoso  en  la  con- 
testación, pues  los  argumentos  del  Ministro  de 
Miramon  no  tenían  réplica.  Sin  embargo,  si  no 
en  el  Gabinete  de  Buchanan,  por  lo  menos  en  el 
Senado  de  los  Estados  Unidos  produjo  su  efecto, 
cuando  á  este  cuerpo  se  le  pasaron  los  anteceden- 
tes del  tratado  de  Vt=>racruz 


XXVIII 

Cuando  en  el  país  empezó  á  conocerse  el  trata- 
do, las  protestas  de  autoridades,  corporaciones  é 
individuos  se  multiplicaron  rápidamente:  la  pri- 
mera autoridad  que  protestó  contra  él  fué  el  Ayun- 
tamiento de  México,  con  fecha  28  de  Diciembre; 
siguiéronle  los  gobernadores  da  los  Departamen- 
tos, los  Ayuntamientos,  los  cuerpos  del  ejército  y 
otras  diversas  corporaciones  da  Puebla,  Tepíc, 
Sau  Miguel  de  Allende,  Celaya,  territorio  deltur- 
bide,  Toluca,  Guadalajara,  Tehuacan,  Guanajua- 
to,  ect. 

La  más  notable  de  estas    protestas,   tanto  por 


-  292  - 

poír^provenir  del  campo  liberal,  fué  la  que  hacién- 
dose eco  de  la  sociedad  sonorense  publicó  un  pe- 
riódico de  Sonora,  (1)  Estado  donde  imperaba  el 
general  constitucional  D.  Ignacio  Pesqueira.  Ba- 
jo el  título  de  "Exigencias  de  la  época"  decía: 
"Que  no  se  piense  jamás  en  arreglos  ó  tratados 
que  de  algún  modo  comprométanla  integridad  del 
territorio  nacional,  ó  en  los  cuales  se  comprenda 
la  venta  ó  cesión  de  alguna  parte  de  terrenos  ba- 
jo ningún  pretexto;"   y  más  adelante  agregaba: 

^^Necesidad  de  enviar  un  comisionado  á  Ve- 
racrnz. — Además  de  las  exigencias  generales  que 
dejamos  enunciadas,  es  de  todo  punto  convenien- 
te al  Estado  de  Sonora  mandar  un  comisionado 
á  Veracruz  con  dos  objetos  especiales.  Sea  el 
primero:  inforuaar  justificadamente  al  Exmo.  Sr. 
Presidente  Constitucional  sobre  los  procedimien- 
tos de  Mr.  Carlos  P.  -Stone,  jefe  de  la  comisión  de 
deslinde,  á  fin  de  que  S.  E.  se  ponga  en  guardia 
en  cuanto  á  las  pretensiones  de  este  sujeto,  pues 
si  bien  es  cierto  que  se  han  remitido  algunos  an- 
tecedentes, el  silencio  que  el  Sr.  Juárez  ha  guar- 
dado sobre  este  asunto  nos  hace  creer  que  la  co- 
rrespondencia no  llegó  á  su  destino.  Sea  el  se- 
gundo: protestar  cojttra  cualquier  convenio  que 
ataque  los  derechos  del  Estado  ó  ponga  en  peli- 
gro   la  integridad  de  su  territorio.     Cuando  la 


[1]  Por  más  diligencias  que  hemos  hecho,  no  hemos  po- 
dido averiguar  el  nombre  del  periódico,  pues  aun  cuando 
escribimos  A  Ilcrniosillo  y  CUiaymaspidiendo  una  lista  de 
los  que  se  publicaban  eñ  esas  "localidades  en  1SÜ9,  no  se 
pudo  formar  por  falta  de  datos. 


-  293  - 

prensa  misma  de  los  Estados  Unidos  está  manifes- 
tando ese  peligro  y  nos  descubre  que  la  verdade- 
ra intención  del  Gobierno  americano  es  la  de 
americanizar  á  ¡México,  preciso  es  convenir  en 
que  haj-  coincidencias  que  no  deben  echarse  en 
olvido.  Xo  es  nuestro  ánimo  perturbar  la  armo- 
nía que  existe  entre  ambos  gobiernos;  pero  son  ya 
tan  claras  las  manifestaciones  de  la  prensa  en 
ese  sentido,  que  sería  imposible  dejar  de  abrigar 
fuertes  sospechas  contra  la  política  de  los  Estados 
Unidos  con  respeto  á  Sonora.  En  ese  concepto 
nos  es  permitido  desconfiar  de  las  buenas  inten- 
ciones del  gobierno  americano." 

Le  Teait  d'  Union^  periódico  que  había  ido  á 
fundar  nuevamente  en  Veracruz  el  conocido  perio- 
dista francés  Renato  Masson,  annque  era  decidido 
liberal  no  se  atrevió  á  defender  el  tratado  y  aun 
llegó  á  negar  que  el  extracto  de  él  que  publicó 
La  Reforma  fuese  exacto;  pero  cuando  por  la 
prensa  norteamericana  se  convenció  de  la  exac- 
tud  de  él,  no  atreviéndose  por  una  parte  á  malquis- 
tarse con  los  constitucionalistas,  y  no  queriendo 
por  otra,  defender  lo  que  estaba  en  pugna  con  sus 
convicciones,  prefirió  guardar  un  absoluto  silen- 
cio. 

Lo  dicho  en  el  capitulo  anteiior  y  estas  ligeras 
reminiscencias  demuestran  que  aun  entre  los  libe- 
rales el  tratado  fué  muy  mal  recibido  y  que  todos 
creían  que  si  lo  ratificaba  el  Senado  de  los  Esta- 
dos Unidos,  el  resultado  sería  una  guerra  con 
aquel  país:   anunciándola   casi   está  la  proclama 


294  - 

que  dii-igió  el  General  Miraraon  á  la  Nación,  des- 
de Guadalajara  el  1°  de  Enero  de  1860,  á  su  vuel- 
ta de  la  campaña  de  Colima  y  la  del  General  Díaz 
de  la  Vega,  Gobernador  del  Distrito  Federal  ó 
Departamento  de  México. 

A  esa  opiniou  arraigada  se  debió  que  en  la  fun- 
ción celebrada  en  el  gran  Teatro  Nacional  la  no- 
che del  7  de  Enero,  para  solemnizar  la  llegada  de 
Miramon,  fuese  tan  aplaudida  la  siguiente  estrofa 
del  himno  que  para  aquella  solemnidad  compuso 
el  poeta  D.  Francisco  González  de  Bocanegra: 

"¡Miramon!  de  la  patria  doliente 
Eres  tú  la  esperanza,  tan  bella 
Como  luz  que  apacible  destella 
Anunciando  feliz  porvenir. 

Si  mañana  el  clarín  nos  convoca 
A  la  lid  contra  extraño  enemigo, 
A  tu  ejemplo  juremos  contigo 
En  la  lucha  vencer  ó  morir." 

Esos  rumores  de  guerra  se  extendieron  más,  al 
conocerse  en  México  los  términos  del  mensaje  que 
el  Presidente  Buchanan  pronunció  ante  el  Senado 
el  1°  de  Diciembre  de  1859,  día  en  que  debieron 
abrir  sus  sesiones  las  Cámaras  de  los  Estados 
Unidos  y  en  que  inauguró  sus  trabajos  la  de  Se- 
nadores, pues  la  de  Diputados  se  reunió  algunos 
días  después.  En  este  mensaje,  Buchanan  pedía  la 
inmediata  sanción  de  una  ley  que  le  permitiese 
disponer  del  ejército  norteamericano  para  inter- 
venir á  México,  con  el  que  estaba,  decía,  aunque 
nominalmente   en   paz,   en  realidad  en  estado  de 


-  295  - 

guerra  por  las  vejaciones  sin  número  de  que  eran 
víctimas  los  ciudadanos  norteamericanos.  Además 
recomendaba  esa  medida  como  el  único  medio  efi- 
caz de  hacer  triunfar  á  los  constitucionalistas  y 
de  ponerlos  en  posesión  de  la  capital;  terminaba 
recomendando  la  expedición  de  una  ley  que  esta- 
bleciese cantones  militares  á  lo  largo  de  la  fron- 
tera mexicana  para  evitar  las  invasiones  de  los 
indios  y  de  los  revolucionarios,  y  no  hacía  la  más 
insignificante  alusión  al  tratado  Mac  Lañe  que 
ese  mismo  día  se  firmaba  en  Veracruz. 

Lo  raro  en  ese  mensaje  era  que  decía  que  estaba 
en  estado  de  guerra  con  México  por  las  vejaciones 
que  sufrían  aquí  los  norteamericanos,  sin  decir  si 
ya  había  reclamado  al  gobierno  por  esas  vejacio- 
nes, porque  si  hubiera  dicho  las  palabras  "Gobier- 
no de  México,"  cualquier  .Senador  le  habría  pre- 
guntado que  cuál,  el  de  Juárez  ó  el  de  Miramon; 
porque  al  primes  o  no  se  habían  presentado  esas  re- 
clamaciones y  el  segundo  no  era  reconocido  por 
Euchanan. 

El  silencio  que  guardó  acerca  del  tratado  obe- 
decía á  dos  móviles:  el  primero  á  que  en  reali- 
dad Buchanan  no  estaba  seguro,  á  pesar  de  sus 
amenazas,  de  que  se  firmase  el  tratado  de  Vera- 
cruz,  y  por  lo  tanto  temía  hacer  alusión  á  él  cuan- 
do se  corría  el  peligro  de  que  Juárez  lo  desechara; 
y  el  segundo,  áque  siendo  la  mayoría  del  Senado 
republicana  y  hostil  al  Presidente,  la  menor  refe- 
rencia al  tratado  podía  ser  mal  recibida  y  ser 
obstáculo    para  que  la  ley  que  recomendaba  para 


-  29Ó  — 

disponer  del  ejército  y  armada  fuese  desechada, 
en  tanto  que  hablando  sólo  de  vejaciones  de  ciu- 
dadanos yankees  podía  herir  la  fibra  del  patrio- 
tismo de  los  senadores  y  hacer  que  de  una  mane- 
ra oblicua,  éstos  secundasen  las  miras  de  Bucha- 
nan  que  no  eran  otras  que  intervenir  en  los  asun- 
tos de  México  y  dar  el  triunfo  á  los  liberales  con 
la  ocupación  de  la  ciudad  de  México. 

Pero  el  Senado,  que  sobre  ser  enemigo  de  Bu- 
chanan  no  se  dejaba  engañar  tan  fácilmente, 
no  tomó  desde  luego  en  cuenta  la  ley  y  empezó  á 
dar  largas  al  asunto  hasta  tanto  que  llegase  á  su 
Secretaría  el  protocolo  del  tratado  de  Veracruz  y 
ni  siquiera  votó  la  ley  sobre  cantones  militares 
en  la  frontera. 

Entre  tanto,  Veracruz  atraía  sobre  sí  todas  las 
miradas  por  los  sucesos  que  dentro  de  sus  muros 
se  desarrollaban  y  que  en  poco  estuvieron  para 
provocar  una  escisión  entre  los  mismos  liberales 
y  dar  margen  á  una  contrarrevolución  que  hubie- 
ra entregado  la  plaza  y  los  principales  jefes  que 
había  á  los  conservadores. 

Degollado,  Juan  José  Baz,  Balbontín,  Irizar, 
Prieto,  Doblado  y  otros  notables  del  partido  fue- 
ron llegando  á  la  plaza,  en  la  que  se  llegaron  á 
reunir   veinte  generales  (1)  y  gran  número  de  je- 


(1)  lie  aquí  la  lista  de  el'os,  sc.tíi'in  se  tliú  ;i  conocer  en 
esos  días:  Do  División  Don  Pedro  Ampudia,  Don  José  Ma- 
ría Jarrero  y  Don  Santos  Degollado. 

De  Brigall-»:  Ramón  Islesias,  Francisco  Paz,  Demetrio 
Chavero,  Rafael  Junquito,  Francisco  Inicstra,  Antonio 
Osorio,  Francisco  Orliz  de  Z.lratc,  Tose  Gil  Parlearroyo, 
José   luanLandcro,  \'icenlc  Rosas,  José  María  Mora,  Ma- 


—  297  — 

fes  y  oficiales,  muchos  de  los  cuales  no  estaban 
por  el  tratado  y  que  acudían  á  ver  el  aspecto  que 
tomaban  los  sucesos:  temeroso  Juárez  de  un  mo- 
tín al  ver  que  la  opinión  pública  en  el  mismo  puer- 
to se  le  mostraba  adversa  y  de  que  tantos  militares 
pudieran  tramar  ima  sedición,  procuró  despedir- 
los lo  más  pronto  posible  y  entre  tanto  llenó  las 
cárceles  de  Veracruz  3'  los  calabozos  de  Ulúa  de 
presos  políticos,  enviando  á  algunos  de  ellos  á 
Yucatán.  No  ha  llegado  á  nuestras  manos  la  lista 
de  esos  presos  y  desterrados  no  obstante  haberla 
procurado  con  diligencia  y  por  esta  causa  no  la 
damos  aquí. 

La  discordia  que  reinaba  en  el  Ministerio,  al  fin 
estalló:  Juárez  y  Ocampo,  que  por  tanto  tiempo  se 
habían  negado  á  aceptar  el  tratado  y  que  al  fin 
tuvieron  que  cargar  con  toda  la  responsabilidad 
de  él,  no  veían  con  buenos  ojos  á  Don  Miguel  Ler- 
do que  así  lo  había  impuesto  y  que  no  ocultaba  sus 
aspiraciones  á  la  silla  presidencial,  buscaban  una 
ocasión  para  deshacerse  de  él  y  crej^eron  haberla 
encontrado  con  motivo  de  unas  cartas  que  Lerdo 
escribió  á  Degollado  y  que  éste  perdió  cuando 
fué  derrotado  en  la  Estancia  de  las  Vacas. 

En  ellas  el  primero  se  expresaba  en  términos 
nada  favorables  para  Ocampo  y  como  fuesen  pu- 
blicadas por  la  prensa,  el  Ministro  de  Relaciones 
creyó  oportuno  interpelar  á  Lerdo  sobre  esas  car- 
tas   en  un  consejo;  mediaron  palabras  agrias  en- 

nuel  Doblado.  Juan  B.  Traconis.  Ignacio  de  la  T,lavc,Juan 
de  D.  Arzamendi,  Joaquín  Rodel  y  1-lariano  Cenobio. 

Estudios  históricos.— 33 


-  298  - 

tre  ambos  y  aun  se  llegó  á  decir  que  Lerdo  retó 
á  Ocampo  para  un  lance  personal:  el  resultado  fué 
que  ambos  ministros  renunciaron  sus  carteras, 
poniendo  con  esto  á  Juárez  en  grande  aprieto. 

En  efecto,  si  aceptaba  las  renuncias  de  ambos 
además  de  que  se  privaba  de  dos  auxiliares,  dis- 
gustaba profundamente  alas  fracciones  en  que  es- 
taban divididos  los  liberales  y  daba  motivo  á  que 
Lerdo  ya  no  disimulase  mucho  sus  aspiraciones; 
si  aceptaba  sólo  la  de  éste^  se  enemistaba  con  los 
partidarios  que  tenía  y  que  eran  tan  poderosos 
que  podían  arrojar  á  Juárez  del  poder  3''  poner  á 
Lerdo  á  titulo  de  que  éste  era  el  vicepresidente 
constitucional,  por  ser  el  Presidente  de  la  Supre- 
ma Corte  de  Justicia. 

Juárez,  siempre  débil  y  temeroso  de  perder  su 
silla,  optó  por  el  peor  partido,  cual  fué  el  de  ad- 
mitir la  renuncia  de  Ocampo,  cuando  debió  haber- 
lo sostenido,  y  conservar  á  Lerdo,  nombrando  pa- 
ra la  cartera  de  Relaciones  á  Don  Santos  Dego- 
llado, que  por  el  momento  ya  no  quería  formar 
más  ejércitos  para  conducirlos  á  la  derrota.  Con 
este  nombramiento,  el  Gobierno  de  Juárez  que- 
dó compuesto  en  su  mayoría  de  liberales  exalta- 
dos y  partidarios  de  la  intervención  yankee. 

Ocampo  por  su  parte,  hizo  bien  en  retirarse, 
lo  malo  fué  que  lo  hiciese  tan  tarde:  él  que,  así 
como  Juárez,  se  opuso  desde  un  principio  á  las  con- 
cesiones que  querían  los  yankees  y  que  de  mala  vo- 
luntad suscribió  ese  documento,  hubiera  debido 
abandonar    el    Ministerio    desde    que  vio  que  esa 


-  299  - 

convención  era  irreniediable,  dada  la  actitud  re- 
suelta de  Lerdo  y  de  los  suyos;  renunciando  la 
cartera  era  consecuente  con  su  conciencia,  ó  por 
lojménos,  si  no  la  tenía  mucho  en  cuenta,  con  sus 
opiniones  y  con  su  partido  y  evitaba  á  su  nombre 
el  escarnio  y  aún  salvaba  su  vida.  (1)  Pero  con- 
servando esa  cartera  quedó  mal  con  todos  y  ni 
aun  logró  consolidar  su  posición,  pues  Juárez  lo 
sacrificó  á  poco  en  aras  de  su  refinado  egoismo  y 
sin  tener  en  cuenta  que  sólo  por  servirlo,  Ocam- 
po  consintió  en  cubrirse  de  ignominia,  aunque  por 
otra  parte,  éste  no  lo  creyese  así. 

El  sucesor  de  Ocampo,  Degollado,  no  tardó  en 
verse    olvidado  á    su  turno  y  aun  depuesto  de  to- 
dos sus  cargos  y  honores,  sólo  porque  en  un  mo- 
. mentó  de  lucidez  notó  los  males  que  la  revolución 
causaba  á  México, 

XXIX 

La  prensa  no  tardó  en  ocuparse  del  tratado  co- 
mentándolo de  todas  maneras;  no  citaremos  ni  un 
solo  párrafo  de  los  artículos  que  publicó  la  pren- 
sa nacional,  porque  pudiera  decirse  que  estaba 
preocupada  con  la  cuestión;  no  obstante,  aunque 
sea  una  mención  de*be  hacerse  de  los  que  publicó 
el  Diario  Oficial  del  Gobierno  de  México,  La  So- 
ciedad, el  Diario  de  Avisos,  y  los  artículos  del  dis- 


(1)  Mas  adelante  veremos  que  una  de  las  cansas  que,  se 
dijo,  originaron  el  fusilamiento  de  Ocampo,  fué  e!  haber 
firmado  el  tratado  de  Veracruz. 


-  300  - 

tinguido  escritor  Don  Jouquin  Arróniz  que  vie- 
ron la  luz  en  El  Okizabeño  de  aquella  población 
y  que  er.  seguida  fueron  coleccionados.  Citaremos 
uno  que  otro  testimonio  de  la  prensa  extranjera, 
ya  que  estamos  en  la  imposibilidad  de  dar  la  tota- 
lidad de  ellos. 

The  Times  de  Londres  se   expresaba  de  esta  ma- 
nera: 

"Las  noticias  de  México  llegadas  ho}''  de  Nvieva 
York  son  de  extraordinaria  importancia  para  los 
tenedores  de  bonos,  puesto  que  sí  el  tratado  que 
se  supone  arreglado  en  Veracruz  entre  Juárez  y 
el  enviado  de  los  Estados  Unidos  llega  á  rati- 
ficarse definitivamente,  México,  desde  ese  mo- 
mento, pasará  virtualmente  al  dominio  norteame- 
ricano. Toda  la  parte  septentrional  del  país  será 
abierta  á  los  colonos,  quienes  no  sólo  tendrán  el 
privilegio  de  introducir  efectos  libremente,  sino 
que  podrán  llamar  en  auxilio  propio  á  las  tropas 
de  los  Estados  Unidos,  en  cualesquiera  dificulta- 
des que  les  sobrevengan  de  parte  de  la  población 
nativa.  Las  vías  de  tránsito  cedidas  respectiva- 
mente desde  los  límites  occidentales  de  Texas, 
hasta  el  Golfo  de  California  y  de  Océano  á  Océa- 
no, por  el  istmo  de  Tehuantepec,  así  como  las 
diversas  vías  de  tránsito  entre  Centro  América 
estarán  exclusivamente  bajo  la  inspección  de  los 
norteamericanos,  en  todo  aquello  á  que  no  se  opon- 
gan las  estipulaciones  del  tratado  Claytton-Bulerw- 
Con  tales  concesiones  la  absorción  de  la  Repúbli- 
ca Mexicana  puede  ser  llevada  á  cabo  poco  á  pe 


^  30i  - 

co  y  sin  provocar  la  bárbara,  aunque  inútil,  resis- 
tencia que  traerían  consigo  más  directos  proce- 
dimientos." 

The  Daily  Picayuxe,  periódico  de  Nueva  Or- 
leans  que  se  ocupaba  bastante  de  los  asuntos  de 
México  y  que  era  partidario  del  tratado  Mac  La- 
ñe, decía  en  su  número  de  21  de  Diciembre  de 
1859:  "Esta  suma  (la  de  cuatro  millones  que  según 
el  tratado  debían  entregar  los  Estados  Unidos,)  es 
ciertamente  muj-  pequeña  (very  little)  para  pagar 
concesiones  tan  extensas  y  tan  valiosas.  Por  sólo 
el  derecho  de  tránsito  al  través  del  istmo  de  Te- 
huantepec,  la  administración  Polk,  hace  cosa  de 
doce  años,  autorizó  una  oferta  de  quince  millones 
de. duros.  Compramos  el  valle  de  la  Mesilla  hace 
pocos  años  y  dimos  más  millones  de  los  que  aho- 
ra se  nos  piden,  para  asegurar  una  vía  de  tránsi- 
to dentro  de  nuestro  mismo  territorio  y  venir  á  ha- 
llar que  la  mejor  vía  aún  permanece  en  erterrito- 
rio  de  México.  Tenemos  ahora  el  derecho  de  trán- 
sito por  Tehuantepec,  y  un  dominio  tan  completo 
sobre  otras  dos  vías,  como  pudiéramos  tenerlo  si 
hubiésemos  comprado  el  territorio. 

"Verdaderamente  no  sabríamos  decir  si  en  la 
actualidad  no  es  mejor  para  nosotros  tener  el  de- 
recho de  tránsito  con  facultades  ilimitadas  de  pro- 
tección, que  haber  obtenido  una  cesión  de  territo- 
rio. No  hay  necesidad  de  apresurarse  respecto  de 
adquirir  territorio  en  aquellas  regiones,  y  es  de 
creerse  que  7ios  liaremos  de  él  tan  luego  como 
nos  sea  útil  y  necesario. 


-  302  - 

"Las  líneas  norteamericanas  de  tránsito,  soste- 
nidas contra  todo  linaje  de  violencias  domésticas 
por  medio  de  las  armas  de  los  Estados  Unidos,  se- 
rán allí  poderosos  agentes  del  desarrollo  norte- 
americano y  constituirán  una  sólida  garantía  de 
que  en  las  futuras  convulsiones  de  México,  ningún 
cambio  de  sistema  ó  de  administración,  ora  do- 
méstico, ora  efecto  de  una  intervención  extranje- 
ra, disminuirá  derechos  adquiridos  ó  afectará  las 
nuevas  facilidades  que  obtenemos  para  conservar 
dichas  líneas  contra  México  y  contra  cuantos  pu- 
dieran buscar  un  pretexto  para  disputárnoslas. 

«El  tratado  de  Veracruz  producirá  el  doble 
efecto  de  fortalecer  en  México  al  Gobierno  libe- 
ral y  de  abrir  una  nueva  era  en  las  relaciones  de 
entrambos  países;  no  puede  negarse,  sin  embargo, 
que  las  concesiones  hechas  á  los  Estados  Unidos 
por  la  administración  de  Juárez  son  extremada- 
mente liberales  y  es  indudable  que  hallarán  vigo- 
rosísima oposición  de  parte  de  los  reaccionarios; 
es  preciso,  por  lo  tanto,  presentarlas  al  pueblo 
mexicano  bajo  el  aspecto  de  que  las  simpatías  y 
la  buena  voluntad  de  los  Estados  Unidos  son  de 
inapreciable  valor  para  aquel  país,  y  que  dicho 
pueblo  debe  confiar  en  la  lealtad  y  buena  fé  de  los 
Estados  Unidos,  respecto  del  uso  que  harían  de 
las  facultades  otorgadas;  por  último^  los  norte- 
americanos deben  abstenerse  de  abusar  de  dichas 
concesiones,  evitar  todo  motivo  de  disgustos  y  pre- 
miar la  liberalidad  de  los  progresistas  de  México 
auxiliándolos  activa  y  efic.'zraente  en  su  empresa  " 


-  303  - 

Por  más  patético  y  conmovedor  que  fuese  ei  fi- 
nal del  artículo  y  contuviese  sanas  máximas  de 
fraternidad  internacional  y  consejos  en  favor  de 
los  progresistas  de  México,  se  advierte  en  todo 
él  cierto  despecho  por  el  contratiempo  de  que  no 
se  hubiese  adquirido  el  territorio  septentrional  de 
la  República  para  establecer  ya  en  territorio  de- 
finitivamente de  los  Estados  Uuidos  "la  mejor  vía" 
que  éstos  necesitaban  para  llegar  al  Océano  Pa- 
cífico. Procuraba,  no  obstante,  el  Picayune  conso- 
larse, recordando  que  el  Presidente  Polk  poco  an- 
tes de  la  guerra  de  México  ofrecía  á  nuestro  go- 
bierno quince  millones  de  pesos  por  solo  el  dere- 
cho de  tránsito  á  través  de  Tehuantepec  y  que  el 
valle  de  la  Mesilla  les  había  costado  más  caro  que 
todos  los  derechos  que  les  concedía  el  tratado. 

Y  aquí  es  donde  se  ve  en  toda  su  magnitud  la 
aberración  de  los  liberales  en  firmarlo:  es  cierto 
que  existía  la  amenaza  de  Buchanan  de  tomar  por 
la  fuerza  lo  que  se  negaba  de  grado,  según  afir- 
ma Rivera  Cambas  (1)  citado  en  un  capítulo  ante- 
rior; pero  no  obstante  ella,  bien  pudieran  haberse 
negado  sin  temer  grandes  consecuencias,  mas 
ellos  eran  los  primeros  en  desear  la  celebración 
de  él,  con  objeto  de  obtener  una  cantidad  cual- 
quiera para  continuar  la  guerra  contra  los  conser- 
vadores. El  precio  del  territorio  nacional  no  se 
debe  regatear  nunca,  porque  no  se  debe  vender 
jamás,  mas  ya  que  los  liberales  habían  entrado  en 


[1]  Los  Kobernaiites  ríe  México,  Tomo  II,  Pág.  567. 


-  304  - 

tratos  para  la  venta  de  él,  las  reflexiones  del  PicA- 
YUNE  "demuestran  hasta  qué  punto  era  oneroso  el 
tratado  Mac  Lañe  y  la  mayor  suma  que  aquellos 
hubieran  podido  obtener  de  los  Estados  Unidos; 
así  como  da  á  conocer  el  asombro  que  en  aquel 
mismo  país  causó  la  noticia  de  las  concesiones 
que  hacía  Juárez. 

En  cuanto  al  Times  de  Londres,  su  opinión  im- 
parcial era  una  verdadera  profecía  que  auguraba 
^a  desaparición  próxima  de  México  como  nación 
independiente,  á  causa  de  su  absorción  paulatina 
por  los  Estados  Unidos  y  por  medios  pacíficos  «sin 
provocarla  bárbara,  aunque  inútil  resistencia,  que 
traerían  consigo  más  directos  procedimientos.» 
Por  fortuna  para  México  esa  profecía  no  se  realizó, 
ú  lo  menos  por  entonces,  y  el  tratado  fué  rechaza- 
do de  la  manera  que  veremos  en  el  capitulo  si- 
guiente. 

Uno  de  los  resultados  que  dio  ese  pacto,  fué 
que  las  hostilidades  éntrelos  partidos  contendien- 
tes que  había  en  el  país  continuaran  y  revistie- 
ran á  veces  el  carácter  de  crueldad:  Carbajal^ 
guerrillero  liberal  que  expedicionaba  por  el  ca- 
mino de  Puebla,  después  de  haberse  apoderado 
del  acaudalado  español  Don  Ensebio  Rubio,  de- 
rrott5  una  pequeña  fuerza  del  general  Miñón  y 
fusiló  á  los  oficiales  prisioneros  después  de  ha- 
berse ensañado  con  ellos,  3'  principalmente  con 
el  coronel  Daza  Arguelles,  á  quien  hizo  sacar  los 
ojos,  echarle  pólvora  en  las  concavidades  de  ellos 
é  inflamarla  y  le  atormentó  de  otras  maneras  que 


-305- 

1  pluma  se  resiste  á  describir,  basta  qí  :'■  iile  - 
líz  coronel  espiró  en  medio  de  atroces  sufrimien- 
tos. 

González  Ürtea^a  por  su  parce,  derrotó  en  la  vi- 
ald-u  Nombre  de  Dios  iDurango)  á  Pasillos  y  fu- 
sHó  á  los  treinta  y  tres  prisioneros  que  hizo,  y 
mandó  colgar  los  cadáveres  en  diversos  caminos. 
Aquel  jefe  liberal  apenas  entró  á  Durango,  man- 
dó extraer  la  plata  labrada  }•  alhajas  de  la  cate- 
dral, y  como  creyese  quehabía  habido  alguna  ocul- 
tación redujo  á  prisión  al  canónigo  Gallegos,  hizo 
catear  nuevamente  la  Catedral,  obligó  á  redimir 
muchos  capitales  de  obras  pías,  impuso  á  la  po- 
blación un  fuerte  préstamo  y  al  fin  consiguió  ha- 
cerse de  más  di  trescientos  mil  duros,  con  lo  que 
pudo  organizar  su  ejército  que  á  cada  momento 
promovía  motines  en  uno  de  los  cuales  pereció  el 
gobernador  del  Esta  lo  y  liberal  también  Don  Mi- 
guel Cruz  Aedü. 

El  guerrillero  Rojas  que  dejó  una  memoria  bas- 
tante triste  de  sus  hazañas  y  que  estuvo  á  pique 
de  ser  fusilado  por  Degollado  á  causa^del  asesina- 
to del  general  Biancarte,  atacó  la  villa  de  .San 
Juan  de  Teules  y  consiguió  apoderarse  de  ella 
después  de  un  combate  encarnizado.  Rojas  des- 
pués de  cometer  los  más  execrables  excesos  con 
los  inermes  habitantes  de  la  población,  coronó 
su  infame  obra  con  u;^¿i  hecatombe,  pues  mandó 
fusilar  á  los  ciento  sesentaprisioncros  que  habían 
caido  en  su  poder. 
Por  el  rumbj  del  Sur  la  fortuna  ayudaba  á  los 
Kstudios  hi-stOricos.-  {■'. 


r 


-  3Ut)    - 

conservadores:  en  Cutzamala  fueron  derrotados 
por  el  coronel  Montano  y  el  teniente  coronel  Abas- 
cal  los  constitucionali  t  >s  que  mandaba  D.  Luis 
Mejía;  aunque  quedaron  prisioneros  noventa  y 
tantos  hombres,  entre  ell  »s  algunos  iejes  y  oficia- 
les, los  vencedores  no  mancharon  su  triuntg  con 
el  asesinato  de  los  prisioneros.  En  San  Gaspar  el 
General  Vicario  derrotó  al  liberal  Fandiño  ha- 
ciéndolo prisionero  en  unión  de  algunos  oficia- 
les. 

Al  terminar  el  año  de  1859  el  jfobierno  de  iMi- 
ranion  era  dueño  de  la  mayor  parte  del  interior 
del  país  con  excepción  de  Morelia;  en  las  costas 
del  Golfo  los  liberales  poseían  á  Veracruz  y 
Tampico  y  en  la  frontera  aparte  de  Sonora  y  Chi- 
huahua, donde  mandaban  Pesqueira  y  Ojinaga 
que  no  caminaban  muy  de  acuerdo  con  Don  Beni 
to  Juárez  por  el  tratado  Mac  Lañe;  Vidaurri  guar- 
daba una  actitud  de  e.xpectativa  y  neutralidad  en 
Nuevo  León,  y  aunque  no  se  atrevía  á  romper 
abiertamente  con  Juárez,  procuraba  aniquilar  los 
últimos  restos  de  las  tropas  de  Aramberri  y  tenía 
listas  sus  fuerzas  que  forniaban  el  "Ejército  del 
Norte"  para  estar  listo  para  cualquiera  emerg'en- 
cia  que  pudiera  ocurrir  por  el  lado  de  los  Estados 
Unidos,  donde  se  iban  acumulando  tropas  con 
pretexto  de  las  correrías  de  D.  Juan    N.    Cortina. 

/ílatriste,  gobernador  de  Puebla,  desconoció  á 
Juárez  y  situó  su  Gobierno  en  Zacapoaxtla,  si 
bien  á  los  pocos  días  fué  destituido  y  obligado  A 
huir  por  las  tropas  de  Carbajal. 


-  307  - 

Las  escuadras  exiranjeras  permanecían  trente 
á  Veracruzdispuestas  á  tomar  parte  en  la  tontitn 
da  si  los  desafueros  que  se  cometían  con  sus  na- 
cionales llegaban  ai  estremo  _v  la  idea  de  una  in- 
tervención europea  en  México,  idea  que  hacía 
tiempo  existía  en  los  gabinetes  ile  las  grandes  na- 
ciones de  Europa,  iba  extendiéndose  más  cada 
día  en  vista  de  la  preponderancia  que  adquirían 
los  Estados  uní  Jos  y  de  las  intenciones  ya  nada 
ocultas  que  tenían  respecto  de  México. 

El  gobierno  conservador  iba  á  tentar  el  último 
esfuerzo  para  anonadar  á  los  liberales,  ocupando 
á  Veracruz  y  consiguiendo  á  duras  penas  el  diñe 
ñero  necesario;  en  tanto  que  organizaba  las  fuer 
zas  que  debían  atacar  por  tierra  á  la  plaza,  en- 
viaba á  la  Habana  al  ontra-almirante  D.  Tomás 
Marín  para  que  se  hiciese  de  dos  buques  á  fin  de 
estrechar  el  sitio  por  el  lado  del    mar. 

Tal  era  la  situación  de  México  en  los  primeros 
días  del  año  de  1860,  cuando  el  secretario  de  Alac 
Lañe  entregaba  en  Washington  el  tratado  con- 
cluido con  Ocampo  y  el  Senado  nortearaerican  j 
se  ocupaba  de  ai'culirlo. 

XXX 

Abiertas  las  Cámaras  de  la  Union  Norteameri- 
cana el  primer  lunes  de  Diciembre  (día  5;  de  18ó9 
para  dar  principio  á  las  tareas  legislativas  del 
XXXVII  Congreso,  desde  luego  se  reflejó  en  los 
miembros  que  las  componían,  los  encontrados 
imientnto'  que    agitaban   á  esla   Nación  entera  3- 


-  308  - 

que  debían  producir  la  formidable  escisión  que  se 
conoce  en  la  historia  de  aquel  pueblo  con  el  nom- 
bre de  «gnerra  separatistaí-.  Bucbanan  leyósu  men- 
saje de  costumbre  ante  la  Cámara  de  Represen- 
tantes, pues  la  de  Senadores,  por  causa  de  la  ri- 
validad declarada  entre  demócratas  y  republica- 
nos no  pudo  reunirse  y  empezar  á  funcionar  sino 
hasta  pasados  algunos  días 

El  discurso  del  Presidente  no  era  de  lo  más  á 
propósito  para  calmar  los  ánimos  y  la  no  encu- 
bierta satisfacción  conque  hablaba  del  sesgo  que 
se  había  dado  á  la  ruidosa  cuestión  de  Kansas(l> 
que  preocupaba  á  todo  el  mundo  y  que  fué  de  las 
muchas  causas  que  provocaron  la  guerra  civil, 
acentuó  más  la  irritación  de  los  partidos.  Prueba 
de  ello  fué  la  reñida  discusión  que  hubo  en  )a  Cá- 
mara de  Representantes  sobre  el  nombramiento 
de  Presidente  de  ella,  v  que  tardó  más  de  un  mes 
en  resolverse,  resaltando  al  fin  nombrado  para 
ese  puesto  Mr.  GalushaA.  Grow,  de  Penn  silvania. 

La  Cámara  de  Senadores,  que  tardó  masen  reu- 
nirse que  la  de  Representantes,  no  tuvo  que  pasar 
Dor  esas  disputas,  pues  su  presidente  nato  s.^gun 
la  Constitución,  era  Mr.  Jhua  C.  Breckennage,  de 


fl]  La  cuestión  de  Kansaü  >i.- orififind  con  motivo  de 
que  al  ti  ataree  de  la  aflmi-^i  n  d*"  e^e  Estado,  se  ^ostenfa 
que  previam.'nte  se  decidiera  la  cuestión  de  Is  esclavi- 
tud en  él,  pues  los  republicanos  so^t  'nian  que  es;i  resolu- 
ción era  fequisito  indispensable  para  la  admisión,  en  tan- 
to que  los  demóí'ratas  sost' nfan  que  era  cuestión  local 
que  A  la  Constitución  del  Estado  tincaba  resolver.  Esta 
última  opinión  que  prevaleció  era  la  qu  ■  Buchanan  «laba 
;i  conocrr  al  Congreso,  a-I  como  la  Constitución  de  Kan- 
«as,  ratificada  el  14  de  Octubre  de  1859. 


309  - 

Kenlucky,  furibundo  esclavista  y  uno  de  los  prin- 
cipales personajes  del  partido  demócrata, 

Ea  medio  de  tal  estado  de  ánimos  empezó  el 
Senado  á  ocuparse  del  tratado  Mac  Lane-Ocampo, 
desde  luego  pasó  á  la  comisión  de  Relaciones  Ex- 
tranjeras para  que  ésta  formulase  dictamen;  esta 
comisión  estaba  compuesta  de  los  Sres.  Masson, 
Seward,  Siidell,  Polk,  Crittendcn  y  Douglas.  Dos 
de  estos  hombres  son  bastante  conocidos:  Seward, 
que  ya  era  entonces  notable,  más  tarde  fué  secre- 
tario de  Estado  del  Presidente  Johnson  y  tuvo  no 
poca  parte  en  la  retircída  del  ejército  francés,  de 
Mélico;  el  otro,  Siidell,  había  sido  Ministro  Pleni- 
potenciario en  nuestro  país  durante  la  administra- 
ción de  Polk,  antes  de  la  guerra  cora  los  Estados 
Unidos. 

La  comisión,  no  considerando  suficientes  los 
datos  que  se  le  habían  pasado,  consultó  con  el 
Senado  y  éste  aprobé,  que  se  pidiesen  al  Ejecuti- 
vo los  antecedentes  necesarios  y  el  10  de  Enero 
de  1860,  Buchanan  remitió  toda  la  corresponden- 
cia sobre  asuntos  mexicanos,  acompañada  de 
«n  mensaje  en  el  que  encarecía  la  urgencia  del 
despacho  del  tratado  é  insinuaba  la  idea  de  lo  fá- 
■cil  que  con  él  era  adquirir  á  costa  de  México  dos 
Estados  más,  en  los  que  «naturalmente  se  introdu- 
ciría la  esclavitud»  como  decían  alg^unos  periódi- 
cos de  la  Union  Norteamericana. 

Pero  el  Senado,  después  de  haber  mandado  im- 
primir el  tratado  y  la  correspondencia,  dejó  pasar 
algunos  días,  esperando  según  alguno?,  el  resuItR- 


_  310  - 

do  de  la  campaña  que  el  General  .Miramon  iba  á 
emprender  sobre  Veracriiz,  y  entretanto  se  ocupó 
de  asuntos  que  juzgó  i»ás  importantes  y  que  en 
realidad  lo  eran.  Además,  Mac  Lañe  había  regre- 
sado á  los  Estados  Unidos  y  n>ucho-s  demócratas 
querían  saber  de  sus  labios  la  verdadera  situación 
de  Juárez  y  las  probabilidades  que  tenía  de  triun- 
far. Los  republicanos  por  su  parte,  no  se  descui- 
daron en  buscarle  tropiezos  al  Presidente  Bucha- 
nan  con  pretexto  del  tratado,  y  uno  de  ellos  fué 
pedir  al  Secretario  de  Estado,  Mr.  Cass,  que  re- 
mitiera al  Senado  copia  de  las  instrucciones  que 
se  habían  dado  á  Mac  Lañe  al  ser  enviado  como 
plenipotenciario  á  México.  El  departamento  de 
Estado  no  pudo  dar  cumplimiento  á  eate  acuerdo 
del  Senado  y  nunca  remitió  esa  copia,  á  causa, 
según  se  dijo  por  la  prensa  de  los  Estados  Uni- 
dos, de  que  esas  instrucciones  nohabían  autoriza- 
do á  Mr.  Mac  Lañe  á  reconocer  á  Juárez  y  á  Ci^  la- 
brar el  tratado. 

Nosotros  dudamos  de  que  esa  fuese  la  verdade- 
ra causa,  pues  la  conducta  de  Bucbanan  y  su  ga- 
binete para  con  México,  autoriza  á  creer  que  Mas 
Lañe  no  llevaba  á  Veracruz  otros  objetos  que  los 
dos  indicados.  Lo  que  en  nuestro  concepto  moti- 
vó- esa  demora,  fué  el  temor  de  que  viese  el  Sena- 
do esas  instrucciones,  contrarias  á  la  política  de 
los  Estados  Unidos  y  por  ellas  se  le  hiciesen  fuer- 
tes cargos  á  Buchanan, 

Pero  los  sucesos  de  México  iban  á  precipitarse: 
Miramon,  al  frente  de  siete  mil  hombres,  iba  sobpe 


I 


311   - 

Vej'acru2  doaJe  reinaba  el  desaliento  y  pocos  eran 
los  que  dudaban  que  la  plaza  caería  en  poder  del 
joven  Macabeo;  entonces  los  demócratas  hicieron 
un  esfuerzo  supremo  para  auxiliar  siquiera  mo- 
ralmente  á  Juárez  y  consiguieron  que  la  Comisión 
presentase  su  dictamen  el  24  de  Febrero. 

Mas  el  dictamen  no  era  e!  más  á  propósito  para 
recomendar  el  tratado.  Mr.  Masson,  (de  V'irgfinia) 
ardiente  demócrata,  Presidente  déla  Comisión,  al 
sostenerlo  dijo  que  daba  cuenta  con  el  acuerdo  de 
la  mayoría  de  aquella,  con  profunda  pena,  pues 
veía  que  el  pacto  celebrado  en  Veracruz,  se  sepa- 
raba bastante  de  la  política  que  hasta  entonces 
habían  seguido  los  Estados  Unidos  en  sus  relacio- 
nes internacionales,  y  que  ese  paso  no  podía  me- 
nos que  tener  desastrosas  consecuencias  en  lo  fu- 
turo. La  minoría  de  la  Comisión,  enemiga  del  tra- 
tado, envista  de  esta  opinión,  consideró  hasta  inú- 
til formular  dictamen  especial  y  esperó  á  que  em- 
pezase la  discusión  para  atacarlo. 

Después  de  las  lecturas  reglamentarias,  empe- 
zó la  discusión  el  28  de  Febrero  y  continuó  duran- 
te el  siguiente  día.  Mr.  Finghall,  de  Texas,  demó- 
crata, fué  el  primero  que  atacó  al  tratado  diciendo 
que  él  se  opondría  á  la  ratificación  hasta  que  no 
hubiese  en  México  un  gobierno  bastante  fuerte 
para  hacerse  obedecer  en  todo  el  país  y  bastante 
respetable  para  que  se  pudiera  tratar  con  él  sin 
exponerse  á  que  la  Nación  rechazase  el  tratado;  que 
^ntre  tanto  que  esto  no  sucediera  era  hasta  indig- 
no que  el  Senado  se  ocupase  de  él  y  lo  discutiese. 


-    312  — 

Mr.  Piigli,  de  Ohio,  demócrata  también,  maai- 
festó  por  su  parte,  que  el  tratado  tal  como  esta- 
ba, era  inaceptable,  y  que  él,  sólo  le  daría  su  vo- 
to, cuando  hubiera  sido  reformado  conveniente- 
mente. 

El  artículo  en  que  se  estipulaba  el  pago  de  cua- 
tro millones  de  pesos  á  IMéxico,  fué  el  más  ruda- 
m<?nte  atacado  y  el  que  provocó  una  discusio- 
más  acalorada,  como  si  fuera  tan  oneroso  á  los 
Estados  Unidos  dar  esa  cantidad  en  cambio  de 
tantas  ventajas  qtie  obtenían,  pero  acaso  habrían 
pasado  por  ese  artículo,  si  no  hubiese  suscitado  la 
oposición  r.n  argumento  formidable  que  hizo  más 
mella  en  e!  ánimo  de  aquellos  hombrts  prácticos, 
que  todos  los  discursos  que  hasta  entonces  se  ha- 
bían pronunciado. 

Mr.  Simmons,  de  Khode  Island,  repubhcano, 
considerando  la  cuestión  bajo  el  aspecto  econó- 
mico, se  apartó  de  la  opinión  de'sus  colegas  y  la 
planteó  en  estos  términos  concretos,  después  de 
un  largo  discurso:  "No  se  trata  de  política  inter- 
nacional, ni  de  adquisición  de  territorio,  ni  de  es- 
clavitud, ni  de  otras  cuestiones  que  por^muy  im- 
portantes que  sean  pueden  calificarse  de  secunda- 
rias; de  lo  que  se  trata  es  de  cambiar  por  comple- 
to el  sistema  rentístico  federal  de  los  Estados 
Unidos  y  de  convertirnos,  de  proleccionistós  que 
hemos  sido  y  á  cuya  práctica  se  debe  el  progreso 
industrial  de  Nueva  Inglaterra,  en  libre  cambistas 
cuando  aíín  no  podemos  competir  con  las  Nacio- 
nes manufactureras  de  Europa.  En  efecto,  tenien- 


-  313 

do  en  muchos  de  nuestros  tratados  ia  cláusula  ds 
la  Nación  más  favorecida,  apenas  ratificado  el 
tratado  de  Veracruz,  Ing^laterra,  Rusia,  Francia, 
España,  Prusia  y  todas  las  Naciones  que  tit-n^n 
esa  cláusula,  querrán  que  se  haga  extensiva  á 
ellas  y  entonces  resultará  que  nos  veremos  obli- 
gados á  establecer  el  libre  cambio  con  muchos 
países  y  re-^pecto  de  muchos  objetos  que  vendrán 
del  extranjero  á  competir  con  los  similares  nacio- 
nales y  que  sobre  mermar  considerablemente  las 
rentas  de  las  aduanas  federales  arruinarán  mu- 
chos de  los  ramos  de  la  producción  nacional." 

Este  argumento,  verdaderamente  formidable  y 
sin  contestación  en  un  país  donde  los  intereses 
materiales  son  tan  considerados,  fué  de  mucho  peso 
é  influyó  de  un  modo  muy  poderoso  en  la  suerte 
del  tratado,  cu3'a  discusión  fué  diferida  indefini- 
damente, en  tanto  que  el  Ejecutivo  enviaba  las 
instrucciones  dadas  á  Mac  Lañe,  que  aquel  cuerpo 
había  pedido. 

Buchanan,  que  probablemente  contaba  con  esta 
demora,  con  anticipación  había  enviado  por  los 
conductos  debidjs,  orden  á  los  comandantes  de 
los  buques  de  guerra  norteamericanos,  fondeados 
frente  á  los  puertos  mexicanos,  para  que  desem- 
barcasen sus  tripulaciones  si  los  intereses  de  los 
ciudadanos  de  la  Union  se  veían  amenazados  por 
cualquiera  causa.  Esto  no  era  más  que  un  pretex- 
to para  impedir  que  Miramon  ocupase  á  Veracruz, 
como  se  vio  palpablemente  seis  días  después  de 
diferida  la  discusión  en  el  Senado. 

E«tudio^  hí«tftrico<;  — 1<i. 


314    - 

Los  deseos  de  Buchanan  se  vieron  realieados 
aún  más  de  lo  que  él  esperaba,  pur  las  condes- 
cendencias del  Capitán  Jcrwis,  que  viendo  que  el 
ataque  principal  de  Veracruz  no  iba  á  ser  por  tierra, 
dio  orden  al  comandante  Turner  para  que  captu- 
rase á  los  buques  del  contra -almirante  Marin,  que 
el  dia  5  de  Marzo  habíanse  presentado  frente  á 
Veracruz  é  ido  á  anclaren  el  fondeadero  de  Antón 
Lizardo.  Aunque  ya  en  un  estudio  anterior  nos 
heinos  ocupado  extensamente  de  este  episodio, 
como  el  plan  de  él  se  redujo  á  darlo  á  conocer 
tal  como  ocurrió  para  que  en  lo  de  adelante  no 
hubiera  lugar  á  dudas^  ocasión  es  de  h«oer  alg^u- 
nas  reflexiones  acetca  de  él,  ahora  que  con  moti- 
vo del  más  extenso  sobre  el  tratado  de  Mac  Lañe, 
hemos  tenido  ocasión  de  conocer  muchos  ante- 
cedentes, s  •■ 

El  atentado  de  Antón  Lizardo  fué  una  conse» 
Guencia  lógica  del  tratado,  (1)  aserto  que  los  li- 
berales se  habían  empeñado  en  negar  obstinada- 
mente hasta  hoy,  atribuyendo  toda  la  responsabi- 
lidad á  Jerwis  que  lo  efectuó  y  á  Marin,  que  dicen 
lo  provocó  disparando  sobre  el  "Saratoga,"  lo 
cual  no  es  cierto.  El  Presidente  Buchanan,  tanto 
para  obligar  al  Senado  á  que  lo  autorizase  para 
disponer  del  ejército  de  los  Estados  Unidos,  como 
hacerle  ver  que  el  único  gobierno  de  México  con 
quien    se    podía  tratar  era  el  de  Juárez,   estaba 


nt  Y  adcmiís,  nn  medio  de  queso  valió  lluchanan  par«. 
obligar  indirectamente  al  Senado  para  que  coadyuvase* 
su»  lint's  V  ratilicMse  el  tratado. 


-  3Í5  - 

dispuesto  ;í  sostener  á  todo  trance  á  ésíe  y 
á  hostilizar  á  Miramon  de  cuantas  maneras  pu- 
diera, aun  provocando  un  conflicto.  Si  en  Antón 
Lizardo  el  "General  Miramon"  y  el  "Marqués  de 
Ja  Habana  '  log^ran  salir  de  la  rada  y  escapar  por 
tanto  de  los  cañones  dc-1  "SaratOira,"  como  el  "In- 
dianola,"  abanderado  norteamericano,  fué  atrave- 
sado de  parte  á  parte  por  el  can  >n\zo  que  dispa- 
ró el  Capitán  Martos,  el  Gobierna  de  lus  Estados 
Unidos  había  puesto  el  grito  en  el  cielo  y  afirma^ 
do  que  se  había  cometido  un  atentado  con  su  ma- 
rina y  acaso  hasta  habrí  i  conseg^uido  que  el  Se- 
nado hubiera  declarado  la  guerra  á  Miramon  ts 
decir,  á  México. 

Pero  la  escuadrilla  fué  capturada  y  las  oportu- 
nas protestas  de  los  marinos  franceses,  ingleses 
y  españoles  situados  frente  á  Veracruz,  hicieron 
comprender  á  la  parte  ilustrada  de  los  Estados 
Unidoí  las  verdaderas  intenciones  de  Buchanany 
el  juego  á  que  se  entregaba  para  preparar  el  te- 
rreno en  las  próximas  elecciones,  y  la  opinión  pú- 
blica y  el  Senado  acabaron  por  decidirse  entera- 
mente en  su  contra. 

Y  el  tratado  de  Veracruz,  que  tan  mal  recibido 
fuera  por  esa  corporación,  quedó  irrevocablemen- 
te desechado:  en  vano  fué  que  su  principal  enemi- 
go, Mr.  Simmons,  se  resolviese  á  última  hora  á  de- 
tenderlo  y  aun  que  propusiese  algunas  enmiendas 
aprobadas  por  el  Secretario  de  Estado  Mr.  Cass 
y  por  Don  José  María  Mata;  en  vano  también  que 
ya  reformado  se  presentase  nuevamente  á  la  dis- 


-  31h    - 

Cusion;  fué  desechado  por  iina  gran  mayoría  de 
votí  s,  entre  los  que  se  contaron  los  de  algunos  de- 
mócratas, y  el  tratado  fracasó  en  medio  del  ma- 
yor ridiculo,  y  algo  más,  de  sus  autores. 


XXXI 

Los  sucesos  de  Antón  Lizardo  apenas  provoca- 
ron una  ligera  discusión  en  el  Serado;  pues  este 
cuerpo, avergonzado  de  ellos,  no  quiso  darles  mu 
cha  importancia,  máxime  cuando  Buchanan,  que 
aprobó  la  conducta  de  los  marinos  de  la  «Sarato- 
ga,»  podía  haber  hecho  de  ellos  una  arma  de  par- 
tido y  tachar  al  Senado  de  poco  patriota;  así  es 
que  aunque  relacionados  con  el  tratado,  pasaron 
casi  desap  rcibidos;  no  obstante,  contribuyeron  en 
gran  parte,  á  que  el  Senado  definitivamente  se  re- 
solviese á  rechazar  aquel  pacto. 

En  la  sesión  extraordinaria  que  celebró  el  Se- 
nado norteamericano  el  día  31  de  Mayo  de  1860 
quedó  definitivamente  rechazado  el  tratado  con- 
cluido entre  los  Señnres  Ocanipo  y  Mac  Lañe.  En 
esta  sesión  el  Senador  Masson,  presidente  de  la 
comisión  de  Relaciones,  encareció  la  necesidad  de 
que  se  tomara  una  resolución  acerca  del  tratado 
tanto  para  que  el  Ejecutivo  pudiera  saber  la  línea 
de  conducta  que  tenia  que  seguir  en  los  asuntos 
de  México,  cuanto  porque  ya  estaba  para  expirar 
el  pla/o  estipulado  en  aquel  pacto  para  su  rati- 
ficación. 


á 


-  317  -- 

Desde  luego  se  suscitó  una  discusión  acalórala 
en  la  que  el  principal  rampcon  del  trntado  fué 
Simmons,  el  mismo  que  tres  meses  antes  lo  com- 
batió tan  rudamente,  pero  la  oposición  de  Fing- 
hall,  de  Texas,  de  Hamm'nd,  de  Carolina,  que  de- 
mostró los  perjuicios  que  á  la  existencia  de  la  Union 
norteamericana  acarrearía  la  adquisición  de  Mé- 
xico; y  de  Seward  que  puso  de  manifiesto  los  in- 
convenientes de  un  tratado  celebrado  con  un  par- 
tido que  de  un  momento  á  otro  podia  ser  vencido 
y  los  peligros  que  había  de  una  guerra  con  Méxi- 
co; la  oposición  decimos,  que  supo  aprovecharse 
hábilmente  de  los  defectos  del  pacto  y  de  las  cir- 
cunstancias por  que  atravesaban  los  Estados  Uni- 
dos, triunfó  al  fin,  y  el  tratado  fué  desechado  por 
veintisiete  votos,  entre  ellos  seis  de  demócratas, 
por  diez  y  ocho. 

Al  día  siguiente,  la  noticia  del  fracaso  publica- 
da en  los  periódicos  norteamericanos,  fué  propa- 
gada por  tod»s  partes,  llegando  á  Méxco  y  Vera- 
cruz  en  los  primeros  quince  dias  dt;  Junio.  En  Mé- 
xico causó  grande  alegria  y  en  Veracruz  profun- 
do estupor,  pues  aún  abrigaban  los  libt  rales  algu- 
na esperanza  de  que  el  tratado  pudiera  pasar  con 
las  reformas  propuestas  por  Simmons  y  aproba- 
das por  Don  José  María  Mata.  Algunos  de  los  dia- 
rios que  se  publicaban  en  Veracruz,  pretendieron 
negar  la  noticia,  pero  ese  débil  recurso  no  pudo 
engañar  á  nadie  pues  en  breve  llegaron  periódi- 
cos de  los  E-,taJos  Unidos  con  los  d  talles  de  la 
resolución  del  Senado 


•     -  318    - 

Y  entonces  se  operó  una  reacción  que  no  tiene 
nada  de  notable  cuando  se  conoce  el  corazón  hu- 
mano: muchos  de  ios  que  antes  eran  decididos 
partidarios  del  tratado,  se  mostraron  enemigos  de 
él  y  decían  en  alta  voz  que  jamás  habían  opinado 
que  se  celebrase,  por  los  muchos  perjuicios  que 
causaba  á  México;  nadie  ó  casi  nadie  tuvo  el  va- 
lor de  sostener  sus  opiniones  y  ninguno  quería 
que  le  tocara  la  más  minima  parte  de  responsabi- 
lidad en  lo  que  habia  sido  calificado  de  traición  á 
la  patria. 

Los  conservadores  por  su  parte  se  entregaron 
á  una  alegría  que  llegó  á  ser  extremada  y  aun  po- 
co justificada-  cierto  que  el  tratado  había  sido  r-^- 
chazado;  pero  debían  de  comprender  que  la  ayu- 
da de  'Buchanan  á  los  liberales  no  había  de  fal- 
tarles, aun  atropellando  toda  clase  de  considera- 
ciones como  sucedió  en  Antón  Lizardo;  debían 
imaginarse  que  aunque  no  vinieran  ya  tropas  de 
los  Estados  Unidos  para  combfitir  por  Juárez,  sí 
seguirían  llegando  á  Veíacruz  armas,  municiones 
y  dinerii;  y  por  último  que  la  situación  ro  había 
mejorado  gran  cosa  y  que  del  esfuerzo  que  ellos 
hicieran  dependía  el  término  de  la  revolución.  Pe- 
ro no  se  dieron  cuenta  exacta  de  esto:  creyeron 
contar  con  el  apoyo  moral  (que  juzgaron  deci- 
sivo) de  Europa,  por  la  conclusión  del  tratado 
Mon-Almonte  y  la  llegada  del  Embajador  espa- 
ñol Sr.  Pacheco;  hablaron  de  un  tercer  sitio  á  V'e- 
racruz,  cuando  la  estación  no  era  favorable  ni  te- 
nían recursos  pa'-u  ello;    contaron  demasiado  con 


-  319  - 

la  actitud  pasiva  de  Vidaurri  y  sus  tenientes  en  la 
frontera  del  Norte  y  con  la  división  que  se  notaba 
entre  los  liberales,  por  los  rumores  de  la  llegada 
al  país  de  D.  Ignacio  Comonfort  y  por  los  fre- 
cuentes cambios  de  Ministerio  en  V'eracruz,  y  en 
realidad  no  hicieron  nada  de  provecho  ni  se  aper- 
cibieron de  que  la  tempestad  se  formaba  y  otaba 
próxima  á  descargar  sobre  sus  cabezas,  por  ha- 
ber dejado  pasar  el  momento  favorable  para  dar 
el  golpe  de  gracia  á  los  constitucionalistas. 
^  Efectivamente,  el  tratado  al  ser  rechazado  ha- 
bía dejado  de  ser  un  arma  poderosa  para  los  con- 
servadores, arma  que  utilizada  de  un  i  manera 
conveniente  habría  permitido  tomar  á  V'eracrnz 
cuando  el  país  estaba  indignado,  decidir  á  Vidaurri 
en  su  favor  y  batir  las  cortas  partidas  liberales 
que  hubieran  quedado  en  pie. 

Pero  las  cosas  pasaron  de  otro  modo  y  la  for- 
tuna empezó  á  ponerse  de  parte  de  ios  constitu- 
cionalistas: González  Ortega  obtuvo  una  victoria 
en  Pinos  y  mediante  ella  pudo  reunir  diversas 
fuerzas  que  emprendieron  operaciones  de  impor- 
tancia y  que  formaron  el  núcleo  del  ejército  que 
ocupó  la  Capital;  á  poco  los  liberales  eran  due- 
ños de  Zacatecas,  San  Luis  y  Aguascalientes, 
aparte  de  .Morelia  que  siempre  habían  ocupado. 
El  adalid  de  los  conservadores,  el  general  Mira- 
mon,  se  situó  en  León  con  el  fin  de  oponer<ie  al 
avance  de  González  Ortega  que  ya  tenía  reu- 
nidas las  fuerzas  del  Norte  al  mando  de  Zaragoza, 
las  de  Guanajuato  mandadas  por   Antillon  y   Do- 


-  32u  - 

blado  y  las  de  loliica  y  Michoacan  por  Beriiozá- 
hn':  el  diez  de  Agosto  se  encontraron  las  tuerzas 
de  arabos  caudillos  en  Silao,  donde  quedó  derrota- 
do Miramon  por  haber  la  caballería  conservado- 
ra interpretado  mal  una  orden  que  se  le  dio. 

En  esa  batalla  hubiera  quedado  resuelta  la  cues- 
tión si  González  Ortega  hubiera  sabido  aprove- 
char su  triunfo;  pero  vaciló  entre  tomar  á  México 
ó  Guadalajara  y  dio  tiempo  á  queM'ramon  rrgani- 
zara  un  nuevo  ejército  que  fué  derrotado  en  Ca!- 
pulálpam  y  dio  por  resultado  la  ocupación  de  la 
capital. 

Cuando  la  causa  c'inservadora  estaba  agoni- 
zante, los  liberales  más  exaltados  buscaron  ó  tra- 
taron de  buscar  una  solución  al  conflicto,  tratan- 
do de  que  los  partidos  llegaran  á  un  avenimiento- 
el  más  decidido  partidario  de  este  proyecto  fué  D. 
Santos  Degollado  que  se  puso  en  relaciones  para 
ello  con  Mr.  Mathews,  encargado  de  negocios  de 
Inglaterra;  también  fué  partidario  de  él  D.  Miguel 
Lerdo  de  Tejada  y  otros.  El  gobierno  de  Miramon 
acepto  el  proyecto  en  el  que  iritervinieron  los  re- 
presentantes diplomáticos;  pero  Juárez,  que  veía 
cercano  el  término  de  sus  afanes  y  que  temió  per- 
der la  presidencia  cuando  iba  á  estar  más  seguro 
de  ella,  lo  desaprobó  p  ir  completo,  y  destituyó  á 
Deg(;llado  le!  mando  y  de  todas  las  facultades  que 
le  había  concedido.  Lo  más  curioso  es  que  en  la 
comunicación  donde  se  daba  cuenta  á  Degollado 

de  esta  destitución  se  decía '*hoy,  sin 

fundamento  alguno,  sin  motivo  plausible,   se  ale- 


-  321  - 

ja  V.  E.  momentáneamente  de  sus  antiguas  creen- 
cias, y  olvidando  los  sacrificios  que  ha  hecho  la 
nación,  no  teniendo  para  nada  en  cuenta  mas  de  dos- 
años  de  sangrienta  guerra,  propone  V.  E.  no  sólo 
la  pérdida  de  las  libertades  públicas,  sino  también 
la  huinillacion  de  la  soberanía  nacional  compro- 
metiendo gravemente  la  i\depexdencia  de  la  pa. 
TRLv.  S.  E.  el  Presidente  deplora^  como  debe  ha- 
cerlo, este  desbarro, j;'  siente  infinitamente  que  V- 
E.  que,  por  su  constancia  y  otras  virtudes  cívicas, 
había  logrado  merecer  la  estimación  y  la  confian- 
za de  sus  conciudadanos, haya  así  descendido  de  i.n 
modo  violento  é  inesperado  hasta  mancharse  con 
tina  defección  tan  incaliJicableV 

Si  tan  duramente  calificaba  Juárez  el  proj-ecto  de 
Degollado,  que  en  nada  atacaba  la  soberanía  é  in- 
tegridad de  México,  ¿qué  no  merecería  él  que  se  le 
dijera  por  haber  comprometido  esa  soberanía  é  in- 
tegridad? 

No  merecía  ciertamente  Degollado  tan  duros  re- 
proches, pues  el  proyecto  de  pacificación  nada  te- 
nía de  antipatriótico,  ni  menos  el  más  á  propósi- 
to para  lanzarlos  era  Don  Ignacio  de  la  Llave, 
(que  firmaba  la  comunicación),  que  se  había  em- 
barcado en  la  «Saratoga,»  que  en  lo  de  Antón  Li- 
zardo  había  humillado  profundamente  la  sobera- 
nía nacional  y  atentado  á  la  independencia  de  la 
patria,  y  que  en  esa  acción  recibió  una  herida  en 
el  rostro. 

La  virulencia  de  la  comunicación  y  lo  poco  fe- 
liz que  estuvo  en  ella  su  autor,    así  como  los  an- 
Estudios  históricos.  —41. 


—  322  — 

tecedentes  de  él,  demuestran  que  Degollado  in- 
currió en  el  desagrado  de  Juárez,  no  tanto  por 
querer  pacificar  el  país,  sino  porque  en  el  plan 
de  pacificación  se  proponía  que  en  un  mismo  día 
habían  de  cesar  los  gobiernos  de  JMiramon  y  de 
Juárez  y  uno  distinto  los  había  de    sustituir. 

Una  vez  los  liberales  dueños  de  la  Capital,  pro- 
curaron dar  al  olvido  el  tratado  Mac  Lañe  que 
tantos  disgustos  les  había  causado;  acaso  enton- 
ces era  cuando  pensaban  poner  en  práctica  aque- 
lla promesa  de  Ocampo:  "Cuando  la  República 
haya  conseguido  por  un  esfuerzo  más,  sugetar  ó 
convencer  á  aquellos  de  sus  hijos  extraviados..  . 
sabrá  distinguir  los  actos  que  la  salvan  de  los 
que  la  destruyen  y  consagrar  los  que  le  sean  úti- 
les"; mas  como  el  tratado  no  fue  ratificado,  esta 
promesa  no  pudo  llevarse  á  cabo,  lo  cual,  entre 
paréntesis,  fué  mejor,  pues  evitó  la  guerra  inter- 
nacional que  el  no  cumplimiento  de  él  nos  hubie- 
ra costado. 

Pero  aun  había  entre  los  mismos  liberales 
quien  se  acordaba  de  él  y  presto  se  presentó  la 
oportunidad  de  hacer  una  alusión  al  tratado.  El 
Congreso,  convocado  á  raíz  de  la  entrada  de  Juá- 
rez á  México,  pudo  organizarse  y  empezar  á  fun  ■ 
cionar  hasta  el  6  de  Mayo  de  1861,  y  desde  luego 
dio  á  conocer  que  á  pesar  de  estar  compuesto  ca- 
si en  su  totalidad  de  liberales,  no  había  cohesión 
en  él  y  que  Don  Benito  Juárez  contaba  cuando 
menos  con  la  poca  voluntad  de  muchos  de  los  di- 
putados que  lo  formaban:  la  primera  sePíal  de  esa 


—  323  - 

mala  voluntad  fué  el  decreto  que  á  pesar  de  ruda 
oposición  votó,  relativo  á  que  desde  el  9  de  Ma- 
yo el  Ejecutivo  no  podía  expedir  lej-es  ni  decre- 
tos, aunque  unos  y  otras  los  hiciese  aparecercon 
fecha  posterior 

Pocos  días  después,  jíomo  el  Gobierno  pidiese 
facultades  extraordinarias  y  la  suspensión  de  las 
garantías  individuales  con  el  pretexto  de  aniqui- 
lar á  los  reaccionarios  que  aunque  habían  sido 
arrojados  de  la  Capital,  seguían  combatiendo  en 
diversos  puntos  del  país,  se  suscitó  una  acalorada 
discusión  que  duró  varios  días  y  que  atrajo  la 
atención  pública  por  las  ideas  que  en  ella  se 
vertían  y  por  los  discursos  que  se  pronunciaban- 
En  una  de  esas  discusiones  (29  de  Mayo)  el  Presi" 
dente  del  Congreso,  Don  José  María  Aguirre,  di- 
putado por  Coahuila  y  Nuevo  León,  combatien- 
do el  proyecto  de  facultades  extraordinarias  al 
Ejecutivo,  se  acordó  del  tratado  ^lac  Lane- 
Ocampo. 

"¿Qué  es  lo  que  ha  hecho  el  Gobierno,  decía,  en 
cinco  meses  que  ha  tenido  facultades  omnímo- 
das? Nada,  ciertamente,  ¿i.' se  cree  que  ahora, 
como  por  encanto,  luego  que  se  le  concedan  es- 
tas facultades  ha  de  hacer  efectivo  lo  que  antes 
no  pudo?  Esto  es  imposible.  Por  otra  parte,  las 
garantías  que  se  trata  de  suspender  no  se  quitan 
á  la  reacción,  sino  á  los  ciudadanos  pacíficos  qu3 
serán  quienes  se  resientan  de  ese  mal; así  mismo, 
en  mi  concepto  son  innecesarias  porque  se  sus- 
penden para  todos   los    ciudadanos,    cuando   por 


324  - 

ejemplo  en  Morelia  y  Nuevo  Leou  nada  tiene  que 
hacer  la  suspensión,  supuesto  que  allí  no  han  lle- 
gado los  reaccionarios.  ¿Cómo  se  trata,  añadi(3, 
de  dar  facultades  omnímodas  al  Gobierno  que 
allá  en  Veracruz  puso  a  los  pies  de  los  norteame- 
ricanos la  dignidad  y  el  decoro  nacional  con  el 
tratado  jNíac  Lañe,  por  el  cual  se  concedía  á  aque- 
llos el  derecho  de  atravesar  armados  por  nuestra 
República,  y  que  en  Washington  se  arreglaran 
los  derechos  que  debían  pagar  los  efectos  que  se 
introdujeran  por  la  frontera?  Para  mí,  el  Gobier- 
no traidor  que  ha  hecho  esto  no  merece  ninguna 
confianza.» 

Nutridos  aplausos  de  los  concurrentes  á  las  ga- 
lerías acogieron  las  palabras  del  diputado  Agui- 
rre,  é  hicieron  que  D.  Manuel  -Ruiz,  Ministro  de 
Juárez  en  Veracruz  y  á  la  sazón  diputado,  le  con- 
testase rechazando  los  cargos  que  se  le  hacían 
al  Gobierno,  los  que  calificó  de  injurias. 

La  prensa  se  ocupó  del  incidente  y  D.  Francis- 
co Zarco,  en  un  largo  artículo  que  publicó  en  el 
Siglo  XIX,  negó  la  traición  3'  trató  de  sostener 
que  el  tratado  fué  obra  de  los  liberales  que  ro- 
deaban á  Juárez,  los  que  creían  que  sólo  con  el 
auxilio  de  los  Estados  Unidos  se  podía  terminar 
la  guerra  civil  y  restablecer  la  Constitución.  Co- 
mo acerca  de  este  punto  hemos  ya  hablado  am-. 
pliaraente  y  á  fin  de  no  incurrir  en  repeticiones 
no  insertamos  algunos  párrafos  del  articulo. 

En  la  sesión  del  31  de  Mayo,  el  diputado  Agui- 
rre  pidió  que  con  el  fin  de  examinar  el  tratado  y 


-  325  - 

juzgar  de  la  conducta  de  Juárez  en  Veracruz,  se 
remitiese  el  expediente  de  las  negociaciones^  así 
como  las  instrucciones  que  se  hubiesen  dado  á  D. 
José  María  Mata,  Ministro  de  aquel  en  Washing- 
ton. 

Don  Manuel  Ruiz  se  opuso  á  esta  petición  y 
pronunció  un  discurso  cuj-o  tema  fué  el  de  que 
con  el  tratado  sólo  se  había  buscado  salvar  la 
dignidad  nacional;  pero  estuvo  poco  feliz  en  su 
peroi'acion  y  no  consiguió  el  objeto  que  se  había 
propues^io  pues  precisamente  lo  que  se  había  per- 
dido con  él  era  esa  misma  dignidad.  Sin  embargo 
de  esta  oposición  el  Gobierno  remitió  al  Congre- 
so el  expediente  el  4  de  Junio. 

A  distraer  la  opinión  pública  de  este  asunto,  vi- 
nieron 'os  sucesos  que  en  ese  mismo  mes  de  Jn- 
nio  se  desarrollaron,  y  que  fueron  el  fusilamiento 
de  Ocampo  acaecido  el  día  3,  la  muerte  de  Dego- 
llado ocurrida  el  15  y  la  del  general  Leandro  Va- 
lle el  23. 

Sin  entrar  en  pormenores  que  no  son  del  caso, 
acerca  del  fusilamiento  del  primero  y  de  la  cues- 
tión sobre  quién  ordenó  esa  ejecución,  nos  limita- 
remos á  decir  que  es  un  hecho  que  algunos  ofi- 
ciales conservadores  pidieron  la  muerte  de  Ocam- 
po por  pesar  sobre  él  la  responsabilidad  del  tra- 
tado Mac  Lañe,  sin  llegar  á  afirmar  como  lo  hace 
el  Sr.  Alvarez  (1)  que  esa  fué  la  causa  determi- 
nante de  su  muerte,  cuando    dice  que   Zuloaga  lo 

Til  Estudios  sobre  la  historia  gatera!  de  México.  To- 
mo 6°, 


326  - 

mandó  fusilar  como  reo  de  alta  traición.  Una  se- 
rie de  circunstancias  lamentables  y  no  bien  cono- 
cidas aún,  determinaron  la  muerte  de  Ocampo. 

En  tanto  que  estos  sucesos  tenían  lugar  en  Mé- 
xico, los  Estados  Unidos  eran  presa  de  la  guerra 
civil  y  se  discutían  á  cañonazos  las  cuestiones  de 
esclavitud  y  de  Union:  de  ambos  lados  se  luchaba 
encarnizadamente  y  la  orgnllosa  nación  que  un 
año  antes  quisiera  imponer  á  México  su  voluntad 
y  se  preparaba  á  desmembrar  nuestro  territorio, 
temerosa  ahora  de  que  le  aplicáramos  la  ley  del 
talion,  dirigía  una  nota  casi  humilde  al  Gobierno 
liberal  pidiéndole  que  no  reconociese  la  belige- 
rancia de  los  confederados;  "el  triunfo  del  gobier- 
no de  los  Estados  Unidos  puede  depender  le  de- 
cía, de  una  pequeña  parte  de  la  acción  del  go- 
bierno y  del  pueblo  mexicano."  «Los  archivos  es- 
tán llenos  de  quejas  contra  el  gobierno  mexica- 
no por  violación  de  tratados,  despojos  y  actos  de 
crueldad  contra  ciudadanos  norteamericanos, 
pero  el  Presidente  no  quiere  hacer  valer  todavía 
esas  reclamaciones,  sino  que  espera  á  que  el  go- 
bierno del  Presidente  Juárez  tenga  tiempo  de  ci- 
mentarse." ¡Qué  diferencia  entre  este  lenguaje  y 
el  usado  por  Buchanan  un  año  antes  en  su  men- 
saje al  ocuparse  de  México! 

Los  confederados  por  su  parte  enviaron  agentes 
á  México  para  decidir  al  Gobierno  á  que  se  incli- 
nase á  su  favor,  pero  las  circunstancias  críticas 
por  que  atravesaba  el  país  y  los  rumores  de  inter- 
vención europea  hicieron  que  Juárez   no  se  deci- 


-  327  — 

diese  por  los  Estados  del  Sur;  por  lo  tanto,  en  va- 
no fué  que  el  famoso  Mac  L  ane  viniese  á  la  Capi- 
tal á  abogfar  por  la  causa  de  los  confederados  re- 
cordando los  servicios  que  los  demócratas  de  los 
Estados  Unidos  habían  pr  estado  á  -los  liberales 
mexicanos. 

Este  es  el  último  episodio  que  merece  relacio- 
narse con  el  tratado  de  Veracruz,  que,  aunque  no 
llegó  á  ratificarse,  y  no  fué  ciertamente  por  falta 
de  diligencia  de  sus  autores,  qued  ara  en  la  histo- 
ria como  una  mancha  indeleb  le  que  los  liberales 
echaron  sobre  su  partido,  p  ues  todos  ellos,  cual 
más,  cual  menos,  tuvieron  algún  participio  en  el 
tratado. 

Ahora  que  la  efervescencia  ha  pasado  y  que  ya 
se  pueden  ir  diciendo  las  verdades  acerca  de  esa 
época  luctuosa  para  la  patria;  ahora  que  con  cal- 
ma se  pueden  estudiar  los  documentos  y  los  suce- 
sos de  entonces;  ahora,  será  muy  osado  (y  no 
creído)  el  que  se  atreva  á  negar  que  el  pacto  de 
Veracruz  fué  la  obra  maestra  de  todo  el  partido 
liberal  y  una  monstruosidad  que  ni  el  odio  y  la 
exageración  de  los  partidarios  podrá  disculpar 
j  amas. 


XXXII 

Las  revoluciones  que  se  sucedieron  sin  inte- 
rrupción desde  la  época  de  la  independencia  has- 
ta los  días  de  la  guerra  de  tres  años,   promovidas 


—  328  — 

ea  su  mayor  parte  por  ambiciones  personales  ó 
por  pequeñas  intrigas  departido,  habían  dado  por 
resultado  que  los  mexicanos  casi  sin  saberlo  se 
dividieron  en  dos  grandes  partidos  que  llegaron  á 
un  grado  de  desarrollo  tal,  que  uno  de  ellos^  para 
dominar  en  el  pais  tenía  que  empezar  por  aniqui- 
lar completamente  al  otro. 

La  larga  lucha  de  independencia,  con  tanto  te- 
son  defendida  por  los  primeros  caudillos  y  sus  in- 
mediatos sucesores,  que  fueran  cuales  fuesen  sus 
errores,  supieron  morir  heroicamente  en  defensa 
de  los  principios  que  habían  proclamado;  esa  lu- 
cha relajó  de  tal  manera  todos  los  xínculos  de  la 
sociedad  antigua,  adiestrando  en  la  carrera  délas 
armas  á  muchos  hombres,  que  ni  se  lo  imagina- 
ban, despertando  su  ambición  de  mando,  y  ense- 
ñando ó  todos  el  menosprecio  del  principio  de  au- 
toridad, que  no  podía  producírmenos  que  una  lar- 
ga serie  de  revoluciones.  Si  ellos  hubieran  hecho 
la  independencia,  que  de  todas  maneras  la  ha- 
brían hecho,  pues  las  frecuentes  revueltas  de  la 
madre  patria  les  hubieran  proporcionado  la  opor- 
tunidad, las  guerras  civiles  habrían  durado  menos 
tiempo  en  nuestro  país,  pues  después  de  destro- 
zarse unos  á  otros,  hubieran  acabado  por  quedar 
extenuados  y  entonces  un  nuevo  partido  que  se 
podría  llamar  nacional,  habríase  apoderado  de 
los  destinos  del  país  y  regídolo  con  acierto. 

Pero  no  fué  así:  la  revolución  de  Riego  en  Es- 
paña, fué  causa  de  que  en  México  se  formase  vio- 
lentamente un  partido  que  para  hacerse  popular 


-  329- 

creyó  necesario  hacer  desde  luego  la  independen- 
cia, forjándose  la  ilusión  de  que  este  mágico  nom- 
bre le  serviría  de  título  perdurable  para  ejercer 
el  poder.  Aun  contra  su  voluntad  tuvo  que  aliarse 
coa  su  antiguo  antagonista  y  juntos  ambos  colo- 
caron el  pabellón  tricolor  en  el  Palacio  Nacional. 
Mas  esa  unión  fué  momentánea  y  una  vez  rea- 
lizada la  magna  obra,  los  enemigos  volvieron  á 
quedar  frente  á  frente  y  adoptaron  la  denomina- 
ción de  yofkinos  y  escoceses.  Ambos  ignoraban 
aún  lo  que  querían  y  adonde  irían;  sólo  sabían 
que  tenían  un  enemigo  y  á  aniquilarlo  se  dirigie- 
ron sus  esfuerzos.  Los  escoceses,  más  lógicos  en 
sus  ideas,  pero  menos  prácticos  en  la  manera  de 
ejecutarlas  y  menos  unidos,  pretendieron  darnos 
un  gobierno  semejante  al  que  tuvo  la  colonia^  en 
tanto  que  los  yorkinos,  más  ignorantes,  pero  más 
atrevidos  y  más  unidos,  se  lanzaron  resueltamen- 
te por  el  camino  de  la  novedad  y  quisieron  insti- 
tuciones que  sólo  de  nombre  conocían.  La  impru- 
dencia de  los  primeros,  que  elevaron  festinada- 
mente  un  trono  que  presto  se  convirtió  en  cadalso 
y  la  forzosa  transacción  con  la  República  que  tu- 
vieron que  hacer,  fueron  dos  golpes  rudísimos  pa- 
ra su  prestigio  y  para  sus  miras  ulteriores.  En 
cambio,  los  segundos,  aunque  habían  logrado  im- 
poner norainalmente  la  forma  de  gobierno,  no 
fueron  tampoco  más  afortunados  y  teniendo  en 
su  seno  el  cáncer  de  las  ambiciones  individuales, 
presto  se  dividieron  y  dieron  ocasión  á  que  su 
enemigo  se  rehiciese  repetidas  veces. 

Estudios  históricos. — 42, 


-  330  - 

Y  atizadas  las  pasiones  políticas  por  elementos 
extraños  interesados  en  dividirnos  y  por  las  am 
biciones  personales  que  en  tal  estado  de  desorden 
tenían  ancho  campo  para  desarrollarse,  dieron 
principio  á  esa  serie  de  revoluciones  que  desa- 
creditaron al  país  á  los  ojos  del  extranjero,  lo 
convirtieron  en  ludibrio  de  la  primera  escuadra 
que  aportaba  á  nuestros  puertos  ó  del  primer  di- 
plomático que  exigía  una  indemnización  por  per- 
juicios reales  ó  ridículos;  y  al  fin  consiguieron  que 
^uera  desmembrado  escandalosamente. 

Pero  todas  estas  desgracias  no  pudieron  con- 
seguir que  los  partidos  adquiriesen  experiencia  y 
que  depusiesen  las  armas  al  ver  que  ya  bajo  un 
pretexto  ú  otro,  lo  único  que  conseguían  era  des- 
trozar el  seno  de  la  Patria  y  hundirla  en  la  más 
completa  ruina:  no  quisieron  ver  que  en  la  impo- 
tencia de  cada  uno  por  sujetar  á  su  rival,  sólo 
conseguían  como  resultado  práctico  una  espanto- 
sa anarquía  y  acaso  la  pérdida  de  nuestra  nacio- 
nalidad. En  vano  fué  que  personas  respetables  y 
que  comprendían  todos  estos  males  pensasen  ata- 
jarlos y  pretendiesen  remediarlos  volviendo  los 
ojos  á  las  pasadas  instituciones  y  queriendo  que 
un  gobierno  monárquico  en  la  forma  y  en  el  fon- 
do nos  devolviese  la  paz  y  la  prosperidad:  en  va- 
no fué  tal  idea,  pues  habíamos  llegado  á  ser  ingo- 
bernables y  nuestro  único  remedio  era  uaa  mano 
férrea  que  por  la  fuerza  se  nos  impusiese. 

Mas  no  había  llegfado  aún  la  hora  de  la  paz  y  los 
partidos,  rejuveneciéndose  y  tomando  los  nuevos 


-331- 

nombres  de  liberales  j^  conservadores,  empezaron 
otra  lucha  más  sangrienta  que  las  anteriores:  por 
un  momento  pareció  que  la  victoria  era  de  los  se- 
gundos, pues  los  primeros  cometieron  la  aberra- 
ción de  dictar  una  Constitución  para  un  pueblo 
ignorante  en  su  gran  maj'oria  y  que  sólo  sabía 
pelear  bravamente  en  los  campos  de  batalla; 
presto  sin  embargo  conocieron  su  error  3-  enton- 
ces bajo  la  máscara  de  la  Constitución  tendieron 
definitivamente  á  la  dictadura^  en  tanto  que  los 
conservadores,  sin  querer  aquella  no  se  decidían 
de  una  manera  franca  por  ésta.  Y  como  no  había 
ya  el  tercer  partido,  el  moderado,  que  en  las 
grandes  crisis  se  había  hecho  cargo  de  la  situa- 
ción y  cargado  con  las  inmensas  responsabilida- 
des de  los  otros  dos,  la  lucha  tenía  que  ser  de  vi- 
da ó  de  muerte. 

Entonces  una  idea  hasta  esa  época  vergonzante 
y  mal  recibida,  fué  adquiriendo  consistencia  é  in- 
filtrándose en  la  mente  de  algunos  partidarios, 
bien  que  éstos  la  considerasen  de  distinta  manera 
según  su  credo:  esa  idea  fué  la  de  la  intervención 
extranjera,  que  si  bien  para  muchos  liberales  era 
el  triunfo  de  sus  ideas,  para  pocos  conservadores 
resolvía  el  problema  de  la  la  paz  y  tranquilidad 
interiores.  Pero  esa  idea  debía  pensarse  mucho, 
pues  podía  resultar  contraproducente  y  ser  causa 
de  mayores  males,  por  la  ambición  natural  que 
despertaría  un  país  con  fama  de  rico  y  privilegia- 
do; además,  era  necesario  ver  bien  la  clase  de  esa 
intervención,  pues  la  puramente  moral  podría  ser- 


--  332  — 

nos  benéfica,  en  tanto  que  la  material  acaso  sería 
causA  de  dilatadas  guerras. 

La  intervención  más  peligrosa  era  la  más  natu- 
ral y  la  mas  fácil:  los  Estados  Unidos,  que  situa- 
dos en  el  mismo  continente,  á  inmediaciones  de 
nosotros  y  disfrutando  de  prosperidad,  eran  los 
que  estaban  en  aptitud  de  dar  más  eficaz  auxilio; 
pero  en  cambio  sus  antecedentes,  su  política  poco 
aprensiva  y  su  teoría  del  destino  niatiifiesto,  los 
constituían  en  los  más  peligrosos  enemigos  de 
nuestra  nacionalidad.  Las  grandes  naciones  de 
Europa,  por  su  parte  , alejadas  de  nosotros,  tenien- 
do radicados  aquí  considerables  intereses  y  cui- 
dadosas por  su  propia  conveniencia  de  la  existen- 
cia de  nuestra  nacionalidad,  nos  ofrecían  una  ga- 
rantía relativa:  no  obstante,  pocos  partidarios  ha- 
bía aquí  de  esa  intervención  que  rechazaban  aun 
los  principales  jefes  del  partido  conservador. 

Los  liberales,  que  eran  menos  escrupulosos  en 
la  elección  de  los  medios,  no  quisieron  ver  en  la 
intervención  norteamericana  todos  los  peligros 
apuntados,  é  irreflexivamente  la  buscaron  y  si  és- 
ta no  tuvo  lugar  tal  como  se  la  imaginaron,  no 
fué  ciertamente  por  omisión  de  ellos,  sino  por  los 
sucesos  que  tenían  dividido  al  país  vecino,  suce- 
sos que  lo  obligaban  más  á  preocuparse  de  sus 
propios  intereses,  que  á  buscar  aventuras  inter- 
nacionales. 

Las  etapas  más  notables  de  esa  solicitud  por  la 
intervención  de  los  Estados  Unidos,  fueron  el  tra- 
tado Mac  Lañe  y  ¡a  escaramuza  de  Antón  Lizar- 


-  333  -- 

do,  sucesos  ambos  que  además  de  la  manchaque 
trajeron  sobre  sus  autores,  los  expuso  al  ridícu- 
lo del  fiasco,  pues  ambos  fueron  desaprobados,  el 
uno  por  el  Senado  y  el  otro  por  la  Corte  federal 
de  los  Estados  Unidos:  esos  sucesos  sin  embargo 
sirvieron  para  dar  á  los  liberales  una  estabilidad 
de  la  que  carecían  y  fueron  los  cimientos  del 
triunfo  que  después  alcanzaron  por  poco  tiempo: 
así  como  también  fueron  la  causa  de  la  interven- 
ción europea  que  al  ver  traducirse  en  hechos  las 
pretensiones  del  Norte  y  de  la  raza  sajona  en  el 
hemisferio  occidental,  no  quiso  consentir  en  que 
México  desapareciese  del  mapa  délas  naciones. 

Los  liberales,  triunfantes,  olvidaron  sus  com- 
promisos y  reconocieron  muchos  errores  y  acaso 
esta  es  la  única  atenuante  de  la  conducta  de  esos 
gobiernos  que  después  de  buscar  todas  las  proba- 
bilidades del  triunfo,  se  avergonzaban  de  los  me- 
dios empleados  y  procuraban  hacerlos  olvidar 
acordándose  un  poco  de  la  patria  á  la  que  antes 
habían  ofrecido    como  una  mercancía. 

Por  esa  razón  también  no  tienen  disculpa  nin- 
guna los  que  no  habiéndose  encontrado  en  tan 
agudas  cin'sis,  han  olvidado  ese  programa  y  roto 
los  diques  que  separaban  á  dos  países  antagonis- 
tas^ con  riesgo  probable  de  que  las  olas  siempre 
crecientes  de  la  invasión  pacifica  nos  sepulten  pa- 
ra siempre. 

En  aquella  lucha  última  entre  conservadores  y 
liberales  aquellos  quedaron  aniquilados  y  aunque 
se  creyó  que  con  la  desaparición  de  un  partido  se 


-     334  - 

cimentaría  la  paz,  presto  se  vio  lo  ilusorio  de  tal 
creencia  en  las  subsiguientes  revoluciones:  muer- 
to un  partido,  los  vencedores,  no  teniendo  ya  prin- 
cipios por  que  pelear,  se  dividieron  y  volvió  nue- 
vamente el  período  de  las  personalidades.  La 
profunda  desmoralización  que  cuarenta  y  cinco 
años  de  revueltas  había  originado,  seguía  produ- 
ciendo sus  aníai'gos  frutos,  y  el  partido  de  los 
vencedores  desde  el  día  de  su  triunfo,  y  obede- 
ciendo una  ley  ineludible,  empezó  á  entrar  en  de- 
cadencia y  á  buscar  ídolos;  hasta  que  la  dictadura 
no  vino  con  mano  de  hierro  á  refrenar  ambicio- 
nes y  á  acabar  con  ambiciosos,  no  ha  llegado  la 
era  de  paz,  por  desgracia  transitoria,  de  que  dis- 
frutamos. 


i 


EL    BRINDIS    DEL    DESIERTO. 


Pi-ovidencíal  verdaderamente  ha  sido  que  hasta 
hoy  no  se  haya  escrito  la  historia  de  México  inde- 
pendiente, pues  no  pueden  apellidarse  historias 
las  obras  que  existen  y  que  relatan  los  hechos 
acaecidos  en  nuestra  patria^  desde  la  época  de 
nuestra  emancipación:  escritas  algunas  por  parti- 
darios preocupados  que  por  más  buena  voluntad 
que  tuvieran  no  podrían  desprenderse  de  sus  preo- 
cupaciones; otras^  inspiradas  por  el  espíritu  de 
partido,  sólo  tienden  á  denigrar  al  contrario  )'  á 
ensalzar  al  propio,  crean  falsos  ídolos^  hacen 
grandes  hombres  de  los  que  son  seres  desprecia- 
bles, olvidan  el  mérito  y  la  virtud  para  ensalzar  el 
vicio  y  el  escándalo  y  desnaturalizan  por  completo 
el  carácter  de  los  personajes  y  de  las  épocas  por 
complacer  á  su  capricho  y  á  sus  correligionarios 
otras,  escritas  por  personas  que  no  podían  dispo- 
ner ni  de  los  documentos  ni  del  talento  indispen- 


~  336  — 

sable  para  llenar  cumplidamente  su  cometido:  cu- 
tre las  muchas  obras  que  hay  sobre  los  sucesos 
de  México  en  el  presente  siglo,  muy  pocas  mere- 
cen el  título  de  historia  y  aun  éstas  no  tienen 
el  carácter  de  historia  general. 

Y  decimos  que  es  providencial  esa  falta,  porque 
el  día  que  se  escriba  la  verdadera  historia,  asco 
y  horror  causará  leer  tantos  sucesos  como  han 
acontecido  y  en  los  que  la  intriga,  la  infamia,  la 
traición  y  las  pasiones  más  viles  han  desempeña- 
do el  principal  papel;  si  no  tuviéramos  fé  en  el 
porvenir  y  si  al  lado  de  hechos  degradantes  no 
encontráramos  acciones  heroicas  y  ejemplos  dig- 
nos de  imitar,  llegaríamos  á  renegar  del  pasado 
y  á  desconfiar  del  futuro;  á  ver  en  los  sucesos 
pasados  un  tejido  de  infamias  y  en  el  porvenir 
una  serie  de  calamidades. 

Pero  en  tanto  que  llega  la  época  de  escribir  esa 
historia  y  nace  el  que  acometa  la  tarea,  tiempo 
es  de  que  se  vaj^in  acumulando  los  materiales 
de  la  obra,  antes  de  que  muchos  desaparezcan,  ó 
el  olvido  que  causa  el  trascurso  de  los  años  des- 
naturalice los  hechos. 

La  tarea  que  hemos  emprendido  es  enojosa,  pe- 
ro necesaria  para  el  fin  indicado  y  la  llevaremos    1 

i 

á  cabo  con  tesón,  en  tanto  que  tengamos  tiempo  y    i 
oportunidad  para  ello,  pues  nuestro  único  objeto 
es  volver  por  los  fueros  de  la  verdad,   sin  que  nos 
arredre  la  crítica  tonta  ó  el  sarcasmo,  ni  nos  esti.    ,. 
mulé   la  idea  de  adquirir  una  reputación,  cosas    !' 
ambas  que  vemos  con  indiferencia. 


-  3í7    - 

Antes  de  otros  estudios,  preTerimos  ahora  se- 
guir con  El  B.?r.\ots  dbl  desierto,  por  ser  un 
acontecimiento  desde  el  que  ya  han  pasado  mu" 
chos  años  y  sobre  el  qje  ya  está  muy  próximo  á 
casr  el  velo  del  olvido,  sienda  contadísiraos  los 
individuos  que  quedan  de  esa  época. 


El  ano  terrible  para  México  estaba  en  su  último 
tercio.  Las  armas  nacionales,  mal  dirigidas,  se  ha- 
bían cubierto  de  gloria  en  Palo  Alto,  la  Resaca, 
la  ATiíOstura,  Veracruz,  Cerro  Gordo  y  en  otros 
cien  lugares,  pero  con  tan  mala  fortuna,  que  los 
invasores  tenían  abierto  el  camino  de  la  capital  y 
el  canon  había  anunciado  á  Io«.  habitantes  de  Mé- 
xico, qu?  á  las  d  )S  de  la  tarde  del  9  Je  Agosto  de 
1847,  el  ejército  norteamericano  se  había  presen- 
tado en  el  Valle  con  el  fin  de  apoderarse  de  la 
ciuJa  I  fundada  en  medio  de  l'.s  lagos. 

Los  moradores  de  la  antigua  Tenoxtitlan  se 
conmovieron  al  oír  el  toque  de  generala  y  el  lúgu- 
bre sonido  de  la  campana  de  Catedral  y  aunque  la 
confianza  en  las  fortificaciones  del  Peñón  y  en  el 
arrojo  de  nuestros  soldados,  era  grande,  no  dejó 
de  sent'rse  cierta  inquietud  por  los  resultados  de 
la  acción  que  todos  creían  iba  á  empeñarse  muy 
pronto.  Pero  Scott  temió  quedar  sepultado  con  su 
ejército  y  sus  trenes  en  los  pantanos  de  las  lagu- 
nas y  resolvió  seguir  casi  el  mismo  camino  que  Her- 
Estudios  históricos.— 43. 


~  338  -- 

nan  Cortés  cuando  la  conquista.  El  ejército  mexi- 
cano, que  no  se  esperaba  tal  movimiento,  violen- 
tamente acudió  á  tomar  posiciones  por  el  rumbo 
de  Tlálpam,  sin  tener  j'a  un  plan  fijo  de  batalla. 

Este  fué  el  primer  desacierto  cometido  en  esa 
memorable  campaña  del  valle  de  México,  que  to- 
dos creían  terminaría  con  la  completa  derrota  de 
los  invasores;  los  resultados  de  ella  son  de  todos 
conocidos:  Valencia  con  su  división  se  situó  en 
San  Angfel  resuelto  á  dar  la  batalla,  creyenJo  que 
Sanla-Anna  lo  auxiliaría  oportunamente  por  el 
lado  de  Tlálpam;  y  en  su  obstinación  por  acabar 
con  el  ejército  de  Scott,  rehusó  obedecer  la  or- 
den que  se  le  dio  de  retirarse  á  Coyoacan  y  Chu- 
rubusco.  La  rivalidad  entre  Santa-A'  na  y  V'^alen- 
cia  produjo  los  más  funestos  resultados,  pues  si  el 
segundo  se  retira  no  queda  derrotado  en  Padierna 
y  con  su  ejérí'ito  acaso  contribuye  á  una  victo- 
ria decisiva,  y  si  el  segundo,  ya  empeñada  la  ba- 
talla, ayuda  á  Valencia,  Scott  es  indefectiblemen- 
te derrotado  y  tiene  que  abandonar  el  Valle. 

Pero  los  sucesos  después  de  la  acción  de  Pa- 
dierna se  precipitaron;  en  vano  lucharon  los  guar- 
dias nacionales  defendiendo  el  puente  y  convento 
de  Churubusco  con  un  valor  verdaderamente  he- 
roico; en  vano  en  la  acción  del  Molino  del  Rey, 
Echagaray  dio  muestras  de  su  bizarría  rechazan- 
do al  enemigo  y  quitándole  la  artillería;  en  vano 
murieron  dignimente  Baldaras  y  León;  en  e'a 
batalla  que  aun  pudo  ser  favorable  para  nuestras 
armas  no  hubo  jefe  que  la  dirigiera  y  supiera  ga- 


T 

á 


-  339  - 

narla;  estaba  escrito  que  pagáramos  veintitantos 
años  de  revoluciones  y  de  contiendas  con  la  hu- 
millación de  ver  nuestra  hermosa  cápit  il  hollada 
por  la  planta  de  las  hordas  invasoras  y  para  ello 
hasta  inútil  resultó  el  doloroso  sacrificio  de  los 
niños  alumnos  del  Colegfio  Militar  que  murieron 
como  si  fueran  bravos  veteranos. 

Mas  antes  d-  la  acción  del  Molino  del  Rey  y  de 
la  toma  de  Churubusco,  tuvo  lugar  el  armisticio, 
cuyos  episodios  más  notables  conviene  recordar 
aquí  por  relacionarse  más  directamente  con  el 
presente  Estudio 

El  Gañera!  Scott,  que  había  sufrido  grandes  per- 
dí lis,  propuso  un  armisticio  para  que  cesaran  las 
hostilidades  en  tanto  que  se  discutían  las  propo- 
siciones de  paz  que  estaba  dispuesto  á  hacer  el 
enviado  norteamericano  Mr.  Trist.  El  gobierno 
mexicano  aceptó  la  propos'cion  y  por  algunos  días 
dejó  la  guerra  de  causar  sus  tremendos  estragos 
en  las  puertas  de  México.  Celebrado  el  armisticio, 
se  convino  en  su  cláusula  7^  q  le  "las  tropas  de 
los  Estados  Unidos  no  impedirían  la  entrada  á 
ningfum  de  los  renglones  de  consumo  que  se  lle- 
varen á  la  Capital,  así  como  las  autoridades  me- 
xicanas, civiles  ó  militares,  n.o  pondrían  obstácu- 
los al  paso  de  los  víveres  de  la  ciudad  ó  del  cam- 
po para  el  ejército  norteamericano." 

En  cumplimiento  de  esta  cláusula,  el  día  29  de 
Agosto  en  la  m  iñana,  á  eso  de  las  ocho  v  media 
entraron  en  la  ciudad  y  se  situaron  en  la  Plaza  de 
Armas,  más  de  ciea  carros  del  ejército  enemigo. 


-  34U  — 

que  tenían  por  objeto  proveerse  de  víveres  en  eí 
mercado  del  Volador.  El  pueblo  de  México,  que 
siempre  ha  tenido  antipatía  á  los  extranjeros  y 
que  sobre  todo,  odiaba  á  los  5'ankees  que  nos  in 
vadían  y  que  habían  dado  muerte  en  los  campos 
de  batalla  á  tantos  compatriotas  nuestros,  no  tuvo 
en  cuenta  el  armisticio  é  indiafnado  de  ver  á  los 
extranjeros  dentro  de  la  ciudad,  que  querían  lle- 
varse artículos  de  consumo  que  acaso  al  día  si- 
guiente habrían  faltado  para  el  alimento  de  la 
población,  empt-zó  á  amotinarse,  y  á  los  gritos  de 
''\fyaici'onV'"nos  renden,^*  "\ntiterait  los yaiikecsV^ 
y  otros,  arrojó  un  diluvio  de  piedras  sobre  1  is  ca- 
rreteros que  ó  estaban  desarmados  ó  tuvieron  el 
buen  sentido  de  no  hacer  uso  de  sus  armas. 

La  gran  plaza  estaba  llena  de  gente  venida  de 
todos  los  barrios  en  actitud  amenazadora  y  el  tu- 
multo continuaba  y  aun  aumentó  cuanilo  la  multi- 
tud vio  que  al  pasar  el  Viático  por  el  rumbo  del 
Seminario,  los  carreteros  no  sólo  ni  se  descubrie- 
ron ni  se  arrodillaron,  sino  que  aun  hicieron  mo- 
fa de  los  mexicanos  que,  sin  excepción,  hicieron 
esos  actos  de  respeto.  A  los  gritos  anteriores  se 
unió  el  de  ^^¡ntiieran  los  herejes!^^ 

La  caballería  mexicana  trató  de  defender  á  los 
carreteros,  los  gritos  y  las  pedradas  redoblaron  y 
se  oyeron  voces  dirigidas  á  los  dragones  en  las 
que  se  les  llamaba  traidores,  cobardes,  y  se  lan- 
zaban mueras  al  General  .Santa-Anna. 

Un  carretero,  amedrentad  )  por  la  multitud,  grita- 
baávozen  cuello  y  decía  que  no  era  yankeesinoir- 


-  341  - 

landés  y  se  proclamaba  católico,  con  lo  que  creííi 
salvarse  del  furor  popular.  Una  mujer  del  pueblo 
hirió  gravemente  con  una  piedra  á  otro  carretero 
y  deteniJa  iufraganti  por  la  policía,  ep.  su  furor 
decía  "que  hab  era  querido  matar  á  todos  los 
i^nuges  porque  habían  dado  muerta  á  su  hijo." 
Hubo  que  respetar  su  dolor  y  fué  puesta  en  liber- 
tad. 

El  Gobernador  del  Distrito,  general  Tornel, 
trató  de  aplacar  al  pueblo,  en  vana;  viendo,  pues, 
que  no  se  aplacaba  el  motín  y  que  hasta  infruc- 
tuosa era  la  permanencia  de  los  carros  en  la  pla- 
za, pues  los  comerciantes  del  mercado  preferían 
inutilizar  sus  efectos  á  vendeHos  á  los  norteameri- 
canos, se  dio  orden  á  los  carreteros  que  saliesen 
de  la  ciudaJ,  en  tanto  que  el  general  Don  José 
Jnaquín  de  Herrera,  muy  querido  de  los  habitan- 
tes de  Mi .íico,  conseg  lia  aplacar  algo  el  tumulto 
con  su  presf-ncia  y  sus  palabras  conciliadoras. 

Como  siempre  sucedí  eTi  México,  hubo  una 
gran  discusión  sobre  la  culpa  que  cada  autoridad 
tenía  en  el  motín,  cuando  en  realidad  el  único  que 
la  tuvo  fué  el  pueblo,  que  por  cierto  no  debe  ser 
vituperado  pues  él,  que  n©  entendía  nada  de  ar- 
misticios, sólo  veía  que  ya  los  invasores  estaban 
dentro  de  la  ciudad  y  que  se  iban  á  llevar  los  efec- 
tos de  primera  necesidad,  que  no  eran  muy  abun- 
<iantes  por  cierto  á   causa  de  la  guerra. 

Eti  lo  de  adelante,  la  compra  de  víveres  se  hizo 
por  la  no.-he  y  por  agentes  del  ejército  invasor, 
■que  establecieron  sus  almacenes  en  las  railes  Att- 


-  342  - 

cha  j-  de  San  Juan  de  Letran:  en  breve  se  aperci- 
bió de  ello  el  pueblo  y  Había  sus  pequenos  t  imul- 
tos,  hasta  que  por  fin  una  noche  fueron  complcta- 
men'e  saqueados  esos  almacenes  sin  que  la  poli- 
cía pudiera  impedirlo.  MeJiaron  contestaciones 
entre  las  autoridades  mexicanas  y  el  General 
Scott,  y  al  fin  éste  tuvo  qut  darse  por  satisfecho- 
con  las  explicaciones  que  se  le  dieron. 

Entretanto  las  negociaciones  para  la  pazcón- 
tinuaban  aunque  sin  grande  éxito,  tanto  por  las 
pretensiones  exageradas  de!  dipl-omático  norte- 
americano, GOiTK)  por  la  poca  armonía  de  los  me- 
xicano>s,  que  aun  en  aquellas  circunstancias  se 
ocupaban  en  acusarse  mutuamente  por  el  resulta- 
do de  la  acción  de  Padierna.  AI  fin  no  se  llegó  á 
un  arreglo  y  Scott,  que  ya  había  consegmdo  dar 
un  descanso  A  sus  tropas,  declaró  roto  el  armisti- 
cio el  6  de  Septiembre  si  no  recibía  satrsfaccion 
por  supuestas  violaciones  de  él.  í^k)  quedaba  otro 
arbitrio  que  apelar  -de  nuevo  á  las  armas  y  en 
consecuencia  se  dieron  las  acciones  de  Mulinj  del 
Rey  y  Chapultepec  y  tuvieron  lugar  encuentros- 
parciales  en  las  garitas. 

Después  de  estos  sucesos  desgraciados,  aun  los 
más  obstinados  optimistas  vieron  como  indefecti- 
ble la  ocupación  de  México  por  ti  invasor,  supues- 
to que  no  se  podía  pensar  en  sostener  un  sitio 
en  una  plaza  tan  grande,  sin  fortificaciones,  no- 
prevenida  para  un  asedio  y  con  un  ejército  des- 
moralizado por  tantas  derrotas. 

La  desocupación  de  la  ciudad  quedó  decretad» 


él  Í4  de  Septiembre  en  la  mañana,  cuandí.  j-a  aí- 
gunoo  puntos  extremos  de  ella  estaban  ocupados 
por  las  columnas  de  Worth,  y  de  Quintman,  y  en  la 
larde  de  ese  día  empezaron  á  salir  lastropas  me- 
xicanas para  la  villa  de  Guadaluí)e. 


H 


El  cañonazo  disparado  en  la  nache  del  13  al  'i4 
■de  Septiembre,  dentro  del  recinto  de  México,  y  de- 
cual  hizo  mé.ito  el  d  putado  Gamboa  eo  la  acusa- 
ción que  presentó  contra  Santa— Anna,  (1)  anuncit* 
á  los  habitantes  de  la  ci\idad  y  al  ejército  ir^vasor 
que  la  capitai  de  la  Rt-pública  quedaba  desocupa^ 
da  por  el  ejército  mexicano  y  á  merced  de!  extran- 
jero. 

El  Ayuntamiento  de  la  ciudad,  compttesto  en  í»r 
totalidad  de  hombres  dignos  y  patriotas,  que  ha- 
bía hecho  cuanto  había  estado  de  su  parte  por 
auxiliar  al  Gobierno  durante  la  -campaña  del  V^a- 
lle,  supo  mtsstrarselina  vez  más  á  la  altura  de  las 
tremendas  circunstancias  por  que  atravesaba  la 
metrópoli,  y  en  cuanio  supo  la  salida  del  Ejército, 
se  reunió  en  sesión  extraornaria  á  las  11  de  la  no- 
che del  13  y  acordó  publicar  una  protesta  y  envia*" 
al  General  Seott  una  comisión  de  su  seno  que  al- 
canzase algunas  garantías  para  la  ciudad. 

(1)  Gamboa  hizo  mér"to  de  ese  cañonazo  fiorqtic  en  la 
acusiiciün  artrmó  que  fué  di-parado  con  el  objeto  único  de 
anunci  .r  á  los  'nva-ores  que  i  iijírcito  nicxic;ino  abando- 
naba a  esa  hora  la  Capital,  qu--  quedaba  por  tanto  á  mer- 
ced de  i  Uns.  Esta  aseveración  no  llegó  á  prob>ii  se,  pue» 
'Ja  c;iusH  contra  el  General  Santa-Anna  no  se  siffuió. 


-  344 

La  protesta,  que  ai  amanecer  del  día  sígtlíenie 
amaneció  fijada  en  las  esquinas,  estaba  concebida 
en  estos  términos; 

"Protes-ta. — El  Ayuntamiento  de  Mé:íico  protes- 
ta del  modo  más  solemne  á  nombre  de  sus  eomi* 
tentes,  ante  la  ínz  del  mundo  y  del  general  en  je- 
fe del  ejército  norteamericano,  que  si  los  azares 
de  la  guerra  han  puesto  á  la  ciudad  en  poder  de 
los  Estados  Unidos  del  Norte,  nunca  es  su  ánimo 
someterse  Toluntariamente  á  ningún  jefe,  persona 
ni  autoridad,  sino  á  las  que  emanan  de  la  Consti- 
tución Federal,  sancionada  por  el  gobierno  de  la 
República  Mexicana,  sea  cual  fuere  el  tiempo  que 
de  hecho  dure  la  dominacian  extraña." 

Firmaban  esta  protesta  los  regidores  y  aícaldes 
siguientes:  Manuel  Reyes  V'eramerídi,  Juan  María 
Flores  y  Terán,^  Vicente  F'o/o,  Lie.  Lucio  Padilla, 
Rafael  Esp  nosa.  Lie.  José  Urbano  Fonseca,  Lie, 
Agustín  Díaz,  José  María  BonilLa,  Mariano  de  Be- 
raza,  Juan  Palacios,  Pedro  Teílo  de  Menéses,  Lean- 
dro Final, Lie,  Mariano  de  Icaza,Jo»é  María  Agua- 
yo, Lie.  Jasé  María  ZalJÍTar,  Antonio  Balderas 
Antonio  Castañón,  Lie.  José  María  de  la  Piedra  y 
el  oficial  n^ayor  L.ic.  Leandro  Estrada. 

La  comisión  que  salió  A  conferenciar  con  el  Ge- 
neral Scott,  estuvo  compuesta  de  los  regidore» 
Lies.  Urbano  Fonseca^D.  Leandro  Estrada  y  D.Jo- 
sé María  Zaldirar,  personas  todas  peritctamente 
onocidas  y  apreciadas  en  la  sociedad  y  que  dis- 
frutaban de  excelente  reputación;  en  calidad  de 
intérprete  iba  D.  Juan  Palacios.  La  comisión  salió 


-    345  - 

del  centro  de  la  ciu3ad^  precedida  de  una  bandefíl 
blanca,  á  la  una  de  la  mañana  del  14  y  llegó  á  la 
garita  de  San  Coa  ne,  que  j"a  ocupaba  el  Gentraj 
W  >rth.  Entt-rado  éste  del  objeto  que  la  llevaba,  la 
dirigió  al  cuartel  general,  situado  en  Tacuba>aí 
liaciendj  que  la  aeornpaíiaíe  el  anudante  gene" 
ral  Maokall 

Una  vez  en  presencia  de  Scott,  espuso  la  comi' 
síón  sus  preteniiones,  que  consistían  en  que  el  ven- 
cedor garatizase  la  seguridad  de  los  templos^ 
conventos,  ho>;pitales,  casas  de  beneficencia,  bi- 
bliotecas, archivos,  colegios^  escuelas,  casas  par^ 
ticuiares  y  toda  propiedad  mueble  ó  inmueble  del 
connin,  corporaciones  ó  individuos;  que  permitiese 
á  la  ciudad  seguirse  gobernando  por  las  leyes  y 
en  uso  de  sus  fueros;  que  la  admíni'itracion  de  jus- 
ticia, tanto  civil  cumo  criminal^  contin  lase  con 
arreglo  á  las  leyes,  y  por  las  autoridades  del  país, 
así  que  como  con  arreglo  á  ellas  mismas,  se  prove- 
yese á  las  vacantes  de  jueces  y  ae  gobernantes;  la 
conservación,  administraciín  é  inversión  de  las 
rentas  municipales  y  de  las  contribuciones  direc- 
tas, y  la  conservación  de  la  policía  de  la  ciudad. 
Asimismo,  pedia  en  nombre  del  Ayunntamiento,  que 
éste  conservase  izad-t  la  bandera  nacional  en  su 
palacio,  que  se  prohibiese  la  entrada  á  la  pobla- 
ción á  los  contraguerrilleros  pobla  ios  y  á  los  me- 
rodeadores y  que  se  procurase  evitar  el  tránsito 
innecesario  por  las  calles  y  á  deshoras,  de  los  sol» 
dados  americanos,  para  evitar  colisiones  con  el 
pueblo. 

Eetudiof  históricos.  — *4. 


-  346  - 

kl  g-eiieral  Scott  contestó  que  no  podía  coíisíde- 
derarse  su  entrada  á  México  como  en  virtud  de  una 
capitulación,  supuesto  que  sus  tropas  ocupaban  ya 
algunas  garitas  )'  parte  de  aquella  y  que  las  pro- 
proposiciones leí  Ayuntamiento  eran  exageradas; 
sin  embargo,  prometió  que  daría  todas  las  garan- 
tías que  juzgase  necesarias  y  compatibles  con  la 
ocupaciori  militar,  á  su  entrada^  que  debía  verifi- 
car el  mismo  día. 

Vuelta  la  comisión  á  la  ciudad  y  dada  cuenta  de 
su  resultado  al  Ayuntamiento,  se  hizo  publicar  in- 
mediatamente ima  proclama  anunciando  á  los  ha- 
bitantes la  ocupación  de  México  por  el  ejército  nor- 
teamericano y  exhortándolos  para  que  durante  ese 
acto  guardasen  una  actitud  digna  y  tranquila.  Lrt 
proclama  estaba  concebida  en  estos  términos: 

"El  alcalde  primero  del  Exmo.  Ayuntamiento  de 
esta  ciudad,  encangado  del  Gobierno  del  Distrito 
Federal,  hace  saber  á  los  habitantes  de  éste,  qué 
abandonada  la  capital  por  las  fuerzas  que  la  dtfen- 
d'an,  han  entrado  los  norieamericanos,  después  de 
que  una  comisión  del  Exmo.  Ayuntamiento  propu- 
so al  jefe  de  éstos  que  la  ocupación  fuera  pacífica  y 
que  se  respetaran  las  vidas  y  propiedadJfs  de  los 
moradores  de  la  misma  ciudad.  A  la  civilización 
del  ejército  que  la  ha  ocupado  deben  corresponder 
los  habitantes  de  ella,  sin  bajeza,  pero  con  la 
debida  moderación.  Mientras  los  mexicanos  pu- 
dieron resistir,  resistieron  noblemente  y  cuando  la 
fortuna  les  fué  esquiva,  cuando  el  i-jército  abando- 
!a  capital,  es  indudable  que  toda  hostilidad    po'.' 


-    347  - 

íiüesíra  parte,  sobre  ser  infeliz  para  la  patria,  Se- 
ría imprudente  en  las  actuales  circunstancias,  y  á 
toda  luz,  vituperable.  Reservando,  pues,  á  la  na- 
ción los  negocios  que  á  ella^  sólo  á  ella,  le  con- 
ciernen, el  deber  de  todos  1  >s  habitantes  inermes 
de  la  capital  es  de  conducirse  del  modo  más  mo- 
derado y  pacífico.  Compatriotas:  Confiad  en  la 
MunicipardaJ  que  Sí-  ocupará  sin  descanso  de 
arreglar  con  el  general  de  las  tropas  norteameri- 
canas cuanto  pueJa  conducir  á  la  conservación  del 
orden  y  tr^nquiliJid  pública,  al  respeto  debido  á 
las  garantían  iadiviJaalei  y  á  los  derechos  so- 
ciaies  del  h  .mbre. 

«Mexicanos:  convencido  de  vuestra  moderación, 
se  ha  decidido  á  continuar  en  las  presentes  cir- 
cunstancias, tn  un  tan  difícil  como  penoso  puesto, 
vuestro  conpatriota  y  amigo  sincero.— México, 
Septiembre  14  de  1847  . —  Manuel  R.  Verauteudi.» 

A  poco  empezó  á  entrar  la  división  de  Worth 
que  se  detuvo  en  la  Alameda,  pues  .Scott,  que  te- 
nía especial  I  redi  eccion  por  el  general  Quitman, 
al  que  nombró  gobe  nidor  civil  y  militar  de  la 
ciudad,  quiso  q  .e  éste  faese  el  pr-mero  que  entra- 
ra al  centro  y  que  enarbolase  el  pabellón  de  las 
estrellas  en  el  Palacio  Xacion  j1;  (1 ;  á  poco  siguió 
la  división  de  Worth  y  en  seguida  el  grueso  del 
ejército  y  el  mismo  general  .Scott  rodeado  de  un 
numeroso  Estado  Mayof. 

llj  El  raritan  Roherts,  de  la  divi«¡i^n  de  Quitman  fué 
el  mC' o  ejecutor  d.-  ese  actn,  y  le  ayudí-",  obligado.  Pom- 
poso Gome¿.  guarda  mayor  del  alumbrado  que  poc.is  no- 
cQcs  dciipuc»  fué  asesinado  sin   que  se  siipiíra  por  quién. 


-  348  - 

La  población  de  México  al  principio  no  se  dió 
cuenta  de  los  sucesos:  hablase  dormido  la  noche 
anterior  en  la  confianza  de  que,  com<)  Santa  Anna 
5o  había  prometido,  se , haría  resistencia  desespe- 
rada y  creía  que  las  calles  de  la  capital  serían  el 
sepulcro  de  los  invasores;  mas  al  despertar  y  sa^ 
ber  que  los  catorce  mil  hombres  del  ejército,  que 
aún  quedaban,  la  habían  evacuado  y  que  los  cua- 
tro mil  guardias  nacionales  se  habían  dispersado, 
y  ver  que  el  pahellon  rorteamericano  ja  ondeaba 
en  el  Palacio  Nacional,  las  calles  empezaren  á 
llenarse  de  gente  que  murmuraba  indignada  de 
lo  que  ella  llamaba  una  traición  y  por  momentos 
■crecía  el  descontento,    que  no  tardó  en  estallar. 

Se  supo  más  tarde  que  el  Coronel  de  Guardia 
Nacionril,  Don  Francisco  Carvajal  Espinosa,  (1) 
previendo  elabandoiode  la  ciu  lad,  se  puso  de 
acuerdo  con  los  vec.nos  del  barrio  de  la  Alameda 
para  hacer  resistencia;  y  que  en  los  barrios  la 
gente  estaba  dispuesta  para  pelear  con  los  inva* 
sores;  a  lemas  de  esto,  la  excitación  pública  estaba 
ya  en  su  colmo  y  parecía  como  que  no  aguardaba 
más  que  una  s-ñal  para  la  lu:ha.  Esta  señal  al 
fin  se  dio  y  fué  un  tiro  salido  de  una  de  las  casas 
del  callejón   de  López,    en  los  momentos    en  que 

O)  Miembro  de  tína  hono'-ahle  familia  vcracruzana, 
millt  if,  pL-riodista  y  liter.ito  que  dejó  publicados  dos  to- 
mos de  una  obra  bastante  notable  sobrí-  la  historia  rte 
México;  ocupó  di veisos  puestos  públicos,  fué  Diputado 
al  Coniífesu  déla  Unio.i,  Ueíjidor  del  A vuntamimto,  Re- 
dactor del  Diario  del  Imprrio,  coronel  de  Guardia  Na- 
cional, hablen. lose  batido  en  el  Valle  de  México,  y  du- 
rante el  Imperio  desciupeñó  otros  caraos    iuipoitantcs» 


-  349  — 

pasaba  el  general  Scott  con  su  Estado  Mayor;  el 
individuo  que  lo  di -paró  se  ;  pelli  laba  Esq  livel  (1) 
y  el  objeto  qie  se  propu-o  fué  inat.tr  á  W  irth,  lo 
que  no  consiguió,  hiriendo  sólo  al  coronel  Garlaad 
en  una  pierna. 

En  el  mismo  instante  comenzó  el  combate  en 
las  calles;  de  las  casas  llovían  balazos,  piedras  y 
toJa  ciase  de  proyectiles  sobre  los  invasores,  que 
á  su  Vfz  contestaban  y  trataban  de  penetrar  á 
mu 'has  de  las  casas  de  ddude  eran  atacados  y 
c  )loi"aron  su  artillería  para  dt-salojar  la^  calles 
transversales  á  las  que  tenían  que  r>rcrier. 
M  1  episodios  horrorosos  que  n  >  es  posible  des- 
cribir, tuvieron  lugar  aquel  día,  y  habrían  sido 
mucho  mayores  los  horrores  si  se  ci  mpie  la 
órd-n  que  dio  Scott,  de  volar  toda  casa  Jimde  se 
hiciera  resistencia;  por  fortuna  no  había  pólvora 
suficiente,  pues  los  depósitos  estaban  en  Chapul- 
tepec;  y  ademá>,  fl  Ayimtamiento  procuró  cal- 
mar al  general  Scott,  que  estaba  bastante  indig- 
nado por  la  resistencia  que  .no  esperaba:  el  mis. 
mo  Ayuntamiento  publicó  en  la  tarde  de  ese  día 
uní  proclama  suplicando  al  vecindario  que  depu- 
siese su  actitud  hostil  para  evitar  mayores  .[en- 
gracias y    conseguir    las  garantías    prometidas: 


[1]  Era  muv  joven  entonces  y  el  balizo  que  disparó 
estuvo  A  punto  de  c  stiirl'-  laviJ;i,1;i  que  no  salvó  sino 
escondiéndose  en  unn  c:isidcl  oall'jon  de^ópez;  mis 
tarde  fué  muy  conocido  en  México  como  Ag  nt'-  de  X'egro- 
cios  y  fMlI'-ció  hice  pocos  años  En  aquillos  df.is  se  alis- 
tó en'la  guardia  nacional  y  s- batió  con  los  i  ori'-ameri- 
c^ncs;  al  ver  la  entrada  de  éstos  no  pud  >  contener  su  in- 
dignación y  disparó  el  tiró  que  fué  la  señal  del  combate. 


—  350  - 

«Ciudadanos,  decía,  el  estado  de  alteración  en  que 
se  encuentra  la  tranquilidad  pública,  impide  que 
las  medidas  de  tod  >  género  que  ha  tomado  el  Ayun- 
tamiento para  conseguir  del  general  norteameri- 
cano que  las  vidas  y  las  propiedades  de  los  habi- 
tantes de  esta  hermosa  cap  tal  sean  respetadas, 
surtan  todo  el  efecto  que  desea.  Una  comisión  del 
seno  díl  mismo  Ayuntamiento  ha  sido  en^:argada 
de  arreglar  con  el  expresado  general  todas  las 
garantías  que  el  derecho  natur  il  y  de  ,>"  ntes  con- 
cede en  l'avor  del  municipio;  pero  el  general  se 
niega  á  otorgarlas  definitivamente  mientras  no 
cesen  las  hostilidades  que  se  hacen  á  su  ejército. 
"Aún  mái,  h  i  orden  tdo  á  sus  tropas  que  aque- 
lla casa  de  donde  se  les  dispare  un  tiro,  sea  de- 
rribada por  la  artillería  y  se  dé  muerte  á  cuantos 
se  encuentren  en  ella.  Esta  resolución  os  hará  co- 
nocer el  ¡írave  é  irr-'parable  perjuic o  que  hacéis 
á  la  población  pacific.i  v  al  biei  común,  con  no 
cesar  de  hacer  fue  j^o  al  ejército  norteamericano; 
y  estas  circunstanci  ts  obligan  á  la  municipalidad 
á  buscar  por  cuantos  motivos  I-  sea  posible,  el 
restablecimiento  de  la  tranquilidad  pública  que 
es  la  base  sobre  la  cual  podrán  otorgarse  las  ga- 
rantías de  que  necisitais.  Por  esto  es,  que  os  di- 
rige la  palabra  y  os  conjura  en  nombre  del  biea 
procom'iia',  á  que  deis  término  á  toda  clase  de 
hostilidades,  y  le  ayudáis  en  cuanto  estuviere  de 
vuestra  parte  á  que  restablezca  el  orden.  Vuestro 
Ayuntamiento  se  lisonjea  de  que  añadiréis  esta 
nueva  prueba  de    civilización  y  amor  al  orden,  á 


I 


-  351    - 

tantas  como  en  repetidas  ocasiones  tenéis  dadas. 
Dsicansal  tranquilo-;  en  vuestras  casas  con  la 
seo^urida  \  de  qtie  los  representantes  de  vuestros 
derechos  se  ocupin  ince-.anteinente  de  cnanto  sea 
necesario  para  el  bien  público,  y  tendrá  la  satis- 
facciiin  da  poner  en  vuestro  conociniento  cuan- 
toi  pasos  dieren  en  tan  críticas  circunstancias.» 
Firmaban  este  documento  los  regid'jres,  de  los 
queya  hemos  dado  los  nombres. 

N  I  surtió,  sin  embargo,  la  pro^  lama  ningfun 
ef.  c:o  V  antes  bien,  se  recrudeció  la  lucha  con  la 
llegada  de  alg'unos  lanceros  de  Guanajuato,  que 
envió  Santa-Anna  y  de  algunos  sóida  lo-i  de  infan- 
tería que  se  situaren  en  Peralvillo,  Los  lanceros 
caucaron  nlg  mas  bajas  á  los  norteamericanos  y 
lleíaron  hasta  la  fsquina  de  la  calle  de  la  Maris- 
cala;  pero  rechazados  abandonaron  la  ciudad  y 
Santa  Anna  así  como  Herrera  y  Olaguibel  no 
dando  importancia  al  movimiento  del  put  blo,  or- 
denaron que  contmuara  la  retiíada. 

La  lucha  continuó  al  día  siguiente  y  aun  se  vol 
vio  á  creer  que  el  ejército  retrocedería  sobre 
México;  pero  esta  nuev^  esperanza,  salió  fallida, 
pues  Santa-Anna  volvió  á  emprender  su  camino, 
no  sin  hab^r  antes  dirigido  una  comunicación  al 
Alcalde  primero  Reyes  Veramendi,  en  que  trata- 
ba de  traidor  al  Ayun'amiento,  extrañando  que 
quis'ese  enervar  el  entusiasmo  del  puebl  \  previ- 
niéndole además  que  ese  cuerpo  se  disolviese  y 
no  diese  auxilios  de  ninguna  clase  al  enemigo. 
El  Ayuntamiento   contestó  á  esta   comunicación, 


-  352  — 

como  dehfa  hacírlo,  pues  en  realidad  Santa-Anna 
ya  no  era  una  autoridad  á  la  que  se  le  debiera 
obediencia.  (1) 

El  quince  en  la  tarde  terminó  la  lucha  del  pue- 
blo y  se  procuró  borrar  las  huellas  de  ella  ente- 
rrando á  los  numerosos  cadáveres  de  ambas  par- 
tes 3'  cuyo  número  no  se  puede  calcular,  pues  aun- 
que el  historiador  señor  Roa  Barcena  fijó  en  SOO 
el  de  los  muertos  que  tuvieron  1  is  norteamerica- 
nos, (2)  en  esos  días,  t]  de  mexicanos  fué  mucho 
mayor,  pues  los  yankees  cometieron  toda  clase  de 
ex^'esos  y  se  cebaron  en  multitud  de  personas  in- 
defensas ó  inocentes. 

El  aspecto  que  presentaba  la  capital  durante 
la  noche  del  15,  después  de  dos  días  de  sangrien- 
to   y    desigual  combate,  era  sombrío  y  pavoroso, 


f1]  He  .iqiii  '1  •  oirunicacion  del  Goner:ii  Santa-Ana. 
"Ejército  Me  ii'iii  ( — f,iiiirnli)iJi/r.  —  9'C'  m  ;i' ab  i 
de  p  t'sent-f  un  p  ii>  '  impreso  fiT-m;»ao  por  V.  S.  quf  ha 
h<cho  fij;ir  en  las  ''squinas  piohibiendo  a'  púhlico  que 
h".stiIioe  al  bárbaro  encmijí"  que  saquea  la  población,  los 
templos  N  viola  las  inuje  es.  >  C'nio  (al  conducta  esin- 
difrna  de  un  mexiciiin.  'e  pnveng:o  a  minbre  de  la  Na- 
ción, qu''  -i  vol viiie  V.  S.  A  incuirir  e'>  un  a<  to  seinejan- 
le.  lo  ti  at  tré  conv)  trai  lor  y  lo  mi  nii  haré  con  los  in  i- 
viduos  que  componen  ese  "Ayintamiento  si  contribuyen 
A  en-rvar  de  cualquier  manei  a  el  entusiasm  «  de  los  c  u- 
dartanis  mexic  no^  que  defiendan  justamente  sus  ho¡;a- 
res  y  sus  esposas. 

Tampo  •'!  sepresiarA  V.  S.  A  facilitar  a  los  rnemigo.s 
vfvrrt-s  ni  auxilio  alguno,  y  le  prevenfío  que  ánies  e  di- 
solverá esa  corporai-iun  Miie  contribuid  de  aljjuna  ma-ie- 
ra  á  favore  erlos.  Esta  disposición  li  hará  vd.  saber  á 
quien  corr''sponda  Pira  qu  •  nadie   'It-gue  iíinr.vancia. 

«Dios  y  libertad.  Ciiartel  Central  en  Guadalupe  Sep- 
tiembre I.")  di?  1-Í4".— AvTOMo  López  de  Santa  Anva.— 
S'.  O.  Maniif!  R.yes  Veram.ndi,  l'resideiite  del  Ayunta- 
miento de  México". 

('.')  Zamic-'is  dice  que  fueron  350,  en  los  días  14,  15  y 
16  de  Septiv.mbre. 


-  353   - 

y  formaba  un  marcado  y  desconsolador  contraste 
con  el  que  ofrecía  en  años  anteriores  en  que  el  pue- 
blo se  entregaba  á  trasportes  de  alegría  para  so- 
lemnizar el  aniversario  de  la  proclamación  de  la 
independencia. 


III 


Apenas  quedó  tranquilo  Scott  en  la  posesión  de 
la  ciudad,  empezó  á  dictar  las  medidas  que  juzgó 
convenientes  para  hacer  segura  su  permanencia 
en  la  capital  de  un  país  enemigo  }•  que  tenía  tra- 
zas de  negarse  largo  tiempo  á  firmar  la  paz,  por 
más  que  ella  era  la  única  resolución  que  convenía 
adoptar  en  aquellas  críticas  circunstancias.  En 
efecto;  aunque  todavía  habían  salido  de  México 
catorce  mil  soldados,  éstos  se  desbandaron  en 
breve  así  como  la  guardia  nacional:  era  ciertamen- 
te pequeño  el  ejército  inva?^or  y  si  hubiera  habido 
unidad,  fácilmente  habría  sido  destruido;  pero 
precisamente  aquella  faltaba  y  las  anteriores  de- 
rrotas debían  dar  á  los  que  pensaban  resistir  una 
triste  experienciaque  aún  no  querían  tener  por  más 
que  palpasen  los  funestos  resultados  de  la  anar- 
quía en  que  el  país  había  vivido  desdt  la  Indepen- 
dencia. El  general  Scott,  que  estaba  al  tanto  de 
las  intrigas  políticas,  sabía  que  la  paz  se  había, 
de  demorar  aún  y  obró  en  consecuencia  con  est* 
convicción,  procurando  que  su  ejército  estuviese 
listo  para  cualquier  evento. 

Estudios  históricos,— 45 


—  354  - 

Hizo  venir  violentamente  de  Veracruz  al  Gene- 
ral Lañe  que  aunque  tuvo  algunos  encuentros  con 
los   guerrilleros,  consiguió  con  su  sola  aproxima 
cion  que  los  generales  Santa-Anna  y  Roa  levanta 
sen  el  sitio  que  en  Puebla  habían  puesto  al  c  j: 
nel   Childs;   y   procuró  reforzar  contínuaraent 
guarnición  de  la  Capital  y  ocupar  algunas  pol 
ciones  cercanas  como  Toluca,  Cuernavacn,  Pacira 
ca  y  otras. 

Los    días  14    y  16  de  Septiembre  publicó   Scotlf 
dos    proclamas  dando  las  gracias  por  los  triunin' 
que    les    habían    permitido    ocupar  la  capital  ^ 
país   de  Moctezuma  y  recomendando  á  sus  solda- 
dos   la   prudencia,    así   como  la  adopción  de  prei 
cauciones  de  todo  género,  recordándoles  que  es 
taban  en  tierra  extranjera.  El  día  17,  en  otra  dis 
posición,  proclamó  la  le}'  marcial,  concediendo  n< 
obstante    á  los  habitantes  de  la  Ciudad  y  pueblo: 
del    valle,    la    libre    administración   de  justicia; 
exceptuando  sin  embargo,  aquellos  juicios  quo 
vieran  relación  con  el  ejército  invasor;  la  prou 
cion   á  los  edificios  públicos  y  la  organización  u> 
la   policía.    Como   castigo  por  la  sublevación  dd 
pueblo   impuso    á   la  ciudad  una  contribución  de 
ciento  cincuenta  mil  pesos,  pagaderos  en  abono.- 
semanales   de  .$37^500,  siendo  el  plazo  del  primci 
abono  el   lunes    20    de  Septiembre   y  el  del  ú'" 
mo  el  lunes  11  de  Octubre. 

El  Ayuntamiento,  para  pagar  esa  contribución  I 
afectó  las  rentas  de  la  ciudad  3'  contrató  un  prés  M 
tamo   por   esa    cantidad   al  15  §  con  los  señores; 


Juan  Manuel  Lasquetti  y  Alejandro  Bellungé.  El 
gfeneral  norteamericano  distribuyó  esa  suma  de 
esta  manera:  $20,000  los  destinó  á  la  compra  de 
efectos  para  comodidad  y  alivio  de  los  males  de 
su  ejército,  S90,000  para  mantas  y  zapatos  para 
sus  soldados;  y  los  840,000  restantes  los  reservó 
para  la  compra  de  efectos  militares.  Sin  embargo, 
esas  sumas  no  fueron  aplicadas  todas  á  los  usos 
indicados^  pues  remitió  á  los  Estados  Unidos  cin- 
cuenta mil  pesos  para  la  fundación  de  un  hospi- 
cio para  veteranos  inutilizados,  y  con  posteriori- 
dad, y  para  la  misma  fundación,  envió  veinte  mil 
pesos  más  que  le  habían  sobrado.  La  deuda  con- 
traída por  el  Ayuntamiento  fue  mandada  pagar 
posteriormente  por  el  Gobierno  de  la  República, 
con  parte  de  la  indemnización  dada  por  los  Esta- 
dos Unidos  en  virtud  de  lo  convenido  en  el  trata- 
do de  Guadalupe  Hidalgo.  (1) 

La  ciudad,  considerada  militarmente,  quedó  di- 
vidida en  cuatro  grandes  secciones,  por  disposi- 
ción del  Jefe  de  los  invasores,  dictada  el  mismo 
día  17  de  Septiembre. 

La  primera  división  abrazaba  desde  la  garita 
de  San  Cosme   hasta   Catedral:   debía  de  dar  la 


[1]  Más  adelante  daremos  á  conocer  todas  las  dificulta- 
desconque  luchó  el  Ayuntamiento  para  conseguir  esa  su- 
nui. 

La  institución  A  que  dedicó  el  Gobierno  d  e  los  Estados 
Unidos  una  parte  de  esa  suma  fué  llamado  ^Soldier's  Ho- 
me Parki>  [Parque  del  Asilo  para  Soldados]  situado  ;'i  in- 
mediaciones de  Washington,  que  ocupa  una  extensión  de 
23.3  acres;  como  su  nombre  lo  indica  es  un  asilo  militar.  El 
Importe  del  terreno  v  edificios  destinados  A  él  fué  de..,, 
957000 


-  356  - 

guardia  en  la  garita  y  estaba  dotada  con  dos  ca- 
ñones situados  en  el  mismo  punto. 

La  segunda,  comprendía  la  Plaza  de  Armas  y 
además  desde  Catedral  hasta  San  Lázaro,  tenien- 
do dos  cañones  también  y  guardia  en  la  misma 
garita. 

La  tercera  desde  la  garita  de  Peralvillo  y  ca- 
mino de  la  Villa  de  Guadalupe  hasta  Santo  Do- 
mingo, con  las  mismas  obligaciones  y  dotación 
de  bocas  de  fuego  que  las  anteriores. 

La  cuarta,  formada  con  los  diversos  cuerpos  de 
Yoluntarios,  vigilaba  desde  la  garita  de  San  An- 
tonio Abad  hasta  el  Hospital  de  Jesús  y  también 
tenía  dos  cañones  y  la  obligación  de  dar  las  guar- 
dias de  la  garita. 

A  la  caballería  no  se  designó  ninguna  zona  de- 
terminada y  se  le  encomendó  la  tarea  de  propor- 
cionar los  hombres  suficientes  en  calidad  de  co- 
rreos, para  que  diariamente  se  comunicaran  las 
garitas  con  el  cuartel  general. 

También  previno  el  General  Scott  que  las  casas 
particulares  no  fueran  ocupadas  para  cuarteles  y 
que  no  se  pagara  ninguna  renta  de  casa  si  no  era 
autorizado  el  gasto  por  el  cuartel  general;  U)  nom- 
bró al  General  Quitinan  Gobernador  civil  y  mili- 
tar de  la  Ciudad  de  México  y  de  su  Distrito,  y  pre- 
vino que  los  efectos  destinados  para  el  consumo 
del  ejército  no  causasen  el  derecho  de  alcabala  en 
las  garitas 

(11  La  dcro^T-icion  ile  esta  íSrilcn  y  la  reclamación  con- 
sigruiente  hecn:i  por  el  .-Vyuntámien'to.  fuií  v-aus.^  de  la  di- 
solución de  este  Cuerpo  "como  veremos  raAs  adelante. 


-  357  ^ 

Aunque  la  ausencia  del  Gobierno  mexicano  y 
de  sus  empleados,  así  como  el  retraimiento  de  mu- 
chas familias  principales  y  de  la  clase  media  qui- 
tase mucho  de  su  animación  ú  la  Ciudad,  no  tardó 
ésta  en  recobrar  algfo  de  su  bullicio:  la  gente  pa- 
cífica volvió  á  sus  ocupaciones  y  el  pueblo  bajo 
que  odiaba  á  los  invasores,  aparentaba  fraterni- 
zar con  ellos,  para  atraerlos  así  á  celadas  y  em- 
boscadas donde  eran  muertos  apuñaladas,  siendo 
raro  el  día  en  que  no  aparecieran  en  las  calles 
los  cadáveres  de  algunos  soldados  norteameri- 
canos. 

La  Cañete  volvió  á  trabajar  en  el  Teatro  Na- 
cional, aunque  con  concurrencia  escasa,  pues  los 
habitantes  poco  concurrían  á  espectáculos  y  los 
extranjeros  no  sentían  mucha  afición  por  los  del 
género  en  que  trabajaba  esa  actriz.  En  cambio, 
llenaban  el  Teatro  de  Nuevo  México,  donde  solda- 
dos disfrazados  daban  funciones  y  pantomimas  de 
gusto  de  ellos,  en  alemán  y  en  inglés.  Abrieron 
salones  de  baile  en  la  calle  del  Coliseo  (donde 
ahora  está  el  Restaurant  Delmónico;)  en  el  ex- 
convento  de  Betlemitas  y  en  el  Hotel  de  la  Bella 
Union,  á  los  que  concurrían  en  unión  de  mujeres 
de  mal  vivir,  que  eran  llamadas- por  ellos  Marga- 
ritas, y  donde  la  entrada  costaba  uno  ó  dos 
pesos. 

La  prensa  de  la  Capital  se  componía  casi  exclu- 
sivamente del  MoxiTOK  Republicaxo,  que  no  sus- 
pendió su  publicación  y  en  general  prestó  buenos 
servicios  á  los  habitantes  de  la   ciudad;  del   Eco 


^  358  - 

DEL  CoaMercio  y  del  periódico  festivo  El  Cangrejo 
Los  invasores  fundaron  La  Estrella  Americana  y 
El  Norteamericano,  el  segundo  de  los  cuales  era 
bilingüe  y  arabos  se  esmeraban  en  tratar  á  los 
mexicanos  con  el  mayor  desprecio  posible  y  en 
procurar  infiltrar  en  el  ánimo  de  las  masas  ideas 
de  anexión  del  país  a  los  Estados  Unidos.  Los  dos 
eran  poco  leídos  entre  los  habitantes  y  ho}'  son 
rarísimos  los  ejemplares  que  existen.  Paulatina- 
mente fueron  apareciendo  otros  periódicos,  de  al- 
gunos de  los  cuales  darémes  razón. 

Por  su  parte  los  oficiales  extranjeros  procura- 
ban, aunque  con  ningún  éxito,  relacionarse  con  la 
sociedad  de  México,  que  en  su  casi  totalidad  se 
mostró  justamente  esquiva  á  pesar  de  que  entre 
esos  oficiales  había  algunos  de  buena  educación  y 
de  que  muchos  de  ellos  posteriormente  ocuparon 
distinguidos  puestos  en  su  país,  llegando  dos  de 
ellos,  Pierce  y  Grant  á  subir  :l  la  primera  magis- 
tratura de  los  Estados  Unidos. 

Entre  tanto  la  situación  pública  continuaba 
con  bastante  mal  aspecto.  El  .Sr.  Lie.  Don 
Manuel  de  la  Peña  y  Peña,  Presidente  de  la  -Supre- 
ma Corte  de  Justicia,  había  ocupado  la  presiden- 
cia de  la  República  por  renuncia  del  General 
Santa-Anna  y  nombrado  ministro  universal  al  dis- 
tinguido abogado  Don  Luis  de  la  Rosa;  el  12  de 
Octubre  estableció  el  gobierno  nacional  en  Que- 
rétaro  y  expidió  el  día  siguiente  un  manifiesto, 
procurando  desde  luego  introducir  el  orden  en  la 
anarquía  en  que  estaban  todos  los  ramos  de  la  ad 


-  359  - 

ministracion;  quitó  el  mando  del  ejército  á  Santa 
-Anna  y  le  mandó  que  residiese  en  Tehuacan,  en 
tí.nto  que  se  decidía  de  su  suerte,  y  entró  en  nego- 
ciaciones con  el  diplomático  norteamericano  Mr. 
Trist  para  tratar  de  la  paz  entre  las  dos  naciones. 
Dirigió  además  una  circular  á  los  gobernadores 
de  los  Estados  participándoles  su  elevación  al  po- 
der y  solicitando  su  cooperación  para  sacar  al 
país  del  estado  de  postración  en  que  se  hallaba 
sumergido.  Algunos  contestaron  que  estaban  dis- 
puestos á  ayudar  al  Presidente;  pero  la  mayoría 
ninguna  ayuda  le  proporcionó. 

IV 

El  Ayuntamiento  de  México^  única  autoridad 
administrativa  que  había  quedado  en  la  capital, 
estaba  entre  tanto  sometido  á  una  dura  prueba. 

Ya  hemos  visto  que  su  primer  cuidado  fué  pro- 
curar garantías  para  la  ciudad  al  saber  que  iba  á 
ser  abandonada  y  hemos  visto  también  los  esfuer- 
zos que  hizo  para  calmar  á  los  habitantes  indig- 
nados por  ese  abandono;  pero  esos  esfuerzos  los 
debía  pagar  bien  caros.  Efectivamente,  en  el  Ca- 
bildo celebrado  el  16  de  Septiembre,  el  regidor  Sr. 
D.  Juan  Palacios,  dijo  que]el  General  Scott  quería 
$150,000  como  contribución  de  guerra  de  la  ciu- 
dad, agregando  en  nombre  del  mismo,  que  «si 
dicha  Corporación  (el  Ayuntamiento)  no  se  pres- 
taba á  hacerla  por  su  cuenta,  él  la  encomendaría 
á  la  punta  de  las  bayonetas;  y  no  consentiría  que 


-  360  - 

el  Ayuntamiento  se  disolviera  porque  sufriría  la 
población  las  consecuencias  del  desorden  y  los  ca- 
pitulares las  penas  de  persecución  y  confiscación 
de  sus  bienes." 

Como  se  ve,  los  regidores  no  estaban  cierta- 
mente sobre  un  lecho  de  rosas;  sin  embargo^  eran 
patriotas  y  resolvieron  continuar  en  sus  puestos 
para  evitar  mayores  males  á  la   población. 

La  comisión  de  guerra  que  presentó  dictamen 
sobre  la  exigencia  de  Scott,  resolvió:  «Que  se  di- 
ga al  general  en  jefe  del  ejército  amei-icano  que 
puede  tomar  los  .$150, 000  que  ha  pedido,  de  las 
rentas  de  alcabalas  que  se  cobran  en  la  Aduana 
de  esta  capital  conforme  se  vayan  recaudando." 
Aunque  se  aprobó  la  proposición  y  en  ese  sentido 
se  contestó  á  Scott,  éste  no  consintió  en  ello  y 
contestó  que  al  Ayuntamiento  tocaba  recaudar  la 
contribución  y  entregársela,  cuando  menos  en  cua- 
tro abonos. 

En  la  Tesorería  Municipal  no  había  dinero: 
trescientos  pesos^  única  existencia  en  ella  el  día 
13  de  Septiembre,  se  habían  gastado  en  aten- 
ciones urgentes;  el  proveedor  de  la  cárcel,  Don 
Enrique  de  la  Tijera,  se  negaba  á  seguir  propor 
cionando  racioues  si  no  se  le  aseguaraba  el  pago 
de  lo  que  se  le  debía:  en  los  juzgados  no  había  ni 
papel,  ni  tinta,  ni  plumas  para  el  despacho;  los  en- 
cargados del  alumbrado  y  de  la  limpia  se  negaron 
á  trabajar  si  no  se  les  pagaba  y  durante  dos  dias 
con  sus  noches  ni  se  aseó  ni  se  alumbró  la  ciudad; 
el  administrador   del  hospital   de  mujeres  demen- 


-  361  - 

tes  urgía  por  que  se  le  diera  alguna  suma  para 
atender  al  sustento  de  las  asiladas.  En  medio  de 
todas  estas  penurias,  vino  la  exigencia  de  Scott 
á  sumir  al  Cabildo  en  la  más  completa  amargura. 

Por  medio  de  corredores  se  vio  á  los  señores 
Juan  Manuel  Lasquetti  y  Alejandro  Bellangé  j-  se 
empezó  á  contratar  con  ellos  el  empréstito  de 
$150,000  y  con  el  fin  de  arbitrar  recursos,  el  re- 
gidor Lie.  D.  José  Urbano  Fonseca  propuso  en  el 
cabildo  de  16  de  Septiembre  lo  siguiente: 

"1°  Que  se  organizara  el  Gobierno  del  Distrito 
tomando  el  Alcalde  primero  del  Ayuntamiento  el 
título  de  Gobernador  del  Distrito  por  ministerio  de 
la  ley,  no  obstante  el  nombramiento  de  Goberna 
dor  civil  y  militar  que  tenía  el  Jefe  de  la  plaza. 

"2°  Que  en  consecuencia  (sic)  librara  sus  órde- 
nes para  que  se  asegurasen  los  caudales  de  la 
Aduana,  del  Correo,  de  las  contribuciones  direc- 
tas, etc. 

"3"  Que  si  lo  creía  conveniente,  sirviera  de  ca- 
ja común  la  Tesorería  municipal  y  á  ella  se  ocu- 
rriera con  los  enteros  que  hicieren  las  expresadas 
oficinas,  álos  gastos  de  Aministracion  de  Justicia, 
fuerza  pública  de  policía  y  demás  que  debían  ser 
de  cargo  del  Gobierno  del  Distrito." 

Estas  proposiciones  incontinenti  fueron  aproba. 
das  por  unanimidad,  excepto  la  primera  respecto 
de  la  cual  salvó  su  voto  el  regidor  Piñal. 

En  consecuencia,  el  Alcalde  primero  Reyes  Ve- 
ramendi  empezó  á  funcionar  como  Gobernador  del 
Distrito  y  el  Ayuntamiento  procedió  á  administrar 
Estudios  hist<5rico3,— 46 


-  362  - 

las  rentas  públicas,  que  de  pronto  no  le  sirvieron 
más  que  para  aumentar  sus  tareas,  pues  todos  los 
ramos  estaban  en  un  desorden  espantoso  y  no  pro- 
ducían nada. 

En  la  Aduana  las  existencias  de  efectos  fueron 
reclamadas  por  particulares  que  alegaron  ha 
ber  ya  pagado  al  Gobierno  los  derechos  corres- 
pondientes, además  Scott  dispuso  que  desde  1°  de 
Octubre  no  se  cobrase  alcabala  á  los  efectos  ex- 
tranjeros y  que  desde  luego  los  nacionales  intro- 
ducidos en  carros  norteamericanos  ó  destinados 
al  ejército  entrasen  libres,  con  lo  que  se  abrió  an- 
cha puerta*  al  abuso.  (1)  La  existencia  de  tabaco 
que  por  poco  es  declarada  buena  presa  para  el  in- 
vasor, en  parte  fué  también  reclamada  por  parti- 
culares y  de  otra  no  pequeña  dispuso  Scott.  En  el 
Correo  no  había  entradas  y  las  labores  de  la  ofici- 
na no  podían  llevarse  á  cabo  por  estar  el  edifi- 
cio ocupado  por  soldados  norteamericanos.  Una 
mañana  el  re^-idor  .Sr.  Zaldívar  (2)  encargado  de 
ese  ramo,  informó  que  el  Administrador  de  ella  ha 
bia  cerrado  la  oficina,  y  entregado  la  llave  de  él  á 
un  empleado:  éste  se  resistía  á  devolverla  y  el  Sr- 
Zaldívar  tuvo  que  revestii'se  de  energía  para  re- 
cogerla: D.  Anselmo  Zurutuza,  empresario  de  las 
diligencias  generales^  propuso  al  Ayuntamiento 


(1)  El  Lie.  Konseca  nombró  para  cncarírarsc'de  ese  ra- 
mo A  D.  Ignacio  Piquero,  antiguo  empleado  y  persona  mu> 
competente. 

(2)  Este  señor  y  el  Sr.  Don  José  María  .Aguayo  son  los 
únicos  de  los  regidores  de  entonces  que  viven;  ambos  cora' 
pintamente  retirados  de  la  política. 


-  363  - 

encargarse  del  manejo  del  ramo,  mediante  el  es- 
tipendio de  la  mitad  de  lo  que  produjesen  los  por 
tes,  y  fué  aceptada  la  prosición consiguiéndose  ade" 
más  que  fuera  desocupado  el  edificio.  (1) 

Esta  falta  de  recursos  y  los  apremios  de  Scott, 
de  los  que  se  defendían  los  regidores  con  todas  las 
argucias  de  los  letrados  experimentados,  alegan- 
do que  aún  no  tenían  todas  las  rentas  á  su  dispo- 
sición, habrían  producido  un  rompimiento  entre  la 
Corporación  y  el  general  invasor,  si  no  hubiesen 
acudido  al  Cabildo  con  su  ayuda  algunos  particu- 
lares desprendidos  como  los  Sres.  Drusina,  Piza- 
rro  y  otros  que  facilitaron  veinte  mil  pesos,  los 
que  quedaron  á  disposición  de  Scott,  por  cuenta 
del  primer  abono,  el  24  de  Septiembre  en  la  ca- 
sa banquera  de  -Mac  Intosh.  Con  ese  abono  ya  pu- 
do algo  respirar  el  Ayuntamiento  3-  organizar  más 
el  pago  al  que  destinó  mil  pesos  diarios  (cuando 
los  hubiera)  tomados  de  las  rentas  que  adminis- 
traba; rentas  que  estaba  á  punto  de  perder,  pues 
Scott  amenazaba  con  apoderarse  de  ellas  si  no  le 
entregaban  los  abonos. 

Esas  penurias  y  angustias  de  la  corporación  mu- 
nicipal aumentaron  considerablemente  con  un  oficio 
que  Quitraan  le  dirigió  anunciándole  el  17  de  Sep- 
tiembre que  al  día  siguiente  debían  llegar  tres  mi- 
prisioneros  mexicanos,  hechos  en  las  acciones  del 
Valle  y  que  el  Ayuntamiento  tenía  que  procurar- 


[1]  Pocos  días  dc-Spucs,  y  después  de  un  debate  rroh'jo, 
aceptó  el  Ayuntamiento  el  conirato  que  propuso  Zurutu- 
za  V  que  rigió  hasta  la  vuelta  del  Gobierno  á  la  capital, 


—  364  - 

es  alimentos,  ropa,  alojamiento,  etc.;  esos  prisio- 
'neros  fueron  alojados  por  de  pronto  en  el  Conven- 
to de  San  Diego  y  Hospital  de  Terceros  y  trasla- 
dados luego  á  la  ex-Acordada.  La  Corporación, 
incontinenti,  procuró  atenderlos  y  disminuir  su  nú- 
mero diciendo  que  muchos  de  ellos  no  eran  solda- 
dos sino  trabajadores  cog-idos  de  leva  para  las 
obras  de  las  fortificaciones,  pero  no  consiguió  que 
fueran  puestos  en  libertad, sino  muy  posteriormente-* 

Además,  procuró  sacarlos  de  la  Acordada,  edi- 
ficio que  servía  de  cárcel  y  que  le  hacía  falta  pa- 
ra llevar  á  los  reos  que  estaban  hacinados  en  la 
Diputación,  donde  además  de  constituir  un  peli- 
gro para  las  oficinas  y  los  archivos,  impedían  á 
los  empleados  dedicarse  á  sus  labores.  Quitman  se 
mostró  deferente  á  que  cambiasen  de  alojamien- 
to, pero  la  Corporación  pulsó  muchas  dificultades 
para  conseguir  otro  por  las  exageradas  rentas  que 
pedían  los  propietarios. 

Los  infelices  prisioneros,  entre  los  que  había 
muchos  heridos,  carecían  de  todo  y  diariamente 
dirigían  á  Quitman  oficios  exponiendo  su  triste 
situación;  el  gobernador  militar  pasaba  esos  ofi- 
cios al  Ayuntamiento,  que  se  esforzaba  por  reme- 
diar los  males  de  los  soldados  hasta  donde  sus 
recursos  lo  permitían.  En  el  Cabildo  de  1°  de  Oc- 
tubre, el  regidor  Sr.  Piñal,  comisionado  para  vi- 
sitar á  los  prisioneros  y  escuchar  sus  quejas,  pre- 
sentó un  pnínbazo  de  pésima  calidad  para  demos- 
trar lo  mal  alimentados  que  aquellos  estaban  por 
culpa,  en  gran  parte,  del  contratista. 


-  365  - 

En  medio  de  todas  estas  contrariedades,  el 
Ayuntamiento  iba  organizando  los  ramos  de  la 
Administración  que  habían  quedado  á  su  cargo: 
compuesto  en  su  gran  mayoría  de  hombres  inte- 
ligentes, ilustrados  y  patriotas  y  que  parecían  es- 
cogidos exprofeso  para  aquellas  difíciles  circuns- 
tancias, supieron  estar  á  la  altura  de  ellas  y  se 
manejaron  con  un  tino  y  energía  que  nunca  serán 
bastante  alabadas;  de  acuerdo  con  la  Corte  de 
Justicia,  que  en  su  carácter  de  autoridad  suprema 
tenía  escrúpulos  en  seguir  funcionando  en  terri- 
torio ocupado  por  el  enemigo,  organizaron  la  ad- 
ministración de  justicia,  proveyendo  á  lo  más  ur- 
gente; organizaron  la  policía,  suprimieron  mu- 
chos empleados  inútiles,  simplificaron  las  labores 
de  las  oficinas  recaudadoras  é  introdujeron  seve- 
ras economías,  usando  de  los  poderes  discrecio- 
nales que  tenían.  Los  señores  Lie.  Zaldívar,  ins- 
pector del  ramo  de  contribuciones  y  correos; 
Fonseca,  déla  Aduana,  y  Pozo,  de  tabacos  y  ren- 
tas estancadas,  no  se  dieron  un  punto  de  reposo  y 
pusieron  en  tan  buen  estado  sus  ramos,  que  muchos 
años  hacia  no  se  veían  tan  bien  organizados, 
ni  era  tan  económica  la  planta  de  ellos. 


Una  de  las  medidas  más  importantes  que  dictó 
el  Ayuntamiento  fué  la  de  prorrogar  el  plazo  de 
los  vencimientos  de  los  vales,  pagarés,  libranzas» 


^  366  - 

escrituras  y  demás  documentos  de  pago  que  .- 
hubiesen  cumplido  desde  el  9  de  Agosto  hasta  c! 
20  de  Septiembre.  En  el  cabildo  del  día  18  de  este 
mes,  e!  regidor  señor  Lie.  Fonseca  presentó  la 
proposición  correspondiente  que  fué  objeto  de  di- 
versas discusiones  y  que  no  pasó  del  todo  sin 
oposición,  pues  no  faltó  capitular  que  objetara 
que  dictar  esa  resolución  era  atribuirse  el  Ayun- 
tamiento facultades  legislativas  que  no  tenía. 
Efectivamente,  el  señor  Lie,  Piedra  tenía  razón  y 
aun  pudo  reforzar  sus  argumentos  alegando  que 
existiendo  los  Supremos  poderes  de  la  Nación,  á 
los  que  estaba  sometida  la  Corporación  Munici- 
pal, ésta  ni  aun  alegando  las  circunstancias  ex- 
cepcionales que  concurrían,  podía  dictar  tal  acuer- 
do. Sin  embargo,  por  equidad  y  en  vista  de  la 
suspensión  de  los  negocios  todos  que  hubo  en  la 
capital  desde  que  se  disparó  el  cañonazo  de  alar- 
ma hasta  que  entraron  los  invasores,  quedó  apro- 
bada la  proposición  del  Lie.  Fonseca  en  el  Cabil- 
do de  24  de  Septiembre,  y  fué  publicada  por  ban- 
do. Esa  proposición  contenía  diversos  plazos  se- 
gún las  diversas  fechas  de  los  plazos  del  venci- 
miento, de  los  documentos. 

Otro  de  los  asuntos  de  que  se  ocupó  el  Ayunta- 
miento fué  el  de  procurar  asegurar  y  recoger  los 
archivos  públicos  que  habían  quedado  abandona- 
dos y  dispersos,  eii  el  Cabildo  de  27  de  Septiem- 
bre, el  señor  Piedra  propuso  que  se  rindiera  una 
información, sóbrela  pérdidade  esos  archivos,  así 
como  sobre  el  extravío  de  la  espada  del  Empera- 


-~  367  - 

dor  Iturbide  y  sóbrela  acta  original  de  Indepen- 
dencia que  estaban  en  el  salón  de  sesiones  del  Con- 
greso. El  Juez  1°  de  Letras,  Lie.  Ignacio  Jáuregui, 
fué  el  encargado  de  levantar  esa  información. 

Negocios  de  diversa  índole  también  ocupaban  á 
la  Corporación:  el  Divinísimo  no  podía  salir  por 
las  calles  con  la  misma  seguridad  y  respeto  que 
antes,  por  las  irreverencias  y  mofa  de  que  hacían 
gala  los  soldados  norteamericanos:  el  señor  Vica- 
rio Capicular  se  dirigió  á  Scofí.  pidiéndole  garan- 
tías en  ese  sentido  y  aunque  el  General  en  Jefe  las 
prometió,  en  tanto  que  se  hacían  efectivas,  el 
Ayuntamiento  á  moción  del  señor  Díaz  acordó  con 
el  señor  Canónigo  Osores,  que  Su  Divina  Majes- 
tad saliese  en  secreto  y  sin  ninguna  pompa. 

Los  vecinos  de  los  Remedios  pidieron  que  se 
devolviese  a  su  Santuario  la  milagrosa  imagen 
que  meses  antes  había  sido  traída  á  la  capital,  y 
aunque  en  cabildo  de  2  de  Octubre  se  acordó  de 
conformidad  ala  petición,  el  Lie.  Fonseca se  opu- 
so alegando  el  desconsuelo  en  que  quedarían  los 
habitantes  de  México  al  ver  que  hasta  la  mila- 
grosa imagen  abandonaba  la  ciudad. 

El  Abad  y  Cabildo  de  la  Colegiata  de  Guadalu- 
pe manifestaron  que  muy  á  su  pesar  se  verían  en 
la  necesidad  de  suspender  el  culto  3'  cerrar  el  cé- 
lebre Santuario,  pues  no  había  fondos  para  se- 
guirlo sosteniendo,  á  causa  de  que  no  se  le  pagaban 
los  réditos  de  $527,832  que  les  debía  el  Gobierno 
por  préstamos  y  ocupaciones  llevadas  á  cabo  po- 
0  tiempo  hacía.  El    Ayuntamiento  contestó    que 


-  368  - 

iba  á  toinar  en  consideración  el  oficio  5'  vería  de 
auxiliar  á  la  Coleg-iata  lo  más  pronto  posible. 

Pero  esto  era  difícil:  la  Comisión  distribuidora, 
que  bastante  quehacer  tenía,  formó  un  pro3'ecto 
de  pag:os  urgentes,  que  aunque  se  aprobó,  muchas 
veces  no  pudo  llevarse  á  cabo:  las  atenciones  del 
Ayuntamiento  se  clasificaron  de  la  manera  si- 
guiente: cárceles,  hospitales,  policía, prisioneros, 
Justicia  común  y  federal,  conservación  de  edificios 
públicos.  Colegiata  de  Guadalupe,  Hospicio,  Casa 
de  expósitos.  Hospital  del  Divino  Salvador,  etc. 

Respecto  de  la  Cárcel  ya  hemos  visto  las  difi- 
cultades con  que  tropezaba  el  Ayuntamiento,  asi 
como  de  los  Hospitales,  por  falta  de  recursos;  en 
cuanto  á  la  policía  ocurrió  un  incidente  grave  que 
por  poco  ocasiona  una  ruptura  entre  el  Ayunta- 
miento 3'  el  Alcalde  Gobernador.  En  el  primer  ca- 
bildo celebrado  el  dia  4  de  Octubre  se  dio  cuenta 
con  un  oficio  de  este  funcionario  en  el  que  excita- 
ba á  la  Corporación  para  que  sin  pérdida  de  mo- 
mento atendiese  á  la  policía  con  sus  haberes,  pues 
por  la  falta  de  ellos  se  notaban  síntomas  de  insu- 
bordinación en  ese  cuerpo.  £1  Ayuntamiento, 
después  de  un  acalorado  debate,  aco^'dó  di- 
solver el  cuerpo  de  policía  porque  era  lastimoso 
que  los  encargados  de  conservar  el  orden  promo- 
vieran el  desorden:  se  comunicó  este  acuerdo  al 
Gobernador  Sr.  Reyes  Veramendí  y  éste,  herido 
en  su  susceptibilidad,  inmediatamente  envió  la 
renuncia  del  puesto  que  desempeñaba. 

Reunido  el  Cabildo   en  la  noche,  en  sesión  ex- 


-  369     - 

traordinaria,  acordó  enviar  una  Comisión  al  Go- 
bernador suplicánJole  que  no  renunciara  y  des- 
pués de  algunas  expli -aciones,  en  las  que  Reyes 
Veramendi  dgo  que  su  oficio  había  sido  mal  in- 
terpretado y  que  únicamente  urgía  por  el  pronto 
pago  de  los  haberes;  pues  sí  hubiera  sabido  que 
la  policía  se  iba  á  sublevar  él  la  habría  disuelto; 
después  de  esas  explicaciones,  el  Gobernador  re- 
tiró su  renuncia  y  quedó  convenido  que  la  po- 
licía sería  organizada  de  acueid  j  entre  ese  fun- 
cionario y  el  Ajuntamiento;  de  esa  manera  sa- 
tisfactoria terminó  el  enojoso  incidente  que  por 
poco  pone  en  peligro  los  intereses  de  la  ciudad 
por  la  separación  de  un  funcionario  tan  útil  en 
aquellos  momentos. 

Desde  el  25  de  Septiembre  y  con  motivo  de  las 
noticias  del  sitio  puesto  á  la  guarnición  norte- 
americana de  Puebla  por  los  Generales  Rea  y 
Santa-Anna,  corrieron  rumores  de  un  levantamien- 
to en  la  capital:  se  recomendó  á  los  regidores  y 
éstos  á  su  vez  dieron  instrucciones  á  los  jueces  de 
cuartel  para  que  desplegasen  la  mayor  vigilancia; 
el  6  de  Octubre  se  acentuaron  más  esos  rumores 
y  aun  aparecieron  en  las  esquinas  algunos  pas- 
quines excitando  al  pueblo  á  un  levantamiento: 
esta  efervescencia  obedecía  entre  otras  causas  á 
la  noticia  que  se  daba  como  cierta  de  que  durante 
las  noches  los  mexicanos  eran  conducidos  á  los 
cuarteles  de  los  invasores  y  allí  asesinados  Pa- 
rece que  sí  hubo  algo  de  cierto  en  esto,  pues 
cuando  se  le  comunicó  á  Quitman  el  rumor,  se  li- 
Estudios  históricos.— 47. 


370  - 

mitd  á  decir  que  iba  á  hacer  las  averiguaciones 
necesarias  y  á  desplegar  mayor  vigilancia,  sin 
protestar  contra  la  imputación  como  lo  hubiera 
hecho  en  caso  de  no  ser  cierta. 

Lo  que  el  Ayuntamiento  ni  el  Gobernador  pu- 
dieron conseguir  nunca,  fué  que  los  invasores  res- 
petasen á  los  guardas,  las  rondas,  ni  menos  á  los 
infelices  serenos:  noche  á  noche  eran  aporreados 
éstos  despiadadamente  por  los  soldados  ebrios  que 
además  de  cometer  excesos,  rompían  los  faroles 
de  aquellos,  se  hacían  abrir  por  fuerza  las  vinate- 
días  donde  pocas  veces  pagaban,  ultrajaban  á  los 
transeúntes  pacíficos  y  hacían  tropelías  de  toda 
clase;eranyadetal  claseque  en  la  acta  del  Cabildo 
de  14  de  Octubre  se  leen  estas  palabras:  «los  in- 
vasores exasperan  con  sus  desórdenes  á  nuestros 
compatriotas,  qu'enes  esperan  que  el  E.  Ayunta 
miento  se  encargue  de  las  necesidades  que  está  en 
obligación  de  remediar,  acordando  el  pronto  y  efi- 
caz remedio  si  no  quiere  reportar  el  desprecio  y  las 
maldiciones  de  tantos  mexicanos  desgraciados  » 
Duras  eran  estas  frases;  pero  inmerecidas, 
pues  los  capitulares  no  se  daban  un  punto  de  re-, 
poso;  para  arbitrar  recursos,  sin  conseguirlo,  se 
acordó  pedir  al  ¡Monte  de  Piedad  el  dinero  que 
tuviera  disponible;  pero  el  Administrad"r  de  esa 
institución  de  beneficencia,  Sr.  Don  Manuel  Sán- 
chez de  Tagle,  contestó  que  no  tenía  un  solo  cen- 
tavo disponible,  pups  los  últimos  dos  mil  pesos 
que  quedaban,  los  había  pedido  el  General  Santa- 
Anna  antes  de  salir  de  México  con  el  ejército. 


-  371  - 

A  fin  de  que  los  compromisos  más  urgentes  pu- 
dieran ser  cubiertos,  el  regidor  Piedra  propuso  el 
14  -íe  Octubre  que  se  autorizase  al  Ayuntamiento 
para  contratar  ese  mismo  día  un  empréstito  de 
diez  mü  peso»  con  el  menor  gravamen  posible,  y 
aprobada  la  proposición,  .'e  consiguió  esa  canti- 
dad á  cuyo  pago  se  aft-ctaron  las  rentas  que  ad- 
ministraba el  Cuerpo  Municipal. 

Hfcho  el  ri'es"pue5to  para  el  mes  de  Noviem- 
bre se  vio  que  1<'S  egresos  importaban  79,000  pe- 
sos en  tanto  que  los  ingresos  apenas  llegarían  á 
40,000  pesos,  resultando  por  consiguiente  un  dé- 
ficit de  consid-racion:  se  Cercenaron  partidas  y 
más  partidas;  pero  de  todas  maneras  no  se  pudo 
llegar  á  !a  nivelación  y  hasta  se  intentó  que  Scott 
perdonara  el  último  abono  de  treinta  mi  pesos 
que  debía  percibir  de  ¡a  contribución  que  impuso 
á  la  ciudaj;  el  Jefe  invasor  S2  negó  á  esta  peti- 
ción y  en  vista  de  las  penurias  por  que  atravesaba 
el  Ayuntamiento  y  de  que  no  atendía  á  los  prisione- 
ros }'á  otras  exigencias, Qut  man  pensó  seriamente 
en  quitarle  la  administración  de  los  bienes  nacio- 
nales que  se  le  habían  dejado.  Unacomision  del  Ca- 
bildo se  acercó  al  G^'bernador  militar  y  consiguió 
que  por  de  pronto  éste  desistiese  de  su  idea. 

Sin  embargo  estos  acontecimientos  contribuían 
á  hacer  cada  día  más  tirantes  las  relaciones  en- 
tre los  invasores  y  la  autoridad  mexicana,  y  á 
que  aquellos  viesen  llegar  con  agrado  la  époea 
en  que,  según  la  ley,  debía  renovarse  el  Ayunta- 
miento, pues  el    nuevo,    elegido    bajo    la  presión 


-  372  — 

de  ellos,  había  de  ser  más  acomodaticio  á  sus 
exigencias  y  no  defendería  con  tanta  energía  y 
habilidad  los  intereses  confiados  á  su  guarda. 

Por  su  parte,  los  regidores,  aunque  no  anhela- 
ban seguir  en  sus  puestos  que  nada  más  disgus- 
tos les  ocasionaban,  estaban  resueltos  á  cumplir 
con  su  obligación  hasta  el  último  momento  y  á 
obedecerlas  órdenes  de  su  gobierno,  y  de  esta 
resolución  provino  la  lucha  que  entre  ellos  y  el 
invasor  se  entabló  y  que  tendremos  ocasión  de 
ver  desarrollarse  en  los  capítulos  siguientes. 


VI 


La  cuestión  de  elecciones  del  Ayuntamiento  la 
vamos  á  referir  de  distinta  manera  de  como  la 
refiere  la  mayoría  de  los  historiadores  que  se 
ocupan  del  asunto,  acaso  porque  no  tuvieron  á  la 
vista  los  documentos  que  nosotros  hemos  podido 
•conseguir.  Por  esta  razón  y  aun  á  riesgo  de  apar- 
tarnos algo  del  plan  que  nos  propusimos  en  el 
presente  Estudio,  nos  extenderemos  algo  en  la 
narración,  sirviéndonos  de  disculpa  la  convicción 
de  que  ella  será  del  agrado  de  nuestros   lectores. 

El  Ayuntamiento  de  México,  con  toda  la  opor- 
tunidad debida,  empezó  á  ocuparse  de  las  eleccio- 
nes municipales  á  fin  de  conciliar  los  intereses  de 
la  ciudad  con  las  disposiciones  legales  y  las  cir- 
cunstancias anormales  por  las  que  se  atravesa- 
ba. A  este  efecto  se  aprobó  en  el  cabildo  de  6  de 
Octubre  una  proposición  que    tendía  á  averiguar 


—  37  o  ■*- 

'*silos  individuos  que  componen  el  Colegio  elec- 
loral  que  debe  elegir  al  Ayuntamiento  venidero, 
están  en  la  Capital  en  número  suficiente,  á  fin  de 
que  con  presencia  de  este  dato  se  resuelva  loque 
convenga".  No  consta  en  las  actas  de  Cabildo  si 
se  hizo  la  averiguación  ó  nó;  pero  que  el  asunto  . 
no  se  olvidaba  lo  comprueba  el  hecho  de  que  el 
21  del  mismo  Octubre  el  Alcalde  1*^  Gobernador 
Sr.  Reyes  Veramendi,  consultó  al  Gobierno  Su- 
premo lo  que  debía  hacerse  entonces,  que  seaproxi- 
niaba  la  época  de  la  elección  de  Ayuntamiento  y 
de  Diputados. 

líl  Ministro  universal  Sr.  D.  Luis  de  la  Rosa, 
contestó  desde  Querétaro  el  27,  una  larga  comu- 
nicación, en  la  que  después  de  examinar  el  pro  y 
el  contra  de  la  cuestión,  resolvía  en  nombre  del 
Presidente  interino,  que  estando  ocupada  la  ciu- 
dad por  los  invasores,  por  entonces  no  hubiera 
elecciones.  "Afortunadamente,  agregaba,  el  mal 
no  es  del  todo  sin  remedio^  El  E.  Ayuntamiento 
actual  que  tantas  pruebas  ha  dado  de  su  decisión 
por  la  suerte  de  esa  digna  y  desgraciada  capital, 
con  cuya  confianza  sin  duda  alguna  cuenta,  po- 
drá continuar  en  el  ejercicio  de  su  autoridad,  en- 
tretanto que  es  posible  verificar  las  elecciones  de 
la  manera  conveniente."  P'n  cuanto  á  las  de  Dipu* 
tados  al  Congreso,  por  el  Distrito  Federal,  decía 
que  ya  la  ley  ¿e  2  de  Junio  de  ese  año  había  pre- 
venido que  siguieran  en  ese  encargo  los  mismos 
que  no  hubieran  podido    renovarse,  (sic; 

Dada  cuenta  con  esa  comunicación  en  el  Cabil- 


-  374  ~ 

do  de  3  de  Xoviembre,  pasó  á  la  comisión  respec- 
tiva compuesta  de  los  Sres.  Aguayo,  Piedras  y 
Díaz,  la  que  presentó  dictamen  el  día  9  en  sesión 
extraordinaria  secreta,  habiéndose  declarado  pre- 
viamente el  nesfocio  de  rigoroso  secreto.  El  dic- 
tamen de  la  mayoría  (señores  Aguayo  y  Piedra) 
contra  el  voto  del  irr.  Díaz  terminaba  con  esta 
proposición:  «Se  dará  cumplimiento  á  la  resolu- 
ción del  Supremo  Gobierno,  comunicada  al  Ayun- 
tamiento en  31  del  último  Octubre  y  así  se  mani- 
festará al  contestarse  de  enterado."  Se  señaló  pa- 
ra la  discusión  el  11  de   Noviembre, 

A  esa  sesión  asistieron  los  Sres   Pozo,    Flores, 
Padilla,  Fonseca,    Espinosa,  Diez  de  Bonilla,  Pa- 
lacios,  Beraza,    Tello  de  .Meneses,    Icaza,   Piñal, 
Aguayo,    Zaldívar,    Castañon   y   Piedra.     El    Sr. 
Díaz  fué  el  que  primero  tomó  la  palabra,    impug- 
nando el  dictamen  y  sostenic-ndo  que    las  eleccio- 
nes municipa'es  debían  verifiv:arse   con  arreglo  á 
la  ley  de  12  de  Julio  de  1830,  pues  el  gobierno,  no 
.  obstante  las  circunstan<;ias,  no  tenía  derecho  para 
derogar  Iíís  leyes.     Surgió  una  acal  iradisima  dis- 
cusión en    la  que    tomaron  parte  los    Alcaldes  y 
Regidores   presentes,    distinguiéndose    en   contra 
del  dictamen  el  Sr.    Fonseca  y  en  pro  los  regido- 
res Piedra  y  Zaldívar:   el   Sr.  Pozo  manifestó  que 
'  en  el  caso  de  que  se   resolviese  por  verificar   las 
elecciones    tendrían    que    adoptarse   las  medidas 
necesarias  para    no  dejar  abandonados  los  crédi- 
tos contraídos   por  más  de  cien  mil  pesos  y  desti- 
nados á  organizar  las  rentas  estancadas.     Debt- 


-     ó/ o  "- 

mos  hacer  notar  aquí  que  Pozo  comprometió  su 
créJito  personal  para  con->eguir  e^Oi  recursos  y 
que  aun  de  su  peculio  suplió  muchas  veces  lo  que 
í.tkaba,  aunque  fuesen  cantidades  fuertes. 

Después  de  cuatro  horas  de  un  acalorado  deba- 
te, el  dictamen  de  la  comisión  de  elecciones  fué 
desechado  por  maj'oría  contra  los  votos  de  los 
Sres.  Zaldívar,  Aguayo,  Piedra  y  Beraza.  A  con- 
secuancia  de  tisto,  Tello  de  Meneses  presentó  la 
siguiente  proposición  que  fué  aprobadac  tPído  á 
V.  E.  se  sirva  nombrar  una  comisión  que  inmedia- 
tamente proceda  á  expediiar  las  elecciones  con 
arreglo  á  la  ley  de  12  de  Julio  de  1830»  La  comi- 
sión desde  luego  quedó  compuesta  de  los  Sres. 
Diaz,  Aguayo  y  Piedra. 

Tanto  los  que  querían  que  se  cumpliesen  las 
disposiciones  del  Supremo  Gobierno  como  los  que 
estaban  por  que  se  hiciesen  las  elecciones  tenían 
razón:  los  primeros  comprendían  que  en  una  ciu- 
dad ocupada  por  el  enemigo  extranjero,  los  ciu- 
dadanos no  podían  tener  toda  la  libertad  necesa- 
ria para  ejercer  sus  derechos  (1 )  y  llevar  al  Ayun- 
tamiento á  los  que  le  parecieran  mjs  apios,  así 
como  que  las  elecciones  podían  dar  lugar  á  de- 
sórdenes de  que  podían  aprovecharse  los  invaso- 
res, en  tanto  que  l-js  segundos  abogaban  por  el 
cumplimiento  de  la  ley,  y  no  querían  ser  los  pri- 
meros en  dar  el  ejemplo  de  desobedecerla,  así  co- 


tí] Hoy  este  lenzuaje  pa-eccrá  extraño  v  no  íaltirá 
quiL-n  lo  critique,  pero  n  aquella  «poca  huJbiA  verdade- 
Ttttnente  Uocrcades  públicas. 


-  376  - 

rao  también  veían  que  á  diario  se  iban  haciendo 
más  tirantes  las  relaciones  entre  el  cuartel  gene- 
ral y  el  Ayuntamiento  y  temían  que  llegara  el  día 
que,  fastidiado  aquél  de  las  continuas  represen- 
taciones que  se  le  hacían,  cometiese  al  ñn  una 
violencia  como  al  fin  la  cometió:  querían  por  lo 
tanto  dejar  el  lugar  á  hombres  nuevos  que  acaso 
no  luchasen  con  tantas  dificultades  como  ellos  en- 
contraban á  cada  paso. 

De  todos  modos,  debemos  congratularnos  de 
que  á  nosotros  no  nos  tocaran  aquellos  tiempos 
calamitoso»  y  tener  en  cuenta  esta  circunstancia 
para  cuando  se  trate  de  juagar  de  la  conducta  de 
aquellos  hombres  que  hartas  pruebas  dieron  de 
patriotismo. 

El  acuerdo  de  la  Corpcfracion  fué  comunicado, 
á  moción  de  Espinosa,  al  Gobierno  nacional,  por 
medio  de  un  extenso  oficio  en  el  que  se  expresa- 
ban las  razones  que  ese  Cuerpo  había  tenido  pa- 
ra acordar  que  se  procediera  á  las  elecciones,  y 
desde  luego  se  procedió  á  arreglar  éstas,  sienio 
desechada  la  proposición  de  Beraza  (12  de  No- 
viembre) que  pidió  se  suspendiera  el  acuerdo  da- 
do el  día  anterior.  Se  hicieron  los  padrones,  la 
división  de  secciones,  etc.,  y  parecía  que  el  asun* 
to  había  quedado  resuelto  definitivamente. 

Entre  tanto,  nuevos  motivos  de  disgusto  surgie- 
ron con  el  general  enemigo:  habiendo  sid.)  azota- 
do un  mexicano  de  apellido  Flores,  en  medio  de 
la  plaza  de  armas,  en  presencia  de  numeroso  pi'í- 
blico,    y    continuando   ese    género  de  castigo,  la 


-    -  377  - 

población  se  indignó  en  tales  términos  que  llegó  á 
temerse  un  levantamiento.  El  cuerpo  municipal, 
con  tal  motivo,  dirigió  una  común  cacion  al  Go- 
bernador militar  pidiéndole  la  abolición  de  esa 
pena  extraordinaria  y  desconocida  en  .México,  ha- 
ciéndole ver  las  diticultaJes  que  su  aplicación  po- 
día ttaer.  Este  funcionario  contestó  en  términos 
duros,  dic'endo  que  la  pena  era  usada  en  su  pais 
con  muy  buenos  resultados  para  los  delincuentes; 
que  no  estaba  dispuesto  á  aboliría,  sino  antes 
bien  á  aplicarla  en  mayor  escala:  y  que  en  cuan- 
to á  los  temores  que  el  Ayuntamiento  manifesta- 
ba, había  suficientes  soldados  norteamei  ¡canos 
para  sofocar  cualquier  levantamiento  y  para  cas- 
ti^^ar  severamente  á  sus  autores:  que  en  vez  de 
ocuparse  de  abobar  por  delincuentes,  la  Corpora- 
ción debía  cumplir  con  su  deber  de  asear  la  ciu- 
dad, vigilarla  y  averiguar  lo  que  hubiere  de  cier- 
to acerca  de  los  rumores  que  corrían  d^-  una  re- 
volución acaudiHaJa  por  Don  Manuel  Luis  Hie- 
rro, y  que  parecía  que  tenía  por  objeto  sorpren- 
der los  cuarteles  de  los  invasores. 

Como  para  ate  mar  el  efecto  de  la  mala  impre- 
sión qu¿  respuesta  tan  d-scomedida  causó,  Smith, 
nuevo  gobernador,  participó  el  mismo  día  al 
Ayuntamienio,  que  .Scott.  en  atención  á  la  solici- 
tud del  limo.  .Sr.  D.  Juan  .\lannel  Irisarri,  Arzobis- 
po de  Cesárea  y  Vicario  capitular  de  México,  ha- 
bía resuelto  poner  en  libertaJ  bajo  su  palabra  de 
honor  á  los  prisioneros  mexicanos  que  tenía  en  su 
poder  el  invasor. 

Estudio*  hUtAricos,  -•iH, 


-  378  - 

A  poco  de  esta  disposición  que  beneficiaba  á 
multitud  de  individuos  que  habían  pasado  miles 
de  privaciones  sólo  por  defenJer  á  su  patiia,  y  á 
los  que  el  empeño  y  los  rueg'os  del  virtuoso  pre- 
lado devolvían  la  libertad,  Scott  dictó  otra  que 
caubó  profundo  disgusto.  Por  bando  que  hizo  publi- 
car, en  23  de  Noviembre,  al  Sr.  Reyes  Veramendi, 
prevenía  que,  siguiendo  las  instrucciones  de  su 
Gobierno  que  qutría  que  el  ejército  de  ocupación 
no  fuese  gravoso  al  Erario  de  los  Eítados  Uni- 
dos, procurasen  obtener  todos  los  recursos  que 
necesitaba  del  país  ¡nvaJido  en  tanto  que  éste  no 
se  in:linase  á  celebrar  la  paz;  que  en  consecuen- 
se  prohibía  la  exportación  de  mineral  de  oro  y  pla- 
ta por  todos  los  puertos  de  México;  también  se  de- 
cía en  bando  de  la  misma  fecha  que:  "habiendo 
tomado  posesión  de  la  ciudad  de  México  y  sus  in- 
mediaciones el  ejército  de  los  Estados  Unidos  el 
día  14  de  Sc-ptiembre,  todos  los  derechos  y  auto- 
riJades  del  Gobierno  mexicano  en,  y  sobre  el  dis- 
trito así  ocupado,  quedaban  investidos  en  los  Es- 
tados Unidos;  que  por  lo  tanto,  ninguna  venta  de 
bienes  eclesiásticos,  especificados  en  ti  decreto 
que  antecedía,  (1)  sería  legal  si  no  era  hecha  con 
el  consentimiento  de  los  Estados  Unidos,  y  en  la 
forma  y  bajo  las  condiciones  que  antecedían,  y 
que  cualquiera  infracción  de  aquella  regla,  no  só- 
lo sería  cast  gada  con  las  penas  que  prescribía  el 

[IJ  El  de  6  dejull  ^  tícese  año  de  IS47,  que  poma  algunas 
li.ioi.i.T  íi  l;i  vcnt  i  de  los  bienes  del  cleiO  con  motivo  de 
\o-,  «buso»  que  cometían  los  ajíiotistus,  prevalidos  de  las 
circuuáwiQcia», 


-  379  - 

decreto,  sino  que  cualquiera  atentado  á  vender  bíe* 
nes  eclesiásticos  sin  el  consentimiento  de  los  Es- 
tajos Unido>,  cuisarÍA  la  confiscación  de  dichos 
bienes,  á  beneficio  de  los  Estados  Unidos." 

Esta  última  disposición  se  publicó  en  inglés  en 
El  Norteamericano  y  en  castellano  en  El  Moni- 
tor Republicano,  llamando  la  atención  que  este 
periódico,  que  en  general  se  portó  bastante  bien 
durante  la  ocupación,  se  prestase  á  hacer  una 
publicación  semejante  de  un  decreto  del  enemigo. 
Acaso  lo  hizo  por  tratarse  de  bienes  del  clero, 
aunque  hay  que  convenir  que  en  esa  época  no 
asumía  todavía  el  carácter  de  jacobino  intransi- 
■  gente  que  en  p2¿ó  á  tomar  desde  la  caida  de 
Arista. 

El  Gobierno  Nacional  al  tener  conocimiento  de 
esta  dispi.sicion  del  General  Scott,  protestó  con- 
tra ella,  previniendo  que  serían  nulas  y  de  ningún 
valor  las  ventas  ú  operaciones  que  se  hiciesen  en 
virtud  de  la  orden  del  general  norteamericano,  y 
procuró  que  esa  protesta  tuviese  la  mayor  circu- 
lación pi.sible,  á  fin  de  que  nadie  pudiese  alegar 
ignor;incia  de  ella  y  de  que  andando  el  tiempo  no 
fuese  fácil  á  algún  extranjero  reclamar  indemni- 
zación pecuniaria  alguna  por  supuestos  perjui- 
cios. 

En  México  la  protesta  causó  el  efecto  buscado 
por  lo  que  El  N  )rteamerica.vo  y  La  Estrella  Ame- 
ricana no  escasearon  sus  desahogos  para  el  Go- 
bierno nacional  de  Querétaro. 

Las  disposiciones  de  Scott  tendían  más  bien  á 


-^  380  -^ 

obligar  á  aquel  á  negociar  la  paz;  pero  esto  ftO 
era  muy  fácil;  sólo  unos  cuantos  de  los  reunidos 
en  Querétaro  trabajaban  patrióticamente  por  sa- 
car á  l.i  República  del  abismo  en  que  se  hallaba 
hundida,  pero  los  demás  poco  se  preocupaban  de 
la  situación;  los  Estados  permanecían  en  la  más 
completa  indiferencia:  Don  Francisco  Modesto  de 
Olaffuíbel,  Gobernador  del  Estado  de  México  pro- 
curaba cobrar  las  rentas  que  correspondían  al  Dis- 
trito Federal,  (1)  Donjuán  Alvarez,  después  de  su 
conducta  indolente  en  el  Molmo  del  Rey  había 
vuelto  á  sus  montañas  del  Sur  donde  sü!o  se  ocu- 
pó de  crear  dificultades  al  gobierno  de  aquel  Es- 
tado; algunos  otros  gobernadores  aunque  felicita» 
•^on  al  Sr.  Peña  y  Peña,  muy  poco  le  ayudaron; 
ellos  mismos  y  los  diputados  concurrieron  á  Que- 
rétaro con  mucha  lentitud,  el  partido  santanista 
no  dejaba  de  cí-ear  dificultades  de  todo  género  al 
Gobierno.  Paredes  se  oponía  á  la  paz  y  propaga- 
ba la  idea  de  una  monarquía;  en  fin,  como  mues- 
tra de  la  anarquía  que  reinaba  copiaremos  aquí 
algunas  palabras  del  diputado  Zubieta:  "Ni  el  Con- 
greso ni  el  Ejecutivo  actual  tienen  elementos  pa- 
ra hacer  la  guerra  eficazmente,  ni  el  poder  de 
ajustar  la  paz  en  térmitios  justos  y  decorosos,  y 
en  posición  tan  penosa  sólo  sirven  de  estorbo  d 
los  Estados  quo  acabarán  de  miseria  si  han  de 
tener  que  sostener  un  personaT  tan  iniítil  como 
costoso.  Parece  bastante  indicado  que  tanto  para 


(1)    ^o  obst  "nc  este  seflor  fué  el  que  pi  estíJ  más  auxi- 
Uos  al  Gobierno  Nacional. 


-  381  - 

un  régimen  interior  administrativo,  como  para 
conjurar  la  tempestad  que  está  encima,  la  patria 
demanda  de  parte  de  sus  gobernantes  el  sacrificio 
de  declarar  su  nulidad.  Este  acto,  por  mucho  que 
cueste  al  amor  propio,  será  el  principio  de  vida,  y 
tal  vez  será  un  título  de  merecimiento  á  los  ojos 
de  nuestros  pósteros.  -Se  dirá  que  esto  es  procla- 
mar la  anarquía,  y  yo  conced'i  que  en  efecto,  se 
producirán  las  consiguientes  convulíione?.  Pero, 
por  ventura  ¿no  estamos  bajo  una  anarquía  sola- 
pada y  sistemada  que  acabará  por  aniquilarnos? 
La  ciencia  política  en  ca-^os  extremos  aconseja  es- 
te extremo  remedio.  Sismondi  ha  dicho  que  "cuan- 
"do  una  nación  grande  ha  perdido  su  ejército,  sus 
"puertos  y  su  capital,  no  tiene  más  recursos  que  la 
"apelación  Tranca  á  íu?  I<  calidades,  áe  st  líese ca- 
"da  ttno  como  pueda.  Tal  f  s,  según  creo,  la  decla- 
"racion  que  hoy  podría  sahar  á  los  pueblos." 

Esto  se  decia  el  1°  de  Noviembre,  época  en  que 
la  idea  de  la  paz  tenía  aún  muchísimos  adversa- 
rios; conociendo  todas  estas  disposiciones  y  la  si- 
tuación, era  por  lo  que  Scott  dictaba  disposicio- 
nes encaminadas  todas á  obligar  á  México  á  apre 
surar  la  celebración  de  un  tratado  que  diese  fin  á 
la  guerra. 

VII 

El  oficio  qne  el  Ayuntamiento  de  México  dirigió 
al  .Supremo  Gobierno  enumerándole  las  razones 
que  tenía  para  no  suspender  las  elecciones  muDÍ- 


-  383  - 

cípales,  dio  por  resultado  que  el  Presidente  electo, 
General  D  Pedro  ¡María  Anaya,  (1)  expidiese  en 
Querétaro  un  decreto  el  26  de  Noviembre  f  n  el 
queprevenía,  que  en  virtud  de  las  facultades  extra- 
ordinarias de  que  estaba  investido,  no  se  verifica- 
sen las  elecciones  de  Ayuniamif'nto  ni  de  ninguna 
otra  clase  en  loslugares  ocupados  por  el  enemigo. 
Es'í  decreto  se  recibió  en  México  y  se  presentó  en 
el  Cabildo  del  día  30  de'  mi-;mo  mes  (Xoviembre), 
y  á  moción  del  regidor  Palacios  se  citó  á  s(  s  on 
extraordinaria  secreta  para  el  siguiente  dÍM  1°  de 
Diciembre,  y  se  deUrninó  que  la  comiii  n  de 
elecciones  abriese  dictamen  sobre  el  decreto  y 
comunicación  recibidos. 

En  ese  otro  Cabildo,  asistió  el  Alcalde  Gober- 
nador Reyes  Veramendi  y  puesto  al  debate  el  dic- 
tamen de  la  comisión,  se  dividió  en  tres  partes  de 
las  que  la  primera  consultaba  qi.e  se  cumpliese 
con  lo  prevenido  en  el  decreto;  el  regidor  J'-spi- 
nosa  interpeló  al  Alcalde  para  que  dijese  con  fran- 
queza «s,í  había  obstáculo  de  hecho  que  impidiera 
el  cumplimiento  de  una  resolución  suspensiva  de 
las  elecciones  en  el  sentido  del  dictamen".  Ha- 
biendo contestado  Veramendi  que  en  su  concepto 
no  había  ningún  obstáculo  para  impedir  el  cum- 
plimiento de  esa  resolución,  empezó  un  acalora- 
do debate  en  el  que  tomaron  parte   todos  los  pre- 

[1]  El  12  de  Noviembre  el  Congreso  proced-'ó  A  la 
elección  de  Prc^ulentc.  qui-  recayó  en  el  General  A"avíi, 
quedando  de  Ministro  do  Relaciones  el  Lie.  ^'ela  y  Pefía, 
que  en  Eni  rodé  ls4'i  vi.ivio  A  "'Cupar  hi  Presidcriciapor 
no  haberse  ver»flcado  Us  elecciones. 


-  3S3  - 

sentes,  y  proponiendo  el  Lie.  Fonseca  que  se  ve- 
rificasen las  elecciones  por  los  disturbios  á  que 
daría  luarar  una  rasolucion  contraria  y  por  las  in- 
trigas que  se  pondrían  en  juesTo,  á  juzg"ar  por  la 
fermentación  que  3'a  empezaba  á  notarse  entre 
a'gunos  grupos  de  la    sociedad. 

Al  fin  quedó  aprobada  la  primera  proposición, 
encaminada  á  consultar  que  se  obedeciese  la  ley 
de  26  de  Nobiembre:  la  segunda  concebida  en  es- 
tos términos:  «En  con  ecuencia,  se  S'isp-nderáti 
en  el  estado  que  guardan,  los  trabajos  piepara- 
torios  para  las  elecciones";  también  fué  aproba- 
da así  como  la  tercera  que  decía:  "El  señor  Go- 
bernador del  Distrito  toma'á  las  disposiciones 
convenientes  para  que  se    cumpla  este  acuerdo.» 

De  conforni'dad  con  esto,  el  Alcalde  Goberna- 
dador  hizo  circular  á  los  comisionados  y  publ  car 
en  el  Mo.viTOR  Republicano,  el  siguiente  avit>o: 

"Gobierno  del  Distrito  Federal. — De  acuerdo 
con  el  Exmo.  Ayuntamiento  de  esta  Capital,  he 
dispuesto  se  suspendan  por  ahora  las  elecciones 
que  iban  á  hacerse  para  la  renovación  de  dicho 
cuerpo  en  el  año  entrante. 

"En  tal  virtud,  suplico  á  vd.  tenga  la  bondad 
de  remitir  desde  luego  á  la  Secretaría  de  este  go- 
bierno, el  padrón  que  ha  formado  en  esa  sección 
juntamente  con  las  boletas  que  se  le  entregaron. 

«Con  este  motivo  tengo  el  honor  de  protestar 
á  vd.  mi  especial  aprecio. 

«Dios  y  Libertad.  México,  Diciembre  1°  de  1847. 
— Manuel  R.  Veramendi." 


-  3S4- 

La  totalidad  casi  de  los  comisionados  para  for- 
mar los  padrones  obedeció  e^ta  órd-n.  pero  al 
mismo  tiempo  algunos  individuos  alegaron  que 
j'a  las  elecciones  primarias  estaban  hechas  y  sur- 
gió el  incidente  de  división  de  los  partidos  como 
habia  suicido  en  Querétaro  desde  Ja  instalación 
alli  del  Gobierno  Supremo;  y  de  cuya  división  va- 
mos á  dar  algunas  ligeras  noticias. 

Santa-Anna  había  vuelto  al  país  traído  per  los 
liberales  ó  puros  como  se  les  empezaba  á  llamar, 
que  pronunciados  en  la  Ciudadela  el  4  de  Agosto 
de  1846  y  con  el  general  Salas  á  la  cabeza,  derro- 
caron la  administración  de  D.  Mariano  Paredes  y 
Arrillaga  que  había  dado  á  conocer  demasiado 
sus  tt-ndencias  al  establecimiento  de  una  monar- 
quía en  México.  Apenas  subió  al  poder  Santa- 
Anna  llamó  a  los  liberales,  dando  la  cartera  de 
Hacienda  á  Gómez  Parías  y  á  O.  Crescencio  Re- 
jón la  de  Relaciones;  el  primero  de  éstos  á  poco 
dejó  la  cartera  y  ocupó  la  Vicepresidencia  de  la 
Repiíbüca,  y  á  poco  entró  al  poder  por  haber  sa- 
lido Santa  Anna  á  la  campaña  del  Norte  (Septiem- 
bre de  1846)  con  motivo  del  avance  de  los  norte- 
americanos sobre  Monterrey.  Gómez  Parías  em- 
pezó á  querer  poner  en  planta  las  reformas  que 
ya  había  ideado  desde  1833  y  esto  dio  motivo  á 
la  revolución  de  los  polkos  y  á  que  Santa-Anna 
sin  obtener  todo  el  resultado  que  debía  de  la  ba-  ¡ 
talla  de  la  Angostura,  regresase  violentamente  á 
la  capital  y  empuñase  nuevamente  las  riendas  del 
gobierno. 


—  383  - 

Si  bien  esa  revolución  hizo  que  Santa  Anna  pa- 
ra  evitar  mayores  males,  diese  de  mano  a  Farías; 
no  postergó  enteramente  á  los  puros  ó  liberales 
que  acababan  de  traerlo  y  como  por  vía  de  tran- 
sacción con  los  partidos,  dejó  en  la  Presidencia  al 
General  D.  Pedro  Maria  Anaja  en  tanto  que  él 
salia  á  la  campaña  de  Cerro  Crordo. 

Después  de  la  derrota  que  sufrió  en  este  punto 
y  los  desastres  del  Valle  de  México,  Santa-Anna 
se  vio  en  la  precisa  necesidad  de  entregar  la  si- 
tuación al  partido  moderado  que  en  las  grandes 
crisis  que  ha  sufrido  México  era  el  encargado  de 
darles  una  solución,  laque  no  siempre  ha  sido  sa- 
tisfactoria, pero  los  puros  que  veían  escapárseles 
de  las  manos  el  poder,  empezaron  á  trabajar  en 
Q-.ierétaro  por  que  se  contase  con  ellos  y  por  que 
su  caudillo  que  estaba  olvidado  en  Tehuacáa  vol- 
viese al  poder. 

El  directorio  liberal  de  Querélaro  tenia  una  su- 
cursal en  México  y  á  ésta  dio  orden  para  que  tra- 
bajase activamente  por  triunfar  en  las  elecciones 
municipales  que  iban  á  tener  lugar  en  la  Capital; 
los  liberales  de  aquí  presto  se  pusieron  de  acuer- 
do con  los  invasores  y  la  lucha  dio  principio. 

Don  Francisco  Suárez  Iriarte,  ex-Ministro  de 
Santa-Anna  y  á  la  sazón  diputado  al  Congreso  de 
la  Union,  cuyo  lugar  estaba  entonces  en  Queréta- 
ro  y  no  en  México,  fué  el  que  hizo  cabeza  entre 
los  alborotadores  que  querían  hacer  las  eleccio- 
nes; á  él  se  le  unieron  el  Lie.  D.  Agustín  Jáure- 
gui,  D.  José  María  Arteaga,  D.  Manuel  García 
Estvidios  hist"5ricos.— 49 


-  3S6  —   • 

Rejón,  pariente  del  Ministro  de  Santa-Anna,  D.  ¡Mi- 
guel Lerdo  de  Tejada,  entonces  casi  desconocido, 
el  Lie.  D.  Elig-io  Romero  diputado  del  Estado  de 
México,  el  Lie.  D.  Miguel  Buenrostro,  y  otras  per- 
sonas que  iremos  nombrando.  Estos  individuo? 
manifestaron  que  en  virtud  de  los  acuerdos  del 
Ayuntamiento  de  11  y  12  de  Xovierabre,  ya  habían 
procedido  á  verificar  las  elecciones  primarias, 
cuando  lo  que  en  realidad  hicieron  fué  una  farsa 
según  la  calificaron  los  autores  de  la  obra  "Apun- 
tes para  la  historia  de  la  guerra. > 

El  Monitor  Republica.xo,  autoridad  nada  sos- 
pechosa, decía  hablando  de  esos  individuos  que 
eran  "unos  cuantos  promovedores  que  no  pasan 
de  seis,  y  son  de  esos  parlamentarios  derrotados 
en  sus  tendencias  saiifn/iíp/ii'ns,  asociados  con 
otros  inquietos  bien  conocidos,  y  por  tanto,  mal 
vistos  por  todos  los  partidos  y  la  sensata  socie- 
dad. > 

£1  5  de  Diciembre  se  reunieron  esos  individuos 
en  diversos  cuarteles  de  la  ciudad.  «.Siéndonos 
imposible,  dice  Suárez  Triarte,  (1)  depositar  nues- 
tros votos  en  las  urnas  de  los  comisionados  muni- 
cipales, porque  habían  sido  retirados  por  un  mero 
hecho,  levantamos  una  actív  que  firmaron  cente- 
nares de  personas  en  cada  uno  de  los  cuarteles 
de  la  ciudad  y  produjeron  el  número  de  117  elec- 
tores secundarios. > 

Entre  estos  elccforfs  liabia  algunos  que  ningún 

(1)  Defe.vsA,  púg  11 


-  387  - 

participio  tomaron  en  la  farsa  ñguiando  sus  nom- 
bres nada  más  para  darle  á  ella  los  promovedo- 
res, más  visos  de  formalidad,  como  sucedió  con 
el  Lie.  Boves,  que  protestó  indignado,  y  con  el 
joven  D.  Antonio  alaría  Vizcayno,  estudiante  de 
San  Gregorio,  hijo  del  general  del  mismo  nombre, 
y  que  á  pesar  de  no  tener  aún  la  edad  de  veinti- 
cinco aiios  requerida  por  la  le)',  se  le  hizo  figurar 
en  las  listas  sin  consentimiento  su}-©. 

La  lista  de  los  electores  que  suscribieron  la  ac- 
ta de  17  de  Diciembre,  hela  aquí: 

Agiisttn  Jdiiregni,  (1  i  Sostenes  Juárez,  Carlos 
Dacosta,  Eligió  Romero,  Miguel  Bueitrostro,  Ma- 
nuel Garcíei  Rejón,  José  Hermosa,  Ignacio  Buen- 
rostro^  Manuel  Landrove,  Agustín  de  Vera,  José 
María  Pliego,  Felipe  Rósete,  Marcos  Espinosa, 
José  Acevedo,  Luis  de  León,  Rafael  Rubio,  Igna- 
cio Nieva,  Agustín  Dávalos,  José  María  Flores 
Alatorre,  Tiburcio  Martínez,  José  alaría  Hernán- 
dez, Vicente  Gómez  de  la  Puente,  José  R.  Aguí- 
lar,  Miguel  Espinóla,  Vicente  García,  Anselmo  Sa- 
lazar,  José  P.  Castillo,  Nazarío  Fuentes,  Lie.  José 
María  Borda,  Adolfo  Hegeivish,  Miguel  Lerdo, 
Ignacio  de  Jáuregui,  José  A.  Morales,  Hipólito 
Rodríguez,  J.  Marcos  Torices,  José  Joaquín  Gar- 
cía, Francisco  Snñrcz  Triarte,  Joaquín  Espino 
Barros,  Pedro  González,  Manuel  J.  Redondas,  Lie 
Justo  Pastor  Macedo,  Sebastian  Betancourt,  J. 
C.  Leplícher,  Juan  José  Domínguez,  Manuel  Tris- 

(1)  Los  que  están  con  letra  bastardilla  fueron  también 
regidores. 


—  388  - 

caseño,  Benigno  Ocaña,  Mariano  Candil,  Luís 
González,  Ciro  Hermosa,  Francisco  Martínez, 
Carlos  Hermosa,  Manuel  Moya,  Miguel  Romero, 
Manuel  Luis  Fierro,  Vicente  Morales,  Gabino  Ve- 
lasco^  Antonio  Barrera,  Francisco  Buenabad,  Pe- 
dro Díaz,  Silvestre  Olguin,  Francisco  Villasana, 
Bruno  Berruecos,  Máximo  Ramírez,  Ignacio  Gu- 
tiérrez, Diego  Montenegro,  Ignacio  Várela,  Mi- 
guel Salvatierra,  Xazarío  Rico,  Cayetano  Sala- 
sar,  Justo  Gómez,  Tomás  Islas,  J.  Fernández  Za- 
mora, Sabino  Aguilar,  Rafael  Zea  y  Collantes, 
Antonio  Montes  de  Oca,  Germán  Corona,  Abra- 
liam  López,  Marcelino  Guerrero,  Procopio  Mon- 
roy,  Manuel  de  Sánchez,  Sebastian  Espinosa,  ¡Ma- 
nuel Ibar,  Epitacio  Hermosa,  Manuel  Terraza, 
Tranquilino  Ibar,  Francisco  Borda,  Mariano  Vái- 
das, Amador  Rósete,  Blas  Gutiérrez,  Manuel,  Ró- 
sete, Pascasio  Díaz,  Francisco  Romero  y  Pedro 
Corona. 

En  total  noventa  y  tres,  debiendo  ser  según  la 
ley  "el  número  de  electores,  de  doscientos  noventa 
y  cinco. 

El  Ayuntamiento  entretanto  seguía  preocupado 
con  el  asunto  de  elecciones:  con  el  fin  de  evitar 
que  después  se  dijese  que  algunos  de  sus  miem- 
bros habían  protestado  contra  las  elecciones  que 
se  iban  á  verificar,  hizo  que  el  Secretario  exten- 
die.ie  la  siguiente  certificación: 

"El  Líe.  Cástulo  Barreda.  — Certifico:  que  en 
cumplimiento  del  acuerdo  del  E  Ayuntamiento, 
que  en  ninguna  de  las  actas   de  los  cabildos  cele- 


-  389  - 

brados  consta  que  los  señores  Don  Juan  Palacios 
y  Don  José  María  Bonilla,  ni  ningún  otro  señor 
capitular,  hayan  hecho  protesta  alguna  contra  los 
actos  preparatorios  para  las  elecciones  relativas 
á  la  renovación  del  cuerpo  municipal.  México  Di- 
ciembre 4.de  1847. — Lie.  C ástulo  Barreda." 

El  invasor  norteamericano  que  veía  con  disgus- 
to los  actos  del  Ayuntamiento  y  que  obedeciese 
las  disposiciones  del  Gobierno  nacional  cuan- 
do quería  tenerlo  suspeditado  á  las  suj-as,  recibió 
aviso  de  que  las  elecciones  no  se  verificarían,  y 
supo  la  verdadera  causa;  pero  como  aquellos 
no  podían  ó  más  bien,  no  querían  conformarse  con 
que  en  México  fueran  obedecidas  las  órdenes  de 
nuestro  Gobierno  y  querían  que  gobernara  un 
Ayuntamiento  que  fuera  hechura  suya,  se  opu- 
sieron á  que  se  suspendieran  las  elecciones 
municipales  i'l)  y  mediaron  contestaciones  entre  el 


(1)  El  estimable  hislori;u1ar  señor  líoa  Bárconu  dice  á 
este  respecto:  «Nuestra  autoridad  civil  expidió  convoca- 
toria y  mandó  formar  padrones  y  repartir  boletas  seña- 
lándolos días  5  y  V2  de  Diciembre  para  las  elecciones  pri- 
marias y  secundarias;  lodo  con  arre};lo  á  la  expresada  Ipv 
de  14  de  lulio  del83(J.  Pero  la  misma  autoridad  con  fecha 
1"  de  Diciembre  acordó  suspenderlas  en  virtud  del  decre- 
to dado  en  Qucrétaro  el  '¿b  de  Noviembre,  y  que  proba- 
blemente hasta  entonces  llegaba  á  conocimiento  suyo; 
aunque  esta  causa  de  suspensión,  que  debe  haber  sido 
la  verdadera,  fué  comunicada  conliJencialmentc  al  gober- 
nador militar  Smith,  la  providencia  pública  de  sus- 
pensión no  la  alejíó.  ni  se  fuudó  sino  en  el  temor  de  desór- 
denes posibles."  Recuerdo::;  (ic  /a  invasión  iiortccvtcrica- 
na.  Página  547.  Como  hemos  visto,  el  Avuntamiento  tuvo 
oportuno  conocimiento  del  decreto  á<'\  Gobierno,  pues  se 
le  remitió;  por  ese  decreto  se  suspendieron  las  elecciones: 
la  causa  se  comunicó  al  general  en  jefe  por  medio  del  Go- 
bernador militar  y  el  señor  Revés  Veramendi  al  partici- 
par á  los  comisionados  la  suspensión,  no  les  dijo  Ir  causa, 


-  390  - 

gobernador  Veramendi  y  el  civil  militar,  mas  co- 
mo no  se  llegase  á  un  acuerdo,  el  segundo  dio  la 
siguiente  orden  que  hizo  publicar  en  El  Monitor 
Republicano  y  en  The  A.m úrica n  Star  y  que  üic 
comunicada  al  Ayuntamiento. 

"Palacio  Nacional,  México,  Diciembre  10  de 
1847. 

"i.  Cualesquiera  decreto  del  t.obierno  mexica- 
no que  afecte  ó  modifique  los  derechos  políticos 
délos  que  viven  en  el  territorio  ocupado  por  el 
ejército  es  nulo,  y  cualesquiera  tentativa  para 
promulgar  semejantes  decretos  como  efectivos,  o 
que  les  refuercen  sin  ti  consentimiento  y  aproba- 
ción de  las  autoridades  americanas,  serán  consi- 
derados y  castigados  como  una  oposición  directa 
á  ellas. 

"2.  La  gente  de  la  Ciudad  de  México  tiene  de- 
recho de  hacer  sus  elecciones  municipales  sin  nin- 
guna interrupción. 

Persifor  F.  Smitli,  Hrvl.  Hrig.  (.ieneral  y  Go- 
bernador civil  y  militar." 

Aunque  no  sabemos  con  qué  fundamento,  se 
dijo  que  los  disidentes  presididos  por  Suárez 
Iriartc  trabajaron  cerca  del  general  norteameri- 
cano porque  se  llevasen  á  cabo  las  elecciones  que 
habían  intentado,  (el  Monitor  fué  uno  de  los  que 
hicieron  tal  aseveración);  creemos  que  sí  hubo  al- 
go de  esto,  puís  fué  notoria   la  protección    que  á 

limil;\ndO'-;e  A  decir  que  cs.a  suspensión  se  hacía  do  acuer- 
do con  el  Ayuntami  lito.  El  señor  Koíi  Barcena,  que  no  vio 
los  archivos  de  esta  Corporación,  se  acercó  no  obstante, 
mucho  .1  la  verdad  de  lo  que  succdi'^. 


-  391  - 

ese  grupo  dispensaron  Scott  y  las  autoridades 
invasoras,  como  veremos  más  adelante,  unida  á 
esta  causa  existió  la  de  mala  prevención  con  que 
era  visto  el  Aj'untamiento  que  funcionaba  y  el 
disgusto  que  causó  á  Scott  ver  que  ese  cuerpo 
ante  todo  obedecía  las  órdenes  del  Supremo  Go- 
bierno. 

En  virtud  del  decreto  del  Gobernador  milicar, 
los  llamados  electores  continuaron  tranquilamen- 
te haciendo  su  farsa. 


VIII 

Al  siguiente  día,  11,  reunido  el  Ayuntamiento 
en  sesión  extraordinaria,  discutió  las  siguientes 
proposiciones  presentadas  por  la  comisión  de  elec- 
ciones: 

"Exmo.  Señor: 

"Los  que  suscriben  piden  á  \'.  S.  se  sirva  apro- 
bar con  dispensa  de  trámites  las  siguientes  pro- 
posiciones: 

"1=1  En  virtud  de  la  resclucion  dictada  por  el 
•Sr.  Gobernador  civil  y  militar /)a;ví  qitc  los  liabi- 
taiitc:^  de  la  ciudad  fiagan  sus  elecciones  siiiin- 
tcrnipcioii  (tlí^itna ,  y  cuya  prevención  el  cuerpo 
municipal  está  forzosamente  obligado  á  cumplir 
bajo  las  protestas  hechas  al  Sr.  General  en  Jefe 
en  13  de  Septiembre,  supuesta  la  ocupación  mili- 
tar de  la  capital,  y  que  aquella  disposición  emana 


-  392  - 

de  una  de  las  autoridades  que  proceden  de  esa 
misma  ocupación;  se  continuarán  haciendo  con 
arreglo  á  las  lei^es,  las  elecciones  mandadas  sus- 
pender. ( Ij 

"2'"^  En  consecuencia^  se  remitirán  los  padrones 
3'  boletas  respectivas  que  se  recogieron  á  los  ciu- 
dadanos encargados  por  el  Ayuntamiento,  de  em- 
padronar y  formar  las  casillas  con  arreglo  á  la 
ley  de  12  de  Julio  de   1830. 

"S*"^  Habiendo  pasado  el  término  en  que  con- 
forme á  esta  misma  disposición  debió  haberse  ve- 
rificado la  elección  primaria,  ésta  tendrá  efecto 
el  domingo  19  del  actual,  verificándose  el  26  del 
mismo  la  secundaria  en  que  deben  nombrarse  los 
ocho  alcaldes,  cuatro  regidores  y  dos  síndicos  que 
germinan  sus  funciones  en  este  año  y  deben  reem- 
plazarse para  el  entrante.  La  instalación  de  la 
junta  electoral  de  que  habla  el  artículo  13  de  la 
citada  ley,  se  verificará  el  miércoles  22  del  pre- 
sente y  las  reuniones  preparatorias  á  que  hacen 
referencia  los  artículos  53  y  63  de  la  misma  ley, 
se  efectuarán  del  día  22  al  26  referido. 

"4=^  Estas  disposiciones  se  comunicarán  desde 
luego  al  Sr.  fiobernador  del  l^istrito  para  que    se 

I 

(1)  El  ya  c'itaJo  Sr.  K(>:i  Barcena  dice  en  su  o'Ma,  (pá?.  ^ 
518;  «A  otro  día  (It  de  IJiciombieJ  el  Ayuntamiento,  cu 
vista  de  la  anterior  disposición  militar  y  salvando  sus 
propias  piotesias  hechas  al  ser  ocupada  la  ciudad,  acor- 
di')  tiue  se  hicieran  las  elecciones  los  doniinj;os  19  y  V()  de  Di- 
ciemlne,  á  lin  tie  que  se  pudiera  cumplir  con  los  requisi- 
tos de  empadronamiento  del  vecindario  y  distribución 
de  boletas  prevenidas  en  l;t  ley  de  U  de  julio  de  1833.  IjI 
parte  rcglamentavia  de  este  acuerdo  apareció  coa  fvcha 
13  de  Diciembre.:) 


-  393  - 

sirva  publicarlas  por  baodo,  y  un  ejemplar  de  éste 
se  remitirá  á  los  iudividuos  comisionados  de  em- 
padronar." 

Estas  proposiciones  ocasionaron  un  largo  de- 
bate: Don  Mariano  Icaza  propuso  que  una  Comi- 
sión del  Ayuntamiento  se  apersonara  con  el  Go- 
bernador civil  y  militar  para  preguntarle  si  esta- 
ba decidido  á  sostener  las  elecciones  tumultuosas 
que  iiegalmente  trató  de  hacer  una  insignificante 
minoría;  pues  si  tenía  intención  de  apoyar  seme- 
jante acto,  era  por  demás  que  se  publicara  el 
bando  á  que  se  refería  el  dictamen.  El  Lie.  Fon- 
seca  replicó  diciendo:  que  era  por  demás  solicitar 
esa  entrevista,  porque  además  de  no  encontrarse 
.Sraith  en  la  ciudad  ese  día,  las  proposiciones  pre- 
sentadas tenían  el  mismo  fin  de  saber  la  determi- 
nación del  expresado  Gobernador,  porque  si  no 
contestaba  á  la  nota  que  se  le  dirigiera  ó  no  ponía 
obstáculo^  se  publicaría  el  bando;  que  por  lo  de- 
más la  publicación  de  él  no  era  urgente  que  se 
hiciera  el  mismo  día.  pues  podía  hacerse  al  día 
siguiente  ó  al  otro. 

En  esta  sesión  sólo  \u¿  aprobaba  la  primera  de 
las  proposiciones  presentadas,  las  restantes  lo  fue- 
ron en  el  cabildo  del  13  de  Diciembre  y  este  mis- 
mo día  Reyes  Veramendi  hi¿o  publicar  un  bando 
previniendo  que  las  elecciones  municipales  ten- 
drían lugar  los  domingos  19  y  2ó  de  ese  mes,  de 
acuerdo  con  lo  decretado  por  el  Ayuntamiento. 

Pero  entre  tanto,  los  que  habían  pretendido  ha- 
cer las  elecciones  no  descansaban  y  consiguieron 
lisluOios  bisfíricos,— .'() 


—  394  - 

que  el  día  11  el  Secretario  del  Gobernador  militar 
Smith,  dirigiese  la  siguiente  carta  orden  al  indivi- 
duo que  tenía  á  su  cargo  el  local  donde  acostum- 
brábase verificar  las  elecciones: 

«Secretaría  del  Gobernador.  —  Diciembre  11  de 
1847. — Muy  seíior  mío:  El  Gobernador  civil  y  mi- 
litar de  esta  capital  me  manda  informe  á  vd.  que 
cree  conveniente  que  se  abra  mañana  á  la  hora 
acostumbrada  (las  9  de  ella)  el  lugar  donde  se 
acostumbra  hacer  las  elecciones  municipales. 

<E1  Gobernador  en  esto  no  desea  manifestar 
opinión  alguna  respecto  de  la  marcha  que  han  se- 
guido los  dos  partidos.  Uno  por  que  haya  eleccio- 
nes y  otro  por  que  no  las  haya,  sino  simplemente 
ordena  que  el  lugar  de  la  junta  se  abra  como  de 
costumbre. 

«Muy  respetuosamente  de  vd.,  obediente  servi- 
dor. —  [Firmado.]  —  K.  i*.  H.\MNo.\n,  .Secretario.— 
.Sr.  Arrillaga.^ 

.Seguros  ya  Suárcz  Iriarte  y  demás,  de  que  se  ■ 
rian  ayudados  por  los  invasores,  al  día  siguiente, 
12,  los  electores  que  ya  hemos  enumerado  en  el  ca- 
pítulo anterior,  se  reunieron  al  son  de  músicas  en 
el  edificio  de  la  antigua  Universidad  para  dar 
principio  á  sus  trabajos;  según  la  ley  electoral 
esa  reunión  debía  estar  presidida  por  el  Goberna- 
dor del  Distrito,  ó  en  su  caso  por  el  Alcalde  T; 
la  primera  de  esas  autoridades  no  existía  y  en 
cuanto  á  la  segunda  no  concurrió,  tanto  porque 
no  se  le  dio  el  aviso  correspondiente,  cuanto  por- 
que,   aunque  lo  hubiera  recibido  no  hubiera  asís- 


-  395  - 

tido,  supuesto  que  tenía  por  ilegal  aquella  reu- 
nión. Suárez  Iriarte  afirmó  después  que  se  ha- 
bía avisado  á  Reyes  Veramendi  para  que  con- 
curriese, pero  éste  lo  negó  pocos  días  depues  en 
carta  que  publicó  El  ^Monitor  Ruihulicaxo. 

Bajo  la  presidencia,  puss,  de  Iiecho,  de  Don 
Francisco  Suárez  Iriarte,  que  ninguna  personali- 
dad tenía  para  ello,  dieron  principio  las  eleccio- 
nes secundarias  que  terminaron  el  día  19  y  die- 
ron el  resultado  siguiente: 

Alcaldcj. 
1°  Lie.  Fancisco  Suárez  Iriarte. 
2°  Antonio  Garay  (que  no  aceptó.) 
3^    Tiburcio  Cañas  (id.  id.» 
4'^  Anselmo  Zurutuza  (id.  id.) 
5''  Miguel  Lerdo. 
6°  Lie.  Agustín  Jáuregri. 
7°  Lie.  T'JSto  Pastor  Macedo. 

Regidores. 
P  José  María  Arteaga. 
2°   Adolfo  Hegewish  [extranjero.] 
3^  Lie.  Manuel  García  Rejón. 
4-   Federico  Hube  (extranjero.) 
5"  Juan  Palacios.  (1) 

6"  Teodoro  Ducoing  (norteamericano,  que  no 
aceptó) 

(1)  El  único  de)  .Vviiiiamicnto  anterior  que  fué  reelco- 
lo;ac.-iso  porque  servía  de  intérpreie  v  era  el  que  más  tra- 
taba con  1,15  autoridades ¡iu-a->oraí;  s'in  embargo, aunque 
no  renunció  el  cai-fro,  nunca  asisti(j  ¿i  los  Cabildos  de  la 
Asamblea  Municipal  v  su  nomhre  paro  nada  volvió  .-i  se- 
nar. 


-  396  - 

1°  Ca3'etano  Salazar. 

8°  Enrique  Griffon  (extranjero.) 

9°  Joaquín  Ruiz. 
10°  Pedro  Van  der  Linden  (militar  al  servicie 
de  México.) 

11°  Jacinto  Pérez. 
12»  Marcos  Torices. 

Síndicos. 
1°   Lie.  Miguel  Buenrostro. 
2°  Lie.  Ignacio  Nieva. 

Entre  tanto  el  Ayuntamiento  procedia  á  hacei 
las  elecciones  legales,  el  Gobernador  interino  .Sr 
Reyes  Veramendi  presentó  qaerella  ante  el  Jue; 
2°  de  lo  Criminal,  Lie.  Olmedo,  acusando  á  los 
que  pretendían  verificar  las  suyas  por  cuent¡ 
propia  de  desobediencia  á  las  leyes  y  de  promo- 
vedores de  motines  populares;  realmente  estos  do: 
capítulos  de  acusación  no  estaban  fundados^  pue: 
no  podía  tenerse  como  vigente  !.i  ley  de  26  d( 
Noviembre  que  no  había  sido  publicada  en  Méxi 
co,  ni  se  podía  tener  como  autores  de  motín  á  lo: 
que  pretendían  llevar  á  cabo  un  hecho  permitidí 
por  las  le3'es  }'  aun  prevenido  por  ellas,  y  que  só 
lo  por  razones  especiales  se  había  prohibido  aque 
Ha  ocasión;  sin  embargo,  si  se  tiene  en  cuentf 
que  el  Ayuntamiento  era  la  única  autoridad  me 
xicana  que  había  quedado  funcionando  en  la  ca- 
pital, la  que  debían  obedecer  los  habitantes  de 
ésta^  resulta  comprobada  la  desobediencia,  no  ¿ 
las  disposiciones  del  Gobierno  de  Queretaro,  sincj 


-  397   - 

á  las  de  la  autoridad  que  gobernaba  en  México  y 
en  ese  sentido  único  debía  haberse  hecho  la  acu- 
sación. Por  su  parte,  el  Juez  Olmedo  debió  haber 
tenido  en  cuenta  las  circunstancias  anormales  y 
el  carácter  que  transitoriamente  tenía  el  Ayunta- 
miento para  no  fallar  como  lo  hizo;  su  fallo  es 
cierto  que  estuvo  de  acuerdo  con  las  leyes;  pero 
no  obstante,  dio  pretexto  al  invasor  para  atrope- 
llar  á  la  Corporación  municipal,  haciendo  que  ce- 
sara de  funcionar  antes  del  plazo  legal  y  para  lla- 
mar á  la  nombrada  ilegalmente. 

El  Sr.  Olmedo,  con  fecha  13  de  Diciembre  falló 
no  haber  lugar  á  proceder  contra  los  Señores  Suá- 
rez  Iriarte  3'  demás  personas,  dando  por  funda- 
mento de  esta  resolución,  el  que  la  ley  de  26  de 
Noviembre  no  había  sido  publicada  en  México  ni 
con  las  formalidades  debidas  ni  sin  ellas,  y  por  lo 
tanto  no  regía  para  los  habitantes  de  la  Ciudad, 
cuando  precisamente  se  había  dado  para  ellos  y 
teniendo  en  cuenta  las  circunstancias  de  la  Capi- 
tal, circunstancias  que  impedían  que  las  leyes  y 
decretos  se  publicasen  con  la  solemnidad  acostum- 
brada; bastaba  pues  que  la  ley  de  26  de  Xoviem- 
bre  fuera  sólo  conocida  del  Ayuntamiento  para 
que  rigiese.  Se  fundaba  además  ese  fallo,  en  que 
tampoco  había  sido  publicado  el  acuerdo  del  Ayun- 
tamiento de  México  previniendo  la  observancia 
de  esa  ley  cuando  el  Juez  sabía  perfectamente 
que  la  Corporación  no  podía  dar  publicidad  á  ese 
acuerdo;  y  por  último,  en  que  no  se  habían  come- 
tido  desórdenes  de  ninguna   clase  con  motivo  de 


-  398  - 

las  elecciones  priniai-¡as,  según  resultaba  de  las 
averiguaciones  que  había  practicado. 

Este  fallo  del  Juez  fué  aprovechado  por  el  Go- 
bernador Smith  para  declarar  válidas  las  elec- 
ciones: este  individuo,  en  urden  publicada  en  22 
de  Diciembre,  prohibía  que  se  hiciesen  las  elec- 
ciones ú  que  ya  había  procedido  el  A3'untamiento, 
debiéndose  reunir  ese  mismo  díalos  electores  se- 
cundarios en  la  Universidad,  declaraba  que  cual- 
quiera falta  de  las  formalidades  prescritas,  no 
fué  culpa  de  los  electores,  ríos  revoltosos)  si- 
no del  Ayuntamiento  mismo,  que  prohibió  y  se 
opuso  de  todas  las  maneras  posibles  á  que  se  hi- 
cieran las  elecciones  legales.  Dando  al  fallo  del 
Juez  una  amplitud  que  no  tenía,  pues  ese  fallo  na- 
da resolvía  ni  podía  resolver  acerca  de  la  validez 
ú  nulidad  del  acto,  sino  sólo  sobre  el  delito  im- 
putado á  los  promovedores  de  él,  agregaba; 
«Considerando  que  el  Juez  de  lo  Criminal  ante 
quien  fueron  acusados  los  electores  de  obrar  ile- 
galmente,  ha  decidido  que  sus  actos  fueron  lega- 
les, son  éstos  válidos  por  consecuencia,  y  las  per- 
sonas elegidas  son  los  miembros  legítimos  del 
Ayuntamiento,  por  la  decisión  formal  de  un  tribu- 
nal mexicano  que  aplica  las  leyes  de  su  propio 
país,  y  las  autoridades  mexicanas  reconocen  por 
tal  motivo  como  Ayuntaniento  de  la  Ciudad  de 
México  á  las  personas  siguientes  electas,  según 
la  ley.»  Enumeraba  en  seguida  á  los  individuos, 
los  nombres  de  los  cuales  hemos  dadd  á  conocer. 

De  éstos,  desde  luego  no  aceptaron  el  cargo,  D. 


-   399  -- 

Antcnis  Garay,  alegando  sus  muchas  ocupacio- 
nes, ü.  Tiburciü  Cañas,  que  quiso  antes  conocer 
las  instrucciones  de  los  electores,  D.  Anselmo  Zu- 
rutuza,  D.  Teodoro  Ducoing,  ciudadano  nortea 
mericano,  Don  Federico  Hube  y  D.  Enrique  Gri- 
ñón: este  último,  al  exigírsele  el  juramento,  lo 
prestó  con  la  reserva  de  que  no  quería  perder  su 
nacionalidad  francesa:  que  si  se  creía  que  no  obs- 
tante esa  reserva  podía  desempeñar  el  cargo  de 
regidor,  estaba  dispuesto  á  servir  á  la  ciudad;  sin 
embargo,  pocos  días  después  manifestó  que  ha- 
biendo leído  3-a  las  instrucciones  dadas  álos  elec- 
tores, comprendía  que  aquel  Ayuntamiento  tenía 
un  carácter  político  3-  por  lo  mismo  incompatible 
con  el  propósito  que  tenía  heclK»  de  conservar  su 
nacionalidad,  que  en  conseuecncia  renunciaba  el 
cargo. 

El  Ayuntamiento,  presidido  por  el  Sr.  Veramen 
di,  entretanto  había  hecho  los  trabajos  de  eleccio- 
nes y  conseguido  que  las  primeras  se  verificasen 
el  domingo  19  y  cuando  se  ocupaba  de  arreglar 
las  secundarias  y  discutir  una  importante  ley  de 
organización  de  Tribunales  del  Distrito,  fué  di- 
suelto de  la  manera  violenta  que  veremos. 


IX 


Apenas  llegadas  á  los  Estados  Unidos  las  noti- 
cias oficiales  de  las  batallas  dePadierna  y  Molino 
del  Rey  y  de  la  toma  de  ChapuUepec  que  la  ima- 


-  400  - 

ginacion  de  los  yankees  creía  que  era  una  loria* 
leza  inexpugnable,  así  como  la  ocupación  de  Mé- 
xico, el  entuisasmo  se  apoderó  de  aquella  Nación 
que  era  la  primera  vez  que  oía  hablar  de  las  vic- 
torias de  sus  ejércitos,  pues  en  la  guerra  de  1812 
contra  Inglaterra,  éstos  no  obtuvieron  muchas 
victorias  que  digamos.  La  oposición,  enemiga  de 
la  guerra,  tuvo  que  enmudecer  ante  este  entusias- 
mo y  no  pudo  contrariarlas  disposiciones  del  Pre- 
sidente Polk,  encaminadas  á  aumentar  el  ejército 
de  ocupación  de  México,  con  el  objeto  de  conti- 
nuar la  guerra  hasta  reducirnos  al  último  extremo  y 
obligarnos  á  firmar  todas  las  condiciones  de  paz 
que  pluguiera  al  vencedor  imponernos. 

Numerosos  volu^arios  se  alistaron  con  motivo 
de  la  proclama  de  Polk  y  llegaron  al  país  en  los 
meses  de  Noviembre  y  Diciembre,  alojándose  en 
los  conventos  y  edificios  públicos;  mas  como 
éstos  fueron  insuficientes  para  contener  á  tanta 
gente,  presto  empezaron  á  ocupar  las  casas  par- 
ticulares, no  sólo  las  que  estaban  vacías,  sino  aun 
las  inhabitadas  porque  sus  dueños  pertenecían  al 
ejército  mexicano  6  por  cualquiera  otra  circuns- 
tancia. Esto  dio  margen  á  numerosos  abusos,  y 
para  evitarlos,  el  Regidor  Espinosa  propuso  en 
Cabildo  de  1.')  de  Diciembre  lo  siguiente:  "Pido  al 
E.  Ayuntamiento  se  sirva  acordar  se  nombre  un 
Capitular  que  precisamente  para  mañana  presen- 
te una  exposición  que  se  dirija  al  General  en  jefe 
del  ejército  americano  por  conducto  del  (Goberna- 
dor del  Distrito  para  que  por  las  sólidas  y  funda- 


-  401  - 

das  razones  que  suministra  la  orden  general  núm, 
287  de  17  de  Septiembre  y  la  núm.  25$  de  25  del 
raes  próximo  pasado,  tenga  á  bien  ordenar  que  si 
se  ocuparen  casas  de  los  particulares,  sea  pagan- 
do los  justos  arrendamientos  como  se  verificaba 
antes  de  esta  última  orden." 

-Aprobada  la  proposición,  fué  nombrado  para  re- 
üdctar  la  minuta  el  mismo  Sr.  Espinosa,  que  sin 
pérdida  de  tiempo  desempeñrí  su  cometido  y  pre- 
sentó la  minuta  en  el  Cabildo  del  día  17.  La  expo- 
sición era  bastante  extensa  y  en  ella  se  alegaban 
las  garantías  qus  Scott  babía  concedido  á  la  ciu- 
dad y  por  las  cuales  ésta  había  tenido  que  dar 
ciento  cincuenta  mil  pesos;  se  enumeraban  los 
perjuicios  que  sufrían  los  propietarios  y  se  pedia 
que  se  cumpliese  la  orden  dada  por  el  mismo  Ge- 
neral en  Jefe  de  que  se  pagase  el  arrendamiento 
de  las  casas  que  fuesen  ocupadas. 

Además  de  que  esa  exposición  se  dirigió  á  Scott 
por  conducto  de  Reyes  Veramendí,  se  publicó  en 
El  Mo.vitoe  Replblicaxo  para  que  el  público  la 
conociese. 

Esto  originó  el  conflicto.  Enojado  .Scott  por  esa 
publicidad,  devolvió  la  exposición  diciendo  que  era 
irrespetuosa  y  exigiendo  que  sq  reformase  y  que 
se  le  diese  una  satisfacción  que  se  publicaría  en 
el  mismo  XIo.mtor  y  en  la  Estrella;  el  Ayunta- 
miento se  reunió  violentamente,  mediante  un  ofi- 
cio del  Alcalde  Gobernador  etj  el  qu^  daba  cuenta 
del  disgusto  de  .Scott  y  encomend¿i  á  los  .Señpren 
píaz  f  Píír^ra  yá  la  Secretaría  que  formulasen  ui^ 
^studíos  hfstftricos.— 5^. 


~  402  — 

oficio   dando     las  explicaciones    necesarias.    En 
el  Cabildo  del  23  se  presentaron  las  tres  minutas 
y  después  de  una  larguísima  discusión  en  la  que 
se  convino  que  debían  apurarse  los  medios  de  pru- 
dencia, se  aprobó  el  oficio  del  Sr.  Díaz  y  se  nom- 
bró en  comisión  á  D  Juan  Palacios  psira  que  fue- 
ra á  llevar  á  Smith   la   comunicación  aprobada  y 
para  que  de  palabra  hiciera  presente  que  con  mu- 
cha probabilidad  de  acierto  creía  el  Ayuntamien- 
to   que    la  inexactitud   de  la   traducción  del  oficio 
acordado  el  día  17  era  el  motivo  por  el  que  no  se 
había  apreciado   debidamente     ese  oficio  y  se  ha- 
bía dirigido   al  Ayuntamiento   la  inmerecida  con- 
testación que  motivaba  la  visita  de  Palacios.  Este 
regidor  se  dirigó  en   busca  de  Smith,   á  quien  no 
encontró  y  no  queriendo  entregar  el  oficio  á  nin- 
gún  empleado,   ocurrió  á  ver  á  Scott,  el  que  dijo 
para  evitar  entrar  en  explicaciones,  que  no  podia 
ocuparse  del  asunto  por  estar  muy  ocupado  y  que 
se    viese  á  Smith,    que    no   parecía.  Palacios   dio 
cuenta  de  esto  á  la  Corporación  municipal,  la  que 
en  vista  de  que  ya   eran   las  nueve  }■  media  de  la 
noche,  determinó  levantar  la  sesión  y  reunirse  al 
día  siguiente  para  saber  el  resultado   de  su  oficio 
y  seguir   discutiendo   una   ley  de  organización  de 
Tribunales  que  era  urgente. 

Pero'ya  estaba  decretada  la  disolución  del  cuer- 
po municipal  por  el  invasor  y  el  día  24  se  publicó 
la  siguiente  comunicación  que  fué  enviada  á  los 
individuos  que  aparecían  electos  en  la  farsa  que 
celebraron  Suárez  Iriarte  y  sus  amigos: 


—  403  — 

«Despacho  del   Gobernador    civil   y    militar.— 
Ciudad  de  México,  Diciembre  24  de    1847  —A  los 

Sres 

"Caballeros:  habiendo  cesado  boy  las  {unciones 
del  Ayuntamiento  anterior  y  elegidos  vdes.,  para 
sucederle,  á  fin  de  evitar  á  los  habitantes  los  ma- 
les de  permanecer  nna  semana  sin  cuerpo  muni- 
cipal, suplico  á  vdes.  que  mañana  á  las  10  entren 
á  ejercer  las  funciones  para  que  han  sido  nombra- 
dos en  las  últimas  elecciones  municipales. — Per- 
sifOR  F.  Smith,  Gobernador  civil  y  militar." 
De  los  antiguos  regidores  algunos  supieron  esta 
resolución  cuando  llegando  al  Ayuntamiento,  se 
encontraron  con  el  salón  de  Cabildos    cerrado. 

Los  nuevos,  en  su  mayoria  fueron  puntuales  }• 
á  las  diez  del  día  25  se  reunieron  Suárez  íriarte, 
el  Lie.  Agustín  Jáuregui,  Aguilera  (Ramón),  Ar- 
teaga  ('José  María  t^Hegewish,  García  Rejcn, Pala- 
cios [Juan],  Griffon,  Ruiz  (Joaquín),  Vander  Lin- 
den, Pérez  (Jacinto;^,  Torices,  Buenrostro  y  Xieva 
y  estuvo  presente  Hammond,  el  secretario  de  Mr 
Smith. 

La  sesión  dio  principio  con  la  comunicación  de 
Smith,  y  en  seguida,  después  de  haber  prestado  el 
juramento  respectivo^  Suárez  Triarle  pronunció 
esta  alocución: 

"Señores  representantes  de  la  Ciudad  de  Mé- 
xico y  su  Distrito:  La  energía  de  nuestros  comi- 
tentes supo  sobreponerse  hábil  y  valerosamente 
á  la  arbitrariedad  oficiosa  y  á  la  crítica  situación 
en  que  nos    encontramos  por    nuestros  pasados  y 


i04  - 

repetidos  desaciertos.  Ellos  formaron  la  resolu- 
ción eficaz  de  probar  si  aún  les  quedaban  dere- 
chos políticos,  }•  en  tal  evento,  resistir  á  sus  con- 
cejales que  arteramente  resistían  su  ejercicio.  Su 
reclamación  era  tan  obvia,  natural  y  justa  que 
fué  atendida  .V  proclamada  solemnemente  por  la 
autoridad  americana,  de  cuj-a resolución  se  había 
apoderado  la  astucia  para  burlar  esfuerzos  gene- 
rosos y  convertirlos  en  provecho  exclusivo  de  in- 
trigas miserables;  pero  es  necesario  olvidar  tanta 
flaquezaj'  dar  pruebas  prácticas  de  que  el  presen- 
te cuerpo,  sin  ninguna  pasión  ruin  y  bien  poseído 
de  la  difícil  posición  en  que  se  encuentra,  evite 
los  escollos  en  que    fracasaron  sus    antecesores. 

"La  misteriosa  conducta  anterior  será  sustitui- 
da por  la  deliberación  pública  de  todos  los  nego- 
cios, según  los  deseos  manifestados  en  las  instruc- 
ciones que  nos  han  dado.  De  las  rentas  que  va- 
mos á  administrar,  se  dará  periódicamente  estre- 
cha cuenta.  Los  establecimientos  confiados  á 
nuestra  vigilancia  serán  atendidos  tan  esmero- 
sámente  que  cubran  el  objeto  de  su  creación,  y 
se  corregirá  con  mano  fuerte,  cualquiera  abuso 
que  se  cometa,  sin  consideración  alguna  al  que 
lo  haya  cometido. 

"La  seguridad  y  tranquilidad  públicas,  prime- 
ra necesidad  de-las  sociedades,  hasta  hoy  atendi- 
das por  medidas  ridiculas,  de  mero  aparato  y  de 
positivo  y  crecido  gasto,  llenará  su  importante 
destino  previniendo  los  delitos  y  corrigiendo  \í\% 
contravenciones, 


-  -105  - 

"Pero  en  lo  que  se  mostrará  más  cuidadosa  la 
Corporación,  será  en  los  negocios  en  que  las  cir- 
cunstancias excepcionales  de  la  ciudad  la  colo- 
quen con  respecto  al  ejército  ocupante.  La  falta 
de  tacto  en  negocio  tan  grave  como  desconocido 
ha  causado  males  déla  mayor  trascendencia  á 
sus  habitantes.  La  autoridad  mexicana  es  la  me- 
diadora entre  ellos  )'  el  ejército;  y  su  conducta  no 
debe  ser  la  censura  de  las  operaciones  de  éste, 
ni  actos  de  hostilidad  que  lo  irriten;  al  contrario, 
la  franqueza  será  la  divisa  de  aquella  en  todos 
sus  procediinientos,  asi  en  ministrar  los  recursos 
que  según  el  derecho  de  gentes  reconocido  se  le 
pidieren,  como  en  defender  á  sus  conciudadanos 
contra  los  actos  que  pudieren  ofenderlos  }•  vejar- 
los sin  motivo,  caso  que  será  bien  remoto,  una 
vez  entendidos  los  principios  C  )  por  ambas 

partes  con  la  lealtad   de  caballeros. 

"Xuestros  conciudadanos,  al  hacernos  deposita- 
rios de  sus  derechos  políticos  reivindicados,  nos 
han  marcado  la  senda  que  debemos  seguir,  y 
nuestro  juramento  que  acabamos  de  prestar,  es 
la  primera  garantía  de  que  no  nos  sei)araremos 
de  ella  en  nuestra  marcha,  cuyo  fin  será  colocar 
á  esta  sociedad  al  nivel  del  siglo  en  que  vivimos." 

Este  pequeiio  discurso  da  idea  de  los  propó- 
sitos y  tendencias  de  la  nueva  corporación  muni- 
cipal: empezó  por  arrogarse  la  representación 
del  Distrito  Federal,  cuando  no  tenía  faculta- 
des para  ello,  habló  mal  de  los  capitulares  an- 
teriores que  sólo  merecían  aplausos  por  su  patrio- 


-  406  - 

tismo  y  hasta  les  imputó  intrigas  miserables; 
confesó  que  habían  sido  ayudados  en  su  empi'esa 
por  los  invasores  y  prometió  a3-udarlos  en  todo 
lo  que  pudiera;  tampoco  se  quedó  corto  en  augu- 
rar mejoras  é  innovaciones  en  todos  los  ramos  su- 
jetos al  Ayuntamiento. 

Después  de  este  discurso  ríammiind  manifestó 
que  hacia  entrega  de  las  llaves  del  salón  de  Ca- 
bildo y  oficinas  y  que  iba  á  mandar  retirar  las 
guardias  que  desde  el  día  anterior  había  en  la 
Diputación  y  en  el  Correo;  en  segui'a  se  retiró 
él  mismo. 

Nombrados  en  comisión  Ilegewish,  Palacios  y 
Buenrostro  para  participar  á  Smith  la  instalación 
del  nuevo  Ayuntamiento,  .Suárez  Iriarte  empezó 
por  preguntar  cuáles  eran  las  ordenanzas  muni- 
cipales que  estaban  vigentes,  en  seguida  nombró 
las  diversas  comisiones  de  estilo  y  les  previno 
que  en  seguida  presentasen  informes  del  estado 
de  sus  ramos.  Estas  disposiciones  indican  el  ansia 
que  tenia  de  legislar  }•  lo  poco  instruido  que  es- 
taba de  SLis  deberes,  asi  como  de  lo  complicado 
de  la  administración  municipal  en  esa  época  anor- 
mal. 

Tiimbien  se  previno  que  se  publicase  un  perió- 
dico q'ie  fuese  (ugano  del  .Ayuntamiento  y  que  se 
llamaría  V.\.  Diíikxsor  de  Mexko,  y  se  dispuso 
que  de  preferencia  debía  atenderse  á  la  organi- 
zación de  los  Tribunales  del    Distrito.  (1) 

[I]  El  nombre  que  se  A\6  á  ese  periódico,  tal  ve?  por 
algún  acuerdo  privado,  fué  el  de  E[,  Mu.viciiui.. 


-  407  - 

El  disg'usto  que  causó  la  nueva  corporación  fué 
grande  y  algunosempleados  de  ella  se  separaron; 
entre  los  que  hemos  sabido  que  lo  hicieron  se 
contaban  D.  Ignacio  Piquero,  antiguo  empleado 
y  encargado  por  Pozo  de  la  Dirección  de  las  con- 
tribuciones, D.  Vicente  Iturbide  que  se  había  ba- 
tido en  el  Valle  de  México,  el  Lie' D.  Leandro  Es- 
trada, oficial  mayor  de  la  Corporación  y  otras 
personas. 

Los  Ayuntamientos  toráaeos,  algunos  de  los 
cuales  hicieron  sus  elecciones  conforme  á  las  dis- 
posiciones de  Reyes  Veramendi,  consultaron  lo 
que  debían  hacer  y  se  acordó  que  se  procediese  á 
nuevas  elecciones  que  debían  verificarse  en  los 
días  29,  30  y  31  de  Diciembre.  La  mayoría  de  ellos 
sin  embargo,  conservó  una  independencia  abso- 
luta y  siguió  sus  trabajos  como  de  costumbre; 
sólo  el  de  Lvtacalco^  formado  por  unos  cuantos  ig- 
norantes, levantó  una  acta  en  la  que  declaraba 
que  en  todo  y  por  todo  se  adhería  á  la  idea  y  ten- 
dencias que  había  manifestado  el  Ayuntamiento 
de  México. 

Este,  en  la  sesión  del  día  26  (Diciembre;  oyó 
leer  la  siguiente  proposición  que  demuestra  la 
mala  voluntad  que  animaba  á  algunos  de  sus 
miembros  para  con  las  personas  que  habían  for- 
mado el  Ayuntamiento  legítimo:  -En  atención  á 
estar  prevenido  que  los  capitulares  que  acabaron 
en  el  ejercicio  de  sus  funciones  en  el  presente 
año,  individualmente  son  responsables  por  el  ma- 
nejo de    caudales    públicos   que  han    estado  á  su 


—  408  — 

cargo,  pedimos  al  Exmo.  Ayuntamiento  se  auto- 
rice álos  Síndicos  para  que  pidan  judicialmente 
afiancen  de  arraigo  los  responsables  )-  les  exi- 
jan las  cuentas  respectivas  " 

Desde  luego  se  comprende  que  tal  proposición 
no  tenía  otro  objeto  que  molestar  á  los  miembros 
del  Ayuntamiento  legítimo,  pues  además  de  qu^ 
eran  personas  honorables  y  de  arraigo,  ellos  per- 
sonalmente no  habían  manejado  los  caudales  pú- 
blicos sino  que  designaron  personas  que  se  encar- 
garan de  la  recaudación;  muchas  de  las  cuales 
tenían  de  antemano    caucionado  su  manejo. 

García  Rejón  y  Arteaga  fueron  los  autores  de 
la  proposición,  Suárez  Triarte  la  combatió  dicien- 
do que  teniendo  el  Ayuntamiento  á  la  vista  los 
cortes  de  caja  que  las  oficinas  recaudadoras  ha- 
cían diariamente  y  estando  además  pendiente  la 
revisión  de  los  documentos  de  las  cuentas  respec- 
tivas, no  le  parecía  conveniente  que  se  acordara 
esa  medida,  sino  hasta  que  no  se  viera  si  realmen- 
te tenían  alguna  responsabilidad  los  aludidos  ca- 
pitulares. Los  autores  de  la  proposición,  e7i  vista 
de  estas  razones  y  del  disgusto  que  ella  causó 
entre  sus  mismos  compaíieros,  la  retiraron. 

En  el  último  día  de  Diciembre  la  Asamblea  diij 
un  acuerdo  derogando  las  disposiciones  que  pro- 
hibían la  venta  de  licores  en  las  mañanas  de  los 
días  festivos;  acuerdo  inconveniente  porque  ade- 
más de  que  la  población  estaba  acostumbrada  á 
morigerarse  esos  días,  estando  la  capital  ocupa- 
da por  un  ejército  que  no  se  recomendaba  por  su 


-  409  - 

temperancia,  debía  procurarse  evitar  los  escán- 
dalos que  con  el  alcohol  pudieran  cometer  y  no 
proporcionar  las  ocasiones  de  que  los  cometiesen. 
También  acordó  convocar  á  nuevas  elecciones 
para  cubrir  los  cargos  vacantes  por  renuncia  de 
ios  individuos  que  habían  salido  electos. 


El  nuevo  Ayuntamiento  empezó  desde  luego  á 
querer  legislar  en  todas  materias:  previno  en  los 
primeros  días  de  su  instalación  que  se  formase  el 
catastro  v  el  censo  de  la  ciudad,  apresuro  la  dis- 
cusión del  proyecto  de  la  organización  de  los  tri- 
bunales de  segunda  y  tercera  instancia,  pretendió 
suprimir  las  alcabalas  3-  reformar  el  sistema  de 
impuestos,  creando  los  directos  sobre  arrenda- 
mientos fincas  rusticas,  profesiones  y  giros  indus- 
triales, pretendió  el  desestanco  del  tabaco  )'  otros 
efectos;  mucho  de  todo  lo  cual  aunque  era  útil  no 
era  nada  oportuno,  dadas  las  circunstancias  de  la 
Nación  y  las  escaseces  del  Ayuntamiento,  que  te- 
nía entonces  sobre  sí  tantos  cargos. 

Convocó  á  nuevas  elecciones  para  cubrir  las 
vacantes  que  había;  pero  muchos  de  los  que  re- 
sultaban nuevamente  electos  renunciaban,  como 
sucedió  con  los  Sres.  Nolle,  Espino  Barros,  Zu- 
bieta  y  algún  otro;  á  fin  de  evitar  esas  renuncias 
en  lo  sucesivo,  Espinosa,  en  Cabildo  de  7  de  Ene- 
ro de  1848,  presentó  esta  proposición: 

Estudios  histórica  s.  —52. 


-  410  - 

"Pido  á  la  Asamblea,  atendiendo  á  las  duras 
condiciones  que  impone  á  las  autoridades  mexi- 
canas el  artículo  sexto  de  la  orden  general  del 
dominador  por  armas,  de  31  de  Diciembre  último, 
declare  indignos  de  la  confianza  pública,  á  los 
que,  sin  causa  legal,  rehusen  los  cargos  de  elec- 
ción popular  j' que  en  consecuencia  el  Goberna- 
dor quede  autorizado  para  expulsarlos  del  terri- 
torio del  Distrito  Federal,  así  como  para  imponer- 
les de  quinientos  á  seiscientos  pesos  de  multa,  sin 
perjuicio  de  que  sus  bienes  queden  como  los  de 
los  que  los  admitamos,  á  lo  que  la  fuerza  del  ocu- 
pador impone  á  los  nombrados,  aunque  renim- 
cien".  Al  cabo  de  algunos  días  fué  desechada  esa 
proposición  y  su  autor  no  tardó  en  renunciar  á  su 
vez  el  cargo  de  regidor. 

El  primer  caso  que  se  dio  de  desobediencia  de 
la  Asamblea  Municipal  á  las  disposiciones  del  Go- 
bierno legítimo,  fué  cuando  se  trató  de  proveer 
la  plaza  de  Director  del  Monte  de  Piedad. 

En  7  de  Diciembre  de  1847,  falleció  el  Sr.  Don 
Manuel  Sánchez  de  Tagle,  Director  de  ese  esta- 
blecimiento, y  desde  luego  se  reunió  la  jimta  de 
él  para  designar  al  sucesor:  diversas  personas 
obtnvíeron  votos  para  ese  empleo  y  entre  ellas 
D.  Agustín  Moreno,  Contador  de  la  institución,  y 
D.  Manuel  Gómez  Pedraza,  persona  extraña  al  es- 
tablecimiento. Moreno  levantó  el  acta  de  la  junta, 
pero  sin  conservar  el  orden  de  la  votación,  como 
él  mismo  lo  confesó  en  carta  que  dirigió  al  Mo- 
nitor Republicano,    alegando  que  lo    interesante 


-  411  - 

de  elLi  era  el  resultado  finai.  Moreno  remitió  esa 
acta,  sin  darla  á  conocer  á  la  junta,  al  Alcalde 
Gobernador  Rej-es  Veraraendi,  y  por  su  parte  los 
vocales  de  ella  Lazpita  y  Mena  por  medio  de  ofi- 
cio al  mismo  Veramendi,  reclamaron  acerca  de 
la  alteración  que  se  había  hecho  en  el  acta  á  lo 
sucedido  en  la  junta. 

El  Alcalde  Gobernadcr,  en  vi£la  del  reclamo  y 
no  atreviéndose  á  resolver  por  sí  mismo  el  caso 
que  era  bastante  importante,  determinó  dar  cuen- 
ta al  Superior  y  remitió  el  expediente  firmado  al 
Gobierno  de  Querétaro,  el  cual  en  virtud  del  pa- 
tronato que  tenía  y  haciendo  uso  de  la  facultad 
que  le  daba  un  artículo  de  los  estatutos  del  Mon- 
tepío, nombró  en  26  de  Diciembre  á  Pedraza,  Di- 
rector interino  (1),  nombramiento  que  en  28  del 
mismo  se  mandó  comunicar  al  interesado  j'  al  Al- 
calde Gobernador  de  México,  para  que  se  pusie- 
ra en  posesión  de  su  empleo  á  Pedraza. 

.Suárez  Iriarte  recibió  esta  orden;  pero  lejos  de 
acatarla,  dio  aviso  de  ella  á  las  autoridades  ñor. 
teamericanas,  las  que  con  el  fin  de  evitar  que  en 
México  se  acatasen  las  órdenes  del  Gobierno  me- 
xicano, publicaron  por  medio  de  Hammond,  secre- 
tario del  Gobernador  Smith,  el  4  de  Enero,  una 
disposición  prohibiendo  que  fuesen  obedecidas  las 
órdenes  }•  nombramientos  hechos  por  el  g-obierno 
de  Querétaro;  si  antes  no  eran  calificados  por  la 
autoridad  civil  y  militar  que  imperaba  en  México. 

(!')  En  4  de  Enero  siguiente  le  nombró  Director  en 
propiedad. 


—  412  - 

Suárez  Triarte^  en  vista  de  esa  disposición,  á  su 
vez  la  comunicó  áftloreno  el  día  1 ,  previniéndole 
que  la  obedeciera,  así  es  que  cuando  Gómez  Pe- 
draza  se  presentó  á  tomar  posesión  del  empleo  de 
Director  del  Monte  de  Piedad,  aquel  se  opuso  á 
entregárselo^  alegrando  la  orden  que  tenía  y  di- 
ciendo que  él  debía  obedecer  á  su  inmediato  su- 
perior. 

El  suceso  causó  el  escándalo  consiguiente,  que 
aumentó  con  la  publicación  de  las  cartas  de  Pe- 
draza  y  Moreno,  hecha  en  el  Monitor  Republica- 
no, y  en  las  que  no  obstante  que  el  último  procu- 
raba disculparse  invocando  la  disposición  del.Sr. 
.Suárez  Triarte,  se  veía  claro  que  todo  no  había 
sido  más  que  una  trama  entre  los  dos  para  no  en- 
tregar la  Dirección  del  Montepío  á  Don  Manuel 
Gómez  Pedraza.  Desde  luego  se  veía  también  la 
tendencia,  si  no  del  Ayuntamiento  todo,  pues  en 
las  actas  de  Cabildo  nada  hay  acerca  de  esta 
cuestión;  por  lo  menos  de  su  Alcalde  primero,  de 
sustraerse  á  la  obediencia  del  gobierno  nacional, 
buscando  trabas  para  impedir  el  cumplimiento 
aun  desús  más  sencillas  disposiciones. 

El  señor  Roa  Barcena,  ocupándose  del  asunto 
dice:  ^El  caso  de  Gómez  Pedraza,  por  la  impor- 
tancia de  la  persona  y  del  puesto,  fué  el  más  rui- 
doso de  los  análogos,  y  se  le  dio  la  significación 
de  que  la  Asamblea  hacía  abstracción  cabal  del 
gobierno  mexicano,  negándose  á  obedecer  aun 
aquellas  de  sus  disposiciones  que  por  su  natura- 
leza no  debían  tropezar  con  el  veto  del  enemigo. 


--  413  — 

Xada  hubo,  por  lo  menos,  en  lo5  actos  de  dicha 
corporación — como  nada  había  habido  en  las  ins- 
trucciones— que  explícita  ó  implícitamente  acu- 
sara la  conciencia  de  que  existia  en  el  país  un 
centro  de  autoridad  que  los  ciudadanos  debían 
acatar  )'  obedecer,  siquiera  en  la  medida  de  lo  po- 
sibles. Efectivamente,  y  no  sólo  era  aíí^  sino  que 
aun  el  Ayuntamiento  ó  su  presidente  buscaban  el 
apoyo  del  invasor  para  contrarrestrar  las  dispo- 
siones  de  ese  c-entro. 

El  empleo  de  Director  del  ^Montepío  no  era  ni 
nunca  ha  sido  un  cargo  público,  del  cual  pudie 
ran  temer  los  invasores  algún  acto  de  hostilidad 
directa  que  los  perjudicara,  es  un  cargo  de  ca- 
rácter particular  que  provee  el  gobierno  á  virtud 
del  patronato  de  que  disfruta  como  sucesor  de  los 
derechos  de  que  el  Rey  de  España  disfrutaba;  por 
lo  tanto,  contrariar  esa  disposición  era  poner  el 
último  sello  al  espíritu  de  rebelión  é  independen- 
cia de  que  la  famosa  Asamblea  Municipal  esta- 
ba animada  contra  toda  autoridad  mexicana. 

Aquí  es  ocasión,  antes  de  entrar  en  el  siguiente 
capítulo  á  narrar  los  hechos  que  acompañaron  al 
no  menos  famoso  brindis,  de  ver  las  instrucciones 
que  fueron  dadas  á  los  concejales,  para  acabar  de 
comprender  hasta  dónde  ese  espíritu  de  rebelión 
tendía  á  llegar. 

La  introducción  de  esas  instrucciones,  pretendía 
justificar  la  actitud  que  la  minoría  asumió  al  lle- 
gar la  época  de  las  elecciones  haciendo  el  cargo 
ftl  Ayuntfimiento  legítimo,   de  que  su  atención  la 


-  414     - 

había  dedicado  exclusivamente  á  apoderarse  de 
las  rentas  abandonadas  por  el  Gobierno  de  Méxi- 
co; que  sólo  pretendió  perpetuarse  en  el  poder  aun 
contra  lo  dispuesto  por  las  lej'es,  pero  que  la  ener- 
gía de  los  ciudadanos  para  reclamar  sus  derechos 
políticos  hizo  fa'lar  este  plan,  ayudada  por  la  de- 
claración formal  de  la  autoridad  americana,  de 
que  los  mexicanos  estaban  en  el  pleno  goce  de 
esos  derechos;  y  por  lo  tanto,  que  habían  sido  res- 
tituidos al  rango  de  ciudadanos  por  una  autoridad 
extraña,  pero  justa  é  ilustrada. 

Si  se  comparan  estas   expresiones  con  las  pala- 
bras que  pronunció  Suárez  Iriarte  en  la  ceremonia 
de   la   instalación   del    Ayuntamiento  el  25  de  Di- 
ciembre,  se   verá  la   semejanza  de  unas  y  otras  y 
se  comprenderá   fácilmente    que  este  señor  fué  el 
autor  de  esas    mstrucciones.  En  ellas   S"?   compa- 
raba la  invasión  de  México  á  la  que  sufrió  Persia 
de  pai  te  de  Alejandro  el  Grande  y  aunque  se  de- 
cía que  quedaban  vencedores  los  norteamericanos 
por   doquiera  que  se  presentaban   no  obstante  lo 
reducido  de  su  fuerza  numérica  comparada  con  la 
poblicion  del  país  invadido,  más  adelante  se  ase- 
guraba que   contra   la  invasión    no  hubo  defensa 
alguna,  se  ponderaban  las  instituciones  de  los  Es- 
tados  Unidos,  y   se  hablaba,  así  de  las  reglas  de 
política  internacional  que  seguían  con  las   nacio- 
nes  europeas,  como   del   designio  que  abrigaban 
de  abarcar   todo   el   continente   de  Colon  bajo  un 
sistema  político.  Continuaban  las  tal.-s  instruccio- 
pes  de  esta  manera; 


-  415  - 

"La  situación  verdaderamente  anómala  en  que 
vino  á  quedar  colocado  este  Distrito  [el  Federal], 
le  pone  en  la  necesidad  de  atender  á  su  propia 
existencia  por  cuantos  medios  le  fueren  posibles, 
sin  consulta!'  d  inds  leyes  que  las  de  su  propia 
conservación. :>  Xo  podía  ser  más  clara  esta  frase 
para  dar  á  conocer  la  idea  de  rebelión  á  las  auto- 
ridades nacionales  que  guiaba  á  los  autores  de  las 
instrucciones,  amparados  por  la  situación  anormal 
del  Distrito  y  por  la  protección  que  les  impartían 
los  invasores. 

"El  peligro  común  une  á  todos    sus   habitantes 
(los  disidentes  trataron  de  desunirlos'  y   volverlos 
rebeldes  á  la  única  autoridad  que  había  quedado, 
cualquier   que   sea  su  origen  (por  eso  llevaron  al 
Ayuntamiento  á  extranjeros),  para  tomar  parte  en 
su  salvación;  y  en  conflicto  tan  grave  como  en  el 
que  ha  venido  á  caer  por  antiguos  errores,  abusos 
y  vicios   de  las   clases  que  no  se  han  querido  co- 
rregir oportunamente  {\o%  errores  fueron  de   to- 
dos los  mexicanos;  no  sólo  de  las  clases  á  qiie   se 
alude  y  que  dadas  las  idtras  de  los  instructores  no 
eran  otras  que  el  clcroy  el  ejército)  es  indispensa- 
ble entrar  con  valor  ea  la  vía  de  las  reformas  si  se 
quiere  eficazmente  que  esta  sociedad  se  constitu- 
ya 3'  que  cesen  para  siempre  las   agitaciones  que 
la   han   conducido    al   miserable  estado  en  que  se 
encuentra.   La    futura   Asamblea   Municipal   está 
destinada  á  ser  el  arca  de  este   precioso  depósito, 
y  al  confiárselo  el  pueblo,  le  pide   en  garantía  el 
desempeño  de  las  instrucciones  siguieutes: 


~  416  - 

"1^.  El  Distrito  tiene  todos  los  elementos  nece- 
sarios para  formar  un  cuerpo  político;  necesita 
una  organización  social  adaptada  al  siglo  en  que 
vivimos,  y  que  su  administración  sea  sencilla  y 
poco   dispendiosa." 

Desde  la  apoca  de  la  primera  Federación  se 
pretendió  por  muchos,  que  los  Supremos  poderes 
se  circunscribiesen  al  Palacio  Nacional  ó  que  se 
trasladasen  á  otra  parte  y  el  Distrito  se  convir- 
tiese en  Estado;  pero  jamás  se  ha  podido  realizar 
ese  designio  y  aquella  época  era  la  menos  á  pro- 
posito pariínlevarlo  á  cabo.  Aliora  bien,  preten- 
der que  unos  cuantos  individuos  sin  representa- 
ción legal  alguna}' apoyados  por  los  invasores, 
llevaran  á  cabo  una  idea  q\ie  los  constituyentes 
de  1824  se  negaron  á  hacer  y  los  de  1S57  no  se 
atrevieron  á  abordar,  era  un   absurdo.   ^ 

Y  precisamente  querían  que  la  administración 
del  Distrito  no  fuese  dispendiosa  en  los  momen- 
tos en  que  la  municipalidad  tenía  á  su  cargo  ra- 
mos del  Gobierno  general  como  le  eran  el  correo, 
el  papel  sellado  y  las  rentas  estancadas;  es  decir 
ramos  enteramente  extraños,  y  que  por  la  fuer;:a 
de  las  circunstancias  ocasionaban  gastos  de  con- 
sideración. 

La  segunda  de  las  instrucciones  se  refería  á  la 
supresión  de  las  alcabalas  y  de  los  estancos  ó  mo- 
nopolios, y  al  establecimiento  de  las  contribucio- 
nes directas:  la  tercera  á  la  formación  do  un  re- 
gistro para  la  policía;  la  cuarta  á  la  institución 
del  juradq;   asunto^  todos  qqixíq  se  vé)  ttiís  (íe  1^ 


—  417  — 

competencia  de  un  congreso  general  que  de  una 
asamblea  municipal  que  aunque  disfrutaba  mo- 
mentáneamente de  cierta  jurisdicción,  ésta  ade- 
más de  ser  precaria^  tenía  que  buscar  la  sanción 
del  Gobierno  nacional  cuando  terminase  el  esta- 
do de  guerra. 

La  quinta  de  las  instrucciones  era  la  más  im- 
portante^ pues  preveia  el  caso  de  que  desapare- 
ciera la  nacionalidad  mexicana  y  la  necesidad  de 
la  anexión  á  los  Estados  Unidos  . 

Decía  así: 

"5*.  La  Asamblea  extraordinaria  que  ahora  se 
va  á  instalar,  tiene  que  encontrarse  en  posicio- 
nes bien  difíciles  en  las  cuestiones  políticas  que 
»2  agitan  sobre  la  suerte  de  la  nación.  No  es  re- 
moto llegue  el  momento  solemne  de  que  á  las 
autoridades  seles  anuncie  se  salve  quien  pueda. 
Para  este  triste  caso,  pero  posible;  salven  los  re- 
presentantes de  México  la  independencia  de  su 
administración  interior,  y  que  la  nueva  confede- 
ración en  que  entrare  le  proporcione  respetabili- 
dad en  el  exterior;  paz,  orden,  prosperidad  y  liber- 
tad de  pensamiento  y  conciencia  en  el  interior.' 

Aunque  velada,  aquí  se  ve  que  la  intención  de 
los  autores  de  las  instrucciones  era  buscar  la  ane- 
xión de  México  á  los  Estados  Unidos,  pues  creían 
que  aquel  no  sobreviviría  á  la  crisis  por  que  atra- 
vesaba, ó  tal  vez,  juzgando  piadosamente,  creían 
que  era  preferible  esa  anexión  de  una  vez  á  los 
peligros  de  nuevas  guerras.  Mas  de  todo«  modos' 
y  aunque  esas  instrucciones  las  dictase  una  con- 
Estudios  históricos.— 53. 


-  418  - 

viccion  profunda^  no  debían  ni  siquiera  haberse 
estampado  en  letras  de  molde. 

Las  restantes  instrucciones  se  referían  á  la 
abolición  de  los  fueros,  á  la  intervención  de  la 
Asamblea,  en  las  exacciones  del  invasori  á  que 
fuesen  rematadas  todas  las  rentas  municipales,  y 
á  la  publicidad  de  los  actos  de  la  Asamblea.  In- 
significantes eran  estas  últimas,  como  se  vé,  com- 
paradas con  la  quinta;  por  lo  tanto  no  merecen 
que  nos  detengamos  en  ellas. 

«Tales  fueron  las  instrucciones,  y  su  claridad 
haría  impertinente  cualquier  comentario»,  dice 
con  mucho  acierto  el  Sr.  Roa  Barcena.  Realmen- 
te, tanto  se  puede  decir  de  ellas,  que  para  no  ex- 
tenderse en  interminables  reflexiones,  basta  con 
trascribirlas,  para  que  el  lector  haga  los  comen- 
tarios^que  tenga  á  bien. 


XI 


En  los  últimos  días  de  Enero  corrió  por  la  ciu- 
dad la  noticia  de  que  el  ingeniero  norteamerica- 
no Smith,  en  compañía  de  otros  individuos,  iba  á  ir 
á  los  manantiales  de  los  Leones  y  el  Desierto,  que 
surten  de  agua  á  la  capital,  á  observar  el  curso  de 
las  aguas  y  á  procurar  su  nivelación,  para  hacer 
un  proj'ecto  que  facilitase  la  introducción  de  ella. 
También  se  dijo  que  el  Ayuntamiento  no  había 
omitido  gasto  alguno  para  este  viaje, 


-  419  - 

Nadie  paró  mientes,  porque  la  noticia  nada  te- 
nía de  extraordinaria,  y  sí  sólo  llamó  la  atención 
que  se  llevase  al  Desierto  la  vela  que  servía  para 
las  grandes  procesiones  del  Corpus  y  otras,  y  que 
Mr.  Laurent,  un  fondista  muy  conocido,  saliese 
para  aquel  lugar,  la  tarde  del  viernes  28  de  Ene- 
ro con  dos  carros  llenos  de  viandas,  cajas  de  vi- 
no, vajillas,  manteles,  sillas,  etc.,  en  unión  de  mu- 
chos mozos,  galopines,  etc. 

Al  siguiente  día,  á  eso  de  las  siete  de  la  maña- 
na, los  habitantes  de  la  ciudad  vieron  que  los 
miembros  del  Ayuntamiento  se  reunían  en  la  ca- 
sa del  Dr.  Hegewish,  situada  en  la  calle  de  San- 
ta Brígida,  donde  á  poco  se  les  reunió  el  general 
Scott  y  los  principales  jefes  de  los  invasores,  sa- 
liendo todos  juntos  por  la  garita  de  Belén  y  to- 
mando el  camino  que  conduce    á  Tacubaya. 

La  Estrella  Americana,  dos  días  después  pu- 
blicaba con  el  título  de  "Un  agüero. — El  general 
Scott  sorprendido",  un  artículo  en  el  que  daba 
cuenta  del  paseo^  y  del  que  tomamos  los  siguien- 
tes párrafos: 

"Hace  pocos  días  que  una  comisión  del  Ayun- 
tamiento llegó  cerca  del  general  Scott,  y  después 
de  expresar  que  el  Ayuntamiento  hace  algún 
tiempo  deseaba  visitar  al  general  en  jefe  del 
ejército  americano;  pero  que  habían  sido  deteni- 
dos^ por  ti  temor  de  interrumpir  sus  ocupaciones 
importantes,  habían  determinado  convidarlo  á  él 
y  á  los  oficiales  gue  el  general  desease  que  lo 
acompañasen^    á  dar  un    paseo  al  campo,    á  una 


-  420  - 

corta  distancia  de  la  ciudad,  indicando  las  cerca- 
nías de  Santa  Fé,  si  fuese  agradable  al  general. 
"La  atención  j^  cortesía  del  Ayuntamiento  agra- 
dó al  general;  aceptó  el  convite  sin  titubear,  y  el 
sábado  pasado  el  general  en  jefe,  con  los  Grales. 
Butler,  Smith  y  otros  oficiales,  salieron  á  caballo 
á  las  ocho  de  la  mañana,  por  la  garita  de  Belén» 
acompañados  por  el  Ayuntamiento,  y  continua- 
ron en  el  camino  algunas  millas  adelante  de  Santa 
Fé,  á  cuyo  tiempo  algunos  oficiales  americanos 
empezaron  á  pensar  á  donde  iban  y  el  objeto  de 
este  largo  paseo. 

"La  vereda  era  tan  áspera,  que  el  general  se 
había  apeado  y  más  de  una  vez  preguntó  si  faltaba 
mucho,  y  tal  vez  empezaba  á  pensar  que  había 
aceptado  la  invitación  del  Ayuntamiento  con  de- 
masiada precipitación,  cuando  de  repente  no  sólo 
se  vio  SORPRENDIDO  siuo  ASOMBRADO  por  una  partí, 
da  de  mexicanos  armados  hasta  los  dientes,  con 
toda  clase  de  instrumentos  que  la  invención  del 
hombre  haya  inventado  para  hacer  música.  Pa. 
sando  á  esta  espléndida  banda  de  música,  que  lo 
saludó  con  una  magnífica  pieza  de  armonía  melo- 
diosa, el  general  se  encontró  al  frente  de  unas 
ruinas,  las  más  admirables,  sobre  el  continente  de 
América." 

Después  de  referir  de  una  manera  caprichosa 
la  historia  de  la  fundación  del  abandonado  con- 
vento, continuaba  el  periódico: 

«El  haber  estado  allí  haría  un    punto  memora- 


-  421  - 

ble  en  la  vida  de  cualquier  viajero;  el  haber  sido 
conducidos  allí  como  norteamericanos,  por  el  H. 
Ayuntamiento  Mexicano,  mientras  estamos  en 
guerra  con  la  República  [Mexicana,  es  im  sem- 
blante en  el  porvenir  lleno  de  interés,  y  para  los 
que  desean  la  paz,  lleno  de  esperanzas.  Pero  esto 
no  era  todo.  El  Gral.  no  sólo  fue  conducido  á  unas 
ruinas  admirables,  sino  que  el  Ayuntamiento,  la 
tarde  anterior,  había  mandado  á  un  personaje, 
nada  menos  que  A  Laurent  (el  que  no  conoce  A 
Laurent,  no  se  conoce  á  sí  mismo),  con  todas  las 
cosas  imaginables,  para  una  rica  colación.  Una 
mesa  ricamente  adornada,  dispuesta  debajo  de  un 
hermoso  toldo,  se  veía  cubierta  de  los  manjares 
más  esquisitos,  y  de  los  gustosos  vinos  Borgoña, 
Madera,  Sauterne,  Jerez,  Champagne  y  otros  no 
menos  estimables. 

"Un  discurso  corto  por  el  alcalde,  primero  á  la 
cabecera  de  la  mesa  (el  general  Scott  á  su  izquier- 
da, el  general  Butler  á  su  derecha,)  y  después  se- 
guían alternativamente  un  mexicano  y  un  america- 
no á  ambos  lados  de  la  mesa  y  por  toda  su  extensión) 
fué  uno  de  los  más  á  propósito  para  conmover  que 
jamás  se  ha  oído.  Habló  de  los  triunfos  de  las  ar- 
mas americanas,  y  de  las  severas  lecciones  que 
se  han  dado  á  México,  y  expresando  la  esperanza 
de  que  México  sacará  provecho  de  sus  actuales 
aflicciones  y  que  todavía  salga  de  la  guerra  con 
sus  instituciones  purificadas  y  su  pueblo  elevado 
en  la  escala  de  la  inteligencia,  prosperidad  y  feli- 
cidad  entre  las  naciones  de  la  tierra.  El  general 


—  422  — 

americano  hizo  una  pronta  y  adecuada  respuesta 
y  toda  la  partida  se  encontró  con  la  mayor  fran- 
queza, unos  con  otros,  sin  que  j'a  pensaran  en  que 
eran  ó  habían  sido  enemigos.  Los  brindis  se  si- 
guieron, unos  tras  otros,  en  rápida  sucesión,  como 
si  cada  uno  estuviese  deseoso  de  manifestar  su 
buena  voluntad  y  que  sabían  que  el  tiempo  era 
corto,  pues  tenían  im  camino  de  unas  cinco  leguas 
en  reserva." 

El  Noe teamericano  también  hizo  una  crónica 
del  festín,  aunque  más  sucinta  que  la  anterior,  no 
obstante  que  envió  á  su  cronista  Reuben;  después 
de  comparar  á  Scott  á  caballo  con  Kleber  en  el 
monte  Thabor,  de  citar  como  asistentes  al  coro- 
nel Kiley,  mayor  Thomas,  y  á  Sibley,  y  de  descri- 
bir el  viaje  y  las  ruinas  con  palabras  altisonantes 
decía: 

"Todos  los  de  la  comitiva  estaban  tan  alegres 
como  los  frailes,  y  el  buen  humor  duró  hasta  el  fin 
de  la  comida;  entonces  se  levantó  un  ciudadano  y 
dirigió  la  palabra  á  los  convidados.  Era  un  litera- 
to y  hombre  de  Estado,  y  su  voz  clara  y  sonora 
nos  recordó  la  de  nuestro  Preston.  Cumplimentó 
al  general  en  jefe  y  con  la  sonrisa  en  los  labios 
hizo  una  corle ^í.i  y  habló  de  nuestro  país,  de  un 
modo  apasionado  y  brillante.  El  general  en  jefe 
parecía  tan  pagado  }■  satisfecho  como  si  hubiera 
recibido  una  rendición.  Siguió  hablando  y  aludió 
al  valoi'  y  magnanimidad  de  nuestro  ejército,  de 
las  sangrientas  batallas  que  había  ganado  y  de 
sus  materiales  invencibles.  El  viejo  general  y  los 


-  423  - 

demás   llenaron  sus  vasos  y  el  jefe  pronunció  con 
énfasis  estas  palabras:  "Dios  los  bendiga. " 

Esta  es  la  crduica  exacta  ó  por  lo  menos,  la  úni- 
caquese  publicó  en  aquellos  días;  El  Monitor  se  li- 
mitó á  reproducir  los  artículos  que  hemos  dado  á 
conocer,  sin  comentarlos;  El  Municipal,  órgano  de 
la  Asamblea  Municipal  nada  habló  del  banquete, 
limitándose  á  hablar  de  la  vista  de  ojos  verificada 
en  los  manantiales  del  Desierto  que  surtían  de 
agua  la  ciudad,  como  de  una  cosa  común  y  corrien- 
te que  se  verificaba  todos  los  años,  al  tomar  pose- 
sión cada  nuevo  A}'untamiento;  otros  diarios  como 
El  Coxgreso,  El  Eco  del  Comercio  y  El  Mexica- 
no, hablaron  del  banquete  en  términos  generales; 
en  cuanto  al  Iris  Español  y  al  Tribuno  del  Pue- 
blo, no  hemos  podido  conseguir  ningún  ejemplar- 

La  afirmación,  pues,  de  que  en  el  banquete  se 
pronunciaron  birndis  por  mexicanos,  en  favor  de 
la  anexión  de  México  á  los  Estados  Unidos,  des- 
cansa, además  de  en  las  bases  que  veremos  más 
adelante,  en  las  siguientes:  Zamacois  (1)  dice  termi- 
nantemente: "A  estos  brindis  (los  de  Suarez  Triarte 
y  de  Scott),  siguieron  varios,  entre  los  cuales  se  es- 
cuchó uno  pronunciado  por  otro  de  los  miembros 
del  Ayuntamiento,  en  que  "brindó  por  la  anexión 
de  México  á  los  Estados  Unidos."  Esta  base  es  dé- 
bil, como  se  vé,  á  pesar  de  la  afirmación  tan  cate- 
górica que  hace;  pero  haj'  otras  que  vienen  á  dar- 
le más  solidez:  El  Sr.  Roa  Barcena  en  la  obra  va- 

[11  '•Historia  de  México,"  Tomo  XIII,  pág   102. 


-  424  - 

rías  veces  citada  dice:  (1)  '-Agregaré  que  enaqiie 
líos  días  se  aseguró  generalmente  que  en  tal  con- 
vite se  había  brindado  por  la  anexión  de  México  á 
^os  Estados  Unidos.  Profunda  fué  la  indignación 
que  la  noticia  de  tal  hecho,  real  ó  supuesto,  causó 
en  todo  el  país;  y  personas  notables  del  partido  pu- 
ro se  apresuraron  á  rechazar  en  los  periódicos  los 
graves  cargos  que  se  le  hacían  con  motivo  de  lo 
acaecido  en  el  Desierto,  negando  toda  participa- 
ción en  las  ideas  y  en  los  actos  de  quienes  se  agru- 
paban en  torno  del  invasor  y  anatematizando  con 
frases  durísimas  su  conducta.  En  cuanto  á  los  brin- 
dis, SI  LOS  HUBO,  no  será  teraei-ario  suponer  que, 
cuando  menos  hayan  sido  de  acuerdo  con  las  "Ins- 
trucciones," )o  cual  sería  ya  bastante  grave  por 
sí  solo." 

Los  autores  de  los  "Apuntes»  sobre  la  guerra, 
se  contentan  con  expresarse  en  términos  bastan- 
te duros,  contra  los  miembros  de  la  Asamblea, 
por  sus  actos  en  general;  pero  nada  dicen  espe- 
cialmente acerca  del    banquete  ni    de  los  brindis. 

Por  nuestra  parte  hemos  registrado  la  prensa 
de  aquellos  días  que  hemos  podido  procurarnos 
con  diligencia  y  durante  la  ocupación  de  la  ciu- 
dad por  los  invasores,  nada  dijo  de  que  en  los 
brindis  se  hablase  de  anexión  á  los  Estados  Uni- 
dos. Sin  embargo,  cuanta  persona  nos  ha  hablado 
de  esa  época  ha  afirmado  categóricamente  que  ?í 
se  virtió  esa    idea  en  un  brindis,    y  aun  se  nos  ha 

[1]  Pííg-ina  5l,3. 


-  425  - 

citado  el  nombre  del  individuo  que  lo  dijo;  pero 
como  esto  no  nos  ha  dadoln  convicción  suficiente, 
para  afirmar  que  realmente  se  brindo  por  la  ane- 
xión de  México  á  los  Estados  Unidos,  preferimos 
callar  ese  nombre  y  que  el  lector  juzgue  lo  que 
crea  más  conveniente,  hacie;ido  antes  algunas 
advertencias. 

Los  autores  de  la  obra  "Apuntes  para  la  histo- 
ria de  la  guerra  de  México",  fueron  testigos  pre- 
senciales de  la  mayoría  de  los  sucesos  que  refie- 
ren; y  de  los  que  no  vieron,  tuvieron  ocasión  de 
reunir  datos  recientes,  ya  fuese  de  los  documen- 
tos de  la  época,  ya  de  relaciones  orales;  sin  em- 
bargo, como  escrita  la  obra  por  diversas  perso- 
nas que  pertenecían  á  distintos  partidos  políticos, 
según  ellos  mismos  lo  confiesan  en  el  prólogo 
de  ella,  acaso  prefirieron  callar  un  suceso  que 
deshonraba  á  algunos  individuos  que  profesaban 
las  mismas  ideas  que  alguno  de  ellos;  además, 
por  esta  misma  circunstancia  }•  por  la  de  ser  con- 
temporáneos de  los  sucesos  que  narraban  y  ado- 
loridos por  los  reveses  sufridos,  no  podían  ser  im- 
parciales como  lo  demuestra  el  párrafo,  entre 
otros,  en  que  dan  cuenta  de  la  elección  de  la  Asam- 
blea,   (1)  y  sin    embargo,  no    escriben   los  nom- 

[1]  "'Se  fraguó  una  representación— dicenen  los  .i4/)M«í^s 
históricos — que  firmaron  unos  cuantos  hombres  oscuros  y 
desconocidos.  Estos  hombres  tomarou  la  voz  de  todos  los 
habitantes  del  Distrito:  formaron  sus  elecciones,  y  erigie- 
ron balo  los  auspicios  y  protección  del  conquistador,  una 
Asamblea  Municipal,  otorgándole  poderes,  para  hacer 
una  multitud  de  reformas,  por  snpuesto,  si  era  del  agra- 
do y  conformidad  de  l'^s  dominadores.  En  el  ejército  ame- 
ricano existía  un  partido  de  agregación,  compuesto  de  los 

Estudios  hist<5rico3.— 54 


—  426  ~ 

bres,    ni  del    Presidente,  ni  de  los  miembros    de 
ella. 

En  cuanto  á  Zamacois,  en  aquella  época  estaba 
en  el  país  y  pudo  ver  mucho  de  lo  que  refiere; 
sin  embargo,  el  criterio  general  que  domina  en 
su  obra  y  la  idea  de  poner  de  relieve  las  faltas 
y  defectos  de  todos  los  mexicanos,  llevado  de  la 
idea  de  demostrar  que  desde  la  independencia  no 
cometimos  raás  quedesaciertos,  lo  hace  sospecho- 
so. Para  afirmar  que  se  brindó  por  la  anexión  debía 
haber  aducido  siquiera  una  prueba,  pues  la  acu- 
sación es  demasiado  grave.  En  cuanto  á  los  de- 
más autores  que  han  escrito  sobre  aquella  época^ 
la  circunstancia  de  ser  sus  obras,  obras  de  par- 
tidarios donde  se  trataba  de  sincerar  á  los  corre- 
ligionarios, hace  que  su  opinión  no  deba  tomar- 
se en  consideración. 

Exceptuamos  sin  embargo  al  Sr.  Roa  Barcena, 
que  como  se  ha  visto,  refiere  lo  que  se  dijo;  y  aun 
de  su  obra  tomamos  otra  razón,  que  deb  e  tenerse 
en  cuenta,  para  formar  criterio  en    este    delicado 


qne  forrr.abíin  su  riqueza  á  costa  tic  los  caudales  del  Era- 
rio de  su  nación, y  c^te  partido  encontró,  no  diremos  eco, 
sino  viles  instrumentos,  en  un  puñado  de  liombres,  6  de- 
masiado alucinado-^,  ó  profundamente  malvadoí.  Este  fu¿ 
en  compendio,  el  origen  de  la  célebre  Asamblea  INlunicipal 
qu'.-  hizo  aparecer  al  Distrito.  A  e-.a  misma  población 
que  había  derramado  sus  tesoro^  y  prodigado  su  sangre, 
en  la  defensa  hecha  poco  antes,  coíno  una  ciudad  desleal, 
qui'  aband' naba  á  un  gobierno  desgraciado  y  combatido 
por  los  partidos,  y  que  abrazaba  con  ahinco  la  causn  de 
sus  dominaílores,  reiiifrando  para  si -mprc  d^-  su  pabellón  , 
de  >u  independencia,  y  de  sus  derechos.  Atortunadamentc 
ha  sido  bien  marcada  la  diferencia  que  deben  establecer 
entre  el  vértigo  de  una  corta  facción,  y  \a  voluntad  de 
una  ciudad   entera." 


-  427  - 

asunto:  "Los  hombres  más  notables,  dice,  de  ese 
grupo  (de  munícipes),  á  un  celo  fanático  por  la 
práctica  de  sus  principios  progresistas,  unían  el 
profundo  convencimiento  de  la  pérdida  irremisi- 
ble de  la  autonomía  de  México;  y  á  su  absorción 
parcial  y  sucesiva,  que  iría  acabando  hasta  con 
las  razas;  errónea,  pero  sinceramente  juzgaban 
preferible  la  anexión  en  masa  y  bajo  condiciones 
que  aseguraran  la  conservación  de  esas  mismas 
razas  y  el  ejercicio  de  sus  derechos  civiles  y  polí- 
ticos en  el  seno  de  la  confederacioii  norteameri- 
cana." 

Comprendemos  perfectamente  que  nuestros  lec- 
tores van  á  quedar  descontentos  y  que  hubieran 
deseado,  por  no  tomarse  el  trabajo  de  aquilatar 
el  valor  de  los  argumentos  presentados,  que  hu- 
biéramos afirmado  categóricamente  que  sí  se  brin- 
dó por  la  anexión  ó  negado  también  de  modo  po- 
sitivo tal  suceso;  pero  no  era  posible  que  hiciéra- 
mos ni  una  ni  otra  cosa,  dado  que  no  teníamos  la 
convicción  de  ninguna  de  ellas;  compréndase  á 
su  vez,  que  cuando  de  buena  fé  se  escribe,  el  afi- 
cionado, como  nosotros,  ó  el  historiador,  no  pue- 
den aseverar  más  de  lo  que  los  documentos  ó  la 
conciencia  le  dictan,  y  que  el  que  se  aparta  de 
esta  pauta  ni  es  digno  de  crédito,  ni  merece  que 
sus  producciones  sean  leídas.  En  último  caso,  lo 
único  que  podemos  decir  de  nuestra  cosecha  con 
referencia  á  los  sucesos  del  Desierto,  es  que,  da- 
das Ias  convicciones  de  los  regidores  y  la  triste 
idea  que  tenían  de  los  destinos  de  su    patria,  uní- 


-  428  - 

dos  á  los  vapores  del  vino  del  banquete,  es  muy 
posible  y  verosímil  que  alguno  brindase  por  la 
anexión;  pero  no  se  puede  asegurar  que  sea  ente- 
ramente cierto. 

De  todos  modos,  la  conducta  de  ese  Ayunta- 
miento que  no  dudó  en  hacer  una  manifestación 
tan  pública  al  extranjero  que  ocupaba  la  capital 
de  la  nación  después  de  una  lucha  injusta  y  en  la 
que  habían  perecido  millares  de  mexicanos,  cuan- 
do toda  la  población  rechazaba  á  los  enemigos  y 
les  cerraba  las  puertas;  cuando  no  obstante  tan- 
tos reveses  sufridos  la  idea,  de  paz  estaba  muy  le- 
jos de  ser  popular  esa  conducta,  por  el  solo  he- 
cho de  organizar  el  banquete  fué  vituperable  é 
indigna.  Y  si  á  esto  se  agregan  las  frases  proferí 
das  en  los  brindis;  esc  afán  de  enaltecer  á  los 
enemigos  y  á  sus  instituciones;  de  extasiarse  ante 
las  victorias  que  aquellos  habían  obtenido,  cuan- 
do había  corrido  en  ellas  la  sangre  de  sus  herma 
nos,  era  más  que  indigno,  era  infame  y  denotaba 
que  no  sólo  el  orador,  sino  todos  los  mexicanos 
que  lo  escucharon  sin  protestar,  eran  de  la  ma- 
dera de  que  se  hacen  los  traidores. 

Esa  conducta  y  esos  brindis  indican  que  lo  más 
sencillo  era  que  deseasen  la  anexión  de  su  país 
al  vecino,  y  si  es  verdad  que  no  llegaron  á  for- 
mular ese  deseo  con  palabras,  debe  creerse  que 
no  fué  por  amor  á  su  patria,  sino  por  cualquier 
circunstancia  extraña;  pero  ella  no  es  obstáculo 
para  que  el  anatema  que  formuló  desde  luego  la 
sociedad  y  sancionó  después  un  alto  Tribunal  fué 


—  429  - 

merecido  y  no  cubrió  de  ignominia  á  los  conceja- 
les que  concurrieron  al  banquete,  á  causa  de  que 
ellos  mismos  se  hablan  ya  cubierto  de  ella,  desde 
el  momento  en  que  acordaron  celebrar  la  fiesta  y 
concurrir  á  ella.  Lo  único  que  causa  extiañeza 
es  que  todos  los  concejales  hubieran  consentido 
en  asistir  á  ese  banquete  y  que  á  pesar  de  los 
brindis  pronunciados  en  él,  no  hubiera  uno  solo 
que  protestase,  ya  en  aquel  momento,  ya  después 
porque  bien  pudiera  creerse  que  algunos  fueron 
á  la  Asamblea  de  buena  fé;  pero  su  conducta  pos- 
terior desmiente  tal  hipótesis. 

Sin  embargo,  había  entre  ellos  algunos  indivi- 
duos, que  poco  después  fueron  honrados  con  di- 
versos cargos,  como  el  Lie.  Macedo,  que  á  poco 
dejó  la  Asamblea,  para  ir  á  ocupar  su  puesto  en 
el  Congreso  general  reunido  en  Querétaro;  y  D. 
Miguel  Lerdo  de  Tejada  que  dos  años  después  pu- 
blicó una  carta,  que  conoceremos  más  adelante, 
en  la  que  protestaba  que  su-único  propósito  al 
aceptar  su  nombramiento  de-Regidor  fué  contri- 
buir al  bien  de  la  ciudad. 

Suárez  Iriarte,  cuando  pretendió  sincerarse  de 
los  cargos  que  se  le  hacían,  alegó  que  el  paseo 
había  tenido  por  objeto  visitar  los  manantiales 
que  surten  á  la  ciudad,  y  lo  explica  de  esta  mane, 
ra:  «  En  el  día  eti  que  se  iba  á  verificar  el  reconoci- 
miento de  las  aguas  potables,  estuve  muy  lejos 
de  creer  que  cometía  un  crimen  al  presentar  un 
obsequio,  á  nombre  de  la  ciudad,  al  que  le   había, 


—  430  - 

proporcionado  una  obra  (1)    que  llevada  á  cabo, 
podrá  ser  de  inmensos  resultados    para    los  habi- 
tantes de  esta  población.   Con  este  pasóla  ciudad 
manifestaba  que    sus    sentimientos    eran    nobles; 
que  discernía  los  beneficios  de  los   agravios;   que 
si  era  desgraciada,  no  había  sido  envilecida;  y  se 
captaba  al  mismo  tiempo  la  voluntad  de   un  hom- 
bre poderoso  que  tenía  entre  sus  manosja  vida  de 
un  compatriota    condenado   á  muerte  (2)  en    los 
tribunales    americanos.  Me  pareció  imposible  que 
el  General  Scott  derramara  la  sangre  de  un  mexi- 
cano en  la  misma  ciudad  que  acababa  de    acredi- 
tarle cuánto  sabía  apreciar  la  generosidad  de  un 
servicio.  En  efecto,  el  General  Scott  se  conmovió, 
prodigó  bendiciones  al  pueblo  de    México;    maní 
festó  que  sus  ardientes  deseos  eran    por  la  paz  y 
la  buena  armonía   entre    su  nación  y  la    nuestra; 
y  por  no  faltar  expresamente    á  las  foi-malidades 
de  los  juicios,  suspendió  indefinidamente  la  ejecujj 
cion  de  Luz  Vega,  que  así  se  llamaba  el   réó,   sin 
que  hubiera  llegado  á  tener  efecto.    Este  aconte_ 
cimiento  que  lejos  de  pretenderse  ocultar,  se  hizo 
con  toda  la  publicidad  de    un  acto  que  no  merece- 
rá reprobación,  luego    que  sea    bien  juzgado,    se 
interpretó  y  glosó  con  estudio  y  malicia  por  unos' 
y  con  extremo  candor  é  ignoranciapor  otros,  has' 
ta  asegurar  que  se  habían  gastado  sumas  inmen. 
sas  y  se  había  acordado  en  aquella  reunión  la  des 


1  El  reconocimiento  é  informe  del   ingeniero  Smith. 

2  José  de  Jesús  Vega,  acusado  de  promover  la  deser- 
ción, en  las  filas  de  los  invasores. 


-  431  - 

truccion  del  culto  y  la  anexión    de  la   República 
Mexicana  á  la  del  Norte. •> 

Hábilmente,  como  está  redactada  la  Defens-i, 
no  es,  sin  embargo^  suficiente  para  llevar  el  con- 
vencimiento al  ánimo  de  los  lectores  y  hacerles 
creer  que  esa  fiesta  fué  enteramente  inocente; 
pues  la  no  mención  de  ella  en  las  actas  de  cabil- 
do, la  omisión  en  las  cuentas,  de  la  partida  res- 
pectiva y  otras  circunstancias,  contribuyen  á  ha 
cer  ver  en  las  palabras  de  Suárez  Iriarte  un  re 
curso  de  reo,  hábilmente  explotado.  Además,  e, 
modo  con  que  habla  de  lo  ocurrido  en  la  comida 
hace  creer  que  sí  tuvieron  los  brindis  bastante 
intención,  pues  no  niega  terminantemente  que  se 
hablara  de  la  destrucción  del  clero  y  de  la  anexión 
de  México  á  los  Estados  Unidos. 


XII 


La  grita  que  contra  sí  suscitó  el  Ayuntamiento 
con  motivo  del  banquete  que  ofreció  á  los  Gene 
rales  norteamericanos,  fué  terrible.  La  prensa  y 
la  opinión  pública  se  declararon  desde  luego  con- 
tra aquel  cuerpo  y  empezaron  á  atacarlo  ruda 
mente,  haciéndole  cargos  por  el  abandono  en  que 
tenía  todos  los  ramos  á  él  sujetos,  no  obstante  su 
pomposas  promesas. 

Pidieron  que  se  publicasen    las    cuentas   de    lo 
gastado  en  el  Desierto,  el  cual,  decían,  había  eos- 


—  432  — 

tado  sumas  inoiensas;  pero  por  más  que  insistie- 
ron, esas  cuentas  no  se  llegaron  á  publicar  y  no 
constan  en  ninguna  de  las  actas  de  esa  Asamblea, 
así  como  tampoco  el  acuerdo  ó  autorización  para 
hacer  el  gasto  (1);  en  el  corte  de  caja  aprobado 
por  el  Ayuntamiento,  relativo  al  mes  de  Enero  de 
1S48,  no  se  encuentra  la  menor  referencia  á  ese 
desembolso,  que  si  bien  no  costó  lo  que  el  rumor 
público  afirmaba,  sí  abrió  una  buena  brecha  en 
^os  fondos  municipales,  que  ni  eran  abundantes  ai 
alcazabán  para  atender  á  las  numerosísimas  aten- 
ciones que  entonces  corrían  á  cargo  de  la 
ciudad. 

Con  el  único  objeto    de   hostilizar    al    Ayunta- 
miento se  fundó  el  periódico  titulado  El  Tribunal 
DEL  Pueblo,  qne  empezó    desde    luego    á  cumplir 
tan  fielmente  su  cometido  que  el  Regidor  Arteaga 
en  el  Cabildo  de  1"  de  Febrero  presentó  esta  pro- 
posición que  fué  aprobada:  "El  Tribunal  del  Pue- 
blo se  ha  fundado  exclusivamente  para   atacar    á 
la  Asamblea  municipal;  ésta  no  debe  ver   pasiva- 
mente que  se  le  injurie,  ni  que  se  le  quite  el  pres" 
*igio,  por  medio  de  ésa  publicación  subversiva:  la 
paz  se  hará  ó  no  se  hará  y    consiguientemente  el 
actual  Aj-untamiento  tendrá  una  duración    más  ó 
menos  considerable;  pero  entretanto  no  debe  per- 
mitir que  se  extravíe  la  opinión:  en  cuanto   á    lo^ 
capitulares  que  lo  forman  y   han   tenido    el  valor 


[1]  En  un  artículo  posterior  diremos  el  importe  de  esa 
fiesta,  que  fué  poco  mayor  de  seiscientos  pesos  y  cuyo 
gasto  lo  autorizó  verbalmente  el  mismo  SuArez  Iriarte. 


I 


—   4oo    — 

necesario  para  afrontar  el  peligro  en  el  campo 
de  batalla  y  para  arrostrar  cualquiera  aconteci- 
miento, deben  tenerlo  igualmente  para  reprimir 
las  demasías  de  la  prensa,  y  con  este  fin  hace  la 
excitativa  que  corresponde  á  los  señores  Sín- 
dicos." 

El  resultado  da  esta  excitativa  fué  que  se  de- 
nunciara al  periódico,  que  al  fin  tuvo  que  suspen- 
der su  publicación;  siempre  ha  sido  achaque  de 
os  que  proclaman  con  más  entusiasmo  la  libertad 
no  querer  que  nadie  censure  sus  actos. 

Pero  esas  arbitrariedades  eran  las  últimas  que 
iba  á  cometer  el  Ayuntamiento,  pues  los  aconte- 
cimientos políticos  se  precipitaban:  el  dos  de  Fe- 
brero, después  de  muchas  dilaciones  y  tropiezos, 
se  firmó  en  Guadalupe  Hidalgo  el  tratado  de  pa^ 
que  inmediatamente*fué  remitido  á  los  Estados 
Unidos  para  su  aprobación;  desde  luego  se  proce- 
dió á  celebrar  el  armisticio,  llegando  á  la  capital, 
para  ultimarlo, los  Generales,Don  Ignacio  Mora  j- 
Villamil  y  Don  Benito  Quijano,  los  días  17  y  19  de 
Febrero,  respectivamente. 

Antes,  sin  embargo,  de  que  este  se  llevara  á  ca- 
bo, todavía  el  Ayuntamiento  tuvo  ocasión  de  ha- 
cer algunos  actos  que  acabaron  de  desprestigiar. 
Ix),  si  eso  hubiera  sido  aún  posible,  después  de  lo 
que  había  hecho  anteriormente. 

Al  discutir  el  reglamento  de  policía  incluyó    en 

él  un  artículo,  que  decía;  "Son  obligaciones  de  los 

guardas  de  policía  rural,  aprehender    á  todas  las 

personas  sospechosas   que,  solas  ó  acompañadas. 

Estudios  históricos.— Sá. 


—  434  - 

inermes  ó  armadas,  apareciesen  por  los  poblados, 
poniéndolas  en  el  acto  á  disposición  del  alcalde 
primero  de  la  municipalidad;  perseguir  todas  las 
gavillas  que  con  cualquiera  denominación  se  pre- 
sentaren, auxiliándose  mutuamente  los  de  un  po- 
blado ó  hacienda,  con  los    de  otros;  aprehender  á 

LOS  DESERTORES  DEL  EJÉRCITO  AMERICANO  ÍARA  EL 
SIMPLE   EFECTO   DE   REMITIRLOS  Á  SUS  JEFES;   OtC."   "Sc 

consideró,  dice  el  Sr.  Roa  Barcena,  como  una 
crueldad  en  lo  moral  y  como  una  acción  verdade- 
ramente antipatriótica  condenar  á  horribles  cas- 
tigos á  ios  individuos  que  abandonaban  las  filas 
del  enemigo,  casi  siempre  para  pasarse  á  las  nues- 
tras; y  cooperar  de  esta  manera  A  conservarle  su 
fuerza  y  á  impedir  los  medros  de  la  nuestra;  bien 
que  á  este  último  respecto  sea  justo  recordar  que 
en  la  fecha  de  la  expedición  del  reglamento  era  ya 
un  hecho  la  celebración  del  tratado  de  paz."  A  es- 
to únicamente  tenemos  que  decir  que  si  bien  ese 
reglamento  se  expidió  hasta  el  16  de  Febrero,  se 
propuso  y  se  discutió  ese  artículo,  desde  los  últi- 
mos días  de  Enero,  cuando  todavía  se  veía  muy 
dudosa  la  paz;  por  lo  tanto  las  consideraciones 
que  da  á  conocer  el  Sr.  Roa  Barcena,  contra  el  pa- 
triotismo y  sentimientos  humanitarios  del  Ayun-  i 
tamiento  quedan  en  pié. 

Los  otros  actos  criticables  del  Ayuntamiento 
fueron:  la  cuestión  que  tuvo  con  el  Secretario  Don 
Cástulo  Barreda  y  la  aplicación  indebida  de  la 
contribución  de  guerra;  el  primero  de  estos  inci- 
dentes ocurrió  de  esta  manera. 


-  435  - 

Habiendo  pedido  el  Secretario  del  Ayuntamien- 
to, Lie.  Don  Castillo  Barreda,  en  el  Cabildo  de  5 
de  Febrero,  la  palabra,  para  leer  un  informe,  Suá. 
rez  Iriarte  se  la  negó,  diciendo  que  allí  sólo  tenía 
voto  consultivo,  cuando  fuera  requerido  para  ello 
Barreda  fundándose  en  las  ordenanzas  municipa-* 
les  contestó  y  después  formuló  una  protesta  que 
fué  declarada  irrespetuosa  por  la- Asamblea  muni- 
cipal, que  separó  á  aquel  de  su  puesto:  el  Secreta- 
rio ocurrió  al  Juez  Flores  Alatorre,  pidiendo  ser 
repuesto  en  su  empleo,  lo  que  se  decretó  alg-unos 
días  después;  se  dijo  sin  embargo  que  el  Juez  iba 
á  ser  destituido  por  esa  reposición,  lo  que  causó 
gran  indignación. 

En  cuanto  al  incidente  de  la  contribución  de 
guerra,  fué  más  grave.  El  Gobernador  militar 
americano  decretó  en  4  de  Febrero  que  á  la  Capi- 
tal se  le  agregarían  los  Distritos  de  Texcoco,  Teo- 
tihuacan,  Chalco,  Tlalnepantla,  Zurapango,  Cuau- 
titlan,  Tlálpam,  Tulancingo,  Pachuca  y  Apam, 
del  antiguo  Estado  de  iNIéxico  y  qué  de  la  suma 
de  $668,332  asignada  á  todo  él  y  á  la  Capital,  cor- 
respondían á  la  nueva  división  las  dos  terceras- 
partes  de  esa  suma.  Esta  asignación  fué  hecha 
por  el  invasor,  en  virtud  del  acuerdo  del  Gobierno 
de  Washington,  de  que  los  gastos  de  la  guerra 
los  sufragara  el  país  invadido,  á  fin  de  apurarlos 
medios,  para  obligarlo  á  firmar  la  paz.  Para  po- 
der pagar  el  primer  abono  de  esa  contribución 
que  vencía  el  20  de  Febrero,  la  Asamblea  Muni- 
cipal decretó -un  impuesto  de  6   por    ciento,  sobre 


—  436  - 

rentas;  mas  como  esto  no  fuera  bastante,  el  16  de 
Febrero  esa  Corporación  se  declaro  en  sesión  per 
manente,  hasta  no  haber  resuelto  la  dificultad  de 
reunir  la  sunía  de  cien  rail  pesos,  importe  del  pri- 
•mer  abono;  los  miembros  de  la  Asamblea  que  se 
veían  en  los  mismos  apuros  que  los  del  Ayunta" 
miento  legítimo,  sin  que  les  valieran  de  nada  las 
bajezas  que  emplearon  con  el  invasor,  determina- 
ron enviar  entre  tanto  una  Comisión  al  Goberna- 
dor Smilh  para  conseguir  ;ma  prórroga;  pero  co- 
mo éste  permaneció  inflexible,  en  la  madrugada 
del  17  se  acordó  exigir  de  los  contribuyentes,  dos 
tercios  adelantados  del  nuevo  impuesto  predial. 

Empezó  á  hacerse  efectivo  este  acuerdo  ejecuti- 
vamente, y  aunque  el  general  Butler,  sucesor  de 
Scott,  (1)  prorrogó  el  plazo  para  el  pago  del  abo- 
no hasta  el  24  de  Febrero  (2)  el  Ayuntamiento  no 
sólo  no  hizo  pública  esta  prórroga,  sino  que  cuan- 
do El  Moxitor  habló  de  ella,  aquel  la  negó  ter- 
minantemente, con  el  objeto  evidente  de  acabar 
de  reunir  la  suma  que  importaba  el  abono;  mas 
estando  ya  tan  adelantados  los  arreglos  del  ar- 
misticio, esa  contribución  no  llegó  á  cobrarse,  y 
los  veintitantos  mil  pesos  que  para  el  pago  de  ella 
había  reunidos,  se  emplearon  en  pagar  á  los  em- 
pleados del  poder    judicial  y  en  saldar    le  cuenta 


[1]  El  18  de  Febrero  y  en  virtud  de  Ui  acusación  que 
se  le  habla  hecho,  entregó  Scóll  el  mando  del  ejercito 
norteamericario  á  Butler 

[2]  hsta  prórroga  se  debici  en  realidad  A  los  comisio- 
nados mexicanos  para  arreglar  las  bases  del  arinistiico 
que  ya  habían  adelantado  bastante  en  sus  trabajos 


-  437  - 

del  cocinero  Laurent,  que  sirvió  el  banquete  en  el 
Desierto,  dándose  así  motivo  para  nuevas  y  fun- 
dadas censuras  al   Ayuntamiento. 

Como  si  éste  no  tuviera  bastante  con  la  mala 
voluntad  que  todos  le  manifestaban,  en  vez  de 
ocuparse  de  las  atenciones  urgentes  de  la  ciudad, 
se'ocupaba  muy  seriamente  de  la  proposición  del 
Regidor  Buenrostro,  que  pretendía  que  el  Valle 
de  México,  es  decir^  la  ciudad  con  todos  los  Dis- 
tritos que  el  invasor  le  había  agregado,  se  cons- 
tituyese en  Estado  libre,  soberano  é  independien- 
te; y  de  hecho  la  misma  Asamblea  empezó  á  le- 
gislar, para  la  nueva  entidad,  decretando  contri- 
buciones, tratando  de  organizar  la  policía,  nom- 
brando jueces  y  alcaldes,  destituyendo  jefes  polí- 
ticos que,  como  el  de  Tlálpam,  Don  Antonio  del 
Río,  eran  hombres  honrados  y  cumplían  con  su 
deber. 

Pero  por  más  que  la  Asamblea  Municipal  se 
afanaba  en  hacer  todo  eso,  sabía  perfectameiite 
que  nada  quedaría  de  su  obra  y  que  sus  días  esta- 
ban contados;  de  los  mismos  miembros  que  la 
componían,  algunos  no  concurrían  á  los  Cabildos, 
á  fin  de  no  quedar  inodados  en  todos  los  actos  de 
ella;  otros,  como  Espinosa  y  Ruiz,  renunciaron,  y 
D.Justo  Pastor  INIacedo,  á  su  vez,  hizo  otro  tanto, 
siendo  á  poco  electo  Diputado  é  ido  á  ocupar  su 
puesto  en  el  Congreso  que  se  estaba  reuniendo  en 
Querétaro. 

El  17  de  Febrero  apareció  en  las  esquinas  de 
la  Capital,  una  exposición  firmada    por  gran  nú- 


-  438  - 

mero  de  personas  de  todas  las  clases  de  la  socie-l 
dad,  en  que  se  excitaba  ai  Ayuntamiento  á  disol.^ 
verse,  en  vista  de  la  mala  voluntad  que  se  le  te- 
nía, de  su  origen  revolucionario,  de  los  ningunos 
bienes  que  había  hecho  á  la  ciudad  y  de  los  mu- 
chos males  que  en  cambio  Iiizo,  con  su  antipatrió- 
tica conducta. 

Para  que  se  vea  ia  poca  simpatía  que  aun  en- 
tre los  invasores  dislrutiba  esa  Corporación,  in- 
sertamos unos  fragmentos  de  un  artículo  titulado 
"La  Paz"  que  publicó  La  Estrella  Americana  el 
16  de  Febrero. 

«Pero  la  otra  gente  que  contraría  la  paz  y  que 
forma  la    tercera  clase,    que    verdaderamente  es 
una  tercera  entidad,  que  ha  aparecido  de  dos  me-' 
ses  á  la  fecha,  es  un  aborto  del  genio  del  mal  que! 
persigue  á  este  desdichado  país,  es  una    reunión; 
heterogénea,  improvisada  y  dirigida    sólo  por  eli 
más  vil  interés  particular,    dé  quienes  lo  compo- 
nen.  Ellos  no  han  tenido  vergüenza    de  parodiar 
al  General  Santa  Anna,  nombrando  como  él  á  los 
que  habían  de  elegirlos,  y  haciendo  como  él  pro- 
mesas que  no  han  cumplido,  ni  cumplirán.  Esa  pe- 
q  ucña  reunión,  que    no  merece   ni  el   nombre  ác 
facción  y  mucho  menos  el  de  partido,  ha  atacado 
el  secreto  con  que  dice  que  se  están    tratando  los 
preliminares  déla    paz,  demostrando    asi  no  sólo 
su  mala  fé  y  dañadas    intenciones;  sino    su  crasa  | 
ignorancia  y  sus    ningunos  alcances.    ¿De  donde  j 
ha  ocurrido  á  esa  gente  la  peregrina  idea  de  que  , 
las  negociaciones    diplomáticas  han   de  tratarse] 


—  439  - 

públicamente?  -Por  qué  razón,  por  qué  principio 
de  derecho  internacional  llaman  negociaciones 
clandestinas,  á  las  que  tienen  aquel  carácter?  ¿Y 
por  qué  desnudan  del  que  puede  tener  nuestro  co- 
misionado, haciendo  á  éste  y  á  nuestro  gobierno 
la  grave  injuria  de  suponer  que  no  saben  lo  que 
hacen? 

"Han  apelado  también  á  la  superchería  de  ne- 
gar la  legitimidad  del  actual  gobierno  nacional 
de  México,  con  aquella  sofistería  y  aquella  chica- 
na  que  saben  emplear  para  hacer  injusticias  atro- 
ces y  para  embrollar  los  pleitos  y  hacerlos  eter- 
nos, figurándose  al  hablar  de  la  paz  y  la  guerra, 
que  están  formando  uno  de  esos  escritos  en  que 
promueven  lo  que  llaman  «artículos."  ¡Miserables! 
¡Hablar  de  la  legitimidad  los  que  no  pueden  pre- 
sentar ni  visos  de  ella  en  los  puestos  que  han  asal- 
tado. 

"Mas  contrayéndonos  á  la  esencia  del  sofisma, 
fácil  nos  será  demostrar  con  los  más  bien  recibi- 
dos autores,  que  para  el  grande  asunto  de  la  paz 
ó  la  guerra  extranjera,  nada  tienen  que  ver  las  le- 
gitimidades de  Iqs  gobiernos  ni  sus  cuestiones  in- 
teriores sobre  ellas.  Basta  que  un  gobierno  exis- 
ta, porque  esa  existencia  supone  la  aquiescencia 
del  país,  para  que  pueda  tratarse  con  él  solida- 
mente.  ¿Qué  sería  del  mundo  si  se  fuera  á  cues- 
tionar la  validez  de  los  títulos  de  cada  gobierno, 
para  los  asuntos  internacionales?  Y  contrayendo- 
nos  á  México,  preguntamos  á  esos  hombres  de 
mala  fé:  ¿cuáles  han  sido  sus  gobiernos  legítimos? 


-  440  — 

...  .Es  preciso,  pues,  estar  locos  ó  ser  unos  mal- 
vados, para  poner  en  juego  las  maniobras  que 
esos  malos  mexicanos  han  adoptado,  para  con- 
.  trariar  la  paz  entre  los  Estados  Unidos  y  Méxi- 
co." 

Bastante  duro  y  humillante  'era  ese  lenguaje, 
para  los  miembros  de  la  Asamblea  Municipal;  pe- 
ro er.'i  muy  merecido,  ya  que  esos  hombres  no  só- 
lo se  habían  apoderado  de  los  puestos  públicos, 
por  su  propia  voluntad,  sino  que  aun  procuraban 
poner  oTjstáculos  para  la  celebración  de  la  paz, 
x'inico  medio  eficaz, entonces,  para  sacar  á  México 
del  miserable  estado  á  que  le  habían  conducido 
los  continuos  y  graves  desaciertos  que  cometie- 
ron los  gobiernos  todos,  desde  la  época  de  la  in- 
dependencia. Triste  cosa  es  que  extranjeros  fue- 
ran los  que  así  hablaban  de  nuestros  cornpatrip- 
tas;  pero  la  conducta  de  éstos  dio  lugar  á  ello. 

XIII. 

En  la  segunda  quincena, de  Eebrero  el  despres- 
tigio de  la  Asamblea  Municiparilegó  á  su  colmo, 
por  todos  los  desaciertos  que  había'cometido  y  por 
la  oposición  que  encontró  en  el  pi'iblico;  y  desde 
entonces  aun  los  mismos  capitulares,  vcian  su  caida 
próxima.  Por  otra  parte,  en  el  armisticio  que  estaba 
para  concluirse,  se  trataba  del  importante  asunto 
de  las  autoridades  mexicanas'y  Suáreziriartc  y  los 
suyos,  que  sabían  perfectamente  que  su  autoridad 


-  Ul  — 

no  era  legal  y  que  estaban  en  rebelión  abierta  con 
el  Gobierno    de  Querétaro,  (1)  comprendían  per " 
rectamente  que  su  dominación  ei  a  muy  transitoria' 
j  ya  sólo  buscaban  un  pretexto  para  salir  de  la  si- 
tuación embarazosa,  en  que  se  habían    colocado. 
Los  arreglos  para  el  armisticio  terminaron  el  25 
de  Febrero,  aunque  ese  documento  lleve  la  fecha 
29,  y  tres  días  antes,  los  capitulares  decretaron  la 
disolución  de  la  Asamblea,  al  amanecer  el  día  22, 
y  á  las  dos  de  la  tarde  enviaron  sus  renuncias  al 
Gobernador  militar  Smith,  por  medio  de  una  comi- 
sión:   el   pretexto    que  alegaron  para  tomar  esta 
medida,  fué  que  dicho  funcionario  no  había  comu- 
nicado oportunamente  al  Ayuntamiento  la  prórro 
ga  que  concedió  Butler,  para  el  pago  de  la  contri- 
bución de   guerra,   ni  la  suspensión  del  cobro  de 
esa   contribución,    poniendo   con  esta  omisión  en 
ridículo  á  la  asamblea,  que  la  seguía  cobrando.  La 
verdadera   causa   fué  que  los  mismos   concejales 
comprendieron  el  ridículo  papel  que  estaban  ha- 
ciendo y   prefirieron  disolver  la  Asamblea^  antes 
que  ser  arrojados  ignominiosamente  del  Salón  de 
Cabildos,  como  pudo  muy  bien  haber  sucedido. 
La  Esteell.v  Americ.\xa,  por  su  parte,  dijo  que  la 
disolución  de  aquella  Corporación  se  debía  á  su- 

[1]  El  PrcsiJcnie  Peña  y  Peña  en  su  maniliesto,  decia. 
acerca  del  Ayuntamienlo  de  México:  "En  la  Capital,  don- 
de flamea  ef  pabellón  americano,  se  maquina  traidora- 
mente  contra  la  nacionalidad  del  país:  allí  algunos  mexi- 
canos íi  quienes  la  posteridad  llenará  de  execración,  se 
disputan  el  poder,  usurpan  la  autoridad  municipal,  se 
apoderan  de  los  escasos  recursos  de  la  desdichada  ciudad 
y  biis-an  apoyo  para  sus  crímenes  en  la  fuerza  del  inva- 

Estudios  históricos.— 56. 


-  442  - 

gestiones  de  los  comisionados  mexicanos,  para  ce- 
lebrar el  armisticio. 

Aunque  es  probable  que  algo  hubiera  de  esto 
último,  lo  cierto  es  que  la  famosa  "Asamblea  Mu- 
nicipal" cayó  de  la  manera  más  ridicula  y  desai- 
rada, á  los  sesenta  dias  de  instalada  y  en  medio  de 
la  reprobación  del  público,  que  no  pudo  perdonarle 
su  falta  de  patriotismo.  En  los  primeros  momen- 
tos de  su  caída  se  dijo  que  se  volvería  á  reunir  y 
funcionaría,  hasta  tanto  que  se  celebrasen  nuevas 
elecciones;  mas  estos  rumores  eran  falsos  y  la  ciu- 
dad se  enteró  con  regocijo,  en  la  mañana  del  25 
de  esta  circular  que  se  fijó  en  las  esquinas:  "Ha- 
biendo cesado  en  sus  funciones  desde  hoy  el  Exmo. 
Ayuntamiento,  los  señores  alcaldes  entegarán  en 
'a  Secretaría  los  archivos,  libros  de  conciliaciones 
y  juicios  verbales,  firmando  al  margen  de  entera- 
dos. Dios  y  Libertad,  ¡México,  Febrero  25  de  18-18. 
— F.  Su.-vREz  Iriarte." 

Gil  Blas,  periódico  que  se  publicaba  en  aque- 
llosdías,  comentaba  la  noticia  en  estos  términos. 

"Cayó  el  monstruo;  la  municipalidad,  cubierta 
de  infamia  por  su  origen,  ha  sido  la  piedra  del  es- 
cándalo para  los  infortunados  habitantes  del  Dis- 
trito. Hoyrse  complacen  y  regocijan  porque  cesan 
en  sus  funciones,  dejando  abierto  el  campo  y  los 
sillones,  que  se  espera  sean  servidos  por  personas 
dignas  del  aprecio  de  la  mayoría  patriótica  y  sen- 
sata de  la  población:  en  el  entretanto,  si  bien  serán 
cxcecrados  los  nombres  del  difunto  Ayuntamiento 


-  443  - 

sus  compatriotas  se  compadeceían  de  los  grandes 
extravíos  en  que  incurrieron." 

La  conducta  de  esa  Asamblea  siempre  ha  sido 
vituperada,  y  con  mucha  razón,  pues  cuando  se 
necesitaba  que  todos  los  mexicanos  olvidando  las 
rencillas  y  los  intereses  de  partido  se  uniesen,  pa- 
ra contribuir  á  la  salvación  de  la  patria,  los  hom- 
bres que  compusieron  aquella,  olvidando  esto,  só- 
lo pensaron  en  su  interés  personal  y  por  satisfa- 
cerlo no  sólo  se  unieron  al  invasor,  sino  que  aun 
procuraron  ayudarlo  en  los  proyectos  de  anexión 
que  abrigaba  y  los  que  trató  de  propagar  de  una 
manera  casi  descarada.  En  concepto  nuestro  nada 
puede  disculpar  la  conducta  de  esos  hombres  y, 
como  lo  dijo  muy  bien  el  Sr.  Peña  y  Peñarla  pos- 
teridad debe  llenarlos  de  execración;  sin  embar- 
go, para  no  faltar  á  la  línea  de  conducta  que  nos 
hemos  impuesto,  trascribimos  lo  que  acerca  de 
ellos  dice  el  Sr.  Koa  Barcena: 

"Tanto  se  ha  abusado  en  tiempos  posteriores 
de  la  acusación  de  infidencia,  que  el  escritor  que 
no  presume  de  historiador,  sino  de  simple  narra- 
dor, y  que  sabe  hasta  dónde  ciegan  las  pasiones 
políticas,  y  cómo  influyen  los  sucesos  y  las  im- 
presiones del  momento  en  los  actos  de  la  vida 
pública,  se  limita  en  casos  como  éste,  á  agrupar 
datos  y  antecedentes,  todos  con  la  mayor  fidelidad 
posible,  para  que  otros,  con  pleno  conocimiento  de 
causa,  pronuncien  su  fallo,  que  él  no  se  ha  impues 
to  la  obligación  de  dar.  Además  de  todo  lo  ya 
sentado,  el  que  se  constituya  juez   deberá   tener 


-  444  — 

presente  dos  circunstancias,  una  de  cargo  y  otra 
de  abono,  respecto  de  los  miembros  mexicanos  de 
la  Asamblea  Municipal.  Voy  á  dar  idea  de  ellas. 

"La  circunstancia  de  cargo  se  deriva  déla  ten- 
dencia del  Gobierno  de  los  Estados  Unidos,  du- 
rante la  guerra,  á  procurar  3'  patrocinar  aquí  la 
formación  de  un  gobierno  adicto  á  aquel  pueblo, 
ó  por  lo  menos,  dispuesto  á  ajustar  la  paz  con  las 
ventajas  que  el  vencedor  se  proponía  obtener. 
Tal  tendencia,  indicada  desde  el  manifiesto  de 
Scott  en  Jalapa,  se  mostró,  sin  rodeos,  en  el  dis- 
curso del  Presidente  Polk  á  las  Cámaras  norte- 
americanas en  Diciembre  de  1847,  cuando  dicho 
funcionario  señaló  como  conveniente  que  los  del 
ejército  de  ocupación  en  México  alentaran  y  pro- 
tegieran á  los  amigos  de  la  paz,  en  el  estableci- 
miento de  un  gobierno  así.  La  agrupación,  las 
tendencias  y  los  actos  de  los  electores  y  electos 
de  la  Asamblea  pueden  y  acaso,  deben  ser  consi- 
derados por  el  invasor,  como  el  principio  de  la 
realización  de  aquellas  miras  políticas  suyas,  en 
días  en  que  aún  no  contaba  con  toda  seguridad, 
con  que  celebrara  la  paz  el  gobierno  mexicano 
existente;  y  han  podido,  al  par,  influir  en  el  ánimo 
de  este  mismo  gobierno  para  decidirle  á  entrar  en 
pláticas  con  el  enemigo,  por  mucho  que  desde  an- 
tes se  inclinara  á  ello,  como  es  notorio. 

"La  circunstancia  de  abono  ó  data  no  consta  en 
los  escritos  y  documentos  de  aquel  tiempo,  sino 
en  la  tradición  oral  de  las  personas  que  trataron 
con  alguna  intimidad  á  los   numícipcs,  á  quienes 


-  445- 

me  refiero.  Los  hombres  m;ís  notables  de  este  gru- 
po, á  un  celo  fanático  por  la  práctica  de  sus  prin- 
cipios progresistas,  unían  el  profundo  convenci- 
miento de  la  pérdida  irremisible  de  la  autonomía 
de  México:  y  á  su  absorción  parcial  j'  sucesiva  que 
iría  acabando  hasta  con  las  razas;  errónea,  pero 
sinceramente,  juzgaban  preferible  la  anexión  en 
masa  y  bajo  condiciones  c^e  aseguraran  la  con- 
servación de  esas  mismas  razas  y  el  ejercicio  de 
sus  mismos  derechos  civiles  y  políticos  en  el  seno 
de  la  Confederación  n^orteamericana.  (1) 


[1]  "De  la  existencia  del  parliJo  anexionista  habla  dos 
veces  el  enviado  norteamericano  Mr.  Trist  en  su  nota  re- 
servada de  6  de  Diciembre  de  1847,  al  Secretario  de  Esta- 
do Mr.  Buchanan. 

"Consideraba  dicho  enviado  como  un  obstáculo  serio 
para  el  tratado  de  paz,  la  influencia  "de  los  anexionistas; 
"de  los  que  están  irrevocablemente  resueltos,  cueste  lo 
"que  costare,  á  llevar  A  cabo  su  plan,  comenzado  mucho 
"antes  que  la  guerra,  de  oblig-ar  ;l  nuestro  país  á  unirse 
"A  éste."  Y  agrcíjaba:  "Si  Santa  Anna,  en  la  crisis  de  su 
"suerte,  no  tuvo  valor  para  hacer  el  tratado  único  que 
"podía  salvarle  y  que  le  hubiera  puesto  en  estado  de  lle- 
'•var  A  cabo  sus  despóticos  provectos,  sólo  fué  por  temor 
"de  sucumbir  á  este  mismo  partido,  ayudado  como  en- 
"tónces  estaba,  por  muchos,  cuyo  núcleo  era,  y  cuya  co- 
"nexion  no  se  extendía  A  más  que  al  punto  de  lá  oposición 
"á  Santa  Anna,  activa  ó  pasivamente. > 

Volviendo  Mr,  Trist  en  el  curso  de  su  nota  á  hablar 
de  los  anexionistas,  dice:  "Simpatizo  con  ellos  vi\-amen- 
"te,  y  siento  un  g:randc  y  firme  deseo  de  que  el  fin  á  que 
"aspiran  como  el  único  "medio  de  libertar  i.  su  país  de  la 
"anarquía  y  la  opresión,  fuera  posible  de  conseguir.  Pc- 
"ro  este  mismo  deseo  sólo  sirve  para  robustecer  mi  con- 
"fianza  en  la  exactitud  de  la  convicción  Tque  se  ha  ido 
"afirmando  más  y  más,  conforme  se  ha  ido  extendiendo 
"mi  Conocimiento'  del  país]  de  que  la  cosa  es  del  todo  im- 
"posible.  Mientras  más  he  profundizado  el  negocio,  más 
"íntimamente  me  he  ido  convenciendo  de  que,  inmensos 
"como  serían  los  beneficios  que  este  país  derivara  de 
"tal  conexión,  iría  acompañada  de  males  para  el  nuestro 
"infinitamente  mayores."  Hablando   del   caso  hipotético 

"de  la  Union  norteamericana,  agrega  Mi .  Trist: Al 

"fln  he  venido  á  considerar  esta  terr'ble  calamidad  co- 


-  446  — 

"La  primera  de  esas  circunslancias  fué  señala- 
da por  Otero  en  la  acusación;  pero  no  era  posi- 
ble que  la  segunda  lo  fuese  por  Suárez  Iriarte  en 
la  defensa. 

«.Curioso  es  notar,  de  paso,  que  así  los  anexio- 
nistas de  1847,  como  los  aceptantesde  la  interven- 
ción europea  en  1861  partieron  de  la  propia  idea 
de  que  México  iba  á  ser  víctima  del  «Destino  ma- 
ninesto»  de  los  Estados  Unidos;  y  que  éstos,  que 
negaron  á  Europa  el  derecho  de  procurar  y  pro- 
tejer  aquí  el  establecimiento  de  un  gobierno,  en 
la  segunda  de  dichas  épocas,  habían  querido  te- 
ner el  derecho  de  hacer  otro  tanto  ellos  mismos 
en  la  primera. > 

Por  atendibles  que  sean  las  razones  expuestas 
se  verá  que  no  son,  sin  embargo,  bastantes  para 
disculpar  la  conducta  de  las  personas  que  toma- 
ron parte  en  los  sucesos  que  dieron  á  México  esa 
Asamblea  Municipal. 

Antes  de  ver  el  fin  que  tuvieron  las  principales 
de  ellas  y  el  proceso  que  el  gobierno  legítimo  hi- 
zo que  se  les  siguiera,  es  preciso  hacer  una  lige- 
ra recapitulación  de  los  actos  de  esta  corpora- 
ción y  teniendo  en    cuenta  sus    actos  censurables 

''nio  un  gran  bien,  comparada  con  la  anexucion,  cnnues- 
"tros  días,  digo,  de  cs;te  país  al  nucbtro,  sea  por  conquis- 
•'ta,  ocupación  ó  convenio.  No  me  cabe  duda  de  que  esta 
"incorporación  ha   ilc  acaecer;  que  en  la  pliíxiiuh  du 


"ticos,  que  se  conservan  v  defienden    en  nuestro  país,' 
etc.,  etc. 


i 


-  447  - 

analizados  en  los  anteriores   capítulos,  ver  si  hi- 
zo algo  de  bueno,  que  le  sirva  de  abono. 

Terminó,  es  cierto,  el  arreglo  de  la  administra- 
ción de  justicia;  pero  el  proyecto  relativo  ya  lo 
tenía  muy  adelantado  y  casi  terminado  el  Ayun- 
tamiento anterior;  aunque  quiso  hacer  el  empa- 
dronamiento de  los  ciudadanos  le  faltó  tiempo 
para  ello  y  es  probable  que  aun  disponiendo  de 
él  no  hubiera  llegadoá  realizar  su  idea  por  la  fal- 
ta de  los  recursos  que  tal  operación  exigía;  tam- 
poco llegó  á  organizar  la  policía  por  más  que  al- 
guien afirme  lo  contrario,  acaso  porque  supo  que 
en  Cabildo  se  aprobó  un  proyecto,  para  la  orga- 
nización de  ella;  según  asienta  el  señor  Roa  Bar- 
cena, obtuvo  del  gobernador  civil  y  militar  que 
recibiese  diariamente  una  visita  oficial,  en  que  se 
le  manifestasen  las  quejas  del  vecindario;  consi- 
guió que  se  acuartelase  á  los  soldados  á  las  nue- 
ve de  la  noche  que  del  cuerpo  de  rifleros,  el  más 
moralizado,  se  destinaran  destacamentos  en  cin- 
co puntos  de  la  ciudad,  que  impidieran  las  riñas  y 
desórdenes;  que  disminuyera  el  número  de  las  ca- 
sas de  juego,  y  que  no  se  volviera  á  aplicar  en 
público  la  pena  de  azotes.  Ninguna  de  estas  me- 
didas, sin  embargo,  consta  en  las  actas  de  Cabil- 
do. En  cuanto  al  nuevo  sistema  de  contribuciones 
directas  sobre  fincas  y  profesiones,  que  ideó,  des- 
de luego  fué  puesto  en  práctica  y  es  la  base  del 
que  rije  actualmente. 

Tocante  al  reconocimiento  de  las    lagunas  que 
rodean  la  ciudad  y  al  proyecto  de  Smith,  para  evi- 


-  448  - 

tar  las  inundaciones;  Suáreziriarie  en  su  "Defen- 
sa" se  explica  de  este  modo:  «Solicité  del  general 
Scottque  sus  ingenieros  topográficos  prestasen  es 
te  interesante  servicio  á  la  ciudad,  }•  con  la  mejor 
voluntad  apetecible  se  prestó  al  acto,  facilitando 
diariamente  tropa,  al  oficial  especialmente  encar- 
gado del  trabajo,  quien  recorrió  todos  los  lagos, 
desde  el  de  Chalco  y  Xochimilco, hasta  el  de  San 
Cristóbal  y  Zumpango,  incluyendo  el  desagüe  de 
Huehuetoca;  cuyo  informe,  con  su  correspondiente 
perñl,  la  indicación  de  todas  las  obras  que  eran 
de  efectuarse  y  sus  presupuestos  para  la  deseca- 
ción de  los  lagos  3'  construcción  de  "canales  de 
irrigación  y  navegación,  se  verán  en  el  documen- 
tos número  16,  sin  que  yo  sepa  ni  ¡jaga  memoria, 
de  que  municipalidad  alguna  haya  proporcionado 
trabajos  tan  importantes  sobre  aguas  en  beneficio 
de  la  ciudad."  Efectivamente,  ese  informe  es  de 
los  más  completos  que  hay  sobre  la  materia  y  el 
primero  en  su  género  que  se  hizo  y  hasta  la  épo- 
ca del  segundo  Imperio  no  volvió  á  producirse 
otro  igual.  Pero  ni  aun  ese  trabajo  tuvo  el  placer 
la  Asamblea  intrusa,  de  verlo  terminado,  pues  el 
ingeniero  Smitb  lo  terminó  y  regaló  á  la  ciudad 
hasta  fines  de  Mayo,  poco  antes  de  la  partida  del 
ejército  norteamericano  y  cuando  ya  funcionaba 
un  Ayuntamiento  electo  con  todos  los  requisitos 
de  la  \ey. 

Suárez  Iriarte  empleó  Ja  influencia  que  tenía 
cerca  del  invasor,  en  obtener  la  libertad  de  loS  in- 
dividuos que  componían  el  Ayuntamiento  de  Gua 


-  449  — 

dalupe  Hidalg-o,  presos  por  el  hecho  de  haber  si- 
do despojado  en  esa  población  un  soldado  de  los 
invasores,  de  sus  armas  y  caballos.  También  pro- 
curó la  libertad  del  Lie.  D.  Mariano  Otero  á  quien 
se  atribuía  el  delito  de  haber  pronunciado,  en  pú- 
blií'o  discursos  subversivo  contra  el  ejército,  de 
los  Estados  Uaidos. 


XIV. 

El  29  de  Febrero  quedó  firmado  el  armisticio, 
que  ratificó  el  día  5  de  Marzo  en  México,  el  gene . 
ral  Butler  y  el  9  en  Querétaro  el  general  Anaya , 
Ministro  de  la  Guerra.  Sin  embargo,  en  México 
las  autoridades  americanas  lo  consideraron  vigen- 
te desde  el  día  6  y  por  consiguiente  no  pusieron 
traba  á  la  instalación  del  Ayuntamiento  que  fun- 
cionaba á  fines  de  1847.  Ese  día  tomó  posesión 
del  Gobierno  del  Distrito  el  Sr.  £).  Juan  Marín 
Flores  y  Terán,  nombrado  por  el  Gobierno  da 
Querétaro,  íesde  el  24  de  Febrero,  y  nombró  Se- 
cretario al  Lie.  D.  José  Maria  Zaldívar,  miembro 
del  Ayuntamiento,  que  iba  á  funcionar. 

El  8  de  Marzo  se  reunió  la  Corporación  en  el 
Salón  de  Cabildos  y  dio  principio  á  sus  tareas, 
interrumpidas;  el  principio  de  la  acta  de  la  sesión 
celebrada  ese  día  dice:  "En  la  ciudad  dn.  México 
á  ocho  de  Marzo  de  mil  qpljocíentQ§  c^areufa  y 
pst^dios  Históricps.— S? 


-  450  - 

ocho  se  reunieron  á  las  doce  3' media  del  día  e 
Señor  Gobernador  del  Distrito,  D.  Juan  María 
Flores  y  Terán  y  los  Señores.  Lie.  D.  Lucio  Pa- 
dilla, Lie.  D.  José  Urbano  Fonseca,  Lie.  D.  Agus- 
tín Díaz,  D.  Pedro  Tello  de  Meneses,  Lie.  D.  Ma- 
riano Icaza  y  Mora,  D.  Antonio  Balderas,  D.José 
María  Zaldívar  y  Lie,  D.  José  María  de  la  Piedra, 
citados  para  hoy  en  virtud  de  la  suprema  orden, 
para  continuar  funcionando  como  legítimos  capitu- 
lulares  del  Exmo.  Ayuntamiento,  cuya  orden  en 
la  parte  conducente  dice  así: 

"El  Exmo.  Señor  Presidente  provisional  ha  me- 
"  dítado  detenidamente  y  ha  oido  la  opinión  de 
"  personas  respetables  sobre  la  manera  con  que 
"  convendría  organizar  la  administacion  pública 
"  en  esa  capital,  y  en  el  Distrito  Federal,  concluí- 
"  do  el  armisticio.  En  consecuencia  S.  E.ha  creído 
"  conveniente  resolver  que  luego  que  el  armisti 
"  cío  se  publique  de  una  manera  auténtica  en  esa 
"  capital,  comience  V.  S.  á  ejercerlas  atribucio- 
"  nes  que  le  corresponden,  como  Gobernador  del 
"  Distrito,  y  que  uno  de  los  primeros  actos  de  su 
"  autoridad  sea  el  de  reinstalar  al  Exmo  Ayunta- 
"  miento  que  funcionaba  á  fines  del  año  anterior, 
"  á  fin  de  que  ayudado  por  esta  E.  Corporación, 
'  pueda  \^  S.  dictar  y  ejecutar  todas  las  medidas 
"  convenientes'para  una  nueva  eleccion'de  A3'un- 
"  tamriento  según  las  bases  de  un  decreto  que  al 
"  efecto  se  dirigirá  á  V.  S.  por  este  Ministerio." 

Se  di<5  lectura  en  seguida  al  nombramiento  del 
rSf,  Fjorps  y  Teráq  par^  Gobernador,  en  el  C[ue  se 


-  451  - 

le  recomendaba  que  ante  todo  procurase  atender 
á  la  seguridad  pública  y  á  la  organizocion  de  la 
policía  de  acuerdo  con  las  bases  acordadas  en  la 
cláusula  dnodécima  del  armisticio. 

Después  de  esta  lectura  el  Gobernador  prestó 
el  juramento  de  ley  en  manos  del  Alcalde  D.  Lu- 
cio Padilla  y  se  retiró  en  compañía  de'su  Secre- 
tario; leyóse  un  oficio  del  Gobierno  del  Distrito,  en 
el  que  participaba  que  el  Juez  D.  Ignacio  Flores 
Alatorre  mandaba  reponer  en  su  empleo  de  Se- 
cretario del  Ayuntamiento  á  D.  Cástulo  Barreda, 
se  acordó  celebrar  cabildo  diariamente  y  se  toma- 
ron  otras  resoluciones  de  menor  importancia. 

Se  advirtió  desde  luego  la  ausencia  del  Alcalde 
primero  Sr.  Reyes  Veramendi,  que  tanto  había 
hecho  en  bien  de  la  ciudad  al  ser  ocupada  por  los 
invasores.  En  una  acta  posterior  encontramos 
que  este  señor  entró  á  desempeñar  el  Juzgado  pri- 
mero de  paz,  para  el  que  fue  designado  y  que  re- 
nunció al  fin  para  ir  á  ocupar  su  puesto  en  la  Cá- 
mara de  Diputados  de  Querétaro,  la  que  debía 
reunirse  muy  pronto  para  ocuparse  de  los  trata- 
dos de  paz. 

También  faltó,  de  los  antiguos  capitulares,  Don 
Juan  Palacios;  pero  ya  fuese  que  éste,  avergonza- 
do de  haber  formado  parte  de  la  Asamblea  Muni- 
cipal, ya  que  temiese  ser  objeto  de  un  desaire, 
lo  cierto  es  que  no  se  presentó.  Este  señor  con- 
trajo estrecha  amistad  con  el  General  Scott,  á 
quien  empezó  á  enseñar  el  castellano  y  con  los 
principales  jefes  norteamericanos, 


—  452  — 

Como  el  banquete  ofrecido  en  el  Distrito  á  los 
generales  invasores  había  sido  el  acto  más  no- 
table de  la  Asamblea  desaparecida,  en  el  primer 
cabildo  que  celebró  el  Ayuntamiento  reinstalado 
se  presentó  por  D.  Mariano  Icaza  y  fué  aprobada 
con  dispensa  de  trámites  la  siguiente  proposición: 
''Las  oficinas  de  contaduría  y  Tesorería  presenta- 
rán desde  luego  los  acuerdos  y  justificantes  rela- 
tivos á  la  vista  de  ojos  que  se  dice  practicada  en 
el  Desierto,  en  29  de  Enero  último,  expresando  la 
cantidad  gastada  y  acompañando  el  expediente." 

El  inforne  producido  por  esas  comisiones  y  pre- 
sentado en  el  Cabildo  del  13  de  Marzo  fué  bastan- 
te lacónico,  por  cierto:  en  él  dijeron  que  por  una 
orden  déla  comisión  formada  por  los  Señores  D. 
Jacinto  Pérez,  D.  Ignacio  Nieva,  y  D.  Manuel 
García  Rejón,  y  por  otra  dada  verbalmente  por 
Suárez  Triarte  como  Gobernador  del  Distrito,  se 
había  pagado  á  D.  Tomas  f.aurent  la  suma  de 
seiscientos  catorce'pesos,  cuatro  reales,  que  dicho 
individuo  expresó  habían  importado  los  gastos 
todos  que  se  hicieron  ese  día,  y  que  ignoraban  s^ 
acerca  de  ese  asunto  se  había  formado  expedien- 
te, de  lo  cual  podía  informar  la  Secretaría. 

D.  Cástulo  Barreda  informó,  á  su  vez,  por  escrito 
diciendo  que  desde  el  29  de  Enero  hasta  el  4  de 
Febrero  anterior  en  que  se  separó  de  la  Secreta- 
ria del  Ayuntamiento,  ningún  expediente  se  giró 
relativo  al  banquete  ó  vista  de  ojos  y  que  D.  Ma- 
nuel Carballeda  que  estuvo  encargado  de  la  ofi- 
cina durante  la  aucensia  de  aquel,  acaso   estaba 


-  453  - 

en  posesión  de  mejores  datos  y  podía  informar  de 
si  se  había  formado  expediente  ó  nó. 

Carballeda,  por  último,  dijo  que  no  tenía  cono- 
cimiento  de  que  existiera  algún  acuerdo  relativo 
á  la  vista  de  ojos  que  se  decía  haberse  practicado 
en  el  lugar  del  Desierto;  que  únicamente  hace 
mención  de  que  en  la  noche  del  28  de  Enero  se 
escribieron  en  la  Secretaría  dos  circulares,  reduci- 
das á  citar  álos  llamados  capitulares,  para  que  al 
siguiente  día,  á  las  siete  de  la  mañana,  se  reu- 
nieran todos  ellos  en  la  casa  del  Dr.  D.  Adolfo 
Hegewish,  situada  en  la  acera  de  Santa  Brí- 
gida, con  el  objeto  de  esperar  3'  acompañar  á 
Scott  y  á  los  otros  generales  norteamericanos,  á 
la  vista  de  ojos  que  de  las  aguas  que  surten  la  ciu- 
dad, se  iba  á  practicar  en  el  Distrito. 

Efectivamente,  en  ninguna  de  las  actas  de  los 
cabildos  que  celebró  la  Asamblea  Municipal,  ni 
en  otro  documento  alguno  del  archivo  del  Ayun- 
tamiento, se  encuentra  la  mener  referencia  á  ese 
banquete,  ni  á  los  gastos  que  originó,  habiéndose 
tenido  hasta  el  cuidado  de  omitir  en  las  cuentas 
relativas  al  mes  de  Enero  la  partida  de  egresos 
referente  á  la  suma  que  se  pagó  al  fondista  Lau- 
ront;  aunque  hay  que  tener  en  cuenta  la  circuns- 
tancia de  que  ese  pago,  a  juzgar  los  periódicos  de 
la  época,  se  hizo  con  posterioridad  y  de  las  can- 
tidades recaudadas  para  la  contribución  de  gue- 
rra impuesta  al  Distrito.  Sin  embargo,  algo  debe 
habérsele  dado  á  cuenta  á  Laurent,  con  anticipa- 
ción, pues  no  es  presumible  que  él    hiciera  todos 


-  454   -- 

los  gastos  y  sobre  todo  que  fiara  tanto  en  una 
Asamblea  á  la  que  todos,  amig-os  y  enemigos, 
auguraban  una  pronta  disolución. 

Todos  esos  informes  pasaron  al  regidor  Icaza, 
que  los  había  solicitado,  para  que  diese  su  dicta- 
men. Asimismo,  se  le  mandaron  entregar  los  do- 
cumentos relativos  al  periódico  que  la  Asamblea 
liizo  publicar  durante  su  existencia:  de  ellos  apa- 
rece que  El  Municipal  costó  á^la  ciudad  novecien- 
tos setenta  y  un  pesos  3'  que  no  dio  productos  de 
ninguna  clase,  puesRafaelRafael,  dueño  de  la  im- 
prentadonde  aquel  se  editaba,  dijo  que  quienlo  ad- 
ministraba era  un  bordador  de  apellido  Trejo  y  que 
éste  era  el  que  recogía  el  importe  de  las  suscricio- 
nes  y  avisos.  Trejo  nunca  llegó  á  rendir  cuentas. 

También  se  revisaron  las  cuentas  de  todas  las 
oficinas  recaudadoras,  y  aunque  no  se  encontró 
desfalco  alguno  en  ellas,  sí  se  vio  que  nada  ó 
muy  poco  había  hecho  la  Asamblea  por  la 
ciudad  que  continuaba  en  un  lamentable  esta- 
do de  desaseo  y  abandono.  El  Ayuntamiento  re- 
puesto, que  ya  no  encontraba  los  tropiezos 
que  el  anterior,  ni  tenían  que  luchar  con  las 
exigencias  y  mala  voluntad  del  invasor,  desde 
que  se  ratific(3  el  armisticio  empezó- á  hacer  algo 
de  proveciio:  reivindicó  las  garitas  de  los  que  las 
tenían  rematadas  ó  arrendadas;  organizó  la  po- 
licía, de  acuerdo  con  lo  estipulado  en  aquel  con- 
venio, restableció  las  alcabalas  y  todos  los  anti- 
guos impuestos;  hizo  la  convocatoria  para  elec 
ciones  de  diputados  y  senadores  alC   osngred-eo 


—  455  — 

la  Union  y  procuró,  en  fin,  reparar  los  males  que 
causó  el  A}'untaniiento  anterior  y  promover  lo 
necesario,  para  el  bien  de  la  ciudad. 

Esta,  no  obstante,  se  encontraba  en  las  mejo- 
res condiciones  de  policía  y  segfuridad,  desde  que 
el  ejército  norteamericano  quedó  á  las  órdenes 
de  Butler,  por  la  acusación  que  éste  }•  Worth  lu- 
cieron al  general  Winfield  Scott. 

Todos  los  días  se  cometían  robos  y  asaltos  noc- 
turnos en  las  calles,  cometidos  por  soldados  del 
invasor  y  principalmente  por  los  contraguerri- 
lleros poblanos,  que  sacados  de  la  cárcel  por  las 
fuerzas  de  los  Estados  Unidos,  se  unieron  á  ellas 
y  á  la  nota  de  bandidos  que  ya  tenían  unieron  la 
de  traidores.  Las  diligencias  que  salían  llevando 
pasajeros  eran  robadas  continuamente,  por  parti- 
das más  ó  menos  numerosas  de  ladrones. 

El  más  notable  de  los  atentados  cometidos  en 
la  capital  fué  el  acontecimiento  en  la  calle  de  la 
Palma:  los  asaltantes  fueron  el  teniente  Jutton, 
dei  batallón  de  voluntarios  de  Pennsylvania^  el 
teniente  Haré  del  mismo  cuerpo,  B.  F.  Wragg, 
sargento  del  7"  de  Infantería,  J.  Laberty,  cana- 
dense,  J.  Wall,  Bootli,  J.  Laferture,  soldados,  Je- 
sse  Armstrong,  carretero,  J.  B.  Hollister,  paisa- 
no y  otros  individuos.  Todos  ellos  pasaron  del 
hotel  de  la  Bella  Union  á  la  casa  númsro  cinco 
de  la  calle  de  la  Palma,  de  los  señores  Muriel 
hermanos,  por  las  azoteas  de  las  casas  contiguas- 
poco  antes  de  la  madrugada  del  cinco  de  Abril' 
descendieron  al  patio  y  forzando    las  puertas,  in 


-  456  - 

timaron  silencio  á  las  personas  que  encontraron, 
uno  de  los  empleados  de  la  casa,  D.  Manuel  Zo- 
rrilla, de  origen  español,  hizo  resistencia  y  aun 
hirió  de  un  balazo  al  teniente  Haré;  á  su  vez  los 
asaltantes  dispararon  matando  á  Zorrilla;  teme- 
rosos de  que  el  ruido  de  las  detonaciones  diese 
la  voz  de  alarma,  huyeron^  unos  por  el  zaguán 
de  la  casa  y  otros  por  la  azotea.  Acudieron  pron- 
tamente lapolicíay  los  vecinos  y  fué  aprehendido 
en  la  casa  uno  de  los  bandidos  que  denunció  des- 
de luego  á  sus  cómplices. 

Lo  escandaloso  del  asalto,  la  muerte  del  señor 
Zorrilla  y  lo  céntrico  del  lugar  del  crimen,  cer- 
cano á  los  domicilios  de  los  generales  Scott  y 
Worth,  dieron  al  suceso  gran  notoriedad;  la  po- 
blación entera  se  alarmó  y  las  autoridades  mili- 
tares norteamericanas,  con  el  fin  de  hacer  un  es- 
carmiento, activaron  el  sumario  de  la  causa:  á  los 
quince  días  los  principales  culpables,  convictos 
y  confesos,  fueron  sentenciados  á  morir  en  la 
horca.  Pero  la  sentencia  no  se  cumplió,  pues  una 
sociedad  filantrópica  del  Norte  hizo  grandes  es- 
fuerzos, para  salvar  de  la  muerte  d  los  condena- 
dos y  al  fin  consiguió  que  fuesen   indultados. 

En  cuanto  á  la  situación  política  del  país,  ha- 
bía mejorado  bastante:  ausente  el  general  Santa - 
Anna  y  firmada  la  paz,  ambos  sucesos  contribu- 
5^eron  á  consolidar  al  Gobierno  del  señor  Peña  y 
Peña,  que  tres  meses  antes  luchaba  con  dificulta- 
des de  todo  género,  y  si  bien  en  aquellos  días  hu- 
bo pronunciamientos  en  San  Luis  Potosí,  Aguas- 


—  457  - 

calientes  y  Lagos,  y  el  general  Paredesy  Arrilla- 
ga,  jefe  del  penúltimo,  unido  al  Padre  Jarauta  se 
oponía  al  tratado  de  paz  que  aun  no  estaba  rati- 
ficado; los  pueblos  todos  en  la  tremenda  lucha 
que  habían  sostenido  y  que  agotó  sus  fuerzas,  se 
inclinaban  A  la  paz  y  aquellas  revoluciones  fue- 
ron prontamente  sofocadas. 

El  partido  santanista,  con  la  ausencia  de  su  jefe, 
quedó  desorganizado  y  sus  miembros  dispersos  y 
vistos  mal  muchos  de  ellos  por  el  participio  que 
tomaron  en  la  instalación  de  la  Asamblea  Muni- 
cipal, estaban  temerosos  del  castigo  que  pudiera 
imponerles  el  gobierno  nacional,  una  vez  que  el 
territorio  estuviera  libre  de  invasores,  y  que 
aquel  funcionase  con  toda  regularidad  en  la  capi- 
tal de  la  República. 


XV 


Expedida  la  convocatoria  para  elecciones  de 
Senadores,  Diputados  y  Ayuntamiento,  las  de  és- 
te último  tuvieron  lugar  los  domingos  2  y  9  de 
Abril  y  se  fijó  el  dia  13  de  ese  mes,  para  instalar 
la  nueva  Corporación  ^Municipal.  El  dia  anterior, 
á  moción  de  Espinosa,  se  aprobó  un  acuerdo,  que 
prevenía  que  la  Secretaría  hiciera  un  manifiesto 
de  la  conducta  que  había  observado  el  Ayunta- 
Estudios  históricos.— 58 


—  458  — 

miento,  durante  el  tiempo  de  su  encargo.  También 
se  aprobó  la  siguiente:  "Estando  acordado  desde 
el  raes  de  Septiembre  último  que  se  coloquen  en 
la  Sala  capitular,  en  dos  cuadros,  los  nombres  de 
los  jefes,  oficiales  y  soldados,  así  del  ejército  co- 
mo de  la  guardia  nacional  que  murieron  en  la 
defensa  de  esta  Capital,  pido  al  E.  A5'untamiento 
que  dichos  cuadros  se  construyan  con  la  posible 
preferencia,  adornándose  con  dos  coronas  cívicas 
y  quedando  encargado  el  señor  Secretario  del 
cumplimiento  de  este  acuerdo." 

Al  Cabildo  del  13  de  Abril  concurrieron  los  an- 
tiguos regidores  Pozo,  Padilla,  Espinosa,  Fonse- 
ca,  Bonilla,  Tello  de  Meneses,  Peraza,  Piñal, 
Aguayo,  Icaza  y  Piedra.  El  nuevo  Ayuntamiento, 
del  que  asistió  la  mayoría  estaba  compuesto  de 
este  modo:  (1.) 


ALCALDES. 

1°  .Sr.  D.  Pedro  José  Echeverría. 

2°  "  "  Miguel  González  de  Cosío. 

3°  "  "  Juan  Icaza. 

40  II  II  Agustín  Icaza. 

5°  "  "  Germán  Landa. 

(,0  II  11  Pedro  Jorrin. 

7"  "  "  Santiago  Moreno. 

8°  "  "  Lie.  Manuel  Cordero. 


(1)  Algunos  délos  electos  renunciaron  el   puesto  y  res- 
pecto de  ellos  se  procedió  íi  nueva  elección. 


I 

A 


—  459  - 


REGIDORES. 

1°  Sr  D.  Manuel  Fernández  de  Córdoba. 

2°  "  "  José  Elias  Fagoaga. 

30  .i  i.  jQsé  María  Cervantes  y  Osta. 

4°  "  "  Manuel  Alvarez  de  la   Cadena. 

5°  "  "  Miguel  Jiménez. 

6°  "  "  Francisco  Vértiz. 

7°  «:  "  Manuel  Kchave. 


1°  Sr.  Lie.  Alejandro    Arango  y    Escandon_ 
2°     «     "     Pedro  Elguero. 

Y  continuaron  en  su  puesto  según  la  ley  que  re 
gia  entonces,  los  antiguos  capitulares,' .Sres  Cas- 
tañon^  Aguayo  y  Piñal. 

La  ceremonia  de  la  toma  de  posesión  del  nue- 
vo Ayuntamiento  fué  bastante  sencilla:  el  Alcal- 
de Sr.  Pozo  pronunció  un  breve  discurso,  en'que 
enumeraba  ligeramente  las  tareas  de  la  Corpora- 
ción y  señalaba  las  que  quedaban  á  su  sucesor; 
contestó  González  Cosío,  por  ausencia  de  Eche- 
verría, y  retirados  los  concejales  salientes,  se 
dieron  los  avisos  respectivos  al  Gobernador  del 
Distrito,  Cabildo  eclesiástico,  etc. 

El  nuevo  Ayuntamiento  empezó  á  funcionar,  en 
medio  del  aplauso  unánime  de  la  sociedad,  pues 
las  personas  que  lo  componían  eran  en  su  totali- 
dad, bastante  conocidas  y  distinguidas. 


-  460  - 

Entre  tanto  los  que  habían  formado  la  Asam- 
blea Municipal,  empezaban  á  alarmarse  al  rer  el 
giro  que  tomaban  los  sucesos  políticos.  El  trata- 
do de  paz  había  sido  aprobado  por  el  Senado  de 
los  Estados  Unidos  el  10  de  Marzo  y  el  Congreso 
mexicano  empezó  á  ocuparse  de  él  el  10  de  Mayo, 
pareció  en  un  principio  que  sería  rechazado  en 
la  Cámara  de  Diputados,  por  la  diversidad  de 
opiniones  que  había  en  ella;  pero  las  discusiones 
posteriores  las  fueron  uniformando  y  el  19  del 
mismo  mes  fué  aprobada  por  51  contra  35;  el  Se- 
nado á  su  vez  la  aprobó  el  dia  24,  por  30  votos 
contra  3. 

Ese  mismo  dia  habían  llegado  á  Querétaro  los 
comisionados  norteamericanos  Sevier  y  Clifford, 
que  firmaron  un  protocolo,  en  el  que  daban  algu- 
nas explicaciones  acerca  de  las  reformas  que  su- 
frió el  tratado;  y  por  último,  el  cange  de  ratifica- 
ciones tuvo  lugar  en  la  misma  ciudad  el  día  30, 
anunciándose  solemnemente  ese  hecho,  en  Queré- 
taro, por  el  Ejecutivo,  y  en  México  por  el  Gral.  Bu- 
tler.  La  gran  plaza  de  armas  de  la  capital  se  lle- 
nó en  la  noche  del  29  de  Mayo,  de  oficiales  y  sol- 
dados de  los  Estados  Unidos  y  de  algunos  pocos 
paisanos:  en  el  balcón  principal  de  Palacio  se  veia 
un  cuadro  iluminado,  donde  en  grandes  letras  se 
leía  "Paz-Peace".  Los  oficiales  al  ver  aparecer  el 
letrero  prorrumpieron  en  gritos  de  entusiasmo, 
en  el  que  no  tomaron  parte  los  mexicanos. 

El  día  siguiente  empezaron  los  preparativos  pa- 
ra la  desocupación  del  país  y  la  entrega    de    los 


—  461  - 

materiales  de  guerra;  el  3  de  Junio,  en  virtud  de 
las  elecciones  hechas  por  el  Congreso,  tomó  po- 
sesión de  la  Presidencia  el  General  D.  José  Joa- 
quín de  Herrera,  que  tuvo  como  coinpetidores  á 
Santa- Anna  y  á  D.  Ángel  Trias.  El  general  He- 
rrera, que  carecía  de  ambición,  renunció  el  pues- 
to; pero  el  Congreso  no  aceptó  la  renuncia  y  tu- 
vo aquel  que  ocupar  la  Presidencia  y  nombró  pa- 
ra formar  el  Gabinete  á  los  Sres.  Otero,  Riva  Pa- 
lacio, Jiménez  y  Arista,  respectivamente  minis- 
tros de  Relaciones,  Hacienda,  Justicia  y  Guerra. 
El  día  7  salió  el  Gobierno  de  Querétaro  y  el  8  en 
la  noche,  según  Roa  Barcena,  llegó  á  Mixcoac 
donde  estuvo,  hasta  que  fué  desocupada  la  Capital. 
El  30  de  Mayo  salió  para  Veracruz  la  división 
de  voluntarios  de  Patterson;  al  siguiente  el  Gene- 
ral Cadwalader  evacuó  á  Toluca  y  el  2  de  Junio 
Cuernavaca  y  Pachuca  también  se  vieron  libres 
de  invasores;  ese  mismo  dia  salió  de  México  una 
sección  de  tropa,  que  ocupaba  el  convento  de  la 
Merced,  y  que  fracturando  la  puerta  del  Sagrario 
de  la  iglesia  se  robó  el  sol  de  oro  de  la  custodia 
y  algunos  vasos  sagrados.  El  día  6  empezaron  á 
recibir  los  comisionados  mexicanos,  Generales 
D.  José  María  Jarero  y  D.  Juan  Dosamantes  el 
armamento  y  material  de  guerra  quitado  á  nues- 
tras tropas,  operación  que  terminó  el  12,  recibien 
do  el  General  D.  Rómulo  Díaz  de  la  Vega  las  lla- 
ves de  la  Ciudadelíí.,  Palacio  Nacional,  e^c.  (1)  El 

(1)  El  general  Díaz  de  Ja  Vega   fu<5  el  primer  jefe  de 


':  -  462  - 

mismo  día  6  se  empezó  á  organizar  la  guardia 
nacional,  á  solicitud  del  Ministro  de  Inglaterra, 
y  compuesta  de  comerciantes  franceses,  ingleses, 
alemanes,  etc,  con  el  objeto  de  impedir  que  al  ser 
desocupada  la  ciudad  hubiese  desórdenes.  Tam- 
bién los  batallones  mexicanos  de  Mina,  Bravos, 
etc.,  se  organizaron  y  empezaron  á  cuidar  del 
orden. 

Kearny,  último  gobernador  civil  y  militar  nor- 
teamericano que  hubo  en  México,  salió  de  la  ciu- 
dad con  el  mayor  número  de  tropas  y  sólo  quedó 
la  división  de  Worth:  el  13  de  Junio  las  guardias 
americanas  de  Palacio  fueron  relevadas  por  sol- 
dados mexicanos  del  batallón  de  Mina  y  arriada 
la  bandera  de  Jas  estrellas,  de  ese  acto  dan  cuen- 
ta los  "Apuntes"  ya  citados  otras  veces,  en  esta 
forma: 

"El  dia  12  (de  Junio)  fué  el  destinado  á  la  deso- 
cupación de  la  capital  por  el  ejército  americano. 
Sus  tropas  desde  las  cinco  de  la  mañana  empeza- 
ron á  colocarse  en  batalla  en  los  costados  del 
Portal  de  las  Flores  y  Catedral,  y  una  batería  de 
diez  piezas  ocupó  el  costado  del  Portal  de  Mer- 
caderes, dando  su  frente  al  Palacio  Nacional.  El 
Sr.  General  Don  Rómulo  Díaz  de  la  Vega,  comi- 
sionado al  efecto  por  el  .Supremo  Gobierno,  man- 
dó situar  una  batería  de  cuatro  piezas  al  lado  de- 

clevado  caráctr-r  que  hicieron  prisionero  los  invasores 
en  la  ba.talla  de  Palo  Alto.  Los  perii'idicos  de  aquellos 
días  hicieron  not^r  ia  coincidencia  deque  era  el  primer 
general  de  Amér/ca  que  había  tomado  parte  en  el  prin- 
cipio y  fin  de  esa  guerra. 


-  463    - 

recho  de  Palacio,  con  cuarenta  y  dos  tiros,  cu3'0S 
artilleros  eran  los  valientes  del  batallón  Nacional 
de  Mina.  A  las  seis  de  Ki  mañana  fué  saludado  el 
pabellón  de  las  estrellas  por  la  batería  americana 
con  treinta  tiros  y  por  la  mexicana  con  veintiuno; 
después  de  haber  descendido  aquel,  se  izó  el  pa- 
bellón tricolor  de  México,  que  fué  igualmente  sa- 
ludado por  ambas  baterías,  y  en  ese  momento  le 
presentaron  armas  todos  los  cuerpos  noiteameri- 
canos,  emprendiendo  la  marcha  y  desfilando  fren- 
te á  Palacio.  Una  brigada  del  General  Worth  per- 
maneció dentro  de  ese  edificio,  hasta  las  ocho  y 
media  de  la  mañana.  A  las  nueve  quedó  comple- 
tamente evacuada  la  capital  por  el  Ejército  de  los 
Estados  Unidos  del  Xorte.  Innumerables  patrullas 
de  los  batallones  de  guardia  nacional  velaron  por 
la  tranquilidad  pública  en  ese  día  y  los  siguientes: 
no  hubo  desorden  de  ninguna  clase,  merced  á  ¡la 
infatigable  vigilancia  del  Sr  Gobernador  y  Jefes 
de  los  mencionados  cuerpos.  El  E.  Sr.  Don  José 
Joaquín  Herrera  instaló  su  gobierno  al  tercero  ó 
cuarto  día  en  el  Palacio  Xacional." 

Los  soldados  de  San  Patricio  habían  sido  pues- 
tos en  libertad  días  antes,  por  Butler,  á  solicitud 
de  muchas  personas  y  quedaron  al  servicio  de 
México'  aunque  á  poco  hubo  necesidad  de  disol- 
ver las  compañías. 

Puebla  quedó  desocupada  en  la  tarde  del  15  de 
Junio  y  Veracruz  y  Ulúa  el  30  de  Julio.  Las  línea^ 
del  Xorte,  asimismo  fueron  desocupadas  con  rapi- 
dez; aunque  todas  ellas  no  con  mucho  órden^  pueí 


-  464  - 

quedaron  muchas  bandas  de  desertores,  quecausa- 
ron  bastantes  males  á  algunas  poblaciones  inde- 
fensas. 

El  A3'uatamiento  en  esas  solemnes  circunstan- 
cias no  se  dio  un  punto  de  reposo:  pidió  y  obtuvo 
de  Butler  que  los  contraguerrilleros  poblanos  fue- 
sen los  primeros  que  abandonasen  la  ciudad  (1), 
se  interesó  bastante  por  los  irlandeses  desertores, 
así  como  por  los  presos  politicos  raeiicanos  á 
quienes  consiguió  ver  libres  desde  luego,  y  le  en- 
tregaron á  los  reos  del  orden  común  que  tenian 
los  invasores:  decretó  el  alistamiento  en  la  guardi^^ 
nacional  de  todos  los  varones  de  diez  y  seis  á  se- 
senta años;  envió  una  Comisión  á  Querétaro,  para 
tratar  con  el  Gobierno  varios  asuntos  referentes 
á  la  desocupación  de  la  ciudad  y  procuró  que  las 
oficinas  de  la  Federación,  que  tenía  á  su  cargo,  es- 
u  viesen  listas,  para  ser  entregadas  á  las  personas 
que  el  Gobierno  nombrase. 

Entre  todas  estas  disposiciones  que  acreditan 
su  celo,  hub©  una  que  en  concepto  nuestro  no  es- 
tá justificada:  la  comisión  de  Hacienda,  en  un  dic- 
tamen que  presentó,  consultaba  que  supuesto  que 
no  había  ningún  acuerdo  que  autorizara  el  pago 
á  Don  Rafael  Rafael,  de  novecientos  treinta  y  seis 
pesos,  dos  reales,  cuatro  granos,  por  la  edición 
del  periódico  llamado  El  Municipal,    el   Tesorero 

[1]  Fueron  llevados  ;l  Plan  del  Rio  y  luego  á  Venicruz, 
pero  empezaron  á  desertarse  cii  gran  número  y  pocos 
fueron  los  qu"  se  expatriaron;  algunos  fueion  aprehen- 
didos y  pagaron  con  U  vida  sus  crímenes  como  Roque 
Miranda,  uq  tal  Morales  (íl)  la  nchichc»  y  otros. 


-  465  - 

y  el  Contador  Municipales  reintegraran  esa  suma 
en  término  de  un  raes,  quedándoles  sus  derechos 
á salvo,  para  ejercitarlos  contra  quien  procediera. 
El  capitular  Icaza  objetó  el  dictamen,  diciendo  que 
otro  tanto  debería  hacerse  con  los  gastos  hechos 
en  la  llamada  vista  de  ojos  del  Distrito,  si  á  exi- 
gir responsabilidades  se  iba.  La  Comisión  de  Ha- 
cienda se  limitó  á  contestar  que  lo  del  Desierto 
giraba  en  expediente  separado  y  que  por  esa  cau- 
sa no  se  presentaba  ningún  dictamen  acerca  de  él. 
El  tesorero  y  el  contador  alegaron  que  ellos 
eran  simples  empleados,  que  no  podían  objetar  los 
acuerdos  del  Ayuntamiento  y  que  como  recibie- 
ron la  orden  verbal  de  Suárez  Triarte  para  los 
pagos,  la  obedecieron.  El  asunto  pasó  por  muchas 
vicisitudes  y  al  fin  fué  dado  al  olvido. 

El  ingeniero  .Smith  regaló  á  la  Corporación, 
poco  antes  de  salir  aquel  de  México,  el  proyecto 
de  nivelación  3'  desagüe  de  la  ciudad,  proyecto 
que  dio  margen  Á  la  fiesta  en  el  Desierto. 

El  Ayuntamiento  acordó  dar  las  gracias  á  Smith 
y  hacerle  un  regalo  que  consistió  en  darle  qui- 
nientos pesos,  cantidad  que  se  le  entregó  pocos 
días  antes  de  la  evacuación  de  la  ciudad,  pues 
Smith  partió  para  su  país  con  el  ejército  del  que 
formaba  parte. 

XV  r. 

El  Cangrejo  se  llamaba  un  periódico  humorís- 
tico que  desde  1817  existía,  fundado  por   los   ptt- 
Estudios  históricob. — 39. 


—  466  - 

r o S',~ cuando  la  Asamblea  Municipal  ca.y6  tan 
ridiculamente,  muchos  de  los  que  habian  formado 
parte  de  ella  como  Suárez  Iriarte,  Arteaga 
García  Rejón,  el  Lie.  Don  Eligió  Romero,  el  Juez 
Don  Ignacio  Jaúregui  y  otros,  siguieron  escri- 
biendo en  ese  periódico  que  se  convirtió  en  ene- 
migo del  Gobierno  y  en  adversario  decidido  del 
tratado  de  paz  con  los  Estados  Unidos,  y  que 
combatía  las  opiniones  de  El  Monitor  Republi- 
cano, que  en  esos  días,  por  más  que  era  indepen- 
diente no  hacia  la  oposición^  limitándose  á  tornar 
(asi  como  El  Siglo  XIX)  contra  el  militarismo, 
los  fueros  y  el  General  Santa  Auna.  El  Eco  del 
Comercio  del  que  era  director  el  diputado  Don 
Manuel  Payno  y  del  que  se  decia  que  estaba 
subvencionado  por  el  gobierno,  también  era  obje- 
to de  acerbas  críticas,  por  parte  del  Cangrejo. 

Este  periódico,  dejó  de  publicarse  á  principios 
de  Junio  de  1848,  tauto  por  la  indiferencia  con 
que  lo  veia  el  público,  como  por  la  prisión  del  Lie. 
Jaúregui  y  del  escribano  Arteaga,  ordenada  por  el 
gobierno  del  General  Herrera;  estos  individuos 
fueron  conducidos  á  Qnerétaro  y  después  fueron 
traídos  á  México,  donde  se  les  siguió  causa  por 
haber  firmado  las  Instrucciones  dadas  á  la  famo- 
sa ^srtm¿»/ert  Municipal.  También  fueron  aprehen- 
didos, el  Lie.  Don  Eligió  Romero,  (1)  quien  estu- 
bo  preso  en  Santiago,  el  Lie.  losé    María  Borda, 


(1)  Según  una  versión  que  hemos  escuchado,  este  se- 
fior  fue  el  autor  del  plan  de  Ayutla:  era  de  buena  capa- 
cidad; pero  de  costumbres  desordenadas,  murió  en  México, 
tirado  en  un  zahuan. 


-  467  — 

Don  Tomás  Audnide,  Don  Castillo  Yáíicz,  Don 
Juan  Ortoy  y  otras  á  quienes  se  acusaba,  á  unos 
de  conspiradores  y  á  otros  de  haber  firmado  las 
instrucciones  ya  mencionadas. 

También  el  Juzgado  de  Distrito  dictó  orden  de 
aprehensión  contra  Don  Francisco  Suarez  Iriarte, 
pero  este  señor  supo  esconderse  bien  y  no  fué 
encontrado:  desde  su  retiro,  sin  embargo,  empezó 
á  defenderse  y  el  3  de  Agosto  envió  á  la  Cámara 
de  Diputados  un  ocurso  quejándose  de  la  orden 
de  prisión  dictada  en  contra  suya  y  diciendo  que 
se  ponia  á  disposición  del  Gran  Jurado  de  la 
Cámara,  único  tribunal  que  creía  competente,  por 
ser  él  diputado  en  la  época  que  tuvieron  lugar  los 
sucesos  por  los  que  se  le  queria  formar  causa; 
invocaba  en  apo5'0  de  su  solicitud  el  articulo  43 
de  la  Constitución. 

Ajeno  es  de  nuestro  plan  examinar  si  esta  pre- 
tensión era  legal,  supuesto  que  Suárez  Iriarte  ya 
había  dejado  de  ser  diputado;  sin  embargo,  en  el 
caos  de  aquella  época  en  que  los  fueros  tenían 
una  amplitud  extraordinaria,  muy  bien  podía  ser 
fundada  la  demanda;  lo  cierto  es  que  el  trámite, 
aprobado  por  la  cámara,  que  al  ocurso  dio  la  co- 
misión de  peticiones  el  10  de  Agosto  fué:  "Pase 
este  expediente  al  Gobierno,  á  fin  de  que  informe, 
acerca  de  lo  expuesto  por  el  Señor  Suárez  Iriar- 
te." 

Entre  tanto  los  señores  Jáuregui,  Arteaga  y 
Borda,  apelaron  del  auto  de  formal  prisión  dic- 
tado contra  ellos  y  consiguieron  ser  puestos   en 


-  468  - 

libertad  bajo  de  fianza,  por  la  Suprema  Corte  de 
Justicia,  en  los  últimos  días  de  Af{osto;  el  Lie,  Ro- 
mero también  consignó  salir  libre  con  el  mismo 
requisito,  hasta  mediados  de  Septiembre. 

El  gobierno  del  General  Herrera,  queriendo  dar 
una  prueba  de  su  moralidad,  y  sobre  todo  anona- 
dar por  todos  los  medios  posibles  á  los  partidarios 
del  general  Santa  Anna,  determinó  acceder  á  la 
pretensión  de  Saárez  Triarte  de  que  el  Congreso 
lo  juzgara  y  por  lo  tanto,  antes  de  que  se  dictara 
el  acuerdo  de  que  informara  el  Ejecutivo,  el  Ministro 
de  Relaciones  interiores  y  exteriores  Sr.  Lie.  D. 
Mariano  Otero,  ú  nombre  del  gobierno,  presentó 
formal  acusación  contra  Suarez  Iriarte,  por  la 
conducta  que  observó"  durante  lo  ocupación  de  la 
capital  de  la  República  por  el  ejército  norte- 
americano, cooperando  á  la  elección  de  la  Asam- 
blea Municipal,  y  firmando  como  elector  las  ins- 
trucciones que  á  ésta  se  le  dieron;  prrohibiendo 
como  presidente  de  la  misma  á  todos  los  funcio- 
narios del  Distrito  Federal  que  se  entendieran, 
sin  su  previo  conocimiento,  con  el  gobierno  gene- 
ral establecido  en  Quérctaro  y  disponiendo  la 
aprehensión  de  los  desertores  norteamericanos  pa- 
ra entregarlos  al  enemigo. 

La  formación  del  expediente  por  la  sección  del 
gran  jurado  fué  larga  y  laboriosa;  llamadas  ú  de- 
clarar por  una  parte  muchísimas  personas,  casi 
todas  las  que  funcionaron  como  autoridades,  du- 
rante la  ocupación  de  los  invasores,  y  teniendo. 
por  otra  que  luchar  con  todos  los  obstáculos  y  tra- 


-  469- 

bas  que  en  el  terrino  de  la  ley  acumulaba  un  le- 
trado tan  práctico  y  tan  inteligente  como  Suárez 
Iriarte,  el  expediente  caminó  con  tanta  lentitud 
que  hasta  Marzo  de  1850  estuvo  en  estado  de  dar- 
se cuenta  con  él  á  la  Cámara  de  Diputados. 

Inútil  es  que  queramos  hacer  ni  un  extracto  de 
él  por  lo  voluminoso;  ademas,  los  capítulos  de 
acusación  y  las  bases  en  que  descansaban  son 
bastante  conocidos  de  nuestros  lectores,  que  en 
las  anteriores  páginas  han  tenido  ocasión  de  ver 
cuan  fundadas  eran  aquellas,  si  recuerdan  todas 
las  constancias  y  docuñieutos  que  hemos  dado  á 
conocer. 

Terminada  la  formación  del  proceso,  la  Cáma- 
ra se  erigió  en  Gran  Jurado  el  día  21  de  Marzo  de 
1830,  y  ante  ella  compareció  Suárez  Iriarte.  Des- 
de luego  se  dio  lectura  á  la  causa,  y  terminada  se 
concedió  la  palabra  al  acusado  que  se  defendía 
por  sí  solo.  Como  había  dispuesto  de  tiempo  sufi- 
ciente y  la  agitación  de  los  partidos  en  aquellos 
días  era  grande,  la  defensa  de  Suárez  Iriarte 
siempre  ha  sido  vista  como  un  documento  político 
importante.  Parecía  que  se  iba  á  juzgar  no  á  un 
reo,  sino  al  partido  puro  y  por  lo  tanto  les  san- 
tanistas,  enemigos  del  General  Arista,  Ministro 
de  la  Guerra  estaban  empeñados  en  que  saliera 
aquel  absuelto,  creyendo  obtener  con  esto  un 
triunfo  sobre  ese  funcionario,  en  tanto  que  los 
conservadores  se  esforzaban  porque  fuese  conde- 
nado. 

La  defensa  de  .Suárez  Iriarte  estaba  escrita  con 


-  470  - 

mucha  habilidad,  pues  verdaderamente  era  hom- 
bre entendido;  rechazó  el  cargo  de  traición  que  se 
le  hacía,  alegando  que  sólo  había  tomado  parte  en 
las  elecciones  de  miembros  déla  Asamblea  en  uso 
de  un  derecho  político  legítimo  que  tenía;  que  no 
era  desobediente  á  las  leyes,  supuesto  que  ignoraba 
la  existencia  de  la  disposición  de  26  de  Noviem- 
bre, que  prohibía  las  elecciones,  debido  á  que  no 
había  sido  publicada  en  México;  que  la  aprehensión 
délos  desertores  era  una  simple  medida  de  policía 
que  reclamaban  e]  orden  y  la  seguridad  pública, 
sin  que  tuviera  el  preciso  objeto  de  dirigirse  contra 
los  irlandeses,  pues  sí  bien  muchos  desertores  se 
incorporaban  á  las  filas  mexicanas^  la  mayoría 
se  entregaban  á  la  vagancia  y  al  merodeo;  que 
en  cuanto  á  la  vista  de  ojos  del  Desierto,  sólo  la 
maledicencia  había  podido  desnaturalizar  un  acto 
tan  sencillo,  hecho  á  la  luz  del  día  y  con  toda  pu- 
blicidad, que  tenía  por  objeto  beneficiar  á  la  ciu- 
dad y  que  desde  luego  dio  por  resultado  salvar  la 
sxistencia  de  un  mexicano  condenado  á  muerte 
por  un  consjeo  de  guerra. 

Los  puntos  m;is  débiles  de  la  defensa  de  Suá- 
rez  Iriarte  fueron  los  referentes  á  las  instruccio- 
nes dadas  á  los  miembros  de  la  Asamblea  Muni- 
cipal, así  como  la  desobediencia  á  las  disposicio- 
nes del  gobierno,  patente  en  el  caso  de  Gómez 
Pedraza. 

Por  más  argumentos  que  adujera  no  podía  des- 
truir el  hecho  de  que  ya  siendo  Presidente  del 
Ayuntamiento  había  ordenado  á  Moreno,  Conta- 


—  471  — 

dor  del  Montepío  que  no  entregase  á  aquel  la  di- 
rección del  Establecimiento,  sino  que  obedeciese 
la  disposición  del  Gobernador  civil  y  militar  que 
prohibía  se  obedeciese  al  Gobierno  nacional. 

Después  de  terminada  la  lectura  de  su  defensa, 
Suárez  Iriarte  agregó  algunas  palabras  más  y  se 
retiró  para  que  la  Cámara  discutiese  el  dictamen 
que  terminaba  con  esta  proposición:  <Ha  lugar  á 
la  formación  de  causa  contra  el  señor  ex-diputa- 
do  Don  Francisco  Suárez  Iriarte,  por  los  cargos 
que  expresa  la  acusación  que  contra  él  dirigió 
el  Superior  Gobierno  en  8  de  Agosto  de  1848.» 

Xo  dejó  de  ser  animado  el  debate  que  se  enta- 
bló, causando  bastante  sorpresa  y  desagrado  oír 
que  el  Diputado  Donjuán  de  Dios  Cañedo,  no  só- 
lo impugnaba  el  dictamen,  sino  que  propuso  que 
se  diera  un  voto  de  gracias  á  Suárez  Iriarte  por 
los  servicios  que  había  hecho  á  la  ciudad,  durante 
la  ocupación  extranjera  v  proclamándolo  por  su 
patriotismo  ciudadano  ilustre  y  benemérito.  Como 
muy  bien  dijo  El  Siglo  XIX  hay  defensas  que  em- 
peoran ciertas  causas  y  más  le  hubiera  valido  al 
Sr.  Suárez  Iriarte  que  la  Cámara  hubiera  votado 
luego  después  de  que  éste  terminó  su  defensa  y 
antes  de  oír  las  palabras  de  Cañedo.  (1) 

Por  46  votos   contra    28   (2)    fué    aprobado    el 

[1]  Xo  podemos  dejar  pasar  inadvertida  una  efemé- 
ride  que,  aunque  no  tiene  relación  con  nuestro  objeto,  la 
citamos  por  curiosa:  el  Sr.  Cafledo  fué  asesinado  precisa- 
mente ocho  días  después,  el  28  de  Marzo,  Jueves  Santo, 
causando  este  asesinato  gran  sensación  por  los  móviles 
políticos  que  equivocadamente  se  le  atribuyeron  en  los 
primeros  momentos. 

[21    En  algún  autor  hemos  visto  que  la  votación  fué 


-  472- 

dictámen  en  votación  nominal  y  en  consecuencia 
se  empezó  la  formación  de  la  causa:  el  antiguo 
Presidente  de  ¡a  Asamblea  Municipal  fué  reduci- 
do á  prisión  el  2  de  Abril  y  llevado  á  la  Diputación, 
donde  quedó  á  disposición  de  la  Suprema  Corte  de 
Justicia.  La  causa  se  sustanció  con  demasiada  len- 
titud «y  durmió  indefmidam.ente,  por  influencias 
del  Ejecutivo,  según  se  creyó»  dice  el  Sr.  Roa  Bar- 
cena. La  prisión  de  Suárez  Triarte  duró  algunosme- 
ses,  al  cabo  de  los  cuales  se  le  permitió  retirarse  á 
su  Hacienda  de  la  Huerta,  cerca  de  Toluca,  con  el 
pretexto  de  enfermedad;  presto  sin  embargo  en- 
fermó realmente  y  falleció  poco    tiempo  después. 

El  fué  el  único  de  los  electores  y  miembros  de 
la  Asamblea  que  fué  castigado,  pues  aunque  al- 
gunos otros  fueron  aprehendidos  á  poco  déla  ins- 
talación del  Gobierno  nacional  en  México,  pronto 
quedaron  en  libertad.  Hay  que  convenir  en  que 
vSuárez  Iriarte  era  el  más  culpable,  pues  fué  el  je- 
fe de  los  disidentes  promotores  de  las  elecciones, 
prevalido  de  su  carácter  de  diputado  y  Ministro  de 
Justicia  que  había  tenido  en  los  primeros  meses 
de  1848;  aunque  no  llegó  á  pronunciarse  senten- 
cia contra  él  en  su  largo  proceso  y  sobre  lodo, 
por  el  desprecio  que  se  atrajo,  quedó  bastante 
castigado. 

No  así  la  mayoría  de  los  demás  individuos  de  la 
Asamblea  que  después  se  vieron  algunos  ocupan- 
do los  puestos  públicos,  á  pesar  de  su  conducta. 


43  contra  71';  pero   hi  iicui  ori.^inal   cUl  el  número  arriba 
incUeado, 


—  473  - 

Y  sin  embargo^  que  ellos  mismos compreadían 
que  habían  obrado  mal  lo  dá  á  entender  la  exce- 
siva susceptibilidad  que  mostraban  cuando  se  les 
recordaban  los  sucesos  de  la  época  de  la  invasión; 
una  reminiscencia  probará  esto:  en  1853  El  Or- 
den- publicó  la  lista  de  los  miembros  de  la  Asam- 
blea y  la  délos  electores;  á  los  pocos  días  ese  pe- 
riódico recibió  una  carta  fií-mada  por  Don  Miguel 
Lerdo  de  Tejada,  que  insertamos  á  continuación: 

"Señores  Redactores  del  Orden. — Casa  de  us- 
tedes, Mayo  24  de  1853. — En  el  periódico  de  uste- 
des correspondiente  al  día  16  del  actual,  he  visto 
inserta  una  lista  délos  individuos  que  compusie- 
ron la  Asamblea  Municipal  que  se  estableció  en 
esta  ciudad  cuando  estaba  ocupada  por  el  ejército 
norteamericano;  y  como  parece  que  el  objeto  con 
que  ahora  se  dá  á  luz  esa  lista,  es  el  de  designar 
ante  el  público  quienes  son  los  partidarios  de  la 
anexión  de  México  á  los  Estados  Unidos,  y  en  ella 
ligura  mi  nombre^  me  considero  en  el  deber  de  no 
dejar  pasar  sin  contestación  semejante  cargo,  en 
lo  que  á  mí  concierne,  aun  cuando  no  sea  más  que 
para  evitar  el  que  mi  silencio  pueda  interpretarse 
por  algunos  maliciosamente  como  una.  aceptación 
tácita  de  mi  parte. 

"Si  yo  pretendiera  sincerarme  de  unii  tan  lea 
como  inmerecida  imputación  y  demostrar  con  he- 
chos que  en  aquella  época,  como  antes  y  después, 
he  estado  siempre  animado  de  los  buenos  senti- 
mientos que  todo  hombre  honrado  debe  tener  en 
favor  de  su  país,  me  bastaría  recordar  que  en  los 
Estudios  Históricos,— (Kl 


-  474  - 

meses  anteriores  á  la  ocupación  de  esta  Capital, 
contribuí  con  parte  de  mis  pocos  recursos  al  alis- 
tamiento de  algruna  de  las  fuerzas  que  de  ella  sa- 
lieron al  encuentro  de  los  invasores  que  en  el 
tiempo  en  que  esta  ciudad  permaneció  dominada 
por  ellos,  no  solamente  sufrí  como  todos,  las  tris' 
tes  consecuencias  de  la  ocupación,  siendo  invadi- 
da durante  ese  período  una  parte  de  mi  casa,  sino 
que  tuve  además  el  horrible  disgusto  de  verme  en 
ella  asaltado,  saqueado  y  aun  amenazada  mi  exis- 
tencia y  la  de  mi  familia,  por  el  puñal  de  alg^unos 
de  los  bandidos  que  salieron  de  las  cárceles  de 
Puebla  para  convertirse  en  viles  espías  de  los  ene- 
migos de  su  patria;  que  en  el  corto  tiempo  que 
duró  la  Asamblea  Municipal  procuré  ser  útil  á  mis 
conciudadanos  en  cuanto  de  mí  dependía;  y  que 
por  último,  en  aquellos  mismos  días  de  amargo 
recuerdo  para  la  República,  me  ocupé  en  escribir 
im  pequeño  cuaderno  que  publiqué  entonces,  y  en 
el  que  con  el  lenguaje  severo  de  la  verdad,  tuve 
únicamente  por  objeto  vindicar  el  nombre  mexica- 
no de  los  groseros  insultos  que  se  le  dirigían  por 
algunos  periódicos  de  la  prensa  extranjera,  cipli-l 
cando  las  causas  que  en  el  orden  político  y  social 
habían,  en  mi  concepto,  conducido  á  la  Xacion  a 
grave  conflicto  en  que  se  hallaba. 

"Con  estos  hechos  y  otros  que  podría  muy  bien 
agregar,  para  hacer  ver  el  interés  que  siempre  he 
tomado  en  cuanto  pueda  contribuir  al  bienestar  3- 
engrandecimiento  de  mi  país,  creo  que  nadie  ten- 
dría razón  para  dudar  de  mis  opiniones;  pero  co- 


-  475  - 

mo  entiendo  también  que  con  sólo  detenerme  por 
más  tiempo  sobre  este  punto,  hago  yo  una  grave 
ofensa  á  mis  propios  sentimientos,  bastante  cono- 
cidos de  cuantas  personas  me  favorecen  con  su 
amistad,  omito  toda  otra  explicación  y  dejando  á 
cada  cual  el  derecho  de  juzgarme  como  mejor  le 
parezca,  rae  limitaré  á  repeler  formalmente,  como 
lo  hago,  la  injuria  de  que  se  trata. 

"A  todo  lo  expuesto,  que  ruego  á  ustedes  ten- 
gan á  bien  insertar  en  las  columnas  de  su  aprecia- 
ble  periódico,  como  una  muestra  de  su  imparcia- 
lidad, sólo  añadiré  que  siendo  enemigo  por  carác- 
ter, de  llamar  la  atención  del  público  sobre  mi 
persona,  evitaría  todavía  hoy  el  hacer  esta  ligera 
manifestación,  si  no  fuera  porque  el  haberme  hon- 
rado últimamente  el  Supremo  Gobierno  con  un 
puesto  de  su  confianza,  sin  haberlo  yo  solicitado, 
me  impone  una  doble  obligación  de  desvanecer  to- 
da duda  en  cuanto  á  mis  ideas  sobre  una  materia 
tan  delicada. 

Soy  de  ustedes  señores  Redad  ores,  etc. 

Miguel  Lerdo  de  Tejada." 

Como  se  vé,  esta  carta  nada  más  decía  gene- 
ralidades y  no  entraba  á  desvanecer  los  car- 
gos que  á  Lerdo,  como  á  todos  los  miembros 
de  la  Asamblea  Municipal  se  les  habían  hecho 
Además,  la  conducta  posterior  de  este  señor^ 
cuando  la  guerra  de  tres  años,  en  que  fué  uno  de 
los  partidarios  más  decididos  del  tratado  Mac  La- 


-  476  - 

ne  Ocampo  según  hemos  visto  j'  casi  el  que  obli- 
gó á  Juárez  á  que  se  firmara,  demuestran  que  su 
patriotismo  no  era  mu}-  sincero  por  más  que  pro- 
testara lo  contrario. 


XVII 

Pocas  veces  la  opinión  pública  se  ha  manifesta- 
do de  una  manera  tan  unánime  como  en  aquella 
época,  para  reprobar  los  actos  de  la  Asamblea 
Municipal  y  para  celebrar  su  caída.  También  es 
cierto  que  pocas  ocasiones  han  acaecido  actos  tan 
escandalosos  como  los  que  aquella  llevó  á  cabo, 
y  que  el  olvido  de  los  deberes  de  un  ciudadano  pa- 
ra con  su  patria  se  lleven  á  tal  extremo.  Cuando 
la  Xacion  estaba  aniquilada,  vencida  3-  desgarra- 
da; cuando  se  dudaba  de  que  se  salvara  de  la  crisis 
porque  atravesaba,  unirse  al  invasor,  servirse  de 
su  fuerza  para  revivir  los  odios  de  partido  y  para 
tratar  de  apresurar  ese  aniquilamiento  3-  atarla  de- 
finitivamente al  carro  del  vencedor,  era  un  crimen 
imperdonable  y  que  merecía  el  más  severo  cas- 
tigo. 

Suárez  Iriarte  y  sus  compañeros  que  cre3-eron 
contar  con  el  apoyo  de  todo  su  partido,  hasta  por 
él  se  vieron  desconocidos  3-  abandonados:  el  ansia 
con  que  muchos  se  apresuraron  á  renunciar  el 
cargo  concejil  que  usurparon  y  el  afán  con  que 
otros  rechazaron  después  los  cargos  que  se  les 
hacían,  demuestra  que  todos  ellos^reflexionando 


-     477  - 

detenidamente  sobre  el  paso  dado  tan  impruden- 
temente, se  arrepintieron  de  él  y  procuraron  en- 
mendar su  yerro,  aunque  algo  tarde. 

Para  atenuar  ante  las  generaciones  posteriores 
el  borrón  que  ca3'ó  sobre  los  puros^  no  han  faltado 
autores  liberales  que  pretendan  que  los  miembros 
de  la  Asamblea  se  hicieron  pasar  por  liberales 
y  que  no  pequeña  parte  de  ellos  eranextranjeros- 
(1)  ¡Disculpas  pueriles!  Suárez  Iriarte  era  liberal 
acabado  y  de  los  de  más  prestigio,  como  que  aca- 
baba de  ser  (18-17)  ^Ministro  de  Justicia;  DonMiguel 
Lerdo  de  Tejada,  notorio  es  que  era  liberal,  así  co. 
mo  García  Rejón,  Buenrostro,  Nieva,  Macedo 
Jáuregui,  Salazar  y  Ruiz,  etc:  el  único  que  no  se 
podía  definir  á  qué  partido  pertenecía  era  Don 
Juan  Palacios.  En  cuanto  á  extranjeros  sólo  hubo 
uno:  el  Doctor  Hegewish^  pues  Van-der-Linden,  si 
no  por  su  nacimiento^  si  por  su  ciudadanía  era 
mexicano;  los  otros  extranjeros  que  fueron  llama- 
dos á  la  Asamblea  se  negaron  expresamente  á 
formar  parte  de  ella. 

Así  como  en  otra  ocasión  hemos  hecho  cargos 
á  todo  el  partido  liberal,  en  ésta  nos  abstenemos 
de  hacerlo,  pues  si  .Suárez  Iriarte  fué  instigado  por 
sus  correligionarios,  no  hay  datos  para  afirmarlo 
ni  siquiera  remotamente;  acaso   esa    carencia   de 


[1]  La  obra  "México  :i  través  de  los  siglos."  en  su  tomo 
2°  es  la  que  hace  esas  aseveraciones.  Yasc  venl  por  esto, 
el  crédito  que  merece  el  autor  de  esa  parte  de  la  obra, 
parte  que  es  de  lamentarse  no  pudiera  terminar  el  Sr, 
Donjuán  de  Dios  Arias  que  en  lo  poco  que  de  ella  escri- 
bió, diií  pruebas  de  imparcialidad,  buen  sentido,  rectitud 
de  poseer  dotes  de  historiador. 


-  478  — 

datos  se  deba  á  que  los  correligionarios  de  aquel 
señor,  en  vista  de  la  reprobación  de  la  sociedad 
entera,  se  apresuraron  á  destruir  los  documentos 
en  que  tal  instigación  constaba;  de  todos  modos 
El  Banquete  del  Desierto,  aunque  fué  organiza- 
do por  liberales,  no  fué  obra  de  todo  el  partido  li- 
beral, como  lo  fueron  otros  sucesos  reprobables, 
y  aun  algunos  de  los  que  tomaron  parte  en  él,  no 
continuaron  por  la  senda  en  que  más  tarde  se  dis- 
tinguieron Lerdo,  sobre  todos,  Jáuregui  y  Buen- 
rostro. 

Aquí  daríamos  fin  á  nuestro  trabajo  si  aconte. 
cimientos  posteriores  no  hubieran  vuelto  á  llamar 
á  la  vida  pública  al  Ayuntamiento  legítimo  de 
1847,  al  que  casi  paso  á  paso  hemos  seguido  en  sn 
difícil  tarea  y  la  historia  del  cual  casi  completa 
hemos  hecho  en  los  capítulos  anteriores.  Por  más 
que  lo  poco  que  vamos  á  agregar  no  sea  de  nues- 
tro programa,  por  no  referirse  á  los  sucesos  del 
Desierto,  el  deseo  de  dar  á  conocer  los  últimos 
acontecimientos  relacionados  con  aquella  patrió- 
tica Corporación,  nos  anima  á  relatarlo 

El  Ayuntamiento  que  empezó  á  funcionar  en 
Abril  de  1848  duró  hasta  21  de  Julio  de  1849;  al  si- 
guiente día  tomó  posesión  el  nuevamente  electo 
y  que  fué  notado  de  conservador  y  monarquista  y 
que  fué  objeto  de  una  ruda  oposición;  se  componía 
de  las  personas  siguientes,  todas  ellas  bastante 
conocidas: 


á 


-  479  - 


ALCALDES. 


1"  Sr.  Don  Lúeas  Alaman. 


2° 

3° 

4° 

5° 

6° 

1'' 

Francisco  de  Paula  Arrangoiz. 
Joaquín  Velázquez  de  León. 
Manuel  Ruiz  de  Tejada. 
Faustino  García  Chíraalpopoca. 
Luis  Hidalgo  Carpió. 
Ramón  Alvaro. 


REGIDORES. 

1°  Sr.  Don  Agustín  Sánchez  de  Tagle. 

2°  „  ,,  Manuel  Diez  de  Bonilla. 

3°  ,,  ,,  Francisco  Paez  de  Mendoza. 

4°  „  „  Francisco  Rodríguez  Puebla. 

^^  ))  )i  ^liguel  Hidalgo  y  Terán. 

6°  „  ,,  Antonio  Malo. 

~°  11  »  Agustín  Moneada. 

8°  ,,  ,,  Antonio  Moran. 


SLN'DICOS. 

1°  Sr.  Lie.  Don  José  iMaría  de  la  Piedra. 
2°     „      ,,       ,,     Mariano  Esteva  y  Ulíbarri. 


El  Siglo  XIX  fué  el  primero  que  empezó  á  ata- 
car la  nueva  Corporación,  diciendo  que  la  forma- 
ción de  ella  significaba  la  derrota  de  los  modera- 


-  480  - 

dos  que  estaban  en  el  poder  y  la  de  los  puros;  y 
este  ataque  fué  la  señal  para  los  numerosos  que 
llovieron  sobre  aquella^  pudiéndose  decir  con  ver- 
dad que,  con  motivo  del  resultado  délas  eleccio- 
nes municipales,  empezaron  á  deslindarse;  los  cam- 
pos de  los  rivales  y  á  saberse  quienes  eran  puros 
y  quienes  conservadores. 

A  causa  del  artículo  que  el  16  de  Septiembre 
publicó  El  Universal  sobre  la  Independencia,  los 
ataques  al  Ayuntamiento  redoblaron  y  este  Cuer- 
po veía  llegar  con  satisfacción  el  mes  de  Diciem- 
bre, en  que  debía  terminar  su  encargo.  El  1°  de 
ese  mes,  víspera  de  las  elecciones  primarias,  apa- 
recieron en  las  esquinas  unos  pasquines  azuzando 
el  odio  contra  los  concejales  á  quienes  llenaban 
de  oprobios,  y  corrió  el  rumor  de  que  iba  á  ser 
destruida  la  imprenta  del  Universal,  diario  con- 
servador. Al  mismo  tiempo  se  presentó  á  la  Cá- 
mara de  Diputados  una  exposición  firmada  por 
treinta  y  cinco  desconocidos,  que  los  diputados 
puros  hicieron  suya,  pidiendo  que  se  suspendiesen 
las  elecciones  municipales  y  que  se  quitase  al 
Ayuntamiento  la  intervención,  que  según  la  ley, 
tenía  en  ellas.  En  vano  fué  que  se  opusiesen 
otros  diputados  como  Yáñez;.al  fin  la  proposición 
fué  aprobada  en  medio  del  tumulto  de  las  gale- 
rías, que  azuzadas  gritaban  ¡mueras!  A  los  mo- 
narquistas. 

Durante  la  noche  varios  grupos  que  salieron 
del  congreso,  (pues  la  sesión  terminó  A  hora  muy 
avanzada),    recorrieron  las  calles   con   músicas, 


-  4S1    - 

gritando  y  armando  escándalo;  apedrearon  las  vi- 
drieras de  las  casas  del  regidor  Diez  de  Bonilla  ^ 
del  Dr.  Xájera  }•  de  otras  personas  adictas  á  las 
ideas  conservadoras.  AI  siguiente  día  se  reunie- 
ron los  capitulares  y  dirijieron  al  Gobernador,  Ge- 
neral Don  Pedro  María  Anaya,  una  comunicación 
renunciando  sus  cargos  y  dando  como  razón  los 
atropellos  é  insultos  de  que  sus  miembros  habían 
sido  víctimas,  sin  que  la  autoridad  hiciera  nada 
para  impedir  los  desórdenes. 

Admitida  desde  luego  la  renuncia,  el  Goberna- 
dor citó  en  nombre  del  gobierno,  el  día  3,  á  Don 
Miguel  González  de  Cosío,  presidente  del  Ayunta- 
miento anterior,  á  fin  de  que  citase  á  los  conceja- 
les de  1848  é  instalase  la  Corporación.  Este  Señor 
con  fecha  4  del  mismo  Diciembre  contestó  acom- 
pañando la  comunicación  que  éstos  le  dirijieron,  y 
agregando  por  su  parte:  "Yo,  de  absoluto  acuer» 
do  con  los  conceptos  de  ésta  (la  citada  comunica- 
ción), tengo  el  sentimiento  de  manifestar  á  V.  S. 
que  una  vez  rotos  los  diques  del  respeto  y  subor- 
dinación que  se  debe  á  las  autoridades  legítima, 
mente  constituidas,  y  puestos  en  triunfo  el  escánda- 
lo y  la  desmoralización,  de  ninguna  suerte  me 
expondría  á  ser  la  víctima  del  ludibrio  de  los  que- 
desconociendo  enteramente  los  derechos  y  las 
obligaciones  del  buen  ciudadano,  comprometen 
gravemente  el  orden  y  la  tranquilidad  pública. 
Por  lo  mismo,  repito,  que  me  es  muy  sensible  el  no 
poder  obsequiarla  disposición  de  V.  S.,  á  quienes 
protesto  mi  particular  consideración  }•  aprecio." 
Estudias  históricos,— 61, 


-  482  - 

Los  capitulares  llamados  decían:  "Los  que  sus- 
cribimos, nos  hemos  enterado  de  la  nota  pasada 
á  V.  S.  por  el  señor  gobernador  del  Distrito  y  se 
refiere  á  prevenir  nos  convoque  como  miembros 
que  fuimos  del  Exmo.  A3'untam¡ento,  hasta  22  de 
Julio  próximo  pasado,  para  que  desempeñemos  de 
nuevo  los  cargos  municipales^  vacantes  hoy  por 
la  renuncia  que  de  ellos  han  hecho  las  personas 
á  quienes  estaban  confiados. 

"Testigos  de  los  sucesos  que  han  motivado  esa 
renuncia,  mal  podemos  nosotros  acudir  al  llama- 
miento que  se  nos  hace  por  el  señor  gobernador, 
cuando  nada,  por  desgracia,  nos  anuncia  que  ten- 
dremos un  apoj'o  en  las  autoridades  superiores, 
cuando  carecemos  de  las  garantías  que  para  to- 
do l'uncionario  público  importa  la  universal  ob- 
servancia de  la  ley,  y  cuando  ni  en  nuestros  prin- 
cipios, ni  en  nuestro  carácter  ha  estado  jamás  el 
servir  de  instrumento  á  ningún  partido.  Extra- 
ños á  todos  ellos,  y  consecuentes  con  nuestra 
protesta  hecha  antes  del  22  del  último  Julio,  de 
no  volver  á  servir  los  cargos  municipales,  por 
más  honrosos  que  ellos  sean,  tenemos  el  senti- 
miento de  manifestar  á  V.  S.,  para  que  lo  diga 
así  al  señor  gobernador,  que  no  debe  esperar 
concurramos  á  la  instalación  de  que  habla  \'.  S. 
en  su  nota  relativa. 

"Protestamos  á  V.  S.  nuestra  consideración  y 
aprecio.  Dios  y  Libertad.  México,  Diciembre  4  de 
1849. — Lie.  M.  fiíisíes. —  Germán  Lauda. — Mi- 
Siiel  Cortina    Cliavc~. — Santiago  Moreno  v    lY- 


-  483  - 

cario. — Mariano  de  Icasa. — Lie.  José  María 
Zaldívar. — Antonio  Castañon. — Manuel  Alva- 
rez  de  la  Cadena. — Miguel  F.  Jitncnes  — Sebas- 
tian Labastida. — José  Mariano  García  Icazbal- 
ceta. — Manuel  Echave. — José  María  Cervantes 
Osta. — Lie.  Alejandro  Arangoy  Escandan. — Lie 
Pedro  Elgnero.'^ 

También  por  la  cuestión  de  elecciones  renun- 
ció Don  José  María  Jiménez,  ¡Ministro  de  Justicia. 
El  Presidente  Herrera  inmediatamente  nombró  en 
su ^  lugar  al  Senador  Don  Marcelino  Castañeda 
que  entró  á  desempeñar  la  cartera  el  día  7. 

Ese  mismo  día  fué  llamado  Don  José  .María  Ffo- 
res  y  Terán,  Presidente  del  Ayuntamiento  de 
1847,  á  falta  del  Sr.  Reyes  Veramendi,  para  que 
reuniera  á  la  corporación  de  ese  año;  pero  los 
miembros  de  ella  se  negaron  á  concurrir  en  su 
mayoría  y  el  Sr.  Flores  contestó  en  estos  térmi- 
nos al  Gobernador:  "Por  lo  que  á  mí  toca,  mani- 
fiesto ú  V.  S.  que  no  creo  que  legalmente  pueda 
llamarse  á  ningún  Ayuntamiento  de  los  que  han 
precedido  al  de  1848,  pues  los  términos  del  artícu- 
lo 131  de  la  ley  de  20  de  .Marzo  de  1837,  son 
bastante  explícitos;  y  por  lo  mismo,  en  mi  opi- 
nión, no  puede  irse  retrocediendo  hasta  el  perso- 
nal que  quiera  desempeñar  los  cargos  municipa- 
les. Además  de  esta  razón  legal,  considero  que 
el  despojo  que  se  ha  hecho  al  Ayuntamiento  de 
una  de  sus  más  importantes  atribuciones,  la  de  in- 
tervenir en  los  actos  electorales,  da  el  pernicioso 
ejemplo  de  que  el  Poder  Ejecutivo  ejerza  inflnen- 


-  484  - 

cía  en  ellos, é  infiere  un  agravio  inmerecido  á  to- 
da la  población,  á  quien  se  niega  lo  que  tiene  con- 
cedido el  más  insignificante  pueblo.  Tengo,  pues, 
formada  mi  resolución  de  no  acudir  al  llamamien- 
to de  V.  S.  así  como  porque  me  parece  ilegal  i 
cuanto  porque  mi  honor  y  mi  conciencia  no  me  lo 
permiten  en  las  circunstancias  presentes." 

La  cuestión  electoral  que  cada  día  se  agriaba 
más  costó  á  Oon  Joaquín  Jimúnez,  español,  que 
dirigía  el  periódico  titulado  Ei.  Tío  Noxilla,  ser 
expulsado  del  país.  Algimos  particulares  elevaron 
una  solicitud  al  Congreso  pidiendo  que  se  deroga, 
se  la  lej"^  de  1°  de  Diciembre,  causa  de  todo  el  al- 
boroto; pero  el  Congreso  se  negó  á  ello.  En  esos 
días  se  averiguó  que  la  representación  hecha  por 
treinta  y  cinco  individuos  pidiéndola  adopción  de 
la  citada  ley  era  supuesta  y  esto  aumentó  el  es- 
cándalo. El  gobierno  insistiendo  en  su  idea  de  lle- 
var adelante  la  ley  nombró  á  los  señores  José  Ma 
ría  Bonilla,  Mariano  Icaza  y  Lucio  Padilla  para 
que  integrasen  la  comisión  de  elecciones;  mas  co- 
mo éstos  se  negaron,  el  Gobernador,  asociado  de. 
tres  individuos  procedió  al  nombramiento  de  em- 
padronadores. 

Muchos  de  éstos  á  su  vez  se  negaron  á  hacerlos 
padrones;  se  publicó  una  protesta  contra  los  ac, 
tos  del  Gobierno  j'  al  ñu  reunido  el  colegio  elec- 
toral en  la  Universidad,  nada  pudo  hacer,  pues  no 
tenía  quorinn  y  al  fin  se  disolvió,  quedando  la  ciu- 
dad sin  Ayuntamiento  y  sin  poderse  arreglar  la 
dificultad,  pues  el  Congreso,  único  competente  pa- 


-  485  - 

ra  ello,  había  cerrado  sus  sesiones  el  14  de  Di- 
ciembre. Don  Leandro  Estrada,  Oficial  Mayor  del 
Ayuntamiento,  fué  el  que  quedó  encargado  de 
proveer  a  lo  más  urgente.  La  culpa  de  todo  se 
echó,  y  en  efecto  la  tenían,  á  Don  Mariano  Arista^ 
Ministro  de  la  Guerra  y  aspirante  á  la  Presiden- 
cia de  la  República,  al  Lie.  Don  José  María  La- 
cunza,  Ministro  de  Relaciones,  al  General  Don 
Benito  Quijano  y  al  Gobernador,  General  Don  Pe- 
dro María  Anaya.  Este  último,  no  obstante,  re- 
nunció á  pocos  días  y  entró  á  sucederle  el  Coro- 
nel Don  Miguel  María  Azcárate. 

El  1°  de  Enero  de  1850  se  abrió  nuevamente  el 
Congreso  y  creyó  resolver  la  cuestión  del  Ayun" 
tamiento,  proponiendo  que  se  llamara  al  de  1847; 
aunque  el  dictamen  fué  atacado  por  Alamán,  El- 
guero,  Couto,  Diez  de  Bonilla,  Sepúlveda,  Cuevas, 
etc.,  se  aprobó:  no  obstante,  la  Corporación  de 
1847  no  quiso  volverse  á  reunir  á  pesar  de  las 
multas  que  se  impusieron  a  sus  miembros  y  que 
éstos  pagaron. 

Don  Miguel  Azcárate  tuvo  entre  tanto  que  aten- 
der á  los  ramos  de  la  Municipalidad  en  unión  de- 
oficial mayor  Sr.  Lie.  D.  Leandro  Estrada,  hasta  que 
el  Congreso  decretó  que  funcionara  el  Ayuntamien- 
to de  1848,  que  presidió  Cosío;  vencidas  algunas 
dificultades  que  había  para  elio,  este  señor  y  sus 
compañeros  consintieron  en  volver  á  la  Diputa- 
ción y  tomaron  nuevamente  posesión  de  las  sillas 
el  19  de  Septiembre  de  1850  y  sólo  por  el  tiempo 
que  faltaba  para  terminar  el  año,  durante  el  cual 


-  486  - 

se  esperaba  que  quedara  resuelta  definitivamente 
la  cuestión  de  elecciones. 

En  efecto,  quedó  resuelta;  pero  de  \ma  manera 
que  nadie  se  lo  esperaba.  El  9  de  Agosto  se  veri- 
ficaron las  elecciones  primarias,  y  el  8  de  Sep- 
tiembre las  secundarias  para  la  renovación  de  la 
Presidencia  de  la  República  resultando  electo  el 
General  Don  Mariano  Arista,  por  ciento  cuarenta 
y  dos  votos  contra  noventa  que  tuvo  Don  Nicolás 
Bravo,  candidato  del  partido  conservador.  El  4 
de  Octubre  terminó  sns  actos  el  Colegio  electoral 
de  México  y  el  6  de  Noviembre,  el  Ministro  de  Re- 
laciones, Lie.  Don  José  María  Lacunza,  diú  un  de- 
creto disponiendo,  contra  lo  prevenido  por  la  ley, 
que  ese  mismo  Colegio  se  reuniese  para  elegir  el 
Ayuntamiento  que  entraría  á  funcionar  el  l'^  de 
Enero  de  1851. 

Numerosas  fueron  las  pi'otestas  que  se  formula- 
ron contra  acto  tan  arbitrario  y  aun  fué  acusado 
el  Ministro  Lacunza;  pero  como  tenía  mayoría  en 
la  Cámara,  salió  absuelto  y  las  protestas  fueron 
desestimadas  y  el  17  de  Noviembre  quedó  forma- 
do el  Ayuntamiento  para  1851  de  esta  manera: 


REGIDORES. 

1°  Sr.  Gral.  Don  Pedro  María  Anaya. 
2°    ,,     Don  Bernardino  Alcalde. 
3°    ,,       ,,      Manuel  Arellano. 
4»    ,,       ,,     José  Valente  Baz. 


487 


8» 
90 

10° 
11» 
12" 
13« 
14" 
lo" 
16" 


Sr.    Don  Fraacisco  Espiaosa  de  los   Mon- 
teros. 

,,      Mariano  García  Cuenca. 

,,      Sebastián  Peón. 
Dr.     Don  Antonio  Balderas. 
Don  Miguel  Lerdo  de  Tejada. 

,,      Francisco  Peña  y  Barragán. 

,,      Fermín  Gómez  Parías. 

„      Antonio  Suárez  Teruel. 
Lie.    Don  Matilde  Romero, 
Don   Manuel  Morales  Puente. 

,,       Enrique  Ruano. 
Dr.     Don  Francisco  Buenrostro. 


SÍNDICOS. 

1°  Sr.  Lie.  Don  Guillermo  Valle. 

2^    ,,      ,,        ,,     José  Simeón  Arteaga. 


El  Aj'untamiento  que  funcionaba,  juzgando  ile- 
gal la  elección  del  nuevo,  no  quiso  obedecer  la 
urden  que  le  dio  el  Gobierno  para  entregar  al  se- 
gundo los  ramos  municipales  y  el  31  de  Diciem- 
bre el  .Sr.  González  de  Cosío  dirigió  un  oficio  al 
Gobernador  dándole  las  razones  que  la  Corpóra" 
cion  tenia  para  considerar  á  aquel  ilegítimo  y  ha- 
ciéndole saber  el  acuerdo  tomado  en  cabildo  de 
entregar  al  Gobernador  todos  los  ramos  munici- 
pales, acompañándole  los  inventarios  de  ellos.  En 
seguida  se  disolvió, 


-  488  — 

Así  terminó  la  cuestión  de  los  Ayuntamientos 
que  desde  el  año  de  1847  funcionaron  con  mucha 
irregularidad  y  no  en  los  períodos  fijados  por  la 
ley.  El  de  1851  compuesto  de  liberales /)«>'os,  adic- 
tos al  gobierno  de  Arista  no  encontró  dificulta- 
des de  ninguna  clase,  durante  el  período  de  su 
gestión. 


jp^iisr. 


SUMARIO. 


A\TON   LIZARDO. 


Capítulos.  Págs. 

I./— Situación  de  México— Gobierno  de 
Zuloaga., — Primer  sitio  de  Vera- 
cruz.— Acciones  de  Calamanda  y 
de  Tacubaya. — Reconocimiento  de 
Juárez  por  los  Estados   Unidos. — 

Tratado  Mac  Lañe  Ocampo 2 

11.— Compra  de  buques  en  la  Habana. 
— Declara  Juárez  pirata  á  Marin. 
—  Sale  Miramon  al  2°  sitio  de  Ve- 
racruz. — Viaje  de  los  buques  con- 
servadores de  la  Habana  á  la  An- 
tigua.—  Pasan  frente  á  Ulúa. — 
Sale  Turner  en  busca  de  ellos. — 
Reflexiones  sobre  la  conducta  de 

Juárez  y  de  Turner 7 

Estudios  Históricos.— 61 


--  490  - 
Capítulos.  Págs. 

IIÍ. — Fondean  los  buques  de  Marín  en 
Antón  Lizardo  y  'comunican  con 
tierra.  —  Llegada  de  Turner. — 
Combate  entre  el  "Miramon"  y  la 
"Saratoga." — Incidente  de  la  ban- 
dera.-— Captura  de  aquel  y  prisión 
de  los  oficiales  mexicanos 18 

IV — Captura  del  "Marqués  de  la  Haba- 
na."— Son  conducidos  á  Veracruz 
y  Nueva  Orleaus  los  buques  mexi- 
canos.— Protesta  de  los  Coman- 
dantes extranjeros. —Libertad  de 
Marin  y  de  sus  oficiales. — Protesta 
de  Marin. — Negociaciones  entre 
Miramon  y   Juárez. — Mal  éxito  de 

ellas. — Se  levanta  el  sitio 26 

V. — Extensa  protesta  del  Comandante 
espafTol. — \'uelven  á  la  Habana 
los  marinos  españoles,  — Dificul- 
tades de  Marin  en  Nueva  Orleans. 
— Su  comunicación  al  Gobierno 
mexicano 33 

VI.— Juicio  seguido  en  Nueva  Orleans. — 
Declaraciones  de  Turner. — Prue- 
bas de  Marin.— Sentencia  del  Juz- 
gado de  Louisiana  absolviendo  á 
Marin. — Se   mandan  devolver  los 

buques.  —  .\pela  al  Fiscal 39 

VIL— Pedimento  del  Procurador  Black, 

-^Imparcialidad  de  01 45 


-  491  - 

Capítulos.  Págs. 

VIII. — Situación  délos  partidos  en  Méxi- 
co.—  Subterfugios  é  intrigas  del 
gobierno  de  los  Estados  Unidos. 
— Llega  á  Veracruz  la  barca 
"Concepción"  con  armas. — Su  cap- 
tura.,— Contestaciones  entre  Juá- 
rez y  el  Comandante  Arias.— Pre- 
parativos para  el  bombardeo  de 
Veracruz,  por  la  escuadra  españo- 
la.— Libertad  de  los  marinos  de  la 

"Concepción." 52 

IX. — Se  radica  Marin  en  la  Habana.— 
Venta  de  los  buques  mexicanos. — 
Protesta  de  Marin. — Guerra  sepa- 
ratista en  los  Estados  Unidos. — 
Fallo  de  la  Suprema  Corte,  favo- 
rable a  Marin.  — Comisión  mixta. — 
Reclamación  de  Marin  ante  ella. 
— Opinión  del  comisionado  mexi- 
cano.— ídem  del  norteamericano. 

— Es  desechada  la  reclamación 58 

X.r— Reflexiones  sobre  el  atentado  de 
Antón  Lizardo.— Sus  funestos  re- 
sultados: la  intervención  europea.     66 


EL  TRATADO  MAC  LAXE  OCAMPO. 

I. — Situación  de  México  en  1850.— Zu- 
loaga  en  México.— Juárez  en  Ve» 


—  492  — 

Capitules.  Págs. 

racruz. — La  familia  enferma. — 
Viaje  por  el  Extranjero.— Pierde 
Juárez  por  ese  viaje  su  carácter 
de  Presidente. — Pruebas  de  tal 
aserto:  su  conducta  en  Paso  del 
Norte  y  la  destitución  de  González 
Ortega.— Tenacidad  de  Juárez  en 
fomentar  las  guerras  civiles 71 

II.  —  Planes  de  los  Estados  Unidos. — 
Los  demócratas. — El  destino  ma- 
nifiesto.— Revolución  en  Hungría. 
—Los  filibusteros  en  Cuba. — Re- 
clamaciones al  Perú. — Las  Islas 
Hawaii. — Tehuantepec. — La  Mesi- 
lla.—  Conferencia  de  Ostendc. — 
Invasiones  en  la  frontera  mexica- 
na.—  Actitud  de  Europa.  — Tratado 
Clayton  Buhvcr. — Palabras  de  Bu- 
chanan 7^ 

ÍII. — Acción  de  .Salamanca. — El  envia- 
do norteamericano  Mr.  Forsyth  re- 
conoce el  gobierno  de  Zuloaga. — 
Robles  Pezuela  en  Washington. — 
Forsyth  propone  una  nueva  de- 
marcación de  límites. — Negativa 
de  Don  Luis  G.  Cuevas,  Ministro 
de  Relaciones. — Nota  inconvenien- 
te de  Mr.  Forsyth  y  respuesta  dig- 
na de  Cuevas.  —  Proposición  de 
Houston  para  un   protectorado  en 


-  493  - 

Capítulos.  Pags. 

México. — Desavenencias  con  For- 
syth. — Su   retiro 85 

IV.-  -Envía  Juárez  á  Mata  á  Washing- 
ton.— Situación  de  Europa. — Ame- 
nazas de  Buchanan.— Exigencias 
de  los  Estados  Unidos  — Débil  con- 
ducta de  Juárez 95 

\'.  — Nombramiento  de  Mr.  Mac  Lañe 
para  Ministro  en  Veracruz.— Al- 
cance de  esta  medida. — Su  recep- 
ción.— .Significación  de  los  discur- 
sos pronunciados  por  Juárez  y 
Mac  Lane.--Circular  de  Ocampo 
á  los  Jefes  juaristas. — Comenta- 
rios de  la  prensa  conservadora.. .    103 

VI. — Protesta  del  gobierno  de  Miramon 
contra  la  recepción  de  Mac  Lañe. 
— Nota  de  este  señor,  contestando 
á  la  protesta  anterior.  -  Falsas  ase- 
veraciones que  hacía. — Nueva  cir- 
cular de    Ocampo 110 

VII.--  Comprometida  situación  de  Juárez. 
— División  de  los  liberales  de  Ve- 
racruz.^Don  Miguel  Lerdo  de 
Tejada.  — Viajes  de  Mac  Lañe  por 
la  Costa. — Se  amplía  la  concesión 
de  Tehuantepec. — Propone  Mata 
á  los  Estados  Unidos  la  conquista 
de  Cuba. — La  oposición  en  el  Se- 
nado    norteamricano. —Reciben 


-  494  -- 

Capítulos,  Págs. 

los  liberales  recursos  de  los  Esta- 
dos Unidos. — Descontento  en  la 
costa  por  esos  recursos.— Prelimi- 
nares del  tratado 121 

VIH. — Peripecias  de  la  guerra  civil  en 
México. — Vacilación  de  Juárez. — 
Reunión  de  liberales  en  Veracruz. — 
Discordia  del  directorio  juarista. — 
Se  propone  á  Juárez  nacionalizar 
los  bienes  del  clero.  — Manifiesto  de 
Juárez  en  el  que  se  anuncian  mu- 
chas innovaciones 1 29 

IX. — González  Ortega  en  Zacatecas.— 
Expulsión  de  los  religiosos  de  Gua- 
dalupe..— Huerta  expulsa  á  los  pau- 
linos de  Pátzcuaro  y  Morelia. — 
Ley  de  nacionalización  de  bienes 
eclesiásticos.  —  Sale  Lerdo  de  Te- 
jada para  los  Estados  Unidos  á 
contratar  un  empréstito.  --Ayuda 
que  presta  Buchanan  á  los  libera- 
les.— Inauguración  de  las  obras 
del  Istmo  de  Tehuantepec. — Des- 
contento de  liberales  por  la  ley  de 
nacionalización.  —  El  Boletín 
Oficial  de  ¡Monterrey  propone  un 
arreglo  entre  los  contendientes.— 
Ataques  de  la  prensa  norteameri- 
cana á  Juárez. — Regresa  Mac  La- 
ñe á  los  Estados  Unidos 135 


49d  - 

Capitulus,  ^  Páss. 

X. — Voluntarios  extranjeros  al  servi- 
cio de  Juárez. — Vidaurri  temeroso 
de  una  invasión  llama  ú  Xuevo 
León  al  Ejército  del  Norte. — Dis- 
turbios entre  los  jefes  fronterizos. - 
Batalla  de  la  Estancia  de  las  Va- 
cas.— -Sus  resultados. — Sensación 
que  produce  en  Veracruz. — Mala 
situación  de  los  liberales.— Llega 
segunda  vez  ALic  Lañe  á  Veracruz, 
con  el  tratado  3-a  redactado. — 
Guillermo  Tkll  aboga  por  la  con- 
clusión de  él   145 

XI.— \'icios  de  inconstitucionalidad  de 
Juárez  como  gobernantCi — Aspi- 
rantes ala  Presidencia. — Degolla- 
do.— Vidaurri. —  Doblado. —  Gon- 
zález Ortega.— Lerdo  de  Tejada. 
—Partido  que  este  señor  tenia. — 
El  fué  el  autor  de  las  Leyes  de  Re- 
forma.— Temores  de  Juárez  de  ser 
depuesto. — Nuevas  negociaciones. 
Tratado  Mon-Almonte. — Juárez  se 
decide  á  aceptar  el  tratado  Mac 
Lañe 154 

Xir, — Invasiones  de  Cortina  en  la  fron- 
tera de  Texas. — Porter  amenaza 
á  Sonora. — Artículo  1°.  del  trata- 
do.— Cesión  ¿perpetuidad  del  trán- 
sito á  través  de  Tehuantepec. — Im- 


496  - 

Capítulos.  Págs. 

procedente  mención  del  tratado  de 
la  Mesilla. — Ojeada  sobre  los  des- 
pojos cometidos  por  los  Estados 
Unidos., — Expulsión  de  los  pieles 
rojas. — Invasión  de  las  Floridas. 
— Guerra  de  1812. — Proposiciones 
de  Poinssettá  México. — Gaines  en 
la  -Sabina.—  Guerra  de  1847.— Des- 
cubrimiento de  los  placeres  de 
California. — Proyectos  sobre  Cen- 
tro América. — Tratado  Clayton 
Bulwer.  -Tehuantepec  y  las  con- 
cesiones de  México 159 

XlIT.— Artículo  2°.  del  tratado.— Se  esti- 
pula la  neutralidad  de  Teluiante- 
pec. — Lo  que  eso  significaba  se- 
gún el  derecho  internacional. — 
Paisas  neutrales.  -Suiza. — Craco- 
via.— Países  Bajos. —  Luxembur- 
go. — Casos  en  que  era  imposible 
observarla  neutralidad 168 

XIV.— Artículo  3°:  tránsito  á  través  del 
Istmo. — Establecimiento  de  Puer- 
tos.— Excencion  de  derechos  ú  ar- 
tículos extranjeros.  —  Inconstitu- 
cionalidad  de  esa  cláusula. — Con- 
vención postal 179 

XV.— Artículo  4°:  Almacenes  de  depósi- 
to.— Extensión  indebida  que  se  da- 
ba al  tratado. — Perjuicio  real  para 


Capítulos.  Pilfffe. 

México. — Peligros  del    contraban- 
do     186 

XVI. — Artículo  5^:  Ocupación  militar  de 
Tehuantepec. —  Casos  dr  ella. — 
Casos  de  intervención  segfun  dere- 
cho internacional. —En  ningfuno  de 

ellos  estaba  México 194 

XVII. — Artículo  5°:  Juárez  no  podía  pac- 
tar la  intervención. —  Preceptos 
constitucionales. — Los  partidos  no 
representan  á  la  Nación. — Absur- 
dos á  que  llegó  Ocampo 205 

XVIII.— Artículo  6°:  Derecho  de  tránsito  á 
través  de  la  frontera  del  Norte.— 
Empeño  dalos  Estados  Unidos  por 
obtener  ese  derecho. — Diversas 
tentativas  para  lograrlo.— Admi- 
ración de  la  prensa  norteamerica- 
na por  la  concesión 214 

XIX. — Artículo  7°:  Cesión  á  perpetuidad 
de  esa  concesión.  —  La  República 
de  Sierra  Madre. — Servidumbres 
internacionales.  — Temores  de  des- 
membramiento de  México.— Dict»- 
men  del  General  Sánchez  Ochoa. 
—Comercio  con  Asia. — El  caso  de 

Texas  se  repetiría 223 

XX. — Artículo  8":  Estipulaciones  comer- 
ciales. —  Novedades  introdr.cidas 
en  las  estipulaciones.— Mercancías 
Estudios  Históricos.— 63 


-  498  - 

Capítulos.  Págs. 

libres  de  derechos.— Puntos  de  in- 
ternación. —  Contrabando.— Esti- 
pulación inútil 235 

XXI.— Artículo  8°:  Mercancías  libres.— 
Se  deja  su  elección  al  Senado  de 
los  Estados  Unidos. —  Productos 
^  mexicanos  en  1856.— Agricultura. 
— Comercio  exterior.  —  Exporta- 
ciones   , 1'43 

XXII.- — Artículo  9":  Actos  religiosos  de 
los  norte-americanos.—  Se  les  per- 
mite practicar  en  público  su  reli- 
gión.— Mejor  predicamento  en  que 
quedabau  respecto  de  los  mexica- 
nos.— Los  ciudadanos  de  los  Esta- 
dos Unidos  quedan  exceptuados 
de  los  prestamos  forzosos 250 

XXIII. — Artículo  10*:  Auxilios  concedidos» 
Juárez:  dos  millones  en  efectivo  y 
dos  para  el  pago  de  reclamaciones 
norteamericanas.  —  Modo  humi- 
llante de  conceder  esos  auxilios. 
— Reclamaciones  fraudulentas. — 
Reminiscencias  de  la  Comisión 
mixta. — Foima  inconveniente  de 
pagar  las  reclamaciones.  — Opinio- 
nes del  señor  Zamacona 257 

XXIV.— Artículo  11°:  Ratificación  del  tra- 
tado.— Facultad  que  para  ello  te- 
nía Mr.  Buchívnan. — ^Juárez  no  te- 


_.  499  ~ 

Capítulos.  Págs. 

nía  facultades  para  hacer  la  rati- 
ficación.—  Sus  obligaciones  según 
la  Constitución.— Requisitos  esta- 
blecidos por  ella. — .Atribuciones 
del  Congreso. — Juárez  no  tenía  el 
carácter  de  gobernante  legítimo...  265 
XXV.-  -Artículo  P  adicional:  Se  pacta  la 
intervención  inmediata  en  México. 
— Preceptos  del  derecho  interna- 
cional.— México  pagaría  los  gas- 
tos de  la  intervención. — Peligro  en 
que  estaba  México  de  ser  absorbi- 
do ó  de  sostener  una  guerra  con 
los  Estados  Unidos.— Intervención 

mutua 272 

XXVI. — Ratificación  del  artículo  adicio- 
nal.— Falta  de  facultades  de  Juá- 
rez para  hacerla,  ya  expuestas .  . .  28C 
XXVII. — Se  firma  el  tratado. — Es  llevado  á 
Washington.— Disgusto  que  pro- 
duce en  el  Directorio  Juarista. — 
Nuevo  gabinete  en  Veracruz.  - 
Disgusto  de  la  guarnición  del 
puerto. — Temores  de  una  subleva- 
ción.— Muchos  liberales  se  some- 
ten al  Gobierno. — Protesta  del 
General  Negrete. — Ocasión  favo- 
rable ú  los  conservadores  para 
terminar  la  revolución.— Toma 
de  Colima.— Protesta  del  Ministro 


—  500  - 

Capítulos.  Págs. 

Muñoz    Ledo 283 

XXVIII. — Protestas  en  todo  el  país  contra  el 
tratado.-Protesta  dePesqueira. — 
Conducta  de  Le  Trait  d'Uniox.  - 
Llega  Miramon  á  México. — Mensa- 
je de  Buclianan. — Temores  de  gue- 
rra con  los  Estados  Unidos. — Si- 
tuación de  Veracruz. --Disidencias 
entre  Lerdo  y  Ocampo.— Sale  éste 
último  del  Ministerio. ---Entra  á  él 

Don  Santos  Degollado 219 

XXIX  — Comentarios  de  la  prensa  nacio- 
nal y  extranjera  acerca  del  trata- 
do.— Continúa  la  guerra  civil. — 
Martirio  del  coronel  Daza  Argue- 
lles.— Entra  González  Ortega  á 
Durango. — El  guerrillero  Rojas 
fusila  á  ciento  sesenta  prisioneros 
en  Teiiles.— Situación  respectiva 
de  los  dos  partidos  al  terminar  el 

año  de  1859 229 

XXX.— El  tratado  en  el  Senado  de  Wahs- 
hignton.— Demócratas  y  Republi- 
canos.—Cuestión  de  Kansas.— La 
comisión  de  Relaciones,  pide  da- 
tos al  Ejecutivo.— Demora  de  la 
discusión  del  Tratado.— Segundo 
sitio  de  Veracruz  por  Miramon. — 
Mr.  Masson  y  Mr.  Jinghall  comba- 
ten el  dictamen.— Mr.  .Simmons  lo 


-  501  - 
Capítulos.-  PáRs. 

examina  bajo  el  punto  de  vista 
económico. — Ardid  de  Buchanan 
para  hacer  ratificar  el  tratado. — 
Antón  Lizardo.-  -Significación  del 
atentado  cometido  por  la  "Sarato- 
toga". — •  Resultado  contraprodu- 
cente que  produjo 307 

XXXI.— Continua  la  discusión  en  el  Sena- 
do.— Es  desechado  el  tratado.— 
Pánico  que  esto  produce  entre  los 
liberales. — Exajerada  alegría  de 
los  conservadores. —  Triunfos  de 
González  Ortega. — Degollado 
propone  un  avenimiento  entre  am- 
bos partidos. — Es  destituido  del 
mando. — Calificación  que  déla  con 
ducta  de  Degollado  haccjuárez. — 
Caída  de  Miramon. — Incidente  en 
el  Congreso  á  causa  del  tratado. 
—El  diputado  Aguirre  califica  de 
traidor  al  gobierno  liberal.—  Muer- 
te de  D.  ;\Ielchor  Ocampo.-  Gue- 
rra civil  en  los  Estados  Unidos. — 
Se  ruega  á  México  que  no  favo- 
rezca la  causada  los  separatistas.  316 

XXXII. — Conclusión. —  Reflexiones    sobre 

las  revoluciones  de  México 327 


502  - 


EL  BRINDIS  DEL  DESIERTO. 

Capítulos  Págs. 

Introducción 335 

I. — Los  invasores  en  el  Valle  de  Mé- 
xico.— Acciones  de  Padierna  y 
Churubusco.  —  Armisticio. —  En- 
tran los  norteamericanos  á  la  ca- 
pital á  proveerse  de  víveres.— Tu- 
multo en  la  plaza  de  armas. — Fin 
del  armisticio. — Acciones  del  Mo- 
lino del  Rey  y  Chapultepec 336 

II. — Abandono  de  la  ciudad. — Ayunta- 
miento manda  una  comisión  al  ge- 
neral Scottpara  pedirle  garantías. 
— Proclama  del  Ayuntamiento. — 
Entrada  de  los  norteamericanos  á 
México.  — Combates  en  la  calles. 
—Nueva  proclama  del  Ayunta- 
miento.— Muertos  durante  los  ci- 
tados combates 343 

III. — Medidas  de  seguridad   adoptadas 

por  Scott.— Contribución   de 

$150,000  impuesta  á  la  ciudad.— 
Queda  ésta  dividida  militarmente 
en  cuatro  secciones.—  Diversiones 
públicas.— Prensa  de  la  Capital.— 
Instalación  del  gobierno  nacional 
en  Querétaro 353 


—  503  - 

Capítulos.  Págs. 

IV. — Penurias  del  Ayuntamiento  y  difi- 
cultades para  pagar  la  contribu- 
ción de  guerra. — Se  organiza  el 
Gobierno  del  Distrito. — La  corpo- 
ración administra  las  oficinas  re- 
caudadoras.— Préstamo   de 

.$20,000. — Los  prisioneros  mexica- 
nos     359 

V. — Bando  del  Ayuntamiento,  prorro- 
gando el  plazo  de  ciertas  obliga- 
ncs. — Medidas  de  Policía  que  dic- 
ta.—Precaria  situación  de  la  Co- 
legiata.— Desacuerdo  entre  el  Ca- 
bildo y  el  Alcalde  1°. — Rumores 
de  una  sublevación  contra  los  in- 
vasores.-— Atropellos  de  los  ban- 
didos poblanos. — Estado  de  las 
reutas  municipales 365 

VL — Elecciones  de  Ayuntamiento. — El 
Gobierno  nacional  dispone  que  no 
se  verifiquen. — El  Ayuntamiento 
después  de  reñido  debate  acuerda 
que  tengan  lugar. — Son  azotados 
publicamente  varios  mexicanos. 
— Disgusto  que  esto  causó  y  re- 
presentación hecha  al  invasor  pa- 
ra evitar  los  a¿otes. — Libertad  de 
de  algunos  prisioneros  mexica- 
nos.— Disposiciones  del  General 
Scott.— Protestas  del  Gobierno.— 


-  504  - 

Capítulos.  Pá;,'s. 

El  diputado  Zubieta  propone  se 
disuelva  la  Federación 372 

^'II. — El  Gobierno  expide  una  ley  prohi- 
biendo que  se  veriñquen  en  Méxi- 
co las  elecciones  municipales.— 
El  Ayuntamiento  acatando  la  ley 
suspende  las  elecciones. — Traba- 
jos del  partido  puro  cerca  del  in- 
vasor.— Pretende  ese  partido  ha- 
cer las  elecciones  municipales. — 
Principales  personajes  de  él. — 
Nombres  de  los  electores. ^Prohi- 
be el  invasor  se  obedezcan  las 
órdenes  del  gobierno   mexicano..   381 

VIII. --El  Ayuntamiento  suspende  las 
elecciones  legales.  Los  puros  lle- 
van á  cabo  las  suyas. — Miembros 
que  formáronla  Asamblea  Munici- 
pal.— Es  acusado  .Suárez  Iriarre 
de  sedición. — El  juez  Olmedo  lo 
absuelve. — El  gobernador  norte- 
americano se  funda  en  esta  abso- 
lución para  tener  por  legitimo  á 
la  Asamblea  Municipal 391 

IX.— Entusiasmo  que  causa  en  los  Esta- 
dos Unidos  la  ocupación  de  Méxi- 
co.—Se  resuelve  continuar  la  gue- 
rra— Llegada  de  nuevas  tropas. — 
Cuestión  de  los  alojamientos. — 
Manifestación  del  .Cabildo.— Eno- 


—  505  — 

Capítulos.  Págs. 

jo  de  Scott  por  esa  manifestación. 
— Cesa  de  funcionar  el  Ayunta- 
miento legítimo  y  entra  la  Asam- 
blea Municipal. — Discurso  de  Suá- 
rcz  Iriarte. — Renuncias  de  Em- 
pleados.— Proposición  de  Arteaga 
y  García  Rejón. — Diversos  acuer- 
dos de  la  Asamblea 399 

X. — Afán  de  legislar  que  tenían  los 
municipes. — Es  nombrado  Gómez 
Pedraza  director  del  Montepío  y 
se  opone  la  Asamblea. — Intrigas 
con  motivo  de  este  incidente. — 
Crítica  de  las  instrucciones  dadas 
á  los  electores. — En  resumen  ten- 
dían á  procurar  la  anexión  de  Mé- 
xico á  los  Estados  Unidos 409 

-^I. — El  banquete  en  el  Desierto.— Cró- 
niica  de  él  dada  por  los  diarios 
norte-americanos. — Los  brindis. — 
Xo  se  puede  afirmar  ni  negar  que 
se  hablara  en  ellos  en  favor  de  lii 
anexión. — Examen  del  crédito  que 
merecen  los  escritores  que  hablan 
del  suceso. — Al  criterio  del  lector 
queda  el  fallo. — Disculpas  de  Suá- 
rez  Iriarte. — Dijo  que  sólo  se  hizo 
una  visita  de  inspección  á  las 
aguas  de  la  ciudad 418 

XIL— Indignación  de  la  sociedad  por  el 
Estudios  históricos.— 64 


-  506  — 

capítulos.  Págs. 

banquete  del  Desierto.— Se  funda 
un  periódico  para  atacar  á  la 
Asamblea  Municipal. — A  moción 
del  Reg^idor  Arteaga  es  denuncia- 
do por  los  síndicos.. — Tratado  de 
Guadalupe  Hidalgo. — Acuerda  la 
Asamblea  la  aprehensión  de  los 
desertores  del  enemigo.  —  Separa- 
ción del  Secretario  del  Ayunta- 
miento.— Contribución  de  guerra 
impuesta  á  la  Ciudad  y  al  Distrito. 
— Exigencias  de  Smith. — Se  pro- 
rroga el  plazo  de  ella. — Dispone 
la  Asamblea  délo  que  recaudó  por 
esa  contribución. — Pretensiones  de 
erigir  el  Estado  del  Valle  de  Mé- 
xico.— Disgusto  por  los  actos  de 
la  Asamblea.— Se  pide  á  ésta  que 
se  disuelva.—  La  prensa  extranjera 

la  ataca  rudamente 431 

XIII. — -Conclusión  del  armisticio. — Caída 
ridicula  de  la  Asamblea. — Alegría 
de  la  sociedad  por  esa  caída.— Jui- 
cio sobre  la  conducta  de  esa  Asam- 
blea.—No  puede  ser  disculpada.'— 
Principales  actos  de  ella. ^-Defen- 
sa de  .Suárcz  Iriarte.  .  ,  , 4  40 

XIV. — Entra  á  funcionar  el  antiguo  Ayun- 
tamiento.—  Ceremonia  que  tuvo 
lugar.— Ausencia   de  Reyes  Vera- 


-  507  - 

Capítulos.  Págs. 

icendi  —Don  Mariano  Icaza  pro- 
mueve información  sobre  el  ban- 
quete del  Desierto. — Coste  de  el. — 
Resultado  de  la  información. — 
Trabajos  del  Ayuntamiento  repues- 
to.— ^Desórdenes  en  la  Ciudad.— 
Asalto  de  una  casa  de  la  calle  de 
la  Palma   y    asesinato    del   joven 

Zorrilla 449 

XV. — Nuevas  elecciones  del  Ayunta- 
miento ordenadas  por  el  Gobierno. 
— Personas  que  resultaron  electas. 
— Ratificación  del  tratado  de  paz. 
, — Desocupación  de  la  Capital  y  de 
la  República  por  los  invasores. — 
Instalación  del  Gobierno  nacional. 
— Celo  patriótico  del  nuevo  Ayun- 
tamiento.— Incidente  á  propósito 
del  periódico  El  Municipal. — El 
Ingeniero  Smith  regala  á  la  Ciu- 
dad el  proyecto  de  desagüe. — Ob- 
sequio que  le  hace  el  Ayuntamiento.  457 
XVI.— Ataques  del  Cangrejo  al  Ayúnta- 
te.— Aprehensión  de  Suárez  Triar- 
te y  otros  miembros  de  la  Asam- 
blea.—Reclama  aquel  el  fuero  de 
diputado. — Es  acusado  ante  el 
Gran  Jurado.— Proceso  laborioso. 
Es  declarado  culpable  Suárez  Triar- 
te.— Brillante  defensa  que  hizo. — 


—  508  - 

Capítulos.  Págs. 

Palabras  del  Diputado  Don  Juan 
de  Dios  Cañedo. — Muerte  de  .Suá- 
rcz  Iriarte. — Libertad  de  los  de- 
más miembros  de  la  Asamblea. — 
Carta   de   Don    Miguel    Lerdo   de 

Tejada 465 

XVIL— Reflexiones  sobre  la  Asamblea. — 
Culpa  que  tiene  el  partido  liberal 
en  lo  del  Desierto. — La  cuestión 
de  los  Ayuntamientos. — Corpora- 
ción de  1849. — Ataques  y  atrope- 
llos que  sufrieron  sus  miembros. — 
Renuncia  el  cargo  y  es  llamada  la 
de  1848. --No  acepta  y  se  llama  á 
la  de  1847  que  tampoco  acepta. — . 
Transacción  entre  puros  y  con- 
servadores. —  Decreto  para  las 
elecciones  municipales  de  1852. — 
Personas  que  formaron  el  Ayun- 
tamiento de  ese  año. — Conducta 
digna  de  los  reg-idores  de  1848 476 


FIN  DEL  SUMARIO. 


Este  libro  acabóse  de  imprimir 
en  la    Imprenta  de    Victo- 
riano Agüeros  el  Lunes 
17  de  Mayo  de 
1891. 


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