Brtmiu ilnitrci-eíihr
ORACIÓN FÚNEBRE
QUE
EN LAS SOLEMNES EXEQUIAS CELB-
BRADAS EL 23 DE MARZO DE l8oj
EN LA
SANTA IGLESIA CATEDRAL DE
CÓRDOVA DEL TUCUMAN 5
POR EL
ILUSTRÍSIMO SEÑOR DOCTOR DON ÁNGEL
Mariano Moscoso * del Consejo de 5» M. , dignísimo
Obispó del Tucuman
DIXO
EL SEÑOR DOCñ DON GREGORIO FUNES,
Dean de la misma Iglesia , Pr&visór , Vicario
Capitular > y Gobernador déí Obispado
Sedevacante*
LIMA í
Ért la iitipréhtá de los Niños expósito**
Año de 1806*
rJP\\OBJCION DEL DOCTOR DON PEDRO
Gutiérrez de Cos , Canónigo Doctoral , de esta
santa iglesia metropolitana , Comisario y Con-
sultor del Santo Oficio , Vocal de la junta del
sacro monte de Piedad de Animas , y de la
nuevamente establecida para la conservación
y propagación del Jjfuido de la
Vacuna»
EXC.mo SEÑOR.
jbn cumplimiento del superior decreto con
que V. E. se sirve remitir á mi censura la
oración fúnebre , que en las exequias del Ilus-
trísimo Señor Doctor Don Ángel Mariano
Moscoso Obispo que fué de la santa iglesia
de Córdova del Tucuman, dixo el Dean de
ella> Doctor Don Gregorio Funes, la he leí-
do con atención, y me parece que está con-
forme á las reglas de la oratoria sagrada. Ella
-I
presenta el retrato ele un hombre ajusfado
siempre á la ley : ele pi Prelado zeloso ,
caritativo, benéfico al estado-, á su iglesia
y á los pobres. Los exemplos que dexó de es-
tas virtudes el Ilustrísimo Señor ■ ■ Moscoso
quedaron como encerrados dentro del terri-
torio , donde las practicó , y su memoria que-
dó también ceñida á la duración de aque*
Has gentes , que presenciaron , ó tuvieron no.
ticia de los^ sucesos que se refieren. Pintados
yá con los bellos colores de la eloqüencia ,
y transmitidos á la posteridad por medio de
la imprenta, son capaces de exítar en todas
partes sentimientos de piedad , y provocar á
la imitación. Las virtudes , en cuyo exercicib
se distinguió este Prelado , unas son caracte-
rísticas , y peculiares de los Pastores de k
iglesia, y otras comunes, y proporcionadas á
toda clase de personas. Así la lectura de es-
ta oración podrá aprovechar á todos. Por eso,
y por que no contiene expresiones contrarias
á la religión , ni á las regalías supremas de
la corona, juzgo que podrá V. E. siendo
servido conceder la licencia, que se. solicita
para imprimirla , ó resolver lo que sea del
superior agrado de V. E, Lima y Julio 24
de 180Ó.
EXC-MO SEÑOR
Pedro Gutiérrez de C&s*
Lima 31 de Julio de 1806.
Visto, se concede permiso para la impresión de
la oración fúnebre de que se trata , con
condición de entregar en mi Secretaría de Cá-
mara un exemplar para cotejarlo con el ori-
ginal, que ha de quedar archivado en ella.
Aviles.
Ravago.
■
■■■■■■■i^Hl
(O
& »** asi* J& ^
*
+
§ ' y
Oferatus est rectiim i tt verum , é£ fow/m i/i univér*
m cultura minlsterii domus Dpmlni : : et prosperatuJ est¿
Paralipomenon cap. 31.
Obró quanto era recto, verdadero y bueno en
orden al ministerio de la casa del Señor , y todo
le salió felizmente.
X TI 1
I <* ¡Jorqué orden íncomprehen-
^S^^^^ sible de decretos debía yo satisfacer
esta última obligación , que nos impone el recono-
cimiento á la memoria de nuestro piadoso Prela-
do i Y quando dispuso el cielo, que por espa-
cio de catorce años fuese yo el testigo domésti-
co de su vida ^ el depositario de sus confianzas,
£ el cooperador aunque indigno , de su alto mi-
(2) -
esteno (i). ¿No tubo sobre mí otros desunios
W prepararme desde lejos ,- para que fliese' hoy
el órgano funesto de vuestros sentimientos ? Así
es D.os m,o , como contemplando vuestra pro-
videnaa , vemos los acontecimientos mas remotos
en sus mismas causas, y así es también como
reglando en silencio el curso de los sucesos ha-
ceis servir á vuestros fines al mas inepto de vues-
tros siervos.
"Ved aquí nuestros espectáculos , decía en
otro tiempo Tertuliano á los Gentiles : nosotro,
os abandonamos las luchas de los Athlefas , lOÍ
combates de los Gladiadores , los triunfos de vues,
tros héroes , porque nos reservamos otros com-
bates , otras guerras , otras victorias. Estas son las
que presenta la muerte de un justo, que ha de-
testado las culpables máximas del mundo , y qua
fiel á sus obligaciones ha sabido sostener la san»
( « ) Diputado el Orador por el Cabildo eclesiástico
S rec«b.r i su Ilustrísima en U raya del Obispado lo acam-
pano en h visita que practicó antes de llegar á su Capi-
tal , y en esta lo nombró , j, mantubo hasta 5U ^^
os Provisor y Vicario general.
■■■
(3) í;
tidad de la ley por la santidad de 'su conducta.
Es verdad que su cuerpo tendrá en breve el tris-
te fin de las cosas caducas ; pero también es cier-
to según la promesa de Jesu-Christo , que su se-
pulcro es esa tierra misteriosa, donde á manera
del grano de trigo que se corrompe , debe re-
producirse á una mejor vida. El dia de su muer-
te es el dia en que este obrero acabada la tarea,
pide juntamente su salario ; ó mas bien por ser.
virme de la metáfora de San Pablo , en que este
guerrero acuchillado después de haber roto los ex-
fuerzos del infierno , reclama la corona de laurel,
que le reserva el justo juez.
Este es hermanos míos el único consuelo,,
que puede mitigar nuestra aflicción. Dexémos á los
oradores paganos el triste desahogo de ostentar en
la muerte de sus héroes los títulos faustuosos, con
que los honró un mundo profano : recurso men-
guado de la pobreza y debilidad. Queriendo ha-
cer una engañosa diversión á la vehemencia del
dolor , el!os afectan ignorar , q„c sepulcro es el
térnuno fatal de las grandezas humanas., y hasta
«obre esa tumba lúgubre se empeñan en dar cueiw
Í4)
po y realidad al mismo fantasma de la nada. No*
no cspereis\eñores que yo entretenga vuestra aten*
Cion con esas acciones ruidosas , que solo hieren
los sentidos , y en las que empeñado alguna vez
íin Pastor ha tenido la desgracia de hacer traición
á sus obligaciones. La historia de nuestro Prela-
do no presenta mas , que un lienzo donde todo
se halla enlazado con el ^espíritu del sacerdocio
en que consiste su unidad : sus días perfectamente
semejantes los unos á los otros y no parece que
hacen de su vida y sino un solo momento* donde
ge posee todo entero para consagrarse todo en-
tero á la religión. Las pasiones que intentaron
vanamente atacar su virtud vencidas y desarma-
das , siguen como otros tantos cautivos el carro
de su victoria , y para tener un conocimiento
exacto de sus obras basta tenerlo de sus obliga,
ciones.
Tomemos pues de sobre el altar los gra-
nos de incienso que hemos de quemar en honor
de este ungido del Señor. Sabemos que el mun.
do desconoce la virtud en su simplicidad , y solo
adora los vicios brillantes de un delinquiente s*for*
Mi
<■ 5 > .
tunado. Et candor , la probidad , la buena fe ,
la clemencia pasan por estulticia en la sabiduría de
la carne , porque en su dialecto el artificio es
urbanidad , la mentira saber vivir , , la depravación
prudencia , la misericordia debilidad. Es preciso
decir y que para morir con honra es necesario ser
otra cosa que hombre de bien.
Tal es la prudencia del siglo ¿pero vengo
á incensarais caprichos , y á confundir los cánticos
•lúgubres de la triste Sion con los de Babilonia ?
Nada de lo que no se halle gravado con el sello
de la inmortalidad tendrá parte en este discurso.
Hablaré de un Pastor que en el declive de los
tiempos heroicos de la religión , y en medio de
este siglo de hierro, supo conservar los únicos
estos de la edad de oro : quiero decir , una mo-
deración fecunda que lo enriquecía con todo lo
que ño deseaba , una candad generosa , que guar-
diana de las puertas de su palacio las abria á los sus-
piros de la miseria , un carácter de beneficencia ■>
y afabilidad , que daba hechizos á las mas grandes
acciones r y grandiosidad á las mas pequeñas , en
B
(&}
fin un fondo de rectitud , y de probidad tan n*
tural á su genio , que lo hacia parecer virtuoso
mas por un feliz nacimiento , que por una medi-
tada reflexión.
La notoriedad de estos hechos me dexa en
plena libertad para presentar á este ilustre Prela-
do como un hombre cuyos pasos caminaron siem-
pre al nivel de la ley : operatus est rectum. Este
será el primer punto. Como un hombre cuyo
zelo á favor de la verdad , y del bien de su igle-
sia le fué siempre benéfico : operatus est rectum ,
et veriun. Este el segundo. En fin , un hombre cu-
ya caridad ardiente lo obligó á derramar sus te-
soros en el seno de los pobres : opertus est rectum*
et verum , et honum. Este el tercero.
Ved aqui señores el elogio que yo con-
sagro á la memoria del ilustrísijmo señor doctor
DON ÁNGEL MARIANO M0SC0S3 , dignísimo O&ispO
de esta diócesis del Tucuman. Venerable Prelado,
vos habéis gozado largo tiempo del placer de vues-
tra modestia : permitirnos romper el silencio que
vuestra austeridad nos imponía ; vuestra reputación
pertenece ya á la fama ; ella es la que debe exer-
(7)
cer su autoridad sobre vuestra memoria. Hay ne>
cesidad de vuestro nombre para transmitir á nues-
tros descendientes la historia integra de esos Pre-
lados , que fueron la gloria del obispado y la
salud de h patria, y el honor de la virtud.
PRIMER PVNTO.
JL¿a educación es la que pone por lo común la
primera piedra en el edificio de nuestra suerte.
¡ Qué tinieblas en la primera edad ! ¡Qué aver-
sión á toda regla ! ¡ Qué vivacidad impetuosa *
¡Qué disipación inconstante! ¡En este periodo de
la vida , en que el corazón humano se abre pof
la primera vez á la vanidad , y á los placeres *
es quando la buena educación debe calmar ese
torbellino de deseos que lo agitan , y formarlo
sobre las santas máximas del christiamsmo. Bien
sé , que mientras no exista un Fenelon no sé pre-
sentarán con todo su explendor aquellas importan-
tes verdades , que rectifican su delicado juicio : con
todo basta la religión , para que los autores de
(8)
nuestro ser puedan manejar con destreza las ríen-*
das que moderan nuestras pasiones , y dar á la
juventud aquella madurez de espíritu , que las dis-*
pone á las acciones serias de la vida. Un padre
de familia dice San Agustiri t es un Pastor qué
revestido de un cierto sacerdocio doméstico , se
llalla á la frente de su pequeña grey. Sus funcio-
nes se reducen , no tanto á criar succesores de sus
bienes , quanto á formar coherederos de Jesu-Chris-
\o , como se explica San Pablo. Benditas sean las
misericordias del Señor , siempre solícito en dar: á
su iglesia unos Prelados capaces de ser mediane-
ros entre Dios y los hombres , separó del orden
común de los fieles,, ai que hoy es el triste ob-
jeto de esta ceremonia. Si hermanos míos, no sin
especial providencia lo hizo nacer en el seno de
una familia , donde la nobleza , y el pundonor
están significados en su nombre , donde la virtud,
el recato , y el santo temor de Dios son las re-
glas de su disciplina doméstica ; donde la guia de
Jos grandes exemplos exita la imitación ; y en fin
donde dos deudos muy cercanos elevados á la'
( 9)
dignidad episcopal ( 2 ) y urj padre venerable
revestido del sacerdocio en medio de cinco hijos
( 3 ) llamados á la misma suerte r son otras tan-
tas pruebas de que el Dios de Israel s$ había
adjudicado esta familia , como una herencia ^pre-
dilecta. Su designio. era sin duda hacer ^ que en
nuestro Prelado se compendiasen las misericordias
del Señor, y fuese m digno ministro de la nue-
va alianza,
C
( 1 ) El Ilustríslmo Señor Doctor Don Fernando Obfí-
tas, Obispo de Santa Cruz de la Sierra, fue' su tío car-
nal , y el Excelentísimo, é Ilustrísimo Señor Don Juan
Manuel Hoscoso, actual Arzobispo de Granada, su . prt-
tfío hermano. El primero lo llevó á su diócesis de Se*
cretario, l0 ordeno, le confirió «1 curato ,d<? ; Tárata , 3
4espues lo nombró ,*u Provisor.
< 3 ) ¡Su Padre Don Gaspar Moscoso , muerta su mu.
gerse ordenó Presbítero, y tubo cinco hijos sacerdotes ,
*l Ilustrísimo Señor Doctor Don Ángel Mariano Moscoso,
cí Señor Don Manuel Tomas , que murió siendo Arcedia-
no de Santa Cruz , el Doctor Don Bernardino , el ** P-
Fr. Domingo, religioso Merceda rio actual Provincial de
fe provincia del Cuzco ¿f Don Bruno .c*j*ufcu
tro)
Todo correspondía en ¿1 á los ocultos fines
á que lo destinaba la providencia. Una memoria
prodigiosa , que daba á su entendimiento el exer-
eieio de la reflexión , la amenidad de los pensa*
mier^tos , y la grada de las ocurrencias felices , un
ingenió sublime , y desembarazada dote de una*
alma naturalmente científica p un juicio sólido y
profundo , á quien sqIo podía satisfacer la ver-
dad , una decidida inclinación á lo bueno , una
mezcla de circunspección , y de dulzura , de
gracia T*magestp , que le sometía los espíritus,
y le ganaba los corazones. Ved aquí las disposi-
ciones coa que sale nuestro joven de la casa pa-
ternal para presentarse en el teatro del roun&v.
Un feliz natural le, hizo preferir Jo útil serio
á lo frivolo agradable , y lo guió como por gus-
to , y por instinto á la indagación de la verdad.
El célebre colegio de San Bernardo en la ciudad
del Cuzco !, cuyos alumnos contarán siempre ppi:
una de sos glorias haber vestido sil besa , mien-
tras bañándola de lágrimas en su muerte deshao-
gan la ternura de su qorasson , no olvidará <k me-
moria 4q un talento -que cploeado , en la cuita
■M
m
( m )
Europa hubiera obscurecido á machos sabios , y
afianzado ei crédito de los ingenios americanos. Sus
mantos maestros se Jidmirab^n' al verlo tratar cq*
toda l* profundidad de la escuela las qüestione5
•mas ■ -espinosas, y abstractas, desenredar los sofis-
mas capciosos del error , y familiarizarse con to-
das las verdades del dogma.
'No seria nuevo que estas prendas ayudadas
del mal exemplo lo hubiesen conducido al preci-
picio 1 ¡ Asi es Dios mío ! ¿ Qué son $in vos los
grandes bienes de la naturaleza , sino instrumentas
de grandes males f Pero no temáis señores .: nues-
tro Prelado -conoció muy tem jarano , que la cien-,
ciá sin la virtud es la luz de un cometa perni-
cioso , el nombre de sabio .un insulto , y la ins-
trucción mas vasta orgullo, y vanidad. Dócil a
Ja voz de Dios, que lo llamaba al estado ecle-
siástico , y que sin que fíjese necesario colocarlo
«obre la montaña , cómo á .otro Ejeazaro , pa/a
que viese correr la leche y la miel de la tierra
prometida , quiero decir , las riquezas , y la abun-
dancia de la casa ¡del. Señor , respondió como el
Joven Samu4 v , oí tuyoz, aquí estoy Seijojyqtfe
{ m )
es Jo que queréis: Ecce ego qtáa wcmime.
A Dios no agrada que llevemos los aplau-
sos mas alfa de "la verdad. Contentémonos por
ahora con decir, que á pesar de una vocación
legítima sensible aun en su juventud á ios place-
res , aborreció el desorden , que interezado en la
gloria era superior á la vanidad , que sin desde-
ñar las dignidades deseo principalmente el acrecer-
ías i y que si abrió la mano á las riquezas , fué
porque encontraba en ellas el ¿it Ice placer de der-
ramarlas/La gracia que transformó á los Clisos-
tomos y los Ambrosios , acrisoló también á este
su digno cohermano fin d orden de ten temible
ministerio.
El hombre en su condición privada, no des-
cubre todo su carácter. Xos puestos y los empleos
son los que ios presentan por todos sus aspectos*
La virtud que ai ek parecer mas solida se encuen-
tra entonces muchas veces ligera y defectuosa. Doi
gracias al Señor porque no tengo , que temer re-
gistréis el corazón de mi héroe á toda la clari-
dad de la luz publica. Exponiéndolo á vuestra
Vista , yo pongo en vuestras manos esa balanza
(i3)
igual , y ese peso exacto del santuario , que aba-r
lúa las acciones solo por lo que son. Constitui-
do párroco de Taráta en la temprana edad de
Teinte y cinco años , condecorado con quatro suc-
civos Provisoratos en toda la diócesi de Santa
Cruz ,| y elevado después al orden episcopal , para
qué rigiese esta santa iglesia catedral del Tucu-
man , no encontrareis jamas en él esa indigna
mezcla de profano , y sagrado, de- baxeza , y
dignidad , que mas de, una vez á cubierto de igno-
minia las paredes del santuario. La imagen de sus
costumbres es tan respetable , como la de su al-
to sacerdocio,
i ... . - ....
La decencia de conducta en un obispo dice
San Bernardo , consiste en esa gravedad exterior >
igualmente distante de la licencia, que de la ri-
gidez , que da aliento á la confianza sin degene-
rar en llaneza , domina los espíritus sin asustar
al corazón , y contiene á todos en respeto sin
que deba nada á la violencia. ¿Hubo jarras algún
Prelado , que llenase mas perfectamente esta idea ?
Yo me lo represento con aquel rostro amable en
B — -
cuya frente se hallaba gravada ía benignidad J co-
rrió una viva imagen de la de su alma ¡rodeado
de vosotros mismos á nadie era enfadoso ,, por
que sabia templar con su modestia el expiendar
de su dignidad. Sin mediar entre él, y nosotros
etra línea , que el respeto , y la decencia , go-
zábamos de un trato familiar , y de una con-
versación libre , en la que destilando de sus la-
bios cierta eloqliencia dulce y festiva , propia de
las almas amenas , obligaba á todos á escucharlo
con placer , y á respetarlo con confianza,
La exacta y escuprufosa compostura com-
pasaba , por decirlo así , todos sus procederes ; pera
jamas excluía dé ellos las gracias de la afabili-
dad. Lejos de que fuese preciso acercarse á su
persona en las audiencias comunes con un silen-
cio profundo, qué pareciese adoración, la ima-
gen de la confianza, dé que se hacia preceder ^
empezaba á infundir serenidad en las almas mas
agitadas. Su corazón oía las voces sordas del do-
lor , antes que sus oídos fuesen heridos con el
ruido de los lamentos , y jamas se tenia por ma$
feliz , que quando gozaba la satisfacción de ha-
«san
( *5 )
ber prevenido los deseos., Por medio de su di\U
zura aseguraba á los débiles y consolaba á los
desdichados , caraba las llagas , que abría su mis na
justicia, y quando no podia condescender á lo
que se le pedia hallaba el secreto de hacer agra-
dable sus proprias negativas.
La oportunidad del discurso me autorizaba
á declamar contra esos jueces desapiadados -, que
poco instruidos en sus obligaciones reciben á lasr
partes con un semblante inquietojy unas mira-
das inciertas capaces de atemorizar al corazón mas
resuelto , pero la probidad del magistrado que nos
honra con su presencia me pone fuera del caso,
y me hace encontrar en su conducta un leniti-
vo con que suavizar nuestra aflicción. Continuad
señores en vuestros exercicios. Haced de ellos
vuestro sacrificio matutino , y vespertino, f Que
pracion mas agradable á Dios , que escuchar á
la viuda , enjugar las lágrimas del pobre oprimi-
do , y cuidar de Ja suerte del huérfano?
La afabilidad fué una de las virtudes mas
favorecidas de nuestro Prelado, porque la am-
bición miró su pecho como un santuario , que
(x6)
debía venerar desde lejos. Libre de los apresura-
mientos que ella inspira, se vio elevado á los
grandes empleos, no por sus propios esfuerzos,
gino por la impulsión de nn viento favorable mo-
vido de la providencia. En las fortunas media-
bas la ambición toda temblando se mantiene tan
oculta , que apenas se conoce así misma. Quan-
do se ve encumbrada en los puestos' mas inv-
portantes , yo no se que nos habla al corazón
para persuadirnos que los merecemos. Esta es la
marca originaria de las pasiones ; pero \ qué tie-
ne que ver con la senda que guia á nuestro Pre-
lado en la madurez de sus años ? Quando el obis-
pado mismo viene á buscarlo para decorar- su
tnodestia , y le abre las puertas de su santuario,
ss quando sorprendido de un terror santo mez-
clado de respeto se detiene en sus umbrales á
deliberar sobre la entrada. El no ignoraba, que
este era un deposito muy peligroso á la fe del
depositario, y así ai mismo tiempo , 'que sus em*
^idiosos 0 lo destinaban en secreto , creyéndose
indigno de él estubó a punto de renunciarlo*
mmmmmm
(*7)
^ Juzgad ahora s¡ podrían embriagar su co-
razón esos aplausos , de que tanto se paga el in-
genioso amor propio, y que por lo común se
estiman como una justa recompensa de las fati-
gas inseparables de la autoridad. En efecto , ja-
mas los oyó sin sonrojarse. 4 Qué digo f El los
rechazó constantemente , porque Je parecía , que
alabarlo de haber cumplido sus obligaciones , era
alabarlo de no haber cometido un delito.
Bien se que hay una modestia artificiosa
~*jue rehusa los aplausos solo por añadir ese nue-
vo motivo de asegurarlos : vana ciencia de los
hijos de Adán. ¡Culpable tráfico de verdades y
mentiras! Ei corazón de nuestro Prelado estubo
libre de este contagio , y estoy por asegurar; que
las alabanzas ganaban menos partido en su vo-
luntad , que sus propias injurias. Este es el lado
por donde. me parece mas grande. Acordaos délo
que uno de nuestros mártires decia á §m verdu-
gos deseosos de verlo executar un milagro : ved
aquí uno les dice: yo os amó, les diez á pesar de
ser mis tiranos. Si hermanos mios : perdonar m\
( ** )
enemigo es mayor prodigio que resucitar un muer,
to , y tolerando David los insultos del atrevido
Semei „ es mas glorioso á los ojos de la fe i que
despedazando al incircunciso Goliat. ¿Y quien
ignora entre nosotros el mérito que esta virtud le
adquirió á nuestro Prelado í Ah í ¿ Quántos re-
sentimientos ahogados aun quando tuvo poder
para vengarlos h < Quantas censuras sufridas pacien-
temente ¿ aun quando estaba de su parte el tes-
timonio de su inocencia > ¿ Quantos servicios he-
chos á los mismos que lo calumniaban , aun quan-
do solo esperaba en recompensa una perfidia > Si
sfíic^es ; la recomendación mas poderosa para
nuestro Prelado ? parece que era haberlo ofendi-
do. La sola presencia de su enemigo T desarma-
ba sus enojos, y hacia correr sus favores por las
mismas llagas , que habían abierto sus injurias.
Nunca débil y ni tímido , supo remitir sus agra-
vios y y sostener sus derechos* ceder con pru-
dencia, y resistir con dignidad.
Gentes del siglo tan zelosas de vuestros
derechos , tan codiciosas de aplausos J tan delica-
das sobre el punto de honor , á quienes unaj?a-
( 19 )
labia e^apada ¡frita , una distracción amotina , un
olvido llena de indignación , un desprecio trans-
porta hasta el furor r ptugiera el délo que os
moviese éí exémplo dé nuestro Prelado * para que
gustaseis cómo él las dulzuras de la caridad ; y
la unción deliciosa que v producé él perdón de
un enemigo.
Su corazón fió estaba montado sobre aquel
temple desapacible, que tiene conformidad coa
una virtud triste y amarga. E Cielo me preserve
de censurar este espíritu p. pero yó afirmo con el
Ifádrt Sart Gregorio , qué íá virtud más propia:
de tin obispó consiste en una austeridad sírr hiél*
lina dulzura sin relajación y tm poder sin orgu-
llo , una humildad sin abatimiento , urr retiro sin
ociosidad , y un comercio de mundo sin disipa-
ción. Á imitación de los Agustinos, y lósfrFrárt*
ciscos dé Sales , juzgaba preferible nuestro Prela-
do esa amable y dulce condescendencia , que ¿e
presta á todas las condiciones , y aun á los
usos comunes de la sociedad. Él no hacia con-
sistir precisamente la virtud en un retiró perpe-
tuo , en una contemplacion'ásidua , en una austera
pobreza , ni en una mortificación rigurosa; pero
«i, en ser piadoso sin fingimiento, sin escrúpu-
lo , sin superstición ; noble y modesto en la gran-
deza , generoso y pobre en la opulencia., so-
litario en medio del mundo 9 crucificado en su
espíritu sin olvidar % las maceraciones ¿Je la carne.
Observad las distinciones exteriores con que
hacia acompañar su dignidad, y hallareis , que
ellas eran precisamente aquellas que debían hacer
valer la autoridad santa del obispado. Es -decir
allanar los caminos difíciles del ministerio , infun-
dir en el espíritu del pueblo sentimientos de un
profundo y religioso respeto, dar energi> á la pa-
íabra , y hacer fecunda la semilla del evange-
lio. Por lo demás todo lo que alimenta el or-
gullo , y la vanidad se hallaba excluido de su
persona. Él no quería parecerse á esos ídolos de
las naciones, que solo fundaban su adoración
sobre la vana magnificencia , de que se hacían
acompañar. Conocía muy bien ios límites de la
gloria de Dios , y los de la vanidad , y estubo
siempre atento a no confundir el decoro de una
dignidad santa cpp el aparato orgulloso de un
■■■■■■■■MM
■■«■■■M
( 41 )
puesto profano. Así es que léjoá de insultar %
!á miseria pública con un 'fausto dispendioso sa
vestido , fué siempre humilde , su mesa frugal ,
su menage sencillo , todo en fin distante de lps
extremos, y mensurado por la prudencia»
A la vista de un modelo tan proporcio-
nado á nuestras fuerzas , ya no tienen excusa
nuestros vicios. Exerciendo nuestro Prelado el
ministerio privado de su conducta , no induxo otra
coación , que la dulce y saludable violencia del
exemplo. Pero i es acaso menos poderosa esa ley
de imitación que nos intima por su zelo á la
verdad, y á los intereses de su iglesia? Reco*
cedió en el segundo punto de este discurso.
■'■■•'■
PUNTO SEGUNDO.
A, un corazón naturalmente recto nunca puede
faltar el amor de la justicia, y de los intere-
ses del Señor.- Todas las virtudes tienen entre sí
F
\\m cierta afinidad rque las pone cercanas \)¿8M
xfe otras. Á este motivo/fundado sobse ciertas le-
yes de orden , que el alma .busca en sus ac-
ciones, se añade respecto de un obispo lo que
dice el Apóstol ; Dios no nos ha dado un es-
píritu pusilánime , sino un espíritu de fortaleza *
y de amor : s$d splrítum virtütis a dilectwnis \ /In-
feliz de aquel prelado que da licencia á sus pa-
siones para repartirse entre ellas el funesto derg-
cho de profanar su dignidad. El verá con indi-
ferencia , y acaso con alegría humillado el .obis-
pado , con tal que sobre sus ruinas pueda levan-
iiar el soberbio edificio de su fortuna. No jcr^ais
señolees , que la .._ afabilidad r tar> característica, á nuesr
tro Prelado fuese efecto de esa languidez , ó fla-
queza , de que se queja San Agustín , que todo
lo vé , y todo lo sufre. La í natural benignidad
de su corazón dexaba en toda su energía esa ley
de justa equidad , que lo inclinaba á resistir Jas
pasiones desordenadas de los hombres. ¿ Qué sería
capaz de seducirlo? ¿El interés ? Una tentación
tan baxa debió siempre respetar la elevación de
su ministerio, y yo no avergonzaré su firmeza
SWM
• • . •
¡erxdp ^n ..alabar', una victoria tan poco digna
dz é\. ¿ El temor ? Después de la gloria de hacer
el bien cjeía . que era la mayor de todas ser In-
jfeliz .ppr haberlo hecho. ¿El favor ? Él nada veía
fin este mundo que pudiese recibir en cambio de
¿u. virtud. Siempre perspicaz prevenido y pruden-
te nadie extendió mas lejos que él las previsio-
nes para evitar los asaltos de la sorpresa. Con
que vivacidad ¿eqogia en un momento el carao".
tter de las personas , sus intereses, sus humores r
y sus caprichos. Por sabroso que fuese el vene-
no de la insinuación preparado por manos hábi-
les , por , bellas que.se ostentasen las apariencias
con^que se cubría la iniquidad , él penetraba los
•disfraces , y sabia conocer aun sobre las flores el
camino tortuoso de la serpiente. Los beneficios ,
y las gracias que, constituyen Ja herencia del Se-
ñor jamas, fueron presa de la adulación r ni del
favor. : Temía las caricias de los hombres pudien-
:tes , y sabio á expensas de ellos mismos huia coa
cuidado el peligroso honor de su familiaridad. La
amistad , esa amistad que , prepara los peligros, y
Jos oculta Jo acompañaba hasta el pie de los
(V)
altares , pero sometida á sus obligaciones solo
asistía para aumentar el mérito de sti sacrificio»
.Qué digo? Él sabia poner á su voluntad mis-
ma, y á los intereses mas íntimos limites mas es-
trechos que los 4e su poder. Áh ! ¡ Que no pue-
da yo aquí levantar el velo á los misterios 1 En*
iónces veríais señores burlados sus propios deseos,
despreciados los ruegos de los que mas amaba, y
después de una cruda guerra triunfante ía justi-
cia sobre los destrozos de su existencia. Pero
§ donde me arrastra sin pensarlo el hilo del dis-
curso ? Yo me hallo en el fatal momento en
que lo perdimos. No anticipemos á el alma el
sentimiento que exige este infortunio , pero sí
saquemos por consecuencia , quan diferente es la
firmeza mundana de la que trae su origen del
espíritu de Dios : aquella escucha para agraiir la
Voz de un mundo , á cuya voluntad se halla su-
jeta. Esta lo irrita , y se aprovecha de la oca-
sión en que pueda manifestar una fortaleza , que
sin ella quedarla desconocida. Todo es contrario
en los principios de estas dos potestades. El es-
piritad el siglo nivela S113 operaciones por los
mm
I ^ )
respetos mundanos, Quando es preciso declararse
por la justicia con peligro de desagradar á los
hombres, encubre su cobardía con los velos de
la prudencia , y la traición misma de esa justi-
cia le parece legítima , siempre que lo defienda el
juicio de los que intenta complacer. Por jel :cen~
trario el espíritu del Señor halla su gloria &n
exponerse á la censura.de los hombres,, y lejos
de faltar 4 sus obligaciones sacrifica á su cumpli-
miento su opinión misma,
El obispado es un ministerio jde fuerza,, y
de valor , ya lo hemos dicho. Confiado á ta&es-
tro Prelado en unos tiempos en qite es ta« <&*
fícil deslindar los fueros del sacerdocio , y del
imperro ¡con que escrupulosa atención procuró
siempre ? iu; poner 0 pie en límites ágenos, m
que otro los - pusiese en los suyos: ! Las borrascas
se suscitan áe tiempo. ¥arios nublados se formar^
Q«e ^parece descargar soke su cabera , da -topa
felica se agita emoo un mar proceloso. $j0 rqué
juagáis señores i haría en estos lances % nm$t$o íPfe,
lado ? Intimidado rdel peligro ¿íBexariai flotar ¡&s
( *6)
riendas del gobierno al arbitrio de los sucesos?
¿Compraría su quietud con los despojos, del san-
tuario ? ¿ Haría intervenir ese culpable disimulo,
con que se honra la cobardía dándole el nombre
de prudencia ? No señores. Nosotros lo vimos
como un sabio piloto srri espantarse de la bor-
rasca ¡¡ caminar \en derechura al término por en-
tre escollos i y precipicios. Lleno dé zelo ; y fir-
meza á manera de la arca de Israel , que pues-
ta en medio del Jordán hizo retroceder las aguas
mi dexarse arrebatar de su corriente, se opuso
á las empiezas de los hombres , y nada perdo-
nó por conservar ilesos los inalienables derechos
del sacerdocio.
Pero acaso la firmeza de un prelado no
se dexa ver en todo su vigor mientras no se
presenta con la vara de la corrección en la ma-
no : diga acaso , porque por desgracia nuestra
vivimos en un siglo, en que- no ser có mplice
de los delitos se trata de indiscreción. Los grandes
nombres de vengador de la disciplina y órgano de
la verdad , reformador de las costumbres { qué son
en el dia . sino títulos Magníficos v y qualidades
mm
f(*7 "■)
imaginarias que solo sirven á la -.decoración, .de
los empleos ? La verdad no se atreve a parecer
en su trage varonil y sencillo ; toda temblando
delante de aquellos á quienes debía hacer tem-
blar ] siempre débil porqué ignora su fuerza , me-
rece la censura, que debía hacer. Hable la bue-
na fe , y díganos j si desconoce por este lado
el mérito de nuestro Prelado ? Ignorante de ese
nuevo arte de callar que con disimulada crueldad
asesta el último golpe á la disciplina, puede i¿)
songearse de haber sacado la justicia de esa tris-,
te servidumbre en que gemía. Siempre armado
contra la iniquidad le hace frente por autori-
zada que se halle , y le da golpes vigorosos, que
si le atraen alguna vez el odia, siempre le me-
recen las estimaciones . . . .Pero dexemos sepul-
tada en un eterno olvido una materia que costó tan-
to á ¿11 sensibilidad.
KJ Ei bien mismo de aquellos que'- DIqs ha^
bia puesta á su cuidado era el móvil de todas,
acciones. Persuadido que para ser asosiado al rn]-
nisterio de Jesu-Ghristo era ; necesario recoger , y
convertir su ■■ aplicación a todas las necesidades de
(28)
su pueblo >, no hubo alguna que stt escapase á
su vigilanda , y que la mírase como agena. Ma-
nifestemos á este grande hombre en una- de esas
escenas en que se disputan su corazón la fide-
lidad del vasallo , y el zelo del Pastor, Un es-
píritu de reeblion , y de mudanza, que de tienv
po en tiempo se apodera del juicio de los hom-
bres hace bambolear sobre la cabeza del Príncipe
la corona de esta América , y experimentar á
las provincias todos los desastres de la guerra
civil : entonas es .. r quando concibiendo nuestro»
Prelado aún cura de Taráta , que trabajar en uti-
lidad de im Rey católico , que divide sus victo-
rias cpn la iglesia era preparar triunfos al Se-
Bor , emprende sostener can una mano el tro-
no , y con otra la religión/ Quai otro Moysés,
dexa el retiro de h montaña, y presentándose
en publico hace valer todo su crédito sobre los
pueblos I qíje lo idolatran : da concejos de pru-
dencia , y precave desgracias inevitables ; enciende
hasta el entusiasmo la lealtad , y todo vasallo es
toldado y pone en movimiento sus brazos, y los
encamina á la victoria, tas -provincias, -qae ya
■■■MM
( 29 >
se dividían los rebeldes entre sí, perseveran baxo
el dominio español. Las ciudades que se hallaban
en la vigilia de sucumbir | se ven libres del ase-
dio. El territorio de su mando defendido de su
nombre respetable , recoge en paz las mieses al
raedor de las hostilidades ; y aplacado el fuego
de la sedición tiene el consuelo de poner al pie
del trono el homenage de su fidelidad. } Y pasaré
yo aquí en silencio su justa recompensa ? Porque
e-qué otra cosa puede hacer mas honor á sume-
moría que ver ocupada la augusta mano del me-
jor de los reyes en dexar á la posteridad un do-
cumento de su gratitud? En efecto Garlos el
grande , el piadoso lo colma de beneficios \ ío
cpndecora con sus aplausos, y hace eterna una
memoria que debía dar en todos tiempos docu-
mentos de lealtad ( 4 ).
H
(4) En prueba de haber merecido la aceptación del
Soberano los singulares servicios del Ilustrísimo finado en
la sublevación del Perú , y su ^lo por ^pacificación de
los insurgentes, se sirvió S. M. concederle por Real Or-
den de a7 de Junio de i7*? una pellón vitalicia de dos
<3°>
Y pensáis señores , que con esto se en-
trega nuestro sabio ministro á la dulzura de urí
glorioso reposo. Ah ! Quanto nías dignos de nues-
tros elogios son esos héroes , que no descanzan
de una conquista sino con otra: tal es nuestro
Prelado. Superior en cierto modo á las dificultades,
nacido para la acción , incapaz de reposo , jamas
creía haber hecho lo bastante por la gloria de Dios;
y la salud de los hombres. En todo tiempo, en
todo lugar él se reputaba como San Pablo deu-
dor á todos Gratas ac Bar taris debkor sum.
Deudor á los Bárbaros ; hacia mucho trem-
ió cpie en el fondo de su alma resonaba la trs-
te voz de la naturaleza , que ayudada de la re-
ligión le represeritaba las desdichas en que gemían
tantos infieles, desde que la habian ahogado sus
antiguas preocupaciones. Sus lágrimas mudas caiaií
sobre el pecho de nuestro Prelado , y sus mira-
das dolorosas parecían implorarle su piedad. Hu-
Jhil pesos anuales sobre las rentas del Arzobispado de Char-
cas con las mas honrosas expresiones.
( m )
millado el Pastor de Taráta delante de la eterna
sabiduría lloraba en su redro la triste suerte de
tantos infelices. Él siente renacer en su corazón esa
actividad bienhechora , que crece á vista del:peligro5
y se resuelve llevar la antorcha de la fe á los infieles
de Yuracarees ( 5 ). | Qué hombre es este r Ello
es señores que por uno ét esos prodigios dignos
de los tiempos heroicos , sin amedrentarlo las in-
jurias del ayre , la incomodidad de las estaciones^
la fragosidad de los caminos y el peligro de los
males presentes, y en fin la delicadeza -de su j
quebrantada salud , él se dexa ver entre los bár-
baros s y abre los fundamentos de una república,;
á quien da leyes , costumbres * idioma , y- reli-
gión. Persuadido que el exemplo es el que prue-
ba , y que el mejor Apóstol del christlanismo es
'I'"»' i'n n.wtir
--■■■-
( 5 ) Fundó á sus expensas la reducion de la Asunta ,
délos Indios Yuracarees veinte y cinco leguas distante de
U Ciudad de Cochabamba , la sostuvo con I ngentes; gas-
tos y fatigas, mantuvo en ellas Conversóles con el esti-
pendio de ochocientos pesos anuales , y í defendió vigoro-
samente sus derechos casi basta la muerte.
■pí
Mi
(¿O •'
la virtud , les abre sus tesoros , los visita , sufre
sus indolencias, los aprisiona con la dulzura, los
atrae con la confianza V y los vence con los be-
neficios : { Quan dulce imperio tiene sobre el
aima mas rústica una virtud consoladora l Los bár-
baros extienden sus brazos á este héroe de la re-
ligión y la humanidad lo rodean, lo colman de
bendiciones, y olvidan todos sus males con sola
su presencia. Ah! Venerable Prelado, voz disfru-
tasteis entre ellos el mas puro de los placeres que
puede gustar sobre la tierra un mortal virtuoso y
sensible. ¿ Qué nos armiramos legaseis vuestro co-
rdón para que fuese colocado en el sagrado edi-
ficio de ese templo místico, compuesto de unas
piedras espirituales que asemejanza del de Salomón
labrasteis sin el hierro , y sin un golpe de mar-
tillo? Vuestros amados Yuracarees cuya causa sos-
tübíste hasta los umbrales del sepulcro , lo es-
peran con "impaciencia, porque saben que siendo
necesario se arrojará de la urna sepulcral y será
im vengador severo , de sus dias v de su fortuna,
de su reposo, de su tímida , y 'débil inocencia.
Ellos lo pasarán con el mismo reposo hasta el
(331
último de sus nietos, y ai mbo de tes siglos $e
consérvala toda *«tera la «icmoría de vuestros
beneficios.
Deudor k los griegos $ esfco ¿s á las per-
sonas civilizadas. En que vasta carrera se empe-
ña mi discuno, principalmente después que se
halló ¿nuestro Prelado á la frente de los nego-
cios públicos de esta diócesis! Yo no entraré ea
el detalle de esos inmensos; cuidados , por estpr-
bar una entrada sacrilega ú los que aspiraban ' ¿L
sacerdocio sin una vocación legítima , por dar %
las iglesias unos pastores capaces de guiar sus re-
baños á los campos mas fértiles de ia docttfi&a ,,
por llevar á un estado floreciente m* colegio Se-
minario , precioso manantial de la ciencia , ,don-
ttt preservada la inocencia se purifican lps cora-
zones l que algún día 'han de forma* las costum-
bres públicas, y, dar el destino á los pueblos:
por mantener á los cuerpos religiosos de su man-
éo en la antigua severidad de esas leyes que añV
x* el disgusto de una carne corrompida , é res- .
fefctatt á m asigno trono una virtud amarga £
(34)
cuyo lugar había ocupado otra mas indulgente r
por hacer que adquiriese el clero en sus confe-
rencias morales aquel arte difícil de manejar las
conciencias , igualmente distantes de esa crimina
condescendencia, que deroga la ley baxo el pre-
texto de suavisarla, que de ese zelo rígido , é
indiscreto, que acaba de romper la caña ya que-
brada : por fomentar esos Útiles exerclcios de San
Ignacio, donde el mas imbujdo. en las máxima»
del mundo , no pudiendo sostener la espantosa
vista de su conciencia , sale huyendo, de sí mismo
en busca del sacramento de la expiación ; porque
salgan como de un cenáculo varones apostólicos,
cuyo destino sea evangelizar en las ciudades el reyno
de la verdad. < Pero que es lo que hago r < Pre-
tendo poner en lista los innumerables objetos que
dividieron su atención > Yo desisto de este em-
peño por contraermé á los principales.
La solemnidad det culto público es , por
decirlo así , el libro y la' erudición del pueblo en
las cosas de la fé. ít hace que levante el corazón
y reconozca un primer ser á quien es debida la
adoración y la alabanza. Pero si tór templos del
■Mi
íf 05 )
Señor no ofrecen á la vista sino tristes monu-
fitentos de la pobreza : si el; tren de sus ceremo-
nias no corresponde á su soberanía y el culto mis-
mo debilita la fé del pueblo y degrada la digni-
dad de los altares. Ved aquí señores uno délos
objetos' que mas acreditó el zelo de nuestro Pre-
lado, y la magnanimidad de su corazón. Ah !
Con que ojos de amargura miraba ese antiguo y
humilde edificio de su iglesia de Taráta! ¡Con
que santas impaciencias deseaba dar la última ma-
no á la decoración del que Jioy nos reúne al
reededor de sus cenizas. Los hombres á quienes
guia una viva fé , ven hasta en la desolación del
santuario entre las piedras dispersas de los tem-
plos 9 entre los terrones de los altares la ma*
gestad de todo un Dios , y quando se trata
de repararlos , su espíritu se eleva sobre las tí-
midas reflexiones : ellos no sienten sino el ar-
dor de su zelo „ y su zelo triunfa. VecHo aquí.
A costa de crecidos gastos , y tesoros que no enr
traban en los cálculos de la prudencia humana »
hace nuestro Prelado comparecer en la escena el
¿obervio templo de San Pedro de Taráta , donde
-
( 3* )
concurren á competencia el atreviniiento de la<eiiu
presa , la dijnidad del pensamiento, la suntuosr*
dad de la obra \ y la brillantez de su decoco (€).
Y tu iglesia santa casta esposa de Sian 3 qus tes
hecho esa gala nupcial can que te condecoró ( 7 %
( 6 ) Ademas de Míer levantado «n la Yice-parrofut*
jiel Paredón u^a Capilla desahogada y decente y fabricó e»
su Parroquia de Taráta un suntuoso Templo , lo proveyó
de costosos ornamentos , y adornó con magnificencia.
( 7 ) La iglesia catedral ha recibido mudio esplendor
con las obras y adornos que le proporcionó sin perdonar
^fatiga ni diligencia. Colocó dos capillas colaterales al Pi*es*
fciterlo con altares de exquisito gusto dedicados el uno al
Sagrarlo, y el otro i Nuestra Señora de Nieva , cuyo
Jiermoso bulto, y quatro lienzos grandes con pinturas alu-
sivas á sus milagros , hizo venir de Madrid á sus expen-
sas. Puso dos retablos en el crucero trabajados sobre el
diseño que dio la real academia de Dibuxo de Madrid ,
de donde así mismo se remitieron dos grandes quadros de
San Pedro y San Gerónimo, con proporcio» á esto*
altares : el magnífico Tabernáculo de plata labrada par *1
diseño de la misma ireal academia a y que ha costado ma*
de doce mil , pesos ; el altar del corazón de Jesús , una
lucida baranda á la entrada del Presbiterio , aumento *
( 37»
y de 'que como otra Jerusalcn en stis sábados y
neonénias hacías ostentación en los días de tus
triunfos? Ah ! -:.Ya advierto que la muerte de t\n
esposo ha eclipsado la luz de tus. ojos, y te ha
hecho trocar en triste luto el explendor con que
le regocijabas al ; verlo presidir tus sacrificios. Con-
suélate á lo menos con saber que era deudora á
¿u cuidado del ornato y de los ritos, con que
puedes presentarte con decoro ante los ojos de
ese esposo invisible que no muere. Eúcunin lacñ-
mis gaudium magnum.
Perezca hasta el sonido de esos hombres i
que creen no han vivido , quando no han vivido
para sí, y que .pierden todos los días que con-
sagran al servicio público : nuestro infatigable -Pre-
lado creta por el contrario que este era el único
medio de aprisionar la rapidez de los años ; y de
X
completó la colgadura de terciopelo carmesí con galones,
r rapasejo de oro. Hizo en ella varias oficinas para la
mayor comodidad siendo de preferente atención la noto-
na , en que se ordenó á costa de gastos y no pocas in-
comodidades el desarreglado archivo eclesiástico.
( 38 )
ponerlos como en depósito en el seno de esa só-
lida gloria que consagra la memoria del hombre
justo , é inmortal. Después de ese solemne mo-
mento en que como á un esclavo lo cargó la re-
ligión de cadenas honrosas , pero pesadas ¿ qué ob-
jeto sa escapó á su vigilancia i ¡ Qué no pueda
yo representarlo con viveza en el laborioso oficio
de sus visitas pastorales ( 8 ) ! Allí encuentra pas-
tores dormidos y los despierta : aquí los halla vi«
guantes , y los alienta,- cuenta uno por uno su
rebaño, y lo confirma (9 ): examina sus lepras *
y las cura: en vina palabra , no hubo parte del
ministerio pastoral , que no desempeñase cumpli-
damente. Desde el fondo mismo de su palacio da-
ba movimiento á los muelles mas retirados de su
«•
( 8 ) Visitó su diócesis que tiene de [extensión terri-
torial quatrocientas leguas de Sur á Korte , y ciento cín-
quenta de Oriente á Poniente; y remitida al Rey la re-
lación de su Visita , se dignó darle en cédula de a$ de
Septiembre de 180a las mas expresivas gracias , así por el
zelo con que emprendió, y concluyó la visita, como
por ix Bxicrítud de la relación.
( 9 ) Confirmó mas de ireiñU mil personas.
m
manó : su alma se multiplicaba á beneficio de su
Grey,
j Y que pensáis señores de ese magnífico
retrato? Pues yo creería no haber sino bos-
quejeado , y dado una idea imperfecta del vigor
de su espíritu si pasase en silencio sus continúas
enfermedades ( io)¿ Vosotros lo sabéis, un padecer
sin treguas, en el que correspondía un nuevo
sentimiento á cada nuevo instante de sií vida:
una absoluta privación de todo gusto , que, na
dexaba respirar á su amor propio-, una perpetua
debilidad, por la que mudando de situación no
hacia mas , que mudar de suplicio, x Este era el
círculo de su vida. Ah ! ¡ Quantas veces lo oiar
mos hacer serias! reflexiones sobre el peligro de en-
contrarse la autoridad en unas mnnos tan débi-
les! ¡Quantas nos conjuraba á los que asistíamos
í sn lado le advirtiésemos quando flaqueaba su me-
moria , ó se debilitaba su juicio , para que por
-( io ) Desde la edad de veinte y dos años tubo una
salud débil 5 y quebrantada á causa de sus habituales , y
penosas enfermedades.
(4<0
un resto de sus fuerzas ■ pudiese evitar al publico
los males de que le amenazaban sus achaques! fPero
por eso era mas lento el curso de ais trabajos?
!No señores : su cama misma le servia de Tríbu-
naL para concluir los asuntos mas serios, y aun-*
que sus coutinuas enfermedades lo pusieron mu-
chas veces en los umbrales de la muerte , ejer-
citado por tantos combates salía de ellos mas ac
tivo¿ y mas emprendedor. Este es el uso que
hizo de su autoridad. Solo falta que sepamos el
qije hizo de sus riquezas./ Voy i manifestarlo en
la tercera parte*
JPUNTO TERCERO.
l^/uándo I>ios crió el corazón del hombre , le
comunicó parte de su bondad , para que fuese
como el sello de la mano bienhechora , que lo
formaba. La general depravación del Universo ha_
bia borrado esta imagen de la divinidad y pero
el christianismo la renovó de un modo que pare-
ciese eríteraiiietfíe nueva. Mandumm nóvum. Si ese
C 4* 1
sentimiento tierno , delicado , ese sentimiento dul-
#e por el que haciendo la voluntad al espirita
«na ilusión encantadora, lo obliga á mirar como
propias las miserias agenas , ved aquí la caridad
que la religión nos inspira, y ved aquí el fetraío
del caritativo Prelado á quien elogio.
Queriendo el Señor servirse de él cOnTd
de «n instrumento de sus misericordias «o puso
mai límites á áu caridad, que los qué puso á su
poder. Aquí debe renovarse señores vuestro íé«#-
nocímiento , y la memoria de' Iá felicidad qiíe;
gozabas, haceros sentir el dolor dé haberla perdí*
do. Nuestro Obispo se persuadió desdé lifégo %
que así como su elevación en el ófden de h sa»
bídtwíá eterna, no estaba destinada sino á servir
de asilo Ú pobre , al huérfano , y | \k 4^
sh dignidad á vengar sus' intereses , el fesire de
su nombre á endutear stís aflicciones, y M é*ém_
pfos á confifmarlos eti la fé, así m> mm ¿
s«s beneficios no enfermas, que tírt sagrado de-
pósito, que ©ios ^8 entfe sus manos, par*
que estando mas a euMértO de la violencia fus-
sé tía tecnm asegufsáó de sos miseras 5
L
(4* )
, también por otra parte , que convertir las ofren-
das de los pueblos en usos profanos era incidir en
aquella terrible amenaza del Señor , quandó ha-
blando con los pastores de Israel les decía : infe-
lices de vosotros , que no pensáis sino en en-
gordar , en beber la leche de vuestras ovejas , en
cubriros con su lana, y nunca teniendo lo bas-
tante, las dexais perecer de hambre en los mis-
mos campos de la- abundancia, donde os he con-
ducido. Así señores su compasión , no era como
la de aquellos que siguen la desigualdad de las
condiciones Y que se marchitan con el soplo de
la enemistad , y que buscando sus inclinaciones
no hacen mas que correr tras de si mismos, ella
jamas halló otra diferencia entre los desgraciados/
que la que puso en ellos su propia miseria.
Ah ! Salid de vuestros retiros mugeres infe-
lices que rodeadas de vuestros hambrientos y peque-
míelos os arrepentíais de haberles dado un ser que
no podíais conservar. Vírgenes castas, que opri-
midas de la necesidad estuvisteis á punto de ven-
der vuestro pudor : ciudadanos indigentes que cu-
biertos de vergüenza buscabais las tinieblas para
(43)
confiarles vuestra aflicción , salid y decidnos *
quien sino á las liberalidades de nuestro Prelado
debíais el consuelo de tener con que. arrimar el
pan á la boca de vuestros hijos , de salvar esa
inocencia , que ofrecéis alegres al cielo , de poden
conciliar vuestra pobreza con h decencia de vues-
tro estado? ¡Que no pueda yo referir porme-
nor esas limosnas abundantes, que supo derramar
á propósito en el seno de los pobres ! ¡ Que no,
pueda representaros esa consternación que le cau-
saban los suspiros de la miseria ( n ) !
Señor , ¿ y con que ojos mirareis á tos
que abundando en delitos no tienen una solali-.
*
( ii ) Su caridad con los pobres fue' grande : ademas
de asistir á los vergonzantes con mesadas proporcionadas
á sus necesidades distribuidas por su Colector, y á los
por dioseros con limosnas repartidas diariamente f sus
puertas 9 los conventos y monasterios, hospitales, casa
de exercicios , y todos los establecimientos públicos par-
ticiparon de su generosidad , de suerte , que sin embar-
co de haber percebido mas de doscientos mil pesos de las
rentas del obispado 3 á su muerte no se cubre el opi-
** ■> <jue formaliza antes de su regreso á él.
«8
C 4+ )
mo$M q®é ofráeer por saeriiScis de e^píacicm?
4 L los qué rebozando en 1» abündandia ven cotí
©jos enjutos á ese pobre artesano , qi*e agoviado
<$on el peso del dia , y del calor no puede di-
vidir un pan entre su familia desolada ? ¿ A los
que solo embarazados en la elección de los pa*
^atiempos , y sin- otra fatiga , que la sociedad de lo§
placeres endurecen sus manos para no abrirlas i
lm que son la presa de los rigores de la ham-
bre ? Hermanos míos , ha caridad con los pobre*
es un precepto expreso del Evangelio. No $oñ'
jalifa gros los que se nos piden. Porque ¡ donde
esüú aquellos , que pueden decir como San Pe*
dro á ese pobre tullido v que le pedia una li-
mosna 7 yo no tengo oro ni plata , lo que ten-
go eso te doy r en nombre de Jesús Nazarena
levanta y anda. Esos felices tiempos pasaron ya
de nuestra vista : los ricos no san apóstoles ; pero
siquiera no son hombres ? A y ! todo está mudado :
en otro tiempo se daban milagros por limosnas,
hoy dia el rico que la da es una especie de mi,
Jagro. ¿ Pero que excusa tiene ? El exemplo de
nuestro Prelada a& tea m «pi mngMB pretexto
^■■'■^^■MM^MHM
(4?)
con que autorizar su inhumanidad.
Para hacerla mas reprehensible pudiera de-
ciros que salía siempre de su persona una. virtud,
bienhechora : que donde quiera que volvamos los
ojos hemos de encontrar huellas de su beneficen-
cia, que socorriendo al necesitado no pretendía,
como otros hacer resonar la trompeta de su. ge-
nerosidad , y aunque ocultó muchas grandes accio-
nes porque no quiso sino que Dios que fué sin
principio, y el único testigo de ellas fuese tam,
bien su recompensa. Todo esto que sin duda se-
ria sobrada materia para el Panegírico de qual-/
quiera otro es la menor parte del suyo. Yo no,
tomo de sus virtudes sino Jas extraordinarias , y,
elijo flores que arrojar sobre su sepulcro.
No olvidéis, señores esas grandes empresas,;
dirigidas á pacificar el reyno , formar reduciones,
y levantar templos, al Señor. Si es necesario acre- ■■
ditar magnanimidad ¿pueden otros hechos com-
probarla mejor f Ellos son tales que bastan á
convencernos no, habia, medianía en nuestro PrtK
lado tratándose de ser generoso, Es que- la me-
M
C.#1
díocridad camírfá con lentitud , los grandes honi-
brés se forman de un golpe , y no pasan por esos
grados que son la señal de nuestra flaqueza.
Todo fué grande en nuestro Prelado ¿ Y
quien podrá referir sus extraordinarias misericor-
dias, sino es texiendo la historia de las miserias
humanas? A otro ilustre Prelado debí»' esta cui-
dad ese colegio dé niñas huérfanas que es el asi-
lo del sexo, y de la edad mas desvalida. La
compasión habia recibido con sus brazos estos
miembros aun no formados, y se exforzaba con
todo esmero á suplir las negligencias de la suerte ;
pero i quanto faltaba aun para que fuesen cumpli-
dos sus anhelos ? La escaces de fondos obligaba
á distribuirles el pan con una mano menguada.
En estas circunstancias se presenta este nuevo José,
y franqueándole sus tesoros hace correr con abun-
dancia en esta casa los granos del Egipto ( 12 )•
( 1 a ) No satisfecho con J haber "arreglado en lo formal
el nuevo establecimiento del colegio de huérfanas, y so-
corrídolo con sus continuas limosnas , compró en seis mil
: C 47 >
¿Y recorreré las sumas considerables con que
ocurrió á sus demás necesidades ? ¿ Los medios que
Je sugerían en su alivio su ingeniosa , é inagotable
caridad? ¿ Los cuidados impendidos en su educa-
ción , en su establecimiento , en la conservación
de su inocencia ? Yo me rindo á la vista de una
tan afanosa operación , pero vosotras almas ino-
centes publ ieadlo todo mas de intento , y esas
mismas manos , que recibieron sus misericordias
sírvanos en adelante de bendecir su memoria.
En los dilatados senos de una caridad tan
perfecta jamas pudo estar vacío el puesto que de-
bian ocupar los miserables enfermos de esta dióce-
sis. Dotado nuestro Prelado de uno de aquellos
corazones compasivos , que renunciarían todas las
dichas si hubiesen de gozarlas á condición que ellos
solos debieran ser felices , no parece que le servia
sino de reprehensión su propio alojamiento , ha-
pesss unos molinos , que mejorados considerablemente, los
cedió á este colegio , y le subministran con ^bund*úcu
k harina para el pan.
(48)
liándose sin él". .el hospital de esta dudad. Sus en-
trañas se conmovían viendo á estos miserables ex-
puestos á perecer baxo ¡as ruinas de un pobre y
desamparado techo. Aunque parecía casi imposible
hallar remedio á tamaño mal , él no toma conse-
jo sino de su corazón, y emprehende persuadir-
nos, que nada se resiste á una candad victoriosa*
TJniendo á sus larguezas la diligencia y el es-
mero .,. hace que al volver los ojos veamos le-
vantado uti edificio digno de servir de alvergue.
á un Dios leproso oculto baxo el. sacramento de
los pobres ( 13 ). ¿ Y que diré de su amoroso?
**
( 13 ) Hallándose cu un estado muy ruinoso, y en
términos de venirse al suelo la casa del hospital de esta
ciudad, y no teniendo fondos para repararla , ni edificar
otra en el lugar de su destino primitivo , su activo zelo
to^o lo facilitó proporcionando auxilios oportunos , y con-
curriendo con sus erogaciones , por cuyos medios se vio
en poco tiempo levantado un nuevo hospital, con., las .pic-
eas precisas para sus necesidades > i donde se trasladó el
antiguo, mereciendo que S. M. en cédula de a£ de Julio
de 1803 aprobase esta traslación, y le significase quan de
su agrado y satisfacción , habian sido las providencias que
tomó para la permanencia de tan piadosa obra.
(49)
cuidado por socorrer al sexo débil abandonado á
todos los rigores de la suerte? Ah! Un velo de
tristeza caia sobre su rostro á presencia de un
objeto tan lastimero. El proteje esta causa con
todo el interés de un abogado, y proporcionan*
do un competente asilo á las enfermas , hace gus*
tar á estas desdichadas uno de los frutos de su
misericordia ( 14 ). Pero todo esto ¿ qué era aí
fin sino un ensayo de lo que se preparaba a exe-
cutar ?
En efecto nadie ignora, que el .establecí -
•miento de .un hospital en la ciudad de Salta era
«de mucho tiempo atrás uno >de los objetos mas
encarecidos de los votos públicos. 1.a naturale-
za cubierta de lepras y miserias , hacia levantar
hasta los cielos la voz de sus dolencias , y pedia
t,ser socorrida. Todos se contentaban con tributar-
Je pna cpmpa§ion ,casí estéril , y la obra caminas
N
.^■■iiiiii Mimir t.;«iwi1 , 11 ' ,. IIIMII I 11 1 11 ni ni,' 1 m '
( 14 .) Así mismo se le aprobó en cédula de 11 de
Jflarzo de . 1 80a el haber mandado agregar á este hospi-
tal el de mugenes en s¿la separaba.
( ?á )
ba á oasos lentos. Necesitábase de mucbs firmeza
y constancia para vencer los obstáculos : de gran-
des'fondos para acometer un empeño tan dispen.
dioso , y ^e una Prildencia mas que humana pa-
■r.i establecer el orden de una saludable disciplina.
Solo, nuestro Prelado en* capaz de concluir esta
empresa. Exítado de una mano invisible y. se dexa
ver acompañado de todo quanto podia superarla.
Lleno de zeío y de generosidad hace erogaciones
quantiosas , asegura las capitales , esfuerza el tono
áe la compasión, persuade á unos r representa á la
Magestad , * exórta á todos , dicta leyes , y ai fin
acaba coronado cor* los sucesos mas inespera-
dos (15 ).
( r| ) Jfo pudo mirar con indiferencia, la falta de un
hospital en la ciudad de Salta xy dajido esfuerzos á la
lentitud con que en mas de un sigío se proyectaba este
«til establecimiento, aplicó arbitrios suficientes- á concluir
% casa con las oficinas : necesarias : aseguro* sus fondos , los
aumentó con la donación de veinte mil pesos que le hizo,
Obtuvo la licencia del Soberano para su fundación y en-
trega , á los religiosos Berhlemitas: consiguió se le apli-
case él noveno y medio de diezmos de aquella Intenden-
cia. Formó constituciones para m ma««]o y mejor asisten-
cia de los enfermos,
<50
Ahí Prelado caritativo , ya habéis consegui-
do hacer de la lepra de vuestros pobres un espectá-
culo agradable á los ojos de la piedad. A pesar dé
los estremecimientos secretos de la natureleza las
manos no temen abaxarse hasta sus mas repugnan-
tes miserias, derrámase el aceyte sobre sus llagas:
" su carne corrompida es respetada como el Tem-
plo del Espiritu Santo , allviánse sus dolares con
palabras llenas de consuelo; cálmame sus impacien-
cias con las máximas de la fé : en fin todo se su-
fre por endulzar sus penas , ó aseguras su salud.
Ahora es , quando estos infelices levantan sus ma-
nos al Cielo-, reconociendo un Dios sabio mode-
rador del Universo , y Padre común del pobts,
como del rico. Ahora es quando ellos publican las
maravillas de su providencia ; ¡ quan jico eres Se-
ñor en misericordia f Le dicen , vuestro ojo aten-
to á las necesidades de vuestras criaturas, jamas per-
mite que ellas sufran mas allá de sus fuerzas : co-
nocemos quan digno eres de ser servido : pues que
en medio de la corrupción d: este gran mundo,
y de los peligros de la prosperidad has querido
tu
os-zsi
(5*)
suscitar un Prelado generoso y compasivo , que
se apropie nuestras miserias.
Este es hermanos mios el hombre caritati-
vo á quien tributamos estos fúnebres obsequios.
¿ Podremos persuadirnos que su alma no tubo la
suerte de los escogidos? ¿Cómo? ¿El hijo déla
paz será víctima de un anatema ? ¿ El que re-
cogió en su seno los suspiros de los pobres po-
drá ser condenado á los llantos -eternos? ¿Vivirá
cautivo en las cadenas el que rompió sus prisio-
nes ? ¿No hallará la solvencia de sus deudas en
el pagamento que hizo de lasagenas? lío Señor :
vos prometisteis en tus escrituras misericordia ppr
misericordia, gracia por gracia, favor por favor»
vida por vida. No pretendemos entrar en lo pro^
fundo de vuestros juicios : pero ofenderíamos vues-
tra palabra v sino confiásemos en ella , que ha re-
cibido de vuestras manos esa corona de justicia
que prometéis á los que os sirven : es la misrria
míe para todos os deseo. < Amen.
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