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Full text of "Oracion funebre que en las solemnes exequias celebradas el 23 de marzo de 1805 en la Santa Iglesia Catedral de Córdova del Tucuman, por el ilustrísimo señor doctor don Angel Mariano Moscoso, del consejo de S.M., dignísimo obispo del Tucuman dixo el señor Doct. don Gregorio Funes dean de la misma iglesia, provisor, vicario capitular, y gobernador del obispado sedevacante."

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Brtmiu  ilnitrci-eíihr 


ORACIÓN  FÚNEBRE 

QUE 
EN  LAS  SOLEMNES  EXEQUIAS  CELB- 

BRADAS   EL    23  DE  MARZO     DE   l8oj 

EN  LA 
SANTA  IGLESIA  CATEDRAL  DE 

CÓRDOVA  DEL  TUCUMAN  5 

POR  EL 

ILUSTRÍSIMO  SEÑOR  DOCTOR  DON  ÁNGEL 

Mariano   Moscoso  *  del   Consejo   de  5»  M. ,  dignísimo 
Obispó  del  Tucuman 

DIXO 

EL  SEÑOR   DOCñ  DON  GREGORIO  FUNES, 

Dean  de   la   misma  Iglesia  ,  Pr&visór  ,  Vicario 

Capitular  >  y  Gobernador  déí  Obispado 

Sedevacante* 

LIMA  í 

Ért    la    iitipréhtá   de   los   Niños    expósito** 
Año  de    1806* 


rJP\\OBJCION  DEL  DOCTOR  DON  PEDRO 

Gutiérrez  de    Cos  ,    Canónigo    Doctoral ,  de  esta 
santa    iglesia  metropolitana  ,    Comisario   y  Con- 
sultor del  Santo    Oficio  ,    Vocal  de  la  junta  del 
sacro    monte    de  Piedad  de    Animas  ,  y  de  la 
nuevamente   establecida  para  la    conservación 
y  propagación    del  Jjfuido   de  la 
Vacuna» 


EXC.mo   SEÑOR. 


jbn  cumplimiento  del  superior  decreto  con 
que  V.  E.  se  sirve  remitir  á  mi  censura  la 
oración  fúnebre ,  que  en  las  exequias  del  Ilus- 
trísimo  Señor  Doctor  Don  Ángel  Mariano 
Moscoso  Obispo  que  fué  de  la  santa  iglesia 
de  Córdova  del  Tucuman,  dixo  el  Dean  de 
ella>  Doctor  Don  Gregorio  Funes,  la  he  leí- 
do con  atención,  y  me  parece  que  está  con- 
forme á  las  reglas  de  la  oratoria  sagrada.  Ella 


-I 


presenta  el  retrato    ele    un    hombre   ajusfado 
siempre    á  la    ley  :     ele  pi    Prelado    zeloso  , 
caritativo,    benéfico    al  estado-,  á   su  iglesia 
y  á  los  pobres.  Los  exemplos  que  dexó  de  es- 
tas  virtudes  el    Ilustrísimo    Señor  ■  ■  Moscoso 
quedaron  como  encerrados    dentro  del   terri- 
torio ,  donde  las  practicó ,  y  su  memoria  que- 
dó   también   ceñida  á  la   duración    de    aque* 
Has    gentes  ,  que  presenciaron  ,  ó  tuvieron  no. 
ticia  de  los^  sucesos  que  se  refieren.  Pintados 
yá  con   los   bellos  colores   de  la  eloqüencia , 
y  transmitidos  á   la  posteridad  por  medio  de 
la  imprenta,  son   capaces  de  exítar  en  todas 
partes  sentimientos  de  piedad ,   y  provocar  á 
la  imitación.    Las  virtudes ,  en  cuyo  exercicib 
se  distinguió  este  Prelado ,  unas  son  caracte- 
rísticas ,  y   peculiares   de   los   Pastores   de  k 
iglesia,  y  otras  comunes,  y  proporcionadas  á 
toda  clase  de  personas.  Así  la  lectura  de  es- 
ta oración  podrá  aprovechar  á  todos.  Por  eso, 
y  por  que  no  contiene  expresiones  contrarias 


á  la  religión ,  ni  á  las  regalías  supremas  de 
la  corona,  juzgo  que  podrá  V.  E.  siendo 
servido  conceder  la  licencia,  que  se.  solicita 
para  imprimirla  ,  ó  resolver  lo  que  sea  del 
superior  agrado  de  V.  E,  Lima  y  Julio  24 
de    180Ó. 

EXC-MO     SEÑOR 

Pedro  Gutiérrez  de  C&s* 


Lima  31  de  Julio  de  1806. 


Visto,  se  concede  permiso  para  la  impresión  de 
la  oración  fúnebre  de  que  se  trata  ,  con 
condición  de  entregar  en  mi  Secretaría  de  Cá- 
mara un  exemplar  para  cotejarlo  con  el  ori- 
ginal, que  ha  de  quedar  archivado  en  ella. 


Aviles. 


Ravago. 


■ 


■■■■■■■i^Hl 


(O 

&  »**  asi*  J&  ^ 


* 


+ 


§  '  y 


Oferatus  est  rectiim  i  tt  verum ,  é£  fow/m  i/i  univér* 
m  cultura  minlsterii  domus  Dpmlni : :  et  prosperatuJ  est¿ 
Paralipomenon  cap.  31. 

Obró  quanto  era  recto,  verdadero  y  bueno  en 
orden  al  ministerio  de  la  casa  del  Señor  ,  y  todo 
le  salió  felizmente. 


X    TI  1 

I  <*  ¡Jorqué  orden  íncomprehen- 

^S^^^^  sible  de  decretos  debía  yo  satisfacer 
esta  última  obligación  ,  que  nos  impone  el  recono- 
cimiento á  la  memoria  de  nuestro  piadoso  Prela- 
do i  Y  quando  dispuso  el  cielo,  que  por  espa- 
cio de  catorce  años  fuese  yo  el  testigo  domésti- 
co de  su  vida  ^  el  depositario  de  sus  confianzas, 
£  el  cooperador  aunque  indigno  ,  de  su  alto  mi- 


(2)    - 

esteno  (i).  ¿No   tubo  sobre  mí  otros  desunios 

W  prepararme  desde  lejos ,-  para    que  fliese'  hoy 

el  órgano  funesto   de  vuestros    sentimientos  ?    Así 

es  D.os  m,o  ,    como   contemplando    vuestra    pro- 

videnaa  ,  vemos   los  acontecimientos  mas    remotos 

en  sus    mismas    causas,  y  así    es    también  como 

reglando  en  silencio    el    curso  de   los  sucesos  ha- 

ceis  servir  á  vuestros   fines  al  mas  inepto  de  vues- 

tros  siervos. 

"Ved  aquí  nuestros  espectáculos  ,  decía  en 
otro  tiempo  Tertuliano  á  los  Gentiles  :  nosotro, 
os  abandonamos  las  luchas  de  los  Athlefas  ,  lOÍ 
combates  de  los  Gladiadores ,  los  triunfos  de  vues, 
tros  héroes ,  porque  nos  reservamos  otros  com- 
bates ,  otras  guerras  ,  otras  victorias.  Estas  son  las 
que  presenta  la  muerte  de  un  justo,  que  ha  de- 
testado  las  culpables  máximas  del  mundo  ,  y  qua 
fiel  á  sus  obligaciones  ha    sabido  sostener  la  san» 


(  «  )     Diputado    el   Orador    por    el   Cabildo     eclesiástico 
S   rec«b.r    i  su  Ilustrísima   en  U   raya    del    Obispado  lo  acam- 
pano en    h  visita  que    practicó  antes  de  llegar  á  su    Capi- 
tal ,    y    en    esta    lo  nombró  ,  j,  mantubo   hasta  5U    ^^ 
os  Provisor  y  Vicario  general. 


■■■ 


(3)  í; 

tidad  de  la  ley  por  la    santidad  de  'su  conducta. 
Es  verdad  que  su   cuerpo  tendrá  en  breve  el  tris- 
te fin    de  las  cosas  caducas ;  pero  también  es  cier- 
to según  la   promesa  de  Jesu-Christo  ,   que    su  se- 
pulcro  es  esa   tierra  misteriosa,   donde    á  manera 
del  grano  de  trigo   que  se    corrompe  ,  debe  re- 
producirse á  una    mejor   vida.  El  dia  de  su   muer- 
te es  el  dia  en   que  este  obrero  acabada  la  tarea, 
pide   juntamente    su  salario ;   ó  mas  bien  por  ser. 
virme  de  la   metáfora  de  San  Pablo  ,  en  que  este 
guerrero  acuchillado  después  de  haber  roto   los  ex- 
fuerzos  del  infierno  ,  reclama  la  corona  de  laurel, 
que  le  reserva   el  justo  juez. 

Este    es  hermanos   míos  el  único   consuelo,, 
que  puede    mitigar  nuestra  aflicción.  Dexémos  á  los 
oradores  paganos  el   triste  desahogo  de  ostentar  en 
la   muerte  de    sus  héroes  los  títulos  faustuosos,  con 
que  los  honró  un   mundo  profano  :  recurso  men- 
guado de  la   pobreza  y  debilidad.   Queriendo  ha- 
cer  una   engañosa    diversión  á    la  vehemencia    del 
dolor  ,  el!os  afectan  ignorar  ,  q„c    sepulcro    es  el 
térnuno  fatal   de   las  grandezas  humanas.,   y  hasta 
«obre  esa  tumba  lúgubre  se  empeñan  en  dar  cueiw 


Í4) 

po  y  realidad  al  mismo  fantasma  de  la  nada.  No* 
no  cspereis\eñores  que  yo  entretenga  vuestra  aten* 
Cion  con  esas  acciones  ruidosas  ,  que  solo  hieren 
los  sentidos  ,  y  en  las  que  empeñado  alguna  vez 
íin  Pastor  ha  tenido  la  desgracia  de  hacer  traición 
á  sus  obligaciones.  La  historia  de  nuestro  Prela- 
do no  presenta  mas  ,  que  un  lienzo  donde  todo 
se  halla  enlazado  con  el  ^espíritu  del  sacerdocio 
en  que  consiste  su  unidad  :  sus  días  perfectamente 
semejantes  los  unos  á  los  otros  y  no  parece  que 
hacen  de  su  vida  y  sino  un  solo  momento*  donde 
ge  posee  todo  entero  para  consagrarse  todo  en- 
tero á  la  religión.  Las  pasiones  que  intentaron 
vanamente  atacar  su  virtud  vencidas  y  desarma- 
das ,  siguen  como  otros  tantos  cautivos  el  carro 
de  su  victoria ,  y  para  tener  un  conocimiento 
exacto  de  sus  obras  basta  tenerlo  de  sus  obliga, 
ciones. 

Tomemos  pues  de  sobre  el  altar  los  gra- 
nos de  incienso  que  hemos  de  quemar  en  honor 
de  este  ungido  del  Señor.  Sabemos  que  el  mun. 
do  desconoce  la  virtud  en  su  simplicidad  ,  y  solo 
adora  los  vicios  brillantes  de  un  delinquiente  s*for* 


Mi 


<■ 5  >  . 

tunado.    Et  candor ,   la   probidad ,  la    buena  fe , 

la  clemencia  pasan  por  estulticia  en  la  sabiduría  de 
la  carne ,  porque  en  su  dialecto  el  artificio  es 
urbanidad  ,  la  mentira  saber  vivir  , ,  la  depravación 
prudencia ,  la  misericordia  debilidad.  Es  preciso 
decir  y  que  para  morir  con  honra  es  necesario  ser 
otra  cosa  que   hombre  de  bien. 

Tal  es  la  prudencia  del  siglo  ¿pero  vengo 
á  incensarais  caprichos  ,  y  á  confundir  los  cánticos 
•lúgubres  de  la  triste  Sion  con  los  de  Babilonia  ? 
Nada  de  lo  que  no  se  halle  gravado  con  el  sello 
de  la  inmortalidad  tendrá  parte  en  este  discurso. 
Hablaré  de  un  Pastor  que  en  el  declive  de  los 
tiempos  heroicos  de  la  religión  ,  y  en  medio  de 
este  siglo  de  hierro,  supo  conservar  los  únicos 
estos  de  la  edad  de  oro  :  quiero  decir  ,  una  mo- 
deración fecunda  que  lo  enriquecía  con  todo  lo 
que  ño  deseaba  ,  una  candad  generosa  ,  que  guar- 
diana  de  las  puertas  de  su  palacio  las  abria  á  los  sus- 
piros de  la  miseria  ,  un  carácter  de  beneficencia  ■> 
y  afabilidad  ,  que  daba  hechizos  á  las  mas  grandes 
acciones  r  y  grandiosidad  á  las  mas  pequeñas  ,  en 

B 


(&} 

fin  un  fondo  de  rectitud  ,  y  de  probidad  tan  n* 
tural  á  su  genio  ,  que  lo  hacia  parecer  virtuoso 
mas  por  un  feliz  nacimiento  ,  que  por  una  medi- 
tada  reflexión. 

La  notoriedad  de  estos  hechos  me  dexa  en 
plena  libertad  para  presentar  á  este  ilustre  Prela- 
do como  un  hombre  cuyos  pasos  caminaron  siem- 
pre al  nivel  de  la  ley  :  operatus  est  rectum.  Este 
será  el  primer  punto.  Como  un  hombre  cuyo 
zelo  á  favor  de  la  verdad  ,  y  del  bien  de  su  igle- 
sia le  fué  siempre  benéfico  :  operatus  est  rectum , 
et  veriun.  Este  el  segundo.  En  fin ,  un  hombre  cu- 
ya caridad  ardiente  lo  obligó  á  derramar  sus  te- 
soros en  el  seno  de  los  pobres :  opertus  est  rectum* 
et  verum  ,  et  honum.  Este   el  tercero. 

Ved  aqui  señores  el  elogio  que  yo  con- 
sagro á  la  memoria  del   ilustrísijmo   señor  doctor 

DON     ÁNGEL     MARIANO     M0SC0S3  ,      dignísimo     O&ispO 

de  esta  diócesis  del  Tucuman.  Venerable  Prelado, 
vos  habéis  gozado  largo  tiempo  del  placer  de  vues- 
tra modestia  :  permitirnos  romper  el  silencio  que 
vuestra  austeridad  nos  imponía  ;  vuestra  reputación 
pertenece  ya   á  la  fama  ;  ella  es  la  que  debe  exer- 


(7) 

cer  su  autoridad  sobre  vuestra  memoria.  Hay  ne> 
cesidad  de  vuestro  nombre  para  transmitir  á  nues- 
tros descendientes  la  historia  integra  de  esos  Pre- 
lados ,  que  fueron  la  gloria  del  obispado  y  la 
salud  de  h    patria,   y  el  honor  de  la  virtud. 


PRIMER  PVNTO. 

JL¿a  educación   es  la  que  pone   por  lo  común  la 
primera    piedra  en  el    edificio  de    nuestra  suerte. 
¡  Qué  tinieblas  en   la   primera   edad  !    ¡Qué    aver- 
sión   á  toda  regla  !   ¡  Qué    vivacidad    impetuosa  * 
¡Qué  disipación  inconstante!   ¡En  este  periodo  de 
la  vida  ,   en  que  el  corazón  humano  se  abre    pof 
la   primera  vez  á  la   vanidad  ,  y   á  los    placeres  * 
es    quando    la  buena    educación    debe  calmar    ese 
torbellino  de  deseos  que  lo    agitan  ,    y    formarlo 
sobre  las    santas  máximas    del  christiamsmo.    Bien 
sé  ,    que  mientras  no  exista    un  Fenelon  no  sé  pre- 
sentarán con  todo  su  explendor  aquellas  importan- 
tes verdades  ,  que  rectifican  su  delicado  juicio  :  con 
todo  basta  la  religión ,  para  que  los  autores  de 


(8) 

nuestro  ser  puedan  manejar  con  destreza  las  ríen-* 
das  que  moderan  nuestras  pasiones  ,  y  dar  á  la 
juventud  aquella  madurez  de  espíritu  ,  que  las  dis-* 
pone  á  las  acciones  serias  de  la  vida.  Un  padre 
de  familia  dice  San  Agustiri  t  es  un  Pastor  qué 
revestido  de  un  cierto  sacerdocio  doméstico  ,  se 
llalla  á  la  frente  de  su  pequeña  grey.  Sus  funcio- 
nes se  reducen  ,  no  tanto  á  criar  succesores  de  sus 
bienes  ,  quanto  á  formar  coherederos  de  Jesu-Chris- 
\o  ,  como  se  explica  San  Pablo.  Benditas  sean  las 
misericordias  del  Señor  ,  siempre  solícito  en  dar:  á 
su  iglesia  unos  Prelados  capaces  de  ser  mediane- 
ros entre  Dios  y  los  hombres  ,  separó  del  orden 
común  de  los  fieles,,  ai  que  hoy  es  el  triste  ob- 
jeto de  esta  ceremonia.  Si  hermanos  míos,  no  sin 
especial  providencia  lo  hizo  nacer  en  el  seno  de 
una  familia  ,  donde  la  nobleza  ,  y  el  pundonor 
están  significados  en  su  nombre  ,  donde  la  virtud, 
el  recato  ,  y  el  santo  temor  de  Dios  son  las  re- 
glas de  su  disciplina  doméstica  ;  donde  la  guia  de 
Jos  grandes  exemplos  exita  la  imitación  ;  y  en  fin 
donde    dos  deudos  muy    cercanos  elevados    á   la' 


(  9) 

dignidad  episcopal  (  2  )  y  urj  padre  venerable 
revestido  del  sacerdocio  en  medio  de  cinco  hijos 
(  3  )  llamados  á  la  misma  suerte  r  son  otras  tan- 
tas pruebas  de  que  el  Dios  de  Israel  s$  había 
adjudicado  esta  familia  ,  como  una  herencia  ^pre- 
dilecta. Su  designio. era  sin  duda  hacer ^  que  en 
nuestro  Prelado  se  compendiasen  las  misericordias 
del  Señor,  y  fuese  m  digno  ministro  de  la  nue- 
va alianza, 

C 


( 1  )  El  Ilustríslmo  Señor  Doctor  Don  Fernando  Obfí- 
tas,  Obispo  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  fue'  su  tío  car- 
nal ,  y  el  Excelentísimo,  é  Ilustrísimo  Señor  Don  Juan 
Manuel  Hoscoso,  actual  Arzobispo  de  Granada,  su .  prt- 
tfío  hermano.  El  primero  lo  llevó  á  su  diócesis  de  Se* 
cretario,  l0  ordeno,  le  confirió  «1  curato  ,d<? ;  Tárata  ,  3 
4espues  lo  nombró  ,*u  Provisor. 

<  3  )  ¡Su  Padre  Don  Gaspar  Moscoso  ,  muerta  su  mu. 
gerse  ordenó  Presbítero,  y  tubo  cinco  hijos  sacerdotes  , 
*l  Ilustrísimo  Señor  Doctor  Don  Ángel  Mariano  Moscoso, 
cí  Señor  Don  Manuel  Tomas ,  que  murió  siendo  Arcedia- 
no de  Santa  Cruz  ,  el  Doctor  Don  Bernardino  ,  el  **  P- 
Fr.  Domingo,  religioso  Merceda rio  actual  Provincial  de 
fe  provincia  del  Cuzco  ¿f  Don  Bruno  .c*j*ufcu 


tro) 

Todo  correspondía  en  ¿1  á  los  ocultos  fines 
á  que  lo  destinaba  la  providencia.  Una  memoria 
prodigiosa  ,  que  daba  á  su  entendimiento  el  exer- 
eieio  de  la  reflexión  ,  la  amenidad  de  los  pensa* 
mier^tos  ,  y  la  grada  de  las  ocurrencias  felices ,  un 
ingenió  sublime ,  y  desembarazada  dote  de  una* 
alma  naturalmente  científica  p  un  juicio  sólido  y 
profundo  ,  á  quien  sqIo  podía  satisfacer  la  ver- 
dad ,  una  decidida  inclinación  á  lo  bueno ,  una 
mezcla  de  circunspección  ,  y  de  dulzura ,  de 
gracia  T*magestp  ,  que  le  sometía  los  espíritus, 
y  le  ganaba  los  corazones.  Ved  aquí  las  disposi- 
ciones coa  que  sale  nuestro  joven  de  la  casa  pa- 
ternal  para  presentarse  en  el  teatro  del  roun&v. 

Un  feliz  natural  le,  hizo  preferir  Jo  útil  serio 
á  lo  frivolo  agradable  ,  y  lo  guió  como  por  gus- 
to ,  y  por  instinto  á  la  indagación  de  la  verdad. 
El  célebre  colegio  de  San  Bernardo  en  la  ciudad 
del  Cuzco !,  cuyos  alumnos  contarán  siempre  ppi: 
una  de  sos  glorias  haber  vestido  sil  besa ,  mien- 
tras bañándola  de  lágrimas  en  su  muerte  deshao- 
gan  la  ternura  de  su  qorasson  ,  no  olvidará  <k  me- 
moria 4q  un  talento  -que  cploeado ,  en  la   cuita 


■M 


m 


( m  ) 

Europa  hubiera  obscurecido  á  machos  sabios  ,  y 
afianzado  ei  crédito  de  los  ingenios  americanos.  Sus 
mantos  maestros  se  Jidmirab^n'  al  verlo  tratar  cq* 
toda  l*  profundidad  de  la  escuela  las  qüestione5 
•mas  ■ -espinosas,  y  abstractas,  desenredar  los  sofis- 
mas capciosos  del  error  ,  y  familiarizarse  con  to- 
das las  verdades  del  dogma. 

'No  seria  nuevo  que  estas  prendas  ayudadas 
del  mal  exemplo  lo  hubiesen  conducido  al  preci- 
picio 1  ¡  Asi  es  Dios   mío  !  ¿  Qué  son    $in  vos  los 
grandes  bienes  de  la  naturaleza  ,  sino  instrumentas 
de  grandes  males  f  Pero  no  temáis   señores .:  nues- 
tro   Prelado -conoció  muy  tem jarano  ,  que  la  cien-, 
ciá   sin  la  virtud  es  la  luz   de  un  cometa  perni- 
cioso ,   el  nombre  de  sabio  .un  insulto  ,   y  la  ins- 
trucción mas  vasta    orgullo,  y  vanidad.  Dócil   a 
Ja  voz  de  Dios,  que  lo  llamaba   al   estado    ecle- 
siástico ,  y  que  sin  que  fíjese  necesario   colocarlo 
«obre  la  montaña  ,   cómo  á  .otro   Ejeazaro ,  pa/a 
que  viese  correr  la  leche  y  la  miel  de    la    tierra 
prometida ,  quiero  decir  ,  las  riquezas ,  y  la  abun- 
dancia de  la    casa  ¡del.  Señor ,  respondió   como  el 
Joven  Samu4  v  , oí  tuyoz,  aquí  estoy  Seijojyqtfe 


{  m ) 

es  Jo    que  queréis:  Ecce  ego  qtáa  wcmime. 

A  Dios   no   agrada  que  llevemos  los  aplau- 
sos  mas   alfa    de  "la  verdad.  Contentémonos  por 

ahora  con  decir,  que  á  pesar  de  una  vocación 
legítima  sensible  aun  en  su  juventud  á  ios  place- 
res  ,  aborreció  el  desorden ,  que  interezado  en  la 
gloria  era  superior  á  la  vanidad  ,  que  sin  desde- 
ñar las  dignidades  deseo  principalmente  el  acrecer- 
ías i  y  que  si  abrió  la  mano  á  las  riquezas ,  fué 
porque  encontraba  en  ellas  el  ¿it  Ice  placer  de  der- 
ramarlas/La  gracia  que  transformó  á  los  Clisos- 
tomos  y  los  Ambrosios ,  acrisoló  también  á  este 
su  digno  cohermano  fin  d  orden  de  ten  temible 
ministerio. 

El  hombre  en  su  condición  privada,  no  des- 
cubre todo  su  carácter.  Xos  puestos  y  los  empleos 
son  los  que  ios  presentan  por  todos  sus  aspectos* 
La  virtud  que  ai ek  parecer  mas  solida  se  encuen- 
tra entonces  muchas  veces  ligera  y  defectuosa.  Doi 
gracias  al  Señor  porque  no  tengo  ,  que  temer  re- 
gistréis el  corazón  de  mi  héroe  á  toda  la  clari- 
dad de  la  luz  publica.  Exponiéndolo  á  vuestra 
Vista  ,  yo  pongo  en  vuestras   manos    esa  balanza 


(i3) 

igual  ,  y  ese  peso  exacto  del  santuario ,  que  aba-r 
lúa  las  acciones  solo  por  lo  que  son.  Constitui- 
do párroco  de  Taráta  en  la  temprana  edad  de 
Teinte  y  cinco  años  ,  condecorado  con  quatro  suc- 
civos  Provisoratos  en  toda  la  diócesi  de  Santa 
Cruz  ,|  y  elevado  después  al  orden  episcopal  ,  para 
qué  rigiese  esta  santa  iglesia  catedral  del  Tucu- 
man  ,  no  encontrareis  jamas  en  él  esa  indigna 
mezcla  de  profano  ,  y  sagrado,  de-  baxeza  ,  y 
dignidad  ,  que  mas  de,  una  vez  á  cubierto  de  igno- 
minia las  paredes  del  santuario.  La  imagen  de  sus 
costumbres  es  tan  respetable  ,  como  la  de  su  al- 
to sacerdocio, 

i  ...      .     -  .... 

La  decencia  de  conducta  en  un  obispo  dice 
San  Bernardo  ,  consiste  en  esa  gravedad  exterior  > 
igualmente  distante  de  la  licencia,  que  de  la  ri- 
gidez ,  que  da  aliento  á  la  confianza  sin  degene- 
rar en  llaneza  ,  domina  los  espíritus  sin  asustar 
al  corazón ,  y  contiene  á  todos  en  respeto  sin 
que  deba  nada  á  la  violencia.  ¿Hubo  jarras  algún 
Prelado  ,  que  llenase  mas  perfectamente  esta  idea  ? 
Yo   me  lo  represento  con    aquel  rostro  amable  en 

B  —  - 


cuya  frente  se  hallaba  gravada  ía  benignidad  J  co- 
rrió una  viva  imagen  de  la  de  su  alma  ¡rodeado 
de  vosotros  mismos  á  nadie  era  enfadoso  ,,  por 
que  sabia  templar  con  su  modestia  el  expiendar 
de  su  dignidad.  Sin  mediar  entre  él,  y  nosotros 
etra  línea  ,  que  el  respeto ,  y  la  decencia ,  go- 
zábamos de  un  trato  familiar ,  y  de  una  con- 
versación libre  ,  en  la  que  destilando  de  sus  la- 
bios cierta  eloqliencia  dulce  y  festiva  ,  propia  de 
las  almas  amenas  ,  obligaba  á  todos  á  escucharlo 
con  placer  ,   y  á  respetarlo  con  confianza, 

La  exacta    y  escuprufosa  compostura  com- 
pasaba ,  por  decirlo  así  ,  todos  sus  procederes ;  pera 
jamas    excluía    dé  ellos    las    gracias  de    la  afabili- 
dad.  Lejos    de   que    fuese    preciso  acercarse  á  su 
persona  en  las  audiencias    comunes    con  un  silen- 
cio profundo,    qué    pareciese    adoración,   la  ima- 
gen de  la  confianza,  dé  que  se    hacia  preceder ^ 
empezaba   á  infundir  serenidad    en  las    almas  mas 
agitadas.   Su  corazón  oía  las  voces  sordas  del  do- 
lor ,   antes  que   sus    oídos    fuesen    heridos  con   el 
ruido  de  los  lamentos  ,  y  jamas  se  tenia  por  ma$ 
feliz  ,  que   quando  gozaba  la  satisfacción    de  ha- 


«san 


(  *5  ) 

ber  prevenido  los  deseos.,  Por  medio    de  su  di\U 

zura   aseguraba    á    los    débiles    y  consolaba    á    los 
desdichados  ,   caraba  las  llagas  ,  que  abría  su  mis  na 
justicia,    y    quando    no    podia   condescender   á   lo 
que  se  le  pedia  hallaba    el  secreto  de  hacer  agra- 
dable sus    proprias  negativas. 

La  oportunidad  del  discurso    me  autorizaba 
á  declamar  contra  esos   jueces  desapiadados  -,  que 
poco  instruidos   en  sus  obligaciones  reciben    á  lasr 
partes    con    un    semblante  inquietojy  unas    mira- 
das   inciertas  capaces  de  atemorizar  al  corazón  mas 
resuelto  ,  pero  la  probidad  del  magistrado  que  nos 
honra   con  su    presencia    me  pone  fuera  del  caso, 
y  me  hace   encontrar  en    su  conducta   un   leniti- 
vo   con    que    suavizar  nuestra  aflicción.  Continuad 
señores    en    vuestros    exercicios.    Haced    de  ellos 
vuestro  sacrificio    matutino  ,    y    vespertino,    f  Que 
pracion   mas  agradable   á    Dios  ,    que   escuchar    á 
la  viuda  ,  enjugar  las   lágrimas  del   pobre    oprimi- 
do ,   y  cuidar  de   Ja  suerte  del  huérfano? 

La  afabilidad  fué  una  de  las  virtudes  mas 
favorecidas  de  nuestro  Prelado,  porque  la  am- 
bición miró   su  pecho  como    un    santuario  ,  que 


(x6) 

debía  venerar  desde  lejos.  Libre  de  los  apresura- 
mientos que  ella  inspira,  se  vio  elevado  á  los 
grandes  empleos,  no  por  sus  propios  esfuerzos, 
gino  por  la  impulsión  de  nn  viento  favorable  mo- 
vido de  la  providencia.  En  las  fortunas  media- 
bas la  ambición  toda  temblando  se  mantiene  tan 
oculta  ,  que  apenas  se  conoce  así  misma.  Quan- 
do  se  ve  encumbrada  en  los  puestos'  mas  inv- 
portantes ,  yo  no  se  que  nos  habla  al  corazón 
para  persuadirnos  que  los  merecemos.  Esta  es  la 
marca  originaria  de  las  pasiones ;  pero  \  qué  tie- 
ne que  ver  con  la  senda  que  guia  á  nuestro  Pre- 
lado en  la  madurez  de  sus  años  ?  Quando  el  obis- 
pado mismo  viene  á  buscarlo  para  decorar-  su 
tnodestia  ,  y  le  abre  las  puertas  de  su  santuario, 
ss  quando  sorprendido  de  un  terror  santo  mez- 
clado de  respeto  se  detiene  en  sus  umbrales  á 
deliberar  sobre  la  entrada.  El  no  ignoraba,  que 
este  era  un  deposito  muy  peligroso  á  la  fe  del 
depositario,  y  así  ai  mismo  tiempo  , 'que  sus  em* 
^idiosos  0  lo  destinaban  en  secreto ,  creyéndose 
indigno  de  él  estubó   a  punto  de  renunciarlo* 


mmmmmm 


(*7) 
^  Juzgad  ahora  s¡  podrían  embriagar  su  co- 
razón esos  aplausos  ,  de  que  tanto  se  paga  el  in- 
genioso amor  propio,  y  que  por  lo  común  se 
estiman  como  una  justa  recompensa  de  las  fati- 
gas inseparables  de  la  autoridad.  En  efecto  ,  ja- 
mas los  oyó  sin  sonrojarse.  4  Qué  digo  f  El  los 
rechazó  constantemente  ,  porque  Je  parecía  ,  que 
alabarlo  de  haber  cumplido  sus  obligaciones ,  era 
alabarlo  de  no  haber  cometido  un  delito. 

Bien    se  que    hay   una  modestia    artificiosa 
~*jue    rehusa  los  aplausos  solo  por  añadir  ese  nue- 
vo  motivo   de  asegurarlos  :    vana    ciencia   de  los 
hijos  de  Adán.  ¡Culpable  tráfico   de    verdades    y 
mentiras!    Ei   corazón  de  nuestro   Prelado  estubo 
libre  de  este  contagio  ,   y  estoy  por  asegurar;  que 
las   alabanzas    ganaban   menos   partido    en    su    vo- 
luntad ,    que    sus  propias    injurias.  Este  es  el  lado 
por  donde. me  parece  mas  grande.  Acordaos  délo 
que    uno  de  nuestros  mártires  decia  á  §m  verdu- 
gos deseosos    de   verlo  executar    un   milagro :  ved 
aquí  uno  les  dice:  yo  os  amó,   les    diez  á  pesar  de 
ser  mis   tiranos.  Si    hermanos  mios  :  perdonar  m\ 


( ** ) 

enemigo  es  mayor  prodigio  que  resucitar  un  muer, 
to  ,    y  tolerando  David  los  insultos    del  atrevido 
Semei  „  es    mas  glorioso   á   los  ojos  de  la  fe  i  que 
despedazando    al    incircunciso    Goliat.    ¿Y    quien 
ignora  entre  nosotros  el   mérito  que  esta  virtud  le 
adquirió  á  nuestro  Prelado  í   Ah  í    ¿  Quántos  re- 
sentimientos   ahogados    aun    quando  tuvo    poder 
para  vengarlos  h  <  Quantas  censuras  sufridas  pacien- 
temente ¿  aun   quando   estaba  de   su    parte  el  tes- 
timonio de  su  inocencia  >    ¿  Quantos  servicios  he- 
chos á  los  mismos  que  lo  calumniaban  ,   aun  quan- 
do solo  esperaba  en  recompensa  una   perfidia  >  Si 
sfíic^es ;    la    recomendación    mas    poderosa    para 
nuestro  Prelado  ?  parece  que  era    haberlo  ofendi- 
do.   La    sola  presencia    de  su  enemigo  T  desarma- 
ba sus   enojos,   y  hacia   correr  sus  favores  por  las 
mismas  llagas ,    que  habían    abierto    sus    injurias. 
Nunca  débil  y  ni  tímido  ,   supo    remitir   sus  agra- 
vios y    y  sostener  sus   derechos*    ceder  con   pru- 
dencia,  y  resistir  con  dignidad. 

Gentes  del  siglo  tan  zelosas  de  vuestros 
derechos  ,  tan  codiciosas  de  aplausos  J  tan  delica- 
das sobre  el  punto  de  honor ,  á  quienes  unaj?a- 


(  19  ) 
labia  e^apada  ¡frita  ,  una  distracción  amotina ,  un 
olvido  llena  de  indignación  ,  un  desprecio  trans- 
porta hasta  el  furor  r  ptugiera  el  délo  que  os 
moviese  éí  exémplo  dé  nuestro  Prelado  *  para  que 
gustaseis  cómo  él  las  dulzuras  de  la  caridad  ;  y 
la    unción    deliciosa   que  v  producé    él    perdón    de 


un    enemigo. 


Su  corazón  fió   estaba  montado  sobre  aquel 
temple   desapacible,    que   tiene  conformidad    coa 
una  virtud  triste  y  amarga.    E  Cielo    me  preserve 
de   censurar  este   espíritu  p.  pero  yó  afirmo  con  el 
Ifádrt  Sart   Gregorio  ,  qué    íá  virtud    más  propia: 
de   tin    obispó  consiste  en  una  austeridad  sírr  hiél* 
lina  dulzura    sin    relajación  y   tm  poder   sin    orgu- 
llo ,  una  humildad  sin    abatimiento  ,   urr  retiro  sin 
ociosidad  ,    y   un   comercio    de   mundo  sin  disipa- 
ción.   Á  imitación  de  los  Agustinos,  y  lósfrFrárt* 
ciscos   dé  Sales ,   juzgaba   preferible  nuestro  Prela- 
do   esa    amable   y    dulce  condescendencia  ,  que  ¿e 
presta    á    todas    las    condiciones  ,    y    aun    á     los 
usos   comunes  de  la    sociedad.   Él    no    hacia    con- 
sistir precisamente  la  virtud  en   un    retiró    perpe- 
tuo ,  en  una  contemplacion'ásidua  ,  en  una  austera 


pobreza  ,    ni  en  una    mortificación  rigurosa;  pero 
«i,    en  ser  piadoso  sin   fingimiento,   sin    escrúpu- 
lo ,  sin  superstición  ;   noble  y  modesto  en  la  gran- 
deza ,    generoso   y    pobre  en   la    opulencia.,    so- 
litario en    medio  del   mundo  9    crucificado    en   su 
espíritu  sin   olvidar  %  las  maceraciones  ¿Je  la  carne. 
Observad  las  distinciones  exteriores  con  que 
hacia    acompañar   su    dignidad,   y    hallareis ,  que 
ellas  eran  precisamente   aquellas  que  debían   hacer 
valer  la    autoridad  santa  del   obispado.   Es  -decir 
allanar  los  caminos   difíciles  del  ministerio  ,  infun- 
dir   en  el  espíritu   del  pueblo  sentimientos    de  un 
profundo  y    religioso    respeto,  dar  energi>   á  la  pa- 
íabra  ,    y    hacer    fecunda    la   semilla   del    evange- 
lio. Por   lo    demás  todo  lo   que    alimenta    el  or- 
gullo ,   y   la   vanidad  se  hallaba    excluido    de    su 
persona.  Él  no   quería  parecerse  á  esos    ídolos  de 
las    naciones,    que    solo    fundaban    su    adoración 
sobre    la  vana    magnificencia ,    de    que   se    hacían 
acompañar.  Conocía  muy  bien     ios    límites    de  la 
gloria    de  Dios  ,  y  los  de  la   vanidad  ,   y  estubo 
siempre    atento  a  no  confundir  el  decoro  de  una 
dignidad  santa  cpp  el   aparato    orgulloso   de    un 


■■■■■■■■MM 


■■«■■■M 


(  41  ) 
puesto  profano.  Así  es  que  léjoá  de  insultar  % 
!á  miseria  pública  con  un  'fausto  dispendioso  sa 
vestido ,  fué  siempre  humilde ,  su  mesa  frugal  , 
su  menage  sencillo  ,  todo  en  fin  distante  de  lps 
extremos,  y  mensurado  por  la  prudencia» 

A  la  vista  de  un  modelo  tan  proporcio- 
nado á  nuestras  fuerzas  ,  ya  no  tienen  excusa 
nuestros  vicios.  Exerciendo  nuestro  Prelado  el 
ministerio  privado  de  su  conducta  ,  no  induxo  otra 
coación  ,  que  la  dulce  y  saludable  violencia  del 
exemplo.  Pero  i  es  acaso  menos  poderosa  esa  ley 
de  imitación  que  nos  intima  por  su  zelo  á  la 
verdad,  y  á  los  intereses  de  su  iglesia?  Reco* 
cedió  en  el  segundo  punto  de  este  discurso. 
■'■■•'■ 

PUNTO  SEGUNDO. 

A,  un  corazón  naturalmente  recto  nunca  puede 
faltar  el  amor  de  la  justicia,  y  de  los  intere- 
ses del  Señor.-   Todas  las  virtudes    tienen  entre  sí 

F 


\\m  cierta  afinidad  rque  las  pone  cercanas  \)¿8M 
xfe  otras.  Á  este  motivo/fundado  sobse  ciertas  le- 
yes de  orden  ,  que  el  alma  .busca  en  sus  ac- 
ciones,  se  añade  respecto  de  un  obispo  lo  que 
dice  el  Apóstol  ;  Dios  no  nos  ha  dado  un  es- 
píritu pusilánime  ,  sino  un  espíritu  de  fortaleza  * 
y  de  amor  :  s$d  splrítum  virtütis  a  dilectwnis \  /In- 
feliz de  aquel  prelado  que  da  licencia  á  sus  pa- 
siones para  repartirse  entre  ellas  el  funesto  derg- 
cho  de  profanar  su  dignidad.  El  verá  con  indi- 
ferencia ,  y  acaso  con  alegría  humillado  el  .obis- 
pado ,  con  tal  que  sobre  sus  ruinas  pueda  levan- 
iiar  el  soberbio  edificio  de  su  fortuna.  No  jcr^ais 
señolees ,  que  la .._  afabilidad  r  tar>  característica,  á  nuesr 
tro  Prelado  fuese  efecto  de  esa  languidez  ,  ó  fla- 
queza ,  de  que  se  queja  San  Agustín  ,  que  todo 
lo  vé  ,  y  todo  lo  sufre.  La  í  natural  benignidad 
de  su  corazón  dexaba  en  toda  su  energía  esa  ley 
de  justa  equidad  ,  que  lo  inclinaba  á  resistir  Jas 
pasiones  desordenadas  de  los  hombres.  ¿  Qué  sería 
capaz  de  seducirlo?  ¿El  interés  ?  Una  tentación 
tan  baxa  debió  siempre  respetar  la  elevación  de 
su  ministerio,  y  yo    no    avergonzaré   su  firmeza 


SWM 


•       •    .  • 


¡erxdp  ^n  ..alabar', una  victoria  tan    poco  digna 
dz  é\.  ¿  El   temor  ?  Después    de  la  gloria  de  hacer 
el   bien  cjeía  .  que   era  la   mayor    de   todas  ser  In- 
jfeliz  .ppr  haberlo  hecho.   ¿El   favor  ?  Él  nada  veía 
fin   este    mundo   que  pudiese   recibir  en  cambio  de 
¿u.  virtud.  Siempre    perspicaz   prevenido  y  pruden- 
te nadie   extendió    mas  lejos    que   él    las    previsio- 
nes   para    evitar    los  asaltos  de    la   sorpresa.  Con 
que  vivacidad   ¿eqogia  en  un   momento   el  carao". 
tter    de  las    personas  ,  sus  intereses,    sus    humores r 
y  sus  caprichos.  Por    sabroso  que  fuese  el    vene- 
no  de  la  insinuación  preparado   por    manos  hábi- 
les ,    por ,  bellas    que.se   ostentasen   las   apariencias 
con^que   se   cubría   la  iniquidad  ,    él  penetraba  los 
•disfraces  ,  y  sabia   conocer  aun  sobre  las   flores  el 
camino  tortuoso   de  la   serpiente.  Los    beneficios  , 
y    las  gracias  que,  constituyen  Ja  herencia   del  Se- 
ñor jamas,  fueron  presa   de    la  adulación  r    ni   del 
favor.  :  Temía  las  caricias    de  los   hombres  pudien- 
:tes  ,  y  sabio  á    expensas  de    ellos  mismos  huia  coa 
cuidado  el   peligroso   honor  de  su  familiaridad.  La 
amistad  ,   esa    amistad  que , prepara    los  peligros,  y 
Jos  oculta  Jo    acompañaba    hasta    el    pie    de  los 


(V) 

altares ,    pero   sometida  á    sus    obligaciones   solo 
asistía  para  aumentar    el    mérito    de    sti  sacrificio» 
.Qué  digo?  Él  sabia  poner  á    su    voluntad    mis- 
ma,  y  á  los  intereses   mas  íntimos  limites  mas  es- 
trechos que  los  4e  su  poder.   Áh !  ¡  Que  no  pue- 
da yo  aquí  levantar   el  velo  á    los  misterios  1  En* 
iónces  veríais    señores  burlados  sus   propios  deseos, 
despreciados  los  ruegos  de  los  que   mas  amaba,  y 
después  de  una   cruda  guerra   triunfante    ía    justi- 
cia  sobre   los    destrozos    de    su    existencia.    Pero 
§  donde  me    arrastra  sin    pensarlo  el  hilo   del  dis- 
curso ?    Yo  me  hallo    en    el    fatal   momento   en 
que    lo  perdimos.   No    anticipemos    á   el    alma  el 
sentimiento  que   exige    este    infortunio  ,   pero    sí 
saquemos    por  consecuencia  ,    quan  diferente  es  la 
firmeza    mundana    de    la  que   trae    su   origen    del 
espíritu   de  Dios :  aquella  escucha  para   agraiir   la 
Voz  de   un  mundo  ,   á  cuya  voluntad  se  halla  su- 
jeta.   Esta   lo  irrita  ,   y  se    aprovecha  de    la  oca- 
sión en    que  pueda  manifestar    una  fortaleza  ,  que 
sin  ella  quedarla    desconocida.    Todo  es  contrario 
en    los    principios  de  estas  dos  potestades.   El  es- 
piritad el  siglo    nivela    S113    operaciones    por    los 


mm 


I  ^ ) 

respetos  mundanos,  Quando  es  preciso  declararse 
por  la  justicia  con  peligro  de  desagradar  á  los 
hombres,  encubre  su  cobardía  con  los  velos  de 
la  prudencia  ,  y  la  traición  misma  de  esa  justi- 
cia le  parece  legítima  ,  siempre  que  lo  defienda  el 
juicio  de  los  que  intenta  complacer.  Por  jel  :cen~ 
trario  el  espíritu  del  Señor  halla  su  gloria  &n 
exponerse  á  la  censura.de  los  hombres,,  y  lejos 
de  faltar  4  sus  obligaciones  sacrifica  á  su  cumpli- 
miento   su  opinión   misma, 

El  obispado  es  un  ministerio  jde  fuerza,, y 
de  valor  ,  ya  lo  hemos  dicho.  Confiado  á  ta&es- 
tro  Prelado  en  unos  tiempos  en  qite  es  ta«  <&* 
fícil  deslindar  los  fueros  del  sacerdocio  ,  y  del 
imperro  ¡con  que  escrupulosa  atención  procuró 
siempre  ?  iu; poner  0  pie  en  límites  ágenos,  m 
que  otro  los  -  pusiese  en  los  suyos: !  Las  borrascas 
se  suscitan  áe  tiempo.  ¥arios  nublados  se  formar^ 
Q«e  ^parece  descargar  soke  su  cabera  ,  da  -topa 
felica  se  agita  emoo  un  mar  proceloso.  $j0  rqué 
juagáis  señores  i  haría  en  estos  lances  %  nm$t$o  íPfe, 
lado  ?  Intimidado  rdel  peligro  ¿íBexariai  flotar  ¡&s 


(  *6) 

riendas  del  gobierno  al  arbitrio  de  los  sucesos? 
¿Compraría  su  quietud  con  los  despojos,  del  san- 
tuario ?  ¿  Haría  intervenir  ese  culpable  disimulo, 
con  que  se  honra  la  cobardía  dándole  el  nombre 
de  prudencia  ?  No  señores.  Nosotros  lo  vimos 
como  un  sabio  piloto  srri  espantarse  de  la  bor- 
rasca ¡¡  caminar  \en  derechura  al  término  por  en- 
tre escollos  i  y  precipicios.  Lleno  dé  zelo  ;  y  fir- 
meza á  manera  de  la  arca  de  Israel ,  que  pues- 
ta en  medio  del  Jordán  hizo  retroceder  las  aguas 
mi  dexarse  arrebatar  de  su  corriente,  se  opuso 
á  las  empiezas  de  los  hombres ,  y  nada  perdo- 
nó por  conservar  ilesos  los  inalienables  derechos 
del  sacerdocio. 

Pero  acaso  la  firmeza  de  un  prelado  no 
se  dexa  ver  en  todo  su  vigor  mientras  no  se 
presenta  con  la  vara  de  la  corrección  en  la  ma- 
no :  diga  acaso  ,  porque  por  desgracia  nuestra 
vivimos  en  un  siglo,  en  que-  no  ser  có mplice 
de  los  delitos  se  trata  de  indiscreción.  Los  grandes 
nombres  de  vengador  de  la  disciplina  y  órgano  de 
la  verdad  ,  reformador  de  las  costumbres  {  qué  son 
en  el   dia .  sino    títulos  Magníficos  v  y    qualidades 


mm 


f(*7  "■) 
imaginarias  que  solo  sirven  á  la -.decoración,  .de 
los  empleos  ?  La  verdad  no  se  atreve  a  parecer 
en  su  trage  varonil  y  sencillo  ;  toda  temblando 
delante  de  aquellos  á  quienes  debía  hacer  tem- 
blar ]  siempre  débil  porqué  ignora  su  fuerza ,  me- 
rece la  censura,  que  debía  hacer.  Hable  la  bue- 
na fe  ,  y  díganos  j  si  desconoce  por  este  lado 
el  mérito  de  nuestro  Prelado  ?  Ignorante  de  ese 
nuevo  arte  de  callar  que  con  disimulada  crueldad 
asesta  el  último  golpe  á  la  disciplina,  puede  i¿) 
songearse  de  haber  sacado  la  justicia  de  esa  tris-, 
te  servidumbre  en  que  gemía.  Siempre  armado 
contra  la  iniquidad  le  hace  frente  por  autori- 
zada que  se  halle  ,  y  le  da  golpes  vigorosos,  que 
si  le  atraen  alguna  vez  el  odia,  siempre  le  me- 
recen las  estimaciones  .  .  .  .Pero  dexemos  sepul- 
tada en  un  eterno  olvido  una  materia  que  costó  tan- 
to á  ¿11  sensibilidad. 

KJ  Ei  bien  mismo  de  aquellos  que'- DIqs  ha^ 
bia  puesta  á  su  cuidado  era  el  móvil  de  todas, 
acciones.  Persuadido  que  para  ser  asosiado  al  rn]- 
nisterio  de  Jesu-Ghristo  era  ;  necesario  recoger  ,  y 
convertir  su ■■  aplicación  a  todas    las    necesidades  de 


(28) 

su  pueblo  >,  no  hubo  alguna  que  stt  escapase  á 
su  vigilanda  ,  y  que  la  mírase  como  agena.  Ma- 
nifestemos á  este  grande  hombre  en  una- de  esas 
escenas  en  que  se  disputan  su  corazón  la  fide- 
lidad del  vasallo  ,  y  el  zelo  del  Pastor,  Un  es- 
píritu de  reeblion  ,  y  de  mudanza,  que  de  tienv 
po  en  tiempo  se  apodera  del  juicio  de  los  hom- 
bres hace  bambolear  sobre  la  cabeza  del  Príncipe 
la  corona  de  esta  América  ,  y  experimentar  á 
las  provincias  todos  los  desastres  de  la  guerra 
civil  :  entonas  es ..  r  quando  concibiendo  nuestro» 
Prelado  aún  cura  de  Taráta  ,  que  trabajar  en  uti- 
lidad de  im  Rey  católico  ,  que  divide  sus  victo- 
rias cpn  la  iglesia  era  preparar  triunfos  al  Se- 
Bor  ,  emprende  sostener  can  una  mano  el  tro- 
no ,  y  con  otra  la  religión/  Quai  otro  Moysés, 
dexa  el  retiro  de  h  montaña,  y  presentándose 
en  publico  hace  valer  todo  su  crédito  sobre  los 
pueblos  I  qíje  lo  idolatran  :  da  concejos  de  pru- 
dencia ,  y  precave  desgracias  inevitables  ;  enciende 
hasta  el  entusiasmo  la  lealtad ,  y  todo  vasallo  es 
toldado  y  pone  en  movimiento  sus  brazos,  y  los 
encamina  á  la  victoria,  tas  -provincias,  -qae  ya 


■■■MM 


(  29  > 

se  dividían  los  rebeldes  entre  sí,  perseveran  baxo 
el  dominio  español.  Las  ciudades  que  se  hallaban 
en  la  vigilia  de  sucumbir  |  se  ven  libres  del  ase- 
dio. El  territorio  de  su  mando  defendido  de  su 
nombre  respetable  ,  recoge  en  paz  las  mieses  al 
raedor  de  las  hostilidades ;  y  aplacado  el  fuego 
de  la  sedición  tiene  el  consuelo  de  poner  al  pie 
del  trono  el  homenage  de  su  fidelidad.  }  Y  pasaré 
yo  aquí  en  silencio  su  justa  recompensa  ?  Porque 
e-qué  otra  cosa  puede  hacer  mas  honor  á  sume- 
moría  que  ver  ocupada  la  augusta  mano  del  me- 
jor de  los  reyes  en  dexar  á  la  posteridad  un  do- 
cumento de  su  gratitud?  En  efecto  Garlos  el 
grande  ,  el  piadoso  lo  colma  de  beneficios  \  ío 
cpndecora  con  sus  aplausos,  y  hace  eterna  una 
memoria  que  debía  dar  en  todos  tiempos  docu- 
mentos de  lealtad  (  4  ). 

H 


(4)  En  prueba  de  haber  merecido  la  aceptación  del 
Soberano  los  singulares  servicios  del  Ilustrísimo  finado  en 
la  sublevación  del  Perú  ,  y  su  ^lo  por  ^pacificación  de 
los  insurgentes,  se  sirvió  S.  M.  concederle  por  Real  Or- 
den   de  a7    de  Junio   de   i7*?   una  pellón  vitalicia  de  dos 


<3°> 

Y  pensáis  señores  ,  que  con  esto  se  en- 
trega nuestro  sabio  ministro  á  la  dulzura  de  urí 
glorioso  reposo.  Ah  !  Quanto  nías  dignos  de  nues- 
tros elogios  son  esos  héroes  ,  que  no  descanzan 
de  una  conquista  sino  con  otra:  tal  es  nuestro 
Prelado.  Superior  en  cierto  modo  á  las  dificultades, 
nacido  para  la  acción  ,  incapaz  de  reposo  ,  jamas 
creía  haber  hecho  lo  bastante  por  la  gloria  de  Dios; 
y  la  salud  de  los  hombres.  En  todo  tiempo,  en 
todo  lugar  él  se  reputaba  como  San  Pablo  deu- 
dor á   todos    Gratas  ac  Bar  taris  debkor  sum. 

Deudor  á  los  Bárbaros  ;  hacia  mucho  trem- 
ió cpie  en  el  fondo  de  su  alma  resonaba  la  trs- 
te  voz  de  la  naturaleza  ,  que  ayudada  de  la  re- 
ligión le  represeritaba  las  desdichas  en  que  gemían 
tantos  infieles,  desde  que  la  habian  ahogado  sus 
antiguas  preocupaciones.  Sus  lágrimas  mudas  caiaií 
sobre  el  pecho  de  nuestro  Prelado  ,  y  sus  mira- 
das dolorosas  parecían  implorarle  su    piedad.  Hu- 


Jhil   pesos  anuales  sobre  las  rentas   del  Arzobispado  de  Char- 
cas   con  las   mas    honrosas   expresiones. 


( m ) 

millado  el  Pastor  de    Taráta   delante  de  la  eterna 
sabiduría    lloraba  en   su  redro    la  triste    suerte  de 
tantos  infelices.  Él  siente  renacer  en  su  corazón  esa 
actividad  bienhechora  ,   que  crece  á  vista  del:peligro5 
y  se  resuelve  llevar  la  antorcha  de  la  fe  á  los  infieles 
de   Yuracarees  (  5  ).  |  Qué  hombre  es  este  r    Ello 
es  señores  que  por  uno  ét  esos  prodigios    dignos 
de  los  tiempos  heroicos ,   sin  amedrentarlo   las  in- 
jurias del  ayre  ,    la  incomodidad  de  las  estaciones^ 
la   fragosidad   de  los   caminos  y   el    peligro  de    los 
males    presentes,   y  en    fin   la    delicadeza -de  su  j 
quebrantada  salud  ,  él  se    dexa  ver  entre  los  bár- 
baros s  y    abre  los  fundamentos  de  una  república,; 
á   quien   da  leyes  ,    costumbres  *  idioma  ,    y- reli- 
gión.  Persuadido  que  el  exemplo  es  el  que  prue- 
ba ,  y  que  el  mejor  Apóstol  del  christlanismo  es 


'I'"»'  i'n  n.wtir 


--■■■- 

(  5  )  Fundó  á  sus  expensas  la  reducion  de  la  Asunta  , 
délos  Indios  Yuracarees  veinte  y  cinco  leguas  distante  de 
U  Ciudad  de  Cochabamba  ,  la  sostuvo  con  I ngentes;  gas- 
tos y  fatigas,  mantuvo  en  ellas  Conversóles  con  el  esti- 
pendio de  ochocientos  pesos  anuales  ,  y  í  defendió  vigoro- 
samente sus  derechos  casi    basta  la  muerte. 


■pí 


Mi 


(¿O  •' 

la  virtud  ,  les  abre  sus  tesoros ,  los  visita  ,    sufre 

sus  indolencias,   los   aprisiona  con  la  dulzura,  los 
atrae  con   la  confianza  V  y  los  vence  con  los  be- 
neficios :    { Quan    dulce    imperio    tiene    sobre    el 
aima  mas  rústica  una  virtud  consoladora  l  Los  bár- 
baros extienden  sus  brazos  á    este  héroe  de  la  re- 
ligión y  la  humanidad    lo   rodean,  lo  colman  de 
bendiciones,  y  olvidan   todos  sus    males  con  sola 
su  presencia.   Ah!  Venerable  Prelado,  voz  disfru- 
tasteis  entre  ellos    el  mas  puro  de  los  placeres  que 
puede   gustar  sobre  la  tierra  un  mortal  virtuoso  y 
sensible.  ¿  Qué  nos  armiramos  legaseis   vuestro  co- 
rdón para  que  fuese  colocado  en  el  sagrado  edi- 
ficio   de  ese  templo    místico,  compuesto   de  unas 
piedras  espirituales  que  asemejanza  del  de  Salomón 
labrasteis  sin  el  hierro ,  y  sin  un    golpe  de  mar- 
tillo? Vuestros  amados  Yuracarees  cuya  causa  sos- 
tübíste  hasta    los    umbrales    del  sepulcro  ,   lo    es- 
peran  con  "impaciencia,   porque  saben    que  siendo 
necesario  se  arrojará  de  la  urna    sepulcral   y  será 
im  vengador  severo  ,  de   sus  dias  v  de  su  fortuna, 
de  su  reposo,  de  su  tímida  ,  y  'débil    inocencia. 
Ellos  lo    pasarán  con  el  mismo    reposo    hasta   el 


(331 
último  de  sus  nietos,  y  ai  mbo   de  tes  siglos  $e 
consérvala    toda  *«tera  la  «icmoría   de   vuestros 
beneficios. 

Deudor  k  los  griegos  $  esfco  ¿s  á  las    per- 
sonas   civilizadas.    En  que  vasta  carrera  se  empe- 
ña    mi    discuno,     principalmente  después  que   se 
halló  ¿nuestro  Prelado    á  la    frente   de  los   nego- 
cios públicos  de  esta   diócesis!  Yo  no   entraré  ea 
el   detalle  de  esos  inmensos;  cuidados  ,    por  estpr- 
bar  una  entrada  sacrilega  ú  los  que  aspiraban  '  ¿L 
sacerdocio  sin  una    vocación   legítima  ,   por   dar  % 
las  iglesias  unos  pastores  capaces    de  guiar  sus  re- 
baños á  los  campos  mas  fértiles   de    ia  docttfi&a ,, 
por  llevar  á  un   estado   floreciente  m*  colegio  Se- 
minario ,    precioso  manantial  de  la  ciencia  ,  ,don- 
ttt  preservada   la  inocencia  se    purifican    lps  cora- 
zones  l  que  algún  día  'han  de  forma*  las  costum- 
bres públicas,   y, dar    el    destino    á    los  pueblos: 
por  mantener  á  los    cuerpos    religiosos  de  su  man- 
éo  en  la  antigua  severidad  de  esas  leyes  que  añV 
x*    el  disgusto   de  una   carne   corrompida  ,  é  res-  . 
fefctatt   á  m  asigno  trono  una  virtud    amarga  £ 


(34) 
cuyo  lugar  había  ocupado    otra    mas  indulgente  r 
por    hacer  que  adquiriese  el  clero   en   sus   confe- 
rencias morales  aquel  arte  difícil  de    manejar  las 
conciencias ,  igualmente   distantes  de    esa   crimina 
condescendencia,    que  deroga  la  ley  baxo  el  pre- 
texto de   suavisarla,  que  de    ese    zelo  rígido  ,  é 
indiscreto,  que    acaba  de  romper  la  caña  ya  que- 
brada :  por  fomentar  esos  Útiles  exerclcios  de  San 
Ignacio,   donde   el    mas  imbujdo. en  las    máxima» 
del  mundo  ,     no   pudiendo   sostener    la   espantosa 
vista  de  su  conciencia  ,  sale  huyendo,  de  sí  mismo 
en    busca    del  sacramento  de  la  expiación  ;  porque 
salgan  como  de  un  cenáculo  varones  apostólicos, 
cuyo  destino  sea  evangelizar  en  las  ciudades  el  reyno 
de  la   verdad.  <  Pero  que  es  lo  que  hago  r  <  Pre- 
tendo  poner  en  lista  los   innumerables  objetos  que 
dividieron  su  atención  >  Yo  desisto  de    este   em- 
peño por  contraermé  á  los  principales. 

La  solemnidad  det  culto  público  es ,  por 
decirlo  así  ,  el  libro  y  la' erudición  del  pueblo  en 
las  cosas  de  la  fé.  ít  hace  que  levante  el  corazón 
y  reconozca  un  primer  ser  á  quien  es  debida  la 
adoración  y  la  alabanza.  Pero  si  tór  templos  del 


■Mi 


íf  05  ) 
Señor  no  ofrecen  á  la  vista  sino  tristes  monu- 
fitentos  de  la  pobreza  :  si  el; tren  de  sus  ceremo- 
nias no  corresponde  á  su  soberanía  y  el  culto  mis- 
mo debilita  la  fé  del  pueblo  y  degrada  la  digni- 
dad de  los  altares.  Ved  aquí  señores  uno  délos 
objetos' que  mas  acreditó  el  zelo  de  nuestro  Pre- 
lado,  y  la  magnanimidad  de  su  corazón.  Ah ! 
Con  que  ojos  de  amargura  miraba  ese  antiguo  y 
humilde  edificio  de  su  iglesia  de  Taráta!  ¡Con 
que  santas  impaciencias  deseaba  dar  la  última  ma- 
no á  la  decoración  del  que  Jioy  nos  reúne  al 
reededor  de  sus  cenizas.  Los  hombres  á  quienes 
guia  una  viva  fé  ,  ven  hasta  en  la  desolación  del 
santuario  entre  las  piedras  dispersas  de  los  tem- 
plos 9  entre  los  terrones  de  los  altares  la  ma* 
gestad  de  todo  un  Dios ,  y  quando  se  trata 
de  repararlos  ,  su  espíritu  se  eleva  sobre  las  tí- 
midas reflexiones  :  ellos  no  sienten  sino  el  ar- 
dor de  su  zelo  „  y  su  zelo  triunfa.  VecHo  aquí. 
A  costa  de  crecidos  gastos  ,  y  tesoros  que  no  enr 
traban  en  los  cálculos  de  la  prudencia  humana  » 
hace  nuestro  Prelado  comparecer  en  la  escena  el 
¿obervio  templo  de  San  Pedro  de  Taráta  ,  donde 


- 


(  3*  ) 
concurren  á  competencia  el  atreviniiento  de  la<eiiu 

presa  ,  la  dijnidad  del    pensamiento,  la    suntuosr* 

dad  de  la  obra \  y  la  brillantez  de  su  decoco  (€). 

Y  tu  iglesia  santa  casta  esposa  de  Sian  3 qus  tes 

hecho  esa   gala  nupcial  can  que  te  condecoró  ( 7  % 


(  6  )  Ademas  de  Míer  levantado  «n  la  Yice-parrofut* 
jiel  Paredón  u^a  Capilla  desahogada  y  decente  y  fabricó  e» 
su  Parroquia  de  Taráta  un  suntuoso  Templo  ,  lo  proveyó 
de    costosos   ornamentos  ,   y    adornó    con    magnificencia. 

(  7  )  La  iglesia  catedral  ha  recibido  mudio  esplendor 
con  las  obras  y  adornos  que  le  proporcionó  sin  perdonar 
^fatiga  ni  diligencia.  Colocó  dos  capillas  colaterales  al  Pi*es* 
fciterlo  con  altares  de  exquisito  gusto  dedicados  el  uno  al 
Sagrarlo,  y  el  otro  i  Nuestra  Señora  de  Nieva  ,  cuyo 
Jiermoso  bulto,  y  quatro  lienzos  grandes  con  pinturas  alu- 
sivas á  sus  milagros ,  hizo  venir  de  Madrid  á  sus  expen- 
sas. Puso  dos  retablos  en  el  crucero  trabajados  sobre  el 
diseño  que  dio  la  real  academia  de  Dibuxo  de  Madrid  , 
de  donde  así  mismo  se  remitieron  dos  grandes  quadros  de 
San  Pedro  y  San  Gerónimo,  con  proporcio»  á  esto* 
altares  :  el  magnífico  Tabernáculo  de  plata  labrada  par  *1 
diseño  de  la  misma  ireal  academia  a  y  que  ha  costado  ma* 
de  doce  mil  , pesos  ;  el  altar  del  corazón  de  Jesús  ,  una 
lucida  baranda   á    la    entrada    del   Presbiterio ,    aumento   * 


(  37» 

y  de 'que  como  otra  Jerusalcn   en  stis  sábados  y 
neonénias   hacías   ostentación    en    los  días    de  tus 
triunfos?    Ah  ! -:.Ya  advierto  que    la  muerte    de  t\n 
esposo   ha   eclipsado    la    luz  de    tus.  ojos,  y  te  ha 
hecho   trocar  en  triste  luto  el   explendor  con  que 
le  regocijabas  al  ;  verlo  presidir  tus  sacrificios.  Con- 
suélate  á    lo   menos  con    saber  que  era  deudora  á 
¿u   cuidado    del  ornato  y   de  los   ritos,  con    que 
puedes    presentarte  con    decoro    ante    los  ojos  de 
ese   esposo  invisible  que  no  muere.  Eúcunin  lacñ- 
mis  gaudium  magnum. 

Perezca  hasta  el  sonido  de  esos  hombres  i 
que  creen  no  han  vivido  ,  quando  no  han  vivido 
para  sí,  y  que  .pierden  todos  los  días  que  con- 
sagran al  servicio  público  :  nuestro  infatigable  -Pre- 
lado creta  por  el  contrario  que  este  era  el  único 
medio   de  aprisionar  la  rapidez  de  los  años ;  y  de 

X 


completó  la  colgadura  de  terciopelo  carmesí  con  galones, 
r  rapasejo  de  oro.  Hizo  en  ella  varias  oficinas  para  la 
mayor  comodidad  siendo  de  preferente  atención  la  noto- 
na  ,  en  que  se  ordenó  á  costa  de  gastos  y  no  pocas  in- 
comodidades   el  desarreglado  archivo  eclesiástico. 


(  38  ) 

ponerlos  como  en  depósito  en  el  seno  de  esa  só- 
lida gloria  que  consagra  la  memoria  del  hombre 
justo  ,  é  inmortal.  Después  de  ese  solemne  mo- 
mento en  que  como  á  un  esclavo  lo  cargó  la  re- 
ligión de  cadenas  honrosas  ,  pero  pesadas  ¿  qué  ob- 
jeto sa  escapó  á  su  vigilancia  i  ¡  Qué  no  pueda 
yo  representarlo  con  viveza  en  el  laborioso  oficio 
de  sus  visitas  pastorales  (  8  )  !  Allí  encuentra  pas- 
tores dormidos  y  los  despierta  :  aquí  los  halla  vi« 
guantes  ,  y  los  alienta,-  cuenta  uno  por  uno  su 
rebaño,  y  lo  confirma  (9  ):  examina  sus  lepras  * 
y  las  cura:  en  vina  palabra  ,  no  hubo  parte  del 
ministerio  pastoral ,  que  no  desempeñase  cumpli- 
damente. Desde  el  fondo  mismo  de  su  palacio  da- 
ba movimiento  á  los  muelles  mas   retirados  de  su 


«• 


(  8  )  Visitó  su  diócesis  que  tiene  de  [extensión  terri- 
torial quatrocientas  leguas  de  Sur  á  Korte  ,  y  ciento  cín- 
quenta  de  Oriente  á  Poniente;  y  remitida  al  Rey  la  re- 
lación de  su  Visita  ,  se  dignó  darle  en  cédula  de  a$  de 
Septiembre  de  180a  las  mas  expresivas  gracias  ,  así  por  el 
zelo  con  que  emprendió,  y  concluyó  la  visita,  como 
por  ix  Bxicrítud    de    la    relación. 

(  9  )    Confirmó   mas   de  ireiñU  mil  personas. 


m 


manó  :    su  alma  se  multiplicaba  á   beneficio  de  su 
Grey, 

j  Y    que   pensáis   señores   de   ese  magnífico 
retrato?   Pues    yo    creería    no    haber    sino   bos- 
quejeado  ,  y  dado    una  idea  imperfecta    del  vigor 
de    su   espíritu    si  pasase  en   silencio  sus  continúas 
enfermedades  (  io)¿  Vosotros  lo  sabéis,  un  padecer 
sin   treguas,  en    el     que     correspondía   un    nuevo 
sentimiento  á   cada  nuevo    instante    de    sií    vida: 
una  absoluta   privación    de   todo    gusto ,    que,  na 
dexaba    respirar  á    su  amor    propio-,  una  perpetua 
debilidad,    por  la  que  mudando    de    situación  no 
hacia   mas  ,  que   mudar  de  suplicio, x  Este    era    el 
círculo   de   su  vida.   Ah  !   ¡  Quantas  veces  lo  oiar 
mos  hacer   serias!  reflexiones  sobre  el  peligro  de  en- 
contrarse la   autoridad    en   unas     mnnos    tan   débi- 
les!   ¡Quantas  nos  conjuraba   á   los  que   asistíamos 
í  sn  lado  le  advirtiésemos  quando  flaqueaba  su  me- 
moria ,  ó   se  debilitaba   su   juicio  ,   para  que    por 


-(  io  )  Desde  la  edad  de  veinte  y  dos  años  tubo  una 
salud  débil  5  y  quebrantada  á  causa  de  sus  habituales  ,  y 
penosas   enfermedades. 


(4<0 

un  resto  de  sus  fuerzas  ■  pudiese  evitar  al  publico 
los  males  de  que  le  amenazaban  sus  achaques!  fPero 
por  eso  era  mas  lento  el  curso  de  ais  trabajos? 
!No  señores  :  su  cama  misma  le  servia  de  Tríbu- 
naL  para  concluir  los  asuntos  mas  serios,  y  aun-* 
que  sus  coutinuas  enfermedades  lo  pusieron  mu- 
chas  veces  en  los  umbrales  de  la  muerte  ,  ejer- 
citado por  tantos  combates  salía  de  ellos  mas  ac 
tivo¿  y  mas  emprendedor.  Este  es  el  uso  que 
hizo  de  su  autoridad.  Solo  falta  que  sepamos  el 
qije  hizo  de  sus  riquezas./ Voy  i  manifestarlo  en 
la  tercera  parte* 

JPUNTO  TERCERO. 


l^/uándo  I>ios  crió  el  corazón  del  hombre ,  le 
comunicó  parte  de  su  bondad  ,  para  que  fuese 
como  el  sello  de  la  mano  bienhechora  ,  que  lo 
formaba.  La  general  depravación  del  Universo  ha_ 
bia  borrado  esta  imagen  de  la  divinidad  y  pero 
el  christianismo  la  renovó  de  un  modo  que  pare- 
ciese  eríteraiiietfíe    nueva.    Mandumm  nóvum.  Si  ese 


C  4*  1 

sentimiento  tierno  ,  delicado  ,  ese  sentimiento  dul- 
#e  por  el  que  haciendo  la  voluntad  al  espirita 
«na  ilusión  encantadora,  lo  obliga  á  mirar  como 
propias  las  miserias  agenas ,  ved  aquí  la  caridad 
que  la  religión  nos  inspira,  y  ved  aquí  el  fetraío 
del  caritativo  Prelado  á  quien  elogio. 

Queriendo   el    Señor    servirse  de  él   cOnTd 
de  «n   instrumento  de    sus  misericordias    «o  puso 
mai  límites  á  áu    caridad,  que  los  qué  puso  á  su 
poder.  Aquí  debe  renovarse  señores  vuestro  íé«#- 
nocímiento  ,  y   la  memoria   de'  Iá  felicidad    qiíe; 
gozabas,  haceros   sentir  el  dolor   dé  haberla   perdí* 
do.    Nuestro   Obispo    se  persuadió  desdé   lifégo  % 
que    así  como  su  elevación    en  el  ófden  de  h  sa» 
bídtwíá  eterna,    no  estaba    destinada  sino  á  servir 
de  asilo   Ú   pobre  ,    al    huérfano  ,  y  |  \k  4^ 
sh  dignidad   á  vengar    sus'  intereses ,  el    fesire   de 
su  nombre  á  endutear  stís  aflicciones,  y  M  é*ém_ 
pfos  á  confifmarlos  eti    la   fé,  así  m>  mm  ¿ 
s«s   beneficios  no  enfermas,  que  tírt  sagrado  de- 
pósito,   que   ©ios   ^8    entfe   sus    manos,   par* 
que    estando    mas   a  euMértO  de  la  violencia  fus- 
sé  tía   tecnm  asegufsáó   de   sos  miseras  5 

L 


(4*  ) 

,  también  por  otra  parte  ,   que  convertir  las  ofren- 
das de  los  pueblos    en   usos  profanos  era  incidir  en 
aquella   terrible  amenaza    del  Señor  ,    quandó    ha- 
blando con   los  pastores  de  Israel  les  decía  :   infe- 
lices   de  vosotros  ,   que   no   pensáis  sino    en    en- 
gordar ,   en    beber  la  leche  de  vuestras  ovejas ,  en 
cubriros    con  su   lana,    y  nunca  teniendo  lo  bas- 
tante,  las   dexais  perecer  de  hambre   en  los    mis- 
mos campos    de  la-  abundancia,   donde  os  he  con- 
ducido.  Así  señores  su  compasión ,   no  era  como 
la  de  aquellos  que    siguen   la    desigualdad    de   las 
condiciones  Y  que  se    marchitan  con    el    soplo    de 
la    enemistad  ,  y   que    buscando    sus   inclinaciones 
no    hacen    mas  que  correr   tras  de  si  mismos,  ella 
jamas  halló   otra  diferencia  entre  los  desgraciados/ 
que    la  que  puso  en  ellos  su  propia   miseria. 

Ah !  Salid  de  vuestros  retiros  mugeres  infe- 
lices que  rodeadas  de  vuestros  hambrientos  y  peque- 
míelos  os  arrepentíais  de  haberles  dado  un  ser  que 
no  podíais  conservar.  Vírgenes  castas,  que  opri- 
midas de  la  necesidad  estuvisteis  á  punto  de  ven- 
der vuestro  pudor  :  ciudadanos  indigentes  que  cu- 
biertos de  vergüenza  buscabais  las   tinieblas    para 


(43) 
confiarles    vuestra    aflicción  ,    salid   y    decidnos    * 

quien   sino  á   las   liberalidades  de   nuestro    Prelado 
debíais    el   consuelo  de  tener    con   que.  arrimar  el 
pan  á  la  boca  de    vuestros    hijos  ,   de    salvar    esa 
inocencia  ,  que  ofrecéis  alegres  al   cielo  ,  de  poden 
conciliar  vuestra  pobreza   con  h  decencia  de  vues- 
tro   estado?    ¡Que    no   pueda   yo   referir  porme- 
nor  esas  limosnas  abundantes,  que  supo  derramar 
á  propósito  en    el  seno  de  los  pobres !  ¡  Que  no, 
pueda   representaros  esa   consternación  que  le  cau- 
saban los  suspiros  de  la  miseria  (  n  ) ! 

Señor  ,    ¿  y   con    que  ojos    mirareis   á  tos 
que  abundando    en  delitos    no  tienen  una  solali-. 


* 


(  ii  )  Su  caridad  con  los  pobres  fue'  grande  :  ademas 
de  asistir  á  los  vergonzantes  con  mesadas  proporcionadas 
á  sus  necesidades  distribuidas  por  su  Colector,  y  á  los 
por  dioseros  con  limosnas  repartidas  diariamente  f  sus 
puertas  9  los  conventos  y  monasterios,  hospitales,  casa 
de  exercicios  ,  y  todos  los  establecimientos  públicos  par- 
ticiparon de  su  generosidad  ,  de  suerte  ,  que  sin  embar- 
co de  haber  percebido  mas  de  doscientos  mil  pesos  de  las 
rentas  del  obispado  3  á  su  muerte  no  se  cubre  el  opi- 
**  ■>   <jue  formaliza    antes   de  su    regreso    á  él. 


«8 


C  4+  ) 

mo$M   q®é  ofráeer    por   saeriiScis    de   e^píacicm? 

4  L  los  qué  rebozando  en  1»  abündandia  ven  cotí 
©jos  enjutos  á  ese  pobre  artesano  ,  qi*e  agoviado 
<$on  el  peso  del  dia  ,  y  del  calor  no  puede  di- 
vidir un  pan  entre  su  familia  desolada  ?  ¿  A  los 
que  solo  embarazados  en  la  elección  de  los  pa* 
^atiempos ,  y  sin-  otra  fatiga  ,  que  la  sociedad  de  lo§ 
placeres  endurecen  sus  manos  para  no  abrirlas  i 
lm  que  son  la  presa  de  los  rigores  de  la  ham- 
bre ?  Hermanos  míos ,  ha  caridad  con  los  pobre* 
es  un  precepto  expreso  del  Evangelio.  No  $oñ' 
jalifa gros  los  que  se  nos  piden.  Porque  ¡  donde 
esüú  aquellos ,  que  pueden  decir  como  San  Pe* 
dro  á  ese  pobre  tullido  v  que  le  pedia  una  li- 
mosna 7  yo  no  tengo  oro  ni  plata  ,  lo  que  ten- 
go eso  te  doy  r  en  nombre  de  Jesús  Nazarena 
levanta  y  anda.  Esos  felices  tiempos  pasaron  ya 
de  nuestra  vista  :  los  ricos  no  san  apóstoles  ;  pero 
siquiera  no  son  hombres  ?  A  y  !  todo  está  mudado  : 
en  otro  tiempo  se  daban  milagros  por  limosnas, 
hoy  dia  el  rico  que  la  da  es  una  especie  de  mi, 
Jagro.  ¿  Pero  que  excusa  tiene  ?  El  exemplo  de 
nuestro  Prelada  a&  tea    m  «pi  mngMB  pretexto 


^■■'■^^■MM^MHM 


(4?) 
con  que    autorizar  su  inhumanidad. 

Para  hacerla  mas  reprehensible   pudiera  de- 
ciros  que  salía    siempre  de  su  persona  una.  virtud, 
bienhechora :   que  donde  quiera   que  volvamos  los 
ojos  hemos  de  encontrar    huellas  de  su    beneficen- 
cia,   que  socorriendo    al   necesitado   no  pretendía, 
como  otros    hacer  resonar  la  trompeta  de  su. ge- 
nerosidad ,   y  aunque  ocultó  muchas  grandes  accio- 
nes  porque  no  quiso    sino  que    Dios  que    fué  sin 
principio,   y    el   único  testigo   de  ellas  fuese  tam, 
bien  su  recompensa.   Todo  esto  que   sin   duda  se- 
ria   sobrada    materia   para    el    Panegírico  de  qual-/ 
quiera  otro  es    la  menor  parte  del   suyo.   Yo  no, 
tomo  de  sus  virtudes    sino    Jas  extraordinarias ,  y, 
elijo  flores  que    arrojar  sobre  su  sepulcro. 

No  olvidéis,  señores  esas  grandes  empresas,; 
dirigidas  á  pacificar  el  reyno  ,  formar  reduciones, 
y  levantar  templos,  al  Señor.  Si  es  necesario  acre-  ■■ 
ditar  magnanimidad  ¿pueden  otros  hechos  com- 
probarla mejor  f  Ellos  son  tales  que  bastan  á 
convencernos  no,  habia,  medianía  en  nuestro  PrtK 
lado  tratándose  de   ser  generoso,    Es   que- la  me- 

M 


C.#1 

díocridad  camírfá  con  lentitud  ,  los  grandes  honi- 
brés  se  forman  de  un  golpe ,  y  no  pasan  por  esos 
grados  que  son    la  señal  de  nuestra  flaqueza. 

Todo  fué  grande  en  nuestro  Prelado  ¿  Y 
quien  podrá  referir  sus  extraordinarias  misericor- 
dias, sino  es  texiendo  la  historia  de  las  miserias 
humanas?  A  otro  ilustre  Prelado  debí»' esta  cui- 
dad ese  colegio  dé  niñas  huérfanas  que  es  el  asi- 
lo del  sexo,  y  de  la  edad  mas  desvalida.  La 
compasión  habia  recibido  con  sus  brazos  estos 
miembros  aun  no  formados,  y  se  exforzaba  con 
todo  esmero  á  suplir  las  negligencias  de  la  suerte  ; 
pero  i  quanto  faltaba  aun  para  que  fuesen  cumpli- 
dos sus  anhelos  ?  La  escaces  de  fondos  obligaba 
á  distribuirles  el  pan  con  una  mano  menguada. 
En  estas  circunstancias  se  presenta  este  nuevo  José, 
y  franqueándole  sus  tesoros  hace  correr  con  abun- 
dancia en  esta  casa  los  granos  del  Egipto  (  12  )• 


(  1  a  )  No  satisfecho  con  J  haber  "arreglado  en  lo  formal 
el  nuevo  establecimiento  del  colegio  de  huérfanas,  y  so- 
corrídolo  con    sus    continuas   limosnas ,  compró  en   seis  mil 


:  C  47  > 

¿Y  recorreré  las  sumas  considerables  con  que 
ocurrió  á  sus  demás  necesidades  ?  ¿  Los  medios  que 
Je  sugerían  en  su  alivio  su  ingeniosa  ,  é  inagotable 
caridad?  ¿  Los  cuidados  impendidos  en  su  educa- 
ción ,  en  su  establecimiento  ,  en  la  conservación 
de  su  inocencia  ?  Yo  me  rindo  á  la  vista  de  una 
tan  afanosa  operación  ,  pero  vosotras  almas  ino- 
centes publ ieadlo  todo  mas  de  intento  ,  y  esas 
mismas  manos  ,  que  recibieron  sus  misericordias 
sírvanos  en  adelante  de  bendecir  su  memoria. 

En  los  dilatados  senos  de  una  caridad  tan 
perfecta  jamas  pudo  estar  vacío  el  puesto  que  de- 
bian  ocupar  los  miserables  enfermos  de  esta  dióce- 
sis. Dotado  nuestro  Prelado  de  uno  de  aquellos 
corazones  compasivos  ,  que  renunciarían  todas  las 
dichas  si  hubiesen  de  gozarlas  á  condición  que  ellos 
solos  debieran  ser  felices ,  no  parece  que  le  servia 
sino    de    reprehensión  su    propio    alojamiento ,  ha- 


pesss  unos  molinos  ,  que  mejorados  considerablemente,  los 
cedió  á  este  colegio  ,  y  le  subministran  con  ^bund*úcu 
k   harina   para  el    pan. 


(48) 

liándose  sin  él". .el  hospital  de  esta  dudad.  Sus  en- 
trañas se  conmovían  viendo  á  estos  miserables  ex- 
puestos á  perecer  baxo  ¡as  ruinas  de  un  pobre  y 
desamparado  techo.  Aunque  parecía  casi  imposible 
hallar  remedio  á  tamaño  mal  ,  él  no  toma  conse- 
jo sino  de  su  corazón,  y  emprehende  persuadir- 
nos,  que  nada  se  resiste  á  una  candad  victoriosa* 
TJniendo  á  sus  larguezas  la  diligencia  y  el  es- 
mero .,.  hace  que  al  volver  los  ojos  veamos  le- 
vantado uti  edificio  digno  de  servir  de  alvergue. 
á  un  Dios  leproso  oculto  baxo  el.  sacramento  de 
los    pobres  (  13  ).    ¿  Y  que  diré    de    su   amoroso? 


** 


(  13  )  Hallándose  cu  un  estado  muy  ruinoso,  y  en 
términos  de  venirse  al  suelo  la  casa  del  hospital  de  esta 
ciudad,  y  no  teniendo  fondos  para  repararla  ,  ni  edificar 
otra  en  el  lugar  de  su  destino  primitivo  ,  su  activo  zelo 
to^o  lo  facilitó  proporcionando  auxilios  oportunos  ,  y  con- 
curriendo con  sus  erogaciones  ,  por  cuyos  medios  se  vio 
en  poco  tiempo  levantado  un  nuevo  hospital,  con.,  las  .pic- 
eas precisas  para  sus  necesidades  >  i  donde  se  trasladó  el 
antiguo,  mereciendo  que  S.  M.  en  cédula  de  a£  de  Julio 
de  1803  aprobase  esta  traslación,  y  le  significase  quan  de 
su  agrado  y  satisfacción  ,  habian  sido  las  providencias  que 
tomó    para   la    permanencia    de   tan  piadosa   obra. 


(49) 
cuidado  por  socorrer  al  sexo  débil  abandonado  á 
todos  los  rigores  de  la  suerte?  Ah!  Un  velo  de 
tristeza  caia  sobre  su  rostro  á  presencia  de  un 
objeto  tan  lastimero.  El  proteje  esta  causa  con 
todo  el  interés  de  un  abogado,  y  proporcionan* 
do  un  competente  asilo  á  las  enfermas ,  hace  gus* 
tar  á  estas  desdichadas  uno  de  los  frutos  de  su 
misericordia  (  14  ).  Pero  todo  esto  ¿  qué  era  aí 
fin  sino  un  ensayo  de  lo  que  se  preparaba  a  exe- 
cutar  ? 

En  efecto    nadie   ignora,  que   el  .establecí  - 
•miento  de  .un  hospital  en    la  ciudad  de   Salta  era 
«de   mucho  tiempo  atrás  uno  >de    los   objetos  mas 
encarecidos    de  los    votos    públicos.  1.a    naturale- 
za  cubierta   de  lepras   y   miserias  ,   hacia    levantar 
hasta   los  cielos  la    voz  de  sus  dolencias  ,  y  pedia 
t,ser    socorrida.   Todos  se  contentaban   con  tributar- 
Je  pna  cpmpa§ion  ,casí  estéril  ,  y  la  obra  caminas 

N 

.^■■iiiiii  Mimir  t.;«iwi1  ,   11         '  ,.    IIIMII      I     11       1  11  ni  ni,' 1  m    ' 

(  14 .)  Así  mismo  se  le  aprobó  en  cédula  de  11  de 
Jflarzo  de  .  1 80a  el  haber  mandado  agregar  á  este  hospi- 
tal   el   de  mugenes    en  s¿la  separaba. 


(  ?á  ) 
ba   á  oasos  lentos.   Necesitábase  de  mucbs  firmeza 
y    constancia   para    vencer  los    obstáculos  :  de  gran- 
des'fondos   para  acometer   un  empeño   tan   dispen. 
dioso ,  y  ^e  una  Prildencia   mas  que  humana   pa- 
■r.i  establecer  el  orden   de  una  saludable    disciplina. 
Solo,  nuestro  Prelado   en*   capaz  de    concluir  esta 
empresa.  Exítado  de  una  mano  invisible  y.  se  dexa 
ver  acompañado  de  todo  quanto  podia  superarla. 
Lleno  de  zeío  y   de  generosidad  hace    erogaciones 
quantiosas  ,  asegura  las  capitales ,   esfuerza  el    tono 
áe  la  compasión,   persuade  á  unos  r  representa  á  la 
Magestad ,  *  exórta  á   todos  ,  dicta    leyes ,  y  ai    fin 
acaba  coronado   cor*    los   sucesos     mas    inespera- 
dos (15  ). 


(  r|  )  Jfo  pudo  mirar  con  indiferencia,  la  falta  de  un 
hospital  en  la  ciudad  de  Salta  xy  dajido  esfuerzos  á  la 
lentitud  con  que  en  mas  de  un  sigío  se  proyectaba  este 
«til  establecimiento,  aplicó  arbitrios  suficientes-  á  concluir 
%  casa  con  las  oficinas :  necesarias  :  aseguro*  sus  fondos  ,  los 
aumentó  con  la  donación  de  veinte  mil  pesos  que  le  hizo, 
Obtuvo  la  licencia  del  Soberano  para  su  fundación  y  en- 
trega ,  á  los  religiosos  Berhlemitas:  consiguió  se  le  apli- 
case él  noveno  y  medio  de  diezmos  de  aquella  Intenden- 
cia. Formó  constituciones  para  m  ma««]o  y  mejor  asisten- 
cia de    los   enfermos, 


<50 

Ahí  Prelado  caritativo  ,  ya  habéis  consegui- 
do hacer  de  la  lepra  de  vuestros  pobres  un  espectá- 
culo  agradable  á  los  ojos  de  la  piedad.  A  pesar  dé 
los    estremecimientos  secretos  de  la   natureleza    las 
manos  no  temen  abaxarse  hasta  sus  mas  repugnan- 
tes  miserias,   derrámase   el  aceyte  sobre  sus  llagas: 
"  su  carne    corrompida   es  respetada  como   el    Tem- 
plo del  Espiritu  Santo  ,  allviánse  sus   dolares  con 
palabras   llenas  de    consuelo;  cálmame  sus  impacien- 
cias con  las  máximas  de  la  fé  :  en  fin  todo  se  su- 
fre por    endulzar    sus    penas  ,  ó  aseguras  su  salud. 
Ahora  es  ,   quando  estos  infelices  levantan  sus  ma- 
nos al  Cielo-,  reconociendo   un  Dios  sabio  mode- 
rador del    Universo  ,  y  Padre    común  del   pobts, 
como  del  rico.  Ahora  es  quando  ellos  publican  las 
maravillas  de  su    providencia  ;  ¡  quan  jico   eres  Se- 
ñor en  misericordia f  Le  dicen  ,  vuestro  ojo  aten- 
to á  las  necesidades  de  vuestras  criaturas,  jamas  per- 
mite que   ellas  sufran   mas  allá  de  sus  fuerzas :  co- 
nocemos quan  digno  eres  de  ser  servido  :  pues  que 
en    medio  de  la  corrupción   d:  este  gran  mundo, 
y  de  los  peligros  de    la    prosperidad    has    querido 


tu 


os-zsi 
(5*) 
suscitar  un  Prelado  generoso    y  compasivo  ,  que 
se   apropie  nuestras  miserias. 

Este    es  hermanos  mios  el  hombre  caritati- 
vo  á  quien    tributamos    estos    fúnebres    obsequios. 
¿  Podremos     persuadirnos  que   su   alma  no  tubo  la 
suerte  de   los  escogidos?  ¿Cómo?  ¿El    hijo  déla 
paz    será  víctima    de    un    anatema  ?   ¿  El  que    re- 
cogió  en  su  seno   los   suspiros   de  los   pobres   po- 
drá ser   condenado  á   los   llantos  -eternos?  ¿Vivirá 
cautivo    en   las  cadenas  el  que  rompió  sus   prisio- 
nes ?     ¿No    hallará  la  solvencia  de  sus    deudas  en 
el  pagamento   que  hizo  de  lasagenas?   lío  Señor : 
vos    prometisteis  en  tus  escrituras  misericordia  ppr 
misericordia,    gracia  por    gracia,  favor  por  favor» 
vida   por  vida.   No   pretendemos   entrar  en  lo  pro^ 
fundo   de  vuestros  juicios  :  pero  ofenderíamos  vues- 
tra palabra  v  sino    confiásemos  en  ella  ,  que  ha  re- 
cibido de    vuestras  manos  esa    corona    de    justicia 
que   prometéis  á  los  que  os  sirven  :   es  la  misrria 
míe  para  todos    os  deseo.  < Amen. 


BñZQB 


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